Documentos históricos de la Revolución mexicana. Revolución y régimen constitucionalista II

Table of contents :
Prólogo......Page 5
Prolegómeno......Page 12
1. Incidente entre marinos del barco americano “Dolphin” y soldados mexicanos en el puerto de Tampico......Page 17
2. Negociaciones diplomáticas entre los gobiernos de México y EE. UU., con motivo del incidente del barco americano “Dolphin”......Page 20
3. Nota del canciller huertista al encargado de negocios de los Estados Unidos......Page 25
4. El gobierno huertista declara que no acepta la neutralización de Tampico......Page 27
5. Ante movimiento de fuerzas americanas, el gobierno huertista ordena a las mexicanas ponerse a la defensiva......Page 30
6. Lista oficial de los buques americanos surtos en Tampico......Page 31
7. Sugiere el diplomático Castellot al general Huerta aceptar el saludo a la bandera americana......Page 34
8. Urquidi informa a Fabela del acuerdo de EE.UU. de usar sus fuerzas contra Huerta y bloquear los puertos......Page 36
9. Partes del general Mass sobre la invasión del puerto de Veracruz por fuerzas norteamericanas......Page 38
10. Declaraciones de la Cancillería Mexicana con motivo de la ocupación por EE. UU., del puerto de Veracruz......Page 51
11. Huerta comunica a los diplomáticos extranjeros la indignación y protesta contra la invasión......Page 54
12. El general Obregón expresa al Primer Jefe su opinión sobre la conducta a seguir respecto a EE. UU.......Page 57
13. Pesqueira informa a Carranza sobre la defensa de Veracruz por los ciudadanos......Page 59
14. Obregón contesta al general Téllez negándose a unir sus fuerzas con los huertistas......Page 61
15. Wilson intenta explicar la invasión, reiterando su amistad al pueblo mexicano......Page 64
16. Huerta ordena que salga del país el encargado de negocios de los Estados Unidos......Page 68
17. El Gobierno de EE. UU. suspende el paso de armas para los constitucionalistas......Page 70
18. El canciller Fabela comunica al Exterior la invasión de los americanos a Veracruz......Page 71
19.Estados Unidos confían sus asuntos en México a la Legacion Británica......Page 72
20. Orden de Carranza de respetar a ciudadanos extranjeros, transmitida por el canciller Fabela......Page 73
21. Propuesta de ir a Washington una comisión especial para aclarar la cuestión internacional......Page 75
22. Pánfilo Natera contesta a Medina Barrón la propuesta de unificación para combatir a EE.UU.......Page 77
23. El pueblo listo a obedecer y apoyar las disposiciones de Carranza ante el conflicto......Page 82
24. Actitud contradictoria de autoridades fronterizas sobre el tránsito de armas......Page 83
25. Informaciones que resultaron inexactas del agente F. F. Villarreal, desde Washington......Page 84
26. El gobierno huertista comunica a la Legación en Buenos Aires los desembarcos americanos......Page 86
27. El general Mass informa sobre cañoneo en Veracruz y proclama del almirante Fletcher......Page 87
28. Informe sobre incendio de Nuevo Laredo por fuerzas federales......Page 88
29. Rafael Zubaran Capmany es nombrado agente especial confidencial de Carranza en EE. UU.......Page 89
30. Ley marcial en Veracruz, decretada por el almirante Fletcher......Page 91
31. Respuesta de Wilson a la sugerencia de tratar con un representante mexicano el conflicto......Page 93
32. Declaraciones del Secretario Daniels en pro del movimiento constitucionalista en México......Page 95
33. Las declaraciones de Daniels causan magnífica impresión en México......Page 98
34. Carta de José Vasconcelos al Primer Jefe Venustiano Carranza......Page 99
35. Instrucciones del gobierno huertista respecto al arribo del “Ipiranga”......Page 103
36. Sobre los extranjeros evacuados de San Blas y la mediación del ABC......Page 104
37. Los intereses de los americanos quedan a cargo del Ministro del Brasil en México......Page 106
38.La cancillería de Huerta queda enterada de la comunicacion anterior......Page 107
39. Actitud invariable de los jefes constitucionalistas ante la propuesta huertista de unificación......Page 108
40. Huerta cierra al tráfico el puerto de Veracruz......Page 111
41. Conferencia entre Isidro Fabela y Roberto V. Pesqueira sobre importantes asuntos y fracaso del intervencionismo en Niagara Falls......Page 112
42. Puntos legales sobre la ocupación militar del puerto de Veracruz. �⠀匀椀渀 昀椀爀洀愀)......Page 114
43. Presencia de buques de guerra americanos en San Blas, Nayarit......Page 121
44. Jefes de la División del Norte felicitan a Carranza por su actitud ante EE. UU.......Page 124
45. Barcos de EE. UU. en el puerto de San Jerónimo, Oaxaca......Page 126
46. Declaración de la Línea Hamburguesa-Americana sobre el caso del vapor alemán “Ipiranga” y su cargamento de armas......Page 127
47. Memorándum del Cuartel General de las fuerzas expedicionarias americanas......Page 131
48. El gobierno y pueblo de Veracruz piden la desocupación por los americanos, del puerto de Veracruz......Page 141
49. Soldados americanos detenidos en las avanzadas de Tejería......Page 143
50. El canciller Fabela pide al encargado de los negocios de los EE. UU. la inmediata desocupación de Veracruz......Page 145
51. John R. Silliman informa al Sr. Carranza sobre los preliminares de la evacuación de las tropas desembarcadas en Veracruz por EE. UU.......Page 147
52. El Secretario de Estado, Mr. Bryan, pide al Sr. Carranza designar autoridades que reciban el puerto de Veracruz......Page 150
53. Guillermo Q. Carballo informa al Sr. Carranza del efecto causado en Veracruz por la noticia de la próxima desocupación......Page 151
54. El Sr. Carranza designa al Gral. Cándido Aguilar para recibir el puerto de Veracruz......Page 153
55. El Departamento de Estado intenta imponer condiciones para retirar sus tropas de Veracruz......Page 155
56. Informe de Edmundo E. Martínez, agente de enlace con el GraL Funston......Page 158
57. El embajador del Brasil pide la resolución del Sr. Carranza sobre problemas suscitados por la evacuación de Veracruz......Page 161
58. Informe a EE.UU. sobre la permanencia del Sr. Carranza en el poder, y la designación del Gral. Cándido Aguilar para recibir el puerto de Veracruz......Page 163
59. El canciller Fabela pregunta al encargado de los intereses americanos sobre la fecha de la evacuación de las tropas de EE. UU.......Page 167
60. Nota de EE. UU. exigiendo garantías para los que temían persecución en Veracruz......Page 169
61. El ministro del Brasil ofrece transcribir información a México, al recibir noticias......Page 171
62. El Sr. Carranza pide la opinión de la Convención de Aguascalientes sobre las exigencias de EE. UU.......Page 172
63. El Sr. Carranza pide al Gral. Antonio Villarreal que la nota americana se presente a la Convención en sesión secreta......Page 174
64. La Cancillería mexicana anuncia que el Sr. Carranza responderá posteriormente a la nota americana......Page 175
65. El Sr. Carranza encarece la respuesta de la Convención, para no verse obligado a contestar él mismo......Page 176
66. Respuesta de la Convención de Aguascalientes a las exigencias de EE. UU.......Page 177
67. El Sr. Carranza pide respuesta a la Convención sobre el “punto principal” del conflicto planteado......Page 179
68. La Convención de Aguascalientes insiste en su punto de vista sobre el caso de Veracruz......Page 182
69. Cándido Aguilar comunica al Sr. Carranza la excitación reinante en Veracruz......Page 184
70. El Sr. Carranza no acepta condiciones previas impuestas por EE. UU. para salir de Veracruz y reitera urgencia de fijar la fecha de evacuación......Page 185
71. Robert Lansing insiste en la exigencia de las garantías pedidas por EE. UU.......Page 188
72. Los comerciantes de Veracruz no quieren ni admiten la protección que les ofrece Washington......Page 190
73. Cándido Aguilar felicita a los comerciantes de Veracruz por su patriotismo......Page 192
74. Cándido Aguilar recibe con parabienes a los veracruzanos que rechazan protección extranjera......Page 194
75. El canciller Fabela felicita a los que no aceptan protección extranjera y les promete justificación y equidad......Page 196
76. El canciller Fabela comunica que el Sr. Carranza concede exención a los causantes que ya cubrieron impuestos a los ocupantes extranjeros......Page 198
77. Decreto del Sr. Carranza que concede la exención de impuestos a los causantes que exhiban los recibos correspondientes......Page 200
78. El Sr. Carranza indulta a las personas que sirvieron como empleados durante la ocupación......Page 201
79. El canciller Fabela cita al encargado de los intereses americanos para una conferencia......Page 202
80. Cándido Aguilar envía al Sr. Carranza la exposición del pueblo de Veracruz sobre la ocupación americana......Page 203
81. Los que sirvieron a la ocupación americana renuncian a la protección que les ofrecen los invasores......Page 204
82. Respuesta de Cándido Aguilar a los que sirvieron a los extranjeros ocupantes......Page 206
83. La cancillería mexicana transcribe a su agente en Washington los anteriores decretos e insta para que salgan los americanos de Veracruz......Page 208
84. El embajador del Brasil felicita al Canciller Fabela por las resoluciones del gobierno mexicano......Page 210
85. El Sr. Fabela comunica al gobernador de Veracruz el indulto decretado por el Sr. Carranza......Page 211
86. Decreto del gobernador de Veracruz que eximió del nuevo cobro de impuestos......Page 213
87. José González y otros ciudadanos veracruzanos puntualizan la actitud del pueblo ante los hechos derivados de la invasión americana......Page 215
88. La Cancillería Mexicana desmiente informes de Eulalia Gutiérrez sobre la no desocupación americana......Page 223
89. Fijación del 23 de noviembre de 1914 para la salida de los marinos americanos de Veracruz......Page 227
90. Telegrama del Sr. Ruiseco anunciando la próxima desocupación......Page 230
91. Circular del Sr. Carranza anunciando a las autoridades de la República la próxima salida de los americanos......Page 231
92. El Ministro del Brasil felicita a los señores Carranza y Fabela por próxima evacuación americana......Page 232
93. El Sr. Fabela transmite al agente en Washington el mensaje que fijó la fecha del 23 de noviembre......Page 233
94. Cablegrama de igual contenido, enviado por la cancillería al Sr. Zubaran Capmany......Page 234
95. El canciller Fabela comunica a los gobernadores y generales constitucionalistas la fijación del 23 de noviembre para la evacuación americana......Page 235
96. México agradece al Ministro del Brasil, Cardoso de Oliveira, su participación en la salida de las tropas americanas......Page 237
97. Relato de la desocupación de Veracruz por los invasores y la entrada de las fuerzas constitucionalistas......Page 238
98. Felicitación de Juan T. Burns al Ejecutivo de México......Page 243
99. Felicita el Ayuntamiento de Frontera, Tab., al Sr. Carranza......Page 244
APÉNDICE DOCUMENTAL Y BIBLIOGRÁFICO......Page 248
1. La toma de Veracruz en 1912 y la intromisión yanqui......Page 252
2. Declaración del Sr. Madero sobre los americanos y rectificación del Sr. Gonzalo C. Rivera......Page 262
3. Opinión de Arthur S. Link sobre Wilson y la Revolución Mexicana......Page 263
4. Gaston Nerval hace la “autopsia” a la Doctrina Monroe......Page 265
5. Escribe Manuel Ugarte sobre la invasión americana en Veracruz......Page 268
6. La defensa popular de Veracruz en 1914, por Pierre Lamicq, “Cráter”......Page 270
7. Documentos gráficos, exhibidos por Agustín V. Casasola, relacionados con la documentación literal de esta obra......Page 271
8. Datos incluidos en la obra La invasión yanqui en 1914, por Justino N. Palomares......Page 272
10. Proclama del contralmirante H. P. Fletcher al invadir a Veracruz......Page 274
11. Anécdotas de la ocupación de Veracruz, por Justino N. Palomares......Page 275
12., Apuntes del coronel Manuel Contreras sobre la defensa de Veracruz......Page 276
13. La política de EE. UU. hacia México, expuesta por Arthur S. Link, en su obra Wilson: The New Freedom, Princeton, N. J., 1956......Page 283
14. Opiniones del general Alvaro Obregón sobre la invasión norteamericana en 1914......Page 295
15. Circular del general Cándido Aguilar sobre la conducta a observar al salir los americanos de Veracruz......Page 297
16. Comunicación de Cándido Aguilar a Eulalia Gutiérrez sobre la salida de las tropas americanas de Veracruz......Page 298
17. Declaraciones de Josephus Daniels sobre la política de Wilson en México. �⠀䌀椀琀愀搀漀 攀渀 䰀愀 椀渀瘀愀猀椀渀 礀愀渀焀甀椀 搀攀 ㄀㤀㄀㐀 瀀漀爀 䨀甀猀琀椀渀漀 一⸀ 倀愀氀漀洀愀爀攀猀)......Page 299
Ilustraciones......Page 310
Índice......Page 326

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FUENTES Y DOCUMENTOS DE LA HISTORIA DE MÉXICO

Documentos históricos de la Revolución mexicana

DOCUMENTOS HISTÓRICOS

de la Revolución mexicana Revolución y régimen constitucionalista II Editados por la Comisión de Investigaciones Históricas de la Revolución Mexicana Bajo la dirección de ISIDRO FABELA

Primera edición, 1962 Primera edición electrónica, 2013 D. R. © 2013, Banco de México, Fiduciario en el Fideicomiso Isidro Fabela Av. 5 de Mayo, 2; col. Centro, del. Cuauhtémoc, 06059 México, D. F. D. R. © 1962, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

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PRÓLOGO

Habiendo formado parte del primer gabinete de don Venustiano Carranza en la Secretaría de Relaciones Exteriores, los años de 1913 a 1914, considero de mi deber publicar los documentos que obran en mi archivo privado así como aquellos que he podido copiar en otras fuentes de carácter histórico. Tales documentos se refieren a la Historia de la Revolución Constitucionalista iniciada el 19 de febrero de 1913, cuando el gobernador del Estado de Coahuila, don Venustiano Carranza, desconoció al delincuente general Victoriano Huerta que después de traicionar a su jefe nato, el presidente de la República, don Francisco I. Madero, aprehendiéndolo en unión de su gabinete, lo mandó asesinar así como al vicepresidente Pino Suárez, para más tarde constreñir a los miembros de la XXVI Legislatura del Congreso de la Unión, a que le nombraran a él representante del Poder Ejecutivo de la República. Ya he manifestado en mi Historia diplomática de la Revolución Mexicana que al escribir esa obra y las que forman la serie de Documentos relativos a tal movimiento insurgente me ha quitado el propósito de formar la historiografía del intenso fenómeno político social que transformó profundamente la vida interna e internacional de nuestra patria. El primer volumen de esta colección de “Documentos Históricos de la Revolución Mexicana” lo entregué a la prestigiada editorial Fondo de Cultura Económica, sin comentarios, porque causas fortuitas me lo impidieron; conformándome con que apareciera sin ellos con tal de que se publicara, pues contiene un acervo estimable de papeles referentes a aquella trascendental insurgencia. Esto con el fin de que otros escritores los aprovechen ya que los documentos constituyen plena prueba respecto a los hechos que relatan. Este segundo libro, de la misma obra general que se ocupa de la intervención militar estadounidense en Veracruz (21 de abril a 23 de noviembre de 1914) sí lleva comentarios, los cuales establecen el criterio del autor respecto a los acontecimientos hasta el momento en que las tropas norteamericanas desocuparon nuestro victimado puerto, suceso que el suscrito presenció. Digo esto último porque estando en Tejería al lado del Primer Jefe Carranza, en mi carácter de canciller de su Gobierno, y en la creencia de que al efectuarse la toma del puerto por nuestras fuerzas —

según acuerdo diplomático establecido entre las dos cancillerías de México y Washington— pudiera surgir algún incidente internacional imprevisto sugerí al señor Carranza que me permitiera acompañar al general Cándido Aguilar, gobernador de esa entidad federativa y su comandante militar, habiéndome autorizado el Primer Jefe para que así lo hiciera. Por tal acuerdo me incorporé a las fuerzas de aquél, quien me colocó a su derecha para entrar a la ciudad heroica, a caballo, por el Paseo de los Cocos, hoy Avenida Díaz Mirón, hasta ver a los marinos invasores que nos esperaban pecho a tierra en todo el frente perpendicular a la avenida Independencia. Según estaba convenido con el general Funston, apenas los infantes de marina nos vieron avanzar paso a paso, se levantaron, primero, rodilla en tierra, después en actitud de firmes, hasta que, dando media vuelta a la izquierda y con sus armas al hombro enfilaron su marcha hacia los muelles donde estaban sus buques. Al abordar todos ellos sus respectivos barcos el jefe de la escuadra norteamericana del Golfo mandó izar nuestra bandera tricolor al toque del himno nacional mexicano para emprender después su salida rumbo a la bocana y abandonar así la tierra que habían conculcado durante siete largos meses de intervención equivocada que nos causó una afrenta que jamás olvidaremos por lo injusta y trágica. Al señor presidente Wilson que la ordenó le produjo un arrepentimiento de los más dolorosos de su vida, pues queriendo castigar con aquel acto ilegal únicamente a Victoriano Huerta, causó él, y nadie más que él, la muerte de muchos de sus compatriotas y de buen número de mexicanos que perdieron la vida por defender su santa tierra y el honor de México. La copiosa documentación en que basamos la historia de tal atentado nos demostró dos grandes errores inexcusables del presidente Wilson: primero, su desdén por las normas claras de Derecho Internacional por todo el mundo reconocidas: la no intervención en un Estado independiente y soberano; y segundo, la ignorancia absoluta de la psicología del pueblo mexicano, ya que creyó que los revolucionarios, por el hecho de que la ocupación militar de Veracruz pudiera favorecerlos en su lucha contra el traidor y asesino Huerta, la recibirían con beneplácito. El primero de esos errores no tiene disculpas ni atenuantes, pues se trataba de un profesor de gran cultura de la famosa Universidad de Princeton, que sabía perfectamente que no hay derecho contra el derecho de no intervención. Y el segundo, muy grave para nosotros los constitucionalistas, el que nos demostrara que teníamos que luchar, no sólo contra el usurpador Huerta sino contra la incomprensión del representante del Poder Ejecutivo estadounidense que nos menospreciaba hasta el punto de suponer que la ocupación de nuestro suelo patrio no

tenía mayor importancia para nosotros. Fue necesario que el tiempo probara al profesor Wilson con los hechos históricos de la Revolución Constitucionalista y muy especialmente con la conducta patriótica siempre digna del Primer Jefe Carranza, que al sur del Río Bravo se realizaba un fenómeno social de trascendencia para el porvenir de México y de América; esto es: una guerra civil que era la consecuencia lógica de una dictadura de 30 años que debía de transformar y transformó la vida de la nación mexicana sobre la base de las nuevas instituciones que ella requería con apremio. Desgraciadamente, ese desenfado del señor Wilson para tratar de entender las aspiraciones del pueblo mexicano, tuvo larga duración: todo el tiempo en que nos trató en un pie de igualdad a los insurgentes y al gobierno usurpador de Huerta. He aquí una prueba: en los primeros meses de la Revolución dicho supremo mandatario envió a su amigo de confianza, el doctor William Bayard Hale, a entrevistar a Carranza para que le leyera cara a cara la siguiente nota que demuestra no sólo su altivez sino la amenaza que entrañaban sus palabras. “El secretario de Estado a William Bayard Hale. Informe usted a los jefes del Norte que este gobierno trata de permitir el paso de armas, pero, antes de llevarlo a cabo, deseamos que usted haga la siguiente declaración: deseamos sobre todo evitar la intervención. Si las vidas o intereses de los americanos o de todos los demás extranjeros son protegidas, creemos que la intervención puede ser evitada, si no, prevemos que estaremos obligados a intervenir. Confiamos en que los jefes del Norte procurarán que no haya motivos para la intervención en su territorio. Firmado: Bryan.”[*] Estas declaraciones del secretario de Estado, evidentemente suscritas de acuerdo con el presidente Wilson, fueron francamente ilegales, pues todas las revoluciones, por más honestas que sean sus autoridades, causan males inevitables a los extranjeros y nacionales en sus personas o intereses; siendo esto tan cierto que el Derecho Internacional Público establece el principio de que ningún Estado responde por los daños causados en las guerras civiles a nacionales y extranjeros, considerando dichos movimientos sociales como causas de fuerza mayor, de los que nadie responde. No obstante tal precepto, tanto el presidente Madero como el Primer Jefe Carranza, que continuó la política maderista a ese respecto, no quisieron usar de tal principio, sino que, dando pruebas de la mejor buena voluntad hacia extranjeros y mexicanos, y a sabiendas de que tal norma no la respetaría el Gobierno estadounidense, se adelantaron a las

exigencias que seguramente sobrevendrían por los daños que la guerra civil causaría, principalmente a sus ciudadanos, a cuyo efecto tales altos mandatarios expidieron decretos en que declaraban, uno y otro, que indemnizarían a nacionales y extranjeros por los daños que la Revolución les causara. Además, la amenaza de decretar el embargo de armas si no se hacía la declaración pedida por Bayard Hale, era una prueba concluyente de la poca o ninguna estima que le merecía al jefe del gobierno de la Casa Blanca la situación aflictiva de los revolucionarios que no contaban con las armas y pertrechos de guerra que sí tenían los conculcadores de la ley y la moral comandados por el usurpador Huerta. No; no alcanzó a percibir el presidente Wilson que la Revolución Constitucionalista tenía sus raíces en la razón y la necesidad sociales. No estimó aquel estadista, a pesar de ser un verdadero intelectual, que los revolucionarios mexicanos estaban realizando un urgente deber personal y nacional que de no haberlo cumplido hubiesen dado un paso hacia la esclavitud interna y exterior. No quiso comprender el universitario de Princeton que los insurgentes mexicanos estaban dispuestos a “fundirse en la paz de la tierra” antes que tolerar un régimen que era una deshonra para su patria y una vergüenza para la humanidad. Estoy convencido de que todos aquellos revolucionarios de 1913 a 1917, año en que se consumó el movimiento constitucionalista al promulgarse la Constitución que nos rige, tienen el deber de decir lo que hicieron ellos mismos o lo que les consta por testimonios fehacientes. Pero como desgraciadamente la mayor parte de los insurgentes que colaboramos, primero al lado del apóstol Madero y después con el patricio Carranza, han desaparecido, resulta, por mayoría de razón, que los supervivientes de aquella epopeya, sobre todo los escritores que podemos relatar y comentar los hechos tal y como los vimos y juzgamos, debemos escribir cada uno el suyo antes que sea tarde, para que los historiadores que vengan después de nosotros emprendan con éxito, basados en la documentación auténtica que ya tienen a su alcance, la obra cumbre que podemos calificar por antonomasia, la Historia de la Revolución Mexicana, obra que se conoce muy fragmentariamente, pero no en su grandioso conjunto. Las muy densas dificultades que tuviera el señor Carranza provenientes de la ocupación castrense en Veracruz, las podrá apreciar el lector en sus múltiples peripecias cuando se dé cuenta, aproximada siquiera, de que las

únicas fuerzas que tenía el Primer Jefe para defender el pundonor nacional ante tan arbitraria intervención, eran el derecho y la justicia. Ésas fueron sus únicas armas. De ellas se valió el prudente y a la vez enérgico hombre de Estado, primero para protestar severa y diplomáticamente por el delito internacional perpetrado en Veracruz; y después para valerse de todos los medios que le aconsejaron su tacto y su penetrante inteligencia para insistir reiteradamente en que las fuerzas norteamericanas cesaran de cometer el delito continuo que estaban perpetrando. En el conflicto a que este volumen se refiere se dan a conocer los formidables obstáculos con que tropezaba el señor Carranza. Éstos eran varios y evidentes: primero, el hecho de que entraban en juego los intereses de los capitalistas norteamericanos y europeos que miraban el atentado de Veracruz como el primer paso para la intervención total de los Estados Unidos en México, intervención que salvaría sus fuertes capitales invertidos en nuestro país. Segundo, los imperialistas nórdicos pensando en el “destino manifiesto” creían llegado el momento de extender las fronteras de su insaciable codicia hasta el Canal de Panamá para después seguir más al sur, hasta la Tierra del Fuego. Tercero, los militares norteamericanos estaban ansiosos de entrar en acción como lo hicieron en 1846, contra un enemigo debilitado por la guerra civil, circunstancia que les daría una victoria fácil, porque ya para esa fecha no sólo los revolucionarios y Huerta tenían empeñada una guerra a muerte, sino que los mismos constitucionalistas estaban divididos en dos bandos: el que seguía fiel al señor Carranza como Jefe del Poder Ejecutivo conforme al Plan de Guadalupe y el infidente de la División del Norte que comandaba el general Francisco Villa. Cuarto, cuando la marinería estadounidense tomó la ciudad porteña del Golfo, dividió también en dos bandos antagónicos a los personajes rectores de la política exterior de los Estados Unidos, uno que creyó que el hombre fuerte de México era Doroteo Arango (a) Pancho Villa, tales como el secretario de Estado William I. Bryan, sus agentes diplomáticos León Canova y Fuller así como de manera perseverante el cónsul Carothers, amigo incondicional de Villa y que antes lo había sido de Victoriano Huerta; y el otro que, conociendo la austeridad, la honradez de paradigma y los principios en que fundaba Carranza la firmeza de su conducta, estaba convencido de que don Venustiano, con los suyos, era la persona que encarnaba los ideales de la Revolución, el jefe que podía llevar al triunfo su causa y establecer un gobierno estable que garantizara la paz y los derechos no sólo de sus compatriotas sino de los extranjeros. Tales estadistas fueron, en primer lugar —aunque tardíamente—, el propio presidente Wilson así como John Lind y Bayard Hale, el cual, después de

su entrevista con Carranza en Hermosillo, estimó en alto grado la egregia personería de aquel ilustre mexicano. Esto sin contar a determinados escritores de fuste como Arthur S. Link y el propio señor Wilson, quien, al fin, reconociendo sus errores y después de estudiar cuidadosamente nuestro problema sociológico, resultaron verdaderos apologistas de la Revolución Mexicana y de su héroe epónimo Venustiano Carranza. Después de leer y releer los documentos de primera mano que transcribo en este libro, así como los comentos que ellos me han sugerido llego a la conclusión íntima, personal, de que no sólo he elaborado esta historia por el placer de escribir, esa dicha inigualable que el escritor experimenta cuando entrega su pensamiento y emociones a los demás en un acto de confesión espontánea de su propia vida; sino que la presentación de los textos auténticos, las exhibiciones de los personajes principales que actuaron en el episodio agresivo e indispensable por una parte, y heroico hasta lo sublime de los defensores de Veracruz, he estructurado una parte importante de nuestra historiografía revolucionaria conocida hasta el presente sólo por relatos muchas veces infundados que corren de boca en boca sin apoyo en documentos que les sirvan de base. “La historia —dice Febvre— es la ciencia del hombre, ciencia del pasado humano”,[1] es decir “de los hechos efectuados.” Y agrega: “la tarea del historiador es encontrar a los hombres que la vivieron”. Pues bien, yo fui uno de los que encontraron a esos varones que hicieron la Revolución, que forjaron su historia, porque conocí personalmente a muchos de ellos. Y además, como de 1913 a 1914, por todas las contingencias que se conjugaban en contra de la patria era preciso salvarla como nación autónoma en el interior y como Estado independiente y soberano en lo internacional, había que obrar pronto con un patriotismo valiente y puro que no esperara recompensas, que sólo tuviera pasión y esperanzas. Afortunadamente esas esperanzas se cumplieron porque los paladines de aquella epopeya memorable jamás desfallecieron y por eso triunfaron. Con los pueblos que no levantan su espíritu a la altura de su deber la “historia es implacable”, los acusa y condena. Este apotegma no reza con el pueblo mexicano que fue el héroe de la Revolución como Venustiano Carranza su idóneo representante. ISIDRO FABELA Cuernavaca, Mor., a 5 de diciembre de 1961.

[*] Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución Mexicana, 1912-1917, t. I, p. 247, F.C.E., México, 1958. [1] Lucien Febvre, Combats pour Histoire, Librairie Armand Colin, París, 1953.

PROLEGÓMENO

Como el régimen dictatorial de don Porfirio Díaz toleró la intromisión estadounidense en los negocios domésticos e internacionales de México[1] el nefasto precedente lo recibió como herencia política el gobierno de don Francisco I. Madero. Esta herencia influyó en la ruptura de la unidad revolucionaria antiporfirista;[2] el alzamiento zapatista;[3] el colapso estatal del gobierno maderista; los magnicidios de febrero de 1913;[4] el difícil desarrollo de la Revolución Constitucionalista;[5] y la intervención norteamericana en Veracruz el año de 1914.[6] La intervención en México estaba incluida en el programa políticointernacional del presidente Taft; y no alcanzó a ejecutarse porque su sucesor, el presidente Wilson, se opuso públicamente a intervenir abiertamente en México, escudándose, privada y oficialmente, en la observancia estricta de postulados humanistas de cultura y civilización, y en el respeto al derecho que tienen los pueblos para autodeterminar libremente sus destinos. Sin embargo, la intención del estilo wilsoniano fue contradicha —si no en México al que el propio defensor salvó de la guerra, aunque no de la intervención en Veracruz, sí en las inexcusables intervenciones en Santo Domingo, Haití y Nicaragua, totalitarias en absoluto (armadas y civiles),[7] inspiradas por los representantes “demócratas” de los monopolios petroleros, azucareros o siderúrgicos, es decir, por la “diplomacia del dólar”—. Los dos incidentes internacionales ocurridos en Tampico los días 9 y 11 de abril de 1914 entre soldados de la facción huertista y marinos estadounidenses del buque de guerra “Dolphin”, fueron los pretextos urdidos por el mando naval norteamericano para humillar a Huerta e iniciar con violencias militares la intervención; pero antes, en zonas del dominio villista —del villismo llamado constitucionalista—, habían ocurrido los hechos históricos de repercusión internacional denominados “Caso de la mina El Desengaño”, “Caso de William S. Benton” y “Caso de Gustavo Bauch”.[8] En el primer caso solamente resultaban afectados bienes materiales de origen dudoso y aplicación espuria, cuyos pingües beneficios usufructuaban, en sociedad, una mayoría de súbditos españoles y cierta minoría formada por ciudadanos mexicanos y un norteamericano. En los otros dos casos perdieron la vida, asesinados, un súbdito inglés residente en territorio de la Unión Americana, y un ciudadano estadounidense que había vivido entre contrabandos de armas y servicio de espionaje en

contra de los constitucionalistas. El “Caso de la mina El Desengaño” sirvió —entre otros buenos fines— para que el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista evidenciara ante la sociedad de Estados soberanos cuál iba a ser en lo sucesivo —cuál era ya —, en el campo de las relaciones internacionales, la vertical actitud inquebrantable del adalid que representaba los principios de la Constitución mexicana. Inesperadamente surgía ante los asombrados ojos de todas las naciones la gallarda conducta de un estadista respetuoso de sí mismo y de la dignidad incólume de su investidura. Esta postura cívico-moral del Primer Jefe Carranza no había tenido antecesores de su limpia calidad política a todo lo largo de la historia del México independiente. Don Venustiano Carranza estableció la norma jurídico-moral requerida para que México actuara, real y verdaderamente, a partir de entonces, como Estado soberano. Antes de ocurrir el incidente de la mina “El Desengaño”, en el curso del último trimestre de 1913, el señor William Bayard Hale, representante especial del presidente Wilson, en sus contactos con la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista, al exponer claramente las ideas directoras de la política exterior norteamericana en los asuntos internos y externos de México, obtuvo del señor Carranza la respuesta definitoria de la conducta gubernamental del Constitucionalismo, puesta en vigor, como regla legal, desde el momento en que el gobernador de Coahuila desconoció al usurpador Huerta como gobernante supremo de nuestra nación. Ya no quedaba duda de que el señor Carranza recorrería sin vacilaciones la ruta que le habían trazado su respeto al decoro patrio y a la ley. El Primer Jefe sabía bien que tendría que afrontar, más pronto o más tarde, la franca amenaza de la intervención militar norteamericana. Espiritualmente, estaba preparado para ello. En este estado de conciencia radicó su fortaleza de granito. Los casos “Benton” y “Bauch”, con ser el resultado de las conductas de las víctimas al concitar en contra de sí mismos los arrebatos de la ira violenta de Francisco Villa, exacerbaron a un grado máximo los ánimos de los gobernantes estadounidenses —y europeos— soliviantando la opinión pública norteamericana contra la Revolución Constitucionalista, entre la grita tendenciosa de la prensa amarilla de los Estados Unidos. La intervención norteamericana quedaba a tres meses escasos de distancia. El asesinato de Benton ocurrió el 16 de febrero de 1914, en Ciudad Juárez.[9] Ahí mismo, el 18, fue victimado Bauch. El primero pereció acusado de pretender arrebatar a balazos la vida de Arango. El segundo murió —“desapareció”— por estar convicto de ser espía de Huerta. Bauch

fue un franco contraventor de la ley; Benton encontró la muerte por reclamarle coléricamente a Villa los despojos de que estaba siendo víctima. En ninguno de los dos casos se justificará jamás el impulsivismo homicida del jefe de la División del Norte y sus secuaces. En conclusión, Villa provoca con sus actos irreflexivos e incontrolables las airadas representaciones de los Estados Unidos ante el Primer Jefe Carranza, suscitando el ansia intervencionista estadounidense; y un general académico, Huerta, asesino también en grado de magnicida, provoca con sus crímenes las intolerables reclamaciones de Washington, que no fueron satisfechas. Era el 9 de abril de 1914. La flota norteamericana engrasaba sus cañones para bombardear el puerto de Veracruz. Sobre dos militares punibles —Villa y Huerta— recae toda la responsabilidad histórica de la intervención norteamericana de 1914. Don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, rompe la norma de la servidumbre política ante el poder exterior, frente a los úkases de Washington; no solamente en una situación circunstancial de emergencia, sino para siempre. Así queda como ejemplo permanente para todos los futuros presidentes de México, y de todos los jefes de Estado iberoamericanos; y para muchos otros jefes de nación, en todos los continentes.

[1] Lic. Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. I, cap. “La diplomacia porfirista” (Casos “Hampton”, “Compañía Mexicana de Luz y Fuerza”, “Minas de San Juan Taviche”, “Expulsión de don José Santos Zelaya”, “Desaire a Rubén Darío”); y caps. “El Presidente Taft ante la Revolución Mexicana”, “Los diplomáticos piden su renuncia al Presidente”, “Madero se dirige a Taft”. F.C.E., México, 1958. [2] Ibid., cap. “Revolución que transa es revolución perdida”. [3] Ibid., cap. “El gobierno del presidente Madero”. [4] Ibid., caps. “El embajador y Huerta principian a ponerse de acuerdo”, “La impresión en Washington. Taft no oculta su satisfacción. Madero no contaba con su simpatía”. [5] Ibid., caps. “Instrucciones completas al embajador Lane Wilson”, “Lind y el gobierno de Huerta” y “El caso de William Bayard Hale”. [6] Ibid., “La ocupación de Veracruz”. [7] Lic. Isidro Fabela, Los Estados Unidos contra la libertad, Barcelona, 1918. [8] Lic. Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución Mexicana, caps. “Caso de la mina El Desengaño”, “Caso Benton”, “Caso Bauch”. F.C.E., México, 1958. [9] Don Luis Aguirre Benavides, que fuera secretario particular del general Villa, afirma que Benton fue asesinado en “Samalayuca, a escasos kilómetros de Juárez…” Revista Impacto, México, números correspondientes a marzo de 1959. El “Acta del Consejo Extraordinario de Guerra, instruido al súbdito inglés Guillermo Benton, está fechada en Ciudad Juárez, y en sus puntos resolutivos 2º y 3º, a la letra dice:

”2º Por tal delito se le condena a sufrir la pena de muerte. ”3º Comuníquese esta resolución al comandante militar de la plaza para su cumplimiento”. La verdad histórica es que a efecto de ejecutar tal sentencia, el cadáver de William Benton fue exhumado de su rústica sepultura para ser “fusilado” después, a fin de acatar el mandato del “Consejo Extraordinario de Guerra” instruido post mortem a la víctima para calmar la excitación de la opinión pública nacional y extranjera, que estaba indignada ante el crimen cometido por Rodolfo Fierro y exigía saber cómo había sido ultimado el hacendado inglés. Benton vio cavar su fosa pidiéndole al homicida que la hicieran más honda para que no sacaran su cuerpo los coyotes. En esos momentos, Rodolfo Fierro le pegó un tiro en la nuca. Después de esto vino el “Consejo Extraordinario de Guerra”, pues como dijo Villa furioso contra Fierro: “Yo no dije que lo asesinaran, ordené que lo fusilaran”.

DOCUMENTOS HISTÓRICOS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA Revolución y régimen constitucionalista II

Incidente ocurrido entre unos marinos del barco americano “Dolphin”, en el puerto de Tampico, y el coronel Ramón H. Hinojosa, que tenía a sus órdenes fuerzas del Estado de Tamaulipas.

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[A.R.E., S.N.] El canciller huertista se dirigió al encargado de negocios de los Estados Unidos,[1] informándole que la Secretaría de Guerra y Marina (del régimen de la usurpación) le había comunicado el incidente ocurrido el día anterior (9 de abril) entre las fuerzas de la guarnición de Tampico y unos marinos del buque de guerra norteamericano “Dolphin” y que conocía la nota ultimátum de cinco capítulos[2] presentada por el almirante Mayo al general Morelos Zaragoza. “Creo —decía el canciller del general Huerta— que bastará a Vuestra Señoría conocer estos hechos para que se sirva telegrafiar desde luego al cónsul de los Estados Unidos de América en Tampico, y al almirante Mayo, a fin de que se retiren sus peticiones, supuesto que, sin discutir si caben dentro de las atribuciones que dichos funcionarios desempeñan o si aquella nota ultimátum se ajusta o no al derecho internacional, carecen de justificación los capítulos de la misma, después de las satisfacciones dadas por el general jefe de las armas en Tampico, y del castigo impuesto al coronel Hinojosa. Reitero a Vuestra Señoría…”

COMENTARIO AL DOCUMENTO Esta comunicación de la cancillería del gobierno usurpado por Victoriano Huerta es absolutamente correcta desde el punto de vista del Derecho Internacional. El coronel Hinojosa cumplió con su deber al aprehender a los marinos extranjeros uniformados, que, sin permiso alguno de las autoridades públicas saltaron a tierra, fuera para lo que fuese. Pero el incidente debió haberse dado por concluido una vez que el general Ignacio Morelos Zaragoza ordenó que fueran puestos en libertad los infantes presos, al enterarse de los acontecimientos y recibir las explicaciones del caso, que fueron las de que los marinos del “Dolphin” habían saltado a tierra a fin de proveerse de gasolina para su lancha. Mas como el almirante Mayo lo que buscaba era un pretexto para provocar incidentes y humillar a las autoridades huertistas, pidió satisfacciones desmedidas que originaron

el comunicado transcrito: y al ser rechazado por Victoriano Huerta el cumplimiento de la infamante condición de la nota norteamericana, quedó abierta la puerta para que el presidente Wilson aplicara contra México y su pueblo la tradicional política intervencionista de “poder y fuerza” de los Estados Unidos. El incidente causado por los marinos del “Dolphin” y por la absurda conducta del almirante Mayo provocó, poco más tarde, la ocupación militar de Veracruz por los Estados Unidos; hecho antijurídico e inhumano que ocasionó muchas víctimas inocentes no sólo de nacionalidad mexicana y norteamericana, sino también de otras ciudadanías, principalmente de la española. Vidas cuya pérdida es imputable tanto al citado almirante como al presidente Wilson, quien ordenó la intervención armada. En último análisis las órdenes de Wilson nacieron de sus propósitos irreductibles de castigar a Huerta, a quien consideraba, y con sobrada razón, un criminal que había asesinado al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez, motivo por el cual no debía ocupar la Presidencia de México que había usurpado por la violencia, cometiendo una serie de crímenes proditorios que le repugnaban al profesor de Princeton, como al mundo entero. Pero con todo, el presidente Wilson no tenía derecho de castigar a una nación por los actos de un gobernante criminal; y no previó —éste fue su principal error— que el pueblo veracruzano y los cadetes de la Escuela Naval hicieran resistencia heroica al defender su territorio patrio. Por eso se arrepintió de su conducta cuando supo la muerte de sus compatriotas y de los valientes mexicanos que unidos a ciudadanos de otras nacionalidades sucumbieron por su culpa.

[1] Aunque esta nota no aparece firmada en los archivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, se supone que o fue dirigida por el entonces canciller licenciado José López Portillo y Rojas o por el subsecretario señor licenciado Roberto Esteva Ruiz. Este documento aparece íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. I, pp. 312 y 313. F.C.E., México, 1958. [2] “Debo exigir que usted me envíe, por medio de personas apropiadas de su Estado Mayor, una formal desaprobación del acto y sus disculpas por el mismo, junto con su seguridad de que el oficial responsable del mismo recibirá un severo castigo. Y también que usted ice públicamente la bandera norteamericana en la playa, en un lugar prominente, y la salude con veintiún cañonazos, saludo que será debidamente contestado por este barco. Su respuesta a este comunicado deberá llegarme, y el saludo que se pide producirse dentro de las veinticuatro horas siguientes, a partir de las 6 p.m. de hoy (H. T. Mayo a M. Zaragoza, 9 de abril de 1914, Foreign Relations, 1914, pp. 448-449. Citado por A. S. Link, La política de los Estados Unidos en América Latina). “El caso habría pasado sin que se llegara a una crisis, sin embargo, si el presidente Wilson no

hubiese estado buscando un pretexto en ese preciso momento para acometer operaciones militares en gran escala contra Huerta.” “En White Sulphur Springs, Virginia Occidental, hacia el tiempo en que se inició la crisis, el Presidente aprobó el ultimátum de Mayo el 10 de abril de 1914, y advirtió a la ciudad de México que sobrevendríán ‘las más graves consecuencias’, a menos que Huerta cumpliera. Huerta había emitido hacía poco una virtual disculpa y ofrecido castigar a Hinojosa, en el caso de que una investigación comprobara que había actuado en una forma impropia; ahora, en respuesta a la demanda de Wilson, el dictador pidió una ampliación del tiempo límite del ultimátum. Manifestando públicamente que a su juicio la disculpa de Huerta era suficiente, Bryan concedió gustosamente lo pedido. El secretario de la Marina, Daniels, también estaba satisfecho. “Me inclino a creer que el almirante Mayo, quien, después de todo, tiene todo este asunto en las manos —dijo a los periodistas—, considerará suficiente la disculpa de Huerta. Lo más incluye a lo menos, y si el comandante federal en Tampico no saluda la bandera, el almirante Mayo pasará por alto el asunto, satisfecho con lo que Huerta ha dicho del incidente.” “Sin embargo, mientras Bryan y Daniels hablaban de paz, el Presidente maniobraba para presionar a Huerta tanto como lo permitieran las circunstancias y la opinión pública norteamericana. Después que el dictador presentó una respuesta formal el 12 de abril de 1914, negándose a rendir el saludo, Wilson regresó a Washington al día siguiente para ocuparse personalmente de apretar los tornillos sobre el gobierno provisional en la ciudad de México. Un día después de su llegada a la capital, ordenó que toda la escuadra de combate del Nor-Atlántico se encaminara hacia Tampico; envió un mensaje a la ciudad de México avisando del ‘carácter muy serio de la presente situación y las muy graves consecuencias que puede implicar’; y formuló un memorándum, para información de los periodistas, con el cargo de que el incidente de Tampico había sido únicamente una manifestación del aparente propósito de Huerta de actuar con menosprecio hacia los Estados Unidos. Más aún, el 15 de abril de 1914, el Presidente ordenó que todos los buques de guerra de la flota del Pacífico navegaran desde luego hacia la costa occidental de México.” “Al mismo tiempo, el Presidente se puso a trabajar con sus consejeros navales en el perfeccionamiento de planes para una acción punitiva, y llamó a los miembros decanos de los comités de relaciones exteriores del Senado y de la Cámara, a una revisión general de la situación mexicana en la Casa Blanca el 15 de abril de 1914. Era evidente que trabajaba en medio de una gran turbación cuando comenzó a explicarse. Dijo que su paciencia se había agotado y que ‘no podía tolerar más una observancia estricta de la política pacifista que había trazado cuando se dirigió al Congreso sobre el tema de las relaciones con México’, a causa de que Huerta se había embarcado en una deliberada política de insultos a los Estados Unidos y sus ciudadanos. A menos que Huerta cumpliera prontamente con las demandas norteamericanas, continuó Wilson, él proyectaba apoderarse de Tampico y Veracruz y bloquear ambas costas de México. Se lanzaría a esa acción sin pedir una declaración de guerra, concluyó, pero pediría al Congreso que aprobara sus planes antes de ponerlos en marcha.” lbid., pp. 92 a 95.

Negociaciones diplomáticas entre el Gobierno de México y el de los Estados Unidos de América, con motivo del arresto de marinos del barco americano “Dolphin”, en el puerto de Tampico, Tamaulipas, y neutralización de éste sin consentimiento del pueblo mexicano.

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[A.R.E., S.N.] Ha habido dos incidentes en Tampico, que han dado lugar a negociaciones diplomáticas entre el Gobierno de México de Victoriano Huerta y el de los Estados Unidos de América.

1er. INCIDENTE. Arresto de marinos americanos. El jueves nueve del actual, entre once y doce de la mañana; durante el ataque de los rebeldes al puerto de Tampico, unos marinos del barco americano “Dolphin”, con uniforme, llegaron en una lancha, sin bandera, cerca del puente “Iturbide” y desembarcaron, con pretexto, según se supo después, de adquirir gasolina. El coronel Hinojosa, que, con unas fuerzas del Estado de Tamaulipas, estaba encargado de la defensa del puente, aprehendió a los marinos expresados. Inmediatamente que el jefe de la plaza, general Morelos Zaragoza, tuvo conocimiento del hecho, por medio del cónsul de los Estados Unidos y del comandante del “Dolphin”, acordó la libertad de los detenidos, presentó excusas, y mandó arrestar al coronel Hinojosa en el cuartel de Artillería. En la tarde del mismo día nueve, el almirante Mayo presentó un ultimátiun de veinticuatro horas al general Morelos Zaragoza, exigiéndole satisfacción por conducto de los miembros del Estado Mayor del mismo general, que se castigara severamente a Hinojosa; y que izase la bandera norteamericana en lugar público y elevado, saludándola con veintiún cañonazos. El viernes diez, en que el Gobierno Federal supo lo ocurrido, la Secretaría de Relaciones inició negociaciones diplomáticas con el encargado de negocios de los Estados Unidos de América en México, y dio instrucciones telegráficas al encargado de negocios de la República en

Washington, a fin de que el almirante Mayo retirara su ultimátum, por considerar que el incidente debía darse por terminado con las explicaciones del jefe de las armas en Tampico y con el arresto de Hinojosa. Se llamó la atención del Gobierno Americano sobre que sus marinos habían violado nuestras leyes militares al desembarcar sin permiso, con uniforme, en una plaza sujeta a operaciones de guerra, y en los momentos del combate; por lo cual, Hinojosa se consideró autorizado para aprehenderlos. Como el encargado de negocios de los Estados Unidos en México aseguró que la lancha llevaba la bandera de su país, el señor Presidente acordó que se manifestase que deploraba lo ocurrido; que ya ordenaba una investigación, por la autoridad competente, para determinar la responsabilidad que pudiera tener Hinojosa si cometió algún exceso; y que, de haberlo cometido, sería severamente castigado. El Gobierno americano no se dio por satisfecho, sino que hizo suyo el ultimátum del almirante Mayo e insistió en el saludo a su bandera. Con fecha doce del actual, se hizo saber al encargado de dicho Gobierno en México, que no podía accederse a las pretensiones del almirante Mayo, porque el derecho internacional no las impone en un caso como éste, en que los marinos americanos se expusieron al arresto, por haber violado nuestras leyes militares; y que era imposible llevar la cortesía hasta ese punto, sin menoscabo de la dignidad y del decoro nacionales. Posteriormente, el ministro de Relaciones ha celebrado una serie de conferencias con el encargado de negocios de los Estados Unidos en México, que condujeron a una propuesta del Gobierno americano, en el sentido de que el incidente podría quedar arreglado con saludos recíprocos, que recibieran tanto la bandera mexicana como la de los Estados Unidos en Tampico. El señor Presidente aceptó esta base; pero con la condición de que los saludos serían simultáneos; a lo cual hizo observaciones el Gobierno americano. El Gobierno de México, deseoso de conservar la armonía entre los dos pueblos, y convencido de que con la reciprocidad de saludos a las dos banderas, quedaría decorosamente concluido el incidente, aceptó la propuesta americana, siempre que se firmase un protocolo diplomático en que se hiciese constar este arreglo. Desgraciadamente, el Gobierno americano se ha resistido a la firma del protocolo, y pretende que se acepte su propuesta incondicionalmente.

Esto, como es natural, no se ha aceptado por el Gobierno de México, y así acaba de comunicarse, por la vía telegráfica, a nuestro encargado de negocios en Washington.

2º INCIDENTE. Neutralización de Tampico El encargado de negocios de México en Washington comunicó a la Secretaría de Relaciones, el once del actual, que el Gobierno americano había dado instrucciones al almirante Mayo, para evitar nuevos ataques por las dos fuerzas opuestas en el puerto de Tampico. Dicho Gobierno aclaró después que las instrucciones no tienen por objeto evitar combates, sino impedir que se causen daños, por estos combates, a las propiedades de particulares extranjeros. La Secretaría de Relaciones comunicó al Gobierno americano que, en cualquiera de los dos sentidos, las instrucciones enviadas al almirante Mayo equivalen a neutralizar el puerto de Tampico sin el consentimiento del pueblo mexicano, que es soberano para resolver si se neutraliza o no cualquiera parte de su territorio; y que, por esta razón, el Presidente no reconoce ningún valor legal a la declaración del Gobierno americano, reservándose, además, la facultad de rechazar, por la fuerza de las armas, los ataques de los rebeldes en Tampico. Con motivo de este caso, se hizo notar al Gobierno de los Estados Unidos de América, que los rebeldes se encuentran en condiciones de causar daños a los extranjeros, lo mismo que a los mexicanos, porque dichos rebeldes reciben armas y otros auxilios en territorio americano. El Gobierno, con la esperanza de que estos incidentes concluyeran en términos amistosos, creyó prudente no publicar antes de ahora los detalles de la tramitación diplomática; pero como no ha sido posible llegar a ese resultado, estima llegue la vez de que el pueblo mexicano conozca el estado actual de sus relaciones con el Gobierno de los Estados Unidos de América, y los esfuerzos que se han hecho para conservar la paz, y en defensa de la soberanía y del decoro nacionales. El mismo Gobierno espera que el pueblo dé muestras de cultura y patriotismo, evitando agravar esta situación con manifestaciones que pudieran entorpecer una solución diplomática, ya que es posible, todavía, que el Gobierno de los Estados Unidos llegue a aceptarla en definitiva. (Sin firma ni nombre).[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO Este documento carece de fecha, nombre y firma del signatario. Está escrito en papel de la Secretaría de Relaciones Exteriores y se conserva en el archivo histórico de esta dependencia. Por otra parte, no es insólito que los duplicados de originales importantes conservados en los archivos nacionales no ostenten la data ni el nombre del firmante. El autor del estudio diversifica los dos incidentes ocurridos en Tampico los días 9 y 11 de abril de 1914, para analizarlos y presentar conclusiones. Los dos incidentes formaban la esencia del conflicto deseado por el Gobierno norteamericano para obligar a Huerta a dimitir el alto encargo que usurpaba con el auxilio del poderío gubernamental estadounidense. A los dos incidentes les habían dado importancia internacional la insolencia de funcionarios subalternos del gobierno de Washington. En sí, podían haberse resuelto por medio de explicaciones intrascendentes. No existía, técnicamente, materia para más, conforme a los principios del Derecho Internacional. Pero como en el conflicto predominaba un espíritu de agresión contra Huerta, resultaba vulnerable lo más sagrado de los estatutos morales que regían la pacífica convivencia de las naciones. En el primer incidente los marinos norteamericanos del “Dolphin” actuaron como verdaderos provocadores. El coronel Hinojosa, del ejército del infidente Huerta, se había comportado con absoluto apego a la ley de su país, Estado libre, independiente y soberano, aunque convulsionado por la guerra civil necesaria para reivindicar los derechos de su pueblo. En este incidente, lo único deshonroso para los facciosos huertistas, fue castigar al coronel Hinojosa, que no había cometido falta ni delito alguno, para tratar de calmar la ira de los jefes navales norteamericanos. Por supuesto que lo más probable es que lo dicho por el Gobierno huertista respecto a la aprehensión del coronel Hinojosa no ha de haber sido cierto. Fue más bien un subterfugio para evitar el conflicto internacional, pues si dicho militar cumplió estrictamente con su deber de soldado, no merecía ningún castigo, sino al contrario, encomios. De manera que si fue realmente aprehendido se cometió con él la más crasa de las injusticias. El primer incidente desembocaba en un conflicto grave al exigir el almirante Mayo satisfacciones improcedentes y deshonrosas al régimen faccioso de Victoriano Huerta, que la cancillería del usurpador se negó, con toda razón, a satisfacer. Las negociaciones respecto a este primer incidente se encontraban el 11 de abril en el punto propicio a la intención preconcebida del presidente Wilson de derribar a Victoriano Huerta que

usurpaba el Poder Ejecutivo de nuestro país. Por instrucciones de su Gobierno el almirante Mayo pretendía neutralizar el puerto de Tampico. La intención oculta de esta acción radicaba en el propósito británico-americano, pero particularmente inglés, de sostener abierto Tampico como fuente de suministros petroleros para la flota de la Corona británica, cuando solamente faltaban cuatro meses para que estallara la primera gran guerra mundial. En su respuesta al Gobierno norteamericano la cancillería huertista se produce con toda razón. La neutralización de una zona determinada en tiempos de guerra no se lleva a cabo por decisión de una de las partes en conflicto, sino por acuerdo mutuo. Y los huertistas no habían dado ni dieron su consentimiento para tal neutralización porque estaban en una guerra civil con el Ejército Constitucionalista. Además, los revolucionarios encabezados por su Primer Jefe, señor Carranza, tampoco habían dado su consentimiento para dicha neutralización ni la dieron jamás, puesto que su objeto principal era atacar Tampico y ocuparlo, ya que se trataba de un puerto clave en el desarrollo de la Revolución que se extendía constantemente en todo el país. Tampico fue tomado al fin por las fuerzas del general Pablo González, jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste. Éste fue el momento esperado por el presidente Wilson para ordenar que toda la escuadra de combate del Atlántico y toda la flota del Pacífico hicieran rumbo hacia los principales puertos mexicanos. Ya estaba ordenado ocupar militarmente Veracruz. Este tiempo, según afirmación del presidente Wilson, “era un momento psicológico”. Pero el primer mandatario de Washington se equivocó completamente respecto a cómo recibirían su acción y cómo reaccionarían frente a ella el pueblo mexicano y los constitucionalistas ante la inmotivada intervención estadounidense.

[1] Muy probablemente, por no decir seguramente, esta nota fue redactada por el secretario de Relaciones de Huerta, señor licenciado José López Portillo y Rojas; o por el subsecretario señor licenciado Roberto Esteva Ruiz.

El canciller huertista se dirige al encargado de negocios de los Estados Unidos, manifestándole que el jefe de su Gobierno deplora los incidentes de Tampico y ordena depurar la responsabilidad en que puede haber incurrido el coronel Hinojosa; pero que no puede acceder a rendir los honores militares que el almirante Mayo exige se rindan a la bandera norteamericana, en vía de reparación, porque la cortesía llevada a ese límite lesionaría la sobenanía del Estado mexicano.

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[A.R.E., S.N.] La cancillería huertista se dirige al encargado de negocios de los Estados Unidos[1] refiriéndose a la conferencia que uno y otro celebraron a las 2 de la tarde del día 12 de abril de 1914, con motivo de que el secretario norteamericano de Estado manifestó al encargado de negocios de México en Washington que las declaraciones (disculpas) del general Huerta con motivo del incidente mexicano-norteamericano de Tampico, el gobierno de los Estados Unidos no las considera suficientes como reparación para dar por concluido el asunto. El canciller mexicano aduce los siguientes hechos: “1. Que los marinos americanos desembarcaron en un lugar sujeto a la autoridad militar, en donde se estaban efectuando operaciones de guerra, y el cual acababa de sufrir el ataque enemigo; 2. Que los marinos desembarcaron sin previo aviso y sin recabar permiso de la autoridad militar.” Con estas explicaciones el canciller huertista justifica la conducta observada por el coronel Hinojosa al aprehender a los marinos del buque “Dolphin” que saltaron a tierra, “pues violaron las leyes militares a que la plaza estaba sujeta”, no obstante lo cual se “llevó hasta el extremo la cortesía”, dejando libres a los marinos infractores y amonestándose al coronel Hinojosa. El canciller continúa diciendo que “el señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos (Huerta) deplora lo ocurrido”. Pero como el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica interpreta la extrema cortesía del Gobierno mexicano como el reconocimiento de que el coronel Hinojosa procedió arbitrariamente, insiste en que se cumplan los cinco capítulos del ultimátum del almirante Mayo como necesaria reparación a la supuesta ofensa dirigida a la bandera norteamericana; el canciller huertista manifiesta que su Gobierno no se considera obligado a aceder a tales pretensiones; pues acceder a ello

“equivaldría a aceptar la soberanía de un Estado extranjero, con menoscabo de la dignidad y del decoro nacionales, que el señor Presidente (Huerta) está dispuesto a hacer respetar en todo caso”.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Tenía razón el Gobierno de Huerta en sus justas palabras: “que de llevar hasta ese punto la cortesía equivaldría a aceptar la soberanía de un Estado extranjero… con menoscabo de la dignidad y del decoro nacionales, que el señor Presidente está dispuesto a hacer respetar en toco caso”. (Subraya el autor.) Bellas palabras que el general Huerta no tradujo en hechos, pues como es bien sabido, cuando el incidente de Tampico culminó con la ocupación criminal de Veracruz, las tropas que debieron haber defendido el suelo patrio y que estaban al mando del general Gustavo A. Mass, en vez de aprestarse a la lucha, se retiraron cobardemente a Tejería, y después a Soledad, dejando abandonado el puerto que fue bizarramente defendido por los cadetes de la Escuela Naval, el pueblo, y una parte del ejército federal, que no obedeció las órdenes de su jefe Mass por considerarlas antipatrióticas y violatorias del espíritu militar. (Ver los detalles correspondientes en la obra del autor Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. I, cap. “Cómo se llevó a cabo la ocupación”. Fondo de Cultura Económica, México, 1958.)

[1] Aunque este documento no aparece firmado en los archivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, se supone que o fue dirigido por el entonces canciller huertista, señor licenciado José López Portillo y Rojas, o por el subsecretario señor licenciado Roberto Esteva Ruiz. Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. I, pp. 314, 315, 316. F.C.E., México, 1958.

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Nota del gobierno huertista de México, manifestando al encargado de negocios de los Estados Unidos, que no puede aceptarse la neutralización del puerto de Tampico, que su Gobierno ha declarado por actos propios. [A.R.E., S.N.]

Secretaría de Relaciones. México, 13 de abril de 1914. Señor Encargado de Negocios: El encargado de negocios de México en los Estados Unidos de América ha comunicado a esta Secretaría, por la vía telegráfica, que el Gobierno de Vuestra Señoría ha dado orden al almirante Mayo para que evite, en el puerto de Tampico, nuevos combates que pueda haber entre las fuerzas del Ejército Federal y los rebeldes. Mucho extraña la Cancillería Mexicana esta determinación, sin antecedentes de ninguna especie, y que constituye una imposición injustificada. Desde luego la neutralización de una zona territorial perteneciente a un Estado que, como México, es un miembro soberano de la sociedad internacional, depende exclusivamente de una determinación espontánea de este mismo Estado, y, a lo más, de un acuerdo que celebre con las demás potencias; pero ningún poder extraño tiene derecho de tomar una resolución como la que el Gobierno de los Estados Unidos de América ha comunicado y que entraña nada menos que el ejercicio de su soberanía sobre una parte del territorio mexicano. Como sabe perfectamente Vuestra Señoría, solamente el Estado que ejerce jurisdicción soberana puede establecer el carácter neutral de determinada zona; y aun en aquellos casos en que algún Estado diverso ha tenido interés en la neutralidad de dicha zona, se ha visto obligado a obtener mediante un tratado, un acuerdo, o en cualquiera otra forma en que ha intervenido siempre la voluntad del Estado Territorial. En el presente caso hay otras circunstancias que, independientemente de lo expuesto, hacen imposible neutralizar el puerto de Tampico, y son éstas: PRIMERA: Los rebeldes que amenazan el puerto en cuestión, como es público y notorio, no pueden ser considerados como un grupo político desde el momento en que, bajo una bandera de esa especie, que no es del

caso discutir, cometen verdaderos delitos comunes. El pillaje, los asesinatos de extranjeros pacíficos, como el de William S. Benton, y la expulsión de otros por mero odio de raza o de nacionalidades, como la que ha llevado a cabo Francisco Villa respecto de los españoles, son la mejor prueba de esto que afirmo. SEGUNDA: El Gobierno Constitucional Interino de los Estados Mexicanos tiene el supremo deber, legal y moral, de defender al orden público y de rechazar por medio de las armas, los ataques que los rebeldes dirijan contra el puerto de Tampico, o contra cualquiera otra parte del territorio. TERCERA: En consecuencia de esto el Gobierno Federal, de hecho y de derecho, se encontraría en la imposibilidad de no combatir en el puerto de Tampico, cuando éste fuera atacado por los rebeldes. Los mismos Estados que, como Bélgica y Suiza, se encuentran sujetos a una neutralidad permanente, gozan de la facultad de rechazar, por medio de las armas, el ataque de las fuerzas de cualquier otro Estado. Con mayor razón se debe disfrutar este ejercicio de la soberanía nacional, cuando se trata de revolucionarios o de delincuentes del orden común. CUARTA: Con motivo del mismo caso Benton, a que acabo de referirme, esta Cancillería llamó la atención del Gobierno de los Estados Unidos de América sobre que las armas y demás auxiliares que los rebeldes mexicanos obtienen en territorio americano, son empleados por éstos en la comisión de delitos comunes. Ahora bien: si el Gobierno de los Estados Unidos de América permite a los revolucionarios mexicanos hacerse de elementos para combatir al Ejército Federal, no tiene motivo para quejarse de que dicho Ejército emplee las fuerzas de que disponga para defenderse y para reducir al orden a quienes lo alteran. Por otra parte, si el Gobierno de Vuestra Señoría considera perjudicados los intereses de los extranjeros por los combates de que se trata, debe reconocer también que esta situación resulta, precisamente, de que no se impide a los rebeldes adquirir armas y otros recursos en territorio americano. A este respecto, el Gobierno Federal, respetuoso de la soberanía de los Estados Unidos de América, tanto como de la de los Estados Unidos Mexicanos, no puede hacer otra cosa que llamar la atención del Gobierno de Vuestra Señoría acerca de que la causa de los daños de que se queja, depende de ese mismo Gobierno exclusivamente, y a él toca resolver si la suprime o no. En cuanto a los mexicanos atañe me honro en comunicar a Vuestra Señoría por acuerdo del señor presidente, que no puede reconocer ningún

valor legal a la neutralidad del puerto de Tampico que el Gobierno de los Estados Unidos ha declarado por actos propios; y que el Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos se verá obligado a rechazar, con la fuerza de las armas, todos los ataques que los rebeldes dirijan contra el puerto de Tampico, lo mismo que contra cualquiera otra región de nuestro territorio. (No tiene nombre ni firma.)[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO La argumentación jurídica nos parece acertada desde el punto de vista internacional; pero en lo concerniente a las referencias que hace la cancillería del gobierno usurpador respecto a la conducta de los constitucionalistas aclaramos lo siguiente: Dice que “los rebeldes que amenazan el puerto en cuestión (los constitucionalistas) no pueden ser considerados como un grupo político desde el momento en que, bajo su bandera… cometen verdaderos delitos comunes…” En tal caso, comentamos nosotros, el gobierno usurpador del Gral. Huerta tampoco es un grupo político, porque nació de un magnicidio perpetrado en la persona del primer magistrado de la República, el señor Madero, y de los homicidios llevados a cabo con alevosía, premeditación y ventaja contra el alto mandatario Lic. Pino Suárez y los diputados Rendón, Pastelín, Gurrión y Monroy; el gobernador don Abraham González; el Intendente de Palacio Adolfo Bassó; el Gral. Gabriel Hernández; el hermano del presidente, don Gustavo Madero; y otros muchos ciudadanos más sacrificados villanamente por sicarios huertistas. Por lo demás sí formaron un grupo político los constitucionalistas que en defensa de la Constitución y de la dignidad nacional se levantaron en armas bajo la dirección del gobernador de Coahuila, señor don Venustiano Carranza, quien desde el momento en que recibió el cínico mensaje del traidor y asesino Huerta: “Por orden del Senado tengo presos al Presidente y a su gabinete…”, lo desconoció de acuerdo con los principios constitucionales, oponiéndose a su nefanda usurpación.

[1] Muy probablemente del Sr. Lic. José López Portillo y Rojas, entonces Secretario de Relaciones de Huerta.

5

Telegrama del Lic. López Portillo, girado al secretario de Guerra y Marina, previniéndole que las fuerzas del país se pusieran en actitud defensiva, con motivo del movimiento de tropas americanas. [A.R.E., S.N.]

Secretaría de Relaciones Exteriores. Sección Of. Mayor. Muy urgente. Telegrama. México, 16 de abril de 1914. Sr. Srio. Guerra y Marina. Presente. Refiérome a su mensaje hoy. Tropas americanas en su derecho hacen movimientos su territorio. Precisa las nuestras pónganse inmediatamente en actitud defensiva. López Portillo.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Con este mensaje muy urgente previno el licenciado López Portillo y Rojas al secretario de Guerra, Gral. Aureliano Blanquet, que, con oportunidad y todo derecho se pusiera en actitud defensiva, pero este último nada hizo en el caso de Veracruz respecto a ponerse en “actitud defensiva”. Eso se desprende del hecho bochornoso de que al invadir las fuerzas norteamericanas el puerto de Veracruz, el Gral. Gustavo A. Mass, lejos de aprestarse a la defensa, huyó a Tejería y después a Soledad, dejando indefenso el puerto que cayó en manos de los invasores. El honor nacional lo salvaron, no el ejército federal cuyo deber era, cualquiera que fuese su suerte, sino el pueblo que indignado defendió su tierra en unión de los gloriosos cadetes navales entre quienes sobresalieron por su valentía el teniente José Azueta Abad, que dejó su ametralladora cuando estaba exhausto por las heridas mortales recibidas del enemigo, y el cadete Virgilio C. Uribe, muerto con las armas en la mano en el recinto de su plantel. (Ver para mayores detalles sobre la ocupación de Veracruz el capítulo “Cómo se llevó a cabo…” en la obra citada del autor.)

6

Informe del señor Algara, fechado en Washington, D.C., comunicando a la Secretaría de Relaciones Exteriores la lista oficial dada por el departamento de Marina de los Estados Unidos, de sus buques en

Tampico, Tamaulipas. [A.R.E., S.N.] Washington, abril 20 de 1914. Secretario Relaciones. México. Refiérome mensaje ayer, salida escuadra. Con referencia mi telegrama fecha 14 actual en seguida lista oficial dada por Departamento Marina Estados Unidos, buques en Tampico: “Connecticut”, veinticuatro cañones, novecientos cincuenta y tres hombres; “Minnesota”, veinte cañones, novecientos cincuenta y tres hombres; “Chester”, dos cañones, trescientos setenta y tres hombres; “Des Moines”, diez cañones, trescientos nueve hombres; “Dolphin”, dos cañones, ciento quince hombres; transporte “Hancock”, ochocientos marinos; “Utah”, veintiséis cañones, novecientos cuarenta hombres. En Veracruz; “Florida”, veintiséis cañones, novecientos noventa y cinco hombres; “Prairie”, diez cañones, ciento quince hombres; “San Francisco”, ocho cañones, ciento veinticinco hombres. En camino Tampico, “Arkansas”, treintitrés cañones, mil trescientos y seis hombres; “South Carolina”, ocho cañones, ochocientos cinco hombres; “Michigan”, ocho cañones, ochocientos cinco hombres; “Geltic”, ciento diez hombres; Tacoma, diez cañones, trescientos nueve hombres; “Nashville”, dos cañones, ciento ochentitrés hombres; “Brutus", ciento cincuenta hombres. Listos para salir para el Atlántico, “Nebraska”, “Virginia”, “Georgia", “Delaware”, “Kansas”, de veinticuatro cañones y novecientos veinte hombres cada uno, “New York” y “Texas” de treintiún cañones y mil setentidós hombres cada uno, más dos divisiones de torpederos, diez y siete buques. Buques en el Pacífico: “California”, diez y ocho cañones, novecientos veintiún hombres; “Glacier”, ciento quince hombres; “Annapolis”, seis cañones, ciento sesenta hombres; “Justin”, ciento setenta y cinco hombres; “New Orleans”, diez cañones, trescientos cuarenta y seis hombres. Rumbo al Pacífico: “Cleveland”, diez cañones, doscientos noventisiete hombres; “Chatanooga”, diez cañones, trescientos veintidós hombres; “Júpiter”. Listos para salir para el Pacífico: “Maryland” y “Pittsburgh”, “Virginia” trescientos cuarentiséis hombres; “Charleston”,

catorce cañones, seiscientos setentinueve hombres; “Colorado” y “South Dakota”, dieciocho cañones, ochocientos setenta y ocho hombres cada uno, haciendo un total de sesenta y cinco buques, seiscientos noventicinco cañones y veintinueve mil cuatrocientos setenta y tres hombres. Gran cantidad de cañones de pequeño calibre además de los asentados, en cada barco. Algara[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO Las informaciones de Algara relativas al crecido número de barcos de guerra enviados a Tampico y Veracruz, fuertes en las enormes sumas citadas de 65 navíos de guerra con 695 cañones y 29 473 hombres, sin contar los cañones de pequeño calibre, demuestran que el gobierno de Washington previó, en aquellos momentos históricos, la posibilidad de llevar a cabo una intervención militar en gran escala, pues no de otra manera se explica ese inmenso poderío naval instalado frente a los dos principales puertos de nuestra República. Por lo demás es preciso hacer notar que la estancia de esa enorme cantidad de unidades navales de la escuadra estadounidense en nuestras aguas territoriales era absolutamente ilegal, pues ninguno de los dos gobiernos en lucha, el Constitucionalista y el de Huerta, habían dado su consentimiento para esa larga estancia de las dichas escuadras frente a nuestras costas del Golfo. Pero, claro, tratándose de México, las secretarías de Estado y de Guerra de Washington no se preocupaban mucho ni poco de cumplir sus deberes internacionales. Obraban a su guisa abusando de su fuerza con menosprecio del Derecho. Otra fue la actitud norteamericana frente al poderío alemán, demostrada en el caso del “Ipiranga”, buque transportador de armas y municiones para Huerta, a cuyo capitán impusieron el deber de no desembarcar en Veracruz los pertrechos de guerra destinados al usurpador; pero el capitán alemán se burló de las autoridades norteamericanas desembarcando su carga bélica en Coatzacoalcos donde ésta quedó a disposición de su destinatario.

[1]

Ángel Algara era primer secretario de la embajada del Gobierno usurpador cerca del de los

Estados Unidos.

7

Telegrama del Lic. José Castellot, fechado en Washington, D.C., sugiriendo al general Victoriano Huerta fuera saludada la bandera norteamericana, para evitar mayores males. [A.R.E., S.N.]

El señor José Castellot, secretario de la embajada huertista en Washington, se dirige al “Señor presidente don Victoriano Huerta” manifestándole “creer” que si “haciendo usted (Huerta) un extremo sacrificio” se rindieran a la bandera norteamericana los honores exigidos por el almirante Mayo, comunicándole esta decisión al presidente Wilson, se evitarían “inmensos males a ambos países (México y Estados Unidos)”. Pide respuesta “violentísima” por conducto de la Embajada.[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO La idea del Lic. Castellot sugerida directamente a Huerta quizá hubiere salvado de la ocupación militar a Veracruz, pero no nuestro honor nacional. La cancillería huertista nunca transigió con las exigencias desmedidas del almirante Mayo aprobadas por el presidente Wilson, rechazándolas por lesionar nuestro decoro patrio. Al subrayar la palabra quizá recordamos este hecho: que aun suponiendo que la cancillería de Huerta hubiera transigido en saludar a la bandera norteamericana con 21 cañonazos, sin condiciones de reciprocidad, por lo pronto se hubiese evitado el atentado militar a nuestro primer puerto; pero después, cuando el barco alemán “Ipiranga” llegó a Veracruz con armas destinadas al gobierno usurpador no habría evitado la intervención militar norteamericana en el puerto. De cualquier manera que fuese la inadecuada sugestión del diplomático Castellot ésta no aceptada por Huerta, pues en medio de los numerosos dislates que cometió el usurpador, en ese puntillo de honor nacional fue intransigente: no quiso saludar a la insignia de las barras y las estrellas sino en forma de reciprocidad. Y en cuanto a que el tirano no recibiera las armas del “Ipiranga”, las autoridades estadounidenses resultaron burladas, como lo hemos expuesto en comentario anterior.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. I, p. 316. F.C.E., México, 1958. El licenciado José Castellot Jr. era en esa época secretario de la embajada huertista en Washington.

Telegrama del Sr. Juan F. Urquidi, fechado en Washington, D.C., informando al Lic. Isidro Fabela el acuerdo tomado por el Congreso norteamericano para hacer uso de sus fuerzas en contra de Victoriano Huerta, así como del movimiento de su flota para un posible bloqueo comercial de los puertos del Golfo.

8

[A.I.F., F9-92-2.] Telegrama recibido en Chihuahua. Washington, 20 de abril de 1914. Sr. Isidro Fabela. (Secretaría de Relaciones del gobierno Constitucionalista.) Cámara de Diputados acaba adoptar resolución confiriéndole amplios poderes presidente hacer uso fuerzas contra Huerta; ni el texto del mensaje presidencial ni resolución Diputados mencionan México sino únicamente Huerta y adherentes. Senado pasará esta noche idéntica resolución. Flota llegará mañana Tampico; posiblemente bloqueo comercial puertos Golfo. Residentes americanos han empezado abandonar territorio, actitud general agresiva contra Huerta, personalmente con simpatías manifiestas nuestra causa. Actitud constitucionalista reserva, discreción, grandemente apreciada, beneficia. Saludos. J. F. Urquidi.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Los constitucionalistas, comenzando por el Primer Jefe Carranza, estábamos convencidos de que todos los actos internacionales en el caso México iban enderezados contra Victoriano Huerta y no contra los revolucionarios, pero no obstante nuestra creencia, la injusta conducta del gobierno norteamericano nos hirió en lo más profundo, pues el puerto de Veracruz no era propiedad del asaltador del poder público sino de la Nación mexicana; y por eso el Primer Jefe dirigió a Washington la nota enérgica que envió a Mr. Bryan contestándole la que éste le enviara por conducto del cónsul Carothers en que le explicaba que la ocupación de Veracruz era una represalia exclusivamente contra la persona de Victoriano Huerta.

