Obras escogidas en tres tomos. Tomo II [2]

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C. EENGELS OBRAS ESCOGIDAS en tres tomos

To1wo 11

Edi Lorial P1·ogreso Moscú 1973

[E!ñ]

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DE LA EDITORIAL El presente volumen corresponde al segundo tomo de la última edición en ruso de las OBRAS ESCOGIDAS en tres tomos de C. Marx y F. En­ gels, preparada por el Instituto de l\larxismo-Le­ ninismo adjunto al CC del PCUS (Editorial de Literatura Política del Estado, l\loscú, 1966). El texto ele todos los trabajos incluidos en el presente tomo ha sido cotejado con los origi­ nales que se guardan en l\Ioscú en el Instituto do .Marxismo-Leninismo adjunto al CC del PCUS.

©

Traducción al español Editorial Progreso 1973

C.

MAR X

MANIFIESTO INAUGURAL DE LA ASOCIACION INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES FUNDADA EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1864, EN

UNA

ASAMBLEA

PUBLICA

CELEBRADA EN SAINT MARTJN'S HALL

DE

LONG ACRE,

LONDRES'

Tra haj a d o res : Es un hecho notabilísimo el que la m i seria de las masas tra­ b aj ad o r as no haya d i sm inuid o desde 1848 hasta 1864 , y , sin e m b a rgo , est e per ío d o ofrece u n desarrollo i nco m par able de la in du s t ria y d el comercio. E n 1850, un órgano moderad o d e l a b u r gu esía británica , bastante bien informado, pronosticaba que si la e xpo r t ac i ó n y la i mpor t ació n de Inglaterra a sce n d ía n un 50 por 100, el pauperismo descendería a cero . Pero , ¡ay! el 7 de a bri l de 1864 , el c an c i ller del Tesoro* cautivaba a su auditorio parlamentario, a n un ci án d ol e qu e el comerci o de imp o r t aci ó n y exportación había asce n d i d o en el año de 1863 «a 443 .955 .000 l i bras esterli n as , c an t id ad s o r pre nde n te , casi tres veces m ayor que el comercio de la época , relat.ivament.e r e c i e n t e , de 1843» . Al mi sm o tiempo , h a b l a b a elocuentemente de la «miseria» . «Pen sad -exclamaba- en l os que vh·en al borde de la miseria» , en los « s al ar i os . . . que no han a um ent a d o » , en la «vi d a humana . . . que de diez casos, en nu e v e no es otra cosa que una lucha por l a existencia». N o eli j o nada del pueblo ir l an d é s , que en e l Norte d e su país es remplazado gradualmente por las máquinas, y en e l Sur , por los pastizales para ovejas. Y aunque las mismas o v ejas d ismin u ye n en este cl esgrn c i a d o país, l o ha ce n con menos r a pid e z • W.

Gladstone.

(N. de la Edil.)

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C. M a r

z

que los hombres. Tam poco rep i ti ó lo que acababan d e descubrir en un acceso súbito de terror l os más altos rep resent a ntes de l os «diez mil de arri ba» . Cu a nd o el páni c o producido por los «estran­ guladores»2 adquirió gr an des p r oporc i o n es, la Cámara de l o s Lores ord enó que se hiciera una investigación y se pu b l i c ara u n informe s obre l o s pe n ale s y lu ga res de de p o rtación . La verd ad sal i ó a re lucir en el voluminoso Li b r o Azul d e 18633, de m os­ tránd ose con hechos y guarismos ofici ales que los peores cri­ minales condenados, los presidiarios de I n g l aterr a y Escocia, trabajaban mucho menos y est a b a n mej or alimentad os que los trabajadores agr íc olas d e esos mismos países. Pero n o es eso todo. C u ando a consecuencia de la guerra ci vil d e Norteamérica", qued aron en l a calle los obreros de los c o n d ad os ele Lan c ast er y d e Chester , la mism a Cámar a de l os Lores e n v i ó u n médico a l os d istrito s i ndu str i a les , en c a rgá n dole que averigu ase la canti d a d mínima de c arb o n o y de nitr ógeno , admi n istrable baj o l a form a más corriente y m e n o s cara, q u e p u di e s e b astar por térm i n o med i o «para preven ir las enfe rme d a des ocasi onadas por el h ambre» . El Dr. Smith , m é di c o d elega d o , averiguó que 28.000 gr anos de ca rb o n o y 1.330 granos de nitrógen o semanales e ran necesarios , por término med i o, p ara c o n se r v a r la vida de una person a adulta . . . en el nivel mínim o , baj o el c u a l comienzan las enfermed ades provocad as por el hambre. Y d e s c u b r i ó también que esta cantid ad n o distaba mucho d e l escaso a l i m e n to a que la extrema d a miseri a acababa de reducir a l os t r a b a j a d ores d e las fá bricas de teji d os d e algodón *. Pero escuchad aún: Algo des p u és , e l do ct o médico en cuesti ón fue com isionado n uev amente por el Consejero Médico d el Consej o Pri vad o , para h acer un i nforme sobre la alimentación de l as c l ases tr a b aja do r as más pobres. El Sexto informe sobre la San idad Pública, d a d o a la lu z en este mismo año por orden del p a rl ame n to , contiene el result a d o de sus investi gaciones. ¿Qué ha d escubierto el d octor? Que l os teje­ dores en sed a , l as costureras, los guanteros , l os tejedores de me­ d i as , etc. , no reci bían , por lo ge n e r al, n i l a mi serabl e com i d a d e l os t r aba j ad or es en p aro forzoso de l a fábrica de tej i d os d e al­ godó n , n i siquiera la c a n t id ad d e c a r b o n o y nitrógeno «suficien­ te p ara prevenir las e nf erm e d a d es o casionad as por el hambre». ·

• Du do de que haya necesidad de recor da r al lector que el carbono y el nitrógeno constituyen, con el agua y otras subst anc ia s inorgánicas, las m ateri as primas de los alimentos del h ombre . Sin embargo, pam la nutrición del organi5mo humano, estos elementos químicos si m pl es deben ser suminis , trados en forma de su b st anci as Vl'getales o animales. Las patatas, por ejemplo­ c onli e uen sobre todo carbono, mientras que el pan de trigo contiene substan­ cias carbonadas y nit rogen a da s en la d ebi d a proporción.

M a ntflesto 1 naugural

de l a

Asociac. I nler.

de

los T rab.

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«Además• -citamos textualmente el informe- cel examen del estado de las familias agrícolas ha demostrado que más de la quinta parte de ellas se hallan reducidas a una cantidad de alimentos carbonados inferior a la considerada suficiente, y más de la tercera parte a una cantidad menos que suficien te de alimentos nitrogenados; y que en tres condados (Berks, Oxford y S omerset ), el régimen alimenticio se caracteriza, en general, por su insuli­ ciente contenido en alimentos nit rogenad os». «No debe olvidarse• -añade el dictamen oficial- cque la privación de alimento no se soporta sino de muy mala gana, y que, por regla general, la falta de alimento suficiente no llega ja m ás sino después de muchas otras privac i ones . .. La limpieza misma es considerada como una cosa cara y difícil, y cuando el sentimiento de la propia dignidad impone esfuerzos por mantenerla, cada esfuerzo de esta especie tiene que pagarse necesariamente con un aumento de las torturas del hambre&. «Estas reflexiones son t a nto más dolorosas, cuanto que no se trata aquí de la miseria merecida por la pereza, sino en todos los casos de la m iser i a de una población trabajadora. En realid ad, el trab a jo por el que se obtiene tan escaso alimento es, en la mayoría de los casos, un trabajo exc es ivame nte prolongado•.

El d i ctamen descubre el sigui ente hecho extraño, y hasta in esperad o: «De todas las regiones del Reino Unido», es decir, I n glaterra, el País d e G ales, Escoci a e Irlanda, «la población agrícola d e Inglaterra», precisamente l a de la parte más opulenta, «es evidentemente la peor alimentada»; pero hasta los labrad ores de los condados de Berks, Oxford y Somerset están mejor ali­ mentad os que la m ayor p arte de los obreros calificados que tra­ bajan a domicilio en el Este d e Londres. Tales son los d atos oficiales publicados por orden del p arla­ mento en 1864 , en el siglo de oro del l ibrecambio, en el momento mismo en que el canciller del Tesoro decía a la Cámar a d e l os Comunes que «la condición de lo s obreros ingleses ha mejorado, por término medio, de una manera tan extraordinaria, que no conocemos ejemplo semejante en la historia de ningún país ni de ningun a ed a dt.

Estas exaltaci ones oficiales contrastan con la fría observación del dictamen ofi cial de la Sanidad P ública: «La salud pública d e u n país significa l a salud d e sus masas, y es casi imposible que las masas estén sanas si no di sfr uta n, basta lo más bajo de la e sc ala social, por lo menos de un bienestar mínimo•.

D eslum bra d o por los guarismos de las estad ísticas, que bailan ante sus ojos d emostran d o el «progreso d e l a naci ó n», el canci l l er d e l Tesoro exclam a con acento de verdadero é xtasis: «Desde 1842 basto. 1852, la r enta imponible del país aumentó en un 6%; ocho años, de 1853 a 1861, aumentó ¡en un veinte por ciento! Este es un hecho tan sor pren dente , que casi es increíble ... Tan embriagador aumento de riqueza y de poder& - a ñ a de l\lr. G la ds tone - «se halla restringido exclusi­ vamente a las clases poseyenteS>). en

S i q ueré i s saber en qué cond iciones de salud perd ida, de moral v ilipendi a da y d e ruina i n telectual ha sido produ cido y se está p roduciendo p or las cl ases labori osas ese «embri agador

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Mar

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aumento de riqueza y de poder, restringido exclusivamente a las c]ases poseyentes», examinad la descripción que se hace en el último Informe sobre la Sanidad Pública referente a los talleres de sastres, impresores y modistas. Comparad el Informe de la Co­ misión para examinar el trabajo de los niños, publicado en 1863 y donde se prueba, entre otras cosas, que

m el ejército de la emanci pación .

(c) Una gra n «mancomu n i d a d intern acion a l ele los esfuerzos», q u e nosotros sugeri mos, será u n a investigación estadística de la situación de la clase obrera en todos los países, llevada a cabo por la clase obrera misma. A fin d e actu ar con ci ert a probab i l i d ad de

é xito, es preciso conocer l os materi ales con l os que se ha d e tra­ b ajar. Al inici ar tan gran o b ra , los obreros mostrarán que son capaces de t o m ar sus d estinos en sus propi as manos. Por ese> proponemos :

Que en todo lugar en que exi s t a u n a sección d e n uestra Asocia­ ci ón se comien ce el trabajo inmed i atame nte y se recojan d atos con cretos sobre l os d i stintos puntos señal ad os en el esquema d e l a investigación que va a d junto. El Con greso in vita a t o d os los o breros de E u ropa y l os Est ados U n i d os de Amér i c a a cola borar en l a recolección de elementos de d i cha estadística sobre la clase obrera; los i nformes y d atos con cretos se e n v i arán al Consejo Central . Es te , partiendo de d i chos materiales, red actará un informe general, a c o m p añ á n d olo . de d atos concretos en el supl emento Este inform e , con e l suplemento , se prese n t ará al C ongreso ordin ario a n u al y, u n a vez aprob ado, se publ i c ará a costa de la Asoci ación .

J ns trucci6n a los delegados del Consejo Central Provisional

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ESQUEMA GENERAL DE LA ENCUESTA, QUE, DESDE LUEGO, PUEDE SER llIODIFICADO

EN

CADA LUGAR

1. In d u stria , su denominación . 2. Edad y sexo de sus trabajadores. 3. Número de ocupados. 4. S�lari os y sueldos: (a) de los aprendices ; (b) pago llOr jo rnal

o por pieza; pago que abonan los intermed iarios. Pro medio del sal ario semanal y anual. 5. (a) Horas de trabaj o en las fábricas . (b) Horas de trnbaj en las empresas de pequeños patronos y en la prod ucción domésti­ ca , caso de que exista ese tipo de produccion. (e) Trabaj o de noch� y de día . 6. Intervalos para la comida . Tratamien to ele l os obreros . 7. Carácter d el taller y d el trabajo: estrechez del local, defi­ ciente venti lación , escasez de luz solar, empleo de alumbrado de gas . Limpieza , etc . 8. Género de ocu pación . 9. Efecto del trabaj o en el estad o físico. 10. Condiciones morales. Educación . 11. Carácter de la producción . Es temporal o se distrih uy& más o menos regularmente a lo largo de todo el año ; se observan o no considerables fluctuaciones, está o no suj eta a la compete ncia extranjera ; si atiend e principalmente el mercado interior o el exte­ rior , etc.

3. LIMITACION

DE

LA JORNADA

DE

TRABAJO

La cond i ción preli m i nar , sin la que todas las tentativas d& mejorar la situación d e los obreros y d e su emanci paci ón están condenadas al fracaso , es la limitación ele la jornada de trabajo. Es necesaria para restaurar la salud y la fuerz a física de la clase o brer a , que es la armazón básica de toda nación , lo mism que p ara asegurar a los obreros las posi bilidades de desarroll i ntelectual , d e mantener relaci ones sociales y de d edicarse a actividades sociales y políticas. Nosotros proponemos 8 horas de trabajo como límite legal d e la duración de la j orn adi. la boral . Esta l imitación es la demanda general ele los obreros de Estad os Unidos de América41; el vot d e l Congreso la hará plataforma común de la clase obrera d el mundo e n tero. Para i nformación d e los m i e m b ros cont i n entales de la Asocia­ ción , cuya experiencia en materia de legislación fa bril es relati­ vame nte reci ente , añad iremos que n i ng u na restricción legal

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Mar

:z:

·alcanzará el objetivo planteado y todas serán vulneradas por el c a p ital si n o se fij a con precisión el periodo del día en que deben encaj ar estas 8 horas. La d uración de este período debe ser de 8 horas de trabaj o y u nas p ausas adicionales para la comida. Por ejempl o , si los distintos interval os para comer ocupan una hora, e l período legal del día será de 9 horas, digamos desde las 7 de la mañan a hasta las 4 de la tarde o desde las 8 de la mañan a hasta l as 5 d e la tarde , y así sucesiv amente . El trabajo nocturn o debe admitirse sólo en casos excepcionales en ci ertas in d u strias especif i cadas por la ley. La tendencia d e b e ser la de su pri mir del todo el trabajo n octurn o . Este párrafo s e refiere sólo a los trabajadores adultos d e ambos sexos; por ci erto , l as muj eres deben excl u i rse rigurosamente de todo trabajo nocturno, al igual que de todos los t i p os de tra b a j o peligro­ sos para el organismo frági l de la mujer o que lo exp ongan al efecto de sustancias tóxicas y n o civas. Enten d emos por adultos a los que han alcan zado l a edad de 18 años.

4. EL TRABAJO DE LOS JOVENES Y

(DE

AMBOS

NIÑOS

SEXOS)

Consi d eramos que es progresi v a , san a y legíti m a la tendencia de la in d ustria m oderna a i n corporar a l os n i ños y l os j óvenes a coo perar en el gran trabajo de la producción social , aunque, bajo el régimen cap i talista , h a sid o deformada hasta llegar a ser u n a abominación . En todo régimen social raz onable , cualquier niño de 9 a ños d e edad debe ser un trabaj a d or producti vo del mismo m odo que todo adulto apto para e l tra b ajo d e b e obedecer l a l ey general de la naturale za , a saber : trabajar para poder comer , y trabajar no sólo con la cabeza , sino tam b ién con las manos. S i n em bargo , en el presente , nos ocupa m os sólo de los niños y los jóvenes de a m b os sexos de la clase o brera . Por razones fisiológicas est i mamos q u e los niños y los jóvenes de ambos sexos deben d i vid irse en tres clases, q u e requieren d i sti nto tratamien t o: la primera compre n d e a los ni ños de 9 a 12 años de edad ; la segunda , a l os de 13 a 15 años , y l a tercera , a los de 16 y 17 a ños d e edad . Prop onemos que la ley restrinja e l trabaj o de los niños de la primera clase a dos horas en todos los ti pos de tall eres o a d omicil io; l a d uraci ó n d e l trabaj o para los n iños de l a segu n d a clase debe ser de cuatro horas y p ara los de la tercera , de seis horas. Para la tercera clase d e b erá hacerse un intervalo de u n a hora , como mí nimo , p ara comer o d escansar. Sería d eseable que la enseñ a n z a en las escuelas elementales come n z ase a n tes d e los 9 años de edad; pero aquí tra tamos nada

Instrucci6n a los delegados del Consejo Central Provisional

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más que del más incl isp ensa b l e antídoto contra las tendencias del régi men soc ial que reduce al obrero a la condición de simple instrumento de acumulación de capital y convierte a los padres , agobiados por la miseria, en esclavistas que venden a sus propios hijos. Hay que defender los derechos de los niños y los jóvenes , ya que ellos no pueden hacerlo . Esta es la razón de que la socie­ dad tenga el deber de intervenir en su favor. Si la burguesí a y la aristocracia mu estran negligencia respecto de sus d eberes para con sus descen dien tes es cosa suya. A la vez que d i sfruta de los i> ri v i legi os de est as clases , el niño se ve con­ d en ad o a sufrir las consecuencias de sus prejuicios. El caso de la clase obrera es co m pl etame n t e d i sti n t o . El obrero no es libre en sus actos. En d e m asiado frecuentes casos resulta tan ign orante que no es capaz de comprender los verda­ deros intereses de su hijo o las condiciones normales de desarrollo huma n o . De cu alqu i er modo , la parte más ilustrada d e la clase obrera se el a perfecta c u en ta de que el porvenir de su clase y, por t anto , d e l a humani dad , depende enteramente de la formación de la joven generación obrera. Sabe que antes de n ada es preciso preservar a los n i ños y los jóvenes contra los efectos destructivos del sistema v i gente. Esto sólo se puede conseguir mediante l a tran sform ación d e la razón social e n fuerza social, y e n las circuns­ tancias presentes esto sólo es posible a través de leyes generales apli c ad as por el poder del Estado. Con la apl icación de semejantes leyes, la clase obrera no fortalece en modo alguno el poder del Gobierno. Al contrario, convierte en arma propia el poder que se utiliza ahora contra ella, consigue mediante un acto legislativ o general l o que estaría procurando e n v ano a través de mu lti tud de esfuerzos i n d i v i duales dispersos. Partie ndo de eso, decimos que no se clebe permitir en caso alguno a los padres y los patronos el empleo del trabajo de los niños y jó venes si ese empleo no se conjuga con la educación. Por educación entendemos tres cosas: Pri mero , educación mental. S egu n do , educación física, como la que se da en los gimn asios y mediante los ej ercicios militares. Tercero , educación tecnológica, que da a conocer los principios generales de todos los procesos de la p rodu cció n e i nici a, a la vez , al niño y al joYen en el ma n ejo de los instrumentos ele­ mentales de todas las industrias. A l a distri bución de los niños y los jóvenes obreros en tres clases debe co rre s p o n der un curso gradual y progresivo de for m a­ c i ó n menta l , física y tecnológica. Los g astos para el mantenimien­ to de las escuelas tecnológicas deben cubrirse e n parte mediante la v e nt a de su p1·oducción. ,

6-09G'

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C.

