La gran conquista de Ultramar [3]

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PUBLICACIONES DEL INSTIT UTO CARO Y CUERVO

LI I I

LA GRAN CONQUISTA DE ULTRAMAR EDICIÓN CRITICA. CON INTRODUCCIÓN, NOTAS Y GLOSARIO POR

LOUIS

COOPER

TOMO

111

BO G O TÁ 1 97 9

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LA GRAN

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CONQUISTA DE ULTRAMAR

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r:r~ PUBLICACIONES DEL INSTITUTO

CARO Y CUERVO

LIII

LA GRAN CONQUIST'A DE ULTRAMAR EDICIÓN CRITICA CON INTRODUCCIÓN,

NOTAS Y GLOSARIO

POR

LOUIS COOPER

TOMO

III

BOGOTÁ 1979

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ES PROPIEDAD.

IMPRENTA

PATRIÓTICA

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INsT1TrTo

CARO

Y CvERvo,

YERBABUENA.

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CAPÍTULO CLXXI

Cómo dió batalla el príncipe de Antiocha a los turcamanos (sic), e fue desbaratada su gente. E recogida la gente de los cristianos, como ya es dicho, quando los turcos supieron que venían sobr'ellos, fingieron que se querían yr, e cogieron las tiendas e fueron hasta un castillo que ha nombre Screpta 1, e posaron en él aquella noche. E quando fue de mañana, el Príncipe embió sus espías por saber si querían combatir el castillo o si querían tornar a lidiar con él. E entretanto ordenó sus hazes e hizo armar su gente, de manera que no fuessen malandantes por qualquier cosa que los turcos quisiessen hazer. E entre tanto que se armavan, las espías tornavan a gran priessa, e dixieron que los turcos avían hechas tres hazes de toda su gente, e, según su entendimiento, havía en cada una XX mil hombres a cavallo, e venían inuy apriessa por embolverse con ellos. E quando el Príncipe oyó aquello, cavalgó e hizo quatro hazes de su ge[ n ]te, e habló con cada uno de los cabdillos de las hazes por sí, e rogóles mucho que fuessen buenos e hiziessen bien; e a los hombres honrrados llamó por sus nombres e amonestávales que se tuviessen muy bien contra sus enemigos. Mas luego vieron venir los hazcs de los turcos muy esfor~adamcnte, con sus señas al~adas; e quando se allegaron, derramaron los unos contra los otros, e muy fuerte se comen~ó la batalla, e cruel e espantosa. E los cristianos teníanse muy bien e hirieron en ellos con mucho esfuer~, porque eran mejores hombres d'armas; e los turcos sosteníanse por el / (53va] gran poder de gente que avían. E las dos hazes primeras de los cristianos hizieron muy bien en su venida; e eran cabdillos dellas dos hombres buenos e honrrados: 1

O,,_ tcrepla. Cf. Rec "Cerep". veces, Sn-~p.

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Más abajo este nombre

apJrece escrito. varias

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LA GRAN CONQUISTA DE ULnAMAR

al uno dezían Jufrc el monje, e al otro Guion Bronca. E aquéllas se metían en la mayor priessa de los turcos, e despartíanlos con las lan~ e con las espadas, assí como a bestias. E la tercera haz acabdillava Ruberte de Sanglo, e quando quiso entrar entre sus enemigos, partióse una gran compañía de turcos e herieron en aquella haz, de manera que fue Rubcrte tan desmayado e tan despavorido de su venida, que no cató otra cosa sino huyr, e toda su haz con él; e tan sin rccabdo huyeron, que desbarataron la quarta haz que el Príncipe aca[b ]dillava, que venía detrás, e partiéronla por medio, assí que una parte de la haz del Príncipe huyó con ellos, e no los pudieron retener ni tornar. E otra cosa acaesció en aquella batalla que fue grande maravilla; que a la ora que la batalla era más fuerte e más cruel, e que no paravan mientes en otra cosa sino en matarse los unos a los otros, e avía muchos muertos e llagados de una parte e de otra, se levantó un torvelino de parte de trasmontaña, en medio de la batalla, assí que todos lo vieron; e tamaño fue el polvo e tan grande, que no se pudieron ver por un gran rato los unos a los otros, e tanto ayuntó aquel torvelino de tierra e de rrama, que hizo un otero tan alto, que perdieron la vista dél. Mas los cnst1anos no pudieron sufrir la muchedumbre de los turcos, e fueron desbaratados e muertos, sino unos pocos.

CAPÍTULO CLXXII

C6mo mataron al príncipe Roge! de Antiocha en la batalla. Aquel príncipe Rogel, como era buen cavallero, quando vió que no podía tener los suyos, que huyan e yvan desbaratados, quedó con poca gente entre sus enemigos mortales. E túvose como hombre de gran esfuer~o e de gran cora~n, e metióse en la priessa de los turcos, e vcndióse muy bien; mas fue muerto. E los que se havían quedado con las tiendas en el llano subiéronse a un otero que era cerca de aquel lugar, e los que huyeron de la batalla, quando los vieron en aquel otero, pensaron que havrían allí algún

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LJBllO TEllCEJlO

amparo, e subieron allá con ellos. E quando vieron los turcos que havían vencido d campo, fuéronse derechos para el otero, e quantos hallaron dellos dcspcda / [53vb] ?ronlos todos. E Rinalte Manascr, que era uno de los mayores hombres de aquella tierra, huyó, e algunos cavalleros con él, e metiéronse en la tierra de un castillo que era cerca de aquel lugar, que havía nombre Sarramatan 1 , e pensaron ampararse; mas quando el gran príncipe Gazi lo supo, fue allá con gran gente, e tanto los estrechó, que se le dieron para hazcr su voluntad dellos. E en esta manera vino la gran desaventura e la malandan~ a la cristiandad en aquel día; que de toda aquella gente tan hermosa e tan apuesta que en aquella batalla fue, no quedó hombre, sino uno o dos por maravilla, que contaron las nuevas de los que eran muertos. E los de aquella tierra dixeron que nuestro Señor consintiera aquello por el pecado del príncipe Rogcl; que él era más luxurioso que otro hombre, mas otramente era buen cavallero de su cuerpo. E de una cosa era mucho culpado, que bien sabían todos que Tranqucr le avía dado el señorío del principado de Antiocha, quando murió, con condici6n que quando el niño que cstava en Pulla con su madre demandasse el principado, o sus herederos, gelo otorgasse Rogcl sin contienda ninguna; e avíagclo Boymonte demandado, e nunca lo pudiera aver dél. E todas aquellas cosas tenían por malas; pero el día que murió confessóse con gran contrición de sus pecados, e prometió que haría emienda si nuestro Señor le diesse vida. Mas nuestro Señor ovo piedad dél, porque lo tomó en su servicio confessado e arrepentido.