Los constitucionalistas jamás aceptamos criterio tan absurdo, ya que el usurpador, como muy bien expuso Carranza en su protesta, no representaba al pueblo mexicano, justamente ofendido por la invasión de su suelo nacional. De tal hecho antijurídico nació el conflicto internacional que el presidente Wilson no esperaba, pues subestimando en la embriaguez de su eminente altura nuestro verdadero patriotismo, pensó, muy equivocadamente, que ya que la ocupación de Veracruz favorecía en cierto modo a los constitucionalistas, la actitud del Gobierno presidido por el señor Carranza sería pasiva y expectante, porque le restaba una plaza importantísima a su enemigo mortal, Huerta; pero como los actos del gobierno de los Estados Unidos lesionaban en lo más caro nuestra sensibilidad nacional, la intervención militar norteamericana en el territorio del Estado mexicano levantó la justa protesta inmediata del Gobierno constitucionalista. Por eso Mr. Wilson, al darse cuenta de la tragedia que él había provocado por su incomprensión de la política y del Derecho internacional, se valió de los representantes diplomáticos de la Argentina, Brasil y Chile, para que sirvieran de mediadores en el conflicto surgido que muy bien pudiera llegar a mayores efectos que él quería evitar a todo trance. (El ingeniero don Juan Francisco Urquidi, signatario del mensaje transcrito, era el secretario de la Agencia confidencial del Gobierno constitucionalista en Washington, que estaba a cargo del Lic. Rafael Zubaran.)[1]

[1]

Ver para mayores detalles la op. cit. del autor, Historia diplomática de la Revolución Mexicana.

9

Partes rendidos por el general Gustavo A. Mass, relativos a la invasión del puerto de Veracruz, por fuerzas norteamericanas. [A.H.D.N., XI/481.5/315. caja 148.]

Ejército Nacional General de División. Tengo la honra de acompañar a usted el Parte Oficial detallado de los acontecimientos ocurridos en Veracruz el 21 de abril del presente año como ampliación del parte telegráfico que en su oportunidad tuve el honor de rendir a esa Superioridad. Tengo el honor, mi general, de hacer a usted presentes mi subordinación y respeto. Libertad y Constitución, México, mayo 25 de 1914. El General de División. Gustavo A. Mass. Recibo al departamento de Estado Mayor para estudio e informe. Al C. General de Ejército. Secretario de Guerra y Marina. Presente. Ejército Nacional General de División. Tengo la honra de rendir a la Secretaría del digno cargo de usted el parte oficial de los acontecimientos desarrollados el día veintiuno de abril del corriente año, con motivo del desembarque de las tropas americanas en el puerto de Veracruz. Creo conveniente manifestar, antes de entrar al detalle de este parte, que en la Comandancia Militar de mi cargo no había noticia alguna de que en la fecha citada se efectuaría el desembarque de los invasores; pues si bien es cierto que algunos rumores relacionados con dicho desembarque, corrieron en Veracruz días antes al veintiuno, éstos fueron desmentidos y no se tomaron en cuenta dado que por el largo tiempo que los buques americanos habían permanecido en aguas territoriales hostilizándonos solapadamente, era ya vulgar esa especie. La noticia verdadera de los sucesos que tuvieron lugar no la recibió nadie antes de media hora, y aun

los mismos cónsules de las potencias extranjeras, que por razón de su encargo, debían haber estado informados con anticipación de lo que iba a suceder, lo ignoraron hasta media hora antes de que las tropas invasoras hollaran el territorio nacional, en que les fue comunicada por una Circular del Consulado Americano la resolución del Gobierno de los Estados Unidos del Norte para que el contra-almirante Fletcher tomara el puerto inmediatamente. (Lo anteriormente expresado lo supe por informes que me proporcionaron primeramente el cónsul de Guatemala, D. Enrique D’Oleire, quien me mostró la circular a que antes me refiero, y en seguida, por el vice cónsul de España, D. Manuel Bayón.) Como dije antes, lo relativo al desembarque de las tropas americanas era ya vulgar; pero en atención a que en el día citado se notó en la ciudad gran alarma, y el Comercio, después de las diez y media de la mañana comenzó a cerrarse, en previsión de lo que pudiere ocurrir, y no con la certeza de lo sucedido; pues como dejo expresado, en la Comandancia Militar de mi cargo no había noticia alguna del desembarque, ordené que las fuerzas de la guarnición, previamente acuarteladas, estuvieran listas para recibir órdenes. Se estaba cumpliendo con esta disposición cuando fui avisado a las diez y cincuenta minutos de la mañana que del Consulado Americano deseaban hablarme por teléfono: ocurrí a la bocina y el secretario de dicho Consulado me comunicó de parte del cónsul de los Estados Unidos del Norte, Wm. H. Canada, que el contra-almirante Fletcher, en cumplimiento de órdenes de su Gobierno, desembarcaría tropas desde luego para tomar el puerto de Veracruz, y que dicho contra-almirante esperaba que para evitar la efusión de sangre las fuerzas de mi mando no harían ninguna resistencia permaneciendo en su Cuartel, y que yo no tomaría ninguna medida respecto a los trenes y material rodante de ferrocarril que se encontraban en la Estación Terminal. Le contesté que tal desembarque no lo podía consentir y que, con los elementos de que disponía, repelería toda agresión que se hiciera a la Soberanía Nacional, así como que, respecto a los trenes y material rodante del ferrocarril obraría en la forma que lo estimara conveniente. Como si esta declaración no hubiese bastado, se me hizo repetir la resolución que tomaba, y entonces la expresé con mayor energía, separándome del teléfono. Cuando abandonaba el aparato recibí por distintos conductos y de viva voz, la noticia de que las tropas americanas se dirigían en lanchas sobre los muelles y estaban llevando a cabo su desembarque en el que está frente a la Estación Terminal; de modo que apenas transcurrieron diez minutos entre el telefonema del Consulado Americano, y el desembarque

de los marinos. Desde luego ordené al mayor Diego E. Zayas, jefe de los trenes militares, que a la sazón regresaba a darme cuenta del desempeño de una comisión que le confié, que pusiera inmediatamente a salvo las máquinas y el material rodante del ferrocarril que hubiera en la Estación. En seguida, en compañía del coronel médico cirujano Arcadio T. Ojeda, que llegaba comunicándome la noticia y pidiéndome instrucciones, me dirigí a los Cuarteles con objeto de ordenar que inmediatamente salieran tropas que fueran a batir a los americanos que ya estaban desembarcando. En el Cuartel del 19º Regimiento de Infantería ordené al teniente coronel Albino R. Cerrillo, que fue el primer jefe que se me presentó, que con parte del citado regimiento marchara por la Avenida de la Independencia rumbo al muelle de la Terminal, con la misión de rechazar, a toda costa, a las tropas invasoras e impedir que continuaran su desembarque. Al Gral. Francisco A. Figueroa, jefe del Cuerpo, que bajó después a presentárseme, le ordené que alistara y municionara al resto de la tropa del mismo para que con esa fuerza, más los individuos que formaban el Depósito de Reemplazos y algunos otros piquetes, quedara en el Cuartel con objeto de proteger el edificio de la Comandancia Militar y recoger los pertrechos de guerra y demás objetos que por la premura del tiempo no había sido posible alistar para ponerlos en salvo. En el Cuartel del 18º Regimiento ordené al Gral. Luis B. Becerril, jefe del mismo, que alistara toda su fuerza y procediera a formar en el interior del Cuartel a todos los paisanos del pueblo de Veracruz que acudían en masa para aprestarse a la defensa de la Patria, a fin de que se les proveyera de las armas y municiones, que con tal objeto fueron llevadas violentamente de los Almacenes de Artillería del Puerto. En la Prisión Militar ordené al teniente coronel Manuel Contreras que armara y municionara a los procesados y sentenciados reclusos en la expresada, para que juntamente con los paisanos marchara por la Avenida del Cinco de Mayo rumbo al muelle de la Terminal, con el mismo objeto que el teniente coronel Cerrillo. A continuación ordené se comunicara a la Batería Fija estuviera dispuesta a la mayor brevedad en espera de órdenes para salir a tomar posiciones. Hecho todo lo que antecede monté en un coche en compañía del Cor. Ojeda, del Cap. de navío Aurelio Aguilar, del mayor de ingenieros Joaquín Pacheco, y dos oficiales para dirigirme a los muelles a fin de darme cuenta exacta de lo que estaba ocurriendo. Tomamos por la Avenida de la Independencia, en donde ordené al mayor Pacheco que en compañía del

capitán 2º de ingenieros Pedro P. Romero fuera a encontrar al mayor Zayas y le prestara ayuda para dar cumplimiento a las órdenes que tenía, y al capitán de navío Aguilar que se dirigiera a la Escuela Naval a esperar mis órdenes. Al llegar a la Plaza de Armas me dirigí a la Estación Terminal por las calles de Zamora y Zaragoza; en esta última un paisano subió al coche en que íbamos para avisarme que efectivamente los americanos habían desembarcado ya y se encontraban posesionados de la Estación Terminal, edificio de Correo y Telégrafos y se disponían a marchar sobre la Aduana Marítima, haciéndome ver que no tenía objeto que me dirigiera al muelle por encontrarse en poder de los marineros americanos. En vista de esto, regresé en compañía del coronel Ojeda y un oficial por las mismas calles. Al llegar a la plaza de Armas encontré al teniente coronel Cerrillo que al frente de unos ciento cincuenta hombres del 19º Regimiento venía por la Avenida de la Independencia a cumplir la orden recibida; lo puse al tanto de la situación, tal como la conocía, y ordené que rechazara el avance del invasor que ya había desembarcado. Continué en seguida mi marcha por la Avenida de la Independencia hasta llegar al crucero de la calle de Francisco Canal en donde el coronel Ojeda se separó de mi lado para trasladarse al Hospital Militar a tomar todas las providencias necesarias para atender eficazmente a los heridos que fueran llevados en el curso del combate; tomando la calle de Francisco Canal seguí por la de Cinco de Mayo rumbo a los Cuarteles; llegado a ellos encontré que a excepción de las fuerzas del teniente coronel Cerrillo, los sentenciados y procesados de la Prisión Militar, y los voluntarios que se habían presentado y que fueron alistados por el teniente coronel Contreras, el resto de las fuerzas no se encontraba aún listo debido a la negligencia de los jefes y muy especialmente del general brigadier de infantería Francisco A. Figueroa, a quien reproché su apatía y le previne que le quitaría el mando si no daba cumplimiento a mis órdenes. Mandé al general Becerril que marchara por la Avenida del Cinco de Mayo a fin de apoyar a las fuerzas que ya se habían empeñado en el combate. En estos momentos, once y media de la mañana, la lucha con los invasores se había entablado por distintos puntos de los que paso a dar cuenta pormenorizada: A las once y minutos de la mañana la tropa del teniente coronel Cerrillo tomó contacto con el enemigo al desembocar por la Avenida Morelos a la Plazuela que está frente al edificio de Correos y Telégrafos, del que se habían posesionado las fuerzas americanas. El tiroteo que ahí se entabló fue nutrido y no obstante que el enemigo era superior en número y elementos (contaba con numerosas ametralladoras), los soldados

federales lo mantuvieron a raya no dejándolo avanzar un palmo de terreno y causándole entre tanto bastante bajas. La fuerza del teniente coronel Contreras al llegar a la Plaza de Armas se dividió en dos fracciones; una de las cuales, a las órdenes de dicho jefe, marchó por las calles de Zamora para ir a situarse en la de Zaragoza frente a los cobertizos de la Aduana, en donde batió al enemigo con vigor impidiendo por más de dos horas que los invasores se posesionaran del edificio; y la otra fracción se reunió a las fuerzas del teniente coronel Cerrillo que continuaba batiéndose. Al efectuar el invasor su desembarque por los malecones que se encuentran frente a la Escuela Naval fueron recibidos con un fuego muy nutrido por los alumnos de ese Plantel desde cuyo punto lograron obligar al enemigo a reembarcarse en sus lanchas y retirarse, viéndose precisado a hacer uso de la artillería de sus barcos para apoyar un segundo desembarque, bombardeando el edificio de la Escuela Naval en donde los alumnos resistieron heroicamente el ataque de los americanos, cubriéndose de gloria. Es de lamentarse la muerte del alumno de dicho Establecimiento Virgilio C. Uribe, que fue mortalmente herido sucumbiendo en breves instantes. En la Batería Fija, el comandante de ella, capitán 1º Leonardo Anchondo, se ocupaba en alistar todo su material. Como las fuerzas invasoras que desembarcaron por el muelle de Sanidad la atacaran haciendo un fuego intenso sobre ella, dispuso el capitán Anchondo que el capitán 2º Luis G. Salas con una pieza se pusiera en batería en la esquina de las calles de Esteban Morales. Este oficial, auxiliado eficazmente por los tenientes José Azueta y Alfredo Cañete protegió a la Artillería mientras se efectuó el atalaje y se reunió el material y pertrechos restantes en los Almacenes de Artillería. En la Estación Terminal el mayor Zayas procedió a su vez, y con toda actividad, a expedir sus órdenes a los maquinistas para que arrastraran el material rodante y lo sacaran de la estación conduciéndolo a Tejería, órdenes que fueron efectuadas con mucha prontitud no obstante que para hacerse obedecer, tuvo necesidad de intimidar a algunos maquinistas. Solamente se abandonaron dos máquinas que estaban fuera de servicio y algunos carros dormitorios y de pasaje que en número de doce o catorce habían llegado en los trenes de la mañana, los cuales no fue posible sacar por encontrarse las fuerzas americanas ya posesionadas de la Estación. La salida de los últimos trenes se efectuó bajo el fuego del enemigo, y una vez que habían pasado todos ellos por la Estación de Los Cocos procedió a interrumpir la vía levantando un tramo de cincuenta metros en el punto

donde se cruza con el Ferrocarril del Istmo. En el Hospital Militar la primera providencia que tomó el coronel Ojeda, director del mismo, fue mandar uniformar a los enfermos que se encontraban en aptitud de tomar las armas, a cuyo efecto ordenó que un oficial fuera a recabarlas a los Almacenes de Artillería del Puerto, habiendo obtenido setenta fusiles y tres cajas de cartuchos que el mismo director distribuyó a los citados enfermos y a algunos paisanos que se presentaron a prestar sus servicios, formando con estos elementos una pequeña fuerza que puso a las órdénes del teniente del 18º Regimiento de Infantería Abraham López, al que posteriormente quitó el mando por su indecisión e ineptitud, dándoselo al subteniente del mismo Cuerpo Bruno Negrete. Procedió en seguida, ayudado por los médicos cirujanos tenientes coroneles Marcelino Mendoza y José R. Ortiz, así como por el médico civil auxiliar, Pedro F. Correa, a atender con toda eficacia a los heridos que fueron levantados por el personal de Ambulancia a sus órdenes, en los lugares más expuestos. Entre tanto se efectuaban estas maniobras recibí dos mensajes de esa Secretaría: uno de ellos cifrado, disponiendo que los invasores no fueran batidos hasta no pisar tierra mexicana, y que se hiciera resistencia, poniendo a salvo el honor nacional, y después otro, en que se me ordenaba que con los elementos disponibles me replegara a la estación de Tejería a esperar órdenes. Las instrucciones recibidas fueron cumplidas exactamente, pues los invasores no fueron batidos hasta que se hallaron en tierra, siendo entonces rechazados por las fuerzas de mi mando con energía y valor; y para dar cumplimiento a la orden de usted, que dispuso me replegara a Tejería con las fuerzas de mi mando ordené lo siguiente: Que el general Figueroa se replegara a la Estación de Los Cocos, lugar donde debía esperar la llegada de la Batería para proteger su retirada a Tejería. A la batería fija que emprendiera su retirada a Los Cocos, donde se embarcaría en un tren protegida por las fuerzas del 19º Regimiento, disposición que fue cumplida con toda oportunidad y en perfecto orden. En esta maniobra se distinguió el teniente José Azueta, que con una ametralladora protegió la retirada de la Batería hasta quedar fuera de combate con tres heridas. Para facilitar su incorporación debido a que en aquella parte del camino la marcha hubiera sido muy difícil, dispuse que de las máquinas que habían sido enviadas a Tejería regresara una a Los Cocos llevando los furgones necesarios para el embarque de la Artillería y del 19º Regimiento que se incorporaron juntamente a las doce de la noche del mismo día.

Al 18º Regimiento que aún no había entablado combate con el enemigo ordené se replegara a Tejería lo mismo que las fuerzas del teniente coronel Contreras, dejando solamente la del teniente coronel Cerrillo para proteger la retirada. A la Escuela Naval y al Hospital Militar, que se les comunicara también la misma orden. Posteriormente he sabido que al primero de los establecimientos citados no llegó dicha orden, y que el segundo la obtuvo por un oficial de su personal que de órdenes del director fue a inquirir informes a la Comandancia. Una vez que se hubieron dictado, como dejo expuesto, las disposiciones necesarias para que todas las fuerzas de mi mando se concentraran a Tejería me retiré a la estación de Los Cocos acompañado del coronel licenciado Gonzalo Gómez Baqueiro, del coronel licenciado Manuel Escobar, teniente coronel mayor de órdenes Luis M. Rosas, mayor de ingenieros Joaquín Pacheco, y de algunos otros oficiales de la Comandancia Militar y Mayoría de órdenes; de esta estación continué mi marcha a Tejería. Poco antes de llegar a Tembladeras se observó sobre la vía del ferrocarril la presencia de algunas tropas que un oficial fue a reconocer regresando con la noticia de que era la fuerza del 18º Regimiento que a las órdenes del general Becerril y en cumplimiento a lo dispuesto, marchaba a replegarse al lugar señalado; juntamente con esa fuerza continué mi marcha, llegando después de dos horas de camino a la estación de Tejería en donde establecí la Comandancia a las cinco de la tarde. En aquel sitio encontré al capitán 1º del 19º Regimiento René Ortega Utrilla, que en la mañana de ese mismo día salió de Veracruz con ciento cincuenta hombres del citado Cuerpo escoltando doscientos noventa reos de la Cárcel Municipal del Puerto que me fueron entregados por orden del gobernador del Estado según instrucciones del Sr. Presidente, y que marchaban a esta Capital a disposición de la Secretaría del digno cargo de usted. Tropa y presos suspendieron su marcha incorporándose a las fuerzas que eran a mis órdenes. En este lugar se fueron concentrando todos los elementos de que disponía en Veracruz en el orden siguiente: El 18º Regimiento, que como dejo dicho se incorporó conmigo; poco después llegó la fuerza a las órdenes del teniente coronel Contreras; a media noche el 19º Regimiento y la Batería Fija y a continuación la Escuela Naval Militar, a la que acompañaba el comodoro Manuel Azueta quien me manifestó que habiendo ido a presentarse a la Comandancia y no encontrándome ahí (estaba, como anteriormente expresé, dictando mis órdenes en los Cuarteles) juzgó que su puesto se encontraba en la Escuela

Naval a donde se dirigió desde luego permaneciendo en ella hasta que fue ordenada su evacuación por el director. No faltaban por incorporarse sino la fuerza del teniente coronel Cerrillo que continuó batiéndose en Veracruz hasta media noche, hora en que emprendió su retirada incorporándose el día 22 en Soledad, y el personal del Hospital Militar que a las órdenes del coronel Ojeda estuvo atendiendo a los heridos, que en número de veintidós, fueron conducidos durante el día por el personal de ambulancia; también condujeron ocho muertos, entre ellos, el alumno de la Escuela Naval Virgilio C. Uribe. El jefe citado, antes de evacuar la plaza, procedió a trasladar a los heridos y enfermos que no podían caminar al Hospital Civil, así como los cadáveres de los héroes que murieron en defensa de la patria. Verificado esto, se aprovisionó el carro del establecimiento con los instrumentos y el mayor número de medicinas que pudieron salvarse, organizando después un convoy que abandonó la población en el orden siguiente: piquetes de soldados de los Regimientos 18º y 19º que reunió el director de los que andaban dispersos por la ciudad, agregándole los enfermos capaces de marchar, todos los cuales puso a las órdenes de un oficial; familias de los enfermeros de la Sección, acompañadas de guías; sección de ambulancia con mochilas de curación y jefes y oficiales, llegando a Tejería a las 7 de la mañana del día 22, y trasladándose a Soledad por ferrocarril adonde llegó en perfecto orden a la una de la tarde. El carro del establecimiento fue preciso abandonarlo por serle impracticable el camino dejando a guardar los botiquines en una casa de los contornos por su excesivo peso, y cargando los instrumentos y el mayor número de medicinas en la acémila que tiraba de dicho carro. Estando en Tejería, llegó de Veracruz un enviado del coronel Ojeda portando un pliego del comodoro Alejandro Cerisola, en el que me pedía instrucciones. En atención a que ni dicho comodoro, ni el coronel Vigil, ni la fuerza que componía el destacamento de Ulúa pudieron incorporárseme, debido a la rapidez y forma en que se sucedieron los acontecimientos que dejo relatados, comuniqué al comodoro Cerisola con el mismo portador instrucciones para que en el Arsenal Nacional, donde se encontraba al desarrollarse los hechos, esperara lo que pudiera ocurrir y que, si le era posible, se me incorporara con los elementos de que disponía. Estas instrucciones trasmití también al coronel Vigil. Este pliego no pudo llegar a su destino, quedando sin instrucciones los jefes citados. Con posterioridad se presentaron: en Soledad el comodoro Cerisola, a quien di orden para venir a esta capital, y en Paso del Macho el capitán 1º Juan Jiménez Figueroa, comandante del destacamento de Ulúa con la mayor parte de su

tropa, que no obstante haber quedado presos, teniendo la ciudad por cárcel, se evadieron presentándose al cumplimiento de su deber: el coronel Vigil no ha llegado a presentarse, ignorando la causa por lo que no lo ha efectuado. Con los elementos que se habían concentrado en Tejería durante la tarde y noche del 21 creí conveniente marchar a establecer la Comandancia Militar en Soledad de Doblado, en atención a que en la primera de las estaciones citadas se carece por completo de toda clase de elementos de vida y combustible y agua para las máquinas: al efecto dispuse se alistaran los trenes necesarios para que en la madrugada del 22 saliéramos de Tejería, como lo hice, habiendo llegado a Soledad a las 9 de la mañana de ese día, lugar en que tuve la honra de rendir a usted parte telegráfico de lo ocurrido en Veracruz el día anterior. Antes de salir de la estación de Tejería, ordené al mayor Zayas que procediera a levantar la vía del Ferrocarril Mexicano desde Tembladeras con objeto de impedir que las fuerzas invasoras pudieran aprovecharla en el caso remoto de que avanzaran: esta orden comenzó desde luego a cumplirse. Me es honroso poner en el superior conocimiento de usted que los jefes, oficiales y tropa a mis órdenes se condujeron con valor y dignidad combatiendo al invasor americano, y muy respetuosamente me permito mencionar con especialidad a los jefes y oficiales siguientes: El coronel médico cirujano Arcadio T. Ojeda, que cumplió con su deber a mi entera satisfacción atendiendo a los heridos hasta que fueron trasladados al Hospital Civil, habiendo salido en seguida de la ciudad en el más perfecto orden como lo dejo expresado, y siendo éste el último jefe de corporación que abandonó la plaza a la 1:35 de la mañana del día 22. En su tarea fue eficazmente secundado por los tenientes coroneles médicos cirujanos Marcelino Mendoza y José R. Ortiz, y el médico civil auxiliar Pedro F. Correa, único de éstos que se presentó al cumplimiento de su deber. Del personal que estuvo a sus órdenes se distinguieron los tenientes David Payán León, comandante de la Sección de Enfermeros y Norberto Cánals, ayudante de Farmacia, quienes desempeñaron con decisión y valor todas las comisiones especiales que les fueron encomendadas. Igualmente, la Sección de Ambulancia, despreciando el peligro, recogió de los lugares más expuestos veintidós heridos y ocho cadáveres, habiendo muerto únicamente el soldado de ambulancia Isaac Ruiz, que se dio como disperso y cuya muerte, en el cumplimiento de su deber, se comprobó posteriormente. El mayor Diego E. Zayas, jefe de Trenes Militares, desplegó una

actividad y energía digna de encomio, logrando salvar más de veinte máquinas que arrastraron el material rodante que fue posible enganchar, verificando esta maniobra bajo el fuego del enemigo que ya se había posesionado de la terminal, en cuya tarea fue secundado eficazmente por el conductor Ciriaco Flores, el maquinista Martín Cuburu y el obrero de la Batería Fija Miguel Garrido. El capitán 1º Leonardo Anchondo, comandante de la Batería Fija, llevó a cabo la retirada de ésta salvando todo el material y municiones restantes que había en los almacenes, cuando ya el enemigo, que había desembarcado en el muelle de Sanidad, estaba atacando el edificio. Todos los oficiales tomaron parte activa, disinguiéndose por su valor, contribuyendo a proteger y llevar a cabo la retirada. Únicamente sucumbió el teniente José Azueta, de cuyo digno comportamiento ya me he ocupado. El teniente coronel Cerrillo, que fue el primero en empeñar el combate, estuvo sosteniéndolo heroicamente hasta la media noche, hora en que emprendió la retirada. El teniente coronel Contreras sostuvo la lucha con las fuerzas de su mando hasta que recibió la orden de replegarse a Tejería. Los empleados de la Comandancia Militar se ocuparon en comunicar órdenes y desempeñar las comisiones que se les confiaron, distinguiéndose entre ellos el oficial 2º Humberto Lazo, el de su clase Alfonso Pérez, el escribiente Luis Vega, el oficial de la Sección de Marina Federico Barragán y el teniente de la Mayoría de Órdenes José Víctor Alcocer; los paisanos Juventino González e Isidro Garibo estuvieron prestando con eficacia su contingente en la trasmisión de las órdenes. El capitán de fragata Vicente Solache, atravesando uniformado la ciudad por los sitios de mayor peligro, se presentó a la Comandancia en cumplimiento de su deber. (Cuando pasaba por uno de los lugares más expuestos alguien le indicó la conveniencia de apresurar su marcha, contestando lacónicamente que no lo hacía porque iba de uniforme.) Posteriormente, y con aprobación de la Superioridad di a este jefe el mando del Cuerpo de Voluntarios para que le diera organización, instrucción y disciplina. Hasta aquí doy por terminado el parte de los acontecimientos relacionados con el día 21, y por separado tendré el honor de informar a la Secretaría del digno cargo de usted de lo acaecido desde esa fecha hasta el día en que por orden superior entregué el mando de las fuerzas que eran a mi cargo al general de división Ángel García Peña. Tengo el honor, mi general, de hacer a usted presente mi subordinación y respeto.

Libertad y Constitución, 17 de mayo de 1914. Un sello con el Escudo Nacional, que dice: “Secretaría de Estado y del Despacho de Guerra y Marina. México.” Incidente relativo a los acontecimientos ocurridos en Veracruz, el día 21 de abril último, que pasa el Departamento de Estado Mayor a éste de mi cargo, para que se proponga lo conveniente. C. Secretario: Respecto al asunto, dice el Departamento de Estado Mayor: “En vista del estudio de los acontecimientos ocurridos en Veracruz el día 21 de abril último, relativo al desembarque de las tropas americanas, violando la soberanía nacional, según el parte que rinde a la Secretaría de su digno cargo el C. general de división Gustavo Mass, entonces comandante militar de la citada plaza, este Departamento de mi cargo es de opinión, por lo expuesto en el mencionado parte y con sujeción a la Ordenanza General del Ejército, artículos números 1317 y 1326, que tratan de la defensa y abandono de una plaza, pase a consulta del Departamento de Justicia, Archivo y Biblioteca, para que éste resuelva en la parte correspondiente si hay responsabilidades que exigir al general Mass, lo mismo que a los jefes que acusa en su parte, de negligencia e ineptitud, comandantes respectivos de los Regimientos de Infantería números 18 y 19; y en este último, sobre todo, descarga graves cargos por su apatía en los momentos más críticos de la lucha.” Ahora bien, dado lo expuesto, es inconcuso que lo procedente sería el mandar abrir una averiguación, pero en atención a que en las actuales circunstancias no es conveniente hacerlo, a juicio del suscrito debe mandarse reservar el incidente hasta que la Superioridad lo determine, y devolverlo para sus efectos al Estado Mayor. Usted, no obstante, se servirá determinar lo mejor. Córdoba, 15 de mayo de 1914. El mayor secretario, Humberto Lazo. Vº Bº El general comandante militar, G. Mass.

COMENTARIO AL DOCUMENTO

Basado en los datos que he expuesto en mi libro Historia diplomática de la Revolución Mexicana, cap. “La ocupación de Veracruz” (pp. 310 ss.), datos fundamentados en las fuentes que cito, puedo afirmar que el documento que suscribe el divisionario Gustavo A. Mass no corresponde a la realidad de los hechos, siendo de consiguiente responsable de haber rendido a la Secretaría de Guerra partes oficiales falsos. Lo cierto es, en síntesis, que después de haber asegurado al cónsul norteamericano Canada que “le era imposible” no hacer resistencia contra la ocupación militar de Veracruz y especialmente de la aduana y demás edificios públicos, se retiró a Soledad, lejos del alcance de las balas de los invasores, no siendo él quien resistiera la intervención extranjera, como era su elemental deber militar, sino el pueblo veracruzano, los cadetes de la Escuela Naval a quienes exhortara vivamente el comodoro Manuel Azueta, según lo afirman tanto el hoy capitán de altura de la marina mercante Edmundo García Velázquez —entonces cadete de aquel instituto — así como el escritor Justino Palomares. Asimismo combatieron al invasor, para salvar el honor nacional, no obedeciendo las órdenes del comandante militar de Veracruz, los soldados que estuvieron al mando del teniente coronel Manuel Contreras, los cuales resistieron con bizarría los ataques del invasor. También rechazaron a los invasores algunos presos que soltó en libertad el general Mass al abandonar la plaza.[1] La prueba irrefutable de que la conducta del jefe citado no fue la que correspondía asumir a un militar de su rango en tiempo de guerra y frente al enemigo, es que, según consta en el oficio del 15 de mayo de 1914, suscrito por el mayor Humberto Lazo y que transcribo con el título “Incidente relativo a los acontecimientos ocurridos en Veracruz el día 21 de abril último, que pasa del Departamento de Estado Mayor a éste de mi cargo para que se proponga lo conveniente”, estuvo a punto de ser motivo de una investigación jurídico-militar escandalosa. El Departamento de Estado Mayor sugiere que el parte rendido por el general Mass a la Secretaría de Guerra pase a consulta del Departamento de Justicia de la propia Secretaría para que… “con sujeción a la Ordenanza General del Ejército, artículos 1317 y 1326, que tratan de la defensa y abandono de una plaza…” el precitado Departamento resuelva… “si hay responsabilidad de exigir al general Mass, lo mismo que a los jefes que acusa en su parte…” de haber sido negligentes e ineptos en los momentos más críticos de la lucha. Pero el mayor Humberto Lazo, secretario de la comandancia de operaciones en Córdoba, Ver., al ser requerido para que opine y proceda, responde: …“es inconcuso que lo procedente sería el

mandar abrir una averiguación, pero en atención a que en las actuales circunstancias no es conveniente hacerlo…”, a juicio del mayor Lazo “debe mandarse reservar el incidente hasta que la Superioridad lo determine”. Todo lo anterior prueba que a las mismas autoridades de la Secretaría de Guerra huertista les pareció indebido el comportamiento del general Mass; o por lo menos sospecharon de la conducta del comandante de las fuerzas federales, quien no estuvo al frente de sus tropas como era su estricto deber para batir al enemigo, sino que abandonó el campo de la lucha —y éste fue un hecho palmario—, dejando que el siempre erguido pueblo veracruzano y los jóvenes cadetes de la Escuela Naval defendieran heroicamente —al igual que lo hicieron sus hermanos de Chapultepec— la tierra de sus ancestros. Es de recordarse además el hecho significativo de que pocos días después de aquellos acontecimientos trágicos, el general Mass recibiera de sus superiores la orden de entregar el mando de sus fuerzas al divisionario Ángel García Peña. ¿No sería esta orden la consecuencia lógica de su conducta en Veracruz al abandonar el puerto precisamente en los momentos en que era atacado por el intervencionista ejército norteamericano?

[1]

Ver Isidro Fabela, op. cit.

Declaraciones hechas por la Cancillería mexicana, sobre el conflicto con los Estados Unidos, con motivo de la ocupación del puerto de Veracruz por fuerzas americanas.

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[A.I.F., F9-64-14.] El conflicto actual entre los Estados Unidos y México depende de la distinta interpretación que ambos países dan a la permanencia de tropas americanas en Veracruz. Para los Estados Unidos este hecho es una represalia en contra del usurpador Huerta, que ha ofendido por diversos modos la dignidad de aquel país; para el pueblo de México, el mismo hecho significa un atentado a nuestra soberanía interna. Al pueblo americano, probablemente, le parece absurdo el que los constitucionalistas protestemos contra un acto que pudiera favorecernos, sin pensar: Primero: Conforme al derecho de gentes, la permanencia de tropas extranjeras en un país independiente es una intervención y no hay derecho a la intervención porque no puede haber derecho contra el derecho de inviolabilidad territorial. Segundo: Un partido político que para llegar al triunfo de su causa tolera una invasión extranjera, aunque ésta sea parcial, falta al cumplimiento de sus deberes para con el Estado. Por otra parte, las represalias que el Gobierno americano ha ejercitado en contra de Huerta están satisfechas, y si la represalia, como en el caso de Veracruz, excede de sus límites justos, deja de ser un derecho. El pueblo americano, tan celoso de sus libertades públicas, justificará nuestra actitud, si por un momento se coloca en nuestra misma situación. ¿Qué pensaría el pueblo americano si los soldados de un país extranjero llegaran a ejercer en Nueva York, las funciones de policía durante un guerra civil? El pueblo americano estima como un ultimátum la nota del señor Carranza al presidente Wilson; esto es un grave error. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, en su nota, invita al presidente Wilson a fin de que dé sus órdenes para que las fuerzas americanas desocupen Veracruz; esto está fundado en Derecho Internacional, en las palabras del señor Wilson, quien dice: “México tiene el derecho de arreglar sus problemas domésticos del modo que más le cuadre y nosotros abrigamos el deseo de respetar ese derecho.”

Si el Gobierno americano, como esperamos, desea ayudarnos de buena fe para establecer un gobierno legal en México, y ahora le manifestamos sinceramente que la permanencia de tropas americanas en Veracruz hiere nuestra integridad territorial, y lastima nuestro patriotismo, ¿será posible que persista en su actitud? Esperamos que no, fundados en estas palabras del presidente Wilson: “Nuestros sentimientos para con el pueblo mexicano son de pura y genuina amistad; todo lo que hasta hoy hemos hecho o hemos dejado de hacer, responde al deseo que tenemos de ayudarlo, de no estorbarlo o ponerle obstáculos, ni deseamos siquiera ejercitar los buenos oficios del amigo sin su consentimiento y buena voluntad.” Afortunadamente, los directores de ambos pueblos, Mr. Wilson y el señor Carranza, aun desde distinto punto de vista, se tienen mutua confianza, porque ambos son justos, honrados y patriotas. Ellos evitarán una guerra injusta e inconcebible entre dos pueblos amigos.[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO Los constitucionalistas estuvimos convencidos de que tanto el Ejecutivo de los Estados Unidos como su secretario de Estado Bryan no deseaban la guerra con México; pero si este hecho era cierto, también era verdad que los militares y los inversionistas, no sólo estadounidenses, sino británicos, franceses y otros europeos, sí desearon ahincadamente que el incidente de Veracruz sirviera de pretexto para que el Gobierno de Washington se decidiera a intervenir en nuestro país. Esto con el fin netamente egoísta de dar privilegiada seguridad a sus capitales fincados en nuestra República. A tales gentes les importaba un bledo el respeto a la soberanía de un Estado independiente, lo mismo que la libertad, los derechos humanos, la igualdad de los Estados ante la ley y todos los principios jurídicos en que se fundamenta la existencia, la paz y el progreso de las naciones. A ellos lo que les interesaba eran el orden pretoriano, la paz porfiriana que les aseguraba los crecidos dividendos de sus empresas establecidas en México. Eso era todo. En cuanto a la masa popular del país vecino, la Revolución Mexicana impresionó sus sentimientos humanitarios respecto a los magnicidios de febrero, teniendo piedad y simpatía por aquel gran bueno que se llamó Francisco I. Madero y causándole repugnante horror la figura siniestra del soldado traidor Victoriano Huerta; pero no expresó deseos

intervencionistas ni ánimo de conquista para extender sus dominios al sur del río Bravo. De esa suerte el presidente Wilson, al dirigirse a los constitucionalistas y a su jefe Carranza interpretaba el pensamiento de su pueblo y sus personales ideas; esto es, no valerse del grave y trágico error que él mismo cometió en Veracruz, para desencadenar una guerra contra México.

[1]

Estas declaraciones fueron formuladas por el director de esta investigación.

Circular a los enviados extraordinarios y ministros plenipotenciarios extranjeros, haciendo de su conocimiento la indignación y protesta del pueblo mexicano, por el desembarco de tropas norteamericanas en el puerto de Veracruz, para ser tomado en consideración con arreglo al derecho de las naciones.

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[A.R.E., S.N.] México, 21 de abril de 1914. Señor… Hoy, a las 11 de la mañana, por la vía telegráfica, y cuando el gobierno mexicano esperaba respuesta de su última proposición trasmitida por la vía diplomática al gobierno de los Estados Unidos de América, se recibió aviso del señor general Mass, comandante militar del puerto de Veracruz, de que el cónsul americano le había comunicado que, en aquel mismo instante desembarcaban los marinos de los acorazados americanos que se encuentran surtos en dicho puerto. Posteriormente se supo que el pueblo veracruzano y las fuerzas federales de la guarnición hacían resistencia al desembarque de los americanos y que éstos avanzaban por las calles de la ciudad. La sorpresa con que procedieron los invasores permitió que éstos se apoderasen de los edificios públicos, especialmente de las oficinas postales y telegráficas. Tales hechos han despertado profunda indignación en todo el pueblo mexicano quien hace, por conducto de su Gobierno, una protesta formal contra actos tan injustificados por parte del gobierno de los Estados Unidos. Dichos actos son tanto más extraños, cuanto que el gobierno mexicano esperaba, como digo, el resultado de la última proposición que se hizo a aquel Gobierno, para terminar el incidente de Tampico. Este Gobierno se cree en el deber de comunicar lo que antecede a todos los miembros de la Sociedad de los Estados para poner de relieve la violación flagrante en que ha incurrido el gobierno de los Estados Unidos de América, al faltar a lo prevenido en la fracción I del artículo 22 del Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo definitivo entre la República Mexicana y los Estados Unidos de América, firmado el 2 de febrero de 1848, que previene que “cuando los ejércitos de una de las dos naciones entre en territorio de la otra, las mujeres y niños, los eclesiásticos, los

estudiantes de cualquiera facultad, los labradores, los comerciantes, artesanos, manufactureros y pescadores que estén desarmados, y que residan en una ciudad, pueblo o lugar no fortificado y en general todas las personas cuya ocupación sirva para la común subsistencia y beneficio del género humano, podrán continuar en sus ejercicios sin que sus personas sean molestadas”; y evidentemente, los Estados Unidos no han cumplido con esa cláusula de su compromiso solemne, desde el momento en que no ha precedido a su desembarque en Veracruz, y al rompimiento de las hostilidades, un aviso previo para que todas las personas que prevé la fracción citada, hubiesen podido ponerse a salvo. Tengo la honra de poner en conocimiento de Vuestra Excelencia lo que antecede, para que lo trasmita a su Gobierno, y éste lo tome en la consideración que corresponda, con arreglo al derecho de las naciones. Aprovecho esta oportunidad para reiterar a Vuestra Excelencia las seguridades de mi atenta consideración; haciéndole notar, además, que los barcos americanos habían sido admitidos en el puerto sobre la base de relaciones amistosas, y que se aprovecharon para desembarcar sus marinos con carácter hostil, lo cual constituye una verdadera traición. A Su Excelencia… Enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de…

COMENTARIO AL DOCUMENTO La nota transcrita, que fue enviada por la Secretaría de Relaciones de Huerta a los diplomáticos que reconocieron a su Gobierno, está fundada en las normas jurídicas que deben seguirse en tiempos de guerra. Pero como las superiores autoridades norteamericanas no sólo tuvieron el más profundo desprecio por el Gobierno establecido en la capital mexicana sino que lo consideraron fuera de la ley internacional y a su Presidente como un usurpador y criminal, no dieron el previo aviso de la intervención militar que iban a efectuar al Gobierno Federal ilegal establecido en la ciudad de México. Lo único que hicieron fue notificar al general Mass, jefe de las fuerzas federales en Veracruz, por conducto del cónsul Canada, que las tropas de desembarco de la Marina norteamericana iban a tomar la aduana y los lugares estratégicos del puerto. El general Mass se opuso verbalmente diciendo que no permitiría dicho desembarco; pero lo que hizo en realidad fue retirarse con sus fuerzas a

Soledad, fuera del alcance de los cañones de la escuadra norteamericana. De consiguiente, el informe que Mass rindió a la Secretaría de Guerra es, como hemos expresado ya, una burda mentira vergonzosa en la persona de un militar profesional, que, en vez de ponerse al frente de sus soldados para cumplir estrictamente su deber, huyó a varios kilómetros de distancia, a un lugar donde no podían alcanzarle las balas que sí recibieron los verdaderos héroes de aquella jornada que fue un timbre de gloria para sus nombres y un oprobio para quien se puso al cobro muy a tiempo para salvar su vida, dejando perecer, impasible, a los cadetes navales, que perecieron en el combate, al pueblo veracruzano que se aprestó a tomar las armas contra los invasores y a una pequeña parte de sus huestes que no aceptó seguirlo en su cobarde huida, prefiriendo ofrecer sus vidas para repeler al agresor de la patria mexicana.

El general Obregón se dirige al Primer Jefe Carranza manifestándole que si los Estados Unidos le declaran la guerra a Huerta y bombardean los puertos mexicanos, es la nación mexicana y no Huerta la que resulta herida; y que, en ese caso, los constitucionalistas deben declarar la guerra a Norteamérica, para que sean los constitucionalistas los que pacten la paz con los Estados Unidos, a fin de impedir que Huerta se erija en representante de la República Mexicana.

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[A.I.F.] Culiacán, 21 de abril de 1914. Señor don Venustiano Carranza. Chihuahua, Chih. Creo que si los Estados Unidos declaran la guerra a Huerta, bombardeando los puertos mexicanos, es la nación y no Huerta, la que se sentiría herida y que nosotros debemos declarar la guerra a los Estados Unidos, pues de lo contrario estaríamos expuestos, aunque peleáramos contra los americanos, a que Huerta firmara mañana cualquier tratado de paz con los “gringos” y tener nosotros que aceptarlo y se nos consideraría subordinados a Huerta si nos hacemos solidarios de sus actos, mientras que declarando nosotros la guerra, seríamos nosotros los que deberíamos establecer condiciones para firmar la paz. Por otra parte, Huerta probablemente quiere despertar en el pueblo el antagonismo y colocar todos sus rifles y, conseguido esto, tratar la paz bajo cualquier forma y continuar contra nosotros. Creo que es el momento oportuno para que usted declare piratas a los buques de guerra que fueron de la Marina mexicana. Le suplico fijar su atención sobre esta iniciativa, que es de gran trascendencia. De todos modos, tenemos plena confianza en la rectitud de su criterio y creo que usted debe tenerla en nuestro patriotismo; la dignidad nacional, que es la de nuestro ejército, estamos obligados a defender; el precio no importa; siempre será poca la sangre que México derrame para salvar su honor. Salúdolo respetuosamente. General en jefe, Álvaro Obregón.

COMENTARIO AL DOCUMENTO

Como se ve por el documento preinserto, el general Obregón opinaba irreflexivamente, en un verdadero exabrupto al que lo llevaba su encendido patriotismo, que la declaratoria de guerra de los constitucionalistas a los norteamericanos era una buena medida política para la Revolución legalista, tesis contraria a la sustentada por el Primer Jefe Venustiano Carranza, quien, con una visión clarísima del presente y del futuro nacionales, preveía que la lucha armada entre nosotros y los norteamericanos solamente nos conduciría a dificultades internas y externas peores que las ya creadas, pues en esa lucha desigual y digna seguramente se hubieran sacrificado inútilmente las vidas y haciendas de las mayorías mexicanas; por lo que resultaba más conveniente no provocar un conflicto que tampoco deseaba desatar el gobierno norteamericano. Siete meses más tarde se confirmaba que la tesis pacifista, pero digna, del Primer Jefe, era la acertada para el progreso de México y la firme amistad entre nuestra nación y los Estados Unidos.

Telegrama de don Roberto V. Pesqueira, informando a don Venustiano Carranza sobre la lucha sostenida en el puerto de Veracruz, en contra de las tropas norteamericanas, así como del movimiento de sus unidades navales, estimándose en Washington, D.C., que Huerta ha estado jugando un papel de astucia en contra de los Estados Unidos.

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[A.I.F., F9-92-2.] Telegrama recibido en Chihuahua, C. Juárez, el 22 de abril de 1914. V. Carranza. La prensa de hoy dice que Veracruz aún no estaba en completa posesión de los americanos hasta esta mañana a las 2 horas en que aún estaban peleando, haciendo lo más de la pelea los ciudadanos de Veracruz, pues muy pocos de los soldados de Huerta quedan en Veracruz. La creencia general es que el general Mass y sus oficiales salieron desde ayer en la mañana de Veracruz. Aún no han hecho uso de los cañones de los barcos, pero Fletcher esta mañana intimidó a los combatientes que cesara el fuego, que de lo contrario arrasaría la ciudad con sus grandes cañones. El almirante Badger con su flota de acorazados y cruceros que entró a la bahía anoche salió para Tampico. El crucero San Francisco llegó durante la noche. Se experimenta gran ansiedad en Veracruz por los americanos y por el hecho de no haber llegado aún buen número de trenes que salieron de México llenos de extranjeros para Veracruz. Se presume que esto se debió a la destrucción de los puentes por los soldados de Mass en su huida de Veracruz. La creencia general en Washington es que Huerta ha estado jugando un papel de astucia buscando la manera de unir a todos los mexicanos en contra de los Estados Unidos con objeto de hacerse rodear de una atmósfera de grandeza y dejar opacado al señor Carranza. Ayer se rumoró aquí que había habido algunos desórdenes y demostraciones antiamericanas en Chihuahua. Pesqueira

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La creencia de la prensa norteamericana, a que se refiere Pesqueira, era exacta. Huerta urdió la maniobra de declararse defensor de la patria lanzando proclamas al pueblo en general y a los revolucionarios en particular para que todos se unieran en la causa común de defender la integridad del territorio nacional. A ese efecto cometió la infamia de reclutar el mayor número de hombres en edad militar, acudiendo al odioso si ste ma de la “leva”, asegurándoles que irían a pelear contra la intervención de los Estados Unidos en el suelo patrio, cuando lo que hizo en realidad fue mandarlos al Norte para que lucharan contra los constitucionalistas, intentando de esa manera salvarse del desastre inminente que a la postre lo aniquiló. Siguiendo su plan siniestro ordenó a sus generales dirigirse a los jefes revolucionarios con quienes estuvieran en posibilidad de comunicarse, para que los invitaran a unir sus fuerzas con las tropas huertistas para defender a la patria de la intervención extranjera. Pero la maquiavélica trampa no le dio resultado; pues, como se verá en documentos insertados páginas adelante, los generales federales T. Quintana y Luis Medina Barrón se dirigieron en ese sentido a los jefes revolucionarios Pablo González y Pánfilo Natera —entre otros— para presentarles mañosamente la invitación huertista; pero Carranza y sus jefes insurgentes, que de victoria en victoria avanzaban al Sur arrollando al ejército del usurpador, no se dejaron engañar, como elocuentemente lo demuestran las indignadas respuestas que los generales constitucionalistas citados dieron a los huertistas Quintana y Medina Barrón.

El general Álvaro Obregón rechaza el llamamiento que le hace el general huertista Joaquín Téllez, para unificar las fuerzas constitucionalistas con las del régimen de la usurpación con motivo de la ocupación militar estadounidense de Veracruz, a fin de oponerlas, unidas, a los norteamericanos.

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[O.G.O.] Guaymas, Son., 22 de abril de 1914. Señor general Álvaro Obregón. Culiacán, Sin. Tropas norteamericanas atentatoriamente desembarcaron ayer en Veracruz comenzando combate. Ha llegado momento de que se olviden las cuestiones interiores para defender la patria; y hago a usted un llamamiento para unir el esfuerzo de todos para lograr la salvación de nuestro país. Espero la contestación de usted, franca y leal, para saber a qué atenerme. Joaquín Téllez Culiacán, Sin., 22 de abril de 1914. Señor Joaquín Téllez. Guaymas, Son. El abominable crimen de lesa patria que el traidor y asesino Huerta acaba de cometer, provocando deliberadamente una invasión extranjera, no tiene nombre. La civilización, la historia y el Ejército Constitucionalista, único representante de la dignidad nacional, protestarán con toda energía contra tales hechos; si los norteamericanos insisten en la invasión sin atender las notas que nuestro digno jefe, señor don Venustiano Carranza, ha puesto al presidente Wilson, el Ejército Constitucionalista, al que me honro en pertenecer, luchará hasta agotar sus últimos elementos contra la invasión, salvando de esta manera la dignidad nacional, cosa que no podrán hacer ustedes porque la han pisoteado. Por lo expuesto, verá usted que no estamos dispuestos a unirnos con un ejército corrompido, que sólo ha sabido pactar con la traición y el crimen. Si ustedes son atacados en ese puerto por los barcos norteamericanos y derrotados, como de costumbre, se les permitirá la retirada determinándoseles el lugar donde deben permanecer hasta que reciba instrucciones del Primer Jefe sobre lo que deba hacerse con ustedes. General en jefe, Álvaro Obregón.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La indignada respuesta del general Álvaro Obregón al general infidente Joaquín Téllez, estuvo inspirada en la conducta inflexible del Primer Jefe Venustiano Carranza ante las acciones internas y externas del general usurpador Victoriano Huerta, único responsable de la ocupación militar norteamericana del puerto de Veracruz.[1] Debe consignarse el hecho de que el general Téllez, como otros generales huertistas entre los que se contaron Higinio Aguilar, Rafael Eguía Liz, Juan Andrew Almazán y Benjamín Argumedo, desconocieron las actas y tratados de disolución del Ejército Federal; “el general Joaquín Téllez desobedeciendo las órdenes [del] general Velasco, se embarcó con sus fuerzas en Manzanillo y las desembarcó en Salina Cruz, abandonándolas en ese puerto”. El general Téllez se apoderó, para su provecho personal, de los fondos pertenecientes a su columna y se dirigió a El Salvador, poniendo a la disposición del gobierno salvadoreño parte de los pertrechos militares que se llevó en su fuga. Esto puso de manifiesto cuáles eran los verdaderos sentimientos que, respecto al cumplimiento del deber y amor a la patria, privaban en los ánimos de los cómplices militares del usurpador Victoriano Huerta.

[1] “El general Diéguez, desde su campamento al sur de Mazatlán, me dio también parte de que los federales, sitiados en aquel puerto, lo invitaban a unirse a ellos, con motivo de los acontecimientos registrados en Veracruz, y di instrucciones al general Diéguez para enviar al jefe de la guarnición de Mazatlán una respuesta idéntica a la que dirigí por conducto de Alvarado. “Al día siguiente recibí un mensaje de la Primera Jefatura, que entonces estaba establecida en la ciudad de Chihuahua, informándome detalladamente de las dificultades surgidas entre Huerta y el gobierno de la Casa Blanca, y transcribiéndome la nota que, con motivo del desembarco de tropas norteamericanas en Veracruz, había dirigido la propia Primera Jefatura al presidente de los Estados Unidos. ”Todos comprendimos que Huerta, en su impotencia para conservar el poder que había usurpado mediante la traición y el crimen, había provocado aquel conflicto internacional, para desconcertar la opinión pública y buscar la manera de salvarse. ”Teniendo ya confirmada la noticia del desembarco de fuerzas norteamericanas en Veracruz, y aunque con bastante confianza en que las gestiones diplomáticas emprendidas por el gobierno de la Revolución harían desaparecer todo peligro de un conflicto y sería respetada por el gobierno de los Estados Unidos la soberanía e integridad nacional, mi Cuartel General ordenó a los jefes de nuestras fuerzas, cerca de la costa del Pacífico, tomar toda clase de precauciones y estar preparados para rechazar cualquier intento de desembarco de fuerzas norteamericanas en nuestro suelo por los lugares que estaban bajo nuestro dominio. ”Al propio tiempo se continuaban desarrollando todos los preliminares de nuestro avance al Sur.” Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros en campaña, pp. 111 y 112. Fondo de Cultura Económica,

México, 1959.

Informe de Mr. Carothers a don Venustiano Carranza, de las instrucciones que recibió del secretario de Estado de los Estados Unidos, en el sentido de que no se interpretara mal la actitud del presidente Wilson, y que la ocupación de la Aduana de Veracruz fue necesaria por haberse rehusado Victoriano Huerta a dar satisfacciones por el arresto de marinos americanos. Respuesta de don Venustiano Carranza, al telegrama de Mr. Bryan, secretario de Estado de los Estados Unidos, sobre la ocupación del puerto de Veracruz. Dice que, interpretando los sentimientos del pueblo mexicano, pide su desocupación. El Constitucionalista.

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[A.G.N., Ramo Revolución.] El señor George C. Carothers, agente especial del presidente Wilson cerca del general Villa, telegrafía desde Ciudad Juárez al Primer Jefe Carranza, para manifestarle que el secretario de Estado de Norteamérica, señor Bryan, le ha dado instrucciones de comunicarle al jefe de la Revolución constitucionalista que el presidente Wilson “no desea que el Congreso lo autorice para hacer la guerra” a México, que sólo pedirá una declaratoria de que está justificado que haga uso de la fuerza armada de su país para exigir al régimen huertista “una satisfacción por indignidades” específicas. Que se ha cuidado de distinguir “entre el general Huerta y sus seguidores” y el pueblo mexicano, al que reitera su amistad y le patentiza su deseo de que logre establecer un gobierno constitucional. Que la ocupación de Veracruz se hizo necesaria porque Huerta se rehusó a reparar la ofensa que implicaba el arresto de marinos norteamericanos en Tampico el 9 de abril. Que según la prensa, los constitucionalistas aparecen apartados de la controversia entre el régimen del infidente Huerta y el gobierno norteamericano, por lo que el presidente Wilson espera que los constitucionalistas no interpretarán mal la intervención; y que estimaría una expresión del Primer Jefe Carranza sobre todo lo anterior, aunque los términos de tal expresión se mantuvieran en forma confidencial por la Secretaría norteamericana de Estado. La contestación del Primer Jefe al señor Carothers, para que la trasmitiera al secretario de Estado Bryan y éste la comunicara al

presidente Wilson, fue la siguiente: 1. En el primer párrafo el jefe de la Revolución Mexicana hacía notar al jefe del gobierno norteamericano, que antes de que el Senado de los Estados Unidos resolviera sobre la nota que el presidente Wilson le había enviado con motivo del incidente de Tampico, las fuerzas de la Marina estadounidense bajo el mando del almirante Fletcher habían ejecutado actos de hostilidad en el puerto de Veracruz; y ante esta violación de la soberanía nacional “que no se esperaba de un Gobierno que había reiterado sus deseos de mantener la paz con México”, él —Carranza— cumplía con un deber de patriotismo al dirigirle esta nota a fin de agotar “los medios honorables antes de que dos pueblos honrados rompieran las relaciones pacíficas que todavía los unían”. 2. El verdadero pueblo de México no había reconocido como su mandatario al infidente que ahogaba en sangre las instituciones mexicanas. En consecuencia, los hechos del usurpador Huerta y sus cómplices no eran actos de legítima soberanía; no constituían funciones de derecho público, interior ni exterior; y menos aún representaban los sentimientos de la nación mexicana, que eran de confraternidad hacia el pueblo norteamericano. 3. La posición internacional de Victoriano Huerta quedaba justipreciada en sus relaciones con los Estados Unidos, Argentina, Chile, Brasil y Cuba, en cuanto los gobiernos de estas naciones habían negado su reconocimiento al régimen de la usurpación. 4. El título usurpado de Presidente de la República no investía al general Huerta de la facultad de recibir una demanda de reparación de parte del gobierno de los Estados Unidos, ni la de otorgarla, si ello era debido. 5. Victoriano Huerta era un delincuente que caía bajo la jurisdicción del gobierno constitucionalista, único representante legítimo de la soberanía nacional de acuerdo con el espíritu del artículo 128 de la Constitución Política mexicana. Los actos ilegales cometidos por el usurpador y sus parciales y los que aún pudieran perpetrar, nacional o internacionalmente, serían juzgados y castigados por los tribunales del gobierno constitucionalista. 6. “Los actos propios de Victoriano Huerta nunca serán suficientes para envolver al pueblo mexicano en una guerra desastrosa con los Estados Unidos, porque no hay solidaridad alguna entre el llamado gobierno de Victoriano Huerta y la nación mexicana, por la razón fundamental de que él no es el órgano legítimo de la soberanía nacional.” Mas la ocupación militar de Veracruz y la violación de los derechos

inalienables del Estado mexicano por parte del gobierno de los Estados Unidos “sí nos arrastrarían a una guerra desigual, pero digna, que hasta hoy queremos evitar”. 7. Ante esa situación real, México, debilitado por tres años de lucha fratricida, no podía comparar sus fuerzas con las de los Estados Unidos; y estimando atentatorios en el más alto grado para la independencia y soberanía de México los cruentos acontecimientos acaecidos en Veracruz, que contradecían la resolución del Senado de Norteamérica, que acababa de asegurar que los Estados Unidos no asumirían ningún acto bélico contra el pueblo mexicano, no obstante lo cual los actos de hostilidad de las tropas norteamericanas excedían a todo lo que la equidad exigía para alcanzar la reparación por las supuestas faltas que el gobierno usurpador de Huerta había cometido contra la dignidad de Norteamérica; y que interpretando los sentimientos del pueblo mexicano, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista como tal y como Gobernador Constitucional del Estado de Coahuila, demandaba del gobierno norteamericano la suspensión de los ya iniciados actos de hostilidad y la desocupación del puerto de Veracruz y zonas aledañas, como acto previo para formular ante el gobierno constitucionalista la demanda de reparaciones que procediera con motivo del incidente ocurrido en Tampico el 9 de abril, para considerarlo con un espíritu de la más alta justicia y conciliación”.[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO Ésta es una prueba fehaciente de que el Ejecutivo estadounidense no quería hacer la guerra comenzando por la ocupación militar de Veracruz; y de que sus intenciones eran las de castigar a Huerta, individualmente. Pero la incomprensión del profesor Wilson respecto al problema mexicano salta a la vista por cualquier aspecto que se le considere. La ocupación llevada a cabo en nuestro primer puerto no fue sólo sanción contra el usurpador y su Gobierno —que nunca estuvo justificada conforme a derecho— sino fue también un delito internacional contra el Estado mexicano, soberano e independiente, que no merecía esa afrenta; pues ya era bastante que hubiese sufrido el asalto del poder público perpetrado por el general Huerta, traidor primero y magnicida después de sus mandatarios supremos, magnicidio cometido sin ningún escrúpulo ni objeción por parte del Ejército Federal, que debió haber protestado, incontinenti, contra la prisión de su jefe constitucional, el señor presidente

Madero. No fue bastante, decimos que la nación mexicana tuviera que defender su decoro y sus instituciones estatales siguiendo al gobernador de Coahuila, que se levantara en armas contra los delincuentes de la capital para castigarlos y salvar la dignidad de nuestro pueblo escarnecido; también tenía que padecer el afrentoso crimen internacional de saber lesionada su soberanía al ser ensangrentado su suelo por una invasión inicua. No comprendió el universitario de Princeton que ese hecho brutal provenía únicamente del arbitrio del Estado militarmente fuerte, irreflexivo, contra un pueblo en guerra civil, que en nada lo había ofendido; prueba palmaria de que a pesar de sus repetidas y enfáticas declaraciones de que él era un cumplidor del derecho y de la justicia en América, obraba en contradicción flagrante con sus palabras, cometiendo un indiscutible y grave delito internacional.

[1] Este documento y el anterior se insertaron íntegros en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. I, pp. 355 a 358. F.C.E., México, 1958.

Nota de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al señor Nelson O'Shaughnessy, encargado de negocios ad interim de los Estados Unidos de América, dando por terminada su misión diplomática, con motivo del desembarco y ocupación del puerto de Veracruz por tropas norteamericanas, siendo contrario al Derecho Internacional.

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[A.R.E., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores. Sección Of. Mayor. México, 22 de abril de 1914. Señor encargado de negocios. Como sabe seguramente Vuestra Señoría, los marinos de los barcos americanos de guerra, surtos en el puerto de Veracruz, aprovechando la circunstancia de que las autoridades mexicanas les habían facilitado el acceso a la bahía y a la población, por considerar que su presencia tenía un carácter amistoso, desembarcaron ayer, con sus armas y uniformes, y se apoderaron, por sorpresa, de los principales establecimientos públicos, sin dar tiempo siquiera a que las mujeres y los niños que transitaban por las calles, y los enfermos y demás personas no combatientes, se pusiesen a salvo. Este acto es contrario a las prácticas internacionales, porque si ellas no exigen, en concepto de muchos Estados, una previa declaración de guerra, imponen, al menos, el deber de no violar consideraciones humanitarias, ni la buena fe, por gentes a quienes el país donde se encuentran, ha recibido como amigos, y aprovechan esta circunstancia para la comisión de actos hostiles. Conforme al Derecho Internacional, tienen que entenderse como la iniciación de la guerra contra México, esos actos de las fuerzas armadas de los Estados Unidos de América que no quiero calificar en esta nota, en atención a que Vuestra Señoría ha observado, personalmente, hacia el Gobierno y el pueblo mexicanos, una conducta rigurosamente correcta, hasta donde se lo ha permitido su carácter de representante de un Gobierno con quien han surgido dificultades tan serias como las actuales. Esta Cancillería se reserva el derecho de hacer presentes a las demás potencias los hechos y las consideraciones del caso, para que, como miembros de la Sociedad de los Estados, juzguen de la conducta de las naciones, y asuman la actitud que estimen conveniente.

En vista de este deplorable atropello de la soberanía nacional, el señor Presidente de la República ha tenido a bien acordar, según me honro en comunicarlo a Vuestra Señoría, que concluya la misión diplomática que Vuestra Señoría ha desempeñado hasta ahora, y que sea muy servido de retirarse del territorio mexicano. Al efecto, acompaño a Vuestra Señoría los pasaportes de su familia y de su séquito; si bien el pueblo mexicano tiene la cultura suficiente para respetar, aun sin esta protección, a Vuestra Señoría y a quienes lo acompañan. Aprovecho la oportunidad para reiterar a Vuestra Señoría mi atenta consideración, José López Portillo y Rojas. A Su Señoría Nelson O'Shaughnessy, encargado de negocios ad interim de los Estados Unidos de América. Presente.

Telegrama del señor A. Garza González, fechado en Brownsville, Texas, comunicando al licenciado Isidro Fabela la suspensión del paso de armas y municiones, por el gobierno americano.

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[A.I.F., F9-92-2.] Telegrama recibido en Chihuahua. Brownsville, 22 de abril de 1914. Señor licenciado Fabela. Hoy en la tarde suspendió gobierno americano paso de armas y municiones. A. Garza González

COMENTARIO AL DOCUMENTO En efecto, el gobierno de Washington, en la fecha señalada por el agente comercial revolucionario en Brownsville, volvió a decretar el embargo de armas destinadas a México. La prohibición abarcó a los dos bandos contendientes, lo que significó una densa injusticia para la Revolución que de esa suerte sufría, por parte de los Estados Unidos, un trato inmerecido, ya que era igual al que le daban al delincuente Victoriano Huerta. Ahora bien, la razón que tuvieron en cuenta los que tan mal tratamiento nos dieron fue sin duda ésta: la creencia equivocada de haber supuesto que nosotros, los revolucionarios, haríamos causa común con Huerta para defender a México de la intervención extranjera. En lo que estuvieron totalmente equivocados; pues el señor Carranza y los suyos rechazaron enérgicamente la propuesta de algunos generales de Huerta para unirse a ellos y batir al invasor conjuntamente, como queda evidenciado en páginas anteriores al dar a conocer los documentos relativos, esto es, las invitaciones de algunos generales de la usurpación y las respuestas de los jefes revolucionarios.

Telegrama del Lic. Isidro Fabela, a los señores César de la Reguera, en La Habana, Cuba, y Juan Sánchez Azcona, en París, Francia, sobre la ocupación del puerto de Veracruz por tropas norteamericanas, estimándose dicho acto como violatorio a la soberanía nacional.

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[A.I.F., F9-92-2.] De Chihuahua 22 de abril de 1914. Para señor César de la Reguera, La Habana, Cuba, y el señor Sánchez Azcona, París, Francia. Bryan dirigióse Jefe justificando a nombre presidente toma Aduana de Veracruz por haberse rehusado Huerta a hacer reparaciones por arresto marinos americanos esperando no diéramos mala interpretación sus actos. Jefe contestó en síntesis que estima actos ejecutados como violatorios soberanía nacional. Que Huerta no tiene personalidad para recibir demanda de reparaciones; que es sencillamente un delincuente. Que actos usurpador Huerta nunca serán suficientes para envolver a dos pueblos amigos en guerra, pero invasión nuestro territorio y permanencia fuerzas Puerto Veracruz sí nos arrastraría a guerra desigual pero digna. Que actos se han excedido de una reparación contra Huerta, que Jefe interpreta sentimientos gran mayoría pueblo mexicano, celoso sus derechos como de los derechos ajenos. Finalmente invita solemnemente a suspender actos ya iniciados ordenando fuerzas desocupación lugares que se encuentran en su poder en el Puerto de Veracruz y que Gobierno Estados Unidos formule una demanda ante Gobierno constitucionalista con motivo sucesos Tampico. Para su conocimiento y presentación Márquez Sterling.[1]

[1] El ilustre escritor y diplomático cubano, don Manuel Márquez Sterling, era a la sazón secretario de Estado del Gobierno de Cuba.

Nota del señor Nelson O’Shaughnessy, dándose por enterado de haber terminado su misión diplomática como encargado de Negocios ad interim de los Estados Unidos de América, confiando sus asuntos a la Legación británica.

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[A.R.E., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores. México, abril 23 de 1914. Señor Ministro: Tengo la honra de acusar recibo de la nota de V.E. fechada ayer, en que me informa que, debido al hecho de haber ocupado el puerto de Veracruz fuerzas armadas de los Estados Unidos de América, ha terminado mi carácter de encargado de negocios ad interim de los Estados Unidos de América, y que debo retirarme del territorio de los Estados Unidos Mexicanos, para lo que, al mismo tiempo, se me remite mi pasaporte. Me permito informar a V.E. que he telegrafiado a los representantes consulares americanos residentes en los Estados Unidos Mexicanos que salgan del territorio mexicano, y he confiado esta Embajada a la Legación de Su Majestad británica en México, la cual misión diplomática cuidará, cuando la ocasión se presentare, de los intereses americanos de los Estados Unidos en México. Aprovecho esta oportunidad para renovar a V.E. las seguridades de mi más alta consideración. Firmado: Nelson O’Shaughnessy. A su Excelencia José López Portillo y Rojas. Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Provisional de México.

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Telegrama circular del Lic. Isidro Fabela, recomendando se cumplan las órdenes del C. Primer Jefe, confiando en la razón que le

asiste a México. [A.I.F., F9-92-2.] De Chihuahua, 23 de abril de 1914. Para el Sr. Rafael E. Múzquiz. El Paso, Tex. ” ” ” José Lozano Pérez. Naco, Ariz. ” ” ” Ives G. Lelevier. Douglas, Ariz. ” ” ” Guillermo M. Seguín. Eagle Pass. ” ” ” Enrique V. Anaya. Nogales, Ariz. ” ” ” Melquiades García, Laredo, Tex. ” ” ” Agustín Garza González. Brownsville. Presidente Wilson no contesta todavía nota Primer Jefe. Mientras tanto debemos esperar serenamente confiando en razón que nos asiste. Recomiende usted nuestros compatriotas cumplan órdenes nuestro Primer Jefe de respetar ciudadanos extranjeros. Fabela

COMENTARIO AL DOCUMENTO Este mensaje contenía las mismas instrucciones que el Ejecutivo de la Revolución había dado a las autoridades civiles y militares bajo su control con el fin de que tuvieran conocimiento de la invasión militar del puerto de Veracruz, y que indignadas por la injusticia cometida con México pudieran atacar a los ciudadanos estadounidenses residentes en el territorio ocupado por nuestras fuerzas; porque si esto hubiese sucedido la reacción del gobierno de Washington habría sido, muy probablemente, por no decir seguramente, la de declarar la guerra a México, lo que deseaban ardientemente los militares de la Unión así como los imperialistas del país vecino. Porque entonces el presidente Wilson, que por sus palabras y sus hechos demostró que no deseaba hacer la guerra a nuestro país, no habría podido evitarla si los ciudadanos norteamericanos hubiesen sufrido ataques en sus personas por parte del pueblo o del ejército adicto a la Revolución. Por fortuna las órdenes generales del Primer Jefe de respetar vidas e

intereses de los extranjeros se cumplieron, evitándose así complicaciones internacionales en aquel momento de la grave crisis que el propio Wilson lamentó, a posterioridad, al saber que había sido el autor de la muerte de muchos compatriotas suyos que cayeron en la tragedia de Veracruz.

Telegrama del licenciado Isidro Fabela, comunicando al señor Francisco Urquidi, en Nueva York, la propuesta hecha al cónsul Letcher, para que una comisión tratara en Washington, D.C., la cuestión internacional.

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[A.I.F., F9-92-2.] De Chihuahua 23 de abril de 1914. Señor Francisco Urquidi, Nueva York. Acabo conferenciar con cónsul Letcher proponiéndole vaya Washington una comisión especial con amplias instrucciones para tratar cuestión internacional. Si presidente Wilson acepta, situación seguramente cambiará aclarando y fundando ampliamente actitud señor Carranza. Fabela

COMENTARIO AL DOCUMENTO El origen, desarrollo y fin de esta conferencia quedaron narrados extensamente en mi Historia diplomática de la Revolución Mexicana, capítulos titulados “Conferencia Fabela-Letcher”, “Aclaración del Lic. Fabela al cónsul Letcher”, “El presidente Wilson se dirige al Congreso pidiendo autorización para hacer la guerra” y “La respuesta de Carranza”. Como lo he dicho antes, el Primer Jefe me indicó que conversara privada y confidencialmente con el señor Letcher a fin de encontrar un medio práctico y honorable para que los gobiernos Constitucionalista y Norteamericano dirimieran amigablemente las dificultades originadas por el conflicto existente entre el Gobierno de Washington y la facción huertista, que nos estaba orillando a la guerra con los Estados Unidos. En el curso de dicha conversación se me ocurrió que nuestros respectivos gobiernos nombraran representantes especiales que examinaran las cuestiones internacionales materia de conflicto entre nuestros países, para encontrar fórmulas aceptables de resolución a todos los problemas de atención inmediata, pero, particularmente, con el objeto de lograr la desocupación de Veracruz. El cónsul Letcher, que reconocía la justicia de la causa constitucionalista y simpatizaba con la Revolución, juzgó buena mi idea y concertamos que, como proposición mía, la

sometiera en términos de consulta a su Gobierno. Desventuradamente tanto el presidente Wilson como el secretario de Estado Bryan opusieron condiciones inaceptables para aprobar mi proposición, que, como he afirmado siempre, no fue formulada directamente por el Primer Jefe, para evitar que su rechazo significara un desaire de los Estados Unidos para el encargado del Poder Ejecutivo del México constitucionalista. Las condiciones inaceptables de los Estados Unidos propuestas al Primer Jefe por mi conducto fueron: que se mantuviera neutral en la contienda que la facción huertista sostenía con Norteamérica y que dicha neutralidad la declarara públicamente en un manifiesto dirigido a la nación mexicana. Estas absurdas condiciones las rechazó terminantemente don Venustiano, quien, visiblemente indignado, me dijo estas palabras que no olvido: —Licenciado, los Estados Unidos no comprenden nuestra situación. ¡Cómo pueden creer que yo me manifieste neutral en el conflicto entre Norteamérica y Huerta si la única víctima de los dos es México, cuya soberanía estatal está bajo mi cuidado! No puedo cometer un acto que constituya un baldón para mí y para la historia de la Revolución. Dígale usted al señor Letcher que tales condiciones nunca las podré aceptar.

Correspondencia entre los generales Luis Medina Barrón y Pánfilo Natera, sobre la unificación de fuerzas para combatir la invasión norteamericana en Veracruz. [El Constitucionalista.]

