Historia de España [16] 9788423948000, 8423948005, 9788423948277, 8423948277, 9788423949984, 8423949982, 9788423989010, 8423989011

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Historia de España [16]
 9788423948000, 8423948005, 9788423948277, 8423948277, 9788423949984, 8423949982, 9788423989010, 8423989011

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HISTORIA DE ESPANA MENÉNDEZ PIDAL TOMO

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XVI

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HISTORIA DE ESPANA ,,

MENENDEZ PIDAL DIRIGIDA POR

JOSÉ MARÍA JOVER ZAMORA

TOMO XVI

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LA ÉPOCA DEL GÓTICO EN LA CULTURA ESPANOLA (c. 1220-c. 1480) POR

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR, MANUEL ALVAR, FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA, EMILIO MITRE FERNÁNDEZ, FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ CONDE, JULIO SAMSÓ, LUIS GARCÍA BALLESTER, JESÚS MARÍA CAAMAÑO MARTÍNEZ, ISMAEL FERNÁNDEZ DE LA CUESTA, HORACIO SANTIAGO-OTERO, JOSÉ MARÍA SOTO RÁBANOS y ÁNGEL GÓMEZ MORENO

COORDINACIÓN Y PRÓLOGO POR

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR

ESPASA CALPE. S. A. MADRID

1 9 9 4

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HISTORIA

DE ESP ANA

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MENENDEZ DIRIGIDA

PIDAL

POR

JOSÉ MARÍA JOVER ZAMORA

TOMO XVI

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LA ÉPOCA DEL GÓTICO EN LA CULTURA ESPAÑOLA (c. 1220-c. 1480) POR

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR, MANUEL AL VAR, FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA, EMILIO MITRE FERNÁNDEZ, FRANCISCO JAVIER FERNÁNDEZ CONDE, JULIO SAMSÓ, LUIS GARCÍA BALLESTER, JESÚS MARÍA CAAMAÑO MARTÍNEZ, ISMAEL FERNÁNDEZ DE LA CUESTA, HORACIO SANTIAGO-OTERO, JOSÉ MARÍA SOTO RÁBANOS y ÁNGEL GÓMEZ MORENO

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Y PRÓLOGO POR

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ES

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PROPIEDAD

Espasa Calpe. S. A .. Madrid, 1994 Impreso en España Printed in Spain

Impresión y cncuaderna,ión:

Mate u Cromo. S. A. Pinto ( l\·ladrid)

Depósito legal: M . 153-19:'i~

ISBN 84-239-4800-5 (Obra completa) ISBN 84-239-tN00-3 (Tomo 16)

Editorial fapasa Calpe. S. A. Carretera de !nin. km. 12,200. 2~04Y \ladrid

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COLABORADORES JOSÉ ÁNGEL

MANUEL

LóPEZ ESTRADA, Catedrático Madrid.

FRANCISCO

JESÚS

Emérito de la Universidad

Complutense

de

MITRE FERNÁNDEZ, Catedrático de Historia Medieval en la Universidad Complutense de Madrid.

EMILIO

Lt.:IS

GARCÍADE CORTÁZAR,Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Cantabria, Santander.

ALVAR, de la Real Academia Española.

FRANCISCO

JULIO

DEL PRESENTE VOLUMEN

JAVIERFERNÁNDEZ CONDE,Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Oviedo.

SAMSÓ,

Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Barcelona.

GARCÍA

BALLESTER, Catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Cantabria, Santander. Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barcelona.

MARÍA

CAAMAÑO MARTINEZ,Catedrático de Historia del Arte Medieval en la Universidad Complutense de Madrid.

ISMAEL FERNÁNDEZ DELACUESTA,Catedrático del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Presidente de la Sociedad Española de Musicología. HoRACIO

JOSÉ

SANTIAGO-OTERO,Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid. Académico de Mérito de la Academia Portuguesa de la Historia.

MARÍA

SOTORÁBANOS,Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid.

Á:--IGEL GóMEZ

MORENO,Profesor Titular de Filología Española en la Universidad Compluten-

se de Madrid.

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Espasa Calpe. S. A .. Madriu . 19()-1 Impreso en España Printed in Spain

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ISBN 8-l-239--1800-5(Ot>ra completa) ISBN 8-l-139-8900-3 (Tomo 16)

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COLABORADORES JOSÉ ÁNGEL

MANUEL

GARCÍADE CORTÁZAR,Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Cantabria, Santander.

ALVAR, de la Real Academia Española.

FRANCISCO

LóPEZ ESTRADA, Catedrático Madrid.

Emérito de la Universidad

Complutense

de

MITRE FERNÁNDEZ, Catedrático de Historia Medieval en la Universidad Complutense de Madrid.

EMILIO

FRANCISCO

JAVIERFERNÁNDEZ CONDE,Catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Oviedo.

SAMSÓ, Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Barcelona.

JULIO LUIS

GARCÍA

BALLESTER, Catedrático de Historia de la Medicina en la Universidad de Cantabria, Santander. Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Barcelona.

MARÍA

CAAMAÑO MARTINEZ,Catedrático de Historia del Arte Medieval en la Universidad Complutense de Madrid.

JESÚS

ISMAEL

FERNÁNDEZ DELACUESTA,Catedrático del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Presidente de la Sociedad Española de Musicología.

HoRACIO

JosÉ

DEL PRESENTE VOLUMEN

SANTIAGO-OTERO,Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid. Académico de Mérito de la Academia Portuguesa de la Historia. SOTORÁBANOS,Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

MARÍA

Madrid. Á:-,..GEL

GóMEZ

MORENO,

Profesor Titular de Filología Española en la Universidad Compluten-

se de Madrid.

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PRÓLOGO POR

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA

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DE CORTÁZAR

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PRÓLOGO POR

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA

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La época del gótico. -La cultura. -La cultura española en la época del gótico: los rasgos generales. Individualismo. sentimiento de intimidad. de privacidad. -Sentido de la individualidad y la intimidad. -Conciencia de la autoría. -Encelulamiento social y físico. -Conciencia de modernidad, de novedad. de moda. -Fortalecimiento del papel de la razón, la medida y el homhre.-EI saher como poder.-Conclusión.

St-MARIO:

Las ünágenes con que se pueden iniciar las páginas del Prólogo general de un libro dedicado a LA ÉPOCA DEL GÓTICO EN LA CULTURA ESPAÑOLA son, prácticamente, infinitas. Escojamos una: el convento de San Francisco, de Palma de Mallorca. Hablar de la Palma bajomedieval es recordar ya a una ciudad, la Ciutat, puerto por más señas, asiento de mercaderes y, más original, nzorada de cartógrafos, creadores de portulanos. Por su parte, el edificio sintetiza varios de los ·valores de los siglos XIII, XIV y XV: comunidad de franciscanos; templo conventual de una sola nave con capillas entre los contrafuertes; claustro equilibrado y sereno, cuyas columnas del piso bajo expresan la elegancia del gótico ¿mallorquín?, ¿catalán?, y, por fin, sepulcro de Ramón L/u/1. El nombre sugiere, a su vez, otro mundo de imágenes de misión, de elaboración de la lengua catalana, de filosofía, de teología, de astrología, de pasión humana y aventura divinal. En resumen. el convento franciscano de Palma sintetiza mundo urbano, tráfico mercantil, conocimientos astronómicos y geográficos, órdenes mendicantes, estilo gótico con expresiones regionales. lengua vernácula, discusión teológica, espíritu de misión y de enseñanza hacia gentes de otras creencias religiosas ... Todo ello es parte, y parte significativa, del mundo de la España del gótico. El mundo que, a partir de este Prólogo, un grupo de autores aspira a presentar e interpretar. La empresa ha resultado larga; podríamos decir que desmedidamente larga. Comenzó en J 977. Eran tiempos en que el nivel de la historiografía en muchos de los temas pensados para el romo hacía prever que éste iba a resultar una obra de síntesis con buenas dosis de investigación de primera mano. El paso del tiempo y, con él, la aparición de nuevos estudios han ampliado el papel del primero de esos componentes y han reducido el del segundo. Al menos, en aquellas colaboraciones que tardaron más en incorporarse al proyecto o en madurarlo. Pero eso no lo podíamos prever quienes acudimos a la viña en la primera hora, en 1978: los profesores Lópe:, Estrada. Fernández Conde y yo mismo. La tarea que aguardaba a los autores de este tomo quedó resumida en el ohjetivo del múmo tal corno su coordinador, y autor de este Prólogo, lo confió al director de la colección en mayo ele 1977. La obra se planteaba como «intento de presentar una panorámica general de los aspectos ,nás significativos del vivir de los hispanos de los siglos XIII. XIV y XV, tanto de los que se

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XII

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORT ÁZAR

refieren a la vida material como a los relacionados con su quehacer illtelectual o las actiwdes espirituales. En consecuencia, tendrán cabida en él la exposición y el análisis de todo lo que se refiera a: modos de vida, comportamientos, actitudes; concepciones del mundo: realizaciones filosóficas, científicas, literarias, plásticas o musicales. En resumen, todos aquellos aspectos de la vida material, intelectual o moral que, por su propia índole o por las dificultades de ser incorporados a otros de los volúmenes del período bajomedieval, han quedado al margen de la exposición e interpretación conjuntas de la Historia de Espaiia, objeto de la colección». En definitiva, el objetivo del tomo era proporcionar las claves culturales de la historia de España de los siglos XIII, XIV y XV. En tres niveles. El primum, vivere. El deinde, philosophari. Y, si se autoriza la expresión, el semper socializare. En otras palabras, modos de vida, manifestaciones de la cultura intelectual y formas de adoctrinamiento social.

La época del gótico. La licencia es evidente: gótico es adjetivo que tiene su lugar aplicado a un estilo artístico vigente entre la segunda mitad del siglo XII y finales del XV. Por retórica, se emplea en este tomo la expresión de la «cultura de la época gótica» para fijar unas fechas: las de los siglos XIII. XIV y XV. Si dejamos de lado los años de confluencia artística entre el románico y el gótico, esto es, los cinco decenios entre 1170 y I220, nuestra España del gótico se extiende de 1220 a 1480. A ese período se refiere la historia contenida en este tomo. Un período gótico, aparentemente, enmarcado por dos «renacimientos»: el del siglo XII y el del siglo XV. En la práctica, un arco tendido entre el primero y el segundo, con un argumento que cobra fuerza progresiva según corren los tiempos: antropocentrismo, razón, dialéctica entre encelulamiento de las personas y ampliación de horizontes de la sociedad. Un mundo «otro» qlle el nuestro, pero también, en cierto modo, el mundo en que nos hicimos. En que hincamos claramente algunas de nuestras raíces: idioma, individualismo. crítica, experimentación, dehate sobre la autoridad y sobre la representación de la comunidad, sensibilidad ante el hecho religioso, sentido de la novedad y de la intimidad ... Todo ello forma parte del argumento de estos siglos góticos y de este tomo. Durante aquéllos, el marco general de referencia de la historia hispana coincide con el europeo. Ambos muestran una unidad de destinos, dentro de la cual las diferencias regionales parecen menos significativas que las coincidencias. Como preámbulo, unos cuantos datos de esa historia de los siglos XIII, XIV y XV. En slts diferentes ámbitos. En su umbral, el nombre de tres batallas. Por muy displicentes que seamos respecto a la historia de reyes y guerras, esos tres episodios se nos imponen con valor de símbolo. En 1212, la victoria hispanocristiana en las Navas de To/osa marca el comienzo del final de la presencia musulmana en la Península. Una nueva señal de la ampliación del espacio de la cristiandad latina a costa de los islamitas. Un nuevo signo y factor de integración de la Península en la Christianitas. Con una particularidad: la deserción de los guerreros ultrapirenaicos convocados a la empresa convierte la victoria de las Navas en una hazaña exclusiva de los hispanos. El triunfo, como dirá don Rodrigo Jiménez de Rada, será de solí hispani. En l 213, la batalla de Muret se saldó con la victoria de Simón de Montf ort y los caballeros del norte de Francia enviados contra los albigenses. Éstos no fueron los únicos vencidos. La derrolll de las tropas del conde de Toulouse, ayudado por Pedro II de Aragón, quien murió en el empc,io, marcó el final de la brillante sociedad provenzal, la amadora de la gentileza trovadoresca. A la vez, anunció la fortaleza de la monarquía en sus designios por dominar el espacio que llt1mamos Francia. Al mio siguil'f1te, en 1214, el escenario de 8011,·ines se11te11ciará,en una Ferdadera guerra «mundial", el éxito de las monarquías 11acio11alessobre las t1spiracio11c.1 cmii·er.rnlcsdel

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XIII

PRÓLOGO

bnperio. Se empezaba a abrir paso, por el camino de los hechos, el principio de los teóricos de la recepción del derecho romano: rex imperator in regno suo. En tres años sucesivos, tres episodios que anuncian nuevos tiempos. De individualización, y enfrenta,niento, de las sociedades (cristiana, judía, islámica). De fortalecimiento de los reinos. De nacirniento de las políticas nacionales, que tendrán su expresión en el marco de la guerra de los Cien Años y, cerrando el período, ya a finales del siglo XV, en el de las guerras de Italia. A su con1pás, parecen ir perdiendo vigor los conflictos internos de cada reino. Los que, por simplificar. venían siendo protagonizados por monarcas, señores y ciudades e implicaban diferentes posturas en el debate sobre el origen de la autoridad y las formas de representación de la comunidad. En resumen, la disputa, que se vive con fruición en todos los reinos, incluido el espiritual del papado, entre dos principios. El del quod omnes tangit ab omnibus approbetur de la orientación contractual, pactista, visible en un Alonso de Madrigal o en un Francesc Eiximenis. Y el del quod principi placuit legis habet vigorem de la corriente autoritaria, ejemplificada en un Rodrigo Sánche z de Arévalo. El triunfo final correspondió a la segunda opción y, con ella, a un evidente pragmatismo que Maquiavelo describió con mano maestra en la figura de El príncipe. Como contrapolítico. portada. la nobleza, que pierde peso en sus funciones militares y políticas, aspira a conservarlo en lt1s económicas y jurisdiccionales. Más aún, aprovecha éstas para construir los escenarios en que añorar aquéllas. Las justas, los torneos, los pasos honrosos, que dan pie a numerosas cartas de batalla y desafío, las magnificentes entradas en villas y ciudades, las artificiosas fiestas, ocasión de despliegue de lujo y riqueza, de signos de distinción respecto al común de los mortales, son ta,nbién manifestaciones espaciales de un espíritu que recorre sin cesar los siglos XIV y XV. Huizinga lo bautizó certeramente para siempre como «la nostalgia de una vida más bella». En su 1,·ersión literaria, la de los innumerables ubi sunt, ha dejado páginas inmortales. En ellas, en ocasiones, el talante moralista del autor se impone a la belleza de las estrofas. Tal sucede en las de cuaderna vía del Rimado de Palacio que el canciller Pedro López de Ayala e111r:,feó para mostrar su experiencia y su conocimiento del alma humana, incluida la suya. O. con nuevas formas poéticas, los sonetos fechos al itálico modo del Marqués de Santillana, en que el ritmo de los ubi sunt se anima, al tiempo que se aviva la nostalgia del pasado. Y, por encima ele todas esas voces, una. La que, llevando el sentimiento en la frágil ánfora del pie quebrado, capta y forna, sueña nostalgia y belleza. La de Jorge Manrique. Sin inventar nada, siguiendo el 111 uerte riunbo de sus contemporáneos, desde Tomás de Kempis a Ausias March, pero revistiendo sus coplas de una mezcla de simplicidad y expresividad raras 1·eces alcanzada. De una s11prerna nostalgia de una vida más bella: ¿Q11ése hi:o el rn· i/011 Jw111? Los i11Ji1111es d,· Arag,in ¿q11t',c hi~it·n,,1' ,:Q11éfile dc wmo galún:'. ,;qué dt• lll/1/ll Í/1\'ÍIICÍ, núm. 408), en Baena ( «e fable lymado sin mal consonante», núm. 419). Estamos insertos en el mundo que para el siglo XIII era clerical: el poeta se aparta del vulgo, porque el atuendo asegura un gusto hacia un determinado tipo de poesía, según dos versos del compilador:

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LA POESÍA

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oponía a las verba polita, con las que el propio Vendóme decía que se embellecían, y perfumaban, los versos 67• En las Leys d'Amors (1, 29) la inhabilidad afectaba también a la música: Cacepmphaton sera domnada del sieu mal so 68 •

Añadamos todavía que, según sabemos, en el siglo XIII la conesfa era «el saber» 69 , y seguía siéndolo en el xv. Pero entremedio se habían interpuesto las leyes de los tolosanos, que habían ayudado a conformar la manera de ver las cosas. Hablar bella y justamente es uno de los motivos que hace ser ciencia a la retórica 70 , y entre las cinco causas sobre las que la retórica se funda, están el juicio, que no es otra cosa que «certa manera de procezir» amparada por la ciencia, la autoridad, la razón, la deliberación, la justicia y el temor de Dios, con lo que el poeta viene a ser un dechado de virtudes y discreciones, que pocas veces se cumplen, por más que las Leys d'Amors minuciosamente las describan (I, 134-136). Es decir, cortesfa como «saber» o retórica como «conducta» venían a encontrarse en el antiguo mester y en la nueva maestría; por eso Rodrigo de Arana responde a Baena, tan poco ponderado con los que creía inferiores, y sus palabras son tajantes: Señor Juan Alfonso, desque corrompés toda cortesya, de~ís que querés fablar mesurado e ya non podés, pues el comien~o, señor, non guardades (núm. 427).

El letrado debe seguir siendo ecuánime y medido en sus palabras. No suena a nueva esta apreciación en nuestra literatura: era la imagen del «clérigo entendido» que practicaba unos principios que se recogen en el trivium (gramática, retórica, lógica), pero que culminan en esa mesura que da el saber 71 • Doscientos años atrás, uno de los más bellos poemas de nuestra literatura empezaba con esta cuaderna, tan sencilla: En el nombre de Dios y de Santa María. si ellos me guiassen, estudiar querría, componer un romance de nueva maestría del buen rey Apolonio y de su cortesía.

Veamos la nueva maestrfa del siglo xv, y la cortesía que se practica. Las líneas teóricas de Baena, que he recordado al iniciar este trabajo, no son otra cosa que un quehacer clerical, tal y como lo entendían nuestros poetas del siglo XIII. No sé si es sorprendente que por caminos distintos se haya llegado a idénticas conclusiones. Pero es que el hecho poético en sí mismo no cambia, cuanto más la forma de ser formulado, pero es que el artista, llámese clérigo, llámese maestro en gay saber, está manejando una misma materia verbal, a la que da vueltas y más vueltas para apartarse del vulgo profano, y los caminos llevan a idénticos resultados. Cuando las Leys d'Amors insertan «li mandamen de trobar», no están haciendo otra cosa que cumplir con las aspiraciones de nuestros poetas del siglo xm; las aspiraciones -que a través de elloscumplirán nuestros poetas del siglo xv, y resultan ser idénticas las consecuencias: Li mandamen de trobar son far noel dictat per sillabas. compasat am rims. so es amb acordansas; alcunas vetz amb una, oz am motas cobblas seguenornat ayssi pauzat. amb beis motz plazens. clars. acordans. am certa e bona sentenza. etcétera (II, p. 30).

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HISTORIA DE ESPAÑA E guardo los metros de la maestría e nunca me visto capote ni sayo (núm. 401) 5'.

Apolonio de Tiro era un «clérigo entendido» porque practicaba las artes del trivium y conocía la música especulativa 57; no difiere mucho de él fray Diego de Valencia cuyos «decires e otras cossas que él fizo son muy bien fechas e muy sabia e letradamente puestas e ordenadas, e muy sotilmente limados e escandidos por quanto el dicho maestro fray Diego era muy grant letrado e grant maestro en todas las artes liberales e otrosy era muy grant físico, estrólogo e mecánico» (núm. 473) 58 • Fijémonos en lo que ahora nos ocupa: en el cuerpo de un par de poemas del Cancionero se suscitan las relaciones de esta ciencia del siglo xv con lo que fue la nueva maestría en el XIII. En el poema 124, Villasandino escribe: Que quien bien catare en cada rrenglón fallará ditongos e ga~afatón, e los consonantes errados. perdidos.

Por su parte, en el decir que lleva el núm. 209, dirá claramente: Noble Rrey. sy puse o pongo en esta pobre seguyda 5" ca~affatón o di tongo. palabra layda o perdida"" Vuestra alteza ennoblecida Perdone la tal erran~a.

Con estas nuevas cuestiones -que nos son necesarias- se nos amplía la perspectiva que dan las rúbricas y, con insistencia, estamos repitiendo el mester sin pecado 61 del Libro de Alexandre o el dezir fermoso o saber sin pecado de Juan Ruiz (15c). En la mencionada estrofa segunda del más antiguo de estos textos, se habla de la gran maestría que significa componer cuadernas vías a sílabas contadas; esto es, aplicando unos principios rigurosos que pertenecen al arte de la retórica. Ahora bien, Mateo de Vendóme en su Ars versificatoria (c. 1185) había escrito taxativamente: A presentís doctrinae traditione excludantur versos inopes rerum nugaeque canorae. scilicet frivolae nugarum aggregationes, quae quasi joculatrices vel gesticulatrices auribus aleudunt solo consonantiae blandimento. quae possunt cadaver exanimatum imitari "'.

Las mismas censuras que en el siglo xv, en lo que se manifiesta de manera explícita en todos los tratadistas del xm. Quedan los diptongos y el cac;afatón; tampoco ahora hay discrepancias: saber contar sílabas no significaría ninguna maestría si se tratara, simplemente, de aplicar unas reglas aritméticas, pero exige unos saberes que apartan este arte culto del popular de los juglares. Y establecer esas reglas ha sido consecuencia de unos conocimientos técnicos que nos han permitido conocer en qué consistía semejante saber; para la cuaderna vía, los eruditos han establecido -precisamenteel cómputo condicionado por el encuentro vocálico 63 como principio inmutable sobre el que se apoyaba el cscandidoh-1.Ni más ni menos que los diptongos del siglo xv 6~. En cuanto al carafa1ó11'"', sería esa sarta de enumeraciones reprobadas por Mateo de Vendóme. y que demostraba la inhabilidad del versificador: algo que en las viejas codificaciones se

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HISTORIA DE ESPAÑA

Nuevo dictado es, ni más ni menos, nueva poesía, pues no en balde el dictador es el 'poeta' (1, 82), y la novedad consiste, en el siglo XIV, en repetir lo que ya se había dicho en el xm:

contar las sílabas, rimar correctamente, seleccionar las palabras. Y las aspiraciones volverían a repetirse en nuestro siglo xv 72 • Conjunto de principios que se fundan en la retórica, que de este modo se convierte en una norma de conducta, pues gracias a esta suma de perfecciones «es la sciensa que essenha lo mona be far e govemar [... ],a drechura defendre, [... ] d'aquesta sciensa ha hom mestiers continuamen en totas bezonhas divinals e mundanals, en far patz et acort et en far autres bos tractamens» (1, 82-83) 73• Cuando un hombre tan exquisito como Santillana se sitúa ante unos planteamientos teóricos, su postura continúa la que postuló Juan Alfonso de Baena, y que no es sino un arrastre de muy viejas ideas medievales: poesía y gaya ciencia son en él «inspiración» y «conocimiento que da el saber», lo mismo que lo fueron para los teóricos que he considerado. Y, lógicamente, el don de Dios y el conocimiento no caben sino en los espíritus escogidos: Nunca esta sciencia de poesía e gaya sciencia buscaron nin se fallaron synon en los ánimos gentiles. claros ingenios e eleuados spíritus.

En unos cuantos poemas puede rastrearse la nueva concepción de la poesía, como gracia infusa que Dios otorga a sus elegidos. Esto que en prosa dijo Baena en el arranque del Cancionero, es sustentado por Villasandino en una «recuesta e pregunta contra los trobadores» (núm. 80): [... ) callen aquellos que non Resciben por gracia divina este don De la poetría [... ]

Después la cuestión que se plantea es la naturaleza de la poesía: Juan Alfonso de Baena sale al palenque con una recuesta y pregunta contra todos los trovadores (núm. 429). He aquí sus versos: Decid me. señores, por vuestra mesura El arte de trobar si es por ciencia O es por engenio o es por femencia. O es por abdacia o es por cordura: O el arte gayosa si toca en locura, O aquel que la sigue si sube en el pesso De sser estruido su cuerpo con sesso. Si non lo manpara quien fizo natural.

Las respuestas poco añadieron, pues Rodrigo de Arana se enzarzó en unas florituras verbales que nada tenían que ver con la cuestión y nos quedamos con la gran pobreza teórica que los poetas del Cancionero se plantean. Quería señalar una revolución literaria que vino a ser como una continuación de lo que pasó doscientos años antes. Los recursos de la nueva maestría se fueron importando y, lógicamente, la lengua tuvo que estar presente: el nombre de maestría mayor vino de Galicia y de Portugal (en Provenza se llamó coblas unissonas); arte comuna y arte común doblada parecen proceder de la maneyra explicada por Jofré de Foxá: las chansones se oponen a las canciones tradicionales: los decires cortos se avendrían a las cantigas, pero sin acompañamiento musical; los decires largos tenían que ver con los poetas tolosanos del siglo xv: los discores dependen de las discordances provenzales y se han asociado. a veces. con el lay; los estribotes con las cob/as estrampas

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LA POESÍA

del Midi, etc. Del mismo modo, los recursos retóricos tienen carácter fónico que afecta a la métrica (arte de encadenada, de macho e fembra o comuna de lexa prenda), vuelven a hacernos pensar en Provenza (rims empentatz o multiplicatius), en Galicia (mordobre o manzobre 'palabra repetida'< francés mots, comuna de lexa prenda= prov. cobbla capfinida). Vemos que en el Cancionero de Baena quedan arrastres provenzales y gallego-portugueses, y no deja de ser lógico que Alfonso Álvarez de Villasandino, uno de los más viejos poetas de la compilación, quede fiel a unos recursos arcaicos, lo mismo que lo estuvo en otras cosas. Por el contrario, Juan Alfonso de Baena (tanto en la teoría como en sus aplicaciones) se muestra conocedor de numerosos recursos que deben vincularse con la poética de Galorromania. Lo que debe cada uno a estos antecedentes no es el momento de dilucidarlo aquí, aunque no poco sepamos ya. Pero recordemos que el propio Villasandino gustaba de las Canciones provenzales. En su Decir al Cardenal de España apunta: A mí más me plaze oyr a Martyn quando canta o tañe algunas vegadas sus cantigas dul~es muy bien concordadas asy en castellano commo en lymosyn 74 •

Y que el oficio de un Sancho, escudero del Condestable viejo, le sirvió para ensartar una inacabable lista de galicismos (núm. 99): paje, sage, mensaje, lenguaje, viaje, hostaje, fardaje, portaje, regulage, formaje, etc. 75.

NOTAS 1

Un siglo después, Juan Ruiz tendría las mismas pretensiones: fablarvos é por trobas e por cuento rimado: es un dezir fermoso e saber sin pecado. (15 b-c)

El cuento rimado es, según María Rosa Lida, sílabas contadas (c c'Jm pu tu cuento) y con rima, tal y como quería el autor del Alexandre; el dezir fermoso debe ser la retórica y demás cuestiones que le atañen; saber sin pecado, los conocimientos clericales, opuestos a la ignorancia juglaresca. Sobre muchos de estos motivos me ocupo en «Gonzalo de Berceo como hagiógrafo,. y «Prosa y verso en antiguos textos hagiográficos», recogidos ahora en la Misceldnea de estudios medievales, Diputación General de Aragón, Zaragoza, 1991, t. 1, págs. 109-125 y 127-139, respectivamente. 2 Ars versificatoria, edic. FARAL,pág. 153, § 9. 3 Edic. FARAL,págs. 376. El último verso es de Juvenal. Para el curso rítmico, la prosa rimada y otras formas retóricas del siglo XIII, véase ERtCHAUERBACH,Literatursprache und Publikum in der lateinischen Spatantike und im Mittelalter, Berna, 1958, págs. 206-207. • He aquí el testimonio de Mateo de Vendóme: «A presentis doctrinae traditione excludantur versos inopes rerum nugaeque canorae, scilicet frivolae nugarum aggregationes. quae quasi joculatrices vel gesticulatrices auribus alludunt solo consonantiae blandimento, quae possunt cada ver exanimatum imitari [... ) scilicet versus leonini, quorum venustas sicut ratio nominis ignoratur; in quibus quidam tibicines et imperiti in exercitio leonis morum maxime gloriantur» (Ars 1·ersificatorio.,apud FARAL,pág. 166, § 43). ~ «Etenim sunt tria quae redolent in carmine: verba polita, dicendique color, interiorque favus» (ibfd., página 153, § 9). 6 Véase JAMESJ. MuRPHY,Medieval Rhetoric. A Select Bibliography, Toronto, 1971, págs. 65-66, D 50 - D 66. 1 Ars versificatoria, pág. 154, § 11. Por otra parte, no hay que desechar la importancia que para el vocabulario tuvo la renovación escolástica del siglo XIII (cfr. AUERBACH,ob. cit., pág. 207). ~ Véanse los capitulillos pertinentes en «De las glosas emilianenses a Gonzalo de Berceo» (Miscelánea estudios medievales, ya cit., t. 1, págs. 13-35). 9 Véase MANUELALVAR,El dialecto riojano (2.' edic. ), Madrid, 1976. págs. 19-26. 'º /bid., págs. 26-32. 11 Sigo la edición de Dutton (Londres, 1971, págs. 115-117). 12 RICHARDBECKER,Gonzalo de Berceo, Milagros un ihre Grwrdlagen. Estrasburgo. 1910, pág. 69. 13 MANUELALVAR, Libro de la infancia y muerte de Jesús, Madrid, 1965. págs. 78-83. donde se da no escasa bibliografía.

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152 14

cias

HISTORIA DE ESPAÑA En toda esta exposición seguimos el Dialecto riojano aducido hace un momento; ello nos evita repetir referen-

l biliografía.

RUFINOLANCHETAS,Gramática y vocabulario de las obras de Gonzalo de Berceo, Madrid, 1900. El más reciente de sus trabajos es «El vascuence en La Rioja y Burgos» (Revista de Dialectologia y Tradiciones Populares, V, 1949, págs. 370-405). 17 «De toponimia riojana», § 15, prólogo a la obra de ANTONIOGONZÁLEZBLANCO,Diccionario de la toponimia actual de La Rioja, Murcia, 1987. 18 Para todo lo concerniente a este poema remitimos a MANUELALVAR. Vida de Santa Maria Egipciaca (2 vols.), Madrid, 1970-1972. 19 A. VANGENNEP, Laformation des légendes, París, 1910. pág. 128. 20 En el tomo II del estudio se incluyen los dos vocabularios. 21 Cfr. ÜLEGARIOGARCIA DE LA FUENTE, El latin biblico y el español medieval hasta 1300. Vol. I: «Gonzalo de Berceo», Logroño, 1981. 22 Para esta obra, véanse la edición y estudios de Manuel Alvar (Madrid, 1965). Nuestras referencias, tácitas para evitar repeticiones, se hacen a este trabajo. Bien entendido que reelaboramos los materiales para esta ocasión. Téngase en cuenta el trabajo de Manuel Alvar Ezquerra. «Concordancias e índice básicos del libro de la infancia y muerte de Jesús» (Archivo de Filologia Aragonesa. XXVI-XXVII. págs. 421-460). 23 Les légendes hagiographiques (4." edic.). Bruselas. 1955, pág. 11. 24 Véase mi Berceo como poeta hagiográfico, ya aducido. 25 Véase FARAL, págs. 61-62. En la última de estas páginas presenta el siguiente cuadro, que hemos traducido. El nombre del autor figura en la cabecera. y la cifra indica el orden que en el tratadista tiene el recurso; en cursiva. el título de la obra: 1

16

~

.

VJS~AUF

-

Poetria l. Interpretación

2. l. 3.

y «expolitio» 2.

2. Perífrasis 3. Comparación 4. Apóstrofe

5. 6. 7. 8.

EBRARDO

GARLANDA

Documentum

Prosopopeya Digresión Descripción «Oppositum»

5. y sus ornamentos a) exclamación b) conduplicación c) sujeción d) dubitación

4.

4. 3. l.

5. 6. 7. 8.

3. 5. y sus variedades: conduplicación exclamación sujeción dubitación interpretación 4. l. 2.

2to «De una dueña que habedes oida / quiero vos contar toda su vida: / de Santa María Egipciaca, / que fue una dueña muy l~na, / et de su cuerpo muy l~ana / cuando era man~eba et niña. / Beltad le dio Nuestro Señor/ porque fue fermosa pecador./ Mas la mercet del Criador/ despues le fizo grant amor.» 27 Cfr. YAKOV MALKIEL, Three, Hispanic Word Studies. Latin macula in Ibero-romance; old portuguese trigar: hispania lo(u)~ano (Berkeley - Los Angeles, 1947). :!l! MANUELALv AR, Nuevas apostillas a la « Vida de Santa Maria Egipciaca», Homenaje a José Manuel Blecua, 1983. págs. 73 - 85. :!J JoHN Frrz-GERALD, Versification of the Cuaderna Via as Found in Berceo's Vida de Santo Domingo de Silos, Nueva York, 1905; H. H. ARN0LD, «Irregular Hemistichs in the Milagros of Gonzalo de Berceo» (Hispania, L, 1935, págs. 335-351). 44 LAPESA,«Apócope ... », ya cit., pág. 219. '-1 Étude sur les pronqms abrégés en ancien espagnol, Uppsala-Leipzig, 1906. (Cuadro en la pág. 127.) -111 BENEFICIADO DE UBEDA, Vida de San 1/defonso. Estudio, ediciones y notas por MANUELALVAR EZQUERRA, Bo~otá, 1975, págs. 133-142. 7 RAFAELLAPESA,«La lengua de la poesía lírica desde Macías a Villasandino» (Romance Philology, VII, 1953. págs. 51-59). -lli Más ampliamente que aquí, trato de esta cuestión en «La "nueva maestría'' y las rúbricas del Cancionero de Baena» (Miscellanea di studi in onore di Aurelio Roncaglia a cinquant'anni dalla sua laurea, Modena, 1989). '" Cito por M. DuRÁN, en «Clásicos Castalia», núm. 94, págs. 210-211. .«, Se trata de un Jugar común que procede de la antigüedad y penetrará en el Renacimiento (véase el excurso VIII de E. R. CURTJUSen su Literatura europea y Edad Media latina, México, 1955, págs. 667-668). Juan del Encina aclara con precisión y energía las diferencias que hay entre poeta y trovador: aquél es el teórico que conoce los principios científicos: éste quien los aplica (Arte de poesía, ed. cit., págs. 17-18). 31 Principios todos estos que, de una u otra forma, reaparecerán mucho después en Juan del Encina {ob. cit. nota anterior. págs. 20. 23). Creo que hay que atenuar mucho el valor teórico del que habla PoTVIN, «Les rubriques du Cancionero de Baena: étude pour une gaie science» (Fifteenth Century Studies, II, 1979, pág. 174). 32 Queda fuera del estudio que hago del útil, e importante, libro de D. C. CLARKE, Morphology of Fifteemh Century Castilian Verse, Pittsburgh (Pa.), 1964. l-' Aunque para las Leys d'Amors, la cuaderna vía era ya una antigualla ( «e daquesta no uza hom huey guayre», citado por LANG, pág. 509). En cuaderna vía aún se imprimieron por Felipe de Junta (Burgos. 1563) los Exemplos de Catón, en un texto que necesita cuidadosa revisión. Argote de Molina consideró a la cuaderna vía como de origen francés, y adujo unas estrofas del Poema de Femán González (Discurso sobre la poesía castellana, ed. E. F. Tiscornia, Madrid, 1926. págs. 35-36). ~ Cita a Ramón Vida) de Besalú, Jofré de Foxá, Belenguer de Troya, Guillermo Vede!, Guillén Moluier, fray Ramón de Comet y Juan Castilnou. •i Lógicamente, se cuida muy mucho de señalar cuando un poema «non paresce ser bien fecho ni por arte guardada» (núm. 123), «si non va guardada el arte de trovar» (núms. 522, 523), o se señala si el decir «es bien fecho non embargante que non respondió por los consonantes como debía» (núm. 35), o si está bien aunque el arte sea «muy llana» (núm. 41). No se acaban las perfecciones de la «nueva arte» con lo que en el texto se dice. Véase lo que explico muy poco después sobre diptongos y gazapos. "' Son los principios de la literatura trovadoresca: en el consistorio secreto, los miembros de la gaya ciencia. «fazian todos juramento de judgar derechamente sin pw;ialidad alguna segun! las reglas del arte» (VILLENA,Arte, pág. 59), y es lo que reavivará Juan del Encina cuando diga: «pues se ponen a hazer en metro deven mirar y saber que metro no quiere dezir otra cosa sino mensura. de manera que lo que no lleva cierta mensura y medida, no

Ses rims hueymains procezirem E nostras Leys compilarem Am la comuna parladura Que d'empost liamen non cura, De hyat. fre, collizio D'accen, ni replicacio, Gardan locas ayssi co.s tanh Alqual bos lengatges s'afranh

Ténganse en cuenta las páginas que se dedican al asunto en el tomo II de las Leys d'Amors (págs. 35-40). Don Enrique de Villena escribió: «Guardáronse los trobadores de poner vn uocablo que comen~se en uocal tras otro que acabase en ella; como casa alta, que aquellas dos aes confonden e detienen la boz» (Arte, pág. 88). Para estas y otras cuestiones existe un viejo estudio de A. PLEINES,Hiat und elision im provenzalischen, Marburgo, 1886. M En los retazos que nos quedan de Arte de trovar, de don Enrique de Villena, se dice: ocho diphtongos son auidos por leales, siquiere ~ertos, en el trobar, es a saber: ay, ey. oy, uy, au, eu, iu, ou ( ... ]; ia, ie, ve, no son finos, que se llaman por otro nombre impropios (pág. 68). 61, Para la historia de la palabra, véanse CoROMINAS,DCELC, s.v. gazafatón y el estudio de GARCIADE DIEGOen RFE, XI (1924), págs. 333-334. 67 Apud FARAL,pág. 153, § 9. 68 Otras referencias en WALTERSCHMID,Der Wortschatz ... , cit., pág. XIII. f,/ Vid. mi «Apolonio, clérigo entendido,., cit., donde aduzco bibliografía. 10 Leys d'Amors, I, pág. 81. En el Cancionero de Baena no se hace mención explícita a la armonía de las palabras; sí en el Arte de trovar, de don Enrique de Villena: «(los trovadores] situaron de tal manera las letras que fiziesen buena euphonía siquiere plazible son, e se desuiaron de aquella posición de letras, que fazía son desapacible» (pág. 85). 71 Las Leys d'Amors insisten una y otra vez en el valor de los adjetivos savi y discret (1, 33, 35 passim). No es ajeno a esto la dignidad y nobleza de las palabras que defienden las propias Leys (l. 115). 72 Cfr. Leys d'Amors, 11, 94-95 (pausas), 96 (acento), 91 (compás de acento), 98 (rima). Don Enrique de Villena (1384-1434) exigía más: «Por la mengua de la scien~a todos se atreuen a hazer ditados, solamente guardada la igualdad de las syllabas, y concordancia de los bordones, según el compás tomado, cuydando que otra cosa no sea cumplidera a la Rímica dotrina» (pág. 43). 73 Y aun habría que considerar un testimonio de no escaso valor: la retórica es también norma moral, porque con su belleza formal ayuda a la alegría y hace «fugir a tristitia, enemiga del gay saber,. (Leys d'Amors, 11, pág. 31). Añádase el testimonio de una obra clásica: las Flors del Gay Saber, ed. Gatien-Arnoult, París-Toulouse, 1841-1843, 3 vols. 74 Canc. Baena, núm. 97 (finida). Este Martfn creo que es Martfn el Tañedor. El prestigio del provenzal venía de lejos: «nenguna parladura no es tan natural ne tan dreta a trobar del nostre lenguatge con aquella francesa de Lemosí,. (Raws, pág. 5), que en los versos de la Doctrina d'acort dice: Parladura lemoyzina Es mays avinenz e fina. Quar il quays se razona con la gramatica buena (ibfd., pág. 30).

Para la no conveniencia de mezclar lenguas, véase Regles de trabar (Marshall, pág. 64). 7l Santillana vendría a incidir sobre esta cuestión cuando decía preferir a los franceses por su «guardar del arte» (Proemio, cit., pág. 216).

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CAPÍTULO 11

LA

ÉPICA

Sobre la lengua se proyecta el concepto literario de la tradicionalidad 1• Un reiterado fluir de motivos recurre a una repetición de hechos lingüísticos, y desde las gestas hasta la epopeya indiana se reiteran idénticos motivos. Los textos establecen la continuidad de unos recursos, y el tiempo, no mucho, va a contar. Si las gestas perviven en el romancero fronterizo con su contenido ideológico intacto, no es menos cierto que se continúan en unas fórmulas lingüísticas que establecen esa rara continuidad formal desde los más viejos testimonios épicos hasta la épocaen que los Romanceros se recogen, y aun después. Claro que resulta parcial que pretendamos aislar el romance fronterizo de cualquier otro tipo de romances. Pero no menos cierto también, que si en ellos encontramos fórmulas épicas tendremos la certeza de haber descubierto un bien manadero de pervivencia de las gestas: que en un romance cualquiera haya giros épicos se debe a la propia condición del poema, continuadora de la vieja poesía. Pero si eso mismo encontramos en los romances fronterizos, es que ha habido una voluntad firme de crear una determinada forma «nueva» adaptándola a la que ya existía. No sé si merece la pena aclarar o insistir: los romances del Cid, de los Infantes de Lara o de Fernán González continúan una materia y unas formas preexistentes, mutándolas tan sólo en lo que la evolución literaria ha impuesto. Que el cerco de Baeza, la toma de Antequera o la pérdida de Alhama empleen de esos mismos recursos es que hay una intención de seguir con temas nuevos los mismos planteamientos viejos. Así, por ejemplo, resulta sorprendente que al contar la muerte del conde de Niebla (agosto de 1436) se recurra al antiquísimo recurso de la -e paragógica, propia de nuestra épica y muestra siempre del carácter viejo de la épica castellana: nuevas me queredes dar Dadme nuevas, caballeros. de aquese conde de Niebla, don Henrique de Guzmán, y ha cercado a Gibraltar. que hace guerra a los moros. ayer vi fiestas muy grandes: Veo hoy lutos en mi corte. o alguno de mi sangre. o el príncipe es fallecido, el maestre y condestable:. o don Alvaro de Luna,

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Pág ina de Mi o Cid , ohra cum b re de la lite ra t ura épica cas te llana . Bib lio teca Nac ion a l. M adrid

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LA ÉPICA

No de otra forma a como puede documentarse en el Cantar del Cid: Lloraron de los ojos las dueñas e Álbar Fáñez. e per Vermudoz otro tanto las ha; «Don Elvira e doña Sol, cuydado non ayades, e bivas e sin otro mal. quando vos sodes sanas mejor podredes ganar» Buen casamiento perdiestes, (vv. 2863-2867).

O en Los Infantes de Lara: «Ganamos ocho cabe\:as de omnes de alta sangre, mas tales ganacias caras nos cuestan asaz; tres reys e quinze mil de otros perdiémoslos allá, si me yo allá más llegara, otro troxera el mensaje» (vv. 36-39).

Rafael Lapesa ha señalado cómo «el lenguaje épico es una cadena cuyos eslabones están forjados en épocas muy diversas. El arcaísmo se convierte en licencia poética del género o en fórmula estereotipada, y puede alcanzar una libertad de aplicación y un uso sistemático que nunca tuvo mientras fue práctica espontánea del habla diaria» 3 • El ejemplo más representativo es el de esta -e paragógica, que inventará -en los albores del siglo XVII- una tempestade, nunca documentado antes de Lope de Vega. Si esta persistencia de la -e paragógica es un rasgo del arte de los juglares, no de otro modo hay que interpretar las fórmulas coloquiales que aparecen en la narración. Se ha hablado de «usos juglarescos» del Mio Cid, y Menéndez Pidal ha reunido los testimonios en que «el juglar cuenta su historia pensando siempre en el auditorio que tiene delante>>: ,•

Dirévos delos cavalleros que levaron el mensaje ... Es' día ha de plazo, sepades que non más ... ¡Aqu( veriedes quexarse ifantes de Carrión! •.

De modo bien parecido en los romances fronterizos, sean de estilo viejo. sean de estilo juglaresco: todos huir al castillo (pág. 208) Viéredes moros y moras por quitar prolijidad (pág. 211) que aqu( no digo sus nombres Allí hablara el rey moro, bien oiréis lo que diría (pág. 240)

También Menéndez Pidal ha señalado que en las descripciones de ejércitos «es natural que los romances, continuando el tratar la guerra con los moros, continuasen hábitos de los cantares de gesta» 5 • Así el Mio Cid recurre a enumeraciones enfáticas en las que se repite el adverbio tanto: Veriedes tantas lanps premer e al h nos indican el arraigo de un proceso que ya se registraba en la copia de la Confessio amantis, aunque en la Gaya ciencia no tenemos casos de pérdida. Así pues, el vecino de Segovia debía ir más atrasado en su evolución que el de Huete (y, por supuesto, menos que Villena o Nebrija, si la doctrina reflejaba en ellos una realidad precisa), caso de que la lengua de las rimas no represente un estadio más arcaizante que el de la lengua coloquial. En conclusión, si el sistema fonético de la Gaya ciencia refleja la pronunciación de Castilla la Vieja a finales de la época gótica, tendríamos que reconocer que es ya un sistema en crisis. Tanto más valiosos sus informes por cuanto al dar tiradas de palabras con los mismos grafemas o, más frecuente, con las mismas rimas, sabemos qué usos practicaban los poetas. Y esos usos.

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HISTORIA DE ESPAÑA

evidentemente, reflejarán un cuidado mayor de quien puede utilizar la materia fónica sin recurrir a las exigencias poéticas. Creo que todos estos datos nos informan sobre una situación real. Si la diferenciación de -b- y -v-, o de -s- y -ss- se practicara, como la de -z- y -r-,la de -j- y -x- o incluso la de -b- y -1;-, el hecho se hubiera reflejado por cuanto se poseían los medios para hacerlo. Si se hubieran igualado las alveolares y las palatales, las hubiera confundido gráficamente, como hizo con las dos eses. Creo que lo que se dice es una verdad y a ella hemos de atenemos, pues no es de creer que un poeta tan ilustre como Guillén de Segoviano practicara con rigor los principios que eran norma obligada para los trovadores 76 y en quien se sabe que tuvo relación con Juan de Mena y el marqués de Santillana.

NOTAS 1 De la pronunciación medieval a la moderna en español, tomo I (2.' edic.), Madrid, 1967; tomo II, Madrid, 1969; «Examen de las noticias de Nebrija sobre antigua pronunciación española» (Nueva Revista de Fi/ologfa Hispánica, 111, 1949, págs. 1-82), etc. 2 Véanse R. MENÉNDEZ PlDAL, Orlgenes del español (3.ª edic.), Madrid, 1950, págs. 60-63, 49-52 y 52-53, respectivamente; M. ALVAR,«Grafías navarro-aragonesas», recogidas en los Estudios sobre el dialecto aragonés, Zaragoza, 1987, págs. 34-35 y 22-31. 3 Orlgenes del español, págs. 63-68; «Grafías navarro-aragonesas», págs. 35-39. 4 Orlgenes del español, págs. 55-60; «Grafías navarro-aragonesas", págs. 31-33. 5 MANUELALVAR,«Valor poético de las rimas de la Gaya ciencia, de Pedro Guillén de Segovia» (Anuario Medieval, Nueva York, I, 1989, págs. 18-23). 6 ALONSO,Pronunciación, I, págs. 21-62. 7 /bid., 11,págs. 7-29. 8 M. ALVAR,Vida de Santa Maria Egipciaca, t. 1, Madrid, 1970, pág. 181. 9 EMILIOALARcos LLORACH,«Esbozo de una fonología sincrónica,. ( Estudios dedicados a Menéndez Pida/, Madrid, 1951, t. I, págs. 22-25; Egipciaca, págs. 181-182; Apolonio, I, pág. 325. io Egipciaca, pág. 143; Apo/onio, págs. 289-291; «Un zéjel aragonés del siglo xv» (Archivo Filologla Aragonesa. X-XI, 1959-60, págs. 293-300, y en otros trabajos. 11 Cfr. JUAN DE CuENCA, traduc. de JoHN GOWER, Confesión del amante, edic. de ELENAALVAR.prólogo de MANUELALVAR,Madrid, 1990. 12 /bid., pág. 42. 13 M. ALVAR,«Guillén de Segovia», ya citado. Abrevio mucho el trabajo. 14 Usaré en mi trabajo, La «Gaya ciencia», de P. Guillén de Segovia, transcripción de O. J. Tuuuo, introducción e índices por J. M. CASASHoMs (2 vols.), Madrid, 1962. 15 Introducción, págs. XXVIy LVI. Cfr. O1vA JoH. TALLGREN,La «Gaya o consonantes», de Pero Guillén de Segovia (manuscrito inédito del siglo XV). I Estudios sobre la «Gaya de Segovia•. Cap(tu/os de introducción a una edición critica, Helsinki, 1907, págs. 11-12 (citaré siempre Tallgren); estudio lleno de buenas cualidades. 16 Véase mi prólogo a la edición de 1981 y algún trabajo posterior. 17 El manuscrito es posterior a 1454 y anterior a 1490, según explico en el prólogo a la transcripción paleográfica hecha por ELENAALVAR(Madrid, 1990). También podrá servirme en el cotejo un cancionero copiado años después ( «Paleografía y lingüística en el ms. 541.b. 7 del Museo Británico», en los Estudios filológicos en Homenaje a Eugenio de Bustos, Salamanca, 1992). 18 Introducción, pág. XXVII. 19 Introducción, pág. XIV. 20 Por ejemplo, cubo < ¿cu b u, c u p a? Las etimologías -salvo indicación específica- proceden del Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, de J. COROMINAS (Madrid, 1961). En cuanto a las fechas. suelo basarme. en el DCELC del mismo autor. 21 Puede verse la exposición del problema en FREDRICK H. JUNGEMANN, La teorfa del sustrato y los dialectos hispano-romances y gascones (trad. E. Alarcos), Madrid, 1955, págs. 336-361. y L. SOLL, «Der Zusammenfall von b und v und die Variation der Stimmhafte Verschusslaute im Iberoromanischen» (Beitrage zur rom. philo/ogie, III, 164. págs. 380-398). Para la situación del problema en la Gaya hay que consultar también a TALLGREN,págs. 47-48. En un libro reciente se trata de la cuestión con planteamientos de tipo general: CARMENPENSADO,Cronología relativa del castellano, Salamanca, 1984, págs. 152-166. 22 Tomo l. págs. 51. col. a, 6-10. "-' DCELC, s.v. sobar. '4 l. pág. 52. c, 1-5. 25 ataua, balua, osría, ganzúa (1, pág. 140. b. 26-30). 2" g a b a 'cañaveral' < algaua (l. 160, d. 3-9), d i b" 'chacal' < adii·e (l. 172, e, 13-41). Adelántese la documentación de algaba. que el DCELC no registra la Vt.)Z hasta 1611. Más ejemplos: arroua ( < r u b a"), garroua ( estribo (l. 142, e, 17-24), *d u b b a> adoba (id., 34-40). 33 Ffebo, tribo (l. 51, e, 6-11). 34 ~ á b b a 'cerradura'> aldaba (1, 142, d, 38-4), g u b b a 'gabán'> aljoba, si es evidente de aljuba (l, 142, e, 34-40; 143, a, 1-10). 35 La variante hispanoárabe I] a d ú b b a, aducida por Corominas, obvia cualquier dificultad. 36 Se documenta en I, 160, e, 3-9, bajo la forma gibaua. 37 Véase AMADO ALONSO, «Examen de las noticias de Nebrija sobre antigua pronunciación española» (Nueva Revista de Filologfa Hispánica, III, 1949, págs. 63-69). La referencia a Baena está en DÁMASOALONSO,Fragmentación fonética peninsular, suplemento al t. I de la Enciclopedia Lingüística Hispánica, Madrid, 1962, pág. 171. 38 Véase RUFINOJOSÉ CuERVO, «Disquisiciones sobre la antigua ortografía y pronunciación castellanas» (18951898), en las Disquisiciones sobre filología castellana, Buenos Aires, 1948, págs. 192-203; A. ALONSO,De la pronunciación medieval a la moderna en español, t. I (2.• edic.), Madrid, 1967, págs. 23, etc. J *a r ro t' 1a re > *a r ro c' 1 ar e, y su j resulta lógica. t11 Cfr. JUANANTONIO FRAGO,«El reajuste fonológico del español moderno en su preciso contexto histórico: sobre la evolución/ s, t I > /xi, Serta Philologica F. Lázaro Carrete,, l, págs. 219-230. 70 Analizo estos problemas en el trabajo citado en la n. 17. 71 Nuestra edición (Zaragoza, 1981), aunque no hago análisis del problema. 72 Véanse referencias en mi prólogo a la Confessio amantis. 73 Arte de trovar, págs. 70-71. 74 Págs. 20-22, §§ 8-9. El cancionero del Museo Británico está copiado a comienzos del siglo xv1. 75 Cancionero de Estúñiga, pág. 14, § 3.6, y «El grafema t, en el Cancionero de Estúñiga» (Boletfm de Filología, XXIXX, 1984, págs. 162-163). 76 Cfr. «La "nueva maestría" y las rúbricas del Cancionero de Baena» (Miscellanea di studi in onore di Aurelio Roncaglia), Modena, 1989, págs. 1-24.

