Historia de España [9] 9788423948000, 8423948005, 9788423948277, 8423948277, 9788423949984, 8423949982, 9788423989010, 8423989011

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Historia de España [9]
 9788423948000, 8423948005, 9788423948277, 8423948277, 9788423949984, 8423949982, 9788423989010, 8423989011

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HISTORIA DE ESPANA MENÉNDEZ PIDAL TOMO IX

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HISTORIA

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MENENDEZ

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DIRIGIDA POR

JOSÉ MARÍA JOVER ZAMORA

TOMOIX

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LA RECONQUISTA Y EL PROCESO DE DIFERENCIACIÓN POLÍTICA (1035-1217)

POR

MIGUEL ÁNGEL LADERO QUESADA, JOSÉ MAITOSO, ÁNGEL J. MARTÍN DUQUE, FEDERICO UDINA MARTORELL, LUIS JAVIER FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA y JOSÉ ÁNGEL SESMA MUÑOZ

COORDINACIÓN

E INTRODUCCIÓN

POR

MIGUEL ÁNGEL LADERO QUESADA

ESPASA CALPE, S. A. MADRID

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ES PROPIEDAD © Es pasa Cal pe. S. A .. Madrid. 1998 Impreso en España Printed in Spain Impresión y encuadernación: GRÁACAS ESTELLA Depósito legal: M. 153-1958 ISBN 84-239-4800-5 (Obra completa) ISBN 84-239-8908-9 (Tomo 9)

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información ni transmitir alguna parte de esta publicación. cualquiera que sea el medio empleado ---electrónico. mecánico. fotocopia. grabación, etc.-, sin el permiso previo de los titulares de los derechos de la propiedad intelectual.

Editorial fapa~a C1lpc. S. A. Carretera Je lnín. km 12.200. 28049 Madrid

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COLABORADORESDEL PRESENTEVOLUMEN

MIGUEL ÁNGELLADEROQUESADA,Catedrático de Historia Medieval en la Universidad Complutense de Madrid. Académico de la Real Academia de la Historia. JOSÉ MATIOSO,Catedrático de Historia Medieval. Director del Archivo Nacional de la Torre do Tombo,

Lisboa. ÁNGEL J. MARTÍNDUQUE,Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Navarra. FEDERICO UDINAMARTORELL, Catedrático de Historia Medieval en la Universidad Autónoma de Barcelona. LUIS

JAVIERFoRTúN PÉREZDE CIRIZA,Doctor en Historia. Jefe del Servicio de Archivo, Biblioteca y Documentación del Parlamento de Navarra.

JOSÉ

ÁNGELSESMA MUÑOZ,Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza.

La traducción del portugués de la colabornción del profesor JosÉ

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MATIOSO

ha sido reali7.ada por

MAURO ARMIÑO.

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INTRODUCCIÓN POR

MIGUEL ÁNGEL LADERO QUESADA

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Sumario: l. Presentación.-2. Reconquista. Frontera. Colonización.-A) Reconquista.-B) Frontera.-C) Contexto europeo.-DJ Las épocas y modos de la conquista.-E) Colonización.-3. los reinos. El poder y la «sociedad polítíca».A) El Imperio hispánico.-BJ Los reinos.-CJ Los poderes.-NOTAS.

1.

PRESENTACIÓN

Este volumen completa el grupo de los dedicados a los siglos XI y xn, tanto en al-Andalus (VIII, 1 y 2) como en la España cristiana (X, 1 y 2, y XI). Su contenido debe ceñirse a la narración y explicación de los principales acontecimientos políticos, y la mención o conexión con aspectos económicos, institucionales o culturales se limita a lo preciso para argumentar dicha explicación, sin ánimo de repetir lo contenido en otros volúmenes. Pero el punto de vista de la narración, donde manda el relato de lo irrepetible, es distinto al de la explicación estructural, donde es el historiador quien compone con mayor libertad el cuadro que desea mostrar, y una misma realidad puede y debe ser considerada, con frecuencia, desde ambos ángulos. Además, entre la fecha de redacción de los volúmenes correspondientes a economía, sociedad e instituciones y la de éste han transcurrido varios años y se han llevado a cabo investigaciones que ha sido indispensable tener en cuenta ahora para exponer mejor tanto la dinámica misma de los acontecimientos como las grandes líneas y proyectos que fundamentan la acción política, el papel y fuerza respectivos de sus protagonistas institucionales y sociales y sus resultados sobre la organización del territorio y su población. Nuestra historia, como casi todas las que se atienen al hilo de la narración, se articula en tomo a nombres propios y sucesos singulares: reyes, obispos, nobles, lugares y fechas de batallas y tratados. No podría ser de otra manera, pero no hemos olvidado que tras los nombres propios se ocultan los comunes y bajo los acontecimientos actúan las estructuras. El lector habrá de reflexionar, como lo han hecho los autores, sobre la manera de atribuir protagonismos a unos y otros en torno a cada acontecimiento o a cada época: a menudo, el juicio acertado surge del mismo conocimiento detallado y profundo de lo que fue, en todos sus aspectos. No es pre-

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HISTORIADE ESPAÑA

ciso insistir más ahora en que ni por concepción de la Historia ni por metodología hemos pretendido limitarnos a escribir un relato de reyes y batallas, aunque, desde luego, ni se ocultan ni se concibe que la explicación fundamentadora de tal relato pudiera prescindir del único hilo argumental posible, que es el trenzado con los sucesos y personajes concretos, tanto los que tienen nombre como los que permanecen anónimos y, por lo tanto, son menos accesibles a nuestra capacidad de conocimiento salvo en su condición de elementos integrados en los protagonismos colectivos. Esta aclaración puede parecer superflua, pero no lo es si se trae a la memoria la ingente e injusta carga de menosprecio que arrastra desde hace decenios la llamada «historia política», en sus aspectos considerados tradicionales. No es adecuado, aunque sea muy propio del mundo de los intelectuales, denigrar y menospreciar una determinada faceta o modo de la actividad del conocimiento para ensalzar o promover otra. Suele ser más útil combinar lo mejor y más valioso de todas con ánimo de obtener resultados más completos. Así lo hemos intentado, sin abandonar las perspectivas propias de este volumen, con la conciencia de que la historia política, aunque no sea suficiente, tampoco es superflua, sino imprescindible para construir y articular el conocimiento del pasado desde los cimientos primeros hasta los elementos finales del edificio. Ha habido que entrar en muchos detalles a lo largo de las páginas del libro aunque se trata de una obra de síntesis y no de investigación. Sus autores hemos efectuado un largo vuelo rasante sobre doscientos años de territorio historiable sin ahorrarnos la contemplación de todos los accidentes del terreno a los que alcanza la vista ayudada por fuentes de conocimiento escasas y fragmentarias. Partiendo de los límites inicial y final marcados por el plan general de la obra, entre 1035 y 1217 aproximadamente, ha sido preciso, ante todo, establecer criterios racionales de periodificación interna, de reparto de la tarea por épocas y reinos, y evitar en lo posible las reiteraciones ya que no lo era considerar a veces los mismos asuntos desde distintas perspectivas. Se ha tomado el año 1134 como hito divisorio de las dos partes del libro, pues en torno a esa fecha ocurrió una nueva estructuración política de la España cristiana por influjo tanto de acontecimientos singulares como de fuerzas y tendencias que alcanzan por entonces su madurez. En poco tiempo se reconstruye el reino de Navarra, se consolida el de Portugal. se inicia la formación política de la Corona de Aragón y se reorganiza el poder real y sus redes de relaciones en torno a Alfonso VII, el emperador de León y Castilla. Por entonces, la decadencia de los almorávides en al-Andalus permite también un nuevo planteamiento de la lucha y las conquistas que había sido imposible en los cincuenta años anteriores después de que hiciera crisis y llegara a su fin el ideado por Fernando I y Alfonso VI. También habrían sido significativos otros criterios de periodificación: éste presenta la ventaja de ser sencillo, evidente en sus motivaciones y global en su alcance. Dentro de cada parte. se respeta la división del estudio según reinos, aunque la distribución sea diferente en cada una de ellas. Ambas presentan. en primer lugar,

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INTRODUCCIÓN

los capítulos relativos a historia de León y Castilla porque sus reyes, por la misma dimensión y características del ámbito que rigen y por la teoría monárquica que encaman, intervienen en casi todos los asuntos que ocurren en los escenarios políticos peninsulares. Esto nos permite hoy obtener una visión global y recuento de ellos desde el principio y comprender mejor, a continuación, las singularidades de los otros países hispano-cristianos y de sus respectivos ámbitos de interés tanto en la Península como, en su caso, más allá de los Pirineos, o en los espacios marítimos próximos. En la primera parte, Portugal está aún englobado en el conjunto leonés, aunque se exponen separadamente los motivos y circunstancias que impulsan a su singularización política. Pamplona y Aragón son objeto de estudio conjunto, por razones evidentes, y se concluye con los capítulos dedicados a Cataluña. En la parte segunda, los cambios de la realidad política tienen su reflejo en el de los capítulos: Castilla y León, y no al revés, para mostrar el predominio que aquel reino alcanza; Portugal independiente; así como Navarra, ya con este nombre que sólo a partir de 1134 se puede emplear con propiedad, y Aragón y Cataluña unidos en los primeros tiempos de la nueva Corona. La oportunidad de comenzar el estudio en 1035 es indiscutible, pues la obra y la muerte de Sancho Garcés 111desencadenaron cambios políticos de importancia. En cambio, concluirlo hacia 1217 puede tener menos justificación: ocurrió, es verdad, cierto relevo generacional en la cúspide de algunos reinos --Castilla, Aragón, Portugal-. Los partidarios de la llamada «historia-batalla» verían con gusto establecer una cesura en tomo a las Na vas de Tolosa y Muret, pero no hay argumento suficiente para hacerlo así. Nuestro trabajo habría quedado mejor concluido y más completo si se hubiera prolongado hasta los alrededores de 1250, cuando terminan las grandes conquistas. Pero el lector podrá remediar con facilidad este final inconcluso si acude al volumen correspondiente de la Historia de España, ya publicado. Por lo demás, el título que el libro recibió cuando otros historiadores, que están en nuestro recuerdo y merecen todo nuestro respeto y reconocimiento profesional, concibieron por primera vez su realización, hace más de veinte años 1, nos sigue pareciendo adecuado, porque, sin duda, las fluctuaciones de la reconquista y los procesos de consolidación y diferenciación de los reinos cristianos son los dos grandes argumentos a desarrollar. Para llevar a cabo su labor, los colaboradores han contado con un cuestionario-programa previo, redactado para la ocasión, de modo que cada parte o capítulo no fuera dispar de las otras aun respetando la libertad de cada cual para tomar apoyo o utilizar la propuesta temática que se ofrecía previamente en la medida que le pareciera adecuada. Se ha procurado, igualmente, mantener un equilibrio en las dimensiones y tratamiento de cada ámbito y cuestión, de manera que no nos podamos aplicar unos a otros los reproches que hace siglos se intercambiaban los historiadores, según testimonia el marqués de Mondéjar en sus

Memorias históricas de la vida y acciones del rey D. Alonso el Noble, octavo del nombre, tardíamente impresas en 1783. Recoge el marqués las opiniones sobre el aragonesismo con que el gran Jerónimo Zurita «procura alabar sus agujas

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HISTORIADE ESPAÑA

como dice nuestro adagio vulgar, con no pequeño desdoro de los sucesos de Castilla, o como no son menos fantásticos y vanagloriosos los portugueses en sus historias», en referencia al excesivo título que puso fray Bernardo de Brito a la historia por él comenzada, Monarchia Lusitana, por ser la antigua Lusitania mucho más extensa; tacha también del mismo defecto la obra de su contemporáneo navarro José de Moret, que «formó una historia metafísica, negando quanto le pareció menos glorioso a su nación, y defendiendo como acciones memorables los sucesos más ligeros y fútiles de ella». Por el contrario, opinaba el marqués de Mondéjar que «los escritores de Castilla menos aplicados al trabajo omiten muchísimas circunstancias memorables de sus príncipes y de sus esclarecidos vasallos». La idea más común en tiempos posteriores ha sido, sin embargo, que la historia de España se ha resentido de una interpretación global excesivamente ceñida a la perspectiva castellana. Ojalá hayamos acertado en el intento de superar esos lastres del pasado porque tal es la clave principal de la aceptación y permanencia del libro, y si algún autor ha excedido un tanto la dimensión prevista para su parte, los lectores sabrán disculparle, a él y al coordinador que lo consintió, por más que éste, tal vez menos aplicado al trabajo, haya procurado evitarlo en los capítulos que le corresponden sobre León y Castilla. La finalidad de esta introducción debe ser reflexionar sobre los contenidos que encierran términos tan generales como reconquista y reinos, mostrar algunas líneas interpretativas que nos ayuden a comprender mejor el relato detallado que se contiene en los capítulos, combinar los criterios que permiten concebir una historia de España común en aquellos tiempos y apreciar al mismo tiempo la singularidad de cada uno de sus núcleos políticos, sin caer en ninguna cerrada limitación exclusivista porque sigue siendo adecuado el consejo con que terminaba una de sus obras más conocidas don Ramón Menénez Pidal: ... disminuir, cuanto sea posible, la exposición histórica según la división de los reinos medievales como entidades inconexas, y aumentar la consideración de los mismos dentro del conjunto por ellos integrado. Cierto que el particularismo es nota aguda en la convivencia de los pueblos hispanos, pero lo es mucho menos de lo que hace ver el particularismo de los historiadores, siempre dominados por la sofocante estrechez comarcal, siempre desganados para adquirir la información que rebasa los linderos de esa estrechez y para toda combinación compleja que requiera trabajosa coordinación de datos conducentes a reconstruir los lazos que unían aquellos reinos entre sí 2•

2.

RECONQUISTA. FRONTERA. COLONIZACIÓN

A) Reconquista. La reconquista es un concepto según el cual el territorio de Hispania había sido ocupado y dominado inicuamente por los musulmanes al causar la destrucción de la monarquía visigoda, por lo que los reyes hispano-cristianos, en especial los de Oviedo y luego los de León y Castilla, tenían el derecho y el deber de recuperarlo

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INTRODUCCIÓN

para conseguir la restauración política y religiosa de España, a través de una acción bélica inspirada en los fundamentos ideológicos del neogoticismo, que reclamaba la herencia política de la monarquía hispano-goda. La idea de reconquista es de origen medieval; ya existía, desde luego, a mediados del siglo XI, cuando comienza la gran época de presión guerrera y conquistas a costa de al-Andalus. Fue, sin duda, fundamental en la formación de la conciencia histórica común de la España cristiana, como elemento que acompañó a la misma construcción de los reinos y sociedades hispano-cristianas mediante la conquista y colonización de tierras, y proporcionó una justificación entonces indiscutida. Hoy se sabe mucho más sobre la problemática adecuación del neogoticismo astur-leonés respecto a la realidad de la herencia política y social que pretendía y sobre la complejidad de las causas que desencadenaron y sostuvieron el proceso de conquistas entre los siglos XI y XIII, pero esto no debe llevar a ignorar o negar la importancia que la idea reconquista tuvo entonces como justificación, como «principio cohesivo de los pueblos» de la España cristiana (R. Menéndez Pidal) y ha seguido teniendo después como elemento explicativo. B)

Frontera.

La idea reconquistadora implicaba la existencia de sucesivas fronteras provisionales, hasta que llegara a su culminación -que tal vez imaginó ya Alfonso VI cuando llegó a pisar las costas de Tarifa en 1083-, y la previsión de reparto de los territorios todavía sin conquistar, y su colonización y organización eclesiástica, política y económica por una sociedad nueva, aunque en ella los musulmanes andalusíes, una vez sometidos como mudéjares, también pudieran tener un papel porque la lucha era, sobre todo, contra el Islam como usurpador político. Pero la noción de frontera es compleja en cuanto se supera su imagen como línea amojonada y jalonada por puntos de vigilancia, defensa y control del tráfico: sin duda, esto existió en la época que estudiamos, no sólo frente a al-Andalus sino también, especialmente, entre los reinos cristianos, como lo demuestra la persistente y afinada memoria histórica de que hacen gala sus dirigentes cuando se trata de recuperar, reclamar o ceder plazas y territorios en disputa, o, en el plano más oscuro y continuo de la vida cotidiana, la existencia de deslindes y amojonamientos, a menudo objeto de disputas, renovaciones y rectificaciones, entre ciudades y villas cabecera de territorios, o entre los mismos pueblos y aldeas: la «organización social del espacio» (J. A. García de Cortázar) comporta la atribución de su uso y, por lo tanto, su delimitación, desde los niveles más modestos hasta los generales, que se refieren a las fronteras entre reinos. Los reyes lo eran de hombres, pero también de territorios, y sus titulaciones reflejan tanto la primera de ambas realidades -sobre todo en los reinos nuevos- como la segunda: así, las guerras y litigios por cuestiones de frontera eran persistentes, porque se disputaban territorios concretos, con sus propios límites. He aquí tres ejemplos del siglo XII: La Rioja, Álava o Guipúzcoa, en un caso, entre Navarra y Castilla; el espacio entre el Pisuerga y

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el Cea, en otro, entre Castilla y León; las tierras entre los ríos Coa y Águeda, en un tercero, entre León y Portugal. En lo que toca al reparto de tierras todavía andalusíes, el siglo XII también ofrece buenos ejemplos de delimitaciones precisas y disputas incipientes: ejemplo de las primeras son los tratados entre los reyes de Castilla y Aragón; de las segundas, anticipamos la que opuso a leoneses y portugueses en tomo a Badajoz. El siglo XII dejó tras de sí una herencia de discrepancias y reivindicaciones fronterizas entre reinos cristianos que no acabaría de resolverse, a veces, hasta los años 1297-1304, en el tratado de Alcañices, entre Castilla y Portugal, y en la sentencia de Torrellas, en lo referente a los límites entre Valencia y Castilla. Respecto a al-Andalus, la frontera, como provisional, fue siempre menos precisa. Era una línea en tanto en cuanto que la definían puntos de defensa, pero era también un espacio, a menudo poco poblado, mal organizado, de atribución imprecisa. Más allá de la «línea del Duero», en los siglos x y XI, se extendían las extremaduras y el territorio musulmán densamente habitado y bien controlado no superaba el Sistema Central en la Meseta. Por eso, el dominio de Toledo y su región, a finales del siglo XI, fue la condición previa e indispensable para la efectiva ocupación y colonización de las extremaduras castellana y leonesa. No ocurría lo mismo en el condado portucalense, donde los espacios cristiano y musulmán estaban mucho más próximos y el avance comenzó con las conquistas de Lamego, Viseu y Coimbra. Ni en la frontera navarra, aragonesa y catalana del Ebro, aunque una vez conquistados los territorios de los taifas de Zaragoza y Lérida, los macizos del actual Maestrazgo y otras serranías Ibéricas que caen hacia Valenciajugarían durante algún tiempo el papel de espacio de frontera. Mientras tanto, a mediados del siglo XII se había establecido ya otro, en la cuenca del Guadiana, entre los Montes de Toledo y Sierra Morena, que sería el segundo conocido por Castilla, una vez dominada la extremadura y Toledo: su plena colonización sólo fue posible después de la conquista del valle del Guadalquivir, en los decenios centrales del siglo XIII. Y lo mismo ocurrió en la franja o espacio fronterizo situado en La Jara, al oeste de Talavera, y en la actual Extremadura, donde el avance cristiano no superó la línea del Tajo hasta la tercera década del XIII. En el nuevo reino de Portugal, tras la conquista de Lisboa en 1147, asistimos también a la formación de un nuevo espacio de frontera, muy disputado, en el que Évora juega el papel de avanzada cristiana. La frontera con al-Andalus fue siempre más un espacio que una línea, pero nunca un límite infranqueable, ni en los momentos de mayor rechazo religioso y político o de enfrentamiento guerrero más agudo. Hasta bien entrado el siglo XII, los cristianos arabizados que vivían en al-Andalus -los mozárabes- y los judíos fueron vehículo de influencias y transferencias culturales, y las trajeron o conservaron con ellos cuando pasaron a vivir en los reinos cristianos, como desde entonces comenzaron a serlo también los musulmanes mudéjares que permanecieron en territorio conquistado por los cristianos del norte. La frontera fue una cesura entre civilizaciones que nunca se fundieron entre sí, pero permitió muchos

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INTRODUCCIÓN

contactos culturales, tráficos mercantiles relativamente continuos, intercambios de cautivos en tiempo de tregua, la vida misma de gentes marginales, que unas veces redimían sus delitos mediante el servicio de armas, o huían de las penas debidas por ellos, y otras vivían tanto en uno como en otro mundo, ejerciendo como exeas o guías, o como intérpretes, incluso formando parte de las pequeñas huestes y grupos de guerreros cristianos que pasaban a combatir al servicio primero de los reyes de taifas, luego al de los almorávides y almohades en el norte de África, unas veces como mercenarios, otras incluso como emigrantes desnaturados o en desacuerdo con la situación política en sus reinos de origen. C)

Contexto europeo.

La expansión de la España cristiana en los siglos XI al XIII ocurrió en una época de desarrollo y maduración general de la civilización del Occidente europeo, y fue una de sus manifestaciones. Con frecuencia se han puesto de relieve las semejanzas que hubo entre la frontera hispánica y algunas otras de la Europa medieval: la marcha hacia el este alemana, en cuanto que en ambos casos hay grandes procesos de colonización territorial; la recuperación del Mediterráneo y la conquista de Tierra Santa, porque en las dos situaciones los adversarios son musulmanes y la idea de restauración religiosa juega un gran papel. Pero hay que observar cómo la frontera de la plena Edad Media española -entre los siglos XI y XIII- nacía de una historia muy anterior, que afectaba sobre todo a los que descendían de los habitantes antiguos de Hispania, musulmanes o cristianos, que su realidad fue peculiar, como lo fueron los objetivos buscados y los resultados y consecuencias, en especial la plena formación de la España medieval cristiana al término de las luchas contra al-Andalus. Si es oportuno vincular la historia de nuestro país con la general y común de Europa, no lo es menos discernir correctamente los rasgos que la singularizan e identifican, sobre todo en aquella época en la que maduraron las sociedades españolas y se consiguió la casi totalidad del ámbito territorial en el que han vivido desde entonces. Así, por ejemplo, no parece adecuado aplicar sin matices a la explicación de la historia hispánica de los primeros decenios del XI, en los que se fragua el comienzo de la expansión a costa de al-Andalus, algunas categorías elaboradas por la investigación histórica francesa y alemana sobre la «crisis de las instituciones y de la sociedad entre 980 y 1030», consecuencia de la final «descomposición de las instituciones públicas carolingias», sobre el paso definitivo de la «Antigüedad tardía» a un nuevo orden en medio de las violencias y las «tormentas de la revolución feudal» y las «mutaciones» que ésta comporta a favor de la aparición de los pequeños señoríos en manos de una clase de guerreros en vías de ennoblecimiento. Las asambleas de «Paz de Dios», relacionables con los anteriores fenómenos, y, en cierta medida, algunos de éstos, se dieron sólo en los condados catalanes. La realidad del poder regio y de los poderes aristocráticos iba por otros derroteros en el resto de la

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HISTORIADE ESPAÑA

España cristiana aunque, indudablemente, con el paso del tiempo se producirían fenómenos de aceptación o de convergencia respecto a las estructuras sociales ultrapirenaicas. Y los tantas veces citados como negados «terrores del año mil» ni se observan: las razzias de Almanzor no fueron consideradas como signo del fin de los tiempos, sino como una desgracia terrible en sí misma, y la reflexión sobre el Apocalipsis corresponde a una tradición y a unos temores cultivados por el cristianismo altomedieval, no a una coyuntura cronológica determinada 3• Decenios más tarde, en la segunda mitad del siglo XI, las peregrinaciones a Compostela no despertaron fervores cruzados ni conquistadores, como las que se dirigieron a Jerusalén. La idea de que las guerras contra los musulmanes peninsulares eran santas procede de una tradición autóctona anterior y su comparación con la cruzada se extiende desde fines del siglo XI -interpretar como «cruzada» la campaña contra Barbastro en 1064 es una clara exageración-, pero los papas no declararon formalmente cruzada una empresa de aquel tipo hasta entrado el siglo XII, y siempre teniendo en cuenta que las circunstancias eran distintas a las del Próximo Oriente, como lo indica también la misma conversión del apóstol Santiago en «matamoros» desde la tercera década de aquel siglo, o la atribución de ayudas guerreras a San Isidoro de Sevilla, algo después: en ambos casos, eran protectores celestiales que enraizaban en la historia de la Hispania que se quería restaurar. A decir verdad, el reino que más se benefició de la colaboración militar de cruzados europeos fue Portugal desde 1147, aprovechando que pasaban por sus costas camino de Tierra Santa. Unos años después, Luis VII de Francia peregrinó a Compostela, contrajo matrimonio con Constanza, hija de Alfonso VII, y llegó a imaginar en 1159 --cuando las circunstancias eran críticas en Castilla- una expedición o cruzada contra los musulmanes de al-Andalus en la que le apoyaría Enrique II de Inglaterra, pero fue el propio papa Adriano IV quien le aconsejó que no tomara tal iniciativa suplantando la que correspondía a los reyes cristianos de España salvo que éstos requirieran su ayuda. Por lo demás, sin negar la importancia que en ciertos casos y espacios tuvieron la aportación franca y la ayuda ultrapirenaica, casi nunca jugaron un papel principal ni decisivo en los sucesos militares y políticos de aquellos tiempos, aunque así pudieran creerlo algunos, entonces y en épocas más recientes, tal vez bajo el influjo de los relatos fantásticos acerca de las empresas conquistadoras de Carlomagno contra los sarracenos de España contenidos en los poemas del «ciclo épico carolingio» que se compusieron en el siglo xn, algunos de ellos por obra de juglares que conocían bien la geografía del Camino de Santiago o del valle del Ebro: el historiador actual no sólo debe apreciar el valor literario de esos poemas, sino también la eficacia que tenían como piezas de propaganda al servicio de la creación de imagen en el ámbito francófono sobre lo que era, según su versión pseudo-histórica, la España cristiana 4 • La idea de cruzada y los beneficios e indulgencias vinculados a ella por concesión pontificia fueron también un valioso factor de apoyo al poder real y de refrendo a las aspiraciones de la nobleza y acabaron integrándose sin dificultad en

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INTRODUCCIÓN

el conjunto de motivaciones que justificaban la guerra contra los musulmanes en la Península y sus aledaños, pero ésta tenía raíces autóctonas, respondía a causas y justificaciones propias, y aún hacia 1330 lo repetía así don Juan Manuel: Et tantas fueron las gentes que le creyeron -al profeta Muhammad- que se apoderaron de muchas tierras, et aun tomaron muchas, et tienenlas hoy día, de las que eran de los cristianos que fueron convertidos por los apóstoles a la fe de Jesucristo; et por esto ha guerra entre los cristianos et los moros, et habrá fasta que hayan cobrado los cristianos las tierras que los moros les tienen forzadas; ca cuanto por la ley nin por la secta que ellos tienen, non habrían guerra entre ellos; ca Jesucristo nunca mandó que matasen nin apremiasen a ninguno porque toma'ie la su ley, ca él no quiere servicio forzado, sinon el que se face de buen talante et de grado \

Es el mismo tipo de argumento que el autor de la Primera Crónica General pone en boca de Alfonso VIII cuando arenga a los guerreros que iban a combatir en las Navas de Tolosa: la campaña había sido declarada cruzada por Inocencio 111, pero el rey se refiere a algo más próximo a la conciencia de quienes le escuchan: «amigos, todos nos somos espannoles, et entráronnos los moros la tierra por fuer~a». Por último, el contexto europeo no fue sólo el conjunto de ayudas ideológicas, eclesiásticas, guerreras y colonizadoras que llegaron a la España cristiana. Fue también la integración plena en la Cristiandad latina y en su cultura -de la que luego se hace mención- y las relaciones con reinos y poderes ultrapirenaicos, que se intensifica y mantiene durante aquella época. En León y Castilla, sobre todo a través de la política matrimonial de los reyes y sus efectos: recordemos los matrimonios borgoñones de Alfonso VI, el enlace de Alfonso VIII con Leonor de Plantagenet y su mundo anglo-normando o las iniciativas de Alfonso VII y del mismo Alfonso VIII para concertar matrimonios con el linaje real francés y con el imperial de los Staufen. Los reyes de Aragón y Navarra mantenían una política ultrapirenaica que se manifestó tanto en la presencia de señores del otro lado de la cordillera en sus empresas de conquista y colonización como en sus propios intereses en aquellos territorios, lo que permitiría a Sancho VI y Sancho VII de Navarra consolidar allí un dominio propio a fines del siglo xn, la tierra de ultrapuertos. Por su parte la relación de los condes de Barcelona y otros señores catalanes con sus contemporáneos del Languedoc fue máxima y especialmente intensa en la segunda mitad del XII cuando consiguieron la titularidad de importantes feudos, de modo que esta vertiente extrapeninsular de la política de Ramón Berenguer IV, Alfonso II y Pedro II ha de ser muy tenida en cuenta para comprender mejor la que desarrollaban al mismo tiempo en el conjunto de la España cristiana. D)

Las épocas y modos de la conquista.