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[A.G.N., Ramo Revolución.] Correspondencia particular del gobernador del Estado de Zacatecas. Zacatecas, 23 de abril de 1914. Señor general Pánfilo Natera. Río Grande. Muy estimado general: Por el oficio que en sus manos pondrá el señor Fernando Cabral a quien acompañará el señor Margarito Ramírez, y por los demás documentos que el mismo señor lleva, se enterará usted de la gravísima situación en que actualmente se encuentra nuestra República. Quiero que usted se forme un juicio exacto de esa situación, la analice y reflexione sobre los muchísimos perjuicios que sobrevendrán a la Patria, si sus hijos y sobre todo los que ahora están con las armas en la mano, no deponen su actitud hostil y se unen a las fuerzas del Gobierno y demás mexicanos, para formar una sola y combatir con toda probabilidad de éxito a las huestes americanas. Comprendo que esta proposición hallará alguna resistencia en usted dadas las ideas que alienta; pero esa resistencia será fácilmente desechada si piensa que todo, absolutamente todo, debe posponerse ante la salvación de nuestra querida Patria, hoy invadida por las avanzadas americanas. Señor general Natera, me dirijo a usted en esta forma, porque antes que todo lo creo un buen patriota y un verdadero mexicano, no necesito avivar sus sentimientos de fidelidad a la Patria y de abnegación, que en estos casos debemos todos ponerlos a prueba. Unidos debemos hacer la común defensa de nuestro territorio, unidos todos debemos ir al combate para conseguir el triunfo. Obtenido éste si la suerte nos lo depara, tiempo tendremos después de arreglar nuestras diferencias interiores; ahora debemos dar un ejemplo de patriotismo y de cordura a los pueblos cultos y mostrarles el amor intenso que todos los mexicanos tienen por su patria. El señor Cabral mostrará a usted los telegramas recibidos de México,

por los que verá las condiciones en que nos encontramos actualmente y los sucesos acaecidos; también le mostrará los decretos expedidos por el señor Presidente de la República y por el Congreso local; por cuyos documentos verá usted que se reconocen los grados a los diferentes jefes levantados en armas y por su parte este Gobierno les dará todas las garantías, lo que yo bajo mi palabra le ratifico. Asimismo verá usted que se trata de la unión de los mexicanos sin distinción de credos ni banderías, y a este respecto pongo en su conocimiento que la mayor parte de los jefes que operan en distintas partes del país, se han unido a los mexicanos y al Gobierno. Como no dudo que usted obrará en igual sentido, dados su reconocido patriotismo, ideas de orden y cordura, y como buen zacatecano que es, en nombre del Estado y muy particularmente en el mío, le anticipo las más sinceras gracias, quedando de usted atento y S. S. Luis Medina Barrón Correspondencia particular del gobernador provisional del Estado de Zacatecas. Sombrerete, Zac., abril 30 de 1914. Señor general Luis Medina Barrón, Zacatecas, Zac. Señor: Obra en mi poder la carta que por conducto de sus comisionados me dirigió usted con fecha 23 de los corrientes. Como verá usted por los telegramas que a mi vez le remito no ignoro la verdadera situación actual de la República con respecto a los Estados Unidos; sino que, por el contrario, estoy bien informado, puesto que disponemos de todas las líneas férreas y telegráficas desde esta parte del país hasta la misma frontera americana. Tampoco ignoro cuál es mi obligación y la de todos nosotros en el caso a que usted se refiere; porque es fácil comprender que si hemos protestado por medio de las armas contra los crímenes de lesa patria, cometidos por el antes glorioso ejército federal, con mayor razón lo haremos para demostrar al invasor que, si no aceptamos la traición de nuestros compatriotas, menos, mucho menos aceptaremos el miserable yugo del extranjero. Señor general Medina Barrón, usted ha equivocado enteramente los papeles: ustedes, los hijos desleales a la patria, convencidos, como lo están, de que su nefasto reinado ya se desmorona y está a punto de hundirse en los antros del desprecio y la maldición de sus propias generaciones, todavía luchan inútilmente por sostener su desmedida

soberbia, asumiendo el carácter ridículo de bondadosos protectores. Todavía se atreven a ultrajar más a la nación, aparentando estar muy celosos de su soberanía y ofreciendo con largueza lo que no les corresponde otorgar. Nosotros no pedimos ni aceptamos nada; porque en todo caso, a nosotros correspondería tratar a ustedes con lástima y conmiseración. Tenemos a grande honra pertenecer al glorioso Ejército Constitucionalista y formar parte de esa pléyade de abnegados patriotas que luchan por salvar las instituciones que rigen a la nación mexicana y que ustedes han atropellado y escarnecido. Nos consideramos suficientemente competentes para rechazar por nuestro propio esfuerzo, sin hacer pacto con los traidores, no sólo a las huestes de la nación americana, sino a las de cualquiera otra que intentare arrebatarnos nuestra autonomía. Por lo mismo, ahora nos hemos impuesto la obligación de reparar los graves males que acarreará a la patria la última infamia cometida por el usurpador Huerta y sus secuaces, al provocar el conflicto extranjero como el último recurso para disimular sus crímenes y atraerse adictos. Pero esto no lo conseguirán jamás. No está lejano el día en que el llamado Gobierno de Huerta, edificado sobre sangre, se desplome y se hunda, como ya dije, en el abismo del desprecio y de la maldición eterna de propios y extraños. No está lejano el día, señor Medina Barrón, en que los malos mexicanos que por conveniencia criminal, por engaño o por la fuerza le han ayudado hasta hoy, le retiren ese apoyo; convencidos de su gravísimo error. Entre tanto, nosotros continuaremos paso a paso nuestro camino y no nos detendremos hasta dejar cumplida nuestra misión, ya sea obteniendo el triunfo completo o sucumbiendo como buenos mexicanos en los campos de batalla, bajo el fuego del invasor o de los traidores. Pánfilo Natera República Mexicana. Gobierno del Estado Libre y Soberano de Zacatecas. Sección 4ª Número 389. M. R. C. general Pánfilo Natera. Río Grande. La patria adolorida por la brusca e inesperada invasión yanqui, ha llegado al extremo de ver seriamente comprometida su soberanía e integridad; como no debe usted dejar de comprender la unión de todos los buenos mexicanos en estos momentos es la base del éxito para la lucha que ahora se inicia por la salvación de la patria.

Para lograr este objeto, tanto el señor Presidente de la República como el Congreso del Estado, han decretado una ley de amnistía, para que por medio de ella venga la suspensión de la guerra intestina que ahora destruye y agota nuestra patria, cesen las hostilidades entre mexicanos para rechazar al enemigo común y poder sostener nuestra autonomía. En cumplimiento de mi deber como buen mexicano, hago un llamamiento al reconocido patriotismo de usted para que meditando sobre las consecuencias que pudieran acarrear al país la conducta futura de usted y comprendiendo la gravedad de la situación actual, tenga un arreglo con el señor Fernando Cabral, a quien acompaña el señor Margarito Ramírez, a fin de que si usted estima conveniente, en bien de la patria, llegue usted a un acuerdo con el Gobierno para contribuir a la defensa de aquélla. Dadas las ideas de orden y prudencia que usted tiene, así como el patriotismo que, como todo buen mexicano, abriga su pecho, no duda este Gobierno que acceda a la proposición mencionada, para lo cual el ejecutivo de mi cargo dará a usted y a toda su gente las garantías necesarias; en el concepto de que el referido señor Cabral le mostrará todos los documentos relativos y pondrá a usted al tanto de los acontecimientos. Libertad y Constitución. Zacatecas, abril 23 de 1914. L. Medina Barrón. José F. Torres, Srio. EE.UU. Mexicanos. Gobierno provisional del Estado de Zacatecas. Sección 5ª Núm. 156. En debida contestación al oficio de usted fechado el día 23 de los corrientes, este Gobierno tiene a bien manifestarle: que no siendo de su competencia resolver el asunto de que trata, puede usted dirigirse al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Constitución y Reformas. Sombrerete, Zac., abril 30 de 1914. El gobernador provisional jefe de la División del Centro, general de Brigada, Pánfilo Natera. A. Acuña Navarro, Srio. C. Gral. Luis Medina Barrón. Zacatecas, Zac.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La correspondencia anterior demuestra, una vez más, cuál fue la vertical conducta de los soldados del pueblo hacia los generales huertistas que quisieron valerse de las malas artes del engaño para tratar de atraérselos con el señuelo de que defenderían juntos la soberanía nacional. El general Natera, como antes el Jefe del Cuerpo de Ejército del Noreste, puntualizó perfectamente cuál debía ser, y fue hasta el fin, la conducta de los revolucionarios: no contaminarse con los huertistas, sino defender la causa constitucionalista, que era la de la nación, en contra de quienes habían usurpado el poder público por medio de crímenes proditorios; y defender a la patria cuando lo requirieran las circunstancias internacionales, circunstancias bélicas que por fortuna no se presentaron, resolviéndose el conflicto surgido con motivo de la ocupación de Veracruz por la mediación amistosa de la Argentina, Brasil y Chile, naciones hermanas que, como veremos en documentación subsiguiente, después de ciertas peripecias que daremos a conocer, tomaron la iniciativa de sugerir —oficialmente— no sólo al secretario de Estado del Gobierno de Washington, sino también a algunos gobiernos latinoamericanos que, conjuntamente, reconocieran de facto al gobierno constitucionalista jefaturado por don Venustiano Carranza, como felizmente lo hicieron. Es de justicia encomiar la patriótica y leal conducta no sólo del general Pablo González, sino la del general Pánfilo Natera, especialmente la respuesta de este último al infidente Medina Barrón en los párrafos que subrayamos, por estar muy en su punto al remarcarles a los jefes huertistas que “su reinado ya se desmorona… y …todavía luchan… asumiendo el carácter de bondadosos protectores…”; y prosigue el general Natera en su requisitoria: “Nosotros no pedimos ni aceptamos nada; porque en todo caso a nosotros correspondería tratar a ustedes con lástima y conmiseración… No está lejano el día en que el llamado gobierno de Huerta, edificado sobre sangre, se desplome y se hunda, como ya dije, en el abismo del desprecio y de la maldición de propios y extraños”. Como de hecho sucedió poco más tarde, para ventura y limpio porvenir de nuestra patria.

Telegrama del Sr. Ives G. Lelevier, fechado en Douglas, Arizona, informando al Lic. Isidro Fabela, del arribo de norteamericanos procedentes de las poblaciones de Nacozari y Cananea, Sonora, así como de la adhesión de las autoridades y pueblo sonorense para apoyar las disposiciones del C. Primer Jefe.

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[A.I.F., F9-92-2.] De Douglas 24 de abril de 1914, Sr. Lic. I. Fabela (Secretaría de Relaciones), Chihuahua. Hoy llegó esta ciudad tren especial Nacozari conduciendo americanos; mañana llegarán Naco en tren especial americanos de Cananea; situación entre compatriotas prudente y expectante. He recibido gran número mensajes de autoridades sonorenses que dicen pueblo listo obedecer y apoyar disposiciones nuestro Primer Jefe. Ives G. Lelevier (Agente Comercial Constitucionalista en Douglas.)

COMENTARIO AL DOCUMENTO El gobierno de Washington, en previsión de que el atentado perpetrado en Veracruz tuviera por desenlace una guerra entre los Estados Unidos y México, ordenó a sus ciudadanos salieran del país para no sufrir las consecuencias de un casus belli. Lo que pudo evitarse, como dice el mensaje transcrito, gracias a la prudencia que aconsejó el Primer Jefe Carranza a las autoridades constitucionalistas y al pueblo, pues después del telegrama que le envió el presidente Wilson por conducto del cónsul Carothers estaba convencido de dos cosas: la primera, que el atropello nacional cometido en Veracruz no había sido enderezado contra el pueblo mexicano, sino solamente contra Victoriano Huerta; siendo la segunda, el quedar convencido de la crasa incomprensión del profesor de Princeton respecto a nuestro nacionalismo y patriótica actitud.

Telegrama del Sr. A. Garza González, fechado en Brownsville, Tex., informando al Lic. Isidro Fabela sobre la orden dada a las autoridades militares para permitir el paso de armas, debiéndose investigar por qué las autoridades civiles no recibieron igual orden.

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[A.I.F., F9-92-2.] De Brownsville, Tex., 24 de abril de 1914. Sr. Lic. Fabela (Secretaría Relaciones), Chihuahua. Ayer autoridades militares recibieron orden permitir paso armas, pero autoridades civiles no han recibido igual orden. Creo conveniente investigar sobre particular. A. Garza González

Telegrama del señor F. F. Villarreal, fechado en Washington, D. C., informando a D. Venustiano Carranza de la interpretación dada por Wilson, a su nota, considerándola como ultimátum del embargo de armas en contra de México, y de las órdenes dadas por el Gobierno Americano para enarbolar en Veracruz el pabellón nacional como muestra de respeto al pueblo mexicano.

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[A.I.F., F9-109-5.] Telegrama. Washington, 24 de abril de 1914. Sr. V. Carranza, P. J. del E. C. Su nota al Sr. Presidente Wilson interpretóse como ultimátum; Gobierno alistará 4 000 voluntarios, para semana entrante, para llevar adelante sus propósitos en menor tiempo posible; ya se decretó nuevamente el embargo de armas. Situación general ha cambiado último día. Ya ordenaron enarbolárase en Veracruz pabellón nacional, deseando demostrar respeto inspirado y que no tienen agravio contra el pueblo mexicano; que consentirán entregarle a Ud. tan luego como desarrollo operaciones militares justifíquenlo. También reconocerán beligerancia si se toma Tampico o Monterrey, pero temen verse obligados a romper hostilidades con Ud. y precipitarse guerra. Lo anterior comunícole informativamente sobre situación actual. Salúdolo. Felícitos F. Villarreal[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO La afirmación de don Felícitos F. Villarreal resultó inexacta, pues los norteamericanos no enarbolaron nuestra bandera nacional en los edificios públicos de Veracruz, sino únicamente la suya; lo que lastimó profundamente el sentimiento patriótico de los veracruzanos que no vieron arriada la enseña de las barras y las estrellas sino hasta el día 23 de noviembre cuando, después de las notas cambiadas entre el autor de estos comentarios y el ministro del Brasil, señor Cardoso de Oliveira, encargado de los negocios de los Estados Unidos cerca del Primer Jefe, le comunicó la resolución del Gobierno estadounidense de desocupar el puerto,

desocupación que se llevó a cabo tranquilamente, retrocediendo paso a paso las tropas norteamericanas hacia la playa al par que los constitucionalistas avanzaban al centro de la ciudad. Fue hasta entonces cuando los marinos al mando del almirante Fletcher subieron a bordo de sus buques de guerra, surtos en la bahía, que los norteamericanos arriaron su bandera en todos los edificios del puerto donde estaba izada, enarbolándose en su lugar la enseña tricolor mexicana.

[1] Don Felícitos F. Villarreal fue un agente del Primer Jefe en los Estados Unidos para el arreglo de ciertas cuestiones de carácter financiero. Posteriormente fue nombrado subsecretario de hacienda, encargado del despacho, alto puesto al que renunció poco después de ser nombrado. Más tarde, cuando el Gral. Villa desconoció la autoridad del Primer Jefe, el Sr. Villarreal se pasó al lado del Jefe de la División del Norte.

Telegrama del Lic. José López Portillo y Rojas, dirigido a la legación mexicana en Buenos Aires, Argentina, comunicándole el desembarco de marinos americanos en el puerto de Veracruz, así como en el de Salina Cruz.

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[A.R.E., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores. Telegrama. México: 24 de abril de 1914. Legación Mexicana. Buenos Aires. Marinos americanos armados desembarcaron Veracruz sin previa declaración guerra; federales retiráronse Soledad. Posteriormente desembarcaron otros americanos Salina Cruz. López Portillo

COMENTARIO AL DOCUMENTO Este mensaje demuestra que el gobierno usurpador no dio órdenes al comandante militar de Veracruz, Gral. Gustavo A. Mass, de defender nuestro territorio nacional como lo afirmó, faltando a la verdad, dicho militar, sino que prueba lo contrario al afirmar López Portillo y Rojas: “Federales retiráronse a Soledad”, sin referirse a ninguna defensa del puerto. El desembarco de marinos norteamericanos en Salina Cruz no se efectuó.

Telegrama del Gral. Gustavo A. Mass, fechado en Soledad, Ver., informando al ministro de Guerra y Marina, el cañoneo escuchado en el puerto de Veracruz, y el manifiesto lanzado por Henry P. Fletcher invitando a los empleados públicos y pueblo en general, para mantener el orden.

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[A.H.D.N., XI/481.5/315, cajas 148 y 149.] Telegrama. Soledad, Ver., 24 de abril de 1914. Secretaría de Guerra. Hónrome comunicar a usted que hasta este momento no ocurre novedad en las fuerzas de esta plaza. Con la avanzada de Tejería salió Mayor Pacheco para hacer un reconocimiento, informando escuchó cañoneo en Veracruz y que aún no se resuelve salida familias. Fletcher lanzó un manifiesto empleados públicos y pueblo de Veracruz invitándolos a mantener el orden y prometiéndoles garantías. Gustavo A. Mass

COMENTARIO AL DOCUMENTO Este mensaje confirma plenamente que mientras la escuadra estadounidense del Golfo cañoneaba Veracruz el militar Gustavo A. Mass se retiró a Soledad, sin cumplir con su deber de estar al frente de sus soldados defendiendo nuestro hollado suelo.

Telegrama del Sr. Melquiades García, fechado en Laredo, Tex., informando al Lic. Isidro Fabela, de la indignación del pueblo americano por el incendio de la población de Nuevo Laredo, Tamps., por las fuerzas federales, al evacuarla.

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[A.I.F., F9-92-2.] De Laredo, 24 de abril de 1914. Sr. Lic. Fabela. Hoy dos tarde pequeña guarnición federal incendió, para evacuar, gran parte de la ciudad Laredo, México; el pueblo del lado americano profundamente indignado hecho salvaje. Melquiades García, Agente Comercial Constitucionalista en Laredo, Tex.

COMENTARIO AL DOCUMENTO El ejército huertista, considerándose perdido en su lucha contra los defensores de la dignidad nacional y de la libertad, pintándose a sí mismos, desahogaron sus iras incendiando “una gran parte de la ciudad”, hecho delictuoso que no les favorecía en nada y sí resultaba sólo en serio perjuicio de la población inocente de Nuevo Laredo. Aguirre, el jefe militar huertista incendiario de la plaza fronteriza, se incorporó más tarde a la División del Norte para continuar haciendo armas contra la Revolución Constitucionalista.[1]

[1] “Se debe hacer notar también que el general Villa, secundado por el general Ángeles, había reunido a su alrededor… además de algunos, muy pocos por cierto, de los antiguos elementos Constitucionalistas que no eran de su División, a una gran parte de los generales ex-federales derrotados y licenciados por la Revolución y así se encontraban en sus filas Rábago, Téllez, Guardiola y Aguirre (el incendiario de Nuevo Laredo) y muchos otros; y los que no estaban con Villa, estaban con Zapata, pues allí se hallaban Eguía Liz, Higinio Aguilar, Almazán…” Gral. Manuel W. González. Contra Villa, p. 213. Ediciones Botas, México, 1935.

Nombramiento expedido por D. Venustiano Carranza, a favor del Lic. Rafael Zubaran Capmany, como agente especial confidencial, cerca del gobierno de los Estados Unidos, para tratar el conflicto existente entre dicho Gobierno y el usurpador Victoriano Huerta, con motivo de la aprehensión de marinos del buque de guerra “Dolphin”, en el puerto de Tampico, Tamps., y los sucesos acaecidos en el de Veracruz.

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[A.I.F., F9-92-2.] VENUSTIANO CARRANZA, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista de México, teniendo en consideración las aptitudes que en usted concurren, he tenido a bien nombrarlo Agente Especial Confidencial cerca del Gobierno de los Estados Unidos de Norte América, con amplias facultades para tratar el conflicto existente entre dicho gobierno y el usurpador Victoriano Huerta, con motivo de la aprehensión de marinos del buque de guerra “Dolphin” en Tampico, y los posteriores sucesos acaecidos en Veracruz; quedando autorizado para hacer las gestiones que creyera convenientes, en la inteligencia de que los arreglos que hiciere usted con el Gobierno Americano, quedarán sujetos a mi aprobación. Constitución y Reformas. Cuartel General en Chihuahua, 25 de abril de 1914. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Venustiano Carranza Al Lic. Rafael Zubaran Capmany.

COMENTARIO AL DOCUMENTO El Lic. Rafael Zubaran Capmany, secretario de Gobernación en el primer gabinete del Gobierno Constitucionalista, nombrado por el Primer Jefe en Hermosillo —1913—, era un hombre que durante el porfirismo se había significado por su actitud contraria al dictador. Era un liberal culto e inteligente, buen escritor político y orador, que figuraba entre las principales personalidades del Partido Democrático. Al producirse los magnicidios de febrero, el licenciado Zubaran dejó el país para incorporarse a la Revolución, habiéndose presentado al Primer

Jefe en Sonora. El señor Carranza, teniendo en cuenta sus antecedentes y habiéndole cobrado gran confianza, lo nombró secretario de Gobernación. Poco después, cuando se agudizaron las dificultades internacionales entre el Gobierno Constitucionalista y el presidente Wilson, Zubaran pasó a Washington con el nombramiento transcrito. Más tarde, a principios de 1915, estando el gobierno de la Revolución en Veracruz, surgió un incidente intersecretarial entre los integrantes del gabinete; por un lado el Ing. Palavicini, oficial mayor de la secretaría de Instrucción Pública, encargado del Despacho; y por el otro los señores licenciados Zubaran, Cabrera, recién nombrado ministro de Hacienda, Escudero y Verdugo, encargado del despacho de justicia, y Jesús Urueta, que había sustituido al Lic. Fabela en la Secretaría de Relaciones, por haber sido nombrado este último ministro plenipotenciario en Europa para nombrar agentes confidenciales (diplomáticos) y agentes comerciales (cónsules), y con el fin de recoger los archivos de las legaciones y los consulados que estaban en manos de personas no adictas a la Revolución. Con motivo de un serio distanciamiento habido entre el Lic. Zubaran y el Ing. Palavicini, director de El Pueblo (único periódico llevado de México a Veracruz por el Lic. Fabela quien de hecho lo dirigió hasta su salida a Europa y cuya dirección puso en manos de Palavicini por sugerencia suya y acuerdo del señor Carranza), sobrevino el conflicto. La crisis ministerial se suscitó a causa de la publicación en dicho diario de un artículo que atacaba al Lic. Escudero y Verdugo. Éste presentó su renuncia al Primer Jefe, y lo mismo hicieron los expresados abogados Zubaran, Cabrera y Urueta. El Ejecutivo aceptó de inmediato sus dimisiones a Escudero y Verdugo y a Zubaran, no aceptándoselas a Cabrera ni a Urueta, que siguieron prestando sus servicios a la Revolución. El Lic. Zubaran, desde entonces, se distanció del señor Carranza, acercándose de manera estrecha al general Álvaro Obregón, enemigo acérrimo de Palavicini, quien había triunfado en tal crisis. Pasado el tiempo, cuando sobrevino en 1920 el cuartelazo de Agua Prieta, que resultó victorioso, Zubaran volvió al poder transitoriamente para, por último, desaparecer de la escena política.

Proclama expedida por el contralmirante Henry P. Fletcher, comandante de las fuerzas de los Estados Unidos, decretando la ley marcial en el puerto de Veracruz, con las facultades y obligaciones de Gobierno en todas sus atribuciones y divisiones.

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[A.R.E., S.N.]

PROCLAMA AL PUEBLO DE VERACRUZ Las autoridades de la Federación Mexicana y del Estado de Veracruz que ejercían sus funciones en Veracruz cuando se desembarcaron las fuerzas de los Estados Unidos de América bajo mi mando me han participado que no podrían continuar en el desempeño de sus cargos respectivos; aunque las autoridades municipales de esta ciudad, vigilando por los intereses de sus conciudadanos y correspondiendo a mi indicación, han resuelto continuar en el ejercicio de sus cargos, las leyes y disposiciones municipales no son suficientemente amplias para hacer efectivas muchas funciones indispensables al Gobierno. Estos hechos han dado lugar a una situación que hace necesaria la formulación de medidas distintas a las que fueron propuestas en mi telegrama del 22 del actual. Por lo tanto y a fin de proporcionar a los habitantes de Veracruz y del territorio a que después se hará referencia todos los privilegios que emanan de un Gobierno que ejerce las funciones adecuadas para mantener y establecer los derechos fundamentales del hombre, por la presente y en virtud de las facultades que poseo como comandante de las fuerzas militares de los Estados Unidos de América en la ciudad de Veracruz y territorio contiguo, que se halla ocupado por las fuerzas de mi mando, se establece la ley marcial que se hará extensiva al territorio que sea ocupado posteriormente por mis fuerzas. Además, decreto de acuerdo con las disposiciones del Derecho Internacional de los usos y costumbres y de los convenios de mi Gobierno y de otros Gobiernos, que me hallo investido dentro del territorio aludido con las facultades y obligaciones de Gobierno en todas sus atribuciones y divisiones. Las medidas para hacer efectivo dicho Gobierno se harán constar en reglamentos que se publicarán cuando lo exijan las circunstancias. Por el comandante de las fuerzas de los Estados Unidos de América. Expedido en la ciudad de Veracruz, hoy veintiséis de abril de 1914. Firmado. Contralmirante Fletcher. Publíquese. El Subsecretario.[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO Dice el contralmirante Fletcher que expide tal decreto “de acuerdo con las disposiciones del Derecho Internacional… y de los convenios de mi gobierno y de otros gobiernos”. El Derecho internacional prohíbe y condena desde luego las intervenciones militares de un Estado en otro Estado soberano; y por consiguiente, las disposiciones citadas por el jefe de la marina norteamericana eran nulas de pleno derecho. El comandante de los invasores se tomó las facultades dictatoriales que se dan a sí mismos las que no tienen más derecho(?) que el de la fuerza. Por otra parte ¿en qué convenios de “su gobierno y de otros gobiernos” se basaba el violador de los derechos del Estado independiente que era y es México? En ninguno, porque no existían convenios internacionales de los Estados Unidos con otros países para invadir militarmente una república soberana. La fuerza por sí misma no crea derechos. La intervención militar en Veracruz no fue sino un delito internacional que no tuvo ningún fundamento jurídico. Fue solamente un crimen del fuerte contra el débil; y nada más.

[1] Aunque este documento no aparece firmado, debe haber sido mandado publicar por el subsecretario de la Cancillería, que lo era el Lic. don Roberto Esteva Ruiz.

Nota del Sr. Marion Letcher, cónsul americano en Chihuahua, transcribiendo al Lic. Isidro Fabela la respuesta dada por el presidente Wilson a la sugestión hecha por D. Venustiano Carranza para tratar a través de representantes los sucesos de Tampico y Veracruz.

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[A.I.F., F9-3.]

26 DE ABRIL DE 1914 El señor Marion Letcher, cónsul norteamericano en Chihuahua, Chih., se dirigió[1] al Lic. Fabela refiriéndose a la “conversación confidencial y privada” que los dos habían sostenido el día 23, en la que el canciller de la Revolución solicitó del cónsul estadounidense inquirir si el presidente Wilson estaría dispuesto a recibir a un “alto comisionado” del Primer Jefe con “el objeto de tratar… de una manera personal sobre el estado actual de cosas”, especialmente respecto a los sucesos de Tampico y Veracruz. Decía el señor Letcher que el asunto lo había tratado con su Gobierno “con carácter particular", y que la respuesta telegráfica de éste era la siguiente: Que el presidente Wilson estimaba gustoso la actitud amigable del Primer Jefe al sugerir que dos agentes, uno constitucionalista y otro norteamericano, trataran el arreglo de las cuestiones pendientes entre los dos gobiernos. Pero que el presidente Wilson no podía aceptar esta proposición mientras la protesta del señor Carranza por la ocupación de Veracruz continuara siendo interpretada en los Estados Unidos como al presente;[2] pero que si el Primer Jefe manifestaba públicamente que permanecería neutral en el conflicto existente entre el Gral. Huerta y el Gobierno norteamericano, que no prestaría auxilio al usurpador y no contrariaría a los Estados Unidos en sus esfuerzos para obtener reparación por los insultos inferidos a Norteamérica por Huerta y sus cómplices, el usurpador sería eliminado prontamente. Que el Primer Jefe manifestara que era erróneo suponer que los constitucionalistas se unieran a Huerta contra los Estados Unidos; y que cuando el usurpador se enterara de esta declaración cesaría de cometer los actos antinorteamericanos que obligaban a los Estados Unidos a exigir justificadamente las reparaciones debidas, “poniendo a salvo a México y a los mexicanos de todo peligro” directo o indirecto “por las ofensas” …del

Gral. Huerta a Norteamérica. Que la respuesta del presidente Wilson a la “amigable proposición del General Carranza, estaba inspirada en los sentimientos de la más franca amistad”.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Sobre este asunto ver Historia diplomática de la Revolución Mexicana, donde se aclara que no fue proposición del Primer Jefe al Secretario de Estado ni al presidente Wilson, sino sugerencia personal del canciller de la Revolución, señor Fabela, al cónsul Letcher. Naturalmente que la condición impuesta por el señor Wilson para recibir a un representante de Carranza siempre y cuando el Primer Jefe se declarara neutral en el conflicto surgido entre el gobierno de la Casa Blanca y Huerta y “que no prestará auxilio a éste o contrariara a los Estados Unidos…”, era de todo punto inadmisible por lo absurda, y así se lo expresó el licenciado Fabela al señor Letcher, el cual lo aclaró al primero según nota que se publica en la obra citada. Esto es, que dicha proposición no era del Primer Jefe, sino del encargado de Relaciones, Fabela (ver op. cit.). Conviene al respecto aclarar que muy poco tiempo después de aquel incidente el gobierno de los Estados Unidos aceptó como representante diplomático del Gobierno constitucionalista al señor licenciado Zubaran, acuerdo que sirvió mucho para suavizar las asperezas existentes entre los dos gobiernos.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, pp. 14 y 15. F.C.E., México, 1958. [2] La indignada protesta del Primer Jefe por la ocupación militar de Veracruz fue interpretada en Estados Unidos, principalmente por los voceros y la prensa intervencionista, como un ultimátum.

Declaraciones hechas por el señor Josephus Daniels, Secretario de Marina del Gobierno Norteramericano, sobre el sentimiento patriótico de los elementos constitucionalistas para implantar un Gobierno Constitucional.

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[A.I.F., F9-3.] Nueva York, abril 26 de 1914. Recibido en Chihuahua, vía Juárez. Secretario de Relaciones. Gobierno Constitucionalista. El Secretario Daniels, ayer hizo la siguiente declaración de su propia iniciativa: “Creo que la mayoría de los constitucionalistas están actuando poseídos de un sentimiento de patriotismo, y este sentimiento, así como el Gobierno Constitucional y la libertad, tendrán que prevalecer en México al igual que en cualquier parte del mundo. Yo siempre he sostenido que los constitucionalistas en su mayoría están animados del mismo espíritu y sentimiento que alentó a Madero y sus partidarios. Han determinado y resuelto darse a sí mismos un Gobierno Constitucional a pesar de cualquier obstáculo o error y la mayoría de ellos están alentados en sentimientos y motivos patrióticos. La libertad es su anhelo y ésta tendrá que ser adquirida por ellos de cualquier manera en México, así como en todas partes. La causa del Gobierno Constitucionalista tendrá que prevalecer si se le hace justicia, ya sea por medio de ésta o de su personalidad. Se podrá apagar una llama, sin embargo, por poco que ésta brille, el pueblo americano no puede menos que sentir honda simpatía por quien quiera que esté luchando por tener un voto en los asuntos públicos de su patria y su gobierno. La época del absolutismo pertenece ya al pasado. No hay un movimiento que valga la pena de considerársele, si no es el encaminado a establecer un gobierno por y para el bienestar del gobernado. Con muchos esfuerzos tal vez, pero tal forma de gobierno tendrá que ser obtenido por los mexicanos.” Respetuosamente. Francisco Urquidi

COMENTARIO AL DOCUMENTO Las declaraciones del secretario de Marina, Mr. Josephus Daniels, por el espíritu de justicia cuyo era su fondo, nos dio aliento a los constitucionalistas, ya que fue uno de los primeros estadistas del partido demócrata en el poder que públicamente reconoció que “La causa del Gobierno constitucionalista tendrá que prevalecer si se le hace justicia…” Como al fin se la hizo el gobierno del presidente Wilson. Conviene, en este comentario, recordar un hecho histórico por demás interesante: Es bien sabido que fue el señor Daniels el que ordenó la ocupación de Veracruz por telegrama que dirigió al almirante Fletcher, jefe de la escuadra estadounidense fondeada en aguas territoriales de México, en 1914. Dicho mensaje provino de un acuerdo expreso y urgente del presidente Wilson que su secretario de Marina cumplió de inmediato. Al correr del tiempo, y siendo Primer Magistrado de nuestra República el señor general Lázaro Cárdenas, el gobierno de Washington nombró embajador en México al expresado señor Daniels, el cual aceptó dicho cargo. Nuestra cancillería, por fortuna, dio su beneplácito a tal designación; y decimos por fortuna, porque hubiera podido no aceptar a tal diplomático por la muy poderosa razón de ser él quien ordenara la atentatoria intervención militar en nuestro territorio. Sin embargo, lo recibió de buen grado; siendo precisamente Josephus Daniels el mejor defensor del Gobierno y pueblo mexicanos, cuando el general Cárdenas decretó la expropiación de los bienes de las compañías petroleras en 1938. Tenemos la absoluta convicción de que si no hubiera sido por la actitud justa y decidida del señor Daniels, que con sus argumentos de la más pura probidad convenció al presidente Franklin D. Roosevelt de que la expropiación dictada por el Ejecutivo mexicano estaba basada en nuestra Constitución Federal y demás leyes y debía ser acatada por los petroleros norteamericanos, ingleses, holandeses, etc., que mostrándose rebeldes a las sentencias de la Junta de Conciliación y Arbitraje y de la Suprema Corte de la Nación no sólo no obedecieron sus mandatos sino que llevaron al cabo una propaganda mundial, enconada y decidida para que los Estados Unidos intervinieran por la fuerza en nuestro país a fin de obligar al gobierno del presidente Cárdenas a devolver a las empresas afectadas todas sus antiguas pertenencias, la conducta del Gobierno norteamericano hubiera sido contraria a los intereses de México. Los campeones del derecho en tan grave conflicto fueron, como es

sabido, en México el señor presidente Cárdenas que se mantuvo firme al hacer respetar nuestra soberanía nacional, y en Estados Unidos el presidente Roosevelt y su embajador Daniels, quienes no solamente desoyeron y se pusieron en contra de las compañías petroleras, sino que defendieron a México en un momento peligrosísimo para nuestra independencia nacional. Sobre este episodio de nuestra historia, me parece pertinente hacer referencia a la siguiente anécdota: El embajador Daniels y su señora esposa llevaron buena amistad con el autor de esta obra y con la señora de Fabela. En una de las veces que fuimos invitados por los señores embajadores de los Estados Unidos a una comida en la embajada, la señora Daniels le platicó a la señora Fabela que cuando fue llamado por su amigo personal el presidente Roosevelt para comunicarle que había sido nombrado su representante diplomático en México, su esposo había aceptado de inmediato tal designación. Entonces la señora Daniels le dijo a su marido: ¿Pero qué no te acuerdas de Veracruz? —Precisamente, porque me acuerdo por eso acepté el ir de embajador a ese país, porque quiero demostrarles a los mexicanos que soy su verdadero amigo. Como en efecto nos lo demostró en una de las épocas más críticas de nuestra vida internacional con el Gobierno norteamericano.

Telegrama del licencialdo Isidro Fabela, al ingeniero Francisco Urquidi, en Nueva York, sobre la buena impresión causada por las declaraciones hechas por el Secretario Daniels.

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[A.I.F., F9-92-2.] Telegrama recibido en New York, N. Y. De Chihuahua el 26 de abril de 1914. Sr. Ing. Francisco Urquidi. 185 Madison Ave. Nº 89. Declaraciones Secretario Daniels produjeron entre nosotros magnífica impresión, infundiendo más confianza aún en política americana sembrando optimismo en todos nosotros. Apreciamos en lo que valen tan justas y nobles ideas del Secretario Daniels. Siga informando. Fabela

Carta del Lic. José Vasconcelos, dirigida a D. Venustiano Carranza, informándole de sus impresiones recogidas en Nueva York, sobre la ocupación del puerto de Veracruz por fuerzas norteamericanas.

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[A.I.F., F9-19-VIII.] Abril 26, 1914. Sr. don Venustiano Carranza. Primer Jefe del E. Constitucionalista. Chihuahua, Chih. México. Muy respetable señor y distinguido amigo: Confirmo mis tres cartas anteriores. Desde que escribí la última he estado en Nueva York al tanto de la opinión y de los acontecimientos. Oportunamente recibí su mensaje en que me ordenaba continuar mi viaje al Canadá y ayer recibí el oficio de la Tesorería por el cual se me mandan pagar quinientos dólares para los gastos de este viaje. El oficio referido lo contesto por separado en forma oficial. Durante los días de espera en Nueva York, he hablado con muchas personas de importancia, entre otros con el Sr. William McCombe, Presidente del Comité Nacional del Partido Democrático, y por lo mismo, amigo del presidente Wilson, y con los jefes de dos o tres casas bancarias. Naturalmente, he hecho todas estas visitas sin carácter oficial y aprovechando algunas viejas amistades. Procuraré resumirle las impresiones recogidas. Los EE.UU., provocados por los insultos a su bandera, se resolvieron a emplear la fuerza contra Huerta, y se decidieron a bloquear Veracruz y Tampico. Considerando que no existía guerra con México, no se decidieron a declarar un bloqueo que surtiera efectos contra el comercio internacional. Sin embargo, se creyeron obligados a detener el cargamento de armas que para Huerta conducía el vapor alemán “Ipiranga”. Deseando evitar fricciones con Alemania se resolvieron a dejar libre el curso del barco y en caso necesario, a apoderarse del cargamento en territorio mexicano. Con este objeto ordenaron al almirante de su marina que se apoderara de la Aduana de Veracruz y los demás edificios públicos que considerara necesarios. En consecuencia de estas órdenes, las fuerzas americanas desembarcaron en Veracruz, las tropas huertistas evacuaron la plaza y los vecinos del puerto, ratificando para su ciudad el dictado de heroica, hicieron lo que corresponde al mexicano cuando mira fuerzas extrañas en el suelo de la patria, disparar contra ellas. Hubo muchas víctimas y triunfó la fuerza, pero la resistencia desorganizada, impotente, mas resuelta, que

allí encontró el invasor, ha hecho que todo el mundo en este país medite sobre la gravedad de la situación mexicana. En estas condiciones, no tocaba otra cosa a nuestro partido, que protestar contra la invasión del territorio nacional y la matanza de mexicanos. Esto debía hacerse aunque la protesta nos restase toda la simpatía de quienes en verdad, han sido nuestros mejores amigos, pero tal amistad no debía llevarnos a la deshonra, y por eso aplaudimos todos la protesta por Ud. formulada. Una simple protesta no hubiera complicado las cosas y sí habría levantado el prestigio de la Revolución; pero no debo dejar de informar que habiendo venido esa protesta acompañada de una exigencia contraria a los hechos consumados y a la posibilidad en la conducta de este país, la referida nota de usted ha causado gran desorientación y aun la represalia que ya tomó el gobierno americano restableciendo el embargo de armas, como medida militar precautoria. Comprendo perfectamente la necesidad de adoptar una actitud decorosa ante el extranjero, pero la situación peligrosa que esto ha creado, hace indispensable que se emprendan negociaciones hábiles y rápidas que nos eviten un completo fracaso diplomático.[1] Ayer, el Sr. Flint, nuestro comisionista en Nueva York, se vino para ésta y nos indicó al Sr. Ing. Villarreal y a mí, que el Sr. McCombe había conferenciado con el presidente Wilson y deseaba hablarnos. Le manifestamos que no éramos agentes diplomáticos de Ud., pero aun sabiendo esto, insistió el Sr. Flint en que viniésemos, creyendo que era importante transmitirle a Ud. los informes que pudiéramos recoger. Así lo hicimos, en consecuencia, y después de nuevas pláticas en ésta, me he convencido de que el presidente Wilson, por simpatía a nuestra causa y porque no desea verse obligado a promover una guerra formal, estará todavía dispuesto a escuchar extraoficialmente al representante de Ud., y a hacer todo aquello que dentro de la discreción y mutuo respeto pueda ayudarnos. Parece que no será difícil obtener de nuevo la libre introducción de armas y en su caso, cierta forma de reconocimiento, etc., etc. En la noche celebré una conferencia con el Sr. Pesqueira y mejor que transmitirle los pormenores de ella, me permito acompañarle copia de lo que hablamos.[2] En esa conferencia supe que ya venía un agente especial y mucho lo celebro, pues estoy seguro de que esa persona por su capacidad y demás condiciones alcanzará éxito lisonjero. Con la venida de esta persona se evitará que continúe cierto desorden que ha existido, a causa del cual se han multiplicado entrevistas de periódicos y declaraciones sobre este delicado asunto, formuladas por personas de capacidad y buena intención, pero desautorizadas y, muchas veces, desacordes. Esto, principalmente,

causa mala impresión, pues los funcionarios americanos han llegado a sentir que les es difícil conocer con quién deben tratar, entre las muchas personas que suponen más o menos cercanas a la política de usted. Hoy salgo para Nueva York, donde siguiendo indicaciones de Pesqueira, que espero se servirá usted aprobar, aguardaré la llegada de su enviado. No creo que se pierda nada con esta espera, puesto que mientras sigan tirantes las relaciones de la Revolución con el gobierno americano, los hombres de negocios, tanto de aquí, como del Canadá, se negarán aún a discutir asuntos mexicanos. Lo felicito muy entusiastamente por el reciente triunfo de las fuerzas constitucionalistas en Monterrey. Esta noticia ha sido para nosotros un gran alivio en medio de tantas inquietudes. Con el respeto de siempre, me suscribo Suyo, afmo. amigo y S.S. atto., J. Vasconcelos.

COMENTARIO AL DOCUMENTO En el segundo párrafo de esta carta se advierte cómo contrasta la resuelta y severa actitud del Primer Jefe, ante el cruento desembarco de tropas americanas en Veracruz, con el cauteloso pensamiento del licenciado José Vasconcelos acerca de que… “Una simple protesta [del Gobierno constitucionalista] no hubiera complicado las cosas y sí habría levantado el prestigio de la Revolución [en los círculos financieros que orientaban la diplomacia yanqui]; pero… esa protesta acompañada de una exigencia (el Primer Jefe pidió la retirada incondicional e inmediata de las fuerzas extranjeras de ocupación) contraria a los hechos consumados y a la posibilidad de la conducta de este país (en la mente de Vasconcelos prevalecía el temor del avance de los soldados norteamericanos al interior del territorio nacional y al bloqueo total de todos los puertos mexicanos)… hace indispensable que se emprendan negociaciones hábiles y rápidas que nos eviten un completo fracaso diplomático.” En el Primer Jefe Carranza todos los actos de Derecho público dentro y fuera del país tuvieron el resplandor de la intransigencia que sólo está movida por la justicia razonada, seca, sin retórica. En el espíritu político del jefe de la Revolución el derecho era primero, “recto, igual, seguido, sin torcerse a un lado ni a otro”, como lo afirman los definidores del concepto. Ésta fue la regla del pensar y el actuar políticos del señor Carranza. Debido a estas discrepancias notorias entre el carácter de don

Venustiano, hombre de derecho y fe, se produjo el distanciamiento definitivo entre los dos personajes. Esta separación arrastró al polígrafo oaxaqueño a la deserción del constitucionalismo.

[1] [2]

No aparece en los archivos consultados esta copia. Por esta razón envió el Primer Jefe, como su agente confidencial, al Lic. Zubaran Capmany.

Instrucciones del licenciado José López Portillo y Rojas, al general Gustavo A. Mass, en Soledad, Ver., para informar sobre el arribo del vapor “Ipiranga”.

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[A.R.E., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores, Sección Of. Mayor. Telegrama. México, 28 de abril de 1914. General Gustavo A. Mass. Soledad, Ver. Sírvase informarme si vapor “Ipiranga” llegó antes o después del desembarque marinos americanos. López Portillo Trasmítase. El oficial mayor, G. Fernández MacGregor.

COMENTARIO AL DOCUMENTO El vapor “Ipiranga” que lleva un cargamento de armas para Victoriano Huerta llegó a la bahía veracruzana antes de la ocupación del puerto, pero no desembarcó aquellos pertrechos acatando la petición que le hiciera el almirante Fletcher, procediendo éste, inmediatamente, a la intervención militar que llevó a cabo por órdenes superiores del presidente Wilson. Pero dichas órdenes, que tenían por objeto que Huerta no recibiera tales pertrechos, resultaron completamente burladas por el capitán del “Ipiranga”, pues si es cierto que no desembarcó los sobredichos pertrechos en nuestro primer puerto, también lo es que los entregó al destinatario en Puerto México; en la inteligencia de que asimismo le fueron entregadas a Huerta otras partidas de armas compradas en Alemania y que desembarcó el vapor “Bavaria” en el puerto mencionado.[1]

[1]

Ver detalles en el tomo I de la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, pp. 310 y ss.

Telegrama del Sr. Fernando Gil, informando al Lic. José López Portillo y Rojas, secretario de Relaciones Exteriores, sobre la evacuación de extranjeros en el puerto de San Blas, con destino al de Manzanillo, así como de la mediación de las naciones de Brasil, Argentina, Perú y Chile, para la suspensión de hostilidades.

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[A.R.E., S.N.] Telégrafos Federales. Telegrama recibido en México, D. F. Nº 325. 28 abril/914, Of. C. 106/212 SF D 245 PM. R2. 55 P.M. Sr. Lic. don José López Portillo y Rojas, Srio. Relaciones Exteriores. Para superior conocimiento de Ud. permítome transcribir telegrama que con fecha 27 actual dirígeme de Tepic el jefe Oficina telegráfica: “Hoy 12.30 P.M. fondeó “Rieleght”, [1] zarpando 4.30 P.M. rumbo Manzanillo, a petición Comandante fueron a bordo extranjeros en San Blas, a quienes interrogaron si tenían motivos de queja de nuestro Gobierno, contestando negativamente. Manifestó Comandante que hoy a medio día había recibido aviso Washington que cuatro naciones Brasil, Argentina, Perú, Chile, habían solicitado de ambos gobiernos mediar su conflicto y que de hecho quedaban suspendidas hostilidades. Mazatlán sin novedad. Fernando Gil

COMENTARIO AL DOCUMENTO La evacuación de los extranjeros, principalmente norteamericanos, por nuestros puertos, obedecía a órdenes de Washington como medida precautoria para el caso de que la intervención de Veracruz provocara una guerra entre los Estados Unidos y México. Debemos aclarar que Perú no figuró entre los mediadores, que fueron solamente, en un principio, Argentina, Brasil y Chile. En la segunda etapa de aquel incidente diplomático tomaron parte: Brasil, Chile, Argentina, Bolivia, Uruguay y Guatemala.[2]

El nombre que figura en el mensaje nos parece incorrecto. Pudiera haber sido “Raleigh”. Consultar sobre este importante hecho histórico la obra citada del autor: Historia diplomática de la Revolución Mexicana, Fondo de Cultura Económica, México, 1958. [1] [2]

Nota girada por el Lic. José López Portillo y Rojas, a S.E. Sir Lionel Edward Gresley Carden, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la Gran Bretaña, comunicándole que los archivos de la embajada de los Estados Unidos quedaban a cargo del Ministro del Brasil, en México.

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[A.R.E., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores. Sección Of. Mayor. México, 28 de abril de 1914. Sr. Ministro: El señor ministro del Brasil en esta Capital, se ha dirigido a esta Secretaría, por instrucciones de su Gobierno, manifestando al de México que quedará encargado de los archivos de la Embajada de los Estados Unidos de América y de los ciudadanos e intereses de los mismos; para lo cual le serán enviadas indicaciones por el secretario de Estado. Tengo la honra de poner lo anterior en conocimiento de V. E., a la vez que me permito manifestarle que ya digo al señor ministro del Brasil, en respuesta, que el señor O’Shaughnessy, al partir, comunicó a esta Secretaría que V. E. quedaba encargado de los archivos de la Embajada y de los ciudadanos americanos de referencia. Aprovecho esta oportunidad para renovar a V. E. las seguridades de mi muy distinguida consideración. José López Portillo y Rojas A su E. Sir Lionel Edward Gresley Carden, Enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la Gran Bretaña. Presente.

Nota girada por el Lic. José López Portillo y Rojas a S.E.J.M. Cardoso de Oliveira, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Brasil, dándose por enterado que los archivos de la embajada de los Estados Unidos de América, e intereses de los ciudadanos americanos, quedaban a su cargo.

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[A.I.F., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores. Sección Of. Mayor. México, 28 de abril de 1914. Señor Ministro. He tenido la honra de recibir la nota de V. E. fechada el 27 del actual, en que se sirve comunicarme, por instrucciones de su Gobierno, que V. E. quedará encargado de los archivos de la Embajada de los Estados Unidos de América y de los intereses de los ciudadanos americanos, hasta nueva orden; sin que esto sea un obstáculo para la cordialidad de relaciones que felizmente une al gobierno de México con el del Brasil. En respuesta manifiesto a V. E. que el señor O'Shaughnessy, al partir, comunicó a esta Secretaría que S. E. el señor Lionel Carden, ministro de la Gran Bretaña, quedaba encargado de los archivos de la Embajada de los Estados Unidos y de los ciudadanos americanos. Ya se pone en conocimiento del expresado diplomático esta manifestación de V. E. porque se han negociado y se están negociando todavía varios asuntos, y no sería posible que el gobierno de México suspendiera tales negociaciones con la legación Británica sin hacerle saber lo que ocurre. Me complazco en renovar a V. E. con este motivo las seguridades de mi muy distinguida consideración. José López Portillo y Rojas A S. E. J. M. Cardoso de Oliveira, Enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Brasil. Presente.

Correspondencia entre los generales T. Quintana y Pablo González, sobre la unificación de fuerzas para combatir la invasión norteamericana en Veracruz. El Constitucionalista, Órgano oficial del Gobierno Constitucionalista, t. I, núm. 65, mayo 12 de 1914.

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[A.G.N., Ramo Revolución.]

LA CUESTIÓN INTERNACIONAL Villa Aldama, N. L., 29 de abril de 1914. Señor general D. Pablo González. Participo a Ud. que en vista de haberse roto las hostilidades entre nuestro Gobierno y el de Estados Unidos, he evacuado la plaza de Laredo por órdenes superiores, y retirado todas las fuerzas sobre la vía del Ferrocarril Nacional, concentrándome en esta plaza para continuar a Monterrey. Igualmente he recogido patriotas y familias de ellos que ante la afrenta de ver pisado nuestro patrio suelo han preferido aventurarse viniendo con mis fuerzas para dejar a salvo a las referidas familias y empuñar en seguida las armas en defensa de la patria. Como desconozco la actitud de Ud. ante el peligro que corre la patria, le dirijo ésta para saber de una vez por todas, si contamos con su contingente para probarle al mundo entero que estábamos desunidos y nos batíamos por causa de partido, y hoy nos unimos para correr de nuestro patrio suelo al invasor, que no tiene más razón de obrar que el predominio que le dan el oro y la fuerza, a lo que nosotros opondremos nuestro patriotismo y valor. En caso de que Uds. se unan con nosotros (como ya lo hicieron Villa y Murguía en El Paso y Sabinas, Coah.) mandaré trenes que sigan a Monterrey con familias y enfermos y yo marcharé con mis fuerzas a batir a los americanos. De corazón los invito a Uds. a que como hijos que somos todos de México, nos unamos para defender a nuestra patria, que nos legaron libre nuestros antepasados, y que estamos obligados a conservar con honor. Igualmente manifiesto a Uds. que es un hecho consumado que las hostilidades con Estados Unidos se han roto; que los gringos han tomado Veracruz, muriendo heroicamente el general Gaudencio de la Llave; que Villa con sus fuerzas se unió al Gobierno, saliendo a batir a 40 000 invasores que pretendían invadir Chihuahua; que Francisco Murguía con 900 hombres se unió igualmente al Gobierno y marchó de Sabinas, Coah. a

C. P. Díaz, donde se baten fuerzas federales. Por lo que la patria necesita de sus hijos, tengan patriotismo, abnegación y valor. Sírvase Ud. contestarme por la misma vía. Reitero a Ud. las seguridades de mi atención. El General T. Quintana.

RESPUESTA DEL GENERAL PABLO GONZÁLEZ Enterado de su nota del 29 que finaliza, manifiesto a Ud. que estoy perfectamente enterado de la actitud que guarda el Gobierno de los Estados Unidos enfrente de (sic) Victoriano Huerta, que se hace llamar representante del pueblo mexicano. Las dificultades que han surgido en estos últimos días han sido provocadas por Huerta y por Uds. que imprudentemente han pretendido sostenerlo en el puesto que usurpó con perjuicio de la justicia y de la paz de la República. La conciencia de los constitucionalistas está limpia de toda mancha, y sus brazos dispuestos para luchar contra cualquier invasor, cuando éste efectivamente ataque la soberanía y la integridad de la patria. En el caso actual, todo se mueve alrededor de una atmósfera de mentira, pues es falso, de toda falsedad, que los señores generales Villa y Murguía se hayan aliado con ustedes, para rechazar una agresión extranjera que todavía no se verifica. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, C. Venustiano Carranza, ha dirigido una enérgica nota a Washington con motivo de los sucesos de Veracruz, y tanto él, como yo y todos los saldados constitucionalistas sabremos cumplir con nuestro deber si las hostilidades llegaran a romperse. Sobre el particular advierto a Ud. que están siendo candorosamente engañados. Respecto a los heridos y familias que pretenden venir a Monterrey, debo decirle que nuestros hospitales están a la disposición de los primeros, y que las segundas gozarán de todas las garantías. Para terminar le advierto que le concedo cuarenta y ocho horas para rendirse, y que si fenecido este plazo no he recibido la debida respuesta a esta nota, ordenaré que mis fuerzas salgan a batirlo. En caso de deponer las armas, le ofrezco a las tropas la garantía de la vida. Constitución y Reformas. Cuartel General en Monterrey, a 30 de abril de 1914. El General en Jefe del C. de E. del N. E., Pablo González.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Con estos documentos y los cuatro que siguen se comprueba plenamente cuál era la intención de Huerta y sus generales: aprovechar la intervención estadounidense en Veracruz para intentar convencer mañosamente a los jefes constitucionalistas de que se unieran a ellos para llevar a cabo una defensa común contra la agresión extranjera. Para tratar de persuadir a don Pablo González, el huertista Quintana se valió de afirmaciones falsas, como asegurar que el Gral. Gaudencio de la Llave había muerto en la defensa de Veracruz, lo que era inexacto; y al informar que los generales Villa y Murguía se habían unido a los usurpadores para pelear contra los norteamericanos en la frontera, lo que era una burda mentira. El ardid de los huertistas era verdaderamente pueril y tuvieron las respuestas categóricas y acusatorias dignas de la engañifa en que querían hacer caer a los jefes constitucionalistas. La contestación de don Pablo González es digna del mayor elogio, pues no sólo le hizo ver a Quintana que era un mendaz, sino que le fijó un plazo de 48 horas para rendirse; estando dispuestos los constitucionalistas “a cumplir con nuestro deber si las hostilidades llegaran a romperse”. A propósito de esta respuesta y de otras que los generales revolucionarios dieron a los huertistas, me parece oportuno recordar que la conducta del señor Carranza al respecto fue la de ordenar a los jefes con mando de fuerzas en la frontera que estuvieran prontos a defender a la patria en caso de que sobreviniera la declaración de guerra a México por parte de los Estados Unidos. Y en cuanto a la actitud de los jefes constitucionalistas, ella fue invariable en el sentido de reexpedir al Primer Jefe las notas que sobre tal asunto les fueron remitidas por diversas personas, a fin de que el señor Carranza determinara lo debido, por ser de la competencia personal del Primer Jefe recibirlas y contestarlas, ya que eran de carácter internacional; siendo el Encargado del Poder Ejecutivo de la Revolución el único capacitado para darles la solución que conviniera a México como Estado soberano y a la causa redentora que representaba el señor Carranza.

Telegrama girado por el Lic. José López Portillo y Rojas, al ministro de México en Francia, comunicándole haberse declarado cerrado al tráfico legal el puerto de Veracruz.

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[A.R.E., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores. Sección Of. Mayor. México, 1º de mayo de 1914. Telegrama. Ministro Mexicano. París, Francia. Declárase cerrado al tráfico legal puerto Veracruz. Comuníquelo demás Legaciones Europa. López Portillo Trasmítase: El Oficial Mayor, G. Fernández MacGregor.

Conferencia celebrada entre los señores Lic. Isidro Fabela y Roberto V. Pesqueira, sobre la sostenida por éste con el Lic. Rafael Zubaran Capmany, sobre la inutilidad de efectuar un ataque al puerto de Tampico, Tamps.; la designación hecha por Victoriano Huerta a favor del Lic. Emilio Rabasa, como su representante ante el A.B.C.; envío de medicinas a Emiliano Zapata; y posible movilización de fuerzas huertistas, con destino a Veracruz.

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[A.I.F., F9-3.]

4 DE MAYO DE 1914 CONFERENCIA CON EL SEÑOR ROBERTO V. PESQUEIRA Habla Lic. Fabela: Salúdolo afectuosamente. Sírvase comunicarme para conocimiento nuestro Primer Jefe conferencia que hubiere usted tenido con Lic. Zubaran. Habla el Sr. Pesqueira: Sr. Fabela: Zubaran díceme lo siguiente: Sírvase preguntar Jefe si entendió mis anteriores mensajes en clave porque tengo que comunicarle hoy en misma clave asuntos importantes; dígale usted que informes directos de Tampico aseguran que es inútil ataque constitucionalistas sin tener siquiera cuatro cañones para atacar cañoneros o cuando menos hacerles gastar su parque que ya debe ser escaso. Sin esto créese aquí que es inútil sacrificar vidas ataque Tampico. Cañoneros allí: Zaragoza, Veracruz y Bravo. Huerta acaba de nombrar Emilio Rabasa como su representante ante mediadores A.B.C. Ya salió de México. De la Barra salió de Europa para ésta, es urgente enviar a Zapata un comisionado que lleve unos diez mil dólares en medicinas. Creo envío podrá hacerse por Veracruz. Situación general aquí buena, no pudiendo comunicar otros asuntos importantes más que por clave lo haré fuera de esta conferencia. Entiendo que teniendo el Jefe y todos nosotros inquebrantable propósito de no admitir mediación en nuestros asuntos interiores y habiendo contestado el Jefe correctamente que aceptaba mediación A.B.C., únicamente para conflicto EE.UU.-México. Su contestación a último mensaje mediadores debe sustentarse sobre misma base. Sírvase someter esta opinión al Jefe pues creo debe declinar buenos oficios en todo lo que afecte directamente cuestión interna. Zubaran.

Dije a Zubaran lo siguiente: Prensa anuncia fuerzas Huerta diez mil hombres marchando Veracruz; paréceme indudable que de interrumpirse tratado A.B.C. guerra la emprenderá Huerta; ese caso ¿cómo quedará situación? Este incidente, como todos, hábilmente aprovechados por partido conservador y aprovechando buena fe Gobierno americano sólo servirá para beneficio de enemigos. Creo debería informarse más intensamente esa Administración del problema de manera de no estar sirviendo a los intereses bastardos del enemigo común, cientificismo, huertismo, etc., después de interrumpidas negociaciones quedaremos frente al problema exactamente como Huerta lo desea. Pesqueira.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Al ser enterado el señor Carranza por mí de los términos de esta conferencia me ratificó su criterio invariable respecto al problema internacional que la originaba: aceptar la mediación del A.B.C. únicamente en el conflicto creado con la ocupación norteamericana de Veracruz, pero no permitir, de ninguna manera, como lo consintió Huerta en las conferencias de Niagara Falls, celebradas sólo entre los delegados estadounidenses y los del general usurpador, que los conferenciantes extranjeros trataran asuntos internos de México, pues estos negocios eran de la competencia exclusiva de los ciudadanos mexicanos, a quienes tocaba estudiarlos y resolverlos. (En comentario posterior, relativo al A.B.C., se examinarán, cuidadosamente, otros documentos históricamente importantes concernientes al caso.) Así lo comunicó el señor Carranza a los representantes de los países hermanos y a los Estados Unidos, haciendo fracasar las conferencias de Niagara Falls. Fracaso de los mediadores extranjeros que pretendieron intervenir, no mediar, en el conflicto. El resultado final de aquella mediación, como veremos, fue resonante victoria internacional para el Primer Jefe Constitucionalista, cuyo gobierno fue reconocido por los Estados soberanos que tomaron parte en el examen y discusión del asunto.

“Reflexiones que sugiere la situación política internacional mexicana.” Puntos legales sobre la ocupación militar y no mera invasión, del puerto de Veracruz, por tropas norteamericanas. Sin firma y fechado en Chihuahua.

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[A.I.F., F9-1.]

REFLEXIONES QUE SUGIERE LA SITUACIÓN POLÍTICA INTERNACIONAL MEXICANA ¿Aun cuando el presidente Wilson en su mensaje a las Cámaras y el secretario Daniels en su declaración a la prensa americana han afirmado implícitamente que ni la ocupación de Veracruz ni los aprestos militares del Ejército de mar y tierra de los Estados Unidos se enderezan contra la nación mexicana ni contra el Constitucionalismo y sin miras de desmembramiento de nuestro territorio patrio, sino únicamente contra el general Huerta y sus parciales, semejante proceder no viola nuestra soberanía nacional, ni es de temerse fundadamente que, obedeciendo más tarde a la poderosa opinión del pueblo americano, cuya política imperialista fomentan y fomentarán los científicos americanos, europeos y mexicanos, el Gobierno de la Casa Blanca se ve forzado a llevar a término la intervención en México y a establecer siquiera sea provisional o transitoriamente un Gobierno que lesione nuestra soberanía, independencia o dignidad nacionales? ¿Estimándose que tal violación territorial existe y que semejante peligro nos amenaza, patriótica y política o diplomáticamente debe el Constitucionalismo mantenerse neutral y en simple expectación del desarrollo de los sucesos, mientras los Estados Unidos no avancen de Veracruz ni den ulteriores pasos tendientes a mejorar su actual situación militar respecto de México? ¿Si Estados Unidos, forzados por influencias de la política expansionista, o por actos de Huerta y de los que con él quieren la intervención en México (el partido Conservador, los latifundistas, el Ejército y los negociantes y mercaderes extranjeros y mexicanos) avanzan de Veracruz, ocupando otra u otras porciones de nuestro territorio, atacan o capturan alguna o algunas de nuestras embarcaciones, o de otro modo mejorasen su actual situación militar, debe el Constitucionalismo aprestarse a la lucha internacional y puede desde ahora con toda reserva y discreción, y, en apariencia para

continuar sus operaciones contra Huerta, prepararse para ese posible evento? ¿Si el Constitucionalismo, aparte de ser y de representar, dentro de los límites del Derecho Internacional, al conglomerado o grupo del pueblo alzado en armas contra el tirano y usurpador, es en verdad e internacionalmente considerado y a la vez el conglomerado o facción integrante de la nación mexicana, puede sin abdicar de su derecho y personalidad y sin desconocerse a sí propio tan esenciales y naturales caracteres declararse extraño al caso Tampico-Veracruz, Washington, y no estar representando ante los buenos oficios del A.B.C. no sólo para pedir principalmente la desocupación de Veracruz, y para influir en que Huerta renuncie o no, según más patriótico, conveniente o político se considere, sino para que, si así importa a la causa, se defienda y logre que dichos buenos oficios no se extiendan a tratar y avenir ni la suspensión de hostilidades contra el usurpador, ni el conflicto interior de México, a fin de que éste sea únicamente resuelto exclusivamente y como debe ser, entre nacionales solamente? ¿Para girar únicamente la orden de los principios y descartando sólo por un momento las necesidades, urgencias y conveniencias de nuestro Partido, debe esto constituirse parte aceptando los buenos oficios internacionales ofrecidos a fin de asumir la actitud que le corresponde en el arreglo con Estados Unidos, y en buen derecho de gentes puede rehusarse a que sea discutido el conflicto doméstico y a suspender las hostilidades contra Huerta, dado que ni los oficiantes ni el Gobierno de Washington tienen derecho ni de imponer los unos que su intervención se extienda a un punto que ni legalmente ni de hecho ha dado origen a la ocupación de Veracruz ni ambos o de inmiscuirse en el modo y forma en que los mexicanos quieran y puedan dirimir las querellas de su hogar? ¿Si según los textos de nuestra Constitución Política ni la República Mexicana tiene Gobierno ni el usurpador representa a ésta en su calidad de individuo de Derecho de Gentes, y, si dado el estado de guerra civil que aflige a los Estados Unidos Mexicanos, internacionalmente sólo podrán quedar correctamente representadas en la mediación por la concurrencia de ambos Partidos integrantes de nuestra nacionalidad; supuesta la ocupación de una parte de nuestro territorio, no debe el Constitucionalismo ir a las conferencias, pedir la desocupación de Veracruz y rehusarse a pactar algo que afectó a nuestro Derecho Público Interno, y a suspender sus operaciones de guerra con el huertismo? ¿Si el Constitucionalismo al aceptar dichos buenos oficios, no dará margen a que se le juzgue obcecado, a que se diga que desconoce su

derecho o que torpemente abdica de él; ya que Huerta, maquiavélicamente, se proclama ante el mundo internacional como el único reconocido por los Gobiernos de los mediadores y de Washington, y como el exclusivo representante internacional del Estado mexicano? ¿Aunque, si no existiese la ocupación de Veracruz, el Derecho Internacional y los fueros de la justicia y la libertad del pueblo mexicano, tan villanamente atropelladas por el huertismo, permitirían solicitar de Estados Unidos una alianza o siquiera una ayuda contra el usurpador, hoy que tal ocupación territorial existe, sería patriótico que el Constitucionalismo aceptara determinados auxilios del gobierno o del pueblo americano contra el usurpador, siempre que estuviésemos seguros de la honradez y lealtad de miras del auxiliar? El poco tiempo que las circunstancias me han dado para formular estos mal pergeñados apuntes, la premura y gravedad del caso, y el temor de mi insuficiencia no me permiten, por ahora, el intento de resolver todas estas cuestiones, por lo cual me limito de momento, a sugerir en bosquejo, estas insinuaciones que someto al superior criterio y aprobación de esta Secretaría: L a ocupación militar y no mera invasión de Veracruz, además de lesionar nuestra dignidad nacional, ha violado la soberanía e independencia de la República Mexicana, porque si tal represalia de parte de Estados Unidos, según oficialmente consta, fue motivada por el apresamiento de marinos del “Dolphin” y del “Minnesota" y por la retención de un mensaje oficial americano por el telégrafo de la Ciudad de México, las leyes del talión o de Radamanto, no permitían al Gobierno de Washington sino ejecutar actos análogos, o paralelos sobre oficiales o funcionarios de Huerta, y cuando más, capturar alguna embarcación o intentar algún bloqueo de más o menos efectos en orden a impedir determinados aprovisionamientos militares de parte del ofensor, pero no la exorbitancia de capturar el más importante de nuestros puertos y la más importante ciudad del Estado de Veracruz y con ellos una zona territorial cuya superficie, según la carta abierta que de su gobierno se dice recibida por el general Funston, tendrá una elasticidad desconocida y peligrosa. Ese puerto y ciudad son de la República, no de Huerta y sus parciales; y esto sin tenerse en cuenta el exceso en la represalia. Por otra parte, y esto es capital, el establecimiento en Veracruz primero de un Gobierno militar y después de uno civil, aunque provisional, no es otra cosa (y esto aunque sólo sea en algunos capítulos lo está haciendo allí el Gobierno de Washington) que “apoderarse de hecho del ejercicio del poder soberano en el territorio ya ocupado militarmente, proveer a la

Administración y al despacho de los asuntos civiles, a los servicios públicos y a la administración de justicia, limitar las libertades y los derechos políticos, substituirá, en una palabra, su acción como poder supremo gubernativo a la soberanía nacional, ejercitando el imperium, la Pública Autoridad, los derechos de la soberanía en el territorio ocupado…” (Fiore. Derecho internacional público, tomo 3, p. 253.) ¿Por qué la Casa Blanca ya que el presidente Wilson en el mensaje a las Cámaras reconoció que “según nuestros textos Constitucionales la República Mexicana no tiene Gobierno: que Huerta ha establecido su poder en México desprovisto de derecho y de métodos que lo justifiquen, y que sólo una parte del país se encuentra bajo su gobierno”, no aplazó su demanda de reparación para el futuro próximo en que la República tenga un Gobierno Constitucional, y por qué no apeló mejor a los medios arriba indicados, y aun al bloqueo de Veracruz, notificándolo diplomáticamente a los neutrales, puesto que de hecho ocupaba eficazmente allí nuestras aguas territoriales? (Fiore, tomo 3º, capítulo VI.) Demostrado el ataque de hecho a la soberanía nacional, cuya esencia en la ofensa no pueden cambiar las oficiales declaraciones de amistosa intención hacia el pueblo mexicano hechas por el presidente Wilson y su secretario de Estado Daniels (porque actos como el de la desocupación de Veracruz, y no sólo diplomáticas aserciones, son las que pueden borrar la impresión dolorosa que sentimos), paso a tratar del derecho, del deber y de la conveniencia que al Constitucionalismo, en su calidad no sólo de grupo político militante sino de conglomerado integrante de la Nación Mexicana hoy sin gobierno constitucional a la faz del Derecho de gentes, tiene de asistir y de estar representado ante la mediación A.B.C., para después tratar de cuál, a mi desautorizado juicio, debe ser la actitud que allí le importa asumir. Ante el grave peligro de que intereses materiales, morales o políticos de gran entidad nacional y acaso nuestro porvenir y felicidad patrios puedan ser comprometidos en la mediación A.B.C. sin que la gran porción de mexicanos militantes bajo la bandera de la reivindicación estemos representados allí donde se tratará de nuestros grandes problemas nacionales; sin que dejemos de ejercitar nuestro sagrado derecho y de cumplir nuestra indeclinable obligación de defender en el terreno de la diplomacia nuestro territorio, nuestra soberanía, nuestra independencia, nuestro honor y dignidad patrios; y sin peligro de que el huertismo y sus parciales triunfen allí de la causa del pueblo, si éste, por falta de representantes no puede prevenir la sagacidad diplomática los golpes y

dominar al enemigo, o siquiera salir ileso de un seguro y ostensible ataque, pues en la conciencia nacional está no sólo que la intervención provocada sino que los usurpadores prefieren al triunfo de las armas constitucionalistas, que el extranjero profanó nuestro suelo aun cuando haya de imponernos un gobierno por la ley de la fuerza, con sólo que salve los privilegios y predominio de ciertos mexicanos, el Constitucionalismo no puede ni debe dejar de asistir a la mediación A.B.C. Es necesario y urgente que vaya allí a defender nuestros intereses patrios y el honor y la subsistencia del partido. Su verdadero y muy importante triunfo nacional y diplomático consistirá en que sepa llegar a esta solución: 1º Llevar al seno de la mediación A.B.C. uno o varios representantes que sostengan y hagan triunfar nuestros derechos de ser oídos y atendidos como grupo integrante de la Nación Mexicana, allí donde va a discutirse sobre la ocupación y desocupación de parte de nuestro territorio y acaso acerca de la felicidad del país. 2º Sostener que la aceptación de la mediación, in genere, en cuanto interesa a la desocupación de Veracruz y a sus necesariamente relativos problemas internacionales no involucra ni implica el deber doméstico, ya porque según consta de las declaraciones oficiales del presidente Wilson, contenidas en su mensaje a las Cámaras, nada tienen que ver con la revolución, menos con el Constitucionalismo los actos concretos que dieron origen a la captura y ocupación de nuestro puerto ya porque a los Estados Unidos no perjudica y, acaso sí pueda, en algún desgraciado evento favorecer, que el Constitucionalismo continúe asestando golpes al usurpador; ya porque los buenos oficios de la mediación, como de absoluta buena fe que deben ser, ni debe tener la exigencia de retirarnos su gestión en aquello que por humanidad y solidaridad de raza pueda servirnos, sólo porque delicadamente rehusemos que nos preste ayuda para curar otra y diversa dolencia interna, y porque ni a la causa del pueblo conviene, ni nuestro decoro nacional permite que sometamos a la Diplomacia Extranjera cuestiones que en la historia abochornarán al partido responsable de nuestras desgracias nacionales. 3º En consecuencia, no comprometerse a suspensión de armas y procurar empeñosamente que, con un armisticio entre Estados Unidos y Huerta, el conflicto en su aspecto internacional sea solucionado tan decorosa, digna, y ventajosamente como sea posible, pues es casi obvio que el huertismo a toda costa seguirá provocando la intervención extranjera, pues que dada la observancia de las leyes internacionales de la guerra, si el Gral. Huerta y sus parciales son capturados por los Estados

Unidos o se rinden a ellos, les serán respetadas sus vidas y posesiones, cosa que tal vez no logren si caen en manos de la revolución. Chihuahua, 8 de mayo de 1914.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Según mis recuerdos, este memorándum fue un estudio del señor Lic. José Ortiz Rodríguez, a quien yo había nombrado abogado consultor de la Secretaría de Relaciones Exteriores, entonces a mi cargo. Como se puede constatar, dicho estudio contiene en su parte esencial atinadas reflexiones sobre el importante capítulo histórico a que se refiere, pero, como veremos en el tomo correspondiente a la mediación del A.B.C., el Primer Jefe, señor Carranza, no estimó conveniente aceptar los buenos oficios ofrecidos por los representantes diplomáticos de Argentina, Brasil y Chile, acreditados cerca del gobierno de Washington, si antes no se le presentaba la agenda que contuviera los puntos que habrían de tratarse en las conferencias propuestas. Y como tales cuestiones no se llegaron a concretar, sino que al contrario, desentendiéndose de esta condición sine qua non los delegados sudamericanos, huertistas, y estadounidenses, comenzaron proponiendo un armisticio entre los bandos contendientes en México; y, además, se atrevieron a discutir otros problemas esencialmente nacionales que sólo a los mexicanos —y de ninguna manera a los extranjeros— competía tratar y resolver, tales como el nombramiento de un presidente provisional, la cuestión del reparto de tierras y otros, el Encargado del Poder Ejecutivo de la Revolución no sólo no llegó a nombrar a los delegados que tenía designados, sino que terminantemente manifestó a los conferenciantes de Niagara Falls que la Primera Jefatura Constitucionalista no nombraría sus representantes, que desconocía los acuerdos de la conferencia y que se retiraba definitivamente de ella. Con cuya decisión drástica hizo fracasar las históricas juntas de Niagara Falls. Debemos hacer notar que los ofrecimientos del A.B.C. fueron de buenos oficios, y que los plenipotenciarios que intervinieron en las Conferencias del Niágara, sí aceptaron tratar, discutir y resolver, cuestiones domésticas de México en términos de franco intervencionismo. Esto lo aceptaron los mexicanos huertistas que no tuvieron empacho en acceder a todo con la esperanza de que esa actitud fuera su única tabla de salvación. Pero no contaron con la firmeza de carácter y el patriotismo de don Venustiano Carranza, que rechazó con energía la intromisión de extranjeros en

nuestros asuntos nacionales, lo que ellos, los representantes del usurpador, sí aceptaron.

Oficio girado por el Lic. G. Fernández MacGregor, al secretario de Guerra y Marina, dándose por enterado de la presencia de buques de guerra americanos, en el puerto de San Blas, Tepic.

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[A.R.E., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores. Sección Oficialía Mayor. México, 9 de mayo de 1914. Tengo la honra de manifestar a usted, haberme enterado del contenido de la atenta nota de esa Secretaría, número 165954, de… del actual, girada por la Sección 4/a. del Departamento de Estado Mayor General del Ejército, en la que transcribe el telegrama que con fecha 30 de abril próximo pasado, le dirigió de Tepic el C. general don Domingo Servín V., jefe de las armas en dicha plaza, relativo a la presencia de buques de guerra americanos en el puerto de San Blas, Tepic. Reitero a usted mi muy atenta consideración. Por O. del Subsecretario, El Oficial Mayor. G. Fernández MacGregor. Señor Secretario de Guerra y Marina. Presente.