CAPÍTULO CLXXIII

Cómo llegó el rey de Hierusalem e el conde de Tripol a Antiocha, que venían a ayudar al príncipe Roge/. Las nuevas se esparzieron por la tierra que el rey de Hicrusalem e el conde de Tripol venían con muy gran gente por ayudar 1

O,. darramatan.

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LA GRAN CONQUISTA

DE t.:LTRAMAR

al príncipe de Antiocha. Mas quando Gazi lo supo, embió quatorze mil 1 turcos contra ellos por tomarles el passo por do havían de passar, e partiéronsc en tres partes : la una f uc al puerto de San Simeon, e las otras dos partes fuéronse su camino derecho, cada una por su cabo. E el Rey con su hueste encontró la una parte e dcsbaratólos; e a los unos mató, e los otros huyeron. E vínose a Antiocha, e fue recebido con gran alegría del Patriarca, e de la clerezía e del pueblo, que toda la gente era espantada por la gran desaventura que les havía / [54ra] contecido; mas fueron confortados e assegurados por la su venida. E el Rey estuvo allí mucho tiempo por tomar consejo cómo se manternía, que en gran peligro estava la tierra; la cibdad era muy vazía de los hombres buenos. E en tanto que el Rty holgava en Antiocha, Gazi tomó dos castillos, el uno ha vía nombre Emali, e el otro Artayxa 2 , e fue a cercar otro que avía nombre Serep; e aquello hazía él porque le dixieron, e era verdad, que el Rey avía embiado por el señor del castillo, que ·avía nombre Alaym, e era ydo a Antiocha con todos sus cavalleros. E quando los turcos llegaron a la fortaleza, que era desbastecida, hizieron cavas debaxo de tierra por todas partes, e cavaron el castillo e descubrieron toda la peña en que cstava, por meter el fuego; que luego que la peña tremicssc, caerían las torres e los muros en tierra. E los que cstavan dentro ovieron grande miedo e diéronse, salvas sus vidas; e Gazi tomólos a su merced, e recibió· el castillo, e hizo levar a los cristianos en salvo. E fuése de allí para un castillo que dizían Sardomas e cercólo de todas partes; e los de dentro diéronse, assí como fizieron los otros de Serep. E Gazi tanto se ensoberveció, que creya que nadie lo osaría esperar en campo, e andava por la tierra a su voluntad; ca mucho havía espantado las gentes de las tierras.

1

1

Cf. Rec "dis milc". Or. Arcayxa.

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LIBI.O TEI.CE&O

CAPÍTuLOCLXXIIII

Cómo fueron el rey de Hierusalem e el conde de Tripol a buscar a los turcos que mataron al prlncipe de Antiocha. Como havéys oydo, el Rey reposó un poco de tiempo en Antiocha, e el conde de Tripol con él; mas después que supieron que Gazi andava corriendo la tierra, salieron de Antiocha con toda su gente, e pensaron hallar los turcos en la cerca del castillo de Sercp. E fuéronse para Seporge 1, e de allí passaron [el] Hab, e pusieron sus tiendas en el otero que llaman Darvis 2 • E quando Gazi lo supo, mandó venir sus ricos hombres ante sí, e mandóles que no dormiessen aquella noche, mas que pensassen sus cavallos e aparcjassen sus armas muy bien, e que antes del alva fuessen todos prestos e aparejados, de manera que antes de la claridad del día fuessen a la hueste del Rey, e que los matassen todos, que no escapasse ninguno; e que aquello podían ellos hazer muy de ligero, porque los hallarían adormidos, e por esta manera los podrían matar. E assí lo pensaron hazer, mas ante nuestro Señor tornó el fecho de otra forma; que el Rey no estava ador / [54rb] mido, antes estava en grande cuytado e en gran pensamiento porque su gente fucsse bien armada, cada uno según le convenía. E ninguno durmió aquella noche en la hueste, mas los unos adobavan las armas, e los otros se confessavan con Hebremart, el ar~obispo de Cesarea, que fue con el Rey hasta allá. E levava la veracruz, e sermonava e amonestava el pueblo muy piadosamente, e dezíalcs que fucssen buenos e firmes en la fe de Jesucristo, e que oviessen buena csperan~a que él los ayudaría 3 • E bien de mañana fueron todos armados e aparejados, e el Rey avía ordenado sus hazes, de sietecientos cavalleros cada haz, 1

Cf. el orig. fr. "Ruge ... hoy Rilza. según edición Je P. París (t. I, pá~. 4c;o,

nota 2). 2

Cf. Ru "Danis". • Or. ayuduria.

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

assí que eran diez hazes. E salieron de la hueste todos aparejados como para batalla, e embiaron tres hazes adelante que hiriessen primero. E el conde de Tripol fue puesto en la diestra con toda su gente, e los ricos hombres de Antiocha en la siniestra, e la gente de pie fue en medio, e detrás el Rey venía, que la guardava con quatro hazcs. E en tanto que ellos yvan assí aparejados e passo a passo, los turcos parescieron ante ellos, haziendo muy gran ruydo de bozinas e atanbores, e trompas e añafiles, e dieron tan grandes alaridos, que las aves del ayre se espantavan, ca la gente era mucha e venían con gran sobervia, fiándose en la muchadumbre dellos mismos. E los cristianos havían su esperan~a en Dios e en la veracruz, que cstava entr'ellos. E las hazcs rebolviéronse unas contra otras muy atrevidamente, e no ovieron piedad los unos de los otros; que mucho cstava raygada la saña e la malquerencia en los cora~nes de cada parte.

CAPÍTULO CLXXV

Cómo venció el rey de Hierusalem en la batalla a los turcos que mataron al príncipe de Antiocha. Los turcos vieron la gente de pie entre los de cavallo e fueron a herir en ellos, pensando que de ligero las matarían, e que después que fuessen libres de aquéllos, harían de los otros lo que quisiessen. E mataron la mayor parte, assí como nuestro Señor lo quiso consentir. E el Rey, que aún no se moviera de sus hazcs, vido que la gente de pie era mal parada, e que las primeras hazes no les podían hazer ayuda ni defender, antes ellos mismos havían menester ayuda e acorro. E entonce mandó que derramassen todas las hazes en uno, e rogóles que trabajassen en defender la fe de nuestro Señor Jesucristo, e que guardasscn / [54va] sus honrras e a ssí mismos; e rog6 a nuestro Señor que acorriesse a su pueblo e que lo salvasse aquel día. E el Rey hirió estonces el cavallo de las espuelas primero, e metióse entre sus enemigos, e su gente con él, que le siguieron a muy grande priessa; e metiéronse entre ellos

