Modelos Culturales

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Blanca Muñoz

MODELOS CULTURALES Teoría sociopolítica de la cultura

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UNIVERSIDADAUTQNOMAMETROPOLITANA Wiín*CfcretaiSUfeiyhtirertot:

M o d e l o s c u l t u r a l e s : T i o r l a so c iT ip itilftj m d e la O n l b i r a I I í I ¡ l n l ; l M u f i o t f t u b i ( f ij ir c t r lu n ;i) : A n i h n j p o s l i d i m r i n í r M í s í c í i : U t i í i 'l n¡ ¡ d a d A u l ^ f i o t n *

M etrópoli tgaia *1zA-apúlepo, ÍÜQ5 3 J3 p . ; 20 cm. {Pensam iento Crítico I Pensam iento U tú p ieo ; i s í) Ribl ¡n(nilí,n n. JOS-J I i. 1nd lere

ISBN S*-7fiS6-TS3-a ]. Culijra M S ilu ia - Aspecto? BodoHhtc*^ 1 Ujiívu * idad Aun. 1978. p p 39-47. 5. G. D iesener y R. Cries (com p .), (‘m /uigamla in D eM schlaitd. Darrosmdt, W.B., lW 6 ,p p . 79-100. 6- G. T h crb o m , ¿Cúntjj d o m in a !a cla se d o m in a n te ? M fiüicu, S ig ío XXI, 1978, P|>. 151-17),

La com probación de lal afirm ación en donde m ejor se de m uestra será en el Neoconservadurism o y en el Neoliberalismo. E n las dos teorías políticas, la ideología, entendida como con­ cepción del m undo ('Weltannchaung), refleja una constelación de valores en la que a m enudo se hacen indistingibles las creencias residuales de otras afirmaciones em píricam ente comprobables. El caso del sociólogo neoconservador Daniel Bell es paradigm á­ tico en esa «cocktelera» sociopolílica. Nociones provenientes de muy diferentes com entes sociológicas y politológicas se enlazan entre sí para crear un corpus teórico sum am ente cosmovisivo.1 Es decir, no se habla Lanto de hipótesis verificables, cuanto de los intereses específicos de grupos hegemónicos de Ja sociedad, Por ello, hablar de teorías políticas supone referirse, al mismo tiempo, al tem a cultural com o organización de la jerarquía social y de sus valores. Esto es: la ideología se constituye en el sentido de la clasificación de los valores sobre los que se entiende y expli­ ca qué es y qué debe ser el ser hum ano y qué proyecto de socie­ dad debe llevar al modelo que se quiere construir y fundam entar Karl M ainnhcim , en Ideología_y Utopia,* subrayaba la dicoto­ m ía entre dos formas de pensam iento según la pertenencia a Jos grupos dom inantes o subordinados de la sociedad. La ideología se articulará sobre el es de una realidad enm ascarada y al servi­ cio del interés y del m antenim iento de quienes concentran el poder y el privilegio social. In d istin ció n dcM ainnheiin sinteti­ za de m anera perfecta la Sociología Política con la Sociología del Conocimiento. Síntesis que as preciso retomar, 110 obstante, a p artir del análisis cultural y sus diferentes concepciones. Des­ de esta perspectiva tiene que enm arcarse el presente estudio. En la perspectiva de un replanteam iento de la investigación social y política consideradas desde el ordenamiento de ta maliciad me­ diada simbólicamente. La cultura, pues, en ninguno de sus aspectos resulta ser una construcción aséptica o desvinculada de las satisfacciones o los sufrim ientos hum anos. Al contrario, defender o atacar una de> term ina concepción de cultura supone defender o atacar, en últi­ m o térm ino, unas específicas Filosofías de la Historia.5 Filoso­ fías en las que su proyecto sigue siendo la defensa de Jos ideales 7, K. von Bcyxnc,üp, cil.. pp. 326-347, S. k. M ainnhcim ,Id tvln g fa y utopía. M ¿*¡ca F.C.E., 1987, pp. 49-53, 5, K.G, Cutliriy.vrtiod, ¡ d ea d e la H istoria. M isin o, K.C.ti , 1972, pf>, 1 1.17.

ilustrados de una hum anidad restituida a su ser histórico; o lo contrario, una visión de ia historia y de sus habitantes som eti­ dos a esclavitudes Físicas y psíquicas, o lo que es peor aún, escla­ vitudes asum idas inconscientem ente de «un m undo feliz» para­ l a d o y perm anentem ente tnmodificable. Frente a esta últim a posición, nada m ejor que repasar las propuestas teóricas que se nos ofrecen com o las salidas vitales y colectivas de las sociedades del tercer milenio. El repaso que aquí se ofrece, por consiguiente, tiene que e n te n d e ré com o n in as calas» en las más representativas teorías sociopolíticas de nuestros días. No hem os querido así agotar la totalidad de concepciones culturales en las que se definen proyectos histó­ ricos de sociedad. Desde los proyectos que dejan «el m undo tal y corno está» hasta los proyectos que nos proponen «otra cons­ trucción y organización de la realidad» en las páginas que si­ guen, se trata de situ ar las m ás relevantes c influyentes líneas de investigación contem poránea. En este punto, se ha clasificado cada teoría social y política com o u n modelo cultural que se nos presenta tratando de establecerse com o una filosofía de la His­ toria. Sabem os que con ello no agotam os la pluralidad de enfo­ ques actuales. Ahora bien, los aquí recogidos resum en las m ás diferentes y características propuestas de creación de una so­ ciedad en la que se continúen m anteniendo las estructuras de poder v dom inación consolidadas históricam ente; o en su conLra, los modelos que señalan, parafraseando aquel eslogan del Pragm atism o,10 las posibilidades de la m ayor felicidad para el m ayor núm ero de individuos. El análisis de la creación y la producción cultural, en suma, nos rem ite al terna del Estado y, desde luego, al del Mercado desde nuevos ám bitos de significación. Cualquier referencia con­ creta a! tem a cultural pasa necesariam ente por las transfor­ maciones de la soberanía, la legitim idad o las identidades lin­ güísticas y nacionales, por no aludir a las formas de interpretación colectivas de la realidad. Así si entendem os el concepto de cultu­ ra. en un sentido amplio, com o !a$ formas de clasificación v com­ prensión de lo rea! en un grupa o grupos específicos, nos encon­ tram os con una de las temáticas que m ás incidencia está teniendo I 0. T, lto4lornort: y R. Nisbtrt, litu a n a del análisis sociológico. Blften&l Aires, Am orrortu, Í9$&, pp, 327 ‘364.

e n la tr a n s f o r m a c ió n d e la s o c ie d a d in d u s tr ia l c a p ita lis ta h e re d a d a d e s d e e l s i g l o XVI.

Es, pues, sobre el sistema de clasificaciones coleetivas sobre el que se está dcsai rol lando un «lucha soteixada» de enonne com­ plejidad- l-a cultura —que, para los antropólogos, debería enten­ derse como costumbre v, para los filósofos ilustrados, recoge el fundam ental senlido de ciíilizadón— , se encuentra sum ida en una nuevaguflTn fría con ataques provenientes desde la econo­ m ía, Ja política o la com unicación m ediática.11 Así, estam os en un antagonism o entre culturas que, unas veces, parece antago­ nism o religioso y otias conflictos económicos. Sin embargo. tal antagonism o no debe equivocamos. Lis en el tenia cultural en donde se están llevando a cabo enorm es y complejas Judias por hacerse con la. hegemonía ideológica de las sociedades actuales. De este modo, el ám bito de la creación de valores pasa a ser el terreno en el que se debaten los eonfl icios heredados ti el siglo XX. Conflictos que quedan eneubiertos com o simples polémicas en tom o a lo simbólico o lo nonnativo. Pero lo que tealm ente se está enfrentando son poderosas y antagónicas eosm üvisiones históricas sobre cuestiones esenciales de la vida hum ana y so­ cial. Así, cada concepción económica y política erige u n modelo de lo que debe ser la culturay en el que se refleja no sólo la m en­ talidad del grupo, sino ante todo las estrategias de conLnui Social y asim ilación de ia población en los valores dom inantes. Se hace déteme in an te/a ¿iWan3Cí del tipo de modelo cu 1tural que cada teoría y posición política defiende. La com paración entre ellas, así com o la tntcrrelaciónentre los distintos modos de entender la teoría cultural entre Jos diferentes autores de cada corriente, posibilita una perspectiva general del nim bo que el análisis social y político em prende en nuestros días. Ahora bien, si buscam os un punto de inflexión en el que converjan las muy diversas concepciones contem poráneas sobre la sficiedad, ésLe no puede dejar de ser si no el tema de la M odernidad.11 La revolu­ ción ilustrada que dió nrigen a las sociedades actuales, se sitúa en el cent ro d é ios debates mamen idos con gran acritud sobre ¡a validez o decadencia de los ideales que movieron esa transfor-

! t. S'. Cñnrusfcy. L a

tD e s la in a in iiin .

Hajieínna, Críitea, 2D0I, pp. 45-67.

] 2. W jLA, . A udlisíi íullura!. B uenos Aires, FaitJús, [ [JÍ ¡5, pp. 9-3 ].

13w1. Hiberrmutj Elttiacurto fthiéfit-o de

pp.

Madtrrtidad. MadHdTTjurtm, 19 R9,

moción social y política sin precedentes que abrió la Edad Mo­ derna. En estas condiciones, en la controversia sobre qué fun­ ción han de tener los p rocesoá val ora ti vos y simbólicos en las sociedades tecnológicamente avanzadas, acproyectan las restric ciones y básicam ente d «juego de intereses» que subyaccn bajo ias grandes palabras o las retóricas del discurso político, ü s en­ tonces cuando se explicitan las cuestiones subyacentes tales como cuál debería ser el modelo de existencia bnrnana, el papel de la creación intelectual y estática; o más im portante aún, la estática o la dina mica del progreso y del cam bio social, F.n definitiva, los m odelos culturales de las teorías políticas y sociales se convierten en la hora presente, com o el hilo de Ariatina con el que podem os intrícam os en la selva de Jas con­ cepciones enfrentadas sobre cóm o debe ser la sociedad d d si­ glo Xxl, Concepciones cn su gran m ayoría heredadas de la ges­ tación del capitalismo com o sistema dom inante. En este sentido, desde el ¡"íeolibe ralism o y N eoconservadurism o hasta las teo­ rías críticas, num erosas serán las referencias a los autores del pensam iento sociopolítico clásico. Sin em bargo, las varí acio­ nes actuales con las que se reconstruyen y rcclaboian tales plan­ team ientos resultan ser indicativas de la vigencia y contem po­ raneidad de gran p aite de los tem as que, desde los siglos XVtt y xvm , han conform ado el análisis de la sociedad,^ E n este p u n ­ to, las transform aciones económ icas y tecnológicas no pueden ocultar que seguim os dentro de una eos moví sión dom inante en la que el enfrentam iento entre listado y m ercado, capital y trabajo, élites y m asas, persiste com o motivo esencial de cada ideología específica y su m o d d o cultural.15 Las respuestas d a ­ das a estas tem áticas son las que singularizan cada perspecti­ va, A lo largo de estas páginas que siguen, se tratará de señalar la persistencia o innovación de las grandes respuestas que la investigación social y política contem poránea aporta ante el crucial e ineludible tenóm eno de ta formación ideológica y sim bol ic a d e nuestras sociedades.

14. t . C»ssircr¡ h h s n j'fn ríe h ¡IrLWrtidfri. wsis. d i., jip. L7-F4 . 1?. T. Von tJjjk, fd m io g lz. B.iLctl(rjna, C td isa , L995, pp. 13-3 !.

P r im e r a

parte

LA REVISIÓN DEL CONCEPTO DE MODERNIDAD

í. VIEJAS Y NUEVAS CONTRADICCIONES DE IA SOCIEDAD DEL BIENESTAR

Se puede afirm ar que la sociedad post-industrial es la conti­ nuación de las tendencias desplegadas por la suciedad industrial del siglo XIX,1y m uchos de sus desarrollos fueron previstos tanto por Sainl-Sim on com o p o r Marx. Para Saint-Sim on en Im imdustña, la sociedad pasada no había sido sino un tipo caracterís­ tico de sociedad m ilitar en la que los sectores dom inantes estu­ vieron conform ados p o r guerreros, clero y señores feudales: los «parásitos» sociales consum idores de riqueza.7 Saint-Simon consideraba a su vez que la nueva sociedad in­ dustrial estaría dirigida por los productores (científicos y em pre­ sarios), «los hombres del ruiunj*. Esta idea sanisimoniima stó cum ­ plirá en la sociedad postindustrial. El pod ery lo s metanismr>s de dom inación social no estarán exclusivamente determ inados por el privilegio, cuanto p o r toda una estructura estatal burocratizada que pasa a ser el centro decisorio de las nuevas relaciones socioeconómicas y políticas. La burocracia, en su sentido weberiano, conform a un nuevo tipo de sociedad articulada cu los sec­ tores terciarios y científicos — acuaternarios a,3 según concepto 1, ¡X Bell, B l a d v e n im k n to d e la so cied a d post-indusiriüL M adrid, Alianza Universi­ dad, 3976, esp cd silm en íé las páginas 67-147. 2, C onsúltese H. de Sal n i-Sim en, ÍU sistem a in d u str ia l M adrid, Atwfrla de Trabajo, l 975; y asim ism o, E l c¿it¿cismo político d£ h s industriaLts, Madrid, AguiLar, J960. 3 , D. B e l U p . c i u p p - 197-311.

de Bell, De este modo, la pregunta que surge no deja de ser: ¿qué caracteriza a la sociedad postindustrializada para definirse dife­ rente de la industrial? Tanto para Bell com o para Tourainc, Offe o Darhendorf y los m ás recientes estudios, se articulan unos as­ pectos com unes y fundamentales que se resumen en: A) E structura económica: 1. Productividad compleja y elevada. 2. R uptura entre producción y consum o com o consecuencia de la elevación constante de las necesidades de consumo. 3. La técnica y la ciencia se constituyen en factores básicos dentro de los procesos de producción y distribución económica. B) Oi^gani ración social: 1. Toda la estructura social se polariza en tom o a la produc­ ción económica. 2. Aparece una sociedad adm inistrativam ente m uy profesio­ nalizada y burociat izada. 3. La sociedad rural se desplaza m igratoriam ente hacia la sociedad urbana, creándose fuertes desniveles poblacionales. 4. La estratificación por clases se segm enta en divisiones a partir del estatus adquirido. 5. La división entre élites y m asas se hace más tajante a p artir de los diferentes estilos de vida y sus formas de ocio. C) Procesos políticos: 1. Jnstltucionalización de la dem ocracia y de un conjunto de derechos de carácter jurídico formal, 2. La dem ocracia se estructurará sobre un sistem a de parti­ dos políticos en com petencia, 3. La profesión al ización de Ja política dará lugar a una burocratización que incide en lo que Robert Michels denom inó como «ley de hierro de las oligarquías»4 políticas, aseguradas y afian­ zadas de una m anera férrea en las cúpulas de cada partido. D) Procesos psicológicos c ideológicos: 1. En la sociedad post industrial se producirá una profunda secularización de los valores e ideas. 4. R. M ichels. L os p a rtid o s p o liticen . B u en o s. A ires, A m orrorlu. 1983. 2.° vol., pp. 153-196.

2. La ciencia se aplica a todos ios sectores de la existencia social y, en concreto, ai tiem po libre, 3- Los medios de com unicación de m asas inciden en la for­ m ación de enorm es ^m ultitudes anónim as»5 que pueden ser pei'suadidas con gran facilidad m ediante Técnicas y estudios psicológicos, A la vista de este conjunto de características, se observa que efectivam ente el advenim iento de una nueva sociedad en la que de furnia sistem ática se establecen u n a serie de relaciones socioeconómicas organizadas sobre un entram ado institucional que regula las dem andas y expectativas colectivas. Dicho en tra­ m ado institucional culm ina en un tipo de adm inistración que desde finales de Ja Segunda G uena Mundial pasa a ser el núcleo distributivo y redistributrvo de las sociedades de capitalismo avan­ zado. o también, denom inado com o capital ismu tardío cuando introduce a] listado com u organizador del mercado- El Estado del Bienestar, a su vez inspirado en la econom ía keynesíana, ac­ tuará en la consolidación de la Sociedad del Bienestar, siendo a la p ar el mecanismo de m ediación m ás eficaz para hacer frente a las contradicciones y conflictos que la sociedad posttndusírializada hereda de la sociedad industrial.

De la consolidación a las transform aciones de la Sociedad del B ienestar E l análisis de la sociedad posLindustrial que se consolidó con la obra de Daniel Bellj se am plió y sintetizó enn unas líneas de investigación sociológicas y politológicas que se agruparon sobre los conceptos de Sociedad y Estado de Bienestar,1' Si la sociedad postindustrial se describía com o «tipo ideal» prove­ niente de Ja Sociología, las recientes investigaciones paiten de una m anera especial de Ja Econom ía y de la Política com o las dos disciplinas m ás aclaradom s a la hora de acercarse a las transform aciones y cam bios de la sociedad de nuestros días. El E stado y su correspondiente Sociedad del Bienestar, seconfor5 , D. Kicsmonn, La m u d ie d u m b i? solilaria, Buenos A b fl, Pnidús, t 974.

i . J. Picó, Te&rfits ¡obrwH Etiado dW fftsMtffcw Madrid, Sigfr XXi, L990, pp. 4-2íí.

man com o las grandes estructuras desde las que poder acceder a los com plejos procesos socioeconóm icos. Así, el estudio del Estado y de la Política Social estará guiado por conceptos a nalítioo-formales entre los qLie destacan sus tres subsistem as: el sistem a económico, el sistema político-administrativo y el siste­ m a normativo o de legitimación social, listos tres subsistem as tendrían, no obstan te, sus propias dinám icas de funciona miento y de actuación. Sin em bargo, desde Ja década de los años setenta del siglo xx, se empieza a hablar de la crisis del Estado y de la Sociedad del Bienestar Esta crisis conllevara una sucesión de reajustes que alteran los m arcos de relaciones económicas y soeiopolíticas consolidados y estabilizados desde m ediados de Ja década de los años cuarenta y tras el finid de Ja Segunda G uerra MundialSerá e! comienzo de una reestructuración ifia tilucional y colecti­ va cn la que se van debilitando y vaciando logros civiles deriva­ dos de la institucional ización del Estado dem ocrático y social. Pem antes de estudiar porm enorizadam ente la aclaración de esta crisis, será m enester hacer m em oria sobre la génesis de las polí­ ticas de bienestar La fórm ula del Estado democrático y social nace de m anera específica con la Revolución de París de 1848. siendo reí erida al derecho al trabajo, ya que se están viviendo Jas consecuencias de un ingente paro masivo como resultado de la formación de la sociedad industrial. Mas, lo que consideram os cn nuestros días bajo la denom inación «Estado de Bienestar», es una creación Koeiopolítica reciente pero con unos antecedentes históricos pro­ pios y definidos. Los precedentes hay que buscarlos en el Derecho inglés de pobres que desde el siglo XVII va im poniendo un despliegue le­ gislativo cuya codificación data de 1601. Este inicial Derecho de Pobres influirá con la Revolución Industrial en un nuevo Dere­ cho de Tobres que Culmina en la PovrLaw Commision de 1832 y en la Royal Commision Report de 1634.’ El Cartism o, en este sentido, im pulsará unas reform as que traten de acabar con la insalubridad, el hacinam iento y la m iseria de la gi^n m ayoría de la población. 7. F..W. M a n iii fcd.).C o n rparaíívefin •c lo p m e n lin S o c ia l W clfare, [¿miln;*, AlLiíii ajid LJruvin, 1972.

La derogación de la Ley de Pobres, sin embiu-go, obligará a establecer unas disposiciones legales que paulatinam ente son el anuncio del naciente y futuro Estado del Bien estar. La aparición en Alemania, “ por obra de Bismarck de los seguros sociales para los trabajadores y de las pensiones de veje/, que el modulo Victoriano inglés introduce, son ins orígenes de la Política Social en sus prim eras fases, y cuyo objetivo dltim o es Ja evitación de los conflictos obreros que los prim eros movimientos organiza­ dos llevan a cabo. Pero no se puede aún hablar de Ja institucionalización de la sociedad y del listado del Bienestar hasta después de la victoria sobre el Nazismo.4 El keynesianisTno posibilitará unos m ecanis­ mos de contención de posibles revoluciones y articulará un com ■ prem iso social entre las diferentes clases y grupos. Las políticas keynesianas de este modo se aplicarán (tras la depresión del año 1929), y darán tugar a su aniecedente, el New Deal norteam eri­ cano. determ inando los procesos siguientes: — La interpelación entre derechos políticos y derechos eco­ nóm icos y sociales. — El Estado social y de Derecho se constituye en la protec­ ción y regulación de la distribución económica. —- El Estado cobra así una función asistencia!: seguros socia* les, educación, coirección de desequilibrios colectivos, etc. En iodo este planteam iento, ia Administración juega el rol de equilibrar estructura^ Como muy bien estudió Weber: la dom i­ nación buroerático-legal —superadora de Ja tradicional y carism ática— sitúa sobre la Administración sus fundam entos de legi­ tim idad y legalidad La Administración burocrática pasa a ser el eje del Estado v, desde luego, de la Sociedad de Bienestar, Las actividades de servicio público supondrán el abandono del inhihicionísmo del Estado, el cual realiza Lina acdvidad de presiacíón y asistencia dirigida a proporcionar utilidad a los particula­ res, actividad que viene im puesta p o r razones de interés público. En consecuencia, el Estado y ia Sociedad de B ienestar que se consolidan desde finales de la Segunda Guerra M undial, tignifi­ fi. H.R. SocmLsjj y H. ValLíUins íedv), ¿3 Estadoen fl| caisiialismo contutnjiofáiieo. M ixta}, S ig lo XXI, IM S. pp. 9-23.

can la garantía de una ordenación da instituciones que permiten una cierta seguridad y protección de los ciudadanos mediante la creación de nuevas estructuras administrativas, nuevos scj vicias sociales y culturales y, sobre todo, un sistem a político que inter­ viene en el increm ento de las pies tac iones com o forma estable de la acción estala!. La definición, pues, de Sociedad de! Bienes­ ta r provendrá de los criterios que caraclerr/an un conjunto de garantías no sólo formales sino materiales, y que s í; manifiestan com o los fundam entos de unos estándares m ínim os de existen­ cia. La im portancia de estos criterios nos servirá posterionmente para analizarla reestructuración socioeconómica, y especialmen­ te cultural, que se está realizando en la actual sociedad neocapiialista. Por consiguiente, la mejora de ios niveles de vida que conform an el fundam ento últim o de la Sociedad y del Estado del Bienestar, se pueden sintetizar en: — Unos ingresas económicos que pennitan unas posibilida­ des adquisitivas y vitales en increm ento y mejora. — Un apoyo al empleo, incentivando al máximo las inversio­ nes y eí ^lan zam ien to económico en esa dirección. — Unas políticas sociales que hagan reales Jos derechos de los ciudadanos a una p ru lección de la salud (seguro de enfer­ m edad, veje?., invalide/, m aternidad, etc,); en sum a, un sistem a de protección que favorezca prioritariam ente a quienes se en­ cu en tran en una situación de m ayor desproteccíón, convirtiendo a la Sociedad del U icncstar en una form a de organización social que proteja de una índole esencial a ios grupos e indivi­ duos m ás débiles. — Políticas sociales entre las que se cuentan la de vivienda, educación, participación y, en general, lo que se conoce com o derechos civiles,9 sirven com o criterios específicos para identifi­ car una sociedad solidaria. Como se observa, los niveles de vida y las políticas socialfrs están en una relación directa. La prevención, la ayuda, el apoyo a las necesidades con reem sos distribuidos con un sólido senti­ do de universalidad estarían en la base de una sociedad y de un 'i. R.Tiiirk, Salara) R ig hlí T fit& titi; 'th f’T G rigirt and D ttttín p m tftí, Gjinibl bridge UrúvVrtily P ltH , 1979. pp. 70 v s*.

, Cam ­

Estado del Fíienesfar considerados com o soportes de unas rela­ ciones de ju slid a e igualación colectivas, Estos criterios de re d pnocidad, sin em bargo, que analíticam ente pueden deducirse en un gitipo de indicadores tales como: evitación de Ja m ortalidad infantil, consum o de calorías, longevidad, fallecim iento por m uerte na tumi, núm ero de habitantes por médico, capacidad de lectura y escritura, o núm ero de electrodomésticos por vivien­ da..,, no han pasado a ser el eje de una estructura social que se form ulaba en el Inform e Be ver id ge, lechado en 1942. Al co n tra­ río, los sistemas sociales postlndustríales em prenden un nim bo en el que cada vez en m ayor m edida se van agudizando las viejas contradicciones su pe [vivientes de la sociedad industrial cortüíms nuevas propias de los nuevos procesos em ergentes de la postindustriaUzaclórv Este factor, que parece un proceso inocente, no es sino un lobo disfrazad*) de cordero; e.s decir, el increm ento de la capacidad tecnológica perm ile generar una reproducción am pliada de capital, un mayor control de las relaciones y fuer­ zas de producción y especialm ente un crecim iento económico consecuencia de un consum o de m asas que estabiliza los inleie ses sociales en conflicto. Esta dinám ica, ¡10 obstante, rio impide que sigan perviviendo unos anl agonismos que, aunque d eh ¡lita­ dos, afectan a am plios sectores y segmentos de ia población. F,| conflicto de clase, característico de la sociedad del siglo XJUÍ, se encauza m ediante partidos y sindicatos. La negociación colecti­ va posibilita que el sistema económico encuentre unos cauces en los que concentrar las dem andas obreras. Sin em bargo el paio estructural es tan connatural al capitalismo como el m ecanism o de la competencia- De aquí que a ias ya tradicionales contradic­ ciones se unan unas nuevas que reflejan el aum ento del desequi­ librio en la gran m ayoría de sectores económicos y productivos. Y si a éstos se les sum a ía concentración e internaciónalización vertiginosa de las relaciones económicas, la formación de con­ flictos entra en una fase en la que la eclosión de la crisis deviene en un hecho de repercusiones y consecuencias impredecibles. Desde principios de los años setenta se empieza a entrever un acrecen lamiento de los mecanismos que van recortando estos es­ tándares mínimos de existencia que suponían las garantías del Estado social y de derecho. Será, pues, desde mediados de ios años ochenta y principios de los noventa cuando la desaparición del modelo político bipolar y la desaparición del socialismo buró-

ciático soviético, agudice un rnodeJo de reajuste que aféela siste­ máticamente a las condiciones de vida de diferentes y variados grupos de población. Las nuevas contradicciones se hacen insepa­ rables del aum ento de los procesos privacionistas de la suciedad postindustrial (tal y como fue definida por Bell) y del descenso de la Sociedad del Bienestar (heredada del modelo heynesiano}.10Sc pueden enunciar recientes contradicciones tales como: — Una radícalización, pese a la gran producción económ ica exceden Le, de sectores despiotegidos. — El Esladu del B ienestar tiene que desarrollar provisional* m ente u n a serie de políticas sociales en función de «los m árge­ nes» que se van constituyendo. — La Política Social se convierte en uno de los ejes básicos p ara entender los problem as de fondo de ia sociedad postindustrial. Pues bien, estas contradicciones se unen a las heredadas de ta fase anterior y así siguen perviviendo: — El proceso de paro estmcLural que afecta no sólo al traba­ jo m anual sino tam bién a los empleados de «cuello blanco». — El sistem a de clases, pese a una movilidad de m ayor dina­ mismo, sigue agudizando las diferencias en la distribución del poder y del privilegio colectivos. Se puede hablar, en consecuencia, de unas transform aciones en las que el aum ento de la tasa de paro, el increm ento de la m arginalidad (con los fenómenos paralelos de racism o y xenofo­ bia que traen anexos) y, en general, la agudización de conflictos pasan a ser los síntom as crecientes de ese proceso de crisis sub­ yacente” que afecta a la Sociedad de Bienestar. El reajuste del sistem a de producción/distribución, que se acentúa desde los comienzos de la década de los noventa, socava los m ecanism os de regulación que se habían ido logrando m ediante el modelo keynesiano de acción estatal. Este reajuste que algunos autores

10. Un Lltmo¡mutílame a este res])ccti>: J.M. Gilman, P m spcritlad en crisis. Críiica d el keyn tsian ism a. Baro-tona, Anagrama, 1971. 11. A. Gam ble y P, WnJton, El ca p ita lism o m crisis, Iji inflación y el E stado. Madrid, S iglo XXI, 1977

denom inaban com o &el final del Estado líbensJ». sin embargo, se interpretará desde dos perspectivas m uy diferenciadas y que van a d ar lugar a la articulación de nuevas Teorías de ta Cultura que entran e n el análisis sociopolítico c o k conceptos y problemáticas propias. Desde d punto de vista de Ja ciencia social y iwlítica, estas teorías tratan de plantear un m areo de investigación en [■elación a los cam bios que la dism inución de la Sociedad y el Estado del Bienestar conllevan. E n este sentido, se tratará a la vez de form ular las im plicaciones que la crisis económ ica y so­ cial ejercen y, paralelam ente, so buscará predecirlos resultados que estas transform aciones ocasionan en el conjunto de estruc­ turas colectivas. A partir de aquí las líneas principales de creación de Jas ya denom inadas como Teorías Políticas de la Cultura interpretan las viejas y nuevas contindicciones en función de sus posiciones ideológicas. Neoconservadores, neoliberales y neomarxistas asu­ men ios postulados teóricos y metodológicos de su tradición in­ telectual, —y aunque liay un grupo de enfoques diferenciados de caiácter sueiológico neoestruclural—j¡i lo cieito es el hecho se­ gún el cual ios planteam ientos neoconsei"vadores y neomarxistas sigue siendo los que m ejor resumen las posiciones contem ­ poráneas sobre la crisis ptwtindustrial de lo sociedad. De este modo, se hace necesaria la revisión de tales fotm ulaciones os presentes, no sólo se ha hecho inusual y anacrónico, sino que suscita desconfianza por cuanto se identifica lo ilustrado con lo fatigoso y lo ab u n id o . Pero lo cierto es que, nunca como ahora, se hace tan necesario un re tum o al significado del con' Ccptu de Ilustración. En un m om ento en el que «el m arketing cultural" y las industrias de !a cultura se extienden, nada más ineludible que volverá situ ar la reflexión cultural-estética que acom paña al m ovim iento ilustrado del siglo xvm . Esta labor no es uníi b úsqueda arqueológica de erudición árida, sino un esfuerzo reconstructivo1 con una finalidad práctica: retom ar el esp ad o del análisis estítico com o fundam ento teórico p ara res­ tablecer una subjetividad contemporánea no vinculada con el ám bito de lo irracional. La reflexión estética se convierte cn el ám bito de lo hum ano desde el que rein teip retarel tem a de la transfoitnaeiún social y política desde formulaciones políticas no convencionales, lil pre­ sente estudio entonces parte de una idea central, y que no es otra que la relegación, que la consolidación del capitalism o ejerció sobre todas las facultades hum anas que no entraban dentro de la m oral producirvista propia de este sistem a económico y sociaJL* Asi se tacharon como «irracionales» todas las capacidades y aptitudes que no eran coíncidentes con los principios de una econom ía en la que la rentabilidad y la eficacia se im pusieron sobre cualquier otro m odo de entendim iento y explicación de la realidad. f.,a «m uerte de la metafísica», decretada p o r el positi­ vismo comteanO, resulto se r el paso definitivo para disolver la dicotom ía teórica entre la apariencia y el ser del pensam iento clásico. Pí* 0 , a la par, con el positivismo convenido ya en el p a­ radigma teórico hegemónico se separarán entre sí definí livamente los grandes ejes temáticos que fberün el sustrato r a n ú n del pensa3. K.Ü. A pd, jLajc trünsform áciúitBSdeía Filoso fin. M a d rid T aum s, 1965. D os volú­ m enes, pp. 2) 7«J63» to m o fsrtmercsv 4. J. H aberm as, C k rtc ia y técnica, c o m a iJeoíoy/a. Madrid, Ten nos, 1936.

m iento ilustrado. La ciencia y la técnica sustituirán de una for m a concluyeme el significado úftimo que el concepto deprcígneso tuvo en la revolución ilustrada. Si nos atenem os a ios l i t o i ­ de los grandes filósofos dól Siglo do las Luces, el progreso especl ticam ente fue entendido como desarrollo y perfeccionamiento dt iiis facultades humanas. Desde esta form ulación es desde donde hay que entender la m utación que Ja idea de progreso recibirá con la consolidación do Ja sociedad capitalista. La separación entre ¿tica y política, v especialm ente entre ética y estética, in ­ sidia ser la lógica consecuencia de un sistem a productivo en el que el ser hum ano —considerado com o trabajador— deviene en «mercancía» a p artir de las leyes de la oferta y la dem anda. Pre­ cisam ente lo estético queda desplazado en un modelo de progre­ so que identifica ideológicamente el crecimiento tecnológico con el avánce y desarrollo hum ano. Este desajuste, no obstante, y. había sido percibido por la filosofía de Rousseau, en su Discurst sobre las ciencias y las artes,1 cuando reprochó el desequilibrk entre el florecimiento de la ciencia y su no correspondencia con el aum ento de la conciencia ética y estética de los ciudadanos. Dirá Rousseau: M i e n t r a s io s h o m b r e s [...] s ó l o s e a p l i c a r o n a r e a l i z a r u n o s t r a ­ b a jo s q u e u n s o to in d iv id u o p o d ía h a c e r y u n a s a r te s q u e n o n e c e s i t a b a n d e l c o n c u r s o d e v a r i a s m a n o s , v i v ie r o n ¡ ib re s , b u e n o s , s a n o s y fe lic e s e n la m e d i d a e n q u e p o d í a n s e r i o p o r s u n a t u r a l e z a . [...] P e r o t a n p r o n t o c o m o u n h o m b r e n e c e s itó d e la a y u d a a o tr o , ta n p r o n to c o m o se d ie r o n c u e n ta d e q u e e ra v e n ­ t a j o s o q u e u n o s o lo tu v i e r a p r o v i s i o n e s p a r a d o s , la ig u a ld a d d e s a p a r e c i ó , s e i n s t a u r ó (a p r o p i e d a d , ei t r a b a j o s e v o lv ió n e c e ­ s a r i o y la s e x t e n s a s s e lv a s s e t r a n s f o r m a r o n e n u n a s c a m p i ñ a s s o n r i e n t e s q u e h u b o q u e r e g a r c o n e l s u d o r d e lo s h o m b r e s y a tr a v é s d e la s c u a l e s p r o n t o s e v io g e r m i n a r la e s c l a v i tu d y Ja m i­ s e r i a q u e s e i n c r e m e n t a b a n c o n la s c o s e c h a s .*

Esta crítica rousseauniana al nim bo que em prende la socie­ dad liberal burguesa lleva im plícitam ente el desnivel entre lo que resulta lucrativo y rentable, y lo que va a ser calificado corno inútil e im productivo. Lo emotivo, sensible, creativo o que sirva 5. JJ . Rousseau., J*?j irrbrt\ lus C ien cia s y lú¡.*¡ Artes* Madrid, Icenos, S966-. 6. J J . Ríiuhsjííiu . D iscurro fobtE e l origen de la desigualdad c n trt h s wtví hum anos. B ik t iíiü Aire*, 1979. p. 92.

p ara conmover, se irá desplazando hacia la esfera de lo ilógico y absurdo. El sujeto surgido do la M odernidad queda m utilado al am putársele aquellas aptitudes que no son útiles ni aprovecha bles económ icam ente. El economicismo se convierte no sólo en una perspectiva económica cuanto en una psicología colectiva que va asolando la conciencia y e! espíritu. Se tratará, en último término, de ia eliminación He aquellas cualidades que puedan desem bocar en un proyecto ilustrado de em ancipación hum ana y social. Como afirm aba Marx en los Manuscritos de economía y filosofía: se convierte en hum ano lo m eram ente anim al y lo qui es propio del com pon a miento anim al pasa a ser lo hum ano,' E sta contraposición altera definitivam ente el sentido del pro yecto ilustrado convirtiendo los grandes lem as del pcnsam ienti iluminista en ana simplificación que desvirtúa los esenciales objetivos de una transform ación no sólo de las instituciones sino ante todo de la conciencia individual y colectiva. Será el planteam iento estético-cultural el que sufra u n a des­ figuración y ataque despiadado. Si algo caracterizó, por tanto, al movimiento ilustrado fue la continua revisión de tos postulados del concepto de armonía. La estética se com prende como re­ flexión y creación que conduzca a la conciliación y superación de contradicciones, Se edifica de este m odo com o ei estadio en el que se progrese rehaciendo y m ejorando lo hum ano. Y la co n ­ dición últim a de lo hum ano no puede dejar de ser m ás que la reconciliación entnL' el bien, la bondad y la belleza. Kant repre sen la, en este punto, la reflexión de m ayor hondura filosófica sobre las prem isas que conducen a la razón ética y, desde ella, al tránsito a la razón estética. Un consecuencia, las condiciones imprescindibles para establecerlas líneas teóricas del pensamien­ to de la M odernidad a la hora de restaura]- la vigencia perm a­ nente de un entendim iento de la Historia en el que el objetivo primordial es 1a búsqueda del perfeccionam iento ético y estético de los ciudadanos. Esta concepción que anim a y dinam iza el pensam iento ilu* m inista, sin em baído, choca con la trayectoria histórica de la sociedad burguesa-liberal. El siglo xx se va a caracterizar por una continuada refutación de los tem as y principios ilustrados. 7. K. Marx, M a n u ten to s de E coim m to y F ibsofía. Madrid,. AHun/üi. 1979, « p íc ía lrnumlL- e l T l t l l t Alanu&crl to.

