La gran conquista de Ultramar [2]

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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO

LII

LA GRAN CONQUISTA DE ULTRAMAR EDICIÓN CRITICA CON INTRODUCCIÓN, NOTAS Y GLOSARIO POR

LOUIS

COOPER

TOMO

11

BOGOTÁ

19 79

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LA GRAN CONQUISTA DE ULTRAMAR

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PUBLICACIONES DEL INSTITUTO CARO Y CUERVO

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR EDICIÓN CRITICA

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INTRODUCCIÓN, NOTAS Y GLOSARIO POR

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LOUIS Í COOPER

TOMO

11

BOGOTÁ 1979

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ES PROPIEDAD.

IMPRENTA

PATRIÓTICA DEL

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INSTITUTO

CARO y CUERVO,

YERBABUENA.

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CAPÍnJLO LIIII

Cómo los de la hueste se t1eJan en gran fatiga e aprieto de hambre, e de lo que les dixo el obispo de Puy. / [142vb] Era, sin dubda, muy grande el esfuer~ e la franqueza que los hombres honrrados de la hueste tenían por acabar aquel hecho que comen~aron; ca de una parte, clavan todo quanto tenían los unos a sus cavalleros, e lo otro 1, que partían a la pobre gente que avía en la hueste, porque no se fuessen. E otrosí, metían los cuerpos en aventura a todos los hechos que acaecían, grandes e pequeños, por dar esfuer~o a los otros, que no se escusassen de hazerlo mejor que ellos. Mas en aquella saz6n que acaesció aquel torneo que vos contamos, eran por toda la hueste comúnmente muy fatigados de hambre; e maguer havían mucha carne que truxieran de Arsas, el pan e el vino e la cevada era tan caro, que en ninguna manera lo podían aver, si no fuessen por ello al puerto de San Symeon, do estava toda la flota. E los moros avían sabido aquello, e teníanles la carrera con muy gran gente dellos, e no en una parte sola mas en muchos lugares; de manera que, si yvan pocos, eran muertos o presos, e si querían yr muchos, no podían aver cavallos para los cavalleros. [Que], aunque ganaron muchos de los moros, eran todos los más muertos de hambre; e otrosí, que havían muchos perdidos en aquella guerra, que pocos cavalleros avía que podían governar los cavallos, sin las otras betias que tenían; tanto dinero havían dado por ellos. E otrosí, havía otros que eran señores de cavalleros, que no havían ellos ni sus vassallos bestia en que cavalgasscn; e si algunos dineros tenían, queríanlos en antes dar porque comiessen ellos e sus compañas, que no por cavallos para 1

As{ en el orig.: los unos . . . e lo otro.

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LA GJlAN CONQUISTA DE ULT!lAMAA

sus cuerpos (e esto hazían ellos con bondad, porque la gente no se fuessen ni desamparasscn aquella conquista que comen~an). E aun hazían otra cosa quando algunos yvan en cavalgada: los otros que quedavan cmprcstávanlcs las bestias, e partían con ellos las armas que tenían; e si Dios les dava ganancia, tornavan todo lo suyo a aquellos que gelo prestavan, e demás, havían de lo que se ganava la meytad; e si les acaecía pérdida, no gela demandavan. Estas posturas e otras muchas pusieron entre sí porque todos oviesscn parte en la pérdida e en la ganancia; e por esto se veyan mucho a menudo, e acordavan aquellas cosas que entendían que eran provecho de la hueste. Donde acaeci6 assí: que un día todos los hombres honrrados que ay eran se ayuntaron en la tienda del obispo de Puy. E él comen~6les a dezir de cómo havía gran tiempo que passaran la / [143ra] mar, e otrosí que estavan sobre Antiocha, teniéndola cercada; e comoquier que muchas buenas aventuras havían havido, a tanto eran ya venidos, que los moros los tenían muy fieramente afligidos. Ca, de una parte, no osavan yr en cavalgadas, e de la otra, veníanles cada día hasta dentro en las tiendas a matar e herirlos; e demás, que al puerto de San Symeon, do tenían mucha vianda, no osavan yr por ella. Donde a él parecía, si ellos toviessen por bien, que pues ellos allí eran ayuntados para servir a Dios e para ganar aquella tierra, que los enemigos de la su fe tenían, que hiziesscn todas aquellas cosas por que más ayna lo pudiessen acabar; e que bien creya él que dos cosas eran aquellas que más daño sería para los moros e mayor pro a ellos. E la una dellas era que labrassen un castillo acerca de la gran puente de piedra, por do los moros salían a dar rebate a la hueste, e que metiessen tantos de hombres, que les vedasscn aquella salida. La otra cosa era que embiasscn compañía de cavalleros e de peones al puerto de San Symeon, que les truxiesscn vianda e las otras cosas que oviessen menester. E díxoles aún más: que él mesmo, que esto dczía, entraría en el castillo por guardar le, o yría al puerto por la vianda con qualesquicr que fuessen. Quando esto ovo dicho el Obispo, miráronsc todos unos a otros, e estuvieron callando un poco, que ninguno no habl6. E el primero que respondi6 fue el duque Gudufrc, e díxole assí: que todo lo que

