Documentos históricos de la Revolución mexicana. Revolución y régimen constitucionalista IV

Table of contents :
Prólogo......Page 5
El Plan de Guadalupe......Page 15
El Plan de Guadalupe......Page 16
Holocausto del senador doctor Belisario Domínguez. Huerta disuelve el Congreso......Page 120
El Primer Jefe Carranza constituye su primer gabinete......Page 124
Adiciones al Plan de Guadalupe......Page 137
Creación de la Comisión Nacional Agraria. Reparto de tierras y restitución de ejidos......Page 144
Autonomía municipal......Page 150
Ley del Divorcio......Page 152
Legislación sobre petróleo......Page 155
Facultades para legislar sobre minería, comercio e instituciones de crédito y trabajo......Page 156
Revisión de contratos, concesiones y permisos......Page 158
Decreto sobre matrimonio y divorcio......Page 159
Comisión Técnica del Petróleo......Page 174
Manifiesto a la Nación......Page 177
Convocatoria a elecciones......Page 196
Informe leído por el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista ante el Congreso Constituyente de Querétaro, el primero de diciembre de 1916......Page 199
Discursos en la sesión de Clausura del Congreso Constituyente, 31 de enero de 1917......Page 220
Notas......Page 228
Bibliografía......Page 271
Ilustraciones......Page 276
Índice general......Page 285

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FUENTES Y DOCUMENTOS DE LA HISTORIA DE MÉXICO Documentos históricos de la Revolución mexicana

DOCUMENTOS HISTÓRICOS

de la Revolución mexicana El Plan de Guadalupe IV Editados por la Comisión de Investigaciones Históricas de la Revolución Mexicana Bajo la dirección de ISIDRO FABELA

Primera edición, 1963 Primera edición electrónica, 2013 D. R. © 2013, Banco de México, Fiduciario en el Fideicomiso Isidro Fabela Av. 5 de Mayo, 2; col. Centro, del. Cuauhtémoc, 06059 México, D. F. D. R. © 1963, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

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PRÓLOGO

El 18 de febrero de 1913 Victoriano Huerta, nombrado por el presidente Madero Comandante Militar de la ciudad de México para que defendiera a su gobierno del cuartelazo de Félix Díaz y Mondragón, envió a los gobernadores de los estados este cínico mensaje: "Por orden del Senado me he hecho cargo del Poder Ejecutivo, teniendo presos al Presidente y a su Gabinete." El gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, reaccionó inmediatamente contra el soldado traidor: "El Senado no tiene facultades constitucionales para deponer de su alto puesto al Primer Magistrado". Y lo desconoce como Ejecutivo por medio de las armas a su mando que son deleznables: la policía de Saltillo y unos cuantos jefes que son a sus órdenes: Cesáreo Castro, Francisco Coss y Andrés Saucedo. Pero su fuerza no es la material, es la incontrastable de los derechos del pueblo. Por eso triunfará. Cuando el apóstol Madero es asesinado por el nefasto criminal, los hombres del campo, del taller y las minas se transforman en ejército poderoso. Madero es ingenuo como político; estima que quienes lo rodean son buenos y leales a él. Confía plenamente en el ejército; y eso lo pierde. Todos saben que se conspira contra su gobierno y su persona; todos lo saben, menos él. Y al fin lo matan. Los verdugos no imaginan que Madero mártir es más fuerte que Madero vivo. De la fuerza armada, los únicos que cumplieron su deber fueron los heroicos hijos del Colegio Militar: Gustavo Garmendia y Federico Montes que ajusticiaron a balazos al teniente coronel Jiménez Riveroll y al mayor Izquierdo, quienes pretendieron apresar al Presidente de la República. El grueso del ejército permanece impasible. No levanta su espíritu a la altura de su deber. Cuatro días está preso el Ejecutivo Federal en su propio palacio y no hay jefe ni oficial que intente libertarlo. Los viejos soldados de línea que conservaron sus grados conforme al Convenio de Ciudad Juárez no protestan contra el

atentado. Olvidan la Ordenanza Militar o no la quieren cumplir. Claro, eran en el fondo sus enemigos. Saben que su Jefe nato, el del Ejército, está preso y se cruzan de brazos. Ante la felonía y el asombro del mundo, el embajador Lane Wilson y los rebeldes Félix Díaz, Mondragón y el traidor Huerta brindan con champaña por su éxito. Los tres principales culpables y el ejército aceptan al magnicida como supremo mandatario de la nación. Las renuncias de los más altos funcionarios del país no debieron nunca haberse presentado. Fueron obtenidas por la amenaza y la fuerza. Nacieron tachadas de nulidad. Huerta lo sabía. Los jefes militares lo sabían. Por fortuna el pueblo también lo supo e indignado se aprestó a la lucha contra el infidente tirano. La responsabilidad del Ministro Lascuráin es inconcusa y fatal. El general Juvencio Robles lo amenazó para que entregara a la Cámara de Diputados las renuncias y las presentó cuando había prometido al Presidente no presentarlas sino cuando él, Madero, estuviese lejos de la patria. No cumplió su ofrecimiento y por eso fue responsable de que los hubieran ultimado. El miedo lo impulsó a no cumplir su solemne compromiso. Juvencio Robles fue el autor de dicha coacción. La Cámara, una vez presentadas tales renuncias también fue culpable de haberlas aceptado. Sólo cinco diputados se negaron a aceptarlas: Alfonso G. Alarcón, Francisco Escudero, Manuel E. Méndez, Luis Manuel Rojas y Leopoldo Hurtado y Espinosa. Expusieron con ello sus vidas pero cumplieron estrictamente con su deber. Los demás, alegando que así salvaban la vida de los renunciantes, se equivocaron de medio a medio. Los hechos trágicos posteriores demostraron que no tenían razón. A Madero y a Pino Suárez los asesinaron porque dimitieron. Tales renuncias provocaron la farsa posterior que consistió en la designación del Lic. Pedro Lascuráin, Secretario de Relaciones, como Presidente Interino de la República. Éste duró en el cargo veinte minutos; sólo para nombrar al protervo Huerta Secretario de Gobernación. Renunció Lascuráin inmediatamente, y Huerta

llegó así en lugar suyo a la presidencia. Tal nombramiento fue nulo como fue nula la renuncia del mismo Lascuráin. Voluntas coacta, voluntas non est. Lascuráin fue el causante de que el gobierno constitucional se desintegrara. Su creencia de que la entrega de dichas renuncias salvaría a los mártires, fue cándida. Pasó lo contrario. Tal vez si no entrega tales renuncias, se salvan los mandatarios. ¿Por qué? Porque si Madero y Pino Suárez viven quizá los asesinos no se hubiesen atrevido a hacerlos desaparecer porque todavía eran los más altos funcionarios de la Federación. La patraña dizque legal urdida daba al atentado apariencia, solamente apariencia, de legalidad. En el fondo era simplemente el melodrama político y común más abominable de la época. De todas maneras, Lascuráin no cumplió con su deber. Ni la Cámara tampoco.[1] Carranza sí estuvo a la altura de su deber. Apenas supo los acontecimientos del cuartelazo protestó por telégrafo dirigiéndose al malhechor a quien se preparó a combatir por el hecho flagrante de la traición. De la sublevación militar fueron culpables Félix Díaz, Manuel Mondragón y Bernardo Reyes. El primero sobre todo porque le debía la vida al señor Madero, quien pudo antes haberlo fusilado por rebelde. Lo perdonó, y después, el perdonado contribuyó a que sacrificaran a su salvador. Del magnicidio proditorio preparado en la embajada norteamericana fue igualmente coautor Henry Lane Wilson a la cabeza. Un diplomático que se mezcla directamente en los asuntos políticos del país donde está acreditado falta gravemente a sus deberes. Él fue el instigador del crimen que horrorizó al mundo y específicamente a los Presidentes Taft y Woodrow Wilson. Sin embargo, no lo retiraron de su misión diplomática inmediatamente, como debieron haberlo hecho. Lane Wilson fue el deus ex machina de aquellos procedimientos indignantes. Y además el diplomático beodo fue crudelísimo con la señora Madero que le imploró ayuda para su

marido. La conducta de ese hombre fue inhumana en el momento en que pudo salvar a los mártires. Del Vicepresidente dijo: "Pino Suárez es un mal hombre y no puedo dar ninguna seguridad respecto a él. Es el culpable de la mayor parte de las dificultades que ha tenido su esposo de usted. Esa clase de hombres debe desaparecer, es uno de los jefes de la 'porra'." [2] Estamos convencidos de que el Presidente Taft habría ordenado a Lane Wilson que los protegiera si hubiese recibido de su embajador informaciones verídicas. Pero no; todas fueron tendenciosas. ¿Qué derecho tenía Henry Lane Wilson para decirle: "La culpa la tiene su marido por no haberme consultado"? ¿Desde cuándo el Presidente de una República tiene obligación de consultar lo que debe hacer con el diplomático de una potencia por fuerte que sea? En la historia de América, el proceder de ese antidiplomático constituye una vergüenza indeleble. Los hombres de varonía cabal de Coahuila y de Sonora salvaron la dignidad de México cuando levantaron del lodo sangriento la Constitución de 1857. Por fortuna, los pueblos tienen en sus momentos críticos los heroicos seres que los libran de la ignominia y el deshonor cuando los hiere la maldad. México fue víctima en 1913 de la infamia mayor de su historia. La asonada militar contra el Presidente Madero fue la consecuencia de haber quedado en pie el ejército porfirista que no podía perdonar al apóstol haber arrojado del poder al dictador Díaz, quien vulneró los derechos del hombre durante treinta años de tiranía. La nación quedó anonadada ante tamaña desgracia que significaba la restauración del antiguo régimen: o sea dar varios pasos atrás en su progreso en vez de iniciar la conquista progresiva de sus libertades. Ese personaje heroico que despertó al pueblo sumido en el dolor de su desventura fue el gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza. Ese patricio reaccionó basado en los derechos públicos de la nación ultrajada. Presintió que contaría con la voluntad del pueblo que lo siguió como a un iluminado

surgido para salvarlo; y lo salvó. La obra de Carranza fue extraordinaria. 1º Por desconocer al usurpador y sus cómplices. 2º Por anatematizar al sayón condenándolo a las sanciones que merece el homicida calificado. 3º Porque con fuerzas minúsculas se enfrenta al magnicida que posee un ejército de línea que le da, sin derecho y sin ley, el espaldarazo de Ejecutivo nacional. 4º Porque instituye un régimen preconstitucional, civil y militar que provee a las necesidades no sólo bélicas sino civiles para que la nación reanude su acción administrativa que organice los servicios que ha menester el Estado para recobrar su marcha normal. 5º Porque al propio tiempo que dirige al pueblo armado atiende los graves problemas internacionales que se le presentan: a) el caso Benton; b) el caso Bauch; c) la intervención norteamericana en Veracruz; d) la mediación intervencionista del A.B.C., hasta obtener el reconocimiento de Washington y de otros muchos Estados extranjeros; e) porque organiza con éxito la defensa de la Revolución contra el infidente Francisco Villa; f) porque protesta contra la Expedición Punitiva que penetra al país sin su permiso con objeto de apresar a Villa que ha entrado a la población norteamericana de Columbus con espíritu de venganza y provoca gravísimo problema internacional que ni Carranza ni el Presidente Wilson desean que subsista; g) porque en medio de tantas dificultades de orden interno y exterior, se preocupa y ocupa prácticamente de las reformas sociales que el pueblo requiere, tales como: Las Adiciones al Plan de Guadalupe, incorporadas a la Constitución de 1917; la ley de relaciones familiares, la ley de divorcio, la ley de reforma agraria, la ley de nacionalización del subsuelo patrio; y el establecimiento constitucional de un gobierno civil con los Secretarios de Estado que son necesarios. Su lucha contra la Convención de Aguascalientes; el proyecto de reformas a la Constitución de 57.

La organización armamentista, militar y de aprovisionamiento indispensable que prepararon los triunfos de Celaya contra el rebelde Francisco Villa, hasta su aniquilamiento. La promulgación de la Constitución de 1917 que todavía está vigente con las reformas que exigen sus cincuenta años de vigencia. La salida del último soldado de la Expedición Punitiva el mismo día que se promulgó nuestra Carta Magna. La rendición del Ejército Federal. Venustiano Carranza fue un patriota vidente que interpretó el dolor del pueblo mexicano cuando un militar villano intentó resucitar el pasado cataléptico que debía desaparecer. Carranza despertó el alma nacional a su nuevo devenir político. Dijo y demostró que el porvenir de México estaría basado en leyes modernas que emergieran del nuevo derecho, la soberanía flamante, la paz de las conciencias independientes, la libertad del pensamiento que ya no podría tolerar césares. Auguró un nuevo día para la patria; sintió que la noche que había dormido durante treinta años despertaría a plena luz; predijo que los jefes políticos desaparecerían, que los gobernadores eternos claudicarían, que la Suprema Corte de Justicia ya no sería más la "cortesana" que se entregara al mejor postor; que las leyes caducas serían transformadas en sus procedimientos y en sus principios; que la diplomacia "…no debe servir para la protección de intereses de particulares… debe velar por los intereses generales de la civilización y por el establecimiento de la confraternidad universal". A los jóvenes impetuosos, de la Hacienda de Guadalupe, ebrios de patriotismo el histórico día 26 de marzo de 1913 que impetraban como una necesidad imperiosa la promulgación y aplicación inmediata de las reformas sociales que eran los ideales sublimes del pueblo irredento, les respondió que todo eso vendría a su tiempo una vez vencida la hidra retrógrada que anhelaba hacer del pasado caduco la restauración del antiguo régimen, declarando rotundamente en su admirable discurso de Hermosillo éste su credo inmortal:

1. No es el triunfo militar sobre el enemigo lo principal de la contienda reivindicadora de los derechos nacionales. Hay algo más hondo en ella: remediar los males de tres siglos de opresión extranjera y uno de luchas intestinas que sólo han precipitado a la Nación a un abismo. 2. Los postulados maderistas de "Sufragio Efectivo" y "No Reelección" no fueron ninguna novedad. Las mismas promesas las hizo Porfirio Díaz en el Plan de Tuxtepec reformado en Palo Blanco, y no las cumplió. 3. Ya es tiempo de no hacer promesas falsas al pueblo y de que haya en la historia de México un hombre que no ofrezca maravillas. Por esto el Plan de Guadalupe no encierra ninguna utopía, ni promesas hechas con intención de no cumplirlas. El Plan de Guadalupe es un llamado patriótico a todas las clases sociales, sin ofertas y sin demandas al mejor postor. 4. "…sepa el pueblo de México que, terminada la lucha armada a que convoca el Plan de Guadalupe, tendrá que principiar formidable y majestuosa la lucha social, la lucha de clases, queramos o no queramos nosotros mismos y opónganse las fuerzas que se opongan, las nuevas ideas sociales tendrán que imponerse en nuestras masas; y no es sólo repartir la tierra y las riquezas nacionales, no es el Sufragio Efectivo, no es abrir más escuelas, no es igualar y repartir las riquezas nacionales; es algo más grande y más sagrado; es establecer la justicia, es buscar la igualdad, es la desaparición de los poderosos, para establecer el equilibrio de la conciencia nacional". 5. Habrá que imponer reformas inmediatas en el orden material y en el orden moral. El pueblo ha vivido ficticiamente, famélico y desgraciado, con un puñado de leyes que en nada le favorecen. Tendremos que removerlo todo. Crear una nueva Constitución cuya acción benéfica, sobre las masas, nada ni nadie pueda evitar. 6. Cambiaremos todo el actual sistema bancario. 7. Las reformas enunciadas se irán poniendo en práctica conforme la revolución avance hacia el sur, para abrir una nueva

era social en la República, pues nos faltan leyes que favorezcan al campesino y al obrero, por lo que éstas serán promulgadas por ellos mismos, puesto que ellos serán los que triunfen en esta lucha reivindicadora y social. 8. "Y con nuestro ejemplo se salvarán otras muchas naciones que padecen los mismos males que nosotros, especialmente las Repúblicas hermanas de Centro y Sudamérica. La América Latina no debe olvidarse que esta lucha fratricida tiene por objeto el restablecimiento de la justicia y del derecho, a la vez que el respeto de los pueblos poderosos para los débiles; que deben acabarse los exclusivismos y privilegios de las naciones grandes respecto de las pequeñas, deben aprender que un ciudadano de cualquier nacionalidad, que radica en una nación extraña, debe sujetarse estrictamente a las leyes de esa nación y a las consecuencias de ellas, sin apelar a las garantías que por la razón de la fuerza y del poderío le otorgue su nación de origen. Entonces reinará sobre la tierra la verdadera justicia, cuando cada ciudadano, en cualquier lugar del mundo, se encuentre y se sienta bajo su propia nacionalidad. No más bayonetas, no más cañones, ni más acorazados para ir detrás de un hombre que por mercantilismo va a buscar fortuna y a explotar la riqueza de otro país, creyendo que en él debe tener más garantías que cualquiera de los ciudadanos que en su propio país trabajan honradamente. "Ésta es la revolución, señores, tal cual yo la entiendo; estos lineamientos generales regirán a la Humanidad más tarde como un principio de justicia." Ése fue Carranza, el héroe epónimo de la Revolución Mexicana; más grande que todos sus enemigos. ISIDRO FABELA

Después del crimen, los diputados, obedeciendo órdenes de Carranza, obstruccionaron valientemente al gobierno ilegal hasta obligarlo a disolver la XXVI Legislatura, ocasionando el encarcelamiento de sus [1]

miembros. De tal suerte el matón y sus secuaces perdieron totalmente su aparencial legalidad. Testimonio de la señora Sara Pérez de Madero autenticado más tarde por un funcionario de la embajada americana. [2]

EL PLAN DE GUADALUPE

EL PLAN DE GUADALUPE "La Revolución es obra de principios. …Revolución que transa, es revolución perdida." VENUSTIANO CARRANZA

En Ciudad Juárez, al terminar el armisticio que originaron las conferencias de paz concertadas entre los representantes del régimen del general Porfirio Díaz y los del gobierno provisional de la Revolución de 1910, Venustiano Carranza, cuya viril conducta legalista había quedado definida desde 1893, impugnó la celebración de cualquier pacto que invalidara el cumplimiento del Plan de San Luis Potosí, declarando ante los conferenciantes que la revolución se suicidaría[1] si transaba con el Porfiriato a pretexto de devolverle su paz octaviana a la nación; pues el equipo civil y militar de la dictadura quedaría intacto y presto para imponer nuevamente sobre el pueblo el peso de su sistema político-administrativo, causa primera del desorden éticoeconómico y de la injusticia social en la república. Tal y como lo había predicho el señor Carranza, la revolución maderista se entregó inerme a sus enemigos al transigir con ellos mediante el Convenio de Ciudad Juárez, firmado el 21 de mayo de 1911[2] por el que reconocía la sucesión interina del mandato presidencial en la persona del último secretario de Relaciones del gobierno del general Porfirio Díaz y renunciaba a conservar las fuerzas armadas que le habían dado el triunfo militar, a fin de mantener íntegro el poderío del ejército porfirista (cuyos cuadros de mando eran baluartes de la dictadura tuxtepecana y lo continuarían siendo de los sucesores idóneos de ésta) aduciendo que la existencia del Ejército Federal, templado por la "lealtad" [3] y el "heroísmo",[4] garantizaba la firmeza de las instituciones republicanas y la seguridad del Estado. La revolución maderista, al delegar sus poderes en el mandatario Francisco León de la Barra, arriaba su bandera y contradecía su programa político, pues el presidente interino,

conforme al Considerando Tercero del Convenio de Paz de Ciudad Juárez, quedaba "encargado… del Poder Ejecutivo de la Nación y [convocaría] a elecciones conforme a los términos de la Constitución"; y, según lo establecido en el Considerando Cuarto del convenio suscrito [estudiaría] "las condiciones de la opinión pública… para satisfacerlas en cada Estado conforme al orden constitucional y [acordaría] lo conducente a las indemnizaciones de los perjuicios causados directamente por la revolución". Pero, dicho sin ambages, se puede aseverar que la revolución maderista se suicidó ahorcándose con los inauditos alcances del punto único del Convenio de Paz, que a la letra dice: "Desde hoy cesarán en todo el territorio de la República las hostilidades que han existido entre las fuerzas del gobierno del general Díaz y las de la Revolución, debiendo éstas ser licenciadas a medida que en cada Estado se vayan dando los pasos necesarios para establecer y garantizar la tranquilidad y el orden públicos." El significado histórico de la renuncia del presidente Díaz mediante el Convenio de Ciudad Juárez entrañaba la salvación de su sistema gubernamental y el de la estructura juridicopolítica que regía "su paz constitucional" con el apoyo del "heroico ejército" formado "para someter la revolución dentro del orden", esto es: para disponer —sin eufemismos— de un eficiente equipo armado apto para reprimir los actos sociales públicos contrarios a la existencia y progreso del feudalismo porfirista y a la política de entrega de los recursos económicos nacionales a los potentados extranjeros coludidos con la minoría nacional privilegiada. La organización política del Porfiriato "vencía cediendo" a la revolución maderista, a fin de atraer al caudillo coahuilense al abismo de las conjuras cuartelarias urdidas por los partidarios del dictador oaxaqueño y apoyadas por los representantes diplomáticos de otras naciones, temerosos éstos de que la caída del general Porfirio Díaz resultara lesiva para los intereses económicos de sus compatriotas inversionistas al avocarse el Congreso al conocimiento, estudio y resolución de los problemas económico-sociales, asuntos que presuponían reformas urgentes a

la Constitución de 1857. El plan "científico", meditado por Rosendo Pineda y puesto en acción por José Ives Limantour, para destruir a la Revolución incipiente, era perfecto: a la revolución aparentemente triunfante se le cederían inmediatamente dos gubernaturas estatales: las de Coahuila y Chihuahua, bajo los mandatos de Venustiano Carranza y Abraham González, respectivamente; pero la máquina administrativa y electoral de la Unión quedaba bajo la dirección y control del presidente interino quien, aun cuando pareciera recibir la influencia decisiva de Madero, imponía su criterio gubernamental y el poder económico de los partidarios del antiguo régimen con el fin de que la mayoría de los funcionarios estatales y los nuevos representantes populares que deberían entrar en funciones como colaboradores del caudillo de Parras, surgieran realmente del seno de los bandos del Porfiriato, aunque fingiendo haber sido designados o elegidos por los partidos revolucionarios. Mas lo verdaderamente grave para la revolución maderista era que el Convenio de Paz le cercenaba de un tajo el brazo armado por el pueblo, quedando expuestos los soldados de la revolución a ser perseguidos y encarcelados por el Poder Judicial del régimen interino o muertos por los soldados del ejército de la dictadura, cuyos jefes no podían perdonar a los revolucionarios el haber sido vencidos por éstos en casi todos los puntos de la república donde habían enfrentado sus armas con ellos. Al sentido de previsión y a la visión política de Venustiano Carranza no escapaba el conocimiento del peligro inmediato que se cernía sobre los jefes revolucionarios y del riesgo inminente que amenazaba a Francisco I. Madero y a su administración, todos condenados a sucumbir por determinación de los políticos porfiristas y obra de los jefes del ejército de la Dictadura; pues advertía que al quedar en poder del antiguo ejército federal el mantenimiento del orden público y la conservación de la seguridad nacional, el sistema militar represivo del pasado régimen, que no podía identificarse con el gobierno emanado de la Revolución de 1910, sería una amenaza constante para el afianzamiento de las

administraciones estatales afectas al maderismo. El 28 de mayo de 1911, Venustiano Carranza había entrado en funciones como gobernador provisional de su estado y jefe de la Tercera Zona Militar, en cuyos encargos únicamente permaneció dos meses, pues renunció a ellos a fin de aceptar su postulación para gobernador constitucional por el tiempo que faltaba del ejercicio en curso y que vencía el día 15 de diciembre de 1913, según la convocatoria expedida el 8 de noviembre por el H. Congreso del Estado. La aceptación de su candidatura la hizo pública en su manifiesto fechado el 1º de agosto de 1911.[5] Carranza fue ungido con el voto popular, por unanimidad, para ser gobernador de su estado, pese a la oposición de personas allegadas a Madero. Tomó posesión de su encargo el 22 de diciembre de 1911.[6] Sus más cercanos colaboradores fueron: Jesús Hernández, secretario particular; Lic. Eliseo Arredondo, secretario general de Gobierno; Cosme García, oficial mayor; Jesús M. Rodríguez, tesorero general. El Poder Legislativo (XXII Legislatura) lo integraban Vicente Dávila Ramos, doctor Alfredo V. Villarreal, Jesús G. Hermosillo, Gabriel Calzada, Perfecto Fuentes, Jesús Sánchez Herrera, Epigmenio Rodríguez, Pablo López Bosque, Atilano Barrera, Franciseo P. Cuéllar y José García Rodríguez. Era oficial mayor de la Cámara Ernesto Meade Fierro. El Poder Judicial lo representaban los licenciados Matías L. Carmona, Gumersindo L. Vargas y Andrés Rodríguez Flores. Era procurador general del estado el licenciado Eduwiges Charles. Un año y medio escaso al frente del Gobierno de Coahuila confirmó sus dotes de estadista, ya puestas de manifiesto en dos interinatos anteriores. Cinco cuestiones importantes merecieron su atención inmediata: la impartición de justicia, principalmente para reivindicar y salvaguardar los derechos de los pueblos sobre las tierras, aguas y bosques; la educación pública, porque siempre sostuvo que un pueblo analfabeta no está en capacidad de ejercitar debidamente sus derechos políticos ni de reclamar

justicia; la reorganización del sistema hacendario, debido a que aspiraba a que su estado y la República dispusieran de sistemas de tributación acordes con los principios de la economía social contemporánea; el municipio libre, pues sabía que en esta célula politicosocial descansa el poder de los derechos cívicos y la firmeza del Pacto Federal; y la seguridad pública. En este último asunto tuvo que afrontar con amargura y disgusto los resultados de las divergencias suscitadas entre su Gobierno y el de la Nación, pues Madero, cerca del cual intrigaban contra la personalidad política de Carranza los elementos simpatizadores o activos del Grupo Científico, se oponía, por todos los medios legales y amistosos, a que el mandatario coahuilense comandara y fortaleciera los cuerpos militares regionales con los que el Patricio de Cuatro Ciénegas había concurrido a la Revolución de 1910 y a la derrota de los infidentes de Pascual Orozco. La correspondencia sostenida con Madero respecto al licenciamiento de las fuerzas de seguridad, auxiliares de la Federación, desde febrero hasta junio de 1912, es explícita, como claro es el decreto estatal que justificaba la existencia de las tropas irregulares de Coahuila durante el régimen maderista. Son particularmente importantes las cartas de Carranza a Madero fechadas los días 18 y 23 de febrero, 19 y 25 de marzo, 13 de mayo y 28 de junio.[7] Por las cartas transcritas se comprueba no sólo el error del Sr. Madero de no permitir al gobernador Carranza que formara sus cuerpos provinciales, que dependieran de él mismo, sino que acató sus deseos respetuosamente. En esta última fecha también se dirigió a Ernesto Madero, ministro de Hacienda, manifestándole las razones por las cuales era necesario conservar las fuerzas estatales; pero aceptando que, si el Presidente insistía en su desaparición definitiva, él estaba dispuesto a acatar sus órdenes. Como se sabe, durante el segundo semestre de 1912, los barruntos de conspiraciones y levantamientos contra el régimen maderista eran parte obligada de las noticias cotidianas. A todos los revolucionarios adictos a Madero les inquietaba la extrema bondad con la que el Primer Mandatario recibía las informaciones

sobre conjuras contra su Gobierno. Por esta circunstancia Carranza había entrado en contacto con diferentes políticos a fin de ponerse de acuerdo en la actitud que deberían observar los revolucionarios de 1910 en el caso de que las actividades subversivas concluyeran en una realización amenazadora contra la estabilidad del régimen maderista. No solamente entró en pláticas con los gobernadores de Chihuahua y de San Luis, sino que también sostuvo conversaciones con el doctor Silva, durante su visita a Michoacán. Carranza tenía plena fe en las convicciones revolucionarias de los trabajadores de Coahuila, mineros y campesinos que habían abandonado sus trabajos para ir a la lucha armada animados por ideales de justicia social. Confiaba en que ellos, aun cuando desarmados, serían el sostén del gobierno legítimo de la República en caso de trastornos graves, cuyo posible acaecer le había sido anunciado a Madero en razonada exposición por el Grupo Renovador de la Cámara de Diputados, en la memorable entrevista que tuvieron con él en el Castillo de Chapultepec, apenas un mes antes de que estallara la asonada felicista-reyista. En la visita que Carranza hizo a Madero en diciembre de 1912, el Primer Magistrado presentó al gobernador de Coahuila con Victoriano Huerta y Guillermo Rubio Navarrete, en el Castillo de Chapultepec. Huerta causó mala impresión a don Venustiano tanto más cuanto que éste presenció con cierto asombro la forma irrespetuosa con la que el futuro traidor abrazaba y levantaba el breve cuerpo de Madero, dizque para testimoniarle su afecto. Además, Carranza sabía que era público el rumor de que Huerta criticaba acerbamente a Madero y a su Administración y que alentaba sin tapujos la caída del Gobierno Federal. Durante su estancia en la ciudad de México, Carranza confirmó que otros antiguos enemigos de Madero y muchos de sus ex amigos conspiraban sin recato, lo cual preocupó mucho al gobernador de Coahuila, pues advertía que el jefe de la Nación no les daba la debida importancia a los complotistas que estaban a punto de derrocar a su régimen, en cuyo innoble intento

preponderaban, casi sin excepción, los cuadros de mando del ejército porfirista, dispuestos a coludirse con Pascual Orozco y Emiliano Zapata, como con Higinio Aguilar y Gaudencio de la Llave, o con los demás jefes que, sin causa ni verdadera bandera, infestaban los estados con grupos armados que cometían toda clase de atropellos.[8] De regreso a Saltillo, Carranza recibió al coronel Luis G. Garfias, a quien el Presidente enviaba para organizar el 25º regimiento de caballería. En esta misión acompañaban a Garfias los capitanes Jacinto B. Treviño, Aldo Baroni y Antonio Delgadillo. A fines de diciembre de 1912 se había consumado el licenciamiento de las tropas irregulares de Coahuila: de acuerdo con lo dispuesto por el Gobierno Federal, Francisco Coss quedaba al frente de un insignificante grupo de fuerzas irregulares, que pagaría el estado; y Pablo González, a cuyas tropas continuaría pagando la federación, recibió órdenes de la superioridad militar para que movilizara sus fuerzas a los estados de Durango y Chihuahua. Carranza, a quien don Abraham González, gobernador de Chihuahua, le había dado noticias de la llegada de Francisco Villa a los Estados Unidos, tuvo conocimiento de que el fugitivo propalaba la especie de que se gestaba un cuartelazo en México; temeroso de que el movimiento subversivo estallara de un momento a otro, había advertido a Pablo González que, en el caso de que se iniciara la sublevación, al tener conocimiento de ello, se dirigiera inmediatamente a Saltillo, a fin de actuar como las circunstancias lo exigieran. González se encontraba en Julimes, Chih., al estallar el alzamiento felicista-reyista del 9 de febrero de 1913. El 9 de febrero, Carranza recibió el siguiente telegrama firmado por el general Ángel García Peña, secretario de Guerra y Marina: Núm. 80940. Hoy a la madrugada surgió movimiento sedicioso en que tomó parte la Escuela de Aspirantes; lo encabezaba General Reyes, terminando a las 10 a.m. en que fue dominada la situación. Sírvase

usted estar alerta y proceder con la energía que demanden las circunstancias, por si repercute en la jurisdicción de su mando. Firma, A. G. Peña.

Al recibirse el mensaje anterior en Saltillo era secretario general de Gobierno don Ernesto Garza Pérez y tesorero general Gustavo Villarreal. Carranza contaba solamente con las siguientes fuerzas: la gendarmería municipal de Saltillo, más 60 hombres a las órdenes de Cesáreo Castro y 28 a las de Francisco Coss. Este mismo día Madero se dirigió a Carranza en los siguientes términos: De Palacio Nacional, el día 9 de febrero de 1913. A las 11 a.m. Recibido en Saltillo a las 12:30 p.m. Señor Gobernador del Estado. Esta madrugada un grupo de aspirantes y algunos soldados de Artillería, encabezados por el general Mondragón, atacaron Prisión militar Santiago, libertando general Reyes; en seguida libertaron Félix Díaz y atacaron Palacio Nacional. En momento del ataque fue muerto general Reyes y la mayor parte de los que le seguían; Félix Díaz huyó sin saberse para dónde. Yo, con los Ministros, me encuentro en Palacio Nacional, mandando aprehender a los directores intelectuales. La tranquilidad se ha restablecido por completo en la ciudad; habiendo sido ligeramente herido comandante militar de la plaza, general Lauro Villar. Ha sido nombrado comandante militar el general de división Victoriano Huerta. Francisco I. Madero.

El día 10, el Gobierno Federal remitió la siguiente circular: Ayer, en la madrugada, Félix Díaz y general Gregorio Ruiz, con unos cincuenta alumnos de la Escuela de Aspirantes y un escuadrón del primer regimiento de Artillería, se posesionaron por sorpresa del Palacio Nacional; pero el general Villar y general García Peña los hicieron rendirse. Llegando a conocimiento del señor Presidente el asalto, se puso personalmente al frente de mil hombres y fue sobre Palacio, llegando a él en medio de los aplausos y vítores del pueblo. Antes de llegar el señor Presidente a Palacio, llegó el general Reyes, al frente de unos cuantos hombres, pidiendo la rendición de la tropa que

lo guarnecía; pero por toda contestación cargaron contra ellos, quedando allí muerto el general Reyes y prisionero general Gregorio Ruiz, quien fue fusilado en seguida. Falta sólo aprehender Félix Díaz, que se encuentra con cerca de trescientos hombres en la Ciudadela, sitiado por numerosas fuerzas del Gobierno, y antes de veinticuatro horas será sometido. El Senado y la Comisión permanente de la Cámara de Diputados, en sesión de ayer, acordaron por unanimidad conceder acción libre al Ejecutivo en los ramos de Hacienda y Guerra. El número de muertos y heridos hasta estos momentos no llega a 200. El señor Presidente tiene de su parte al pueblo de la capital, y protesta que sostendrá la legalidad del Gobierno constitucional en todas las formas que se requieran. El general Victoriano Huerta ha sido nombrado comandante general de la plaza y está cumpliendo con su deber.

Como se advierte, el contenido del documento anterior falseaba la verdad en aspectos importantes, pues no eran 300 hombres los que acompañaban a Félix Díaz en la Ciudadela, sino más de 1 000. Por otra parte, no ascendían a 200 los muertos habidos en el primer encuentro, sino que las víctimas sumaban más de 500, principalmente de individuos pertenecientes al pueblo, cuya curiosidad llevó a sus hombres a la muerte. Tampoco era cierto que el pueblo de la capital estuviera con el primer mandatario, pues hombres de todas las clases sociales se habían incorporado a los sublevados de la Ciudadela, a los que no se les había cortado el suministro de agua ni los servicios de luz y teléfonos. En este documento solamente destacan dos noticias importantes, a saber: que el señor Presidente estaba dispuesto a sostener la legalidad de su Gobierno en todas las formas que las circunstancias lo requirieran; y que Huerta había sido nombrado comandante general de la plaza y estaba cumpliendo con su deber. El 9 Carranza respondió a Madero como sigue: Saltillo, 9 de febrero de 1913. Sr. D. Francisco I. Madero, Presidente de la República. México, D. F. Su mensaje de hoy. Felicito a usted sinceramente por el triunfo obtenido la madrugada de hoy en esa capital sobre los amotinados,

encabezados por el general Mondragón, que trataron de derrocar a usted del Gobierno. Creo que no ha desaparecido todavía todo peligro y que sus enemigos intentarán un nuevo movimiento en el Norte, como he comunicado a usted en uno de mis mensajes anteriores. Salúdolo afectuosamente. El Gobernador, V. Carranza.

Don Venustiano dispuso que por medio de boletines se informara con veracidad al pueblo de Saltillo de los acontecimientos ocurridos en la capital de la República. En este mismo día Madero se dirigió a Pablo González, a Julimes, Chih., en los siguientes términos: Palacio Nacional, México, febrero 9 de 1913. Señor coronel D. Pablo González. Julimes (Chih.). Desmienta noticias alarmantes; situación igual, rebeldes siguen encerrados en la Ciudadela; yo acabo de regresar de Cuernavaca, trayendo dos mil hombres, y estamos preparando ataque. El Presidente de la República. Francisco I. Madero.

El 10, Blanquet y Madero se cruzaron los siguientes mensajes: Cuartel General de Toluca, 10 de febrero de 1913. Señor Presidente de la República. MUY URGENTE. He sabido que en México se dice que he defeccionado. Protesto enérgicamente contra esa falsa versión, y ruego a usted que esta mi protesta se haga pública. Respetuosamente. Aureliano Blanquet. Palacio Nacional, febrero 10. Señor General Aureliano Blanquet. Nunca he puesto en duda su lealtad. Hoy mando hacer rectificaciones. Francisco I. Madero.

Con esta fecha, Madero se dirigió a Carranza como sigue: De Chapultepec, México, el 10 de febrero de 1913. Recibido en Saltillo. Señor Gobernador del Estado. Desmienta rumores alarmantes. Situación igual. Rebeldes

encerrados Ciudadela; acabo regresar Palacio Nacional con dos mil hombres que traje de Morelos, y estamos preparando ataque. Francisco I. Madero.

Para este día ya Carranza había intuido que la asonada felicistareyista era más grave de lo que a primera vista parecía; por lo que dispuso que el jefe de Estadística de su Gobierno, capitán Francisco J. Múgica, partiera a la capital de la República para informarse personalmente, de visu, de la situación, a fin de que le transmitiera sus observaciones imparciales, particularmente respecto a la actitud que guardaban los jefes del Ejército Federal. Carranza deseaba que su emisario entrevistara al señor Madero, a quien debía ofrecerle el auxilio de todos los revolucionarios de Coahuila para sostener a su Gobierno, manifestándole que, en caso de no darle seguridades la capital del país, partiera al Norte, para trasladar los poderes a Saltillo, pues, si las circunstancias lo requerían, él, Carranza, estaba dispuesto a sostenerlo con una guerra como la de Tres Años, o más sangrienta y larga si era necesario librarla. Con estas instrucciones el día 11 Múgica salió a cumplir su misión. Con esta fecha, Pablo González, advirtiendo la gravedad de los sucesos, telegrafió a Carranza como sigue: Julimes, Chih., febrero 11 de 1913. Sr. V. Carranza. Saltillo, Coah. En vista de noticia recibida hoy de México y de observaciones que comuniqué a usted en mi carta fechada en Meoqui el día 5, salgo en estos momentos rumbo a Coahuila, sin órdenes y sin aviso al Cuartel General de Chihuahua. Teniente Coronel Pablo González.

Pero, según Jaime Gurza, el caso no era delicado: por lo que ni Madero ni sus ministros habían renunciado ni pensaban hacerlo, estando dispuestos a defender su Gobierno. Número 11. De México, el 11 de febrero de 1913, a las 11:10 p.m.

Recibido en Saltillo a las 11:40 p.m. Señor Gobernador del Estado. Domingo hubo levantamiento con intención derrocar Gobierno. Primer intento fracasó. General Reyes fue muerto al querer entrar al Palacio. Félix Díaz y general Mondragón posesionáronse Ciudadela y han sido reducidos a quedar en aquella plaza, donde están rodeados por numerosas fuerzas leales. Vienen más fuerzas con dirección a esta capital. Dirige operaciones general Huerta, quien cree que pronto dominará por completo situación. La ciudad está tranquila desde el domingo y resto República no hay novedad, excepción Oaxaca, donde hubo anoche un mitin felicista, que fue prontamente sofocado. De todas partes recibe mensajes de adhesión el Gobierno. Le participo estas noticias, para que no se deje sorprender por noticias exageradas que hacen circular los levantados. Ni el Presidente Madero ni sus ministros han renunciado, ni piensan hacerlo, dispuestos como están a defender la legalidad y cumplir con su deber. Saludo a usted muy atentamente. Jaime Gurza.

Como se ve, existía una gran discrepancia entre lo que pensaban el jefe de la Nación y sus cercanos colaboradores y lo que advertía, a distancia, el gobernador de Coahuila. Éste no tenía confianza en el Ejército Federal. Sabía que sus jefes eran antimaderistas reconocidos que solamente buscaban una oportunidad para restablecer los marcos del antiguo régimen dictatorial, por lo que Carranza se dispuso a tomar precauciones para afrontar la situación creada con el levantamiento de Félix Díaz y Bernardo Reyes y sus posibles complicaciones. Temía que Victoriano Huerta y todos los generales federales traicionaran a Madero. El 12 de febrero Madero y Gurza se dirigieron a Carranza en los siguientes términos: De México, Palacio Nacional, el 12 de febrero de 1913. Señor Gobernador del Estado. Durante el día de ayer y la noche, el cerco a los rebeldes se ha estrechado considerablemente. Fue demolido uno de los ángulos de la Ciudadela, causándoles pérdidas considerables. El número de desertores que ha salido de los rebeldes es cada vez mayor. Durante

noche fueron sacadas convenientemente numerosas piezas de artillería, que hoy en la mañana principiaron el bombardeo. Jefes militares que dirigen personalmente operaciones, opinan que es muy probable que hoy mismo sea reducida la Ciudadela; pero en todo caso, consideran seguro que mañana caerá. Sigo Palacio atendiendo todo y eficazmente ayudado por todos los Ministros y jefes. únicamente bajas sensibles que hemos tenido, son las del coronel Castillo, jefe del séptimo batallón; cuatro oficiales heridos, algunos soldados muertos y otros heridos. Francisco I. Madero. Número 18. De México, D. F., el 12 de febrero de 1913, a las 10:26 a.m. Recibido en Saltillo a la 1:45 p.m. Señor Gobernador del Estado. Ayer, martes, durante el día se tomaron posiciones ventajosas por fuerzas leales del Gobierno, alrededor de la Ciudadela, habiendo cañoneo nutrido con intervalos. General Huerta estrechó círculo, que ha comenzado ya, pues por evitar desgracias se suspendió durante la noche. Dada la superioridad en número de fuerzas leales, creo fundadamente que en el curso del día podré tener la satisfacción de comunicar a usted que esa plaza ha sido tomada. General Huerta procede con toda prudencia, asegurando todos sus movimientos. Resto República sin novedad y sin secundar levantamiento. Saludo a usted muy atentamente. El Secretario de Comunicaciones, Jaime Gurza.

Como se sabe, los acontecimientos más importantes desarrollados en la capital habían sido los siguientes: El domingo 9, coronando el complot fraguado en La Habana, Félix Díaz y Bernardo Reyes fueron libertados por Manuel Mondragón, Gregorio Ruiz y sus secuaces, alzados en cuartelada contra Madero. Una partida de sublevados se apoderó momentáneamente del Palacio Nacional. Éste fue recuperado por Lauro Villar, con fracciones del 24º batallón.[9] Bernardo Reyes pereció frente a Palacio al intimar la rendición a los defensores de la sede de los Poderes Federales. Gregorio Ruiz fue hecho prisionero y pasado por las armas. Rechazados los rebeldes y terminado el combate frente al Palacio Nacional la columna de sublevados comandada por Mondragón y Díaz se replegó por las calles del Reloj para tomar

las de Venezuela y Mina hasta doblar hacia el sur en las de Guerrero, para continuar por las de Bucareli. Al pie del Reloj Chino emplazaron los dos primeros cañones contra La Ciudadela y en una altura próxima dos ametralladoras. Díaz intimó la rendición del arsenal al general Rafael Dávila, jefe de la posición. Negada la rendición se combatió hasta la una de la tarde, en que cayó la plaza.[10] En ella las fuerzas rebeldes encontraron 40 cañones, 55 000 fusiles, 30 000 carabinas, 100 ametralladoras, 26 millones de cartuchos para máuser y otras muchas municiones. Hacia las tres de la tarde se operó la reconcentración de fuerzas leales, cuyo grueso eran corporaciones de rurales integradas por revolucionarios. A esa hora el Presidente partió hacia Cuernavaca para entrevistarse con el general Ángeles, a quien le ordenó movilizar sus efectivos para usarlos en el ataque a La Ciudadela. Como a las 5 de la tarde se recrudeció el tiroteo y los cañonazos de los rebeldes, para aterrorizar a la población. El lunes 10, los sublevados en el Arsenal ascendían a más de 1 500 hombres, con más cañones, ametralladoras, fusiles y municiones que las que podían contar todas las fuerzas adictas a Madero. Este día, los miembros del Cuerpo Diplomático empezaron a presionar al Presidente Madero para que pactara un armisticio con Félix Díaz, con el pretexto de dar garantías a los extranjeros y proteger la seguridad de los edificios de sus legaciones. El Congreso se reunió para conceder a Madero facultades extraordinarias en los ramos de Hacienda y Guerra. A las 6 de la tarde regresó de Cuernavaca el Presidente. Traía 2 000 hombres al mando de Felipe Ángeles. En los puestos de socorro había más de 1 000 heridos. Habían llegado de Celaya y de San Juan Teotihuacán dos regimientos de rurales, el 8º y 30º, circulando rumores de que los zapatistas se acercaban a Contreras para unirse a los sublevados de la Ciudadela. Madero nombró inspector general de Policía al mayor de caballería Benjamín Camarena.[11] El martes 11, a las 10, Huerta ordenó atacar la Ciudadela. La batalla duró 8 horas. Con verdadera estulticia, Ángel García Peña

sugirió a Huerta que utilizara las fuerzas rurales de caballería en ataques frontales al Arsenal. Las fuerzas atacantes fueron destrozadas, con fuego de ametralladoras y cañones. Los muertos habidos durante el día ascendieron a 200 y los heridos a 300. Las granadas felicistas tomaron como objetivo el Hospital Juárez. El miércoles 12, fue bombardeada la cárcel de Belén, de la que se evadieron los reclusos, muriendo muchos de ellos al pretender fugarse. Otros se incorporaron a la Ciudadela. Rubio Navarrete fue nombrado comandante de la Artillería. Después se supo que la acción de los cañones federales no hizo daños en la posición de los rebeldes por error o mala fe de los servidores de la artillería maderista. Mediada la mañana, el embajador de los Estados Unidos y los ministros de Alemania, Inglaterra y España, pidieron al Presidente que se estableciera una zona neutral, para que en ella se refugiaran los extranjeros. La ciudad carecía de vigilancia y luz; pero no hubo un solo acto de pillaje. Durante las treguas muchos de los habitantes de las zonas expuestas a los fuegos de los contendientes, huían hacia otros puntos de la ciudad o salían de ella buscando refugio en las poblaciones próximas. Los artículos de primera necesidad escasearon desde el primer día y los comerciantes extranjeros elevaron los precios en términos exorbitantes, a pesar de que los almacenes de la ciudad estaban llenos de víveres; en cambio, los tahoneros españoles introdujeron a la ciudadela pan, leche, vinos y viandas finas. A la media noche, la Ciudadela recrudeció el fuego de su artillería y ametralladoras, en una nueva demostración de fuerza. El jueves 13, el duelo de artillería que se inició a las 9 de la mañana asumió caracteres extraordinarios conforme pasaron las 3 horas y media que duró su primera etapa. Los cañones del general Ángeles causaron graves daños en las colonias Cuauhtémoc y Juárez. La batería gobiernista establecida en el Teatro Nacional atrajo el fuego enemigo sobre los clubes Alemán y Americano. Un proyectil de los felicistas cayó cerca de la Puerta Mariana matando

a varios soldados. Los fuegos de la Ciudadela acallaron la batería maderista situada en el Hotel Imperial. El bombardeo se reanudó a las 4 de la tarde y concluyó a las 7 de la noche en su segunda etapa. Las fuerzas felicistas habían ampliado su radio de acción hasta las proximidades de la estatua de Carlos IV. El tiroteo con ametralladoras y fusiles se mantuvo intermitente entre las 7 y las 11 de la noche, hora en que se recrudeció uniéndose a su estrépito el trueno de los cañones y el tableteo de las ametralladoras. El fuego se prolongó hasta cerca de las 2 de la mañana del día siguiente. Las peores bajas las sufrieron los gobiernistas de los cuerpos rurales y del 2º y 7º batallones de línea. El viernes 14 los fuegos se rompieron a las 6:15 de la mañana, aumentando poco a poco en intensidad. El cañoneo era terrible. La batería de Rubio Navarrete, en estación Colonia, se negó a bombardear la Ciudadela. La batería de Ángeles continuó dañando las colonias Cuauhtémoc y Juárez. Este día llegó a México Aureliano Blanquet. Acantonó sus tropas en la calzada de la Verónica, pero el capitán Juan Francisco Barrios defeccionó con dos compañías y su dotación de ametralladoras incorporándose a los felicistas. El capitán Agustín Figueras, jefe de la artillería de la columna de Blanquet, quien había de ultimar al vicepresidente Pino Suárez y llegar a general zapatista, entró en comunicación con los rebeldes anunciándoles su adhesión, para realizarla en un momento oportuno. Este día Ángel García Peña fingió amenazar a Félix Díaz con pasarlo por las armas cuando tomara la Ciudadela, si sus cañones continuaban batiendo la ciudad inerme. Por su parte, León de la Barra, informaba públicamente que: El lunes en la noche dirigí una carta al señor presidente Madero, en la cual le manifesté que, inspirado en sentimientos de patriotismo y humanidad, le expresaba mi disposición de servir como intermediario entre el Gobierno y los revolucionarios para encontrar una solución que evitara la efusión de sangre de hermanos en nuestra Patria. El señor Presidente a la medianoche de ese día (lunes 10) me envió

la respuesta, indicando que no estaba dispuesto a tratar con los rebeldes. Anoche, continuó el señor de la Barra (es decir el día 13) tuve en la Legación de Inglaterra una conferencia con el señor general Ángeles, que había estado a ver al señor Stronge para tratar del cambio de colocación de unos cañones situados frente al edificio que ocupa la representación de Inglaterra. Hablé con el señor general Ángeles y en el curso de la conversación se trató de la posibilidad de llegar al acuerdo ansiado por todos. El señor general Ángeles transmitió al señor presidente Madero dicha conversación, y hoy en la mañana, a las diez, fue en automóvil el citado militar a mi domicilio actual en la tercera calle de la Rosa para suplicarme, en nombre del señor Presidente, que me sirviera pasar al Palacio Nacional. En la entrevista, que fue bastante larga, quedé autorizado para hablar con los señores generales Díaz y Mondragón, a efecto de que se concertara un armisticio y se nombraran dos comisionados por cada parte que estudiaran la forma de solucionar el conflicto. En un automóvil de la Secretaría de Guerra y acompañado de mi hermano el ingeniero Luis de la Barra y del señor capitán Cueto, que llevaba bandera blanca, me trasladé a la Ciudadela. Se detuvo el automóvil hasta la calle de Dinamarca, desde donde continué a pie, entrando a la Ciudadela por la puerta suroeste. Poco después de que el señor Cólogan, ministro de España, salía de la Ciudadela, conferencié con los señores generales Díaz y Mondragón, durando la entrevista como una hora. En ella expuse las difíciles condiciones actuales del país, tan amargas para quienes aman a su Patria, y la proposición relativa al nombramiento de comisionados. Los señores generales Díaz y Mondragón, aun cuando tuvieron en cuenta el peligro internacional que les presenté, me ratificaron lo que habían dicho ya al señor ministro Cólogan: Que no podían concertar un armisticio, agregando que las negociaciones sólo podían iniciarse en forma, siempre que les sirviera de base la renuncia previa del señor presidente Madero, del señor Vicepresidente y del Gabinete. Entonces, terminó el señor de la Barra, regresé a Palacio y conferencié con el señor Madero, quien estaba acompañado de algunos secretarios de Estado, y al hacerle presente el resultado de mi misión, me manifestó que por ningún motivo se hallaba dispuesto a dimitir.

En esta misma fecha los senadores Juan C. Hernández, Ricardo Guzmán, Jesús Flores Magón, Guillermo Obregón, Víctor Manuel Castillo, Luis C. Curiel, Carlos Aguirre, Francisco León de la Barra, Sebastián Camacho, Emilio Rabasa, Rafael Pimentel y Tomás Macmanus, se reunieron en la casa de Camacho para deliberar sobre la necesidad de pedir sus renuncias al Presidente y Vicepresidente de la República y a los miembros de su Gabinete. La reunión debía efectuarse el sábado siguiente, día 15. Con esta fecha, Madero se dirigió a Taft, presidente norteamericano: Palacio Nacional, 14 de febrero de 1913. Sr. W. H. Taft; Presidente de los Estados Unidos de América. Washington. He sido informado que el Gobierno que Su Excelencia dignamente preside, ha dispuesto salgan rumbo a las costas de México buques de guerra con tropas de desembarque para venir a esta capital a dar garantías a los americanos. Indudablemente los informes que usted tiene y que le han movido a tomar tal determinación, son inexactos y exagerados, pues las vidas de los americanos en esta capital no corren ningún peligro si abandonan la zona de fuego y se concentran en determinados puntos de la ciudad o en los suburbios, en donde la tranquilidad es absoluta y en donde el Gobierno puede darles toda clase de garantías. Si usted dispone que así lo hagan los residentes americanos en esta capital según la práctica establecida en un mensaje anterior de usted, se evitaría todo daño a las vidas de los residentes americanos y extranjeros. En cuanto a los daños materiales de las propiedades, el Gobierno no vacila en aceptar todas las responsabilidades que le corresponden según Derecho Internacional. Ruego, pues, a Su Excelencia ordene a sus buques no vayan a desembarcar tropas, pues esto causará una conflagración de consecuencias más vastas que la que se trata de remediar. Aseguro a Su Excelencia que el Gobierno está tomando todas las medidas a fin de que los rebeldes de la Ciudadela hagan el menor daño posible, y tengo esperanzas de que pronto quede todo arreglado. Es cierto que mi patria pasa en estos momentos por una prueba terrible, y el desembarque de fuerzas americanas no hará sino empeorar la situación, y por error lamentable, los Estados Unidos harían un mal terrible a una nación que siempre ha sido leal y amiga y contribuirían a dificultar en México el

establecimiento de un Gobierno democrático semejante al de la gran nación americana. Hago un llamamiento a los sentimientos de equidad y justicia que han sido la norma de su Gobierno, y que indudablemente representa el sentimiento del gran pueblo americano, cuyos destinos ha regido con tanto acierto. Francisco I. Madero.

Los buques de guerra norteamericanos anclados frente a las costas de México recibieron el siguiente mensaje: Sesión del Senado americano duró toda la noche. Terminó a las dos de la mañana, acordándose la no intervención en los asuntos de México.

El sábado 15, entre 2 y 3 de la mañana, principió el duelo de la artillería. Poco después las ametralladoras y los fusiles entraron en acción. El día anterior el ministro de Relaciones, Pedro Lascuráin, se dirigió al vicepresidente del Senado en los siguientes términos: Por acuerdo del C. Presidente de la República, tengo el honor de suplicar a usted se sirva convocar a una sesión secreta extraordinaria del Senado, en la cual el Ejecutivo de la Unión, informará acerca de la situación actual. Espero se servirá usted comunicarme la hora en que los CC. senadores se reunirán en el local de la Cámara; a fin de proporcionarles las seguridades debidas y de que concurra a la sesión el secretario de Estado que suscribe y que informará en nombre del Ejecutivo. Pedro Lascuráin.

La reunión se celebró en la Cámara de Diputados. Principió a las 7 y terminó a las 11 de la mañana. Lascuráin había informado a los senadores que la situación del país, según el señor Madero, era muy grave, por lo que él y Ángel García Peña habían aconsejado al Presidente que renunciara, "porque ésta era la única solución conveniente y patriota para el país". También informó que a la 1 de la mañana se había reunido el Cuerpo Diplomático en la Embajada Norteamericana, a invitación expresa

de Henry Lane Wilson, quien había manifestado a los representantes extranjeros que los buques de guerra estadunidenses que se dirigían hacia las costas mexicanas tenían instrucciones de su Gobierno de desembarcar sus tropas en nuestros puertos, con la consigna de dirigir parte de sus efectivos hacia la capital de la República. Como se verá, la información carecía de veracidad. Era un ardid del embajador yanqui para sorprender la ignorancia y el temor de los senadores y de otros funcionarios de Madero. Lascuráin también manifestó que el viernes en la mañana Madero le había encomendado a Cólogan, ministro de España, y a de la Barra, que se acercaran a Mondragón y Díaz para pactar un armisticio y buscar un arreglo del conflicto. Que la respuesta de los sublevados había sido terminante en el sentido de que el único arreglo de la cuestión se fundaría en las renuncias de Madero, Pino Suárez y los miembros de su Gabinete. En consecuencia, el Senado acordó lo siguiente: El C. senador José Diego Fernández expuso que la inminente gravedad de la situación no consiente esperar la preparación de un dictamen, ni largas tramitaciones reglamentarias. La determinación que se impone, la que debe adoptar el Senado sin pérdida de tiempo, es la de aprobar los acuerdos que siguen: Primero. Consúltese al Presidente de la República en nombre de la suprema necesidad de salvar la Soberanía Nacional, que haga dimisión de su alto cargo. Segundo. Hágase igual consulta al C. Vicepresidente de la República. Tercero. Nómbrese una comisión que haga saber al señor presidente Madero y al señor vicepresidente Pino Suárez, los acuerdos adoptados. Las proposiciones anteriores fueron aprobadas por unanimidad de los veinticinco senadores presentes, en votación nominal. El señor Secretario de Relaciones Exteriores indicó la conveniencia de que todos los senadores presentes se trasladen al Palacio Nacional, para comunicar a los señores Madero y Pino Suárez los acuerdos de que se trata, lo que fue aprobado unánimemente.

Veinticinco senadores se dirigieron a Palacio. Los encabezaba el secretario de Relaciones. Fueron recibidos por Ernesto Madero, al que acompañaban Manuel Bonilla y Jaime Gurza. Ernesto Madero dijo que no tenía la representación del Presidente de la República, por lo que no hablaba en su nombre. Pero que, no obstante, tenía el agrado de informarles que la situación general en la República era de tranquilidad, pues, a excepción de la falsa alarma que había producido en Puebla la defección del coronel Pradillo, no existía amenaza interna o externa contra la nación, ya que se tenía confianza en que Taft, presidente de Estados Unidos, revocaría la orden de desembarcar tropas yanquis en nuestros puertos y de que Huerta reduciría al orden a los facciosos de la capital. Respondieron a Ernesto Madero, Gumersindo Enríquez y Diego Fernández, pidiendo la renuncia del Presidente, el Vicepresidente y el Gabinete, aduciendo que sin ello no volvería la paz a la República.[12] Los senadores acordaron levantar un acta, a fin de informar a la nación del resultado de sus esfuerzos para lograr la renuncia de Madero y cumplir a satisfacción los anhelos de Félix Díaz y Mondragón. En esta fecha quedó patente que tanto el Senado como los miembros del Poder Judicial estaban en contra de Madero. Como a las 11 de la noche, se desató el cañoneo de los sublevados a cuyas piezas respondió la artillería maderista. El domingo 16, el Cuerpo Diplomático logró pactar un armisticio de 24 horas, que comenzaron a contarse de las 2 de la mañana de ese día y terminaría a la misma hora del lunes, para que los no combatientes abandonaran la ciudad; pero a las 2 de la tarde, rompiendo lo pactado, la Ciudadela abrió el fuego, porque los ministros extranjeros no pudieron obtener permiso de Madero para permitir la introducción de víveres en el recinto de los alzados. Gustavo Madero, al fin, logró en esta fecha que el Presidente comenzara a actuar contra los enemigos de su Gobierno. De la Barra se refugió en la legación inglesa.

En esta fecha, Rubio Navarrete recibió la siguiente orden: Al comandante general de Artillería, coronel Guillermo Rubio Navarrete: Dispone el C. general Comandante Militar que mañana al despuntar el día, rompa usted el fuego de la artillería sobre la Ciudadela, procurando hacerle el mayor daño posible y sosteniéndose para que la infantería pueda acercarse lo más posible para dominar las posiciones del enemigo. México, febrero 16 de 1913. El general en Jefe J. Delgado.

Su respuesta fue como sigue: Al C. General en Jefe: Tengo el honor de participar a usted en contestación a su superior orden del Comandante Militar "rompa mañana el fuego de Artillería sobre la Ciudadela procurando hacerle el mayor daño posible y sosteniéndose para que la infantería pueda acercarse lo más posible para dominar las posiciones del enemigo". El daño que podría hacerse al edificio de la Ciudadela será de poca importancia por las siguientes razones: 1ª La artillera tiene, en Almacenes y Depósitos, granadas de balas (Shrapnel) y granadas torpedos, y ambas clases de municiones son insuficientes para producir el daño necesario de la posición, pues no hay sino sesenta torpedos con los que no se puede perjudicar al edificio, pues ninguna de las trayectorias actuales tocan los muros verticales, no pudiendo por consiguiente abrir brechas, y los efectos de los proyectiles serán sobre la azotea del edificio. 2ª La falta de comunicación telefónica con un buen observatorio hace que hasta hoy sea imposible que la artillería pueda emplear con eficacia las granadas de balas, pues los actuales puntos de observatorio sólo permiten distinguir la chimenea de la Ciudadela sin poder precisar la colocación de sus defensores, pues éstos se encuentran en las calles adjuntas, las cuales para ser desalojadas necesitarían ser batidas en toda extensión, lo que acarrearía un gran consumo de proyectiles. Además, los defensores podrán estar a cubierto durante el bombardeo para tomar sus puestos cuando la artillería se vea obligada a acallar sus fuegos por la aproximación de las tropas enemigas al edificio. La línea telefónica de artillería no está aún terminada y esto hace imposible la dirección única de los fuegos de artillería, lo cual es

indispensable para abrir y callar los fuegos en el momento preciso. 3ª La falta de una determinación precisa del sector de ataque obligará a la artillería a diseminar mucho sus fuegos y a disminuir su eficacia. Creo de mi deber hacer a usted presente las circunstancias anteriores para que, dándome a conocer el proyecto de ataque, pueda yo poner a la artillería en condiciones de cumplir su misión, es decir: Destruir los obstáculos que se opongan a la marcha de nuestra infantería haciendo posible la ocupación de la posición, pues el bombardeo por sí solo obligará al enemigo a desalojarla. Tengo el honor, mi General, de hacer a usted presentes mi subordinación y respeto. México, febrero 16 de 1913. El comandante general de Artillería, coronel Guillermo Rubio Narvarrete.

Después, los jefes militares de la plaza acordaron lo siguiente: En la ciudad de México, a los 17 días del mes de febrero de 1913, reunidos en la Comandancia Militar, el C. general Secretario de Guerra y Marina, Ángel García Peña, el Comandante Militar de México, de igual empleo, Victoriano Huerta, el general de brigada, José Delgado, Segundo Jefe de Operaciones el último, el general brigadier Jefe del Estado Mayor del mismo, Alberto Yarza y el coronel García Hidalgo, Jefe del Estado Mayor del general Huerta, con el objeto de analizar detenidamente el resultado probable que pudiera alcanzarse con la disposición de la superioridad para bombardear la Ciudadela, con objeto de lograr la rendición de las fuerzas rebeldes que la defienden y teniendo en consideración las opiniones contrarias al bombardeo que por escrito presentó el Comandante General de Artillería, coronel Guillermo Rubio Navarrete y las cuales se adjuntan a esta acta, se acordó por unanimidad de votos lo siguiente: 1º El bombardeo de la Ciudadela no es conveniente porque en vista de los efectos del material moderno de artillería, los resultados serían casi insignificantes, como lo demuestra el hecho irrefutable de que los rebeldes han efectuado el bombardeo del Palacio Nacional y no obstante el número de proyectiles que han disparado sobre él y que puede estimarse aproximadamente en unos quinientos, los efectos conseguidos son insignificantes, pues solamente veinte impactos repartidos entre el frente y la superficie, son de alguna importancia, sin que hayan conseguido que un solo proyectil haya hecho explosión en el

patio principal, que es bastante amplio y respecto al número de hombres tocados, un muerto y cuatro heridos es igualmente insignificante, dado el número de proyectiles disparados. En vista de lo anterior y comparando las condiciones del Palacio Nacional con la Ciudadela, se ve que tiene aproximadamente la mitad de la altura y superficie del primero y que por lo tanto las probabilidades de hacer que la toquen, quedan reducidas a la mitad y que, como ha sucedido, los mayores destrozos se han efectuado en los edificios de las calles que están en la línea que une estos dos puntos y no en el Palacio Nacional, lógicamente se deduce que efectos semejantes se verificarán en los edificios que rodean a la Ciudadela, lo que sería muy desfavorable para la reputación del Ejército y no conseguiría el efecto que se pretende, pues quedaría casi intacto como ha quedado el Palacio Nacional, pudiendo concretarse la opinión a la siguiente frase: "Bombardearon la Ciudadela y nada lograron pues no la pudieron destruir", lo que en la opinión pública vulgar, y aun del sensato daría por resultado el ridículo para el Ejército y especialmente para el arma de artillería, que en todas las potencias militares del mundo goza de la opinión de estar muy adelantada, tanto por la excelencia del material moderno, como por la instrucción profunda del personal técnico encargado de manejarla, y este ridículo debe evitarse muy juiciosamente. 2º Se substituye el bombardeo de la expresada Ciudadela, con las operaciones de aproche, circunscribiendo dicho edificio a un amplio perímetro rectangular, al principio, el cual deberá irse estrechando sucesivamente. Para el efecto, cada lado del rectángulo quedará encomendado a un general que tenga a sus órdenes fuerzas de las tres armas y con la consigna de avanzar, conforme a las reglas de la guerra, a fin de estrechar el cerco, dejando bajo su responsabilidad los detalles de la ejecución. Cada lado deberá contar con una reserva conveniente y establecer en el lugar más adecuado su parque para las municiones, y también establecerá un puesto de socorros para atender como es debido a los heridos. 3º Los jefes encargados del ataque procurarán muy cuidadosamente establecer y conservar el contacto con las fuerzas de los lados adyacentes al suyo. 4º La artillería deberá enfilar las calles perpendiculares a sus lados, pero de una manera tan prudente, que eviten con todo cuidado el ir a contrabatirse, obrando en cuanto al emplazamiento de la artillería de manera que se aprovechen además de los escudos de las piedras, de

las obras de terracería, para defender tanto éstas como a los sirvientes. De las anteriores bases se deduce que, estrechándose hasta el último límite del cerco, el General en Jefe quedará en libertad, en vista de las circunstancias, de tomar la resolución que juzgue más conveniente para lograr la rendición de la Ciudadela o determinar el asalto. En vista del uso que el enemigo ha hecho de las ametralladoras se procurará atacarlas prudentemente, derribando los lugares en que estén colocadas. 5º Las fuerzas sobrantes de que se disponga se organizarán en una o más reservas a fin de auxiliar oportunamente a cualquiera de las fuerzas de los lados del rectángulo que sea necesario. Los Generales y Jefes mencionados al principio de esta acta, estiman como circunstancias muy importantes y trascendentales: 1º Que se procure alcanzar el fin que se propone el C. Presidente de la República pero dejando en absoluta libertad al General en Jefe encargado de las operaciones, pues por su categoría y conocimientos, a él solo incumbe toda la responsabilidad del resultado, y 2º Que una vez aprobados los procedimientos que se proponen, no se varíen en lo esencial ni sean motivo de discusión, sino dejando a cada Jefe la libertad en la ejecución y que las órdenes que dicte, sean ciegamente obedecidas. Con lo que se dio por terminada la presente Junta levantándose el acta por duplicado y para los efectos que hubiere lugar. El Coronel, Jefe del Estado Mayor, Carlos García Hidalgo. El General Brigadier, Alberto Yarza. El General de Brigada, J. Delgado. El general Comandante Militar, Victoriano Huerta. El general Secretario de Guerra y Marina, Ángel García Peña.

La verdad es que, para tomar el sitio ocupado por los sublevados, desde el primer día debió haberse circunvalado la posición, cortándole todos los suministros de agua, luz y víveres; atacándola perforando los muros de los edificios aledaños y bombardeándola con las 40 000 bombas que había almacenadas en la Fábrica Nacional de Pólvora de Santa Fe. Una medida radical, cruenta, que no adoptó el comandante militar de la plaza, hubiera sido lo adecuado para aniquilar a los rebeldes. El lunes 17, Félix Díaz declaraba que él luchaba por la patria y

por la causa del pueblo mexicano. A esta declaración respondería más tarde el embajador norteamericano: "¡Viva Félix Díaz, el ídolo de los extranjeros!" Con esta fecha, Taft respondió a Madero lo siguiente: Por el texto del mensaje de Vuestra Excelencia que recibí el día 14, se desprende que ha sido mal informado respecto a la política de los Estados Unidos hacia México, la que por dos años ha sido uniforme, así como también respecto a las medidas navales o de cualquier otra índole que hasta aquí se han tomado, medidas que son de precaución natural, y ya el Embajador me telegrafió que cuando Vuestra Excelencia fue bastante bondadoso de mostrarle su telegrama dirigido a mí, le hizo notar este hecho: En consecuencia, Vuestra Excelencia debe estar advertido de que los informes que parece le han llegado relativos a que ya se han dado órdenes para desembarcar fuerzas, han sido inexactos. Sin embargo el embajador, que está plenamente informado, ha recibido nuevas instrucciones para proporcionar a Vuestra Excelencia las informaciones que desee. Juzgo innecesarias nuevas seguridades de amistad a México, después de dos años de pruebas de paciencia y buena voluntad. En consideración a la especial amistad y a las relaciones existentes entre ambos países, no puedo llamar lo bastante la atención de Vuestra Excelencia, sobre la vital importancia del pronto restablecimiento de esa paz real y orden que este Gobierno tanto ha esperado ver establecidos, ya porque los ciudadanos americanos y sus propiedades deben ser protegidos y respetados, cuanto porque esta nación simpatiza profundamente con las aflicciones del pueblo mexicano. Recíprocamente a la ansiedad manifiesta en el mensaje de Vuestra Excelencia, creo de mi deber añadir sinceramente y sin reserva, que el curso de los acontecimientos durante los dos últimos años y que hoy culminan en una situación muy peligrosa, crea en este país un pesimismo extremo y la convicción de que el deber imperioso de estos momentos, está en aliviar pronto la actual situación. William H. Taft.

El martes 18, el cañoneo y los disparos de ametralladoras y fusiles disminuyeron un tanto durante el principio de la mañana, opacándose poco a poco después.