Desde u n a perspectiva del análisis esLético, ia Post-m odem idad se presenta como el m arco en eí que se concentran las críticas antnlustradas cn una posición que se idenl ifica a sí m isma com o su p erad o radel íhiminismo. La Post-moderoidad m anifiesta es­ pecialm ente la radical anim adversión ideológica hacia im a cosmovisión que edifica sobre el modelo de razón critica la transfor­ m ación social. Desde la década de los años setenta se produce así una deform ación de los contenidos que definen la concep­ ción racional ilustrada de la realidad. El presente estudio, pues, se va a estructurar en una doble dimensión. Por un lado, se re considerará el complejo significado que tuvo el concepto de lo estético en la Ilustración, especialm ente en autores como Rous­ seau y Kant. Y por otro, se hace fundam ental ta aclaración del sentido que cn ios m om entos actuales tiene Ja antiilustración m anifiesta del pensam iento de la Post-m odem idad. En sum a, com enzarem os con ia exposición de las interpelaciones entre los grandes tem as ilustrados y la estética, para posteriorm ente an a­ lizar qué es lo que molesta aún de un pensam iento que surgió hace dos siglos, pero que sigue provocando múltiples y soterra­ dos enemigos.

La reconstrucción ilustrada de la realidad com o clasificación racional del m undo La Ilustración es una clasificación del mundo a través de los valones de la racionalidad* Es La situación intelectual que pare­ cería tan sencilla de en ten d erse convierte en un enemigo a des­ u n ir desde finales del siglo XVIII. Mo sólo la Restauración que se instituye desde los comienzos del siglo xix y su paralelo pensa­ m iento conservador encabezado p o r Edm und B u rk e/ sino que la tem ática heredada de los filósofos franceses se señala com o la gran adverearia de la liberación de la sensibilidad y de los sentí inientos, Se calificará, p o r ende, a la razón como «facultad fría y calculadora h. Despiadada ante los sufrim ientos e inconciliable con lo hum ano. La denigración de So intelectual y de la facultad

8, {£, C*S*ln.TF ilo s o fía tic la ífcjsfmcídrr. Ménric», K.C.t , 1984, pp. 17-54. ‘3. C.B. M acphcreofi,t^ d im o c m e h ttih e m ly u ti i;/o a la realidad: la v á de la opinión que finalista en el prejuicio y la vía de la razón que concluye en el saber. Es la capa­ cidad para arrib ar y form ular conceptos universales la que defi­ ne finalmente a la racionalidad. Trente a las creencias religiosas o a la moral convencional heredada, sólo la razón puede funda­ m entar la ética en ideas que se hacen evidentes prescindiendo de intereses particulares e individuales. En esencia, el modelo de razón ética socrática ya contiene en sí m ism o el imperativo cate­ górico kantiano según el cual stimilesdela razón- Madrid, Tecnas, ]'JV?,pp 2J4 IM . 1 2 ,1. Q tiica dí’l Juicio. M adrid, liipís^-C atpc, 1977. 13. IhíiL. p. 1 [0.

Reaparece la fundam entación de lo universa] sólo que, asi mismo, como universa) subjetivo. LLu este sentido, la eslétie: kantiana es nna síntesis entre la Crítica de la Razón pura y 1; Crítica de ia Razón práctica, va que lo que se indaga no deja dt ser sino Ja posibilidad tam bién de Ja existencia de principios «:■ priori* no sólo en el conocim iento y la moralidad, sino en el sentim iento de lo bello. Como se observa, de nuevn, se 1rvita. de llegar a plantear la posibilidad de ideas universales en relación a la intuición del sentim iento estélico. Y para ello Kant no va a apelar al juicio lógico propio de las categorías de la experiencia cuanto al juicio reflexivo característico de los estados subjetivos. Son ios «a priori» subjetivos los que interesa fundam entaren un análisis racional de la belleza. Para Kant, es básica la concilia­ ción entre la facultad cognoscitiva y la facultad del desear. Sólo desde esta perspectiva conciliadora podrem os entender la com­ plejidad que tiene la Crítica del Juicio. El juicio estético, pues, estará siem pre cn relación con un fin subjetivo. Pero ese fin subjetivo tiene que desvincularse de un in­ terés meramente contingente y particulai: Kant distinguirá asi éntre lo agradable, lo útil y lo bello. Esta distinción encierra el sentido reconstructivo de lo universal que no puede ser ni lo agradable ni b útil. Frente a los racionalistas franceses y los empiristas ingle­ ses, la fundam entación de lo estético no puede h a c e n ni en un sentim iento subjetivo de eficacia com o es el de «]n agradable» ni, m ucho menos, sobre el de ^utilidad", concepto éste nuclear del em pirism o utilitarista posterior. En ambos casos, se trataría de sentim ientos individuales e interesados por criterios de placer o displacer subjetivos y no general iza bles, 1-1 juicio estético no p u e­ de nunca e s ta b le c e n bajo principios de partícularización indi\ i dual. Como afirm ará Kant, ningún interés mueve a lo bello. Lo bello es un efecto que prescinde de la realidad empírica del objeto y resulta ser inintencionaL El sentim iento de lo bello, entonces, nace de la arm onía. Mas no proviene de una atm onía abstracta sino de la arm onía de las facultades cognoscitivas. La intuición sensible y la intuición intelectual se concilian en una finalidad no intencional. Precisamente de e>,á ílnafidad no inten­ cional sui-ge el sentim iento de lo bello y de lo sublime. El avance icórico-estélico kantiano, cada vez más, delim ita el concepto de belleza y, por consiguiente, la arm onía no depen­ de del contenido em pírico de la representación. Pera tam poco

se supedita a I» condición univei'sal del sujeto, Al contrario, Ib

arm o n ía nace de la propia estructura univei^al del espíritu h u ­ m ano. I.a belleza surge com o u n Esto ha Iterado a una profunda e interesada confusión sobre el planteam iento últim o de los pensadores del xvm . Sin em bargo, una lab or reconstructiva nos perm ite discernir, con una perspectiva tem poral ya de varios siglos, cóm o los tem as centrales de! m ovim iento enciclopedista quedaron relegados ante las im posiciones de una econom ía organizada sobre la co­ lonización exterior y Ja explotación interior de la m ano de obra y de las m aterias prim as. Es m om ento, entonces, de redefinir los grandes tem as ilus­ trados con la finalidad de establecer el fracaso o el triunfo de un conjunto de tem as que dieron origen a la sociedad actual. Sólo adelantarem os la confusión presente que se quiere hacer entre capiLalismo y dem ocracia, soslayando la im prescindible e inse­ parable identidad entre ilustración y dem ocracia participativa. Identidad que, al quedar separada por el funcionam iento econó­ mico de los procesos de acum ulación y valoración privada de capital, se vuelve incóm oda dando paso a esa caricatura teórica denom inada com o «Post-modemidad». Pero antes de e n tra re n Vi- Clt. Hill, U n o ríg e n e sin td a c lu a k sd e la rum lucián inglesa. Barcelona, Ariel, 1982.

el estudio de la distorsión en la que la Ilustración se ve inmersa en el m om ento presente, es básico el análisis de la concepción de la Historia com o cristalización de ia rítcionalidad crítica. El des­ cubrim iento de lara¿ríjí histórica y del tiempo construida a partir de la lúcida voluntad humana, prim ero con la genial obra de Cían Bautista Vico en su Ciencia Nueva™ y, después, con la obra m o­ num ental Enciclopedia, inicia una etapa en la q u e el optim ism o entra en ia com prensión de una antropología que convierte al ser hum ano en el centro del universo y de la realidadLa m utación del concepto de tiem po que se experim enta en el análisis ilustrado, rompo con los dos modelos espacio-temporales anteriores. 1¿I de la sociedad griega construyendo tm tiem po cíclico y circular de «eterno m o m o de lo mi sitio» que garantizaba una perspectiva creativa de la vida. La vida tenía que ser vivida com o obra de arte ya que la vuelta de lo m ism o aseguraba h felicidad futura. Con ello, la idea de un líem po cíclico fue determ inante p ara entender el rum bo de la cultura y de la filosofía clásicas. La convicción, pues, de una temporalidad repetitiva en Ja que el individuo perdía el temor, cstuva en el sustrato profundo de Ja creatividad griega. Y desde Platón hasta Epicunoy el Helenismo, la pérdida de los miedos sociales —la superación de Jos tres mie­ dos (el destino, los dioses y h m uelle)—, sobre los que los epicú­ reos establecerán sus teorías de Ja serenidad de ánim o y el pla­ cer, com o conocim iento y am istad, serA fundam ental para com prender la evolución estética clásica. Con el cristianism o eJ tiem po cíclico se hace lineal. E n la Ciu­ dad de Dios, de S an Agustín, se fundam enta el constructo tem po­ ral con principio y finaJ de los tiempos. Es la distinción entre el «tiempo de la creación» que culm ina en el «tiempo del Juicio final», m om ento quim érico éste que indica el deseo colectivo de la existencia de la posibilidad de una justicia que valore en vir­ tud de los actos rea1Í7-ados cu la vida teirena, pasando p o r enci­ m a de ios privilegios señoriales del orden estam ental feudal. Tanto en el tiem po cíclico clásico com o en el lineal cristia­ no, sin. em bargo, el Individuo resulta pasivo ante los aconteci­ m ientos. Ll tiem po histórico, pues, de la Ilustración deviene en

30. G.B. Vico, P r i n c i p i o d e urnac ie n t'^ ú ííi«*vrj íítfcrr feruairínalc~fi c o t n t i t i d e las n a c ió -

rias. M ad rid , Aguílac;

1960 .

un curso de sucesos construidos y analizables objetivam ente. Desde Vico hasta Voltaire, v llegando aJ m áxim o ejemplo del significado m oderno de tem poralidad que será la filosofía hegeliana, tiempo y progreso están inseparablem ente unidos. Es más, la Historia avanza p o r superación de contrarios, y pese a las fases de rctruceso de los corsi y rícorsi —tai y com o conceptualizaba Vico a la evolución de las etapas históricas—, siem ­ pre quedará algún elem ento de avance respecLO a lo pasado,51 La dialéctica de la Historia no se detiene, ni siquiera en las m ás terribles etapas sociales. Si hay un texto representativo de esta visión tem poral no puede dejar de ser m ás que La Razón en la Historia. Para Hegel: P e r o s i h a y q u e r e c o r d a r b r e v e m e n t e la s c a te g o r í a s b a jo Lis q u e el e s p e c t á c u l o d e la h i s t o r i a s u e le p r e s e n t a r s e a l p e n s a m i e n t o . L a p r i m e r a d e e l la s r e s u l t a d e la v i s i ó n d e l c a m b i o p e r p e t u o a q u e s e h a l l a n s o m e tid o s i n d i v i d u o s , p u e b l o s y E s t a d o s , q u e e x is ­ t e n u n m o m e n to , l l a m a n n u e s t r a a t e n c i ó n y d e s a p a r e c e n . E s é s t a l a c a t e g o r í a d e l c a m b io . [...] P e r o la c a t e g o r í a d e i c a m b i o l i c n e t a m b i é n o t r o a s p e c to : d e la m u e r t e r e n a c e u n a n u e v a v id a . E s é s t a u n a i d e a d e lo s o r i e n LaIe s, q u i z á la m a y o r d e la s s u y a s , e l s u p r e m o p e n s a m i e n t o d e s u m e t a f í s i c a . L a m e t e m p s i c o s i s la e x p r e s a e n c u a n t o a la e x i s te n ­ c i a in d iv id u a l. C o n o c id o e s t a m b i é n e l s í m b o l o d e l F é n ix , r e p r e ­ s e n t a t iv o d e la v id a n a t u r a l q u e e t e r n a m e n t e d i s p o n e s u p r o p i a p i r a y c n e lla s e c o n s u m e d e t a l s u e r t e q u e U n a v id a n u e v a , r e j u ­ v e n e c id a y fre s c a , s u r g e e t e r n a m e n t e d e s u s c e n iz a s . [■■■] E s e s la la s e g u n d a c a r a c t e r í s t i c a d t l E s p í r i t u , S u r e ju v e n e c im ie n to n o s u p o n e u n a s i m p l e v u e lt a a la f o r m a a n t e r i o r , s i n o u n a p u r i f i c a ­ c i ó n y u n a t r a n s f o r m a c i ó n d e s í m is m o . P e r o s u tr a b a j o i n t e n s i ­ fic a s u a c t i v i d a d y lo lle v a a c o n s u m i r s e d e n u e v o . C a d a c r e a c i ó n e n la q u e s e r e g o c ija b a p a s a a o p o n é r s e l e c o m o n u e v a m a t e r i a q u e e x ig e s e r t r a b a j a d a . [...] E s ta c o n s i d e r a c ió n n o s lle v a a la [e n c e ra c a t e g o r ía , a la b ú s q u e d a d e u n f in e n s í y p a r a s í u ltim o . S e t r a t a d e la c a te g o r í a m i s m a d e la R a z ó n , q u e e x is te e n la c o n ­ c i e n c i a c o m o fe e n la o m n i p o t e n c i a d e la R a z ó n s o b r e e l m u n d o . L a p r u e b a n o s !a p r o p o r c i o n a r á p r e c i s a m e n t e e l e s t u d io d e la h i s t o r i a , p o r q u e é s t a n o e s s i n o la i m a g e n y el a c t o d e la r a z ó n .32

3 t J . Bury. La idm de pmgrtsó, M;iiir-i¿I, Alianza, 1971, pp. U S-i 64 32. C.W .r 1legcl. La W z i í n la Historio. Vera, di., pp. 51-5*.

La superación dialéctica que conlleva la Historia, en último térm ino, significa la conciliación entre razón y ética. Hegel, dan­ do un paso más allá de la Ilustración, resalla el poder de la racio­ nalidad para construir el proceso del progreso histórico. Así la razón que en la filosofía kantiana no expresaba sino una facul­ tad hum ana, con Hegel se extiende hacia la totalidad de lo real. Y desde la Naturaleza hasta los fenómenos más complejos del espíritu creativo hum ano van a explicarse com o un movimiento dialéctico en el que se avanza a través de la superación de las contradicciones. El m ovim iento de la razón, p o r tanto, sigue un itinerario en ta dialéctica idealista hegeliana que va desde un prim er m om ento en el que, apenas, se puede hablar de u n m ínim o desarrollo has­ ta el m om ento de desarrollo riel Espíritu Absoluto en el que cris­ talizarán los procesos de la ética y de la estética. El prim er paso de la dialéctica —el ser-en-sí— pertenecerá así al dom inio de la Razón Subjetiva captable en la N aturaleza que está aún sin de­ sarrollar, Será necesario el segundo m om ento de la dialéctica —el ser-en-otro— para que la Razón se objetive en procesos his­ tóricos. El Derecho y el Estado estarían situados en esa fase de la Razón Objetiva. Pero paradójicam ente la objetivación del seren-otre puede d ar lugar a un extrañamiento de sus produccio­ nes. Marx, en su Teoría de la Alienación social, percibirá de una m anera nítida las contradicciones del segundo paso de la dialéc­ tica de Hegel, cuando ese paso del ser-en-oiro queda objetivado de una manera falsa en productos que, siendo obra del propio hom bre, se independizan com o fetiches autónom os de su crea­ dor. El análisis, en sum a, del capitalism o efectuado p o r Marx planteará precisam ente la fetichización —en forma de un serotro— a la que aboca el m ercado capitalista a gran parte de la población p o r efecto de una explotación que queda ideológica­ m ente ocultada. Sería de sum o interés la com paración entre las dos grandes dialécticas de la Historia, la de Hegel y la de Mant; pero desde el punto de vista del análisis de la razón esLética, hay que colocar­ se en el tercer paso de la dialéctica del au to r de la Fenomenolo­ gía del E spíritu1' para lograr el entendim iento de la evolución de la visión ilum inista del Arle y la belleza. El ser-para-si refleja 33, GAV K. H egrl, Fenomenología del Espírist*. Butroos Aires, SoJar-Hnchctsc. 1963.

ya las intenciones de Hegel por construir una racionalidad des­ de el concepto de totalidad, La Razón Absoluta es la racionali­ dad tota!, abarcadora de u n a síntesis general de los procesos y que es percibida en tres fenóm enos superiores como son: la Religión, el Arte y la Filosofía, En la construcción de las religio­ nes se ha intentado históricam ente captar ese sentido de tras­ cendencia m ediante im ágenes. En la creación artística esa cap­ tación de u n a racionalidad universal se ha llevado a cabo m ediante sím bolos. S e r ie n la reflexión filosófica, no obstante, en donde el tercer m om ento de 1a dialéctica perciba a la Razón Absoluta m ediante conceptos. Conceptos en los que se define esa coincidencia entre la lógica racional lim itada de la especie h u m an a y la lógica de la totalidad del universo. Sólo asi p u e­ de entenderse la m áxim a hegeliana según la cual: Todo lo real es racional. Esto es: el uso desinteresado de la razón conduce a la com prensión de la dialéctica de la realidad y de sus objetivacio­ nes históricas, siendo el Arte —conjuntam ente con la Filoso­ fía— el m otor es de la hum anización de la especie a p artir de esa búsqueda, esa fenomenología, que el espíritu hum ano his­ tórico realiza en sus creaciones. Hegel y Man* representan la culm inación de los grandes Le­ m as ilustrados. Y es esencialm ente la form ulación de la dialécti­ ca de la. belleza la que, con Hegel, alcanza unos niveles explicati­ vos sin precedentes. En De lo bello y sus formas, Hegel describe el m ovimiento del espíritu que aprehende las form as de la N aturaleza y que, sin em bargo, transform a m ediante el m ism o espíritu tales for­ mas en creaciones sim bólicas. Según Hegel: A h o r a b ie n , la i d e a d e lo b e llo c o m o id e a a b s o lu ta e n c i e r r a u n c o n j u n t o d e e le m e n to s d i s t i n t o s o m o m e n t o s e s e n c ia le s q u e , c o m o t i l e s , d e b e n m a n i f e s t a r s e y rc a liv -a rs e . E s lo q u e p o d e m o s lla ­ m a r, e n g e n e r a l, f o r m a s p a r tic u la r e s d e l arle . É s t a s d e ls e n s e r c o n s i d e r a d a s c o m o el d e s a r r o llo d e la s ¡d e a s q u e u n d e n a e n s u s e n o la c o n c e p c ió n d d i d e a ] , y q u e el a r t e p o n e al d e s c u b i e r t o , A sí, e s t e d e s a r r o l lo n o s e c u m p l e e n v ir tu d d e la a c c i ó n e x te r io r, s i n o p o r l a f u e r z a i n h e r e n t e a la id e a e n s í m is m a ; d e la l m o d o , q u e e s la id e a la q u e s e d e s p lie g a m el c o n j u n t o d e f o r m a s p a r t i c u l a r e s q u e n o s o f r e c e el m u n d o d e l a r te . P o r o t r a p a r te , si Sas f o r m a s d d a r t e e n c u e n t r a n s u p n n e i p i o e n la id e a q u e m a n i f i e s t a n . e s t a id e a , a s u v e z , n o e s id e a v e r d a ­

dera, sino tu cuanto cslá icaliñuda en mis fortnas, Así; cn c^d;; g r a d o p a r t i c u l a r q u e a l c a n z a eí a r l e c n s u d e s a r r o llo , e s t á l i g a d o i n m e d i a t a m e n t e a lin a f o r m a id e a l. E s i n d i f e r e n t e m íe c o n s i d e ­ r e m o s d p r o g r e s o di;l Ji:.‘i::r ií))ln dt; ]li idea o c! di.1iiis f u r n ia s q u e la r e a l i z a n , p u e s csLíis d o * t ¿ n n i n o s e s tá n e s t r e c h a m e n t e u n i d o s e n t r e si, y el p e r f e c c io n a m i e n t o d e la id e a c o m o f e u d o s e n u ie s i i n . ¡íl m i i n i ó lie m p ti, c o r n o p e r f e c c i o n a m i e n t o d e \n f c } n i m .u

La teoría filosófica de lo bollo de licgel plantea la reflexión sobre cómo se twaIímti los momentos constitutivos del Arle com o percepción a través de la acción creadora. La estética hegeliana, entonces, coincidirá con la de Kant cuando sitúa al Arte inde­ pendiente de fines prácticos, lil Aile y la belleza son sus m ismas finalidades. La idealidad do lo roa! que realiza la actividad estíti­ ca, para íiegel, es la conciencia hum ana del Espíritu Absoluto, Como m atiza liegel: el Arte es la revelación de lo Absoluto. Pero no de un Absoluto que tenga configuración m ítica com o la reli­ gión, sino como tensión dialéctica del m ovimiento de la concien­ cia creadora. Lo bello as[ es la aparición sensible de la Idea. Pero no com o universa] abst tacto cuanto com o universal que contie­ ne en sí lo particular que concreta ia idealidad de lo real, lil Arte, de este modo, no es imitación d é la Naturaleza, sino que su fun­ dam ento resulta la idealidad de un sujeto particular que logra conm over y exaltar al d ar forma concreta a su libertad creadora. El genio, en la estélica hegeliana, será quien con su capacidad de ideal ÍTSjdón intuitiva de lo reai consigue llev ara la arm onía enLre idea y forma sensible, I íegel, sin em barco, no desvincula al creador délos procesos y periodos históricos, At contrarío, el ideal artístico Se ha desa­ rropado en tres momentos: el o riental el priego y el mtfdem o. Al oriental corresponde la arquitectura, al griego la escultura y al moderno, que líegel identifica con el Rom anticism o, la pintura, ta poesía y la música. Mornemos que son el pw duclo del juego de las necesidades y las accidentalidades características de cada pueblo y cultura. Y con es La consideración, d filósofo dialéctico introduce la inierreladón entre cread o re Historia. Inierrelación que será muy analizada en la Segunda Parte de sus facciones de Estética, y que abren la investigación de la Filosofía del Arte h a­ cia direcciones historicistas posteriores. .'4. G.W .F Hnhítl, J jríj IxJki y fifi funnsti, Madrid, F^fusa-Calpe, 19Í-.9, pp. 11 9 -UO.

En sum a. la filosofía dialéctica só b rela belleza y sus formas finaliza en una fenom enología en la que la libertad espiritual creadora realiza la auténliea usencia hum ana. Será im prescin­ dible! a continuación la obra de Marx para aponer sobre sus pies lo que en el li unim ism o y el Idealism o estaba sobre sil cabera». La grandiosidad del principio de autonom ía de lo es­ tético, en cambio, ní> tuvo en cuenta las causas económ icas y sociales de ta atrofia colectiva de la percepción de la belleza. Esta aclaración será la obra del pensam iento m arxiano y su contextúa! iración de la razón estética en infraestructuras m a­ teriales y e n superes truel uras ideológicas. Ahora bien, el m érito de los ideales estéticos ilustrados y su consum ación en Ja filosofía dialéctica hegeliana tiene que consideraj-se en las direcciones que abre y en la capacidad con la que señaló los grandes temas de los ideales d é la razón creadora. De una m anera sintética estos grandes tem as pueden resum irse en: — La definición de lo estético entendido com o am pliación y perfecciona ni tentó de las facultades hum anas, individuales y sociales, situando a la educación com o p an e imprescindible del aprendizaje para la com prensión de la belleza. — Asimismo, Ja conciliación entre ética y estítica se resuelve en una síntesis arm ónica en la que la experiencia de la existencia natural se trasciende hacía la idealidad y la libertad dei espíritu hum ano, Y p o r último, se entiende el progreso como avance de Ja con­ ciencia a través de !a Historia, Un avance con progresiones y retroceso pero q u er en defin itiva, se edifica sobre una perspecti­ va antropológica e histórica Sumamente optim ista y em ancipa­ dora, ya que lo histórico no resulta ser arbitrario, sino el esfuer­ zo racional de la especie por constituir voluntariam ente su existencia, El final tum ultuoso del siglo xvm, con el triunfo de la Re­ volución Francesa y la consolidación del capitalism o d u ran te todo el siglo Xix, fractura los ideales de em ancipación hum ana y social de la Ilustración. Se entra en el siglo xx con las c o n tra ­ dicciones herederas de la sociedad burguesa, siendo precisa­ m ente ei tem a ideológico el que va a provocarla m ás inflexible incom patibilidad entre /as diferentes interpretaciones en lucha.

Mas será sobre la p re g u n ta sobre qué m odelo ciiUural debería constituirse cu predom inante; y en concncn>r qué val riñes h a­ brían de definirse cum o fundam entales en el final y enm iendo du un m ilenio nuevo. Es Las cuestiones centrarán a continua­ ción núes Lm es Ludio. F.n sum a, repasarem os las diferentes pers­ pectivas que desde la iuves ligación social y política han tratado de perfilar el pap el de los procesos culturales e ideológicos conlem poráneos.

LOS MODELOS CULTURALES

t e r c e r a pa rte

EL MODELO CULTURAL DEL NEOCONSFRVADURISMO

ITT- T-A CULTURA COMO JERARQUÍA SOCIAL

Antecedentes y características Siempre so ha considerado al Conservadurism o com o una ideología de síntesis. S fu tesis que recoge concepciones del m un­ do vinculadas a la defensa del pauiarcalism o,1A este respecto, es inseparable el apoye a la propiedad en térm inos de «protec­ ción a la familia». Desde sus orígenes, el contenido profundo de! pensam iento conservador se articula sobre un núcleo teóri­ co defensivo que encuentra su engarce en los pensadores libe­ rales, aunque su nacim iento se form alizase en la obra de Edm und Burke, Lo cierto, no obstante, será que el C onservaduris­ m o nace com o tma reacción de minorías frente a mayorías en un intento de m antener una posición económica, política y cultu­ ral consolidada. Históricam ente, la deixota de Napoleón supone la reapari­ ción de un tipo de burguesía que en Inglaterra iniciaba el proce­ so de acum ulación colonial. F.l mismo Burke había trabajado en la nueva adm inistración de Jas colonias, siendo el prototipo de la m entalidad que triunfaría en Ja sociedad anglosajona. Pero y aunque se sitúe el libro burkeano Reflexiones-sobre la Revolución francesa1 como el acta program ática de Ja concepción conser­ 1. H .

PífuocMis í iva d jtrisin v? BaticdoiLL,

2. E. R urtí;, RrJL'cilorvifinihefirmlHtKK! m

I99S, pp,

H iniiD iid$w »th, Pcnj^iiri. tíWl.

va dora, no se deben olvidar las ideas cent i-ales que m ucvm es [a ideología. Un repaso porm enorizado de los ejes tem áticos conservadores nos indica que estam os tanto ante una enunciación de principios com o de un nmdelo de personalidad que se corres­ ponde con el hom bre-propietario específicam ente surgido en las prim eras fases de acum ulación de capital.3 De este m odor el individualism o posesivo, descritu por Macpbei^son, personilicaría el conjunto de ideas defendidas desde esta perspectiva política y social. Pues bien, p ata entender la evolución y transform ación del pensam iento que arranca con Uurke hay que centrar sus ejes constitutivos en los siguientes: — La teoría del «endencia. El organicismo justifica la diferenciación de privilegios eco­ nóm icos y ¡wlítícos y, especialmente, defiende el principio pa­ triarcal como la jerarquía que sustenLa el principio de orden. 3. H. JJuhLcl.tfí). d i.. pp. R7-11 1. ■i. J . A . G o b i n c a u , E j í í j j s u r H a i g a t l t í d t a

r u s v i h iim u ir x is . B E b ^ o tli& q u e d e la

P L íia -

d e . Gnlliii-iiird. 1983. S.

V h : : i ^ ' A . F u i l¡

de. F a n s . A k a n ,

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i M í n r ; j i > . í i 'j i l 'j j í i ; t i í i i c o n c e p t i a n s o c i o b g i q i í í T

13o t ! o m r > T i f y R . N i s t u í n

a n ú /ísii mrii7Ítfpro. JJufiw »Ajn !í. A m rm tm u . I 9SÍ, pp. 59-IOS.

m a n ­

( < ,-íjro p S - ). / / i u u n ' i f J c J

— El amiinteiectualísm o es determ inante en e] Conservadu­ rismo. puesto que a partir de él se desarrollan una serie de prejui­ cios contra la razón, a la que se califica com o «¿fría, despiadada y calculadora». El antiintelcctualismo, utilizado como estrategia anti ilustrada, será heredado por Jos fascismos posteriores, — Unido al tem a anterior, el antiigualiLarisroo resulta el nú­ cleo central del pensam iento consei-vador.* En la obra ele Bu rice hay un claro recliazoal Iusnaturaltsm o. El Derecho NaluraJ ga­ rante de ios derechos sociales m ediante la lógica igualdad de la naturaleza racional de los seres hum anos, se lechaza m edíante la elaboración del Derecho Histórico sobre el que se edifica toda la teoría de la propiedad. La defensa del Derecho Histórico será característica de la m entalidad conservadora. Las clases hegcm ónicas apelan a tal I Jerecho tem erosas de perder sus privilegios heredados. Tras la Revolución F rancesa; 1a constitucionalización inspirada en la Declürücián de Derechos de! Hambre y del Ciudadano de 17 9 1 va poniendo un freno a los privilegios de Ja nobleza. Ésta, a su vez, defenderá los derechos de propiedad con la defensa de una vuelta al derecho feudal medieval. —- No se puede tener, p o r tanto, una ]>erspecliva completa del Consen-adurismo sin hacer referencia a su teoría de la com uni­ dad. Para la m entalidad conservadora, el individuo sólo cobra entidad p o r su pertenencia a grupos. De esta forma, el antiindi­ vidualismo se articula sobre Jos grupos de filiación, siendo la familia el centro de las ielacioncs suciaJes. La com unidad de s a n ­ gre y raíces» no solam ente afectará a los vivos sino tam bién a los muertos. El individuo ha de d a r cuentas a esa com unidad que presente c o n fo rm a d tribuna! do la sociedad. Tonnies, cn Comunidad y Sociedad,7 contrapone los dos tipos de organización social caracterizando, a ia par, el tipo de pensa­ miento que predom ina. En las sociedades en las que prevalece el pensamiento conservador, la sociedad se entiende como com uni­ dad; es decir, los aspectos básicos de la ideología preindustrial serán el predominio de las relaciones interpersonales, siendo la famiJia y Ja religión las esLmcturas confonnadoras de valones co­ lectivos. Los grupos de pertenencia determ inan ias relaciones so6. T. B í H K h ü c j I v >■ ít . N i ü l n v t (rrc rn p n .}, u p , rj'J., p p . 1 0 5 - 1 1 6 .

7. F. Tonnies, Comunidady asociación. jfcnMlana, hfnid'dutjt, 1979, pp. 17-33.

dales. M ientras q ue ia sociedad se caracteiizai^p o n in a dinámica en laq u e el cambio y ia transfonnación son los ejes del progreso. Para Tórwies, esta oigan ¡¿ación tiene su génesis con la industria­ lización. Lo Impersonal, Ja buÉi^álizaciÓn y. en general, ia es tructíiradón de la Modernidad son los si pinos de un núevo modelo de formación social que dará pasíj a la sociedad post-industriaJ. Por lo tanto, la contraposición eiitie sociedad y corm iíi'Jad \-a a pasai-, a lo lari¡o d d sido xfX. a las teorías nacionalistas como signo de identidad ctmiunitahn. Los privilegios estam entales me­ dievales van íi sobrevivir como sustrato ideológico en algunos na­ cionalismos y, sobre? lodo, en d N¿:.:zismo se llevarán hasta sus ex­ tremos ios supuestos teóricos dé la Teoría de la Comunidad* — Ahora bien, si hay un factor que defina al C onservaduris­ mo, éste es su concepto de jerarquía. ! ^ m entalidad conservado­ ra se caracteriza por el «sentimiento de orden», I .a sociedad debe a ju s ta re a un modelo en el que todo debe de estar decretado. EUo supone la com prensión de la realidad edificada de forma piram idal y en donde la jerarquía se hace inm utable. Ls el tijio de autoridad que Weber definía com o tradicional." Aquella auto­ ridad se encuentra en la defensa de ios valores de la tradición y las costum bres de la com unidad. Por tanto, en d pensamiento conservador h ay claram ente dos modelos de jerarquía: la despó­ tica y la autoritaria; esto es. la sociedad considerada como insti­ tución patriarcal y, a la vcíí, com o jerarquía inmodificable. lil Jibviy La Personalidad Autoritaria* de T heodorW Adorno, ¡levaría a cabo el estudio m ás com pleto sobre este tipo de mentalidad jerárquica, estableciendo la escala F —de fascismo— como tipo­ logía no sólo ideológica sido social. E n suma, de todas estas canicleristicas suj'íe la problemática central üue define d Conservadurismo: la oposición entre élites y masas. Problema que tendrá su máxima expresión, en el siglo XIX, en la síntesis que Herhert Spencer h ará entre Darwinisrno social y pensam iento conservador en su libro Pnnriptosde Sociotqgfa™ Dicha síntesis se extenderá hacia ta Teoría de las F.liles de principios del siglo xx con Gaetano Mosca y Vilfredo Pareto, así f t . M . \ ‘J e b e r . E c f t n o m f e y S o c i e d a d .

M c .s ic o , F .C .E ,. 1 9 8 3 , p p .

IS O -S ÍJ.

9. TI-.W. AíIih iio, La P e rx ftu tliia tl A utoritaria Bí(jefl(i* AirtS, P royección , p p .: 2 9 -2 Ti.

tU H,jij!$»r>Cíí. 7?ti? WiTfitj afH í-iLvd Sptuc^r. ÍSá^farilük O. Zdlcr. 1966,

com o en el pensamieiSijtcJ de corte pnet'ascista expuesta ya en La rebelión de tas masca, de Ortega y Gasset, o en la Decadencia de Occidente, di; Oswald Spcnglcr. Para la visión consei-vadora, el término «masa» tendrá un evidente m atiz despectivo. 13e esta forma, el Conservadarism o tníiiii£os de economía, llega a una defensa desenfrenarla, e incluso esperpénlica, del capitalismo. Será con­ tinuadora de estola obra tic Francis Fukuyam a E/ fin de la Hisíoritt1*puesto cjáe, oirá vez, se identifican los C0iK4ptí>s de foiaíidad con iotaíitarismo, y volvemos a un eterno retorno de las mismas argum entaciones y de los mismos enfoques. Ahora bien, ia teoría del fin de la ideología se hacia im prescin­ dible p a r a d pensam iento neoeonservadov para poder legitim ar su c o n c e s ió n social. Con ello, la paralización pülítica que habla caracterizado el final de la Segunda Guer ra Mundial, se trataba 19 F. pxileliyAtrta, t J fin tfc Su Historia. TíjicdimLu Paid6sp 199-3.

de m antener férream ente al desarrollar e! pensam iento neocon­ servador su teoría del «fin de las ideologías*. Pero la situación ya era muy diferente. Las décadas de los años cincuenta y sesenta supusieron una revi tal i¿ación de los movimientos de cambio. Tanto para Bell como para Lipset, Nóvale y Nisbet’0 la reform a del orden social significaba la necesidad de un nuevo orden de­ m ocrático muy distinto del nacido tras la guerra. Pero esta si* tuación hacía reaparecer uno de los pilares básicos de la ideolo­ gía liberal: el rechazo a las políticas igualitarias, que van a ser culpabilizadas como causantes de «un Estado sobrecalzado». La batalla frente a lo que se va a denom inar despectivam ente com o «burocratizaciún asistencial» será el punto de partida no sólo de la tesis del fin de las ideologías, cuanto del program a teó­ rico de una sociología cultural inspirada en el rechazo visceral de la Sociedad de Masas. F.n esc rechazo, empero, se va a produ­ cir una contradicción irresoluble. Por un lado, la reivindicación sin lím ites de la libertad del m ercado entra en oposición con ia capacidad del consum o puesto al alcance de la m ayoría de la población. Y por otro, el elkism o neoconservador de una socie­ dad airaigadaen los valores tradicionales no puede soportar una legitimidad dem ocrática fundam entada en el aum ento de tas expectativas y aspiraciones de los individuos. Ante esto, las cues­ tiones culturales v morales se van a esgrim ir com o causantes de «un individualismo» que m enoscaba los valores de la disciplina y del orden .:| El m odelo cultural neoconservador tratará de cul­ par, en definitiva, al proceso de secularización connatural al ca­ pitalismo de «los m alestares culturales» del siglo XX. Y de este modo, la cultura entendida como orden y tradición se utilizará Érente a otros conceptos de cultura más cercanos y centrados en la defensa de los ideales ilustrados y sus influencias sobre un modelo de democracia social y cívica.

La co n cep ció n cu ltu ra l d e l N eoconsci-vadurism o De todos los autores neoconservadores fue Daniel Bell quien m ejor expuso la teoría cultural de este m ovimiento ideológico. 20. R. Levitas (com p.). T)ie Ideology o f lh t N nvR If^ il. Cambridge, Folity, 1936. I I A-O- H lríttim an.op. cír., pp. 146-1 Sí-

En ISl fin de las ideologías ya se podía observar el interés de Bell p o r fundam entar un mwlelo de sociedad en el que su eje axial era la tecnología. La tecnología había triunfado frente a la ideo~ ¡ogía,!Sy con ello el advenim iento de la sociedad post-industrial posibilitaba una época nueva. La sustitución del sector secun­ d ario p o r el terciario y cuaternario, para Bell, altera la urbani­ zación del capitalism o al elim inare! antagonism o de clases pro­ pio del p rim e r industrialism o. P ite isa m ente, la innovación tecnológica ba logrado tinos íi iveles de desarrollo que lian per­ m itido una unificación de las clases en una clase de carácter profesional, En esta nueva organización, la. democracia legal es­ tablece Jos contornos sobiti lus que se apoyan las actividades libres de ios ciudadanos. Pero la dem ocracia legal no ha pod ido evitar el fuco conflicti­ vo del que provienen las contradicciones de la igualdad ante la ley. Frente a ]•&democracia jjanicipativa, el Ncoconscrvadurismo opta p o r un m areo en el que el ám bito de la libertad se enfoque únicam ente como intercambio competitivo?* d a unos individuos con otros. Es a causa de esta acentuación de ia dem ocracia que se ha producido un cam bio estructural en los ejes axiales del post-industtialism o. En efecto, al no im ponerse restricciones al funcionam iento de la libertad y ia participación, según Bell, lian surgido «peligrosas dinámicas». siendo de entre ellas ¡a «más Lernible» una concepción de individuo autónom o que está oca­ sionando graves «contradicciones culturales» al funcionam ien­ to de Ja dem ocracia legal. Bell se enfrenta a ]o que considera la desintegración y el colapso deJ orden existente.^ Al difundirse ios ideales del Estado del B ienestar no sólo se sobrecarga el Es­ tado, com o afirm aron N ordbatís y Kingf sino que tam bién los gru|JOS sociales presionan a políticos y g o b iern o s para satisfacer sus intereses paniculares. Intereses quer según Bell, se tran sfor­ man en deseos, y deseos iiTefiienables. Cumo se percibe, la aigum entación de Bell se asemeja de m a­ nera muy si mil a ra ia vieja críi icaculturalista de Los elitistas culiu22. Un estudio en profundidad wi; A-W, GouUrter. ¿ a dialéctica de Li ideología y la tecttokígftí. Madrid* Altais-a Universidad, 197fl.