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Lmao SEGUNDO

él dczía era verdad, que ellos no salieran de sus tierras ni llegaran basta allí con otro interesse ni por otra ganancia sino por el amor de nuestro Señor Jesucristo, por cobrar la su tierra, que tenían los enemigos for~ada, e que, pues de bazerlo havían, que todas las cosas provassen porque más ayna pudiessen venir a conclusi6n de su hecho. E comoquier que lo del castillo tenía por bien que lo hiziessen, e otrosí la embiada del puerto de San Symeon, con todo esso, que no devían olvidar de hazcr una cosa, e esto era que diessen cavallos escogidos que echassen celada a los moros de Antiocha, de parte de la montaña , cerca del castillo de Mal V ezino, e que los hiziessen correr de acá de la otra parte del llano de la villa; e quando los moros saliessen, que ellos se hiziessen como que no podían guarecer sino en la montaña , e los moros que yrían emp6s dellos, e entonce que saldrían los cristianos de la celada, e que se meterían entr 'ellos en la villa, / [143rb) e que desta manera los podrían tomar a manos; e que se podría esto bien hazer, porque nunca de aquella parte fueran corridos los moros, ni pensarían que de allí les veniesse mal. E prometi6les que él mesmo yría, e haría este hecho si ellos quisiessen. Quando el duque Gudufre esto ovo dicho, respúsole Ruberte, duque de Normandía , que quanto él dezía tenía por bien, si él fuesse seguro que los moros saldrían al llano a lidiar con ellos, e les veniessen a la celada; mas que sabía él que esto no hiziessen por ninguna manera , porque tan sabidores eran de guerra como ellos o más. E sin todo esto, que todo su acuerdo de los moros era en salirles a torneo, e darles combate en la hueste, e levados a sus barreras por hazerles daño, lo más que ellos pudiessen; e por esso parecía que no querían lidiar con ellos en campo, ni los podrían sacar a celada entre las angusturas de las montañas , porque los turcos ni los aláraves nunca querían lugar angosto· para lidiar, mas ancho, en que se pudiessen rebolver. - E por ende, tengo que no se podrá aquello hazer . Quando Ruberte, duque de Normandía , ovo dicho su raz6n , el señor de Bretaña, que havía nombre Ancelin, comen~ la suya, e dixo que, según él entendía, gran daño havían rescebido los cristianos desde que fuera la batalla del Campo Florido , ca bien era menguada de la hueste la meytad de la gente que havía; e por ende, que no sabía qué les pudiesse dezir. Ca, si los consejasse que

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LA GllAN CONQUISTA DE ULTRAMAll

fuesscn en cavalgada, no lo podrían hazer por dos cosas: lo uno, porque la gente era muy poca e mal encavalgada; e lo otro, porque las tierras que les estavan acerca, havían ya robado todas. Empero, que bien le parecía que se levantassen de aquella cerca, e que se fuessen yendo por el río ayuso hasta el puerto de San Symeon, e allí estuviessen hasta entrando el mayo; e estando ali~ havrían cavallos e armas e vianda que les vernía por mar quanto oviessen menester. E demás, que de allí corrirían a Antiocha, e la ternían más sojuzgada que de aquel lugar donde estavan; ca ella era muy gran villa e no se podría mantener sin recuas, e quando las truxiessen, siempre havrían aviso dellas e de los moros, e yrlos yan a desbaratar. E sin todo aquesto, que havrían otro provecho: que de allí donde él dezía, serían más cerca de todas las tierras de los moros para los correr, por do havrían mu / [143va] chas ganancias de los moros e gran abundancia de viandas. E después, entrando el mayo, que moviesscn todos e fuessen otra vez a cercar Antiocha, [el con la guerra que les havían hecha e con la que entonce les harían, que no podría ser que no la oviesscn. Quando el conde Ancelin ovo acabado su razón, el conde Eustacio, hermano del duque Gudufre 2, comen~ó la suya, e dixo assí: - Conde, de quanto dixistes vos, que la hueste era menguada, bien es verdad, que no ay de nos quien lo no sepa, ca más es yda de la gente que no dezís; e si nos a esto mirásscmos, nunca buen hecho haríamos, ca los malos se fueron, e los buenos, que han de hazerlo mejor, aquí son. E por ende, no ha menester que troquemos ninguna cosa de lo que en ante havíamos acordado, ni que mudemos de aquí nuestra hueste para otro lugar, por 8 un mes que queda de aquí al mayo; ca si los moros oyen día, que nos veen estar tan esfor~adamente, nos acometen mucho e se atreven a nos, quánto más lo harían quando nos viesscn desemparar la cerca de Antiocha e yrnos como en manera de vencidos. E dcsto nos vernía dos males: lo uno, que haríamos covardía; e lo otro, que estaríamos a muy gran peligro de los moros, que agora no estamos. Mas si

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Gndufre. porque.