Madero ordenó a Huerta que "…esta noche, aunque sólo quede un soldado, dará usted el asalto a la Ciudadela. Espero que su parte de novedades me comunique la noticia de que la posición rebelde está en poder de las fuerzas del Gobierno". —"Cumpliré sus órdenes, señor Presidente" —respondió Huerta. Hizo un saludo al Primer Mandatario y se retiró. El general porfirista ya tenía decidido traicionar a Madero ese mismo día. A las 10 de la mañana la Ciudadela comenzó a dirigir sus disparos contra el Palacio Nacional. Mondragón y Díaz sí estaban animados del propósito de utilizar sin miramientos toda su artillería. Un oficial de las fuerzas de Blanquet se trasladó a la comandancia militar de la plaza para comunicarle a Huerta que Félix Díaz estaba dispuesto a convertir en escombros la ciudad. Entonces Huerta determinó hacer prisioneros a Madero, Pino Suárez y a su Gabinete, para recoger el fruto de la traición de Félix Díaz y Mondragón. Desde el día 15, lo que quedaba de las fuerzas de Blanquet formaba parte de la guarnición de Palacio. Huerta conversaba frecuentemente con Blanquet, a solas, acusando a Madero de irresponsable y egoísta. Poco a poco sembraba en el corazón del jefe del 29º batallón la animosidad contra el Presidente de la República. Huerta ya tenía trazadas las disposiciones para aprehender al Presidente y entregar a Gustavo a Félix Díaz, en un pacto de sangre con éste. Hacia mediodía Gustavo Madero invitó a Huerta a comer. Éste fingió aceptar. El banquete tendría lugar en el restaurante Gambrinus. Huerta, obrando motu proprio, dio órdenes a Blanquet de que tan pronto como se presentara Ángeles en la comandancia militar, lo hiciera prisionero. "Una vez cumplida esta orden —agregó Huerta— manda usted una fuerza para que intime la rendición a Madero y a todo su Gabinete, poniéndolos presos hasta que renuncien todos ellos. Esto lo hago de acuerdo con las Cámaras y el Cuerpo Diplomático. Todo está prevenido y arreglado." Entonces Blanquet se dirigió a Riverol e Izquierdo ordenándoles que con una fuerza de 50 hombres subieran a los salones

presidenciales para detener a Madero y a los miembros de su Gabinete. "Vaya usted por las escaleras" —dispuso Blanquet. El ingeniero Enrique Cepeda, representando a Huerta, acompañaba a los aprehensores del Presidente. Huerta, siguiendo los consejos del embajador norteamericano, precipitó los acontecimientos debido a que supo que el Gobierno de los Estados Unidos no iba a intervenir en México. Esta noticia, al ser conocida en el país, afirmaría la posición política de Madero. Por tal razón, decidió actuar sin demora. Consumada la traición en Palacio, las víctimas quedaron detenidas en la intendencia del recinto presidencial bajo la custodia de soldados del 29º batallón, al mando de Blanquet. En tanto, Gustavo Madero y el intendente Bassó fueron llevados a la Ciudadela por órdenes de Huerta. Los condujeron los capitanes Luis Fuentes, José Posada Ortiz, Agustín Figueras y Federico Revilla Brockman. Recibió a los prisioneros el capitán Rafael Romero López. Ocón, Díaz y Mondragón, ordenaron el asesinato de los detenidos. Al regresar Huerta a Palacio, su primera disposición fue nombrar a Blanquet comandante militar de la plaza y lo ascendió a General de Brigada. Hasta este momento Blanquet ignoraba que aún no estaban completamente de acuerdo, en la repartición de los despojos del Gobierno Federal, Huerta y los sublevados de la Ciudadela. El convenio se pactó después en la Embajada Norteamericana, bajo la supervisión de Henry Lane Wilson. Huerta asumió el mando supremo de la República, y lanzó el siguiente comunicado: En vista de las circunstancias dificilísimas por que atraviesa la Nación, y muy particularmente en estos últimos días la capital de la República, la que por obra del deficiente Gobierno del señor Madero bien se puede calificar su situación casi de anarquía, he asumido el Poder Ejecutivo, y en espera de que las Cámaras de la Unión se reúnan desde luego para determinar sobre esta situación política actual, tengo detenidos en el Palacio Nacional al señor Francisco Madero y su Gabinete, para que, una vez resuelto ese punto y tratando de conciliar

los ánimos en los presentes momentos históricos, trabajemos todos en favor de la paz, que para la Nación entera es asunto de vida o muerte. Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo a 18 de febrero de 1913. El General Comandante Militar Encargado del Poder Ejecutivo. V. Huerta.

Como se ve, ya Huerta se titulaba a sí mismo "General comandante militar Encargado del Poder Ejecutivo". Esto es, su sueño de alcanzar la Presidencia de la República, se había realizado. Inmediatamente después, el general infidente entrevistó a su mentor, el embajador norteamericano, para informarle de la prisión de Madero y sus acompañantes y pedirle a Wilson que, a su vez, ejecutara la parte que le correspondía tomar en el complot. Entonces Wilson se comunicó con Díaz, notificándole los últimos sucesos ocurridos. En la información destacaba la exaltación de Huerta al Poder Ejecutivo de la Nación. Díaz se mostró inconforme; pero el embajador yanqui lo conminó con las siguientes palabras: "Señor general: No puedo permitir que se siga cañoneando la ciudad; o acepta usted al general Huerta como presidente interino de la República u ordeno que vengan a la capital los marinos norteamericanos que están en Veracruz, y usted, general, será el responsable de la intervención". Huerta y Díaz se reunieron a solas con Wilson y se firmó el conocido Pacto de la Embajada, mal llamado de la Ciudadela. El maridaje entre Huerta, Mondragón y Díaz, concertado por el embajador norteamericano Henry Lane Wilson y otros representantes extranjeros, quedó completamente roto, subrepticiamente, cuatro meses después. Huerta eliminaba a Mondragón y a Díaz del panorama político. Díaz y Mondragón iban más lejos: deseaban eliminar a Huerta del mundo de los vivos.[13] Ocho meses después de haberse confabulado para asesinar al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez, Huerta, vencedor en el conflicto suscitado entre él y sus cómplices de crímenes, obligaba a Félix Díaz a abandonar el país, único medio por el que el fugitivo lograba salvar la vida escapando, en un

buque de guerra norteamericano, de las garras de su vesánico enemigo: El general Díaz se rehusaba a salir del puerto como se lo sugeríamos sus amigos, pero ante nuestra insistencia, accedió a salir por las azoteas de las casas contiguas al hotel, en compañía de Cecilia Ocón y del licenciado José Bonales Sandoval. En la madrugada del lunes 27 de octubre, a bordo de un bote que para el efecto había preparado el corresponsal del New York Herald Mr. Alexander J. Williams, dirigióse al cañonero Wheeling que se hallaba fondeado en aquel puerto. Como los esbirros de Huerta dirigidos por Villavicencio notaran una gran tranquilidad dentro del hotel Alemán, en la madrugada del lunes, irrumpieron precipitadamente para capturar al general Díaz cumpliendo la consigna recibida en la noche anterior, y darle muerte; pero afortunadamente ya era tarde, pues el general se hallaba a salvo de su gratuito enemigo, el usurpador Huerta. Ibid., p. 322.

Como se ve, ya los felicistas, mondragonistas y otros "istas" denominaban USURPADOR a Huerta, justo adjetivo con el que lo encuadrara históricamente, el primero entre todos los revolucionarios don Venustiano Carranza. Mientras estos acontecimientos se desarrollaban en la ciudad de México, el día 17 de febrero Carranza expidió el siguiente decreto, para arbitrarse fondos, pues estaba decidido a formar tropas que acudieran en auxilio de Madero y a mantener la soberanía de su estado si se agravaba el desorden en la República: Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes, sabed: Que el Congreso del mismo ha decretado lo siguiente: El XXII Congreso Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, decreta: Número 1487

Artículo 1º Se faculta al Ejecutivo del Estado para que contrate un empréstito fraccionado o en conjunto, hasta de trescientos mil pesos, en las mejores condiciones de pago e intereses que las circunstancias se lo permitan. Artículo 2º El Ejecutivo del Estado dará cuenta en el próximo periodo de sesiones ordinarias del Congreso, del uso que hubiere hecho de la autorización que se le concede en el artículo anterior. Dado en el Salón de Sesiones del H. Congreso del Estado, en Saltillo, a los 17 días del mes de Febrero de 1913. El Presidente, A. Barrera. Primer Secretario, J. Sánchez Herrera. Segundo Secretario, Gabriel Calzada. D. S. Imprímase, comuníquese y obsérvese. Saltillo, 18 de Febrero de 1913. V. CARRANZA. E. GARZA PÉREZ, secretario.[14]

El gobernador de Coahuila preveía sagazmente que el Ejército Federal no terminaría sus acciones antigobiernistas con los levantamientos metropolitanos, sino que probablemente haría estallar otras sublevaciones en el interior del país, particularmente en la frontera, donde se mostraban activos los enemigos del régimen maderista. Además, ya tenía conocimiento de las intrigas urdidas para pedir la renuncia del Presidente, acción en la que estaban coludidos la mayoría de los senadores, parte de los diputados, casi todos los jefes militares y la mayoría de los inversionistas y diplomáticos extranjeros. También sabía que el presidente Taft había respondido a Madero negando que su Gobierno tuviera decidido intervenir militarmente en México. El día 18, Carranza recibió el conocido comunicado, que rezaba: Autorizado por el Senado he asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el Presidente y su Gabinete.

Carranza recibió el mensaje en Saltillo. Su reacción inmediata fue de violenta indignación. Reunió en su casa a varios diputados de la Legislatura Local y a otras personas para darles a conocer el texto del documento y proponerles el desconocimiento de Huerta,

pues con justicia calificó de viciosa la elección del general porfirista, tanto más cuanto que éste afirmaba que era el Senado el que lo exaltaba a la primera magistratura del país. Carranza dijo a los asistentes, que él, como gobernador constitucional de Coahuila, no podía aceptar el nombramiento de Huerta como Presidente de la República, por dos razones principales: primera, porque el Senado carecía de facultades para hacerlo; y, segunda, porque la llegada de Huerta a la Presidencia era resultado de un alzamiento militar y de una traición al presidente de la República. Agregó que todos los gobernadores estatales y los jefes del Ejército Federal estaban obligados por la Ley a desconocer a Huerta; que él estaba decidido a recurrir a las armas si se hacía necesaria la guerra para restablecer el orden constitucional. El mandatario coahuilense exhortó a las personas que lo escuchaban, en particular a los diputados locales, para que, de acuerdo con sus deberes e investidura, tomaran la determinación decorosa y legalista que requería el caso. Disuelta la reunión, envió al Congreso la siguiente comunicación: Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza. República Mexicana. Sección tercera. Número 5 565. Con fecha de ayer, y procedente de México, recibí el siguiente telegrama del general Victoriano Huerta: "Autorizado por el Senado, he asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el Presidente y su Gabinete. V. Huerta." El telegrama preinserto es por sí solo insuficiente para explicar con claridad la delicada situación por que el país atraviesa; mas como el Senado, conforme a la Constitución, no tiene facultades para designar el Primer Magistrado de la Nación, no pudo legalmente autorizar al general Victoriano Huerta para asumir el Poder Ejecutivo y, en consecuencia, el expresado general no tiene legítima investidura de Presidente de la República. Deseoso de cumplir fielmente con los sagrados deberes de mi cargo, he creído conveniente dirigirme a esta Honorable Cámara para que resuelva sobre la actitud que deba de asumir el Gobierno del Estado en el presente trance, con respecto al general que, por error o deslealtad, pretende usurpar la Primera Magistratura de la República. Esperando que la resolución de este Honorable Congreso esté de

acuerdo con los principios legales y con los intereses de la patria, me es grato renovar a ustedes las seguridades de mi distinguida consideración y particular aprecio. Libertad y Constitución. Saltillo, 19 de febrero de 1913. V. Carranza. E. Garza Pérez, secretario. A los ciudadanos secretarios del H. Congreso del Estado. Presente.[15]

Los miembros de la XXII Legislatura Local se constituyeron en sesión permanente y en la mañana del día 19 expidieron el siguiente decreto: Señor: Siendo en nuestro poder una comunicación del Ejecutivo del Estado, de esta fecha, en la que informa a esta Honorable Cámara del siguiente mensaje que le dirigió el general Victoriano Huerta: "Autorizado por el Senado he asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el Presidente y su Gabinete", y siendo esta Comisión del mismo sentir que el Ejecutivo del Estado, cuando dice en su citada comunicación: "El Senado, conforme a la Constitución, no tiene facultades para designar al Primer Magistrado de la Nación", considerando la presente situación grave por demás, no vacilamos en presentar la resolución que sigue, como nacida del patriotismo que anima a los miembros de esta Honorable Cámara, a fin de procurar de la manera más conveniente la solución del presente conflicto. En tal virtud, pasamos a proponer a la deliberación de V. E. el siguiente proyecto de decreto: Artículo 1º Se desconoce al general Victoriano Huerta en su carácter de jefe del Poder Ejecutivo de la República, que dice él le fue conferido por el Senado, y se desconocen también todos los actos y disposiciones que dicte con ese carácter. Artículo 2º Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo del Estado en todos los ramos de la administración pública para que suprima lo que crea conveniente y proceda a armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional de la República. Económico. Excítese a los gobiernos de los demás Estados y a los jefes de las fuerzas federales, rurales y auxiliares de la Federación para que secunden la actitud del Gobierno de este Estado. Sala de Comisiones del H. Congreso del Estado. Saltillo, febrero 19 de 1913. José García Rodríguez. A. V. Villarreal. Gabriel Calzada.[16]

Un sello al margen, que dice: República Mexicana, Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza. VENUSTIANO CARRANZA, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes sabed: Que el Congreso del mismo, ha decretado lo siguiente: El XXII Congreso Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, decreta: Número 1421. Artículo 1º Se desconoce al general Victoriano Huerta en su carácter de jefe del Poder Ejecutivo de la República, que dice él le fue conferido por el Senado y se desconocen también todos los actos y disposiciones que dicte con ese carácter. Artículo 2º Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo del Estado en todos los ramos de la administración pública para que suprima los que crea convenientes y proceda a armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional en la República. Económica. Excítese a los gobiernos de los demás Estados y a los jefes de las fuerzas federales, rurales y auxiliares de la Federación para que secunden la actitud del Gobierno del Estado. Dado en el Salón de Sesiones del H. Congreso del Estado, en Saltillo, a los diez y nueve días del mes de febrero de mil novecientos trece. A. Barrera, diputado presidente. J. Sánchez Herrera, diputado secretario. Gabriel Calzada, diputado secretario. Imprímase, comuníquese y obsérvese. Saltillo, 19 de febrero de 1913. V. Carranza. E. Garza Pérez, secretario.[17]

Este decreto le fue enviado a Victoriano Huerta; Carranza se dirigió también a los gobernadores de los Estados y a los jefes militares de toda la República excitándolos a desconocer al régimen de la usurpación. Su mensaje solamente llegó a Nuevo León, Tamaulipas, San Luis, Chihuahua, Sinaloa y Sonora, porque a los demás lugares no pudo transmitirse a causa de estar interceptadas las líneas telegráficas. A los gobernadores de San Luis, Aguascalientes, Sonora y Chihuahua, les manifestó, que en vista de que podían precipitarse los acontecimientos, todos actuaran según su leal saber y entender y conforme las circunstancias lo exigieran, sin necesidad de recurrir a nuevas pláticas.

La circular difundida por Carranza a los funcionarios de la Federación y a los estatales, es la siguiente: El Gobierno de mi cargo recibió ayer, procedente de la capital de la República, un mensaje del señor general don Victoriano Huerta, comunicando que, con autorización del Senado, se había hecho cargo del Poder Ejecutivo Federal, estando presos el señor Presidente de la República y todo su Gabinete, y como esta noticia ha llegado a confirmarse, y el Ejecutivo de mi cargo no puede menos que extrañar la forma anómala de aquel nombramiento, porque en ningún caso tiene el Senado facultades constitucionales para hacer tal designación cualquiera que sean las circunstancias y sucesos que hayan ocurrido en la ciudad de México, con motivo de la sublevación del brigadier Félix Díaz y generales Mondragón y Reyes, y cualquiera que sea también la causa de la aprehensión del señor Presidente y sus ministros, es el Congreso General a quien toca reunirse para convocar inmediatamente a elecciones extraordinarias, según lo previene el Art. 81 de nuestra Carta Magna; y por tanto, la designación que ha hecho el Senado, en la persona del señor general V. Huerta, para Presidente de la República, es arbitraria e ilegal, y no tiene otra significación que el más escandaloso derrumbamiento de nuestras instituciones, y una verdadera regresión a nuestra vergonzosa y atrasada época de los cuartelazos; pues no parece sino que el Senado se ha puesto en connivencia y complicidad con los malos soldados, enemigos de nuestra patria y de nuestras libertades, haciendo que éstos vuelvan contra ella la espada con que la nación armara su brazo, en apoyo de la legalidad y el orden. Por esto, el Gobierno de mi cargo, en debido acatamiento a los soberanos mandatos de nuestra Constitución Política Mexicana, y en obediencia a nuestras instituciones, fiel a sus deberes y animado del más puro patriotismo se ve en el caso de desconocer y rechazar aquel incalificable atentado a nuestro pacto fundamental, y en el deber de declararlo así, a la faz de toda la nación, invitando por medio de esta circular a los gobiernos y a todos los jefes militares de todos los Estados de la República, a ponerse al frente del sentimiento nacional, justamente indignado, y desplegar la bandera de la legalidad, para sostener al Gobierno constitucional, emanado de las últimas elecciones, verificadas de acuerdo con nuestras leyes de 1910. Saltillo (Coah.), febrero 19 de 1913. V. Carranza.[18]

Antes de que los señores diputados firmasen el decreto de 19 de febrero, uno de ellos, José García Rodríguez, manifestó la necesidad de que se averiguara cuál era la realidad de los sucesos acaecidos en México, pero el señor Carranza expresó que el telegrama de Huerta era explícito para obligar a los congresos y gobernadores estatales a asumir la actitud que asumían el de Coahuila y su gobernador. El día 20, para ganar tiempo y conocer la realidad de los sucesos, envió a la capital a Eliseo Arredondo en compañía de Gustavo Espinosa Mireles, a fin de que entrevistaran a García Granados, ministro de Gobernación en el gabinete de Huerta, con el pretexto de buscar un arreglo con el gobierno de Coahuila. Esto era sólo una estratagema que daría lugar a Carranza para organizar fuerzas, pues entonces sólo contaba con poco más de doscientos hombres al mando de Garfias y Coss y otros tantos que estaban diseminados en los Estados de Coahuila y Chihuahua, cuyo núcleo principal ya se movía desde Julimes, al mando de Pablo González. En cambio, Huerta podía movilizar rápidamente contra Carranza más de tres mil soldados de línea. En esta fecha la señora madre de Madero telegrafió a Taft en los siguientes términos: México, 20 de Febrero de 1913. Mr. W. H. Taft. Washington. Grande y noble Presidente: Mi hijo, D. Francisco I. Madero, que hasta ayer fue Presidente de México, se encuentra prisionero, y su vida corre peligro, por amar su pueblo y desear su felicidad. Una madre acongojada os pide por la vida de su hijo. Salvadle, señor, y seréis bendecido por ella y por la posteridad. Mercedes González de Madero.[*]

El día 21 pasaron por Monclova, procedentes de México y con destino a Sonora, los representantes populares Adolfo de la Huerta, diputado federal, y Roberto V. Pesqueira, de la Legislatura local de Sonora, con el objeto de conferenciar telegráficamente con el gobernador de Coahuila.

Carranza no pudo asistir a la oficina de telégrafos; pero, al conocer que los diputados sonorenses deseaban unirse a él para hacer armas contra Huerta, les manifestó que ya se había dirigido a Maytorena conminándolo a cumplir con su deber, mas advertíales que si el gobernador de Sonora no asumía una conducta digna les encomendaba a ellos ponerse al frente del movimiento revolucionario en su estado. Los diputados sonorenses partieron a su destino. Pesqueira y de la Huerta habían determinado unirse a Carranza debido a que ya tenían conocimiento de la circular que éste había dirigido a los gobernadores y jefes militares urgiéndolos a desconocer a Huerta y a luchar contra el régimen de la usurpación, porque el texto impreso de tal documento ya era distribuido en el norte por los carrancistas, entre otros, por el diputado Atilano Barrera. El mismo día, Carranza tuvo conocimiento de las renuncias de Madero y Pino Suárez, arrancadas a éstos por el terror y la coacción. Esta noticia lo indujo a ejecutar las primeras disposiciones económicas y militares para iniciar la Revolución Constitucionalista. El 22, Carranza abanderó el 25º regimiento, que juró ser fiel a las instituciones de la República. Lo comandaba Luis G. Garfias, siendo sus capitanes Jacinto B. Treviño, Aldo Baroni y Antonio Delgadillo. Este último tuvo que ser reducido al orden, pues pretendió rebelarse contra la autoridad del gobernador y secundar el cuartelazo de Victoriano Huerta. Más tarde, daría pruebas de haber sido antirrevolucionario de pura cepa, lo cual originó su muerte. Unas de las primeras adhesiones recibidas por Carranza, fueron las de Zambrano y Amaya, quienes enviaron el siguiente mensaje: Monterrey, febrero 22 de 1913. Señor Gobernador Constitucional del Estado, don Venustiano Carranza, Saltillo, Coah. Al tener conocimiento de la actitud que ha asumido usted ante los acontecimientos de la capital, lo felicitamos muy sinceramente, ofreciéndole incondicionalmente en ayuda de su causa el humilde contingente de nuestras personas e intereses. El presidente municipal,

Nicéforo Zambrano. Manuel Amaya.

Este día, Carranza, ignorante de los alcances que tenían las conductas de los infidentes, telegrafió a Huerta como sigue: Saltillo (Coah.), 22 de Febrero de 1913. Señor Victoriano Huerta, Presidente de la República. México, D. F. Su atento mensaje ayer. Para tratar los asuntos a que me referí en mi mensaje antier, saldrá mañana a ésa, en representación de este Gobierno, el señor licenciado Eliseo Arredondo, diputado al Congreso General, y estimo conveniente lo acompañe con el mismo carácter el señor ingeniero Rafael Arizpe y Ramos, que reside en esa capital, y a quien hoy me dirijo con este objeto. Espero que se arreglarán satisfactoriamente los asuntos que los expresados señores tratarán con usted. El Gobernador Constitucional, V. Carranza.[**]

El 23, Cesáreo Castro se puso a las órdenes de Carranza con 125 hombres. En esta fecha tuvo conocimiento Carranza de los asesinatos de Madero y Pino Suárez. Era indiscutible que Huerta estaba dispuesto a ahogar en sangre todo movimiento reivindicador. No quedaba otro recurso persuasivo que el de las armas. Con tal motivo se cruzó los siguientes telegramas con el general Trucy Aubert: Torreón (Coah.), 23 de febrero de 1913. Gobernador del Estado, señor V. Carranza. Saltillo, Coah. Saludo a usted afectuosamente y le ruego dispensarme lo moleste, pues urge tratar con usted asunto que en breve conocerá. F. T. Aubert. Torreón, Coah., febrero 23 de 1913. Gobernador del Estado, V. Carranza, Saltillo, Coah. Con motivo de la renuncia de los CC. Presidente y Vice-Presidente de la República y prisión de los mismos y con relación al atento telegrama de usted en el que se sirve indicarme su desconocimiento al Gobierno del Centro, deseo me manifieste su opinión en el nuevo giro que ha tomado la cuestión política. General F. T. Aubert.

Saltillo, Coah., febrero 23 de 1913. Señor General F. Trucy Aubert. Torreón, Coah. Ya tengo noticias del atentado que se ha cometido con deponer su investidura a los CC. Presidente y Vice-Presidente de la República, así como con la prisión de los mismos, acto que no puede ser sancionado por el Congreso ni por el Estado, suponiendo se ha ejercido violencia con ambas Cámaras. Respecto a mi opinión manifiesto a usted, así como acabo de hacer del conocimiento del Cónsul americano en esta capital, que mi actitud desde este momento queda definida ante el mundo entero, y dentro de los límites de la legalidad como ciudadano y como Gobernador de este Estado: me honro en respetar y hacer respetar la Constitución, protestando enérgicamente contra el usurpador General Victoriano Huerta y los causantes directos Félix Díaz y Mondragón y demás que los hayan secundado, así como exigiendo responsabilidad ante la patria a todos los que los ayudan. Juzgo ya inútil todo arreglo y lucharé con todos los buenos ciudadanos hasta restablecer el orden constitucional de la República, suspendiendo desde luego las comisiones que formáronse para los tratados de paz que ya no tienen razón de ser. V. Carranza. Torreón, Coah., febrero 23 de 1913. Señor V. Carranza. Gobernador del Estado. Saltillo, Coah. Quedo enterado de todo y sinceramente me permito manifestar a usted, con todo respeto, que como militar estoy sujeto por honor, a la disciplina militar, y como patriota y amigo, siempre estaré a su lado. Pasando a otra cosa, le suplico a usted se sirva informarme si las fuerzas dependientes del Gobierno de su cargo, han recibido órdenes de concentración a esa ciudad, pues sin excepción han quedado desguarnecidos todos los puntos de la zona de mi mando y esas fuerzas están concentradas en Avilés. General F. T. Aubert. Saltillo, Coah., febrero 23 de 1913. Señor General F. Trucy Aubert. Torreón, Coah. Enterado con satisfacción de su anterior y respecto a la concentración de fuerzas, ignoro de quién proceda esa orden y para tratar sobre el mismo asunto, dígame usted con sinceridad qué garantías puede dar a mi hermano Jesús Carranza para tratar asuntos muy importantes con usted, verificándose una conferencia a inmediaciones de Viesca. V. Carranza.

Torreón, Coah., febrero 23 de 1913. Señor Gobernador del Estado, don V. Carranza. Saltillo, Coah. Puede venir mi amigo don Jesús Carranza al lugar que usted me indica y le prometo bajo mi palabra de honor que respetaré su vida y la daré cuantas garantías se merece. Su amigo F. T. Aubert.

La noche del 23 de febrero salió de Saltillo a Ramos Arizpe. Aquí permaneció hasta el 24 y regresó a Saltillo en la madrugada del 25, acompañado de una pequeña escolta y del mayor Garfias, después de haber instruido al mayor Jacinto Treviño respecto a los movimientos que debía realizar, como primeros actos militares. El 24, el presidente municipal de Torreón envió al Gral. Trucy Aubert este mensaje: Saltillo, Coah., 24 febrero de 1913. Señor general F. Trucy Aubert. Torreón, Coah. Suplícole transmitir siguiente telegrama al señor Presidente: Esta tarde me honré telegrafiándole a usted la evacuación de esta plaza por el gobernador Carranza. Inmediatamente dicté disposiciones para conservar orden, lo que hasta ahora he conseguido, ayudado eficazmente por los señores Francisco Arizpe y Ramos, licenciado Praxedis de la Peña, por todo el comercio y clases sociales sin distinción. Señor Carranza pretendía hoy, desde Ramos Arizpe, en donde está situado, exigir un préstamo de cuarenta mil pesos, que hemos conseguido aplazar. El presidente municipal, A. Rodríguez.[***]

Carranza se encontraba en Saltillo el día 25 cuando tuvo noticias de que el general Blázquez se aproximaba a Ramos Arizpe, por lo que ordenó a Treviño que saliera de Ramos Arizpe a Santa María para detener el avance del enemigo, instruido de que si las fuerzas federales atravesaban la frontera de Nuevo León y penetraban a Coahuila, fueran batidas. Blázquez tuvo conocimiento de esta disposición y se replegó a Nuevo León. El 25 en la mañana, en Saltillo, el cónsul norteamericano Holland solicitó audiencia al gobernador. En la entrevista sirvió como intérprete John R. Silliman. El cónsul manifestó que por

instrucciones del embajador de su país le comunicaba oficialmente que el gobierno de los Estados Unidos, como los de todas las naciones, habían reconocido al general Huerta, lo mismo que las Cámaras de la Unión, el Poder Judicial y los gobiernos de los estados. Que el ejército apoyaba al usurpador y protestaba sostenerlo, agregando que Zapata y los rebeldes norteños se habían sometido al nuevo régimen. El propio 25, personas importantes de Saltillo pretendieron disuadir a Carranza de su conducta ante Huerta. El mismo día, después de haber conferenciado con el cónsul norteamericano, se acercó a él el señor Ismael Padilla, secretario general del Gobierno de Sonora, quien se dijo enviado por el gobernador Maytorena para comunicar al de Coahuila que el estado de Sonora estaba tranquilo y que su Gobierno no pensaba mezclarse en nada, sino que, por el contrario, tenía decidido reconocer al régimen de Huerta, y excitaba a don Venustiano para que hiciera lo propio. A esta información desalentadora se unió la indigna respuesta del gobernador de Tamaulipas, Matías Guerra, quien rechazaba la invitación de Carranza para ir a la guerra contra la usurpación. Además, a tan malas noticias se agregaba la certeza de que Fernando Mier, jefe de la Tercera Zona Militar no secundaría a Carranza en contra de Huerta. Carranza se iba a encontrar realmente solo al iniciar el movimiento reivindicador de la libertad y el derecho en la República. Antes de que transcurriera un mes lo habrían abandonado Garfias, llevándose los fondos del 25º regimiento, y otros, para unirse al enemigo. Las tropas insurgentes se llamaron Fuerzas Restauradoras del Orden Constitucional. La tarde de este día, Carranza se dirigió a Taft protestando por el prematuro reconocimiento de Huerta. A enviar este mensaje lo indujo la falsa información del cónsul Holland, quien, a su vez, había sido engañado por Henry Lane Wilson. El mensaje, tal y como lo dictó Carranza, no llegó a su destino, pues fue alterado por el jefe de la oficina de telégrafos. El telegrama redactado por don Venustiano, decía a la letra:

Ramos Arizpe, Coah., 25 de febrero de 1913. S. E. William Taft. Washington, D. C. La festinación con que el Gobierno de usted ha reconocido al Gobierno espurio que Huerta trata de implantar sobre la traición y el crimen ha acarreado la guerra civil al Estado de Coahuila, que represento, y muy pronto se extenderá en todo el país. La nación mexicana condena el villano cuartelazo que la ha privado de sus gobernantes constitucionales; pero sabe que sus instituciones están en pie y que está dispuesta a sostenerlas. Espero que vuestro sucesor obrará con más circunspección acerca de los intereses sociales y políticos de mi país. V. Carranza, Gobernador Constitucional de Coahuila.[19]

Con esta protesta, comenzó Carranza su duelo diplomático con el Gobierno de los Estados Unidos, verdadera batalla de derecho que había de prolongarse hasta el día de su asesinato en Tlaxcalantongo. En esta fecha, Miguel Cárdenas se comunicó con García Granados pretendiendo tenderle una celada a Carranza. He aquí el mensaje: Saltillo, Coah., 25 de febrero de 1913. Señor ingeniero A. G. Granados, secretario Gobernación. México, D. F. Comunícame gobernador Carranza verificará conferencia con usted para solucionar dificultades surgidas. Ruégole [en clave] acepte cuantas condiciones proponga, a reserva explicaciones darále enviado mío, hoy sale ésa; pues urge detener mayor tiempo a Carranza y evitar declárese formal rebelión. Miguel Cárdenas.[*4]

A su vez, Carranza telegrafió al secretario de Gobernación de Huerta: Saltillo, Coah., 25 de febrero de 1913. Señor ingeniero Alberto García Granados. México, D. F. (Muy urgente.) Hasta ahora recibí su atento mensaje del 22 del actual, al cual me refiero. Para coadyuvar al restablecimiento de la paz en la República y solucionar la delicada situación de las relaciones existentes entre el

Gobierno Federal y el del Estado, que pudiera originar un conflicto, me permito proponer a usted una conferencia telegráfica para el día y hora que usted se sirva fijar. El Gobernador, V. Carranza.

El día 26, conferenció telegráficamente con Pablo González, quien se encontraba en Monclova. De tal punto arribó el mayor Lucio Blanco, con una pequeña partida de hombres armados. Blanco traía noticias de que el coronel Luis Alberto Guajardo, persona de la confianza de don Venustiano, también lo abandonaba. Se iba a radicar a los Estados Unidos. Este día llegó a Saltillo Francisco J. Múgica, quien regresaba de la ciudad de México. Había salido huyendo de entre las fuerzas huertistas. Falto de recursos para continuar su viaje acudió en busca de auxilio a los familiares de Madero, quienes se lo negaron. Bibiano Villarreal le dijo textualmente: Joven, no queremos oír hablar más de revolución. Váyase como pueda. Nosotros no alteraremos la paz de la República.

Como se sabe, Villarreal era tío de Madero y debía a éste la gubernatura de Nuevo León, con la agravante de que no aceptó ser postulado para gobernador de Coahuila y contender con Carranza en las elecciones pasadas debido a que el sueldo del mandatario coahuilense era exiguo, siendo mejor el que se pagaba al gobernador del estado vecino. Con esta fecha, don Venustiano dispuso que su familia abandonara Saltillo para ir a radicar a San Antonio, Texas, a fin de ponerla a salvo de las tropelías de las que podían hacerla víctima sus enemigos políticos. El 27 salió para Arteaga. Don Venustiano encabezaba la pequeña columna. En el camino se le incorporaron Juan y Lucio Dávila. El 28, desde Artega, se dirigió al embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, en México, en estos o parecidos términos, pues el documento original se perdió:

Después de los asesinatos de Madero y Pino Suárez, atendiendo a los deseos expresados por el señor Holland, quien me dijo que usted abrigaba el deseo de que yo reconociera la legitimidad del Gobierno de Huerta, le manifiesto, que no puedo variar mi conducta reivindicadora del orden constitucional, sino bajo las siguientes condiciones: 1º Lascuráin, secretario de Relaciones Exteriores en el Gabinete del señor Madero, asumirá desde luego la presidencia interina de la República; y, de acuerdo conmigo, nombrará a los miembros de su Gabinete, designando jefe del mismo a Francisco Vázquez Gómez. 2º Huerta, Blanquet, Mondragón y Díaz deberán salir inmediatamente del país, así como los demás jefes infidentes y los personajes civiles responsables del cuartelazo. Éstos permanecerán en el extranjero hasta que se efectúen nuevas elecciones para restaurar los Poderes Federales de la República. 3º Fuerzas revolucionarias de los Estados de Sonora y Coahuila aportarán sus contingentes para guarnecer la ciudad de México.

Estas proposiciones las formuló Carranza en bien de la paz pública. Satisfacían las exigencias morales del país. En tal virtud, solamente sobre estas bases depondría don Venustiano su actitud, pues estaba dispuesto a sostener a la Suprema Autoridad que asumiera el Poder Público dentro del Orden Constitucional. Este día, el hijo del general Blázquez telegrafió al general Trucy Aubert, en los siguientes términos: Saltillo, Coah., febrero 28 de 1913. General F. T. Aubert. Torreón, Coah. Atentamente ruégole telegrafiar a mi papá a Monterrey que Carranza abandonó plaza con tres mil hombres, rumbo Monclova, acampando Santa María, y que Andrés Saucedo con sesenta rurales federales guarnece Saltillo. Que no venga sin fuerzas. Mil recuerdos de su amigo, Miguel M. Blázquez.[*5]

Se observará que todas las personas conectadas con los funcionarios del antiguo régimen informaban a los funcionarios huertistas de los movimientos de Carranza. Ya el día 21, Álvaro Zea, radicado en la Estación Rincón de los Ferrocarriles Nacionales de México, denunciaba a Carranza con Félix Díaz, diciéndole por

escrito: Dicen los telegrafistas federales que Venustiano Carranza instiga a los gobernadores para desconocer nuevo estado de cosas. Suplico a usted la reserva de estas notas, cuya causa explicaré a usted en mejor ocasión.

Este Álvaro Zea opinaba que "Madero y Camarilla respondan de sus actos en su Administración, porque libres, peligra la patria". El 1º, 2 y 3 de marzo, don Venustiano permaneció en Arteaga organizando tropas. En esta fecha ordenó que se expidieran en Saltillo los recibos que la Tesorería General del Estado entregaría a las personas morales o físicas que deberían cubrir la primera derrama del empréstito a que se refería el decreto de 17 de febrero. Los documentos alusivos son los siguientes: PRIMERA DERRAMA DEL EMPRÉSTITO

[*6]

TEXTO DE LOS RECIBOS La Tesorería General del Estado ha recibido, a su entera satisfacción, de los señores … la suma de … en calidad de préstamo reintegrable, que se ha contratado con dichos señores por el C. Gobernador del Estado, y la misma Tesorería General pagará a los señores referidos, o a su orden, la suma expresada, a seis meses de plazo, con los intereses

a razón del 8 (ocho) por ciento anual, pudiendo prorrogarse este pagaré hasta por otros seis meses más. Esta Tesorería ha recibido la mencionada cantidad, en virtud de la orden del señor gobernador, D. Venustiano Carranza, cuyo texto es como sigue: Un sello que dice: "República Mexicana. Gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza. El Gobierno de mi cargo, de acuerdo con el decreto núm. 1 487, fechado el 17 de febrero de 1913, dado por la Legislatura del Estado, en que se le autoriza para contratar empréstito hasta por la suma de $ 300 000.00, ha conseguido, con los representantes del Banco de Coahuila y algunas otras instituciones y casas de crédito de esa plaza de Saltillo, obtener de ellos mismos un empréstito de setenta y cinco mil pesos, por cuyo motivo este Gobierno de mi cargo autoriza a esa Tesorería General para que reciba la suma referida y otorgue las constancias de recibo correspondientes, separadamente por las cantidades que faciliten cada una de esas casas de crédito. Al otorgar esa Tesorería General los recibos, tendrá cuidado de expresar en su texto que el Estado pagará las cantidades facilitadas, dentro del plazo de seis meses, prorrogables por otros seis meses más, reconociendo el interés del ocho por ciento anual, hasta que se verifique el pago. Libertad y Constitución. Arteaga, Coahuila. Marzo 2 de 1913. V. Carranza. (Rúbrica). A la Tesorería General del Estado, a cargo del señor contador D. Gustavo Villarreal. Saltillo. Saltillo, Coahuila, a 3 de marzo de 1913. El oficial primero contador, encargado de la Tesorería General, Gustavo Villarreal. (Rúbrica).[*7]

La tarde de este día salió a Ramos Arizpe. Aquí se detuvo el 4 y lanzó su primer manifiesto a la República, explicando a la nación el porqué asumía la responsabilidad de hacer armas contra Huerta y su régimen. He aquí el documento: MANIFIESTO DEL GOBERNADOR DE COAHUILA, DON VENUSTIANO CARRANZA, AL PUEBLO MEXICANO Amplia y sobradamente conocen ya el Pueblo Mexicano y las Naciones todas de la Tierra, los recientes dolorosos acontecimientos ocurridos en la República; las circunstancias que prepararon el último movimiento reaccionario; los aviesos fines que condujeron al general Huerta, quien

había de dar al traste con el orden constitucional establecido, y el resultado de la doble infidencia del Ejército Federal, que tuvo por epílogo los sucesos del día 19 del próximo pasado febrero, en la capital de la República. El momento histórico porque atraviesa la Nación entera, es por demás difícil y angustioso para los que creyeron que la Revolución Salvadora de 1910 había fijado definitivamente el límite de los Poderes y el carácter y solidez de todas las Instituciones; para los que oyeron sonar la hora de las libertades y para los que hambrientos de justicia lanzáronse al campo de la guerra por olvidados fueros del Derecho. El Gobierno del Estado de Coahuila, al publicar el presente manifiesto, poco esfuerzo hace para justificar su conducta; porque como hijo de la Gloriosa Revolución de 1910, no podrá permitir la subversión ni el desequilibrio de los Poderes de la República, sea cual fuere la causa que tal origine y mucho menos puede permitir ni tolerar siquiera la forma en que se operó el último cambio del Ejecutivo Federal y su Gabinete. Si los derechos del hombre son la base y el objeto de todas las instituciones sociales, mal pueden los Poderes apoyar su fuerza, su respeto y su prestigio en el éxito de un motín militar llevado a efecto por unos cuantos centenares de soldados; si la Primera Magistratura de la Nación se ha tomado por asalto, los Estados Federales, en su más perfecto derecho, deben reaccionar para restablecer el orden constitucional, toda vez que es espurio el personal que en estos momentos integra el nuevo Gobierno y toda vez que se han violentado las leyes de la República, se ha pisoteado la Constitución Federal y se han escarnecido todas las instituciones del país. El general Huerta y su Gabinete no constituyen, pues, el Ejecutivo Federal; no importa el medio criminal ni la forma ilegítima de que se valieron para adueñarse del Poder; ni son 5 000 soldados los que acuartelados en la Capital de la República, pueden ni deben regir los destinos de la Patria. CC. Gobernadores de los Estados de la República, jefes de Armas con mando, Autoridades y Ciudadanos: El Ejecutivo del Estado de Coahuila os invita solemnemente a que lo secundéis en esta empresa: la de restaurar el Orden Constitucional en la República; los medios que están a nuestro alcance: el desconocimiento absoluto de todos los actos, acuerdos y

determinaciones del pseudo-gobierno federal; el triunfo será de todos si las armas del país, al unísono, se levantan contra el enemigo común y si la opinión pública, en un solo y formidable grito de protesta, ensordece al intruso que una vez más pretende arrebatar la soberanía de todas las Entidades Federativas. Acabemos de un golpe y para siempre con la ilegalidad; llenemos de asperezas su camino y al fin de esta lucha fratricida, la Patria, cobijada con el sagrado manto de la gloria, premie a sus buenos hijos que amantes y celosos de su nombre, despreciando la muerte, supieron darle con la paz, honor y fama entre todas las Naciones de la Tierra. Libertad y Constitución. Campamento en Ramos Arizpe, 4 de marzo de 1913. El Gobernador, V. Carranza.

En esta fecha tomó posesión de la presidencia de su país el profesor Woodrow Thomas Wilson, el mandatario norteamericano que más daño le causaría a la Revolución Constitucionalista. Él viviría lo suficiente para ver caer y morir a don Venustiano Carranza, el primer gobernante que trastornaba los designios imperialistas de los Estados Unidos. Este día el dictador Porfirio Díaz, desde El Cairo, se dirigió a Mondragón en los siguientes términos: 121 Cairo, 205 MM. PLN. BP. Marzo 4 de 1913. General Mondragón. México. Profundamente conmovido leí el cablegrama de ustedes, y no tendría expresiones bastante elocuentes que pudieran interpretar con fidelidad mi gratitud para el señor Presidente, para usted y para los señores generales, jefes y oficiales en cuyo nombre me lo dirigen, por la honra tan alta como inmerecida que me dispensan al manifestarme su deseo de que vuelva a ocupar un lugar de honor en el Ejército nacional; pero agotadas como están ya mis energías físicas, sin poder vanagloriarme de haber cumplido con acierto todos mis deberes patrióticos, es mi propósito alejarme de la vida pública, reservando las pocas que aún me quedan sólo para el desgraciado caso de que nuestra patria necesitara para la salvación de su autonomía el sacrificio de mi vida. Una vez más mis agradecimientos sinceros y los fervientes votos que hago porque la abnegación y tino del señor Presidente, con el concurso patriótico de su inteligente Gabinete, logre en corto tiempo

restablecer la paz, y a su sombra la honradez y moralidad administrativas, para que el Ejército, que tiene el deber de apoyar al Gobierno constituido, pueda cumplirlo, no sólo por disciplina y honor militar, sino con beneplácito del pueblo, respetando su voluntad soberana. Porfirio Díaz.[20]

Huerta, por su parte, se cruzaría con el señor Carranza los siguientes telegramas: México, D. F., 4 de marzo de 1913. Señor gobernador V. Carranza. Saltillo, Coah. Sírvase usted informar con qué objeto extrajo cincuenta mil pesos de los Bancos, por no tener conocimiento del hecho este Gobierno. Victoriano Huerta. Saltillo, Coah., 5 de marzo de 1913. Señor general V. Huerta. México, D. F. No he extraído ningún dinero de Bancos a que se refiere; y si así lo hubiere hecho, no es a usted a quien debo darle cuenta. El Gobernador Constitucional, V. Carranza.[*8]

El 5, Carranza salió con una escolta rumbo al norte, pasando por Mesilla. Desde este lugar envió a Rafael Saldaña Galván, como emisario cerca del general Jerónimo Treviño. Su enviado llevaba una carta confidencial para el viejo jefe republicano. Carranza le proponía a Treviño que asumiera el mando de las fuerzas insurgentes, pues él no deseaba erigirse en jefe de la Revolución para que no se pensara que lo movían las bajas ambiciones del poder al levantarse en armas contra Huerta, ni autodesignarse, por vanidad, jefe del movimiento constitucionalista. En las proximidades de Paredón, en el punto donde se unen las líneas ferroviarias que van de Saltillo a Piedras Negras, de Torreón a Monterrey y de Durango a Tampico, hizo contacto con Pablo González, Jesús Carranza Garza, Emilio Salinas y el licenciado Pablo A. de la Garza, quienes acudían al llamado del gobierno de Coahuila.

Aquí se dispuso el primer plan de campaña para atacar Monterrey; y en este lugar ascendió a generales a Pablo González y a Jesús Carranza. Después, éstos partieron en tren a Monclova y Carranza siguió hacia la hacienda de Anhelo. En este lugar confirió ascensos a Luis G. Garfias, Jacinto Treviño y Aldo Baroni. El primero alcanzó el coronelato y los segundos llegaron a mayores. Permaneció en Anhelo el 6. En esta fecha, cumpliendo órdenes de Huerta y Blanquet, fue asesinado por Benjamín Camarena el gobernador de Chihuahua, don Abraham González. El 7, por la mañana, salió con su escolta para disponer que se cubrieran varios puntos sobre los caminos que conducen a Monterrey, tanto para no ser sorprendido por las fuerzas de Huerta, como porque pensaba dirigirse a tomar la capital de Nuevo León. Carranza se encontraba en camino, cuando recibió un telegrama de Saltillo, que le dirigía Francisco Coss. Su texto era más o menos como sigue: Trucy Aubert salió de Torreón por Hipólito, con 2 000 hombres de las tres armas, en dirección de Saltillo. Lo pongo en superior conocimiento de usted para que tome las precauciones del caso.

En este mismo punto, un enviado del general Jerónimo Treviño no pudo entregar un mensaje que traía de éste para Carranza, en vista de que pronto, en la distancia próxima, aparecieron los trenes federales y las fuerzas que conducían descendieron atacando a los carrancistas. El combate fue rudo. En el encuentro don Venustiano se expuso a las balas como el mejor de sus soldados. Al fin, él, con sus tropas, se replegó a Espinazo. En el camino, al llegar a la línea férrea que viene de Monclova, encontraron un tren conducido por Tránsito Garza, con frijol, harina, maíz y pasturas, que mandaba Pablo González. Esa noche del 7 pernoctaron en la hacienda de Espinazo. El 8, don Venustiano llegó a Monclova, desde donde se comunicó con sus correligionarios dictándoles órdenes de reclutar

hombres. Así pudieron encontrarse en Baján casi setecientos revolucionarios animosos. El 9, la Legislatura de Coahuila resolvió trasladarse a Piedras Negras, de cuya plaza había sido nombrado comandante militar Gabriel Calzada. Este día se recibieron noticias de que las poblaciones de Bustamante y Aldama, en Nuevo León, habían caído en poder de las fuerzas constitucionalistas. Jacinto Treviño, desde Baján, informó a don Venustiano que Saldaña Galván regresaba de la comisión que le había confiado, con la noticia de que Jerónimo Treviño declinaba unirse a don Venustiano y lo invitaba a deponer su actitud antihuertista. La prensa de los infidentes de todo el país difundió la noticia de que en Anhelo había sido destruida la Revolución y muerto su jefe. Las fuerzas de Trucy Aubert quedaron en Anhelo. Carranza desistió de atacar Monterrey y formuló planes para ocupar Saltillo: Debían acompañarlo en esta acción el coronel Roberto Rivas y los tenientes coroneles Eulalio y Luis Gutiérrez así como otros jefes. Los tenientes coroneles Pablo González y Jesús Carranza recibieron órdenes de ir a batir a las tropas de Trucy Aubert sobre la vía de Monterrey a Laredo. Del 8 al 15, Carranza permaneció en Monclova. En esta última fecha, Francisco Vázquez Gómez y Pascual Orozco se dirigieron a Emiliano Zapata invitándolo a entrar en arreglos de paz con Victoriano Huerta, según las siguientes cartas: México, D. F., 15 de marzo de 1913. Señor general Emiliano Zapata. Estado de Morelos. Muy señor mío: Acabo de recibir una carta de mi hermano, licenciado Emilio Vázquez Gómez, en la cual me recomienda que se haga todo lo conveniente en bien de la paz y de los intereses de la revolución. Con este motivo, he creído necesario dirigir a usted la presente, para que en vista de ella y teniendo en cuenta las condiciones en que se encuentra el país después de dos largos años de guerra civil, piense usted sobre la conveniencia y necesidad de poner su patriotismo y abnegación al servicio de la patria, cuyos intereses reclaman la

cesación de la guerra. Tengo noticias fidedignas de que el actual gobierno está en la mejor disposición de seguir una política de concordia con el fin de poner término a la división que existe entre mexicanos y que ha sido causa de tantos males; sé también que tiene el firme propósito de armonizar los intereses políticos de los elementos en lucha, con el patriótico fin de realizar la suprema aspiración de todos; es decir, la paz, fundada en los principios de la más estricta justicia. Y si esto es así, como todo lo hace creer, juzgo que no tendrá usted inconveniente en entablar negociaciones con el gobierno; pues no raras veces la falta de explicaciones francas y claras, es el origen de alejamientos perjudiciales, que es conveniente evitar en pro del país, y, en el caso, en favor de los intereses sanos y honrados de la revolución. Porque, según estoy informado, el actual gobierno ha tomado en seria consideración el problema agrario, que es una de las bases fundamentales del Plan de Ayala, tal vez la más importante y trascendental. Muy pronto se harán públicos los acuerdos o resoluciones que se tomen sobre este particular; y aun por este motivo y para proceder con mejor acierto, porque será útil al gobierno conocer las necesidades y aspiraciones de los revolucionarios del Sur, convendría establecer las negociaciones para llegar a un acuerdo que sería la base de una paz sólida y efectiva que, como he dicho antes, satisfaría las aspiraciones de todos los mexicanos. En esta virtud, suplico a usted se sirva tomar en consideración las ideas bosquejadas en esta carta, pues me atrevo a creer que ellas podrían conducir al medio más adecuado para solucionar el actual conflicto. Sin otro particular, quedo de usted afmo. y muy atto. S. S. F. Vázquez Gómez.[21] Hotel Lascurain. México, D. F., marzo 15 de 1913. Sr. general Emiliano Zapata. Su Campamento. Muy señor mío: El señor portador, don Luis Cajigal, presentará a usted esta mi carta, suplicando a su respetable personalidad me conceda una entrevista para tratar lo relativo a la pacificación de nuestro país. Yo estaré con usted representando de acuerdo con mi hijo, la revolución del Norte, Estado de Chihuahua, a quien se han unido diferentes grupos revolucionarios en varios otros Estados.

Nuestros deseos se reducen a conseguir las ventajas favorables a la revolución en general y las tenemos conseguidas con el Gobierno, y por lo tanto deseamos que usted esté unido a nosotros como lo espero según antecedentes. Espero me diga luego el lugar donde se encuentra para salir inmediatamente a hablar con usted. Soy su afmo. amigo y atto. S. S. Pascual Orozco.[22]

A Monclova llegaron, entre otras personas, Roque González Garza y Félix M. Sommerfield, quienes más tarde habían de unirse a Villa contra Carranza. El primero por error y el segundo por el bajo interés del dinero. El 16, pasó revista a sus tropas y las arengó urgiéndolas a triunfar en la grande empresa que él encabezaba o a sucumbir en ella, pues el honor y la dignidad de la patria lo exigían. Díjoles que él, como gobernador constitucional de Coahuila, no rehuiría el peligro ni los sinsabores de la guerra, según el ejemplo que había dado en Anhelo. De Monclova, Carranza salió con sus tropas para Baján, a reunirse con Jacinto B. Treviño, llegando a Guadalupe esa noche. El 17, salió de Guadalupe y pasó la noche en La Sauceda. En esta fecha, Jacinto B. Treviño, ya nombrado diez días antes jefe del Estado Mayor de Carranza, reunido con don Venustiano y cumpliendo órdenes de éste, dispuso la marcha de la columna "en jornadas mínimas de caballería", partiendo con rumbo a La Ascensión, por la sierra, hacia Saltillo. El 18, salió de La Sauceda dirigiéndose a Acatita de Baján, donde pernoctó la columna, permaneciendo en este lugar el 19. En este punto llegó buscando a Carranza el español Aristarco Carrascosa, enviado por Emilio Vázquez Gómez, quien, desde Palomas, Chihuahua, se dirigía a don Venustiano por escrito, proponiéndole que el gobernador de Coahuila lo reconociera como presidente interino de la República. Don Venustiano tomó con desprecio la peregrina proposición de Emilio Vázquez Gómez, al que respondió con toda seriedad: "Que no le reconocía personalidad para tratar de erigirse en jefe del Estado mexicano y

ni tan siquiera para participar en el movimiento que él encabezaba con los revolucionarios de Coahuila, pues sus antecedentes lo impedían, muy a pesar de que Vázquez Gómez decía estar apoyado por José Inés Salazar y sus tropas, fuertes en tres mil hombres. Carranza informó su determinación, por escrito, a Gabriel Calzada, comandante militar de Piedras Negras y a José María Maytorena, quien radicaba en Tucson, Arizona, con el propósito de que no fueran a ser sorprendidos con audaces patrañas por Emilio Vázquez Gómez. El 20, acamparon en las proximidades de Ramos Arizpe, en donde Carranza visitó al padre de Francisco Coss para tomar informes de la situación militar de Saltillo a fin de planear el ataque a la plaza. El telegrafista de Ramos Arizpe informó que cerca de 600 soldados huertistas con una sección de artillería se acercaban para reforzar la guarnición de la capital coahuilense. Los infidentes venían al mando de Arnoldo Caso López. En vista de tal información, Carranza se dirigió hacia Arteaga, para caer sobre su objetivo por el rumbo de Los Cerritos. El 21, Mondragón se dirigió a Maytorena en los siguientes términos: México, marzo 21 de 1913. Señor D. José María Maytorena. Tucson. Muy señor mío: Mi buen amigo el señor ingeniero Luis Díaz Rivero me ha manifestado que está ligado con usted por lazos de estrecha amistad, y por este motivo lo he comisionado para que lleve en propia mano la presente carta y le trate ampliamente sobre la actitud de franca rebeldía que ha asumido el Gobierno de Sonora, y que el del Centro brevemente reprimirá con toda severidad, castigando a los culpables y confiscándoles sus bienes. Esperando que escuche usted con la atención que se merece al amigo Luis, me suscribo de usted afectísimo amigo y atento seguro servidor. Manuel Mondragón.

Este día, desde Arteaga, Carranza conferenció con Caso López,

jefe huertista que había asumido el mando militar en Saltillo, pidiéndole la entrega de la plaza, pues en caso de persistir en defenderla la atacaría con las fuerzas revolucionarias a su mando, haciendo responsable al jefe infidente de las consecuencias del combate. En esta conversación telefónica, Carranza lanzó al general huertista terrible requisitoria. Le preguntó: —¿Qué sabe usted de honor? Ni hable de eso; ustedes sólo saben vivir de los Gobiernos, sin cumplir jamás con sus deberes; y esto que le digo por teléfono, estoy dispuesto a repetírselo personalmente. Si quiere, espéreme, y tanto usted como yo retiraremos nuestras tropas y nos veremos en el lugar que usted elija, los dos solos.

Realmente, no se trataba de ocupar la capital de Coahuila, pues Carranza carecía de fuerzas suficientes para ello y no deseaba comprometer sus escasos efectivos en una acción decisiva. Su propósito era hacer sentir su presencia y la de sus fuerzas, para desmentir los infundios propalados por los voceros huertistas después del combate de Anhelo. Don Venustiano deseaba que fuera notorio en todo el país que la lucha que había iniciado el día 23 con actos militares la continuaba desarrollando con vigor, dispuesto a contender hasta alcanzar el triunfo. Tres columnas atacaron Saltillo, ciudad que, desde la noche anterior, estaba siendo tiroteada por el coronel Francisco Coss y los capitanes Hipólito Ruiz y Santos Dávila. La caballería de Lucio Blanco atacó por el sur. Los tenientes coroneles Cesáreo Castro y Agustín Millán, con poco más o menos 200 hombres, por el sureste. El teniente coronel Antonio Portas y el mayor Cayetano Ramos Cadelo, por el norte, apoyados con fuerzas del teniente coronel Luis Gutiérrez. Francisco Sánchez Herrera estaba al mando de una columna volante que penetraría en ataques rápidos hasta el centro de Saltillo. El cuartel general quedó establecido en Los Cerritos. Era viernes santo y los pobladores fueron sorprendidos en el interior de las iglesias.

Se combatió durante la tarde y la noche del 21 y todo el 22, sin poder tomar la plaza. Sólo la columna de Coss logró penetrar más allá del mercado. Parte de sus hombres alcanzaron los portales, "disparando sobre los sirvientes de las dos piezas de artillería situadas en la esquina de Palacio". En la madrugada del día 23, ya faltas de municiones las fuerzas revolucionarias, Carranza ordenó tocar reunión y se retiró con sus tropas hacia el norte, rumbo a Ramos Arizpe. La columna pasó por la fábrica La Hivernia, hacienda El Saucillo, San Diego, Estación de Santa María, para llegar a las 4 de la tarde a Mesón de Gómez, donde dio descanso a la tropa. Esta tarde, Carranza comentaba: Ya no dirán en México que pienso entrar en componendas con Victoriano Huerta. Debido a que nuestras acciones cobran importancia, es necesario que en el primer punto a donde lleguemos se formule un plan que sirva de bandera y estatuto a esta revolución, y darle publicidad al documento en toda la República y en el extranjero. Esta lucha debe ser para restaurar el orden constitucional, sin llamar al pueblo a las armas con falsas promesas. La contienda debe ser sostenida en nombre de la libertad y la Constitución. Las reformas sociales que exige el país serán dictadas mediante la legislación correspondiente al restaurarse el imperio de la ley.

Tendrían una hora de encontrarse los revolucionarios en Mesón de Gómez, cuando la infantería huertista, que se había quedado cortada sobre la línea de Monterrey y Saltillo, atacó a las tropas carrancistas. Éstas, tiroteándose con sus enemigos, se replegaron en orden a la Congregación de Santo Domingo, donde pernoctaron. Los días 22 y 23, Pascual Orozco y Emiliano Zapata se cruzaron los siguientes mensajes: De Cuernavaca, el 22 de marzo de 1913. Recibido en Tlaltizapán a las 8.40 p.m. Sr. General Emiliano Zapata. Su Campamento. Vía

Hacienda de Temilpa. Ruégole acérquese luego a esta Hacienda de Temilpa, urgentísimo hablemos luego; la revolución triunfó con todas sus garantías. Si usted quiere retiro inmediatamente fuerza federal. Pascual Orozco. Simón Beltrán. Telegrama recibido en Cuernavaca, marzo 23 de 1913. R. 6:10 p.m. Del Campo Revolucionario. (Vía Tlaltizapán.) Srs. Pascual Orozco y Simón Beltrán. Recibido mensaje de Uds. de ayer, y manifiéstoles que como primera condición para conferenciar con Uds. es de alta necesidad que retiren de este Estado y la parte del Estado de México que linda con el de Morelos, las fuerzas del Gobierno que se hallan en los mismos puntos. El general Emiliano Zapata.

El 24 partieron de Santo Domingo rumbo a la hacienda de la Gamuza, donde pasaron la noche. El 25, salieron de La Gamuza, tocando Fraustro y el Estanque de Necapa, donde se dio agua a la caballada; después tomaron el camino de la hacienda de Guadalupe, donde pernoctaron. En esta fecha, Mondragón pidió a Huerta que le pagara la suma[23] con la que diversas "personas" concurrieron para financiar el cuartelazo. Con esta entrega de fondos públicos al general infidente, coautor de los asesinatos de Madero y Pino Suárez, de Bassó y Gustavo Madero, Huerta inició el saqueo del Erario Nacional, rapiña que no terminaría hasta que el usurpador huyera de México.[23] Antes de proseguir, es necesario testificar documentalmente la actitud que observaron ante Huerta tanto el ex dictador Porfirio Díaz como los más insignificantes gobernadores reaccionarios y los jefes militares rebeldes al régimen maderista, pues las conductas de tales personas contrastaban con la actitud asumida por Carranza y los revolucionarios de Coahuila, Sonora, Durango, Chihuahua, Nuevo León, Zacatecas y Tamaulipas, pues era en el norte donde se enarbolaba, sin dubitaciones ni arredros, la bandera del Derecho, la Libertad y la Ley contra la usurpación, el

crimen y la intromisión extranjera. He aquí los documentos: Puebla, Febrero 23. Recibido mensaje de usted hoy, quedando enterado señor general Victoriano Huerta es Presidente Interino República, por ministerio de ley. Con la mayor voluntad haré cuanto séame dable para coadyuvar restablecimiento de la paz. Atentamente. F. B. y Barrientos. Guadalajara, Febrero 24. Ya reconocí Gobierno Constitucional general Huerta. Jalisco cooperará al restablecimiento de la paz y el orden. Contesto su mensaje del 22. Atentamente. El Gobernador. José López Portillo y Rojas. San Luis Potosí, Febrero 24. Ya he manifestado al señor general Huerta, Presidente Interino de la República, que todo mi patriotismo lo sacrificaré por el restablecimiento de la paz y de la tranquilidad de la República; hónrome decir a usted, en contestación a su telegrama de ayer. El Gobernador. Dr. R. Cepeda. San Juan Bautista, Febrero 25. Quedo enterado de que por ministerio de la ley, es Presidente Interino el general Victoriano Huerta. Un alto deber de patriotismo, que usted sabrá apreciar debidamente, me obliga a coadyuvar en mi puesto a la obra de la paz nacional, reconociendo al actual gobierno y procurando que se conserven el orden y la tranquilidad que hasta hoy han reinado en Tabasco, a pesar de las difíciles circunstancias por que ha atravesado la patria. Refiérome a su mensaje fecha 22 que recibí ayer. Muy atentamente. El Gobernador. Manuel Mestre Chigliazza. Jalapa, Ver., Febrero 24. Por atento mensaje de usted del 22, recibido hoy en este gobierno, he quedado enterado de que por ministerio de ley se hizo cargo del Ejecutivo de la Nación el ciudadano general don Victoriano Huerta. Oportunamente dicté ya las órdenes del caso, a efecto de asegurar el orden y tranquilidad públicos en este Estado. Atentamente. El Gobernador. Antonio P. Rivera. Colima, Febrero 24. Enterado con satisfacción de su atento mensaje en que se sirve comunicarme que por ministerio de ley es Presidente de

los Estados Unidos Mexicanos el señor general Victoriano Huerta. Con los elementos de que dispone el gobierno de mi cargo, coadyuvaré en esfera de acción al mantenimiento de la paz en esta entidad federativa, donde afortunadamente, se ha conservado incólume la tranquilidad pública, secundando así los patrióticos deseos del señor Presidente Interino y de la Secretaría de Estado que es al digno cargo de usted. Atentamente. El Gobernador. J. T. Alamillo.

MANIFIESTO Guerrerenses: Nosotros que ostentamos como timbres de gloria los laureles conquistados por Galeana, el brazo derecho del gran Morelos, Guerrero, Bravo y Álvarez, debemos hoy, para corresponder al prestigio de nuestro Estado en materia de hazañas heroicas, empuñar la bandera del patriotismo y lanzarnos a la lucha contra el bandidaje. El núcleo zapatista arraigado en Morelos se cree invencible. Nuestras armas han salido victoriosas en ocasiones más difíciles. ¿Os acordáis del Veladero, de Cuautla y de Querétaro?… No vaciléis. El zapatismo es la bandera de los bandidos, la bandera de los que matan, de los que roban, de los que saquean. Es la bandera negra que necesita exterminio completo y que no debe flamear ya en ninguna parte, porque es una vergüenza y una amenaza para nuestra patria. El levantamiento zapatista no persigue ideales; lo han probado todos sus repugnantes hechos, todas sus indignas acciones. La sumisión de los jefes rebeldes guerrerenses es una muestra palpable de que no teníamos ligas con los bandidos; de que nuestro fin único era el derrocamiento del señor Madero; y ahora nos toca probar que las armas guerrerenses están contra el bandidaje; están al lado de la patria; que brillan aún en todo su esplendor, como en nuestras viejas épocas de gloria. Os invitamos, surianos, a formar un cuerpo de voluntarios para combatir el zapatismo; podéis desde luego inscribir vuestros nombres en el Hotel San Carlos, cuarto número 50. Guerrerenses: ¿Corresponderéis a vuestro prestigio de valientes? México, 31 de Marzo de 1913. Juan Andrew Almazán, Jacobo Arootian, Daniel Reguera, Pantaleón Añorve, Encarnación Díaz,

Venancio Figueroa, Celso Villa. Señor James A. Scrymser, Presidente, New York. Cumpliendo con su encargo, tengo el honor de dar a usted mi opinión sobre las condiciones actuales de México. Por desgracia, la guerra civil generalizada aquí desde hace cerca de cuatro años ha causado, como era natural, grandes trastornos y la desconfianza consiguiente, produciéndose restricciones y la completa paralización, en algunos casos, en el movimiento de todas las empresas, principalmente en las mineras y otras industriales, y por lo mismo, en el comercio general, no solamente por temor a las depredaciones sufridas por el bandidaje, sino también porque los revoltosos constantemente han destruido parte de las vías férreas y telegráficas, tan necesarias al tráfico, por lo cual las comunicaciones se han suspendido por varios días, no obstante que las empresas respectivas han procedido diariamente a reparar los perjuicios sufridos. Pero debo decir que, a pesar de todos estos trastornos, hoy la situación va mejorando visiblemente; después de varios meses, como es notorio, las ya numerosas tropas del gobierno del señor general Huerta han triunfado constantemente en todos los combates que han tenido con las fuerzas revolucionarias; y una gran mayoría de los propietarios perjudicados por los saqueos que han sufrido en sus fincas de campo, se manifiestan dispuestos a ayudar con su cooperación eficaz a la actual administración de México. El día 18 de marzo, llamó el presidente Huerta a algunos de los propietarios rurales de esta capital, para pedirles por lo pronto, un número de caballos propios para la artillería que le concedieron en regular cantidad. Esta artillería es la que va a recibirse de Francia en número considerable. En esta reunión, el señor Huerta manifestó a los presentes la conveniencia nacional que resultaría para la pacificación terminante y pronta de toda la República, que las cincuenta y dos mil haciendas que existen en toda la extensión de la República, establecieran en cada una de ellas diez soldados perfectamente armados, lo que darían un total de 520 000 hombres, expensados por cada dueño de una hacienda, y lo cual daría, como usted lo comprenderá desde luego, muchas probabilidades para impedir los trastornos producidos por el bandidaje. Por otra parte, en atención a los atentados repugnantes y crímenes cometidos últimamente en la frontera Norte de la República, atentados

que han causado tanto descrédito para la revolución, y que han alarmado justamente a los diferentes países a que pertenecían las víctimas de esos crímenes escandalosos es de creerse, vista la actitud que han tomado esos países, y que también el gobierno del señor Wilson ha tomado en consideración, deben indudablemente contribuir a que se acabe de decidir la línea de conducta que en definitiva debe observar el gobierno del gran país a que usted pertenece, y que no puede ser otra su solución que aquella que de acuerdo con los países relacionados con México, está indicada y a lo cual contribuirá también al desenlace que tendrá la cuestión militar que sostiene el gobierno del general Huerta contra lo que se llama hoy por los revolucionarios el partido constitucionalista de México. Usted sabe los grandes intereses existentes aquí, pertenecientes a ciudadanos de los Estados Unidos, y que representan sumas de dinero que no es racional ni justo que sigan sufriendo los considerables quebrantos que originan los trastornos políticos actuales. Entre esos intereses ocupa lugar preferente, en mi opinión, la "American Smelting and Refining Company", una de las más notables de los Estados Unidos en México, y que solamente ella mantiene, cuando está en actividad, más de sesenta mil dependientes y trabajadores, gozando de grandes simpatías en todo el país, empresa que hoy tiene sus vastos trabajos paralizados. Si continúa la revolución, yo entiendo que dentro de pocos meses las armas de las tropas federales deberán sobreponerse a las de sus contrarios, y este hecho apoyado en la desesperación que están causando los actuales trastornos, vendrán a determinar forzosamente el restablecimiento de la paz. Para concluir, el gobierno del general Huerta está reconocido por Inglaterra, Alemania, Francia, España, Italia, Noruega, Austria, China, el Japón, Turquía y casi todas las Repúblicas latinoamericanas, con excepción de la Argentina y Chile, cuyos ciudadanos, sin embargo, dan repetidas pruebas o testimonios de simpatía y consideración a México, lo mismo que sucede con la gran porción imparcial y sin pasión de los Estados Unidos, que yo no dudo que su gobierno, persuadido de la necesidad de poner término a los repetidos y vergonzosos trastornos de este país, proceda también a ayudar a la pacificación, ya que la revolución tanto daño causa al mundo entero y muy principalmente a los residentes de los Estados Unidos que, en casi su totalidad dicen que su gobierno debe ayudar al de este país. S. Camacho.

20 de febrero de 1913. Señor general Porfirio Díaz: Derrocado gobierno Madero. La República siempre agradecida espera de usted sus sabios y prudentes consejos. Félix Díaz.[24] 21 de febrero de 1913. Señor general Félix Díaz: Me siento orgulloso de ver que un hijo mío, los de mis viejos compañeros, y sus camaradas, sustituyen ante la patria a los que hemos concluido. Porfirio Díaz. 22 de febrero de 1913. Señor general Félix Díaz: Profundamente agradezco ustedes bondadosa manifestación y hago fervientes votos para que el triunfo que ha coronado su patriótico esfuerzo sea para nuestra patria no sólo el alivio de sus angustias sino también la salvación de su decoro y autonomía. Porfirio Díaz.

La Suprema Corte y Huerta se cambiaron los siguientes cumplimientos: Señor: La Justicia y su administración es cosa tan esencial para la vida de las sociedades, que no se puede concebir una cultura si carece de honrada administración de justicia, que a cada quien dé lo suyo y haga respetar el derecho en toda circunstancia y en la amplia medida que demande el propio derecho, ya pertenezca éste al débil, ya corresponda al poderoso, ora sea que asista al estado o que pertenezca al individuo en conflicto con el primero. Buscar la paz estable y sólida fuera de la justicia es como querer que pueda haber vida terrena sin atmósfera; es pretender realizar el más claro de los imposibles, el absurdo, en mi sentir, más evidente, más palpable. Basta fijarse en las naciones que pueblan la tierra, para convencerse íntimamente de que no es dable conseguir la prosperidad a que aspiran todas ellas, si no descansan en el respeto más escrupuloso de la justicia y en su administración. Las dos revoluciones que han conturbado últimamente la tranquilidad de la República, han tenido por origen cierto e indiscutible el desconocimiento de la verdad que acabo de mencionar. El haber considerado que el respeto al derecho sólo puede ser exigido por una clase y que impunemente se puede hollar el de los demás, ha sido el

error funesto que ha producido tantos y tan lamentables daños en el pueblo mexicano, el que ha llegado a estar en el dintel del peor de los daños. El personal del Ejecutivo de la Unión, a quien, en nombre de la Corte Suprema de Justicia, tengo el especial honor de felicitar, con mis compañeros, por la toma de posesión que ha verificado, dada su ilustración de todos reconocida, y su experiencia cruelmente aleccionada por los acontecimientos que hace poco más de dos años se vienen fatídicamente sucediendo, indudablemente que salvará el escollo en que ha naufragado la última administración y persuadido de que un sistema que de la democracia sólo ha tenido las exageraciones vituperables, no puede ser el cimiento de un estado de cosas en que la generalidad esté satisfecha, requisito indispensable para que haya una paz verdaderamente tal, sabrá satisfacer la primera aspiración del pueblo, o sea la de que se imparta la justicia dignamente, sin distinción de personas ni de clases, sin más norte que la ley, ni más norma que el derecho, ajustando todos sus actos a ese levantado propósito. De otra manera, no satisfecha esa sed devoradora de justicia que tanto ha atormentado al pueblo mexicano, lo llevará a verter torrentes de sangre como los ha vertido, a fin de tratar de mitigarla y comprometiendo su respetabilidad y hasta su independencia. La Corte Suprema de Justicia lealmente ofrece al Poder Ejecutivo, a quien de nuevo presenta sus sinceras congratulaciones, por conducto de la comisión que presido, colaborar en la importante medida que la Carta Fundamental le señala, a tan alto fin, a realizar empresa tan patriótica y tan noble. México, febrero 22 de 1913. Presidente: Alonso Rodríguez Miramón. Magistrados: Emilio Bullé Goyri, Carlos Flores. Al margen, un sello que dice: Secretaría de Estado y del Despacho de Justicia. México. Señores magistrados de la Suprema Corte de Justicia. Al recibir a la respetable comisión de ese cuerpo el día 22 de los corrientes, le expresé de viva voz algunos conceptos que deseo reiterar por escrito, correspondiendo así a la forma en que me hicieron conocer los sentimientos de ese alto tribunal. El Ejecutivo de mi cargo, fruto de una necesidad nacional dolorosa, pero respetable, como todas aquellas que se refieren a la existencia de la nación, tuvo por primera preocupación entrar a la vida constitucional y lo logró con toda la rapidez y franqueza que la situación lo exigía, a pesar de los naturales obstáculos que se levantaban; la presencia de la Suprema Corte ante

él, presentándole sus consideraciones, ha venido a ratificar esa convicción en el espíritu del Ejecutivo. La paz es el bien necesario para la conservación de la Patria; por ella y para ella todo cuanto sea necesario; tal es el lema del nuevo gobierno y para lograrlo y consumarlo nada tan preciso como la voz serena de los representantes de la Ley y de la Justicia, ya que la función de dar a cada quien lo suyo es la necesaria finalidad de toda acción política. Si el Ejecutivo en algún momento e impulsado por necesidades ineludibles, se encuentra monopolizado por la preocupación política ha de serle grato sentir el control de los representantes de la Ley reunidos bajo el dosel de esa Corte Suprema de Justicia, y sus relaciones con ella han de ser siempre cordiales y sinceras. Reciba el Poder Judicial de la Federación todos los respetos y las consideraciones del Ejecutivo, que de la mano con él, espera llevar adelante la obra de integración nacional que se propone. Protesto a ustedes mi profunda consideración, México, febrero 24 de 1913. Victoriano Huerta.