/v1 a r

z

La comb i n ación d el trab ajo pro d u ctivo retri b u i d o, la forma­ ción m e ntal, los ejercici os físicos y la e n señan za p o l i técn ica p o n d rá a la cl ase o brera muy por encima del n ivel de la aristo­ craci a y la burguesía. De suyo se enti e n d e que el empleo d el trabaj o de n i ños de 9 a 17 años d e edad de noche o en cualquier i ndustria n ociva para la salud d ebe estar rigurosamente prohi b i d o por la ley.

5. TRABAJO COOPERATIVO La Asoci ación Intern aci o n al d e los Tra baj ad ores se propone u n i r, lle v an d o a un m i smo cau ce , los movimientos espontáneos d e l a cl ase o b rera, pero , de n ingun a m a n era, dictarle o imponerle cu alquier sis tema d octri n ari o. Por eso, el Con greso no d ebe procla­ mar u n o u otr o sistema especial d e cooperaci ó n , si n o que ha de limit arse a l a e n u n ci ación de algu n os pri n ci p i o s gen erales . (a) Nosotros esti m a m os que el m ovimi ento coopera tivo es u n a d e l as fuerzas transform ad oras d e l a socied a d presente , basada en el antagonismo de clases. El gran mérito de este movi miento consiste en m ostrar que el si stema actu a l de subordinación del trabajo al capital, sistema d espóti c o que lleva al p a u p erismo, puede ser suslituid o con un sistema republicano y bienhechor tle asociación de productores libres e iguales. (b) Pero, el movi mi ento cooperativo, l imi t a d o a las formas en an as, las úni cas que p u e d e n cre ar c o n sus propi os esfu erzos l os escl avos i n d i v i d u ales d el trabajo asal ariado, jamás podrá transform ar l a socied ad capital ista . A fin ele c o n vcr t i r l a prod uc­ ción social en un sistema armó n i c o y vast o de trabaj o cooperati v o s o n i n d i spensables cambios sociales generales, cambios de las con­ diciones generales de la sociedad, que s ó l o pueden l ograrse medi ante el paso de l as fuerzas organ i z a d as de l a soci e d ad, es decir, del poder político, de manos de l os capitalistas y p ro p i e t arios de ti erras a manos d e los pro d u c tores m i smos . (c) R ecomen d amos a l os obreros que se ocupen preferente­ mente d e la producción cooperativa, y n o d e l comercio cooperativo. Este último n o afecta más q u e la superf i c i e d e l actual s i stema económi co, mientras que la pri mera socava sus cimientos. (d) R ecomen d amos a tod as l as socied ades cooperativas que c o n v i er t a n una p arte de sus ingresos comu n e s e n fon d o de propa­ g an d a de sus pri n c i pi os, tanto con el ejemplo, como con la pal abra. a saber, contri buyen d o al estableci m i e n t o d e n ue v as socied ades cooperati v as d e prod u c ción , a la p ar con la d i fusión d e su d octri n a . (e) A fin d e evitar l a d egen eración d e l a s sociedades co opera­ tivas en s i mpl es socied ad es burgues as por acci o n es (sociétés par

Jnstruccl6n

a

los delegados del Consejo Central Provtllonal

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los obreros de cada empresa, independientemente de si están asociados o no, deben cobrar igual parte de los ingresos. Podemos consentir, a título de compromiso puramente temporal, que los asociados cobren, además, un interés mínimo.

actions),

6. SOCIEDADES OBRERAS (TRADE'UNIONS). SU PASADO, SU PRESENTE Y SU PORVENIR Su pasado. El capital es un a fuerza social concentrada, mientras el obrero no dispone más que de su fuerza de trabajo. Por consiguiente, el contrato entre el capital y el trabajo jamás puede concertarse sobre bases equitativas, equitativas incluso desde el punto de vista de la sociedad en la que la propiedad sobre los medios mate­ riales de existencia y de trabajo se halla de un lado, y las ener­ gías productivas vitales, del lado opuesto. La única fuerza social de los o b reros está en su número. Pero, la fuerza numérica se re­ duce a la nada por la desunión. La desunión de los obreros nace y se perpetúa debido a la inevitable competencia entre ellos mismos. Originariamente, las tradeuniones nacieron de los intentos espontáneos que hacían los obreros para suprimir o, al menos, debilitar esta competencia, a fin de conseguir unos términos del contrato que les liberasen de la situación de simples esclavos. El objetivo inmediato de las tradeuniones se limitaba, por eso, a las necesidades cotidianas, a los intentos de detener la incesante ofensiva del capital, en una palabra, a cuestiones de salarios y de duración del tiempo de trabajo. Semejante actividad de las tradeuniones, además de legítima, es necesaria. Es indispen­ sable mientras exista el actual modo de producción. Es más, esta actividad debe extenderse ampliamente mediante la for­ mación y la unidad de las tradeuniones en todos los países. Por otra parte, sin darse cuenta ellas mismas, las tradeuniones se fueron convirtiendo en centros de organización de la clase obrera, del mismo modo que las municipalidades y las comunas medie-. vales lo habían sido para la burguesía. Si decimos que las tra­ deuniones son n ecesarias para la lucha de guerrillas entre el capital y el trabajo, cabe saber que son todavía más importantes como fuerza organizada para suprimir el propio sistema de trabajo.

(a)

asalariado y el poder del capital. (b) Su presente.

. Ocupadas con demasiada frecuencia en las luchas locales e inmediatas contra el capital, las tradeuniones no han adquirido aún plena conciencia de su fuerza en la lucha contra el sistema de la esclavitud asalariada. Por eso han estado demasiado al mar6*

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C. M a.

r�

gen del movimiento general soci al y político . S i n embarg o , últi­ mamente , por lo visto , se ha d espertad o en ellas la conciencia de su gran misión histórica , como l o prueban , por ejemp l o , su p arti­ ci p ación en el movimiento político de lnglaterra42 , la más amplia compren sión d e su función en los Estados Uni dos " y l a siguiente resolu ción adoptada en la reciente gran Conferencia de los dele­ gados de las trad euniones celebrad a en Sheffield":

«La conferencia, apreciando en su justo valor los esfuerzos de la Asociación Internacional para unir con lazos fraternales a los obreros de todos los países. recomienda encarecidamente a las d istintas sociedades representadas aquí que se afilíen a d icha Asociación, con el convencimiento de que eso contribuye esencialmente al progreso y la prosperidad de toda la comunidad obrera..

(c) Su porvenir. Aparte d e sus propósitos ori ginales , d e ben ahora aprender a actuar d eli beradamente como centros organi z ad ores de la clase o b rera ante el magno o bjetivo de su completa emancipación. D e b en apoyar a todo mov i m iento social y polí tico en esta direc­ cion. Considerá ndose y actuando como los campeones y repre­ sentantes de tod a la clase obrera , tienen el d e ber de llevar a sus filas a los obreros n o asociados (non-society men). D e b en preocu par­ se sol ícitas por los obreros d e l as ramas más miserablemente retri b u i d as , c o mo , d igamos , de los obreros agrícolas , que , vistas las c i rcunstancias exce pcionales , se ven pri vados d e t o d a capa­ c i dad de acción . L as tradeuniones d e ben mostrar a tod o el mundo que n o luchan por i ntereses estrechos y egoístas , que su obj etivo es la e m anci pación d e los millones d e opri m i d os . 7 . DIPUESTOS DIRECTOS E INDIRECTOS (a) No hay mod i ficación de la forma d e gravámenes impositi­ vos que prod uzca cam b i os importan tes en las rel aciones entre el tra baj o y el capital. (b) No obsta n te , d e tener que elegir entre los d os sistemas de gravámenes im positivos , recomendamos la total abolición de los impuestos indirectos y su sustitución completa por los directos; Porque los i mpuestos i ndirectos hacen su b i r los precios de las mercancías , ya que los comerci a ntes aña d en a dichos precios, tanto e l im porte d e l os i m pu estos i n d irectos como e l i nterés y la gan ancia sobre el capital d esembolsad o p ara p ag arlos; Porque los i m p u estos i n d i rectos ocultan ante cad a i n d i v i duo lo que éste paga al Estado , mien tras que el d i recto n o se encubre con n ada , se co bra ab iertamente y n o p u e d e enga ñar siqui.era al menos listo . Por consiguiente , los impuestos d i rectos i m pulsan a cad a u no a con trolar el Gobiern o, mien tras q u e l os i n d i rectos destru yen tod a ten denci a a l a autogestión (self-government).

I nstrucci6n

a

los dtlegados del Consejo Central Proi;lsional

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8. CREDITO INTERNACIONAL Hay que dejar la iniciativa en manos de los franceses.

9. LA CUESTION DE POLONIA

(a) ¿Por qué los obreros europeos plantean esta cuestión? En primer término, porque existe una conspiración de silencio entre los agitadores y los escritores burgueses, aunque patro­ cinen a todas las nacionalidades del continente e incluso de Irlanda. ¿Cuál es la causa de este silencio? Pues, eso ocurre por­ que, tanto los aristócratas, como los burgueses ven en esta oscura potencia asiática, que se halla detrás de los bastidores, el último baluarte frente a la ascendiente ola del movimiento obrero. Esta potencia sólo puede ser destruida efectivamente a través de la restauración de Polonia sobre una base democrática. (b) Dados los recientes cambios ocurridos en Europa Central y, en particular, en Alemania, es necesaria más que nunca la existencia de una Polonia democrática. Sin ella, Alemania se convertirá en avanzadilla de la Santa Alianza•&, mientras que con ella, cooperará con la Francia republicana. El movimiento de la clase obrera se verá continuamente interrumpido. trabado y retardado mientras no se haya resuelto esta importante cues­ tión europea. (e) Es un deber especial de la clase obrera de Alemania el tomar la iniciativa en esta cuestión, puesto que Alemania es uno de los participantes en los repartos de Polonia. 10. EJERCITOS (a) La influencia deletérea de los grandes ejércitos perma­ ntutes en la producción ha sido expuesta suficientemente en los congresos burgueses de toda denominación, congresos de la paz, económicos, estadísticos, filantrópicos y sociológicos. Por eso consideramos completamente superfluo extendernos sobre ese particular. (b) Proponemos el armamento general del pueblo y su instruc­ ción general en el uso de las armas. (e) Aceptamos como necesidad temporal la existencia de peque­ ños ejércitos permanentes, como escuelas de oficiales de la milicia; todo ciudadano de sexo masculino debe servir en dichos ejér­ citos durante un período muy corto.

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C.

Ma

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11. CUESTION RELIGIOSA ·

Hay que dejar la iniciativa en manos de los franceses. Escrito por C. M arx a fines de agosto de 1866.

Publir:ido en los núms. 6-7 del periódico Tlze I 1ternatio11al Courier, de l 20 de febrero, Jos núms. 8-10 de l 13 de marzo de 1867 y en los núms. 10 y 11 del periódico de Le Courrier international, del 9 y_ 16 de marzo de 1867, así como en los núms. 10 y 11 de la revista Der Vorbote, de octubre y noviembre de 1866.

Se publica de acuerdo con el texto del periódico Tlze I ternational Courier.

Traducido del inglés.

a los batallones burgueses con tra los batallones obreros, elimine> a los oficiales contrarios a l «plan» de Trochu y d i solvió con el est igm a d e cobard ía a aquell os mismos b a t a l lones proletarios cuyo heroísmo acababa de llenar ele asombro a sus m ás encarnizados enem i gos. Clément Thomas sentíase orgullosísi m o de haber recon­ quista d o su preeminencia de j u n i o como en e m i go personal de la cl ase obrera de París . Pocos d ías antes del 18 de m arzo, había somet i d o a Le Fl 6 , m i n i stro de la Guerra , u n p l a n d e su i nven­ ción , para «acabar con la fi ne jleur* de la ca nai lle de París» . Después d e la d errot a do Vinoy, n o p u d o m enos de salir a la palestra como a fici onado de es pía . E l Com i t é Cen tral y los obre­ ros de París son tan responsables de la muerte de Clément Thomas y de Lecomte como la pri ncesa d e G ales de l a suerte que corrieron las personas que pereci eron aplastadas entre la muchedumbre el d ía de su entra d a en Londres. La su puest a m atan za de ciudad anos i n erm es en l a plaza Ven­ d om e es u n mito que Thiers y los «rurales» silenci aron o bstinada­ m ente en la Asamblea, confi ando su d i fusi ón exclusivamente • La

crem a .

(N. de la Edil.)

La guerra cfrJll

era

Franela

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a l a turba de criados del periodismo europeo . Las cgentes de orden», los reaccionarios d e París, tembl aron ante el triunfo del 1 8 d e marzo. Para ellos, era la señal del castigo popular, que por fin llegab a . Ante sus ojos se alzaron los espectros de las víctimas asesinadas por ellos desde las jorn adas de junio de 1 848 hast a el 22 de enero de 1 871 187• Pero su pánico fue su solo castigo . Hasta los gu ardias municipales en vez de ser desarmados y encerrados, como proced í a , tuvieron las puertas de París abiertas de par en par para huir a Versal les y ponerse a salvo. No sólo no se molestó a las «gentes d e orden», sino que incluso se les perm itió reu n i rse y apoderarse tranquilamente de más de u n reducto en el mismo centro de París . Esta in dulgencia del Comité Central , esta mag­ nan i midad de los obreros arm ados que contrastaba tan abierla­ mente con los hábitos del partido del orden , fue falsamenle in t erpretada por éste co mo la simple manifestación de u n senti­ mien l o d e debilidad. De aquí su necio plan de in tentar, bajo el m a n t o de una m anifestación pacífica , lo que Vinoy no h abía podido lograr con sus cañones y sus ametralladoras. El 22 de marzo, se puso en marcha desde los barrios de lujo un tropel exaltado d e personas distinguidas, llevando en sus filas a Lodos los elegantes petits crevés* y a su cabeza a los con tertulios más conocidos del I mperio: los Heeckeren , Coetlogon , Henry de Pene , etc . B ajo la capa cobarde de una manifestación pacífic a , estas bandas, pertrechadas secretamente con armas de m atones , se pusieron en orden de marcha, m altrataron y desarm aron a las patru l l as y a los puestos de la Guardi a Nacional que encon traban a su paso y, a l desembocar de la rue de la Paix en la plaza Ven­ d o m e , a los gritos de « i Abajo el Comité Centra l ! i Abajo los asesi­ n os! i V i v a la Asamblea Nacional ! » , intentaron arrollar el cordón d e p u estos de guard i a y tomar por sorpresa el cuartel general d e l a Guardia Nacion al. Como contestación a sus tiros d e pist ola , fueron d a d as las sommations (equivalente francés para el Acto d e d esórdenes inglés)168 y, como resu ltasen inútiles, el general de la Guardia Nacional * * ordenó fuego . Bastó una descarga p ara pon er en fuga precipitada a aquellos estúpidos mequetrefes que esperaban que la sim ple exh ibición de su cporte disti n guido» ejercería sobre l a revolución de París el mismo efecto q u e los trompe tazos de J osué sobre las murallas de J ericó169 • Al huir, dejaron tras ellos d os guardias naciona les muertos , nueve gra ve­ men t e herid os (entre ellos un miembro del Comité Centra l * * *) y todo el escenario d e su hazaña sem brado de revól veres, puñales •

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***

Petim etres. (N. de la Edit. ) B e rgere t . (N. de la Edit.) l\f aljournal . (N. de l a Edit.l

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C. M a

r z

y bastones el e estoque, como prueba de convicc10n del carácter «in erme» d e s u m a n ifestación «pací fica» . Cuando el 1 3 d e junio d e 1 849 , la Guardia Nacional de París organizó u n a m a n ifestación rea l mente pacífica para protestar con tra e l traidor asalto de R o m a por las tropas francesas , Changarnier, a la sazón general d e l partido del orden , fue acl a m a d o por l a Asam blea Nacional , y señaladamente por Thiers , como salvador de la sociedad por ha ber l a n zado a sus tropas desde los cua tro costados con tra aquellos h o m bres i nermes , por h a berlos derri bado a t i ros y a sablazos y por haberlos p isoteado con sus c a b a l los. Se decretó ento nces en París el estado ele sitio . D ufaure h i zo que la Asam b lea a proba­ se a toda prisa nuevas leyes d e represi ón . N uevas detenciones, nuevos d estierros; comenzó u n a nueva era de terror. Poro las «cl ases i n feriores» hacen esto de o tro modo . E l Co mité Central de ·1 871 no se ocu pó ele los héroes de la « m a n i festac ión pacífica» ; y así , dos d ías después , podían ya pasar revista a n te el a l mirante Saisset para a quell a otra m a n i fes tac i ó n , ya armada, q ue terminó con l a fa m osa huida a Versa l les. En su re p u g n a n c i a a ace p tar l a g u e rra c i v i l i niciada por el asalto n octurn o que Th iers realizó contra Mon t martre , e l Com i t é Ce ntral se h i zo res ponsable esta vez ele u n error deci s i v o : no m archar i n med i a t a me n te sobre Versalles, ento nces comple tamente indefenso , acabando así con los manejos conspirati vos de Thiers y de sus «rurales» . E n vez de hacerse esto , vol v i ó a perm i t irse que el partido d e l orden probase sus fuerzas en las u rn as el 26 d e m arzo , día en que se celebraron las elecciones a la Com u n a . A q uel d í a , e n las alcaldías de París, l as «gen tes del orden» cruzaron b l a n d as p a l a bras de conci l i ación con sus demasiado generosos ve nced ores , mientras en su i n terior hacían el voto sol e m n e de cxtenn i n arlos en el momento oportuno . Veamos ahora el reverso de la medalla . T h iers a b r i ó su segunda c a m paña contra París a com ien zos el e a bri l . La pri mera remesa de prisi o neros parisinos conducidos a Versal l es hubo de sufrir i ncl ignantes crueldades , m i e n tras E rnesto Picard , con las m a nos m e t i d as en los bolsillos del p a n t a l ó n , se pasea ba por delante ele e l l os escarneciéndolos, y mesd ames Thi ers y Fa vre , en medio ele sus d amas de honor (?) , a p l a u d í a n desde l os balcones los u ltrajes d e l populacho versallés . Los so l dados de l os regi mientos de l ínea hechos prisioneros fueron asesi n a d os a sangre frí a ; nuestro valien t e a migo el general D u v a l , el fu n d i d o r , fue fusilado sin la menor aparienci a d e proceso . Galliffe t , e l chulo ele su m ujer, tan fa mosa por las desvergon zadas e x h i b iciones q ue hac í a de su cuerpo e n las orgías del Segu ndo I m perio , se j a c t a b a en una proc l a m a d e haber m a n d ado asesinar a u n p n ñ a cl o el e guardias n ac i on a l es con su capitán y s u tcnien te, sorprend idos y d esarm ados

