Historia de España [8.2] 9788423948000, 8423948005, 9788423948277, 8423948277, 9788423949984, 8423949982, 9788423989010, 8423989011

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Historia de España [8.2]
 9788423948000, 8423948005, 9788423948277, 8423948277, 9788423949984, 8423949982, 9788423989010, 8423989011

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HISTORIA DE ESPAÑA MENÉNDEZ PIDAL TOMO VIII

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HISTORIA

DE ESPANA

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MENENDEZ

PIDAL

DIRIGIDA POR

JOSÉ MARÍA JOVER ZAMORA

TOMOVIII-11

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ESPASA

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EL RETROCESO TERRITORIAL DE AL-ANDALUS ALMORÁVIDES Y ALMOHADES SIGLOS XI AL XIII

POR

MARÍA JESÚS VIGUERA MOLÍNS. RAFAELA CASTRILLO MÁRQUEZ, LUIS MOLINA MARTÍNEZ, FERNANDO RODRÍGUEZ MEDIANO, VICTORIA AGUILAR, EMILIO MOLINA LÓPEZ, HANNA E. KASSIS, HELENA DE FELIPE. MANUELA MARÍN, MARIBEL FIERRO, JESÚS ZANÓN, EMILIO TORNERO POVEDA, MARÍA JESÚS RUBIERA MATA y MARÍA TERESA PÉREZ HIGUERA

COORDINACIÓN

Y PRÓLOGO POR

MARÍA JESÚS VIGUERA

MOLÍNS

SEGUNDA EDICIÓN

ESPASA CALPE, S. A. MADRID

1 9 9 8

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ES PROPIEDAD © Espasa Calpe, S. A., Madrid, 1997 Impreso en España Printed in Spain Impresión y encuadernación: Gráficas Estella Depósito legal: M. 7.590-1978 ISBN 84-239-4800-5 (Obra completa) ISBN 84-239-8906-2 (Tomo 8, 2.')

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información ni transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado --electrónico. mecánico, fotocopia, grabación, etc.-, sin el permiso previo de los titulares de los derechos de la propiedad intelectual.

Editorial bpasa Calpe. S. A. Carretera de lrún. km 12,200. 28049 Madrid

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COLABORADORES DEL PRESENTE VOLUMEN MARÍAJESÚSVIGUERA MOLÍNS,Catedrática de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense de Madrid. RAFAELA CASTRILLO MÁRQUEZ, Profesora titular en la Facultad de Filología, Departamento de Estudios Árabes e Islámicos, de la Universidad Complutense de Madrid. Luis MOLINA MARTÍNEZ, Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Escuela de Estudios Árabes, Granada. FERNANOO RODRÍGUEZ MEDIANO, Colaborador científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Filología, Madrid. VICTORIA AGUILAR, Profesora asociada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Murcia. EMILIO MOLINA LóPEZ,Profesor titular en la Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Estudios Semíticos, de la Universidad de Granada. HANNA E. KASSIS,Profesor en el Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de British Columbia, Vancouver, Canadá. HELENA DEFELIPE,Colaboradora del Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe, Madrid. MANUELA MARIN,Investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Filología, Madrid. MARIBEL FIERRO,Investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Filología, Madrid. JEsús ZANÓN,Profesor titular en la Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Filología Árabe, de la Universidad de Alicante. EMILIO TORNERO PoVEDA, Profesor titular en la Facultad de Filología. Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid. MARIA JESús RUBIERA MATA,Catedrática

en la Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Filología Árabe, de la Universidad de Alicante.

MARÍATERESA PÉREZHIGUERA, Profesora titular en la Facultad de Geografía e Historia, Departamento de Arte, de la Universidad Complutense de Madrid. La traducción del inglés de la colaboración del profesor Hanna E. Kassis ha sido realizada por licenciada en Geogrnfía e Historia.

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ALMl 1l>ENA ARIZA ARMADA.

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PRÓLOGO POR

MARÍA JESÚS VIGUERA MOLÍNS

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Extiéndese la cronología de este volumen desde el año 1090, cuando los almorávides empezaron a apoderarse de los reinos de taifas, iniciando así su estado en al-Andalus, hasta la segunda mitad del siglo XIII, cuando, tras las conquistas cristianas de los otros enclaves andalusíes, sólo quedó el reino nazarí de Granada. Casi dos siglos, muy cargados de procesos y de variaciones, pero englobados en una unidad máxima, pues durante la mayor parte de ese tiempo al-Andalus formó parte de imperios magrebíes, primero el de los almorávides y luego el de los almohades. Los almorávides iniciaron, pues, el nuevo y trascendental período de intervención del Magreb en al-Andalus, pasando el primero de estar parcialmente supeditado al segundo, a regirlo, imponiendo desde el norte de África un estado centralizado, y realizando así la unificación política (con sus secuelas de unificación económica, social y cultural, aunque todo ello en proceso variable) del occidente islámico, seguidos en tan flamante resultado, tras un brevísimo intervalo de taifas en al-Andalus, por los almohades, de modo que durante casi todo el período que abarca este volumen el Islam andalusí y magrebí formaron un bloque unido, fundiéndose dentro de él elementos de población y civilización muy característicos, que a veces se identifican con un sello común. Además de esta significativa unión con el Magreb, repleta de proyecciones, el territorio andalusí se determina durante estos casi dos siglos por su relativamente rápido retroceso, frente al avance peninsular del norte cristiano, donde se activa la mutation reconquérante, en expresión de Pierre Chaunu, mientras al-Andalus se debate en la endeblez de sus oscilaciones políticas y sus dependencias militares, aspectos especialmente agravados por su contraste con el auge de las estructuras feudales y de la expansión europea, cada vez más proyectada sobre todo el marco del Mediterráneo. AI-Andalus se reduce, desde finales del XI a finales del XIII, de

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XII

HISTORIADE ESPAÑA

la frontera del Tajo hasta Granada. Como la realidad geográfica es uno de los condicionantes radicales de cualquier manifestación humana, sobre ella, con todo su contenido, hemos centrado en este aspecto la definición más llamativa de este volumen, titulándolo El retroceso territorial de al-Andalus, siendo bien notable que ni las propias estructuras militares ni las defensas magrebíes lograron mantener el territorio. Señalábamos antes que los casi dos siglos que atendemos aquí estuvieron muy cargados de procesos y de variaciones, y, en efecto, el poder político osciló entre los períodos centrípetos de almorávides (en al-Andalus, durante unos cincuenta años) y de almohades (en al-Andalus, durante unos ochenta años) y los períodos centrífugos de las taifas postalmorávides y postalmohades, sin llegar a granarse en toda esta etapa la unificación andalusí lograda por la imposición legalista y la pervivencia de una dinastía autóctona, que sólo al final, desde 1232, aparece con los nazaríes de Granada, para sobrevivir entonces sorprendentemente durante dos centurias y media en el siguiente peculiar período, bien distinto de éste, por este rasgo general. Y además, bajo tales poderes políticos, al-Andalus conoció en estos siglos XI-XIII casi toda la gama de soberanías islámicas, cuyos representantes fueron principalmente designados como «emires» (los de las principales taifas) o como «emires de los musulmanes» (así los almorávides, y algún soberano de taifa destacadísima, como lbn Hüd), e incluso como «califas» (rango supremo de los almohades), habiendo también poderes defacto con menor entidad soberana. Todos ellos se fundamentaron en su más o menos lograda legitimidad islámica y en sus imposiciones tributarias, pues todos aquellos estados, sucesivos o coincidentes en el tiempo, fijaban y recaudaban los tributos y defendían tenazmente su monopolio al respecto, como también el de la acuñación de moneda, demostrando así el alcance de su poder y de su legitimación, en la que el fundamento religioso tuvo un papel esencial, precisamente en estos tiempos con la originalidad dogmática del imperio almohade. La economía andalusí de la época estuvo ritmada por las evoluciones comerciales mediterráneas y africanas, resultando muy decisivo, desde el condicionamiento económico, el hecho de que las hegemonías mercantiles musulmanas tuvieran que ir cediendo ante la pujanza europea. Fue la andalusí una economía agropecuaria muy importante, y también de considerable producción industrial, pero resulta problemático establecer sus cambios en relación con esas estrategias «internacionales», con la oscilación de las situaciones exteriores y los desarrollos internos y con el incremento de sus «especialidades» y exportaciones, desde el XI, favorecido todo ello por su actividad unificada con el Magreb en tiempos de los imperios de almorávides y de almohades.

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XIII

PRÓLOGO

En los tiempos que este volumen plantea, la sociedad se estructura mayoritariamente como andalusí, con amalgama muy alta de sus diversos constituyentes, y de este modo se contrasta con las nuevas aportaciones de elementos humanos, venidos del Magreb con almorávides y almohades. Los procesos de arabización y de islamización, ya muy notables en el siglo XI, se intensificaron durante la época almohade, bajo cuyo esplendor califal y dinámica sociocultural alcanza una de sus más conspicuas cimas la rica civilización andalusí, que comienza, muy perceptiblemente en el siglo XII, a proyectarse al exterior por varias vías, dando espléndidos frutos en el norte de África y Oriente, pero también por sus trasvases al continente europeo, a través del interés traductor y asimilador, tan perceptible en los reinos cristianos septentrionales. En al-Andalus sobresale como eje d~ lo araboislámico la ciudad, con sus rasgos políticos, sociales, económicos y culturales urbanos, bordeada aún en estos tiempos por el diverso ámbito rural, que mantenía más o menos, y también con variaciones, rasgos tribales. Acerca de todo esto nos informan fuentes textuales y documentación arqueológica. Las primeras son numerosísimas y de varios tipos, aunque su aprovechamiento plantea diversos problemas, cada vez más asumidos por una razonable actitud crítica ante sus informaciones. La arqueología, hoy día ya muy avanzada, ha logrado concretas y muy valiosas aportaciones, sobre todo en lo referente a los enclaves adscritos a estos dos períodos de almorávides y almohades, con sus intermedios, poniendo de manifiesto a través de una concepción extensiva sus formas de vida en varios aspectos, desde los cotidianos a los políticos, pasando por los económicos, sociales y culturales, procurados también por la documentación artística, numismática y epigráfica. De todos modos, su armonización con la información procedente de las fuentes textuales deja abiertas diversas cuestiones, resultando la combinación entre los datos de ambos tipos de fuentes una de las demandas en buena parte pendientes de la elaboración histórica. Este volumen enlaza con el inmediatamente anterior de esta HISTORIA DE ESPAÑA: Los Reinos de Taifas. Al-Andalus en el siglo XI. Ambos han sido planteados de forma similar, pues éste también se ha estructurado en diferentes partes: primera, analizando las fuentes sobre las que apoyar el conocimiento de los períodos ahora tratados; segunda, sobre el desarrollo de la historia política, a través de sus cuatro sucesivas etapas (almorávides, taifas postalmorávides, almohades y taifas postalmohades); tercera, sobre las instituciones políticas, administrativas, judiciales y militares; cuarta, con la gama de cuestiones económicas, entre ellas la esencial de la moneda; quinta, acerca de los componentes y categorías sociales; sexta, recogiendo las manifestaciones y estructuras religiosas; séptima, sobre la actividad intelectual, con sus característicos procesos y métodos de conocimiento, además de la especulación filosófica; aunque el capítulo sobre el saber científico y técnico, redac-

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HISTORIA DEESPAÑA

XIV

tado por los profesores J. Vernet y J. Samsó, cuyo trabajo, de forma continuada, abarcaba desde finales del siglo XI al xv, se publicará en el siguiente volumen de esta HISTORIA DEESPAÑA,dedicado al reino nazarí de Granada; octava, sobre las manifestaciones literarias y artísticas, y novena con una relación de fuentes y bibliografía, no exhaustiva, pero cuya representatividad se ha procurado con afán. De nuevo se encargó la redacción de cada una de estas partes a quien, avalado por sus publicaciones y sus intereses investigadores, parecía podía cumplir con competencia, aunque creo que, como en efecto el gremio es hoy amplio para bien de nuestro conocimiento sobre la historia de al-Andalus, otros muchos habrían podido cumplir el encargo con igual resultado. La selección de los participantes se ha fundado por parte de la coordinación en la posibilidad de trabajar en proximidad, sin duda de varias maneras cumplida, pero proximidad que redunda en la armonía del resultado, y lo favorece, como creemos se probó en el volumen anterior. Una notable reseña del primer volumen escrita por M. Meouak [Studia /slamica, París, 1996, págs. 142-152, espec. pág. 152] ha destacado precisamente cómo ese libro, fruto de una investigación a la vez individual y colectiva, lograba casi la más completa consonancia. Así los catorce redactores de las diversas partes ahora somos: Victoria Aguilar (Universidad de Murcia): Instituciones militares; Rafaela Castrillo (Universidad Complutense): Instituciones políticas; Helena de Felipe (Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe, Madrid): Componentes de la población; Maribel Fierro (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid): Religión; Hanna E. Kassis (The University of British Columbia, Canadá): la moneda; Manuela Marín (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid): la vida cotidiana; Emilio Molina (Universidad de Granada): la economía; Luis Molina (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Granada): Instituciones administrativas; Teresa Pérez Higuera (Universidad Complutense): El arte; Femando Rodríguez Mediano (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid): Instituciones judiciales; M.ª Jesús Rubiera Mata (Universidad de Alicante): las bellas letras; Emilio Tornero (Universidad Complutense): la filosofía; Jesús Zanón (Universidad de Alicante): la actividad intelectual; a mí me han correspondido: Historiografía; Historia política, además de las Fuentes y bibliografía. Cumplimos nuestro trabajo sintiendo, a la par, responsabilidad e ilusión, hallándonos en un momento decisivo del conocimiento de la historia de al-Andalus, y, en general, de toda la historia medieval, y aun de todo discernimiento histórico, sobre el cual sin parar se amplían campos, se descubren fuentes y se refinan metodologías, aunque, por otra parte, esto no impide que nuestras sociedades cada vez vivan menos en su memoria colectiva, como si con ella, cuando es bien entendida, fuera incompatible el correr hacia adelante incluso individualmente. Comprendemos que

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XV

PRÓLOGO

nuestra labor no está concluida, en la inagotable dinámica entre lo sabido y lo por saber, en el cambio incluso, ahora muy agudo, de definición de lo por saber, y seguiremos atentos a orientaciones y críticas constructivas, porque nos gustaría alcanzar futuras ediciones de este libro, y saber conectar la Historia, con todo su sentido, y la conciencia vital y las proyecciones de presente y futuro. Una vez más, don José María Jover Zamora, director de esta HISTORIA DE EsPAÑA, nos ha guiado por su excelente marco general, y don Jorge Montoro y don Ricardo López de Uralde han conducido este libro a su final impreso, sabiendo los tres estar presentes cuando debían estar. Agradecemos todas las colaboraciones prestadas con generosidad por personas y entidades a la edición gráfica de esta obra, siendo admirable la eficacia del Departamento Gráfico de Espasa Calpe, y, en concreto, de doña Ángeles García del Olmo. Gracias a cuantos nos han comprendido, ayudado y alentado. Nos sentimos bien acompañados para, en el volumen tercero, abordar la última parte de la Historia de al-Andalus: los dos siglos y medio del reino nazarí de Granada. Madrid, octubre de 1996.

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PARTE PRIMERA

HISTORIOGRAFÍA POR

MARÍA JESÚS VIGUERA MOLÍNS

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lntroducción.-Crónicas.-Generalidades.-La cronística almorávide.-Tiempos almohades.-Compendios posteriores.-Ohras geográficas.-Diccionarios hiográficos.-Antologías literarias y enciclopedias.-Fuentes jurídicas.-Escritos doctrinales y propagandísticos.-Fuentes documentales.-Posibilidades de estudio sobre lasfuentes.-NOTAS.

SUMARIO:

INTRODUCCIÓN

El análisis historiográfico procura información sobre la cantidad y cualidad de las fuentes existentes, que pueden ser utilizadas para elaborar un sistemático conocimiento histórico. Las fuentes acerca de los períodos de almorávides y almohades son relativamente numerosas y variadas. Sobre ellas cabe establecer una primera clasificación, entre fuentes textuales y fuentes arqueológicas. Las primeras están mayoritariamente escritas en árabe, aunque también existen textos en latín, en hebreo o en lenguas romances que contienen informaciones, a veces muy valiosas, sobre ambas dinastías en concreto, o sobre la situación general de al-Andalus desde finales del siglo XI hasta mediado el XIII. Las fuentes arqueológicas están siendo cada vez más explotadas, a partir de prospecciones en enclaves adscritos a estos dos períodos de almorávides y almohades, con sus intermedios, poniendo de manifiesto, a través de una concepción extensiva, sus formas de vida en varios aspectos, desde los cotidianos a los políticos, pasando por los económicos, sociales y culturales, procurados también por la documentación artística, numismática y epigráfica 1• Es muy notable y sintomático ese aludido aumento de la investigación arqueológica sobre al-Andalus en los últimos veinte años, y sus avances cualitativos 2, y también es muy esclarecedor, aunque su armonización con la información procedente de las fuentes textuales deja abiertas diversas cuestiones, resultando la combinación entre los datos de ambos tipos de fuentes una de las demandas en buena parte pendientes de la elaboración histórica, pues la confrontación y complementari~dad de esa información «espontánea» arqueológica con la «elaborada» textual parece el gran asunto que en estos momentos tenemos planteado, siendo una perspectiva que marca, condicionando, implícita o explícitamente, nuestra reflexión 3• Como sucede también en relación con otros períodos de al-Andalus, el análisis historiográfico sobre lai; fuentes almorávides y almohades, aunque tratado en diversas publicaciones, resulta muy desigual y disperso, y así carecemos de las suficientes obras de conjunto que planteen las diferentes cuestiones sobre la situación externa e interna de tales fuentes, cuya cantidad y enjundia nos fuerza, por otra parte, a delimitar ahora su tratamiento, para que su presentación resulte representativa, coherente, útil, e incluso estimulante, en este marco. Me impondré, para intentarlo, varios límites, ocupándome sobre todo, pero no sólo. de dos tipos de fuentes textuales árabes 4 compues-

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HISTORIA DE ESPAÑA

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Poblacionescitadas en el Itinerario Caminos que unen dos poblaciones ~] Dominios musulmanescuando escribía al-ldrisl

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1 ,.EOBA. 111.págs. 59-155. K4 Barniimay, ed. l. Sabü~. Damasco, 1962. K' Barndmay, ed. 'A. AL-'A. AL-AHWANI, en «Kutub bariimiy al-'ulamii fI 1-Andalus», M.M.M.A., I (1955), págs. Arabica, XV ( 1968), págs. 183-208. 91-120 y 252-271: trad. P. CHALMETA, 86 AI-Gunyaft suyüj al-qii¡Jf 'lyii¡J.ed. M. Z. "rARRAR, Beirut, 1402/1982: tesis doctoral de M. J. HERMOSILLA LusBERMEJO, Universidad de Barcelona: M. J. HERMOSILLA. «La~obras andalusíes en la Gunya del Qiic,fi TERRI.dir. J. VALLVÉ 'lyii4». Anuario de Filología. 5 ( 1979), págs. 185 y sigs.; «Los maestros andalusíes en la Gunya del Qiic,fi'IyliQ(476-544: 1084-I 149)», Anuario de Filología. 7 (1981 ), págs. 285 y sigs. K7 Tarfib al-maddrik. ed. S. A. A'RAB,M. e. SARTFA y otros, Rabal. 1983, 8 vols.; J. CASTILLA, Indices del Tartib almaddrik (Biografías de andalusíes ). Granada, 1990. t111 AI-Ta'rif bi-l-qii>tras la muerte de su padre, Tasufrn fue el tercer y último emir almorávide de al-Andalus. accediendo al poder tras un buen entrenamiento como gobernador

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LOS ALMORÁVIDES

Ex ter ior de un a pue rta de las mu ra llas de Niebla (Hue lva)

de Granada y de Almería, luego de Córdob a, desde donde prota go nizó, durante nueve años, la política almorávide en la Penín sula . Desde que fuera nombrado suceso r, en 1138, su princip al preoc upa ción, en el Magreb, fueron los almohades, en continua progresión. En su actividad andalusí demostró buena s dote s, pero fue retirado de la Península , cuando quizá só lo él podía haber conjurado el aJzamiento de los andalusíes co ntra los almor áv ides y los ava nces de Alfonso VII de Castilla y de Alfon so I de Arag ón, que incitaban además esos alzamientos interiores, fomentando un nuevo período de taifa s, aunque resultara de menor esca la que el originado al caer el califato omeya. No pudo pasar a al-Andalus Tas ufrn en los dos años que ejerció co mo emir de los almorávides, dedicado por entero a co mbatir a los almohad es, ante los cuales cayó el 22 de febrero de 1145. Dos emires má s ocuparon e l trono almorá vide a co ntinua ción, cuando al-Andalus ya estaba des ligada de ellos: lbrah1m, hijo de Tasufrn, niño aún cuando sucedió a su padre, y depues to enseg uida por su tío lsbaq b. 'A IT156 , que tampoco tenía más de unos quince o diec iséis años . Tuviero n un pode r muy restrin gido, casi só lo nomin al, pues ya casi no les quedaba imper io, que termin ó co n la entrada de los almohades en Marraqu ec h, e l sábado 18 de sa wwal de 530/24 de marzo de 1147, matando a los miembro s de la dina stía almoráv ide, y alzándose co n todo e l Magreb tras apoderarse de T ánger y Ceuta, defi niti vamente entre mayo y junio de 1148. Los almohades ya habían comenzado su interv enci ón en al-Andalu s, co mo a co ntinu ación veremos. pero abiertas así las puertas de l Estrecho, pasaron sistemát icamen te a co nqui starlo .

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HISTORIA DE ESPAÑA NOTAS

1 B. F. REILLY.The Ki11gdomof león-Castilla under King Alfonso VI. 1065-JJ09, Princeton University Press, 1988; trad. española, Barcelona, 1990; M.ª J. VtGUERA,«Historia política», en Los rei11osde taifas, Historia de España, volumen Vlll-1, Madrid, 1994, esp. págs. 112-114 y 123-129. 2 Por la política de dominio reconocido a distancia e incluso de ocupación de territorios magrebíes llevada a cabo por los omeyas de al-Andalus: •A. 'A. Fn.Afl, al- 'a/iiqiilal-siyiisiyya bayna 1-duwalal-umawiyya fi 1-Andaluswa-duwal al-Magrib, Libia-Túnez, 1982: Argel, 1983::-; J. VALLVÉ,«La intervención omeya en el Norte de África». CBET, IV ( 1967), págs. 7-39; J. VALLVÉ,«Las relaciones entre al-Andalus y el Norte de África a través del Estrecho de Gibraltar (siglos vm-xv)», AICIEI, II, págs. 9-36; M.ª J. VIGUERA,«Relaciones entre el Magreb y al-Andalus en el siglo XI», Actas JJCH-MCH, págs. 357-369. 3 E. GARCIAGóMEZ, Andalucía co11traBerbería. Barcelona. 1976; T. S. NORRIS.The Berbers in Arabic Literature, Oxford, 1982; J. BosCH, «Andalucía islámica: arabización y berberización»,Andalucía Islámica, I (1980). págs. 9-42; P. GutcHARD, «Los árabes sí que invadieron España. Las estructuras sociales de la España musulmana», trad. en sus Estudios sobre historia medieval, Valencia, 1987, 27- 71; T. F. GLICK,lslamic and Christian Spain in the early Middle Ages, Princeton. 1979, págs. 314-316. 4 J. BosCH, Los Almorávides, Tetuán, 1956, pág. 44; H. TERRASSE,Histoire du Maroc, Casablanca, 1950, l. pág. 200. ' Sobre la importante dimensión religiosa, en esta coyuntura política, véase el reciente y completo libro H. FERHAT, le Maghreb au.x Xlleme et Xllleme siecles: les siecles de la Joi. Casablanca, 1993. 6 Así lo ha hecho, brillantemente. P. GUICHARD,«Les "Almoravides». en J.-C. GARCIN(Coord.), États, sociétés et cultures du Monde musulman médiéval. X'-XV' siec/e, I, París, 1995, págs. 152-153. 7 A. JURADOACEITUNO,ú.1jidma sel_vuqí:la red de relaciones de dependencia mutua, la dinámica del poder y las formas de obtención de los beneficios, tesis doctoral, dir. A. NoTH; ponente P. MARTINEZMoNTÁVEZ,Universidad Autónoma de Madrid, 1994. s El almorávide fue un período claramente definido por el enorme poder de los alfaquíes malikies: véase H. FERHAT.Sabta des origines au X/Veme siecle. Rabat, 1993, esp. págs. 105- 160; ese poder se manifiesta en la trama instituorganización jurídica de los Almorávides en al-Andalus, tesis doctoral, dir. M. MARINy cional: véase R. EL-H0UR, M.ª J. VtGUERA,Universidad Autónoma de Madrid, 1996. 9 Sobre esta cuestión muy estudiada, véase, entre otros, M.ª J. VtGUERA,«Las cartas de al-Gazlili y al-Tu~üsi al soberano almorávide Yüsuf b. Tasutln». A.A .• XLVII ( 1977), págs. 341-374; sobre la dimensión general malikismo/misticismo, el reciente estudio de J. VALDIVIA,«al-Gazali o la armonía de la mística religiosa y el saber filosófico», Homenaje Fórneas, 11. págs. 1255-126 l; la dimensión política, en M. KABLY.«Ramz al-ll}yd' wa-qac;liyyat al-1:iukkiim tl 1Magrib al-wasl_t», en sus Marayi', Casablanca. 1987. 'º Sobre la famosa y discutida quema por los almorávides de obras de al-Gaziili, y en especial su IIJyii', véanse referencias en L. MoLINA, «estudio preliminar» a J. BoscH, Los Almorá1•ides, Granada, 1990, pág. LXXIV; en general sobre las vicisitudes de la decisiva y sintomática influencia algaceliana: M. AL-MAN0Nl.«IIJya· 'ulüm al-Din tl maniür al-garb al-isliiml ayyiim al-muriibifin wa-1-muwal:Jiddin», en Abü ffamid al-Ga:.dli: diriisdt Jifikri-hi wa- 'a¡rí-hi wa-ta 'rTji-hi [Actas del Congreso]. Rabat. 1988, págs. 125-134. 11 Véanse datos bibliográficos en la relación de fuentes, al final de este volumen; es interesante tener en cuenta el análisis de R. BARKAY, Cristianos y musulmanes en la España medieml. El enemigo en el espejo, Madrid, 1984; 2.ª ed., 1991,esp. 2.ª pane. capít. págs. 175-204: «el dilema de los andaluces "porquerizos de los cristianos o camelleros de los Almorávides"». 11 Por ejemplo su relato sobre al-Zalliiqa, en págs. 55 y 98-101 (LAGARDERE. le Vendredi de Za//iiqa. págs. 209-210). 13 H. ( 1960). págs. 513-541. " Significativamente dedicada, parece, al gobernador almorávide de Sevilla Sir b. Abl Bakr: PONS,Ensayo, 214; B. S0RAVIAy M. MEOllAK,«Ibn Bassiim al-Santañnl (m. 542/1147): algunos aspectos de su antología al-[lajfrafi,nal}dsin ah/ al-'f'aüra, en prensa en la revista al-Qan_tara. 15 «Glanes historiques surles Mulouk at' -T'awa 'if et les Almora vides dans les 'Qala "id al- 'iqyan • d'al-Fath • ibn Khaqan (m. en 529 = 1134)», Mélanges d'histoire etd'archéologie de /'Occident mu.miman. Hommage G. Marrais. Argel, 1957, 11. págs. 147-152. 16 « Vespres de feudals. La societat de sharq al-Andalus just abans de la conquesta catalana», ú.1fomwció i expansió del feudalisme cata/a, Girona, 1985; y traducción: « Vísperas de feudales». en Espa,ia. al-Andalus. Sefarad: síntesis y nuevas perspectivas, ed. F. MAILLO,Salamanca, 1988, reimpr. 1990. págs. 99-112, esp. págs. 99-1 OO. 17 P. M. HoLT, A. K. S. LAMBTONy otros (Dir.), Cambridge University Press, 1970: 2. págs. 211-237 (sobre el Magreb) y págs. 406-440 (sobre al-Andalus y Sicilia). ,R 2.ª ed., VII, págs. 584-591: «al-MurabiJün» (an. de H. T. NoRRIS y P. CHALMETA). 1• Aix-en-Provence, 1987, IV, págs. 539-541, an. por L. GOLVIN. Citada antes en la nota 6. " El Cairo, 1968, págs. 96-103, 151-153 y 317-328; y Beirut, 1978, págs. 267-310. " Dacca, 1961.