COMENTARIO AL DOCUMENTO El Sr. Lic. Genaro Fernández MacGregor, desde antes del cuartelazo huertista prestaba sus servicios con el carácter de oficial mayor en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Al sobrevenir el golpe de estado contra el gobierno del presidente Madero dicho abogado seguía y siguió al frente de aquel cargo;[1] pero antes del triunfo de la Revolución, conociéndolo bien, puesto que fuimos compañeros y amigos íntimos en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, reaccionó patrióticamente al justipreciar la conducta del Gral. Huerta y las aspiraciones revolucionarias que estimó justas, renunciando su alto puesto de oficial mayor de nuestra cancillería y dedicándose únicamente al ejercicio de su profesión de abogado y a dictar su cátedra de Derecho internacional privado, materia en la que era un verdadero maestro.

Además, siguió cultivando las letras, la poesía primero, haciendo versos atildados que denotaban su inspiración singular y su extensa cultura literaria; y más tarde la prosa, en la que destacó, como crítico y ensayista de primer orden. Como poeta permaneció inédito. Sólo sus íntimos conocimos sus poemas de artífice impecable. Como prosista dejó varios volúmenes, muy pocos publicados, y alguno, según fama, de valer espléndido, entre los que destacan las memorias de su vida. Más tarde, siendo secretario de Relaciones Exteriores don Genaro Estrada, fue nombrado juez, por parte de México, en la Comisión de Reclamaciones entre los Estados Unidos y nuestro país, habiendo hecho una magnífica actuación como jurista internacional, ya que defendió como un maestro del Derecho centenares de casos en los que, por mayoría de votos, se absolvió a México de injustas reclamaciones, como puede verse en las sentencias respectivas del Tribunal Mixto mexicano-norteamericano, triunfos que constituyeron un éxito económico y de principios de Derecho, muy útil para la jurisprudencia internacional.

[1] Para comprender cuál era la posición político-moral de los más altos funcionarios de la cancillería huertista, se transcriben, textualmente, los siguientes párrafos tomados de las Memorias del Lic. Querido Moheno, secretario de Relaciones Exteriores del régimen del usurpador, de octubre de 1913 a febrero de 1914. “En el Ministerio no hice nada bueno ni malo. ”Los más distinguidos agentes diplomáticos acreditados en México, los representantes de las potencias europeas más poderosas me manifestaban diariamente su sorpresa en presencia de aquella diplomacia nuestra que no hacía sino callar, mientras los Estados Unidos trabajaban activamente contra México en todas las cancillerías; me indicaban la necesidad que nunca se me ocultó de representar la verdad a esas cancillerías por medio de frecuentes memorándums; alguno de ellos llegó a decirme que ni siquiera dábamos a esas potencias pretexto para ayudarnos, puesto que nunca ocurríamos a ellas; … ”En cuanto a Olaguíbel que en su calidad de Subsecretario compartía conmigo el ministerio, hay que reconocer que tiene gran talento pero que al igual que yo pasó por el Ministerio de Relaciones, sin dejar allí algo genuino y propio. …………… ”Para que el lector se forme idea, basta decir que salvo el ministro De la Lama, que contaba con toda la confianza del general Huerta, ninguno de nosotros sabía una palabra de las negociaciones de Niagara Falls. Sin consultárnoslo, se mandó a los delegados, se les dieron instrucciones y se les despachó a su destino. Jamás conocimos un telegrama de los delegados, ni llegamos a saber, sino por la prensa, qué fue lo que se acordó en Niagara Falls: tal era la situación de los ministros. …“Casi inmediatamente después de la ocupación de Veracruz, las tres potencias del A.B.C. ofrecieron a México y Estados Unidos su mediación en el conflicto. Uno o dos días después del ofrecimiento, recibió el Ministro de Relaciones un mensaje de tanta importancia, que ameritaba dar cuenta con él al Consejo de Ministros. El hecho es que fuimos citados con urgencia a Consejo en la casa del Presidente, y una vez allí se nos dijo que nos trasladáramos a Chapultepec. Llegamos al Castillo y estábamos reunidos en la terraza que da al gran salón de los gobelinos, desde donde se

domina el grandioso espectáculo de la ciudad de México, cuando un ayudante se presentó buscando al ministro Lozano, a quien el Presidente profesa particular cariño, diciéndole que el General estaba en el bosque, al pie del Alcázar, y le suplicaba que bajase a conferenciar con él. ”Bajó Lozano y a poco de estar hablando con el presidente se nos llamó a los ministros restantes que habíamos quedado en la terraza. Encontramos en su automóvil al presidente, que sin poder disimular su contrariedad, nos manifestó que él no había citado a Consejo y que podíamos retirarnos. ”En los primeros meses, el general Huerta recibía a los Ministros y al público en su casa de la calle de Liverpool en las mismas horas de la mañana hasta eso de las diez; luego salía a dar un paseo en automóvil; entre doce y dos de la tarde generalmente, asistía a Palacio, a donde volvía casi siempre a las seis y, por último, en la noche, nuevamente podía vérsele en su domicilio; pero en los últimos meses, el automóvil fue una obsesión del presidente; allí despachaba, allí recibía hasta ministros extranjeros y comisiones de las Cámaras, allí firmaba y allí solía comer. A Palacio no volvía jamás, en su casa no se le encontraba nunca, y hasta para nosotros los ministros constituía una tarea pesadísima y ardua encontrar al presidente, de manera que, como repetidas veces lo he dicho en el curso de estas páginas, cuando yo dimití, no era ya el único de los ministros que llevaba más de un mes sin verlo. “Pero no es esto sólo. La indiferencia del presidente, de la que abusaban algunos allegados suyos, se traducía en una inseguridad a la que no escapábamos ni siquiera los miembros del Gabinete. …“Las conferencias del Niagara Falls que absorbían toda la actividad del gobierno, se llevaron en absoluto secreto para nosotros, con excepción del licenciado De la Lama; oficialmente no llegamos nunca a saber ni siquiera la apertura de las negociaciones, ni quiénes fueron los representantes de México, ni qué instrucciones llevaban, ni qué informes daban diariamente, ni a qué resultado se llegó al fin. Sabíamos lo que decía la prensa, que no era generalmente nada, esto es, sabíamos lo que sabía el grueso público, menos todavía, porque del gobierno nada nos llegaba y del público tampoco, porque suponía que nosotros lo sabíamos todo. La verdad es que, como antes dije, no llegamos nunca a saber una palabra. Toda la política la llevaba el presidente con uno de los ministros que más daño le ha hecho seguramente, con el licenciado De la Lama, único que contaba a la sazón con la confianza del general Huerta, acaso por motivos de vieja camaradería anterior, cuando los dos eran bohemios. “Nuestra condición no podía ser más lastimosa, estando, además, llena de peligros. En el espíritu del general Huerta a menudo se vio que en una hora pasara uno de la privanza a la mala voluntad y aun cuando yo siempre he creído que él no mandaba asesinar a nadie, podía haber más de uno que oficiosamente lo hiciera, si caía uno en desgracia. Así, la cartera de ministro no nos ponía a cubierto de peligros. …“La estructura mental del general Huerta es por todo extremo curiosa. De temperamento semirreligioso y semisupersticioso, acaecía los actos más graves de la política con los hechos más pueriles de su vida privada. Así, el aniversario de un miembro de su familia, la primera comunión de uno de sus hijos, el bautizo de su nieto, etc., lo mismo ocasionaba una crisis ministerial que la liberación de tales o cuales presos políticos, y lo curioso es que da grande importancia a estas nimiedades. …“Recuerdo que García Naranjo, con quien yo tenía a menudo pláticas íntimas, me dijo con optimismo: —“Esto se consolida —aludiendo al Gobierno del general Huerta—, no dude usted; el presidente se siente ya fuerte y evoluciona con tendencias a aristocratizar su gobierno como lo hizo el general Díaz, y al consolidarse, usted y yo y todos los ministros actuales nos iremos a nuestras casas: el general Huerta llamará a otros hombres para la segunda etapa de su Gobierno. “Obstinado yo en mi pesimismo, le repliqué: —“Lo que es cierto es que nos vamos a nuestras casas, pero no porque esto se consolide sino precisamente porque rueda de manera que por una u otra causa tendremos que irnos.” Fuente: Francisco Ramírez Plancarte, La Revolución Mexicana. Editorial B. Costa-Amic, México, 1948.

Carta de los Grales. Manuel Chao, O. Pereyra, Maclovio Herrera y Luis Herrera, felicitando a D. Venustiano Carranza por la contestación que envió al presidente Wilson, con motivo del conflicto surgido entre éste y el Gral. Victoriano Huerta. El Constitucionalista, t. I, núm. 64, Mayo 9 de 1914.

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[A.G.N., Ramo Revolución.]

LA CUESTIÓN INTERNACIONAL Al

señor don Venustiano Carranza, Constitucionalista. Presente.

Primer

Jefe

del

Ejército

Leída la nota que se sirvió usted dirigir al señor ministro Bryan, en contestación a la que él dirigió a usted referente al conflicto entre el C. presidente Wilson de los Estados Unidos y el usurpador Huerta, tenemos la satisfacción de felicitar a usted muy sinceramente por la digna contestación que se sirvió usted dar, pues encierra el modo de sentir de todos y cada uno de los que, sin desear dificultad alguna entre los dos pueblos vecinos, tenemos que ver en la actitud de Huerta el hombre antipatriota que, sin representación legal, nos ha procurado dificultades que pueden evitarse con el buen sentido y honradez reconocida del actual Presidente de Estados Unidos, en quien confiamos como hombre culto, teniendo plena confianza también de que usted como representante digno y patriota sabrá solucionar las dificultades que aunque indirectamente pudieran surgir, teniendo como resultado el bienestar público y la dignidad nacional. Reiteramos a usted nuestra subordinación y respeto y esperamos las órdenes que usted se sirva darnos para cumplirlas en cuanto juzgue prudente, repitiendo a usted nuestra consideración personal de siempre y nuestra incondicional subordinación militar. Constitución y Reformas. Chihuahua, 29 de abril de 1914. M. Chao, O. Pereyra, M. Herrera, L. Herrera.

COMENTARIO AL DOCUMENTO

Ésta fue una de las muchas felicitaciones que recibió el Primer Jefe por su patriótica actitud en el caso de la ocupación militar de Veracruz por las fuerzas de la Marina norteamericana. El documento transcrito tiene importancia por las firmas que lo calzan, pues en mayo de 1914 los generales Manuel Chao, Orestes Pereyra y los hermanos Maclovio y Luis Herrera, eran de las figuras militares más destacadas de la Revolución. Respecto al párrafo final de la carta debemos decir que, desgraciadamente, la “incondicional subordinación militar” a que se referían los firmantes sólo la cumplieron los hermanos Herrera —Maclovio en forma heroica—. Pues cuando Villa desconoció poco más tarde al señor Carranza, el valiente general Maclovio Herrera, que tenía verdadera veneración por el Primer Jefe,[1] con grande arrojo y astucia logró evadirse de la División del Norte para ponerse a las órdenes de don Venustiano, prestando a la Revolución sus leales servicios hasta sucumbir en el campo de batalla.

[1] “Señor general Villa, en vista de que se ha apartado usted del señor Carranza desconociéndolo como a nuestro Primer Jefe, hasta el día de hoy pertenezco a esa División del Norte, de la cual me separo en este momento juntamente con todos mis hombres. El señor Carranza encarna en su persona toda nuestra Revolución, la cual llevará al triunfo por su ánimo valeroso y sus grandes conocimientos tocante a todas las cosas. Usted es un hombre bueno sólo para las ambiciones, y que se hundirá en la derrota, porque está rodeado y manejado por hombres políticos enemigos de nuestra patria, con los cuales llevaría nuestra causa a la deshonra y al desastre si los buenos revolucionarios lo siguiéramos por la senda de sus yerros. Esto más le digo: tiene usted en su vida muy negras manchas como asesino y bandolero, y no merece la compañía de los hombres honrados, ni que esos hombres lo consideren o lo perdonen, por lo cual desde este día estoy dispuesto a echarle de balazos, a usted y a cuantos lo sigan, para que se salven los sagrados intereses de nuestra patria. Me despido diciéndole que estoy aquí en Parral en espera de acogerlo con recibimiento muy cariñoso y de probarle ante el mundo que no es usted militar ni hombre para nada. Maclovio Herrera.” M. L. Guzmán, Memorias de Pancho Villa, pp. 679-680. Compañía General de Ediciones, S. A., México, 1951.

Oficio del señor Rafael Díaz Iturbide, oficial mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores, girado al secretario de Guerra, dándose por enterado del estacionamiento de barcos norteamericanos en el puerto de San Gerónimo, Oax., para observar los movimientos de los barcos de guerra mexicanos.

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[A.R.E., S.N.] Secretaría de Relaciones Exteriores, Sección Of. Mayor. México, 26 de mayo de 1914. Me he impuesto de la nota de usted número 174182 girada por el Departamento de Marina, Sección de Material Flotante, el 17 del actual, en que se sirve trasmitir la información referente a que el barco de guerra americano “Tacoma” con otro de la misma nacionalidad, se estacionarán, según comunica el jefe de las armas en San Gerónimo, fuera del puerto para observar los movimientos de los barcos de guerra mexicanos, y que no entrarán al río sino en caso de necesidad, que ningún bloqueo establecerán ni intervendrán en los movimientos de buques de guerra mercantes, según declaración del comandante del “Tacoma”. Al manifestar a usted que el acuerdo del expresado comandante del “Tacoma” está ajustado a las prácticas internacionales, le renuevo mi atenta consideración. P. O. del subsecretario encargado del Despacho. El oficial mayor, Rafael Díaz Iturbide.[1] Señor secretario de Guerra. Presente.

[1] El licenciado Rafael Díaz Iturbide sustituyó como oficial mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de Victoriano Huerta al licenciado Genaro Fernández MacGregor, quien presentó su renuncia irrevocable a dicho puesto.

Declaración hecha por el señor Carlos Heynen, representante de la línea hamburguesa-americana, en Veracruz, ante el cónsul americano, sobre el desembarque de armas y municiones destinadas al Gobierno de Victoriano Huerta.

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[A.R.E., S.N.]

LA AVENTURA DEL “IPIRANGA” EN MÉXICO El señor Carlos Heynen, representante de la línea hamburguesa-americana en el puerto de Veracruz, protocolizó ante el cónsul estadounidense radicado en ese lugar, la siguiente declaración respecto al arribo del mercante alemán “Ipiranga” al precitado puerto el 21 de abril de 1914:[1] “Al llegar el ‘Ipiranga’ al puerto encontró órdenes de la oficina principal de su línea naviera en Hamburgo, trasmitidas por inalámbrica, de no descargar las armas y municiones que conducía para el régimen huertista. Los fletadores de la carga dispusieron lo anterior para prevenirse contra ciertos riesgos fortuitos. ”El mismo día 21 el capitán del ‘Ipiranga’ recibió la visita de un ayudante del almirante Fletcher, comandante de la flota norteamericana anclada frente a Veracruz, quien le manifestó que no debía tocar puerto porque éste había sido ocupado militarmente por la infantería de marina estadounidense, encontrándose la Aduana en poder de las fuerzas de ocupación. El día 22 un ayudante del almirante Badger, y al día siguiente el almirante Fletcher, notificaron al capitán del ‘Ipiranga’ que su buque podía ir a donde le placiera. El día 23 el ‘Ipiranga’ entró a Veracruz, quedando inmediatamente al servicio del gobierno alemán. En la papeleta de permiso que expidieron al ‘Ipiranga’ los almirantes Fletcher y Badger para que el navío tocara puerto, no se mencionó en lo absoluto el cargamento bélico que transportaba.[2] ”El buque desembarcó parte de la carga que traía de Europa, conservando a bordo las armas y municiones destinadas al gobierno huertista. A principios de mayo el navío zarpó hacia Tampico y Mobile, regresando el 17 del mismo mes a Veracruz, donde fue puesto, con permiso del gobierno alemán, al servicio de sus propietarios. Debido a esta circunstancia, el capitán del mercante procuró obtener carga para su nave con el fin de regresar fletado a puertos alemanes. ”Como en Veracruz no había carga de exportación y sí la había en

Puerto México, y a causa de que los remitentes de las armas y municiones le habían ordenado poner éstas a disposición de los consignatarios en la ciudad de México, porque el importe del cargamento había sido pagado íntegramente por el general Huerta y éste había otorgado garantías contra todo embargo del buque, el navío zarpó para Puerto México. Las autoridades norteamericanas de ocupación despacharon la nave según las leyes aduanales mexicanas, y el buque descargó su cargamento de armas y municiones en Puerto México, pues a pesar de que su destino era Veracruz, el régimen de la usurpación había concedido al capitán de la nave un permiso especial para descargar las armas y municiones en este último puerto. ”El capitán del ‘Ipiranga’ no recibió de las autoridades norteamericanas de ocupación notificación alguna de desagrado ni en Veracruz ni en Puerto México respecto a la posible descarga en otros puertos mexicanos de las armas y municiones destinadas a Huerta; ni se presentó queja alguna ante el capitán que era representante legal de la compañía naviera para escuchar notificaciones. Por esta causa, el capitán de la nave quedó sorprendido cuando las autoridades americanas le notificaron que había sido multado con casi $900 000.00 por haber descargado en Puerto México el cargamento bélico consignado a Veracruz. El capitán del navío declaró que nunca supuso que de este acto resultaría un incidente con el gobierno norteamericano, pues de haberlo sabido no habría regresado con el ‘Ipiranga’ a Veracruz, como lo hizo, pues el buque podía haber hecho rumbo directamente para La Habana.” Las armas y municiones que el “Bavaria” y el “Ipiranga” descargaron en Puerto México eran suficientes para que el régimen huertista armara a todos los que pudieran portar un máuser, pues el país abundaba en hombres aptos para el servicio de las armas. El señor Heynen concluye con una descripción somera de lo que vio en la zona donde se tocaban las líneas de los soldados del huertismo con las de los norteamericanos. De su relato pueden desprenderse dos observaciones dignas de conservarse. Una se refiere al estado de desorganización y miseria en que se encontraban los estoicos soldados mexicanos del régimen de la usurpación. La otra concierne al espíritu antihuertista que privaba entre la población del invadido puerto de Veracruz.

COMENTARIO AL DOCUMENTO

La nota del señor Heynen, representante de la línea hamburguesaamericana dirigida al cónsul americano en Veracruz, vino a aclarar datos interesantes sobre el desembarco de las armas que el “Ipiranga” condujo a Veracruz con destino al Gobierno de Victoriano Huerta. En ella se ratifica el hecho de que las altas autoridades de la escuadra americana en Veracruz, o sean los almirantes Fletcher y Badger, le manifestaron que no debía desembarcar las armas destinadas a Victoriano Huerta. El capitán acató dichas instrucciones; pero como no tenía la misma petición respecto a no desembarcar en otro puerto poniendo a disposición del destinatario dichos pertrechos, los desembarcó en Puerto México, resultando así burladas las disposiciones de los marinos norteamericanos. Nosotros estimamos que precisamente por esa circunstancia, cuando el “Ipiranga” regresó a Veracruz, después de entregar las armas a las autoridades huertistas, fue multado con una suma cercana a los $900 000.00.[3]

[1] Este documento se publicó en Berlín, en el Berliner Tageblatt, el 3 de junio de 1914. Está insertado íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. I, p. 332. F.C.E., México, 1958. [2] “La Cámara respondió durante la noche del 20 de abril de 1914 con un voto aprobatorio de 337 contra 37, en una resolución conjunta en la que se declaraba que ‘el Presidente tenía justificación para emplear las fuerzas armadas de los Estados Unidos para hacer cumplir las demandas hechas a Victoriano Huerta’. Mientras votaba la Cámara, el Presidente se hallaba encerrado en la Casa Blanca con Garrison, Daniels y altos comandantes militares y navales. Hacia las 10 de la noche, los conferencistas habían convenido en un amplio plan de operaciones para la captura de Tampico y Veracruz, el posible despacho de una fuerza expedicionaria de Veracruz a la ciudad de México, y un bloqueo naval completo de ambas costas de México. Este plan se pondría en práctica tan luego se hallara en aguas mexicanas el cuerpo principal de la flota atlántica. ”La sincronización de operaciones cayó, sin embargo, por tierra con la llegada al Departamento de Estado, a las 2:30 de la mañana del 21 de abril de 1914, de un mensaje del cónsul norteamericano en Veracruz. El cónsul avisaba que el vapor ‘Ipiranga’, de la línea Hamburg-American, entregaría a Huerta un tremendo cargamento de municiones la mañana siguiente, y que varios trenes estaban preparados para trasladar el cargamento a la ciudad de México. ”Bryan pasó por teléfono la noticia de la llegada del ‘Ipiranga’ a la Casa Blanca, y a ello siguieron apresuradas conversaciones telefónicas entre Wilson, Bryan, Garrison y Daniels. Los consultantes convinieron en que, en ausencia de un bloqueo formal, los Estados Unidos no podían apoderarse del barco alemán ni impedirle que bajara a tierra su cargamento. La única manera de evitar que las municiones llegaran a la ciudad de México, concluyeron, consistía en apoderarse de la Aduana de Veracruz y secuestrar las municiones. Confiaban en que tal cosa podría hacerse sin combates o sin tener que ocupar toda la ciudad… Debe agregarse aquí que el ‘Ipiranga’ no desembarcó su cargamento en Veracruz, sino que después navegó hacia Puerto México, desembarcó allí su cargamento y posteriormente llevó a Huerta al exilio.” Arthur S. Link, La política de Estados Unidos en América Latina, pp. 96-97. F.C.E., México, 1960. [3] “Además de la muerte de muchos, ¿qué otra cosa produjo la ocupación? El hecho que directamente causó la invasión fue la llegada del barco ‘Ipiranga’ con su cargamento de armas y municiones para Huerta. Se quedó afuera, en el puerto, durante dos días; pero el 23 de abril entró en

el muelle a invitación del capitán Stickney, nombrado jefe del puerto y administrador de la Aduana. No descargó nada de los pertrechos; pero algunos refugiados lo abordaron, y el 3 de mayo salió para Mobile y Nueva Orleans, regresando a Veracruz el 17 de mayo. Como barco de refugiados, había ondeado la bandera del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania. El 21 de mayo, por orden del acorazado ‘Dresden’, izó nuevamente la bandera mercante y salió de Veracruz, regresando el 30 de mayo después de dejar parte de su carga en Coatzacoalcos. De acuerdo con las leyes mexicanas, Stickney puso una multa a la Compañía Hamburgo-América de $894 950.00, o sea $50.00 por cada una de las 17 899 cajas de armas y municiones que fueron entregadas en Coatzacoalcos contra el Reglamento Marítimo de México. El 25 de mayo el ‘Bavaria’, de la misma línea, entró en Veracruz con menos carga de la que se indicaba en las listas. Stickney lo multó con $118 625.00. El gerente Carl Heynen llegó desde el Distrito Federal e hizo un depósito por la multa, mientras el gobierno alemán hacía una protesta ante el de los Estados Unidos.” Stanley Yohe, La intervención norteamericana en México desde la caída de Francisco I. Madero hasta abril de 1917. U.N.A.M., México, 1957. En la Historia diplomática de la Revolución constitucionalista, cap. “Wilson no se decidía a provocar la guerra”, t. I, p. 334. F.C.E., México, 1958, se incurrió en un error numérico al indicar que el monto de la multa impuesta al “Ipiranga” había sido de “casi 9 mil pesos”, pues la cantidad fue, como se cita en este comentario, cercana a los $900 000.00.

Memorándum del Cuartel General de las fuerzas expedicionarias de los Estados Unidos, formulado para fines de información militar. Tanto este documento como el adjunto fechado el 9 del mismo mes de junio, deben haber sido dirigidos al precitado Cuartel General por la sección de información de su Estado Mayor. El primer documento está incompleto. El segundo carece de la nota manuscrita firmada por Mr. Lind, a la que alude el copista.

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[A.I.F., F9-19-II.] Cuartel General de las tropas expedicionarias norteamericanas. Veracruz, México, 5 de junio de 1914.

MEMORÁNDUM 1. Considerando la parte de México al norte del grado 22 de latitud, los lugares que pueden estimarse como todavía bajo el dominio federal, son: Guaymas, Mazatlán, San Luis Potosí y Zacatecas. 2. Las guarniciones federales en Guaymas y Mazatlán ocupan solamente estas ciudades y dominan una parte muy reducida de sus aledaños. 3. En algún lugar cercano a Zacatecas parece que los revolucionarios y los federales están en contacto unos con otros. 4. Se cree que los restos de las guarniciones de Torreón, Saltillo, Monterrey y Tampico se están concentrando en San Luis Potosí. 5. Fuera de retener los puntos mencionados, no hay base para suponer un dominio federal en México al norte del paralelo 22. 6. Cualquier avance futuro al Sur por las tropas revolucionarias del Norte, de efectuarse, será con toda probabilidad siguiendo alguna línea de ferrocarril, ya que prácticamente todas las actividades de revolucionarios y federales siguen las líneas del ferrocarril. 7. Sin embargo, no se tiene la certeza de que se lleve a cabo un avance general arrollador por los revolucionarios del Norte; debe recordarse que los norteños están saliendo de su propio territorio, la única parte de México que ellos realmente conocen, y nada sorprendente sería si sus generales tuvieran dificultades en inducirlos a avanzar más al Sur. No ha sido sino muy recientemente que los revolucionarios mexicanos han mostrado

capacidad para organizarse en una parte del país y de movilizarse y operar fuera de su “tierra”, y aún ahora este progreso revolucionario en el arte de la guerra se limita a los norteños dirigidos por Villa. Todos los demás revolucionarios del Norte han fracasado en desarrollar actividad y la mayoría de sus llamadas victorias se han limitado a su propia región. Los revolucionarios del Sur ya han demostrado su incapacidad para operar fuera de la región en que nacieron y se criaron. 8. Considerando todas las líneas posibles sobre las cuales los revolucionarios del Norte pueden efectuar un avance hacia el Sur, éstas son las siguientes: 9. El ramal que corre a lo largo de la costa occidental del Ferrocarril Sudpacífico, se opera ahora desde Nogales lo más al sur hasta Tepic. Esta población tiene una altura de 915 metros y se encuentra a 1499 kilómetros al sur de Nogales. Entonces, yendo hacia el Sureste y siguiendo la no construida pero proyectada ruta de este ferrocarril al interior de México, la siguiente población de importancia es Quemada. Este lugar tiene una elevación de 1360 metros y está a 169 kilómetros de Tepic. El ferrocarril está terminado y en operación desde Quemada a Guadalajara y conecta con varios ramales de los Ferrocarriles Nacionales. Tepic está ahora ocupado por los revolucionarios, mientras que Quemada se encuentra en poder de los federales, con el desalentador obstáculo de 169 kilómetros de cerros entre ambas fuerzas. Hay indicios de que los rebeldes están tratando de penetrar en el valle de Guadalajara sobre la ruta de Tepic a Quemada. Que la ciudad de México teme actividades rebeldes de esa dirección, se desprende de los frecuentes partes de la prensa sujeta por el Gobierno, de que Guadalajara tiene ahora una guarnición de 10 000 hombres y de que están organizándose expediciones para movilizarse a Tepic. Los partes procedentes de fuentes gobiernistas en lo que se refiere a fuerzas federales cerca de Guadalajara, deben ser creídos en un 40 a 60 por ciento. 10. El ferrocarril de Torreón a Irapuato es otra posible línea de avance de los rebeldes del Norte. Hace aproximadamente seis meses se destruyeron 100 kilómetros de vía entre Torreón y Zacatecas. El importante puente de Picardías que se encuentra precisamente al sur de Torreón, fue igualmente destruido. A la fecha se ignoran las condiciones de esta vía, pero hay indicios de que los revolucionarios han estado operando recientemente el ferrocarril de Torreón a Fresnillo. 11. En relación con la ruta que se indica en el párrafo 10, hay un ramal de ferrocarril a 225 kilómetros que enlaza a Aguascalientes con San Luis Potosí. La posesión del territorio adyacente a este ferrocarril ha venido

disputándose por federales y rebeldes por algunos meses. La mayor parte de este ferrocarril se informa estar ahora en poder de los rebeldes. 12. La otra única línea de ferrocarril que conduce del territorio dominado por los rebeldes del Norte a San Luis Potosí, es el ramal de Saltillo; la distancia entre estos dos lugares es de 390 kilómetros. Con la retirada de los federales de Saltillo a San Luis Potosí, la destrucción de esta línea por los federales se hará tan completa como el tiempo lo permita; ya hay noticias de actividades revolucionarias a lo largo de esta línea al norte de San Luis Potosí y a la retaguardia de los federales. Esto indicaría que los constitucionalistas pudieran estar siguiendo sus primeras tácticas de mandar pequeñas partidas de hombres a operar en el camino de los federales y de esta manera cansados al extremo de impedir la destrucción efectiva de este ferrocarril. Las guerrillas de este tipo parecen estar operando ahora cerca de Venado (90 kilómetros al norte de San Luis Potosí). 13. La lucha de los revolucionarios del Norte por apoderarse de San Luis Potosí avanzando por la línea del antiguo Ferrocarril Central de Torreón, o sobre la línea de ferrocarril al sur de Saltillo, o por ambas líneas, marcaría el siguiente paso de importancia en el avance hacia el Sur; pero aun admitiendo que San Luis Potosí caiga finalmente en poder de los revolucionarios, éstos tendrán aún mucho que hacer antes de que la ciudad de México sea seriamente amenazada. La distancia de San Luis Potosí a la ciudad de México es de 525 kilómetros, y con los federales empujados a una concentración y con una nueva dotación de armas modernas, habrá una buena oportunidad de lucha entre norteños y federales que resultará en una retirada según la costumbre mexicana. Partiendo al sur de San Luis Potosí, los siguientes lugares que deberían ser ocupados por los revolucionarios son Empalme González y Celaya. El primero se encuentra a 211 kilómetros al sur de San Luis Potosí, mientras que Celaya está a 16 kilómetros de Empalme González. Estos dos puntos dominan las rutas de ferrocarril de la ciudad de México al rico valle agrícola de Guadalajara. La ciudad de México, en la actualidad, depende casi por completo de este valle para abastecerse de víveres, y este abastecimiento se efectúa por ferrocarril vía Celaya y González. La otra única gran extensión agrícola de la cual se abastece la ciudad de México es el valle de Uruapan. Este valle conecta con la ciudad de México por un ferrocarril de vía angosta que pasa por Toluca y Acámbaro. Este abastecimiento podría interrumpirse si el ferrocarril estuviera fuera de Acámbaro, que está a 86 kilómetros al sur de Celaya. 14. El dominio de la línea del ferrocarril de Tampico a San Luis Potosí

es de importancia en relación con el abastecimiento de armas y municiones a los rebeldes y de aceite combustible para el Gobierno. Los revolucionarios parecen tener suficiente dominio sobre la parte de esta ruta situada en la región productora de petróleo para prevenir cualquier posibilidad de que el Gobierno Federal obtenga esta clase de combustible. Los federales retienen en su poder la parte del camino que va directamente de San Luis Potosí a la costa. 15. Se sabe que los revolucionarios han ocupado Tuxpan y que han arrojado a los federales en dirección a Papantla. Las terminales de ferrocarril más próximas se encuentran en Necaxa y Teziutlán; sin embargo, los caminos entre Papantla y estas terminales son muy empinados y escarpados y el avance de revolucionarios por estos caminos en cualquier número se estima como dudoso. 16. Como medida estratégica, la ocupación de Necaxa y la paralización de la planta hidroeléctrica de fuerza de ese lugar, sería de gran valor. Dado que la ciudad de México se abastece de energía y alumbrado eléctrico de Necaxa, la paralización de esta planta requeriría gastos adicionales de petróleo combustible en la ciudad de México, o una suspensión de los servicios de alumbrado y de tranvías. Además, Necaxa suple de la única fuerza disponible para la operación de las minas de Pachuca y el empleo de alrededor de 9 000 trabajadores. El Gobierno obtiene de estas minas un ingreso diario de $2 600.00. 17. Personas recién llegadas de Tuxpan informan que las fuerzas revolucionarias en ese lugar creen que Veracruz se encuentra en poder de los constitucionalistas. Los oficiales rebeldes cuando se han visto estrechados con la pregunta “¿Es cierto que ustedes están haciendo creer a sus tropas que Veracruz se encuentra ahora en poder de los carrancistas?”, contestan “Sí, es cierto, porque por el momento no conviene que sepan que Veracruz se encuentra en poder de los americanos”. Las acciones pasadas de los revolucionarios en esta región no indican que pueda esperarse de ellos una gran y eficiente actividad militar en el futuro. Ellos no están tan bien dirigidos como los revolucionarios que operan directamente bajo Villa. 18. Además de los revolucionarios que operan en varias partes del norte de México, la otra única fuerza revolucionaria que tiene algún grado de organización o que pudiera conceptuarse como amenaza en lo que se refiere a la capital de la República, es el grupo conocido como zapatistas. Éste incluye los rebeldes de los estados de Morelos, Guerrero y Puebla. Esta fase de la situación no se considera como muy seria, excepto en caso de un “cuartelazo” “coup d'etat” (golpe de estado) en gran escala, o algún

otro cambio rápido que eliminara del poder al general Huerta. Los menos activos revolucionarios del sur no han desarrollado aún un grado de dirección, organización o iniciativa que los capacite para cooperar al extremo de abandonar su territorio nativo. Sin embargo, han podido sostenerse con éxito como revolucionarios en el campo durante los últimos tres años, a pesar del hecho de que todo el talento del ejército federal ha sido empleado en diferentes ocasiones contra ellos en un intento de pacificar su territorio. Zapata domina toda la región y ferrocarriles al sur de Cuernavaca, no obstante que este lugar se encuentra a sólo 119 kilómetros al sur de la ciudad de México. Durante los últimos 18 meses no ha habido trenes regulares de pasajeros al norte de Cuernavaca; se han movido trenes militares, pero éstos son incendiados continuamente y en numerosas ocasiones las escoltas militares han sido capturadas o sacrificadas por los rebeldes. Como se ha indicado anteriormente, los zapatistas no parecen estar en aptitud de operar con éxito, excepto en el territorio cercano a sus puntos de origen. A este respecto debe hacerse observar que estos revolucionarios han recibido su dotación completa de armas y que éstas han sido enviadas a Morelos. Recientemente el gobierno ha tomado medidas enérgicas para evitar que los pertrechos de guerra caigan en poder de los zapatistas, y debido a esto su abastecimiento se encuentra algo reducido por ahora. 19. En otros lugares de la República existe gran número de pequeños grupos de bandidos armados. Estos grupos con frecuencia asaltan pueblos, destruyen vías de ferrocarril y capturan trenes, pero son de escasa importancia para que pudieran significar una ayuda fuerte para el movimiento general revolucionario. La única manera de que ellos ayuden a la causa de la revolución es manteniendo su localidad en estado de agitación y de incertidumbre. Tales grupos de revolucionarios pueden encontrarse en la parte oriental del estado de Hidalgo, en las montañas cercanas a Orizaba y Puebla, en el estado de Michoacán y en la parte occidental del estado de México. 20. Cálculo aproximado de fuerzas federales

Lo anterior incluye todas las tropas regulares, exploradores de caballería o tropas rurales de los estados y voluntarios actualmente equipados con armas. La estimación se conceptúa como liberal, aunque la prensa gobiernista habla de 25 000 soldados en San Luis Potosí y de 10 000 en Guadalajara. 21. El número de simpatizadores de la revolución armados y no armados se calcula en 14 000 000. Prácticamente el país entero simpatiza con la revolución y las condiciones pacíficas en muchos lugares se deben a temor o a indiferencia. Probablemente 150 000 hombres armados se autonombren revolucionarios a fin de asaltar y apropiarse de lo ajeno. Sin embargo, los revolucionarios armados y organizados que se encuentran bajo una buena dirección de sus jefes, se calculan en unos 70 000. 22. Los constitucionalistas, a la fecha, han obtenido tres señalados éxitos militares, a saber: 1) Conquistando un completo dominio en el estado de Chihuahua por medio de operaciones militares en la ciudad de Chihuahua, en Ciudad Juárez y en Ojinaga; 2) la derrota decisiva de las fuerzas federales al mando del general Velasco en Torreón y entre Torreón e Hipólito; 3) la toma de Tampico y de la línea del ferrocarril al oeste y la ocupación de Tuxpan. 23. El tercer éxito rebelde mencionado en el párrafo anterior, es de importancia, ya que elimina de una manera eficaz toda posibilidad de surtir

de petróleo mexicano a la parte de los ferrocarriles en poder del gobierno federal. Los revolucionarios operan la parte de ferrocarril entre Tampico y Rodríguez y dominan por completo la región productora de petróleo. En la actualidad los ferrocarriles en el territorio ocupado por los federales se operan mediante el uso del petróleo que estaba almacenado cuando Tampico fue tomado y por medio de un abastecimiento ulterior limitado de los alrededores de Puerto México. Este abastecimiento no durará por mucho tiempo. Otro combustible que se está utilizando ahora para el funcionamiento de los ferrocarriles en el centro de México es el carbón de piedra que el Ferrocarril Mexicano había acumulado a lo largo de su ruta en previsión de una falla en el abastecimiento del petróleo. Algunas locomotoras están siendo ahora convertidas a quemadoras de carbón en lugar de quemadoras de aceite. El gobierno mexicano ha ordenado la compra de una gran cantidad de leña para usarse en las locomotoras. La falta del abastecimiento de petróleo, además de causar trastornos al gobierno mexicano en la operación de los ferrocarriles, ocasionaría más adelante dificultades debido al cierre de muchas fábricas con la consiguiente desocupación de gran número de trabajadores. (Lo anterior fue escrito el 5 de junio y no completado.)

JUNIO 9 DE 1914 1. La cuestión del combustible de ferrocarril se está tornando ahora algo molesta y en muchos casos se está utilizando leña en las locomotoras. 2. Todo parece indicar que Zapata ha tomado por fin Cuernavaca. 3. De esta información hasta aquí, parece que Villa ha cambiado su propuesta ruta a la ciudad de México y que avanza de Torreón a Aguascalientes. Los indicios son de que la ciudad de México se encuentra muy alarmada por las actividades rebeldes en los aledaños de Guadalajara y Sayula. Esto puede tomarse como la indicación de un intento de cooperación entre los revolucionarios comandados por Villa y aquellos de Sonora, Sinaloa y Tepic. 4. Sin embargo, el general Huerta no está realmente en una posición militar peligrosa por lo que concierne a los revolucionarios. El peligro más

grande al que debe enfrentarse en la actualidad es el estado de desmoralización en que se encuentran las tropas de la ciudad de México, la mayoría de las cuales son recién organizadas.[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO El documento que ostenta este número y su correlativo adjunto fechados el 5 y 9 de junio de 1914, respectivamente, tienen las características de los escritos rutinarios producidos por la sección de información de un Estado Mayor; que, en este caso, debe haber sido el que prestaba sus servicios al cuartel general de las fuerzas expedicionarias norteamericanas que ocupaban Veracruz. El informe del día 5 consta de 23 puntos; y de 4 el del día 9. Este último no incluye en su texto la nota manuscrita firmada por Mr. Lind, a la que alude el copista. El primero de los dos informes es prolijo. Pretende examinar analíticamente el grado de estabilidad militar del Gobierno de la usurpación frente al desarrollo de las operaciones revolucionarias en todo el país. En los avances de la Revolución concede la primacía a Francisco Villa como jefe y a la División del Norte como grupo de ejércitos. La superioridad atribuida al villismo la funda en el reconocimiento de su mejor organización. El segundo lugar lo concede a las tropas zapatistas. A las fuerzas del Cuerpo de Ejército del Noroeste las ignora como unidad orgánica, no obstante que éstas ya habían librado combates decisivos en un año y cuatro meses de lucha, en cuyo lapso vencieron a ejércitos exfederales de primera categoría en las batallas de Santa Rosa y Santa María, teniendo sitiados los puertos de Guaymas y Mazatlán; dominaban los Estados de Sonora y Sinaloa y el territorio de Tepic; y en la fecha del informe, después de recorrer triunfalmente mil setecientos kilómetros en su avance hacia la capital de la República, amenazaban penetrar en Jalisco —aislando a Colima— para tomar Guadalajara. Tres meses más tarde estos ejércitos subestimados en el informe comentado ocuparían la ciudad de México después de rendir incondicionalmente al ex ejército federal. Este informe es notoriamente deficiente desde el punto de vista militar, particularmente si se considera que fue formulado por personal académico perteneciente al ejército de una nación conceptuada como potencia guerrera de primer orden. Su carácter político es francamente tendencioso. Fue escrito para favorecer los intereses privados del grupo de informadores

influyentes pro Villa que impresionaron mucho, por largo tiempo, al presidente Wilson. Tal grupo contaba en el ejército norteamericano con personajes de la talla del general Scott y en la diplomacia con agentes poderosos como Canova, Fuller Sr., y Carothers, cuyas ideas sobre México predominaban en los criterios de los secretarios de Estado Bryan y Lansing. No es de extrañar, pues, que el Gobierno norteamericano cometiera errores políticos tan graves ya que la información que normaba sus actos era falsa. Por otra parte, la desestimación del coherente poderío del Ejército Constitucionalista sujeto a la obediencia del Primer Jefe, pudo haber sido peligrosa para las tropas estadounidenses —como lo fue en Carrizal más tarde— si éstas hubieran atacado a nuestras fuerzas influidas por las informaciones tendenciosas de sus militares técnicos. Este deliberado error de apreciación no fue solamente un desacato cometido contra la Revolución Constitucionalista, sino algo peor, un yerro cometido por soldados norteamericanos contra su propia patria. Un caso flagrante de deslealtad militar. Pero no era extraordinario que ocurrieran estos hechos cuando el general Funston comandaba las fuerzas estadounidenses que ocupaban Veracruz.[2] En el informe se estimaba en 150 000 el número de hombres armados que se llamaban “revolucionarios a sí mismos con el fin de robar y apropiarse de lo ajeno”, de los cuales sólo 70 000 se encontraban “bajo el control de sus cabecillas”. Pero “el número de revolucionarios armados y desarmados simpatizadores con esa causa se calcula en 14 000 000. Prácticamente el país entero simpatiza con la revolución…” A todas estas fuerzas, según el documento que comentamos, el huertismo únicamente podía oponer 60 500 soldados que ocupaban parte del territorio nacional al sur del paralelo 22, con su centro de operaciones en la capital de la República. Estos soldados solamente eran dueños de poblaciones importantes, pero no de los territorios estatales; ni siquiera en el Distrito Federal. Estaban rotas sus líneas de comunicaciones. Las zonas productoras de energía quedaban bajo el amago revolucionario o en poder de sus ejércitos. Las fuentes de abastecimiento de satisfactores de consumo necesario caían una a una bajo el dominio de las tropas constitucionalistas o zapatistas. El pueblo, todo el pueblo, estaba contra Huerta. Sin embargo, el informe del día 9 dice en su punto 4: “…el general Huerta… no está en una posición militar peligrosa en cuanto concierne a los revolucionarios. El peligro más grande al que debe enfrentarse es el estado de desmoralización” …prevaleciente… “entre las tropas organizadas recientemente”. Esto es, las fuerzas encuadradas por el sistema de leva. El militar norteamericano —o los militares estadounidenses— que formulaban

los informes parece que ignoraban los viejos apotegmas profesionales, entre los cuales recordamos el siguiente: “Todo perdido y la moral intacta: nada perdido. Todo ganado y la moral perdida: todo perdido”. En junio de 1914 la moral del ejército huertista era nula. Por esta razón Villa triunfaría en Zacatecas el 23 de junio, Obregón vencería en las batallas de Orendáin y Castillo en los primeros días de julio, y el 15 del mismo mes Huerta saldría huyendo del palacio que asaltó en febrero de 1913; y el 14 de agosto el ex ejército federal se rendiría incondicionalmente al Constitucionalismo. Como ha quedado probado, los informes del Estado Mayor del Cuartel General de las fuerzas expedicionarias norteamericanas que ocupaban Veracruz estaban hechos para desorientar al presidente Wilson a fin de servir los intereses particulares de los magnates representados en el ejército norteamericano por los generales Scott y Funston, intereses económicos obscuros que han pretendido separar a Estados Unidos de los demás Estados iberoamericanos.

[1]

Este documento tiene al final una nota manuscrita, ilegible, también en inglés, firmada por Mr.

Lind. [2] Carlos Pereira, en El crimen de Woodrow Wilson, en el cap. XII titulado “La Redención de México”, pone esta cita: “V. sobre Funston, el hermoso artículo de Mark Twain. Este gran escritor llama a Funston hombre de alma vil, y vilipendio del ejército de los Estados Unidos, pues el presidente Mac Kinley lo ascendió a general para premiar acciones indecorosas: una falsificación de carta, un fraude y una traición a quien acababa de sentarlo a su mesa y salvarlo de la muerte por inanición. Funston fue el elegido de Wilson para ir a México en nombre de la humanidad y de la civilización…”

Telegramas dirigidos a los presidentes de Argentina, Brasil y Chile, así como a D. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, a nombre del pueblo y sindicatos obreros de la ciudad de Córdoba, Ver., y por el Gral. Cándido Aguilar, gobernador del Estado, solicitando la desocupación del puerto de Veracruz, por las tropas norteamericanas.

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[A.I.F., F9-18-12.] Córdoba, 16 de agosto. V. Carranza, Primer Jefe. Con esta fecha nos dirigimos cablegráficamente a los excelentísimos presidentes de las repúblicas del Brasil, Argentina y Chile, en la siguiente forma: “Pueblo cordobés y sindicatos de obreros protestan por pretendida intromisión en arreglo de nuestros asuntos interiores por estar pueblo mexicano capacitado para hacerlo con la dirección del digno ciudadano Venustiano Carranza”. Y al de los Estados Unidos del Norte como sigue: “Pueblo cordobés y sindicatos de obreros protestan por pretendida intromisión ese Gobierno en colaboración con los del A.B.C. en arreglo de nuestros asuntos interiores por estar pueblo mexicano capacitado para hacerlo con la acertada dirección de nuestro digno ciudadano Venustiano Carranza”. Tenemos la alta honra de comunicarlo a usted para su conocimiento protestando por tal motivo nuestra firme adhesión al honrado ciudadano que ha sabido mantener firmemente la honra de nuestra patria. Por la representación popular. Pantaleón González, Nazario Herrera, Guido Lorandi, Valentín Quevedo, etc. Córdoba, septiembre 16 de 1914. Primer Jefe del E. C. y Presidente de la República. El pueblo cordobés en manifestación de hoy y por mi conducto suplica a usted respetuosamente gestione ante el gobierno de Washington la retirada de las tropas americanas de nuestro territorio y ofrece sus servicios en caso de necesitarse su contingente para defender la integridad de nuestra patria. Como jefe de la División de Oriente, una vez más le suplico exija o gestione se nos entregue el puerto de Veracruz que fue extraído en la época de la usurpación. Respetuosamente. El Gobernador y

Comandante Militar del Estado. Gral. Cándido Aguilar

COMENTARIO AL DOCUMENTO El pueblo de Veracruz, desde que se inició la ocupación del puerto por las tropas estadounidenses, se sintió entrañablemente lastimado en su dignidad nacional; y por eso, tanto dicho pueblo como los cadetes de la Escuela Naval y algunos soldados de las fuerzas del general Gustavo A. Mass, que no obedecieron las órdenes de éste al retirarse a Soledad, hicieron resistencia a las fuerzas invasoras. Pero como nuestro primer puerto no estaba artillado ni tenía las defensas adecuadas para repeler la agresión extranjera sino en la forma que lo hizo, esto es, heroicamente, al consumarse la intervención, dicho pueblo veracruzano, que en la historia de la patria se ha significado por su encendido patriotismo, durante los siete meses que duró la ocupación se mantuvo alentando sorda protesta prácticamente impotente para obtener la desocupación. Por eso fue que tanto el gobernador y comandante militar de Veracruz, general Cándido Aguilar, como los vecinos y organizaciones obreras de Córdoba dirigieron los telegramas preinsertos. Como ya hemos expuesto, al tener conocimiento el señor Carranza de que no era la intención oficial del presidente Wilson llevar a cabo una intervención general en la República, sino que la ocupación militar de Veracruz —aun siendo evidentemente un hecho atentatorio contra México — era una acción de castigo enderezada únicamente contra Huerta, tomó el camino único que le quedaba para no provocar una guerra internacional que nos habría sido fatal; esto es, intentar la solución del conflicto por la vía diplomática, lo que hizo, como se verá más adelante, aceptando la mediación de la Argentina, Brasil y Chile, sugerida por el secretario de Estado Bryan, mediación que si no tuvo al final el éxito apetecido sí alcanzó el resultado práctico y benéfico, tanto para los Estados Unidos como para México, de que se evitara una lucha armada entre los dos países; y de que la doctrina jurídica sobre respeto absoluto a la soberanía de los Estados independientes y a la libre autodeterminación de los pueblos, preconizada por el Primer Jefe Constitucionalista, prevaleciera sobre la injusta aplicación del principio de la “interferencia dictatorial” que las naciones militarmente fuertes imponen a las débiles como ultrajante norma de sus relaciones.

Consulta telegráfica del Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, al presidente de la República, sobre la petición hecha por el Gral. Funston, al Corl. Manuel H. Morales, para que se le entregaran dos soldados norteamericanos detenidos en las avanzadas de Tejería.

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[A.I.F., F9-18-12.] Telegrama recibido en México. 38. Jalapa, Ver. 5 de Sepbre. de 1914. 85680. ofd 625. pm. je. va. Presidente de la República. Permítome confirmar a Ud. mi telegrama de ayer en que daba a usted cuenta de la detención de dos soldados americanos en las avanzadas de Tejería y en que pedía a usted instrucciones sobre el particular. Ahora hónrome en participar a usted que el general americano Funston, por medio del jefe de avanzada americana en Tejería, solicita a coronel Manuel H. Morales se le entreguen detenidos. Ruego a usted se sirva dictar sus respetables órdenes sobre el particular. Respetuosamente. El Gob. y Cdte. M.D.E. Gral. C. Aguilar.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La aprehensión de dos soldados norteamericanos por tropas de las avanzadas constitucionalistas de Tejería, puso de manifiesto la disciplinada vigilancia establecida por las fuerzas de la Primera División de Oriente, al mando del general Aguilar, que cercaban las líneas del ejército norteamericano de ocupación e interceptaban, deteniéndolos, a los patrulleros del Gral. Funston. Estas medidas rutinarias de uno y otro ejército eran propias de dos fuerzas adversarias situadas frente a frente, que no llegaron a abrir sus fuegos unas en contra de otras, debido a la cordura con la que sus jefes procedían; no obstante lo cual, conforme transcurrían los días y se prolongaba la injusta ocupación de la zona porteña veracruzana, entre los mexicanos constitucionalistas, particularmente entre los soldados, aumentaba la decisión de rescatar el territorio nacional hollado por la invasión extranjera.[1]

[1] No aparece en mis archivos la contestación del Primer Jefe a este mensaje del Gral. Aguilar que probablemente exista en el archivos de la Secretaría de Guerra. I.F.

Memorándum dirigido por el licenciado Isidro Fabela, canciller del Gobierno Constitucionalista, a S. E. el señor Cardoso de Oliveira, ministro del Brasil encargado de los negocios de los Estados Unidos en México, pidiendo la inmediata desocupación de Veracruz.

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[A.I.F., F9-64-21.]

8 DE SEPTIEMBRE DE 1914 El licenciado Isidro Fabela, canciller del Gobierno Constitucionalista, por instrucciones del Primer Jefe Carranza, dirigió un memorándum[1] al ministro de Brasil, excelentísimo señor Cardoso de Oliveira, encargado de los Negocios de Estados Unidos, en que pedía comunicara al Presidente Wilson y al secretario de Estado Bryan que el Gobierno de la Revolución invocaba los sentimientos de amistad que los altos funcionarios norteamericanos decían abrigar para el pueblo mexicano, a fin de demandar con toda justicia la desocupación inmediata del puerto de Veracruz, pues además de que ya el Gral. Huerta y sus cómplices habían huido de México y con su fuga desaparecían los responsables directos de las ofensas inferidas al honor de los Estados Unidos, causa aducida por el presidente Wilson para ordenar la ocupación militar de nuestro primer puerto, “algunos jefes militares han empezado a dirigirse al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo, haciéndole representaciones” para que se pidiera a los Estados Unidos la desocupación del puerto de Veracruz, pues cada día se acentuaba más el malestar del pueblo mexicano ante la presencia de las tropas invasoras. La nota del Gobierno mexicano terminaba pidiendo al ministro Cardoso de Oliveira que manifestara tanto al secretario de Estado Bryan como al presidente Wilson, que se confiaba en la amistad que nos ofrecían y en sus votos por el progreso de México, para que “comprendiendo las altas miras de justicia y patriotismo” que justificaban esta petición, “las tropas americanas evuacuaran Veracruz inmediatamente”.

COMENTARIO AL DOCUMENTO

La nota preinserta la dirigió el licenciado Fabela en su carácter de canciller del Gobierno Constitucionalista a S. E. el señor Cardoso de Oliveira, ministro del Brasil encargado de los negocios de los Estados Unidos en México, con el fin de iniciar una serie de repetidas instancias que indujeran al gobierno del presidente Wilson a desocupar Veracruz; lográndose, al fin, que los norteamericanos abandonaran completamente nuestro territorio el 23 de noviembre de 1914, con gran satisfacción de todos los mexicanos.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. I, pp. 78 y 79. F.C.E., México, 1958.

Comunicación de Mr. John R. Silliman, vicecónsul de los Estados Unidos de América, informando a don Venustiano Carranza que el presidente Wilson está arreglando la evacuación del puerto de Veracruz, por las tropas norteamericanas, por lo que es conveniente se nombren las autoridades competentes para hacerse cargo de la aduana marítima.

51

[A.I.F., F9-35-14.] Correspondencia particular del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Sr. Venustiano Carranza. Presente. Excelencia: Tengo el honor y verdadero placer de informar a su excelencia la siguiente comunicación de su excelencia el ministro de Brasil: “Washington, septiembre 15 de 1914. Ministro de Brasil. Favor de entregar el siguiente mensaje a vicecónsul Silliman. ”Favor de informar al general Carranza que el presidente Wilson está arreglando la evacuación de las tropas americanas de Veracruz y desea que autoridades competentes se nombren a fin de que se hagan cargo de la aduana marítima, igualmente oficiales para hacer la entrega de la autoridad. Sírvase inquirir si está dentro del poder de las autoridades del Gobierno Federal designar los oficiales, o si se desea que el comandante americano elija residentes de Veracruz para que practiquen como autoridades hasta que el verdadero empleado tome posesión. Firmado, Bryan.” Esperando la contestación de su excelencia a fin de que yo pueda contestar debidamente al departamento de Estado de los Estados Unidos, tengo el honor de quedar de usted con gran estimación, como su obediente servidor. John R. Silliman, vicecónsul de los E.U.A.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La consecuencia inmediata de tal gestión fue la respuesta que el presidente Wilson dio al señor ministro Cardoso de Oliveira, quien dirigió al

vicecónsul Silliman, representante personal del primer magistrado de los Estados Unidos cerca del señor Carranza, el mensaje anterior. Debo aclarar que antes de haber recibido el Primer Jefe la nota transcrita el secretario de la Agencia Confidencial constitucionalista en Washington, Juan F. Urquidi, me envió un telegrama urgente y reservado de Washington anunciándome las órdenes dadas por el presidente Wilson para desocupar el puerto de Veracruz. Ese mensaje lo recibí la noche del 15 de septiembre de 1914, a eso de las 10:30. Como tres días antes había muerto mi señor padre en nuestro primer puerto, no asistí a la ceremonia de la fiesta del aniversario del Grito de Dolores en el Palacio Nacional; pero como consideré que sería muy oportuno que el Primer Jefe diera a conocer al pueblo la noticia de la inminente desocupación de Veracruz por las tropas norteamericanas, llamé por teléfono a las oficinas presidenciales, habiéndome contestado un ujier, con quien me identifiqué y al que dije que era sumamente urgente que llamara al aparato a cualquiera de los ayudantes del señor Carranza, habiendo acudido a mi llamado el capitán Juan Dávila, al que supliqué pidiera a don Venustiano que, para comunicarle una noticia muy urgente, tuviera a bien venir al teléfono. Mientras yo esperaba con el audífono al oído escuché perfectamente la música del Himno Nacional, que tocaban las bandas militares a la llegada del Encargado del Poder Ejecutivo al recinto del palacio presidencial. Pocos minutos después escuché la voz del señor Carranza, quien me dijo: —¿Qué pasa, licenciado? —Perdone usted, señor, que le haya molestado —respondí—, pero creí conveniente que supiera usted la buena nueva que me acaba de comunicar, desde Washington, Juan F. Urquidi, en el mensaje que voy a leerle. Y le leí el telegrama que más o menos decía lo mismo que la nota preinserta del señor vicecónsul Silliman. Don Venustiano me contestó: —Le agradezco a usted que me haya llamado, pues antes del “Grito” daré a conocer al pueblo tan buena noticia. Hágame favor, licenciado, de enviarme inmediatamente el telegrama de Urquidi; y lamento que no esté usted con nosotros. Buenas noches. Faltaban unos cuantos minutos para las once. Don Venustiano se dirigió en seguida al balcón central del palacio, y poco antes de la hora en que vitorearía a nuestros héroes y a la patria, ordenó que un clarín de órdenes tocara “llamada de atención”. El pueblo congregado en nuestra espaciosa Plaza de la Constitución guardó profundo y expectante silencio y cuando el secretario particular del

señor Carranza, don Gerzaín Ugarte, leyó el mensaje que daba a conocer la próxima liberación de nuestro territorio, una aclamación que parecía inacabable brotó de todas las gargantas, que no cesaban de vitorear al patricio que después de llevar al triunfo nuestra gran Revolución, lograba al fin, con sus perseverantes acciones del más pulcro patriotismo, que los invasores norteamericanos comprendieran la sinrazón de su conducta y el derecho de nuestra causa, desocupando el puerto de Veracruz.[*]

[*] Sobre este interesante capítulo histórico es conveniente leer el relato detallado de la desocupación de Veracruz, que el autor publicará próximamente en su nueva obra Mis memorias de la Revolución, que editará el Fondo de Cultura Económica.

Telegrama de Mr. William J. Bryan, Secretario de Estado de los Estados Unidos, al Ministro del Brasil, en México, comunicando al Vicecónsul Silliman notificara a don Venustiano Carranza que con motivo de estarse tratando la evacuación del puerto de Veracruz por las tropas americanas, era conveniente la designación de autoridades que recibieran el mando de la ciudad y aduana marítima.

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[A.I.F., F9-3.] (Copia del telegrama del Honorable Secretario de Estado de los Estados Unidos al Ministro del Brasil.) Consulado General Americano. México, México. Washington, 15 de septiembre de 1914. Ministro del Brasil. México. Ruégole entregar el siguiente mensaje al Vicecónsul Silliman: “Sírvase decir al general Carranza que el presidente está arreglando retirar las tropas americanas de Veracruz y desea que alguna autoridad caracterizada sea nombrada para hacerle la entrega de la Aduana, así como también se nombren funcionarios a quienes se entreguen el mando de la ciudad. Indague si está entre las atribuciones de las autoridades del Gobierno Federal designar funcionarios o si se desea que el comandante en jefe americano escoja residentes elegibles en Veracruz para ejercer autoridad hasta que pueda emplearse el procedimiento usual. Bryan

COMENTARIO AL DOCUMENTO Como era lógico, el Primer Jefe no aceptó que “el comandante en jefe americano escogiera residentes elegibles en Veracruz” para integrar el cuerpo oficial administrativo, por lo que desde luego contestó a Mr. Silliman, en nota de septiembre 17 que se inserta adelante, que el gobernador Cándido Aguilar haría los nombramientos del personal idóneo para encargarse de las oficinas públicas del puerto.

Carta del Sr. Guillermo Carballo, dirigida a D. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, comunicándole las órdenes recibidas por el Gral. Funston, jefe de las fuerzas norteamericanas, para proceder a la desocupación del puerto de Veracruz.

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[A.I.F., F9-94-12.] Veracruz, a 16 de septiembre de 1914. Sr. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y Encargado del Poder Ejecutivo de la República. Muy respetable señor mío y distinguido correligionario: Un cable llegado anoche a esta ciudad procedente de Washington me fue dado a conocer por un correligionario de este puerto, en el que se avisa al general Funston, jefe de las fuerzas americanas, que esté listo para que se embarquen las tropas de su mando, por no existir causa alguna que justifique la presencia de esas tropas en suelo mexicano. A las ocho y media de la noche llevé alborozado la noticia al periódico amigo de nuestra causa El Dictamen habiéndola hecho circular también entre los demás correligionarios. Pronto se supo tan fausta noticia en los portales, en donde se congrega la flor y nata del huertismo y del felicismo, causando la tal noticia un verdadero pánico entre los traidores. En el momento que escribo esta carta, grupos de esos traidores van en caravana al cuartel general y me he enterado de que pretenden que se les den garantías antes de que sea hecha la entrega de la ciudad. Garantías piden los que nunca supieron darlas. Por tal motivo y poseído de inmenso júbilo, me permito dirigir a usted la presente para enviarle mis felicitaciones más sinceras por el magno acontecimiento que, además de quitar a los mexicanos el oprobioso fardo que sobre todos colocó el huertismo, abre las puertas al valiente Ejército Constitucionalista para que proceda a llevar a cabo las reformas de que goza el resto de la República, castigando de paso a los culpables de tantos crímenes, que se jactan de pasear su desvergüenza al amparo de las bayonetas extranjeras. De Ud. con toda consideración y respeto, su afmo. correligionario. Guillermo Q. Carballo

COMENTARIO AL DOCUMENTO En el desbordamiento del justo regocijo de los mexicanos patriotas, sacudidos hasta las fibras más íntimas por la grata nueva de que las tropas norteamericanas estaban a punto de abandonar Veracruz, resaltan el miedo y la indignidad de los huertistas y los felicistas, que buscaban refugio bajo las barras y las estrellas de la bandera de los Estados Unidos, implorando en el cuartel general de los invasores la protección infamante que macula los nombres de los traidores a la patria hasta más allá de la muerte, en todas partes y en todos los tiempos. El signatario del documento comentado, señor don Guillermo Carballo, fue un revolucionario entusiasta y amigo fiel tanto del señor Carranza como del general Aguilar, habiéndose distinguido siempre por su valor civil y personal, sus relevantes dotes oratorias y su apego a la Causa Constitucionalista.

Respuesta dada por D. Venustiano Carranza, a la nota de Mr. William J. Bryan, recibida por conducto del Sr. John R. Silliman, vicecónsul de los Estados Unidos, designando al Gral. Cándido Aguilar, gobernador del Estado de Veracruz, para recibir de los norteamericanos nuestro primer puerto y nombrar las autoridades federales y locales que substituyeran a los funcionarios públicos estadounidenses.

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[A.I.F., F9-3.]

17 DE SEPTIEMBRE DE 1914 El señor don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, contestó[1] por conducto del vicecónsul Silliman la nota del señor William J. Bryan, secretario de Estado de Norteamérica, en la que éste comunicaba que el presidente Wilson estaba arreglando la evacuación del puerto de Veracruz ocupado por las tropas estadounidenses al mando del Gral. Funston. El Primer Jefe manifestaba al gobierno de la Casa Blanca que el señor Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, había sido designado para recibir del comandante de las fuerzas norteamericanas nuestro primer puerto, ocupado “accidentalmente” por los Estados Unidos “con motivo del lamentable incidente surgido entre oficiales del Gral. Huerta y marinos de la Unión Americana”. El jefe del Gobierno Constitucionalista decía “ver con satisfacción el proceder del presidente de los Estados Unidos de América”.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La sobriedad y precisión del oficio preinserto eran características del estilo personal de don Venustiano Carranza, que siempre se limitaba a expresar sus ideas en el menor número de palabras y sin retórica inútil.

[1]

Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, p.

82. F.C.E., México, 1958.

Nota girada por el Sr. J. M. Cardoso de Oliveira, ministro del Brasil, a la Secretaría de Relaciones Exteriores, transcribiendo un cablegrama del departamento de Estado de Washington, que hacía observaciones sobre la actitud que asumirían las autoridades mexicanas en el puerto de Veracruz, después de que lo evacuaran los norteamericanos, respecto al cobro de derechos sobre mercancías pasadas por la Aduana durante la ocupación estadounidense y en cuanto a las garantías que solicitaban los huertistas refugiados en el puerto.

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[A.I.F., F9-3.] Legación de los Estados Unidos del Brasil. México, 23 de septiembre de 1914. Urgente. Número 287. Señor Oficial Mayor: Hoy se ha recibido en esta Legación el siguiente cablegrama del departamento de Estado en Washington, cuyo contenido he de merecer a usted se sirva hacer del conocimiento del señor Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo: “Han llegado al conocimiento de este Gobierno ciertos rumores con respecto a la actitud que puedan asumir las autoridades de Veracruz, después de su evacuación, a saber: el cobro de nuevos derechos aduanales sobre las mercancías que han pasado por la Aduana durante la ocupación americana, cuyos derechos ya han sido satisfechos. El cobro nuevamente de todas las contribuciones locales y municipales pagadas en Veracruz desde la ocupación americana, tales como licencias, impuestos urbanos, etc. La imposición de multas u otras penas a ciudadanos mexicanos que han estado empleados en el Gobierno Civil de la ciudad, desde la ocupación americana. ”Me permito pedirle se sirva llamar la atención del señor Carranza a lo anterior, manifestándole que, aunque este Gobierno no da crédito a dichos rumores, puesto que tal actitud sería manifiestamente injusta, sí cree que, para evitar cualquiera conducta inadecuada de sus subordinados y para evitar esos temores en Veracruz, el general Carranza asegurará, en cada caso concreto, que la acción a que se refieren tales rumores, no será permitida.

”Se servirá usted manifestar al general Carranza la conveniencia de que dichas seguridades se den en una forma definida, tan pronto como sea posible, con el fin de que no haya demora en llevar a cabo la propuesta evacuación de Veracruz por las fuerzas americanas. ”También se servirá usted llamar la atención del general Carranza al hecho de que hay en Veracruz gran número de los llamados refugiados, entre ellos muchas monjas y ministros del culto, que se fueron a Veracruz por temor de su seguridad personal, mientras duraba la revolución, y que este Gobierno confía en que el general Carranza estará dispuesto a hacer saber que el gobierno central de México ni favorecerá ni permitirá que dichas personas sean maltratadas en forma alguna, sino que les prestará las garantías que los gobiernos inteligentes y ordenados dan a los que residan dentro de su jurisdicción.” En espera de una pronta contestación para comunicarla al departamento de Estado en Washington, me es grato reiterarle las seguridades de mi distinguida consideración. J. M. Cardoso de Oliveira

COMENTARIO AL DOCUMENTO Cuando di cuenta con esta nota al Primer Jefe experimentó una gran contrariedad, manifestándome desde el primer momento que no estaba de acuerdo en absoluto con la ingerencia del secretario Bryan en los asuntos que concernían exclusivamente al régimen interior de nuestro gobierno; agregando que, como era justo, él no tenía la menor intención de cobrar dobles impuestos a quienes los hubiesen pagado anteriormente a las autoridades norteamericanas durante la ocupación; y que tampoco tenía intenciones de molestar en lo mas mínimo a las monjas y sacerdotes que se hubiesen refugiado en el puerto temiendo ser víctimas de atropellos por parte del ejército o las autoridades civiles constitucionalistas; pero que él no estaba de acuerdo en que aparecieran las autoridades norteamericanas dictándonos las normas de conducta que debiéramos seguir. Por lo pronto, me dijo, diríjase usted al ministro Cardoso de Oliveira contestándole su nota relativa diciéndole que el gobernador y comandante militar de Veracruz, general Aguilar, será quien reciba el puerto y nombre a las autoridades correspondientes; e insista usted en que sea fijada la fecha de la desocupación. Así lo hice enviando al ministro del Brasil mi nota de 5 de octubre (Doc.

Nº 62) que transcribo adelante.

Informe rendido por el Sr. Edmundo E. Martínez al Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, sobre las conferencias celebradas con el Gral. Frederick Funston, para ultimar la evacuación del puerto de Veracruz, por las fuerzas americanas.

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[A.I.F., F9-3.] (Informe relativo a las conferencias celebradas con el general Funston de las fuerzas americanas en Veracruz.) Sr. General Don Cándido Aguilar. Gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz. Soledad de Doblado. Muy señor mío: Tengo el honor de comunicarle a usted que habiéndome comisionado como su delegado confidencial ante el general Funston para arreglar los diferentes asuntos relativos a la evacuación de Veracruz por las fuerzas americanas, me presenté a dicho señor declarando que usted estaba oficialmente acreditado para recibir el puerto. Asimismo le manifesté que todos los asuntos oficiales podrían ser tratados directamente por usted. El general Funston me suplicó le comunicara que sería muy conveniente el que usted enviase los empleados correspondientes a los diferentes departamentos del Poder Civil, tales como Correos, Aduana, etc., para que en conjunto con las autoridades americanas se familiaricen con su futuro trabajo, y para que el día de la entrega dichos poderes se encontrasen capaces de desempeñarlos, así como también para evitar errores y causas de quejas de parte del Gobierno mexicano. En una de las entrevistas me dijo que sería conveniente el tener una entrevista personal con usted en la plaza de Veracruz, o en terreno neutral, lo cual le comuniqué a usted inmediatamente. Por comunicación de usted informé al general Funston que la entrevista sería en los Cocos a lo cual él asintió. Relativo a esto, tengo que comunicarle que el día de la entrevista, el general Funston se negó a concurrir a ella, pues había recibido un mensaje del Ministro de la Guerra de su país, prohibiéndosela. En una de las entrevistas notifiqué al general Funston que usted había comisionado al Lic. Domínguez para que este señor designara el personal correspondiente a los departamentos arriba mencionados. El general

Funston me pidió que el Lic. Domínguez le fuera presentado, lo cual fue hecho debidamente, mostrando el señor Domínguez sus credenciales. El general Funston le pidió al Sr. Domínguez una comunicación por escrito. Ésta le fue enviada y según supe por el Sr. Domínguez y por el mismo general Funston, que no fue contestada, pues se había extraviado en la oficina del jefe del Estado Mayor de dicho general. En otra entrevista manifestó el general Funston que ya no le era posible cumplir con lo pactado, para la entrega de los poderes civiles, pues había recibido una orden de su ministerio de Guerra la que le prohibía terminantemente que los empleados del Gobierno Mexicano trabajaran en conjunto con los americanos, o por su cuenta, en el puerto de Veracruz; y añadió confidencialmente que le habían regañado desde Washington por su actitud en el asunto y que le habían dado órdenes terminantes para que procediera a la evacuación de la plaza lo más violento que pudiese. Agregó que creía estar listo para partir el 4 de octubre o a más tardar el 6 o el 10 del mismo. En la primera entrevista que celebré con el general Funston, me pidió dijese a usted que las avanzadas constitucionalistas tomasen sus posiciones como a cien o doscientos metros de las de los americanos; que ya daría orden a todas sus tropas para que obraran con la mayor prudencia en caso de que alguno de nuestros soldados no se portase como es debido y él me dijo que sería muy estricto con sus tropas si prometíamos ser igual con los nuestros. Yo había tenido noticias de que los americanos iban a entregar las armas de fuego que habían recogido del puerto de Veracruz. Me dirigí al general Funston y le supliqué suspendiera la entrega, pues nos podría acarrear dificultades en el futuro. Él accedió a mi petición y según sé no ha devuelto armas de fuego a nadie, sino únicamente una que otra pistola a comerciantes caracterizados y “morunas”, machetes, etc., a los demás. En todas las entrevistas que he celebrado con el general Funston ha declarado estar pronto a ayudar a las fuerzas del Gobierno Constitucionalista, en todo lo posible, me ha dicho que tiene todos los transportes que esperaba y que son los que él necesita y que ha activado la salida de sus tropas del territorio mexicano; pero que su impedimenta y equipo es tan grande que ha necesitado de tiempo para embarcarlo. Protesto a usted mi subordinación, consideración y respeto. Soledad de Doblado, septiembre 29 de 1914. Edmundo E. Martínez

COMENTARIO AL DOCUMENTO Don Edmundo Martínez era persona de todas las confianzas del general Aguilar, quien lo nombró agente de enlace entre él y el general Funston para todos los arreglos relativos a la evacuación de sus tropas de la ciudad porteña. El señor Martínez se había educado en los Estados Unidos. Hablaba perfectamente el inglés y conocía el carácter de los norteamericanos. Estas circunstancias, aunadas a su buena educación y tacto inspiraron confianza a Funston, que pudo en esa forma entenderse fácilmente con el gobernador y comandante militar veracruzano.

Nota del Sr. J. M. Cardoso de Oliveira, embajador de los Estados Unidos del Brasil, girada al Lic. Isidro Fabela, oficial mayor, encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, para saber la resolución de D. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, sobre el rumor de exacciones y persecuciones en el puerto de Veracruz, con motivo de su evacuación por fuerzas americanas.

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[A.I.F., F9-3.] Legación de los Estados Unidos del Brasil. México, 2 de octubre de 1914. Núm. 319 (Urgente.) Con referencia a mi nota número 289, de fecha 23 de septiembre próximo pasado, en la que tuve el honor de transcribirle el texto íntegro de un cablegrama recibido del departamento de Estado en Washington, relativa a ciertos rumores que circularon con motivo de algunas exacciones y persecuciones en la ciudad de Veracruz con motivo de la evacuación de las tropas americanas, y a cuya nota aún no he tenido el gusto de recibir ninguna contestación, le manifiesto que acabo de recibir otro cablegrama del mismo departamento de Estado, en el que, con toda urgencia, se me pide que comunique la resolución del ciudadano Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, con relación a este asunto; como dicho asunto es de suma importancia a la vez que urgente, según puede usted apreciar, mucho he de estimar a usted, que de serle posible entreviste hoy mismo al señor Carranza, y me comunique a la mayor brevedad posible, la contestación que reciba de este asunto para poder telegrafiar a Washington. Renuevo a usted, con este motivo, las seguridades de mi distinguida consideración. J. M. Cardoso de Oliveira Al señor licenciado don Isidro Fabela, etc., etc.

COMENTARIO AL DOCUMENTO

Esta nota no fue contestaba inmediatamente porque el Primer Jefe consideró que debido a la importancia de las exigencias del Gobierno estadounidense y a las condiciones que éste establecía para desocupar Veracruz, era conveniente dar cuenta con ella a la Convención de generales y gobernadores, que de México se había trasladado a Aguascalientes, no para resolver lo que esa asamblea acordara al respecto, porque nunca aceptó el señor Carranza la soberanía de esa junta, sino solamente para conocer su opinión y después resolver lo que a él le pareciera más digno y favorable a los intereses de México y la Revolución.