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LIBI.O TERCERO

de manera, que fueron como cercados de todas partes. E cstonccs se comen~ó la batalla fuerte e áspera e cruel, e el ruydo de las espadas e de las otras armas fue tan grande como si el ciclo tronasse. Muchos ovo muertos, e derribados e llagados que nunca se levantaron. E los cristianos de las primeras hazcs havían sofrido tanto la pricssa de la gran gente, que los acometían muy fieramente, e eran ya tan cansados, que por poco no fallcscían; mas quando vieron que su gente venía e que se tenían tan bien, cobraron esfuer~ de manera, que les pareció que cstavan todos holgados, e metiéronsc entre los turcos más atrevidamente que antes. E en esta manera duró mucho la batalla, e los cristianos maltrayan a sus enemigos muy fuertemente. Mas los turcos no los pudieron sufrir, e comen~ron a fuyr todos desbaratados; e los cristianos fueron empós dellos por muchas partes, según fuyan. E de los cristianos de pie murieron sietecientos, e de cavallo ciento, e de los turcos hallaron muertos quatro mil, sin los presos sanos e bivos, e otros muchos llagados, que mataron; muchos escaparon dellos por pies de cavallos. E Gazi e Dodaquin de Domas, e Debeys 1 , el príncipe de Arabia, quando vieron que su gente era desbaratada, trabajaron de ponerse en salvo lo más ayna que pudieron. Mas el Rey no quiso yr en el alcance empós de los desbaratados, ante quedó en el campo con muy poca compania; que todos los otros fueron empós de los turcos. E en aquel lugar se estovo el Rey esperando su gente hasta el primer sueño, mas porque no hallavan allí viandas, entró en un castillo cerca de aquel lugar, que havía nombre Hab, e a la mañana tornó al campo. E embió sus mensajeros a Antiocha, a su hermana e al Patriarca, con su sortija por señal, e embióles a dezir cómo nuestro Señor les havía dado vitoria contra tan gran gente. Aquel día se estuvo en el campo fasta en la tarde esperando su gente, que venían de todas partes, e partióse de allí con muy gran ganancia. E fuése para Antiocha, e recebiéronlo con processión e con alegría en la villa; que, según la malandan~ que ovieran en la tierra, el / [54vb] Rey los avía bien vengado e conortado.

1

Or. Rubut.

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

CAPITULO CLXXVI

Cómo el rey de Hierusalem tomó en su guarda e en su encomienda el principado de Antiocha. Aquella vitoria otorgó nuestro Señor a los cnsttanos quando andava el año del Señor en mil e ciento e doze años, el segundo año de la corona del rey Baldovin el Segundo, la vigilla de Santa María de agosto. E el Rey embió la veracruz a Hierusalem con el ar~bispo de Cesarea, que la levó bien acompañada, e entró en Hierusalem el día de Santa Cruz de setiembre. E los de Antiocha detovieron al Rey por consejo del Patriarca, e de los ar~bispos, e de los obispos e ricos hombres de la tierra, e fizieron al Rey señor e governador de la cibdad de Antiocha, e entregáronle toda la tierra, que la toviesse e la governassc a su voluntad, franca e quita, assí como su rcyno. E el Rey prometiólcs ayuda, e tomólos en su guarda. E reposó allí un tiempo por adere~r los hechos de la tierra, e hizo que le hizicssen omenaje los hijos de los que murieron en la batalla o los más propincos, e hízoles dar sus heredades e todo lo suyo. E casó las dueñas biudas según que les convenía, e hizo bastecer las fortalezas de armas e de gentes e de viandas. E cstoncc dispidióse para tornarse a su tierra; e entró en Hierusalem el día de Navidad, e traxo corona en Bellén él e su muger, por honra de la fiesta.

CAPÍTULO CLXXVII

De la pestilenci.a e hambre que vino en tierra de Suria, e de cómo se ayuntaron sohr'ello el Rey e Patriarca e los perlados en la cihdad de Naples. Como dizc el proverbio, no es maravilla si el padre castiga a su hijo quando lo quiere reprehender; e por ende, nuestro Señor

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19 Jesucristo, que es verdadero padre de sus cnsttanos, vicio que el pueblo de la Santa Cibdad cstava muy embuclto en pecado, e por aquello quísolos castigar e ferir de muchas maneras. Ca de una parte sufrió que los enemigos de la fe corriessen e maltraxicsscn las villas del reyno, e de la otra parte, levantóse en la tierra una manera de pestilencia murolés; e era una manera de ratones que nascían en las tierras labradas, e comían entre dos tierras la simiente del pan que era sembrado. E si por aventura cscapava algún grano que nacía, comíalo langosta, que havía mucha. E hazíanse terre / [55ra] motos muy a menudo por la tierra; assí que cayan las casas e los muros por las villas, de que pereció mucha gente, e el pueblo cstava tan espantado, que no sabían qué hazcr. E aquellas tempestades duraron tres años, e por ende havía gran hambre e gran pobreza por toda la tierra. Entonce el Rey, por consejo de Gormut 1, el patriarca de Hierusalem, que era muy buen hombre e religioso, fizo ayuntar todos los perlados e los ricos hombres de la tierra en Naples, que es una cibdad de Samaria. E en aquel lugar sermonó al pueblo el Patriarca, e mostróles que por sus pecados embiava nuestro Señor su castigo en la tierra; e amoncstóles muy piadosamente que emendassen sus vidas e se quitassen de pecar, porque nuestro Señor fizicsse cessar aquella pestilencia. E ellos prometieron que assí lo harían de aquel día en adelante, e conoscieron sus yerros, e pidiéronlc merced e arrepentiéronse mucho. E el Rey e el Patriarca, por consejo de los perlados e de los ricos hombres, establecieron XXV capítulos de fueros, que hizieron por dexar pecado e hazer limosnas; mas de allí adelante emendó este pueblo, e oyan de grado missa e fazían oraciones, e pedían merced a nuestro Señor que los oycsse, e fazían limosnas los que tenían de qué. E en aquel concilio fueron ayuntados muchos hombres buenos, e nombrarvos hemos algunos dellos: el rey Baldovin, e el patriarca Gormut, e Abremat, el ar~obispo de Ccsarea, e Bernal, el ar~obispo de Nazarct, e Anquitan 2 , obispo de Bellém, e Rogel, el obispo de Lide, e Jodin, eleto por abad de Sancta María de Val de Josafat, e Pedro, 1

Or. Sormut.

2

Or. Auquitan.

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LA GRAN OONQUISTA DE ULTRAMAR

el abad de Monte Tabor 8 , e Achart •, el prior del Templo, e Arnal, el prior de Monte Sion, e Girart 5 , el prior del Sepulcro, e Pagano, el chanciller del Rey, e Eustaci Graner, e Guillen de Burcs, e Grison, el adelantado de Jafa, e Baldovin de Ramas, e otros hombres buenos honrrados, que no son aquí cscriptos.