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Madrid,1970. y reimprs.posteriores.trad.de A Hi.'itoryof ls/amic Spain. Edimburgo.1965.

Madrid. 1980, trad. de Mu.~limSpain. lts History a11dCulture, Minneapolis. 1974. En Hütoria de España de M. TUÑÓNDE LARA, Barcelona, 1982. "' El Cairo, 1983. 7 ' Leiden, 1992: «Toe Political History of al-Andalus». págs. 3-87. !R En el volumen publicado en el Ci11q1w11tt·1wire de la Faculté di's Lettres de l'U11i1·ersiréd'A/f?er. Argel. 1932 (reprod. en su Islam d'Occidem. París, 1948. págs. 241-256). 2~ 2~

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LOS ALMORÁVIDES

Mélanges Louis Halphen, París, 1951, págs. 673-682. RIEEIM, XIV (1967-68), págs. 49-102. 31 Lyon, 1990. 32 Por M. AL-MAN0Nl, M. IBN 'ABB0D, S. f.o\GIYA,M. RAZZ0Q. l. AL-Q. B0TS'IS y A. AL-TÁHIRl,Casablanca. 1412/1991, sobre los almorávides, esp. págs. 131-158. 3·' Madrid, 1992. págs. 155-201. 34 Madrid. 1970. ·" Volúmenes III y IV de la Historia General de España y América, Madrid, 1988 y 1984. 36 Barcelona. 1989. -'7 Barcelona, 1992, trad. de The conquest of christian and muslim Spain, Oxford. 1992. ·18 París, 1946. 39 Casablanca, 1949-1950. 2 vols .. de los cuales interesa ahora el primero; reseña de J. CÉLÉRIER,H .• 39 (1952 ), págs. 222-238. 40 Londres, 1958. 41 París-Casablanca, 1967. 42 París, 1970. 43 Vol. II: Tunisie-Algérie-Maroc de la conquete arabe a 1830, 2.ª ed .• revisada y actualizada por R. LE ToURNEAU, París, 1969. 4-4 Casablanca, 1984, 2 vols. 4' Aix-en-Provence, 1991. 46 Granada, 1996. 47 Dirigidos, respectivamente, por M. EL FASIe l. HRBEKy por D. T. DIANE,publicados por el Comité Científico Internacional para la Redacción de una Historia General de África (Unesco). 411 Tetuán, 1956; reimpr. facsímil, Granada, 1990, con un estudio introductorio de E. Molina. que actualiza el estado bibliográfico de la cuestión . .w H.. XLVII (1959), págs. 155-182; H-T, I (1960), págs. 513-541; H-T, 2 (1961), págs. 43-57. 50 El Cairo, 1969. 51 El Cairo, 1964. 2 vols. 52 Beirut, 1405/1985. 53 Alejandría, 1986. S4 Ambos publicados en París, 1989. 55 Beirut, 1988. ~ Beirut, 1988. 57 Beirut, 1991. 58 Malta, 1990. 59 Beirut, 1993. 60 Beirut. 1994. 61 Amplia reflexión en 'A. R. AL-HÁffl, al-Ta'ríj al-andalusi, págs. 336-350: DANDAS,Dawral-murab(tfnjf nasr al-Islam, págs. 42-56 y apéndices; B0TS'IS,«Qira'a tl 1-tayriba al-wal)dawiyya al-murabiiiyya li-1-garb al-islam1», en su citado libro Ta 'ñj al-garb al-isliimi, págs. 63-86. 62 Cuestión abundantísimamente tratada, como señala M.ª J. ViGUERA,«El mundo islámico», en F. VALLESPIN (Ed.). Historia de la teoría política, Madrid. 1990, págs. 325-369: y B. LEWIS,The Political Language of Islam. Universidad de Chicago, 1988 (trad. M. Luc1N1,El lenguaje polftico del Islam, Madrid, esp. págs. 32-33). 63 Bayiin, IV (pane almorávide), pág. 10: «cada uno de ellos dominó en su territorio [del Magreb], igual que ocurrió con los reyes de taifas en al-Andalus». "" J. VALLVÉ,Contribución a la historia medieval de Ceuta hasta la ocupación almorávide, extracto de tesis doctoral, Madrid, 1962; y su anículo «Suqüt al-Bargawap. rey de Ceuta», A.A., XXVIII(1963), págs. 171-209; H. FERHAT, Sabta des origines au X/Veme siecle, Rabat, 1993. 65 Reúne algunos de estos textos J. AL-SÁMARRÁ l, 'Alaqiit al-muriib(tfn bi-1-mamiilik al-isliimiyya bi-1-Andalus wabi-1-duwal al-isliimiyya, Bagdad, 1986. esp. págs. 90-96. 66 R. lzQUIERDOBENITO,Reconquista y repoblación de la tierra toledana. Toledo, 1983. 67 Tartíb a/-madarik, Ill-IV. pág. 808. 611 lktifii', pág. 87. tH M. BENABOUD,«El papel político y social de los 'ulama' en al-Andalus durante el período de las taifas». C.H.I., 11 ( 1984), págs. 7-52; A. -Rlsl. af-lmiima 'inda lhn T11man. Dirú.m 11111qára11a ma 'a af-imiimiyya af-i[na 'a.foriyya, Argel, 1991. ~9 R. BRLINSCHVIG, «Encore sur la doctrine du Mahdi Ibn Tümart», Folia Orie11talia ( 1970), págs. 33-40; R. BouROLIIBA.«La doctrine almohade», ROMM, U-14 (1973), págs. 141-158: fLETCHER,«AI-Andalus and North Africa in the Almohad ideology,,. en JAYYUSI(Ed.). The Legacy of Mu.~fim Spain. págs. 235-258. '" S. A 'R.-\B,«Mawqif al-muwal:il:iidin min kutub al-furü' wa-t:iaml al-nas 'ala 1-ma~hab al-lµzm1», Da ·wat aHraqq. 249 ( 1985). págs. 26-30. " lf YALLAB,af-Dawfa af-muwalJIJidiyya. Alar al- ·aqida fi-l-adah [ ). Casablanca, 1983: 2.ª ed .• 1985. '1 E. FRICAl'D. Les .tiifib(s) a/mohadt•s, Vemon, 1994 [en curso de publicación en la revista AI-QanJaraJ. '' Sobre todo esto: J. F. P. HOPKINS,«The Almohad Hierarchy», Medina{ Muslim Government in Barbary, Londres. 1958. págs. 85-111: K. BEN ROMDANE,Le.1· monnaies almohades, , SAUM, Ba,1ii la,t,tcibh. 'Abd al-9ahhcir al-Tudmiri. Usra min al-muwalladfn bi-Mursiya fr /-·a,l'ral-isliim,. Alejandría. 1989. No sabemos el entronque familiar del secretario Abü Bakr Mut:iammad b. 'Abd [quizá: 'Ubayd] Allah b. Dawüd b. Ja_t,tlíbal-Gafiq1 (Murcia. 1216-exilado a Tremecén, desde 1278. donde muere en 1287). y al que citamos luego en la nota 390. 17 Propuesta de E. MoUNA, «El gobierno de Zayyan b. Mardan1s en Murcia», Miscelánea Mediei·al Murriana. VII de Valence, l, pág. 154. ( 1981 ), págs. 5-31; Guichard, Les 11111.rnlmans '" E. MOLINA.«Aproximación al estudio de la Cartagena islámica». en J. MAS (Dir.), Historia de Cartagena, Murcia. 1966. esp. págs. 277-285. 'º E. MOI.INALóPF.Z,Aproximación al estudio de Mula islámica, Murcia, 1995. _.,, Véanse antes notas 362 y 363. 41 Su territorio lo ha delimitado J. TORRESFoNTES en su contribución con A. L. MoUNA a la citada Historia de la región murciww, III, págs. 296-387: «Murcia castellana»: véase tamhién E. MOUNA, Mun-ia, pág. 263 y notas 84 y sigs. " E. MOLINA.«Murcia». págs. 229-230: J. TORRESFoNTES.la reconquista de Murcia en 1226 por Jaime I de Aragó11,Murcia. 1987: mucho nos muestra de esta época el «Manual de correspondencia» ( Fa~/ al-ji_tüb.ed. y estudio por ij. AL-GAYLAN'l. tesis doctoral. dir. M.ª J. VIGUERA,Universidad Complutense de Madrid, 1994). del antes citado Abü Bakr al-Gafiq1. que sirvió en las cancillerías de Murcia y Granada. y de algunos arráeces levantinos, antes Mut:iammad h. Ja_t_tlíh de emigrar a Tremecén en 6 7711278. •• Baycin, V. pág. 289; IBN SA 'lo. Muxrib. 11.pág. ]03; A 'rmil. pág. 272: l~uJ_ta.11.págs. 130-131; Ht11c1.Historia de Valence, musulmana de Valencia, lll. págs. 254-264: MOUNA. «Murcia», págs. 198-199: GUICHARD.Les 111u.mlma11s 1, págs. 145-149 . .._. V. GARCÍAEno. «Actitud de Jaime I en relación con los musulmanes del reino de Valencia durante los años de la conquista ( 1232-1242)». ACIIA. págs. 289-321. " «Del Califato a la conquista cristiana». Nue.\fra Hi.l'Wria, Valencia. 1980, esp. pág. 262. _.,, Véanse los avances en este conocimiento en GtiJCHARO. l..t·.1 mu.111/111011.1·de \iilrnce. l. p:igs. 167-242. y en general todo el vol. 11:y P. Lúl'EZ E1n.1. La alt¡unía i.l'llÍmicaen Valencia. t:.111ulio,m1u,,olami', Abü Sa1d 'Ü!man, y su enemigo Ibn Yüyyan. En cuanto al período almorávide, la escasez de datos de los que disponemos impide delimitar con seguridad las funciones del cargo, si bien todos los indicios apuntan a que, como ocurrió en la época de las Taifas, se trataba más de un título honorífico que de un cargo efectivo. Esto nos parece bastante evidente para el reinado de Yüsuf b. Tasufin y más discutible para el de 'AII b. Yüsuf, pero, en cualquier caso, mientras no dispongamos de nuevas fuentes que arrojen más luz sobre este punto, resulta imposible profundizar en la cuestión.

SECRETARIOS ALMORÁVIDES

La característica más destacada del período almorávide en lo que se refiere a los secretarios de cancillería, los encargados de redactar las cartas oficiales en nombre del emir, es la continuidad más absoluta con la época de las Taifas. No es únicamente que la inmensa mayoría de los secretarios sean andalusíes, ni que en modo alguno sea considerado un demérito el haber servido a los soberanos depuestos -más adelante veremos que en época almohade la proporción de andalusíes es también grande y bastantes de ellos habían trabajado para los almorávides-, es que Yüsuf b. Tasufin y su hijo 'Ali se limitaron estrictamente a heredar la «nómina» de secretarios existente sin introducir variaciones significativas. Como demostración de ello podemos recurrir al testimonio de dos fuentes muy distintas, pero cuyas informaciones son coincidentes: el Mu yib de al-Marrakusi, la única crónica que presta cierta atención a la cuestión que nos ocupa, y la colección de cartas oficiales almorávides publicada por Mal,Imüd 'AII Makki 48 • En las páginas que dedica a Yüsuf b. Tasufin dice al-Marrakusi, según traducción de Huici 4": se les reunieron a él y a su hijo de secretarios notables y de campeones de la elocuencia lo que no ocurrió reunirse en ningún siglo. Entre los que fueron secretarios del emir de los musulmanes. Yüsuf, figura el secretario de al-Mu'tamid 'ala Allah, Abü Bakr, conocido por lbn al-Qai,1ra [...] Después de este Abü Bakr, fue secretario suyo, o de su hijo, el visir ilustre Abü Mul_iammad'Abd al-Mayid b. 'Abdün,

mientras que, al historiar el reinado de su hijo 'Ali, señala 50 : No cesó desde el principio de su emirato de llamar a los principales secretarios de la Península del Andalus y puso en esto su empeño hasta reunírsele de ellos lo que no se le reunió a otro rey. como Abü 1-Qasim b. al-tadd, el conocido por al-Aydab, hombre muy elocuente; Abü Bakr Mul_iammadb. Mul_iammad,el conocido por lbn al-QabJUma: Abü 'Abd Allah Mul_iammadb. Abi 1-Ji~aly su hermano Abü Marwan. y Abü Mul_iammad'Abd al-Mayid b. 'Abdün.

Por otra parte, los secretarios que aparecen como autores de las cartas publicadas por Makki son lbn al-Qa~ira, Ibn al-\>add, Abü 'Abd Allah ibn Abi 1-Ji~al,Ibn al-Qabfumo y al-Fatl,Ib. Jaqan. Como se puede apreciar, ambas relaciones son prácticamente idénticas. coincidiendo en los nombres de lbn al-Qa~ira, lbn al-\>add, Abü 'Abd Allah ibn Abi 1-Ji~ale Ibn al-Qabfumo. Todos ellos son personajes suficientemente conocidos 51, por lo que no nos detendremos ahora a desarrollar sus biografías, pero sí creemos interesante subrayar un punto común en sus trayectorias vitales: sus antecendentes como secretarios de reyes de taifas. lbn al-Qa~Ira, Abü Bakr Mul,Iammad b. Sulayman al-Kala'i, fue secretario y visir del 'abbiidí al-Mu'tamid, quien le confió delicadas misiones diplomáticas, alguna de ellas ante el mismo sobe-

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INSTITUCIONES ADMINISTRATIVAS: VISIRES Y SECRETARIOS

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rano almorávide Yüsuf b. 1asuñn. Tras el derroc amiento de al-Mu 'tamid , pasó algún tiempo en difícil situación , pero finalmente el soberano almorávide le nombró secretario , cargo en el que continuó durante el reinado de su suce sor, 'AII , hasta que falleció en el año 508/1114. lbn al-"?add, Abü 1-Qasim MuJ:iammad b. 'Abd Allah al-FihrI, pertenecía a una destacada familia sevi llana originaria de Niebla. Fue visir de un hijo de al-Mu 'tamid , al-Ra(JI, y, con la caída de la taifa sev illana, se retiró algún tiempo a Niebla , hasta que 'AII b. Yüsuf lo llamó para incorporarlo a su servicio como secretario. Falleció en el 5 l 5/ 1121. Ibn al-Qabfumo, Abü Bakr 'Abd al-'Aziz b. SaI d al-BafalyawsI, había sido secretario y visir del af(así al-Mutawakkil de Badajoz, antes de entrar al servicio de los almorávides. Falleció después del 520/1126 . lbn AbI 1-Ji~al, Abü 'Abd Allah MuJ:iammad b. Mas'üd al-GafiqI, es el único de estos secretarios que no desempeñó el cargo durante el período de las Taifas, lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que nació en el 465/1072 en una pequeña aldea de Segura de la Sierra, en la cora de Jaén , y que , tras estudiar en distintos lugares de al-Andalu s, se estableció en Córdoba . Si reparamos en que esta ciudad cayó en mano s almorávides en el 484/ I 091, es decir, cuando lbn AbI 1-Ji~al no había cumplido aún veinte años, veremo s que difícilm ente pudo haber desempeñado ningún cargo importante en la época anterior a los almorávides. Sin embargo, esto no le privó de pasar por una etapa difícil, motivada en su caso por haber estado al servicio del gobernador almorávide de Córdoba , Abü 'Abd Allah ibn al-1-Jayy, cuya actitud en relación con el intento de rebelión de YaJ:iya b. AbI Bakr contra ·An b. Yüsuf no est uvo muy clar a. Aclarada la situación, Ibn AbI 1-Ji~aJ,junto con su hermano Abü Marw an, acaban entrando al servicio del emir , con el que permanecen hasta que Abü Marw an -segú n algunos, el propi o Abü 'Abd Allah- redacta una carta diri gida a los

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HISTORIA DE ESPAÑA

almorávides que habían sido derrotados en Cullera por las tropas de Alfonso el Batallador en el 523/ l 129; aunque escrita a instancias del propio emir, parece que el tono del escrito era abiertamente ofensivo contra los almorávides, por lo que Abü Marwan es destituido. Al morir éste en el 539/1145, Abü 'Abd Allah solicitó permiso del soberano, en aquel momento Tasufin, el hijo de 'Ali, para retirarse a Córdoba, donde moriría al año siguiente, asesinado por las tropas de lbn Ganiya, que luchaban contra los partidarios del cadí lbn 1-Jamdin.

SECRETARIOS ALMOHADES

Las crónicas árabes referidas al período almohade nos han conservado detalladas relaciones de los secretarios que sirvieron a los distintos califas; en ocasiones esas listas se ven complementadas por la biografía, más o menos extensa, de alguno de ellos, pero, incluso en los casos en los que las crónicas se limitan a consignar el nombre de los secretarios sin más precisiones, habitualmente podemos conocer algo más sobre su personalidad gracias a los diccionarios biográficos, en los que la mayoría de estos funcionarios (con la excepción de los secretarios militares) aparecen mencionados. Por último, disponemos de la valiosa colección de cartas oficiales de época almohade publicada por Lévi-Provern;al, gracias a la cual podemos completar y verificar los datos suministrados por las fuentes literarias. Con todo esto podemos afirmar que estamos relativamente bien informados acerca de los secretarios almohades, tanto de su personalidad como de su obra escrita, hasta el punto de que en las páginas siguientes tendremos que limitamos a trazar la semblanza únicamente de los más importantes de ellos, para no alargar en exceso este capítulo. Los secretarios de 'Abd al-Mu 'mi 11.

Las crónicas que historian el reinado de 'Abd al-Mu'min coinciden en líneas generales al enumerar la relación de sus secretarios, de forma que, en las cuatro fuentes principales, Mann, Na¡,m, Mu yib y Bayiin 51 hallamos mencionados en total ocho, cinco de los cuales aparecen en al menos tres crónicas (dos en todas). Sus nombres son: Abü ?a'far ibn 'A,tiyya, Abü 1-J:lasanibn 'Ayyas (ambos en las cuatro crónicas), Abü 'Aqil ibn 'At iyya, 'Abd Allah b. ?abal, Maymün al-Hawwari (los tres en Mann. Na¡,m y Bayii11), Ajyal b. ldñs (en Ma11n y Na¡,m), Abü 'Ali al-Asiñ (Na¡,m) y Abü 1-Qasim al-Qalami (Mu fib ). A esta relación es preciso añadir un nombre más, el de Abü 1-l:fakamal-Murji, redactor de alguna de las cartas recogidas en la colección publicada por LéviProvenc;al'). Dos de estos personajes ya han sido estudiados en profundidad antes, en el capítulo dedicado a los visires: Abü ?a'far ibn 'At iyya y su hermano Abü 'Aqil; de algún otro no conocemos prácticamente nada, como al-Hawwañ "4, al-Asiñ '' o al-Qalami "'. Algo mejor informados estamos sobre lbn ?aba!, aunque parte de la información que poseemos sobre él hay que extraerla de las biografías de algún otro miembro de su familia. En los párrafos que le dedica lbn al-Abbar' 1 únicamente hallamos que su nombre era Abü Mu):tammad'Abd Allah b. Mu):tammadb. ?abal al-Hamdani y que era de Orán, aunque originario de al-Andalus; alfaquí y predicador. consiguió una posición envidiable al servicio del sultán. Murió en Marrakech en rabi' 11del 557/marzo de 1162, siendo enterrado en la Raw>, pág. 289. 121 lBN 'ABDON.Risiila, párrafs.52, 58, 116, 130.. 186 y 204. 224 AL-SAQllNDl, Elogio del Islam Español, pág. 96; V. LAGARDERE. «La Haute Judicature», pág. 144, según una fetua de AL-WANSARTST, M(viir. II. págs. 319 y 320. m C. ÁLVAREZ DEMORALES. «Medicina y derecho en al-Andalus». Actas XVI Congreso VEA/, Salamanca, 1995, págs. 31-37. 212

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HISTORIA DE ESPAÑA

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AL-ijlMYART,

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C. BARCELó-A.

Ra»Y},págs. 144/2~0. LABARTA, «Le sucre en Espagne> •, JATBA.XXXV ( 1988), págs. 159-173. Una buenaexposicilln

sobre el cultivo del azúcar, en V. LAGARDÉRE,Campag11es et paysans, págs. 361-390, con amplio repertorio de fuentes y bibliografía esencial; E. GARCIASÁNCHEZ,,,El azúcar en la alimentación de los andalusíes», / Semi11ario Internacional: la ca,ia de a;:úcar e11la agricultura andalusí, Motril, 1989, Motril, 1990, págs. 209-232: en el mismo Seminario, L. BoLENS, «La caña de azúcar en la agricultura andalusí», págs. 39-58; A. MALPICA,«La cultura del azúcar en la costa granadina a finales de la Edad Media», págs. 157-172; A. DIAZ, «El azúcar en los textos árabes medievales». // Seminario Internacional: la caña de a;:1ícar en el Mediterráneo, Motril, /990, Motril. 1991, págs. 59-72; del mismo, «Documento árabe sobre El aduana del a,, y A. MALPICA,«El cultivo del azúcar en la costa granadina en época medieval», ambos en Motril y el a:::úcaren época mediel'al. Motril. 1988. """ AL-ijIMYARl,Rmw/, págs. 30 y 31; Y.ÁQOT, Mu :Vmn,Ill. pág. 360; ALQAZWTNl, Altir al-bi/iid, pág. 337; AL-1JMAR1. Masiilik al-ab,wir, pág. 240; AL-WATWÁT, Ma11iihi_v,l. pág. 380. ,N Cfr. J. VALI.VÉ,«La agricultura en al-Andalus», pág. 284; del mismo, «La industria en al-Andalus», págs. 225229: V. LAGARDERE,Campag11es et pay.1·,ms, pág. 439. _ '"' V. LAGARDERE,«Culture et industrie du lin en al-Andalus au Mayen Age (vme-xve)», Mélanges de la Casa de Velti;:que:::,págs. 143-165. _ 1·' 1 Cfr. supra, nota 223, y V. LAGARDERE,«Míirier et culture de la soie en al-Andalus au Mayen Age (xe-x1ve siecles. Mélanges de la Casa de Velá;:que;:,XXVI ( 1990). págs. 97-111: del mismo. «Le ver soie en al-Andalus l'epoque musulmane», L 'homme, /'animal domestique et /'em•iron11eme11tdu Moye11Áge au XVII/e siecle. Nantes. 1993. págs. 343350, con abundante documentación de fetuas del M(viir de al-WansañsI, relativas a las condiciones jurídicas del cultivo de la seda, así como amplia relación de fuentes y bibliografía sobre el tema. ,,, AL-ijIMYART.Raw4, págs. 88-90. '" AL-IDRlST,Nuzha. pág. 209. :H IBN ·AeDON, Risüla. pág. 181. '' 1 En estos últimos años los estudios, documentales y arqueológicos, sobre el agua en sus diversas vertientes historiográficas se han multiplicado considerablemente. A fin de evitar una muy abultada relación, hallamos una panorámica general sobre la materia. así como un amplio y exhaustivo estado de la cuestión (orígenes, tipología. implicaciones económico-sociales. etc.), acompañada de un planteamiento de bases. principios y metodología de la investigación sobre el riego en al-Andalus. en M. BARCELÓ,«El diseño de espacios irrigados en al-Andalus: un enunciado de principios generales», El agua en las ;:.onas árida.f. Arqueología e Historia. I Congreso de Historia y Medio Físico, Almería. 1989. págs. 15-49; del mismo, «La questió de l'hidraulisme andalusí», Les aigues cercades. Palma de Mallorca, 1986, págs. 9-36; L. BoLENS, L 'eau et l "irrigatio11d'apres les traités d'agro11omie au Moyen Age /X/e-XI/e). Ginebra. 1974; P. CRESSIER, «Archeologie des structures hydrauliques en al-Andalus», El agua en las zonas áridm ... , págs. 53-88; T. Gl.ICK. Regadío y sociedad e11la ~1lencia mediernl, Valencia, 1988; P. GUICHARD-A.BAZZANA.«lrrigation et société dans l'Espagne orientale au Moyen Age», págs. 115-140, junto a un buen número de estudios y colaboraciones publicadas en actas de coloquios científicos u obras de colaboración sobre la materia, como el recientemente realizado sobre El agua en la agricultura de al-A11dalus, El Legado Andalusí, Barcelona, 1995, con destacadas participaciones de M. Barceló, P. Cressier, A. Malpica. F. Vida) y otros. sobre variados aspectos de la hidráulica y regadíos andalusíes, junto a una extensa y bien documentada relación de fuentes y bibliografía sobre el tema. :lf, F. VIDAL, «El agua en el derecho islámico. Introducción a sus orígenes, propiedad y uso», El agua en la agricultura de al-Andalus, págs. 99-117. '· 17 AL-l;IIMYARl, Raw4, págs. 27, 30, 40. 44, 57, 59 y 60; AL-ZUIIRl, K. al-Y11'riijiya. págs. 219. 224 y 225; AL-IDRlsT. Nu;:ha. págs. 232 y 233. '" J. RoDRIGUEZMoLINA, El regadío medieval andaluz, Jaén, 1991, págs. 146 y 147. :w T. F. GLICK, Regadío y Jociedad en la Valencia medieval, págs. 306-309. !Jo IBN AL-"AwwM,1,Kitüb al-filül:w, 1, págs. 3. 1~4-126: L. BOLENS./,'ec111et /"irrigation, pág. 31. :- 11 AL-QAZWTNl. Áliir. pág. 509: E. MüLINA-C. ALVAREZ DE MORALES. «Repertoriode noticiasgeográficassobre Almería islámica». Homenaje a la Profesora Elnw Pe::,:.i.Granada, 1992, págs. 77-86. " 1 Cfr. E. GARCÍACAMPRA,«Un modelo medieval de aprovechamiento múltiple del agua. El caso de la fuente termal de Sierra Alhamilla», / Coloquio de Historia v Medio Físico. Almería. 1989, p.ígs. 183-199. w J. BAÑOS.«Aprovechamiento agrícola de aguas termales en Alhama de Murcia. Captación, transporte y almacenaje», El agua en zo11a.1· áridas .... II, págs. 521 y 542. ''"' AL-l;IIMYART, Raw! AL-WANSAR1S1, M(viir. (, págs. 14, 15 y 24: V. pág. 237; VII, pág. 452; VIII, págs. 16. 273,274,287.288, 384388, 393-408 y 423; IX, págs. 18 y 53; X, págs. 15. 16 y 28; IBNRuSD.Fatiiwii. 11.pág. 1140: 111.págs. 1282. 1283, 12851298, 1482-1486. 1574-1576. 1604-1605 y 1642. ' 4" AL-QAQT·1vAQ.Nawii::.il.edic. de M. Bencherifa, págs. 87-106, donde inserta diecisiete fetua~ sobre el lema. ''" Insertas en AL-WANSARlsT. M(viir. V. pág. 208; VI, pág. 166; VIII, págs. 393 y 407. ,,, AL-WAUSARTST, Miyiir. l. pág. 24: VIII. págs. 27. 28. 395 y 396. ''' AL-WAUSARTST. M(wir. VIII. págs. 385 y 386. e IBNRuSD,Fatiiwd. 111.págs. 1285-1287. donde el dictamen resul-