Respuesta dada por el Lic. Isidro Fabela, Oficial Mayor, Encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al Sr. J. M. Cardoso de Oliveira, Ministro Plenipotenciario del Brasil y Encargado de los Intereses Americanos, poniendo en su conocimiento para trasmitirlo al Gobierno de los Estados Unidos de Norte América, que no fue aceptada la dimisión presentada por D. Venustiano Carranza, al mando del Ejército y del Poder Ejecutivo de la República, ante la Convención de Generales del Ejército y Gobernadores de los Estados de la Unión; y asimismo, haber dado amplias instrucciones al Gral. Cándido Aguilar, Gobernador y Comandante Militar del Estado de Veracruz, para recibir el puerto del mismo nombre, y nombrar las autoridades federales y locales, tan pronto se fijara la fecha de su completa evacuación.

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[A.I.F., F9-3.] México, 5 de octubre de 1914. Tengo el honor de poner en conocimiento de vuestra excelencia, para que se sirva transmitirlo al gobierno de los Estados Unidos de Norte América, que el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, señor general don Venustiano Carranza, se presentó antier ante la Convención de generales constitucionalistas y gobernadores de los Estados de la Unión y solemnemente entregó el mando del Ejército y del Ejecutivo de la República en manos de la Convención, renunciando así los dos altos cargos de que se hallaba investido conforme al Plan de Guadalupe. Después de terminado su informe y presentada su dimisión, el Sr. Carranza se retiró de la Asamblea para darle amplia libertad para sus decisiones, pidiendo su resolución para entregar los poderes a quien ella designara. Después de discutir los señores generales y los gobernadores revolucionarios de los Estados, declararon unánimemente y por aclamación que no era de aceptarse la renuncia que hacía el Sr. Carranza y que la Convención en consecuencia le devolvía el mando del Ejército y el Poder Ejecutivo de la Nación, otorgándole un voto de confianza. Al mismo tiempo que me es altamente satisfactorio hacer a vuestra excelencia esta manifestación, por instrucciones del Primer Jefe del

Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, le encarezco se sirva manifestar a su excelencia el presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson, con referencia a su mensaje de 15 de septiembre próximo anterior y al del Sr. Carranza fecha 16 de septiembre, relativo a la desocupación de Veracruz, que el C. Primer Jefe ha dado ya amplias instrucciones al Sr. general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, para que reciba el puerto de las autoridades designadas por el gobierno americano; que el general Aguilar ha nombrado sus representantes debidamente autorizados para recibir aquella ciudad; que el mismo general ha dictado ya todas las medidas encaminadas al mantenimiento del orden en el momento de la entrega, de manera de otorgar amplias garantías a todos los habitantes del puerto de Veracruz; que solamente falta que se fije la fecha exacta de la completa evacuación de aquel puerto, para que los representantes del general Aguilar y los delegados de ese Gobierno se pongan de acuerdo para la entrega de esa ciudad. Suplico pues a vuestra excelencia se sirva consultar con el presidente Wilson, cuál es la fecha fijada para dicho acto, advirtiéndole que el señor general Funston ofreció al delegado del general Cándido Aguilar, estaría dispuesto para embarcarse el 6 o 10 de este mes. En espera de la contestación de vuestra excelencia, lo más pronto posible, le reitero las seguridades de mi muy distinguida consideración. Isidro Fabela Al excelentísimo Sr. J. M. Cardoso de Oliveira.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Mientras el licenciado Fabela y el señor Cardoso de Oliveira se cambiaban las notas anteriores, se reunió en la ciudad de México la Convención de generales y gobernadores convocada por el Primer Jefe conforme al Plan de Guadalupe. Como consta en la nota que comentamos, don Venustiano Carranza presentó a dicha asamblea, reunida en el edificio de la Cámara de Diputados, su renuncia como Encargado del Poder Ejecutivo del Gobierno Constitucionalista. Como el autor de esta obra asistió a dicha junta con el carácter de representante del general Carlos Green, gobernador y comandante militar

de Tabasco, fue testigo de los acontecimientos históricos que comenta. Además, el firmante de esta nota tenía un personal interés en los sucesos acaecidos en esa fecha porque el texto de la dimisión presentada por el señor Carranza había sido formulada por él, de acuerdo con los puntos concretos que el Primer Jefe le dictara, el día anterior, en la terraza del castillo de Chapultepec.[1]

[1] La Convención de generales y gobernadores convocada por el Primer Jefe Carranza de acuerdo con el Plan de Guadalupe, inauguró sus sesiones en la Cámara de Diputados de la ciudad de México, el día 1º de octubre de 1914. Cuando llegó al recinto parlamentario el Encargado del Poder Ejecutivo del Gobierno Constitucionalista, todos los delegados nos pusimos de pie, aplaudiéndolo estentóreamente. Una vez que los asambleístas ocupamos nuestros asientos respectivos y todos los demás asistentes quedaron instalados, un profundo silencio reinó en la Convención, esperando que don Venustiano Carranza pronunciara el discurso que llevaba preparado. Al levantarse de su sitial el Jefe de la Revolución Constitucionalista, con la mayor y respetuosa atención, nos dispusimos a escuchar sus palabras los delegados reunidos y todos los presentes. El iniciador del movimiento armado contra el traidor y asesino Huerta, el organizador de la victoria del ejército revolucionario, el patricio que había llevado a buen término la victoria de la Revolución Social que requería la Nación mexicana, hablaba: “…Yo no puedo admitir por el honor del mismo Ejército Constitucionalista que me designó su Primer Jefe y a cuya abnegación y patriotismo se debió el triunfo del Plan de Guadalupe, que un grupo rebelde, que una minoría indisciplinada trate de imponer su voluntad a la mayoría de los jefes, que es la única que está facultada para ordenar, y la sola ante la cual se inclinará mi obediencia.” “Ustedes me confiaron el mando del Ejército; ustedes pusieron en mis manos el Poder Ejecutivo de la Nación. Estos dos depósitos sagrados, no los puedo entregar sin mengua de mi honor, a solicitud de un grupo de jefes descarriados en el cumplimiento de sus deberes y de algunos civiles a quienes nada debe la patria en esta lucha; solamente puedo entregarlo y lo entrego en este momento a los jefes aquí reunidos.” El Primer Jefe renunciaba a su cargo. El hombre integérrimo, entregaba a la Convención el poder que le confiriera la Nación en armas. Todos los patriotas reunidos en la Cámara de Diputados, los gobernadores de las entidades federativas y sus representantes, los concurrentes venidos de todos los puntos de la República, el pueblo, todos, quedamos atónitos, sumergidos en el más hondo y solemne de los silencios, cuando terminó don Venustiano su discurso. Nadie osaba hablar, los convencionistas estábamos penetrados de una emoción que conmovía las almas. Don Venustiano Carranza, el estadista, con su severa majestad de siempre, paso a paso, con su calma habitual bajó de la tribuna y salió de la Cámara de Diputados para dirigirse a su casa; y esperó en ella la resolución de los señores convencionistas respecto a quién sería el nuevo jefe de la Revolución. En el recinto de la Cámara de Diputados la expectante Convención vio subir a la tribuna, lentamente, al más preclaro de los talentos civiles de la Revolución: al licenciado Luis Cabrera. Una vez en la tribuna, con voz que denotaba su extraordinaria conmoción espiritual, el ilustre polígrafo dijo: “Señores, estamos sin jefe. La Revolución no tiene cabeza. Yo propongo, señores convencionistas, que a don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, lo sustituya don Venustiano Carranza. Yo doy mi voto por él.” Y al bajar de la tribuna escuchó una de las ovaciones más delirantes que he oído en mi vida. Todos los generales y

gobernadores integrantes de la Convención, vitoreando a don Venustiano Carranza, votaron porque el Primer Jefe dimitente continuara siendo el Primer Jefe de la Revolución Constitucionalista. Entonces, una comisión nombrada al efecto fue a comunicarle a su residencia, al Primer Jefe de todos los jefes revolucionarios, que pasara a la Cámara de Diputados para rendir su protesta como Encargado del Poder Ejecutivo de la Revolución, todavía en armas, inconclusa. Al llegar nuevamente don Venustiano a la Cámara de Diputados se le recibió con vítores y aplausos que parecían no terminar, hasta que el patricio levantó su mano en señal de protesta, acatando el mandato que le renovaba la Nación con todas las atribuciones que le había dado al proclamar el Plan de Guadalupe el 26 de marzo de 1913.

Nota girada por el Lic. Isidro Fabela, al Sr. J. M. Cardoso de Oliveira, ministro plenipotenciario del Brasil, encargado de los Intereses Americanos, haciendo de su conocimiento haber sido nombrado el Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, para recibir el puerto del mismo nombre, de las autoridades designadas por el Gobierno americano, faltando fijar la fecha para dicho acto.

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[A.I.F., F9-3.]

5 DE OCTUBRE DE 1914 El licenciado Isidro Fabela, canciller del Gobierno Constitucionalista, se dirigió[1] al ministro de Brasil, J. M. Cardoso de Oliveira, Encargado de los Intereses Americanos en México, con referencia al mensaje del 15 de septiembre del presidente Wilson y al de 16 del mismo mes del Primer Jefe Carranza, para que informara al Primer Mandatario norteamericano que el señor general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, había recibido amplias instrucciones del jefe del Gobierno Constitucionalista para recibir el puerto de Veracruz del comandante norteamericano de las fuerzas de ocupación; que ya el general Aguilar, a su vez, había nombrado a sus representantes para recibir la ciudad porteña; que el precitado general había dictado todas las medidas necesarias para mantener el orden y otorgar las más amplias garantías a todos los habitantes de la zona que iban a recuperar; que ya solamente faltaba fijar la fecha exacta para la evacuación del puerto, a fin de que los representantes de los gobiernos Constitucionalista y Norteamericano se pusieran de acuerdo para la entrega de la ciudad. El canciller constitucionalista pedía que se consultara al presidente norteamericano cuál era la fecha fijada para la evacuación, “advirtiendo que, el general Funston había ofrecido al delegado del general Aguilar que estaría listo para embarcarse el 6 o el 10 de este mes (octubre de 1914)”.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Esta nota no tenía otra finalidad que dejar pasar el tiempo para que los

acontecimientos que se estaban desarrollando en Aguascalientes aconsejaran al Primer Jefe de la Revolución lo que fuera más conveniente hacer, después de conocer la opinión de los convencionistas respecto a las condiciones que exigía el Gobierno estadounidense para que sus fuerzas evacuaran Veracruz.

[1] Este documento se inserta íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, tomo II, p. 83. F.C.E., México, 1958.

Nota girada por el ministro del Brasil al Lic. Isidro Fabela, transcribiéndole un cablegrama del vicecónsul Silliman, manifestando que para la pronta evacuación del puerto de Veracruz el departamento norteamericano de Estado desea saber a través de un manifiesto expedido por D. Venustiano Carranza, las garantías de que disfrutarán sus habitantes. (El original de la nota, en inglés.)

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[A.I.F., F9-3.]

7 DE OCTUBRE DE 1914 El vicecónsul norteamericano, señor John R. Silliman, se dirigió,[1] por conducto del ministro del Brasil, al licenciado Isidro Fabela, encargado del Despacho de la secretaría de Relaciones Exteriores, para manifestarle que no se consideraba suficientemente explícita su nota de octubre 5, recibida por conducto del ministro de Brasil, en respuesta al telegrama de 22 de septiembre del departamento de Estado de Norteamérica, que expresaba sus deseos de obtener garantías para los residentes antirrevolucionarios o servidores del régimen de la intervención en la zona veracruzana ocupada cuando ésta fuera recuperada por el Gobierno Constitucionalista. Que el Departamento de Estado tenía informes de que los causantes de impuestos locales y federales que habían pagado éstos a las autoridades norteamericanas de ocupación, recelaban respecto a que la administración constitucionalista reconociera su legitimidad y los obligara a pagarlos nuevamente; que se sabía que se había listado a las personas desafectas al constitucionalismo y a las que habían prestado sus servicios a las autoridades de la ocupación, los intereses de las cuales quedaban amenazados al retirarse las tropas norteamericanas. Que el departamento de Estado consideraba que estos informes eran erróneos o infundados; pero que a fin de que la población afectada no abrigara ninguna duda respecto a lo infundado de tales temores, era conveniente que el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista emitiera una declaración pública y explícita, por medio de la cual quedara manifiesto que no se volverían a cubrir los impuestos ya pagados a las autoridades de la ocupación, pues con los recibos otorgados por éstas a los causantes que los hubieran cubierto, quedaría comprobado que los cargos estaban

satisfechos plenamente; que se darían completas garantías a todos los habitantes, excepción hecha de aquellos que fueran responsables de algún delito; y que no se consideraría acto punible ni lesivo la conducta de los ciudadanos mexicanos que hubieran prestado sus servicios al régimen de la ocupación, aun cuando existiera ley mexicana que previniera lo contrario. El vicecónsul Silliman pedía respuesta inmediata a su nota, para acceder a los deseos del departamento de Estado.

COMENTARIO AL DOCUMENTO El Ejecutivo de la Revolución no dio respuesta inmediata a la nota anterior, sino la transcribió a la Convención de Aguascalientes para conocer el criterio de aquella asamblea.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, p. 84. F.C.E., México, 1958.

Telegrama del señor J. Bermúdez de Castro, al licenciado Isidro Fabela, manifestándole que tan pronto como el ministro del Brasil tuviera alguna noticia de importancia, se la trasmitiera.

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[A.I.F., F9-3.] Telegrama Nº 199. Secretaría Relaciones. México, 13 de octubre de 1914. 53 of D 4 p.m. Licenciado Isidro Fabela. Ministro Brasil manifiesta no haber recibido aún noticia sobre asunto a que se refiere su telegrama, pero como comprende la importancia que para México tiene tal asunto, en cuanto reciba alguna noticia me la transcribirá para ponerla desde luego en conocimiento de usted; envía el señor ministro afectuosos recuerdos para usted. Atentamente, J. Bermúdez de Castro

Telegrama girado por don Venustiano Carranza, al general Antonio I. Villarreal, presidente de la Mesa Directiva de la Convención de generales del Ejército Constitucionalista, en Aguascalientes, Ags., transcribiéndole la nota del ministro del Brasil sobre la consulta del vicecónsul Silliman, relativa a las garantías que disfrutarían los habitantes del puerto de Veracruz, al ser evacuados por las fuerzas norteamericanas, para que dicha Convención emitiera su parecer por considerar este asunto de gran trascendencia para la soberanía de la República.

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[A.I.F., F9-3.]

13 DE OCTUBRE DE 1914 El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, transcribía[1] al general Antonio I. Villarreal, presidente de la Mesa Directiva de la Convención de Generales del Ejército Constitucionalista, reunida en Aguascalientes, Ags., la nota de 7 de octubre que el departamento norteamericano de Estado le envió por conducto del ministro del Brasil, señor Cardoso de Oliveira, encargado de Negocios de los Estados Unidos en México. El Primer Jefe determinaba someter al conocimiento de la Convención de Aguascalientes la nota estadounidense debido a que “el asunto internacional” a que se refería era “sumamente delicado y de gran trascendencia para la autonomía de la República”, por lo que el Encargado del Poder Ejecutivo constitucionalista consideraba que la asamblea de gobernadores y generales revolucionarios debería “emitir su parecer” y comunicárselo al Primer Jefe, para que éste pudiera contestar la nota del departamento de Estado de Norteamérica. Concluía el señor Carranza manifestando a los convencionistas que no se había dirigido antes a ellos esperando que su asamblea quedara instalada y entrara en funciones.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La táctica del señor Carranza, al proceder de tal manera, se explica por

razones obvias. Él tenía preconcebida su respuesta y me la expuso desde el momento en que recibió la nota de Mr. Bryan; pero lo que quiso evitar, al no contestarla enseguida, fue que los convencionistas de Aguascalientes le reprocharan no dárselas a conocer antes de remitirla a su destino. Y no sólo eso, sino que sabedor de que la Convención le sería hostil por haber caído bajo la influencia del general Villa, cuyas fuerzas la cercaban dominándola militarmente, evitaba en esa forma que censurara su respuesta, fuera cual fuese, al considerarse menospreciada la asamblea por no ser informada de un asunto que él conceptuaba… “sumamente delicado y de gran trascendencia para la autonomía de la República…”

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, pp. 87-88. F.C.E., México, 1958.

Telegrama de don Venustiano Carranza al general Antonio I. Villarreal, gobernador del Estado de Nuevo León, considerando conveniente que en sesión secreta diera cuenta a la asamblea de la Convención de Aguascalientes, con la nota del ministro del Brasil, a reserva de que el asunto relativo se resolviera en sesión secreta o pública.

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[A.I.F., F9-3.] Telegrama. Palacio Nacional. México, 13 de octubre de 1914. Señor general Antonio Villarreal, Gobernador del Estado de Nuevo León. Aguascalientes, Ags. Creo conveniente que en sesión secreta se dé cuenta a la asamblea con la nota del ministro del Brasil a que ha hecho referencia mi mensaje anterior de esta misma fecha, a reserva de que el asunto relativo a dicha nota se resuelva en sesión secreta o pública. El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, V. Carranza.

Respuesta dada por el licenciado Isidro Fabela, encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al señor J. M. Cardoso de Oliveira, encargado de Negocios de los Estados Unidos de Norteamérica, en el sentido de que su nota se transcribió a la Convención de generales del Ejército Constitucionalista y gobernadores revolucionarios, reunida en Aguascalientes, para que emitiera su parecer y que el señor Carranza contestara posteriormente la nota citada.

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[A.I.F., F9-3.]

14 DE OCTUBRE DE 1914 El canciller constitucionalista, licenciado Isidro Fabela, se dirigió [1] al ministro del Brasil, señor J. M. Cardoso de Oliveira, encargado de Negocios de los Estados Unidos en México, refiriéndose a la nota de 7 de octubre del gobierno de la Casa Blanca, en la que éste condicionaba la desocupación de Veracruz. Decía el canciller mexicano que el Primer Jefe Carranza había determinado transcribir la nota norteamericana a la Convención de Aguascalientes, para que esta asamblea emitiera su parecer y se lo comunicara al señor Carranza, a fin de que éste contestara lo procedente al gobierno estadounidense.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, p. 88. F.C.E., México, 1958.

Telegrama del señor Venustiano Carranza al presidente de la asamblea constitucionalista, en Aguascalientes, Ags., manifistándole que está en espera de la pronta resolución de dicha asamblea respecto a los mensajes del vicecónsul Silliman sobre la desocupación del puerto de Veracruz por las fuerzas norteamericanas, para no verse en el caso de hacer público su contenido y dar él la respuesta conveniente como lo exige la dignidad de la nación, pues apremia la contestación oficial al gobierno norteamericano.

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[A.I.F., F9-3.]

16 DE OCTUBRE DE 1914 El Primer Jefe telegrafió[1] al C. Presidente de la asamblea constitucionalista reunida en Aguascalientes refiriéndose a la comunicación que le dirigió con fecha 13 de octubre, concerniente a las condiciones que proponían los Estados Unidos para desocupar Veracruz, encareciéndoles su pronta resolución y respuesta, para no verse obligado a “hacer público lo que a ella [la nota] se refiere y contestarla yo como lo exige la dignidad de la nación”.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, pp. 88-89. F.C.E., México, 1958.

El general Antonio I. Villarreal, presidente de la Convención de Aguascalientes, se dirige a don Venustiano Carranza, comunicándole que los asambleístas acordaron que el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la República, por medio de la Secretaría de Relaciones o por sí mismo, declare a la prensa que garantizará que no se cobrarán derechos ni contribuciones dobles a los causantes que hubieran pagado éstos a las autoridades estadounidenses de la ocupación de Veracruz, así como que no se perjudicará a los mexicanos que hubieran prestado sus servicios a dichas autoridades.

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[A.I.F., F9-3.]

17 DE OCTUBRE DE 1914 El general Antonio I. Villarreal, presidente de la Convención Soberana[1] reunida en Aguascalientes, Ags., se dirigió al señor don Venustiano Carranza,[2] Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, comunicándole que el contenido de la nota norteamericana de 7 de octubre se discutió en sesión secreta, aprobándose los siguientes acuerdos: 1º Que no se consideraba necesario que el Encargado del Poder Ejecutivo de la República expidiera manifiesto alguno respecto a los asuntos contenidos en la nota estadounidense; y sí que el propio Primer Jefe hiciera una declaración periodística por sí mismo o por conducto de su Cancillería respecto a tal asunto. 2º Que no era exigible por parte del régimen constitucionalista el pago de impuestos que los causantes de la zona ocupada hubieran cubierto al régimen de la intervención. 3º Que el gobierno mexicano solamente juzgaría a las personas responsables de algún delito, eximiéndose de castigar a los enemigos del constitucionalismo y a los servidores del régimen de la ocupación. 4º Que los ciudadanos mexicanos que hubieran servido al régimen de la intervención no sufrirían castigo corporal alguno ni serían perjudicados en sus intereses.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La Convención de Aguascalientes, como consta en este oficio del presidente de ella, general Villarreal, expresa que está de acuerdo en que “el Primer Jefe haga una declaración a la prensa por conducto de la Secretaría de Relaciones o por sí mismo”. Es decir, que los ciudadanos convencionistas aceptaban la imposición de los puntos propuestos por el gobierno estadounidense con el implícito cumplimiento de uno que comprendía todos los demás; y acatando sin reparos todas las otras condiciones fijadas en la nota norteamericana bajo las cuales las tropas extranjeras de ocupación evacuarían Veracruz. Esto significaba, de hecho, plena obediencia a los dictados de Washington; y amenazaba en sus propios cimientos la vigencia y el fortalecimiento necesario de la doctrina jurídica mexicana antiintervencionista. Como veremos en seguida, el Primer Jefe no estuvo de acuerdo con el criterio de la Convención de Aguascalientes, objetando tal parecer en la nota que dirigió a los asambleístas.

[1] “Mexicanos: La Convención del 10 de octubre se ha reunido con el objeto de unificar el criterio revolucionario, para determinar las bases y orientación del nuevo Gobierno de la República inspiradas en la opinión de la mayoría de sus ciudadanos armados, para que ese Gobierno realice los ideales de la Revolución y las instituciones democráticas, pues de este modo cumplimos con el compromiso solemne contraído con la nación, de sustituir a la tiranía por un Gobierno que satisfaga las necesidades públicas actuales. ”Y esa misma Convención se ha declarado soberana, para hacer efectivas y obligatorias sus resoluciones para todos los jefes del ejército, evitándose de esta manera la dictadura que podría resultar de permitir a cualquiera de ellos que tratara de imponer aisladamente su voluntad y su opinión al resto de los ciudadanos de la República. ”Somos el Poder Supremo nacional porque hemos sido el Supremo Poder de la Revolución. Nuestro movimiento armado no triunfó de la reacción debido al esfuerzo de uno solo de sus jefes, sino en virtud del concurso que hemos prestado todos para ello. ”Y del mismo modo que obedecimos a una sola idea y estuvimos animados de una sola aspiración de redención y de progreso para lanzarnos contra la dictadura, de esa misma manera e impulsados por los mismos sentimientos, nos hemos reunido en esta Convención, ya no para derrocar y para destruir, sino para organizar y construir al nuevo Gobierno Republicano en el cual se han de sintetizar todos nuestros ideales y todas nuestras tendencias. ”Esta Convención es soberana, porque en ella están sintetizadas la fuerza y el pensamiento de la Revolución.” Casasola, Historia gráfica de la Revolución Mexicana, t. II, p. 912. Editorial F. Trillas, México, 1960. [2] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, p. 89. F.C.E., México, 1958.

Telegrama de don Venustiano Carranza, dirigido a los generales y gobernadores revolucionarios reunidos en la Convención de Aguascalientes, pidiéndoles resolver debidamente sobre la consulta que él les formuló respecto a aceptar o rechazar las condiciones que el gobierno norteamericano fijaba al constitucionalista para desocupar Veracruz. El Primer Jefe indica a los convencionistas que no debe accederse a la petición estadounidense, a fin de no sentar un precedente funesto para la inviolabilidad de la soberanía nacional.

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[A.I.F., F9-10-II.]

19 DE OCTUBRE DE 1914 El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, se dirigió[1] a los generales y gobernadores revolucionarios reunidos en la Convención de Aguascalientes, Ags., acusándoles recibo del telegrama en que el general Antonio I. Villarreal le dio a conocer lo que habían resuelto los convencionistas respecto a los cuatro puntos de la nota norteamericana del día 7 de octubre. El Primer Jefe hace notar a los convencionistas que no resolvían “el punto principal de la cuestión”, concerniente a la conveniencia de acceder a las exigencias con las que condicionaba el gobierno norteamericano la desocupación del puerto de Veracruz. Por tal motivo, el Primer Jefe insistía en consultar la opinión de los asambleístas sobre tal asunto, siguiendo el precedente sentado por el Encargado del Poder Ejecutivo cuando consultó “el parecer de los jefes militares al tratarse de otro asunto internacional en que estaba interesado el honor de la nación como lo está ahora”. Decía el Primer Jefe que las cuestiones de los impuestos pagados al régimen de la intervención y las garantías que debería otorgar éste a los empleados públicos que habían servido a los invasores, habían surgido como puntos condicionales previos para que el gobierno norteamericano evacuara la zona veracruzana ocupada. Agregaba que su opinión respecto a estas cuestiones era: que tanto el reconocimiento de los pagos por concepto de impuestos cubiertos a las autoridades públicas de la ocupación como la amnistía a que podrían tener derecho los mexicanos que habían prestado sus servicios a los

invasores, eran hechos que atañían a la soberanía de México; “actos que podrán dictarse espontáneamente por el gobierno mexicano sin afectar la dignidad nacional”, pero que si estas acciones se aceptaban en cumplimiento de las condiciones dictadas por el gobierno norteamericano constituían “un atentado contra la soberanía de la República”. “Temo —decía el Primer Jefe— que de accederse a los deseos del gobierno de los Estados Unidos… se sentará un precedente de fatales consecuencias para nuestras futuras relaciones con los Estados Unidos por lo que se refiere a nuestra autonomía.” Terminaba su mensaje el señor Carranza diciéndoles a los asambleístas de Aguascalientes: “…no es infundado el temor de que los mexicanos que tienen responsabilidades de distintos órdenes procedan a acogerse a la protección del gobierno norteamericano, dando lugar a futuras reclamaciones internacionales por actos y personas que sólo pertenecen a la soberanía interior de la República”.[2] El Primer Jefe esperaba la respuesta de los convencionistas para resolver lo conducente sobre tan importante asunto.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Los generales y gobernadores reunidos en Aguascalientes no apreciaron la trascendencia que tendría para el México futuro aceptar, por medio de declaraciones a la prensa, las condiciones que pretendían imponer los Estados Unidos al Gobierno de la Revolución para desocupar Veracruz. Esto era en detrimento de la soberanía de la República y por eso el señor Carranza, contra el parecer de la junta de Aguascalientes, no lo aceptó, haciendo las observaciones que su patriotismo y sus responsabilidades de Jefe del Ejecutivo le aconsejaban. Por otra parte, subrayamos el párrafo en que don Venustiano expresa darse cuenta cabal de que si el gobierno revolucionario aceptaba las condiciones que se le imponían quedaría en la historia de nuestras relaciones internacionales el precedente de que Washington, en el futuro, no tendría más que establecer la línea de conducta de las autoridades de nuestro país para que éstas la aceptaran. Lo cual no cabía en el espíritu independiente del Primer Jefe que interpretaba el sentir de la Revolución nacional.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, p. 90. F.C.E., México, 1958. [2] Subraya el autor de los “Comentarios”.

Comunicación girada por el señor S. Santos, secretario general de la Convención de Aguascalientes, a don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, dándole a conocer los puntos resolutivos, tomados en la misma, acerca de la evacuación del puerto de Veracruz, por las fuerzas norteamericanas.

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[A.I.F., F9-3.]

22 DE OCTUBRE DE 1914 El general Samuel M. Santos, secretario general de la Convención de Aguascalientes, contestando[1] el mensaje del Primer Jefe de 19 de octubre, ratificaba en todos sus puntos lo expuesto por la comisión convencionista dictaminadora en su comunicación del 17 del mismo mes, enviada al Encargado del Poder Ejecutivo. Este mensaje de la Convención sólo difería del anterior en que aparecía signado por los convencionistas Eduardo Hay, Álvaro Obregón, Arturo Lazo de la Vega y Manuel García Vigil como dictaminadores; y en que la asamblea agradecía la trasmisión de la nota del Primer Jefe enviada al gobierno norteamericano el 5 de octubre. Firmaba este mensaje, por el presidente de la Convención, el secretario general, general Samuel M. Santos.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Esta nota no es sino la repetición de la anterior suscrita por el presidente de la Convención, general Antonio Villarreal. Sólo que esta vez está firmada por los generales Eduardo Hay, Álvaro Obregón, Arturo Lazo de la Vega y Manuel García Vigil, además del secretario general Samuel M. Santos. El texto de tal comunicado demuestra claramente, con su ratificación, que los convencionistas insistían en que el Primer Jefe hiciera declaraciones a la prensa en el sentido que la Cancillería estadounidense deseaba. Y como el señor Carranza no estuviera conforme con tal modo de pensar, desentendiéndose de lo acordado por los generales y gobernadores reunidos en Aguascalientes y no dándole la categoría de

soberana a la Convención, me dio instrucciones para que contestara al ministro brasileño, representante de los Estados Unidos, la nota subsiguiente.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, pp. 91-92. F. C. E., México, 1958.

Telegrama del general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, a don Venustiano Carranza, participándole la excitación entre los habitantes y tropas, por el posible desembarco de las fuerzas del general Frederick Funston, y los trabajos de exploración desarrollados por éstas.

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[A.I.F., S.N.] Telegrama. Soledad, Ver., 24 de octubre de 1914. Señor V. Carranza. México, D. F. Hónrome en participar a usted que he recibido noticias de Veracruz; que si dentro de tres días no recibe órdenes general Funston de retirada de dicho puerto, tendrá que desembarcar sus tropas y caballada por no poder sostenerse a bordo. Como hay bastante excitación en el puerto y en nuestras tropas, de llevarse a cabo desembarque, me temo haya fricciones con invasores. También participo a usted que ordené se replegara avanzada de Limoncito a fin de evitar fricciones y no obstante esta medida, soldados americanos salen explorar hasta el frente de nuestras avanzadas. Suplico a usted me diga si paso nota a general Funston protestando contra el movimiento de exploración que hacen sus fuerzas. Es urgente resolver cuanto antes la situación. Las fuerzas nuestras en general se encuentran con mucho ánimo para combatir a los invasores. Respetuosamente. El gobernador y comandante militar, general Cándido Aguilar. Labor internacional de la Revolución constitucionalista de México, pp. 98-99. México, 1960.[1]

[1] No aparece ni en la Labor internacional de la Revolución constitucionalista ni en mis archivos, la respuesta del señor Carranza a este telegrama. Pero estas noticias alarmantes del gobernador Aguilar muy probablemente hicieron que el Ejecutivo me diera instrucciones para que dirigiera al diplomático Cardoso de Oliveira la nota que sigue (Documento Nº 71).

Nota girada por el licenciado Isidro Fabela, encargado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al señor J. M. Cardoso de Oliveira, ministro plenipotenciario del Brasil, encargado de los intereses americanos, manifestándole que el C. Venustiano Carranza no puede hacer declaraciones o manifiestos en que se cumplan las peticiones del gobierno americano, como condición previa para la evacuación del puerto de Veracruz por ser de iniciativa exclusiva de las autoridades mexicanas, por lo que debe mantenerse el acuerdo explícito del departamento de Estado norteamericano, de 15 de septiembre, para fijar la fecha de dicha evacuación.

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[A.I.F., F9-3.] Secretaría de Relaciones Exteriores. México, 27 de octubre de 1914. Señor ministro: Refiriéndome nuevamente a la atenta nota de Vuestra Excelencia, fechada el día 8 del corriente mes, tengo el honor de manifestaros por acuerdo expreso del C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión y para que seáis servido hacerlo del conocimiento del departamento de Estado en Washington, lo siguiente: En dicha nota, el departamento de Estado de los Estados Unidos considera como no suficientemente explícita mi nota de 5 del actual, y pide que el C. Encargado del Poder Ejecutivo de esta República, señor Carranza, haga un manifiesto por el que declare públicamente: Primero. Que las personas que hubieren satisfecho derechos aduanales y otras contribuciones a las autoridades norteamericanas en el puerto de Veracruz, no queden obligadas a pagar nuevamente los mismos derechos y contribuciones a las autoridades mexicanas. Segundo. Que a la salida de las tropas americanas se den amplias garantías a todos los habitantes de dicho puerto, con excepción de aquellos que hubieren cometido un delito; y Tercero. Que no serán considerados como enemigos y tendrán también amplias garantías, todas aquellas personas que sirvieron como empleados a las autoridades americanas durante la ocupación por ellas de la ciudad

de Veracruz. El Encargado del Poder Ejecutivo me ha dado plenas instrucciones para que manifieste a Vuestra Excelencia que ha sido para él inesperada la solicitud del departamento de Estado, en cuanto pudiera considerarse como condición previa del gobierno americano para la desocupación de Veracruz, puesto que el presidente Woodrow Wilson el 15 de septiembre próximo anterior dirigió un mensaje al señor Carranza, en el cual le manifestaba que ya se procedía a la desocupación del puerto de Veracruz por las fuerzas de los Estados Unidos; y en ese mensaje no se hacía expresión alguna respecto a condiciones para efectuar dicho acto. Además el Primer Jefe dio instrucciones amplias al general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, para que, como su representante, arreglara con la persona designada por el gobierno americano la entrega del puerto, estando ya de acuerdo dichos representantes en la forma de efectuar dicha entrega, y habiendo ya, por otra parte, expedido el general Aguilar un manifiesto por el que se declaró que eran de otorgarse garantías a los habitantes del pueblo de Veracruz. No puede, en consecuencia, el ciudadano Venustiano Carranza hacer declaraciones o manifiestos en que se cumplan las peticiones del gobierno americano, puesto que los asuntos a que estas peticiones se refieren deben ser de iniciativa exclusiva de las autoridades mexicanas, pues que, tomando un carácter internacional, como en el caso presente, afectarían la soberanía interior de la República.[*] Estimando el Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión que este asunto debe terminarse satisfactoriamente, para la mejor armonía de ambos países, encarezco a Vuestra Excelencia se sirva expresar al departamento de Estado de Washington tenga a bien, manteniendo su acuerdo explícito del 15 de septiembre, fijar la fecha de la evacuación del puerto de Veracruz por las fuerzas de los Estados Unidos de Norteamérica, dando instrucciones a su representante, para que de acuerdo con el general Aguilar, proceda a ultimar los arreglos respectivos acerca de la evacuación de Veracruz. Reitero a usted, señor ministro, las seguridades de mi muy distinguida consideración. El encargado del Despacho, Fabela. Al Excmo. señor J. M. Cardoso de Oliveira…

COMENTARIO AL DOCUMENTO De acuerdo con las instrucciones precisas del Primer Jefe Carranza, concreté la respuesta del Gobierno de la Revolución en los puntos expuestos, negando al secretario del departamento norteamericano de Estado el derecho de inmiscuirse en nuestros asuntos domésticos, puesto que con tal actitud se quebrantaba nuestra soberanía nacional, de la que los revolucionarios nos sentíamos tan celosos. Al asumir tales normas de conducta los estadistas de Washington demostraban no conocer el espíritu justiciero del señor Carranza, que por ningún concepto hubiese ordenado, como tampoco lo hiciera el gobernador de Veracruz, el cobro de dobles derechos a quienes ya los hubiesen satisfecho a las autoridades de la ocupación. Pero independientemente del desconocimiento que todavía se abrigaba en Washington sobre la personalidad del jefe de la Revolución, las condiciones que se le imponían al representante del Poder Ejecutivo del Estado mexicano constituían una violación del Derecho Internacional, doble violación, pues después de hollar nuestro suelo contra todo principio jurídico, todavía se permitían el lujo que sólo los poderosos se arrogan contra los débiles, al pretender imponernos su voluntad para desagraviarnos del primer desacato cometido contra un Estado independiente del que se decían amigos.

[*]

Subraya el autor de los “Comentarios”.

Nota girada por el señor J. M. Cardoso de Oliveira, ministro del Brasil, encargado de los intereses americanos, al licenciado Isidro Fabela, encargado de la Secretaría de Relaciones, transcribiéndole la del señor Robert Lansing, secretario interino de Estado de Norteamérica, manifestando que su Gobierno no demoraría la evacuación del puerto de Veracruz, tan pronto como se le otorgaran seguridades definitivas de que habían sido aceptadas por el Primer Jefe las peticiones norteamericanas contenidas en la nota de 22 de septiembre del departamento de Estado.

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[A.I.F., F9-3.] Legación de los Estados Unidos del Brasil. México. El ministro del Brasil presenta sus cumplimientos al señor licenciado Isidro Fabela, encargado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y tiene el honor de transcribirle el siguiente mensaje, de fecha 1º de los corrientes, que acaba de recibir del departamento de Estado en Washington: “Puede usted decir al secretario interino de Relaciones Exteriores que el telegrama de este departamento fecha 15 de septiembre al cual él se refiere, expresamente manifiesta que el Presidente está haciendo los arreglos necesarios para retirar las tropas americanas de Veracruz y el mensaje del departamento de fecha 22 de septiembre fue suplementario de los arreglos que estaban bajo consideración según su propio telegrama de septiembre 15. Este Gobierno está dispuesto para proceder en cualquier tiempo a la evacuación de Veracruz, pero en vista del hecho de que ha dado promesas de obtener garantías para los ciudadanos mexicanos que fueron inducidos por el general Funston para ayudar en la administración de la Aduana y en los asuntos municipales de Veracruz, se considera moralmente obligado a cumplir sus promesas. Lo mismo es aplicable a las promesas hechas a los comerciantes con relación al cobro de dobles derechos sobre las mercancías que hayan entrado por el puerto de Veracruz. Todos los detalles relativos a los arreglos para la propuesta evacuación de Veracruz, hace tiempo están terminados, con excepción de las garantías que se pidieron al general Carranza. Este departamento de Estado entiende que el general Carranza refirió estos asuntos a la

Convención de Aguascalientes; y, en vista del hecho de que la Convención dio una respuesta favorable a las solicitudes del departamento, esperaba que no habría causa para mayor demora por parte del general Carranza. El departamento no considera que el manifiesto del general Aguilar es la resultante de sus peticiones, puesto que el Gobierno central de México podría sentirse justificado en repudiar las garantías prometidas por el general Aguilar en su manifiesto de septiembre 22; puede usted asegurar al secretario interino de Relaciones Exteriores que este Gobierno no está dispuesto a demorar la evacuación de Veracruz y que tan pronto como el general Carranza dé seguridades definitivas, de acuerdo con las peticiones contenidas en el mensaje del departamento de fecha 22 de septiembre, se fijará la fecha para la evacuación sin mayor demora. Robert Lansing (secretario interino).” Para mayor claridad tiene el gusto de acompañar copia del texto en inglés del referido mensaje y aprovecha la oportunidad para reiterarle las seguridades de su distinguida consideración. México, D. F., 2 de noviembre de 1914. Al señor licenciado don Isidro Fabela. Presente.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Este comunicado del señor Lansing, secretario de Estado de Norteamérica, ratifica que su Gobierno si bien no estaba dispuesto a demorar la desocupación del puerto de Veracruz sí deseaba condicionarla con la aquiescencia del Primer Jefe a la petición de garantías solicitada por el gobierno de Washington, tanto para los actos hacendarios de las autoridades estadounidenses de ocupación como para la tranquilidad de los mexicanos anticonstitucionalistas o servidores obsecuentes de tales autoridades públicas. Pero la pretensión yanqui era injusta, porque invadía la jurisdicción del Gobierno constitucionalista lesionando la soberanía de México. Las garantías aludidas estaban concedidas de antemano a los interesados en obtenerlas, pero sólo como acción soberana de nuestro Gobierno, que ni siquiera podía admitir que dichas acciones le fueran sugeridas por un Estado extranjero, por poderoso que éste fuese.

Oficio del general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, transcribiendo a la Secretaría de Relaciones Exteriores el mensaje de protesta de la Cámara de Comercio del puerto de Veracruz, manifestando no admitir que el gobierno de los Estados Unidos les imparta protección alguna por pago de los derechos de importación hechos a la Aduana de “facto” establecida en dicho puerto.

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[A.I.F., F9-3.]

6 DE NOVIEMBRE DE 1914 El general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, transcribió[1] a la cancillería constitucionalista, para conocimiento del Primer Jefe, el mensaje que le dirigió la Cámara de Comercio de Veracruz, refiriéndose a la cuestión de los impuestos pagados al régimen de la intervención. Decía la Cámara de Comercio, en nombre y representación de sus asociados, que tenía plena confianza en la equidad del Gobierno Constitucionalista en los tratos administrativos de éste con los causantes de impuestos; y que, además, existía el antecedente de la conducta gubernamental en casos semejantes, cuando en otras épocas Veracruz había sido ocupado por tropas extranjeras y se suscitaron los mismos problemas fiscales de 1914 al ser recuperado nuestro primer puerto por el Gobierno Federal; y que, por decoro y patriotismo, los causantes de impuestos afectados por los pagos hechos al régimen de la ocupación “no queremos ni podemos admitir que el Gobierno de los Estados Unidos nos imparta protección alguna en el punto a que venimos aludiendo, conformándonos con que sea el Gobierno de México el que sin presión de una potencia extraña resuelva…” lo justo.

COMENTARIO AL DOCUMENTO De este discurso subrayamos el periodo que vivamente impresiona por su patriotismo, al expresar: “…los mexicanos por decoro y patriotismo y los extranjeros por simpatía a este país que estimamos nuestra segunda

patria, no queremos ni podemos admitir que el gobierno de los Estados Unidos nos importa protección alguna en el punto que venimos aludiendo, conformándonos con que sea el gobierno de México… el que resuelva con justicia la exención de toda clase de derechos fiscales”. Lo que demuestra que, sobre los intereses particulares de aquellos a los que pretendía proteger el gobierno de Washington, privaba el espíritu patriótico de los habitantes de Veracruz, lo mismo nacionales que extranjeros; y eran desechados, por los supuestos protegidos, todos los intentos de los autoridades intervencionistas para mediatizarnos invocando el altruismo de su protección.

[1] Este documento está insertado íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, tomo II, pp. 92 y 93. F.C.E., México, 1958.

Respuesta dada por el Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del estado de Veracruz, a la Cámara de Comercio de nuestro primer puerto, felicitando a sus componentes por su conducta esencialmente patriótica, al rechazar las garantías que pretendía obtener del Primer Jefe el Gobierno norteamericano para condicionar la evacuación de la zona marítima ocupada.

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[A.I.F., F9-3.] De Santa Fe a Veracruz, el 7 de Nov. de 1915. Señor presidente de la Cámara de Comercio. Me he impuesto con verdadera satisfacción del ocurso de la Cámara de Comercio de esa plaza. Esperaba no sólo mi Gobierno, sino el estado y el país entero, que sufre la pena de la ocupación extranjera, este rasgo de patriotismo en los comerciantes mexicanos y de amor a la República en los elementos extraños que por razón de su vecindad tienen a nuestra nación como su segunda patria. Unos y otros están en lo justo al suponer la mejor disposición del Gobierno nacional así como del local, para resolver en el sentido de la justicia y de la dignidad nacionales, el caso que entraña una de las condiciones que se pretenden imponer a México para evacuar el puerto. Dentro y fuera del país se verá, y sin duda en el Gobierno americano, las aspiraciones patrióticas que pone de relieve la actitud de los comerciantes, secundando el esfuerzo de los buenos hijos de Veracruz y la empeñosa labor de mi Gobierno para resolver a la mayor brevedad posible nuestras dificultades internacionales. Al acusar recibo del ocurso de referencia, sírvase expresar a la Cámara de Comercio la buena nota que de ella toma el Gobierno para considerarla, llegado el caso; felicitando a los firmantes por su conducta esencialmente patriótica. Atentamente. El Gob. y Com. Militar del Estado. General Cándido Aguilar

COMENTARIO AL DOCUMENTO

El patriotismo de que siempre daba muestras el general Aguilar, se desborda emocionado en su respuesta a la Cámara de Comercio, por su dignísima actitud ante la intromisión norteamericana. Con toda razón afirmaba el adalid constitucionalista que los propios y los extraños encomiarían la conducta de los comerciantes nacionales o extranjeros que rechazaban la nunca solicitada protección de los norteamericanos.

Respuesta dada por el Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del estado de Veracruz, a los señores García de la Lama y Cía., M. R. Rodríguez, G. R. Carranza, y demás signatarios, por la actitud decorosa del pueblo veracruzano, al depositar su confianza en el gobierno de la República, para el reconocimiento de impuestos pagados a las autoridades norteamericanas de ocupación.

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[A.I.F., F 9-3.] (Copia.) De Santa Fe a Veracruz el 7 de Nov. de 1914. Señores García de la Lama y Cía., M. R. Rodríguez, G. R. Carranza y demás signatarios. Impuesto de la atenta nota de ustedes, me permito manifestarles la satisfacción de mi Gobierno respecto a su contenido; ya esperaba el pueblo mexicano ver en los veracruzanos dignos y en los extranjeros domiciliados en el puerto que tienen a México como su segunda patria, esta actitud decorosa que levanta y enaltece la dignidad nacional; hacen bien en suponer, porque para ello los antecedentes son un fundamento razonable, que el Gobierno de la República, así como el local de mi cargo, considerarán lo justo en el caso de los impuestos a que su nota se contrae, dentro de la justicia que rige sus actos; ya se verá cómo Veracruz y sus elementos que constituyen intereses creados, depositan su confianza en el Gobierno de la República, seguros de su rectitud y patriotismo. Al acusar recibo de la nota de ustedes acepten todos y cada uno de los suscritos mis parabienes por su proceder, que acusa verdadero sentimiento patrio. Atentamente. El Gob. y Com. Militar del Estado. General Cándido Aguilar

COMENTARIO AL DOCUMENTO La nota de los señores García de la Lama y Cía., M. R. Rodríguez, etc., etc., mereció la inmediata felicitación del gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, general Aguilar, porque, como él dijo, su “actitud decorosa levanta y enaltece la dignidad nacional”.

Los dos documentos se complementan en el sentido de asegurar que el estadista local no cometerá injusticias con los causantes de impuestos; por su parte, éstos aseguraban con sus manifestaciones patrióticas las normas de procedimiento que seguiría al respecto al gobernador Aguilar. (Este documento con el que sigue del licenciado Fabela no guardan el orden cronológico respectivo, porque se considera que, después de la nota de los propietarios y administradores de fincas urbanas en Veracruz, deben seguir las felicitaciones que les hacen presente tanto el gobernante estatal como el canciller del Gobierno revolucionario, documentos que en seguida se transcriben.)

Felicitación del Lic. Isidro Fabela, en representación del Ejecutivo de la Unión, D. Venustiano Carranza, a los propietarios y administradores de fincas urbanas en el puerto de Veracruz, por renunciar de un modo enérgico la protección del gobierno de los Estados Unidos, antes de evacuar dicha plaza, y que el Gobierno Constitucionalista expedirá un decreto relevándolos del pago de impuestos y contribuciones federales, a los causantes que las hubieren pagado a las autoridades americanas.

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[A.I.F., F9-3.] Orizaba, Ver., a 8 de noviembre de 1914. Con alta satisfacción recibí la nota de usted fechada antier, en la que se sirve transcribirme un memorial que le dirigieron los propietarios y administradores de fincas urbanas en el puerto de Veracruz, así como la digna y justa contestación que usted les diera. Presenté desde luego ambas notas al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, quien impuesto de ellas acordó manifestara usted en su nombre a los signatarios de dicho ocurso, que con verdadero beneplácito ha visto que los mexicanos y extranjeros radicados en el puerto de Veracruz, compenetrados de sus deberes y de los deberes del Gobierno mexicano que se honra en dirigir, renuncian de un modo enérgico la protección que para ellos ha pedido el gobierno de los Estados Unidos antes de evacuar aquella plaza, manifestando explícitamente que se atendrán en lo absoluto, sobre el pago de impuestos satisfechos a las autoridades extranjeras, a las resoluciones que el Gobierno mexicano espontánea y soberanamente tenga a bien dictar. Sírvase usted, señor general, expresarles en representación del Ejecutivo de la Unión, don Venustiano Carranza, que nunca fue su ánimo el cobrar segunda vez a los causantes los mismos impuestos que ya hubieren satisfecho con anterioridad; y fundado en este propósito y como una consecuencia de la noble y patriótica actitud de ellos y la ingerencia que en el caso ha tomado la H. Cámara de Comercio de este puerto, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista expedirá un decreto por el que releve del pago de impuestos y cualquiera otra clase de contribuciones federales a los causantes que las hubieren pagado a las autoridades americanas, con

lo que el Ejecutivo habrá obrado con entera justificación y equidad, salvando en tal forma la dignidad de nuestra soberanía. Sr. Gobernador: En nombre del Primer Jefe y Encargado del Poder Ejecutivo y en el de la Secretaría de Relaciones por mí representada, sírvase usted felicitar a los signatarios de dicho memorial, quienes con su digna y patriótica actitud han honrado a la Nación honrándose a sí mismos. Reitero a usted las seguridades de mi atenta consideración y particular estimación. Constitución y Reformas. El encargado del Despacho. I. Fabela Al C. General Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del estado de Veracruz. Presente.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Cuando le di a conocer al señor Carranza la nota de los propietarios y administradores de fincas urbanas en el puerto de Veracruz, dirigió al general Aguilar, vivamente complacido del patriotismo que había inspirado dicho documento, sus felicitaciones, a las que agregué las mías; pues el paso dado por aquellos caballeros abría las puertas para una solución práctica que aprovechó debidamente el Primer Jefe para solucionar el conflicto con los Estados Unidos, que parecía no tener salida. En este documento se expresó, como lo dijimos anteriormente, “que nunca fue su ánimo (del señor Carranza) el cobrar por segunda vez a los causantes los impuestos que habían satisfecho con anterioridad”.

Oficio girado por el Lic. Isidro Fabela, encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, haciendo de su conocimiento el acuerdo tomado por el Primer Jefe, Encargado del Poder Ejecutivo, para expedir un decreto concediendo la exención de impuestos federales cubiertos a las autoridades de facto del puerto de Veracruz, durante su ocupación por fuerzas americanas, como una contestación a los memoriales de la Cámara de Comercio y de los propietarios y administradores de casas del citado puerto, por su acendrado patriotismo.

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[A.I.F., F9-3.] Orizaba, Ver., a 8 de noviembre de 1914. Tuve el honor de presentar para su acuerdo al Primer Jefe, la nota de usted de 6 del actual, en la que inserta para conocimiento de dicho Primer Jefe la comunicación que la H. Cámara de Comercio del puerto de Veracruz envió a usted, relacionada con la solicitud del departamento de Estado en Washington, sobre la desocupación de Veracruz por las fuerzas de los Estados Unidos. El ciudadano Venustiano Carranza me ha instruido para que en su nombre exprese a usted que ha sido para él profundamente satisfactorio el que, mientras el Gobierno americano imponía como condición, para que sus tropas evacuaran aquel puerto, la protección de nuestras autoridades a los habitantes de Veracruz por lo que se refiere a los impuestos fiscales, esa H. Corporación declara no querer ni poder aceptar que un Gobierno extranjero le imparta protección alguna, conformándose con que nuestras autoridades, sin presión de potencia extraña, resuelvan en justicia lo que estimen conducente. Al mismo tiempo me es grato, señor gobernador, poner en su conocimiento que, como una contestación a los memoriales de la Cámara de Comercio y de los propietarios y administradores de casas de la ciudad de Veracruz, inspirados en el más acendrado patriotismo y en una plena confianza por la conducta de nuestras autoridades, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista expide hoy un decreto en el que concede la

exención de impuestos federales que hubieren sido pagados a las autoridades de facto del puerto de Veracruz durante su ocupación por fuerzas americanas. En cuanto a las contribuciones de carácter local que dependen de la soberanía de su Gobierno, usted, señor gobernador, dictará las medidas que su recto criterio le aconseje, no dudando que serán acordes con el espíritu de las justas contestaciones que ha tenido a bien dirigir a los autores de los ocursos antes mencionados. Será muy grato al Primer Jefe sea usted el digno conducto por el que reciba las sinceras felicitaciones de aquel alto mandatario la Cámara de Comercio del puerto de Veracruz, por su nota demostrativa de la dignidad y del patriotismo de todo buen mexicano. Sírvase usted, señor gobernador, aceptar con mis cordiales congratulaciones por su loable y trascendente labor en este asunto, las seguridades de mi atenta y distinguida consideración y personal aprecio. Fabela Al C. general Cándido Aguilar…

COMENTARIO AL DOCUMENTO Después de la actitud asumida por los representantes de distintos sectores del pueblo veracruzano, que se negaron a recibir desde un principio la protección del Gobierno norteamericano, sometiéndose por anticipado a las resoluciones que sobre los asuntos relativos dictaran las autoridades locales y el Jefe de la Revolución, el señor Carranza no vaciló en expedir los decretos que en páginas posteriores se insertan, como una consecuencia, no de las exigencias indebidas de los invasores de nuestra patria, sino como resultado del patriótico impulso de los que se negaban con el vivo gesto nacionalista a recibir favores del gobierno de la ocupación. De esta suerte el incidente internacional surgido entre el Gobierno de Washington y el del señor Carranza se solucionó fácilmente en el sentido de dar término a las protestas que opusiera la secretaría estadounidense de Estado para desocupar Veracruz, dando, por otra parte, satisfacción plena a los causantes del puerto y a los empleados que sirvieron a las autoridades norteamericanas, aun cuando, notoriamente, el personal mexicano que prestó su colaboración servil al invasor incurrió en una falta contra México.

Decreto expedido por D. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, concediendo a los habitantes del puerto de Veracruz exención de los impuestos y contribuciones federales que ya hubieran pagado a las autoridades norteamericanas que ocuparon la plaza temporalmente.

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[A.I.F., F9-3.]

8 DE NOVIEMBRE DE 1914 Don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, considerándolo conveniente para el Estado y los causantes de impuestos que hubieren pagado éstos al régimen de la ocupación norteamericana; y en atención a que los ciudadanos afectados renunciaron la protección que pretendía impartirles el gobierno de los Estados Unidos, decretó[1] lo siguiente: 1º Que al ocupar las autoridades mexicanas el puerto de Veracruz, no exigirían a los habitantes del mismo el pago de impuestos o contribuciones locales o federales que ya hubieran sido pagadas a las autoridades extranjeras del régimen de la intervención. 2º Que para gozar de la exención decretada bastaría con que los causantes interesados presentaran los recibos con los que acreditaran haber pagado a la administración pública extranjera sus impuestos y contribuciones respectivas.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, p. 94. F.C.E., México, 1958.

Decreto expedido por D. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, concediendo indulto general a las personas que hubieran servido como empleados en los ramos de la Administración Pública, durante la ocupación de Veracruz por fuerzas norteamericanas.

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[A.I.F., F9-3.]

9 DE NOVIEMBRE DE 1914 Don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de los Estados Unidos Mexicanos, considerando que los empleados mexicanos y extranjeros que prestaron sus servicios al régimen de la ocupación norteamericana reconocían que sólo al Gobierno nacional tocaba resolver las cuestiones de orden interior en lo que se refería al castigo o indulto de las personas que, como ellos, habían prestado servicios a las autoridades extranjeras, y que aceptaban estar conformes con lo que decidiera el Gobierno nacional respecto a su situación con tal de no ser un obstáculo para la desocupación de Veracruz; y que su actitud patriótica los hacía acreedores a ser indultados por las penas en que hubieren incurrido, decretó[1] un indulto general a todas las personas que hubieran trabajado en los diversos ramos de la administración pública de la autoridad intervencionista.

[1] Este documento se insertó íntegro en la Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, p. 95. F.C.E., México, 1958.

Telegrama del Lic. Isidro Fabela, encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones, citando al señor J. M. Cardoso de Oliveira, ministro plenipotenciario del Brasil, para celebrar una conferencia.

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[A.I.F., F 9-3.] (Telegrama.) (copia) Córdoba, el 9 de noviembre de 1914. Para México. Legación del Brasil. Al enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Brasil y encargado de los intereses americanos en México, su excelencia J. M. Cardoso de Oliveira. Teniendo importantes notas que comunicar a su excelencia para que por su muy digno conducto lleguen a conocimiento del Departamento de Estado en Washington, me permito suplicarle se sirva acudir a la Secretaría de Relaciones, para tener el honor de celebrar una conferencia telegráfica en las oficinas de la misma Secretaría, mañana por la mañana, a las nueve. Agradeciéndole anticipadamente su atención y dándole excusas por inferirle tal molestia. El encargado del Despacho. Isidro Fabela

Oficio del Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del estado de Veracruz, manifestando a don Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, adjuntarle el original de la exposición hecha por el pueblo veracruzano, acerca de la desocupación del puerto.

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[A.I.F., F9-3.] Original acompaño a usted la exposición que el pueblo de Veracruz le hace por mi conducto al respecto de la ocupación de aquel puerto por las fuerzas americanas. Por el deseo vehemente de hacer conocer a usted la actitud del mismo pueblo, no han esperado los iniciadores de tal exposición, recoger mayor número de firmas; pero en otro ejemplar que ha quedado en Veracruz, se sigue firmando. Protesto a usted mi atenta consideración y respeto. H. Córdoba, noviembre 10 de 1914. El gobernador y comandante militar del Estado. C. Aguilar. Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo. Presente.

Petición presentada por el Sr. F. Enríquez H., y demás signatarios, empleados en el régimen americano en Veracruz, manifestando al Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, su propósito de no resultar un estorbo para solucionarse los inconvertientes que en concepto del Gobierno americano, surgen para la desocupación del puerto de Veracruz.

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[A.I.F., F9-3.] Con esta fecha he recibido de los subscriptores empleados en el régimen americano en Veracruz, el siguiente comunicado: “C. General Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado. Hemos tenido conocimiento de que entre las condiciones expuestas por el Gobierno americano figura la que se refiere a nuestra situación como empleados del régimen impuesto por las fuerzas de ocupación. Si circunstancias muy especiales nos pusieron en condiciones de servir a este régimen bajo el criterio de que no habiendo declaración de guerra y sí muy buena disposición respecto a la revolución popular, de la cual formó usted parte esencial, esto no quiere decir que nos veamos en el extremo de aceptar la tutoría extranjera, en asuntos de competencia meramente nacional, tanto más cuanto que tenemos la convicción de no haber afectado el sentimiento de decoro patrio. No es de esperarse castigo alguno por los servicios prestados por nosotros más bien a la sociedad y a la Nación, puesto que restamos con ello el exclusivo entronizamiento; pero en el caso de que así fuere nos conformaremos con él, antes de ser un obstáculo al propósito eminentemente patriótico de conseguir en breve la desocupación de este puerto. Entendemos que a la Soberanía Nacional toca resolver semejantes cuestiones de orden interior, inspirados por un vivo sentimiento de nacionalismo, pedimos a usted tenga en cuenta la declaración consignada en las presentes líneas, en el sentido de resolver el conflicto internacional dentro de los arreglos pacíficos diplomáticos iniciados, pero sin afectar nuestra soberanía republicana y sin menoscabo de la sagrada independencia de nuestra Nación. Suplicamos a usted, señor gobernador, lo diga así al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, interponiendo cerca de él sus buenos oficios para que al ser atendidos en justicia, se vea la expresión de patriotismo que nos mueve, y con afán de borrar las malas

interpretaciones que se han venido dando a nuestra conducta anterior. Si la necesidad o el error nos llevaron a un paso torpe, no lo fue jamás con el conocimiento de indignidades, y no lo será nunca, cuando se trate de solucionar estas graves dificultades de carácter internacional sin que se afecte en lo más mínimo la soberanía y con ello el decoro de la República. Protestamos a usted nuestros respetos y consideraciones. H. Veracruz, a 9 de noviembre de 1914. Los empleados. F. Enríquez, H. M. Ceballos, E. C. García Llanos, Antonio C. Motl, Francisco Daniel, Ramón Castillo, Fernando Vaca, C. Espinol, José Jiménez, Gustavo García, Pablo San Germán, F. Martínez Carrión, L. Z. O. González, Carlín Felipe, Rafael Morán, M. Ocampo, A. G. Ulibarri. Siguen más firmas.” Lo que me permito transcribir a esa Secretaría de su digno cargo, para conocimiento del C. Primer Jefe y Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, acompañándole la contestación que este Gobierno se sirvió dar al referido ocurso. H. Córdoba, a 10 de noviembre de 1914. El gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz. General C. Aguilar. Al C. encargado de la Secretaría de Relaciones.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Los mexicanos desaprensivos que prestaron sus servicios a las autoridades norteamericanas de ocupación, recurren al subterfugio cuando aducen que la “muy buena disposición” de los Estados Unidos “respecto a la revolución popular” mexicana, puede justificar el olvido de su patriotismo y el error que los indujo a servir dócilmente a los ultrajadores de nuestra soberanía. Por fortuna, el número de tales mexicanos fue limitado, pues la mayoría de la población porteña mantuvo una conducta digna que no pudieron quebrantar las dádivas deshonrosas de los invasores.

Respuesta dada por el Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, al Sr. F. Enríquez H. y demás signatarios del ocurso dirigido al C. Primer Jefe, en que manifiestan su propósito de no resultar un estorbo para solucionar los inconvenientes que en concepto del Gobierno americano surgen con motivo de la desocupación del puerto de Veracruz.

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[A.I.F., F9-3.] Me he impuesto de la atenta nota de Uds. de fecha 9 del mes en curso y en la que se sirven manifestar al Gobierno de mi cargo su patriótico deseo respecto de las dificultades internacionales para solucionar, dentro de la dignidad y el decoro patrios, los inconvenientes que en el concepto del Gobierno americano surgen con motivo de la desocupación del puerto de Veracruz. Exponen Uds. su propósito de no resultar un estorbo en los arreglos definitivos que en las cancillerías de una y otra nación se están llevando a cabo a fin de solucionar el referido problema internacional. En efecto, según Uds. se sirven exponerlo, entre las condiciones expuestas para verificar la evacuación del puerto encuéntrase la de garantizar a quienes han servido al régimen americano en Veracruz, siendo mexicanos, una línea de conducta que no afecte a sus intereses ni a sus personas, sin embargo de las prescripciones legales relativas al servicio de ciudadanos mexicanos dentro de un régimen extranjero. Tomando en consideración las razones anotadas por Uds. en el ocurso de referencia, he transmitido la nota que suscriben al Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, a fin de que determine sobre el particular, apoyando según se solicita los conceptos en que fundan su demanda de referencia. Como quiera que las bases fundamentales de su petición descansan en razonamientos de un carácter especial, inspirado en sentimiento del decoro patrio, poniéndose de relieve la buena fe con que han procedido sin menoscabo de la dignidad nacional, no he vacilado en prestar el apoyo de su demanda; recomendándolo en este sentido al ciudadano Primer Jefe, para que sea tomado en cuenta en sus determinaciones ulteriores sobre el particular. Réstame decir a Uds. mi satisfacción por el rasgo de patriotismo que inspira el comunicado que contesto, y que seguramente desvanecerá, en

favor de vuestro patriotismo, las torcidas interpretaciones que hubiesen podido darse a la conducta anterior seguida por Uds. En breve me será grato comunicarles el resultado final de vuestras gestiones en este asunto. Constitución y Reformas. H. Córdoba, Ver., noviembre 10 de 1914. El Gob. y Com. Mtar. del Estado de Veracruz. General C. Aguilar. A los C.C. F. Enríquez H., M. Ceballos E., E. García Llanos, y demás firmantes.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La respuesta del Gral. Aguilar a los mexicanos que fueron servidores de las autoridades norteamericanas que ocupaban el puerto de Veracruz, denota el buen juicio del jefe constitucionalista, que no deja de recordarles a los signatarios del ocurso lo prescrito por las leyes nacionales respecto “al servicio de ciudadanos mexicanos dentro de un régimen extranjero”, no obstante lo cual no vacila en “apoyar” la actitud de nuestros connacionales reconciliados con los deberes patrios, recomendándolo así al C. Primer Jefe, para que sea tomado en cuenta en sus determinaciones ulteriores sobre el particular”. ¡Cómo quedan manifiestas la energía y la bondad del ciudadano que fue paradigma de los hombres que hicieron la Revolución! A fin de cuentas, los ex-empleados de la administración estadounidense de ocupación, obtuvieron el indulto dictado por la Primera Jefatura Constitucionalista. Pero el baldón de su conducta no lo olvidarán nunca ni México ni Veracruz, mientras el mundo exista.

Telegrama del Lic. Isidro Fabela, encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, transcribiendo al Lic. Rafael Zubaran Capmany, en Washington, D. C., la nota enviada al ministro del Brasil, conteniendo las peticiones cambiadas entre la Cámara de Comercio, los propietarios de fincas urbanas, los empleados de Veracruz, el gobernador del Estado, y la precitada secretaría, con sus resoluciones acordadas por el Gobierno Constitucionalista.

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[A.I.F., F9-3.] (Telegrama.) Córdoba, Ver., 10 de noviembre de 1914. Sr. Lic. Rafael Zubaran. Legación Mexicana. Washington, D. C. Transcribo a usted la nota que en estos momentos envío al Ministro del Brasil: “Refiriéndome a la nota de su excelencia fechada el 2 de noviembre, relativa a la desocupación de Veracruz por fuerzas de los Estados Unidos de América, por acuerdo del ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo, tengo el honor de manifestar a su excelencia lo siguiente: ”La Cámara de Comercio, los propietarios de fincas urbanas del puerto de Veracruz así como los empleados que han prestado sus servicios en distintos ramos de la administración pública en ese puerto durante su ocupación por fuerzas americanas, se dirigieron al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, expresando que los causantes de impuestos se conformarán con las resoluciones que el Gobierno nacional dictare respecto al cobro de los derechos fiscales ya satisfechos a las autoridades americanas que han funcionado en esa ciudad, y que los empleados de referencia se someterán a las disposiciones que sobre ellos dictaren las autoridades mexicanas. El C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, señor don Venustiano Carranza, en vista de la actitud de la Cámara de Comercio, de los propietarios de fincas urbanas y de los empleados referidos, por creerlo así conveniente para los intereses nacionales, dictó con fechas 8 y 9 de este mes, los siguientes decretos: … (Aquí se insertaron los decretos aludidos, documentos números 80 y 81 de

esta obra.) Por su parte, el C. Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, teniendo en cuenta las mismas razones que el C. Primer Jefe, con fecha de hoy ha expedido el siguiente decreto: (En seguida se transmitió el decreto relativo, documento número 86 de esta obra). En atención que se han expedido por el Gobierno mexicano los decretos que tengo el honor de transcribir a su excelencia, desaparecen las causas que el departamento de Estado del Gobierno americano señalaba para que las fuerzas de los Estados Unidos continuaran ocupando el puerto de Veracruz. En consecuencia, el C. Primer Jefe espera que, como lo ofrece en su nota del 2 de noviembre el departamento de Estado en Washington, no retardará más la evacuación de Veracruz y se procederá desde luego a su desocupación. Protesto a Ud. las seguridades de mi atenta y muy distinguida consideración… Isidro Fabela. Después transmitiré a Ud. la contestación que dio el gral. Aguilar al ocurso de los empleados de Veracruz. El ministro del Brasil contestóme lo siguiente: (Texto contenido en el Documento Nº 86, que sigue.) Salúdolo afectuosamente.” Fabela

COMENTARIO AL DOCUMENTO Como se desprende del contenido de mi nota telegráfica, en el ánimo del Encargado del Poder Ejecutivo de la República sólo privaba un deseo: ver desocupado Veracruz de los intervencionistas yanquis. Para alcanzar esta elevada finalidad presentaba pruebas apodícticas argumentando la razón de los ultrajados derechos nacionales ante la extraña testarudez del gobierno de Washington.

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Felicitación del Sr. J. M. Cardoso de Oliveira, ministro del Brasil, al Lic. Isidro Fabela, por las resoluciones contenidas en su nota. [A.I.F., F9-3.]

(Telegrama.) México, D. F. Sría. Relaciones. Nov. 10 de 1914. Sr. Lic. Isidro Fabela. Córdoba, Ver. Le saludo cordialmente y felicito por las buenas resoluciones contenidas en su nota que será transmitida inmediatamente a Washington. Para ganar tiempo tengo aquí un empleado de la Legación que la va traduciendo según se ha estado recibiendo. Dígame si se le ofrece algo más. Espero. Cardoso de Oliveira. Ministro del Brasil.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La actitud intransigente del estadista señor Carranza mantuvo despierta la atención de los diplomáticos hispanoamericanos hasta el punto de que los representantes de las naciones mediadoras en el conflicto, manifiestan sin ambajes la especial importancia que conceden a los mensajes que por su conducto transmite la cancillería mexicana a la estadounidense, cuando, por ejemplo, asienta el señor Cardoso de Oliveira en el texto del documento comentado aquí: “Para ganar tiempo tengo aquí un empleado… que… va traduciendo…” la nota del Gobierno Constitucionalista para Washington. Debe satisfacer a los mexicanos que las acciones internacionales del señor Carranza merezcan destacarse, por su importancia humana, en el horizonte diplomático del segundo semestre de 1914, precisamente a tiempo de que algunas potencias militares de primera categoría afrontaban con las armas en la mano los ataques a sus derechos nacionales y la invasión de sus territorios sin alentar esperanzas de ver resueltos, pronto, sus conflictos.

Comunicación girada por el Lic. Isidro Fabela, encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al Gral. Cándido Aguilar, gobernador del Estado de Veracruz, haciendo de su conocimiento el acuerdo dictado por D. Venustiano Carranza, indultando a todos los empleados que prestaron sus servicios al régimen americano durante la ocupación del puerto de Veracruz.

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[A.I.F., F9-3.] Córdoba, Ver., 10 de noviembre de 1914. En contestación a la nota de usted en que se sirve transcribirme la que a usted dirigieron varios empleados que han prestado sus servicios en distintos ramos de la administración pública en el puerto de Veracruz, durante su ocupación por fuerzas de los Estados Unidos de América, me es honroso manifestarle que el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, se enteró con satisfacción de la conducta patriótica de los expresados empleados al manifestar con toda justicia, como lo hacen, que no quieren ser un obstáculo al propósito eminentemente patriótico de conseguir en breve la desocupación de Veracruz, atendiendo a que la Soberanía Nacional es la única a quien corresponde resolver las cuestiones de orden interior, como son las que se refieren a las garantías que el Gobierno americano pide para ellos antes de evacuar dicho puerto. En vista de la actitud digna y patriótica de los empleados de referencia, el C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, ha tenido a bien expedir mi decreto, del cual tengo el honor de acompañar a usted una copia, por el que, como usted se servirá ver, se indulta a todos los empleados que estuvieron en las mismas condiciones que los signatarios del memorial que usted me transcribió. Al participar a usted lo anterior, señor general, me es grato manifestarle una vez más mis felicitaciones por la actitud digna de los habitantes del puerto de Veracruz, reiterándole las seguridades de mi atenta consideración y particular aprecio. Constitución y Reformas. El encargado del Despacho de Relaciones Exteriores. Fabela.

Al C. general Cándido Aguilar, comandante militar y gobernador del Estado de Veracruz.

Decreto expedido por el general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado de Veracruz, para que no se cobrara nuevamente a los habitantes del puerto de Veracruz los impuestos fiscales, tanto del Estado como del Municipio, que éstos hubieran satisfecho a las autoridades de la ocupación militar norteamericana.

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[A.I.F., F9-3.] Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado Libre y Soberano de Veracruz, en ejercicio de las facultades de que me hallo investido; y CONSIDERANDO: Que el Gobierno de mi cargo tiene el deber de dispensar su protección a los que hayan pagado impuestos fiscales en el puerto de Veracruz a las autoridades americanas; y esta protección debe extenderse a no cobrar los impuestos ya satisfechos, como una medida que reclama la equidad; Considerando: Que una gran mayoría de los residentes en el citado puerto reconocen que el gobierno mexicano es el único que debe ampararlos y protegerlos, y se acogen a su benignidad como acto de verdadero patriotismo. Por estas consideraciones he tenido a bien expedir el siguiente Decreto: Artículo primero: Al evacuar las autoridades americanas el puerto de Veracruz y ser ocupado por las autoridades mexicanas, no se exigirá a sus habitantes el pago de impuestos fiscales tanto del Estado como del Municipio, cualquiera que fuere la naturaleza de ellos, que se hubieren satisfecho anteriormente a las autoridades extranjeras durante el tiempo que ocuparon esa plaza. Artículo segundo: Para gozar de la franquicia que concede este Decreto, bastará que los causantes presenten a las oficinas respectivas los documentos que justifiquen los pagos hechos a los funcionarios y empleados de la época de la ocupación por fuerzas americanas. Por tanto, mando se publique y circule para su debido cumplimiento. Dado en la H. ciudad de Córdoba, a los diez días del mes de noviembre de mil novecientos catorce. El general C. Aguilar. José Domínguez, subsecretario de Gobierno.

COMENTARIO AL DOCUMENTO La equidad, norma del gobernante, inspira los decretos federales o estatales promulgados por los jefes constitucionalistas en el caso de la desocupación norteamericana de Veracruz. Por esta razón, los residentes en el pueblo heroico tenían confianza en que “el gobierno mexicano” era el único que debía “ampararlos y protegerlos” con la fuerza del derecho.

Instancia de José González y demás firmantes, a nombre del pueblo veracruzano, robusteciendo las gestiones del Primer Jefe, don Venustiano Carranza, para la desocupación del puerto de Veracruz por las fuerzas norteamericanas.

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[A.I.F., F9-3.] C. General Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del Estado Libre y Soberano de Veracruz-Llave. Los ciudadanos que suscribimos, a nombre del pueblo veracruzano, tenemos el honor de dirigirnos a usted, para que se sirva hacer llegar hasta el ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, la presente instancia, con el fin de que sea conocido el justo anhelo de este mismo pueblo que robusteciendo las gestiones del propio C. Primer Jefe ha tenido a bien hacer en diversas ocasiones, estima honroso pedir, con todo derecho y justicia, la desocupación de esta ciudad por las fuerzas de los Estados Unidos del Norte, petición que hace después de una prudencia sin límites para recobrar su independencia conquistada por toda la República a tan alto precio y para que nuestra patria se sienta libre de intervención extraña. El señor presidente de los Estados Unidos del Norte, con la desocupación de este puerto, habrá tenido oportunidad de que la historia, con su fallo inexorable, no lo señale mañana en posición desairada, imponiendo sobre toda lógica, razón y justicia, la lógica de la fuerza bruta, tratándose de un pueblo valiente y arrojado al que tan debilitado tienen sus luchas interiores. El pueblo veracruzano, al que más directamente lesiona la ocupación de la ciudad, no estuvo, no está, ni estará jamás conforme con la humillante situación en que lo ha colocado la determinación del mandatario americano, con tanta mayor razón, cuanto que ni este pueblo en lo particular, ni el pueblo mexicano en general son responsables de actos ejecutados con la aquiescencia del llamado Gobierno anterior, que acaba de caer. Si fue a todas luces injustificada la ocupación de esta ciudad por las fuerzas de los Estados Unidos del Norte, la permanencia de ellas en los actuales momentos resulta atentatoria a la vez que inexplicable, por no existir ya las causas invocadas ni otra alguna que la justifique.