23. R. Axcroíd, La evofotetón de Id cooperación-: el difama ddpriüiotw m y la ta m a de fuegos. Madrid., Alianza, Universidad, Í996 24. D. B ell, * M uderoid;i4 y S a cied a d de M asas: V ariedades de las ex p erien cia s cultu rales». «-íi W .A A ., Industria c u ltu ra l y so c ie d a d efe m asar. Caracas, M onte Ávi­ la, 1992, pp. U -5 9 .

rale.s. En Va i&btüón tk> las MjMas. Ortega culpabílizflba al Ciuda­ dano de su «falta de gusto» y vacuidad. I’l «monstrenco social:> que componían las masas se gan vertía en el responsable de la quie­ bra de la estética y de ia creación artística* Pero lógicamente en este cu lUi raíí sino elitario no se hacía, ni podía hacerse, un análisis délos sistemas educativos, ni tampoco de los complejos procesos ideológicos puestos en Juego para evitar una movilidad colectiva fio sólo social cuantó fundam entalm ente tam bién cultural. Para Uell, por tanto, leis ccmiradiíscium s culturales del capita­ lismo remiten a un problem a de p e d id a del sentido de la disci­ plina que había estado en Lt génesis del capitalismo. Webei en J¿i ética protéstame y elespíritu delcupitalismu destacaba ei papel qué h ética protestante había tenido en la consolidación de un modo productivo Centrado en el logro de riqueza.317 Como ¿tica de t ransic j6nr el protestan Llamo j ia Ltlat i¡lamente fue elim inando el rechazo a Lina riqueza que recordaba m ás a la avaricia que al bien social. La frase cristiana según la cual «anles cotia ría un cam ello p o r el ojo de una aguja, que un i ico en el reino de los cielos*, se con vierte en el tabú no expresado de la sociedad de capitalismo. Precisamente la adaptación de la población, aún feudal, a los imperativos de la nueva econom ía requería un «re­ vestí miento» religioso de la im posición de las nuevas instiiucio nes v valores de! «espíritu del capitalism o". Para Bell, la religión protestante cumplió la tune ton no sólo de habituar a la econo­ m ía de acum ulación privada sino que, tam bién ]Ugró una seculartaacíón ím prescindible para el liberalismo político y sus i n ­ fluencias sociales. La concepción cultural neoconservadota como el liberalis­ mo de siglos anteriores acaba iden Lificando disciplina con orden y autoridad con ¡trfirqi tía. L,as características de este n lodelo cu 1t u ral neoco nsei1va dor se rá n : — La vuelta a la imposición de un tipo de sociedad en la que un liderado tajante apacigüe las presiones de fa población. La? élites «de nacimiento» se proponen com o la garan Lia de una di reeción eficaz ante las cuestiones c¡ue son las cu Ipables de la sobré­ i s , .1. One ¡m ^ ( m

■■n ir w ic ífu r 1/rrri-nniayaí d e Filosofía. MJidrid, Elcviila

d e O e c íih fn te , ( 9 7 0 . 2í .

M . W u b i - r . I m t 'i í & Q p r a í f l ' h m u l ' v í : ! e s p t í ^ i t k t f a f Í ! t i ! i f n H i . n » r t t l o n t , I ’ u i t t n s o b ,

J9SÍ, pp-JI-Sl

carga económ ica y política del Estado. Entrándose de este m ado en una perspectiva antisocial que se ira haciendo cada vez m ás agresiva y virulenta, — La distribución de derechos que, desde el si el o xvm, carac­ terizó el proyecto de la M odernidad ilustrada se convierte en el pensamiento conservador, encabezado p o rBurkc, yen el Neoconservadurism o en la causa del desorden que caracterizará la so­ ciedad del siglo xx. Con ello, se trata de justificarla adquisición de privilegios a p artir de grupos de pertenencia fam iliar Erente a los grupos de referencia, en los que el m érito personal prevalece frente a lo heredado. Por consiguiente, el antim odem ism o será el estandarte de la continuidad del poder y del privilegio por parte de unos; determ inados grupos sociales. _ Este planteam iento en el cam po cultural se convierte en el epicentro de las batallas en contra de la Sociedad de Masas a la que se considerará la vulgarizadora de la variedad ele experien­ cias culturales. A partir de aquí. Ja diatriba frente las m ayorías se dirige h a d a las posibilidades de culturizaeión de la pobla­ ción en lugar de enfocarse hacía la comercialización en form a industrial de los procesos culturales.17 El Neoconscrvadurism o, entonces, identificará los nuevos cam bios de vida social con «degradación» intelectual y creativa. La cultura se va a conver­ tir en el cajón de sastre al cual se culpabilizará de lodos los m ales posibles. Es, p or tanto, sobre los aspectos culturales en donde se diri ■ men las contradicciones del pensam iento neoeonservador, sólo que ahora se entenderá por cultura especialm ente eJ acceso co­ lectiva a un conjunto de derechos sociales y políticos. Y en esle pum o cualquier defensa, p o r m ínim a que sea, de normas y valo­ res universalistas se convierte de m anera autom ática en ideolo­ gía. El uso ideológico del concepto de «ideología», en el pensa­ miento neoeonservador, no dejará dudas. Se unifica el concepto de ideología —considerada com o los juicios de valor de un grupo social dado— con ética - -valores que tratan de alcanzar un deber ser. La distinción weberiana entre ética de la responsabilidad y 21. lil análisis cscncial de La IndiisirlíiH radin y comcrciaJijtacii'jn cfc l:i Cnlüiru ü (¡ue sJjtfnilu: M. Itorkhcim cr y Th.W. Adorno, OMéclicn del /írm rn iin » a Buenos Aire*. Sur, 1971: «L altidusirtii Cultural com o mlsiifEisidiin iIl- I;ls pp 146-201.

ética de la convicción1*será retom ada desde la defensa de la ética de la convicción, cuya adscripción radical se establece en con­ tra de los valores de pretensión universal frente a la ética de la responsabilidad que valora lo político de forma pragmática. Para Bell, la ideología se organizará sobre la ética de la convicción, sustituyéndose de este m odo la movilización de las emociones que la religión había hecho a lo largo del tiempo. Como se afir­ ma en El fin de las ideologías: el partido sustituirá a la iglesia. Sin em bargo, con la llegada de la tecnológica sociedad postindustrial, las ideologías universalistas ya no son necesarias. La desigualdad económ ica y social se ha ido reduciendo, del m ism o m odo que las tensiones políticas. El Estado del B ienes­ tar, el retroceso deí com unism o en e! m undo y los aconteci­ m ientos que sufrió el m ovim iento obrero cti las décadas de los años treinta y cincuenta del siglo XX, han propiciado el decli­ n ar ideológico de tas cosm ovisiones que asediaban a la dem o­ cracia liberal. Para Bell, en consecuencia, ya no se necesitan form as de pensam iento enfrentadas a los valores c institucio­ nes existentes. 111 «lin de 1a ideologías», por consiguiente, ha sido posible m erced a la tecnología y a la libertad de m ercado. Con ello, la cultura adquiere el rol de inleirelación entre valo­ res e instituciones. Es aquí en donde el análisis neoconservad o r se va a m over en tina doble dirección. Por un lado, la quie­ b ra ideológica ha conllevado una arm onización de las clases sociales p o r acción tecnológica y económ ica. Pero por otro, los cam bios de vida y de pensam iento han im pulsado la fonnacíón tle la Sociedad de Masas, caracterizada p o r la variedad de sus experiencias culturales. Variedad que. según Bell, ha vulgariza­ do sin precedentes la creación intelectual y artística.^ Reaparecen en este análisis de la variedad de las experiencias culturales los síntom as de elilismo cercano a los planteam ientos de Párelo, Ortega y Gassct o Spenglcr, Para el principal analista de las contradicciones culturales del capitalismo, la Cultura de .Masas es u n a consecuencia de los deseos de igualdad que propi ciaron las revoluciones políticas y sociales de los siglos xix y XX. Comenta Bell a este respecto:

2K. M. Wt-bír, FAp o lítica y e! científico. Madrkt, Alianza, 1987, 2'y. D. ftd ], íju ; co n tm liccio ih 'í culturales drlcapitaU sm u, Madrid, A)lanza U niversi­ dad, 1987,

Sería íihsiinLlu suponte tjLie tjl agitación y turbulencia (se refiere a ¡aa revoluciones estudian tiles de los anos sesenta I de olnj modo nu st: habrían producido. Ei ejemplo clásico de In trayectoria tie las expectaciancs, presentado porpiirnciii vez por Tooqu«(ifille y desde entonces tediosamente repelido jio:1los especialistas en eiencia.s sociales. noí dite rüngU3$& sociedad tjue promete justldá yr habiendo admitido la legitimidad de las demandas, comierSli lentamente a ab;ir e¡ canino qnn puede luego abrigar la esperan za de controlar confortablemente el torbellino consi­ guiente. Pero junto can el lüttiullo en ascenso de los negros y de los menesterosos Comentó una guert-a ¡íínhíf-ua, y la combina­ ción de ambos hechos, que se [^forzaron mutuanteme, condujo n la creciente violencia ¡menor, la alienación de ia juventud y d trecietite desafío a la legitimidad del sistema cntre ia intelectua­ lidad y li.¡s cuadros diligentes de los jóvenes, todos los cuales han puesto en duda ¡a estabilidad del sistema mismo,10 Cuino se observa, la igualdad y la búsqueda de Injusticia se instituyen como las culpables de ia ílügiadadón lio sólo política sino esíétifcst e intelectual. La m asa ha im im pido en la sociedad v con sus form as culturales pone en pdígTO las señas de identi­ dad de [as poitiodíis egregias. Para líell, en sum a, la sociedad a la que le fallaban instil Liciones nacionales bien defin idas y u n a cla­ se dirigente homogénea y consciente de ser So. se une a través de ios medios de com unicación de m asas. I£n estas condiciones,, el elem ento que ha contribuido a u n ir Jas estructuras dispersas de ia sociedad post-industrial no puedo dejar de ser m ás que una cultura m asitieada que deform a y ernpubiece el significado de a lte t c u l t u r a que, pana los neoeonservadores, no dejaba de ser sino el refinam iento mam! e intelectual de unos códigos de con­ ducta detentados por un pequeño sector d iti gen te de la socie­ dad. De este modo, la igualdad sim bolizada en el siglo XIX p o r la exigencia del sufragio político y en el siglo XX p o r la paridad de posibilidades, —!o qLie para Bell fue antes propiedad ertchisiva tic una pequeña cliLe- -, pertenece hoy a lodos los ciudadanos. Pero en ve/ de subrayar la am pliación de mayores perspectivas para todos tos indivitluos, los neoconservadones dirigirán una serie de acusaciones a la m asa. Acusaciones que, en ningún mo­ m ento, harán alusión a las intlustriiis culturales y com unican JO. Ib íd , p. 113.

vas, ni mucho menos aludirán al poder monopólico de la señali­ zación de unos producios culturales que asim ism o son utiliza­ dos con el grave efecto de em pobrecer y debilitar las estructuras y opiniones democráticas.

El elilism o cu ltu ral Tanto para el Neoconservadurism o como para el Neoliberalismo, el capitalism o es entendido como un sistem a de gestión y de adm inistración altam ente racionalizado cuya finalidad es la m áxim a eficiencia técnica,11 Es!a convicción, sin em bargo, no tiene en cuenta las múltiples diferencias que caracterizan al sislema objetivamente. Ni la explotación, ni la sumisión dogm áti­ ca, ni los fenómenos de persuasión con su correspondiente alie­ nación; cn definitiva, los com plejos aspectos económ icos y sociales que confluyen en un estado de anom ia, son considera­ dos de ursa form a rigurosa. Frente a esto, a u Lores com o Nozick y Fricdm an, van a m antener una posición cuya exigencia central es la estricta observancia de ¡as reglas que garantizan una dem o­ cracia com petitiva de evidente carácter elitista. La dem ocracia legal y realista, lom ada de la obra de Schumpeter,Ji se articula en relación a un objetivo final: prom over el desarrollo capitalista. En estas condiciones, la dem ocracia se entiende estrictam ente com o un método político para llegar a decisiones económicas. Lo que significará la restricción de la p artid pación, ya que son sólo aciertos individuos» los que ten ­ drán el poder de decidir, Peno cn cuanto m étodo político, la de m ocracia requiere la prim acía de la eficacia técnica que proven­ drá del «éxito en la búsqueda de votos», se hace imprescindible así el desarrollo de unas organizaciones políticas caracterizadas p or un fuerte liderazgo político. Con ello, la dem ocracia pasa a convertirse en una técnica cuyo funcionam iento se concentra cn una lucha entre líderes políticos rivales- Hecho que conlleva la pasividad de los ciuda­ 31. El ejem plo n iis c a in íte r (s ü c o d c la utilización d e tos individuos al servicio J e la em presa fueron los csm dios de Tvlor y sus posteriores seguidores ( w .i una visión de conjunto cn: G. Fnedrrutnn v P. N aville. Troautn d t Socinlotifa thd irubajo- M íkíco, FC.E., 1971, pp. 369-384. 3? ) . A. ScliLimtuüei; G ip iiu lis 11a>, m c i a t h i n o y d e m o c ra c ia . M a drid Aj’.ullíu-, 1061.

danos, que quedan reducidos al derecho periódico de elegir a sus líderes- E¡ derecho estático del ciudadano aum enta d iuscentrisino burocrático de los partidos y supone a la larga el que el sistema dem ocrático caiga en m anos de una tecnocracia cada vez m ás a s trin g id a . Eiio originará lógicam ente la dem ocracia de liderazgo y el el ilis mo com petitivo,” De este proceso se va a ir resintiendu la idea clásica di; bien com ún que era el gran patrim onio de ía dem ocracia fíente a los despotismos y autoritarism os. La transm utación de la democracia clásica (la de bien com ún) en democracia legal hace imcalizables los ideales de autonom ía, mejora social y poder autónom o. Se observa, de esta forma, un «arreglo institución a! * que despla­ za la razón dem ocrática hacia la razón técnica. Y al mismo tiem ­ po, se modifica la soberanía de ia m ayoría hacía un gobierno de m inorías competitivas. Se está en la transform ación del d e sa rti­ llo de ia voluntad y soberanía de la m ayoría hacia la sujeción a una civilización tecnológica en la que el ciudadana es una fu n ­ ción m ás de la burocracia. Mas de una burocracia no estructura ■ da en su sentido organizativo, com o había estudiado Weber. sino de una burocracia entendida com o proceso de intercam bio e n ­ tre gnipos que representan diferentes intereses. Pero que, no obstante, concentran ia tom a de decisiones perm itiendo un po­ d er económico cada vez m ás unificado. La subordinación del ciudadano y sit falta de participación en la tom a de decisiones exige ntduclr Jas «dlslunciones» de la tecno­ cracia mediante el empleo de los medios de comunicación de masas. Es en este punto en donde confluye el debilitamiento del orden democrático con ei debilitamiento de la experiencia culLliral. La desintegración de los mecanismos de soberanía |?opu]ar van a conducir a la desintegración de la variedad de experiencias creativas, e intelectuales. Peto ¡o que es un efecto de las estrategias destinadas a la adaptación del orden institucional democrático al orden tecno-estructural, se convierte en el rveoconseivadurismo en un conjunto de acusaciones contra la masa que desplaza de la política a la cultura «las culpas i>de las perturbaciones del sistema. Daniel Bell vulgarizó esas actuaciones al «gobierno de la masa» al convenir en tenia dom inante sus críticas a la Cultura de M a­ sas com o «perversión de ¡a democracia». 33. J.A. ScbumfKfói', ¡m p étia tism ftyctesesso cia le$ - M adiid, Trenos,. 1965.

La prim era acusación efectuada a la Cultura de Masas fue su tendencia a la igualdad social.1* Tendencia que desplazaba el concepto de cultura, considerada com o creación artística, a Ja culi Lira en tendida com o estilo de vida. La sociedad de masas, cn la crítica neoconscitadora, es defi­ nida por la capacidad de deform ación que ejerce sobre todas las instituciones. Para Bell, N ozickoM cD onnaldrla nivelación eco­ nóm ica lia traído como consecuencia la desvírtuación de la alta cultura. DwijiKt McDonnald considerará la degradación cultural y estética p o r la capacidad que las m asas Lien en de convertir en «barato, vulgar y amoral* la creación estética,15 La m ayor paite del m aterial televisivo y de las revistas de consum o se define por esas características y incitación a la violencia. La violencia se convertirá en el tem a constante de ia crítica neoconservadora a ki Cultura de Masas. Y así se tildará de «barbarie™ todo aquello en lo que paiticipe un am plio grupo de jjoblación. Las acusacio­ nes a la Sociedad de Masas, hechas por e¡ Neoconservadurismo. se irán increm entando conform e haya m ás participación social en los bienes culturales que habían estado resellados anterior­ m ente a una m inoría restringida. P ira Bell, la JVludemidad ha conducido a un tipo de igual’ dad que ha di suelto las barreras entre las diferentes clases de m anera que nel refinam iento moral e intelectual» propio del arte se ve dañado por la aparición de las m ayorías en la H isto­ ria, Com enta Bell: El tema cíe [a igualdad —simbolizado en ei siglo xix en forma evidente por la exigencia dei sufragio político y en el siglo -YX por ia paridad de posibilidades—, til hecho de que las masas rechacen su exclusión de la sociedad, se transforman en las características determinantes de la sociedad de masas. El cstilu de vida, los derechos, las normas y los valores, l*I acceso a k^s privilegios, la cultura, todo cuanto fue antes propiedad exclusi­ va de una ¿ H it, perienece h o y ¡j todos. F,n la sociedad de masa* d e m o c r á tic a el hecho de poseer un lugar ¿h la sociedad implica lanibién oirás cosas: significa no sólo participar de Jos frutos de la sociedad, sino también poseer ct derecho —y la oportuni­ dad de elegir Elegir ios legisladores, elegir un n abajo o una 34. El. Bell, W;ns. til., p. IS-21. 3 5. [1. MtDrmfllii, - Masscul t y Miden!y», e n W.AA , ¡ndusiria c*ytítumíy sociedatidt :r-¿Jr¿.\. Veis. cLl., fip. Sy. 14 i .

profesión. elegii el. lugar para vivir, elegir los amigos, elegir lo que se quiere comprar. Resumiendo; tener el derecho de enun­ ciar y pronunciar iniciasen iodos los sectores di; ía vida, desde la política hasta el arte,M

Comn se observa, Bell achaca a la posibilidad de elegir tos males de la sociedad pos t-industrial. P ata el Neoconservadurís¡no la Sociedad de Masas se rcfieio siem pre a desorgai tizaciótt Be!l establecerá une paradójica identificación enítre m ultitud i>¡tUfenenciada y hurocrati^ación. La auscncia de un análisis ]X>rm enürizadü de las condiciones en las que «la mulLitud ha in u tu­ pido» en la sociedad del siglo XX. permite un tipo de ensayismo en el qtie expresan conjuntam ente, con ideas matizadas, Lambién nom crosos puntos de vista muy cercanos a ¡ m odelo de pen­ sam iento elislisla de Spenglcr. En este punto, renacen m uchos de los lemas de la Psicología de las M ultitudes de Le Bou y del pensamiento política de Burke*-17 Temas en Jos que sobresale el interés por fcs cambios de vida como factor esencial p a ra la homoge negación de Jas clases sociales. E n efecto, pata lo sa n tores neoeonseivadores, la Sociedad de Masas ha roto con el concepto de sociedad referido a un pequeño grupo social de culluia refinada y que é jerd a tancas diligentes. F.n es Le grupo, los niveles de *alta cultura* frente a «cultura p o ­ pula]-» quedaban muy delimitados. La -alta cultura» definía a los sectores hegcmónicos, mientras que «la cultura popular* encar­ naba las señas de idcnLidad de una sociedad nacional Pem este esquema se quiebra desde el m om ento en el que aparece la Cultu­ ra de Masas, y ruinosam ente los máxim as difusores de ¿sia cul­ tura serán, a la vez. b s mayores detractores de ella„ La sociedad post-induslrial, que carecerá de insl Í1Liciones nacionales bien de­ finidas _v; según Bell, í le una clase dirigeule consciente de serlo, se integra m ediante los m ensajes de los medios de com unicación de masas y su correspondiente cultura. Se va a producir en el pensam iento neoconservador un re­ chazo radical a la cullura masificada que va a provenir de ia crítica no a su función económica, cuanto a la apariciún de esti­ los de vida que unifican conducías y códigos sociales.Ji La cullu ■ 36. D .B d í, M odernidad y so cied a d de m asas. Vbrs. Cil., p , ] 5.

37. T. HondciichP£ / cúnscrv&dtiritmo* Rsiiretona. Península, 1993. pp. 63-100. 38. El nrtliazo A «tas mASas* tto se entiende com o un mechazo ¡l los procesos di

na así deja de concebirse fundada sobre la creación de obras de arte, Vpasa a Considerarse cuino la organización de estilos de vida di reclamen Le nacidos d e la televisión. La televisión se equipara con el Sufragio político, al que se considera el origen de ta igualdad que ha llevado a la posibilidad social de elegir, rom piendo las clases v niveles de diferenciación. Por ello, la población rehm dica sus derechos y su lugar dentro de un modelo de sociedad que crea una dase media en u n tapido proceso de consolidación. Precisamente el increm ento de esta nueva clase media es el que origina en el pensam iento neoconservador sus más exacerbadas diatribas contra ]a exigencia de igualdad, ya que la oportunidad de elegir asigna a ia com unica­ ción —la televisión— la función m ediadora entre el poder y la colectividad.1* Las m iñonas ven entonces recortadas sus «misio­ nes" ante ías masas, y con ello la discusión sobre la pérdida de privilegios se transm uto en discusión cultural sobre «la vulgari­ dad» de Jos gustos colectivos. lil pensam iento neifconscrvador se va a teñir de algunos de los tem as que habían sido enunciados p o r las Teorías criticas, llevando a m enudo a una confusión entre las fonnulaciones neomarxistas y las acusaciones elitistas contra Ja m asa. Lsa con­ fusión que va a p eid u rar hasta nuestros días, se observa en la diferenciación entre alta, media y baja cultura,™ Sin embargo, en esta diferenciación no hay que olvidar que lo que realm ente .se está debatiendo son los problem as de los nuevos estilos de vida asum idos por el conjunto de la población. Las cuatro acusa­ ciones cuntra nías masas» que formulan los neoconservadores se resumen en: — lin la C ultura de Masas las obras del pasado son desvir tuadas porque se pierde su fin al presentarse en contestos d e­ gradados. — Hoy las obras m ediocres y m edianas reciben un trato com o si fuesen a rte serio porque parecen difíciles, a pesar de m anipulación y ptcíiuaslí'm juiesiws en murvtui por el capitaJiSíflO tnrdiu, sino tu m o

una reivindicación de una concepción elitista de los derechos cultu rales? políticos de jas mlrwiriiis. Ha tfste sumido, un análisis riguroso en: T. Botlomortf, Élites y sociedad. Madrid, Taíasa, 1995, pp, 71-97, 39. R. Cram pío, Ciase y estratificación. M adrid,Teenon, pp- 216-224. 40, U, E co. A pocalípticos e integrados. Barcelona, Lum en, L9S4r pp. 39-79.

que no lo sean tanto p o r el nivel de sus intenciones com o por sus tem as y estilo. — La m ayor p an e del m aterial televisivo y de las revistas de consum o es barato, vulgar, am oral y degradante. — La invitación a la violencia es p an e principal de los contenidos y m ensajes de los medios de com unicación masivos. Estas acusaciones en contra de la Cultura de Masas, no obs tan tehsilencian quiénes producen tal cultura y con qué flnalidades. Se culpabilizan los contenidos, pero de ninguna forma se analizan los emisores que están elaborando esc m odelo cultural. La confusión entre neoconservadurism o y teorías críticas se di luye desde el mismo m om ento en el que se aclaran los centros de emisión desde los que se organiza la Cultura para Masas. El p en ­ sam iento neoconservador nunca precisará el núcleo de dom ina ción hegemónico que se transm ite en los mensajes masivos. Mien­ tras que, al contrario, el pensam iento crítico tratará de precisar este aspecto de una form a prim ordial. Por tanto, la mideuh o cultura inedia se vuelve el m ás temible adversario de la cultura hum anista clásica o «cultura superior». Para Bell, Ea cultura media incorpora criterios de la «alta cultu­ ra »r pero al vulgarizarlos los inactiva. 13cll recuerda, com o ya se ha com entado, algunos planteamientos de la rebelión de las m a­ sas. En La rebelión de las ¡nasas se rechaza el ingl eso de las masas en la sociedad y p or ello esta incorporación es presentada com o el derrum be de los estudios hum anistas.1" Ortega contrapone los estudios clásicos a la especializaciún científica. Mas la especial i* zación no se explica com o producto de una división del trabajo exacerbada sino como una creciente disminución de los intereses intelectuales. La interpretación neoconservadom de Bell le lleva a situarse en una situación intermedia entre los postulados de i£dgar Morin y de ílan n ah Arendt.*1 La cultura, pues, se consume com o mercancía, siendo su rasgo distintivo la aparición de la «mueva sociedad de los adolescentes*. Éstos intentan no incoipo¡arse a esa Sociedad de Masas de la que proceden. El nihilism o o la delincuencia son las únicas jjosibílidades de fuga que les deja la sociedad de neocapilalismo. Entre esas dos posiciones vitales, 41. J. O rU 'fi y Cmtsstt, Iji rebelión de ¡Oí mas¿u. Obras Completas. M ailrid, A lia n » , 198.1, (orno IV. 42. H. Aicndt, La crise de la Culture, París, Güllim.ini, I9S9-

civan su inundo y eligen a sus héroes, E n la sociedad de la despersonalización, la insaciable exigencia He personalidad lleva a los jóvenes a una cultura juvenil en la que los héroes adolescentes se transforman en estrellas. En estas condiciones, la Cultura de Masas será anticultura, pero la modificación de la cultura no será un proceso simbólico sino un proceso industrial. Un problem a se hace centra] cn el análisis culturalista neoconservador: la carencia de un centro de gravedad que p u e­ da definir al sujeto culto. La M odernidad perm itió tina gran variedad de experiencias culturales. Variedad que queda incor­ porada a la Sociedad de Masas en la m edida en la que el núm e­ ro de esas experiencias se ponen al alcance del «hom bre co­ mún». De esta forma. Ja Sociedad de Masas contiene la tradición de lo nuevo. Esta paradoja del acceso de cada vez m ás indivi­ duos a las experiencias culturales y, a la vez, la im posibilidad dé establecer u n centro cn donde el intercam bio de ideas, ¡a libre discusión y la creación independiente fueran los resultados ob­ tenidos que perm itieron un sentido vital beneficioso para la sociedad, significa que la sociedad de m asas fluctúa entre un aum ento de experiencias vitales y, a la par. un conirol social que litnita Laíes experiencias. Para el N eoconservadurism o la Mo­ dernidad ha im posibilitado que las diferentes élites puedan en­ contrarse a causa de la carencia de ese centro valorativo y sim ­ bólico hegem ónico en el que la Sociedad de M asas se percibe com o la culpable de esa s¡tnación.4r' Según Bell, París o Berlín fueron a principios del siglo XX los centios desde los que em a­ naban intercam bios artísticos e intelcclútiles nuevos. Todo ello ha cam biado de una forma absoluta. E stados Unidos por sus dim ensiones geográficas y la variedad étnica de su población es el ejem plo de lo que Neoconservadurism o define com o anticulíww.44 Ahora bien, ¿qué sentido tom a este térm ino en lo que Bell describe com o las contradicciones culturales del capitalis­ m o actual? La cuestión que determ ina el elitismo cultural, proviene del fundam ento más específico del Conservadurism o y Neoconservadurismo: la búsqueda de un a jerarquía que restituya, la pérdi­ da de autoridad cultural. La jerarquía de nuevo se constituye en 41. Un libro sum am ente rtp t vul-mmi Ivti tie esta situación es d tic P. E. lícrircj'v ] [. Kdlrn.T, Un m u n d o sin hogar. SaniíUider, S al te r íiw , 1979, pp. 171-213. 44. D. Bh-'U. L is cv n tH H ftc c io n e s c u ltu r a le s d el c a fr ita la n m . Vtrix. t i l ., pp, 169*171.

el elem ento esenciitl de este lipa de cosmo visión. Los éntreleni m íenlos maslyés son pratisianente la negación de esa jerar­ quía artística e intelectual. El cine, el circo o los m edios de co ­ m unicación aecnLúan el elem ento visuíd y la búsqueda de novedades. I -a variada gam a de diversiones rep resén tala apari­ ción de un m ercado en el que la Cultura de Masas funeioru como la m ercancía de mercancías. El m ercado, sin embargo, para los néaiSonservadares no tendrá ninguna responsabilidad a Ja h o ra de generar un com ercio de im ágenes y contení dos. Siguiendo su linea argum enta!, no sei-á in m erca utilización de los deseos la q u e degrade la cultura, es ia incorporación de una amplia población —¡las masas!— la causante del derrum be de los estudios h u m anisLas. Así, la argum entación de Bell recuer­ da algunos pian team ien Eos orteguianos, sólo que ahora la cre­ ciente dism inución de los intereses inLelectuales y estéticos pro­ viene de las dem andas de los gustos del público m asificadoque se define com o rf no y miUriple. Según BeJI, la m asa hoy form a parte ele Ja sociedad y consti­ tuye p a ia la cultura el público m ás am plio de la historia, lx»s p ro d u c to res—Considerará el au to r de El fin de las ideologías— han de tener en cuenta cuáles habrán de ser las ganancias en un m ercado lo más am plío posible. El m arketing televisivo y cinem atográflco ten d rán e monees que hasarse sobre ia unidad de m edida del costo p o r em isión, y cuanto m ayor sea el núm e­ ro de 1ele visores que sintonicen Un program a m ás bajo resulta­ ra ese costo.v Por tañí o, la Sociedad de Masas no supondrá sólo un am plio público, im plicará tam bién el desarrollo de dife rentes tipos de públicos, con gustos e intereses muy diversifi­ cados. Con ello se consolida Ja quiebra de la cultura puesto que el problem a industrial consistirá en cóm o llegar a ese público con el m en o r costo posible. F.l m enor costo posible acaba llevando n la crisis el modelo de la «alia cultura». La industria editorial se m uestra el míis claro ejemplo de ello. Ni las subvenciones ni Las ayudas estatales pueden evitar Ja crisis ante u n público disperso. Este público disperso necesitará de críticos activos que le desbroce sus entre45. JoJin L angerefi l # fefevOi'irfrt sgttsaciQ twíisia (B arcelona. F a ld ó n 2 000) analiza Ut rt‘.M Lojiusnicaii^i m ediante una lectura textual de ]as n oticias d e «sucesos-», con clu yen d o en el pod er com un icativo de un tipo de program ación que ftelúa convijtiendo a Las aud ien cias en fcujeios regresi uis.

Lt-nimienlos, La com unidad hom ogénea de ¡a sociedad de m a­ sas quiere estar rápidáin¡entt inform ada. peiu con el m enor es­ fuerzo. listas valo¡'aciones neoconservadoras de Bell rem em o­ ran algunos délos análisis frank Fuñíanos, sólo que en Bell no es la sociedad de m ercado Absoluto ]a que h a Iransform ado a los individuos en «hombre-masa». TikIo ln contrario. Es la masa Ja que ha osado entrar en el ^sacrosanto templo» del oonocimien­ to reservado p a ra las minorías. Para Bell, [a creación cultural e intelectual ha sido superada por el público. Y por ello, el elitismo de los Neoeonservadores tratará de volverá la población a los niveles Vestilos de vida no sólo anteriores a la sociedad postindListrial cnanto específicamente ala s «armónicas» com unida­ des preind ust ríales*1 La vuelta a itn pasudo intemporal se esLablcce com o el ideal neoconsei’vador. La gran instauración de una sociedad organi­ zada según los principios conservadores se sitúan cu un rena­ cer rlefo tradición. Pero p o r tradición se entienden las costum ­ bres preindustríales anteriores a la aparición «de las m asas en la Hisioriaw. Es desde ese visceral rechazo a la colectividad des­ de donde el modelo cultural representado por Bell, rechaza todo aquello que ha m ejorado las condiciones de vida de la mayoría. Así en un libro tan representativo com o c s l a í contradicciones Culturales del capitalismo, se culpa a la técnica de la pérdida de un m undo en el que lo sagrado actuaba com o vinculo de cohe­ sión social. Sin analizar el uso de la técnica y quienes detentan el poder sobre ella, Daniel Bell proclam ará com o salida de la «crisis post-industríala, Ja propagación de la religión a las m a­ sas. Bell com enta en este sentido: Si la concepción de Durkheim es válida, podernos contemplar ia ^en'sís de ia religión» en una perspectiva diferente de la con­ vencí onal. Cuando los filósofos, y ahora los pcriudisUis, escri­ ben sobre el declinar de la religión o la pérdida de la te, liabitualmente quieren significar que el sentido de lo sobrenatural, las imágenes del cíeio y del infierno, del castigo y la redención, han perdido su imperio sobre los hombres. Pero Dnrkheini ar­ güía que la religión no deriva de una creencia en lo sobrenatu­ ral o en dk>9C3 , üinn de una división del rtlurídíi (eo&as, tiempos, personas) en lo sagrado y lo p reían o. Sí la religión está detli4S. P. Erriger. B. B ergcry H. Kctlner. Un

sin hogftr. Veri, til., pp. 1 }5 175.

liando, ello es ponqué el ámbito se ¡ia estado contrayendo, y poi que los senlitmenlos roínparüíios y los lazos afectivos en1re los hombres Se han hccbo difusos y d(íbÜfc>, Los elementos primordiales que suministran a loshüttíbres una identificación y r e c ip r o c id a d afectiva — la fa m ilia , Im s in a g o g a y la iglesia, ia comunidad han menguado, y las persona* han perdido la capacidad de m antener r e l a c i o n e s pertinentes entre si, en el tiempo y cn el espacio. Decir, pues, que «Dios ha muerto» es, en efecto, decir que los vínculos sociales se han roto y que la s o c ie d a d c s t í m u e rta ,* ’

El proyecto social y cultural ncoconscrvacior, p o r lauto, traía de «restaurar*, siguiendo la term inología durkhcirriiana, la so U daritfad mecánica frente a la Solidaridad orgánica', es decir; dar un paso atrás en los procesos de tas sociedades industriales re­ tom ando a las fases en tas que la unidad orgánica y la indiferend a c ió n social eran los signos de las sociedades arcaicas.-14Bell, au to r de una obra que indagaba en el post-industrialism o en su célebre El advenimiento de la sociedad post-indnsíríal, concluye su análisis culturaba La to n una apelación a la com unidad frente a la sociedad, y en este recorrido el tem or a las m ultitudes, de nuevo, recuerda los planteam ientos de Gusltivu Le Boíl y Fredolie Le Play: el retom o a los principios religiosos to m o único vínculo social posible. Se abre entonces una salida que unifique las tres esferas diferenciadas de las sociedades de capitalism o avanzado: la estructura tecnoeconóm ica, cuyo eje es la eficien­ cia, ta esfera política con el núcleo de la igualdad, y sobre todoj la esfera cultural que intenta la aiitorrealización para todos Jos ciudadanos. Ahora bien, la salida a través de 1a religión para leunificar un orden social habitado por múltipJes contradiccio­ nes índica el espanto que las élites neoconservadoras experimen­ tan ante ta expansión de los derethos de ta ciudadanía. El eliLisuro cultura], en sum a, seguirá presa de ta ideología burkeana de] mal metafísico: derechos para los pocos y deberes para los m uchos, El m iedo a la M odernidad, del que Edm und Burke fue máximo represen iante, pervivirá casi dos siglos después en sus continuadores ideológicos. 47. D. BcLL, L a s fo?ifíW¿¿'cí¿jPífic tilü tr s ia ¿¡ticapiiali¡Orto. Vers. cit., p. 151. 4 8

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El Neoconservadurism o presenta tina percepción de la cul­ tu ra en la que renace un elitism o m uy vinculado al pensam ien­ to d a rv in ista social del siglo xix. A este respecto, se identifican [os valores de los grupos hegem ónicos con los valores de un tipo de cultura caracterizada p o r su calidad y elaboración. De una m anera interesada, por tanto, se trata rá de justificar su posición de poder y privilegio, identificando «poder económ i­ co» con la tópicam ente denom inada com o «alta cultura». El precio define el valor, incurriendo en el proverbio m achadiano según el cual «el necio confunde valor y precio». Pues bien, m ientras que en el N eoconservadurism o se culpa a «las masas» del deterioro de los gustos sociales49en un ejercicio de cinismo ideológico visible, serán las Nuevas Derechas las que rechacen radicalm ente cualquier interpretación que trate de explicar el uso ideológico de las m asas por parte de las industrias del es­ pectáculo y del ocio. Poro lo m ás específico de este m ovimiento va a provenir de la utilización de la obra de N ietzsche como m atizad ó n im prescindible al d arv in ism o social de Spencer. De esta form a, se introduce un nuevo elitism o con caracteres nue­ vos y diferentes. En efecto, en terminología polUológíca se podría definir como pensam iento de derecha aquellas explicaciones de la realidad que justifican los privilegios de un determ inado grupo o la perrivencia y m antenim iento de ciertas situaciones sociales de poder heredado. El Tradicionalismo, los nacionalism os conservadores, ei Fascismo, el Nazismo, el Neoconservadurism o anglosajón y el integrism o católico «podrían entrar en esta definición.5®Pero tam bién cualquier movimiento político en el que una m inoría se im pone a una mayoría, aunque esta m inoría convencional men­ te se autodeliniese com o «izquierda*. La ley de hierro de ¡as oli~ garquíás, de Robert Michels,51 sigue siendo muy válida en el eter­ no debate entre «lo que sería de derecha» y «lo que sería de izquierda». En estas condiciones, el debate se zanja cuando una 49. A* d í U enoisi y G, Fayer / ü í ideas da tu «tfrrn-va Dcrechit». B arcelona, E diciones

d t Nuevo Arte Thor; i 986. pp. 583-585.