La reanudación de las conquistas a mediados del siglo XI, por García Sánchez 111de Pamplona y Fernando I de Castilla y León, se produjo después de una larga detención y con muy pocos antecedentes próximos, entre ellos el asedio de

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HISTORIA DE ESPAÑA

Viseo por Alfonso V en l 028. En realidad, las campañas de Almanzor no sólo detuvieron los avances cristianos, sino que forzaron al abandono de posiciones y territorios que habían ganado en la primera mitad del siglo x los reyes de León, los condes de Castilla y los primeros reyes de Pamplona. Y, durante los decenios que siguieron a la descomposición del califato de Córdoba, los poderes cristianos del norte no estuvieron en condiciones de conquistar territorio, sino sólo de intervenir esporádicamente en las querellas entre los taifas y obtener a veces beneficio económico de sus acciones. De modo que, aun teniendo en cuenta la herencia altomedieval, se puede afirmar que la reconquista como proyecto global y realizable comenzó a mediados del siglo XI y, en la época que ahora nos concierne, pasó por dos fases claramente distintas no sólo por los efectos que tuvieron sobre al-Andalus, sino también por los que provocaron en las relaciones y equilibrios entre los poderes cristianos del norte. En la primera se desarrolló el modelo de acción establecido por Fernando I y llevado a su culminación por Alfonso VI. Se trataba de establecer la hegemonía del rey leonés-castellano sobre los taifas, mediante la protección y el cobro de parias, dificultando al mismo tiempo el avance territorial de los núcleos cristianos pirenaicos sobre el valle del Ebro. La revivificación del título imperial, aplicado incluso en algún documento posterior a la conquista de Toledo sobre los hombres de las dos religiones, es muestra, entre otras, de un proyecto que consideraba la conquista territorial en al-Andalus como elemento necesario en unos casos pero aplazable en otros, ante la falta de recursos para dominar efectivamente lo ganado y menos aún para poblarlo con cristianos, y ante las reacciones que podría provocar. En tales circunstancias, la toma de Toledo fue resultado de una decisión difícil, inevitable ante la descomposición del poder de su rey, al-Qadir, y el asedio de Zaragoza, a continuación -1086-, un recurso radical para poner límites al futuro avance aragonés, pero, en aquel momento, la llegada de los almorávides a alAndalus y los rápidos cambios políticos y militares que produjo dieron al traste a la vez con los taifas andalusíes y con el proyecto imperial de Alfonso VI. La «africanización» de al-Andalus y la virulencia bélica introducida por los almorávides y, después, por los almohades -en respuesta a la de los cristianosmatizó el proceso conquistador, lo hizo más duro y mucho más prolongado, rompió posibilidades de desarrollo de la coexistencia política. La irrupción de los norteafricanos contribuyó, en definitiva, a que un hipotético proceso de ósmosis pan-hispánica, acaso posible todavía en tiempos del conquistador de Toledo, se transformara en oposición irreductible. Por una parte, los hispano-cristianos se decidían claramente, en consonancia con tradiciones e impulsos muy anteriores, por la plena vinculación con la cristiandad romana; por otra, la islamización de las poblaciones andalusíes se consumó en el siglo XII, mientras tendían a extinguirse las minorías mozárabe y judía. Y, aunque los norteafricanos fueron siempre un cuerpo extraño en la sociedad musulmana de al-Andalus, su dominio militar se mantuvo firme durante amplios períodos y obligó a que sus enemigos del norte llevaran

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INTRODUCCIÓN

a cabo un cambio total de estrategia, y contribuyó indirectamente a fragmentar el espacio político hispano-cristiano, que todavía giraba a finales del siglo XI en tomo al amplio dominio de Alfonso VI. Cuando su nieto y homónimo Alfonso VII pretendió restaurarlo, después de la larga crisis interna de León y Castilla ocurrida en los años 1109 a 1126 y de la agobiante defensa contra los almorávides en el valle medio del Tajo, las circunstancias eran muy distintas: en la España cristiana, la conquista de Zaragoza y el valle medio del Ebro por Alfonso I había consolidado el reino de Aragón, y su muerte en 1134 no cambió esta realidad, sino que las circunstancias de la restauración de Navarra como reino independiente y de la unión entre Aragón y Cataluña vinieron a confirmarla. Mientras, en el oeste, la formación del reino de Portugal era un hecho. Y, frente a al-Andalus, la guerra contra los almorávides nada tenía que ver con las antiguas formas de hegemonía respecto a los antiguos taifas; la desaparición del poder almorávide a mediados de siglo permitiría conquistas espectaculares, unas sólidas, efímeras otras, pero no el retomo a una situación similar a la de un siglo atrás, sobre todo debido a la presencia inmediata de los almohades. Así pues, Alfonso VII construyó su edificio imperial sobre la base de una situación de guerra continua contra los musulmanes y de unas relaciones vasalláticas con reyes y señores cristianos que reconocían ámbitos de poder bien distinguidos cuya base territorial había crecido mucho, y el emperador mismo contribuyó a su consolidación, y a consagrar el modelo, al dividir su herencia entre Sancho 111,que recibió Castilla, y Femando 11, al que correspondió León. Al cabo, cuando murió Alfonso en 1157, lo que carecía ya de operatividad política era la misma idea o título imperial, pero sobre esta cuestión volveremos más adelante. Y, en lo que se refiere a la guerra contra los musulmanes, se reafirmaban las circunstancias propias del siglo xn: avances escasos y difíciles, enfrentamientos de frontera, intercambio de razzias, batallas campales a veces, frente a un enemigo fuerte, capaz de terminar con las fisuras y resistencias internas en al-Andalus pero ocupado también en otros frentes de lucha norteafricanos: la Península no era, a menudo, el escenario principal de las actividades guerreras de almorávides y almohades; en otro caso, las dificultades de los poderes cristianos habrían sido mucho mayores. Es preciso también exponer algunas ideas generales sobre las formas de la actividad guerrera y sus efectos. Ha hecho fortuna la frase que define a la España cristiana medieval, en sus diferentes ámbitos, como «una sociedad organizada para la guerra» 6 , y no hay nada que objetar salvo que todas las europeas de la época lo estaban, en mayor o menor medida, bajo la dirección del grupo de los aristócratas guerreros o bellatores. La diferencia es, en todo caso, de grado, no de sustancia, debido al continuo riesgo de confrontación con los musulmanes, y produce dos efectos: el primero consiste en que los deberes militares alcanzan a sectores más amplios de población y tienen mayor duración, y el segundo, en que la capacidad de convocatoria, organización del ejército y dirección de la guerra, al menos en sus manifestaciones principales, permanece firmemente en manos del rey y de sus dele-

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gados o representantes. Los efectos sociales y políticos de la situación son evidentes: mayor movilidad social, mayores «libertades» para quienes tienen parte activa en la guerra; mayor poder político concentrado en manos del rey. Esto no da como resultado una organización social absolutamente distinta u original pero sí un reparto específico de funciones, poderes y posibilidades. Así se comprueba al observar quiénes eran los combatientes y cómo se fueron modificando tanto la composición de los ejércitos como la capacidad armamentística y la de defensa o control militar de territorios. Los elementos más antiguos son las mesnadas de que disponen el rey y los principales nobles, así como los obispos cuyas sedes tienen dominios señoriales, formadas por guerreros a caballo con sus correspondientes auxiliares: cabe suponer que, a medida que se hacía más costoso y efectivo el armamento del caballero --cosa que ocurre especialmente a lo largo del siglo xn-, aumentan tanto la especialización como las contrapartidas económicas. Pero las guerras contra al-Andalus dejaban siempre una parte significativa de actividad para la infantería. Esto se observa igualmente en las milicias o ejércitos de vecinos de las ciudades y villas -huestes concejiles- que fueron consolidándose desde comienzos del xn: los caballeros villanos tienen la parte principal y más activa, pero los peones también desarrollan la suya en la guerra y en los repartos de botín, según se acaba recogiendo por escrito en los fueros locales. El papel de las órdenes militares, en la segunda mitad de ese siglo, tanto en la defensa de la frontera como en las expediciones ofensivas, demostraba que el peligro de guerra había alcanzado un alto grado de complejidad y, sobre todo, de continuidad, frente al que no bastaban ni eran suficientemente eficaces la movilización esporádica o estacional de fuerzas repartidas por todo el territorio, ni la red defensiva habitual hasta entonces en la frontera. Como es lógico, al reparto y al grado de responsabilidades militares corresponden niveles de poder político, social y económico, que los reyes reconocen, respetan y protegen, pero conservando una notable capacidad de redistribución, según sus proyectos o intereses. La organización de la guerra fue, en definitiva, uno de los grandes medios que permitieron la continuidad y el desarrollo del poder concentrado en manos de los reyes o, en Cataluña, de los condes. La guerra fue también una actividad de enriquecimiento mediante la obtención de botín y, cuando fue posible, de parias con las que los poderes musulmanes pagaban paz y protección. Las diversas formas que reviste la actividad bélica señalan que no siempre tenía como objeto la defensa o la conquista: a estas finalidades pueden adscribirse las grandes expediciones o fonsados, que a veces concluían en batalla campal, o las operaciones de asedio de ciudades y castillos, así como las conpara la defensa del territorio o de sus plazas y fortalezas. vocatorias -apellidoPero las algaradas, aceifas o razzias, organizadas frecuentemente al margen del poder o de la intervención regias, buscaban tanto la obtención de botín tanto como hacer daño o arruinar las tierras del enemigo. En relación con la práctica de la guerra como actividad lucrativa hay quemencionar el papel que jugaron algunos caudillos y grupos capaces de operar al mar-

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INTRODUCCIÓN

gen del poder oficial o de prestar sus servicios a los musulmanes como mercenarios con lo que, indirectamente, también apoyaban a veces los intereses de su reino de origen. El ejemplo mejor conocido y, por muchos conceptos, sobresaliente es el de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, en los dos últimos decenios del siglo XI. Su ejército o hueste llegó a tener una capacidad guerrera operativa comparable a la de los reyes de Aragón sus contemporáneos o a la de los condes de Barcelona, tanto durante la época en que estuvo al servicio del taifa de Zaragoza como en la que dedicó al dominio de Valencia y otras plazas levantinas, combinando la conquista y guarnición de las plazas principales con el cobro de abundantes parias. Las cualidades militares del Cid, sus victorias y la escala a que actuó, dominando de manera estable territorios densamente poblados en la época inmediatamente anterior a la consolidación del poder almorávide, son incomparables con los casos de la segunda mitad del siglo xn. El más conocido de éstos fue el del portugués Geraldo Sempavor, que asaltaba audazmente y con nocturnidad plazas semivacías de las actuales Extremadura y Alemtejo en los años sesenta, pero las circunstancias del territorio, la población y la guerra misma eran muy distintas, y menores la cantidad y calidad social de sus tropas. Geraldo, como otros contemporáneos suyos, acabó al servicio mercenario de los almohades en el norte de África, y allí murió. La práctica era anterior: al de los almorávides había estado dos decenios atrás el catalán Reverter con su mesnada. Y, por entonces, el ejército con que contó el Rey Lobo, enemigo de los almohades y dueño del Levante musulmán entre 1147 y 1172, estuvo formado en parte por castellanos, navarros y aragoneses. La guerra era, en conclusión, una tarea habitual, pero las conquistas no fueron continuas, hubo períodos de inactividad o de escasos resultados, tiempos de tregua, momentos en los que la defensa era el único horizonte inmediato, y épocas dominadas por problemas interiores -revueltas nobiliarias- o pugnas entre reinos cristianos saldadas con nuevos pactos y cesiones o avances territoriales: la imagen global de unos siglos dedicados a la reconquista hace olvidar a menudo que la suma de todos esos tiempos es superior a la de los empleados en la lucha contra los musulmanes de al-Andalus y que si las sociedades hispano-cristianas estaban «organizadas para la guerra», no se trataba sólo de la llevada a cabo contra los infieles. E)

Colonización.

Pero el principal objetivo buscado y en buena parte ya conseguido a comienzos del siglo XIII era la conquista. Ahora bien, conquistar o dominar nuevos territorios implicaba organizar su defensa, poblarlos total o parcialmente, establecer las relaciones adecuadas con la población anterior, en caso de que permaneciera alguna parte de ella. Las tradiciones colonizadoras de origen altomedieval proporcionaban una base a la que se añadieron nuevas formas y matices de gran importancia desde los últimos decenios del siglo XI: puede afirmarse que los métodos de colonización alcanzaron desde aquel momento hasta mediados del XIII una madu-

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rez que, siglos más tarde, inspiraría a los que se emplearon en Granada, Canarias e incluso en América, donde afirmaba Francisco López de Gómara hacia 1530 algo que suscribiría cualquier rey hispánico medieval: «Quien no poblare no hará buena conquista ... así que la máxima del conquistador ha de ser poblar.» La tarea colonizadora o, por emplear la expresión tradicional, repobladora partía de bases territoriales y posibilidades poblacionales que no eran iguales ni inmutables. A grandes rasgos, la capacidad para enviar población a nuevos territorios o para colonizar en el interior de los antiguos parece haber sido habitualmente mayor en Galicia y Portugal, algo más débil en León, de nuevo muy fuerte en Castilla, que contaba también con el respaldo de la emigración navarra y vascongada. Las dificultades eran mayores para los aragoneses, que apelan más a la inmigración ultrapireanica y establecen formas de respeto a la permanencia de numerosa población mudéjar, y tal vez para los catalanes, al menos por lo que se refiere a la colonización de nuevas tierras, que comienza algo más tarde, aunque hubo emigrantes de esta procedencia en Aragón, Castilla y León durante el siglo XII. Los resultados se observan en la extensión de los territorios obtenidos y en la manera de poblarlos. Aunque las cifras de superficie territorial, en bruto, no significan tanto como pueda parecer, permiten al menos establecer un primer orden de magnitudes: León y Castilla partían de un espacio de 115.000 kilómetros cuadrados, entre el Cantábrico y el Duero, a los que hay que sumar los 4.000 de La Rioja, y añaden a ellos otros tantos: unos 45.000 kilómetros cuadrados de las extremaduras, unos 70.000 en Toledo y el conjunto de Castilla la Nueva y unos 10.000 en la actual Extremadura del norte: en tomo a 235.000 kilómetros cuadrados en total hacia 1.217.El condado portucalense, al norte del Duero, se extendía sobre 15.000 kilómetros cuadrados, a los que las conquistas desde tiempos de Femando I hasta comienzos del XIII añadieron otros 40.000. La Navarra de Sancho Garcés 111abarcaba 7 .500 kilómetros cuadrados, a los que se sumaron otros 3.000 antes de que se alejara definitivamente la frontera con el Islam. Aragón nació en un núcleo de 5.000 kilómetros cuadrados, a los que se añaden los 3.000 de Ribagorza, pero las conquistas configuraron un reino de algo más de 45.000 kilómetros cuadrados. La Cataluña vieja, en fin, tenía unos 24.000 kilómetros cuadrados, incluyendo Rosellón y Cerdaña, a los que las conquistas del siglo XII añadieron los 11.000 de la Cataluña nueva. No siempre conquista y colonización fueron fenómenos relacionados de manera directa o inmediata. En los territorios que ya formaban los reinos y condados cristianos antes de mediados del siglo XI hubo desde entonces hasta mediados del XIV importantísimos cambios en las formas de poblamiento rural y un crecimiento de la vida urbana que nada tiene que ver, al menos directamente, con las conquistas militares en otras zonas, sino más bien con fenómenos de colonización interior y reagrupamiento de poblaciones en localidades mayores dotadas de mejor estatuto jurídico, con la defensa de las fronteras entre reinos, con los estímulos debidos al Camino de Santiago o, más adelante, con el auge del comercio y la navega-

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INTRODUCCIÓN

ción marítima. La relación entre conquistas militares y colonizaciones se hace más inmediata en cuanto abandonamos ese sector septentrional de la Península: los avances cristianos permitieron la repoblación de una retaguardia antes vacía casi por completo. En Castilla y León fueron las llamadas entonces extremaduras, entre el río Duero y el Sistema Central. En Portugal se poblaron las Beiras, la Estremadura y la región del Tajo. Las conquistas produjeron además la incorporación de Toledo y de gran parte de su reino, del de Zaragoza, de la Cataluña nueva, entre el bajo Llobregat y el Ebro, y en Lérida, y de la extremadura aragonesa de Teruel, llamada así por extensión, pues en sus tierras se aplicaron procedimientos parecidos a los de la castellana, lo mismo que ocurrió en ambos márgenes de las actuales Castilla la Nueva y alta Extremadura: Cuenca, Alarcón y Alcaraz, por una parte, Plasencia por otra. La colonización de los territorios nuevos, y también su continuidad en los antiguos, fue un fenóm~no predominantemente endógeno, y el recurso a poblaciones de otro origen estuvo, en general, muy limitado. Así sucede con los mudéjares andalusíes, que sólo permanecieron en gran número en el valle del Ebro conquistado por Alfonso I, mientras que su presencia disminuyó rápidamente hasta ser muy escasa en el reino de Toledo. Los mozárabes, en cambio, han tenido importancia mayor en la colonización de zonas del valle del Ebro y en Toledo, pero no sólo los que vivían allí antes de la conquista, sino también los que emigraron desde al-Andalus, especialmente hasta mediados del siglo xn. Los francos ultrapirenaicos han aportado contigentes apreciables de guerreros y colonos en las zonas de conquista aragonesa. En el ámbito castellano y leonés sólo fueron minorías de cierta cuantía en ciudades del Camino de Santiago y en Toledo; la presencia de dirigentes eclesiásticos de aquel origen entre I 080 y 1160 aproximadamente tiene importancia en otros aspectos, pero apenas en el colonizador. Los francos afincados en Castilla y León o en Toledo fueron fundiéndose con el resto de la población a lo largo del XII, como lo simbolizan, entre tantos otros casos, el de Alardo el franco y su mujer Morisquita, cuyo recuerdo -año 1165- se conserva en los Documentos mozárabes de Toledo que publicó Ángel González Palencia, o los descendientes de Pedro de Toulouse, fundidos con la familia de Esteban Hambrán, que pertenecía a la aristocracia mozárabe de la ciudad 7 • Por lo demás, la gigantesca colonización que comienza a mediados del siglo XI para concluir doscientos años después fue obra de gentes de los reinos peninsulares, que con bastante frecuencia traspasaron las fronteras del suyo originario para acudir a poblar e instalarse en tierra de otro, de modo que, aunque la dirección política de la colonización correspondió a los reyes o condes y, en general, a los poderes públicos de cada país, sus resultados sociales fueron dobles: por una parte, singularizaron sociedades locales, regionales o de reino, pero, por otra, acentuaron la fluidez de las comunicaciones entre todas ellas y el sentimiento de pertenencia a un gran grupo humano empeñado en tareas que, más allá de las divisiones y diferencias, eran comunes para todos los que hapitaban en la España cristiana. En ague-

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llos procesos se consumó una silenciosa revolución onomástica: parcial la de los topónimos menores o mayores --entre estos últimos se difunde el uso, desde el siglo xn, de algunos como Cataluña, Portugal o Navarra-, y más completa la de los antropónimos, con un momento nuclear en la segunda mitad del siglo XI y su expansión en el xn, como indicador de la difusión de nuevas estructuras familiares y de los puntos de origen de numerosos colonos: no es exagerado afirmar que en ese siglo los nombres de las personas comenzaron a ser como son hoy, empezando por el que designaba a todas ellas -españolesde origen occitánico, por cierto, y empleada primero por francos, pues, como suele ser frecuente, la visión de lo común que hay en una sociedad se obtiene más fácilmente desde fuera de ella que en su interior 8• Los procesos colonizadores fueron continuos, aunque tuvieron momentos fuertes y débiles así como ritmos distintos según regiones, tanto en las de antigua presencia cristiana como en las nuevas. En éstas, como es lógico, el primer impulso ocurre inmediatamente después de la conquista y no se deja a la iniciativa social espontánea, sino que lo organiza y encauza el poder político del rey, o bien éste lo delega en los titulares de las plazas y tierras cedidas en señorío; en ambos casos, son los municipios, una vez constituidos, quienes toman a su cargo la continuación de la tarea, lo que no excluye nuevas intervenciones regias o señoriales. Se distingue siempre entre diversas calidades de pobladores, a la hora de repartir tierras y otros bienes raíces, y se reservan los precisos para uso comunal o para futuros colonos, así como otros para la dotación de instituciones eclesiásticas y las mercedes a nobles de mayor categoría. Aunque los procedimientos seguidos en el siglo xn no se conocen con detalle, parece que diferirían ya poco de los empleados en los repartimientos del xm. No es cuestión de entrar en detalles, más allá de estas pinceladas generales destinadas a mostrar la unidad del fenómeno que se describe fragmentadamente en los correspondientes capítulos, pero cabe añadir otro comentario: en todos los reinos se observa una intensificación de las colonizaciones en el último tercio del siglo XII y en los dos primeros decenios del XIII. Parece que aquella fue una época de especial intensidad en el crecimiento de población, sobre la que se basan la expasión de la economía y el poblamiento rurales y un notable crecimiento urbano y de las actividades mercantiles, incluso por vía marítima --el primer estatuto de náufragos en Castilla data de 1180---;--. La proliferación de fueros y cartas pueblas es un indicador significativo: más de 130 en Cataluña durante la segunda mitad del siglo, o los forais otorgados por Sancho I de Portugal, especialmente recordado por su capacidad de iniciativa en ese aspecto, o bien la promulgación de textos tan principales y difundidos como los fueros de Teruel, Lisboa-Santarém-Coimbra, Cuenca, Coria o Plasencia. La tendencia favorable no se alteró, a pesar de los tres o cuatro momentos de crisis en la producción agraria que se observan entre 1199 y 1218, con los que estarían relacionadas las primeras devaluaciones monetarias conocidas, en el primer decenio del XIII, y los intentos de tasar precios llevados a cabo en Castilla

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INTRODUCCIÓN

por Alfonso VIII en 1207. Pero estos trastornos monetarios pueden tener que ver también con el incremento mismo de la actividad económica y con los efectos que causaban el auge demográfico y los cambios en el poblamiento. Así pues, a pesar de tales dificultades y de las crisis políticas y guerreras que ocurrieron en el último decenio del XII y en los dos primeros del XIII, sólo la madurez de los procesos colonizadores y la acumulación de recursos humanos y económicos conseguida por entonces posibilitó -junto con la descomposición interna de al-Andalus- el siguiente y definitivo impulso conquistador en el segundo cuarto del siglo XIII. Para concluir: el papel de la reconquista y del tiempo histórico de la frontera en la formación de las sociedades y los poderes de la España cristiana es un objeto de estudio tradicional pero siempre de primera importancia, que debe ser abordado cuidando de conocer y mostrar las singularidades pero también los aspectos comunes con otras tierras europeas. Fue un tiempo que, como todos, dejó su herencia en la tierra y para los hombres que vivieron después en ella . Pero no todas las herencias son iguales: si ésta tuvo una importancia singular es porque en aquellos siglos ocurrió un doble proceso global de ruptura y génesis. Ruptura por sustitución de civilizaciones y en gran medida de poblaciones anteriores. Génesis, porque en lo que sucedió entonces se fundamentó el desarrollo histórico que lleva a la España y el Portugal actuales. Cierto que los tiempos de conquista y frontera no concluyeron hasta la segunda mitad del siglo XIII, y que en este volumen sólo se estudian sus aspectos políticos y guerreros, principalmente, desde los comienzos hasta un hito cronológico determinado, en tomo a 1217, pero es suficiente para mostrar las tendencias y rasgos comunes a toda aquella época y para poner de manifiesto cómo se formaron o se consolidaron reinos, regiones, territorios históricos cuya realidad continúa viva hoy. Ningún otro período de la historia española puede parangonarse a aquél en estos aspectos, pero la conquista, el dominio y la regionalización del territorio son sólo el aspecto externo, el más visible; hay otros mucho más complejos y profundos -sociales, políticos, culturales- que hacen de la plena Edad Media el tiempo en el que nacieron o maduraron verdaderamente la inmensa mayor parte de los aspectos que componen la realidad histórica originaria de la España actual.

3.

Los

REINOS. EL PODER Y LA «SOCIEDAD POLÍTICA •>

A)

El Imperio hispánico.

El empleo del título o denominación imperator por reyes leoneses entre los siglos x y XII fue observado y comentado primeramente por Ernesto Mayer en 1925. En los años siguientes, hasta 1955, otros mucho autores expusieron sus interpretaciones sobre este hecho. Las de Ramón Menéndez Pidal tuvieron especial importancia porque su reflexión sobre el Imperio hispánico enlazaba con la recuperación

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que también llevó a cabo, a partir especialmente de las Crónicas, de dos elementos clave de la ideología política medieval que ya hemos mencionado, el de reclamación de la legitimidad regia visigoda -neogoticismo-- y el de reconquista. Sobre esos dos pilares se basó una interpretación acerca de la realidad histórico-política de España en la Edad Media, como proyecto común paulatinamente realizado y en el que intervinieron diversas formas y núcleos de poder a lo largo de los siglos, pues el ideal neogótico, iniciado en Asturias y León, pasó a ser defendido por Castilla desde el siglo xm como clave ideal de su supremacía, la reconquista fue tarea de múltiples poderes y la misma realidad de un Imperio que los conjuntase desapareció en la segunda mitad del xu, sustituida por la madurez de los «cinco reinos» que se habían formado en el ámbito de la España cristiana. Aquella interpretación, por otra parte, se situaba en la línea de la misma historiografía medieval y de la que, desde fines del siglo xv, imaginaba la historia hispánica medieval como un proceso de conjunción política que habría culminado a partir de los Reyes Católicos, y recogía también el hilo del historicismo nacionalista del siglo XIX. La explicación, aceptada ampliamente y difundida durante muchos años, dejaba, esto es evidente, muchos cabos sin atar, pues no se refería a todas las realidades históricas o políticas de los siglos medievales, sino que se centraba en determinados elementos ideológicos y simbólicos. Sus críticos la han tachado, en consecuencia, como tal producto ideológico y por ello mismo desechable. Dejemos aparte el hecho de que posiblemente no haya ninguna explicación histórica libre de connotaciones ideológicas -aunque los historiadores pueden asumir y controlar esta limitación-, de modo que en las críticas susodichas también las hay, o el que en tiempos más recientes se haya podido considerar inoportuna la interpretación pidaliana y se la haya cubierto no ya con la crítica sino con el argumento supremo del silencio. Pero lo que importa aquí no es tanto constatar la ideologización de los historiadores o el uso que se hace de sus interpretaciones como explicar el papel que los elementos ideológicos jugaron en la realidad histórica de los siglos medievales, puesto que evidentemente existieron y, en este sentido, muchas reflexiones sobre el Imperio hispánico medieval siguen siendo dignas de consideración y de revisión pero no de menosprecio. La idea o la tradición imperial leonesa pasó por sucesivas renovaciones y formulaciones desde sus orígenes a comienzos del siglo x con Alfonso 111.A partir de la reorganización política llevada a cabo por Sancho Garcés 111fue, esto es evidente, compatible con la existencia de diversos ámbitos de poder o reinos cuyos titulares ejercían su propio principatum et ius sobre los hombres y su dominatum sobre las tierras que habitaban. Femando I, a quien algunos documentos privados coetáneos y otros posteriores denominan imperator, no empleó en sus diplomas el título, aunque correspondía a la tradición política leonesa. Fue su hijo Alfonso VI quien lo restauró y llevó a la plenitud de uso, en relación con su proyecto hegemónico de alcance peninsular, y, tal vez, como reacción a las pretensiones de dominio La idea de Imperio de Alfonso VI sobre Hispania expresadas por Gregorio

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expresaba un ideal de unificación o, al menos, jerarquización política en torno al núcleo leonés, principal y más antiguo reino de la España cristiana, consideraba a Hispania como ámbito de poder o mando y era al mismo tiempo una reivindicación de su total independencia política respecto a poderes universales, y así permaneció, a través de diversas situaciones, en manos de su yerno Alfonso I de Aragón y Pamplona --consorte efímero de su hija Urraca I pero detentador del título imperial hasta 1127-, y por su nieto Alfonso VII cuya coronación imperial, única conocida, se realizó en 1135. Como precaución, tal vez, contra una excesiva dependencia respecto al rey de León y Castilla, los titulares de reinos nuevos -Sancho Ramírez de Aragón ( 1068), Alfonso I de Portugal ( 1143)- decidieron cada uno en su momento vincular sus personas y sus reinos en vasallaje a la Santa Sede. Es más, el Portugal independiente de Alfonso I nunca entró claramente en el sistema de relaciones imperiales de Alfonso VII. Y, desde luego, los titulares de los condados catalanes mantendrían como tales una relación mucho más lejana y difusa con él, a pesar de las relaciones familiares entre Ramón Berenguer IV y Alfonso VII y del vasallaje que le prestó por el regnum caesaraugustanum; para los condes catalanes tendría mayor peso jurídico, a pesar de su carácter puramente teórico, el vasallaje que podrían reclamarles los reyes de Francia como sucesores de los carolingios, posibilidad que sólo cesó definitivamente con el tratado de Corbeil en 1258. Llegamos en este punto a una de las cuestiones de interpretación más difícil: cómo era posible pensar un Imperio en los siglos XI y xn al margen de la teoría imperial europea que, desde tiempos de Carlomagno, postulaba la esencial unicidad del título. Pero si los papas de la «reforma gregoriana» no habían triunfado en su demanda de conseguir alguna forma de reconocimiento de su supremacía política basados en la idea de que Hispania era parte de la supuesta Donación de Constantino, mucho menos lo pretenderían los emperadores medievales, pues la Península nunca había sido miembro de sus dominios. Ahora bien, cuanto más se integraba la realidad de la España cristiana en el Occidente, más extraño resultaba el uso de un título imperial que no podía ser reconocido ni apenas se mencionaba en el resto de la Cristiandad latina. Además, la existencia consolidada de los reinos lo relegaba al anacronismo como expresión de un ideal histórico-político. Tal vez esto explica lo súbito de su desaparición cuando Alfonso VII murió y heredó su primogénito Sancho 111el reino más fuerte, que era Castilla, donde no tenía arraigo la tradición imperial de origen leonés. A partir de entonces comenzó la reelaboración de las ideas sobre una identidad hispánica común en torno a los otros dos puntales, más estables y sólidos, que eran el goticismo y la reconquista. Así lo hicieron los grandes cronistas castellanos del siglo XIII, Rodrigo Jiménez de Rada y Alfonso X el Sabio, conscientes de que ambos argumentos facilitaban a los reyes de Castilla el pretender una situación de primacía, que también parecía normal a observadores de otros países como el inglés Mateo París cuando describe a Fernando 111en sus Chronica Majara como «el ilustre rey de Castilla, que se llama rey de toda España por causa de su eminencia».