El 26, Carranza dictó a Breceda el plan político y militar que regiría el movimiento revolucionario nacional, plan que había decidido formular desde el pasado día 23 y la redacción del cual había sido materia de sus meditaciones. El documento, sin preámbulos demagógicos, constaba de siete puntos. Su texto es el siguiente, sencillo, claro y terminante, como su autor: 1º Se desconoce al General Victoriano Huerta como Presidente de la República. 2º Se desconoce también a los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación. 3º Se desconoce a los Gobiernos de los Estados que aún reconozcan a los Poderes Federales que forman la actual Administración, treinta días después de la publicación de este Plan. 4º Para la organización del Ejército encargado de hacer cumplir nuestros propósitos, nombramos como Primer Jefe del Ejército que se denominará "Constitucionalista", al ciudadano Venustiano Carranza, Gobernador del Estado de Coahuila. 5º Al ocupar el Ejército Constitucionalista la ciudad de México, se encargará interinamente del Poder Ejecutivo el ciudadano Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército, o quien lo hubiere substituido en el

mando. 6º El Presidente interino de la República convocará a elecciones generales tan luego como se haya consolidado la paz, entregando el Poder al ciudadano que hubiere sido electo. 7º El ciudadano que funja como primer Jefe del Ejército Constitucionalista en los Estados cuyos Gobiernos hubieren reconocido al de Huerta, asumirá el cargo de Gobernador Provisional y convocará a elecciones locales, después de que hayan tomado posesión de sus cargos los ciudadanos que hubieren sido electos para desempeñar los altos Poderes de la Federación, como lo previene la base anterior.

Ahora bien, a instancias de sus compañeros de ideales, Carranza aceptó que los siete puntos fueran precedidos por este MANIFIESTO A LA NACIÓN Considerando: que el general Victoriano Huerta a quien el Presidente Constitucional D. Francisco I. Madero había confiado la defensa de las instituciones y legalidad de su Gobierno, al unirse a los enemigos rebeldes en armas en contra de ese mismo Gobierno, para restaurar la última dictadura, cometió el delito de traición para escalar el poder, aprehendiendo a los CC. Presidente y Vicepresidente, así como a sus Ministros, exigiéndoles por medios violentos la renuncia de sus puestos, lo cual está comprobado por los mensajes que el mismo Gral. Huerta dirigió a los gobernadores de los Estados comunicándoles tener presos a los Supremos Magistrados de la Nación y su Gabinete. Considerando: que los Poderes Legislativo y Judicial han reconocido y amparado en contra de las leyes y preceptos constitucionales al general Victoriano Huerta y sus ilegales y antipatrióticos procedimientos; y considerando, por último, que algunos Gobiernos de los Estados de la Unión han reconocido al Gobierno ilegítimo impuesto por la parte del ejército que consumó la traición mandado por el mismo general Huerta, a pesar de haber violado la Soberanía de esos mismos Estados, cuyos gobernantes debieron ser los primeros en desconocerlo, los subscritos, jefes y oficiales con mando de fuerzas constitucionalistas, hemos acordado y sostendremos con las armas el siguiente (Plan de 7 puntos ya transcrito).

Manifiesto y Puntos Resolutivos se denominaron Plan de Guadalupe, que firmaron el mismo día 26, los primeros, estos patriotas: Teniente Coronel Jefe del Estado Mayor, J. B. Treviño; Teniente Coronel del 1er. Regimiento "Libres del Norte", Lucio Blanco; Teniente Coronel del 27º Regimiento "Libres del Norte", Francisco Sánchez Herrera; Teniente Coronel del 28 Regimiento, Agustín Millán; Mayor Jefe de "Carabineros de Coahuila", Cayetano Ramos; Mayor del Regimiento "Morelos", Alfredo Ricaut; 1er. Cuerpo Regional, Mayor, Pedro Vázquez; Mayor, Juan Castro; Mayor Médico, Dr. Ríos Zertuche; Jefe de la Guardia, Mayor Aldo Baroni; 1er. Cuerpo Regional, Teniente Coronel Cesáreo Castro; Teniente Coronel, A. Portas; 38 Regimiento, Mayor Adalberto Palacios; Capitán 1º Santos Dávila Arispe; Capitán 1º, Ramón Caracas; Capitán 1º, F. Garza Linares; Capitán 1º, Felipe Menchaca; Capitán 1º, Alfredo Breceda; Capitán 1º, Guadalupe Sánchez; Capitán 1º, Gustavo Elizondo; Capitán 1º, F. Méndez Castro; Capitán 1º, F. J. Múgica; Capitán 1º, T. Cantú; Capitán 1º, Rafael Saldaña Galván; Capitán 2º, Nemesio Calvillo; Capitán 2º, Armando Garza Linares; Capitán 2º, Canuto Fernández; Capitán 2º, Juan Francisco Gutiérrez; Capitán 2º, Manuel Charles; Capitán, Rómulo Zertuche; Teniente H. T. Pérez; Teniente, Antonio Villa; Capitán 2º, Carlos Osuna; Teniente, Manuel M. González; Capitán 2º, José Cabrera; Teniente, B. Blanco; Teniente, Jesús R. Cantú; Teniente, José de la Garza; Teniente, Francisco A. Flores; Teniente, Jesús González Morín; Teniente, José L. Castro; Teniente, Alejandro Garza; Teniente, F. J. Destenave; Teniente, José N. Gómez; Teniente, Pedro A. López; Teniente, Baltasar M. González; Teniente, Benjamín Garza; Teniente, Cenovio León; Teniente, Venancio López; Teniente, Petronilo A. López; Teniente, Ruperto Boone; Teniente, Ramón J. Pérez; Teniente, Lucio Dávila; Subteniente, Álvaro Rábago; Subteniente, Luis Reyes; Subteniente, Luz Menchaca; Subteniente, Rafael Limón; Subteniente, Reyes Castañeda; Subte ni e nte , Francisco Ibarra; Subteniente, Francisco Aguirre; Subteniente, Pablo Aguilar; Subteniente, A. Cantú; Subteniente, J. Torres; Subteniente, Jesús Amezcua; Subteniente, Luis Martínez; Subteniente, Salomé Hernández.

Francisco J. Múgica, testigo ocular de estos faustos sucesos

memorables, escribió el siguiente relato: "Serían las 11 de la mañana de un día caluroso, polvoriento y aburrido, cuando rodó por la llanura desértica el toque de llamada de jefes y oficiales con la contraseña del cuartel general y casi al mismo tiempo se fue llenando el cobertizo del taller de la hacienda, de oficiales jóvenes que saludaban interrogando. Todos traían chamarras de campaña, paliacates al cuello, botas rancheras y sendas pistolas en los cinturones no muy provistos de parque. "Aquella oficialidad era revolucionaria; aquella llanura, la de la Hacienda de Guadalupe del Estado de Coahuila; aquella mañana, la del 26 de marzo de 1913. "Como los anales de esta fecha pasaron en definitiva a la historia y son casi desconocidos, es conveniente escribir pormenorizándolos para darlos al público y para valorarlos en su justo precio. "Es bien sabido que el gobierno del Estado de Coahuila de Zaragoza que presidía don Venustiano Carranza en aquellos tiempos, se negó terminantemente y de modo patriótico y enérgico a reconocer al Gobierno Federal que había emanado del vergonzoso cuartelazo de Huerta y que, en tal virtud, el gobernador de Coahuila había agrupado en su torno a las milicias del Estado, así como a un grupo de jóvenes entusiastas que conocían sus honestos antecedentes de hombre público, así como la entereza de su carácter, y con dichos elementos declaró en pie de guerra el territorio coahuilense, y activo y resuelto presentó desde luego las funciones de armas necesarias para demostrarle al país que la dignidad ciudadana y la majestad de la ley tenían resueltos defensores; Anhelo, Espinazo, Saltillo, Cuesta del Cabrito y otros sitios de La Laguna ya olvidados, habían sido teatro de recios combates y de alardes bélicos que, aunque adversos al núcleo legalista del gobernador Carranza, empezaban a contagiar a otras entidades y a preocupar al usurpador y a sus camarillas que habían creído destruir impunemente un régimen popular asesinando al apóstol Madero con refinamiento de maldad. Sonora siguió muy pronto la actitud legalista del señor Carranza y aunque con modificaciones importantes en su personal de gobierno, se alistó resuelta y patriota a la lucha por la restauración del régimen constitucional interrumpido. En Durango y en Michoacán se iniciaron levantamientos de fuerzas maderistas organizadas en son de protesta contra el gran crimen; y el pueblo mexicano, a la expectativa, esperaba sólo una palabra

conminatoria para engrosar las filas. "Entre tanto se definía la actitud de las entidades soberanas que constituyen la federación de los Estados Unidos Mexicanos frente al cuartelazo y se notaba con tristeza que la mayoría absoluta de ellas reconocía humildemente al usurpador, el señor Carranza meditaba la forma de unir y coordinar los pequeños pero valiosos elementos ya en acción y dispuestos a la lucha, pues con clara visión de estadista pensaba que una personalidad más vigorosa que la suya podría asumir sin dificultad alguna la suprema jefatura del movimiento, y para dicho efecto, dirigió atenta carta al antiguo patriota y prestigiada personalidad del señor don Jerónimo Treviño, que por aquel entonces vacilaba en secundar el cuartelazo de la Ciudadela no obstante su personalidad militar y el mando de las fuerzas que guarnecían extensa zona fronteriza. Pero el general Treviño, ya caduco y claudicante, por la influencia de la paz porfiriana y el espíritu aprensivo del ejército, rehusó de plano recibir la bandera de la revolución tan generosamente ofrecida por el señor Carranza y definió su actitud en el sentido de secundar el cuartelazo. "Mientras esto sucedía, se habló mucho y largo entre la juventud que rodeaba al gobernador coahuilense, de formular un plan revolucionario en que se proclamaran como razones de la lucha los principios sociales, que más tarde debían de ser la invencible bandera de la Revolución. En Mesillas, en Acatita de Baján, en estación Monclova, en los más insignificantes campamentos que servían de vivac transitorio a la columna legalista, en las marchas angustiosas por aquellos polvorientos desiertos fronterizos, en todas partes, departían los jóvenes compañeros de aventuras con el gobernador Carranza, sobre los varios temas sociales que la revolución debía de comprender en su plan y en su bandera; pero don Venustiano, con aquella prudencia y aquella solemnidad que caracterizó toda su vida de caudillo rebelde, replicaba a la impaciente juventud que lo seguía, con una prudente dilatoria que hiciera cristalizar antes que todo en la conciencia del país y en el juicio del exterior el fundamento legal de la lucha. Pensaba, con la entereza de hombre cuerdo, que la ley ultrajada era el argumento menos discutible para justificar la lucha sangrienta iniciada por él e iba, así, emplazando nuestra fogosidad y nuestra impaciencia sin negarnos la razón en la amplitud de nuestro ideal. "En esta constante pugna ideológica del sostenedor de la ley y de las aspiraciones juveniles que no eran otra cosa que las necesidades del pueblo, la lucha que continuaba siempre adversa y cada día más

difícil. El mes de marzo tocaba a su fin; el gobierno usurpador reforzaba el ejército de operaciones contra el gobierno legalista concentrando fuerzas y elementos en la capital del Estado y allá fuimos, cuando menos se esperaba la ofensiva, a hacer una demostración de fuerza y de presencia. Dos días duró el ataque a Saltillo; se peleó en las mismas calles de la ciudad; los arrabales estuvieron en poder de las fuerzas insurgentes todo el tiempo del asedio; pero, tan prolongado esfuerzo, tan desigual la lucha, tanto sacrificio de sangre que no se reponía muy fácilmente, hicieron nuestra derrota, imponiéndose violenta retirada y por distintas rutas a Monclova. "Como si esto no fuera ya aniquilante, hubimos de luchar aún largas dos horas en la cuesta del Cabrito contra una columna federal salida de Monterrey, que pretendió ocupar lugar tan estratégico para evitarnos la retirada hacia nuestra base única de aprovisionamiento. La disputa de la posición fue dura y enérgica, quedando en nuestro poder, a costa de muchos dispersos y de casi la pérdida absoluta de la moral de nuestro ejército. "Desde aquella tarde azarosa y fatal se impusieron las grandes jornadas, por la estepa llena de cardos y lechuguilla; desposeída de todo oasis; llena de inmensidad y de penuria… Pero el día 25 llegamos a la Hacienda de Guadalupe colocada estratégicamente en el valle solitario que se inicia en las fecundas cañadas de Boca de Tres Ríos. La Hacienda nos brindaba la seguridad estratégica de las cordilleras cercanas; el refrigerio de las escasas pero apreciabilísimas aguas de sus arroyos; la reparación del extenuamiento físico de hombres y bestias que apenas habían probado el sustento y descansado lo indispensable, a campo raso, para proseguir las marchas, y, por último, nos permitía el albergue de sus trojes y cobertizos destartalados como una esperanza de mejores tiempos. "Ya limpios los cuerpos y tranquilos los nervios de las condiciones del lugar, el Jefe Carranza y su secretario particular el capitán Breceda se encerraron en la oficina de raya de la finca. Todos presentimos algo grato; conjeturamos que una nueva marcha se anunciaría en breve o que se trazaría un nuevo y más halagüeño plan de campaña. Pero no; el encierro del gobernador, de don Venustiano, como le decían, abreviando, los rudos fronterizos, fue largo y como siempre solemne, dando por resultado aquella voz imperativa del trompeta de órdenes del Cuartel General llamando a jefes y oficiales. "En el panorama del recuerdo pasan lista de presente los oficiales y jefes del Segundo de Carabineros de Coahuila al mando del modesto y

sencillo teniente coronel Cesáreo Castro; los oficiales y jefes del Primer Regimiento "Libre del Norte" al mando del apuesto y atractivo teniente coronel Lucio Blanco; los contados elementos del deshecho y aniquilado Segundo Regimiento de Carabineros de San Luis, cuyo jefe el teniente coronel Andrés Saucedo había quedado enfermo en Monclova; los contados oficiales del 28º Regimiento Federal en organización que había venido casi íntegro a nuestras filas del mando de su jefe el teniente coronel Luis Garfias; los contados y modestos oficiales de la pequeña escolta del Primer Jefe que al mando del mayor Aldo Baroni y del humilde pero bravo capitán Gaspar Cantú, estuvieron siempre en su sitio a la hora del peligro y de la refriega; la oficialidad indomable y el jefe heroico del Segundo Cuerpo de "Libres del Norte", al mando de su serio, seco y bizarro teniente coronel Francisco Sánchez Herrera; los inolvidables soldados ya caídos, Agustín Millán, Antonio Portas y la entusiasta oficialidad veracruzana de los regimientos rurales por ellos comandados y, por último, los jóvenes ayudantes que bajo las órdenes del jefe del Estado Mayor, teniente coronel Jacinto B. Treviño, estaban ansiosos siempre de nuevas aventuras y del encauzamiento social de la revolución. "Todos risueños, alegres, firmes, fueron pasando al pequeño cuarto en que horas antes se encerrara solamente con su secretario particular el jefe Carranza. La habitación era pequeña, cuadrangular, con una diminuta ventana, en el centro del muro, hacia el campo y una puerta angosta que daba acceso a una especie de vestíbulo medianero con los cobertizos donde estaban los talleres de herrar y carpintear, los aperos rudimentarios del rancho. Dos mesas mugrientas y apolilladas y dos sillas, eran todo el ajuar de aquella oficina en que la oficialidad descrita, de una columna inferior a setecientos hombres, iba a firmar un pacto con el gobierno constitucional de Coahuila y con el pueblo todo del país para defender y hacer triunfar el plan revolucionario que por arcanos y desconocidos decretos del destino, debía llamarse 'PLAN DE GUADALUPE'. "El secretario particular del señor Carranza puso en nuestras manos un pliego haciéndonos saber que aquello era el plan esperado y que debíamos de firmar aquella mañana memorable. Se hizo el silencio, se leyó el documento. Era conciso, breve e iletrado[25] (sic) como su autor. En todo él, sólo campeaba la idea legalista, motivo y principio de aquella campaña. "¿Qué pensaron aquellos jóvenes luchadores que habían seguido a Madero al impulso de grandes anhelos económicos, educacionales y

sociales? No podría definirse y sería aventurado escrutar el cerebro de aquel núcleo de hombres incultos y semi-ilustrados; pero pasada la ofuscación de las palabras, transmitidas como procedentes del Primer Jefe, empezaron las propuestas para agregar al proyecto del señor Carranza, lineamientos agrarios, garantías obreras, reivindicaciones y fraccionamientos de latifundios, absolución de deudas y abolición de tiendas de raya. La algarabía era confusa en el pequeño ambiente de aquel cuarto histórico; las ideas se perdían en el espacio por el desorden con que eran emitidas; y, entonces, se propuso orden, método, serenidad y el nombramiento de una directiva que encauzara aquel entusiasmo. Un aplauso subrayó la idea y sonaron los nombres del teniente coronel Jacinto B. Treviño, del teniente coronel Lucio Blanco y de otros más humildes para presidir la asamblea. Blanco fue aclamado unánimemente y pasó a una de las sillas, al centro de la mesa, junto a la ventana ruin. Faltaba un secretario; el capitán Múgica fue designado y ocupó la otra silla en la cabecera de la mesa. La asamblea, organizada, tuvo un movimiento tumultuoso de acomodamiento dentro del estrecho recinto; y empezó, serena, reflexiva y patriota, a dictar los principios y los fundamentos filosóficos que habían de explicar a la opinión de aquel entonces y a las generaciones futuras, el fundamento de la lucha y las aspiraciones de los iniciadores. "Todo el anhelo popular que más tarde encarnó en la Constitución de 17, sonó en las palabras de aquellos modestos oficiales y jefes de aquella memorable asamblea, pues significaba el deseo fervoroso de acabar con aquel organismo carcomido, egoísta y torpe que había creado la dictadura porfiriana y el grupo de favoritos que disfrutaron el país como una propiedad privada y exclusiva. Todos queríamos que aquel documento abarcara la historia de las generaciones que iban a rebelarse y los anhelos que perseguían. Naturalmente que estas manifestaciones fueron hechas en forma nebulosa, con la confusión de gentes poco instruidas, pero con la videncia del que ha sufrido y con la sabiduría que da la expoliación interminable. "Y pusimos manos a la obra. Enderezamos alambicados considerandos que expusieran nuestra filosofía y nuestros pensamientos para concluir con resoluciones firmes y enérgicas. Pero… el secretario Breceda velaba por los pensamientos del señor gobernador Carranza puestos en el documento en proyecto, y salió a rendir parte de nuestras pretensiones. "Don Venustiano se presentó, presto, en el recinto de la asamblea

pidiendo informes de nuestra actitud. Fueron amplias las explicaciones; claros los conceptos; dignas las actitudes. Deseábamos hablarle al pueblo, no sólo de la razón legal de la guerra, sino de la oportunidad, de la necesidad de vindicar las usurpaciones desde la tierra hasta la del poder, desde la económica hasta la política. "Ya sereno, el caudillo de la legalidad contestó así a nuestro entusiasmo: '¿Quieren ustedes que la guerra dure dos años, o cinco años? La guerra será más breve mientras menos resistencia haya que vencer. Los terratenientes, el clero y los industriales, son más fuertes y vigorosos que el gobierno usurpador; hay que acabar primero con éste y atacar después los problemas que con justicia entusiasman a todos ustedes, pero a cuya juventud no le es permitido excogitar los medios de eliminar fuerzas que se opondrían tenazmente al triunfo de la causa. "La asamblea objetó aún que había juventud para luchar, no sólo cinco años, sino diez si era preciso para llegar al triunfo; pero prevaleció la opinión del jefe y con el agregado de los considerandos ya escritos y la promesa de formular el programa social al triunfo de la lucha, se suscribió el documento histórico que rememoro y pasó a la firma de todos aquellos jóvenes que han vivido una epopeya con la modestia de los iniciadores de todas las causas y el desinterés firme y sincero de todos los patriotas. "El Plan de Guadalupe fue la bandera de una lucha trascendental para nuestro progreso; trascendental para las relaciones internacionales; trascendental para nuestra educación científica; trascendental para nuestro ejército; trascendentalísima para nuestros obreros y campesinos que han alcanzado, al fin, tener una personalidad vigorosa y un bienestar económico que tenían derecho a esperar desde que hicieron la revolución de Independencia y repitieron en las luchas de Reforma y del Segundo Imperio." Relato del general Francisco J. Múgica, en Crónica del Constituyente, por Djed Bórquez, pp. 42-52. Ediciones Botas, México, 1938. En la crónica anterior faltó consignar que quien llevaba la palabra de la juventud en la sesión de Guadalupe, era el propio capitán Múgica. Desde entonces, este revolucionario michoacano era un fervoroso partidario de atacar la cuestión social. Apoyado por otros jóvenes impetuosos y decididos, de los que acompañaron al Primer Jefe desde el principio, había escrito una exposición de motivos con objeto de anteponerla al Plan de Guadalupe. En ese documento se hablaba de la inquietud de las masas proletarias, cuya situación debería mejorarse, de abatir el poder del clero, que con tanta habilidad se colaba en los

gobiernos y de resolver la cuestión agraria, dando ejidos a los pueblos y disolviendo latifundios. La prudencia del señor Carranza, hombre experimentado en política, aconsejó que se dejara el planteo de un programa así, para una segunda etapa de la revolución. Por el momento había que acabar con Huerta. Por eso la redacción del Plan de Guadalupe es tan sencilla y escueta. Triunfó en Guadalupe la opinión del Primer Jefe y se dejó para nueva oportunidad la tarea de delinear el programa revolucionario. Derrotado amistosamente en Guadalupe, el ya mayor Múgica, pocos meses después, aseguraba al general Lucio Blanco para hacer la primera repartición de tierras en Matamoros, Tamaulipas. Allí se dieron las primeras tierras a los campesinos, por la revolución. El hecho valió la reprimenda a Blanco, por el Primer Jefe y el traslado de este buen elemento militar desde el extremo noreste del país hasta el noroeste, es decir, al Estado de Sonora. Desde entonces, Lucio Blanco estuvo a las órdenes del general Álvaro Obregón; y su jefe de Estado Mayor, el mayor Múgica, quedó comisionado en la Primera Jefatura. El Plan de Guadalupe fue adoptado en seguida por todos los revolucionarios del Norte de la República: los de Monclova, los de Piedras Negras; y, después, los de Sonora. Era una bandera fácil de interpretar: "vamos a derrocar al asesino del Presidente Madero y hacer que el país vuelva al orden constitucional". Por eso fue apropiado y oportuno el título que se dieron a los nuevos luchadores: constitucionalistas.

Al conocerse en el país el Plan de Guadalupe, determinaron secundarlo los siguientes jefes y oficiales revolucionarios, en su nombre y en el de sus soldados: Los que subscribimos, Jefes y Oficiales de Guarnición en esta plaza, nos adherimos y secundamos en todas sus partes el Plan firmado en la Hacienda de Guadalupe, Coah., el 26 de los corrientes. Piedras Negras, Coah., marzo 27 de 1913. Jefe de las Armas, Gabriel Calzada, Jefe de las Armas de Allende, A. Barrera, Jefe del Cuerpo de Carabineros del Río Grande, mayor R. E. Múzquiz, Mayor del Cuerpo de A. del D. de Río Grande, mayor Dolores Torres, capitán 1º Manuel B. Botello, capitán 2º I. Zamarripa, capitán 2 º Julián Cárdenas, capitán 1º del Batallón "Leales de Coahuila", Feliciano Mendoza, teniente J. Flores Santos, teniente Adolfo Treviño,

Subteniente Juan G. González, capitán 2º Federico Garduño, subteniente A. Lozano Treviño. Los Jefes y Oficiales en el campo de operaciones de Monclova, se adhieren y secundan el Plan firmado el día de ayer en la Hacienda de Guadalupe. Mayor Teodoro Elizondo, capitán 1º Ramón Arévalo, capitán 2º Francisco Garza Linares, capitán 2º F. G. Galarza, capitán 2º Miguel Ruiz. Tlanepantla, México, 30 de marzo de 1913. Los Jefes y Oficiales suscritos del 21 Cuerpo Rural nos adherimos al Plan de Guadalupe, Coah. Coronel Jesús A. Castro, capitán 1º Miguel M. Navarrete, Emiliano P. Navarrete; tenientes: Juan Jiménez, Conrado Gallardo, Marcial Galarza, Gonzalo Garza, Rosalío Quiñones, Manuel V. Viramontes, Blas Corral.

También nos adherimos al Plan de Guadalupe otros muchos revolucionarios del Distrito Federal y de los estados, para secundar a Carranza. La Revolución Constitucionalista encendía sus fuegos y levantaba su bandera en toda la República. Casi al mismo tiempo que Carranza desconoció oficialmente a Huerta, los revolucionarios de Sonora tomaron las armas para batir a los infidentes. El 18 de febrero, Obregón, Mendivil, Carpio, Talamante y otras personas, al conocer la noticia de la aprehensión de Madero, decidieron luchar contra el usurpador. El 19, Álvaro Obregón entrevistó a Maytorena a quien no indignó la caída de Madero; el gobernador de Sonora dijo, además, que no deseaba "alterar el orden". Bajo la presión de Hill y Obregón, Maytorena ordenó concentrar las fuerzas irregulares del estado en Hermosillo, lo cual evitó que los federales de Guaymas y de Torin se apoderaran de la capital del estado. Hill se mostró dispuesto a unirse a la Revolución. Obregón fue designado comandante militar de Hermosillo, en substitución del coronel Rivera. Se incorporaron a Obregón, Cabral y Alvarado, quienes manifestaron estar resueltos a luchar contra Huerta. El 22 de febrero, los asesinatos de Madero y Pino Suárez

encendieron la revolución en Sonora. Nacozari, Agua Prieta, Fronteras y Cananea, se pusieron en armas. Maytorena se mantuvo irresoluto, cruzándose telegramas con Rodolfo Reyes. Envió a Ismael Padilla a Coahuila para inducir a Carranza —con engaños— a reconocer a Huerta. Y, en esta fecha Maytorena declaraba que "las sublevaciones ocurridas en el norte de Sonora eran actos de bandolerismo". El 26, el Congreso de Sonora concedió licencia al Gobernador para que se separara temporalmente del Gobierno. Maytorena extrajo $12 000.00 de la Tesorería del Estado para pagarse por anticipado seis meses de sueldo, el tiempo que duraría su licencia. Ignacio L. Pesqueira fue designado gobernador interino. El 27, Obregón resolvió salir a la frontera para batir a los federales. El 5 de marzo, la Legislatura del Estado libre y soberano de Sonora desconoció la personalidad de Victoriano Huerta como presidente de la República: Ignacio L. Pesqueira, Gobernador Interino del Estado Libre y Soberano de Sonora, a sus habitantes, sabed: Que el Congreso del Estado ha tenido a bien decretar lo siguiente: Número 122 El Congreso del Estado, en nombre del pueblo, decreta lo siguiente: Ley que autoriza al Ejecutivo para desconocer al C. general Victoriano Huerta como Presidente de México. Artículo primero. La Legislatura del Estado Libre y Soberano de Sonora no reconoce la personalidad del C. Victoriano Huerta como Presidente Interino de la República Mexicana. Artículo segundo. Se excita al Poder Ejecutivo del Estado para que haga efectivas las facultades que le concede la Constitución Política del mismo. Transitorios

Primero. Comuníquese al Ejecutivo la presente Ley para su sanción y promulgación. Segundo. Asimismo, comuníquese, con inserción de la parte expositiva del dictamen, y por conducto del propio Ejecutivo, al Tribunal Superior de Justicia y a las prefecturas y ayuntamientos de esta Entidad Federativa, así como a los Poderes Federales y a los demás Estados. Salón de sesiones del Congreso del Estado. Hermosillo, 5 de marzo de 1913. Alberto B. Piña, D. P., Garduño, D. S. M. Romo, D. S. Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Palacio de Gobierno del Estado. Hermosillo, marzo 5 de 1913. I. L. Pesqueira. El Secretario de Estado, Interino, Lorenzo Rosado.

Sonora contaba con hombres y pertrechos suficientes para ir a la revolución en mejores condiciones que los revolucionarios de otros estados. El 11, los revolucionarios sonorenses tomaron Nogales; el 26, Cananea. El 18 de abril, en Monclova, Coah., se reunieron en convención los representantes revolucionarios de Coahuila, Sonora y Chihuahua para acordar lo conducente respecto a la unificación de los revolucionarios bajo un solo mando militar y una única bandera política, conforme a los Puntos del Plan de Guadalupe: ACTA DE LA CONVENCIÓN DE MONCLOVA En la estación de la ciudad de Monclova ( Coahuila), a los diez y ocho días del mes de abril de mil novecientos trece, reunidos los ciudadanos Roberto V. Pesqueira, Adolfo de la Huerta, delegados debidamente caracterizados por el Poder Ejecutivo y Legislatura del Estado de Sonora, respectivamente; el C. doctor Samuel Navarro, delegado por la Junta Constitucionalista de Chihuahua; el C. Alfredo Breceda, delegado por el Gobierno del Estado de Coahuila, y el C. Gobernador Constitucional de esta Entidad, D. Venustiano Carranza, se procedió a la exposición y resolución de los puntos que a continuación se expresan.

Primero. Que habiendo celebrado en Agua Prieta (Sonora), a los siete días del mes de abril del año en curso, una junta de delegados, a que concurrieron los ciudadanos Alfredo Breceda, en representación del Estado de Coahuila, Roberto V. Pesqueira, delegado por el Estado de Sonora; doctor Samuel Navarro, delegado por la Junta Constitucionalista de Chihuahua, y el profesor Matías C. García, presidente de esa misma Junta, se acordó que pasen a recoger impresiones el delegado Alfredo Breceda al Estado de Sonora, y el delegado doctor Samuel Navarro al Estado de Coahuila, con objeto de que, con la mayor ilustración posible acerca de los sentimientos y tendencias que inspiran a los Jefes del Poder Ejecutivo de uno y otro Estado, así como a los diversos jefes militares que sostienen la causa de la Constitución, a efecto de que, en posesión ya de todos esos datos, se reuniese una nueva junta ante la presencia del ciudadano Gobernador D. Venustiano Carranza, siendo la que ahora se celebra y que ha dado motivo para la presente acta. Segundo. A continuación se hizo la exposición del Plan de Guadalupe, propuesto por los jefes y oficiales de las Fuerzas Constitucionalistas del Estado de Coahuila, y que a la letra dice: "1º Se desconoce al general Victoriano Huerta como Presidente de la República. "2º Se desconoce también a los Poderes Legislativo y Judicial de la Federación. "3º Se desconoce a los Gobiernos de los Estados que aún reconozcan a los Poderes Federales que forman la actual Administración, treinta días después de la publicación de este Plan. "4º Para la organización del Ejército encargado de hacer cumplir nuestros propósitos, nombramos como Primer Jefe del Ejército, que se denominará 'Constitucionalista', al C. Venustiano Carranza, Gobernador del Estado de Coahuila. "5º Al ocupar el Ejército Constitucionalista la ciudad de México, se encargará interinamente del Poder Ejecutivo el C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército, o quien lo hubiere sustituido en el mando. "6º El Presidente Interino de la República convocará a elecciones generales, tan luego como se haya consolidado la paz, entregando el Poder al ciudadano que hubiere sido electo. "7º El ciudadano que funja como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista en los Estados cuyos Gobiernos hubieren reconocido a Huerta, asumirá el cargo de Gobernador Provisional y convocará a elecciones locales, después de que hayan tomado posesión de sus

cargos los ciudadanos que hubieren sido electos para desempeñar los Altos Poderes de la Federación, como lo previene la base anterior. "Firmado en la Hacienda de Guadalupe (Coahuila), a los veintiséis días del mes de marzo de mil novecientos trece." Tercero. Los delegados Roberto V. Pesqueira y Adolfo de la Huerta, en representación del Gobierno, jefes y oficiales constitucionalistas del Estado de Sonora, y el C. doctor Samuel Navarro, en representación de la Junta Constitucionalista de Chihuahua, consideraron y aceptaron en todos y cada uno de sus puntos el Plan anterior, manifestando adherirse a él en nombre de sus representados, para llevar a su debida cumplimentación las cláusulas que contiene, conceptuando que es éste el único medio para restaurar, con la mayor eficacia, el orden constitucional, interrumpido en la República Mexicana. Cuarto. Se acordó igualmente que el C. Roberto V. Pesqueira pasase a Washington, capital de la Unión Americana, con el carácter de agente confidencial, debiendo extenderle su nombramiento el señor Gobernador D. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, para que gestione, cerca de aquel Gobierno, el reconocimiento de la beligerancia, y a fin de que haga todo lo que mejor convenga en favor del movimiento constitucionalista. Quinto. Después de que fueron resueltos los puntos anteriores, y para su debida constancia y sanción, se acordó levantar la presente acta, que después de leída fue firmada de conformidad por los concurrentes citados, verificándose todo esto en el lugar y la fecha que arriba se expresan. Firmados. El Gobernador. V. Carranza (Rúbrica) R. V. Pesqueira. Sam. Navarro. (Rúbrica). Adolfo de la Huerta. Alfredo Breceda. (Rúbrica).

El 18 Carranza suscribió la aceptación oficial del Plan de Guadalupe: Acepto en todas sus partes el Plan de Guadalupe que me fue presentado por los jefes y oficiales constitucionalistas de este Estado el 26 de marzo del corriente año, en la Hacienda de Guadalupe (Coah.), y que ha sido secundado por el Gobierno, jefes y oficiales del Estado de Sonora, así como por la Junta Constitucionalista del Estado de Chihuahua, a quienes expreso mis agradecimientos por la distinción que me dispensan al designarme como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, a lo que corresponderé ofreciendo mis esfuerzos

todos para restaurar el orden constitucional en la República y satisfacer las justas aspiraciones del pueblo, por medio de la patriótica cooperación de todos los buenos mexicanos. Cuartel General de Monclova (Coah.), a 18 de abril de 1913. El Gobernador Constitucional de Coahuila. V. Carranza.

El 19, los poderes locales de Coahuila aceptaron secundar y sancionar el Plan de Guadalupe: Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes, sabed: Que la H. Diputación Permanente ha expedido el siguiente decreto: La H. Diputación Permanente del XXII Congreso Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, en uso de las facultades que le concede el decreto número 1 497, de fecha 13 de febrero del presente año, decreta: Número 1498 Artículo único. Esta Diputación Permanente, en legítima y legal representación de la XXII Legislatura Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, acepta, secunda y sanciona el Plan de Guadalupe, expedido en la Hacienda de Guadalupe (Coah.) el 26 de marzo de 1913. Dado en el Salón de sesiones de la H. Diputación Permanente, en la ciudad de Piedras Negras (Coah.), a los diez y nueve días del mes de abril de mil novecientos trece. Gabriel Calzada, diputado Presidente. Vicente Dávila, diputado Secretario. Imprímase, comuníquese y obsérvese. El Gobernador, V. Carranza. El Secretario, licenciado Jesús Acuña.

El 20 invitó a los militares revolucionarios y del Ejército Federal para que se unieran a la revolución: VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, en uso

de las facultades que le concede el artículo IV del Plan firmado en la hacienda de Guadalupe, Coah., el día 26 de marzo de mil novecientos trece, decreta: Art. 1º A todos los Generales, Jefes y Oficiales que prestaron sus servicios en las filas del Ejército Libertador en la Revolución de mil novecientos diez, y que se apresten en las filas del Ejército Constitucionalista, se les reconocerán sus mismos empleos y ratificarán al triunfo de la causa, en el Ejército Permanente; concediéndoles treinta días a partir de la fecha de la publicación de este decreto, para que se incorporen a nuestras filas los que no lo hubieren efectuado ya. Art. 2º A todos los Generales, Jefes y Oficiales del Ejército Federal que en el término de treinta días, a que hace referencia el artículo anterior, se presentaren a engrosar las filas de nuestro Ejército, se les reconocerán y ratificarán sus respectivos empleos en el Ejército Permanente, al triunfo de la causa constitucionalista, cualquiera que fuere la milicia a que pertenecieren; exceptuándose a los Generales, Jefes y Oficiales que se sublevaron en Veracruz en octubre último y a los que tomaron parte en la asonada militar contra el Gobierno Constitucional en el mes de febrero próximo pasado. Dado en la ciudad de Piedras Negras, Coahuila, a los veinte días del mes de abril de 1913. Publíquese y obsérvese. Venustiano Carranza.[26]

Por estas fechas, el Primer Jefe tuvo conocimiento de la siguiente carta que la señora Sara Pérez de Madero había dirigido al Teniente Coronel Luis G. Garfias, quien radicaba en San Antonio: Nueva York, 29 de marzo de 1913. Señor teniente coronel Luis G. Garfias, San Antonio. Estimado amigo: No puedo menos que felicitarle por su actitud digna y patriota; pues sería desesperante de ver que todos se doblegaban ante la traición y el crimen. Felizmente quedan aún hombres honrados que defienden la legalidad y luchan por esa Patria, por quien mi mártir esposo dedicó todas sus energías y dio hasta su vida. Él ya sembró la semilla; ya la regó con su sangre, así como la de todos esos mártires que han caído y siguen cayendo, víctimas de sus

salvajes enemigos; a ustedes, los patriotas que sobreviven, les toca cultivar hasta recoger el fruto, ese fruto tan preciado por los muchos sacrificios que cuesta. A raíz de los sucesos tan terribles, que nos dejaron anonadados y sumidos en el más profundo dolor, supe la actitud de usted y del capitán Treviño, pues yo me informaba de todos, y en medio de tan grande pesadumbre, sentí consuelo al saber que todos aquellos a quienes él consideró, no como sus ayudantes, sino como sus amigos, le fueron leales todos, y los que pudieron, como usted y Treviño, protestaron en el terreno que les correspondía. Debo decirle, para su satisfacción, que todos los ayudantes se portaron muy bien, sobresaliendo Garmendia, Montes y Casarín. El Colegio Militar se mantuvo a la altura de su fama. La Providencia, que en sus altos designios nos ha querido mandar esta terrible y dura prueba, los ha de ayudar a ustedes, dándoles el triunfo de la justa causa que defienden. Le ruego felicitar a D. Venustiano en mi nombre, por haberse puesto al frente de este movimiento reivindicador. Dígale que los Estados Unidos ven con simpatía el movimiento de los constitucionalistas, y si logran ponerse todos de acuerdo, para que reconozcan a un solo jefe, no será difícil que les reconozcan la beligerancia. Ahora, sí, nada de magnanimidad; pues hemos visto con dolorosa experiencia que sólo entienden a fuetazos. Dígale a D. Venustiano que no olvide que los Vázquez Gómez también han sido traidores. Mucho me agradaría tener noticias de ustedes, y si algo puedo hacer en el límite de mis facultades, por ustedes, lo haré con gusto. Soy de usted afma. amiga, Sara Pérez de Madero.

El 21 de abril, Carranza dirigió al presidente Wilson su mensaje de protesta por el favor con el que el Gobierno Norteamericano, que no había reconocido a Huerta, le dispensaba a las fuerzas del usurpador al permitirles la introducción de armas para luchar contra los restauradores del orden constitucional: Eagle Pass, Tex., 21 de abril de 1913. Excmo. Señor Woodrow Wilson, Presidente de los Estados Unidos de América, Washington, D. C. Me comunican de Laredo, Tex., que la autoridad militar de aquel

lugar concedió la importación a Laredo, Méx., para el general Trucy, jefe de las fuerzas de Huerta, de dos ametralladoras y cinco mil cartuchos. Como el Gobierno ilegal de Huerta no ha sido reconocido por Vuestra Excelencia, estimo que debe colocarse al general Huerta y a sus jefes en condiciones inferiores a aquellas en que me encuentro colocado yo, como Gobernador Constitucional del Estado, y aun como jefe de todas las fuerzas constitucionalistas de la República, y que han desconocido al Gobierno emanado de una asonada militar y, por tal motivo, el Gobierno de mi cargo cree que si se ha permitido o permite, por parte de los Estados Unidos, la introducción de armas y parque, para las fuerzas de Huerta, igual concesión debe hacerse al Gobierno constitucionalista de este Estado, que yo represento, y a los Estados y jefes que luchan por el restablecimiento del orden legal en México. Con tal concesión, los contendientes en la guerra que envuelve actualmente la República quedaremos en iguales condiciones, por lo cual suplico al Gobierno de Vuestra Excelencia se sirva conceder, sin que se pongan dificultades por las autoridades de ese país, la introducción de armas y parque necesarios, de ese país, para las fuerzas del orden legal que represento. Sírvase usted perdonar, Excelentísimo Señor Presidente, que el Gobierno de mi cargo se dirija directamente a usted, aun cuando no sea la forma en que debiera hacerlo, como Gobierno de un Estado, por no poder verificarlo por conducto del ministro de Relaciones de mi país, toda vez que no reconozco como legal el llamado Gobierno del general Huerta. El Gobernador Constitucional de Coahuila. Venustiano Carranza.[27]

Desde el 4 de abril, Carranza había enviado un mensaje al pueblo norteamericano explicando su actitud ante el régimen del Usurpador: AL PUEBLO AMERICANO Por las consecuencias que, para los intereses americanos en la nación mexicana, pudiera traer el conflicto armado que ha surgido entre los Estados de Coahuila y Sonora y los demás que los están secundando, en contra del llamado Gobierno del general Victoriano Huerta, quiero que el pueblo americano juzgue acerca de la justificación de la actitud asumida por los gobiernos antes expresados y por una gran parte del

pueblo de otros. Después de treinta y cinco años de la dictadura del general Porfirio Díaz, el pueblo mexicano, no queriendo soportarla más, en una conmoción unánime en 1910, arrojó del poder al general Díaz, y en la elección más espontánea, verificada en la nación desde su independencia, llevó a la Presidencia de la República al C. Francisco I. Madero, jefe de la lucha democrática en contra de la dictadura del general Díaz. Los elementos del viejo Gobierno, no conformes con el nuevo régimen, intentaron tres veces, por medio de la revolución, derrocar del poder al señor Madero: pero la nación estaba con él y todos los esfuerzos de sus enemigos fueron inútiles. Los descontentos, en su impotencia, recurrieron a sobornar al ejército y lograron conseguirlo con parte de la guarnición de la ciudad de México, que se sublevó contra el Gobierno legalmente constituido. El Presidente confió el mando de las fuerzas para someterlos, al general Victoriano Huerta, a quien el general Díaz había tenido en el olvido, por indigno e inmoral, y a quien el señor Madero había colmado de favores y de honores, que pagó con la más negra ingratitud, arrojando una mancha que no se lavará, en la historia del ejército. El general Huerta se unió a los sublevados de Félix Díaz, sobrino del ex dictador, aprehendiendo al señor Presidente, al Vicepresidente y al Gabinete, comunicando a los Estados este acto indigno y atentatorio contra las instituciones de la nación, en los siguientes términos: "Autorizado por el Senado, he asumido el Poder Ejecutivo de la nación, estando presos el Presidente y su Gabinete". Tal procedimiento, empleado por el ejército para hacer desaparecer el Gobierno del pueblo, trajo como consecuencia el desconocimiento, por parte de los gobiernos de Sonora y Coahuila, del llamado Gobierno del general Huerta, emanado de una asonada militar, y el referido desconocimiento originó el conflicto armado que empieza a asolar de nuevo a la nación y que no tendrá más solución que por medio de las armas, pues los que creemos que debe imperar el derecho sobre la fuerza, no consentiremos en la restauración de la dictadura, que sería hoy mil veces más funesta que la pasada. Expuesto lo anterior, yo pregunto al pueblo americano y a los gobiernos de sus Estados: ¿Si se hubiesen desarrollado en Washington los acontecimientos acaecidos en la ciudad de México, y un jefe de su ejército se hubiese apoderado de su Presidente y Vicepresidente, y asesinándolos, asumiendo después por la fuerza de unos cuantos

soldados armados la Primera Jefatura de la nación, seguirían otra conducta que la que hemos seguido los gobiernos de Sonora y Coahuila? Yo creo que no. El Presidente usurpador seguramente no habría durado veinticuatro horas en el poder, sin haber sido arrojado de él. Espero, pues, que el pueblo americano encuentre justificada la lucha actual, en contra del llamado Gobierno del general Huerta y nos disculpe de los perjuicios que a sus intereses se ocasionen, contra nuestra voluntad, en la contienda que nos envuelve. Piedras Negras, 4 de abril de 1913. El Gobernador Constitucional de Coahuila y Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, V. Carranza.[28]

El 24 de abril publicó el siguiente decreto, trascendental porque definía los lineamientos legales de la revolución: VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, en uso de las facultades que le concede el Plan de Guadalupe, de veintiséis de marzo de mil novecientos trece, decreta: Único. Se desconocen, a partir del día 19 de febrero del corriente año, todas las disposiciones y actos emanados de los tres poderes del llamado Gobierno del general V. Huerta, así como de los gobiernos de los Estados que lo hubieren reconocido o lo reconocieren. Dado en el Cuartel General en Piedras Negras, a los veinticuatro días del mes de abril de mil novecientos trece. Publíquese y obsérvese. V. Carranza.

Mondragón, como Félix Díaz, pretendieron disuadir a Carranza para que éste reconsiderara su actitud revolucionaria. Mondragón escribió la siguiente misiva dirigida a Luis F. Saldaña: Correspondencia Particular del Secretario de Guerra y Marina. México, abril 10 de 1913. Señor Luis F. Saldaña. Presente. Estimado amigo: El valeroso comportamiento de usted durante el tiempo que defendimos la Ciudadela hasta conseguir derrocar un Gobierno que estaba conduciendo a la Patria a la ruina más desastrosa, me da la convicción de que desempeñará usted la patriótica comisión que le he encargado con el celo y desinterés que manifestó en aquellos memorables días del mes de febrero último. La comisión de usted, si

tiene el buen resultado que espero, devolverá al país la tranquilidad que ha perdido y nos evitará caer en manos del extranjero. Usted sabe bien que mi único anhelo es conseguir la paz, y una vez realizado esto, retirarme al extranjero para descansar de las fatigas que he tenido en estos últimos días de prueba para la República. Con el deseo de verle muy pronto, se despide de usted su afectísimo amigo. M. Mondragón

Luis era hermano del capitán Rafael Saldaña Galván, miembro del Estado Mayor del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. El general infidente le dio instrucciones a su enviado para que entrevistara a Carranza y le propusiera deponer las armas, ofreciéndole que el gobierno de Huerta convocaría a elecciones para renovar los Poderes Federales y que, mientras se efectuaban los comicios, don Venustiano se haría cargo de las fuerzas armadas en los Estados fronterizos. El Primer Jefe respondió a Mondragón encarcelando a su emisario. Le perdonó la vida porque era hermano de Rafael. Desde el 8 de marzo, Villa, en actitud rebelde contra Huerta, cruzó la línea fronteriza en las proximidades de Ciudad Juárez. Lo acompañaban 8 hombres. Éstos eran Juan Dosal, Miguel Saavedra Pérez, Pedro Sapién, Darío W. Silva, Carlos Jáuregui (ahijado del general Bernardo Reyes), Manuel Ochoa, Pascual Álvarez Tostado y Tomás Morales. Pasó el Río Bravo por el paraje denominado "Los Partidos", como a las 9 p.m. Caminó toda la noche con su gente y fueron a almorzar a Ojo de Samalayuca. Tres días después estaba en la hacienda de El Carmen, en donde se le incorporó Manuel Baca, con otro grupo. Tocó la hacienda de El Jacinto; y siete días después de haber entrado al Estado de Chihuahua llegó a San Andrés. De San Andrés siguió para Chavarría, donde se le unió Andrés Rivera con 14 hombres bien armados y montados. Entre estos hombres estaban Antonio e Hipólito Villa. Después siguió para Santa Isabel, desde donde telegrafió al general Antonio Rábago,[29] diciéndole:

Aquí me tiene ya en México, propuesto a combatir la tiranía que usted defiende.

Carranza confirmó la personalidad de Villa como general, confiriéndole la misma jerarquía dentro del Ejército Constitucionalista, a fin de que continuara desarrollando las operaciones que había iniciado con brillante éxito: Ejército Constitucionalista. Brigada F. Villa. General en Jefe. Tengo la honra de participar a usted que con fecha 24 del actual llegó a esta Ciudad, el C. Teniente Coronel Eleuterio Hermosillo, quien acompañado del doctor Navarro traía la comisión de venir a entregar los nombramientos que usted tuvo a bien conferir en favor del C. General Francisco Villa y Coronel Juan Dosal del ejército constitucionalista en esta zona, los cuales fueron entregados a los interesados. Tengo el honor de hacer a usted presente mi distinguida subordinación y respeto. Libertad y Constitución. Santa Rosalía, mayo 26 de 1913. El General en Jefe, Francisco Villa. Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del E. Constitucionalista. Donde se encuentre.

El 26 de abril, Carranza expidió e1 primer decreto para crear el régimen de papel moneda con cuyo recurso haría frente a los gastos de la revolución sin recurrir a empréstitos extranjeros: DECRETO QUE ESTABLECE EL PAPEL MONEDA VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, a todos los habitantes de la República Mexicana, hago saber: Que en virtud de las facultades extraordinarias de que estoy investido, como primer Jefe de dicho Ejército, y Considerando: que es deber de todos los mexicanos contribuir en parte proporcional para todos los gastos del Ejército, hasta el restablecimiento del orden constitucional, y Considerando por último: que el mejor medio para acudir a todas esas necesidades, sin causar perjuicios directos y materiales, a los habitantes del país, es la creación del papel moneda, he tenido a bien decretar lo siguiente:

Art. 1º Se autoriza la creación de una deuda interior, por importe de CINCO MILLONES de pesos. Art. 2º Para llevar a efecto lo dispuesto en el artículo anterior, se emitirán billetes de circulación forzosa que, en total sumen la cantidad mencionada en el mismo artículo, y cuyo pago garantiza este Gobierno Constitucionalista, conforme al artículo 9º de este decreto. Art. 3º Los billetes serán de seis clases, por valor de un peso, cinco pesos, diez pesos, cincuenta pesos y cien pesos, distinguiéndose cada una de esas series con letras A, B, C, D, E y F, respectivamente. Art. 4º Desde el momento en que esos billetes se pongan en circulación, serán de curso forzoso, y, por tanto, todos los habitantes de la República están obligados a admitirlos como legal moneda y por el valor que representan, en toda clase de operaciones civiles y comerciales. Art. 5º La persona que se negare a recibir o dar curso a cualquier billete de los que con motivo de este decreto se expidan, será castigada con un mes de arresto por la primera infracción y seis meses en caso de reincidencia. Art. 6º Toda persona a quien se llegue a probar que al recibir estos billetes, lo ha hecho, descontando parte del valor que representan, sufrirá la mitad de la pena a que se refiere el artículo anterior. Art. 7º Para la aplicación de las penas que se fijan en los dos artículos que anteceden; serán competentes todas las autoridades políticas de las poblaciones. Art. 8º Si las necesidades de la guerra lo demandasen, podrán expedirse nuevas series de billetes, debiendo antes autorizarse cada nueva emisión por un decreto que fijará el monto de ella. Art. 9º Tan luego como quede restablecido el orden constitucional en la República, se expedirá la ley o leyes que fijen el modo de redimir el valor de los billetes que se hayan emitido y a los plazos en que deben ser totalmente pagados. Art. 10º Este decreto surte sus efectos desde el día siguiente al de su publicación. Mando se imprima, publique y cumpla. Dado en la ciudad de Piedras Negras, Coah., a los veintiséis días del mes de abril de 1913. V. Carranza.

El 24 de junio, en Piedras Negras, decretó el establecimiento de los primeros departamentos de Hacienda y Guerra

dependientes de la Primera Jefatura: DECRETO QUE CREA LOS DEPARTAMENTOS DE GUERRA Y HACIENDA Ejército Constitucionalista. Primer Jefe. VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, a todos los habitantes de la República, sabed: Decreto núm. 7. Que en uso de las facultades extraordinarias con que me hallo investido, y de acuerdo con la base IV del Plan de Guadalupe, he tenido a bien decretar lo siguiente: Artículo 1º Se crean los Departamentos de Hacienda y Guerra, dependientes de la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista. Artículo 2º Los encargados de dichos Departamentos, por cuanto a sus facultades y obligaciones, quedarán sujetos en sus funciones respectivas a lo que dispongan las leyes que en su oportunidad se expidan. Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Dado en el Cuartel General de Piedras Negras, a los veintitrés días del mes de junio de 1913. V. Carranza.[30]

El 14 de mayo, en Piedras Negras, Coah., Carranza puso en vigor la ley de 25 de enero de 1862, dictada por Juárez "para castigar los delitos contra la Nación, contra el orden, la paz pública y las garantías individuales". Esta drástica ley era la respuesta necesaria a las actividades delictuosas del régimen de la usurpación y de sus cómplices: VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, a todos los habitantes de la República, hago saber: Que en uso de las facultades extraordinarias de que me hallo investido, he tenido a bien decretar lo siguiente: Número 5

Artículo Único. Desde la publicación de este decreto, se pone en vigor la ley de 25 de enero de 1862, para juzgar al General Victoriano Huerta, a sus cómplices, a los promotores y responsables de las asonadas militares operadas en la Capital de la República, en febrero del corriente año: a todos aquellos que de una manera oficial o particular hubieren reconocido o ayudado, o en lo sucesivo reconocieren o ayudaren, al llamado Gobierno del General Victoriano Huerta, y a todos los comprendidos en la expresada ley. Por tanto, mando se imprima, publique por bando, circule y se le dé el debido cumplimiento. Dado en el Cuartel General en Piedras Negras, Coah., a 14 de mayo de 1913. V. Carranza. (Este Decreto se publicó en el núm. 2 de El Constitucionalista, en Hermosillo, Son., el 4 de diciembre de 1913).

En la misma ciudad de Piedras Negras, Carranza vio engrosar las filas revolucionarias con elementos civiles o militares de singular valía, como Cándido Aguilar, Manuel Urquidi, Jesús Agustín Castro, Jesús Dávila Sánchez, José Ugarte, Ramón Puente y Agustín Millán. Orestes Pereyra Jr., desde los últimos días de febrero, abandonó su destacamento rural en Pedriceña y salió para Cuencamé en busca de su padre, el coronel Orestes Pereyra Sr., quien se encontraba en Nazas al frente de una fracción de tropas del 22º cuerpo rural. Los Pereyra, unidos al coronel retirado Calixto Contreras, se levantaron en armas desde el 12 de marzo, atacando al tren que venía de Durango a Torreón. Por otra parte, Pánfilo Natera, en Zacatecas, había tomado el día 7 la plaza de Fresnillo y el 11 la de Nochistlán. Todo el Estado de Zacatecas estaba en armas contra Huerta. La vía férrea de Zacatecas a Torreón fue destruida. Desde entonces quedó constantemente interrumpida. El 7 de junio, Natera atacaría Zacatecas venciendo en el encuentro al general huertista Miguel Rivero y a sus 1 500 soldados. Ya don Venustiano contaba con el concurso del temerario Francisco Murguía, quien se había presentado el 5 de mayo al

Primer Jefe, en Monclova. El más tarde famoso general había logrado fugarse el 24 de marzo de su prisión en la ciudad de México, huyendo disfrazado. Llegó a Coahuila en compañía del Dr. Renato Miranda y de Tomás Valle. Pablo González lo ascendió inmediatamente a mayor, dándole el mando de treinta y tantos hombres que había comandado el mayor Ramos Cadelo, quien abandonó a Carranza refugiándose en San Antonio, Texas. El 4 de julio, en Monclova, decretó la organización inicial de las operaciones del Ejército Constitucionalista: DECRETO QUE CREA SIETE CUERPOS DE EJÉRCITO VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, a todos los habitantes de la República, sabed: Que en uso de las amplias facultades de que me hallo investido, he tenido a bien decretar lo siguiente: Art. 1º Para la organización y operaciones del Ejército Constitucionalista, se crean siete Cuerpos de Ejército, que se denominarán: Cuerpo de Ejército del Noroeste; Cuerpo de Ejército del Noreste; Cuerpo de Ejército de Oriente; Cuerpo de Ejército de Occidente; Cuerpo de Ejército del Centro; Cuerpo de Ejército del Sur y Cuerpo de Ejército del Sureste. Art. 2º Los Cuerpos de Ejército a que se refiere el artículo anterior se formarán de la manera siguiente: El del Noroeste, por las fuerzas de los Estados de Sonora, Chihuhua Durango, Sinaloa y Territorio de la Baja California. El del Noreste, por las fuerzas de los Estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. El del Oriente, por las fuerzas de los Estados de Puebla, Tlaxcala y Veracruz. El del Occidente, por las fuerzas de los Estados de Jalisco, Colima, Michoacán y Territorio de Tepic. El del Centro, por las fuerzas de los Estados de Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Guanajuato Querétaro, Hidalgo y México. El del Sur, por las fuerzas de los Estados de Morelos, Guerrero y Oaxaca. El del Sureste, por las fuerzas de los Estados de Yucatán,

Campeche, Tabasco y Chiapas. Art. 3º Cada Cuerpo de Ejército estará bajo el mando de un General en Jefe. Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Dado en el Cuartel General en Monclova, a los cuatro días del mes de julio de mil novecientos trece. V. Carranza.[31]

Ya incorporado a la Revolución, en Piedras Negras, el 25 de agosto de 1913, lancé mi excitativa parlamentaria a los miembros de la XXVI Legislatura. Tal documento lo inserto a continuación: EXCITATIVA PARLAMENTARIA A los ciudadanos diputados al Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos La Cámara de Diputados de la XXVI Legislatura del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, tiene ante la Historia de nuestra Patria una grave responsabilidad: la aceptación de las renuncias del Presidente y Vicepresidente de la República, don Francisco I. Madero y don José María Pino Suárez. Ni por razones de necesidad nacional, ni legalmente, ni ante los principios de la justicia absoluta, puede fundarse el expresado acto parlamentario. Don Francisco I. Madero ha sido en nuestra historia política el Presidente de la República mejor electo. Ninguna elección democrática en nuestros anales puede compararse a la suya. La oportunidad de su obra apostólica, la sinceridad de sus doctrinas, sus energías de luchador y revolucionario, el desinterés de su conducta y su noble magnanimidad, le abonaron con largueza ante un pueblo oportunamente preparado para recibir con todo el entusiasmo de su alma al redentor de una pesada dictadura. Así fue, y por eso, ante los preceptos escritos de la ley y ante los principios de la democracia, la elección casi unánime del Sr. Madero fue inatacable. Subió al poder por la voluntad soberana del pueblo. ¿Quién tenía derecho a arrebatarle su augusta investidura? Nadie, ni el pueblo mismo.

Sólo él, por virtud del artículo 82 de nuestra Constitución, tenía facultades para renunciar su alto cargo ante la Cámara de Diputados que podría aceptar tal renuncia sólo por una causa grave. Ahora bien, las renuncias presentadas a la Cámara la tarde del 19 de febrero de 1913, por los CC. Presidentes y Vicepresidentes de la República, ¿eran admisibles, debían ser admitidas? No, en absoluto. Ninguna de las personalidades que se atrevieron a pedir al señor Madero que renunciase la Presidencia, tenían derecho alguno para tan absurda demanda. Algunos de sus Secretarios de Estado, antes de su prisión y durante el Cuartelazo, cometieron la debilidad de aconsejar al Primer Magistrado de la Nación, que renunciara por razones de salud pública sin comprender que el movimiento rebelde era aislado, y producido, no por un acto plebiscitario, sino por la reacción conservadora representada por los fuertes intereses creados de los grandes responsables llamados científicos; por la ambición y la rabia de algunos militares favoritos del dictador Díaz; y por el despecho y el rencor de los herederos de una especie de dinastía que se creía inacabable. Porque el Cuartelazo de la Ciudadela no fue una revolución sino una asonada militar; y nunca en la historia del mundo, los cuartelazos han llevado en sus bayonetas envenenadas de odio y despechos la voz de todo un pueblo. Los señores Secretarios de Estado que opinaron por la renuncia no obraron patrióticamente. Su deseo estaba informado no en necesidades sociales, sino en un espíritu de conservación personal. Los señores Diplomáticos que se permitieron insinuar al Presidente Constitucional de la República Mexicana que debía renunciar su cargo, cometieron un acto de osadía pleno de ignorancia y de falta de respeto. Ninguna ley de Derecho Internacional Público, ninguna práctica diplomática, autorizan a un Ministro extranjero a inmiscuirse en los asuntos políticos esencialmente internos del país cerca del cual están acreditados. Afortunadamente, el presidente Madero, con gallarda entereza, supo acallar con palabras de razón, de dignidad y de justicia las pretensiones absurdas de la necedad diplomática. Y principalmente algunos de los señores Senadores al Congreso de la Unión, sin ningún apoyo constitucional y solamente guiados por una perversidad sutil hija del miedo y de la conveniencia personal, aconsejaron la traición y fueron el sostén político del atentado Huerta-

Díaz. Ellos tendrán que responder no sólo ante el fallo mediato de la historia, sino ante los tribunales competentes, acerca de la responsabilidad criminal que les resulta en la ruptura del orden constitucional de nuestra República y en la muerte infamante del Apóstol Madero. Estos antecedentes fueron la causa determinante de los crímenes que Huerta tenía premeditados y resueltos desde que fue nombrado por el propio señor Madero, Jefe de la División del Norte. Delitos cometidos por Huerta Al aprehender Huerta al Presidente y Vicepresidente de la República y arrancarles por la violencia la renuncia de sus altos cargos, cometió los siguientes delitos: El de rebelión. Art. 313 de Código de Justicia Militar: Serán castigados con la pena de muerte los militares que substrayéndose a la obediencia del gobierno y aprovechándose de las fuerzas que manden o de los elementos que hayan sido puestos a su disposición, se alcen en actitud hostil para contrariar cualquiera de los preceptos de la Constitución Federal. Art. 1095 del Código Penal: Son reos de rebelión los que se alzan públicamente y en abierta hostilidad: Fracción IV. Para separar de su cargo al Presidente de la República o a sus Ministros. Fracción V. Para substraerse de la obediencia del Gobierno el todo o una parte de la República o algún cuerpo de tropas. Fracción VI. Para despojar de sus atribuciones a alguno de los Supremos Poderes, impedirles el libre ejercicio de ellas o usurpárselas. Usurpación de funciones: Capítulo II del Código de Justicia Militar. Extralimitación de mando o usurpación de él o decomisión, funciones del servicio o nombre de los superiores. Art. 271. Todo militar o asimilado que tome un mando o comisión del servicio o ejerza funciones de éste que no le correspondan, sin orden o motivos legítimos, o que contra lo dispuesto por sus superiores retenga un mando o una comisión siempre que no hubiere abusado de una o de otra, perjudicando gravemente a los intereses del servicio o el éxito de las operaciones, será castigado con prisión de dos a cinco años. Si se ocasionare ese perjuicio se duplicará la pena, y si ocasionándose ese mismo perjuicio, la usurpación de que se trata se

hubiese efectuado al frente del enemigo, en marcha hacia él… la pena será de muerte. (Después de cometer estos delitos y de haber aceptado la Cámara de Diputados las renuncias del Presidente y Vicepresidente de la República, el reo Huerta faltando a su honor de soldado, a su dignidad de hombre y al respeto que debía al Primer Magistrado de la República, Jefe del Ejército, perpetró el delito de homicidio en contra de las personas siguientes: Francisco I. Madero, José María Pino Suárez, Gustavo A. Madero, Diputado al Congreso de la Unión, Abraham González, Gobernador Constitucional del Estado de Chihuahua, general Gabriel Hernández, general Ambrosio Figueroa, Adolfo Bassó, Intendente de la Residencias Presidenciales, general Camerino Mendoza, y últimamente a los diputados Edmundo Pastelín, Néstor Monroy, Serapio Rendón y A. G. Gurrión, sin contar otros centenares hasta hoy desconocidos.) Ahora bien, al ser presentadas a la Representación Nacional las renuncias de los señores Madero y Pino Suárez, todos vosotros, señores Diputados, como la República entera, tuvieron conocimiento perfecto de las circunstancias precedentes a la sesión del 19 de febrero, sabían que Huerta era reo de varios delitos que merecían pena de muerte, y sin embargo de esto, fuísteis a la Cámara, y no sólo fueron aceptadas por vosotros unas renuncias arrancadas con amenaza de muerte, sino que cometísteis el atentado inexcusable de autorizar con vuestra presencia, la usurpación que del Poder Ejecutivo de la República hiciera Victoriano Huerta. Políticamente no tenéis ninguna exculpante en vuestra culpabilidad. Bien es cierto que muchos de vosotros, los renovadores honrados, obrásteis de buena fe, creyendo que vuestro voto salvaría la vida del presidente Madero. Pero examinando serenamente el caso, no teníais ningún derecho para pasar por encima de la ley. Primero son los principios que la vida de un hombre. Y vosotros, altruistamente, pero con una confianza imprudente sacrificasteis a la Justicia y al Honor Nacional por salvar a nuestro apóstol, resultando, al cabo y al fin, muerto don Francisco I. Madero, maltrechos los principios y vosotros en ridículo y con tremendas responsabilidades históricas. Esto sin contar con lo que la opinión pública severamente afirma de la actitud del Parlamento. Dice que nosotros, por temor de perder la vida o la libertad, aceptamos dichas renuncias, excusando nuestro voto con la salvación de dos vidas. Si en realidad el miedo grave fue el causante de aquel acto,

probablemente los asistentes a la sesión del 19 de febrero, ante los preceptos del Código Penal, no son culpables; pero ante el Pueblo y ante la Historia, la responsabilidad colectiva existe. Esto es porque, precisamente en los momentos difíciles, el pueblo exige de sus representantes actos de heroísmo. Porque el pueblo sabe que las páginas de historia de todos los países, ostentan honrosamente millares de episodios, en que los buenos ciudadanos sacrifican sus vidas en aras de la Patria. No, no supísteis algunos Diputados cumplir con vuestro deber de representantes del pueblo. Y no cumplísteis con vuestros deberes algunos de vosotros, no especialmente por falta de heroísmo, que no todos los hombres nacen héroes, sino porque hay algo más grave y absolutamente inexcusable en vuestra conducta: vuestra asistencia a la Cámara de Diputados, la tarde del 19 de febrero. Si no sentísteis en vuestros espíritus las energías y resolución necesarias para afrontar una situación difícil que salvara los principios y el decoro parlamentario, ¿por qué fuísteis a la Cámara? ¿Si sabíais que al cumplir con la ley, aunque poco probable, era posible un atentado en contra vuestra y no sentíais fuerzas bastantes para desafiar el peligro, por qué asistísteis a la sesión del 19 de febrero? ¿Que esto era difícil por la vigilancia y el apremio policiacos? Pues qué, ¿ni las dificultades creísteis obligatorio zanjar de alguna manera cuando en aquel momento histórico naufragaba sin vuestra intervención la legalidad del Estado? ¿O acaso, señores compañeros, creísteis salvar a la patria deshaciendo con un voto lo que el Pueblo Mexicano hiciera en el más solemne plebiscito de nuestra historia política? Señores diputados: nuestra responsabilidad es grave, no sólo porque entraña una de nuestras vergüenzas históricas; no sólo por lo que tiene de injusta e ilegal, sino por las consecuencias que vuestros actos han traído a la República, trascendiendo en inmensas desgracias nacionales. Vuestro voto, ha dado ante el mundo apariencias de legalidad a un gobierno de asesinos. Vuestro voto, ha sido la causa de que las naciones extranjeras hayan reconocido como legítimo un gobierno fundamentalmente ilegal, dándole una fuerza moral que no merece. Vuestro voto, ha hecho que los Estados Unidos de Norteamérica

todavía se manifiesten remisos en reconocer a los Constitucionalistas la beligerancia que nos daría una victoria rápida. Por consiguiente, algunos de vosotros señores diputados, sois principales culpables en la prolongación de esta guerra a muerte entre el pasado y el porvenir, entre los conservadores y los progresistas, lucha en la que palpitan dos pasiones irreconciliables, el odio del delito y un ideal de libertad. Es cierto, compañeros, que la actitud de muchos de vosotros, después del Cuartelazo, ha sido digna, pero vuestra dignidad aparte de exponer al peligro ha sido estéril. Para que vuestra oposición fuera eficaz necesitaría ser temeraria y resultaría al fin de martirio. Finalmente señores diputados: o estáis con Huerta o estáis con la Revolución; o estáis con la ley en cuyo caso sois revolucionarios, o estáis fuera de la ley sancionando con vuestros actos de presencia los actos de un usurpador. Vuestro sitio, el que os señala vuestro amor de patriotas, vuestro honor de mexicanos y vuestra dignidad parlamentaria no está en la Cámara de Diputados, no está en la capital de la República, sino al lado de Venustiano Carranza, encarnador del régimen constitucional. Aún es tiempo, señores diputados, de atenuar vuestras faltas y dejar a salvo ante el porvenir nuestro honor parlamentario. Es preciso que no olvidéis que es imperiosa, que es urgente, la cooperación de todos vosotros al derrumbamiento de la dictadura criminal que ha asaltado el poder. ¿Cómo? No autorizando con vuestra presencia los actos legislativos de un gobierno espurio. Seguid el ejemplo del pueblo que comprendiendo sus deberes cívicos y sus derechos políticos ha sabido contestar los crímenes más tremendos de la Historia contemporánea, muy dignamente, por medio de una verdadera revolución que sintetiza sus ideales en la redención política, social y económica que reclama ardientemente desde el año de 1910. Piedras Negras, Coahuila, a 25 de agosto de 1913. Isidro Fabela, Diputado por el 9º Distrito del Estado de México. (Lic. Jesús Martínez Rojas, La disolución de las Cámaras Federales y el general Victoriano Huerta, pp. 149-157. Imprenta de A. Carranza e hijos, México, 1914.[*9]