50. H. Dubtc3r¿Qaééscln¿acortftíVQdunsrrto?Barcelona, Amhropos, 1993, pp. 71-87. 51. R. Mkhcts. htf pariirftupolíticas. Buenos Aires, Amorrortu. 1984, pp. 153-196. Segundo'Tomo.

m iñ o n a acapara el poder y privilegio social y cierra los ñu'.caílis­ iaos v procesos de movilidad colectiva. Pero refiriéndonos ai caso específico de la. cu itu ni y sus diferentes concepciones, lo cierto es que el paso que va del Neoconservadurism o a las Nuevas De­ rechas pasa necesariam ente por señalar sus sim ilitudes y dife­ rencias para establecer las transform aciones que, desde finales de la década de los años ochenta del siglo XX, han diferenciado a unas teorías de otras. En prim er lugar, Ja Nueva Derecha form ulada en Francia y vinculada a la asociación cultural GRECE encontrara sus órga­ nos de difusión en las revistas Éludcs el Recherches, Élettient, ¡ i e i m d a l . Arta, NouveBe É cok y Panorama des ! d é £ S Actualles. F.n todas ellas se expresa el ideario que representa una defensa ttesorbilada del antiracionalismo metzsckeano. Esto se expone de m anera explícita en la concepción que de la Modernidad tienen M ain de Benoist y Guillaumc Faye,53 los dos autores fundam en­ tales de esta teoría. Para ellos: Rechazar globalmcmc la modernidad sería pues dar prueba, de falta de inteligencia, puesto que podemos reconocer como posi­ tivo lo que las ideologías dominantes Icen como negativo. En lal caso, estemos atentos a la postura de un Heidegger, que descu­ bría en los tiempos modernos, nihilismo y luminosidad. Gu.aidfrnonos de encerrar la modernidad en un oprobio idealista, a La manera de Rene GuCnon, o en un spenglerismo muy simplifi­ cado, reforzado por las extrapolaciones apresuradas que el con­ servadurismo ha sacado generalmente de las filosofías de Justus Moscr, Fichte, Hender, Btirite o de Bonald. Es realmente muy fácil no ver en la modernidad rada más que el efecto perverso deí «racionalismo anglo-francés», o no reconocer en ella otra cosa que los viles resultados de una técnica siempre «materialis­ ta». Por otra pane, el anti-modcmfsmo de la derecha coincide actualmente con el de la iwjuierda: comulgan ambos ahora en el paradigma conservador de una sociedad estabilizada, p e n e tr a ­ da de una armonía inmutable, ya se denomine «Tradición» o *Razón* igual ¡taria.*1

La «tradición occidental» se identificará con una vuelta a lo que van a considerar como «la verdadera tradición»: la vuelta al S i. A J e B en oisl y G- F aye.op, c¡(,. ¡ip, té 9 ,!ü 4 . S J ./tr d .,p p . J74-J7S.

clasicism o gríegúboquici^ iareelaboi 'ación de la transm u nación de ¡os va ¡ores nietzscheana y la reform uiación del D arvinism o Social de Spencer, principalm ente cn su ataque al Estado y sus instituciones. En toda esta «verdadera tradición», em pen); 110 se pueden obviar las influencias latentes de los nacionalism os con­ servadores, del mñs rancio tradicionalism o y. desde luego, los conceptos m ás acerados y radicales en contra de la Revolución Francesa de la obra de E dm und Burke. Se tratará, por consi­ guiente, del ataque a una m odernidad que se equipara con una especie de «anarquíaitm alitaiisla». Ese «iguaJitarisimíi decadente» lo centraran Benoist y Fáye en los efectos de la CulLura de Masas proveniente de Estados Unidos. Será en este punto en donde la Nueva Derecha trate de establecer su diferencia p rin d pal con los Ncoconservadores. En efecto, el a n ti-igualitarismo ha constituido la seña especi­ fica de la identidad de los pensam ientos conservadores y elitis­ tas. Sin em bargo, m ientras que el Conservadurismo de Enrice y el D arw im sm oSoda! de Speneer giraban sobre el re d ía lo visce­ ral de! modelo de racionalidad ilustrada com o eje de la sociedad, en la Nueva Derecha se reaccionará raíl ¡calmen Le frente a aquelio que reprima los impulsos e instintos ¡maltírales» en favor de Ja razón.5* La entrada de N iet/sche C olabora la tradición darwinista en la dirección de «un renacer de las verdaderas tradi­ ciones occidentales», descartando dees)a tradición el cristianis­ mo, el capitalismo y el socialismo. Y en esta pirueta ideológica se identifican la primitiva com unidad cristiana, él Derecha Na­ tural, la iázón crítica y... la Cultura de Masas exportada ¡>or lis­ tadas Unidos. En 'es naturales, por tanto, li luí que­ dado supéditadiLs a la ciencia v a la técnica, y can olio el dom i­ nio sobre los instinLos hum anos se ha consolidado. Do esta form a, se equipa rail tr.il iLas turnadas de m uy diferentes teorías sociales y políticas. Como ocurrió con las ideologías del Fascis­ mo, e] sincretism o con el que se asim ilan ideas a m enudo for­ m uladas p o r auLores inconciliables—M am, Adam SniJtíi, Karl Popper, Max W eliery Vilfredo Párelo— es característica de las fo rm u lad unes en Lis que se [rala de justifica]- su anli-igunlitaí'ismo y su anti-inlciétlualism o. En últim o Lem i ino, toda su critica ConvéÍEC en u n a idea central: la defensa sin tregua que la Nueva Derecha hacc do la naturaleza desigual de los seres hum anos. - 1O tra ve?, se confunden los conce p tus de diferencia de capacidades y aptitudes con desigualdades sociales, económi­ cas, políticas y culturales. Rousseau reaparece com o «enemigo público* frente a u n Nietzsche desfigurado y recortad ¡J, recoidándose m anipulaciones nacionalsocialistas de ia obra del filó­ sofo alem án. Pero, ahora, el individualism o y el igualitarism o son rebatidos p o r Un totalitarism o biologicista. La paradoja nu puede re su ltar m ás curiosa, ya que, para la Nueva Derecha, el igualitarism o reprim e los instintos naturales de la especie, Y ese igualitarism o no es un proceso histórico de Lucha p o r am ­ pliar los derechos colectivos, liste aspecto se obvia y se silen­ cia. Frente a ias luchas históricas políticas, sociales y cultura­ les, Heno i si y Faye sitúan sobre los instintos la transform ación cultural. Para estos autores, hay que re to m a r a los instintos perdidos en el proceso evolutivo. Por consi guíente, «el hom bre presocial» hobbesianpsigue siendo la referencia del pensam ien­ to hiolo£icis(a d é la Nueva Derecha. Pero la reivindicación ^de la anim alidad del ser hulflano» pasa p o r la construcción de un nuevo tipo de m ercado alejado de cualquier intento de articu­ lar una sociedad de individuos con derechos v deberes. Será a partir, dei lech azo al individualism o y al igual i Larismo sobre los que se edifique la revisión de los conceptos neonieLv.selítanos de tiem po e irracionalidad.5® Como en el D anvinistno Social de HerberL Speneer y sus seguidores, la concepción biológica de bcitoist y Faye fiarte y xv G Favi.'. l.a .Vc¡H\t&é Soctt.ié th Cínjsumnuiiiun. París, Le LabyriiitJie, 19i\op. cíf., pp. 35 y wt. f.S. A. de y G- ra> e, íij>. cit.. pp. lóíVlS-l,

1

[T hk:i ík : indivÚ ltU íS , s i n o e n el p u e b lo . Pei'O n o e s e s te í !ííQ.S: es. tn c o n f i g u r a c i ó n , l a e n c a m a c i ó n t-ren l» — p n l j r — y, e n e íin ü i'c u t n e i a , d . p u f i i o J e c r i s t a l i / a d ú n tl o f id e lo p a n i c u l í i r p u e d e a b r i r s e a lo u n i v t n ü i t .st|

La defensa de] ctuas frente al dem os es característica de ios pensam ientos coiis ervad orc s desde su fundación. Si lípasam os el Concepto de Nación y de listado desdé Edm tm d Burke hasta H erbert Sjteítcer nos encontram os con un apoyo exaltado a un significado de irpucblo» en el que late, de nuevo, «la com uni dad de sangre™ com o sinónim o de «5 0 c iedad ». En estas condi­ ciones, tu cu ltiva es pura costumbre entendida com o folklore. Ll individuo queda enm arcado en «su esLitpe», y tal estirpe se identifica con la Mac ion/° En este pinito, nía grandeza de !a N adóri* se resum irá en un com puesto orgánico de miles tic individuos heterogéneos que cum plen su función dentro de ese cuerpo, consiguiendo su funcionamiento general. Siguiendo es La concepción, hay un determ inism o fundam ental, ya que cada individuo lom a conciencia de su situación «en su lugar ocupa­ do en la com unidad», y ¡entendiéndose a sí m ism o com o p a n e del gru po comLtnilano. Con lo cual * la com unidad* frente «a Leí sociedad» recuerda directam ente la exposición de í'ómhes al en lren lar !a sociedad pivindustria! a la industria] y, desde lue­ go, la posterior post industrial. El ruralism o reaparece com o único ejemplo de existencia, pero en este m odelo de sociedad com unitaria el individuo no tiene siLioen cuan lo individuo per­ sonalizado y auLÓnomo. El ant ikantism o y e! rechazó ai m ode­ lo ilustrado de individuo consciente e independiente se con vierte en adversario a den i b ar enn un odio tan profundo que, a m enudo, recuerda las form ulaciones m ás encendidas del Na­ z is m o y d e l l-a s e Is n lo . I.a división del m undo entre amigos y enemigos —que lite el punLo central de la ohra política de Cari Sehm itt— ceafimía el hohbes i¡mis m odelas Nuevas Derechas.*' Fn es Le sentido, el m un­ do es un conjunto de naciones en lucha perm anente. E! enemi­ go, empero- hace tom ar conciencia de pueblo com unidad. Líi existencia del enemigo consigue reafirm ar un grupo com o pue* Sil. ¡hid. , (i. 3¡tó. ¿D. Jtíií,. ppv j í J-391. fil C. .Ktluni'l. Í!\írffÍjfH ftn¡i!\snfi, (vtídrtll, Oimcvl. J97S, pji. 9S-166.

blo y le pone cn estado de tensión para la consecución y logro de la victoria. La lucha, p o r lauto, se convierte en sinónim o de poli(ica y, como resultado, en sinónimo de vida. Nielzsche y Schmitt son reasum idos en un vitalismo que sitúa la política como ta actividad hum ana m ás im portante, quedando el resto de esferas de la vida som etidas a ella. La función del ciudadano, pues, será la de apoyar la consecución de los objcLivos políticos. Para Benoist y Faye, p o r consiguiente, la econom ía queda som etida a los objetivos nacionales, debiendo ser gobernada por el Estado, y no al contrario. La Nueva Derecha se enfrenta al sistema capi­ talista y ai sistema socialista., pero volviendo a una fase histórica semejante a la enunciada p o r Goebbels y los teóricos del Estadofuer/a. Como se puede percibir, la crítica al capitalism o recuer­ da de un modo directo «las críticas» irracionalistas de autores tales com o Spengler o De Maistre y De liona Id. Sólo que ahora se presentan como «solución definitiva» a todas las teorías y au­ tores de tendencia crítica y dialéctica, Pero com o es connatural en este tipo de pensamiento, en «esa solución definitiva» lo que se oculta es la absoluta anim adversión a la posición ilustrada y racional sobre la realidad y el individuo. El proyecto social v político —y de este m odo político-cul­ tural—, cn sum a, se resum e en la articulación de un m ercado interno capaz de c rear m onopolios nacionales con un Estado nacional de etnia definida y fuertem ente asentado sobre una cultura com ún que articule «el hecho evidente» de la desigual­ dad de sus com ponentes.4* Este E stado deberá tener una es­ tru ctura jerárquica en la que se reconoce el m érito, pero sin rom per la distribución desigual de ta estructura orgánica cn la que se asienta la sociedad a través de roles y estatus claram ente determ inados por el grupo de pertenencia com unitario. El Conservadurism o de las Nuevas Derechas queda de esta forma asen­ tado en un sistem a de enseñanza y de cultura cn el que se incul­ can «los hábitos suslilutivos que hacen del hom bre un ser superior». Ahora bien, en «esa superioridad» será la genética la que tratará de desarrollar en ellos aquellas habilidades necesarías p ara el grupo de poder. Todo queda jerarquizado, y la cul­ tura pasará a ser un sistem a de valores que cim enten ct cuerpo social, actuando preferentem ente para que el individuo se sien62. rt.1V SmilK, íü.1. la tría sd eln a rim a lism o . FiarVAjtona, Pentnsuta, tf)76,pp. 319-351.

ta encuadrad? genero de 1a ptgar¡ización.*s Oiíiam aación en 1? que no pueda existir ta lucha de clases, ni n ingún o tro tipo de conflicto social, cultural o político, i ¿i organización política jelán^uica debe tener com o Ji njilidad la victoria «sobre los otro®» en esa lucha d e todos con tía t.odos que consolida el iiTacionalismo de una sociedad en donde la única relació n posible sera entre los adeptos y el líder. Ein es Le punto, la vida cultural a su ­ m e el papel d e unificar costum bres, ideas y valores. Sólo así use saldrá de la confusión». La pregunta, sin em b a íd o , rio deja de ser: ¿se puede salir de la confusión íLifundiendo u n a irracio­ nalidad que bloquee las inteligencias y anule los sen 1im ionios, en un m u n d o en donde Lodos c o m balen ¿i los ulros en tina lu­ ch a sin tregua ni com pasión?

63. R. M íliband, L. Paniich y J, S avllk, El N eocottsetviaduiisrno en Gran Bretaña y E stados U nidos. VaJcnriá» Edieiona A tto n sd MagnAním, 1992. pp. 327-361.

C uarta

pa rte

EL MODELO CULTURAL DEL NEOL 1BERALISMO

IV. I.A CULTURA COMO MERCADO

I j i re ap aric ió n d e A dam S m ith Siglos después de la desaparición del economista inglés, su relee tura va a constituir uno de los ejes del Neoliberalismo econó­ mico y moral. La figura de Adam Smith va a ser engrandecida precisam ente no lanío en sus logros de revisión de los sistemas éticos clásicos, cuanto en su consideración del sentido com ún y del utilitarismo com o norm a de conduela. En la Teoría de las sen­ timientos morales, se exponían los principios morales de la «sim­ patía*, definida como comunidad de sentimientos.' E n esta com u­ nidad de sentimientos, «el sentim iento moral» se constituye en el problem acentraJ a la hora de precisar la responsabilidad de nues­ tros juicios éticos. Y en este sentido, van a surgir las complejas contradicciones que la inicial economía liberal introduce cn la reflexión sobre ¡o justo y lo injusto. Para Adam Smith. el senti­ m iento moral guiará los principios sobre los que se asienta lo que Kant posteriorm ente denom inará como razón práctica. pero no hay que olvidar que et pensamiento de Sm ith está encuadrado en el Contraetualismo de clara inspiración hobbeslána.2 Por ellut j. A. Sm ith, Theory ttfM o n d Se» Oxford, Ctarurukm Press, 1976, E n líbrfcs a n d Cttrrexptuultince o f Adu m S m ith. TIil- G lw g (w E d J lio iir te m o I 2. U no dti Jos Estudios fundam entales para entender las re Lac ion un entre C ontrac­ tual ism o y Li h e r o ísm o sigu e sie ndn: C.B. M ic p ltc n m i. / *t teoría política del m diviáualisnto ihisesivQt B arcelona, F o n la n d la , 1970, pp. 225-237.

en la Teoría cíe los sentimientos morales el dilema aparece cuando se tienen que conciliar egoísmo con vida ética. Este dilema reco­ rrerá los Fundamentos intelectuales del Liberalismo desde Smith hasta Rawls, desdi Hulcheson hasta Hayek.-1 El tema del egoísmo plantea el estatuto mismo de la .sociedad capitalista. En Leviatán, Hobbes1rom pe con la noción, heredada d é la teoría política y social griega clásica, de \'ásociabilidad corno fundam ento de la vida de la polis. La sociabilidad con ¡os otm s se sustituye por el egoístno con uno m ism o. 1.a irrupción de la di­ m ensión egoísta del individuo necesariam ente Lienc que conlle­ var una relación con ía sociedad que posibilite la convivencia en la vida pública. I-a empatia o simpatía devienen en la dim ensión de sociabilidad imprescindible en un m odelo de sociedad en el que «la guerra de todos contra todos»1 vertebra las característi­ cas de la sociedad que erige al m ercado en su epicentro. Ahora bien, la simpatía con los otros la va a resolver Adam Smith 110 com o una consecuencia de una ética basada en ideas universa­ les; al contrario, se entiende como un principio esLrechamente unido al egoísmo. La argumentación que identifica sim patía y egoísmo se con­ centra en el carácter operativo que el interesarse por los ofios tiene para los intereses propios. El sufrimiento y la compasión no están desprovistos del sentido utilitario del Contractualisino in­ glés. Para Smith, conviene la preocupación por el interés en el sufrimiento ajeno ya que el propio bienestar depende de la convi­ vencia social. La simpatía, pues, permite establecer vínculos que permiten el desarrollo de un tipo de egoísmo en el que el interés por los oíros garantiza el propio interés, Según Adam Smith: For más egoísta que quiera suponerse al hombre, evidentemcn~ te hay algunos elementos en su naturaleza que lo hacen intere­ sa re en ¡a suerte de los otros, de la! modn que la felicidad de éstos 1c es necesaria, aunque de ello nada obtenga a na ser el placer de presenciarla. De esta naturaleza es la lástima o la com­ pasión. emoción que experimentamos ante la miseria ajena, ya sea cuando la vemos o cuando se nos obliga a imaginarla de una

3 (}, Híirry, Tunnas de la Justicia. B arcelona. Gcdisa, 1995, pp. 159-275. ■1. J.A. G obincau, f i í f l í it¡f l'iaágtiHiédes ru ccshuntaiítes, E ibliothitiue de ia P líia(ie, G allim aid, 19SJ, 5. T, H obbes. Líviatán. M adrid. Alia»*? Universidad, 1995. pp. J9-141.

forma vivida. El cpit a tncnudo e! dolo]- sjeno no hapa suFrir, es un hecho no demasiado obvio que no i'equlert de comproba­ ción, porque este scmimienlo, al isual que todas las demás pa­ siones de la naturales humana, en modo alguno se limita a ¡os hombres virtuosos y humanos, aunque posiblemente sean éstos tos que lo experimenten con la mayor exquisita sensibilidad.* La teoría d d egoísmo cte Sm ílh se diferencia de la tic Hobbcs en cuanto afirm a un cierto sentí miento de solidaridad con los dem ás, PeTO no se traía de u n sentim iento de reconocim iento de #los otros* cnanto d e u n cálculo de la utilidad de los otros en mis intereses. Con ello, ia rittfíii instrumental aparece en ei an á­ lisis económ ico com o la única form a del sentim iento moral h a­ cía los sem ejan les ,Tlis el inicio de una concepción de naturaleza hum ana c n la q u e el sentim iento moral se m ide por ¡d exiloo el fracaso de las acciones. Com o se observa, la Teoría de Lt liíección Raciona] encuenlra plenamente su génesis en una obra in i­ cial del capitalism o com o es La teoría délos sentimientos mora* les. I .as acciones no son buenas o malas en sí. Son los resultados los que garantizan la bondad o la m aldad de la conducta. Frente a Kant, ni las intenciones ni el deber p o r el deber conducen a la ética. Ante esto, Adam Sm ilh tendrá cjue g arantizar el juicio m oral m ediante una hipótesis m etodológica que sitúa en la in­ ducción las reglas generales de] juicio moral. Com enta Smitli: Algunas acciones de los otros escandalizan todos nuestros senti­ mientos natu tales. Advertimos que lodos ios que nos rodean manifiestan igual aversiún por tales actos. Esto, Je nuevo con­ fuí im y hüKin agrava nuestro sentido de su deformidad ü Linda­ mos í.üt inferí mis de haberlos juagado de un modo conveniente cuando advertimos que las íiLi-jü genteí ¡os jungan de ijrual mancra.Tomamos la resolución de no hacemos culpables de Kentejaniei aeios ni, de esc modo, convenimos jamás por ningún muti™ eit objeto de universal reprobación, Í3e esta íbrma, es como naturalmente nos proponemos ta regla ^eiterai de que tales ac­ ias deben evitarse en cuanto tienden a hacemos «diosos, desprcci¿l>!e3 o acreedores al castigo y objeto de lodos aquellos sen­ il. A ,Srnilh, Tfletiry oj M ota) Scnítm em s. Vcrv c ii.J . i. IV. 7. r a í q u a h

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a í H f i f t h e i m e r r l p l.i i n e i d e m a n e r a c r t l f c i t a i i m p l itü i t j i i t - .- . m j c í í I c s y ¡ i r d i t i , ■m i n j f r u i t i t t i ü i j < u l a f c i í J w r t H l d o

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dínsc; í'njrí™ de ta Nr^:"j íiiíírm w nrat Btwnw Air o . Kur¡ tí7J.

timientos que nos inspiran «1 mayor temor y aversión. Gttxw actos, por el contrario, provocan nuestra aprobación, y de lodos cuantos ros rodean olmos La misma y favorable opinión. Así es como se forman l.i-s reglas generalas de la moralidad. Están en última instancia fundadas en la experiencia de lo que. en casos particulares, aprueban o repraeban nuestras faculta­ des morales o nuestro sentido del mérito y de la conveniencia. Originariamente no condenamos o aprobamos los netos en par­ ticular porque al examinarlos resulten estar de acuerdo o no con una regla general. Por el contrario, la regb general se forma a través de ta experiencia, lo cual nos descubre que se aprueban o repnseban trtdos los actos de determinada especie o circunstan­ ciados tín cierta manera.* Los resultados son las garantías de las acciones morales, Mas Jos resultados, en cuanto éxito o fracaso, no desembocan on la obra de Smith en un pragm atism o exacerbado sino que accio­ nes m orales y juicios m orales finalizan en una m ultiplicidad de posiciones que no perm iten afirm ar la posibilidad de universa­ les aceptados unánim em ente, F.n este sentido, Adam Sm ith se situará dentro del fundam ento más característico del Contractualism o y del Em pirism o inglés: la negación de la posibilidad de unos universales capaces de justificar los juicios morales. La inducción así perm ite extraer de casos particulares las reglas generales con las que actuar en la vida moral, Peno de ningún modo se puede articular la aprobación o desaprobación de la conducta (y de la conducta m oral) a partir del razonam iento que asigna la percepción ética de derechos comunes para todos tos individuos. Frente a esto, la experiencia forma las reglas genera­ les de la moralidad, y con ello nuestros juicios morales son rela­ tivos y dependientes de u n a m ultiplicidad de criterios. El relati­ vismo se hace mdisoctable del pragm atism o. Como en la obra política de Locke, Adam Sm ith necesita justificar las dos gran­ des estructuras que se están consolidando a lo largo del siglo xvil y XVIII: el m ercado y la apropiación privada de la propiedad, lis por ello por lo que la convivencia social se plantea com o el principio moral obtenido p o r experiencia. De este modo, ¡as máximas generales de la m oralidad se tienen que entender com o un asunto de la conveniencia de un sistem a positivo de leyes. 8. A. Smith* th eo ry of M o m l Scntroupit*. V cts c il, ITT. 4.7.

Sistema que se alieno a los casos particulares frente a norm as de justicia colectivamente extendidas. F.s evidente que en la Teoría de los sentimientos morales se encuentra la más extrem ada defensa de la legitimación do] mer­ cado a partir del relativismo moral. Ya no existen aquellos con­ ceptos que en la Grecia clásica conducían a Sócrates y a Platón a fund am en tarla ética en la conciencia. En este punto, frente a la ética que establece en la conducta racional la acción hum ana, Smith apela a la moral que, a su vez, asienta sobre la convención y la conveniencia ei juicio moral. La difeiencia no dejará dudas. Y a este respecto la moral no será más que el reflejo de las actitu­ des que dom inen la época. Y de este modo, la época de Adarn Sm ith es la de una Gran B retaña que está consolidando su pos­ terior im perio colonial. El egoísmo reaparece recordando direc­ tam ente a Hobbes. Afirmará e! autor de Investigación sobre ta naturaleza y causas de la riqueza de tas naciones: No es la benevolencia dei carnicero, el cervecero, o d panadero de la cine esperamos nuesü u cena, sino del cuidado que pone en su propio intuís. No t í o s dirigimos hacia sn humanidad sino a su egoísmo, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge depender básicamente de ta benevolencia de sus conciudadanos. Y ni tan siquiera un mendigo depende de ella por completo, ils verdad que la cari­ dad de las personas de buena voluntad le suministra todo el fun­ do con el que subsiste. Pero aunque usie principio le provee en última instancia de todas sus necesidades, no lo hace ni puede hacerlo en la medida en que dichas necesidades aparecen. La mayor pane d*í sus necesidades ocasionales serán satisfechas de! mismo modo que las de las demás personas, mediante [talo, trueque y compra.'* El egoísmo se transform a en «Ja norm a» para evaluar cual­ quier sentim iento moral. La em patia queda anulada. La contra­ dicción entre las dos obras fundam entales de Adam Smith se acrecienta de una m anera abismal. En el Contraclualism o, los sentim ientos quedan supeditados a la lógica del «tnieque y com ­ pra», El ser hum ano quedara entonces reducido a ser o propie­ tario o asalariado- No hay otra posición interm edia entre am bas y. A. 3mil.li. .4jj hufuiry m ío ttic Namns atui O im íó' tif th* Weahh o f Nations* En UfanJta an d C orresponda rice n fA d a m Snrifh. Ver*. c it., 1, i i.

perspectivas. Q ueda abierto así el cam ino a las obras posteriores de Hayek, Nozick o Friedm an. f-a ambicióla y la codicia llevarán a un egocentrism o en el queei individualismo posesivo ordenará la sensibilidad de la nueva clase burguesa.10 Y conjuntam ente la insensibilidad ante el dolor de los otros indicaré el rum bo cultu­ ral de una sociedad sum am ente fragm entada y dividida. La concepción, por lanto, del egoísmo en Adam Smith iden­ tifica existencia con interés. Se olvida ia sociabilidad clásica com o origen de la sociedad y transm uta cn un egoísmo universal en el que los individuos encuentran ¡¿User com o individuos. Desde Hobbes, la sociedad de economía capitalista en sus orígenes ten­ drá que edificar una metafísica del egoísmo." Tal m etafísica no sólo será moral sino, ante todo, esléLica y cultural. Con la Teoría de los sentimientos morales la antoafirm ación de los sujetos no se sustentará sobre los sentim ientos de em palia y sim patía. El subjetivismo del interés culm ina en la propiedad. Con el Contractualism o, el derecho a la vida y el derecho de opinión quedan relegados ante el derecho de derechos: el derecho de propiedad. Es m ás, la propia personalidad es la propiedad. El individualis­ mo posesivo se convierte cn el egoísmo del tener frente al egoísmo del ser al que se refería Unamuno. Un texto de La riqueza de las naciones expresa significativamente esta posición; Así como la propiedad que cada persona tiene de su trabajo es la base fundamenta] de tudas las demás propiedades, también es la mas sagrada e inviolable. E! patrimonio de un hombre pobre estriba en la i'ucr/a y destreza de sus manos; el impedir que emplee esa fuerza y esa destreza de la forma en que el crea más conveniente sin perjudicar a nadie es una violación flagrante de la más sagrada de las propiedades, F.s una manifiesta usurpa­ ción de la justa libertad lanto del trabajador como de los que podrían estar dispuestos a emplearlo. Así como impide que uno trabaje en lo cjue cree más adecuado, impide también a ios otros el emplearlo en lo que ellos creen mis conveniente, El juicio sobre si este hombre está en condiciones de ser empleado debe 10. C,H. \ t acp h rrso n .Of). cit.. pp, 225-2.Í2, 11 . 1.a metafísica d d egoísm o iw. (*] resultado d í los principio* Introducidas tanto píif Hobbes o im a |>nr Lockc en iuí:ielóiinf m odeji i h u m a n o im prescindible paro el desarro­ llo de un tip o de econ om ía de acumulación) privada tal y n ) in i)s tc s tiu c iu ( iiH «primer capitalism o», y que IU'g;i hasta n u e s tr a dias a través de ta» diferentes fases pur las que ha pasadtHal w»1íma econ óm ico.

ciertamente ser dejado a ia discreción de los empleadores, a tuyo interés concierne mucho,u En sum a, el retom o a Adam Smith que el Neolibei'alismo hace, tiene que ser entendido en dos sentidos. En el prim ero, Smith aporta los supuestos irreductibles de la ideología que asigna al m ercado el m arco esencial de la existencia hum ana, Y en se­ gundo lugar, erige el valor suprem o del egoísm o com o el senti­ m iento absoluto de las inte [relaciones sociales. A partir de esta doble significación d éla obra de Adam Smith, la realidad queda lim itada a una realidad de intercam bios económicos en donde los actos no tienen carácter ético o creativo sino carácter pro­ ductivo y de rentabilidad. El m undo queda así reducido a las elecciones y deseos económicos.11 El Liberalismo y el Contraetuallsm o excluirán lo que no pueda ser rentable en térm inos de interés práctico. En esta posición, !a creación estética y cultural queda supeditada a las tendencias mercantiles. El «retom o de Adam Smith» para la innovación cultural será el retom o de las acciones creativas convertidas ahora en acciones bursátiles.

De Maytrk a Friedman: el retom o a Ijockc La reestructuración del capitalismo en los años setenta obli­ gaba, a su vez, a u n a reestructuración del pensam iento liberal. El Keoliberatismo nace así com o una reordenación teórica de conceptos del viejo liberalismo, sólo que ahora reformulados desde una perspectiva giobalizadora. Para com prender el m ode^ lo cultural neoliberal hay que acercarse de u n a m anera especial a los últim os libros del econom ista I'riedrich A. von Hayek y, en concreto, a Law, Legislarían and Liberty, así com o a Contra Keynes and Cambridge. Essays. Corrcspondence.'* líayek representa el tipo de econom ista que desde su plan­ team iento económ ico busca desarrollar u n a ética y una Cien12. A, Smith, Vtr; tnqm ry.., vere. cií., I, x, b, 13. R. Zind,C o m p o r t a n rfrj/.»JtVflde los mass-m edia com o «la cotidia nidada, Cotidianidad que, sin embargo, nunca se relaciona con procesos sociales o económicos concretos, sino con el espectáculo com unicativo, tal y com o hace Jean Baudrillard en sus últimos libros. No resulta extraño que el mismo Vatt ímo en Creer que se cree finalice en un pensam iento post-metaflsico que, por un lado, ironice sobre las creencias religiosas. Y a la par, se declare «cató­ lico anarquista*. La debilidad de las argum entaciones de estos autores no sólo proviene de su autodenom ¡nación com openíamiento débil? 1 cuanto por las contradicciones que representan. Contradicciones que surgen no tanto de su lógica argum entativa sino de su posición an Lmlustrada. También Lyotard. en I m condición past-modenta o en I m Postm odemidad contada a ios niños,'1 se declara antiilustrado en sus planteam ientos. Olra vez, la razón estética kantiana se convierte en el blanco a abatir. Y frente al análisis que Adorno y Horkhei­ m er hicieron de las contradicciones de la razón instrumental en la que desem boca el llnm inism o al transform ar su concepto de progreso ético p o r d pregreso cien tilico y técnico, Lyotard críti­ ca la razón ilustrada precisam ente por sus logros sociales. El elitismo va a ser la característica más específica del autor fran­ cés. Se tratará, sin duda, de un elitismo an ti populista sutilm ente soterrado, y que coincide de una forma plena con esas nueva clase media a la que se dirigen esos postulados estéticos de «la originalidad narcisista», proveniente de un consum o de produc­ tos difundidos com o de alto estatus social. Vaitimo y Lyotard, asi com o los representantes del pensa­ miento débil**, construirán un modelo de ideal estético siguien­ do com o guía «al antim odelo kantiano». Kanl representará el contraejemplo del espíritu post-modemo; sólo estableciendo esta perspectiva an ú k an tian ay antihegeliana es com o se pueden si­ tu ar los principios estéticos de esta com ente:

11, W A,A.. t i p en sa m ien to débiL M^dríd. Cátedra, pp. 18-43.

12. En Ia ctmdmón post-ntodcnia (M adrid, CíWclra, 199B). Lyotard. prefigura eí tipo de análisis que va a ser el rcprusenlativD de la P iw l'm aternidad.

— Frente a la universalidad de los ideales de la razón estética de la Crítica del Juicio se ubican las particularidades y singulari­ dades que no puedan generalizarse a toda la población, acen­ tuándose a m enudo un concepto de originalidad artística muy cercano a la psicopatología, «el artista com o destructor», — Lo estítico post-m odem n renuncia al análisis de lo que debería ser y de sus posibilidades criticas. Así se acepta com o único el orden post-industrial y el m ercado del Arte se afianza com o el criterio determ inante de la validez de la creación estíti­ ca, transform ándose la creación en mercancía. — El sentido de lo fragmentado se im pone sobre el de totali­ dad. Concepto éste que se define peyorativamente confundiendo interesadam ente ^totalidad» con *totalitarios», — Ahora bien, al identificarle la razón estética con lo cotidia­ no de la Sociedad de Consum o de Masas, se desublim a radical­ m ente la capacidad transform adora de la renovación artística e intelectual. La teoría post-m odem ista estará estrecham ente uni­ da al NeoliberaJismo económ ico y al N eoconscrvadurism o polí­ tico y social. De m anera que su antihistoricism o es tu m ú n cn las tres corrientes. En ultim o termino, se estaría con la Post-moder­ nidad en un producto m ás del m arketing ideológico que encau­ za y canaliza la libre creación e investigación hacia los raíles acordes con las industrias culturales v comunicativas. El nuevo asalto a la razón ilustrada}1 parafraseando el céle­ bre libro de Lukács, se centra de m arera prioritaria en lo estéti­ co, porque éste sigue siendo el ám bito de una lógica histórica que busca ¡a em ancipación y la salida de lina cosmovisiún que ha im puesto como valores máximos los derivados del productivismo neocapitalista. La razón estética y su necesidad de trascenderuna cotidianidad que convierte la esencia hum ana en una simple cosa intercam biable —y en donde la individualidad se confunde con el nareisism o ególatra de un consum o dirigido—, no puede adm itir la atrofia ni el desperdicio de las facultades hum anas. Precisamente, el cada vez m ayor ataque íl los postula­ dos de la concepción estética ilustrada confirm a la validez, y la asom brosa contem poraneidad de sus principios.

13, ü. Ijitács, E l asalto a ¡a razón. Eaitílona, GrijaJbo. 197S.

Si algo define al pensam iento post-m odem o es la am bigüe­ dad de sus postulados. Hay una indefinición en el tratam iento de los tem as relacionados con lo económico, político o social. Es por ello por lo que, a m enudo, se ha relacionado este tipo de pensam iento —porque se trata más de una fom ia y estilo de pen­ sar que de una escuela o movimiento bien definido— con un lanzam iento editorial típico de la industria de la cultura. Ahora bien, ello no e s óbice para que su difusión, preferentem ente en el m undo universitario, no haya provocado a su vez el surgim iento de unos teóricos críticos preocupados por la capacidad de difu­ sión de semejante «pensamiento débil»,14 Y asít desde las filas del Estructuralism o y N eoestructuralism o com o del Neomarxism o y la Teoría Crítica, se desarrollará una serie de análisis en los que se tratan de situ ar y resituar de form a especial los efectos que la Post-modernidad ha llevado a cabo sobre el modelo racio­ nal de entender la cultura y la sociedad. Los principales críticos de la Post-m odem idad m ediante el análisis de cultural serán: Fredric Jam eson con su fundam ental El Postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Cilles Upovetsky con La era del vacío, aparte de los análisis de Jüi-gen Haberm as con El discurso filosófico de la Modernidad y Fierre 13ourdieu con Contrafuegos y Las argucias de la razón im­ perialista. lin estas obras, entre otras que no citarem os para no ser dem asiado prolijos, se destaca el im portante papel que el discurso post-m odem o ha tenido en el final estético e intelectual del siglo XX. A continuación repasarem os algunas de las ideas centrales de los dos críticos fundam entales de la cultura postm odem a: Fredrich Jam eson y Gilíes Lipovetsky.