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INTRODUCCIÓN

una parte, el nuevo reino de Pamplona, nacido a comienzos del x, por otra, en relación más próxima con respecto al reino de León, cuya expansión producía ya singularizaciones en su interior: Galicia tenía una personalidad bien diferenciada, mientras que los condes de Castilla fueron hereditarios e independientes de hecho desde tiempos de Fernán González, en el segundo tercio del x. La crisis de los últimos decenios de aquel siglo debilitó al reino de León, pero también bloqueó los procesos de cambio político interno, que no se reanudaron hasta la segunda mitad del reinado de Sancho Garcés 111de Pamplona. Las disposiciones testamentarias de este monarca tienen una importancia singular, pues provocan la aparición a partir de 1035 de dos reinos nuevos, Castilla y Aragón. Los sucesos principales en los siguientes cuarenta años, desde este punto de vista, fueron el acceso de Fernando I de Castilla al trono leonés (1037), la nueva, aunque efímera, división de poder según reinos a su muerte (Castilla, León, Galicia) y las sucesivas crisis del reino de Pamplona (1054, 1076), cuyo territorio acaba repartido entre Aragón y Castilla: Sancho Ramírez de Aragón y sus hijos quedaron como protagonistas políticos en el ámbito pirenaico central y occidental mientras en el oriental vivían su propia historia política los siete condados catalanes, independientes unos de otros en principio pero vinculados por la común tradición y por los enlaces familiares entre sus condes, que conducirían a una concentración paulatina de poder en manos de los de Barcelona, favorecida también por el hecho de que sólo este condado, con el anexo de Ausona, y el de Urgel tenían frontera con al-Andalus. La política de Fernando I y, desde 1072, la de su hijo Alfonso VI procuró extender y consolidar una primacía que se basaba tanto en la tradición como en la evidente potencia territorial y capacidad guerrera de sus reinos, aun considerando las singularidades de cada uno de ellos y lo difícil que era conseguir una acción política en la que participara al mismo tiempo el conjunto, pero las acciones sectoriales aparecen englobadas en aquel objetivo común, al que responde el intento de monopolizar las relaciones con los taifas, la utilización del título imperial o la restauración del primado eclesiástico de los arzobispos de Toledo sobre toda Hispania al poco tiempo de haberse conquistado la ciudad. El proyecto tropezó con dificultades crecientes desde 1086; Alfonso VI procuró hacer frente a las de origen externo con mala fortuna en el campo de la batalla abierta pero con buena en lo que se refiere a la defensa y colonización primera de los territorios ganados, y aceptó un grado mayor de autonomía política en algunos ámbitos para responder con eficacia al nuevo estado de cosas. Las acciones del Cid en el valle del Ebro y, sobre todo, en Levante no deben considerarse sólo como fruto de una iniciativa aislada porque también eran, en cierto modo, parte de aquella política global. El gobierno de Galicia, cuyo antiguo rey García había muerto en 1091 después de 19 años de prisión, fue cedido a Raimundo de Borgoña, yerno de Alfonso VI, con carácter vitalicio, y en I 096 se desgajó de él lo correspondiente al condado de Portugal, ampliado con las tierras ganadas al sur del Duero, para que lo ejerciera Enrique de Borgoña, tam-

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HISTORIA DE ESPAÑA

Sin embargo, la Curia pontificia, que sí había aceptado el proyecto político común implícito en la idea imperial hispánica, sin duda porque lo consideraba más adecuado a sus intereses eclesiásticos y al proyecto de guerra contra al-Andalus, procuró matizar aquella consolidación de la pluralidad política, aunque no se oponía a ella, tardó aún algunos decenios en reconocer el título real a los monarcas de Portugal y Navarra - hasta 1179 y 1197, respectivamentey puso su mayor empeño en limitar o impedir las frecuentes guerras en que se enzarzaban los reinos hispánicos con olvido o menoscabo de lo que debían ser sus objetivos comunes. Por entonces, los últimos restos del vasallaje aragonés respecto a Castilla, que también tenían su origen en el reconocimiento imperial, desaparecían al filo de 1180, al mismo tiempo, por cierto, que Alfonso II, como conde de Barcelona, abandonaba también el uso de datar sus documentos mencionando a los reyes de Francia. Así, a finales del siglo XII la historia de la idea imperial hispánica parecía haber concluido por disolución en el olvido, del que no saldría hasta 1925, si exceptuamos las reflexiones de algunos juristas que conviene conocer: en los dos primeros decenios del siglo xm escribió sus glosas Vicente Hispano, deán de la catedral de Lisboa, discípulo de Huguccio, entre otras materias sobre la independencia del poder imperial, en la esfera temporal, respecto al pontificio. Pero no sólo eso: el autor opinaba que Hispania era imperio por sí misma meritis et probitate porque soli Yspani virtute sua obtinuerunt imperium et episcopos elegerunt. El argumento imperial seguía vivo en su teoría, y se basaba en la no inclusión de Hispania en el Imperio medieval y en la consecución independiente del propio espacio de poder político. Seguramente son las mismas ideas de los cortesanos que rodeaban a Femando 111,a quien su hijo Alfonso atribuye en el Setenario la opinión de que en razón del Imperio quisiera que fuera así llamado su señorío e non regno, e que fuese el coronado emperador segunt lo fueron otros de su linaje. Baldo de Ubaldis recoge estas ideas más de un siglo después, como un eco lejano, al afirmar que Hispania no está bajo el «dominio natural del emperador». Por el contrario, est

ta/is provincia quae non subsit imperatori ... Si dominus Castellae deficeret in totum regnum regnicolae possent sibi eligere regem de iure gentium 9 • B)

Los reinos.

La vida política efectiva de la España cristiana se organizó en el marco de núcleos de poder diversos, de desigual extensión y características. La historia de su consolidación y de sus transformaciones no es antagónica respecto a la que acabamos de exponer sino paralela y, en cierto modo, ambas son complementarias puesto que se refieren a planos diferentes de la realidad histórica. Aunque el núcleo del reino de Asturias --con capital en León desde comienzos del x- fuera el más antiguo y extenso, y reclamara para sí la herencia gótica, los ámbitos pirenaicos singularizados en la segunda mitad del siglo IX siempre evolucionaron por cuenta propia desde que se descompuso el imperio carolingio: los condados catalanes, por

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HISTORIADE ESPAÑA

bién yerno del rey. En La Rioja gobernaba un hombre de confianza del monarca, García Ordóñez, y en diversas zonas de la cuenca del Duero, el conde Pedro Ansúrez. Pero todos aquellos personajes tenían también intereses e intervención política en otras partes de los reinos alfonsíes y los repartos regionales de actividades no han de ser considerados como signo premonitorio de divisiones sino como medio de ejercer mejor un poder que permanecía firme en manos de Alfonso VI. El rey, incluso, cuando comprendió que no podría controlar el tenaz avance aragonés hacia Zaragoza, ante la crisis sucesoria que se avecinaba y agobiado por el apogeo de la ofensiva almorávide, preparó el matrimonio entre su heredera Urraca y Alfonso I de Aragón. Si el proyecto hubiera triunfado, sus efectos habrían sido ampliar y consolidar la unión política en la cúspide, y las fuerzas políticas sectoriales habrían permanecido seguramente englobadas en aquella construción. Pero todo se conjugó para que fracasara, de modo que entre 1109 y 1134, desde la muerte de Alfonso VI de León hasta la de Alfonso I de Aragón, ocurrieron cambios decisivos en la organización política general de la España cristiana bajo la presión combinada de las querellas internas y de la amenaza almorávide. En el oeste creció la posibilidad de restaurar un reino de Galicia independiente en la persona de Alfonso Raimúndez, hijo de Urraca y de su primer marido, Raimundo de Borgoña, pero truncó su desarrollo la clara asociación de Alfonso al trono de su madre en cuanto se deshizo definitivamente el matrimonio de Urraca con el rey aragonés. Por el contrario, los intereses de la nobleza portuguesa eran contrarios a la política de la condesa -Teresa, viuda de Enrique de Borgoña- que buscó la alianza con la alta nobleza gallega, en especial con la casa de Traba, y en el terreno eclesiástico también eran muy distintos y antagónicos los intereses de las sedes metropolitanas de Braga y Compostela. La revuelta del hijo y heredero de Teresa, Alfonso Enríquez, y su triunfo en 1128 marcaron el comienzo efectivo de la independencia de Portugal, pero la escisión política del nuevo reino lo era frente a Galicia más, incluso, que frente a León, y no fue acompañada en modo alguno por otra en los terrenos sociales y culturales: el intercambio de nobles continuó durante siglos -más frecuentemente en dirección de Portugal hacia León- así como la presencia de pobladores de origen gallego, y la similitud de las instituciones político-administrativas y de los procedimientos y objetivos de gobierno raya casi siempre en lo idéntico. Alfonso I de Aragón aprovechó los años de su presencia en León y Castilla para anexionar todos los territorios del antiguo reino de Pamplona que en l 076 habían correspondido a Alfonso VI y también los que siempre habían estado en el ámbito castellano, tanto en tierras vascongadas como en La Rioja, a lo que añadió el dominio sobre el alto Duero, en tomo a Soria, para cubrir el flanco de su avance en el valle medio del Ebro, que culminó con la conquista de Zaragoza en 1118. El reino de Alfonso I alcanzó así un perfil singular que desapareció con su muerte pero dejando una herencia de inestabilidad y pugnas entre los reyes castellanos y los de la restaurada Navarra que se prolongarían hasta el final del siglo XII. Mientras tanto, Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, consolidaba su posición como princeps

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INTRODUCCIÓN

de Cataluña: estaba a punto de iniciarse una interacción política mayor entre este ámbito y sus vecinos de la España cristiana, que tuvo su primera manifestación en los vínculos de los condes de Urgel con la corte castellano-leonesa a partir de la regencia del condado por Pedro Ansúrez en nombre de su nieto Armengol VI, y la segunda en el matrimonio de Alfonso VII de León y Castilla con Berenguela, hermana de Ramón Berenguer IV. Al morir Alfonso I de Aragón en 1134 se produjo un rápido cambio de situaciones. Los nobles navarros hicieron rey a García Ramírez mientras que los aragoneses reconocían a Ramiro, hermano del difunto. Alfonso VII intervino en Zaragoza para afirmar su dominio eminente sobre el regnum caesaraugustanum y recibió el vasallaje de García Ramírez. Al año siguiente acudieron a su coronación imperial como vasallos suyos el mismo García Ramírez, Ramón Berenguer IV de Barcelona y Armengol VI de Urgel. Pero el proyecto imperial de Alfonso VII se limitaba a conjugar, en tomo al rey de León, esas fidelidades a título personal como expresión de un ámbito conjunto de interés político; no -se trataba de extender el dominio efectivo de Alfonso VII a otros territorios. Así se explica la facilidad de su avenencia con Ramiro 11,que recuperó Zaragoza, la aceptación del matrimonio previsto entre Petronila, hija de Ramiro, y Ramón Berenguer IV, que actuaría como príncipe de Aragón, y la falta de reacción ante la independencia de Alfonso I de Portugal, que comienza a titularse rey desde 1139 y cuya vinculación vasallática o de fidelidad a su primo leonés nunca se definió claramente. En sólo cinco años se había restaurado el reino de Navarra, aunque alejado de la frontera de avance respecto a al-Andalus, había comenzado el proceso que llevaría al nacimiento de la Corona de Aragón y se consumaba el nacimiento de Portugal como reino. Y todo ello al tiempo que Alfonso VII proclamaba con mayor solemnidad que nunca su condición imperial, de donde se deduce que en la comprensión política de la época no había contradicción entre ésta y la pluralidad de reinos. Las conquistas de los años 1447 a 1449 -Lisboa, Almería, Lérida, Tortosaconsolidaron la nueva distribución política de la España cristiana. Por entonces, Alfonso VII ya había decidido dividir su herencia dejando Castilla, con Toledo y La Rioja, a su primogénito, Sancho, y León, con Galicia y Asturias, a su otro hijo, Fernando, y que se prescindiera del título imperial después de su muerte: si no hubiera sido así -aunque ningún documento lo exprese- habría sido imposible que alguno de los hijos, probablemente Sancho, no hubiera reclamado el uso de tal titulación de supremacía y honor. La separación de León y Castilla, mucho mejor vista por los nobles leoneses que por los castellanos, vino a ser la última consecuencia del proceso de diferenciación y consolidación política de los reinos hispano-cristianos que venía produciéndose desde la muerte de Sancho Garcés 111. La realidad política a partir de 1157 son, pues, los «cinco reinos» -término ya utilizado a finales del siglo XII-, sus intereses específicos, las disputas e insolidaridades entre sus dirigentes, y la tarea, desigualmente repartida y asumida, de la lucha de frontera y conquista frente a los musulmanes. La situación de sus relacio-

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HISTORIADE ESPAÑA

nes era bastante inestable. Sancho 111de Castilla y Femando II de León proyectaban recuperar Portugal cuando el primero murió en 1158. Femando II procuró a continuación imponer su hegemonía en Castilla, pero fracasó y sufrió a continuación, hasta 1169, los intentos portugueses en tomo al Badajoz musulmán que, si hubieran tenido éxito, habrían bloqueado la expansión leonesa hacia el sur; sin duda, Portugal mostraba en aquellos momentos una voluntad de guerra y conquista frente a al-Andalus más fuerte que la de su vecino leonés. Mientras tanto, la Corona de Aragón comenzaba a ser una realidad estable desde que comenzó el reinado de Alfonso 11,hijo de Ramón Berenguer IV y Petronila, que dedicó una atención equilibrada a los diversos ámbitos de su acción política: la frontera aragonesa con al-Andalus, la homogeneización política de Cataluña y la repoblación de la Cataluña nueva, la relación con los señores feudales ultrapirenaicos. Por su parte, Sancho VI de Navarra aprovechaba la minoridad de Alfonso VIII de Castilla para ocupar algunas tierras que disputaban ambos reinos a la vez que pacificaba sus relaciones con Aragón, muy tensas durante el reinado de su padre, García Ramírez. Desde 1169 asistimos al desarrollo o, mejor, a la recuperación del «lento predominio de Castilla» (Lacarra), que era el reino de mayor población y superficie, dotado además de amplia frontera con al-Andalus. Bajo Alfonso VIII se regularon las relaciones con Aragón y se fijaron los respectivos ámbitos futuros de conquista, y se resolvió la contienda con Navarra en términos favorables a Castilla, que recuperó toda La Rioja, Álava y Guipúzcoa: el éxito no se entiende sólo como consecuencia de enfrentamientos guerreros, sino también por la sencillez con que nobles navarros y vascongados pasaron a la fidelidad de Alfonso VIII continuando una tendencia antigua que respondía al atractivo que ejercía integrarse en un reino con mayores posibilidades tanto para el desarrollo de su poder como para la participación en empresas conquistadoras y colonizadoras, tendencia que también actuaba, aunque en menor medida, a favor de Aragón. Por aquellos años, las guerras contra el Islam, a pesar de fuertes contratiempos, demostraron que Castilla era el oponente principal de los almohades y que estaba ya en condiciones de acceder al alto valle del Guadalquivir. Y las relaciones con León, a menudo difíciles por causa de la frontera de Tierra de Campos, indicaban que la reintegración de ambos reinos podía producirse si se daban las oportunas circunstancias políticas: la presencia de nobles originarios de un reino en otro era continua, la memoria de la unidad perdida se mantenía, el parentesco próximo de los reyes y los enlaces matrimoniales la avivaban y aunque los monarcas leoneses, sobre todo Alfonso IX, sintieran una aversión profunda hacia todo lo que significara supeditación política hacia sus parientes castellanos, de hecho había una relación estrechísima. Pero la unificación de los dos reinos, aunque muy posible por razones histórico-sociológicas, era una hipótesis a la altura de 1204, cuando se rompió el matrimonio entre Alfonso IX y su sobrina Berenguela de Castillla, e incluso en 1217, cuando entró a reinar en Castilla el hijo de ambos, Femando 111.

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INTRODUCCIÓN

Aquellos «incestos políticos», según la expresión de Menéndez Pidal, hacían la unión de reinos más probable pero no la producían como consecuencia casi necesaria o inevitable; su objetivo inmediato era la liquidación de hostilidades y el establecimiento de pactos que aseguraran la paz. En la segunda mitad del siglo xn, la imagen de la España cristiana como ámbito histórico-cultural era más nítida pero también más compatible que nunca con una división de reinos que pretendían ser unidades estables e indivisibles, como así ocurrió. A partir de su definición y consolidación, y olvidada ya la idea imperial, se elaboró en el siglo XIII una teoría renovada sobre la unidad profunda entre todos ellos como partes de España, y la primacía honorífica que cabía atribuir a la corona castellano-leonesa como depositaria principal de la herencia visigoda y astur, aparte de ser, por situación, extensión y 'recursos, el eje en torno al cual tendría que girar inevitablemente cualquier proyecto de unión de reinos. Pero entonces no los había. Entre el intento hegemónico que culminó con Alfonso VI y los primeros intentos de unión política debidos a la dinastía Trastámara mediaron tres siglos y grandes diferencias conceptuales, además de darse en situaciones muy diferentes. En resumen: en aquella época culminó la organización política polinuclear; lo que se observa es la realidad de varios reinos sobre una entidad histórica común que todos comparten. Ambos aspectos ---conciencia de lo común y diversidades políticas- se mostraron con frecuencia durante los tiempos de la frontera. De modo que en España, como en otras partes, entre la conciencia medieval de su realidad histórica y la contemporánea de nación-estado, se han interpuesto y desarrollado constituciones políticas variadas, conceptos y sentimientos complejos, muchas veces referidos a ámbitos menores o particulares. Pero no hay motivo para ignorar o negar que existió una España medieval, igual que hubo una Alemania, una Italia, una Inglaterra o una Francia medievales con independencia de los grados de cohesión o disgregación política que se dieran en ellas: en Europa occidental, casi siempre, la conciencia de las singularidades históricas ha sido un fundamento de los sentimientos de patria más antiguo que los Estados y, además, estas tomas de conciencia, que variaban dada su misma condición histórica, se superponían y solapaban pero, en general, encontraban un denominador común en alguna de las áreas que he indicado y que actuaban como grandes naciones en el sentido más amplio que esta palabra tenía en aquellos siglos 10• C)

Los poderes.

La historia política no sólo debe referirse a los reinos y a sus relaciones y avatares, como unidades principales de estudio, sino también a la organización del ejercicio del poder en sus diversos niveles y ámbitos sin abandonar el hilo del relato y la referencia temporal precisa, con objeto de ofrecer un punto de vista sobre estas cuestiones distinto y complementario respecto al que es propio de la historia de las instituciones y abrirse hacia otro, el de la historia social en cuanto que uno de sus objetos es el estudio de la sociedad política.

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HISTORIA DE ESPAÑA

El esquema expositivo es bastante sencillo, pues se basa en una imagen de la sociedad que, a su manera, se expresa en el contenido y orden de prelación de los asuntos tratados en los concilios eclesiásticos leoneses del siglo XI, por ejemplo el de Coyanza (año 1055): causae Ecclesiae; causae regís; causae populorum. El rey, portador y administrador del núcleo principal de poder político, ha de atender a todos ellos rodeado por el consejo y la anuencia y con la colaboración de los otros titulares de poder sobre la sociedad, es decir, cum episcopis suis et baronibus, con los obispos y los nobles principales, según afirma un texto de la época de Alfonso VII. La realeza es la institución clave, de la que emana y depende cualquier tipo de ejercicio del poder político público, incluso en los condados catalanes porque el antiguo nombramiento regio-imperial carolingio era el fundamento último del poder condal pero, sin duda, la ausencia de rey efectivo hacía que la situación política fuera diferente en algunas de sus expresiones. Dejemos ahora aparte el debate sobre la existencia más o menos expresa de elementos y ceremonias carismáticos que reforzaban la supremacía y centralidad del poder real porque, a pesar de su vistosidad ideológica, simbólica o ceremonial, no son los aspectos sustanciales para entender la estructura del poder regio y su funcionamiento en la España cristiana. Mayor peso tuvieron las ideas, ya consideradas, neogoticistas, reconquistadoras y de cruzada. Si la realeza existía y era indiscutida se debía a que no se podía imaginar o contraponer a ella ninguna otra institución que asegurara el cumplimiento de los fines generales del orden político en el conjunto del territorio de su dominio: la dirección de la defensa y la guerra y, en lo que entonces era posible, de las relaciones con poderes exteriores, por una parte, y, por otra, el asegurar la paz interior y el mantenimiento en justicia de la sociedad para cumplir sus fines de perpetuación, que también incluían los de cambio ya que, aunque se consolidó en aquellos siglos la imagen de un sistema social basado en principios de jerarquía y desigualdad según las funciones ejercidas por cada grupo o según los privilegios específicos que tuviera y aunque la movilidad social era escasa, la territorial, debido a las conquistas y colonizaciones, fue bastante mayor y ampliaba las posibilidades de aquélla. El conjunto de instituciones y actuaciones de gobierno y justicia que deriva del ejercicio organizado de las prerrogativas regias es amplio y relativamente estable en su organización; lo que interesa en este volumen no es tanto su descripción estática sino la dinámica de su funcionamiento: quiénes lo protagonizaban junto al rey o en su nombre, cómo servía y, a la vez, controlaba y matizaba otros poderes sociales, cómo se transformaba a medida que surgían nuevas situaciones o demandas, qué sucedía en caso de su misma inexistencia, quiebra o crisis. Un buen ejemplo de esto último nos lo ofrece la situación de los condados catalanes en la primera mitad del siglo XI, donde los comienzos de la «revolución feudal» coinciden con, o provocan, la proliferación de asambleas de Paz y Tregua impulsadas y dirigidas por las autoridades eclesiásticas con el respaldo de amplias capas del campesinado, ante la crisis de la autoridad condal y su todavía insufi-

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INTRODUCCIÓN

ciente sustitución por la red de relaciones de fidelidad vasallática y jerarquización feudal. La continuidad de aquellas asambleas hasta comienzos del siglo XIII fue, en gran medida, una peculiaridad catalana. En los reinos de León, Castilla, Pamplona y Aragón la situación era relativamente distinta, los reyes no perdieron su protagonismo en la declaración e imposición de la paz pública ni en la represión de revueltas, aunque su éxito fuera variable, y ocurrió de una manera diferente la acomodación en el orden político general de las reclamaciones e intereses de la aristocracia guerrera o terrateniente y sus mismas transformaciones internas, aunque los resultados finales, ya entrado el siglo XII, fueran socialmente próximos en todas partes, en lo que se refiere a reparto del poder efectivo y al reconocimiento de un orden de fuerte predominio nobiliario, y también en todas partes se aceptara la exhortación a la paz hecha por el poder eclesiástico y sus intervenciones institucionales en este sentido, sobre todo en momentos críticos, por ejemplo las que Diego Gelmírez llevó a cabo en 1124 para pacificar Galicia. Se ha supuesto que, antes de alcanzarse la madurez política del siglo XII, la relación entre el poder «central» del rey y los poderes locales o «periféricos» aristocráticos era tan tenue que en cualquier momento podía romperse y, como consecuencia, la regionalización del poder resultaba inevitable. Pero parecería algo asombroso que tal posibilidad de ruptura inminente nunca se haya consumado ni se haya producido una fragmentación regionalizadora del poder real en los primeros siglos medievales, salvo si se considera que esa débil vertebración del poder afectaba igualmente a los locales o «periféricos». Habrá que pensar, más bien, que fueron los propios cambios en las relaciones de poder ocurridos desde mediados del siglo XI a mediados del XII los que impulsaron a una regulación y reparto distintos, como consecuencia de la reforma eclesiástica, la consolidacion nobiliaria y la reanudación de las conquistas: no se puso en duda ni la existencia de la institución monárquica, ni la necesidad de aumentar y ejercer más efectivamente su campo de poder pero articulado en el contexto de una «sociedad política» que definía mejor los suyos propios en cada uno de sus ámbitos --el eclesiástico y el aristocrático-- y en cada gran espacio regional: esto fue, en definitiva, lo que impulsó unas veces la creación o consolidación de reinos nuevos, pero otras la reorganización de los que ya existían, o la integración en unidades políticas más amplias de espacios hasta entonces separados por completo o unidos de una manera más tenue. La cristalización de los «cinco reinos» no ocurrió tanto como resultado final de la debilidad del orden político altomedieval y de la quiebra de la «idea imperial», sino, más bien, como consecuencia de un proceso de maduración de la sociedad política que apoyaba al poder real. Pero el reparto territorial entre los reinos no fue casual, por mucho que intervinieran circunstancias y avatares singulares e irrepetibles, sino que respondió a la herencia de realidades y proyectos políticos del pasado, y tampoco lo fue, por este mismo motivo, la forma e intensidad que tuvo el ejercicio del poder real una vez consolidado el nuevo orden. Es fundamental com-

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HISTORIADE ESPAÑA

prender el distinto alcance y efectividad que llegó a tener el poder regio en los casos castellano-leonés, portugués, navarro y aragonés. La autoridad real fue siempre más fuerte en León y Castilla, debido a la autoconsideración de sus reyes como herederos de la monarquía hispano-visigoda, a la escasa o tardía feudalización del ejercicio del poder político, a la mejor conservación de principios de derecho público en los poderes atribuidos al rey, en la noción de territorio y aun la de naturaleza, y a la fuerza mucho mayor --en población y tierra- de que disponía el monarca, hacedor y mantenedor de justicia, cabeza de toda la organización militar y, desde fines del siglo xn, promulgador de leyes, máximo beneficiario político de la conquista y colonización, dueño de un sistema fiscal que comenzaba a transformarse. Realidades semejantes se daban en Portugal, a la escala correspondiente. Mientras que en Navarra, Aragón y, sobre todo, en Cataluña --que conoció una estructuración feudal de las relaciones políticas más completa-, la monarquía no llegó a alcanzar el mismo nivel de independencia en su capacidad superior de acción, sino que estuvo más mediatizada por los grupos que formaban la «sociedad política»: la homogeneización política interior de Cataluña por obra y en tiempos de Alfonso II fue, a este respecto, un proceso ejemplar, que incluyó el uso oficial en los diplomas regios de la voz Cathalonia desde 1169. Así, aunque los marcos institucionales que rodean y encauzan el ejercicio del poder real son en todas partes muy similares y sólo se modifican lentamente, lo que importa es conocer de qué manera ocupaban los oficios delegados o consultivos de ese poder los miembros o sectores de la sociedad política y hasta qué punto tenía el rey libertad para intervenir en su distribución, evitando o no las tenencias vitalicias o hereditarias, y para dar órdenes efectivas a sus titulares, para controlar, aplicar y disponer de los recursos humanos, en especial los guerreros y económicos, sin los que el ejercicio mismo del poder real sería imposible. La existencia del pa/atium regís, de oficios principales en su seno, de reuniones consultivas ordinarias o extraordinarias, se daba en todas partes, así como la delegación del poder real en ámbitos territoriales bajo diversas denominaciones -condados, tenencias, honores-, y la descripción de los campos en que se ejerce y de los recursos que puede movilizar es siempre similar y responde a modelos organizativos que tenían a menudo larga tradición. Pero, más allá del indispensable análisis institucionalista, hay que explicar cómo se articulaba y repartía el ejercicio del poder político y qué capacidad efectiva de control, dirección e incluso transformación de sus estructuras tuvieron los reyes en cada época: y, en este aspecto, cuando se afirma que el poder real estaba menos «institucionalizado» o era más «precario» a comienzos del siglo XI que a finales del xn, lo que se está queriendo decir, en realidad, es que a lo largo de aquellos dos siglos se establecieron y consolidaron formas de relación e integración mucho más estables y sólidas entre los poderes sociales y su correspondiente expresión política en el marco de cada reino, dentro de los cauces institucionales públicos que facilitaba la existencia misma de la monarquía, de modo que el poder real no padeció con ello; por el contrario, así encontró nuevas vías de

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INTRODUCCIÓN

definición y desarrollo y se hizo, si cabe, más indispensable dentro de unas situaciones políticas donde lo que variaba, eso sí, era la capacidad para tomar decisiones y el grado de independencia en el ejercicio del poder por los reyes, según las circunstancias y, sobre todo, según las estructuras creadas para controlarlo y regular su utilización o delegación.