Ese mismo día, julio 13 de 1913, el Primer Jefe salió por

ferrocarril hacia las proximidades de Candela. De ahí siguió a Puerto de San Antonio. El 6, se acercó más a Candela, plaza que asaltaron el día 7 Pablo González y Jesús Carranza venciendo a una caballería fuerte en 500 plazas al mando inmediato de José Alessio Robles, de las tropas de Rubio Navarrete. Huerta, al tener conocimiento de la derrota de sus huestes, reforzó las guarniciones de Coahuila, a donde envió a sus mejores generales, por lo que la situación de los constitucionalistas se tornó precaria. Los jefes de La Laguna le pidieron a Carranza que se pusiera el frente de todas las tropas para atacar Torreón, como lo hizo, aun cuando sin tomar la ciudad. Después de esta acción de armas el Primer Jefe dispuso partir a Sonora. De Torreón salió a Pedriceña, y de este punto a la capital de Durango; de Durango fue a Tepehuanes y de Tepehuanes a Parral. Con sólo 125 hombres se dispuso para atravesar la Sierra Madre Oriental. El 12 de septiembre llegaba a Chinobampo, Sin., desde donde se comunicó con Riveros, gobernador de Sinaloa, que se encontraba en San Blas. De Chinobampo se dirigió a El Fuerte. Ahí lo esperaban los generales Obregón e Iturbe, el coronel Hill, el gobernador Riveros y el diputado Adolfo de la Huerta. De El Fuerte partió rumbo a Hermosillo, pero antes de llegar a esa capital donde estableció su Gobierno Provisional, fue recibido en los campos de Santa María donde el entonces coronel Álvaro Obregón había vencido a las fuerzas federales del general Ojeda. El Primer Jefe Carranza fue recibido con todos los honores estando presentes en dicha recepción oficial el Gobernador del estado don José María Maytorena, acompañado de casi todos los elementos de su gobierno; los principales jefes revolucionarios de Sonora, como Plutarco Elías Calles, Salvador Alvarado, Juan Cabral, Benjamín Hill, etc. El general Obregón, que había ido a recibirlo al Fuerte, llegaba en su compañía con otros sonorenses civiles y militares. En ese lugar, el gobernador Maytorena le dio instrucciones al oficial mayor de su gobierno, Lic. Isidro Fabela, que le diese la

bienvenida en nombre de su gobierno y del ejército sonorense del que todavía era jefe dicho alto funcionario estatal. Acatando tales instrucciones el Sr. Fabela pronunció un entusiasta discurso improvisado dándole la bienvenida en aquella lejana provincia al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República, don Venustiano Carranza. El 24 de septiembre, en la Sala de Cabildos de Hermosillo, Carranza pronunció el histórico discurso en el que trazó los lineamientos políticos, económicos y sociales en los que fundaría la legislación reformista de la Revolución, legislación que activó en Veracruz en 1914 y 1915 y continuaría dictando en Querétaro en 1916 y 1917: he aquí el discurso de Hermosillo: DISCURSO EN LA SALA DE CABILDOS DE HERMOSILLO Es para mí muy satisfactorio tener una nueva oportunidad para agradecer en público a este gran pueblo sonorense, la manifestación de que fui objeto como Jefe de la Revolución y del Ejército Constitucionalista a mi arribo a esta ciudad, y aprovecho la ocasión de encontrarme ante tan selecta concurrencia y distinguidas personalidades revolucionarias para expresar, aunque sea someramente, mis ideas políticas y SOCIALES, porque creo de mi deber ir exponiendo y extendiendo lo que el país necesita para su mejoramiento y desarrollo. Séame permitido dar una ojeada retrospectiva a nuestra historia, y se verá que el origen de nuestra Revolución fue una tiranía de 30 años, un cuartelazo y un doble asesinato. La tiranía fue una consecuencia de la inmoralidad llevada al extremo en el Ejército y esos asesinatos resultante de la misma inmoralidad. Era mi deber como Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila, protestar inmediatamente contra los criminales acontecimientos del cuartelazo consumado por Victoriano Huerta y los que lo secundaron, y protestar por medio de las armas, haciendo a la vez un llamamiento a todos los ciudadanos de la República para que se pusieran a la altura de sus obligaciones cívicas. Y vi con satisfacción y orgullo que todos los mexicanos conscientes han respondido a mi llamado, surgiendo por todas partes ejércitos de ciudadanos que se han convertido en

verdaderos soldados todavía no con la instrucción militar requerida en los cuarteles, pero sí con el corazón bien puesto y con el entusiasmo bélico desbordante para construir una patria mejor; pues no es la lucha armada y el triunfo sobre el ejército contrario lo principal de esta gran contienda nacional; hay algo más hondo en ella y es el desequilibrio de cuatro siglos: tres de opresión y uno de luchas intestinas que nos han venido precipitando a un abismo. Durante treinta años de paz que disfrutó el país bajo la administración del general don Porfirio Díaz, no hizo el país sino estar en una calma desesperante y en un atraso más grande que el de los países similares de nuestra vasta América Indoespañola, sin progreso material ni social; el pueblo se encontró durante esos treinta años, sin escuelas, sin higiene, sin alimentación, y, lo que es peor, sin libertad. Los periódicos diarios engañaban constantemente al público hablándole de los progresos educativos, del crédito de la República, de la consolidación de nuestra moneda, de nuestra balanza bursátil con los mercados extranjeros, de nuestras vías de comunicación, de nuestras relaciones con las demás naciones civilizadas; pero lo cierto es que lo único que se hacía era robustecer cada día más la tiranía que ya carcomía el alma nacional. Siempre he creído que esta época por que atravesó México, fue semejante a la época de Augusto y la de Napoleón III, en que todo se le atribuía a un solo hombre. Y cuando más trataba de engañarnos la prensa gobiernista, surgió un ciudadano proclamando la revolución como único medio de sanear la vida política de la nación, llevando escritos como principios de ella, el SUFRAGIO EFECTIVO Y NO REELECCIÓN, lo que desgraciadamente no era una novedad, pues ya el general Díaz, como promesa, había escrito los mismos principios en el Plan de Tuxtepec reformado en Palo Blanco. ¿Y qué hizo el general Díaz de su promesa? La más grande falsía, la mentira más sangrienta al pueblo y la conversión a la tiranía nada menos que por treinta años. Ya es tiempo de no hacer falsas promesas al pueblo y de que haya en la historia siquiera un hombre que no engañe y que no ofrezca maravillas, haciéndole la doble ofensa al pueblo mexicano de juzgar que necesita promesas halagüeñas para aprestarse a la lucha armada en defensa de sus derechos. Por esto, señores, el Plan de Guadalupe no encierra ninguna utopía, ninguna cosa irrealizable, ni promesas bastardas hechas con intención de no cumplirlas. El Plan de Guadalupe es un llamado patriótico a todas las clases sociales, sin ofertas y sin demandas al mejor postor. Pero sepa el pueblo de México que,

terminada la lucha armada a que convoca el Plan de Guadalupe, tendrá que principiar formidable y majestuosa la lucha social, la lucha de clases, queramos o no queramos nosotros mismos y opónganse las fuerzas que se opongan, las nuevas ideas sociales tendrán que imponerse en nuestras masas; y no es sólo repartir las tierras y las riquezas nacionales, no es el SUFRAGIO EFECTIVO, no es abrir más escuelas, no es igualar y repartir las riquezas nacionales; es algo más grande y más sagrado; es establecer la justicia, es buscar la igualdad, es la desaparición de los poderosos, para establecer el equilibrio de la conciencia nacional. En el orden material es necesario empezar por drenar los suelos para buscar en la naturaleza, científicamente, los elementos de vida necesarios para el desarrollo de un país civilizado. En el moral, es necesario cultivar el espíritu del hombre, no sólo en la niñez y en la adolescencia, sino durante toda su vida, para que su civismo nos honre en cualquiera parte del mundo donde se encuentre un mexicano, como el ejemplo de Antonio de la Fuente. Tenemos centenares de ciudades que no están dotadas de agua potable y millones de niños sin fuentes de sabiduría, para informar el espíritu de nuestras leyes. El pueblo ha vivido ficticiamente, famélico y desgraciado, con un puñado de leyes que en nada le favorecen. Tendremos que removerlo todo. Crear una nueva constitución cuya acción benéfica sobre las masas, nada, ni nadie, pueda evitar. Cambiaremos todo el actual sistema bancario, evitando el inmoral monopolio de las empresas particulares que han absorbido por cientos de años todas las riquezas públicas y privadas de México. Ya de hecho hemos evitado la emisión, o el derecho de emisión, mejor dicho, de papel moneda por bancos particulares, que debe ser privilegio exclusivo de la Nación. Al triunfo de la revolución, ésta establecerá el Banco Único, el Banco de Estado, lográndose, de ser posible, la desaparición de toda institución bancaria que no sea controlada por el Gobierno. Nos faltan leyes que favorezcan al campesino y al obrero; pero éstas serán promulgadas por ellos mismos, puesto que ellos serán los que triunfen en esta lucha reivindicadora y social. Las reformas enunciadas y que se irán poniendo en práctica conforme la revolución avance hacia el Sur, realizarán un cambio total de todo y abrirán una nueva era para la República. Y con nuestro ejemplo se salvarán otras muchas naciones que padecen los mismos males que nosotros, especialmente las Repúblicas hermanas de Centro y Sudamérica. La América Latina no debe olvidar

que esta lucha fratricida tiene por objeto el restablecimiento de la justicia y del derecho, a la vez que el respeto de los pueblos poderosos para los débiles; que deben acabarse los exclusivismos y privilegios de las naciones grandes respecto de las pequeñas; deben aprender que un ciudadano de cualquier nacionalidad, que radica en una nación extraña, debe sujetarse estrictamente a las leyes de esa nación y a las consecuencias de ellas, sin apelar a las garantías que por la razón de la fuerza y del poderío le otorgue su nación de origen. Entonces reinará sobre la tierra la verdadera justicia, cuando cada ciudadano, en cualquier lugar del mundo, se encuentre y se sienta bajo su propia nacionalidad. No más bayonetas, no más cañones, ni más acorazados para ir detrás de un hombre que por mercantilismo va a buscar fortuna y a explotar la riqueza de otro país, creyendo que en él debe tener más garantías que cualquiera de los ciudadanos que en su propio país trabajan honradamente. Ésta es la revolución, señores, tal cual yo la entiendo; estos lineamientos generales regirán a la humanidad más tarde como un principio de justicia. Al cambiar nosotros totalmente nuestra legislación, implantando normas con una estructura moderna y que cuadre más con nuestra idiosincrasia y nuestras necesidades sociales, excitaremos también a los pueblos hermanos de raza, para que ellos no esperen a tener un movimiento revolucionario como el nuestro, sino que lo hagan en plena paz y se sacudan tanto en el interior como en el exterior, los grandes males heredados de la Colonia y los nuevos que se hayan creado con el capitalismo criollo, así como que se sacudan los prejuicios internacionales y el eterno miedo al coloso del Norte. Para terminar, señores, felicito públicamente al Estado de Sonora, que tan virilmente respondió con las armas para vengar un ultraje que constituye un baldón para la patria y una vergüenza de la civilización universal contemporánea.[*10]

Este notable discurso del señor Carranza entraña las ideas sociales que después había de dejar escritas en diferentes decretos proclamados durante su gestión de Primer Jefe y que más tarde fueron la espina dorsal de la Constitución de 1917. Entonces quedaron convencidos algunos de los firmantes del Plan de Guadalupe que deseaban que en dicho Plan se incluyeran

las reformas sociales que requería la nación, de que no era ése el momento oportuno para consignarlas antes, sino posteriormente, cuando la Revolución fuera triunfando militarmente. Por eso declaró: "…terminando la lucha armada a que convoca el Plan de Guadalupe, tendrá que principiar formidable y majestuosa la lucha social, la lucha de clases, queramos o no queramos nosotros mismos y opónganse las fuerzas que se opongan, las nuevas ideas sociales tendrán que imponerse en nuestras masas…" La Revolución cundía por todo el país pero donde tomaba mayor fuerza, aparte de Sonora y Coahuila, era en Chihuahua donde el general Francisco Villa, como un meteoro aparecía triunfante y hacía cada vez más imponente la marcha de la causa reivindicadora del pueblo en armas. He aquí una de las primeras victorias del Centauro del Norte como principió a llamársele. Me refiero al combate de San Andrés descrito con sencillez y claridad en el parte rendido al C. Primer Jefe Carranza por el propio adalid Francisco Villa. PARTE OFICIAL DE LA BATALLA DE SAN ANDRÉS Tengo la honra de poner en el superior conocimiento de usted en forma circunstanciada el resultado del combate registrado en San Andrés, Chih., el 26 de agosto del presente año. Encontrándome en Namiquipa fui informado por mis correos de que en la citada Plaza de San Andrés se encontraban Fuerzas del enemigo en número de (980) novecientos ochenta hombres al mando del general Félix Terrazas (orozquista), así como la mayor parte de sus fuerzas. En tal virtud, a marchas forzadas avancé encontrándome a inmediaciones del citado lugar, a las 5 y ½ a. m. del precitado día 26. Después de tomarse los puntos estratégicos se abrió el fuego sobre el enemigo que atrincherado esperaba nuestra llegada. De acuerdo con mi Segundo en Jefe, el distinguido y ameritado coronel Toribio Ortega y en vista de los pocos pertrechos de guerra, se ordenó que el tiroteo durante el día se hiciera por tiroteos parciales a efecto de poder precisar el dispositivo de combate establecido por el enemigo.

Desde nuestra llegada tomamos las posiciones necesarias estableciendo sitio a la Plaza, el que debido al empeño de los demás Jefes y Oficiales y a la disciplina de nuestras tropas quedó en forma conveniente, ordenando en las primeras horas de la tarde que el mismo se fuera estrechando en forma paulatina, tanto para asegurar el éxito cuanto para que las sombras de la noche protegieran el asalto de la artillería que el enemigo tenía emplazada en una sinuosidad del terreno que por su situación hubiera sido difícil atacarla durante el día, cuya comisión se encomendó al C. mayor Benito Artalejo, con el Regimiento C. Juárez, cuyo Cuerpo tomó parte también en dicho asalto habiendo merecido mención honorífica el mayor Benito Artalejo, capitanes 1º Eduardo H. Marín y Enrique L. Hondall (mexicano naturalizado). Con la ocupación del puesto a que me refiero anteriormente, quedó consumada la ocupación de la plaza determinándose con esto el éxito más completo de la jornada de tan memorable fecha. Según las listas encontradas en poder del propio enemigo, su efectivo estaba compuesto con elementos de las tres armas, esto es, Infantería, Caballería y Artillería. Por nuestra parte entraron al combate un mil veinticinco hombres, 1,025, que forman parte de la Brigada FRANCISCO VILLA. Levantando que fue el campo se obtuvieron los siguientes resultados. Muertos y heridos de la Brigada "Francisco Villa": Félix Rivera, capitanes 1º Encarnación Márquez, José Rivero y Celso Rayos, y subteniente Jesús Gómez; y de la clase de tropa 16 de diferentes clases. Heridos: teniente coronel Eleuterio Hermosillo, mayor Santiago Ramírez, capitán 2º Noé Corona, teniente Roberto Limón, y de individuos de tropa, en número de (27) veintisiete. El enemigo tuvo las siguientes: Levantados en el campo 72 muertos y (4) cuatro heridos que pasaron al hospital; Colorados ejecutados de conformidad con el Decreto que pone en vigor la Ley de 25 de enero de 1862, (237), doscientos treinta y siete; prisioneros (federales) mandados poner en libertad (12) doce habiéndose perdonado la vida a los que pertenecían al Cuerpo de Artillería, que causaron alta en las Fuerzas de mi mando. En completa dispersión y en unión del general Félix Terrazas salieron de la Plaza algunos de sus soldados en número que no puedo precisar, pero según datos ministrados por nuestros partidarios residentes en la Población de Chihuahua el referido Félix Terrazas llegó

a la misma con una escolta de sesenta hombres. Botín de Guerra quitado al enemigo: Siete 7 trenes conteniendo provisiones de boca y ropa en número insignificante, dos cañones sistema Mondragón 75 m.m. útiles para su servicio; 54 cincuenta y cuatro granadas de los citados cañones, 421 cuatrocientos veintiún rifles 7 m.m. en buen estado y 20 veinte mil cartuchos para los mismos. Teniendo que abandonar la Plaza por carecer de pasturas para la caballada levanté mis fuerzas con orden de situarse en la Hacienda de Bustillos, en donde recibí correo de que fuerzas provenientes de la Ciudad de Chihuahua, en número aproximado de 800 ochocientos hombres de los cuales 500 caminaban a bordo de Ferrocarril y el resto de caballería y por lo mismo, tanto para cerciorarse de la veracidad de la noticia como para conocer el rumbo que tomaban. La víspera del combate y con objeto de detener el avance de refuerzos que pudieran llegar a Félix Terrazas procedentes de Chihuahua, ordené que se destruyera junto a los túneles parte de la vía, cosa que se llevó a efecto y en este mismo punto fue donde el Capitán 1º Andrés Rivera con diez hombres, que había sido nombrado para cerciorarse el efectivo y rumbo del enemigo a que me refiero en el párrafo anterior, logró con brillante éxito no solamente cumplir su misión, sino que los tiroteó al cruzar por el lugar donde se había apostado cerca del túnel y la citada vía destruida, logrando que el tren que conducía a los 500 quinientos hombres descarrilara, en cuya condición duraron cerca de ocho días. El comportamiento de los Jefes, oficiales y tropa de la referida Brigada, estuvo a la altura de nuestros ideales, dando además pruebas inequívocas de su valor, de abnegación y patriotismo. Con mi felicitación muy calurosa por el brillante éxito obtenido, tengo el honor, mi General, de hacer a usted presentes, mi subordinación y respeto. Libertad y Constitución. Campamento en la Hacienda de Bustillos, septiembre 1º de 1913. El General en Jefe, Francisco Villa. Torreón, Coah., octubre 6 de 1913. Registrado a fojas 1 a 4. El Coronel Jefe de E. Mayor, J. N. Medina. Al C. Venustiano Carranza, Jefe Supremo del Ejército Constitucional.

HOLOCAUSTO DEL SENADOR DR. BELISARIO DOMÍNGUEZ. HUERTA DISUELVE EL CONGRESO El 9 de octubre de 1913, la Diputación del Estado de Chiapas en la Cámara huertista presentó una proposición para que se interpelara al usurpador "respecto a la desaparición del señor senador Belisario Domínguez y que se constituyera la Cámara en sesión permanente hasta obtener el informe solicitado".[32] El 10 de octubre, los diputados Armando Z. Ostos y Jesús Martínez Rojas produjeron el informe resultado de su investigación. Del contenido de tal documento resultaba que el responsable intelectual del secuestro y asesinato del senador Belisario Domínguez era Victoriano Huerta y que los autores materiales de su muerte lo eran agentes de la Policía Secreta del Distrito Federal.[33] El mismo día 10, el edificio de la Cámara fue ocupado por los agentes de la Policía Secreta al mando de Alberto Quiroz, jefe de los esbirros de Huerta, quien había dispuesto todo lo necesario para disolver la Cámara y aprehender a los diputados: SESIÓN DEL DÍA 10

DE

OCTUBRE

A las cuatro de la tarde del día 10 de octubre de 1913, la multitud se aglomeraba en las graderías que dan entrada a la Cámara de Diputados, y varios gendarmes le impedían el paso, pues sólo era permitido para los diputados. Las galerías del Salón de Sesiones estaban materialmente cubiertas por agentes de la policía reservada, y en los sótanos y azoteas del edificio se hallaba igualmente fuerza armada, todos al mando de Alberto Quiroz. El entonces Ministro de Gobernación, Manuel Garza Aldape, se presentó en la Cámara de Diputados, y en seguida se abrió la sesión; Quiroz había ordenado a los agentes de la Reservada hicieran fuego sobre los representantes del pueblo, tan pronto como él se los indicara.

Se esperaba que se abriese la discusión para comenzar los asesinatos. Al mismo tiempo, fuerzas del 29º batallón rodearon el edificio de la Cámara de Diputados, y el general Blanquet se encontraba al frente de las tropas, listas para atacar al pueblo a la menor demostración de protesta. Con asistencia del número suficiente de ciudadanos diputados, según consta en la lista que previamente pasó la Secretaría, se abrió la sesión. El ciudadano Secretario Palavicini, dio lectura al acta de la sesión anterior, que, puesta a discusión, sin debate fue aprobada en votación económica. El ciudadano Presidente. Tiene la palabra el ciudadano Secretario de Gobernación. El ciudadano Secretario de Gobernación. Plenamente autorizado por el señor Presidente de la República, vengo a dar cumplida respuesta a los acuerdos que esta Asamblea se sirvió tomar en su sesión de ayer. Debo manifestar que la actitud asumida por la Cámara en esta ocasión, ha causado profunda extrañeza al Ejecutivo, porque no puede menos de considerarla sino como una agresión injustificada y como una transgresión de la esfera de las prerrogativas y derechos de los otros dos Poderes. Pretende esta Asamblea verificar investigaciones que son del resorte exclusivo del Poder Judicial; pide al Ejecutivo que ponga a su disposición, para el ejercicio de esas funciones, los elementos que la ley ha concedido a aquél para fines bien diversos, y no conforme la Cámara con este desbordamiento de poder, formula la apenas creíble amenaza de constituirse en otro lugar, que supongo elegirá en los campamentos revolucionarios (rumores), para considerarse garantizada y segura. El Ejecutivo protesta enérgicamente contra los cargos que entrañan las proposiciones aprobadas por esta Asamblea ayer; no admite la invasión que se pretende hacer de sus facultades y derechos, y pide a la Cámara que se sirva reconsiderar y revocar su acuerdo, que no está fundado ni en la razón ni en la ley. Me permito llamar la atención de los ciudadanos Diputados sobre las graves responsabilidades que la situación del país impone a todos los que ejercen el Poder Público en cualquiera de sus diversas manifestaciones; me permito hacerles observar que el Ejecutivo ha procurado con ahínco guardar la más perfecta armonía con el Legislativo, y vengo a declarar franca y solemnemente que si esta Asamblea, cediendo a estímulos de patriotismo y de justicia, no

reconsidera y revoca su acuerdo, suya será la responsabilidad de los acontecimientos a que su actitud pueda dar lugar. (Siseos.) Termino, señores diputados, manifestando que tengo instrucciones del señor Presidente de la República, de esperar en este recinto la resolución que la Cámara tenga a bien dar sobre este grave y delicadísimo asunto. El ciudadano Malo Juvera. Pido la palabra. El ciudadano Presidente. Todo lo manifestado por el ciudadano Secretario de Gobernación, que han tomado los taquígrafos, se turna a las tres Comisiones Unidas de Gobernación. Se levantó la sesión. En seguida fueron aprehendidos ochenta y tres diputados y entre dobles filas de infantería y caballería, se les condujo a la Penitenciaría donde fueron internados… (De cómo vino Huerta y cómo se fue, t. I, pp. 376-377. Librería General, México, 1914.)

Huerta informó de estos sucesos a la nación, como sigue: MANIFIESTO A LA NACIÓN MEXICANOS: Al hacerme cargo de la Presidencia interina de los Estados Unidos Mexicanos, en circunstancias que vosotros conocéis, mi único propósito, mi más ferviente anhelo, fue y ha sido, y sigue siendo, realizar la paz de la República, aceptando los sacrificios y las responsabilidades que demanda esta gigantesca labor. Uno de los mayores sacrificios a que me he visto obligado, es la expedición del decreto en el que se consigna la disolución del Poder Legislativo, al cual siempre traté con el mayor acatamiento, procurando, también con el mayor ahínco, hacer una perfecta armonía entre los Poderes de la Unión. Desgraciadamente, he fracasado en este supremo deseo, porque la Cámara de Diputados ha demostrado una sistemática e implacable hostilidad para todos y cada uno de los actos de mi gobierno. Designé como Secretario de Estado y del Despacho de Instrucción Pública y Bellas Artes al honorable ciudadano Eduardo Tamariz, y la Cámara, tras de especioso pretexto de que se trataba de un católico, negó el permiso respectivo a dicho ciudadano, cuya gestión hubiese sido, sin duda, fructuosa para la República, en la que precisamente por liberal,

caben todos los credos y encuentran ancho campo diversas aspiraciones. Se han remitido varias iniciativas del Ejecutivo, para la organización y la reorganización de los servicios públicos; y la Cámara intransigente, no ha despachado asuntos que son trascendentales para el porvenir de la Nación. Y más aún: el Ejecutivo pudo convencerse de que la mayoría estaba resuelta a negarle todo subsidio, a pesar de las anormales condiciones porque atravesamos y los graves compromisos que tenemos en el interior y en el exterior. No se ha detenido aquí el Poder Legislativo: numerosos de sus miembros militan en las filas de la revolución; y muchos otros amparados por el fuero, conspiran en la ciudad, a ciencia y paciencia del Gobierno, que se ha encontrado maniatado frente a tales funcionarios, para quienes el fuero ha sido patente de inmunidad penal. Últimamente, la actitud de las Cámaras ha rebasado, no ya los límites constitucionales de la armonía de los Poderes, sino hasta las fórmulas de simple cortesía y decencia: el Presidente de la República se ha visto aludido en forma profundamente ofensiva y calumniosa, instituyéndose comisiones para la averiguación de hipotéticos delitos, que no sólo privan al Ejecutivo de la eficacia en la acción que le está conferida, sino que al mismo tiempo, de la manera más flagrante, invade las atribuciones del Poder Judicial, único al cual corresponde juzgar y decidir de los delitos que se cometen. Semejante situación no podría engendrar sino el caos y la anarquía. Si el suscrito viese en la actitud de rebeldía de la Cámara, un movimiento coordinado y compacto, brotado de la opinión pública, con caudillos capaces de recibir el gobierno y de conducir al país a días prósperos, gustoso abandonaría el Poder para entregarlo a manos expertas. Pero nada de todo esto sucede. La oposición en las Cámaras obedece a los más encontrados móviles y a los anhelos más divergentes. Podía asegurarse que si mañana este Cuerpo tuviese que designar al Ejecutivo de la Unión, se trabaría en su seno la más sangrienta batalla, sobre los despojos del Poder Público. MEXICANOS: Sólo un compromiso he contraído con vosotros: HACER LA PAZ EN LA REPÚBLICA. Para lograrlo estoy dispuesto a hacer el sacrificio de mi vida y a emprender las más abnegadas empresas. Devastada la Nación por tres años de guerra civil, disminuidos sus ingresos notablemente, y aumentados, en cambio, sus egresos al doble de los años normales, he podido, sin embargo, organizar un Ejército de

ochenta y cinco mil hombres al servicio de la pacificación nacional. Todos mis esfuerzos, para hacer de la patria un pueblo respetable en el Interior y respetado en el Exterior, lamentablemente se han visto nulificados por la labor perturbadora y obstruccionista de las Cámaras, con las cuales quise ser conciliador hasta el último extremo. Al recibir una comunicación de la Cámara de Diputados, apremiante para el Ejecutivo e invasora de las facultades constitucionales de los otros Poderes, mandé al señor Secretario de Gobernación para que aquel Cuerpo reconsiderase sus resoluciones. Todo fue en vano. Y agotados los recursos de la prudencia y del orden, tuve que decidir la disolución del Cuerpo Legislativo, a fin de que el pueblo elector, experimentado ya por los dolores de una larga lucha civil, mande a la Representación Nacional, a ciudadanos cuyo único anhelo, cuyo solo ideal, sea la reconstrucción de la Patria, sobre el sólido cimiento de la paz pública. V. Huerta.

Con la disolución de las Cámaras se cumplía el propósito político de don Venustiano Carranza cuyo desarrollo dentro del Congreso huertista había encomendado al licenciado Eliseo Arredondo, quien debía crearle el mayor número posible de dificultades al usurpador hasta lograr que Huerta ordenara la disolución de las Cámaras, a fin de que todo aspecto de legalidad desapareciera en el régimen surgido del cuartelazo de febrero.

EL PRIMER JEFE CARRANZA CONSTITUYE SU PRIMER GABINETE Por entonces don Venustiano para darle forma debida a su gobierno desde los puntos de vista administrativo y político, constituyó su primer gabinete sin que estuviera completo. Las Secretarías del Estado que más le importaban eran las de Gobernación, Hacienda, Relaciones Exteriores, Guerra y Comunicaciones. Las demás, por no ser de urgente apremio, las establecería después cuando fueran indispensables.

Ésta fue la nómina de aquel gabinete en plena campaña: Secretario de Gobernación, Lic. Rafael Zubaran; Relaciones Exteriores y Hacienda, Lic. Francisco Escudero; Secretaría de Guerra, Gral. Felipe Ángeles, Subsecretario Encargado del Despacho; Comunicaciones, Ing. Ignacio Bonillas, Oficial Mayor, Encargado del Despacho. Muy pocos días después de su designación, el Lic. Escudero fue comisionado para entrevistar al Gral. Villa en Ciudad Juárez y enseguida seguir a Washington con la importante misión de tratar de conseguir el desembargo de armas y parque que el Presidente Wilson había decretado por igual, tanto al usurpador Huerta como a los constitucionalistas, lo que significaba una crasa injusticia para quienes tenían de su parte la moral y el derecho de protestar, con las armas en la mano, por los magnicidios proditorios de los señores Madero y Pino Suárez. Pero como el licenciado Escudero al entrevistarse con Villa había sido atacado de una seria enfermedad físico-moral que a juicio del Primer Jefe lo imposibilitaba para ejercer el alto y doble cargo de Secretario de Hacienda y Relaciones, el señor Carranza le ordenó telegráficamente que regresara a Hermosillo, y como no obedeciera aquella orden superior, al llegar a Washington recibió el siguiente mensaje del Ejecutivo de la Revolución: Por haberle perdido la confianza esta Primera Jefatura queda usted destituido de los cargos de Secretario de Hacienda y Relaciones.

Ante tan deplorable acontecimiento, el Lic. Isidro Fabela, que había sido nombrado por el señor Carranza, tres días antes, Jefe del Departamento Diplomático de la naciente Secretaría de Relaciones, se presentó al Primer Jefe para manifestarle que, si le parecía, él le llevaría al acuerdo los asuntos diplomáticos y don Enrique Llorente, jefe del Departamento Consular, los relativos a su ramo. A lo que contestó don Venustiano en esta forma: "—No, licenciado. Desde hoy queda usted nombrado Oficial Mayor de la Secretaría de Relaciones, Encargado del Despacho.

Mañana protestará usted con las formalidades de ministro en el Palacio de Gobierno. Asistirán al acto los oficiales francos de la guarnición de la plaza; los funcionarios del gobierno de la Primera Jefatura y del gobierno del estado de Sonora." Como fue. Desde aquel acto el señor Fabela acompañó a don Venustiano en la campaña revolucionaria hasta el momento en que fue nombrado en Veracruz, Enviado Plenipotenciario del Gobierno Constitucionalista en Europa, con facultades discrecionales a fines de diciembre de 1914. De esta suerte formó parte del primer gabinete con el título de Oficial Mayor Encargado del Despacho. Su segundo gabinete lo integró el señor Carranza en la capital federal, al triunfo de la Revolución y antes de la defección de Francisco Villa, de esta manera: Gobernación, Lic. Rafael Zubaran Capmany. Hacienda, don Felícitos Villarreal, como Subsecretario, Encargado del Despacho, que renunció su cargo pocos días después, substituyéndolo el Lic. Luis Cabrera. Relaciones Exteriores, Lic. Isidro Fabela, Encargado del Despacho. Instrucción Pública, Ing. Félix F. Palavicini, Encargado del Despacho. Guerra, Gral. Jacinto B. Treviño, Oficial Mayor Encargado del Despacho. Comunicaciones, Ing. Ignacio Bonillas, Oficial Mayor Encargado del Despacho. Justicia, Lic. Manuel Escudero y Verdugo, Oficial Mayor Encargado del Despacho. Fomento, Ing. Pastor Rouaix, Oficial Mayor Encargado del Despacho. Trasladado el gobierno revolucionario a Veracruz como consecuencia de la insubordinación definitiva del Jefe de la División del Norte, Gral. Villa, el Primer Jefe, después de una seria crisis provocada por un distanciamiento entre los señores Zubaran y Palavicini, ese segundo gabinete quedó formado de la siguiente manera:

Hacienda, licenciado Luis Cabrera, Relaciones Exteriores, Lic. Jesús Urueta, Justicia, Lic. Escudero y Verdugo. Con motivo de la crisis ministerial a que me he referido, los licenciados Cabrera, Zubaran, Ureta y Escudero y Verdugo presentaron sus renuncias al Primer Jefe. El señor Carranza se las aceptó desde luego a los licenciados Zubaran Capmany y Escudero y no se las aceptó a Cabrera ni a Urueta. En Fomento, Comunicaciones y Guerra continuaron al frente de sus respectivas secretarías los señores Rouaix, Bonillas y Treviño. De octubre de 1913 a abril de 1914, la Revolución Constitucionalista derrotó en casi todos los combates a los ejércitos del usurpador. El 2 de octubre de 1913, las tropas de la División del Norte ocuparon Torreón. Esta plaza sería recuperada el 9 de diciembre siguiente por Velasco, Ocaranza, Campa y otros jefes federales al servicio de Huerta. Los días 14, 15 y 18 de noviembre Huerta perdió sucesivamente las plazas de Culiacán, Ciudad Juárez y Ciudad Victoria. Del día 24 al 25 siguientes, fuerzas revolucionarias y huertistas se enfrentaron en Tierra Blanca, a 15 kilómetros al sur de Ciudad Juárez, en un reñido encuentro. Los constitucionalistas resultaron victoriosos. El héroe de esta batalla fue Maclovio Herrera. El general en jefe de los revolucionarios era Francisco Villa. El 3 de diciembre, Villa tomó Chihuahua. El 11 de enero de 1914, Ojinaga cayó en poder de los constitucionalistas. El 2 de abril siguiente Torreón fue tomada por las fuerzas de la División del Norte. De mayo a julio caerían sucesivamente Tuxpan, Tepic, Saltillo, Zacatecas,[34] Guadalajara, Guaymas, San Luis, Colima, Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y Morelia. El 21 de abril de 1914, Carranza se enfrentó al Gobierno de los Estados Unidos protestando enérgicamente por la ocupación de Veracruz hecha en un acto de inútil represalia de Wilson contra Huerta. El Primer Jefe pidió al presidente norteamericano la

desocupación del puerto de Veracruz, manifestándole que la acción estadounidense contra el usurpador no era una revancha contra éste, sino que tenía el carácter de una agresión inicua y una ofensa sin nombre contra México. Con motivo de este incidente internacional Carranza rechazó y contuvo la intromisión de las potencias extranjeras —continentales y extracontinentales— en los asuntos internos de México. El 11 de julio de 1914, por instrucciones del Primer Jefe, me dirigí a Rafael Zubaran Capmany, esclareciendo el porqué el Primer Jefe persistiría "en su idea de cumplir hasta el fin el Plan de Guadalupe": Telegrama Número 978. De Saltillo, Coah., el 11 de julio de 1914. Señor licenciado Rafael Zubaran Capmany. The Burlington. Washington, D. C. Encárgame Primer Jefe trasmita a usted sus ideas que interpreto en la forma siguiente: "Para aceptar la Presidencia provisional, es preciso reformar el Plan de Guadalupe y para tal reforma se necesita la aprobación de todos los jefes del Ejército Constitucionalista, con la que no se cuenta. Además, un Presidente provisional necesitaría obrar únicamente de acuerdo con las obligaciones y derechos que la Constitución señala al Presidente de la República, y entonces aquel alto funcionario no podría dictar sin ser atacado y sin provocar oposición que podría ser armada, las leyes que ha menester el pueblo mexicano y que deben satisfacer sus necesidades sociales. En tanto que el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, en su carácter de jefe militar, investido de facultades extraordinarias, sin oposición alguna, puesto que los jefes militares lo apoyan con las armas en la mano y son los primeros así como el ejército en masa en desear ciertas reformas sociales urgentes, sí puede dictar esas medidas, tales como abolición de las tiendas de raya; autonomía de los Ayuntamientos; reforma al catastro; reformas arancelarias, con tendencias al libre cambio, de procedimientos civiles y penales y todas las demás que usted conoce. Estas leyes estarán vigentes hasta el restablecimiento del orden constitucional y serán ratificadas o rectificadas por el Congreso Constitucional. Al proceder así, el jefe lo hace del mismo modo que Juárez al dictar en Veracruz las

leyes de nacionalización y desamortización de los bienes del Clero que aniquilaron al enemigo por muchos años y que satisficieron entonces las necesidades nacionales. Juárez pudo dictar esas leyes en su carácter de Presidente constitucional, por estar investido de facultades extraordinarias que le diera el Congreso. Pero si nosotros nombrásemos ahora un Presidente provisional no tendría Congreso que le diera esas facultades extraordinarias, además de no ser este Presidente el señor Carranza, no creo yo que hubiera otra persona en estos momentos, con el apoyo bastante de la opinión pública y con el conocimiento de las necesidades del pueblo, que cumpliera esa trascendental obra. Por otra parte, la Presidencia provisional resultaría forzosamente de una transacción que por poco favorable que fuera a Huerta y los suyos, dejaría armado y sin castigo al Ejército Federal. Esto es un grave peligro para la paz futura de la República: el odio existente entre los (federales) y las fuerzas constitucionalistas, continuará latente para manifestarse en la primera oportunidad que tuviera. Suponiendo que los soldados fueran dados de baja, los jefes y oficiales conspirarían contra el Gobierno, serían enemigos de los jefes y oficiales del Ejército Constitucionalista como sucedió con el Ejército Libertador y el Federal en 1910. Tendríamos el enemigo dentro de nosotros mismos y volvería a haber otro cuartelazo como los de Veracruz y Ciudadela. La paz que por medio de la Presidencia provisional se estableciera, sería en consecuencia una paz ficticia, sin una base sólida; y el deber de nuestro Primer Jefe es obrar con energía sin flexibilidades, aunque sea con más derramamiento de sangre, pero evitando así los males más grandes para la República en el futuro. Todo esto sin contar con que inmediatamente que se hiciera la paz ficticia de la Presidencia provisional comenzarían las reyertas personales y los disturbios en masa entre constitucionalistas y ex federales. Es preferible, por consiguiente, que la lucha siga hasta el fin, dice el jefe, terminando de una de estas dos maneras: o por rendición incondicional de Huerta y los suyos, en cuyo caso, según las circunstancias, se resolvería la manera de proceder contra el Ejército ex federal, o que éste, derrotado por todas partes, buscara la salida para el extranjero o se ocultara en el interior de la República. Esto por lo que respecta a los jefes y oficiales; que por lo que toca a los soldados, como en su mayoría son forzados, volverían a sus trabajos los no culpables, y todos aquellos jefes, oficiales y tropa culpables que fueran hechos prisioneros, serían juzgados conforme a la ley. El enemigo en esta forma quedaría aniquilado; las pocas fuerzas que se pudieran mantener en las sierras,

serían fácilmente destruidas. En estas condiciones la paz sería fundamental. Hay más todavía: la Presidencia provisional derivada de un acuerdo con Huerta, traería como consecuencia que el nuevo Gobierno así surgido tuviera que respetar tanto los actos del Gobierno constitucionalista cuanto los del Gobierno usurpador. Esto no podría ser de ninguna manera. El Primer Jefe ha decretado que no reconocerá ninguno de los actos verificados por el Gobierno de Huerta. Si los aceptara, cometería una inconsecuencia con la que seguramente la mayoría del pueblo mexicano no estaría conforme. Pero no es eso sólo: ¿sería justo y conveniente para los intereses nacionales que toda la serie de concesiones ruinosas, contratos leoninos y actos ilegales que Victoriano Huerta y sus cómplices han llevado a cabo para provecho propio y en perjuicio de la nación, fueran reconocidos como buenos, justos y convenientes por el nuevo Presidente provisional? Sería un absurdo." Telegrama Nº 978 Es seguro que el Gobierno de los Estados Unidos, los plenipotenciarios de Argentina, Brasil y Chile, y todas aquellas personas que creen en la conveniencia de paz por el nombramiento de un Presidente Provisional, de común acuerdo, no conocen todas estas razones verdaderamente fuertes que asisten a nuestro Primer Jefe para persistir en su idea de cumplir hasta el fin el Plan de Guadalupe. Pero al mismo tiempo confía el señor Carranza en que tan pronto como se conozcan las causas expuestas, transformarán sus ideas, ya que todos, el Gobierno y el pueblo americano, y los señores plenipotenciarios, desean que México tenga una paz firme y duradera, y que sea feliz. Esperando le sean útiles estas informaciones en beneficio de nuestra noble causa, salúdolo afectuosamente. Isidro Fabela.[35]

He aquí las siguientes declaraciones del Primer Jefe: DECLARACIONES DEL PRIMER JEFE DEL EJÉRCITO CONSTITUCIONALISTA Como Primer Jefe he cumplido y tengo el propósito de cumplir hasta el fin, el Plan de Guadalupe de 26 de marzo de 1913. Conforme a este

Plan suscrito por los jefes y oficiales que me rodeaban cuando desconocí al usurpador Huerta en mi carácter de Gobernador del Estado de Coahuila, y aceptado después por todos los jefes y oficiales del Ejército Constitucionalista, tengo la obligación de arrojar de los puestos que ocupan sin derecho alguno, a los usurpadores de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Como Primer Jefe del ejército lucharé por restablecer la paz del país cuanto antes sea posible, para convocar las elecciones que restablezcan el orden constitucional en México. Por eso el Plan de Guadalupe no es ni podrá ser un programa de Gobierno ni un Plan revolucionario, sino un Plan político, simple como es. En mi carácter de Gobernador constitucional, mi único deber era protestar contra los actos anticonstitucionales ocurridos en México en febrero de 1913, desconociendo con las armas en la mano al Gobierno usurpador. Pero después, a medida que la lucha por la justicia y el derecho ha avanzado, se han manifestado como lo deseaba y esperaba, las ideas de renovación social que el pueblo tenía desde mucho tiempo antes, transformándose entonces el movimiento constitucional en una verdadera Revolución Social. Esto se explica fácilmente: después de la dictadura del general Díaz de más de treinta años, el pueblo de México necesitaba un cambio de vida; por eso siguió con entusiasmo y valor al apóstol y mártir Francisco I. Madero, quien enfrentándose al general Díaz, despertó al pueblo sus ansias de libertad. Pero la Revolución de 1910 fracasó en los tratados de paz de Ciudad Juárez, que llevaron a la Presidencia de la República a Francisco León de la Barra, hijo de la dictadura, espíritu conservador que traicionó al señor Madero y a los intereses nacionales. Por eso ahora el pueblo reclama las reformas que la Revolución de 1910 no pudo hacer y por eso también yo, como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, además de cumplir con el Plan de Guadalupe, me creo obligado a satisfacer las tendencias revolucionarias del actual movimiento que tuvo en 1910 y que mantengo hoy a cuyo efecto he dictado ya y seguiré dictando las disposiciones que ha menester el pueblo mexicano, a reserva de que el Congreso del próximo Gobierno constitucional las ratifique o reforme. Además, tengo confianza en triunfar del enemigo muy pronto, obligando a los principales jefes y oficiales a huir al extranjero o a rendirse. En unos cuantos días, las tres divisiones de los generales

Pablo González, Francisco Villa y Álvaro Obregón, avanzarán simultáneamente hacia San Luis, Aguascalientes y Guadalajara. Confío en que el usurpador no resistirá el empuje del Ejército Constitucionalista. Si las columnas del Noreste, del Norte y del Noroeste se reunieran, yo tomaría el mando directo de todas ellas y dirigiría las operaciones militares en combinación con las dos Divisiones del Centro al mando de los generales Jesús Carranza y Pánfilo Natera y de la División del Oriente al mando del general Cándido Aguilar. Respecto a mi actitud con el extranjero, ha sido y seguirá siendo de absoluto respeto y cordialidad. He dictado órdenes terminantes y enérgicas a todos los jefes del Ejército Constitucionalista para que den toda clase de garantías a los extranjeros sin distinción de nacionalidades, en sus vidas e intereses. Aquellos extranjeros que a consecuencia de nuestra guerra civil hayan sufrido lamentablemente daños en sus propiedades, pueden reclamarlos conforme a la ley que al efecto he expedido el 13 de mayo de 1913, y al restablecimiento del orden constitucional serán satisfechas las reclamaciones justificadas. Las órdenes que he expedido respecto a protección de extranjeros, las he dado sin tener en consideración la actitud que algunos países, cometiendo una grave injusticia y un grande error tuvieron, reconociendo al Gobierno del asesino y usurpador Huerta, porque si ellos obraron inconscientemente aceptando como legítimo un Gobierno impuesto por la fuerza y la traición desprovisto de legalidad, yo quiero ser justo en todos mis actos. La fuerza del Ejército Constitucionalista debe estar fundada en la moralidad de sus actos. Por fortuna, el Gobierno de los Estados Unidos, honrándose a sí mismo, y laborando en pro de la libertad, estuvo al lado de la justicia no reconociendo el Gobierno espurio de Victoriano Huerta. A todos los señores cónsules de las naciones extranjeras que se han acercado a mí, los he recibido con beneplácito y he aceptado y aceptaré todas las representaciones extraoficiales que me hicieron acerca de sus compatriotas, pues quiero demostrar con mis actos que en todo el territorio dominado por las fuerzas de mi mando, el extranjero es bien recibido y protegido. Los señores extranjeros que accidentalmente abandonaron el país han estado regresando a sus trabajos que desempeñan sin obstáculos; siendo satisfactorio para mí que algunos cónsules han felicitado a varios jefes constitucionalistas por las amplias garantías que han otorgado a los extranjeros.[36]

Obregón, en Ocho mil kilómetros en campaña[37] dice que el 16 de mayo de 1914 …se incorporó a mi campamento el señor Enrique Breceda, pagador general del Cuerpo de Ejército del Noroeste, quien era comisionado por la Primera Jefatura para manifestarme el deseo del señor Carranza de que hiciera yo todo esfuerzo por activar mi avance sobre el centro del país; porque empezaba a sospechar de la conducta de Villa y de Ángeles, siendo su idea que nuestro Cuerpo de Ejército, de cuya lealtad nunca había dudado, ocupara las principales plazas del interior.

En junio de 1914, según el mismo testimonio de Obregón (p. 128). …un viento de reaccionarismo y de traición soplaba ya… desde que Ángeles había llegado a ser un favorito consejero de Villa y un factótum de la División del Norte; y no vacilé en reconocer que el deber de todo revolucionario consciente y honrado, en aquellos momentos, era ponerse de parte de la Primera Jefatura y apoyar su autoridad y, consecuente con este criterio, el día 18 escribí un mensaje para el Primer Jefe, haciéndole conocer la actitud que nosotros asumiríamos, si las dificultades con Villa no llegaban a solucionarse.

Como se advierte, Obregón avanzó hasta Teoloyucan cumpliendo las órdenes recibidas de Carranza. Según el testimonio del general jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste… El mismo día 12 (de agosto de 1914) el C. Primer Jefe me autorizó verbalmente para que tratara, en definitiva, la rendición de la guarnición federal y ocupación de la plaza de México por el Cuerpo de Ejército del Noroeste, y al siguiente día me dirigió la comunicación que se copia a continuación: "Además de las facultades que con esta fecha ha dado a usted esta Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista, que es a mi cargo, para los arreglos respecto a la evacuación de la ciudad de México y rendición a esta Primera Jefatura, de las fuerzas federales, tengo a bien autorizarlo para que reciba la autoridad política de la ciudad de México,

de las personas que hubieren quedado encargadas de ella, a efecto de resguardar el orden en la capital, dictando las medidas que crea oportunas a ese mismo fin. Asimismo, autorizo a usted para que nombre el Comandante Militar de la ciudad de México. Lo que comunico a usted para su cumplimiento, reiterándole las seguridades de mi atenta y distinguida consideración. CONSTITUCIÓN Y REFORMAS. Cuartel General en Teoloyucan, México. Agosto 13 de 1914. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. V. Carranza. Al C. general de División, Álvaro Obregón, Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste. Presente."

Como se ve, Carranza continuaba llenando de especiales consideraciones a Obregón, pues bien pudo designar a Pablo González para recibir la rendición del Ejército Federal y ocupar, el primero, la ciudad de México. Mas don Venustiano tenía por Obregón un aprecio insólito, particularmente porque resaltaba la lealtad del general sonorense a la Primera Jefatura frente a la actitud de insubordinación de Villa y los jefes de la División del Norte. En 18 meses de combates y batallas fue vencido y derrocado el régimen huertista. Al llegar a este punto, debemos manifestar, en bien de la verdad histórica, que entre los militares de valía que se vieron envueltos por mera desventura en los enredos del huertismo, destacó por su probidad y patriotismo, como otros pocos, el general José Refugio Velasco, último comandante en jefe del antiguo Ejército Federal vencido por la Revolución Constitucionalista. La lucha iniciada el 23 de febrero de 1913 concluiría, en su primera etapa, el 13 de agosto de 1914 con las Actas y Convenios de la rendición y disolución del Ejército Federal infidente, conforme al texto de las siguientes actas y puntos de convenios: Ese día, y con la autorización de la Primera Jefatura, me trasladé a nuestros puestos avanzados, entre Teoloyucan y Cuautitlán, y allí reunidos: el señor Eduardo Iturbide, Gobernador del Distrito Federal; el señor general Gustavo A. Salas, en representación del Ejército Federal,

y debidamente autorizado por el Ministro de Guerra, señor general Refugio Velasco; el vicealmirante Othón P. Blanco, en representación de la Armada Nacional, y yo en representación del Ejército Constitucionalista, levantamos y firmamos dos actas; la primera, por el señor Iturbide, como Gobernador del Distrito Federal y por mí, como Representante del Gobierno y Ejército Constitucionalista, cuyo texto copio a continuación.[38] "Como consecuencia de la partida del señor licenciado don Francisco C. Carbajal, que fue hasta anoche el depositario interino del Poder Ejecutivo de la República, he asumido la autoridad, con mi carácter de Gobernador del Distrito Federal y Jefe de la Policía. Es mi deber principal procurar a todo trance que no se altere el orden de la ciudad y que todos sus pobladores gocen de tranquilidad y garantías. Para el logro de tales fines, he pactado solemnemente con el señor General en Jefe del Cuerpo de Ejército Constitucionalista del Noroeste, don Álvaro Obregón, debidamente autorizado por quienes corresponde, para la ocupación de la capital por las fuerzas de su mando, las bases que en seguida se puntualizan: "1ª La entrada de dichas fuerzas en la ciudad de México se llevará a cabo tan luego como se hayan retirado (conforme vayan retirándose) los federales, al punto de común acuerdo, fijado entre el señor don José Refugio Velasco, General en Jefe del Ejército Federal, y el señor general don Álvaro Obregón. "2ª Una vez ocupada la plaza, haré entrega de todos los Cuerpos de Policía, quienes desde luego quedarán al servicio de las nuevas autoridades y gozarán de toda clase de garantías. "3ª El Ejército al mando del general Obregón, consumará la entrada en la ciudad de México en perfecto orden, y los habitantes de la misma no serán molestados en ningún sentido. "El señor general Obregón se ha servido ofrecer, además, que castigará con la mayor energía a cualquier soldado o individuo civil que allane o maltrate cualquier domicilio, y advertirá al pueblo, en su oportunidad, que ningún militar podrá permitirse, sin autorización expresa del General en Jefe, solicitar ni obtener nada de lo que sea de la pertenencia de particulares. "Leída que fue la presente acta y siendo de conformidad para ambas partes, firmamos, quedando comprometidos a cumplir las condiciones pactadas. "En las avanzadas de Teoloyucan, el día trece de agosto de mil novecientos catorce.

(Firmado.) Eduardo Iturbide. General Álvaro Obregón." La segunda acta, firmada por el general Gustavo A. Salas, en representación del Ejército Federal; por el vicealmirante Othón P. Blanco, en representación de la Armada Nacional, y por mí, en representación del Gobierno y del Ejército Constitucionalista, en la cual se hizo constar la evacuación de la plaza de México por el Ejército Federal y la disolución y desarme del mismo, firmándola también el general Lucio Blanco que me había acompañado en las conferencias, fue como en seguida se reproduce: "Condiciones en que se verificará la evacuación de la plaza de México por el Ejército Federal y la disolución del mismo: "I. Las tropas dejarán la plaza de México, distribuyéndose en las poblaciones a lo largo del ferrocarril de México a Puebla, en grupos no mayores de cinco mil hombres. No llevarán artillería ni municiones de reserva. Para el efecto de su desarme, el nuevo Gobierno mandará representantes que reciban el armamento. "II. Las guarniciones de Manzanillo, Córdoba, Jalapa y Jefaturas de Armas de Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán, serán disueltas y desarmadas en esos mismos lugares. "III. Conforme vayan retirándose las tropas federales, las constitucionalistas ocuparán las posiciones desocupadas por aquéllas. "IV. Las tropas federales que guarnecen las poblaciones de San Ángel, Tlalpan, Xochimilco y demás, frente a los zapatistas, serán desarmadas en los lugares que ocupan, tan luego como las fuerzas constitucionalistas las releven. "V. Durante su marcha las tropas federales no serán hostilizadas por las constitucionalistas. "VI. El jefe del Gobierno nombrará las personas que se encarguen de los Gobiernos de los Estados con guarnición federal, para los efectos de la recepción del armamento. "VII. Los establecimientos y oficinas militares continuarán a cargo de empleados que entregarán, a quien se nombre, por medio de inventarios. "VIII. Los militares que por cualquier motivo no puedan marchar con la guarnición, gozarán de toda clase de garantías, de acuerdo con las leyes en vigor, y quedarán en las mismas condiciones que las estipuladas en la cláusula décima. "IX. El general Obregón ofrece, en representación de los jefes contitucionalistas, proporcionar a los soldados los medios de llegar a sus hogares.

"X. Los generales, jefes y oficiales del ejército y de la armada, quedarán a disposición del Primer Jefe de las fuerzas constitucionalistas, quien, a la entrada a la Capital, queda investido con el carácter de Presidente Provisional de la República. "XI. Los buques de guerra que se encuentran en el Pacífico, se concentrarán en Manzanillo, y los del Golfo en Puerto México, donde quedarán a disposición del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, quien, como se ha dicho, a la entrada a la Capital, queda investido con el carácter de Presidente Provisional de la República. "Por lo que respecta a las demás dependencias de la Armada, en ambos litorales, como en el Territorio de Quintana Roo, quedarán en sus respectivos lugares, para recibir iguales instrucciones del mismo Primer Funcionario. "Sobre el camino de Cuautitlán a Teoloyucan, a trece de agosto de 1914. "(Firmado.) Por el Ejército Constitucionalista: General Álvaro Obregón. L. Blanco. "Por el Ejército Federal: G. A. Salas. "Por la Armada Nacional: Vicealmirante O. P. Blanco."

Ya ocupada la ciudad de México, el 22 de septiembre de 1914, Villa se rebeló contra la autoridad de la Primera Jefatura, en un mensaje que Arango dirigió desde Chihuahua a don Venustiano Carranza, quien se encontraba en la ciudad de México. La defección del Jefe de la División del Norte determinó el repliegue del Ejército Constitucionalista leal hacia el puerto de Veracruz, el que ocuparon sus fuerzas el 23 de noviembre siguiente. A partir de esta fecha se operó la contraofensiva carrancista contra los infidentes villistas y convencionistas que habían unido sus fuerzas a las del zapatismo.

ADICIONES AL PLAN DE GUADALUPE El 12 de diciembre de 1914, e1 Primer Jefe declaró subsistente el Plan de Guadalupe y lo adicionó. He aquí el documento:

VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República Mexicana, Considerando: Que al verificarse, el 19 de febrero de 1913, la aprehensión del Presidente y Vicepresidente de la República por el ex general Victoriano Huerta, y usurpar éste el Poder Público de la Nación el día 20 del mismo mes, privando luego de la vida a los funcionarios legítimos, se interrumpió el orden constitucional y quedó la República sin Gobierno legal; Que el que suscribe, en su carácter de Gobernador Constitucional de Coahuila, tenía protestado de una manera solemne cumplir y hacer cumplir la Constitución General, y que, en cumplimiento de este deber y de tal protesta, estaba en la forzosa obligación de tomar las armas para combatir la usurpación perpetrada por Huerta y restablecer el orden constitucional en la República Mexicana; Que este deber le fue, además, impuesto, de una manera precisa y terminante, por decreto de la Legislatura de Coahuila, en el que se le ordenó categóricamente desconocer al gobierno usurpador de Huerta y combatirlo por la fuerza de las armas, hasta su completo derrocamiento; Que, en virtud de lo ocurrido, el que suscribe llamó a las armas a los mexicanos patriotas, y con los primeros que lo siguieron formó el Plan de Guadalupe el 26 de marzo de 1913, que ha venido sirviendo de bandera y de estatuto a la Revolución Constitucionalista; Que de los grupos militares que se formaron para combatir la usurpación huertista, las Divisiones del Noroeste, Noreste, Oriente, Centro y Sur operaron bajo la dirección de la Primera Jefatura, habiendo existido entre ésta y aquéllas perfecta armonía y completa coordinación en los medios de acción para realizar el fin propuesto; no habiendo sucedido lo mismo con la División del Norte, que, bajo la dirección del general Francisco Villa, dejó ver desde un principio tendencias particulares y se sustrajo al cabo, por completo, a la obediencia del Cuartel General de la Revolución Constitucionalista, obrando por su sola iniciativa, al grado de que la Primera Jefatura ignora todavía hoy, en gran parte, los medios de que se ha valido el expresado General para proporcionarse fondos y sostener la campaña, el monto de esos fondos y el uso que de ellos haya hecho; Que una vez que la Revolución triunfante llegó a la Capital de la República, trataba de organizar debidamente el Gobierno Provisional y se disponía, además, a atender las demandas de la opinión pública,

dando satisfacción a las imperiosas exigencias de reforma social que el pueblo ha menester, cuando tropezó con las dificultades que la reacción había venido preparando en el seno de la División del Norte con propósito de frustrar los triunfos alcanzados por los esfuerzos del Ejército Constitucionalista; Que esta Primera Jefatura, deseosa de organizar el Gobierno Provisional de acuerdo con las ideas y tendencias de los hombres que con las armas en la mano hicieron la Revolución Constitucionalista, y que, por lo mismo, estaban íntimamente penetrados de los ideales que venía persiguiendo, convocó en la ciudad de México, una asamblea de generales, gobernadores y jefes con mando de tropas, para que éstos acordaran un programa de gobierno, indicaran en síntesis general las reformas indispensables al logro de la redención social y política de la Nación, y fijaran la forma y época para restablecer el orden constitucional; Que este propósito tuvo que aplazarse pronto, porque los generales, gobernadores y jefes que concurrieron a las sesiones de la Convención Militar en la ciudad de México, estimaron conveniente que estuviesen representados en ellas todos los elementos armados que tomaron parte en la lucha contra la usurpación huertista, algunos de los cuales se habían abstenido de concurrir, a pretexto de falta de garantías y a causa de la rebelión que en contra de esta Primera Jefatura había iniciado el general Francisco Villa, y quisieron, para ello, trasladarse a la ciudad de Aguascalientes, que juzgaron el lugar más indicado y con las condiciones de neutralidad apetecidas para que la Convención Militar continuase sus trabajos; Que los miembros de la Convención tomaron este acuerdo después de haber confirmado al que suscribe, en las funciones que venía desempeñando, como Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo de la República, de que hizo entonces formal entrega, para demostrar que no lo animaban sentimientos bastardos de ambición personal, sino que, en vista de las dificultades existentes, su verdadero anhelo era que la acción revolucionaria no se dividiese, para no malograr los frutos de la Revolución triunfante; Que esta Primera Jefatura no puso ningún obstáculo a la translación de la Convención Militar a la ciudad de Aguascalientes, aunque estaba íntimamente persuadido de que, lejos de obtenerse la conciliación que se deseaba, se había de hacer más profunda la separación entre el Jefe de la División del Norte, y el Ejército Constitucionalista, porque no quiso que se pensara que tenía el propósito deliberado de excluir a la

División del Norte de la discusión sobre los asuntos más trascendentales, porque no quiso tampoco aparecer rehusando que se hiciera el último esfuerzo conciliatorio, y porque consideró que era preciso, para bien de la Revolución, que los verdaderos propósitos del general Villa se revelasen de una manera palmaria ante la conciencia nacional, sacando de su error a los que de buena fe creían en la sinceridad y en el patriotismo del general Villa y del grupo de hombres que le rodean; Que apenas iniciados en Aguascalientes los trabajos de la Convención, quedaron al descubierto las maquinaciones de los agentes villistas, que desempeñaron en aquella el papel principal, y se hizo sentir el sistema de amenazas y de presión que, sin recato, se puso en práctica contra los que, por su espíritu de independencia y sentimientos de honor, resistían las imposiciones que el Jefe de la División del Norte hacía para encaminar a su antojo los trabajos de la Convención. Que, por otra parte, muchos de los jefes que concurrieron a la Convención de Aguascalientes, no llegaron a penetrarse de la importancia y misión verdadera que tenía dicha Convención, y poco o nada experimentados en materias políticas, fueron sorprendidos en su buena fe por la malicia de los agentes villistas, y arrastrados a secundar inadvertidamente las maniobras de la División del Norte, sin llegar a ocuparse de la causa del pueblo, esbozando siquiera el pensamiento general de la Revolución y el programa de Gobierno Preconstitucional, que tanto se deseaba; Que con el propósito de no entrar en una lucha de carácter personalista y de no derramar más sangre, esta Primera Jefatura puso de su parte todo cuanto le era posible para una conciliación, ofreciendo retirarse del poder siempre que se estableciera un Gobierno capaz de llevar a cabo las reformas políticas y sociales que exige el país. Pero no habiendo logrado contentar los apetitos de poder de la División del Norte, no obstante las sucesivas concesiones hechas por la Primera Jefatura, y en vista de la actitud bien definida de un gran número de jefes constitucionalistas que, desconociendo los acuerdos tomados por la Convención de Aguascalientes, ratificaron su adhesión al Plan de Guadalupe, esta Primera Jefatura se ha visto en el caso de aceptar la lucha que ha iniciado la reacción que encabeza por ahora el general Francisco Villa. Que la calidad de los elementos en que se apoya el general Villa, que son los mismos que impidieron al Presidente Madero orientar su política, en un sentido radical, fueron, por lo tanto, los responsables

políticos de su caída y, por otra parte, las declaraciones terminantes hechas por el mismo Jefe de la División del Norte, en diversas ocasiones, de desear que se restablezca el orden constitucional antes de que se efectúen las reformas sociales y políticas que exige el país, dejan entender claramente que la insubordinación del general Villa tiene un carácter netamente reaccionario y opuesto a los movimientos del Constitucionalista, y tiene el propósito de frustrar el triunfo completo de la Revolución, impidiendo el establecimiento de un Gobierno Preconstitucional que se ocupara de expedir y poner en vigor las reformas por las cuales ha venido luchando el país desde hace cuatro años. Que, en tal virtud, es un deber hacia la Revolución y hacia la Patria proseguir la Revolución comenzada en 1913, continuando la lucha contra los nuevos enemigos de la libertad del pueblo mexicano; Que teniendo que subsistir, por lo tanto, la interrupción del orden constitucional durante este nuevo periodo de lucha, debe, en consecuencia, continuar en vigor el Plan de Guadalupe, que le ha servido de norma y bandera, hasta que, cumplido debidamente y vencido el enemigo, pueda restablecerse el imperio de la Constitución; Que no habiendo sido posible realizar los propósitos para que fue convocada la Convención Militar de octubre, y siendo el objeto principal de la nueva lucha, por parte de las tropas reaccionarias del general Villa, impedir la realización de las reformas revolucionarias que requiere el pueblo mexicano, el Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista tiene la obligación de procurar que, cuanto antes, se pongan en vigor todas las leyes en que deben cristalizar las reformas políticas y económicas que el país necesita expidiendo dichas leyes durante la nueva lucha que va a desarrollarse; Que, por lo tanto, y teniendo que continuar vigente el Plan de Guadalupe en su parte esencial, se hace necesario que el pueblo mexicano y el Ejército Constitucionalista conozcan con toda precisión los fines militares que se persiguen en la nueva lucha, que son el aniquilamiento de la reacción que renace encabezada por el general Villa, y los principios políticos y sociales que animan a esta Primera Jefatura, y que son los ideales por los que ha venido luchando desde hace más de cuatro años el pueblo mexicano; Que, por lo tanto, y de acuerdo con el sentir más generalizado de los Jefes del Ejército Constitucionalista, de los Gobernadores de los Estados y de los demás colaboradores de la Revolución, e interpretando las necesidades del pueblo mexicano, he tenido a bien decretar lo

siguiente: Art. 1º Subsiste el Plan de Guadalupe de 26 de marzo de 1913, hasta el triunfo completo de la revolución, y, por consiguiente, el ciudadano Venustiano Carranza continuará en su carácter de Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista y como Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, hasta que, vencido el enemigo, quede restablecida la paz. Art. 2º El Primer Jefe de la Revolución y Encargado del Poder Ejecutivo, expedirá y pondrá en vigor, durante la lucha, todas las leyes, disposiciones y medidas encaminadas a dar satisfacción a las necesidades económicas, sociales y políticas del país, efectuando las reformas que la opinión pública exige como indispensables para establecer un régimen que garantice la igualdad de los mexicanos entre sí; leyes agrarias que favorezcan la formación de la pequeña propiedad, disolviendo los latifundios y restituyendo a los pueblos las tierras de que fueron injustamente privados; leyes fiscales encaminadas a obtener un sistema equitativo de impuesto a la propiedad raíz; legislación para mejorar la condición del peón rural, del obrero, del minero, y, en general, de las clases proletarias; establecimiento de la libertad municipal como institución constitucional; bases para un nuevo sistema de organización del Ejército; reformas de los sistemas electorales para obtener la efectividad del sufragio; organización del Poder Judicial independiente, tanto en la Federación como en los Estados; revisión de las leyes relativas al matrimonio y al estado civil de las personas; disposiciones que garanticen el estricto cumplimiento de las Leyes de Reforma; revisión de los Códigos Civil, Penal y de Comercio; reformas del procedimiento judicial, con el propósito de hacer expedita y efectiva la administración de justicia; revisión de las leyes relativas a la explotación de minas, petróleo, aguas, bosques y demás recursos naturales del país, para destruir los monopolios creados por el antiguo régimen y evitar que se formen otros en lo futuro; reformas políticas que garanticen la verdadera aplicación de la Constitución de la República, y, en general, todas las demás leyes que se estimen necesarias para asegurar a todos los habitantes del país la efectividad y el pleno goce de sus derechos y la igualdad ante la ley. Art. 3º Para poder continuar la lucha y para poder llevar a cabo la obra de reformas a que se refiere el artículo anterior, el Jefe de la Revolución queda expresamente autorizado para convocar y organizar el Ejército Constitucionalista y dirigir las operaciones de la campaña; para nombrar a los Gobernadores y comandantes militares de los

Estados y removerlos libremente; para hacer las expropiaciones por causa de utilidad pública, que sean necesarias para el reparto de tierras, fundación de pueblos y demás servicios públicos; para contratar empréstitos y expedir obligaciones del Tesoro Nacional, con indicación de los bienes con que han de garantizarse; para nombrar y remover libremente los empleados federales de la administración civil y de los Estados y fijar las atribuciones de cada uno de ellos; para hacer, directamente o por medio de los jefes que al efecto autorice, las requisiciones de tierras, edificios, armas, caballos, vehículos, provisiones y demás elementos de guerra; y para establecer condecoraciones y decretar recompensas por servicios prestados a la Revolución. Art. 4º Al triunfo de la Revolución, reinstalada la Suprema Jefatura en la ciudad de México y después de efectuarse las elecciones de Ayuntamiento en la mayoría de los Estados de la República, el Primer Jefe de la Revolución, como Encargado del Poder Ejecutivo, convocará a elecciones para el Congreso de la Unión, fijando en la convocatoria las fechas y los términos en que dichas elecciones habrán de celebrarse. Art. 5º Instalado el Congreso de la Unión, el Primer Jefe de la Revolución dará cuenta ante él del uso que haya hecho de las facultades de que por el presente se halla investido, y especialmente le someterá las reformas expedidas y puestas en vigor durante la lucha, con el fin de que el Congreso las ratifique, enmiende y complemente, y para que eleve a preceptos constitucionales a aquellas que deban tener dicho carácter, antes de que restablezca el orden constitucional. Art. 6º El Congreso de la Unión expedirá las convocatorias correspondientes para la elección de Presidente de la República, y una vez efectuada ésta, el Primer Jefe de la Nación entregará al electo el Poder Ejecutivo de la Nación. Art. 7º En caso de falta absoluta del actual Jefe de la Revolución y mientras los generales y gobernadores proceden a elegir al que deba substituirlo, desempeñará transitoriamente la Primera Jefatura el Jefe de Cuerpo de Ejército, del lugar donde se encuentre el Gobierno Revolucionario al ocurrir la falta del Primer Jefe. Constitución y Reformas. H. Veracruz, diciembre 12 de 1914. V. Carranza. Al C. Oficial Mayor Encargado del Despacho de Gobernación. Presente. Y lo comunico a usted para su conocimiento y fines consiguientes. Veracruz, diciembre 12 de 1914.