La Post-m odem idad com o lógica cultura] d el capitalism o avanzado: el planteam iento de Fredrich Jam eson Para Jameson, el Postm odernismo surge coincidiendo con la profunda decadencia del movimiento m odernista en la década de los años cincuenta, se produce en este sentido una profunda rap14. W . AA,.l a huí-m o d ern id ad EJiin-oiona, K airm , 1985, p f. 7-19

tura con lo anterior.15 Literatura, Arte, Filosofía.... el Posünodernismo en todas sus expresiones, se va a caracterizar por el desva­ necimiento de las antiguas fronteras que planteaban la división entre las estructuran de la cultura de tai élites y ¡as estructuras de la cultura de las masas. ELs la emergencia de una nuera cultura, una cultura Iwsada en la industria de Ití cultura y de las obras que sobre ella se crean, Fsía ruptura no se produce únicam ente en el terreno cultural; la sociedad y, sobre todo, la economía-—no olvi­ demos que el Neoliberalísmo también debería de considerarse como una economía postm oderna— entran de lleno en los esque­ mas teóricos y prácticos de este nuevo «modo de ver las cosas^. Teniendo en cuenta la función y significación social que el postm odem ism o ocupa en el sistem a económ ico del capitalis­ m o de m onopolios, Jam eson establece tres características ge­ nerales que serán desairolladas 110 sólo en su obra m ás especí­ fica sobre el tema, sino tam bién en sus posteriores trabajos. De este modo, tres caracteres definen el m odelo cultural de ia l’ostm odernidad: 1. Superficialidad cultural nueva. 2. Debilitam iento de la historicidad. 3. Ocaso y crisis de los afectos. Como valorará Lipovetsky en La era del vacio, la lianalidad define el pensam iento poslm odem isla. lista banalidad conlleva la deconstrucción da la expresión, que no es más que Ja pérdida de significado de la obra de arte y de la creación intelectual. Jameson contrapone dos obras pictóiicas radicalm ente distintas con la intención de diferenciar Jas creaciones de la M odernidad y las de la Posl-modemidad: los Zapatos de labriego, de Vinccnt Van Gogh. frente a los Zapatos de polvo de diamante, de Andy Warhol,14 F.n la confrontación de estas dos obras se puede apreciar precisamente la superficialidad nueva com o pura deconstnicción de la expresión. 1.a obra de Warhol, pues, gira específicamente en tom o al tema de la mercan ti libación, su ejemplo más evidente lo encontram os en sus famosas carteleras de las botellas repetidas 15. P. Ajidcrson, Los orígenes de ¡a Posl-m odem idad. Haroetona, Gedtsa, I9S9 16. K J a m o o n , til piisjn o d tm itrfto , o ln lógica c iiliu w l del ca pitalism o avananffo. tiaiteloft», I’aUIón, 1991 |jji 2.1 -11 También. F. Jjiniehon, Teorías de la P osm oáettiidad. Madritl, TVüHa, 1996,pp. 85-97.

de Coca-Cola o de sopa Campbel, En ellas se pretende re sa la r el carácter de fetiche con el cual hoy en día se juega en la Suciedad de Masas. Mercantilizaciónde los objetos que afecta de i g u a l modo a los sujetos. El ejemplo más evidente es el caso de Marilyn Monroe, a quien el mismo Warhol convirtió en obra de aile resaltan­ do su carácter de fetiche; es decir, en la actualidad los nbjetos devienen en símbolos cargados de significados que pasan a ser paite integrante d e l negocio de la c u ltA ir a . É sL a es l a causa de q u e en estas obras la Falta de profundidad sea t a n evidente, El nuevo espacio creativo se vuelve insípido y superficial. Se produce lo que Jam eson define como el ocaso de los sentimientos. Aunque sed a inexacto afirm ar que se produce una ru p tu ra total con los sentimientos, La nueva imagen estética e intelectual no está com­ pletam ente desprovista de elementos emotivos, sólo q u e ahora lo que aparece es un espacio en el que retom a lo reprimido, Pero de lo reprimido confuso e indeterm inado. Es de aquí de donde sur­ girá precisam ente la falta de expresividad y de sentim ientos que caracteriza a la Post-modemidad. Adentrándonos en la falta de expresividad, Jam eson sitúa cin­ co ejemplos de profundidad que han intentado una aclaración de lo que subyace en las estructuras intelectuales, m as también sociales y políticas. Estos cinco ejemplos serían; a) La dialéctica entre la esencia y la apariencia, b) La dicotom ía freudiana entre lo latente y lo manifiesto. c) 1.a distinción existenci alista entre la autenticidad vía inautenticidad, d) La alienación y la desalienaciún. e) Y la oposición semiótica entre significante y significado. Para Jameson, lo que ha sustituido a estos diferentes aspectos —esto es: lo que lia sustituido a la profundidad ha sido la superfi­ cie—, es la ausencia de profundidad, pero no en su sentido m eta­ fórico cuanto corno realidad risica, y literalmente como el caso evidente de !□ nueva arquitectura. El grito de JVkmch se convierte en el mejor ejemplo de la obra de arte m odernista que deconsimyendo la propia expresión estética, no obstante nos sitúa dram á­ ticamente ame la experiencia de ia soledad y la ansiedad que el propio grito debería de por sí expresar. Con ello, determ inadas experiencias desencadenan los sentim ientos que la obra expresa.

Pero cn el m undo post modernista esto no sucede así; como afir­ m a Jameson, cn ti Pnstm odernism o el sentim iento no desapare­ ce del todo, pero sí m uestra su ocaso. En el «universo postmoder­ no», estas experiencias pasan a d e n o m in á is intensidades, ya que frente a la creación m odernista flolan librem ente y su im perso­ nalidad impone que no se interioricen en la sensibilidad y em o­ ciones de los individuos. Como concluirá al respecto Jam e son, estam os ante el fin del yo burgués y la quiebra del estilo único y personal,17Tal y com o se valora cn El Pos!modernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado: el fin de la pincelada individual y distintiva, el abandono de las grandes tem áticas hum anas y de la tem poralidad com o Factor de progreso colectivo. F,J problem a fundam ental de la Post-m odernidad, según Jam eson, nace de la deconstntcción de la expresión de lo que se había considerado la in teip retación compleja de la realidad. La superficialidad se erige com o la guía conceptual en un m un­ do que queda desprovisto de em oción y de sentim iento, l^o in ­ significante pasa a sustituir a lo fundam ental, y el objeto susti­ tuye al sujeto en una pérdida radical de lo que históricam ente se ha considerado com o lo hum ano. La escisión en el sujeto, tal y com o afirm a Jam eson, significa en últim o térm ino la adapta­ ción del ciudadano a un «orden de cosas» en el que no cabe la distinción entre lo autentico y lo inaulénlíco, o —en clave estru ctu ralista— entre el significado y el significante. En ese uni­ verso sin fisuras d é la PosL-modcmídad ni la angustia ni la alie­ nación existen. El sujeto postm odem o supone el fin del sujeto burgués. Pero esencialm ente de las grandes contribuciones de un estilo estético y psicológico unido a lo personal y creativo. La im personalidad, en definitiva, deconstruirá cualquier tipo de expresión que no sea acorde con los dictados de la moda. Pero la desaparición de la subjetividad individual también conlleva la desintegración del pasado. El descubrim iento de la tem poralidad y del cam bio histórico fue una de las centrales aportaciones de ia M odernidad. El tiem po pasado, en cuanto herencia histórica asum ida, iba indistinguiblem ente unido a ias categorías temporales que individualizaban a los sujetos. La des­ aparición del sujeto único e indiferenciado traerá com o conse­ cuencia la sustitución del sentido del tiem po p o r el sentido del

espacio del objeto. Y ante todo, la disolución del pasado y del sujeto individualizado posibilita la sustitución del estilo perso­ nal creativo por el triunfo del universo del pastiche. La cultura pos (m oderna se convierte en .simulacro. Mas no se trata del si­ m ulacro considerado com o parodia, sino que se asiste a una multiplicidad de estilos de todas las épocas, parodias de paro dias y pastiches de pastiches, y con ello la parodia vacía lo impregna todo. Pero la parodia vacía se vuelve al pasado.1* Ahora bien, se trata de un pasado en el que la m oda retro, la película nostálgica o la adicción a la fotografía, son los signos de una transm utación y distorsión de lo histórico por efectos de un tiem­ po mitologizado inexistente. La cultura del sim ulacro, a la que se refirió pnecursoram ente «el prim er liaudrillard*, se reapropia del «tiempo perdido», y así se altera la m em oria colectiva y su com prensión del presente histórico. Para Jam eson, la parodia es algo característico del ]>ensam iento post-m odem o ahistórico ya que al desviarse ostentosa­ m ente de )a norm a estética queda reafirm ada la fragm entación de estilos y temas. Por todo ello, la parodia acaba siendo susti­ tuida por e] pastiche que surge com o una m ueca repetida infini­ tas veces y, sin motivos de Fondo com o la parodia, se desliga cn este plinto de cualquier impulso satírico, y la hilaridad lo cubre lodo. Es la parodia vacía. Pero no únicam ente la parodia y el pastiche constituyen e! fondo de la estética post-moderna. Tam­ bién el simulacro resulta ser «una copia exacta» de lo que jam ás ha tenido original, La cultura del sim ulacro se ha malcría!izado en una sociedad que ha generalizado el valor de cam bio hasta el punto de que desaparezca el valor de uso. La =vuelta al pasado» se hace om nipresente en el simulacro. La película nostálgica, la fotografía pasada, las m odas inspiradas en «lo retro»,,, todo ello constituye una reapropiacion del pasado genuino. Pero reapro­ piación alterada y transform ada. La H istoria «se reescribe» en un lenguaje artístico pleno de ambigüedades. Como afum ará Jam eson, el ejem plo de la novela histórica im pone una lectura que im posibilita alcanzar su argum ento. La interpretación se resiste e implica un cierto saber histórico previo. Ello confiere al texto una im presión de familiaridad que puede asociarse con el significado que Freud daba al retom o de lo reprimido. La innoIS ./W J..P P .46Ó 3.

vación lingüística entonces residía impei^onal, y la novela histó­ rica se revela com o incapaz de representar el pasado, y definiti­ vam ente sólo podrá representar estereotipos del pasado. La fal­ sedad histórica y la falsificación de ia H istoria se cotísuma n como parte esencial de la cultura de la Post-modem idad. Otro de los problem as que Jam eson s u b r a y a como caracte­ rístico del pensam iento postm odem o, es lo que denom ina com o la ruptura cíe la cadena significante. Para el au to r de El posmodernisnw o ¡a lógica cultural del capitalismo avanzado, la crisis de la historicidad pone de m anifiesto el problem a de la tem poralidad en una cultura dom inada por la lógica espacial frente a la lógica te m p o ra l.E l individuo, pues, ha perdido su capacidad de orga­ nizar su ¡jasado y su futuro. Con ello, la producción cultural se lia convertido en heterogénea, fragm entaria y aleatoria, Jameson, citando a Jacques Lacan, considera que la esquizofrenia es una ruptura en la cadena significante y. com o consecuencia, el sentido no es una relación lineal entre significante y significado, o entre la m aterialidad del lenguaje y su concepto o referente. Si esta relación se rom pe, se producirá una am algama de significa­ dos y significantes sin relación entre ellos, lo que conduce a la esquizofrenia, y esto aparece cuando Ja propia identidad perso­ nal es el fruto de una unificación temporal del pasado y del futu­ ro con el presente, y de este m odo se precisa la función del len­ guaje. Para Lacan, por tanto, lo que define al esquizofrénico es que queda reducido a n n a experiencia puram ente material. Lo mismo ocurrirá con el modelo culLural postm oderno. Si analizamos en el texto cultural, el significante aislado no es un enigm a del m undo o algo incomprensible, sino que resulta una frase desligada de su contexto. En esta situación, la escisión esquít u frénica, o Écnture, cuando se generaliza como estilo cultural deja de tener una relación necesaria con la patología, quedando dispo­ nible para «intensidades m ás lúdicas». Es la aparición del coVagc en la Post-modemidad, Y con el collage, la antigua obra de arte se ha transform ado en un testo para cuya lectura se debe proceder mediante la diferenciación y no ya mediante la unificación. Apa­ rece la exaltación máxima de la disyunción. Y en esta nueva forma de relación a través de la diferencia se puede, a veces, llegar a ser un m odo nuevo y original de pensar y percibir. Sin embargo cuan­

do la creación cultural y estética se organiza desde la industria cultural lo sublime deviene en histérico y /o histérico en sublime.20 La sublimidad camp o sublimidadhistérica nace al vislumbrar aleo con asom bro y con espanto. Lo sublime, en la Post-modernidad. resulta una experiencia cercana al terror, cuya enonuidad sobrepasa la vida hum ana, deviniendo en la divinidad. Frente a K ant quien consideraba la incapacidad hum ana para represen­ ta rla inm ensidad, hoy se reconstruye lo sublime cuando ia Natu­ raleza llega a su ocaso radical. Y ese «ocaso radical», para Jameson, lleva de un m odo directo a la apoteosis del Capitalismo. A p artir de aquí, el análisis de Jam eson se centrará en la acla­ ración de lo sublim e postm odem o como realidad Inmensa, pero realidad técnica v autom atizada. La tecnología es inseparable del arte y la cultura postm odem a. Como afirm ará Xameson, la tecnología es el símbolo del poder inm enso, propiam ente hum a­ no y antinatural de la fuerza del trabajo inerte acum ulada en las m áquinas. Según Sartre, es la antifinalidad del poder alienado. Y como consideraba Marx, la tecnología es et resultado y no la causa del desarrollo capitalista. El paso desde el capitalismo mercantil, al m onopolista de la etapa im perialista y desde éste a la etapa de capital multinacional consagra la producción tecno­ lógica y la mecanización. F.l poder de la técnica suplanta al po­ der inconm ensurable de lo desconocido que en la nueva red glo­ bal de com unicación y control establece un nuevo significado de «lo que es lo sublime» en la é |» c a de las sociedades multinacio­ nales. La transm utación, por tanto, que el Postm odem ism o efec­ tú a de la totalidad de conceptos estéticos en donde m ejor se per­ cibe sera en las m utaciones de lus espacios urbanos y hum anos que en la ciudad postindustrial se observan. F.l hiperespacio nace del triunfo de la desorientación de las m asas en las enorm es metrópolis postinduslriales. El «carácter postm odem o del Postm odemism o» va en contra de la austeri­ dad del m odernism o ilustrado. Frente a éste, el hiperespacio es­ tético de la gran ciudad trasciende la capacidad del cuerpo hu­ m an o p ara autoubicarse. Todo queda descentrado y, com o consecuencia definitiva, los individuos acabarán perdiendo no sólo su conocim iento de sí mismos sino, sobre todo, la percep­ ción de ios otros individuos que ya no son sujetos sino objetos. Se

estác n «el final del individuo» a] que desde Rousseau hasta M nn se podría em ancipar de su contexto, lil hiperespacio urbano pnst ■ m oderno consolidará así los contextos de la desorientación y de la confusión. Com entará Jameson: Llagamos así, finalmente, a la cuestión fundamenta] que yo que­ ría señalan que esta última transformación del espacio—él hiperespacio posmoderno— lia conseguido trascender definitivamen­ te la capacidad del cuerpo humano individual para autoubiearse, para organizar perceptivamente el espacio de sus ¡mitediacio nes, y para cartografiaj cogniiivamentc su posición en un mundo exterior «presentable. Ya he indicado que este amenazador ¡jun­ io de ruptura entre el cuerpo y el espacio urbano exterior que es a la desorientación primitiva provocada por el modernismo antiguo como la velocidad de las naves espaciales a la de los au­ tomóviles— puede considerarse como símbolo y analogía del di­ lema mucho mis agudo que reside en nuestra incapacidad men­ tal. al menos hasta ahora, de confeccionar el mapa de la gran red comunicacxmfü descentrada, multinacional y global, cn la que, como sujetos individuales, nos hallamos presos.21 El hecho más dram ático de esc proceso da desorientación sera la abolición de la distancia crítica. El análisis crítico ha sido d e­ term inante a la hora de desarrollar análisis de hacia dónde iban las paulas culturales. Pero, com o afirm ará Jam eson, el capitalis­ mo ha sido a la vez lo m ejor y lo peor que le ha pasado a la especie hum ana. En esle sentido, el Postrnudem ism o se h a con­ vertido en )a m utación de la esfera cultural en el capitalismo avanzado. Esta m utación Ucva aparejada la modificación de su función social. La duda que aparece no deja de sen ¿la cuasi autonom ía del dom inio cultural p o r encim a del m undo prácti­ co-vital ha sido destruida por el capitalism o avanzado? La respuesta que da Jam eson, se resum e en que si bien es cierto que no ha desaparecido, tam bién es m enor que en etapas anteriores.35 En estas condiciones, hay una distancia estética m í­ nim a en el nuevo espacio estético y cultural posniodem o entre lo que debería ser la creación cultural con finalidades de asentar unas prácticas sociales colectivas de carácter hum anista y su de­ sarrollo contradictorio: la lógica de unos simulacros que ponen 2 t, iba,, p. 97. 11. ibtd . p 101

t il circulación valores, símbolos y códigos de conducta antisoliíkirios. En este dom inio de los simulacros, la creación cultural ha visto m odificada su función social, y así han quedado abolidas las distancias eriLre lo que es y lo que debería ser. I.a e tic ¡dad, a la que se refería Hegel en su teoría estética, desaparece, L.1 capitalis­ mo multinacional, subrayará taxativamente jam cson, lia invadi­ do en claves no sólo de la Modernidad sino, también, de la pnemodemidad como son la Naturaleza y el inconsciente. La cartografía mental de las poblaciones postindustrialcs se quiebra ante una regresión de la conciencia sin precedentes históricos anteriores. La salida que aporta Jamcson ante esta confusión fabricada en la perspectiva post-modema no puede dejar de ser más que la crea­ ción de nuevas formas posibles de política cultural. Pero estas nue­ vas form as no tienen que entenderse como u n retom o a prácticas estéticas elaboradas sobre problemas históricos que ya no son los nuestros. Pata el au to r de El posmodem ism o o la lógica cultural del capitalismo avanzado, un nuevo arte político tendría que arras­ trar la Post-modemidad en toda su verdad; esto es, tendría que conservar su objeto fundamental: el análisis del nuevo espacio mundial del capital multinacional, y su estética y modelo de cultu­ ra. Pero, a la vez, habría que forzar una ruptura con estas prácti­ cas, m ediante una nueva m anera de representar unos mapas cognitivos de orientación individual y colectiva que aún tenemos y debemos imaginar.11Como final iza Jam eson, hay que pasar a una nueva m anera de orientación que nos perm ita recuperar nuestra capacidad de concebir como sujetos autónom as y sociales, nues­ tras posibilidades de acción y de ludia, hoy neutralizadas por nues­ tra doble confusión espacial y sociaL Este proyecto retoma, otra vez, la misión de la cultura como articulación de dos dimensiones: la ética y la estética. A estas dos dim ensiones serán a las que se encomiende la necesidad de reorientar nuestros m apas cognitivos.

Otros críticos de la Post-m odem idad: el Narcisism o en el análisis de Gilíes Lípovelsky Si Jam cson introducía un análisis de la Post-m odem idad com o readaptación de los «mapas cognitivos» de los ciudadanos

post-industriales, será Gilíes Lipovetsky quien se adentre en el nuevo estadio histórico de! individualismo. Un su libre» La era del vacio se acerca a la nueva organización de la personalidad en su forma narcisisia. El narcisism o es una consecuencia lógica de la Sociedad de Consumo. El narcisism o, entendido com o culto al yo, refleja la apatía, la indiferencia y el principio de seducción com o nuevas formas de relación suciaI. La nueva lógica del pro­ ceso de personalización establece su cohesión en el culto al sexo, la estim ulación de necesidades y el culto a «lo natura!» identifi­ cado con los producios ecológicos. Para Lipovetsky. el proceso de personalización anterior a la época post-m odem a se fundaba en u n a socialización disciplinaria a partir de la cual los ciudada­ nos se integraban en la vida social. Frente a ésta, la sociedad postm oderna edifica 1a indiferencia de las masas, dom inando un sentim iento de reiteración y estancam iento en el que, sin em bargo, la autonom ía privada no se discute y se banaliza la innovación que queda rápidam ente superada y transnochada. A lo largo de seis estudios en Im era del vacio —«Seducción non stop», «La indiferencia pura», «Narciso o la estrategia del vacío», «Modernismo y postnodem ismo», «La sociedad hum o­ rística» y «Violencias salvajes, violencias modernas»— se em pren­ de u n análisis de ¡ti seducción continua com o el núcleo de un pro­ ceso general de regulación del consumo.** La multiplicación y diversificación de Ja oferta rem odela la prim acía de ias relaciones de producción, dirigiendo éstas hacia las relaciones de seducción. Pero de una seducción en la que la profusión de productos, im á­ genes y servicios induce a la tentación y a la proximidad. En el proceso posl-m odem o de consum o lo$ deseos de los individuos organizan el modelo general de vida colectiva. Tal y com o comen­ ta Lipovetsky, el m undo del trabajo será el que ofrezca la m ayor resistencia a la lógica de la seducción. Sin embargo, tam bién la Post-modem idad se m anifiesta en él. La futura, tecnología elec­ trónica e informática, los crecientes empleos informativos, tien­ den a la desconcentración de em presas y a la expansión del trab a­ jo a domicilio. Este m ism o proceso se observa en el resto de sectores. En la enseñanza se instaui^an los sistemas opcionales. E n los medios de com unicación triunfa la reorganización de los canales privados y de pago. El tiem po dedicado a la seducción 2 J , C . L ip o v e ts k y , t x i r .r u J e ! v a c ,io . B a r c c k m i i , G o d i f i i , 2 0 0 0 , p p .

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videomática y a los juegos informáticos es indicativo de que tal seducción siem pre se presenta cn lo privado. Las posibilidades lúdicas e interactivas se complem entan con un culto al cuerpo en el que el depone es su m ayor exponente. Todo queda privatízado. Tampoco ¡a política se m antiene apartada de la seducción. La política se personaliza con la imagen de *lo privado» de los líderes occidentales. Se exhibe a las familias de los políiicos, Ja jovialidad preside nía autenticidad» de las cam pañas presiden* cíales. La tendencia a la descentralización política es el descom ­ prom iso del Estado con sus ciudadanos. La proxim idad de los candidatos es la culm inación de la seducción que sustituye a la revolución. Y en esa proximidad el sexo se hace política. La por­ nografía, entonces, propicia un orden de verlo-todo, hacerlo-todo, decirlo-todo, en el que la personalización del cuerpo alcanza a todos los sectores y grupos sociales. El neofem inism o no queda al m argen, y la m ujer cae en la estrategia de la seducción genera­ lizada. Con ello, lo individual prevalece sobre lo social, y la per­ sona cae en la órbita del cuerpo y, a su vez, el cuerpo se persona­ liza com o sexo que es exhibido e identificado con «ser libre». La úidiferencia pura funciona globalmente. Pero ya no se tra­ ta del nihilism o nietzscheano.:i Al contrarior el descom prom iso emocional deviene en apatía. Como se afirm a en La era del vacío, la m ism a enseñanza se ha convertido en una m áquina neutrali­ zada p or la apatía escolar. Pero la abstención tam bién indica la apatía política y la lógica de la indiferencia ante lo mismo: el espacio privado. Un espacio sometido a la m oda como, asim is­ mo, Lipovetsky planteará en otro de sus libros. El imperio de lo efünero. La indiferencia 110 se identifica con la ausencia de m oti­ vación, se identifica con la escasez de sentim ientos, con «la ane­ m ia emocional». Para el autor francés, el hom bre indiFerente no se afeixa a nada, no tiene certezas absolutas, nada le sorprende, y sus opiniones son susceptibles de m odificaciones rápidas. Es la culm inación de Narciso o la estrategia del vacío. La obsesión por el sí m ism o finaliza en el desencanto y en la desm esura de los problem as personales. El culto al cuerpo hace sucum bir a los otros an te 3a indiferencia y el setf-service generali­ zado. La estrategia del vacío lleva al hombre-cool. Y de este indi­ vidualismo desencantado el narcisism o encuentra el cam ino des­

pejado para convertirse on el modelo de individualismo contem ­ poráneo. Como afirm a Lipovetsky: A cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en una gran figura mitológica o legendaria que remterpreta en función de los problemas del momento: Edipo como embiema universal, Prometeo, Fausto o Sísifo como espejos de la condi­ ción moderna. Hoy Narciso es, a los ojos de un importante núme­ ro de investigadores, en especial americanos, el símbolo de nues­ tro tiempo: -El narcisismo se lia convertido en uno de los temas centrales de la culturo americana Mientras el libro de R. Sennct!. Las Tiranías de la intimidad, acaba de ser traducido al fran­ cés, The Culture of Narcissism se ha convertido en un auténtico best-seller en todo el continente de los USA. Más allá de la moda y de su espuma y de las caricaturas que pueden hacerse aquí o allá del neonarcistsmo* su aparición en la escena intelectual presenta un enorme interés de obligamos a registraren toda su radiealidad la mutación antropológica que se realiza ante nuestros, ojos y que todos sentimos de alguna manera, aunque sea confusamente. Aparece un nuevo estadio de! individualismo: el naitisismo de­ signa el surgimiento de un perfil inédito del individuo en sus rela­ ciones con él mismo y su cuerpo, con los demás, el mundo y el tiempo, en el momento en que el ocapitalismo» autoritario cede el paso a un capitalismo hedonista y permisivo, acaba la edad de oí-o del individualismo, competitivo a nivel económico, sentimen­ tal a nivel doméstico, revolucionario a nivel político y artístico, y se extiende un individualismo puro, desprovisto de los últimos valores sociales y morales que coexistían aún con el reino glorioso del homo eeviwtnicus, de la familia, de la revolución y del arte; emancipada de cualquier marco trascendental, la propia esfera privada cambia de sentido, expuesta como está únicamente a los deseos cambiantes de los individuos, Si la modernidad se identifi­ ca con el espíritu de empresa, con la espetanza futurista, está cla­ ro que por su indiferencia histórica el narcisismo inaugura ia posmodemidad, última fase del horno aequtiUs?* t i narcisism o es la identidad del hom bre contem poráneo. El narcisism o, entonces, designa el surgim iento de un perfil inédi­ to del individuo en sus relaciones con él mismo y con su cuerpo. Es el individualismo puro desprovisto de valores éticos y socia­ les, El narcisism o es el individualismo en el estado do total indi-

Tenencia. En este sentido, la esfera privada resurge frente a la agitación cultural y social de los años sesenta. Frente a Jas ¡'evo­ luciones culturales, «los narcisos» alíolen lo tiágico, vaciando de sígni Picado profundo todos los aspectos de la existencia** Como afirm ará Lipovetsky la autoconciencía ha sustituido la concien­ cia de d a s e y, a su vez, la conciencia narcisista lia elim inado la conciencia política. La adaptación del yo a la realidad se realiza en el narrisisla por Ja autoscduccíón de una sociedad qjuudks» cialita a los individuos en la percepción de los otrus. perú al mismu tiem po incita al Sujeto a encerrase sobre Sí mismo. Es la «guerra de todos contra todos», y en esta lucha hobbcsíana las reíaciones entre hombre y m tljer se deterioran sin remedio. Como se afirm a en La era delyacío, p o r ello en Ja irida sexual de nuestro tiem po todo converge en odio y recrim inación. Sólo aparenlem ente los individuos se vuelven sociables y cooperativos. Detrás de la pantalJa del hedonismo y de ia solicitud, cada uno explota cínicamente Jos sentimientos de los otros y bus­ ca Su propio interés sin la m enor preocupación por las generacio­ nes Futuras, De esta m anera, la educación permisiva con la socia­ lización creciente de las Funciones paren tales no destruyen al Super-yo, sino que transfom ian su contenido en un sentido cada ve? más autoritario y Feroz, El Super-yo se presenta, pues, actual­ m ente bajo form a de imperativos de celebridad, de éxito que de realizarse desencadenan una critica implacable contra el Yo. Con eBo, se explica la Fascinación ejercida por los individuos célebres. Pero las imágenes do Felicidad asociadas a la celebridad engen­ dran nuevas dudas y angustias, porque al activar el desarrollo de ambiciones desm esuradas y liajcer imposible su realización, tam ­ bién provoca la denigración y el desprecio de uno mismo. Despre­ cio que sur^ge com o una nueva indiFerencia. Los «cascos de oír» y los ensordecedores decibeJíos indican el desapego emocional del Narciso, Como finaliza su análisis Lypovetsky, en todas panes en­ contram os la soledad, el vacío y la dificultad de sentir, Pero la desolación narcisistaes paradójica. Demasiado bien program ado el nardsista en la absorción de sí mismo para que pueda aFectarle el oLit) y, sin embargo, insuficientemente programado ya que to­ davía desea una relación afectiva, pero «cuanto m ás Fuerte es la espera, más escaso se hace el milagro funcional y m ás breve».

tJn tem a fundam ental de los etílicos de la Post-m odem idad es el paso de] M odernism o a] Postm odem ism o.18 El Modernis­ m o no fue sólo una revolución contra (odas las formas y valores de la sociedad burguesa, fue específicamente una nueva percep­ ción de la realidad. Y así la cr isis de las sociedades m odernas es ante todo cullural y espiritual. Erenle a esto. Ja Post-modem idad ha perdido su virtud provocativa. El consum o sustituye ei poder creador m ediante un proceso de seducción. La oferta abismal del consum o, por tanto, desm ultiplica las referencias y modelos, destruye las fórmulas creativas provocando una fase cn las so­ ciedades actuales con la coexistencia de dc?s lógicas adversas: rigi­ dez y, a la vez, flexibilidad. El retom o a lo sagrado, a los exoterismos y a las religiones orientales es la ruptura con la Ilustración y su sentido racional de la vida. Es el fin del equilibro. Y así el arte postmoderno im itara las innovaciones del pasado, peno añadién­ dole m ás violencia, crueldad y ruido. El arte ya no es un vector revolucionario sino que, al contrario, el hedonism o con su indi­ ferencia socava la voluntad, el civismo y la valentía. El hedonis­ m o se presenta com o la auténtica contradicción cultural del ca­ pitalism o tardío.s Por una parte, las grandes corporaciones de negocios exigen que el individuo trabaje enorm em ente y, por otra, la misma corporación anim a al placer, al relajam iento, la des­ preocupación y, a m ayor personalización, m ás aum enta el ries­ go de que el trabajo resulte fastidioso, vacío de sentido y de tiem­ po robado a la vida privada del yo libre narcisista. La salida entonces ante esta contradicción será a través del humor. La sociedad hum orística cada vez aparece más en Jos progr a ­ m as de anim ación, los eslóganes y la moda. Ahora, el «nuevo héroe» no se tom a nada en serio, desdram atiza lo real y se carac­ teriza por una actitud maliciosa y relajada frente a los aconteci­ mientos. El Humor ya no se estructura en hrom as con «cabezas de turco», ahora es una com icidad que se nutre de sí misma. La adversidad, como afirm a Lipovetskv, es atenuada y sustituida p o r el humor. Y de esta form a el hum or se hace ideología, ya que de una m anera durable y constitutiva las sociedades post-industríales se instituyen cn lo humorístico. En Lodas las esferas se tiende a suavizar y a personalizar las estructuras rígidas y sus 2 8 -J- H a b e r m e , Pensam iento post-m eftífisivú. Madrid, Taurus, IWO, pp. £8-65. 29. G. Lipovelsk}', E l im perio d h efímera. Barcelona, G cdisa, ]99Ü, pp. 300^324.

obligaciones. En vez de Ja distancia jerárquica y la austeridad ideológica, se Jan la proxim idad y el desenfado hum orísticos.38 Es el lenguaje de u na sociedad flexible y abierta. Pero es La socie­ dad se com plem enta con nuevas violencias en un proceso de personalización que, si bien suaviza las costum bres de la mayo­ ría, a la vez inversamente endurece las conductas crim inales de los marginados, favoreciendo el surgim iento de acciones de de­ lincuencia juvenil cada vez m ás violentas. La doble estructura será ia personalización pacífica a los adultos y, al mismo tiempo, el endurecim iento de los m ás jóvenes.11 E n sum a, nada es m ás com ún a las puertas del tercer mile­ nio que evocar el hundim iento de la moral, la crisis de sentido y de valores. I-a idea, p o r supuesto, no es nueva por cuanto con­ duce a la tem ática del nihilism o m oderno y se relaciona con la extensión del N eoliberalism o y el individualim so post-moderno. Las lógicas económ icas y culturales del universo individua­ lista conducirían ineluctablem ente a la guerra de todos contra todos, al cinismo, al egoísm o generalizado, a la degradación de las relaciones sociales, en resum en, a «una sociedad sin alm a, ni fin ni sentido#. El análisis de Lypovetsky resum e las críticas dirigidas a la cultura postm ndem a. El pastiche, la imilación, el orientalism o y el ocultismo conjuntados con la m oda y el individuo desocializado son los sigilos del agotam iento de una cultura organizada y regida por procesos mercantiles. La lógica de la indiferencia, planteada tanto por Jam cson com o por el autor francés, se ctige sobre la autonom ía del sujeto y sobre el deseo de em ancipación colectiva.3- Los ideales ilustrados desaparecen en la era de un vacio que com o un mosaico cultural universal aboca a los indivi­ duos hacia un nuevo tipo de irracionalidad que, com o conside­ ran los críticos de la Post-m odem idad: ya no es el pesim ista nietzschcano ni el m a ra s ta que lucha en favor de los oprimidos, sino que ahora es el telespectador probando por curiosidad uno tras otro ios program as televisivos de la noche. La indiferencia ya no lleva sólo al vacío y al sínsentido, cuanto a un profundo y temible aburrimiento-

30- IbiJ., pp. 136-173. 31. tbíá.. pp. (73-120. 32. Ibid. V eis. d i,, pp. 270-300.

S exta

parte

LA CULTURA COMO ANÁLISIS DE LA COTIDIANIDAD

Vi, LA ESCUELA DE BIRMlNGHAM Y LA VIDA COTIDIANA Prelim inares teóricos El crccicnlc interés suscitado por la teoría de ius Estudios Cul­ t u r e s de la E scuda de Birmingharn no deja de provocar polónicas y posiciones enfrentadas.1Por n n lado, sus defensores reivin­ dican la novedad de replantear tenias que, o bien habían sido soslayados p o r la historiografía y sociología dominantes como, por ejemplo, el análisis do la identidad y las nuevas identidades en una sociedad post-índustrial compleja y inulticulturaLista. Sus d e t r a c t o r , desde otra perspectiva, subrayan que tanto temática com o metodológicamente estamos ante *el eterno retorno de Jo mismo»; esto supondría que la renovación de los Estudios Cultu­ rales no sería sino parcial c incompleta. Su aportación a la Cien­ cia Social, y específicamente al paradigm a niaiTtista, fragm éntalo queconccptuaJincnie estaba arrooni zado. La superestructura ideo­ lógica quedaría separada de sus bases económicas y materiales, produciéndose una dobJe articulación en la que lo cid tu tal se aulonomiza tan excesivamente que rom pe el sentido de mediación característico del esquem a marxiano.5 I.. £] ttttD mis represf nlativo de está 5¡Citación de debate es el de

L. CroHibeig.

C. N c lio n y F. Trdírtller fcd?.’), C iih u m l Stm íief. N ueva York, KoUElcdgtf, 1

, e s p í-

d ¿Entente pp. 71fl y **2. NLkiK PoulanlíJis &fLila, gran p a ite de su obi'a sobii; llíl cnncepio jiciu.aLLzadü do jiicdindón. U n ejemplo de elLo en; v clases sociales en el Estado capitalista. Mcsicov Siglo XX], [ ^ b r p p . ^ ‘ H 9

Un ejemplo de la prim era posición Jo represente Jam es Cu­ ndan cuando, en su libro Sociedad y Comunidad de Masas, pre­ sentando el artículo de Sluart Hall «La cullm a, los medios de com unicación y .’iéi "efecto ideológico1'», afirma: E l p r i m e r a r t i c u l o , e s c r it o poi" S t u a r t H a ll, o f r e c e u n a d e s c r i p ­ c ió n a u l o r i / a d a d e lo s r e c i e n ie s a d e l a n t o s d e 1a te o r ía m a n d s ia : h a y i r a s él m u c h a * in v e s tig a c io n e s c o m e m p o t á n ¿ ¿ 5 s o b r e el e s ­ ta d o , la c u l t u r a d e m a s a s y la c o m u n i c a c i ó n d e m a s a s . H a ll i n d i ­ c a e l m o d o e n q u e u n le c x a m e n d e la r e l a c i ó n d ía itfc tic a e n tr e i n f r a e s t r u c t u r a y S u p e r e s tn jc lu tfa e n e l m o d e in m a r x i s t a hf! fíici’ I i: lj lJi > u n a L a se . J e m a y o r c u m ¡ ite jid ü d d e a iiic u la L -ió rt y r # v a n c i a t e ó r i c a , p a r a ia c o m p r e n s i ó n d e la id e o lo g ía y, e n c o n s e ­ c u e n c i a , p a r a e l e n t e n d í m íe n l o d e l p a p e l d e lo s m e d i o s d e u o m u n i u a c í ó n e n el m a n t e n i m i e n t o y r e p r o d u c c i ó n d e la i d e o l o ­ g ía d o m i n a n t e d e u n a s o c i e d a d .1

Hall ¡Tesalia en su estudio ia m ulación que Jos Estudios Cul­ turales han acentuado en la espinosa cuestión de la interconexión entre acción cullural-corntinicativa y acción ideológica. Jam es Curran, siguiendo a Hall, reiterará la innovación de dar autono­ mía al funcionamiento ideológico en la sociedad mediática. Tiente a ia afirm ación de Curran, los críticos d é la Iiscuda de Uinningham como N. G am ba m y L. Grossbei'g acentúan sus ataques a Jos Estudios Culturales, ya que; til primej problema en la ¡elación entre la economía política y los esmdios culturales es, entonces, que los estudios cuilu tales se resisicn a pensil r a fondo las implica^ n e s que acsurca su propia afir­ mación de que las formas de sliLhjiií inación y sus cotnespondieiiles prácticas culturales (a las que ios estudios cultutales otorgan prioridad analítica} se fundan en un modo de producción capita­ lista. Esto ha resultado en una preocupación desproporcionada por el esludit) del CO^umo nillUt'iil, ttiis que por la dei ttabnjOw A su veí, politicamente esto ha jugado a fawoi de la deiecha, cuya ofensiva ideológica se ha estructurado en gran medida como un « fu trió de persuasión destinado a que los individuos .se eonstmyan a sí mismos como constituidores, y no como productores,*

3. J . L t i r n i n . M . ( j t i r w l t e h y J.

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E n t r e e s t a s ti o s p o s i c i o n e s d i v e r g e n t e s s e e v a l í a n h o y l a s a m b iv a le n c ia s d e l tL iltu ra lís m o d e B ir m in g h n m , A n te la e a d a v e z m á s e x te n d i d a b ib l i o g r a l í a y 1a s n i ] m c r o s a s c o m p i l a c i o n e s ,5 el o b je tiv o p r i o r i t a r i a p o r la n ío , d e e s te e s tu d io s e r á v a lo r a r la s a p o r t a c i o n e s , p e r o t a m b i é n l^ s c a r e n d a s , d e la s c o n t r i b u ­ c io n e s d e B i i ^ m i n g h a m a io s d e b a t e s c o n te m p o i tíñ e o s s u b r e d r o l d e la c u l t u r a o rí l a s d i m e n s i o n e s e c o n ó m i c a s y s o c io p o litic a s n e ü c a p i l a l i s t a s . S i n e m b a r g o , la r i c a p r o d u c c i ó n i n t e l e c tu a l d e la E s c u e la r e q u ie r e s i t u a r u n

campo de trabajo

d esd e el

q u e f ia c e r u n a a p r o x im a c ió n te ó r ic a m á s a b a r c a b le d e s u s c o n ­ tr ib u c io n e s . N u m e r o s o s s o n lo s á m b ito s d e in v e s tig a c ió n e n lo s q u e se h a n m o v id o ¡n s E s tu d io s C u ltu r a le s , d e s d e a s p e c to s s o b r e la f o r m a c ió n d e la c la s e o b r e r a c o m o h a s id o la o b r a d e E d w a r d F. T h o m p s o n , h a s t a l a r e f l e x i ó n s o b r e l a l i t e r a t u r a y e l m a r x is m o c o m o lle v ó a c a b o R a y m o n d W illia m s , el a r te p o p u ­ l a r e s t u d i a d o p o r S t u a r t H a l l o ¡a e v o l u c i ó n d e l a c u l t u r a o b r e ­ r a r e e x a m in a d a p o r R ic h a r d H o g g a r t, to d o s e llo s c o m p o n e n te s d e la

primera generación:

m a s p a r a u n a c o m p r e n s ió n g lo b a l d e

Ja e s c u e la s e h a c e o b je tiv o p r io r ita r io d e f in ir u n a p r o b le m á tic a d e s d e la q u e p o d e r im e r r e la e ío n a r a u n o s a u to r e s c o n o tr o s , y

asim ism o

a la « p r i m e r a g e n e r a c ió n * c o n la *s e g u n d a * y c a s i

b e r c e r a * d e n u e s tr o s d ía s .