ta mucho más completo. ' ·' ·1 IBN RuSD, Fatiiw,1, 111.págs. 1296 y 1297 . IBN Ru~D, Fatiiwll, 111,pág. 1298. ~'.\~ F. VIDAL, «El agua en el derechoislámico», págs. 113 y 114. ~~ Véa~ unabuenasíntesis, ampliamentedocumentada, en V. LAGARDERE, Canipagnes et paysans, págs. 446-479. ,H AL-ZUHRT. K. al-fo 'rtifiyy. pág. 178. ,,. AL-l:IIMYÁRT, Rawq. págs. 193 y 224. "" AL-IDRTST, Nuzha, págs. 219. 222 y 228. '"" (BNlllARl,Bayiin (almohade), págs. 98. 11 y l 17. '"' AL-QAQT'IYÁQ,Nawiizil. págs. 126. 127 y 234; IBNRuso. Fatiiwil. págs. 1O11, 1367 y 1413: AL-Wi\NSARTST. M(l'iir, V. págs. 252 y 253; VIII, págs. 179. 180. 331, 332, 341 y 342. '"' IBNAL-1AT1B. Mi:var. pág. 123. 1 '" · AL-1:flMYÁRl, Raw(/. págs. 2718 y 2719/25-28. 2~ AL-WANSAR1St M(viir; VIII. pág. 168; 'IYAQ,Nai, iizil. págs.57 y 58. :"~ AL-WANSARTST,Mi:,clr.VIII. págs. 132 y 330. ,,,,, AL-IDRTST, Nuzha, págs. 219. 228 y 248; AL-(-JIMYÁRT, Ra?'-'4·págs. 136. 160. 173, 193. 267 IBNSAl;IIB AL-SALÁT, al-Mann, pág. 278; E. MOLINA-C.ALVAREZ DEMORALES, «Las transformaciones del paisaje agrario en época histórica. Estudios de las fuentes documentales». El cambio cultural del IV al II milenios a.c. en la comarca del noroeste de Murcia. CSlC. Madrid. 199 l, págs. 281-289. 1"" IBN·tQART, Bayiin (almohade). III. págs. 111 y 117. 1"~ AL-ZUHRT, K. al-'ru 'riifiyya, págs. 178 y 179; IBNRuso. Flltiiwii, págs. 222 y 223; 'IYÁD,Nawiiúl. págs. 304 y 305; AL-WANSARTST, M(wir. VIII, págs. 253 y 254. 17" IBNWARD,Al)kiim, pág. 22, recogida también por AL-WAN~ARlsT. M;:viir. VIII. pág. 45. 171 AL-ZUHRT, pág. 178. m IBNAL-'AWWAM. K. al-ftlii~w. pág. 477-566. 17 ·1 IBNSIMÁK,al-lfulal. págs. 57 y 58. 'ABDA. '(NÁN,Duwal al-_tattú'if. págs. 450-456. según el testimonio de las .'!~

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cartas enviadas por el propio emir Yüsuf b. Tasufln a sus aliados. comunicándoles los resultados de la batalla. 27• IBNSAl;IIB AL-~ALÁT. al-Mann, pág. 446. ' 75 IBNAL-QATTÁN, Na;,,,, al-.vumün, págs. 130 y 265. Dh IBN'ABDAL-WAl;IID. M11.Wb,págs. 253-255. m (BNlQART,Bayiin. IV, págs. 24 y 25. ' 7" IBN'ABDA~-WAl;IID, Mu :,vib,pág. 242. ,N Véanse C. ALVAREZ, «Los animales en los texlos agrícolas escritos en árabe». Orienta/in ú11·aniemia Analecta. Leuven, 1993, págs. 143-163; del mismo, «La zootecnia en los textos agrícolas árabes». Ciencias de la Naturaleza en al-Andalus. l. págs. 81-91. ""' Véase. al respecto. el extenso estudio de E. GARCIASÁNCHEZ. ,,La alimentación en la Andalucía islámica. Estudio histórico y bromatológico. 11:carne, pescado. huevos y productos lácteos». Andalucía Islámica. IV-V ( 1984-85 ). págs. 237-278 . 1"' IBN'Aso0N, Ri.wíla. págs. 111. 137-139, 147 y 173; AL-SAQA11, págs. IOl-112. '"' J. VALLVÉ, «La agricultura en al-Andalus». págs. 294-297, y amplio resumen en V. LAGARDÉRE, Campaxnes et paysans, págs. 125-174. '" ·1 IBNRuso. Fatii1i·ii. I. pág. 1o11. 21\,1 AL-f AlTRT, al-Maq,wd. fols. 25-70. que ofrece en su formulario notarial variad,L~formas de compra-venta, arriendo. alquiler o donación de tierras y servicios. '"' AL-WANSARTST. M(viir. VIII, pág. 165. 2"" IBNMuGTI,Muqni'. págs. 262-269; IBNAL--ATT,\R. Wa(iq. pág. 67; J. ACiLIIRRE. «Fragmentos de los wat'iq de lbn al-'Aglir recogidos en los márgenes ... del formulario notarial de Ibn Mugil», Homenaje al Profesor J. Bosch Vilcí. l. págs. 461-472. 287 IBNMUGTI,Muqni: pág. 269; IBNAL-'ATTAR, Wc1[ifiq,pág. 76; IBNAL-i:IA)')',M(viir, Vlll. pág. 164. 2•• IBNAL-i:IA)')'.a¡111dMi :riir.IX. págs. 125. 1681; 'JyJ;,Q,apud Mi :viir.VIII, pág. 164; IBNRuSD,Fatli11ú, 11.págs. 222. 1360; AL-YAZTRT. al-Maq,rnd. fol. 35. Todos estos aspectos han sido especialmen1e estudiados por F. VID,\L,Ecmwmía y sociedad en al-Anda/11.I'...,l. págs. 372-375. 1•• (BN 'ABD0N,Risüla. págs. 170 y 171. 1'10 En no pocos casos IBNR11c;n (apud M(vdr. VIII. págs. 143. 152 y 153). hubo de recurrir a la denominación precisa del término del contrato. para fallar a favor o en contra. ante la imprecisa barrera jurídica de arrfrndo o alquila. 2"' M. LoMBARD.u's 11.' .lliles dans ft, 11w11de musulman, págs. 42-52.

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HISTORIA DE ESPAÑA

1 16 lBN AL-füBAIR. RilJla, trad. de M. Gaudefroy-Demombynes. París. 1949. pág. 34. ·"' 7 S. GorrEIN, A Mediterranean Sociery, I, págs. 224 y 225 . .•N< Ibídem, I, págs. 318 y 325. ""' Ibídem. l. págs. 315. 316. 318 y 321. .nn lbidem, l. pág. 61. .ni Ibídem, 1,pág. 288. 371 Algo más, tal vez, es este sectorde lo que suponeP.CHAL.META, ((Estructuras socio-económicas...». pág. 44. para otros períodos. Véanse los numerosos datos aportados sobre tasas e impuestos en H. R. IDRIS,«Contribution a l'étude de «Structures étatiques et communautés rurales: les impositions rurales ...». págs. 79la vie économique ...», V. LAGARDERE, 86, extraídos del Mi ..yiir . .m Véanse las múltiples consideraciones sobre comercio interno y externo en P. CHALMETA. «Organización artesano-comercial...». m R. ARIÉ. l 'Espagne musulmane au temps des Na,ffideJ, págs. 217 y 218. m lBN 'ABD0N,Risiila. págs . 129, 131 y 132; AL-SAQATJ, K.Ji iidiib al-lJisba, 396 más índices, por sus innumerables citas. 176 Estudiado por M.ª J. VIGllERA,«La ~ensura de costumbres en el Tanbíh al-lJukkiim de Ibn al-Munasif ( 11681223)», Actas de las II Jornadas de Cultura Ara be e Islámica ( /980). Madrid. 1985. págs. 591-611 . 177 A Mediterranean Society. l, pág. 65. y que asume, no sin razón, P. CHALMETA, «K. fi iidiib al-lJisba. Estudio introductorio», pág. 95, de quien extractamos algunos de los datos que a continuación se citan. Véanse las oportuna,; consideraciones del mismo sobre el nivel de vida de los hispanos en esta etapa (págs. 152-156), menor. si se les compara con los orientales. 37 " S. AsHTOR,«Prix et salaires ...», págs. 664-679, de quien extractamos algunos de los datos que a continuación se citan. ns P. CHAi.META, «Organización artesano-comercial...». págs. 110 y 111.

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LA MONEDA, PESOSY MEDIDAS POR

HANNA E. KASSIS Traducción

del inglés por

ALMUDENA ARIZA

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SUMARIO: La moneda.-Las a/morávídes.-La cita coránica.-Lealtad al califa 'abbasí.-EI titulo soberano.---Cambios menores.-Política monetaria.-Las tarifas de los almorávides.-Otros legitimistas almorávides.-los a/mohades.-Primera fase.-Segunda fase.-Tercera fase.---Cuarta fase.-Quinta faClN.pág. 28 (texto árabe). p:íg. 105 (traducción al español). 1" Wl/-111add1111 la-hu katrr. i/Jídem. pág. 39 (texto árabe).

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I

COMPONENTESDE LA POBLACIÓN. CATEGORÍASSOCIALES.LA FAMILIA POR

HELENA DE FELIPE

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PARTE QUINTA

LA SOCIEDAD

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SUMARIO: lntroducción.-Los almorávides.-Orígenes y carácter.-AI-Andalus a la llegada de los almorávides: ¿una población homogénea?-La aportación de los almorávides a la sociedad andalusí.-Almorávides y andalusíes: la visión del otro.-Los almohades.-EI cambio en el poder: deterioro almorávide y potencial almohade.-La aportación de los almohades a la sociedad andalusí.-1. Los grupos de poder.-2. El ejército.-aJ Los beréberes.-bJ Los árabes.e) Los guu.-La panicipación andalusí en el imperio almohade.-l..as minorias.-Losjudíos.-Los mozárab_!:s.-l..as familias.-Los Banii 'A.tiyya.-Banii al-Bayi al-Lajnü.-Banii Burunyal.-Banii BurJUluh.-Banii Ja.~Al:íl Yamra.Banii Maniür al-Qays1.-Banii Samayün.-Banii Simiik.-NOTAS.

INTRODUCCIÓN

La cercanía geográfica del Magreb y la Península Ibérica ha propiciado y favorecido desde antiguo una movilidad de población a ambos lados del Estrecho y un trasvase cultural inherente a estos movimientos migratorios. Aunque desde la época clásica, e incluso anteriormente, esta cercanía se dejó sentir en el advenimiento a tierras peninsulares de grupos originarios del norte de África, es con la llegada de las tropas musulmanas en el 92/711 cuando la menuda franja de agua que separa ambos continentes revela todo su potencial como puente cultural y humano. Si bien el factor humano de origen árabe que llegó a al-Andalus a lo largo de los siglos tuvo una notable importancia, debemos destacar las aportaciones de población beréber que desde la entrada de T"ariqb. Ziyad hasta la época almorávide y almohade jalonan toda la historia andalusí. En el marco de este continuo trasvase de caudal humano de origen beréber hay que destacar ciertos hitos de mayor cuantía como son las tropas de las primeras oleadas, los traslados de beréberes de la época de al-Man~ür y, por supuesto, el período que aquí nos ocupa y que constituye, culturalmente hablando, el más importante de ellos. Por ello las oleadas almorávide y almohade no constituyen un hecho aislado sino que se enmarcan en una tendencia de ritmo constante. El Estrecho continúa abierto, la diferencia es que el poder ha cambiado de orilla: los andalusíes que en época de los omeyas controlaran desde Córdoba las convulsiones tribales norteafricanas 1, debían habituarse ahora a ser una provincia más de un imperio cuyo capital se encontraba en Marraquech. Antes de la llegada de los almorávides, en al-Andalus tenían cabida, en cuanto a su origen étnico, elementos de origen árabe, muladí, eslavo y los mencionados beréberes, y desde el punto de vista de credo las minorías de los mozárabes y judíos 2• Culturalmente los árabes habían desarrollado un gran interés científico por la definición de unas genealogías que avalaran su purismo étnico. Este interés por los ancestros entronca fundamentalmente con una concepción beduina de una sociedad conformada en tribus, con una economía bac;a-

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HISTORIA DE ESPAÑA

Musulmanes en una fuente , segú n pintura de la Capilla Palatina de Palermo. de medi ado s del sig lo xn

da en esquemas nómada s y unos sistemas defen sivos regido s por la ·a~·abiyya (solidaridad tribal). Sin embargo, aunque no disminuya este inter és por fijar las genealogías. el proceso de sedentarización que se produce en al-Andalus afecta en gran medida a este concepto de soc iedad que ya no se organiza tribalmente ni precisa la ·a,wbiyya para sobrevivir como grupo. Así pues , en aJ-Andalus antes de la llegada de los almorávides se ha asistido a un pro ceso de homogeneización de la soc iedad en la que los orígenes étnicos carece n de la import ancia que se les concediera antes . Como consecuencia de esto la diferenciación de grupos se realiza desde el punto de vista religio so, definiéndo se los individuos por sus creencias y eliminando las consideraciones étnicas que, S;'!lvopara algunos beréberes de la última ola 3,ya estaban desprovi stas de todo fundamento . Una relevante característica de la época almorávide en al-Andalus desde el punto de vista social es el choque estructural que se produce entre una sociedad tribal y nómada con el panorama social andaJusí, ya ajeno a estas condicionantes . Igualmente , la llegada de los almohades supuso un fuerte contraste con la situación en aJ-Andalus. pues llevaron a cabo una profunda renovación desde el punto de vista socia l y militar, aunque ello no significa que se obvie el origen de los grupos que componen sus tropa s ya que, como tendremo s ocasión de comprobar, estaba presente en cada uno de ellos. Por este motivo este estudio se plantea con unas evidentes diferencias entre la parte dedicada a las aportacione s magrebíes y la dedicada a los grupos diferenciados en al-Andalu s donde de la identidad étnica se ha pasado a una identidad religiosa: de ahí que sólo distingamos entre la población andalusí a los mozárabes y los judíos, que era n las comunidades diferenciadas de la mayoría de la población andalusí y musulmana . En cambio e l análisis que se refiere a la aportación humana magrebí ha debido con siderar los orígenes étnicos puesto que. como hemos exp licado , responden a otro esque ma socia l en e l que aún está pre sente el valor de estos orígenes.

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COMPONENTES DE LA POBLACIÓN. CATEGORÍAS SOCIALES. LA FAMILIA

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La misma denominación que las fuentes otorgan a cada uno de estos grupos constituye una clara señal de esta diferenciación; así, mientras los almorávides son ~anhaya o LamJüna y los almohades Mal-müda acompañados por árabes y guzz. los andalusíes figuran como «andalusíes» cualesquiera que sea su origen, y sólo se encuentran matices a la hora de referirse a los na~iira (nazarenos, cristianos) o los yahüd (judíos). Por último, hemos dedicado un apartado a las familias preponderantes en al-Andalus durante esta época ya que se debe valorar la estructura familiar como articulación de la sociedad y del poder intelectual y político. Un breve repaso a los círculos familiares de mayor relevancia nos puede acercar de un modo más efectivo a la realidad social andalusí en la que ciertos grupos no se encontraban ajenos al poder aunque éste fuera detentado nominalmente por elementos foráneos.

Los ALMORÁVIDES Orígenes y carácter.

Los orígenes del movimiento almorávide están estrechamente ligados a la zona del Sáhara occidental, los pueblos que lo habitaban y circundaban y las luchas que entre ellos tuvieron lugar. Aquellos constantes forcejeos no tenían como objetivo el dominio del Sáhara por los recursos que éste poseía en sí mismo, sino en tanto que suponía el control del comercio caravanero que se desarrollaba entre sus orillas norte y sur. El gran centro de Awdagust 4 se sitúa en el vértice de muchos de estos conflictos ya que constituía el más estratégico de los puntos comerciales de la zona, deseado igualmente por el reino de Ghana y por los nómadas beréberes del norte. La necesidad de recuperar el control de Awdagust hizo que estas tribus beréberes reaccionaran de acuerdo con lo que su estructura social prevé para estas ocasiones, creando una confederación entre ellas. Esta unión, temporal en la mayor parte de los casos, responde a una comunión de intereses económicos y a una supuesta identidad en la ascendencia genealógica, y constituye un sólido sistema combativo ante enemigos comunes. Así pues, los acontecimientos de esta zona propiciaron que se creara, en diferentes ocasiones, una confederación de tribus de origen ~anhaya destinada a enfrentarse a las tribus del sur e incluso a hacer el _vihiid(guerra santa) contra ellas 5• De las setenta tribus que algunos autores atribuyen al tronco ~anhaya 6 , son las de Lamtüna, Yudala, Banü W-ariJy Massüfa las que constituyen a principios del siglo v/x1 el embrión del imperio almorávide, aglutinante de otras muchas formaciones tribales para el movimiento de reforma religiosa protagonizado por · Abd Allah b. Yas1n. Estos nómadas beréberes se lanzaron a la conquista del Magreb y a la guerra santa contra las tribus de su entorno con la fuerza de un Islam recientemente renovado y el vigor que les proporcionaba su cohesión tribal. Como tribus beréberes que eran, la historia de sus orígenes forma parte del entramado genealógico que, sobre los ancestros de los beréberes. tejió la historiografía medieval musulmana 7• Ya sea como descendientes del común tronco de los Baranis o como representantes de una supuesta facción ijimyañ 8 , lo nómada, lo beréber de estas tribus en sus formas de organización y en sus sistemas de defensa forman las más relevantes de sus características y las que más habían de notar los que eran ajenos a ellas. Una vez iniciado el proceso de expansión del movimiento almorávide, cabría pensar que las circunstancias les obligarían a modificar las estructuras de las que se valían hasta entonces; sin embargo se puede observar a lo largo de los años de su preponderancia política de qué manera son los lazos familiares y étnicos los que gobiernan las designaciones, las alianzas y, en definitiva, el rumbo del poder 9 • No se trata éste de un fenómeno aislado, pues podemos encontrar ejemplos de

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HISTORIADE ESPAÑA

ello en otras tribus con las que tropezaron los almorávides en su avance hacia el Norte. Así, los Ma~müda manifestaban a 'Abd Allah b. Yas1n no aceptar el sometimiento a nadie de una qabUa (tribu) que no fuera la propia 10• Eran unos pueblos que había criado el desieno, su intención era buena pues no la había viciado la civilización ni el trato con mala gente 11•

En este elocuente y partidista texto de al-/fulal al-Mawsiyya se alude a dos circunstancias básicas de las tribus almorávides. Por una parte, el desierto como su hábitat característico, junto con su secular aislamiento de los acontecimientos y de las ideas. «Mi patria es el desierto», responde Yal)y~ b. lbrahim b. Yaddala a la pregunta que el alfaquí Abü 'lmran al-Fas1 le hace a su paso por al-Qayrawan, y añade, disculpando sus escasos conocimientos sobre el Islam, que su pueblo está muy aislado y que no llegan hasta ellos sino unos pocos comerciantes ignorantes 12• Por otra parte, este texto hace referencia implícitamente a las ventajas del estado nómada frente al sedentario, ventajas de las que participaban los almorávides que no disponían de una ciudad en la que refugiarse 13 y se encontraban, por tanto, a salvo de su nefasta influencia. Otros rasgos de su vida nómada se manifiestan en su alimentación, de la que conocemos que se basaba en el ganado del que obtenían carne y leche 14• Estas características se harán más patentes una vez que los almorávides establezcan contacto con la población andalusí; es en ese momento cuando, por contraste, contribuirán a marcar las profundas diferencias estructurales existentes entre ambos. AI-Andalus a la llegada de los almorávides: ¿ una población homogénea?

La población andalusí había sufrido durante el siglo XI las profundas convulsiones sociales que produjo la descomposición del califato de Córdoba, al-fitna al-barbariyya (el levantamiento beréber) y el fraccionamiento del poder entre los reyes de taifas. Poco quedaba ya en el pueblo andalusí del sentimiento de pertenencia a una sola umma (comunidad) cuando había padecido la vergüenza de que fueran cuatro los que se hacían llamar «Príncipe de los Creyentes» en un pedazo de tierra de 30 parasangas por otras tantas 15• La onda expansiva de esta situación hay que buscarla en las frágiles y complejas relaciones existentes entre algunos reyes de taifas en las décadas previas a la llegada de los almorávides, y aun después, por lo que, involuntariamente, proporcionaron, de cara al pueblo andalusí, una justificación moral para la unificación de los musulmanes, aunque fuera bajo el mandato de los beréberes norteafricanos. Entre los reinos de taifas existentes en al-Andalus a la llegada de los almorávides, tan sólo aquellos gobernados por beréberes de la última ola conservaban en cierta medida el espíritu de la •a~abiyya. El resto, ocupados en luchas de poder, sólo veían a los otros reyes, cualquiera que fuera su origen, como un estorbo para sus propias ansias territoriales 16• Ejemplo de los primeros sería el rey zirí de Granada, •Abd Allah b. Badis. que ao;piraba, ingenuamente, a recibir un trato de preferencia por parte de los almorávides debido a su común origen ~anhayi 17• Al-Mu 'tamid, rey de Sevilla, dirige una carta al soberano Yüsuf b. Tasufin en la que solicita su ayuda contra los cristianos; en ella y, casi como justificación del estado de las cosas en al-Andalus, le escribe: Entre nosotros los árabes de este al-Andalus. se han perdido nuestra tribus, se ha dividido nuestra unidad, se han alterado nuestras genealogías. con la interrupción del crecimiento de nuestras ayuda~. nos hemos convenido en pueblos (~u"üb). no en tribus, en grupos sin parentesco ni familias ".

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COMPONENTES DE LA POBLACIÓN . CATEGORÍAS SOCIALES . LA FAMILIA

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Este texto expresa las profunda s diferencia s existentes entre la articulación de la sociedad andalusí y el modelo tribal de los almorávides. Los andalusíes ya no están conformado s en tribu s, ya pertenecen a la IJaq,iira(civilización) y sus referente s aluden a ciudades y lugare s concretos , no a un ancestro legendario 19 • Tan distante , tan homogénea era, tribalmente hablando , la mayoría de al-Andalus que al-SaqundI llama y defiende como árabes a familia s de origen beréber como los Banü QI 1-Nün o los Banü 1-A{tas 20• Este abismo se pondrá de manifiesto tan pronto como los almorávide s establezcan contacto con los andalusíes, y se hará palpable en la organización de las tropa s musulmana s frente a las cristianas en la batalla de Zallaqa (Sagraja s). Entre ellas, las mencione s de las tropa s norteafricana s aluden a sus tribus y familia s, mientra s que la aportación andalusí está repre sentada por el ejército del rey de Sevilla , el de Granada , etc. 2 1. Si la población andalu sí había llegado a una gran desunión política a la caída del califato, a pesar de la comunión religio sa mayoritaria entre ellos, la llegada de los rígido s musulmane s sahariano s supuso, ante todo , un reforzamiento de esa unidad religiosa que conllevaría posteriormente una restitución de la unidad del poder y la transformación en yihiid de lo que unos años antes habría sido una lucha por evitar el pago de las paria s pagada s al rey cristiano.

Epitafio almeriense de un musulmán fallec ido en 525/113 1. Museo Arqueológico Nacional. Madrid

Es necesario matizar ese estado de unidad religio sa al que nos hemo s referido ya que , como veremo s posteriormente , la presencia de mozárabe s y judíos en zonas de dominio musulmán estaba lejos de ser insignific ante. La situación no era muy diferente en la zona cristiana. Baste citar la célebre carta dirigida por Alfonso VI a Yüsuf b. Tasufin antes de Zallaqa en la que reflexiona sobre el día conveniente para la batalla: «Mañana es viernes y no queremos comba tiros porque es vuestra fiesta. despué s el sábado que es la fiesta de los judíos que son muchos en nuestro cam pamento y necesita mos de ellos, despué s el domingo que es nuestra fiesta y nosotros la honramos. luego el encuentro será el lunes» l2_

Entre los penín sulare s se ha pasado , pue s, de una identidad étnica a una diferencia de credo . Por este motivo , los almorávides perciben a los andalusíes como sus herm anos en la religión pero culturalmente están tan distantes de ellos como los cristianos a los que deben prese ntar batall a juntos. El rey granadino ' Abd Ali ah menciona en sus memoria s, aludiendo prec isa ment e a los preámbulo s de la batalla de Zallaqa, que «los almor ávides, acabados de llegar a al-Andalu s, ni siquiera distinguían a sus aliados de sus adversarios» 23.

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HISTORIA DE ESPAÑA

En el Magreb, los ~anhaya estaban habituados a diferenciar a los suyos de los Zanata o Ma~müda; de hecho no falta quien afirme que su ambición territorial en el este magrebí fue truncada por el hecho de que fueran ~anhayíes los gobernantes de aquella zona 24 y la ·a~abiyya la responsable de no haberse desplazado más allá de Argel. La ausencia de esta misma ·a~abiyya es la que permitió que Yüsuf b. Tasufin se apoderara de Granada sin reparos, a pesar de las esperanzas que en su parentesco tribal había depositado el rey •Abd Allah 25• Aunque el emir no se sentía en obligación de valorar el origen ~anhayi del granadino de tal modo que eso le impidiera tomar la ciudad, no podía obrar igualmente con él teniendo en cuenta su condición de musulmán. Por ello, el beréber hubo de conseguir de los alfaquíes unafatwa (dictamen jurídico) para invadir Granada, pues no es lícito que un musulmán se apodere del territorio de un hermano en la fe. El originalmente multicolor tejido andalusí, aquel que se rompiera por el centro según el poeta !b. se aparecía así ante los ojos de los almorávides, monocromo y sin fuerza. La aportación de los almorávides a la sociedad andalusí.