CAPÍroLO CLXXVIII

Cómo vino Gazi, el príncipe de los turc[ om ]anos, otra vez sobre tie"a de Antiocha, e murió de dolencia. Otro año siguiente, aquel Gazi, de que oystes hablar, no ccssó de andar buscando manera cómo pudiesse empecer a los cristianos. E quando supo que el Rey era ydo de Antiocha, entendió que podría hazer por la tierra lo que quisiesse; e juntó cavalleros quantos pudo haver, e corrió la tierra e cercó un / [55rb] castillo. E el Patriarca e los ricos hombres enbiaron luego por el Rey, e hiziéronle saber todo el hecho como passava, e que avían menester su acorro. E él ayuntó su gente e levó la veracruz ante sí, e levó consigo cavalleros e hombres de pie quantos pudo haver. E quando lleg6 a Antiocha, halló al conde Jocelin de Roax; que avía embiado por él, e era ya venido. Estonce fueron ayuntados todos los ricos hombres de la tierra, e fueron todos juntos contra Gazi, aquel poderoso turcomano que era en la tierra. Mas a poco tiempo, por la voluntad de Dios, acaeció que Gazi, que era cabdillo de los descreydos, fue herido a desora del mal que llaman aploplexa, que es enfermedad que quita el oyr e ver e hablar, e todos los sentidos que son en el hombre. E los ricos hombres de su hueste entendieron que no avrían más dél ayuda, e rehusaron la batalla con gran seso; e no dieron entender el menoscabo en que estavan, mas tomaron su señor, que era aún bivo, e metiéronlo en unas andas, e 1

O,. alar. ' O,. Arcas. • Or. gun.

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LIBRO TERCERO

fuéronse con él a Alapa, e antes que llegassen allá, fue Gazi muerto. E el Rey tornósc para Antiocha, e detúvose en ella por ordenar los hechos de la tierra; e después tornóse para su rey no. Mucho era el Rey amado en aquellas dos tierras que tenía, en Suria, que era su reyno, e el principado de Antiocha; ca bien avía mostrado el gran amor que havía con las gentes de la tierra por las defender. Desta manera se mantovo el principado de Antiocha mientra que fue suyo.

CAPÍTULO CLXXIX

De las franquesas que dió el rey Baldovin el Segundo a los de la cibdad de Hierusalem. Después que el Rey lleg6 a Hierusalcm, como era piadoso e largo, dio grandes franquezas a los vezinos de Hierusalem; que en la cibdad avían por costumbre que pagassen muy grandes portadgos los mercaderes que yvan e venían por la tierra. E el Rey mandó que ningún latino ni mercader no pagasse ninguna cosa de qualquier cosa que traxessen a vender o comprar, por entrada ni salida de Hierusalem, mas que cada uno comprasse e vendiessc quanto quisiesse. E assimismo dio franqueza a los griegos, e a los moros armenios e a los surianos, que traxiessen trigo e cevada e toda legumbre sin pagar portadgo; e de las medidas del pan e del peso, de que solían pagar, di6 franqueza a todos comúnmente. E el pueblo e los grandes hombres de la villa agradeciérongelo mucho, e dixeron que hiziera grande bien, e que la cibdad se mejoraría por dos maneras: la una, que ver / [55va] nían más gentes, por la franqueza, a poblar, e la otra, que vernían más mercaderes de todas partes, quando supicssen que no avían de pagar portadgo.

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

CAPÍTIJLO CLXXX

Cómo salió el rey Baldovin de Hierusalem contra Dodaquin, rey de Domas, que le co"ia la tie"ª· El Rey tenía un necio vezino, que temía mucho, que era desleal e cruel e desmesurado; aquél era Dodaquin, el rey de Domas. E aqueste Dodaquin paró mientes e vió que el rey Baldovin avía mucho que hazer en governar el reyno de Suria e el principado de Antiocha, e por aquello parecióle que podría más ligeramente destruyr la tierra del Rey que era cerca dél, porque la no podría tan bien defender como si no tuviesse que hazer más de en un lugar. E Dodaquin ayuntó su gente e entró en la tierra de Tabaria, e embi6 sus espías a todas partes. E el rey Baldovin, quando supo .aquello, tomó cavalleros e peones quantos pudo aver, e fuése allá do supo que estavan los turcos. E Dodaquin, luego que supo por sus espías que vinía el Rey, allegó su gente e no lo osó aguardar en batalla; que bien conocía la bondad dél e de sus cavalleros, e metióse en su tierra bien dentro. E el Rey, que avía ayuntado su gente, no se quiso tornar en balde, antes fue contra parte de mediodía hasta que lleg6 a una cibdad que ha nombre Jaran?, e aquélla fue una de las buenas cibdades de aquella tierra, en que solía aver diez cibdades de que dize el Evangelio, e es cerca del flumen Jordan, a par del monte de Galiz. E el Rey halló que aquella cibdad fuera grande tiempo yerma por guerra; mas Dodaquin viniera ay en el año antes, e avía hecho un castillo en la mayor fortaleza de la villa, labrado de grandes cantos. E el castillo era bien fuerte e bien hecho, e Dodaquin havíalo bastecido de armas e de viandas, e avíalo dado a guardar a sus cavalleros que tenía por leales e por buenos. E el rey Baldovin lleg6 a aquella fortaleza e cercóla, e comen?ronla a combatir el castillo muy atrevidamente, e los de dentro defendiéronse con piedras e con saetas lo mejor que pudieron. E después que lo combatieron un gran rato, quarenta cavalleros que estavan dentro embiaron a dezir al Rey que le darían la fortaleza, con tal condi-

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UBllO

23

TEaCEao

ción, que los hizicsse levar en salvo. E el Rey rccibi6lo con aquel partido; que no quería 1 que sus gentes muricssen por combatir lugar en que no havía ganancia grande. E cstoncc aconscj6sc con sus gentes / [55vb] qué haría de aquella fortaleza, si la bastcccría o la derribaría; porque era muy laos de las otras villas, e no podría estar en ella ninguno que la tovicsse sin gran costa e peligro, e si quisicsse venir algunas vczcs para acorrella o bastecella, no podría passar sin grande peligro.

CAPÍTULO CLXXXI

De la desavenenciaque ovo el Rey con el conde de Tripol, e cómo fue assossegada,e se fue después el Rey para Antiocha e para tierra de Roax. Según se podía coligir en aquel tiempo, cstava en buena manera el reyno de Suria en aquella sazón, por la gracia de nuestro Señor, según que de lo que passava se podía coligir. Mas el diablo, que nunca quiso paz si puede meter discordia entre las gentes que se quieren bien, sembró discordia e desavenencia en la tierra; assí que ovo de ser a grande peligro. Que no sé por quál razón Poncc, el conde de Tripol, embió a dezir al rey Baldovin que no se tenía por su vassallo ni le devía servicio ni amor. E quando el Rey oy6 aquello fue muy sañudo, e pensó que mejor cosa era que emendasse luego aquel yerro, pues que los turcos no le davan guerra, que no en otro tiempo o quando no podicsse. E por aquello embi6 por sus ricos hombres e por sus cavalleros 1, que ovicron grande despecho de aquel hecho, e tomáronlo sobre sí; e fuéronse a la tierra de Tripol por vengar aquella sobervia. E quando el Rey fue cerca de aquella tierra, los hombres buenos fueron al conde de Tripol, e tanto le dixieron e reprehendieron de su locura, que lo levaron al Rey e metieron paz entre ellos. s

Or. querían.