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El punto de partida de los cambios políticos globales fue la reforma eclesiástica de la Cristiandad latina que ocurrió en el último tercio del siglo XI por obra de los papas, en especial Gregorio VII, y que, a su vez, responde a la ruina definitiva del antiguo régimen de origen carolingio. Por eso fueron tan peculiares su desarrollo y efectos en la mayor parte de la España cristiana, que no había formado parte de tal régimen. En ella se conservaban íntegras las prácticas propias de las Iglesias altomedievales en lo referente a nombramiento regio de obispos, iglesias propias y monasterios de patronato laico, y también una liturgia autóctona practicada tanto por los cristianos del norte como por los mozárabes de al-Andalus. La preparación para el cambio vino precedida por la aceptación de influencias venidas de la Cataluña post-carolingia y de más allá de los Pirineos, en especial la primera presencia e influjo del benedictismo cluniacense desde mediados del XI, pero la implantación de la reforma fue rápida y sólo la colaboración regia explica que haya tropezado con tan escasas resistencias en cuanto Roma abandonó sus primeros argumentos hostiles, que se referían a la posibilidad de que la liturgia mozárabe contuviera desviaciones heréticas y al pretendido dominio de la sede pontificia sobre Hispania. Alfonso VI llevó a cabo una de las máximas obras políticas de su reinado al aceptar la mediación y consejo de Cluny en aquellos aspectos, comprender la trascendencia del nuevo diseño general eclesiástico y, en gran parte, político que había trazado el pontificado para toda la Cristiandad latina, acoger e imponer la reforma con rapidez a partir de 1080 y fundamentar en el nuevo orden gregoriano la ingente tarea de restauración eclesiástica paralela a la expansión territorial que comenzaba por entonces. Acertó, ante todo, porque aquello supuso un fotalecimiento sustancial del poder regio, lo situó en el seno de las grandes corrientes políticas de Occidente y bajo el amparo del pontificado sin contraer por ello ningún género de sujeción, aunque no pudiera evitarse la vasallática que entonces o más adelante establecieron otros reyes peninsulares. Acertó, también, porque desarticuló cualquier proyecto o intención política adversa basado en el mantenimiento del antiguo orden eclesiástico y porque se hizo con la colaboración de un nutrido y valioso grupo de colaboradores encabezados por Bernardo de Sédirac, primer arzobispo de Toledo. Al reconocer y proteger el campo específico de la libertas eclesiástica, consiguió que la actitud e intervenciones de Roma, a través de sus legados, y el proceso de restauración eclesiástica y nombramientos episcopales fueran favorables a

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HISTORIADE ESPAÑA

los intereses políticos de la monarquía, que conservó grandes medios de control e influencia en la nueva situación, como se demostró en la misma continuidad de aquellas relaciones y legaturas durante los siglos siguientes. Los contemporáneos de Alfonso VI -Sancho Ramírez y sus hijos en Aragón, Ramón Berenguer 111en Barcelona- actuaron con criterios similares: la figura del obispo Oleguer junto al conde barcelonés presenta, en algunos aspectos, características semejantes a las del arzobispo Bernardo junto a Alfonso VI. La creación de sedes episcopales y el nuevo mapa de distribución diocesana fue una de las consecuencias principales del proceso conquistador, en la que se manifiesta plenamente la ideología restauradora con que se llevaba a cabo porque se buscó instaurar sedes allí donde las hubo en época hispano-visigoda o, cuando esto no era directamente posible, fundamentar el establecimiento de las nuevas en el recuerdo de las antiguas. No se conocía cuáles fueron las delimitaciones y territorios precisos de éstas, de modo que hubo que establecerlos de nueva planta, pero incluso en tal proceso se quiso apelar al argumento de antigüedad para resolver los conflictos entre sedes y de ahí la aceptación de que gozó un falso repertorio conocido como División de Wamba, elaborado a finales del siglo XI, en el que, sin embargo, se recogían nombres de muchas sedes antiguas cuyo recuerdo se había transmitido a través de textos altomedievales. Si la restauración de sedes incluía una faceta política importante, la determinación de la jerarquía entre ellas y de las provincias eclesiásticas la tenía mucho mayor, y más aún la restauración de la primacía a favor de Toledo poco después de que tomara posesión de la sede Bernardo de Sédirac. El primado toledano se extendía a toda Hispania, recordaba la condición de la ciudad como capital de los reyes visigodos y respaldaba así las pretensiones hegemónicas de Alfonso VI y sus sucesores aunque los reyes nunca dieron el paso de instalar su capital política en Toledo. La reacción de otras sedes metropolitanas, cabeza también de provincia eclesiástica, comenzó poco después: no hay que ver en ella un asunto directamente político porque el territorio de las provincias de ningún modo coincidía con el de los reinos y los nombramientos episcopales frecuentemente no se atuvieron al principio de designar sacerdotes naturales de aquel donde estaba su sede: bastará recordar, por ejemplo, el gran número de obispos de origen franco que hubo hasta la segunda mitad del siglo XII, o la presencia de obispos de procedencia catalana en la sede de Palencia, o bien el hecho de que el gran paladín del primado toledano y de la interpretación pro-castellana de la historia hispánica en la primera mitad del siglo XIII, Rodrigo Jiménez de Rada, fuera navarro. Pero la resistencia de otros metropolitanos, a medida que surgieron, a aceptar el primado toledano más allá de aspectos honoríficos fue continua y adquirió en ocasiones durante el siglo XII connotaciones políticas cuando sus sedes estaban en reinos distintos: así sucedería antes o después con las de Braga y Tarragona, restauradas antes de que acabara el XI -aunque Tarragona no se conquistó y pobló hasta decenios más tarde-, o con la de Compostela, que se hizo en 1120 con la administración de la

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INTRODUCCIÓN

provincia eclesiástica de Mérida en tanto se conquistaba esta ciudad, de modo que mientras las demás diócesis gallegas se hallaban en la provincia de Braga, el arzobispo de Santiago tenía en la suya buena parte de las leonesas y algunas portuguesas. La relación de los obispos con los reyes incluía muchos aspectos de indudable interés o consecuencia política. Eran los depositarios e intérpretes del principal conjunto de doctrina legitimadora del poder, los mediadores natos en caso de conflicto entre reyes peninsulares y el enlace insustituible con Roma y las iglesias del resto de la Cristiandad latina, de modo que tenían en sus manos gran parte de la actividad diplomática. Por lo tanto, fue necesaria la presencia de algunos de ellos como consejeros habituales del monarca. Sus sedes, dotadas por los reyes desde el momento de cada restauración, disponían de rentas cuya cuantía se elevó desde que formó parte de ellas el diezmo eclesiástico, inexistente o disperso antes de la reforma, y disponían de bienes raíces abundantes, urbanos y rurales, e incluso, en ocasiones, de dominio señorial sobre la misma ciudad episcopal o sobre otras localidades. En aquellas condiciones, la apelación de los reyes a recursos de origen eclesiástico y a la misma ayuda directa de los prelados en sus empresas políticas y bélicas fue continua así como sus contrapartidas: la ayuda regia para la aplicación de los derechos episcopales, en especial al cobro del diezmo, la participación en los beneficios de la fiscalidad regia, la regulación legal favorable a los bienes e intereses del abadengo o jurisdicción eclesiástica. En resumen: los obispos eran un indispensable soporte ideológico, administrativo y económico de la monarquía. Las relaciones político-eclesiásticas tuvieron otro ámbito importante de desarrollo en la aceptación y apoyo a las sucesivas reformas e innovaciones monásticas. Lafamiliaritas con Cluny fue un suceso muy importante para los reyes leoneses de la segunda mitad del siglo XI y comienzos del XII, que les permitió tomar decisiones de política matrimonial y eclesiástica con mucho mejor conocimiento de causa, contar con un aliado poderoso y desarrollar la reforma en profundidad del monasticismo existente en sus reinos: la multitud de pequeños monasterios va dejando paso a centros más potentes, que los engloban o sustituyen, mejor adaptados a los cambios de la sociedad aristocrática y campesina y capaces de una colaboración más efectiva con los fines políticos de la monarquía, por ejemplo los colonizadores. Algo semejante ocurría en el resto de la España cristiana, y la difusión del Cister desde los años cuarenta del siglo XII acentuó estas nuevas características: además de ofrecer un modelo de vida y ejemplo muy atractivo para la religiosidad de la época, los «monjes blancos», como antes los cluniacenses, consolidaban con su presencia el edificio de la nueva sociedad feudo-señorial: fundar o proteger sus monasterios fue empresa en la que se volcaron reyes y grandes nobles en todas partes, especialmente en Portugal y Galicia, no sólo por razones políticas pero también por ellas. Además, la adecuación entre el nuevo monasticismo y los ideales guerreros fue fundamental para el desarrollo de las cofradías y órdenes militares, cuya función militar y colonizadora crece muchísimo en la segunda mitad del si-

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glo XII y se convierte en un elemento valioso del orden político general: dos buenos ejemplos son la afiliación de algunas órdenes al Cister, o la mayor implantación de los templarios en Portugal.

* * * La intervención directa y continua de los eclesiásticos u oratores en el orden político era inevitable en aquellas circunstancias aunque no fuera la finalidad principal de su existencia. Para la aristocracia seglar de propietarios de tierra y guerreros -seniores, barones, milites- constituía, en cambio, el centro de su actividad, pues sólo así conseguían mantener o mejorar sus niveles de bienes y rentas, participar en el poder del rey y conservar el suyo propio, ser beneficiarios de las actividades guerreras y conquistadoras. Las aristocracias de origen altomedieval se tornan en nobleza organizada en linajes, se jerarquizan con mayor claridad mediante lazos de vasallaje, parentesco y clientela, y la inestable interdependencia que antiguamente vinculaba su potencia socio-económica como terratenientes y su capacidad política tiende a consolidarse en formas más permanentes de ejercio del poder: el conjunto de estas transformaciones constituye la llamada «revolución feudal» en sus aspectos políticos y una parte de los sociales pues otra hace referencia a la relación entre los aristócratas como señores y propietarios y los campesinos. Pero dicha «revolución» ha tenido un desarrollo desigual en el tiempo y en los resultados que se observan a mediados del siglo xn, cuando ha llegado a su madurez en todas partes. Se afirma que en los condados catalanes ocurrió plenamente desde el segundo tercio del XI y produjo una redistribución del poder político según pautas institucionales feudo-vasalláticas. En los reinos de la España cristiana la evolución fue algo diferente, aunque el vasallaje existe y se practica generalmente en los otros núcleos pirenaicos desde el mismo siglo XI, porque los oficios tanto cortesanos como territoriales en los que el rey delegaba el ejercicio de partes de su poder no se solían ceder vitalicia ni menos aún hereditariamente, sino que el monarca disponía de su recuperación y redistribución pero ésta tenía que efectuarse dentro del círculo de la aristocracia terrateniente y guerrera, y respetando la continuidad de las relaciones políticas ya establecidas, de modo que los efectos sociales del reparto de poder eran semejantes pero la posibilidad de iniciativas y la capacidad directiva y arbitral del rey frente a una aristocracia articulada de manera menos estable eran superiores, aunque quepa imaginarse a cada monarca rodeado de «una fluida coalición de aristocracias regionales, dentro de las cuales emergían auténticos líderes nobiliarios alrededor de los que cristalizaban los intereses de los nobles locales 11». En el siglo xu, nuevas realidades vinieron a consolidar en términos más estables el predominio aristocrático, sobre todo en León, Castilla y Portugal: la crisis del sistema de parias y rápido enriquecimiento por botín provoca que tengan mayor importancia otros medios de pago de los servicios aristocráticos; los trastornos y

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guerras internos en el primer tercio del siglo deterioran transitoriamente la autoridad regia y fomentan la formación de «coaliciones regionales de los señores castellanos, leoneses, gallegos y portugueses» (J. Mattoso ); el ejemplo y la influencia de las instituciones feudo-vasalláticas ultrapirenaicas se impone como elemento del proceso de reorganización del poder y de los reinos en el segundo tercio; la consolidación de las casas o linajes nobles se precipita aunque todavía no se complete; En aquellas circunstancias, se afirmaron las solidaridades nobiliarias: «la fidelidad vasallática» sustituyó en parte a la vieja fidelidad «natural». El advenimiento de Alfonso VII supuso una reconstrucción del poder real a través de la asimilación de los fenómenos cristalizados en el momento anterior: serían sus manifestaciones el vasallaje, la relación que se estableció desde ese momento entre la prestación de homenaje (con las obligaciones de servicio inherentes) y la concesión de beneficios, ya fueran prestimonios o, de modo más frecuente, sueldos» 12, pero las cesiones de señoríos o la enajenación de oficios del poder real iure hereditario no se generalizaron en modo alguno. Alfonso VII no introdujo en sus propios reinos la concesión que sí estuvo dispuesto a hacer a los barones aragoneses durante su estancia en Zaragoza, en 1135, consistente en atender su petición, nunca lograda antes, para que las tenencias territoriales u honores que tenían en nÓmbre del rey fueran hereditarias. El aumento de poder político de la aristocracia durante el siglo xn, o la mejor definición de los ámbitos_en que se ejercía y sus características, no fue un ataque al poder real porque la existencia de éste era una condición inexcusable para la consolidación y mejora de aquél, además de que los nobles también participaban del poder del rey pero éste precisaba siempre encontrar equilibrios que evitaran su deterioro o el olvido de los fines que le eran propios como consecuencia del peso de la alta aristocracia cuyos principales miembros tendían a imaginar al rey como un primum inter pares cuando, en realidad, la institución monárquica atendía a finalidades y respondía a principios más amplios de organización política de la sociedad. Un medio equilibrador, el más antiguo, era practicar el apoyo alternativo o simultáneo en los diversos sectores del clero y la nobleza. Y, al mismo tiempo, limitar o controlar las concesiones de jurisdicción a favor de instituciones eclesiásticas o de nobles: la autoridad regia padecía algo menos con la cesión de señoríos. a las sedes episcopales o a las órdenes militares, sobre todo si se daba en tierras de nueva conquista necesitadas de defensa y colonización, puesto que eran subrogaciones de poder a favor de instituciones poco agresivas entonces, en términos de competencia política, con respecto al monarca. La situación era distinta con los nobles y, casi siempre que pudieron, los reyes prefirieron otros medios de pago de servicios políticos mejor que la entrega de señoríos hereditarios. En ambos casos, hay en todos los reinos intentos de «reordenación de los derechos señoriales» (L. J. Fortún) en los últimos decenios del siglo XII y comienzos del XIII, al menos para recuperar o conocer mejor los que correspondían al rey.

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Otro medio de proteger y desarrollar el poder regio, nunca cedido, fue controlar la movilización y empleo de los recursos militares, incluyendo la propiedad y tenencia de los castillos, que eran del rey, dirigir la guerra, repartir botín y conquistas. Y un tercero consistía en no enajenar ni empobrecer el realengo o parte del territorio administrada directamente por el monarca y desarrollar allí o en todo el reino, cuando era posible, el ejercicio de la potestad real de tal manera que se mantuviera la relación directa y se fortaleciera el vínculo político entre sus habitantes y la institución regia. En todos estos aspectos hubo notables avances en la vertebración del poder, sobre todo durante el siglo XII. El uso mucho más frecuente del escrito y el desarrollo de las cancillerías regias fue un instrumento formidable y facilitó la posibilidad de revisiones o confirmaciones de privilegios y mercedes cada cierto tiempo o a cada cambio de reinado ya a finales de siglo. El palatium o curia, expresión del poder regio, mejoró notablemente su organización y capacidad judicial y gubernativa. En el transcurso de aquella época comenzaron a articulase mejor delegaciones territoriales del poder real --en los aspectos administrativos y a veces judiciales- distintas de las antiguas tenencias u honores en manos de los nobles: merindades de diverso tipo en Castilla, León, Aragón y Navarra, veguerías en Cataluña desde 1178. Y, aún más importante, se organizaron los concejos como nueva forma de ejercer poder en ciudades o villas y sus territorios, especialmente en los de nueva incorporación; poder delegado del rey -del palatium hacia el concilium- y organizado por éste a partir de la concesión de cartas y fueros específicos que son ya una primera forma de legislación regia, cuyo número se multiplica desde el segundo tercio del siglo XII. La aparición de municipalidades fue con frecuencia más temprana en el ámbito castellano-leonés puesto que la conquista exigía dotar a cada territorio de unas capacidades de autonomía gubernativa y administrativa superiores a las que aseguraba la mera delegación temporal del poder regio, pero no había contradicción entre ambos términos -poder real y autonomías locales-: por el contrario, aquella fue una circunstancia fundamental para limitar o prescindir de las concesiones señoriales a favor de nobles y eclesiásticos. A finales de la centuria, miembros prominentes de aquellas comunidades locales -caballeros villanos, hombres buenos, algunos pequeños nobles- son llamados a participar en las deliberaciones de la Curia y asistir a la promulgación de decreta regios -León, 1188- en un preludio de lo que serán las Cortes del siglo XIII y · la integración de las aristocracias locales en los engranajes comunes de la máquinaria política, a partir de una situación nueva, como emanación y parte autónoma del poder real, claramente distinta de la que tenían grandes nobles y altos eclesiásticos. Recordemos, igualmente, que los reyes habían iniciado o intensificado la acuñación de moneda de vellón o plata baja desde finales del siglo XI, hasta recuperar la capacidad para acuñar piezas de oro -morabetinos según el tipo del dinar

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INTRODUCCIÓN

almorávide- desde los años setenta y ochenta del XII, casi al mismo tiempo en Castilla, León, Portugal y Aragón, y que la regalía de moneda se mantuvo con muy pocas excepciones. Al mismo tiempo, se ejercía cada vez más otra, la relativa a la fundación de mercados y ferias, y el cobro de impuestos de tránsito, mientras comenzaban a apuntar novedades fiscales que tendrían grandes consecuencias porque significaron nuevos desarrollos del poder político público y obligaron a pactos y cesiones a favor de otros poderes recaudadores, en especial el eclesiástico: a finales del XI, Alfonso VI pudo tomar ya la decisión de cobrar un petitum extraordinario en todo su reino, y la costumbre se hizo más frecuente después de 1157, sobre todo en León. El bovatge que aparece en Cataluña con Alfonso 11 tiene un alcance y contenido similares. Al filo del año 1200, en todos los reinos, surge una nueva forma de imposición extraordinaria -moneda forera, monedaje- basada en la idea que ya expresaba el fuero de Jaca hacia 1135: antich fuero es, e prouat, que quan plazdrá al rey pot mudar so moneda. Se trataba de comprar al monarca ese derecho por un plazo determinado, siete años en el caso leonés y castellano, para que renunciara a alterar la ley, peso o curso legal de la moneda. Estos hechos, a los que se suma la recepción incipiente todavía de ciertas herencias del sistema hacendístico andalusí, anunciaban nuevas posibilidades en el desarrollo del poder real. Hemos de añadir las primeras influencias de la teoría política imperial recuperada a través del conocimiento y glosa del Derecho justinianeo. Se perciben desde los últimos años de Alfonso VII y alcanzan una primera manifestación bien articulada con la práctica y los objetivos concretos de la política regia en el Portugal de Alfonso 11,por obra de los romanistas que dominan su cancillería: los decretos de la curia regia de 1211 fueron un paso decisivo en la consolidación de la capacidad legislativa regia, la obligatoriedad de confirmar los privilegios, la sistematización del registro de cancillería, las pesquisas o inquiriroes sistemáticas sobre los derechos regios eran iniciativas políticas centralizadoras, burocráticas, «sorprendentemente innovadoras», según la expresión de J. Mattoso. Alfonso 11,con mucha mayor claridad que otros reyes de su tiempo, preludia o inicia tendencias políticas que hallarán su expresión mejor y más completa medio siglo después en la Castilla de Alfonso X el Sabio.

* * * Entre la rudeza de los medios políticos disponibles a comienzos del siglo XI y la madurez e incluso apogeo del período comprendido entre 1170 y 1220 se había recorrido un largo camino. Es más sencillo percibirlo en otros ámbitos de la realidad: las creaciones arquitectónicas y artísticas románicas y cistercienses, el desarrollo de las lenguas vernáculas y el comienzo de su uso literario y escrito, la recepción cultural por medio de la obra que llevaban a cabo los traductores del árabe al latín, sobre todo a partir de 1160; la misma expansión territorial y colonizadora, el

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despliegue de un orden social más complejo y estable o la reorganización de los ámbitos políticos. Pero ocurrió también en el plano de las estructuras y la vertebración del ejercicio del poder. En éste, como en los demás aspectos mencionados, el esplendor del siglo XIII no se podría explicar sin conocer cómo había fraguado lenta y oscuramente en el crisol de los ciento cincuenta años anteriores.

NOTAS 1 A mediados de 1977, cuando se planificó por primera vez este volumen eran sus redactores D. José María Lacarra de Miguel (Coordinador. Navarra y Aragón), D. Federico Udina Martorell (Cataluña), D. Torquato de Sousa Soares (Portugal). D. Julio González González y yo mismo (Castilla-León). 2 R. MENÉNDEZPIDAL,El Imperio hispánico y los Cinco Reinos. Dos épocas en la estructura política de España. Madrid, 1950, págs. 226 y 227. 3 Una revisión sobre la historiografía de estas cuestiones. en el reciente artículo de D. BARTHÉLEMY, «La paix de Dieu dans son contexte (989-1041 )», Cahiers de Civilisation médiévale. 157 ( 1997). págs. 3-35. 4 Aspectos ampliamente valorados en su día por M. DEFOURNEAUX, Les franrai.1·en Espagne aux X/e et X/le siecles, París, 1949, y, «Louis VII et les souverains espagnols. L'énigme du pseudo-Alphonse», en Estudios dedicados a Menéndez Pida/, Madrid, 1956, VI, págs. 647-661. Recientemente, A Galmés de Fuentes ha estudiado con detalle la presencia de topónimos del Camino de Santiago y su entorno en algunos poemas del «ciclo épico carolingio». (Véase su trabajo, todavía inédito, «El "Camino de Santiago" y la épica francesa», que he podido consultar por amabilidad del autor.) ~ Véase la edición del Libro de los Estados en Biblioteca de Autores Españoles. 51. cap. XXX. 6 E. LOURIE,«A Society Organized for War, Medieval Spain», Past and Present, 35 (1966), págs. 54-76. Tomado también como título de su libro sobre las milicias concejiles por J. F. PowERS (Los Ángeles, 1988). 7 Datos estudiados por J. P. MOLÉNAT, La Terre et la Vil/e. Campagnes et Mont.~de To/Me du X/le au XVe siec/es. Université Paris IV, 1992, pág. 185. " P. MARTINEZSoPENA,coord., Antroponimia y Sociedad, Valladolid, 1995. A. CASTRO,Español. palabra extranjera, Madrid, 1970. 9 Vicente Hispano, en P. LINEHAN.History and the historians o/medieval Spain, Cambridge, 1992. págs. 296-297, 378 y 490, recogiendo observaciones de G. POST,Studies in Medieval Legal Thought. Public Law and the State, I /{)()/332, Princeton, 1964. También, J. ÜCHOASANZ, Vincentius Hispanus. Canonista bo/01iés del siglo XIII, Madrid, 1960. y A. DoMINGUESDE SOUSACOSTA,Mestre Silvestre e mestre Vicente, juristas da contenda entre Afonso JI e suas irmás, Braga, 1963. Baldo, en J. H. BuRNS, ed., The Cambridge History of medieval po/itical Thought, pág. 463, núm. 35 (J. P. Canning, «Law, Sovereignty and corporation theory. 1300-1450»). 10 Me remito al contenido más detallado de algunos trabajos de síntesis anteriores donde se incorpora la mención a los autores que más se interesaron por estos asuntos. En especial mi «Ideas e imágenes sobre España en la Edad Media», en Sobre la realidad de España, Madrid, Universidad Carlos 111,1994, págs. 35-53. Y algunos de los otros estudios contenidos en esa obra colectiva y en la más reciente: España. Reflexiones sobre el ser de España, Madrid, Real Academia de la Historia, 1997. 11 C. LALIENA CoRBERÁ,La fonnaci6n del Estado feudal. Arag6n y Navarra en la época de Pedro /, Huesca, 1996, págs. 247 y sigs. 12 P. MARTINEZ SOPENA,«La nobleza de León y Castilla en Jo siglos XI y XII. Un estado de la cuestión», Hispania, 185 (1993 ), págs. 801 y sigs.

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PARTE PRIMERA

1035-1134

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I

LEÓN Y CASTILLA POR

MIGUEL ÁNGEL LADERO QUESADA

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CAPÍTULO I EL REINADO

Y LA HERENCIA

DE FERNANDO

l. 1035-1072

l. El ascenso político de Fernando /.-AJ La sucesión de Sancho el Mayor.-8) Femando I de Castilla: de conde a rey.-CJ El rey y los nobles.-DJ Las relaciones con el reino de Pamplona.-EJ Política eclesiá~ticay comienzos de refonna.-2. La reanudación de las conquistas.-A) Las conquistas de Lamego y Viseu.-8) Las intervenciones en Toledo. Zaragoza y Sevilla.-CJ De la conquista de Coimbra a la campaña de Valencia-DJ ¿Alianza con Cluny?-3. La sucesión de Fernando /.-A) La división de reinos.-8) García de Galicia.-C) Alfonso de León.DJ. Sancho de Castilla.-EJ El regreso de Alfonso VI.-N0TAS.

SU!'>IARIO:

1.

EL ASCENSO POLÍTICO DE FERNANDO

A)

11

La sucesión de Sancho el Mayor.

El reparto de los dominios de Sancho Garcés III de Pamplona, el Mayor, a.su muerte, ocurrida el 18 de octubre de 1035, se ha considerado tradicionalmente un hito en la historia política de los reinos cristianos de la España medieval porque, a consecuencia de las disposiciones tomadas por aquel monarca, nacieron dos nuevos reinos, los de Castilla y Aragón, llamados a jugar papeles históricos de primera importancia, mucho mayores de lo que parecía otorgar la modestia de sus orígenes. Sancho el Mayor siguió la práctica de la dinastía pamplonesa, consistente en considerar el regnum como haereditas cuyo territorio podía repartirse entre los hijos, hasta cierto punto, sin que ello significara la paralela división de la potestas regal is u honor regalis sobre el conjunto de tal territorio, que seguiría correspondiendo a un hijo, normalmente el primogénito. Así fue en 1035, pues García heredó la intitulación -rex Dei gratia- y la sede del reino, que era Pamplona, con un territorio ampliado gracias a las tierras que Sancho había ganado en Castilla: los ámbitos de Álava con Vizcaya y otros más occidentales hasta las cercanías de Burgos y del actual Santander. Ramiro, hijo bastardo, heredaba Aragón y Gonzalo Sobrarbe; ninguno de los dos se titularía rey al comienzo, todo lo más «régulo», de modo que el acceso de Aragón-Sobrarbe a la condición de reino no fue inmediata, según la opinión de Ubieto. Algo parecido ocurrió en Castilla, cuyo heredero, Femando, la recibió con el título de condado que era propio del territorio, y sólo después de conquistar el trono de León se intituló rey: Ferrandum prius comitis Castelle postea regem legionense, leemos en las Genealogías del llamado Códice de Roda 2• Ahora bien, aunque no fuera en 1035, contra lo que opinaban muchos autores, sino en el transcurso de los acontecimientos que ocurrieron en los aftos inmediatos, lo cierto es que nacieron dos reinos nuevos, una Castilla empequeñecida en su límite oriental y un Aragón notablemente más extenso que el primitivo condado.