El Oficial Mayor, Adolfo de la Huerta[39]

En Veracruz, don Venustiano, al mismo tiempo que dirigía la campaña contra los nuevos enemigos del orden constitucional emitía los decretos más trascendentales en bien del hombre, la familia, la comunidad y el Estado. En Veracruz promulgó el trascendental decreto que creaba la reforma agraria mexicana conforme a la Ley de 6 de enero de 1915. He aquí parte de la legislación dictada por Carranza en los días aciagos de 1914 y 1915: CREACIÓN DE LA COMISIÓN NACIONAL AGRARIA REPARTO DE TIERRAS Y RESTITUCIÓN DE EJIDOS VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos y Jefe de la Revolución, en virtud de las facultades de que me encuentro investido y CONSIDERANDO: Que una de las causas más generales del malestar y descontento de las poblaciones agrícolas de este país, ha sido el despojo de los terrenos de propiedad comunal o de repartimiento, que les habían sido concedidos por el Gobierno Colonial como medio de asegurar la existencia de la clase indígena, y que, a pretexto de cumplir con la ley de 25 de junio de 1856 y demás disposiciones que ordenaron el fraccionamiento y reducción a propiedad privada de aquellas tierras entre los vecinos del pueblo a que pertenecían, quedaron en poder de unos cuantos especuladores; Que en el mismo caso se encuentran multitud de otros pobladores de diferentes partes de la República, y que, llamados congregaciones, comunidades o rancherías, tuvieron origen en alguna familia o familias que poseían en común extensiones más o menos grandes de terreno, los cuales siguieron conservándose indivisos por varias generaciones, o bien en cierto número de habitantes que se reunían en lugares propicios, para adquirir y disfrutar, mancomunadamente, aguas, tierras y montes, siguiendo la antigua y general costumbre de los pueblos

indígenas. Que el despojo de los referidos terrenos se hizo, no solamente por medio de enajenaciones llevadas a efecto por las autoridades políticas en contravención abierta de las leyes mencionadas, sino también por concesiones, composiciones o ventas concertadas con los Ministros de Fomento y Hacienda, o a pretexto de apeos y deslindes, para favorecer a los que hacían denuncios de excedencias o demasías, y las llamadas compañías deslindadoras; pues de todas estas maneras se invadieron los terrenos que durante largos años pertenecieron a los pueblos y en los cuales tenían éstos la base de su subsistencia; Que, según se desprende de los litigios existentes, siempre han quedado burlados los derechos de los pueblos y comunidades, debido a que, careciendo ellos, conforme al artículo 27 de la Constitución Federal, de capacidad para adquirir y poseer bienes raíces, se les hacía carecer también de personalidad jurídica para defender sus derechos y, por otra parte, resultaba enteramente ilusoria la protección que la ley de terrenos baldíos, vigente, quiso otorgarles al facultar a los síndicos de los Ayuntamientos de las Municipalidades para reclamar y defender los bienes comunales en las cuestiones en que esos bienes se confundiesen con los baldíos, ya que, por regla general, los síndicos nunca se ocuparon de cumplir esa misión, tanto porque les faltaba interés que los excitase a obrar, como porque los Jefes Políticos y los Gobernadores de los Estados, estuvieron casi siempre interesados en que se consumasen las expoliaciones de los terrenos de que se trata; Que privados los pueblos indígenas de las tierras, aguas y montes que el Gobierno colonial les concedió, así como también las congregaciones y comunidades de sus terrenos, y concentrada la propiedad rural del resto del país en pocas manos, no ha quedado a la gran masa de la población de los campos otro recurso para proporcionarse lo necesario a su vida, que alquilar a vil precio su trabajo a los poderosos terratenientes, trayendo esto, como resultado inevitable, el estado de miseria, abyección y esclavitud de hecho, en que esa enorme cantidad de trabajadores ha vivido y vive todavía; Que en vista de lo expuesto, es palpable la necesidad de volver a los pueblos los terrenos de que han sido despojados, como un acto de elemental justicia y como la única forma efectiva de asegurar la paz y de promover el bienestar y mejoramiento de nuestras clases pobres, sin que a esto obsten los intereses creados a favor de las personas que actualmente poseen los predios en cuestión; porque, aparte de que esos intereses no tienen fundamento legal, desde el momento en que

fueran establecidos con violación expresa de las leyes que ordenaron solamente el repartimiento de los bienes comunales entre los mismos vecinos, y no su enajenación en favor de extraños, tampoco han podido sancionarse o legitimarse esos derechos por una larga posesión, tanto porque las leyes antes mencionadas no establecieron las prescripciones adquisitivas respecto de esos bienes, como porque los pueblos a que pertenecían estaban imposibilitados de defenderlos por falta de personalidad necesaria para comparecer en juicio; Que es probable que, en algunos casos no pueda realizarse la restitución de que se trata, ya porque las enajenaciones de los terrenos que pertenecían a los pueblos se hayan hecho con arreglo a la ley, ya porque los pueblos hayan extraviado los títulos o los que tengan sean deficientes, ya porque sea imposible identificar los terrenos o fijar la extensión precisa de ellos, ya, en fin, por cualquiera otra causa; pero como el motivo que impide la restitución, por más justo y legítimo que se le suponga, no arguye en contra de la difícil situación que guardan tantos pueblos, ni mucho menos justifica que esa situación angustiosa continúe subsistiendo, se hace preciso salvar la dificultad de otra manera que sea conciliable con los intereses de todos; Que el modo de proveer a la necesidad que se acaba de apuntar, no puede ser otro que el de facultar a las autoridades militares superiores que operen en cada lugar, para que, efectuando las expropiaciones que fueren indispensables, den tierras suficientes a los pueblos que carecían de ellas, realizando de esta manera uno de los grandes principios inscritos en el programa de la Revolución, y estableciendo una de las primeras bases sobre que debe apoyarse la reorganización del país; Que proporcionando el modo de que los numerosos pueblos recobren los terrenos de que fueron despojados, o adquieran los que necesiten para su bienestar y desarrollo, no se trata de revivir las antiguas comunidades, ni de crear otras semejantes, sino solamente de dar esa tierra a la población rural miserable que hoy carece de ella, para que pueda desarrollar plenamente su derecho a la vida y librarse de la servidumbre económica, a que está reducida; es de advertir que la propiedad de las tierras no pertenecerá al común del pueblo, sino que ha de quedar dividida en pleno dominio, aunque con las limitaciones necesarias para evitar que ávidos especuladores particularmente extranjeros, puedan fácilmente acaparar esa propiedad, como sucedió casi invariablemente con el repartimiento legalmente hecho de los ejidos y fundos legales de los pueblos, a raíz de la Revolución de Ayutla.

Por lo tanto, he tenido a bien expedir el siguiente Decreto: Art. 1º Se declaran nulas: I. Todas las enajenaciones de tierras, aguas y montes pertenecientes a los pueblos, rancherías, congregaciones o comunidades, hechas por los Jefes Políticos, Gobernadores de los Estados o cualquiera otra autoridad local, en contravención a lo dispuesto en la ley de 25 de junio de 1856 y demás leyes y disposiciones relativas; II. Todas las concesiones, composiciones o ventas de tierras, aguas, hechas por las Secretarías de Fomento, Hacienda o cualquiera otra autoridad federal, desde el primero de diciembre de 1876, hasta la fecha, con las cuales se hayan invadido y ocupado ilegalmente los ejidos, terrenos de repartimiento o de cualquiera otra clase, pertenecientes a los pueblos, rancherías, congregaciones o comunidades, y III. Todas las diligencias de apeo o deslinde, practicadas durante el periodo de tiempo a que se refiere la fracción anterior, por compañías, jueces u otras autoridades, de los Estados o de la Federación, con las cuales se hayan invadido y ocupado, ilegalmente, tierras, aguas y montes de los ejidos, terrenos de repartimiento o de cualquiera otra clase, pertenecientes a los pueblos, rancherías, congregaciones o comunidades. Art. 2º La división o reparto que se hubiere hecho legítimamente entre los vecinos de un pueblo, ranchería, congregación o comunidad, y en la que haya habido algún vicio, solamente podrá ser nulificada cuando así lo soliciten las dos terceras partes de aquellos vecinos o de sus causahabientes. Art. 3º Los pueblos que necesitándolos, carezcan de ejidos, o que no pudieren lograr su restitución por falta de títulos, por imposibilidad de identificarlos o porque legalmente hubieren sido enajenados, podrán obtener que se les dote del terreno suficiente para reconstituirlos conforme a las necesidades de su población; expropiándose por cuenta del Gobierno nacional el terreno indispensable para ese efecto, del que se encuentre inmediatamente colindante con los pueblos interesados. Art. 4º Para los efectos de esta ley y demás leyes agrarias que se expidieren, de acuerdo con el programa político de la Revolución, se crearán: I. Una Comisión Nacional Agraria, de nueve personas y que, presidida por el Secretario de Fomento, tendrá las funciones que esta ley y las sucesivas le señalen;

II. Una comisión local agraria, compuesta de cinco personas, por cada Estado o Territorio de la República, y con las atribuciones que las leyes determinen; III. Los comités particulares ejecutivos que en cada Estado se necesiten, los que se compondrán de tres personas cada uno, con las atribuciones que se les señalen. Art. 5º Los comités particulares ejecutivos dependerán en cada Estado de la comisión local agraria respectiva, la que a su vez, estará subordinada a la Comisión Nacional Agraria. Art. 6º Las solicitudes de restitución de tierras pertenecientes a los pueblos que hubieren sido invadidos u ocupados ilegítimamente, y a que se refiere el artículo 1º de esta ley, se presentarán en los Estados directamente ante los Gobernadores, y en los Territorios y Distrito Federal, ante las autoridades políticas superiores, pero en los casos en que la falta de comunicaciones o el estado de guerra dificultare la acción de los gobiernos locales, las solicitudes podrán también presentarse ante los jefes militares que estén autorizados especialmente para el efecto por el Encargado del Poder Ejecutivo; a estas solicitudes se adjuntarán los documentos en que se funden. También se presentarán ante las mismas autoridades las solicitudes sobre concesión de tierras para dotar de ejidos a los pueblos que carecieren de ellos, o que no tengan títulos bastantes para justificar sus derechos de reivindicación. Art. 7º La autoridad respectiva, en vista de las solicitudes presentadas, oirá el parecer de la comisión local agraria sobre la justicia de las reivindicaciones y sobre la conveniencia, necesidad y extensión en las concesiones de tierras para dotar de ejidos, y resolverá si procede o no la restitución o concesión que se solicita, en caso afirmativo, pasará el expediente al comité particular ejecutivo que corresponda, a fin de que, identificándose los terrenos, deslindándolos y midiéndolos, proceda a hacer entrega provisional de ellos a los interesados. Art. 8º Las resoluciones de los Gobernadores o Jefes Militares, tendrán el carácter de provisionales, pero serán ejecutadas en seguida por el comité particular ejecutivo, y el expediente, con todos sus documentos y demás datos que se estimaren necesarios, se remitirá después a la comisión local agraria, la que, a su vez, lo elevará con un informe a la Comisión Nacional Agraria. Art. 9º La Comisión Nacional Agraria dictaminará sobre la aprobación, rectificación o modificación; de las resoluciones elevadas a

su conocimiento, y en vista del dictamen que rinda el Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, sancionará las reivindicaciones o dotaciones efectuadas, expidiendo los títulos respectivos. Art. 10º Los interesados que se creyeren perjudicados con la resolución del Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, podrán ocurrir ante los tribunales a deducir sus derechos dentro del término de un año, a contar desde la fecha de dichas resoluciones, pues pasado ese término, ninguna reclamación será admitida. En los casos en que se reclame contra reivindicaciones y en que el interesado obtenga resolución judicial, declarando que no procedía la restitución hecha a un pueblo, la sentencia sólo dará derecho a obtener del Gobierno de la Nación, la indemnización correspondiente. En el mismo término de un año podrán ocurrir los propietarios de terrenos expropiados, reclamando las indemnizaciones que deben pagárseles. Art. 11º Una ley reglamentaria determinará la condición en que han de quedar los terrenos que se devuelvan o se adjudiquen a los pueblos, y la manera y ocasión de dividirlos entre los vecinos, quienes, entretanto los disfrutarán en común. Art. 12º Los Gobernadores de los Estados, o, en su caso, los Jefes Militares de cada región autorizada por el Encargado del Poder Ejecutivo, nombrarán desde luego la comisión local agraria y los comités particulares ejecutivos. Transitorio. Esta ley comenzará a regir desde la fecha de su publicación mientras no concluya la actual guerra civil. Las autoridades militares harán publicar y pregonar la presente ley en cada una de las plazas o lugares que fueren ocupando. Constitución y Reformas. H. Veracruz, enero seis de mil novecientos quince. V. Carranza. (Rúbrica).[*11] [40]

AUTONOMÍA MUNICIPAL VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República Mexicana y Jefe de la Revolución, en virtud de las facultades de que me encuentro investido y CONSIDERANDO: Que durante largos años de tiranía sufrida por la República, se ha pretendido sistemáticamente centralizar el Gobierno, desvirtuando la Institución Municipal, y que la organización que hoy tienen varias Entidades Federativas sólo es apropiada para sostener un Gobierno absoluto y despótico, porque hace depender a los funcionarios que más influencia ejercen en las Municipalidades, de la voluntad de la primera autoridad del Estado; Que es insostenible ya la práctica establecida por los Gobiernos de imponer como autoridades políticas a personas enteramente extrañas a los municipios, las que no han tenido otro carácter que el de agentes de opresión y se han señalado como los ejecutores incondicionales de la voluntad de los gobernantes, a cuyo servicio han puesto el fraude electoral, el contingente de sangre, el despojo de las tierras y la extorsión de los contribuyentes; Que el ejercicio de las libertades municipales educa directamente al pueblo para todas las otras funciones democráticas, despierta su interés por los asuntos públicos, haciéndole comprender, por la experiencia diaria de la vida, que se necesita del esfuerzo común para lograr la defensa de los derechos de cada uno, y para que la actividad libre de los ciudadanos goce de protección y amparo; Que la autonomía de los municipios moralizará la administración y hará más efectiva la vigilancia de sus intereses, impulsará el desarrollo y funcionamiento de la enseñanza primaria en cada una de las regiones de la República, y el progreso material de las municipalidades y su florecimiento intelectual —obtenido por la libertad de los Ayuntamientos— constituirá el verdadero adelanto general del país y contribuirá en primera línea al funcionamiento orgánico de las instituciones democráticas, que son en su esencia el Gobierno del pueblo por el pueblo; Que las reformas iniciadas por esta Primera Jefatura, interpretando las aspiraciones populares y los propósitos de la Revolución, serían ilusorias si su cumplimiento y aplicación no se confiase a autoridades particularmente interesadas en su realización, y con la fuerza y libertad

bastantes para que puedan ser una garantía efectiva de los progresos realizados por la legislación revolucionaria; Que el municipio independiente es la base de la libertad política de los pueblos, así como la primera condición de su bienestar y prosperidad, puesto que las autoridades municipales están más capacitadas, por su estrecha proximidad al pueblo, para conocer sus necesidades y, por consiguiente, para atenderlas y remediarlas con eficacia; Que introduciendo en la Constitución la existencia del Municipio Libre como base de la organización política de los Estados, queda así suprimida definitivamente la odiosa institución de las Jefaturas Políticas; Que elevada con esta reforma a categoría de precepto constitucional la existencia autónoma de los Municipios, dependerá la fuerza pública de la autoridad municipal; pero para evitar la posibilidad de fricciones entre las autoridades municipales y las de la Federación o de los Estados, la fuerza pública del municipio donde el Poder Ejecutivo resida, quedará exclusivamente al mando de éste. Por todo lo cual he tenido a bien decretar: Artículo único. Se reforma el artículo 109 de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, de 5 de febrero de 1857, en los términos que siguen: Los Estados adoptarán para su régimen interior la forma de gobierno republicano, representativo, popular, teniendo como base de su división territorial y de su organización política, el Municipio Libre, administrado por Ayuntamientos de elección popular directa y sin que haya autoridades intermedias entre éstos y el Gobierno del Estado. El Ejecutivo Federal y los gobernadores de los Estados, tendrán el mando de la fuerza pública de los municipios donde residieren habitual o transitoriamente. Los Gobernadores no podrán ser reelectos, ni durar en su encargo por un periodo mayor de seis años.

TRANSITORIO Esta reforma comenzará a regir desde esta fecha y se publicará por Bando y Pregón. Dado en la H. Veracruz, a los veinticinco días del mes de diciembre de mil novecientos catorce.

El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República y Jefe de la Revolución, V. Carranza.[*12]

LEY DEL DIVORCIO VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos y Jefe de la Revolución, en virtud de las facultades de que me encuentro investido y CONSIDERANDO: Que el matrimonio tiene como objetos esenciales la procreación de la especie, la educación de los hijos y la mutua ayuda de los contrayentes para soportar las cargas de la vida; que, en esa virtud se contrae siempre en concepto de unión definitiva, pues los cónyuges al unirse entienden conseguir por ese medio la realización de sus más altos ideales; pero, desgraciadamente no siempre se alcanzan los fines para los cuales fue contraído el matrimonio, y, por excepciones que puedan ser estos casos la Ley debe justamente atender a remediarlos, relevando a los cónyuges de la obligación de permanecer unidos durante toda su existencia, en un estado irregular contrario a la naturaleza y a las necesidades humanas; Que lo que hasta ahora se ha llamado divorcio en nuestra legislación, o sea la simple separación de los consortes sin disolver el vínculo, única forma que permitió la ley de 14 de diciembre de 1874, lejos de satisfacer la necesidad social de reducir a su mínima expresión las consecuencias de las uniones desgraciadas, sólo crea una situación irregular, peor que la que trata de remediarse, porque fomenta la discordia entre las familias, lastimando hondamente los afectos entre padres e hijos y extendiendo la desmoralización en la sociedad; Que esa simple separación de los consortes crea, además, una situación anómala de duración indefinida, que es contraria a la naturaleza y al derecho que tiene todo ser humano de procurar su bienestar y la satisfacción de su necesidades, por cuanto condena a los cónyuges separados a perpetua inhabilidad para los más altos fines de la vida; Que la experiencia y el ejemplo de las naciones civilizadas enseñan que el divorcio que disuelve el vínculo es el único medio racional de subsanar, hasta donde es posible, los errores de uniones que no pueden o no deben subsistir;

Que admitiendo el principio establecido por nuestras Leyes de Reforma, de que el matrimonio es un contrato civil, formado principalmente por la espontánea y libre voluntad de los contrayentes, es absurdo que deba subsistir cuando esa voluntad falta por completo, o cuando existan causas que hagan definitivamente irreparable la desunión consumada ya por las circunstancias; Que tratándose de uniones que por irreductible incompatibilidad de caracteres, tuvieran que deshacerse por la voluntad de las partes, se hace solamente necesario cerciorarse de la definitiva voluntad de esos cónyuges para divorciarse, y de la imposibilidad absoluta de remediar sus desavenencias o de resolver sus crisis, lo cual puede comprobarse por el transcurso de un periodo racional de tiempo, desde la celebración del matrimonio hasta que se permita su disolución, para convencerse así de que la desunión moral de los cónyuges es irreparable; Que, por otra parte, el divorcio por consentimiento mutuo es un medio discreto de cubrir las culpas graves de alguno de los cónyuges por medio de la voluntad de ambos para divorciarse, sin necesidad de dejar sobre las respectivas familias, o sobre los hijos, la mancha de una deshonra; Que, además, es bien conocida la circunstancia de que el matrimonio entre las clases desheredadas de este país es excepcional, realizándose la mayor parte de las uniones de ambos sexos por amasiato, que casi nunca llegan a legalizarse, ya sea por la pobreza de los interesados o por temor instintivo de contraer un lazo de consecuencias irreparables, y en estas condiciones es evidente que la institución del divorcio que disuelve el vínculo es el medio más directo y poderoso para reducir a su mínimo el número de uniones ilegítimas entre las clases populares que forman la inmensa mayoría de la Nación Mexicana, disminuyendo, como consecuencia forzosa el número de hijos cuya condición está actualmente fuera de la Ley; Que, además, es un hecho fuera de toda duda, que en las clases medias de México la mujer, debido a las condiciones especiales de educación y costumbres de dichas clases, está incapacitada para la lucha económica por la vida, de donde resulta que la mujer cuyo matrimonio llega a ser un fracaso se convierte en una víctima del marido, y se encuentra en una condición de esclavitud de la cual le es imposible salir si la ley no la emancipa desvinculándola del marido; Que, en efecto, en la clase media la separación es casi siempre provocada por culpa del marido y es de ordinario la mujer quien la

necesita, sin que esto haya llegado a conseguir hasta hoy otra cosa que apartar temporalmente a la mujer del marido, pero sin remediar en nada sus condiciones económicas y sociales, por lo que sin duda el establecimiento del divorcio tendería, principalmente en nuestra clase media, a levantar a la mujer y a darle posibilidades de emanciparse de la condición de esclavitud que en la actualidad tiene; Que, por otra parte, la institución del divorcio no encontraría obstáculo serio en las clases elevadas y cultas, supuesto que las enseñanzas de otros países en donde se encuentra establecido, las tiene acostumbradas a mirar el divorcio que disuelve el vínculo como perfectamente natural; Que la experiencia de países tan cultos como Inglaterra, Francia y Estados Unidos de Norteamérica, ha demostrado ya, hasta la evidencia, que el divorcio que disuelve el vínculo es un poderoso factor de moralidad, porque, facilitando la formación de nuevas uniones legítimas, evita la multiplicidad de los concubinatos, y, por lo tanto, el pernicioso influjo que necesariamente ejercen en las costumbres públicas, da mayor estabilidad a los afectos y relaciones conyugales; asegura la felicidad de mayor número de familias y no tiene el inconveniente grave de obligar a los que, por error o ligereza, fueron al matrimonio, a pagar su falta con la esclavitud de toda su vida; Que si bien la aceptación del divorcio que disuelve el vínculo es el medio directo de corregir una verdadera necesidad social debe tenerse en cuenta que sólo se trata de un caso de excepción, y no de un estado que sea la condición general de los hombres en la sociedad; por lo cual es preciso reducirlo sólo a los casos en que la mala condición de los consortes es ya irreparable en otra forma que no sea su absoluta separación. Por lo tanto, he tenido a bien decretar lo siguiente: Artículo 1º Se reforma la fracción IX del artículo 23 de la Ley de 14 de diciembre de 1874 reglamentaria de las Adiciones y Reformas de la Constitución Federal decretadas el 25 de diciembre de 1873, en los términos siguientes: Fracción IX. El matrimonio podrá disolverse en cuanto al vínculo, ya sea por el mutuo y libre consentimiento de los cónyuges cuando el matrimonio tenga más de tres años de celebrado, o en cualquier tiempo por causas que hagan imposible o indebida la realización de los fines del matrimonio, o por faltas graves de alguno de los cónyuges, que hagan irreparable la desavenencia. Disuelto el matrimonio, los cónyuges pueden contraer una nueva unión legítima.

Artículo 2º Entretanto se restablece el orden constitucional en la República, los Gobernadores de los Estados quedan autorizados para hacer en los respectivos Códigos Civiles, las modificaciones necesarias a fin de que esta ley pueda tener aplicación.

TRANSITORIO Esta ley será publicada por Bando y Pregón, y comenzará a surtir sus efectos desde esta fecha. Constitución y Reformas. Veracruz, a los 29 días del mes de diciembre de 1914. V. Carranza.[*13]

LEGISLACIÓN SOBRE PETRÓLEO VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos, en virtud de las facultades extraordinarias de que me encuentro investido y CONSIDERANDO: Que se hace necesario revisar, de una manera completa y radical, la legislación petrolífera del país, reglamentando cuidadosamente todo lo relativo a la exploración y explotación de depósitos de petróleo y carburos gaseosos de hidrógeno existentes en la República, con el fin de evitar que la industria petrolífera continúe, como hasta ahora, haciéndose exclusivamente en beneficio de las empresas petrolíferas con grandes perjuicios para la agricultura y para las vías fluviales del país, sin que de estas explotaciones, ni la Nación, ni el Gobierno hayan obtenido los justos provechos que deben corresponderles; Considerando: Que algunas empresas petrolíferas han estado haciendo construcciones de oleoductos, exploraciones, explotaciones, perforaciones de pozos y otras construcciones, sin la debida autorización del Gobierno legítimo de México, y que estos trabajos hechos arbitrariamente han tenido un gran desarrollo, sobre todo durante el periodo de perturbación de la paz porque ha atravesado el país durante los últimos cuatro años, aprovechando la falta de medios efectivos de coacción que pudiera oponer el Gobierno Mexicano; Considerando: Que se hace necesario evitar la continuación de explotaciones indebidas que traerían mayores complicaciones que

embarazarían más todavía la labor ya difícil de revisar la validez de las explotaciones existentes y de unificar la condición jurídica de la propiedad petrolífera, y amenazarían constantemente con producir conflictos de carácter internacional que ocurren a causa de la nacionalidad de algunas de las empresas explotadoras de petróleo que, sin embargo de no cumplir con las justas obligaciones que tienen hacia el país, de donde extraen inmensas riquezas, ocurren con gran facilidad a la protección de gobiernos extranjeros: Por lo tanto, he tenido a bien expedir el siguiente decreto: Art. 1º Desde esta fecha y hasta la expedición de las nuevas leyes que determinen la condición jurídica del petróleo y sus derivados, deberán suspenderse todas las obras que se estén ejecutando para construcción de oleoductos, perforación de pozos petrolíferos, y en general cualesquiera otras relacionadas con la explotación del petróleo. Art. 2º Por ningún motivo podrán continuarse los trabajos que estuvieren empezados, aun con permisos provisionales expedidos por autoridades legítimas, sin obtener antes la autorización expresa de este Gobierno. Art. 3º La infracción de estas disposiciones hace responsable a las empresas petrolíferas y a sus administradores, de los perjuicios causados por las obras cuando sea imposible volver las cosas a su anterior estado. El Gobierno Constitucionalista podrá mandar destruir las obras que se ejecutaren en contravención a lo dispuesto por este decreto, a costa de la empresa que las hubiere construido, de sus administradores o gerentes, o de cualquiera otra persona que aparezca manejando o dirigiendo la construcción. Art. 4º Los manantiales de petróleo que broten por virtud de obras ejecutadas en contravención a la presente ley, se considerarán propiedad de la Nación. Constitución y Reformas. Dado en la H. Veracruz, a los siete días del mes de enero de mil novecientos quince. V. Carranza[*14]

FACULTADES PARA LEGISLAR SOBRE MINERÍA, COMERCIO E INSTITUCIONES DE CRÉDITO Y TRABAJO VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo y Jefe de la Revolución, en uso de las facultades de que me hallo investido, y

CONSIDERANDO: Que la Constitución de 57 estableció, con el carácter de derechos del hombre, la libertad de trabajo, la justa retribución de él, la prohibición de los pactos o convenios que tengan por objeto el menoscabo irrevocable de la libertad del hombre por causa de trabajo y ofreció expedir leyes para mejorar las condiciones de los mexicanos laboriosos, estimulando el trabajo; Que aquellas garantías, indispensables a la conservación y desarrollo adecuado del trabajador y al correlativo progreso nacional, han permanecido letra muerta ante las dolorosas realidades de la esclavitud por medio del trabajo, trasmitiéndose de padres a hijos en algunas regiones del país; de la explotación del obrero, conforme al sistema industrial que ha consistido en "obtener de un ser humano la mayor suma de trabajo útil y remunerado con el precio más bajo", y no con la retribución justa; del natural desgaste que experimenta el individuo y la especie, con la jornada inhumana que no permite la necesaria y constante renovación de fuerzas, y por la falta de protección a las mujeres y a los niños que están obligados a trabajar para vivir; Que esta situación ha podido subsistir por falta de leyes reglamentarias de los artículos 4º, 5º y 32 de la Constitución, llamadas a crear los órganos apropiados para hacer efectivas las garantías que ellos consagran, y por no haberse expedido leyes mejorando la condición de los mexicanos laboriosos, omisiones graves que es de urgencia reparar; Que esa legislación o Código del Trabajo, tanto por su propia naturaleza como porque afecta directamente los intereses agrícolas, mercantiles e industriales de toda la nación, debe ser de carácter general, para que sus benéficos efectos puedan extenderse a todos los habitantes del país; he tenido a bien expedir el siguiente

DECRETO: Artículo único. Se adiciona la fracción X del artículo 72 de la Constitución Federal, en los siguientes términos: X. Para legislar en toda la República, sobre minería, comercio, Instituciones de Crédito y Trabajo.

Por tanto, mando se imprima y publique por bando y pregón, para su debido cumplimiento. Constitución y Reformas. Dado en la H. Veracruz, a los 29 días del mes de enero de 1915. V. Carranza[*15]

REVISIÓN DE CONTRATOS, CONCESIONES Y PERMISOS VENUSTIANO CARRANZA, Jefe de la Revolución, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo de la República, en uso de las facultades extraordinarias de que estoy investido

CONSIDERANDO: Que, en los terrenos de jurisdicción Federal, en las zonas marítimas y en las riberas de los ríos y, en general, en todos los terrenos pertenecientes a la Nación, existen construcciones y se explotan diversas obras sin que estén amparadas por concesiones, contratos o permisos legítimos; Que, conforme a los preceptos de la legislación Civil del Distrito Federal, toda obra construida en terrenos de dominio público sin la debida autorización es propiedad de la Nación por derecho de accesión; Que aunque cuando existen contratos, concesiones o permisos, éstos han tenido por base casi invariablemente el favoritismo o el lucro, sin que la Nación perciba los beneficios a que tiene derecho; Que, si bien es cierto que en algunos casos la ley autoriza a la Secretaría de Hacienda para conceder permisos o concesiones para la ocupación transitoria de las zonas federales, éstos deben ser una mera excepción que en ninguna forma estorbe el uso común de los bienes mencionados y Que, las concesiones hechas hasta ahora, sobre todo en la proximidad de los puertos, han sido dadas en tal número y con tal falta de discernimiento que han llegado a constituir verdaderos monopolios, en unos casos e invasiones extensas de las zonas federales en beneficio de particulares, en otros casos; por lo que se hace necesario, no sólo reivindicar el dominio público sobre esos bienes cuando la construcción y ocupación carecen de permiso, sino que deben revisarse las concesiones legítimamente existentes, retirando todas aquellas que

sin responder a necesidades de orden público, constituyen ventajas para particulares con detrimento del uso común, he tenido a bien decretar lo siguiente: Art. 1º Desde la fecha del presente decreto, todas las obras y construcciones que existen en terrenos de jurisdicción federal sin la autorización debida y legítima, pasan a poder de la Nación. Art. 2º La Secretaría de Hacienda y Crédito Público dictará desde luego las medidas conducentes para tomar posesión de las obras ilegales, y resolverá en cada caso, ya sea la destrucción de la obra, ya el destino que deba dársele en caso de que estime preferible su conservación. Art. 3º Los contratos, concesiones y permisos considerados como legítimos por sus tenedores, quedan sujetos a la revisión y revalidación por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, a la que deberán ocurrir los interesados en el término de tres meses, contados desde la fecha del presente decreto. Para los lugares substraídos en la actualidad a la acción de esta Primera Jefatura, el plazo de tres meses comenzará a contarse desde el día en que sean ocupados por las fuerzas del Ejército Constitucionalista. Art. 4º La revalidación de que habla el artículo anterior no se concederá en aquellos casos en que la Secretaría de Hacienda considere necesario, por causa de utilidad pública, la desocupación del terreno o la apropiación de las obras existentes. Por lo tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Constitución y Reformas. Dado en la H. Veracruz, a 29 de enero de 1915. V. Carranza.[*16]

DECRETO SOBRE MATRIMONIO Y DIVORCIO VENUSTIANO CARRANZA, Jefe de la Revolución, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, en virtud de las facultades de que me hallo investido y

CONSIDERANDO: Que modificada, por decreto de 29 de diciembre de 1914, la fracción IX

del artículo 23 de la ley de 24 de diciembre de 1874, la cual establecía que el matrimonio legítimamente contraído sólo podía disolverse por la muerte de uno de los consortes; y habiéndose establecido, por virtud de dicha reforma, que el matrimonio puede disolverse durante la vida de los cónyuges por mutuo y libre consentimiento de las partes o por las causas graves que determinaren las leyes locales, quedando hábiles los consortes para contraer una nueva unión legítima, se hace preciso proceder desde luego a hacer en el Código Civil del Distrito Federal y Territorios, las modificaciones consiguientes, para que pueda hacerse efectiva la reforma mencionada; Que conforme a la ley de 29 de Diciembre de 1914, el matrimonio puede disolverse por mutuo consentimiento después de tres años de celebrado, o en cualquier tiempo por causas que hagan imposible e indebida la realización de sus fines, o por faltas graves de alguno de los cónyuges, que hagan irreparable la desavenencia conyugal; por lo cual las modificaciones que se hagan en el Código Civil, para ponerlo en concordancia con la reforma mencionada, deben referirse, por una parte, a las causas que habrán de aceptarse según el criterio de la ley como motivos de divorcio, y, por la otra, a las diversas consecuencias que éste tiene que producir forzosamente al romper el vínculo, y que no se producían cuando sólo autorizaba la separación de los consortes; Que las causas que, como motivo de la separación de los consortes, enumeraba el antiguo artículo 227 del Código Civil, pueden en rigor aceptarse en su generalidad como determinantes del divorcio que disuelve el vínculo; porque si ellas podían prestar y de hecho prestan, fundamento bastante para autorizar una separación por toda la vida de los consortes, fue porque se las consideró como seguro indicante de que la vida común de éstos era ya imposible; Que, esto no obstante, no se estima causa bastante para el divorcio que disuelve el vínculo la que señalaba la fracción XII del artículo 227, es decir, la infracción de las capitulaciones matrimoniales; porque aparte de que ella no indica, ni mucho menos hace presumir, que los consortes se hayan perdido el afecto de una manera irremediable, o que los altos fines del matrimonio se hayan hecho imposibles, hay necesidad de no dar a los intereses meramente pecuniarios un valor exagerado, hasta el grado de sobreponerlos a los intereses morales y sociales de los consortes; Que por cuanto a las causas que mencionan las fracciones I y II del artículo 227, es obvia su aceptación en el nuevo artículo entre los motivos de divorcio;

Que la causa que expresa la fracción III del antiguo artículo 227, es indudablemente un indicante seguro de que el consorte que comete los actos de inmoralidad que dicha fracción señala, ha llegado a un grado de perversión que lo incapacita, no sólo para un comercio legítimo y honesto con el otro cónyuge, sino que lo coloca en la imposibilidad de ser en la familia el director moral de ella, pues no puede ser un ejemplo saludable para sus buenas costumbres el que se degrada hasta el extremo de perder todo sentimiento de honor y de pasar sobre los más sagrados afectos, que deben ser siempre la base del hogar; pero, a la vez, debe tenerse en cuenta que no hay motivo para no formular una regla general que comprenda otros casos de perversión tan graves como los anteriores; Que si la enfermedad crónica o incurable, que sea también contagiosa o hereditaria, era, según la fracción XI del artículo 227, causa que ameritaba la separación de los consortes cuando dicha enfermedad era anterior al matrimonio y no había tenido conocimiento de ella el cónyuge sano, no se ve la razón para que no sea ahora causa de divorcio; porque no debe olvidarse que si el bien público requiere que el hogar sea un centro donde se cultive la moral, también exige que no se convierta en un foco de propagación de enfermedades contagiosas o hereditarias, que tendrá indudablemente que extenderse a la sociedad, convirtiéndose en un azote público y causando estragos tan graves y trascendentales como la depravación o corrupción de las costumbres; por lo cual hay verdadera necesidad de formular una regla general, como la que contiene la fracción IV del nuevo artículo 227; Que la fracción de que se acaba de hacer mérito, comprende también el caso en que uno de los consortes sea incapaz para llenar los fines del matrimonio, porque cuando dichos fines no pueden ser realizados, la unión carece de objeto y no hay el menor motivo para que, faltando éste, el otro cónyuge quede condenado a sufrir una desgracia que, si bien muy lamentable, no tiene por qué resentirla en su persona, si, por otra parte, no hay la abnegación que puede imponerle el afecto, de hacer el sacrificio de su dicha personal para que su compañía sirva de consuelo a la infelicidad de otro; Que tratándose del divorcio por mutuo consentimiento, la ley debe autorizarlo únicamente en los casos en que la experiencia de la vida conyugal haya demostrado, de una manera indudable, que sería imposible o altamente indebida la continuación de la existencia común, con grave detrimento, físico o moral, de los cónyuges, o con graves perjuicios para la educación de los hijos; que, por lo tanto, la ley debe

prever la forma de llegar al mayor grado de certeza en cuanto a lo irreparable de las desavenencias y a la imposibilidad de la vida común, a cuyo efecto se hace necesario esperar el transcurso de tres años, durante el cual ni puede concederse el divorcio por mutuo consentimiento, pues durante ese lapso de tiempo los cónyuges habrán tenido oportunidad de buscar la solución de sus crisis transitorias o de sus desavenencias reparables, lo cual no se obtendría si se concediera esta clase de divorcio en los primeros años del matrimonio, que la experiencia enseña ser los años de prueba y de adaptación para los caracteres de los cónyuges. A este respecto, los nuevos artículos 233, 234 y 235 de la nueva ley, exigen que el procedimiento del divorcio por mutuo consentimiento esté rodeado de ciertas solemnidades y formas que den al juez el convencimiento indudable de la firme decisión y libre voluntad de los cónyuges para divorciarse; Que por cuanto a los demás casos enumerados en el nuevo artículo 227 en sus fracciones V, VI, VII, VIII y X, es obvia su admisión como motivos para el divorcio, pues todos ellos implican la pérdida absoluta del afecto, y por consiguiente, la imposibilidad de la vida conyugal en lo futuro, o la inconveniencia de que se continúe la existencia en común, con detrimento de la personalidad de los cónyuges y de la educación de los hijos; Que por cuanto a la fracción IX del nuevo artículo 227, se considera justo conceder al cónyuge inocente el divorcio, cuando se le presenta delante un largo periodo de tiempo durante el cual va a estar enteramente privado de los beneficios del matrimonio, y amenazado de soportar, en cambio, todo el peso de la vida durante un largo tiempo, que casi siempre consumirá los mejores años de su existencia; Que las demás modificaciones que se hacen al Código Civil, son las necesarias para que los efectos del divorcio conduzcan al fin de romper toda relación entre los consortes por lo que toca a sus bienes, como se ve por su simple lectura, no habiendo necesidad de modificar lo relativo a las actas del Registro Civil, ni a la restitución de la dote, porque ya está establecido que las sentencias de divorcio se anotan al margen de las actas de matrimonio, y porque, disuelto el matrimonio por el divorcio, éste surtirá el mismo efecto que hasta hoy ha producido la disolución del matrimonio por muerte, o la disolución de la sociedad legal por esta misma causa o por cualquiera otra; Que para evitar cualquiera mala inteligencia en los preceptos de la ley que no se ha creído necesario reformar, basta establecer que la palabra divorcio, que antes sólo significaba la separación de lecho y

habitación y que no disolvía el vínculo, hoy debe entenderse en el sentido de que éste queda roto y deja a los consortes en aptitud de contraer una nueva unión legítima. Por todo lo cual he tenido a bien expedir el siguiente Decreto: Art. 1º Se reforman los artículos 155 y 159 del Código Civil de 1884, vigente en el Distrito Federal y Territorios, en los siguientes términos: Art. 155. El matrimonio es un contrato civil entre un solo hombre y una sola mujer, que se unen en sociedad legítima para perpetuar su especie y ayudarse a llevar el peso de la vida. Art. 159. Son impedimento para celebrar el contrato de matrimonio: I. La falta de edad requerida por la ley, cuando no haya sido dispensada; II. La falta de consentimiento del que, conforme a la ley, tiene la patria potestad, del tutor o del juez, en sus respectivos casos; III. El error, cuando sea esencialmente sobre la persona; IV. El parentesco de consanguinidad legítima o natural, sin limitación de grado en la línea recta ascendiente o descendiente. En la línea colateral igual, el impedimento se extiende a los hermanos y medios hermanos. En la misma línea colateral desigual, el impedimento se extiende solamente a los tíos y sobrinas y al contrario, siempre que estén en el tercer grado y no hayan obtenido dispensa. La computación de estos grados se hará en los términos prevenidos en el Capítulo I de este título; V. La relación de afinidad en línea recta, sin limitación alguna; VI. El atentado contra la vida de alguno de los casados, para casarse con el que quede libre; VII. La fuerza o miedo graves. En caso de rapto, subsiste el impedimento entre el raptor y la robada mientras ésta no sea restituida a lugar seguro, donde libremente manifieste su voluntad; VIII. La embriaguez habitual, la impotencia, la sífilis, la locura y cualquiera otra enfermedad crónica o incurable, que sea, además, contagiosa o hereditaria; IX. El matrimonio subsistente con persona distinta de aquella con quien se pretende contraer. De estos impedimentos sólo son dispensados la falta de edad y el parentesco de consanguinidad en la línea colateral desigual. Art. 2º Se reforma el Capítulo V del título quinto del Libro Primero del mismo Código Civil, en los términos siguientes:

CAPÍTULO V. DEL DIVORCIO Art. 226. El divorcio es la disolución legal del vínculo del matrimonio, y deja a los cónyuges en aptitud de contraer otro. Art. 227. Son causas de divorcio: I. El adulterio de uno de los cónyuges; II. El hecho de que la mujer dé a luz durante el matrimonio un hijo concebido antes de celebrarse el contrato, y que judicialmente sea declarado ilegítimo; III. La perversión moral de alguno de los cónyuges, demostrada: por actos del marido para prostituir a la mujer, no sólo cuando lo haya hecho directamente, sino también cuando haya recibido cualquiera remuneración con el objeto expreso de que otro tenga relaciones ilícitas con ella; por la incitación del uno al otro para cometer algún delito, aunque no sea de incontinencia carnal; por el conato de cualquiera de ellos para corromper a los hijos o la simple tolerancia en su corrupción, o por algún otro hecho inmoral tan grave como los anteriores; IV. Ser cualquiera de los cónyuges incapaz para llenar los fines del matrimonio, o sufrir sífilis, tuberculosis, enajenación mental incurable, o cualquiera otra enfermedad crónica e incurable, que sea, además, contagiosa o hereditaria; V. El abandono injustificado del domicilio conyugal por cualquiera de los consortes, durante seis meses consecutivos; VI. La ausencia del marido por más de un año, con abandono de las obligaciones inherentes al matrimonio; VII. La sevicia, las amenazas o injurias graves o los malos tratamientos de un cónyuge para el otro, siempre que éstos y aquéllas sean de tal naturaleza que hagan imposible la vida común; VIII. La acusación calumniosa hecha por un cónyuge contra el otro, por delito que merezca pena mayor de cinco años de prisión; IX. Haber cometido uno de los cónyuges un delito por el cual tenga que sufrir una pena de prisión o destierro mayor de diez años; X. El vicio incorregible de la embriaguez; XI. El mutuo consentimiento. Art. 228. El adulterio de la mujer es siempre causa de divorcio; el del marido lo es solamente cuando con él concurre algunas de las circunstancias siguientes: I. Que el adulterio haya sido cometido en la casa común;

II. Que haya habido concubinato entre los adúlteros, dentro o fuera de la casa conyugal; III. Que haya habido escándalo o insulto público, hecho por el marido a la mujer legítima; IV. Que la adúltera haya maltratado, de palabra o de obra, o que por su causa se haya maltratado de alguno de esos modos, a la mujer legítima. Art. 229. Es causa de divorcio el conato del marido o de la mujer para corromper a los hijos, ya lo sean éstos de ambos, ya de uno solo de ellos. La tolerancia debe consistir en actos positivos, sin que sean causas de divorcio las simples omisiones. Art. 230. Cuando un cónyuge haya pedido el divorcio o la nulidad del matrimonio por una causa injustificada y se demostrare la injustificación, el demandado tiene derecho para pedir a su vez el divorcio; no podrá hacerlo sino pasados tres meses de la notificación de la última sentencia. Durante esos tres meses la mujer no puede ser obligada a vivir con el marido. Art. 231. Cuando ambos consortes convengan en divorciarse, no podrán verificarlo sino ocurriendo por escrito al juez, y en los términos que expresan los artículos siguientes; en caso contrario aunque vivan separados se tendrán como unidos para todos los efectos legales del matrimonio. Art. 232. Los cónyuges que pidan de conformidad su divorcio, deberán acompañar en todo caso a su demanda, un convenio que arregle la situación de los hijos y la manera de liquidar sus relaciones en cuanto a los bienes, ya sea que vivan bajo el régimen de sociedad conyugal o de separación de bienes. Art. 233. El divorcio por mutuo consentimiento no puede pedirse sino pasados tres años de la celebración del matrimonio. Presentada la solicitud, el Juez de primera Instancia remitirá extracto al del Estado Civil, para que éste la haga publicar en los mismos términos en que se hace la publicación de las actas de presentación matrimonial, y citará a los cónyuges a una junta, en la cual procurará restablecer entre ellos la concordia y cerciorarse de la completa libertad de ambos para divorciarse. Si no lograre avenirlos, se celebrarán todavía, con el mismo objeto, dos juntas más, que el juez citará a petición de ambos cónyuges. Esta petición no podrá hacerse sino después de transcurrido un mes desde la última junta celebrada. Art. 234. Si, celebradas las tres juntas mencionadas, los cónyuges se mantuvieren firmes en su decisión de divorciarse, el juez aprobará el

arreglo, con las modificaciones que se crean oportunas, oyendo al efecto al Ministerio Público y cuidando de que no se violen los derechos de los hijos o de tercera persona. Art. 235. Mientras se celebran las juntas y se declara el divorcio aprobando el convenio de los interesados, el Juez autorizará la separación de los consortes de una manera provisional, y dictará las medidas necesarias para asegurar la subsistencia de los hijos menores. Art. 236. Si el procedimiento de divorcio por mutuo consentimiento quedare en suspenso por más de seis meses, no podrá ya reanudarse sino volviendo a efectuarse las publicaciones en las tablas del Estado Civil. Art. 237. Los cónyuges que hayan solicitado el divorcio por mutuo consentimiento, podrán reunirse de común acuerdo en cualquier tiempo, pero en este caso no podrán volver a solicitar su divorcio en la misma forma, sino pasados otros tres años desde su reconciliación. Art. 238. Cuando las enfermedades enumeradas en la fracción IV del artículo 227, no sean utilizadas por un cónyuge como fundamento del divorcio, podrán, sin embargo, ser motivo para que el juez, con conocimiento de causa y a instancia de uno de los consortes, pueda suspender breve y sumariamente, en cualquiera de dichos casos, la obligación de cohabitar, quedando, no obstante, subsistentes las demás obligaciones para con el cónyuge desgraciado. Art. 239. El divorcio sólo puede ser demandado por el cónyuge que no haya dado causa a él, y dentro de seis meses después que hayan llegado a sus noticias los hechos en que se funde la demanda. Art. 240. Ninguna de las causas enumeradas en el artículo 227 puede alegarse para pedir el divorcio, cuando haya mediado perdón o remisión, expresa o tácitamente. Art. 241. La reconciliación de los cónyuges pone término al juicio o al procedimiento de divorcio voluntario, en cualquier estado en que se encuentre, si aún no hubiere sentencia ejecutoriada; pero los interesados deberán denunciar su nuevo arreglo al juez, sin que la omisión de esta noticia destruya los efectos producidos por la reconciliación. Art. 242. La ley presume la reconciliación cuando, después de presentada una demanda de divorcio, ha habido cohabitación entre los cónyuges. Art. 243. El cónyuge que no ha dado causa al divorcio, puede, antes de que se pronuncie sentencia que ponga fin al litigio, prescindir de sus derechos y obligar al otro a reunirse con él; mas en este caso no puede

pedir de nuevo el divorcio por los mismos hechos que motivaron el juicio anterior, pero sí por otros nuevos, aunque sean de la misma especie. Art. 244. Al admitirse la solicitud de divorcio, o antes, si hubiere urgencia, se adoptarán provisionalmente, y sólo mientras duren los procedimientos judiciales, las disposiciones siguientes: I. Separar a los cónyuges en todo caso; II. Depositar en casa de persona decente a la mujer, si se dice que ésta ha dado causa al divorcio y el marido pidiere el depósito. La casa que para esto se destine será designada por el juez. Si la causa por la que se pide el divorcio no supone culpa en la mujer, ésta no se depositará sino a solicitud suya; III. Poner a los hijos al cuidado de uno de los cónyuges, o de los dos, observándose lo dispuesto en los artículos 245, 246 y 247; IV. Señalar y asegurar alimentos a la mujer y a los hijos que no queden en poder del padre; V. Dictar las medidas conducentes para que el marido, como administrador de los bienes del matrimonio, no cause perjuicios a la mujer; VI. Dictar, en su caso, las medidas precautorias que la ley establece respecto de las mujeres que queden en cinta. Art. 245. Ejecutoriado el divorcio, quedarán los hijos o se pondrán bajo la potestad del cónyuge no culpable; pero si ambos lo fueren y no hubiere otro ascendiente en quien recaiga la patria potestad, se proveerá a los hijos de tutor conforme a los artículos 446, 447 y 458. Art. 246. Sin embargo de lo dispuesto en los artículos anteriores, antes de que se provea definitivamente sobre la patria potestad o tutela de los hijos, podrán acordar los tribunales, a pedimento de los abuelos, tíos o hermanos mayores, cualquiera providencia que se considere benéfica a los hermanos menores. Art. 247. El padre y la madre, aunque pierdan la patria potestad, quedan sujetos a todas las obligaciones que tienen para con sus hijos. Art. 248. El cónyuge que diere causa al divorcio perderá todo su poder y derechos sobre la persona de sus hijos, mientras viva el cónyuge inocente; pero los recobrará, muerto éste, si el divorcio se ha declarado por las causas VI, VII, VIII y IX del artículo 227. La madre que conserve la patria potestad de sus hijos, la perderá si vive en mancebía o tiene un hijo ilegítimo. Art. 249. En los demás casos, y no habiendo ascendiente en quien recaiga la patria potestad, se proveerá de tutor a los hijos, a la muerte

del cónyuge inocente. Art. 250. El cónyuge que diere causa al divorcio perderá todo lo que se le hubiere dado o prometido por su consorte, o por otra persona en consideración a éste; el cónyuge inocente conservará lo recibido y podrá reclamar lo pactado en su provecho. Art. 251. Ejecutoriado el divorcio, vuelven a cada consorte sus bienes propios y la mujer recobra su plena capacidad jurídica; pero se tomarán todas las precauciones para asegurar las obligaciones de ambos cónyuges entre sí y con respecto a sus hijos, en vista de la nueva situación. Los consortes divorciados tendrán la obligación de contribuir, en proporción a sus bienes, a la subsistencia y educación de los hijos varones, hasta que lleguen a la mayor edad, y de las hijas hasta que contraigan matrimonio, aunque sean mayores de edad, siempre que vivan honestamente. Art. 252. Si la mujer no ha dado causa al divorcio, tendrá derecho a alimentos mientras no contraiga nuevas nupcias y viva honestamente. El marido inocente sólo tendrá derecho a alimentos cuando esté imposibilitado de trabajar. El cónyuge que deba pagar los alimentos podrá librarse de esa obligación, entregando desde luego el importe de las pensiones alimenticias correspondientes a cinco años. Art. 253. Por virtud del divorcio, los cónyuges recobran su entera capacidad para contraer un nuevo matrimonio, salvo lo dispuesto en el artículo 287. Art. 254. La muerte de uno de los cónyuges, acaecida durante el juicio de divorcio, pone fin a él en todo caso, y los herederos del muerto tienen los mismos derechos y obligaciones que tendrían si no hubiera habido pleito. Art. 255. En todo juicio de divorcio las audiencias serán secretas, y se tendrá como parte al Ministerio Público. Art. 256. Ejecutoriada una sentencia sobre divorcio, el Juez de Primera Instancia remitirá copia de ella al del Estado Civil, y éste, al margen del acta de matrimonio, pondrá nota expresando la fecha en que se declaró el divorcio y el tribunal que lo declaró, y hará publicar un extracto de la resolución durante quince días, en las tablas destinadas a ese efecto. Art. 3. Se reforman, igualmente, los artículos 287, 290, 300, 399, 1973, 1974, 2051, 2052, 2054, 2055, 2085, 2086 y 2183 del mismo Código Civil, en los términos siguientes: Art. 287. La mujer no puede contraer segundo matrimonio hasta pasados trescientos días después de la disolución del primero. En los

casos de nulidad o de divorcio, puede contarse este tiempo desde que se interrumpió la cohabitación. Art. 290. Se presumen por derecho legítimos: I. Los hijos nacidos después de ciento ochenta días, contados desde la celebración del matrimonio. II. Los hijos nacidos dentro de los trescientos días siguientes a la disolución del matrimonio. Art. 300. Si la viuda o divorciada contrajera segundas nupcias dentro del periodo prohibido por el artículo 287, la filiación del hijo que naciere, celebrado el segundo matrimonio, se establecerá conforme a las reglas siguientes: I. Se presume que el hijo es del primer marido, si nace dentro de los doscientos diez días inmediatos a la disolución del primer matrimonio, el que niegue la legitimidad en este caso, deberá probar plenamente la imposibilidad de que el hijo sea del primer marido; II. Se presume que es hijo del segundo marido, si nació después de doscientos diez días, contados desde la celebración del segundo matrimonio; III. Se presume que es hijo natural, si nace después de los doscientos diez días siguientes a la disolución del primer matrimonio y antes de los doscientos diez días contados desde la celebración del segundo matrimonio. Art. 399. La madre o abuela viuda y la madre divorciada que tengan la patria potestad de sus hijos, perderán los derechos que les concede el articulo 3166, si viven en mancebía o dan a luz un hijo ilegítimo. Art. 1973. Las sentencias que declaren el divorcio terminan la sociedad conyugal, y las que declaren la ausencia la suspenden en los términos señalados en este Código. Art. 1974. La presentación de la demanda de divorcio, o la separación de bienes hecha durante el matrimonio, pueden terminar, suspender o modificar la sociedad conyugal, según convengan los consortes. El abandono injustificado del domicilio conyugal por uno de los cónyuges, hace cesar para él, desde el día en que se verifique, los efectos de la sociedad legal en cuanto le favorezca; éstos no podrán comenzar de nuevo sino por convenio expreso. Art. 2051. En los casos de divorcio, se procederá conforme a lo prevenido en los artículos 251 y 252. Art. 2052. En los casos de divorcio por mutuo consentimiento o de simple separación de bienes, se observarán, para la liquidación, los

convenios que hayan celebrado los consortes y que fueren aprobados por el juez, salvo lo convenido en las capitulaciones matrimoniales y lo dispuesto en este capítulo en sus respectivos casos. Art. 2054. La suspensión de la sociedad cesará con el vencimiento del plazo, si alguno se fija, y con la reconciliación de los consortes, en los casos de divorcio intentado. Art. 2055. Si el matrimonio se disuelve antes del vencimiento del plazo, o si alguno de los cónyuges muere antes de la reconciliación, se entiende terminada la sociedad desde que comenzó la suspensión, no obstante lo dispuesto en los artículos 1972, 1973 y 1974. Art. 2085. La separación de bienes por convenio puede verificarse en virtud de causa grave que el juez califique de bastante, con audiencia del Ministerio Público. Art. 2086. En caso de divorcio por mutuo consentimiento, se observarán las disposiciones de los artículos 232, 2052, 2053, 2056 a 2061, 2065 a 2067 y 2069 a 2071, salvo las capitulaciones matrimoniales. Art. 2183. Cuando el marido fuere privado de la administración conforme a los artículos 2174, 2175 y 2176, o cuando la sociedad termine por divorcio o por convenio, la dote será restituida en los plazos que fijan las sentencias respectivas. Art. 4. Siempre que en el Código Civil, en el de Comercio, el de Procedimientos Civiles o en alguna otra ley se hable de divorcio, se entenderá que se trata del que disuelve el vínculo, y no simplemente de la separación de cuerpos.

TRANSITORIOS Art. 1º Entretanto se nombran jueces de primera instancia, el divorcio por mutuo consentimiento podrá verificarse haciendo la solicitud respectiva ante el Presidente Municipal del lugar, quien citará a las juntas que establece esta ley, y pasará, una vez que se cerciore de que los cónyuges quieren separarse libremente, el expediente a un notario público, para que otorgue la escritura correspondiente, en la que hagan constar su voluntad de separarse, y su contrato sobre la liquidación de la sociedad legal y la condición en que deben de quedar los hijos, a reserva de que este convenio se someta a la aprobación judicial, una vez que existan los jueces de referencia. De este contrato se publicará un extracto en las tablas del Registro Civil.

Art. 2. Esta ley comenzará a surtir sus efectos desde la fecha de su publicación en el Distrito Federal y Territorios. Constitución y Reformas. Dado en Veracruz, a los 29 días del mes de enero de 1915. V. Carranza.[*17]

CIRCULAR A

LOS

JEFES MILITARES Y GOBERNADORES

Tiene conocimiento esta Primera Jefatura de que son ya muy frecuentes los casos en que personas de diversas nacionalidades, titulándose agentes confidenciales o consulares de gobiernos extranjeros, sin serlo realmente, y otras personas que se llaman representantes de colonias extranjeras o de grandes intereses también extranjeros establecidos en el país, pretenden hacer representaciones, elevar notas y gestionar directamente sobre asuntos de carácter internacional, ante distintos Jefes del Ejército Constitucionalista. Esta labor, aun en los casos en que se hace por personas realmente acreditadas, produce el efecto inconveniente de romper la unidad que debe existir en el Gobierno Constitucionalista, y tiende a mermar la autoridad de la Primera Jefatura de dicho Ejército, provocando el desorden y la incongruencia en las resoluciones gubernamentales, con peligro para nuestra causa. El ejemplo de la defección del general Francisco Villa y de otros jefes de la División del Norte, constituye una dolorosa experiencia que debemos aprovechar para prevenir en lo futuro que se fomente la indisciplina política de Jefes inexpertos. Es un propósito inquebrantable de este Gobierno cumplir sus deberes internacionales, otorgando la justa protección que dan las leyes a las personas e intereses de extranjeros, lo cual sólo puede realizarse debidamente por medio de las autoridades apropiadas, pues las representaciones en favor de extranjeros hechas directamente ante militares que dependen de esta Primera Jefatura, pueden ser motivo para que la protección que se busca no sea tan eficaz como debiera serlo, con perjuicio de las buenas relaciones que este Gobierno se propone cultivar con los pueblos y gobiernos extranjeros. Por último, siendo facultad exclusiva del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista dirigir toda clase de negociaciones diplomáticas y tratar los asuntos internacionales, recibiendo a los agentes de gobiernos extranjeros y resolviendo los asuntos que con esta materia se relacionen, creo necesario, en vista de todas las consideraciones

anteriores, recordar a todos los Jefes del Ejército Constitucionalista, que no están autorizados para recibir ni admitir, ni mucho menos para resolver sobre notas, quejas, representaciones o gestiones relacionadas con extranjeros, cualquiera que sea la naturaleza de esas gestiones, ya provengan de agentes consulares o confidenciales, o de personas que se llamen representantes de grandes intereses, y cuyos trabajos cerca de los Jefes Militares afectan o pueden afectar las relaciones diplomáticas de México o los deberes y derechos del Gobierno Constitucionalista para con los extranjeros residentes en el país. Los Jefes Militares ante quienes se hicieren esas representaciones, deberán limitarse, en todos los casos, a manifestar que las representaciones en favor de extranjeros deben hacerse siempre directamente ante el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Por lo que hace a gestiones, insinuaciones u ofrecimientos de buenos oficios respecto de asuntos de nuestra política interior, que algunos agentes extranjeros suelen hacer con la sana intención de ayudarnos a resolver nuestras dificultades internas, los Jefes Militares deberán siempre rechazar esos trabajos, declinando invariablemente los ofrecimientos de ayuda política provenientes de extranjeros, por benéfica que pudiera parecer esa ayuda, pues no debe nunca olvidarse que los asuntos de política interior son de la exclusiva competencia del pueblo y del Gobierno Mexicanos. Esta Primera Jefatura encarga, por lo tanto, a los Jefes Militares de su mando, se abstengan de admitir a su lado agentes confidenciales o representantes de gobiernos o intereses extranjeros, con el fin de alejar todo peligro de relajamiento de la disciplina de que tanta necesidad existe en los actuales momentos de lucha revolucionaria. Constitución y Reformas. Veracruz, febrero 10 de 1915. El Primer Jefe del E. C. V. Carranza.[*18]

A

LOS

CC. SECRETARIO DE GOBERNACIÓN Y SUBSECRETARIO DE COMUNICACIONES Circular Núm. 47

Ha sido informada esta Primera Jefatura de que algunos productores de cereales y otros artículos de primera necesidad se abstienen de llevarlos a los mercados de realización y consumo y los retienen

estancados en los lugares de producción, movidos por el temor de que les sean ocupados en el tránsito; de donde ha resultado que habiendo en el país cantidades suficientes de estos artículos para atender las urgencias del consumo, se sufren a veces faltas de ellos para el abasto de las poblaciones y encarecimiento correlativo de los precios, en razón a que una parte considerable de esa existencia, ha quedado fuera de mercado por la retención a que se ha sujetado. Deseoso el Gobierno Constitucionalista de que se desvanezcan los temores infundados de aquellos productores para que se puedan llevar oportunamente a los mercados las existencias de sus productos que tienen retenidos, dispone que por todos los medios que estén a su alcance procure usted llevar al ánimo de esos productores, la seguridad de que las Autoridades Constitucionalistas respetarán sus legítimos derechos garantizándolos, dentro de los preceptos de la legislación vigente y de los apremios de las necesidades públicas, que no serán molestados en sus operaciones de transporte de productos y que éstos no les serán indebidamente ocupados en el tránsito ni en los almacenes o depósitos a que los destinen para su realización, sino adquirirlos, cuando el Gobierno tenga necesidad de ellos, por su justo valor y pago inmediato. Para el debido efecto se servirá usted prevenir a los Jefes Militares y autoridades de las poblaciones del Estado de su mando que le estén subordinadas, que se abstengan de ocupar de propia autoridad los artículos de primera necesidad y principalmente los cereales que se remitan de los puntos de producción a los lugares de realización o de consumo a que estén destinados; así como también que proporcionen las posibles facilidades a las personas que se ocupen de tales operaciones, ya expidiéndoles los pasaportes que fueren necesarios para su identificación, ya librándoles los salvo-conductos que necesiten para amparar los furgones, carros o vehículos de transporte, durante su tránsito, o allanándoles las dificultades con que tropiecen en sus operaciones. En los lugares en que haya vías férreas sujetas a la autoridad del Gobierno Constitucionalista, se cuidará de que en las estaciones en que puedan embarcarse aquellos productos, se pongan a disposición de los interesados, al solicitarlo, furgones en número suficiente para hacer el transporte de ellos. Por último, esta Primera Jefatura encarece a usted la necesidad de emplear toda clase de medios de persuasión para convencer a los productores de los mencionados artículos, de que sus intereses no

corren ningún riesgo de ser lesionados en manera alguna, pues el Gobierno Constitucionalista, respetuoso de todo derecho legítimo, respeta y hará respetar esos intereses, y procurará por cuantos medios lícitos estén a su alcance, dar toda clase de garantías a las propiedades legítimamente adquiridas, y a las personas que no estén colocadas en actitud hostil respecto a este mismo Gobierno. Lo que comunico a ustedes para que, haciéndolo del conocimiento de los ciudadanos Gobernadores y Comandantes Militares de los Estados y del Director de los Ferrocarriles Constitucionalistas, se proceda a su cumplimiento. Constitución y Reformas. H. Veracruz, marzo 11 de 1915. El C. P. Jefe del Ejército Constitucionalista, E. del Poder Ejecutivo de la Nación. V. Carranza.[*19]

COMISIÓN TÉCNICA DEL PETRÓLEO Al C. Subsecretario de Fomento, Encargado del Despacho Esta Primera Jefatura ha determinado se forme una Comisión Técnica del Petróleo, dependiente de esa Secretaría, que tenga por objeto emprender una investigación completa sobre todo lo que concierne a la Industria del Petróleo en la República y a sus relaciones con el Gobierno; y que proponga las Leyes y Reglamentos necesarios, para el desarrollo de la Industria. La Comisión estará compuesta de un Presidente y cuatro vocales. El Secretario de Estado y del Despacho de Fomento, Colonización e Industria será su Presidente nato, y uno de los vocales tendrá el carácter de Secretario. Para llevar a la práctica los trabajos de investigación que la Comisión Técnica del Petróleo acuerde, se nombrará al personal que fuere necesario, y contará como fuentes de información con el auxilio de las Secretarías de Estado y sus Dependencias. Para el funcionamiento de esa Comisión, se autoriza a esa Secretaría para disponer hasta de la suma de cien mil pesos. Lo que comunico a usted para su conocimiento y fines consiguientes. Constitución y Reformas.