Ese acotado cam po de trabajo se arm oniza cuando se obser­ va que la gran novedad de estos Rstudios estuvo en la búsqueda de la explicación de los muy variados elem entos que articula­ ban h cotidianidad en la prim era formación de fa sociedad in­ dustrial, y su tránsito y evolución hacia la sociedad post-indus­ trial de m asas.6 Lo coLidiano se convierte entonces en el núcleo fundamental para caracterizar las otras dinámicas colativas que consolidan un tipo de sociedad que para los sociólogos conserarlfculo Economía política y estudios culturales; ¿recónditación o divorcio?, recogido en la revisto Causas y A&ircs íBuenos Alna), n “ 6 {primavera 1997), p. 37. 5. En castellano las más actualizadas: J. Curran, D. M orky y V. WaJkerdine, Estra­ dios culturales y comunicación, Barcelona, Paidás, jySS; M. Barkery A. Beezer (eds.), Inlrüthtcciáa a h s estudios culturales. Barcelona, Bu sen, 1994, Coa introducción clara en; D. Morlcy, Televisión, audiencias y estudios adjúrales. Buenos Alt es, Amoirojlu, 199& 1-a recopilación más dásica, de diferentes líneas de im ütigación sigue siendo la de J. Curran,. M., Gurevltch y J Woollacol, Sociedad y comúnicación de masas. Vers, c ¡1. 6 . U ta revisión macroeslructural que enlaza economía y cotidianidad, sigue siendo él esenciaMibrode KarJ Polanyi* Íjít gran transformación. Madrid, La Pique La, 198®, pp. 175-1Al, capri ulo 9: * Pauperismo y utopía *■.

madores7 se define como posl-industnal tecnológica, y para los ú 11imos neoesl ructu ral istas com o de 1a Post-m od em i d ad . Eiilre estas posiciones, los culturalistas se orientan hacia la determi­ nación ideológica com o estructura fundam ental de la urbaniza­ ción subyacente de Jo social. Nuestro ánim o a este respecto, pues, se plantea cn una doble dimensión. E n prim er Lugar, discutir las diferentes perspectivas que sobre ¡o cotidiano —como concepto u n ificad o rd elo s estudios de B irgm inham — han llevado a cabo sus representantes m ás cení rales, para, en su segundo m om en­ to, establecer una com paración con otras perspectivas teóricas que, tambión, teniendo com o telón de fondo las nuevas modali­ dades culturales y los efectos de la com unicación de m asas, han reconstruido el problem a de lo cotidiano en eJ contexto históri­ co del capitalism o tardío.

De la existencia abstracta a la existencia concreta El p e n s a m

i e n t o d e l s i g l o XX n o p u e d e e n t e n d e r s e s i n

la c o n t i ­

n u a d a r e f l e x i ó n s o b r e e l t e m a d e l a e x i s t e n c i a , 1 La e x i s t e n c i a s h £ j e i i v a s e i m p o n e a l p l a n t e a m i e n t o h e g e i i a n o d e Va o b j e t i v a c i ó n d e

en ia r e f l e x i ó n t e ó r i c a y f i l o s ó f i c a d e p r i n c i p i o s y siglo, y c o m o una C o n s e c u e n c i a de los f a c t o r e s h ís t ó i i c o s q u e l l e v a r a n a Jas d o s g u e r r a s m u n d i a l e s . Esa postura s u b j t l i v i s t a c o n v i e r t e a g r a n parle d e la r e f l e x i ó n f i l o s ó f i c a y s o ­ cial en u n a c o n s i d e r a c i ó n i n t e l e c t u a l s o b r e la v i d a c o t i d i a n a d e l o s s u j e t o s . La a n g u s t i a en la c u a ! la e x i s t e n c i a s e d e b a t e , e s pre­ s e n t a d a c o m o l u í p u r o p r o b l e m a d e la « r e a l i d a d i n m u t a b l e d e la e s e n c i a h u m a n a » . Con Jo cuaJ l o s p r o c e s o s e c o n ó m i c o s , políni­ c o s , s o c i a l e s y c u k u r a l e s c e d e n p a s a a la ideología d e la « í n t r a n s la c o n c i e n c i a

m e d ia d o s d e l

fo rm a b le n a tu ra le z a » d e l h o m b r e é

7. P ísd c el puEiEt? de lis ia del análisis cultural, conservador Daniel Bell resum e Jas, posiciones m ás características exu Las contradicciones c u h u m h s del capilaíismo. Ma­ drid, Afianza Universidad» 1932; aunque cn Lüí CfémrwS Sociales desde la Segunda Gue­ rra M undial (M adrid, Alianza Universidad* 19B4), ficll om ite cualquier alusión al tema de la e u llu ra y su refluvación sockjlórgka, Visurise páginas IÜÜ-] 19. 8. Uttreptjm Mwnií¡niQdd papel d d Bxísterttialíam oend ¡se nKarti-leriiicj sí^Lo X X mri M - W am ockr E&úftenÑitistn* Oxford. Oxford IFniversity Press, 1970, pp. SO y ss.

9. El impacLodel D arv in ism o Social cn el pensam iento ingleses estudiado porG , Iones en su relevante libro üociai Darwinism und Engtish ThoiígfiL Sussck, Horvcster, 19B0, pp. B0 y ss,

La teoría heredera de la dialéclíca m and an a com bate preci­ sam ente, desde comienzos del siglo, el ascenso filosófico y socio­ lógico de la interpretación abstracta de la existencia. Por un lado, la Fenomenología husserlianay, asimismo, la aparición del Existencialismo —en su versión más característica, la de Heidegger— significan una concepción de la existencia radicalm ente alejada de lo cotidiano, El Dasein es entendido, en razón de su ser deter­ m inado por la existencia, en sf mismo com o una realidad unlológica, com o expresa Iicidegger en El Ser y el T i e m p o El Scr-ahí aparece en el existeneialismo heideggeriano com o rem edio detoda teoría. De este modo, la explicación abstracta de la existen­ cia gira con un fin declarado: constituir una ontología que par­ tiendo de una vaga com prensión del ser, perm ita y llegue a una determ inación com pleta y plena del ser. Pero el sentido del ser, así como el concepto de subjetividad, se hace tan evanescente que hablando del todo se acabará hablando de la nada. En efec­ to, el ser y la subjetividad se aunarán en la existencia hum ana individualizada, existencia que se separa de su contexto históri­ co, apareciendo com o el resultado de potencialidades abstrac­ tas, m ás que com o resultado de procesos objetivos. La separación r adical del sujeto y del objeto que llevarán a cabo tanto el Existeneialismo como la Fenomenología, tenía su entronque con el Vitalismo que un siglo antes desarrollaron Scho penhauer y N ietzsche." La transm utación de la vida y de los valores que la Filosofía de la Vida nietszcheana propugnaba, si­ tuaba de nuevo la existencia com o el centro de la reflexión inte­ lectual. Pero bajo el am puloso concepto de vida se encubría el darv inism o cultural y el elicismo político y social. Las alusiones de Sehopenhauer o de Nieizsche a la sociedad industrial se ha­ rán siem pre en Forma despectiva a la existencia diaria del n a­ ciente proletariado y de Jos movimientos revolucionarios, incluí do el Sufragismo, que se identifican con la «decadencia cultural de Occidente», com o Oswald Spengler expondrá en su desgra­ ciadam ente influyente libro. Lo cierto, será que et siglo XX s e 10. M. Hfidoggcr, £ / S c r v ( / Ileffl)». Madrid, F.C.E., I9BQ. F.s el [libro significa­ tivo cu el que su hacen « ju iv a k n ie s jjs 'j1 en una conjunción idccJúgirti a y «los entes». Pen> tras el oscuro lenguaje—la «jerga de la autenticidad», com o irónicam ente lo denom inó Adorno— no se puede olvidar la función ideológica que traerá aparejada, para el Nazismo y el Fascismo, ia enunciación del Dasein —del ser-ahC—, para la muerte. Dos guerras m undiales liaran triste­ m ente realidad este concepto abstracto de existencia. Frente al intelectual ismo ideologi/ante, las diferentes c o m en ­ tes del Marxismo recom ponen el análisis de las condiciones obje tivas de existencia individual y social. La apa lición de los Manus­ critos de Economía y Filosofía™ im prim en un giro nuevo a la antropología m arciana. El ser social determina la conciencia, tal y com o se afirm aba en La contribución a la critica de la economía política, pero, asimismo, la conciencia no puede desvincularse de unos ideales de transform ación. L1 concepto de emancipación entraha en el marxismo heterodoxo, o bien com o esperanza y uto­ pía en la obra de Lm st Bloch, ya com o investigación sobre la codificación en Ltiltacs, o como crítica del autoritarismo adminis­ trado com o plantean los teóricos críticos en el inicio del Instituto para la Investigación Social. De este modo, emancipación lleva a existencia desde la perspectiva neom arxista de las prim eras déca­ das del siglo. Sin em bargo los ideales revolucionarios van a cho­ car frontalm ente, tías el final de la segunda guerra y la d en o ta del Na/.ismo, con la edificación de un tipo de sociedad en donde el productor se convierte en receptor-consumidor. La sociedad de Consunto de Masas, paradójicamente, resulta el anverso de los vitalismos y de los subjetivismos y, presentándose como la «so­ ciedad del individuo», consolida unos estilos de vida que homogeneizan a la población, ahora clasificada en forma de «masas*. Se hace imprescindible, por tanto, la vuelta a lo cotidiano, lis aquí en donde el M a mismo se fraccionará en dos corrientes, y frente a una poderosa sociología funciona 1-ccjnductista dom inan­ te.1-' los debates sobre el qué es la cotidianidad y cuáles son sus 12. K. M.n r* . M a n u s c r ito s d e I lanum iúi v Fiípiiifía. M adrid, A] ¡am a, 1995. la actua­ lidad dct Tercer M anuscrito sigue siendo evidente, pp. 133-209. 15. Una selección adecuada tic tocios ilel Funcional•Conducüwno com unkativo es la lL- G. Gertmer. Ct»nr?u«íifí* m , írtír»inA¡gy¿irrí/ínei'trípnlicv, Ni urva Yin 1., John Wilev; 1973.

procesos cobra m ayor relevancia. Para la Teoría Crítica, to coti­ diano se explicará desde una formulación m acroeslntclural en la que no se pierde de vista cn ningún m om ento la conformación del Nazismo en la Sociedad de Masas;N paralosestructunalistas, el consum o deviene en el fundam ento de la existencia colecti­ va. I?1V es en este punto en donde el m arxism o inglés volverá a su tradición literaria com o basam ento desdo el que reconstruir el universo de la vida cotidiana.

La «Primera Generación» de la Teoría do los Estudios Culturales do la Escuela de B irm ingharn: ideología y estructuras de la cotidianidad Del análisis filosófico de la existencia, la invcstigación socioló­ gica pasa a situar en el concepto de cotidianidad uno de los nú­ cleos temáticos centrales para com prenderla organización social. Se puede afirm ar que la gran transformación de la Ciencia So­ cial será la m utación del significado filosófico de existencia en la dirección de un replan team ion to de lo cotidiano, li.1 ser existencialisia dol período do entregúenos y de las décadas de los años cin enema y sesenta queda desplazado ante el avance de los empirismos y neo positivismos, pero especialmente ante el avance de los para­ digmas sociológicos que sustituyen de una forma paulatina las reflexiones conceptuales propias del análisis filosófico. La socio­ logía funcional ista —considerada como la filosofía del post-industrialisino do la misma forma que la teología en la sociedad medieval sustituyó a la filosofía clásica— desdeñará los procesos miejiosociológicos, y rechazará vehementemente las construcciones inte­ lectuales en las que el seniido de explicación desdo la totalidad interrelacionen acción y estructura. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial ei modelo parsoniano y funcional-conductista de interpretación social se constituye en el paradigm a dominante, desplazando com o ■metafísicosj* al resto de perspectivas y de te­ máticas «no coincidentes» con la nueva situación geopolítica sur­ Un ejem plo tic ello contbifesíenclo el libro de H. M am iv;, £ f Aotnbfí unidimen­ Bárra!, 1Lí6u. l.S. I-.I .p rim e r- Baiulrjllaid representa ti análisis m ás coirj|jltrlíj . Morley y V Wslttjitjiiw, y Vcils, cit, pp. 27-fi 3.

debatespostcslructura/istas, culturales aítMUHÍatckin.

Significado,

ideiitogfarAlthitsHundios

picó William M orris,1*el socialismo británico se enm arca en unos punios de referencia que tratan de resiiuar lo cotidiano en lo social. La cspecifidad, pues, de este proyecto consistirá en ro m ­ per con el modelo dualista que diferencia entre «una sociedad del trabajo» y «lina sociedad do vida diaria». La coexistencia de los dos ám bitos de existencia desplaza el análisis desde la fábri­ ca a la casa fam iliar y desde aquí a las esferas del ocio y de la cultura p opular Si bien es cierio que la rcintcrpretación historiográfica de la historia abierta tuvo su origen en las investigaciones de la Escuela de Chicago, su traslación al Marxismo, sin embargo, es obra de Frank Raymond l_eavis v de Edward P. Thompson. Como ya ha sido subrayado por un autor tan relevante com o Mattelart, Leavis incorpora la cultura popular como punto de partida desde el que rehacer la creación innovadora de la cultura profunda?0 Su propia trayectoria es un ejemplo de reedificación de lo popular frente al elitismo cultural que desde los artos treinta se consolida en Europa. El grupo de Bloomsbarv representa la i'isión despre­ ciativa de lo cotidiano- El esteticismo de la alta sociedad inglesa de enlregucrras oculta una reorganización defensiva de los gru­ pos de poder, del mismo modo que en el continente Fascismo y Nazismo suponen su organización económico-política. Pero en el país en el que Marx había pasado gran parte de su vida, no podía concebirse un elitismo m inusvalorizador de la cultura coiecl iva. Ello se observa en el desarrollo de Ja propia obra de Lea vis y del grupo creado alrededor de la revista Scrutiny (1932-1952). Desde su obra de recuperación de la literatura de r>.H. Lawrence frente a quienes le denigran por fatuo intelectualismo o por indig na pornografía, Leavís introduce lo social en la crítica literaria. La Gran Tradición y I a búsqueda com ún, redactadas en 1948 y 1952 respectivamente, suponen el retorno al análisis de la literatura como producción histórica que hunde sus raíces en la historia del pueblo. La recreación que Lea vis hace de la obra de Dickens en su Dicketis thc Navelisl no deja dudas sobre su perspectiva de trivin­ dicación de la gran tradición de ¡o cotidiano en el arte. 1*í. til,}1 Tbri4ili/4iclí'jn de los estudian tic h ccrni nlkadúiii*, 7c~ fos. n /,ji9 , Madrid, m aravm ayri, JW 7, pp. 113-14 8.

Si Lea vis aglutina alrededor d é Scrutiny un grupo de discípu­ los de gran influencia en la reforma, de la educación y docencia Inglesa, no obstante será Edwand P. Thom pson quien im prim a el giro de historia abierta a la Historia Sucia!. La investigación de Thom pson se plantea tom o investigación alternativa no sólo d í la historia academicistu oficial, sinu a Ja vez de una historio­ grafía m arxisla que va quedando anquilosada, de m anera que su convei-sión en ideología se percibe com o el resultado m ás evi­ dente de su monolitismo. Para Thom pson, l&experiencia hum a­ na resulta el punto de pan ida de tina explotación que amplíe el paradigm a m andano y posibilite ia incorjjoradfin de tradicio­ nes teóricas como m arco en las que recogerlas nuevas experien­ cias de la cultura popular, esto es, de ia clase o b m a . Comenta Thompson: Me propongo rescatar al humilde tejedor de medias y calcetines, iil jornalero Indita, al obrero de los n ás anticuados telares, al artesano utopista y hasta al frustrado seguidor de Joanna Kouthcott, rescatarlos de una posteridad demasiado condescendiente. Acaso sus tiíicios y tradiciones estaban destinados ¡i diríjante!; r irremediablemente. También es posible que su hostilidad hacia el nuevo industrialismo fuese una actitud retrasada y retrógrada, sus ideales humanitarios punas fantasías y sus conspiraciones revolucionarías prcicnsktnís Infantiles. Pero ellos vivieron aquellos tiempos de agudo mastomo social, y nosotros no. Sus aspira­ ciones fueron válidas a la Uiac de su propia experiencia. Realmen' te. cayeron víctimas de la liistoria, poro, ya condenados cu vida, aún permanecen como víctimas. No deberíamos tener como úni­ co criterio de juido el que las acciones de un hombre se justifican o no a la luz de lo que lia ocmrido después,ib Con formación históriat de Ja dase obrera. Inglaterra: 17801832, se abre un gigantesco cuadro en el que se dibujan tas íjcpe­ n cu d a s subyacentes de la Historia. Y en esas experiencias, lo cotidiano expresa los inlereses, las experiencias sociales, Iradiciones y sistem as de valores qtje, como afirm a Thom pson, defi­ nen a tina clase a p artir «de Ja disposición a com portarse como una d ase definiéndose a sí m ism a en sus acciones y en su conden cía en relación a otros grupos de peisonas». 1 1 . H .F .7 h o tttp S < m . f Ji

Iiü, t*L¡t, IS 7 T , lo iílti prfritei-íh, p. l í .

¡ÍT. U

]ptivista de la I iistoria. La acción cada vez se va con­ tra pon ierid o más a ia estructura. Lo cotidiano ganará terreno en sus Últimas producciones —Protesta y sobrevive, Opción cero y La guerra de las galaxias,*'’ todas ellas escritas en ia década de los años ochenta— y en las que Thom pson tratará de temas de ac­ tualidad como el pacifismo, el ecologismo o las posibilidades de pervivencia de la especie hum ana en el planeta. El manifiesto más evidente sobre la defensa a ultranza del sujeto indi vid ual se expresa en Nuestras libertades y nuestras vidas, publicada en 1986, Aquí, Thom pson ib | vindica la cotidianidad a p an ir de una incor­ poración de un hum anism o social mente com prom etido. Desde La formación de ia clase obrera... basta su m uerte en 1Í993, hay que su b ray arla evolución de su concepción de lo diario, consi­ derado Como resistencia al píider. 25. Las úftím as obras de T hom pson se centraron en la d enu ncia d e Jos grandes tem as d e la política Jntíiriafiiewal _yd e Un «guerra frfciN, im ejem plo paradigm ático fue sil artículo *La defensa de la Gran Bretaña* (traducido en Debáis [Valencia L n.°4 [ 19S2 ], pp, 1 ió -í J i í. en *1 que asum ía una posición en favor de Jos m ovim ientos pacifistas frente a La polfticat nuclear- La valentía ¿tica de T hom pson le llevó a esa panJcfpACftin dirccLa cn las cuestiones de actualidad.

lili uno de sus últim os trabajos, Thom pson exponía la antíte­ sis de lo que había sido su trabajo más conocido sobre la form a­ ción de la clase obrera, Fn un artículo sobre el libro de Linda Coliey.Brtítnis: Forgingihe Nati&n 1707-18 3 7 publicado en 1992, Thom pson titulaba su cn'líca ¡ji formación de una clase d o m i­ nantei,21y en ella expresaba tres décadas después de su obra fun­ dam ental, su concepto histórico: «Porque allí y en todas paitos, yo argum entaba que una parte imporLante de aquellos afios lúe la form ación de estructuras, oposiciones y culturas contradicto­ rias de d a s e*. De este modo, ei conflicto queda com o el eje de! estudio de la cotidianidad en la teoría thonipsoniana. La vida diaria de las diferentes clases significaba experiencias diversas y disLantes enLre si. La experiencia tendría que devenir en un con­ cepto complejo de múltiples dim ensiones según «la lonnación de las clases*, La cuestión enLunces de lo cotidiano traspasará las fronteras de la acción concreta y requerirá dirigirse h a d a procesos en los que estructura y acción confluyan hacia ¡a ideo­ logía. Como consideraba Thom pson en La política de la te&rítj: «Acontecimientos repetidos dentio del "ser social'1.,, que inevita­ blemente dan y deben d ar origen a la experiencia vi vida, la expe­ riencia I, que no penetran instantáneam ente com o “jtflejos" en la expelí encía JJ, pero cuya presión sobre la totalidad del cam po de la conciencia no puede ser desviado, aplacado, falsificado o suprim ido indefinidam ente por la ideología »,J7 A partir de este m om ento, ideología y cotidianidad cierran un círculo que la pri­ m era lisctiela de Estudios Culturales exam inará de una m anera incansable. Con Ja aportación historíografica de Thom pson las grandes líneas de investigación He Birm ingham quedan abier­ tas, Sólo que ahora ya no será ia cultura popular y la cu]lufa de Jas clases subordinadas, sino que la cultura industrializada de m asas va a requerir una transform ación de los inst rum en los conceptuales y de ¡as estrategias metodológicas del prim er ini­ cio de la historiografía cultural. 26. E ste articulo1postum o fue publicado cu el hom enaje de la revísta D e batí dedica­ d o a Thom psoft en el nrümen> 45 ¡septiem b re 1993)Kpp, 1 1 9 4 2 3 . 27. E.P. T hom pson. H istoria p o p u la r y teoría socialisitL Barcelona, GrijaLbo,. ]9S4, p. 27., com pilado por &. Sam uel Sil rcehüzxM la Icaria absl racta fue una constante d é la ubra tic TTixifinpeílJSli, el l l j í i ca.ratCterSs4.kHJ fue Wr.wn:íJ d t la JmnW. Hiin dcirul, CuTIUa, LyAI. F.l ataque furibundo de P c n y A nderson su p u so una F£actuali/.adán d e la i l a ­ ción. entre historiografía y construcción teórica; este ataque en Teoría, política e h isto ­ ria, Un debate ro n E-P, H iam psatlr. M adrid, S iglo X XI, 19S5, pp. 3 - 1 7 .174-19J.

Rayinond WiHiams: de la Allti Cultura a la Cultura de Masas J.os a c ie rto s y v a c ila c io n e s del m o d e lo th o m p s o n ia n o v an a t r a t a r d e s e r c o rre g id o s p o r R a y in o n d W illia m s, S tu a r t Fia]] y R ic h a rd H o g g art. C o n ellos, el p a r a d ig m a c u itu ra lis ta se c o n s o ­ lid a y e s tru c tu r a . Y c u e s t a a r tic u la c ió n , la c u e stió n c e n tra l s e rá la in v e stig a ció n so b re la fa se e n la q u e lia e n tra d o la c u e s tió n d e la c u ltu r a , s u s c o n tra d ic c io n e s y re la c io n e s con las n u e v a s f o rm a s d e so rg a n iza ció n d e las m a sa s. L as re s p u e s ta s q u e ta n to W illia m s, H all y H o g a rt a d e c ú e n a e s ta c u e stió n , so n , al m is m o tie m p o , re p la n te a m íe n lo s so b re los m a rc o s d e la c o tid ia n id a d en la ac tiv id ad d e u n o s c iu d a d a n o s a los q u e se les re c o n o c e n u n o s d e re c h o s p o lític o s c o m o e le m e n to s b á s ic o s d e su c iu d a d a ­ n ía , p e ro c o n la p a ra d o ja d e q u e, a la par, se d e s a rro lla n u n a s in d u s tria s d e la id e o lo g ía q u e so c ia liz a n d e s p o ü tir a d a m e n te a la |> oblacióm lil in te rro g a n te , p o r c o n s ig u ie n te , q u e p e rm ite es­ ta b le c e r u n h ilo c o n d u c to r e n tre u n o s a u to re s y o tro s d e la E s ­ c u e la d e B irm in g h a m n o p u e d e d e ja r d e se r o tr o q u e c ó m o se p ro d u c e n las n u ev a s experien cia s q u e d e b ilita n — c ita n d o n o eli­ m in a n - la p e rte n e n c ia y Ja id e n tid a d a u n a c la se so c ia l e s p e c í­ fica y, a s im ism o , e n quií g ra d o la e x iste n c ia d ia r ia e s tá c o n d ic io ­ n a d a p o r u n a d if u m in a d ó n p r o g re s iv a d e la s « e x p e rie n c ia s pr o fu n d as)- de la v id a, tal y c o m o la s d e n o m in a b a B e n ja m ín , p o ra p a s a r a u n o s tip o s de c iu d a d a n o s c u y a re a lid a d se li mi ta al re fo rz a m ie n tO d e lo b a n a l Los té rm in o s de id e n tid a d y c o t¿¿tia n id a d , o m e n u d o , se a s i­ m ila n en la te o ría b ir m in g h a m n ia n a , p e ro los m a rc o s c o n c e p ­ tu a le s q u e s o n p ro p u e s to s p o r c a d a a u to r p o sib ilita n u n a m u lti­ p lic id a d d e d im e n s io n e s d e g r a n re le v a n c ia in te rp re ta tiv a . Y del m is m o m o d o q u e, c o n ia o b r a d e T h o m p so n , el c o n c e p to d e e x ­ p erie n cia se rv ía p a r a d e lim ita r el sig n ific a d o d e «clase social* y s u s in te ra c c io n e s d ia ria s , a sí p a i u R a y m o n d W illiam s, la c o n s­ tru c c ió n d e u n M aterialism o C ultu ra l ¡x id ía a p o r ta r n u ev a s v a ­ rie d a d e s al e stu d io del sis te m a de la s ac tiv id ad e s c o tid ia n a s . M ie n tra s q u e l a fo rm a c ió n de la clase obrera.., se ínlei-esó p o r r o m p e r con u n a h is to rto g ra fía oficial q u e d e s e c h a b a la s tr a d i­ c io n e s p o p u la re s y la c a p a c id a d q u e ia tra d ic ió n o ra l te n ía p a ra re c o n s tru ir; d e sd e d ife re n te s á n g u lo s d e clase, los ac o n te cí m íe n ­ lo s, W illiam s se a c e r c a c o n s u primer lib ro C ulture a n d Society,

1 78Q-195Ü,™ publicado en 1958, a la producción cultura! como reflexión sobre la ideología y su acción sobn; el individuo. El inicias de Williams p or la nferaiura im prim e a su {^portación a la Escuela nn sesgo característico y de larga pervivencia en la tem ática de los F.sludios Culturales. Con Williams, el esquem a entre alta cultura clásica., cultura media o mediada y cultura papular, recibe un im pulso renovador, ya que sus estudios literarios, entre los que se encuentran jVíodern Tragcdy, Drama [rom ¡buen lo Biytcht y 'íh t Bngltsgh Novel fram Dickens to iM.wrence?* refuerzan sü convicción de la pérdi­ d a cultural que se está im poniendo cu la vida cotidiana de las poblaciones pust-industriales. La cotidianidad asi es concebida como la retórica de lu superficial. V en esa retórica, Jos híctísme.dia transform an las estructuras de la vida en estructuras de dispersión. La dispersión se constituye en uno de los conceptos determ inantes de la penetración de la com unicación m ediada en las existencias cúnetelas de los ciudadanos. Peno el estudio de los contextos de Ea vida habitual requiere necesariam ente una aproxim ación critica al Marxismo y, en con­ creto, a «los marxismos» niecanicistas. De nuevo, el m odelo de in/ra y sujtentstmciurti va a adquirir connotaciones diferentes. El surgim iento de la sociedad burocrática de consum o planifi­ cado, y de una integración a través de u n am biguo consenso sociopolílico, lleva a Williams a B ro m a ra una Teoría de la Praxis en la que Gramsci ocupa el lugar más relevante. Gram sci matizó cóm o las contradicciones históricas eran, a la par, contradicciones culturales. Mas para estudiar la m utua intenielación entre am bos modos de contradicción, antes era previo el análisis de una de las aportaciones m ás ae¡aradoras del au lo r italiano: el concepto de hegemonía. Williams en Marxismo y literatura afirma: G i r t m s a p la n t e ó Lira d i s t i n c i ó n c n tn c ^ d o m in io " ( d o n iin f o ) y « h e ­ g e m o n í a . F.| " J c i i i i n i o - s e L -x p r c sn e u f e r i n a s d i t á c t i l m e n t e p o lilie íis . y e n t ie m p o s d e c r i s is p o r m e d i o d e u n a c o e r c i ó n d ir e c t a o e f e c t iv a . S i n e m b a r g o , la s i t u a c i ó n m á s h n b itn n l e s u n c o m p lr -

23- R. W illiam s, C nltttr¥ a n d Socieiy. Nueva York, H arprr and ¡Ruw. 1996 29 . En esMrt prim eras obras tkr crflLca literaria. sin trTkbargoa se pon en te* tunda m in io s riel concepto ilustrador-maoiLano dlc cubara c o r c ] q u e W íU lsm s construye su obra posterior, v ía se: «N otes o n M arxism in BriUñli sln cc 19*55», en JVfiv L¿ft fteviiZWr ]QQ Cnoviembre-í-ncft?, 1996-1997),

jo entnelazamieniu [Je fuerzas paJítkse, sociales y culturales; y la i hegemoriía> r según las diferente* fntrrpímtacioircsi es esto o ¡as fuerzas activas sociales y culturales que constituyen sus elemen­ tos necesarios. Cualesquiera que sean Jas iniplieaeiotitís tM (.ymcepto paca ia leonapolíütA ruarxista (que todavía debe reconocer muchos tipos de control político dil ecto, dr control de dase y de control económico, hsí tym o esta formación íulVs geneial), los eFectos que prodtice koIjcí la teurfa cultural son inmediatos, ya que ^hegemonía» es un concepto qLie, ala ve/, incluye —-y va más allá de— los dus poderosos conceptos ¿¿¿teneres; el di.* ^cultura», como «proceso .íticial total» en que los hombres definen y confi­ guran sus vidas, y el de «ideología», en cumiquiem de sus sentidos

marsistas, cn la que un sistema de significados y valones constitu­ ye kí expresfóti d proyección de un particular ínteres decla.m*.'"' Lit renovación que hace Gramsci del tem a de la dom inación social a través del sentido cié hegemonía, pomo capacidad que posee un grupo o clase de ejercer la dirección intelectual y moral sobre la total ¡dad de la Sociedad, sintetiza, el difícil lema de la dominación económica con la do m inación política, Gramsci a vanza en el esquema de infraestructura económica y superesttnent­ ra ideológica colocando las instituciones de la sociedad civil en el centro de una nueva forma de d o m i n a c i ó n que obtiene el coírsent imten to mediante Ja c read á n u nílicadora de valores, símbolos o mentalidades. Lfli dominación ideológica posibilila la integración del ciudadano cn una cotidianidad sin coacción, L>e aquí, que la sociedad capitalista se afiance en la conciencia colectiva con un poder omnipresente. La hegemonía ideológica perm ite que las clases sociales diferenciadas acaben perdiendo la perspectiva de sus distintos intereses. Para Gramsci, por tanto, u n a Teoría de la Praxis1! debe aclarar eorno objeto preferente de investigación ias modalidades en las que se autonom izan la política y Ja ideología de su detem iinación económica, Rs, no obstante, en la concien­ cia en donde actúa y re¡>ercule la acción de la hegemonía. Frente a los conceptos simplificados de «conciencia* y de «^cultura». el de «hegemonía'* introduce el aspecto del poder y de la domina* d o n con m ayor am plitud analítica. Como subraya Williams: «El 30. R. Witl ¡:i n li, i/J r . t i n m i y IiifTdiurv. PWÍBsUla, [930, p . J2y. 3E. A. Giamsci, ¡m m ilticcU in a la Fííoío/íh íÍh & P m x tt. Biredoni. IVnfnsula, 197(I La t unrL'fKión raliu i bí dr □ iumíci cn C tillim i í íiierotorti. Ha i, r il,, p. 129.