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IV

EL RITMO DE LA COMUNIDAD: CONFIRMACIONES Y RUPTURA POR

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORT ÁZAR

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INTRODUCCIÓN

Los marcos de relación social, caserío, aldea, ciudad, constituían en la España del gótico los diferentes escenarios de ejercicio de la sociabilidad. Para exteriorizar e intercambiar signos de relación, el instrumento usual era un lenguaje común a cada una de las comunidades humanas locales, aunque, desde el siglo XIII, hubieran cristalizado varios idiomas a escala de la sociedad global asentada en la Península. El mero hecho de que, frente a las lenguas romances o al euskera, subsistiera el latín en aplicaciones muy concretas, lo habíamos considerado como prueba de la existencia, dentro de cada comunidad regional, de al menos dos códigos lingüísticos. Con todo, la desaparición, en la España del gótico, del latín como lengua hablada restringía su valor al de instrumento de relación intelectual (o de saber científico) más que de relación social (o de saber cotidiano). Para desarrollarse, aquélla no necesitaba del latín. Utilizaba, en cambio, además del idioma, un conjunto de signos de valor convenido cuya transmisión se efectuaba bien por vía visual, como toda la iconografía o cualquier espectáculo, bien por vía oral no sólo en recitados y relatos, sino también a través de sonidos, que iban desde la campana del templo a las chirimías de la procesión gremial o el rabel del pastor. Cualquiera de esos medios, sin necesidad de palabras, podía activar en cada hispanocristiano un mundo de representaciones colectivas; en definitiva, un mundo de relaciones sociales. Tal mundo se ordena en torno a unos peculiares ritmos de la vida cotidiana de la España del gótico. De la aldea y de la ciudad; de la comunidad y del individuo. Los cuatro ritmos tienen entonces entre sí concomitancias que hoy han perdido casi totalmente. Tal vez habría que decir que es precisamente en estos siglos cuando cada uno de tales ritmos empieza a tornar su propio camino. El progresivo fortalecimiento de la ciudad con respecto a la aldea y la diferenciación de sus dedicaciones señala la bifurcación de los dos primeros; el distanciamiento del individuo respecto a la comunidad, y su valoración como persona particular marca, si no la ruptura del ritmo de aquélla, sí al menos su clara diversificación. Estamos todavía en los comienzos de un proceso, pero ya se vislumbra que el marco, físico o espiritual, de relaciones sociales juega un papel condicionante, o al menos posibilitante, del desarrollo de las mismas y, con ello, de su ritmo. El grado de diseminación del caserío. la morfología y dimensiones de la aldea, el nivel de «urbanismo» de cada ciudad son factores a considerar a la hora de

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CAPÍTULO I

LOS RITMOS DE LA COMUNIDAD: DEL DÍA AL AÑO

SUMARIO:El ritmo diario. -El ritmo semanal. -El ritmo mensual. -El ritmo estacional.El ritmo anual.-NOTAS

Funciones distintas, dedicaciones económicas diferentes, marcos físicos diversos tendían a imponer ritmos peculiares a los grupos hispanocristianos. La naturaleza y la Iglesia tendían a uniformarlos. En su conjunto, con las matizaciones que habrá que establecer, no resulta aventurado hablar de ritmos de la comunidad. Entre sus ingredientes, el ritmo del individuo y la actitud comunitaria ante el tiempo juegan también papeles significativos. El primero, ajustado teóricamente a las etapas que marca su propio desarrollo biológico, no podrá evitar encontrarse de forma reiterada con la presencia de la comunidad como testigo implacable y reflejo continuo de la propia vida individual. En el bautismo, en la boda, en el momento de la muerte, en los funerales, la comunidad se hace absorbente, y el individuo mera excusa de despliegue de las capacidades de aquélla o de algunas de sus fracciones. Pero también la propia actitud de la comunidad hacia el tiempo contribuye a subrayar, más o menos, los distintos ritmos. Precisamente, en los siglos XIII a xv esa actitud comenzará a oscilar. Entre sujetarse al ritmo de la naturaleza, entonces menos domesticada que ahora, y, por ello, más implacable para los habitantes del mundo rural, o al ritmo más mecánico que exigían las actividades que van abriéndose paso en las ciudades. Las de compra y venta de productos en los mercados, y, sobre todo, las de realización de las tareas artesanales. A estos efectos, la Baja Edad Media, como ha puesto de relieve Le Goff 1, estará en una especie de quicio entre el tiempo rural y el urbano, entre el eclesiástico y el burgués, entre la flexible dimensión de las horas, más cortas en invierno, más largas en verano, a tenor de la desigual duración de la claridad solar, y la domesticación de las mismas bajo el ritmo, mecánico e igualitario, de los primeros relojes. De las campanas de las iglesias, medidoras del tiempo flexible, anunciadoras de maitines o vísperas, se pasará con enorme lentitud a los relojes urbanos municipales, divisores matemáticos de horas iguales. El que, por acuerdo de 20 de marzo de 1463, había de colocarse en la nueva parroquia de San Antón, de Bilbao, debía ser «de la mejor madera que pudiere aver en los robres que se

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señalar los ritmos del hispano bajomedieval. Junto a ellos, según los casos, multiplicando o dividiendo sus efectos, también son a tener en cuenta, respectivamente, las dimensiones y estructuras de la familia, su carácter noble o no, la fortaleza de la comunidad aldeana, el nivel de división del trabajo urbano y el rango de capitalidad regional que haya adquirido la ciudad en concreto. Todos estos elementos juegan en la conformación del ritmo cotidiano, en especial, de la comunidad. Sobre él también, esto es, sobre el ritmo colectivo -ya que el individual lo marca más estrictamente la propia biología-, incide decisivamente la mentalidad. Todas las celebraciones, religiosas o profanas, de carácter cíclico, rítmico por tanto, responden a presupuestos mentales. Tampoco ausentes del ritmo del individuo, sirven sobre todo para subrayar que en los siglos XIII, XIV y xv, ritmo de grupo y ritmo de individuo se confundían mucho más que hoy.

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han cortado en Abando o se cortaren de aquí adelante; e que la tal madera que la paguen de dineros del concejo ... » 2 • E idéntico interés. por «tener concertado e adobado el reloj de la dicha villa», muestran sendos acuerdos del concejo madrileño en 1482 y del de Portugalete en 1506. De momento, el nuevo artefacto es más bien un símbolo que un instrumento; apenas es capaz, por ahora, más que de marcar con exactitud lo que ya antes señalaba el volteo de campanas. Nada disputa a éstas seguir siendo las proclamadoras y encauzadoras del ritmo vital de la comunidad; ellas anunciarán el incendio, la avenida o el ataque, la gloria, el luto o la oración. Y en la mayoría de las ciudades españolas, y en todas sus aldeas, seguirán reinando como universales medidoras del ritmo al acomodarse plenamente al que la naturaleza señala para el mundo campesino. Sobre este ritmo, prioritariamente natural, se impone una contabilidad de años, meses, semanas y días que coincide con la nuestra actual. Una salvedad: el cómputo de años estuvo sometido hasta finales del siglo XIV a dos criterios: «el año del Señor», que se corresponde con la era cristiana. y «la era hispana», que iba treinta y ocho años por delante de aquélla. Así, el rey Juan I de Castilla fechará todavía en 1382 de la era cristiana con arreglo al cómputo de la hispana («15 días hera de 1420»); poco después establecerá definitivamente la datación por «el año del nacimiento del nuestro Salvador Jesucristo». Ello quiere decir que nuestros antepasados, sometidos simultáneamente hasta 1385, aproximadamente, a dos cómputos cronológicos, contabilizaron por dos veces el período de treinta y ocho años que, por diferencia entre las eras hispana y cristiana. medió entre 1385 y 1423. Sin embargo, no parece que esos cómputos preocuparan a los españoles de los siglos XIV y xv. Para ellos, el ritmo natural marcaba el sentido del tiempo. y bajo esta dimensión, las dos grandes divisiones eran, sin duda, por un lado, el día y la noche, y por otro, las estaciones del año. Articulando ambos se perfilaban los distintos ritmos de la comunidad. El ritmo diario.

Medido menos por los relojes mecánicos que por los de arena o sol, lo marca la luz del día. La claridad de éste se opone a la oscuridad de la noche. En la óptica meramente física. desde luego, porque la tiniebla nocturna es el momento de la amenaza invisible, del riesgo apenas conjurado por las escasas luces artificiales, tan amenazadoras como la propia oscuridad en un mundo de madera, siempre presta al fuego. Pero también en la óptica espiritual: la noche como momento del pecado y del diablo, vencidos dos veces por Cristo, nacido en medio de la noche y resucitado antes de que despuntara el día, precisamente, «para llevar la luz de la verdad a aquellos que andan errantes por la noche del error» 3 • Contra la tiniebla nocturna y sus riesgos legislan las ciudades hispanas, ejemplificando sus progresos en la domesticación del tiempo de que anteriormente hemos hablado. En Guernica, ... los veladores. cada noche ayan de andar por las cuatro calles de la villa de con tino. E sean tres personas mayores fasta media noche. e otras tres despucs ... ; e cada ,·ez que dixcren ¡vela!. sean obligados a dezir que hora hes. porque los que obicrcn de travajar o madrugar sepan que hora hes ... '.

También en las fraguas o en las tareas propias del pescador, el ritmo viene marcado por la alternancia de día y noche. En las primeras, tal vez. por temor a un incendio generalizado. estimulado en el Norte por el temible viento sur de las primaveras cantábricas: .. yll'm. que lo, rcmenteros no labren en sus fraguas. saln1 desde que L·,111tarcn los gallos fasta la noche ... e quando abrcgo o otro ,icnto grand Ultima edición: Madrid, 1976. A los artículos contenidos en el volumen citado en la nota 25 de este capítulo, ocho de ellos de tema hispánico, añadir J. URiA, «La caza de la montería durante la Edad Media en Asturias. León y Castilla,,, reeditado en el tomo recopilador de trabajos de ese investigador bajo el título Los vaqueiros de alzada y otros estudios ( De caza y etnografía), Oviedo, 1976, págs. 265-302. " Edición J. FRADEJAS,Madrid, 1969. págs. 53-54. :!! Edición R. MENÉNDEZPIDAL, en Tres poetas primitil'os, Madrid, 1948, pág. 39, versos 79 a 94. ~ G. LLOMPART. La fiesta del Corpus en Zaragoza y Mallorca, ob. cit .• pág. 5; J. V11.A,«Folklore de la fiesta mayor de Sitges. Instrumentos y danzas». en Emología y tradiciones populares, 111( 1977). págs. 245-259. 10 G. LLOMPART, «Ideal caballeresco y escuela de esgrima en Mallorca en el siglo xv», Zurita, 29-30 (1976-1977), págs. 149-161. 31 G. LLOMPART, «Aspectos medievales de la "Festa del Estandart" (Mallorca)», en Emología y tradiciones populares (Zaragoza), 111(1977), págs. 207-222. Puede ampliarse con otros trabajos de la extensa producción investigadora de este autor. cuya relación bibliográfica puede verse en el volumen misceláneo de una pequeña parte de las mismas

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nes de esta colección. Importa más repensar los posibles efectos, materiales y psicológicos, sobre aquellas comunidades, cuyo ritmo se vio tan cruelmente marcado por la presencia de la muerte. Ver morir una cuarta parte de los habitantes de tu ciudad. o un tercio de los de tu barrio o calle, o la mitad de los de tu aldea, o todos los de tu casa. Convivir durante meses con un permanente rito mortuorio, con una inacabable ceremonia de funeral y entierro de tus compañeros de trabajo, fiesta o cofradía; en Zaragoza, en 1349, trescientas personas, apestadas, morían al día. Aun exagerado, el dato que brinda la Crónica de Pedro IV el Ceremonioso para una población que debía contar entonces con unos 15.000 habitantes, permite imaginar el impacto psicológico recibido por la colectividad. Alimento persistente del mismo fueron, inevitablemente, los montones de cadáveres que, hacinados en las calles, no daban a los sepultadores momento de respiro. Hacer balance a finales de 1348, y de 1349, pero también al término de cada una de las sucesivas recurrencias de la peste, en 1363, 1371, 1374, 1383... , y comprobar, cada vez, que el bandidaje, estimulado por un fácil saqueo de las casas deshabitadas, se ha intensificado; que los arrendadores de peajes y alcabalas, faltos de transacciones mercantiles que gravar, se han arruinado sin remedio; que los cargos públicos quedan vacantes por falta de personas preparadas para ejercerlos en sustitución de los difuntos; que los notarios como testamentarios, los médicos como diagnosticadores e impotentes curadores del mal, los sacerdotes como administradores de los últimos y únicos consuelos posibles, han visto sus filas gravemente clareadas: que los monasterios y conventos, que los barrios populosos. que, en general, allí donde existía una colectividad más numerosa, han visto mermar sus efectivos; que los cementerios se amplían sin cesar; que las viudas reciben autorización para contraer matrimonio sin esperar a cumplir el plazo de un año de luto y tristeza por la muerte de su marido anterior. .. ; que, en fin, no sólo mueren personas o familias enteras, sino que hasta las mismas aldeas fenecen para siempre. En más de dos y más de tres regiones, tal vez un 20 por 100 de las entidades de población existentes antes de 1348 han muerto definitivamente. Sus campos pasarán a engrosar las propiedades de los supervivientes, mejorando, sin duda, su fortuna. Sus casas quedarán, durante algunos años, como fríos memoriales de sus antiguos habitantes. Con el tiempo, el bosque, y, con él, su acompañamiento de alimañas, irrumpirán entre campos. corrales y callejas, engullendo finalmente, en muchas ocasiones. hasta el recuerdo del emplazamiento de esos núcleos 32 • Con esa realidad convive el hispano en la segunda mitad del siglo XIV. Cuando la campana parecía hecha tan sólo para tañer a muerto. Ese era el único ritmo que marcaba. No es difícil pensar que, en esas circunstancias, el espíritu de los españoles titubeara. Prácticamente, la mayoría de los que llegaron a la edad adulta tuvo, entre mediados del XIV y comienzos del xv, ocasión de conocer, al menos, dos epidemias en su vida. ¿Qué responder a ellas? La respuesta que daban los médicos distaba muy poco de la de los frailes y sacerdotes: para Alonso de Chirino, «alcalde e examinador mayor de los físicos e cirugianos de los regnos e sennoríos» de Juan II de Castilla, en los tiempos de la pe,ailcncia, lo que es f;w:dern a !ns discretos nmes es: lo primero. conformar con paciencia umilde la su holuntat con la del Seiior Dios e regir sus ,inimas con sanctos e claros pensamientos e con obras purgadas de todo pecado. E desende. los que pudieren. regir los cuerpos a,í: lo principal es salir de aquella tierra onde se cabsa o está cab,ada la pestilencia e lo m{ts ;mtes que pudicrc. E onde non pudiere salir ... ".

Oración. huida y. en última instancia. dieta alimenticia y. si es posible, «tirar unas seys orn;as de sangre en dos días». era el orden de las prescripciones de los expertos en salud del cuerpo. Para los del alma. a la oración debían seguir las limosnas y las procesiones.

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publicado bajo el título Religiosidad popular. Folklore de Mallorca, folklore de Europa, Palma de Mallorca. 1982, págs. 421-428. 32 Un buen seguimiento a escala local, apoyado en documentación, de la incidencia de las epidemias, puede verse en A. Rue10, Peste negra, crisis y comportamientos sociales en la España del siglo XIV. La ciudad de Valencia (13481401J,Granada, 1979. 3 « .•. guárdese comer todas las cosas que se fazen de leche e de queso, saluo el suero de las cabras muy claro que es bien beuerlo si el tienpo es caliente e ha menester soltar e afloxar el vientre. E el vino sea menos, e aguado más que suele. E apoque el comer de las carnes e escuse las cosas dul~s e las frutas dul~es e más las ~umosas, los pescados grandes o gruesos e las espe~es e viandas agudas e calientes e el grant fenchimiento de ninguna vianda e el grande trauajo e el vañarse en río nin en vano e use muy poco de las mugeres,.. Así concluye el párrafo AWNSODE CttIRINO, Menor daño de la Mede,ina, edición M.ª T. HERRERA, Salamanca, 1973, págs. 39-40. Fiel seguidor de la segunda de las prescripciones (la huida), JAUME RoIG escribió en Callosa d'En Sarria, su refugio contra la peste que asoló Valencia en 1459, gran parte de su Espi/1. Así lo declara en el preámbulo de su obra, edición V. EscRJVÁ,Valencia, 1981, pág. 31: «Trobant-me en aquesta vall, Callosa.perles morts fuit, ociós, trist. sens fer fruit. empres he. no sens treball. de dones scriure llur tall.»

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CAPÍTULO III

LA RUPTURA DEL RITMO DE LA COMUNIDAD: EL VIAJE

SUMARIO:l. Los viajeros.-1. Viajeros institucionalizados de ida y vuelta. -2. Viajeros de ida: emigrantes y exiliados. -3. Viajeros a todas y ninguna parte.-11. Las condiciones de viaje.-1. Los caminos.-2. Los medios e incidencias del viaje.-NOTAS.

La fiesta lo subraya; la peste lo fortalece; la enfermedad lo altera; el viaje lo rompe. Individual o colectiva, la salida, la marcha, de una comunidad supone, para quien o quienes la protagonizan, una ruptura del viejo ritmo. El viaje es, por definición -y mucho más, en el imprevisible mundo medieval-, rompedor de ritmos comunitarios. El que viaja se desliga del mundo de referencias cotidianas, abriéndose a otras nuevas. Si en su aventura le acompaña un grupo de convecinos, situación no extraña en épocas de emigración -sea la de la repoblación de los siglos XII y XIII o la de los flujos migratorios de los años sesenta de nuestro siglo-, podrá prolongar por más tiempo la ficción de seguir viviendo el ritmo de su antigua comunidad. Pero, en seguida, las propias vicisitudes del camino, del viaje, y las de la instalación en su nueva residencia irán haciendo ver al viajero, o, en su caso, al emigrante, la necesidad de acomodarse a -o de reinventar- un nuevo ritmo grupal. Para ellos, como para los difuntos, el antiguo ha muerto.

I. Los VIAJEROS Reconocer el séquito del rey es, cada vez, más fácil; distinguir al obispo en su visita pastoral tampoco es difícil; señalar al juglar y seguir sus pasos hasta la venta próxima, tampoco. Pero, muchas veces, ¿quién distingue al mercader del peregrino, al correo del buhonero, al pastor del mensajero ... ? Y, todavía más, ¿quién de ellos trae noticias del otro lado de los puertos, o de lo que ocurre en la corte, cuando ésta misma no es itinerante, o de la ciudad?; ¿quién deja caer en el mundo de las aldeas las monedas que permiten a los campesinos obtener en el mercado algunos de los aperos o los tejidos largamente deseados? Y ¿quién distingue al recaudador del caballero encargado de preparar yantar y hospedaje para su señor? Y ¿quién al vagabundo del piadoso peregrino, o al visionario apocalíptico del predicador enfervorizado? Y ¿quién de todos estos tiene confiada una misión diplomática o una simple tarea de espionaje? ¿Detrás de

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qué armadura se oculta el paladín de los indefensos, y detrás de cuál otra el vulgar salteador de caminos? Una vez más, la polivalencia medieval deja en suspenso cualquier intento de rígida clasificación de los viajeros. La que proponemos trata de reflejar, por encima de la calidad del que viaja, la de los destinos más aparentes de sus viajes, a tenor de las fuentes conservadas. 1.

Viajeros institucionalizados de ida y vuelta.

Son los que salen de un lugar, confían en llegar a otro y, cumplido su objetivo -de oración, penitencia, comercio, mensajería, política, justicia ... - , regresan a su punto de partida. A veces, la longitud del camino, la lentitud del servicio o mil imprevistos hacen que su viaje se alargue; incluso que, en medio del mismo, surjan nuevas oportunidades impensadas que obligan a prolongarlo. Otras veces, la ida y la vuelta están garantizadas porque dependen de ritmos agrícolas o trashumantes ganaderos. En cualquiera de los casos, los protagonistas de tales viajes mantienen sus señas de identidad, pueden responder en cada momento de quiénes son y de porqué se hallan en un determinado sitio. Los reyes son, sin duda, los viajeros mejor documentados de la España del gótico. Sus incesantes desplazamientos los han recogido puntualmente las crónicas; de ellas y de las dataciones de los documentos librados por el monarca no ha sido difícil deducir los numerosos Itinerarios de los reyes castellanos y aragoneses publicados. Capitanear huestes contra los musulmanes en el siglo XIII, contra otros reinos cristianos en el x1v y contra los miembros conspicuos de la nobleza en el xv. Acudir a contraer matrimonio, a firmar la paz, a recibir un aliado, a cumplir una promesa. Sobre todo, desplazarse para gobernar, para ejercer justicia, para administrar. Todas esas son razones de un viaje regio y, a menor escala, también de muchos nobles, señores de tierras y hombres situados, a veces, en una dispersa geografía. Convocatorias a sínodos o a cortes provocaban, igualmente, movimientos de eclesiásticos y laicos de un lugar a otro del territorio. Cada desplazamiento real o nobiliar suponía, aun en tiempos de paz, la puesta en marcha de un numeroso séquito. La riqueza del personaje, sus necesidades o caprichos, los objetivos del viaje, movilizaban un número variable de servidores. Caballeros, escuderos, mozos, caballerizos, halconeros acompañaban a los nobles, turnándose, incluso, en su servicio, según las etapas del recorrido si se trata de un viaje largo. Tales son los datos que ofrece el registro del viaje que el conde de Ribagorza efectuó, en 1417, por el litoral mediterráneo. A lo largo de él, la composición de su séquito varió entre un mínimo de 12 personas en Cullera y un máximo de 36 en Barcelona, siendo de 26 la media de los servidores que, durante el mismo, atendieron al conde 1• Los viajes de los grandes los sufrían los vecinos de las localidades del itinerario. Viviendo sobre el terreno, la amplia comitiva regia o nobiliar causaba el espanto entre los habitantes de las aldeas. Sometidos éstos a la práctica -o redención de la misma- del yantar y el hospedaje, en virtud de la cual debían ceder comida y posada a los miembros del séquito, veían a menudo asoladas sus haciendas por el paso de los seguidores del monarca. Las quejas llegaron con frecuencia a escucharse en las Cortes; las de Valladolid del año 1307 recogen con expresividad el testimonio dolido de los afectados: ... me dixieron en rrazón de la mucha gente que yva en mio rastro de las unas villas a las otras, que astragavan las villas e las aldeas, quemando la madera de las casas. e cortavan las huertas e las vinnas e los panes, e tomando el pan e el vino e la carne e la paia e la lcnna e las otras cosas que fallavan por fuer,;a, en manera que perdían los ganados, et finca van los logares yermos e astragados. Et pidieronrne rnen;cd que toviese por bien de levar tanta gente conmigo que los podicsc sofrir. et que castigase que non fiziesen fuer,;a nin malfetria ninguna ...

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Mensajeros presenrando una carta al rey. Fragment o de un retablo de Villafranc a , por el Maestro de las Figura s Anémica s. Museo Episcopal. Vic

Los soldados formaron parte frecuente y obligada de los séquitos reales o nobiliares ; pero, además , constituían los cuerpos de ejército que marchaban contra musulmanes , otros reinos cristianos u otros nobles. Formando parte de la mesnada señorial o la milicia concejil, y, más tarde , de las compañías asalariadas o , en Castilla, desde el reinado de Juan I, del ejército regular , o de levas forzosas , el soldado suscitaba el recelo del campesino o el viandante . Potencial asolador de heredades o desvalijador de enseres, su compañía era, a veces, buscada , bajo ciertas condiciones, por el mercader, que se sentía así más protegido en su recorrido. Pero , en general , todos temían las pandillas de soldados que , deshecha la unidad tras el combate o licenciados tras la guerra , continuaban haciendo sentir su presencia sobre el terreno. Los nobles , en su dimensión de malhechores feudales , encontraban en ellos secuaces idóneos para sus correrías. La permanente queja de inseguridad en los caminos, que vocean gallegos, castellanos , vizcaínos, catalanes, en los siglos XIV y xv, haciendo suscitar las correspondientes hermandades de persecución de malhechores , es prueba de la continua presencia de estos peculiares viajeros. Lo s embajadores , mensajeros y correos son, por definición , viajeros que podía tropezar se uno por los caminos peninsulare s. Preparar conversaciones de paz , arreglar matrimonio s regios, actuar de árbitros en discordia s ... son empresas que motivan viajes de grandes nobles , especialmente eclesiásticos. Legados papales , arzobispos , obispos, abad es de grandes monasterios circulan por los reinos hispánico s en cumplimiento de ese tipo de misiones. En sus recorridos no es difícil que se encuentren con obispos que realizan su visita pastoral , mucho meno s frecuente que la prescrita por los cánones; o con visitadores de mona sterio s, cuya acogida en

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los cenobios, pese a estar solemnemente ordenado en los rituales, no contaba, ni mucho menos, en estas fechas, con el entusiasmo de los monjes visitados. Más de un prior huyó ante el anuncio de su llegada y algún otro optó por encargar a grupos de bandidos el secuestro de quienes venían a pedirle cuenta de su gestión 2 • De menos rango que los embajadores, los mensajeros podían ser nobles o simples mandados, mercaderes, peregrinos, capaces de transmitir una información o de conseguirla. Sin organización fija, se empleaban sus servicios en época de necesidad, en especial en situación de guerra o de preguerra. De ellos se sirven nobles y monarcas para convocar sus huestes o solicitar ayuda a los aliados. Las crónicas están llenas de estas referencias, en que los monarcas parecen esparcir a los cuatro puntos cardinales sus cartas en manos de mensajeros. Su existencia, por supuesto, antigua, está documentada también en fuentes literarias. A ella se refiere una estrofa del Poema de Fernán González 3 : Enbíó por la tierra a grand priesa troteros unos en pos de otros, cartas e mensajeros, que veníesen ayna e caveros, sus reyes que veníessen de todos delanteros.

Conforme las actividades mercantiles se intensifican, las relaciones políticas se hacen más tupidas, las situaciones de intercambio de ideas más frecuentes, y, hay que subrayarlo, la vida de las comunidades más sedentaria, va creciendo la demanda de servicios de mensajería. Mercaderes, peregrinos, arrieros, carreteros son ya insuficientes para atender las necesidades surgidas. Nacen así troleros, troters levantinos, y correos, especializados en el traslado de cartas y mensajes. Dependientes unos de la administración municipal, otros de la central de los distintos reinos, o simples asociaciones particulares, dos son las entidades que, a finales del siglo xv, alcanzaron especial profesionalidad en sus tareas de mensajería: el Hoste de Correos de Zaragoza y la Cofradía de Correos de Barcelona. En el caso zaragozano, el Hoste era responsable del transporte postal generado por las instituciones: cartas de los jurados, del Consejo, de los diputados del reino, del Justicia. Cargo oficial, desarrollaba su tarea, como supervisor de sus mandaderos, de acuerdo con unas tarifas concertadas en cada caso con la entidad demandante del servicio. Así, el 21 de marzo de 1468, el mayordomo de la ciudad abonó a Martín de Samper 14 sueldos por haber enviado un correo a Monzón para averiguar el precio del aceite. O el 29 de agosto de 1471 se dieron, como albricias, al correo que vino con la noticia de las recientes victorias en Cataluña, 50 sueldos 4. Por su parte, la Cofradía de Correos de Barcelona debió contar con una organización incluso superior a la del Hoste zaragozano al estar estructurada como una verdadera asociación profesional. Con la concesión del monopolio mensajero a los Tassis, por parte de Carlos I, las dos entidades de correos, en especial la barcelonesa, sufrieron un duro quebranto. Los arrieros y, mucho más tarde, los carreteros fueron, hasta la aparición de formas profesionalizadas de mensajería, los transmisores natos de noticias y cartas a escala comarcal o regional. Su oficio iba, por supuesto, mucho más lejos: conductores de acémilas o de carretas, bajo su responsabilidad quedaba la totalidad de las mercancías que se movían por los reinos hispánicos. Más que ninguno de los otros viandantes, constituían un grupo de profesionales de la ruta. Regatones de corta distancia, empalmadores de la producción aldeana con el consumo ciudadano; arrieros de media distancia, entre regiones complementarias en sus producciones, como Cataluña y Aragón: arrieros y carreteros de los grandes circuitos comerciales de la Corona de Castilla: de los puertos del Cantábrico, singularmente Bilbao, a Burgos y de aquí a

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Medina del Campo para seguir a Toledo y Sevilla, sus recuas de acémilas y de carretas cruzan los caminos peninsulares. A lomos de las primeras, pasan o repasan la Cordillera Cantábrica lanas para la exportación y paños importados, hierro vizcaíno, pescado atlántico, sal castellana de Poza, Rosío y Añana. Los rígidos ritmos estacionales permiten que arriería y carretería sea actividad compartida con otras labores rurales. Vocación frecuente en segundones, lo es también de ciertas comarcas duras de nuestra geografía, en general del pie de las sierras del interior de la Península: maragatos, sorianos, cameranos, valencianos del interior, vizcaínos, son gentes con las que resulta inevitable topar por los caminos de la España del gótico. ¿Simples transportistas o verdaderos mercaderes?, también éstos se mueven por las vías, senderos y carreras peninsulares. Cada vez menos, a medida que su profesión se distingue de la de arriero o mulatero y se sedentariza. La polisemia inherente al vocablo dificulta situar la identidad del mercader en un momento concreto. A los efectos aquí requeridos bastará, con todo, señalar la presencia de hombres que, con mercancías propias o ajenas, recorren los caminos peninsulares. Camino de la ciudad próxima, a abastecer sus tiendas; o de otra no tan cercana, a concurrir al mercado semanal que una carta puebla o fuero le concediera antaño; o a la prestigiosa feria anual o semestral de amplia irradiación de otra ciudad más lejana. Con frecuencia, ya no llevan apenas bagaje; del transporte se encargan otros; a ellos, a esos mercaderes, compete, en cambio, el negociar, el realizar tratos, el mover dinero y mercancías a distancia. Su decisivo papel lo reconocen y protegen todos los ordenamientos y multitud de disposiciones. Dejar a salvo, defender a quien tiene el poder de hacer circular productos que añaden calidad a la vida, librándola del mero pasar autosubsistente, es objetivo explícito de multitud de salvoconductos reales o señoriales. Indicio indirecto, como las numerosas exenciones del pago de lezda, portazgo, pontazgo, peaje ... del desarrollo mercantil bajomedieval. Sólo abatiendo obstáculos: físicos de las condiciones materiales del camino, fiscales de los gravámenes territoriales o municipales, humanos de los salteadores de la ruta, podía llegar el mercader a feliz término. Y, con él, el estímulo que sus mercancías o su simple actividad financiera proporcionaban a la vida económica y social de los distintos reinos. Lo habitual de su presencia en el camino explica que el de mercader fuera socorrido disfraz de quien, de noble cuna, deseara realizar un viaje o una huida de incógnito: ... y el rey Carlos. con muy grandes caballeros. mandó guardar todos los caminos para ver si vernía el rey don Pedro para prenderle. E desque lo supo el rey don Pedro. salió de Aragón e levó consigo un mercader suyo de Calatayud, que decían Domingo de la Figuera, e fue desconoscido con este mercader. e iva por su sirviente ... i_

Los pastores no sólo frecuentaban las rutas, sino que, en cierta manera, conduciendo los rebaños, contribuían a crearlas. Los había de corto radio, dedicados a llevar los ganados de los vecinos de la aldea a las cada vez más reducidas manchas boscosas entre término y término municipal. O, en áreas menos avaras de árboles, para evitar el deterioro que pudiera producir en los sembrados y viñedos. La imagen ha sido tan general que bastará recordarla a través de una disposición del Fuero Nuevo de Vizcaya de 1526. Incluso en tierra tan generosa en espacios de pastos, los caminos se veían animados por la presencia de pastores, ya que todo y cualquier vizcaíno que haya y tenga tal ganado sea tenudo de lo echar una vez al día por la ma11anaa los montes y ejidos altos y pastos acostumbrados, con guarda y piértiga. que los guarde y traiga de sol a sol. .. y vueltos de noche. los tengan encorralados ... 6 •

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Solda dos. arrie ros y pasto res e ra n viajero s de ida y vuelrn: una vez cumplido su obje tivo reg resaba n al punt o de pa rtida . Bib lia de la Casa de A lba. Palacio de Liria. Madrid

Pero , so bre todo , los qu e daban to no a los caminos peninsulares eran los pastores de las largas trashum ancias. D e la verti ente francesa de los Pirin eos a tierr as del Maes trazgo , con sus apar iciones en las fiestas de San Mateo o Morella , los ha loca lizado Le Roy Laduri e 7 • Y en la Co ron a de Cas tilla, de Norte a Sur. hace medio siglo qu e Klein dibuj ó su ras tro, impr eso en las cañ adas que emp almaban los pastos de vera no al Norte con los inverni zos del Sur. Pro pietarios de pequ eños hatos o cont ra tado s al efec to , los pastores del Honrado Co ncejo de la Mesta llega ron a conducir de tres a cuatro millones de ovejas merin as al año . Or ganizadas en hatos de un as mil cabezas , su dir ecció n correspo nd ía a un mayora l, al que ayudaba n un núm ero variable , a tenor de las dimensio nes totales del rebaño, de pasto res y ra badanes. E l volumen de ovejas movi lizadas en estos desp laza mientos permit e adivinar el eleva do núm ero de pastores qu e, du ra nte los meses de la tras hum ancia (uno. al menos, para ir y otro para volver), circulaban por el área central de la Coro na de Cas tilla . Co n sus pertr echos a lomos de mul as, el paso de pas tores por los pequ eños núcleo s del reco rr ido era tan espera do por ser age ntes de un a ciert a circulación monetar ia , como temid o el de sus rebaños , perm anente amenaza contra los sembrados de los agricultores sedentarios . La elecció n favora ble al ganado , como pro ductor de materia prim a lanera , que adopt ó la nobleza castellana bajomedieva l como base de su fort un a , favo reció decisivamente a los pasto res en sus enfrent amientos, más acu sados confo rme se prod uce la rec uperac ió n demográfica en el siglo xv , con los agriculto res. Todo un talante de ave ntur erismo y prov isionalidad , inherente a esa prof esión , pro lo ngación en cierto modo de la guerr era , impregnó , en part e , co mo sostiene Sánchez-Alborn oz, la actitud vita l del castellano bajom edieval. Menos aparato so que el de los pastores, y muc ho peo r docume ntado , los desplaza mientos de los segado res han deja do alguna huella literari a. En el siglo X IX, Rosalía de Castro cantó a los gallegos que acud ían a los camp os castellanos a hace r el agosto , y, todavía, la filmogra fía de l xx ha recog ido la de los serr anos de Ja én en las mismas tierras. La hora de la cosecha no espera; un pedrisco ino por tun o, unas tor mentas a des tiempo pueden echar a perd er en unos

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minutos o unas horas el trabajo y la esperanza de diez meses. Todos los brazos son pocos para segar en el menor tiempo posible el cereal, desgranarlo en la era con el trillo o el mayal y almacenarlo. Así, durante siglos, como lo cantaba Berceo 8 , Desamparó la tierra, ca temía mal prender, passó allén la sierra a agosto coger, el su menester malo no lo quiso perder. prisiéronlo segando, queríenlo espender.

grupos de hombres de tierras parcas en cereal se han acercado a las pródigas en él, sabiendo que su trabajo iba a ser aceptado. Fueron así, también, durante siglos, viajeros habituales de los caminos peninsulares. Sus desplazamientos, sometidos a ritmo férreamente estacional, proclamaban cada año, con su desigual duración, la pobreza o abundancia en frutos tanto de la tierra de partida como de la de arribada. Los peregrinos constituyeron, quizá, el grupo menos homogéneo de viajeros de ida y vuelta en la España del gótico. Un rey, un noble, un embajador, un mercader , un artesano, un campesino .. . , cualquiera puede ser peregrino. Y se puede serlo al monasterio prestigioso que guarda los restos de un santo taumaturgo: San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de Silos... O a los santuarios marianos que, al cuidado de monjes o frailes, expanden su fama: Montserrat o, en el siglo XIV, Guadalupe. Y, sobre todo, se debe ser peregrino a Santiago de Compostela. Visitar la tumba del Apóstol, y muchas veces, de paso, la iglesia de San Salvador, de Oviedo, es el objetivo anhelado por todo peregrino. Lo fue ya desde mediados del siglo x y lo sigue siendo a finales del xx. Lo que ha variado son los medios y, sobre todo, el sentir del peregrino en su viaje. La fe y devoción espontáneas le espoleaban en los siglos XI y x11; la remisión de los pecados o el cumplimiento de un voto formulado con ocasión de mortal peligro o cautiverio lo animaron en el XIII y el x1v; en el xv, la difusión del espíritu caballeresco y los anticipos del humanista utilizaron la peregrinación a Compostela como pretexto para lucir valor, habilidad y destreza en los torneos y justas, o para conocer países y costumbres exóticas 9 • Cualquiera de las razones justificaba la presencia del peregrino, sobre todo por el institucionalizado «Camino de Santiago» que, desde Canfranc y Roncesvalles, llevaba a Compostela. Personas, mercancías e ideas circularon con profusión por él. Las primeras, equipadas con el tradicional atuendo del peregrino: tabardo con esclavina reforzada con cuero para aumentar la defensa contra el frío y el agua; sombrero de fieltro de ancha ala y generalmente redondo, que protegía del sol y la lluvia; calzado fuerte y cómodo, y, como distintivos propios, el bordón o bastón de caminante, más alto que la cabeza, y la esportilla o saquillo de piel, más monedero que alforja, adornada siempre por la concha o venera. La protección que las leyes otorgaban al peregrino sirvió para que, amparados por tal indumentaria, pasearan por los caminos y aprovecharan la hospitalidad de monasterios, conventos y gentes piadosas, muchos maleantes y vagos, evidente riesgo para los restantes viajeros de los caminos compostelanos 10• 2.

Viajeros de ida: emigrantes y exiliados.

Son los que, ahuyentados de su lugar de origen por la pobreza, escasez de posibilidades profesionales o disconformidad con las decisiones de la autoridad, civil o eclesiástica, abandonan con carácter definitivo su residencia y buscan otra nueva en lugares en que sus aspiraciones tengan más probable satisfacción. La historia medieval de los reinos hispánicos es, en este sentido, en buena medida, una historia de viajeros sin retorno. Lo fueron ya, a mediados del

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siglo VIII, los cristianos de los núcleos de la meseta del Duero refugiados al norte de la Cordillera Cantábrica, tras las expediciones de Alfonso I de Asturias. Lo fueron, igualmente, poco después, los hispani acogidos en tierras de la Septimania, a quienes las capitulares carolingias tratarán de defender. Y, desde entonces, lo fueron miles de españoles que, poco a poco, en los siglos IX y x, y con visible rapidez, en los tres siguientes fueron colonizando el espacio cobrado a los musulmanes entre la Cordillera Cántabro-Pirenaica y la Penibética. En los siglos XIV y xv, estos movimientos migratorios de larga distancia dan paso a otros más cortos. Signo de una menor movilidad de las comunidades de partida, no hay sino comparar los datos que ofrecen, de un lado, Jerez de la Frontera, con ocasión de su repoblación entre 1264y 1266, y, de otro, Valencia en el siglo xv. Los datos jerezanos recuerdan que sólo un 8,5 por 100 de los repobladores de la ciudad llegó de tierras andaluzas, mientras que un 30 por 100 lo hace de Castilla la Vieja o un 15 por 100 del reino de León. Es significativo del momento que de Cataluña acudan a Jerez más repobladores que del reino de Jaén, o del País Vasco más que del de Córdoba y casi tantos como del de Sevilla 11• Prima, como se ve, una emigración de procedencia lejana. Con el cambio de siglo, y durante los doscientos años siguientes, como evidenciaban, en el apartado dedicado a estudiar la ciudad como marco de relaciones sociales, los datos conocidos de Valladolid y Bilbao, los núcleos urbanos se rellenan, muy prioritariamente, de emigrantes de localidades cercanas. Los que arribaron a la floreciente Valencia del Cuatrocientos confirman la tendencia señalada. Un poco más de la mitad procede de núcleos del propio reino, y está compuesta. fundamentalmente, de labradores: una séptima parte acude del vecino reino de Aragón, y una décima, casi totalmente constituida por mercaderes, es castellana 12 • Desde todos los puntos de vista, el cierre de las comunidades va consumándose. Tal vez, esa misma razón sea la que explica el segundo componente de los viajeros de ida, los exiliados, que, en los caminos de la España del gótico, no era difícil encontrar. Famosos exiliados habían sido, a finales del siglo XI, Rodrigo Díaz de Vivar, o, a caballo del XII y el XIII, Diego López de Haro 11. Ajustados en sus comportamientos al código feudo-vasallático, las despedidas de sus respectivos señores, Alfonso VI y Alfonso VIII, y sus desnaturamientos acabaron de forma diferente. Definitivo en el primer caso, eventual en el segundo; en ambos, con todo, estaba presente la disconformidad del protagonista respecto a decisiones o actitudes de la autoridad reconocida. En los siglos bajomedievales, la dinámica de fortalecimiento de los conceptos de territorialización política y de vinculación de naturaleza tendió a reforzar la existencia de una política internacional con alianzas muy definidas y grupos de presión internos que, en cada Estado, optaban por una u otra de las alternativas de amistad exterior. En época de crisis política, tales opciones se transparentaban y acababan por definir filias y fobias que. en última instancia, podían dar lugar a expulsiones de un determinado territorio de la facción derrotada o al autoexilio de la misma, a la espera de mejores ocasiones o, simplemente, con carácter definitivo. Los exilios de Enrique II de Trastámara en Aragón a la espera de obtener el trono castellano, o de los numerosos nobles portugueses en Castilla tras la derrota de Aljubarrota en 1385, son ejemplos bien significativos de ese espécimen de refugiado político que tanto abundó en los siglos XIV y xv. Los caminos los contaron. por ellos, entre los habituales viajeros de ida. 3.

Viajeros a rodas y ninguna parte.

No se sahe si van o vienen. y ellos mismos ignoran qué harán mañana. salvo que seguirán en el camino. Unos por obligación impuesta por los restantes miembros de la comunidad, no dispuestos a ser contagiados por su terrible mal. la lepra. Otros por pura devoción al nomadeo

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Los leproso s no se sabe si van o vienen , y ellos mismos ignoran qué harán mañana , salvo que seguirán el camino. Curación del leproso, por Nicolás Florentino . Fragm ento del ret ablo de la catedral vieja de Salamanca

o , en negativo, por su incapacidad para acomodarse al ritmo cada vez más preciso de los distintos núcleos; vagabundos , mendigos , amigos de lo ajeno , huidizos o claramente fugitivos de las partidas concejiles contra los malhechore s; pero también buhoneros , caballeros de fortuna prestos a exhibir sus habilidade s en justas y torneo s, juglares solitarios o en compañía de saltimbanquis y danzaderas ; cuadrillas de artesanos dispuestos a alquilár sus servicios , en especial de construcción; frailes predicadore s, de tono s apocalípticos , y curas y monje s giróvagos , deseosos de escapar de sus arciprestes y abade s y dispuestos a gozar la vida en compañía de esa variopinta farándula . Más que expulsados al camino , los leprosos son alejados de todo núcleo humano . En consecuencia , no pueden hacer otra cosa que espera r de la mendicidad lo que no les viene de su trabajo o del aportado por una norm al convivencia . Ello les fuerza a una continua divagación en tomo a su comunidad de origen . Excluidos terminant emente de la misma, representan , en un mundo acostumbrado a la pobr eza, la miseria , la basura o la epidemia , el objeto de la suprema repulsión, del asco por parte de los dem ás convecinos. Asco y terror tienen confinados a los leprosos en barrio s alejados de la población , y. conforme avanzan los siglos XIV y xv,

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en la medida de las posibilidades locales, en lazaretos, casas de San Lázaro o malaterías. La repulsión atemorizada que provocaban traspasó los límites meramente físicos para instalarse en los semánticos: tildar de «gafo», sinónimo de leproso, llegó a constituir grave ofensa, sancionable como injuria o insulto. Menos tímidos en expresiones de su presencia que los leprosos fueron otros tipos de caminantes. A su cabeza, los predicadores. Muchos de los pueblos españoles exhiben todavía alguna cruz conmemorativa de la última misión penitencial que tuvo a aquéllos como escenario; capuchinos o franciscanos hace relativamente poco que recorrían aún los campos peninsulares reclamando la conversión y anunciando el perdón. No será difícil, salvo para las generaciones jóvenes, imaginar escena semejante hace seiscientos años. Anunciada o divisada la llegada del predicador o predicadores, entonces franciscanos o dominicos, las autoridades y el pueblo tras ellas acuden a recibirle a las afueras del núcleo. Desde allí se organiza la primera procesión hasta el templo u otra de las iglesias parroquiales, donde comienzan las predicaciones. Ejemplo señero de las mismas: las protagonizadas por San Vicente Ferrer en multitud de lugares españoles. Vitalicio peregrino de los caminos de Europa, no es sino una muestra, aunque, tal vez, la más notable de este tipo de viajeros. Sus imitadores no siempre suscitaron el mismo entusiasmo por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas. Veinticinco años después de su muerte, ocurrida en 1419, ... acaesció que, en Durango, que es en las montañas de Vizcaya, se levantó una grand heregía entre los ornes e mujeres de aquella tierra, que, por cabsa de algunos sermones e predicaciones que ficieron unos frailes de Sant Francisco de la observancia contra el santo matrimonio, la mayor parte de las mujeres de aquella tierra dexaron a sus maridos, e las m~s a sus padres e madres, e se fueron con los dichos frailes e con mucha compaña de ornes que los acompañavan por las montañas e por las cuevas dellas, e facían adulterio o fornicación los ornes e los frailes con ellas e con las que querían públicamente diciendo: «Aleluya y caridad» ll_

El éxito de estas prédicas apocalípticas y antijerárquicas, que, alimentado tal vez por la generalización del mayorazgo en Vizcaya y la creación de un pequeño proletariado textil en Durango, ponían en peligro la propia estructura familiar, fue fugaz. Mientras duró, con todo, sirvió también para alimentar de peculiares caminantes las rutas del Señorío. Los tiempos, sin embargo, no estaban ya para tolerar sorpresas que afectaran al rítmico discurrir de la vida de las comunidades. Ni siquiera en una tierra donde el proceso de territorialización social y política fue tan tardío como en Vizcaya. El rey Juan II de Castilla, «prestamente, embió allá alcaldes e executores que prendieron a la mayor parte dellos, aunque los frailes se fueron por mar». Los caminos, en este caso, de la hoguera se poblaron, momentáneamente, «por más de ciento ornes e mujeres e mo~as que porfiaron en esta heregía».

11.

LAS CONDICIONES DE VIAJE

Todo desplazamiento tenía mucho menos de viaje que de excursión improvisada. Incluso cuando había un punto al que llegar -los pastos del valle de Alcudia, Santiago de Compostela, la frontera granadina-, nadie dejaba de aprovechar las ocasiones de distracción, conocimiento, cumplimiento de devoción o diversión que, en torno a la ruta seguida, pudieran surgir. Un entorno enormemente generoso: lo señaló el senescal de Hainault De Werchin al anunciar su peregrinación a Santiago y la intención de aceptar, durante el viaje, el reto de cualquier caballero que no le obligase a desviarse de su camino más de veinte leguas 14• Una ciudad, un

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El arriero camin o de la ciudad , Burgos. Detalle del Civirates Orbis Terrarum . Bibliot eca Nacional. Madrid

monasterio , la celebración de una feria , la visita de un rey , la noticia de la presencia de un predicador famo so o de un visionario , la posibilidad de un torneo o de una montería o del ejercicio de la cetrería , eran motivo s habituale s de amplios desvíos de nue stros viajero s. Así , no son sólo los pastore s de la Mesta quiene s se tra sladan al lento ritmo de sus rumiant es rebaños , sino cualquiera de los viajero s cuyo perfil trazamo s en el apartado anterior. Medios más lento s que los nuestros y, sobre todo , una actitud completamente diferente justificaban el ritmo de sus viajes. Por lo dem ás, las condicione s de desarrollo de éstos dependieron , como siempre , de la calidad de los caminos, del tipo de medios utilizados y de las incidencias habidas en el desplazamiento , una s en forma de simple s distraccione s, otras de peligros y, afortunadamente , algun as de ayuda s a los viajero s. l.

Los camino s.

Pocas veces habrá sido tan cierto como en el mundo medieval que se hace camino - incluso físico- al andar. Al realizarse el viaje a pie o en cabalgadura , cualquier espacio , salvo alguna abrupta vertiente , servía como camino. Ba staba con hollarlo con asiduidad . Las ruta s medievale s se configuran así como esencialm ent e antropológica s, a la medida del hombre y según el hombre las tran sita ; «espacio s en tomo a los cuale s circulan hombre s, ganado s y carret as» parece una buena definición de los camino s medievales, aunqu e, precisament e, en los siglos del gótico , hayan conocido esfuerzos delib erado s de mejora e, incluso , de trazado sistem ático y regular ; algo así como los que lega ra a Europa el Imp erio rom ano . Pero , aun entonce s, siguió faltando -en estricta corr espond encia con la concepción y medios del pod er político de los siglos XIV y xv- una verdad era red caminera de sólido pavimento . La que se utilizó en la E spaña del gótico fue el resultado de un proc eso histórico de yuxtaposición . La con stituían restos de la red rom ana de calzadas, más la ser ie de camino s trazados desde la caída del Imperio. Sin el sentid o planificado de las rut as rom anas, las nuevas empalmaban , simplem ente, los distint os núcleos surgidos al compás del largo proc eso de colonización hispanocristiana , heredando , igualmente , donde las había, las utilizadas por los mu-

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sulmanes. La falta, salvo para Galicia, de un análisis sistemático, tanto documental como arqueológico, de los caminos medievales dificulta extraordinariamente conocer la traducción material de las rutas que los documentos denominan de mil formas diferentes. Apoyándonos , fundamentalmente, en el caso gallego, estudiado por Elisa Ferreira 15 , y en los ejemplos conocidos de otras áreas parece fácil detectar una triple jerarquización de la red viaria hispana: los caminos registrados , en efecto , quedan aparentemente clasificados según tres criterios: su status jurídico, su utilización y su importancia dentro de la red viaria. Fiándonos del primer criterio, deduciríamos de la documentación menciones relativas a vía pública, iter publicus , camino público, de un lado; camino forero, que , a veces, llega a confundirse con camino de servidumbre entre distintas parcelas, de otro. Al tipo de utilización del camino parece referirse otra serie de vocablos calificadores del mismo: via curritoria, karrale, carril, camino de carro, carral de vereda inducirían a pensar en rutas utilizables por carros, en razón de su anchura y afirmado; el camino de bestias serviría para dar paso a cabalgaduras y, por fin, al camino de personas (camiño de pees, camiño de pessoas) sería el simple sendero. El tercer grupo de términos parece referirse a la desigual importancia de los diferentes caminos dentro de la red viaria: vía antigua, calzada , strata, vía mayor , vereda mayor, camino real señalarían las rutas que , por su anchura y tráfico , podían ser los ejes principales de relación dentro de un territorio. En ellas se incluirían , desde luego, las calzadas romanas reutilizadas y el iter peregrinorum , via fracigena , via francorum , camino franc és o Camino de Santiago; de menor entidad serían los distintos tipos de iter, vía o camino , y, por debajo de ellos, las ca/ellas y callejas. Al margen de estas rutas, las empleadas por los rebaños de la Mesta establecían una jerarquía mejor conocida de cañadas, cordeles y veredas. Realmente son estos últimos los únicos camino s cuyas dimen siones aproximadas conocemos y, sobre todo , los únicos cuya jerarquía está establecida con cierta seguridad. Respecto al resto , las menciones documentale s pueden proporcionar sugerencia s, incluso presunciones , pero ra ra vez permit en ir más allá . Lo que par ece poder deducir se es una cierta intercambiabilidad entr e los valores de los distinto s vocablos calificador es de las rutas . Sólo aquellos que

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expresan terminantemente su uso (para personas, para bestias, para carros) proporcionan cierta seguridad sobre sus dimensiones. El resto de las innumerables menciones de caminos, vías, carrales , no ofrecen una unívoca traducción material, lo que dificulta las averiguaciones al respecto. Sólo cuando la documentación desvela sus dimensiones podemos tratar de establecer su real jerarquía. Así, conocemos la de las pistas seguidas por los rebaños trashumantes: las cañadas, de 90 varas, unos 75 metros , de anchura; los cordeles , de 45 varas, y las veredas, de 25 varas. La preocupación por los caminos, presente en el Fuero Viejo de Vizcaya de 1452, y obsesión en el Fuero Nuevo de 1526, procura , igualmente , algunas medidas: «los caminos reales que se abran en ancho doce pies, e en las coderas de los caminos que sean de veinte pies»; y, por lo que se refiere a «los caminos que son en los puertos, de los puertos a las ferrerías, es menester que sean más largos, porque cuando los unos carros fueren del puerto a las ferrerías e de las ferrerías a los puertos , si entraran en el camino, puedan pasar los unos a una parte e los otros a la otra», por lo que se ordena que tales rutas «sean en ancho cuatro brazadas e media» , esto es, unos ocho metros 16 . Se trataba , sin duda , de un máximo. Lo normal en los caminos reales bajomedievales sería una anchura que apenas llegaría a los cinco metros y se reduciría, más o menos , a la mitad en los numerosos puentes que , en la época gótica , se construyeron en la Península 17• Los procedimientos de derrama sobre el vecindario de las localidades del itinerario o de peaje sobre los usuarios del mismo se combinan cuando , sobre todo a finales del siglo XV, se plantean ya reparaciones camineras con una perspectiva que toma en cuenta todo un itinerario: el de Burgos a Laredo es un ejemplo 18 ; el de Orduña a Bujaondo , dentro del recorrido de la Peña de aquel nombre a Bilbao es otro 19 • Pero ambos corresponden ya al reinado de los Reyes Católicos. Ríos y altas montañas constituyen los mayores obstáculos de los itinerarios. Los primeros , en mucha mayor proporción que hoy ; las segundas , en cierta manera , en menor. Atravesar un río exige un vado, una barca o un puente. A falta , frecuente , del primero en los grandes ríos peninsulares, la dependencia de carro s, acémilas, semovientes y viandante s respecto a barcas y puentes explica la picaresca desarrollada por barquero s y pontazguero s a la hora de hacerse

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pagar los derechos de paso del río. Barcajes y pontazgos forman parte del grupo de gravámenes contra cuyo permamente y abusivo aumento claman los procuradores en las cortes hispánicas de los siglos XIV y xv. Si ya, a mediados del siglo xn, Aymeric Picaud registró los sudores que le hicieron pasar los encargados de cobrar peajes en su tránsito por Navarra, tres siglos más tarde, el barón Jean de Rosmithal da cuenta del susto que él y su comitiva recibieron en el puente de Valmaseda, sobre el río Cadagua: ... hay sobre él un puente de madera no muy largo. y. en uno de sus extremos, una torre de bella arquitectura, en la que residen los que cobran el pontazgo a los caminantes. Cuando llegamos al puente, como no habíamos pagado esta especie de tributo en ninguna parte. nos negamos a hacerlo, y los caballos que llevaban nuestros bagajes fueron tomados por los publicanos y demás gente que había en la torre, que nos quiso matar ... Satisfecho el tributo . nos devolvieron los caballos ... 20 .

Las montañas debieron suponer un obstáculo menos difícil que los ríos a la circulación de personas y acémilas en los siglos XIV y xv . A pie o a lomos de caballerías, el tránsito por los puertos montañosos, evitando nieves y ventisqueros, no resultaba a los españoles bajomedievales más complicado que a sus sucesores del siglo xx al volante de sus automóviles y camiones. Las nevadas del invierno suponían, desde luego. una cesura en la actividad caminera, un subrayado del ritmo estacional, pero no convertían en imposible la relación entre las dos vertientes. Una red de poblamiento mucho más tupida que en la actualidad explica la densidad de caminos que podía haber, por ejemplo, en el Sistema Central. El Libro de la montería permite, al efecto, reconstruir algunos de los itinerarios, bien atendidos de ventas y posadas, que, en plenos pasos montañosos, podían servir de albergue a personas que, como las del siglo XIV, estaban bien habituadas a habérselas con una naturaleza hostil. Sólo así cabe explicar los solitarios viajes del Arcipreste de Hita por aquellas serranías de Somosierra, y las similares que contemporáneos suyos emprenderían poco después al rápidamente prestigiado monasterio de Guadalupe, ubicado, igualmente, en un paraje particularmente montuoso y hoy poco poblado21. Las mismas quejas del endurecimiento del clima, que suscriben los venteros del puerto de Leitariegos, entre León y Asturias occidental, son prueba de la existencia en aquel lugar de una asistencia al caminante . Por su parte, disposiciones que aluden a « ... las muchas nieves ... que peligran muchas personas e aun acémilas porque no pueden atinar el camino ... », refrendan la existencia de una circulación que no se interrumpe siquiera en invierno. Para facilitarla es, precisamente, para lo que se ordena «faser mojoyas de cal y canto de diez pies de alto ... » 22, que orienten a los viandantes sobre el trazado del camino. 2.

Los medios e incidencias del viaje.