1

Or. cavallreos.

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

E el Rey fuése después para Antiocha, ca los de la tierra lo avían cmbiado a buscar, porque corría la tierra Balada 2 , un príncipe poderoso de Turquía, e hazía grande daño e grandes cavalgadas por la tierra. E aquel Balacia havía preso a sobrevienta a Jocelin, el conde de Roax, e a un su primo Galaran, que andavan sin recabdo por la tierra; e por aquello prendió los a amos, e teníalos en prisiones. Mas quando Balacia supo que el Rey era venido, no osó correr por la tierra assí como antes, ca mucho se temía de se ayuntar con el Rey, porque sabía que el Rey era buen cavallero en armas; e entonces comen~ó a cavalgar en derredor de la hueste del Rey, por saber si le podría engañar por alguna manera. E el Rey fuése derecho para la tierra de Roax, que era muy desconortada por / [56ra] la prisión del Conde, porque él la quería conortar, e aconsejar lo que pucliesse; e cavalgava por la tierra por ver las fortalezas, e metía bastimento allí do era menester, e rogava los ricos hombres e a los cavalleros que se mantoviessen como hombres buenos.

CAPÍTULO CLXXXII

Cómo fue preso el rey Baldovin de Hierusalem. El Rey andava 1 un día cavalgando cerca del castillo de Trubcsel, por la tierra de Roax, por parar mientes en la tierra que era allende del grande río de Eufrates. E andava con poca compaña, como aquel que no se temía de sus enemigos, que creya que se no havía de qué temer dellos en aquel lugar. E cavalgavan de noche desparzidos por el camino, e yvan la mayor parte dellos dormiendo. E Balada, como sabía por sus espías que havía de passar por aquel lugar el Rey, metiérase en la celada, a par del camino, con mucha gente. E luego, en llegando cerca, ellos salie2

En este capítulo y en varios otros que le siguen, ·rie et

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a

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LIBRO TEllCERO

CAPÍTULO CXC

Cómo otorgaron el duque de Venecia e los hombres hon"ados a los ricos hombres de Suria de los ayudar a cercar una cibdad de la marisma que era aún de moros. Luego que los ricos hombres de Suria supieron que el duque de Venecia era arribado en Acre, e desbaratara sobre mar la flota de Egipto, e ganara tan grande haver de los turcos de Oriente, los mayores hombres de la tierra ayuntáronse en uno; e fueron éstos: el pa[t]riarca de Hierusalem, e Guillem de Burcs, adelantado e · guarda del reyno, e Pagano, el chanceller de Suria, e algunos de los perlados. E fue su acuerdo tal, que embiassen mensajeros al Duque e a los otros cabdillos de la flota de Venecia, e que los saludasscn de parte de los ricos hombres de la tierra e les dixiessen que eran muy alegres de su venida, e que les embiavan a rogar que vcniessen hasta Hierusalem, si les pluguiesse, ca prestos cstavan de rcccbirlos, como a sus amigos e a hombres buenos, muy honrradamentc, porque podrían aprovechar mucho al reyno de Suria. E el Duque havía acordado, desde que salitra de su tierra, de yr a Hicrusalem por visitar los santos lugares, e havía él gana de fablar con los ricos hombres. E por aquello dexó de los más esfor~dos de su compañía para .guardar la flota, e levó consigo de los mejores hombres de su tierra, e fu ése para Hierusalem. E el Patriarcha e los ricos hombres de la tierra rescibiéronlos muy bien e honrradamentc, e honrráronlos mucho, e acompañáronlos, e tovieron ay la fiesta de Navidad. E después hablaron los ricos hombres con el Duque e con sus· _compañeros, e preguntáronles que les dixicsscn si havían gana de quedar en la / [58rb] tierra fasta que fizicssen 1 algún fecho en que pudicssen empecer a sus enemigos e servir a Dios. E ellos respondieron todos a una hoz que [para] aquello movieran de su tierra, e havían grande gana de fazer

1

Or. flzi~5scn.

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

algún buen fecho si pudiessen. &tonce fablaron tanto entre sí que acordaron, e prometieron al Patriarca, por ciertas posturas, que yrían a cercar la una cibdad de la marisma, a Escalona o Sur, pues que, por la gracia de nuestro Señor, todas las otras cibdadcs de la marisma tenían los cristianos, de Egipto fasta Antiocha.

CAPÍTuLO CXCI

Cómo acordaron los ricos hombres de Suria de yr cercar la

cibdad de Sur. Después que el otorgamiento fue firmado, levantóse gran desacuerdo entre los ricos hombres quál de aquellas dos cibdades cercarían primero; de manera que por aquella desavenencia ovo de tornar el fecho a muy gran peligro. Ca los de Hierusalem e de Ramas, e Jafa e de Naples, e de la tierra a derredor mostravan por muchas razones que devían cercar a Escalona, porque era más cerca dellos e era más flaca, e con menos trabajo e costa la podrían tomar. E contra aquello dezían los de Acre e de Nazaret, e de Saeta e de Barut, e de las otras cibdades en derredor, que mayor provecho sería cercar a Sur, que era cibdad noble e bien abaste-cida, e por aquello devían meter todo el esfuer~o e missión e tra-bajo en tomarla, porque los turcos podrian aún cobrar aquello que havían perdido, por esfuer~o de Sur. E desta manera [fue] la desavenencia, porque aquello que los unos querían no otorga-van los otros, de manera que por poco quedó que no cercaron la una ni la otra. Mas al fin acordaron que escr[i]viessen en dos peda~uelos de pargamino 1, en el uno el nombre de Sur, e en el otro de Escalona; e pusiéronlos sobre el altar, e llamaron un niño simple e sin pecado, e dixiéronle que tomasse quál quisicsse de aquellos dos escriptos, ca ellos havían puesto que qualquier que

1

Así en el Texto, acaso por asimilación de la e etimológica. Igualmente en III.58rb35.