33. R. WiltLants, The. Lt»tR Knnhilion. Harmondswcnlh, Pcnguln, 1965. } i . K, W illiams, Culture. Pontana, W illiam sCollírtóS o n sa iw iC o . Lid., 1961, iiíuiucido al casi r llano por Callara Sociología Je la C am im icaci& i y J et Arle. Barcelona, tild ó n , ¡942.

niendocom o contraste las experiencias intelectuales, sensitivas y emocionales de ia creación clásica literaria, el auttir de The Lon¡> RevohaionK debatirá sobre las relaciones prácticas que el m odelo cultural de la sociedad específica ejerec no sólo sobre la psicología de los individuos, cuanto tam bién sobre el mismo pro­ ceso económico. Con ello se rem pe con la determ inación del ceonomicismo, puesto que la cultura son prácticas, pero también expectativas de existencia. Expectativas canalizadas por el blo­ que hegemónico hacía sus intereses que, asimismo, suponen sus expectativas de supervivencias travos de la dominación. I .a d a ­ se dom inante extiende —y entiende su eolidianidad bajo los principios de la dom inación-subordinación. Su sistem a de sig­ nificados y valores, considerados como modos constitutivos de existencia, reflejan sus peroepcíoneüj; y no sólo las experiencias, délo s miembros participantes en el bloque begcmónico, Es por ello p o r lo que, para Williams, la cultura es actividad cultural De aquí su refonnulación de un m aterialism o cultural que sea ca­ paz de explicar Ja producción de la ideología desde la producción social, pero sin sim plificar com o reflejo las posibilidades crea­ doras y artísticas de cada formación histórica. En su libro CultureM( 19 B\ ), Williams esboza una Sociología de la Com unicación y del Arte en laque, precisam ente, aplica ei m aterialism o cultural en el es Ludio de ia dialéctica entre institu­ ciones y reproducción cultural. I_ns relaciones entre «producto­ res cultural es i» e «insi itliciones sociales identificables» condu­ cen a la formación cultural y a sus modos de organización, iin suma, en toda cultura hay que definir no sólo las instituciones dom inantes, los medios de producción y las fom iaeiones orga­ nizativas —¡iremios, escuelas artísticas, academ ias o creadores independientes—, cuanto Jo que supone la «obra de arte propia­ mente dicha* —actuación, calidad, especialigación estética—; es decir, la especificidad histórica de las formas ailísticas. Inspi­ rándose en cierto m odo en l.ukács, pero tam bién en Goldman ii, Williams revisa ia organización social de la cultura com o resul­ tado de una totalidad com unicativa en la que cada época ha arti­ culado sus m odalidades. Las instituciones generarían prácticas ,13 G I j i U

c i,

tl.i ntfltfnü, G rijiil ho, 1Í i 6 r sois volúíiieftL'í, flfim* coiHjjifíf-

Uis. Bytvíliirui, CriJliflH), 1970. ffivrn ond WUitnms ram enta ta e stític a tulíacsiana en C u ltu ra , w is . c il..p p . 1111-110. 16. L, G-nimRnn, Para u n a sociología de ta tmvta. .U.nJiiii, h V h v i i . 1975.

culturales y éstas, a su vez, mediaciones com unicativas caracte­ rísticas de cada tiem po histórico. C om enta Williams: Asi, pues, la organización social de la cultura es una gama am­ plia y compleja de muchos Upes de organización, d e s d e más directos a los más indirectos. Si esto lo aplicamos históricamen­ te, tenemos la [wsibilidad de desarrollar métodos sociológicos rn las áreas diferenciadas, pero conexas, de las instituciones culturales, de las formaciones cultura tes, de los medios de prr>ducción cultural, de las artes culturalrnentc desarrolladas y de las formas artísticas y culturales, dentro de nuestras definicio­ nes generales de producción y reproducción cultural como sis­ temas significantes relacionados y realizados.^ Los sistem as significantes y los procesos de com unicación simbólica definen la dinám ica ideológica del bloque hegemónico, Peno lam hién son parte esencial en los cam bios colectivos y sus nuevas organizaciones sociocul tu rales, Williams desarrolla su trayectoria teórica en función de las modificaciones objetivas que han cxpci im entado las condicio­ nes culturales en su evolución desde la cultura popular hasta su estructuración en la Cultura de Masas. El M aterialismo Cultural se acercará al tem a de la cot idianidad en una síntesis muy elabo­ rada entre conceptos abstractos de gran tradición en el marxiS' nio clásico mediación, tipificación, fuerzas productivas, base y superestructura— e investigación sociológica empírica, lin io s medios de comunicación social, el autor de B irm ingham tratará de lo cotidiano integrándolo en una dohle dim ensión: en los pro­ cesos de la Cultura de Masas y en las formaciones y deform acio­ nes de la opinión pública. El interés de Williams por la Cultura, de Masas com o con­ fo r m a d o r d é la cotidianidad en el siglo xx, es un referente con­ tinuo en su obra. Desde su inicial Culture and Sockty. ¡780¡950. publicada en 1958, h asta Culture, de 1981, pasando por la etapa de Williams de análisis literario —M odem Tragedy, Dra­ ma from fbsen to Brecht, y The English No\>el f'rom Dickens to Lawrence—, se observa un hilo conductor que conexiona «alta cultural* con «cultura popular» con la finalidad de aclarar y definir el nuevo nivel de la «cultura de masas* com o consim c37. R. Wtlllallis Cuflíint. Sociología de la Canamj&tciórt y ciel Arte, Ven». ciL, p. 200.

lora de una cotidianidad urbana extendida de m anera masiva. La Cultura de Masas, de este modo, es «el clima» en el que se desenvuelve Jo cotidiano en una sociedad en la que ei bloque hegemrtnico conoce todos los resortes de la ideología. Para Williams: En un nivel, la -cultura de masas», en estos últimos periodos, es una combinación muy compleja de elementos residuales, autotabricados y producidos externamente, con importantes conflictos entre ellos. En otro nivel, y de manera creciente, esta cultura de «masas* es el área principal de la producción cultu ral burguesa y de la clase dominante, y tiende hacia utm pro­ metida «universalidad» en Jas modernas instituciones de co­ municación, con un sector «minoritario)* crecientemente considerado como residual y que debe ser formalmente p r e ­ servado*, en esos términos. Así, una -alta cultura» relativamen­ te no cuestionada ha sido la fonna bastante general, desplaza­ da hacia el pasado —con unas minorías succsoras de tipo discreto que la sirven y compiten entre sí—, mientras que la ■minoría - activa y efectiva, dentm de una gama de príxlucción cultural determinada por clase, ha pasado al área general de la «mayoría».14 La Cultura de Masas h a desbordado la cotidianidad. Williams describe la vida diaria com o «un compuesto» del periódico habítualm ente leído, de los hábitos televisivos, de las frases m anidas de la publicidad, de las películas aosea rizadas» de consum o y, en general, «estamos analizando —afirm ará Williams no tanto una distribución de intereses como su integración, básicam ente en tom o a la publicidad, y con lina superestructura de los valo­ res proyectados en un m undo de relaciones públicas». Los m en­ sajes publicitarios conform an la «normalizaciónu de los ciuda­ danos. Pero esa «normalización» sólo puede provenir de la rutina. La Cultura de Masas rutinii'a la producción cultural hacia lo «ya visto». Las innovacjones, que habían sido el patrim onio de la creación libre, son som etidas a un proceso industrial que elim i­ na los aspectos no acordes con los intereses del orden social. La deform ación intelectual y sentim ental caracteriza las produccio­ nes de la organización m onopolistiea e industrial de la cultura,

Fren t e a otros autores de Bjrmíiigham,, WUlíams propone al­ ternativos para salir de una cotidianidad establecida a partir de criterios com ercialei. En Ijjs medios tle comunicación social se proponen unas pQsibilKiades diferentes ai uso publicitario e ideo­ lógico de los inass-media. El poder de la educación y el popel de los intelectuales independiemos aún pueden ser considerados com o cam inos que c o n tra rre s ta la dom inación m edíática de la cotidianidad.39 Es La] la convicción de Williams en el significado liberador de la educación que el cam bio (le Jas instituciones sólo es garantizado m ediante ¡ti enseñanza de la critica, La com para ción entre las diversas creaciones de ia «alta cultura» con ia de «masas™ se presenta tu m o el m étodo capaz de situar ias trans­ fo rm a d o ras de ¡os contenidos com unicativos En este sen Litio, el Apéndice titulado M ékxlos empleados en h s programas educa ■ ñvün de la televisiónf*° conLetiido en Los medios de comunicación social, defiende una transm utación de los valores difundidos en la dirección de una participación real de las audiencias en la creación com unicativa. Con este planteam iento, Williams va a abrir prccursoiam ente Lino de los lem as específicos de los E stu­ dios Cu I l u rales; el papel del receptor en ¡a codificación y descotiificaciún de Jos medios. Aspecto éste que con S tuart Midi se conv eilirú en el núcleo tem ático esencial de la Escuela. En consecuencia, sí Thompson centró su concepción cultu­ ral de lo cotidiano en las resistencias populares frente a la dom i­ nación; Williams, p o r su \jarte, m antendrá una posición en la que lo simbólico rem ite a instituciones colectivas organizadas p or u n bloque m inoritario de poder que m antiene a la población en tina m inoría de edad peimanenLe. De ahí que los intelectuales no vinculados a grupos d e presión o de infhiencia sean reivindi­ cados por Williams cnvno productores culturales de una cotidia­ nidad diferente, F,sta idea tan gramtrciana, pero que el autor de Uiimingham tam bién encuenLraen Alfred Weber enM ainnheim con su teoría de «una. inieliigentsia relativam ente no com prom e­ tida»^1como aiirm a en su LibroCid/íure, remite, no obstante, a la transform ación institucional. El pruducior cultural libre debe 39. íbtí.pp. 194-ZJ3. 40. IL WilLiafm, Lo* m&ifas de cftrmttficdcióti sociaí. Ra ¡.cdona, Pe isínsuta, 1978, pp. 18 1- 191, t jcis apéFkiiciíH A y B münificHüin d pro-srama regenerador de unos medkK* Ju com uri p ació n ™nlirotiidkredeiTit>crá[!Ítyipefi(e po r tos ciudadanos. 4 1 . K, M uínnheim, E n s a w d e Snetologjfa ¿le¡a C uitara. Madrid, Aguflar, 1957, aq;uF se c n c w n tr a su con cep ció n m á s com p leta del papel dél Intelectual en l;i ¡cockdad,

rom per con un m ercado asim étrica y desigual, y especialmente con «un bloque hegemónico de instituciones» que anulan nue­ ras y diferentes concepciones de la vida, valores y actitudes so­ ciales. Williams, por el contrario, no se engaña de la compleji­ dad de ¡a tarea propuesta de salir de la cotidianidad m ediática y m onopolística post-industrial cuando subraya: «Éstas son las com plejas realidades investigadas en los análisis de Gram sci so­ bre la “hegemonía" y los intelectuales "orgánicos". En ia prácti­ ca constituyen ahora los problem as más difíciles del trabajo cu! tural alternativo o de oposición».4’ Con Williams se abrirán campos nuevos de investigación a Jos Cultural Studics, pero tam ­ bién se introduce uno de los problem as centrales de la Escuela: la paulatina separación de los procesos culturales de los aspec­ tos económ icos y, en concreto, de las estrategias globales de la econom ía política. Esta separación se irá agudizando en la evo­ lución de la «segunda generación» de Birm ingham .

S tuail Hall: las dim esiones ocultas de la cotidianidad Los orígenes jam aicanos de Stuart Hall introducen dim en­ siones nueras en la Teoría Cultural que tanto Thom pson corno Williams habían desarrollado com o análisis de la dom inación colectiva. El desplazam iento que I lall efectúa hacia los actores y los aspectos sociológicos de la recepción comunicativa, profun­ diza la división epistemológica entre acción y estructura. Los problem as de la identidad desplazarán la reflexión de la produc­ ción cultural hacia el área del consum o cultural. El receptor-con­ sum idor se constituye en el centro de la investigación de los «efec­ tos ideológicos de los medios», tal y como se titulará uno de los artículos fundam entales de Hall. La trayectoria inldcctual del autor de The Popular ArtS** expli­ ca el desplazamiento d e las estructuras hacia los actores. La atrac­ ción de Hall por la cultura popular proviene tro sólo de sus oríge­ nes jamaicanos cuanto también de su labor docente en una escuela secundaria de Biixton. Será aqui en donde asum irá el valor de las Formas populares culturales como niveles renovadores de estnic42. W. WL'btr, H istoria J e ta

C u h u m . México, F.C.E., 1985, [>p. 342-351. 4j, S. Ha]], Tin PopuU i y A n s . L o nitros, 1tüicliin son. 1965, LLn colabo ració n Con P. W liam w l.

tin as anquilosadas. Para Hall, con la com unicación mediática se asiste £i la aparición de posibilidades nuevas de renovación de la creatividad colectiva. Hall estalla cercano, en gran medida, al plan­ teamiento de Benjamín sobre la reproductíbilidad técnica y su reciente función de acercamiento de la colectividad colectiva. En este pumo. Hall estaría cercano, en gran medida, al planteamien­ to de fíenjamín sobre la reproductíbilidad técnica y su rccicnte función de acercam iento de la colectividad a la expresión estética. Pera para com prender las categorías con las que se articula la subjetividad social a través de las nuevas experiencias com unica­ tivas, el autor de Birmingham se dirigirá de una m aneta previa a las oscuras relaciones da la ideología ,J’ Relaciones que permiten evidenciar las estrategias y los mecanismos no explícitos de las interconexiones entre cultura popular y comunicación de masas. P ata Hall, la cotidianidad contem poránea se articula sobre ios efectos ideológicos de los medios de com unicación tecnológicos. En su artículo «La cultura, los m edios de Comunicación y el "efec­ to ideológico"»,41' se hace un repaso m uy porm enorizado del con­ cepto marxismo de ideología como forma de reproducción psí­ quica de las condiciones materiales de cada estadio histórico. La revisión de ¿a ideología alemana que Hall efectúa, tiene el objetivo de delim itar el significado de cultura frente a los efectos ideológi­ cos que confunden lo ideológico con lo cultural- Observa Hall: Diciéndolo metafóricamente, la °cultura« nos refiere *1 la dispo­ sición —las jbí>í7;()lo al contenido de tes relaciones en que entran involuntariamente los hombres de cualquier forma­ ción social, entonces la ucuituia» se refiere a las formas que asu­ men tales relaciones... Cultura, en este significado del término, es el propósito objeti­ vado ante la existencia humana cuando «hombres concretos bajo condiciones concretas» se apropian de las pit*Juüdones de la ria-

44. S. Hall. 'S ig n ifica d » ,rep resen ta ció n , ideologfa: A lihuraery ios debate* poste» irucUtnLliMaia, en J. Curran, 15 Mortey y V. W¡úlicnt.iine, I Islu d iw c u ltú ra la y cturm nicftción. Vera, cit., pp. 27-63. 45. S. lla ll, .L a callara, los m e d iu sd e « im u n tc a d ito y e l ' efeel o id e o ló g k o '■, en J, Curran M G urem ch v J. VVobrevalor. Estas tres • funciones* íiaccnquelas relaciones de meneado bajo el capitalismo sean, simultáneamente, - rúenles# e ideológicas.** El descentra miento de ta conciencia a través de la acción de. meneado determ ina la formación de una cotidianidad dom inada 49, StHaD, *La CLillLLTH, ¡os medios y el efecni Ldeoitfgjewa, en J. Curron, ML Gutcvtich y J, WcxiHucíiÍ, Sociedad y comunicación dénnosos. Viera. clt.. p. .366.

por e! poder ideológico. Pero la formación social de la conciencia ser efectúa desde un tipo de m ercado cn el que lo latente se hace expreso y emerge hacia lo manifiesto. «También es crucial —su­ brayará Hall— el que la ideología sea ahora entendida no como lo que está escondido y oculto, sino precisam ente como lo que es más abierto, aparente y manifiesto: lo que "tiene lugar cn la su­ perficie y a la vista de todos", V50 La función ideológica de los me­ dios de com unicación aclara ese «estara la vista de todos». Es en este sentido en el que la transición de un tipo de mercado, descri­ to por Marx, íi una m odalidad cn la que, com o afirm aba la Escue­ la de Frankfurt, la conciencia entra com o la m ercancía de mer­ cancías en la sociedad post-industrial, posibilita objetivar los procesos con los que se organiza el sentido com ún cotidiano h a­ cia las finalidades mercantiles del sistema. El efecto ideológico de los medios, en definitiva, perm ite a Hall desarrollar una con* cepción antifuncionalista de la com unicación a p artir de la rup­ tura del tópico esquem a de Lasswell y sus adaptaciones neofuncionalistas posteriores. Con ello, Hall construye una Teoría de la Ideología com o teoría explicativa del descentram iento def senti­ do com ún de la población, y como neutralización de ese libre de­ sarrollo con el que Hall definía el sentido último de la cultura. Las contradicciones de la vida cotidiana, pues, son las contra­ dicciones de una sociedad som etida a los vaivenes de la lógica de la acumulación. Una lógica cuyo principio interno es Ja reificación de los sujetos convertidos en cosas bajo Jas condiciones ca­ pitalistas. Y en el centro m ism o de Lal lógica los mass-media fun­ dam entan los sistemas de representaciones, imágenes y símbolos de los ciudadanos. Hall no considera simplificadamente las prác­ ticas comunicativas, ya que, en últim o término, los diferentes niveles a partir de los que se institucionalizan, están edificando un modelo cultural cuyo objetivo es la producción de ideología en su sentido de enmascaramiento. R etom ando la formulación de Althusser sobre los aparatos ideológicos del Estado, el autor de Encoding-Decodirtg sitúa en el modelo de públicos la ruptura con la Teoría de Efectos; es decir, com prender de una m anera adecuada cóm o la institucionalízación de la ideología requiere replantearse de nuevo el tem a de la recepción de los mensajes mediáticos a través de la rece/xión por clase social. 50. tb íd .. p, 367.

La novedad do los argum entos de Hall consistirá en introdu­ cir la dialéctica entre clase social y recepción comunicativa, agi­ lizando el proceso al diferenciar entre; producción, circulación, distribución y reproducción. F.l receptor en su vida cotidiana no puede ser analizado com o un m ero individuo pasivo, tal y com o era valorado p o r los funcionalismos y ncofundonalism os. Al con­ trario, com o dem ostraba Thompson, siem pre que sut^e dom i­ nación se form an resistencias. De esta forma, cn la com unica­ ción m ediática la producción se realiza desde los centros e industrias monopolísticos, no dejándose ningún margen a las audiencias en la elaboración de sus productos. Por prim era vez en la historia de la producción industrial, criterios privados im­ ponen el gusto colectivo. Y del m ism o m odo que la producción, la circulación y distribución de los producios de las industrias de la cultura y del audiovisual dependen de las estim aciones co­ merciales e ideológicas, im posibilitándose la participación de otros grupos que no sean los de interís o de influencia. Hall su­ braya el m om ento de la reproducción com o descodificación de la audiencia.51Audiencia configurada por receptores activos, con gustos, acti ludes y valores propios que van a m ediar en la per­ cepción de los productos comunicativos estandarizadosLa categoría de clase social actúa com o elem ento esencial de 1a descodificación. Para Hall, tres m odalidades de descodificación indican la m ayor o m enor consciencia de clase; dom i­ nante, oposición y negociada. Los teóricos de Birm ingharn ape­ lan nuevam ente a Gram sci, pero a la vez a la obra de Althusser. El bloque hegemónico im pane u n «sentido común» y unas m en­ talidades integradas que descodifican en térm inos de los valo­ res dom inantes. La credulidad acrítica explica la clasificación de la realidad a través de la asim ilación de los valores ideológi­ cos. Frente a la descodificación dom inante, la de oposición se corresponde con una perspectiva en la que la opinión del sujeto presenta elem entos de resistencia ante la dom inación. La resis­ tencia equivaldría en la form ulación de Hall a.\&consciencia de clase del m arxism o clásico, m ientras que la descodificación ne­ gociada m antendría u n a posición interm edia entre la asim ila­ ción de m ensajes m ediáticos y experiencias vítales subjetivas que fluctuarían entre el rechazo y la adaptación a los valores SI. 5. ¡ioJl, D, Hohson, A. Lowcy y I’. Vi'Wjs (eom ps.), Londrifs, Hutóliinson, 1930.

Culture, Media, Lunguagt-

dom inantes. Por consiguiente, no sólo es activo el m odelo de transm isión de contenidos que dependería del poder in stitu ­ cionalizado, sino que, a la par, el m odelo de público tiene que ser considerado en relación a sus categorías sociales y cosmovisivas y a sus tradiciones culturales. Con ello la cotidianidad podría devenir en resistencia según el grado de valores defensi­ vos an te el im pacto de los media. En su estudio titulado Significado, representaciones, ideolo­ gía: Althusser y tos debates postestruct u talistas ,S3 Hall repasa las aportaciones sobre ideología y cotidianidad-identidad de Althus­ ser, Poulantzas, Laclau-Mouffe y, en general, los continuadores «posta y neoestructuralistas. Para Hall, la interpretación de la ideología lleva necesariam ente a la delim itación del campo ideo­ lógico y del conflicto ideológico. En este punto, el autor culturalista complcjiza el m odelo al introducir la identidad étnica en la identidad de clase y de grupo. El poliedro de la cotidianidad asu­ me múltiples formas discursivas vividas com o conflicto ideoló­ gico. Un texto de Hall aclara esta situacirtn: El concepto «negro* no es de propiedad exclusiva de algún gru­ po ideológico o de algún discurso único. Utilizando la termino­ logía de Laclau (1977) y de Lacrau y Mouffe (1985), este térmi­ no, y a pesar de sus poderosas resonancias, no necesariamente «pertenece a una clase». Ha sido profundamente insertado, a lo largo del pasado, en ios discursos de distinción racial y de! abu­ so, Durante mucho tiempo estuvo aparentemente encadenado a los discursos y las costumbres de la explotación social y econó­ mica. En aquel período de la historia jamaicana, cuando la bur­ guesía nacional quiso hacer causa común con las masas, en la lucha por la independencia política formal, contra e! poder colo­ nizador {una lucha en la cual la burguesía local, y no las masas, emergió como fuerza social dirigente), «negro» era una especie de disfraz. En la revolución cultural, que barrió Jamaica a fina­ les de los años sesenta y en los setenta, por primera v n las per­ sonas reconocieron y aceptaron su herencia negra-esclava-africana... El término «negro» se convirtió en el punto para Ea reconstrucción de la «unidad», del reconocimiento posiLivo de la «experiencia negi-.it,,, Fue una de las vías a nivel de las cuales se constituyeron esos nuevos sujetos. Las petsonas (los iudivi52. Sniiirt H all e n c sie estudio hacc la althusseriatiíi.t y ncom arsistas en su obra.

revlstíxi m is

com pleta de las influencias

dúos concretos) siempre habían estado allí. Peno aparecían por primera vez como sujctos-en-lucha por una nueva época de la historia. La ideología, a través de una categoría antigua, fue cons­ titutiva de su formacióti contraría,” Hall com prende el conflicto ideológico como el sustrato de la cotidianidad post-industrial. La lucha entre identidades diferen­ tes —elase, etnia, género ■rem ite al problem a perm anente del sujeto y de la construcción de su subjetividad. Con ello se abre tin marco que caracterizará a los Estudios Culturales: la multiplici­ dad compleja de la subjettvidadydc la identidad. El efecto positivo del deslizamiento de sus diferentes variables constitutivas, Pero el efecto negativo no podrá dejar de ser el enfrentam iento entre las experiencias divergentes, entre etnia, género y clase; eso sí, de los dominados. La experim entación del m undo p o r los dom ina­ dos va a. determ inar que el análisis de Birm ingham se deslice cada ve/, en m ayor medida hacia la estructuración del sentido com ún. Al concentrarse em pero la discursividad de lo cotidiano especialmente en este ám bito, se van a ir perdiendo de vista las contradicciones que no pertenecen sólo al cam po de la subjetivi­ dad, La investigación sobre los procesos económico-políticos gbbales va cediendo ante una m icroteoria que se posiciona m ás cer­ cana a la Antropología que a la Sociología o a la Economía, En consecuencia, un autor tan activo políticamente com o Hall — no olvidemos su papel fundador de revistas como Soimdtng o Marxism Today y su actividad en la Nueva Izquierda—, sin embargo, va a iniciar y abrir las paradojas teóricas que disuelven ef tem a de la ideologización de la cotidianidad, conduciendo a los Estudios Culturales hacia una integración académica en los circuitos de las «m icrosodologíasde m oda»,54

R ichard H oggart: d e la C u ltu ra O brera a los C ultural Stu d ies Richard HogearL cieñ a el círculo que con Thompson, Williams y Wall com ponen la «prim era generación;» de ¡a Escuela de 53. S. Hall, •SijyiifkíLclei, representa!:tón, A llh u ssery los debates postesIructunil ¡su sh , v ers.cil., p. 5íf. 54. M. WoJÍ, Sociología s ilr la lid a tolúliaiia. Madrid, l'ai(tós, 1982, pp. 13-19.

Birmingharn. Al igual que cn otras escuelas teóricas, la perspectiva tem poral permite señalar ya las obras que han determ inado una posición epistemológica, tem ática y m etodológica nueva. En el caso de Birm ingharn, The Lotig Revotution de Williams, La formación de la clase obrera de Thom pson, The Popular Arts de Hall y Whannel y The Uses a f Literacy de Hoggart form arían un conjunto program ático en e! que so com pendian y sintetizan los intereses centrales de esta linca de investigación. Pero no sólo la producción literaria citada definiría a esta Escuela, tam bién la creación del Centre o f Contemporary Cultural Studies cn 1964 daría unidad y coherencia a un proyecto intelectual cuyo interés se dirige hacia la elaboración de un nuevo paradigm a cultural y comunicativo. Hoggart representa el caso m ás característico del paso de un interés desde la crítica literaria hacia una especie de sociología histórica de la cultura popular obrera. En The Uses o f IMeracy, se busca d ar cuenta de la realidad de una cultura obrera propia ca­ racterizada p o r códigos morales, religiosos y hasta de propiedad. Frente a los tópicos que subrayaban la inexistencia de prácticas socioculturales radicalmente diferentes de las clases del bloque hegemónico, Hoggart estudia los barrios óbrenos industriales en los inicios de un capitalismo que sitúa en el ám bito de lo privado la vida pequeñnbuiguesa. La. naciente cuhura o b re ra—al contra­ rio del paulatino bienestar de la burguesía sui'gida tras la estabili­ dad económica producida por la explotación inglesa de las colo­ nias— se veía en condiciones laborales de precariedad que sólo «parcheabam* la bencficienria y las instituciones caritativas, si­ guiendo la tradición de «la ley de pobres» típica del liberalismo británico. Pese a los sentim ientos de inseguridad y la depauperi­ zación de la clase obrera, por lo demás tan bien descritos por Dickens desde su visión liberal filantrópica, se imponen actitudes y hábitos de cultura obrera que mantienen un concepto de com uni­ dad frente al control de su medio físico y psicológico emprendido por las nacientes clases medias, Y así frente a la Charity Organi-yition Society y los intentos por «evangelizar» mediante el Ejército de Salvación a los «barrios pobres»,56renace un sentido obrero de 5J. K. PiíUtlyi, Lagnmtransformación. Vera, cit., p. 103-121 56. M. Dobb, Esiudii». sóbrr el dciarotln det capitalismo. Buenos Aires, Sigla XXT, 1972, p. 315.

fraternidad observable desde tabernas y clubs obreros hasta en espectáculosym usic hall en los que las canciones y músicas m ani­ festaban una mentalidad antagónica del ahorro y la moderación pcqucño-bui^guesas. No sólo ia sociabilidad genera un modelo de cultura. T&mbién la alfabetización posibilitará un cambio determi ríante en la cosmovisión colectiva de ia dase obrera. Para Hoggart, la vida cotidiana explica mejor que ningún otro proceso, las imposiciones de unas clases sobre otras, Pero tam ­ bién, y como afirm aba Thom pson, las resistencias ante el avan­ ce de una perspectiva de clase media que intenta m odificarlas costum bres de los trabajadores en dirección de una integración en la ideología econom icista dom inante. La cultura obrera e n ­ tonces se hará defensiva e im penetrable. Desde 1860 hasta la prim era década del siglo xx, m utualidades, sindicatos y coopera­ tivas com pondrán una red de apoyo que sintetizan con un am ­ biente festivo y lúdico de variedades y espectáculos. El laboris­ m o y ei socialismo años después se disputaron, com o afirm a Thompson, la afiliación de una población imprescindible en unas elecciones políticas. Sin em bargo la fragm entación de la clase obrera —en obreros especializados y semiespecializados— iba a resultar la quiebra de los ideales de solidaridad. La cotidianidad, p o r tanto, supondrá unas formas de vida en donde ia cerveza, los arenques y las canciones ^picantes* dan cohesión de clase. La cu ltu ra obrera se escribe com o un proceso com unitario frente a u n a estructura societal que el capitalism o edifica burocráticam ente. E n este esquem a de Tonnies entre «so­ ciedad» y «com unidad»,57 H oggart reconstruye un m undo habi­ tual y diario am enazado, cada vez en m ayor medida, por u n so­ cavar™ ente de sus valores m ediante la inicial presencia de unas nuevas formas de com unicación que debilitan los intereses espe­ cíficos de los grupos oprim idos, Los Estudios Culturales de la «primera generación», de este modo, seguirán la trayectoria de las tendencias desintegradoras de la cultura obrera tanto en las formas de trabajo com o en las de ocio. La desorganización de la clase obrera, con la crisis de la Prim era G uerra M undial y los comienzos de una cultura orien­ tada al consum o de m asas, supone adem ás la desorganización de sus form as culturales. El m usichatt se «industrializa» y pier­ 57. F. Tdnnics. ComunidadySodtdad. Barcelona. Península. 19S7. 188

de su significado crítico y satírico. La taberna se sustituye por el pub, y los clubs obreros dejan de ser centros de discusión políti­ ca y paulatinam ente irán cerrando sus puertas, institucionali­ zándose com o bares del partido o del sindicato. En estas trans­ form acio n es la cu ltu ra o b re ra consciente pierde su lugar confundiéndose con la m entalidad de clase media y sus diferen­ cias entre unas familias y otras. La cercanía cotidiana y el con­ cepto cooperativo de la existencia se diluyen y, to n ello, se di­ suelven las luchas rcivindlcatlvasde un nuevo orden económico, políticoy cultural. La Cultura de Masas triunfará definitivam en­ te sobre la cu ltura obrera y popular. El valor de la obra de Hoggart no puede dejar de ser la capa­ cidad reconstructiva de un m undo obrero en el que el au tor de Birm ingham aún pasó su infancia y juventud —no olvidemos que nació en 1918, época en la que todavía están muy presen Les las huellas de una cultura popular que resiste a integrarse en la hegem ónica y de consum o. De aquí que tanto en Speaking to Each Other,)s, com o en sus artículos sobre el sentido de las cultu­ ras populares y en Life and Time, se defienda una revisión hístoriográfica de la cultura de la vida cotidiana como defensa ante el desarraigo de! capitalismo. Pero fundam entalm ente Hoggart rehita el estereotipo de lo instintiva de la cultura cotidiana. Se tra ­ ta de rom per con la perspectiva *folklorista» que, desde el siglo XVItl, H erder había aplicado al ^espíritu del pueblo». Y si a lo látigo del preindustrialism o Ja cultura popularse había transm i­ tido en m últiples form as —rom ances de ciego, juglares, vende­ dores am bulantes, goliardos,.,—, en el industrialism o capitalis­ tas las tradiciones populares tam bién se crean colectivamente y su m edio de transm isión no sólo serán las ferias y mercados, cuanto las estructuras que giran sobre la formación de la clase obrera subordinada. Como consideraría Gramsci, frente a la transm isión de la ideología dom inante, la cotidianidad reaccio­ naría con formas de modificación ideológica ante los valones del poder,5* La sátira y la burla serán Ins discursos de la vida cotidia­ na que resiste a su dom inación. El carnaval, como han estudiá­ is.

R. Hoggarl, Sp&Jdng lo Latrh Oiher. l.tmdi'ps, EVliciw Boolis, 1973. Sin tm barn i o b n rundanuntal i i g w siL-ntlo T )k Uses o { teieracy, Nueva York, Chatio and W lndui, 1957, aunque la versión utilidad;! en nuestro estudio a la Ifju c esii La Culture du pauvrw. parís. Mimii', 1972. 59. A. Gramsci, Antot&xíix, M úsico, Siglo XXI, 1977, pp 362-367.

do desde Batjin hasta Pcter Burke. se m ostraría como la inver­ sión de Jas tensiones que siem pre han caracterizado lo cotidia­ no.™ P ara Ilo e g a il, la capacidad defensiva de lti popular resume sil fuerza histórica y su compleja tradición. Con Thompson y Hoggart, ia cultura popular cotidiana pasara a con veri iis e cn un tem a cemita! de investigación durante la déca­ da de los años sesenta. La lucha de clases es al mismo tiempo la lucha entre cuitaras de clase. En este planteamiento hay un ideal ético-político p o r retom ar a unas práct leas populares que posibi­ liten salir del atolladero ideológico de la Cultura de Masas y para masas— de los 1.a disciu'sividad de lacoiidianidarl y sus códigos de articulación de Ja realidad se convierten en una salida intelectual ante la idcologización global de las IndusUias audiovisuales y de sus productos. Pero en este esfuerzo se debería record a r la distinción de C,ramsei entre cultura papular y cultura creada para las clases populares?' T_a F.seuela de Bírmingham r en su «prim era generación", no establecerá un concepto de cultura homogéneo y con fines analíticos desde los que identificar unas formas culturales de otras. Es ni As, a m enudo los Estudios Culturales se limitan a describir ambigua mente los sistemas de codificación y significación de Jos valores y símlxjlos populares idenl titeando a éstos con los de carácter otrero, De este modo existe ú na cierta conhisión entre restos culturales del pasado —gremios, artesanos— y prácticas sociales de la clase ob iíia. Esta unificación lleva a no delim itar adecuadam ente el Lema de la cla­ se, definiendo como ^ciases subalternas» un complejo conjunto de subclases y fracciones de clase que. incluso, pueden tener acti vidades incompatibles entre si, como ya señaló Marx al estudiar la reí ae ió n en Lre pral etar iadu y «lu inpcn pro! e ta tiado i .a col id ian idad resulta el punto de inflexión de una profunda revisión del marxismo y especialmente, de la temática de la ideología y de las conexiones entre líase y superestructura. Las dificultades episte­ mológicas V m etodológicas con las que Lanío Williams, Hall, Thom pson o Hoggatl se encuentran, van a provenir de que con­ ceptos coino cotidianidad, cultura, experiencia o conocimiento se hacen equivalentes. Ello va a propiciar la subjetivizadón de los (■O. ,\i. IJ.i t |in, La culi lira p. J 1 2 y s s . 3. J. Amg, L rm rf Jtoam Uxirv Rcíhitiki>if¡ Aí¿di¿i Audicnces f o r a PostttKXÍtrti HtwiLí. Londres, Rousledge, 1996. Un interésam e análisis d e [as n u ro is co n d icio n es a c ia le s rn la relación famil uA-íeíívisión

cen en el ¿uiálisis com unicativo ¡i partir del significado de iden­ tidad. La transición de las culturas a las su heul turas se enm ar­ ca en u n replanteam iento de las m últiples identidades que la sociedad neocapitalista post-induslrial está originando. Se pue­ de afirm a r que los continuadores de R irm ingham establecen un p rogram a teórico con el que repensar las conejtiones entre com unicación de m asas y di versificación de las audiencias en sus di Leñen tes construcciones de la realidad, com o valora Ja­ mes C urran en su articula &E1 nuevo revisionism o en los eslu­ dios de com unicación»: La herencia de Foueault es ambivalente. También ha promovido una descentralización de la investigación cultural y sobre comu­ nicación. F;n algunof estudios,la función de los medios se reduce ;i u io sucesión de encuentros leclor-tcxfo en t;| contexto de una sociedad que se desagrega analifttcamenle en una sene de instan­ cias dilcreneiadiis o en la que el poder externo al discurso Se eva­ cúa por completo- En italidad esto no es muy dístinio de la tradi­ ción liberal norteamericana, en la que los medios de comunicación se suelen analizar aisladamente respeeto a las relaciones de po­ der o se siLú:in en un modelo de sociedad en el que se considej-a que el podej estb ampliamente difundido. En efecto, en la influ­ yente y pnolífiea obra de Jon Fisfce, la convergencia es más o me­ nos cxplieita. Su redentecelehiíicirtn de la «democracia semióti­ ca», en l:i que ta gente proviene de «un amplio aba ni™ de grupos y subcuItiuasH. construye sus propios siguí litados dentro de una economía cultural autónoma, a b r^ n con entusiasmo los temas principales del pluralismo soiieinno de los consumidores.* T.a vida cotidiana se construye y pasa por los productos mass ■ mediáticos. Desde los program as televisivos hasta las revistas femeninas ilustradas, l a «según da generación» interpreta lo real com o la competencia que ¡a audiencia asim ila de la acción de los medios. Pero al ser fragm entada b audiencia a partir de catego­ rías com o las de raza y género, cada producto de la industria cultural-com unica!iva es entendido desde form as de experien­ cia a m enudo antagónicas entre sí. listo se com prueba en la m ultiplicidad de estudios sobre m ujer y medios. En este sentido, los Estudios Culturales feministas han logrado u n a síntesis teó­ 4.

J, Curran!, *EI nuevo itv i^ o n b m o e n lf¥¡¡ esiiídicxs culturales ► „en E stu dios cu¡(u-

rtuieí y comunicaeién. Vera, d i, pp. 383-417.

rica entre la producción y el consum o de los mass-media y la situación de subordinación del grupo femenino. Ángela McRob­ bie, Charlotte Brundson y Valerie Walkerdine representan un im­ portante csfuei7jo por valorar el significado de los géneros popu­ lares — com edias, rev istas «rosas», seriales y telenovelas, viikoclips...— en la creación de modelos simbólicos con los que generar identificación a la audiencia femenina. Hay una reconceptualización de los valores explícitos e implícitos en las versio­ nes de feminidad que se ofrece para consum o de masas. El ero­ tismo publicitario se desliza hacia las revistas consideradas para «consumo de las mujeres», tanto las deí «corazón» como las postm odem as tipo Marie Ciaire. El culturalism o feminista ha contri­ buido así a la aclaración de la cotidianidad de la m ujer en la so­ ciedad neocapitalista. Estudios como los de I. Ang Watching Dallas? J. Winship, ¡mide W omens Magazittes4 o los de A, McRobbie «More!: nuevas sexualidades en las revistas p ara chicas y m uje­ res*7 y V, Walkcrdine «La culLura popular y la enotiración de las ni ñas» ,9entre un gran núm ero de publi caciones, demuestran cómo gran parte de las estrategias de m antenim iento de la Sociedad de Consumo reposa sobre las modificaciones del rol femenino en función de los objetivos de acumulación del m ercado y de la ideo­ logía dom inante. Tal y como subraya Ángela McRobbie: ¿Cuál es el significado de esta nueva sexualidad? Kn primer lu­ gar, un alto contenido sexual vende. Las cifras de ventas se dispa­ ran cuando las revistas anuncian artículos sobre el sexo oral en sus portadas. Actualmente, More! es, con diferencia, la revista quincenal de mayor úxíto. En segundo lugar, este material sexual marca un nuevo momento tn la construcción de las identidades sexuales de la mujer. Sugiere nuevas formas de conducta sexual y propone un comportamiento audaz (e incluso descarado).* Paralelam ente a los esludios sobre la mujer, la etnicidad y el multiculturalis-mo han tenido una central idad en los continua­ dores de la Escuela que han desplazado aspectos sociológicos 5 , 1. Ang, Watching Otilias. Londres, M clKucn. 1985.

6. J. WJnship. Inside Ufaptrfiftk M aaaánts. Londres, Pandüc-a, 1987, pp. 62 y 55. 7. A. M cRohbte, *M orel; nueras sexualidadi;s: un tas revistas pata chkNts y muje-

1W> , en E slu dios cutíuraltLS y com unicación. Y e n . cit. pj>, 263-297.