La permanencia de dichas tropas en esta ciudad, por lo improcedente y por lo que en sí tiene de humillante, lastima profundamente nuestra personalidad como hijos de un país que conquistó su independencia y su libertad en épicas jornadas y que tiene derecho, dicho sea de paso, con todo comedimiento, a que se le respete y se le guarden las consideraciones compatibles con su dignidad, con su historia y con las relaciones de amistad que aún cultiva con la gran nación americana. El incidente provocado por la aprehensión de algunos marinos de la Armada norteamericana en el puerto de Tampico, fue considerado por el señor Presidente de los Estados Unidos como grave ofensa a la bandera americana; y así lo demostró el hecho de haber apoyado las pretensiones del señor almirante Mayo, al exigir éste que, en desagravio, fuera saludado el pabellón de las barras y estrellas con salvas de veintiún cañonazos. No consideramos oportuno ni conveniente entrar en disquisiciones respecto del derecho que hayan tenido las tropas del general Victoriano Huerta para proceder en la forma que lo hicieron; pero sí nos asiste razón para asegurar, como asegurado y comprobado está por eminentes autoridades en Derecho Internacional, que siendo aquél un acto ejecutado por disposición de un subalterno de Victoriano Huerta, no teniendo éste otra representación que la que él mismo se había adjudicado por medio de la violencia, a quien nunca llegó a reconocer como Gobierno legal el mismo señor Presidente americano, ninguna responsabilidad tuvo el pueblo mexicano de aquel incidente y era, en consecuencia, injustificado que el pabellón mexicano y las bocas de fuego de nuestros buques de guerra, destinados a sostener nuestras instituciones, se plegaran el uno y conmovieran estruendosamente el alma nacional las otras, para borrar una ofensa que, en caso de haber existido, nunca pudo ni debió ser considerada como resultado de incorrección por parte de México, ni inferida aquella ofensa por un representante suyo dentro del término legal del vocablo. En resumen: no ha existido ofensa alguna por parte del pueblo mexicano contra el honor ni contra la dignidad de los Estados Unidos del Norte y, por tanto, no existió el motivo que había de ser invocado para realizar procedimientos ulteriores. Las dificultades surgidas no entre dos naciones amigas, sino entre un llamado gobernante y otro investido con la representación legal de más de 60 millones de ciudadanos, no eran causa bastante para suponer que se llegara a atentar contra la soberanía de nuestra patria, porque con ello juzgábamos entonces que se crearía una gran corriente de odios y rencores entre esas dos naciones que, por su situación geográfica, por sus

intensas relaciones comerciales y por sus constantes protestas de amistad, estaban obligadas a guardarse profundo respeto, no habiendo, por su parte, la República Mexicana, dado motivo para que, ni remotamente, se intentase siquiera faltar a su decoro. Extraordinaria sorpresa causó a los habitantes de Veracruz el desembarque de un regular número de marinos armados y su resolución en acatamiento a órdenes emanadas de Washington, de apoderarse de las principales oficinas federales: el Correo, la Oficina de Telégrafos, la Aduana y también de la Estación Terminal. Los hechos se desarrollaron tan súbita como inesperadamente: unos cuantos hombres del pueblo y escasa tropa federal contuvieron por más de veinticuatro horas el agravio que con el hecho señalado se hacía a nuestra patria, y cuando el pueblo se agrupaba en derredor del edificio de la Comandancia Militar solicitando armas para defender el suelo hollado, se le contestó que no había armas, enterándose a la vez, de que el representante de Victoriano Huerta, el general Gustavo A. Mass, comandante militar de la Plaza, huía en esos momentos con su Estado Mayor, mientras que un grupo reducido de hombres le cubría la retirada. Es seguro que, si el pueblo hubiera sospechado siquiera cuál era la resolución de las tropas americanas, se habría aprestado a la defensa con la debida anticipación, haciendo uso de un derecho legítimo; habría puesto a salvo a las mujeres y a los niños, y aun sin la cooperación del jefe militar cobarde, habría pagado muy cara su vida; mas ¿quién hubiera sospechado que sin previa declaración de guerra el señor Presidente de los Estados Unidos del Norte habría de ordenar el desembarque de tropas, para ocupar edificios pertenecientes a la nación mexicana y no de la propiedad particular de Victoriano Huerta? Con la realización de ese hecho de guerra, sin previa declaración y sin motivo alguno que lo haya justificado, no sólo se estimó culpable al pueblo mexicano de actos que no provocó, sino que se le ha inferido ofensa imponderable invadiendo su territorio, que es sagrado; lo que ha tenido que soportar hasta el presente, no por falta de patriotismo, sino por exceso de prudencia encaminado a salvar a la nación, dentro de formas amigables, de mayores dificultades. Con la ocupación de la ciudad de Veracruz, el pueblo mexicano, lejos de ser el ofensor, ha resultado ofendido en grado sumo. Nunca podrá justificarse resolución tan infundada, a no ser basada en el derecho que proporciona la fuerza; que podrá ser muy eficaz en determinadas circunstancias, pero jamás podrá ostentarse como timbre glorioso, por nuestros invasores.

Han transcurrido seis y medio meses desde el día en que dejó de ondear en los edificios públicos nuestra amada enseña nacional. El señor Presidente de la Unión Americana, sin embargo de la ofensa inferida a nuestra patria, declaró públicamente hace poco tiempo que se sentía vivamente interesado por la prosperidad del pueblo mexicano. Este pueblo recogió esas frases, en su oportunidad, pero siente con pena que la invasión de una parte de nuestro territorio por fuerzas de los Estados Unidos, sin razón alguna, está en contraposición con las frases rebosantes de amistad y concordia, salidas de los labios del señor Presidente americano. Han desaparecido las causas que, según el criterio americano, originaron la ocupación de esta ciudad, ocupación que, como veracruzanos, como mexicanos, nunca deploraremos lo bastante y que, como admiradores de las grandes doctrinas del pueblo norteamericano y del respeto que se dice allí se tiene a la justicia, sentimos de todas veras el fallo que sobre el mencionado incidente dicta la historia. El Gobierno ilegal de Victoriano Huerta no existe ya; y, sin embargo, se recrudece la ofensa inferida a México. Las fuerzas americanas permanecen aún en Veracruz, considerando nosotros que ha llegado el momento de que el señor Presidente de los Estados Unidos del Norte conozca nuestra verdadera situación no por los informes de sus delegados especiales, cuya personalidad ni merece respeto, pero siempre encontrarán justificados los procedimientos empleados; no por los informes de algunos de sus elementos oficiales, actualmente en Veracruz, que tienen que ser inconcusamente contrarios a nuestro doloroso trance para desarrollar negocios lucrativos; no por las gestiones de los que al amparo de los fusiles americanos pueden atender a sus necesidades con menor gasto que fuera del país; no por los amigos de Victoriano Huerta, quienes, diseminados por todos los ámbitos de la gran nación americana, nos presentan como a los cafres, dispuestos al exterminio; no por solicitudes de los que a la sombra del Gobierno pasado formaron en pocos meses respetables fortunas; no por indicaciones de los que aborrecen a nuestra raza; no por la perversión de los que, lejos del poder que indebidamente tuvieron entre sus manos, desean hoy por despecho la ruina de nuestra República, sino por la exposición franca, concienzuda, honrada y viril del pueblo veracruzano, del pueblo entero del país que no tienen otra ambición que la de ver a la patria enteramente libre, poner la dirección de los negocios públicos en manos inmaculadas, para que haya orden, moralidad y justicia, sobre todo justicia, que es la base fundamental sobre que descansa el progreso de los pueblos; que desea ardientemente una

franca prosperidad nacional y ser dueño y señor de esta parte del mundo, con que lo regaló la naturaleza, y que día a día siente su alma inundada de dolor y de infinita amargura, cuando ve circular por las calles de la heroica ciudad a las tropas invasoras y ocupadas las oficinas públicas por oficiales americanos y se convence con pena inenarrable que la ofensa inferida, en vez de aminorar, ahonda sus raíces. Este pueblo cuya conducta morigerada hasta el presente ha evitado complicaciones de carácter grave entre las dos naciones, hace saber, con todo respeto, al señor Presidente de los Estados Unidos del Norte, que se considera hondamente lastimado con que las tropas americanas permanezcan en la ciudad. Hace constar su protesta más solemne contra la humillación que se le está infligiendo a nuestra nacionalidad; que si la ocupación de esta Plaza fue llevada a cabo sin razón ni derecho alguno, como ha sido demostrado en el cuerpo de esta nota, con mucha menor razón deben continuar esas tropas en territorio mexicano, pues proceder en sentido contrario sería tanto como nulificar las protestas de amistad que el señor presidente Wilson ha lanzado ante la faz del mundo entero respecto de nuestra patria. El señor Presidente de los Estados Unidos del Norte impone como condición para que la ciudad sea desocupada: Primero. Que no sean cobrados nuevamente los derechos aduanales, ni las contribuciones federales del Estado y municipales, a las personas que durante la ocupación americana los hayan satisfecho. Segundo. Que se dé completa garantía a los intereses de los mexicanos que actualmente residen en el puerto, y que se garantice la vida de los que hayan sido hostiles al movimiento constitucionalista. Tercero. Que sea declarado por el Jefe del Poder Ejecutivo de nuestra nación, por medio de un Decreto especial, que los mexicanos que han servido bajo las órdenes del gobierno americano no han cometido acto perjudicial alguno y, por lo tanto, no debe perseguírseles. Cuarto. Que aunque el manifiesto del señor general Cándido Aguilar está de acuerdo en cierta parte con los propósitos que persigue el gobierno americano, se hace necesario que el Gobierno general ratifique las declaraciones aceptadas en el mencionado manifiesto. Respecto del primer punto la Cámara de Comercio de esta ciudad ya manifiesta, en documento por separado, que declina la protección que desea impartirle el gobierno americano, por estar absolutamente convencida de que no se le cobrarán nuevos derechos de importación, pues tiene confianza plena en la seriedad y honradez del actual gobernador y comandante militar constitucionalista al hacer sus

declaraciones. Por otra parte, los causantes de otras contribuciones presentarán simultáneamente con la exposición de la Cámara Nacional de Comercio, un memorial en idéntico sentido. En cuanto al segundo punto el pueblo veracruzano puede asegurar, por su honor, que tendrán completa garantía todos los habitantes tanto nacionales como extranjeros, sin tener en cuenta la poca simpatía que algunos de ellos hayan sentido por el movimiento revolucionario, con tal de que en lo futuro se manifiesten respetuosos con la nueva organización política y no hagan obstrucción al desarrollo de los planes del nuevo Gobierno. El señor presidente Wilson debe considerar, que si los señores comerciantes y causantes de diversas contribuciones confían en lo declarado por el señor gobernador del Estado, al no aceptar la protección que les quiere dispensar el gobierno americano, es motivo poderoso para asegurar que todas las declaraciones contenidas en el manifiesto del señor general Aguilar serán cumplidas con honradez y fidelidad; pero no debe exigirse, sin lastimar una vez más la soberanía de nuestra patria, que no sean juzgados por las cortes de justicia los individuos que hayan cometido algún delito, pues tal procedimiento, además de inmoral, colocaría al nuevo Gobierno en posición falsa y poco respetable y lo inhabilitaría para castigar a los delincuentes en lo futuro, pues todos ellos pretenderían ampararse con el manifiesto que se exige; y lo que sería más grave y lo que sería monstruoso, se coartaría el derecho inalienable de los tribunales de la República para aplicar sus leyes, creadas y sancionadas por medio de procedimientos legales y reconocidas por todo el mundo civilizado. Refiriéndonos al tercer punto, consideramos que la exigencia en él contenida, ataca también intensamente nuestro honor nacional, y llamamos respetuosamente la atención sobre otra de las declaraciones del señor general Aguilar, con relación a este punto, por el que se ve que los empleados mexicanos que han estado al servicio del gobierno americano no serán perseguidos, pues la única pena a que están afectos, por aquellos servicios, consideramos que es la interrupción, por cierto tiempo, de sus derechos como ciudadanos. En lo que concierne al cuarto punto, creemos fundadamente que no sólo se lastima una vez más nuestra dignidad nacional, sino que se ofende abiertamente la personalidad del actual gobernador del Estado. Debe tenerse en cuenta que el señor general Aguilar fue comisionado oficialmente por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, para recibir la ciudad de Veracruz, con

amplias facultades para tratar, concertar y convenir con el jefe de las fuerzas norteamericanas, y, en este concepto, cualesquiera declaración hecha por el mencionado señor general Aguilar debe estimarse como declaración oficial, en nombre de la nación, puesto que al hacerla cuenta de antemano con la autorización del señor Encargado del Poder Ejecutivo. En el protocolo que se extendería con motivo de la desocupación de la ciudad, cualquier compromiso pactado con el señor general Aguilar debe tener carácter legal, como legal es su representación. La nación entera se someterá a su fiel cumplimiento y observancia. Por todo lo expuesto, el pueblo veracruzano pide respetuosamente al ciudadano Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación Mexicana, que, en las negociaciones diplomáticas que se están llevando a cabo, se servirá interpretar la presente instancia como genuina expresión del sentir popular, pues aunque se ha manifestado prudente hasta el exceso para no entorpecer las mencionadas negociaciones, esto no significa, por ningún concepto, que esté conforme con la presencia de tropas americanas en el suelo nacional, como no lo puede estar uno solo de los mexicanos honrados que recuerde con orgullo las luchas heroicas que México ha sostenido para conquistar y mantener su independencia y hacer respetar su soberanía, tanto más cuanto que está plenamente comprobada la improcedente e injustificada ocupación y permanencia de aquellas tropas en el presente caso. El pueblo mexicano anhela vivir en paz con todos los demás Estados de la tierra; pero se permite recordar que no puede haber paz cuando no se guarda respeto al derecho ajeno. Sírvase usted aceptar, señor Gobernador, las protestas de nuestra respetuosa consideración. H. Veracruz, noviembre de 1914. José González, M. Campos, A. Domínguez, Manuel Rendón, M. Sánchez, Arcadio Suazo, M. D. Carvallo, Antonio Hernández, José Frayre, Juan Doreaux, Fernando López, R. de J. Hajaid, G. González Pontón, Ángel S. Carvallo, M. M. García, Carlos Medina L. B., Enrique Tenorio, Francisco París Murillo, Juan J. Rodríguez, Miguel Acosta.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Los ciudadanos firmantes de este memorial representaban la voz del

pueblo jarocho, tan sensible a toda clase de humillaciones, ante las tropas extranjeras cuya presencia chocaba con su entereza varonil. Y por eso manifestó a su meritísimo gobernante que no aceptaba la protección que los Estados Unidos deseaban imponerle, ofendiendo con ello su pundonor y el de la República. Por ello también asentaban con decisión atenerse a las resoluciones que dictaran el Primer Jefe Carranza y el gobernador del Estado, general Aguilar. Pero no sólo este ocurso dirigieron los veracruzanos a su mandatario estatal, sino también otros que insertamos adelante y que, en conjunto, interpretan el espíritu de quienes habían recibido, primero, la afrenta de la intervención militar en su tierra; y, segundo, el agravio a su decoro nacionalista, el que tenían por sagrado e invulnerable.

Instrucciones giradas por el licenciado Isidro Fabela, al señor Carpio, redactor de El Pueblo, para desmentir las aseveraciones hechas por el general Eulalio Gutiérrez, a un grupo de generales, engañándolos acerca de que no sería desocupado el puerto de Veracruz por las fuerzas norteamericanas.

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[A.I.F., F9-3.] Telegrama. Córdoba, 12 de noviembre de 1914. Señor Carpio: Eulalio Gutiérrez se ha dirigido a varios generales leales al Primer Jefe y Ejecutivo señor Carranza, manifestándoles que tiene conocimiento que no será desocupado el puerto de Veracruz por las fuerzas americanas, hasta que él no llegue a la capital de la República. Esto es completamente inexacto y demuestra cuál es la política de los infidentes del Norte, semejante a la de Huerta cuando declaró que los americanos avanzaban de Veracruz a México, engañando a toda la República. Para desmentir dicha noticia sírvase usted publicar la nota que el ministro del Brasil me envió hoy, y que puede usted pedir al señor Nervo [1] o al señor Terrones,[2] diciéndome si la recogió; para remitírsela por esta vía en caso contrario. Fabela

COMENTARIO AL DOCUMENTO La División del Norte comandada por el general Villa y la Convención de Aguascalientes, ya en franca rebeldía hacia el Primer Jefe Carranza, inventaron el infundio de que las tropas invasoras estadounidenses no desocuparían Veracruz, con el fin avieso de desorientar a la opinión pública, especialmente a sus partidarios; y con el propósito de restarle al señor Carranza y a su Gobierno la fuerza moral que habían adquirido dentro y fuera del país con la victoria diplomática de la evacuación norteamericana de nuestro primer puerto, pretendiendo menoscabar la respetabilidad de la Revolución presidida por Carranza, misma de la que

carecieron los enemigos del constitucionalismo, a los que no lastimó nunca la invasión de Veracruz y nada hicieron cerca del Gobierno del presidente Wilson para lograr la desocupación de nuestro primer puerto. Al contrario, por estas fechas Zapata se declaraba “devoto servidor de Wilson” [3] y Villa y la Convención deseaban el dominio del puerto como botín de guerra.[4]

Don Rodolfo Nervo era primer secretario, jefe del Protocolo del Gobierno constitucionalista. El licenciado Terrones Benítez fue nombrado por el suscrito, abogado consultor de la Secretaría de Relaciones desde que el Gobierno revolucionario se encontraba en Durango. [3] “Por mi parte, me permito decirle que yo comprendo y aprecio la noble y alta política con la cual, dentro de los límites de respeto a la soberanía en cada lugar, usted se ha hecho cargo de este bello y no siempre afortunado Continente americano. Puede usted estar seguro de que mientras su política respete la libertad del pueblo mexicano de manera que le sea posible realizar sus ideales exactamente como los entendemos y sentimos, yo seré uno de sus más sinceros simpatizadores con quien usted puede contar en esta República hermana y ciertamente el no menos devoto de sus servidores que le envía su personal aprecio.” Último párrafo de la carta del general Emiliano Zapata al presidente Woodrow Wilson, fechada en Yautepec, Mor., el 23 de agosto de 1914. (General Juan Barragán Rodríguez, Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista. Antigua Librería Robredo, México, 1946.) [4] La Convención declaró rebelde a Carranza a las 6 p. m. del 10 de noviembre de 1914. Link comenta: Las portentosas consecuencias de la ruptura del movimiento revolucionario no las percibían del todo el presidente Wilson y el secretario Bryan, cuando observaban los acontecimientos ocurridos en México de principios de octubre a mediados de noviembre de 1914 con una actitud de calmado despego y casi de falta de interés. En primer lugar, deben de haber supuesto todavía, como al parecer lo habían hecho antes, que aun en el caso de que estallara de nuevo la guerra no pasaría mucho tiempo antes que Villa sometiera a los restos del Ejército de Carranza. Por lo menos hasta antes de mediados de noviembre había en verdad abundantes razones para creer que esto ocurriría, especialmente en vista de los informes que su agente confidencial, León J. Canova, remitía a Washington desde Aguascalientes. Dos citas de estos despachos ilustrarán las opiniones y consejos con que Canova presionaba a sus superiores en Washington. “Si bien ha sido evidente desde el 24 de agosto —escribió el 12 de noviembre de 1914— que el general Villa es el único individuo que puede mantener al país en paz y establecer la confianza, las revelaciones de los últimos veinte días enfatizan [sic] esta conclusión. La mención de su nombre pone el temor de Dios en el corazón de muchos, en tanto que se le respeta y admira en todo el país. Ahora, con este entendimiento tan perfecto con los elementos zapatistas, su capacidad para restablecer el orden es incuestionable… Si él abandonara el país en ese momento, o antes de que tome posesión un Gobierno debidamente elegido, México sería testigo y víctima de un reinado de anarquía… En la Convención y en lo que ella representa, el país ha depositado sus mejores esperanzas. Todo lo demás es inútil, confuso y viene a resultar funesto para la realización de los principios de la Revolución. “En ocasiones es necesario practicar una dolorosa operación quirúrgica a fin de que un organismo recupere la buena salud —escribió Canova pocos días después, hacia el fin de la Convención de Aguascalientes—, y sin que yo deje de lamentar el decirlo un choque de armas resultará al final lo mejor para el país, pues vendrá a clarificar el ambiente político.” Puesto que, como lo había expresado él mismo antes, “pienso que una buena pelea ajustará la cuestión, y Carranza se hallará con fuerzas insuficientes y tendrá que huir del país, y si logra hacerlo será muy afortunado”. [1] [2]

Ciertos signos parecían indicar que el Presidente meditaba alguna política que favoreciera activamente a Villa y a la Convención. Un indicio de la cautelosa actitud de Wilson se produjo dos semanas después de terminada la Convención de Aguascalientes, por la respuesta a una sugestión del secretario Bryan. “La situación en México —escribió el secretario de Estado el 2 de diciembre de 1914— parece despejarse. Villa y Zapata actúan en armonía y Gutiérrez parece estar a punto de imponer su autoridad sobre la mayor parte del país. La ocupación de Carranza no durará probablemente mucho.” Bryan sugería luego que como Gutiérrez sería “la cabeza del Gobierno”, resultaría bien enviarle “un mensaje en términos enérgicos” subrayando la necesidad de proteger a los sacerdotes, la propiedad y los derechos de los extranjeros. Wilson contestó que “se alegraba de corazón viendo que las cosas se aclaran en México, como parece”, y que hacía los más firmes votos porque ello “fuese en realidad el comienzo del fin”. Le agradaría, continuó, enviar el mensaje no oficial y confidencial que Bryan sugería. Pero, agregó, “siento que median muy considerables inconvenientes en el envío de lo que podría parecer una comunicación oficial al nuevo Gobierno antes que se haya asegurado un poco más firmemente en la montura”. Una prueba más de la resolución de Wilson de evitar cualquier manifestación abierta de compromiso hacia alguno de los dos bandos se dio pocos días antes que se escribieran las palabras arriba transcritas, con la retirada de las tropas norteamericanas de Veracruz en un momento en que tal retirada significaba poner la ciudad en manos del Primer Jefe. Se recordará que ya antes el Presidente había dispuesto la evacuación y que la decisión se había anunciado desde el 15 de septiembre de 1914. La evacuación se retrasó, en primer lugar, por las negociaciones entre el departamento de Estado y el secretario de Relaciones de Carranza respecto a ciertos problemas que surgían por la ocupación norteamericana del puerto, y de la manera en que el Gobierno provisional trataría a los mexicanos que habían colaborado con las fuerzas de ocupación. Obviamente, el Presidente estaba resuelto a evitar una presión demasiado fuerte sobre Carranza respecto a estos puntos. “Es claro mi juicio —escribió Bryan el 2 de octubre— de que no debemos demorar nuestra partida. Creo que ello causaría una impresión muy mala no sólo en México, sino en toda la América Latina… Deseo que salgamos en la fecha más pronta que sea posible.” Hubo un nuevo aplazamiento después de celebrada la Convención de Aguascalientes, porque el departamento de Estado negociaba tanto con Carranza como con la Convención respecto a las garantías que buscaba, y porque los dirigentes norteamericanos parecían estar casi en vísperas de reconocer la demanda de la Convención de que sólo ella tenía títulos para aceptar Veracruz de los norteamericanos. El 6 de noviembre, el secretario de Estado en funciones, Lansing, dio instrucciones a Carothers de que preguntara a Villa si las autoridades norteamericanas debían entregar el puerto al general Cándido Aguilar, a quien Carranza había designado para recibirlo, o si esperaban a que la Convención designara un funcionario. “Este departamento —explicó Lansing— tiene dudas respecto al camino a seguir, puesto que la obligación de mantener las garantías dadas por la Convención quedaría a cargo de un general que no ha reconocido la autoridad de la Convención para otorgar esas garantías.” Por supuesto, Villa aconsejó que el gobierno norteamericano sólo entregara Veracruz a un funcionario designado por el presidente Gutiérrez. La dificultad de seguir los deseos de Villa radicaba en que tal política era demasiado riesgosa para los Estados Unidos. El hecho era que, sencillamente, no había manera de entregar Veracruz al Gobierno de la Convención, puesto que los carrancistas se hallaban vigorosamente atrincherados en toda el área triangular de la ciudad de México hasta Tampico y Veracruz. Podía pasar mucho tiempo antes que los villistas lograran ocupar la región. Mientras tanto, habría el peligro constante de hostilidades entre las fuerzas de Carranza y las tropas norteamericanas en torno a Veracruz; en realidad, según el secretario norteamericano de Guerra, el peligro era ya agudo hacia principios de noviembre. Wilson no deseaba correr el riesgo simplemente para fortalecer el Gobierno convencionista. Hacia el 11 de noviembre el departamento de Estado recibió la noticia de que Carranza había concedido todas sus demandas de garantías. Tomando la política en sus propias manos, dos días después, el Presidente, escribió en máquina y envió al departamento de Estado una declaración que deseaba se enviara “esta noche por cable” a Carranza y a “Gutiérrez”. Era un simple anuncio que decía: “Como tanto el general Carranza como la Convención de Aguascalientes han otorgado las garantías y

seguridades solicitadas por nosotros, es propósito de la administración retirar de Veracruz las tropas de los Estados Unidos el 23 de noviembre. Todas las personas de cuya seguridad personal es responsable allí este Gobierno han abandonado ya la ciudad. Los sacerdotes y monjas que se han refugiado allí y cuya seguridad inspiró temores se encuentran en camino hacia este país.” En otras palabras, como lo aclaró el Presidente a través de los periódicos, los Estados Unidos no podían rendir Veracruz a nadie; simplemente retiraban sus fuerzas. Villa podría tener la ciudad si llegaba a ella antes del 23 de noviembre, como al parecer lo esperaba Wilson; en caso contrario, tendría que permitirse a Carranza ocuparla. Éste también fue el significado de las órdenes de evacuación que se enviaron al general comandante de Veracruz, Frederick Funston: “No haga arreglos de ninguna clase con mexicanos del lugar o con representantes mexicanos de fuera de la ciudad que pudiesen dar pábulo a la idea de que reconoce el derecho de Carranza a la jurisdicción sobre la ciudad. Simplemente se desea que usted salga del modo más práctico, dejando las cosas del mejor modo posible y no haciendo declaraciones que pudieran interpretarse como compromiso de este Gobierno en cuanto a reconocer la autoridad de cualquier individuo o facción.” Así se hizo. A las 9 de la mañana del 23 de noviembre las tropas norteamericanas en las avanzadas alrededor de Veracruz comenzaron a retirarse hacia el centro de la ciudad. Mientras tanto, los 5 000 soldados y marinos del general Funston habían comenzado a abordar los ocho transportes surtos en la bahía. Hacia la una de la tarde el embarque estaba terminado y la flota navegó hacia alta mar. Inmediatamente después, las fuerzas constitucionalistas bajo el mando del general Aguilar descendieron de las montañas y recuperaron para México el suelo sagrado de Veracruz. —Arthur S. Link, La política de Estados Unidos en América Latina (1913-1916), pp. 145 a 152. Fondo de Cultura Económica, México, 1960. Las aseveraciones de Link nos demuestran de manera palmaria dos cosas: primera, la ignorancia de Wilson y Bryan sobre la realidad existente en los dos campos de lucha, en nuestro país; y segunda, quién era culpable de la desorientación en que se encontraban el Presidente y el secretario de Estado. Ese culpable era León Canova, el cual, por sus informaciones inexactas, no fundadas en la realidad de los hechos, daba una máxima importancia a Villa, colocando al Jefe de la Revolución y a los suyos en situación inferior desde los puntos de vista militar y político. Lo que sólo me explico por la influencia de los intereses norteamericanos que representaba dicho agente confidencial, intereses fincados en México a los que convenía más, ¡mucho más!, el triunfo de Villa que el de don Venustiano Carranza, porque éste no se plegaría a la voluntad de los imperialistas norteamericanos como lo demostró siempre con su recta y férrea conducta; y a aquél lo convencerían fácilmente, ya que contaban —lo sabían perfectamente— con su simpatía y buena voluntad. A Canova lo traté bastante cuando me presentó sus cartas de Gabinete, no propiamente oficiales, pero lo suficientemente explícitas que lo acreditaban ante el Primer Jefe como agente confidencial del presidente Wilson. Era un hombre simpático que trataba los asuntos con claridad y llaneza, no denotando con su modo de ser sus ocultos propósitos. Su conducta cómica era, al parecer, la de un amigo. Me regaló su retrato con una dedicatoria que expresaba simpatía, no dando a conocer en sus actos y palabras de entonces sus ocultos designios de más tarde, los cuales vine a conocer cuando pasó al campo villista y tornóse nuestro enemigo, como lo evidencian las comunicaciones que enviara al departamento de Estado en contra del señor Carranza y nuestra justa causa, y sus opiniones sobre la Convención y el general Villa. Opiniones equivocadas, como lo probaron los hechos históricos acaecidos poco tiempo después; el fracaso absoluto de las Convenciones de Aguascalientes, Cuernavaca y Toluca; la derrota del general Eulalio Gutiérrez; el completo aniquilamiento del villismo por el general Obregón y los más destacados generales constitucionalistas que el señor Carranza puso a sus órdenes; así como, por último, el ataque del despechado Villa a Columbus, que demostró a los Estados Unidos quién era realmente su gran amigo, al que Canova, Fuller, Carothers, etc., consideraron el “hombre fuerte” de México.

Telegrama del señor J. M. Cardoso de Oliveira, ministro del Brasil, transcribiendo al licenciado Isidro Fabela, encargado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la nota del departamento de Estado de los Estados Unidos de América, comunicando que el día 23 de noviembre se efectuaría la desocupación del puerto de Veracruz, por las fuerzas norteamericanas.

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[A.I.F., F9-47-III.] Telegrama urgente. De la Secretaría de Relaciones, el 14 de noviembre de 1914. Recibido en Córdoba. Señor licenciado Isidro Fabela. Compláceme transcribir íntegra, nota Legación Brasil, acabada recibirse: Legación de los Estados Unidos del Brasil. México, 14 de noviembre de 1914. Número 398. Señor oficial mayor: Tengo el honor de transcribir a usted el siguiente mensaje que acabo de recibir del secretario de Estado de los Estados Unidos de América: “Habiendo el general Carranza así como la Convención de Aguascalientes, dado las garantías y seguridades que este Gobierno pidió, está dispuesto a retirar de Veracruz las tropas de los Estados Unidos el lunes 23 de noviembre. Todas las personas por cuya seguridad personal se había hecho responsable este Gobierno, han salido de dicha ciudad, los ministros del culto, las monjas que se habían refugiado en la misma y por cuya seguridad existían temores, están ya en camino para este país. Suplico a usted se sirva comunicar lo anterior al señor Carranza, aceptando mis congratulaciones y las seguridades de mi distinguida consideración”. J. M. Cardoso de Oliveira. Al señor licenciado Isidro Fabela.

COMENTARIO AL DOCUMENTO Con esta nota se puso punto final al incidente que retardó la evacuación del territorio nacional, transitoriamente ocupado por las tropas estadounidenses al mando del general Funston. Como se advierte en dicha nota, el representante brasileño hacía

hincapié, en nombre del Gobierno norteamericano, en esta frase: “Habiendo el general Carranza así como la Convención de Aguascalientes dado las garantías que este Gobierno pidió, está dispuesto… etc.”. Con lo cual da a entender claramente que el Gobierno Constitucionalista aceptó las condiciones que le impuso la secretaría de Estado. Sobre este punto debemos aclarar: a) Que la Convención de Aguascalientes guardó una postura bien distinta a la del señor Carranza. La Convención estuvo de acuerdo en que el Primer Jefe hiciera declaraciones personales o por conducto de la Secretaría de Relaciones en el sentido que deseaban los gobernantes de Washington; y el señor Carranza no hizo directamente, ni por mi conducto, tales manifestaciones, porque mantuvo hasta el fin de tal incidente el criterio de que no tenían derecho los Estados Unidos a intervenir en nuestros asuntos domésticos. b) Es cierto que don Venustiano Carranza decretó, lo mismo que el gobernador Aguilar, que no cobraría nuevos impuestos a quienes ya los hubiesen satisfecho al régimen extranjero de la ocupación; y que darían ambos las garantías que pidió el secretario de Estado para quienes hubiesen servido a las autoridades norteamericanas en Veracruz, así como a las monjas y sacerdotes que deseaban salir al extranjero. Todo es cierto. Pero es preciso hacer hincapié en que todas esas personas manifestaron públicamente que rechazaban la protección que trataban de otorgarles los Estados Unidos y que se atendrían a la justificación de las autoridades constitucionalistas, sometiéndose a su jurisdicción anticipadamente. En esa virtud, la situación cambiaba completamente para el Ejecutivo de la Revolución, señor Carranza. Ya no se trataba de acatar una imposición exterior sino de ejercitar un acto de justicia a quienes se sometían a sus órdenes ulteriores, fueran los que fuesen, con tal de no ser un obstáculo para que el señor Carranza mantuviera la erguida posición que adoptara en el caso desde un principio. El resultado era el mismo, pero el procedimiento resultaba muy diferente. El Primer Jefe rechazaba la intromisión extranjera en los asuntos domésticos de México, pero dictaba los decretos que de todas suertes habría promulgado, no basado en un dictado del país que nos había ofendido, sino fundado precisamente en el cumplimiento de su deber de gobernante justo y en la conducta digna de quienes rechazaban la protección extranjera del gobierno norteamericano, acostumbrado a mandar dentro y fuera de su territorio, en países que consideraba bajo su tutela y poderío, como en Cuba, Santo Domingo, Panamá y Nicaragua. Con esa política, que con ligeras variantes ha seguido con

Latinoamérica la Potencia nórdica, demuestra cómo nos desconsideran y cómo nos tratan los Estados Unidos. No de igual a igual, respetándonos como Estado soberano, sino como a país que necesita su protección; pero no la protección realmente benefactora del poderoso que ayuda sin humillar, sino al contrario, del que desea otorgar sus protecciones subrayándolas con la imposición que no admite réplicas ni condiciones de respeto a la dignidad humana. El caso de la desocupación de Veracruz condicionado a la ejecución de determinados hechos anteriores “al favor que nos harían”, es típico y demuestra su soberbia, que se traducía de hecho en este dilema autoritario: o haces esto o no me voy. Es claro que lo que nos pedía el presidente Wilson era justo y humanitario, pero por qué hacerlo público y oficial cuando pudo solicitarlo fácilmente en lo privado, en una conversación del señor Silliman con el señor Carranza, que era su amigo personal; o en una conversación confidencial entre Cardoso de Oliveira y el licenciado Fabela, preguntando si se trataba de cobrar dobles derechos a los causantes de impuestos; si se castigaría a los empleados que sirvieron a los norteamericanos en las oficinas del puerto; y si se castigaría a las monjas y sacerdotes que deseaban salir del país… Porque entonces la respuesta hubiera sido obvia de parte del señor Carranza: ¡No! No pienso proceder en tal forma; eso es elemental para un gobierno que se respeta. Yo procederé con toda justificación. Pero no, no se trataba de obrar con diplomacia, sino con el autoritarismo que, según algunos gobernantes de la Unión Americana, en ciertas épocas de su historia merecen las naciones latinas de América. Esa fue entonces la realidad. La realidad del big stick que ultrajó nuestro suelo con sus plantas causando una tragedia de la que el mismo presidente Wilson se arrepintió, para después humillarnos condicionando la salida de sus tropas a actos que dependían única y exclusivamente de la política interna de México.

Telegrama girado por el señor Ruiseco, al Director General de Telégrafos, comunicándole que el día 23 desocuparían el puerto de Veracruz las tropas americanas.

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[A.I.F., F9-3.] (Telegrama.) Veracruz, noviembre, 1914. México. Director General de Telégrafos: Acabo obtener noticia fidedigna de que 23 actual se desocupará este Puerto por tropas americanas. Ruiseco[1]

[1] Nota: El señor Ruiseco era un eficiente telegrafista que se adelantaba a darle tan buena noticia a su jefe don Mario Méndez.

Circular expedida por D. Venustiano Carranza, transcribiendo el mensaje girado por el secretario de Estado de los Estados Unidos de América al Sr. J. M. Cardoso de Oliveira, ministro del Brasil, comunicándole que el día 23 de noviembre sería la desocupación del puerto de Veracruz, por las fuerzas norteamericanas.

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[A.I.F., F9-3.]

CIRCULAR Eulalio Gutiérrez se ha dirigido a varios jefes leales, asegurándoles que sabe, de fuente fidedigna, que el gobierno de Washington no ordenará la desocupación de Veracruz sino hasta que él, con su llamado gobierno, llegue a la capital de la República. Esto es completamente falso. En la Secretaría de Relaciones se recibió hoy el siguiente mensaje, que me es grato transcribirle: [Texto del documento Nº 89]

COMENTARIO AL DOCUMENTO Históricamente resulta incalificable la acción del general convencionista Eulalio Gutiérrez al propalar versiones inexactas, entre los jefes militares leales al Primer Jefe, respecto al triunfo del Derecho mexicano sobre la fuerza estadounidense; pues, en última instancia, la victoria moral fue de México; y la derrota diplomática de los Estados Unidos.

Telegrama girado por el señor José Bermúdez de Castro, al Lic. Isidro Fabela, felicitándolo por la resolución del Gobierno americano para la evacuación del puerto de Veracruz, el día 23, por considerar satisfactorios los acuerdos del Primer Jefe.

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[A.I.F., F9-3.] (Telegrama.) (Copia.) Nº 113. México. Sría. Relaciones, 14 Nov. 1914. 66/0ff d 10:30. Am. Muy urgente. Lic. Isidro Fabela. Córdoba. En este momento transmíteme Sr. ministro Brasil texto telegrama departamento Estado Washington comunicando resolución Gobierno americano evacuar Veracruz próximo día 23, por considerar satisfactorios acuerdos Primer Jefe relativos a personas e intereses por cuyas seguridades se interesaba aquel Gobierno. Tan pronto como termine Legación Brasil traducción mensaje anterior, tendrá el gusto de transcribirlo. Ministro Brasil felicita cordialmente Sr. Carranza y usted. Salúdolo afectuosamente, con calurosas felicitaciones. José Bermúdez de Castro

Telegrama del Lic. Isidro Fabela, al Sr. Melquiades García, en Nuevo Laredo, Tamps., para que transmitiera al Lic. Rafael Zubaran Capmany el mensaje del Sr. José Bermúdez de Castro, comunicándole la resolución del Gobierno americano para evacuar el puerto de Veracruz el día 23 de noviembre, por considerar satisfactorios los acuerdos del C. Primer Jefe.

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[A.I.F., F9-3.] Córdoba, Ver., 14 de noviembre de 1914. Muy urgente. Sr. Melquiades García. Nuevo Laredo, Tamps. Transmita inmediatamente siguiente mensaje a Washington: “Lic. Rafael Zubaran.Transcribo a usted el siguiente mensaje: “Nº 113. México. Secretaría Relaciones. 14 de noviembre de 1914. Lic. Isidro Fabela. Córdoba. En este momento transmíteme Sr. ministro Brasil texto telegrama departamento Estado Washington comunicando resolución Gobierno americano evacuar Veracruz próximo día 23 por considerar satisfactorios acuerdos Primer Jefe relativos a personas e intereses por cuyas seguridades se interesaba aquel Gobierno. Tan pronto como termine L e ga ci ó n Brasil traducción mensaje anterior tendré el gusto de transcribirlo. Ministro Brasil felicita cordialmente Sr. Carranza y usted. Salúdolo afectuosamente, con calurosas felicitaciones. José Bermúdez de Castro.”[1] “—Tan pronto como reciba el texto del referido mensaje lo trasladaré íntegro a usted. Felicítolo calurosamente. Fabela.” Isidro Fabela

[1] El señor Bermúdez de Castro era un hombre distinguido, culto, que después de pelear contra el huertismo, como soldado a las órdenes del Gral. Natera, se me presentó en la Secretaría de Relaciones Exteriores pidiéndome que lo incorporara al servicio exterior mexicano, a lo cual accedí, nombrándolo primer secretario de nuestro Cuerpo Diplomático, en el que representó a México con gran acierto y dignidad. En la fecha a que se refiere este mensaje trabajaba en nuestra cancillería trashumante.

Cablegrama girado por el Lic. Isidro Fabela, encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al Lic. Rafael Zubaran Capmany, en Washington, D. C., transcribiéndole la nota del departamento de Estado de los Estados Unidos de América, relativa a la decisión del Gobierno americano para retirar sus tropas del puerto de Veracruz, el día 23 de noviembre.

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[A.I.F., F9-3.] (Cablegrama.) (Copia.) Señor Lic. Rafael Zubaran. The Burlington. Washington. Transcribo a Ud. íntegra la siguiente nota que acabo de recibir: “Legación de los Estados Unidos del Brasil. México, 14 de noviembre de 1914. Señor encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores: Tengo el honor de transcribir a usted el siguiente mensaje que acabo de recibir del secretario de Estado de los Estados Unidos de América: [Texto del documento Nº 91]

Circular girada por el Lic. Isidro Fabela, encargado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, a gobernadores y generales constitucionalistas, transcribiéndoles el mensaje del señor ministro del Brasil, encargado de los Intereses Americanos en México, en que comunica la decisión del gobierno de los Estados Unidos de América, para retirar sus tropas del puerto de Veracruz, el día 23 de noviembre.

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[A.I.F., F9-3.]

CIRCULAR Me es grato transcribir a usted el siguiente mensaje que acabo de recibir del señor ministro del Brasil, encargado de los Intereses Americanos en México: [Texto del documento Nº 91] Al señor general Ignacio L. Pesqueira, subsecretario de Guerra. ” ” Ingeniero Félix F. Palavicini, encargado del Despacho de la Secretaría de Instrucción Pública. ” ” general Fidel Ávila. ” ” general Carlos Greene, gobernador del Edo. de Tabasco. ” ” gobernador del Edo. de Chiapas. ” ” gobernador del Edo. de Oaxaca. ” ” Gral. Francisco Coss, gobernador del Edo. de Puebla ” ” coronel Francisco Montes, gobernador del Edo. de Querétaro. ” ” Gral. Francisco Murguía, gobernador del Edo. de México. ” ” Gral. Manuel M. Diéguez, gobernador del Edo. de Jalisco. ” ” Gral. Gertrudis G. Sánchez, gobernador del Edo. de Michoacán. ” ” Lic. Jesús Acuña, gobernador del Edo. de Coahuila. ” ” Gral. Luis Caballero, gobernador del Edo. de Tamaulipas. ” ” Gral. Nicolás Flores, gobernador del Edo. de Hidalgo. ” ” Gral. Álvaro Obregón. ” ” Gral. Lucio Blanco. ” ” Gral. Ramón F. Iturbe. ” ” Gral. Juan Carrasco. ” ” Gral. Pablo de la Garza. ” ” Gral. Andrés Saucedo.

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Gral. Abelardo Menchaca. Gral. Ildefonso Vázquez. Gral. Luis Gutiérrez. Gral. Gabriel Gavira. Gral. Jefe de las armas en Piedras Negras. Gral. Jefe de las armas en Nuevo Laredo.

Telegrama del Lic. Isidro Fabela, encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones, girado al señor J. M. Cardoso de Oliveira, ministro plenipotenciario del Brasil, encargado de los Intereses Americanos en México, agradeciéndole la participación amistosa que tomó en la resolución de la evacuación del puerto de Veracruz por las fuerzas americanas, y ratificándole que el Gral. Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del estado de Veracruz, tiene facultades del Ejecutivo para recibir el puerto.

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[A.I.F., F9-3.] (Telegrama.) Córdoba, 15 de noviembre de 1914. Señor J. M. Cardoso de Oliveira, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Brasil, encargado de los Intereses Americanos en México. Legación del Brasil, México, D. F. Señor ministro: Fue honroso y satisfactorio para mí recibir la atenta nota de su excelencia, fechada ayer, por la que me participa para el conocimiento del C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, que la secretaría de Estado de los Estados Unidos manifiesta a este Gobierno que el día 23 del presente será evacuado el puerto de Veracruz por las fuerzas americanas. Al expresar a su excelencia que el C. Venustiano Carranza, Ejecutivo de la República, quedó debidamente enterado de tal resolución, me es honroso ratificarle lo manifestado en notas anteriores de esta secretaría, que el general Cándido Aguilar, gobernador y comandante militar del estado de Veracruz, tiene facultades del Ejecutivo para recibir el puerto y que ya da sus disposiciones relativas para recibirlo. El señor Carranza me encarga haga presentes a su excelencia nuestros sinceros agradecimientos por la participación amistosa que ha tomado en este asunto que tanto interesa al Gobierno y al pueblo mexicanos. Felicito al señor ministro por la parte que a su excelencia corresponde en la resolución de este caso internacional, agradeciéndole sinceramente sus cordiales felicitaciones que estimo en lo que valen. Reitero las seguridades de mi más distinguida consideración. El encargado del Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Isidro Fabela

Informaciones de don Emilio Balboa, enviado especial de El Liberal, a don Venustiano Carranza, sobre la desocupación del puerto de Veracruz por las tropas al mando del general Frederick Funston; a bordo del vapor “San Cristóbal”. Dice el informador que el Lic. Isidro Fabela dijo vibrante discurso sobre la intervención norteamericana, elogiando el triunfo diplomático del C. Venustiano Carranza y demás colaboradores.

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[A.H.D.N., XI/481.5/315.] (Telegrama.) Veracruz, noviembre 23 de 1914. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista: A las dos en punto de la tarde zarpó del muelle número 3 el vapor “San Cristóbal”, donde van Funston y sus tropas, en los mismos momentos en que el pueblo lleno de emoción y regocijado por el triunfo diplomático alcanzado por usted, el Lic. Fabela y el general Cándido Aguilar, aclamaba a los principales caudillos constitucionalistas y gritaba mueras a Villa y Ángeles a quienes los califica como traidores. Dijeron vibrantes discursos los licenciados Sánchez Pontón y Fabela y el general Aguilar, los que constantemente eran interrumpidos por los aplausos del público. El licenciado Fabela hizo historia sobre la intervención americana y elogió la labor que desarrollaron usted y el general Aguilar para conseguir la desocupación del puerto. El general Aguilar exhortó al pueblo para que se una al Gobierno que usted dignamente preside y apoye los ideales que persigue el Constitucionalismo. Durante toda la tarde las fuerzas han desfilado por las principales avenidas, en medio de las aclamaciones populares. A las 5:30, el pabellón mexicano fue izado a los acordes de nuestro Himno. Una comisión de señoritas obsequió hermosa banda tricolor al general Aguilar. En el vapor “Antillan”, que zarpó a las 11 de la mañana, se fueron 513 individuos, en su mayoría enemigos de la causa, entre los que se contaban Villavicencio, Manuel Remes, Hernán Arostegui, pájaros de cuenta. En la bahía no quedaron más que los acorazados “Minnesota” y “Texas”, que permanecerán fuera de bahía.

Tengo noticias que Villavicencio irá próximamente a Querétaro. Durante todo el día no se ha registrado una sola nota discordante; todos guardan actitud correcta y se concretan a manifestar su regocijo. Sírvase usted señor, aceptar mi sincera felicitación por el triunfo que acaba usted de alcanzar, al mismo tiempo que protéstole mi subordinación y respeto. Emilio Balboa, enviado especial de El Liberal

COMENTARIO AL DOCUMENTO El relato in extenso de la desocupación de Veracruz lo hago en mis Memorias de la Revolución. Aquí me limito a dar noticia de algunos de los acontecimientos sobresalientes que ocurrieron en aquellas fechas memorables: “El día veintidós el señor Carranza giró un oficio al general Aguilar en los siguientes términos: ‘Con la fuerza que esta Primera Jefatura ha puesto a sus órdenes, sírvase ocupar el Puerto de Veracruz mañana, antes del mediodía, en la forma que haya lugar.’ “La misma noche del veintidós, cerca de las diez, el general Aguilar recibió la visita de su representante en el puerto, quien le enteró de que decía el general Funston: ‘En vista de que había un grupo de huertistas que estaban armados y amenazaban hacer fuego al entrar las fuerzas constitucionalistas y que esta actitud de seguro provocaría un conflicto, resolvía el Cuartel General de las tropas de ocupación, no entregar el puerto, sino hasta que se hubieran capturado y desarmado a los huertistas’. “El general Aguilar, viendo que esto era un nuevo pretexto para continuar los invasores en Veracruz, contestó al general Funston por medio de su representante el señor don Edmundo Martínez: ‘Sírvase usted contestar al general Funston, que tengo instrucciones de mi Gobierno de ocupar el puerto de Veracruz, en las primeras horas de la mañana, de acuerdo con el ofrecimiento que el Gobierno de Washington hizo al de México de entregar el puerto a las fuerzas constitucionalistas. Si desgraciadamente se registrase algún choque entre las fuerzas invasoras y las de mi mando, el único responsable será el general Funston, por no retirarse a bordo de sus barcos como se ha convenido con el Gobierno de los Estados Unidos’. Cuartel General en Tejería, Ver., 22 de noviembre de

1914.” “El memorable día 23 de noviembre de 1914, fecha que jamás se borrará en quienes tuvimos la gloria de entrar al puerto de Veracruz, el campamento constitucionalista de Tejería era visitado por cerca de diez mil hombres armados de fusiles, estacas, cuchillos, navajas, etc., que iban a ponerse a las órdenes del general Aguilar, porque en el puerto había corrido la noticia de que los revolucionarios tomarían la plaza por la fuerza, si es que no se retiraban los invasores. El general Aguilar recomendó la mayor cordura, pues que una última esperanza le alentaba para que los intrusos cumplieran lo que se les había ordenado de Washington.” “A las seis y media de la mañana, las avanzadas llegaron cerca de Los Médanos del Perro. Allí se instaló un aparato de telégrafos, para comunicarse con el Primer Jefe.” “A las siete se puso el primer mensaje a Córdoba, en el que se le decía: ‘C. Primer Jefe: En estos momentos iniciamos el avance sobre las líneas que sobre Los Médanos ocupan las tropas invasoras. El Ejército de mi mando lo saluda y espera cumplir con su deber si los invasores no nos entregan el puerto. Respetuosamente. Cándido Aguilar’.” “A los quince minutos del primer telegrama, se le enviaba el siguiente: ‘C. Primer Jefe. Córdoba, Ver. El Batallón Morelos de la Brigada Ocampo a cuyo frente va el general Heriberto Jara, en línea desplegada comienza a subir Los Médanos del Perro. Las tropas invasoras siguen en sus trincheras. Respetuosamente. General Cándido Aguilar. Seguiré informando’.” “Veinte minutos más tarde el general Aguilar comunicaba al señor Carranza: ‘Nuestra primera línea se encuentra a corta distancia de las posiciones que ocupan los norteamericanos. Las banderas de los invasores flotan en todos los médanos. Hasta estos momentos no se han roto las hostilidades’.” “A las siete y cincuenta minutos de seguro que el señor Carranza sentía el más legítimo orgullo de su vida al recibir el siguiente mensaje: ‘Con gran satisfacción comunico a usted, que en estos momentos que son las siete y cincuenta, nuestra vanguardia ha ocupado la primera línea de defensa de los invasores. Nuestra sacrosanta bandera flota en el Médano del Perro y los norteamericanos se retiran paso a paso hacia Los Cocos. El ejército y el pueblo de Veracruz que me acompaña, con la más grande emoción y entusiasmo avanzan al centro de la ciudad. Felicito a usted porque se ha salvado la Patria y porque hemos evitado un conflicto armado entre los invasores y el Ejército Constitucionalista del que es usted digno jefe. Respetuosamente. General Cándido Aguilar’.” “Minutos más tarde que llegó la vanguardia del general Heriberto Jara

al centro de la ciudad, llegamos las fuerzas que veníamos por la vía del Ferrocarril Interoceánico, al mando de los generales Agustín Millán y Antonio de P. Magaña. Cuando arribamos a la Plaza de Armas, los generales Cándido Aguilar y Heriberto Jara eran aclamados frenéticamente por la muchedumbre.” “El parte que el general Jara envió al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista fue como sigue: ‘H. Veracruz, noviembre 23 de 1914. Hónrome comunicar a usted, que en cumplimiento de sus respetables órdenes verbales, hoy a las doce horas ocupé esta plaza con la columna a mis órdenes que trajo la vanguardia y centro en la movilización sobre ella desarrollada, no habiendo novedad digna de mención, pues el invasor se fue replegando a medida que se aproximaban nuestras fuerzas que llegaron a estar a una distancia de trescientos metros aproximadamente de su primera posición en Los Cocos. En estos momentos las fuerzas del ejército norteamericano que ocupaban esta plaza están concentrándose en el muelle de Sanidad y principian a embarcarse en lanchas para abordar sus barcos de guerra, surtos en la bahía. General Aguilar que con la columna a sus órdenes ocupaba el flanco izquierdo de mi columna, no tarda en llegar. Pueblo delirante aclama a usted y al Ejército Constitucionalista. Tropas a mis órdenes permanecen desplegadas y procederé a su acuartelamiento tan pronto terminen embarcarse fuerzas invasoras. Comportamiento jefes, oficiales y tropa nuestros, es irreprochable. Sírvase aceptar mis sinceras felicitaciones. Respetuosamente. El general brigadier Jefe de la Columna del Centro, Heriberto Jara’.” “Describir el inmenso júbilo del pueblo veracruzano sería imposible. Las mujeres estrechaban a nuestros soldados y hubo una que emocionada pretendía besar al general Aguilar, cuando el pueblo, frenético, lo quería pasear en hombros por la Plaza de la Constitución, hasta llevarlo a los altos del Palacio Municipal, de donde el mismo general habló al pueblo felicitándolo por su actitud. Después, tomó la palabra el señor licenciado Isidro Fabela, [1] Encargado del Ministerio de Relaciones, produciendo la pieza oratoria de la que se insertan los principales puntos, ya que El Dictamen, al narrar aquel suceso, no la publicó completa.” “Mas, si el pueblo humilde nos recibió con visibles muestras de contento, no así los comerciantes, quienes a pesar de haberse dirigido al general Aguilar presentándole su afecto, el día de nuestra entrada al puerto cerraron sus establecimientos, temerosos de que nuestros soldados cometiesen algunos desmanes. Hasta los restaurantes y fonduchos que en aquella época eran numerosos en Veracruz, cerraron sus puertas y fue

necesario que el general Aguilar hiciese publicar unas hojas sueltas diciendo al comercio que, de no abrir al público sus negocios, no respondería de que los soldados se echasen sobre las mercancías.”[2]

[1] Reproducido íntegro en Historia diplomática de la Revolución Mexicana, t. II, pp. 106 a 109. F.C.E., México, 1958. [2] Justino N. Palomares, La invasión yanqui en 1914, pp. 77 a 83. México, 1940.

Telegrama de Juan T. Burns, fechado en Galveston, Tex., felicitando a D. Venustiano Carranza por la entrada de las fuerzas constitucionalistas al puerto de Veracruz, al desocuparlo las fuerzas invasoras.

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[A.H.D.N., XI/481.5/96. caja 43.] De Galveston, Tex., el 23 de noviembre de 1914. Recibido en Córdoba, Ver. Sr. Venustiano Carranza. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo. Córdoba. Reciba mi más afectuosa, entusiasta y sincera felicitación, con motivo entrada fuerzas constitucionalistas a su mando y bajo bandera limpia de traición al puerto de Veracruz, abandonado por el invasor. Salúdolo respetuosamente. Juan T. Burns[1]

COMENTARIO AL DOCUMENTO La felicitación del señor Burns concreta los sentimientos de todos los mexicanos patriotas ante el triunfo diplomático del Constitucionalismo; victoria de la “bandera limpia de traición”, que enarbolada en Saltillo, Coah., el 19 de febrero de 1913, en año y diez meses de cruenta lucha interna, desde el inicio de sus esfuerzos para restaurar el orden constitucional, estaba empeñada en reivindicar los derechos internacionales de México defendiéndolos decorosa y gallardamente frente a la intromisión armada de los Estados Unidos.

[1]

El señor Juan T. Burns era agente comercial constitucionalista en Galveston.

Telegrama del señor R. Tapia, dirigido a D. Venustiano Carranza, felicitándolo con motivo de la desocupación del puerto de Veracruz, por las tropas norteamericanas.

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[A.H.D.N., XI/481.5/96. caja 43.] Frontera, 23 de noviembre 1914. Venustiano Carranza. Primer Jefe. La mayor desventura de un pueblo que se precia de libre y soberano es la de que el extranjero armado se imponga en el territorio nacional; y la más grande satisfacción de ese mismo pueblo, después de aquella desventura, es ver marcharse al extranjero mismo que se atrevió a caer sobre la patria. Esa satisfacción la debe el pueblo de México al triunfo de la política de usted y por ello el Comité Municipal de este lugar complacido felicita a usted. El presidente del Concejo Municipal, R. Tapia

COMENTARIO AL DOCUMENTO Esta conmovedora felicitación del Concejo Municipal de Frontera, Tab., sintetizaba el elogio unánime del pueblo mexicano a la política interna y externa del Primer Jefe don Venustiano Carranza. De todo el país llegaban felicitaciones semejantes formando un gran clamor de jubiloso alivio ante el retiro de las fuerzas norteamericanas invasoras. Nuestro último comentario sobre la documentación de esta obra: La presentación de los documentos comentados esclarece la verdad histórica de los orígenes, desarrollo y fin de la invasión y ocupación militar norteamericana de Veracruz en 1914. Quedan erradicadas, definitivamente, las versiones calumniosas que acerca de estos lamentables acontecimientos propalaron, contra el Constitucionalismo y su Primer Jefe, los intelectuales porfiristas y huertistas, exiliados —voluntaria o forzosamente— por haber servido al usurpador y ser copartícipes

ideológicos o materiales del Gobierno huertiano. Ya no prevalecerán más los infundios retóricos de Carlos Pereyra [1] — para no citar sino al destacado historiador porfirista—, pues los demás panfletistas reaccionarios sólo merecen ser conceptuados como miembros del grupo que nos calumnió a más y mejor, grupo del que fue corifeo el autor de El fetichismo constitucional de las repúblicas hispanoamericanas, El mito de Monroe, y El crimen de Wilson. Pereyra, si bien dirige el fuego de sus disertaciones contra la penetración armada de los capitalistas yanquis en América —cosa plausible—, en el caso del México constitucionalista y sus conflictos con Estados Unidos aprovecha cada palabra y cada línea de sus obras para llenar de lodo a la Revolución Social mexicana y a nuestro pueblo, únicamente para justificar su gratitud al general Porfirio Díaz, su adhesión al ejército pretoriano de Huerta, y su oposición y repugnancia a los principios anticolonialistas e independizantes de don Venustiano Carranza. Queda manifiesta la ineptitud de los financieros directores de la política exterior estadounidense de aquel entonces; el desconocimiento que los embajadores norteamericanos en México exhibían respecto a las condiciones políticosociales en las que vivía y crecía el pueblo mexicano, debatido entre la tiranía, el obscurantismo, el hambre y la insalubridad, y que por eso alentaba esperanzas de mejoramiento económico-político, y de justicia social seca. Tal ineptitud diplomática, tal ignorancia de nuestra historia, condujeron a los Estados Unidos a prohijar el cuartelazo huertista, la dislocación del orden constitucional; y a negar nuestro derecho de libre autodeterminación para alcanzar el beneficio absoluto de las reivindicaciones políticosociales proclamadas por el señor Carranza en su discurso pronunciado el 24 de septiembre de 1913, en el salón de cabildos del municipio de Hermosillo, Son.[2] Esa ineptitud y esa ignorancia, tan extrañas en los dirigentes y representantes diplomáticos del poderoso Estado norteamericano desembocaron en la atentatoria ocupación del puerto de Veracruz. Con la compilación de estos documentos comentados queda notorio el siempre limpio patriotismo de don Venustiano Carranza; el deshonor del huertismo y sus cómplices; y los errores del “convencionismo”. Pero con ser tan importante para el futuro del Estado y la comunidad mexicanos —como república libre, independiente y soberana— su victoria diplomática en el conflicto que amerita estos comentarios, la resonancia de su triunfo doctrinario en el campo del Derecho Internacional es de trascendencia permanente para los Estados soberanos de América y del mundo; pues ratifica la observancia inmutable de los principios jurídicos

que establecen el respeto mutuo ante los derechos nacionales clásicos, como única fórmula de la pacífica convivencia internacional a la luz del progreso socioeconómico. La Historia inexorable juzgará los actos humanos de los presidentes Carranza y Wilson, las actitudes morales de sus pueblos, y las conductas de los ciudadanos destacados de cada país en el obrar bien y en el actuar mal. Los documentos que publicamos dictarán el veredicto justiciero en el caso de la invasión y ocupación norteamericanas de Veracruz en 1914. Ellos quedan a la vista, para siempre.

[1] “En las conferencias de Niagara Falls, Washington fue el único que tuvo conciencia de lo que hacía. México obró de un modo inconcebiblemente vil, sometiendo sus cuestiones internas al yanqui, bajo pretexto de mediación de un conflicto internacional. Negoció su deshonra mientras las fuerzas del enemigo ocupaban la plaza de Veracruz.” Carlos Pereyra, El crimen de Wilson, p. 75. Imprenta de Juan Pueyo, Madrid, 1917. El autor de estos comentarios aclara que los únicos mexicanos asistentes a las conferencias de Niagara Falls fueron los que representaban a Huerta, no a México ni al Gobierno Constitucionalista. En consecuencia, los ataques de Pereyra no los pueden recibir los revolucionarios que ni fueron aceptados en el Niágara ni los llegó a nombrar Carranza. El citado libro de Pereyra es un panfleto contra el profesor Wilson, libelo que pretendiendo ser además un virulento ataque a los representantes revolucionarios en Washington, resulta, en realidad, una arremetida tremenda contra sus correligionarios huertistas, los que intentaron salvar en las Conferencias de Niagara Falls al Gobierno espurio del asesino Huerta que estaba en la segunda etapa de dichas Conferencias, al ser reconocido por Washington, el A.B.C. y otros Estados latinoamericanos, europeos o asiáticos, el Primer Jefe Carranza, como Encargado del Gobierno de facto de México. [2] “…El Plan de Guadalupe es un llamado patriótico a todas las clases sociales, sin ofertas y sin demandas al mejor postor. Pero sepa el pueblo de México que, terminada la lucha armada a que convoca el Plan de Guadalupe, tendrá que principiar formidable y majestuosa la lucha social, la lucha de clases, queramos o no queramos nosotros mismos y opónganse las fuerzas que se opongan, las nuevas ideas sociales tendrán que imponerse en nuestras masas; y no es sólo repartir las tierras y las riquezas nacionales, no es el Sufragio Efectivo, no es abrir más escuelas, no es igualar y repartir las riquezas nacionales; es algo más grande y más sagrado; es establecer la justicia, es buscar la igualdad, es la desaparición de los poderosos, para establecer el equilibrio de la conciencia nacional. “En el orden material es necesario empezar por drenar los suelos para buscar en la naturaleza, científicamente, los elementos de vida necesarios para el desarrollo de un país civilizado. En el moral, es necesario cultivar el espíritu del hombre, no sólo en la niñez y en la adolescencia, sino durante toda su vida, para que su civismo nos honre en cualquiera parte del mundo donde se encuentre un mexicano, como el ejemplo de Antonio de la Fuente.” “…Al triunfo de la Revolución, ésta establecerá el Banco Único, el Banco de Estado, lográndose, de ser posible, la desaparición de toda institución bancaria que no sea controlada por el Gobierno. ”Nos faltan leyes que favorezcan al campesino y al obrero; pero éstas serán promulgadas por ellos mismos, puesto que ellos serán los que triunfen en esta lucha reivindicadora y social. ”Las reformas enunciadas y que se irán poniendo en práctica conforme la revolución avance hacia el Sur, realizarán un cambio total de todo y abrirán una nueva era para la República. “Y con nuestro ejemplo se salvarán otras muchas naciones que padecen los mismos males que nosotros, especialmente las Repúblicas hermanas de Centro y Sudamérica. La América Latina no debe

olvidar que esta lucha fratricida tiene por objeto el restablecimiento de la justicia y del derecho, a la vez que el respeto de los pueblos poderosos para los débiles; que deben acabarse los exclusivismos y privilegios de las naciones grandes respecto de las pequeñas; deben aprender que un ciudadano de cualquier nacionalidad, que radica en una nación extraña, debe sujetarse estrictamente a las leyes de esa nación y a las consecuencias de ellas, sin apelar a las garantías que por la razón de la fuerza y del poderío le otorgue su nación de origen. Entonces reinará sobre la tierra la verdadera justicia, cuando cada ciudadano, en cualquier lugar del mundo, se encuentre y se sienta bajo su propia nacionalidad. No más bayonetas, no más cañones, ni más acorazados para ir detrás de un hombre que por mercantilismo va a buscar fortuna y a explotar la riqueza de otro país, creyendo que en él debe tener más garantías que cualquiera de los ciudadanos que en su propio país trabajan honradamente. ”Ésta es la revolución, señores, tal cual yo la entiendo; estos lineamientos generales regirán a la humanidad más tarde, como un principio de justicia. ”Al cambiar nosotros totalmente nuestra legislación, implantando normas con una estructura moderna y que cuadre más con nuestra idiosincrasia y nuestras necesidades sociales, excitaremos también a los pueblos hermanos de raza, para que ellos no esperen a tener un movimiento revolucionario como el nuestro, sino que lo hagan en plena paz y se sacudan tanto en el interior como en el exterior, los grandes males heredados de la Colonia y los nuevos que se hayan creado con el capitalismo criollo, así como que se sacudan los prejuicio internacionales y el eterno miedo al coloso del Norte.”

APÉNDICE DOCUMENTAL Y BIBLIOGRÁFICO

1. Para plantear en toda su extensión el cuadro de los hechos históricos concernientes a la intromisión estadounidense en los asuntos internos de México en 1914, deben considerarse sus antecedentes según los conformaron los criterios y las acciones de los estadistas norteamericanos en razón de la expansión imperialista yanqui. Cinco cuestiones informan el cuadro de antecedentes, a saber: a. La vigencia de la centenaria Doctrina Monroe, convertida en instrumento proteccionista del poderío capitalista norteamericano en México y en los demás países indoiberos; b. el razonado desconocimiento de los derechos de las naciones militarmente débiles; c. la ignorancia de las tendencias de nuestra evolución social; “falta de ciencia, de letras y noticias” acerca de nuestra historia, privativas en la ilustración de los diplomáticos norteamericanos acreditados en México; d. el abuso de la mentira intencionada en las informaciones periodísticas; e. el choque inevitable de los intereses petroleros estadounidenses contra el bloque competidor angloholandés, agudizado al adquirir el aceite mineral carácter de energía bélica. Fuera de las cinco cuestiones enunciadas, queda la principal para destacarla: la responsabilidad moral de los gobernantes mexicanos anteriores a don Venustiano Carranza, principalmente la del general don Porfirio Díaz, que por interés político no quisieron asumir la actitud que la dignidad de la investidura presidencial les imponía ante la intromisión norteamericana en los negocios domésticos de nuestro Estado. 2. En este cuadro de antecedentes los intereses imperialistas de otras potencias mundiales jugaron con la intriga internacional afectando la paz exterior e interior de México. En 1902, el emperador de Alemania pretendió adquirir en propiedad la isla de Santa Margarita, frente a la Bahía Magdalena; más al norte también despertaron su interés la Bahía de Ballenas y otras tierras situadas entre los paralelos 24 a 27.

En 1907, en los círculos áulicos de Berlín, surgió la especie de que un ejército japonés oculto en Chiapas se preparaba para atacar Panamá. En este mismo año el emperador alemán, quizá despechado por no haber podido adquirir las tierras bajacalifornianas, informó al Gobierno de Washington que el Japón había celebrado un tratado secreto con México para convertir en base naval nipona la Bahía Magdalena. Se dice que en febrero de 1911 llegó a París un espía alemán, Horst von der Goltz, para sustraerle a don José Ives Limantour, ministro mexicano de Hacienda, el borrador de un tratado secreto pactado entre México y el Japón. Este infundio, porque solamente se trató de un infundio, lo propaló la prensa norteamericana en todo el mundo, apoyándolo con la reproducción de una copia fotográfica del falso tratado secreto, que se publicó bajo los auspicios del embajador norteamericano Henry Lane Wilson, de nefasta memoria para nosotros. Estas versiones alarmistas favorecieron la política antimexicana del presidente Taft; quien, sea dicho en honor de la verdad, ordenó realizar diferentes maniobras navales y terrestres no para amedrentar al Gobierno del general Díaz, sino para prevenir a los revolucionarios de 1910 que el régimen dictatorial mexicano contaba con el apoyo del imperialismo norteamericano. Tales intrigas respecto a la supuesta política exterior mexicana desarrollada sobre secretas alianzas defensivas y ofensivas con los imperialismos alemán y japonés, enemigos naturales del imperialismo norteamericano de entonces, nos trajeron consecuencias desastrosas desde 1910 a 1914, pues en todos los casos estas falsedades fueron unos de los pretextos que impulsaron a los norteamericanos para inmiscuirse en los asuntos internos de México. 3. La política exterior norteamericana, fundada en los principios del poder y la fuerza como razones de Estado en sus relaciones con México, impidió el cumplimiento del programa revolucionario maderista de 1910 (Plan de San Luis de 5 de octubre de 1910); auspició el cuartelazo huertista de 1913 (Pacto de la Embajada norteamericana de 18 de febrero de 1913); y determinó la ocupación militar de Veracruz el 21 de abril de 1914. Estas acciones fueron la consecuencia real de la práctica fría del ideario políticoeconómico enunciado por los ideólogos del norteamericanismo imperialista, cuyo expositor en los principios de este siglo lo fue Teodoro Roosevelt, dos veces primer mandatario

estadounidense, quien había proclamado en sus discursos, guías de la acción yanqui en América y en el mundo: I. “Despreciemos a cualquiera, ya sea nación o individuo, que no castigue un insulto. Tenemos que desempeñar un gran papel en el mundo, y debemos llevar a cabo las obras de sangre y valor que, más que otras, crean el prestigio nacional.” II. “Nuestra admiración no es para el partidario de la paz tímida. Solamente la guerra nos permitirá adquirir las cualidades viriles que son necesarias para salir victoriosos en la lucha sin tregua en la vida actual. En este mundo, la nación acostumbrada al pacifismo deberá ceder forzosamente el paso a otras naciones que no han perdido sus cualidades viriles y aventureras.” Por otra parte, el historiador naval norteamericano, almirante Alfred Thayer Mahan (1840-1914), exponía: “El antiguo instinto de rapiña, que obliga al hombre a apoderarse de lo ajeno, persiste aún en nuestros tiempos. La fuerza moral no es suficiente para asegurarnos el éxito sin el concurso de la fuerza física. Los gobiernos son fideicomisarios que deben, en razón de su cargo, sostener, ante todo, los intereses legítimos de sus pueblos. La necesidad que obliga a los grandes países a asegurar su preponderancia industrial y comercial, les obliga también a buscar fácil salida a sus productos y darles protección por la fuerza, llegando por este camino a la conquista.” Para los estadistas norteamericanos de 1914 los enunciados anteriores representaban la doctrina de su política exterior, muy a pesar de que tales principios quedaban sujetos a la revisión impuesta por las ideas humanistas del presidente Wilson y del secretario de la Marina Daniels; pues por sobre todos los casos prevalecieron los puntos de vista favorables a los intereses económicos estadounidenses cuyo predominio reclamaba la acción gubernamental yanqui, para que México actuara en su vida institucional en forma grata al Gobierno de la Casa Blanca. La animosidad de los Estados Unidos hacia la Revolución Mexicana se fundaba en que la desaparición del régimen dictatorial porfirista ponía en peligro los privilegios que este Gobierno acostumbraba otorgar a los intereses económicos extranjeros contra el espíritu de las leyes mexicanas. De este hecho partieron las medidas tomadas por los estadistas norteamericanos —Taft y Wilson— para impedir, por todos los medios, la implantación de las reformas sociales que proclamaban los

revolucionarios de 1910 y que se convirtieron en leyes durante el movimiento constitucional iniciado con motivo del derrocamiento del presidente Madero. 4. Entre las clases cultas del pueblo norteamericano los plutócratas partidarios de las intervenciones armadas infundieron ideas propicias a la ocupación militar de México en toda su extensión territorial, con el propósito descubierto de llevar la frontera estadounidense hasta Panamá. Estas ideas directoras de la expansión territorial norteamericana, con arraigo en el espíritu de las Ordenanzas del Noroeste promulgadas en 1787, que fueron guía del desahogo al exterior de la colonización nacional estadounidense en el Continente y fuera de él, tuvieron, durante las tres primeras décadas de la presente centuria, corifeos de todas las categorías intelectuales, entre los que descollaron los publicistas, editores o simples colaboradores de los más importantes periódicos norteamericanos. Sin embargo, esta campaña intervencionista hecha por estadounidenses para proteger bienes estadounidenses no solamente estaba influida por los poderosos intereses capitalistas norteamericanos, también aumentaban sus fuerzas las opiniones de los mexicanos que tenían parte en los negocios privilegiados —latifundios, minas, comercios, ferrocarriles, petróleo, bancos—, que amenazaba revisar socialmente la Revolución Mexicana. Es más, las míseras disputas partidistas de los jefes militares o civiles mexicanos sin visión patriótica ni humanística coadyuvaron eficazmente a levantar los afanes del intervencionismo yanqui, unas veces ofreciendo doblegar la dignidad nacional y mutilar la integridad territorial si se contaba con el auxilio norteamericano para alcanzar el poder público en forma dictatorial; y otras veces suscitando las provocaciones internacionales que enfrentaran al Ejecutivo Revolucionario con el Gobierno de la Casa Blanca. Los medios innobles apuntados los usaron indistintamente todos los jefes facciosos y los aspirantes a serlo —de Victoriano Huerta, a Francisco Villa y Félix Díaz —, sin excepción, lo mismo las altas jerarquías militares de las facciones huertistas vencidas que los nuevos infidentes, hicieron todo cuanto pudieron para que los Estados Unidos mediatizaran a México. Ante estas maniobras incalificables solamente se opuso, de 1913 (19 de febrero) a 1920 (21 de mayo) un hombre: don Venustiano Carranza; un Gobierno: el constitucionalista; un sistema social: la Revolución Mexicana; una

Carta Nacional: la Constitución Política Mexicana de 1917. 5. En octubre de 1912, con motivo de la asonada felicista en Veracruz, surge la primera amenaza abierta de las fuerzas navales americanas contra los derechos nacionales del régimen maderista cuyas tropas se disponían para atacar y recuperar el puerto de Veracruz que ocupaban los sublevados al mando del general Félix Díaz. A causa de las operaciones ofensivas que desarrollaría el general Joaquín Beltrán contra los infidentes, el comandante del crucero norteamericano Des Moines se dirigió al general federal advirtiéndole que desembarcaría sus infantes de marina si las circunstancias lo obligaban a proteger los intereses y las vidas de los extranjeros, no solamente norteamericanos sino de otras nacionalidades, si a su juicio peligraban con el próximo combate. Este incidente pudo ser resuelto sin efusión de sangre entre mexicanos y norteamericanos a causa de la juiciosa actitud asumida por el general Beltrán, pero quedó manifiesta la clara intención del gobierno norteamericano para proceder contra la soberanía de México como había procedido antes contra la soberanía de otros países de América, desconociendo plenamente los derechos de las naciones al defender sin recato la integridad de los privilegios reclamados por el capitalismo estadounidense. A los hechos referidos y a la política norteamericana seguida con México y con el régimen constitucionalista presidido por el señor Carranza, política que afecta las relaciones mexicano-norteamericanas durante el periodo 1912-1914, se refieren los documentos y el material histórico transcritos en este apéndice y que, por ser poco conocidos del público, los presentamos como testimonios de las ideas que sustentaban tanto los partidarios extranjeros de la intromisión norteamericana en los asuntos internos de México como los diferentes intelectuales o estadistas estadounidenses cuyos pensamientos fueron contrarios a estas acciones. En otros casos, los documentos insertos hacen prueba plena del criterio que regía las conductas de algunos de los actores de estos hechos históricos referidos, tal como la transcripción de lo que afirma el general Obregón respecto al mensaje suscrito por el general Villa y dirigido al Gobierno de Washington pidiendo la desocupación de Veracruz.