Para valorar la aportación de los almorávides a al-Andalus, en lo que a población se refiere, hay que conjugar, por una parte, los datos relativos a la cantidad de individuos que cruzaron el Estrecho bajo su bandera, y por otra, el origen étnico de los mismos. El grupo al que pertenecían la mayor parte de los recién llegados a la Península era el ejército, por razones obvias, y formaban parte de las expediciones que llevaron a cabo los sucesivos emires almorávides. Con respecto a su aportación cuantitativa, el movimiento de los almorávides a través del Estrecho no es diferente de los anteriores, en el sentido de que es asunto complejo y poco fructífero el intentar establecer unas cifras concretas de cada trasvase. La información que al respecto nos proporcionan las fuentes es considerablemente partidista y poco merecedora de ser tenida en cuenta 27 • El origen étnico de las huestes almorávides, tal y como cabría imaginarse, era beréber, de ahí que al-Andalus acuse en esta época una progresiva berberización en la composición de la sociedad. Los almorávides traen a la Península no sólo un caudal considerable de tribus ~anhaya, participantes originales de este movimiento, sino que su avance y expansión en el Magreb les había proporcionado, entre otras cosas, un caudal humano que, perteneciente a otras tribus, se sumaría a las expediciones andalusíes para participar en aquel victorioso yihiid que tantos beneficios suponían que les iba a reportar. «~anhaya, Zanata, Ma~amida y una mezcla de elementos de barbar (beréberes )» era la composición étnica del gran ejército reunido por 'Ali b. Yüsuf b. Tasufin para apagar la rebelión de Córdoba contra el emir Abü Yal)ya b. Rawwad y recuperar el control de la ciudad 28• Los autores describen con cierta frecuencia la variedad de tribus beréberes que conformaban estas expediciones. Sin embargo no todos los grupos eran denominados almorávides, porque era manifiesta la diferencia entre las tribus ~anhaya originarias del movimiento almorávide, que se podían denominar así, y el resto de las que formaban el ejército 29 • Los andalusíes también captaban las distinciones de esta situación y las reproducían en sus relaciones sociales, que eran reflejo de la opinión colectiva que se tenía de ellos. Era incluso intolerable que el aspecto exterior de unos y otros se prestase a confusión, como expresa lbn 'Abdün en su tratado sobre el gobierno del zoco en Sevilla a principios del siglo vl/xn: «El uso del /iJiim que cubre la parte inferior del rostro debe quedar reservado e)(dusivamente para los Sinhacha. los Lam.tüna y los Lam_taporque los mercenarios y, los milicianos beréberes negros. así como otros que no tienen por qué hacerlo, se ponen el /iJampara que la gente los vea y les tenga miedo y gracias al /iJ amcometen multitud de desafueros. Conviene que se trate este asunto con el gobierno. para que el liJ iim sea el distintivo peculiar de los almorávides, que

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deben ser mirado s co n honor y respeto y a quiene s se les ha de prestar servicio , porque estos milicianos beréberes y merce nario s, que son unos inso lentes, si se velan el rostro y modific an su aspec to externo , pueden ser tenido s por hombre s importante s y recibir unas prueba s de estimación y respeto de las que no son dignos 30 •

Los andalusíes no estaban dispuestos a tratar con honore s a cualquiera que hubiera cruzado el Estrecho para combatir a los cristianos o, en último término, para colaborar en la reuniftcación de la maltrecha al-Andalus bajo la bandera del Islam; había que pertenecer a una de las tribu s del poder almorávide muy distintas de los llan1ados beréberes , así, en general , por referencia a las tribus no almorávide s. En el texto de lbn 'Abdün se menciona otro grupo de especial relevancia en la aportación norteafricana , «los miliciano s berébere s negro s» . Éstos, que no debían de ser minoría en el ejército debido a la zona en la que los almorávides iniciaron su avance hacia el Norte, tuvieron cierta repercusión en la soc iedad andalusí para la que encarnaban, como se ve, los male s de la so ldade sca.

Epitafio alme riense de un mu sulm án fallec ido en ~afar de 526/diciembre de 113 1. Mu seo de l ln st illlto Valenc ia de Do n Ju an. Madrid

Aunque en al-Andalu s, co mo sabemos, ya había población de color que formaba parte , principalmente, del grupo de los 'ab,d 31, cabe supo ner que dur ante la época almoráv ide hub o un notorio incremento , debido no só lo a que muchas tribu s beréberes eran de tez osc ura , sino tambi én a la compra de esc lavos que alguno s emires llevaro n a cabo co n el fin de ac recentar sus huestes. Así, tenemo s noticia s de que e n e l año 464/ 1071-1072 Yüsuf b. Tasu fin co mpr a un grupo de esclavo s negro s para envia rlos a al-Anda lus .ii y de que un joven negro fue e l qu e hiri ó a Alfonso VI duran -

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te la batalla de Zallaqa 33. Incluso también se menciona que era negro lbn Rawwad, el supuesto causante de la rebelión de Córdoba del 515/ 1121-1122 34• Aparte de su presencia como combatientes, la población negra 35 se llegó a identificar con lo beréber, no con lo almorávide como hemos explicado 36 • Lo beréber aparece con múltiples connotaciones despectivas en la mencionada obra de lbn •Abdün, en la que afirma la conveniencia de que se dispongan ciertas trabas en el trato con los beréberes como que, sobre todo, ellos no deben ir armados en la ciudad porque ello da lugar a desórdenes y que no sean trasladados por los barqueros a la otra orilla porque son amigos de lo ajeno 37• Cuatro beréberes negros son los que recomienda el mismo autor que deben figurar entre los alguaciles del cadí para que solucionen los asuntos de los almorávides 38, lo que nos puede dar una idea de la participación de estos grupos en el funcionamiento de los servicios jurídicos y de su presencia en las ciudades andalusíes. Cabe suponer que, al margen de la aportación humana, las expediciones almorávides y el fluir de población a través del Estrecho contribuyeran a que ciertos rasgos culturales de los beréberes afectaran en mayor medida a la sociedad andalusí. Es el caso de los consejos de ancianos o notables (asyiij) 39, comunes a muchas estructuras tribales, entre ellas la árabe y la beréber, y que alcanza, en el caso de estos últimos, una especial relevancia. En los sistemas tribales estos depositarios de sabiduría, nobleza y, en algunos casos, de santidad son los responsables de las decisiones que afectan a la colectividad. Cuando el poder de la misma se centraliza en un dirigente, estos asyiij, generalmente, siguen siendo consultados y su opinión enormemente valorada, así como utilizados como interlocutores en casos en que hubiera que parlamentar con el enemigo en circuntancias difíciles. Son múltiples las ocasiones en que las fuentes se refieren a ellos otorgándoles una gran importancia en la medida en que su opinión afectaba a las decisiones políticas de los emires. Como parte de la estructura tribal que sustentaba el movimiento almorávide, estos asyiij no podían menos que estar presentes en momentos cruciales como cuando Yüsuf b. Tasufín decide denominarse en el futuro amir al-muslim"in, para lo que les consulta, obteniendo su aprobación 40 • Otra muestra de la estima y confianza que este órgano suscitaba en los gobernantes almorávides la podemos hallar en la situación de los asyiij al-muriibi_tinpuestos al frente de al-Andalus por Yüsuf b. Tasufin 41 • Aunque para los andalusíes no se trataba de un órgano extraño, pues se mencionan grupos de asyiij como delegados para ciertas misiones en época de los reyes de taifas 42, la importancia de los mismos es mayor en un medio tribal, por lo explicado anteriormente. Parece lógico considerar que, dada la importancia concedida a estos asyiij por los grupos de poder almorávides, sus decisiones y su existencia misma afectaría a las relaciones de los recién llegados con la sociedad andalusí. A la misma institución debe de referirse el autor de al-Bayiin al-Mugrib cuando menciona que 'Ali b. Yüsuf decidió consultar a los nuwwiib (representantes) de las tribus para tratar el tema de la sucesión al poder, tal y como había hecho su padre ·0 . Por último, en lo que se refiere a una hipotética berberización lingüística de al-Andalus, es evidente que no llegó a producirse. Es bien sabido que el grado de arabización de los almorávides desde el punto de vista de la lengua era prácticamente nulo. Las fuentes se hacen eco del desconocimiento del árabe que tenían y de que hablaban «la l~ngua almorávide», es decir, beréber 44 • Su desconocimiento del árabe y su ignorancia de todo aquello relacionado con la producción literaria fueron utilizados como armas arrojadizas contra los almorávides en épocas posteriores. El hiriente al-Saqundi hace gala de sus dardos ridiculizando a Yüsuf b. Tasufin ante al-Mu'tamid b. 'Abbad cuando le son recitados al emir unos versos de alabanza y éste. aunque no los entiende, interpreta que los poetas piden pan 4 ~.

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Almorávides y andalusíes: la visión del otro. Sin duda los andalusíes poseían, antes de la llegada de los almorávides, una opinión formada sobre ellos en tanto que beréberes, como aquellos que habían llegado a la Península años antes y que tan amargas evocaciones traía a sus memorias. Sólo la complejidad de la situación ante los reinos cristianos pudo obligar a los reyes de taifas a solicitar la ayuda de un pueblo que tenía remotas relaciones de parentesco con quienes eran considerados autores de la pérdida de la unidad de al-Andalus. Cuando los reyes andalusíes deciden solicitar la ayuda de los almorávides no actuaron con la ingenuidad de quien no espera que se le exija contrapartida, sino en la esperanza de que las huestes, una vez satisfechas sus ambiciones, retomaran a su entorno magrebí después de haberles cubierto de cierta aureola combativa ante los cristianos. Los recelos que albergaban los soberanos andalusíes se manifiestan en boca de uno de los hijos de al-Mu'tamid, al-Rasid, que advierte de los peligros de una invitación a los «saharianos» a entrar en al-Andalus, a lo que su padre responde que prefiere ser camellero en el Magreb que apacentar cerdos, refiriéndose a los reinos del norte 46 • En esta célebre conversación se expresa claramente la actitud del rey sevillano ante la situación en que se encontraba en la que no parecía caber elección: o se encontraba bajo dominio almorávide o cristiano. Aunque los andalusíes se decidieran finalmente por pedir la colaboración de los almorávides frente a los cristianos, este hecho no disminuyó el desprecio latente que los beréberes les despertaban, pues la rudeza de sus costumbres les producían un hondo rechazo. AI-Mu'tamid, considerado uno de los más cultivados soberanos de la época, evita informar a Yüsuf b. Tasufin de que se había ordenado a un astrólogo levantar el horóscopo de la batalla de Zallaqa y de que se siguieron las indicaciones del mismo trasladando de lugar los reales del emir 47 • Yüsuf b. Tasufin despreciaba estos asuntos, por lo que el primero, actuando a sus espaldas, le trata tal como le considera: como un poderoso ignorante al que hay que temer. Los alfaquíes, los ulemas y, en definitiva, los hombres de religión dieron su aprobación y apoyaron la entrada de los almorávides en al-Andalus. Este grupo social había visto con desconcierto y turbación ciertas actitudes de los reyes de taifas de dudosa adecuación a los principios islámicos. Al florecimiento de las cortes durante la época anterior y el desarrollo de la poesía y de las artes que ello trajo consigo, sólo había que añadir las luchas entre los reyes musulmanes entre sí, aliándose ocasionalmente con los cristianos, y el pago de los tributos a los reinos del norte, para conseguir el caldo de cultivo perfecto que creara una opinión favorable por parte de la clase religiosa ante la llegada de los almorávides 4 8 • Una anécdota ilustrativa a este respecto: Abü 1-WalidIbn Yahwar, señor de Córdoba, recibió en un mismo día diversas cartas de otros reyes con diferentes peticiones; entre ellas la de lbn ~umadil_t, de Almería, que pedía una esclava que tocara el laúd; al-Mu 'tamid, una flautista, y otra de Suwwayyat, señor de Ceuta, que quería un almocrí. «El ignorante pide un lector del Corán y los sabios piden frivolidades» 49, concluyó el soberano cordobés. Así, los almorávides aparecieron ante sus ojos como restauradores del Islam y reunificadores de un al-Andalus que se hallaba muy lejos de rigores religiosos. Aun reconociendo lo norteafricano como culturalmente inferior, se estimaba su interés por avivar un purismo religioso cuyo estandarte más célebre fue la quema del libro del filósofo al-Gazali 50 • Poco podemos saber de la opinión del pueblo andalusí de los almorávides ya que, en realidad, sólo las clases influyentes podían sentir de un modo más cercano el trato con los norteafricanos. lbn 'Abdün, con su rigor moralista y censor, les desautoriza para desempeñar los puestos de qiúj,f, $ii/Jibal madfna, y otros destinados a juzgar a los andalusíes ya que, según este autor, los andalu-

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Maceta co n decoración estampillada (s ig lo X III ). Mu seo Arqu eo lóg ico de Murcia

síes «conocen mejor los asunto s de la población y las diferente s clases soc iales de ésta y son, por otra parte, más equitativos en sus órdenes y de mejor conducta que los demá s» 5 1. Lo s recién llegados no co nocían al pueblo andalu sí de tal manera que pudieran calibrar su comportamiento y delito s. Al-Saraqus.fi en su Maqii.ma Barbari yya, deja ver el rechazo que le producen los beréberes y su cultura tan difer ente de la andalu sí y a la que. a ju zgar por las palabra s que les dedica, considera muy inferior 52 . La inconformidad soc ial con los gobernador es almorávide s se dejó sentir en ocasiones como la revuelta que en el 515/ 1121-1122 se produjo por parte de los habitant es de Córdoba contra el emir Abü Yal)ya Ibn Rawwa d y que dese mbocó en un asa lto a sus casas de tal magnitud que obligó al emir a cruzar el Estrecho con un ejé rcito reclutado con el fin de sofocar la rebelión s.i_ Los almor ávides debían de tener un alto concepto de la formación intelectual de los andalusíes y el desa rrollo de los aspec tos cultu rales de su civilizac ión. Debemos mencionar aquí de nuevo el contra ste que aprec iarían estos nómadas poco culti vados ante las florec ientes ciudad es andalusíes y su refinamiento en much os as pectos. El halo ele pre stigio cultural de al-Andalus en esta época había trascendido sus fronteras y había provocado incluso el que se atribuyera al ideólogo del movimiento almoráv ide, · Abd Allah b. Yas1n, una es tancia de siete años donde se habría formado e instruido con los sabios andalusíes 54. Su exce lente grado de formació n co mo alfaquíes y, so bre todo , su dominio de la lengua árabe hiciero n que la clase de los ulemas anda lusíes alca nzara pues tos de respon sabilidad en la administración almorávide . Sabemo s de varios kuttüb que eran or iginario s de este lado del Estrecho como,

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por ejemplo, 'Abd al-Ral)man b. A~ba_t55 , Al)mad b. Abi Ya'far b. Mul)ammad b. 'A_tiyya56 e lbn al-Qa~ira 57 que lo fueron de Yüsuf b. Tasufin. El prestigio de algunos andalusíes como Abü 'Abd Allah Malik b. Wuhayb al-Andalus1 les permitió ocupar puestos muy cercanos al emir y aconsejarle en sus decisiones 58 • En el amplio panorama de estos personajes tenemos que destacar al almojarife de Fez en época de lbrah1m b. Tasufin, Abü Mul)ammad al-Yayyan1,personaje que habría de traicionar después a los que había servido 59 • Muchos eran los andalusíes de los que se rodeó el emir 'Ali b. Yüsuf 60;entre otros destacamos a Abü 1-Qasim lbn al-Yadd y a los hermanos Abü 'Abd Allah y Abü Marwan lbn Abt 1-Ji~al.Aunque todos ellos se hicieron notar por su habilidad con la pluma y por su gran elocuencia, fue este último, Abü Marwan, el que constituyó con su actitud un botón de muestra de lo que algún autor ha denominado « ·a~abiyya andalusiyya» 61 • Como kuttiib del emir fueron encargados los hermanos Banü Abi 1-Ji~alde escribir una carta a las tropas derrotadas en Valencia ante Alfonso el Batallador. Con este motivo Abü Marwan dedicó a los almorávides todo aquello que subyacía en la opinión colectiva de los andalusíes. insultando y despreciando a estos ejércitos a la par que expresaba su deseo de devolverlos a su desierto y limpiar la Península de su suciedad 62 • Abü Marwan aprovecha así la ocasión de hacer patente su odio a los almorávides, detentadores de un poder del que él participaba en cierta medida ya que ocupaba un importante puesto de kiitib del emir. Cabría pensar si el caso de este Abü Marwan sería aislado o si, por el contrario, el común de los colaboradores andalusíes con los almorávides opinaban de la misma forma. Lo que es evidente es que el sentimiento anti-beréber, cuyo embrión hay que buscar durante al-fitna al-barbariyya, se desarrolla de una forma clara en época almorávide entre la población andalusí. A ello contribuyeron tanto las circunstancias en las que los andalusíes se vieron obligados a solicitar su ayuda como el fuerte contraste estructural entre ambas sociedades. No fueron los andalusíes los únicos peninsulares que pasaron al Magreb para ocupar puestos en la organización almorávide. Aparte de su contribución como fuerza combatiente, los rüm (cristianos) fueron designados para otro tipo de responsabilidades a partir de la época de 'Ali b. Yüsuf. En la obra Al-lf ulal al-MawJiyya, se menciona explícitamente cómo este emir fue el primero en utilizar rüm en el Magreb, como jinetes en su ejército y como recaudadores de impuestos (magiirim) 63 • No se puede hablar de fusión entre la población norteafricana que pasó en esta época a la Península con la que ya estaba en ella. En primer lugar, ya hemos definido que la aportación de población se concretó, aparte de los ulemas que se trasladaron a las brillantes capitales andalusíes en busca de formación intelectual, en componentes del ejército de los que no todos habrían de instalarse en las tierras peninsulares para siempre. Por otra parte el espacio de tiempo compartido por ambas poblaciones no resulta ser el suficiente para un proceso de homogeneización entre ellas, ya que es demasiado breve y condicionado por los sentimientos de dominador y dominado en ambas partes 64 • A estas circunstancias hay que añadir el hecho de que los almorávides constituían una minoría y, aunque en principio no se valorara negativamente, fueron los detentadores de un poder para el que el pueblo andalusí no les consideraba capacitados tanto por su ignorancia como por falta de prestigio étnico y genealógico. Todo ello motivó un fuerte rechazo social y el fortalecimiento a ultranza entre los andalusíes de un sentimiento anti-beréber, que habían visto nacer en las luchas del final del califato c,5.

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Los

ALMOHADES

El cambio en el poder: deterioro almorávide y potencial almohade. Fueron muchas las circunstancias que motivaron el grave deterioro que sufrió el poder almorávide en ambas orillas. En primer lugar, tal y como señala 'l. Dandas 66 , la fuerza combativa de los almohades en el Magreb reclamaba del agotado imperio sahariano un ejército cada vez más numeroso que ellos reclutaron a costa de dejar desprovistos los medios de control sobre el territorio andalusí. Por otra parte, las expediciones que con motivo del avance almohade hubieron de realizar exigían de las arcas almorávides un esfuerzo imposible de acometer y que ellos intentaron paliar, en cierta medida, gravando con excesivos impuestos a una población cada vez más descontenta y poco confiada. «Su inclinación al bienestar, su preferencia por el descanso y su sometimiento a las mujeres» 67 son otras de las causas mencionadas por las fuentes que haciendo gala de los tópicos lugares comunes intentan reflejar la opinión de un pueblo que veía sustituido el rigor inicial del movimiento almorávide por un relajamiento de las costumbres 1,s_ El hecho de que gran parte de los efectivos militares se trasladaran al Magreb posibilitó a los cristianos del norte, ahora más unidos y fuertes que antes, la ocupación de parte de los territorios musulmanes en las fronteras. Los andalusíes tuvieron ocasión de comprobar la debilidad de sus «señores», por lo que todo ello se tradujo en múltiples revueltas que acosaron a los gobernadores almorávides en las ciudades andalusíes, y que desembocaron, finalmente, en lo que se ha llamado «segundos reinos de taifas» 1,9 _ Las rebeliones se sucedieron por todo el territorio andalusí colaborando de esa forma a minar aún más el poder almorávide y contribuyendo al ascenso de los almohades, convencidos para entonces de la debilidad de su enemigo 70 • Desde la célebre revuelta de los muridün en el Algarve 71 y la del qiiefi lbn 1-Jamdinde Córdoba 72, hasta la que tuvo lugar en el Sarq, que desembocaría en un conocido problema de los almohades llamado lbn Mardanis, todo el territorio peninsular fue escenario del rechazo a los almorávides y la expulsión y muerte de sus representantes. el que declara la Los fundamentos ideológicos del movimiento almohade (de al-muwa}J,IJ,id, Unicidad divina) se debieron a Mubammad lbn Tümart, el mahdf, censor y reformador religioso que aglutinó en torno a su figura a una serie de tribus del tronco Ma~müda para declarar el yihiid contra los almorávides. Las fuentes para referirse a estos nuevos gobernantes emplean dos tipos de denominaciones; por una parte, las que aluden a su componente ideológico, que son las más frey por otra, las que reflejan el origen de las tribus que comcuentes, llamándoles al-muwa}J,IJ,idün, ponían el nuevo Estado. Entre estas últimas se encuentran menciones del tipo al-dawla al-ma~müdiyya73 o al-Ma~iimida74. Así pues, en relación con los almorávides, encontramos una profunda diferencia en el tronco de las tribus que componían este nuevo Estado, pasándose a una preponderancia de Ma~müda. Los almohades establecieron una compleja organización jerarquica que atañía a las funciones de su Estado en todas sus vertientes, política, administrativa y espiritual. Aunque, indudablemente, el origen de parte de esta organización habrá que buscarlo en los más antiguos sistemas de confederación beréberes 75 , esta nueva estructuración modificó lo que era un esquema tribal stricto sensu. El imperio almohade extendió sus fronteras mucho más allá de lo que los almorávides habían conseguido para sí; 'Abd al-Mu'min comparaba a sus dominios con los de los LamJüna y se asombraba de que, a pesar de poseer un territorio mucho más amplio, no disponía de los efectivos suficientes para pagar tan bien a sus hombres como lo hicieron los almorávides 76 •

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Ataifor co n decoración a cuerda seca procede nte de la alcaza ba de Málaga . Museo Arqu eo lóg ico de Málaga

Ademá s de poseer más territorio , los almohades disponían de una estructura y de un poder más sólido s. El mahd1 lbn Tümart , como hombre de estado clarividente y cabeza espiritual del movi miento, atendió por igual la consolidación política de la recién creada estructura y el fomento espiritual necesa rio para acometer las grandes empresas que les correspondían, en parte, como heredero s de los almorávides. Entre ellas podemo s situar a al-Andalus, que se mo straba como el territorio del yihiid por excelencia habida cuenta de la pujanza de los reinos cristianos en esta época. La organización almohade a la que no s hemo s referido anteriormente se pre senta como una categorización por grupo s en la que desempeña un importante papel el origen tribal de los individuos que lo componen y las atribuciones que se les conceden . Aunque existen ciertas variaciones de matiz, como afirma Hopkin s en su extenso análisis al respecto 77 , las líneas generales de la organización almohade coinciden , en mayor o menor medid a, en las distinta s fuentes: La Ahl al-yama'a , tambi én llamado s «los diez» 78 , grupo instaurado por el mahdfy compuesto por sus prim eros seg uidore s, que , según algún autor , hacía n las funcion es de visires (wuzara') 19 ; entre ellos se encontraba el futuro califa ' Abd al-Mu' min. La Ahl Jamstn, o «los cincuenta » 80 , grupo en el que hay notables de diferente s tribu s almohades, cuya cantidad de repr ese ntante s y orden varía levemente según las fuente s. Las tribu s presentes en este consejo eran: Harga, Tinmallal , Hintata, Yadnüwa, Yanfisa, las Qaba ' il, Hasküra , Sanhaya y de los gurabá' (extra njero s).

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La Ah/ Sab 'in o «los setenta» 81 mencionados por lbn al-Qanan tomándolo de otro autor; el mismo lbn al-QaJJan sin embargo afirma no conocer más que los grupos anteriores y no éste de «los setenta». Es necesario precisar que, a pesar de la denominación de los anteriores grupos, el número de personas que lo componían no se correspondía con el título del mismo, que debía de encontrarse así acuñado, independientemente de la cantidad exacta de individuos que lo compusieran. Por orden de importancia algunas fuentes citan a continuación las tribus almohades, que se corresponden en gran medida con los representantes en la asamblea de «los cincuenta», esto es: Harga, ah/ Tinmallal, Yadmiwa, Yanfisa, Hintata, y ah/ al-qabii'il (la gente de las tribus) 82 • La Ahl al-Diir ( «la gente de la Casa») 83 varía en su situación en el orden de estas categorías dependiendo de las fuentes, pero no existen grandes diferencias en lo que a sus funciones se refiere: un grupo reducido de personas que acompañaba al mahdf de noche y día y que le servía en las necesidades de su casa. Los Talaba (los estudiosos) 84 , que se dividían, según algunas fuentes, en '[alabar al-lJa. Al-lfulal al-mawsiyya, pág. 100. Sobre este personaje. cfr. BoscH. Almorávides, pág. 205. i, w Al-lfu/al al-mawsiyya, pág. I35. Sobre la traición de al-tayyani en la toma de Fez. cfr. Bosrn. Almonfrides. págs. 272-276. 110

" "1 61

AL-MARRÁKUST. Mu '_vib,págs. 255 y 256. Rasti'il, pág. 7. Ed. Hayal Qara. AL-MARRÁKUST, Mu'yib, pág. 259. Págs. 84 y 85.

M En época de Tasufin b. •Ari, concretamente en el año 528/1133-1134, la composición de las tropas en la batalla continuaba diferenciando a los hombres de al-Andalus de los almorávides. IBN'IQART,Bayan (Almorávides). pág. 89. 65 Ejemplos de esta actitud en época previa a los almorávides, en IBN'lQÁRI.Bayiin (111). págs. 97 y 121; MAILLO, La caída del califato, págs. 90 y 109. 66 Cfr. 'I DANDAS. AI-Andalusffnihiiyat al-murabi_tfn. págs. 23-46, donde se analizan las causa~ del desmoronamiento del poder almorávide. ~7 AL-MARRAKLIST, Mu '_vib,pág. 304; trad. HUICI,págs. 168 y 169. 6M « Y lo peor contra los almorávides es que escribían una orden diferente a otra y escribían hoy unas cosas y mañana otra y se burlaban de ellos su ejército y sus súbditos.» Al-lfulal al-mawiiyya, pág. 132; trad. Hu1c1.pág. 158. '"' Cfr. M.• J. VIGUERA. los Reinos de Ta!fás, págs. 189-201. 111 Al-lfulal al-Mawiivya. pág. 132; trad. H111n.pág. 158: «De lo que más ayudó a Abd al-Mu'min b. 'Ali contra los almorávides fue el levantamiento de la gente de al-Andalus porque los dejaron desprovistos de defensores y armas.» 11 Sobre esta revuelta, cfr. V. LAGARDF.RE, «La _tañqaet la révolte»; 'l. DANDAS, AI-Andalus fi nihiiyat al-murcibi_tf11. págs. 49- 75; M.ª J. VIGUERA. Los Reinos dt' Taifa.~.págs. 191 y 192. 71 IBNABl ZAR·.Rmw! al-Qir,tcis, pág. 171; M.ª J. VIGllERA,Lm Rei11osde 7i1ifas. págs. 192-194. 71 IBNSA'TD.al-Mu,:rib, I. pág. 261. " Ídem, pág. 310. " J. F. P. HoPKINS.Mediel'al Muslim, pág. 90. Este autor propone esla relación que. actualmente. parece ya evidente a partir de los trabajos de D.M. HART,cfr. Bibliografía. Disponemos de modelos de confederaciones probablemente similares a Ah[ al-Ja111J111 en época romana en la que aparece de nuevo la agrupación de tribus asociada con el número cinco. En el último tercio del siglo 111.historiadores romanos e inscripciones oficiales hacen referencia a una poderosa confederación en la Mauritania Cesariana denominada Q11i11qm·xe111ia11i. cfr. G. CAMPS.Les Berb,•rc's. pág. 231. '" IBN~:\l;llll AL-~Al.:\T,al-Mann bi-1-imúma. pág. 178. 77 J. F. P. HorKJNs.fl,f;,Jit·1·al Mu.1/im, p:ígs. 85-111. en donde reproduce su anterior artículo sobre la cuestión; M. al-A11dalus fi 11i/riiyata/-muriibiJi11, A. HllJCI,Hiswria polítirn, l. págs. 1(Xl-105.Sobre el mismo tema. cfr. 'l. DANIJA~. págs. 136 y sigs.: · A. H. Titzi reúne las informaciones de las diferentes fuentes en su edición de al-Mann bi-l-imam,1 de IBNS,\l;llB AL-~ALAT. nota 1. pág. 119.