La calidad de los caminos peninsulares de la Baja Edad Media justifica que, más que en carreta, los viajes y transportes se realizaron a pie o a lomos de caballos o mulas. La calidad y, hay que recordarlo, la orografía. Esta de por sí limitaba ya el empleo carretil a itinerarios del medio Aragón, ambas mesetas o la baja Andalucía o . en las restantes áreas, a cortos recorridos. A partir de ellos se constituyó. ya en el reinado de los Reyes Católicos, el conjunto de itinerarios por los que iban a transitar, por ejemplo, los vehículos de la Real Cabaña de Carreteros. creada en 1497 con privilegios similares a los de la Mesta 2.1 • Con una capacidad de transporte que podía oscilar entre 300 y 400 kilogramos por carreta, según fuera tirada por una pareja de mulas o de bueyes. y un recorrido diario que apenas alcanzaba los 15 kilómetros. resultaba un medio indudablemente lento. de uso exclusivo para el traslado de mercancías.

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LA RUPTURA DEL RITMO DE LA COMUNIDAD: EL VIAJE

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En cuanto el terreno no se prestaba a ello, incluso las mercancías pasaban a ser transportadas a lomos de acémilas. Animales de porte mucho más escaso que el actual, el peso que eran capaces de cargar oscilaría entre 80 y 120 kilogramos, y la velocidad desarrollada por las recuas no pasaría de 30 a 35 kilómetros por jornada. Etapas cortas que se reducirían cuando la movilización afectaba a miles de mulas, como sucedió con ocasión de las campañas finales contra el reino de Granada:« ... en esta junta (de hermandades, de 1483), demandaron el rey e la reina ... diez seise mili bestias e ocho mili ornes que fuesen con ellas, para bastecer de mantenimientos a Alhama» 24• El recurso habitual a ellas hacía bueno el dicho de que no hay camino intransitable para la segura planta de una mula, aunque el precio de los portes fuera doble o triple del que correspondía a la carretería por la menor capacidad de las acémilas para transportar la misma carga. Como medio de viaje, la mula resultaba animal preferido por el estamento eclesiástico, las mujeres y los caballeros ancianos. El caballo, al que un mediano jinete podía sacar en tomo a 60 kilómetros diarios en un viaje de varias etapas, era, en cambio, por definición, el medio de desplazamiento de la nobleza. Para el resto de la población quedaba sólo el viaje a pie. que permitía recorrer una media de 24 a 32 kilómetros diarios. Las cifras propuestas son, casi siempre, al menos en lo que a velocidad respecta, unos máximos. A excepción de los mercaderes, que viajaban con sus propias mercancías, pocos hispanos de los siglos XIV y xv tenían tanta prisa como para someterse a un ritmo que les obligara a reiterar sucesivas etapas largas. De algunos de ellos conocemos datos que sorprenden, precisamente, por la rapidez que imprimieron a su desplazamiento. Tal es el caso de un grupo de navarros que en los meses de días de más prolongada claridad, los de junio y julio, realizaron un viaje de ida y vuelta de Estella a Sevilla en el año 1352. Salieron el 23 de mayo: « ... per Álvarez de Rada et Gil García de Taniz ... et levarían 10 honbres de mulas et una a~emila et 6 hombres de pie et 10 mo~os». La consignación de sus movimientos diarios. con el consumo en alimentación y otros efectos (calzado, aparejo de las mulas). permite deducir algunos de los rasgos de un viaje en la España del gótico 25, aunque la velocidad media del desplazamiento -58 kilómetros diarios, con etapas que superaron los 100- resulte poco usual. Diez años después, un viaje similar se realiza a base de etapas medias de unos 48 kilómetros, aunque la distancia realmente recorrida por día fuera extremadamente variada 2h. Ni estas etapas, ni la cubierta por Pedro I y don Tel10, quienes. fugitivos de Toro. salen a media mañana de la ciudad y llegan de noche a Segovia. habiendo recorrido unos 130 kilómetros, cambiado dos veces de caballo y cruzado el Duero a nado 27• son jornadas habituales para el viajero hispano. Su ritmo es siempre, sin duda. mucho más pausado y entretenido. Va de un sitio a otro, pero, normalmente, no tiene prisa: y muchos de nuestros viajeros, como veíamos, ni siquiera iban a parte alguna concreta. La lentitud del ritmo viajero facilita la multiplicación de incidencias, incluso en los itinerarios más cortos. Aparte de las omnipresentes y multiafectantes condiciones meteorológicas (lluvia, frío, calor, nieve, viento ... ), el viajero de los siglos XIV y xv es un ser acechado por mil peligros: bosques más extensos que los de hoy y más abundantes en alimañas; bandidos espontáneos o apoyados por algunos señores locales copartícipes en los beneficios de su actividad: hospederos desalmados; portazgueros: pontazgueros y barqueros aprovechados: soldados de fortuna poco dispuestos a misericordia para víctimas fáciles en caminos solitarios. Todo ello explica la reiterada normativa defensora del viandante y el permanente deseo de éste de encontrar compañía segura para su desplazamiento. La falta de noticias para los que quedaban atnis. amparados en el ritmo protector de su propia comunidad. y los mil y un peligros para quienes se movían por los caminos peninsulares. eran rasgo constante de los viajes en la España del

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HISTORIA DE ESPAÑA

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Caminos de la Mesta, según el Atlas Nacional de España, del Instituto Geográfico y Catastral. Edición de 1965

gótico . Si, en esa época, un hombre sin familia era, en el mejor de los casos, un pobre, y, en el peor, y con frecuencia, un hombre muerto , nadie con menos familia que muchos de los viajeros hispanos . Con su desplazamiento habían renunciado al ritmo de la comunidad ; nada más lógico, e intentado por nuestros viajeros, que no desistir del todo de tener una. A falta de la estable del lugar de procedencia, al menos, la pequeña comunidad trashumante que lleva consigo señas de identidad que permitan a cada uno de los protagonistas del viaje no sentirse completamente solos. Otras ayudas tuvieron un carácter más institucionalizado. De un lado , las recomendaciones , sistemáticas desde el siglo XI en los distintos reinos hispanos , de la autoridad pública sobre el trato de favor que había de darse al viajero, en especial, claro está, al peregrino y al mercader. De otro, derivada de esa preocupación , la concreta concesión de salvoconductos por parte de reyes y señores a fin de que , en los territorios de su autoridad, no decayera el ritmo de la ac;tividad comercial o , simplemente, el número de los peregrinos. Por fin, la fundación de hospitales , frecuente desde el siglo xm, vino a unirse al aumento de las casas dedicadas a venta y posada de caminantes. Como hoy , el hospital bajomedieval intentó cumplir una triple función: remedio médico de los cuerpos enfermos o, más exactamente, preparación para la agonía de los pobres; asilo encubierto de éstos, que, en ocasiones, en las localidades en que el número de camas era proporcionalm ente alto a su población , solían hacer un recorrido por los distintos estab lecimientos hospitalario s, y hostal de atención al viandante, en especial al más necesitado . Tal atenc ión revestía técnicamente el carácter de hospitalidad , palabra que quedó incorporada como sinónimo de gra tuid ad en la acogida , yantar y cama, del viajero. Tres días en verano y cinco en invierno solía ser la duración de tal acogida e n estos hospitales, casi siempre peque-

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HISTORIA DE ESPAÑA De buen vino un quartero, manteca de vacas mucha, mucho queso assadero, leche, natas, una trucha; e dixo: «¡Hadeduro!, comamos deste pan duro; después faremos la lucha.»

NOTAS 1 M! D. CABANES,«Diferenciación económica regional en 1417: cuentas de un viaje», Ligar:.as (Valencia), 3 (1971), págs. 169-189. ' J. PÉREZ DE URBEL, Los monjes españoles en la Edad Media, Madrid. 2! edic., s. a .. II, págs. 584-585. 3 Edición de A. ZAMORA, Madrid, 1946, estrofa 195. • l. FALCÓN,Organización municipal de Zaragoza en el siglo XV, Zaragoza, 1978. págs. 179-180. J. MARCH, «La Cofradía deis Correus en la ciutat de Barcelona sota la invocació de la Verge Maria en la capella d'en Marcus». Analecta Sacra Tarraconensia, VI (1930), págs. 107-216. s Crónica del rey don Alfonso décimo, edición BAE, pág. 64. • Tít. XXXIV, ley l. ' En su Montaillou, aldea occitana, de 1294 a 1324, Madrid, 1981, en espe1,,;a1págs. 145-167 y mapa en pág. 191. 8 Vida de Santo Domingo de Silos, edición T. LABARTA.Madrid, 1972. estrofa 421. 9 L. VÁZ0UEZ DE PARGA, J. M! LACARRAy J. URíA, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, edición facsímil de la de 1948-49, Oviedo, 1981, 1, págs. 71-72 y 89. 10 Jbfd., págs. 124-126. 11 M. ÜONZÁLEZy A. ÜONZÁLEZ, El libro del repartimiento de ]ere:. de la Frontera. Estudio y edición, Cádiz. 1980, págs. XLVII-XLIX. 11 F. ROCA, La inmigración a la Valencia medieval, Castellón, 1976. pág. 75. Para Valladolid, A. Rucouo1. «Valladolid, póle d'immigration au xv siecles». en Les communications dans la Péninsule lbérique (Colloque de Pau. 1980), París. 1981, págs. 179-189. 1' GONZALODE HINOJOSA,«Continuación de la Crónica de España del arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada» (escrita hacia 1455), edición Colección de documentos inéditos para la Historia de España. CVI (Madrid, 1893). páginas 137-138. 1• L. VAZ0UEZ DE PARGA, J. M! LACARRAy URIA, ob cit., 1, pág. 89.

1~ 1• 17

Los caminos en la Galicia medieval. Fuero Viejo, edición SAGARMiNAGA,Bilbao. 1909, cap. CCX.

J. P. MOLENAT, «Chemins et ponts du Nord de la Castille au temps des Rois Catholiques», Mélanges de la Casa de Velázque:., 7 (1971). págs. 115-162: «Les communications en Nouvelle Castille au xv• siecle et au début du xv1• siecle,., en Les communications ... , ob. cit., en nota 12. págs. 155-162. JH R. PÉREZ-BUSTAMANTE, «El marco jurídico para la construcción y reparación de caminos. Castilla. siglos x1v y xv», en Les communications .... ob. cit., en nota 12, págs. 163-178. 1" J. A. ÜARCIA DE CORTÁZAR, Vizcaya en el siglo XV. Aspectos económicos y sociales, Bilbao, 1966. páginas 158-160. :o J. ÜARCIA MERCADAL.Viajes de extranjeros por España y Portugal, Madrid. 1952, l. pág. 262. ' 1 M. CRIADODELVAL, Teoría de Castilla la Nueva, Madrid, 1969, págs. 53-54. El libro presta especial atención a los caminos e itinerarios medievales de la zona central de la Península. al hilo de las referencias literarias. ' 2 J. P. MOLENAT,«Chemins et ponts ... ». en ob. cit., pág. 146. '·' J. TuDELA, «La cabaña real de carreteros». en Homenaje a don Ramón Carande, Madrid. 1963, págs. 349-395. 14 Citado por M.' C. CARLE, «Alimentación y abastecimiento», CuadernOI de Historia de España, LXI-LXII (1977), pág. 315, nota 34. ,j L. SERRANO-PIEDECASAS, «Estella a Sevilla: un camino en 1352». en Les communications .. . , ob. cit., en nota 12. J?ágs. 191-205. -6 J. CARRASCOy L. V1LLEGAS,«Nueva embajada de Navarra a Castilla en 1362. Las cuentas del viaje». en Historia, Instituciones, Documentos (Sevilla), 8 (1981). págs. 85-149. Véase. igualmente. P. BERTRÁN, Un l'iatge per Cata/unya Nova al 1409, en Cuadernos de Historia Eco11ómirnde Catalw1a, XIV ( 1976). págs. 63-77, en que una breve introducción deja paso a la transcripción de las cuentas del viaje (y estancias) realizado por un grupo de personas a cuyo frente iba el comendador de Gardeny. fray Ferrán de Sisear. :, Citado por SERRANO-PIEl)ECAS ..\S, ob. cit.. pág. 195. 28 L. MARTINEZ,La asis1encia" /m pobres en Hurpis en fo Baja Edad Media. El hospital de Santa María la Real, /34/-1500, Burgos. 1981, págs. 26-34. Tal medida de camas se alcanzaha gracias a algunos grandes hospitales de creación y protección reales: ,¡ los excluimos. aquélla descendería a 6-8 camas. 'º F. RocA, ob. cit.. en nota 12. pág. 14. para Valencia. En cuanto a Bilhao. sólo en los alrededores de la villa se alhergahan cada noche más de trescientas personas transeúntes. que encontrahan los mesones más baratos y mejores que los existentes dentro del recinto de la villa: GARCÍA DE CoR TAZ.\R, ARIZM;A. Rfos. VAL. Vizcaya en la Edad Afrdia. oh cit .. 11. pág. 211. '' Libro ele Buen Amor, edición CEJADOR. estrofas 959 y 967-969.

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LA RUPTURA DEL RITMO DE LA COMUNIDAD: EL VIAJE

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ños, con una media de 10 a 15 camas 28. A falta de ellas, un jergón o un montón de paja en un patio o, simplemente, un hueco en el pajar servía de suficiente acomodo para los que, al no pagarlo, nada podían exigir. Ventas y posadas incrementaron igualmente su número durante los siglos xrv y xv. Y si reyes y grandes seftores buscaban la hospitalidad de monasterios rurales y conventos urbanos, los mercaderes, carreteros y arrieros hacían proliferar y sostenían mesones y ventas en las ciudades y sus alrededores. Así, testimonios procedentes de Valencia y Bilbao hablan claramente de la animación continua de posadas y mesones, albergue habitual de caminantes, viandantes y romeros. En la primera de esas localidades existían, en el siglo xv, no menos de treinta hostales, variados en cuanto a sus dimensiones, atenciones y precio 29• Simples casas habilitadas como tales, sus dueftos ofrecían, fundamentalmente, un espacio para que el cliente se acomodara, para lo que aftadían una cama, de la que, incluso, aquél podía ser desplazado a mitad de la noche si un recién llegado, pese a las tasas fijadas, sobornaba al hospedero. La compra y elaboración de la comida corrían a cargo del cliente, que, por el derecho de cocina, abonaba un suplemento. Abusos de todo tipo eran frecuentes en estos establecimientos y han rellenado páginas y páginas de reclamaciones de los atropellados. Espigando algunos de ellos, encontramos: la venta de comida en malas condiciones, causa de inevitable intoxicación; la administración de vino rancio y, en el Norte, de sidra en lugar de vino; el robo del pienso de la caballería; la administración de somníferos para facilitar el desvalijamiento ... La falta de cuantificación impide traspasar el nivel de la mera exposición anecdótica de los casos más reclamados. Con todo, hospitales, albergues monásticos o conventuales, posadas, ventas, mesones, no constituían sino modalidades de alojamiento especializadas que unir a las más normales del cielo raso y, sobre todo, de la casa particular. Esta era, de hecho, la forma más frecuente de alojamiento del viajero en la España y la Europa del gótico. La empleaban los señores en sus desplazamientos cuando, para ellos y sus comitivas, ordenaban la correspondiente requisa de habitaciones para hospedaje y comida para yantar. Y la ofrecían los hispanos a quienes, necesitados, solicitaban de camino su ayuda y cobijo. La que, al pasar el puerto de Lozoya, desde el valle de este río hacia Sotosalbos, brindó al Arcipreste de Hita una fornida y retozona serrana desbordó, sin duda, las normas de la hospitalidad, incluso bajomedieval 30: Passando una mañana el puerto de Malangosto. salteóm'una serrana a l"asomada del rostro Tomón'resio por la mano. en su pescue~o me puso como a ~urrón lyviano, levóme la cuest'ayusso: «¡Hadeduro!, non t'espantes. que bien te daré que yantes, como es de sierra uso». Pússome mucho ayna en su venta con enhoto. dióme foguera d'ensina. mucho conejo de soto, buenas perdices assadas. hoga~as mal amassadas. e buena carne de choto.

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V

EL RITMO DEL INDIVIDUO: DEL NACIMIENTO ALA MUERTE POR

JOSÉ ÁNGEL GARCÍA DE CORTÁZAR

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INTRODUCCIÓN

Ritmo de la comunidad, ritmo del individuo. La primera propone moldes, historia; el segundo vuelca en ellos su personal y biológico destino. Se acomoda a las propuestas del grupo, dispuesto a interiorizarlas con rapidez para integrarse, felizmente, en el protector «nosotros». De él escapan, sin embargo, por arriba y por abajo algunos espafioles del Trescientos y el Cuatrocientos. Los excluidos, desde luego; los marginados, a punto de ser excluidos, también. Y, por arriba, algunos de los que no se resignan a formar número anónimo de la comunidad. Los que aspiran, y ello precisamente en esas centurias, a que no acabe todo con su muerte, a que, tras ella, quede el recuerdo de sus obras. El infante don Juan Manuel es uno de ellos; cuida su fama en sus escritos, sefialando y protegiendo las versiones de sus obras literarias que, tras su muerte, desea se consideren los únicos originales autorizados. Serán éstos los que, al efecto, se guarden en el convento dominico de la villa castellana de Pefiafiel 1• También es de ellos, sin duda, Jorge Manrique, que eleva el ineluctable destino de su padre don Rodrigo a sentidas Coplas, en que la obligada resignación ante la dolorida muerte se sumerge en la certeza de una fama que esas estrofas de pie quebrado tanto han contribuido a mantener durante siglos: Non se vos haga tan amarga la batalla temerosa qu' esperáys. pues otra vida más larga. de la fama gloriosa, aquí dexáys, (aunqu'esta vida d'onor tampoco non es eternal ni verdadera); mas, con todo, es muy mejor que la otra temporal. perescedera '.

Tampoco es ajeno a una sensibilidad de corte semejante el cronista y banderizo vizcaíno Lope García de Salazar. Testimonio de la generalización de tal sentimiento, vocero ya de

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HISTORIA DE ESPAÑA

un individualismo que rechaza ser engullido por el puro ritmo de la comunidad, al final del libro XXIV de sus Bienandanzas e fortunas, el cronista de las interminables luchas de bandos de su tierra hace un alto en su prolija exposición. Reclama el reconocimiento público de la honestidad de sus testimonios, y acepta «que no quiso dexar las suyas (peleas, violencias) e de sus parientes e linaje en olvidan~a. e salidas de memoria para siempre ... porque parecería gran amenguamiento a él» 3 • Máxime cuando, como correspondía a un miembro de la nobleza, «nunca cometió guerra contra persona del mundo ... sino por guardar onor e rason suya e de su linaje»; precisamente, en un mundo cuya red simbólica incluía la sorpresa que producía que de los «linajes de los Galochas e de la Sierra ... salieran todos muchos guerreros e profiosos e perversos para ser ornes comunes» 4. Para este septuagenario, muerto en 1476, pocos meses antes que el maestre don Rodrigo de Manrique, la belicosidad y perversidad eran, como se ve, patrimonio de nobles y caballeros. Contra el telón de fondo, coactivo siempre, del ritmo de la comunidad, se va abriendo paso el del individuo. Hoy, seguir las vicisitudes de la vida individual, fecharlas con exactitud, localizarlas con precisión en el espacio no supone dificultad alguna, al menos dentro del área cultural en que nos movemos. La rendición de cuentas de nuestro domicilio, edad, estado civil, nivel de enseñanza recibido ... , es tan frecuente en nuestra convivencia que nos parece normal sean datos que conoce hasta un niño de corta edad. La imagen que, sobre estos o parecidos aspectos, ofrecen los testimonios bajomedievales es bastante diferente. La edad exacta del individuo interesa mucho menos que su situación aproximada, en razón de su estado, dentro de los tramos de edad en que la sociedad se considera dividida: niño. joven, casado, anciano. No extraña, por ello, que en las declaraciones de edad por parte de testigos en los pleitos abunden desproporcionadamente las cifras que acaban en cero: cuarenta, cincuenta, sesenta ... años son edades que se reiteran sospechosamente en los testimonios procesales. Sólo infantes reales e hijos de altos nobles debían conocer entonces la fecha exacta de su nacimiento y ello, más bien, por simples preocupaciones de signo astrológico de sus progenitores. De las restantes señas de identidad personal, la que es hoy fundamental, el apellido, no había cuajado todavía como señalador inequívoco de pertenencia de un individuo a una determinada familia. Para ser exactos, habría que decir que es. precisamente, en los siglos xrv y xv cuando se produce un significativo avance en ese sentido identificador. La formalización de los escudos nobiliarios como verdaderos signos totémicos facilitará el reconocimiento de la correspondencia entre individuo y familia, siendo el apellido la vía normal de canalización de aquélla. Pero en otros grupos familiares todavía tardará en producirse una cristalización de tal correspondencia. La confirmación de treguas entre los vecinos de Bilbao y Juan de Avendaño, efectuada por don Tello en 1353, permite observar los términos del problema. Entre otros muchos, el documento registra como firmantes a «Rodrigo de Gortázar e a Martín Yurre su hermano e a Diego Roiz su hermano ... , a Ochoa de Sologuren e a Pero Ortiz su fijo ... , a Rodrigo Mendieta, hijo de Juan Roiz de Castielo ... » 5 • Con tales datos no hace falta insistir en la dificultad de relacionar, vía apellido, a padres con hijos, a hermanos con hermanos. A estos efectos, en el caso vizcaíno, pero no sólo en él, es más fácil detectar la importancia progresiva que el asiento del solar (sea villa, anteiglesia, barriada y. sobre todo, caserío) va adquiriendo en la denominación de la persona que asegurar en cada caso la paternidad o filiación de un determinado individuo. Pero, al revés, y sabemos todavía demasiado poco sobre modas antroponímicas para aventurarnos más, no es raro que en Guipúzcoa -conocemos síntomas en Deva '' - los miembros de los linajes más poderosos omitan, a

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EL RITMO DEL INDIVIDUO: DEL NACIMIENTO A LA MUERTE

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finales del siglo xv, el componente locativo de su apellido. De ser Ochoa Pérez de Sasiola pasa a ser, por ejemplo, Ochoa Pérez, y de Juan Ortiz de Irarazábal, a Juan Ortiz. Al expresar sólo nombre y patronímico, dan al apellido una apariencia que hoy llamaríamos castellana. En el siglo xvn, la tendencia generalizada en Vizcaya y Guipúzcoa será la inversa; con la renuncia al patronímico, el apellido adoptará una forma externa que llamaríamos vasca al corresponder el locativo a la toponimia eusquérica. Sólo los alaveses, al conservar en general la forma completa (nombre-patronímico-gentilicio locativo), mantendrán el tipo de apellido compuesto. Hasta llegar a ese momento, y pese a los avances operados en el siglo xv, no será posible del todo el establecimiento de una genealogía segura. Los datos familiares que con ocasión de bautizos, bodas o defunciones, ordenan las constituciones sinodales que se recojan, irán ayudando a perfilar la identidad de cada individuo. Para entonces, las disposiciones legales, variables en este punto, habían contribuido a señalar los distintos tramos de edad: niñez (hasta los siete años), adolescencia (hasta los catorce), mocedad (hasta los veinte/veinticinco), adultez (hasta los cuarenta/cuarenta y cinco) y ancianidad.

NOTAS JUAN MANUEL, El conde Lucano,, prólogo, edición BLECUA,Madrid. 1969, págs. 47 y 48. Edición CORTINA,Madrid, 1966', estrofa XXXV. Edición RODRÍGUEZHERRERO, Bilbao, 1955, págs. 344 y 345. ' lbld., pág. 289. ' Publicada por E. J. DE LABAYRU, Historia general de Bizcaya, reedición facsimilar, Bilbao, 1968, II. páginas 815-819. " Información proporcionada por E. BARRENA,que estudia los problemas de la organización social del espacio en este municipio en los siglos x1v y xv. 1

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CAPÍTULO I

DEL NACIMIENTO SUMARIO:

A LA TOMA DE ESTADO

l. La infancia. - l. Nacimiento y bautismo. -2. Infancia y adolescencia. Il. La juventud: hacia la difere11ciació11 e11trehombre y mujer. -NOTAS

Si el inicio de este largo tramo se sitúa en el momento de nacer, su final suele ser, normalmente, el de la boda; más excepcionalmente, el de la ordenación sacerdotal. De la última hay que distinguir la simple recepción de órdenes menores, hecho altamente generalizado en los siglos medievales; las exenciones fiscales y jurisdiccionales que incluía la hacían enormemente atractiva. Por otro lado, la frecuente descendencia entre los miembros del grupo sacerdotal, evidenciada en el reconocimiento legal de la barraganía clerical y en las numerosas legitimaciones de hijos de curas, y el mismo ritmo de vida de éstos, hacen que la separación entre los componentes eclesiástico y laico de la comunidad no fuera, al menos, para el clero secular, tan drástica como llegaría a ser más tarde. La toma de estado, matrimonial o clerical. dejaba, con todo, al margen un colectivo que, según trasciende de determinadas fuentes regionales -las vizcaínas, sin duda-, parece crecer a lo largo del siglo xv: el de los solteros. Objeto de cierta burla, la soltería obedecía a factores bien conocidos: económicos y sociales unos, reforzados en ocasiones por el fortalecimiento de la institución del mayorazgo; puramente_biológicos otros: un mayor número de mujeres que de hombres en los siglos XIV y, sobre todo, xv. La propia abundancia de conflictos armados pudo ser. en parte, razón de ello. Su consecuencia parece ser, entre otras, la proliferación de conventos y. de forma más clara, de beaterios femeninos. refugio de segundonas de casas hidalgas, fenómeno registrable en Vizcaya durante el siglo xv.

l.

LA INFANCIA

Ocupa, durante siete años, el primer tramo de la existencia; desde el nacimiento hasta la adquisición del «uso de razón». Su comienzo lo preparan algunas disposiciones legales municipales. La posible espontaneidad anterior queda sometida al cuidado de un poder público que iba tomando conciencia de la salud de sus administrados: y. en este caso, ofrece garantías a la

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DEL NACIMIENTO A LA TOMA DE ESTADO

nueva vida que va a comenzar. Por supuesto, con el sentido monopolístico que , respecto a la Tierra Llana, tiene la gestión municipal de las villas, en este caso la vizcaína de Portugalete: Yten. ordenaron e mandaron que la mujer que pariere que le dé a la oficiala veinte maravedí s por su trab ajo, de comer fasta que sea parida ... e que la dicha oficiala sea tenida de ir a donde quiera que llamase n dentro de la dicha villa, así de noche como de día. así como sea llamada luego. sin dilación alguna , so pena de doscientos maravedí s: e asi mismo que la dicha oficiala non sea osada de ir fuera de la dicha villa a ninguna mujer que esté para parir en las comarcas so la dicha pena , porque de lo tal podría venir peligro a las mujer es de la dicha villa 1•

Nacim iento de San Juan Bawisra, por Bernat Martorell . Museo de Arte de Cata luña. Barcelona

l.

Nacimiento y bautismo.

Llega el día y en cada casa se vive una escena abundantemente divulgada por nuestra iconografía. Todo el escenario se convierte en un espac io femenino; tod a la sociabi lidad del momento se hace estrictamente femenina. La parturienta, la partera , las comadres y vecinas se mueven entre ollas o jofaina s, agua y pañales. Al fin , en tr e gritos , lloro s y sangre , un nuevo ser asoma a la vida. Un nuevo ser , sí; pero , ¿un a nueva persona? , ¿un sujeto de derecho? Ni siquiera tra s la Recepción romano-canónica , los tratadistas medievales fueron capaces de recoger la multitud de vocablos definitorio s de conceptos que había acuñado el Derecho romano

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CAPÍTULO I

DEL NACIMIENTO SUMARIO:

A LA TOMA DE ESTADO

l. La infancia. -1. Nacimiento y bautismo. -2. Infancia y adolescencia. 11. La jui·enwd: hacia la diferenciación entre hombre y mujer. -NOTAS

Si el inicio de este largo tramo se sitúa en el momento de nacer, su final suele ser, normalmente, el de la boda; más excepcionalmente, el de la ordenación sacerdotal. De la última hay que distinguir la simple recepción de órdenes menores, hecho altamente generalizado en los siglos medievales; las exenciones fiscales y jurisdiccionales que incluía la hacían enormemente atractiva. Por otro lado, la frecuente descendencia entre los miembros del grupo sacerdotal, evidenciada en el reconocimiento legal de la barraganía clerical y en las numerosas legitimaciones de hijos de curas, y el mismo ritmo de vida de éstos, hacen que la separación entre los componentes eclesiástico y laico de la comunidad no fuera, al menos, para el clero secular, tan drástica como llegaría a ser más tarde. La toma de estado, matrimonial o clerical, dejaba, con todo, al margen un colectivo que, según trasciende de determinadas fuentes regionales -las vizcaínas, sin duda-, parece crecer a lo largo del siglo xv: el de los solteros. Objeto de cierta burla, la soltería obedecía a factores bien conocidos: económicos y sociales unos, reforzados en ocasiones por el fortalecimiento de la institución del mayorazgo; puramente_biológicos otros: un mayor número de mujeres que de hombres en los siglos XIV y, sobre todo, xv. La propia abundancia de conflictos armados pudo ser, en parte, razón de ello. Su consecuencia parece ser, entre otras, la proliferación de conventos y, de forma más clara, de beaterios femeninos, refugio de segundonas de casas hidalgas, fenómeno registrable en Vizcaya durante el siglo xv.

l.

LA INFANCIA

Ocupa, durante siete años, el primer tramo de la existencia; desde el nacimiento hasta la adquisición del «uso de razón». Su comienzo lo preparan algunas disposiciones legales municipales. La posible espontaneidad anterior queda sometida al cuidado de un poder público que iba tomando conciencia de la salud de sus administrados: y. en este caso, ofrece garantías a la

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DEL NACIMIENTO A LA TOMA DE ESTADO

nueva vida que va a comenzar. Por supuesto , con el sentido monopolístico que, respecto a la Tierra Llana , tiene la gestión municipal de las villas, en este caso la vizcaína de Portugalete: Yten , ordenaron e mandaron que la mujer que pariere que le dé a la oficiala veinte mar avedís por su trabajo . de comer fasta que sea parida ... e que la dicha oficiala sea tenida de ir a donde quiera que llamasen dentro de la dicha villa , así de noche como de día , así como sea llamad a luego, sin dilación alguna , so pena de doscientos maravedí s; e asi mismo que la dicha oficiala non sea osada de ir fuer a de la dicha villa a ninguna mujer que esté par a parir en las comarca s so la dicha pena , porque de lo tal podría venir peligro a las mujere s de la dicha villa 1•

Nacimi ento de San Juan Bautista, por Bernat Martorell . Museo de Art e de Cataluña . Barcelona

1.

Nacimi ento y bautismo .

Llega el día y en cada casa se vive una esce na abundant ement e divulgada por nu estra iconografía. Todo el escenario se convi ert e en un espacio fem enino ; toda la sociabilid ad del momento se hace estrictament e femenina . La parturi enta , la partera , las com adr es y vecin as se mueven entre ollas o jofaina s , agu a y pañales. Al fin , entr e gritos , llo ros y sangre, un nu evo ser asoma a la vida. Un nuevo ser , sí; pero , ¿un a nu eva persona? , ¿un sujeto de derecho? Ni siquiera tras la Recepción romano-c anónica , los tra tadistas medieva les fuero n capaces de reco ger la multitud de vocablo s definitorios de conc eptos qu e había acuñ ado el De recho ro mano

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clásico. Entre los que quedaron al margen figura el de sujeto de derecho, el de persona. Cuando los juristas españoles, cada vez con más frecuencia desde el siglo xm, utilizan la palabra «persona», no invocan con la misma un concepto abstracto, sino el simple de «hombre» o «mujer», con referencia, por tanto, a un individuo concreto. La persona singular se contrapone a la comunidad, a la «universidad», como dirían las Cortes de Zaragoza de 1442 o recogerían los Fueros de Aragón. Sin formulación abstracta, la situación -la de los requisitos necesarios para reputar «nacido» a un nuevo ser humano- existe y exige una solución. Variadas son las ofrecidas por la legislación hispana de época bajomedieval. La más generosa la recoge el Derecho aragonés, generalizando criterios del pirenaico; que la criatura «veya lu~ d'aqueste sieglo por un momento», aunque muera inmediatamente, es suficiente para estimarla nacida. Se equiparaba en ello con el Derecho visigodo, que concede la capacidad de persona por el mero hecho del nacimiento, principio que. a través del Fuero Juzgo, se extenderá a las principales ciudades andaluzas en el siglo XIII. En el otro extremo, contemporáneamente, el Fuero de Soria exigirá que el nacido viva, al menos, nueve días para alcanzar la referida capacidad. Con la puesta en vigor de las Partidas, los criterios, lógicamente, se romanizan; los de la Corona de Castilla, coincidente en esto con los de Cataluña y Baleares, van a uniformarse en el sentido de considerar nacido a aquel ser cuyo nacimiento se produzca entre el séptimo y el décimo mes de gestación, cuyo cuerpo tenga forma humana y viva separado de la madre. Por fin, las Leyes de Toro exigirán que el niño viva veinticuatro horas y sea bautizado para ser considerado «nacido» y no «abortivo». Antes de ese momento. el ser en el vientre de su madre es un nasciturus,algo que ha de nacer, o un conceptus, un concebido, a partir, según la tradición patrística, de los cuarenta días el varón. u ochenta la hembra. Legalmente, el concebido con vida es, a partir de ese plazo, un ser distinto, y la madre puede realizar ciertos actos jurídicos, precisamente, «en nome de aquella criatura que tiene en el vientre». En su defensa acude, igualmente, en todos los reinos hispánicos, el castigo del aborto, la prohibición de aplicar a la madre penas corporales y el mismo aseguramiento, para cuando nazca, de los derechos sucesorios que pudieran corresponder a la criatura 2 • Si la madre sobrevivía al parto, causa frecuente de su fallecimiento, ella era la destinataria de numerosos regalos de parientes y vecinos. Su forma más habitual, la alimenticia, facilitaba una convalecencia de dos o tres semanas en cama, prolongada por un período complementario en que no debía salir de casa hasta cumplidos los cuarenta días del parto. Era, entonces, el momento de acudir a la iglesia, a «purificarse» ante el altar de la Virgen. Aunque consagrada sacramentalmente en el matrimonio, la relación sexual y sus frutos, aun legítimos, requerían, a ojos de la Iglesia, una purificación. Para ese momento, la madre ha tenido ya ocasión de ejercer su oficio con el recién nacido: vestirlo, al estilo de diminuta momia con que lo representan esculturas, pinturas y miniaturas, lleno de refajos que se enrollan apretadamente en tomo al niño; acunarlo en cunas de madera que permitían el balanceo, y arrullarlo con las primeras nanas, cuyas letras aparecen fugazmente en la lírica coetánea: Callaos. Señor, nuestro redentor, que vuestro dolor durará poquito. Ángeles del ciclo, traedle consuelo a este pequeñuelo Jesús. tan bonito!.

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Tristemente, en muchas ocasiones, había tenido también ocasión de enterrarlo si el parto no había producido la muerte casi simultánea de madre y criatura. E ... el rey don Juan (I de Castilla) ... fue algunos días doliente en Madrid. E estando allí sopo nuevas como la reyna doña Leonor. su muger, era finada. e que moriera en la villa de Cuellar de parto de una fija que encaesció, la cual vivió poco tiempo después•.

Las posibilidades de supervivencia del recién nacido eran muy limitadas en la España del gótico; o, más precisamente, habría que decir que sólo poco más de la mitad de los nacidos 11egaríana cumplir catorce años; de e11os,los más altos índices de mortalidad se situaban, por supuesto, en los primeros doce meses de vida. Las condiciones de alimentación y, sobre todo, higiene, y la indefensión contra accidentes naturales, reiteradas ya en otros apartados, explica fácilmente las razones del precoz y fúnebre destino de tantos pequeños hispanos. E11osin contar con un cierto, y desconocido, número de infanticidios encubiertos: abandono de niños o simple ahogamiento, ¿deliberado?, ¿involuntario?, mientras duermen en la misma cama de sus padres. Las numerosas amenazas que pesaban sobre la vida del recién nacido estimularon, en una sociedad plenamente creyente como la medieval, la rápida administración del bautismo. Sólo así se abrían al nuevo ser, en caso de prematuro fallecimiento, las puertas del cielo. Salvo que, por causa de necesidad, hubiera de celebrarse en casa, la administración de este primer sacramento había de efectuarse obligatoriamente en el templo parroquial, y, como decimos, en los primeros días de su existencia. Al fin y al cabo, a falta de registros civiles, el bautismo constituía también prueba de nacimiento. La entrada del nuevo ser en la comunidad cristiana tenía lugar tradicionalmente de la mano espiritual de numerosos padrinos y madrinas, de quienes se esperaba constituyeran otros tantos protectores del niño. La creación, con todo, de un vínculo de parentesco espiritual entre padrinos y ahijados, e, incluso, entre los propios padrinos, hacía que el aumento del número de éstos se tradujera en un acrecentamiento del de los impedimentos de matrimonio. Con grandes dificultades y lentitud, la legislación civil y la canónica fueron reduciendo la constelación de padrinos de cada niño. El título IV de la Partida primera ya se refiere a e11o; pero, todavía en 1410, el obispo de Calahorra deberá prescribir que «en el bautismo no se admitan más de tres personas para padrinos». Dos padrinos y una madrina por niño; dos madrinas y un padrino por niña. Tales circunstancias debían quedar, además, anotadas en los incipientes libros de registro parroquiales, en que el párroco «escriba el nombre del baptizado, de su padre, madre, padrinos, madrinas ... », como recomienda el ordinario calagurritano en aque11amisma fecha o, en 1443, el obispo burgalés don Alonso de Cartagena 5 • A la vez que el sacramento, en el bautismo, el niño recibía el nombre que, salvo atribución posterior o herencia de algún mote, iba a identificarlo en el conjunto de la familia. No siempre se cumplía esta condición; muestra complementaria de la falta de individualidad que, todavía en el siglo XIII, caracterizaba al hispano frente a la comunidad en que se insertaba, nada impedía imponer el nombre que se deseara, aunque fuese el mismo, del padre o el abuelo, a cada uno de los distintos hermanos de una misma familia. Esa misma falta de control autorizaba a una persona a cambiar, años después, el nombre con que había sido bautizado, siempre que no incurriera en fraude o en perjuicio de terceros. Esta tendencia a fijar en la línea de descendencia familiar no sólo el patronímico y el gentilicio locativo, sino el propio nombre, explica tanto la dificultad de aislar con seguridad a un determinado individuo como la repetición incesante de ciertos nombres propios. Poco imaginativos se muestran, en efecto. los españoles bajomedievales a la hora de escoger nombres para sus hijos. Como siempre. cuestión de modas. en los siglos XIV y xv, parecen

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Las condiciones higiénicas y la alimentación fueron causa común de la gran mortandad infantil. Virgen con niño, por el Maestro de Flémalle . Museo del Prado . Madrid

perder su antigua vigencia en los distintos reinos los nombres ligados a la tradición de los viejos linajes, derivados, frecuentemente , de la onomástica germánica o , simplemente , de antropónimos que se habían generalizado en los siglos XI y XII. La influencia en la sugerencia de nombres parece provenir , en la España del gótico, de los santos de devoción local y, sobre todo, de los propuestos como modelos por las nuevas órdenes surgidas en el siglo XIII. La antroponimia barcelonesa , estudiada por Moreu Rey , permite ejemplificar en los casos de Francesc y Miquel este aserto . Apoyados por los franciscanos, con el nombre de Antoni , se imponen, en el siglo xv , como tres de los seis nombres más populares . Paralelamente, van desapareciendo otros como los antiguamente frecuentes de Guillem , Arna! o Berenguer , a la vez que se abren paso, todavía lento, nombres destinados a tener éxito en un futuro: Jordi, Pau, Enrie ... Son , con todo , en Cataluña y fuera de ella , los nombre s de Juan y Pedro los que conocen un despliegue más espectacular . Con amplia diferencia sobre los siguientes, encabezan , con los de Domingo y Martín , los nombres regi strado s en 1264 en el Libro del Repartimiento de Jerez de la Frontera. Entr e los cuatro repre sentan la mitad de los nombre s de los repobladores masculinos de aqu ella ciud ad y su tierra 6 . Tambi én , Juan y Pedro ocup an los primeros lugares en cuanto a su frecuencia en el Repart imiento de R onda, seguido s aquí por los de Fernando , Diego y Gon-

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zalo. Nuevamente, son Juan y Pedro, seguidos de Martín, Miguel, Gil y García, los nombres más usados, entre 1224 y 1537, por los habitantes de la villa navarra de Olite. A mayor distancia se hallarán los de García, Lope, Sancho y Domingo 7 • Ciertos nombres, como el último citado, en Castilla, o el de Ramón en Cataluña, experimentarán claros altibajos a lo largo de la Edad Media. Ampliamente utilizado por razones de linaje en los siglos x y XI, el nombre de Ramón entra en decadencia en el XII, para recuperarse en el siguiente debido al patronazgo de los santos específicamente catalanes de ese siglo. Lo mismo acontece con el de Domingo, preferentemente en tierras de la Corona de Castilla. La primera oleada, de finales del siglo XI y comienzos del XII, responde a la popularidad de Domingo de Silos, prolongada sin sucesión de continuidad, aunque en un área de difusión menos extensa, por Domingo de la Calzada. Cuando, a comienzos del siglo xm, el nombre empieza a flaquear, Domingo de Guzmán le proporciona nuevo empuje, que no dejarán decaer los dominicos en los dos siguientes. Al compás de su expansión por la Península, Domingo para varones y Catalina para mujeres serán nombres que se impongan, sobre todo, en las ciudades. Por su parte, los franciscanos, junto al nombre de su fundador, irán difundiendo, entre las españolas, el de Clara. Ni uno ni otro de esos nombres de mujer se acercará ni de lejos al que se pasea triunfante por todos los territorios hispánicos: María. Más de un 40 por 100 de las primeras repobladoras de Jerez lo llevaban, lo mismo que la mitad de las vizcaínas de los siglos XIV y xv. Marina, Dominga, Sancha y Mayor le acompañan en Jerez de la Frontera, mientras en Vizcaya lo hacen Teresa, Sancha, Juana, Catalina y, a fines del siglo xv, Marina. También son Juana y Dominga los nombres que, con el de María, más frecuentan las mujeres de Olite; a ellos siguen los de Elvira y Blanca. En todos los casos, la menor aparición femenina en la documentación hace más inseguros los datos concretos, aunque nada descalifica la hegemonía de María. No coincide en ello el gusto antroponímico de la Barcelona finimedieval; las investigaciones de Teresa Vinyoles sitúan en primer término el nombre de Francesca, que llevarían un 11 por 100 de las barcelonesas, seguido por los de Margarida, María y Eulalia, atribuido cada uno a un 7 por 100 de la población femenina. y Caterina con un 6 por 100. Como en los nombres de varón, también en los de mujer la influencia franciscana en Barcelona se muestra decisiva 8 • El muestreo permite observar una cierta unanimidad en la antroponimia bajomedieval. El español se llama, fundamentalmente, Juan o Pedro; la española, María. En ambos sexos, una lista de no más de veinticinco nombres recogería el 90 por 100 de los usados en los reinos hispánicos. Quedarían al margen otros ya caídos en desuso, como Godina, Guntrueda, Berenguela, entre las mujeres, o Suero, Vela, Pelayo. Álvaro, entre los hombres. U otros cuya moda no había conocido todavía su fortuna; o, simplemente, aquellos que, como los de la bilbaína familia de Leguizamón, parecían influidos por una excesiva afición a la lectura de novelas de caballería. Sólo así pueden explicarse los nombres de Galas, Tristán, Floristán y Persival, de los que los tres primeros eran hermanos y el segundo se va a repetir dentro del linaje familiar a finales del siglo xv. Tal repetición era signo común del deseo de perpetuar ciertos nombres como parte de la herencia familiar. Ilusión por conservar los perfiles del linaje, adquiere particular relieve entre las cabezas de éste. En el caso vizcaíno, los Butrón se moverán, generacionalmente, entre primogénitos que alternan los nombres de Gonzalo Gómez y Gómez González; los Avendaño preferirán los de Juan y Pedro, mientras los Salazar se inclinarán por los de Lope, Juan y Ochoa. El bautizo era, finalmente, la primera ocasión que el nuevo ser daba a los miembros de su familia, o de su linaje, para demostrar la amplitud de sus grupos de parientes, la fortaleza de la

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fortuna familiar y la capacidad de derrocharla en aras de la exhibición. Los bautizos reales o nobiliares, desde luego; el de la hija, de nombre Luisa, del condestable Miguel Lucas de Iranzo, mantuvo en pie de fiesta durante varios días a los vecinos de Jaén: grandes convites. bailes, juegos, momos, cañas, corridas de toros, animaron sin cesar a los habitantes de la ciudad. Pero también el de miembros de otros grupos sociales de recursos menos boyantes. El bautizo era, entonces, ocasión de organización de verdaderos cortejos procesionales que, de casa al templo. incorporaban no sólo a parientes y amigos, sino incluso farsantes y juglares, como condena en 1473 el Concilio provincial de Aranda 9 • Siglo y cuarto antes, las Cortes de Alcalá de Henares ya habían recordado. desde la legislación civil, antisuntuaria, estamentalizadora, que ... al batear del hijo o de la hija de qualquier que sea, que non aya y estrumentos nin trompas. salvo a los hijm de los ricos ombres que puedan tanner trompas e levar dos cirios delante. de sendas libras.

Del caso que de esta disposición se hizo ya nos ha informado, indirectamente, el canon arandino. Si no fuera suficiente, bastaría con recordar la reiteración de condenas sobre excesos cometidos en bautizos, bodas, misas nuevas y funerales que puebla la legislación bajomedieval para ser consciente de la amplitud del problema. La especial insistencia con que la prohibición se refiere al área septentrional de la Península sirve de indicio para situar en esta zona una mayor densidad de abusos. Tal vez, el arcaísmo de la estructura social empujaba a estas celebraciones de amplias dimensiones, que, en tierras de mayor dominio de la familia estrictamente nuclear, sólo podían vivirse a base de un derroche de medios económicos. Se completaba con él el número de invitados que, en áreas de dominio de estructuras de linaje, brotaban espontáneamente por su simple vínculo de parentesco nunca olvidado. En uno y otro caso. concluidas las celebraciones, la ofrenda de «pan e dinero que dieren las dueñas quando entran en la iglesia después del parto a los quarenta días» 10 venía a constituir el colofón del hecho mismo del nacimiento. 2.

Infancia y adolescencia.

Constituye, sin duda, el pasaje más oscuro de la vida del hombre medieval. Sin el agobiante sentido de la educación que hoy caracteriza nuestra cultura; sin los precisos currículos que hacen creer que sabemos con exactitud el escalón de conocimiento en que, a determinada edad, se sitúa un niño, el mundo medieval convierte a éste, desde el comienzo de su existencia, en un prehombre o una premujer. En cuanto es posible -y, normalmente, con precocidad excesiva: la esperanza de vida era entonces muy corta, y no más de treinta y cinco años-. se encarga a niños y niñas. a tono con sus posibilidades, generalmente físicas. las labores que. a mayor escala. realizarán de adultos. La ausencia prácticamente total de una conciencia de la infancia estimula entonces la rápida incorporación del niño a las tareas de la familia. Si es campesina. se convertirá en seguida en cuidador de los pequeños o grandes animales domésticos y en colaborador de los adultos en las tareas complementarias de la agricultura. Si es urbana. será pronto una incipiente fuerza de trabajo en las tareas artesanas o de venta al por menor. Esa incorporación rápida a tareas de adultos deja en manos de un aprendizaje involuntario. de un currículo latente. diría la jerga pedagógica actual. la educación del niño. La familia, y, sobre todo. la comunidad local, la aldea rural. el barrio urbano. ejercen, sin distinción de jerarquías docentes. la labor de socialización del niño. A través del ejemplo de los mayores va

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La nodriza generaba con los niños relaciones muy semeja ntes a las paterno-filiales . Nod riza . Detalle del tríptico de San Esteban. po r Vergós. Museo de Arte de Ca taluña . Barcelona

adquiriendo las pauta s de comp ortamiento - y, en principio , la del respeto a la sabiduría de los más viejos- que le permitir án dese nvolverse en el seno de su propia comunid ad . Más tard e , a su vez , las tran smitir á a sus propio s hijos. Todavía es pronto para pensar en eso. D e mom ento , sólo ha hecho comenzar la crianza e , ine vitablemente , como acabamos de ver , la educ ación. Sujetos a la patria pot estad , son los padr es los respon sable s de sus pe rson as y bie nes, como tambi én de los posibles «malos fecho s» de los hijos. Y, ante todo , de su sustento . La leche matern a o , eventualm ent e , la de nodriz as contratada s al efecto alimenta a la criatura en sus prim eros meses de vida ; más exactamente , al decir de disposiciones de las Cort es de Valladolid de 1351, «.. . que críe el varon fasta que aya edat de tres anno s, e esto ssea porqu e acaes~e que much as criatura s desque cono s~en una ama non quier mamar a otra .. . , e que crie la muger fasta que aya hedat de dos ann os». Y es bien conocida la preocupaci ón de nobles y reyes por la adecuada lactancia de sus vástagos ; la queja de Pedro el Ceremonio so de que la leche de la «nudri~a de Barchinona era empedera » (causaba estreñimiento) , y las recom endaciones de las Partida s sobr e las condicion es a cumplir por las amas de leche , que deben ser «sanas e fermosas , e de bue n linage e de buenas costumbr es , e sennal adamente que sea n mui sannud as», son indicios de esa preocup ación. El niño va creciendo . Pasa, poco a poco, el tiempo en que «no ha menester otra cosa sinon guardarle la salud del cuerpo , faciéndole lo que le cumpli ere et aprovec hara en el comer et en el beber , et en el mamar , et en el dormir , et en el vest ir , et en el cal~ar para ser guard ados del frio et de la calentura ... » 11• Se hace preciso incorporarlo a las prim eras tareas de colabora ción

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al trabajo familiar o, en el caso de hijos de reyes y nobles, al grupo de edad que, bajo la dirección de un ayo, recibirá las incipientes lecciones de letras, manejo de armas y prudentes consejos de gobierno que irán formando su carácter y asegurando la continuidad del poder de sus familias respectivas. Como las nodrizas nutren físicamente al niño, el ayo lo nutre intelectual y profesionalmente. Un mismo vocablo -nutrire- sirve para designar ambos cometidos. Por las mismas razones, en los dos casos nodriza y ayo pueden generar con sus criados relaciones muy semejantes a las paternofiliales. Por su parte, la costumbre de las familias nobiliares de hacer criar a sus hijos en compañía de los infantes reales facilita el tejido de una red de fidelidades compañeriles, fácilmente traducibles a términos de inmediato vasallaje y, más tarde, de lo que hoy estimaríamos grupo de presión sociopolítico. La práctica de que, una vez enviado el hijo fuera de casa, a ser criado en la del señor, es éste, y no el padre, quien asume la obligación de criarlo, educarlo, armarlo caballero y casarlo 12,oscurece la misión del padre. Todos estos quehaceres se abrían al niño a sus siete años de edad. Marcaban éstos el umbral de un nuevo tramo de su existencia. El de la razón, en que el niño, además de iniciarse en los secretos de lo que, más tarde, constituirá su medio de vida, va adquiriendo un conocimiento del saber, de las letras y, por supuesto, de la doctrina cristiana: Envió sus saludes al sancto ermitanno, como a buen amigo. a cuempadre fontano, que criasse el ninno fasta! seteno anno: desende, el pensarle de ferio buen cristiano Quando vino el término, los siet annos passados. mandól' poner a letras con maestro letrado

13 •

No todos los niños de la España del gótico tuvieron ese maestro letrado que Gonzalo de Berceo adjudica al de «la abadesa encinta». Más bien, fue una minoría -creciente, eso sí- la que dispuso de tales maestros. En los centros monásticos unas veces, en los catedralicios o parroquiales otras, y también en los puramente municipales, el niño -subrayamos el masculino- aprendía a leer y cantar, apoyado en textos exclusivamente religiosos. Pese a los progresos en la generalización de los centros del saber y, mucho más lentamente, en la secularización de sus contenidos, los españoles que sabían leer y escribir en los siglos XIV y xv constituían minoría, aunque todos los síntomas apuntan a un significativo incremento del número de los capaces de hacerlo. Algunos acudirían a recibir las enseñanzas de los dcftll mcnt NapoftobcalímyN111:quc csmto·tapar ütrMnle.1oci

qcft1111étcstllal'id11bcrcm1rana. Prólogo y comienzo del libro primero de 8/anquema , de Ramón Llull , impreso en Valencia en 1521

mas más adelante en el examen de la palabra roman ce. Existe , por tanto , una aproximación elemental al prototipo de lo que luego sería la novela en el sentido amplio y europeo de esta palabra . Un gran número de ejemplos se acumulan en el exte nso Libr e de meravelles (entre 1288 y 1289), casi todo él un diálogo entre Félix y sus maestros: se trata de una obra que recoge el sentido enciclopédico del Speculum natura/e, de Vincent de Bea uvais , de tan amplia repercusión en las literaturas hispánicas . Contiene el Libre de les besties, establecido con materiales del Califa y Dimna . La gran variedad de sentencias y ejem plos que acumula contrasta con la linealidad del Libre de l'orde de cavalleria (hacia 1275 ó 1276), manual de la vida caballeresca en el que un viejo caballero enseña a un escudero , joven que va a ser armado caballero, mostrándole los fundamentos del orden de la caballería .

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Llull, en este propósito de servir los fines de la religión en un nuevo estilo expositivo, se vale de una prosa que adquiere por ello la condición literaria. Su gran labor, en número de páginas escritas y en la variedad de procedimientos expositivos, sirvió para convertir la lengua vernácula catalana en el mejor instrumento para sus fines, al lado del árabe y del latín, el más adecuado a sus propósitos de índole universal. Martín de Riquer 8 compara lo que hicieron Alfonso X y Ramón Llull en sus respectivos cometidos, y su juicio es que Llull supera las obras del Rey Sabio en la perfección sintáctica, habiendo ambos crecido el léxico de sus respectivas lenguas para que pudieran expresar los contenidos ideológicos que ellos exponían; ambos lograron elevar contemporáneamente a una respetable y eficaz categoría culta y suficiente para el servicio cultural que emprendieron las dos grandes prosas de sus lenguas respectivas, proyectándolas hacia una fecunda labor literaria. Juan Manuel, un clásico de la narración medieval castellana.