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LIBI.O SEGUNDO

por bien toviéssedes, mi consejo sería atal, que partiéssemos todo el haver e la vianda que tenemos a los de la hueste que lo no han, e que nuestra cerca esfor~ássemos muy de rezio, de posadas e de todo lo otro, porque más daño podamos hacer a los de la villa. E sobre esto, que embiernos nuestros mensajeros al soldán de Persia que se torne cristianos, o si no, que nos dexe toda la tierra que fue de cristiano, e nos dé tanto haver, que cobremos las misiones que havemos hechas. E si esto no quisiere hazer, movamos de aquí por el mes de mayo, e vayamos doquier que él sea e lidiemos con él; e si le venciéremos, ganaremos toda la tierra, e si muriéremos , seremos salvos e yremos a parayso; e desta guisa saldremos desta fatiga en que somos, e acabaremos bien el hecho por que venimos. A esto respondió el conde de Flandes e dixo: - Por Dios, Conde, mucho nos distes agora buen consejo, e bien parescéys hombre de buena tierra e de buen cora~ón, por que toda honrra sería bien empleada en vos, e Dios vos acresciente siempre en ella e en bondad; mas, porque soys mancebo, devéys' en esto más considerar: ca / [143vb] los grandes hechos assí J;iJlemcmoiu..,d6TJncfü1crfO q cnc_lle mu, 11-JiClllí.llé:'z ocioq ;icJccioenp:ina, 10000sdocs hechosocJr111.1s IC\:tllcouo:rJt)O l,3,1c;uninoconcl ClllQJOo:oc .t:ofl.mcinó 00 pllTJrJ.e i)(flJfo:111.1 , ;aloeorros Jlcosbób1cs:1cccomo~~ lll qllq;aróa1lncomn poí.1róf~crJ enrnJG '.JciuoJ¡:,oc 1RiqucJ: 1co111imr.i clfq;ut bucmeqnoqfkronrnrr.ucnt.mlllpo:q er.1· rltJrt>Cclfolpucllo. .. ;O qCtJCIIClocloqJodjrclesJCJCC:01 (O .C::.p1. IÍ,comoelíof;:,j.:,e1AiqucJ .iiro 3 lu mJróJ 1!1111ocb;i. · Jtíol.>foc1!11c"111.1 J«;1rtcfuq~J . C.1pirulop:imcrocomoelíolo;inoc1\i, b1joq fuclTc cncórro,;; rn fil pJncnlC. • - fiJroqcrJ [OIJl.llll llcillt'!Ji):-.od COOÍCIO1nq;oc101C(IIIIO ouoconfu1JcJ11Jllcros qfudTcJpet>ir;ico, -~~ ,Z:rooiJ élJ111.:1i1.1nJll.11no~utrnu ,r~ ~•J ruhiio1u¡j¡,olcq foclTc .1lfol.iJ11 . JIfol;:,JnDC1lnconiJ, -~~ '1qlccóu1Tcro.ioínbccl)oqp;!fa, 1 ~~ ~ rJ:1qlcr"5JIT.:po:t1ios1po:in.t bortt.1 qlcJco:ricffe po:qd nofuclTc.iícrroJOO lr,Jt.' ;•··~ IJCUJl)Jl)O'S:tiqJJlli 1b ter¡:,e1!1.11>0111 J no~oic, comoorllcf:fuclJn~ ocroooloij b;iui.1: d6f focrrJComolJfui:J.~lcmMrncno:ht ITc ~l'!~r:'( '~~:";. ~~ ~ ~-= (l!J:JCTllcUl~cl~oloJ .,r:. 1~fil pJ;:,:ele111j.-,Jrl: 1r1flloreocios . (:: ,¿,, rf'~ j, ,·.. cnq CCC[JUJ:tq ........ ~&lflicorno J.: ~~) · ~~~ - ~- cbor0vocc111opJlfJmJs ri(os pJños qelpn.iobJucr.1nolcuocó l!: comé~otJrt ; :..la'!.-~, ~~ tr,~lrJ:1(()lllt'P._,•crJ IJ cófi¡;ofinorn fupmoco:111Jno. \'IIIJH~nuJrJnJ fu po:mmo tSIJr1lllp:c¡;iírmoooocll.mJelror, fnu¡;:r1' :1rnsruos1 lo1JkuJrj J c0Jljnnopl1-z 0Jn:nl1Joor11.1mcór: ·ofccórnJl111irjccqcr.t ~J11.1r:1 PG~ro qroooclJucrq élJciuoJ.>fucrJfJllloorooolo tt1!li:puJoovelfof¡:,jqlfJ111Juj ouicrJd CTIICJ;)(l:CólJ SJílllJS.J!:'.C OIJIOÍJCJ, leoopoo:il ~JIIJr .1lfofr,j: 1clNtof.:qkbllll r;¡ro.,.,Glo:;ino:osoc!JnllJ:11J pob!JrJn i:>C ril'cnfuJIClpr.:ll~J9qlÓocrcni.1.clconrolccomocr.1bt t>efued ícnmméro q mofr.o~ufcn¡jqn;:,o íupo 10¡:,c511~dcl111J¡:o:qfucr J rof¡:,j .icmquCJ:t qclorrof1q1>:iu1lnób:,~k1115:tt>irotcccmo gq!lJEJOUCUJS .11).TOC OIIIObób:Cdf!':~JOOC(! bJt JIIJq ouierJcól09 mé~Jcono:m:'ll!J1110Jrnfut,11oqlrn11Jno(u plv:ef'ucrJréci;:,oélJ el:1ro:cfTolcllJnuum ~lcr.ij el rfíunoe qrinicróenromcm 0CP.•c b:c:11fico1110 0Cociocrc: incoo::-.t'rros ruspmérc,;enqfcfi.mJ:1 ouo qbJniJrc,ioolJciu.-iJ;:,r,auqJ '. 111ursrj12rcd fuCÓÍCÍOCÑlf-)i;OCCOIIIO fue1fí J i)(IIIJll-'lí J[U !JricrrJ:qk-bluijp:cíolJ111u5cn¡:,oeftio1.1rc t>Jalfol¡:,jollncomJrnrocu1iJoo crJ 1 i'.'Cl\m qnc1iosIO\lq1ulcilrcim elCIIIP.JOO:.-rn:•llfa, ccniuicrrJ.éofpuc~qlcófqo fucromJoono norLJenfup:ilió.f quj.ioctloorobJuJrcl .11 qmíoc~fi5.,faur111Js ococncJuJl!Cío,;: t JIY nur.itcr-.íolcrnncboro: cf-,JñotibJuiJ rcc1bi ouuorjro ro:rus io:OJl)JS fJllJq llq;oallo~, oo:tOQITJi!fCpfu¡;olcro:qJ.> .t>lqpnooíutilt1o1P.Nt,.!JI foli:>:m. 1fi:s fiJJg cr.m rm"'s'i enr~ ;:,los5nC1 &loo ~•lcmlclmrn>!nO,lfcl, .L:qnr>.JrroJg clü11 CC'Íl$rcbotuuenra t.;3 i)Jnvcí:ínCC'OIJOCro!f.: CJCíCIIIIC '¡,óclgjN:crJclpcf'Jrqoolorcccbuqpc: j rrl'i fuclo~i:nci:o~fincJ.iosbJ, ) DO(l(l ;:,dcluJ!loenncrr.1. ~lS elt-1)0 __ - 4' _ fhd:1fuc1bcfokdpicb:érrc,;rc m IÍJ

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1.- Folio 95r, comienzo del Libro II de la edición príncipe de Salalll,lnca, 1503.