La

guerra ·. civil en Fra ncia

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por sus cazadores . Vi noy, el fugitivo, fue premiado por Thiers con l a Gran Cru z d e la Legión de Honor por su orden de fusi lar a t odos los soldados de línea cogidos en las fi las de los federales. Desmarels, el gendarme , fue condecorado por haber descuartizado tra i d oramente como u n carnicero al magn ánimo y caballeroso Flo u rens, que el 31 de octubre de 1 870 había salvado las cabezas de los m i e m bros del Gobierno de la Defensa170• Thiers , con mani­ fiesta satisfacción , se extendió sobre los calentadores detalles• de este asesinato en la Asam blea Nacion al. Con la inflada van idad d e u n pulgarcit o parl amentario a quien se permite represen tar el papel el e u n Tamerlán , nega ba a los que se rebelaban con tra Su Poqued a d todo derecho de beligerantes civilizados, hasta el d erec ho de la neutralidad para sus hospita les de sangre. Nada m ás horrible que este mono , ya presentido por Vol taire* , a quien le fue permitido d urante algún tiem po d ar rienda suelta a sus inst intos d e tigre (v. apéndices , pág. 35 * * ) . Después d e l decreto dado por la Comu n a el 7 de abril , orde­ nando re presalias y declarando que tal era su deber «para protege1 a París con tra las hazañas canibalescas de los bandidos d e Ver­ salles , ex igiendo ojo por ojo y diente por diente»171, Thiers siguió dan d o a los prisioneros el mismo trato salvaje, y encima insultán­ dolos en sus boleti n es del modo siguiente: d amás la mirada an gusti a d a ele hom bres honrados ha ten ido quo posarse sobre sem blantes tan degradados de una degradada democracia». Los hom bres honrad os eran Thiers y sus licenciados de presidio como m i n i s tros . No o bstante, los fusi lamientos de prisioneros cesaron por algún t i e m p o . Pero , tan pronto como Thiers y sus generales d ece m bristas126 se convencieron de que aquel decreto de l a Comuna sobre l as represa lias no era más que una amenaza inocu a , de que se respetaba la vida hasta a sus gen d armes espías deteni9os en París con el d isfra z de guardias nacionales, hasta a guardias municipales cogi d os con gra nadas incend iarias, entonces los fus i lamien tos en masa de prisioneros se reanudaron y se prosi­ gu i eron s i n in terru pción h asta el final . Las casas en que se habían refugi a d o guardi as nacionales eran rodeadas por gen darmes , roc i a d as c o n petróleo (primera v e z q u e se em plea en esta guerra) y luego incen d i adas; l os cuerpos carbonizados eran sacados luego por el hospital de sangre de la Prensa situado en Les Ternes . Cu atro guardias n acionales que se rin dieron a un destacamento d e cazadores mon tados, el 25 de abril , en Bella E pine, fueron luego fusi l a d os, uno tras o tro , por u n capitán, dign o d isc ípulo de Galliffe t . Scheffer, una de estas cuatro víctimas, a quien • Vol taire. Cándido, c apítulo 2 2. (N. d e l a Edit.) Véase el presente tomo , págs. 256- 257 (N. de la Edit.)

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C. M

a

rz

se h a b í a dejado por muerto , lleg6 arrastrán dose hasta las avan­ zadi llas de París y relató este hecho ante u n a comisión de la Comu n a . Cuando Tola i n in terpeló a l ministro de la Guerra acerca del i nforme de esta com isi ón, los «rurales» ahogaron su voz y no dejaron a Le FlO contestarle. Hubiera sido un insulto para su «glorioso» ejército el hablar de sus hazañas . El tono i mpertinente con que los boleti nes de Thiers anunciaron la m atanza a bayoneta­ zos de los guard i as nacion ales sorpre n d i d os durmien do en Moulin Saquet y los fusilamientos en masa en Clamart alteraron hasta los nervios del Times112 de Lon dres , que no peca precisamente de exceso de sensibilidad . Pero sería rid ículo , hoy, e m p eña rse en enumerar las simples atrocidades preli m i nares perpe trad as por los que bombardearon a París y fomentaron u n a rebelión escla­ vista protegid a por la i n vasión extranjera . E n medio de todos estos horrores, Thiers, olvidándose de sus lamentaciones parla­ mentarias sobre la espantosa res ponsabil i d a d que pesa sobre sus hombros de enano , se j acta en sus boletines de que l' A ssemb lée siege paisi b lement (de que la Asamblea delibera plácid amente) , y co n sus jolgorios inacabables , unas veces c o n los generales dec embristas y otras veces con los prínci pes alemanes, prueba que su digestión no se ha alterado en lo más m í n i m o , ni siquiera por los espectros de Lecom te y Cl é m e n t Thomas. IIJ

Al alborear el 18 de marzo de 1 871 , París se despert ó entre clamor de gritos de « Vive la Communel» ¿Q u é es la Co muna, esa esfinge que tanto atormenta los espíritus burgueses? un

•Los proletarios de París» -decía e l Comité Central en su manifiesto d el 18 de marzo - , «en m e d i o de los fracasos y las tra i c i o nes de las clases d o m i nantes, se han dado cuenta d e que ha llega d o la hora de salvar la situa­ c i ón tomando e n sus ma nos la d i recci ó n de los asuntos públ icos. . . H a n comprnndido que e s s u deber im p e ri oso y su derecho i ndiscutible hacerse dueño de sus propios destinos, tomando el poder».

Pero la clase obrera no puede limitarse sim ple mente a toma r posesión de la máqui n a del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines . E l poder estatal centralizado , con sus órganos o mnipresentes: el ejército permanente, la policía , la b urocrac i a , el clero y la magistratura -órganos creados con arreglo a un plan de divisi6n sistem ática y jerárquica del trabajo- , procede de los tiempos de la monarquía absoluta y sirvió a la n aciente socie d a d burguesa como un ar m a poderosa en sus luchas contra el feudalismo . Sin embargo , su desarrollo se . veía entorpecido por toda la basura medieval: derechos señoriales , . privilegios locales , monopolios

La guerra civil en Francia

231

mun icipales y gremiales, códigos provinciales. La escoba gigan­ tesca de la revolución francesa del siglo X V I I I barrió todas estas celiquias de tiempos pasados, limpiando así , al mismo tiempo , e l suelo d e l a sociedad de los úl timos o bstáculos que se alzaban ante l a superestructura del edificio del Estado moderno , erigi do en tiempos del Pri mer I mperio , que , a su vez, era el fruto de las guerras d e coalición de la viej a Euro pa semifeudal con tra la Francia moder n a . Durante los regí menes sigu ientes, el Gobiern o , eolocado bajo el control d e l parlamento -es decir, bajo e l contro l d irecto de las clases poseedoras - , no sólo se convirtió en un vivero d e enormes deudas nacionales y de impuestos agobiadores , -sino q u e , con la seducción irresistible de sus cargos, momios y e m pleos , acabó siendo la manzana de l a d iscordi a entre las fracciones ri vales y los aventureros d e las clases dominantes; por o tra parle , su carácter político cambiaba simultáneamente eon los cambios eco nómicos operados en la sociedad . Al paso que los progresos de la moderna in dustria desarrollaban, ensan­ ehaban y profundizaban el antagonismo de clase entre el capital y el trabaj o , el poder del Estado fue adquiriendo cada vez más el carác ter d e poder n acional del capital sobre el trabajo , de fuerza pública organ izada para la esclavización social , de máquina del ·despotismo de clase . Después de cada revolución , que m arca u n paso adelante en la lucha de clases , se acusa con rasgos cada vez más d estacados el carácter puramente represivo del poder del Esta d o . L a revolución de 1830 , al traducirse en el paso del Gobi erno d e m anos de los terratenien tes a manos de los capita­ listas , lo que hizo fue transferirlo de los enemigos más remotos .a los enemigos más directos de la clase obrera . Los republicanos .b urgueses, que se adueñaron del poder del Estado en nombre sobre un pago anual determ inado . ¿Cómo ocurre esto , c6mo la casa se convierte en un tí tulo jurídico? Proud­ hon no d i ce u n a palabra sobre el particular. Y es esto lo que debe­ ría , sin embargo , expl icarnos. Si hubiera investigado , habría des­ cubierto que todos los títulos juríd icos del mund o , por muy eternos·

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Contrlbuct611 al problema de la 1Jl1Jlenda

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que sean , no confi eren a una casa la facultad de rendir en cincuenta años diez veces su precio de coste en forma de alquileres, sino que· solamente ciertas condiciones económicas (que pueden muy bien ser reconocidas socialmente en forma de títulos jurídicos) pueden· perm itirlo. Y al llegar aquí se encontraría de nuevo en el punto­ de parti da. Toda la teoría de Proudhon está basada en este salto salvador que le lleva de la realidad económica a la fraseología jurídica. Cada vez que el valiente Proudhon pierde de vista la conexión econ ómica -y esto le ocurre en tod as las cuestiones serias- se refugia en el dominio del Derecho y acude a la justicia e terna. «Proudhon va a buscar su ideal de justicia eterna -justice éternelle- en las relaciones jurídicas correspondientes a la pro­ ducción mercantil, con la que -dicho sea de pasada- aporta la prueba, muy consoladora para todos los filisteos, de que la pro­ ducción mercantil es tan necesaria como la propia justicia. Lucgor volviendo las cosas del revés, pretende modelar la verdadera pro d ucción mercantil y el derecho real congruente con ella sobre­ la norma de este ideal . ¿Qué pensaríamos de un químico que , en vez de estud i ar las verdaderas leyes de la asimilación y desasimi­ lación de la m ateria , planteando y resolviendo a base de ellas. detern1inados problemas concretos, pretendiese modelar la asimi­ lación y desasimilación de la materia sobre las «ideas etern as• de la «naturalidad y de la afinid ad&? ¿Es que averiguamos algo­ nuevo acerca d e la usura con decir que la usura choca con la «justicia eterna& y l a «etern a equidad», con la «mutualidad eterna• y o tras «verdades eternas»? No; sabemos exactamente lo mismo­ que sabían los padres de la Iglesia cuando decían que chocaba con la «gracia eterna» , l a de eterna• y la cvoluntad eterna de· D ios& (Marx , El Capital, t. 1, pág. 45) * . Nuestro proudhoniano * * n o v a mucho más allá que s u señor y m aestro: «El contrato de alquiler es una de las mil transacciones de trueque que· son tan necesarias en la vida de la sociedad mo derna como la circulación de­ la sangre en el cuerpo del a nimal . El interés de la sociedad exigiría, natural­ mente, q ue todas estas transacciones est u v i eran penetradas de la Idea del derecho, es decir, que fueran siem p re ultimadas según las exigencias estrictas· de la justicia. En una palabra, la vida eco nómica do la sociedad, como dico­ Proudhon , debería ele varse a las alturas del derecho eco116mlco. EnJa realidad, como se sabe, ocurre todo lo contrario>.

� ¿Podría creerse que a los cinco años de haber caracterizado. Marx con tan pocas palabras y de manera tan acertada el prou• Véase C. Marx y F. Engels. Obras, 2• ed. en ruso, t. 23, (N. de la Edit.) •• A. Miilbergcr. (N. de la Edit.)

págs.

94-95- ·

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F. E n ge lr

dhonismo , y justamente en este punto capital , hubiera sido toda­ vía posible ver i mpreso en alemán tal tej ido de confusiones? ¿Qué significa , pues, este galimatías? Unicamente que los efectos prác­ ticos de las leyes económicas que rigen la sociedad actual hieren de u n modo evidente el sentimiento del derecho de nuestro autor y q ue éste abriga el p iadoso deseo de que tal estado de cosas pued a corregirse de algún modo . iAsí, si los sapos tuviesen cola, no serían sa pos! Y el modo de prod ucción capitalista, ¿no está «penetrado de una idea d el derecho» , principalmente la de su de­ recho específico a explotar a los obreros? Y si nuestro au tor dice que ésta no es su idea del derech o , ¿hemos d ado un paso adelante? Pero vol v amos a la cuestión de la vivienda. Nuestro prou­

humano ha alcanzado tal nivel que, con u n a d ivisión racional del t r a bajo entre tod os , existe la posib i l idad -por primera vez desde q u e hay hombres- de producir lo su ficiente , no sólo para asegurar un a bundante consumo a cada m iembro de la soc iedad y constitui r un abundante fondo de reserva , s in o t a m b ién para que todos tengan a demás suficientes ocios , de modo que tod1> c u a n t o ofrece un valor verd a dero en la cultura legada por la h istoria -cienc i a , arte , formas de trato social , etc .- pueda ser no solamente conservado , s i n o transformado de monopolio de la cl ase dominante en un bien común de t o d a la sociedad y ade m ás enriquecido . Y llegamos con esto a l punto esencial. En cuanto l a fuerza productiva del trabajo h u m a n o h a alcan zad1> este n ivel , desaparece todo pretexto para justificar l a ex istencia de u n a clase dom i n ante. La razón última i nvoca d a para defender las diferencias de clase h a sido siem pre que hacía fa l t a una clase que no se extenuara en la producci ón de su su bsistenci a di aria, a fi n de tener tiem po para preocuparse del tra bajo intelectual de l a sociedad . A esta fábula , que h a encontra d o hasta ahora u n a gran justificac i ón h i stórica , la revolución in dustrial de los últimos cien años le ha cortado las raíces . El mantenimienlt> de u n a clase dominante es cada d í a m ás un obstáculo p ara el desarrollo de las fuerzas productivas i n d ustr i ales , así como de la c ienc i a , del arte y, en particular, de las formas elevadas de t rato social. Jamás h a h a b ido m ayores palurd os que nuestros burgue ses modernos. Todo esto le tiene sin cuidado al a m i go Proudhon . E l quiere l a «j usticia etern a» y n ada más. Cada cual ha de recibir a cam­ bio de su produ cto el i m porte total de su trabajo, el valor ín­ tegro de su trabajo . Pero calcular a cuánto ascie n d e este valor en un producto de la industria m oderna , es cosa complicada . La i ndustri a moderna oculta precisament e la p arte de cada uno en el producto total , m ientras q u e en el antiguo trabajo indi­ v idual a mano quedaba claramente expresada en e l producto e l a borado . Adem ás , la industria modern a elimina cada vez más el i nterca mb i o indi vidual, sobre el cual se funda todo el sistema de Proudhon : el trueque directo entre dos productores , cada u n o de los cuales toma el producto del otro para consu mirlo. Por eso , a través de todo el proudhonismo pasa , como h il o de engarce, u n a aversión reaccionaria por l a revoluc i ón industrial y el deseo , unas veces manifiesto y otras oculto , de arrojar fuera toda la i ndustria moderna , como las m á q u inas de vapor, los telares mecán icos y otras calam idades , p ara vol ver al viejo

Contrlbuci6n al problema � la vivienda

333

y respetable trabajo manual . Que con esto perdamos novecientas noven t a y nueve milésimas de la fuerza de producción y que tocia la humanidad sea condenada a la peor esclavitud del trabaj o , que el h a m bre s e convierta en regla general, ¿qué importa, puesto que consegui mos organ i zar el i ntercambio de tal modo que cada cual reci ba e l «i mporte total de su trabajo• y se realice la «j usticia e terna»? Fíat justi tia, pereat mundusl iHágase la Justicia y húndase el mundo! Y el mundo se hu n di ría con la contrarrevolución ele Prou­ dhon, si ésta fuera realizable. Es e v idente por o tra parte, que incluso en la producc ión soc i a l condicionada por la gran industria moderna, cada cual puede tener asegurado el «importe total ele su trabajo» , en la med ida e n que estas palabras tienen sentido. Y sólo pueden tenerlo si se en tienden más a mplia mente , es decir, no que cada obrero en particular sea propietario del «importe total de su trabajo», sino que toda la sociedad , compuesta únicamente ele obreros, es té e n posesión del producto total de su trabajo, del s• (bajo la Comuna) «de enemigos del pueblo• (sig u e el recuen to de los fusi lados) , «re i v i nd icamos nuestra parte d e respo n sa b i l i d a d por los i ncendios e f ect u ad o s para d est rui r l o s i nstru mentos d o opresión monárq u i c a o b u rguesa o para proteger a los combatienteSt.