El arraigo definitivo de la prosa castellana fue consecuencia de la gran obra colectiva que impulsó Alfonso X (1221-1284) desde la corte y por su condición de imperator liueratus. El efecto de esta labor resulta así paralelo a lo que logró Llull para el catalán, sólo que el contenido de las obras que promueve es sustancialmente histórico, legislativo, científico y de entretenimiento, por lo que su estudio corresponde a otra parte de esta Historia. Más adelante trataremos del Rey Sabio como poeta en lengua gallega. Los elementos citados antes, sentenciosidad y ejemplos, se reúnen en el caso de Juan Manuel (1282-1348) para obtener una obra equilibrada y madura que puede calificarse de clásica en cuanto que aprovecha hasta un máximo de eficacia literaria los elementos utilizados. Esta culminación se alcanza en El conde Lucanor o Libro de Patronio, la más alta cota poética del libro de ejemplos. Este libro, escrito entre 1335 y 1340, resulta casi contemporáneo del Decamerón, de Boccaccio, que se sitúa entre 1348 y 1351. Ambos representan un ápice de sus respectivas literaturas y, poseyendo muchos elementos comunes en cuanto a su intención en el proceso de la narrativa europea, resultan, sin embargo, obras muy diferentes. Sobre Juan Manuel se concentra un haz de influjos muy diverso que el escritor consigue reunir equilibrada y creativamente a los efectos literarios. Como cumplida figura de la nobleza de la época gótica, fue hombre de armas y de letras, guerrero y escritor. Esto lo sabe él a conciencia, pues en el Libro infinido (entre 1334 y 1340) lo expone defendiendo su actitud y actividades intelectuales de los que pudieran echarle en cara su afición por la literatura. Y esto lo hace en un libro en el que reúne los consejos a su hijo don Femando; allí expone la alta opinión que tiene de sí mismo como nieto de San Fernando y sobrino de Alfonso el Sabio, y que transmite a su hijo en ensoberbecidas palabras. Quien manifiesta a su hijo una concepción tan rígida de la sociedad, no tiene reparos en defender su labor literaria en lengua vernácula frente a los maldicientes: «Et commo quier que yo sé que algunos profa~an de mí porque fago libros, dígovos que por eso no lo dexaré ... » Y añade que « ... todas las cosas que los grandes señores fazen, todas deven ser guardando primeramente su estado e su honra ... ». Juan Manuel proclama, pues, que el estado y la honra de un gran señor se guardan en el ejercicio de la literatura. Con ello. por tanto, se alcanza una cota social superior a la del mismo Rey Sabio, pues la labor de éste fue en cierto modo de promotor. mientras que en este caso nos encontramos con un noble que es escritor en el sentido más estricto de la palabra, autor él mismo de los libros. Y por eso escribe: « ... pienso que es mejor pasar el tienpo en fazer libros que en jugar los dados o fazer otras viles cosas»9 •

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Casti llo de Pe ñafiel, señorío de do n Ju a n Manue l. el noble ca balle ro qu e qu iso er ho mbr e de le tras

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Esta conciencia del valor de la creación literaria afecta también a la obra en relación con el público, que también participa así de la misma intención que llevó a Juan Manuel a la condición de escritor; escribir y leer u oír la lectura de la obra en lengua vernácula se encuentran así asegurados desde el punto de vista del prestigio que las obras otorgan a los escritores, lectores y oyentes. No se trata del aprovechamiento que la Iglesia realiza de los medios literarios, sino de una consideración de orden civil. Aun contando con que Juan Manuel declare su relación con los mismos propósitos de ejemplaridad moral, el escritor favorece el prestigio de esta literatura que se desprende de la religiosidad en favor de una orientación profana. El desinterés de Juan Manuel por mencionar fuentes y autoridades, el aprovechamiento literario de su propia experiencia social y familiar, humana en último término, propia de un noble hombre civil y el amplio arco de la procedencia de sus materiales literarios pueden ser indicio de esta actitud. Y si esto ocurre en la preparación de la obra, el escritor reconoce también las exigencias de un público amplio, suficiente ya para marcar una determinada orientación al libro. De ahí esta culminante declaración: «Pero Dios sabe que lo fizo (el escribir los libros en la lengua vernácula] por enten~ión que aprovechassen de lo que él diría las gentes que non fuessen muy letrados nin muy sabidores.» Y esto tuvo la consecuencia de «que fizo todos los sus libros en roman~e et esto es señal ~ierto que los fizo para los legos et de non muy grand saber commo lo él es» 10• En parte, esto es una declaración del conocido tópico de la humildad del autor, y más si escribe en la lengua vulgar, pero aquí es significativo que lo aplique también al público que espera que lea sus libros. Legos, en este sentido, pueden ser el infante don Femando, para el que Juan Manuel escribe su tratado de educación, como el público que haya de leer sus obras mayores, y esto no es inconveniente para que estos libros propios para los legos posean ya un alto grado de exigencia artística. Juan Manuel, en líneas generales, se vale del procedimiento expositivo propio de la tradición clerical: consiste en el despliegue de los razonamientos que tienden a que el hombre actúe virtuosamente según el estado al que pertenece. Sin embargo, el escritor teme que el público no entienda lo que él escribe si sus razones se elevan demasiado: « ... cada hombre aprende mejor aquello de que más se paga», escribe en el prólogo de El conde Lucanor 11, y por eso busca que los oyentes o lectores de su obra tomen placer en sus libros. Este placer, manifiesta declaración de la delectación estética, se logra con «apuestas palabras» y con el uso de los ejemplos que acercan el contenido de la comunicación al público. De esta poética proceden los elementos constituyentes de sus obras «mayores», que son sus tres grandes libros. En el Libro del caballero y del escudero predomina la exposición doctrinal, y es evidente su relación con el Libre de l'orde de cavalleria, de Llull; en el Libro de los estados la doctrina se sostiene sobre el patrón argumental de Barlaam y Josafat, y en El conde Lucanor se vale de ejemplos sucesivos, incorporados dentro del marco de un conde que pide consejo a un hombre sabio y experimentado: cada caso se expone mediante un ejemplo que acaba con una sentencia. Este Conde Lucanor, tanto por el arte de la narración que ofrece, como por su acertado estilo expositivo, resulta la solución más equilibrada de los varios elementos literarios mencionados en este capítulo.

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LA LITERATURA DE LA SENTENCIA Y DEL EJEMPLO

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NOTAS Véase una información sobre el asunto en F. LóPEZ ESTRADA,ILME, págs. 240-255. 495 y 496. Véase PEDRO ALFONSO,Disciplina clericalis, Zaragoza, 1980, ed. de MARÍA JESÚSLACARRA,prólogo de la misma. págs. 19-23. 3 /bid.: « ... acerca de la séptima [de las artes liberales] hay variadas opiniones. Los filósofos que no siguen a los profetas dicen que la séptima es la nigromancia. En cambio, otros de ellos que creen en las profecías y en la filosofía dicen que la séptima es la filosofía, que precede a las materias naturales o físicas. Otros, que no se dedican a la filosofía, dicen que es la gramática» (traducción castellana, pág. 54; texto latino, pág. 117). • ALVAROÜALMÉSDE FUENTES.«Influencias sintácticas y estilísticas del árabe en la prosa medieval castellana», Boletín de la Real Academia Española, XXV. 1955, págs. 213-275 y 415-451; XXVI, 1956. págs. 65-131 y 254-307. ~ El texto en la edición de HERMANNKUNST,Tubinga, 1886; estudio en AGUSTÍNUÑA JUÁREZ, La filosofía del siglo XIV. Contexto cultural de Walter Burley, El Escorial. 1978; la cita en pág. 83. 6 Cito por M. DE RtQUER, HLCat, pág. 240. Traducción: « ... buscar nueva manera y nuevas razones por las cuales pudiesen ser enderezados los que están en el error hacia gloria que no tiene fin». ' lbíd., pág. 244. Traducción: «¡Ah, Dios! ¡Y qué gran bienaventuranza sería ésta si por estos árboles pudiéramos hallamos en una ley y en una creencia todos los hombres que somos!» " /bíd., l. pág. 344. " JUANMANUEL,Libro infinido y tratado de la Asunrión, Granada. 1952. ed. JosÉ MANUELBLECUA,págs. 73-76. "' JUANMANUEL,El conde Lucanor. Madrid. 1969. ed. de JOSÉ MANUELBLECUA.prólogo. págs. 48-49. 11 lbíd., pág. 51. 1

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CAPÍTULO V

LA PROSA DE FICCIÓN EXTENSA: LOS LIBROS CABALLERESCOS Y SENTIMENTALES

Su MARIO: Los comienzos de la ficción caballeresca. -Los grupos de materias caballerescas antigua, carolingia y bretona. -Las obras castellanas. - El Amadú medieval. -La ficción caballeresca en la literatura catalana. - Los libros sentimentales. -La corriente sentimental en la literatura catalana. - Los libros sentimentales en la literatura castellana. -NOTAS.

Los comienzos de la ficción caballeresca. En los capítulos anteriores se ha tratado de las obras en prosa que, desde un fundamento religioso y moralizador, ofrecen una confección literaria cada vez más patente y declarada. Se indicó que eran obras breves si se consideraba la extensión de su texto; así ocurría con la sentencia y el ejemplo, aunque estas piezas pudieran agruparse en libros propiamente dichos. En las obras de Llull y de Juan Manuel. aunque algunas de ellas fuesen extensas, la condición literaria era menos condensada y había amplias partes en que la intención didáctica dominaba sin concesiones al adorno. Paralelamente existe en las lenguas vernáculas un cultivo muy importante de libros históricos, que son objeto de estudio en otra parte de este volumen: crónicas, anales, etc. Conviene tener en cuenta que aunque no tratemos aquí de estos libros, la prosa histórica resultó un ejercicio muy importante para abrir el camino de la prosa literaria en el período inicial de las literaturas vernáculas en el que no contaban los contenidos ni los efectos sobre el público, sino el esfuerzo por lograr la elevación de la literatura vernácula, según indicamos al referirnos al efecto de los usos retóricos en Alfonso el Sabio. En esta ocasión hemos de proseguir con el incremento de la prosa literaria por los dominios de la escritura en que dominan los contenidos imaginativos; es decir, las narraciones son invención del autor con el propósito de entretener a sus lectores y oyentes mediante una creación de la fantasía poética. Este incremento del propósito de entretener dentro de un sentido artístico de la palabra había de cultivarse cada vez con más eficacia; es un proceso en el que se van separando los contenidos de la prosa histórica, religiosa, científica y moralizadora de los propiamente creativos. Procedentes del desarrollo de la literatura europea 1, sobre todo de la francesa, se extendieron en los medios cortesanos una especie de libros en los que historia y ficción aparecen mezcladas y confundidas: obedecían a una moda literaria que reflejaba conjuntamente ciertos as-

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pectos de la vida real con las formas imaginadas que valían como entretenimiento. Estos libros conservan en su organización argumental la secuencia narrativa de las historias que cuentan los hechos de un personaje notable; a veces se les aplica el mismo título de Historia, que de este modo ampara tanto a un contenido de hechos reales como a otro, creado imaginativamente. Los argumentos que cuentan proceden de grandes bloques narrativos, a los que se llama «materias» para indicar los aspectos coincidentes del contenido; son fundamentalmente tres: la antigua (que comprende los asuntos de Troya, Tebas y Eneas, y de Roma), la procedente de Francia y la de Bretaña. En el curso de la literatura francesa, las primeras versiones de estas materias se establecieron en un verso narrativo: los romans (como se les llamó) pasaron después a la prosa. En la literatura castellana encontramos algunos libros referentes a Alejandro (en las versiones medievales que mezclan historia y fantasía) y a Apolonio, que son propiamente narraciones que también están en verso. Sin embargo, la tendencia que acabó dominando fue usar la prosa para obras de esta naturaleza. Las tres materias indicadas revelaban una lejana relación con la historia, pues la antigüedad y los hechos de Francia y de Bretaña podían considerarse en relación con una realidad (al menos cultural) que había existido, pero el tratamiento literario de estos libros orientaba el contenido de las obras hacia una interpretación imaginativa, sin apenas compromiso alguno con los sucesos que pudieran narrar las crónicas. Hay que tener en cuenta que la percepción del oyente o del lector de estas obras no distinguía en forma tajante la frontera entre los hechos reales y los imaginados; por otra parte, no faltaba, en último término, un propósito subyacente de establecer la ejemplaridad de la conducta de los personajes en un sentido personal o colectivo. La enseñanza que se desprendía de estos nuevos libros no se manifestaba de una manera directa como en los apólogos, cuentos o ejemplos; se trataba más bien de confirmar en el ámbito de la ficción literaria los hábitos mentales de la caballería que se habían impuesto en la época gótica. Siendo obras dirigidas a un público noble, sin embargo, en virtud de la moda que impone la literatura, las otras clases sociales (en especial la burguesía creciente) también encuentran entretenimiento en su lectura, con lo que su difusión fue en aumento. Los grupos de materias caballerescas antigua, carolingia y bretona.

Dentro del denominador común de la ficción, cada uno de los grupos de libros de caballerías representaba una experiencia literaria diferente. Así, en el caso de los libros pertenecientes a la materia antigua, el prestigio del origen griego o latino, establecido según el criterio medieval, se unía al brillo de una ficción manifestada por personajes sustancialmente anacrónicos. En la literatura castellana 2 , la materia antigua de Troya, de gran éxito en las literaturas europeas, aparece, entre otros textos, en una curiosa Historia troyana en prosa y verso (de hacia 1270), procedente del difundido Roman de Troie, de Benoit de Saint-Maure, basado en Dares. el frigio, y Dictis de Creta: en esta Historia troyana aparece conjuntamente prosa y verso. Como Crónica troyana se traduce e historia (esto es, se ilustra) en un códice de 1350. Una de las obras más importantes de la escasa prosa gallega es la traducción de este libro que mandó hacer Femán Pérez de Andrada a su capellán Fernán Martís (1373). En la materia francesa, el renombre de Carlomagno y sus pares (extendido ya por la épica) aseguró el llamado ciclo carolingio, que se difundió de los libros de caballerías hacia los romances.

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La materia de Bretaña representa la aportación más original de esta clase de relatos , pues es la que mejor se acomoda con los propósitos más definido s de estas formas artísticas 3. Libre del prestigio de la antigüedad , más desprendido de la resonancia histórica que el ciclo carolingio, la materia de Bretaña limita su raíz verosímil a la nombradía del rey Arturo y a la fama de su corte , radicada en tierras desprendida s de cualquier relación comprometida con la historia . La Historia regum Britanniae , de Godofredo de Monmonth (entre 1136 y 1138), utili-

El ep isodio del caba llo de Tro ya, interpretado sobre un esce nario de la Edad , traMedia . es un claro ejemplo de anacro nismo. Página de Crónica rroya11a ducida por Benoit de Sainete-Maure por orden de Alfonso XI e iluminada en 1350. Biblioteca del Monasterio de E l Escorial

zada por Alfon so X en su Histo ria general, contiene parte de esta materia, que se extiende en forma legendaria por los reino s cristianos de Europa; así ocurre con el relato del Graal, Merlín y sus prof ecías, los hecho s de Artú s, Lanzarot e y Tristán. Los sucesos que se cuentan en estos libro s pasa n a ser de índole y alcance individual es, y los héroes adqui eren el carácter de aventureros , desprendid os de cualquier relación con un lugar reco nocibl e en la historia de los pueblos. El fin del entr etenimiento gana punt os a medid a qu e qu eda más libre de cualquier atadu-

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ra con la realidad, pues la imaginación amplía los motivos literarios hacia la maravilla y el misterio y abre el paso a los motivos mágicos del folclore. Lo importante es la aventura del héroe; el esquema general es que el protagonista sale de una corte, corre un gran número de aventuras y acaba regresando a la misma o creando otra corte semejante. En este curso interviene la mujer de una manera activa, y el amor y sus casos constituyen uno de los resortes más activos para impulsar la acción. Las obras castellanas. La materia caballeresca se ofrece en libros de constitución enmarañada 4 ; nos importa ahora señalar los libros castellanos que la moldean en forma cada vez más original, en el sentido de que ofrecen versiones de peculiares características. La gran conquista de Ultramar, que se estima como de tiempos de Sancho IV, se refiere a las cruzadas del siglo xn. Sigue, en parte, el Roman d'Eracle, versión a su vez de una historia latina del arzobispo Guillermo de Tiro. La obra, con ocasión de contar, a propósito de Godofredo de Bouillon, «de qué linaje vinieron los que esta santa casa ganaron», abre el paso a relatos como el de la leyenda de Mainete (o juventud de Carlomagno) y a la leyenda del Caballero del Cisne; sin importarle a su autor el logro de una unidad argumental, establece una conjunción de elementos en los que la ficción se manifiesta dominante. Más decisivo resulta el Libro del caballero Zifar, que se cree de comienzos del siglo XIV 5 • En este caso el eje de la obra recae en el «caballero de Dios que había por nombre Zifar, el cual por sus virtuosas y hazañosas obras fue rey de Mentón»; el personaje implica en sus obras virtud y acción aventurera: las hazañas representan la secuencia caballeresca a cargo de Cifar y sus hijos y otros personajes que en algunas partes del libro penetran en medios maravillosos; y en la misma obra se conceden muchas páginas a una enseñanza de tipo sentencioso en forma de consejos de Cifar a su hijo. El proceso de esta especie de obras hacia los libros de caballerías más formalmente literarios fue dejar de lado estos otros elementos que arrastra el didactismo medieval, sin perder, sin embargo, la ejemplaridad que encierran; la enseñanza se va desprendiendo del modo directo (sentencias, proverbios, reflexiones moralizadoras que constituyen breves tratados) para dejar sólo el ejemplo de la conducta propio de la acción caballeresca, sustantiva para la sociedad de la época gótica por su aplicación a la vida política y privada. El «Amadís» mediernl. La obra que mejor recoge y combina los elementos que constituyen los libros de caballerías castellanos es el Amadís 6 • Al menos desde mediados del siglo XIV, el Amadís obtuvo una gran difusión por Castilla; lo mencionan Pedro Ferrús, Álvarez de Villasandino, Imperial y el canci11erAyala, entre otros, y en catalán, el autor del Curial y Güelfa. Sin embargo, no nos queda más que una pequeña muestra de lo que fue el Amadís medievaI7; la versión que se difundió y aseguró su texto fue la impresa en 1508, rehecha por Garci-Rodríguez de Montalvo. El único testimonio que permite saber algo del texto medieval del Amadís procede de unos fragmentos de la obra, fechados en cuanto a su letra en el siglo xv; las conclusiones establecidas -sujetas siempre a revisión- son de que Montalvo redujo el texto primitivo, y se confirmaron las hipótesis propuestas por María Rosa Lida sobre los episodios de Narciano y Esplandián. Contando con la modernización de Montalvo (y las que pudieran haberle precedido en la historia medieval del texto), la ideología de la obra se mantuvo en lo que toca al elogio y valoración de la empresa personal del héroe. que de esta manera se traslada a la época siguiente: el gran éxito

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del Amadís encabeza la continuidad de los libros de caballerías en la literatura española y hace posible la culminación novelística que representa el Quijote. Este cauce literario de la ficción caballeresca asegura una nota de medievalismo en la literatura española de los siglos de oro , de evidente signo goticista. La ficción caballeresca en la literatura catalana .

La ficción caballeresca aparece también en la época final del gótico de la literatura catalana, pero con rasgos peculiares dentro de este conjunto europeo, y más en contraste con los libros castellanos. Martín de Riquer 8 propone distinguir los libros de caballerías, a la manera de los castellanos indicados en el párrafo precedente (sobre todo, en relación con los del estilo que impone el Amadís), de los catalanes, para los que propone la denominación de «novela caballeresca ». La diferencia más importante estriba en la calidad de la ficción literaria que sostiene las aventuras de unos y de otros: en los libros de caballerías domina la imaginación hasta los límites de la maravilla; las hazañas llegan al grado de inverosímiles en relación con lo que el hombre puede realizar y conocer en el mundo cotidiano. Así, aparecen animales prodigiosos (dragones, serpientes, etc.) y los caballeros se esfuerzan más allá de una creíble medida humana y recorren países de ficción y luchan con poderes sobrenaturales de índole mágica. En cambio, las novelas caballerescas al modo catalán limitan estos grados desmesurados de la fantasía , y. dentro del carácter ficticio de la invención literaria, procuran conservar una relativa

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vcffoir odoc~1u.11fcro4;f pládianvoooclh11,1 díst>c~ Ull. Portada de Las sergas del n111_1 • l'irruoso y esfor~ado caballero Espla11diá11 hijo de A 111 adis di.'Gaula. Bib lioteca Nac iona l. Madrid

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verosimilitud. En cierto modo, la medida del esfuerzo se toma de lo que fueron en la realidad social las aventuras de los caballeros que iban por las cortes señoriales de Europa, manteniendo una deportividad ambientada en las fiestas sociales de las justas y torneos , con ocasión de las grandes demostraciones cortesanas de reyes y señores de la alta nobleza. También en cuanto a las relaciones amorosas se acercan a lo que eran los tratos de la vida cortés, que describen con gran libertad y sin empacho en cuanto a los pormenores eróticos. Las dos grandes obras de esta especie en lengua catalana fueron el Curial y Güelfa y el Tirant lo Blanc; ambas se encuentran en la culminación de la época gótica aquí referida y son , por tanto , obras de gran madurez en relación con los elementos que reúnen y en su combinación. Curial y Güelfa es una obra anónima , escrita entre 1435 y 1462, urdiendo la ficción de la trama sobre sucesos ocurridos aproximadamente entre 1276 y 1283 de una manera anacrónica y con personajes cuyos nombres pertenecen a una realidad onomástica. El argumento es un relato de amor cortés entre Güelfa , gran señora, viuda del señor de Milán , y princesa de Monferrato, y Curial , un joven caballero de escasos medios económicos, al que ella protege. Después de muy diversas aventuras , Curial , que había perdido el favor de la señora por creer ella que había roto el secreto de amor, vuelve a Monferrato y se casa con la dama. El autor , aún manteniendo las relaciones de los personajes en un plano humano en cuanto a la psicología , acude a procedimientos expositivos de claro signo culto , como es la intervención de Fortuna; así enmarca la acción en un tono antiguo, y también da muestras de conocer la literatura

T exto de la ed ición pr íncipe de Tiran/ lo Blanc, de Joa not Mart orell. Biblioteca de la U nive rsidad. Va lencia

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Un signo propio de los libros sentimentales es que el relato se realiza en una primera persona gramatical, bien sea que ella cuenta el caso o bien por medio de la correspondencia epistolar, en que cada uno de los corresponsales cuenta al otro lo que le sucede. Esta primera persona puede ser el autor que, en la ficción de la obra, por diversas circunstancias se halla cerca de los enamorados y puede seguir de cerca el caso, y aun ser el correo entre ellos. De esta manera, estos libros establecen una inicial exploración psicológica con propósitos literarios. Tanto el autor como los lectores de estas obras contaban con una base que les permitía seguir el caso expuesto con un conocimiento de la teoría del amor; en ella está la lírica cancioneril en cuanto ésta no sólo trataba en cada poesía de una circunstancia en tomo del amor determinado, sino que también exponía algún aspecto de esta teoría. Los libros sentimentales adoptan en cierto modo la forma de un tratado (como se los llama en la época) que muestra estos efectos para que los lectores aprendan en ellos, tanto el formulismo de las relaciones amorosas, como las consecuencias que cabe esperar de ellas; la alegorización de las situaciones ofrece una manera de gran efectismo literario para plantear las cuestiones, pero esto no obsta para que en otras partes (en la correspondencia, en los monólogos, en las reflexiones) encontremos esta vía de una psicología elemental, pero efectiva, para conocer el proceso del amor entre los hombres y las mujeres. La corriente sentimental en la literatura catalana.

Los elementos que constituyen la materia de los libros sentimentales se encuentran dispersos en la literatura catalana en una serie de obras de poca entidad, cuyo argumento tiende a adoptar formas narrativas: se trata de formas que siguen la organización de los lais franceses de contenido narrativo y que se escriben, sobre todo, en la segunda mitad de siglo XIV y en los comienzos del xv (a los que nos referiremos más adelante). Estas piececillas se encuentran escritas en verso; sirven de ejemplo el Salut d'amor (707 octosílabos) en forma de epístola amorosa: el amante ruega a la dama, que está casada, que acepte su proposición de amor cortés, y para esto razona su petición con dos relatos de casos amorosos, favorables a su intento. También se aprovechan las ventajas psicológicas de la literatura epistolar en la Storia de /'amat Frondino e de Brisona ( también en verso); una sospecha de infidelidad que se cierne sobre los enamorados se resuelve por medio de la correspondencia entre ambos. En prosa, la breve obra de Pedro Juan Ferrer (1431-1504) titulada Pensament es una representación alegórica en que Amor, en forma de dama, y el autor tratan sobre temas amorosos. La Regoneixem;a e moral consideracio contra les persuacions, vicis e forras de amor, del caballero valenciano Francisco Carrós Pardo (segunda mitad del siglo xv), adopta la forma de una visión alegórica, en cuyos razonamientos Amor queda malparado. En La despropriament d'amor, Romeu Llull vierte su propia experiencia amorosa a través de una presentación alegórica en la que el amor matrimonial resulta triunfante de las otras formas del amor cortés, propia de la tradición medieval. Los libros sentimentales de la literatura castellana.

El grupo genérico de los libros sentimentales se inicia ya mostrando un relativo grado de cohesión con el Siervo libre de amor (1440), de Juan Rodríguez del Padrón, y obtiene su forma clásica con la Cárcel de amor, de Diego de San Pedro (escrita entre 1483y 1492)14• El argumento es leve: el «autor» llega a un castillo (la cárcel de amor) y encuentra preso a Leriano; el lugar es una alegoría y Leriano cuenta al «autor» su amor por Laureola, hija del rey. El autor sirve

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italiana de la época. Sin embargo, la obra mantiene en su conjunto una disposición de acusado aire medieval, cerrando en cierto modo hacia dentro los recursos que utiliza, aún siendo su autor, desconocido, persona de evidente cultura literaria. Diferente resulta la otra obra, Tirant lo Blanc 9 , que se ofrece a los lectores con una perspectiva abierta y trascendente. Juan (Joanot) Martorell (1413 ó 1414-1468) fue un caballero de la nobleza valenciana, cuya vida transcurrió en el ambiente social de la nobleza de la época y viajó por los reinos españoles y por Inglaterra. Portugal e Italia; acudió a justas y torneos, y hay noticias documentadas de su participación activa en las ceremonias e incidencias de estas fiestas. En los últimos años de su vida, probablemente desde 1460 hasta su muerte, Martorell se dedicó a escribir esta obra caballeresca que no llegó a terminar; Martín Juan de Galba recogió el original incompleto de Martorell y lo completó, sobre todo en su parte final, que ampliaría, para dar fin al libro probablemente hacia 1490. Tirant lo Blanc fue obra de un autor que pudo proyectar en ella. de una manera imaginada, la experiencia de su movida vida caballeresca: así consiguió crear un argumento muy complejo de aventuras que transcurren en un ámbito europeo: Inglaterra, Bretaña, la isla de Rodas, y que se prolonga por las fronteras europeas de Constantinopla, hasta África, Persia, etc. En esta gran variedad de lugares, Tirant se muestra siempre como un caballero empeñado sin descanso en las aventuras a que le conducen las relaciones que entabla. Contrasta, por tanto, una tal extensión del argumento, la variedad de lugares y el número de personajes que actúan en la obra, con el sentido de la realidad que limita sus hechos y la mesura de su acción. Al comienzo del libro, Tirant recibe una formación caballeresca (en la que se manifiesta el espíritu luliano) y sus aventuras son de carácter personal y verosímiles hasta cierto punto, en contraste con las que les ocurren a algunos héroes del Amadís; después aparece como valiente capitán de grandes grupos de caballeros que luchan con un cierto sentido político, pues su actuación en Rodas, Oriente y África responde a un ideal de defensa de Europa frente a otros poderes, especialmente a los turcos. El empaque caballeresco de esta acción resulta para el lector u oyente menos hierático y formulístico por la actitud humorística y a veces irónica con que se tratan algunas circunstancias del relato y las relaciones entre los personajes 10 • La falta de rigor en la evocación de los lugares lejanos, la manera uniforme de tratar a los personajes. de donde quieran que sean, con rasgos más propios de la vida cotidiana de la época acercan la acción a la concepción artística de la novela italiana. La condición del caballero queda más del lado de una humanidad reconocible en la vida que de un ambiente mítico. Los modelos de conducta, aún contando con que se trata de personajes imaginados para una determinada función argumental, se acercan más a los aventureros del siglo que a los héroes de papel de los libros de caballerías anteriores. Es inevitable citar el juicio de Cervantes de que el Tirant «por su estilo es este el mejor libro del mundo; aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte y con estas cosas de que todos los demás libros de este género carecen» 11• No olvidemos que la opinión es del cura, y que el modelo que don Quijote llevaba en su imaginativa y esforzada voluntad no era Tirant. sino Amadís 12• Los libros sentimentales. Junto a los libros de caballerías, en los que domina la acción imaginativa, la literatura medieval presenta en sus últimos tiempos otra especie de ficción de poco movimiento argumental y que pretende narrar las incidencias del caso de amor. En estos otros libros, a los que se da el nombre general de sentimentales 1\ la acción se reduce y esquematiza a través de visiones intelectuales y de alegorías. y se exponen las consecuencias del amor. sobre todo en su manifestación cortés.

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Grabado de Cárcel de amo r, de Di ego de San Pedro , libro muy difundido grac ias a la impr enta, sob re todo entr e las mujeres , y que se co nvirtió en una de las manifestaciones iniciales de la p rensa del corazó n . Museo Brit ánico. Londres

para entablar un cart eo entre ambo s ; acusada falsamente Laureol a de amores indigno s, se la condena a muerte y la defiend e Leriano y liberta. Sin embargo , la dama lo rechaza y él muere de amor. En el libro se observa la cercanía de esto s libro s sentim entale s con los de caballerí as; hay en ellos per sonaj es de nobl es cortes qu e se muev en por el pr edetermini smo social de su estado, pero en ellos el amor es de signo tr ágico. En este caso cabría esperar un fin feliz, pue s Leriano , vencedor en las lides , y Laureo la, la dama qu e le corresponde en el amor, pudieran haberse unido en matrimoni o . pero la co nsiderac ió n de qu e esto podría ocasionar una sombra en la honra de la don ce lla co nduc e el dese nlace hacia la catástrof e. El servicio de amor exigía qu e el caba llero muri ese ele amor, mártir de los principios más radicales ele la relación cort és. La obra , impresa por prim era vez en 1492, es un incunable de Sevilla qu e obtuvo por lo meno s ve inte ed icio nes en español , nu eve co n texto españo l y francés , y dieciocho traduccion es al catalán, italiano. franc és . inglés y alemán . La Cárcel de amor result a uno de los libro s má s repre sent ativos de este período final de la época gó tica que penetra int ensamente en los siglos de oro. Siendo en principio un a obra propia de un público min oritario por su contenido , la imprenta ampli ó su difu sión en los término s indi cados , co nvirti é ndola en lectura de la clase hid alga. sob re todo de sus muj ere s. y llegó a co nstituir un a de las manifestacione s iniciale s de un a «pren sa de l corazón » que ob tu vo reperc usión en toda Europa.

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NOTAS Véase una exposición general del asunto en CARLOSÜARCIA ÜUAL, Primeras novelas europeas, Madrid, 1974. Información general, en AGAPITOREY y ANTONIOÜARCIA SOLALINDE,Ensayo de una bibliograffa de las leyendas troyanas en la literatura española, Bloomington. Indiana. 1942. 3 ldem, en HARVEYL. SHARRER,A Critica/ Bibliography of Hispanic Arthurian Material, Londres, 1977. • Ídem, en HENRY THOMAS,Las novelas de caballerías españolas y portuguesas (1920), Madrid, 1952 (con ligeros añadidos); un buen resumen del asunto. en PEDRO BoHIGAS BALAGUER, «Orígenes de los libros de caballerías», en Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona, 1949, 1, págs. 519-541. 5 Véase F. BURKE, History and Vision: the figura/ Structure of the «Libro del cavallero Zifar•, Londres, 1974; y LL:CIANADE STEFANO,«El caballero Cifar, novela didáctico-moral», Thesaurus, XXVII, 1972, págs. 173-260. 0 Información general, en FRANK PIERCE, Amadís de Gaula, Boston. 1976. 7 Se dio a conocer en 1956: ANTONIORODRIGUEZMOÑINO, «El primer manuscrito del Amadfs de Gaula», Boletín de la Real Academia Española, XXXVI, 1956, págs. 199-216; sigue el estudio paleográfico del fragmento, por AausTIN MILLARESCARLO (ídem, págs. 217-218), y después el lingüístico, por RAFAELLAPESA(fdem, págs. 217-218). 8 La mejor exposición, en MARTINDE RI0UER, HLCat, 11, págs. 575-723. 9 Véase el prólogo de la edición de JOANOTMARTORELL,Tirant lo Blanc, Baracelona, 1969, realizado por Martín de Riquer. 10 Véase el estudio de DAMASOALONSO, « Tirant-lo-Blanc, novela moderna», en Primavera temprana en la literatura europea, Madrid, 1961. págs. 201-253. 11 CERVANTES,Quijote. Madrid, 1978, ed. de LUIS ANDRÉSMuRJLLO, I, Cap. VI. pág. 117. 12 Sobre el Amadfs y el Quijote, FÉLIX G. OLMEDO, El «Amadfs» y el «Quijote», Madrid, 1947. 13 Estudio genérico, en DINKO CVITANOVIC,La novela sentimental española, Madrid, 1973; un estudio comparativo entre libros caballerescos y sentimentales, en ARMANDODURAN, Estructura y técnica de la noi•ela sentimental y caballeresca, Madrid, 1973. Información, en ANTONIOÜARGANO, «Stato attuale sulla "novela sentimental"», Studi /spanici, 1979. Pisa, págs. 59-80. u Planteamiento general, en KEITH WHINOMM,Diego de San Pedro, Boston, 1974, y los prólogos de Cárcel de amor, Madrid, 1972, y Tractado de amores de Arna/te y Lucenda y Sermón, Madrid, 1973.

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CAPÍTULO VI

LA POESÍA LÍRICA CORTÉS

SUMARIO:La lírica de tradición trovadoresca. -La poesía provenzal y los reinos españoles. -La lírica catalana. Ausias March, el máximo poeta catalán de la época. -La lírica cancioneril castellana. -Los grandes maestros del siglo xv. - La lírica gallegoportuguesa. - Modalidades de la lírica gallegoportuguesa. - La lírica del maldecir. - La resonancia judía: Sem Tob de Carrión. -NOTAS.

La lírica de tradición trovadoresca.

Los límites cronológicos establecidos para la época gótica plantean problemas en su aplicación al caso de la poesía lírica cortés. Contando con la diversidad lingüística que mencionaremos, esta lírica, sin embargo, se mantiene más uniforme que la obra de los otros grupos literarios. La constituyen piezas de breves dimensiones, y la cuestión se torna más compleja en las obras de mayor extensión. En los comienzos del siglo xm este orden poético se hallaba ya establecido dentro de un registro de manifestaciones que ofrecían al poeta sus límites en cuanto a los contenidos y a sus formulaciones. Esta poesía, de carácter fundamentalmente lírico, se llama trovadoresca; se origina en la lengua de oc y pronto constituye un sistema poético de gran cohesión, desde Guillermo de Poitiers (1071-1126) 1• La función más importante que realiza es que resulta ser la más temprana manifestación literaria que se establece en una lengua románica, cultivada en medios sociales que poseen el prestigio del linaje y el poder político y social. La poesía, por sí misma, sostiene este prestigio, y sus autores, los trovadores, pertenecen a las diferentes clases sociales que pueden tener alguna relación con esta especie de poesía lírica. Ramón Vidal de Besalú, un poeta catalán que estableció un tratado de esta poesía. escrito en lengua provenzal, indica la variedad de los trovadores. autores e intérpretes: Tota, gens. christians. ihcus e ,arahins. scnyor. emperador. rey. princcp. duch. conte. vezconte. comdor. vezcomdor. cavallcr. clcrch. burgu.:s. vila o home pauch e gran. mcnton [tot] dia trobar e xantar'.

Esta poesía aparece en los primeros tiempos de la época gótica ya madura y cultivada en sus especies fundamentales. Aquí nos toca. pues. referirnos a su relación y traspasoa las literaturas de las lenguas romünicas de la Península.

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LA POESÍA LÍRICA CORTÉS

El contenido poético que se elabora en un largo y extenso proceso poético es el que hoy llamamos amor cortés, y que en su época se llamó el fin'amors y el bon'amors. La versión poética de este contenido se efectúa situándose el trovador en cuatro actitudes con respecto a sus relaciones con la dama a la que dirige la poesía. Estas actitudes condicionan el carácter de la expresión del trovador, y son: tímido (fenhedor), suplicante (pregador), entendedor o enamorado aceptado por la dama, y amante (drutz). Nos queda la letra de estas poesías y un léxico reiterado cuya realidad hay que interpretar. Los románticos pretendieron que se trataba de un amor idealista y apasionado, y cuyas palabras había que apreciar en un sentido espiritual; sin embargo, un examen más cuidadoso del contorno social de esta poesía y de sus circunstancias inclinan a entender que existe un deseo camal en el fin 'amors que actúa como un resorte para lograr la posesión de la hermosa dama, aunque esto resulte inalcanzable. Las poesías son piezas breves y su lenguaje posee una fuerte carga denotativa en tomo de una serie de palabras-clave cuya matización permite la variedad en el campo de cada una de las situaciones fundamentales antedichas. En la época gótica, la poesía que continúa la tradición trovadoresca ya no se encuentra aislada, como en su época de orígenes, y la rodean otras manifestaciones literarias. Sin embargo, esta lírica mantiene el número suficiente de signos poéticos para conservar en su difusión por Europa algunos principios uniformes. Así el amor cortés se corresponde con el ejercicio de la cortesía como forma civil de la vida social. Las «cortes» se establecen en las residencias de los grandes señores y se constituyen con el diverso séquito que los rodea, en tanto que su conducta se opone a la rusticidad y villanía, comportamiento de la gente que carece de este arte de vivir. Entre los predispuestos a escribir esta poesía cortés hay que contar: a los señores cabeza de la Corte y en cuyo honor y entretenimiento se celebran las fiestas; a los que los sirven en palacio en las diferentes categorías de la nobleza; a los que ejercen la justicia y cuidan de la correspondencia y del archivo de la casa; a los caballeros que acuden a ella; a las damas que convivían con todos ellos por lazos de parentesco o de servicio; a la gente hábil en la labor poética y a la que se admite en el grupo para que ofrezca sus creaciones, etc. En este ámbito hay que situar la poesía cortés, y aunque se trate de una obra cuyo contenido se refiere al amor entre el trovador y la dama, la poesía se destinaba al aprecio del grupo, pues se había establecido una serie de recursos (el disimulo de los amores, el velar el nombre de la dama, la poesía de encargo, etc.) que permitían su publicación y su colección. Se trata, pues, de una obra limitada y en la que el poeta se ha de atener a los principios establecidos. Con estas dificultades, sin embargo, la poesía cortés domina la expresión amorosa del período y su cultivo supone un ejercicio intelectual que se establece en los diferentes lugares del dominio de las lenguas románicas de España en donde ha existido la situación social que sirve de contorno a esta manifestación literaria. Cabe señalar dos series de factores correctivos frente a un patrón común de fondo: a) La diversa significaciónque puede adoptar en cada lugar este léxico de la relación de amor cortés, de acuerdo con las circunstancias sociales dominantes; así ocurre que se cultivan con más intensidad unos aspectos que otros. Si la dama. en las primeras obras, es una mujer casada que recibe los elogios del trovador sin que se plantee un problema de honra matrimonial, también puede, más adelante, aplicarse a una doncella noble o referirse a la esposa del poeta. La misma palabra, según el contexto, puede lograr distintas significaciones, y en cada una de las poesías se constituye una diferente constelación semántica que la convierte en pieza original y autónoma. b) Desde el provenzal se pasaron a las lenguas peninsulares estos contenidos que. por otra parte, se rehacían constantemente en el curso de las relaciones sociales de las cortes. manteniendo así la continuidad del sistema.

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HISTORIA DE ESPAÑA

El provenzal, usado por los trovadores de Provenza, primero, y luego por poetas de muy diversos lugares, fue una lengua de uso exclusivamente literario, aprendida para estos fines; desde su origen fue resultado de un acuerdo convencional en el que iban borrándose los rasgos dialectales y locales en favor de una lengua general usada exclusivamente con estos propósitos. Esta base lingüística, cuando se trasladó a otros lugares distintos de Provenza, fue recibiendo el influjo de las lenguas literarias que en ellos habían obtenido su cultivo; esto ocurrió con el catalán, el aragonés y el gallego en una primera instancia, y con el castellano después en un segundo plano de la perduración de esta clase de poesía. La poesía provenzal y los reinos españoles.

La relación entre los trovadores provenzales y la España cristiana nos resulta relativamente bien conocida. Carlos Alvar 3 ha reunido estas noticias y ha encontrado más de veinticinco trovadores que visitaron Navarra, Castilla, León y Galicia, sin contar Aragón y Cataluña, más inmediatos a Provenza. Por lo menos setenta poetas escriben en provenzal alabando o denigrando a gentes de la España cristiana. Estos trovadores usan el provenzal fuera de su tierra y en esta lengua se dirigen a los reyes y señores que los acogen. En relación probable con Fernando 111,cuyo reinado vale como punto de partida para esta época, un trovador, del que desconocemos el nombre, elogia al rey en un prólogo del que se deduce que él y su corte entendían la lengua provenzal. Comienza el prólogo situando el lugar: E car la maneyra es bela en la valen cort de Castela denan lo bon rey castelan [ ... ] vuelh sia mos comtes retratz [... ] '.

Y espera un juicio benévolo, señal de que cree que lo van a entender: Et s'al valen rey de Leon play lo comte nil ten per bon [... ] e(t] a totz les autres encars cant iran lo comte legir e pus plazen(s] al mieu albir [ ...

r.

La poesía provenzal obtiene así carta de naturaleza literaria en estas cortes, pues esta maneyra be/a es una manifestación activa de la cortesía 6 • La lírica catalana.

El planteamiento señalado afecta de una manera directa a la literatura en lengua catalana. La cercanía geográfica y lingüística entre Provenza y Cataluña y sus relaciones políticas hicieron que el prestigio de la literatura lírica en provenzal se mantuviese hasta avanzado el siglo xv en grados diversos: un buen número de poetas catalanes escriben en la lengua provenzal poética. A medida que aumenta el uso del catalán literario, esta lengua de la lírica se catalaniza progresivamente hasta que, en el siglo xv. el gran poeta Ausias March se libera de esta contribución filológica y usa una lengua que ya puede considerarse como propiamente catalana. Este proceso es paralelo al que ocurre en los demás países románicos, pero en la literatura catalana se presenta de una manera más acusada.

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Las relaciones políticas que hubo en Cataluña con Provenza desde el matrimonio del conde de Barcelona Ramón Berenguer 111con Dulce de Provenza (1112) hasta que Jaime I, en 1258, renuncia a la efectividad del poder político, favorecieron el desarrollo de la poesía trovadoresca, y hay una crecida nómina de autores catalanes (Berenguer de Palo], Guillem de Bergueda, Vida] de Besalú, etc.) que escriben en provenzal. Y también, junto a esta nómina de poetas, lo mismo que había ocurrido en Provenza, hay autores de tratados de teoría poética destinados a mostrar los principios y preceptos de lo que se denomina la «gaya sciencia de trobar»; así, Ramon Vidal de Besalú, poeta de principios del siglo xm al que antes nos hemos referido, es autor de un tratado gramatical, las Regles, en su versión breve, y Las razós de trobar, en la forma amplia y más conocida, escrito en provenzal, para que se ayuden con él los que quieran componer este género de poesía. Luis de Aver~ó (finales del siglo XIV-comienzos del xv) escribe, esta vez en catalán, el tratado Torcimany ("el Intérprete"), de escasa difusión, pero muy adecuado para conocer la técnica artística de la gaya sciencia utilizada en la obra de los trobadors. Berenguer d'Anoya (principios del siglo XIV)compuso un tratado de retórica, el Miral/ de trobar, en el que intenta unir los preceptos de la teoría provenzal con la legislación retórica latina de los Artes medievales. Al lado de estas exposiciones teóricas que he citado como ejemplo de las justificaciones poéticas del género, también halla repercusión en Cataluña la organización de los concursos poéticos o juegos florales propios del período tolosano y último de la poesía provenzal. Juan I promulgó en 1393 la fiesta de la gaya sciencia, radicándola en Barcelona; Martín I continuó con este consistorio poético cuyas actividades hubo de promover una obra muy dentro de un concepto «científico» de la poesía (o sea, de la obra escrita dentro de una rigurosa organización expresiva, previamente conocida) y abundante en recursos retóricos. Esta orientación, en principio declaradamente manierista, pudo sostener ante un público selecto de la gran ciudad (y, en consecuencia, promover entre los poetas) la continuidad de la corriente provenzal, si bien en un grado progresivamente catalanizada: algunos historiadores conocen esta poesía lírica de los siglos xm y XIV con el nombre de escuela catalanoprovenzal. Confluyendo con esta corriente, desde el siglo XIVcrece la noticia y el aprovechamiento de las nuevas soluciones que los italianos habían dado a los presupuestos de la poesía provenzal; en este sentido se orientan algunos de los rasgos poéticos de autores como Andrés Ferrer (entre 1375 y 1380-1444), traductor de la Divina Comedia (1429), y como el valenciano Jorge de San Jordi (finales del siglo XIVentre 1423 y 1425), al que Martín de Riquer 7 considera el «epígono de los trovadores» en el sentido de que usa una lengua que está en el límite del catalán provenzalizado y que, aún dentro del formulismo cortés, se acerca en algunas ocasiones a Petrarca.

Ausias March, el máximo poeta catalán de la época. Esta situación la supera el genio poético de Ausias March (hacia 1397-1459), viajero por el Mediterráneo (Córcega, Cerdeña y Sicilia) y que se radica en Valencia. El reconocimiento de su alta calidad poética se extendió muy pronto, y aun en vida el marqués de Santillana. su coetáneo, escribió de él: «Es grand trobador e omne de asaz elevado spíritu» 8 • El título que le otorga de trovador hay que entenderlo en el sentido de poeta elevado, y el adjetivo de grande se lo añadió por su abundante labor literaria y por su función decisiva en el curso de la poesía de la época, pues los críticos le consideran como el que dio arraigo definitivo a la lírica en una lengua idóneamente catalana. Esto supuso que la tradición trovadoresca fue desplazándose en

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su obra como una experiencia previa , necesaria , pero ya sobrepasada ; hay un verso decisivo que se cita siempre para establecer su nueva posición creadora: Llexant a part l'es til deis trobador s •.

Si se deja de lado el estilo de los trovadores , queda aún el gran prestigio de moda de los italianos , asegurado por Dante y por Petrarca , que tampoco repercute de una manera decisiva en el valenciano. La originalidad del poeta se encuentra en la otra nota que destacó el marqués de Santillana: este hombre fue de muy elevado espíritu porque buscó dentro de sí, en su misma alma , un amplio contenido poético de índole «espiritual » con el que renovó la materia poética lírica. Casi toda la obra de Ausias March trata de amor , pero su pasión cuenta en lo que afecta a su experiencia interior: la dama aparece en el mismo rasero de una medida humana en la que él participa. El proceso de la idealización de la lírica cortés , la consideración suprema de la mujer , sin que cuente la situación del hombre en el caso de amor , no exime el que la dama pueda ser también ocasión de dolor , no ya meramente verbal , y hasta causa de pecado . Ausias March se sitúa en una concepción cristiana militante y desde el motivo de la mujer , y sobrepasándolo , eleva el asunto de su poesía para contarnos la lucha que en su alma dirimen el bien y el mal , el amor que conduce a la virtud y el que inclina al pecado. La libertad permite al hombre que elija entre estos opuestos , pues ambos motivos acosan al poeta: cuanto viene o va al alma

De A usias March llegó a decir el marqu és de Santillana: «es grand tro vador e omne de asaz elevado spir itu». Página de Tom ada, poe ma manuscrito de 1542. Biblioteca de Ca taluña . Barce lo na

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LA POESÍA LÍRICA CORTÉS

le hace ganar en dignidad, y cuanto es empujón de la carne es causa de degradación ante sí mismo y ante Dios. El amor se convierte así en ocasión continua de combate, y la lucha acontece en su alma. En este proceso de elevación llega al Cant espiritual, en el que el propósito se ha convertido en religioso, pues el poeta pretende acercarse a Dios a través de su imperfección humana. Este resumen, necesariamente incompleto por su brevedad, denota el motivo por el que el marqués de Santillana le tuvo como a un autor altamente espiritual, y la exploración de su alma atormentada se realiza de una manera que, dentro de los recursos de la lengua poética, quiere resultar veraz y espontánea. La gran tradición de la poesía trovadoresca le ofrece el apoyo de su larga experiencia; hay que notar que, aunque aquí hayamos insistido en la uniformidad de esta lírica, dentro de los márgenes de sus contenidos y de sus diferentes formulaciones pudo haber poetas más inclinados a la veracidad psicológica y al sacrificio del arte. El estilo de Ausias March quiere ser directo, contundente, aunque con ello haya de resultar oscuro por insólito; no acepta de entre el convencionalismo común más que lo que pudiera apoyar la efectividad expresiva que se propone lograr. Esto ocurre con las comparaciones, en las que se muestra un maestro indiscutido, y los procedimientos de la antítesis u oposición en su variedad. Como cifra de su obra se menciona esta estrofa en la que avisa a sus oyentes y lectores de lo que va a comunicarles para que lo eviten los que no quieran perderse en angustiosas interioridades: Qui no és trist de mos dictats no cur. o ·n algun temps que sia trist estat, e lo qui és de mals passionat, per fer-se trist no cerque lloch escur; Hija mos dits, mostrants penssa torbada, sens algun'art, eixits d'hom fora sen y ... w_

Su poesía puede ser conturbada, sin arte, propia de un loco, y por eso resulta profundamente humana por el solo intento de expresar esta confusión que procede del amor. Una prueba del soberano acierto de su obra es la repercusión que obtuvo en la literatura española de los siglos de oro. Lo tradujeron al castellano, entre otros, Baltasar de Romaní (ed. 1539), Jorge de Montemayor (ed. 1555), y otro valenciano, Vicente Mariner, posteriormente, lo pasó al latín (ed. 1633). Pero más importante que esta repercusión directa fueron los efectos de su lectura en un gran número de poetas. A pesar de la dificultad lingüística que supuso la lengua de su obra en un tiempo en el que el castellano era el dominante en la literatura española, los efectos de su lectura se observan en un gran número de poetas; la exploración de esta presencia de Ausias March aún no ha sido realizada en la extensión y profundidad que merece. La lírica cancioneril castellana.

Los autores castellanos utilizaron la lengua gallega para escribir la lírica cortés de tradición trovadoresca. El marqués de Santillana aún recordaba esta situación como reciente cuando escribe su Carta-prólogo al condestable de Portugal 11• Hay que contar, por tanto, que los poetas castellanos se apoyaban en dos fondos para establecer el convencionalismo propio de esta lírica: en el que procede de los que usaron o conocieron la poesía en la lengua poética provenzal, y el que resulta de la lírica en lengua gallega, en parte relacionada con la anterior. La vía gallega estableció en el castellano una situación paralela a la que la lengua poética provenzal había creado en relación con el proceso de la lírica cortés en Cataluña: en el uso como lengua literaria, este gallego fue castellanizándose en forma progresiva hasta llegar al caso de poesías en las que sólo quedan unas leves huellas léxicas. ya asimiladas 12•

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HISTORIA DE ESPAÑA

Los autores castellanos acusan también la concepción manierista a que conduce la consideración de la poesía como ciencia: la poetría y la gaya ciencia son los términos que recogen esta manera de considerar la poesía, tanto en su contenido, que se acomoda a los patrones ya mencionados del amor cortés, como en el formulismo expresivo. La teoría de esta poesía nueva (y en el calificativo hay un contraste con la antigua y la latinomedieval. así como con la folclórica) también obtuvo sus manifestaciones en castellano. como el Libro de las reglas de cómo se deve trobar, que Juan Manuel escribió de 1330 a 1335 y que se ha perdido; el prólogo del Cancionero de Baena y el Prohemio o Carta-prólogo del marqués de Santillana contienen muchas observaciones en este sentido 13• Esta poesía se nos conserva en la variedad lingüística mencionada, que nunca fue una dificultad para los poetas porque era un elemento más de su constitución literaria. Se conserva en la unidad compleja de los libros que se denominan Cancioneros 14; el número de composiciones es relativamente elevado y nos quedan cerca de cincuenta cancioneros, desde el de Baena hasta el de Hernando del Castillo, una preciosa obra del arte de la imprenta que en 1514 puede considerarse como que termina las modalidades medievales de esta poesía, y que las introduce. todavía con un gran vigor creador. en los siglos de oro. Como en la literatura castellana el cultivo de la lírica cancioneril se verifica aún de manera intensa en el siglo xv, pueden percibirse en el proceso de la poesía culta varias corrientes que orientan hacia diferentes criterios la creación literaria de esta clase. De entre el gran número de autores que realizan una obra que casi siempre resulta técnicamente perfecta, se destacan los grandes maestros de la lírica de la época final; manteniendo esta tradición, que, en último término, asciende hasta su raíz, la poesía trovadoresca, le añaden el cultivo de las nuevas maneras que se ponen de moda y que culminan en el siglo xv, sobre todo en la que produce la poética del arte mayor. de la que nos ocuparemos más adelante al referirnos a las modalidades de un prehumanismo. Los grandes maestros del siglo XV.

Estos grandes maestros del verso cancioneril en el siglo xv son tres: Manrique, Santillana y Mena, y van a servir para ilustrar estas corrientes diversas. Jorge Manrique 1~ (1440?-1479) pudiera haber sido un poeta más de los que usaron esta clase de poesía como signo de su clase social: es el caballero que ocasionalmente escribe. Una de estas ocasiones fue la de la muerte de su padre: el planctus medieval está en el fondo de esta clase de obras y la elegía obtuvo su cultivo en muchas ocasiones. El motivo de las Coplas es la pena del hijo por la muerte de su padre. un noble señor; la estructura se configura a través de los tópicos asegurados sobre la miseria humana. tan tratados en las danzas de la muerte: la estrofa es la muy conocida y usada estrofa de pie quebrado. El acierto consiste en el aliento poético con que estos elementos se integran en una obra perfecta: la aflicción apasionada del hijo queda templada por la serenidad con que el poeta se enfrenta con la muerte, inevitable en la condición humana: la consideración religiosa del caso expuesto armoniza con la evocación de una vida que se evoca en su plenitud social de hombre noble. Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana 1~ ( 1398-1458), fue uno de los poetas de mente más clara de una época en ocasiones violenta y contradictoria. Describiendo su vida en una de las semblanzas de los claros varones de Castilla. Fernando del Pulgar notó en su figura la conjunción de las armas y las letras como ideal de vida. pero esto fue sólo un propósito de cuyo grado de realización trataremos en un próximo párrafo: «Tovo en su vida dos notables exercicios: uno. en la disciplina militar: otro. en el estudio de la ciencia» 17• El término ciencia

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LA POESÍA LÍRICA CORTÉS

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lñigo Lóp ez de Mendoza, m arq ués de Sa ntilla 11a, por Jor ge Inglés. Colección Duqu e del Infantado . Madrid

tiene un compl ejo significado al que nos hemos referido en varias ocasione s: es la ciencia que se desprend e de la obra de un hombr e de letra s que escribe con rigor , tanto en sus obra s de creación como en las que plant ea el conocimi ento de los principio s del art e literario ; él es el primero que escribe lo que es ya un esbozo de la literatur a como historia descripti va e histórica que reúne el conjunto de las obras literari as 18 • Poseyó una excelente bibliot eca en la que hay libros que demu estran su conocimiento de la literatura antigua y tambi én de la italiana 19 ; en ambo s sentido s procur ó ampliar la tradi ción cancion eril con intento s poé ticos que demuestran su cert era intuición. Result a, pues , el poe ta más abierto y entero de los de su época en el conjunto de posibilidad es que le ofrecía la experiencia literaria que le rod eab a. Juan de Mena 20 (1411-1456) represe nta un caso distinto y en cierto modo opu esto a Santillana . Su biografía es contr adictoria y difícil de entender en relación con patron es comunes . Resulta evidente que es. por lo que muestran los documento s, de familia hidalga, pero se han querido notar en su obra rasgos pro pios de un escritor converso. Su formación cultural es alta: fue mae stro en Art es por Salamanca y estuvo en Roma algún tiempo . Ju an II le nombró su secretario y croni sta , pero de lo que esto represe nta en su vida y en su obra se sabe poco . Fue veinticuatro del Cabild o de la ciudad de Córdoba y mantu vo relaciones con la Corte rea l y amistad es con los escritore s de ella.