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7" IBNAel ZAR', Rawt! al-Qir_tiis.págs. 177 y 184: AL-BAYQAQ, Kitiib al-An¡iib, pág. 29; AL-MARRAKUST, Mu'_vib. págs. 478-480; IBNAL-QATfAN, Na;m, págs. 125-128; HOPKINS, Medieval Muslim, págs. 87 y 88. -,.¡ IBNAL-QATfAN, Nas-m, pág. 124. "'-' AL-BAYQAQ, Kitiib al-A~iib, págs. 33-38; IBNAL-QATfAN, Nas-m,págs. 84 y 85; J. F. P. HOPKINS, Mediew1l Muslim. págs. 88-91. "1 IBNAL-QATfAN, Nas-m. págs. 82; J. F. P. HoPKINS,Medieval Muslim, pág. 91. 82 AL-BAYQAQ, Kitiib al-An¡iib, págs. 37-43; AL-MARRAKUST, Mu'_vib.págs. 481-483; IBNAL-QATfAN, Nas-m. págs. 125-128; HoPKINS,Medieval Muslim, págs. 87 y 88. 8~ AL-BAYQAQ, Kitiib al-Ansiib. pág. 29; IBNAL-QATfAN, Nas-m. págs. 82 y 86: J. F. P. HoPKINS,Medieval Muslim, págs. 86 y 87. El primer autor parece identificar ah/ al-dar con ah/ al-.vanul'a. 114 AL-MARRAKUST, Mu'yib, pág. 293; IBNAL-QATfAN, Nas-m. pág. 82; HüPKINS,Medieval Muslim. págs. 104 y !05; M.ª J. VtGlJERA, Los Reinos de Taifas. págs. 239 y 240. 8~ IBNAL-QATfAN, Na;m; J. F. P. HOPKINS, Medieval Muslim, págs. 106-!08; M.ª J. VtGlJERA, los reinos de taifas. págs. 240 y 241. 116 AL-BAYQAQ, Kitab al-An¡iib. pág. 46; J. F. P. HoPKINS,Medieval Muslim. págs. 92 y 93. 87 No vamos a extendemos en todos los grupos de los que proveyeron el ejército y la función administrativa y jurídica los almohades ya que son tratados en otros capítulos de este volumen. KK IBN'IQART.Bayan (Almohades), pág. 258. "" IBN 'IQART, Bayan (Almohades). pág. 156. 90 Véa'ie como ejemplo la expedición organizada en el año 565/1169-1170 en auxilio de al-Andalus contra Mu(:iammad b. Mardanis. IBNSAl;IIB AL-SALAT. al-Mann bi-1-imama. pág. 400. 91 IBNSAl;IIB AL-SALAT, al-Mann bi-1-imiima, págs. 118-120. 92 IBNAL-QATfAN, Nas-m. pág. 188; IBN'IQARl,Bayiin (Almohades), pág. 141. 91 IBNSAl;IIB AL-SALAT. al-Mann bi-l-inulma, pág. 356. "' IBNSAl;IIB AL-SALAT, al-Mann bi-l-inulma, pág. 206. 9' IBNSAl;IIB AL-SALAT. al-Mann bi-1-imama. págs. 174 y 346. "" IBN'IQARl.Bayan (Almohades). pág. 128. "' IBNSAI:IIB AL-SALAT, al-Mann bi-1-imama, págs. 14 y 15. "" AL-MARRAKUST. Mu'_vib.pág. 402. '"' IBN'IQART.Bayiin (Almohades). pág. 128. 1" 1 IBN'IQART.Bayiin (Almohades). pág. 146. 1111 B. BuLUQQlN, El siglo XI. pág. 81. • ABDALLAH 102 AL-MARRAKUST.Mu "fib, pág. 375. 101 AL-MARRAKU~T. Mu "'Jib,pág.483. 104 Al-f!ulal al-maw.fiyya. pág. 142 y 184; IBNAL-JATIB, !Mta. lll. pág. 409. "'' El término ahl Tinmal no parece corresponder con el de una tribu. Coincidimos con la apreciación de Hopkins que prefiere su definición como grupo heterogéneo que tenía en común el lugar del que procedían sin que existieran entre ellos lazos de sangre. Cfr. Medieval Muslim, pág. 89. 106 IBN'IQARl.Bayiin (Almohades), pág. 205. 1117 AL-BAY.QAQ. Kitiib al-ansiib, págs. 46 y 47. 10" IBNABl ZAR', Rawt/ al-Qiryás, pág. 71. 109 Sobre el paso de tribus árabes a al-Andalus, cfr. V. AGUILAR, Tribus árabes en el Magreb en época almohade ( I J52-/ 269 ). concretamente, págs. 251-281. Agradezco a la autora el que me permitiera consultar su t. d. inédita. 1111 Sobre ambas, cfr. V. AGUILAR, «Política de 'Abd al-Mu'min con los árabes de Ifriqiya». 111 Sobre la llegada de las tribus árabes a Marraquech, cfr. M. A. Hu1c1,Historia política. l. págs. 245-247. Sobre el papel de estas tribus en los ejércitos almohades y de los Banü Mañn, cfr. ABOQAYF.AJar al-qabá'il al- 'arabiyya. 111 M.ª J. VIGUERA, los Reinos de Taifas. pág. 269. tu AL-MARRAKUST, Mu'_vib, págs. 328-331. 114 IBN'IQÁRl.Bayiin (Almohades), págs. 242 y 243. m «Árabes» en contraposición a «almohades» como parte de un mismo ejército, en IBNSAl:flB AL-SALAT, al-Mann hi-1-imiima, págs. 273 y 274. 11" Por ejemplo, véase infra. 117 IBN'II)ARl,Bayan (Almohades), pág. 131; IBNSAl;IIBAL-SALÁT, al-Mann bi-1-imiima, págs. 251, 270 y 295. 11" IBNSAI:1IB AL-SALAT. a/-Mann hi-1-imiima, pág. 273. 11• IBNSAI:IIB AL-SALÁT, a/-Mann bi-1-imama, pág. 292. 120 IBN'IQARl,Bayan (Almohades). pág. 158. 111 IBNSAI:IIB AL-SALÁT, al-Ma,111bi-1-imama. pág. 219. 122 Cfr. J. F. P. HoPKINS, Medieval Muslim, págs. 79-82. 11 ·' AL-MARRAKUST, Mu'fib, pág. 371. El mismo autor en otra parte de su obra da otras fechas. cfr. páginas 412-415. 114 Sobre la llegada de los gu::.za linmal y la «supuesta» previsión que de ello había realizado el mahdi lbn Tumart, cfr. AI.-MARRAKUSl. Mu 'fih. pág. 416. 115 IBN'IQARl.Bayiin (Almohades), pág. 232: AL-MARRAKUSl. Mu '_\'ib.págs. 412-415. 12" AL-MARRAKUSl, Mu'J'ib, págs. 412-415. 127 Cfr. supra.

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HISTORIA DE ESPAÑA

11" A modo de ejemplo, cfr. AL-MARRÁKUS'I, Mu'yib. pág. 293. No me voy a extender al respecto por figurar un capítulo en este volumen dedicado a la cuestión. Cfr. La vida intelectual. ll'I IBN'IQARl,Bayiin (Almohades), pág. 152. 110 IBN'IQARl,Bayiin (Almohades), pág. 132. 111 Sobre los judíos en esta época. cfr. SCHEINOLIN, «The jews ...», págs. 195-197. iJl Sobre esta familia y, en general sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en esta época. cfr. M. D. Go~ZALO,Gamii,tat al-Yahüd, págs. 58-78. D3 H. PÉRES,Esplendor, pág. 273. i.1-1 Son muchos los pasajes de este libro que se refieren a ello: citamos tan sólo algunos, •ABOALI.AH B. Blll.llQQTN. El siglo XI, págs. 99-1O1. 106-122. m E. ASHTOR,The Jews, II. pág. 249. IBN'IQÁRl.Bayiin (111),pág. 231; MAILLO,pág. 193; E. ASHTOR,The Jews, II, pág. 194. i.H Al-lfulal al-mawsiyya, pág. 57; AL-MARRÁKUST, Mu'_vib, pág. 197; IBNABl ZAR', Raw(j al-QirJiis, pág. 150. 1.1• IBN'IOARl.Bayiin (111), pág. 98; MAILLO, La caída del Califato, pág. 91; Bayiin (Almohades), págs. 213 y 266. Es muy relevante el caso del judío visir del Cid que acapara un poder considerable en la ciudad de Valencia. IBN'IQART. Baydn (Almorávides). págs. 40 y 41. 13,¡ Sobre el episodio en general y las circunstancias de su muerte en particular, existen diversas versiones, cfr. al-lfulal al-mawsiyya. págs. 41 y 42; IBNAL-JA'fTB. IIJa,ta.III, pág. 109:A 'miil, trad. Lévi-Proven~al,pág. I 85; V. LAGAROÉRE,Les almoravides, págs. 102 y 103. 140 Sobre las comunidades judías en el Magreb en época almorávide y almohade. véase H. Z. HIRSCHBERG, A History of the Jews. págs. 117-139. 141 IBN'IQART,Bayiin (Almorái-ides), págs. 4 y 23; al-lfulal al-mawsiyya. pág. 25. 141 De hecho en las fuentes aparece denominada en ocasiones como Madínat al-Yahüd, ciudad de los judíos. IBN SA'To, al-Mugrib, l. pág. 105. 14 ·' Sobre los levantamientos y revueltas que se produjeron en esta ciudad en la época de 'Abd Alliih b. Buluqqin. cfr. 'ABOALLAHb. BllLUQQTN. El siglo XI, págs. 237-240. 144 Al-lfulal al-mawsiyya, págs. 80 y 81; M. D. GONZALO. Ganu~tar al-Yahüd. XXX-XXXI. 145 M. D. GoNZALO,Gamii,tat al-Yahüd, XXXI. 146 Cfr. infra. 147 IBN'IQÁRT,Bayiin (Almorávides), pág. 93. 148 Sobre las juderías, cfr. B. L. TORRES,«Mozarabías y juderías ...». págs. 189-197; J. ZANÓN,Topograjfa de Córdoba, pág. 47, sobre la constatación en época almohade de una puerta de Córdoba denominada Biih al-Ycihüd. 14,¡ IBN'IQART,Bayiin (Almohades). pág. 228; AL-MARRÁKUST, Mu'_yih, págs. 434 y 435. 150 Sobre el traje y su valor como diferenciador étnico, y sobre el amarillo como color asociado a los judíos, véase. en este mismo volumen. M. Marín. «La vida cotidiana». concretamente. apartado 3. El traje y el adorno corporal. 151 IBN'ABDON,Risiila. pág. 169; GARCIAGóMEZ.Sevilla. pág. 157. 152 Sobre estas conversiones en el Magreb, véa'ie H. Z. HIRSCHBERG. A History of rht•Jews. l. págs. 125-129. 1~·• AL-MARRAKUST, Mu'_Wh.págs. 434 y 435. 15• Cfr. J. F. P. HoPKINS.Medieval Muslim, pág. 61. i;; Al-Mann bi-1-imiima, págs. 186 y 187. 156 D. ROMANO, La ciencia hispano-judía, pág. 48. 157 IBN'ABDON,Risiila. pág. 153; GARciAGóMEZ.Sevilla, pág. 149. i;s IBN'ABDON,Risiila. pág. 157; GARCÍAGóMEZ,Sevilla. pág. 152. iw AL-SAQATJ, Kitiib fi iidiih, trad. de P. CHALMETA, AI-Andalus, XXXIII. pág. 389. 1"° 'ABOALLAH B. BULUQQTN. El si,:/o XI. pág. 315. 1" 1 IBN'lºART. Bayiin (Almohades), pág. 146; IBN~Ál:{IB AL-~ALÁT, al-Mann bi-1-imdma. pág. 186. 161 IBN'IQART.Bayiin (1//), pág. 262; MAILLO,La caída del Califato, pág. 218. 1"' IBN'[IJART,Bayiin (A/morái·ides), pág. 77. 1"" IBN'ABDON,Ri.l"Cila, pág. 206; GARCÍA GóMEZ,Sei·illa. págs. 172 y 173. 165 Cfr. la bibliografía mencionada en M. DEEPALZA. «Mozarabs: an emblematic christian minority...»: D. SERRANO.«Dos fetuas ...» y los trabajos incluidos en la sección monográfica de la revisia al-Qan,tara, «Cristianos de al-Andalus y mozárabes». XV (1994), págs. 351-517. 160 F. J. SIMONET, Historia de los Mo::.árahesde Espaiia. 167 M. DEEPALZA y E. A. LLOBREGAT, «¿Hubo mozárabes en tierras valencianas ...·1,,. 1"" Sobre la terminología usada por las fuentes árabes para referirse a estos grupos. cfr. M. DE EPAl.7.A. «Mozarabs...». págs. 149 y 150. 1"" Sobre los mozárabes en la época inmediatamente anterior. cfr. M. MARÍN,Individuo, págs. 46-56. Frente a la clásica visión de L. PENARROJA, ha sido muy discutida la conservación de estructuras eclesiá~ticasy sociales propias por parte de y LLOBREGAT. «¿Hubo mozárabes...?» La defensa de esta tesis estas comunidades en la zona del Levante. cfr. M. DEEPAI.ZA se puede encontrar también en M. DE EPALZA, «La islamización de al-Andalus...». sobre todo págs. 174 y 175,donde se trata la desaparición de los obispos. Véase también la reseña que al libro de L. PEÑARROJA dedica M. DE EPALZA en AI-Qan,tara, XV ( 1994). págs. 519-623. Un estado de l.1cuestión se puede encontrar en P. GUICHARD, «Les m01:arabesde Valence». 17" Sobre las nuevas aportaciones de población cristiana en territorio musulmán, véase la Ierminología de Mozar.:1bes. Neo-Moz:írabes y nuevos mo,i:árahesen M. DI' EPALZA. «La islamización de al-Andalus ...», p:ígs. 171-174; «Mozarabs: an emblematic ...». p.ígs. 150 y 151. 1 "'

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1" Sobre las fuentes cristiana,; y musulmanas que se ocupan de esta expedición, así como la bibliografía que se ha ocupado de ella. cfr. D. SERRANO,«Dos fetuas ... ». pág. 163. n. 1. " 2 Sobre la controversia en relación con las motivaciones de esta campaña, cfr. D. SERRANO,«Dos fetuas ... ». pág. 165. 17 ' IBNAL-1A"J1B, IIJii_ta,l. págs. 107 y 108. 174 Las fuentes árabes que incluyen la narración de esta campaña son al-lf11/al al-Mawliyya y la IIJiiJa de IBN AL-JATfB. que nos transmiten la versión de lbn al-~ayrafi, autor de a/-Amwir af-_füfiyya Jrajbiir al-dawla al-m11riíbi_tiyya. por un lado, y la versión incluida en el Bayiin de IBN 'IDART,por otro. IBN 'IDART.Bayán (Almorávides). págs. 69- 72; al-lf ulal af-mawiiyya. págs. 91-97; IBN AL-JATT e. I/Jiífa, 1, págs. I 06- I 14. Una comparación de ambas versiones, en L. PEÑARROJA. Cristianos, págs. 128- I 33. m Las fuentes son más explícitas al respecto de los lugares concretos donde acamparon los ejércitos del rey cristiano, pero aquí nos limitamos a mencionar sólo algunos topónimos indicativos de la marcha de las huestes. 171' V. LAGARDERE, «Communautés», pág. 100. 177 M. DE EPAUA, «Mozarabs: an emblematic», pág. 156. m Al-lfulal al-mawiiyya, trad. pág. 113, n. 2. 1·N D. SERRANO. «Dos fetuas...>•, pág. 166. ""' IBN ')l)ART,Bayán (Almorál'ides), págs. 72 y 73; al-lfulal al-maw.siyya. págs. 90 y 91, 97; IBNAL-JATfB.//Já_ta. I. págs. 113 y 114. Sobre este acontecimiento en las fuentes cristianas, véase L. PEÑARROJA,Cristianos, págs. 139-141. Sobre los habices de estos cristianos en al-Andalus y su control sobre ellos, véanse (a,¡ dos fetuas trnducidas por D. SERRANO. «Dos fetuas ...», págs. 170-182. 1• 1 V. LAG~RDÉRE.«Communautés», pág. 108. Sobre las comunidades cristianas en el Magreb en época almohade. cfr. BuTSIS. «al- Yaliyat al-masll_liyya». ix: IBN ·Il]ART.Ba_win (Al,11orá1•ides),pág. 77. I)(\ L. PEÑARROJA. Cristianos, págs. 139. 231, 240 y 241. 1,... AL-MARRÁKUSl.Mu'_vih, págs. 434 y 435. 1• 1 Los na,wira como aliados de lbn Mardanis aparecen mencionados en múltiples ocasiones; cfr. por ejemplo en IBN ~Ál.118 AL-~ALÁT,af-Mann, págs. 115. 188 y 191. ... B. L. TORRES.«Mozarabías ... », pág. 175. " 7 F. J. SIMONET,Historia de los mozárabes de España. pág. 765. 1"" Según M. DE EPAUA y E. LLOBREGAT, el hecho de que los pocos cristianos que quedan en Sarq al-Andalus en época almorávide y almohade no sean mozárabes sino de origen foráneo (o sea. neomozárabes) explicaría aún mejor la persecución que habían sufrido por pane de esas dos dinastías. Eran extranjeros y sospechosos de colaborar con los agresivos ejércitos cristianos como en el caso de la expedición de Alfonso l. «¿Hubo mozárabes en tierras valencianas ... '?,,, pág. 29. 1•• Cfr. en este mismo volumen, V. AGUILAR,/nstit11cim1es militares: el ejército. 1'"' A modo de ejemplo, véase la toma de Setefilla y su repoblación con cristianos. IRN 'lr) ,'iRT.Bayü11 (Almohades). pág. 146. 1'' 1 IBN . ABDON,Riscila. págs. 153, 169 y 206; E. GARC(AGóMEZ, SHifla. págs. 149. 157, 172 y 173. 191 IBN 'ABDON,Rüiila, pág. 154; E. GARCÍA GóMEZ. Sevilla. págs. 150 y 151. 1"· 1 Cfr. el amplio estudio que les dedica J. M. FóRNEAS,«Los Banü 'A.tiyya». 144 Sobre el topónimo. las variantes y el análisis del mismo. cfr. J. M. FóRNEi\S, «Los Banü · Niyya,, (1). págs. 71. 79 y 80. 1''\ J. M. FóRNEAS,«Los Banü 'Niyya de Granada». 11,pág. 27. 1"" J. M. YIZCA{NO,«Los al-Bayi al-Lajmi de Sevilla». 1 Cfr. J. M. VIZCAÍNO. «Los a]-Ba)'ial-Lajmi»,núms. 21 y 22, págs. 451-453. 1"" J. M. V1zcA{No.«Los al-Bayf al-Lajmi». págs. 457 y 458. 1 '" J. M. VIZCAÍNO.«Los al-Bayí al-LajmI». pág. 459. :,., Sobre esta familia, cfr. M. 'A. MAKKl, «Los Banü Burunyal...». :,., A la reflexión sobre este nombre de origen romance dedica M. 'A. MAKKTlas págs. 527-529. :.., Cfr. V. AGUILAR.«Tres generaciones y varios siglos de historia: los Banü Bur:tuluh de Murcia». '"' Cfr. V. AGl'ILAR,«Tres generaciones ... ». pág. 20. 1'" L. MOI.INA,«Los Banü Ja.t.tabY,los Banü AbI '9°am,ra». '"' Sobre esta familia. cfr. M.ª L. AVILA.«Los Banü_M,m?ür al-QaysI». :i.. Sobre las biografías de estos personajes, M.ª L. AVILA.«Los Banü Man{'.ür al-QaysI». págs. 27-29. El árbol geneakígico correspondiente en pág. 35. '" 7 Sobre esta familia. cfr. M."M. LUCINI,«Los Banü Samayün: una familia de cadíes». '"' Cfr. M. Luc1N1,«Los Banü Samayün ... ». pág. 178. :.., Cfr. J. Bosni. «Los Banü Simak ...». 1

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LA VIDA COTIDIANA POR

MANUELA MARÍN

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SU,IARIO:

l. lntroducción.-2. El espacio doméstico.-3. El traje y el adorno corporal.--4. Comer y beber.-5. res.---6. El ocio: celebraciones, fiestas y juegos.-7. La vida cotidiana ante la adversidad.-NOTAS

l.

Muje-

Introducción.

La reconstrucción de la vida cotidiana en las sociedades medievales ofrece una serie de dificultades que no deben hacer desistir de su estudio, pero que conviene señalar para poder situar en una perspectiva adecuada las conclusiones que se presentan al lector. Se trata, sobre todo, de problemas derivados del carácter de las fuentes documentales, y muy en especial las escritas, que suelen restringir su punto de vista y sus intereses temáticos al de los sectores de la sociedad directamente relacionados con el poder político y su actuación. En el caso de al-Andalus, ni siquiera es posible recurrir a materiales de archivo que ofrecen, en otros casos, la posibilidad de ser utilizados por el historiador como un registro involuntario de información. Quiere esto decir que hay que recurrir con frecuencia a datos aislados, mencionados de forma aleatoria en el transcurso de una crónica histórica o un relato biográfico, y que es difícil en ocasiones el establecer, a partir de ellos, conclusiones generales. El panorama puede ampliarse. sin duda, con el recurso a textos de tipo jurídico (tratados de censura de costumbres o recopilaciones de consultas jurídicas). algunas obras literarias (en esta época, el Drwiinde Ibn Quzman es una fuente imprescindible) y los testimonios de la cultura material, cuya importancia no es necesario subrayar. Toda esta base documental, amplia y diversa, cubre ámbitos preferentemente urbanos en los que se sitúan grupos sociales acomodados: lo que hoy llamaríamos clases altas y medio-altas. Por otro lado, la definición misma de qué es lo cotidiano y la vida cotidiana, se ha prestado y se presta a discusión 1• La reconstrucción de la «experiencia ordinaria» puede aplicarse a tantos órdenes de la vida que se podría llegar a un absurdo inoperante por la vastedad del empeño. En el caso que me ocupa, he procedido a una selección temática dentro de una previa definición de objetivos en tomo a la formación cultural andalusí. Es decir, se ha partido del concepto de «vida cotidiana» como conjunto de pautas y hábitos sociales que dan forma y estructura a la actividad del individuo dentro de una sociedad concreta, y se ha dado preferencia, dentro de ese amplio marco, a temas específicos: el espacio doméstico, el vestido como identificación del individuo, las diversas funciones de la comida y la bebida, la diferencia de género y las formas de ocio y de celebraciones colectiva-;. Se ha tenido en cuenta que todo ello se produce en el marco de una sociedad islámica, pero también que el factor religioso no es el único determinante en la formación cultural de esa -y otras- sociedades 2• Si puede presentarse alguna conclusión, siquiera provisional, del estudio realizado, es que las fuentes consultadas transmiten a menudo la posibilidad de realizar e lec-

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HISTORIA DE ESPAÑA

ciones dentro de un marco relativamente amplio, de utilizar los resquicios del sistema y también de transgredirlo. Finalmente, se han intentado situar las pautas de vida cotidiana que se han ido estableciendo a lo largo del estudio (y que a menudo aparecen como inmutables y comunes a otras épocas de la historia andalusí) en su contexto histórico concreto. Dicho de otro modo: aunque de forma muy breve, he querido plantear cómo los acontecimientos históricos afectaron en esta época a individuos y grupos sociales de forma distinta y característica a como lo fueron en otros momentos de la historia andalusí. 2.

El espacio doméstico.