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LIBRO 51!.GUNDO

queros que les tyrassen 8 , e metieron en ellos tantas saetas, que ninguna cosa dellos no parecía ante ellas. Pero, con todo esto, no ccssavan siempre de loar a Dios, agradeciéndole el bien que les hazía en querer que aquel martirio sufri[ e ]ssen por él, diziendo assí: que muy poco era aquello que ellos sufrían en comparación de lo que él sufriera por ellos. E después desto mandóles dar fuego, e en ardiendo, comen~ron a cantar Te, Deum, laudamus; e ante que muriessen, vieron todos los de la hueste sendas palomas blancas que les salían de las bocas, e yvan volando contra el ciclo. Grande fue el lloro que los de la hueste hizieron quando vieron morir a Ri / [151vb] nalt Porcclet e a sus hijos de tan cruda muerte como avéys oydo; pero, de otra parte, ovieron plazer, que creyan ciertamente que las almas de ellos eran en parayso. Mas, sobre todos los llantos, era mayor el que su muger hazía; que ésta se messava los cabellos e rascava las fazes, e andava dando bozes como loca; e yva a las tiendas de los hombres buenos, e travava dellos, e mordíalos e rompíales los paños, diziéndoles que por su culpa fueran muertos su marido e sus hijos, porque no los quisieran quitar, e que jamás no se podrían salvar de aquella trayción que havían hecho, hasta que se armasscn e fuessen a la villa, e la entrassen por fuer~ e matassen a todos quantos en ella havía, en venganfa de su marido e de sus hijos. Tan doloridamente dezía estas palabras, que por fuer~ havían de llorar con ella todos los que la oyan. En tanto que la dueña hazía su sentimiento, assí como havéys oydo, Harsilis, rey de Antiocha, cuyo corafÓn no podía salir de muy gran saña que havía contra los cristianos, no se tovo por vengado de la muy cruda muerte que diera a Rinalt Porcclet e a sus hijos; mas cavalgó por la villa, e quantos cristianos cativos halló ay, tomólos a todos, los unos por compra, e los otros por fuer~, e fueron bien mil e setecientos. Desque los ovo todos assí ayuntados, hízolos todos subir en unas peñas mucho altas, donde los veyan todos los de la hueste, e mandólos a~otar mucho; e más, hízoles dar grandes torcijones por los costados tan rezio, que todo quanto tenían en los cuerpos les salía fuera. E después hízoles tajar las • Or. tyrarassen.

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LA GllAN CONQUISTA DE ULTRAMAR.

cabc?s, e mand6 quemar los cuerpos dellos; mas ante que muriessen, comen?ron todos a cantar a muy grandes bozes: Te, Deum, laudamus. En tanto que ellos cantavan, dcscendi6 sobre ellos una gran nuvada de palomas blancas, e fue tan grande el viento que truxieron con las alas, que el fuego en que los quemavan, maguer que era muy fuerte e muy grande, todo lo derramaron; e esta cosa tovieron los moros por muy gran maravilla, assí que algunos de los que allí ovo se arrepintieron de manera, que se tornaran cristianos, si osaran. Mas Harsilis, el muy crudo / [ 152ra] rey de Antiocha, luego que esto ovo hecho, mandó tomar las cabe~ dellos e hízolas echar en los engcnios contra la hueste; e mandó armar a todos los de la villa, que saliessen a los cristianos allí do ellos viniessen a coger las cabc?5, y que los matassen. Grande fue el sentimiento que todos los cristianos hizieron quando vieron aquello, porque los unos hallavan las cabe?5 de sus padres, otros de sus hijos, otros de hermanos y parientes, cada uno como los havía, las mugeres, otrosí, de sus maridos; e tan grande era el llanto que por toda la hueste hazían, que 9 no havía lugar en que no diessen bozcs e que no llorassen. En tanto que los cristianos esto hazían, tañían los moros muchos atanbores e trompas e añafilcs, e hazían muy grande alegría. Mas Boymonte, que era sabio en guerra e havía guerreado con ellos más que los otros de la hueste, entendió que algún daño les querían hazer; e entonce habló con los otros hombres honrrados, e mandaron que se armassen todos. Y en tanto que ellos se armavan, vino el obispo de Puy e comen~lcs a dezir que se dexasscn del llanto, que no era para ellos, mas que tomassen todos las cabe?5 e las ayuntassen, e que las hiziessen bcndezir e las soterrassen, e después, que puñassen en los vengar. Todos los de la hueste, quando esto oyeron, fueron muy ledos, e hiziéronlo assí. E desque las ovieron soterrado, la primera vengan~ que hizieron fue que tomaron quantos moros cativos havía en la hueste e cortáronlcs las cabe?5, e hiziéronlas poner en los engenios e echáronlas en la villa; e esto dur6 bien hasta el medio-

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LIBRO SEGUNDO

día, que nunca otra cosa hizieron sino echar cabe~ con los cngcnios, los unos a los otros. Mas el obispo de Puy les dixo que lo daasscn, mostrándoles que no era aquello vengan? de que ellos ovicssen cumplimiento. E ayunt6 los hombres honrrados a la tienda del duque Gudufre, e díxolcs que de otra manera le parecía que se hav[í]an de vengar de los moros, ca no en llorar ni en tirarse las cabe~ de los muertos los unos a los otros. Sobre estas palabras ovieron su acuerdo que otro día de mañana se armasscn e parassen sus hazcs, e que fucssen derechamente a la villa. E si los moros saliessen a pelear con ellos, que entonce tomasscn vengan? de aquel / (152rb] mal que les havían hecho; e si no lo quisicssen hazcr, que entonce el conde de Tolosa hizicssc el castillo cabela puente, assí como lo havían ordenado. E de aquella manera que lo havían acordado, assí fue hecho. Otro día pararon sus hazcs e fueron derechamente 10 para la villa. Mas los moros, quando assí los vieron, no osaron salir a ellos; ante cerraron muy bien las puertas de la villa, e paráronse por las torres e por los muros, e comen?fOnles a tirar saetas e piedras.