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HISTORIA DE ESPAÑA

Como poeta de Cancionero, su obra conjunta es semejante a la de otros poetas del tiempo, pero resulta importante su estudio porque su cultivo representa una actividad literaria necesaria para que, al mismo tiempo, exista su otro aspecto estilístico, el de sus obras mayores. que ha de conducir a la poética llamada del arte mayor en su grado más alto, como trataré más adelante. De esta conjunción de corrientes resulta el desarrollo de la personalidad de este escritor, que obtuvo la más alta consideración poética. Para mostrar un aspecto más de los contradictorios juicios que levantó, señalo que Juan de Valdés dice que en las coplas de amores «me contenta harto, adonde en la verdad es singularísimo»; y poco antes había escrito que «de los que an escrito en metro dan todos comúnmente la palma a Juan de Mena», y añade en seguida que no le agrada su «decir» en las Trescientas o el Laberinto de Fortuna, culminación de la poética del arte mayor 21 • La lírica gallegoportuguesa.

En el estudio de la lírica gallegoportuguesa hay que contar, en primer lugar, con un complejo problema de orden político que ofrece dos cuestiones que son diferentes, pero que, desde el punto de vista literario, resultan concomitantes. Una de ellas es el proceso de independencia del condado Portucalense en relación con el reino de Galicia; desde 1095 puede considerarse que existe una separación de los destinos políticos entre ambos que conduce a la lenta diferenciación de lo que había sido un conjunto dialectal común en las lenguas gallega y portuguesa. Esta cuestión no se interfiere en el progreso del uso de la lengua vernácula como medio de expresión literaria en Portugal y Galicia. Pilar Vázquez Cuesta, después de un cuidadoso inventario, afirma que «en su etapa medieval resulta completamente imposible distinguir la poesía gallega de la portuguesa» 22 • Siendo esta una HISTORIADE ESPAÑA,hemos de referirnos sólo a la parte de Galicia, teniendo en cuenta, sin embargo, que el proceso de la lírica debe establecerse en común sobre las dos partes: la gallega, cultivada en los reinos españoles, y la portuguesa, que aseguró su integridad política en esta época gótica 23. Por otra parte, para el caso de Cataluña y de Provenza, ya se trató de una intensa relación lingüística en lo que afectaba a la poesía trovadoresca, que se manifiesta más bien como signo social que como experiencia política en esta época. El reino de Galicia, así nombrado en el encabezamiento de los documentos, estuvo adscrito al gobierno político de la monarquía leonesa y castellana y careció, por tanto, de un núcleo que le diese entidad social desde la que se apoyase el contorno del ambiente y el público que requiere esta poesía. El gallego de la poesía lírica medieval es una lengua artística con unos usos concretos dentro de esta intención literaria: existe. pues, un fenómeno lingüístico parejo al del provenzal poético. Acudieron a esta lengua gallega no sólo los de este reino, sino también los de otros, especialmente castellanos, que quisieron usar el sistema poético de esta lírica. La lengua artística se afirma dentro de un convencionalismo y se convierte en un artificio expresivo dentro del cual cada poeta, no importa cuál sea su lengua cotidiana, establece la comunicación de su obra. En el estudio de la época gótica no hay que plantear los problemas de los orígenes de esta poesía; el llamado período alfonsino (Alfonso III de Portugal, 1245-1279, y Alfonso X de Castilla, 1252-1284) ofrece ya un cultivo maduro de la lengua literaria gallegoportuguesa, y desde este período en adelante esta lírica entra en una fase de florecimiento que se extiende hasta el aflo 1354.

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LA POESÍA LÍRICA CORTÉS

Modalidades de la /frica gal/egoportuguesa.

Dentro de la concepción de la poesía como un artificio verbal, los poetas y su público distinguían varias modalidades de características muy determinadas y que denominaron cantigas de amor, de amigo y de escarneo y maldizer. La cantiga de amor procedía del modelo de la lírica trovadoresca provenzal ya referida; es sintomático este comienzo de una cantiga de don Dionís: Quer'eu em maneira de proem;al fazer agora um cantar de amor ... :,_

Esta rama gallegoportuguesa de la poesía de los trovadores desarrolla sobre todo las situaciones primeras en que el poeta tímido apenas se atreve a manifestar su amor, cuidadosamente celado, por la dama, que ya no es sólo una señora casada, sino que también puede ser una doncella. Este amor se convierte en una coita que en sus grados más intensos lleva a la desesperación y aun hasta la locura o la muerte. El mismo don Dionís, apreciando la hábil artificiosidad de la poesía provenzal ( «Proen~aes soen mui ben trobar. .. »), sin embargo, pone de relieve que él padece con intensidad el dolor que su «mia senhor» le causa: ellos no an tan gran coita no seu cora~on 2.>. Resulta, en efecto, que en una recogida de la lírica folclórica aparecen obras de muy distinta valía, y que la moda de los «cantares populares» de su época dio a conocer una selección de los mismos, cribada y aderezada por buenos escritores y, a veces, inventados por ellos mismos. Sin embargo, como ha notado Dámaso Alonso\ el propio crítico fue, con el tiempo, descubriendo los acercamientos de la literatura escrita de la Edad Media y de los siglos de oro con los fondos populares. Menéndez Pidal 5 hizo en 1920 la primera exposición sistemática de estas relaciones entre la escritura y la lírica popular, y desde entonces el conocimiento de este filón literario ha ido ampliándose con varios descubrimientos: la difusión de la estrofa zejelesca y el depósito poético de las muguasajas. Estas cuestiones son anteriores a nuestra época, pero repercuten en ella, asegurando una disposición de lo que ocurrió en forma mucho más amplia. Otra moda cortesana representó una nueva ocasión para que los poetas se acercasen a la poesía tradicional como recurso para sus obras. Esto ocurrió durante el siglo xv en los autores de los Cancioneros de las Cortes de Aragón, Navarra y Castilla. Según Sánchez Romeralo\ el comienzo procedería del prestigio literario de la corte de Alfonso V en Nápoles, pero la corriente se encuentra favorecida en todas partes por el proceso de la poesía cancioneril en el que la sombra de la poesía popular pudo representar en toda ocasión un sistema paralelo del que podrían extraerse procedimientos y fórmulas renovadoras. El poeta entendido podía, lo mismo que había ocurrido con el caso de la canción de amigo, escoger entre las modalidades de la poesía popular las más adecuadas para su propósito e insistir en ellas; la revalorización de la poesía popular pudo deberse a su consideración de poesía natural frente al artificio cortesano, y la extensión de los públicos hacia las clases sociales más cercanas a ella aseguró la corriente. Resulta sintomático apreciar las diferentes corrientes poéticas que afluyen a los Cancioneros; de todas maneras, esta poesía popular se encauza en determinados esquemas métricos e insiste en los procedimientos expresivos más adecuados para señalar este grado popular. Esta selección establece pronto el cuadro poético de este orden poético, al menos en lo que se nos ofrece a través de esta vía. La época gótica asegura el ingreso de esta moda poética en la época siguiente. y constituye, pronto, con ella una tradición cancioneril común, de orden popular y escrita, paralela. y es probable que muchas veces confluyente con el curso de la tradición folclórica. Con ello se amplía la lengua poética de la poesía lírica. y. al mismo tiempo que se amplía. pule y enriquece por la vía del latinismo. también recoge esta otra corriente popular.

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HISTORIA DE ESPAÑA

El caso de la lírica catalana.

En el caso de la lengua poética catalana ocurre lo mismo que en la castellana. Las noticias sobre la lírica popular son ocasionales, pero definitivas. Vida! de Besalú en su tratado Las rasós de trobar escribe: ... qe greu seres en loe negun tan privat ni tant sol, pos gens i a paucas o moutas, que ades non auias cantar un o altre o tot ensems, qe neis Ji pastor de la montagna lo maior sollatz qe ill aiant de chantar 7 •

La cita, pues, pone de manifiesto que existe un canto para todos (y con él, su letra poética), que interpretan muchos o un solo cantor; en este caso existe la indicación concreta del pastor de la montaña, la cual indica que el cantor pertenece al pueblo, como es propio de este orden de poesía folclórica. Pero esto hay que completarlo con el aprovechamiento que de esta lírica realizaron poetas que utilizaban otros registros literarios, como ocurre con Cerverí de Gerona, Ramón Llull, Gabriel Ferru~, etc. La recogida y representación de estas piezas requería una cierta adaptación poética; sus asuntos son en Cataluña 8 los mismos que en las otras partes de España: cantos de amor, religiosos, de trabajo, etc., y aparecen formas que son comunes a sus manifestaciones, como ocurre con la canción paralelística 9 , etc. La documentación de estas piezas es ocasional, pero hay testimonios de que la poesía de esta especie podía alternar con la cortés, como ocurre en el precioso ramillete lírico que contiene el Cortesano, de Luis Milán 10 (que refleja una situación que pudo darse en la época gótica), y el Cancionero llamado Flor de enamorados 11, de Barcelona, 1562, en donde encontramos una colección de lírica popular y cancioneril, en las lenguas castellanas y catalana, dentro de una tendencia tradicional que fue común a los dos. Esta Flor de enamorados, libro que obtuvo un buen éxito editorial, había sido compilado hacia 1553 por Juan de Timoneda y puede que ya se hubiese impreso en Valencia, en 1556 ó 1557, según J. Romeu 12• Las dos colecciones (con su contenido lírico circunstancial en la obra cortesana de Milán radicada en el palacio del duque de Calabria en Valencia, y la colección de Timoneda preparada para un público de la misma ciudad de Valencia) son claro ejemplo de una situación que se puede retrotraer a la época gótica en la que la poesía popular había logrado por sí misma una entidad poética que le permitía variar de forma lingüística sin que se viese afectada su intención, como lo prueba este estribillo bilingüe: ¿Qui t"a'l fet, lo mal del peu la Marioneta? ¿Quién te hizo el del talón, la Marioneta? 1.•.

La comunicación entre el registro popular y el cortés fue mucho más abierta y libre de lo que se ha supuesto; así encontramos estas dos piezas, la primera de las cuales es una coplaproverbio, y la segunda representa su versión glosada, convertida ya en poesía cortés: Amor de donzella és aygua·n cistella.

Lo que·n amor de donzella posa sa fe y esperan~a. poi tenir tal confian~a com qui té l'aygua en sistella ".

Cabe presumir. pues, que en la época gótica la validez poética de la canción popular se traspasaba con gran agilidad de una lengua a otra. y de una modalidad estilística a otra, según fuese la voluntad del intérprete o adaptados y según la condición de los auditorios previstos.

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LA POESÍA LÍRICA DE LA ÉPOCA GÓTICA: LA CORRIENTE POPULAR

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NOTAS A. DEYERMOND,Historia de la literatura española, ob. cit., 1, pág. 33. Estas cuestiones enlazan con el problema de los orígenes de la lírica, que en cierto modo se replantean en cada ocasión en que un autor cultiva esta especie poética. Véase la amplia información de MARGITFRENK, Las jarchas mozárabes y los comienzos de la lírica románica, México, 1975, en donde se plantean muchas cuestiones interesantes para este capítulo. De la misma autora, con predominio de los ejemplos castellanos, Lfrica española de tipo popular, Madrid, 1977. También EDUARDOM. TORNER,Lfrica hispánica. Relaciones entre lo popular y lo culto, Madrid, 1966. 3 P. VÁZ0UEZ CUESTA, «Literatura gallega .. , en Historia de las literaturas hispánicas no castellanas, ob. cit., págs. 667 y 668. • DÁMASOALONSO,Menéndez Pe/ayo, cr{tico literario (Las palinodias de don Marce/ino), 1956, en Obras Completas, Madrid, IV. págs. 11-84. ~ RAMÓN MÉNENDEZPIDAL, «La primitiva poesía lírica española,., en Estudios literarios, Madrid, 1920. págs. 251-334. s ANTONIOSÁNCHEZRoMERALO,El villancico (Estudios sobre la /frica popular en los siglos XV y XVI, Madrid, 1969, pág. 50. 7 R. VIDAL, The «Raws de trobar» .... , ed. citada, pág. 2. Traducción del provenzal: « ... con dificultad has de encontrar en lugar tan escondido y solitario, habiendo poca o mucha gente, que pronto no oigas cantar al uno o al otro, o todos juntos, pues hasta los pastores de la montaña el mayor solaz que tienen es el de cantar ... ,.. 8 M. DE RI0UER, HLCat, 111, págs. 525-551. 9 JOSÉ RoMEU Y FIGUERAS,«El cantar paralelístico en Cataluña: sus relaciones con el de Galicia y Portugal y el de Castilla», Anuario Musical, IX, 1954, págs. 3-55, y otras numerosas obras de este crítico. 10 LUISMILÁN, Libro intitulado e/ Cortesano, Madrid, 1874: véase JOSÉ ROMEUFIGUERAS,«Literatura valenciana en El cortesano de Luis de Milán», Revista Valenciana de Filolog(a, l, 1951, págs. 319-339. 11 Cancionero llamado «Flor de enamorados» (Barcelona, 1562), ed. de ANTONIORooRIGUEZ-MOÑJNOy DANIEL DEVOTO,Valencia, 1954. 12 JOSÉ RoMEU Y FIGUERAS, Joan Timoneda i la «Flor de enamorados», cam;oner bilingüe. Un estudi i una aportació bibliogriifica, Barcelona, 1972. 13 Cancionero llamado «Flor de enamorados» ... , ed. cit., fol. 98 v. 1• JOSÉ ROMEUY FIGUERAS,Joan Timoneda ... , ob. cit., pág. 13. La poesía del Cancionero de «Flor de enamorados» se encuentra en el fol. 13. Traducción: «Amor de doncella / es agua en el cesto»; •Quien en amor de doncella / pone su fe y esperanza,/ puede tener confianza/ como el que tiene agua en el cesto.» 1

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¿UN SENTIMIENTO DE COMUNIDAD HISPÁNICA? LA HISTORIOGRAFÍA PENINSULAR POR

EMILIO MITRE FERNÁNDEZ

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SL:MARI0:l. llllroducción. -Unas bases de partida. -Del siglo XII al XIII. ¿Una renovación historiográfica en el Occidente europeo?-11. Generalismo y compilación en la España del siglo XIII. El esbo::.ode un pasado común. -La Crónica Latina de los Reyes de Castilla. -Don Lucas de Tuy.-Don Rodrigo Jiménez de Rada y el mito neogótico. -Alfonso X. La política cultural de un rey. - Las historias alfonsíes. Contenidos y pautas ideológicas. -La tradición alfonsí y las compilaciones bajomedievales. - Ill. La cronística castellana del XIV y las crisis dinásticas. -Las « Tres Corónicas». -Alfonso XI y su reflejo en las crónicas. -El canciller Ayala. La memoria de un cambio dinástico. -IV. La edad de oro de la cronística en la Corona de Aragón. -El Llibre deis Feits del rey E11 Jacme. La memoria de un monarca. -Desclot. La puntualidad cancilleresca. -Muntaner. El entusiasmo de las aventuras mediterráneas. -Pedro el Ceremonioso y su política cronística. - V. Historiografía y cultura histórica en la Península en el ocaso del mediei·o. -La vía de la retrospección generalista. -La promoción del cronista oficial.- Reinados y cronistas. -Biografía y vivencia. - VI. Lo l'iejo y lo nuei•o en la historiografía de un mundo en transformación. -La configuración de una historiografía ¿nacional?-Medievalismo y renacentismo en la historiografía hispánica del siglo xv. - La reimegrutio Hispaniae: de profecía historiográfica a programa de acción politica.-N0TAS.

l.

INTRODUCCIÓN

El breve período de tiempo que discurre entre 1212 y 1216 se ha considerado de capital importancia para la evolución del occidente europeo 1• Singulares acontecimientos han quedado registrados como trascendentales: la batalla de Úbeda, comúnmente conocida como de las Navas de Tolosa (1212); la de Muret (1213); la de Bouvines (1214); la promulgación de la Carta Magna por Juan sin Tierra (1215), y la celebración del IV Concilio de Letrán (finales de 1215).

Unas bases de partida. Para los estados hispano-cristianos, dos de estos acontecimientos habrían de ser decisivos. La Cruzada de las Navas fue una vasta operación militar que, a corto plazo, abrió a las armas cristianas el valle del Guadalquivir y el Algarve. Muret provocó una grave crisis en la vocación occitana de la Corona de Aragón, que, en los años siguientes, orientaría sus intereses hacia otros campos: el levante peninsular y las grandes islas del Mediterráneo occidental. Puede afirmarse, por tanto, que desde los primeros años del siglo XIII se consolidan definitivamente en el espacio ibérico las fuerzas que le van a vertebrar en lo político: Portugal, la Corona castellano-leonesa y la confederación catalano-aragonesa. Un texto mucho más tardío diría que «~inco son los reynados de España; asy viene afirmado»". U na forma retórica de definir la pluralidadde estados ibéricos. ¿Hasta qué punto la conciencia y la cultura histórica

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en estos años contribuyeron a consolidar esta realidad? y ¿hasta qué punto también, llegado el caso, los cronistas/historiadores pudieron pensar en una superior comunidad de intereses? Se ha recordado repetidamente el orgullo panhispánico de los prelados ibéricos en el IV Concilio de Letrán a la hora de recordar la victoria sobre los almohades tres años atrás. El mérito de salvar «non solum Yspania, set et Romam, immo Europam universam» había pertenecido a Yspania, «et precipue regno Castelle»3. Con fruición se restregó a los europeos que la gloria de las Navas había correspondido a los hispanos, a quienes mínimamente habían auxiliado «pauci ultramontani ... ». En la memoria histórica quedó registrado el discurso de Alfonso VIII a los cruzados concentrados en Toledo en vísperas del magno encuentro. Abundando en un viejo tópico -el de la «pérdida de España»-, se dirigía a sus oyentes como «amigos, todos nos sommos espannoles, et entraronnos los moros la tierra por fuer~a et conquirieronnosla» 4 • Sería conveniente, sin embargo, no dejarse llevar por ciertas expresiones retóricas. Se debe, por el contrario, matizar el sentido y los comportamientos reflejados por los textos históricos desde principios del siglo XIII al ocaso del medievo. Su riqueza y heterogeneidad dificultan, sin duda, la fijación de unas líneas maestras excesivamente simples. Del siglo XII al XIII. ¿Una renovación historiográfica en el Occidente europeo?

Desde los años veinte del presente siglo una expresión ha gozado de extraordinaria fortuna: la de «Renacimiento del siglo XII». Tanta fortuna que, en la actualidad, sigue utilizándose sin demasiadas reservas 5. En el saldo positivo de esa centuria se sitúan la aparición de la figura del intelectual, la renovación de los métodos teológicos, la recuperación del pensamiento aristotélico a través de los pensadores árabes y judíos, etc. Se ha afirmado también que en el siglo XIInacen la historia de la historiografía europea y la erudición histórica, dado el esfuerzo por precisar las fuentes y jerarquizar las autoridades. Todo ello con el ánimo de ganarse la confianza del lector 6 • · Una visión bastante tópica contrapone un siglo creador y dinámico (el XII) a otro ordenador, sistematizador y, en más de un caso, depurador (el XIII).Las grandes Sumas de esta última centuria habrían sido la mejor expresión de ese espíritu. Sin duda, estamos ante un estereotipo. Ya en el siglo XIIel sueño de todo erudito -se ha escrito recientemente- era ser un buen compilador. Podría irse incluso más lejos: de hecho, cualquier historiador medieval que abandona su época y se enfrenta a los hechos del pasado es siempre un compilador 7 • Pero dentro de esta auténtica labor de marquetería que es la compilación caben diversas opciones. Se puede limitar a la confección de un simple dossier yuxtaponiendo textos más o menos complementarios o se puede aplicar el criterio de la abreviación, la selección, la eliminación de contradicciones ... , el compilador puede, en definitiva, aplicar un cierto espíritu crítico 8 • Algo de este espíritu se ha rastreado en el siglo XIII hispánico. Así, junto al deseo de redactar simples centones, nos encontramos -caso de Rodrigo Jiménez de Rada- con la confrontación de unas fuentes con otras merced al tamiz de un sistema concienzudo de trabajo. Se trata de crear una sola línea argumental y un criterio único 9 • En el caso de Alfonso X, el compilador no se limita a reproducir y reunir textos; se erige incluso en su revisor io_ En el siglo xm también se reafirma un principio que había ido tomando cuerpo en los ambientes de la cultura histórica de siglos atrás. En concreto, el «descenso» de lo general (pasado bíblico, universalismo romano) a lo local, en tanto los asuntos de cada reino -o

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conjunto de reinos más o menos afines- van a primar en el interés del cronista/historiador/compilador. La consolidación de unos estados monárquicos cuya base política era eminentemente feudal, pero lentamente derivaban a organismos de carácter más o menos nacional, jugó a favor de esta tendencia. Tradicionalmente, la narración histórica aspiraba a honrar a Dios. Desde la plenitud del medievo se persigue algo más: honrar al rey y a la patria 11• Este último concepto, hasta entonces identificado con las realidades más inmediatas, acabará haciéndolo con el reino entero 12• El «amor patriae», la «defensio regni et patriae», etc., inculcados por monarcas o por personajes muy allegados a ellos, contribuyeron a hacer de la historia un arma de propaganda y de legitimación política de primer orden. En la Francia de los Capeto, las Grandes Crónicas redactadas por los monjes de la abadía de Saint Denis acabaron por convertirse en una especie de «biblia política» para el pueblo francés. No sería demasiado osado pensar que a este lado de los Pirineos, se estaba produciendo un fenómeno de similares características. 11. GENERALISMO Y COMPILACIÓN EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIII. EL ESBOZO DE UN PASADO COMÚN

En 1230 se unían definitivamente los reinos de Castilla y León en la persona de Fernando 111.A lo largo de los veinte años siguientes, las plumas de tres clérigos produjeron otras tantas compilaciones históricas en latín. Una de ellas -la Crónica Latina de los Reyes de Castilla- ha tenido bastante menos fortuna que las otras dos, debidas al obispo don Lucas de Tuy (el Tudense) y al arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada (el Toledano). Todas ellas prepararán el terreno a las historias patrocinadas por Alfonso X. La «Crónica Latina de los Reyes de Castilla».

Con todo, no debe regatearse a este texto su importancia histórica y lingüística 13• La integran tres partes: la primera es un breve relato que va desde la muerte de Fernán González hasta Sancho III; la segunda va dedicada al reinado de Alfonso VIII, y la tercera, al de Fernando 111hasta la conquista de Córdoba. De su lectura puede deducirse que su autor era un castellano o castellanizado, con escasas simpatías por el León de Alfonso IX, que vivió en la última época de la que se ocupa en el texto y que gozó de la cercanía a los reyes de Castilla. En función de ello se ha jugado con una serie de personajes: Jiménez de Rada; el obispo don Domingo, que rigió sucesivamente las sedes de Plasencia y Baeza; o bien (tesis hoy día más admitida), el canciller real don Juan, que fue obispo de Osma y más tarde de Burgos hasta su muerte en 124614 • En cualquier caso, la Crónica Latina de los Reyes de Castilla es la obra de un personaje con fácil acceso a los archivos reales y testigo ocular de muchos de los acontecimientos, que narra con gran precisión cronológica. Circunstancias que hacen del texto una obra de primer orden para el conocimiento de los estados hispánicos occidentales en la primera mitad del siglo XIII. Don Lucas de Tuy.

El título de Chronicon Mundi dado a la principal obra del Tudense puede inducir a engaño. En efecto, nos encontramos aquí ante una obra de tipo mixto, universal-nacional tal y como se venía concibiendo en los reinos europeos occidentales desde la temprana Edad Media 15• Su redacción debió de concluirse por los mismos años en que lo hacía la Crónica Latina de los

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Reyes de Castilla, aunque don Lucas se muestra como un autor de más abiertas simpatías leonesistas. Cuatro libros integran el Chronicon Mundi. El primero va marcado, desde el mismo prólogo, por la impronta isidoriana, incluyendo unas «laudes Hispaniae» más extensas: España «merescio ser señalada del Señor por ventaja de muchos preuillegios entre las buenas prouincias del mundo» 16 • Sigue una adaptación de la crónica universal del Hispalense. El libro segundo va dedicado a los estados germánicos de la Península hasta la consumación de su unidad bajo Suintila. El tercero trata los años finales de la monarquía visigoda y la irrupción musulmana. Y el cuarto narra desde Pelayo a la conquista de Córdoba por Fernando III. Posiblemente, Lucas de Tuy recurrió a compilaciones como la de Pelayo de Oviedo o el Silense para redactar el largo período que iba desde el 711 a comienzos del siglo XIII. A partir de ahí utilizaría el recurso de autores del momento, las vivencias directas o las noticias que le transmitían sus allegados. La incorporación de temas poéticos y juglarescos se ha considerado como una de las principales aportaciones del Tudense. Su filosofía de la historia, tal y como se desprende de los prólogos a los distintos libros, discurre por temas demasiado manidos. Don Rodrigo Jiménez de Rada y el mito neogótico. La figura de don Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo, es una de las más relevantes de la historia hispana del siglo XIII. Nacido en Puente la Reina en 1170 en el seno de una familia en la que se mezclaban elementos navarros y castellanos, fue alumno de las universidades de Bolonia y París. Elegido para ocupar la sede episcopal de Osma en 1207, ascendería unos meses más tarde a la de Toledo. Fue don Rodrigo un activo protagonista de los grandes acontecimientos de su época: hábil diplomático al servicio de Alfonso VIII con motivo de la Cruzada de las Navas; asistente al IV Concilio de Letrán, en donde ardientemente defendió el carácter primado de Toledo; canciller mayor del reino bajo Alfonso VIII y Fernando 111.etc. Una imagen de su persona que puede quedar oscurecida por las distintas trapacerías y la falta de escrúpulos de la que hizo gala para favorecer a su diócesis y satisfacer su provecho personal 17• Falleció el 10 de junio de 1247, al regreso de un viaje a Lyón, en donde se había entrevistado con Inocencio IV. Su activa vida política y eclesiástica le dejó aún tiempo a Jiménez de Rada para elaborar una nutrida obra historiográfica: Historia romanorum, Historia ostrogotlwrum, Historia hunnorum, Wandalorum, suevorum, alanorum et si/ingorum, Historia arabum y la que en este caso más nos interesa: De rebus Hispaniae, comúnmente conocida como Historia Gothica. La labor de compilación histórica del Toledano parece en principio poco original: la columna vertebral de sus fuentes la constituye San Isidoro y Jordanés para la primera parte del De rebus Hispaniae, y el Tudense para la segunda 18• Sin embargo. rara vez utiliza una sola fuente. lo que le lleva a dudar cuando los datos no casan. La salida puede ser el dejar constancia de la disparidad u oponerse frontalmente cuando las tradiciones no concuerdan con aquello que él sabe o ha comprobado 19 • Su objetivo principal es poner en pie la historia de España («ad historiam Hispaniae contexendam»). Una España que no se identifica ya. como sucedió en las primeras crónicas de la Reconquista, con el área de dominio musulmán -muy reducida ya en esos momentos-, sino con el conjunto territorial de la Península Ibérica al margen de su división en reinos. La concepción de la Historia de España para el Toledano descansa sobre la sistematización de la tesis neogótica apuntada tiempo atrás 2°. Para don Rodrigo, los godos habían sido los forjadores de

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la unidad española y su reino constituía un modelo a seguir. Una invocación de mitos del pasado que se había convertido en algo común a todos los reinos de la Europa occidental con el ánimo de fortificar una memoria histórica. La Corona de Castilla, como estado más fuerte de la Península, habría de convertirse en la principal beneficiaria de este proceso. Algo que explicaría también la tenaz lucha de Jiménez de Rada para lograr el reconocimiento de la primacía eclesiástica toledana. El Toledano legó un modelo que, sesenta años después de su muerte, sería completado {hasta 1305) por otro cronista castellano: Jofre de Loaysa. Un modelo que sería también objeto de distintas traducciones, como la que se hizo al catalán por Pere Ribera de Perpeja con el título de Crónica de Espanya. Y un modelo, sobre todo, que habría de influir poderosamente en la obra historiográfica de Alfonso X. Alfonso X. La política cultural de un rey.

Los espejos de príncipes que se fueron redactando a través de la Edad Media exigieron a los gobernantes un conjunto de virtudes, entre las que se encontraba el amor por la cultura . «Rex illiteratus, quasi asinus coronatus», rezará un proverbio . En el caso de Alfonso X, al lado de sus distintos fracasos políticos ha quedado siempre la imagen de un decidido impulsor de las letras castellanas 21• En muchas de sus obras plasmó el monarca ese espíritu de síntesis tan característico, se ha dicho, del siglo xm . Se reflejó en Las Cantigas como precioso resumen de la piedad y tradición marianas; en Las Partidas, marcadas por un notable espíritu unificador, y en las dos grandes compilaciones históricas que conocemos como Primera Crónica General de España y General Estoria. La polémica sobre el papel del rey en estas y otras obras se ha zanjado echando mano de un pasaje de la General Estaría, en donde se dice que «El rey face un libro non por que escriba con sus manos, mas porque compone las razones del, e las emienda, e yegue e enderes~a ... » 22 • El patrocinio y la supervisión suponen tareas tan importantes como la redacción material. Problemas de difícil solución se han planteado también a la hora de fijar las distintas etapas en las que ambas obras se fueron confeccionando. Menéndez Pidal, uno de los grandes estudiosos del tema, fijó el 1270 como la fecha de inicio de redacción de la Primera Crónica General, ya que en ese año el rey pidió al prior de Nájera algunos libros que habrían de servir de fuentes. El borrador de la Crónica sería en su totalidad -insistió el ilustre historiador y filólogo- obra del Rey Sabio. Bajo su reinado, sin embargo, no se redactaría más que la primera parte (hasta el 711). La segunda parte lo sería bajo su heredero , Sancho IV 23 • Argumento este último que no convence a todos los estudiosos de la obra alfonsí. En cuanto a la General Estaría, Solalinde, uno de los editores de la parte publicada, dio el año 1272 como fecha de comienzo de su redacción. En todo caso, sugiere F. Rico, se iniciaría esta empresa antes de abril de 1274, momento en el que Alfonso X concentró sus esfuerzos en ella, dejando de lado la Estaría de España, cuya materia, pensaba, era posible acoger en la General Estaría 24. Con Jiménez de Rada se llegó a la cumbre de la cronística medieval hispano-latina. Con Alfonso X toma cuerpo una historiografía española romance que había dado sus primeros pasos con el Líber Regum, escrito en romance navarro-aragonés hacia 1200, y con los Anales Toledanos Primeros. El «castellano drecho», el «vulgare plano lenguaje» utilizado por el rey, era un escalón más en la ambición de los historiadores medievales: escribir en un lenguaje asequible que permitiera conservar el recuerdo del pasado 2.~. Por los mismos años en que se redactaban las compilaciones alfonsíes, los monjes de Saint-Denis vertían al francés sus crónicas latinas...

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Se ha hablado a este respecto de un patriotismo historiográfico que cobra fuerza en Europa. En el caso castellano habría un elemento añadido: los monarcas son los principales protagonistas de los hechos narrados; y cuando un monarca, además , patrocina y dirige una compilación, su protagonismo es doble. Las historias alfonsíes, aparte de otros valores siempre controvertidos, hacían del rey guardián de una memoria histórica que se deseaba preservar y servían, 26 incluso , para dar cobertura moral a algunas de sus ambiciones políticas • Más que magister 26 vitae, la Esto ria en manos del Rey Sabio es magister principum bis .

Retrato de Alfonso X en la Primera Crónica General de España . Biblioteca Nacional. Madrid

Las historias alfonsíes . Contenidos y pautas ideológicas. La tradición cristiana dio a la historia un contenido universal y una fuerte carga apologética. AJ menos desde Eusebio de Cesarea , la evolución de la humanidad era vista como manifestación de la voluntad de Dios y de la protección benévola del Salvador. Podría decirse que Alfonso X al promover la General Estoria no hacía más que actualizar viejas pautas . Esta obra , por su caráct er farrago so y digresivo y - por qué no también- por su inconclusión , no goza de demasiada popularidad . Ello no ha impedido que algunos autores hayan defendido sus valore s: el de superar los esquemas de la Biblia historial al estilo de la Historia Scholastica , de Pedro Com estor 27 , y el de intentar completar la «hebraica veritas» allí donde la Biblia se manif estaba insuficiente para la explicación de los hechos 28 • Para ello, el monarca y sus colaboradore s utilizaron una masa de fuentes de variada procedencia que llevarían - nada nuevo , por otra part e- a establec er curio sos paral elismos entre situaciones paganas y situaciones cristianas .

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Pero ha sido la visión «nacional» de la historia la que mayor fama ha dado al Rey Sabio. La Primera Crónica General es, en principio, una compilación en la línea de las del Tudense y el

Toledano, a quienes el monarca supera, se ha dicho, por una mejor coordinación de fuentes. Algo que le llevaría a un «intento de verdadera construcción histórica» 29 • En el prólogo de la obra se da cuenta de aquellos autores que han sido consultados, desde los más cercanos -los prelados antes citados- a los más alejados en el tiempo: San Isidoro, Paulo Orosio, Claudio Tolomeo, Trogo Pompeyo, etc. 30 • Las tradiciones épicas que se habían ido sedimentando en la memoria histórica constituyen otra buena cantera informativa. De forma pareja a la del Toledano, narrar «los fechos d'Espanna» era la idea primordial del Rey Sabio. De ahí -con la vieja pauta isidoriana- que se recoja un encendido elogio a esa tierra por encima de todas las demás 31• El objetivo de hacer una Historia de España sólo se consiguió muy parcialmente. En primer lugar, porque un buen número de capítulos de la primera parte (sobre todo los dedicados a la época romana, un tanto abandonada por Jiménez de Rada) diluyen la historia ibérica en la historia universal. En segundo término, porque es difícil admitir, como se ha dicho frecuentemente, que Alfonso X imponga el protagonismo de un país por encima del de sus gobernantes . En efecto, los «fechos d'Espanna» son, esencialmente, los de sus gobernantes: los reinados se convierten en los hilos conductores de la narración. En tercer lugar, la tantas veces elogiada visión unitaria del pasado histórico hispano no resiste en la narración la barrera del 711. A partir de ese momento los «fechos d'Espanna» son principalmente los de la Corona de Castilla. Los estados periféricos a la construcción política meseteña sólo interesan al rey y a sus colaboradores en tanto hayan influido sus peripecias sobre el bloque político castellano-leonés. Las pautas ideológicas que guiaron al monarca y a sus colaboradores son un compendio de aquellas al uso. La historia, así, aparece como algo inseparable de la escritura y debe registrar tanto los hechos buenos del pasado como los malos. El historiador y el lector han de sacar de ella unas conclusiones de tipo práctico-moralizante. La división del proceso histórico se articula también de acuerdo a los esquemas tradicionales: la sucesión de los cuatro imperios, las tres edades al hilo de la revelación, los seis períodos agustinianos, etc. El destroymiento de España con la invasión musulmana del 711 sigue siendo otro de los grandes temas objeto de reflexión para el historiador 32• La tradición alfons{ y las compilaciones bajomedievales.

A la hora de establecer un balance de lo que significaron las historias alfonsíes, cabría preguntarse si hay en ellas una absoluta falta de originalidad y si la Primera Crónica General, en concreto, no fue más que una de tantas compilaciones que superó a sus predecesoras porque cubría un mayor lapso y porque su promotor dispuso de recursos superiores para acometer la empresa. Habría que destacar, sin embargo, la enorme popularidad de estas obras dentro de la fronda literaria alfonsí. En efecto, también al taller historiográfico del monarca castellano se ha atribuido por algunos la compilación de la llamada Crónica de Veinte Reyes que otros autores adelantan hasta 136033 • Igualmente se piensa concebida bajo Alfonso X la Gran Conquista de Ultramar, vasta historia de las Cruzadas que sigue los modelos de autores como Guillermo de Tiro 34• En años sucesivos, los compendios, sumas, refundiciones, etc., realizados siguiendo el modelo alfonsí fueron numerosísimos. Bajo el título de Crónica Abreviada, don Juan Manuel redactó un extracto de la Primera Crónica Genera/ 35 • En la tradición de Alfonso X se encuentra

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Se ha hablado a este respecto de un patriotismo historiográfico que cobra fuerza en Europa. En el caso castellano habría un elemento añadido : los monarca s son los principale s protagonistas de los hecho s narrados; y cuando un monarca , además , patrocina y dirige una compilación , su protagonismo es doble . Las historias alfonsíes , aparte de otros valores siempre controvertidos, hacían del rey guardián de una memoria histórica que se deseaba preservar y servían , incluso , para dar cobertura moral a alguna s de sus ambicione s políticas 26 • Más que magister vitae, la Esto ria en manos del Rey Sabio es magister principum 26 bis .

Retrato de Alfon so X en la Primera Crónica General de España. Bibliote ca Nacional. Madrid

Las historias alfonsíe s. Contenido s y pautas ideológicas.

La tradición cristiana dio a la historia un contenido universal y una fuert e carga apologética . Al meno s desde Eusebio de Cesar ea, la evolución de la humanidad era vista como manifesta ción de la voluntad de Dios y de la prot ección benévol a del Salvador. Podría decirse que Alfonso X al promov er la General Estoria no hacía más que actualizar viejas pauta s. Esta obra , por su caráct er farrago so y digresivo y - por qué no tambi én- por su inconclusión , no goza de dema siada popul aridad . Ello no ha impedido que algunos autore s hayan defendido sus valore s: el de superar los esquemas de la Biblia historial al estilo de la Historia Scholastica, de Pedro Com estor 27, y el de intentar completar la «hebraica veritas » allí dond e la Biblia se manifestaba insuficiente para la explicación de los hechos 28• Para ello , el monarca y sus colaboradores utilizaron una masa de fuentes de variada procedencia que llevarían - nada nuevo , por otr a parte - a establecer curiosos paralelismos entre situaciones paganas y situaciones cristianas.

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Pero ha sido la visión «nacional» de la historia la que mayor fama ha dado al Rey Sabio. La Primera Crónica General es, en principio, una compilación en la línea de las del Tudense y el Toledano, a quienes el monarca supera, se ha dicho, por una mejor coordinación de fuentes. Algo que le llevaría a un «intento de verdadera construcción histórica» 19 • En el prólogo de la obra se da cuenta de aquellos autores que han sido consultados, desde los más cercanos -los prelados antes citados- a los más alejados en el tiempo: San Isidoro, Paulo Orosio, Claudio Tolomeo, Trogo Pompeyo, etc. 30 • Las tradiciones épicas que se habían ido sedimentando en la memoria histórica constituyen otra buena cantera informativa. De forma pareja a la del Toledano, narrar «los fechos d'Espanna» era la idea primordial del Rey Sabio. De ahí -con la vieja pauta isidoriana- que se recoja un encendido elogio a esa tierra por encima de todas las demás 31 • El objetivo de hacer una Historia de España sólo se consiguió muy parcialmente. En primer lugar, porque un buen número de capítulos de la primera parte (sobre todo los dedicados a la época romana, un tanto abandonada por Jiménez de Rada) diluyen la historia ibérica en la historia universal. En segundo término, porque es difícil admitir, como se ha dicho frecuentemente, que Alfonso X imponga el protagonismo de un país por encima del de sus gobernantes. En efecto, los «fechos d'Espanna» son, esencialmente, los de sus gobernantes: los reinados se convierten en los hilos conductores de la narración. En tercer lugar, la tantas veces elogiada visión unitaria del pasado histórico hispano no resiste en la narración la barrera del 711. A partir de ese momento los «fechos d'Espanna» son principalmente los de la Corona de Castilla. Los estados periféricos a la construcción política meseteña sólo interesan al rey y a sus colaboradores en tanto hayan influido sus peripecias sobre el bloque político castellano-leonés. Las pautas ideológicas que guiaron al monarca y a sus colaboradores son un compendio de aquellas al uso. La historia, así, aparece como algo inseparable de la escritura y debe registrar tanto los hechos buenos del pasado como los malos. El historiador y el lector han de sacar de ella unas conclusiones de tipo práctico-moralizante. La división del proceso histórico se articula también de acuerdo a los esquemas tradicionales: la sucesión de los cuatro imperios, las tres edades al hilo de la revelación, los seis períodos agustinianos, etc. El destroymiento de España con la invasión musulmana del 711 sigue siendo otro de los grandes temas objeto de reflexión para el historiador 32• La tradición alfonsí y las compilaciones bajomedievales.

A la hora de establecer un balance de lo que significaron las historias alfonsíes, cabría preguntarse si hay en ellas una absoluta falta de originalidad y si la Primera Crónica General, en concreto, no fue más que una de tantas compilaciones que superó a sus predecesoras porque cubría un mayor lapso y porque su promotor dispuso de recursos superiores para acometer la empresa. Habría que destacar, sin embargo, la enorme popularidad de estas obras dentro de la fronda literaria alfonsí. En efecto, también al taller historiográfico del monarca castellano se ha atribuido por algunos la compilación de la llamada Crónica de Veinte Reyes que otros autores adelantan hasta 136033 • Igualmente se piensa concebida bajo Alfonso X la Gran Conquista de Ultramar, vasta historia de las Cruzadas que sigue los modelos de autores como Guillermo de Tiro 34• En años sucesivos, los compendios, sumas, refundiciones, etc., realizados siguiendo el modelo alfonsí fueron numerosísimos. Bajo el título de Crónica Abreviada, don Juan Manuel redactó un extracto de la Primera Crónica Genera/ 35 • En la tradición de Alfonso X se encuentra

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también la llamada Segunda Crónica General o Crónica de 1344. Su versión portuguesa constituiría un importante jalón para la historiografía del reino vecino 36 • Unos años más tarde , el aragonés Juan Fernández de Heredia seguiría esto s pasos con su Chronica de los fechas subcedidos en España ... , y en esta línea llegaríamos hasta más allá de los estrictos límites del medievo. En resumidas cuentas , una impresión bastante difundida ha hecho del Tudense, del Toledano y, sobre todo , de Alfonso X protagonistas de una amplia renovación historiográfica que hizo de un supuesto pasado común español el eje del acontecer histórico. Sus referencias a San Isidoro mostraron la deuda que , en una u otra forma, habían contraído con el obispo hispalense . Que se consiguiera el objetivo de concienciar sobre ese pasado común es otra cuestión.

Retrato de Ju an Fern ández de Here dia, en Crónica de los Conqueridores. Biblioteca Nacional. Madrid

III .

LA CRONÍ STICA CASTELLANA DEL XIV Y LAS CRISIS DINÁSTICAS

Desde la muerte de Alfonso X (1284) hasta finales del siglo XIV , la Corona castellana sufre una inestabilidad din ástica casi crónica : tres minoridad es (Fernando IV. Alfonso XI y Enrique III) , una cuestionada sucesión rea l (la de Alfon so X). un regicidio (el de Pedro I a manos de Enrique de Trastámara) y dilat ados período s en los que pretendiente s al trono tratan de hac er va ler sus derec hos de forma viole nt a : infant es de la Cerda hasta bien entrado el siglo x 1v; duque de Lanca ster entr e 1370 y 1388 ... Cast illa no fue una excepc ión en lo que a crisis dinásticas se refiere. Todos los estados occide nt ales las padec iero n con más o menos dramati smo : Fra ncia desde 1328, Portugal entre 1383-1385, Inglaterra en 1399, la Coro na de Ara gón en 1410... Hablar , por tanto , de crisis política en la Europa del bajo medievo es hab lar , primordialmente , de conflictos de índole

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dinástica. Otra cuestión es que tales conflictos oculten problemas de fondo mucho más graves que afectan al conjunto de la sociedad. En el caso castellano en concreto, se ha destacado la importancia que estas perturbaciones tuvieron en el quehacer del cronista. Las «Tres Corónicas».

Se trata de una forma un tanto convencional de designar el bloque cronístico que cubre los reinados de Alfonso X, Sancho IV y Fernando IV. La autoría apunta con toda probabilidad a Fernán Sánchez de Valladolid, personaje que se forjó en los cuadros de la administración bajo Femando IV y que, posteriormente, fue un activo colaborador de Alfonso XI, que le elevó a canciller y miembro de su consejo. Aunque a niveles más modestos, este monarca reprodujo en su corte el ambiente cultural que había caracterizado a la del otro Alfonso 37 • Femán Sánchez de Valladolid se hizo beneficiario de este impulso al encomendársele retomar cronísticamente la labor del Rey Sabio por cuanto desde Fernando 111 «acaescieron muchos fechos en los tiempos de los reyes que fueron después ... ». De ahí que algunos autores hayan defendido el sentido unitario del texto de las «Tres Corónicas». Se ha destacado con frecuencia la tosquedad y aridez del estilo de Femán Sánchez frente a la brillantez de su coetáneo don Juan Manuel. Se han resaltado, igualmente, los numerosos errores históricos y la marcada parcialidad del cronista. No se disimula, por ejemplo, la escasa simpatía por Alfonso X, a quien se presenta como monarca poco preocupado por la justicia, empobrecedor del reino, falto de sentido del Estado y obedecido por sus súbditos «más con temor que con amor». No se ocultan, por el contrario, las simpatías por doña María de Molina y por Sancho IV, a quien se presenta dotado de gran humanidad ( «orne de gran corazón»), muy popular entre la población y con un gran sentido del deber hasta el punto de negarse a ser coronado mientras su inepto padre viviera ... Parcialidad reforzada por los toques de gran dramatismo con los que se describe la mala gestión política del Rey Sabio: fracaso ante Algeciras, palabras del monarca en el lecho de muerte rememorando sus continuos yerros, etc. 38 . En este contexto, la narración de los hechos se va haciendo más prolija a medida que se avanza hacia la fecha de redacción de la obra. La parte dedicada a Fernando IV es, así, la más árida de todas. Alfonso XI y su reflejo en las crónicas.

El largo y, en líneas generales, fructífero reinado del vencedor del Salado se prestó a un tratamiento cronístico de cierta entidad que en los últimos años ha sido objeto de algunos importantes y eruditos estudios. La crónica rimada (casi diez mil versos octosilábicos) que conocemos como Poema de Alfonso XI fue, con toda probabilidad, obra de Rodrigo Yáñez, secretario real, que la compondría en torno a 1348 a mayor gloria del monarca castellano. Se han recordado hasta la saciedad las alabanzas que se vierten a su gestión al enfrentarse a los grandes del reino una vez llegado a la mayoría de edad; momento en el que «los mezquinos labradores/ pasavan grant manziella». Sin embargo, el entusiasmo mayor del autor se alcanza al narrar los hechos de armas del rey contra los musulmanes, especialmente la batalla del Salado ( 1340) y la toma de Algeciras (1344). En ese momento el texto se interrumpe. La obra sigue las pautas de los grandes poemas históricos (Poema de Fernán Gonzá/ez o Libro de Alexandre), en los que se narra la vida de un héroe: gran vigor en la descripción de los

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combates , epítetos épicos vertidos con cierta destreza , utilización de profecías y apariciones ... Una síntesis, se ha dicho, de canto popular y erudición 39 . La cronística en prosa referida a Alfonso XI ha planteado serios problemas que algún concienzudo investigador ha tratado de solucionar 40 • Todo parece indicar que las «Tres Corónicas» tenían como objeto servir de entrada a la Crónica de Alfonso XI, que termina abruptamente en 1344. Las conexiones con el Poema parecen, así, obvias. Su autor sigue las más manidas convenciones al considerar la historia como soporte de la memoria de los hombres.

Letra capitular de la Gran Crónica, con la imagen de su autor, Alfonso XI. Biblioteca Nacional. Madrid

Pero , a diferencia de lo sucedido con Alfon so X, el cronjsta del otro Alfonso no busca tanto la exaltación de un pasado colectivo considerado elemento de unidad nacional , como la mitificación de un personaje -el vencedor del Salado - portavoz de una concepción autoritaria del poder 4 1. El original de l texto de la Crónica en pro sa de Alfonso XI -obra posiblemente también de Fernán Sánchez de Valladolid- fue «trasladado » en pergamino s por orden de Enrique II a su justicia mayor Juan Núñez de Villaz án . D e materializar la e mpr esa , en 1376, se encargó Ruy Martín ez de Medina de Rioseco. Sobre esta base se redactaría, a su vez, una Gran Crónica de Alfonso Xl, que completó la historia del monarca con un cúmulo de pormenores y elementos narrativo s nu evos 42 . La iniciativa de Enrique JI en esta empr esa estaba cargada de intención : el monarca Trastámara había asce ndido al trono en 1369 invoc ando e l programa político de Alfonso XI, que, a su modo de ve r , había sido tergi versado durante el tir ánico reinado de Pedro J. A escala historiográfica , esta idea sería reforzada co n la entrada e n escena de otro singu lar personaje: don Pero López de AyaJa .

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se convertían, así, en producto de la reflexión y el apaciguamiento político, a los que se había llegado con el enlace conyugal de representantes de las dos dinastías: la legítima y la bastarda 49 • Otra cuestión es que los textos cronísticos del Canciller facilitaran argumentos en el futuro para ennegrecer la memoria de Pedro I y ensalzar la de Enrique 11. A título de ejemplo: a finales del siglo xv, Diego de Va lera justificaría el ascenso de un bastardo al trono castellano (al igual que en Portugal en 1385) en función del conjunto de virtudes que le adornaban y que acabaron por legitimar a su dinastía. En la misma medida, los defectos de un rey -Pedro 1- acababan deslegitimándole para la acción de gobierno 50 • Y otra cuestión también es que las Crónicas de Ayala sean un fiel reflejo del triunfo del estamento nobiliario tras una enconada guerra civil. Al margen de ese sangriento giro que se produjo entre 1366 y 1369, el Canciller mantuvo su fidelidad al sistema monárquico, como era obligado en cualquier castellano de la época. Pero ese giro, a nivel de concepciones cronísticas, tuvo importantes consecuencias. En efecto, el cultivo del género histórico no va a ser. como en los años anteriores, monopolio de los reyes que, como Alfonso X. Sancho IV. Alfonso XI y parcialmente Enrique 11, promovieron redacciones de crónicas para fijar unas señas de identidad hispánicas o para ensalzar la figura de un monarca . Con Ayala se conjugan los ideales monárquicos con los intereses políticos y sociales de la nueva nobleza que amparó el cambio 51 • Las crónicas ayalinas son, ciertamente, un documento de primer orden para el estudio del estamento nobiliar castellano a finales del siglo XIV. Para los descendientes de quienes combatieron en Nájera, Montiel o Aljubarrota, y que vieron en los Trastámara a la dinastía fortalecedora y salvaguardadora de sus intereses, los textos del canciller Ayala constituían obligada referencia histórica y política.

IV.

LA EDAD DE ORO DE LA CRONÍSTICA EN LA CORONA DE ARAGÓN

Entre dos dilatados reinados -el de Jaime I y el de Pedro el Ceremonioso- discurre la época de esplendor de la confederación catalana-aragonesa. La historiografía de la época será uno de los símbolos de esa plenitud. La casa condal barcelonesa -luego también real de Aragón - dispuso desde fecha relativamente temprana de una historia de sus gobernantes: las Gesta comitum barcinonensium. El núcleo originario en latín se redactaría entre 1162 y 1184. La redacción definitiva, en la que se recogían noticias de los monarcas del siglo XIII y algunos pasajes del De rebus Hispaniae, tendría lugar entre 1303 y 131452• Sin embargo, lo mejor de la producción cronística de la Corona aragonesa se caracterizó por enfatizar en los acontecimientos del momento y por desentenderse (salvo en la Crónica de San Juan de la Peña) de los hechos de un lejano pasado. Se prefiere, así, cultivar el período corto , tratado con más vida y calor 53 • Al igual que en Castilla, la lengua vulgar adquiere carta de naturaleza como vehículo de expresión cultural. Ello se aprecia en los distintos terrenos: en la filosofía (Ramon Llull), en el terreno jurídico (partes esenciales del Llibre de Consolat de Mar) y en el cronístico. En este último, una bella expresión de A. Morel-Fatio ha hecho fortuna: las «cuatro perlas de la antigua literatura catalana» para definir otros tantos monumentos historiográficos en los que lo real y lo maravilloso se funden repetidamente.

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LA HISTORIOGRAFíA PENINSULAR

El canciller Aya/a. La memoria de un cambio dinástico.

Nacido en el solar alavés de Quejana en 1332, de la unión de Femán Pérez de Ayala y Elvira de Ceballos, Pero López de Ayala es la personificación de toda una época 43 • Político, militar y diplomático, cambiaría su fidelidad a Pedro I en 1366 por sus servicios al pretendiente Enrique de Trastámara, ya que «de tal guisa iban ya los fechos, que todos los más que del se partían avían su acuerdo de non volver más a él» 44 • Prisionero de los petristas en la batalla de Nájera, Ayala lograría salir con bien del lance y, unos meses más tarde, se beneficiaría del triunfo trastamarista en Montiel. López de Ayala se convertirá en destacado miembro de la nobleza nueva al calor de las mercedes enriqueñas y de sus servicios a la nueva dinastía. No faltaron sinsabores, como una nueva prisión tras el desastre de Aljubarrota, de la que se libró tras el pago de un fuerte rescate en 1388. Distintas misiones diplomáticas y una activa participación en la vida política le valieron el nombramiento de canciller mayor de Castilla, cargo que desempeñó en los últimos años de su vida. Muere en 1407. Por todo lo sucintamente expuesto, Pero López de Ayala es testigo de excepción de una época. Su obra poética más conocida -Libro Rimado de Palacio- es producto de un cúmulo de reflexiones 45 sobre unos años críticos marcados por una gran guerra internacional, un conflicto fratricida en Castilla y un grave cisma que rompió la unidad de la Iglesia católica. Sin embargo, nada mejor que sus testimonios cronísticos para conocer lo que fue la Castilla de la segunda mitad del siglo x1v. Se ha dicho frecuentemente que López de Ayala redactó sus cuatro Crónicas (desde la de Pedro I a la incompleta de Enrique 111)con el propósito de justificar una vergonzosa deserción. El magnate castellano habría sido, así, un distorsionador de la historia y el justificador de una dinastía espuria en la misma medida que el detractor de un monarca «justo» cual fue Pedro I. La realidad, sin embargo, es más compleja. No cabe reducirla a un cúmulo de juicios de valor sobre el cronista o sobre el rey Cruel, condenado además casi unánimemente por los cronistas del momento 46 • La Crónica de Pedro I -la más estudiada de las ayalinas- ha servido, por tanto, de piedra de toque para medir las cualidades literarias y morales del cronista. Es la más rica y la de contenido más dramático. Jerónimo Zurita (que advirtió ya de la existencia de una versión «vulgar» y otra «abreviada» de los textos históricos del Canciller) creyó en la objetividad de Ayala. En el momento presente, Michel García se pronuncia también en este sentido, aunque advirtiendo que se trata de una objetividad mediatizada por el trastamarismo de un autor que trata de imponer solapadamente su verdad al lector 47 • El antipetrismo del texto va, simplemente, implícito en la narración de todas las peculiares «justicias» del monarca o en el severísimo juicio con el que se remata la crónica del monarca. Algo que contrasta abruptamente con las opiniones favorables vertidas sobre su rival, Enrique II, «muy buen caballero e de grand esfuerzo, e muy amado en el Regno de Castilla ... e franco, e virtuoso, e muy buen rescebidor e honrador de las gentes ... » .is_ Ayala no deseó, sin embargo, ensañarse especialmente con la obra y memoria del rey muerto en Montiel. Posiblemente porque el impulso redaccional a sus crónicas lo dio a partir de 1388. En ese momento, el Occidente en general, y Castilla en particular, vivieron unos sinceros deseos de paz que se canalizaron en el compromiso matrimonial de Catalina, hija de Juan de Lancaster, con Enrique, futuro Enrique 111de Castilla. Ayala no quiso cargar las tintas negativas sobre la figura de Pedro I, ya que una nieta suya estaba llamada a ser reina de Castilla. Las crónicas ayalinas

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El « Llibre deis Feits del rey En Jacme». La memoria de un monarca.