H. Veracruz, Ver., a 19 de marzo de 1915. El Primer Jefe del E. C., Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión. V. Carranza.[*20] VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación: A los habitantes de ella, y a cuantos el presente vieren, hago saber: Que en uso de las amplias facultades de que estoy investido conforme al artículo 2 del Decreto de 12 de diciembre de 1914; y teniendo en consideración: Que para hacer más intensa y fructuosa la campaña que en defensa del principio de legalidad y de los ideales nacionales encarnados en la Revolución Constitucionalista, está haciendo el señor general Álvaro Obregón en el interior de la República, fue ampliamente autorizado por esta Primera Jefatura, no solamente para dictar las medidas relacionadas directamente con las operaciones militares que tiene a su cargo, sino también para expedir las demás que tuvieren por fin el bienestar y mejoramiento de las clases sociales en general y especialmente el de las clases menesterosas, a quienes es debido hacer llegar desde luego los beneficios de la Revolución. Que en virtud de esta autorización el señor general Obregón expidió en Celaya, con fecha 9 del corriente mes de abril, un decreto relativo al tipo de jornal mínimo y a algunas relaciones entre patrones y obreros. Que examinando este decreto, se ha visto que responde desde luego a las necesidades del momento, las cuales llena de manera satisfactoria. Y que si bien esta Primera Jefatura tiene en estudio una ley general sobre regulación del contrato de trabajo, en la que se establecen reglas sobre la jornada máxima de los trabajadores y sobre el salario mínimo que deben percibir, esa ley no se ha expedido todavía, por lo que el decreto de referencia expedido por el señor general Obregón suple desde luego la falta de una Ley especial de carácter general y puede regir la materia hasta la expedición de esa ley: He tenido a bien expedir el siguiente

DECRETO: Art. 1º Se confirma en todas sus partes declarando que es

perfectamente obligatorio, el decreto expedido por el señor general Álvaro Obregón en Celaya, el día 9 del corriente mes de abril, cuyo tenor es el siguiente: "ÁLVARO OBREGÓN, General en Jefe del Ejército de Operaciones, en nombre de la Revolución, y autorizado por el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, a los habitantes del Estado, hago saber: "1º Que desde hoy, el salario mínimo en efectivo de los jornaleros, deberá ser de setenta y cinco centavos cada día, aumentando la ración de cereales que actualmente se les tiene asignada, en un 25 por ciento. "2º En este aumento de sueldo deben quedar comprendidos proporcionalmente los que hoy disfrutan los mozos, cocineros, lavanderos y demás domésticos, cualesquiera que sean su carácter o denominación. "3º Este aumento de jornal no autoriza a los patrones o jefes para aumentar las horas de trabajo, de destajos, o tareas. "4º En esta disposición están comprendidos los Estados de Michoacán, Querétaro, Hidalgo y Guanajuato, que están controlados por este Ejército de Operaciones. "5º Respecto de los jornales en las demás entidades federativas que aún están en poder de la reacción, se irán dictando las mismas disposiciones, en proporción con las ya establecidas, tan pronto como sean controladas. "Art. 6º Al ser violadas estas disposiciones, el trabajador deberá presentar su queja a la autoridad constitucionalista correspondiente, quien ordenará el reintegro inmediato de la cantidad que se le haya dejado de pagar, más lo correspondiente al tiempo que haya empleado en sus gestiones, fijando la misma autoridad el castigo debido. "Constitución y Reformas. "Dado en el Cuartel General en Celaya, Gto., a 9 de abril de 1915. "El General en Jefe, Álvaro Obregón." Art. 2º El decreto confirmado subsistirá hasta que se expida la ley general sobre el contrato de trabajo que ha de regir en toda la República. Publíquese para su cumplimiento. Dado en la H. Veracruz, el 26 de abril de 1915. V. Carranza.[*21]

MANIFIESTO A LA NACIÓN Por fin, después de cinco años de lucha originada por el largo régimen de opresión que mantuvo y agravó el desequilibrio económico y social de la época colonial, la Revolución está próxima a terminar, venciendo al enemigo e implantando definitivamente las reformas económicas, sociales y políticas que constituyen su finalidad y que son las únicas que pueden asegurar la paz fecunda que dimana del bienestar del mayor número, de la igualdad ante la ley y de la justicia. La Revolución ha tenido la simpatía instintiva y generosa de los pueblos libres, precisamente porque su objetivo no ha sido el simple cambio de personal gubernamental, sino la substitución completa de un régimen de opresión por un régimen de libertad. La lucha ha sido larga porque la impaciencia de los revolucionarios para conseguir el triunfo en 1911 dio lugar a la transacción con los elementos del antiguo régimen en Ciudad Juárez. Desde ese momento estos elementos tan fácil y clementemente acogidos, empezaron a minar dentro del mismo medio revolucionario el prestigio y la autoridad de los hombres que poco después fueron exaltados al poder por el voto público. El Presidente Madero se encontró imposibilitado para realizar las reformas reclamadas por el pueblo, primero, porque dentro de su propio gobierno había quedado incrustado casi todo el personal administrativo de la dictadura, y segundo, porque tuvo que dedicarse exclusivamente a combatir al antiguo régimen que se levantaba en armas sucesivamente con Reyes, con Orozco y con Félix Díaz, y fomentaba, desnaturalizándola, la rebelión de Zapata. No habiendo podido la reacción a pesar de esto, nulificar las tendencias reformadoras del nuevo régimen, decidió que el ejército federal traicionara al Gobierno legítimo de la República. La traición la consumó el general Huerta a pretexto de salvar a la ciudad de México de los horrores de la guerra y con la cooperación de un grupo de extranjeros privilegiados por el antiguo régimen que rodeaba a Henry Lane Wilson. El asesinato del Presidente y del Vicepresidente y la complicidad o debilidad de los otros poderes, dejaba sin representante constitucional a la Nación. Yo entonces, como Gobernador del Estado de Coahuila y en acatamiento a los preceptos constitucionales 121 y 128 de nuestra Ley Fundamental, asumí la representación de la República en los términos en que este derecho me es reconocido por la misma

Constitución y apoyado por el pueblo que se levantó en armas para recobrar su libertad. En efecto los artículos citados, dicen textualmente: "Todo funcionario, sin excepción alguna, antes de tomar posesión de su cargo, prestará la protesta de guardar esta Constitución y las leyes que de ella emanen." "Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que por algún trastorno público se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, serán juzgados así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión como los que hubieren cooperado a ésta." Vencidas la rebelión y usurpación de Huerta y desde antes de que llegara el Ejército Constitucionalista a la ciudad de México, la reacción, siguiendo sus antiguos procedimientos, comenzó a infiltrarse en nuestras filas y a corromper a quienes debieron prestar apoyo a este Gobierno, determinando el desconocimiento que de él hizo el general Villa y la formación de facciones cuyos jefes se sentían alentados por la presencia de representantes extranjeros a su lado. Al abandonar nuestras fuerzas la ciudad de México, en ejecución de un plan militar y político, se creyó que el Gobierno Constitucionalista había perdido el apoyo del pueblo, su prestigio y su fuerza y que seguía el camino de los anteriores detentadores del poder público; pero el aparente triunfo de la reacción encabezada por Francisco Villa, fue más efímero que el que alcanzó la usurpación del general Huerta, y hoy, después de las mayores y más definitivas victorias militares obtenidas por el Ejército del Pueblo en diversas regiones del país, puedo decir a mis conciudadanos que el Gobierno Constitucionalista tiene dominio sobre siete octavas partes del territorio nacional; que está organizando la administración pública en veinte de los veintisiete Estados en que se divide políticamente la República, y en más de la mitad de los siete restantes; que administra todos los puertos marítimos del Atlántico como del Pacífico, con excepción de Guaymas y los puertos fronterizos al Sur y al Norte, con excepción de Piedras Negras, Ciudad Juárez y Nogales; que más de trece millones de los quince que componen la población del país, es decir, nueve décimos de la población total de México se hallan sometidos al Gobierno que presido; que día tras día las facciones son vencidas y dispersadas, limitándose en la actualidad su acción ofensiva a actos de bandidaje y que en breve la ocupación de la ciudad de México contribuirá a hacer más coherente y eficaz en todo

el territorio de la República, la acción del Gobierno Constitucionalista. En consecuencia nuestro país se aproxima al término de su revolución y a la consolidación de una paz definitiva, basada en condiciones de paz y de justicia. En medio de las más grandes dificultades y dentro de lo humanamente posible el Gobierno Constitucionalista ha cumplido con sus deberes: ha atenuado para el pueblo las lamentables consecuencias de la guerra ya prohibiendo la exportación de los artículos de primera necesidad, ya adoptando medios prácticos para facilitar la adquisición de esos artículos a las clases pobres; ha dado garantías e impartido protección a los habitantes del territorio bajo el dominio constitucionalista, quienes por regla general viven una vida de trabajo normal; ha prevenido o castigado las faltas o abusos originados por el estado de perturbación social, los cuales por lamentables que sean, ni por su número ni por su importancia pueden considerarse como la característica de un régimen de gobierno. Soy el primero en lamentar las privaciones que ha tenido que soportar el pueblo mexicano como resultado de la guerra y que constituyen uno de los muchos sacrificios que tienen que hacer todos los pueblos para conquistar sus libertades; pero estoy resuelto a emplear todos los medios que estén al alcance del Gobierno para cumplir la obra de humanidad que las circunstancias reclaman. Afortunadamente los últimos triunfos sobre las facciones ensanchan la esfera de acción del Gobierno Constitucionalista y le facilitan el cumplimiento de los deberes que tienen todos los gobiernos con sus propios países de impartir garantías a los habitantes y procurar el bienestar de las masas. Por lo que hace a nuestras relaciones exteriores, no obstante que uno de mis primeros actos fue el de dirigir una nota telegráfica al Departamento de Estado del Gobierno Americano, dándole a conocer mi carácter frente a la rebeldía y a la usurpación, una de las mayores dificultades que ha entorpecido nuestras labores ha sido la falta de inteligencia entre el Gobierno que tengo el honor de representar y los Gobiernos de las demás naciones y especialmente el de los Estados Unidos. Los grandes intereses del antiguo régimen han creado un verdadero sistema de falsedades y calumnias contra el Gobierno Constitucionalista, propagándolas día a día por conducto de los poderosos órganos de la prensa "científica" americana a la prensa mundial, con el objeto de deformar ante la opinión de los pueblos los procedimientos y las tendencias de la Revolución mexicana; esos mismos intereses han influido para que se rindieran falsos informes a

los gobiernos de otros países y de una manera especial al de los Estados Unidos cuando han deseado formarse un juicio de la situación mexicana. El Gobierno Constitucionalista se ha visto imposibilitado para hacer rectificaciones a esos informes por carecer de las oportunidades y de los medios que traen consigo las relaciones diplomáticas establecidas entre gobiernos. En los momentos actuales creemos estar en condiciones de vencer esta última dificultad, porque el Gobierno Constitucionalista se encuentra ya de hecho en posesión definitiva de la soberanía; y el ejercicio legítimo de la soberanía es la condición esencial que debe tenerse en cuenta para decidir el reconocimiento de su gobierno. Si como lo esperamos y deseamos en bien del pueblo mexicano y de los extranjeros residentes en el país, los Gobiernos de las demás Naciones reconocen al Gobierno Constitucionalista, le prestarán con este acto de justicia una eficaz ayuda moral no sólo para estrechar las relaciones amistosas que siempre ha cultivado México con esas Naciones y poder discutir sus negocios comunes conciliando sus mutuos intereses, sino también para consolidar más rápidamente la paz y establecer el Gobierno Constitucional constructivo, sustentado en las reformas y el programa de la Revolución, cuyo fin es el mayor bien para el mayor número. Estimo, por lo expuesto, que ha llegado la ocasión de llamar la atención de las facciones que todavía se empeñan en presentar al Gobierno Constitucionalista una resistencia armada, sobre la inutilidad de su actitud, tanto por las recientes y definitivas victorias alcanzadas por nuestro Ejército, cuanto por el convencimiento que deben tener de nuestra sinceridad y capacidad para realizar los ideales de la Revolución. En consecuencia, exhorto a estas facciones a someterse al Gobierno Constitucionalista para acelerar el restablecimiento de la paz y consumar la obra revolucionaria. Con el objeto de realizar los anteriores propósitos, he creído necesario dar a conocer a la nación la conducta política que observará el Gobierno Constitucionalista en la ejecución del programa de reforma social contenido en el Decreto de 12 de diciembre de 1914: 1º El Gobierno Constitucionalista otorgará a los extranjeros residentes en México las garantías a que tienen derecho conforme a nuestras leyes y protegerá ampliamente sus vidas, su libertad y el goce de sus derechos legales de propiedad, acordándoles indemnizaciones por daños que les haya causado la Revolución, en cuanto esas indemnizaciones fueren justas; las cuales se liquidarán por un

procedimiento que se establecerá oportunamente. El Gobierno asumirá igualmente la responsabilidad de las obligaciones financieras que sean legítimas. 2º El primer cuidado del Gobierno Constitucionalista será restablecer la paz dentro de un régimen de ley y de orden, a fin de que todos los habitantes de México, nacionales y extranjeros, disfruten por igual de los beneficios de una verdadera justicia y estén interesados en cooperar al sostenimiento del gobierno que dimane de la Revolución. La comisión de crímenes del orden común no quedará impune. Oportunamente se expedirá una ley de amnistía que responda a las necesidades del país y de la situación, la cual en manera alguna eximirá a los amnistiados de la responsabilidad civil en que hubieren incurrido. 3º Las Leyes Constitucionales de México llamadas Leyes de Reforma, que establecen la separación de la Iglesia y del Estado y que garantizan al individuo el derecho de culto según los dictados de su propia conciencia y sin lastimar el orden público, serán estrictamente observadas; en consecuencia, nadie sufrirá en su vida, libertad y propiedad por razón de sus creencias religiosas. Los templos continuarán siendo propiedad de la nación conforme a las leyes vigentes, y el Gobierno Constitucionalista cederá nuevamente para el uso del culto, aquellos que fueren necesarios. 4º En el arreglo del problema agrario no habrá confiscaciones. Dicho problema se resolverá por la distribución equitativa de tierras que aún conserva el Gobierno; por la reivindicación de aquellos lotes de que hayan sido ilegalmente despojados individuos o comunidades; por la compra y expropiación de grandes lotes si fuere necesario; por los demás medios de adquisición que autoricen las leyes del país. La Constitución de México prohíbe los privilegios y por lo tanto, toda clase de propiedades sean quienes fueren sus dueños, utilizadas o no, quedarán sujetas en el futuro al pago proporcional del impuesto conforme a una revaluación justa y equitativa. 5º Toda propiedad que se haya adquirido legítimamente de individuos o gobiernos legales y que no constituya privilegio o monopolio, será respetada. 6º La paz y seguridad de una nación dependen de la clara inteligencia de la ciudadanía; en consecuencia, el Gobierno se empeñará en desarrollar la educación pública, haciéndola extensiva a todos los lugares del país y utilizará para este fin toda cooperación de buena fe, permitiendo el establecimiento de escuelas particulares con

sujeción a nuestras leyes. 7º Para el establecimiento del Gobierno Constitucional, el Gobierno que presido acatará y cumplirá las disposiciones de los artículos 4º, 5º y 6º del Decreto de 12 de diciembre de 1914, que textualmente expresan: "Art. 4º Al triunfo de la Revolución, reinstalada la Suprema Jefatura en la Ciudad de México y después de efectuarse las elecciones de Ayuntamientos en la mayoría de los Estados de la República, el Primer Jefe de la Revolución, como Encargado del Poder Ejecutivo, convocará a elecciones para el Congreso de la Unión, fijando en la convocatoria las fechas y los términos en que dichas elecciones habrán de celebrarse. "Art. 5º Instalado el Congreso de la Unión, el Primer Jefe de la Revolución dará cuenta ante él del uso que haya hecho de las facultades que por el presente se halla investido, y especialmente le someterá las reformas expedidas y puestas en vigor durante la lucha, con el fin de que el Congreso las ratifique, enmiende o complete, y para que eleve a preceptos constitucionales aquellas que deban tener dicho carácter, antes de que se restablezca el orden constitucional. "Art. 6º El Congreso de la Unión expedirá las convocatorias correspondientes para la elección de Presidente de la República, y una vez efectuada ésta el Primer Jefe de la Revolución entregará el Poder Ejecutivo de la Nación. Constitución y Reformas. H. Veracruz, junio 11 de 1915. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión. V. Carranza.[*22] VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, en uso de las facultades de que estoy investido, y

CONSIDERANDO: Que, aun cuando todos los pagos por contribuciones hechos a las llamadas autoridades de la Convención y del villismo, son radicalmente nulos y en estricto derecho el Gobierno Constitucionalista debería proceder al cobro de los impuestos dejados de cubrir durante el tiempo que las fuerzas enemigas de nuestra causa han estado ocupando algunas poblaciones; sin embargo, como una gracia que sólo puede

emanar de un Gobierno legítimo como es éste y en vista de las circunstancias de pobreza y de la crisis económica por que atraviesan todas aquellas plazas que han estado sujetas a los desmanes de las fuerzas enemigas, he tenido a bien decretar lo siguiente: Art. 1º Quedan condonadas todas las contribuciones que los causantes hayan sido obligados a pagar hasta la fecha de la nueva ocupación de cada lugar o plaza por las fuerzas Constitucionalistas. Art. 2º Los rezagos que se encuentren pendientes en la fecha en que ocurra la ocupación de las plazas por las fuerzas Constitucionalistas, serán cobrados sin recargo alguno, siempre que el pago se efectúe dentro de un mes siguiente a la fecha de la ocupación. Pasado este término se efectuará el recobro con los recargos legales. Art. 3º El Gobierno Constitucionalista no reconocerá en ningún caso anticipos hechos a las autoridades usurpadoras en concepto de impuestos correspondientes a época posterior a la ocupación de las plazas por las fuerzas Constitucionalistas, y, por lo tanto, todos los impuestos correspondientes a un periodo posterior a la fecha de la ocupación de las plazas serán cobrados, independientemente de que se hayan pagado a las autoridades enemigas o no. Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Constitución y Reformas. Dado en la H. Veracruz, a 19 de junio de 1915. Firmado: V. Carranza[*23]

El 13 de diciembre de 1914, el Primer Jefe expidió a Obregón nombramiento de Jefe del Ejército de Operaciones para iniciar la campaña contra los nuevos infidentes y los antiguos rebeldes. Quedaron a las órdenes de Obregón, entre otros ameritados generales, los siguientes: Salvador Alvarado, Cándido Aguilar, Heriberto Jara, Cesáreo Castro y Francisco Coss. Reunidas las tropas e iniciada la campaña, el Primer Jefe visitó el día 21 de diciembre los campamentos militares establecidos a lo largo de la vía del Ferrocarril Mexicano. El 29 siguiente, los generales Castro, Coss, González, Sánchez, Maycotte y Rojas vencieron a la primera columna enemiga, fuerte en 5 000 hombres, que pretendió apoderarse de Tehuacán.

Después de esta acción de armas, tuvieron lugar, entre las más importantes, las de Puebla, Guadalajara, Celaya, León, Aguascalientes, El Ébano, Hermosillo y Agua Prieta. Para noviembre de 1915 los infidentes habían sido destruidos y sus fuerzas dispersas se constituyeron en bandas de forajidos. El constitucionalismo había triunfado nuevamente contra los enemigos de la ley y el derecho, aprestándose a poner en ejecución su programa de reformas sociales. El 3 de noviembre de 1915, Álvaro Obregón, en Piedras Negras, pronunció el siguiente discurso en elogio de Carranza: DISCURSO DEL GENERAL ÁLVARO OBREGÓN EN LA RECEPCIÓN OFRECIDA POR EL PUEBLO DE PIEDRAS NEGRAS, COAHUILA, AL PRIMER JEFE DEL EJÉRCITO CONSTITUCIONALISTA. 3 DE NOVIEMBRE DE 1915 Desde que la primera armadura, el primer casco y la primera bota que trajeron los hombres de la civilización, desembarcaron en nuestras playas y a esa bota, a esa armadura y a ese casco se unieron el bonete y el primer signo de traición que cruzó por el cielo de nuestra PATRIA y que encarnó en la Malinche, el sol de Anáhuac se obscureció, en las trágicas nubes de la traición, el crimen y la ignominia, y ha avivado sólo sus rayos temporalmente sobre nuestras frentes y digo temporalmente, porque en esa eterna noche de más de cuatrocientos años, sólo interrumpieron nuestras tinieblas los tres gigantescos meteoros, que se llaman: Hidalgo, Juárez y Madero. Si la estela de luz que esos meteoros gigantescos legaron tuvo vida efímera, la culpa no fue de ellos, fue la culpa de las generaciones degeneradas, que no supieron hacer uso de la inmensa herencia que nos legaron; pero los pueblos, que son superiores a los siglos, siempre vencen con su voluntad inquebrantable y es por eso que vino una generación con savia de virilidad y de honor y reclamó, ante el tribunal del universo, la herencia que habían legado sus antepasados y que fraudulentamente habían sepultado en las tinieblas los enemigos de la ley. El último meteoro que fue el que surgiera de esa generación, fue suprimido, creyendo que al suprimirse a ese hombre se acabaría para siempre aquella lucha que él iniciara, y entonces fue cuando la voz prepotente de un pueblo y la voz prepotente de un hombre protestaron contra el crimen; y fue cuando el

C. Venustiano Carranza levantara la antorcha luminosa para buscar el camino que habíamos perdido y que nos había sido señalado por nuestros antepasados, y esa antorcha es la verdad y la verdad es la luz. Y la lucha se hizo, lucha bruta, lucha inmortal como lo son siempre los actos de la fuerza bruta, y el pueblo ensoberbecido derrocó al usurpador. En esa lucha que lo derrocara, había hombres que creían que se trataba de quitar a unos malvados para colocar a otros, y empezó automáticamente a dividirse en dos, el Gran Partido Constitucionalista: uno, encabezado por Doroteo Arango; el otro, por Venustiano Carranza; el primero había convertido la sangre de sus hermanos en brillantes y queridas, y el otro llevaba como símbolo el honor y cargaba todavía en sus espaldas el polvo de sus campañas y traía aún en el rostro el humo de sus combates. La división era necesaria, la división era indispensable y en esa Convención de Aguascalientes, que algunos calificaron de esclusa y que yo califico de crisol, digo crisol, porque allí se separaron los elementos malos de los buenos, entre los últimos tengo el orgullo de contarme yo, que fui sin vacilaciones a la Convención, porque tenía la seguridad de que los dólares de Villa y la insidia de Ángeles, se embotarían ante la coraza de mi propio honor, y cuando Venustiano Carranza se replegó al Sur y dejó como avanzadas al Popocatépetl y al Iztaccíhuatl, yo supe responder como supieron muchos de los que fueron a la Convención, al llamado de ese hombre; y entonces fue cuando Carranza se levantó en el Sur, muy alto, y entonces fue cuando Villa se levantó en el Norte, más alto; el pedestal de Villa era mucho más alto que el de Carranza; pero su estructura no era igual; el pedestal en que descansaba éste, era el de su propio honor y el de los militares leales, que desoyendo las voces de la ambición y la codicia, fuimos a ofrecer nuestra sangre a la Patria y que por consiguiente, su estructura era de elementos homogéneos; el de Villa se componía de todas las influencias, de todos los intereses rastreros, de todas las envidias y de todas las ambiciones. En el Partido Constitucionalista se hablaba un solo idioma; en el partido de Villa se hablaban varios. En las cajas de Villa, lo mismo se podía encontrar un bilimbique, una libra esterlina, que un dólar. Entonces fue cuando Carranza midió a Villa y cuando Villa creyó medir a Carranza; pero ¿quién era Villa para medir a ese hombre incólume? La nerviosidad de Villa, la ofuscación de Villa y su altanería, demostraban al mundo que su conciencia le decía: eres, has sido y serás traidor. La inconmovilidad de Carranza, era la majestad de la justicia misma, y entonces fue cuando se levantara Carranza más

grande; señalándonos el Norte con la antorcha luminosa de la verdad, nos dijo: "Tengo poco parque, tengo pocas armas, tengo pocos hombres; pero la justicia es nuestra y venceremos". Y fue cuando nuestros cañones como brújula perezosa, tiraron al Norte, y fue entonces cuando los Ejércitos Constitucionalistas avanzaban al Norte y fue cuando el choque se produjo y el resultado era matemático. Los hombres de Carranza traíamos como arma la ley, como coraza nuestra honradez y como camino el que nos trazara la antorcha luminosa de la verdad. Y fue cuando el choque se produjo y aquellos dos héroes que se llamaban (no sé si serán héroes todavía) Ángeles y Villa y de los cuales se habían escrito historias, que servían para que las niñeras durmieran a los chiquillos, que despertaban convulsivos, soñando los episodios de aquellos dos hombres invencibles, que con sólo su presencia creían hacer temblar a los ejércitos y destruir sus fortificaciones, entonces fue cuando el pecho de los soldados constitucionalistas desafiaron los proyectiles de aquellos Napoleones de zacate. El choque fue matemático; las trincheras de Villa compuestas con bonetes y escapularios, símbolos de la traición y la insidia, tenían que ser destruidas por las balas que representaban la dignidad nacional. La lucha ya concluye y sigue el mismo proceso que han seguido todos los traidores. Villa, ya derrotado, enfrente de las trincheras de Agua Prieta, cava su tumba para que los heroicos soldados de Naco escriban sobre ella el epitafio de maldición, que la Patria tiene siempre para los traidores; y allá va Villa buscando un nuevo albergue en donde esconder no sé qué, porque él no tiene ni vergüenza ni dignidad y allá ante el pabellón de las estrellas y las barras, Ángeles, Maytorena, Madero (Raúl) seguidos de una nube de traición, imploran arrodillados un puñal extranjero para venir de nuevo a hundirlo en el corazón de la Patria; y allá están esos hombres, ateos del honor y huérfanos de dignidad, en el puesto que les corresponde; que así los pinta la historia siempre, como ejemplo maldito, para que cesen de una vez para siempre los CUARTELAZOS Y LAS TRAICIONES, que por tanto tiempo han venido enseñoreándose de nuestra pobre Patria. Y es ahora cuando Carranza hace su jira por donde nuestros ejércitos victoriosos pasearon la bandera de la ley, y llega a esta frontera y levantando su brazo muy alto, dice a los pueblos de la América: ¡Ésta es la antorcha con que he señalado al pueblo mexicano el camino que había extraviado, el camino que nos habían marcado nuestros antepasados y que llevará al pueblo mexicano a la conquista de sus verdaderas libertades! Y muchos gobernantes de los pueblos de

América, sentirán que la luz de esa antorcha les hace daño; pero no importa, los pueblos que comprendan la verdad, levantarán también su voz prepotente y vendrán a encender su antorcha en la nuestra y entonces la ansiada libertad, podrá tremolar su enseña en todo el Continente.[*24]

Desgraciadamente como dijo el general Obregón con su estilo peculiar, el "ejemplo maldito" de los " cuartelazos y las traiciones, que por tanto tiempo han venido enseñoreándose en nuestra patria", no terminó con la infidencia de Villa, sino continuó muy poco después con la del propio general Álvaro Obregón que unido al general Pablo González, en quien depositara siempre su absoluta confianza el señor Carranza, y su antiguo Jefe de Estado Mayor, general Jacinto B. Treviño, volvieron sus armas contra su jefe y amigo que seguía siendo Presidente Constitucional de la República, persiguiéndolo y atacándolo con fuerzas muy superiores a las del Ejecutivo de la Unión comandadas por el general Francisco Murguía, uno de los más heroicos soldados de la Revolución, quien no obstante no tener mando de fuerzas, porque se las habían quitado repartiéndolas entre varios grupos del Ejército Constitucionalista, al llamarlo el Primer Jefe para que se hiciera cargo de la defensa de su gobierno, y no obstante la intensa decepción de encontrarse solo por aquella circunstancia para él muy dolorosa, acató las órdenes del señor Carranza aprestándose a su defensa. Sobre este asunto me parece oportuno dejar constancia de cuál fue entonces la opinión de dicho divisionario: "—Debo cumplir con mi deber de soldado, pero ya sé que voy a velar a un cadáver." Esta convicción del integérrimo general Murguía, seguramente obedeció al hecho de que no teniendo él tropas de su confianza a su mando y que por otra parte el ejército, con rarísimas excepciones, había defeccionado contra el Presidente de la República, presentía lo que le era difícil, por no decir imposible, luchar y vencer a numerosos ejércitos que habían vuelto sus

armas contra el Ejecutivo. Por su parte el Presidente de la República don Venustiano Carranza, al salir de su casa de Lerma el día 7 de mayo de 1920, le dijo estas frases a su sobrino, el hoy general Alberto Salinas Carranza: —Yo no huiré como Porfirio Díaz, ni renunciaré como el señor Madero. Yo soy Presidente de la República y volveré a mi casa triunfante o muerto. Volvió muerto. Eso me recuerda la afirmación certera que escribió don Francisco Bulnes cuando el señor Carranza nombró secretario de la Guerra al general Álvaro Obregón: "La designación del general Obregón como secretario de Guerra significa que el señor Venustiano Carranza ha dado el primer paso hacia el exilio o la tumba".[*25] En los discursos que pronunció Carranza en Matamoros el 29 de noviembre de 1915, en San Luis Potosí el 26 de diciembre siguiente, y en Celaya el 16 de enero de 1916, queda definido el pensamiento patriota y humanista del Primer Jefe. De estos discursos surgen los principios que informan lo que podría llamarse Doctrina Carranza. He aquí los documentos: DISCURSO PRONUNCIADO POR EL C. VENUSTIANO CARRANZA EN MATAMOROS, EL 29 DE NOVIEMBRE DE 1915 Ayer manifesté mi agradecimiento a este pueblo heroico, por la manifestación de que fui objeto como Jefe de la Revolución y Jefe del Partido Constitucionalista. Expresé, aunque ligeramente, las condiciones de la nueva situación, estando ya para terminar la lucha armada. Nunca he creído que un lugar como éste sea apropiado para exponer los asuntos públicos de la Nación, pero la misma dificultad de hablar en otro sitio, me obliga a tratar de política en esta ocasión, porque creo un deber ir exponiendo lo que el país necesita para su mejoramiento, y las ideas que poco a poco han ido desarrollándose en esta larga lucha que ya casi ha terminado. El origen de la guerra, conocido para todos, ha sido una tiranía de

treinta años, un cuartelazo y un asesinato. Esta tiranía fue una consecuencia de la inmoralidad llevada al extremo en el Ejército, y ese asesinato la consecuencia de la misma inmoralidad. Para poner el remedio a tal situación, todos los ciudadanos nos hemos armado, y al cabo de tres años hay un nuevo Ejército, hay nuevos Jefes, surgidos de esos mismos ciudadanos que se vieron obligados a tomar el rifle para derrocar la tiranía. Están convertidos ahora en verdaderos soldados, no con la instrucción militar que se da en los establecimientos de esta índole, sino con los elementos que el carácter da a cada uno de los que siguiendo su vocación se han distinguido en el campo de batalla. Pero no es la lucha armada lo principal en esta gran lucha nacional. Hay algo más hondo en ella y es el desequilibrio de cuatro siglos; tres de opresión y uno de luchas intestinas que no trajeron consigo todos los bienes que eran de esperarse, porque era imposible que nuestros hombres públicos pudieran encauzar al país por donde era necesario. Así fueron sucediéndose una tras otra las guerras civiles, sin saber cuál era la que salvaría verdaderamente al país de los males que le aquejaban, y en medio de esa desesperación que todos sentían, vino la paz, que lejos de salvar a la patria, iba a precipitarla en un abismo. En esa era de paz, de aparentes mejoras materiales, en que las escuelas se habían centuplicado, en que el crédito de la República parecía haberse consolidado, y las relaciones con demás naciones civilizadas se hacían cada día más estrechas; en ese periodo como en el de todas las tiranías, bajo una apariencia de progreso se iba corroyendo poco a poco el alma nacional. Fue semejante esa época a la de Augusto y a la de Napoleón III, en que todo se le debía a un hombre. Y cuando todos creían en esa bonanza y pensaban que era una necesidad conservar ese régimen, porque se creía que al terminar el Jefe de la Nación se destruía su obra de progreso, vino la Revolución, y nos encontró en medio de un caos espantoso. La Revolución se hizo no sólo para alcanzar los principios de "Sufragio Efectivo" y de "No Reelección", porque el sufragio efectivo se obtiene únicamente cuando el hombre sabe hacer respetar sus derechos, y esto lo necesitaba como un principio para poder votar. La "No Reelección" fue un valladar que quiso ponerse pretendiendo evitar con ella los abusos de malos gobernantes, que pudieran posesionarse indefinidamente del poder público, sin comprender que es inútil consignar en una ley ese principio, pues lo esencial es conquistar por completo la libertad del ciudadano, ya que sin ésta pierde un pueblo toda la dignidad, toda la vergüenza y todo lo que tiene el carácter de viril y valiente para hacer respetar sus

derechos hasta el último día. El general Díaz escribió los mismos principios y no hubo nada del sufragio que prometieron todos aquellos que habían ido con él a la lucha, pues cuando triunfó fue su Gobierno, el que en la Historia de México ocupará el lugar más señalado como una de las más grandes tiranías en medio de una apariencia de legalidad, en medio del reinado de la Constitución, en medio de las autoridades civiles y de todo el poder militar. En la Revolución de hoy existe algo más, más importante: no es sólo repartir tierras, no es abrir escuelas, son muchos los problemas que hay que resolver y que sólo una labor lenta y continuada debe llevar a cabo. El desequilibrio económico que ha resultado en una lucha de dos años y medio de guerra, es lo que más nos afecta, y estamos viviendo ficticiamente. Después de haber creado una moneda para poder sostener el Ejército, hay algunos a quienes llama la atención el hecho de que el valor de nuestros pesos fluctúe diariamente; pero, ¿creamos nosotros esa moneda para ir a cambiarla por oro en alguna parte de la tierra? Nosotros la creamos por una necesidad, porque era el medio más equitativo para que la carga de la Revolución pesara sobre todos los ciudadanos. Cuando empezó la lucha, que era necesario dar haberes a los soldados, sin tener más recursos que los que quitábamos a los pueblos, se me propuso, entre otras, la idea de emitir bonos, según el sistema empleado en épocas pasadas para sacrificar a la Nación. Yo no acepté ninguno de los medios propuestos y resolví lanzar papel moneda, para que fuera equitativo el gasto que la guerra traería consigo, para que sirviera como medio de cambio y para sufragar también todos los demás gastos en los ramos de la administración que se iba creando. Si hubiéramos recurrido a los préstamos forzosos, habrían sido unos cuantos los que hubieran soportado ese peso, y cualesquiera que sean los errores o las ideas políticas de nuestros enemigos, nadie tiene el derecho para cometer una injusticia. El peso de la guerra lo soportamos todos nosotros. Los culpables de las desgracias de nuestro pueblo serán castigados por la Ley; sus propiedades serán confiscadas si la responsabilidad de ellos así lo requiere, pero de ningún modo debemos cometer una injusticia contra nuestros mismos hermanos. Durante la lucha hemos recurrido a todos los sacrificios para llevar al triunfo nuestra causa, porque era la causa del pueblo; pero terminada la guerra, el Jefe de la Revolución deja de ser Jefe de un grupo, y al convertirse en el Jefe de la Nación debe ser equitativo y justo para todos. Por eso ahora para buscar los remedios que deben

curar la situación de la República que ha entrado ya en convalescencia después de su sangrienta lucha, todos deben contribuir con el Gobierno para salvar la situación en que se encuentra. Es necesario que todos contribuyan en proporción a lo que tiene cada quien de capital, pues tenemos el deber de sostener los gastos generales de la Nación. Nuestros compromisos con el exterior deben satisfacerse, y es necesario encauzar a la Nación, lo mismo que a los Estados y Municipios, en la idea de que podemos y debemos subvenir a todas esas necesidades. Yo espero que la Nación hará un esfuerzo más después de haberse salvado de la lucha que acaba de pasar, y que significa no sólo su bienestar sino un progreso futuro. Las reformas enunciadas y que ya van poniéndose en práctica, realizarán un cambio en todo y abrirán una nueva era para la República. Pero nuestra obra de salvar a la Nación tiene más importancia todavía: la de que México sea el alma de las demás naciones que padecen los mismos males que nosotros, aun de aquellas que vemos más prósperas como las Repúblicas de Argentina y Chile, que gozan de la paz de que nosotros disfrutamos aparentemente algunos años. Los que al principio creyeron que estaban sujetas a la paz y al orden constitucional la Soberanía de la Nación Mexicana, y la misma Soberanía de todas las naciones latinoamericanas, tendrán que comprender que si no obran desde luego dichas naciones en el mismo sentido que nosotros, tendrán que hacerlo más adelante por fuerza, puesto que llegarán a encontrarse en una situación que las obligará a conquistar sus libertades. Ya es tiempo que la América Latina sepa que nosotros hemos ganado con la lucha interior el restablecimiento de la justicia y del derecho, y que esta lucha servirá de ejemplo para que esos pueblos formen sus soberanías, sus instituciones y la libertad de sus ciudadanos. La lucha nuestra será comienzo de una lucha universal que dé paso a una era de justicia, en que se establezca el principio del respeto que los pueblos grandes deben tener por los pueblos débiles. Deben ir acabando poco a poco todos los exclusivismos y todos los privilegios. El individuo que va de una Nación a otra debe sujetarse en ella a las consecuencias, y no debe tener más garantías ni más derechos que los que tienen los nacionales. Reinará sobre la tierra la verdadera justicia cuando cada ciudadano, en cualquier punto que pise del planeta, se encuentre bajo su propia nacionalidad. No más bayonetas, no más cañones, ni más acorazados

para ir detrás de un hombre que por mercantilismo va a buscar fortuna y a explotar las riquezas de otros países, y que cree que debe tener más garantías que cualquiera de los ciudadanos de su país que trabajan honradamente. Ésta es la Revolución, señores: esto es lo que regirá a la humanidad más tarde como un principio de justicia. También manifesté ayer que siempre había tenido deseos de visitar esta heroica ciudad porque ha sido para mí motivo de satisfacción llegar a todos los lugares de nuestra Patria que están señalados en la Historia de la Revolución como grandes y notables. Yo creo que los recuerdos de nuestros héroes influyen siempre en nosotros, y por eso ha dicho con razón un escritor español que "los muertos mandan". Los hechos gloriosos de nuestros antepasados mártires, que hicieron a un lado todo para trabajar por la salvación de sus hermanos, son los que inspiran nuestros actos, y ello significará más tarde el bienestar de las sociedades. Es por esto que yo recorro con gusto los lugares históricos de la Nación, porque he creído siempre que sobre todos los afectos está el afecto de la Patria, y que en ese sentimiento inspiraron todos sus actos los grandes hombres que nos sirven de ejemplo. Me felicito de haber estado en esta reunión y de haber hablado como lo he hecho en otras ocasiones, pidiendo a todos los que ayer me siguieron en la guerra, que ahora en la paz me ayuden para llevar a cabo la reconstrucción de la Patria.[*26]

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL C. VENUSTIANO CARRANZA, EL 26 DE DICIEMBRE DE 1915

EN

SAN LUIS POTOSÍ,

Señores: Nosotros representamos la legalidad durante la lucha armada, y actualmente somos los revolucionarios no sólo de la Nación Mexicana, sino los revolucionarios de la América Latina, los revolucionarios del Universo. No tenemos como único deber que cumplir con nuestra Patria, la destrucción de la reacción, que ya casi hemos conseguido; ahora que lleguemos al fin de la lucha, tenemos el deber de dar a la República las reformas indispensables para el mejoramiento de la sociedad; pero tenemos un deber más grande todavía; el que la historia, desde el descubrimiento de América, nos ha señalado, puesto que México ha ocupado un gran lugar en la historia de los pueblos civilizados. México

ha sido el único país de la América, que, después de tres siglos de dominación y colonización y después de un siglo de luchas intestinas, ha venido a constituir una Nación. La Nación que debe ser modelo de la América Española, ya empieza la obra de reconstrucción, y hoy espero que todos los que me han secundado durante tres años para bien de nuestra Patria, y mayor lustre de nuestra historia, me sigan ahora para poder llevar al fin la gran obra que hemos emprendido, obra que muchos, tal vez, no pensaron alcanzar, cuando comenzábamos la lucha contra la dictadura y la reacción. Debemos sostener el lugar que hemos ocupado en la historia. Nuestros grandes episodios son conocidos desde la época de la conquista, por todos los hombres de los países civilizados, y desde entonces siglo tras siglo, México nunca ha podido pasar inadvertido para la América; tenemos el deber de hacer conocer en cada ciudad, lo trascendental de esta verdadera Revolución, que va a servir de ejemplo a todas las naciones de la Tierra. Nosotros llevaremos en nuestras leyes, el bienestar que debe tener todo ciudadano en cualquiera Nación; nosotros llevaremos también una transformación en la legislación internacional, lo cual ya es una necesidad. Hasta ahora han venido sucediéndose las luchas en todo el mundo, sin comprender por qué se desgarran las naciones a cada paso. Pues bien, son los grandes intereses militares los que llevan a las naciones a la guerra, y mientras esos intereses existan, esas guerras serán un amago para la humanidad. Por eso afirmo que las leyes deben ser universales, y que lo que aquí conquistamos como una verdad, todo aquello que la ley humana signifique bienestar lo mismo en México que en África, la lucha eterna de la humanidad, ha sido por el mejoramiento, ha sido por el bienestar, ha sido por el engrandecimiento de los pueblos, y esos grandes sacudimientos no han llevado otro objeto que el bienestar de las colectividades. Por esos principios se ha destrozado la humanidad, y para que cese la guerra, es preciso que reine, en la tierra, la justicia; es doloroso que los principios que se vayan conquistando sólo sean para una nación; por eso veis que la Revolución no es sólo la lucha armada ni son los campos ensangrentados, que ya se secan, es algo más grande, es el progreso de la humanidad que se impone, y que a nosotros, por desgracia, por fatalidad, o por ventura, nos ha tocado ser los iniciadores en esta gran lucha. Estas ideas que ahora he expresado y que hace poco fueron indicadas por mí, han tenido eco en un distinguido ciudadano que pensó ya también en la unión de las naciones latinoamericanas, y en

los principios que acabo de enunciar, de justicia, de paz, de libertad para todos los pueblos de América. Debemos de unirnos como lo hemos estado durante la lucha, para que en la época de paz y de reconstrucción, después de esta guerra que ha ido realizando una transformación general en todos los sistemas, podemos llegar a la meta de nuestras aspiraciones, logrando el engrandecimiento de toda la América Española, porque a ésta, la forman naciones que por su poca significación no han ocupado todavía el lugar distinguido que les corresponde en el progreso de la humanidad. Estamos viendo ahora cómo se hacen pedazos las naciones europeas para decidir su suerte en una guerra; pero los que sostienen esa contienda, que no es de defensa nacional, sino una guerra de intereses, no sienten ni piensan en todas las desgracias que pesan sobre sus actos, piensan únicamente en los grandes intereses privados, y no en los de todos, en las desgracias de los que caen como víctimas durante la lucha. Parecerá increíble que, después de una guerra en la que hemos derramado tanta sangre, y en la que hemos luchado por tanto tiempo, el Primer Jefe se exprese en estos términos; pero es que nuestra lucha ha sido de carácter distinto que aquellas, pues la voluntad del pueblo siempre deberá imponerse sobre cualquiera ley, sobre cualquiera institución que estorbe su mejoramiento y su progreso, sobre cualquier Gobierno que impida al hombre ser ciudadano y disfrutar de todos los bienes que la naturaleza le ha concedido. El hecho de que haya habido malos elementos entre nosotros, es lo que nos llevó a la contienda, porque a los hombres honrados obligan los malvados a levantar la mano para corregirlos como merecen. Ahora será el Gobierno de los hombres de sanas intenciones, el que encauce el actual estado de cosas, que ha sido el resultado de una prolongada campaña para que el país vuelva a levantarse, y llegar hasta el lugar que debe ocupar en el continente americano. Juzgo oportuno manifestar mis deseos de que el pueblo siga al Gobierno en su difícil obra. Que el Gobierno de San Luis Potosí, y el pueblo de este Estado, sepan seguir a la Primera Jefatura, ahora que empieza la obra de reconstrucción; sólo quiero decir a esta reunión de ciudadanos que representan los intereses de la ciudad y que han tenido la bondad de obsequiarme con este banquete, que pongan fe y confianza en que el Gobierno sabrá cumplir con su deber. Para esto, pido el apoyo de todos los ciudadanos honrados y aun cuando hasta ahora es la fuerza del ejército formado por el pueblo la que se ha impuesto sobre los regímenes anteriores, guiado por estos oficiales y

por estos ciudadanos que han sabido defender nuestra soberanía, espero que todos contribuyan al sostenimiento del nuevo Gobierno; y si por desgracia volvemos a tener algún otro traidor que tratara de destruir el triunfo conquistado, espero que entonces, también estos mismos oficiales y estos mismos ciudadanos, que han sabido hacer triunfar nuestra Santa Causa, sabrán estar conmigo y luchar nuevamente hasta destruir cualquier intento de reacción. Brindo por el Estado de San Luis Potosí, por la participación que ha tomado para hacer cumplir todas sus aspiraciones de libertad y de progreso; brindo también por el pueblo en general que me ha seguido con tanta abnegación en la lucha.[*27]

Vencidos los reaccionarios, Carranza, confrontando los peligros del conflicto mexicano-norteamericano creado por la Expedición Punitiva de los Estados Unidos contra Villa, teniendo que batir a los rebeldes convertidos en forajidos y detener el avance de los invasores, el 15 de septiembre de 1916, convocó al pueblo mexicano a elecciones de diputados al Congreso Constituyente: CONVOCATORIA A ELECCIONES VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República, en uso de las facultades de que me hallo investido, y de acuerdo con lo prescrito en el artículo 4º reformado, de las adiciones al Plan de Guadalupe, expedidas en la H. Veracruz, el 12 de diciembre de 1914, ha tenido a bien decretar lo siguiente: Artículo 1º Se convoca al pueblo mexicano a elecciones de Diputados al Congreso Constituyente, el que deberá reunirse en la Ciudad de Querétaro, y quedar instalado el primero de diciembre del corriente año. Artículo 2º La elección para Diputados al Congreso Constituyente, será directa y se verificará el domingo 22 del próximo octubre, en los términos que establece la ley electoral que se expide por separado, con esta misma fecha. Artículo 3º Servirán de base para la elección de Diputados al Congreso Constituyente, el censo de 1910 y la división territorial que se hizo para las elecciones de diputados y senadores al Congreso de la Unión, en el año de 1912, teniéndose como cabecera de cada Distrito electoral, la misma que entonces fue designada con ese objeto. Artículo 4º Los Gobernadores de los Estados, sus Secretarios, los Presidentes Municipales y demás individuos que ejerzan autoridad, no podrán ser electos en los lugares sujetos a su jurisdicción. Artículo 5º Las sesiones del Congreso Constituyente se regirán por el reglamento interior de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, con las modificaciones que el mismo Congreso Constituyente creyere oportuno hacerle, por razón de su objeto especial, en sus tres primeras sesiones. Artículo 6º El Congreso Constituyente calificará las elecciones de sus miembros y resolverá las dudas que hubiere sobre ellas.

Artículo 7º Los Diputados al Congreso Constituyente, no podrán ser molestados por las opiniones que emitieren en el ejercicio de su cargo, y gozarán de fuero constitucional durante el tiempo de aquél, no pudiendo, por lo mismo, ser procesados por los delitos del orden común, si no es previa la declaración de haber lugar a proceder en su contra. Los delitos oficiales de los mismos diputados serán juzgados directamente por el Congreso Constituyente, conforme a la ley de responsabilidades vigente. Artículo 8º Para los efectos del artículo 56 de la Constitución de 1857, se considerarán vecinos del Estado: I. Los ciudadanos de él. II. Los que hayan nacido en su territorio, aun cuando hayan cambiado de residencia. III. Los que residan en su territorio cuando menos desde seis meses antes de la fecha de las elecciones, y IV. Los que hayan tenido la calidad de ciudadanos o vecinos del Estado respectivo, en los días del cuartelazo de la Ciudadela, siempre que hayan demostrado después, con hechos positivos, su adhesión a la Causa Constitucionalista. Artículo 9º El Congreso Constituyente no podrá ejercer sus funciones sin la concurrencia de la mitad más uno del número total de sus miembros. La primera junta preparatoria tendrá lugar el 20 de noviembre de este año, comenzando a las diez de la mañana; y si en esa fecha no se hubieren presentado todos los Diputados, los que concurran, aunque no constituyan mayoría, podrán citar, desde luego, a los suplentes, apercibiendo a los Diputados propietarios ausentes, que de no presentarse el día de la instalación del Congreso, perderán el derecho de asistir en lo venidero a las sesiones. Los diputados presentes llamarán también a los suplentes cuando, estando ya en funciones el Congreso, los Diputados propietarios faltaren a tres sesiones seguidas sin la licencia previa, o que, sin ésta, tuvieren cinco faltas ininterrumpidas en quince días. Si los faltistas fueren los suplentes, perderán las dietas correspondientes a los días que no concurrieren. Artículo 10º Los Diputados, al entrar en el ejercicio de sus funciones, protestarán bajo la fórmula siguiente: "Presidente. ¿Protestáis cumplir leal y patrióticamente el cargo de Diputado al Congreso Constituyente que el pueblo os ha conferido,

cuidando en todo por el restablecimiento del orden constitucional en la Nación, de acuerdo con el Plan de Guadalupe, de 26 de marzo de 1913, y sus adiciones expedidas en la H. Veracruz el 12 de diciembre de 1914, reformadas el día 14 de septiembre del corriente año? Diputado. Sí protesto. Presidente. Si no lo hiciéreis así, la Nación os lo demande." Artículo 11º El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, concurrirá al acto solemne de la instalación del Congreso Constituyente, y en él presentará el proyecto de Constitución Reformada, pronunciando un discurso en el que delineará el carácter de las reformas y su verdadero espíritu, discurso que le contestará, en términos generales, el Presidente del Congreso. Artículo 12º Luego que el Congreso Constituyente hubiere concluido sus labores, firmará la Constitución Reformada y citará a sesión solemne, para que en ella sus miembros protesten cumplirla fiel y patrióticamente. Artículo 13º Acto continuo, el Congreso citará al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, para que en el día y a la hora que al efecto se señalen, se presente ante el mismo Congreso a protestar, en sesión solemne, cumplir leal y patrióticamente la Constitución Reformada, la que le será entregada en dicho acto, a fin de que la promulgue con las solemnidades debidas. Artículo 14º Publicada la Constitución Reformada, todas las autoridades y empleados civiles y militares de la República, protestarán, ante quien corresponda, cumplirla y hacerla cumplir leal y patrióticamente. Artículo 15º Los Diputados al Congreso Constituyente percibirán, durante el tiempo de sus funciones, la cantidad de $60.00 diarios, y, en su caso, tendrán derecho, además, a que se les abonen los gastos de viaje, tanto de ida como de regreso. Constitución y Reformas. Dado en el Palacio Nacional de la Ciudad de México, a los diecinueve días del mes de septiembre de mil novecientos dieciséis. V. Carranza. Al C. Secretario de Estado y del Despacho de Gobernación. Presente. Lo que comunico a usted para su conocimiento y efectos consiguientes, reiterándole las seguridades de mi atenta y distinguida consideración. Constitución y Reformas. México, septiembre 15 de 1916. El Secretario, Acuña.

Instalado el Congreso Constituyente en la ciudad de Querétaro, Carranza leyó ante los diputados constituyentes el siguiente informe: INFORME LEÍDO POR EL C. PRIMER JEFE DEL EJÉRCITO CONSTITUCIONALISTA, ANTE EL CONGRESO CONSTITUYENTE DE QUERÉTARO, EL PRIMERO DE DICIEMBRE DE 1916 Ciudadanos Diputados: Una de las más grandes satisfacciones que he tenido hasta hoy, desde que comenzó la lucha que, en mi calidad de Gobernador Constitucional del Estado de Coahuila, inicié contra la usurpación del Gobierno de la República, es la que experimento en los momentos en que vengo a poner en vuestras manos, en cumplimiento de una de las promesas que en nombre de la Revolución hice en la heroica ciudad de Veracruz al pueblo mexicano: el proyecto de Constitución reformada, proyecto en que están contenidas todas las reformas políticas que la experiencia de varios años, y una observación atenta y detenida, me han sugerido como indispensables para cimentar sobre bases sólidas, las instituciones, al amparo de las que deba y pueda la Nación laborar útilmente por su prosperidad, encauzando su marcha hacia el progreso por la senda de la Libertad y del Derecho; porque si el derecho es el que regulariza la función de todos los elementos sociales, fijando a cada uno su esfera de acción, ésta no puede ser en manera alguna provechosa, si en el campo que debe ejercitarse y desarrollarse, no tiene la espontaneidad y la seguridad sin las que carecerían del elemento que, coordinando las aspiraciones y las esperanzas de todos los miembros de la sociedad, los lleva a buscar en el bien de todos la prosperidad de cada uno, estableciendo y realizando el gran principio de la solidaridad, sobre el que deben descansar todas las instituciones que tienden a buscar y realizar el perfeccionamiento humano. La Constitución política de 1857, que nuestros padres nos dejaron como legado precioso, a la sombra de la cual se ha consolidado la nacionalidad mexicana; que entró en el alma popular con la guerra de Reforma, en la que alcanzaron grandes conquistas, y que fue la bandera que el pueblo llevó a los campos de batalla en la guerra contra la Intervención, lleva indiscutiblemente, en sus preceptos, la consagración de los más altos principios, reconocidos al fulgor del

incendio que produjo la revolución más grande que presenció el mundo en las postrimerías del siglo XVIII, sancionados por la práctica constante y pacífica que de ellos se ha hecho por dos de los pueblos más grandes y más poderosos de la tierra: Inglaterra y los Estados Unidos. Mas, desgraciadamente, los legisladores de 1857 se conformaron con la proclamación de principios generales que no procuraron llevar a la práctica, acomodándolos a las necesidades del pueblo mexicano, para darles pronta y cumplida satisfacción; de manera que nuestro Código Político tiene en general el aspecto de fórmulas abstractas en que se han condensado conclusiones científicas de gran valor especulativo, pero de las que no ha podido derivarse sino poca o ninguna utilidad positiva. En efecto, los derechos individuales que la Constitución de 1857 declara que son la base de las instituciones sociales, han sido conculcados de una manera casi constante por los diversos gobiernos que, desde la promulgación de aquélla, se han sucedido en la República; las leyes orgánicas del juicio de amparo ideado para protegerlos, lejos de llegar a un resultado pronto y seguro, no hicieron otra cosa que embrollar la marcha de la justicia, haciéndose casi imposible la acción de los Tribunales, no sólo de los federales, que siempre se vieron ahogados por el sinnúmero de expedientes, sino también de los comunes, cuya marcha quedó obstruida por virtud de los autos de suspensión, que sin tasa ni medida se dictaban. Pero hay más todavía. El recurso de amparo, establecido con un alto fin social, pronto se desnaturalizó, hasta quedar, primero, convertido en arma política; y después, en medio apropiado para acabar con la soberanía de los Estados; pues de hecho quedaron sujetos a la revisión de la Suprema Corte hasta los actos más insignificantes de las autoridades de aquéllos; y como ese alto Tribunal por la forma en que se designaban sus miembros, estaba completamente a disposición del Jefe del Poder Ejecutivo, se llegó a palpar que la declaración de los derechos del hombre, al frente de la Constitución Federal de 1857, no había tenido la importancia práctica que de ella se esperaba. En tal virtud, la primera de las bases sobre que descansa toda la estructura de las instituciones sociales, fue ineficaz para dar solidez a ésta y adaptarlas a su objeto, que fue relacionar en forma práctica y expedita al individuo con el Estado y a éste con aquél, señalando sus respectivos límites dentro de los que debe desarrollarse su actividad sin trabas de ninguna especie y fuera de los que se hace perturbadora y anárquica, si viene de parte del individuo, o despótica y opresiva, si

viene de parte de la autoridad. Mas el principio de que se acaba de hacer mérito, a pesar de estar expresa y categóricamente formulado, no ha tenido, en realidad, valor práctico alguno, no obstante que en el terreno del derecho constitucional es de una verdad indiscutible. Lo mismo ha pasado exactamente con los otros principios fundamentales que informa la misma Constitución de 1857, los que no han pasado hasta ahora de ser una bella esperanza cuya realización se ha burlado de una manera constante. Y en efecto, la soberanía nacional que reside en el pueblo, no expresa ni ha significado en México una realidad, sino en poquísimas ocasiones, pues si no siempre, sí casi de una manera rara vez interrumpida, el poder público se ha ejercido, no por el mandato libremente conferido por la voluntad de la Nación, manifestada en la forma que la Ley señala, sino por imposiciones de los que han tenido en sus manos la fuerza pública, para investirse a sí mismos, o investir a personas designadas por ellos con el carácter de representantes del pueblo. Tampoco ha tenido cumplimiento, y, por lo tanto, valor positivo apreciable, el otro principio fundamental claramente establecido por la Constitución de 1857, relativo a la división del ejercicio del Poder Público, pues tal división sólo ha estado, por regla general, escrita en la ley, en abierta oposición con la realidad, en la que, de hecho, todos los poderes han estado ejercidos por una sola persona, habiéndose llegado hasta el grado de manifestar, por una serie de hechos constantemente repetidos, el desprecio a la Ley Suprema, dándose, sin el menor obstáculo al Jefe del Poder Ejecutivo, la facultad de legislar sobre toda clase de asuntos, habiéndose reducido a esto, la función del Poder Legislativo, el que de hecho quedó reducido a delegar facultades y aprobar después la ejecutada por virtud de ellas, sin que haya llegado a presentarse el caso, ya no de que reprobase, sino a lo menos, de que hiciese observación alguna. Igualmente ha sido hasta hoy una promesa vana el precepto que consagra la Federación de los Estados que forman la República Mexicana, estableciendo que ellos deben de ser libres y soberanos en cuanto a su régimen interior, ya que la historia del país demuestra que por regla general, y salvo raras ocasiones, esa soberanía no ha sido más que nominal, porque ha sido el poder central el que siempre ha impuesto su voluntad, limitándose las autoridades de cada Estado a ser los instrumentos ejecutores de las órdenes emanadas de aquél. Finalmente, ha sido también vana la promesa de la Constitución de 1857, relativa a asegurar a los Estados la forma republicana,

representativa y popular, pues a la sombra de este principio, que también es fundamental, en el sistema de Gobierno Federal adoptado para la Nación entera, los poderes del centro se han ingerido en la administración interior de un Estado, cuando sus gobernantes no han sido dóciles a las órdenes de aquéllos, o sólo se ha dejado que en cada Entidad Federativa se entronice un verdadero cacicazgo, que no otra cosa ha sido, casi invariablemente, la llamada administración de los gobernadores que ha visto la Nación desfilar en aquéllas. La historia del país que vosotros habéis vivido en buena parte en estos últimos años, me prestaría abundantísimos datos para comprobar ampliamente las aseveraciones que dejo apuntadas; pero aparte de que vosotros, estoy seguro, no las pondréis en duda, porque no hay mexicano que no conozca todos los escándalos causados por las violaciones flagrantes a la Constitución de 1857, esto demandaría exposiciones prolijas, del todo ajenas al carácter de una reseña breve y sumaria, de los rasgos principales de la iniciativa que me honro hoy en poner en vuestras manos, para que la estudiéis con todo el detenimiento y con todo el celo que de vosotros espera la Nación, como el remedio a las necesidades y miserias de tantos años. En la parte expositiva del decreto de 14 de septiembre del corriente año, en el que se modificaron algunos artículos de las adiciones al Plan de Guadalupe, expedidas en la H. Veracruz, el 12 de diciembre de 1914, expresamente ofreció el Gobierno de mi cargo que en las reformas a la Constitución de 1857, que iniciaría ante este Congreso, se conservaría intacto el espíritu liberal de aquélla y la forma de Gobierno en ella establecida; que dichas reformas sólo se reducirían a quitarle lo que la hace inaplicable, a suplir sus deficiencias, a disipar la obscuridad de algunos de sus preceptos, y a limpiarla de todas las reformas que no hayan sido inspiradas más que en la idea de poderse servir de ella para entronizar la dictadura. No podré deciros que el proyecto que os presento sea una obra perfecta, ya que ninguna que sea hija de la inteligencia humana puede aspirar a tanto; pero creedme, señores Diputados, que las reformas que propongo son hijas de una convicción sincera, son el fruto de mi personal experiencia y la expresión de mis deseos hondos y vehementes porque el pueblo mexicano alcance el goce de todas las libertades, la ilustración y progreso que le den lustre y respeto en el extranjero, y paz y bienestar en todos los asuntos domésticos. Voy, señores Diputados, a haceros una síntesis de las reformas a que me he referido, para daros una idea breve y clara de los principios

que me han servido de guía, pues así podréis apreciar si he logrado el objeto que me he propuesto y qué es lo que os queda por hacer para llenar debidamente vuestro cometido. Siendo el objeto de todo Gobierno el amparo y protección del individuo, o sea de las diversas unidades de que se compone el agregado social, es incuestionable que el primer requisito que debe llenar la Constitución Política, tiene que ser la protección otorgada con cuanta precisión y claridad sea dable a la libertad humana, en todas las manifestaciones que de ella derivan de una manera directa y necesaria, como constitutivas de la personalidad del hombre. La Constitución de un pueblo no debe procurar, si es que ha de tener vitalidad que le asegure larga duración, poner límites artificiales entre el Estado y el individuo, como si se tratara de aumentar el campo a la libre acción de uno y restringir la del otro, de modo que lo que se da a uno sea la condición de la protección de lo que se reserva el otro; sino que debe buscar que la autoridad que el pueblo concede a sus representantes, dado que a él no le es posible ejercerla directamente, no pueda convertirse en contra de la sociedad que la establece, cuyos derechos deben quedar fuera de su alcance, supuesto que ni por un momento hay que perder de vista que el Gobierno tiene que ser forzosa y necesariamente el medio de realizar todas las condiciones, sin las cuales el derecho no puede existir y desarrollarse. Partiendo de este concepto, que es el primordial, como que es el que tiene que figurar en primer término, marcando el fin y objeto de la institución del Gobierno, se dará a las instituciones sociales su verdadero valor, se orientará convenientemente la acción de los Poderes Públicos y se determinarán hábitos y costumbres sociales y políticas, es decir, procedimientos de gobierno, que hasta hoy no han podido fundamentarse, debido a que si el pueblo mexicano no tiene la creencia en un pacto social, en que repose toda la organización política ni en el origen divino de un monarca, señor de vidas y haciendas, sí comprende muy bien que las instituciones que tiene, si bien proclaman altos principios, no se amoldan a su manera de sentir y de pensar, y que lejos de satisfacer necesidades, protegiendo el pleno uso de la libertad, carecen por completo de vida, dominados como han estado por un despotismo militar enervante y por explotaciones inicuas, que han arrojado a las clases más numerosas a la desesperación y a la ruina. Ya antes dije que el deber primordial del Gobierno es facilitar las condiciones necesarias para la organización del derecho, o, lo que es lo

mismo, cuidar de que se mantengan intactas todas las manifestaciones de libertad individual, para que desarrollándose el elemento social, pueda, a la vez que conseguirse la coexistencia pacífica de todas las actividades, realizarse la unidad de esfuerzos y tendencias en orden a la prosecución del fin común: la felicidad de todos los asociados. Por esta razón, lo primero que debe hacer la constitución política de un pueblo, es garantizar, de la manera más amplia y completa posible, la libertad humana, para evitar que el gobierno, a pretexto del orden o de la paz, motivos que siempre alegan los tiranos para justificar sus atentados, tenga alguna vez que limitar el derecho y no respetar su uso íntegro, atribuyéndose la facultad exclusiva de dirigir la iniciativa individual y la actividad social, esclavizando al hombre y a la sociedad bajo su voluntad omnipotente. La Constitución de 1857 hizo, según antes he expresado, la declaración de que los derechos del hombre son la base y objeto de todas las instituciones sociales; pero, con pocas excepciones, no otorgó a esos derechos las garantías debidas, lo que tampoco hicieron las leyes secundarias, que no llegaron a castigar severamente la violación de aquéllas, porque sólo fijaron penas nugatorias, por insignificantes, que casi nunca se hicieron efectivas. De manera que, sin temor de incurrir en exageración, puede decirse que, a pesar de la Constitución mencionada, la libertad individual quedó por completo a merced de los gobernantes. El número de atentados contra la libertad y sus diversas manifestaciones, durante el periodo en que la Constitución de 1857 ha estado en vigor, es sorprendente; todos los días ha habido quejas contra los abusos y excesos de la Autoridad, de uno a otro extremo de la República; y sin embargo de la generalidad del mal y de los trastornos que constantemente ocasionaba, la Autoridad Judicial de la Federación no hizo esfuerzos para reprimirlos ni mucho menos para castigarlos. La imaginación no puede figurarse el sinnúmero de amparos por consignación al servicio de las armas, ni contra las arbitrariedades de los Jefes Políticos, que fueron, más que los encargados de mantener el orden, los verdugos del individuo y de la sociedad; y de seguro que causaría, ya no sorpresa, sino asombro, aún a los espíritus más despreocupados y más insensibles a las desdichas humanas, si en estos momentos pudieran contarse todos los atentados que la Autoridad Judicial Federal no quiso, o no pudo reprimir. La simple declaración de derechos, bastante en un pueblo de cultura

elevada, en que la sola proclamación de un principio fundamental de orden social y político es suficiente para imponer respeto, resulta un valladar ilusorio donde, por una larga tradición y por uso y costumbres inveterados, la Autoridad ha estado investida de facultades omnímodas, donde se ha atribuido poderes para todo, y donde el pueblo no tiene otra cosa qué hacer más que callar y obedecer. A corregir ese mal tienden las diversas reformas que el Gobierno de mi cargo propone, respecto a la Sección Primera del Título Primero de la Constitución de 1857, y abrigo la esperanza de que con ellas y con los castigos severos que el Código Penal imponga a la conculcación de las garantías individuales, se conseguirá que los agentes del poder público sean lo que deben ser: instrumentos de seguridad social, en vez de ser lo que han sido, los opresores de los pueblos que han tenido la desgracia de caer en sus manos. Prolijo sería enumerar una por una todas las reformas que sobre este particular se proponen en el proyecto que traigo a vuestro conocimiento; pero séame permitido hablar de algunas, para llamar de una manera especial vuestra atención sobre la importancia que revisten. El artículo 14 de la Constitución de 1857, que en concepto de los constituyentes, según el texto de aquél y el tenor de las discusiones a que dio lugar, no se refirió más que a los juicios del orden penal, después de muchas vacilaciones y de resoluciones encontradas de la Suprema Corte, vino definitivamente a extenderse a los juicios civiles, lo que dio por resultado, según antes expresé, que la Autoridad Judicial de la Federación se convirtiese en revisora de todos los actos de las Autoridades Judiciales de los Estados; que el Poder Central, por la sujeción en que tuvo siempre a la Corte, pudiese ingerirse en la acción de los tribunales comunes, ya con motivo de un interés político, ya para favorecer los intereses de algún amigo o protegido, y que debido al abuso del amparo, se recargasen las labores de la Autoridad Judicial Federal y se entorpeciese la marcha de los juicios del orden común. Sin embargo de esto, hay que reconocer que en el fondo de la tendencia a dar al artículo 14 una extensión indebida, estaba la necesidad ingente de reducir a la Autoridad Judicial de los Estados a sus justos límites, pues bien pronto se palpó que convertidos los Jueces en instrumentos ciegos de los Gobernadores, que descaradamente se inmiscuían en asuntos que estaban por completo fuera del alcance de sus atribuciones, se hacía preciso tener un recurso, acudiendo a la Autoridad Judicial Federal para reprimir tantos excesos.

Así se desprende de la reforma que se le hizo, en 12 de diciembre de 1908, al artículo 102 de la Constitución de 1857, reforma que, por lo demás, estuvo muy lejos de alcanzar el objeto que se proponía, toda vez que no hizo otra cosa que complicar más el mecanismo del juicio de amparo, ya de por sí intrincado y lento, y que la Suprema Corte procuró abrir tantas brechas a la expresada reforma que en poco tiempo la dejó enteramente inútil. El pueblo mexicano está ya tan acostumbrado al amparo en los juicios civiles, para librarse de las arbitrariedades de los Jueces, que el Gobierno de mi cargo ha creído que sería, no sólo injusto, sino impolítico, privarlo ahora de tal recurso, estimando que bastará limitarlo únicamente a los casos de verdadera y positiva necesidad, dándole un procedimiento fácil y expedito para que sea efectivo, como se servirá ver la Cámara en las bases que se proponen para su reglamentación. El artículo 20 de la Constitución de 1857 señala las garantías que todo acusado debe tener en un juicio criminal; pero en la práctica, esas garantías han sido enteramente ineficaces, toda vez que, sin violarlas literalmente, al lado de ellas se han seguido prácticas verdaderamente inquisitoriales, que dejan por regla general a los acusados sujetos a la acción arbitraria y despótica de los Jueces, y aun de los mismos agentes o escribientes suyos. Conocidas son de ustedes, señores diputados, y de todo el pueblo mexicano, las incomunicaciones rigurosas, prolongadas en muchas ocasiones por meses enteros, unas veces para castigar a presuntos reos políticos, otras para amedrentar a los infelices sujetos a la acción de los tribunales del crimen, y obligarlos a hacer confesiones forzadas, casi siempre falsas, que sólo obedecían al deseo de librarse de la estancia en calabozos inmundos, en que estaban seriamente amenazadas su salud y su vida. El procedimiento criminal en México ha sido, hasta hoy, con ligerísimas variantes, exactamente el mismo que dejó implantado la dominación española, sin que se haya llegado a templar en lo más mínimo su dureza, pues esa parte de la legislación mexicana ha quedado enteramente atrasada, sin que nadie se haya preocupado en mejorarla. Diligencias secretas y procedimientos ocultos de que el reo no debía tener conocimiento, como si no se tratase en ellos de su libertad o de su vida; restricciones del derecho de defensa, impidiendo al mismo reo y a su defensor asistir a la recepción de pruebas en su contra, como si se tratase de actos indiferentes que de ninguna manera

podrían afectarlo, y, por último, dejar la suerte de los reos casi siempre entregada a las maquinaciones fraudulentas y dolosas de los escribientes, que, por pasión o por vil interés, alteraban sus propias declaraciones, las de los testigos que deponían en su contra, y aun las de los que se presentaban a declarar en su favor. La ley concede al acusado la facultad de obtener su libertad bajo de fianza durante el curso de su proceso; pero tal facultad quedó siempre sujeta al arbitrio caprichoso de los Jueces, quienes podían negar la gracia con sólo decir que tenían temor de que el acusado se fugase y se substrajera a la acción de la justicia. Finalmente, hasta hoy no se ha expedido ninguna ley que fije, de una manera clara y precisa, la duración máxima de los juicios penales, lo que ha autorizado a los Jueces para detener a los acusados por tiempo mayor del que fija la ley al delito de que se trata, resultando así prisiones injustificadas y enteramente arbitrarias. A remediar todos estos males tienden las reformas del citado artículo 20. El artículo 21 de la Constitución de 1857 dio a la Autoridad Administrativa la facultad de imponer como corrección, hasta quinientos pesos de multa, o hasta un mes de reclusión, en los casos y modo que expresamente determine la ley, reservando a la Autoridad Judicial la aplicación exclusiva de las penas propiamente tales. Este precepto abrió una anchísima puerta al abuso, pues la Autoridad Administrativa se consideró siempre en posibilidad de imponer sucesivamente y a su voluntad, por cualquier falta imaginaria, un mes de reclusión, mes que no terminaba en mucho tiempo. La reforma que sobre este particular se propone, a la vez que confirma a los Jueces la facultad exclusiva de imponer penas, sólo concede a la Autoridad Administrativa castigar la infracción de los reglamentos de Policía que, por regla general, sólo da lugar a penas pecuniarias y no a reclusión, la que únicamente se impone cuando el infractor no puede pagar la multa. Pero la reforma no se detiene allí, sino que propone una innovación que de seguro revolucionará completamente el sistema procesal que durante tanto tiempo ha regido en el país, no obstante todas sus imperfecciones y deficiencias. Las leyes vigentes, tanto en el orden federal como en el común, han adoptado la institución del Ministerio Público, pero tal adopción ha sido nominal, porque la función asignada a los representantes de aquél, tiene carácter meramente decorativo para la recta y pronta

administración de justicia. Los Jueces mexicanos han sido, durante el periodo corrido desde la consumación de la Independencia hasta hoy, iguales a los Jueces de la época colonial: ellos son los encargados de averiguar los delitos y buscar las pruebas, a cuyo efecto, siempre se han considerado autorizados a emprender verdaderos asaltos contra los reos para obligarlos a confesar, lo que sin duda alguna desnaturaliza las funciones de la judicatura. La sociedad entera recuerda horrorizada los atentados cometidos por Jueces que, ansiosos de renombre, veían con positiva fruición que llegase a sus manos un proceso que les permitiera desplegar un sistema completo de opresión, en muchos casos contra personas inocentes, y en otros contra la tranquilidad y el honor de las familias, no respetando en sus inquisiciones, ni las barreras mismas que terminantemente establecía la ley. La misma organización del Ministerio Público, a la vez que evitará ese sistema procesal tan vicioso, restituyendo a los Jueces toda la dignidad y toda la respetabilidad de la Magistratura, dará al Ministerio Público toda la importancia que le corresponde, dejando exclusivamente a su cargo la persecución de los delitos, la busca de los elementos de convicción, que ya no se hará por procedimientos atentatorios y reprobados y la aprehensión de los delincuentes. Por otra parte, el Ministerio Público, con la Policía Judicial represiva a su disposición, quitará a los Presidentes Municipales y a la Policía Común la posibilidad que hasta hoy han tenido de aprehender a cuantas personas juzgan sospechosas, sin más méritos que su criterio particular. Con la institución del Ministerio Público, tal como se propone, la libertad individual quedará asegurada; porque según el artículo 169, nadie podrá ser detenido sino por orden de la Autoridad Judicial, la que no podrá expedirla sino en los términos y con los requisitos que el mismo artículo exige. El artículo 27 de la Constitución de 1857 faculta para ocupar la propiedad de las personas sin el consentimiento de ellas, y previa indemnización, cuando así lo exija la utilidad pública. Esta facultad es, a juicio del Gobierno de mi cargo, suficiente para adquirir tierras y repartirlas en la forma que se estime conveniente entre el pueblo que quiera dedicarse a los trabajos agrícolas, fundando así la pequeña propiedad que debe fomentarse, a medida que las públicas necesidades lo exijan.