En toda revolución se cometen i nevitablemente multitu d de necedades , lo mismo q ue en otras épocas; y cuando, final­ mente, l os hom bres se tranquilizan para reco brar l a capacidad de crí t ica, sacan forzosamente la conclusión: hicimos muchas cosas q ue hubiera sido mejor evitar, y no hici mos muchas cosas que h a b í a q ue hacer, por cuya razón las cosas marcharon tan mal . A h ora bien, ¡ qué falta de crítica se precisa para canonizar la Co m u n a , proclamarla impecable, afirmar que con cada casa q u e m a d a , con cada rehén fusilado se ha procedido debidamente hasta el ú l t i m o punto sobre la i! ¿No será eso lo mismo que afir­ mar q u e en la seman a de mayo el pueblo fusiló precisamente a a q u e l l os hom bres que lo merecían, y no más, quemó precisa­ m en te los e d i ficios que debían ser quemados, y no más? ¿Acaso no es lo m ismo que afirmar que durante la pri mera revolució n fran cesa cada decapitado recibió l o merecido, pri mero los gui llo­ t i n a d os por orden de Robespi erre, y después el propio Robespierre? He aquí los i nfantilismos a que se llega cuando personas, en esencia, de espíritu muy pacífico dej an rienda suel ta a su afán de parecer muy Lerri bles. Basta. A pesar de todas las memeces de los emigrados y de sus in ten tos cómicos de dar al pequeño Carlos (o ¿Eduardo? ) * u n aspecto terrible, no s e puede p o r menos de advertir en este progra m a un i mportante paso adelante. Es el primer manifiesto e n el que los o breros franceses se adhieren a l comunismo alemán moderno . Es más, son los obreros ele la corriente que considera a los franceses el pueblo elegido de la revolución, y París, la J erusalén revolucionaria. El que hayan llegado a eso viene a ser un mérito incontestable de Vaillant, cuya firma, entre otras, figura al pie del m anifiesto y que, como se sabe, conoce a fondo el i d ioma alemán y l a literatura socialista alemana. E n cuanto *

A lusión a E d u ardo Vaillant.

(N. de la Edil.)

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F. E n g e l

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los obreros so ci alist as alemanes, que probaron en 1 870 que estaban com pletamente libres de tod o chovi nismo n acional , pueden considerar como una buen a señ al el que los o breros franceses a d o p­ ten tesis teóricas justas, aunque éstas procedan d e Alem ania. a

E!!erilo por F. E n gels en junio de 1 874 . Publicado en el p eriódico D cr l1olksstaa t , num. 7 3 , del 26 d e junio de 1 87 4 , asi como en el l i bro de F. E n gels In tern a tlonales a us dem « l'olhstaat• ( 1 8 7 1 - 1 8 7 5 ) , Berl i n , 1 894. Firmado: F. Engels

Se publica de acuerdo con el texto del peri ódico.

Traduci d o del alemán.

F.

ENG E L S

ACERCA DE LA CUESTION SOCIA L

EN RUSIA 111 (ARTICULO

V DE LA SERIE

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E.ll l G Jl.A DO.�)

El señor Tk achov comunica de pasad a a los obreros alema nes que yo no tengo la· «menor noticia» de lo que ocurre en R usia y que, por el contrario, no hago más que poner de m anifiesto m i «ignorancia» sobre e l particular. Por ello s e siente obligad e> a explicarles el ver d adero estado de las cosas y, en particular, las causas en virtud de las cuales la revolución social puede sel"' hecha en R usia, precisamente ahora, sin d i ficultad y como jugando, mucho m ás fácilmente que en l a Europa Occident al. �Es cierto que n o tenemos proletariado urbano, pero, en compensac ión. tampoco tenemos burguesía. . . Nuestros obreros tendrán únicamente que luchar contra el p o der pol ftico: aquí el poder del cap ital está todavía en em­ bri ón. Y usted, esti mado señor, sabe a ue la lucha contra el primero es much más fácil que contra el segundo»27 � .

La revolución a que aspira el socialismo moderno consiste, brevemente habland o , en l a victori a del proletariado so bre la burguesía y en una nueva organización de l a sociedad med iante. la liquidación de las diferencias de clase. Para ello se precisa, además de la existencia del proletariado, que ha de llevar a cabo. esta revolución, la existenci a de la burguesía, en cuyas man os las fuerzas produ ctivas de la sociedad alcanzan ese desarrollo que hace posible l a liquid ación definitiva de las diferencias d& clase. Entre los salvajes y los semisalvajes tampoco suele ha ber-

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Z

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d i ferencias de clase, y por ese estado han pasado todos l os pue­ b los. Pero ni tan siquiera puede ocurrírsenos restablecerl o , aun­ que no sea más que porque de este mismo estad o surgen nece­ sari a mente , con el desarrollo d e las fuerzas productivas de la sociedad, las diferencias de clase. Sólo al llegar a cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad , muy al to hasta para nuestras condiciones presentes, se hace posible el evar l a producción hasta u n n ivel e n que la liquidación de las diferenci as de clase represente un verdadero progreso, tenga consistencia y no traiga consigo el estancamiento o , incluso , la decadencia en el modo de producción de l a sociedad. Pero, sólo en manos de la burguesía , han alcan zado las fuerzas producti­ vas ese grado de desarrollo. Por consiguiente, l a burguesía, es, tam bién en este aspecto, una condición previ a , y tan necesaria com o el proletari ado mismo , de la revolución soci alista . Por tan to, quien sea capaz de afirmar que es más fácil hacer la revo­ l ución en un país donde, aunque no h ay proletariado, n o hay tampoco burguesía , demuestra exclusivamente q ue debe aún estud iar el abecé del socialismo . Así , a l o s obreros rusos - obreros que son , según dice el m ismo señor Tkachov , «labrad ores y como tales no proletarios, sino propietarioS» - corresponderá una tarea más fácil porque no tendrán que luchar contra el poder del capital , sino «únicamente -con tra el poder político», contra el Estado ruso. Y este Estado •sólo desde lejos parece fuerte. . . No tiene raíces en l a v i da económica del pueblo, no encarna los intereses de ningún estamento. . . En el país de usted es el Estado no es una fuerza ficticia. Se apoya con todo su peso en el -capi tal: encarna • ( ! ) adeterminados intereses económicos. . . En nuestro país la si tuación es todo lo contrario; la forma de nuestra sociedad debe su exis­ tencia al Estado, a un Estado que cuelga en el aire, por decirlo así , que no t i ene nada de común con el orden social existente y cuyas raíces se hallan en el pasado, y no en el presente•.

No nos detendremos en esta confusa noción de que los inte­ reses eco n ó micos necesi tan del Estado , por ellos mismos erigido, para tomar cuerpo . Tam poco habl aremos de l a audaz afirmación res pecto a q ue l a «form a ele sociedad rusa» (que i ncluye, na tural­ m e u te , la propiedad comunal de los cam pesi nos) «debe su exis­ t e nc i a al Estado», ni tampoco del contradictorio asel'tO de que -el Estado ceno tie ne nada de co mún» con el régi men social exis­ ten te , a u n que éste, según el señor Tkachov , es obra d e dicho Es­ tad o . Cen tre mos n uestra atención en ese «Estado q ue cuelga en -el a i re » y q ue no representa los intereses de n ingún estamento . En l a R usia europea los cam pesi nos poseen 1 0 5 . 000.000 de d esi a ti nas v l os nobl es ( l l amo así para ser breve a los grandes terratenien tes) , 1 00 . 000. 000 , d e las que casi la m itad pertenece

Acerca de la cuest iún social en R rtsia

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1 5 . 000 n o bles, que tienen consiguien temente, por término me­ dio, u nas 3 . 300 desiatinas cada u no. Las tierras de los campesi­ nos son, por tanto, muy poco más que las de los nobles. 1Co mo ustedes verán , l os nobles no están ni pizca interesados en q ue exista el Estado ruso , q u e les asegura l a posesión de la mi tad del país! Sigamos. Los campesinos pagan anualmente por su m i­ tad , e n concepto de i m puesto sobre l a tierra, 1 95 . 000. 000 de ru­ blos, y los nobles, ¡ 1 3 . 000. 000 1 Las tierras de los nobles son por térm ino medio dos veces más fértiles que las de los cam pesi nos, ya que por la dis tribución que siguió al rescate de la prestación personal el Estado q uitó a los campesi nos, para entregarla a los nobles, no sólo la m ayor, sino también la mejor parte de las t i e­ rras, con la particularidad de que los campesinos tuvieron que pagar a los n obles l a peor ti erra al precio de la mej or* . ¡ Y se nos dice q ue la nobleza rusa no tiene el menor interés e n la e xisten­ cia del Estado ruso ! A consecuencia del rescate , los campesinos en su masa se ven en u n a situación de extraordinaria miseri a y absolutamente i nso­ porta b l e . No sólo se les despojó de la parte más grande y mejor de sus tierras, sino que i ncluso en las regiones más férti les del I m perio las parcelas campesinas son demasiado reducidas para que - e n las condiciones de la agricultura rusa - puedan obte­ ner de e l l as su sustento. A los cam pesinos no sólo se les i mpuso por esta tierra un precio extraordinariamente elevado -que el Esta d o h a bía adelantado p or ellos y que ahora tienen que reinte­ grarle paulatinamente, sumados los i ntereses - ; sobre los cam­ pesinos no sólo se ha cargado casi todo el peso del i mpuesto so­ bre l a tierra , del que los nobles han quedado casi exentos, y que se traga e i ncluso so brepasa el valor de la renta de la tierra de los cam pesi nos, de modo que todos los demás pagos que debe satisfacer el campesino -de ellos hablaremos más adclanle­ son ya una deducción directa de l a parte de sus i ngresos que re­ presenta su salari o, sino que: al i m p uesto sobre la tierra, a la amor t i zación ele las sumas adelantadas por el Estado y al pago de l os i ntereses de las mismas se han sumado, desde que se i n­ trod ujera la administración local , las cargas fiscales impuestas por l as a u toridades de las provincias y los d istritos. La conse­ cuenc i a pri ncipal de esta «reforma» han sido nuevas cargas para los cam pesinos. El Estado ha conservado sus ingresos í ntegra­ mente , pero u n a parte considerable ele sus gastos los ha des­ cargad o so bre las provin cias y los d istritos, que para cubrirlos a

• E xcepto en Polo n i a , donde el Gobierno querí a arru i n ar a la no b lez a , que le era host i l , y g a n ars e a los campesi nos. (Nota para el te:rlo p11blicado en el peri6dico « Volksstaat•; en las ediciones de 1875 y 1894 no figura.)

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F.

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han introduci do nuevos im puestos; y en R u si a, d o n d e es una regla que los estamentos superiores estén casi exen tos ele im­ puestos, los campesinos tienen que p agar casi todo. Esta s i tuación parece especial mente creada en favor del usu­ rero , y con el talento casi sin igual de los rusos p ara el comer­ cio en sus formas más primitivas, p ara sacar provecho ele l a coyuntura favorable y para e l engaño indisolublemente l igado con todo ello -no en vano Pedro 1 decía q u e un ruso es capaz de dársela a tres judíos - , el usurero abunda en todas p artes. En cuanto se acerca la hora de p agar los i m puestos, hace su aparición el usurero, el kulak -frecuentemente un cam pesino rico de l a misma comunidad - , y ofrece su dinero contante y sonante. El campesino necesita la moneda a toda costa y se ve obligado a aceptar, sin protesta alguna , las cond iciones d el usu­ rero . Con ello él mismo se aprieta el dogal , y cad a vez n ecesi ta ' más di nero . A l a hora de l a siega se presenta el tra tante en gra­ nos; la necesidad de dinero obliga al cam pesino a vender p arte del cereal requerido para su sustento y el de su fam ilia. El co­ m erciante difunde rumores falsos que hacen bajar los precios, . paga muy poco y, a veces, entrega por p arte del grano mercan­ cías de toda suerte y muy caras, pues el sistem a de pago en mer­ cancías (trucksystem) está en Rusia muy desarrollado. Como vemos, l a gran exportación de trigo p or R usia se basa d irecta­ mente e n el hambre de la población rural . Otro modo de explo-; tación del cam pesino es el siguiente: u n especul ador t o m a en arriendo p or largo plazo un a superficie d e tierra d el G o b i erno y la cultiva él mism o mientras d a buena cosecha sin n eces i d a d d e abonos; después, cuando está ya agotada, l a d i v i d e e n peq ueñas parcelas y la arrien d a , a precios muy elevados, a los ca m pesinos vecinos que tienen poca ti erra. Si arriba h emos podido ,·er la existenci a del sistem a inglés del p ago en mercancías, aquí pode- · mos apreci ar una copia exacta de los i ntermediarios (middlemen) irland eses. En u n a palabra: no existe n ingún país en el que, a pesar del estado ultraprimitivo de la sociedad burguesa, el p a­ rasitism o capitalista esté tan desarrollado como en R usia, donde todo el país y todas las masas populares se ven envuel tas y opri­ m id as por sus redes. ¡Y se nos dice que todos esos vampiros que chupan l a sangre de los campesinos no están i nteresados en l a existencia del Estado ruso, cuyas leyes y tribunales protegen · sus nada lim pios y lucrativos trucos! La gran burguesía de Petersburgo , de Moscú , de: Odesa , que se ha d esarrollado con i nusitada rapidez en los úl t i mos diez años, a consecuencia , principalmente, de la construcció n de ferrocarri­ les, y que se h a visto afectada de la manera más sensible por la · ú l tima crisis; esos exportad ores de trigo , de cáñamo, de lino

Acerca de la c u estión social en Rusia

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de sebo, c u yos negocios se basan todos en l a miseria d e los cam­ p esinos; l a gran industria rusa, que sólo existe gracias a las ta­ rifas a d ua neras proteccionistas que le han sido acorda das por el Esta d o ; ¿acaso todos estos i mportantes elementos de la pobla­ ción , que a u mentan rápidamente, no están in teresa dos en la existencia del Estado ruso? Y huelga hablar del incon table ejér­ cito de funcionarios que i n unda y roba a Rusia, y que forma en el país un auténtico estamento . Por eso, cu ando el señor Tkachov nos asegura que el Estado ruso «no tiene raíces en la vida econó­ mica del pueblo y no encarna los intereses de ningún esta mento», q ue «cuelga en el aire», me parece que no es el Estado ruso lo que cuelga en el vacío, sino, más bien, el propio señor Tka­ cho v . Es evidente que a partir de l a abolición de la servidumbre la situación d e l os campesinos rusos se ha hecho insoporta ble y q ue no puede continuar así mucho tiempo ; que, por esta sola causa , en R usia se avecina una revolución . Pero queda en pie la interroga n t e : ¿cuál puede ser, cuál será el resultado de esta re­ volución? El señor Tkachov dice que será una revolución social . Esto es tautología pura . Toda verdadera revolución es social , porque lleva al poder a una n ueva clase y permite a ésta trans­ formar la sociedad a su imagen y semejanza. Pero el señor Tka­ chov q u i ere decir que la revolución será socialista , que implanta­ rá en R usia, antes de que nosotros lo logremos en Occidente, la forma ele sociedad hacia la que tiende el socialismo de la Europa Occidental , y ello ¡ en una sociedad en l a que el proletariado y la burguesía sólo a parecen, por el momento, esporádicamente y se ·encuen tra n en u n bajo nivel d e desarrollo! ¡Y se nos d ice que esto es posi ble porque los rusos constituyen , por decirlo así , el pueblo escogi d o d el socialismo al poseer arteles y la propiedad comunal d e l a t ierra ! El señor Tkachov sólo de pasada ha mencionado el artel , pero nosotros nos detendremos en su análisis, ya que desde los tiempos de Herzen muchos rusos le atribuyen un papel miste­ rioso. El artel es una forma de asociación muy extendida en Ru­ si a , la forma más simple de cooperación l ibre, análoga a la que se d a en las tribus ca zadoras durante l a caza. Por cierto, tanto la d enom inación como el contenido son de origen tártaro, y no eslavo. Tanto una cosa como la otra pueden hallarse entre los kirguizes, los yakutos, etc. , de una parte, y, de la otra , entre los lapones, los samoyedos y otros pueblos fineses* . Por ello el ary



* A c erca del ar t e l véase , e ntre otros, C6opnux Mamepua.ios o6 apme.111:& Poccu u ( A c eJ"ca de los . arteles en Rusia) , fase . I, San Petersburgo , 18i3.