La conquista de Mallorca ( «mellor cosa que feu hom cent anys ha») está -según se expresa en el texto- en el origen de la redacción de la Crónica de Jaime I o Llibre deis Feits. La obra se escribió en distintas etapas. Para fijar su autoría se ha jugado con distintos nombres: el obispo de Huesca, Jaime Sarroca; el trovador Bemat Vida! de Besalú, y, por último, el propio monarca. El papel directo del Conquistador en la composición de la crónica parece avalado por una serie de razones: el carácter autobiográfico del texto, detalles anecdóticos y personales que no podían tener demasiado valor para otras personas y los provenzalismos, aragonesismos y castellanismos que se deslizan en la narración 54• El estilo del Llibre es, por lo general, lento, simple e ingenuo. Está redactado con la espontaneidad de quien parece estar explicando de palabra más que escribiendo. No faltan, sin embargo, los efectos dramáticos, como si se quisiera impactar a lectores/oyentes. En ocasiones se llega al nivel de la canción de gesta, como cuando, al asaltar la capital de Mallorca, interviene a favor de los cristianos un caballero identificable con San Jorge, a quien se había visto en otras ocasiones en batallas libradas entre cristianos y sarracenos 55• El Llibre tuvo un gran éxito desde el momento de su aparición y sirvió de modelo para otras biografías de Jaime l. Entre las más tempranas se encuentran la versión latina de Pere Marsili o la aragonesa de Femández de Heredia, que incluyó en su Grant Crónica de los Conqueridores 56 • Desclot. La puntualidad cancilleresca.

Un noble posiblemente rosellonés, de nombre Bemat Escrivá, de la casa paira! Es Clot, sería el redactor, en los años finales del siglo XIII, de una crónica que discurre entre los reinados de Ramón Berenguer IV y la muerte de Pedro el Grande. Dado que la mayor parte de la obra (118 capítulos de los 168 que tiene) va dedicada a este monarca, se la conoce habitualmente como Crónica del rey en Pere e deis seus antecessors passats. Tesorero de Pedro 111y camarero de Alfonso 111,Desclot tuvo acceso a importante documentación, que trata con un estilo cancilleresco e impersonal. El autor apenas se deja sentir en la narración, por lo que la obra resulta casi una antítesis de la crónica de Jaime l. Con todo, cuando se habla de Pedro 111se hace con extraordinario entusiasmo: «qui fo segon Alexandre per cavallería e per conquista» 57 • Este juicio servirá a Desclot para trufar de referencias épicas distintos capítulos de su obra 58• Personajes de los poemas carolingios - la llamada «materia de Francia» - son invocados o sirven de elemento de comparación para las peripecias políticas del momento: alusiones a la legendaria conquista de Constantinopla por Carlomagno. referencias a la no menos legendaria conquista de España por el emperador de los francos. comparación de Pedro 111y sus caballeros con Roldán y los suyos, rasgos de la épica francesa en la narración de la defensa de Gerona contra el ejército de Felipe el Atrevido, etc. La glorificación de los monarcas aragoneses se hace así compatible con el aire de objetividad que respira la crónica. Munraner. El enwsiasmo de las aventuras mediterráneas.

Nacido en Peralada en 1265, Ramón Muntaner pasa por ser el cronista en lengua catalana dotado de carácter más abiertamente nacional. Su dilatada vida fue toda una aventura al hilo de los acontecimientos que marcaban la presencia de la Corona aragonesa en el Mediterráneo.

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Así, se le verá en la conquista de Menorca en 1286; en el sitio de Mesina en 1301; en Oriente con la compañía de Roger de Flor y sus sucesores a lo largo de siete años; como gobernador de la isla de Djerba -estratégico enclave en la costa de Tunicia- hasta 1315... Hasta su muerte, en 1336, desempeñará otros cargos de responsabilidad al servicio de la casa real aragonesa 59 • A diferencia de otros autores catalanes coetáneos (Llull o Vilanova), Muntaner no sueña un imperio renovado espiritualmente; simplemente, lo vive 60. La redacción de la Crónica se inició en 1325, estando Muntaner retirado en su alquería de Xilvella y animado por la aparición en sueños de un anciano que le incitó a escribir un libro sobre las grandes maravillas y hechos de armas en los que había participado 61 • El texto se escribe «a honor e a laus del casal d' Aragó» y carece de esa puntualidad cancilleresca típica de Desclot. Muntaner escribe de memoria, valiéndose a lo sumo de algunos apuntes. De ahí que el resultado sea una mezcla de crónica, libro de memorias y novela de aventuras. En ello radica su enorme popularidad. La narración se inicia con el nacimiento de Jaime I, a quien Muntaner de niño conoció en una estancia en Peralada. Prosigue con los reinados de este monarca y sus sucesores hasta la coronación de Alfonso IV. La parte más popular de la obra la constituye la narración de la expedición de los almogávares a Oriente, en donde se mezclaron los actos de valor, las traiciones de unos y otros y el más desbocado afán de aventura. Muntaner no pierde ocasión de dejar constancia de su protagonismo en los acontecimientos que narra. La muletilla «que us diré?» con la que encabeza muchos de sus relatos pretende transmitir al lector una mezcla de entusiasmo e intimismo. Al igual que sus antecesores cronistas en lengua catalana, Muntaner carga las tintas apologéticas de su obra con alusiones a temas épicos: Alejandro, Carlomagno, Arturo, Lanzarote y otros hechos maravillosos que dan mayor colorido a la narración 62• Pedro el Ceremonioso y su política cronística.

Con Pedro IV de Aragón (111en la línea condal barcelonesa) se llega al cenit de la política de la Corona aragonesa y se advierten ya los primeros signos de agotamiento. Enérgico y tortuoso, el monarca tuvo también una marcada inclinación por los temas culturales. Espíritu que le conduciría a promover algunas importantes empresas en el campo de la historiografía. A nivel general fue el Compendi historial, empezado por Jaume Domenech y continuado por fray Antonio de Genebreda. Se trata de una obra escasamente original con menos vuelos que la General Estoria, de Alfonso X, o el Speculum historia/e, de Vicente de Beauvais. Ciñéndose al marco de la Corona aragonesa se encuentra la Crónica de San Juan de La Peña, compuesta posiblemente entre 1369-72 y de la que se dieron varias versiones: latina, catalana y aragonesa. La obra comienza con una breve exposición de la historia de España, desde Tuba), Hércules e Hispan, para hacer luego un sumario recorrido por los godos y la irrupción musulmana. La fundación del monasterio de San Juan de la Peña sirve de introducción a la historia propiamente aragonesa, a la que se dedica el grueso de la obra. Culmina en el reinado de Alfonso IV. Las fuentes principales son el De rebus Hispaniae para las partes más generales, y las Gesta comitum barcinonensium para las relacionadas con los condes catalanes. Bien tuviera Pedro IV la intención de que fuera una historia oficial de Aragón o bien deseara que fuera simplemente el prólogo de su propia crónica, la Crónica de San Juan de la Peña fue un texto fundamental para la elaboración posterior de obras sobre los reinos de Aragón y de Navarra 63 .

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LA HISTORIOGRAFÍA PENINSULAR

La carga ideológica de la cronística en lengua catalana alcanza su cima en la Crónica del reinado de Pedro el Ceremonioso, la que, además, menos elementos fantásticos y legendarios tiene de entre las «cuatro perlas». A imitación del de Jaime I, el texto tiene un sentido autobiográfico, casi de memorias, aunque Pedro IV posiblemente fue más su inspirador que su redactor. Esta tarea la realizaría el secretario real Bernat Descoll. La abundancia y claridad de los capítulos referidos a los primeros años de reinado derivan al final en unas notas con escasa ilación. El texto tiene como finalidad primordial justificar la acción política de un monarca en la que la crueldad y la falta de escrúpulos fueron monedas corrientes. Al final, la providencia divina se utiliza como coartada para eludir las responsabilidades personales. La Crónica acaba siendo para el monarca una historia de domo sua, pero también pro domo sua 64 • De ahí las continuas descalificaciones a los enemigos del monarca aragonés: a los rebeldes de Cerdeña y a su jefe, el juez Arborea; al desdichado Jaime 111de Mallorca, cuyo despojo se justifica con la acusación de felonía; a los nobles de la Unión, a cuya historia va dedicada buena parte de la crónica, y, por último, a Pedro I de Castilla, verdadera bestia negra del aragonés, que le acusa de haber promovido permanentemente una guerra injusta y maliciosa 65• La leyenda negra tejida en torno al rey Cruel se nutrió, en buena medida, de las invectivas lanzadas por el Ceremonioso. Por último, coetáneo y consejero de Pedro IV, sería el noble aragonés Juan Fernández de Heredia (1310-1396). Maestre de la Orden del Hospital, soporte de los papas de Aviñón e incansable viajero por el Mediterráneo, bajo su impulso se compusieron algunos textos históricos. Uno de ellos -ya lo hemos adelantado- en la línea marcada por Alfonso X. Fernández de Heredia pasa también por ser uno de los primeros impulsores de la cultura humanista en los estados de la Corona de Aragón 66 •

V.

HISTORIOGRAFÍA

Y CULTURA HISTÓRICA EN LA PENÍNSULA

EN EL OCASO DEL MEDIEVO

El siglo xv se abre con la unión dinástica -casa de Trastámara- de las dos grandes coronas peninsulares. Se cierra con su unión personal (Reyes Católicos). Entremedias, una agitación nobiliaria casi permanente en Castilla, una reactivación de la política mediterránea aragonesa y una auténtica revolución en el Principado de Cataluña marcan las principales pautas políticas. El reflejo historiográfico de este complejo panorama queda marcado por una extraordinaria floración de testimonios. La vía de la retrospección generalista. Las compilaciones, compendios, sumarios, etc., se van acumulando a lo largo de la centuria. Se trata de testimonios muy irregulares y, por lo general, de escasa originalidad. Así, en la más estricta tradición alfonsí se encuentran la llamada Tercera Crónica General, datada hacia 1390, y la Cuarta Crónica General, que lo ha sido hacia 1460. Siguen las pautas del Toledano, de las crónicas generales anteriores y de las crónicas particulares de los monarcas. En una línea similar, Castilla produjo otras obras como el Sumario de los Reyes de España, del despensero de la reina Leonor (o la reina Catalina); la Genealogía de los godos con la destruyción de España (cuya parte más popular se conoce como «Crónica Sarracina»), de Pedro del Corral; la Atalaya de las Choronicas, del Arcipreste de Talavera; los Anales, de Garcí Sánchez de Sevilla; el Repertorio de los Príncipes de España, de Pedro de Escavias; la Crónica

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Abr eviada, de Diego de Valera ; el Compendio historial, de Rodríguez de Almela , o la pintoresca Bienandanza s e fortuna s, de Lope García de Sal azar , sucesión de relato s de historia general y de episodios locale s de las Provincia s Vascas . En la Corona aragonesa, a su vez, Pere Tomic Cauller compuso en 1438 unas Histories e conquestes deis Reys de Arago e comtes de Barcelona , dedicada s especialmente al área catalana-aragonesa , aunque también haga algunas incur siones en los otro s estados ibéricos y en la historia univer sal. Fue una obra de extraordinario éxito. Cuarenta año s más tard e, y aña-

Ca rlos de Vian a. Archivo de la Coro na de A ragó n . Barc elona

diéndol e algunas tradicion es históricas y lege nd arias, el texto sirvió a G ab riel Turell para elaborar su R ecort histo rial de algunas antiquitats de Catalunya, Espanya y Franza r,s. Y algunos años desp ués, Pere Miquel Carbonell (1434-1517) , archivero de la Corona arago ne sa , redactaría una Chronique de Espa nya. Mayor carga ideo lóg ica tie nen otra s obras también de carác ter genera l (Pablo de Cartagena , A lfonso de Car tage na , Sánche z de Ar éva lo. Joa n Margarit , etc.) , que merecen un tratamiento apar te. La gra n innov ación en la vía retro spectiva y compi lator ia se produjo en estos años en el pequ eño reino de Navarra con tr es textos fundament ales para el conocimiento de su pasado

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LA HISTORIOGRAFÍA PENINSULAR

histórico. El primero es la Crónica de los Reyes de Navarra, de García de Euguí, eclesiástico de Bayona vinculado a la corte real, que escribió en los años finales del siglo XIV. Algo más tarde, García López de Roncesvalles, tesorero de Carlos III, justificaba la composición de su Crónica como prólogo al primer volumen de comptos de su gestión administrativa. Su relato se enriquece a medida que se avanza hacia los reinados de los monarcas de la casa de Evreux. Su interés por Navarra es parejo a su despego por los reinos limítrofes. El paso decisivo en la historiografía navarra medieval lo daría el príncipe Carlos de Viana con su conocida Crónica, la más extensa, popular y culta que sirvió de base para los cronistas del siglo siguiente. Es una historia de ámbito estrictamente navarro con referencias a los estados vecinos cuando éstas son de todo punto obligadas 69 • La promoción del cronista oficial.

El naciente estado moderno exigió fuertes organismos de gobierno capaces de refrenar y supervisar las fuerzas centrífugas características de la sociedad medieval. Fue, sin embargo, esa misma sociedad a través de una gradual evolución la que facilitó una parte de esos cuadros. Las monarquías y dinastías que simbolizaban ese estado reforzaron sus señas de identidad impulsando una historiografía que, a su modo, puede calificarse de nacional. La promoción de un personaje -el cronista oficial- resultó de todo punto necesaria para hacer bueno ese propósito. En el caso hispánico se han destacado dos fechas como capitales en la institucionalización del cargo: 1538, en que las Cortes castellanas aprueban la designación de Florián de Ocampo, y 1557, en que las aragonesas hacen lo propio con Jerónimo Zurita 70 • Los precedentes no faltaron, aunque la oficialidad e institucionalización dejaran bastante que desear. Los Sánchez de Valladolid, Ayala, Desclot, Descoll, etc. (por no citar gobernantes como Alfonso X o Carlos de Viana), simbolizan bien ese proceso que aleja gradualmente al cronista del claustro para acercarle al círculo real. El papel de secretario, notario, canciller, etc., se desdobló en el de cronista real. De Ayala se ha dicho que redactó unas crónicas auténticamente oficiales en las que el punto de vista pronobiliario no contradijo, sino todo lo contrario, el servicio a la realeza trastamarista 71• Unos años más tarde, el portugués Femao Lopes reflejó mejor aún esta imagen: «tabeliao» (notario), «guarda-mor» del Archivo Real de la Torre do Tombo, «escribam da puridade» del infante don Fernando y -como derivación de todo lo anterior- encargado, en 1419, por el infante don Duarte de «poer en caronyca as estorias dos Reys» de Portugal hasta Juan J. Para tal cargo se le asignaría, algo más tarde, una pensión de 14.000 libras anuales 72• Asignaciones económicas para ejercer de cronista las encontramos en Castilla, al menos desde 1450, a favor de Juan de Mena, cronista y secretario de cartas latinas. El acoplamiento de estos cargos lo veremos después, en 1456, a favor de Alfonso de Palencia 73 • Unos años más tarde, Pere Miquel Carbonen hablaría de historiadores que recibían un sueldo de Fernando el Católico 74 ••• Poco sabemos de los deberes cronísticos que acompañaban a tales nombramientos durante los reinados de Juan II y Enrique IV de Castilla, más aún si tenemos en cuenta la pluralidad de cronistas oficiales en este último reinado. Lo que sí parece claro es que a lo largo de un siglo -período que discurre entre López de Ayala y Hernando del Pulgar- el oficio de cronista va saliendo de su anonimato y su labor deja de ser el simple apéndice del trabajo de un secretario 75 •

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Abreviada, de Diego de Valera; el Compendio historial, de Rodríguez de Almela 67 , o la pintoresca Bienandanzas e fortunas , de Lope García de Salazar. sucesión de relatos de historia general y de episodios locales de las Provincias Vascas. En la Corona aragonesa , a su vez, Pere Tomic Cauller compuso en 1438 unas Histories e conquestes deis Reys de Aragó e comtes de Barcelona, dedicadas especialmente al área catalana-aragonesa , aunque también haga algunas incursiones en los otros estados ibéricos y en la historia universal. Fue una obra de extraordinario éxito. Cuarenta años más tarde , y aña-

Cu los de Viana. Archivo de la Coro na de Arag ón. Barcelona

diéndole algunas tr adiciones histór icas y lege ndari as, el texto sirvió a Gabriel Turell para elaborar su R ecorr historial de algunas antiquitats de Catalunya , Espanya y Franzaol' _11"hÁf

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... «Que no se hagan de nuevo sinagogas» .... «que no les dejen ser Médicos» .... «que no les sirva ningún cristiano». son algunas de las recomendaciones del Bre1·ede Benedicto XIII contra los judíos

so Buenhombre 3~. También pertenece a la misma época el Mostrador de justicia, obra cargada de la animosidad característica de los judeoconversos, a cuyo grupo pertenecía su autor. Abner de Burgos o Alfonso de Valladolid '6. Después de los desastres que provocaron las revueltas antisemitas en la última parte de esta centuria, aumenta la corriente de literatura polémica contra las creencias hebraicas. En este ambiente se sitúa la empresa apologética acometida por Benedicto XIII durante el Cisma. En la conversión masiva de los judíos. el papa Luna esperaba encontrar un argumento importante a favor de su causa. Escribió personalmente un tratado de esta clase: el Tractatus contra iudeos, convocó la disputa de Tortosa (1413-14) con intenciones semejantes y reunió en su biblioteca una colección notable de obras sobre la misma temática 37 • No consigue éxitos deslumbrantes, pero sí seguidores que le imitaran. San Vicente Ferrer, que sostuvo durante muchos años, y de manera decidida. la obediencia aviñonesa, participa también en los propósitos polemicoapologéticos del papa Luna. A ellas responde el Tractatus comra perfidiam j11daicam''.

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A lo largo del siglo xv proliferan las obras contra los judíos en todas partes 39• Los sentimientos generalizados de xenofobia antisemítica se exacerbarán aún al suscitarse el «problema converso» a mediados de la centuria. Los «Estatutos de limpieza de sangre» que comienzan a exigirse entonces -el primero, el de Toledo, data del año 1449- complicarán todavía más las cosas, propiciando lo que ha dado en llamarse una «teología de la sangre» de doble orientación: la mantenida por autores más radicales, algunos de ellos judeoconversos, que, recelando de la sinceridad de los conversos y acusándoles de judaizar, les trataban como herejes; y otra moderada, y mucho más razonable, que hacía caso omiso del origen étnico a la hora de juzgar la honestidad de cualquier miembro de la comunidad cristiana, cuya unidad consideraban amenazada por los planteamientos estrictamente raciales 40 • El franciscano Alonso de Espina, con su conocida obra Fortalitium fidei (1462), citada anteriormente, constituye un buen ejemplo de la apologética intransigente: ataca en ella a los conversos, poniendo en tela de juicio su autenticidad y atribuyéndoles herejías características de la época, y a los judíos viejos, fieles a su religión hebraica, esgrimiendo contra ellos los argumentos de la apologética tradicional 41 • De entre la abundante materia y la casuística escolástica que llena su obra emerge su propósito práctico: el establecimiento de una inquisición contra los conversos y la expulsión de los judíos de España. Su extensa obra contiene el plan programático que luego iba a llevarse a la práctica con las medidas tomadas por los Reyes Católicos en los años 1481-924'.

La corriente apologética moderada, opuesta a los estatutos de limpieza de sangre -en la práctica mera arma arrojadiza del pueblo llano contra la nobleza y el clero alto- y a la inquina irracional de los escritores polemistas intransigentes frente al converso, tuvo, asimismo, obras y autores de renombre. El más significativo de todos fue, probablemente, el humanista Alonso de Cartagena, también de ascendencia judía, con su Defensorium unitatis christianae (1449-50)43 • Los ataques literarios a la minoría musulmana peninsular o al islam en general se incluían frecuentemente en los tratados polémicos más generales y con preferencia antisemíticos. Y tuvieron menor trascendencia. Sin embargo, después de la caída de Constantinopla (1453), en el contexto de una renovada exaltación de la idea de cruzada ante los nuevos enemigos de la cristiandad, los turcos, vuelven a componerse tratados antiislámicos 44 • Juan Alfonso de Segovia (1395-1458) y su Alcorán trilingüe -en árabe, latín y castellano- puede ser considerado merecidamente como el paradigma de la actitud apologética respetuosa y ecuménica frente a los musulmanes 45 • La expulsión masiva de los judíos ordenada por los Reyes Católicos (1491-92) y la de los moriscos a comienzos del siglo xvn constituyen ya hitos decisivos en la decadencia de este género de literatura, elaborada bajo la presión de presupuestos más economicosociales con ribetes de racismo que propiamente teológicos. En cualquier caso, la literatura polémico-apologética del tardo medievo contribuyó, como un elemento importante, a resquebrajar la unidad social de las comunidades peninsulares que sólo hubiera sido posible consolidar sobre el respeto entre las distintas creencias y etnias coexistentes desde muy antiguo. La primera teología espiritual en romance.

La teología espiritual del siglo xm aborda una temática de índole preferentemente moralizante y ascética, siguiendo esquemas tradicionales, tanto en el contenido como en la forma de presentarla. La mayor novedad de esta clase de literatura estriba precisamente en el hecho de que parte de la misma esté escrita en romance. Sus autores. preocupados sobremanera por

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la instrucción de la clerecía ignorante y del pueblo fiel, pretendían que los tratados escritos resultaran fácilmente comprensibles. Algunos de ellos presentan una estructura de naturaleza formalmente catequética y. en ocasiones. son tan poco ambiciosos que se reducen a la simple enumeración de los elementos más esenciales de la fe y de la moral cristianas: los artículos de la fe -el Credo-, los sacramentos. los mandamientos. las virtudes y vicios. y las obras de misericordia, con explicaciones muy escuetas. La exposición De los diez mandamientos, una breve composición romance y anónima de la época de Alfonso X. constituye un buen ejemplo de estos sencillos tratados didácticos -16. El Setenario. obra concebida ya por Femando III y llevada a cabo por su hijo. «sin duda la obra más personal de todas las atribuidas a Alfonso el Sabio» 47 , aunque. en principio. respondiera al proyecto general de unificación jurídica que el rey conquistador se había propuesto como tarea urgente, en su fisonomía actual aparece como un tratado de claras intenciones didácticas y moralizadoras: ... mandó el rrey don Herrando ffazer este libro que touyesc él e los otros rrcyes que después dél viniesen por tesoro e por mayor e meior conseio que otro que pudiessen tomar. e por mayor seso. en que sse viessen ssienpre commo en espeio para ssaber emendar los ssus yerros e los de los otros e endcrepr ssus ffechos e ssaberlos ffazer bien e conplidamiente "'.

El autor, haciéndose partícipe de una antigua tradición teológica que arranca ya de la primera patrística, descubre el universo material y social. en su pasado histórico y en su actualidad, transido de virtualidades simbólicas, por medio de las cuales las cosas. y particularmente los acontecimientos, aun los de la época precristiana aparecen referidos implícitamente a la divinidad. Esas huellas de la verdad divina encuentran su explicitación adecuada en la revelación bíblica. Por ello, nada tiene de extraño que esta especie de «catequesis cosmológica» del Setenario -reflejada también sistemáticamente en el provincialismo histórico-moralizante de la cronística cristiana y de la obra histórica de Alfonso X- dedique muchas páginas a la exposición de la fe cristiana. Las leyes XXXV-LXIX se ocupan de los capítulos centrales del dogma, entreverando el tratamiento habitual con infinidad de referencias relativas a la astrología y a la religiosidad pagana. Desde la ley LXX a la CVIII trata pormenorizadamente sobre «Quántos sson los ssacramentos e en quántas maneras son guardados e qué pro viene dellos a los que los rre~iben». Esta última parte del Setenario puede considerarse con todo derecho como un verdadero tratado, relativamente extenso, el primero en romance, de sacramentología general y específica. El número de siete que aparece ya en el pórtico de la obra está cargado también de resonancias simbólicas, como ha puesto de relieve Rafael Lapesa en la introducción a la misma y responde, además, a la estructura septenaria de algunos tratados catequéticos compuestos en latín -el De quinque septenis seu septenariis. de Hugo de San Víctor. por ejemplo- que mantienen esa distribución por razones nemotécnicas. Alfonso X volverá a incluir en la primera partida ambas exposiciones de la fe y de los sacramentos siguiendo pautas parecidas. La vinculación del Setenario y de la magna obra jurídica del rey Sabio resulta evidente. En Aragón, durante el siglo XIII. también se compusieron varios tratados sobre los sacramentos. Pero se sitúan en otro contexto cultural y responden a coyunturas históricas diferentes. El primero de ellos, la Summa septem Sacramentorum ( 1236-38), de Pedro de Albalat. el prelado que secundó plenamente los proyectos reformistas del legado papal Juan de Abbeville, y los tratados similares de Raimundo de Sisear. obispo de Lérida ( 1238-47), de Andrés de Albalat, obispo de Valencia ( 1248-76). además de estar escritos en latín. utilizando categorías teológicas tradicionales. carecen por completo de esa inspiración cósmica, univcrsalista y teocéntrica, que

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anima los trabajos didacticomoralizantes del soberano castellano 49 • La misma deficiencia volverá a encontrarse en la Glosa de los diez mandamientos y la Glosa del «Pater noster» del obispo de Jaén, Pedro Pascual (t 1300), escritas para la instrucción de los cristianos del reino granadino 50 • Su autor, imbuido de un fuerte espiritualismo, no ha podido superar, sin embargo, cierta intencionalidad polémico-apologética. forzado, sin duda, por la circunstancia personal que le afectaba profundamente: su propia cautividad en una cárcel de Granada. Al comentar la primera petición del «Pater noster» quiere ya dejar bien sentado que «esta palabra -Padre nuestro- no la pueden decir los moros, nin los judíos, nin los malos cristianos» 51• El Elucidario compilado bajo el patrocinio de Sancho IV (1284-95) tuvo una importancia notable en el campo de la literatura didáctica escrita en romance a finales del siglo XIII. La obra castellana, al igual que otras foráneas, recoge en la primera parte una larga exposición de la fe cristiana. más de la mitad del texto completo. que depende del conocido Elucidarium, de Honorio de Autun. redactado a finales del XI 52 . Pero el autor o autores de la compilación peninsular añadieron al prototipo latino infinidad de elementos relacionados con las ciencias de la naturaleza, gracias a los cuales se pone en circulación. a niveles populares, un fecundo caudal de saberes helenísticos y árabes. El tratado didáctico de Sancho IV. por su estructura a base de preguntas y respuestas. el modo de los catecismos latinos utilizados en aquella época y, por su estilo, asequible incluso a los no avezados a las sutilezas de escuela, ... desempeñaba un importante y útil papel, no como un texto de grandes verdades filosóficas o científicas. sino más bien como un instrumento de instrucción há~ica. con el que el estudiante se podía familiarizar con los rudimentos del nuevo saber científico junto con las cuestiones fundamentales de la teología de mayor circulación. presentada, a manera de falsilla para el catecúmeno desacostumbrado a los peligros siempre presentes en las formas más desarrolladas del saber filosófico a base de Aristóteles 1 '.

La obra posee. además, un gran valor como testimonio elocuente de la mentalidad popular y colectiva de ese período de transición en torno al 1300. Pero ni ella ni sus homónimas extranjeras contienen elementos moralizantes propiamente dichos o hagiográficos, dos formas esenciales. asimismo. para las técnicas de instrucción de los grupos sociales. Las colecciones de «miracula». los legendarios y las narraciones hagiográficas fueron. también, géneros muy fecundos en la literatura espiritual de este período. Los Milagros de Nuestra Señora, del riojano Berceo, obra compuesta a mediados del siglo XIII a partir de una de las numerosas colecciones de leyendas y milagros que eran utilizadas habitualmente y en todas partes desde el siglo XI. constituye. sin duda. la primera muestra en romance de esta clase de literatura. Con ella su autor pretende aumentar la devoción a la Virgen. en pleno auge ya durante aquella centuria 54 • Las Cantigas de Santa María, con el sello personalísimo del Rey Sabio, continúan la misma tradición mariológica inaugurada por Gonzalo de Berceo, cuya obra, al igual que la de Gil de Zamora, que también escribió sobre temas marianos, conocía seguramente el soberano castellano. Una parte de los poemas alfonsíes fue compuesta por el propio rey, y en todos utiliza el gallego. quizá porque esta lengua poseía una mayor expresividad poética gracias a sus tonalidades musicales o tal vez porque el poeta quisiera consagrar para la lírica una lengua distinta de la utilizada en la prosa. La temática de las cantigas es sencilla: alabanzas a la Virgen -Cantigas de loor- y narraciones de milagros. tomados. lo mismo que Berceo. de las colecciones al uso en toda Europa. El encanto de algunas de ellas aumenta cuando el autor hace referencia a motivos de índole localista o a experiencias personales. El recurso no tiene, sin embargo. nada de novedoso. como nota perfectamente Deyermond: «En los sermones populares los predicadores utilizaban con frecuencia exe111¡1/a.su pues-

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tamente autobiográficos, para hacer aquéllos más atractivos» 55 • A muchos de estos poemas marianos se les adaptó una melodía para que pudieran cantarse. Alfonso X contribuyó también al desarrollo de la hagiografía propiamente dicha, encargando al canónigo sevillano Bernardo de Brihuega una colección de vidas de santos 56 • En este apartado deben incluirse, asimismo, los conocidos poemas hagiográficos de Gonzalo de Berceo: Vida de Santo Domingo de Silos, Vida de San Millón y Vida de Santa Oria. Los tres dependen de fuentes latinas anteriores, y en ellos, de manera especial en los dos primeros, se conjugan perfectamente las motivaciones religiosas y edificantes o catequéticas con los intereses propagandísticos y económicos de los grandes cenobios benedictinos: el de Silos y el riojano de la Cogolla 57• En la segunda parte del siglo xm, el fraile dominico Rodrigo de Cerrato (t 1290) compone también un interesante florilegio hagiográfico: las Vitae Sanctorum, en las que compendia breves reseñas de una larga serie de santos del calendario litúrgico58. La obra no tiene mayor originalidad, ya que el autor se limita a resumir otras biografías extensas de pasionarios más antiguos. Probablemente, lo único original sean algunas noticias relacionadas con santos contemporáneos suyos. Este tipo de compilaciones se hace habitual en todas partes desde 1250, cuando comienzan a redactarse las llamadas Abbreviationes, Legendae novae o Passiona/ianova. La Leyenda dorada, de Santiago de Vorágine, la pieza más significativade este nuevo tipo de legendarios hagiográficos, conseguirá una fama extraordinaria en la época posterior 59 • Con todo, las Vitae del Cerratense persiguen un objetivo muy bien definido por el propio autor en el prólogo: ... eligiendo lo útil, procuré recoger en un solo volumen, de manera breve y sucinta, las vidas de los Santos, cuyas fiestas celebra la Iglesia y de cuyas historias son devotos los fieles. que andaban dispersas en varios libros y escritas de modo farragoso. Así, separados los elementos superfluos, para que la proligidad, madre del tedio. no retraiga con ellos al lector, la brevedad lo atraiga, la utilidad lo conmueva y el tono retórico no lo aleje, los predicadores no carecerán ya de materiales a la hora de hablar de los santos, podrán encontrar. asimismo, buenos ejemplos para excitar la devoción de los fieles y la precariedad de los clérigos no les servirá de excusa para tener esta clase de biografías"º.

La finalidad esencial del género hagiográfico en esta época, según parece deducirse del prólogo de Rodrigo de Cerrato, se sitúa en la misma línea que la literatura didáctica y moralizante, elaborada a partir de colecciones de exempla, tomados frecuentemente de la literatura oriental. Las colecciones de vidas de santos constituyen también otro venero inagotable de referencias ejemplares, en las cuales los responsables de la instrucción popular pueden encontrar una base sólida a la hora de supositar las pautas del comportamiento del pueblo fiel, sin los peligros de una ética o de una moral construida con materiales de procedencia no cristiana, como ocurre frecuentemente en la literatura gnómica y sapiencial 61 • Por otra parte, el diseño de un santo, especialmente cuando éste es antiguo, se efectúa sin la más mínima preocupación crítica o histórica. En general, responde a un estereotipo utilizado casi mecánicamente. Por ello, los resultados del análisis de esos «topoi» o lugares comunes prevalentes en las distintas biografías o leyendas hagiográficas constituyen una información de gran valor a la hora de individuar la mentalidad predominante de la época. Detrás del prototipo de «santo», homologado por los responsables de la cultura y de la instrucción pública, pueden descubrirse, sin duda, los rasgos configuradores del modelo de hombre, los comportamientos fundamentales y los valores eticomorales vigentes y legitimados por la aceptación casi universal de todos los grupos sociales. En realidad, la literatura hagiográfica y la literatura sapiencial o moralizante se dan la mano mutuamente y ofrecen entrambas, en muchos aspectos, una información histórica muy similar.

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A finales del siglo XIII, los frailes de la Merced quieren perpetuar la memoria de los fundadores de la Orden. Juan de Llers (t 1290) escribe la Vida de San Pedro No/asco, de quien había sido compañero, y la Vida de Santa María de Cervellón, la primera monja mercedaria. Pedro de Amer (t 1301) compone, por su parte, otra Vida de San Pedro No/asco, compilando también las primeras constituciones de la congregación 62• Domingo de Guzmán, el fundador de los predicadores, tuvo, asimismo, biógrafos poco después de su muerte 63 • Resulta imposible, en la actualidad, diseñar ese prototipo de santo de este período del medievo, descrito por las fuentes hagiográficas de la época o posteriores. Faltan aún estudios específicos y generalizadores. Pero sí es posible realizar, con cierta cautela, una aproximación al paradigma de santidad, que encarnaron históricamente una serie de personajes reconocidos posteriormente como santos. De hecho, el siglo XIII, desde sus comienzos, fue una centuria pródiga en santos. Se le ha llamado, sin más, «el siglo de los santos». Y, en su conjunto, reproducen con bastante claridad las coordenadas ideológicas de la época. No parece nada descabellado afirmar que el santo del doscientos «presenta marcados ribetes elitistas y parece el producto casi exclusivo de la clase nobiliaria en período de consolidación» 64 • La cúspide del organismo estamental cuenta también con representantes como Fernando III. primo de San Luis de Francia, o Isabel de Portugal (t 1336), hija de Pedro 111de Aragón y de Constanza de Sicilia. Pero la mayoría de los santos de la época pertenecían a familias nobles, normalmente de segunda categoría. Casi todos, después de una juventud mundana, abrazan la vida regular, para terminar rigiendo los destinos de un monasterio o de una sede episcopal, todo en perfecta consonancia con el rango social al que pertenecían. San Pedro Nolasco, el fundador de los mercedarios, parece que fue el único perteneciente al estamento de los «piadosos mercaderes». La fascinación por lo heroico, otra de las constantes ideológicas de la época, aparece con relativa nitidez en el santoral de la centuria. De hecho, las órdenes dedicadas a la redención de cautivos, de manera especial la de la Merced, que en sus comienzos fue una orden de caballería. cuentan con la nómina más amplia de santos. San Pedro Pascual, San Ramón Salón Surrons o Nonato y San Pedro Armengol -este último, antes de su conversión, responde a los rasgos definitorios del «malhechor feudal»- supieron convertir en realidad ese ideal de vida heroica, tan apreciado por todos los grupos sociales. Domingo de Guzmán, que llevó a cabo una de las fundaciones más importantes de la segunda Edad Media, la orden de los Predicadores. en su talante personal y en las intenciones apostólicas que imprimió a su congregación responde plenamente a las demandas fundamentales de la cultura urbana, que a mediados de la centuria estaba en pleno desarrollo. Pero el de Caleruega. por sus orígenes familiares, por su formación intelectual y por su mentalidad social «se hallaba en el polo opuesto al de los inquietos reformadores populares de las ciudades del siglo XIII 6~ y al de los líderes de los movimientos espirituales de carácter radical. Resulta extraño, y al mismo tiempo muy ilustrativo, el hecho de que en el santoral del doscientos no se encuentren nombres de frailes franciscanos, cuya influencia en los distintos reinos peninsulares puede parangonarse a la de los mismos predicadores. Al releer detenidamente esas listas de santos del siglo XIII aparece en seguida un detalle bastante significativo. Sólo dos de los santos de este siglo: Santo Domingo de Guzmán y San Bernardo Calvo fueron canonizados durante la Baja Edad Media. Los restantes no consiguieron el refrendo oficial de santidad hasta los siglos XVII y xvm, la época clásica del Antiguo Régimen, de una sociedad tanto o más compartimentada que la medieval y un período de la historia de la espiritualidad, el barroco, muy propenso a admirar tradiciones y leyendas cargadas de elementos prodigiosos o extraordinarios. Bien es verdad que. a veces. las poblaciones o

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las regiones en las que los santos habían desplegado su actividad apostólica o misionera y las órdenes de las que habían formado parte, ya les rendían culto desde hacía mucho tiempo. La teología del doscientos en su vertiente específicamente espiritual o mística resulta muy escasa. Los mercedarios formaron un grupo de escritores sobre esta materia con todas las características de pionero. Observaban desde su fundación una regla atribuida a San Agustín, conocían bien al doctor de Hipona y estarían familiarizados con su pensamiento religiosoteológico claramente influenciado de platonismo. Por eso, nada tiene de extraño que las primeras obras espirituales de los mercedarios reflejen, de algún modo, dicha filiación. Los Diálogos entre el alma y el Creador, de Arnau Pons, fue, sin lugar a dudas, lo más relevante de esta clase de literatura. Dicho tratado, juntamente con los de Ramón Llull, debió de constituir un hito destacado en la historia de la espiritualidad peninsular durante la Edad Media. El mismo autor ha escrito también otros dos opúsculos sobre la oración mental6(,. Pedro de Amer, un mercedario conocido ya por sus aportaciones hagiográficas, tiene un trabajo sobre la humildad (De humilitate). Y San Pedro Pascual, cuya pertenencia a la orden mercedaria parece estar ya fuera de discusión, escribió un sencillo comentario al Padrenuestro, haciendo una lectura muy espiritual de las siete peticiones. Finalmente, Ramón Albert (t 1327), miembro de la misma congregación religiosa, compondrá varios tratados relacionados con temas concretos de la vida espiritual 67 • Ramon Llull cierra el capítulo de la literatura espiritual que se escribe en torno al 1300. Aunque el objetivo fundamental de su inmensa producción fuera apologético y misionero, a lo largo de ella abundan las páginas impregnadas de un pensamiento místico-contemplativo muy elevado. La teoría de las «dignidades» o perfecciones divinas, expuesta más arriba, constituye la clave de ese ejemplarismo cósmico-metafísico, que anima el pensamiento y la religiosidad lulianos. Por otra parte, el mallorquín elabora una antropología ternaria, en la que las tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad, son concebidas como un reflejo claro de la Trinidad divina. Sobre estos dos pilares: el ejemplarismo y la antropología trifuncional. descansa todo el edificio místico del iluminado mallorquín. El espíritu humano, ejercitando las tres facultades esenciales con sus cinco sentidos espirituales y aplicándose a la contemplación de las perfecciones divinas, bien en sí mismas o a través de las huellas de lo divino impresas en las criaturas, va elevándose paulatinamente hasta la misma divinidad . Acordaron entre sí -del An dt• conremplaciá- la memoria. entendimiento y voluntad de contemplar a la divina bondad en la virtud. verdad y gloria: y rccord{1 la memoria virtud de bien infinido . existiendo la virtud infinida en verdad y gloria: y el entendimiento entendió todo aquello que la memoria recordó: y la voluntad amó todo aquello que la memoria rewrdaba y el c:ntcndimiento entendía ... «Y tú. ¡oh memoria!. si el Soberano Bic:n me condena. ¿qué memorará de Tomás de Aquino como referencia segura y sin servilismos innecesarios. Las Novarum defensionum y las Defensiones suelen citarse como los trabajos más significativos de este autor y de la nueva orientación del tomismo. El año 1517, cuando el profesor de la ciudad del Tormes era ya titular de la sede arzobispal de Sevilla. funda en esta ciudad el colegio de Santo Tomás. según el modelo de San Esteban, de Salamanca. para que allí «se lean una lición de Sagrada Escritura. con exposición de doctores católicos. y otra del Maestro de las Sentencias. con la letra del Angélico Doctor Santo Thomás»; en filosofía primaría la lectura del «filósofo>• (Aristóteles) 276 • Unos años antes ( 1505), el capítulo general de los dominicos celebrado en Milán había preceptuado para todos los estudios generales de la orden el texto obligatorio de las obras del doctor de Aquino: Pmkmm. pues. corisrdcrar a Diego th: Doa rnmo la anilla intnmcdia cntrc .:,tey la escuela tomista de principios tk-1,1¡:lo \\ 1. lmllantL"111e111e reprc,entada por L"Icardenal Ca1ctano. d Fnr,1ril"ll\l". y Pedro Crockacrt. entre otros. y. a la ,o. como L"iintrnductPr en la Univcr,idad de Salamanca de la reforma tcolci¡:ic·a :--_

Francisco de Vitoria. Melchor Cano y Domingo de Soto serán los pilares de la gran escuela salmantina.

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Y FILOSOFÍA

Influencias del humanismo en la filosofía y teología españolas. El humanismo renacentista, entendido como «sistema cultural dominante», es un fenómeno generalizado en la cristiandad occidental, de naturaleza compleja y disforme: con manifestaciones que en un primer análisis pueden parecer contradictorias. Tampoco presenta un desarrollo sincrónico en todas las partes. Su núcleo generador y difusor fue, fundamentalmente, Italia, y desde diferentes centros culturales italianos, célebres por sus escuelas creadas a la sombra de maestros de relieve, va propagándose paulatinamente a otras latitudes europeas. En la Península Ibérica alcanza su plenitud y también la genuinidad a lo largo del siglo XVI, pero ya pueden vislumbrarse con claridad rasgos inequívocos de ese singular sistema de valores, de la nueva forma de concebir el mundo, durante la centuria anterior, de manera especial en la segunda mitad: y también cuenta con precursores relevantes entre personalidades que vivieron en torno al 140027 ~. En la actualidad resulta fácil individuar y precisar el punto de partida y los principales caminos que siguieron los ideales humanistas hasta conseguir ciudadanía plena en la Península: la Curia aviñonesa durante el pontificado de Benedicto XIII (1394-1403), gran impulsor de los estudios universitarios, amigo de muchas personalidades cultas de su tiempo y amante de la cultura clásica, especialmente la moralizante de inspiración senequista. La biblioteca del papa Luna, espléndida para su tiempo, constituye un elocuente testimonio de la afición de este prelado aragonés por los autores antiguos. Los numerosos concilios generales del siglo xv, especialmente Basilea (1431-38) y Ferrara-Florencia (1438-45), que contaron con la presencia de nutridas embajadas pertenecientes a los distintos reinos peninsulares. pudieron ofrecer a los componentes de las mismas: obispos, maestros de Artes, de Filosofía o de Teología, la posibilidad de asomarse a un mundo cultural mucho más amplio que el tradicional de sus respectivas diócesis o estudios. Allí tuvieron ocasión de conocer las novedosas corrientes eclesiológicas, tratar a figuras cualificadas de la cultura griega u oriental y acercarse a los representantes más renombrados del humanismo italiano. Algunos de estos viajeros aprovecharon la ocasión para retornar a sus lugares de origen con buenos acopios de códices que harán traducir en seguida. Los contactos entre estos embajadores y el humanismo de moda en la Italia del Quatrocento han sido ya constatados repetidamente por numerosos autores. La correspondencia de Dalmacio Mur, arzobispo de Zaragoza, con el famoso humanista Poggio Bracciolini y las relaciones estrechas de Nuño de Guzmán con Giannozzo Manetti o el Aretino constituyen sólo dos muestras aisladas del nuevo clima del comercio espiritual que comienzan a fomentar los españoles que viajan más allá de los Pirineos en esa época 279. Bien es verdad que alguno de estos viajeros, apegados todavía a una fuerte mentalidad tradicional, eran incapaces de asimilar plenamente realidades culturales vigentes en otras latitudes de la cristiandad. Por otra parte, varios de aquellos eclesiásticos fijaron ya su residencia en la Curia romana, donde pasarán toda o la mayor parte de su vida. Los nombres de Alonso de Cartagena o de Rodrigo Sánchez de Arévalo, muy relacionados con los más renombrados humanistas italianos de la segunda parte del siglo xv, están en la mente de todos. Pero el humanismo renacentista rebasa ampliamente los marcos precisos de la escolástica medieval, controlada habitualmente por eclesiásticos. La Corte de Juan II de Castilla ( 1406-54) fue también un ambiente propicio para la promoción de las inquietudes renovadoras foráneas. El soberano castellano, mejor mecenas de literatos, filósofos o artistas que político. se convierte pronto en animador decidido de las tendencias impulsadas por los humanistas italianos.

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Fuero Juzgo, de Alfon so X el Sabio .

Archivo Municipal. Murcia

claramente de relieve. El pensador burgalés , después de dejar bien sentado que la actividad intelectual del hombre está condicionada notablemente por su corporalidad limitada y contingente , insiste en la necesidad de un conocimiento de las cosas humanas dependiente de esa corporalidad. El entendimiento humano puede elevarse hasta los niveles de lo espiritual , pero la verdadera sabiduría es una cualidad específicamente divina , a la cual sólo pueden llegar los humanos por conce sión gratuita de Dios por la fe en última instancia , situándose así dentro de las coordenadas de la más clásica tradición cristiana. A partir de esta distinción bastante nítida entre conocimiento pr áctico-natural y contemplativo o sapiencial , Cartagena sienta las bases de una ética en la que afloran ya alguno s matic es de índole naturali sta donde las nocione s de «virtud » y de «honor » figuran concebidas sin vinculaciones muy estrictas a los pre supue stos cristianos. El autor castellano, influido , sob reman era , por la filosofía moral de los estoico s, pone todo el énfasis en las virtu des moral es , inmediatam ente operativas. por medio de las cuales el hombr e puede desarrollar la función que le ha correspondido llevar a cabo en el universo mundano y secular , rebajando de modo considerab le el valor de las actividades formalmente intelectu ales o cont emplativa s:

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HISTORIA DE ESPAÑA

Pier Cándido Decembrio, por ejemplo, lleva a cabo la traducción de una parte de la Ilíada para el soberano castellano, que tenía en Italia embajadores de la talla de Alonso de Cartagena para sus inquietudes intelectuales. La Corte aragonesa del siglo xv no sólo iba a la zaga de la castellana en este terreno, sino que la aventajaba notoriamente. Desde el reinado de Martín I el Humano (1395-1410), que había pasado algún tiempo en Sicilia, comienzan a prodigarse las traducciones de autores clásicos y de los primeros humanistas italianos: Dante, Petrarca y Boccaccio. Esta proyección cultural, clasicista e italianizante, adquiere unas proporciones extraordinarias durante el reinado largo de Alfonso V el Magnánimo (1416-58). Después de la conquista de Nápoles por el aragonés (1443), su corte italiana llega a ser pronto un lugar de encuentro para los mejores representantes de la cultura de la época. Este auge cultural de la corte napolitana ejerce, lógicamente, un fuerte atractivo en autores castellanos y, sobre todo, de habla catalana, convirtiéndose para ellos en un lugar de cita obligada con sus contemporáneos de Italia. Pedro Miquel Carbonen (1434-1516), en De viris illustribus cata/anís suae tempestatis, nos ha dejado una referencia elocuente de las personalidades hispanas que frecuentaron la corte del rey de Aragón. De hecho, los viajeros peninsulares que llegaban a Nápoles podían encontrar allí a los humanistas italianos y extranjeros de mayor renombre. Sabemos que Alfonso V mantuvo relaciones estrechas con una verdadera constelación de primeras figuras del Renacimiento. En su copioso epistolario figuran los nombres de Leonardo Bruni, Francesco Filelfo, Guiniforte Barzizza, Poggio Bracciolini, Giovanni Aurispa, Bartolomeo Fazio, Antonio Becadelli, Flavio Biondo o Lorenzo Valla 280• Carlos de Aragón, príncipe de Viana y heredero del trono de Navarra, educado bajo las pautas humanísticas de moda en la corte aragonesa, también participó de los mismos ideales. Se debe a él una traducción de la Ética, de Aristóteles, a partir del texto latino de Bruni, con modificaciones o retoques que la hicieran compatible con la moral cristiana. Siguiendo estas mismas directrices invita a los sabios de la época, en su famosa Epístola a los valientes letrados de España, a que acometan una obra magna de moral, en la cual fuera posible hermanar las enseñanzas cristianas y el sistema ético-político del Estagirita. Además, como conocía personalmente el abigarrado ambiente espiritual de Nápoles, poco antes de su muerte (1461) quiere contratar a un humanista italiano, Angelo Decembri, para que hiciera de preceptor suyo y tienta también económicamente a un sabio oriental, Teodoro de Gaza, para que se trasladara con todos sus códices a Barcelona, donde pudiera abrir una escuela de lengua griega 281• Tal vez el humanismo peninsular, muy vinculado todavía a la tradición medieval, era incapaz de volar muy alto. Se ha dicho muchas veces y probablemente sea verdad. Pero parece innegable que durante buena parte del siglo xv el pensamiento filosófico de los hombres de ciencia apuntaba ya, con mayor o menor explicitud y radicalidad, hacia tales horizontes. Muchos pensadores, y algunos tan profundamente religiosos como Alonso de Cartagena, el verdadero prototipo de los humanistas del «Cuatrocientos» español, asumieron las incidencias de ese espíritu secularizador que anima, prácticamente de forma insensible, la mentalidad colectiva de la época. Cartagena es fundamentalmente un moralista sin grandes pretensiones especulativas, con un sistema en el que habían influido de manera decisiva la literatura hebrea y la filosofía senequista. Y él mismo se define, sin ambages. como un moralista cristiano. Pero, aunque profese una religiosidad tan genuina, no puede sustraerse a esa corriente soterrada de espíritu secular que conmueve los cimientos del humanismo renacentista. El análisis realizado por Di Camillo hace unos años sobre este autor clave del renacimiento castellano -cuyas tesis fundamentales tratamos de formular sucintamente en esta parte de nuestro trabajo- lo pone

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HISTORIA DE ESPAÑA

Desde comienzos del siglo xv el humanismo cívico había venido insistiendo en la bondad de la vida activa. Estos humanistas solían salir de una clase en ascenso, la de los «letrados» (médicos. hombres de leyes. profesores, administradores del estado, etc.), gente que trabajaba y tenía una conciencia profesional.

Por eso, nada tiene de extraño el que Cartagena defina el honor como algo humano, finito y perecedero, ajeno a la divinidad, pero propio, eso sí, de la persona adornada de virtudes 18~. En Alonso de Cartagena la ética y las virtudes políticas, como también subraya Di Camilla, aparecen todavía íntimamente unidas. El fondo teocrático de la filosofía política de Cartagena influye aún en sus planteamientos esenciales. Pero desde mediados de la centuria la fisura entre el ámbito de la moralidad y de la práctica política se irá convirtiendo paulatinamente en una llamativa realidad. Los valores éticos, las mismas virtudes. se subordinan ya a la eficacia política, preanunciando. con mayor o menor claridad, los supuestos maquiavélicos. Desde mediados de siglo la virtud comienza a ser identificada «con lo útil, lo provechoso y lo placentero, antes que con una desinteresada y abstracta recompensa moral» 183 • Y el mismo concepto de honor reproducido por Fernando de Rojas en La Celestina, espléndido y elocuente paradigma literario del mundo laico y secular de finales de la centuria, se desacraliza del todo y hasta se le desvincula de las connotaciones éticas tradicionales 284 • Juan de Lucena (t 1506), jurisperito, diplomático de los reyes de Castilla, viajero en Italia y asiduo de Eneas Silvia Piccolomini (el humanista Pío 11), constituye también un buen ejemplo de los «hombres de saber» que han alcanzado ya una mentalidad más secularizada. característica de algunos humanistas peninsulares, especialmente letrados. de finales del «Cuatrocientos» 285• En el Libro de vita beata, un tratado en forma de diálogo que recuerda a los platónicos y a algunos escritos por italianos contemporáneos suyos, además de defender a los conversos -él era uno de ellos- lleva a cabo una crítica inmisericorde de los estados sociales, del clero sobre todo, y presenta una forma de moralidad subjetiva, interior y personalizadora, anticipadora, en cierta medida, del erasmismo del siglo xv1286 • A. Alcalá define así esos supuestos rasgos de preerasmismo: ... la virtud como nobleza, la sinceridad sobre la vida. la interioridad rescatada del bullicio. la individualidad frente a la masa, la razón como guía. la tolerancia como programa, la reforma como meta:".

En las historias del pensamiento español suelen incluirse a Pedro Díaz de Toledo y a Fernando de Córdoba entre los filósofos destacados del primer Renacimiento. El primero, muy vinculado también a la familia del marqués de Santillana -al parecer era su capellán-, afronta el problema de la inmortalidad del alma -temática habitual en los pensadores de la época avezados a la lectura de los clásicos- en un tratado que titula: Diálogo o razonamiento en la muerte del marqués de Santillana. La imitación estilística de los diálogos platónicos y los supuestos doctrinales inspirados en la misma orientación filosófica y matizados por una mentalidad cristiana imbuida de senequismo, convierten este tratado en un elocuente testimonio del humanismo castellano, pero su aportación a la filosofía del Renacimiento resulta prácticamente nula 288• Fernando de Córdoba (t 1421), cuya erudición en los diversos ámbitos del saber del tardo medievo ha sido exagerado. hasta la mitificación. sobre todo por sus contemporáneos, conoció y frecuentó, al igual que otros escritores compatriotas suyos, los círculos de humanistas italianos o afincados en Italia como el cardenal Bessarión, a cuyo encargo responde una de sus producciones filosóficas más sobresaliente: De laudibus Platonis, con la pretensión de terciar en la famosa controversia sobre la preeminencia de uno de los dos genios griegos, característica de la intelectualidad del Quatrocento. Pero el valor real del autor español. no sólo como humanista. sino también como filósofo. ha sido puesta en entredicho últimamente, y parece que con

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toda justeza, por Di Camillo. El polígrafo cordobés es, sin duda, un ejemplo elocuente del erudito español que circula por la Italia del humanismo sin captar el nuevo espíritu que animaba la cultura del Renacimiento, obnubilado probablemente por el pesado lastre de una formación marcadamente tradicional. El crítico citado rebaja también en muchos quilates el valor filosoficoteológico de Femando de Córdoba, a quien considera sencillamente como un típico representante de ... la esterilidad y decadencia de un escolasticismo caracterizado por sus refinadas técnicas de argumentación, pero carente de entusiasmo por la especulación y la investigación filológica :x°.