«Lasca-;as --dice lbn 'Abdün a comienzos del siglo vúxn- son los abrigos en que se refugian las almas, los espíritus y los cuerpos. por lo cual deben ser protegidas y vigiladas» 3• Espacio doméstico por excelencia, las casas, ya sean urbanas o rurales, son el ámbito donde se desarrolla la vida privada y familiar, aquella que, por definición, se oculta a las miradas del extraño. En Sevilla, al-Saqundi 4 alaba el celo con que las cuidan sus propietarios, añadiendo que en la mayoría no faltan ni el agua que fluye ni árboles como el naranjo, el limonero o el cidro. Descripción que probablemente no se adecua sino a las viviendas de las clases acomodadas, pero que refleja, en cualquier caso, el gusto por el espacio abierto dentro de la casa, el mundo del patio al que se abren los salones cerrados y en cuyos pórticos se disfruta, en verano, del frescor de la alberca central 5• En estas casas grandes y ricas, las habitaciones mantienen usos especializados (cocina, lugares de reunión, alcobas, zonas de almacenamiento ...). que se reducen en las viviendas modestas, muchas veces desprovistas de patio y en las que las habitaciones tienen usos polivalentes 6 • Uno de los médicos andalusíes más importantes, Abü Marwan lbn Zuhr (m. 557/1162), recomienda en esta época que estudiamos que las casas estén orientadas al Norte, así como que se recubran con mármoles y otras piedras y tengan agua que fluya para resistir mejor el calor del verano 7,recomendaciones que, por lo que sabemos por otras fuentes documentales, tanto escritas como arqueológicas, eran seguidas por quienes podían permitírselo. Los muros de la casa marcan los límites del espacio doméstico hacia el exterior y hacia otras casas vecinas. Los propietarios de las casas eran responsables del cuidado de la parte de calle que les correspondía, o al menos así era teóricamente. No siempre debía de seguirse esta norma, puesto que lbn 'Abdün insiste en que se ordene a los vecinos que reparen los baches del camino, mantengan en buen uso las alcantarillas y, en general, procuren eliminar cualquier molestia para los viandantes 8 • Por otro lado, la estructura de las ciudades islámicas, como lo eran las andalusíes, presenta entre sus características la agrupación de casas en tomo a callejones sin salida, favoreciendo de este modo la creación de un espacio semiprivado y al tiempo semipúblico en el que pueden prolongarse las actividades de los grupos familiares. En la vecindad, las fuentes jurídicas ofrecen numerosos testimonios de cómo el límite exterior de la casa. ubicada en una red de sociabilidades vecinales. es una zona sensible. generadora de conflictos y negociaciones '1•

Una de las fuentes de conflicto más común es la posibilidad de tener acceso visual al interior de una casa vecina, lo que genera toda una jurisprudencia sobre la oportunidad de construir habitaciones superiores o abrir vanos que permitan contemplar la intimidad del vecino. El uso de elementos comunes (paredes medianeras, pozos, accesos) está igualmente sujeta a regulaciones que tienden a evitar abusos y apropiaciones indebidas. A través de la red viaria, el mundo de la casa se pone en contacto con ámbitos públicos, como los zocos o las mezquitas. pero también con otros dos puntos importantes de la vida comunal, más

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LA VIDA COTIDIANA

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Las casa~ de la ciudad andalu sf de Siyasa , despoblada en el siglo x1u. cerca de la actual Cieza (Murcia )

cercanos a la vida doméstica: el horno y los baños públicos . Lejos, por tanto, de ser un mundo cerrado aJ exterior , como parece sugerir su arquitectura (y una parte de la literatura sobre la casa islámica) , la vivienda andalusí se inserta en una red de contactos espaciales que sus habitante s recorren conforme a las nece sidades de su actividad cotidiana y a su posición social o su condición. Veremos más adelante hasta qué punto la segregación por géneros en la sociedad andalusí influye en la movilidad al exterior de los habitantes del espacio doméstico . Una vez situada la casa en su contexto urbano y descrita brevemente su estructura interna, se hace necesario «amueblar » su interior , de modo que la vida de sus habitante s se sitúe adecuadamente en un entorno de objeto s cotidianos. Las fuentes escritas sólo ofrecen de manera muy esporádica información sobre este tema, limitada casi siempre a menciones aisladas y casuales: así, las referencia s, en los poema s reunidos por Ibn Sa'Td, a candile s, taburetes , tapices u otros objetos 10 • Más explícito es el ya citado Abü Marwan lbn Zuhr , quien, en sus recomendaciones higiénicas , acon seja el uso de colchone s de algodón cardado con cierta cantidad de pluma s, sábana s nueva s en invierno y usada s en verano y paramento s de cama tejidos en lino o en seda, según la estación 11• La práctica de cambiar la ropa de cama para adecuarla a la llegada del calor o del frío es ate stiguada asimismo por lbn Quzman , que se refiere a ella en uno de sus zéjele s 12 • Sin embargo , es el registro material, junto a alguna s representacione s iconográfica s, el que constituye la fuente más importante para recomponer el ajuar de la casa andalu sí. No voy a intentar hacer aquí un recuento exhaustivo de los objeto s que pueblan la vida domé stica y sobre los cuales

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LA VIDA COTIDIANA

Vistas de San Juan de Aznalfarache y de Gerena (Sev illa ) y Torre de la Giralda , en grab ado de Hoefnage l (siglo XV I)

La casa necesita ser iluminada en las hora s nocturnas y calentada en la estación invernal. Lo primero suele hacerse con candiles; a partir del siglo vn/xm, parece ser que la forma de candil de pie alto sustituye progresivamente a los de cazoleta 23 • Fabricados en materiales humilde s, los candiles suponen el tipo de iluminación más extendida , mientras que se conservan algunos ejemplares de candelabros de bronce de origen egipcio que proceden, muy probablemente, de una familia acaudalada 24• También pertenecen a ese hallazgo algunos ejemplares de braseros del mismo material, semejantes a los encontrados en Córdoba , hexagonales y que se han datado en época almohade 25 . Pero se conoce asimismo la existencia de brasero s de piedra o mármol , como los hallado s en la Alhambra 26 . Si, siguiendo las indicacione s de lbn Zuhr , los suelo s de estos materiales eran los más adecuados para combatir el calor veraniego, los bra seros proporcionaban la confortabilidad nece saria durante el invierno , que iba acompañada del uso de alfombras y cortinas que recubrían las parede s. Se acepta generalmente que el mobiliario de una casa islámica tradicional está compuesto de elementos de tamaño reducido y por tanto fácilmente tran sport able s. Las actividades cotidianas se realizan en un nivel espacial muy cercano al suelo , y los asientos so n, sobre todo , diver sos tipo s de cojines y colc hone s 27 . El ajuar se guarda en cofres o en alacenas construidas en las parede s. Cuando se poseen objetos preciosos de pequeño tamaño, se dispone para ellos de arquetas bellam ente decoradas, fabricadas en marfil u otros materiale s de gran calidad 28 .

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HISTORIA DE ESPAÑA

existe abundante bibliografía procedente de la cada vez mayor actividad arqueológica en este campo. Me limitaré a señalar, según su función, aquellos elementos más significativos para el desarrollo de la vida cotidiana, dejando a los especialistas en su análisis el cuidado de presentarlos en su contexto arqueológico. La casa no es sólo un lugar de residencia familiar, sino también un centro de actividades productivas, muchas de las cuales están a cargo de las mujeres. En ese sentido. cabe destacar la fabricación de tejidos con destino al uso de los miembros de la familia, la manipulación de alimentos para el consumo diario y los procesos de conservación de productos alimenticios. Atestiguan la primera de estas actividades los hallazgos arqueológicos de objetos como husos, ruecas, agujas o dedales 13• En cuanto a la producción diaria de comida, los tratados de cocina y alguna otra fuente escrita contienen abundante información sobre un léxico que no siempre es posible identificar con los objetos recuperados en las excavaciones, aunque se han hecho intentos notables en ese sentido 14• El registro material ofrece una abundantísima colección de restos cerámicos, aunque también se conoce, por las fuentes escritas, la existencia de vajilla de madera; los textos geográficos señalan la producción de platos (qi~a '), bandejas (aJhiiq) y otros recipientes fabricados con este material en Quesada 15, cuyo uso estaba muy extendido, tanto en al-Andalus como en el Magreb. Esta vajilla de madera debía de ser, por tanto, la más usada entre las clases populares 16• De la cerámica utilizada en la cocina puede dar una idea el ajuar encontrado en una casa excavada en Murcia por J. Navarro Palazón 17: comprende ollas vidriadas en su interior y con asas, cazuelas de base ancha y con paredes rectas o curvas de poca altura, y alcuzcuceros con la base perforada, de modo que la sémola cueza al vapor de la olla sobre la que están colocados. Este último utensilio puede considerarse una innovación característica de la época en estudio, durante la cual se introduce en al-Andalus el consumo de alcuzcuz. Muy abundantes son las tapaderas, destinadas tanto a la cerámica de conservación de alimentos como al proceso de su elaboración; por los recetarios de cocina de esta época se sabe que era práctica corriente cubrir el guiso, una vez terminado de hacer, para que reposara un tiempo antes de servirlo. Elemento imprescindible para la actividad culinaria. el hogar está presente en todos los recintos domésticos, pero también se cuenta con un tipo de hornillo portátil, el tannür («atanor»), de uso muy extendido en esta y otras épocas de la historia andalusí 18 y que concedía una cierta movilidad, dentro de la casa, a la confección de pan y otras tareas culinarias. En esta misma casa murciana se han encontrado, asimismo, objetos cerámicos destinados al servicio y presentación de la comida una vez elaborada: ataifores, jarras y jarritas de diversos tamaños. En Mértola, por otra parte, se ha hallado un lebrillo con cuatro pequeños soportes que se supone podría haber servido para contener agua caliente y así mantener la temperatura de la comida en las grandes fuentes que se apoyaban sobre él 111• De ser cierta esta función, debía de tratarse de un elemento empleado en banquetes o comidas de aparato y, en cualquier caso, en círculos sociales limitados. El agua de consumo habitual se almacenaba en tinajas de diversos tamaños, colocadas sobre reposaderos cerámicos bellamente decorados y que tenían además la función de absorber el líquido que exudaba de las vasijas; las destinadas al almacenamiento de aceite estaban vidriadas en su interior 20• De todo ello se conservan numerosos ejemplares. Por su lado, los textos agronómicos andalusíes, exhaustivamente analizados por E. García Sánchez ~1, suministran abundantes informaciones sobre los procedimientos utilizados para conservar alimentos vegetales a lo largo de todo el año, así como sobre los recipientes. de gran variedad. en que se depositaban: desde los simples recipientes de barro hasta or1.as. tinajas. garrafas de cristal. jarras y vasos de variados materiales y formas, arcaduces .... aparte de espuertas y cestos. redes de esparto. bolsitas de lino. entre otros".

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HISTORIADE ESPAÑA

Algunas representaciones iconográficas de las Cantigas reflejan la existencia de sillas o sitiales, destinadas sin duda a personajes de importancia social relevante, y que se decoraban con lacería y otros adornos característicos 29 • En estos niveles sociales elevados es donde podemos encontrar con más frecuencia el uso de pebeteros para aromatizar el ambiente 30 • Un objeto hallado recientemente en la alquería valenciana de Bofilla, aunque más humilde, refleja la misma preocupación por el embellecimiento del entorno doméstico. Se trata, en descripción del autor del hallazgo 31 , de un «alfabeguer» (del catalán alfabegues, «albahacas»), especie de tiesto con un receptáculo para colocar agua que, por una canalización interna que recorre su boca, permite el riego por goteo. A pesar de que se considere un ejemplar único, hay que hacer notar que una pieza semejante, procedente de Almería, había sido ya publicada en 1945 por L. Torres Balbás 32 , quien posteriormente señaló la coincidencia de este tipo de macetero o florero con los fabricados en Rabat y Fez hasta épocas recientes y con ejemplares hallados en Fus.ta.t33 • La difusión de esta forma cerámica por el mundo islámico mediterráneo no es, con todo, lo que más nos interesa aquí, sino su presencia como elemento decorativo en el ambiente doméstico, rural o urbano, y la preocupación por su embellecimiento, al alcance, de esta forma, de quienes no podían adornar su vivienda con la frondosidad descrita por al-Saquundi para algunas casas sevillanas. El mismo interés por la decoración del entorno doméstico se trasluce en los escasos restos conservados de zócalos pintados, o en el reciente hallazgo de vidrios planos, en Murcia, usados para la instalación de vidrieras en vanos y ventanas 34. También en esta ocasión hay que subrayar la buena posición económica de la familia poseedora de la casa, siendo este caso, sin embargo, un claro vestigio de la utilización de estas técnicas decorativas fuera de los ambientes palatinos.

3. El traje y el adorno corporal. Son conocidos varios textos árabes referentes a la época que nos ocupa y en los cuales se alaba la calidad de los tejidos producidos en determinados lugares de al-Andalus. Sin ánimo de exhaustividad, señalaré las alabanzas a los brocados de Almería, de calidad incomparable 35; se afirma que en época almorávide la ciudad tenía ochocientos talleres para su fabricación, en los que se hacían toda clase de tejidos de seda (/}u/al, dibiiy, ifbahiini, etc.) 36• Otras ciudades disfrutaban de fama por este tipo de producción: Málaga, donde se tejían túnicas «cuyo precio pasa de varios miles, adornadas con peregrinas y escogidas figuras, y destinadas a los califas y algunas otras personas de condición» 37 ; Murcia, donde se podía encontrar lo mejor y más variado para el ajuar de las novias, y Valencia, cuyo tejido valenciano (al-nasfy al-balansi) se exportaba al norte de África .is. Se conservan alrededor de cincuenta ejemplares de tejidos de época almorávide 39 , alguno de ellos con una inscripción que lo data en Almería. Todos ellos proceden de tesoros catedralicios, relicarios o tumbas cristianas y forman un conjunto excepcional, que atestigua la gran calidad de los textiles fabricados en Almería y otros lugares, tejidos a menudo con hilos de oro y plata y con un suave y delicado colorido. Se trata, como puede observarse tanto a través de los textos literarios como de los restos materiales, de tejidos de lujo, destinados a un consumo principesco y dotados de un alto valor simbólico, que mantienen, en época almorávide, su capacidad de signos de elevada posición y su valor en el intercambio y entrega de dones. La llegada de los almohades supone un cambio radical en lo que se refiere a los usos relacionados con los trajes y tejidos de lujo, sobre todo en un primer momento, cuando, siguiendo la pauta marcada por el fundador del movimiento almohade, lbn Tümart. se suprimen los signos más osten-

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LA VIDA COTIDIANA

tosos del poder. El uso de trajes de aparato se reintrodujo con el califa almohade Abü Yüsuf al-Man~ür, pero no sin que luego, en una nueva reacción de austeridad, ordenase suprimir los vestidos caros de seda y contentarse con una manera ligera y modesta de vestir. Prohibió a las mujeres los vestidos suntuosos. Mandó sacar las diversas clases de ropa de seda y de brocado en oro que había en los almacenes reales. y se vendieron de ello tesoros incontables"º.

Estas reacciones de tipo puritano contra el lujo en el vestir, sin embargo, no consiguieron evitar la evolución del ceremonial almohade hacia formas y modos muy semejantes a las tradicionales, y en las que el vestido de lujo tiene un papel fundamental para marcar las diferencias de posición y para señalar, de manera evidente para todos, el favor del príncipe 41 • De hecho, se conservan también fragmentos textiles de época almohade en los que se observa una relación iconográfica con los mármoles de época califal cordobesa, en paralelo a otras muestras de identificación con la dinastía omeya que han podido observarse en el arte y arquitectura almohades 4 2 • Del mismo modo, la adopción de un signo vestimentario concreto puede tener una interpretación política inmediata por los observadores, como ocurre cuando lbn Hüd de Murcia recibe en 631/1233 la investidura del califa 'abbasí. En una ceremonia pública celebrada en Granada, lbn Hüd hace leer la misiva de Bagdad, vestido de negro-el color de los 'abbasíes-y ante una bandera del mismo color 43 • Todos los presentes en esta ocasión pudieron, por tanto, recibir una confirmación visual inmediata de la nueva lealtad política que afirmaba lbn Hüd, a través de su imagen cromática. La adopción de un estilo concreto de vestiduras como signo de afiliación política puede también observarse en el caso de otro rebelde del levante peninsular, el famoso lbn MardanH (m.567/1172). Los textos árabes que se refieren a este personaje y a su suegro lbn Hamusk suelen insistir en su carácter de «malos musulmanes» y «apóstatas miserables y réprobos» 44 , ya que se aliaron de forma continuada con los reyes cristianos para oponerse al poder almohade. Las fuentes señalan, significativamente, la tendencia de lbn Mardan1s a vestirse de acuerdo con las modas ( ziyy) de los cristianos, es decir, llevar trajes ceñidos. montar caballerías pesadas y dóciles y adoptar sillas de montar con la parte delantera muy grande•~.

Este texto nos ofrece toda una serie de identificaciones visuales que diferencian a cristianos de musulmanes, entre las que se destaca el estilo y contorno del traje: túnicas amplias para los andalusíes y trajes «estrechos», ajustados al cuerpo, para los cristianos. Formas de vestir, por otra parte, que condicionan el gesto y la postura en las actividades diarias más comunes: la manera de sentarse, por ejemplo, o la accesibilidad de los objetos. está directamente relacionada con un repertorio gestual que viene a su vez determinado por el estilo del traje. Sin embargo, la censura hacia lbn Mardan1s por su «contaminación» de las modas de los cristianos parece estar acentuada por sus alianzas contra el califato almohade, ya que la adopción de trajes semejantes no debió de ser un hecho excepcional, si creemos a lbn Sa1d (m. 685/1286) quien, refiriéndose a las costumbres de los andalusíes en materia de vestidos, afirma que es muy frecuente que sus sultanes y soldados lleven los trajes de sus vecinos cristianos. las mismas armas. y túnicas 46 de escarlata (iskar/á_t) y de otras clases. como las de los cristianos; lo mismo sus banderas (a"tam) y sus sillas de montar 4 7 •

Parece evidente que esta aceptación de una identidad vestimentaria que representa al enemigo está también reflejando la alteración de la balanza del poder peninsular, en esta época definitivamente inclinada hacia los reinos del Norte. Fuera de los círculos de la corte y el poder, el vestido también forma parte de los signos que definen al individuo y lo sitúan frente al observador.¡¡¡.Los almorávides, como es sabido, eran cono-

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HISTORIA DE ESPAÑA

Tinaja mur c iana co n decoraci ón es tampill ada (sig lo XIII ). Mu seo del Institut o Vale nc ia de Don Juan. Madrid

cidos por el nombre de al-mula!lamün , los «velados », por su caracterí stico tocado. Extranjero s en al-Andalus, formaban parte de un ejército que si bien compartía con la población la pertenencia al Islam , no dejaba de ser un cuerpo extraño a e lla, y esto se apreciaba muy bien en su aspecto exterior. Pero no hay que olvidar que el velo de los almorávides era también un signo de posición superior y de fuerza, que identificaba a quiene s habían tomado el poder político en al-Andalu s. De ahí , po siblemente , la preocupación de lbn 'Abdün 49 para que só lo los miembro s de las tribu s conqui stadora s (5inhaya , lamtüna y lamJa) lleven este tocado. En cuanto a los andalu síes, su apariencia exterior les djferencia de los mu sulmane s de Oriente en el hecho significativo de no llevar turbante, sobre todo en el levant e penin sular. Ibn sa ·1d, autor de una intere sante de scripción de las moda s andalusíes a las que ya he rec urrido con anteriorid ad, suministra algunos ejemplos de este rasgo distintivo del atuendo andalu sí: yo he visto a 'Az1z b. Ja.r.tab. el mayo r sab io de Murcia iu ( . . . ) yendo co n la cabeza de scubien.a. en la que pred omin aban las ca nas. En cuanto a los so ldados y e l res lo de la ge nte. a pocos verás co n turb ante en el sarq o en e l garb . Yo he visto a lbn Hüb , el rey de al-Andalus en nuestra época , en cualquier circun stancia . en el país de al-Andalus. y sin turb ante. Lo mismo lbn al-A ~mar . qu e ahora posee la mayo r parte de al-A ndalus ~1•

Señala asimismo lbn Sa"1d que, en el occidente de al-Andalus, sí es frec uente encontrar a hombres de ciencia que lleven turbant e. Volveré enseguida sobre es ta cuestión de l toc ado , para subrayar de momento su ca rácter de signo de ide ntid ad de los andalusíes. de larga tradición , pue sto que ya en e l siglo 11I/1 x, YaJ:¡ ya b. Ya~ya co nsidera ba el uso del turb ante co mo una tradi ción oriental ajena a los usos de sus co mpatriot as 5~.

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LA VIDA COTIDIANA

Con independencia de lo que puede llamarse una «moda regional», característica de al-Andalus, los vestidos de sus habitantes están condicionados por su posición social, su actividad profesional y, en ocasiones, su adscripción étnica. Entre las recomendaciones del tratado de policía de costumbres de lbn "Abdün figura la de no consentir que el atuendo de persona honorable (ziyy kibiir al-niis), de alfaquí o de hombre de bien sea llevado por quienes no les corresponde, y entre los que cita a alcabaleros, policías, judíos o cristianos 53• Se observa en este texto una decidida voluntad de facilitar el reconocimiento del valor y posición de una persona a través de su traje, más allá, incluso, de la pertenencia o no a la religión musulmana. Son los alfaquíes y, en general, los sabios o ulemas, quienes presentan un aspecto más distintivo, puesto que llevan un tocado especial, un gorro alto que identifica su dedicación profesional 54 . De nuevo es Ibn Sa'1d quien proporciona un dato interesante sobre la apariencia de los andalusíes, en este caso los sabios, quienes se distinguían por no dejar caer entre los hombros el mechón que sale de la coronilla, sino que lo colocaban por bajo de la oreja izquierda 55• El tocado de los ulemas se completaba con el uso del Jaylasiin, velo que sólo los más destacados personajes llevaban sobre la cabeza, siendo más usual el colocarlo sobre los hombros 56• En contraste con el aspecto de los sabios, pertenecientes a las elites urbanas andalusíes, los soldados del ejército almorávide o almohade cubren su cabeza con turbantes. Esta prenda suele identificarse con los norteafricanos de origen beréber que, en época de al-Man~ür (s. 1v/x), se incorporan al ejército califal. En uno de sus zéjeles, Ibn Quzman alude al turbante torcido «al estilo de los Banü Zirwal» 57 y, por otras fuentes, se sabe de la extraordinaria calidad que podían alcanzar estas prendas, así como de la existencia, en Marruecos, de artesanos especializados en su confección 58 • En contraste con la dedicación a la ciencia, la función militar se distingue de este modo por medio de un signo que al mismo tiempo sirve de elemento diferenciador entre andalusíes y norteafricanos. Los textos árabes no son muy explícitos sobre los vestidos de las clases populares, pero algunos datos aislados nos permiten suponer la existencia de atuendos característicos, vinculados a actividades profesionales concretas. Así, un texto cronístico nos informa de cómo, durante el asedio de Córdoba por lbn Mardan1s, el cadí Ajyal b. ldr1s y Abü Zayd ·Abd al-Ral)man le envían una carta por medio de un hombre de la caballería del cadí, al cual ordenan que se vista como si fuera un aceitero (zayyiit) del Aljarafe 59 • En su tratado de IJ.isba( «policía del mercado»), al-Saqa,fi recomienda que los operarios que preparan alimentos trabajen siempre vistiendo el tasm,r, especie de delantal con forma de casulla que estaba destinado a absorber el sudor de los trabajadores (recomendación que hace suponer que la práctica más usual fuese la de faenar con el torso desnudo) 60 • La misma obra describe a un tahonero ataviado con una túnica (durrii ·a), ceñida estrechamente con un cinturón y sobre la cual lleva una aljuba (yubba) 61 • Sin que esta vestimenta pueda relacionarse directamente con la profesión de quien la lleva, es posible que se trate de la usada generalmente por artesanos u otros grupos sociales semejantes. El factor étnico-religioso se hace notar, en esta época, en las regulaciones que afectan al traje de los judíos durante el período almohade. En efecto, en 595/1198-1199, el califa al-Man~ür ordenó que los judíos que viviesen en sus dominios se distinguieran por un traje especial, de color azul marino (k111Jli ), con mangas muy anchas que llegaban casi hasta sus pies y. en lugar de turbantes, unos bonetesº' del más feo aspecto, como si fueran albardas que les llegaban hasta por debajo de las orejas"'.

La crónica que así detalla el vestido impuesto por el califa, califica su acción como meritoria, puesto que iba destinada a contrarrestar el fenómeno de identificación entre los musulmanes y quienes no lo eran, pero que habían adoptado sus usos vestimentarios. No es de extrañar que los judíos pro-

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HISTORIA DE ESPAÑA

curasen evitar esta situación discriminatoria, lo que únicamente consiguieron bajo el reinado del sucesor de al-Man~ür, al-Na~ir, que les permitió el uso de trajes y turbantes amarillos. Con anterioridad a estas disposiciones del califa almohade se tiene constancia, en al-Andalus, de una cierta identificación entre el color amarillo y la pertenencia a la comunidad judía. Una anécdota que protagonizan la famosa poetisa Nazhün bint al-Qila'i y el no menos conocido lbn Quzman así parece indicarlo: Nazhün, en unos versos satíricos que dirige a lbn Quzman (m. 555/1160), lo compara con una vaca de los Banü Isra'il, ya que va vestido con un capote (gifiira) amarillo. El texto procede de lbn Sa'id 64 ; en otra versión del mismo autor, se añade, sin embargo, que ese era el atuendo característico de los alfaquíes en aquel momento 65. Cuando, un siglo después, lbn Sa1d describe a los andalusíes de su época, afirma taxativamente que suelen llevar mantos o capotes de color rojo o verde, mientras que el amarillo corresponde a los judíos 66 • De todo ello parece desprenderse que el repertorio cromático utilizado fue restringiéndose de modo progresivo, hasta llegar a identificar el color amarillo con la pertenencia a la comunidad judía, pero sin que se tratase de una norma impuesta por el poder político, como sucedió en época de al-Man~. El afán de impedir que miembros de otras religiones pudieran ser identificados como musulmanes por su aspecto exterior no era nuevo en la historia del Islam, y en ocasiones produjo medidas coercitivas 67 semejantes a las impuestas por al-Man~ür. La propia sociedad, por su parte, genera pautas diferenciadoras que son más acusadas cuanto más amenazado se siente el grupo social --en este caso, los musulmanes- que pretende conservar y afirmar su identidad como tal. Dentro de la comunidad musulmana, la práctica religiosa interviene asimismo en los usos relacionados con el vestido. Uno de los signos externos que acompañan a una intensa devoción religiosa es, naturalmente, la humildad en el vestir y el uso de telas poco refinadas. La repugnancia hacia los tejidos de seda, fundada en abundantes tradiciones proféticas, se expresa en numerosos textos jurídico-religiosos 68 , en contraste con la práctica de las clases sociales más acomodadas; ya se ha indicado cómo al-Man~ür prohibió este tipo de trajes de lujo y, también, la recomendación de Ibn Zuhr de usar tejidos de seda en la ropa de cama, según la estación del año. Para el vestido, lbn Zuhr considera asimismo conveniente la seda, excepto en verano, cuando los trajes deben ser de lino 69 • Los tejidos de lana son los preferidos por ascetas, místicos o, simplemente, personas piadosas y devotas. La literatura biográfica ofrece numerosos casos de esta austeridad en los vestidos, que se acompaña de otras cualidades que subrayan la modestia ejemplar de algunos sabios. Daré únicamente dos ejemplos de ello: el sevillano Tall,ia b. Mu):lammadb. Tal):laal-Umaw1 (m. 643/12451246) vestía, en su casa, una pelliza (jarw) a la que daba la vuelta en invierno para que el pelo de la lana quedase en la parte interior 70 • En cuanto a · Ali b. A):l b. · Ali al-Umawi, de Jerez (m. 583/1187-1188), su biógrafo afirma que vestía casi siempre una aljuba de lana sin pelo 71• Este tipo de vestimenta, confeccionada en lana y de aspecto poco cuidado, incluso raído, sirve como medio para proclamar la condición ascética o la santidad, incluso, de quienes la usan, hasta conformar un estilo propio de quienes han dedicado su vida a una práctica religiosa intensa. En otros casos, hay testimonio de la utilización de signos externos que afirman el cumplimiento de una obligación religiosa. Me refiero, en concreto, al precepto de la peregrinación a La Meca, que afecta a todos los musulmanes y que supone uno de los acontecimientos más importantes en la práctica individual y colectiva de la religión islámica. Un texto de al-Saqap parece indicar que, como sucede hoy día, el hecho de haber peregrinado se indicaba en al-Andalus, en esta época, por un cambio indumentario: al comentar su visita a un boticario del zoco, advierte al-Saqap que éste llevaba turbante y el traje del que ha hecho la peregrinación (qad i'tamma wa-rtada Ji ziyy 72 • Es arriesgado generalizar sobre un texto aislado como éste, pero lo casual del comentario ~ay_v)