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t el se d esarroll ó pri mero en el Norte y el Este ele R usia , donde los rusos están en con tacto con los fineses y los tá rtaros, y no en el Suroeste. El cl i m a , riguroso , hace necesari a una actividad industrial variada, y la insuficiencia del desarrollo d e las ciuda­ des, lo mismo que la escasez de capital son reemplazadas, en cuanto es posible, por esa forma de cooperació n . Uno d e los rasgos más acusados del artel, la caución solidaria de sus miembros ante una tercera parte, tiene su base original en l as relaciones de paren tesco consanguíneo, como la garantía mutua (Gewere) , de los antiguos germanos, la venga nza de sangre, etc. Además, la palabra artel se apl ica en Rusia no sólo a tocio género de acti­ vidad conj unta, sino asi mismo a las i nsti tuciones colectivas. Los arteles obreros eligen siempre un jefe (stárosta , starshiná) , que cum ple las funciones de cajero , contable, etc. , y las de adminis­ trador, cuando es necesario, y recibe por ello un salario especial. Los arteles se forma n : 1 . para realizar trabajos temporales, después d e cuyo cum­ pli miento se disuelven ; 2. entre los i ndivid uos dedica dos a un mismo oficio, por ejemplo entre los cargadores, etc. ; 3. para trabajos permanentes, i ndustriales, en el sentido pro­ p i o de la palabra . Los arteles se fundan sobre la base de un contra to firmad por todos sus componentes. Si sus miem bros no pueden reunir el capital n ecesario , cosa que ocurre con frecuenc i a , por ejem­ plo, en la producción de quesos y en la pesca (para la compra de redes , e m barcaciones, etc. ) , el artel cae en las garras del usu­ rero , que le presta a intereses exorbitantes el dinero que precisa y que desde este momento se embolsa la mayor parte de l os in­ gresos obtenidos por el artel con su trabajo. Pero aún son más ignominiosam ente explotados los arleles que, en ca l i dad de o bre­ ros asalariados, se al quilan colectivamente a un patrono . Ellos mismos dirigen su actividad industrial y ahorran así al capitalis­ ta los gastos de vigilancia. El capitalista les alquila los cuchitri­ les en que habitan y les adelanta medios de subsistencia, con le> que vemos aparecer aquí otra vez, y del modo más vil, el sistema del pago en m ercancías. Así ocurre entre los leñadores y los resin eros de la provincia de Arcángel , e n muchas i n d ustrias de Si beri a , etc. (Véase : Flerovski , La situación de la clase o brera en R usia, San Petersburgo, 1 869.) Como vemos, el artel facilita much o , en este caso , la explotación de los o breros asalariados por el capitalista . Por otra parte, hay, sin embargo, arteles que emplean ellos mismos obreros asalariados que no son miem bros de la asociaci ón. Así pues, el artel es una forma primi tiva , y por ello poco

Ac1rca de la cuestl6n social en R usia

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desarrollada, de asociación coopera tiva , sin nada exclusi va mente ruso o eslavo. Estas asociaciones se forman en todas pa rtes donde son necesarias: en Sui za , en la industria lechera ; en Ingla terra, entre los pescadores, y aquí reviste las formas m ás diversas. Los peones d e pala de Silesia (los alemanes, no los polacos) , que tan tos ferrocarri les alemanes construyeran en la década d e l 40, estaban organizados en auténticos arteles. El predominio que esta forma tiene en Rusia prueba, naturalmente, que en el pue b l o ruso a l ienta u na acusada tendencia a l a asociación, pero n o demuestra , n i mucho menos, q u e este pueblo pueda salLar, ayuda­ do por esta tend encia, del artel a la sociedad soci alista . Para este salto se precisaría , ante todo, que el propio arLel fuera capaz de desarro l larse , que se desprend iese de su forma pri m i L i v a - e n l a cua l , c o m o hemos podido ver, e s m á s beneficioso para el ca p i t a l q ue para l os obreros - y que se elevase, por lo menos, al n i vel de las asociaciones cooperativas de la Europa Occiden­ tal . Pero si esta vez creemos al señor Tkachov (cosa más que arri esga d a , d espués de todo l o que precede) , eso está aún muy lejos. Por el con trario, con u n orgullo muy característico para su punto de vist a , Tkachov nos asegura : tEn cuanto a las cooperativas y asociaciones de créd i t o al estilo alemúnt ( 1 ) «que desde hace poco vienen implantándose artificialmente en Rusia. l a mayoría d e nuestros obreros las acogen con la mayor ind i ferencia , por lu que en casi todas partes han sido u n verdadero fracaso&.

La asociación cooperativa m oderna ha demostrado, al menos, que puede regir por cuenta propia y con provecho grandes em pre­ sas industriales (de hilados y tejidos en Lancaster) . Hasta a hora el artel no se ha mostrado capaz de ello, y si no se desarrolla será inevitablemente destruido por l a gran industria. L a propiedad comunal de los campesinos rusos fue descu­ bierta e n 1 845 por el consejero de Estado prusiano Haxthausen , que la proclamó a los cuatro vientos como algo verdadera mente maravi lloso, aunque en su patria vestfaliana hubiera podido encontrar muchos restos de esta propiedad comunal que, como funcionario , i n cluso esta ba obl igado a conocer exactamente 273• Her­ zen , terra teniente ruso, se enteró por Haxthausen de que sus campesinos poseían la tierra en común y se aprovechó de el lo para presentar a los campesinos rusos como a los autén ticos por­ tadores del social ismo, como a comunistas natos, en con t raste con l os o breros del sen i l y podrido Occidente europeo, obl igados a estrujarse los sesos para asimilar artificialmente el social ismo . Estas i deas pasaron d e Herzen a Bakunin y de Bakunin al señor Tkachov . Escuchemos a este último:

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F. «Nuestro pueblo . . . en

su

E ngel1

i n mensa mayoría . . . está penetrado de los prin­

ci p ios de la ¡>osesión en comú n ; nuestro pueblo , si puede uno e x p resarse así, es comuni sta por instinto, por tra d i c i ón. La idea de la ropiedad colecti va ha a rra i gado ta n profunda mente en la concepci ón que e pueblo ruso tiene del mundot (más adelante veremos cuán i n menso es el mundo del campesino ruso ) , «que a hora , cuando el Gobi erno empi eza a comprender que esta idea es i ncompati ble con los pri nci p ios de la sociedad «bien ordenada& y en no mbre de estos principios trata de i nculcar la idea de la pro p i edad priva d a en la conci encia y en In vida del pueblo, mas únicamente puede lograrlo med i a nte las

r

bayo netas y el knut. De aquí so desprende con toda claridad que nuestro pueblo, pese n su ignora ncia, está más cerea del socialismo que los pueblos de la Europa Occidental, aunque éstos sean más cultost.

En real i d a d , la propie d a d común de la tierra es una institu­ ción q u e podemos observar en tre todos l os p ue b l os i ndoe u ro peos en las fases in feriores de su desarrollo, desde l a I n d i a hasta Ir­ la n d a , e incl uso entre los malayos, q ue se desarrollan bajo la infl uencia de la I n d i a , por ejemplo, e n l a isla de J av a . En 'lü08, la propiedad co mún de la tierra , que existía de derecho en el N orte de I rl a n d a , reg i ón recién co n q u ist a d a , sirvió a los i n gleses d e pre t exto para declarar la tierra sin pro p i e t ario y c on fi sca rl a , por ello, e n favor d e la Corona. E n l a I ndia e x i st e n aún hoy dí a varias f or m as d e propied a d común de la tierra . E n Alemania e r a éste un fenómeno gener a l ; las tierras co munales q ue pueden encontrarse aún hoy son restos de ella . H u e l l as bien precisas -los repartos periód icos de las t ierras comunales , etc. - pueden observarse con frecuencia, sobre todo, en las montañas. I ndicaciones y de t a l l es m ás c on cr e t os acerca de l a p r op i ed a d común e n l a an tigua Ale­ ma n i a pueden hallarse e n varias o bras de ivla urer q ue, a este respecto, son verdadera m e n te clásicas. E n la Europa Occidental , incl u i das Polonia y l a Pe qu e ña Rusia m, esta propiedad comunal se convirtió, al l legar a cierto gra do del desarrol l o d e la sociedad , en una traba, en u n freno para J a prod u c ci ó n agrícola , por lo q ue fue el i m i nada poco a poco. En la Gra n R usia (es decir, en R usi a , prop i amente) se ha conservado hasta ahora , lo q u e de m uestra que la producción agrícola y las r elac i ones sociales en el agro ruso se e n c u e n t ra n , rea l mente, m u y poco d es a rrol l a d as. El cam­ pes i n o ruso lvive y actúa e xcl usiva mente en su co m u n i d a d ; el resto del mundo sólo existe para él en la medi d a en q ue se mezcla e n los asuntos de la comunidad . E s t o es hasta tal punto cierto, q u e en ruso una m isma p ala b ra -mir- sirve para desig n a r , de una parte, el n el más bajo­ nivel de cultura, será gobernada probablemente por el proletariado urbano­ y fabrilt.

Esto significa que allí donde el campesino existe todavía el1' masa como propietario privado, donde incluso forma una m a yoría más o menos considerable, como en todos los Estados occidentales del continente europeo, donde este campesi no no ha desaparecido, re m pl a z ado por jornaleros agrícolas, como en Inglaterra , ocurri­ rá lo siguiente: o se dedica a o bstaculi zar toda revolución o brera. hasta hacerla fracasar, como ha ocurrido hasta a hora en Fra nci a , o el proletariado (pues e l campesino propietario de su tierra no· pertenece al proletariado , y, si por su situación pertenece , no cree­ formar parte de él) tiene que a doptar como gobierno medidas en­ cami nadas a mejorar inmediatamente la situación d el campesino­ y que, por tanto , le ga nen para la revolución; medidas que lleven. ya en germen el tránsito de la propiedad privad a sobre el suelo a la propied ad colectiva y que suavicen este tránsito, de modo qu& el ca mpesino vaya a él i m p ulsado por móviles económicos; pero­ no debe acorralar al campesino, proclamando, por ejemplo, la· a bolición del derecho de herencia o la anulación de su propiedad�

Acotactone1 al

libro de

Bakunln

•El

Estada 11 la anarqula"

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esto último sólo es posi ble allí donde el arrendatario capita lista y el verdadero labrador es tan prole­ tario, tan o brero asalaria d o como el obrero de la ciudad y donde, por tanto, tien e directamente , no indirectamente, los mismos intereses que éste ; aún menos se debe fortalecer el régime n de propiedad pa rcelaria , agr a ndan d o las pa rcela s por la s i m p le ane­ xión de las g ra n des fincas a las tierras de los c a mp esino s , como en la campaña revolucionaria de Bakunin.

ha desplazad o al ca mpesi no

«0, si enfocamos el problema desde el punto de vista nacional, nos imaginamos, por la misma razón, que para los alemanes, los eslavos seguirán hallándose, respecto a un proletariado alemán triunfante, en la misma sumi­ sión servil en que éste se halla hoy respecto a su burgucsíat (pág. 278).

¡Qué estupi dez de escolar! Una revolución social radical se ha l l a sujeta a determinadas condiciones h istóricas de desa rrollo económico; éstas son su premisa . Por tanto, sólo pue de darse allí donde, con la producción capitalista, el proletariado industrial ocupe, po r lo menos, una posición im portante dentro de la masa del p ueb l o , y, para tener algu na probabilidad de triunfar, tiene que ser, por lo menos, ca paz de hacer inmediatamen te por los cam­ pesi no s , mutatis mutand is, tanto como la b u rgues ía francesa, en su revolu c i ó n , h izo por los campesinos franceses de a q uel ent o nct's. ¡Her m o s a idea la de que la dominación de los obreros lle v a consi­ go la es c l a v i z a ci ó n del trabajo agrícola! Pero aquí es d onde se re­ vela el pensa miento íntimo del señor Bakunin. Decididamente, él no co m pren de nada de la revol ución social; sólo conoce su fra­ seología política; para él, no e x is ten las con d i ci ones económicas de esta revoluci ón. Como hasta a quí todas las formas económ i­ cas -desarroll adas o no- implicaban la esclavización del tra­ ' b ajador (sea obrero, campesino, etc.), cree que en todas ellas es igualmente posi ble la revo luci6n radical. Más aún: pretende que la re vo lu ció n social europea, basada en los funda ment os econó­ micos de la produ cci ó n capitalista, se lle ve a efecto sobre el ni vel de los p u eblo s rusos o eslavos ded icad os a la agricultura y al p asto­ reo y no rebase este nivel , aunque comprende que la navegación mar ít i ma establece una diferen cia entre hermanos, pero sólo la na vegación mar ítima , por ser ésta una diferencia que todos los políticos conocen. La base de su revolución social es la voluntad y no las condiciones económicas. Escrito por C. Marx en 1874

Se publica manuscrito.

Publicado por vez primera en la revista Létopisi marksizma, núm. 11, 1926.

Traducido del alemán.

y a comie n zos de 1875.

de

acuerdo

con

el

28•

C. .M A R X

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F.

ENG E LS

CARTAS

MARX

A

LUDWIG KUGELMANN

EN BA!'ffl'OYER Londres, 23 de febrero de 1865

Estimado

amigo:

He recibido ayer su carta, que me ha interesado vivamente, respondo a sus diferen tes puntos. Ante todo, permíta me explicarle en breve mi acti tud hacia Lassalle. D uran te su agitación, nuestras relaciones fueron sus­ pendidas: 1) a c a us a de sus imperti nentes fanfarronadas, uni­ das al más desvergonzado plagio de obras mías y de otros auto­ res; 2) porque yo condené su tá ct i c a po l ítica; 3) porque aquí, en Londres, le expl iqué y «demostré» con todo detalle, antes de que iniciase su agitación, que era un a bsurd o creer que el «Esta do p r u s i a n o» podía ejercer una acció n socialista directa. En las cartas que me escribió (de 1848 a 1863) , lo mismo que en nues tras en trevistas personales, siempre se declaró partidario del p artido que yo represento. Pero en cua nto se convenció en Londres (a fines de 1862) de que conmigo no lograría hacer su juego, resol vió actuar como «dictador obrero» contra mí y contra el viejo partido. A pesar de todo, yo reconocía sus méri tos de agit ador, si bien hacia el final ele su breve carrera su agi tación pa re cí a me incluso , cada vez más equí voca. S u muerte súbi t a la vieja a m ista d , las cartas de d uelo de la condesa de Hatzfeldt, mi aversión a la cobarde insolencia de la prensa burguesa respecto al hom bre a quien tanto había temido en vida, lodo eso movióme y

,

,

437

Carttu

a publicar una breve declaración contra ese misera ble de Blind• (Hatzfeldt e n vió l a declaración a la Nordstern 28º) . Mi declaración no se refer[a, para nada, al contenido de las actividades de La­ ssalle. Por las m ismas ra zon es y con la esperanza de poder apartar así a elemen tos que me parecían peligrosos, prometí, lo m ismo que Engels, colaborar en el Social-Demokrat 13 (este periódico había publicado una traducción del Manifiesto Ina ugural* * y a petición suya escri b í un artículo acerca de Proud hon con motivo de su muerte***) y d espués d e reci bir de Schweitzer un programa satis­ fa ctorio en cuanto al trabajo de su redacci6n, le permití que nos anunciara como colaboradores suyos. Además, era para nosotros una garantía que W. Liebknecht fuese miem bro oficioso de la redacción . S i n embargo, muy pronto se descubrió -las pruebas de ello ca yeron en nuestras manos- que Lassalle habfa, de hecho, traicionad-O al partido. Hab[a cerrado un con trato formal con Bismarck (sin que éste natural mente le diese ninguna gara ntía). A fi nes de septiembre de 1864 d ebía d irigirse a Hamburgo y allí (con el loco de Schram m y con Marr, confidente de la pol icía prusiana) «/orzan a Bismarck a la anexión de Schleswig-Holstei n , e s decir, a proclamar dicha anexión en nom bre de los «obreros», etc. En compensación, Bismarck había prometido el sufragio universal y alguna que otra charla tanería socialista . ¡Es una lástima que Lassalle no pudiera desempeñar esta comedia hasta el fi n ! ¡Le habría hecho aparecer en la situación más ridícula y estúpida, poniendo fin, de una vez y para siempre, a las tenta­ tivas de este género! Lassalle e mprendió esta falsa senda porque era un Realpo­ litiker [político prcíctico] del t i po del señor Miquel, sólo que de mayor envergadura y con fi nes más vastos. (Dicho sea de paso, hace t i e m po he calado a Miquel tan hondo, que puedo explicar­ me su acti tud, pues la Nationalverein 281 es un medio soberbio para que un abogadi llo de Hanno ver pueda hacerse oír en Ale­ mani a fuera deYsu pequeño barrio y, elevando así la «realidad• de su propia persona , lograr de manera retroactiva ser recono­ cido en su terruño y desempeñar el papel del Mirabeau de Ha n ­ nover bajo la protección de «Prusia».) Lassalle q uiso desempe­ ñar el pa pel del marqués de Posa del proletariado con Felipe 11 281 de la Marca Ukerana, reservando a Bismarck el papel de alca­ huete entre él y la corona prusiana, del mismo modo que .Miquel y sus actuales a migos se agarraron a la «nueva era» 283 procla ma­ da por el prínci pe regente de Prusia para incorporarse a la Na*

C. Ma1·x.

(N . la Edit.) **

***

Al redactor

del periódico

tBeobaclitero en Stuttgart.

Véase el presente tomo, pñgs. 5-13. (N. de la Edit.) Véase el presente tomo, págs. 20-27. (N. de la Edit.)

Cartas

438

y pegarse así a la «cúspide prusiana», del mismo modo que Miquel y sus amigos han desarrollado su «orgullo ciu­ dadano» bajo la protección de Prusia. Lassalle no hacía m ás q ue imitar a los señores de la Nat ionalverein. Pero mientras estos últimos apelaban a la «reacción» prusiana en i nterés de la b urgue­ sía, Lassalle estrechaba la roano a Bisroarck en nombre de los in tereses del proletariado. Los señores de la Nationa lverein ten í a n para ello más fundamento que Lassalle, por cuanto el burgués está acostumbrado a esti mar cosas «reales» sola mente los i n tereses que tiene a n te sus mismas narices. Por otra parte, de hecho esta clase ha concertado en todas partes un compromiso incluso con el feud alismo, mientras que la clase o brera, por la propia natu­ raleza de las cosas, debe ser sincerame n te «revolucionaria». Para u n hombre tan teatralmente fatuo como Lassalle (a quie n sin embargo, no se podía sobornar con frioleras co mo cargos, la d ign idad de burgomaestre, etc.) era muy tentadora la idea de ¡una acción directa en interés del proletariado realizada por Fernando Lassalle! Pero, en realidad, era demasiado ignorante en cuanto a las verdaderas condiciones econó micas de tal proeza para poder mantener una actitud crítica respecto a sí mismo. Por otra parte, debido a la vil «po lítica de rea lidades», e n virtud d e la cual la burguesía alemana había soportado la reacción d e 1849-1859 y era un simple espectador del embrutecimiento del pueblo, los obreros alemanes esta ban demasiado «desmoraliza­ dos» pa r a no aclamar a este salvador charlatanesco q ue les ofrecía llevarles, de un solo salto, a la tierra prometida . Bien ; volvamos al grano. Apenas fue fun dado el Socia l-De­ mokrat, se vio que la vieja Hatzfeldt q uerí a , por fi n , ejecutar el « t es tamento» de Lassalle. Mantenía relaciones con Bismarck por mediación d e Wagener (del Kreuz-Zei tung 284) . Puso a disposición de Bismarck el Arbeiterverein (de toda Alemania)286, el Social­ Demokrat, etc. La anexión de Schleswig-Holstein debía ser procla­ mada por el Socia l-Demokrat y Bismarck reconocido, e n general, como protector, etc. Todo este magnífico p l a n se vino a bajo gra­ cias a que en Berlín, y en la redacci ón del Socia l-Demo kra t, teníamos a Liebknecht. Aunque a E n g e l s y a mí no nos placía la reda cción -el lisonjero culto de Lassalle, el coqueteo ocasiona l con Bismarck, etc. -, era mucho m ás i mportante por el momento, naturalmente, mantener una ligazón públ ica con el periódico para frustrar las intrigas de la vieja Hatzfeldt e i mpedir que el partido o brero se viese por completo desacreditado. Debido a ello pon íamos bonne mine a mauvais jeu*, a unque privatim** escri-

tionalverein

,



0

A mal tiempo buena cara. (N. de la Edit.) Privad amente. (N. de la Edit.)