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HISTORIA DE ESPAÑA

Y centrándonos en Castilla, que es nuestro objeto de estudio actual, hemos de remontamos un poco en el tiempo para comprender las circunstancias en que comenzó el gobierno de Femando l. Dos hechos proporcionan el necesario punto de partida: uno, la muerte de Alfonso V, rey de León, cuando ponía cerco a Lamego, en agosto de 1028, dejando corno heredero a un niño de diez años, Vermudo III, bajo la tutela de su madrastra, la reina viuda Urraca, hermana de Sancho Garcés 1113. Otro, el asesinato del conde García Sánchez de Castilla, en León, adonde había acudido para contraer matrimonio con Sancha, hija de Alfonso V, en marzo de 1029. Sancho el Mayor estaba casado con una hermana del conde, Muniadomna, o Mayor, y había impulsado aquel proyecto matrimonial, secundado por el poderoso «partido navarro» de la corte leonesa, sabedor de que así aumentaría su influencia en una Castilla engrandecida con la dote de Sancha que, al parecer, eran las tierras entre Pisuerga y Cea, varias veces ya objeto de disputa entre el reino leonés y el condado independiente de Castilla. La muerte del infant García -nombre que dieron los romances juglarescos al difunto- convertía a Mayor en titular del condado castellano y, con ella, a su cónyuge Sancho Garcés lII 4, que ejerció el gobierno efectivo y debió proponer a su hijo Femando como heredero del condado, pues incluso en tres documentos, de los años 1030 y 1032, se designa ya conde a Femando, todavía en vida de su padre. Contó éste con el apoyo de casi toda la nobleza castellana, salvo el de los Vela alaveses -asesinos del conde García y ancestrales enemigos de su familia- que seguían viviendo en sus tierras del somontano o Sornoza leonés, al sur de la Cordillera Cantábrica. Según la enumeración que facilita Sánchez Candeira, entre los confirmantes de los documentos castellanos de Sancho el Mayor había antiguos partidarios suyos como Rodrigo Gustioz, Gonzalo Muñoz, conde de Asturias (de Santillana); Asur Núñez, conde de Pancorbo; Munio o Nuño González, conde de Álava en 1030. y Nuño Álvarez, que había participado en las tareas de delimitación territorial entre Pamplona y Castilla en 1016. Pero también aparecen nombres nuevos. que continuarán en tiempos de Femando I: Salvador González, Rodrigo y Álvaro Vermúdez, Armentero Núñez, Diego Muñoz, Diego, Gonzalo y Fortún Álvarez. Y algunos navarros como el del merino Lope Ogandariz o los de Galindo y Lope Velázquez, que serán tenentes de Las Encartaciones en época de García I de Pamplona. Sancho el Mayor aumentó inmediatamente las presiones sobre el reino de León, debilitado por la minoridad regia y las revueltas nobiliarias. En los últimos meses de 1029 anexionó los condados de Monzón, Carrión y Saldaña. esto es. las tierras entre Pisuerga y Cea que constituían la dote de Sancha pero a las que el rey pamplonés no tenía derecho alguno en aquel momento. El rápido éxito fue posible gracias a la buena disposición de los condes de Monzón, Femando Gutiérrez, y de Carrión y Saldaña, que lo era Femando Díaz, del linaje de los Beni Górnez. Ambos preferían la protección del Ma_vorantes que la obediencia a Vermudo III, y Sancho Garcés comenzó a titularse, en ocasiones, rey de León. mientras llevaba a cabo una política de intervención en Galicia apoyando a su hermana la reina tutora Urraca, según unos autores, o, según otros. a nobles rebeldes a Vermudo III corno Sisnando Galiáriz, en tierras de Santiago, y Rodrigo Rornániz, que dominaba en las de Lugo. adonde acudieron tropas vasconas enviadas por el Mayor. Vermudo y su madrastra Urraca contaron con la ayuda del obispo Vistruario de Santiago y con la del resto de la nobleza leonesa de modo que la situación tendía a pacificarse cuando el rey leonés tornó personalmente el gobierno, a los 15 años. mediado el año 1032, pero la condición para la paz fue un matrimonio que afianzaba la hegemonía de Sancho Garcés 111.el de su hijo Femando. conde de Castilla, con Sancha, hermana de Verrnudo. El enlace se celebró, tal vez a comienzos de octubre. en Burgos . Tendría entonces Femando 16 años y 14 Sancha que. así hemos de suponerlo, traería en dote las tierras entre Pisuerga y Cea. como ya sucediera en su previsto y trágicamente impedido matrimo-

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EL REINADO Y LA HERENCIA DE FERNANDO l. 1035-1072

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Sa ncho lll el Mayo r de Pampl ona. Genea log ía de los R eyes de Esp aña , de Alonso de Ca na gena (s iglo x v) . Biblioteca Nacional. Madrid

nio del año 1029. Por su parte, Vermudo contrajo matrimonio en 1034 con Jimena , hija del rey pamploné s, con lo que se cerraba el círculo de enlace s matrimoniales . No parece que haya fundamento bastante para imaginar a Vermudo prestando algún tipo de vasallaje a Sancho con estos motivos 5, como tampoco para afirmar que el rey pamplonés «acataba el prestigio tradicional del viejo reino neogótico y reconocía el título imperial de Verrnudo IU» 6 • Pero lo cierto es que el Mayor seguía con la vista pue sta en León , invadió el reino a comienzo s de 1034 y en el mes de febrero dominaba ya su capital mientra s que Vermudo III tenía que refugiarse en Galicia. Buena parte de la nobleza leone sa seguía el partido de Sancho : desde luego , los condes de Monzón, Fernando Gutiérrez, y Carrión-Saldaña, Fernando Díaz, y también Fernando Laínez , conde de León , y su hijo Laín Fernández; Nuño Núñez , antiguo conde de Cea ; Ansur Gómez , los hermanos Nuño y Gutier Adefonso o Alfonso, muy arraigado s en Tierra de Campos 7;Fernando Muñoz, al que el May or hizo conde , y otros , así como los obispo s de León, Astorga y Oviedo . Alguno s documentos particulare s y la inscripción de una moneda acuñada , al parecer , en Nájera indican que Sancho Garcé s pudo adoptar entone s el título de irnperator , lo que confirmaría la vigencia de la idea política de preeminencia vinculada al trono leonés , según la interpretación propuesta por Menéndez Pidal y otros autore s. En otro terreno más concreto tomó el Mayor una medida , no precisamente pro-leone sa, de gran importancia , como fue la repoblación de Palencia y el establecimiento en ella de una sede episcopal llamada a organizar toda la Tierra de Campos, entre Cea y Pisuerga, y a articular mejor su sjngularidad. Para organizar la nueva sede contó con el prestigio que proporcionaba el descubrimiento (in ventio) de la tumba de San Antolín , cuya devoción sólo se había practicado hasta entonce s en el sur de Francia , y con la ayuda del obispo de Oviedo , el catalán Poncio de Tabernole s, discípulo del abad-obi spo Oliba de Ripoll , y capellán , tal vez, de la reina viuda leonesa Urraca. Los tres primeros obispos de Palencia fueron catalane s, de la zona de Urge!: Bernardo (1034-1047) , Miro ( 1047-1062 ) y Bernardo Il ( 1062- 1085). Se ha especulado acerca de la corriente de «europeí smo» eclesiástico que significaron estos hechos y algún otro conexo, como es la promoción del mona sterio real de San Isidro de Dueña s y, sin duda , hay relación

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HISTORIADE ESPAÑA

entre la política seguida por Sancho Garcés y la presencia de estos primeros grupos, enclaves y devociones que preludian relaciones futuras más intensas con centros situados más allá de los Pirineos y son, en frase de Bishko, una especie de praeparatio c/uniacensis sobre la que volveremos a tratar. Por el momento, lo evidente es que el rey pamplonés empleaba clero de probada fidelidad en una empresa que tenía también su lado político. Porque la contienda no había terminado. El rex ibericus, como le denominara hacia 1032 el abad Oliba con expresión ciertamente ambigua y evidente, tenía que contar con el contraataque de Vermudo III, que regresaba a León en febrero de 1035 y, en ese mismo mes, volvía a dominar Tierra de Campos y restauraba de nuevo la sede palentina, como si la anterior ocasión no hubiera sido válida, aunque se considera que el documento donde se relata este suceso puede ser falso. Manifestaba así su intención de no abandonar sus intereses políticos en el condado castellano, y también lo hacía al extender los límites de la sede palentina a tierras castellanas de Castrojerii., Villadiego y Amaya. Mientras tanto, parece que Sancho Garcés 111se había retirado y no tuvo tiempo de iniciar otras acciones antes de su muerte. B)

Femando I de Castilla: de conde a rey.

Femando debió intentar, en un primer momento, la resolución por vía pacífica de la disputa con Vermudo III por las tierras entre Cea y Pisuerga, que el leonés tenía en su poder, y a esta actitud respondería la visita que su mujer, Sancha, efectuó a León a comienzos de 1036. La ruptura no ocurrió hasta comienzos del año siguiente: Vermudo reunió una hueste formada sobre todo por gallegos y asturianos, con el auxilio de su alférez o armiger Nepociano Osórez, del conde Vermudo Ordóñez, que era nieto de Vermudo 11;del obispo de Santiago, Cresconio, y otros magnates y avanzó hacia el este ya en el mes de agosto. Femando pidio ayuda a su hermano García de Pamplona y ambos hicieron frente al rey leonés, que había entrado en territorio castellano, en Tamarón, al este de Castrojeriz: allí se libró la batalla, un miércoles de septiembre del año 1037, en la que murió Vermudo III, con lo que el reino de León vino a las manos de su hermana Sancha y de su cuñado y adversario Femando. Las resistencias no cesaron inmediatamente: durante varios meses, hasta junio de 1038, dominó en León el conde Femando Laínez. Pero Femando y Sancha actuaron con rapidez·: recibieron en Oviedo el reconocimiento de otros miembros de la familia de Alfonso V y de cada vez más nobles hasta que. en junio de 1038. entraron pacíficamente en León, donde conservó la tenencia de la ciudad el conde Fernando Laínez, al que sucederá su hijo Laín Fernández. Otro hijo del conde, Pelayo, fue armiger real hasta 1044 en que tomaría el cargo Ordoño Ordóñez. La Historia Silense, escrita o bien a finales del siglo XI o bien en el segundo cuarto del siglo XII, es, con todos sus defectos, la principal fuente narrativa sobre el reinado; su autor afirma que Fernando fue coronado y ungido en la catedral de León el 22 de junio, pero la realidad de esta ceremonia, como de otras del mismo tipo anteriores a la que protagonizó Alfonso VII en 1135, han sido objeto de radical crítica 8 , que las considera fruto de una prolongada manipulación cronística destinada a magnificar ciertas formas de legitimación del poder real que, por otra parte, ni eran necesarias para su ejercicio y reconocimiento en León y Castilla ni añadían nada a la efectiva condición regia. Como tampoco el uso del título imperial, que no aparece en los documentos de la cancillería fernandina, aunque sí se lo atribuyan varios eclesiásticos contemporáneos a partir de 1040, un par de origen aragonés en l 041 y l 046, varios de los mismos· hijos de Femando desde 1072 y algunas crónicas, como el Cronicon Complutense, que se refiere a él como imperator fortissimus al narrar la conquista de Coimbra. Parece tratarse más de una calificación usual que no

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EL REINADO Y LA HERENCIA DE FERNANDO l. 1035-1072

55

de un título político estable aunque, sin duda, tal uso responde a una tradición singular . Fernando se titulaba rey: el primer documento original y auténtico en que aparece con tal denominación es de 21 de junio de I 038 (Ego Fredinando rex, pro/is Sancioni regis, et regina domna Santia ...). Lo era, y nadie lo ponía en duda , de León y de Castilla. C)

El rey y los nobles .

Sin embargo, el reinado de Femando I no siempre fue tranquilo. Rebeldías esporádicas de unos u otros nobles le obligaron a actuar enérgicamente , sobre todo hasta el año l 050 . A través de la lectura de testimonios escasísimos y dispersos se tiene la impresión de que las resistencias fueron más frecuentes de lo que parecería habitual. Algunos noble s fieles a Ordoño lII desaparecen de la corte: el antiguo armiger Nepociano Osórez , los condes Rodrigo y Álvaro Ordóñez, Ordoño Vermúdez, hijo de Vermudo II, y otros, condes también , como Oveco Vermúdez, Orduño Mitis, Pedro Froilaz o Fruela Muñoz 9 • Las revueltas de mayor importancia ocurrieron en Galicia, donde el conde Nuño Rodríguez, hijo del también rebelde Rodrigo Romániz , se sublevó en I 059; todavía en l 062- l 065 lo hizo uno de los nobles principales, el leonés Laín Fernández. En ambos casos, la derrota iba a compañada por la confiscación de bienes. Pero nada sabemos sobre las causa s específicas en cada caso ni tampoco sobre las situaciones políticas generales que atizaban aquellos conflictos, aunque parece cierto que disminuyeron mucho en la segunda mitad del reinado, cuando Femando I comienza a perseguir objetivos políticos de mayor alcance . Es posible que parte del malestar se haya debido al empeño del rey por mostrar el carácter no hereditario , y ni siquieFemando I, rey de Ca stilla. Retrato en el ra fijo, de los gobiernos territoriales, que solían adoptar, sobre Diurna/ de los reyes de Castilla. Bibliotetodo en León , la forma institucional de condados, aunque a ca de la Universidad de Santiago de Com postela veces los sustituyera por tenencias, al modo pamplonés. Pero, en uno u otro caso, el margen de maniobra regio era pequeño , ya que la cantera social de donde procedían los cargos era la misma, por más que Femando l haya intentado ampliarla al estrato de la nobleza menos poderosa de los infanzones , lo que es especialmente claro en el condado de Portugal; la mayor movilidad, si es que la hubo, engendraría inestabilidad y resistencias aunque también un reforzamiento de los lazos de fidelidad, pero no siempre un aumento efectivo de la capacidad de acción que tenía el poder regio. Algunos ejemplos pueden ilustrar estas consideraciones generales: el condado de Portugal estaba en manos de los descendientes de Gonzalo Menéndez, pero cuando murió asesinado el conde Menendo Núñez después de más de veinte años de gobierno, en 1054, el rey aprovechó la minoridad de su hijo Nuño Menéndez para gobernar el condado por medio de infanzone s con título de merinos y vicarios, sin asegurar la sucesión automática , aunque Nuño fue también conde pero con

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SANCHO 111"el Mayor· Rey en Pamplona . Aragón , Castilla, Sobrarbe, Ribagorza. Alava y Nájera , lmpera tor Hispaniae (1032), • ce 991192 ten la Bureba 18 oct . 1035, sep. San Salvador de Oña . Casóen 1010 con MUNIADOMNA alias MAYOR SÁNCHEZ, t d . 13 jun . 1066, sep. Oña; hija de Sanc ho García, conde de Castilla, y de la condesa Urraca

1 1



FERNANDO 1 Rey de Castilla y León, •ce 1018 t León 27. dic.1065, sep. San Isidoro . Casó a fines de 1032 con SANCHA DE LEÓN, t Frómista 7 nov . 1067, sep. San Isidoro de León; hija de Alfonso V, rey de León. y de la reina Elvira Ménende,

1

1

JIMENA •ce 1019 t d. 21.dic .1063, sep. San Isidoro de León. Casó a. 17 feb . 1035 con VERMUDO 111,rey de León, t Tamarón 4 sept . 1037,

GONZALO Rey en Sobr arbe y Ribagorza . • ce 1020 t ases inado en Monclús 26 jun . 1045, sep. San Vitorián de Sobrarbe.

s.s.

s.s.

1

ALFONSO VI Reyde león y Castilla, /mperator rorius Hispaniae , • ce1040 t Toledo 30 jun . 1109, sep. 5ahagun . úso 1• a. 16 j un . 1074 con INÉS, t 6 jun . 1078. sep. Sahagún ; h,¡ade Guill ermo VIII. duque de Aqu itania , y de la duquesa M at ilde de la Marche . úso 2" a 8 may. 1080 con CONSTANZA. ta . 25 oct . 1093, sep. Sahagún ; viuda de Hugo 11,conde de Chalon ·sur•Saone. h,¡a de Roberto l. duque de Borgoña, y de Helie de Semour . úso 3" d 25 no \/ 1093 con BERTA.t a. 15 ene. 1100, sep. Sahagún ; ¿hija de Amadeo 11, conde de Saboya? Cnó d 15 ene . 1100 con ISABEL.antes llamada ZAIDA. t sobreparto 12 sep. 1107, sep. Sahagún; viuda de al-Ma'mún lbn'Abbad. h1¡0 de Mut,ammad al-Mu 'tamid lbn 'Abbad Rey de Sevilla. Cnó S"a. 211may. 1108 con BEATRIZ.luego esposa en 1110 de Heli as. conde del Maine ; hija de Guillermo IX. duque de Aquitania y cltH1ldegarda de Borgor.a

1

1

1

GARCIA Rey de Galicia • ce 1042 t cast. Luna 12 mar . 1090, sep. San Isidoro de León

,

1 Hij os del 4•

1

URRACA 1 Roto.,de Castilla y León , ' « 1081t Saldaña 8 mar . 1126, sep. San Isidoro de León. ÚlÓ 1• Toledo d ic. 1092/ene . 1093 con RAIMUNDO DE BORGOÑA, cond e de Amous en Borgo/la , conde en Galicia (desde 1093), t Grajal 13 sepJ13 d ic . 1107, sep. Santiago . úso 2" Castillo de M uñó , Burgo s, sep. 1109 con Al.FONSO1 "el Bata lla dor· , ,.., clt Aragón y Pamplona (matr . anulado en 1114), 'P ohll1no 7 sep. 1134 , sep. Montearagón .

1

SANCHO Infante heredero , • ce 1093 t Uclés 30 may . 1108, s.s

11

SANCHA • 1101 ta . 10 may. 1125. Casó 1120 con el conde RODRIGOGONZÁLEZ de Lara, t a. 15 feb . 1143, sep. Osma, c.s.

Two rrl.Oones a partir de 1114 con el conde

PEDR O GONZÁLEZde Lara. t Bayonne 16 oct . 1130

1

H,jo\ del 1•

t

1

1 ALFONSO VII ·e l emperador·. rey de Castill a y León

1

Reyes de Castilla y León

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1

ELVIRA • ce 1102 t 6 feb . 1135. Casó 1118/1120 con ROGERIO11, duque de Apulia y, desde 1130, rey de Sicilia, t 26 feb . 1154, c.s.

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•= nacimiento muerte

t: sep.: cat.:

sepultura catadral aist.: castillo mon.: monuterio a.: antes de d.: despuésde ce: drai

a.:

Hijo natural con 5ANCHA DE AIBAR t d. 27 oct. 1070

1

1

RAMIROI Rey en Aragón, • ce 1008 t Graus 8 mar. 1064, sep. San Juan de la Peña

con sucesión

SS.: sin sucesión

1

MAYOR •ce 1012 t 1037/39.

GARCIASÁNCHEZ111

Casó en 1023 con PONS 111, conde de Tolosa y marqués de Provenza,

1

Rey en Pamplona y en Nájera. •nov. 1016 t Atapuerca 1 sept. 1054, sep. Santa Maria de Nájer a

t

1061,

1

C.5.

Reyesde Aragón

1

Reyesde Navarra

1

URRACA • ce 1035 t 1101, sep. San Isidoro de León

SANCHOII Rey de Castilla y León, • ce 1037 t asesinado en Zamora 7 oct. 1072. Casó a. 26 mar. 1071 con ALBERTA. t d. 10 may. 1071,

1

ELVIRA • ce 1039 t 10 nov. 1101, sep. San Isidoro de León

5.5.

Hija, naturall'S con JIMENA MUÑOZ. t d. 25 may. 1128. sep San Andrlk de Espin•reda; hiJa del conM MuntO Gonzalez y de la condfta Mayor

1

1

ELVIRA

• ce 1079 t 30 sept. d. 1151, sep. Sahagún. Casó 1º 1094 con RAIMUNDO IV de Saint Gilles, conde de Tolosa, t Tierra Santa 30 ene. 1105. Casó 2º 1112 con el conde FERNANDO FERNÁNDEZ, ta. 1129, c.s.

1 TERESA • ce 1080 t 1 nov. 1130, sep. cat. Braga. Casó 1° a. 14 feb. 1095 con ENRIQUE DE BORGOÑA. conde en Portugal y Coimbra, t Astorga 1 nov. 1112, sep. Braga. Casó 2º ce 1124 con el conde FERNANDO PÉRE2 de Traba t 15 sep/27 oct. 1159

1

Reyesde Portugal

1 5ANCHA •ce 1102 t León 28 feb 1159. sep. San Isidoro de león

Genealogía de los reyes de Castilla y Le>67 • Fuera del Camino. en esa zona «bisagra» que antes mencionábamos, pero en condiciones semejante s a las que se acaban de descri bir. crecían a fines del XI Palencia, restaurad a a partir de 1032, aJ cuidado de sus ob ispos-se ñore s; Zamora. desde mediado s de siglo , bajo el gobierno de Raimundo de Borgoña ; Valladolid. sobre todo desde el privilegio conseguido en 1095 por su poblador , el conde Pedro Ansúrez, y, un tanto al margen, Osma, sede episcopal desde 11O1, cuyo nuevo emplazamiento en El Burgo sustituiría por completo al primitivo . De la pujanza de los núcleo s urbano s en torno a Tierra de Campo s y su entorno rural da idea el hecho de que , a media dos del xu. hayan nacido en ellos las ferias más antiguas del reino : Valladolid, Palencia , Sahagún , Carrión, Castrogonzalo. Se diría , utilizando una frase de Martínez Sopena , que «al incastillamento altomedieval ha sucedido el inurbam ento como forma de organización espacial », y no sólo en el Camino de Santiago aunque en éste el hecho ocurriera a menudo antes y conservara durant e cien años su capacidad de «irradiación económica. est rechamente asociada a su situació n entre zonas de aptitudes di stinta s al norte y al sur, así como a su ca rácter de eje de comunicación del este co n el oeste» 68 .

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Mapa de la Penínsul a Ibérica a la muene de Rodrigo Díaz de Vivar. en el año 1099 . (De R. Menéndez Pida l. La Esplllia del Cid)

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LA ESPAÑA DE ALFONSO VI

En tomo a Tierra de Ca mpos . durante la seg unda mit ad de l siglo XII. nace n las ferias más antiguas del reino, entre las que se cuenta la de Sahagún

Pero esto no quit a para qu e en aqu ella época, ca racterizada por «la superac ión del aislamiento » 69 , siguiera n siendo rural es muchos de los aspectos más profund os y menos co noc idos de las tra nsfo rm aciones del poblamiento y la mayo r parte de las rel ac iones soc iales que se establecí an, inclu yendo buena parte de aquellas cuyos protago nistas tenían ya residencia urb ana. Entr e el Cantábrico y el Due ro, el siglo x había sido «clave en el proceso de co lonizac ión», orga nizac ión e insta lac ió n hum ana, mediante «la creación de una red de unid ades de ase ntamiento homólogas: las aJdeas » (García de Cortáza r). En el XI ocurrió una paulatina jerarqui zac ión de los núcleos de població n, co nsec uente co n los procesos de transfo rmac ión soc ial. pol ítica y ecles iástica. La ex pansión de nuevos tipos de relac iones propios de una soc iedad feudal en pro ceso de madu rac ión -fo rmación de gra ndes domini os , señorío rural , co nso lidació n de casas nobles. vasa llaj e, refo rma ec le iás tica- co ntribuyó mucho a los ca mbi os que oc urren en e l poblamieto, cuyo aspecto más destaca do fue la promoc ión de las villas dota das de fuero. y, entre ellas, muchos de los núcleos urbanos más importantes que hemos mencionado aquí. b)

La ex tremadu ra.

La co lo nizac ión y orga nizació n de las extremaduras y. en e l sector caste llano. de la tra11 sierra ha sta la a ltur a de los Montes de Toledo fue una obra nueva. come nzada e intensamente desarrollada e n tie mp os de A lfonso V I. do nde se co mbi naban e l interés mi litar, más anti guo y urge nte

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140

HISTORIA DE ESPAÑA

-defensa de la frontera y del territorio--, con los de tipo económico, social y político: poblamiento y puesta en explotación de la tierra, ordenación de la sociedad y de los poderes implantados en ella. La monarquía dirigió todo el proceso a través de la concesión de fueros y el paulatino desarrollo del régimen concejil, y, junto con ella, la jerarquía eclesiástica mediante el proceso de restauración y organización de sedes episcopales. Pero en la transierra toledana había ya núcleos urbanos, población y un territorio organizado, según se explicó páginas atrás, mientras que en la extremadura nada de esto existía. Aunque recientes estudios toponímicos indican que no en todas partes había una despoblación total, sobre todo al norte de la línea Salamanca-Medina del Campo-Cuéllar. lo evidente es que se trataba de un territorio desorganizado y casi abandonado donde la tarea colonizadora estableció una «nueva planta» en todos los aspectos 70 • Antes de la conquista de Toledo. había comenzado la repoblación de núcleos que ya habían existido durante la primera y frustrada repoblación del x, cuyos resultados no resistieron a las crisis y destrucciones del último cuarto de aquel siglo: Sepúlveda, que recibe en 1076 un fuero ejemplar para el futuro ordenamiento jurídico de la extremadura y definición de privilegios de la «caballería villana» que viviría en ella. También, Íscar. Cuéllar, Coca, Olmedo, Medina del Campo y Arévalo. En los años que siguieron a la toma de Toledo fue muy urgente asegurar la retaguardia de esta ciudad y sus comunicaciones con el valle del Duero, por lo que el conde Raimundo de Borgoña, en nombre del rey. organizó la población de Segovia y Ávila, dotadas de amplísimas tierras que se extendían también a la-;sierras de Guadarrama y Gredos, respectivamente, y a su vertiente sur, por ámbitos no tocados por los hombres salvo, en ocasiones, para alguna actividad pastoril, que era preciso arrancar del dominio de osos, jabalíes y otras fieras para transformarlos de saltus en ager humanizado: ... ajlumine Durio usque ad montes et a termino al'ilensi usque ad terminum auxumensem quam terram de ursorum et apror111ndi1·ersiq11egeneris ferarum ereptam populavi et de heremo in agriculturam cwn multo dispendio et inexpugnabili arque muftipfici m,mirione firmavi -leemos en un documento regio de 110771•

En Ávila. según A. Barrios, los pobladores procedentes de la sierra de la Demanda (Covaleda, Lara, Cinco Villas) se habían instalado ya hacia l 090, seguidos, hasta 1120 aproximadamente, por más castellanos, vascos-navarros y aragoneses, y por algunos mozárabes y, desde la cuarta década del XII, por judíos 72• El proceso poblador fue semejante en Segovia; en ambas ciudades. los francos fueron escasos. y en parte su presencia se debe a motivos eclesiásticos. En el alto Duero. la creación del obispado de Osma ( 1088) fue punto de partida para una repoblación, en general. algo más tardía: Gonzalo Núñez de Lara, tenente de Osma. repobló ya Andaluz, Almazán y, desde 1104, Medinaceli. Pero el impulso principal se debió a Alfonso I de Aragón que, tras la conquista de Zaragoza, organizó la población de Soria en 1119. Agreda, Ariza y Deza, con colonos procedentes tanto de La Rioja y Navarra como de la Castilla oriental, en la que gobernaba, en especial de las mismas aldeas preexistentes en la tierra soriana, lo que contribuye a explicar el mayor equilibrio en la relación ciudad-campo y el papel importante de los grupos de parentesco durante las dos o tres primeras generaciones que siguieron a la repoblación u_ Algo más al sur, impulsó la población de Almazán. Medinaceli y Atienza, con lo que se pusieron las bases para llevar a cabo la de Sigüenza cuando se conquistó esta plaza en 1124. Salamanca fue el núcleo principal de la extremadura leonesa. poblada también por el conde Raimundo como cabecera de una línea de defensa en el Tormes que incluiría después Alba. poblada en los años treinta y cuarenta del siglo XII. Los nuevos habitantes de Salamanca procedían de las próximas tierras de Toro y Zamora. de León y Castilla. y también. en menor medida, de Galicia y Portugal. Huho igualmente algunos francos y, como en Ávila o Segovia, también judíos, de los que hay noticia en la tercera década del XII. La tierra de Salamanca llegó en su momento de

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SALAMANCARágama

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Fresno• Sepúlveda• •Ril!~a,

•Olmedo

Madrigal•

Calatai'lazor •

San Esteban , -Osma

•Haza Pei'lafiel•

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SORIA

·• Clunia



•Alcalá

• El Barco

de

•Plasencia

Campo Arafluelo

.·•

- Oropesa



Talavera

• TOLEDO

Mapa de la extremadura castellana. según Julio González

máxima extensión hasta los extremos de las sierras de Gata y Peña de Francia, al sur de las cuales se alzaba Coria como único punto defensivo, perdido y sólo recuperado en 1142. de modo que las posibilidades de aprovechamiento y repoblación serían escasas y difíciles hasta la segunda mitad del XII, cuando se poblaron Ciudad Rodrigo y Ledesma. Aquellas nuevas ciudades -incluso cuando utilizaban emplazamientos de época romana- tenían a menudo un trazado irregular, incluso el aspecto de una yuxtaposición de aldeas, que respondía, en principio, al origen o natura de los pobladores, y acaso también a veces a su agrupación en núcleos de parentesco amplios, y ni siquiera todas esas «aldeas» quedaron siempre dentro del perímetro de las respectivas murallas: es el caso de Soria, Segovia y Ávila, pero no el de Salamanca. que desde el primer momento fue una «ciudad agrupada y coincidente con el espacio amurallado» (Villar García). Todas ellas fueron desde el primer momento centros organizadores de amplios territorios, a los que aseguraban protección militar. estatuto jurídico común (el respectivo fuero) y organización económica, tanto al monopolizar la función de mercado como porque eran los grupos sociales dominantes de propietarios de tierras y ganados, avecindados preferentemente en la ciudad, quienes decidían sobre la creación de aldeas, atribución de tierras y aprovechamiento de los espacios comunales, de modo que la colonización, a la vez que creaba gran cantidad de pequeños propietarios rurales. mantenía abiertas las puertas al predominio de oligarquías urbanas. El proceso de poblamiento del campo fue largo y desigual porque se basó en los recursos demográficos internos después de la época de repoblación e inmigración, que concluye antes de mediados del siglo XII. y