S. V. W allteitlinc. -L a cultura popular y la erorización de la s niñ ai», cn E stu dios c u h u m le sy a m u n iín d ó n , Vcre. c ii.. pp. 4 S 1-497, 9. A. M cRobbie, op. a'f-, p, 271,

relevantes com o loa procedentes del área de la ideología. La vida cotidiana de subculluras como la jam aicana, la «anglohindú», la de los kooligans, adictos a las drogas, e incluso la «subcultura del gorrón#, se describe a partir de sus interacciones subjetivas y sus estilos de vida. En gran parte de estos estudios las técnicas etnográficas y antropológicas concentran el interés del investí gador. Las H istorias de Vida y las d eso í pciones porm enorizadas sobre costumbres, actitudes y creencias sustituyen metodologías historiográficas y epistemologías sociológicas. Sluart Hail, en este sentido, puso los fundam entos de esta dirección que se consa­ graría com o la principal a finales de los años setenta y en ia dé­ cada de los años ochenta. Para Jam es Curran: i.ri mayoría de estos estudios s o s t e n í a n que las d e s c r ip c io n e s estereotipadas y engañosas de los grupos «marginales» o perifé­ ricos en los medios de comunicación contribuyeron a desviar un conflicto social más amplio y reforzaban las normas políticas y sociales dominantes. Esto se vio ilustrado por los estudios sobre la representación mediática de la protesta política {Halloran y otros 1970); (Hall 1973a), las pandillas de jóvenes (Cohén 1980), losdrogadictos (Young 1974), los atracadores (Hall y otros 1978), los sindicalistas (Becharrell y Philo 1977), losíi(X>/4>a>j.s (Whannel 1979), los gorrones (Golding y Middleton 1982) y los homo­ sexuales (Watney 1987), e n ire otros (Cohén y Yotmg 1981),,. Los medios de comunicación tenían, cotno HaJl (1977) sostenía en u n influyente ensayo, un efecto ideológico,14 En este am plío conjunto de investigaciones, la cotidianidad se revelaba bajo una perspectiva m agnificada en una tradición que puede entroncarse con algunos estudios de Erving Goffman11 y de la Fenom enología de Alfrcd Schutz,12Un resum en global de las características asignadas a la «existencia habitual» se com ­ pendiaría en: — El papel central de los m edios de com unicación en la form ación de las clasificaciones de la realidad en las diferentes subculttiras, definiendo por este concepto las valoraciones y ex­ 10. J. C urran,, op, r i i ., f>. 387. 11. ti, GofFnian l a prese-marión de la persona en la vida CíHidiana. B uenos Aires, AtnofTotu, 1971. ]2. A. SchiuLj; y Tli- L u l I man n , í m esírutíj tras d el inundo de. la vida. Buenos A ltts, A m w o n u . 1977, especialm ente pp. 25-41.

periencias con las que se identifican y participan intersubjetivam ente d en tro de su *m icroco m unidad», — A p artir d e lo anterior, st: articula un concepLu dt: audien­ cia activa según sea la “Supuesta" posición de! individuo en su subcultura, asi los analistas de la «segunda generación * utiliza­ rán luí conjunto de estrategias textuales para interpretar la dis­ cu tí Sudad con la que cada grupo y áubgrupO establece sus m e­ canism os de iíconstrucción» de In realidad. Codificación y descodificación, según los tipos de. audiencias, introducen un planteam iento pluralista cada vez más distanciado del paradig­ ma dialéctico m andarlo, — Las com unidades de conciencia1J m oldean a los grupos sociales, debilitándose los vínculos de d a s e y la consciencia ad ­ herida a (isla, La integración y adaptación socioculinral de los ciudadanos desem peña un papel determ inante, sin duda, para la asim ilación de las relaciones económ icas y políticas hegem ónicas. Sin em bargo los «segundos* culturalifitas optan pre­ ferentem ente p o r u n a posición intelectual posl-m odem a; esto esr p o r et m odelo epistem ológico de la fragm entación y de la racionalidad «débil», — Al elegirse el modelo pardal de cotidianidad mo economícista se pueden aplicar, asimismo, a u n cultural] sn)t< m ecanicisía de la cotidianidad que parece que no recibe los im pactos ni de las form as de poder y dom inación, ni de las acciones institucionales y sus form as jurídicas y legales Des­ graciadam ente, cuando procesos globales económ icos y políti­ cos llevan a siluaciones bélicas.3*es entonces cuando, con pe­ sar, se constata que lo cotidiano no puede convertirse, y m enos en ias sociedades post-industriales transnacional izad as, en el núcleo central del análisis de las Ciencias Sr>ciaLes. Km a ilusión de la racionalidad etnológica post-m oderna olvida las com ple­ jas y sofisticadas form as de dom inación y su cam biante lógica de subordinación internacional,3'1 La identidad, en sum a, no puede desvincularse de tem as com o Ja opresión, Ja explotación y i;i alienación, y las coníliciones económ ico-políticas que h a­ cen com patible una Sociedad de Consum o cun unas psicolo­ gías colectivas de unos ciudadanos que ven «normales» la pervivencia de esos estados de exclusión para enorm es zonas del planeta, Perú, lógicam ente, esto debería dirigir a los Estudios Culturales no sólo hacia análisis infraestructurales, sino espe­ cialm ente hacia tina form ulación en la que la Sociología de la Cultura y la Sociología del Conocimiento pudieran hacerse com ­ patibles con una objetiva concepción de lo que Williams deno­ m inaba com o el paitidigm a m etodológico y tem ático de una nueva Teoría de la CulLura.

15. E n rn o ra tm ui tki s ió líc o i [ n dnili híj^ y b tíin n s

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desgraciada menle es cu an d o ye hace evidente que la cotidianidad depende, cil p a n medida, de! sistem a de interesas trtlUfllckFüfllhadüEr, cíe las estm e Iu ras de retaclone-s internacionales y de irasiitu£íüne& s.upran.neLriitfkEg*, 26, M, C hom sky y 1L D ieterirh, La aidea global. Navarra. Tx&laparta. 1997, pp_ ] 345? jLSÍmlsnfW'. H. SthUler. In fb n rrtá ó n y econom ía en tiem p o s d e crisis, Madrid, TecnosFundesco, 19SÓ, pp. 1 1.4- O I .

Eltemai de lo colidia no es ei problem a central de la sociedad de masas. La cotidianidad entra en la Ciencia Social como Ja gran categoría ordenadora. Desde la década de lúa años sesenta, el retom o a lo intersubjelivo de los etnom ctodólogos nortéam e’ ricanos, los fenomenólogos o lus neocuhui'alistas, can sus análi­ sis microsoeiológicos, nos indica la renuncia intelectual al mo­ delo explicativo de ¡a gran teoría,11 La descripción sustituye a la explicación, la acción a la estructura, y la Antropología a ia His­ toria. En estas condiciones, determ inados conceptos se vuelven tabúes, y de ellos ninguno tan represeiilativo com o el estudio do lo social desde el concepto de t'lase y sus procesos relaciónales. Es lógica la omisión de la posición de clase en modelos teóri­ cos funcionalisias, ncofuneíonalístas. etnometodológicos y, desde luego, en las exposiciones ensayisticas de Ja Post-modemidad.54 Resulla, sin embarco, sumamente sotprendente este «olvido» en planteamientos que se sitúan en Ja investigación histórico-sociaJ de inspiración en el paradigma dialéctico y, en c o n ad lo , en la lógi­ ca histórica heredada de Marx, lis en este punto en el que los pro­ pios principios epistemológicos y metodológicos de los que parte ia Escuela de Birmingham, y específicamente la «segunda genera­ ción», revelan múltiples paradojas. De ahí que una reflexión ade­ cuada sobre la teoría de los Estudios Culturales nos Lleve di recta­ mente a una pregunta: ¿hajo qué categorías conceptuales ordena la realidad el culturalism o de Birmingham? Pregunta esta que se resumiría en otia más evidente:, ¿sigue siendo mantisla ia Escuela de los Estudios Culturales?, o com o afirm a Jam es Curran: No obstante, ba tenido iut¡aj un cambio Importante. El más desa­ tacado y globalmentc significativo ha sido el continuo avance de Irwltrinsbs pluralistas dentro de la tradición radica], en particular el rechazo de los marcos expletivos totalizantes dei marxismo, ia reconceptuaii/jsción de la audiencia como airtiva y creativa y el cambio de Ja estética política a una estética popular. Debidos tjueííste revisionismo ha evolucionado como respuesta a un deba27. L a crítica funcional i sra ni ib c m c i s b l i c q lu-j Ijl lIl R .K . M d ft w en Turirki y

ttin tc íu m scKiuii's- M í.iícd , i\C. Ei „ 19I5U. pp. 56-92. 28. K, vfln B u y in i, J£íirfij p ofíiicu liri,(Jjjto X X , ÍJe la M o d tm id a ii a la Fi-st-'n afcrn idad. Madrid, Aiianía U nivcnidad, 1991, fp[>

le interno dentro de la tradición radical más que como respues­ ta directa a los textos pluralistas, d alcance del movimiento ha­ cia la tradición pluralista se lia visto parcialmente oscurecido. Un cambio radical ha tenido lugar en la disciplina, y dicho cam­ bio dará nueva forma —para bien o para mal— ai desarrollo de los estudios culturales y de comunicación en Europa.” Este texto trataría de centrarse en un m atiz aséptico valorativo com o es éste: «para bien o para mal», con el que se expresa la inestabilidad conceptual y la incertidum bre metodológica del culturalism o de B iim ingham : pena, sobre todo, las dudas sobre la evolución futura de los Estudias Culturales y comunicativos se hacen presentes. Ante estas vacilaciones no queda m ás solu­ ción que un sucinto repaso a otras posiciones que se han enm ar­ cado en el enfoque histórico-dialéctico y que, asim ism o, han ela­ borado u n a investigación sobre los conceptos de ideología, ciase, cotidianidad y cultura. En el estudio, por tanto, sobre la conexión ideología-cotidianidad nada m ejor que acudir a los planteam ien­ tos de la Escuela de Frankfurt y al neoestructuralism o que reto­ m a la distinción entre base y superestructura. Las perspectivas teóricas marxistas sobre lo cotidiano nos con­ ducen, de nuevo, a las relaciones entre ser social y conciencia. La esencial frase el ser social determina la conciencia resulta la distin­ ción desde la que reconstruir el «campo* de la conciencia post­ industrial desde sus procesos históricos. De acuerdo con esta con­ cepción, la Escuela de Frankfurt, desde su génesis, enm arca a los actores sociales en las estructuras objetivas.™ La reconstrucción de lo cotidiano, entonces, experimenta un proceso inverso en la Teo­ ría Crítica que en los planteamientos de los Estudios Culturales. Adorno, H orkheim er y M artuse afirmaron el poder de con­ vencimiento y adaptación que la sociedad tecnificada ejercía so­ bre los ciudadanos. La cultura-comunicativa, al igual que la técni­ ca o la ciencia, entra a foi-mar parte del complejo de instituciones que m antienen un estado perm anente de despersonal ización coti­ diana. Es. pues, en este punto en el que la Escuela de Frankfurt centrará una de sus m ás relevantes investigaciones. Para Adorno, el hom bre post-industrial está encerrado en el universo de la re­ ta . J. Curran, ■ El rnjtnu revisiunism o en los cslud ¡os iJe com u n icación >. en b stu d io s cuUundz', y com unicación. Vers, r il,. p. 499. 30. Un ejem plo de esta aplicación en: H uW. Adorno, Bajo el Mgrm da ios asiros. Barcelona., Laia, 19116, pp 95-11 i.

petición}' La repetición aparece como la clave de la cotidianidad, Y así la industria de la conciencia —los monopolios comunicati­ vos— aplicara con «maestría* la exigencia de una existencia repe­ tida en sus esquemas mil y una veces. La inmei'sión en tal devenir de un no-saber incomprensible vuelve al individuo aislado y en continua competencia irracional con los otros, tal y como demos­ tró Adorno en La Personalidad Autoritaria?2 El desplazam iento del N com arasm o —desde la «primera ge neración» de Frankíurt hasta la «primera» de B irm ingham — hacia las dinám icas de la cotidianidad se debe resituar entonces en una teoiización de las nuevas características del control social colectivo La «industriade la conciencia» dem uestra la transfor­ mación de las formas de dominio desde el m odo de producción al m odo de comunicación. Este proceso sin precedentes obliga a repensar el paradigm a m arciano en térm inos de cóm o desde la existencia diaria se acatan los valores repetidos en una dialéctica entre racionalidad-i rracionalidad en la que cada vez gana m ayor terreno la última. Abordar entonces el análisis histórico de la sub­ jetividad ha sido la giím contribución de los fundadores de los Estudios Cultui-ales. del mismo m odo que el sujeto ideoíogiiado por la razón instrumental ha significado una categoría determ i­ nante p áralo s iniciadores de la Teoría Crítica. En ambos casos, el poder infraestructural remite a las nuevas formas de explotación psíquica y física de la adm inistración burocrática de monopolios. Pero m ientras que en Jos de Frankfurt la cotidianidad refleja el desgarram iento de la sociedad capitalista y sus Fenómenos de ra­ cionalización. la razón cotidiana de los autores de Birmingham desem boca en un simple esquema de accción específicamente ccntrado en la trayectoria de las culturas populares. La inciden­ cia en los estilos de vida, las redes de sociabilidad y la construc­ ción de la ideniidad que el Centre o f Contemporary Cultural St l i­ dies desarrolla en sus investigaciones, nos explican acertadamente el «universo de sentido» de las «clases populares», pero ¿no debe­ rían ponerse también en correspondencia con el «universo de sen tido* de las clases del bloque hegemónico?34

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3 1. Th.W. Adorno, Televisión y cullura de m esas. Córdoba, Fudt-cor, 1966, pp. 35-43. 32. Th.W, Adorno, í j j p erson alidad autoritaria- Buenos Aires, P r a j t t t iiii, 1965. 33. Para el lem a de l;i ideología com o control social el libro d e N . A beitronihie, S, Hlll \ U S. Tumcr, La t a i s Je h ideología dom inante. Madrid. S ig lo XXÍ. 19E7, p p . 9-3534. [Tu juniK-rio sum am ein e in(en:5an(e es el de Wolfjuinfi RetnIiaiTjrn Lkj¿tilesíÍl'Í o d e r y !.: I. I‘J-í.vjri,., r¡rr del h ita d o . Madrid, PX'.E.. 1997, pp ¿95-325

Se hacc evidente, cn consecuencia, que la cotidianidad en e] capitalismo post-indüstriai no puede considerarse como un asun to privado, ni siquiera como mera responsabilidad del sujete:, cuando hasta sus tiempos de ocio y descanso están planificados. Elevar la experiencia del actor social-popular a categoría central de la realidad cultural y económico-política debilita los resul­ tados sociológicos y teóricos no sólo de la «prim era generación» de Birmingharn, sino de una forma especial de los autores de la «segunda» que sobrevaioran la singularidad subjetiva de cada grupo estudiado y sus prácticas concretas. No se trata, sin em ­ bargo, de contraponer a Frankfurt frente a Birmingharn. ni a Birm ingharn frente a Frankfurt, sino de repensar una concep­ ción em ancipatoria de to cotidiano. Y en este punto la recons­ trucción de! paradigm a marxiano pasa por una síntesis de posi­ ciones. Pero, a Ja par, se estructura por una renovación y retom o de la tem ática de la existencia y de la razón práctica. Al com ienzo de este estudio se hizo un repaso de cómo de la reflexión sobre la existencia se pasó al tem a de )a cotidianidad. Las filosofías y sociologías dialécticas de entregúenos m antu­ vieron un significado de existencia en el que las «experiencias profundas»15de la vida no quedaban subsitm idas cn el reduccionism o de lo cotidiano. La tensión entre el ser y el deber ser con­ form aba las necesidades com partidas de la voluntad racional. Razón teórica y razón práctica deberían converger en el ám bito de la acción ética y política. Gramscí, por ejemplo, evitó caer en el «idealismo» del joven Lukács, precisam ente al d ar prioridad al significado de cultura com o praxis colectiva y no, sim plem en­ te, com o interpretación subjetiva. Es la carencia de esta distin­ ción práctico-crítica en donde los Estudios Culturales quedan apresados cn una interesante sociología histórica que, sin em­ bargo, no avanza cn la fundam entarión de las mediaciones de la actividad históitea. Thom pson, Williams, Hoggarl y Hall recons­ truyen casi arqueológica y genealógicam ente el pasado con un cierto realism o ingenuo, pero no pasa del ám bito de la intencio nalidad subjetiva. Hay, por tanto, una antropología de las cos­ tum bres, pero se carece de una reelaboraciún antropológica del ser social histórico, Y en la lógica de la construcción culturalista de las diferentes identidades se detecta una peligrosa cstrale35, W, B enjam ín,

litiúgtnatíótt v faciedatl, cnllum irtaclom -: !■MmlrttL Tsrnrus,

19KQ.

gia ¿le la reconciliación ideológica de las contradicciones en la s o c i e d a d d e capitalism o l a n d í o . Por ei!o, u m rees lructu ración d ialfctícá del co $ rep lí| d e tíotidiatvdad inquiere volver1al «sentido fuerte» ác existencia. Este sentido fuerte de existencia se encuentra en la prim era Teoría C ultural d é la Esc Licia de Frankfurt, y actual mente en algunos oeoestructuralism os, como es el caso de Bourdieu, que conci­ be Jas prácticas culturales en función del habinis y campo de las diferentes torm as de distinción de las clases social e s . A s i la salida de los Estudias Culturales; de caer en planteam ientos superficiales semejantes a los de la Et nometodología norteam e­ ricana o en los análisis «transparentes» de la Post-m odernidadr7 tiene que provenir de la inlcm eladón entre existencia, cotidia­ nidad y lógica di: ¡a dom inación colectiva. Para la Teoría Crítica clásica estii triple conceptuali/ación era inseparable, tam bién lo era p ara los creadores del cstiucturalism o cu 1Inral-com ítnlcativu. La síntesis acción-estructura puede q u ed ar aclarada a p a rtir del análisis de la lógica de la dom inación que organiza la sintaxis de la cotidianidad. Sintaxis definida por la tendencia paulatina hacia la desubJi m oción de la existencia. Las dimen siones ¡n acionales de ésta intensifican, en el post-industrialis­ mo, la necesidad de dom inar y de ser dom inado. La «extraña Iiheracíón* que parece dar- el consum o de m ercancías y su ideo­ logía com unicativa presérvalas leyes del orden social instaura­ do. El individuo pierde así su individualidad, som etiéndose a una integración en la cual se encuentra aparentem ente satisfe­ cho, Y es aq u í en donde hay que situ ar la destrucción de la existencia libre y autónom a. Bajo el im perio de Ja tecnifieación m anipulada, la ^osificación de ¡a vida diaria se convierte en el hecho m ás característico de Ja Sociedad de Masas. La pobla­ ción se reconoce en stts objetos, en los productos com ercia les, en su m arca de autom óvil y de televisor Se 1lega a tj na ideologización artti-ií/eológica. La ideología se hace patente a p a n ir de estru ctu ras com unicativas que funcionan ya com o institucio­ nes de difusión de valores, sím bolos y actitudes cada vez m ás 36. P- BiKjrdscu, t.¿r distinción. Criterio v bases sociales del gusto. Madrid, Taunj.s, J9SS. pp. 473-496. 3?. &- V iitíim orId sociedadiranspafem e. B arcelona, PtoUSós, 1990. este Libro e s un ejem plo líjvicc» de! Nimpíiíicudo análisis pQS,:':m0l^CÍ,n^, Ia cünejddn cnmiyiicackS'Ji-

Kociecbiti,

alejados del análisis causal que ha sido el fundam ento do la conducta racional. En sum a, una reconstrucción dialéctica de la Teoría Cultural que nu quiera ser pura abstracción ni tam poco descriptivism o anecdótico, deberá articular una reconstrucción de las nuevas formas de la racionalidad instrum ental en el proceso de subjetivación irracional del conocim iento colectivo. Los procesos cosificadores del conocim iento y de la existencia —económicos, poUticos, com unicativos- - se deben considerar com o la tem ática central desde la que establecer una crítica cultural que no pier­ da de vista sus responsabilidades históricas. El program a, cn sum a, de una renovación dei estudio de la cultura no puede ser una aséptica narración de experiencias, sino una teorización sobre las causas de lo que Adorno definía com o consciencia de­ bilitada. Para Adorno: «La consciencia debilitada, m ás esclava cada vez de la realidad, pierde poco a poco la capacidad de ren­ dir esa tensión de la reflexión exigida p o r u n concepto de verdad que no está cósica y abstractam ente frente a la m era subjetivi­ dad, sino que se despliega por medio de critica, por lu er/a de la m ediación recíproca de sujeto y objeto» .Jí Esta concepción opti­ m ista del poder de la reflexión crítica no puede reconciliar ser y deber ser, y mucho menos, existencia y cotidianidad degradada. La tensión del análisis cultural que no quiera ser antropología de costum bres o ideología de la explotación de clases y de gru­ pos, tiene que recobrar el significado de resistencia frente a la dom inación expresado por la prim era Escuela de Birmingharn, y de dialéctica negativa de la inicial Escuela de Frankfurl. La reconstrucción de u n a existencia no vaciada —por una cotidia­ nidad planificada repetitivam ente— se convierte en la única ga­ rantía de que, p or fin, las múltiples dim ensiones de la realidad son creadas por individuos activos con una conciencia no alte­ rada por el interés de m inoríasMque tratan de relegare! signifi­ cado histórico perm anente que la cultura tiene de civilización objetiva y genérica de la especie, En esta m ediación entre civili­ zación, individuo y sociedad estaría la concepción originaria y contem poránea del M aterialism o Cultura!. 38. Th.W. Adorno, Filosofía y superstición, Madrid, AJiemza, 1972, pp, 94 39, Un Libro sugenemi: l-h esle análisis, cn la lin fa de un m a r a sm o ivtuowtto es: Gtiran T herbom , ¿Cótna dom in a la clase dom ín am e? Vci> d i,. 1989, pp. 151-29?,

1.a evolución de la «Segunda Generación» de la Escuela de Birmingliam: las transform aciones de la teoría de los Estudios Culturales La cotidianidad refleja m ejor que ningún otro proceso la lógi­ ca de, la dominación en las sociedades de capitalismo tardfo. E slc hecho tan evidente, sin embargo, se hace de difícil explicación y dem ostración. Toda la estructura organizativa capitalista se en­ foca y concentra en una sociedad en la que, de m anera creciente, bienes y servicios se producen y consum en en concordancia con la planificación del sisLema adm inistrado. Las condiciones de la vida diaria revelan, m ejor que cualquier otra estiuctura, las es­ trategias de una estructura social férream ente desigual. El ocio doméstico se m uestra com o el puente entre las exi­ gencias productivas m acroestructu rales y los vínculos intersubjetivos de índole m icroestructural,*0 En esta co ntradictoria relación se construyen los universos de sentido del ciudadano post-industrial. Relación en la que lo simbólico y lo imaginario se sitúan dentro de unos niveles ideológicos nuevos de efectos % consecuencias mitologizantes y mitologizadoras, con ello se eons tata la enorm e capacidad de la sociedad tecnologizada para ela h o ra r sistem as de pensam iento elementales y regresivos. El interés por aclaiar la capacidad de acción del consumo \ del ocio en la creación y modelización del «ciudadano de la Socie dad de Masas», estuvo presente desde los inicios de las sociologí­ as de carácter critico que se opusieron al funcional-conductismo norteamericano.1*1 Frente al paradigm a lasswdliano en el que el emisoi; receptor mensaje, canal y efectos se describían sin ningún conflicto, tanto la Escuela de Frankfurt com o la Escuela de Bir m ingham —en sus prim eras generaciones—, reformularon pro bkm áticam ente los elementos que conform aban las prácticas ob je ti vas del consumo cultiual y comunicativo, subrayando que sobnt los medios de comunicación masificados se sustentaba el iactoi funcional del capitalismo transnadonalizado. El emisor, en cuanto origen del m odelo com unicativo mass m ediático, interesaba de m anera especial desde el m om ento en 40. J. Baudtillaid, Im S o c ie tí de CírnscHtlmaiíun- P a ilv t e Foiní d e Id UiipMiimi 1969, pp. 2 80-2B3. 4 ] . B, M uñoz, Cultura y com unicación. Introducción li ios ín-¿j B w í ek m a, 1989, pp í.i-6 5 .

el que conocer sus intereses im plicaba, al m ism o tiem po, com p render sus técnicas y m ecanism os de dom inación colectiva Será a p a rtir de finales de la década de los añ o s seten ta, sin duda, cuando el papel del receptor em piece a in te re sa r comc aspecto dinám ico del análisis com unicativo. Este ca m b io pro viene de unas causas muy concretas, entre las q u e h ay q u e n saltar las siguientes: — l^a consolidación de un tipo de acum ulación de capital ei la que las industrias del ocio ocupan un lugar d eterm in an te den tro del capitalism o financiero actual. — Esta situación conlleva un cam bio radical en la in d u stria lización del ocio ya que, por prim era vez, los gustos colectivo:? son im puestos p or los consejos de adm inistración de las grandes multinacionales del audiovisual, — La necesidad de conocer precisam ente esos «gustos colec­ tivos» requerirá de unos especialistas en Ciencias Sociales que expliquen la organización y el funcionam iento de la audiencia*1 Los estudios empírico-estadísticos del funcionalism o co m u n ica­ tivo norteam ericano abren un tipo de Sociología de la C om uni­ cación en el que las técnicas de m arketing y de psicología social entran com o parte fundamental de la investigación y co n tro l de los ciudadanos, considerados com o los consumidores-receptores, de la sociedad de capitalism o tardío. A la vista de estos procesos, la sociología de índole crítica re­ acciona elaborando un modelo de análisis m acroestructural. Tanto la Escuela de Ftankfurt —con Adomn, Benjam ín, H orkheim er y Marcuse—, com o el marxism o inglés de la prim era E scuela de Birmingharn —encabezado por Thom pson y Williams— se con­ centran cn el tipo de cultura que se está conform ando y que afec­ ta de fonna directa a la cultura popular y la alta culturá­ i s diferenciación entre lo culto y la popular*3 había sido obje­ to de una nueva reform ulación en am bos planteam ientos, cen­ trándose la Teoría Crítica en las transform aciones de la alta cul­ 4 i. N o se jtiusle olvidar que trajo et orm eeptode audiencia lo q u e hay que un tender e s [a venta de c a a c ia id a a las m ultinacionales de lo p u b lld d a d y la c o m u n ic a c ió n , véase: 1j ¡ m anipulación de to! Cerebros. B arcelona, G íill sa, 1979, pp, 133-157. 43. C. CJi'iijntin y J.C. F a sse iw i, t o c h í/c v ít> popi/ltir. M adrid, I ji P iq u e ta , 1997, |i|j 17-77.

tura y, a su vez, los Estudios C ulturales se enfocaron hacia las resistencias de la cultura obrera y popular ante los procesos de dom inación industrial. Los dos libios fundam entales de cada línea teórica, la Dialéctica del Ilum inism oMy La formación histó­ rica de la clase o b r e r a ,de A dom o-Ilorkheim er y de Thompson respectivamente, no dejaban dudas de la situación de crisis a la que se había llegado con la aparición de u n tercer modelo de cultura; la cultura mediática, planteada com o difusión de m en­ sajes industrialm ente fabricados con procedim ientos de serializado tayloris ticam ente y som etidos a las leyes de oferta y de­ m anda del benefició transnacional. La alteración del modelo cultural, p o r tanto, tenía ahora que dirigirse hacia los universos de sentido que articulaban las nue­ vas y diferentes condiciones y estilos de vida. P c m específica­ mente, y tras el final de la Segunda G ueira M undial, la integra­ ción de las clases sociales en un m odo de existencia definido com o *amerícan w ayoftife» indicaba la capacidad de sugestión de los m ensajes señalizados y la gestación de unos fenómenos de identificación en los que se creaba «un doble vínculo con la realidad», Se iban im poniendo com o «reales* los contenidos m ediáticos, anulando en gran m edida los aspectos objetivos —económicos y sociales— de la realidad de las poblaciones so­ m etidas al proceso de estructuración social en form a de masas,** Ante tales m odificaciones, las respuestas teóricas se van a m over en dos perspectivas: eJ replanLeamiento macroestructurai de la tradición de la Teoría Critica y sus continuadores de la «segunda generación» y del estm eturalism o comunicativo; y por o tro lado, cí estudio micmestructural de la «segunda generación» de la Escuela de Birm ingham . m ás dedicada a lo intersubjetivo y a la investigación de \z construcción de los universos de sentido a p artir de los medios de com unicación. Las diferencias entre lo macro y lo micro, y las estructuras y los actores, abrirán una enorm e y radical brecha entre las «se­ gundas generaciones» de las dos Escuelas. Y así, m ientras que Claus Offe, Jürgen H aberm as, O scar Negt o Albrech Wellmer se internan cada vez más en los problem as políticos que el «nuevo 44. Th. W, Ad, Dialéctica del lliiim nism n. Bueno* Aires, Sur, 1971. ■tS. E.P. T honip iün, La fontiacióri h istó rica d e ia c ia se obrera, tnglaierra: I7B0-1S3Z, B arcelona, Laia, 1977. Tres volúmenes.. 46. C. Miinnuci, b i n>c¡i‘A aí¡ de m asar. B uenos Aíres, Corregidor, 1972.

orden» está generando, insertando los mass-media denlm de ios principias de la llueva organización capital ista.-1'1' Los continua­ dores de la Teoría de Birmingham, ves definitivam ente definidos com o Estudios Culturales, desplazan sus trabajos hacia la socio­ logía inteipretativa. La cotidianidad se inserta en ti Centro de Estudios Culturales d é la Universidad de B irm ingham como Ja problem ática central de su modelo m icroeslm ctural. Pero con ello se van a ir diluyendo los planteam ientos m ás novedosos y originales de lo que fue «la innovadora, prim era gene ración n, e incluso «la segunda gene raciona de la Escuela de Birmingham.

Los tres ejes tem áticas de la teoría de los Es tullios Culturales E n la «prim era generación * la cultura popular; y especial­ mente la cultura obrera, cünLralizó la investigación de los E stu­ dios Culturales. La evolución de la Sociedad de Masas va a re fie jarse en la trayectoria no sólo de la «segunda», sino tam bién de lo que se podía ya denom inar com o la «tercera» linea cu (finalis­ ta contem poránea. Fn este desairollo lo au totes m ás relevantes serAn: David Morley, Joan Davies, Ángela McRobbie. i>ick Hebdige, Valerie Walkerdine, Paul Güroy, Charlotte Drundson o Ana Kaplan, Iodos ellos van a d a r prim acía :d estudio de! consum o cultural oigan izado p o r grtdpüíí de audiencia. De este modo, tres ejes problem áticos serán los que interese an alizar la vida coti­ diana, los inedias de comunicación y la fonnación de identidades en las sociedades de m asas. Esta problem ática convierte la cuestión de la audiencia en el aspecto m ás determ inante de los nuevos Estudios Culturales des­ de finales de los años setenta. Pero la «segunda generación*, a! sim aren ki audiencia sus investigaciones. elcürtSUtnidor-UfiCeptOr se constituye en el sujeto dominante. Las prácticas familiares m ediáticas centraran las investigaciones Sobre la cotidianidad. Es en este sentido en donde se altera et program a teórico de ia «primera generación». Debido al desplazam iento de la cotidiani­ dad (entendida por I hontpson y Williams) de los procesos de J 7 . W. Knjcn, Fhifosvpliir í j ís

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PP 17-21

K rilik, E m fu h n a i g

\ i\ dic krilijc ke T lieo n a . fCíinigstciji,

producción fren Le a una coLid ¡anidad enm arcada en los proceso, de consumo y ocio. F-l ocio se configura com o d horizonte supre m o de ia existencia contem poránea). Pero at situar com o inferen cia máxima la actividad mediática. Ja experiencia diaria persona1 se sustituye por «ia experiencia» elaborada índustrialmenlft. La sustitución de! m undo de la vida - -como definiría Haber m as— p o r el m undo de los medios donde se expresa en toda s l am plitud será en los artículos de Ieng Ang Mirando Dallas, cn aBond y m ás ailá» de Tony Bermett y Janet Woollacolt, los estu­ dios sobre Nationwide de David Morley. Descodificando a n u n ­ cios de Judith Williamson, aparte de Family Televisión, Cultural Power and Domes tic Luisure de Mor ley y llvin g Room H rj de leu Ang. En estas obras se reconstmyí.' la vida fam iliar to m o una cuestión de gustos televisivos,^ Gustos promovidos y orientados por irnos emisores que proclaman «la libertad» del «univei'so do­ méstico» en una sociedad de consum o pianificado. I n cotidianidad se Fon nula com o la unidad y primer efe du los múltiples fenómenos sociales, culturales, económicos y políti eos. l.as características que explican ia vida cotidiana en los Es­ tudios Culturales serían: — La cotidianidad se expresa como rutina conform ada |x?i !a aceptación profunda de las consignas y norm as del neocapitalismo, Es m uy paradójica la carencia, de planteam ientos críticos en el aciual cu Ilu rali smo — El ciudadano se identifica com o receptor-consumidor que interioriza los esquemas cognitivos, ias actitLtdes y actividades piopuestos p o r la sociedad giobalizada. — 1.as expectativas del receptor-consum idor están generadas por \&socialización sistém ka frente a la socialización grupah esto es, la adaptación sistém ica consistirá en la inlroyecdón del sis tem a n o ™ at iv o y simbólico de los productos mediáticos trans nacionales, evitándose los sistem as valorativos provenientes dí la educación y de la cultLira de índole racional, — La cotidianidad se construye en los Estudios Culturales casi com o «una cortina de hum o - con ia que se disuelven las contra dicciones y conflictos del sistem a productivo, sustituyéndote los 4E. D. M orlcv. Lll. t y í t . p j i . 2 3 0 - U 7 .

itíp?. a u tlii-n cia s y tú [ n if » H Q illk n iI c t H uctius Atr*-i, A[ií(hhm

productos do la industria cidtural^jmurÜidaú va por cualquierotra referencia a las ancas relacionadas con el Lugar ocupado jiLir el individua e n él sistema de el ases, de estatus o octipodonaL 1j¡ carencia de un análisis dialéctico de Jos cultural is tas de la «segunda generación» consolida la cosificación m ercantil al aiiLonomizar lo subjetivo de las es tructinas objetivas. La vidn coti­ diana se asemeja, en estos análisis, a ú n a dim ensión casi mneta(teica*, en donde no ta y ni nguna cont ra posic ion entre el ám bito de lo privarlo y de lo público.’-1Et ciudadano queda encerrado en una cotidianidad constru ida en los productos mediáticos consu­ midos. Vida cotidiana y mass-media serán una y la m ism a cosa, A] considerar la cotidianidad en su relación comunicativa, d segunda eje problemático de los Estudios Culturales queda delimi­ tado: las medios de comunicación de masas, Con ello, el modelo de sociedad queda reducido dentro de los estrcchisímos márgenes de los productos de la industria mediática, y de este modo se van a eslablecer unas m o d ific a d le s paradójicas, ya que de ciudada­ nos pasaran a audiencias, y de productores a consumidores. La mutación en consumidores refleja las transformaciones tic una nueva división internacional del trabajo en donde el desempleo queda revestido por «un tiempo de ocio» en el que las estructuras simbólicas ocultan el restn de estm eturas sociales colectivas. Ln definitiva, la realidad se sustituye por lo que Fiske deno­ m inó comu ia democracia semiótica,'"' Rl imaginario «pluralis­ m o" soberano de los consum idores. La audiencia se identifica con el «ciudadano autónom o» capaz de convertirse en el árbitro de las decisiones cívicas. Pero, com o es evidente, esta sil nación se articula sobre u n conjunto de ficciones que, sin em bargo, van a difundirse de una m anera tan continuada qtie se irán haciendo tópicos comuiíKs cada vez de m ás difícil refutadón. E l «poder de la audiencia» dará lugar incluso a fota mutación de k e eoncop Los políticos de cultura cívica y de democracia participativa. Ln Waicking Dallas, p o r ejemplo, len Ang analiza los conteni­ dos de la serie estadounidense que conectan con la audiencia.’1 Oídlas ofr ecía un m undo de riqueza y suntuosidad en nn contex 49- M fUrfcer i A. ijrezci Cir-ds. )r ftiímdriiviijíi a (oj¡ EiíuJím s C tilttin itn B airtkm ii, Base)), L994. pp. 7-19.

50. lí. Morlis.i'p. cit„ pp. 1 21 -.ki.l.

51.íí,StfvenwijÚatoiraimaiid/icai.Bqeoc»A¡fea, AmnrfwIm, 1996,fi(t. i45 ISA.

lo de traiciones y engaños. Lis mi tífica ció n de la sociedad capí lalis lu que i*] lele filme hacía, red neta los procesos de acumulación y de explotación a Lina sucesión de intrigas am orosas y sentim en­ tales sin conexión directa con los factores económicos n políti­ cos, Las dimensiones mitológicas de la serie escondían una cosmovisión en la que el mobiliario, la vestimenta y las relaciones de los personajes entre ití —incluido el célebre «malvado» J.R.— re­ construían «la realidad» a través de una ley suprema: el m ercado y sus intercambios. Sin embargo, Jen Ang no desluca el «mundo de maniquíes* sobre el que se edifica la narración televisiva. F,n el estudio de Ang, la audiencia se identifica con «ese universo* de niveles de psendo-verosimilitud en la que todo queda reducido al estereotipo que el público «se supone que conoce»*51 En las cuarenta y dos caitas que Ang recibió, tras publicar su anuncio en una revista«rosa» holandesa, se expresaba «la estruc­ tura de sentimiento» que el melodrama, en forma desoáp optra, ejercía sobre los receptónos, especialmente el sector femenino. Ahora bien, la investigación de Jen Ang es un ejemplo protolípico de Jos qtie hará sobre productos comunicativos la «segunda generacíon> de laescuela'delns Estudios Culturales. La evaluación del con le ni do de Dallas, hecha por Ang, tiene que ser situada den­ tro de las técnicas de cnntraargnmentación.:! iisto es: tras la apa­ rente crítica hecha al m elodram a norteam ericano, se defiende la difusión del modelo