La única reforma que con motivo de este artículo se propone, es que la declaración de utilidad sea hecha por la Autoridad Administrativa correspondiente, quedando sólo a la Autoridad Judicial la facultad de intervenir para fijar el justo valor de la cosa de cuya expropiación se trata. El artículo en cuestión, además de dejar en vigor la prohibición de las leyes de reforma sobre la capacidad de las corporaciones civiles y eclesiásticas para adquirir bienes raíces, establece también la incapacidad en las sociedades anónimas, civiles y comerciales, para poseer y administrar bienes raíces; exceptuando de esa incapacidad a las instituciones de beneficencia pública y privada, únicamente por lo que hace a los bienes raíces estrictamente indispensables y que se destinen de una manera inmediata y directa al objeto de dichas instituciones, facultándolas para que puedan tener sobre los mismos bienes raíces, capitales impuestos e intereses, los que no serán mayores en ningún caso, del que se fije como legal y por un término que no exceda de diez años. La necesidad de esta reforma se impone por sí sola, pues nadie ignora que el clero, incapacitado para adquirir bienes raíces, ha burlado la prohibición de la ley, cubriéndose de sociedades anónimas; y como por otra parte, estas sociedades han emprendido en la República la empresa de adquirir grandes extensiones de tierra, se hace necesario poner a este mal un correctivo pronto y eficaz, porque, de lo contrario, no tardaría el territorio nacional en ir a parar, de hecho o de una manera ficticia, en manos de extranjeros. En otra parte, se os consulta la necesidad de que todo extranjero, al adquirir bienes raíces en el país, renuncie expresamente a su nacionalidad, con relación a dichos bienes, sometiéndose en cuanto a ellos, de una manera completa y absoluta a las leyes mexicanas, cosa que no sería fácil de conseguir, respecto de las sociedades, las que, por otra parte, constituyen, como se acaba de indicar, una amenaza seria de monopolización de la propiedad territorial de la República. Finalmente, el artículo en cuestión establece la prohibición expresa de que las instituciones de beneficencia privada puedan estar a cargo de corporaciones religiosas y de los ministros de los cultos, pues de lo contrario, se abrirían nuevamente las puertas al abuso. Con estas reformas al artículo 27, con la que se consulta para el artículo 28, a fin de combatir eficazmente los monopolios y asegurar en todos los ramos de la actividad humana la libre concurrencia, la que es indispensable para asegurar la vida y el desarrollo de los pueblos, y con

la facultad que en la reforma de la fracción 20 del artículo 72 se confiere al Poder Legislativo Federal, para expedir leyes sobre el trabajo, en las que se implantarán todas las instituciones del progreso social en favor de la clase obrera y de todos los trabajadores; con la limitación del número de horas y trabajo, de manera que el operario no agote sus energías, y sí tenga tiempo para el descanso y el solaz, y para atender al cultivo de su espíritu, para que pueda frecuentar el trato de sus vecinos, el que engendra simpatías y determina hábitos de cooperación para el logro de la obra común; con las responsabilidades de los empresarios para los casos de accidentes; con los seguros para los casos de enfermedad y de vejez; con la fijación del salario mínimo bastante para subvenir a las necesidades primordiales del individuo y de la familia, y para asegurar y mejorar su situación; con la ley del divorcio, que ha sido entusiastamente recibida por las diversas clases sociales como medio de fundar la familia sobre los vínculos del amor, y no sobre las bases frágiles del interés y de la conveniencia del dinero; con las leyes que pronto se expedirán para establecer la familia sobre bases más racionales y más justas, que eleven a los consortes a la alta misión que la sociedad y la naturaleza ponen a su cargo, de propagar la especie y fundar la familia, con todas estas reformas, repito, espera fundadamente el Gobierno de mi cargo que las instituciones políticas del país responderán satisfactoriamente a las necesidades sociales, y que esto, unido a que las garantías protectoras de la libertad individual serán un hecho efectivo y no meras promesas irrealizables, y que la división entre las diversas ramas del Poder Público tendrá realización inmediata, se fundará la democracia mexicana, o sea el gobierno del pueblo de México por la cooperación espontánea, eficaz y consciente de todos los individuos que la forman, los que buscarán su bienestar en el reinado de la ley, y en el imperio de la justicia, consiguiendo que ésta sea igual para todos los hombres, que defienda todos los intereses legítimos y que ampare a todas las aspiraciones nobles. En la reforma al artículo 30 de la Constitución de 1857, se ha creído necesario definir, con toda precisión y claridad, quiénes son los mexicanos por nacimiento y quiénes tienen esa calidad por naturalización, para dar término a la larga disputa que en épocas no remotas se estuvo sosteniendo sobre si el hijo de un extranjero nacido en el país, que al llegar a la mayor edad opta por la ciudadanía mexicana, debía de tenerse o no como mexicano por nacimiento. Al proyectar la reforma de los artículos 35 y 36 de la Constitución de 1857, se presentó la antigua y muy debatida cuestión de si debe

concederse el voto activo a todos los ciudadanos sin excepción alguna, o si, por el contrarío, hay que otorgarlo solamente a los que están en aptitud de darlo de una manera eficaz, ya por su ilustración, o bien por su situación económica, que les dé un interés mayor en la gestación de la cosa pública. Para que el ejercicio del derecho al sufragio sea una positiva y verdadera manifestación de la soberanía nacional, es indispensable que sea general, igual para todos, libre y directo; porque faltando cualquiera de estas condiciones, o se convierte en una prerrogativa de clase, o es un mero artificio para disimular usurpaciones de poder, o da por resultado imposiciones de gobernantes contra la voluntad clara y manifiesta del pueblo. De esto se desprende que, siendo el sufragio una función esencialmente colectiva toda vez que es la condición indispensable del ejercicio de la soberanía, debe ser atribuido a todos los miembros del cuerpo social que comprendan el interés y el valor de esa altísima función. Esto autorizaría a concluir que el derecho electoral sólo debe otorgarse a aquellos individuos que tengan plena conciencia de la alta finalidad a que aquél tiende: lo que excluiría, por lo tanto, a quienes por su ignorancia, su descuido o indiferencia, sean incapaces de desempeñar debidamente esa función, cooperando de una manera espontánea y eficaz al gobierno del pueblo por el pueblo. Sin embargo de esto, y no dejando de reconocer que lo que se acaba de exponer es una verdad teórica, hay en el caso de México factores o antecedentes históricos que obligan a aceptar una solución distinta de la que lógicamente se desprende de los principios de la ciencia política. La revolución que capitanearon los caudillos que enarbolaron la bandera de Ayutla, tuvo por objeto acabar con la dictadura militar y con la opresión de las clases en que estaba concentrada la riqueza pública; y como aquella revolución fue hecha por las clases inferiores, por los ignorantes y los oprimidos, la Constitución de 1857, que fue su resultado, no pudo racionalmente dejar de conceder a todos, sin distinción, el derecho de sufragio, ya que habría sido una inconsecuencia negar al pueblo todas las ventajas de su triunfo. La revolución que me ha cabido en suerte dirigir, ha tenido también por objeto destruir la dictadura militar, desentrañando por completo sus raíces y dar a la Nación todas las condiciones de vida necesarias para su desarrollo; y como han sido las clases ignorantes las que más han

sufrido, porque son ellas sobre las que han pesado con toda su rudeza, el despotismo cruel y la explotación insaciable, sería, ya no diré una simple inconsecuencia sino un engaño imperdonable, quitarles hoy lo que tenían anteriormente conquistado. El gobierno de mi cargo considera, por tanto, que sería impolítico e inoportuno en estos momentos, después de una gran revolución popular; restringir el sufragio, exigiendo, para otorgarlo, la única condición que racionalmente puede pedirse, la cual es que todos los ciudadanos tengan la instrucción primaria bastante para que conozcan la importancia de la función electoral y puedan desempeñarla en condiciones fructuosas para la sociedad. Sin embargo de esto, en la reforma que tengo la honra de proponeros, con motivo del derecho electoral, se consulta la suspensión de la calidad de ciudadano mexicano a todo el que no sepa hacer uso de la ciudadanía debidamente. El que ve con indiferencia los asuntos de la República, cualquiera que sea su ilustración o situación económica, demuestra a las claras el poco interés que tiene por aquélla, y esta indiferencia amerita que se le suspenda la prerrogativa de que se trata. El gobierno de mi cargo cree que el anhelo constante demostrado por las clases inferiores del pueblo mexicano, para alcanzar un bienestar de que hasta hoy han carecido, las capacita ampliamente para que, llegado el momento de designar mandatarios, se fijen en aquellos que más confianza les inspiren para representarlas en la gestión de la cosa pública. Por otra parte, el Gobierno emanado de la Revolución, y esto le consta a la República entera, ha tenido positivo empeño en difundir la instrucción por todos los ámbitos sociales; y yo creo fundadamente que el impulso dado, no sólo se continuará, sino que se intensificará cada día, para hacer de los mexicanos un pueblo culto, capaz de comprender sus altos destinos, y de prestar al Gobierno de la Nación una cooperación tan sólida y eficaz, que haga imposible, por un lado, la anarquía, y por otro la dictadura. El Municipio independiente, que es sin disputa una de las grandes conquistas de la Revolución, como que es la base del gobierno libre, conquista que no sólo dará libertad política a la vida municipal, sino que también le dará independencia económica, supuesto que tendrá fondos y recursos propios para la atención de todas sus necesidades, substrayéndose así a la voracidad insaciable que de ordinario han demostrado los Gobernadores, y una buena Ley Electoral que tenga a éstos completamente alejados del voto público y que castigue con toda

severidad toda tentativa para violarlo, establecerá el poder electoral sobre bases racionales que le permitirán cumplir su cometido de una manera bastante aceptable. De la organización del poder electoral, de que se ocupará de manera preferente el próximo Congreso Constitucional, dependerá en gran parte que el Poder Legislativo no sea un mero instrumento del Poder Ejecutivo, pues electos por el pueblo sus representantes, sin la menor intervención del poder central, se tendrán Cámaras que de verdad se preocupen por los intereses públicos, y no camarillas opresoras y perturbadoras, que sólo van arrastradas por el afán de lucro y medro personal, porque no hay que perder de vista, ni por un momento, que las mejores instituciones fracasan y son letra muerta, cuando no se practican y que sólo sirven, como he dicho antes, y lo repito, para cubrir con el manto de la legalidad, la imposición de mandatarios contra la voluntad de la Nación. La división de las ramas del poder público obedece, según antes expresé, a la idea fundamental de poner límites precisos a la acción de los representantes de la nación, a fin de evitar que ejerzan, en perjuicio de ella, el poder que se les confiere; por lo tanto, no sólo hay la necesidad imprescindible de señalar a cada departamento una esfera bien definida, sino que también la hay de relacionarlos entre sí, de manera que el uno no se sobreponga al otro y no se susciten entre ellos conflictos o choques que podrían entorpecer la marcha de los negocios públicos y aun llegar hasta alterar el orden y la paz de la República. El Poder Legislativo, que por naturaleza propia de sus funciones, tiende siempre a intervenir en las de los otros, estaba dotado en la Constitución de 1857 de facultades que le permitían estorbar o hacer embarazosa y difícil la marcha del Poder Ejecutivo, o bien sujetarlo a la voluntad caprichosa de una mayoría fácil de formar en las épocas de agitación, en que regularmente predominan las malas pasiones y los intereses bastardos. Encaminadas a lograr ese fin, se proponen varias reformas de las que, la principal, es quitar a la Cámara de Diputados el poder de juzgar al Presidente de la República y a los demás altos funcionarios de la Federación, facultad que fue, sin duda, la que motivó que en las dictaduras pasadas se procurase siempre tener Diputados serviles, a quienes manejaban como autómatas. El Poder Legislativo tiene incuestionablemente el derecho y el deber de inspeccionar la marcha de todos los actos del Gobierno, a fin de

llenar debidamente su cometido, tomando todas las medidas que juzgue convenientes para normalizar la acción de aquél; pero cuando la investigación no debe ser meramente informativa, para juzgar de la necesidad o improcedencia de una medida legislativa, sino que afecta a un carácter meramente judicial, la reforma faculta tanto a las Cámaras como al mismo Poder Ejecutivo, para excitar a la Suprema Corte a que comisione a uno o algunos de sus miembros, o a un Magistrado de Circuito, o a un Juez de Distrito, o a una comisión nombrada por ella para abrir la averiguación correspondiente, únicamente para esclarecer el hecho que se desea conocer; cosa que indiscutiblemente no podrían hacer los miembros del Congreso, los que de ordinario tenían que conformarse con los informes que quisieran rendirles las autoridades inferiores. Ésta es la oportunidad, señores Diputados, de tocar una cuestión que es casi seguro se suscitará entre vosotros, ya que en los últimos años se ha estado discutiendo, con el objeto de hacer aceptable cierto sistema de gobierno que se recomienda como infalible, por una parte, contra la dictadura, y por la otra, contra la anarquía, entre cuyos extremos han oscilado constantemente, desde su independencia, los pueblos latinoamericanos, a saber: el régimen parlamentario. Creo no sólo conveniente, sino indispensable, deciros, aunque sea someramente, los motivos que he tenido para no aceptar dicho sistema entre las reformas que traigo al conocimiento de vosotros. Tocqueville observó en el estudio de la historia de los pueblos de América de origen español, que éstos van a la anarquía cuando se cansan de obedecer y a la dictadura cuando se cansan de destruir; considerando que esta oscilación entre el orden y el desenfreno, es la ley fatal que ha regido y regirá por mucho tiempo a los pueblos mencionados. No dijo el estadista referido cuál sería, a su juicio, el medio de librarse de esa maldición, cosa que le habría sido enteramente fácil con sólo observar los antecedentes del fenómeno y de las circunstancias en que siempre se ha reproducido. Los pueblos latinoamericanos, mientras fueron dependencias de España, estuvieron regidos por mano de hierro; no había más voluntad que la del virrey; no existían derechos para el vasallo; el que alteraba el orden, ya propalando teorías disolventes o que simplemente socavaban los cimientos de la fe o de la autoridad, o ya procurando dar pábulo a la rebelión, no tenía más puerta de escape que la horca. Cuando las luchas de independencia rompieron las ligaduras que

ataban a esos pueblos a la metrópoli, deslumbrados con la grandiosidad de la revolución francesa, tomaron para sí todas sus reivindicaciones, sin pensar que no tenían hombres que los guiasen en tan ardua tarea, y que no estaban preparados para ella. Las costumbres de gobierno no se imponen de la noche a la mañana; para ser libre no basta quererlo, sino que es necesario también saberlo ser. Los pueblos de que se trata, han necesitado y necesitan todavía de gobiernos fuertes, capaces de contener dentro del orden a poblaciones indisciplinadas, dispuestas a cada instante y con el más fútil pretexto a desbordarse, cometiendo toda clase de desmanes; pero por desgracia, en ese particular se ha caído en la confusión y por gobierno fuerte se ha tomado al gobierno despótico. Error funesto que ha fomentado las ambiciones de las clases superiores, para poder apoderarse de la dirección de los negocios públicos. En general, siempre ha habido la creencia de que no se puede conservar el orden sin pasar sobre la ley, y ésta y no otra es la causa de la ley fatal de que habla Tocqueville; porque la dictadura jamás producirá el orden, como las tinieblas no pueden producir la luz. Así, pues, disípese el error, enséñese al pueblo a que no es posible que pueda gozar de sus libertades si no sabe hacer uso de ellas, o lo que es igual, que la libertad tiene por condición el orden, y que sin éste aquélla es imposible. Constrúyase sobre esa base el gobierno de las naciones latinoamericanas y se habrá resuelto el problema. En México, desde su independencia hasta hoy, de los gobiernos legales que han existido, unos cuantos se apegaron a este principio, como el de Juárez, y por eso pudieron salir avantes; los otros, como los de Guerrero y Madero, tuvieron que sucumbir, por no haberlo cumplido. Quisieron imponer el orden enseñando la ley, y el resultado fue el fracaso. Si, por una parte, el gobierno debe ser respetuoso de la ley y de las instituciones, por la otra debe ser inexorable con los trastornadores del orden y con los enemigos de la sociedad: sólo así pueden sostenerse las naciones y encaminarse hacia el progreso. Los constituyentes de 1857 concibieron bien el Poder Ejecutivo: libre en su esfera de acción para desarrollar su política, sin más limitación que respetar la ley; pero no completaron el pensamiento, porque restaron al Poder Ejecutivo prestigio, haciendo mediata la elección del Presidente, y así su elección fue, no la obra de la voluntad del pueblo, sino el producto de las combinaciones fraudulentas de los colegios

electorales. La elección directa del Presidente y la no reelección, que fueron las conquistas obtenidas por la revolución de 1910, dieron, sin duda, fuerza al Gobierno de la Nación, y las reformas que ahora propongo coronarán la obra. El presidente no quedará más a merced del Poder Legislativo, el que no podrá tampoco invadir fácilmente sus atribuciones. Si se designa al Presidente directamente por el pueblo, y en contacto constante con él por medio del respeto a sus libertades, por la participación amplia y efectiva de éste en los negocios públicos, por la consideración prudente de las diversas clases sociales y por el desarrollo de los intereses legítimos, el Presidente tendrá indispensablemente su sostén en el mismo pueblo; tanto contra la tentativa de Cámaras invasoras, como contra las invasiones de los pretorianos. El gobierno, entonces, será justo y fuerte. Entonces la ley fatal de Tocqueville habrá dejado de tener aplicación. Ahora bien, ¿qué es lo que se pretende con la tesis del gobierno parlamentario? Se quiere nada menos que quitar al Presidente sus facultades gubernamentales para que las ejerza el Congreso, mediante una comisión de su seno, denominada "Gabinete". En otros términos, se trata de que el Presidente personal desaparezca, quedando de él una figura decorativa. ¿En dónde estaría entonces la fuerza del gobierno? En el Parlamento. Y como éste, en su calidad de deliberante, es de ordinario inepto para la administración, el gobierno caminaría siempre a tientas, temeroso a cada instante de ser censurado. El parlamentarismo se comprende en Inglaterra y en España, en donde ha significado una conquista sobre el antiguo poder absoluto de los reyes; se explica en Francia, porque esta nación, a pesar de su forma republicana de gobierno, está siempre influida por sus antecedentes monárquicos; pero entre nosotros no tendría ningunos antecedentes, y sería, cuando menos, imprudente lanzarnos a la experiencia de un gobierno débil, cuando tan fácil es robustecer y consolidar el sistema de gobierno de Presidente personal, que nos dejaron los constituyentes de 1857. Por otra parte, el régimen parlamentario supone forzosa y necesariamente dos o más partidos políticos, perfectamente organizados y una cantidad considerable de hombres en cada uno de esos partidos, entre los cuales puedan distribuirse, frecuentemente, las funciones gubernamentales. Ahora bien, como nosotros carecemos todavía de las dos

condiciones a que acabo de referirme, el gobierno se vería constantemente en la dificultad de integrar el Gabinete, para responder a las frecuentes crisis ministeriales. Tengo entendido que el régimen parlamentario no ha dado el mejor resultado en los pocos países latinoamericanos en que ha sido adoptado; pero para mí, la prueba más palmaria de que no es un sistema de gobierno del que se puedan esperar grandes ventajas, está en que los Estados Unidos del Norte, que tienen establecido en sus instituciones democráticas el mismo sistema de Presidente personal, no han llegado a pensar en dicho régimen parlamentario, lo cual significa que no le conceden valor práctico de ninguna especie. A mi juicio, lo más sensato, lo más prudente, y, a la vez, lo más conforme con nuestros antecedentes políticos, y lo que nos evitará andar haciendo ensayos con la adopción de sistemas extranjeros, propios de pueblos de cultura, de hábitos y de orígenes diversos del nuestro, es, no me cansaré de repetirlo, constituir el gobierno de la República, respetando escrupulosamente esa honda tendencia a la libertad, a la igualdad y a la seguridad de sus derechos, que siente el pueblo mexicano. Porque no hay que perder de vista, y sí, por el contrario, tener constantemente presente, que las naciones, a medida que más avanzan, más sienten la necesidad de tomar su propia dirección, para poder conservar y ensanchar su vida, dando a todos los elementos sociales el goce completo de sus derechos, y todas las ventajas que de ese goce resultan, entre otras, el auge poderoso de la iniciativa individual. Este progreso social es la base sobre la que debe establecerse el progreso político; porque los pueblos se persuaden muy fácilmente de que el mejor arreglo constitucional es el que más protege el desarrollo de la vida individual y social, fundado en la posesión completa de las libertades del individuo, bajo la ineludible condición de que éste no lesione el derecho de los demás. Conocida os es ya, señores diputados, la reforma que recientemente hizo el Gobierno de mi cargo a los artículos 78, 80, 81 y 82 de la Constitución Federal, suprimiendo la Vicepresidencia y estableciendo un nuevo sistema para substituir al Presidente de la República, tanto en sus faltas temporales como en las absolutas; y aunque en la parte expositiva del decreto respectivo, se explicaron los motivos de dicha reforma, creo, sin embargo, conveniente llamar vuestra atención sobre el particular. La Vicepresidencia, que en otros países ha logrado entrar en las

costumbres y prestado muy buenos servicios, entre nosotros, por una serie de circunstancias desgraciadas, llegó a tener una historia tan funesta, que en vez de asegurar la sucesión presidencial de una manera pacífica, en caso inesperado, no hizo otra cosa que debilitar al Gobierno de la República. Y, en efecto, sea que cuando ha estado en vigor esta institución haya tocado la suerte de que la designación de Vicepresidente recayera en hombres faltos de escrúpulos, aunque sobrados de ambición; sea que la falta de costumbres democráticas y la poca o ninguna honradez de los que no buscan en la política la manera de cooperar útilmente con el gobierno de su país, sino sólo el medio de alcanzar ventajas reprobadas, con notorio perjuicio de los intereses públicos, es lo cierto que el Vicepresidente, queriéndolo o sin pretenderlo, cuando menos lo esperaba, en este caso, quedaba convertido en el foco de la oposición, en el centro a donde convergían y del que irradiaban todas las malquerencias y todas las hostilidades, en contra de la persona a cuyo cargo estaba el poder supremo de la República. La Vicepresidencia en México ha dado el espectáculo de un funcionario, el Presidente de la República, al que se trata de lanzar de su puesto por inútil o por violador de la ley, y de otro funcionario que trata de operar ese lanzamiento para substituirlo en el puesto, quedando después en él, sin enemigos al frente. En los últimos periodos del Gobierno del general Díaz, el Vicepresidente de la República sólo fue considerado como el medio inventado por el cientificismo para poder conservar, llegado el caso de que aquél faltase, el poder en favor de todo el grupo que lo tenía ya monopolizado. La manera de substituir las faltas del Presidente de la República, adoptada en el sistema establecido por las reformas de que he hecho referencia, llena, a mi juicio, su objeto de una manera satisfactoria. Es de buena política evitar las agitaciones a que siempre dan lugar las luchas electorales, las que ponen en movimiento grandes masas de intereses que se agitan alrededor de los posibles candidatos. El sistema de suplir las faltas de que se trata, por medio de los Secretarios de Estado, llamándolos conforme al número que les da la ley que los establece, dejaba sencillamente a la voluntad absoluta del Presidente de la República la designación de su sucesor. El sistema adoptado por el Gobierno de mi cargo, no encontrará ninguno de esos escollos; pues la persona que conforme a él debe suplir las faltas temporales o absolutas del Presidente de la República,

tendrá un origen verdaderamente popular, supuesto que siendo los miembros del Congreso de la Unión representantes legítimos del pueblo, recibirán con el mandato de sus electores, el proveer, llegada la ocasión, el cargo de Presidente de la República. Otra reforma sobre cuya importancia y trascendencia, quiero, señores diputados, llamar vuestra atención, es la que tiende a asegurar la completa independencia del Poder Judicial, reforma que, lo mismo que la que ha modificado la duración del cargo de Presidente de la República, está revelando claramente la notoria honradez y decidido empeño con que el Gobierno emanado de la Revolución, está realizando el programa proclamado en la H. Veracruz, el 12 de diciembre de 1914, supuesto que uno de los anhelos más ardientes y más hondamente sentido por el pueblo mexicano, es el de tener Tribunales independientes, que hagan efectivas las garantías individuales contra los atentados y excesos de los Agentes del Poder Público, y que protejan el goce quieto y pacífico de los derechos civiles de que ha carecido hasta hoy. Señores diputados: no fatigaré por más tiempo vuestra atención, pues larga y cansada sería la tarea de hablaros de las demás reformas que contiene el proyecto que tengo la honra de poner en vuestras manos, reformas todas tendientes a asegurar las libertades públicas por medio del imperio de la ley, a garantizar los derechos de todos los mexicanos por el funcionamiento de una justicia administrada por hombres probos y aptos, y a llamar al pueblo a participar de cuantas maneras sea posible, en la gestión administrativa. El Gobierno de mi cargo cree haber cumplido su labor en el límite de sus fuerzas, y si en ello no ha obtenido todo el éxito que fuera de desearse, esto debe atribuirse a que la empresa es altamente difícil y exige una atención constante, que me ha sido imposible consagrarle, solicitado, como he estado constantemente, por las múltiples dificultades a que he tenido que atender. Toca ahora, a vosotros, coronar la obra, a cuya ejecución espero os dedicaréis con toda la fe, con todo el ardor y con todo el entusiasmo que de vosotros espera nuestra Patria, la que tiene puestas en vosotros sus esperanzas, y aguarda ansiosa el instante en que le déis instituciones sabias y justas. Querétaro, Qro., 19 de diciembre de 1916.

El 31 de enero de 1917, el Congreso Constituyente clausuró

sus sesiones en Querétaro, Qro. Carranza protestó guardar y hacer guardar la Constitución:[41] DISCURSOS EN LA SESIÓN SOLEMNE DE CLAUSURA DEL CONGRESO CONSTITUYENTE. PROTESTA DEL PRIMER JEFE DON VENUSTIANO CARRANZA DE GUARDAR Y HACER GUARDAR LA CONSTITUCIÓN. TEATRO ITURBIDE, QUERÉTARO, QRO. TARDE DEL MIÉRCOLES 31 DE ENERO DE 1917 El C. Presidente: Ciudadano Primer Jefe: Me es altamente satisfactorio haceros entrega en estos momentos de la nueva Constitución de 1857, reformada en esta ciudad, y que el Congreso Constituyente, que tengo la honra de presidir, ha sancionado después de largos, intensos y concienzudos debates. De importancia extraordinaria fue, sin duda alguna, el contingente que para tan grande empresa trajo usted en su mensaje de 1º de diciembre y en el proyecto de reformas que con él tuvo usted a bien someter al estudio de esta honorable asamblea; y por todos los términos en que las reformas de la antigua Constitución de los Estados Unidos Mexicanos se han hecho, se viene en conocimiento de que todas las ideas fundamentales aportadas por usted, como el fruto de su personal, amplia y madura experiencia, inclusive las que informaron los proyectos y leyes de Veracruz, sobre la cuestión agraria y obrera, han sido completamente aceptados por la representación nacional. Si en algunos puntos se ha ido un poco más allá de lo que vuestra sabiduría había indicado como un término medio, justo y prudente de las encontradas tendencias nacionales, el calor de la juventud, que ha seguido la gloriosa bandera enarbolada por usted en Guadalupe, su entusiasmo revolucionario después de la lucha, y su natural afán de romper los viejos moldes sociales, reaccionando así contra inveterados vicios del pasado, explican suficientemente los verdaderos motivos habidos en el seno de esta asamblea, para apartarse en algo de la senda serena y perfectamente justificada que usted nos había trazado, no obstante que por otra parte, en la gran mayoría de los señores diputados al Constituyente de Querétaro, hay y ha habido siempre el

sentimiento de su comunidad de ideas y aspiraciones en favor del pueblo mexicano, ideas y aspiraciones de que usted es justamente la más alta personificación, como Jefe supremo de la revolución constitucionalista. Pero, si hemos cometido algún error en la ejecución de esa obra grandiosa, a que con tanto empeño y cariño nos hemos consagrado todos los miembros de este Congreso Constituyente, o si en algo hubo exceso y defecto de que pueda hacérsenos responsables de pronto por los intereses lastimados o por las opiniones reinantes contradichas, la historia, siempre justiciera, nos absolverá de todo cargo, en vista de la nobleza de nuestras miras en favor de los desvalidos y de la sinceridad de nuestras convicciones sobre los grandes problemas sociales, pues en todo nos ha guiado la idea de hacer grande y feliz a la República mexicana. En nombre, pues, de este Congreso Constituyente que será ilustre en la historia mexicana, me cabe el honor de poner en vuestras manos la nueva ley suprema de esta tierra, dando a usted la seguridad de que todos nosotros de hoy en más, dondequiera que nos encontremos y cualesquiera que sean las circunstancias, seremos sus más celosos defensores, estando dispuestos a cumplirla y respetarla como el emblema sagrado a cuyas sombras gozará mañana de libertad, de paz y bienestar el pueblo mexicano. El C. Carranza: C. Presidente del honorable Congreso Constituyente: Ciudadanos diputados: Hace precisamente dos meses expresé a esta honorable asamblea la honda satisfacción que experimenté al venir a entregarle el proyecto de reformas a la Constitución de 1857, cumpliendo así con uno de los deberes que la revolución que he tenido la honra de dirigir, se impuso en favor del pueblo mexicano. Entonces me cabía, señores diputados, la duda de que hubiera yo interpretado debidamente, a pesar de mi buena voluntad y de mis grandes anhelos por la felicidad de este pueblo, las necesidades de la nación, ideando, para satisfacerlas, instituciones que correspondieran a sus antecedentes y al momento histórico por que atravesamos, ya que aquéllas, para ser útiles, deben ser el trasunto fiel de su carácter y estar en concordancia con sus legítimas aspiraciones; pero al encontrar hoy que este ilustre Congreso, que sin duda alguna será de los más

notables y de los más fecundos que registra la historia mexicana, después de hondas meditaciones y de análisis escrupulosos, ha encontrado aceptables las reformas políticas y sociales delineadas a grandes rasgos en mi mensaje de 1º de diciembre último, y formuladas en términos concretos en el proyecto antes mencionado, no puedo menos que sentirme grandemente satisfecho no sólo porque mi experiencia y la observación de los hechos me hayan orientado debidamente en el sentido de las públicas conveniencias, sino también porque veo que la nación, por medio de sus legítimos representantes, ha apreciado en el mismo sentido y con legítimas tendencias, cuáles son las medidas a que fundamentalmente debe recurrirse para reorganizar nuevamente la nación y encarrilarla por la senda de la justicia y del derecho, como único medio de cimentar la paz y las libertades públicas. Las reformas que esta honorable asamblea realizó hoy en las instituciones políticas del pueblo mexicano, expresadas por un sentimiento de alto patriotismo y de profundo conocimiento de las necesidades que durante un largo periodo de tiempo han afligido a la nación, nos permitirán hacer en lo futuro un ensayo sincero, honrado y decidido por la implantación en nuestros usos y costumbres de las instituciones libres, a la sombra de las que podremos todos gozar de una libertad amplia mediante la ley, para poder convivir en provechosa armonía, en busca del desarrollo de nuestras facultades, y el fomento y aprovisionamiento de todas las riquezas que tiene nuestro suelo privilegiado. Sean cuales fueran los defectos que por deficiencia o exceso pueda tener la obra a que dais cima en estos momentos, hay en ella una prenda que asegurará para lo futuro su estabilidad, ya que siendo la expresión genuina de necesidades seculares y correspondiendo a los deseos ingentes de la nación, no se verán en lo sucesivo como un sueño de difícil e imposible realización, sino algo que es fácil de entrar en los usos y costumbres nacionales, para formar el espíritu público y el concepto grandioso de la patria, por la práctica de las instituciones democráticas, que, nivelando a todos los hijos de este país, los estreche en vínculo indisoluble con el sentimiento de solidaridad en los medios de acción y en el esfuerzo de buscar la felicidad común. Ahora sólo nos queda la obligación de ir a la práctica de la ley suprema que acabáis de sancionar, llevándola en nuestras manos como la enseña que nos hará grandes, justos y respetados entre los demás pueblos de la tierra, que nos traerá la paz y la prosperidad, y que

acabando con todas nuestras rencillas, con todos nuestros odios intestinos, nos llevará a vivir la vida tranquila de los pueblos libres, por el respeto a la libertad y al derecho de cada uno. Señores diputados: Al recibir de este honorable Congreso el sagrado tesoro que me acabáis de entregar, sumiso y respetuoso le presto mi completa aquiescencia y al efecto de la manera más solemne y ante la faz entera de la nación, protesto solemnemente cumplirla y hacerla cumplir, dando así la muestra más grande de respeto a la voluntad soberana del pueblo mexicano, a quien tan dignamente representáis en estos momentos. El C. secretario: Va a ser la protesta solemne del C. Primer Jefe y se suplica a todas las personas que ocupan las galerías se sirvan ponerse de pie. El C. Carranza: Protesto guardar y hacer guardar la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, expedida hoy, que reforma la de 5 de febrero de 1857. Si no lo hiciere así, la nación me lo demande. El C. presidente: Tiene la palabra el C. diputado Medina. El C. Medina: C. presidente del Congreso Constituyente: C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la Unión; ciudadanos diputados: Una vibrante y viril caricia que ha pasado por el alma nacional, evoca en estos momentos todo un pasado y presente ante los ojos llenos de admiración en contemplaciones extáticas, todo un porvenir brillante… La Constitución política que se acaba de protestar solemnemente en estos momentos, seguramente que va a demostrar al pueblo mexicano que no fueron una mentira las palabras que se grabaron en el glorioso PLAN DE GUADALUPE; que no fueron una mentira las palabras que el Primer Jefe lanzaba a los cuatro vientos de la nación, ya que el pueblo mexicano podía tener confianza en sus supremos destinos, porque ya venía laborándose poco a poco la obra a que hoy se ha dado término y, que por lo tanto, ya podía otra vez recobrar la confianza y lanzarse y seguir hacia la conquista del lugar que indudablemente le tiene reservado el destino. Unos cuantos apasionados, aquellos que hacen las politiquerías, los círculos de amigos, la habían cubierto con oropeles mentirosos y

efímeras apariencias, pero en el fondo, la patria mexicana estaba enferma, llena de desconfianza, adolorida, llena de escepticismo; entonces yo he recogido la patria otra vez, la he podido confeccionar según todos los ideales y según todas las aspiraciones de un pueblo. En un momento supremo, acaso de la adivinación del porvenir, he podido escuchar el hondo palpitar de todos y cada uno de los corazones de los mexicanos y he podido confeccionar una nueva obra, una nueva patria, que yo os exhibo en estos momentos, levantándose de las agitaciones revolucionarias, como se levantaba la inmaculada Venus de Médicis en su blancura seráfica, en su desnudez pura. Así os presento una nueva patria. ¡Adoradla! Nosotros que hemos comprendido acaso hasta un poco más lejos, porque indudablemente nuestro patriotismo nos ha inspirado hasta dónde debe llegar la obra, seguramente que debemos afirmar, debemos creer, que todavía los cañones mexicanos podrán lanzar al aire sus hurras de victoria, la guerra y la gloria para el pueblo, porque acaso tengamos todavía que defender esta Constitución; y si tuviéramos que atravesar otra vez por el doloroso camino, como lo hizo la Constitución de 57, yo os exhorto, señores, a que vosotros hagáis la obra que podáis hacer, puesto que ya habéis protestado hacerla respetar. Yo os exhorto a repartir, como he dicho, la semilla de la Revolución hecha ley, y a hacer que todos y cada uno de nuestros conciudadanos la sienta, la viva, la comprenda y la respete. He dicho. (El C. Primer Jefe abandona el salón.) El C. secretario Lizardi: La presidencia suplica a los ciudadanos diputados permanezcan en sus asientos. El acta de la presente sesión dice así: (Leyó). Está a discusión. ¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica, ¿se aprueba? (Voces: ¡Sí! Aprobada.) El C. presidente: Hoy, 31 de enero de 1917, clausura el honorable Congreso Constituyente su periodo único de sesiones. (Aplausos ruidosos y gritos de ¡Viva la Revolución! ¡Viva Carranza! ¡Viva el Congreso Constituyente!)

El 5 de febrero de 1917, el día en que el último soldado norteamericano abandonaba las tierras de Chihuahua

evacuándolas precisamente por el punto por donde habían penetrado un año antes a nuestro suelo, se promulgó la Carta Carrancista de Querétaro, contra la cual continuarían luchando enconadamente los ex revolucionarios como Villa y Ángeles y los mismos reaccionarios nacionales o extranjeros que derrocaron a Madero, determinaron la insubordinación de Arango y concertaron el asesinato de Carranza. El Plan de Guadalupe, en lo político, lo militar y lo social se había cumplido en todas sus partes, promulgado en Ley Suprema, como una promesa de paz y prosperidad para la República. El Plan de Guadalupe cristalizó en la Constitución de Querétaro. Carranza, con la Carta Magna legó a nuestra patria — como dijo el mismo D. Venustiano— un Ejército, una Hacienda y un Prestigio Internacional. Nosotros afirmamos que Carranza, al cumplir sin enmiendas el Plan de Guadalupe, le escrituró a México la Paz Institucional fundada en la Justicia y la Democracia Sociales, en cuya práctica vislumbramos el establecimiento de la grandeza patria.[*28]

Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, p. 305, Tipografía Artística, México, 1920. [*]

[**] Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, p. 163, Editorial Artística, Madrid, 1920.

Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, pp. 167-168. Editorial Artística, Madrid, 1920. [***]

Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, p. 167, Tipografía Artística, Madrid, 1920. [*4]

Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, p. 168, Tipografía Artística, Madrid, 1920. [*5]

Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, p. 159, Tipografía Artística, Madrid, 1920. [*6]

[*7] Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, pp. 159-160, Tipografía Artística, Madrid, 1920.

Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, p. 161, Editorial Artística, Madrid, 1920. [*8]

[*9] La anterior excitativa fue formulada por mí y firmada por los señores diputados doctor Luis G. Unda, Alfredo Álvarez, Carlos Ezquerro y Serapio Aguirre, quienes la aprobaron en todas sus partes. A efecto de darle mayor fuerza, se agregaron a dicho documento los nombres de los señores Eduardo Hay, Manuel Pérez Romero, Francisco Escudero y R. González Garza, quienes enviaron para ello su autorización telegráfica. En consecuencia, dicha excitativa apareció publicada y suscrita por los siguientes Diputados: Isidro Fabela, Diputado por el noveno distrito del Estado de México; Francisco Escudero, Diputado por el primer distrito de Jalisco; Alfredo Álvarez, Diputado por el décimo tercero distrito de Puebla; Eduardo Hay, Diputado por el cuarto distrito del Distrito Federal; Carlos M. Ezquerro, Diputado por el tercer distrito de Sinaloa; Roque González Garza, Diputado por el primer distrito de Coahuila; Luis G. Unda, Diputado por el noveno distrito de Puebla; Manuel Pérez Romero, Diputado por el segundo distrito de Querétaro; Serapio Aguirre, Diputado por el primer distrito de Coahuila. Debo declarar al propio tiempo que los diputados Renovadores, con la viril actitud que posteriormente desarrollaron en la Cámara contra el dictador Huerta, provocaron la disolución del Congreso, desapareciendo así la aparente legalidad que para los mal informados tuviera aquel Gobierno usurpador.

Juan Barragán Rodríguez, Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista, t. I, pp. 215-219, Talleres Tipográficos de la Editorial Stylo, México, 1945. [*11] Este Decreto se publicó en el núm. 5 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 9 de enero de 1915. [*10]

[*12] Este Decreto se publicó en el núm. 3 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 26 de diciembre de 1914.

Este Decreto se publicó en el núm. 4 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 2 de enero de 1915. [*13]

[*14]

Este Decreto se publicó en el núm. 5 de El Constitucionalista, en la

H. Veracruz, Ver., el 9 de enero de 1915. [*15] Este Decreto se publicó en el núm. 7 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 5 de febrero de 1915.

Este Decreto se publicó en el núm. 7 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 5 de febrero de 1915. [*17] Este Decreto se publicó en el núm. 8 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 12 de febrero de 1915. [*16]

[*18] Esta Circular se publicó en el núm. 8 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 12 de febrero de 1915.

Este Decreto se publicó en el núm. 14 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 16 de marzo de 1915. [*19]

[*20] Esta disposición se publicó en el número 16 Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 26 de marzo de 1915.

de El

Este decreto fue publicado en el número 26 Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 27 de abril de 1915.

de El

[*21]

[*22] Este Decreto se publicó en el núm. 38 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 11 de junio de 1915.

Este Decreto se publicó en el núm. 41 de El Constitucionalista, en la H. Veracruz, Ver., el 25 de junio de 1915. [*23]

[*24] Juan Barragán Rodríguez, Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista, t. II, pp. 531-534, Talleres de la Editorial Stylo, México, 1946. [*25] Francisco Bulnes, Toda la verdad acerca de la revolución mexicana, Editorial Los Insurgentes, S. A. México, 1960. La primera edición de esta obra se publicó en inglés, en Nueva York, en 1916. [*26] Memoria de la Secretaría de Gobernación, Lic. Jesús Acuña, pp. 422-427, México, 1933.

Memoria de la Secretaría de Gobernación, Lic. Jesús Acuña, pp. 427-431, México, 1933. [*27]

[*28] Al señor don Jesús González M. le presento mis agradecimientos por la estimable colaboración que me prestó en esta obra.

NOTAS

"En la noche terminaba el armisticio sin que ninguno de los delegados del Gobierno, que parecían querer ganar tiempo, hubiera hecho proposiciones concretas por donde se pudiera colegir que el general Díaz en realidad anhelaba la paz. Al fin, al medio día, los señores Braniff, Hernández y Esquivel solicitaron una entrevista con los jefes civiles y militares de la revolución, y el señor Madero accedió a que dicha entrevista se verificara esa misma tarde. "Jamás olvidaré aquella memorable reunión, que se verificó en el cuarto principal y casi único de la casita de adobes, y a la que asistí invitado por el propio señor Madero. "Estaban allí los delegados del Gobierno, Óscar Braniff, Rafael Hernández y Toribio Esquivel Obregón; don Francisco Madero, el doctor Fernández de Lara, Pascual Orozco, José de la Luz Blanco, Juan Sánchez Azcona, Alfonso Madero, Federico González Garza, José Vasconcelos, los gobernadores provisionales de Chihuahua, Sinaloa, Coahuila, Yucatán y Zacatecas, y el taquígrafo del Jefe de la Revolución, Elías. "Madero, con traje y botas de campaña, iba y venía de un lado a otro, y frecuentemente salía de la casita para dictar órdenes. "Habló primero Braniff y se extendió sobre el peligro de la intervención americana, la que indudablemente sobrevendría si los revolucionarios atacaban a Ciudad Juárez, pues las balas lloverían también sobre El Paso, causando perjuicios inevitables a los ciudadanos del otro lado del río. "Madero, alzando un pie sobre una silla y apoyándose en el respaldo de la misma, le interrumpió con vehemencia: '¿La intervención? ¡También combatiremos a los invasores! ¿Por ventura ha de permanecer el pueblo mexicano esclavizado por déspotas hijos de su propio suelo, sólo por temor de que vengan tiranos extranjeros a arrebatarle una libertad de que no disfruta y una irrisoria soberanía? Si los Estados Unidos intervienen, ustedes y no nosotros serán los culpables y los que habrán acarreado un mal tan grande a la República, pues nosotros únicamente buscamos nuestra libertad en tanto que ustedes se aferran en mantener al pueblo en la esclavitud!' "Esquivel Obregón pronunció un larguísimo discurso, y dijo en suma lo mismo que su compañero. Recordó que él había concurrido a la Convención Antirreeleccionista y que, por lo tanto, podía considerarse, no [1]

como un enviado del general Díaz, sino como un agregado voluntario a la noble misión de Braniff, quien suplía todos los gastos de la misma. "Impugnaron sus argumentos José María Pino Suárez, José Vasconcelos y Federico González Garza. "Entonces Rafael Hernández, viendo que iban a fracasar las negociaciones, habló atropelladamente y con extraordinaria vehemencia, echándose hacia atrás, con su nerviosa mano, sus grandes y negros cabellos: 'Pues, ¿qué queréis, señores revolucionarios? ¿No estáis acaso satisfechos? ¿Queréis más sangre aún? ¿No os basta la que ya se ha derramado? ¿No es suficiente para vuestro orgullo ver a un gobierno ilustre y fuerte tratando con rebeldes que aún no están en posesión de una sola ciudad importante en la República?' "El gesto y las palabras de Rafael Hernández hicieron más impresión que el discurso largo y soporífero de Esquivel Obregón, y las negociaciones se reanudaron. "Alguien habló de la renuncia de los señores Díaz y Corral y de un gobierno mixto en que la revolución estaría representada por cuatro Ministros y catorce Gobernadores, y de improviso un hombre como de sesenta años, que yo no conocía y en quien apenas me había fijado, pues desde el principio de la reunión se había situado en un ángulo del local que la luz de la lámpara no alcanzaba a iluminar, irguió su elevada talla mostrando su rostro de enérgicas líneas ornado por una barba luenga y entrecana. "'—Nosotros, los verdaderos exponentes de la voluntad del pueblo mexicano —exclamó aquel hombre con voz poderosa— no podemos aceptar las renuncias de los señores Díaz y Corral, porque implícitamente reconoceríamos la legitimidad de su gobierno, falseando así la base del Plan de San Luis Potosí. La revolución es de principios, la revolución no es personalista, y si sigue al señor Madero es porque él enarbola la enseña de nuestros derechos, y si mañana, por desgracia, este lábaro santo cayera de sus manos, otras cien manos robustas se apresurarían a recogerlo. Así nosotros no queremos ni Ministros ni Gobernadores, sino que se cumpla la soberana voluntad de la nación. Revolución que transa es revolución perdida. Las grandes reformas sociales sólo se llevan a cabo por medio de las victorias decisivas. Si nosotros no aprovechamos la oportunidad de entrar en México al frente de cien mil hombres, y pretendemos encauzar la revolución por la senda de una ficticia legalidad, pronto perderemos nuestro prestigio y reaccionarán los amigos de la Dictadura. Las revoluciones para triunfar de un modo definitivo necesitan ser implacables. ¿Qué ganaremos con la retirada de los señores Díaz y Corral? Quedarán

sus amigos en el Poder, quedará el sistema corrompido que hoy combatimos; el interinato será una prolongación viciosa, anémica y estéril de la Dictadura; al lado de esa rama podrida, el elemento sano de la revolución se contaminará; sobrevendrán días de luto y de miseria para la República y el pueblo nos maldecirá, porque, por un humanitarismo enfermizo, por ahorrar unas cuantas gotas de sangre culpable, habremos malogrado el fruto de tantos esfuerzos y de tantos sacrificios. Lo repito: la revolución que transa, se suicida.' "¡Palabras proféticas que resonarán siempre en mis oídos, y que amargamente recordaría don Francisco I. Madero en los días luctuosos de los combates de la Ciudadela! "Las palabras de don Venustiano Carranza, noble y gran figura de la revolución de 1910, añoso y robusto roble de la libertad en cuyo tronco se melló más tarde el hacha del traidor, encontraron eco simpático en el corazón de los rebeldes; pero ya los ánimos estaban inclinados en el sentido de la conciliación, y se convino en prolongar por tres días más el armisticio, mientras llegaba un representante del Gobierno, facultado plenamente para firmar la paz. "La reunión terminó cerca de las diez de la noche, y antes de retirarme a descansar, recorrí con algunos amigos una sección del campamento revolucionario, donde estaban Pancho Villa y Raúl Madero con su gente." Rogelio Fernández Güell, Episodios de la Revolución Mexicana, pp. 69-71, Imprenta Trejos Hnos., San José, C. R. 1914. CONVENIO DE PAZ DE CIUDAD JUÁREZ: "En Ciudad Juárez, a los veintiún días del mes de mayo de mil novecientos once, reunidos en el edificio de la Aduana Fronteriza los señores licenciado don Francisco S. Carbajal, representante del Gobierno del señor general don Porfirio Díaz; don Fancisco Vázquez Gómez, don Francisco Madero y licenciado don José María Pino Suárez, como representantes los tres últimos de la Revolución, para tratar sobre el modo de hacer cesar las hostilidades en todo el territorio nacional y considerando: "Primero. Que el señor general Porfirio Díaz ha manifestado su resolución de renunciar la Presidencia de la República, antes de que termine el mes en curso; "Segundo. Que se tienen noticias fidedignas de que el señor Ramón Corral renunciará igualmente la Vicepresidencia de la República dentro del mismo plazo; "Tercero. Que por ministerio de la ley, el señor licenciado don Francisco León de la Barra, actual secretario de Relaciones Exteriores del Gobierno [2]

del señor general Díaz, se encargará interinamente del Poder Ejecutivo de la Nación y convocará a elecciones generales dentro de los términos de la Constitución; "Cuarto. Que el nuevo Gobierno estudiará las condiciones de la opinión pública en la actualidad, para satisfacerlas en cada Estado dentro del orden constitucional y acordará lo conducente a las indemnizaciones de los perjuicios causados directamente por la revolución. "Las dos partes representantes en esta conferencia, por las anteriores consideraciones han acordado formalizar el presente convenio: "Único. Desde hoy cesarán en todo el territorio de la República las hostilidades que han existido entre las fuerzas del Gobierno del general Díaz y las de la Revolución; debiendo éstas ser licenciadas a medida que en cada Estado se vayan dando los pasos necesarios para restablecer y garantizar la paz y el orden públicos. "Transitorio. Se procederá desde luego a la reconstrucción o reparación de las vías telegráficas y ferrocarrileras que hoy se encuentran interrumpidas. "El presente convenio se firma por duplicado. Francisco S. Carbajal. Francisco Madero (Sr.), Francisco Vázquez Gómez, José María Pino Suárez (rúbricas)." El espíritu de "lealtad" de los jefes y oficiales del ejército porfirista había quedado evidenciado en las sublevaciones contra los presidentes Juárez, Lerdo y Madero. Por lo que se refiere concretamente a Victoriano Huerta, he aquí una opinión de calidad: "Entre los muchos errores de Madero estuvo el de pretender conservar al Lic. Limantour dentro del gobierno maderista, a cambio de que hiciera presión sobre el general Díaz a fin de que renunciara su alto cargo de Primer Magistrado de la Nación. Al general Félix Díaz, sobrino del ex presidente Díaz, de quien desconocía su altivo carácter y sus firmísimas convicciones, le ofreció, por conducto del señor Antenor Sala, el gobierno del Distrito Norte de la Baja California. Al jefe del Partido Científico, licenciado Rosendo Pineda, lo invitó a colaborar en su gobierno. "Quiso también aprovechar todos los malos elementos que por distintas causas habían sido postergados por la administración del general Díaz; rehabilitó en el escalafón del Ejército Federal al ex general José Delgado, quien, por graves inculpaciones, había sido dado de baja. Aprovechó los servicios del antiguo policía Antonio Villavicencio, que desde los tiempos en que el general Félix Díaz fuera Inspector General de Policía, había sido separado del cuerpo policial. Y lo que es más inconcebible, utilizó los [3]

servicios del general Victoriano Huerta, fiado únicamente por la suposición de que habiendo sido relegado por el gobierno porfirista, podía ser un sincero adicto a su gobierno. Pero lo que ignoraba Madero era el motivo bien fundado del general Díaz para tenerlo alejado de puestos importantes. En efecto, cuando el general Bernardo Reyes ocupaba el cargo de Ministro de la Guerra, el general Huerta, protegido incondicional de Reyes, en su desmedida ambición, llegó cierto día a proponerle se diera un cuartelazo contra el Presidente Díaz. El general Reyes que siempre supo ser un soldado leal y gran amigo del general Díaz hasta el sacrificio, rechazó con energía e indignación tan monstruosa proposición. Esta perversa actitud de Huerta llegó a conocimiento del Presidente, quien con espíritu de elevada grandeza despreció tan desvergonzada osadía, no haciendo a su agresor los honores de la venganza, sin dejar de ejercer sobre Huerta una eficaz vigilancia. Y este grave incidente lo ignoraba Madero o fingía ignorarlo, o inconscientemente creía que a él le sería fiel, a pesar de que, en cierta ocasión, Madero escribió una carta al Presidente provisional licenciado De la Barra en la que entre otras cosas le decía: '… usted ha visto el modo tan indigno como me trató en Cuernavaca el general Huerta, pues a pesar de que tenía instrucciones de usted de obrar de acuerdo conmigo, no sólo no lo hizo, sino que se burló de mí…' "Fue un gravísimo error de Madero el haber aceptado los servicios del general Huerta. Éste nunca fue leal a nadie, era un hombre excesivamente ambicioso y perverso. Cuando el general Reyes, siendo gobernador del Estado de Nuevo León, quiso favorecerlo, y le dio la concesión de pavimentar las calles de Monterrey, Huerta no sólo faltó a su compromiso, sino dispuso de todos los instrumentos de trabajo que el gobernador Reyes había puesto en sus manos. La Historia de Huerta estuvo siempre llena de capítulos tenebrosos." Luis Liceaga, Félix Díaz, pp. 55 a 56 y 212, Editorial Jus, S. A., México, 1958. Los actos de "heroísmo del ejército porfirista" estaban patentes en los asesinatos cometidos en Veracruz en 1879, para cumplir con la orden del dictador Díaz al general Luis Mier y Terán: "Mátalos en caliente"; con la matanza de totonacas en Papantla, ocurrida en 1890; con la destrucción de los indios yaquis y mayas; con los ametrallamientos de obreros en Río Blanco y Cananea; con el sangriento recuerdo de Tomóchic… [4]

VENUSTIANO CARRANZA AL PUEBLO DE COAHUILA Coahuilenses: Obedeciendo, como siempre, fiel a mis principios y a mis convicciones, [5]

a la voluntad del pueblo de Coahuila, cada vez que por él sea llamado a prestar mi humilde contingente al servicio del Estado y de la Patria, acabo de presentar al Congreso del Estado mi renuncia, y obtener mi retiro como Gobernador interino, en virtud de la postulación que a mi favor hacen diversos clubes políticos para el mismo alto encargo, por el tiempo que falta del ejercicio constitucional en curso y que vence el 15 de diciembre de 1913, según la convocatoria expedida el 8 del mes próximo pasado por el H. Congreso del Estado. Al tomar esta determinación de separarme del Gobierno, me anima el más firme propósito de cumplir la noble promesa de la Revolución, de llevar desde luego a la práctica la efectividad del sufragio, apartando la más remota idea de la presión o influencia oficial en la próxima lucha electoral y si bien no lo ordenan ni lo prescriben así la Constitución Federal, la Local del Estado, el Plan de San Luis Potosí, ni los Tratados de Paz celebrados en mayo último en Ciudad Juárez, cumplo un deber de conciencia y satisfago mi convicción personal haciendo por que el voto de mis partidarios, lo mismo que el de los antagonistas a mi candidatura, sea emitido con toda la espontaneidad y libre acción a que todos los ciudadanos tienen derecho. Durante el corto lapso de dos meses que estuve al frente de la administración del Estado, procuré principalmente dedicar todo mi tiempo y toda mi atención a restablecer la tranquilidad pública y el orden constitucional alterado por los últimos acontecimientos de la Revolución, y al mismo tiempo a mejorar, en cuanto me fue posible, la condición económica de la sociedad y del comercio en general, suprimiendo totalmente, o reduciendo en otros casos, los impuestos más onerosos, o injustos y antieconómicos a primera vista, ya librando a los empleados, así públicos como particulares, de un impuesto anómalo y positivamente personal, o bien otros asignados a los propietarios, comerciantes y consumidores, sobre introducción, libre tránsito de mercancías y de mero consumo, que constituían verdaderas alcabalas. Lamento profundamente no haber dispuesto del tiempo indispensable para hacer una verdadera y trascendente reforma al sistema rentístico, que exige imperativamente una atención especial y un prolongado estudio, para encontrar la fórmula más propia, eficaz y salvadora, que lleve al exacto cumplimiento y triunfo del principio constitucional que ordena la proporcionalidad y equitativa distribución del impuesto. Tampoco escapó a mi observación el malestar continuo que origina la falta de acuerdo entre operarios y braceros en general, frente a las Compañías mineras, industriales y demás centros de trabajo; pero por la

razón antes apuntada de carecer de tiempo preciso, me fue imposible realizar en unos cuantos días los propósitos que me animaran a conciliar los intereses entre las Empresas y los peones y jornaleros, corrigiendo el impropio e irregular sistema de pago de salarios, que por no ser en numerario efectivo y diario, o de tan corta periodicidad como fuera de desearse, ocasiona general descontento a la gente trabajadora y causa grandes y frecuentes dificultades, que redundan en perjuicio del público no menos que del Erario. Igualmente es motivo de diversos males el exclusivismo y monopolio del comercio que hacen los concesionarios de las Compañías mineras de carbón y de metales, en general, en el limitado asiento de sus negociaciones, prohibiendo el libre ejercicio del comercio, con grave carga de los habitantes de esos lugares, y especialmente de los operarios. Por último, es urgente también la reglamentación del trabajo e iniciación de leyes y gestiones conducentes ante la Federación, que concedan indemnización a los obreros víctimas de accidentes, y la necesidad de conseguir el medio de que adquieran en propiedad las habitaciones que ocupan, para darles asiento y fija residencia, ya sea expropiando a los dueños de los terrenos de la porción indispensable para el objeto expresado, o concertándolo de algún modo al celebrarse los contratos de explotación entre las Compañías y los propietarios del suelo. La Administración de Justicia requiere, a su vez, ser impulsada hacia su perfeccionamiento, remunerando debidamente a los servidores de tan importante ramo, a fin de estar en aptitud de exigirles el más pronto despacho y exacto cumplimiento de su elevada misión, y la responsabilidad oficial que prescriben las leyes, como sanción de sus actos, con lo cual quedarán garantizados los intereses de la sociedad y se obtendrá que la Justicia se imparta equitativamente y con verdadera imparcialidad. Asimismo, en el orden político administrativo es ya una verdadera necesidad suprimir de una vez para siempre la creación de Jefaturas Políticas en los distritos, y conceder a los Municipios toda la independencia y libre función que hace tanto tiempo les ha sido arrebatada, absorbiendo y centralizando en el Ejecutivo todo su poder y sus propias facultades constitucionales, así como en el orden administrativo la práctica que se ha seguido de substraer para el Estado los impuestos que corresponden exclusivamente a los Municipios. En las circunstancias actuales, en que el triunfo de la Revolución ha traído a los ciudadanos el más amplio ejercicio de todas las libertades, por tanto tiempo ansiadas, los hombres de todas las opiniones y de todas las creencias se lanzan con verdadera pasión al ejercicio de sus derechos,

formando diversos Partidos; y es de notarse el natural afán de los directores y candidatos a ofrecer varios Planes y Plataformas de gobierno, a que prometen ajustar los actos de su futura administración, ofreciendo al pueblo, por diversos medios, su regeneración y engrandecimiento, fijando bases más o menos liberales, que traerán un futuro bienestar; y parecería una necedad ofrecer también de mi parte, a mis favorecedores, el programa a que deba ceñir mis actos, en el caso de ser designado por la mayoría para ocupar la Primera Magistratura del Estado; pero yo estimo, como siempre he opinado, que sólo existe un solo Plan que adoptar; y seguir una sola línea de conducta, bien definida, recta y segura, y un solo camino que conduce al fin, que es: El cumplimiento exacto del deber y el más fiel respeto a la Ley. El programa de gobierno está ya trazado y escrito con sangre en nuestras leyes, y vive en el corazón anhelante de todos los mexicanos, que sólo ansían que sus mandatarios normen sus actos con total apego a la Ley. Lo que hace falta es elegir y llevar a los puestos públicos a los hombres que garanticen el más estricto cumplimiento de nuestras leyes, que son sabias y justas, y que sólo el despotismo de los Gobiernos, la ambición de los usurpadores y el egoísmo de las llamadas clases superiores y privilegiadas, habían escarnecido y postergado. Nuestro Pacto constitucional y todas nuestras leyes fundamentales encierran y fijan el más completo y perfecto programa de gobierno de los pueblos más avanzados, y sólo su efectividad e invariable aplicación ha sido el único y eterno anhelo y el ansia, no satisfecha aún, de nuestro pueblo, que aspira a su grandeza y a ser feliz, que tiene derecho a serlo, y que lucha y sabrá conquistar este desideratum de progreso, cooperando a ese solo fin, a esa su única y legítima aspiración. Para ello debemos todos procurar nuestra unión, la unión de los coahuilenses, y elegir con la más amplia voluntad de sufragio y con el más libre albedrío, al ciudadano que con decidido empeño, sin odios ni complacencias, sin ambiciones ni complicidades, sin debilidades ni temores, sin alianzas; en fin, sin compromisos con nada ni con nadie, sólo en sí, por propia aspiración e individual patriotismo, leal a la sagrada encomienda, fiel al alto deber y recto y tenaz en el obrar, sepa llevar a la práctica esos bellos ideales de democracia y concordia, de justicia y de paz, de amor y de bien. Hoy que la Revolución ha triunfado de la dictadura, es el momento oportuno en que los buenos mexicanos, los patriotas sinceros de Coahuila, nos congreguemos, y unidos en una sola voluntad y en un solo impulso, digamos la verdad al pueblo, hacia dónde debemos guiarlo. Y la verdad es que hemos reconquistado nuestros derechos y nuestra libertad, antes perdida. La verdad es que ahora tenemos libertad de pensamiento y de

imprenta, libertad de reunión y de palabra, libertad política y de sufragio. Después de esta conquista, sólo nos resta ilustrar al pueblo, enseñarlo con dedicación, con interés y con amor, a hacer con cordura el uso legal de sus libertades, y dirigirlo hasta hacerle comprender el problema público y adivinar su solución, con lo cual lograremos uniformar la opinión pública, porque la verdad en todos los países, en todos los tiempos y lugares, y encima de todas las pasiones, de todas las intrigas, de todas las bajezas, no es más que una: El respeto a la Ley y a las Instituciones, que es decir, la consolidación de la República y la unificación de la Patria, la solidificación de los principios de libertad y de justicia, que nos llevará hacia el progreso, que nos guiará hacia el bien, y nos conducirá hacia el bienestar y la felicidad de la Patria. Conciudadanos: Yo sólo os ofrezco que así sea al frente de la Primera Magistratura del Estado, en el caso de ser favorecido por vuestro voto, o como simple ciudadano, consagraré todos mis esfuerzos y todas mis energías a la completa restauración y definitiva conservación de nuestros derechos. Que defenderé a todo trance la soberanía de nuestro Estado y la dignidad de los coahuilenses, que no ha mucho hemos visto ultrajadas. Que combatiré sin tregua ni descanso los obstáculos que se opongan a la efectividad de los principios conquistados con tanto sacrificio por la Revolución, que inspiró a los autores de aquella magna obra de redención y progreso; y firme, recto y leal, tendré por única norma la fiel observancia de nuestra Constitución y el más sagrado respeto a la Ley. México, 1º de agosto de 1911. [6]

Fue proclamado Gobernador Constitucional el 7 de octubre de 1911.

[7] [Telegrama número 7] Saltillo, 18 de febrero de 1912. D. 10.10 p.m. D. Francisco I. Madero, Presidente de la República. Chapultepec. El coronel Zurita lleva, además de su fuerza, compuesta de cien hombres de infantería, 60 soldados de la Fuerza de Seguridad del Estado. Sé que son muy cortas las partidas de rebeldes por la vía que lleva; pues hasta Hacienda de Hornos no había encontrado obstáculo. Después del paso del tren militar por Viesca, entró a dicha población una partida de 40 rebeldes, que desalojó Roberto Rivas, Jefe de Seguridad de Parras, y la persiguió una legua fuera. El tren militar del general Téllez continuará, a su llegada a ésta, la ruta que usted ha ordenado al expresado jefe. Ya está ordenado lo conveniente para que no tenga obstáculo en su camino. Respecto a que las fuerzas del Estado queden al mando del general

Treviño, siento manifestar a usted que no me es posible declinar el mando de ellas en el expresado general, ni ningún otro jefe; pues el Congreso, a solicitud mía, me ha autorizado para ponerme al frente de las expresadas fuerzas cuando fuere preciso para conservar el orden en el Estado. Por lo cual, si la situación por que éste atraviesa se hiciera más crítica, tendría yo que asumir personalmente el mando de las dichas fuerzas. Espero, por esto que he manifestado a usted, que en lo sucesivo ordene al jefe de las fuerzas federales que operan en este Estado, que se ponga de acuerdo conmigo para los movimientos combinados de ambas fuerzas, para hacer con éxito la campaña contra los rebeldes y para que podamos restablecer más pronto el orden en el Estado. V. Carranza. Correspondencia particular del Gobernador de Coahuila. Saltillo, 23 de febrero de 1912. Sr. D. Francisco I. Madero, Presidente de la República. México, D. F. Muy apreciable amigo: Me refiero a su grata fecha 20 del corriente. Interpretó usted mal mi mensaje a que se refiere en su ya citada, pues no dije yo a usted que se pusieran bajo mi mando las fuerzas federales, sino que estando autorizado, por el Congreso del Estado, para ponerme en caso necesario al frente de las fuerzas de él, no me era posible declinar el mando en el Jefe de la 3ª Zona Militar, ni en ningún otro jefe federal, y que sería conveniente que el jefe de la fuerza federal y yo camináramos de acuerdo para las operaciones contra los sublevados en este Estado. Esto último no lo creo imposible, y aun lo creo conveniente, para lo cual bastaría que se cambiara a esta población el Jefe de la 3ª Zona Militar, pues es muy indispensable proteger a los pueblos del Estado que lo necesitan, con las fuerzas del Estado, o combinadas con los federales; lo que no podría hacerse dependiendo esas fuerzas de un jefe extraño al Gobierno que desempeño. Precisamente la intervención casual del general Treviño, indicando una disposición militar a Alberto Guajardo, por informaciones que de los enemigos de éste recibiera, hizo que se retardara el auxilio a Parras y Viesca, debido a que Guajardo, acatando lo indicado por el general Treviño, dispersara sus fuerzas sin saberlo yo, y cuando lo llamé para mandarlo violentamente a Parras, tuvo que emplear tres días para poder reunir las fuerzas y venir a ésta. En cuanto al caso a que se refiere usted a la discrepancia de opiniones entre el general Treviño y yo, respecto del movimiento del tren militar que conducía al general Téllez, creo que esa discrepancia fue más bien por la opinión de usted; pues directamente no me entendí a este respecto con el general Treviño, y el telegrama relativo a este asunto, de usted, que me transmitió el general

Treviño, lo recibí veinticuatro horas después que la orden dada por usted al expresado general Téllez para que regresara de Viesca. El resultado de la movilización de la fuerza del general Téllez no fue el que usted esperaba; pues como le comuniqué, ayer en la tarde aún no llegaba a San Pedro el tren que la conducía, y aún ahora no sé todavía si ha llegado, mientras que el tren militar del coronel Zurita, no obstante de haber caminado solo y de los obstáculos en la vía por puentes quemados llegó el 19 en la tarde a Torreón, y habría llegado el 18, en que salió de aquí, si la contraorden de usted para los dos trenes no hubiera detenido a éste, haciéndolo regresar a Viesca y perder allí la noche, cuando había llegado ya a la Hacienda de Hornos y compuesto los puentes hasta allí quemados; así es que la falta de auxilio a San Pedro, no se debe a disposiciones mías ni a mi opinión; pues si se hubiera seguido la que yo emití a usted, y de conformidad con la cual usted había ordenado que el general Téllez, siguiendo la vía de "Coahuila y Pacífico", bajara en Viesca su caballada y se dirigiera a San Pedro, habra sido auxiliada aquella plaza el día 19 para mediodía; lo que entiendo apenas hasta anoche pues en mensaje de ayer en la tarde se me avisaba que el general Téllez estaba a cinco leguas distante de San Pedro. He tenido que referirme a este asunto, porque por la contraorden que usted dio, atribuía a malas informaciones que se me habían dado el haber tomado usted una determinación contraria a la que se debía tomar, considerando que el F. C. Central Mexicano estaba en corriente y no obstruido en una gran parte, como le indiqué a usted, y lo cual motivó que los trenes militares de referencia tomaran la vía de "Coahuila y Pacífico"; además, indirectamente venía a hacérseme una inculpación que no se confirmó, porque los hechos vinieron a justificar que debía de procederse en este asunto como yo indiqué a usted. Insisto en no declinar el mando de las fuerzas del Estado en un jefe federal, tanto porque no debo de hacerlo, como porque, si lo hiciera, pronto los jefes y soldados que las componen se retirarían del servicio; pues unos y otros sirven únicamente por afectos personales, ya a mí los jefes, o ya los soldados a ellos, y algunos también a mí, y no por inclinación al servicio de las armas. Para que usted se convenza de que no se organizarían fuerzas aquí con oficiales federales, puede usted ordenar que vengan algunos a enganchar gente para las filas a quienes les ayudaremos con toda voluntad, y estoy seguro de que no organizarán un Cuerpo de cien hombres montados. La organización de soldados que yo he estado haciendo no obedece a la Ordenanza militar, y en cada pueblo del Estado, principalmente en el distrito de Monclova, se han estado reclutando treinta o cuarenta hombres

al mando de alguno de los jefes que sirvieron a la Revolución pasada, o de algún hombre de prestigio entre ellos; de este modo tengo ya en Parras y en Viesca cerca de doscientos hombres al mando de Alberto Guajardo, y anoche llegaron a ésta cien más, de los cuales sesenta y cinco son de infantería, los que mandaré también mañana para Parras. El mismo reclutamiento se está haciendo en el distrito de Río Grande, para operar allá, y se podrán reclutar también soldados en gran número para mandar a la Región Lagunera. Aun cuando usted me dice que de no ser los soldados reclutados mandados por oficiales federales, sería preferible no organizar ningún Cuerpo, creo un deber mío organizar las fuerzas como pueda, para restablecer la paz en la parte del Estado que se ha alterado y para sostener al Gobierno de usted, contra quien verdaderamente se han rebelado los ex revolucionarios que, en apariencia zapatistas, han sido lanzados a las armas por los agitadores vazquistas; pues por el recibo que transcribí en uno de mis mensajes, que expidió uno de los jefes rebeldes, confirmará usted mi opinión a este respecto. Para concluir, repito a usted que sería conveniente que el Jefe de la 3ª Zona Militar o el jefe a quien usted encomiende el mando de las fuerzas federales que van a operar en la Región Lagunera, situara su Cuartel General en ésta, en Parras o en Torreón; pues al empezar las operaciones, si los rebeldes interrumpen telégrafos y teléfonos, es imposible la dirección de ellas desde Monterrey, en donde actualmente reside el Jefe de dicha Zona. No extrañe usted que no le esté informando a cada momento, ya sea por telegrama o por carta, de los pasos que estoy dando para reprimir el movimiento revolucionario en el Estado; pues juzgo inútil aumentar a usted las atenciones que tiene. Esté usted seguro que procederé con actividad y energía, y que con indicaciones de usted o sin ellas, en cualquiera circunstancia obraré como deba obrar para sostener el orden en el Estado y al Gobierno general como he manifestado a usted antes. Con más frecuencia me dirigiré a D. Ernesto Madero, por depender de él que se me facilite adquirir pronto los elementos necesarios, como dinero, armas y demás, para operar con prontitud en la organización para combatir la rebelión, así como para que, sin cansar la atención de usted, le informe someramente de aquello que interese a usted saber acerca de lo que pase en el Estado. Como espero que usted aprobará las determinaciones que pudiera tomar, ajenas a mi carácter de jefe de este Estado, en bien de la paz, evitaré, en cuanto me sea posible, quitar a usted tiempo que no debe perder en la difícil situación por que atraviesa la Nación.

Con el afecto de siempre quedo su amigo y atento seguro servidor. V. Carranza. Correspondencia particular del Gobernador de Coahuila. Saltillo (Coah.), 19 de Marzo de 1912. Sr. D. Francisco I. Madero, Presidente de la República. México, D. F. Muy estimado amigo: Pasa a ésa el señor mayor Luis Garfias, con objeto de hablar con usted acerca del reclutamiento para la organización de un Cuerpo de voluntarios de la Federación, que usted le encomendó, y de exponerle un plan que hemos acordado para la campaña en Chihuahua, en contra de los rebeldes encabezados por Pascual Orozco, y el cual, en breves palabras, es éste: con una parte de las Fuerzas Auxiliares de la Federación y de Seguridad del Estado, organizadas en éste; un escuadrón más de caballería de línea, dos piezas de artillería de campaña y cuatro ametralladoras, formaremos una columna, toda de caballería, de quinientos a seiscientos hombres, al frente de la cual me pondré yo, formando parte del Estado Mayor algunos de los oficiales que usted mandó para el reclutamiento; el resto al mando de las fuerzas que organizaremos pronto. Con esa columna, provista de todo lo necesario, de lo cual yo me encargaré, atravesaremos el desierto, partiendo de Ocampo, tomando el camino que convenga, sea para ir a Santa Rosalía o a la capital de Chihuahua, según las circunstancias nos lo indiquen, una vez en el campo de operaciones. Los movimientos de esa columna tienen por objeto dividir las fuerzas de Orozco; pues a un mismo tiempo tendrá que batirnos a nosotros y a las fuerzas del general González Salas, para lo cual, de acuerdo con él, fijaremos los días en que deberemos estar en puntos determinados, o muy cerca de ellos. El mayor Garfias expondrá a usted más extensamente el plan de que me ocupo. En caso de que usted lo apruebe, me separaré del Gobierno del Estado, dejando en mi lugar a la persona que yo juzgue de entera confianza, y con quien las fuerzas que queden aquí no tengan dificultades. Al mismo tiempo seguirá en la Magistratura desarrollando el Programa que yo he trazado, a fin de que mi separación no sea sentida por todos los que trabajaron por mi elevación al Poder. Al proponer a usted lo que dejo expuesto, lo hago con la seguridad que tengo de que el movimiento revolucionario en la Laguna no tiene ya ninguna importancia, y en el resto del Estado nada han podido hacer una

que otra gavilla levantada cerca del Bravo. Si no le pareciera a usted conveniente mi separación del Gobierno del Estado, para llevar a cabo las operaciones que le propongo, puede usted confiarles a algún jefe del Ejército; pero tendrá que ser formada la columna, casi en su totalidad, por Fuerzas Federales; pues del Estado no irán tantas como yendo yo al frente de ellas. Cualquiera que sea su determinación, ayudaré en cuanto me sea posible para que las Fuerzas Auxiliares del Estado vayan a la campaña de Chihuahua, sea por el desierto, como le propongo a usted, o formando parte de la columna del general González Salas. Sin otro asunto, quedo de usted como siempre afectísimo amigo y atento seguro servidor. V. Carranza. Correspondencia particular del Gobernador de Coahuila. Saltillo, 25 de marzo de 1912. Sr. D. Francisco I. Madero, Presidente de la República, México, D. F. Muy estimado y fino amigo: He creído conveniente crear por cuatro meses una Jefatura Política para los distritos de Parras y Viesca, y he nombrado jefe político a Alberto Guajardo, que como usted sabe, ha estado prestando importantes servicios al frente de las "Fuerzas de Seguridad" y "Auxiliares de la Federación", en la región de La Laguna; pues en las actuales circunstancias, y para evitar más tarde nuevos disturbios en aquella región, es indispensable ejercer una acción inmediata y fuerte sobre los trastornadores del orden, que por tanto tiempo estuvieron sustraídos a la acción de la autoridad, debido a la confianza que se había tenido de que no se alteraría la paz, por no haber un motivo para ello. Además, el movimiento revolucionario último ha impedido que se llevara a cabo, en el término fijado por la Ley, la formación del Catastro en aquellos distritos; ha desequilibrado en sus Municipios, tanto el Erario municipal como la recaudación de los impuestos del Estado, y hace indispensable que un representante del Gobierno, como lo es el jefe político recorra los dos distritos organizando su administración, y dando garantías a los ciudadanos en sus personas e intereses. Una vez obtenidos los propósitos del Gobierno, cesará (la) Jefatura Política en el plazo que se ha fijado, o antes si no fuere ya necesaria para la buena marcha de la administración municipal en los referidos distritos. Como las autoridades municipales de Sierra Mojada se han mostrado hostiles, tanto al Gobierno local como al general, y están dirigidos por agitadores que últimamente trataron de introducir en la población una

banda de sublevados, he creído necesario segregar a aquella Municipalidad del distrito de Monclova, y agregarla al de Viesca, para hacer más eficaz la acción del Gobierno en aquel Municipio. Ya estará usted impuesto de que el Estado está en paz, no habiendo más que una gavilla de bandoleros en la Sierra del Burro, que he mandado ya perseguir con actividad. Por el telegrama que puse a usted ayer, transmitiéndole noticias que dio un ferrocarrilero que vino de la capital de Chihuahua, se habrá impuesto de la situación en aquel Estado. Yo mandé un enviado especial, que fuera a ver a D. Abraham González; pero aún no regresa. Al volver comunicaré a usted las noticias que me traiga de nuestro expresado amigo. Quedo de usted afectísimo atento amigo y seguro servidor. V. Carranza. Correspondencia particular del Gobernador de Coahuila. Saltillo, Coah. 13 de Mayo de 1912. Sr. D. Francisco I. Madero, Presidente de la República. México, D. F. Muy estimado y fino amigo: Por haber salido violentamente de Cuatro Ciénegas para ésta, debido al asalto de un grupo de bandoleros a la Villa de Arteaga, y por la noticia de que varias partidas rebeldes merodeaban cerca de Parras, no contesté su mensaje cifrado del 9 del actual, al que me refiero ahora, así como el que acabo de recibir de usted, fechado hoy. No puedo dejar desapercibida la insistencia de usted en hacerme cargos injustificados con motivo del mando de Fuerzas Auxiliares de la Federación, pagadas por ella, y otro cargo que no proviene de la disputa del mando, y es el que se refiere al general Téllez. Este general no estuvo bajo mi mando al pasar por este Estado, y el retardo que sufrió en su viaje a San Pedro no proviene de órdenes mías, sino de usted. Atendiendo usted mi indicación respecto de la vía que debiera de seguir para llegar a San Pedro, le ordenó que se fuera por el "Coahuila y Pacífico", y como su hermano D. Emilio le dijera que la vía del Central estaba en corriente, mandó usted que regresara a ésta y tomara aquella vía; lo que ocasionó un retardo de cinco días, después de haberse separado en Viesca del teniente coronel Zurita, quien obedeciendo a la orden que se le dio, lo mismo que a Téllez, de ir por el "Coahuila y Pacífico", llegó a Torreón antes de veinticuatro horas de haberse separado del repetido general Téllez. Si este general, como tenía orden, de acuerdo con usted, se hubiese bajado en Viesca, para ir a San Pedro, habría estado en aquella población para las diez de la mañana del día siguiente, en que le dio usted la orden de tomar la vía del Central; por esto verá usted que no fue orden mía la que causó el retardo del expresado general.