CAPÍTuLO LXI

Cómo el conde de To/osa hizo hazer el castillo con ocho colgadizos. No ccssaron los cavalleros cristianos hasta que levaron al conde de Tolosa a aquel lugar do havían de hazer el castillo; e todos los honrrados de la hueste diéronle cavalleros, que cstuvicssen con él hasta que lo ovicssc hecho. E el Conde, como era de buen cora~n e de grandes hechos, dió muy crecidamente de su dinero a cavallcros e a escuderos ataviados de cavallos e armas, e a ballesteros e arqueros e a otros hombres de pie, que estuvicssen ay con él, que fueron bien quatrocientos hombres a cavallo e mil e quinien10

Or. derecbamcntc.

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LA GBAN CONQUISTA DE ULTLULU

tos peones, a quien clava cada día salario. E tanbién pagava muchos e grandes jornales a oficiales e obreros de carpintería e alvan{cs, los unos hazían la cava, e los otros labravan el muro e las torres del castillo; otrosí a los que hazfan la cal, e a los que dolavan la madera para hazcr los cadahalsos encima de las torres. E en tal manera acuci6 la lavor, que en seys semanas fue fecho todo el castillo; e ovo en él ocho torres, e los cadahalsos puestos encima, allí do convenían, todo adere?do de lanceras e saeteras, e de todas las otras cosas que havían menester para defenderse. Quando fue todo hecho, el conde de Tolosa no quiso ay tener otra compañía sino la suya, ni quiso menguar de tanta quanta tenía en la hueste, comoquier que gran costa se le hazía. Por esto le him Dios muy gran ayuda, que allí do hazían la cava, que havía bien dos bastas de lan? en ancho e otras dos en hond6n, hallaron monumentos de hombres muertos, que parecía que fueron hombres honrrados; y dellos havía que yazían armados, otrosí havía otros que tenían muy gran riqueza de oro e de plata. E des / [152va] tos monumentos hallaron muchos, de manera que el conde de Tolosa ovo de allí muy gran haver e muchas armas, que le aprovecharon mucho para aquel hecho. E guióle nuestro Señor de manera, que después los moros nunca osaron salir por allí como solían.

CAPITULO LXII

Cómo ninguno querla entrar en aquel castillo; e entró Tranquer, e cómo después le ayudaron todos. Todo aquesto ya hecho con el castillo, quando los de la hueste vieron que los moros, por aquel lugar do le tenía el conde de To-losa, no salían, ovicron su acuerdo qué harían de la otra parte, do posava Boymonte; que salían los moros mucho a menudo por allí e hazían gran daño en la hueste. E sobre csso acordaron que hizicssen un castillo de aquella parte do ellos posavan, tamaño como aquel que hiziera el conde de Tolosa. Mas el obispo don Juan, que era muy sabido de guerra, [e] conocía los moros e en-

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LIBRO SBOUNDO

tendía muy bien su lenguaje, [e] sabía por quál manera los ter.. nfanmú apremiados, porque no pudicsscn salir a fazcr daño en la hueste, conscj6lcs que lo que havían de hazcr en otro lugar, que lo hizicsscn en derecho de una puerta de la villa, do havía un moncstcrio antiguo que fuera de aistianos, e era de muy fuerte lavor de cal e de canto, e que les sería muy gran ventaja para aquello que dios querían hazcr, ca sobre aquella lavor podrían aynalabrar e bastecer todo lo otro; e desque fucsse hecho, que cstuvicsse en él algún hombre bueno dellos con tanta compaña, que pudicsse vedar la salida a los moros. Todos lo tovicron por bien e loaron aquel consejo; mas no ovo ninguno que dixcsse que estaría en él Quando esto vió el buen obispo de Puy, torn6se a Boymonte e Tranquer, e díxolcs que por csso callavan todos, porque tenían que este hecho más convenía a ellos que a ninguno de los otros. Entonce dixo Tranquer que no viniera allí sino por servir a Dios, e por ende, que aquel hecho él lo quería tomar; mas que rogava a los otros que le ayudassen, porque él lo pudicsse bien hazcr. Ellos otorgaron que lo harían; cada uno dellos le dieron de su dinero e lo ayudaron d'aquello que pudieron. Desque aquella fortaleza fue labrada, metióse ay Tranqucr con gran compaña de cavalleros e de hombres de pie; e de tal manera tovo él retraydos e arrinconados a los moros, que de allí adelante no osavan salir a la huc / [152vb] ste a hazer daño como solían. Pero a las vczcs salían e combatíanlos, e él hazía sus cscaramu?5 con ellos, en que le ayudava Dios; assí que los vencía e era siempre bienandante.

CAPfflJLo

LXIII

De la gran cavalgada que hizo Tranquer en los ganados de la cibdad. Otro día por la mañana, desque los moros de Antiocha vieron que aquellas dos fortalezas avían hecho los cristianos, e entendieron que a ninguna parte podían salir que a su daño no fucsse, fizieron dos cosas: la una, que tomaron las bestias y aquel poco