El individualismo y subjetivismo, dos rasgos sobresalientes del humanismo renacentista de todas las latitudes, fueron potenciados asimismo desde otro ideal muy estimado y practicado por algunos de los humanistas más famosos de la Italia del Quatrocento: la «paideia» o arte de la educación, inspirada en los clásicos de la antigüedad, que presupone una opción clara por la autorrealización personal e individual y la prosecución de la fama como bien terrenal. Vittorino de Feltre (1378-1440) representa de forma eminente este rasgo tan característico de los renacentistas italianos 2(j(). En España los libros destinados a la educación de príncipes constituyen un verdadero género literario, que floreció notablemente en la última parte del medievo 291, continuando la fuerte tradición de obras didácticas y sapienciales, escritas por eclesiásticos o por laicos, que tanto abundaron en todos los ámbitos peninsulares, especialmente una vez que las lenguas romances comenzaron a suplantar o a predominar sobre el latín 292 • Rodrigo Sánchez de Arévalo (1404-1470), prelado español que pasó muchos años en la Curia pontificia de Roma y que pudo mantener prolongados contactos con diversos humanistas italianos, fue un autor fecundo en el campo de la Teología y de la Filosofía y compuso, además, varios tratados dedicados a temas de educación 293• Su Vergel de los príncipes (1456-57). dedicado a Enrique IV, es una muestra más de ese género de literatura didáctica, tan abundante en todas partes. En él ensalza las virtualidades educativas de algunas actividades liberales como la caza y la música, siempre que se practicaran con mesura 294• El Speculum vitae humanae de prosperis et adversis, dulcibus et amaris, omnium statuum vitae mortalis (1467-68) apunta hacia horizontes mucho más amplios. Con este tratado, Arévalo revisa y valora, positiva y negativamente, los distintos estados humanos y las posibilidades de los mismos en orden al desarrollo de las potencialidades individuales m. La tercera obra, De arte, disciplina et modo alendi et erudiendi filios, pueros et iuvenes (1453), refleja ya con claridad sus particulares concepciones sobre la «paideia» o educación de los jóvenes, apareciendo en ella puntos de contacto con varios humanistas de la época . El Aretino, Maffeo y el mismo Eneas Silvio Piccolomini habían compuesto también obras similares teniendo como referencia las enseñanzas de los antiguos. de Plutarco y Quintiliano sobre todo. Pero el obispo español demuestra en ella un conocimiento, tal vez no directo. de las fuentes clásicas, concretamente de Plutarco 296• Esta erudición clasicista, aunque fuera de segunda mano, sus actividades como orador, su amplio repertorio epistolar y sus producciones históricas que respondían a las preocupaciones y tendencias de la época, convierten a este prelado castellano en un representante destacado del primer renacimiento español, aunque su formación filosófica y teológica, tradicional y escolástica, le haya impedido percibir y asumir algunos de los valores más fundamentales del universo espiritual del Renacimiento 297 •

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HISTORIA DE ESPAÑA NOTAS

1 Texto: A. MARCOSBuRRIEL, Memorias para la vida del santo rey D. Femando 11, ed. anastática «El Albir», Barcelona, 1974, págs. 188 y sigs.; también: J. K. WALSH(Madrid, 1975). anejo 29 del Bol. de la R. A. Española. 2 Una breve síntesis de la obra cultural de Alfonxo X, con bibliografía y referencias sobre la edición de los distintos trabajos de su época, en F. J. FERNÁNDEZCONDE, Cultura y pensamiento religioso en la baja Edad Media, Historia de la Iglesia en España, v. 11/2, págs. 199 y sigs. 3 Para el texto del Lucidario, con un estudio introductorio: R. P. KINKADE,Los «lucidarios» españoles, Madrid, 1968. El párrafo citado, págs. 80-82. Un trabajo sobre esta clase de obras: Y. LEFEVRE,L 'Elucidarium et les lucidaires au Moyen Áge, París, 1954. 4 J. TEJADA Y RAMIRO, Colección de cdnones y de todos los concilios de la Iglesia Española, III, pág. 363; V. M. VERO, «Las biblias romanzadas. Criterios de traducción», Se/arad, 31, 1971, págs. 319-351. J. PERARNAU, «Noves dades sobre traducciones catalanes de la Biblia els segles XIVi xv,., Arxiu de Textos Catalans Antiquis (A TCA), 11, 1983, págs. 349-356. Sobre los autores españoles de ascendencia judía que trataron de temas bíblicos a lo largo del siglo xm: K. REINHARDT,«Die biblischen Autoren Spaniens bis zun Konzil von Trient», RHCEE, V, págs. 53 y sifs. Libro de las Costumbres, c. 28. ed. M. GELABERT,J. M. MILAGRO,J. M. DE GARGANTA,Santo Domingo de Guzmdn, Madrid, 1966, pág. 783. 6 J. CARRERASARTAU,«Notas sobre el escotismo medieval en la provincia franciscana de Aragón», Antonianum, 40, 1965, págs. 467-479. L. AMORós, Fr. Gonzalvi Hispani O. F. M. Quaestiones disputare et de quolibet ad fidem codicum mss. cum introductione historico-critica, Florencia, 1935. Íd., «Alfredo Guntero, O. F. M., discípulo de Scoto y lector en el Estudio General de Barcelona», RET, 1, 1941, págs. 545-572. 7 PH. WULFT,Histoire de la Philosophie Médievale, V, II. pág. 42 (5.ª edit., París-Lovaina, 1926). 8 F. J. FERNÁNDEZCONDE,loe. cit., pág. 208. 9 El texto de esta obra: J. P. MULLAY, The «Summulae logicales» of Peterof Spain, Indiana, 1945 (edición crítica). 10 T.-J. CARRERAS ARTAU, Historia de la filosofía española, I, págs. 184 y sigs. 11 F. J. FERNÁNDEZ CONDE,loe. cit., pág. 205. 12 B. REICHER,Acta Capitulorum Generalium Praedicatorum ab anno 1200... , MOPH 3, Roma, 1898, pág. 9. 13 Para los studia /inguarum: F. J. FERNÁNDEZ CONDE, loe. cit., págs. 211 y sigs. Un breve elenco bibliográfico: ibfd., págs. 176 y 177. 14 C. RoTHMAN, «The Disputation of Barcelona (1263)», The Harvard Th. Rev., 43, 1950, págs. 117-144. Más referencias bibliográficas: F. J. FERNANDEZCONDE, loe. cit., pág. 214, nota 66. Cfr. también: BAER, Historia de los judlos en la espafla cristiana, I, págs. 122-130. 15 Una referencia exhaustiva sobre las obras y la bibliografía de R. Martí: L. ROBLES,«Escritores dominicos de la corona de Aragón (siglos x111-x1v)", RHCEE, III, págs. 58-67. 16 T.-J. CARRERASARTAU, Historia de la filoso/fa española, I, págs. 161 y 162. 17 Sobre la controversia de Tortosa: Y. BAER, Historia de los judfos en la España cristiana, l. págs. 443 y sigs. Cfr. también: L. SuAREZ FERNÁNDEZ,ludios españoles en la Edad Media, Madrid. 1980, págs. 227 y sigs. Ambos autores coinciden en señalar las consecuencias de la controversia de Tortosa: endurecimiento legal. civil y eclesiástico, contra la minoría hebrea; algaras de idéntico signo en algunas poblaciones; aumento del número de conversos con las secuelas de diversa índole que ello comportaba; y la vuelta de autores judíos hacia posiciones tradicionales, en un intento de reconstruir la maltrecha situación de la comunidad judaica. Algunos talmudistas escribirán obras de relieve en esos años. La edición de la obra de Santa Fe: A. PALACIOS,La disputa de Tortosa, 2 vols., Madrid, 1957. Además: J. PERARNAU,«El traductor de la Disputa de Tortosa de l'hebreu ali llatí», ATCA, III, 1984, págs. 254-255. 18 La primera edición del Fortalitium es de 1464 ó 1467 Argentorii (Estrasburgo). Cfr. también: M. EsPóSJTO, «Notes sur le Fortalitium fidei d'Alphonse de Espina», RHE. 32. 1936, págs. 514-536; «Une secte d'héretiques a Medina del Campo en 1459 d'apres le Fortalitium fidei d'Alphonse de Spina», ibíd., págs. 350-360. Esta obra panfletaria, que da crédito y recoge toda suerte de leyendas o rumores falsos contra los judíos, tuvo una enorme influencia proRagandística en la segunda parte del siglo xv. tan funesta para esta minoría peninsular. 9 F. STROWSKI, Histoire du sentiment religieux en France au XVII siecle: Pascal et son temps, 111,págs. 258-268. 20 T.-J. CARRERASARTAU,loe. cit., págs. 168-170, donde da más referencias precisas sobre la influencia del Pugio y de la obra de Martí en los siglos bajomedievales y modernos. 21 J. M. MILLAS VALLICROSA,«Un tratado anónimo de polémica contra los judíos», Se/arad, 13. 1953, págs. 10-34. 22 F. CANTERABURGOS,Contra caecitatem iudeorum, ed. crítica y estudio, Barcelona, 1965. 23 Contra los mahometanos: Tratado del libre albedrfo e Impugnación de la secta de Mahoma. Contra los judíos: Libro de Gamaliel, La destrucción de Jerusalén, Disputa del obispo de Jaén contra los jud{os sobre la fe católica. A. VALENZUELA,Obras de San Pedro Pascual, 4 vols., Roma, 1905-1908; Vida de San Pedro Pascual, religioso de la Merced, obispo de Jaén y mártir, Roma, 1901. 24 M. CRUZ HERNÁNDEZ,El pensamiento de Ramón Llu/1, Madrid, 1977. Bibliografía sobre este importante autor: T.-J. CARRERASARTAU, Historia de la filoso/fa española, 1, págs. 231 y sigs .. Madrid, 1939; J. XrRAU, Vida y obra de Ramón Llu/1, 1943, Obras, México. 1963; M. BATLLORI.Ramón Llu/1 en el món del seu temps, Barcelona. 1960; E. W. PALTZEK,Raimund Llu/1. Sein Leben, seine Werke. Die Grundlagen seins Denkens (Prinzipeinlehre), 2 vols .. Düseldorf, 1962-1964; J. L. ABELLÁN,Historia critica del pensamit•nto espClfiol,I, págs. 266-294. Madrid, 1979; A. OLIVER,«Teólogos y hombres de ciencia. Ramón Llull», en Historia de la Iglesia en Espafla, 11/2.º, págs. 221-228, Madrid, 1982; B. PARERA,«La teología española desde mediados del siglo x111 hasta las primeras manifestaciones del Humanismo», en Historia de la teologfa espaflola, I. Madrid, 1983, págs. 447-470. En A TCA se pueden encontrar varios trabajos sobre este autor mallorquín.

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Y. BAER, ob. cit., pág. 148. Palabras de LLULLen Líber de unitate et pluralitate divina, citadas por B. PARERA,loe. cit., pág. 465. Este autor recoge otra expresión luliana del Líber de quaestione va/de alta, aún más significativa: «Demostraremos la Trinidad divina de tal modo que el entendimiento humano no pueda admitir razonablemente la verdad de la tesis contraria» (ibfd.). z, J. XIRAU, ob. cit., 1, págs. 349 y 350; citado también por J. L. ABELLÁN,ob. cit., págs. 281-285. 28 M. CRUZ HERNÁNDEZ,El pensamiento de Ramón Llu/1, pág. 61. 29 B. PARERA,ob. cit., págs. 449-462, estudia con amplitud las relaciones entre la fe y la razón del sistema luliano. 30 De Libre de amic e amat, núm. 123. Citado también por B. PARERA,ob. cit., pág. 470. 31 J. L. ABELLÁN,ob. cit., pág. 293. Cfr. también: A. LUNARES,Raymond Lulle, philosophe de l'action, Grenoble, 1963. 32 Sobre el fenómeno del lulismo, cfr. T.-J. CARRERASARTAU, Historia de lafilosofla española, 11, págs. 9-437; J. N. HILLGARTH,Ramón Llull and Lullism in Fourteenth Century France, Oxford, 1971; «Lulismo», DHEE, 11, 1972, págs. 1361-1367; M. CRUZ HERNÁNDEZ,El pensamiento de Ramón Lull, págs. 301-355. 33 Sobre Ramón Sibiuda, cfr. T.-J. CARRERASARTAU, ob. cit., págs. 101-108; M. BATLLORI,«De Raimundo Sabunde atque lgnatio de Loyola», Arch. Hist. Soc. Jesu, 38, 1969, págs. 459-463. El texto de la obra en edición facsímil con introducción y notas: F. STEGMÜLLER, Stuttgart, 1966. Cfr., asimismo: J. DE PuIG I OUVER, «Valoració crítica del pensament de Sibiuda al llarg del temps», ATCA, IX, 1990, págs. 275-368. Otros trabajos de este autor en X, 1991, págs. 225-260 y 313-319. 34 Y. BAER, ob. cit., pág. 148. Un trabajo reciente, en el que se analizan las causas del antisemitismo en los reinos ANTÓN,Teorla y evolución de un conflicto social. El antisemitismo castellanos a finales del medievo: J. M.ª MONSALVO en la Corona de Castilla en la Baja Edad Media, Madrid, 1985. En realidad, lo que realmente perseguía la Iglesia en última instancia era la integración definitiva de los judíos en la mayoría cristiana, utilizando para ello toda suerte de medios: escuelas de lenguas, predicaciones tendenciosas, literatura apologética y ~lemizante, asf como las controversias organizadas sin ahorrar esfuerzos: M. KRIEGEL,Les juifs a la fin du Moyen Age dans l'Europe medite"anéenne, París 1979, pag. 183. 35 A. VAN DEN OUDENRYN,«De Opusculis arabicis quae latine vertit fr. Alphonsus Buenhombre, O. P.,., Anal. S. Or. Frt. Praed. anno XXVIII, 1920, págs. 32-44, 85-93 y 163-168; G. MEERSEMAN,«La Chronologie des voyages et des ouvres de frere Alphonse Buenhombre O. P.», Arch. Fr. Praed., 10, 1940, págs. 77-108. 36 F. BAER, Abner aus Burgos, Berlín, 1929; A. DoMINGUEZORTIZ, Los judeoconversos en España y América, págs. 18 y sigs. Madrid, 1971; Y. BAER, Historia de los jud(os en la España cristiana, Madrid, 1981, págs. 257 y sigs. También pertenecen a la misma época los tratados del carmelita Guiu de Terrena, obispo de Mallorca y de Elna (t 1342): Utrum principalis articulus fidi nostrae, scilicet quod ponit Trinitatem in unitate essentiae, possit probari contra iudeos per scripturas receptas ab eis, edil. J. SAENZDE AGUIRRE, Colectio Maxima Conciliorum, Roma, 1755. 37 El texto: Ms. 1736 Univ. Salamanca. Sobre la biblioteca de Pedro de Luna, P. GALINDOROMERO,La biblioteca de Benedicto XIII, Zaragoza, 1929, y varios trabajos de J. PERARNAUen ATCA, VI, 1987. 18 El texto de este tratado: BV., Ms. Lat. 1043. F. VENDRELL,«La actividad proselitista de San Vicente Ferrer durante el reinado de Femando I de Aragón», Se/arad, 13, 1953, págs. 87-104. J9 Cfr. JUAN DE TOLEDO, Titulo que declara el rey mexias es ya venido: Ms. 1736, Univ. Salamanca; GUILLERMO DETous, Tratado apologético contra judfos, moros e incrédulos. Ms. 579, Bibl. Central, Barcelona; PABLOGARCÍADE SANTAMARÍA, Scrutinium Scripturarum, 1432, edit. Mantua, 1475. 40 Sobre los orígenes del problema converso, cfr. E. BENITORUANO,Los orígenes del problema converso, Barcelona, 1976; R. GoNZÁLEZ, «Las minorías étnico-religiosas en la Edad Media espaftola», en Historia de la Iglesia en España, 11/2.º, págs. 497-557, con un abundante y selecto repertorio bibliográfico en págs. 499-500; N. LóPEZ MARTINEZ, Los judaizantes castellanos y la Inquisición en tiempo de Isabel la Católica, Burgos, 1954. Cfr. también: M. AVILÉS, «La teología espaftola en el siglo xv», en Historia de la Teologfa Española, págs. 530 y sigs., y A. A. SICROFF,Los estatutos de limpieza de sangre. Controversias entre los siglos XV y XVII, Madrid, 1985. Sobre los conversos, la problemática general de la época y los orígenes de la Inquisición, cfr. J. PÉREZ VILLANUEVAy B. EsCANDELLBONET. Historia de la Inquisición en España y América, I: El conocimiento cientlfico y el proceso histórico de la Inquisición (1478-1834),Madrid, 1984. 41 La edición en Estrasburgo 1464/67. M. EsP6sITO, «Notes sur le Fortalitiums fidei d'Alphonse de Spina,., RHE, 43, 1948, págs. 514-536. 42 Y. BAER, ob. cit., pág. 534. Pertenecen también a esta corriente apologética, más o menos intransigente hacia los judíos: JUAN DE FUENTESAÚCO, De Verbo incamato contra Judeos (1453-58); PEDRO DE LA CABALLERIA,Zelus Christi contra iudaeos et sarracenos, edit. Valencia. 1592, cfr. F. VENDRELL,«Aportaciones documentales para el estudio de la familia Caballería,., Sefard, 3, 1944, págs. 114-154; JAIMEGIL, Confutatio perversitatis... contra quosdam de iudaismo conversos in urbe residentes et alios evangelium corrumpentes (t 1475), BV., Vat. Lat., 1000; JAIMEPÉREZ DE VALENCIA,Tractatus contra iudeos, edit. Valencia, 1484; PABLOHEREDIA.De mysteriis fidei liber (1490 c.); GAS· PARVICENTEFAYOL,Tractatus contra judeos. También: JUANLuPO, De haeresi et haereticorum reconciliatione eorumque pertinacium damnatione, y J. LóPEZ DE SALAMANCA, Controversia contra judeos, citados por N. LóPEZ MARTINEZ, ob. cit., págs. 82 y sigs. 43 Edit. M. ALONSO,Madrid. 1945. Una traducción más moderna, con notas y estudio introductorio, G. VERDIN· DIAZ, Alonso de Cartagena y el Defensorium Unitatis Christianae, Oviedo, 1992. Otras obras de esta clase: FERNÁN DIAZ DE TOLEDO, Instrucción del Relator Fernán D[az de Toledo a fm•or de la nación hebrea (1449), apénd. 11 del Defensorium; LOPE DE BARRIENTOS.Proposición fecha al muy re1·erendo magnífico señor Lope de Barrientos, BN, Madrid, Ms. 1181; Contra algunos zizañadores de la nación de los convertidos del pueblo de Israel, Ms. 455, Bibl. Univ. Salamanca; L. A. GETINO,«Vida y obra de Fr. Lope de Barrientos». Anales Salmantinos, l. Salamanca, 1927; la edil. del tratado projudío: ib(d .. págs. 181-204; J. DEToRQUEMADA,Tactatus contra Madianitas et /smaelitas, edit. N. LóPEZ 1~ 26

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HISTORIA DE ESPAÑA

MARTÍNEZ,V. GIL PROANO. Burgos, 1957; DIEGO DE VALERA, Espejo de la 1•erdaderanobleza, edit. BAE. Madrid, 1959; ALONSODE ÜROPESA, Lumen ad revelationem gentium, edit. CSIC, Madrid, 1943; L. A. DlAZ Y DIAZ, «Alonso de Oropesa y su obra», Studia Hieronymiana, l, Madrid, 1973, págs. 253-313, traducción y estudio preliminar de L. A. DIAZ Y DIAZ, Madrid, 1979: N. LóPEZ MARTINEZ, «Teología española de la convivencia a mediados del siglo xv», RHCEE, l, Salamanca, 1967, págs. 465-476 . .u Se encuentran argumentos antiislámicos, por ejemplo. en el Fortalitium. de Alonso de Espina. o en el Tractatus, del cardenal Torquemada. También de este autor: TractatllS contra principales errores Mahometi, París. 1465. Cfr. también: G ASPARVICENTEFAYOL, TractatllScontra agarenos; Ju AN DE SAN ANDREs. Conf ussio seerae maJwmmedanae, edil. Sevilla. 1537. 45 Sus obras más importantes sobre esta temática: Praefario Johannis de Segol'ia Caesariensis Archiepiscopi in

traslationem noviter editam ex Arabico in Latinum ~·ulgarequehispa11umlibri Alchoram per Sarrace11osreputati di1•i11i, BN .. Madrid, Ms. 9250: Epístola ad Nico/a11mde Cusa de modo procedendi in com·ersione sarrace11orum. Ms. 55, 7. B. Univ. Salamanca: De mittendo gladio spiriws in carde sarrncenorwn (desaparecido). La obra más reciente sobre la actitud de Juan de Segovia frente al islam: D. CABANEL,\SRoDRíGl"EZ, Juan de Segol'ia y el problema islámico, Madrid. 1952; «Juan de Segovia y el primer Alcorán trilingüe», Al-A11dalus, 14, 1949. págs. 149-173. En la misma línea que J. de Segovia: J. DE SAN ANDRÉS, que tradujo el Corán al romance aragonés. 46 El texto del mismo: A. MOREL-FATIO, «Textes castillans inédits du Xlll siecle», Romanía, 16, 1887, páginas 379-382. 47 El texto del Setenario, editado por KENNETH H. VANDERFORD,en Buenos Aires. 1945. El párrafo citado corresponde a la pág. XI de la introducción. hecha por este autor. Utilizamos la edición de dicho texto. realizada por Editorial Crítica (Barcelona, 1984), con el estudio preliminar de RAFAELLAPESA. -18 Jb[d., pág. 25. 49 Sobre estos tratados, cfr. F. J. FERNANDEZCONDE, «Cultura y pensamiento religioso en la Baja Edad Media». en Historia de la Iglesia de España, IU2.º, pág. 216; cfr. también, loe. cit., págs. 47 y sigs. ~ A. VALENZUELA.Obras de S. Pedro Pascual, mártir, obispo de Jaén y religioso de la Merced en su lengua original con la traducción latina y algunas anotaciones, 4 vols., Roma, 1905-1908: M. MARTINS.«A explicac;ao dos dez mandamentos. por San Pedro Pascoal, em portugues», Esrudos de literatura medieml, Braga. 1956, págs. 74-80. 51 Una parte de la obra puede verse en P. SAINZRoDRÍGCEZ, Antología de la literatura espirirual española, 1: Edad Media, Madrid. 1980. El texto citado: ibíd., pág. 392. 52 Cfr. R. P. KINKADE,Los «lucidarios» españoles. Edición y estudio. Madrid. 1968. Un trabajo general y fundaet les illcidaires. Co11trib111ion par f'histoire de u11texte, mental sobre esta clase de tratados: Y. LEVEVRE,L 'El11cidari11m a l'histoire des croyances religieuses en France au Moyen Áge, París, 1954. 53 R. P. K1NKADE,ob. cit., pág. 64. :14 El texto de la obra de Berceo, B. DUTTON, Gonzalo de Berceo. Obras completas, 11: Milagros de Nuestra Señora, Londres, 1971. También sobre temas marianos: 111:Duelo de la Virgen y Loors de Nuestra Señora, Londres, 1975. Una edición posterior coordinada por l. URIA MACUA, Gonzalo de Berceo. Obra completa, Madrid. 1992. Cfr. además: P. J. BETEROUS,Les co/lections de mirac/es de la Vierge en Gallo er lbero-Roman au XJJJ siecle, Gayton, 1983. También J. MoNTOYA MARTÍNEZ, Las colecciones de milagros de la Virgen en la Edad Media (El milagro literario), Universidad de Granada, 1981. 55 El texto de las Cantigas: W. METTMAN,3 vols., Coimbra, 1959. 1961 y 1964. JUAN GIL DE ZAMORA, el autor franciscano que escribe también en la segunda parte del siglo Xlll, compuso varias obras espirituales: Liber de Jesu Nazareno, Liber Maria y Officium almifluae Virginis: l. RODRIGUEZ,RHCEE, 1, págs. 235-236. La temática mariana también es importante en Ramón Llull. 56 M.C. DIAZ Y DlAz. «La obra de Bernardo de Brihuega, colaborador de Alfonso X». Acta Salmanticensia, 16. 1962, págs. 145-161; M. MARTINS,«Bernardo de Brihuega. compilador do Livro e legenda que fala de todos os feítos e paixoes dos santos mártires», Broteria, 76, 1863, págs. 411-423. 51 Los textos de estas obras: B. DUTTON, loe. cit., 1: Vida de San Millón de la Cogolla. Londres. 1967: III: Vida de Santo Domingo de Silos, Londres. 1975; l. URíA MACCA, El Poema de Santa Oria, Logroño, 1976. Cfr. también dichos textos en la Obra completa. citada más arriba. Sobre la dimensión edificante de la hagiografía: M. DE CERTAl'. «L'édification hagiographique». en L 'écriture de /'Historie, París. 1975: A. Rl'FFINATTO. «Literatura hagiográfica y seudo-hagiográfica». en La ,·ida de Samp Domingo de Silos. Logroño. págs. 17-51: A. VAUCHEZ. La sainteté en Occident aux dernieres siec/es du Moyen Age, Roma, 1988. Un trabajo reciente sobre hagiografía desde la perspectiva literaria: F. BAÑOSVALLEJO, La hagiografía como género literario en la Edad Media. Tipología de doce vidas indi,•iduales castellanas, Oviedo. 1989. ~ Sobre los manuscritos y la biografía relacionada con esta obra: M.C. DíAZ Y DIAZ. lndex scriprorum latinorum Medii Aevii hispanorum, núm. 1360, págs. 286 y 287. 50 G. PHILIPPART,Les légendiers latins et U11tres manuscrits hagiographiques, Lovaina. 1977, págs. 45 y sigs. 60 El párrafo latino. en J. V1vEs. «Las Vitae Sanctorum del Ccrratense», AST. 21. 1948. pág. 158. 61 C. BREM0ND, J. LE GoFF. L'«Exemplum», Lovaina-La Neuve. 1982. Cfr. también: J. TH. WELTER, L'•exemplum» dans la littérature religie11seet didactique du Moyen Áge, París-Toulouse, 1927 (Recd. Slakine. 1973): «Rhétorique et histoire. L'exempillm et le modele de comportement dans le discours antique et médiéval», en Mélanges de f'Éco/e Fram;aise de Rome, Roma. 1980. 6: Cfr. V. MUÑOZ, «La teología entre los mercedarios espaiioles hasta 1600». RHCEE. 111,págs. 396-397; J. VAZQllEZ. Mercedarios ilustres. págs. 20 y sigs. '' 1 PEDRO FERRA:'-ID0(t 1254/58). «Legenda Sancti Dominici», en Santo Domin~o l'isto por ms contemporáneos. 2: ed., Madrid. 1966. págs. 293-332: Ojjiciwn Sancti Dominici; M.C. DIAZ Y DIAZ. ob. cit., núm. 1233, pág. 265: CH. ScHEBEN, «Petrus Ferrandi». en Arc/1. Frat. PraNI., 2, 1932, págs. 239-347. ,... F. J. FERNA~DEZCONDE. «Cultura y pensamiento religioso en la Baja Edad Media». loe. cit., págs. 248-253. hace una enumeración de los santos de la centuria. El párrafo citado: ihid .. püg. 252.

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TEOLOGÍA, ESPIRITUALIDAD Y FILOSOFÍA

,; M. GELABERT.J. M. MILAGRO.J. M. DE GARGANTA.Santo Domingo de Guzmán visto por SllS contemporáneos, págs. 9 y 10. «Bernardus valles. montes Benedictus amabat/oppida Franciscus, celebres Dominicus urbes» (ibfd., pág. 19). F. J. FERNÁNDEZCONDE, «El biógrafo contemporáneo de San Martino: Lucas de Tuy». en Actas del J Congreso Internacional sobre «Santo Martina» ( 1185-/985), págs. 303-335, traza los rasgos fundamentales del estereotipo de santo, que quedaron reflejados en las «Passiones» y «Vitae» de los siglos xn y XIII. 06 Para una breve referencia con indicaciones bibliográficas: l. RoDRIGUEZ, RHCEE, l, pág. 235; G. PLACER, Bibliografía mercedaria, núms. 4. 742-4. 745. 67 l. RODRÍGUEZ,loe. cit., págs. 237, 238 y 244. Los títulos de las obras de R. ALBERT:Tratado de la resignación de la propia voluntad; De la obediencia y de las condiciones del verdadero obediente; Advertencias para la oración; Horas de recreación honesta. J. PIKAZA,«Notas para un estudio de los filósofos y teólogos de la Merced en España», Estudios Mercedarios, 26. 1970, págs. 473-477. '"" R. LLULL,Obras literarias (BAC. 31). Evast, Aloma y Blanquerna (El Arte de contemplación), págs. 527-528. t-11 B. PARERA, «La teología española desde mediados del siglo xm hasta las primeras manifestaciones del humanismo», en Historia de la teología española, págs. 466-470. ;u Depende en esto del filósofo árabe lbn-Arabí: M. AsfN PALACIOS,«El místico murciano Abenarabí», BRAH, 87, 1926; 92. 1928. 71 Evast, Aloma y Blanquerna, loe. cit., pág. 478. Sobre la mística luliana: J. SAIZ BARBERA,Raimundo Lulio. Genio y fig11rade la filosofía y m(stica española, Madrid. 1963; SALA-MOLINS,La philosophie de l'amo11rchez Reymond Lulle, París, 1974. Cfr. también: P. SAINZRooRfGUEZ. Antolog(a de la literatura espiritual española, I: Edad Media, págs. 405-419. ,: J. A. PANIAGUA,Estudios v notas sobre Arnau de Vilanova, Madrid, 1963. El texto citado: «Arnau de Vilanova». XV C. Internacional de la H. de la Medicina, Madrid-Alcalá, 1956, pág. 9; El Maestro Arnau de Vilanm•a médico, Valencia. 1969. Cfr. también: J. M. Pou Y MARTI, Visionarios, beguinos y fraticelos catalanes (siglos XIII-XV), Vich, 1930, págs. 34-110; J. CARRERAS.M. BATLLORI,Arnau de Vilanova. Obres catalanes, l (escrits religiosos), 11 (Escrits medies), Barcelona, 1947, con un prólogo importante; Arna/do de Vilanova. Escritos condenados por la Inquisición, Introducción, traducción y notas: E. CANOVAS,F. PIÑERO, Madrid, 1976; M. DE RIQUER, A. COMAS, Historia de la literatura catalana, l. Barcelona. 1980, págs. 354-372. 73 T.-J. CARRERASARTAU, Historia de la filosofía española, I. pág. 216. 74 /b(d., págs. 218 y sigs. «Sus ideas médicas y científicas hallaron eco, más todavía que en la Edad Media, un poco después en el Renacimiento, en que Teofrasto Bombasto Paracelso. siguiendo las huellas de Arnaldo, renovó la medicina ocultista y puso otra vez en boga las especulaciones fantásticas en el campo de la ciencia natural... Por otra parte, la doctrina del espíritu vital, despojada de sus elementos mágicos, halló acogida en Descartes ... • 75 El texto citado, en J. M. Pou Y MARTf (ib(d., pág. 223). pág. 21, núm. 4. Sobre este movimiento pauperístico, cfr. E. ISERLOH.«Di Spiritualenbewegung und der Armutsstreit». en Handbuch der Kirchengeschichte, Bd. IIl/2, traduc. castellana: IV, págs. 589 y sigs. (con abundante bibliografía). Para la Península, además de los trabajos de Pou y Martí, el más moderno de A. ÜUVER, «Espirituales y "fraticelos" en Cataluña, Mallorca y Castilla,., en Historia de la Iglesia en España, 11/2.º, págs. 160 y sigs., con numerosas referencias bibliográficas. 76 Cfr. J. PERARNAU.L '«Afia Jnformatio Beguinorum», d'Arnau de Vilano1•a, Barcelona, 1978, y Dos tratados «Espirituales» de Arnau de Vilanova en traducción castellana medieval, Roma, 1976. Otros trabajos de J. PERARNAU relacionados con este autor: ATCA. Vll-VIII, 1988-1989, págs. 7-169 y 276-282. Sobre esta corriente de espiritualismo radical en el Medievo tardío. cfr .. asimismo, E. MITRE Y C. GRANDE, Las grandes herej(as de la Europa cristiana. Madrid, 1983. págs. 207 y sigs. 77 J. CARRERASARTAU. Relaciones de Arnau de Vilanova con los reyes de la casa de Aragón, Barcelona, 1955, A. ÜUVER, ob. cit., págs. 165 y sigs. 78 El texto completo de la obra, en versión castellana: E. CANOVASy F. PIÑER0, Escritos ... , págs. 69-87. El párrafo citado, pág. 72. Cfr. también J. CARRERASARTAU, «La polémica gerundense sobre el Anticristo entre Arnau de Vilanova y los dominicos», Anal. Jnst. Est. Gerundense, 5. 1950. págs. 1-58. ""' J. M. Pou Y MARTf. ob. cit., pág. 56. Cfr. también sobre la religiosidad de Amau de Vilanova: R. MANSELLI, «La religiosita di Arnaldo de Vilanova», Bulletino dell'/stituto Storico Italiano per il Medioevo e Archivo Muratoriano, 63. 1951. págs. 1-100; M. BATLLORI,«Les versions medievals d'obres religioses de mestre Arnau de Vilanova», Archi1•0 Italiano perla Storia della Pieta, l. 1951, págs. 395-462. !11) Sobre el proyecto político de Arnau de Vilanova, cfr. F. ELIAS DE TEJADA, Las doctrinas poUticas en la Cataluña mediel'OI, págs. 109-123. Y sobre el de Pedro de Aragón: ibfd., págs. 124 y sigs. ~, Sobre la utopía luliana: J. XIRAU, Vida y obra de Ramón L/111/,págs. 361-402; M. CRUZ HERNÁNDEZ.El pensamiento de Ramón Llull, págs. 205-252. ,u El texto de la sentencia: E. CÁ:-ovAs y F. PIÑERO,ob. cit., págs. 54 y sigs. El párrafo citado: pág. 54. tu Un trabajo sobre este personaje y su obra. así como el texto de la misma: F. VALLSI TABER!'JER,«El tractat De regimine principum de l'lnfant Pere d'Aragó», Estudis Franciscans, 27/28, 1926. 8-1 T.-J. CARRERASARTAU. ob. cit.. 11, pág. 525. &.• J. M. Pou Y MARTI, ob. cit .. págs. 366 y sigs. «Nuestro infante tiene delante de su vista. como Arnaldo. la copia de las visiones de diversos crmitaftos: le es familiar, como a aquél, la terrible profecía de •·ve mundo in centum annis"; los vaticinios del abad Joaquín de Fiore, de Merlín y de fray Juan de Rocatallada, le entusiasman» (ibfd., pág. 369). BI> Sobre este autor. cfr. T. CARRERASARTAU. «Fray Francisco Eiximenis. Su significación religiosa. filosóficomoral. política y social». Anales del /nstimto de Eswdios Gerundenses, 1. 1946. págs. 270-293: M. DE RI0lJER y A. COMAS.Historia de la literatllra catalana, v. 11. págs. 133-196: con abundantes referencias bibliográficas. l!1 J. M. Pou Y MARTL ob. cit .. pág. 409. RS /bid., págs. 408 y sigs. '" Sobre Gonzalo de Balboa: P. G1.0RIEL1x. Répertoire des maitres en théu/ogie de París a11XIII siec/e, París. 1933,

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HISTORIA DE ESPAÑA

págs. 194-195. También: J. M. Pou Y MARTI,•Fray Gonzalo de Balboa, primer general espai\ol de la Orden», R. de Est. Francisc., 7, 1911, págs. 171-180. Sobre Alfredo Gunter: J. M. Pou Y MAR11,ob. cit., págs. 231-236. 90 La obra de Sánchez de Arévalo está inédita: J. M. LAB0A, Rodrigo Sdnchez de Arévalo, alcaide de Sant'Angelo, Madrid, 1973, pág. 421 (referencias manuscritas sobre esta obra). Otros tratados sobre la pobreza: R. BE0UIN, «Quaestio disputata: utrum Christus et Apostoli habuerint aliqua temporalia in communi quantum and proprietatem et dominium», RHCEE, III, pág. 84; PEDRO TOMÁS, De divite christiano: T.-J. CARRERASARTAU, ob. cit., II, pág. 474. Un estudio bibliográfico: P. MARTIDE BARCELONA,«Fra Pero Tomds», en Estudis Franciscans, 39, 1927, págs. 90-103. Una amplia referencia sobre su obra manuscrita de carácter filosófico: RHCEE, IV, págs. 234-237. En el siglo xv: J. DE TOR0UEMADA,De paupertate et perfectione, inédito; referencia sobre el manuscrito: RHCEE, II, pág. 201; además: Libellus contra haereticos impugnantes paupertatem Christi et suorum Apostolorum y Alius tractatus de eodem: ibld. J. GIL, Tractatus catholicae veritatis impugnantes paupertatis Christi sacramentum; Tractatus catholicae veritatis contra prophanas vocum novitates asserti cuiusdam religiosi olim mendicantis circo fidem sacramenti paupertatis Christi y Tractatus contra illos qui asserunt Christum imnia abdicasse similiter et aposto/os, RHCEE, 111, págs. 168-171. 91 Una bibliografía abundante sobre la tradición manuscrita e impresa del Directorium, con un buen elenco bibliográfico: RHCEE, III, págs. 107-109. Contra las corriente~ apocalípticas de su época: Contra prefigentes certum terminum fini mundi, RHCEE, III, págs. 111 y 112. Sobre Alvaro País: A. DoMINGUEZSousA COSTA,Estudios sobre Alvaro Pais, Lisboa, 1969; V. MENEGHIN,Scriti inediti di Alvaro Pais, Lisboa, 1969. Una edición antigua de Collyrium: R. SCliOLZ,Unbekante Kirchenpolitische Streitschriften aus der Zeit Ludwigs des Bayern (1327-1354),X, Roma, 1914, págs. 491-514. Una edición moderna: Colirio da Fe contra as heresias, 2 vols., Lisboa, 1954 y 1956. 92 Obra básica sobre este autor: B. XIBERTA,Guiu Terrena, carmelita de Perpinya, Barcelona, 1932. Referencias sobre sus tratados: RHCEE, III, págs. 366-370; IV, págs. 56-57; págs. 231-234; VII, pág. 300. En el contexto de la disputa de la pobreza también escribió un De perfectione vitae y la Defensio tractatus; De perfectione vitae, contra Bonagratia de Bérgamo. 93 Además de los dos citados aquí, cfr. también: FELIPERrnoT, De haeresi et de infidelium incredulitate et horum criminum iudice; referencias: RHCEE, 111,pág. 377; BARTOLOMÉ DE PENEDÉS,Volumen de haeresibus haeretisque nostrorum temporum: A. COLELL,Escritores dominicos del Principado de Cataluña, Barcelona, 1968, págs. 199 y 200; FERNANDODE CóRDOBA,De haereticis et damnatis. Sobre este autor, cfr. A. BONILLAY SAN MARTIN,Fernando de Córdoba y los orlgenes del Renacimiento filosófico de España, Madrid, 1911. Sobre el mismo, como humanista: O. DI CAMILLO,El Humanismo Castellano del siglo XV, Valencia, 1976, págs. 231-244. 9' F. COPLESTON, Historia de la Filosofla,}ll, pág. 13. 9S E. GILSON,La Philosophie au Moyen Age (12.ª ed.), págs. 711 y 712. 96 Sobre este particular, cfr. R. ÜARCIAVILLOSLADA, Ralees históricas del luteranismo, Madrid, 1969, págs. 104 y siis, K. A. SPRENGARD,Systematisch-historische Untersuchungen zur Philosophie des XIV. Jahrhunderts. Ein Beitrag zur Kritik and der herrschenden splitscholastichen Mediaevistik, Bd. I, Bono, 1967, págs. 65 y sigs. 98 Cfr. en este sentido, G. LEEF, Medieval Thought from Saint Augustin to Ockham, Hannonsworth, 1958; «Toe chanching pattern of Thought in the earlier fourteenth century», Bull. of John Reylands Library, 43, 1960-61, págs. 354-372. 99 El párrafo citado: G. PRETI,«Studi sulla logica formale nel medioevo. 1: Lo svolgimento della logica terministiHistoria de la ca medievale», Rivista Critica di Storia della Filosofia, 8, 1953, pág. 359. Cfr. también: l. M. BOCHENSKI, lógica formal, Madrid. 1976 (la ed. alemana: Friburgo-Munich, 1956). La obra de PRANTL:Geschichte der Logik im Abendlande, 4 Bd., Leipzig. 1870-1885 (edit. anastática: Darmstadt, 1955). 100 Cfr. A. MAIER,Studien zur Naturphilosophie der Spiitscholastik, 5 Bd., Roma, 1949-1958. Una valoración de la significación global de la filosofía del XIV:H. R. ScHLEITE, «Der Nominalismus als Stimulus der Philosophie. Ein Beitragzur Rehabilitierung des nominalistischen Denkansatzes», Theologische Revue, l. 1966. págs. 1-7. 101 C. MICHALSKI, La philosophie au XIV' siecle, Frankfurt, 1969 (obra publicada a base de trabajos parciales del autor, compuestos en la década de 1929). En la monumental obra de MAIERes también significativa la temática del cuarto volumen: Metaphysische Hintergründe der splitscholastischen Naturphilosophie, Roma, 1955. lCll E. GILSON,La Philosophie au Moyen Áge, págs. 711 y sigs. 100 /bid., págs. 710 y sigs. 104 M. GRABMANN, Historia de la Teologfa católica. Desde fines de la patrística hasta nuestros días, Madrid, 1940; edit. original: Munich, 1933, págs. 116 y 117. 1°' Cfr. pág. 443. 106 Sobre la Summa ... , T.-J. CARRERAS ARTAU,ob. cit., II, págs. 444-446. Los hermanos Carreras Artau citan los siguientes nombres de maestros parisinos: Domingo Alquézar (t 1301) (Ref. bibliográficas: L. ROBLES,«Escritores dominicos de la Corona de Aragón», siglos xm-xv, RHCEE, 111,pág. 71); Romeu de Bruguera (también maestro de París a principios del x1v); Juan Fort (1323/24) (Ref. bibliográficas: RHCEE, loe. cit.. págs. 83 y 84); Nicolás Rosell (1314-62): mallorquín, maestro del Sacro Palacio de Aviñón, inquisidor general en Aragón y cardenal de San Sixto (Ref. bibliográficas: RHCEE, loe. cit., págs. 98 y 99; especialmente. J. VINCKE.«Nicolás Rosell, O. P., Kardinal von Aragon, Arch. Frat. Praed., 14, 1944, págs. 116-197); Bernard Armengol (mediador entre lulistas y eimericianos); Juan Gamir (maestro en tiempos de lnoeencio VI: 1352-62); Guillermo Conill (maestro en París en 1361), y el castellano Lope, que ejercía esas funciones al comenzar la década del 1330. Carreras Artau cita también como representantes del tomismo. aunque no ejercieran el magisterio en la Universidad parisina, a Juan Tomás, que en torno a 1400 defiende las tesis antiinmaculistas de Juan de Monzón y a Jaime de Cesulis, autor de una interesante obra de la época: Scacorum ludus seu de moribus et officiis nobilium: ibíd., pág. 449. L. ROBLES.Escritores ... , págs. 84 y 85, incluye en su reseña a Raymond Bequin (t 1328). autor de dos Quaestiones, una de las cuales tiene relación con el pensamiento escatológico de Juan XXII: Q11aestionesXll de visione beatífica y un Quodlibewm. 1117 Referencias bibliográficas sobre este autor: A. OuvER, Historia de la Iglesia en España, 11/2.0 , pág. 178.

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TEOLOGÍA, ESPIRITUALIDAD Y FILOSOFÍA

También: L. ROBLES,ob. cit., págs. 122 y 123. Cfr. también: J. DE PutG I ÜLIVER,«La Fascinatio Lullis tarum de Nicolau Eimeric. Edició i studi•, ACTA, III, 1984, págs. 29-58. Además: II, 1983, págs. 319-346. Los títulos relacionados con las creencias supersticiosas de la época: Contra daemonum invocatores, Contra astrologos imperitos arque nigromanticos de accultis perperam iudicantes, Contra Alchimistas. Referencias bibliográficas sobre las mismas, L. ROBLES,ob. cit., págs. 109 y sigs. 108 Postilla litteralis in Evangelium beati /ohannis apostoli et evangeliste; Postilla super /ohannem; Postilla super Matheum; Postilla super Evangelium beati Lucae; Postilla super Epistolam ad Galathas; Postilla super Epistolam ad Hebraeos. Ref. bibliográficas, L. ROBLES,ob. cit., págs. 118 y 119. lll'l Citado por T.-J. CARRERASARTAU, ob. cit., 11, pág. 450. Sin embargo, no aparece en la reseña de L. ROBLES.Recogido tabién por J. L. ABELLÁN,ob. cit., pág. 256. El título completo de la obra de lógica: Breviloquium totius sciencie logicalis et de principiis naturalibus: Ref. L. ROBLES,ob. cit., pág. 121. 110 Referencias sobre los manuscritos monzonianos y bibliografía: L. ROBLES,ob. cit., págs. 126-131. Cfr. también T.-J. CARRERASARTAU,ob. cit .• II, págs. 451-452. 111 T.-J. CARRERAS ARTAU,ob. cit., II, págs. 453-456. m El elenco de referencias manuscritas de la obra de Vicente Ferrer y una lista de las ediciones más antiguas de sus sermones: L. ROBLES,ob. cit., págs. 140-161. Cfr. también A. ÜLIVER,H. de la Iglesia en España, 11/2.º, pág. 178. 11.1 T.-J. CARRERAS ARTAU,ob. cit., II, págs. 456-458. L. ROBLES,ob. cit., pág. 78, reseña un Liber de virtutibus de este autor, traducido al armenio, que depende parcialmente de la Summa contra gentes de Tomás de Aquino: M. A. VANDENÜUDERIJN,«Notulae Armeno-dominicanae», Arch. Fr. Praed., 25, 1955, págs. 425 y 426. 114 L. BREHIER,La filoso/la en la Edad Media (l.ª ed., México, 1959), págs. 272 y sigs. 115 Cfr. pág. 469. 116 Sobre este autor: MARTfDE BARCELONA, «Fr. Antoni Andreu, O.M. Doctor Dulcifluus (s. XIV)»,Criterion, 5, 1929, págs. 321-346. Un trabajo antiguo: K. PRANTL,Geschichte der Logik ... , III, págs. 276-282. m Cfr. P. SAGÜESAZCONA,«Apuntes para la historia del escotismo en España en el siglo XIV»,en Acta Congres«Fra sus Scotistici lnternationalis Oxonii et Edimburgi, IV, Roma, 1968, págs. 13-19. También: MARTfDEBARCELONA, Pere Tomas. Doctor strenuus et invencibilis», en E. Franciscans, 1927, págs. 90-103. 118 J. A. MARAVALL, «Franciscanismo, burguesía y mentalidad precapitalista: la obra de Eiximenis», en Estudios de historia del pensamiento español, Madrid, 1973, págs. 391-412. 119 Referencias bibliográficas sobre el pensamiento político de Francesc Eiximenis, págs. 468 y 469 y nota 86. 120 Un estudio fundamental sobre este autor: P. SAGÜESAzcoNA, Doctoris fundati Petri de Atabarria sive de Navarra, O. F. M., Primum Sententiarum Scriptum, Madrid, 1974. Cfr. también B. PARERA,«La Teología española ... », en Historia de la Teo/ogla española, I, págs. 479-484. 121 Cfr. las págs. 485-487. T.-J. CARRERAS ARTAU,ob. cit., 11, pág. 480, cita entre los escotistas de segunda línea que escribieron a finales del x1va J. Vidal, autor de un opúsculo defendiendo las doctrinas de Duns Escoto relacionadas con el inmaculismo. Los historiadores de la filosofía citados más arriba, incluyen también entre los escotistas del siglo xv al catalán Juan Marbres, adversario de tomistas o peripatéticos y nominalistas. profesando un ferviente escotismo: ob. cit., 11, págs. 558 y sigs. Su obra fundamental: Quaestiones super acto libros Physicorum Aristotelis. Parece que en la Universidad de Lérida «el escotismo tenía uno de sus reductos». Alli, a finales del xv, ejerció su magisterio el franciscano leonés, natural de Mayorga, Pedro de Castrovol, insigne comentarista de Aristóteles: ob. cit., 11, págs. 580 y 581: cfr. también: V. MUÑOZDELGADO,«La Lógica de Pedro Castrovol», Antonianum, 48. 1973, págs. 162-208. 122 M. ANDRÉS,La Teo/ogfa española en el siglo XVI, págs. 32 y sigs. 123 C. RuBERT CANDAU,«Fr. Guillermo Rubio, O. F. M. Doctrinas Filosóficas», Arch. lb. Amer., 33, 1930: J. M. RUBERTCANDAU,El conocimiento de Dios en la filoso/la de Guillermo Rubio. Una aportación a la filosofía española medieval, Madrid, 1945; Lafilosoffa del siglo X/Va través de Guillermo Rubio. Madrid, 1956. 124 E. GtLSON,La Philosophie au Mayen Áge, págs. 636-637. B. XIBERTA,Guiu Terrena, carmelita de Perpinyil, Barcelona, 1932. m B. XIBERTA,«El mestre Francesc Bacó», Criterion, l, 1925, págs. 179-198 y 286-310. 126 T.-J. CARRERAS ARTAU,ob. cit., 11,págs. 582 y sigs. 127 M. GRABMANN, Historia de la teologfa católica. Desde fines de la Patrfstica hasta nuestros dlas, págs. 129 y sigs. 128 T.-J. CARRERAS ARTAU,ob. cit., 11,págs. 488 y sigs. En otra parte de este trabajo nos referimos a Bernardo Oliver como autor espiritual: pág. 451. y a Alfonso de Vargas como polemista antijudaico: pág. 478. 129 M. GRABMANN, «Mitteilungen aus Münchener Handschfriften über unbekante Philosphen der Artistenfakultllt (Codd. lat. 14.246 und 14.383)», en Fetschrift für Georg Leidinger, Munich. 1930, págs. 77-79. 130 Sobre este autor: H. Bt',YLAENDER, Alvaro Pe/ayo. Studien zu seinen Leben und seinen Schriften, Aschffenburg, 1910; A. AMARO,«Fr. Alvaro Pelagio. Su vida, sus obras y su posición respecto de la pobreza teórica en la Orden franciscana bajo Juan XXII (1316-1334)", en AJA, (1916), págs. 2-32: 192-213: 2 (1916), págs. 5-28: N. luNG, Un franciscain thélogien du pouvoir pontifical du xtv' siec/e: Alvaro Pe/ayo, éveque et pénitencier de Jean XXII, París, 1931; A. DOMJNGUES DE SousA COSTA,Estudos sobre Alvaro País, Lisboa, 1966: tradición manuscrita, ediciones y biografía del autor. Cfr. también: Y. CoNGAR,L 'Eglise de Saint Augustin a l'époque moderne, París. 1970, ed. castellana, gágs. 279-281. 1 «Nam, veritate testante, spiritualis potestas terrenam potestatem instituere habet et iudicare, si bona no fuerit•: el texto de la famosa bula papal, edit. E. GALLEGOBLANCO,Relaciones entre la Iglesia y el Estado en la Edad Media, págs. 282-285 (CIC. ed. FRIEDBERG,11, c. 1245-46). 132 Edit. R. ScHOLZ, Unbekante Kirchenpolitische Streitschriften, X, Roma, 1914, págs. 491-514. El texto citado, págs. 512-513. La ed. y traducción portug~esa: M. PINTODE MENESES,Lisboa, 1954-1956. 133 Cfr. también a. G. MARTÍNEZ.«Alvaro Pelagio y Guillermo de Ockham y la teoría de los dos poderes». en Crisis, 2, 1955, págs. 33-47. V. MENEGHJN,Scritti inediti difra Áfraro Pais, Lisboa, 1969. También escribió un Speculum regum, edit. parcialment R. ScHOLZ. ob. cit .. págs. 514-529: una colección de sermones: Quinquagesilogium, y