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LIBRO TERCERO

tomasse, que yrían a cercar la villa de aquel nombre por mar e por tierra. E el niño hincó las rodillas ante el altar e bcsólo, e tendió la mano, e tomó uno de aquellos dos pargaminos, que eran sellados, e diólo a los hombres buenos; e abriéronlo ante todos, e fallaron en él escripto el nombre de Sur, e estoncc otorgaron que vrían a cercar a Sur. J

CAPÍTULO

CXCII

Por quá/,es posturas otorgaron los venecianos de ayudar a los de Suria. / [58va] Los ricos hombres e todo el pueblo de la tierra de Suria ordenaron de se ayuntar un día cierto en Acre, porque la flota de los venecianos cstava ay en el puerto; e juraron las posturas que havían hecho con los venecianos, que vos contaremos aquí. E fueron éstas: que en todas las cibdades que ellos tomasscn con su ayuda, que oviessen ellos una rúa, e baños, e yglesia e forno; e aquello por todos tiempos, quito e franqueado de todos pechos. E en la pla? de Hierusalem rescibieron otras tantas rentas como el Rey solía haver, e si quisiessen hazer en Acre baños, e forno, e molino, e pesa 1, e medidas de pan e de vino, e de azeyte e de miel, que aquellos que se quisiessen bañar o moler o medir, que lo pudicssen fazer francamente, assí como si f uesse del Rey; e en el alfóndiga de Sur fue otrosí otorgado que toviesse quatrocientos pcsantes cada uno, e el día de la fiesta de San Pedro e de San Pablo. E si un veneciano oviesse pleyto contra otro, que juzgassen al fuero de Venecia, e si tomassen la cibdad de Escalona, que ovicssen ay la tercia parte quita e franca. Muchas otras posturas ovo que no son aquí escritas, mas éstas e las otras juraron e otorgaron los ricos hombres de Suria, e fizieron previllejos, sellados con los sellos de los perlados e de los ricos hombres de la tierra. 1

Or. posa.

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

E al fin acordaron que si nuestro Señor sacasse al Rey de prisión, que le farían otorgar e confirmar todo aquello; e si fiziessen otro rey, que le farían confirmar aquello mismo, e si no lo quisicsse fazer, que le no ternían por rey. E después que todo aquello fue assí hecho, movieron de Acre por mar e por tierra, e fueron a la cibdad de Sur.

CAPfTULO CXCIII

Cómo cercaron la cibdad de Sur los cristianos. Fuerte era a grande maravilla la cibdad de Sur, donde Urpian, que hizo muchas leyes, fue natural, según que hallan en escripto, e los romanos la honrravan mucho quando eran señores de todo el mundo. E según las ystorias antiguas, Agenuor 1 fue ende natural, que ovo dos fijos e una fija: el primero ovo nombre Catinus, e éste falló las letras griegas, e fizo la cibdad de Tebas; e Fenis el segundo, e fue señor de la tierra de Fenicia e púsola su nombre; e la fija ovo nombre Europa, e por el su nombre llaman a la tercera parte del mundo Europa. E los cibdadanos de la villa, según que fallan en / [58vb] escripto, fallaron primeramente las letras del latín; e solían tomar los pescados, con que teñían los paños preciados e las púrpuras que visten los reyes. E de aquel lugar fue natural Sycheus e Dido, su muger, que fizo la cibdad de Cartagena, en África, que fue muy fuerte e que fizo mucho mal e grandes guerras a Roma. Esta cibdad de Sur ovo dos nombres: según el lenguaje ebrayco fue llamada Tir, e fízola Tiras 2 primeramente, que fue el seteno fijo de Jafet, el fijo de Noé, el que fizo el arca. E de aquella cibdad fue natural Adimus 8 , según que cuenta Josefo, que le tenía preso Yran, rey de Sur. E Salam6n, que era muy sabio, le embiava adevinan~as e palabras obscuras, 1

Or. Agenuos. Enmiendo Agen11or, al!nque quizá Je-hiera escribirse Agennor. Cf. Guil "Agcnor"; Rec "Haguenor''. 1 Or. cantiras. 1

Or. Adinus.

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LIBRO

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TERCERO

porque las adcvinasse, ca el rey de Sur no lo fazía, ante las dava a [ A ]dimus, que era mancebo de días, que las adevinava muy bien e muy sotilmente. E por ende, acacsció que puso Salom6n posturas con el rey de Sur, que no adevinaría las palabras que le cmbiaría; e aquel Adimus adevinólas e ganó grande haver que ovo su señor, el rey Yran. E aquel Adimus dizen que fue Marcon, que disputava con Salomón. E en la cibdad de Sur yaze O[ ri ]genes, que fue muy buen clérigo. E de la cibdad de Sur sali6 la muger que rog6 a Jesucristo por su fija que los diablos atormentavan, e nuestro Señor dixo: "Muger, tu fe te salva". E aquélla es la más alta cibdad e la más noble de toda la tierra de Fenicia.

CAPÍTULO CXIIII

Cómo es abastadae viciosa la cibdad de Sur. Abastada es la cibdad de Sur de todas las cosas, e más viciosa que otra. E es cercada de todas partes de mar, assí como una ysla, sino poco delante la puerta ha un gran llano de muy buena tierra de lavor, donde viene muy gran bien a la cibdad. Verdad es que aquel llano no es muy grande a pos de las otras cibdades, mas las tierras son tan buenas, que dan bien tanto fruto o más que las otras, que son más grandes. Pero de partes de mediodía, por do va [ n] [a] Acre, tiene la tierra labrada hasta los estrechos de Escandalion 1, que dura tres millas, e de la otra parte es contra la trasmontana, por do van a Saeta, e dura otro tanto. E en aquel término nascen fuentes muy frías e muy claras, que hazen grande provecho en verano para regar los campos. Entre las otras nasce una muy noble fuente, de que hablan las Escripturas, que Salamón llamó la 2 Fuente de los Cortijos e el Pozo de las Aguas Bivas. E aquella fuente / [59ra] nasce en el más baxo lugar de la tierra, e hánla tanto al~ada en derredor con buen muro fuerte, que la hazen subir 1

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Or. Estandalion. 011. lamo lla.

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR.

sobre una torre cerca de cinco bra~adas en alto; e quando se llegan a la torre, no parcscc que hay agua, mas hay gradas de piedra muy fuerte, por do suben a pie e a cavallo, e desde allí se va el agua por caños a muchas partes. E aquella fuente riega los cosajes 8 , do nacen las buenas yervas que llevan buen fruto, e las cañas que llevan el a~úcar. E en aquel lugar ay una muy maravillosa cosa; que del arena 4 que cogen en aquella tierra fazen vidrio tan claro e tan fermoso, que lo lievan por las otras tierras por estrañeza. E por la nobleza de aquella cibdad e por la fortaleza que havían muy grande, se holgava ay tanto el príncipe de Egipto, que le parecía que de toda la otra tierra no havía qué temer, si él aquélla pudiesse guardar; ca él tenía entonce toda la tierra de la Lixa 6 de Suria hasta Libia la seca, de las arenas. Mas mucho tenía aquélla en el cora~6n, más que las otras cibdades, e por aquello havíala él bien bastecida de engeñios e de armas e de viandas, e de la mejor gente que él tenía.