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LIBRO SEGUNDO

CAPrrtJLO LXIIII Cómo los hon"ados hombres se ayuntaron en la tienda del duque Gudufre quando no se acordavan, e cómo Boymonte tomó el pleyto sobre sí, e de lo que hizo. Soldanes e grandes reyes eran aquellos a quien los de Antiocha embiaron demandar acorro; mas, comoquier que no los quisieron acorrer, todavía embiavan sus mensajeros a la hueste, a hurto, que supiessen barrunto qué querían hazer los cristianos, e pecharon entre sí muchos dineros a armenios e a surianos, e a otros malos cristianos que ay andavan, que les hiziessen saber el hecho de la hueste. E ellos supiéronlo hazer de manera, que muy pocas cosas hazían los cristianos que ellos no supiesscn 1• E por esto, fueron tan tristes los hombres buenos de la hueste, que se ayuntaron en la tienda del duque Gudufre; e comen~aron a hablar entre sí de lo que harían. Los unos se acordavan en que hiziesscn escodriñar por toda la hueste, e los que hallassen que trayan barvas luengas, que los prendiessen, hasta que supiessen cómo andavan. Los otros dezían que no era bien; que de muchas partes venían ay mercaderes e otros hombres que trayan barvas luengas, que les trayan lo que havían menester; e si algunos havía malos, que los otros que eran buenos, e si les hiziessen mal, que escarmentarían, que no querrían más venir. E otros havía que dezían que prcgonasscn por toda la hueste que qualquier que supicsse que algún anaziado andava ay, o otro hombre encubierto, si no lo dixicsse, que pcrdiesse el cuerpo e la hazienda. E en esta manera no se acordavan en ninguna cosa. E Boymonte, quando los vi6 assí desacordados, díxoles que este hecho dexassen sobre él, que él lo escarmentaría sin dar pregón ni hazer otro ruydo, de forma que no osaría ay ninguno venir. Quando ellos esto oyeron, plúgoles mucho, e hiziéronlo assí; e él puso con ellos que otro día, en la noche, embia-

1

O,. snpicsscn.

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LA GRAN CONQUISTA DE ULTRAMAR

de ganado que les qucdava e cmbiáronlo a pacer a las montañas, en las más fuertes que havía, e hizieron camino por do les traxessen por ay todo lo que oviessen menester, porque no oviesscn que descender ayuso al llano; la otra fue que cmbiaron a los de la Camela, e de Domas, e de Halapa e de Balvet, que les veniessen ayudar e que les truxiessen viandas. E los cristianos ovieron desto noticia; e tomaron su acuerdo cómo harían a cada una destas cosas. E acordaron de dar hombres a cavallo e de pie, e ballesteros muchos, que fucssen a los que guardavan el ganado en la montaña, e que gelo tomassen; e fiziéronlo assí. Los de pie fueron dos mil, entre ballesteros e otros, e los de cavallo CC, e fue con ellos Tranqucr; e gui6los Pedro de Roax entre la montaña e la villa. E dieron hombres que los corriessen, e ellos metiéronse en celada; e los moros pensáronse acojer a Antiocha, e salieron los cristianos que yazían en la celada, e tomáronlos todos a vida, los que quisieron, e los otros mataron. Tanto fue a gran daño de los moros aquella cavalgada, que todas las bestias que avía en la villa, tan bien las de cavalgar como las otras, e otrosí los ganados, todo lo perdieron aquel día, sacando los cavallos e otras pocas bestias de los hombres honrrados. E aun sin todo esto, se tornó a los cristianos gran provecho; que los hombres se esfor?van de yr en cavalgadas, lo que ante no hazían, e tomaron osadía de entrar en las montañas, e allá dentro tener las carreras, lo qual no solían hazer. Esto fue muy grande quebranto a los moros de Antiocha. E de otra parte, que les lleg6 repuesta de aquel acorro por que embiaran, que no lo havrían; que claramente les embiaron a dezir aquéllos a quien havían embiado sus cartas que los acorriesscn, que no los acorrerían, que de todas las gentes que les embiavan, muy pocas les tornavan allá / [ 153ra] dellas todos aquéllos 1 •

1

Así en el Texto.

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LA GRAN CONQUISTA DE ULTllAMAll

ssen a su posada, e verían el escarmiento que él hazía sobre este hecho. E luego que esto les ovo dicho, fuésc para su posada, e mandó a su compaña mucho en secreto que tomassen seys moros cativos de los que él tenía, e dixicssen que eran espías; e hizo que lo otorgassen los moros. E t6volos dcsta manera hasta otro día en la noche, que fueron ay ayuntados los mensajeros de los hombres honrrados de la hueste, assí como / [ 153rb] lo havían puesto con él. E entonce hizo traer aquellos seys moros ante sí; e los que los trayan dezían que eran espías, e los moros mismos lo otorgavan. E entonce hízolos desnudar de todos sus paños que trayan, e mandólos atar de pies e de manos sobre una varas muy fuertes, e mandólos degollar; e después hizo hazcr gran huego e traerlos a derredor sobre él e assarlos. E quando esto vieron aquellos mensajeros de los hombres honrrados que ay estavan, fueron ende muy maravillados; e preguntáronle que c6mo pudiera saber que eran espías. E él díxoles que un su adevino gclo dixiera; que tan secreto no lo podrían hazer, que lo él luego no supiesse. E ellos, quando esto oyeron, fuéronse cada uno a sus posadas, e contáronlo a sus señores, e desta manera fue sabido por toda la hueste; assí que no qued6 ay hombre, grande ni pequeño, que todos no vinicsscn a la posada de Boymonte por ver aquel hecho, e a cada uno hazía él dezir en qué manera lo supiera. E desto fueron muy espantados los moros, que bien de cien espías que ay andavan, no osó quedar ninguno, que todos no se fuesscn essa noche; e contáva[ n ]lo a los otros que hallavan por doquier que yvan, assí que después nunca osó ay venir ninguno.

CAPÍTULOLXV

De la gran fatiga en que se veyan los moros de Anti ocha. E después que los moros de Antiocha fueron encerrados, assí como ya ofStes, que no podían entrar ni salir de la villa, de parte de las montañas ni por el llano, viéronse en muy gran cuyta.