El otro cargo que usted me hace en el primero de sus mensajes citados es que, contrariando órdenes del general Treviño, impedí que las fuerzas del Estado ocuparan el puerto de Jora; esto es un error palpable, porque el general Treviño no sabía ni que existiera ese puerto, hasta después del combate de Cuatro Ciénegas, por relacionarse la batalla de Los Divisaderos con la proximidad del expresado puerto, y por haber pensado que al ser rechazados los rebeldes en el puerto de El Carmen, pudiera haberse ido a ocupar dicho puerto para cortarles la retirada. Digo a usted esto, porque a mi paso para Cuatro Ciénegas hablé con el general Treviño en Monterrey, y me manifestó que había dado orden al general Trucy Aubert de que mandara ocupar dicho puerto con el objeto antes indicado; le dije que esto era imposible, y que había que hacer la persecución por el mismo camino que ellos llevaran, el terreno no permitía que pudieran, por ninguna parte, llegar primero las del Gobierno al puerto de Jora, que las de los rebeldes, no ya llevando veinticuatro horas de ventaja, ni aun habiendo salido inmediatamente detrás de ellos del puerto de El Carmen, porque habrían tenido que ir combatiendo durante todo el camino para poderles salir adelante. De este error participa usted todavía también, tal vez por no conocer el Valle de Cuatro Ciénegas y las montañas al Sur y al Norte de dicho valle. Estoy dispuesto a ir a probar al general Treviño, en el mismo campo de operaciones, que no conoce nada ni sabe lo que hace, y que sólo en aeroplano habrían llegado del puerto de El Carmen, a Jora, las fuerzas del Gobierno antes que los rebeldes. Esto, en cuanto a los dos cargos que usted me hace; que en cuanto a la dualidad de mando que a usted le parece mal para las operaciones, manifiesto a usted que no trato de tener por fuerza el mando de las Fuerzas Auxiliares de la Federación, que con anuencia de usted he organizado, en la forma que lo he hecho; pero tampoco lo cederé pasando a los jefes y soldados que están sirviendo, no por el sueldo que perciben, sino por adhesión personal a mí, por diferentes motivos, como si se tratara de soldados reclutados en leva. Bien puede usted no apreciar los servicios que estas fuerzas han prestado a su Gobierno, y puedo asegurarle a usted que lo han salvado; pues si no se hubieran organizado y contenido al enemigo por el reñido combate de Los Divisaderos, y después por el puerto de El Carmen, en el que sólo las fuerzas de Coahuila rechazaron a los rebeldes hasta la llegada del general Trucy Aubert, el ejército enemigo, sin obstáculo alguno, habría llegado a Monclova, apoderándose del Ferrocarril internacional; habría tomado a Piedras Negras, y se le hubieran unido miles de hombres de los minerales de carbón, acabados de desocupar una gran parte en Las Esperanzas, y habrían tomado el Norte de Coahuila y Nuevo León, amenazando

inmediatamente a Monterrey, de donde al general Treviño no le habría quedado otro recurso que huir para salvarse. El mayor peligro de que sucediera esto ha sido la torpeza del general Treviño en haber mandado a Morelos Zaragoza, como jefe, que se pusiera al frente de las fuerzas de Nuevo León y las nuestras. Morelos Zaragoza, atemorizado ante el número del enemigo, al llegar a Monclova lo primero que ordenó fue que nuestras fuerzas que allí permanecían, al mando de los mismos jefes que combatieron en los Divisaderos, abandonaran el puerto de El Carmen, y se concentraran a Monclova; por fortuna, la insistencia de nuestros jefes con él para que se ocupara el referido puerto, vino a salvar la situación, porque apenas acababa de llegar el jefe Pablo González con los Auxiliares de Coahuila, a la salida del expresado puerto, cuando se encontró con las avanzadas del enemigo que se dirigían por ese mismo camino a Monclova. Empezó luego el combate y lo sostuvo este valiente jefe desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde, en que llegó el general Trucy Aubert con cerca de quinientos hombres. La victoria obtenida en este lugar fue por las fuerzas de Coahuila, que mandaba el jefe Pablo González, y el 23º batallón de línea, apoyados por dos morteros que hicieron únicamente diez y siete disparos sobre el enemigo. Por esto verá usted que el jefe designado por el general Treviño y por usted, Sr. Morelos Zaragoza, no estuvo en el combate, pues se quedó en Monclova, que está a siete leguas distante, y los Voluntarios de Nuevo León no dispararon un solo tiro, por haber estado unos en reserva y otros en el puerto de Viborillas; pero sí por la Prensa se han apropiado de esta victoria, a la que en nada contribuyeron, sino desgraciadamente, y por orden de usted, para opacar las victorias de las fuerzas de nuestro Estado, haciendo que jefes extraños a ellas, y que para nada necesitan hayan venido a mandarlas. Como no quiero que esto vuelva a repetirse, arreglaré con usted la forma en que deban quedar las Fuerzas Auxiliares de la Federación que han estado a las órdenes de este Gobierno, sea que queden como están actualmente, que se disuelvan, como usted lo indica, o que pasen al servicio directo de la Federación; pero antes hablaré con los jefes de ellas, manifestándoles la pretensión que tiene usted de hacerlas pasar directamente al servicio del Gobierno Federal; entretanto he ordenado la suspensión de reclutamiento en el Estado. En caso de que todos los jefes o algunos de ellos desearen pasar al servicio Federal, habrá que recoger a las fuerzas como ochocientos o más caballos que sus dueños han facilitado a este Gobierno para montar esos soldados, pues de esos caballos es responsable el Gobierno del Estado, y no quiero tener dificultades con la Federación por ese motivo.

Sin otro asunto por el momento, y saludándolo afectuosamente, quedo su atento amigo y seguro servidor. V. Carranza. P. S. Para tratar más ampliamente los asuntos a que se contrae la presente, saldrá mañana para ésa mi secretario particular, Sr. Jesús T. Hernández. Correspondencia Particular del Gobernador de Coahuila. Saltillo, 28 de junio de 1912. Sr. D. Francisco I. Madero, Presidente de la República. México, D. F. Muy estimado y fino amigo: En contestación a una carta anterior mía, recibí hoy una del Sr. D. Ernesto Madero, en la que me manifiesta que, de acuerdo con usted, juzga conveniente la suspensión del reclutamiento para las Fuerzas Auxiliares, lo cual se ha hecho, y además me expresa su deseo de procurar licenciar poco a poco las fuerzas ya organizadas, a lo que me he permitido contestar lo que en la anexa se servirá usted ver. Sin otro particular, quedo como siempre afectísimo amigo y atento seguro servidor. V. Carranza. Correspondencia Particular del Gobernador de Coahuila. Saltillo, 28 de junio de 1912. Sr. D. Ernesto Madero, Ministro de Hacienda. México, D. F. Muy estimado y fino amigo: Hago referencia a su muy apreciable, fecha 24 del corriente. Me he impuesto de las razones por las cuales usted juzga conveniente no sólo suspender el reclutamiento de fuerzas para el Gobierno, sino también ir reduciendo poco a poco el efectivo de las ya organizadas. Sobre este último particular voy a permitirme hacer a usted las siguientes observaciones: Por diferentes conductos, que merecen mi confianza, he tenido conocimiento de que el jefe rebelde Pascual Orozco ha dado a conocer su intención de dividir, en caso de ser derrotado en Bachimba, sus fuerzas en gruesas columnas, con las cuales invadirá algunos de los Estados vecinos. Que las intenciones que se dicen expresadas por aquel jefe rebelde sean ciertas, hacen creerlo las circunstancias de que el jefe revolucionario Sr. David de la Fuente salió hace algunas semanas de Chihuahua, dirigiéndose a Del Río, población texana, situada enfrente de Villa Acuña (antiguamente Las Vacas), y en cuyo lugar, juntamente con otros revolucionarios bien conocidos, ha estado desplegando gran actividad en la organización o reclutamiento de gente, con objeto de cruzar el Río

Bravo e internarse en la región Norte de este Estado, asegurándose que sólo esperan la llegada de otra columna que debe de venir de Chihuahua para obrar en combinación. A esto hay que agregar que los revolucionarios, una vez derrotados en Bachimba, indudablemente discurrirán dirigirse con sus mejores elementos a la región Norte de este Estado; desde luego que no estimarían conveniente hacerlo con dirección a Sonora, por saber ellos que en aquel Estado se han estado reuniendo últimamente buen número de fuerzas federales. Tampoco lo harían hacia Durango, porque, en primer lugar, hay en aquel Estado buen número de fuerzas federales al mando del general Blanquet, entre los que pueden contarse cerca de mil soldados de Coahuila, y en segundo lugar, porque al dirigirse con gran número de gente hacia aquella región, les sería muy difícil proveerse de parque suficiente, por retirarse de la frontera Norte, dejando a la retaguardia al general Huerta, quien les impediría sus comunicaciones con los Estados Unidos, y por lo mismo, el medio de proporcionarse aquel indispensable elemento de guerra. No les queda más recurso, después de su próxima derrota, que dirigirse hacia la frontera de Coahuila, probablemente hacia Múzquiz, en donde como ellos lo saben bien, hay muy pocas fuerzas, por haberse enviado las de aquella región, y que eran de las auxiliares del Estado, hacia la región lagunera y al Estado de Durango, en donde una gran parte de ellas opera bajo las órdenes del general Blanquet, de cuya columna forman parte. Tienen conocimiento igualmente los rebeldes de Chihuahua, de que en aquella región de Coahuila encontrarían pueblos ricos y elementos suficientes para mejorar sus fuerzas, y tal vez aumentarlas, con los malos elementos que siempre abundan en los distritos mineros. Además, esto es muy importante para ellos, saben que no les sería muy difícil apoderarse de Piedras Negras y tener una Aduana, si logran hacer su viaje a través de los desiertos, sin que el Gobierno se dé cuenta oportuna de ello y tenga tiempo de enviar a la frontera de Coahuila fuerzas suficientes para impedirles su aproximación a Piedras Negras, a Villa Acuña o a algún otro punto situado en la línea divisoria con los Estados Unidos, y por donde puedan proveerse de parque y otros elementos. Para la realización de este proyecto cuentan con la ayuda que el ingeniero David de la Fuente les prestará en momento oportuno con las fuerzas que está organizando en Texas, así como con las pequeñas partidas revolucionarias que se encuentran en las serranías cercanas a Múzquiz, y cuyas partidas, después de los descalabros que sufrieron por las fuerzas del Estado, en diferentes ocasiones, han permanecido escondidas y quietas durante las últimas dos semanas, esperando probablemente la aproximación de las

citadas partidas de Chihuahua. A fin de estar prevenido para rechazar la invasión de que hablo, ordené que de Monclova saliesen para Piedras Negras cien soldados de caballería, lo cual se efectuó hoy. Indiqué al jefe Guajardo ordenase el regreso a Piedras Negras de cerca de doscientos hombres de caballería, que fueron organizados en aquella región y que, por lo mismo, la conocen perfectamente. Pronto saldrán de esta ciudad, también con la misma dirección, otros noventa o cien soldados de la misma Arma que los anteriores y, por último, hoy mismo he dado instrucciones al jefe Alberto Guajardo, que actualmente se encuentra en Durango, para que vaya preparando la movilización hacia Piedras Negras de la mayor parte de las Fuerzas Auxiliares que tiene en aquel Estado, para lo cual se pondrá de acuerdo con el señor general Blanquet, a fin de que no haya trastornos en el desarrollo del plan de campaña que tenga ideado aquel señor general. Verá usted, por lo anterior, que quizá no sea esta ocasión la más a propósito para licenciar parte de las fuerzas de este Estado, como se sirve recomendarme en su citada, que contesto. Sin embargo, si después de considerado este asunto por usted y por el señor Presidente de la República, se insiste en la misma idea, suplícole se sirva comunicármelo, para atender sus deseos. Adjunto original una carta del Sr. Teódulo R. Beltrán, agente de este Gobierno en San Antonio (Texas), recibida hoy, así como también un telegrama del Jefe de Fuerzas Auxiliares, Gregorio Osuna, recibido igualmente hoy, cuyos documentos están de acuerdo con otros que he estado recibiendo últimamente, y todos los cuales confirman la idea que tengo de que los revolucionarios de Chihuahua proyectan hacer una excursión en este Estado. Sin otro asunto, y saludándolo, quedo como su muy afectísimo amigo y atento seguro servidor. V. Carranza. [8] Esto lo confirmo de manera absoluta. Porque pocos años después (1911-1913) el gobernador don Abraham González me comisionó en mi carácter de oficial mayor de su gobierno para que fuese a la capital de la República a entrevistar al Presidente Madero para exponerle cuál era la verdadera situación militar en el Estado de Chihuahua. La misión confidencial que me encargó don Abraham fue la expresada en los siguientes términos, más o menos: —Le dice usted al Presidente que la situación militar en mi Estado contra los orozquistas sigue provocando malestar porque las fuerzas federales al mando del General Victoriano Huerta no toman medidas enérgicas contra los colorados (orozquistas). Dígale usted a don Francisco que los ataques a los trenes y a las poblaciones continúan; que no son

casos graves pero que no hay paz en el Estado porque las fuerzas federales no persiguen a los rebeldes, sino que cuando le doy algún aviso al general Huerta de las actividades de los orozquistas me dice lo mismo: "No tenga usted cuidado, señor Gobernador, nosotros nos encargaremos de esos rebeldes. Pero el hecho es que como dichas tropas de línea pudiendo perfectamente perseguir a los alzados hasta aniquilarlos no lo hacen sino que llegan a los pueblos y en ellos se estancan, prosiguiendo sus tropelías en otros lugares porque los federales no les dan alcance. "Expresará usted al señor Presidente que si él me autorizara para tener mis propias fuerzas, amigos de mi confianza, rancheros en su mayor parte, yo mismo me encargaría de acabar con esa rebelión absurda de Pascual Orozco. "Por supuesto, añádale usted que necesito que la Federación pague esas fuerzas, pero si él le hace a usted la advertencia de que no tiene fondos para pagarlas, no deje usted de aprovechar la oportunidad para decirle que en último caso yo pagaría mis fuerzas auxiliares y que en tal caso sólo me permitiera formarlas eligiéndolas y mandándolas yo mismo. "Vea usted también al Ministro de Hacienda, don Ernesto Madero, para tratar de obtener su ayuda económica, porque usted lo sabe muy bien, apenas nos alcanzan nuestros recursos para proveer a las necesidades del Estado." Con esa comisión llegué a México dirigiéndome inmediatamente por telegrama al Presidente Madero, que estaba ya prevenido de mi llegada por el propio don Abraham, y me contestó desde luego manifestándome que en breves días me recibiría. Mientras tanto, al que sí pude entrevistar fue a don Ernesto, quien con su habitual corrección me recibió manifestándome que ese asunto lo debía resolver su sobrino el Presidente, pero que tenía la pena de hacerme saber que desgraciadamente no tenía el fisco federal la suficiente suma para pagar las fuerzas locales del Estado de Chihuahua. Quedé entonces en espera de la llamada del señor Presidente… cuando estalló el cuartelazo, la toma de palacio, la muerte del general Reyes, y la Decena Trágica, en suma, y el asesinato proditorio del apóstol y mártir de la democracia, el inmaculado señor Madero, lo que me impidió cumplir la misión que me había sido encomendada. Como por otra parte don Abraham González a quien el general Antonio Rábago, substituto de Victoriano Huerta como Jefe militar de Chihuahua, le había dado su palabra de honor al probo y enérgico gobernador González de respetarle la vida cualquiera que fuesen las circunstancias, lo traicionó entregándolo al general Benjamín Camarena enviado por Huerta para

asesinarlo en el camino de la capital de Chihuahua a México, ya no pude regresar a seguir colaborando con aquel patricio. Entonces entré a la Cámara de Diputados, pues había sido ungido en las elecciones generales como Diputado al Congreso Federal. Tomé posesión de mi puesto adhiriéndome desde luego al grupo renovador de la Cámara que acordó, en sesión solemne, obstaculizar al usurpador, traidor y asesino Victoriano Huerta hasta que abandonara el poder, como lo hizo en 1914. [9] "Volvamos ahora a lo que acontecía en el propio Cuartel de Zapadores. A eso de las cuatro de la mañana, el oficial que estaba de guardia me habló diciéndome que se anunciaba el general Mayor de Órdenes de la Plaza. Violentamente salí al garitón y una vez que lo reconocí y hubo el cambio de seña de rigor, ordené se le abriera la puerta, le hice pasar y en medio del patio sostuvimos una breve conversación. El general Villarreal hábilmente se escapó de Palacio sabiendo que allí ya no contaba con los guardias y habiendo hablado ya con el general Villar pensó en ir a Zapadores para decirme en las condiciones en que me encontraba 'rodeado todo el recinto de tropas rebeldes'. El general Villarreal me dijo: 'Las guardias de Palacio se han sublevado'. ¿Y de qué Batallón son, mi general? 'Del 20, me contestó, y en este momento me voy nuevamente en busca del general Comandante Militar que se dirigió a los Cuarteles de Teresitas y San Pedro y San Pablo y usted, en tanto volvemos a ponernos en comunicación, tome las precauciones que juzgue necesarias y oportunas para que no lo vayan a sorprender. Hasta el momento, ignoramos qué tropas son leales y cuáles rebeldes.' "El general Villarreal salió precipitadamente, cerré la puerta, di la llave a un Capitán, al en que confiaba, y le ordené que a nadie se le abriera, así fueran autoridades superiores, sin que antes personalmente me cerciorara de quiénes eran y si debía o no abrir. Acompañado de los oficiales, con prontitud y desesperación me dirigí a la cuadra donde descansaba la tropa, en unos cuantos segundos la hice levantar, lo cual fue muy fácil de conseguir porque descansaban en acantonamiento de alarma, es decir, uniformada, con sus botas puestas y con las armas a su lado. La guardia recibió orden de cargar sus armas para repeler desde luego cualquier intentona que se pretendiera efectuar, mandé a los balcones clases que vigilaran, así como desde luego se estableció una sección en la azotea del cuartel, parapetados los soldados tras de las almenas y en un pretil alto de otra por donde había una escalera que daba acceso al departamento ocupado hasta época reciente por la Estadística Nacional. "Como la azotea del viejo caserón, intermediario entre Palacio y el

Cuartel de Zapadores, dominaba la que ocupaba con mi fuerza, destinada a impedir el acceso de los sublevados por aquel lado, se previó y a cada tirador se le dieron instrucciones de que debería estar a cubierto de los probables fuegos dominantes, pues entonces el Cuartel de Zapadores sólo tenía dos pisos y la diferencia de alturas entrambas azoteas no era mayor de cuatro metros. La sección de la azotea quedó a las órdenes del capitán segundo Ángel M. Morales; se recogió la llave del zaguán y la tropa mantenía sus armas cargadas, lista para combatir, pero con orden terminante de no hacer fuego sino precisamente a la voz de sus oficiales. La sección continuaba extendida en tiradores en toda la azotea del cuartel, hasta la inmediata vuelta al Museo Nacional. "La escalera para subir a la azotea era tan angosta, que con dificultad podían ascender dos personas, y ofrecía la enorme y grandísima desventaja de estar dominada de una manera absoluta por la azotea del viejo caserón contiguo, donde ya se encontraba un grupo de sublevados en actitud amenazadora y expectante. "No obstante esta circunstancia el que escribe y el capitán segundo ascendimos al paso veloz seguidos por la sección de tropa y, como antes se ha dicho, pronto pudimos dar la colocación que se ha anotado sin haber sido atacados por aquellos que de momento habíamos vacilado en suponer si eran tropas sublevadas o de las leales al Gobierno que se me había anunciado entrarían por la puerta del antiguo Correo, junto a la Secretaría de Guerra. "Una vez instalada aquella defensa, cuyo personal quedó a las órdenes directas del capitán segundo, decidí bajar para que se activara el acto de ensillar que ya efectuaban de prisa las otras dos secciones incompletas. Desde el centro del patio, a cubierto con mi tropa de las acechanzas de quienes por su instalación nos dominaban, pude estar en comunicación con el capitán segundo que quedó en la azotea. No sabiendo la actitud que asumirían los integrantes de aquel grupo, le di órdenes para que los vigilara en sus menores movimientos y así, en su caso, tomar la actitud decidida que estaba prevista; las mismas instrucciones recibieron los que se ocultaban en los balcones, para repeler oportunamente cualquier ataque que por la calle se intentara. "Cuando a mi juicio satisfacían los servicios de vigilancia y de resistencia establecidos en los balcones, garitones, azoteas y la tropa restante estuvo lista para montar, me dirigí a la sala de banderas para intentar comunicación telefónica, aunque tenía el convencimiento de no lograrla, pues suponía que lo primero que debían haber hecho los sublevados, era apoderarse por primeras manos de la oficina telefónica,

que todos los oficiales de la guarnición sabían en qué Departamento se hallaba establecida. "Me sorprendí cuando a mi petición respondió el Castillo de Chapultepec en donde informé de la situación de Palacio y pregunté qué tropas vendrían a colaborar con las leales para recuperarlo. Igual recomendación trasmití para que hicieran llegar las noticias al Inspector de Policía, informándole sobre los datos obtenidos por conducto del general Mayor de Órdenes de la Plaza con respecto a las guardias sublevadas. Quise comunicarme con el general Comandante Militar y no lo logré, no obstante que la Oficina Central me dijo que estaba comunicado pero que no respondían. Por supuesto que al hablar por teléfono nada más comunicábamos lo que ya sabían los sublevados, e iba a insistir cuando el oficial de guardia, que se mantenía en el garitón oriente, me dio aviso de que se acercaba una fuerza, la que observé venía en formación de hilera india —de a uno— y bien pegada a la pared. Se dieron órdenes para que el centinela marcara el alto y para que el jefe de ella avanzara hasta el garitón. Di instrucciones especiales al comandante de la guardia y a los oficiales comandantes de las fracciones, que permanecían al pie de sus caballos, para que hicieran fuego si algo anormal se observaba y abrí para que entrara el Comandante de la Fuerza que era jefe del 20º Batallón, coronel Juan G. Morelos. Aquella fuerza debe haber tenido un efectivo de alrededor de sesenta hombres. "Una vez que el coronel Morelos me comunicó las instrucciones que traía del Comandante Militar de entrar por el jardín, salimos a la banqueta y bajo un trueno estuvimos hablando y yo dándole datos de cómo podía cumplimentar la orden del Comandante Militar, pues el coronel Morelos me aseguraba que desconocía las entradas al palacio no obstante haber sido Capitán Ayudante de Zapadores. Durante esta conversación nos dimos cuenta de que con los fusiles nos apuntaban algunos de los que estaban en la azotea de Palacio, nos acercamos a la puerta y le reiteré mis sospechas de que aquel grupo era de sublevados; me estuvo haciendo algunas preguntas sobre cómo estaban comunicados los patios, qué entradas había, etc., etc., todo lo cual me era bien conocido porque fui Ayudante del ameritado general Pedro Troncoso cuando fue Mayor de Órdenes de la Plaza. "No llegué a saber por el propio coronel Morelos la orden que había recibido del general Comandante Militar, pero parte de ella era que entrara por Zapadores, se rompiera la puerta al jardín y recuperara las guardias sorprendiéndolas por retaguardia. Una vez que se enteró del trayecto que debería de recorrer, opinó que era temerario entrar por ahí y optó por

retirarse para abordarlas por la puerta del Correo y patio principal de Palacio. "El coronel Morelos con la tropa a sus órdenes entró por la puerta de la Secretaría de Guerra y bajaba por la escalera monumental de Palacio cuando ya el general Villar ordenaba la salida de la fuerza del 24º para tomar posiciones frente al Palacio Nacional y había sometido las guardias sublevadas y las relevaba con personal del mismo 24º, cuyo piquete de unos sesenta hombres iba al mando del mayor Casto Argüelles. El general Villar se impuso por su actividad, su presencia de ánimo y su notable energía militar, haciendo señales de fuerza con una pequeña pistola que en las manos de otro nada hubiera significado. El mismo general, para entrar al patio del jardín, se apoyaba en mi brazo porque estaba imposibilitado por un fuerte ataque de gota. "A poco de haberse retirado de Zapadores la tropa del coronel Morelos y cuando meditaba qué oficial convendría mandar en busca del general Comandante Militar para informarle de todo lo que había pasado, el oficial de guardia volvió a acercarse para decirme que el general Villar bajaba de un coche de sitio. Dispuse que se abriera la puerta una vez que lo hube reconocido y en lugar del patio, lejos de la guardia, le informé de quiénes habían ido, de las precauciones que se habían tomado, que la tropa estaba lista para combatir y que el personal podía desde luego montar en caso necesario, pues ya se habían ensillado todos los caballos. A pocos momentos se presentó la fuerza del 24º, a las órdenes del mayor Argüelles y el general Comandante Militar, apoyado en mi brazo, se dirigió a la puerta de comunicación con el jardín de Palacio donde se había establecido un retén del 1er. Regimiento. "Cuando la tropa que ocupaba la azotea de Palacio, que en esos momentos ya teníamos la seguridad de que eran aspirantes, nos apuntaban nuevamente, no hicimos caso de tal cosa y seguimos hacia la puerta comunicación a que he hecho referencia. "El general Villar realizó un acto que pudo comprometerlo porque llegó al cuartel sin saber si ya había cambiado la situación del Palacio, ya que al pasar por la esquina rumbo a la plaza y en un coche de sitio, pudo darse cuenta de que algunas tropas se movían por el frente del viejo edificio. "Él expresó su contento ya en el interior del cuartel cuando me dijo, lo mismo que repitió por escrito: 'que me había encontrado leal al Gobierno y listo para el combate'. A su indicación se buscaron herramientas y no habiendo instrumento alguno que pudiera servir para forzar la puerta, con pedazos de hierro y riel que fueron encontrados se procedió a tratar de romperla y al fin se consiguió forzarla al empuje de un grupo de soldados;

fue entonces cuando el mayor Argüelles, con la fuerza del 24º y con el Comandante Militar a la cabeza, el general Villar con una presteza admirable, con decisión determinativa y con un arrojo muy digno de la fama que había justamente conquistado de soldado valiente y atrabancado, se impuso a la guardia establecida en la puerta de honor, ordenó que entregara sus armas, dejó un puesto de relevo y sucesivamente se impuso a las otras, quedando prisioneros los aspirantes y la tropa que había estado establecida hasta el momento en que por medio de sucesión y arrojo, restableció su dominio definitivamente sobre los sublevados de las guardias del Palacio Nacional. "El Comandante Militar había logrado la vuelta a la disciplina de aquellos elementos con un efectivo menor que el que se había apoderado de Palacio y de una calidad que no admitía comparación por su inferioridad moral: aspirantes bien instruidos y de valeroso comportamiento fueron dominados por un grupo de reclutas, pero a mi juicio, para mejor decir, lo fueron por la actitud resuelta del Comandante Militar y por la disciplina bien aprendida y de la que es difícil despojar al hombre cuando se presentan a su frente jefes bien acreditados. "Al relevarse la guardia de honor, se dieron órdenes al mayor Torrea para que con la fuerza a sus órdenes desfilara para colocarse frente al Palacio Nacional, lo que pudo efectuarse prontamente dejando sólo un reducido retén en el Cuartel de Zapadores con instrucciones de tener la puerta cerrada. Como por esa calle, la de la Corregidora, tenía temores el Comandante Militar de que se presentaran tropas sublevadas, procuré al establecerme en la banqueta frente al cajón de ropa La Colmena, hoy Droguería Cosmopolita, no perder de vista la calle a que aludo, así como el frente que me fue confiado para vigilar. "Se pretendió dejar la caballada en el cuartel y llevar la tropa para combatir a pie, con lo que se hubiera evitado que muchos soldados soltaran, como lo hicieron, sus caballos; pero las instrucciones fueron terminantes en el sentido de que el Escuadrón saliera a la Plaza con el personal precisamente montado. "Formé el escuadrón en batalla, apoyando su izquierda en la puerta central y prolongándose al Norte, en los momentos en que el Comandante Militar arengaba a los aspirantes en el patio central de Palacio, estando el general Villar, el general García Peña, quien amagado por un grupo de aspirantes, según oí decir, presentaba todavía señal sangrienta en un carrillo, producida por un pedazo de cristal que lo tocó cuando le hicieron un disparo a quema ropa. "Recibimos órdenes para que se despejara el frente del Palacio

Nacional que estaba ocupado por copiosa multitud de curiosos; varias parejas lanzadas al efecto, pudieron hacer que aquella masa se retirara hasta muy cerca de los jardines del antiguo zócalo. "Recibí nueva orden del Comandante Militar para formar en batalla frente a La Colmena, a la orilla de la banqueta, y nueva insinuación mía para retirar la caballada y colocarla en otra calle. Esto no se pudo verificar porque apenas se había dado la orden de echar pie a tierra, se presentaron grupos de sublevados por el Norte de la Plaza, doblando la antigua calle de la Moneda. "No sólo debería batir el Norte en caso necesario, sino que debería hacerlo sobre la calle de la Acequia, por donde según nuevas informaciones adquiridas vendría una fuerza sublevada procedente de la Penitenciaría. "Se pudo notar que la gente se movía por el lado Norte del Palacio, oleada de precipitación que parecía que intentaba descubrir algo extraordinario que pasaría por la calle de Moneda. Habiendo mandado echar pie a tierra, no se pudo sacar la caballada, mi preocupación para quedar expedito, tanto por la enorme cantidad de gente que cerraba la calle, cuanto porque en esos instantes se presentaba una columna de Caballería doblando por la citada calle de la Moneda hacia el frente del Palacio Nacional. Rápidamente formaron en fila los dragones a mis órdenes con las armas descansadas y con los caballos de mano. Uno de mis objetivos, la calle de la Acequia, no presentaba hasta esos momentos nada anormal, como no fuera también una numerosa reunión de curiosos que invadía todos los lugares hasta donde comenzaban las dos filas de jinetes, rápidamente pasando a formar una sola." General Juan Manuel Torrea, La Decena Trágica, cap. "A la madrugada del 9 de Febrero", pp. 47-53, Ediciones Joloco, México, 1939. EL MAYOR DE PLAZA "Enviado a defender la Ciudadela y herido gravemente por proyectiles de ametralladora el caballeroso general Villarreal, cuando agonizaba se dio cuenta de que se hacía el convenio para rendir la fortaleza, porque entró la desmoralización en los defensores con la herida del jefe, y el general Subsecretario de Guerra supo como yo, que a media voz todavía alcanzó a decirles: 'Siquiera esperen a que muera para rendirse.' "Sus restos se guardan en el panteón Francés con una inscripción ambigua, pues aunque dice que 'murió defendiendo la Ciudadela', le falta esta frase: 'al lado del Gobierno Constitucional'. El general Villarreal, a mi juicio, fue el que desempeñó un papel de grande actividad; se escapó de [10]

Palacio cuando se dio cuenta de que no contaba con tropas, acudió a Zapadores y se cercioró de que ese punto era el único que no se había perdido del recinto del Palacio Nacional y de que podría convertirse, como se convirtió, en la llave de la posición para recuperar el frente del Palacio; acudió con el general Villar a los cuarteles para levantar la tropa y otra hubiera sido su actuación si lleva a la Ciudadela soldados capaces de defenderla y la fortuna de no haber sido muerto tan prematuramente." Juan Manuel Torrea, La Decena Trágica, p. 69, Ediciones Joloco, México, 1939. LA CIUDADELA "El estudio del México de revoluciones y asonadas militares —el estado normal de la República— en estudio imparcial, sereno e impersonal, sin prejuicios y sin pasiones, puede ser seguramente el que nos señale todas las necesidades públicas y el oriente que debe darse, según los propósitos nacionales, a cada una de las instituciones y servicios. "La Ciudadela siempre se significó por el papel importante que a su sombra pudieron adquirir todos aquellos planes, con apariencia engañosa, con reales propósitos personalistas que siempre escondían detrás ofrecimientos casi siempre incumplidos de principios progresistas, de propósitos sanos o de promesas halagadoras para el pueblo de la Nación. "La historia de la Ciudadela se llena en general con la historia de los pronunciamientos. Para el que hace filosofía de la historia y estudie cuidadosamente a ésta, la historia militar de la guerra civil por rebeliones armadas, la Ciudadela le ofrece un campo grande para hacer estudios, sacar conclusiones y formar problemas de la más alta precisión. "Si se exceptúan los pronunciamientos en favor de la Independencia nacional por el generalísimo Iturbide y contra el primer Emperador de México y los pocos planes que se han proclamado en los Estados, en todo lo demás: planes, rebeliones armadas, reforma a las leyes, etc., la Ciudadela ha prestado su morada a los iniciadores de las turbonadas y rara vez a los que cumpliendo con su deber militar, han sabido salvar o sostener al Gobierno constituido. "La Ciudadela fue el Cuartel general en 1840, donde se reunieron mandos, el Colegio Militar y tropas para salvar al Presidente de la República, preso en el Palacio; en 1841 en ese célebre edificio, el general Valencia proclamaba un plan sobre modificaciones hacendarias para un medio de bancarrota y, sublevados en su recinto, fueron los que lanzaron ideas reformistas respaldadas por tropas que acaudillaba el general Paredes. "Volvió a albergar a tropas sublevadas que reconocieron como Jefe al

general Valencia, no para permanecer en su puesto con las armas confiadas a su honor de soldado, sino para combatir al Gobierno constituido a que servían, al mismo tiempo que con tanto entusiasmo como lealtad lo habían respaldado un año antes. Las tropas en su mayor parte se unieron con actas políticas, como se estilaba, al Plan de Jalisco proclamado por el general Paredes y aceptaron la mediación del general Santa Anna que rebeló tropas en Veracruz para 'salvar' la nave del Estado. "En tanto el presidente Bustamante hacía un papel bien desairado ante las turbonadas de las bayonetas y en un periodo de un mes, los tres generales rebeldes: Paredes, Valencia y Santa Anna, proclamaron planes que llamaban regeneradores, y el propio Gobierno dictaba el suyo no menos pintoresco y salvador que los otros. Para dar término a la situación, se firmó el convenio de la presa de la Estanzuela en que dos que se apellidaban Beneméritos de la Patria, Bustamante y Santa Anna, hacían la trasmisión del poder con el respaldo de la asonada militar de la Ciudadela y de núcleos de tropas sublevadas en Veracruz y en Jalisco. "En 1844, al estallar la revolución contra la dictadura del general Santa Anna, el mismo Gobierno la utilizó para adherirse al plan que formularon los de aquella asonada; en 1845 dentro de su recinto, el valiente general Pedro García Conde organizó la columna que habría de proteger al meritísimo general Herrera, el Presidente prototipo de la honradez, que había sido preso por uno de sus flamantes generales y ahí se señala en 1846 el pronunciamiento del general Salas con una parte de la Guarnición y de la última Brigada que debería de haber marchado a la guerra de Texas… En la Ciudadela se reunieron los oficiales que aprobaron el plan de Jalisco y detrás de sus misérrimas paredes, a espaldas de sus baluartes de tierra, el general Santa Anna se volvió a imponer a la República; la Ciudadela sonó una vez más históricamente en la revolución llamada de 'manos muertas'. "En aquella época, 1846-1848, los baluartes de la Ciudadela no anotan en sus fastos algo que signifique la defensa de la Patria; fuerte de muy inferior categoría, sin otros apoyos fortificados, servía sólo para almacenar municiones e implementos de guerra destinados a consumirse por las asonadas y revoluciones que antipatrióticamente habrían de encargarse de preparar la marcha triunfal de los norteamericanos. "Fue testigo de aquella bochornosa junta de Generales sin pundonor, después de la defensa del Valle de México en 1847, y el pobre abaluartado tomó parte en el golpe de Estado, en la proclama de la caída de la Constitución y ahí fue secundado el Plan de Navidad. "Pero el hecho más notable a mi juicio, desde un punto de vista militar,

ha sido la rebelión de la Gendarmería en 1871, la ocupación del edificio y la concentración de los presidiarios de Belem; elementos que buscaban el derrumbamiento del gobierno legítimo del Benemérito de América, el de aquel hombre extraordinario que supo salvar la nacionalidad y combatir al invasor tenaz y perseverantemente y que ya envejecido pronto habría de seguir el camino final de los gobiernos personales, y la represión de la asonada militar, lograda en ocho horas por el mando selecto del general Sóstenes Rocha, una de las figuras militares nuestras más destacadas, quien se significó defendiendo airosamente a su Patria contra los invasores franceses y como sostén poderoso del gobierno constituido. "Y en 1913 una parte de las tropas de la Guarnición que secundaron el mando de los generales con licencia absoluta, Manuel Mondragón y Félix Díaz, se encerraron en la Ciudadela y con la colaboración de la lenidad del Gobierno, de la intromisión criminal del Embajador norteamericano, de la defección del General en Jefe de la Plaza y del Comandante de una de las columnas, se consiguió el derrumbamiento del régimen de origen más popular que hemos tenido. "La Ciudadela superó en papel célebre al Cuartel de los Gallos y al exconvento de Betlemitas, en el que se proclamó la expulsión de los españoles, Otumba, Jalapa, Veracruz, la ex-Acordada, Morelia, Cuernavaca, Zacatecas, Toluca, Orizaba, Arispe, Oaxaca, Guadalupe y Agua Prieta no alcanzarán ni con mucho, la celebridad de la Ciudadela. "Ha sido un error de los gobiernos tener dentro de una población de la importancia de México uno y un solo depósito de armas y de millones de cartuchos; la historia para nada había servido al personal directivo del Gobierno en 1913 y la ocupación de ese recinto por sublevados habría de servirles cuando menos, como en otras veces, como importante abastecedor de implementos de guerra utilizables contra el gobierno constituido. "A mi juicio, lo indicado era haber repartido en varios el depósitos de armas y de municiones, separando el de armas del de municiones en lugares aislados, cercanos a la Capital y fácilmente atacables en el caso de que se sublevara la guarnición. Separando los depósitos de uno y otro implemento de guerra, la sublevación de un punto o la caída de otro en poder de rebeldes, para nada les serviría a los que pretendieran utilizarlo, además de que uno y otro se custodiarían por un destacamento de importancia, con personal escogido y bajo el mando de un Jefe de reconocida confianza. "Todo esto se descuidó en 1913 y absolutamente ningunas providencias se tomaron para esperar a los rebeldes.

"Sin una resolución inmediata, sin una actitud determinativa, recta y leal del mando de la Plaza, habría de realizarse la enseñanza objetiva inaprovechada tantas veces y utilizar, como se hizo, aquel decano abaluartado, primero para apoderarse del Gobierno de la República y después como añoranza para aquellos que en el futuro puedan sólo servir como instrumentos para que otro llegue a la realización de los fines preconcebidos de defección. "Para atacar esos puntos aislados, no se podrían explotar los temores fundados de incendio, explosiones, etc., motivados por un asalto, ni se aprovecharía la intromisión de nacionales ni de extranjeros ataviados con carácter diplomático y falso hábito de humanitarismo, para estorbar la que debería de haber sido inmediata, decisiva y terminante acción de exclusividad militar, la única que apropiadamente impuesta es factor para reprimir sublevaciones por los medios bien conocidos como infalibles. "La Ciudadela colocada en el centro de una población de primer orden, debería ya haberse clausurado como depósito de implementos de guerra y por su historia y extensión serviría mejor como Museo Militar. De otro modo, seguirá en su puesto para albergar rebeldes, para respaldar asonadas y para exhibirnos como colocados fuera de una civilización que un gran grupo se ufana de respetar. "Y, volviendo al año fatal de 1913, para un momento de intensa acción militar, por Presidente, Vice Presidente y Ministros, se echaron en el olvido las más elementales previsiones. Todos permanecían en Palacio entregados a la conducta que pudiera seguir un solo mando y aprobando la actitud pasiva de las tropas del Gobierno que se las llevaba al sacrificio inútilmente y en provecho distinto del sinceramente ofrendado al Gobierno Constitucional, por aquellas fracciones de tropas que estuvieron en su puesto desde el 9 de febrero. "El sitio de estos señores estaba plenamente definido: el Presidente en Palacio, el Vice Presidente con cualquier pretexto oficial debía haber salido de la Capital y el General Ministro de la Guerra, en todo momento listo para hacerse respetar cerca de las columnas leales y al frente de sus soldados que seguramente hubieran obedecido sus órdenes y habrían impedido el fácil desarrollo de acontecimientos favorecidos por la imprevisión e ineptitud manifiestas." General Juan Manuel Torrea, La Decena Trágica, pp. 139-143. Ediciones Joloco, México, 1939. [11] Ese mismo día me presenté al gobernador del Distrito Federal, mi amigo el licenciado Federico González Garza, quien me invitó a acompañarlo a recibir órdenes del señor Presidente Madero. Lo acompañé

al Palacio Nacional esperándolo precisamente en la antesala de la Comandancia Militar donde se había instalado el general Victoriano Huerta. Lo vi pasar cabizbajo sin mirar a nadie, como quien va intensamente preocupado por los acontecimientos. Yo, que no conocía sus antecedentes ni menos sospechaba de sus elucubraciones traicioneras, lo contemplé con admiración pensando que era el hombre destinado a salvar el régimen y al apóstol Madero, cuando unos cuantos días después fue su traidor y victimario. Esas meditaciones me distraían cuando regresó mi noble amigo González Garza, con gran contradicción y pesadumbre para decirme que el señor Presidente lo había llamado para informarle que había nombrado Inspector General de Policía a Benjamín Camarena, el futuro asesino de don Abraham González. "Asimismo es de justicia dejar constancia histórica de que si es exacto que don José Diego Fernández, en un principio, estuvo de acuerdo en pedir su renuncia al señor Presidente Madero, después, al enterarse de la verdad de los hechos falseados tanto por algunos senadores como por el embajador Wilson en el sentido de que la intervención era inminente; y una vez, además, que conoció el texto de los mensajes que se cambiaron don Francisco I. Madero y William H. Taft, rectificó su conducta no haciéndose solidario con la política de los veinticinco representantes del Senado que de manera ahincada insistieron, hasta conseguir, de acuerdo con Huerta y el embajador de los Estados Unidos, la renuncia de los señores Madero y Pino Suárez." Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución Mexicana, T. I, p. 58, F.C.E., México, 1958. [12]

[13] "Destruido el obstáculo que restringía la acción personal de Huerta, despreocupándose del común peligro que amenazaba a todos cada vez más y más, se dedicó exclusivamente, aconsejado por pérfidos políticos, a debilitar el felicismo y comenzar a romper por todos los medios, el círculo en que, para garantía nacional, pretendió cercarlo el general Díaz. "Ante esta anormal situación, el señor Fernando Pimentel y Fagoaga sugirió al general Díaz, como una conveniencia política, enjuiciar a Huerta como responsable directo de la muerte de Madero y Pino Suárez, pero el general Díaz rechazó esta sugestión descubriendo sus generosas prendas. "La intolerable política de Huerta, cada día más acentuada, dio origen a que en una de las juntas políticas que tenían lugar en La Academia Metropolitana, en la que tomaban parte entre otras personas, los generales Mondragón, Rubio Navarrete, don Fernando Pimentel y Fagoaga,

arquitecto Fernández Castelló, Cecilio Ocón y mayor Agustín del Río, convinieron en hacer desaparecer a Huerta, como una necesidad nacional. A este fin se resolvió que entre los conjurados se sorteara quién había de consumar la draconiana resolución. Hecho el sorteo resultó ser el general Mondragón el señalado para llevar a cabo esa decisión; mas, falto de resolución, no realizó desde luego su cometido. "Poco después, el general Rubio Navarrete planeó ejecutar él personalmente la proyectada desaparición de Huerta, para lo cual había planeado determinado proyecto, pero fracasó su atrevido intento, en virtud de que las circunstancias no le ayudaron." Luis Liceaga, Félix Díaz, p. 298. Editorial Jus, S. A., México, 1958. "La malévola política de Huerta se iba caracterizando por la violencia y el crimen, pretendiendo hacer una tenaz y sangrienta campaña contra los que en distintas partes de la República estaban levantados en armas contra su gobierno. "Los sentimientos perversos que durante tanto tiempo había reprimido Huerta, se desarrollaron en forma impetuosa; destruyó los frenos sociales y morales, dio libre paso a sus pasiones desenfrenadas; y como su conducta se hacía cada vez más odiosa por su violencia y maldad, el general Mondragón pensó llegado el momento de realizar su compromiso contraído en la conjura de la Academia Metropolitana y con Ocón entrevistó al general Díaz en su residencia de la calle de las Artes. "Mondragón dijo a don Félix: —'general, la actitud de Huerta es ya insoportable, no hay más solución que matarlo'. "—'Y yo lo mato' —replicó Ocón—. 'Sólo esperamos el asentimiento de usted'." "El 23 de junio de 1913, o sea dos días después de este incidente, tal vez conocido por Huerta, éste determinó que el general Mondragón saliera del país con dirección a Bélgica, como representante de México con el cargo de delegado al Congreso de Gante." Ibid., p. 299. Alfredo Breceda, México Revolucionario, t. I, p. 158, Tipográfica Artística, Madrid, 1920. [14]

Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constitucionalista, t. I (Documento Núm. 2), p. 4, Fondo de Cultura Económica, México, 1960. [15]

[16] Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constítucionalista, t. I (Documento Núm. 3), p. 5, Fondo de Cultura Económica, México, 1960.

[17] Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constitucionalista, t. I (Documento Núm. 4), p. 6, Fondo de Cultura Económica, México, 1960.

Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constitucionalista, t. I (Documento Núm. 1), pp. 3-4, Fondo de Cultura Económica, México, 1960. [18]

Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constitucionalista, t. I (Documento Núm. 7), p. 8, Fondo de Cultura Económica, México, 1960. [19]

G. Núñez Prado, Revolución de México. La Decena Trágica, pp. 313314, F. Granada y Cía. Diputación 344. Barcelona, 1913. [20]

[21] Dr. Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas (1909-1913), pp. 523-524, Imprenta Mundial, México, 1933.

Gral. Gildardo Magaña, Emiliano Zapata y el agrarismo en México, t. III, p. 118, Ediciones de la Secretaría de Educación Pública, México, MCMXLVI. [22]

Secretaría de Guerra y Marina. Minuta. Urgente. "He de merecer a Ud., si a bien lo tiene, se sirva librar sus respetables órdenes, para que por conducto del Pagador Contador de esta Secretaría y con cargo a la Partida ya acordada, me sean entregados $252 373.96, [23]

DOSCIENTOS CINCUENTA Y DOS MIL TRESCIENTOS SETENTA Y TRES PESOS, NOVENTA Y SEIS CENTAVOS,

que se erogaron en los gastos del movimiento armado que dio término a la administración pasada, cantidad que debo devolver a las personas que se sirvieron prestarla. "Reitero a usted las seguridades de mi muy atenta y distinguida consideración. "Libertad y Constitución. México, 25 de marzo de 1913. Mondragón. Rúbrica. "Al C. Secretario de Hacienda y Crédito Público. Presente. Se inserta al Pagador Contador de esta Secretaría para que pase a la Tesorería General de la Federación a recoger dicha cantidad." "Los felicistas estaban encantados. El licenciado Rodolfo Reyes y los amigos de don Félix Díaz creían que el pacto de la Embajada les daba el Poder, quizá para siempre. Habían creído engañar al general Huerta, e iban a resultar ellos los engañados. "El Gobierno había sido bien recibido, especialmente por los elementos [24]

reaccionarios: se juzgaba a los que lo integraban más competentes que los que lo acababan de dejar; se calmaba el ansia que había de que cesara el combate y que dejara el Gobierno el señor Madero, y sobre todo, sus consejeros, a quienes muchos consideraban incapaces para sacar avante al país. Además, se sabía que el general Huerta era un hombre inteligente, y cansada como estaba la Nación de tanta revuelta, se creía que todos ayudarían al nuevo Gobierno. "Algunos, sin embargo, éramos escépticos y juzgábamos que el fracaso no tardaría en hacerse público. Se nos llamaba despechados, poco patriotas, etc. Era que aparte del origen espurio de aquel Gobierno, conocíamos a los hombres que lo formaban; recordábamos la historia de todos ellos, sabíamos de lo que eran capaces, y podíamos predecir cuál iba a ser su labor efectiva. ¡No nos equivocamos, desgraciadamente! "Bien pronto el público comenzó a ver claro y a perder toda esperanza. Los Ministros se dedicaban, no a buscar fórmulas de conciliación que hicieran olvidar lo que acababa de pasar, y unieran a la gran familia mexicana; sino la manera de vengar antiguos agravios, que nada tenían que ver con las circunstancias presentes. "Algunos Ministros buscaban fórmulas más prácticas para ellos, y comenzaron a saquear sin escrúpulos las arcas nacionales. El Ministerio de la Guerra, sobre todo, fue teatro de los escándalos más graves que registra nuestra historia en materia de fraudes al Erario." "El General Mondragón lo contrató todo: uniformes, armas, fornituras, buques, aeroplanos, etc.; todo, y por cantidades que harían innecesarios volverlo hacer por mucho tiempo. Un empleado caracterizado de la sección de administración hizo el cálculo estimando que si se hubieran llevado al cabo todos los contratos hechos por don Manuel Mondragón, durante los cuatro meses que duró en el Ministerio, habría cobrado por comisiones, dadas las ofertas de los contratistas, la suma de tres millones cuatrocientos sesenta mil pesos. ¡En cuatro meses! "Eso que se hacía en Guerra, se repetía en Gobernación, donde los rurales y la policía eran también provistos de todo lo que les haría falta durante muchos años, y en Instrucción Pública, donde por ejemplo las resmas de papel, que al público se venden comúnmente a un peso noventa centavos, se cargaban al Gobierno, que compraba al por mayor, a razón de DOS PESOS SETENTA Y CINCO CENTAVOS. (En honor de la verdad, creo que el señor García Granados no tomó un solo centavo en los negocios que se hicieron en el Ministerio que dirigía, ni creo que el señor Vera Estañol se haya aprovechado personalmente en los fraudes que se cometieron en Instrucción Pública. Los dos dejaron hacer.)" Ramón Prida, De la Dictadura

a la Anarquía, t. II, pp. 577-579, Imprenta de El Paso del Norte, El Paso, 1914. Es evidente que esta palabra constituye un grave error, una falta de máquina o bien una demostración de que Múgica no dio a ese vocablo la connotación adecuada. El señor Carranza había cursado hasta el cuarto año de preparatoria habiendo obtenido muy buenas calificaciones. Independientemente de esa cultura de bachiller debo decir que llegó a ser, por sus continuas lecturas, un historiador notable. Lo cual ratifiqué al triunfo de la Revolución en 1914 cuando me permití recomendarle al señor Carranza como Director del Museo Nacional al conocido historiógrafo, don Luis Castillo Ledón, autor de la mejor obra sobre el padre don Miguel Hidalgo y Costilla. Un día de mi acuerdo con el Primer Jefe le dije: Señor, voy a presentarle a usted al señor Castillo Ledón para que si usted lo tiene a bien lo nombre Director de nuestro Museo Nacional de Historia y Arqueología. Inmediatamente hizo pasar a mi amigo Castillo Ledón diciéndole que lo nombraría con el puesto para el que yo lo había recomendado; y como después tuviera otros quehaceres de mi cargo, los dejé cambiando impresiones. Al día siguiente visité en el Museo a mi amigo Luis a quien le pregunté qué impresión le había causado don Venustiano. La respuesta fue la siguiente: –El señor Carranza es un verdadero maestro de Historia. Ya quisiera yo saber lo que él sabe. Platicamos sobre cuestiones históricas no menos de hora y media, dejándome sorprendido de su vasta cultura. [25]

[26]

El Constitucionalista, Núm. 2. Hermosillo, Son., 4 de diciembre de

1913. Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constitucionalista, t. I (Documento Núm. 13), p. 22, Fondo de Cultura Económica, México, 1960. [27]

Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constitucionalista, t. I (Documento Núm. 9), pp. 1112, Fondo de Cultura Económica, México, 1960. [28]

[29] Este general Rábago fue quien sustituyó a Victoriano Huerta en el mando de La División del Norte cuando aquel traidor mandó asesinar a los altos mandatarios de la República don Francisco I. Madero y Lic. José María Pino Suárez. Fue también el mismo que después de darle su palabra de honor al Sr.

gobernador de Chihuahua, don Abraham González, de respetarle la vida, lo entregó al villano Benjamín Camarena, Inspector General de Policía de Huerta, quien asesinó igualmente al patriota don Abraham en las cercanías de la estación Mápula. Los sicarios que aprehendieron al gobernador González trataron de aprehender a quien esto escribe buscándolo en su despacho de la oficialía mayor del Gobierno estatal y en su casa, salvándose entonces por estar desempeñando una comisión urgente del Sr. Gobernador cerca del Presidente Madero en la ciudad de México. [30] El decreto que creó el primer gabinete (incompleto) del Gobierno Constitucionalista fue posterior; lo constituyó poco después en Hermosillo integrándolo en forma incompleta como se verá más tarde. El gabinete con todos sus secretarios de Estado lo formó el Primer Jefe en la capital federal. I. F. [31]

El Constitucionalista, Núm. 3. Hermosillo, Son., 6 de diciembre de

1913. Pedimos a la Cámara se sirva aprobar las siguientes proposiciones: "1ª Nómbrese una Comisión compuesta de tres diputados para que haga todas las investigaciones que sean necesarias a fin de averiguar el paradero del señor senador Belisario Domínguez, y con todas las facultades que a juicio de la misma Comisión sean del caso. "2ª Invítese al Senado para que nombre una Comisión de su seno para el mismo objeto. "3ª La Comisión de esta Cámara propondrá lo que corresponda, en vista del resultado de la investigación. "4ª Comuníquese al Ejecutivo este acuerdo, para que se sirva impartir el auxilio que sea necesario a la Comisión o Comisiones, en su caso; haciéndole saber que la Representación Nacional pone las vidas de los diputados y senadores bajo la salvaguardia del propio Ejecutivo, que es el que dispone de los elementos necesarios para hacer respetar los fueros que la Constitución otorga a dichos funcionarios. "5ª Hágase saber al mismo Ejecutivo que, en caso de que acontezca una nueva desaparición de algún diputado o senador sin que la Representación Nacional tenga la explicación del caso, esta misma Representación se verá obligada a celebrar sus sesiones donde encuentre garantías." "Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados. México, 9 de octubre de 1913. Eduardo Neri; Miguel Hernández Jáuregui; Luis G. Guzmán; Marcos [32]

López Jiménez; Joaquín Ramos Roa; Manuel E. Méndez; Macario González; Emilio López; Silvestre Anaya; Pedro Galicia Rodríguez; Armando Z. Ostos; Manuel Origel; Antonio Ancona Albertos; Alfredo Ortega; Ángel Rivera Caloca; Isaac Barrera; Enrique Bordes Mangel; Enrique Luna y Román; Jesús Munguía Santoyo; Gerónimo López de Llergo; Ricardo Ramírez; Carlos Aldeco." Los asesinos materiales fueron: Gabriel Huerta, Gilberto Márquez y Alberto Quiroz. [33]

La mejor narración de la batalla de Zacatecas la escribió el general Felipe Ángeles. El relato comprende lo acaecido de 17 al 25 de junio. Ver Felipe Ángeles…, por Federico Cervantes, pp. 91-111. México, 1943. [34]

Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constitucionalista, t. I, pp. 501-505. [35]

Isidro Fabela, Documentos históricos de la Revolución Mexicana, Revolución y Régimen Constitucionalista, t. I, pp. 501-503, Fondo de Cultura Económica, México, 1960. [36]

[37]

Op. cit., p. 121, F.C.E., México, 1959.

[38] Convenios de Teoloyucan. Sobre este pacto conviene hacer notar determinados hechos históricos. En primer lugar no fue un tratado sino un convenio que resultó del cumplimiento de una orden del Sr. Carranza dada al Gral. Obregón, jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste, para que recibiera sin condiciones la ciudad de México y la rendición del Ejército Federal infidente. Aclaro esto porque cierto elemento revolucionario ha considerado las Actas de Teoloyucan como un hecho decidido y llevado a cabo motu proprio por el expresado general Obregón. Y esto no es exacto. La verdad es que el Primer Jefe, haciéndole un honor al jefe sonorense, le dio instrucciones para que él y no don Pablo González firmara el pacto por el cual se rendía a los constitucionalistas el antiguo Ejército Federal. Como se ve, esto no fue un acto cuya idea y ejecución pudiera atribuírsele al vencedor de los huertistas en las batallas de Santa María y Santa Rosa, sino una orden dictada por el Primer Jefe a Obregón, orden que significaba una distinción personal para éste. Dos hechos de carácter histórico aclaran este punto. El primero es el que ya he referido antes y que me consta personalmente. Estando en Ciudad Victoria se me presentó mi antiguo compañero en la Escuela de Jurisprudencia el Lic. Salvador Urbina, a quien recibí con el cariño y cordial

estimación que le tuve siempre. El Lic. Urbina me expresó que le hiciera yo el favor de manifestarle al señor Carranza que el general Lauro Villar y el Lic. Gutiérrez Allende, ex gobernador de Jalisco, deseaban entrevistarlo para tratar con él las condiciones relativas a la rendición del Ejército Federal y entrega de la ciudad de México. Me agregó el Lic. Urbina que acudía a mí por la vieja amistad que nos ligaba y que ahí mismo en mi oficina esperaría la respuesta del Primer Jefe. Don Venustiano fue lacónico en su respuesta. —Hágales usted saber a esos señores que no estoy dispuesto a recibirlos. Que la rendición del Ejército Federal debe ser incondicional, lo mismo que la entrega de la capital de la República. Así lo comuniqué a mi amigo Urbina, quien sumamente preocupado me preguntó si podrían regresar a México con toda libertad. Por lo que le respondí que no tuviera ningún cuidado, que yo mismo me comunicaría con las autoridades respectivas para que se les proporcionara protección militar a él y a sus acompañantes. Pero otro incidente desagradable se suscitó con ese mismo motivo. Estando el convoy del Ejecutivo de la Revolución a la altura de Teoloyucan se me presentó el ministro del Brasil S. E. Cardoso de Oliveira, que a la sazón era también encargado de los negocios de los Estados Unidos, para decirme que tuviera yo la bondad de manifestar al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista que deseaba tener el honor de saludarlo, sin expresarme si quería tratarle algún asunto específico. Notifiqué a don Venustiano que quería verlo dicho ministro para tener el honor de saludarlo y el Sr. Carranza de inmediato me contestó: —Licenciado, dígale usted al Sr. Cardoso de Oliveira que puede pasar a mi carro desde luego. Después de las presentaciones que yo mismo hiciera del diplomático brasileño con los acompañantes del Primer Jefe se desarrolló la escena que he descrito antes, en otra obra, como sigue: "El Ministro del Brasil en México, Encargado además de los negocios de los Estados Unidos en la República, señor Cardoso de Oliveira, por conducto de la Cancillería de Washington se dirigió al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista preguntándole si estaba dispuesto a recibirlo para tratar con él la rendición de las fuerzas huertistas y la entrega de la plaza de México. Estábamos a la sazón en Teoloyucan. El Primer Jefe me instruyó para que contestara que estaría dispuesto a recibir al señor Ministro del Brasil, siempre que en la conferencia que tuvieran no se fuese a tratar otra cosa que la rendición incondicional de los soldados federales y

la entrega también incondicional de la ciudad de México. Aceptó el señor Ministro del Brasil y se presentó en Teoloyucan a conferenciar con el ciudadano Primer Jefe. A la entrevista concurrimos el honorable Agente Confidencial del presidente Wilson, John R. Silliman, el señor ingeniero don Alfredo Robles Domínguez y yo. Iniciada la conferencia, el señor Cardoso de Oliveira dijo, entre otras cosas, que según el protocolo de las conferencias del Niágara, si entre los partidos contendientes en México se firmaba un tratado de paz, se pediría el reconocimiento inmediato del Gobierno de los Estados Unidos y de los países que forman el A.B.C.; que en esta virtud, si el señor Carranza deseaba el reconocimiento de los Estados Unidos y el de Argentina, Brasil y Chile, debería celebrar arreglos con el general Velasco, que mandaba las fuerzas federales, permitiendo que permanecieran formando parte del Ejército Constitucionalista y dando cumplidas garantías a jefes, oficiales y tropa, así como a los habitantes de la ciudad de México, de cualquier credo político que fuesen. El señor Carranza, contrariado y con voz grave, pero acentuada de energía, contestó al diplomático: —Si he sabido que usted venía con estas pretensiones, no lo hubiese recibido. Si permití que viniera usted a conferenciar conmigo, fue en el concepto de que se tratara en esta conferencia de la rendición incondicional de nuestros enemigos y de la plaza de México; como no es así, señor Ministro, no puedo seguir tratando con usted ningún asunto. Hemos concluido nuestra entrevista. Cardoso de Oliveira, notoriamente alterado por la contestación para él inesperada del señor Carranza, contestación que lastimaba su orgullo de diplomático doblemente representativo en esos momentos, aventuró una réplica. —¿De manera —le dijo al Primer Jefe— que no quiere usted entrar en tratos para conseguir el reconocimiento de los Estados Unidos y del A.B.C.? —No, señor; le he manifestado a usted que no trataremos una palabra más de este asunto y nuestra conferencia ha terminado. —Pues entonces —contestó indignado Su Excelencia el señor Cardoso de Oliveira—, yo manifestaré al Gobierno americano que usted se niega a un arreglo pacífico con los federales y que no le interesa a usted el reconocimiento de la Casa Blanca. El Primer Jefe, airadamente, contestó: —Diga usted a su Gobierno lo que le parezca. —Y dando en la mesa con su diestra en señal de enojo, terminó: —Y hemos concluido, señor Ministro. El señor Silliman y yo intervenimos después para atenuar la discusión ya muy violenta. El señor Carranza se mantuvo absolutamente en todas sus partes en su dicho, y Su Excelencia el Ministro del Brasil regresó a

México con la resolución del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista de la entrega inmediata de la plaza y de las fuerzas federales al general Álvaro Abregón." [39]

El Constitucionalista, núm. 1, H. Veracruz, diciembre 12 de 1914.

[40] Decreto que ratifica la ley de 27 de enero de 1883. VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, ha tenido a bien expedir el siguiente decreto: CONSIDERANDO: Que por los primeros contactos tenidos entre las fuerzas del Ejército Constitucionalista y los que militan a las órdenes de los generales Villa, Zapata y Ángeles, se ha venido en conocimiento de que las fuerzas enemigas están mandadas en gran parte por Oficiales y Jefes pertenecientes al antiguo Ejército Federal; CONSIDERANDO: Que esto demuestra una vez más que los enemigos del Ejército Constitucionalista son ahora los mismos elementos que sostuvieron al general Huerta, y que, no habiendo sido aniquilados, vuelven a reorganizarse bajo la bandera del villismo y del zapatismo; CONSIDERANDO: Que conforme a la ley de veintisiete de enero de 1883, los oficiales y Jefes que perteneciendo al Ejército Federal lucharon contra el Ejército Constitucionalista se hicieron reos de la pena de muerte, pero por razones de humanidad, al entrar el Ejército Constitucionalista a la Capital de la República en el mes de agosto, dichos Oficiales y Jefes que se rindieron a discreción no fueron pasados por las armas; CONSIDERANDO: Que, al comprobarse su nueva participación en el movimiento reaccionario armado para impedir el completo triunfo de la Revolución Constitucionalista, se impone la necesidad de una medida de rigor, para evitar, una vez por todas, que vuelvan nuevamente a tomar las armas contra la causa del pueblo. Por lo tanto, SE DECRETA: Artículo 1º Todo Oficial o Jefe que habiendo pertenecido al Ejército Federal fuere cogido con las armas en la mano sirviendo contra la causa Constitucionalista, será ejecutado el mismo día en que quedare identificado como Oficial o Jefe del antiguo Ejército Federal. Artículo 2º El Jefe de las armas que hiciere la aprehensión ordenará la ejecución dicha y levantará tan sólo una acta de ella. Constitución y Reformas. H. Veracruz, diciembre 18 de 1914. Firmado V. Carranza. (Este Decreto se publicó en el núm. 2 de El Constitucionalista, en la H.

Veracruz, Ver., el 19 de diciembre de 1914.) MÚGICA: "He aquí al verdadero paladín del constituyente. Líder de las mayorías y conductor de la primera comisión de reformas, el general Francisco J. Múgica fue, sin lugar a duda, la figura más conspicua del Congreso. Sin ser abogado, sabía legislar como ninguno; sin ser orador etiquetado, en la tribuna arrancaba las ovaciones más largas y estruendosas; sin ser higienista, entendía los problemas de la salubridad; sin ser maestro de escuela, podía dar una conferencia sobre sistemas de enseñanza. "¿De dónde salió con tanta preparación? De la provincia, de allá donde se tiene tiempo para estudiar y meditar y donde se forman los autodidactas. Alguna vez intentaré hacer una biografía completa del general Múgica. Ahora me voy a concretar a la anotación de varios datos interesantes de su vida. "Es de Tingüindín, pueblecillo colonial cercano a Zamora, en Michoacán. Recostado en la montaña, Tingüindín es un pueblo agrícola, con muy buena agua de manantiales. Está sobre el ramal de ferrocarril que va de Yurécuaro a Los Reyes. "El padre del general Múgica fue un competente maestro de escuela. A él debe Francisco J. sus primeras enseñanzas. Como el profesor era cambiado con frecuencia de un pueblo a otro, el niño Francisco tuvo que hacer su primaria en todas estas escuelas: de Zináparo, de la Piedad de Cabadas, de Purépero, de Chilchota, y, al fin, concluyó en la de Sahuayo. "En Sahuayo mismo, estudió la escuela superior, hizo algunos cursos de preparatoria e ingresó al seminario. Estudió con ahínco el latín y era muy dado a recitar en esa lengua las composiciones poéticas de Ovidio y de Horacio, así como los elocuentes discursos de Cicerón. A todos ellos los tradujo. En esta época, no había libro que cayera en mano del joven Múgica, que no devorara con fruición. Como en el caso de Basilio Vadillo, la estancia de Múgica en el seminario sirvió para desarrollar sus antipatías por el clero, que tanto mal hace al pueblo mexicano. Aquellos que lo han conocido más de acerca, saben todo lo que perjudica al país la actuación del mal clero católico que padecemos. "Antes de que se olvide, debo decir que Múgica nació el 3 de septiembre de 1884. Quiere esto decir que al constituyente fue con treinta y dos años, magnífica edad para realizar grandes cosas en la vida. "Conocí a Múgica en 1913. Había ido a Sonora en comisión del señor Carranza, poco después de la repartición de tierras que organizó en Matamoros, con Lucio Blanco. Era entonces mayor y usaba una 'piocha' que [41]

le hacía aparecer con el aspecto de León Trotsky en los días de la revolución rusa. En aquel viaje a Sonora, apenas crucé unas palabras con el mayor Múgica. Lo volví a encontrar en Veracruz, en diciembre de 1914. Era ya general y administraba la aduana. Supe que después lo mandaron, como gobernador y comandante militar, a Tabasco. Hizo allí una gran campaña de pacificación y una labor encomiable desde la gubernatura del Estado. Su obra legislativa de aquellos tiempos, es un modelo. Introdujo en la administración pública varias innovaciones y trabajó por asegurar, en las leyes que dictaba, las más caras conquistas del pueblo en su lucha por la emancipación social y política. Siendo gobernador, ayudó a los revolucionarios guatemaltecos que intentaban derrocar a Estrada Cabrera. La actitud del general Múgica en aquellos días, es igual a la que tomó en el constituyente y la misma que ha seguido en todos los actos de su vida. Es un hombre de una pieza. Es un revolucionario que se propuso seguir una línea recta y de ella no se ha salido ni un ápice. Sin importarle los trastornos que pueda traerle su conducta, ésta se apega siempre a cumplir con su deber y a que no se pierda jamás la ruta señalada: de revolucionario intransigente y pensador radical." Djed Bórquez, Crónica del Constituyente, pp. 699-701, Ediciones Botas, México, 1938.

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ILUSTRACIONES

Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

El Primer Jefe Venustiano Carranza acompañado del Gral. José María Maytorena, Gobernador del Estado de Sonora, con un grupo de revolucionarios en los alrededores de la ciudad de Hermosillo (1913).

Hacienda de Guadalupe, Coahuila, donde se firmó el Plan de Guadalupe, el

26 de marzo de 1913.

El Primer Jefe con su secretario particular, Alfredo Breceda, en la Hacienda de Guadalupe.

Lucio Dávila, Jacinto B. Treviño, Venustiano Carranza, Alfredo Breceda y Daniel Ríos Zertuche, en uno de los corredores de la hacienda.

Uno de los primeros ejemplares del Plan de Guadalupe.

Ejemplar del Plan de Guadalupe, tal como circuló en los Estados del Norte de la República, en abril de 1913.

Pluma que se utilizó para firmar el Plan de Guadalupe.

Programa de la Revolución, tal como circuló en los Estados del Norte del país, en abril de 1913.

Algunos de los firmantes del Plan de Guadalupe. Sentados: Agustín Millán, Jacinto B. Treviño, Pablo González, Cesáreo Castro, Gustavo Elizondo y José Cantú; de pie: José E. Castro, Luis Reyes, Fortunato Zuazua y otros, reunidos en el restaurante "Silvain" de la ciudad de México.

Prensa en que se imprimieron los primeros ejemplares del Plan de Guadalupe.

ÍNDICE GENERAL

Prólogo El Plan de Guadalupe Holocausto del senador doctor Belisario Domínguez. Huerta disuelve el Congreso El Primer Jefe Carranza constituye su primer gabinete Adiciones al Plan de Guadalupe Creación de la Comisión Nacional Agraria. Reparto de tierras y restitución de ejidos Autonomía municipal Ley del Divorcio Legislación sobre petróleo Facultades para legislar sobre minería, comercio e instituciones de crédito y trabajo Revisión de contratos, concesiones y permisos Decreto sobre matrimonio y divorcio Comisión Técnica del Petróleo Manifiesto a la Nación Convocatoria a elecciones Informe leído por el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista ante el Congreso Constituyente de Querétaro, el primero de diciembre de 1916

Discursos en la sesión de Clausura del Congreso Constituyente, 31 de enero de 1917 Notas Ilustraciones