CAPÍTULO CXCV

Cómo está assentada la cibdad de Sur, e qué fortaleza ha, e cómo aposentaron los cristianos sus huestes por mar e por tierra. Ardidamente e con gran esfuer~o v1meron los cnst1anos a la cerca, e cercáronla lo mejor que pudieron. La cibdad de Sur está en mar, e no tiene más de una entrada de parte de la tierra, tan grande quanto trecho de un dardo; e Nabucodonosor, que fue un rey poderoso, la cercó. E las ystorias antiguas dizen que fue ysla. que no se tenía con la otra tierra de fuera, e por aquello hizo • Acaso tenga alguna relación con cós ( < cuuus), voz catalana que significa 'solar sin edificar'. Esta sugerencia se la debo a don Joan Corominas. El orig. fr. da ºconilz". ' Or. arenque. 1

Esto es, /a usd,a

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(III.65,·b29, etc.). Rec

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Lalische'·.

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LIBRO TERCERO

trahcr Nabucodonosor tanta tierra, que la quiso tomar por seco, mas no acabó aquella obra; e tóvola cercada 111 años e X meses, mas al fin no la tomó. E Alcxandre, el rey de Macedonia, la cercó después que tomó a Saeta e Domas, e estuvo tanto tiempo en la cerca hasta que cumplió aquello que Nabucodonosor havía comen~ado. E un rey de los assirianos, que havía nombre Salmanasar, la havía ya cercada antes que conqucriesse toda Fenicia, e sufrió grande trabajo en aquella villa. Mas en aquel tiempo que los venecianos e los del reyno de Suria la cercaron, era muy noble por el poder del príncipe de Egipto, que la amava mucho. E a derredor de la cibdad nunca está queda la mar, por las peñas que son dentro muy grandes, / [59rb] e están ascondidas de yuso de la mar, de manera que si viniessen naves e los marineros no supicssen el puerto, todos perescerían. E la cibdad de partes de la mar es cercada de dos partes de muros altos e fuertes, e con grandes torres e mucho espesas. E de parte de oriente, do es la entrada por tierra, es cercada de tres partes de muros fuertes e anchos, e con grandes torres tan espesas, que con poco alcan~ría la una a la otra; e hay una carcava tan grande e tan fonda, que por poco passaría la mar de la una parte a la otra. E de parte de trasmontana está el puerto dentro en la villa, e la entrada es entre dos torres. E la estada del puerto [es] dentro de los muros - ca la ysla 1 en que la cibdad está [es] quebrantada [de] las ondas de la mar [ que la] fieren -, que 2 amparan las naves, e ningún viento no puede ay ferir sino de trasmontana. E la flota de los venecianos metíanse en el puerto de fuera de la villa, e quitávanles la entrada e la salida por la mar; e la hueste de los ricos hombres posó en las huertas cerca de la entrada de la puerta, de manera que fueron encerrados los turcos de dentro. E en aquel tiempo era la cibdad de dos señores, ca el califa de Egipto, que havía el mayor poder, tenía las dos partes, e el señor de Domas, que era su vezino, porque no les fiziesse mal e los ayudasse si menester fucssc, tenía la tercia parte por plazer del Califa. E los cibdadanos eran muy nobles e muy ricos, ca desde gran tiempo 1 2

Or. estada. Or. c.

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LA GRAN

CONQUISTA

DE ULTRAMAR

havían bastccida la cibdad de mercadurías, e estavan dentro todos los que havían echado de Saeta e de Ccsarea, e de Acre e de Tripol, e de las otras cibdadcs de la marisma, e todas las riquezas de aquellas cibdades havían metido dentro, porque pensavan estar seguros; porque no podían creer que tan fuerte cibdad e tan bien bastecida como ella era podría ser tomada por fuer~a de cristianos.

CAPÍTULO CXCVI

Cómo combatieron los cristianos la cibdad de Sur con los engeñios que fizieron. Assí como oystes, cercaron la cibdad de Sur las dos huestes por tierra e por mar. Mas los venecianos vieron que no era menester que sus naves estuviessen sobre áncoras en la mar, e por aquello sacáronlas a tierra a par del puerto, sino una galea, que quedó dentro, porque fuessen con ella do menester fuesse. E de partes de fuera fizieron una carcava de mar a mar, que encerró toda la hueste. E entonce tomaron la madera de las naves de Vene / [59va] cia para fazer los engeños en las naves; e el Patriarca e los ricos hombres fizieron venir todos los maestros de engeños que pudieron haver, e fizieron un castillo de madera muy alto, donde podían ver toda la villa. E llegáronlo al muro, de manera que se podían combatir a manos con los de las torres, e al~ron muchos engeños e manganillas, e en muchos lugares, que echavan piedras muy espantosas. E el duque de Venecia fizo otros tales engeños como los ricos hombres fizieron; assí que todos trabaja van cómo pudiessen maltraer a los de la villa, e muy a menudo los combatían, e se metían con ellos a las barreras e a las barvacanas. E los turcos que estavan dentro no durmían, ante se defendían muy bien, e fizieron otros tales engeños como los de fuera, e tan buenos o mejores, e comen~aron a echar piedras grandes sobre los castillos e sobre los engeños, que los de fuera lcvavan adelante; e los que guardavan los castillos estavan ay con muy grande peligro por las piedras que cayan sobre ellos. E los de las torres tiravan espesamente dardos, e con ballestas e con manganillas e

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LIBRO TERCERO

con fondafustes, e con muchas maneras de engeños que tiravan piedras e saetas. E los que cstavan en los castillos tiravan, otrosí, saetas e piedras puñales a los que parcscían en los muros. E los engcños e las manganillas davan tan grandes golpes en las torres, que el polvo se al~va a las nuves, e la fortaleza tremía de manera, que parecía que quería caer. E quando las piedras passavan el muro, quebrantavan las casas de la villa, de manera que la gente era muy espantada, e no havía lugar do estuviessen seguros. E pocas horas havía en el día que se no embolvicssen a las barreras, e muchas vezes justavan e se ferían de muy fermosos golpes quando los turcos de cavallo davan salto en la hueste.