DOCUMENTO Nº 1

General Joaquín Beltrán, La toma de la plaza H. Veracruz el 23 de octubre de 1912 y la intromisión yanqui. Herrero Hermanos Sucesores, México, 1930. La documentación que presenta el general Joaquín Beltrán, respecto a la mala fe con que procedía el cónsul Wm. W. Canada, decano del Cuerpo Consular en Veracruz, Ver., con motivo de la recuperación de esta Plaza sustraída al dominio federal debido a la infidencia del general Félix Díaz, es explícita. Queda manifiesta la antipatriótica actitud del general infidente, su propósito de encontrar el auxilio del Estado norteamericano para robustecer su rebeldía ante el régimen maderista; y está patente la insolencia del jefe naval estadounidense, comandante del crucero Des Moines, que amenazaba desembarcar sus fuerzas con el pretexto de proteger las vidas y los intereses no solamente de los norteamericanos residentes en la zona sujeta al ataque de las fuerzas federales, sino con el fin de arrogarse facultades de representante único de otros Estados extranjeros frente a las acciones legales del Gobierno de México. Estas actitudes del cónsul Wm. W. Canada y del commander U. S. Navy commanding U. S. S. Des Moines, C. T. Hughes, son típicas de las conductas de los representantes diplomáticos y de los jefes navales norteamericanos de las tres primeras décadas de esta centuria ante los gobiernos legítimos de los Estados iberoamericanos, cuando se trataba de amedrentarlos o atacarlos al margen de las normas del Derecho Internacional.

LA INTROMISIÓN YANQUI EN NUESTROS ASUNTOS INTERNOS El cónsul Canada en oficio, sin fecha, del 21 de octubre —1912— y refiriéndose al mío núm. 280, del día 20, me contesta haberse “enterado de la resolución de mi Gobierno de recuperar la Plaza de Veracruz, por la fuerza de las armas”. Ejército Nacional. Sección Mixta de Operaciones. Número 280. Mr. Wm. W. Canada, jefe del Cuerpo Consular en H. Veracruz. Debiendo obedecer las órdenes de mi Gobierno a fin de rehacerme de la Plaza de Veracruz, en donde además de ser usted representante de su

país es digno jefe del Cuerpo Consular y hallándose en la bahía el buque Des Moines, tengo el honor, en cumplimiento del artículo 17 del Derecho de la Guerra, de participar a usted que esa Plaza será tomada por la fuerza de las armas. Espero, señor cónsul, que se servirá usted tomar con sus conciudadanos y los señores cónsules que dignamente preside (para que éstos a su vez lo hagan con sus compatriotas) las medidas de precaución necesarias a evitar las consecuencias que desgraciadamente suele traer consigo un hecho de armas. Los hospitales, recintos científicos y edificios en que flote la bandera de la Cruz Roja serán lugares de refugio. Me es imposible manifestar a usted la hora a la cual comenzará la Plaza a ser atacada, pero sí le garantizo que no será menos de veinticuatro horas, a partir de la en que usted reciba esta comunicación. Me felicito de que un vapor de la nacionalidad de usted esté en bahía, pues confío en que esto resolverá más fácilmente las dificultades materiales que pudieran tener aquellos de sus conciudadanos que desearen salir violentamente de la población. Si lo estima usted pertinente, me tomo la libertad de suplicarle se sirva presentar mis respetos al señor comandante del Des Moines. Sírvase usted aceptar, señor cónsul, las seguridades de mi respeto y atención. Tejería, Ver., 20 de octubre de 1912. El general de brigada, Joaquín Beltrán. Nota: La contestación que recibí al día siguiente y cuya fecha olvidó poner el cónsul, dice: American Consulate. Veracruz. Señor general de brigada Joaquín Beltrán. Tejería, Ver. Su atenta comunicación número 280 de fecha de ayer, y que me fue entregada a las 10:15 de la mañana, me deja enterado de la resolución de su Gobierno de recuperar la Plaza de Veracruz por la fuerza de las armas. El Cuerpo Consular se enteró del contenido de dicha comunicación en la junta que se celebró a las 11 de la mañana. En esta junta los señores cónsules aprobaron por unanimidad dirigir a usted el presente acuse de recibo de su comunicación y al mismo tiempo decir a usted que han resuelto de común acuerdo usar las bodegas que se encuentran en el muelle número 4 como lugar de refugio para las familias de los extranjeros en este puerto y se permiten suplicar a usted, muy encarecidamente, se

sirva dictar sus estimables órdenes con el fin de que ese sitio sea respetado por sus fuerzas, y al mismo tiempo hacen extensiva dicha súplica para los edificios sobre los que floten sus respectivas banderas, pues en ellos permanecerán sus familias personales. Ya hice presentes sus saludos al señor comandante del barco de guerra Des Moines. Me suscribo de usted con todo respeto. El cónsul de los Estados Unidos de América, Wm. W. Canada. Nota: Con esta comunicación se me debió remitir otra que el día 1º de noviembre hube de exigir del señor cónsul, quien el citado día 1º —en presencia del señor secretario de la Comandancia Militar— improvisó, poniéndole fecha 21 de octubre anterior. Ignoraba yo la maldad que ya presidía los actos de ese cónsul. Mi contestación a la preinserta comunicación dice lo que copio; bien entendido que a medida que tenía yo noticias de los lugares de refugio, etc., etc., las comunicaba a mis jefes de columna, incluyendo al general Zozaya, quien por su situación al sur de Veracruz no necesitaba estrictamente tener tal conocimiento, dado su objetivo de contener el escape del enemigo. Ejército Nacional. Sección Mixta de Operaciones. Número 291. Mr. Wm. W. Canada, jefe del Cuerpo Consular. H. Veracruz. En contestación a la atenta nota de usted, tengo el honor de manifestarle que daré mis órdenes respecto a que sean respetadas las bodegas del muelle número 4, que en lo que respecta a los edificios en que floten los pabellones extranjeros así como la bandera de la Cruz Roja, son respetados de antemano por nuestras leyes. Una vez más agradezco a usted mi saludo al señor comandante del barco de guerra Des Moines. Reitero a usted las seguridades de mi muy atenta consideración. Libertad y Constitución. Tejería, Ver., 21 de octubre de 1912. El general en jefe, Joaquín Beltrán. Nota: El ya citado día 20 mi emisario, con conocimiento del jefe de la Plaza, entregaba en la Comandancia militar el siguiente oficio y su adjunto, así como mi declaración de guerra y negativa terminante a servirle de escalón al jefecito ése.

En mi declaración de guerra a que se refiere el citado cónsul y la cual participo “en cumplimiento del artículo 17 del Derecho de la Guerra, me felicito a la vez de que un buque de guerra de su país esté surto en la bahía, para resolver más fácilmente las dificultades materiales que pudieran tener aquellos de sus connacionales que desearen salir de la población”. A la vez le suplico, “si lo cree pertinente”, presentarle mis respetos al comandante del Des Moines, iniciando así, por mi parte, la cordialidad que —ocupando posteriormente mi posición oficial en el puerto — debía significar la visita de cortesía que tenía la obligación de hacerme, previo anuncio, el citado comandante. No me parece ocioso desarrollar ampliamente la importancia e impertinencia de la archiinjustificada amenaza del precitado comandante, dirigida a quien, como yo, “iba en nombre de un Gobierno (para cuya erección había contribuido la absoluta influencia moral y la ayuda efectiva de armas, dinero y municiones yanquis) reconocido sin reservas y como perfectamente legal por la nación americana, iba —mi persona y tropas a mis órdenes— a someter al orden al primer quídam —como Díaz— o a cualquier individuo de verdadera importancia por su influencia o popularidad que pretende desconocer, con las armas en la mano, a ese Gobierno legítimamente constituido”… Esto, en mi opinión, es del dominio de quien quiera que tenga sentido común y, por consiguiente, excluyo a Díaz y a todos sus secuaces y torpes admiradores. No conozco el Derecho Internacional ni he consultado con abogado competente la línea de conducta que debí observar en aquellas excepcionales circunstancias; pero en el supuesto de que la opinión de alguna o varias respetables personalidades fuere adversa a mi proceder, nada saldría yo ganando con ilustrarme a posteriori, puesto que aquella mi conducta fue el dictado de mi propio espíritu y honor, única ley de que, al efecto, tenía yo conocimiento, según la prevención que para casos imprevistos impone la sapientísima Ordenanza General del Ejército y de cuya filosofía he estado saturado en toda mi carrera. En mi posible ignorancia que, repito, no ha pretendido ilustrarse posteriormente, cupo la idea de que si el yanqui “reputando, ya como beligerante o como un bandido vulgar al revoltoso Díaz” se dirige a éste amenazándolo con hacerlo responsable, batiéndolo a cañonazos, de que si él y sus secuaces hicieran o permitieran hacer algún mal a algún extranjero no combatiente, haría uso de la fuerza en el suelo de México, sería explicable tal conducta, sin absolverla de su carácter de intrusa… Era explicable, también, que se me transcribiera la amenaza dirigida al sujeto de que trato, como correspondencia de quien, representando a un

Gobierno, se dirige al representante legal de otro Gobierno con el cual no se está en guerra y cuyo representante acababa de cumplir con las leyes de la guerra que tienden, hasta donde sea posible, a evitar contingencias … Pero permitirse amenazar de una manera tan cínica y tomar como pretexto “no solamente las garantías de sus connacionales, sino también reputarse diputado de todos los demás extranjeros residentes en el puerto para que el radio de acción de su amenaza fuera infinitamente mayor y, por consiguiente, su aplicación más y más probable”, supera en mucho la maldad que presidió a aquel acto, tanto más inicuo cuanto que de las contingencias que pudieran sobrevenir por un hecho de armas no podía ser responsable un Gobierno que, “precisamente venía a garantizar de manera irreprochable y única y entre los límites de lo posible, las vidas e intereses de los extranjeros que, expuestos a abusos de mexicanos inconscientes o malvados, iban a ser garantizados por el Gobierno legal, cuyo representante oficial iba a destruir ese estado anormal”. De las consecuencias de este estado, sólo podría ser responsable el Gobierno, en el caso de que por su parte nada pusiera en juego para evitar los abusos propios, por regla general, de cualquier menguado que, para pisotear la ley, se declara regenerador. Lo anterior no evita que si a Díaz se le hubiera amenazado como a mí, esa amenaza no habría despertado en el tal Díaz, ni el amor patrio, ni tampoco la dignidad militar. Esto lo demuestra el que él, por su parte, con una falta absoluta de valor en todos sentidos y para pedirme disimuladamente una prórroga para el comienzo de mis operaciones ofensivas, toma como pretexto los perjuicios que pudieran sufrir los habitantes pacíficos; y demostrando el máximum de cobardía civil, me declara que, en caso de una hecatombe de víctimas (de las que debió ocuparse en una semana en que estuvo de rebelde perfectamente ocioso, fundando su triunfo en su soberbia de que todo el Ejército había de secundarlo), me declara, repito, que él no será el responsable, sino “el gobierno maderista” que no tenía inconveniente en sacrificar vidas, con tal de mantenerse en el poder, y que él —Díaz— pensaba exactamente lo contrario (¡vaya un altruista archinecio!); y al efecto, ya protestaba ante el mundo, valiéndose de los periódicos de mayor circulación “…Esto, que levantándose en armas para que haya muertos y heridos, ya paisanos o ya militares, con el estúpido mote de paz y justicia, significa un modelo de cobardía civil de parte de un tonto incapaz de hacer frente a las responsabilidades que espontáneamente se ha creado ante el público, demuestra también una vergonzosa inconsciencia militar de parte de quien —como un enajenado— cree que una rebeldía con las armas en la mano

no ha de costar una sola gota de sangre. Pero hay algo inferior a estas majaderías… El individuo que tiene la pretensión de ser Presidente de la República adoleció, cuando menos, de uno de los dos defectos criminales siguientes: La única explicación que de las barrabasadas de Díaz en Veracruz tuve a última hora, me la descubrió la comunicación del comandante del Des Moines y la cual recibí a las 4:30 de la madrugada del día 23 de octubre — 1912— y que motiva lo que escribo y que por su valor histórico merece fijar la atención del lector, dada la serie de triquiñuelas y dificultades que se pusieron en práctica para que no saliera yo avante en mi empresa, creyéndoseme un pelele que sólo era susceptible de hacer algo siempre que desde México se me manejara con pitas, como si fuera un títere. Debo citar antes, que el día 22 dicho comandante, al participarme directamente que su buque está anclado en el muelle número 4, con objeto de que la ayuda a los extranjeros confinados en el muelle citado pueda ser más fácilmente impartida, me agradece el saludo que le envié por conducto del cónsul Canada, según se lee en el oficio siguiente: 372-RWW. United States Cruiser Des Moines. Veracruz, Mexico. Honored Sir: Again I have the honor to thank you for your great courtesy in remembering me in your letter to the Dean of the Consular Corps at Vera Cruz, communication Nº 291, dated October 21, 1912. I thank you for your honored consideration and desire that you be informed that the Des Moines is moored at wharf Nº 4 order that aid and assistance can be readily provided to the foreign citizens who are now sequestrated in the warehouse on that wharf. Again allow me to assure you of my high esteem and to thank you for remembering me in the courteous manner of an officer and a gentleman.—Very respectfully. C. T. Hughes, Commander U. S. Navy, Commanding U. S. S. Des Moines. The General in Chief Joaquín Beltrán. National Army of Mexico. Tejería, Ver., México. (Through the Consul of the United States.) Mi traducción fue como sigue: Crucero Des Moines de los Estados Unidos. Veracruz, México. Honorable señor: Una vez más tengo el honor de expresar a usted mi agradecimiento por su gran cortesía al recordar mi persona en su comunicación (oficio) al

decano del Cuerpo Consular en Veracruz, comunicación número 291, fechada octubre 21, 1912. Agradezco a usted su honrosa consideración y deseo esté usted al tanto de que el Des Moines está anclado en el muelle número 4 con objeto de que ayuda y auxilio puedan ser oportunamente dados a los ciudadanos extranjeros que están ahora internados en el almacén de dicho muelle. Permítame usted otra vez darle las seguridades de mi alta estimación y agradecerle el que me haya recordado con las manifestaciones de cortesía propias de un oficial y de un caballero. Muy respetuosamente, C. T. Hughes, capitán de la Armada de los Estados Unidos. Comandante del buque Des Moines. Al general en jefe Joaquín Beltrán. Ejército Nacional de México. Tejería, Ver. México. (Por conducto del cónsul de los Estados Unidos.) Esta comunicación del 22 y la siguiente del 21 se me entregaron (maldad de Canada) a las 4:30 a.m. del 23, con la coincidencia de mi imposibilidad de definir el tal muelle ni menos el buque, dada la lluvia. Toda mi correspondencia desde el médano está escrita en pedazos de papel y con lápiz y lo cual expreso en mi inmediata contestación: Ejército Nacional. Sección Mixta de Operaciones. General en jefe. Número 306. Campamento frente a H. Veracruz. Octubre 22 de 1912. Honorable señor: La favorecida de usted, de hoy (372), me impone de que el barco Des Moines que dignamente manda, está atracado (moored) en el muelle número 4, como facilidad para los que se refugien en dicho barco. Tengo el honor de protestar mi atención, rogándole se sirva excusar la forma de mis contestaciones, por falta de elementos adecuados a la distinción que debo a su personalidad. El general Joaquín Beltrán. Al señor C. T. Hughes, Commander, U. S. Navy, Commanding U. S. S. Des Moines. Tengo necesidad de insistir en que el 20 de octubre participé al cónsul, bajo el número 280, que iba a tomar la Plaza por la fuerza de las armas, etc., etc., y que dicho cónsul en oficio sin fecha me contestó el 21 de “enterado” de dicho oficio, etc., etc. Dicho cónsul ya sabía esto desde el

día 19, en que con los demás cónsules estuvo conmigo en las afueras de Tejería y a nadie de ese personal, incluyendo al señor Julio Franco quien, como buen periodista, logró colarse entre ese grupo, le cupo la menor duda de que iba yo a tomar la Plaza por la fuerza de las armas. Tratándose de un oficio de la gravedad del que voy a transcribir y que por conducto del citado cónsul me remitió el comandante del Des Moines “el día 21 de octubre”, debió el tantas veces citado cónsul, en estricto cumplimiento de su deber, enviarme dicho pliego el citado día 21, pues de su contenido debía yo imponerme sin pérdida de minuto. La mala fe de Canada consistió en reservarse dichos oficios. Y bien, ya he dicho que el 22 a las 10 a.m. se me cometió por Díaz la cochinada de hacerme fuego por sorpresa y que llegó a la Plaza la concesión que hice al citado Díaz, de comenzar mis operaciones ofensivas hasta las 6 a.m. del día siguiente 23. Esta concesión fue del conocimiento de las autoridades de la Plaza. El regocijo que a los del 21 Batallón causó esa prórroga se resolvió en que, durante más de 20 minutos, se dedicaron a hacer salvas y fuego graneado y lo cual, como causa, supe meses después por Díaz Ordaz, en México. Naturalmente ya no tuvo aplicación el asilo inmediato de los no combatientes (extranjeros y mexicanos) en los lugares de refugio. Así pues, desde las 12 del día 22, sabía Canada por el aviso de la Plaza, referente a la prórroga concedida, “que estaba yo en el médano”, y ni durante el resto del día ni durante toda la noche me mandó el pliego en referencia, a fin de ponerme en el caso, para él indudable, de interrumpir mis operaciones, sujetando éstas a consultas que habría yo de hacer al Gobierno; y mientras tanto, cada hora que pasara aumentaban las probabilidades de que la revolución, si no había ya surgido, surgiera en varios puntos del país, aumentando las dificultades del Gobierno… La faena de subir seis piezas de artillería, cuatro de las cuales iban a quedar emplazadas en la cúspide del médano, fue terriblemente dura y faltando solamente unos 60 metros para colocar en su sitio la última, ordené el descanso de todo el personal de oficiales y tropa. Solamente estábamos de pie el señor general Agustín Valdés y yo sufriendo un aguacero torrencial, cuando a las 4:30 a.m., del día 23, me llegaban del Consulado norteamericano dos pliegos para cuya lectura tuve grandes dificultades, no estando bajo tienda de campaña ni albergue de ninguna especie. Hube de despertar a mi ayudante Güelfo, quien extendió su capote para que debajo de él y alumbrándome con un farol de su batallón el citado general Valdés, pudiera yo imponerme de documentos remitidos a una hora tan malvadamente estudiada. Véase el otro documento:

371. RWW. United States Cruiser Des Moines. Veracruz, Mexico, October 21, 1912. Honored Sir: I have the honor to acknowledge the receipt of a copy of your communication to the Dean of the Consular Corps at Vera Cruz, number 280 and dated October 20, 1812, in which you give the notice as required by the Congress of Nations, that you will make an attack on the City of Vera Cruz, not earlier than twenty four hours after the receipt of said communication. In the above mentioned communication you do me the honor of stating your pleasure at the presence of the ship under my command in Vera Cruz, and I thank you for the consideration. That you would fully conform with the civilized usages of warfare was only to be expected from an officer and a gentleman of well known reputation and high attainments. (Escribo en letras mayúsculas lo que sigue): I HAVE THE HONOR TO INFORM YOU THAT I HAVE ASSUMED THE PROTECTION OF THE FOREIGN CITIZENS NOW RESIDENT IN VERA CRUZ, AND WHILE WELL KNOWING THAT NO ACT OF A SOLDIER OF MEXICO WOULD CAUSE TROUBLE TO FOREIGN NON COMBATANT, I TRUST NO PERSON WILL ACT, OR ALLOWED TO ACT TO CAUSE ME TO USE FORCE ON THE SOIL OF MEXICO.

Allow me again to extend my thanks for your great courtesy and consideration and to assure you of my highest regard and esteem. Very respectfully, C. T. Hughes. Commander, U. S. Navy, Commanding U. S. S. Des Moines. To the General of Brigade Joaquín Beltrán, National Army of Mexico. Tejería, Mexico. (Through the Consul of the United States.) Seguramente que esta comunicación no puede ser más atenta en su redacción, ni la amenaza que encierra, más grave, como lo demuestra la traducción que hago, llamando la atención del lector sobre el párrafo tercero y que escribo entre comillas: Crucero Des Moines de los Estados Unidos. Veracruz, México. Octubre 21, 1912.

Honorable señor: Tengo el honor de acusarle recibo de una copia de su comunicación al decano del Cuerpo Consular en Veracruz, número 280 y fechada octubre 20, 1912, en la cual participa usted, como lo requiere el Congreso de las Naciones, que atacará usted la ciudad de Veracruz NO antes de veinticuatro horas de haberse recibido dicha comunicación. En la comunicación ya citada me hace usted el honor de manifestar su agrado por la presencia del buque de mi mando en Veracruz y doy a usted las gracias por esa consideración. Que usted habría de obrar en perfecto acuerdo con las costumbres civilizadas de la guerra, era de esperarse de un oficial y de un caballero de bien conocida reputación y altos merecimientos. “Tengo el honor de informar a usted que he asumido la protección de los extranjeros que actualmente residen en Veracruz y aunque de antemano sé bien que ningún acto de un soldado mexicano sería capaz de causar perjuicio, (mal, etc., etc.) a un extranjero no combatiente, confío (espero) que nadie obrará ‘o permitirá obrar’ de tal manera que motive el que haga yo uso de la fuerza en el suelo de México.” Permítame usted otra vez expresarle mis agradecimientos por su gran cortesía y consideración y asegurarle mi más elevada atención y estimación. Muy respetuosamente, C. T. Hughes . Etc., etc. (Por conducto del cónsul de los Estados Unidos.)[*1]

DOCUMENTO Nº 2 Gonzalo G. Rivero, Hacia la verdad, episodios de la Revolución [maderista]. Compañía Editora Nacional, S. A., México, 1911. Las declaraciones del señor don Francisco I. Madero respecto a la confianza que le merecían el Gobierno y los plutócratas norteamericanos — a él y a su revolución— quedaron desmentidas flagrantemente con el trato recibido por el declarante de parte del embajador Henry Lane Wilson, coautor intelectual de los magnicidios huertistas de 1913 y promotor de la intervención norteamericana en México durante 1914.

LAS RELACIONES DE MÉXICO CON LOS ESTADOS UNIDOS Hablando de ellas, Madero dijo: “Hoy que la guerra ha concluido por fortuna, vosotros los americanos, que supisteis apreciar la bondad de la causa revolucionaria, recogeréis los frutos de esa confianza con el estrechamiento de las relaciones internacionales. Porque uno de los propósitos de la Revolución será hacer disipar el sentimiento antiamericano, mostrándole al pueblo que la vecina República es una amiga verdadera de México. Muchos vieron en la Revolución un peligro de intervención americana, un gran peligro internacional, y fuimos condenados por haber dado el pretexto. Sin embargo, las armas constituían el único medio de alcanzar la libertad, y mis compatriotas han podido observar cómo los sentimientos americanos fueron de simpatía para la Revolución, pues nadie como ellos supo comprender la alteza de nuestras intenciones. Nos ayudaron haciendo extensiva su simpatía a las demás naciones del mundo.”[*2]

DOCUMENTO Nº 3 Arthur S. Link, La política de Estados Unidos en América Latina (19131916). F.C.E., México, 1960. Este ilustre autor (uno de los más eruditos y talentosos en sus apreciaciones sobre la política de los Estados Unidos con México) incurre, con mayor benevolencia que Edward I. Bell,[*3] en la misma equivocada opinión de éste respecto a los hechos históricos mexicano-norteamericanos de la segunda década de este siglo. Es un narrador casi fiel en la exposición de los acontecimientos; pero, como es natural, sus puntos de vista son forzosamente favorables al punto de vista del norteamericano fiel a su país y a sus estadistas. Por ejemplo, al referirse al levantamiento del embargo de armas decretado por el presidente Wilson el 3 de febrero de 1914, califica de funesto el paso del presidente estadounidense. Pero, por otra parte, no es posible exigir que los norteamericanos afectados en sus sentimientos o en sus intereses, o en sus simpatías simplemente, por la Revolución Mexicana, nos enjuicien como nosotros, los idealistas de México, lo deseamos. De Link son esta transcripción y la signada con el número 13 tomada de

su obra Wilson: The New Freedom, esta última nutrida de datos tan interesantes como los transcritos.

LEVANTAMIENTO DEL EMBARGO DE ARMAS Wilson adoptó el paso funesto de levantar la prohibición de venta de armas el 3 de febrero de 1914. Los constitucionalistas, por supuesto, quedaron encantados. “¡Pronto se acabará la guerra! ¡Pronto se acabará la guerra!”, exclamó el general Francisco Villa, uno de los principales jefes militares de Carranza apenas se enteró de la noticia.[35] Huerta fingió indiferencia, diciendo que no pensaba que la acción del Presidente produjese mucha diferencia.[36] La reacción en los Estados Unidos fue, en general, favorable, especialmente entre los miembros del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, muchos de los cuales habían estado urgiendo al Presidente que levantara la prohibición de venta de armas.[37] Pero los comentaristas ingleses, la mayor parte de los cuales veían a los constitucionalistas como bandidos y violadores, se sintieron lastimados. “Hablando francamente — declaró un periodista londinense en un editorial típico—, jamás ha habido algo tan cruelmente inmoral ni tan cínicamente cruel en la historia del mundo, hasta ahora. Ningún Estado, pretendiéndose civilizador, había anunciado antes su presteza para nutrir a los elementos anárquicos en una comunidad vecina, con medios de masacre y rapiña, por simple provecho… Para completar la siniestra monstruosidad del Presidente Wilson en su intervención, los Estados Unidos se encuentran todavía ‘oficialmente en paz’ con la infortunada población de México.”[38] Mientras Wilson esperaba que los constitucionalistas se abrieran paso arrolladoramente hasta la ciudad de México después del levantamiento de la prohibición de la venta de armas, los acontecimientos parecían conspirar para arruinar sus esperanzas de deponer a Huerta sin la intervención militar activa de los Estados Unidos. Las razones de este desarrollo eran complejas, pero no oscuras. Para comenzar, las filas constitucionalistas estaban empezando a romperse por una fiera rivalidad entre Carranza y Villa, quien estaba proyectando arrebatar la dirección de las fuerzas revolucionarias al Primer Jefe. Como consecuencia, ambos jefes parecían a menudo más preocupados en construir su propio poderío, preparándose para una lucha intestina final, que en combatir a Huerta. Muchos mexicanos responsables, informó Lind, temían que la guerra civil pudiese continuar por años.[39][*4]

DOCUMENTO Nº 4 Gaston Nerval, Autopsy of the Monroe Doctrine. The Macmillan Company, New York, 1934. El distinguido escritor Gaston Nerval es claro y terminante en sus juicios, fundados en el respeto al Derecho internacional, en la invulnerabilidad de los derechos de las naciones, en el respeto mutuo entre los pueblos, doctrinas que proclama como única manera de promover la paz y el bienestar entre los hombres. Sus tesis en defensa de la soberanía de las naciones serán siempre actuales. Porque por sobre la preconización de teorías personales por parte de los estadistas rectores de países poderosos acerca del trato entre los pueblos (por ejemplo, las particulares ideas del presidente Wilson sobre la paz y el orden en las naciones vecinas), por ilustres, originales y humanitarias que sean tales teorías, deberán enunciarse haciendo permanecer siempre incólumes los principios clásicos del Derecho internacional, única manera de patentizar el progreso de la cultura y de la civilización entre los Estados.

“AUTOPSIA DE LA DOCTRINA MONROE” Por lo que concierne a la intervención en los asuntos domésticos de México, ésta fue también única en su género. El papel importante desempeñado por los intereses petroleros de los Estados Unidos a través de todo el episodio, sugiere que las consideraciones financieras no eran del todo ajenas, a pesar de que nunca recibieron abiertamente el apoyo oficial que la diplomacia del dólar trae aparejado. Esta influencia de los intereses privados de los Estados Unidos y el empleo de fuerzas armadas de los Estados Unidos en contra de una de las facciones en la contienda política interna, puede revelar algunas de las características de los casos dominicanos, haitianos y nicaragüenses; pero el hecho es que la intervención en México no tenía por objeto establecer un control financiero por parte de los Estados Unidos; tampoco dio por resultado apoderarse del gobierno central con las fuerzas de los Estados Unidos. Fue un caso aislado más, ocasionado por circunstancias especiales y el idealístico, pero corto de vista gobierno paternal de Woodrow Wilson. No fue el resultado de un plan encaminado a la expansión política y financiera

de los Estados Unidos, y, lo que es más significativo en este caso, no fue llevado a cabo en nombre de una falsa interpretación de la Doctrina Monroe. Fue, más bien, una contienda entre el presidente Wilson y el presidente Huerta, en la cual el primero eligió el papel de hermano mayor, probablemente con espíritu humanitario, aunque sin titubear en acudir a la fuerza y al garrote para desempeñarlo. No obstante, ciertos aspectos de la intervención en México deben tenerse presentes para explicar el grado en que ellos aumentaron al resentimiento y recelo ya experimentados por la política latinoamericana de los Estados Unidos. Tales aspectos pueden resumirse como sigue: a) El franco interés con que Washington vio la caída de Madero, quien era considerado favorable a los intereses financieros de los Estados Unidos en México, y el establecimiento de un gobierno de facto presidido por el general Huerta de quien se sabía favorecía los intereses petroleros británicos; b) la actitud adoptada por el presidente Wilson al principio del régimen de Huerta declarando: “No podemos simpatizar con aquellos que buscan adueñarse del poder del gobierno para satisfacer sus intereses personales o su ambición”, o rehusando reconocerlo con motivo de que el mismo había sido creado por medio de la violencia y procedimientos anticonstitucionales; c) la actitud paternal del presidente Wilson al sugerir el retiro de Huerta y declarar ante el Congreso: “La situación actual de México es incompatible con el cumplimiento de las obligaciones internacionales por parte de México, con el desarrollo de la civilización en México mismo, y con la conservación de condiciones políticas y económicas tolerables”, arrogándose, por lo tanto, la tarea tutelar de proteger el buen gobierno de los países vecinos. El presidente Wilson había dicho: “Voy a enseñar a las repúblicas sudamericanas a seleccionar hombres buenos”; d) la introducción directa del presidente Wilson en la contienda política de México cuando envió representante para tratar con las diferentes facciones y sugirió los términos sobre los cuales podría establecerse la paz; e) la franca oposición a la continuación de Huerta en el poder, oposición que el presidente Wilson admitió sin ambages y que prometió sostener “por cuantos medios fuera necesario”; f) la presión diplomática ejercida sobre los gobiernos extranjeros, incluyendo el inglés, el alemán y el francés, para impedir su apoyo al régimen de Huerta; g) la ayuda militar dada a los contrarios de Huerta, los constitucionalistas, estableciendo primeramente un embargo de armas en

nombre de la neutralidad, cuando Huerta necesitaba armas para dominar la revolución; y levantándolo después, también en nombre de la neutralidad, cuando los constitucionalistas iban ganando y pidieron armas para terminar su campaña; h) el bloqueo económico al gobierno de Huerta por la presión de los Estados Unidos, que le impidió obtener un empréstito en Europa; y la negativa de las grandes empresas de los Estados Unidos en México a pagarle impuestos “con el consentimiento y aprobación, y a sugestión” del Departamento de Estado; i) la intolerancia y hostilidad demostrada en el incidente de la bandera en Tampico, cuando el arresto preventivo por las autoridades militares de Huerta en Tampico, de varios marinos de los Estados Unidos que habían desembarcado en “un lugar sujeto a la jurisdicción militar y donde se estaban desarrollando operaciones militares y donde precisamente se acababa de efectuar un ataque enemigo”, fue convertido por el Departamento de Estado en un caso de dignidad nacional, predisponiendo la opinión pública en favor de una intervención en México. Huerta había presentado excusas, castigado al oficial responsable del arresto, y aun estuvo de acuerdo en saludar la bandera de los Estados Unidos, si solamente “los Estados Unidos hubieran firmado un protocolo… especificando que después del saludo hecho por las baterías mexicanas, el saludo sería correspondido por un barco de guerra americano de acuerdo con la usanza internacional”, que era, precisamente, el procedimiento indicado por el almirante de los Estados Unidos, Mayo, en Tampico. Washington insistió en el saludo sin el protocolo, y se aprovechó del incidente para desacreditar y humillar al gobierno de México; j) la falsa declaración del Presidente Wilson de los hechos respecto a este y otros dos incidentes —los cuales los oficiales de los Estados Unidos en el lugar de los hechos habían declarado ser involuntarios y sin importancia— cuando compareció ante el Congreso solicitando permiso para el uso de fuerzas armadas de los Estados Unidos en contra del general Huerta, con motivo de que “el honor de los Estados Unidos estaba en juego”. Incidentalmente, una vez obtenida esta autorización, no se insistió más en el saludo a la bandera y se olvidó todo el incidente de Tampico; pero el presidente Wilson, ya con manos libres, prosiguió en sus esfuerzos por echar a Huerta; k) la toma de Veracruz, el principal puerto mexicano, sin previa declaración de guerra, por las fuerzas navales de los Estados Unidos. El 21 de abril de 1914, después de detener un barco alemán conduciendo armas para las fuerzas de Huerta, los marinos e infantes de marina de los

Estados Unidos, desembarcaron en Veracruz, se apoderaron de las oficinas del cable, del correo y del telégrafo, de la aduana y de la estación del ferrocarril, y al día siguiente tomaron toda la ciudad “al amparo de los cañones de nuestros barcos de guerra”. Diecisiete marinos y doscientos mexicanos pagaron con sus vidas este acto de guerra en tiempos de paz, ostensiblemente para buscar una satisfacción por el incidente de Tampico; pero en realidad para quitar del poder a un presidente que no era grato al presidente Wilson. El saludo a la bandera de los Estados Unidos nunca más fue requerido. La esposa del encargado de negocios de los Estados Unidos en México escribió en esta ocasión: “con la toma de Veracruz a través de cuyas aduanas entra una cuarta parte del total de las importaciones, Huerta se queda sin un millón de pesos mensuales, más o menos. Ciertamente que lo estamos aislando y debilitando a gran prisa. ‘La fuerza es derecho.’ Podemos empezar a enseñarlo en las escuelas”; y l) las instrucciones del gobierno de Washington a sus delegados en las conferencias neutrales del Niágara, en las cuales los representantes de Argentina, Brasil y Chile tomaron parte, de no aceptar ninguna solución en el caso de México que no contuviera el retiro de Huerta. Esto no sólo originó el fracaso de la mediación, sino que trajo subsecuentes protestas de los verdaderos dirigentes de la facción contraria a Huerta en México, a la cual Wilson estaba tratando de ayudar. Éstos declararon que no podían aceptar como un regalo cualquier cosa que les fuera dada a costa de la soberanía de México. No obstante, cuando los enemigos de Huerta finalmente lo arrojaron y tomaron posesión del gobierno de México, admitieron francamente que la oposición de los Estados Unidos a Huerta, y, principalmente, la ocupación de Veracruz por las fuerzas de los Estados Unidos, había ayudado considerablemente a decidir la suerte del movimiento constitucionalista. Ninguno de estos actos podría encontrar una justificación en las leyes reconocidas del Derecho Internacional. Ellos revelan la encubierta intervención del gobierno de los Estados Unidos en los asuntos internos de México. Trascienden a imperialismo, aun si el hombre esencialmente responsable de los mismos, no haya tenido fines egoístas en su actitud paternal, sino guiado por un malentendido idealismo que vagaba muy por arriba de la tierra para poder comprender los límites de la soberanía nacional.[*5]

DOCUMENTO Nº 5

Manuel Ugarte, El destino de un Continente. Editorial Mundo Latino, Madrid, 1923. La disertación de Manuel Ugarte sobre la violenta ocupación de Veracruz el 21 de abril de 1914, permite observar en las horas de prueba cuán divorciados se encuentran los intereses de los pueblos indoiberos de los intereses de la plutocracia internacional. Por esta razón la reacción que produjo en la prensa bonaerense la invasión yanqui de México en 1914, fue tan distinta de la que se suscitó en el ánimo del pueblo argentino. La prueba que nos suministra Manuel Ugarte, el gran ciudadano de América, es palmaria.

EL DESTINO DE UN CONTINENTE El 21 de abril de 1914, la escuadra del contraalmirante Fletcher, apareció frente a Veracruz y se apoderó de la ciudad, venciendo una resistencia improvisada, durante la cual, más de cuatrocientos hombres, alumnos de la escuela naval, soldados del ejército regular, simples civiles patriotas, pagaron con su vida la imprevisión, el desvío, la incapacidad de una política. Sorprendido el país en medio de sus agitaciones internas, debilitado por largas luchas, anarquizado por la legendaria declaración de que el desembarco iba dirigido contra el Gobierno y no contra él, encontró, sin embargo, la fuerza necesaria para preparar en el interior el levantamiento que modificó los planes del invasor. La impresión causada en Buenos Aires por estos sucesos fue contradictoria. Los órganos oficiosos se mantuvieron impasibles. La opinión pública, en cambio, se levantó instintivamente en un movimiento de reprobación. Del empuje unánime nació el mismo día el Comité Pro-México con el apoyo de la Federación universitaria y cerca de diez mil adhesiones. Los que asistieron a la primera reunión no han olvidado, seguramente, el significado. Muchos de los que formaron parte de la Comisión, han ocupado después cargos políticos, como el doctor Diego Luis Molinari, subsecretario de Relaciones Exteriores en el Gobierno del señor Irigoyen, Obdulio Siri, ministro de la Gobernación en la provincia, etcétera. El ímpetu generoso de las generaciones nuevas, hacía surgir en todos los barrios de Buenos Aires y en todas las ciudades de la Argentina el remolino que puso en grandes dificultades al Gobierno. Como presidente de la Comisión, estuve al habla con las autoridades. Los diarios de esos días dan cuenta de las entrevistas

y conferencias a que dio lugar el asunto, y de la resolución oficial, prohibiendo toda manifestación. Es justo dejar constancia de la protesta de una parte de la Prensa, El Diario Español, entre otros, que después de recordar la facilidad con que se toleraron en la Argentina las manifestaciones en favor de Cuba Libre, hiriendo así los sentimientos de España, encaraba el problema en su faz general.[*6]

DOCUMENTO Nº 6 Pierre Lamicq (Cráter). De criollos, indios y mestizos (sin pie de imprenta). Este autor, ilustre por todos conceptos y veraz en grado sumo, presenta, en la transcripción que signamos con este número, una visión clarísima del patriotismo mexicano, cuando despierta éste en los corazones de los hombres del pueblo, en los soldados anónimos, en los mexicanos que han hecho la patria; gallardos lo mismo en 1847 que en 1914; ejemplares siempre. ¡Tan diferentes de los exponentes del militarismo criollo, como los Joaquín Mass y los Antonio López de Santa Anna!

LA “DEFENSA DE VERACRUZ EN 1914” En Ulúa, uno de los reclusos dijo a los señores Madero, prisioneros de Huerta: “El Presidente Madero nos ofreció derribar esta prisión y aliviar nuestras penas.” Este mismo preso, en cuanto supo con quiénes hablaba gritó furiosamente: ¡Viva Madero! y todos los presos repitieron el mismo grito. Que la gran voz de los infelices de Ulúa traspase esos muros y lleve su eco a todos los campos de la República donde haya un oprimido o un digno. La defensa de Veracruz contra los yanquis fue hecha principalmente por estos desgraciados que el miedo agudo del prusiano Mass libertó antes de huir. Entre las víctimas se encontraron algunos niños de la Escuela Naval, muchos “rayados” (presos de Ulúa) y otros individuos de la última clase social así como dos o tres españoles, pero un solo criollo apellidado Martínez. Las meretrices también dispararon contra el invasor. Salvo bellísimas excepciones, nuestros jefes federales jamás se han distinguido por su honor militar ni por su espíritu de sacrificio. Los Lauro Villar, los García Peña, los Felipe Ángeles, los Jiménez Castro, no abundan

en los cuadros directores. En cambio nuestros soldados, indios en su gran masa, han sido siempre admirados por el enemigo. El General Winfield Scott, conmovido ante el heroísmo de nuestros humildes indios, hizo en Jalapa, el 11 de mayo de 1847, las siguientes declaraciones: “El hombre más insensible se conmoverá de dolor al contemplar los campos de batalla de México, después del combate. Casi todos los muertos y moribundos levantados en el campo de batalla pertenecían a la triste clase del soldado, y RARAS VECES SE VIERON EJEMPLOS DE HONOR MILITAR EN LOS GRADOS SUPERIORES. En todas las acciones de guerra, desde Palo Alto hasta Cerro Gordo, los muertos quedaron insepultos, y los heridos abandonados a la caridad y clemencia del conquistador. Soldados que, como los mexicanos, se baten valerosamente no obstante tal recompensa, merecen ser clasificados entre los mejores del mundo, supuesto que no los estimula ni los sostiene la más remota esperanza de gloria, de una lágrima, de un recuerdo y siquiera de una tumba.”[*7]

DOCUMENTOS Núms. 7, 9 y 10 Casasola, Historia gráfica de la Revolución Mexicana. Editorial F. Trillas, S. A., México, 1960. Agustín V. Casasola, repórter mexicano de buena prosapia, legó a sus hijos sus inquietudes de historiador gráfico. Su Historia gráfica de la Revolución Mexicana, iniciada por don Agustín y dada a luz por su hijo don Gustavo, suministra datos tan irrebatibles acerca de los acontecimientos nacionales como los que consignamos en los documentos números 7, 9 y 10 de este apéndice. El número 7 reafirma la conocida actitud que el señor general Villa y sus generales observaron ante la invasión americana de 1914. El número 9, documento firmado por el Lic. R. A. Esteva Ruiz, encargado del Despacho de Relaciones Exteriores del régimen de la usurpación huertista, exhibe los métodos usados por Victoriano Huerta y sus cómplices, pues por medio del documento inserto reconocen con gratitud la intromisión de potencias extrañas en los asuntos internos de México, al referirse mañosamente al principio y al fin de las Conferencias de Niagara Falls. El documento número 10 es elocuente por sí mismo en cuanto al criterio providencial que sustentaba el contralmirante Fletcher en su acción

bélica contra el inerme pueblo veracruzano, pues el jefe naval estadounidense, en su proclama, dice: que su presencia en Veracruz obedece a que llegó “para inspeccionar (a cañonazos y con efusión de sangre inocente) la administración pública a causa de los disturbios que actualmente reinan en México”. Pero el almirante Fletcher no podía olvidar el aspecto financiero de su misión; y en el último párrafo de su proclama, dice: “el recaudo de contribuciones e inversión de ellas se continuará haciendo en la misma forma que hasta el presente y conforme a la ley” (conforme a la ley de los invasores, porque nunca se aplicaron en Veracruz multas y exacciones más elevadas que las aplicadas entonces, por las causas más fútiles). Declaraciones de los generales Villa y Ángeles, en Ciudad Juárez, con motivo de la ocupación militar de Veracruz por los norteamericanos. Después de las encarnizadas y feroces batallas de Torreón y San Pedro de las Colonias, donde la División del Norte derrotó al Ejército federal y a una veintena de generales, el general Francisco Villa va a Chihuahua a saludar al Primer Jefe, que lo felicita junto con sus jefes en nombre propio y de la causa. Los generales Francisco Villa y Felipe Ángeles van a Ciudad Juárez, donde se encuentran a la población en un estado de excitación y preparados para defender el suelo patrio de la Intervención norteamericana acabada de consumar en el puerto de Veracruz; hacen declaraciones a la prensa de los Estados Unidos en las que dijeron: “el pueblo mexicano desea conservar su amistad con el Gobierno de Washington”. El 23 de abril regresa a Chihuahua el jefe de la División del Norte y le llama la atención el Primer Jefe por las declaraciones hechas en Ciudad Juárez.[*8]

DOCUMENTO Nº 8 Justino N. Palomares. La invasión yanqui en 1914, México, 1940. El poeta Justino N. Palomares, que actuó como soldado de la Revolución Constitucionalista, fue testigo ocular de muchos de los hechos acaecidos durante la ocupación militar norteamericana de Veracruz en 1914. El documento número 8, Circular del general Cándido Aguilar, fue

recopilado por él con la devoción que siempre tuvo para el gran patriota que comandaba en jefe la Primera División de Oriente por esas fechas, y que tan dignamente colaboró con el presidente Carranza como secretario de Relaciones Exteriores, honrando siempre a México, quedando como ejemplo de diamantino patriotismo en tan elevado y delicado encargo. Los documentos números 11, 12, 15, 16 y 17, también tomados de la importante y poco conocida obra del poeta Palomares, se refieren: El 11, a un lamentable hecho causado por el pánico en uno de los jefes norteamericanos que invadieron Veracruz, al ser repelidas las fuerzas invasoras por el pueblo mal armado. El 12, a los héroes que combatieron al invasor. El 15, al Boletín cantonal, que publicó otra circular del general Aguilar respecto a medidas de prudencia dictadas para no entorpecer las gestiones diplomáticas tendientes a lograr la desocupación de Veracruz. El 17, a otro mensaje del general Aguilar, por el que notifica al general Eulalio Gutiérrez que la zona porteña de Veracruz va a ser desocupada por los norteamericanos. Este mensaje es particularmente importante, porque por esas mismas fechas, el jefe de la Convención, despechado por el triunfo diplomático del Constitucionalismo, intrigaba cerca de los generales y gobernadores adictos a la Primera Jefatura de la Revolución, al señor Carranza, engañándolos por medio de otra circular mediante la cual propalaba la especie antipatriótica de que los estadounidenses no evacuarían la zona ocupada de México. Por último, el documento número 18, debido a la pluma de Josephus Daniels, ex-secretario de Marina del presidente Wilson en 1914, y, sin lugar a dudas el embajador norteamericano que ha demostrado ser el mejor amigo de México y el que mejor ha apreciado nuestra evolución histórica, refiere y aclara en toda la extensión de su escrito pensamientos idealistas y humanitarios del presidente Wilson, que fueron el mayor impedimento para que los plutócratas norteamericanos saciaran su sed de sangre y oro victimando al pueblo de México.

CIRCULAR DEL GRAL. CÁNDIDO AGUILAR Llamo urgentemente la atención a todos los jefes, oficiales y soldados del Ejército Constitucionalista que se encuentren operando en la zona Oriente, de la que actualmente soy jefe, a fin de que no se dejen sorprender por las maquinaciones del usurpador Huerta y sus secuaces, quien ya en su agonía está recurriendo al más abominable procedimiento para evitar que el

ejército del pueblo le aseste el golpe de muerte que ya está próximo. Primero ha sido la trama de la pretendida intervención, tan provocada por Huerta, el Clero y los Científicos, considerándola como su única salvación; no necesitamos los soldados constitucionalistas unirnos a los traidores para defender nuestra integridad. La grave responsabilidad en el remoto caso de intervención, será de Huerta y sus secuaces, y la maldición formidable del pueblo mexicano pesará eternamente sobre ellos. Adelante, pues, soldados de la legalidad; no desmayemos un instante en nuestra lucha contra la usurpación y el crimen. Cuartel de Chicontepec, a 28 de abril de 1914. El General en Jefe de la Primera División de Oriente, Cándido Aguilar.[*9]

DOCUMENTO Nº 9 Informe del encargado del Despacho de Relaciones Exteriores, Lic. Alberto Esteva Ruiz, al Congreso: “Señores senadores: ”Este informe que me honro en presentar a la Cámara de Diputados, pone de manifiesto la grave situación política en que se hallaba la República. ”El Ejecutivo tiene plena fe en que el H. Congreso de la Unión reconozca que con las negociaciones llevadas a cabo se logró evitar la guerra internacional y la intervención de una potencia extraña en asuntos de interés exclusivo del Gobierno. ”La realización de esta obra pudo llevarse a cabo gracias a la solidaridad dada por las Tres Naciones Hermanas del Pueblo Mexicano. ”Conservaremos eterna gratitud por la mediación que no tuvo otro fin que la vinculación y salvaguarda de la independencia de México. ”México, 8 de julio de 1914.” R. A. Esteva Ruiz[*10]

DOCUMENTO Nº 10 PROCLAMA AL PUEBLO DE VERACRUZ

La fuerza naval de los Estados Unidos que está bajo mi mando ha ocupado temporalmente la ciudad de Veracruz para inspeccionar la administración pública a causa de los disturbios que actualmente reinan en México. Todos los empleados que sirven a la municipalidad de este puerto quedan invitados para continuar en el desempeño de sus funciones como lo han hecho hasta ahora. Las autoridades militares no intervendrán en los asuntos de las civiles y administrativas mientras el buen orden y la paz no se alteren en la población. Todos los ciudadanos pacíficos pueden confiadamente permanecer dedicados a sus usuales ocupaciones, seguros de que serán protegidos en sus personas y propiedades así como en sus correctas relaciones sociales. El comandante suscrito da seguridades de que no tendrá intervención con las autoridades civiles, sino en caso de absoluta necesidad y llevando siempre por mira la observancia de la ley y el orden. El recaudo de contribuciones e inversión de ellas, se continuará haciendo en la misma forma que hasta el presente y conforme a la ley. El Contra-Almirante, F. F. Fletcher[*11]

DOCUMENTO Nº 11 “ALGUNAS ANÉCDOTAS DE LA OCUPACIÓN DE VERACRUZ” Uno de los jefes que durante los combates en Veracruz se distinguió por su cobardía, fue el comandante de un batallón de infantería llamado John H. Russell. Cuando este militar yanqui, al frente de su soldados se disponía atacar la Escuela Naval, repentinamente, de una de las bocacalles sale un mexicano al frente de su esposa y tres pequeños, sus hijos, agitando una bandera blanca, lo que bastó para que el yanqui y su gente se regresaran en completa desbandada. Al correr de los años, en el diario Excélsior, con fecha 5 de marzo de 1935, publica la noticia, que sin comentarios inserto: “Es desaprobada una promoción. Nuevamente se condena el ascenso propuesto para el jefe John H. Russell. Washington, D.C., marzo 5. (A.P.) Oponiéndose a que se confirme el ascenso de John H. Russell, comandante de infantería de marina, como mayor general, el senador Black leyó hoy, en la Alta Cámara, la queja de un oficial (cuyo nombre no se dio a conocer), quien se

propone pedir su baja para protestar contra las decisiones de la Junta de Ascensos del Cuerpo de Marina”. “La queja servía de preámbulo a una exposición hecha por el senador de Alabama acerca de la acción conocida con el nombre de ‘la carrera de Russell’, ocurrida en 1914, en la toma de Veracruz, durante la administración del tristemente célebre Woodrow Wilson; acción en la que Russell fue casi derrotado con su batallón ‘por un solo mexicano que agitaba una bandera blanca’.” “El senador Black censuró el sistema de ascensos establecido en el cuerpo de infantes de marina, en virtud de una ley promulgada el año pasado, mediante la cual las promociones de los oficiales se basan en las selecciones de la Junta, en la cual, según se dijo, domina el propio general Russell.” “Voy a presentar una iniciativa para que sea considerado el ascenso propuesto, así como los de otros oficiales de marina que tenemos ante sí —dijo míster Black—, circunstancia por la cual pido que se conceda a la comisión una partida para poner en claro si se han cometido injusticias.”[*12]

DOCUMENTO Nº 12 APUNTES DEL CORONEL MANUEL CONTRERAS En los mismos apuntes del teniente coronel Contreras figuran los siguientes relativos a los muertos: Virgilio Uribe. Muerto en el interior de la Escuela Naval Militar al salir a una de las ventanas de la planta alta del edificio; cuando pretendía colocar un cargador de parque en su arma, recibió una bala en la frente que lo privó de la vida instantáneamente y cayó en brazos de su compañero Carlos Meléndez. José Azueta. Pertenecía a la arma de artillería y estaba comisionado para dar instrucción de ametralladoras a los batallones 18º y 19º de guarnición en el puerto. Azueta resultó gravemente herido cuando con un valor espartano detenía la avalancha de invasores que luchaban por adueñarse de la ciudad, causando a los intrusos un buen número de bajas. Azueta se encontraba franco el día de la invasión; pero al notar la presencia de los yanquis, fue al cuartel por una ametralladora, situándose en las calles de Landero y Cos y Esteban Morales, frente a frente de la

Escuela Preparatoria. Jorge Alasio Pérez. Falleció el día 22 de abril en el Hospital de San Sebastián. Pérez, que era cadete del 18º Batallón, en la tarde del día 21 fue puesto bajo su mando un grupo de voluntarios y “rayados” para que se unieran a otras fracciones que se encontraban defendiendo las calles del Cinco de Mayo, Francisco Canal, Hidalgo y Guerrero. El cadete Alasio Pérez recibió órdenes precisas de replegarse al oscurecer, pero se ignora por qué no lo hizo y muy al contrario se internó tan cerca de la zona peligrosa ocupada por el enemigo, que se vio precisado a ocultarse en una casa situada en las calles de Benito Juárez. Al amanecer salió de dicha casa, pero al atravesar las bocacalles de Francisco I. Madero y Lerdo, recibió un balazo que lo hizo caer gravemente herido y hubiera allí continuado en el más completo abandono si no hubiera sido porque un caballero de nacionalidad española lo recogió y lo llevó a su casa, trasladándolo poco después al Hospital de San Sebastián para que se prestaran al lesionado los cuidados que su grave estado exigía. Desgraciadamente, cuantos auxilios se prestaron a Alasio Pérez, resultaron inútiles, pues el mismo día 22 de abril falleció, habiendo reclamado su cadáver el señor don Javier Troncoso y rodeándose de misterio lo velaron en el domicilio de dicho señor, para sepultarlo el día 23 a las tres de la tarde en humilde fosa del panteón veracruzano. Aurelio Monfort. Gendarme municipal. Murió heroicamente en la esquina de Lerdo y Morelos donde se encontraba de servicio en los momentos en que vio salir de los patios de la Aduana a las primeras columnas de soldados norteamericanos. Monfort inmediatamente empuñó su pistola y comenzó a disparar sobre los invasores, quienes al verse atacados por el policía, le hicieron una descarga cerrada y lo acribillaron materialmente a balazos. A no dudarlo, este heroico gendarme fue el primero que disparó contra el enemigo y el primero en morir por la Patria en mano de los invasores. El cuerpo de este patriota quedó tirado con la cabeza sobre la banqueta correspondiente a la cantina “La Flor de Lis”, siendo recogido hasta el día 22 a las tres de la tarde en compañía de otros buenos mexicanos que murieron el día 21 y que fueron enterrados en número de dieciocho en una zanja que se abrió en la playa Norte. En dicho lugar se colocó primeramente una cruz de madera pintada de negro y más tarde una estatua de yeso a la que el pueblo llamaba “La Mona” y que después se supo tenía una original historia. Parece que dicha estatua cuando fue introducida al país causó, por concepto de impuestos, una cantidad insignificante; pero un “vista” muy perspicaz y conocedor de

la misión que tenía encomendada, descubrió que la citada estatua ocultaba en su interior objetos considerados como contrabando, demostrándose al romper un brazo de la escultura que el “vista” no se había equivocado en sus presunciones, pues del brazo mutilado cayeron relojes, sortijas, cadenas y otros muchos objetos de joyería barata. Una vez extraídos todos los objetos de contrabando, la estatua fue abandonada en uno de los departamentos de la Aduana, pero el autor de estos apuntes, recordando la existencia de dicha estatua y con el deseo de que no se perdiera el lugar en que yacían los restos de los primeros muertos por las balas de los invasores, comisionó a uno de sus compañeros para que “La Mona” fuese colocada en el lugar que marcara el último lecho de aquellos patriotas. Hasta la fecha, dicha estatua, existe en ese sitio. Benjamín Gutiérrez Rodríguez. Teniente. Fue herido en la calle del Cinco de Mayo como a las dos de la tarde, y como su herida no presentaba caracteres de gravedad, una vez que fue atendido en la Cruz Roja, regresó al sitio donde había sido lesionado para seguir combatiendo. No debe pasarse inadvertido que este patriota se encontraba enfermo de la vista a causa de padecer diabetes. Ya por la tarde solicitó y se le dieron como cuarenta hombres entre presos y “rayados” y con ellos se fue rumbo a la Plazuela de la Campana, y sólo habrían pasado dos horas, cuando llegó uno de los voluntarios a dar parte que el teniente se encontraba herido de gravedad. Por este motivo mandé a unos hombres para que a mi nombre pidieran en la casa de los señores Deschamps, que facilitaran un catre para conducirlo al Hospital de San Sebastián, en donde falleció pocos días después. Andrés Montes Cruz. Maestro carpintero. Pertenecía al Cuerpo de Voluntarios de Veracruz. A la hora del desembarque de los primeros soldados de infantería de Marina, corrió a las puertas de las galeras de la Prisión Militar y reclamó su arma y parque y marchó con la pequeña columna a mis órdenes. Al llegar al Portal de la Parroquia, como salieran los primeros grupos, Montes tomó el mando de uno, y así llegó hasta la esquina de Hidalgo y Lerdo a donde vivía su familia y según refieren los que lo acompañaban, los abandonó por unos instantes para irse a despedir de su esposa y de sus hijitos, a quienes escribió en una botica una especie de testamento, regresó en seguida, dirigiéndose con los suyos por las calles de Arista, para entrar en las de Zaragoza, pues según se le había ordenado, que perdiera el contacto con las fuerzas que defendían los portales y calles inmediatas, para que él y los suyos prestasen su contingente en los puestos menos defendidos. Habían pasado dos horas cuando un paisano del grupo de Montes

regresó con la noticia de que Montes se encontraba gravemente herido. Se nombró una pareja de voluntarios en la que iba Víctor Velasco y en un catre que proporcionó la casa comercial “La Norma”, fue conducido casi moribundo al Hospital Militar, donde lo recibió el doctor Arcadio Ojeda. Estos hechos pasaban como a las siete de la noche del 21 de abril. Instantes después falleció el patriota Montes Cruz, enviándose su cadáver con otros al Hospital de San Sebastián. Cristóbal Martínez Perea. Este héroe, pocos momentos antes de que desembarcaran los primeros invasores, al tener conocimiento de que iban a invadir el puerto, tomó un coche de los de alquiler abordándolo con su joven esposa —pues que apenas si tenía unos cuantos meses de haberse casado— ya en el vehículo se dirigió a los malecones por el lado del embarcadero de Sanidad; tomó después una lancha dirigiéndose al vapor “Carlos V”, en donde dejó a su esposa, regresando a su casa habitación situada en la esquina de Emparan, casi al frente de las oficinas de Correos y Telégrafos. Cuando los primeros soldados yanquis de la infantería de marina salieron de los patios de la Aduana Marítima, pretendiendo avanzar hacia el centro de la ciudad, el señor Martínez Perea, desde los altos de su casa les hizo nutridos disparos. Cuando los yanquis se dieron cuenta del lugar de donde salía el fuego que les había causado numerosas bajas, comenzaron a hacer descargas cerradas directamente a los balcones de su casa. Entonces el referido señor Martínez Perea dejó aquel lugar y se fue con dos carabinas y mucho parque a la azotea, lugar estratégico donde los invasores no podían hacer ningún blanco; pero dominando desgraciadamente la zona Norte, ascendieron a las azoteas de la calle inmediata, precisamente al edificio del Consulado yanqui, de donde ya pudieron cazar al señor Martínez Perea, quien recibió un balazo en la cabeza que le destrozó el cráneo. Así acabó la vida de este gran patriota que sólo era mexicano por haber nacido en Veracruz, pues que su padre fue español. Gilberto Gómez y Antonio Fuentes. Estos jóvenes, el primero de diecinueve años y de veintidós el segundo, pertenecían al Cuerpo de Voluntarios, el día 21, al invadir la ciudad los norteamericanos, fueron a las galeras de la Plaza, donde solicitaron armas y parque. Una vez armados, marcharon conmigo hasta los Portales de la Parroquia y Diligencias, donde permanecieron luchando todo aquel día hasta la noche que se retiraron con otros voluntarios que lo solicitaron, no pudiendo llegar a su casa esa noche, ignorándose los motivos. A la mañana siguiente, el 22, la madre de uno de ellos, señora Julia

Méndez viuda de Gómez, salió a recibirlos en momentos en que una pareja de soldados yanquis los perseguía y como al entrar a su casa, sus perseguidores ya los habían perdido de vista, preguntaron por ellos a un paisano y éste —maldito traidor a su Patria—, los delató, indicándoles a los invasores la casa en que se habían refugiado dos individuos armados. Con las señas dadas llegaron los soldados hasta la puerta en donde dispararon sus armas y una vez en el interior, ya heridos Gómez y Fuentes, fueron asesinados a marrazos, dejándolos muertos en presencia de la angustiada madre de Gómez y madre adoptiva de Fuentes, pues que lo había criado, la que presa de cruel y acerbo llanto, los tendió en medio de su humilde cuarto. A la cuatro de la tarde, unos vecinos le ayudaron para abrir una zanja en los patios del Ferrocarril y allí fueron sepultados los dos cadáveres. Cuenta doña Julia que los invasores pretendieron quemarlos, pero que ella se opuso. En el lugar en que dichos héroes quedaron sepultados, la gratitud de algunos buenos veracruzanos, mandó levantar una pequeña columna que los recuerda. En el Hospital de San Sebastián de la ciudad de Veracruz, en aquellos aciagos días, desempeñaba el puesto de administrador, el señor doctor don Manuel Valdés y refería todavía hace pocos años, que habiendo recibido el día 21 y el 22 de abril, muertos por las balas explosivas de los yanquis, setenta y dos hombres y una mujer y por el estado de descomposición en que se encontraban los cuerpos, tuvo necesidad de mandar abrir en el segundo patio del edificio, una fosa de trece metros de largo y de metro y medio de profundidad, siendo colocados en ella los cuerpos de setenta y tres personas. Casi la mayoría de las personas al serle entregadas estaban desnudas. Por los datos del doctor Valdés Díaz se ha sabido que fueron enterradas en aquel lugar; pero no pudieron ser identificados los cuerpos, por lo que sus nombres quedaron ignorados, resultando que fueron muertos en combate defendiendo la Patria y, por lo mismo, pertenecen a los héroes anónimos. Defensores heridos de que hubo conocimiento el 21 de abril. Gendarme Manuel Mora, paisano José Flores, oficial de marina Santiago Santa Ana, subteniente José Joachin, Juan Francisco Méndez, Juan Mejía, Juan Escalera, ligeramente herido en una mano; Francisco Flores, Fidencio Morales, Alejandro Gutiérrez, Abelardo García, Jesús Muñoz, Jesús Medina; soldados: Juan Morales, Benito Briseño, Ramón Bernal, Cirilo Cruz; procesado, Ángel Cortés; sentenciados: Juan Lara, Julián Espinosa y Carlos Fernández; mujer, Sara Aguirre; paisano, Antonio Torres, días después

murió en el Hospital de San Sebastián; Hipólito Rojas, herido en un pie; Salomón Avila Grajeda, Heriberto Téllez Flores, Baltasar Aguilar, María Valderrama, Vicente Terán, Antonio Villegas (español), Mario Pérez, T. F. González, Areceño Rodríguez, teniente Conrado Rodríguez, Juan Navarro, Eustaquio Pifaner, Emilio Pardé, Emilio Cortés, señora Asunción Rivera, Joaquín Olano, Francisco Rojas Rivera, Nemesio Vázquez, Jacinto Rodríguez, Martín Echevarría, Regino Ojeda, Eduardo Apolinar, Lorenzo Ferrara, Charles Jones, herido sin pelear; español José Sierra, Juan Neri, José Ferrer y Antonio Alarcón. Defensores heridos el día 22. Apolinar Mata; Eligio Moctolongo, de nacionalidad italiana; Luis Carrera, herido sin combatir; señorita Mercedes Colón, herida por accidente; Félix Bautista, Félix Ortega, Francisco Hernández; soldados: Wenceslao Ruiz, Alberto López y Lauro Martínez; gendarme Jenaro García, preso Albino Morales, David Neri, Petronilo Bazán, Alejo Ruiz, Juan Sabino, Luis Martínez (segundo), Ernesto Alfonso, Juan Enríquez Lara, Francisco Romero, Julio Montelete, Eleuterio Riegos, Pedro Rodríguez, Constancio Melchor, Manuel Salazar, Isidro Maya, Juan Palacios y el oficial de la gendarmería Laureano López. Los prisioneros hechos por los norteamericanos durante los días 22, 23 y 24 de abril, fueron: el licenciado Isidro Guerrero, que en esos días desempeñaba el puesto de Agente del Ministerio Público, y quien fue conducido preso en medio de un pelotón de tropa armada. Don Carlos Minvielle, propietario de fincas urbanas, fue acusado de que junto a su domicilio salieron muchos fogonazos, por lo que los invasores supusieron que fueron disparos contra ellos y los que causaron varias muertes. El mismo día 22 fueron conducidos a la Casa Redonda diez hombres del pueblo, de los cuales no se volvió a saber, presumiéndose que fueron asesinados por los invasores. El día 24 fue aprehendido Alejandro Sánchez Alvarado en virtud de una acusación hecha ante los invasores, por los pasajeros del Hotel Diligencias Nuevo, habiendo sido poco tiempo después puesto en libertad, por la intercesión de varios comerciantes. Conviene aclarar, como nota curiosa, que tanto los cañones de grueso calibre de los barcos de guerra, como los fusiles y ametralladoras que trajeron los invasores, venían completamente “vírgenes”, pues jamás habían sido usados antes de venir a las playas mexicanas. Es de pensarse que por tal motivo, los yanquis traían los nervios alterados y, por lo mismo,

al ruido producido por los disparos de los poderosos cañones de a bordo y el estruendo de sus cañoncitos de montaña que emplazaron en los diversos puntos del puerto, muchos de los invasores caían víctimas de acerbo terror. Un cañón emplazado en la calle de Morelos con dirección a la estatua de Benito Juárez, logró hacer blanco en las cornisas del monumento del patricio, destruyendo una de las águilas de bronce que adornan el monumento. Con qué elementos se defendió el puerto Terminan los “apuntes” del coronel Contreras con los siguientes datos: “Sea permitido al que estos ‘apuntes’ consigna y que espontáneamente envía a su caro amigo, el señor Palomares, decir toda la verdad, aunque no cuadre a muchos individuos que hoy pretenden hacerse pasar por unos héroes, y así hago constar que los verdaderos defensores del puerto, lo fueron durante los días 21 y 22 de abril de 1914, las siguientes corporaciones: cien soldados del 19º Batallón a las inmediatas órdenes de su teniente coronel Albino Rodríguez Cerrillos. Los sentenciados y procesados de las prisiones de la Fortaleza de San Juan de Ulúa, a quienes fui a recoger para pasarlos a las galeras de esta ciudad de Veracruz el día 20 del mismo mes de abril, a quienes armé con los fusiles de los voluntarios que tenía en mi poder de orden de la Secretaría de Guerra y Marina. Los procesados y sentenciados de las mismas galeras de Veracruz de las que yo era su jefe. Los voluntarios que tenía a mis órdenes como director de la institución “Voluntarios de Veracruz”. Los paisanos que espontáneamente pidieron armas y parque para batir al invasor. Algunos miembros de la policía municipal a las órdenes del oficial de policía Laureano López. Algunas mujeres de los sentenciados que acompañaban a sus maridos y que al morir estos hombres, ellas tomaban el arma y el parque para seguir combatiendo. Numerosos españoles que dispararon sus armas haciendo puntería desde las azoteas sobre los invasores, causándoles muchas bajas. Un capitán de apellido Troncoso que estaba en Veracruz haciendo uso de licencia. Agustín Gallo, quien parece que también era militar, y que se

encontraba de paso en el puerto. Los reos políticos Manuel Izunza Medina, Diego Montoya y José María Pereda. Alejandro Sánchez (el Pelón), a las órdenes del coronel Contreras y los “rayados”. Los supervivientes en la actualidad, son muchos, máxime cuando se han agregado algunos, pero los que me constan, son los siguientes: Teniente coronel Manuel Izunza Medina, Carlos H. Salas, Enrique García Jurado, Samuel Cárdenas, Aquiles E. Castro, José Flores, Librado Manrique, Fernando Arenas, Juan P. Sáenz, Salomé Córdoba, Vicente Esqueda, Salvador Fernández de Lara, Magdaleno García de la Cadena, Pedro Cruz, Alejandro Sánchez, Belisario Becerra, José Gilés, Ciriaco Flores, quien el 21 de abril sacó de los patios todas las máquinas del Ferrocarril Mexicano; Víctor Velasco, sargento en aquel entonces y Emilio Contreras que hoy es un honrado comerciante en Puebla; Benito Expósito, de nacionalidad española; Rafael Ventura, Nicolás Cruz, Agapito Romero, Pablo Huerta, Raúl Luna, Jesús Medina, Joaquín Silva, Francisco Irigoyen, licenciado Isidro Guerrero, Francisco y Humberto de Anda, Juan Lagos, Carlos Martí Terán, Felipe Silva, Agustín Gallo, Donaciano Zarrabal, José María Pereda, Teófilo Ortega, Gonzalo Cozar Vela, fallecido el 4 de abril de 1935; Ricardo Lara, Librado Manrique, Aurelio Mújica y capitán Enrique González Jiménez. La mayoría de los entonces alumnos de la Escuela Naval, que figuran en otra parte, y los heridos que se mencionan en páginas de esta obra, y el autor de estos apuntes.[*13]