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Ataifor con reflejo me tálico , de finales del siglo XI o comienzo s del XII, según propone J. J . Bien es. Fue hallado, en 1987, en la calle Con apelaires de Tudela

induce a pensar que los andalu síes, que como hemos visto no usaban turbante por lo general, podían haberlo empleado como signo externo de su paso por Oriente . El resto de la frase no parece referirse al atuendo ritual de los musulmanes durante su estancia en el territorio sagrado de La Meca, sino a alguna forma distintiva que les identifica se como peregrinos a los ojos de su entorno habitual. En cuanto al calzado, son característicamente andalu síes las sandalias con suelo de corcho (qurq), especialización que habrá de continuar , siglos después , cuando los moriscos expulsados de España la lleven hasta Túnez 73 . [bn ·Abdün señala un fraude practicado por sus fabricantes: poner arcilla en el fondo de las suela s, con la intención de ahorrar la cantidad de corcho empleado 74 • Se trataba , en efecto , de un «calzado fuerte de piso grue so merced a la correspondiente plancha de corcho que tenía que llevar entre la suela y la plantilla » 75 , y que aparece en una anécdota relativa a un sabio sevillano, · Alt b. Mut:iammad b. · AH al-HadramI (m. 609/1212-1213) 76 . Era éste , según cuenta su biógrafo, una persona de carácter inquieto e impaciente y a menudo , cuando se cansaba de las preguntas de sus discípulo s, se levantaba , cogía sus qurq y se marchaba sin decir palabra ni despedirse . Este pequeño relato , destinado, en la intención de su autor, a subrayar un rasgo psicológico del maestro sevillano , muestra de forma involuntaria uno de esos aspectos de la vida cotidiana que no suelen quedar recogido s en los texto s escrito s. Nos muestra , en efecto , cómo el calzado es un elemento móvil, del que hay que desprenderse en espacios sacralizado s (como el de las mezquitas , donde se desarrollan usualmente los encuentro s entre maestro y discípulos) , pero también, muy probablemente, en el interior de las casas, que hay que proteger de la contaminación producida por el contacto con calle s y camino s. Hasta ahora , todo lo que se ha podido extraer de las fuentes árabe s y de otros testimonio s documentales se refiere , en exclu siva, al traje masculino y a las variaciones que experimenta según una serie de condicionamiento s sociales, culturale s o religio sos. Pero es evidente que la diferenciación más exclu siva en los hábito s vestimentario s es la que se establece entre hombre s y mujere s, dife-

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renciación que, en el caso de las sociedades islámicas tradicionales, suele expresarse por la necesidad de cubrir al máximo el cuerpo femenino para evitar que se exponga a las miradas de los hombres ajenos a la familia. La información de que disponemos sobre el aspecto exterior de las andalusíes es, sin embargo, muy reducida; baste señalar que en el largo texto que lbn Sa"Id dedica a estos temas, y que he utilizado abundantemente, no figura ninguna indicación a lo que vestían las mujeres. Algunos datos aparecen, de forma muy esporádica, en otros textos y revisten, casi siempre, un carácter excepcional. Es el caso de las mujeres y sirvientas de la familia del último señor musulmán de Menorca, Abü 'Umar ijakam b. Sa'1d b. ijakam al-Umaw1, que, según lbn al-Jafib77 , iban ataviadas con mantos rojos y de forma extraña. Lo peculiar de ese atavío es lo único que explica que se haya conservado esta información, lo que indica claramente que no se trataba de algo usual. De mayor interés para nuestro propósito es la observación de lbn 'Abdün 78 de que las mujeres no dejan en las casas tela que no se enrollen en las piernas, costumbre que le parece claramente censurable y que debía de estar muy extendida. Las mujeres no musulmanas parece que llevaban un atuendo distintivo, ya que Ibn Quzman identifica como tales a dos muchachas a las que contempla en la alameda de Granada y que vestían «medias calzas y jubón con cuello negro,, 79 •

Las miniaturas de los manuscritos alfonsíes (las Cantigas o el Libro de Ajedrez) amplían algo más la magra cosecha de informaciones de los textos escritos. En las representaciones de «moros» que aparecen en ese riquísimo repertorio iconográfico, se observa la presencia de mujeres con el rostro velado en parte o con una toca que les cubre la cabeza y el cuello 80, semejantes a algunas imágenes que se encuentran en el artesonado de la catedral de Teruel 81 • Parece tratarse de un velo muy fino, casi transparente, que distingue el carácter de musulmanas de las mujeres así representadas. Terminaré estas notas sobre la indumentaria andalusí en esta época con una referencia a su colorido. Es difícil recomponer el impacto visual que producían los habitantes de las ciudades o del campo, aisladamente o en su conjunto, cuando lo que se conserva en este sentido es de un alcance tan limitado; los restos materiales, por otro lado, son, como ya se ha visto, tejidos de lujo, de consumo reducido a unos segmentos muy definidos de la población. En todo caso, de las indicaciones que he podido rastrear en las fuentes árabes parece deducirse un cierto gusto por los colores vivos y su combinación contrastada, como en el atuendo de lbn Ganiya que se describe en la ll)iifii: turbante blanco y capa roja sobre una aljuba verde 82 • En la obra de al-Saqaµ se menciona una combinación cromática igualmente notable: una esclava negra envuelta en un alquicel blanco forrado de rojo 83 • En las instrucciones que lbn Mugawir envía en una de sus cartas respecto al teñido de un alquicel, el color exigido se cifra en una combinación del rojo de los labios y el amarillo del mondadientes iw_ Ya se ha indicado anteriormente la preferencia de los andalusíes musulmanes por los mantos rojos o verdes, reservándose el amarillo para los judíos. Todo ello nos sugiere un paisaje cromático de vivos contrastes -no hay que olvidar el uso del blanco-- que sin duda responde a un gusto estético más general, del que serían también muestra los restos de policromía de la Alhambra K5_ El cuidado del cuerpo y el adorno personal se añaden al vestido para completar la identidad individual de los andalusíes. Ibn Sa'Id, en su texto tantas veces mencionado, caracteriza a sus compatriotas por su extremada limpieza, hasta el punto, afirma, de que hay quien prefiere quedarse en ayunas si no tiene más dinero, pero emplear lo que le quede en jabón para lavarse la ropa. No hay que olvidar, en este punto, la importancia de los baños públicos (IJammiim) en la actividad cotidiana de hombres y mujeres. Los baños, centro de vida social donde se tejen redes de relación personal, son ante todo un lugar de purificación del cuerpo. Toda una serie de cuidados corporales se realizan en el baño, a cargo de masajistas, barberos y otros servidores que depilan a los usuarios,

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Bacín co n ornamentación en cuerda seca , fechable e n los sig los XII-X III . Museo del Instituto Valencia de Don Juan . Madrid

les cortan el pelo o les raspan las durezas de los pies con piedra pómez . Ibn Quzman , que tan preciosas informaciones sumini stra sobre su propia per sona y su entorno cordobés, afirma en uno de sus poema s que siempre se hacía cortar el pelo en el ~ammiim, quedando sus cabellos bien igualados por delante y por detr ás 86 . La preocupación de los autores de tratados de ~isba por el correcto funcionamiento de los baño s público s funciona en dos direccione s: por una parte , se insiste en el cumplimiento de normas de higiene y limpieza (tapar las pila s de baño para evitar que se ensucie el agua, dej ar las piedra s pómez en agua con sal por la noche, etc.); por otra, se señalan las formas de modestia que deben pre sidir la actividad de usuario s y empleados durante su estancia en el baño 87 • Los efectos benéficos para su salud entre quiene s frecuentan los baño s son subrayado s, por su parte, por los autores médico s. Teñir se el cabello y la barba era costumbre de larga tradición entre los árabes, adoptada igualmente por mucho s andalusíes . Una anécdota conservada en la biografía del cordobés A~mad b. Abd al-R~man b. Mu~ammad b. 'Abd al-Bañ al-Hawwañ al-Bi.trüyi (m. 542/1147-1148) nos indica cómo este tipo de cuidado corporal despertaba el recelo y la censura de algunos ulema s, que lo veían como un signo de frivolidad inco mpatible con su condición. AI-Bitrüyi , que pertenecía a ese grupo soc ial, era conocido por el sobrenombre de al-Jacfib ( «el teñido »), lo que indica que su práctica no debía de ser muy común entre sus pares, ya que de otro modo no habría sido necesario señalarlo así con un apodo . La anécdota se produc e durante una estancia en Córdoba del cadí de Gra-

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nada , a quien fueron a visitar un grupo de sabios locales, entre los que estaba al-JaQib. El cadí de Granada hizo tan visible su de sapro bación de la persona de este último , que al-JaQib, para ju stificar su aspecto, se puso a citar ejemplos de profeta s anteriores a Mahoma que se teñían, así como tradiciones del Profet a en el mismo sentido , terminando por dar los nombres de los com pañero s de Mahom a que se tiñeron el cabello. Ibn Quzman sumini stra otro dato interesante sobre la tendencia, en algunos círculos socia les, hacia el uso de tinte s sobre la piel. Describiendo al visir Ibn 'Ubada , el poeta cordobés lo inmortaliza vestido con un almaizar que le cubre hasta la mitad de las pierna s, que lleva teñidas de color dorado 88 • Se trata , indudablemente , de una peculiaridad restringida a los ambientes más refinado s de la socieda d; con todo, es muestra de un gusto por la recreación del propio cuerpo y su transformación cromática que se daba, con materiales más económicos , en ca pas socia les mucho más amplias. Así , con el polvo de antimonio (kuJ:¡I)se ennegrecían los párpados o las pestañas, tanto de hombre s como de mujeres. Pero el colorante más usado en la cosmética era, sin duda , la alheña, empleada tanto para el cabello como para las manos de las mujeres. De esto último hay testimonios literario s 89 e iconográficos 90 . Ibn Zuhr recomienda , además, cuidar las uña s frotándolas con manteca y alheña 9 1• Como en el caso de los baños, la cultura andalusí presenta aquí una característica común a la de otras regio nes del mundo islámico : la utilización con fines múltiple s de elementos natural es, que pueden producir placeres estéticos o sensor iales al mismo tiempo que son beneficiosos para el bienestar físico del individuo y para su equilibrio total como ser humano . La atención a todos los sentidos , sin privilegiar los considerados superiore s, es una constante que se aprecia, asimismo, en muchos aspectos de la vida andalusí tal como nos la reflejan sus documentos escritos . En lo que ahora me interesa, hay que subrayar a este respecto el interés por la creación de olores agradables. El mismo texto de lbn Zuhr a que vengo haciendo referencia contiene recetas para el uso de dentífrico s y para pastillas que combaten el mal aliento, indicando además la conveniencia de evitar el consumo de ajos y cebo llas. En esto , Ibn Zuhr sig ue una larga tradi-

Cocc ión de un medica mento. seg ún ilustrac ión de la Materia médica de Dioscóride s. Metropolitan Muse um . Nueva York

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ción en la literatura árabe de tipo dietético-culinario, en la que se atiende tanto a la confección de alimentos como a su correcto consumo y, además, a muchos otros asuntos relacionados con el bienestar corporal, como es el caso de los perfumes, pastillas de olor, sahumerios, etc. Para conseguir un ambiente odorífero adecuado, se utilizaban perfumes para aromatizar las viviendas o las personas. En invierno, lbo Zuhr recomienda el almizcle, la algalia -que también es buena en primavera-, el polvo de clavo, el áloe indio y el ámbar, mientras que en verano aconseja se utilicen polvo de musgo, polvo de sándalo y perfume de manzana y, en otoño, agua de rosas y agua de manzana aromática mezclada con zumo de agraz 92• Evidentemente, muchos de estos productos no estaban al alcance de la generalidad de la población; en algunos casos, se trata de perfumes de alto costo, importados de lejanas tierras y destinados a consumidores muy selectos. Pero, fuera de estos círculos restringidos, los andalusíes tenían acceso a otras fuentes de buen olor mucho más comunes, en los jardines y huertos que tanto abundaban en las vegas de sus ciudades. Así, a propósito de Valencia, al-Marrakusi la denomina mu¡ayyab al-Andalus, explicando esta expresión (que significa, literalmente, «ramillete de al-Andalus») por el sentido específico de la voz mu_tayyab en al-Andalus: «un ramito que hacen con plantas de olor, entre las que están el narciso, el arrayán y otras parecidac;» 93 • Todo aquel que haya visitado el Túnez de nuestros días no dejará de asociar esta frase con los ramitos de jazmín que acompañan, en las noches de verano, el paseo de los tunecinos, envolviéndolos con su olor penetrante. Finalmente, debe hacerse mención de otro tipo de adorno corporal del que se conservan algunos restos materiales: las joyas. El valor económico de estos objetos fabricados en metales preciosos los convierte en una parte importante del ajuar femenino 94, a lo que hay que añadir su valor estético, que corresponde a formas y diseños aún presentes, hoy día, en muchos países árabe-islámicos. En el atuendo personal, las joyas pertenecen al universo de las mujeres; el consenso de los juristas musulmanes, basándose en textos coránicos y de tradición profética, les permite el uso de metales preciosos, prohibido a los hombres 95 • Curiosamente, en las miniaturas alfonsíes son sólo las mujeres musulmanas las que aparecen adornadas con collares y pendientes 96, lo que las define y caracteriza frente a las cristianas, del mismo modo que lo hacía, tal como se ha señalado antes, el uso del velo. La diadema ( tay) que adorna a una mujer beréber en un zéjel de lbn Quzman 97 , ¿era también una joya?, ¿era un adorno exclusivo de las mujeres de esa etnia? Sin que se pueda responder con exactitud a estas preguntas, la imagen de esta mujer recuerda de inmediato algunas de las figuras femeninas del manuscrito de la Historia de los amores de Bayal:ZEl.llM.la alquaía islámica en \,íilencia. p;ígs. 325-327. «Restos de una casa árabe en Almería». AI-A111Ja/11s, X ( 1945). págs. 170-177.

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" L. ToRRF-'> 8ALBAs,AI-A11dalus,XXIV ( 1959), en reseña de un artículo de A. Delpy, publicado en Hespéris, LXII ( 1955 ). págs. 129-152. " P.JJMÉNEZ. «El vidrio». en J. NAVARRO PALAZÓN, Una casa islámica en Murcia, págs. 71-80. ·'j IBNSA"lo,Mugrib, II, pág. 193. ·"' AL-HIMYART, al-Rawd al-mitür, núm. 175. 17 AL-SAQUNDT, Risüla, ·pág. 2 '°91234. La referencia a Almería. en pág. 220/137. " Ibídem, págs. 221/137-138. ·1" C. PARTE.ARROYO, «Tejidosalmorávides y almohades».en Al-Anda/us: las artes islámicas en España. págs. 105-113. .w Traducción de M.ª J. VJGUERA de un texto de lbn 'li;!_áñ, en «Ceremonias y símbolos», pág. 112. 41 Ver a este respecto los comentarios de P. SANDERS. Ritual, politics and the city in Fatimid Cairo, Nueva York. 1994. pág. 29. 4~ Véase C. PARTEARROYO, op. cit., núms. 87-95. También los tejidos almohades, como los almorávides, se han con-

servado a través de su utilización en las cortes cristianas. 4' IBNAL-JA"flB. IIJii_ta.11.pág. 131. y A 'mül, pág. 322. Cfr. E. MOLINA,«Hacia un nuevo período», pág. 222. 44 M.ª J. VIGUERA. Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes. pág. 198. 41 IBNAL-JA"J1B, A/üm, pág. 300 y, más resumido, I/Jii.ta,11,pág. 123. Sobre la voz qarcibfs, cfr. Dozy. Supplément, s. i: -11> Aqbiya, sing. qabü'; cfr. DozY, Vetements. s.v.: en Oriente eran túnicas abotonadas por delante. Según al-Maqrizi, citado por Dozy, los emires y soldados mamelucos circasianos llevaban estas túnicas, «con mangas estrechas como los trajes de los francos». 47 lbn Saºid, apud AL-MAQQARI, Na/lJ al-{w, ed. •Abbás, 1, págs. 222 y 223. 48 Cfr. B. SHOSHAN, «On costume and social history in Medieval Islam», Asian and Africa11St11dies.22 ( 1988 ). págs. 35-39. 4"

°

Risüla. pág. 28/100. Véase también IBNQUZMÁN, ed. y trad. E. GARCIA GóMEZ,núm. 70, 3.

Cfr. E. MoLINALóPEZ.«"Atfz b. Janab, destacada personalidad política, científica y literaria murciana del siglo XIII»,Miscelánea Medieval Murr:iana, IV ( 1978). págs. 65-86, y L. MOLINA, «Los Banü JaJ!áb y los Banü Abi tamra». págs. 305 y 306. jt IBNSAºTo.loe. cit. " Cfr. M. MARIN.Individuo y sociedad e11a/-Anda/us, pág. 204. H IBN"AsoON.Risiila, págs. 51-157. :. págs. 71-98. 78 Así se deduce de los datos de la Historia de los Autores y Transmisores Andalusfes (H.A. T.A.), si bien falta todavía un estudio. Véase la incluida por al-Quryubi en su al-/' liim bi-mü Jrdin al-na,wirii min al-fmiid wa-1-awhiim, ed. A. 1-J. AL-SAQQÁ ·. El Cairo. 1980, págs. 440-446. 7" Véase IBN$Ál;IIBAL-$ALÁT. Mann. trad .• pág. 211; Hl!ICI,Historia. l. pág. 259; GUICHARD, Ú!s musu/mam de Valence, l. pág. 127. "º Véase BURMAN,Religious polemic ... , pág. 172. "' Véase ADDAS,Jbn 'Arabí, pág. 167. •! Véase su biografía en IBNAL-ABBÁR,Takmila. ed. CODERA,núm. 1922; IBN'ABD AL-MALIKAL-MARRÁKtrST. Oay/, Vlll/1. págs. 196-201. núm. 12; IBNAL-ZUBAYR. $ila. pág. 149, núm. 300; "A. ZAMÁNA, «Abü 1-ijasan al-Gafiqi al-Sarñ», Maniihil 24 ( 1982). págs. 306-315. "' No tenemos noticia de intentos semejantes en al-Andalus hasta el siglo v111/x1v: véase J. SAMSÓ,Las ciencias de los antiguos en al-Andalus. Madrid. 1992, págs. 394-399. "" Véase F. ROLDÁN CASTRO.«El Fihrist de AJ:¡madb. Yüsuf al-Fihñ al-Labli (s. XIII)». Homenaje al profesor José María Fómeas Besteiro, 2 vols .. Granada, 1995. l. págs. 615-626. No creo, como se afirma en este artículo (pág. 618. y cfr. pág. 620). que al-Labli se iniciase en el as'arismo en Egipto, pues bien pudo hacerlo en al-Andalus. •~ Véase AL-MARRÁKUST. Mu'_\'ih, pág. 135/146 y 147; BEL.La religion musulmane en Berbérie. l. pág. 251. El as'arismo de lbn Tümart es señalado también por lbn Jaldün. Según Urvoy. la doctrina almohade. en tanto que mu'tazili. era contraria a la perspectiva as'arí predominante entre los mlilikíes andalusies. pero como bien señala GUICHARD (ú.·s musulmans de Valence. l. pág. 130). un personaje como el cadí lbn ijaw_tAllii.h.enviado a Mallorca por los almohades para difundir la ideología oficial. era ai;'arí. "" «The Almohad Taw):iid:Theology which relies on Logic». Numen XXXVIII ( 1991). págs. 110-127. ~7 Véase su biogr-dfiaen IRNAL-ZUBAYR, Sita. pág. 35, núm. 50. Es nieto del autor del Kitclb alif hii': véa~e M. Asir,; PALACIOS, «El abecedario de Yúsuf Benaxeij el malagueño». B.R.A.H. C ( 1932), págs. 195-228. '" Véase ADDAS.lbn 'Arabí, págs. 133 y 134. •9 Véase G. MAKDISI,lbn Qudiima's cen.mre of specu/ative theology. Cambridge, 1985. "º Véase ADDAS,lbn 'Arabí. págs. 131 y 132. Véase sobre lo mismo J. PlHG.«lbn Rushd versus al-GhazalI: reconsideration of a polemic», The Muslim World LXXXII ( 1992). págs. 113-131. 41 Véase capítulo l. pág. 448 y nota 125. "2 Véase FóRNEAS.«Obras de tendencia as'añ», pág. 8, e IBNAL-ZUBAYR, Sila, IV. pág. 127. núm. 259. •• Al-Ka.~r 'an maniihi_val-adilla. ed. M. J. MüLL.ER (Philo.mphie und theologie von Al'erroes. Munich, 1859). pág. 42; trad. M. JAMIL-lJR-RAHMAN, The Philowph_v cmd Theology of Averroes, Baroda, 1921, pág. 119; véase además C. A. NALI.INOen R.S.O. XIII ( 1931-1932). pág. 170. 04 Véase ADDAS,lbn 'Arabf. págs. 132 y 133; URVOY,Pemas. pág. 194, y véase D. GIMARET, Théories ele l'acte humain en théo/ogie musulmane, París. 1980. "1 Véase IBNAL-ABBÁR, Mu'yam. pág. 277. '"' Véase supra. pág. 465. 47 Véase M.ª l. FIERRO.«La polérnique a propos de raf' al-yadarnfi 1-,mliit dans al-Andalus». Swdia lslamica LXV ( 1987). págs. 69-90. '" Véase ADDAS,/bn 'Arab7, pág. 128. "" Véase FIERRO,«Religión». los Reinos ele Taifas. págs. 423-425. De lbn Sayqal se dice que se inclinaba a la doctrina de Abü 1-Walidal-Bayi en la polémica sobre si el Profeta era o no iletrado: véase 'lyading.,·of the /11tt>matio11al Symposium (Madrid. Tudela, Triledo, /989), Madrid. 1989, págs. 73-77.

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~• Véase M. TALBI.«Le Christianisme maghrébin de la conquete musulmane asa disparition: une tentative d'explication». en M. GERVERSy R. J. BIKHAZI(eds.). ltuligenous Christian communities in lslamic lands eighth to eighthtee111h ce11turies,Toronto. 1990. págs. 313-351. especialmente pág. 328. Talbi (págs. 339-346) sitúa más tarde que Molénat la desaparición de comunidades cristianas. si bien los textos que aduce pueden referirse a cristianos extranjeros. " Los misioneros enviados al norte de África y los studia arabica que florecen sobre todo en el siglo xm tenían como objetivo evangelizar a los musulmanes, no estimular el Cristianismo local. '' Para una discusión al respecto en época mameluca, véase S. WARD,«A fragment from an unknown work by al-Tabañ on the trndition 'Expel the Jews and Christians from the Arnbian Península (and the lands of Islam)'», B.S.O.A.S. LIII ( 1990), págs. 407-420. '' Véase M. D. MEYERS0N,The Muslims of Valencia in the age of Fernando a11dIsabel. Between coexistence cmd crusade, Berkeley/Los Ángeles, 1991, pág. 56. q Sobre la situación de poder que podían alcanzar algunos judíos todavía en esa época, véase LAGARDERE, Histoire et société, pág. 415, núm. 179, citando Mi'ycir, IX, págs. 611 y 612. N. Rorn, Jews, visigorhs and muslims in mediemi Spain: cooperation and conjlict, Leiden. 1994, pág. 115, menciona una revuelta contra los judíos en Córdoba en el año 1135, pero no acabo de ver clara cuál es su fuente. ·'~ Véase S. D. GoITEIN.«Judaeo-Arnbic Letters from Spain», en J. M. BARRAL(ed.), Orientalia Hispanica. Leiden. 1974, I, pág. 350. "' J. M.• MILLÁSVALLICR0SA. La poesía sagrada hebraico-española. Madrid, 1940, págs. 306 y 307. Véase además M.• J. CANOPÉREZ,«Sobre el poema histórico de Abraham ibn 'Ezra' titulado Ahad Yarad», Homenaje al prof Jaci11to Bosch Vilá. 2 vols., Granada. 1991, 11,págs. 679-688. 17 Véase las referencias en HoPKINS,Medieval Muslim governmelll, pág. 62. •K Véase A. A. NEUMAN,The Jews in Spain: their social, po/itical and cultural lije during the Middle Ages. 3.• ed .. Filadelfia, 1948, 11,págs. 239 y 240. '" Véase G. VAJDA,«A propos de la situation des juifs et des chrétiens a Séville au début du Xlle siecle». R.E.J. XCIX( 1935), págs. 127-129; URV0Y,Pensers, pág. 57. Véase también LAGARDÉ.RE, Histoire et société, pág. 31, núm. 74 (fetua de al-Mázañ, m. 536/1141, sobre la obligación para los judíos de llevar signos distintivos) y pág. 45, núm. 164. 4" , Véase J. T. M0NROE.The Shu'übiyya in al-Andalus. The Risilla of lbn Gan:ía andffre refutations, Berkeley/Los Angeles/Londres, 1970, pág. 60. Se trata de lbn Mas'ada. del que no se sabe con precisión en qué fecha~ vivió. si bien se le puede situar en el siglo vúx11. ' 41 Más que una medida propiamente discriminatoria, su uso estuvo dirigido en un principio a pennitir que los dimmíes mantuviesen su propia identidad frente a los musulmanes: véase A. NOTH,«Abgrenzungsprobleme zwischen Muslimen und Nicht-Muslimen: Die Bedingungen 'Umars (a.Gurii,tal- 'umariyya) unter einem anderen Aspekt gelesen», J.S.A.I. 9 ( 1987), págs. 290-315; M. COHEN.Under Crescent and Cro.u. The Jews in the Middle Ages, Princeton. 1994. 4' Medieval Muslim govemment, págs. 60-62. Cfr. infra. pág. 529. 4' No hay que olvidar que es la época de las cruzadas y de una Cristiandad agresiva tanto desde el punto de vista militar como ideológico. Me siguen pareciendo de interés las reflexiones de V. CANTARINO al respecto en su obra Entre monjes y musulmanes. El conflicto que fut' España, Madrid, 1978, así como GUICHARD,Les musulmans de Valence. 11, págs. 393-419, para quien la «reconquista» no tuvo jamá~. incluso para los cristianos peninsulares, un valor religioso comparnble al que concedían en el siglo XII a la cruzada. 44 Véase M. GARCIA-ARENAL, «Rapports entre les groupes dans la Péninsule lbérique». R.M.M.M. 63 y 64 ( 19911992), pág. 96. "' Véase URVOY,Pemers. págs. 57. 89. y cfr. HoPKINS,Medieval Mu.~limgovemment. págs. 53. 75 y 76. 46 Véase Ht11c1,Historia, 1, págs. 235, 270, 271, 328. 370 y nota 2: 11,456 y 485. 47 Ya he expuesto en el capítulo 4, pág. 507 y nota 66, que para Huici gran parte de esta información es una exageración de lbn Abi Zar·. 4' Para las alianzas de lbn Mardanis con los cristianos. véase HlllCI, Historia, l, pág. 178; GUICHARD.l. págs. 116Mu 'fih, pág. 179/201; Hu1c1, Historia, l, págs. 200. 23 1 122. Para sus mercenarios cristianos, véase AL-MARRÁKUST. y 243. 4'' Véase supra, pág. 524. y GUICHARD.Les musulmans de Valence, 1, 117-120, 122. 123. ~0 Véase al respecto S. STROUMSA. «On Jewish intellectuals who converted in the early Middle Ages». TJ,eJews of Mediel'al Islam. Community, .wciety and identity. Leiden. 1995. págs. 179-197. ' 1 V. LAGARDERE, Histoire et société, pág. 65. núm. 245, a~í como IBNRuso, Fatiiwli, ed. AL-TALlLl,111,pág. 1462, núm. 535. '2 Véase URVOY.«Littérature et société dans la Séville musulmane», pág. 52. '' Véase M. SOUALAH.lhrahim ibn Sahl. poete musulman d'Espa[,:ne:son pays. sa vie, son oeuvre et sa valeur littéraire, Argel. 1914; T. ÜARULO(trad.), Bt•11Sahl de Sevilla. Poemas, Madrid. 1982. esp. págs. 8-9; D. LATHAM,«The content of the LalJn al- 'cnn1mm (Ms. 2229. al-Maktaba al-'Abdaliyya al-Zaytüniyya, Tunis) of Abü 'Ali 'Umar b. Mu~ammad b. Halíl al-Saküni al-lsbili». Actas del Primer Ccmgreso de Estudios Árahes e Islámicos. Córdoba, 1962. Madrid, 1964. págs. 294, 295, 299 y 303. ~ Véase RoTH, lt•ws, pág. 201; GARCIA-ARENAL. «Rapports entre les groupes dans la Péninsule lbérique». pág. 96: STR0llMSA.«On Jewish intellectuals who convcrted in the early Middle Ages». págs. 189-191. " Véase Capítulo 3. nota 136. 51' Sobre la existencia de una atmósfera relativista (no hay manera de probar qué religión es la verdadera) y su posible influencia en la conversión de judíos a la religión dominante. el Islam, véase STRl)llMSA,«On Jewish intellectuals who converted in the early Middle Ages», págs. 196y 197.