CAPÍTULO CXCVII

Cómo vino el conde Ponce de Tripo/ muy bien aparejado a la hueste, e llegó a Sur. La porfía era de los de dentro e de los de fuera, de manera que no podían saber quáles havían lo mejor, ca si los unos perdían un día, los otros perdían otro. Mas no tardó mucho que Ponce, el conde de Tripol, que los ricos hombres havían embiado a buscar, vino a la hueste, e traxo consigo muy fermosa compaña de cavallo e de pie, por lo qual los cristianos fu eron muy alegres e conortados por su venida. E los moros, que los vieron venir de los / [59vb] muros e de las torres, fueron muy desmayados e comen~ron a perder los cora~ones. Dentro en la villa havía entre cavalleros e almogávares de cavallo VII cientos de la cibdad de Domas; aquéllos eran más esfor~ados e más entremetidos de guerra que los de la villa, que no sabían nada sino de sus mercadurías, de que solían bevir como hombres que bivían en vicio e en folgura. Mas todavía, por amparar a sí mismos, tomavan enxemplo de los de Domas, que los acuciavan que fuessen buenos. Mas entendieron que los cristianos crescían, e los de la villa tornavan covardcs e perezosos, e no querían salir a defenderse; e desmayaron mucho, e cansáronse en sufrir tanto trabajo, ca bien les parescía que no podían luengo tiempo defender la villa. Quando los de la

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LA GRAN CONQUISTA

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cibdad, que valían menos que ellos, los vieron desmayar, perdieron los cora~nes e tornáronse tan covardes, que no sabían qué fazer. E en la villa no havía más de una entrada por tierra, assí como ya oystes, e en aquélla havía cada día muy grande rebate de cavallo e de pie, e morían ay muchos de la cibdad, e por aquello perdían más los cora~ncs.

CAPÍTULO CXCVIII

De los turcos de Escalona, cómo vinieron entretanto a Hierusalem, e del daño que reci.bieron. En quanto la cibdad de Sur cstava cercada, los turcos de Escalona, que todavía estavan prestos para fazer mal a cristianos, vieron que el reyno de Hierusalem era vazío de cavalleros e de gentes de armas, e parescióles que era tiempo de correr la tierra. E ayuntáronse gran gente, e passaron los llanos hasta que vinieron a los montes de Hierusalem; e pensaron, porque no havía ay gente, que hallarían la cibdad desbastecida e entrarían dentro, o a lo menos, que fallarían algunos de fuera, que matarían. E desta manera fueron su camino a desora ante la cibdad, e tomaron los que hallaron en las viñas e en las huertas, e mataron ocho. Mas los de la villa pregonaron que saliessen todos fuera e que se parassen todos ante las puertas, e los de Escalona ayuntáronse todos por cometellos; mas quando vieron que los cristianos estavan aparejados para defenderse, temiéronse mucho, e estuvieron assí hasta hora de tercia, que los no osaron acometer, ante se comen~aron a acoger poco a poco. E quando los cristianos vieron su contenencia, salieron a ellos por valladares e por lugares estrechos, e tirá / [60ra] ronles muchos dardos, de manera que se embolvieron con ellos; mas los cristianos ovieron lo mejor, porque no perdieron ninguno de los suyos e mataron muchos de los otros, e tomaron XLIII turcos e siete cavalleros, e tornáronse para la villa muy alegres e pagados.

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LIBllO TEllCEllO

CAPÍTULO CXCIX

Del acuerdo que 0110la hueste de los cristianosquando oyeron dezir que 11eníaDodaquin, rey de Domas, e la flota de Egipto, en ayuda de los de Sur. No tardó mucho después clcsto que los cibcladanos de Sur, cansados e trabajados de velar, e del poco comer, e del combatir e del gran miedo que havían cada día, comen~aron de menguar. E tenían por gran maravilla tan noble cibdad como era Sur, e tan viciosa e tan abastada de todo bien, ser en tan poco tiempo tan malparada e tornada, e metida a tan grande menoscabo, que hombre no podría entrar ni salir. E era la vianda toda acabada, e la que havía estava dañada; e aquellos que havían de guardar la cibdad tenían perdidos los cora~ones. Sobre esto tomaron consejo e embiaron al califa de Egipto e al rey de Domas, e fiziéronles saber por sus cartas el peligro en que estavan e el gran ardi• miento e la bondad de los cristianos, e que crescían cada día, e ellos mcnguavan, e que les fazían saber que no lo podrían sufrir luengamente; por ende, les pedían por merced que luego sin más tardar les acorriessen, porque no se perdicsse la villa. E después que cmbiaron sus cartas, esfor~áronse ya quanto, ¡:x>rquehavían esperan? que havrían acorro, e fazían mejor continente de se defender; mas muchos llagados havía en la villa que no podían yr a defender los muros e las torres, e que rogavan e acuciavan a los otros que fucssen buenos e que se defendiessen bien de sus enemigos, porque presto havrían ayuda. E no tardó mucho después desto que se supo por la hueste que Dodaquin, rey de Domas, oviera cartas de Sur, e que venían con grande poder de turcos bien encavalgados, e eran tan cerca, que pusieran sus tiendas sobre el río, que es a IIII millas de Sur. E contaron que venía la flota de Egipto muy mayor que la otra, e que Dodaquin espcrava mayor gente, e quería, quando llegasse Ja flota, passar el río e lidiar con los de la hueste; e entre tanto que lidiassen con los cristianos, que entrarían los de la flota en

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LA GRAN CONQUISTA

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la villa, que trayan mucha vianda e mucha gen / [60rb] te de armas, ca porque la flota de los cristianos estava en tierra, no podían defender el entrada por mar. E quando los ricos hombres oyeron aquestas nuevas, ayuntáronse todos por tomar consejo, e fablaron de muchas maneras. Mas al fin acordaron que fiziessen tres partes de la hueste: e el conde de T ripol e Guillem de Bures 1 , el mayordomo, que fuessen con los mesnaderos de cavallo e de pie, e con la gente que viniera con el conde de T ripol, contra el rey de Domas, para lidiar con él; e el duque de Venecia, con su gente, que fuese contra la flota de Egipto; e los ricos hombres e los cavalleros e la otra gente de Suria que guardassen la hueste con los que quedassen de los venecianos, e mayormente los castillos de fuste, que no fuessen quemados, e que fiziessen tirar los engeñios e combatiessen a los de la villa, assí como si fuessen ay todos los de la hueste. E en esta manera ordenaron su fazienda; e bien era verdad que Dodaquin de Domas tenía las tiendas sobre el río. Mas después que tomaron 2 aquel acuerdo, salió luego de la hueste el conde de Tripol, e fue luego contra él. E quando Dodaquin supo que venían sobre él, partióse dende, ca bien conocía el esfuer~o de los cristianos, e mucho se temía de pelear con ellos. E el conde de Tripol e Guillem de Bures cavalgaron fasta dos millas del río, e supieron que sus enemigos eran partidos, e tornáronse para la hueste. E el duque de Venecia fue con su flota hasta Escandalion 3 , e no pudo saber nuevas de la flota de Egipto; e supo cómo Dodaquin se fuera, e tornóse para la hueste, e combatieron la villa más esfor~adamente que antes.

1

Or. Bearc.-s.

2

Or. tornaron.

ª Or. Estan