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HISTORIA DE ESPAÑA

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Bartolomé

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. Andrés

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Catedral Iglesias - Conventos

Plano de Áv ila . Co mo ciud ad impo r1ante de la ex/remadura cas tellana. fue repob lada co mpletamente en la primera mitad del siglo X II. Seg ún Amando Rep resa

dependi ó cada vez más de intereses económicos y sociales ya establecidos. Sólo conocemos su resultado final, hacia 1250, cuando en la extremadura castellana había en tomo a 1.400 aldeas y unas 550 en la leonesa. Más numerosas en las tierras cerealistas de la cuenca del Duero, mucho menos en la sierra y al sur de ella, donde seg uían predominand o el bosque y la dedicac ión pastoril sobre los camp os cultivados: allí. la co lonizac ión continu aría hasta los últim os siglos medieva les . cuando ya habí an llega do a su madurez las instituciones o proce dimi entos organi zadores del territorio de uso co mún y sus recursos, que co noce mos co n el nombr e de comuni dades de villa y tierra . en las que participaban tant o la ciudad-cabece ra como sus aldeas dependientes. Para entonces se había ex tinguido otra fuente de rec ursos ca racterística del siglo XII y prim era mitad del XIII: la prác tica de la guerra co ntra al-And alus y la obtención de botín 7~. Para lleva rla a ca bo. las ciud ades de la ex tremadura tuvieron una fuerte orga nizac ión milit ar y la ca pac idad para orga nizar sus propi as milicias bajo la autoridad de l te11e 11te del rey en una prim era época. y de su propios o ficiales del co ncejo cuando éste alcanzó autonomía, a partir ele la tercera y cuarta décadas del siglo XII. Poco a poco, el poder dir ec to de l rey ej erc ido por su represe ntante en la ciud ad fue cediendo autonomía al co ncej o, pero esta transferencia del palatiwn a favo r del conc ilium fue lenta, no culmin ó hasta el últim o terc io del XII y no corre sponde. por lo tanto, a la época inicial que ahora estudi amos . Sí se marca a partir de ella. sin embargo, el predo mini o soc ial de los grupos de vec inos propietarios de tierra y ganados sobre los otros hab itantes. y, en su seno, el de los que podían co m-

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143

LA ESPAÑA DE ALFONSO VI

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LA ESPAÑA DE ALFONSO VI

Vle au X/Jesiecfe, Lisboa, 1947, págs. 341-439. J. F. O'CALLAGHAN."The Integration of Christian Spain into Europe: the Role of Alfonso VI of Leon-Castile», en B. F. REILLY.ed .. Santiago, Saint-Den is and Saint-Peter. The Reception of the Roman Liturgy in Leon-Casti/e in / 080. Nueva York, 1985, págs. 1O1-120. Un excelente resumen sobre la reforma en León y Castilla, A. GARCÍAY GARCIA,«La reforma gregoriana en los reinos ibéricos», Iglesia. sociedad y derecho. Salamanca, 1987, n.recogido en «Concilios ysínodos en el ordenamiento jurídico del reino de León», El Reino de León en la Alta Edad Media, I, 1988. págs. 360-384. También. R. FLECITTER. «La~ Iglesias del reino de León y sus relaciones con Roma en la Alta Edad «Les Media hasta el Concilio de Letrán de 1215». ibídem. VI. 1994. 459-495. Sobre la situación en Coimbra. G. PRADALIÉ, faux de la cathédrale et la crise aCoimbre au début du XIIsiecle», Melanges Casa Velá:.que:.,X ( 1974). págs. 77-98. 1~ Poco después de la batalla de Almenar se escribió el Carmen Campi Doctoris. el poema más antiguo sobre Rodrigo Díaz, obra de un monje de Ripoll enemigo de Berenguer Ramón II y seguidor de su hermano Ramón Berenguer II. que fue asesinado en diciembre de 1082. La fama de Rodrigo como guerrero vencedor crecería aún más como consecuencia de otras batallas. por ejemplo la de Morella. contra Sancho Ramírez. en agosto de 1094. 1~ Parto de la hipótesis de que se trata de Almodóvar del Río. en el camino de Sevilla a Córdoba, posición muy fuerte desde la que se podía ejercer un control y vigilancia semejantes a los que permitía Aledo sobre el sudeste. Menos valor y sentido estratégico y político tendría el dominio de otras localidades del mismo nombre. por ejemplo. Almodóvar del Campo. al sur de La Mancha. aunque estaba en el camino de Toledo a Córdoba. 17 En aquella ocasión cayeron prisioneros de Rodrigo el obispo de Roda, Ramón Dalmacio; el conde Sancho Sánchez de Pamplona, el mayordomo real aragonés. Blasco Garcés, siete tenentes del reino y otros caballeros. incluyendo castellanos y leoneses al servicio de Sancho Ramírez. La victoria de Rodrigo Díaz fue total. 1• Véase la amplia colección de trabajos titulada Estudios sobre Alfonso VI y la reconquista de Toledo. Toledo. 19871990. 4 vol. Observaciones de interés. en J. MIRANDACALVO.la reconquista de Toledo por Alfonso VI, Toledo, 1980, y en R. IZQLIIERDO BENITO,A(fo11soVI y la toma de Toledo, Toledo, 1986. 19 E. AsITTOR,The Jews of Moslem Spain. Philadelphia, 1973-1979. 2 vol. ~• El texto es de Ibn Bassam. R. MENÉNDEZPIDALy E. GARCÍAGóMEZ, «El conde mozárabe Sisnando Davfdiz y la política de Alfonso VI con los taifas». Al-Andalus. XII ( 1947). págs. 27-41. " R. GoNZÁLVEZ,«The Persistence of the Mozarabic Liturgy in Toledo after A.D.1080», en Santiago, Sailll-Denis ...• págs. 157-185. F. J. HERNÁNDEZ, «La Cathédrale. instrument d'assimilation». en L. CARDAILLAC, ed .• Tolede, XII-XIII: M11.mlmans.chrétiens et juifs: Le savoir et la tolérance. París, 1991. págs. 75-91. :: Sobre toda~ estas cuestiones. J. ÜONZÁLFZ. Repoblación de Castilla la Nuem. Madrid. 1975-76, 2 vol.: J.-P. MOLÉ· \\AT.CampagneJ et Monts de Tolede du X/Je au XVe siecle. París. 1992 (Université de París IV. These d'État). y «L'organisation du territoire entre Cordillere Centrale et Sierra Morena du xne au x1ve siecle». en A. RucQLJOI,ed., Génesis medieval del Eswdo Moderno. Castilla y Navarra, 1250-/370, Valladolid, 1987. págs. 67-78. así como «Permanence de l'influence de la civilisation arabo-islamique dans la Péninsule Ibérique "reconquise" (Xle-xve siecles) notamment atravers les minorités "transculturelles" (mozárabes et mudéjares). Le cas tolédan et les autres». en L'Occident musulman et l'Occident chrétien au Moyen Age, Rabat. 1994. págs. 269-282. F. J. HERNÁNDEZ. «Los mozárabes del siglo XIIen la ciudad y la iglesia de Toledo». Tolerum 16 (1985), págs. 57-124. G. MARTINEZDiEZ. «Estructura administrativa local en el naciente reino de Toledo», E.H11dios...AlfonsoVI... Toledo. Toledo. 1987. 2. págs. 43-162. Estos autores recogen toda la bibliografía anterior. Véase también, R. PASTOR.Del Islam al Cristianismo. En /as fronteras de dos formaciones económico-sociales. Barcelona, 1975. y «Poblamiento, frontera y estructura agraria en Castilla la Nueva ( 1085-1230)», Cua«Reflexiones sobre la noción de frondernos de Historia de España. 47-48 ( 1968). págs. 171-255. E. MITREFERNÁNDEZ. tera tras la conquista de Toledo ( 1085): fronteras reales y fronteras mentales,,, Cuadernos de Historia de España. LXIX ( 1987), págs. 188-215. y de los trabajos de J. Gautier-Dalché y J.-P. Molénat citados en nota 59. :J J. GoNzALFZ.Repoblación de Castilla la Nueva. l. pág. 109. :, Son fundamentales los libros de J. F. RIVERAREC'IOEl ar:.obispo de Toledo Don Bernardo de Cluny, Roma. 1962. y la Iglesia de Toledo en el siglo XII. Roma. 1966-Toledo, 1976. Sobre el patrimonio de la Iglesia toledana. del mismo autor. Patrimonio y señorío de Santa María de Toledo desde el /086 hasta el 1208. Toledo. 1974. F. J. HERNÁNDEZ. Los canularios de Toledo. Madrid, 1986 (2. 1 ed. 1996). F. J. GARCIALLIJÁN,Privilegios reales de la catedral de Toledo ( /0861462). Toledo, 1982, 2 vol.. y el artículo de S. PRous ZARAGOZA «La iglesia de Toledo. 1085-1247)», En la España Mediernl. 5 ( 1984 ). págs. 833-863. Y muchos datos contenidos en la obra de R. GONZÁLVEZ RLIIZHombres y libros de Toledo. I 086-I 300. tomo I. Madrid, 1997. introducción y caps. I a III. 2i J. PoRRESMARTINCLETO.«La iglesia mozárabe de Santa Maria de Alficén», en Historia Mo::.árabe.Toledo, 1978. págs. 29-42. 16 A. GARCIAGALLO.«Los fueros de Toledo». Anuario de Historia del Derecho Español. 45 (1975). págs. 341-488. A.M. BARREROGARCIA,«La política foral de Alfonso VI». Estudios ...Alfonso VJ...Toledo, Toledo, 1987. l. págs. 115156. M. L. ALONSO,«La perduración del Fuero Ju:.go y el derecho de los castellanos de Toledo». Anuario de Historia del Derecho Español, 48 (1978), págs. 335-377. 27 Los términos de la cuestión fueron resumidos. así como expuesta su tesis principal. por R. MENÉNDEZ PIDAL.El Imperio Hispánico y loJ Cinco Reinos. Dos épocas en la estructura política de Espa,ia. Madrid. 1950. Véase también P. E. SCHRAMM. «Das kastilische Konigtum und Kaisertum wahrend der Reconquista ( 11. Jahrhundert bis 1252)». en Fesrschrift ... Gerhanrd Ritter. Tubinga. 1950. Otros puntos de vista. en A. GARC!AGALLO.«El imperio medieval español». Arbor. 4 ( 1945 ). págs. 199-228: R. GIBERT.«Observaciones a la tesis del Imperio Hispánico y los cinco reinos». Arbor. 18 ( 1951), págs. 440-456; A. SÁNCHEZCANDEIRA,El regnwn-imperium leonés hG.l'tCI 1037, Madrid, 1951: A. UBIETOARTETA.«Navarra-Aragón y la idea imperial de Alfonso Vil de Castilla», Eswdios d1•Edad Media de la Corona de Aragón. 6 ( 1956). «El lento predominio de Castilla», Revista Ponuguesa de História, 16 ( 1976). págs. 63-81. La págs. 41-82; J. M.1 LACARRA. variedad de intitulaciones de Alfonso VI, en R. MENÉ''.:DEZ PmAL, La Espa,ia del Cid, ,,disquisiciones» 3.1 y JO.ª sobre el

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HISTORIA DE ESPAÑA

título imperial. F. J. HERNÁNDEZ. ú>s canularios de Toledo, Madrid, 1996 l2.ª ed.). La presentación más metódica de la cuesGllTIÉRREZ, La coleC'Ció11 diplomática de Alfonso VI.... A. MACKAY y M. BENABOLID, «Alfonso VI of tión, en A. GAMBRA Leon and CaR:--:o¿_ «No1;1,par;1el c,llld1u del ·pctilum· ... en Viejos _1· 11/11'1·01 t'.\/lrdios sohre las i111ti111cio· 111·.1 1111•tlic1·ules npt11111/11 .1 . l\bdnd. 1976. 11. p;íg,. lJ29-967.

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LA ESPAÑA DE ALFONSO VI

"7 Así lo sugiere la tradición tardía que afirma que Zaida fue enviada con una «dote» compuesta por las plazas que dominaba al-Mu'tamid en la submeseta sur: Caracuel, Alarcos, Consuegra, Mora, Ocaña, Oreja, Uclés, Amasatrigo, Cuenca. En realidad. Alfonso VI se haría con ellas en el momento del desastre. seguramente por retirada de sus guarniciones o entrega voluntaria. -1, Al año siguiente, el 28 de agosto de 1092. el primado Bernardo de Toledo consagró la catedral de Braga. Esta es la fecha propuesta por REILLY,pero A. DACOSTAy otros autores ponugueses prefieren la de 28 de agosto de 1089 (Dedicarao da Sé de Braga. 28 de agosto de 1089. Resposta a Bernard F Reilly. Braga, 1991) y con esta referencia se celební el congreso sobre el IX Centenário da dedirnrao da Sé de Braga. Congresso lntemacio11al. Braga. 1990. "" REILLY, págs. 24 7 y 248. ·'º REILLY,pág. 250 ' 1 Según la hipótesis de Lévi-Provern;al, Zaida murió de resultas de aquel pano. interpretando la fecha de su epitafio en Sahagún como 12 de septiembre de 1093. Es posible, ante la falta de noticias posteriores y la edad a la que debió morir Sancho, en la batalla de Uclés. pero no hay seguridad. Otros autores retrasan su muene hasta 1107, bautizada ya con el nombre de Isabel (J. DE SALAZARY ACHA.«Contribución al estudio ... »). E. LÉVI-PROVE~:ÉNDEZ PIDAL.. Cid, 7.ª ed., 1996. pág. 56) ¡_asistimos al cumplimiento de esta predicción'! Creo que no: gracias a esta crítica reciente. podemos volver con mejor criterio a la lectura de los autores anteriores. separar al Cid histórico del literario y. sin embargo. conservar la sensibilidad necesaria para seguir apreciando la grandeza tanto del uno como del otro. Los grandes avanm h11e11 hora ces de la crítica literaria sobre el Camar o Poema. en R. WRK;HT.«Escribir el Poema de mio Cid,,_ en Al q111·

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HISTORIA DE ESPAÑA

nari6. E.uays on the Spanish Epic and Bailad in Honour of Colin Smith, Liverpool, 1996, págs. 189-201. F. J. HERNÁNDEZ.«Historia y Épica. El Cantar del Cid entre 1147 y 1207». Actas del l/1 Congreso Internacional de la Asociación de literatura Medieval, Salamanca, 1994, I, págs. 453-467. A. MONTANER FRUTOS, ed .. Cantar de Mio Cid, Barcelona, 1993. 1.1. DuGGAN,The Cantar de Mio Cid. Poetic Creation in its Economic and Social Comexts, Cambridge. 1989. F. LóPEZ ESTRADA. Panorama crítico sobre el «Poema de Mio Cid». Madrid. 1982. C. SMITH.The Making ofthe «Poema de Mio Cid», Cambridge, 1983. M.• E. LACARRA, El Poema de Mio Cid: realidad histórica e ideología. Madrid, 1980. " Véase P. MARTINEZ SOPENA.«Fundavi bonam villam: la urbanización de Castilla y León en tiempos de Alfonso VI», en El Fuero de l.ogroño y su época, Logroño. 1996, págs. 167-187. En las páginas siguientes me limitaré a resumir muy brevemente puntos de vista expresados en los últimos años por algunos autores, principalmente en publicaciones como Organiwción social del espacio e11 la España medieval ... (Coord. 1. A. GARCÍA DECORTÁZAR), Barcelona, 1985. ln reconquista y repoblación de los reinos hisplÍnicos. Estado de la cuestión de los últimos cuarenta años (V Asamblea General de la Sociedad Española de Estudios Medievales). Zaragoza. 1991. Lns sociedades de frontera en la España medieval, Zaragoza. 1993. El Camino de Santiago y la articulación del espacio hispánico, Pamplona. 1994. 1,2 J. GALrrtER-DALCHÉ, «L'organisation de l'espace pastoral dans les pays de la Couronne de Castille avant la création de la Mesta». en Économie et société dans les pays de la Couronne de Castille. Londres. 1982, págs. 153-166, y su Historia urbana de león y Castilla en la Edad Media (siglos IX-XIII),Madrid, 1979, segunda parte. '' J. I. Ru1z DELAPEÑA.«Repoblación y sociedades urbanas en el Camino de Santiago». El Camino de Santiago y la aniculación ... , págs. 271-314. Sigue siendo básica la gran obra de L. VÁZQUEZ DEPARGA.J. M.ª LACARRA y J. URiA lns peregrinaciones a Santiago de Compostela. Madrid, 1949. 3 vol. (reed. Pamplona, 1992). M 1. A. GARCIADECORTÁZAR, «El Camino de Santiago y la articulación del espacio en Castilla», en El Camino de Santiago ... , págs. 157-183. •~ A. M. BARRERO GARCIA,«Los fueros de Sahagún». Anuario de Historia del Derecho Español, XLII ( 1972). págs. 385-597. "" M. DEFOURNEAUX, les franrais en Espagne aux X/e et XI/e siecles. París, 1949. J. LALINDE ABADÍA,«La foralidad de francos». en El Fuero de l.ogroño y su época. Logroño, 1996, págs. 23-40. 1. l. Ru1z DELAPEÑA,«Las colonizaciones francas en las rutas castellano-leonesas del Camino de Santiago». en Lns peregrinaciones a Santiago de Compostela y San Sahador de Oviedo en la Edad Media. Oviedo. 1994. págs. 283-312. ~7 Citas de J. A. GARCIA DECORTÁZAR, «Del Cantábrico al Duero». en Organización social del espacio en la Espa1ia medieval, págs. 43-83. M P. MARTÍNEZ SOPENA,«El Camino de Santiago en Castilla y León y la historiografía reciente», en lns peregrinaciones a Santiago de CompoJtela y San Salvador de Oviedo en la Edad Media. Oviedo, 1993. págs. 171-190, y «El Camino de Santiago y la articulación del espacio en Tierra de Campos y León». en El Camino de Santiago y la articulación ... , pág. 211. '" E. PORTELA. «El Camino de Santiago y la articulación del espacio en Galicia». en El Camino de Santiago y la articulación ... , págs. 229-245. 711 Utilizo. principalmente. los siguientes trabajos: 1. GoNZÁLEZ. «La Extremadura castellana al mediar el siglo XIII». Hispa11ia,XXXIV ( 1974). págs. 265-424, y «Repoblación de la «Extremadura» leonesa». Hispania. III ( 1943). págs. 195273. J. M.ª LACARRA DEMIGUEL,«Les villes-frontiere dans l'Espagne des x1eet xne siecles», le Moyen Áge. 69 (1963). págs. 205-222. E. PoRTELA,«Del Duero al Tajo», en Organización social del espacio en la Espa1ia mediernl. págs. 85122. J. GAUTIER-DALCHÉ. Historia urba11ade león y Castilla .... cap. 6. L. M. VILLARGARCIA. la extremadura castella«Repoblación y feudalismo en 110-leo11esa.G11erreros.clérigos y campesinos ( 7/ l-1252 ). Valladolid, 1986. A. BARRIOS. las extremaduras». en En tomo al feudalismo hispánico. León. 1989. págs. 417-433. y «Repoblación de la zona meridional del Duero. Fases de ocupación, procedencias y distribución espacial de los grupos repobladores». Stvdia Historica, III ( 1985). 1. M.• MoNSALVO ANTÓN.«Transformaciones sociales y relaciones de poder en los concejos de la frontera. siglos XI-XIII.Aldeanos, vecinos y caballeros ante las instituciones municipales». en Relaciones de poder, de producción y parentesco en las Edades Media y Moderna, Madrid. 1990, págs. 107-170 y 33-82. M. AsENJOGONZALEZ, «La repoblación de las extremaduras (s. X-XIII)»,en lll reco11quistav la repoblación .... Zaragoza. 1991. págs. 73-100. F. J. MARTINEZLLORENTE, Régimen jurídico de la E.ttremadura castellana. las comunidades de villa y tierra (s. X-XIV). Valladolid, 1990. J. I. Ru1z DELA PE!'IA.«Ciudades y sociedades urbanas en la frontera castellano-leonesa ( 1085-1230)». en Lns GARCIA.«Los derechos de sociedades de frontera en la Espmia medieml. Zaragoza. 1993.págs.81-109. A.M. BARRERO la frontera». en Lns socit,dades defro11tera.... págs. 69-80. No incluyo los casos portugueses. donde el conde Enrique otorgó también numerosas «cartas de foral», sobre todo en la región de Coimbra: una interpretación general. en R. DURAND. les campagnes portllgaises entrt' D011rol:'t Taf,!ea11xXI/e et X/lle .1frcll'S.París. 1982. '' F.1. HERNAr-.DEZ. los cartularios de fo/edo. Madrid, 1996 (2.• ed.J. doc. núm. 14. Texto utilizado ya por diversos autores. entre ellos 1. GoNZALEZ. J. F. RIVERA RECIOo 1. GAl'TJER-DALCHÉ. Véase también sobre estas cuestiones J. GAL1TIER-D-,1cHÉ. «Fiction. réalité et idéologie dans la Crónica de la poblacirín de 1\l'ila». Ra:o rNice). I ( 1979). págs. 24-32. 7' La argumentación sobre el papel inicial de los grupo~ de parentesco en Soria y otras zonas extremaduranas. con mayor equilibrio entre ciudad y aldea,. y su progresi,a sustituci6n por el predominio de los ..-:ahallerosvillanos de residencia urbana. en M. AsE~JO.«La repoblación de las extremaduras ...». ,, Estudio detallado en 1. F PowE~S. A Socict_,.orga11i;edfor 1rnr. The /hcri11111111111icip11/ militias in the Central l,,fiddle A ges. /000- I 284. Berkeley/Lm Angeles. 1988.

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CAPÍTULO 111 DE ALFONSO

VI A ALFONSO

VII

SUMARIO: 1. los últimos años de Alfonso V/.-A) El descenso de la tensión bélica.-BJ El infante Sancho. heredero del trono.-CJ El desastre de Uclés.-aJ La batalla y sus consecuencias.-bJ El problema político. Urraca. heredera del trono.-D) El final del reinado.-2. La organización del poder real.-A) El palatium regis.-B) La administración del territorio.-CJ Los recursos.-3. Urraca I y Alfonso el Batallador.-AJ Planteamiento político del reinado. El matrimonio con Alfonso 1.-B) De la precaria colaboración entre los esposos a la guerra.-CJ La segunda época de hostilidades ( 1113-1116).-DJ 1117,un punto de equilibrio.--4. Urraca I y Alfonso Raimúndez.-A) Los intereses castellanos de Alfonso el Batallador.-B) Las revueltas de «burgenses». Santiago de Compostela-C) De Pedro Ansúrez a Pedro González de Lara-DJ Los proyectos políticos y eclesiásticos del obispo Gelmírez.-E) La estabilización de los ámbitos y repartos de poder en 1121 y 1122.-F) La conquista de Sigüenza-G) El apogeo de Diego Gelmírez.HJ Nobles y obispos en la corte de Urraca 1.-5. los difíciles comienzos de Alfo11SoV/1.-A) La proclamación real.B) El pacto de Támara.-C) Alfonso Henríquez, conde de Portugal.-D) El apoyo eclesiástico.-E) La rebelión de Pedroy Rodrigo de Lara-FJ Guerra de frontera y razzias. Zafadola-GJ La revuelta de Gonzalo Peláez.-H) La expedición a al-Andalus de 1133.-NOTAS.

1. Los

ÚLTIMOS AÑOS DE ALFONSO

A)

VI El descenso de la tensión bélica.

Una vez perdida Valencia, Alfonso VI tenía que esforzarse en defender mejor la frontera oriental de Toledo e impedir, al mismo tiempo. que los almorávides consiguieran una vía de comunicación interior desde la meseta al valle del Ebro. A estos motivos se debió el prolongado bloqueo de Medinaceli, que comenzó en junio de 1103; los almorávides intentaron levantarlo inmediatamente mediante el envío de tropas desde Valencia a Calatayud y desde Granada a la frontera sur toledana, pero fracasaron. De nuevo, en septiembre, enviaron refuerzos a al-Musta'In, tal vez para evitar que volviera a ponerse bajo la protección de Alfonso VI. Pero no pudieron auxiliar directamente Medinaceli ni evitar que cayera en poder de los cristianos en julio de 1104. El corredor entre el Henares y el Jalón, paso principal entre la submeseta sur y el valle del Ebro, quedaba así cortado y Sigüenza rodeada por tierras cristianas aunque, al parecer. su conquista definitiva se demoró hasta comienzos de 1124. Situación extraña, porque la sede episcopal se restauró ya en 1121 y, sobre todo, porque ya Alfonso VI había poblado Atienza, Cogolludo, desde 1102, y lo mismo haría con Medinaceli, al confiar su tenencia a Gonzalo Núñez de Lara, que ya había protagonizado la repoblación de Andaluz, cerca de Berlanga (1089), y participado en la de Almazán, de modo que su familia llegaría a acumular grandes intereses en la región. Se ha supuesto que el avance almorávi-

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HISTORIADE ESPA- A

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Medina ce li fue la primera de las c iudades recuperadas po r Alfon so VI e n 1104. de spu és de la pé rdid a de Valencia

Tambi é n A tie nza . c uyo cas tillo ,·emo, en la fotogra fía . esta ba co nq ui tada de sde 1102

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DE ALFONSO VI A ALFONSO VII

A lfo nso VI. Grabad o de l lib ro Histor ia de la Villa y Co rte de Madrid . de Jo sé Am ador de los Ríos. 186 1

de después de la batalla de Uclés ( 1108) habrí a permitido a los musulmanes recuperar alguno s puntos fuerte s en la cuenca del Henares, entre ello s Sigüenza, lo que explic aría la situación. Las noticia s sobre actividades guerreras a partir de 1104 son muy escas as y, a veces, confu sas . No hubo , desde luego, reacción musulmana en aquello s años finales de Yüsuf b. Tas ufin, que murió e l 2 de septiembr e de 1106 y fue sucedido por su hijo · Alt b. Yüsuf. Alfon so VI , por su parte, lanzó c ada verano algarada s anual es contra el sur desde Toledo: la de 1104 cas tigó la zona de Sevilla, y e n la de 1106, según alguna s noticias, e l rey habría alcanzado las cerca nías de Málaga, de donde re gresó con much os mozárab es para la repoblaci ón de la tierra de Toledo. Estas alusiones esporádi cas a la inmi gración mozá rab e, aunqu e osc ura s, deben ser tenid as en cuenta para co mpr ender mejor las condicion es en que se co lonizó el valle medio del Taj o dur ante aquellos dece nios. Las circun stancia s co ntinu aban siendo más propicias a los cristianos en el nordeste, donde Pedro I había muerto en septiembre de 1104 y fue sucedid o por su herm ano Alfonso 1, que alcanzó el ex pre sivo sobrenombr e de el Batallador. Unos meses antes. Pedro Ansúrez había abandonado León y se ocupab a de la tutoría y los intereses de su nieto el nuevo conde de Urge!, Armengo l VI : en no vie mbre de 1105consiguió conqui star Balaguer, a sólo 25 kilómetros al no11e de Lér ida, con ay uda del conde de Barce lona, y, al año siguiente, co nso lidó la fuerte alianza que ya ex istía entre e l co ndado de Urge! y el reino de Aragó n, al ceder la tercera parte de Balaguer a Alfonso I y pres-

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HISTORIADE ESPAÑA

tarle vasallaje. La unión de fuerzas cristianas ponía a Lérida en peligro inminente, pues Alfonso acababa de tomar Tamarite, a 35 kilómetros, al mismo tiempo que apretaba un poco más la situación de Tudela y Zaragoza con la conquista de Ejea (de los Caballeros). El vasallaje del conde Ansúrez al Batallador y la confianza que le merecían sus dotes guerreras permiten comprender mejor el apoyo que prestará pocos años más tarde a su matrimonio con Urraca, hija y ya heredera de Alfonso VI, pero, para que esto llegara a ser, habían tenido que ocurrir previamente muchos y graves cambios en la corte del emperador. B)

El infante Sancho, heredero del trono.