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JUDÍOS, CRISTIANOS Y MUSULMANES

'7 Véa,;e LoMAX,,,Heresy and orthodoxy in the fall of Almohad Spain», pág. 48. En el siglo XIX.el sultán de Marruecos · Abd al-· Aziz era llamado por el pueblo «nisrani» por sus estrechas relaciones con los británicos: véase E. ASHMEAD-BARTLETI, The Passing ofthe Shareefian Empire, Londres. 19IO. pág. 149. ~• Véase R. BllRNS, «Christian-Muslim confrontation: the thirteenth century dream of conversion», en Mu.rlims. Christians anti Jews in the Crusculer Kingdom o/ W1lencia,Cambridge, 1984, págs. 80-108; J. O'CALLAGHAN, «Toe mudejars of Castile and Portugal in the twelfth and thirteenth centuries», en J. PowELL (ed.), Muslims under Latín rule, 11001300, Princeton, 1991, págs. 46-53. ~1 Véase al respecto F. MAILLO;«Toe city of Lucena in Arab sources», Mediterranean Historical Review 8/2 ( 1993 ). págs. 149-165, especialmente págs. 156 y 157. 00 Véanse las referencias dadas supra, págs. 527 y 528 y nota 44, así como IBN ~Ál;!IBAL-~ALÁT,Mann, trad., pág. 38, y Hu1c1. Historia, l. págs. 200 y 286 (referencia a judíos islamizados). N. Rorn niega la existencia de una conversión forwsa: véase Jews, pág. 116. M. ABUMALHAM, «La conversión según formularios notariales andalusíes: valoración de la legalidad de la conversión de Maimónides,,, M.E.A.H. XXXIV (parte hebraica) (1985), págs. 71-84, sí la acepta, pero considem que fue memmente formal, sin que cumpliese lo que la propia legislación musulmana exigía. 61 Véase su trad. española en MAIMÓNIDES, «Carta sobre la apostasía», en Cinc·o epístolas de Maimónides, trad. M.ª J. CANOy D. FERRE.Barcelona. 1988. págs. 49-75. 62 Véase Rorn, Jews. págs. 122 y 123. H Véase ABUMALHAM. «La conversión según formularios notariales andalusíes». pág. 81. así como R. PETERSy G. J. J. DEVRIES.«Apostas y in Islam». Die Welt des Jslams XVII ( 1976-1977). pág. 6 y nota 11. ~ Véase Hu1c1, Historia, 1, pág. 381, citando AL-MARRÁKUST, Mu '.f'ib, págs. 223/251 y 252, e IBN 'IDÁRT,Bayiin. Véase también M. GARCIA-ARENAL, «Les bildiyyin de Fes», S.I. LXVI ( 1987), págs. 113-143, esp. págs. 119-121. M Véase BRANN,«Power in the Portrayal». pág. 20, nota 60 . .., Véase P. S. VANKoNIN, en AI-Andalus, XXIII ( 1958 ), págs. 171-192. 94 L. TORRESBALBÁ,«Plantas de casas árabes en la Alhambra», en AI-Andalus, 11(1934 ). págs. 380-387. 91 J. NAVARROPALAZÓN,«La casa andalusí en Siyasa: ensayo para una clasificación tipológica», en La casa hispanomusulmana. Aportaciones de la Arqueología, Granada, 1990, págs. 177-196; A. ÜRIHUELAUZAL, «Los inicios de la arquitectura residencial nazarí», en Casas y palacios de al-A,uJalus. Siglos XII y XIII (coord. J. Navarro), El LegadoAndalusí, 1995. págs. 225-239. 96 L. ToRRF$ BALBÁS,Arte almohade. Arte nazarí. Arte mudéjar, Ars Hispaniae, T. IV, Madrid. 1949, págs. 9-15. y Artes almorávide y almohade, Madrid, 1955, esp. págs. 7-1 O: también. ídem, «Una fase de austeridad artística en el cristianismo y en el islam occidental». en Al-Andalus, XXI ( 1956) págs. 377-396. 97 Término del que no conozco una trnducción equivalente en castellano. Se ha utilizado la versión literal de «decoración ancha» o «decoración amplia». '111 H. TERRASSE, L'art hispano-mauresque des origines au XIII sij,c/e, París, 1932, y posterionnente, «Art almoravide et art almohade», en Al-Andalus, XXVI (1961 ), págs 435-447. Seguido por L. ToRRESBALBÁS,op. cit.. nota 96, pág. 48. "" M. OcAÑA J1MÉNEZ,«Panorámica sobre el arte almohade en España». en Cuadernos de la Alhambra, 26 ( 1990). págs. 91-111. ,m Sobre este tema, véase CH. EwERT,«El mil;uiibde la mezquita mayor de Almería», en AI-Andalus, XXXVI( 1971 ), págs. 391-460, esp. págs. 423-456. 1111 Sobre este tema, véase CH. EwERT, «Arte andalusí en Marruecos: los capiteles almohades de la Kutubiyya de Marrakech». en / Congreso de Arqueología Medieval Española. Huesca. 1986. Actas T. 111págs. 465-492; P. MARINETTO SÁNCHE7.,«El capitel almorávide y almohade en la Península Ibérica». en Estudios dedicados a don Jesús Bermúde-::. Pareja, Granada. 1988, págs. 55-70. '" 2 J. NAVARRO y P. JIMÉNEZ,«La decoración almohade en la arquitectura doméstica: la casa núm. IO de Siyasa», en

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Casas y palacios en al-Andalus. Siglos XII y XIII (coord. J. Navano), El LegadoAndalusí, 1995, págs. 117-137, esp. 134: misma opinión, R. MANZANO MAR'TOS, op. cit., nota 93, al tratar del patio del Yeso, págs. 113 y 114. 103 A. JtMÉNEZ MAR'TIN, "Al-Andalus en época almohade», en Arquitectura del Islam Occidental (coord. R. López Guzmán), El Legado Andalusí, 1995, págs. 165-180. 104 J. GUERRERO LovtLLO,Discurso de recepción en la Real Academia sevillana de Buenas Letras, 1983. Ed., en Tres estudios sobre Sevilla, Sevilla, 1984, págs. 9-30. 1~ Contribución al estudio de la topograf(a sevillana en la Antigüedad y en la Edad Media, Sevilla, 1977. 106 Dentro del Plan de Actuaciones de la Gerencia Municipal de Urbanismo. Una puesta al día del tema en El último siglo de la Sevilla islámica 1147-1248 (coord. M. Valor Piechotta), Sevilla, 1996. 1111 «Excavaciones en el lienzo de la muralla medieval de la Macarena (Sevilla)», en Anuario Arqueológico de Andalucía, 111( 1985), págs. 354 y 355; J. GARclA-TAPIAL y J. M. CABEZA, «Restauración de las muralllas de la Macarena», en Aparejadores, 20 ( 1986). págs. 9-17, y más recientemente, ídem, «Recuperación de la cerca islámica de Sevilla», en El último siglo de la Sevilla islámica 1147-1248 (coord. M. Valor), Sevilla, 1996, págs. 57-82: M. VALORPtECHOITA, «Las defensas urbanas y palatinas», en El último siglo ... , págs. 49-56, y también, ídem, Arquitectura militar y palatina en la Sevilla islámica, Sevilla, 1991, págs. 121-216. IOI! M. VALOR, op. cit., nota 107, pág. 54. lll'I M. VALOR,op. cit., nota 107, pág. 55. i io Crónica del anobispio don Rodrigo 1395-1492,ms. Bibl. Colombina citado por Gestoso, según recoge TORRES BALBÁS,«Las torres del Oro y de la Plata en Sevilla», en Archivo Español de Ane y Arqueología. XXIX ( 1934), págs. 89-104. 111 T. FALCÓN MÁRQUEZ, «La Torre del Oro», Sevilla, 1983. Sobre la restauración, también TORRESBALBÁS,«La Torre del Oro de Sevilla», en AI-Andalus, lI (1934), págs. 372 y 373. 112 T. FALCÓN. op. cit., nota 111, págs. 27-30. 113 B. PAVÓN MAlooNAOO, "La torre del Oro de Sevillaera de color amarillo»,enAl-~ra, XIII (1992), págs. 123-139. 11• T. FALCÓN, op. cit., nota 111, pág. 66. 11~ D. OLIVAALONSO, «Sector Sureste: El Barrio de San Bartolomé», en El último siglo de la Sevilla islámica 1147/248 (coord. M. Valor), Sevilla. 1996. págs. 191-202; E. LARREY HOYUELOS, «Estructura urbana del barrio de Santa María la Blanca», en El último siglo ... , págs. 229-233. 116 D. ÜLIVAALONSO, op. cit., nota 115, pág. 193, y E. LARREY, op. cit., nota 115, pág. 231. 117 E. LARREY, op. cit., nota 115, pág. 232. 11M R. ÜJEDACALVO,«Un edificio islámico en el solar de la Casa de Mañara», en Rehabilitación de la Casa-Palacio Miguel de Mañara, Sevilla, 1993; ídem, «Un edificio almohade bajo la casa de Miguel de Mañara», en El último siglo de LaSei·illa Islámica JJ47-l248 (coord. M. Valor), Sevilla, 1996, págs. 203-216. 119 M. A. TABALES RoDRfGUEZ. F. Pozo BLÁZQUEZ y D. OLIVAALONSO,«El edificio almohade bajo el palacio de Conde de !barra, 18», en El último siglo de la Sevilla islámica 1147-/248 (coord. M. Valor), Sevilla, 1996, págs. 217-222. 120 C. A. QutRós EsTEBAN y J. M. RODRIGO CÁMARA, «Los restos islámicos del antiguo Cuartel de Intendencia», en EL último siglo de LaSevilla islámica I 147-1248 (coord. M. Valor), Sevilla. 1996, págs. 235-239. 121 M. A. TABALES RoDRfGUEZ. «El edificio musulmán localizado bajo el monasterio de San Clemente», en El último siglo de la Sevilla islámica 1147-1248 (coord. M. Valor), Sevilla, 1996, págs. 241-248. m M. VALORPtECHOITA, «Los baños», en El último siglo de la Sevilla islámica l/47-1248 (coord. M. Valor), Sevilla, 1996. págs. 185 12·' M. VALOR,op. cit., nota 122, pág. 186; A. A. SALEM,«Restos de un baño musulmán en Sevilla», en Archivo Hispalense, XXV (1956). págs. 173-177. 124 F. DEAMORES CARREDANO y M. VERAREINA,«El baño de la Reina Mora», en El último siglo de la Sevilla islámica 1147-/248 (coord. M. Valor), Sevilla, 1996, págs. 249-254. 12~ Trad. A. Hu1c1,Valencia, 1969, pág. 186. 126 A. JIMÉNEZ MAR'TIN, «Los Caños de Carmona. Documentos olvidados», en Historia, Instituciones, Documentos, 2 ( 1975). págs. 317-328, y B. PAVÓN MALOONADO, «Tratado de arquitectura hispanomusulmana l. Agua», Madrid, 1990. págs. 241. in L. TORRESBALBÁS, «Atarazanas hispanomusulmanas», en AI-Andalus. Xi (1946). págs. 184 y 185. 12M M. VALORPIECHOITA, «Los mercados urbanos», en El último siglo de la Sevilla islámica 1147-1248 (coord. M. Valor), Sevilla, 1996, págs. 179-184. 129 Trad. A. HUICI,Valencia, 1969, pág. 195-203. 1.10 El texto de lbn $al}ibal-$alat -,en Boletín de Arqueología medieval. 4 ( 1990), págs. 173-193. 1~7 S. MACIAS y C. TORRES,«El barrio almohade de la alcazaba de Mértola: el espacio cocina», en Ca.1·asy palacios de al-Andalus. Siglos XII y XIII (coord. J. Navarro). El Legado Andalusí, 1995, págs. 165-175. , 11111 A partir de 1981. J. NAVARRO PALAZÓN, «Siyasa: una madina de la cora de Tudmir». en A reas. 5 ( 1985), Murcia, págs. 171-189; ídem, «La conquista ca,;tellana y sus consecuencias: la despoblación de Siyasa». en Castrum. 3 (1988), págs. 208-214; ídem, «La casa andalusí en Siyasa: ensayo para una clasificación tipológica», en la casa hispanomusulmana. Aportaciones de la Arqueología, Granada. 1990, págs. 177-190; ídem y P. JIMÉNEZ CASTILLO, «Estudio sobre once PALAZÓN, «Un ejemplo de vivienda urbacasas andalusíes de Siyasa», en Memorias de Arqueología. 5 ( 1990); J. NAVARRO na andalusí: la casa núm. 6 de Siyasa», en Archeologie islamique, 2 ( 1991 ). págs. 97-125. 11"' J. NAVARRO y P. JIMÉNfZ,«La decoración almohade en la arquitectura domés1ica:la casa núm. 10 de Siyasa», en Casas y palacios de al-Andalus. Siglos XII y XIII (coord. J. Navarro), El Legado Andalusí, 1995, págs. 117-137. 1• 11 Como información general sobre el tema, GRUPO DEEsnm1O «URBANISMO MusuLMÁN»,Baño.~árabes en el país valenciano, Valencia, 1989. 1• 1 M. MENÉNDEZ ROBLESy F. REYESTÉLLEZ,«El alcázar de Jerez de la Fronlera». / Congreso de Arqueología medieval española, Huesca, 1985. Actas, T. III. págs. 307- 324. esp. 308: también A. JIMÉNEZ MARTÍN, op. cit .. nola 180,

pág. 144.

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HISTORIA DE ESPAÑA

192 A. ÜRIHUELA UZAL,«Granada, capital del reino nazarí». en Arquitectura del Islam Occidental (coord. R. López Guzmán). El LegadoAndalusí. 1995. pág. 207. 193 c. GóMEZGONZÁLEZY c. VILCHEZ,«Baños árabes inéditos de la época almohade (siglos XII-XIII)en la judería de Granada», I Congreso Arqueología Medieval Española, Huesca, 1985, Actas T. III, págs. 546-567. 194 Véase referencias bibliográficas en notas 44 y 45; también REIS FONTANALS, «Els Banys de Ciudat de Mallorca (s. XIIIi XIV)».en Bolleti de la Societat arqueologica lulliana, XXXIX( 1983). 195 H. TERRASSE,l'an hispano-mauresque des origines au XIII siecle» París, 1932, y «Les forteresses de l'Espagne musulmane», en Boletín Real Academia de la Historia, CXXXIV (1954), reimpr. separata, Madrid, 1954. 196 Además de numerosos artículos. Ciudades hispanomusulmanas, Madrid, 1974. 197 E. TORMO,«El problema de las torres albarranas», en Boletín Sociedad Española Excursiones, XLIX ( 1941 ). págs. 139-142; TORRESBALBÁS,«Las torres albarnmas», en Al-Andalus, VII (1942), págs. 216-220. 198 R. RICARD,«Cour~a et coracha», en Al-Andalus, XIX (1954), págs. 149-172; B. PAVÓNMALDONADO, «Corachas hispanomusulmanas. Ensayo semántico arqueológico», en Al-Qan.tara, VII ( 1986 ). 199 M. RETUERCE,op. cit., nota 20. 200 M. ACIÉNALMANSA,«La fortificación en al-Andalus», en Arquitectura del Islam Occidental (coord. R. López Guzmán), El Legado Andalusí, 1995, pág. 40. 201 L. TORRESBALBÁS,«La alcazaba almohade de Badajoz», en Al-Andalus, VI ( 1941 ), págs. 168-203: F. VALDÉS FERNÁNDEZ, «la alcazaba de Badajoz. Hallazgos islámicos ( /977-/982), Madrid, 1985, y «Ciudadela y fortificación urbana: el caso de Badajoz», en Castrum, 3 (1988), págs. 143-152. 202 Crónica de Ibn ~al;lib al-~alat, trad. A. Huici, Valencia, 1969, págs. 66, 139 y 149. 201 Véase nota 173. 204 L. TORRESBALBÁS,«Cáceres y su cerca almohade», en Al-Andalus, XIII (1948), págs. 446-472. io, R. FERNÁNDEZ Ru12 y M. VERAREINA,«El castillo de Alcalá de Guadaira; Campaña de 1988», en Anuario Arqueológico de Andalucía, III ( 1988), y Excavaciones de Urgencia, Consejería de Cultura. Sevilla, 1990. 206 M. RETUERCE,véase nota 20. 207 M. L. MENÉNDEZROBLESy F. REYESTÉLLEZ,op. cit., nota 191, y «Estructuras defensivas de una ciudad almohade: Jerez de la Frontera», en 1/ Congreso Arqueología Medieval Española, Madrid, 1987, Actas T. 11,págs. 766- 772; B. PAVÓNMALDONADO, Jerez de la Frontera, ciudad medieval (ane islámico y mudéjar), Madrid, 1981. 208 F. BRANCOCoRREIA,«Fortifica~oes mu~ulmanas em Portugal: alguns apontamentos». en 1/ Congreso Arqueología Medieval Española, Madrid, 1987. Actas T. ll, págs. 502-509; B. PAVÓNMALDONADO, Ciudades y fonalezas lusomusulmanas ( crónicas de viajes por el sur de Ponugal), Madrid, 1993. 209 R. V ARELAGoMES y M. V ARELAGoMES, «Dispositivos defensivos de Sil ves (Algarve, Portugal)», en III Congreso Arqueología Medieval Española, Oviedo, 1989. Actas T. II, págs. 287-294. 210 R. AzUAR,Denia islámica. Arqueología y poblamiento, Alicante, 1989, págs. 343 y sigs. 211 Numerosos trabajos presentados en los congresos de Arqueología Medieval Española y en los Congresos Internacionales de Cerámica Medieval en el Mediterráneo Occidental, han sido publicados en las actas correspondientes. Un resumen en G. RossELLÓ BORDY,«La cerámica en al-Andalus». en AI-Andalus. las anes islámicas en España.Granada. 1992,págs.97-103. 212 J. NAVARRO PALAZÓN, «Formas arquitectónicas en el mobiliario cerámico andalusí», en Cuadernos de la Alhambra, 23 ( 1987). págs. 21-67; ídem y P. JIMÉNEZCASTILLO,«Maquetas arquitectónicas en cerámica y su relación con la arquitectura andalusí». en Casas y palacios en al-Andalus. Siglos XII y XIII (coord. J. Navarro). El LegadoAndalusí, 1995. págs. 287-302. 211 J. NAVARRO PALAZÓN, la cerámica esgrafiada andalusf de Murcia/ la ceramique hispano-arabe a décor esgrafié de Murcia. Madrid. 1986, y «Hacia una sistematización de la cerámica esgrafiada», en La cerámica medieval en el Mediterráneo Occidental. Madrid. 1986. págs. 165-178. m M. RETUERCE, A/arcos. El.fiel de la balanza (ed. J. Zozaya), Catálogo núm. 131 b .• pág. 287. m M. GóMEZ-MORENO,«La loza dorada primitiva de Málaga», en Al-Andalus, V ( 1940). págs. 384-398. 216 Revisión actualizada, en B. MARTINEZCAVIRO,«El arte nazarí y el problema de la loza dorada», en Ane islámico en Granada. Pmpuesta para un Museo de la Alhambra, Granada. 1995, págs.145-163. 217 J. NAVARRO PALAZÓN,«Murcia como centro productor de loza dorada», en /1/ Congreso Internacional de cerámica medieval del Mediterráneo Occidental, 1986, Actas, págs. 129-143. 218 M. TRIAS,«Noticia preliminar del jaciment de la Cova deis Amagartalls». en Quadems de ca la Gran Cristiana, 1, Palma de Mallorca, 1982. pág. 74; M. RossELLó PoNs, Las ceramiques almohades del Carrer de Zavella. Ciudat de Mallorca. Palma de Mallorca, 1983; J. NAVARRO PALAZÓN,«Nuevas aportaciones al estudio de la loza dorada andalusí: el ataifor de Zavella», en Les illes orientales d"al-Andalus, Palma de Mallorca, 1987, págs. 225-238. 219 Ya defendido por BALLARDINI, «The bacini of S. Apollinaire Nuovo. Ravenna». en The Bur/ington Magazine. XXXII( 1918), págs. 128-135; G. BERTIy T. MANNONI.«Rivestimenti vetrosi e argillosi su ceramiche medievale e risultati emersi da ricerche archeologique e analisi chimiche e mineralogiche», en Scienw in Arc:heologia, Florencia, 1990. págs. 98-118. 22º Hipótesis de M. JENKINS,«Medieval maghribi luster-painted pottery», en I Congreso de Cerámica medieval en el Mediterráneo Occidental, París. 1980. págs. 335-342. rn C. PARTEARR0Y0,«Tejidos almorávides y almohades», en Al-Andalus. Las anes islámicas en España (coord. J. D. Dodds ). Granada, 1992. págs. 110-113. " 2 C. BERNIS,«Tapiceria hispano-musulmana (siglos XIII-XIV)». en An:hivo Español de Ane. XXIX (1956), págs. 95-115. ~!J J. FERRRANDIS. Mmfiles árabes de Occidente, vol. 2. Madrid, 1940.

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114 A. A. SALEM,«La Puerta del Perdón en la gran mezquita de la alcazaba almohade de Sevilla», en Al-Andalus. XLIII ( 1978), págs. 201-207; A. FERNÁNDEZ PI.JERTAS, «Las puertas chapadas hispanomusulmanas», en Miscelánea de Estudios árabes y hebraicos, XXIX-XXX( 1980-1981 ), págs. 163-176. m Véase nota 60. m, T. PÉREZHIGUERA.Objetos e imágenes de al-Andalus, Madrid, 1994, pág. 74. m A. R. NYKL,Historia de los amores de Bayad y Riyad. Una «chantefable» oriental en estilo persa (Vat. Ar. 368). Nueva York, 1941; también U. MoNNERETDEVILLARD.« Un codice arabo-spagnolo con miniature», en Bibliopolis, XLIII ( 1941), Florencia, págs. 209-223, y TORRESBALBÁS,«Miniaturas medievales españolas de influjo islámico», en Al-Andalus, XV (1950), págs.191-202. 11" Compara la miniatura alfonsí con ejemplares de las «Maqamat» de al-Hariri; G. MENÉNDEZPIDAL,«Cómo trabajaron las escuelas alfonsíes», en Revista de Filología Hispánica. año V, núm. 4, México, 1951; ídem, «Los manuscritos de las Cantiga~ (Cómo se elaboró la miniatura alfonsí), •, en Boletín Real Academia de la Historia, CL ( 1962), págs. 2551 ; ídem, la España del siglo XIII, leída en imágenes. Madrid, 1986, pág. 32. 22" M. GóMEZ-MORENO,«Granada en el siglo XIII», en Cuadernos de la Alhambra, 2 (1966), págs. 3-41. 1 JO J. NAVARRO PALAZÓN,«Un palacio protonazarí en la Murcia del siglo xm: al-Qa~r al-~agir», en Casas y palacios de al-Andalus. Siglos XII y XIII (coord. J. Navarro), El Legado Andalusí, 1995, págs. 177-205. 211 El término de arte hudf. aunque acuñado a partir de los trabajos de J. Navarro, no ha sido utilizado directamente por este autor, que mantiene la denominación de «proto-nazarí». m M. C. BARCELÓ,«Las yeserías ar.tbes de Onda», en Boletfn Sociedad Castellonense de Cultura, Llll (1977), págs. 356-364. '· 1·' J. V. EsTALLI PoLES, «La~ yeserías árabes de Onda a la luz de las investigaciones arqueológicas», en Centre d'Estudis municipal d'Onda, 3 ( 1990), págs. 85-127, y mismo texto, V Simposio de Mudejarismo; Teruel 1991, Actas, págs. 449-466, y sobre todo. J. NAVARRO y P. JIMÉNEZ,«La decoración protonazarí en la arquitectura doméstica: la casa de Onda». en Casas y palacios de al-Andalus. Siglos XII y XIII (coord. J. Navarro), El Legado Andalusí, 1995, págs. 207-223. 114 Véase nota 233. 2 •~ C. BARCELÓy A. GIL ALBARRACIN. la mezquita almohade de Fiñana (Almería), Almería, 1994. '"' L. TORRESBALBAs.Ane almohade, Arte nazarí, Ane mudéjar. Ars Hispaniae T. IV, Madrid, 1949, pág. 39-46, bajo el epígrafe de «Arquitectita almohade en la E.~paña Cristiana». 117 T. PÉREZHIGUERA,«El Primer mudéjar castellano». en Casas y palacios de a/-Andalus, siglos XIIy Xll/ (coord. J. Navarro). El LegadoAndalusf, 1995. págs. 303-314. 11• J. NAVARRO y P. JIMÉNEZ,«Maquetas arquitectónicas en cerámica y su relación con la arquitectura andalusí». en Cusa.I y palacios de a/-Andalus. Siglos XIIy Xll/ (coord. J. Navarro). El Legado Andalusí, 1995, págs. 287-302. ,,., T. PÉREZHIGUERA.op. cit .. nota 237, págs.311 y 312.

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PARTE NOVENA

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA* POR

MARÍA JESÚS VIGUERA MOLÍNS

* Ofn.7co una amplia rccnptlaciún. no c,haustiva, procurando seleccionar lo representativo sohre el extenso período Je este lihro. En la alfaheti1acuin no cuentan los artículos tleterm1natlos o intleter1111natlosen ninguno de los idiomas utili,ados, y entre ello, el artículo .irahe Al.-. i M.' J. Viguera).

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SIGLAS Y ABREVIATURAS UTILIZADAS

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