Carttl8

439

bíamos a l a redacción que debía luchar contra Bismarck en la misma medida que contra los progresistas 288• Entonces incluso tolerábamos las intrigas de Bernhard Becker -ese tonto presu­ mido que ha tomado en serio la importancia que Lassalle le había legado en su testamento- contra la Asociaci6n Internaciona l de

los Tra bajadores. Mientras tanto, los artículos del señor Schweitzer en el So­ cia l-Demokrat iban tomando un carácter cada vez más bismarc­ kist a . Yo ya le había escrito antes que se podía intimidar a los progresistas en la «cuestión de las coaliciones» 287, pero que el Go­ bierno prusiano n unca y por nada del mundo accedería a a bolir

plenamente l a ley sobre las coaliciones, pues ello abriría una ·b recha en el régimen de burocracia, conduciría a la con­ cesión de d erechos civiles a los obreros, a la destrucción del l'eglamento para los domésticos ( Gcsindeordnung] 288, a la aboli­ ci ón d el d erecho de los nobles a apalear a los ca mpesinos, etc., etc. , a bolición que Bismarck jamás permitiría y que era , además, incompatible con el Estado burocrático prusiano. Añadía yo que si la Cámara rechazaba la ley sobre las coaliciones, el Gobierno sal d rí a del paso con frases {diciendo, por ejemplo, que la cues­ tión social exige medidas «más profundas» , etc.) , para mante­ ner en vigor estas l eyes. Todo esto se confirmó. ¿y qué hizo el señor von Schweitzer? Escribió un artículo en favor de Bismarck y reservó todo su heroísmo para em plearlo contra magni tudes tan infinitesimales como Schulze, Faucher, etc. Estoy persuadido de que Schweitzer y con sortes obran de buena fe, pero son «po l íticos prácticoa». Quieren tener en cuen­ ta las circunstancias existentes y no desean a bandonar el privi­ legio ele la «política de realidades» a .Miquel y Cía . {Estos últi­ mos desean, por lo visto , reservarse el privilegio de cola bora­ ción con el Gobierno prusiano) . Saben que la prensa obrera y el movimiento o brero en Prusia {y por tanto en el resto de Ale­ m ani a ) sólo existen por la gracia de la policía. Por ello q uieren tomar las cosas tal como son, no provocar al Gobierno, etc. , del mismo modo que nuestros Realpo litiker republ icanos están dis­ puestos a «aceptar» un emperador de la casa de los Hohenzollern. Pero como yo no soy un Rea lpo litiker, he estimado necesario declarar públicamente, l o mismo que Engels {pronto podrá usted leer nuestra declaración en cualquier periódico) , que nos negam o� a seguir cola bora n d o en el Socia l-Demo krat. Esto le permiti rá a usted comprender por qué en el presente no puedo hacer nada en Prusia. El G obierno prusiano se ha negado categóricamente a restituirme en mis derechos de ciuda­ danía d e Prusia 289• Se me permitiría hacer agitaci6n en Prusia si ella revistiese formas gratas al seiior von Bismarck.

440

Cartaa

Prefiero cien veces la agitación que llevo ahora a cabo a tra­ vés de la Asociación Internacion a l. La influen ci a sob re el pro­ l etariado inglés es d irecta y de la mayor im portancia. Ahora hacemos hinca p i é en el problema del sufragio universal, que aquí tiene, como es lógico, una importancia completamente distinta que en Prusia 42• En general , l os progresos d e esta Asociación a q uí, en París, en Bélgica, en Suiza y en Italia han superado to das nuestras espe­ ranzas. Sólo en Alemania se oponen a mí, como es lógico, los sucesores de Lassalle que: 1) d e la forma más estúp i d a temen perder su i nfluencia, y 2) saben que soy un enemigo declarado d e lo que los alemanes llaman «política d e reali dades». (Se trata de una «realidad» que p one a Alemania muy a la zaga de todas las naciones civiliza d a s . ) C o m o t o d o el que ad qui ere p o r un chelín u n carnet puede ser afiliado de la Asocia ción , como l os franceses ( d i tto* los belgas) han elegido esta forma d e a dhesión indiv idual, porque la ley les prohíbe adherirse a nosotros como «asocia ción»; co­ mo en Alemania la situación es idéntica , he resuelto invitar a mis amigos de aquí a y m is amigos d e Alemania a formar en todas partes pequeñas sociedades, no importa con qué n úm er o de afiliados, para que cada uno de éstos ad qui era un carnet inglés. Como la sociedad inglesa es legal, este método no encuen tra obs­ táculos ni siquiera en Franci a . Celebraría mucho que usted y sus a migos más cerca nos establecieran, de este mod o , relacio nes con Londres . . . Publicado por vez prim era en la revista Sozial istische A uslii11dspolilik, núm. 18, 1918 .

Se

publica

de

acuerdo

manuscrito. Traducido del alemán.

con

...i

.MARX A LUDWIG KUGELMANN EN HANNOVER Londres, 9 de octubre de

1866

. . . Tenía grandes temores en cua !1 to al �r � mer Congreso �1� Gine bra, pero contrariamente a mis st�� os1c10nes, l�anscurr10 bie n 2u, en líneas generales. S u repercus1on en Fra ncia, Ingla­ terra y América ha superado todas las esp�r� nzas. Yo no p o­ día ni q uería asistir a l Congreso! � e� o escr1 �1 el programa ele . los delega d os l o n d i nenses* * . Lo hm1te 111Lenc1onadamente a los * Y también. (N. de la Edft.) ** Véase el presente tomo, pags.

77-86.

, de la Eclit.) (¡\. .

Cartas

puntos q u e hacen posi ble un acuerdo inmediato para la acc1on• conj u n t a de los o breros y que puede n satisfacer directamen te· las necesi d a d es de la lucha de clases y fomen tar la organiza­ ción de los o breros como clase. Los señores de París tienen la cabeza atiborra d a de las m ás hueras frases proud h onia nas Clrnr-· lan de la ciencia y no saben nada . J\fa ntienen una actitud des­ pectiva hacia todo lo revolucionario, es decir, hacia toda ac­ ción que d i m ane de la propia lucha de clases, hacia todo mo­ v imie n to social concen trado, que, por tanto, pueda llevarse· también por m e dios po líticos (por ejemplo, la reducción legi slativa de l a jorn a d a de trabajo) Bajo el pretexto de libertad y an tigu- · bernamentalismo o individualismo antiautoritario, estos caba­ lleros, que dura nte dieciséis años vienen soportando tan calla­ damente el m ás vergonzoso despotismo, ¡ predican de hecho In economía burguesa ord inaria, sólo que idealizada a lo Proudhonl" Proudhon ha hecho mucho daño. Su aparente cr ítica y su aparente· oposición a los utopistas (él mismo era solamente un utopista pe­ queñoburgués, mientras que en las utopías de Fourier, Owen, etc . , podemos encontrar el presentimiento y la concepción fa n­ tástica de un nuevo m undo) a trajo y conquistó al pri n cip i o a la· jeunesse bri lliante, a los estudiantes, y luego a los obreros, so· bre t o d o a los d e París, que por estar ocupados en la producción de ar t í cu los d e lujo se sienten «muy» inclinados, sin que tengan. conciencia de e l l o , hacia la viejalbasura . Ignorantes, fanfarrones, presun tuosos , charlatanes, henchidos de retorismo, estuvieron a p un to de echarlo todo a perder, p ues se presentaron al Congreso· en un número que no guardaba ni nguna relación con el de sus. afiliados. E n el informe, s i n nombrarles directamente, pienso· darles su m ereci do . .Me h a causa d o gran alegría el Congreso obrero norteamericano· celebra d o al mismo tiempo en Balti more 41• Allí la consigna ha sido la o rgani z ación para luchar contra el capital, y esJde señalar· que l a m ayoría de las reivindicaciones trazadas por mí pa ra Gine­ bra han sido planteadas allí , gra " c ias al fiel instinto ele los obreros. El m ovimiento que se desarrolla aquí e n favor de la reforma 42, m o v imiento al que ha dado vi d a nuestro Consejo G eneral (quo rum magna p ars fui*) ha alcanzado ahora proporcio nes inmensas y se· hace i rresistible. Yo he permanecido todo el tiempo entre bastidores. y no me preocupo más por ello, ya que la cosa va por buen cam i n o . .

.

.

Publirado por vez primera en la revista Die Ne11e Zei t, Bd. núm. 2, 1901-1902.

2,

Se publica manuscrito.

de

acuerdo

con

el

Traducido del alemán. libro

• En el cual yo he participado en gran medida (Virgilio, Eneida . .

11). (N.

de

la

Edi t . )

442

Carta1

'MARX A LUDWIG KUGELMANN !EN HANNOVER l.ond res, 11 de

julio

do 1868

... En cuanto al Centra lblatt290, el autor del artículo me hace la mayor concesión posible admi tiendo que si se atribuye el menor senti do al valor, se debe ad mitir mis conclusiones. El infeli z no ,.e que incluso si en mi li bro no hubiera ningún capítulo acerca .del «valor» '7, el análisis de las condiciones reales que yo hago con­ tend ría la prueba y la demostración de relaciones reales de val or. La cháchara acerca de la necesidad de demostrar la noción de valor se basa únicamente en la ignorancia más crasa , tanto del tema ·en cuestión como del método cien tífico. Cada niño sa be que cual­ .quier nación moriría de hambre, y no digo en un año, sino en unas semanas, si dejara de tra bajar. Del mismo mod o, tod o el mundo .conoce que las masas de productos correspondientes a diferente!:' masas de necesidades, exigen masas diferentes y cuan titativa men­ :te determinadas de la totalidad del tra bajo social. Es sel/evident• qu e esta necesidad de la distribución del trabajo social e n d etermina­ das proporciones no puede de ningún modo ser d estruida por una determinada forma de producción socia l ; única mente puede cambiar la forma de su manifestación . Las leyes de la naturaleza j amás pueden ser destruidas. Y sólo puede ca m biar, en dependencia de las distintas condiciones hislóricas, la fo rma en la que estas leyes se manifiestan. Y la forma en la que esta distri bución pro­ porci onal del tra bajo se manifiesta en una sociedad en la que la interconexión del trabajo social se presenta co m o cambio pri­ .¡;ado de los productos individuales del tra bajo, es precisamente ·el valor de cambio de estos produ ctos. La tarea de la ciencia consiste, concretamente, en expl icar .cómo se manifiesta la ley d el valor. Por tanto, si se quisiera «explicar» d e golpe todos los fenómenos que a parentemente se -contrad icen con la ley, habría que hacer que la ciencia a ne t ce­ diese a la ciencia. Esta es justamente la equivocación d e Ricardo .c uando, en su primer capítulo sobre el valor38, supone dadas todas las categorías posibles, que deben ser aún desarrolladas, para -demostrar su conformidad con la ley del valor. D e otro l a do, como usted acertadamente supone, la historia .de la teor ía demuestra que la concepción de la rela ción de valor •

Es de

por

sí evidente. (N. de la

Edtt.)

Carltu

443

ha sido siempre la misma, más o menos clara o más o menos nebu­ losa, más o menos envuel ta en ilusiones o más o menos cientí­ fica mente precisa . Como el propio proceso discursivo d i mana de d eterminadas relaciones, como es un proceso na tural, el pen­ sa m i e n to que concibe rea lmente puede ser sólo uno, disti nguién­ d ose únicamente en cuanto a su grado, en cuanto a la madu­ rez ele su d esarrollo y, consiguientemente, en cua nto al grado de d esarrollo del propio órgano pensante. Todo lo demás es puro devaneo. El eco n omista vulgar no tiene ni la menor idea de que las actuales relaciones cotidianas de cam bio no pueden ser directa­ mente idént icas a las magnitudes de valor. Todo el quid de la socied a d burguesa consiste precisamente en que en ella no existe a priori ni nguna regulación consciente, social, de la producción. Lo razona ble, lo natural mente necesario no se man ifiesta si no bajo l a for m a de una media, que actúa ciegamen te. Pero el econo­ mista v ulgar cree que hace un gran descu bri miento cuando contra la revel ación d e conexión interna proclama orgu llosa mente que las cosas tienen una apariencia completamente distinta. De hecho , se enorgullece de reptar ante la apariencia y toma ésta por la última palabra . ¿Qué falta puede hacer entonces la ciencia? Pero la cosa tiene un segundo fondo. Una vez se ha penetrado en la conexión d e las cosas, se viene abajo toda la fe teórica en la n ecesid a d permanente del actual orden de cosas, se viene a bajo an tes de que dicho estado de cosas se desmorone prácticamente. Por tanto, las clases d ominantes están absolutamente interesadas en perpetuar esta insensata confusión . Sí, ¿y por qué si no por ello se paga a los charlata nes sicofantes cuya última carta científica es afirmar q ue en la Economía política está prohibido razonar? Pero , satis superque*. En todo caso, se ve cuán bajo han caído esos sacerdotes de l a b urguesía, pues l os obreros, y hasta los fabric a n tes y los comerciantes, han comprendido mi l ibro** y se han o r i entado en él, y sólo esos «Sabios escribas» (!) se quejan ele que exijo d emasiado de su cerebro. .. Publicado por vez p rimer a en forma abreviada en la revista Die Neue Zeit, Bd. 2, 11í1m. 7, 19011902; en forma completa, en ruso , en el libro: Cartas de Marz a Kugelmann, 1928.

Se

publica manuscrito.

de

acuerdo

Traducido del al emán .

* Basta y sobra (N. de la Edit.) ** C. Marx. El Capllal. (N. de la Edlt.)

con

l'I

4�4

Carta"'

MARX

A

LUDWIG KUGELMANN

EN HANNOVER Londres,

12 do

abril de 1871

Si te fijas en el últim o capítulo de mi Dieciocho B mmario *,. verás que expongo como próxima tentativa de la revolución fran­ cesa no hacer pasar de unas manos a otras la máq u ina burocrá tico­ militar, como venía suced iendo hasta ahora , sino demolerla,. y ésta es justa men te la condición previa de toda verdadera revo­ lución popular en el continente. En esto, precisa mente, consiste­ la tentativa de nuestros heroicos camaradas de París. ¡ Q ué fle­ xibili dad , qué iniciati va histórica y qué ca pacidad de sacrificio­ tienen estos parisienses! D espués de seis meses d e hambre y de­ ru ina, originadas más bien por l a trai ción interior que por el enemigo exterior, se rebelan bajo las bayonetas prusianas, ¡como· si no hubiera guerra entre Francia y Ale m a n i a , como si e l e n e­ migo no se hallara a las p uertas de París! ¡La historia no conocía· hasta ahora semejante ejemplo de heroísmo ! Si son vencidos,. la culpa será, exclusivamente, de su «buen corazón». Se debía haber em prendido sin demora la ofensiva contra Versalles, en cua nto Vi n oy y tras él l a parte reaccionaria ele In Guard ia Nacio­ n al . huyero n de París. Por escrúpulos de conciencia se dejó escapar la ocasión. No querían iniciar la guerra. civil, ¡como si el mischt e vous avorton** de Thiers no la hubiese comenzado ya cuando intentó· d esarmar a París! El segundo error consist e en que el Comi té­ Central renunció demasiado pronto a sus poderes, para ceder su p u esto a la Comun a . De nuevo ese escru puloso «pundonor» llevaclo­ al colmo . D e cualquier manera, la insurrección de París. incluso en el caso de ser aplastada por los lobos, los cerdos y los viles perros de la vieja sociedad , constituye la proeza más heroica de nuestro partido desde la época de la i nsurrección de j unio. Que se compare a estos parisienses, prestos a asal tar el cielo, con los siervos del cielo del sacro I m perio ro mano germánico-prusia no. con sus mascaradas a nted iluvia nas, que huelen a cuartel, a igle­ sia , a j unkers y, sobre todo, a filisteísmo . A propósito, en la edici6n oficial de documentos a cerca de los subsidios abonados d irectamente de l a caja ele Luis Bona parte, se ind ica que Vogt perci bió en agosto de 1859 ¡40.000 fra ncosr Lo he comunica d o a Liebknecht para que haga uso de ello cua ndo llegue el m omento. ,

­



••

Véase la presente edición, Dañ i no engendro.

t. 1, págs. 485-498.

(N. de la Edit.)

Carlas

445

Pued es enviarme el Haxthausen 281, pues en los últimos tiempos .reci bo sin Locar los folletos, etc ., no sólo de Alemania, si no has­ ta d e Pelersburgo . Gracias por los periódicos q ue me has remi tido (si puedes, mán d a me m ás, p ues pienso escribir algo acerca de Alemania, el Reichstag, e tc . ). Publicado por primera vez en forma abreviada en la revista Die Neue Zeit, Bd. 1, 1111111. 23, 1901-1902; en forma completa, l'n ruso, en el libro Carta6 de Marz a Kugelma11n, '1928.

Se

publica manuscrito.

do

acuerdo

con

el

Traducido del alemán.