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HISTORIA DE ESPAÑA

otro De sermo11t•beatifica. Además. un comentario al Evangelio de San Mateo. El título completo de la obra de Álvaro Pais: Apología pro lohanna XXI/ adver.ms Marsilium patm·imm1 et G11illelm11mOckham de poresrate Papae ac de wili dominio rerwn ecc/esiaJticarwn: T.-J. CARERAS ARTAU. oh. cit.. 11. pág. 476. 134 Cfr. F. ELiAS DE TEJADA. Las doctrinas políticas .... págs. 131-137. y el trabajo fundamental sobre este autor: B. XIBERTA, G11i11Terrena, Carmelita de Perpinyil. Barcelona, 1932. 1'! Una e!>Cuetísima exposición del pensamiento político de este autor: J. L. DE ORELLA Y UNZL:F. Partido.\· po/(ticos en el primer renacimiento ( 1300-1450), págs. 97 y 98. El tratado sobre la infalibilidad pontificia fue editado por B. XrnERTA en Münster el 1926. Sobre esta temática: B. TIERNEY. Origins of Papal Jnfallibility l 150-1350. A Swdy 011 the concepts of lnfalibility. Sm-ereig11ty and Tradition in the Middle Ages, Leiden, 1972. 1~ Cfr. M. DE RIQl'ER y A. COMAS. Historia de la literatura catalana, 11. págs. 188 y 189. 13 Sobre el pensamiento político de este autor: J. H. PROHST. «Francesch Eiximenis. Ses idées politique\ et sociales», RH. 1917. págs. 1-82: «Die ethischen und sozialen Ideen des Katalanischen Franziskaners. Eiximeni1;-... en Wi.uenschaft und Weeisheit, 5. 1938. págs. 73-94: A. LóPEZ-AMo Y MARTIN. «El pensamiento político de Eiximenis en su tratado de Regimenr de Prínceps, AH DE, l 7. 1946: F. EI.iAs DE TEJADA. oh. cit.. págs. 138-163: J. L. DE ÜRELI.A Y UNZt.'E. ob. cit .. págs. 194-195. También: L. S. IRA:-IZ0, «La teocracia pontificia en Francisco de Eiximenis (13401412)», Anales del Seminario de Valencia, 7, págs. 5-183. 1-"' Ed. M. ÜARCIA MIRALLES. «El opúsculo De processibus paparum contra príncipes inutilcs», AST, 36. 1963. págs. 103-107; cfr. también: J. VINCKE. «Nicolaus Rosell, O. P., Kardinal von Aragón». Arch. Frat. Praed .. 14, 1944. págs. 116-197. 1'" H. F1NKE, «Drei spanischen Publizisten aus den grossen Schismas», Gesammelte A11f1a1:.e::11rK11/rurgeschicl1te Spa11iens, 1, 1928. págs. 181-187. 1... 1 Sobre la repercusión del Cisma en España y la trayectoria de las distintas obediencias en los reinos peninsulares: F. J. FERNANDEZCONDE, «El Cisma de Occidente y los reinos peninsulares», en Historia de la Iglesia en Espwia. II/2.º, págs. 464 y sigs. (Con abundante bibliografía.) 101 A esta circunstancia responde la obra: Epístola ad Cardinales .4.nagnie degentes, escrita en 1378. En Dico opera mea regí justifica ante el soberano de Castilla la elección de Clemente VII. Referencias sobre estos dos trabajos: RHCEE, III, pág. 114. Una copiosa bibliografía de N. Eimeric y sus posiciones en el Cisma: El Cisma d'Occident a Ca1al11nya. Les i/les, el pais l'alenciti. Reperrori bibliogrdfic. Barcelona. 1979, págs. 113 y sigs. 102 Para la traducción manuscrita de esta obra: RHCEE, III. págs. 114 y 115. H., En 1394. Eimeric escribe contra los tres cancilleres de París que proponían diversas salidas al conflicto, entre las cuales se encontraba la conciliar: Contra emissum in conclm·i per Papam et Cardinales promissori11m j11ramentum t't comra epistolam Parisie11si11mmagistrorum. La tradición manuscrita: RHCEE, 111.pág. 115. Y en el contexto de estas posiciones ideológicas escribió también aquellos años. Utrum Papa posiit ve/ debem par11irenunciare y Contra Unii·ersitatem Parisiensem Dei ec/esiam imp11gnanrem responsiones ad XXVIII q11aestiones (ibíd., págs. 115 y 116). 1"" F. ELiAS DE TEJADA. ob. cit.. pág. 166. Una breve reseña de su pensamiento político: ibíd., págs. 164-168. Sobre su personalidad: H. FrNKE. «Nicolás Eymerich, publicista en los comienzos del Cisma de Occidente», Anal. /ns. E. Gerundenses, 2, 1947, págs. 124-132. H~ Para su pensamiento político: F. ELIAs DE TEJADA, ob. cit., págs. 169-175. La tradición manuscrita de la obra del dominico valenciano: RHCEE, III, págs. 140 y sigs. Sobre el tratado del Cisma: ibíd., págs. 150 y 151 (con la referencia a las ediciones de la obra). Bibliografía sobre las relaciones de Vicente Ferrer con el Cisma, El Cisma d'Occident .... págs. 118 y sigs. i,i, Sobre la vida y las obras de Bonifacio Ferrer: P. MORRO, Fr. Bonifacio Ferre,. Su i·ida. Sm obras, Valencia. 1917; P. LL0RENS Y RAGA, Fr. Bonifacio Ferre, como religioso r como literato, Castellón de la Plana. 1950. 107 Sobre el cardenal Pedro de Luna (Benedicto XIII) existe una bibliografía copiosa. Las últimas referencias: A. OLIVER, «El papa Luna. San Vicente Ferrer. defensor de la causa del pontífice aviñonés. en Historia de la Iglesia en España, II/2. pág. 464. Como canonista: F. EHRLE, «Die kirchenrechtlichen Schriften Peters von Luna (Benedikts XIII)», en Archiv. für Kirchengesclrichte des Mirtelalters. Graz. 1956. 1.• ed .. Freiburg im Br., 1900, págs. 515575. La tradición manuscrita de sus obras: RHCEE. II, págs. 206 y 207. Una bibliografía abundante sobre destacado personaje: El Cisma 11dozay rns «Coplas de Vita Christi», Madrid, 1968. Sobre Isabel de Vi llena: M. DE RI0UER y A. Cm.ns. História ... , III. p,1gs. 453-484. ''-' La cita sobre l. de Vi llena: P. SAINZ RoDRIGL EZ. Antología .... pág. 727: A. G. HALIFI VALLS,«La Vita Christi de Sor Isabel de Villena y la tradición de las Vitae Chri\li medievales». en Swdia in honotem prof. M. de Riquer, II. Barcelona. 1987. págs. 105-106. Cfr. también: K. W111NN0M.«The Supposed Sources of lnspiration of Spanish Fif17. 1963. págs. 26H-91; «El origen de las comparacione~ teenth-Century Narra ti ve Religious Verse». S1'111posi11111. religiosas del Siglo de Oro: Mendoza. Montesinos y Romún», Rl-1:.·. 46. 1963. págs. 263-285; D. S. VIVIAN. «La Pasión trobada de Diego de San Pedro y sus relaciones con el drama medieval de la Pasión», AEM, 1, 1964. págs. 451-470. Otros autores menos conrn.:idos que afrontan la misma temática: LEANDR0 DI-_MURCIA, «Christias ... RIICTE, l. púg. 269: R0\1AN EL COMENDADOR ... Trobas de la gloriosa Pasión de nuestro Señor Jesucristo», RHCEE, l. pág. J IH: P. X1M1::s;Ez n~ PRI-.X.·\:S.O. Lucero de la rida ctis1ia11a.dirigido a la Reina Católica. con un fin fundamentalmente instructirn. dedica la primera parte a la vida de Cristo: P. SA1:-.1z RoDRl(;t f-Z. ob. cit.. págs. 751-762. RHCEE, l. pag. 322: A\IBIW~10 m Mol\rFSIN0S. \'i111Chtisri. traducción de la obra homónima de LuD0LF0 DE SAJONIA. «EL

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TEOLOGÍA. ESPIRITUALIDAD Y FILOSOFÍA

CARTUJA1'0»; A. M. ÁLVAREZ PELLITERO, La obra lingüística y literaria de fray Ambrosio Montesinos, Valladolid. 1986; JACOBO DE BENAVENTE, Vergel de Consolación, publicado los últimos años del xv, es un amplio tratado de moral. con infinidad de noticias sobre la realidad social de la época. que también dedica a la vida de Jesús y a sus ejemplos y palabras varias páginas: RHCEE, 1, págs. 249 y 250. Numerosas obras se ocupan de temas éticos de carácter monográfico. Así, las diversas formas de amor constituyen el argumento de muchos tratados ascético-teológicos o literarios. Otras tratan lo que podría denominarse ética diferencial o de diversos estados y situaciones. Así: TERESA DE C ARTAGENA,Arboleda de enfermos. escrita para consolación propia y de aquellas personas afectadas por alguna enfermedad. Puede constituir además esta obra una buena muestra de la reivindicación de la condición femenina: F. C. SAINZ DE ROBLES, «Cartagena. Teresa». en Ensayo de un diccionario de mujeres célebres, Madrid, 1959. t. 11, pág. 217: sobre el comportamiento moral de cada estamento social abundan los tratados literarios: podría citarse aquí el singular Scacorum hidus se11de moribus et officiis nobiliwn, de JAIME DE CEsuus. una obra muy leída en el siglo xv: T.-J. CARRERAS ARTAU, Historia ... , II, pág. 449. El ejemplarismo moral de la Virgen y de los Santos también se cultiva con asiduidad en esta época de transición. J. ROi Sobre las colecciones de decretales formadas durante el pontificado de Inocencio IV: A. M. SncKLER, Historia... , págs. 251 y sigs. 37 G. BARRACLOUGH,«Bernard of Compostella», en English Historical Review, 49, 1934, págs. 487-494; S. KunNER, «Die Novellen Papst Innozenz IV», Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte. Kanonistische-Abteilung, 31, 1942. págs. 455-456; A. ÜARCIAY GARCIA, «Notas sobre la canonística ibérica de los siglos xm-xv», SG, 9, 1966, págs. 162-163; RHCEE, l, pág. 409. Sobre Martín Martínez: A. ÜARCIAY GARCIA, «Candelabrum luris», R. de Droit Canonique, 28, 1978, págs. 167-179; Estudios sobre la canonfstica portuguesa ... , págs. 123 y sigs. 38 Sobre la bibliografía relacionada con este autor, cfr. la pág. 533 y nota 11 de este capítulo. Además: A. GARCIA Y GARCIA, RHCEE, l. pág. 410. 39 S. KUTrNER, Repertorium ... , pág. 318 y nota l. Cfr. además: A. GARCIAY GARCIA, RHCEE, l, pág. 415. 40 Sobre la cultura peninsular en la Baja Edad Media, cfr. las págs. 439 y sigs. de esta obra. También: F. J. FERNÁNDEZCONDE, «Estudios generales o universidades», en H_istoriade la Iglesia en España, 11/2.º, págs. 184 y sigs. •1 F. J. FERNÁNDEZCONDE, «La obra del cardenal Gil Alvarez de Albornoz», en Historia de la Iglesia en España, 11/2.º, págs. 404 y sigs. (con abundante bibliografía en la pág. 360). 42 Íd., Estudios generales... , pág. 197; E. VERDERA Y TUELLS, El cardenal Albornoz y el Colegio de España, 3 vols .• Zaragoza, 1972-1973. Sobre los escolares que frecuentaron la fundación albornociana existe una obra fundamental y exhaustiva: A. PÉREZ MARTIN, Proles Aegidiana, l-4 (Studia Albomotiana 31,1-4), Bolonia, 1979. Para los estudiantes españoles del Estudio de Bolonia antes de la creación del colegio de San Clemente: A. GARCIAy GARCÍA, «Escolares ibéricos en Bolonia, 1300-1330», en Derecho Común en España. Los juristas y sus obras, Murcia, 1991, págs. 21-45. • 3 A. GARCIA Y ÜARCIA, «El decretista Fernando Álvarez Albornoz y la fundación del Colegio de España». Studia Albomotiana, 12, Bolonia, 1972, págs. 131-165. 44 Cfr. A. GARCIAY GARCfA, «La penetración del derecho clásico medieval en España», AHDE, 36, 1966, págs. 575-592; «El jurista catalán Guillem de Vallseca. Datos biográficos y tradición manuscrita de su obra», AEM, 1, 1970-1971. pág. 681. 45 Sobre esta serie de autores se hace una larga referencia en este trabajo, donde se habla del humanismo peninsular. «> Este canonista trabaja en la curia pontificia romana a mediados del siglo xv: J. CHOCKIER,Commentaria i11 regulas Cance/lariae Apostolicae sive in Glossemata Alphonsi Sotto, glossatoris nuncupato, Colonia, 1621. Cfr. también: RHCEE, I, pág. 420. 47 F. J. FERNÁNDEZCONDE, «Estudios generales ... », loe. cit., pág. 189. La prohibición de la universidad parisina se debió al papa Honorio III: S. KuTTNER, «Papst Honorius III uns das Studium des Zivilrechts», en Festchrift für Martin Wolf, Tübingen. 1952, págs. 79-101. 411 Part. 11, tít. 31, l. 8. •9 Una serie de referencias sobre varios canonistas salmantinos de la época: A. GARCIA Y GARCIA, «Los canonistas de la Universidad de Salamanca en los siglos x1v-xv», REDC, 17, 1962, págs. 175-190. Más noticias en el RHCEE, l, págs. 419 y sigs. Sobre estos privilegios, cfr. A. GARCIA Y GARCIA, «La enseñanza universitaria en Las Partidas», G/ossae. Revista de Historia del Derecho europeo, 2 (1989-1190), págs. 107-118; más en concreto págs. 115-117. j(} A. GARCIAY GARCIA, «Los canonistas de la Universidad de Salamanca ... ,., loe. cit., págs. 183-185. 51 La cita corresponde a la introducción de una obra suya, el Tractatus de poenitentiis, que publica, después de su muerte, su hijo Diego Alfonso. La cita latina, en A. ÜARCIA Y GARCIA, «Un canonista olvidado: Juan Alfonso de Benavente, profesor de la Universidad de Salamanca en el s. xv», en REDC, 15. 1960, pág. 656, núm. 5. 11 Un estudio sobre este autor: B. ALONSORooRIGUEZ, Juan Alfonso de Benavente, canonista salmantino del siglo XV, Roma-Madrid, 1964. También: A. GARCÍA Y GARCIA, «Un canonista olvidado ... ,., art. cit., págs. 655-669; RHCEE, l. pág. 427. En el siglo XIV, Martín García compone un Ars studendi para estudiantes: M. FouRNIER, «Un régle de travail et de conduite pour les étudiants en droit au XIV' siecle», R. /nternational de /'Enseignement, 19/1, 1890, págs. 518-524. Juan de Castilla, un canonista de finales del xv, citado más adelante, compone también una Arenga pro petitione licenciature ad Academiam Salamantianam: B. ALONSORoDRIGUEZ, DHEE, l. pág. 380. Y el jurista catalán Guillem de Vallseca: Quaestio penes quem pupillus aeducari debeat: A. GARCIA Y GARCIA, «El jurista catalán Guillem de Vallseca». AEM, 1. 1970nl. pág. 693. A finales del x1v, Martín García, un jurista ilerdense, escribe también un breve tratado didáctico para los estudiantes de aquel estudio. H La primera edición en Salamanca el año 1502, con el título completo siguiente: Tractatus de poenitentiis et

actibus poenitentium et con/ essorum, cwn forma ahsolutionum t'I de canonibus poenitentialibus. ~ Sobre este autor: B. ALONSORooRIGUEZ. loe. cit.; también: A. GARCIA Y GARCIA, «Los canonistas de la Universidad de Salamanca en los siglos XIV-XV», REDC, 11, 1962, págs. 179-181. \ '"

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;.,,, ..., .,,1.'1 J41orc;,ib,·,m "'4A.11 >de los miembros de la clerecía segoviana redacta un catecismo, el Doctrinal docto para instruir la rudeza de los ministros. el primero largo en romance que conocemos, muchísimo más expresivo que la sencilla lnstructio de su metropolitano de Toledo. La clerocracia, la fascinación por la sexualidad, la obsesión por el pecado de lujuria, habitual en todos los estados sociales, la misoginia que le lleva a tratar a la mujer como un bien mueble más -«el X.º mandamiento e el postrimero es non desearás la muger del tu prójimo, non el siervo, non la servienta, non el buey, non el asno, nin otras cosas suyas» - , la defensa del orden social establecido o de los bienes eclesiásticos son sólo algunos de los aspectos más notables, subrayados por J. L. Martín en un análisis rápido del texto, que constituye una muestra elocuente de la mentalidad colectiva predominante en Castilla durante la primera parte del siglo x1v66 • En tomo a 1340aparece otro texto catequético importante: el llamado Catecismo de Albornoz, por atribuirse la autoría del mismo al conocido arzobispo y cardenal de ese nombre. Su autor escribe en castellano, compendiando cada uno de los apartados con las series tradicionales de versos latinos memorizadores. Los cuatro capítulos dedicados a exponer los artículos de la fe, los preceptos del Decálogo, las virtudes y los viciostienen como punto de partida la lnstrucrio, de Juan de Aragón, pero alargan el contenido de aquella breve exposición doctrinal del prelado aragonés. El último capítulo, que habla de las obras de misericordia, es nuevo. Pero a partir de entonces figurará sistemáticamente en la mayoría de las explicaciones o tratados de esta índole. El capítulo segundo del catecismo albornociano, dedicado a la exposición de los sacramentos, es, sin duda, la parte más importante de la obra. En él se exponen, de manera pormenorizada, la materia. la forma, el ministro y los afectos de cada uno de ellos, constituyendo, en su conjunto, un sumario preciso y ajustado de teología sacramental. Su autor pudo utilizar como fuente inmediata para este apartado el Tractatus, de Juan de Aragón, aunque, leyendo ambos textos simultáneamente. se perciben en seguida numerosas diferencias entre ellos. Parece bastante razonable pensar que los dos tratados dependen de un ejemplar básico que circulaba por las sedes castellanas como modelo de los distintos catecismos confeccionados en los numerosos sínodos celebrados entonces para llevar a la práctica las ordenaciones del cardenal Godin 67 • Bias Fernández de Toledo utiliza textualmente la breve instrucción de Juan de Aragón, su antepasado en la metrópoli toledana. para introducir las actas del sínodo del 1356, manteniendo todavía el texto latino de las mismas"~. Conocemos también el Catecismo de Juan de Barce-

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lona, ordenado por este prelado cuando era obispo de Segorbe-Castellón (1363-70). Aparecen como complemento de unas constituciones amplias, de carácter jurídico, litúrgico, disciplinar y doctrinal, promulgadas el año 1367. El cuaderno propiamente catequético recoge, además, el texto de las principales oraciones cristianas 69 • El arzobispo de Sevilla, Pedro Gómez Barroso (1369-71), redacta, asimismo, un tratado catequético romanceado: el Catecismo o libro de la justicia de la vida espiritual y perfección de la Iglesia militante, «para hedifica~ión de la vida e salud e provecho de las ánimas de los fieles cristianos», utilizando profusamente el tradicional sistema de autoridades: los «dichos santíssimos de la Santa Escriptura e de los Santos Padres». Algunas referencias de carácter localista, que intercala en la exposición, tienen un gran interés para conocer la situación social y religiosa de la archidiócesis hispalense a finales del trescientos 70• Gutierre Gómez de Toledo, pariente del arzobispo toledano Bias Femández y obispo de Oviedo en la segunda parte del XIV (1377-89), inaugura su gobierno en Asturias con una reunión sinodal (1377), en la que redacta y entrega a los responsables de las parroquias un cuaderno de catequesis en romance ((para que lo sepan de cora~ón los curas de cada eglesia e enformen a sus feligreses en ellos ~iertos días del anno» 71 • El Catecismo de D. Gutierre, tanto en su sistematización como por sus contenidos, es una réplica fiel del atribuido al cardenal Albornoz. El obispo ovetense, conocido por sus pujos de reformador, publica también en el mismo sínodo un auténtico catálogo de delitos y pecados, sancionados la mayoría con el anatema de excomunión. ordenando a sus curas y capellanes (ajo. Este prelado es además autor de una Instrucción, destinada a los conversos de Granada para indicarles cómo deben comportarse entre los cristianos: ed. T. DE AZCONA,Isabel la Católica, págs. 761-763. 8 J. TEJADA Y RAMIRO,ob. cit., v. 111, pág. 748. !111 Cfr. J. MENÉNDEZPELÁEZ, art. cit., págs. 30 y sigs. Cfr. también, E. OYOLA, Los pecados capitales en la literatura medieval espa,io/a, Barcelona, 1979. 11'1 El sencillo poema comienza así: «Remiembrense vuestros entendimientos/ que son diez los santos mandamientos. / El primero. non farás Dios estranno / el segundo non jures Dios en vano»: M.' DEL CARMENPESCADORDEL HOYO, ,,Tres nuevos poemas medievales», NRFH. 14, 1960, págs. 246-247. "0 Las dos obras citadas: NBAE, v. 19. Madrid, 1912. Cfr. también: A. S0RIA. «La Confesión rimada, de Fernán Pérez de Guzmán». BRAE. 40, 1960, págs. 191-263. '11 Edit. A. WooDFORD, NRFH. 8, 1954. págs. 268-294. ": El texto del Libro de los enxemplos: BAE, v. 51, págs. 443-542. La edición crítica: J. E. KELLER.Madrid. 1%1 (Clásicos Hispánicos). "·1 Utilizamos la edición de Burgos de 1516. La primera edición se llevó a cabo en Sevilla el 1470. También se editó en catalán en 1470. El párrafo citado en f. 26 r. 04 Cfr. f. 1 v. Cfr. F. VINDEL,,,El Arcediano Sánchez de Vercial y su libro E/ Sacramental», en Artículos bibliologicos, Madrid. 1948, págs. 113-130. ''' G. PLACER, Bibliografía mercedaria. págs. 348-351; RHCEE, l. págs. 318 y 319, con referencias a las distintas ediciones. "" Cfr. el RHCEE, I. pág. 324. La Compilatio de .5/lcramentíses una pequeña suma sacramentaria destinada a la instrucción de los clérigos nuevos. El Tractarus responde a las características propias de un catecismo. ''° Al final de un tratado clásico de «moral de estados». se incluyen una serie de instrucciones de índole catequética: RHCEE, I. págs. 306. Cfr. también págs. 867 y 887 (nota 19) de esta obra. Cfr., asimismo. una obra anónima titulada: lnsrrncrio de doctrina christüma. del siglo xv: G. ANTOI.iN,Catálogo ... , v. l. págs. 513 y 514.

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cas). J. A. CHAPMAN. «Juan Ruiz's Learned Sermon in Libro de Buen Amor». Smdies. Londres. 1970. p.igs. 29-51. ,< El texto de la Summa: P. Lf:s;F.HAN.Pedro de Albalat ... , loe. cit .. págs. 27 y 28. "' Part. l. tit. V. l. 42, edit. de la R.A.H., Madrid. 1972. v. l. pág. 227. ,- La bibliografía sobre la historia de la catequesis antigua y altomedieval es relativamente abundante. Sobre la de la Baja Edad Media. también. Cfr. J. MENÉNDEZ PELAEZ. «Catequesis y literatura en la España medieval». S111di11m(hetense, 8. 1980. págs. 7-41; F. J. FER:\ANDEZ CONDE. «Los nuevos catecismos». en H. de la Iglesia en f:,¡1wia, v. 11/2.". págs. 448 y sigs. Una obra de carácter general: A. ETCHEGARAYCRUZ, Historia de la catequesis, Santiago de Chile. s. a. Cfr. además: HEZARL>,Histoire du catéchisme despuis la naissance de f'Église jusqu'a nos jo11rs. París. 1900. '' Sobre la catequesis agustiniana: A. E1n1EGARAY CRL;z, ob. cit.. págs. 43 y sigs. El texto de la obra agustiniana: PL. 40. c. 309-48. '' PL, 101, c. 1097-1144. " Texto. PL. 72. c. 579-80. -, Cfr. J. M. CASAS Hm,1s. «Dos antiguos tratados catequísticos». Gesammelte A11[\iit::.e:11r K11/t11rgeschichte -~/lilllit'IIS, 16, [960. págs. 77-84. ,: El texto. PL. 172. 1109-1176. Cfr. C. SH;RE, «Le forme e le tradizioni didattiche». Grundriss der romanischen lira11111rmeles Miuelalrers, Vl/1. Heidelberg. 1968. págs. 67 y sigs.: «El primer libro se refiere a Dios, la creación. el pecado. la encarnación. la rendención; en el segundo. lo que se refiere al hombre, el bien y el mal. la gracia y los sacramentos. y el tercero. al juicio universal y a los tres reinos de ultratumba». Cfr. también: Y. LEFEVRE, L 'E/11cidaet les L11cid11ires,París. 1954. ri11111 " Los textos, PL, 175. 405-14: y PL. 176. 173-618. Cfr. M. ÜRABMANN.Hisroira de la teología católica, Madrid. ll/-fü. pág. 47; F. CAYRF. Patrologie et histoire de la théologie. v. II. París. 1954. págs. 376-384. " Del tratado De d11ob11spraeceptis caritatis et decem /egis praeceptis (Cuaresma de 1273). citado por A. ETl HFGAR.-\YCRt'Z. ob. cit.. pág. 67. Una panorámica de la catequesis en la época medieval, A. ETctffGARAY C11.uz. ob. cit.. púgs. 57 y sigs. FZCOMJE, «Cultura y pensamiento religioso en la Baja Edad Media», en Historia de la Iglesia en E1p111i11, 11/2.". págs. 198 y sigs. Un breve y minucioso análisis de esta obra: F. Rico, Alfonso el Sabio y la •General E.110ria»,Madrid. 1972. ,- Parr. l. tít. IV, loe. cit., pág. 46. '' Texto: R. P. KINKADE, Los «L11ciclarios» npwioles, Madrid. 1968. Cfr. la pág. 459 de esta obra. Nicol:ís Eymcrich. poco antes de morir (1393). redacta el Eillcidari11m elucidari para corregir los errores de la obra de H. de Autun: Y LEFEVRE, L 'Eillcidari11m.... págs. 483-521. '" El texto: M. CASAS Hm,1s. «Un catecismo hispano-latino medieval», HS, 1948. págs. 113-126. El texto comienza en la p.íg. 119 y va precedido de un breve estudio. Algunos tratados de polemistas antijudíos, como la Explanario symboli Aposrolorum, de R. Martino, pertenecen, propiamente, a este capítulo de literatura didáctica. Lo mismo habría que decir de obras pedagógicas de Llull como la Doctrina Pueril. '" Este autor cita un texto catequético que procede de Brujas, muy parecido al publicado por él: A. DE PooRTER, «Un Catéchismc du XIII' siccle», RHE. 28. 1932. págs. 70-74. Y en la pág. 17 cita el Ms. 1344 de la Biblioteca de Palacio sobre el «orden» de aprender a leer. Y el programa coincide con los elementos básicos de la instrucción catequética. Otro texto catequético sencillo. también del s. XIII: P. GALINDO ROMEO, «Un catecismo hispano-latino medieval», en Homenaje a Finke: R. Z11rita, l. 1939, págs. 42-47. ,., MA'-ISI.24. 420: Sínodo Lambetheme. c. X: «De informatione simplicium». ''' J. SANCIIEZ HERRERO, «Los sínodos de la diócesis de León en los siglos XIII al xv». F11e111es y Esmdios de Historia lt•onesa, v. xv. págs. 238-240. "' El texto: J. SAr-cHEZ HFRRF.R0, Concilios Proi·inciales y Sínodos Toledanos de los siglos XIV y XV, páginas 173-184. La lnstr11ctio. págs. 174-176. '"' El texto: DEREK W. L0MAX, «El catecismo de Albornoz», en El cardenal Albomo::. y el Colegio de España, v. l. pügs. 225-233. Cfr. también: J. PERAR'-IAU.«Un altre catecisme castellá medieval derivat de Tractarm bre,·is ... , de Joan d'Aragó», A TS. 48, 1975. p,ígs. 143-148. "' Cfr. T.-J. CARRERASARTAU. Historia de la filomfía española, v. II. pág. 524. Este prelado también es autor de una Glosa al Pater Noster. l"J, El tratado no tiene título. Utilizamos el de D. DE Col.MENARES~ Historia de la insigne ciudad de Segovia, nueva ed .. vol. l. pág. 468. Una aproximación al texto del mismo: J. L. MARTÍN, «El sínodo diocesano de Cuéllar (1325)», en Homenaje a fray Jmro Pére:. de Urbe/, O.S.B., v. II. 1977. págs. 145-176. Unos años más tarde. J. L. Martín y A. Linage Conde han publicado el texto de este precioso catecismo, precedido de un buen estudio sobre el ambiente cultural de la época y la significación social del mismo: J. L. MARTÍN y A. LINAGE CONDE, Religión y rnciedad medina!. El Catecismo ele Pedro de C11él/ar([325). Salamanca. 1987. º' El texto del catecismo de Albornoz: DEREK W. L0MAX, loe. cit .. págs. 221-225. El profesor D. W. Lomax supone que el catecismo de Albornoz es una traducción abreviada del tratado latino de Juan de Aragón. Sobre las diferencias de ambos textos y la teoría de un prototipo común castellano: F. J. FERNANDEZCo:s;oF. Gwierre de Toleclo, obispo de 01'iedo, Oviedo. 1978. págs. 147 y sigs. Recientemente he tenido la oportunidad de leer un trabajo. aún inédito, de L. Resines. en el que se hacen valiosas precisiones relativas a los procesos de dependencia de estos catecismos medievales. '" J. SANCHEZHFRRF.RO, Concilios Pro1·i11ciales ... , pügs. 224-226. "" Una breve referencia sobre e,te cuaderno: P. L. LLORE'-ISRAGA, Episcopologio de la diócesis de SegorheCastelló11, v. l. pág. 174.

~-Cfr.

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PROCEDENCIA DE LAS ILUSTRACIONES AISA: 11, 13, 61, 125,247,350,353,424,473,479,539,572,583,613,823,865. ARCHIVO ESPASA CALPE: 7, 122, 123, 137, 169, 175, 210, 228, 280, 284, 287, 296, 308, 320,327,343,363,386,388,452,456,487,492,501,528,577,617,635,643,769,811,820, 840. ARENAS: 771. ARRANZ: 649. ISIDRO BANGO: 69,231,632. ROBERT G. EVERTS: 355,396,482,609,689, 705. CARLOS FLORES: 89. 93, 98. 115.

ÍNDEX: 43. MAS: 291. 342, 568. OLIVENZA: 76, 683. ORONOZ: 9. 16, 19, 22, 31, 33, 36, 39, 40, 54, 57, 65, 74, 112, 129, 142, 143, 156, 158, 165, 177. 183, 194,212.213,221,234,236,238,241,250,253,255,269,272,275,277,294,300, 306,307,312,314,317,333,360,362,366,375,382,414,416,418,441,444,448,498,509, 535,562,565,575,580,585,599,602,605,619,621,626,631,656,661,663,666,668,671. 672,674,677,681,683,687,692,695,697,700,702,707,711,714,717,724,726,728,731, 733,735.738. 741. 744. 755. 776,779, 793,802,815,826,833,840,850,856.872.876.881. 883.

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PAISAJES ESPAÑOLES: 95. PRISMA: 101,217.372. 428,463.468.

544. 729. 765. 785. 835. 869.

RODRÍGUEZ RAMOS: 105. 117. 798. SALMER: 402. SANTI: 758. VERDUGO: 336. Lo'>mapas, dibujos y gráficos han sido realizados por SERGIO ASENSIO y MANUEL MURGA.

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ÍNDICE ALFABÉTICO A sociedade medieval pormguesa. Aspectos de vida cotidiana, de A. H. de Oliveira Marqués: 80. A Brief History of Kharja Swdies, de A Summary of the Derivation of the Samuel Armistead: 841. Parameters in tire Comme111ario/11s A contrae/ for world maps at Barcefrom the Alfonsine Tables with an lona, 1399-1400, de R. A. SkelAppendix on the Length of the ton: 592. Tropical Year in Abraham ZacuA Critica/ Bibliography of Hispanic to 's Almanach Perpetuum, de Artlwrian Material, de Harvey N. M. Swerdlow: 590. L. Sharrer: 367. A S11ppleme111aryHand-List: 887. A Explicar;iio dos dez mandamentos, por San Pedro Pascoal, em port11- Ab urbe condita libri ... , de Tito Livio: 835. gues, de M. Martins: 514. A Fifteenth-Ce11111ry Treatise 011Ed11- Abadiano: 53. Abastecimiemo a Santiago de Comcatio11by Bishop Roderirns Zamopostela hasta el primer cuarto del sirensis, de H. Keniston: 525. glo XVI (El), de A. Rodríguez: 28. A History of Magic and ExperimenAbd al-Wa~id ibn Is~aq al-Dabbi: tal Science, de L. Thorndike: 588. 559. 591. 656. A History of Spanish Paiming, de Abd Allah ibn A~mad al-Tulay\uli: Ch. R. Post: 740. 560. A History of the university in Europe. Abelardo (Pedro): 451. 792. /. Unh-ersitiesin the middle ages, de Abellán (J. L.): 513. 517. Aben-Alhamar: 316. H. de Ridder-Symoens: 655. Abencerraje y la hermosa Jarifa. A Phantom Treatise of the I4th Cenmry? Tire «ars norn,,, de Sarah Cuatro textos y su estudio (El¡, de Fuller: 781. Francisco López Estrada: 399. Abenvenist (Benvenist): 640. A pobre::.a e a assistencia aos pobres Abner aus Burgos, de F. Baer: 513. na penímula Ibérica dura/lle a Idade Média. Actas de las primeras Abner de Burgos. Véase Alfonso de Valladolid. jornadas /11so-espa1iolasde historia Abraham (Cresques): 574. 576-578. mediel'lli: 653. Abraham b. Semucl b. Hasday haA problemática musical das Camigas Leví: 567. de Amico, de José Augusto AleAbraham bar }:liyya: 566. gría: 783. Á propos des premieres Summae ConAbraham ben Waqar: 589. fessorum. Theologie el lJroil ca11011i- Abraham Zacut. Siglo XV, de F. Canque, de P. Michaud-Quantin: 886. tera: 593. A propm des premiáes traducliom Abu "Ali al-Hasain ibn Rashiq: 651. de la Bible en cmrillu11:les rn111ra- Abü Dawüd: 557. Abu Harun b. al-Lawi: 648. dictions de la rnlture clérirnle. de Abü Ma·sar: 569. A. Joel Saugnic: 188. Abül-Hu~ayn al-Süfi: 563. Á propos des tahlt'I airro110111iq110 de Abül-Qasim ibn al-Samh: 562. Pierred'Arago11,de E. Poulle: :>lJI.

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Acqui Terme: XXXI. Acta Capitulorum Generali11m Praedicatorum ab anno 1200... , de B. Reicher: 512. Acta Musico/ógica: 783. Actas de las Jornadas de Estudios Sefardfes: 842. Actas de las primeras jornadas lusoespañolas de historia medieval: 653. Actas del Coloquio de la V Asamblea General de la Sociedad Española de Es111diosMedievales: 180. Actas del Congreso /111ernacional «España en la Música de Occidente»: 782-785. Actas del Congreso lmernacional sobre la Lengua y la Literatura en tiempos de Alfonso X: 188. Actas del Vil Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas:860. Actas Simposio Internacional sobre «O Pórtico da Gloria e a Arte do seu Tempo»: 699. Actii•idadproseluista de San Viceme Fe"er duranJeel reinado de Femando l de Aragón (La), de F. Vendrell: 513. Activitats i f ónnules supersticioses de guarició a Catalwiya en la primera meitat del seg/e XW, de J. Peramau:

655. Adam de Bremen: 592. Ademar (Aguilhem): 766. Adler (Guido): 782. Adriático (mar): 576. Aforismos, de Hipócrates: 627. 636. 647. África: XVIII, 555. 578. 581, 584. Agricu/111raNabatea, de lbn Wa~~iyya: 564. Agripa (Cornelio): 455. Agustín (Antonio): 823. Ag11stinismo político y rn importancia en la el'Ol11ción histórica del

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PAISAJES ESPAÑOLES: 95. PRISMA: 101. 217,372,428,463,468,544,

729, 765,785,835.869.

RODRÍGUEZ RAMOS: 105, 117, 798. SALMER: 402. SANTI: 758. VERDUGO: 336.

Los mapas, dibujos y gráficos han sido realizados por SERGIO ASENSIO y MANUEL MURGA.

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ÍNDICE ALFABÉTICO A A Brief History of Kharja S111dies,de Samuel Armistead: 841. A comract for wor/d maps at Barcelona, 1399-1400, de R. A. Skelton: 592. A Critica/ Bibliography of Hispanic Arth11rian Material, de Harvey L. Sharrer: 367. A Explica,;iio dos dez mandamentos, por San Pedro Pascoal, em port11g11es,de M. Martins: 514. A Fifteenth-Cenrury Treatise on Ed11cation by Bishop Roderirns Zamorensis, de H. Keniston: 525. A History of Magic and Experimental Science, de L. Thorndike: 588. 591. 656. A History of Spanish Painting, de Ch. R. Post: 740. A History of the 11niversiryin E11rope. J. Uni1·ersitiesin rhe midd/e ages, de H. de Ridder-Symoens: 655. A Phantom Treatise of the 14th Cenrury? The «ars nol'a», de Sarah Fuller: 781. A pobreza e a assistencia aos pobres na penínrnla Ibérica d11ranrea Idade Média. Actas de las primeras jornadas /uso-españolas de historia medieval: 653. A problemática m11Sicaldas Cantigas de Amico, de José Augusto Alegría: 783. Á propos des premieres Summae Confessorum. Theologie et Droit canonique, de P. Michaud-Quantin: 886. A propos des premieres traductions de la Bible en castillan: les conrradictions de la cul111recléricale, de A. Joel Saugnie: 188. A propos des tables astronomiques de Pierred'Aragon, de E. Poullc: 591.

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A sociedade medieval portuguesa. Aspectos de vida cotidiana, de A. H. de Oliveira Marqués: 80. A Summary of the Derivation of the Parameters in the Commentariolus from the Alfonsine Tables with an Appendix on the Length of the Tropical Year in Abraham Zacuto 's Almanach Perpetuum, de N. M. Swerdlow: 590. A Supp/ementary Hand-List: 887. Ab urbe condita libri ... , de Tito Livio: 835. Abadiano: 53. Abastecimiento a Santiago de Compostela hasta el primer cuarto del siglo XVI (El), de A. Rodríguez: 28. Abd al-Wa~id ibn Is~aq al-Dabbi: 559. Abd Alllih ibn A~mad al-Tulay~ulT: 560. Abelardo (Pedro): 451, 792. Abellán (J. L.): 513,517. Aben-Alhamar: 316. Abencerraje y la hermosa Jarifa. Cuatro textos y su estudio (El), de Francisco López Estrada: 399. Abenvenist (Benvenist): 640. Abner aus Burgos, de F. Baer: 513. Abner de Burgos. Véase Alfonso de Valladolid. Abraham (Cresques): 574. 576-578. Abraham b. Semuel b. Hasday haLeví: 567. Abraham bar J:liyya: 566. Abraham ben Waqar: 589. Abraham Zacut. Siglo XV, de F. Cantera: 593. Abu 'Ali al-Hasain ibn Rashiq: 651. Abo Dawod: 557. Abu Harun b. al-Lawi: 648. Abo Ma'far: 569. AbOl-f:lusayn al-SOfi: 563. Abül-Qiisim ibn al-Sam~: 562.

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AcquiTerme:xxx1. Acta Capitulorum Generalium Praedicatorum ab anno 1200... , de B. Reicher: 512. Acta Musicológica: 783. Actas de las Jornadas de Estudios Sefardfes: 842. Actas de las primeras jornadas lusoespañolas de historia medieval: 653. Actas del Coloquio de la V Asamblea General de la Sociedad Española de Est11diosMedievales: 180. Actas del Congreso Internacional « España en la Música de Occidente»: 782-785. Actas del Congreso Internacional sobre la Lengua y la Literatura en tiempos de Alfonso X: 188. Actas-del Vl/ Congreso de la Asociación /n1emaciona/de Hispanistas:860. Actas Simposio Internacional sobre «O Pórtico da Gloria e a Arte do seu Tempo»: 699. ActividiJdproselitistade San Vicente Ferre, durante el reinado de Femando I de Aragón (La), de F. Vendrell: 513. Activirars i fónnules supersticioses de guarició a Catalunya en la primera meitat del seg/e XIV, de J. Peramau:

6.55. Adam de Bremen: 592. Ademar (Aguilhem): 766. Adler (Guido): 782. Adriático (mar): 576. Aforismos, de Hipócrates: 627, 636. 647. África: XVIII, 555, 578, 581, 584. Agricultura Nabatea, de Ibn Wa~~iyya: 564. Agripa (Cornelio): 455. Agustín (Antonio): 823. Ag11sti11ismopo/ftico .\' su importancia en la e\'0/11ció11histórica del

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ÍNDICE ALFABÉTICO

medioei•o ( El), de F. J. Fernández Conde: 519. Ailly (Pierre d'): 471, 475. Aimeric de Belenoi: 766. Ainaud de Lasarte (J.): 720. Al-Andalus: 57. 555. 556, 564, 575, 582. AI-BattanI: 558. 559. 566. AI-Bi!rüjI: 557. Al-Bi!rílji, De motibus ce/orum, de F. J. Carmody: 588. Al-Bi!rüji: On the Principies of Astronomy, de B. R. Goldstein: 588. AI-Bi!rüyI: 556-558. 575, 581. AI-Farabi: 750-753. Al-Farabi and the Role of Arabic Mmic Theory in the Latin Middle Ages, de Michael Randel: 781. Al-Farganr: 557, 581. 582. 584. AI-I:Iadib (Isaac): 581, 583. AI-JwarizmI: 581, 582. Al-Ma'müm de Toledo: 561. Al marge de la Crónica de Jaume /, de F. Soldevila: 433. Al pie de un crucifijo que estd en Medina sobre una pared hecha con huesos de difuntos, de J. Álvarez Gato: 320. AI-Qabisf: 579. Al-Qantara: 589. Al-~üfi: 563. 564. 584. Al-~üfi and Alfonso X, de J. Samsó y M. Comes: 590. Al-~üfi como fuente del libro de la Ochaua Espera de Alfonso X, de M. Comes: 589,590. AI-Zarqiil, Alfonso X and Peter of Aragon on the Solar Equation, de J. Samsó: 591. Alain de Lille: 868, 886. Alarcos: 852. Alatorre (Antonio): 173. Alatzar (Mosse): 637. Álava: xxv, 53, 59. 76, 104, 541, 713. Álava mediernl, de G. Martínez Díez: 550. Alba (duques de): 188, 839. 858. Albareda Herrera (Manuel): UH. Albarracfn: 74, 116, 179. Albert (Pere): 543. 544. Albert (Raimundo): 520. Albert (Ramón): 462. Alberto de Sajonia: 472. Alberto Magno: 470. 505.

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Albi (Guadalupe): 653. Albornoz (cardenal): 879. 880. 889. Albucasis: 608,627,641,647.650. Alcalá (A.): 510, 525. Alcalá de Henares: 689. 791, 795. 804-806, 819-822. 825. Alcántara: 17,498. Alcanyíz (Lluís): 618. 637, 653. Alchemical Corpus attribwed to Raymond Lu/1 (The), de M. Pereira: 591. 655. Alejandría: 578. 878. Alejandría (escuela de): 750. Alejandro III: 530. 803. Alejandro IV: 799,805.816. 817. Alejandro VI: 821. Alejandro de Hales: 470. 799. Alejandro de Villadei: 836. Alejandro Magno: 142. 389. 422. 832. Alejo de Vahía: 712. Alemán (Enrique): 743. Alemán (Juan): 710. Alemán (Melchor): 740. Alemán (Rodrigo): 713. Alemania: 670, 725. Alemany Ferrer (R.): 433. Alfaquín (Abraham): 559. Alfarabí: 450. Alfonsine Tables and Alfonso X of Castille (The), de E. Poulle: 590. Alfonsine Tables in England (The), de J. D. North: 590. Alfonso I de Aragón, el Batallador: 109. 765. Alfonso I de Asturias: 252. Alfonso II de Aragón: 766. Alfonso III: 376, 421, 609. Alfonso IV de Portugal: 579. 800. 819. Alfonso IV el Benigno: 221. 422, 572, 61 l, 823. Alfonso V de Aragón. el Magnánimo: xxx. 121,298.341, 403. 427, 454. 483, 495. 508, 728, 800. 834. 835,859. Alfonso VI: 174. 176, 179. 252. 334. 348, 540.679,852.859. Alfonso VII el Emperador: 21. 673, 765. 858. Alfonso VIII de Castilla: XXIII. 252. 410-412, 707. 761. 804. 813, 814, 852. Alfonso IX: 411. 703. 804. 814. 815. Alfonso X de Castilla. el Sabio: xv.

XXIV, XXXI, 10. 145. 164, 166. 167, 182, 183. 227. 238. 239. 316. 330, 334. 351. 354, 360. 376. 410, 411. 413-418. 420, 422. 423. 425. 426, 432, 439. 440. 442. 447, 458-460. 512. 535. 538-540. 555. 556, 558-561. 565, 566. 572. 575. 580. 581, 588, 610, 611. 632. 637. 639, 648. 673. 682. 704. 732. 734. 752. 766. 768. 771. 773-775. 802. 805, 806, 809. 813, 816-818. 848. 854,875. Alfonso X el Sabio, de John Keller: 390. Alfonso X and Arabic Astronomy. de J. Samsó: 589. Alfonso X el Sabio y la música (simposio): 781. Alfonso X el Sabio y m obra legislatirn: algunas reflexiones, de A. Iglesias Ferreiros: 549. Alfonso X el Sabio )" la General fa. toria, de F. Rico: 432, 889. Alfonso X el Sabio y la música de las Cantigas, de l. Fernández de la Cuesta: 784. Alfonso X: historiografía y tradiciones compilatorias del medien, europeo: 432. Alfonso X. Lapidario, de S. Rodríguez y M. Montalvo: 588. Alfonso X of Castile Patron of Literature and Learning, de E. S. Procter: 588. Alfonso XI de Castilla: xvm. 7. 32. 40, 57. 233, 294, 298. 299, 312. 416-418. 420, 426. 540. 541, 579. 632,679.684. 734,779. Alfonso (infante don): 712. Alfonso (maestro): 684. Alfonso (Pedro): 349. 449. 844. Alfonso de Benavente (Diego): 536. Alfonso de Benavente (Juan): 529. 536, 537. Alfonso de Borja: 728. Alfonso de Cámara: 886. Alfonso o Alonso de Cartagena: XXIV, XL. 431, 457, 494. 500, 504. 507, 508. 510. 521. 686, 711. 740. 832, 859, 880, 881. Alfonso de Córdoba (Martín): 312, 870. 888. Alfonso de Palencia: 425. 426. 430. 431. Alfonso de Palencia: historiografía XVII,

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ÍNDICE ALFABÉTICO y humanismo en la Castilla del si-

glo XV, de A. Antelo: 434. Alfonso de Pimentel. Véase Benavente (conde de). Alfonso de Sedano: 739. Alfonso Tostado. Vita et opere, de P. Silvano: 520. Alfonso de Valladolid: 456, 579, 879. Alfonso Vargas de Toledo: 478, 799. Alfredo Guntero, O. F. M., discfpulo de Scoto y lector en el Estudio General de Barcelona, de L. Amorós: 512. Algazel: 450. Alguadez (Meir): 645. Algunas adiciones al Diccionario crítico de Corominas sacadas de las antiguas Biblias judeo-españolas: 189. Algunas precisiones acerca de las Cantigas de Santa María, de Jesús Montoya: 784. Algunas voces vascas usadas en el Fuero General de Navarra, de B. de Echegaray: 180. Algunos aspectos del m11dejarismo urbano medieval, de L. Torres Balbás: 699. Algunos aspectos médicos de las peregrinaciones medievales a Compostela, de R. Baltar Domínguez: 653. Alhakem 11:682. Alhama: 155. 161. "Alib. Ridwan: 579. 'AII ibn Jalaf: 558. ·AII ibn Ri9wan: 558. «Afia lnformatio Beg11inomm», d'Arnau de Vilanorn ( L ·¡, de J. Perarnau: 515. Alicante: 22. Alimentación y abasrecimiemo, de M.' C. Carie: 262. Alimemos en favor de los asce11die111es en el Derecho de Castilla y León, de J. Martínez Gijón: 319. Aljubarrota: 819. Alkademein: 557. Almagesto, de Tolomeo: 557. 5H2. Almanach Perpetuum. Véase Hihbur, de Abraham Zacuto. Almanaque, de Azarquicl: 558. 559, 581.

Almanaque, de Profcit Tihbón: 5H~.

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Almanaques catalanes y portugueses de origen drabe, de J. M. Millás Vallicrosa: 591. Almocafa (Ben): 164. Alonso (Amado): 190, 193-196, 199, 201. Alonso (Dámaso): 160, 195, 201, 346,403. Alonso (P. M.): 886. Alonso de Burgos: 688, 711, 712. Alonso de Cartagena y el Defensorium Unitatis Christianae, de G. Verdín-Díaz: 513. Alonso de Córdoba: Véase Alfonso de Córdoba. Alonso de Oropesa: 500. Alonso de Oropesa y su obra, Studia Hieronymiana, de L. A. Díaz y Díaz: 514, 523. Alonso de Proaza: 831. Alonso de Velasco: 710. Alonso Rodríguez (B.): 548. Aloy (maestro): 715. Alpes: XIV, 576,617,625. Alpilragius cum quibusdam aliis: 556. Alpram (Alfonso): 888. Alquimia en las obras médicas de Arna11de Vilanova (La), de J. A. Paniagua: 591. Altre catecisme castelld medieval derivar de Tractaws brevis ( Un), de J. Perarnau: 889. Alvar (Carlos): 370, 834, 848, 849,

860. Alvar (Elena): 172, 180, 200, 202. Alvar Ezquerra (Manuel): 151, 152. 172. 179,180,200,384,860. Alvar Garcfa de Santa María, cronista de Castilla, de F. Cantera: 433. Alrnr Garcfa de Santa Maria. Historia de la Judería de Burgos y de sus conversos más egregios, de F. Cantera Burgos: 521. Álvarez (Elisa): 2. Álvarez (Rosario): 784. Álvarez Abarca (Fernán): 636. Álvarez de Albornoz (Fernando): 534. Álvarez de Albornoz (Gil): 533. Álvarez de Villasandino (Alfonso): 148, 150, 151. 153. 361. Álvarez Gato (Juan): 320. 399. Álvaro de Córdoba: 504. Áh·aro de Oviedo: 440.

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Alvaro Pe/agio y Guillermo de Ockham y la teoría de los dos poderes, de G. Martínez: 517. Alvaro Pe/ayo. Studien zu seinen Leben und seinen Schriften, de H. Baylaender: 517. Álvaro Zamora (M. l.): 744. Alllih: 557. Allegory of Fortune and the Imitation of Dante in the Laberinto and Coronation of Juan de Mena (The), de F. Street: 522. Amadfs de Gau/a: 230,289,361,362, 364, 367. Amadis de Gaula, de Frank Pierce: 367. «Amadis» y el «Quijote» (El), de Félix G. Olmedo: 367. Amasuno (Marcelino): 636, 652, 653. Amer (Pedro de): 461,462. Amonestamientos e doctrinas, atribuido a Alfonso de Cartagena: 494.

Amor y el erotismo en la literatura medieval (El), de J. Victorio: 319. Ampliación de las reformas del Lateranense IV en la Iglesia española, de F. J. Fernández Conde: 886. An liceat Pontifici maximo eiusque Cardineo Co/legio beneficiorum vacantium medios fructus exigere: De Pontifici Pallii mysterio, et an por eo aliquid tempora/e absque simoniae /abe exigí possit, de Fernando de Córdoba: 519. Anacephaleosis, de Alfonso de Cartagena: 431. Anacephaleosis de Alfonso Garc{a de Santa Maria, obispo de Burgos (La), de R. B. Tate: 434. Analecta sacra tarraconensia: 828. Anales, de Garcí Sánchez de Sevilla: 423.

Anales Salmantinos: 522. Anales Toledanos Primeros: 413. Análisis lingüístico y filológico de Otas de Roma, de Herbert L. Baird: 172. Ancienne satire espagnole contre les marranes (Une), de H. Pflaum: 189. Andalucía: 6, 15, 20. 23-25, 56, 66, 70, 93, 118. 127, 131, 439, 538, 660, 684, 694, 735. 739.

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ÍNDICE ALFABÉTICO

Andanras e 1·iajes de Pero Tafur: 429. Andrés (Antonio. Scotellm): XXXVI. 474, 476, 799. Andrés de Albalat: 458, 866. 872. Andrés de Li: 574. Andreu (Durán): 570. Anfiinge des Gelehrten Rechts in Deutschland. Ein Beitrag ziir Gesde chichte der Friihrezeption. W. Trusen: 546. Ángel de Francavila: 570. Anglés (Higinio): 758. 761. 767, 781. 782. Anglico (Alano): 528. Anglico (Bartolomé): 638. Angulo: 741. Anjou (casa de): 610. Anónimo IV de Coussemaker: 757. 759, 761. Anotaciones a los Esta111tos cartujanos, de Bonifacio Ferrer: 521. Anselmo de Canterbury: 799. Ansón Martín (M. L.): 744. Ansúrez (conde): 818. Antequera: 155. Antequera (Fernando de): 337. Antidotari11m Nicolai: 627. Antigua Uni1•ersidad de Palencia ( La), de J. San Martín: 828. Antigua geogra/fa lingiifstica de Aragón, de Manuel Alvar: 179. Antiguas Biblias hebreo-españolas comparadas en el pasaje del ClÍ111ico de Moisés ( Las), de M. Morreale: 188. Antig11es instilllciom escolars de la Tarragona restaurada (Les), de M. Sane Capdevilla: 132. Antiguo Régimen: 302. 461. Antiguo Testamento: 336. 450. 465. 702, 703, 710. 718, 719. 743. 857. 875. Antihipocras, de Alonso de Chirino: 642. Antolin (G.): 890. Antologia de la poesía g11/lego-¡wrt11g11em, de Carlm Alvar y Vicente Beltrán: 785. Antología de poetas líricos rnstellano1, de M. Men¿ndez Pelayo: 163. Anrologia di' 111l11a11111ra ,·1pirí11111I c.1pt11i11l11. I: Edad Media. de P. Sainz Rodríguez: :'il4. 515. :'i20. 522. 'i23.

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Antonianum: 828, 887. Antonio (maestro): 740. Antonio (Nicolás de): 734. Antonio de Gerona: 800. Antonio Frago (Juan): 176. Anuario de Estudios Mediernles: 838. Anunciación, de Pedro de Córdoba: 739. Apocalipsis del Beato de Liéhana: 575. Apócope de la vocal final en castellano amiguo. Intento de explicación histórica ( La), de Rafael Lapcsa: 153. Apologeticwn, de Alfonso Fernández de Madrigal: 488. Apologia de verswiis atq11e pen-enitatibm pse11dotheologor11m, de Arnau de Vilanova: 465. Apologia pro Johanne XXJJ acli-arns Marislium Pata1·in11m et Guillelm1111Ockham de potestate Papae ac de wili dominio remm ecclesiasticarwn, de T.-J. Carreras Artau: 480,517. Apolonio, clérigo emendido, de M. Alvar: 153. 154. Apolonio de Tiro: 148. Aportación al estudio de los F11ems, de Alfonso García Gallo: 179. Aportación de Alfonso de Palencia a la historiografía peninrnlar dt'l siglo XV ( La), de R. Alemany Ferrer: 433. Aportaciones documentales para el estlldio de la familia Caballería, de F. Vendrell: 513. Apostillas lingiifYticas al "frcho de B11l11q11fa», de M. Alvar y F. de la Granja: 201. Apparatlls, de Bernardo Compostelano Antiguo: 529. Apparatm, de Bernardo Compostelano Junior: 533. Apparatm super U1acitis Barchinone. de Guillem de Vallseca: 537. Appel (Karl): 783. Appendi.r Prohi: 202. Aprochc des danses médiérnles, de 1\lartine Jullian y Gérard Le Vot: 785. Aproximaci !Thc). de F. Sezµ111:)lJ~.

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Contributo dei giullari al/a dramatrirgia italiana del/e origini (/1). A tti del 11.º Convegno di Studio. Viterbo 17-19 qiuqno 1977 (/1): 851, 860. Comroversia contra judeas, de J. López de Salamanca: 513.

Cooper (E.): 79. Cooper (Louis): 172. Copérnico: 472, 566. Copin de Holanda (Diego): 713. Coplas a la muerte de su padre, de

Jorge Manrique: 265, 521.

XL,

XXVII,

48.

Coplas a la muerte del obispo de Burgos Alonso de Cartagena: 494.

521. Coplas de la Pasión de Nuestro Redemor ( La Passión trabada), de

Diego de San Pedro: 497. Coplas de la Panadera: 378. Coplas de Mingo Revulgo, de Fer-

nando del Pulgar: 378.

Corominas (Juan), 154, 180, 186, 202. 385. Corona de Aragón: xvm, 221, 468, 555. 556, 566, 567. 570-572, 574577, 580, 632. 637, 638, 795. 796, 799. 800, 804, 806-808, 822. 824. Corona de Castilla: XVI. xvm, XXXIV, XXXVII, 233, 555, 556. 579, 808. Coronación de los reyes de Aragón, 1204-1410. Aportación al estudio de las estructuras polftícas medievales (La), de B. Palacios: 243. Corónica do Condestabre Nun Afrarez Pereira: 428. Corpus Christianorum. Continuatio Medievalis, de M. Pereira y Th.

Pindl-Buchel: 590. Corpus de la antigua /frica popular hispánica (siglos XV a XVII), de

Margit Frenk: 841. Corral (Pedro del): 171. 423,846.

Coplas de vicios y virtudes, de Fer-

Correctorium

nán Pérez de Guzmán: 494, 485. Coplas de Vita Christi, de Íñigo de Mendoza: 497. Coplas de Yosef: 842. Coplas del Provincial: XXVII, 291, 378.

Guillermo de la Mare: 446. Corretger (Guillem): 640.

Coplas fechas por ... de vicios y virtudes. Y con/ esión rimada, de Fernán Pérez de Guzmán: 887. Coplas sefardíes: categorías y estado de la cuestión ( Las), de Elena Romero: 842. Coplas sobre diversas devociones, de Dámaso Alonso: 201.

Copleston: 471. Corbacho, o Reprobación del amor mundano, de Alfonso Martfnez de Toledo: 166, 168. 172, 173, 280, 345, 392. 521. 872. Corbacho, de Joaquín González Muela: 347. Córcega: 371. 576. Cordillera Cantábrica: XVIII, 20. 67. 92. 99. 100. 249,252. Córdoba: XXXI. 16. 37. 62. 103. 108. 252. 375. 411. 412,603.604. 639. 651. 681. 682.684. 689. 795. 873. Cornet (fray Ramón): 153. Coro d