Circunstancias familiares y cortesanas en las que se dirimían luchas por el reparto de poder y las expectativas de herencia contribuyeron a complicar la vida política en los últimos años de Alfonso VI. La relación entre unas y otras no siempre es inmediata -a veces ni siquiera la tendríanpero todas colaboraron para definir la nueva situación. El entorno familiar inmediato del rey se modificó profundamente en aquellos años: murieron sus hermanas Elvira (1099) y Urraca (1101); la segunda había ejercido una influencia política grande y continua, más, sin duda, que las tres primeras mujeres del rey. La muerte de la tercera, Berta, a finales de l 099, hizo posible un nuevo matrimonio de Alfonso con Isabel antes de mayo de 111O. Isabel sería probablemente también de linaje borgoñón, salvo que se tratara de Zaida. convertida al Cristianismo con este nombre, lo que no es inverosímil si se tiene en cuenta que así se abría camino a la legitimación de su hijo Sancho. La insistencia matrimonial del rey puede explicarse por el deseo de aumentar la seguridad de su sucesión, y lo consiguió, hasta cierto punto, pues tuvo dos nuevas hijas con la reina Isabel, Sancha y Elvira. La reina Isabel murió en la segunda mitad de 1106 o a comienzos de 1107, y aún se casó de nuevo Alfonso hacia abril de 1108 con Beatriz, otra borgoñona. ¿Cuándo se decidió el rey a dar el paso de nombrar heredero del trono a su hijo bastardo Sancho? En algunos diplomas reales expedidos a comienzos de 1103 aparece ya su nombre (Sanctius infans quod pater fecit confimw ), lo que sugiere una primera promoción a la vida pública pero nada más todavía. Es posible que la inquietud de Raimundo y Urraca, y también la de Enrique y Teresa, haya aumentado ante la perspectiva de perder la herencia los primeros y parte de su poder todos ellos. y que haya habido pugnas cortesanas a las que, tal vez, no sería ajena la marcha de Pedro Ansúrez a Urge! antes de que concluyera 1103; era esta una decisión de alejamiento político difícil de entender en uno de los prohombres de la corte desde el comienzo del reinado, salvo que se deba a consideraciones familiares y o a su misma edad. Algún autor supone que se trata de una caída en desgracia. ¿Por defender la sucesión de Sancho?: no es posible más que formular la hipótesis. del mismo modo que otros historiadores han situado en 1105-1106, con buenas razones, el «pacto sucesorio» entre Raimundo y Enrique al que hemos aludido refiriéndolo al año 1095, según la opinión de Reilly. Raimundo y Urraca habían tenido ya en 1095 una hija, Sancha, y su segundogénito, Alfonso, nació el I de marzo de 1105, con lo que aumentó la posibilidad sucesoria del matrimonio. pero fue a partir de entonces cuando el rey debió decidirse por su propio hijo: un diploma de 14 de mayo de 1107 muestra a Sancho Alfónsez ya declarado públicamente heredero (regnum electus patri factum) 1• El 20 de septiembre de aquel año murió el conde Raimundo, que podía considerarse más perjudicado que nadie por aquella decisión. Su viuda, Urraca, encontró el apoyo del obispo Gelmírez, de la nobleza gallega, y del hermano del difunto Guy de Vienne -es el futuro papa Calixto 11que estuvo entonces en León. Alfonso VI dispuso de las tenencias que Raimundo había desempe-

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DE ALFONSO VI A ALFONSO VII

El co nde Raimund o de Borgo ña. pri mer marid o de Urraca. fa llec ió en mayo de l año 1107. Mini atur a de l Tumb o A, conservado en la biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela

ñado en la extremadura -Zamora , Salamanc a y Ávila- , pero no tuvo incon veniente en asegurar a Urraca y a su hijo el gobierno de Galicia , aunque la Cronica Compostelana atribuye ya la tutoría del niño al obispo Gelmírez: lo indudable , sea cual fuere su función exacta , es que la influencia política del prelado aumentó mucho a partir de entonces . El vacío dejado por Raimundo también favorecía políticamente a Enrique y Teresa, cuyas miras no se limitaban al condado de Portugal. En relación con las compleja s maniobra s política s de aquello s años hay que situar también las ecle siástica s, donde se mue stra cierto deterioro de la superior autoridad que venía ejerciendo el arzobi spo Bernardo de Toledo o, tal vez , el simple hecho de que otro s prelado s promo vían más activamente sus posibilidade s. ¿Se vio mezclado Bernardo en las intrigas sucesorias y tomó partido por el infante Sancho, hijo del rey? Aunque así fuera , no parece haber una relación clara entre tal posibilidad y realidade s que se explican suficientem ente por otro s motivo s, como son el legítimo ejercicio de sus prerrogativa s por el arzobi spo de Braga sobre sus sedes sufragáneas, en lo que le apoyó el papa Pascual I1 (carta pontifici a de abril de 1103), o la promoción de León (abril 1104) y Oviedo (septiembre 1105) a la condición de sedes exent as, según deseab an sus obispos; ambas medida s fueron revocada s por Calixto II en 1111 y las dos sedes volverían a ser esporád.icamente

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DE ALFONSO VI A ALFONS O VII

La mucne del infante Sancho. hijo de Alfonso VI, en la batalla de Uc lés desbarató los planes suce sorios de l rey cas tellano. Vista del cas tillo de Uc lés

do batalla con más de 2.400 hombre s, pero se puede suponer que Toledo contaba ya con combatientes a caballo, aparte de las huestes traída s por cada conde . Sea como fuere , a las pérrudas inmeruatas hay que añadir el desca labro sufrido en la frontera de la que Uclé s era punto avanzado: los almorávides no sólo tomaron Uclés y Belin chón , sino también Ocaña , Huete, Cuenca y toda s las tierras a uno y otro lado del Tajo en aquel sector, inclu ye ndo Alcalá (de Hen ares), que cayó en su poder a finale s de 1108 o comienzos de 1109, de modo que se podían abrir paso haci a Zarago za aunque el sultán 'A n no procedió a su anexión hasta 111O. Las precaucione s defen sivas no se hicieron esperar, aunque el ejército de Tamim regre só al sur. Según la Historia Compostelana , el obispo Gelmírez ---debemo s entender que también Urracaenvió tropa s gallegas, que llegarían en julio a Toledo mientra s que Alfonso VI se hizo cargo, desde Sego via, de los trabajo s para reforzar las defen sas de las principale s plaz as de la tran sierra , en especial Zorita , cuyo valor estratégico había aumentado mucho. b)

El problema p olítico. Urraca, heredera del trono.

El rey estaba enfermo por entonces y bien sabía que en Uclés se había perdido no só lo una batalla sino también la posibilidad de que hubiera una suces ión al trono norm al y sin conflicto s 6. A la muerte de Sancho se añadía la de nobl es que habían sido cla ve para el ejerci cio del poder y el mantenimiento del orden mon árqui co alfonsino, sobre todo en Castilla: García Ord óñez y. tal vez. Lope y Die go Sánch ez . so brin os del anti guo co nde de Vizcaya y Álava: Lope Jim énez o lñiguez, e igualmente el conde leo nés Martín Laínez y el ast urian o Fernando Día z, si hay que

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sufragáneas de Toledo, aunque siguieran reivindicando su exención: tal estado de cosas se prolongó en León hasta 1130 y en Oviedo hasta 1157 2• Destacó el obispo ovetense Pela yo ( 1100-1130) en defender la independencia de su sede, a la que atribuía condición de metropolitana en tiempos pasados y. en torno a este empeño y a la defensa de otros intereses y aspiraciones conexos, promovió cierto movimiento cultural en la escuela catedralicia y fue autor de una notable obra historiográfica trufada de falsificaciones que se contiene en el llamado libro de los Testamentos y en el Corpus Pelagianum, colección cronística que alcanza hasta la muerte de Alfonso VI en 11093• Igualmente, la exención de la sede de Burgos de la jurisdicción de Bernardo como legado pontificio, en mayo de 1105, se entiende mejor teniendo en cuenta el pleito que había entre Burgos y Toledo por los límites de la nueva diócesis de Osma. También Gelmírez -recordemos que Santiago era sede exenta- procuraba actuar por su cuenta y viajó, con licencia del rey, a Cluny y luego a Roma (octubre de 1105), donde debió plantear ya su mayor ambición eclesiástica, que era lograr el rango archiepiscopal para sede compostelana. pues a fin de cuentas, podía alegar unos orígenes apostólicos, pero no lo conseguiría hasta 1120, aunque se le otorgó el uso del pallium arzobispal en algunas festividades y parece que, por entonces, los canónigos compostelanos comenzaron a autodenominarse cardenales para subrayar la condición apostólica de su iglesia. En medio de aquella mutiplicidad de iniciativas, Bernardo seguía conservando la suya y en 1108 situó a otro de sus hombres. Pedro de Agen, en la sede de Palencia, con la aprobación de Pascual 11:los buenos años de Urbano II habían pasado pero Bernardo mantenía los poderes y funciones propios de su condición de primado, metropolitano de Tolecio y legado pontificio. C) a)

El desastre de Uclés.

la batalla y sus consecuencias.

En la primera mitad de mayo de 1108, Tamim b. Yüsuf. hermano del sultán almorávide y gobernador de al-Andalus, salió de Granada con tropas, a las que se unieron las procedentes de Murcia, Valencia y Córdoba, con intención de atacar en el sector oriental de la frontera toledana para abrir el camino hacia Zaragoza, que la toma de Medinaceli por Alfonso VI había bloqueado. A este propósito responde la conquista de Uclés (27 de mayo), cuyos últimos defensores cristianos se refugiaron en el castillo en espera del auxilio que demandaron a Toledo. Sancho, hijo del rey, se hallaba en la ciudad con su ayo. el conde García Ordóñez, y otros condes y magnates, entre ellos el defensor habitual de la ciudad, que era Álvar Háñez. Inmediatamente partió de Toledo el ejército cristiano, pero fue derrotado el día 29 ante Uclés después de una batalla cuyos planteamientos y desarrollo fueron muy semejantes a la de Zalaca. Uclés fue un desastre para los cristianos, consumado en la retirada a la cercana fortaleza de Belinchón. Allí pereció Sancho. hijo, heredero y esperanza política de Alfonso VI, su ayo García Ordóñez, que era uno de los grandes colaboradores políticos del rey, y en la batalla o en los acontecimientos inmediatamente posteriores murieron seis condes más de los veintisiete que había entonces. Álvar Háñez. que eligió otra ruta de retirada, consiguió llegar a Toledo sano y salvo. Al revés guerrero se sumaba el político 4 • Respecto al primero, las estimaciones discrepan, como es habitual, pero todas coinciden en testimoniar su magnitud: las fuentes musulmanas hablan de una hueste de caballería formada por 7 .000 o l 0.000 cristianos, de los que habrían muerto casi 3.000 cuyas cabezas fueron ritualmente cortadas y amontonadas: «sobre este montículo llamaron los almuédanos a la oración» 5 • Reilly. con un método personal de cálculo que limita a 50 caballeros por condado. cada cual con sus auxiliares y equipo. estima que los cristianos no habrían presenta-

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D . URRAC.A, REYNA DE C\STILLA. Y L:EO , Y SU

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Ártljm, /07 ~i>11.1, y como si se tratara de la heredad familiar, prevé el orden sucesorio de los demás hijos. García y. en su defecto. Teresa, conforme a la tradición jurídica del país. En tales supuestos se entiende la tierra objeto de herencia desde una perspectiva jurídicopública. como una honor 17-1. ámbito de ejercicio de una potestas referida concretamente a la facultad de desempeñar el principado y recibir, por tanto, el servicio de los «barones» beneficiarios y responsables de los distritos básicos u honores de dicha tierra. A ellos queda asimilado eventualmente el primogénito prenupcial. excluido desde luego de la herencia de prerrogativas políticas superiores,,,_ Se contemplan además los supuestos de la minoría de edad o bien el sexo femenino

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del sucesor en el principado. Hasta que alcance la mayoría, el niño quedará bajo la tutela, in bagolia, de su tío, García en este caso. Para que la herencia sea efectiva si llegara a recaer en Teresa, se debe dar a ésta marido apto para dirigir en su nombre a los «barones». Si se agotaran todos estos hipotéticos cauces familiares de sucesión directa, de padre a hijos, correspondería a los «barones» de la tierra ofrecer su servicio a quien consideraran más capacitado dentro de la estirpe del príncipe difunto (mea gente et radice) 176 • Se contempla, pues, el principio de la legitimidad del caudillo eventualmente elegido por voluntad del cuerpo de «barones» del país. Este fue precisamente el mecanismo que con la eliminación de Sancho Garcés IV iba a funcionar precisamente en el reino pamplonés. Se echa en falta en tal manifestación un alegato sobre el origen y fundamento del patrimonio político de Ramiro -terra u honor- conceptualmente impreciso o, en todo caso, entendido como un depósito de poderes fácticos, a manera de caudillaje sobre los «barones». Tal carencia trató de remediarse en el segundo y último testamento (15 marzo 1061) 177, extendido justamente cuando su sobrino se hallaba enfrentado con los «barones» pamploneses. Ramiro lega a su hijo Sancho «todas mis tierras y mis honores y mis hombres que Dios me dio, en bayulía de Dios y sus santos, y que tenga la tierra y honor en servicio de Dios» 178• Se había operado así un trascendental giro de signo providencialista en la concepción del singular «principado» aragonés. Su titular, que sigue apelando a la realeza del padre, Sancione regis pro/is, imagina su dominio y rango como un depósito recibido en «bayulía» de Dios y sus santos, y no ya de su progenitor, y concibe sus funciones como un servicio radicalmente religioso 179• Pudo madurar este viraje, clara ruptura de la sagrada tradición dinástica pamplonesa, en el monasterio de San Juan de la Peña, donde yacía enfermo, reflexionando sobre la trascendencia de su misión como caudillo infatigable frente a los sarracenos, proyecto que sintonizaba con la esencia originaria de aquella tradición, pero que en realidad constituía un despegue con respecto a la línea primogénita de reyes, sumida en las desdichas personales, las tensiones internas y las complacencias con el enemigo. En contraste con esta situación, en los dos testamentos, como en otros diplomas coetáneos, campean los alientos políticos de un príncipe comprometido con sus leales vasallos en el crecimiento de una sociedad cristiana en trance de expansión. Su interés por el provecho del pueblo cristiano se traduce en la edificación de monasterios, la construcción de puentes y la redención de cautivos, así como un programa de reforzamiento de las defensas, como plataforma ofensiva frente el Islam 180•

9.

LA CONEXIÓN ROMANA. SANCHO RAMÍREZ,

MILES SANCTI PETRI

Para perfeccionar el fundamento etéreamente celestial del principado de su padre, se habría hecho Sancho Ramírez por la «tierra» heredada feudatario de la Santa Sede, miles Sancti Petri ( 1068) 181• Intitulado en un principio Sancius Ranimiri regis filius, se considerará desde entonces gratia Dei Aragonense 182• Sólo se iba a adjudicar expresamente la calificación de rey cuando, como en su momento se indicará, empezó a serlo también de Pamplona o. mejor, «de los Pamploneses». De momento, pues. le habrían bastado primero la referencia a su vínculo de filiación con respecto al «rey» Ramiro, en curioso reconocimiento de una realeza post mortem, luego la explicitación oficial del fundamento divino, gratia Dei, de su rango 18] y. al propio tiempo, la concreción del espacio político, Aragonense, entregado a Dios a través del papa Alejandro II para recibirlo a continuación en servicio suyo, es decir. en calidad de feudo 11w.

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A)

La «cruzada» de Barbastro.

Cabe interrogarse ante todo sobre los precedentes inmediato s de ra peregrinación de Sancho a la Ciudad Eterna, concretamente a comienzos de 1068 185.Quizá como respue sta al fraca so y la muerte de Ramiro I ante la fortaleza de Graus, acontecimiento que , a través de informadores tal vez urgele ses, debió de conocerse en las altas esfera s romanas, Alejandro 11promovió la llamada «cruzada de Barbastro », expedición de caballeros franceses acaudillada por el duque Guillermo VID de Aquitania 186• Ocupada la ciudad en julio de 1064, quedó al frente de ella el conde Armengol ITI de Urgel , quien sucumbió ante la potente reacción del régulo zaragozano al-Muqtadir en abril del siguiente año. Expectante ante esta frustrada injerencia exterior , Sancho Ramírez , casado con Isabel, hija del difunto conde 187,debió de aprovechar el clima de inseguridad presumiblemente generado en las frontera musulmana por la «cruzada » para descender por el Cinca hasta las plazas de Civitate (Torreciudad) y Secastilla (1066) 188 y, desde las fuentes del Vero. hasta la importante for-

Vista de Alquézar . hasta donde llegó Sancho Ramírez en la cruzada de Barba stro

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Ca stillo-abadía de San Pedro de Loarre , donde se implantó la liturgia romana al mismo tiempo que en el mona sterio de San Victorián de Sobrarbe el 22 de marzo de 1071

taleza de Alquézar (1067) y su distrito 189 • Probablemente fortificó en estos años Peña , atalaya elevada sobre el río Aragón, a poca distancia de Sangüesa y Sos 190 . Entre tanto, el cardenal Hugo Cándido había desempeñado su legación en tierras hispano-cristianas ( 1065-1067) 19 1• B)

LLlperegrinación a Roma. Consecuencias.

En semejante contexto debió de fraguar la idea de una comparecencia ante el papa, para colocarse bajo su tutela, como otros magnates cristianos de Europa occidental , e intentar reforzar la legitimidad de su principado aragonés ante cualquier eventual adversaridad 192 • Sancho Ramírez se encomendó a Alejandro II probablemente conforme al ritual del homenaje 193 , comofidelis servus, miles Sancti Petri. Ofreció además a San Pedro como signo del vasallaje en nombre propio y de sus hijos un tributo anual y perpetuo de 500 mancusos , más un mancuso por cada uno de los miembros de su comitiva nobiliaria 194 • El viaje a Roma y el compromiso allí contraído iban a tener consecuencias inmediatas. Quizá allí estableció ya Sancho Ramírez relación con el conde Hilduino de Ramerupt , esposo de la condesa champañesa Adela de Roucy, con cuya hija Felicia no tardaría en contraer sus segundas nupcias 195 • Pero ante s de repudiar a su primera esposa, Isabel de Urgel, debió de nacer su primogénito, a quien impuso el nombre de Pedro , insó lito en la estirpe regia pamplone sa y directamente significativo de los vínculo s establecido s con el pontífice romano . Por otra parte , a instancia s de este último y por las gestiones del legado Hugo Cándido, procedjó a la implantación oficial de la liturgia romana en sus dominio s mediant e la celebración del oficio del marte s de la segunda serna-

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na de Cuaresma (22 de marzo de l 071 ). en el monasterio de San Juan de la Peña, acto consumado simultáneamente en las abadías de San Victorián de Sobrarbe y San Pedro de Loarre, ésta una innovadora comunidad agustiniana y «capilla regia» de la frontera oscense. Los tres establecimientos religiosos fueron colocados poco después bajo protección de la Santa Sede con un censo anual de media onza de oro 196• Las resistencias al abandono de la liturgia hispana por parte de los obispos Sancho de Aragón y Salomón de Ribagorza conllevaron ( l 07 5) la forzada renuncia del primero, confinado en San Juan de la Peña, y la expulsión del segundo, refugiado en Santa María de Alaón. Al año siguiente eran sustituidos, respectivamente, por García. hermano del propio Sancho Ranúrez, y Raimundo Dalmacio 197• Simultáneamente, el poderío de al-Muqtadir de Zaragoza, respaldado por Sancho Garcés IV. produjo un estancamiento de la línea fronteriza aragonesa e incluso pudo haber algún retroceso en las avanzadas de la orilla izquierda del Cinca donde se perdieron en estos años Secastilla y Torreciudad. La «cruzada» promovida por el papa Alejandro II y avalada en seguida por su sucesor Gregorio VII bajo el mando del conde Ebles II de Roucy ( 1073), cuñado de Sancho Ranúrez, no produjo ningún resultado 1911• Poco después el asesinato de su primo Sancho Garcés IV de Pamplona deparaba a Sancho Ranúrez la doble gran oportunidad política de ampliar sus dominios, por un lado, y vigorizar, por otro, su dignidad, explotando precisamente las virtualidades que ofrecía el procedimiento de designación de monarca que, en caso extremo, ofrecía el aludido precedente sentado por Ramiro I en su primer testamento.

NOTAS 1 Cfr. Á. J. MARTINDUQUE,«Singularidades de la realeza medieval navarra». en Poderes públicos en la Europa medieval (23 Semana de Estudios Medievales. Estella'96), Pamplona, 1997, págs. 297-344 y espec. págs. 298-312. 2 J. M.ª LACARRA,«Navarra entre la Vasconia pirenaica y el Ebro en los siglos vm y IX», en El habitar en la historia de Euskadi. Bilbao, 1981, págs. 159-166. ' Quizá lo llevó consigo el abad Pedro de !rache. nombrado obispo de Roda-Barbastro (1129-1134). Cfr. J. M.ª LACARRA, «Textos navarros del Códice de Roda», en Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón [EEMCAJ. l. 1945. págs. 257-260 y 220-226. 4 La muerte de García Sánchez III en Atapuerca y de Sancho Garcés IV en Peñalén, así como la conquista de Toledo por Alfonso VI y la hambruna coetánea sufrida en tierras najerenses. ~ Cfr. Á. J. MARTINDUQUE.Singularidade.'i de la realew medieval navarra, págs. 325-331. b Cfr. AN. UBIET0 ARTETA.Coró11ica:;navarras, Valencia. 1964; ídem, Historia de Aragó11. Literatura medieml. Zaragoza. 1981. págs. 35-37. 7 Para verificar las interpolaciones y falsificaciones de documentos anteriores al siglo XII no bastan criterios exclusivamente diplomáticos. sino que además se debe establecer el motivo concreto, el procedimiento y la fecha de tales manipulaciones. Para ello es preciso analizar detallada y rigorosamente la trayectoria patrimonial de los establecimientos de los que procede gran parte de esos materiales de estudio. como ha efectuado con positivos resultados L. J. F0RTÚNPÉREZ DECIRIZApara Leire, Leire, un señorío moncütico en Navarra. Siglos IX-XIX. Pamplona. 1993. • Era DCCCCXL/11 surrexit in Pampilcma rex nomi11eSancio Garseanis . J. M.ª LACARRA.Textos navarros, pág. 255. Reelaborado probablemente tiempo después. un texto fechado en el año 928 rememora elocuentemente la exaltación de Sancho Garcés I: erexit Deus regem Sa11cio Garseanis, domnum et gubematorem de patria et defensorem populi (AN. UBIETOARTETA,Cartulario de Sa11Juandt• la Peña [CSJPeña/. 1. Valencia, 1962, núm. 14). ' Tras haberse hecho cargo del «principado» (ius/ sobre la región pamplonesa (an:am 11amquePampilonensem suo juri .mbdidit l. y tomar posesión de la tierra de Deyo. ocupó el anterior ámbito condal alto-aragonés (Necnon cum castris 011111em rerritorium Aragonrnse rn¡,ir). Se suele datar hacia el año 922 la incorporación de este condado, es decir, casi al mismo liempo que la conquista de la tierra najerense. Cfr. J. M.' LACARRA.Hisroria polirica del reino de Navarra desde JIIS or~~1·11es luwa s11 i11corporaciá11a Casri/111/ HPNarnrra/. 1. Pamplona. 1972. págs. 119-122 . "' También hacia el 922 se ha datado la consagra-:i P. KEHR,El papado, y los reinos de Navarra y Aragón, págs. 86 y 87. 47 Entre los estudios sobre el origen y formación de estos gmndes dominios monásticos cabe reseñar aquí, por ejemEl dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a Xlll). Salaplo, los de J. A. GARCIADECoRTÁZAR, manca, 1969; A. l. LAPEÑA.El monasterio de San Juan de la Peña en la Edad Media (desde sus orígenes hasta 14/0). Zaragoza. 1989; y el ya citado (nota 7) de L. J. FoRTúNPÉREZDECIRIZAsobre Leire. "' Cfr. sobre los obispos-abades del siglo XI,L. J. FORTÚN PÉREZDECIRIZA,leire, págs. 91-103. 49 Como es sabido. fue Hugo Cándido el primer legado pontificio que planteó (1065) ante Sancho Garcés IV y su episcopado la posible abolición del rito y suscitó ante el papa Alejandro II la revisión de los códices litúrgicos de tradición hispano-goda y el reconocimiento de su onodoxia. Los nexos establecidos poco después por Sancho Ramírez condujeron en seguida ( 1071). como se verá, a la mutación de rito en las iglesias de Aragón. Cfr. P. Kehr, El papado y los reiÚJ introducción del rito romano en Aragón y Navarra, en nos de Navarra y Aragón, págs. 90-97; AN. UBIETOARTETA, Hispania Sacra, 1, 1948, págs. 229-324. !11> L. J. FORTÚN PÉREZDECIRIZA,L.eire, págs. 92-99. 51 Mayores precisiones sobre el sopone demográfico y socio-económico, Á. J. MARTIN DUQUEy E. RAMIREZ VAQUERO,Aragón y Navarra, págs. 350-357. 52 Y esto se refiere, por ejemplo. a la supuesta existencia tanto de un «reino de Viguera» a finales del siglo x. como una centuria después un «reino» de Sobrarbe-Ribagorza y aun otro de Monzón. En cuanto a Nájera. baste resaltar las variaciones de los enunciados geográficos del determinativo regnante en los diplomas que se conocen ellpedidos por los monarcas pamploneses García Sánchez III (unos 60) y Sancho Garcés IV (unos 120). En una alta proporción. como una cuana parte al menos. sólo consta Pamplona. En el resto no falta Pamplona y casi siempre en primer lugar. 53 «La sucesión del rey Alfonso VI», en Anuario de Historia del Derecho Español, 13, 1936-1941. págs. 36-99 y, particularmente, 72-76; ídem, El reino de Aragón bajo la dinastía pamplonesa, Salamanca. 1961. págs. 54-60. ~ Quibus vivens pater benigne regnum dividens, Garsiam primogenitum Pampilonensibus prefecit; Fredinandum vero bellatrix Castel/a iussione patris pro gubematore suscepit: dedit Ranimiro quem x concubina habuerat, Harago11. Coco. pág. 64. J. M. LoscERTALES indagó las sucesivas y contraquandam semotim regni sui particulam. Ed. F. SANTOS puestas explicaciones legendarias del supuesto repano (Relatos poéticos en las crónicas medievales. Los hijos de Sancho IJJ, en Filología, 2, Buenos Aires, 1950, págs. 45-64; ídem, El reino de Aragón, págs. 45-53). " «Gonzalo, rey de Sobrarbe y Ribagorza». en Pirineos, 8, 1952. págs. 299-322; ídem, «Ramiro I de Aragón y su concepto de la realeza», en Cuadernos de Historia de España, 20, 1953, págs. 45-62; ídem. «fatudios en tomo a la división del reino por Sancho el Mayor», en Príncipe de Viana, 21. 1960. págs. 5-56 y 163-236. 56 J. M.• LACARRA, HPNavarrra, l. págs. 227-235. tras su minuciosa revisión (págs. 181-226) del reinado de Sancho el Mayor. cuyos puntos má'i controvenibles había tratado ya de aclarar, «La intervención de Sancho el Mayor en el condado de Castilla y en el reino de León». en Homenaje a don José Esteban Uranga, Pamplona. 1971, págs. 29-43. Má'i adelante aún revisó la cuestión. «El lento predominio de Castilla». Revista portuguesa de Historia, 16, 1978. págs. 63-8 l. 57 Cfr. Á. J. MARTINDUQUE,Singularidades de la realeza medieval navarra, pág. 313. 58 El J8 de octubre de 1035. 59 Los valles y cuencas del Pirineo occidental hispano y sus contrafuenes ellteriores. la región pamplonesa. an•a Pampilonensis, en la adición pamplonesa de la Crónica Albeldense. ()() Á. J. MARTINDUQUEy E. RAMIREZ VAQUERO, Aragón _\'Navarra, págs. 357-363. Sancho el Mayor había heredado. como se acaba de indicar, un territorio con algo más de 16.000 kilómetros cuadrados, a los que agregó otros 3.500 por derecho de conquista. Como para el pamplonés. cabe remontar fundadamente la condensación del grupo altonobiliario aragonés al siglo IX.Cfr. Á. J. MARTINDUQUE,Sin!(ularidades de la reale:.a medieval navarra, pág. 316. 61 Cfr., por ejemplo. diversas variantes en AN. UBIETO ARTETA, CSMillán. núms. 44, 48. 49, 58; Á. J. MARTIN DUQUE.. Documentación medieval de L.eire (siglos IX a Xll) {DMLeire/. núm. 23. Por lo demás. J. M.ª LACARRA, El lento predominio, págs. 70-71, y Á. J. MARTINDUQUE,Sin!(ularidades de la re,1/eza medieval navarra, págs. 313 y 314. 61 En sentido inverso y también por vía de matrimonio. el indicador personal Sancho había pa.'illdoantes de acabar la centuria anterior a la estirpe regia de León -Sancho I el Craso- y al linaje condal castellano y otro tanto había ocurrido con el nombre de García. No hay lugar aquí para buscar ellplicación de la temprana imposición del nombre García al primogénito de Alfonso III. En Castilla lo lucirá ya el hijo y sucesor de Femán González y desde entonces se adoptó la alternancia transgeneracional del binomio típicamente pamplonés. Sancho y García. Ibídem.. págs. 293 y 294.