MARX A LUDWIG KUGELMANN' EN HANNOVER

(Londres],

17

de abril de 1871

He reci bido tu carta . Estoy agobiado de trabajo. Por eso sólo escribo unas pala bras. No puedo comprender de ningún modo cómo puedes comparar las manifestaciones pequeñoburguesas tipo 13 de j unio de 1849 202, etc. , con la lucha q ue se desarrolla hoy en París. Desde luego , sería muy cómodo hacer la historia universal si la lucha se pudiese em prender sólo en condiciones infalible­ men te fa\"ora bles. De o tra parte, la historia tendría un carácter muy místico si las «casualidades• no desempeñasen ningún pa­ p e l . Corno es natural , las casualidades forma n parte del curso general del d esarrollo y son compensadas por otras casualidades. Pero la aceleración o la lentitud del desarrollo dependen en grado eonsiderable de estas «casualidades•, entre las que figura el ca­ rácter de los hombres que encabezan el movimiento al iniciar­ se éste. La «casualidad» desfavorable decisiva no debe ser buscada esta vez, d e ni ngún modo, en las condiciones generales de la sociedad francesa, sino en l a presencia en Francia de los pru­ sianos, que se halla ban a las p uertas de París. Esto lo sa bían muy bien los parisienses. Pero lo sa bían ta mbién los canallas burgueses de Versalles. Por eso plantearon ante los parisienses la a l terna tiva: aceptar el reto o entregarse sin lucha. La desmora­ lización de la clase obrera en este último caso habría sido una

44.6

Carta�

desgracia mucho mayor que el perecimiento de cualquier n ú m ero de «líderes». Gracias a la Comuna de P a rís, la l ucha d e la clase­ obrera contra la clase ele los capitalistas y contra el Est a d o que­ representa los intereses de ésta ha entrado en una nueva fase. Sea cual fuere el desenlace inmediato esta vez, se ha conquistado un nuevo p unto de partida que tiene i mporta n cia para la historia de todo el mundo. Publicado por vez primera en forma abreviada en la revista D ie Ne11e Zeit, Bd. 2, núm. 23, 1901-1902; en forma completa, en

ruso, en el libro: Cartas a Kugelmann, 1928.

MARX

A

de Marz

Se publica manuscri to.

de

acuerdo

con

ei

Traducido del alemán.

FRIEDRICH BOLTE

EN NUEVA YORK [Londres], 23 de noviembre de 1871

La Internacional fue fundada para remplazar las sectas socialistas o semisocialistas por una organización real d e la cla­ se o brera con vistas a l a lucha. Los Estatutos i n i ciales y el .Mani­ fiesto I n a u gural * lo m uestran a simple vista. Por o tra parte , la Internacional no hubiera podido afirmarse si el espíri tu de secta no hubiese sid o ya a plastado por la marcha de la historia. E l desa­ rrollo del sectarismo socialista y el desarro l lo d el movimiento obrero real se encuentran siem pre en proporción inversa. Las sectas están justificadas (histórica m en t e) mien tras la clase o bre­ ra aún no ha madurado para un mo v i m iento histórico i n­ dependiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa madurez, tocias las sectas se hacen esencialmente reaccionarias . Por cierto, en la h istoria d e la Internacional se ha repoLid o lo que la historia general nos muestra en todas partes. Lo caduco tie n d e a resta­ blecerse y a mantener sus posiciones den tro de las formas recién alca n zadas. La h istoria d e la Internacional también ha sid o una lucha continua del Consejo General contra las sectas y los experimen tos de di l e t an t es que tendían a echar raíces en la Internacional contra el ·verdadero movi miento de la clase o brera . Esta lucha ••.



\'éase el presente tomo, págs. 5-13. (N. de In

Edil.)

Cartll8

41,7

se ha li brado en los congresos y, mucho m ás aún, en las reuniones especiales del C onsejo General con las distintas secciones. C omo en París los proudhon istas (los mutualistas 283) figura­ ban entre los fundadores de la Asociación, tuvieron, naturalmente. las riendas en sus manos durante los primeros años. Posterior­ mente surgieron allí, como era lógico, grupos colectivistas, posi­ tivistas y otros que se opusieron a ellos. En Alemania tuvimos la camarilla de Lassalle. Durante dos años yo mismo mantu v e correspond encia con el famoso Schweit­ zer y le d emostré irrefutablemente que la organización lassallea� na era , sim plemen te, una organización sectaria y, como tal, hostil a la organización de un movimiento o brero efectivo, hacia­ el que tien d e la Internacional . Pero él tenía sus crazoncS» par& no compren derlo . A fi n es d e 1868 ingresó en la Internaciona l e l r u s o Bakunin con el fin d e crear en el seno de el la y bajo su propia dirección una segunda Internaciona l titulada «Alianza d e la Democracia Socialista». Bakun i n , hombre sin ni ngún conoci miento teórico. exigió q u e esta organización parti cular dirigiese la propaga n d a. científica d e l a Internacional , propaganda que quería hacer es­ pecialidad d e esta segunda Internacio nal en el seno de la Inter­

naciona l.

Su p r ogra m a estaba compuesto de retazos superficialmente hilvanad os de i d eas pequeñoburguesas arrebaiiadas de acá y de al lá: i g u a l d a d d e l a s c l a s e s ( ! ) ,abo lición del derech o de h eren c ia como p unt o de p artida del movim iento social (ton­ tería saintsim onista) , el ateísmo como d.Dgma obligatorio para· los m iembros de la Internacional, etc. , y en calidad de dogma. princip al la abst ención (proudhonista) del movimiento polí­ tico.

Esta fábula infantil fue acogida con simpatía (y hasta cierto­ punto es a poyada aún hoy) en Italia y en España , donde las con­ diciones reales del movimiento obrero están aún poco desarrolla­ das, y tam bién entre a lgunos fatuos, ambiciosos y hueros doctri­ narios en la S uiza Latina y en B élgica . Para el señor Bakunin su doctri na (bazofia de trozos tomados de Proudhon, Sai n t-Simon , y otros) era y es un asunto secundario. un s i mple medio para su encumbramiento personal. Como teórico. es u n cero a la izquierda, pero las intrigas son su elemento . El Consejo General ha tenido que luchar durante años contra· este complot (apoyado hasta cierto punto por los proud honist11s franceses , sobre todo en el jJfediodía de Franc ia ) . Finalmente, valiéndose de las resoluciones 1; 2 y 3, IX, XVI y XVII 211-l de la Conferencia, descargó el golpe que tanto tiempo llevaba. preparando.

Cartas

-448

Como es l ógico , el Consejo General no va a a po yar en A mé­ lo que combate en Europa. Las resol uciones 1, 2, 3 y I X dan ahora a l Comité de Nueva York armas legal es para terminar -con todo se c t arismo y con todos los grupos diletantes, expulsán­ n t e , fu e e�cri to p o r M arx d e acuerdo con l a d ec i s i ó n d el Consejo G ener a l . E n el m o m e n t o más á lgido de la guerra c i v i l de los E E . U ü . . est o Memaje tuvo m u c h a si gn i ficac i ó n . Su braya ba l a i m portanc i a d e la guerra c o 1 1 tra l a e�c l a v i l u d en A mérica p ara los d esti nos d e todo el proleta­ riado i n ternac i o n a l . A l a po y a r lodo m o v i m iento progresista y d emocrático, l\f arx y E n gcls i n c u l c a b a n al prolet a r i a d o y sus líderes d e vanguard i a en la I nternac i o nal una ac l i l n d verdad eramente i nternacional ista anto la lucha d e los pueblos opri m i do s por su e m a ncipac i ó n . - 18. 9 Trátase de l a Declaracl6n de la independencia adoptada el 4 de j u l i o � e 1 i i G , e n el Congrl'so d e F i l ad el f i a , p o r l o s delegados de 1 3 colo n i as r ng l esas en A m érica d e l N o rte. Se proc l a m a en ella que las colonias norteame­ r i c a n a s se separan de I nglaterra para ('onstituir una repí1hlica i n d epend i e n t e : l o s E s t a d o s U n i d os d e A mérica . E n d icho documento s e formu lan pri n c i p i os d e m oc rá t i c o -burgueses , como la l i bertad del i n d i v i duo, la igu a l d ad de los c i u d �d a nos ante la ley, l a sobera n í a del pueblo, ele. S i n embargo . la bur­ gu es r n y los gra n el es pro p i e tarios d e t i erras norteamericanos vul n eraban desde el d e la revolución burguesa francesa de fi nes del siglo X V I I I . Durante estas contiendas, el G o b i erno i nglés estableció en su país un brutal régimen d e­ terror contra l a s m asas trabaj adoras. E n p art icular, en dicho período f ueron apl astad as var i as sublevaciones populares y se ado p t aro n leyes que pro hi­ b i a n las u n i o nes o breras . - 68 , 139. 8 4 Carlos M arx se r efi e r e al l ibelo de M al t h us titul ado An lnquiry into­

lhe Nat ure a n d Progress o/ Rent, and the Princip les by which it is regulatea

(.I nvestigaciones sobre la n a t uraleza y progreso de la renta, como tam bi éo d e l o s pri ncipios que la regulan•) , . London , 1 8 1 5 . -68. 30•

468

Notu

11 La s casas de tra bajo fueron abiertas en I ngl aterra en el siglo X VI I ¡ c o n arreglo a l a tloy d o pobrest aprobada e n 1 834, l a s c a s as d o trabajo se convertí an en la úni ca form a de ayud a a los pobres; se d i s t i ngu í a n p o r su régimen pres i d i ario y fueron denom i nadas por el pueblo •bastillas p ar a los · · pobres» . - 68. 81 Yaggernat (J agannnth) es una de l as encarnac i o n es del d i os h i n d ú Visnú . L o s sacer d otes del tem plo d e YaggPrnnt o b t e n í a n grandes i n gresos de la peregrinaci ón (estimulándose la pros t i tu c i ó n de las bayaderas, mujeres que v i v í a n en el templo) . El culto de Yaggern n t se d i s tinguía por los r i tos muy pomposos, como i gual men t e por un fanatismo ex tremo , que se m ani­ festaba en los su i c i d ios y las m u t i l ac iones voluntarias d e Jos creyentes. En los días d e grandes fiestas, al gu no s do ellos se arroj aban bajo el carro en que se paseaba la i m agen d e Visnú-Yaggernat. -69.

87 En virtud de las leyes de p obres, v i gentes en I nglaterra desde el s i glo X V I , en cada parroquia se cobraba un i m p ues to espec i a l do a y u d a a los pobres; los p arroquianos q u e no podían m a n te n ers e a sí m i smos y a sus fam i l i as, rec i b i a n u n subsi dio d e l a caj a d e ayuda a los pobres. -73 . 38 D. R icardo . On tlie Princip ies of Political Econom y , a n d Taxation de los pri nci pios d e l a E conomía pol ít i ca y de los i mpuestos•) , London, 1 82 1 , p. 479 . - 74 , 442 .

(«A propósito

38 La presente Instrucción fue escri t a por M arx para los d elegados al Consejo Central Provisional (denom inado posteriormente Consejo G eneral) , envi ados al 1 Congreso de la Asociación I nternac i o nal de los Trabajad ores c elebrado del 3 al 8 de septiembre de 1866, en G inebra. L a I nstrucc i ó n su gerí a l as soluciones de los problemas a e x ami nar e n el Congreso . Se planteaba n en ell a varios problemas concretos , y la lucha por el cu m p l i m i e n to de estos ú l t imos debía u n i r a l as m asas o breras, elevar su concienci a de c l a s e e i ncor­ porarlas a la lucha com ú n de la cl ase o brera . De l os nueve p u n tos formulados por l\Iarx seis fueron aprobados c1imo resolu cio nes del Congreso : acerc a d e la u n i d ad internacional d e acc i ó n , d e la reducción de l a jornad a d e trabajo , d e l trabajo de los ni ños y l as mujeres, d e l trabajo cooperati v o , d e l o s s i n d i c a­ tos y de los ejércitos permanentes. -77 .

'º Trátase de la Conferencia de Londres celebrad a del 25 al 29 de sep­ tiem bre de 1865. P artici paron en sus labores los m i e m bros del Co nsejo General y los dirigentes de d iversas secc iones. La Conferenc i a escuchó el informe del Consejo General, aprobó su ren d i c i ó n de cue n ta s f i nancieras y el orden del día del próximo Congreso . La Con ferenc i a d e Londres, prepa­ rad a y celebra d a bajo l a d irección d e M arx , d esempeñó un gran p a p el e n el perío d o del d evenir y l a constitución d e l a l nternacional . -7 7 , 264 .

' 1 La cuestión del est ablecimiento legi slativo de l a jor n a d a de 8 horas se d i scut i ó en el Congreso obrero norteamericano d e B altimore, celebrado del 20 a l 2 5 de agosto d e 1 866. E l Congreso exam i nó igualmente l as cuestiones si gu i entes: la acti v i d ad política de los obreros , las sociedades cooper a t i vas , la ad hesión de todos los obreros a las tr a d eu n iones , las huelgas , etc. - 79 , 441 .

n Trátase de la ampl i a participación de las tradeuniones i n gl esas e n el m o v i m i ento democrático general en pro de la segu n d a reforma d e l d erecho electoral en los años de 1 865 a 1 867 . La primera tuvo l ugar en 1 8 3 1 - 1 832 y dio acceso al parlamento a representantes d e la bu rgues í a i nd ustr i a l . E l 2 3 de febrero de 1 865, en l a asamblea de l o s partid arios d e l a reforma del d erecho electoral , a i niciativa y con la partic i p a c i ó n act i v a del Consejo General de l a I n ternacional, se adoptó el acuerdo d e fu ndar l a L i g a de la reforma , q u e se erigi ó en centro político d e d i rección del m o v i m i ento masivo de los o breros por la segu n d a reforma. A i nstanc i a de M arx, l a L i ga de la

Notas

469

r� form a p l a n teó las rei v i n d icaciones del derecho electoral para toda la pobla­ ción m ascu l i n a adulta d e l país. S i n embargo , debido a las vaci laciones de los rad i � ales b u rgueses en la d i recc i ó n de la L i ga, asustados por el mov i m i e n to masi vo e los o breros, así como a la polí tica do conci l i ación de los l í d eres o portu mstas de las tradeu n i o nes, la Liga no pudo llevar a la prár t i c a la , hnea t r a z � d a por el Consejo General ; la bu rguesía i nglesa consigu i ó esc i nd i r . e l mov1 m 1 ento, y en 1 867 s e celebró una reform a mutilad a , co nced iéndose el d erec ho de eleg i r nada más que a la peq ueña burguesí a y a las c u m bres de la c l ase o b rera , de modo q u e el grueso de l a clase obrera siguió pri vado de d erec hos políticos . - 84 , 440, 44 1 .



4 3 D u rante l a guerra c i v i l d e los E E . U U . , l as trad eu ni ones norteameri­ c a n as apoyaban ac t i v a m ent e a los Estados del Norte en su lucha contra los esclav i stas. -84 .

4 4 L a Conferenci a de las tradeuni ones bri tánicas de Shefrield s e celebró del 1 7 al 21 de j u l i o de 1 866, discutiéndose en ella la cuestión do los lock­ out . - 84 .

0 L a Santa A lianza fue u n pacto reaccionario concertado e n 1 8 1 5 p o r los m o n a rcas d e R u s i a , Austr i a y Prusia para apl astar el movim iento revo­ l uci o n ari o en los d iversos países y salvaguard ar las monarquías feudales . 85, 95. 48 E l Cap ital e s u n a o bra genial d e l marxismo. M arx ded i r ó los cuaren ta años ú l t i mos d e su vida a su trabajo p r i n c i p a l (inici ado en los años 40) . M arx c o m e n zó el estud io sistemático d e la Econom i a política a fi nes de 1 843 , en París. Sus primeras i nvestigac iones en este dominio hal laro n reflej o en l as obras Man uscritos económ icos y filosóficos de 1844, La ideología

alem a n a , M iseria de la Filosofía, Trabajo asalariado Partido Com u n ista , etc.

y cap ital, Manifiesto del

Despu és d e c i erto i n tervalo , debido a l a revolución d e 1848-1 849, M arx pud o prosegu i r sus i nvest igacio nes económicas sólo en Londres, capital a la q u e tuvo q u e emigrar e n agosto de 1849. , E n el período de 1857-1858, M arx crea un manuscrito de 50 pliegos de i m pre n t a , algo así como borrador de esbozo de El Capital. El manuscri to fue p u b l i c a d o por pri mera vez en 1 939-1941 por el I nstituto de M arxismo­ Leni n ismo a nejo al CC d el PCUS en alemán bajo el título Grundrisse der Kritik der p o l i t ischen Oekonomie (•R asgos fu ndamentales de la crítica de l a Econom ía pol ít ica») . A l pro p i o tiempo, M arx hace el primer esbozo d e l plan de t o d a l a obra, al que detalla e n los meses sucesivos y adopta en a b r i l d e 1 858 el acu erdo d e exponer todo el trabajo en 6 l i bros. S i n embargo, pronto M arx deci d e comenzar In ed ición d e la obra por partes, en fascículos sueltos. En 1 858 comienza a redactar el primer fascículo, denom inándolo Con­ tribu ciú11 a la cr í t i ca de la Economía pol ítica. El l i bro sali ó en 1859. En el curso del trabajo, M arx cambió el plan i nicial de su obra. El plan de 6 l i bro s fue sustituido por el de 4 tomos de El Cap ital. En 1 863-1 865 red acta u n nuevo y extenso manuscrito que es precisamente l a pri mera vari an­ te detall ada de los tres tomos teóricos de El Cap ital. Sólo después de estar escrito t odo el trabajo (enero d e 1 866) , M arx procede a l a revisió n defi n i t i v a d e l m i s mo antes d e entregarlo a la i m prenta, pero , a consejo de E ngels, dec i d e no preparar todo el trabajo, si no pri ncipalmente, el primer to m o . Mar x efectúa esta revisión defi ni tiva con mucha escrupulosidad, sometie ndo , de hecho , n u n a nueva red acción el pri mer tomo de El Cap ital. Publicado el primer tomo (septiembre de 1 867), M arx continúa red ac t á n­ dolo con motivo de la preparación de nuevas ediciones en alemán y d e tra­ duccio nes en lenguas extranj eras. I n t roduce numerosas correcciones en la segu n d a e d i c i ó n ( 1 872) y d a indicaciones sustanci ales con motivo d e la e d i c i ó n rus a , que sale en Petersburgo en 1 872 y es la pr i m era edición extran-

'170

Notas

j era de El Cap ital. M ar x somete a una re e l abo rac i 6 n y red acci ó n co nsiderables la trad ucción francesa, que se publica en fascículos en l os años d e 187 2 a 1 87 5 . Por otra parte, despu és de aparecer e l primer tomo d e El C ap i t a l , M arx continúa trabaj ando con los tornos siguientes, proponiéndose term i n ar pro n to t o d a la obra. Pero no lo consigue. Le quita mucho tiem po su multiforme ac tividad en el Consejo General de la I I n ternacional . Se hacen cada ve z más frecuentes las i nterrupciones del trabajo debido al ma l estado de l a salud . Los dos tomos sigu i ent es de El Capital fueron preparados para la i m pren­ ta por Engel s despu és d e la muerte de l\I arx: el segu ndo, en 1885, y el tercero , en 1 894. Así, Engels hizo una aportación inaprec i able al tesoro del comunis­ mo cient í fico. -87 . &7 M arx se refiere al pri mer capítulo (Merca n cía y di n ero) en la pri me­ ra edición alemana del I tomo d e El Capital. En l a segu nd a edic i ó n y las siguientes de es te tomo en al em án le corresponde la primera secci ó n . 87, 442.