DOCUMENTO Nº 13 WILSON: THE NEW FREEDOM La decisión de reconocer la beligerancia de los constitucionalistas se tomó poco después de que el presidente habló con Lind y con House, y el Departamento de Estado abrió negociaciones con Luis Cabrera, el agente de Carranza en Washington, en enero 27 de 1914. El gobierno americano temía, evidentemente, que los constitucionalistas confiscaran la propiedad extranjera, nulificaran concesiones y se negaran a reconocer reclamaciones extranjeras por daños ocasionados con motivo de la guerra civil. La

respuesta de Cabrera a las citadas preguntas del Departamento de Estado fue tranquilizadora. Los constitucionalistas, declaró, se proponen llevar a cabo reformas radicales en lo social y en lo económico; pero emplearán métodos legales y constitucionales, respetarán los derechos de propiedad, sostendrán concesiones “justas y equitativas” y evitarán confiscaciones y anarquía. Estas seguridades era todo lo que Wilson necesitaba para encontrar justificación por lo que era, como admitió,“un curso inevitable de acción dentro de las circunstancias”. Ahora se encontraba listo para efectuar un cambio radical en su política hacia México, en resumen, abandonar su primitivo plan de establecer un gobierno provisional en la ciudad de México y cambiar virtualmente a un completo apoyo a los Constitucionalistas. En una comunicación al Departamento de Estado inglés el 29 de enero de 1914, explicó su nueva política: “El presidente… teme que la revolución en México ha llegado a grado tal, que la especie de arreglo propuesto (por Sir Edward Grey en enero 28 de 1914), o sea la eliminación del general Huerta y la substitución de otros funcionarios en la ciudad de México, no produzca el anhelado efecto de restablecer la paz y el orden. Los hombres del norte, que están dirigiendo una revolución con un programa que va a la misma raíz de las causas que han hecho imposible el gobierno constitucional en México, y que no son meros rebeldes, deberían, no obstante, ser tomados en cuenta. Ningún plan que pudiera llevarse a cabo en la ciudad de México en estos momentos críticos podría servir de base para un arreglo satisfactorio con ellos. Ningún plan que no los incluya puede resultar ahora en otra cosa sino en un cambio de administración en tan irreprimible contienda. Si las potencias europeas pudieran conjunta o separadamente informar a Huerta en términos claros que no podría esperar protección o apoyo moral de ellas, la situación se simplificaría grandemente y el único arreglo posible (esto es, el triunfo de los Constitucionalistas) salta a la vista.” Además, en enero 31 de 1914, el presidente dirigió una circular a las potencias informándoles de sus intenciones “casi inmediatamente para levantar el embargo de exportación de armas y municiones de los Estados Unidos a México”. Nadie fuera de México, explicó, podría controlar los asuntos de México. “De muchas fuentes que estimamos fidedignas”, continuó, “el gobierno de los Estados Unidos ha recibido informes que lo convencen de que hay más esperanzas de paz, de una seguridad para la propiedad y del pronto pago de las obligaciones foráneas, si se deja a México a las fuerzas que están luchando entre sí, que lo que se obtuviera por un simple cambio de administración en la ciudad de México”. El ajuste

por medio de una guerra civil fue una cosa terrible, continuó, “pero debe ocurrir ahora, queramos o no, a menos que alguna potencia extranjera barra a México de punta a punta, con tropas, lo que sería el comienzo de un problema todavía más difícil”. Wilson dio el funesto paso de levantar el embargo de armas en febrero 3 de 1914. Los Constitucionalistas, por supuesto, estuvieron de plácemes. “¡La guerra terminará pronto! ¡La guerra terminará pronto!”, gritó el general Francisco Villa, uno de los principales jefes de las fuerzas de Carranza, cuando escuchó la noticia. Huerta aparentó indiferencia diciendo que este acto del presidente no pensaba importaría mucho. La reacción en los Estados Unidos fue generalmente favorable, especialmente entre los miembros del comité de relaciones extranjeras del Senado, muchos de los cuales habían estado instando al presidente desde hacía tiempo, para que levantara el embargo de armas. Pero los comentaristas ingleses, muchos de los cuales consideraban a los Constitucionalistas como bandidos y secuestradores, se sulfuraron. “Hablando llanamente”, declaró un periódico en un editorial típico, “jamás había habido nada tan cruelmente inmoral y tan cínicamente cruel en la historia del mundo. Ningún Estado que se jacte de civilizado ha anunciado jamás su disposición para proveer a los elementos anárquicos de un país vecino de los medios para el robo y el asesinato como mero lucro… Para completar la siniestra monstruosidad de la intervención del presidente Wilson, los Estados Unidos están ‘oficialmente en paz’ con el desventurado pueblo de México”. Mientras que Wilson esperaba que los Constitucionalistas llegaran rápidamente a la ciudad de México después de levantar el embargo de armas, los sucesos parecieron conspirar para destruir sus esperanzas de deponer a Huerta sin la intervención militar activa de los Estados Unidos. Las razones para esta evolución fueron complejas, pero no obscuras. Para comenzar, las filas constitucionalistas principiaban a romperse por una fiera rivalidad entre Carranza y Villa, quien tramaba arrebatar al Primer Jefe el mando de las fuerzas revolucionarias. Como consecuencia, ambos jefes parecían más a menudo interesados en reforzar su propio poder para una guerra final de exterminio, que en batir a Huerta. Muchos mexicanos autorizados, informó Lind, temían que la guerra civil pudiera continuar por años. Una causa más importante para esta paralización fue el hecho de que Huerta continuaba creciendo en prestigio y poder. Después de la derogación americana del embargo de armas, la Iglesia y los propietarios de México sabían que su única esperanza de sobrevivir estribaba en una

ayuda activa a Huerta. A principios de marzo correspondieron con tan enorme empréstito doméstico, que el Gobierno provisional tuvo al fin fondos suficientes para estabilizar el cambio y proseguir la guerra. Por su parte Huerta dio crecientes muestras evidentes de su habilidad para gobernar y pacificar el país. Había dejado de beber con exceso, hizo alianza con la Iglesia y con el Partido Católico, y reforzó su ejército y sus defensas. Es difícil creer que Wilson haya considerado seriamente las implicaciones de sus anteriores amenazas contra Huerta, pero estaba atrapado ahí por sus propias promesas esencialmente temerarias. Como Lind insinuó en un mordaz consejo desde Veracruz, el Presidente tenía que hacer algo o de otro modo quedar ante los gobiernos del mundo como un fanfarrón. Durante marzo y a principios de abril de 1914, Wilson debe haber procurado muchas veces encontrar alguna manera de intervenir y deponer a Huerta sin incurrir en el riesgo de una guerra general. Y no obstante, parecía que no había otro camino. En estas circunstancias, como la presión para una acción militar venía aumentando, el presidente por vez primera pensó de una manera cabal en el problema mexicano, el significado de la Revolución, y en lo que él pensaba ser su gran oportunidad para ayudar al pueblo de México. En realidad, él estaba buscando una justificación moral para un programa de participación en gran escala en los asuntos mexicanos; pero con él el proceso de interpretar racionalmente era inconsciente, automático y por completo satisfaciente. En primer lugar, él vio ahora claramente las raíces profundas y el gran significado de la Revolución Mexicana. “Hasta cierto punto”, observó en abril de 1914, “la situación en México es parecida a la de Francia en la época de la Revolución”. La Revolución Mexicana en suma no era una simple lucha por el poder personal y riquezas. Era una “revolución tan profunda como la que ocurrió en Francia”, un momento glorioso para la historia de la libertad humana. Convencido además de que los Constitucionalistas intentaban efectuar una verdadera regeneración económica y social y guiar a las masas mexicanas finalmente a una democracia política, Wilson estaba dispuesto, para la primavera de 1914, a aceptar una solución revolucionaria más bien que “constitucional”. Él explicó estas nuevas convicciones: “Mi ideal”, le dijo a un repórter en abril de 1914, “es un gobierno ordenado y honrado en México; pero mi simpatía es por el 85% tiranizado del pueblo de esa República que ahora lucha por su libertad”. “¡Desafío a ustedes a citarme un ejemplo en toda la historia del mundo

en que la libertad haya venido de arriba hacia abajo! La libertad siempre se logra por las fuerzas que trabajan abajo, muy abajo, por el gran movimiento del pueblo. Eso, fermentado por el sentido de la falsedad, de la opresión y de la injusticia, por la agitación de los derechos humanos que quieren lograrse, trae la libertad.” “Es cosa curiosa que cada demanda por el establecimiento de orden en México tome en consideración, no el orden para beneficio del pueblo de México, la gran masa de la población, sino el orden para provecho del antiguo régimen, para los aristócratas, para los intereses creados, para los hombres que son responsables de esta misma condición de desorden. Nadie pide orden, porque el orden significa la ayuda a las masas del pueblo para obtener una parte de sus derechos y de sus tierras; pero todos lo demandan de manera que los grandes propietarios, los señores, los hidalgos, los hombres que han explotado ese rico país para sus propósitos egoístas, puedan continuar sus procedimientos sin ser molestados por las protestas del pueblo del que han obtenido esa riqueza y ese poder.” “Los peligros que rodean la República se deben a las dificultades individuales y colectivas de esos hombres, no a las continuas injusticias que se han acumulado en ese vasto sector del pueblo que ahora está luchando para recobrar por la fuerza lo que siempre ha sido de ellos por derecho.” “Ellos quieren orden —el antiguo orden—; pero yo digo a ustedes que ese antiguo orden está muerto…” “Dicen que los mexicanos no se encuentran capacitados para la autonomía; y a esto yo replico que, cuando propiamente dirigido, no hay pueblo que no esté apto para la autonomía. El mismo hecho de que la extensión del sistema educativo de Díaz trajo cierto grado de comprensión entre alguna gente que motivó que despertaran de sus errores y que lucharan inteligentemente por sus derechos, hace absurdo ese argumento. Yo no sostengo que los peones mexicanos estén en la actualidad capacitados para la autonomía como otra gente, la nuestra, por ejemplo; pero sí sostengo que ese sentimiento general de que nunca serán capaces de ser autónomos, es perversamente falso y palpablemente absurdo.” Era inevitable que un hombre de la activa disposición de Wilson creyera que los Estados Unidos no podía rehusar la oportunidad, aun el deber, de ayudar al pueblo de México. “Yo sostengo que ésta es una maravillosa oportunidad”, declaró, “de probar al mundo que los Estados Unidos de América no son solamente humanos sino humanitarios; que no nos guían otros motivos sino el mejoramiento de las condiciones de nuestro desventurado vecino, y el deseo sincero de hacer progresar la causa de la

libertad humana”. Los Estados Unidos, prosiguió, deben guiar a los mexicanos por los senderos de la tranquilidad y de la prosperidad, dejando a ellos labrar su propio destino si posible; pero siempre observando e insistiendo en que ellos acepten dirección cuando la necesiten. “No es mi intención”, añadió, “abandonar esta empresa una vez comenzada —a menos que me vea forzado a hacerlo— hasta que yo tenga la seguridad de que los grandes y lamentables errores que el pueblo ha sufrido están en vías de un arreglo satisfactorio”. La excusa inmediata para una intervención militar sobrevino el 9 de abril, de lo que en otra forma pudiera haber sido un incidente sin importancia, en Tampico, entonces sitiado por los Constitucionalistas. El pagador y tripulación del cañonero de los Estados Unidos “Dolphin”, uno de los barcos de guerra que permanecían frente a Tampico, fueron arrestados por un coronel mexicano, un tal Hinojosa, cuando saltaron a tierra sin permiso, detrás de las líneas federales cerca del puente Iturbide, con el objeto de comprar una poca de gasolina. El comandante local huertista, general Morelos Zaragoza “estaba confundido cuando le informaron del arresto”, informó posteriormente el cónsul americano en Tampico. “En ningún momento indicó que la lancha debió obtener un permiso. Se excusó profusamente por la acción de su subordinado y en nuestra presencia ordenó se dieran instrucciones telefónicas para la libertad del pagador y de sus hombres.” Zaragoza también mandó una excusa inmediata al comandante de la escuadra americana frente a Tampico, almirante Henry T. Mayo. Mayo, sin embargo, no estaba de humor para tolerar el “insulto”. Por su propia iniciativa contestó inmediatamente a Zaragoza: “Debo requerir de usted me envíe por un grupo adecuado de miembros de su Estado Mayor, una desaprobación y una excusa por el acto, juntamente con su declaración de que el oficial responsable recibirá un severo castigo. También de que usted ice públicamente la bandera americana en un lugar prominente en la playa y la salude con 21 cañonazos, el cual saludo será debidamente correspondido por este buque. Su respuesta a esta comunicación debe llegarme y el saludo ser hecho dentro de las 24 horas a partir de las 6:00 p.m. de esta fecha”. No obstante, el asunto hubiera pasado sin hacer crisis, si no hubiera sido porque el presidente Wilson estaba buscando un pretexto en ese preciso momento para emprender operaciones militares en gran escala contra Huerta. “En realidad”, dijo más tarde, “era un momento psicológico”. Lo que él quiso decir, lo podemos comprender con sólo leer su informe secreto en el contexto de los hechos ocurridos durante los últimos

días que precedieron al incidente de Tampico. Los Constitucionalistas habían recuperado Torreón en abril 1º y 2 de 1914 en una victoria que parecía abrirles el camino a la ciudad de México. Todo lo que se necesitaba para asegurar su rápido triunfo, había urgido Lind, era una acción americana para cortar a Huerta el acceso a los puertos del Golfo. Las acciones de Wilson motivadas por el incidente de Tampico, no dejan lugar a duda de que él consintió y resolvió hacer de éste la mejor oportunidad que tenía a la mano. En White Sulphur Springs, West Virginia, cuando comenzó la crisis, el Presidente aprobó el ultimátum de Mayo en abril 10 de 1914, y previno a México que “las más graves consecuencias” podían seguir a menos que Huerta cumpliera. Huerta había enviado una excusa efectiva poco tiempo antes y prometido castigar a Hinojosa si una investigación probaba que había procedido impropiamente; ahora, en respuesta a la demanda de Wilson, el dictador pidió una prórroga. Diciendo públicamente que la excusa de Huerta era suficiente, Bryan accedió de buen grado a la petición. El Secretario de la Marina, Daniels, también estaba satisfecho. “Me inclino a creer que el Almirante Mayo, quien, después de todo, tiene todo este asunto en sus manos, dijo a los reporteros, tomará la excusa de Huerta como suficiente. Lo más incluye lo menos, y si el comandante federal en Tampico no saluda efectivamente a la bandera, el Almirante Mayo pasará este asunto, satisfecho con lo que Huerta ha dicho de este incidente.” No obstante, mientras Bryan y Daniels hablaban de paz, el Presidente estaba maniobrando para presionar a Huerta tan fuerte como las circunstancias y la opinión pública lo permitieran. Después de que el dictador envió una respuesta formal en abril 12 de 1914 rehusando rendir el saludo, Wilson regresó a Washington al día siguiente para hacerse cargo personalmente de voltear el asunto en contra del gobierno provisional de la ciudad de México. Un día después de su llegada a la capital ordenó que el total de la flota del Atlántico del Norte se dirigiera a Tampico; envió una comunicación a la ciudad de México advirtiéndola del carácter grave de la situación actual y de las muy serias consecuencias que podrían traer; y compuso un memorándum para informar a la prensa indicando que el asunto de Tampico había sido solamente una manifestación de la aparente determinación de Huerta de proceder despreciativamente con los Estados Unidos. Aún más, en abril 15 de 1914, el Presidente ordenó que todos los barcos de guerra de la flota del Pacífico se dirigieran inmediatamente a la costa occidental de México. Al mismo tiempo el Presidente se puso a elaborar con sus consejeros

navales un plan perfecto para una acción punitiva y en abril 15 de 1914 llamó a los miembros de las comisiones de negocios extranjeros de la Cámara y del Senado a la Casa Blanca, para una revisión general de la situación en México. Era evidente que él actuaba con gran embarazo cuando comenzó con sus explicaciones. Dijo que su paciencia se había agotado y que “él no podía tolerar más una observancia estricta de la política pacífica que se había trazado cuando se dirigió al Congreso en el asunto de las relaciones con México”, porque Huerta se había embarcado en una política deliberada de insultar a los Estados Unidos y a sus ciudadanos. A menos que Huerta cumpliera prontamente con las demandas americanas, continuó Wilson, él planeaba apoderarse de Veracruz y de Tampico y bloquear ambas costas de México. Llevaría a cabo esto sin pedir una declaración de guerra, concluyó; pero pediría al Congreso su aprobación antes de proceder a ejecutar sus planes. Un cambio ridículo de una serie de notas entre Washington y México sucedió en los cuatro días siguientes a la conferencia de la Casa Blanca en abril 15 de 1914. Huerta accedió finalmente a rendir el saludo a la bandera que Wilson exigía; pero estaba decidido a evitar una humillación total e insistió en que un barco americano de guerra devolviera el saludo simultáneamente. Cuando Wilson demandó el saludo incondicional, Huerta se vengó sugiriendo un saludo “recíproco”, “hecho primeramente por la batería de tierra mexicana a la bandera americana que se debería izar en el ‘Dolphin’ en el puerto de Tampico para ser contestado por el ‘Dolphin’ a la bandera mexicana izada en alguno de nuestros buques”. Wilson rechazó este compromiso diciendo que por supuesto el “Dolphin” devolvería el saludo, pero que Huerta debería cumplir sin condiciones. Finalmente, en abril 19 de 1914, Huerta se negó categóricamente a rendirse en forma incondicional y Wilson rompió las negociaciones y se presentó al Congreso al día siguiente para explicar y pedir autorización para una acción punitiva. Describió el asunto de Tampico en su totalidad tan esmeradamente como para hacerlo aparecer como enteramente insignificante. El incidente de Tampico, explicó, era solamente uno de la serie de los que han creado la impresión de que “los representantes del general Huerta se estaban apartando de su camino para mostrar desprecio a la dignidad y a los derechos del Gobierno y se creían perfectamente seguros de hacer lo que quisieran y tomarse la libertad de mostrar de muchas maneras su exacerbación y su desprecio”. Como tal desprecio a los derechos de los Estados Unidos puede conducirnos a un franco conflicto, continuó Wilson, él había apoyado al almirante Mayo en “la totalidad de sus demandas”. Huerta había rehusado

cumplir, y él, Wilson, había venido ahora al Congreso a pedir permiso para “usar las fuerzas armadas de los Estados Unidos en tal forma y a tal grado necesarios para obtener del general Huerta y de sus partidarios el completo reconocimiento de los derechos y de la dignidad de los Estados Unidos, aun en medio de las condiciones desesperadas en que se encontraba México”. Los Estados Unidos, añadió, no tienen el deseo de intervenir en los asuntos de México, no desean la guerra con el pueblo mexicano y buscan solamente mantener intactas su dignidad y su influencia “al servicio de la libertad tanto en los Estados Unidos como en cualquier otro lugar en que tengan que emplearse para beneficio del género humano”. La Cámara aprobó durante la noche de abril 20 de 1914, por una votación de 337 a 37 una resolución conjunta declarando que el Presidente estaba “justificado en el empleo de las fuerzas armadas de los Estados Unidos para hacer cumplir las demandas hechas a Victoriano Huerta”. Mientras votaba la Cámara, el Presidente permanecía encerrado en la Casa Blanca con Garrison, Daniels y altos jefes de la armada y de la marina. A las diez de la mañana, los conferencistas habían convenido en un amplio plan de operaciones para apoderarse de Tampico y Veracruz, el posible envío de una fuerza expedicionaria de Veracruz a la ciudad de México, y un completo bloqueo naval en ambas costas de México. Este plan era para ponerse en ejecución después de que el grueso de la flota del Atlántico llegara a aguas mexicanas. No obstante, el funcionamiento del programa se trastornó por la llegada a las 2:30 de la mañana de abril 21 de 1914, de un telegrama del Cónsul americano en Veracruz. El cónsul advertía que el barco “Ipiranga” de la Hamburg-American Line, entregaría un tremendo embarque de pertrechos a Huerta la mañana siguiente y que una cantidad de trenes permanecían listos para llevar el embarque a la ciudad de México. Bryan telefoneó la noticia de la llegada del “Ipiranga” a la Casa Blanca y rápidas conversaciones telefónicas se sucedieron entre Wilson, Bryan, Garrison y Daniels. Los conferencistas estuvieron de acuerdo en que los Estados Unidos no podían, a falta de un bloqueo formal, apoderarse del barco alemán o impedir que descargara su embarque. La única manera de impedir que este armamento llegara a la ciudad de México, concluyeron, era apoderarse de la aduana de Veracruz y detener el embarque. Confiaban en que esto podría llevarse a cabo sin un combate efectivo y sin tener que apoderarse de toda la ciudad. Por lo tanto, en la mañana temprano, Daniels envió el siguiente telegrama por la vía inalámbrica al almirante Frank F. Fletcher, comandante de las fuerzas navales en aguas

mexicanas: “Apodérese de la aduana. No permita que el armamento se entregue al Gobierno de Huerta o a algún otro partido”. Minutos después de las 11 de la mañana del 21 de abril de 1914, alrededor de un millar de infantes de marina y marinos de la escuadra anclada frente a Veracruz, entró sin oposición en el puerto y rápidamente se apoderaron de la aduana y de otros edificios públicos en la parte baja de la ciudad. A las 12:30 p.m., la guarnición mexicana, compuesta de unos 800 hombres abandonaron sus barricadas y se diseminaron en grupos pequeños en el centro de Veracruz, juntamente con cadetes de la Escuela Naval, y abrieron fuego sobre los americanos desde las ventanas y las azoteas. Como el combate se hacía más fuerte, los mexicanos abrieron fuego de artillería al que contestaron los cañones del barco americano “Prairie”. A la mañana siguiente, abril 22, el contralmirante Charles J. Badger llegó a Veracruz con 5 barcos de guerra, el grueso de la flota del Atlántico, y desembarcó 3 000 hombres antes del amanecer. Para el medio día habían derrotado completamente a los defensores mexicanos. Las bajas mexicanas fueron de 126 muertos y 195 heridos; las americanas fueron 19 muertos y 71 heridos. Wilson había ordenado la ocupación de Veracruz en la creencia de que los mexicanos no resistirían y de que Huerta pronto se retiraría después de una demostración del poderío americano. Sin embargo, los acontecimientos que siguieron a la ocupación de Veracruz, parecían apuntar inevitablemente a la guerra con un pueblo mexicano unido, con huertistas y constitucionalistas al mismo tiempo. Huerta rompió las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos en abril 22 de 1914, y envió a la zona de Veracruz todas las tropas que pudo reunir. Entre tanto, una ola de patriotismo y de furia había abarcado todo México a raíz de la invasión americana. En la ciudad de México, el corresponsal del London Daily Telegraph informó: “Tres años de lucha fratricida se olvidaron en un día”, mientras millares de mexicanos se ofrecían como voluntarios. En Saltillo, Manzanillo, Guadalajara, Nuevo Laredo, Monterrey y Mazatlán, el populacho y las tropas saquearon y destruyeron los consulados americanos, quemaron banderas americanas y aprehendieron cónsules y ciudadanos americanos. Verdaderamente, los sucesos parecían estar fuera de control. Habiendo tomado Veracruz, el Presidente tenía que retenerlo y defenderlo y prepararse para ataques generales. Por lo tanto, el 23 de abril de 1914 ordenó que la Quinta Brigada a las órdenes del general Frederick N. Funston navegara desde Galveston a relevar a los marinos e infantes de marina en el puerto ocupado y mandó tropas adicionales a la frontera; al

mismo tiempo, el Departamento de Guerra alistó otras fuerzas y formuló planes para movilizar la Guardia Nacional para servicio en México. Todo esto, sin embargo, parecía solamente el principio. El Secretario Garrison y sus consejeros militares estuvieron trabajando duramente planeando una campaña general que tenía por mira la toma de Tampico y el envío de una fuerza expedicionaria de Veracruz a apoderarse de la ciudad de México. En un consejo de guerra celebrado en la Casa Blanca durante la tarde del 24 de abril de 1914 Garrison apremió al Presidente para que actuara en forma decisiva a fin de prevenir una matanza general de americanos en México. Por otra parte, Bryan y Daniels abogaron elocuentemente por que las operaciones se limitaran a Veracruz y sus alrededores. El Presidente tomó el control de la situación desde el 22 al 25 de abril de 1914 y tomó la decisión de suspender operaciones ofensivas posteriores. Primeramente abandonó su plan para un bloqueo general de las costas mexicanas, vetó los planes de la Armada para una expedición a la ciudad de México y dio a Funston órdenes precisas de que no tomara ninguna acción “que tendiera a aumentar la tensión de la situación o embarazara a su Gobierno en sus presentes relaciones con México sin órdenes expresas e instrucciones de la Secretaría en cada caso”. Segundo, cuando los representantes argentinos, brasileños y chilenos en Washington ofrecieron en abril 25 de 1914, mediar en el conflicto, el Presidente aceptó en el acto. Las razones de Wilson para el repentino abandono de sus primitivos planes de dar a Huerta el golpe de gracia por medio de operaciones en grande escala en contra de su gobierno son completamente claras. En primer lugar, es evidente que el Presidente se había metido desatinadamente en hostilidades en la seguridad de que los mexicanos no resistirían. “No tengan la impresión de que va a haber guerra entre los Estados Unidos y México”, había dicho a los reporteros antes de dirigirse al Congreso el 20 de abril de 1914. “Esto no es del todo el aspecto general… Esto no necesita embarcarse en una guerra si manejamos el asunto con firmeza y prontitud.” Por consiguiente, el Presidente estaba profundamente desalentado por las noticias del fuerte combate en Veracruz. “Recuerdo cuán pálido, casi un pergamino, semejaba Wilson cuando se puso en pie y contestó las preguntas de los periodistas”, recordó después un amigo. “La muerte de los marinos e infantes de marina americanos debida a una orden de él, parecía afectarlo profundamente. Estaba verdaderamente abatido.” Dos sucesos importantes posteriores reforzaron la natural repugnancia del Presidente e influyeron en limitar sus operaciones. El primero fue la

violenta reacción de los jefes constitucionalistas y de las masas después de la ocupación de Veracruz. Wilson había omitido informar anticipadamente a los Constitucionalistas de sus planes para apoderarse de Veracruz; pero antes de que terminara el combate en esa ciudad, envió un mensaje especial a Carranza asegurándole que su solo objeto era forzar a Huerta a una satisfacción. Sin embargo, Carranza respondió airadamente, previniendo que la invasión americana podía, “en realidad, arrastrarnos a una guerra desigual… la que hasta ahora hemos deseado evitar”, y demandando que las fuerzas americanas evacuaran Veracruz inmediatamente. Y de las oficinas consulares de todo el norte de México vinieron informes de que Carranza hablaba por la mayoría de sus generales, por sus tropas y por el pueblo. En realidad, únicamente por las más inusitadas circunstancias y esfuerzos de ambas partes, se evitaron hostilidades entre los Constitucionalistas y las fuerzas americanas a lo largo de la frontera. Temiendo tal estallido, Wilson dictó inmediatamente un embargo para los embarques de armas y municiones para los Constitucionalistas. Al mismo tiempo dirigió una respuesta pública al Primer Jefe, asegurándole nuevamente que los Estados Unidos no tenían ninguna querella con el pueblo mexicano y que “respetarían en todo lo que fuera posible la soberanía e independencia del pueblo de México”. En adición, Bryan mandó seguridades privadas aún más fuertes por medio de dos amigos de Carranza y agentes de los Estados Unidos. Estas manifestaciones de amistad ayudaron a aliviar la tensión, pero el hecho que evitó un conflicto fue la defección del general Villa de las de otro modo sólidas filas constitucionalistas. Proyectando ya arrebatar a Carranza el control de las fuerzas revolucionarias, Villa vio ahora una oportunidad de ganar la buena voluntad americana en el futuro. Se precipitó a Ciudad Juárez y aseguró al agente especial asignado para tratar con él, George C. Carothers, que él aprobaba la acción americana en Veracruz y que no permitiría que se produjera ningún conflicto. “Dijo que ningún borracho, dando a entender Huerta, nos va a llevar a una guerra con su amigo”, informó Carothers. Todavía más, poco después Villa envió una nota confidencial a Wilson reafirmando su afectuosa amistad por los Estados Unidos y declarando que Carranza no hablaba por los Constitucionalistas. Aunque el peligro de hostilidades con los Constitucionalistas pasó prontamente como consecuencia de la actitud de Villa, sin embargo, la amenaza había sido suficientemente viva para hacer que Wilson comprendiera los peligros de futuras operaciones ofensivas. El segundo suceso que reforzó la decisión de Wilson en contra de

incurrir en el riesgo de una guerra general en México, fue el modo de que los americanos y la opinión mundial rechazaron la agresión de Veracruz y exigieron un arreglo pacífico. Debe admitirse que el Presidente fue en gran parte responsable personalmente por la ola popular de acusación que lo envolvió después de su acción en Veracruz. Porque él no había sido franco con el Congreso y con el pueblo, porque él había declarado que su único objeto en usar la fuerza militar era la vindicación del honor de la nación y no la eliminación de Huerta, ninguno fuera de los altos círculos oficiales comprendió las razones para su acción. En consecuencia, a los ojos de la mayoría de los americanos juiciosos, el presidente apareció como deseando emprender una guerra sobre un absurdo punto de honor. “Nunca más dejaremos tratar con desprecio los más ridículos ritos supersticiosos de la más ignorante tribu salvaje”, declaró un editor de Chicago. “…Ciertamente que una cuestión de etiqueta no puede considerarse como justificación para una guerra agresiva.” “Tal guerra como la que parece estar pendiente”, escribió Andrew Carnegie al Presidente en una nota personal, “podrá ser tenida en lo futuro como semejante a la legendaria guerra de los dos reyes para decidir cuál de los dos extremos del huevo debía romperse primero”.[*14]

DOCUMENTO Nº 14 Álvaro Obregón. Ocho mil kilómetros en campaña. Fondo de Cultura Económica, México, 1959. El general Obregón, que publicó en 1917 la obra fuente de la transcripción signada con este número, no fue desmentido entonces ni lo ha sido hasta el presente respecto a los puntos a que alude refiriéndose a la ocupación norteamericana de Veracruz. Los textos de los documentos que transcribimos quedan para ser juzgados por los lectores e investigadores de los Documentos históricos de la Revolución Mexicana, que se publican bajo mi dirección y que comento como actor que fui de tales hechos.

EL GENERAL VILLA Y LA DESOCUPACIÓN DE VERACRUZ Como una prueba de la malévola influencia que sobre Villa ejercían sus

consejeros, a continuación voy a insertar algunos de los telegramas que nos cruzamos Villa y yo, con motivo de la permanencia de las tropas norteamericanas en Veracruz y por los cuales se ve marcado el contraste entre lo que Villa a veces hacía motu proprio, y lo que en seguida lo inclinaban a hacer sus consejeros, en provecho de sus planes y ambiciones: México, septiembre 9 de 1914. Señor general Francisco Villa. Chihuahua. Con satisfacción comunícole que todo marcha bien. He tenido oportunidad de hablar con mayor parte revolucionarios que han venido esta capital, y todos tienen iguales o muy parecidas ideas. Es seguro que en nada diferirán de las nuestras. La única nota que en estos momento lastima nuestra dignidad de patriotas, es la continuación de las fuerzas norteamericanas en Veracruz. Con la desaparición del llamado gobierno de Huerta, y con la disolución del ejército federal, cuyo desarme ha terminado, no debe haber en nuestro territorio más bandera que la sagrada enseña tricolor, al pie de la cual hemos visto caer en los campos de batalla a tantos de nuestros compañeros. Es, por lo tanto, humillante que continúe en el puerto de Veracruz, ondeando la bandera de las barras y las estrellas. Antes de salir de aquí, he querido invitar a usted para que, con todo respeto, dirijamos una nota al C. Presidente Interino de la República, pidiéndole gestione luego, ante el Gobierno norteamericano, la retirada de sus tropas de nuestro territorio, por los medios que aconseja la dignidad nacional. Espero contestación y salúdolo afectuosamente. General Jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste. Álvaro Obregón. La contestación inmediata de Villa fue como sigue: Chihuahua, 10 de septiembre de 1914. General Álvaro Obregón. México. Enterado con satisfacción su mensaje de ayer, en que se sirve comunicarme que ha encontrado a mayoría jefes revolucionarios que han llegado a esa capital, enteramente dispuestos a apoyar y sostener ideas y aspiraciones que nosotros tenemos, y que, sinceramente, creo salvarán al pueblo mexicano. Acepto con entusiasmo su patriótica idea de dirigirnos juntos al C. Presidente de la República, pidiéndole gestione salida fuerzas norteamericanas encuéntranse Veracruz, pues efectivamente, es humillante y vergonzoso para nuestra amada Patria, que continúen aún fuerzas invasoras Veracruz, cuando no existe justificación para ello. Queda usted autorizado, ampliamente, para dirigir dicha nota en los términos que juzgue convenientes, sirviéndose firmarla en mi nombre. Salúdolo

cariñosamente. El General en Jefe. Francisco Villa. Al siguiente día recibí, sobre este asunto, un nuevo telegrama de Villa, cifrado, diciendo: Chihuahua, 11 de septiembre de 1914. Telegrama número 596. Señor general Álvaro Obregón. México. Suplícole aplazar por algunos días presentación nota que íbamos a dirigir al señor Carranza, para ver si lográbamos desocupación Veracruz por fuerzas norteamericanas, por razones que verbalmente le daré a conocer. Espero su contestación y salúdolo afectuosamente. El General en Jefe. Francisco Villa. Mi contestación fue como en seguida se reproduce: México, 11 de septiembre de 1914. Señor general Francisco Villa. Chihuahua. Con referencia a su mensaje cifrado de hoy, manifiéstole que, en atención a los patrióticos conceptos contenidos en su mensaje anterior, no tuve inconveniente en darlo a algunos periódicos, que ya lo han publicado. Ruégole decirme si puedo dar publicidad segundo mensaje. Salúdolo afectuosamente. General en Jefe. Álvaro Obregón. El primer mensaje de Villa, contestando a mi invitación, fue el dictado de su sentir; pero el segundo, anulando los conceptos del primero, fue probablemente inspirado por sus consejeros, quienes temían lastimar el sentimiento del Gobierno norteamericano, del que esperaban decidido apoyo, y, por lo tanto, estaban opuestos a que Villa apareciera tomando con calor la iniciativa de pedir a nuestro Jefe hiciera las gestiones para que se retiraran de nuestro suelo las tropas norteamericanas.[1]

DOCUMENTO Nº 15 BOLETÍN CANTONAL Circular del Gral. Cándido Aguilar En vista de esta noticia que a todos los mexicanos debe llenarnos de gran

satisfacción, puesto que pronto recobraremos completamente nuestra soberanía nacional, exhorto a usted para que, por patriotismo, por decoro de buen mexicano, no se dispare un solo tiro entre nosotros, mientras no esté desocupado por las tropas extranjeras el puerto de Veracruz. Yo espero que usted y sus compañeros, desatendiéndose, en estos momentos solemnes para nuestra dignidad nacional, de pasiones políticas y precipitaciones, con serenidad y más que nada con verdadero patriotismo, esperen hasta que nuestro puerto de Veracruz sea desocupado por los soldados norteamericanos. Es preciso que no demos el más leve pretexto para que los amigos de la intervención en los Estados Unidos y los traidores que entre nosotros mismos tenemos, trabajen porque no se lleve a cabo la evacuación, bajo el pretexto de que los mexicanos no debemos ser libres, porque no podemos entendernos entre nosotros mismos. Después, ya veremos; triunfará en definitiva el que tenga el derecho y la justicia de su parte; por hoy, no veamos todos sino un solo ideal: ver reconquistada totalmente la independencia y la autonomía de nuestro país. Noviembre de 1914. El gobernador y comandante militar del Estado, general Cándido Aguilar.[*15]

DOCUMENTO Nº 16 MENSAJE DEL GENERAL CÁNDIDO AGUILAR AL GENERAL EULALIO GUTIÉRREZ ANUNCIÁNDOLE LA DESOCUPACIÓN NORTEAMERICANA DE VERACRUZ “…el día 12 de noviembre recibimos en el campamento de Santa Fe, notas halagadoras y creíamos fielmente que Su Excelencia Wilson cumpliría su promesa. Fue tanta la seguridad que nos embargaba, tanta nuestra alegría por la noticia, que en el Cuartel General efectuamos una pequeña fiesta, invitando a ella para que ocupase el lugar de honor, al general Agustín Millán, segundo Jefe de la División de Oriente y alma y cerebro de las tropas constitucionalistas. Nuestro inmediato Jefe, el general Antonio de P. Magaña, al momento de los brindis en aquel improvisado festín, nos leyó el telegrama que el Gobernador y Comandante Militar del Estado de Veracruz, general Cándido Aguilar, había enviado al general Eulalio Gutiérrez, Presidente entonces de la Convención de Aguascalientes. “De Córdoba, Ver., a Aguascalientes. Señor general don Eulalio

Gutiérrez. En estos momentos acabo de recibir el siguiente mensaje de la Comisión de Veracruz: “General Funston me notifica en este momento, haber recibido órdenes de Wilson para que esté listo con todas las tropas para la evacuación y desea que envíe usted al señor Domínguez, para que esté listo en lo concerniente a su cargo. Ha ordenado al vapor ‘San Marcos’, que regrese a este puerto, por inalámbrica para el efecto. Me dice que aunque no han dado la fecha exacta, cree será en cuatro días o menos, y espera que en vista de eso tenga las tropas necesarias para dar la debida protección al puerto. Que se sirva usted decirme sus medidas. Felicito al Primer Jefe Carranza y a usted, y espero sus instrucciones. Visité a Boca del Río esta mañana y tropas están en espíritu excelente y me piden notifique su adhesión al señor Carranza y a usted. Sírvase contestarme a la mayor brevedad. A las diez de la noche quedé citado con el general Funston para que me diga qué más noticias recibe de Washington, pues le dijeron seguía otro mensaje más detallado y si acaso, quiere que usted esté pendiente en ésa para recibir las noticias.” Firmado: Edmundo Martínez.[*16]

DOCUMENTO Nº 17 LA POLÍTICA DE WILSON EN MÉXICO [Por Josephus Daniels.] “Hay una cosa que me inspira un gran entusiasmo, podría decir un desmedido entusiasmo, y esto es, la libertad humana. Quiero decir una palabra acerca de nuestra actitud hacia México. Para mí es un principio fundamental que cada pueblo tiene el derecho de determinar su propia forma de Gobierno; y hasta esta reciente revolución en México, hasta el fin del reinado de Díaz, ochenta por ciento de la gente de México nunca participaba en determinar quiénes debían ser sus gobernantes o cuál debía ser su gobierno. Ahora yo estoy a favor de ese ochenta por ciento. A mí nada me importa, ni a ustedes tampoco, cuánto tiempo emplean en tal determinación. A mí nada me importa, ni a ustedes tampoco, cómo llevan a cabo sus asuntos. El país es de ellos. La libertad, si la consiguen —y Dios

les apresure a obtenerla— es de ellos. Y en lo que se refiere a mi influencia mientras sea Presidente, nadie interferirá con ellos.” Éste fue el desafío que Mr. Wilson lanzó a los que criticaban su política hacia México, en su celebrado discurso en Indianápolis, el “Día Jackson”, enero 8 de 1915. Y prosiguió: “Me siento orgulloso de pertenecer a una nación fuerte que dice: ‘Este país que podríamos aplastar, tendrá justamente la misma libertad en sus asuntos propios, que la que nosotros tenemos. Si soy fuerte, me avergonzaría de atropellar al débil. En proporción a mi fuerza, es mi orgullo en alejar dicha fuerza de la opresión de otro pueblo’. Y lanzó este dardo a los críticos: ‘Cuando algunos grandes diarios me atacan la política de «espera de vigilancia», mi confianza no se aturde por un momento. Bien conozco el temperamento y principios del pueblo americano’.” Mr. Wilson heredó el problema mexicano. Cuando entró, se encontró con que su predecesor había enviado barcos de guerra a aguas mexicanas, donde aún permanecían. La Revolución Mexicana que dio término al largo reinado de Díaz había dado esperanzas de que Francisco I. Madero, elegido Presidente el 2 de octubre de 1911, sería capaz de organizar un gobierno democrático para el bienestar del pueblo mexicano. La usurpación de Victoriano Huerta, y la proclamación hecha por sus tropas el 18 de febrero de 1913 en el sentido de que había sido nombrado Presidente Provisional, fue seguida al día siguiente por una elección en el Congreso Mexicano, controlada militarmente. Cuatro días después, Madero y Pino Suárez, Presidente y Vicepresidente depuestos, fueron asesinados, “muertos a tiros cuando trataban de escapar”, como los asesinos los hicieron aparecer. Ocurrieron estos sucesos en la víspera del término del periodo presidencial de Taft, éste creyó justo dejar en libertad de obrar a la administración entrante. En unas declaraciones hechas el 26 de febrero, unos cuantos días después de que Huerta había originado el asesinato de Madero, el Presidente Taft dijo: “Debemos evitar por todos los medios, eso que llaman intervención y usar toda la paciencia posible, haciendo votos porque surja alguna fuerza que traiga paz a ese perturbado país”. Y añadió: “pero no tengo simpatía ninguna absolutamente, y el cargo de cobardía no me asusta, hacia eso que nos induce por propósitos de explotación y poder a invadir otro país y envolvernos en una guerra, de cuya magnitud no nos damos cuenta, y el sacrificio de miles de vidas y de millones de tesoro”. Esta declaración de Taft estaba de acuerdo con Lincoln, cuando declaró que debía haber “indulgencia y simpatías generosas” hacia los mexicanos, lo cual llevó Wilson a la práctica más

tarde. En un mensaje al Congreso, el 27 de agosto de 1913, el Presidente Wilson revisó las circunstancias existentes en México, e informó de cómo había enviado en mayo de 1913, al ex gobernador John Lind, como su representante personal, a la ciudad de México, con instrucciones de tratar de conseguir un arreglo satisfactorio en los siguientes términos: a) Una inmediata cesación de lucha en todo el país, un armisticio solemnemente llevado a la práctica y escrupulosamente observado; b) La seguridad de que se efectuaría una pronta y libre elección, en la cual todos debían estar de acuerdo en tomar parte; c) El consentimiento del general Huerta a comprometerse a no ser candidato en las elecciones para Presidente de la República; d) El convenio de que todos respetarían los resultados de las elecciones, y cooperar de la manera más leal a organizar y respaldar la nueva administración. El Presidente Wilson se había rehusado a reconocer a Huerta, aunque Henry Lane Wilson, el Embajador Americano nombrado por Taft, favorecía su reconocimiento. Más tarde declaró, “mientras el poder de reconocimiento descanse en mí, el Gobierno de los Estados Unidos se rehusará a extender la mano de bienvenida a cualquiera que haya obtenido el poder en una República hermana por medio de la traición y la violencia”. Las proposiciones fueron rechazadas por Huerta el “mano de fierro” como se le llamaba. Mr. Wilson dijo que tal rechazo se debía probablemente a un malentendimiento de nuestra posición, y tanto tiempo como continuara, “sólo podemos esperar a que llegue el tiempo de su despertar a una comprensión de los hechos reales. No ofrecer nuestra ayuda activa”. Declaró que la “impaciencia de nuestra parte sería infantil”. Él creía que “debiéramos urgir encarecidamente a todos los americanos que abandonaran México inmediatamente y ayudarlos por todos los medios a salir, no porque nuestra intención fuera cejar en modo alguno en nuestros esfuerzos de salvaguardar sus vidas e intereses, sino porque es imperativo que no tomen riesgos innecesarios cuando es físicamente posible para ellos salir del país”. En lo que se refiere a americanos que permanezcan en México “vigilaremos atentamente sus fortunas” y “pediremos cuentas definitivas por sus sufrimientos y pérdidas a aquellos que sean responsables”. Wilson dijo que vería “de que ninguno de los dos lados de la lucha existente recibiera ayuda alguna, prohibiendo la exportación de armas y municiones de guerra de cualquier clase, de los Estados Unidos”. Y concluyó su mensaje con estas palabras: “La presión constante de fuerza moral

romperá, antes de muchos días, la barrera de orgullo y prejuicios, y así triunfaremos más pronto como amigos de México, que lo haríamos como enemigos y cuán hermoso y con cuánta mayor satisfacción de conciencia y honor”. En su mensaje al Congreso el 2 de diciembre de 1913, declaró que: “no podría haber perspectivas de paz en América hasta que el general Huerta no hubiese rendido su poder usurpado”. Huerta se había declarado Dictador a sí mismo. Elecciones populares se iban a efectuar en México el 23 de octubre, para elegir a un Presidente Constitucional. El 10 de octubre Huerta envió un fuerte destacamento de soldados al salón del Congreso y arrestó 110 miembros de la Cámara, erigiéndose en supremo y declarando que las elecciones eran una farsa”. “Cada día —decía Wilson— el poder y prestigio de Huerta se tambalean y el final no está lejano.” Continuó estas declaraciones diciendo: “creo que no nos veremos obligados a cambiar nuestra política de espera vigilante”. Sus críticos tomaron estas últimas palabras para tratar de cambiar su política por medio del ridículo; pero dicha política continuó sin sufrir cambio. A principios de 1914, después de un número de conferencias con John Lind, el Presidente Wilson estaba más que nunca convencido de que la fuerza de oposición a Huerta representaba la voluntad popular en México, e informó al Comité del Senado sobre Relaciones Exteriores que tenía la intención de levantar el embargo de armas para México. El 14 de marzo de 1912, el Presidente Taft había dado una orden prohibiendo la exportación de armas, con excepción de las destinadas a Madero. El Presidente Wilson, al entrar al poder, dio orden de que el embargo de armas fuera general. Había llegado al convencimiento, después del cuidadoso y profundo estudio que normaba todos sus actos y decisiones, que ya había llegado el tiempo de dar un golpe que acelerara la consecución de una mejor situación en México. Levantó el embargo. Sus declaraciones acompañando tal orden, son muy interesantes, al demostrar que la simpatía del Presidente estaba siempre del lado de un verdadero movimiento hacia un gobierno basado en el “consentimiento de los gobernados”, como solía llamarlo Wilson.“No existe ahora Gobierno Constitucional en México”, dijo en sus declaraciones “y la existencia de este embargo de armas obstruye y dilata precisamente lo que el Gobierno de los Estados Unidos desea; esto es, que se deje a México en libertad de arreglar sus propios asuntos y ponerlos inmediatamente en un cimiento constitucional”. El 9 de abril el pagador Copp del barco de guerra americano “Dolphin” desembarcó en el muelle Iturbide de Tampico con sus hombres, en una

lancha ballenera, con objeto de obtener comestibles para la tripulación. Mientras cargaban la lancha, el pagador Copp fue arrestado por un oficial y un grupo de soldados pertenecientes al ejército de Huerta. Ni el pagador ni sus hombres iban armados. Dos de los hombres se encontraban dentro del bote y fueron obligados a abandonarlo y ponerse bajo custodia, a pesar de que el bote llevaba, tanto en la popa como en la proa, la bandera de los Estados Unidos. El oficial que llevó a cabo el arresto llevaba a sus prisioneros por la calle, cuando pasó otro oficial de más alto grado, quien le ordenó que regresara al lugar del desembarque y esperara órdenes. En el transcurso de una hora y media, se recibieron órdenes del Comandante de las fuerzas huertistas en Tampico, a efecto de que los prisioneros fueran dejados en libertad. Tal acto fue precedido de disculpas por parte del Comandante, así como una expresión de pena por parte del mismo Huerta. El General Huerta alegó que por haber existido entonces Ley Marcial en Tampico, se habían dado órdenes de que no se permitiera a nadie el desembarque en el puente Iturbide, y que nuestros marineros no tenían derecho de desembarcar allí. Nuestros comandantes navales en el puerto no habían sido notificados de esta prohibición, y aunque lo hubieran sido, la única acción justa que debieron haber tomado las autoridades locales, era el pedir al pagador y sus hombres que se retiraran, y protestar después ante el Comandante de la flota. El Almirante Mayo consideró el arresto una afrenta tan grande, que no quedó satisfecho con las disculpas ofrecidas, y exigió que el Comandante militar del puerto saludara la bandera de los Estados Unidos en una ceremonia especial. Después de medir la situación, el Presidente Wilson, en un mensaje especial a la sesión ordinaria del Congreso, el 20 de abril, dijo lo siguiente: “Este incidente no puede ser considerado como trivial, especialmente, cuando los diez hombres arrestados fueron sacados del bote, es decir, del territorio de los Estados Unidos; pero si esto hubiera sido todo, podría atribuirse a un caso de ignorancia de un simple oficial”. Y continuaba más tarde: “Infortunadamente no se trata de un caso aislado” y prosiguió relatando una serie de incidentes demostrando que “el Gobierno de los Estados Unidos estaba siendo menospreciado y podría ser menospreciado impunemente, con desaire y afrentas como represalias por haber rehusado las pretensiones del General Huerta para ser considerado como Presidente Constitucional de la República Mexicana”. Mencionó además que “tales ofensas podrían ir de mal en peor; hasta que sucediera algo tan intolerable que conduciría irremediablemente hacia un conflicto armado”. El Presidente dijo que “sentía que era su deber sostener al Almirante Mayo

en todo lo que exigía, insistiendo que la bandera de los Estados Unidos fuera saludada en tal forma que indicara un nuevo espíritu y una nueva actitud de parte de los huertistas”. Agregó Mr. Wilson que “Habiéndose rehusado Huerta, había venido al Congreso para que se aprobara y apoyara el plan que se proponía llevar a cabo”. Solicitó y recibió (el 20 de abril) aprobación del Congreso a fin de que “se usaran las fuerzas armadas de los Estados Unidos en tal forma y a tal grado como fuera necesario para hacer efectivas las demandas”. Dijo que “no podía existir el pensamiento de que se tratara de una agresión” y reiteró que “el pueblo de México tiene el derecho de arreglar sus propios asuntos domésticos en la forma que le convenga y deseamos sinceramente respetar su derecho”, añadiendo su creencia de que “la actual situación no necesita estar afectada por una de las graves complicaciones de la interferencia, si llevamos a cabo nuestro propósito en una forma rápida, firme y juiciosa”. Habiendo aceptado el Congreso la política de emplear la fuerza armada cuando fuera necesario, el Presidente Wilson quedó en condiciones de prevenir la actitud desafiante de Huerta, hasta entonces triunfante. El nuevo intento del Dictador, para reforzar su poder y ponerse en condiciones de desafiar a América, fue el importar municiones europeas. Dos horas después de la media noche, el 20 de abril de 1914 llegaron noticias de Washington de que el “Ipiranga”, llevando municiones para Huerta, había salido de La Habana para Veracruz. Cuando este mensaje fue comunicado a los Secretarios de Estado Bryan y Daniels, el primero llamó al Presidente por teléfono, le leyó el mensaje y le sugirió que la armada fuera enviada a impedir el desembarque. —¿Qué piensa usted, Daniels?, —preguntó el Presidente en vista de que el Secretario de la Marina escuchaba en otro teléfono—. Daniels contestó: —No debemos permitir que las municiones caigan en manos de Huerta. El Presidente vaciló un tanto; pero después de cambiar puntos de vista con el Secretario de Estado, dio orden a la marina de que desembarcara. Lo que determinó tal acción, así como la recomendación de los dos secretarios, fue la reflexión de que si las municiones eran desembarcadas vendrían a reforzar el usurpado poder del Presidente mexicano, aumentando así la mortandad en México, pudiendo además dichos cañones tornarse para destruir jóvenes americanos. “No hay más alternativa que el desembarque de nuestras tropas”, dijo el Presidente. Las armas fueron embarcadas de Hamburgo en 1 333 cajas, y transbordadas en La Habana, Cuba, al vapor “Ipiranga”. Este fue el mensaje enviado inmediatamente después de la conferencia telefónica: “Washington, D. C. April 21. Fletcher, Vera-Cruz. México:

apodérese de la Aduana. No permita que los implementos de guerra sean entregados al Gobierno de Huerta o a cualquier otra persona. Daniels”. El mensaje fue transmitido rápidamente. El Almirante Fletcher desembarcó en Veracruz a sangre y fuego. Dieciocho oficiales norteamericanos fueron muertos.[*17] La pérdida de este puerto tan importante fue un rudo golpe para Huerta. Hubo críticas muy severas por la toma de Veracruz y fue incorrectamente propalado el que haya sido para “obligarlo a saludar la bandera”. Las fuerzas armadas, después de la primera escaramuza, no fueron grandemente molestadas. Trataron bien a la gente, se interesaron en obras de sanidad, y tan pronto como los mexicanos se dieron cuenta de que no se trataba de una ocupación, prevalecieron relaciones amistosas. Poco tiempo después de la huida de Huerta, y la elección ordenada de un Presidente, las fuerzas americanas se retiraron. El incidente, tan lamentable como necesario, demostró al pueblo mexicano que el Presidente americano estaba resuelto a que los mexicanos controlaran su propio país, y no le animaban pensamientos egoístas en la política que se había impuesto. El propósito del desembarque fue obtenido al debilitar y deshacer el reinado de terror de Huerta. El éxito de la política de Wilson consistente en “espera vigilante” usando de la fuerza armada sólo cuando fuera imperativamente necesario, llevada a cabo con el Dictador mexicano, fue reconocido cuando el 15 de julio de 1914, poco después de la ocupación de Veracruz, Huerta abandonó el poder y huyó del país. Antes de su huida en desgracia y derrota, se formó una agencia mediadora, conocida como la Conferencia A.B.C., en la cual los Embajadores de Argentina, Brasil y Chile, trataron de hacer que México y Estados Unidos llegaran a un acuerdo. En todos sus manejos referentes a la situación mexicana, Wilson tuvo presente su política anunciada en el discurso que produjo el 27 de octubre de 1913 en Mobile, Alabama, refiriéndose a “nuestros vecinos”, los Estados latinoamericanos, que fue resumido en estas palabras: “Debemos mostrarnos como sus amigos y campeones en términos de perfecta igualdad”, poniendo énfasis en su declaración por la siguiente aseveración: “No podemos ser amigos, sino en términos de igualdad. No podemos ser amigos absolutamente, si no es en términos de honor. Debemos mostrarnos sus amigos por medio de la comprensión de sus intereses, ya estén éstos ligados a los nuestros o no”. Nada agradó tanto a Mr. Wilson, por lo tanto, como el dar la bienvenida a la participación de los representantes de grandes naciones latinoamericanas, a fin de obtener las mejores relaciones con México. Fueron nombrados Joseph R. Lamar y Frederick W. Lehmann para

representar a los Estados Unidos en la conferencia que se llevó a cabo el verano de 1914. Al aceptar la proposición de las potencias A.B.C., Mr. Wilson dijo: “Este Gobierno tendrá mucho gusto en discutir con ustedes, dentro del más conciliatorio y franco espíritu, cualesquiera proposiciones que sean previamente formuladas, con esperanzas de que las mismas sean factibles, y sean proféticas de un nuevo día de mutua cooperación y confianza en América”. La derrota de Huerta simplificó la tarea de los comisionados del A.B.C. Era su opinión que Carranza debía ser reconocido, y al haberlos reconocido el Presidente Wilson obsequiando así sus deseos, fue aclamado como el primer fruto de la mayor cooperación que Mr. Wilson había propuesto en su discurso de Mobile; fue un precedente que denotaba buenos auspicios. La prensa independiente reconoció su importancia. “Esto vale tanto como una docena de conferencias Panamericanas”, dijo el periódico Springfield Republican; porque un acto como éste cristaliza hermosas palabras y periodos elocuentes en una marca de diplomacia Panamericana. Establece un precedente; posiblemente abre una nueva era. Esto fue toda una respuesta a los cargos lanzados a Wilson de que su proceder era un golpe al prestigio nacional. Carranza fue mejor que Huerta, pero dejó mucho que desear como un Primer Magistrado. Era muy suspicaz y porfiado, y algunos de los momentos que mayor desasosiego causaron a Wilson, fueron cuando Carranza era Presidente. Éstos fueron en parte debido a las guerrillas de Francisco Villa, quien peleó contra Huerta de lado de Carranza; pero se le volteó después cuando este último subió a la Presidencia. La situación en la frontera tomó tan mal cariz, que se hizo a Wilson una presión tremenda para conseguir la intervención. Las cosas llegaron a un punto de crisis cuando Villa hizo una incursión en Columbus, Nuevo México, y mató un buen número de soldados americanos, cuando éstos se encontraban dormidos. A pesar de todo, el Presidente Wilson no fue más allá que mandar tropas a México con instrucciones de “agarrar a Villa”, según la expresión vernácula. Sus críticos fueron muy severos con él. Él escuchó sus argumentos pacientemente, pero no se deslindó un ápice de su posición. Pensaba en la tragedia de la guerra, con todas sus lágrimas y tragedias. Vengo del Sur y lo que me “aterroriza y me detiene”, citan que decía, “es el fantasma de la guerra” con todas sus lágrimas y tragedias. Vengo del Sur y sé lo que es la guerra, porque he visto toda su destrucción y terrible ruina. Es muy fácil para mí, como Presidente declarar la guerra. Yo no tengo que pelear así como tampoco pelearán los caballeros del Capitolio que ahora claman por la guerra. El que tendrá que pelear es el hijo de un pobre campesino, o el hijo de una pobre viuda de provincia o posiblemente

el patriarca de una numerosa familia, ésos son los que tendrán que pelear y morir. Sé muy bien que esos caballeros me llamarán un cobarde y uno que abandona su causa, pero eso no me disturbará. El, tiempo, ese gran solvente, vindicará, estoy seguro, esta política de humanidad y clemencia. Los hombres olvidan lo que hay detrás de esta lucha con México. Es la lucha de toda una vida de un pueblo para conseguir lo suyo, y mientras miramos los incidentes de la superficie, no olvidemos la trágica realidad que existe en el fondo y que es lo que descuella arriba de este triste panorama. En una revista de su primera administración, hecha durante su campaña de 1916, Mr. Wilson hizo esta formidable defensa de su situación: “El pueblo de México se esfuerza por conseguir los derechos que son fundamentales de la vida y de la felicidad de quince millones de hombres oprimidos, mujeres agobiadas y niños que dan compasión, en una esclavitud virtual en su propia patria de tierras fértiles y tesoros inacabables. Algunos de los líderes de la Revolución se habrán equivocado a menudo y habrán sido violentos, egoístas, pero la Revolución en sí misma era inevitable y está bien. “El execrable Huerta traicionó a sus mismos camaradas a quienes había servido, traidoramente derrotó al Gobierno que le había conferido su confianza; impúdicamente habló a favor de las mismas fuerzas que habían inducido a su gente a una rebelión con la que había pretendido simpatizar. Los hombres que se opusieron a él y lo derrotaron, representan por lo menos la tenaz pasión de reconstrucción que se encuentra en el mismo corazón de la libertad; y tanto tiempo como representen, aunque imperfectamente, tal lucha por la libertad, estoy listo a servir sus propósitos cuando me sea posible. Siempre que el poder de reconocimiento descanse en mí, el Gobierno de los Estados Unidos se rehusará a extender la mano de bienvenida a cualquiera que obtenga el poder en una República hermana por medio de la traición y la violencia. No se dará ninguna permanencia a los asuntos de ningún país por medio de un título basado en la intriga y el asesinato. Yo declaro que ésta es la política de esta administración a las tres semanas de haber asumido la Presidencia. Y ahora nuevamente la confirmo. Yo me intereso más en la suerte de hombres oprimidos y mujeres y niños lastimosos que en derechos de propiedad de cualquier naturaleza. Sin duda alguna he cometido errores en este intrincado asunto, pero no han sido a propósito ni con objeto determinado.” La política del Presidente Wilson hacia México resultó no sólo humana y cristiana, sino la mejor política que pudo haber sido adoptada en vista de

los acontecimientos a principios de 1917, cuando se supo que el Gobierno alemán estaba trabajando activamente para embrollar a México en una guerra con nuestro país… La presión que se hizo a Wilson para que interviniera en México, se debió indudablemente en parte, a la propaganda alemana. Teniendo que llevar a cabo una guerra con México, naturalmente que los Estados Unidos se verían obstruccionados en sus esfuerzos por ayudar a los aliados en someter la amenaza alemana en Europa. La nota Zimmermann (fechada en Berlín el 19 de enero de 1917), proponía una alianza a México “para hacer juntos la guerra y hacer juntos la paz” sobre la base de que “nosotros proporcionaremos ayuda financiera en general y queda entendido que México recobrará su territorio perdido en Nuevo México, Texas y Arizona”. Después de su regreso de Europa, el Presidente Wilson que había sido severamente criticado por no haber enviado tropas a México en 1913-14, a petición de fuertes inversionistas y otras personas, dejó de reconocer a Obregón por faltas de garantías de que los derechos honradamente adquiridos en México por americanos, serían respetados. Habiendo dado más tarde los mexicanos las garantías necesarias, Obregón fue reconocido por la nueva administración. El Presidente Coolidge decretó a fines de 1923 que se permitiera la salida de armas que fueran destinadas al Gobierno de Obregón; pero prohibiendo el transporte de armas que estuvieran destinadas a alguna fuerza rebelde cuyo propósito fuera derrocar a Obregón. El sendero de México hacia la paz y prosperidad aún tiene obstáculos. Pero las perspectivas son infinitamente mejores, debido a la política seguida por Woodrow Wilson. Su actitud hacia México fue delineada en esta forma en la guardia de honor a los muertos en Veracruz: “Hemos ido a México para servir al prójimo si encontramos la forma. No deseamos pelear con los mexicanos. Queremos servirlos si nos es posible porque bien sabemos cómo desearíamos nuestra propia libertad y cómo nos gustaría que nos ayudaran si hubiera amigos listos a servirnos. Una guerra de agresión no nos dará una muerte que nos cause orgullo, pero una guerra de ayuda o servicio, es algo en lo cual morimos con orgullo”. “Es mi deseo —dijo Wilson— sin importarme cuál mi propia suerte pueda ser, luchar por el veredicto del prójimo.” El veredicto en su política hacia México, aun para muchos que dudaban, disentían y criticaban, en la luz diáfana de la historia, estuvo “bien hecho”. “Fue su vindicación.”[*18]

[*1] General Joaquín Beltrán, La toma de la plaza H. Veracruz el 23 de octubre de 1912 y la intromisión yanqui, pp. 82 ss. Herrero Hermanos Sucesores, México, 1930. [*2] Gonzalo G. Rivera, Hacia la verdad, episodios de la Revolución. Compañía Editora Nacional, S. A., México, 1911. [*3] The Political Shame of Mexico. McBride, Nast & Co., New York, 1914. [35] New York Times, 4 de febrero de 1914. [36] N. O'Shaughnessy al Secretario de Estado, 3 de febrero de 1914, Archivo del Departamento de Estado. Pero véase en El País (de la ciudad de México), el 4 de febrero de 1914, y en El Imparcial (de la ciudad de México), el 4 de febrero de 1914, la típica reacción huertista, que en general fue violenta. [37] New York Times, 4 de febrero de 1914. [38] Outlook, de Londres, XXXIII (7 de febrero de 1914), p. 163; también, de Londres, Financial News, 5 de febrero de 1914; y “Machiavelli in a mortarboard”, Spectator de Londres, CXII (7 de febrero de 1914), pp. 215-216. Los editores de Londres fueron los críticos más incisivos de la política wilsoniana de intervención en los asuntos mexicanos. Sus comentarios alcanzan un valor tan perdurable que se presenta la siguiente lista de editoriales, para conveniencia de los lectores que deseen explorar más este tema: “México and the United States”, Spectator de Londres, CXI (18 de octubre de 1913), pp. 598-600; “The Mexican Crisis”, ibid., 8 de noviembre de 1913, pp. 745-746; “The Mexican Imbroglio”, ibid., 15 de noviembre de 1913, pp. 808-809; “The Mexican Situation”, ibid., CXII (3 de enero de 1914), pp. 45; “The Mexican Crisis”, Outlook, de Londres, XXXII (30 de agosto de 1913), pp. 281-282; “President Wilson and President Huerta”, ibid., 15 de noviembre de 1913, pp. 671-672; “Mexico and the United States”, Economist de Londres, LXXVII (23 de agosto de 1913), p. 373; “Mexico and President Wilson's Message”, ibid., 30 de agosto de 1913, pp. 406-407; “President Wilson's Mexican Dilemma”, Saturday Review, de Londres, CXVI (23 de agosto de 1913), pp. 226-227; “The Mexican Maze”, ibid., 1º de noviembre de 1913, pp. 547-548; “The Deadlock in Mexico”, ibid., CXVII (31 de enero de 1914), pp. 133-134. Entre los editores norteamericanos significados, sólo George Harvey levantó su voz contra una política de interminable interferencia, mediante la diplomacia moralizante. Ver su “The President and Mexico”, North American Review, CXCVIII (diciembre de 1913), pp. 737-744. [39] J. Lind al Secretario de Estado, 24 de febrero de 1914, Archivo del Departamento de Estado. [*4] Arthur S. Link, La política de Estados Unidos en América Latina (1913-1916). Fondo de Cultura Económica, México, 1960. [*5] Autopsy af the Monroe Doctrine (Autopsia de la Doctrina Monroe) Gaston Nerval. The Macmillan Company, Nueva York, 1934. [*6] Manuel Ugarte, El destino de un Continente. Editorial Mundo Latino, Madrid, 1923. [*7] Pierre Lamicq (Cráter). Criollos, indios y mestizos. (S.p.i.) [*8] Casasola, Historia gráfica de la Revolución Mexicana, p. 794. México, 1960. [*9] Justino N. Palomares, La invasión yanqui en 1914. México, 1940. [*10] Casasola, Historia gráfica de la Revolución Mexicana, T. II, p. 773. México, 1960. [*11] Casasola, Historia gráfica de la Revolución Mexicana, T. II, p. 773, México, 1960. [*12] Justino N. Palomares, La invasión yanqui en 1914, pp. 141-142. México, 1940. [*13] Justino N. Palomares, La invasión yanqui en 1914, pp. 89 y ss. México, 1940. [*14] Arthur S. Link, Wilson: The New Freedom. Princeton, N. J., 1956. [1] Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros en campaña, pp. 184 y 185. Fondo de Cultura Económica, México, 1959. [*15] Justino N. Palomares, La invasión yanqui en 1914, p. 76. México, 1940. [*16] Justino N. Palomares, La invasión yanqui en 1914, pp. 74 a 76. México, 1940. [*17] En realidad, ante marinos y oficiales sumaron varios centenares. N. de la C. [*18] Justino N. Palomares, La invasión yanqui en 1914, pp. 237 a 248. México, 1940.

ILUSTRACIONES

Los licenciados Isidro Fabela y Gustavo Espinosa Mireles en Hermosillo. Julio de 1913.

El Primer Jefe en acuerdo con los CC. Roque Estrada, Isidro Fabela y Antonio I. Villarreal en Hermosillo. Agosto de 1913.

Contralmirante F. F. Fletcher, comandante de la escuadra norteamericana que ocupó el puerto. Abril de 1914.

Marinos norteamericanos en el Palacio Municipal. Abril de 1914.

Línea de fuego de los soldados federales que disparan contra los norteamericanos. Veracruz, abril de 1914.

Civiles muertos por los invasores.

Uno de los mensajes del Departamento de Estado relativo a la ocupación de Veracruz.

Parte del general Mass a la Secretaría de Guerra, relativo a la ocupación de Veracruz por fuerzas norteamericanas.

Venustiano y Jesús Carranza en Veracruz (1914).

Cadete Virgilio Uribe.

Teniente José Azueta.

Ceremonia cívica para honrar a los héroes que defendieron Veracruz de las fuerzas invasoras norteamericanas. Abril de 1915.

Marinos norteamericanos de regreso a sus unidades al desocupar Veracruz. Noviembre de 1914.

Una de las notas de protesta de Venustiano Carranza al Departamento de Estado, por la ocupación de Veracruz.

Telegrama de Isidro Fabela a Rafael Zubaran, en que comunica la fecha de desocupación del puerto de Veracruz.

ÍNDICE GENERAL

Prólogo Prolegómeno 1. Incidente entre marinos del barco americano “Dolphin” y soldados mexicanos en el puerto de Tampico 2. Negociaciones entre los gobiernos de México y EE.UU., con motivo del incidente del barco americano “Dolphin” 3. Nota del canciller huertista al encargado de negocios de EE.UU. 4. El gobierno huertista declara que no acepta la neutralización de Tampico 5. Ante movimiento de fuerzas americanas, el gobierno huertista ordena a las mexicanas ponerse a la defensiva 6. Lista oficial de los buques americanos surtos en Tampico 7. Sugiere el diplomático Castellot al general Huerta aceptar el saludo a la bandera americana 8. Urquidi informa a Fabela del acuerdo de EE.UU. de usar sus fuerzas contra Huerta y bloquear los puertos 9. Partes del general Mass sobre la invasión del puerto de Veracruz por fuerzas norteamericanas 10. Declaraciones de la cancillería mexicana con motivo de la ocupación por EE.UU. del puerto de Veracruz 11. Huerta comunica a los diplomáticos extranjeros la indignación y protesta contra la invasión 12. El general Obregón expresa al Primer Jefe su opinión sobre la conducta a seguir respecto a EE.UU. 13. Pesqueira informa a Carranza sobre la defensa de Veracruz por los ciudadanos 14. Obregón contesta al general Téllez negándose a unir sus fuerzas con los huertistas

15. Wilson intenta explicar la invasión, reiterando su amistad al pueblo mexicano 16. Huerta ordena que salga del país el encargado de negocios de EE.UU. 17. El Gobierno de EE.UU. suspende el paso de armas para los constitucionalistas 18. El canciller Fabela comunica al exterior la invasión de los americanos a Veracruz 19. EE.UU. confían sus asuntos en México a la legación británica 20. Orden de Carranza de respetar a ciudadanos extranjeros, transmitida por el canciller Fabela 21. Propuesta de ir a Washington una comisión especial para aclarar la cuestión internacional 22. Pánfilo Natera contesta a Medina Barrón la propuesta de unificación para combatir a EE.UU. 23. El pueblo listo a obedecer y apoyar las disposiciones de Carranza ante el conflicto 24. Actitud contradictoria de autoridades fronterizas sobre el tránsito de armas 25. Informaciones que resultaron inexactas del agente F. F. Villarreal, desde Washington 26. El gobierno huertista comunica a la legación en Buenos Aires los desembarcos americanos 27. El general Mass informa sobre cañoneo en Veracruz y proclama del almirante Fletcher 28. Informe sobre incendio de Nuevo Laredo por fuerzas federales 29. Rafael Zubaran Capmany es nombrado agente especial confidencial de Carranza en EE.UU. 30. Ley marcial en Veracruz, decretada por el almirante Fletcher 31. Respuesta de Wilson a la sugerencia de tratar con un representante mexicano el conflicto 32. Declaraciones del secretario Daniels en pro del movimiento constitucionalista en México

33. Las declaraciones de Daniels causan magnífica impresión en México 34. Carta de José Vasconcelos al Primer Jefe Venustiano Carranza 35. Instrucciones del gobierno huertista respecto al arribo del “Ipiranga” 36. Sobre los extranjeros evacuados de San Blas y la mediación del ABC 37. Los intereses de los americanos quedan a cargo del ministro del Brasil en México 38. La cancillería de Huerta queda enterada de la comunicación anterior 39. Actitud invariable de los jefes constitucionalistas ante la propuesta huertista de unificación 40. Huerta cierra al tráfico el puerto de Veracruz 41. Conferencia entre Isidro Fabela y Roberto V. Pesqueira sobre importantes asuntos y fracaso del intervencionismo en Niagara Falls 42. Puntos legales sobre la ocupación militar del puerto de Veracruz. (Sin firma) 43. Presencia de buques de guerra americanos en San Blas, Nayarit 44. Jefes de la División del Norte felicitan a Carranza por su actitud ante EE.UU. 45. Barcos de EE.UU. en el puerto de San Jerónimo, Oaxaca 46. Declaración de la Línea Hamburguesa-Americana sobre el caso del vapor alemán “Ipiranga” y su cargamento de armas 47. Memorándum del cuartel general de las fuerzas expedicionarias americanas 48. El gobierno y pueblo de Veracruz piden la desocupación por los americanos del puerto de Veracruz 49. Soldados americanos detenidos en las avanzadas de Tejería 50. El canciller Fabela pide al encargado de los negocios de EE.UU. la inmediata desocupación de Veracruz 51. John R. Silliman informa al Sr. Carranza sobre los preliminares de la evacuación de las tropas desembarcadas en Veracruz por EE.UU. 52. El secretario de Estado, Mr. Bryan, pide al Sr. Carranza designar autoridades que reciban el puerto de Veracruz

53. Guillermo Q. Carballo informa al Sr. Carranza del efecto causado en Veracruz por la noticia de la próxima desocupación 54. El Sr. Carranza designa al Gral. Cándido Aguilar para recibir el puerto de Veracruz 55. El Departamento de Estado intenta imponer condiciones para retirar sus tropas de Veracruz 56. Informe de Edmundo E. Martínez, agente de enlace con el Gral. Funston 57. El embajador del Brasil pide la resolución del Sr. Carranza sobre problemas suscitados por la evacuación de Veracruz 58. Informe a EE.UU. sobre la permanencia del Sr. Carranza en el poder, y la designación del Gral. Cándido Aguilar para recibir el puerto de Veracruz 59. El canciller Fabela pregunta al encargado de los intereses americanos sobre la fecha de la evacuación de las tropas de EE.UU. 60. Nota de EE.UU. exigiendo garantías para los que temían persecución en Veracruz 61. El ministro del Brasil ofrece transcribir información a México, al recibir noticias 62. El Sr. Carranza pide la opinión de la Convención de Aguascalientes sobre las exigencias de EE.UU. 63. El Sr. Carranza pide al Gral. Antonio Villarreal que la nota americana se presente a la convención en sesión secreta 64. La cancillería mexicana anuncia que el Sr. Carranza responderá posteriormente a la nota americana 65. El Sr. Carranza encarece la respuesta de la convención, para no verse obligado a contestar él mismo 66. Respuesta de la Convención de Aguascalientes a las exigencias de EE.UU. 67. El Sr. Carranza pide respuesta a la convención sobre el “punto principal” del conflicto planteado 68. La Convención de Aguascalientes insiste en su punto de vista sobre el caso de Veracruz

69. Cándido Aguilar comunica al Sr. Carranza la excitación reinante en Veracruz 70. El Sr. Carranza no acepta condiciones previas impuestas por EE.UU. para salir de Veracruz y reitera urgencia de fijar la fecha de evacuación 71. Robert Lansing insiste en la exigencia de las garantías pedidas por EE.UU. 72. Los comerciantes de Veracruz no quieren ni admiten la protección que les ofrece Washington 73. Cándido Aguilar felicita a los comerciantes de Veracruz por su patriotismo 74. Cándido Aguilar recibe con parabienes a los veracruzanos que rechazan protección extranjera 75. El canciller Fabela felicita a los que no aceptan protección extranjera y les promete justificación y equidad 76. El canciller Fabela comunica que el Sr. Carranza concede exención a los causantes que ya cubrieron impuestos a los ocupantes extranjeros 77. Decreto del Sr. Carranza que concede la exención de impuestos a los causantes que exhiban los recibos correspondientes 78. El Sr. Carranza indulta a las personas que sirvieron como empleados durante la ocupación 79. El canciller Fabela cita al encargado de los intereses americanos para una conferencia 80. Cándido Aguilar envía al Sr. Carranza la exposición del pueblo de Veracruz sobre la ocupación americana 81. Los que sirvieron a la ocupación americana renuncian a la protección que les ofrecen los invasores 82. Respuesta de Cándido Aguilar a los que sirvieron a los extranjeros ocupantes 83. La cancillería mexicana transcribe a su agente en Washington los anteriores decretos e insta para que salgan los americanos de Veracruz 84. El embajador del Brasil felicita al canciller Fabela por las resoluciones

del gobierno mexicano 85. El Sr. Fabela comunica al gobernador de Veracruz el indulto decretado por el Sr. Carranza 86. Decreto del gobernador de Veracruz que eximió del nuevo cobro de impuestos 87. José González y otros ciudadanos veracruzanos puntualizan la actitud del pueblo ante los hechos derivados de la invasión americana 88. La cancillería mexicana desmiente informes de Eulalio Gutiérrez sobre la no desocupación americana 89. Fijación del 23 de noviembre de 1914 para la salida de los marinos americanos de Veracruz 90. Telegrama del Sr. Ruiseco anunciando la próxima desocupación 91. Circular del Sr. Carranza anunciando a las autoridades de la República la próxima salida de los americanos 92. El ministro del Brasil felicita a los señores Carranza y Fabela por próxima evacuación americana 93. El Sr. Fabela transmite al agente en Washington el mensaje que fijó la fecha del 23 de noviembre 94. Cablegrama de igual contenido, enviado por la cancillería al Sr. Zubaran Capmany 95. El canciller Fabela comunica a los gobernadores y generales constitucionalistas la fijación del 23 de noviembre para la evacuación americana 96. México agradece al ministro del Brasil, Cardoso de Oliveira, su participación en la salida de las tropas americanas 97. Relato de la desocupación de Veracruz por los invasores y la entrada de las fuerzas constitucionalistas 98. Felicitación de Juan T. Burns al Ejecutivo de México 99. Felicita el ayuntamiento de Frontera, Tabasco, al Sr. Carranza

APÉNDICE DOCUMENTAL Y BIBLIOGRÁFICO

1. La toma de Veracruz en 1912 y la intromisión yanqui 2. Declaración del Sr. Madero sobre los americanos y rectificación del Sr. Gonzalo C. Rivero 3. Opinión de Arthur S. Link sobre Wilson y la Revolución Mexicana 4. Gastón Nerval hace la “autopsia” a la Doctrina Monroe 5. Escribe Manuel Ugarte sobre la invasión americana en Veracruz 6. La defensa popular de Veracruz en 1914, por Pierre Lamicq, “Cráter” 7. Documentos gráficos, exhibidos por Agustín V. Casasola, relacionados con la documentación literal de esta obra 8. Datos incluidos en la obra La invasión yanqui en 1914, por Justino N. Palomares 9. La cancillería de Huerta informa al Senado sobre la mediación del ABC 10. Proclama del contralmirante H. P. Fletcher al invadir a Veracruz 11. Anécdotas de la ocupación de Veracruz, por Justino N. Palomares 12. Apuntes del coronel Manuel Contreras sobre la defensa de Veracruz 13. La política de EE.UU. hacia México, expuesta por Arthur S. Link, en su obra Wilson: The New Freedom, Princeton, N. J., 1956 14. Opiniones del general Álvaro Obregón sobre la invasión norteamericana en 1914 15. Circular del general Cándido Aguilar sobre la conducta a observar al salir los americanos de Veracruz 16. Comunicación de Cándido Aguilar a Eulalio Gutiérrez sobre la salida de las tropas americanas de Veracruz 17. Declaraciones de Josephus Daniels sobre la política de Wilson en México. (Citado en La invasión yanqui de 1914, por Justino N. Palomares) Ilustraciones