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LIBRO SEGUNDO

Que, de la una parte, les menguava cada día aquello que tenían, e de la otra parte, veyan que los cristianos andavan muy seguros por toda la tierra, e yvan e venían mercaderes e otros hombres que les trayan viandas e mercadurías e de todo lo que havían menester. E demás, era ya venido el tiempo del verano, e venían las naves de cada parte, que les trayan muy grande abasto de viandas e de cavallos e de armas. E otrosí, los cristianos salíanse de la hueste, e yvan a las villas e a los castillos que avían ganado, e hazían venir recuas con todo lo que avían menester. E muchos dellos, que se fueran por la gran carestía e por la pobredad que havía en la hueste, venían entonce aparejados de cavallos e de armas. E Baldovin, hermano del duque Gudufre, que havía conquerido a Roax e a los otros lugares que oystes, havía oydo / [153va] la gran mengua e la pobreza que en la hueste ha vía; e todo aquel tiempo passado no hazía sino guarnescerse de cavallos e de armas e de viandas, e de todo lo que 1 havían menester para los acorrer. E desque vió que entrava el verano, embió a la hueste sus recuas muy grandes de viandas, e partió por los hombres honrrados sus viandas; e otrosí, embióles sus dones muy ricos, e a su hermano, el duque Gudufre, dióle la renta de toda la su tierra por dos años, e enbióle luego en presente cinquenta mili marcos de oro. E un 2 rico hombre de Armenia mucho honrrado, que era con Baldovin, que havía nombre Nicoxes, e era mucho su amigo, embió al duque Gudufre una tienda, la mayor e más rica que viesse hombre a aquel tiempo, e de la más cstraña faci6n. E aquellos que gela trayan, quando fueron cerca de una villa de otro rico hombre de Armenia, que havía nombre Paneras, salió a ellos al camino, e tomógela, e hizo della presente a Boymonte. Los mensajeros de Nicoxes, quando aquello vieron, fuéronse para la hueste e contaron al duque Gudufre cómo havían perdido aquella tienda; e él, quando lo supo, pcsóle muy de cora~6n. E tomó al conde de Flandes, en que se fiava mucho, e fuése con él para do posava Boymonte; e sacólo a una parte e rogó le mucho ante el 1

Or . qnc .

2

Or. E a un .

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

Conde que aquellas cosas que él tenía, que eran suyas, que gclas dicsse. E Boymonte respondi6 que de lo suyo no tenía nada, mas que aquella tienda, que gcla embiara un rico hombre, su amigo, e que le parecía que no devía a él pesar, ni él tenía por qué dcxar lo que le embiavan en presente. Quando esto oyó el duque Gudufre, paresci6le que gelo levava como en manera de pleyto e de rebuelta, [e] fue muy sañudo; assí que todos eran maravillados quantos le conoscían, por qué tan gran saña mostrava contra Boymonte. Que veyan que no lo devía hazcr, por dos razones: la una, porque los hombres no sabían al Duque ninguna manera ni costumbre en que le pudicssen travar; e la otra, porque Boymonte era mucho su amigo. Mas el Duque era de gran cora~n, e parescíale que aquello que le hazía, que era como manera de sobervia, porque le havía tomado lo suyo e lo quería tener sin su plazer; e por ende, tenía que no lo devía sufrir, e por ninguna manera. E sobre eso dixo que en todas maneras, que la tienda le darían o la tomaría él. Quando Boymonte vi6 que no se / [153vb] podía partir de dar la tienda al duque Gudufrc, o de venir con él a gran denuedo, ovo su consejo con el conde de Flandes, que era mucho amigo de amos a dos, e tovo que era mejor de dárgela que no de perderse con él por ella; e demás, porque entendió que si alguna desavenencia oviessc entre ellos, que se podría por ay perder todo aquel hecho que tenían comen?do. E Boymonte, como era hombre entendido e de buen seso, quiso guardar estas cosas; e sobre eso di6 la tienda al Duque, e partiéronse entre amos por mucho amigos el uno del otro.

CAPÍTULO

LXVI

De cómo el rey Harn1is de Antiocha estava muy fatigado. Despechado e muy triste fue Harsilis, rey de Antiocha, quando vi6 que el conde de Tolosa e Tranquer havían tomado aquellas dos fortalezas a su cargo; bien entendió que de allí adelante no podría hazcr gran daño en la hueste. E de otra parte, vi6 que los cristianos

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LIBRO SEGU NDO ·

se atrevían a yr tener los caminos a las montañas; assí que recuas ni viandas no le podían venir de ninguna parte. E vió que los cavallos havían perdido de manera, que pocos hombres havía en Antiocha que los tuviessen. E sin todo eso, la vianda que tenían era muy poca; que ellos pensaron de primero que los cristianos no se atreverían a los cercar, e no se bastecieron assí como lo pudieran hazer. E la vianda que tenían havían ya comido lo más della, e cada día comían quanto podían en ella; e otros~ los que les venían en acorro despendían más de lo que hallavan, que no de lo que ellos trayan. E por estas cosas parescióle que estava su hecho en dos peligros: el uno, que los moros de la villa se yrían con cuyta de hambre , e la tomarían los cristianos, no hallando quien la dcfendiesse; e el otro, que los moros mesmos, quando se viesscn en gran aprieto, que matarían a él e a su linaje, e que traerían pleyto con los cristianos de les dar la villa. E catando todos estos males que ende le podrían venir, levantóse un día de mañana, e fue a su mezquita e hizo su oración, e desí tornósc para su casa e vistióse de los más ricos paños que tenía. E embió por sus hijos e por sus almirantes , e por los otros hombres honrrados que en Antiocha havía, e aun por los cibdadanos de la villa, e por todos aquellos que entendió que eran de buen seso o buenos hombres d'armas. E quando todos los vió / [154ra] ayuntados, fízolos assentar en manera que viessen toda la hueste. E después que esto ovo echo, comen~óles a dezir de cómo ganara a Antiocha e toda aquella tierra por su esfuer~o, e por su seso. Otros hechos muchos grandes hiziera , en que fuera siempre bienandante , e que todas las cosas le acaecieran como a bienaventurado 1, porque siempre oviera guerra con los cristianos e les fiziera mucho mal , prendiéndolos e. matándolos tan crudamente , que los niños de teta no les dexava, que todos no los matava; e los grandes prendíalos, e hazíalos matar ante las mugeres , e desí tomava él a ellas, e teníaselas. E todos los otros males que les podiera hazer , que siempre gelo hiziera; assí que bien cuydava que a hombre del mundo no desamavan tanto como a él. E sobre esto havían puesto que nunca de allí se partiessen hasta que oviessen ganado a Antiocha; 1

o,.

bicnavcnturando .