'8 Trátase del c ap í t u l o tercero del trabajo de F. Lassall e Jlerr B astiat Schu lze 11on Delitzscli, der iikonomische Julian, oder: Capital u 11d A rbei t («El

señor B asti at-Schulze von Delitzsch, el J uliano económico, o: Capi tal y tra­ bajo•) , B erl i n , 1864 . - 88. '9 L a alta I glesi a er a una corriente de l a I gl esi a anglic ana que tení a adeptos p r incipa l m en te entre la ar is tocrac i a ¡ mantenía l o s pomposos ri tos antiguos, subrayando la co n ti n u i dad entre ella y el c atol ic ismo . -90. '° S . M ay er . D ie Sociale Frage in Wie11 . Studie ei 11es «A rbeilgeberso (•La c ues ti ó n social en V ie n a . Estudio de un cempresario») , W ien, 1 87 1 . - 93. n La guerra franc o-prusiana de 1 870- 1 8 7 1 term inó con la derrota de Franc ia.-93. 62 E n la cuarta ed ició n alem ana del primer tomo d e E l Cap i t a l ( 1 890) , los primeros cuatro párrafos de estas palabras fi nales fueron o m i t i dos. E n e l presente tomo, al igual q u e en l a s egun d a edici ó n , s e p u b l ic a el texto c o m p l eto . -93 . 113 Libreca m b istas, partid arios de la li bertad de comerc i o , del l i brecam­ bio, y de la no i ngerencia d el Estado en l a vida económ ica del país. Al frente d el movimi ento de los l i brec ambistas se hallaban Cobden y H right, que organi zaro n en 1838 la L i ga contra l as leyes cerealistas, cuya abo l i ci ó n sig­ n i ficó una victoria de la burguesía i ndustri al . -· 95 .

&.a Der l'olksstaat ( • E l Estado del pueblo&) , órga no central d e l P art i do Socialdemócrata Obrero de A le m a n i a (los eisenach i anos) , se pu b l icó en Leipzig del 2 de octubre de 1869 al 29 de septiem bre d e 1 87 6 . L a d i rección general corría a cargo de G . Li ebknecht, y el d i rector de l a e d i to r i a l era A . B ebe! . l\larx y Engels colaboraban en el periódico, p restá ndole constante ayuda en l a red acción del mismo . Hasta 1869, el periód ico salía bajo el título D emokratisches Wochen blatt (véase l a no t a 94) .

Trá tase del artículo de J . D ietzgen Carlos Marz. « E l Capital. Crít ica de la Eeo11 omía polít ica& , Hamburgo , 1 867 , publicado en D e mokrat isclies Woehenblatt, núms. 31 , 34 , 35 y 36 del año 1 8 68 . -96 , 1 78 , 3 1 4 , 324 ,

452, 455.

H Th e Sat urday Re11iew o/ Polit ics, L i terature, Science a 11d A rt ( « Revista de sábado sobre problemas d e pol í tica, literatura, cienc i a y arte•) , hebdo­ madario co ns erv ad or i nglés que sal í a en Londres en los a ñ o s d e 1 85 5 a 1 938 . 96. H S t .-Peterburgskie Védomost i («G aceta d e San P etersburgo&) , d i ario ruso , ó rga no oficial del Gobierno, que se publicó bajo ese t í tulo desde 1 7 28 hasta

Notas

471

1 9 1 4 ; e n l o s añ os de i 9 1 4 a 1 9 1 7 sal í a bajo e l t í tulo de Petr og radskte l'édo­ m osti («G acetn de Petrogrado») . -96.

67 Trátese d e La Philosophte posttive. Re vu e ( « F i losofía posi t i v a . R e­ v i stM) q u e se publicaba en P arís en los años de 1 867 a 1883. En su tercer n ú m ero , correspon d i ente a noviem bre-d iciembre de 1 868 se i nsertó u n a breve reseñ a ac erc a del pri mer tomo d e El Capital escr i ta por E. B. De-R oberty, adepto de l a filosof í a positiva d e A . Com te.-97. 68 N. S i eber. La teorta del valor y del capital de D. R icardo con motivo de los suplemen tos y e.Tp licaciones sup lementarios, K í ev, 1 87 1 , pág. 1 70. -97. 6 0 Vést11ik Evropy (•l\fcnsaj ero de Europa») , revista h istórico-pol ítica y l i t l'rnri a m ensual d e orientación l i beral burguesa que salía en Petersburgo

d e 1 866 a 1 9 1 8 . - 9 7 . 60 A l u s i ó n a l o s f i l ó so fo s burgueses alem anes B üchner, Lange, D ü h ri ng , J:o' l'Clmer, e lc . -99 .

61 A q u í se entiende por revoluci ón d el mercado mundial la brusca decacl enr i a cl escl e f i n es cl l'I s i g l o XV d el pa pel c o m erc i al de Génova. Venec i a y o t rn� r i u d ad es d e l N o rte de I tal i a dC'b i d a a los grand es d l'sc u bri m ientos geog ní f i ros d e l a é po c a : el d escubrimi ento d e Cuba, H a i t í , las islas B aha­ m as , el conti nente nol'teamei·icano , la vía marí t i m a de l a I nd i a pasando por el ex tremo meri d i onal d e A frica y, finalmente, del continente sud a merica­

no . - 1 04 .

6 2 Trá t ase d e la conqu ista de I nglaterra por el d uqu e de Normand ia, Guillermo el Conquistador, en 1 066, lo cual contri buyó a la afirmación d el feu d a l ismo en J nglaterra . - 1 05 .

G3 J . S teuart. A n lnqu iry into the Prin cip ies o/ Polilical Oeconomy ( d n vesliga c i ó n d e lo s pri nci p ios de l a Econom ía política») , Vol. 1, Dublin, 1 77 0 , p . 52 . - 106.

04 L a Reform a , a m pl i o movimi ento soc i a l co ntra l a Iglesi a c at ó l i c a , extend i ó en e l siglo X V I a A le m a n i a , Suiza, I nglaterra , Franci a , etc . La co nsecuenc i a religiosa de la R eforma en los países en que ésta tri unfó

se

consistió en la form ac i ó n de v ar i as iglesias llamadas protestan tes (en I ngla­ terra , Escocia, los Pa í ses Bajos, u na parte de Alemania y los países escandi­ n avos) . - 1 09 . 6 5 «P a rlper u bique jacet& (los pobres s o n desheredados e n todas partes) , palabras de L os Fastos de Ovid i o , li bro primero , verso 2 ·1 8 . - 109.

16 L a res t a u raci ó n de los Estuardos es el período del segu ndo reinado de la d i nastí a de los Estuardos en I ngl aterra (1 660-1 689) , derrocados por l a revo­ luc i ó n b urguesa i nglesa del siglo X V I I . - 1 1 1 .

67 Por l o v isto , s e trata del d ecre to sobre los campesinos fugiti vos p ro­ m ulgado en 1 597 , d u rante el rei nado de Fi ódor I vánovich , cuando el auténtico go bernante d e Rusia era Borís Godunov. De acuerdo con ese decreto , los c am pesinos q ue h a b í a n huido d e l yugo i nso portable de los terratenientes se persegu í a n durante c i nco años para ser devueltos por l a fuerza a s u s amos. - 1 1 1 .

08 Se d i o el nombre de •Re11oluci6n gloriosa• en la historiografía b urguesa i nglesa al golpe d e Estado de 1 688, c o n el que se d erro c ó l a d i nastía de l o s Estuardos y se i nstauró ( 1 689) la m o n arq u í a constitucional de G u i llermo d e Orange , régimen de com p romiso entre l a aristocracia propietaria de t i erras y la gran hurgu esía. - 1 1 1 . 60

Alu sión a l a ley agraria de los tri bunos de la p lebe de Roma L i c i n i o n . e . , que prohibía a los ciudadanos

y Sextio adopta d a en el a ñ o 367 a. de

472

Nota•

romanos poseer más d e 500 yugad as (alrededor de 1 25 hectáreas) d o tierra pertenecientes al Estado . - 1 1 6.

70 Trátase de l a i nsurrección d e los p arti d arios d e los Estu ardns e n 1 745-1 7 4 6 , que exigían el trono bri tánico para Carlos E d u ard o , el l l a m ado •joven preten d i ente». La i nsurrección refl ejaba, a la vez, la pro t esta d e las m asas popul ares d e Escoc i a y de I ngl aterra contra l a explotación terrate­ n i e n t e y la expulsi ón masiva de los cam pesi nos de sus tierras. D espués d el aplastami ento do la i nsurrección por las tropas regul ares d e l nglaterrn , comen­ zó a desintegrarse i n tensamente el sistem a de clanes en la parte m o n l a finsa de Escoc i a , y la expulsión d e los campesi nos d e sus l iel'l'as adquirió un carác­ ter todavía más enérgico . - 1 1 8 .

7 1 B ajo e l régimen d e los clanes de Escoc i a s e deno m i naban t aksmen los d ecanos subord i n ados d i rectamente al j efe del clan, al laird («gran hom­ bre&). E l laird dej aba al cuidado de los taksmen el tak (•la ti erra») , q u e era propied a d de todo el clan , y como reconocimiento del poder del laird se le pagaba a éste cierto tri buto . Los taksmen , a su vez , d i stri buí a n las ti erras entre sus vasallos. Con la d esintegración del sistem a de los c l anes , el laird se convierte en lan dlord (terrateni ente) , y los taksme11 se transform a n , en real i d a d , en farm ers capi talistas. Al m i smo tiempo, el anterior tri buto cede lugar a la renta del suelo . - 1 1 7 .

72 L o s gaeles constituyen la poblac i ó n aborigen d e l a s comarcas mo n t a­ ñosas del Norte y del Oeste de Escocia, son descen d i entes de los ant iguos celtas.-1 18. 7 3 M arx se refiere al artículo : Las elecciones. Complicaciones fi11a 11cieras. La duquesa de Su therland y la esclavitud, publicado en el peri ódico New-York Daily Tribune del 9 de lebrero de 1853. E l New-York D a ily Tribune («Tribuna Diaria d e N ueva York») era un peri ódico burgués norteamericano progresista que se publicó d e 184 1 a 1 924. De agosto de 1 851 a marzo do 1862 colaboraron en el d i ario .M arx y E ngels.1 1 9. • � La guerra de los Treinta a ños ( 1 6 1 8-1 648) fue u n a conti e n d a eurn pea provocada por la lucha entre protestantes y catól icos. Aleman i a fue el teatro pri nci pal de las operac iones. Saqueada y devastad a, fue tam b i é n objeto de pretensiones anex ionistas de los partici pantes en la guerra . - 1 20,3 1 9 .

7 1 The Econonr ist ( t E l Economista») , revista sem anal inglesa sobre problem as de econom í a y política, órgano de la gran bmgues í a i nd ustrial, se publica en Londres desde 1 843 . - 12 1 . ;a Petty Sessions ( pequeñas sesiones) , reu n iones de los tri b u n ales d e p a z d e l uglat erra, encargados de examinar los asu ntos d e pequeña importan­ c i a , observándose un proceso s i m pl i ricado . - 1 2 5.

77 A . S m i t h . A n lnqu iry into the Nature a 11d Ca uses o/ the Wea lth of Nat ions (d nvest i gac ión acerca d e la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones») . Vol . 1 , E d i nburgh , 1 8 1 4 , p. 237 . - 1 2 6 . 78 I L i nguet, N . ) . Théorie des loi:r: civiles, ou Prlncipes fo 11da nre11 t a uz de la société («Teorí a d e las leyes civi les, o Pri nci pios fu n d am e n tales de la sociedad») . T . l. Londres , t 7 6 7 , p . 236 . - 1 26.

79 Las leyes a n t icoalictonistas, que prohibían la creac ión y la act i v i d ad de cual q u i er organi zación obrera , fueron pro mulgadas por el parlamento i nglés en los años 1 799 y 1 800. En 1 824, el parlamento las derogó , confirm an­ do la d erogación u na vez más en 1825. S i n embargo , i ncluso después de eso se l i m i tó mucho la actividad de las uniones obreras. H asta la simple pro pa-

Notas

473'

g an d a en favor d e la ad hesión d e los obreros a las u n i o n es y de la partici pac ión­ en l a s h u e lga s se consi d era ba «coerc ión• y o v i ol e u c i a t y se pun ía como del i to­ de d erec h o común . - 1 2 7 .

80 E l partido d e l o s tories , par t i d o pol l tico i nglés fu ndado a fines d e los. años 70 y c o m i en z os de los 80 del siglo XV I I , ex presaba los i ntereses de la. aristoc rac i a terrateni ente y el alto clero . A medi ados del siglo X 1 X , sobre­ la base del part i d o de los tories, fue fundado el Partido Conservador, qu e, a veces, t a m bién se llama •tory• . - 1 29.

8 1 Las l eyes contra l as «conspiraciones» rigieron en 1 ng l ate rr a ya en l a E d ad l\l ed i a . E n v i r t ud d e las mism as s e perseguían l as organ i zac io nes y l � lu c h a d e c l ase d e l o s obreros, tanto antes d e s u ad o pc i ó n ('•éase la nota 79) , c om o d espués el e s u abolición.- 129. 8 2 Trá t ase d e l Gobierno d e la d ic t ad u ra j ac o bi n a de Francia entre junio d e 1793 y j u n i o de 1794.- 130.

83 A. A n d erso n . A n /listorica l and Chronological Deducl ion of the Origi n. of Com m erce , from the Earliest A ccou nts to the present Time («Ensayo histó­ ri c o y c ro n o l ó g i c o del comercio desde los primeros datos hasta el p rese n t e . ) La primera edición salió e n Londres en 1764. -133, 147. .

s.a J . S teuar t . An lnqu iry into tl1e Princip ies of Polltical Oeconomy («In­ vest igac i ó n d e los pr i n c i p i os de la Economía p o liti c at) . Vol . 1, D u bl i n � 1 7 7 0 , First book , C h . X V l . - 1 34 . H L o s Países B ajos (el terri torio de l a s actuales B é l gic a y Holanda) �e se p ar a ro n de España d es pu és de la revoluc i ó n bu rgu esa de 1 566-1609: en la rev o l u c ió n se conjugaban la lucha de la burguesía y las masas populares. contra el feud alismo con la guerra de l i beración nac ional contra la domi na­ ción es pa ñ o la . En 1 609, tras vari as derrotas, España se vio forzada a recono­ cer l a i n de p e n d enc i a de l a rep ública burguesa de H olan da . El terri torio­ de l a ac t u a l B élgica permaneció en manos de España hasta 1 7 1 4 . - 139.

8 8 Las guerras del op io e ra n guerras de conquista contra China que so s t u ­ vo I nglatl'rra sola en los años de 1 839 a 1 842 y en compañía d e Fr anc ia en· los años d e 1 856-1 858 y 1 860. Sirvi eron de pretexto para la primera guerra. las m ed i d as de l as autorid ades chinas para combatir e l comercio de contra-. bando de o p i o organi zado por los i ngleses.-139.

87 La C omp a 1i i a de las Indias Orienta les er a una compañía inglesa d e · c o m ercio ( 1 600- 1 858) , i ns t ru mento de la política saqueadora colonial d e G r a n B r e t a ñ a en l a I n d i a , Ch i n a y otros países de Asia. Durante muc ho. tiem po poseía el monopol io del comerc io con la I ndia, le p e rt e nec í a n igual­ mente las p r i n c i pales funciones de gob i ern o en ese último país. La i nsu rrec­ ci ó n de l i berac i ó n nacional de 1857-1859 en la I n d i a o bligó a Gran B retaña. a cambiar las formas d e dominación colo n i al y a liquidar la Co m p añ í a de.

las I nd i as Ori entales. - 140. sa M arx cita el trabajo de G ü l i ch Geschichtllche D arstellung des Handels,. der Gewerbe und des A ckerbaiu der bedeute11dste11 handeltreibendeii Staaten· u11srer Zei t («Descri pción histórica d el comercio, l a i ndustri a y la agric u l t u i·a., de los p r i n c i p ales Estados comerci ales de nuestra épocu) . B d . 1, J ena, 1830 , . s . 37 1 . - 1 42 .

89 P o r l o vist o , l\I arx s e refiere aqu í a la edición inglesa del li bro A a 11 wy­ ring der l1eilsa me politike Gronden en Mazimen i·an de Republike van Holla11d en West-Friesla nd («I nd icación de los más i mportantes pri nc i pios y máx i m as de l a R e p íi b l i c a de H o l a n d a y d e Frisia Occiden tal») , a tr i b u i d o a J a n de. W itt y publicado por vez primera en Leyden en 1 662. Como se ha establecido,.

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a excepción de dos c a p í tu los escri tos por J nn ele Witt, el au tor d el li bro era Pieter von der Hore ( P i eter de la Court) , economista y empresario holandés . 144. to La guerra de los Siete mios ( 1 756-1 7 63) es t al l ó en E u ro p a deb i d o a l a s veleid ades e x pansionist a s el e l a s potenci as absol u t i �tas feud ales y la rivalidad colonial de Franc i a e I nglaterra. Como resu l ta d o el e l a confl agrac i ó n , Fran­ cia tuvo q ue ce d er a I ngl aterra sus m a yores col o n i as (el Canad á , las pos e­ siones en las I n d i as Orient ales, ele . ) ; Prusi a , A ustria y Sajonia conservaron sus fronteras anteriores a la guerra . - 1 45 . •1 A lus i ón al Tra tado d e Utrech l , conc l u i d o por Franc i a y E spaña, de una parte, y, el e otra, por los m i embros d