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DECLIVE DEL REINODE PAMPLONAY CRECIMIENTOARAGONÉS( 1035-1076)

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61 Acta de la donación. AN. UstET0 ARTETA,CSJPeña. l, núm. 66. Mapa en Gran Arlas de Navarra. 11.Hisroria, dir. Á. J. MARTINDUQUE,Pamplona, 1986. pág. 53d. 61 Los comentaristas del texto no suelen identificar correctamente algunos nombres. como Ligiaxi, Leache. Ligiera, Legaría. La donación incluía Aibar. en realidad una honor (Eibar er Galipenzo cum toras suas villas), lugar de origen de la madre de Ramiro. Sancha de Aibar. que todavía vivía en 1070; AN. UBIET0ARTETA,Cartulario de Santa Cruz de la Ser6s [CSCSer6s], Valencia. 1966, núm. 4. M Soto Malo corresponde sin duda a Somalo. t,t, La villa de Rubena. próxima a Burgos, como otras en la misma zona, cfr. AN. UBIET0ARTETA,CSJPeña, 1, núms. 49 y 55, la habría adquirido Sancho el Mayor a título de propiedad privada. Ramiro se deshizo pronto ( I037) de ella para entregársela ~ la abadía de Oña, cfr. J. PÉREZDE URBEL,Sancho el Mayor de Navarra, Madrid, 1950. pág. 250. 67 Cfr. A. J. MARTÍNDUQUE,Colecci6n diplomática de Obarra (siglos XI-Xlll) [CDObarra], Zaragoza. 1965, págs.

XXIX-XX. 68 De un documento confirmatorio de 1037 parece deducirse claramente el rango superior de García y la subordinación a él por parte de Ramiro y Gonzalo: Garcia, in Christi gratia prínceps in Pampilona et in Castella, Ranimirus, in Christi auxilium regulus in Aragone, y Gondesalvo, regulus in Superarbe, Á. J. MARTINDUQUE,DMLeire núm. 27. ,,; AN. UBIET0ARTETA,que se ocupó de redescubrir a Gonzalo en los escasísimos testimonios disponibles. escribió finalmente «que regía las rentas reales de Sobrarbe y Ribagorza, transfirió sus derechos a su hermano Ramiro I y se refugió en la corte de Nájera, donde vivió hasta el ano 1045», Orlgenes de Arag6n. Zaragoza. 1989. pág. 330. 70 Para AN. UBIET0ARTETA.En tomo a la división del reino, pág. 13, el conde García se habría hecho antes «vasallo» de Sancho el Mayor, quien habría recibido también bajo vasallaje ( 1028) al propio Vermudo 111,nuevo monarca leorecunés. En ambos casos parece impensable semejante lazo formal de dependencia. Más prudentemente, J. M.• LACARRA rre a las expresiones «tutor y protector» del conde de Castilla y. luego. «conde de Castilla y protector del reino de León». La intervención de Sancho el Mayor, págs. 31 y 38, respectivamente. 71 Cfr. S. DEMoxó Y ÜRTIZDEVJLLAJ0S,«Castilla, ¿principado feudal?», en Revista de la Universidad de Madrid, 19-3. págs. 229-257, y J. M.• LACARRA,El lento predominio, págs. 66 y 67. 72 Como se ha senalado, también a Gonzalo habría correspondido en Ribagorza una porción de la herencia materna. 71 Para J. M.• LACARRA, HPNavarra, 1, pág. 229. García sólo habría recibido en un primer momento «las tierras que se consideraban fronteras históricas del reino de Pamplona», Oca y tal vez Álava, «cuyos obispos -y ahora su conde Munio González- venían moviéndose en la esfera de los reyes de Pamplona desde fines del siglo anterior». Después de la batalla de Tamarón. la ayuda de su hermano a Femando «fue pagada con un reparto amigable del antiguo condado de Castilla»; ibídem. pág. 235. Cabría quizá una detenida revisión de esta hipótesis y su soporte documental. 1' La documentación de estos años se fecha a veces «rigiendo el condado Femando Sánchez». Sorprende el título de conde en la expresión (. Parece haberse acentuado la presión nobi-

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Ja ca pasó de villa a ci vitas a partir de 1083. co n Sancho Ramírez. Capitel del pórtico meridional de la catedral

liaria, muy natural por lo demá s, para obtener la vinculación hereditaria de tales distritos al linaje o familia de sus tenentes 186 , pero bajo Alfon so I, omnipre sente en todos sus dominios , quedó al meno s frenada , como demuestran , por ejemplo , los término s de su testamento referentes a esta cuestión 187 • Lo pone de manifiesto además la movilidad de los «barone s» en esas funciones vicariales , radicalmente temporale s como en tiempo s anteriore s. Sólo se adjudican entonces en alodio o plena propiedad, como parte del botín, heredades aisladas a las que interesaba atraer mano de obra señorial. Continuó , por otro lado, la asignación de honores acumuladas, ahora a mayores distancias, desde las viejas honduras del reino hasta las posicione s puntera s de las nuevas fronteras, por ejemplo los binomio s Sos-Ricia ( 1124), Luesia-Tarazona y Tafalla-Calatayud ( 1127), aunque no faltan tampoco las anteriores combinacione s tran sve rsale s de un extremo a otro de la monarquía , como Estella-Monclú s (1129). B)

Cobertura eclesiástica.

Siempre al abri go del poder monárquico , el entramado eclesiástico fue asimilando de forma taxativa la corrient es de reforma auspiciadas de sde Roma y se acomodó al ritmo de los avances territoriale s. Sancho Ramír ez, que , como se ha indicado en el capítulo anterior, respaldó tempranamente en Ara gó n el ca mbio de rito , ex tendido de spué s y no sin ciertas res istencia s a sus nue vos dominio s pamplone ses, co munic ó desde 1083 impul so deci sivo a las reforma s con el concurso de l

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HISTORIA DE ESPAÑA

legado pontificio Frotardo, abad de San Ponce de Torneras 188, dos de cuyos monjes recibieron las mitras de Pamplona y Roda. Precisamente cuando acababa de ser aceptado rey de los pamploneses, elevó su «villa» de Jaca al rango de civitas, ciudad, precisamente para dotar de una sede fija y digna, caput ecclesie, a aquel episcopado aragonés improvisado en el siglo x y de base precariamente territorial hasta entonces 189• Se convertía así Jaca en el contrapunto eclesiástico, que no poütico como se ha supuesto, de Pamplona, sede episcopal de continuada tradición tardoantigua 190 • Con el aval moral y económico de los monarcas se iban a alzar pronto en ambas sedes espléndidos templos catedralicios, respuesta símbolica e impresionante a la gran inflexión coetánea de la Cristiandad occidental. Conquistadas Huesca y Barbastro por Pedro I, a ambas ciudades fueron trasladadas las sedes de Jaca y Roda, respectivamente, en el segundo caso a la espera de la ocupación de Lérida. La misma política de restitución de la trama diocesana hispano-goda aplicó Alfonso I en Zaragoza y Tarazona, sedes encomendadas en un principio a prelados ultrapirenaicos 191• Si no hubo mayores dificultades para la introducción de la liturgia romana, en seguida se plantearon problemas en la delimitación de éstas y las anteriores diócesis, con una serie de farragosos procesos prolongados en tiempos posteriores. Las reticencias de Alfonso I, que contó con la colaboración del metropolitano de Auch, retrasaron de momento la inscripción efectiva de sus dominios en la restaurada provincia eclesiástica de Tarragona 192• Con la cooperación también de los ya acreditados monasterios del reino, cuyos señoríos temporales, así como su observancia regular, se consolidaron igualmente bajo Sancho Ramírez 193, se aceleraron las tareas de colonización definitiva de la ancha banda fronteriza del espacio pamplonés, los somontanos y riberas extendidos hasta el Ebro y Aragón 194 • El propio monarca y sus dos sucesores impulsaron la participación también de diversos establecimientos religiosos franceses en el régimen de las numerosas iglesias urbanas y, sobre todo, rurales a lo largo y ancho de todo el reino 195 • Les asignaron sobre todo la renta eclesiástica y, en ocasiones, las exacciones señoriales de determinadas heredades y villas, pero fueron excepcionales las concesiones de derechos jurisdiccionales y la correlativa configuración de señoríos eclesiásticos de tipo feudal 196• C)

Política urbanizadora.

Como es sabido, el paisaje socioeconómico de la monarquía había sido absolutamente rural hasta 1076, en particular desde que el único núcleo de vida ciudadana, Nájera, quedó inscrito, justo dicho año, en la monarquía castellano-leonesa. Pamplona conservaba ciertamente su aureola tradicional como civitas episcopalis y el peso simbólico de su nombre, pero como consecuencia en parte de los asaltos musulmanes del siglo x había declinado hasta quedar asimilada en la realidad a una «villa» campesina, señorío además del obispo. Pocos años antes de empeñarse en la ruptura sistemática de las defensas de la taifa zaragozana, había comenzado Sancho Ramírez una política de desarrollo interno de sus dominios intrapirenaicos. Acertó para ello con una fecunda fórmula de normalización de los asentamientos espontáneos de gentes foráneas que iban cundiendo a lo largo de las escalas navarro-aragonesas de la ruta de Compostela para atender la creciente demanda de hospedaje, vituallas, equipamiento y otros servicios por parte de la creciente marea de peregrinos a Santiago. El molde jurídico adoptado hacia l 076-1077 para consolidar simultáneamente dos polos de vida urbana, el aragonés de Jaca y el navarro de Estella y pronto también el intermedio de Sangüesa, significó, como se ha indicado, el ensanchamiento del esquema de aquella sociedad de guerreros y campesinos mediante la implantación de un nuevo grupo social generador y distribuidor de bienes de consumo y servicios, en suma

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Vista del barrio jud ío de Tudela. una de las poblaciones recuperada s por Alfonso I

rique za contante y sonante en movimiento continuo y multiplicador 197 • El estatuto de sus componente s, hombre s «libre s, franco s e ingenuo s», con stituye una simple adaptación selectiva de los derecho s del infanzón «sin honor », aunque por supue sto no los incorpora al grupo nobiliario. Con la con solidación y proliferación de estos «burgo s», nuevo s recinto s vecinale s de burgenses, erigido s y acotado s generalment e en el término de antigua s villa s de señorío regio , se cumplió hasta el final del reinado de Alfon so I la primera fase de de sarrollo de un sistema urbano de fundamento viario en las tierra s «primordi ales» de la monarquía 198 . Por otro lado, convi ene recordar que los espacio s ganados por Pedro I y Alfon so l comprendían centro s urbano s de difer ente dimen sión y radio de influenci a, como Huesca, Barba stro , Zaragoza , Tudela , Tarazona . A todos ellos fueron aplicando los monar cas norma s de convivencia semejante s, aunque con difer encias formales, variantes léx icas, matices y de arrollo s locale s que han propi -

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HISTORIADE ESPAÑA

Claustro e iglesia de San Pedro de la Rúa en Estella. El modelo de población de Estella y Jaca Fue utilizado en las plazas fronteriza s reconqui stadas

ciado tipologías, interpretacione s y síntesis sin duda mucho más complejas que las realidade s analizada s. El modelo era susta ncialmente una réplica del que se había empezado a ensayar en Jaca y Este lla , aunque acomodado a la mayor heterogeneidad vecinal de los recintos urbano s conquistado s. En los nuevo s confine s meridion ales, todaví a fluido s, y aparte de las efímeras «cofradía s» militares de Belc hite y Monreal del Campo , se pusieron tambi én tempranamente los cimientos para la fijación de centros de población especializados en funcione s fronterizas. Cabe recordar el precedente que todavía bajo Sancho Ramírez represe ntan , por ejemplo. los fueros otorgados en 1091 199 a la pro yec tada y, por lo dem ás, inviable pobla ció n de la atalaya Super Cesaraugusta (El Castellar). En ellos se contem plaba inclu so el supuesto de la inmunid ad del delin cuente acogido al recinto vecina l wo_ Es éste un exponente más de la coherencia ya subra yada de la trayectoria global de los tres reinado s co nsidera dos, tanto en su sie mpre tenso afán de conq uistas como en su polític a repobladora .

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NOTAS 1 Cfr. P. KEHR,Cómo y cuándo se hiw Aragón feudatario, págs. 285-326. Se seguirá utilizando las abreviaturas y siglas de las obras citadas ya en el capítulo anterior. 2 Cfr. las precisiones verificadas en el precedente capítulo sobre la interpretación de la cláusula regnante de los diploma,;. 3 Ad uno de mea gente et radice quod meliore videt illos barones de mea terra et lure arbitrio est, ad ipsum atendant cum ipsa onore et terra. AN. UetET0ARTETA, CSJPeña, 2. núm. 150, de 1059. 4 Así lo sugiere, por ejemplo, el ya mencionado compromiso de Sancho Garcés IV con sus «barones» ( l072), iuramentum quod convenerunt et iuraverunt rex domnus Sancius et suos barones. J. M.ª LACARRA, Honores y tenencias, págs. 147 y 148. ~ Cfr. AN. UetETOAIITETA, Colección diplomática de Pedro I de Aragón yde Navarra [CDPedro /J. Zaragoza, 1951. págs. 49-51. 6 C. LALIENA CORBERA, La formación del Estado feudal. Aragón y Navarra en la época de Pedro/, Huesca, 1996. pág. 137. El contenido de esta reciente monografía desborda considerablemente el corto reinado que centra el argumento. 7 Corónimo de cuño exógeno aunque derivado tiempo atrás del indicador social autóctono de navarrus. Si por Pampilonensis se entendía preferentemente, como está documentado, el miembro. bellator, miles, del grupo nobiliario-militar, navarrus venía a equivaler entonces a arator, es decir, miembro del campesinado dependiente; y de navarrus, [terra]Navarra. Cfr. Á. MARTIN DUQUE.«Del espejo ajeno a la memoria propia». en Signos de identidad histórica para Navarra, 1. págs. 33 y 34. con los antecedentes franceses y castellanos del corónimo Navarra. 8 Homenaje de Aragón a Castilla por el condado de Na1•arra,EEMCA, 3, 1947-1948, págs. 7-28, y «La división de Navarra en 1076», Homenaje a don José Esteban Uranga, Pamplona, 1971. págs. 15-28. 9 En la continuación najerense de la adición pamplonesa a la Crónica Albeldense (Códice Rotense. f. 231v). Cfr. J. M.ª LACARRA. Textos navarros, págs. 262-265. 10 A. CANELLAS LóPEZ,CDSanchoRamirez, núm. 153, sin data. J. M.ª LACARRA, «Asesinato del conde de Bigorra en el valle de Tena», en Estudios dedicados a Aragón [EstAragónJ. Zaragoza. 1987, págs. 72 y 73. lo fechó hacia 1082. El conde Céntulo V.como vizconde ademá,;de Béarn. dejaba a su vez a salvo su homenaje de mayor rango a Guido-Godofredo (Guillermo VIII), conde de Poitiers y duque de Aquitania. Tuvo por Sancho Ramírez las honores de Ara y Peña Los «tenentes», s. v. Céntulo de Bigorra, que agrupa. sin distinguirlas, las referencias a ( 1080). Cfr. AG. UetETOARTETA, tres personas del mismo nombre, el citado Céntulo V (1 de Bigorra), su hijo el conde Céntulo U de Bigorra y su nieto el vizconde Céntulo VI de Béarn. 11 El posterior homenaje de García Ramírez a Alfonso VII (mayo 1135),de Pampilonia et de lota terra quam hodie teneo, sicut rex Sancius et rex Petrus fecerunt regi Adefonso avolo uestro. H. GRASSOTII, «Homenaje de García Ramírez a Alfonso VII. Dos documentos inéditos», Príncipe de Viana, 25. 1964, págs. 57-66. 12 Sólo tras ser segregado de la monarquía pamplonesa, el territorio de Nájera-Calahorra fue regido por un magnate de rango condal. el castellano García Ordóñez, 1080-1108. 13 Documentado en enero de 1078 como infantem Sancio Ranimiriz in Banabar: en mayo de 1081, Sancius germanus regis in Benauarre. y en 4 septiembre de 1082 ya Sancio Ranimiri in Ripacorza, pero en julio 1083 comite Sancio Raimirez in Aiuar, A. CANELLASLóPEZ,CDSanchoRamírez, núms. 46, 55, 57 y 66; en julio de 1087, comes Sancius in Benabarri: y en febrero de 1090. comite Sancio Ranimirez in Ripacurcia, al parecer la última mención de Ribagorza en relación suya, AN. UetETOARTETA, CDPedro /, núms. 4 y 8. Hizo testamento en 1105, Archivo catedral de Jaca. pub. R. HUESCA, Teatro histórico de las iglesias del reino de Aragón, 8, Pamplona. 1802, págs. 449-452, pero desde 1100 no figura al frente de ninguna tenencia. " En 1085, Sancio Sanz in Erro, y el mismo año, ya con el titulo de conde, comite Sancio in Erro et in Sancto Stephano, A. CANELLAS LóPEZ,CDSanchoRamírez, núms. 80 y 81; la última mención, de 1113, comes Sancius in Erro, J. A. LEMAPuEYO.Colección diplomática de AJfonso I de Aragón y de Pamplona ( 1104-1134) /CDA{fonso /J, núm. 59. Numerosas menciones comes in Navarra, cfr. A. J. MARTIN DUQUE,DMleire, núms. 123 y 255, entre 1087y1113, pero algunas también comes in Pampilona, ibídem. núms. 138 y 168, entre 1092 y 1098. Hacia 1104-1109es citado a propósito de su hermana, Sancia, soror dompni Sancii comitis de Pampilona, J. M.1 LACARRA, CD/rache. núm. 89. 1~ C. LALIENA CoRBERA,Pedro /, p. 250. insinúa el carácter «honorífico» del título. 16 AN. UetETOARTETA, CDPedro l. núm. 2. 17 Por ejemplo. Sancho Ramfrez en Aibar y Javierrelatre ( 1091-1100)y otras; y Sancho Sanz, en El Ca~tellar( 1093). Aibar ( 1105) o Ejea ( 1113). 18 Cfr. AG. UetETOARTETA, Los «tenentes», entradas. por ejemplo, de Capella, Laguarres y Perarrúa en un caso. o bien Arlas. Estella. Funes. Huarte, Peralta y Ujué en el otro. 19 M. CANTERA MONTENEGRO. CDNájera, núm. 23, de 18 de abril de 1081.Cfr. AG. UetFrOARTETA, Aproximación al estudio del nacimiento de la nobleza aragonesa, págs. 12-15 (cuadros I y 2). con )any Castilla durante el siglo XII. Nuevas conclusiones». A1111ariock E.1t11dio.1 Afrcli1·,·al,•.1. 25- l ( 1995). p;igs. J-JX.

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HISTORIA DE ESPAÑA

40 J. M. CANALSÁNCHEZ-PAGIN, «La Casa de Cameros en León y Castilla en el siglo XII». Archivos Leoneses, 97 y 98 (1995). págs. 147-157. J. DELEZA,Los Lope Díaz. de Haro, señores de Vizcaya y losseñores de Cameros e11el gobierno de La Rioja durallte la Edad Media ( /0/6-1334). Logroño. 1954. 41 C. PALLARÉS y E. PoRTELA,«Aristocracia y sistema de parentesco en la Galicia de los siglos centrales de la Edad Media. El grupo de los Traba», Hispania. 185 ( 1993), págs. 823-840. 4" J. M. CANALSÁNCHEZ-PAGIN, «Casamiento de los condes de Urge( en Castilla», Anuario de Estudios Medievales, 19 (1989), págs. 119-135. •J S. BARTON,«Two Catalan magnates in the couns of the kings of Léon-Castile: the careers of Ponce de Cabrera and Ponce de Minerva re-examined», Joumal of Medieval History. 18 ( 1992), págs. 233-266. D. W. LOMAX,«Catalans in the Leonese empire». Bulletin of Hispanic Studies, 59 ( 1982), págs. 191-197. E. FERNÁNDEZ-XESTA y VÁZQUEZ.U11 magnate catalán en la Corte de Alfonso Vil. Comes Poncius de Cabreira, Prínceps Cemore. Madrid. 1991. -14 Es siempre fundamental el libro de H. GRASSOTTI Las institucionesfeudo-vasalláticas en León y Castilla, Spoleto, 1969, 2 vols. L. GARCÍADEVALDEAVELLANO, «El prestimonio. Contribución al estudio de las manifestaciones de feudalismo en los Reinos de León y Castilla durante la Edad Media». Anuario de Historia del Derecho Español, XXV ( 1955). págs. 5-122. Y los trabajos contenidos en Structures féodales et féodalisme dans l'occident méditerranéen (Xe-Xllle siecles), Roma, 1980 (P. BONNASSIE. «Du Rhone a la Galice: Genese et modalités du régime féodal», págs. 17-55). En tomo al feudalismo hispánico. León, 1989 (C. ESTEPA,«Fonnación y consolidación del feudalismo en Castilla y León», págs. 157-255), Señorío y feudalismo en la península ibérica, Zaragoza. 1993, 4 vols. Véase también M. RECUEROASTRAY, «Donaciones de Alfonso VII a sus fieles y servidores», En la España Medieval, 9 (1986). págs. 897-914. 4' Uno de los últimos «condados»-distritos fue el de Saldaña-Carrión, que Alfonso VII dividió en varias tenencias. J. A. LARGOMUÑOYERRO, «De la nobleza condal al poder delegado: Época de doña Urraca y el Emperador en SaldañaCarrión», Actas del II Congreso de Historia de Palencia, Palencia, 1990, 11,págs. 429-440 . .¡¡, F. MENÉNDEZ PIDALDENAVASCUÉS, Los emblemas heráldicos. Una interpretación histórica, Madrid, 1993. 47 R. A. FLETCHER.The Episcopate in the Kingdom of León in the Twelfth Century, Oxford, 1978. B. F. REILLY. «On Getting to be a Bishop in León-Castile: The Emperor Alfonso VII and the Post-Gregorian Church». Studies in Medieval and Renaissance History, 1 ( 1978), págs. 37-68, y «The coun bishops of Alfonso VII of León-Castilla. 11471157», Mediaeva/ Studies, 36 ( 1974 ), págs. 67- 78. E. PASCUAEcHEGARAY.«El respaldo ideológico de la iglesia de Alfonso VII: los preámbulos y la Chronica Adefonsi lmperatoris». Universitas Tarraconensis, 8 (1985-1986), páginas 39-64, y «Hacia la fonnación política de la monarquía medieval. Las relaciones entre la Monarquía y la Iglesia castellano-leonesa en el reinado de Alfonso VII», Hispania, 172 (1989), págs. 397-441. •K A. GoNZÁLEZPALENCIA,El arwbispo D. Raimundo de Toledo, Barcelona, 1942. F. J. HERNÁNDEZ, «La cathédrale, instrument d'assimilation», en L. CARDAILLAC. coord., Tolede, XI/e-XII/e. Musulmans, chrétiens et juifs ... , París, 1991. págs. 75-91. y «Los mozárabes del siglo XIIen la ciudad y la iglesia de Toledo», Toletum, 16 ( 1985). págs. 57-124. P. LINEHAN,History and the historians ... , págs. 270 y sigs. 49 C. J. BISHKO,«Peter the Venerable 's joumey to Spain», Studia Anselmiana, 40 (1956). págs. 163-175. San Pedro de Cardeña apeló al papa Eugenio lll, que en 1145 declaró nula la donación y en 1150 situó al monasterio bajo dependencia directa de Roma. ~ Sobre la situación anterior a la refonna gregoriana y sus secuelas, J. ÜRLANDIS,«Los laicos y las iglesias rurales en la España de los siglos XI y XII», en Le istituzioni ecclesiastiche della «Societas christiana» dei secoli XI-XII: DioceJi, pievi e parrochie, Milán, 1977, págs. 261-292, y «Los monasterios familiares en España durante la Alta Edad Media», en Estudios wbre instituciones monásticas medievales. Pamplona, 1971, págs. 127-164. J. A. GARCÍADE CORTÁZAR,«Las formas de institucionalización monástica en la España medieval», Codex Aquilarensis. 2 (1989). págs. 63-81. '' E. PoRTELASILVA,La colonización cisterr:ienseen Ga/icia ( 1142-1250), Santiago de Compostela, 1981. Con carácter general, M. COCHERIL,Études sur le monachi.5meen Espagne et au Portugal, Lisboa, 1966. ,: V. A. ÁLVAREZ PALENZllELA. Monasterios cistercienses en Castilla (siglos XII-XIII),Valladolid, 1978. J. PÉREZEMBIDWAMBA.El Císter en Castilla y Leó11.Monacato y dominios rurales (siglos XII-XV). Valladolid, 1986 y «El Císter femenino en Castilla y León. Fundación y organización de las Comunidades monásticas (s. x11-xm)» en II Jomadt1.1· Luso-Españolas de Historia Medieval, Opono. 1989, lll. pp. 1077-1125. ,.1 E. DIAZy P. MOLINA,«Las campañas de Alfonso VII en Andalucía: un precedente de la conquista de Córdoba». V Coloquio Internacional de Historia Medieval de Andalucía, Córdoba. 1988. págs. 63- 70. '4 Referencias bibliográficas en mi anículo «El Estrecho como eje de relaciones (siglos XII-XV)»,en Historia del paso del Estrecho de Gibraltar. Cádiz (SECEGSA), 1995, págs. 189-209. '1 L. SERRANO,El obispado de Burgos.... escribe sobre unas supuestas «eones generales» en Burgos y Valladolid a finales de 1155 y comienzos de 1156. pero el dato debe ser inexacto. Si fuera cieno, cabría situar en esta reunión. y no a comienzos de 1155, la decisión sobre el reparto de los reinos. ~ Véase el detalle de la división fronteriza en J. GoNZÁLEZ,El reino de Castilla en la época de Alfonso Vil/, Madrid. 1965, I, págs. 72 y 73; y su «Fijación de la frontera castellano-leonesa en el siglo XII».Er, la España Medieval, 2 ( 1982). págs. 411-423. ·57 Enterrada en Santa María de Nájera, a la que Sancho otorgó. pro remedio anime de su mujer y suya, Santa María del Pueno, la futura Santoña: es uno de los ejemplos más antiguos de obtención por una institución eclesiástica del interior de un lugar, en este caso también de origen eclesiástico. donde tenían imponancia creciente las rentas derivadas del comercio y la actividad marítimas. y muestra el valor que Sancho, todavía «rey de Nájera», daba a la colegiata y a la ciudad como sede de su condición real. ~" La obra general básica sobre Femando II es la de J. GoNZÁI.EZ.Regesta de Fernando 11,Madrid. 1943. Sancho lII

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EL IMPERIO DE ALFONSO VII

en la del mismo autor. El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Madrid. 1960. 3 vols. (Citados en lo sucesivo como Femando II y Alfonso VIII, respectivamente.) w E. FERNÁNDEZ-XESTA Y V ÁZQUEZ, «El motín de la trucha y sus consecuencia~ sobre Don Ponce Giraldo de Cabrera. "príncipe" de Zamora», y E. PASCUAECHEGARAY, «El papel de la nobleza en las relaciones entre Castilla y León a mediados del siglo xu: el caso de Zamora». ambos en Primer Congreso de Historia de 7.amora. Zamora. 1991. págs. 261283 y 317-323. •0 Sobre Alfonso VIII. además del gran estudio general de J. GONZÁLEZ. véase G. MARTINEZ DIEZ.Alfonso VIII. rey de Castilla y Toledo ( J/ 58-1214 ). Burgos. 1995. También los estudios contenidos en Alfonso VIII y su época, Aguilar de Campoo. 1990. 61 La expresión es del cronista Jiménez de Rada. º' Tiene alguna utilidad J. VtLLA-AMILY CASTRO,Estudio histórico acerca del señorío temporal de los obispos de Lugo en sus relaciones con el municipio, Lugo. 1897. º·' Lo tradicional era considerar que nació en 1152. pero véase AN. UBIETOARTETA.«El nacimiento de Alfonso 11 de Aragón». Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón. IV ( 1951 ). Guardan relación con aspectos tratados aquí J. E. Rutz DoMENEC.A propósito de Alfonso, rey de Aragón, conde de Barcelona y marqués de Provenza. Barcelona, 1996, y A. SÁNCHEZCASABÓN, Alfonso 1/ rey de Aragón, conde de Barcelona y marqués de Provenza. Documentos ( 1162-1/96), Zaragoza. 1995. M En relación con estos hechos hay que recordar la tradición de la «caballada» de Atienza: F. LAYNASERRANO,«La histórica cofradía de «La Caballada» de Atienza (Guadalajara)». Hispania. 11( 1942). págs. 483-556. 1>.~ Don Raimundo de Palencia era tío del rey. El 30 de enero de 1163 recibió algunas imponantes mercedes regias como reconocimiento a su ayuda: el monasterio de Cubillas. el tercio del ponago de Urueña y la mitad de los derechos de acuñación de moneda en Palencia, cuya ceca volvió a funcionar por orden de Femando 11.

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CAPÍTULO 11 AMENAZA

ALMOHADE

Y GUERRAS

ENTRE REINOS

SU\IARIO:1. Hacia un nuevo reparto de poder político.-A) El repliegue de Femando 11.-BJ Nuño de Lara y Alfonso VIII.-CJ Enfrentamiento en Badajoz.-DJ El fin de lbn Mardanís.-EJ La boda de Alfonso VIII.-F) Algunas idea,;, circunstancias y medios de gobiemo.-2. La búsqueda de equilibrios.-A) Segunda legación del cardenal Jacinto y primera ofensiva del sultán Abü Ya'qüb.-B) Castilla y Navarra enfrentadas. El arbitraje inglés.-C) Conquista de Cuenca y tratado de Cazola.-D) Guerra entre León y Castilla: el problema de la frontera.-E) Del tratado de Medina de Rioseco al de Fresno-Lavandera.-3. La hegemoníti rnstellmw y sus adversarios.-AJ La segunda ofensiva almohade.-