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LA GllAN CONQUISTA DE ULTRAMAR

e que bien sabía ciertamente, si lo pudicsscn haver en las manos, que todo quanto oro es en el mundo, que no le guarcscería que no lo matassen a él e a todo su linaje. E toda esto podían ellos ver por sus ojos, cómo cada día se les yvan los cristianos más allegando, e hazicndo bastidas, e apoderándose dellos quanto más podían; assí que les havían ya quitado todas las salidas del llano e las que yvan a la mar, e otros~ las de la montaña, de manera que no les venía vianda ni acorro de ninguna parte del mundo. Demás, aquello que lo tenían, que lo yvan ya despendiendo, de manera que no tenían ya qué comer. Por ende, que sería bien que tomasscn consejo ante que viniessen a no poder más, por que ovicssen de perder a Antiocha. Pero que esto no gclo dezía él porque el cuerpo e los hijos no pusiesse ay fasta que le diesscn la muerte o no dcfendiessc la villa, mas que gclo dezía por dos razones: la una, porque entendía que era bien de haver consejo ante que venicsscn a lo peor; la otra, que era derecho de embiar al gran soldán de Pcrsia, que era su señor de todos, que les embiassc acorro, porque no pcrdiesscn la villa. E por ende, que les rogava que buscasscn hombres entre sí que fucsscn en aquel mensaje, e él que les daría todo lo que oviesscn menester. Quando esto ovo dicho, comen~ a -llorar muy de cora~n, e estuvo una gran pie~ que no dixo ninguna cosa. Después que Harsilis, rey de Antiocha, ovo dicho su raz6n, todos los moros que estavan / (154rb] en el palacio callaron, que no ovo ninguno que respondiesse. Mas un su hijo, que havía nonbre rvalan, por esta sciencia que deximos de la nigromancía e por la astronomía, echara sus suertes e viera todo lo que acacsciera a su hijo Corvalan; e díxole luego: - Hijo, bien sé yo dónde venís, e sé yo por mi arte que / [207ra] por poco no fuystes muerto en la corte del Soldán. E dixo Corvalan: - Madre, verdad es, e ¿cómo lo sabéys vos? Dixo la reyna Halabra: - Fijo, bien sé yo que no estás tú con el soldán de Pcrsia, tu señor, assí como yo querría, ca él ha muy gran pesar por el daño

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LA GRAN CONQUISTA DE ULTRAMAR

plo que precian ellos mucho, e a un su dios que adoran mucho en éi a que tienen ellos por muy santo e por muy poderoso.) E después desto, mand6 la Reyna al carcelero, diziéndole : -Toma los cativos e llévalos a[ r ]riba al palacio a mi / [207rb] hijo, que quiere hablar con ellos. - Señora - dixo el carcelero-,

esto faré yo muy de grado.

CAPÍTULO CCXVIII

De c6mo dixo el carceleroa los cativos que embiava Cort1a-. lan por el/01 para los matar, porque le vencieran1 los cristianos. El carcelero fizo como la reyna Halabra le mandó, e tornósc luego a la cárcel, e dixo en el lenguaje francés: - Maldictos, oy en este día tomaredes muerte, ca venido es de Antiocha Corvalan, que levó el poder del Soldán, e son muertos todos los moros que fueron con él, e Baradin, el fijo del Soldán, e el rey Rcligion, que nos amávamos mu~ho; e Corvalan vino fu. yendo, e la Reyna, su madre, mandóme de su parte que vos levassc suso al palacio, ca se quiere vengar en vos de la muerte de Baradin, hijo de su señor. E ponervos han por fito e por scñai e tirarvos han saetas con los arcos; e porque pcnedes más, farán que vos tiren los m~s en sus juegos, e desque vos ovieren penado desta manera, ccharvos han en una foguera grande. Entonces dixo allí el conde Harpin, a quien havían muy mal afotado, que todo corría sangre de la cabe~ hasta en los pies, e don Juan d'Alis, otrosí, e Ricarte de Caumontc, que era hombre de alto lugar e sangre: - Nos no queremos bivir más, mas ante rogamos a Dios cada día que nos dé la muerte; e yremos a Corvalan muy de grado, e 1

Or. venccrian.

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LIBRO SEGUNDO

Dios aya merced de nuestras almas por su piadad, ca los nuestros cuerpos martirizados son en este mundo. Entonces abri6 el carcelero la cárcel, e los cativos salieron fuera; e los unos yvan cantando Kyriekyson, e un obispo que havía entre ellos, e abades e otros clérigos yvan rezando Miserere mei, Deus. E rogavan a nuestra señora santa María e a todos los santos, que rogasscn a Dios por ellos que oviessc merced de las sus almas, ca bien pcnsavan ya ellos e tenían cierto que todos sus días eran allí acabados. E levavan a las gargantas e a las piernas muy grandes cadenas de fierro, que los quebrantavan a todos; e tan grandes eran las colleras que levavan a las gargantas e los fierros a los pies, que no se podían mover. E los fierros de los pies levavan colgados de las cintas; e assí yendo en esta pena, unos emp6s de otros, entraron por el gran palacio do cstava Corvalan. Mas ellos no davan ya nada por sí, como aquellos que pcnsavan recebir luego la muerte. /

(207va]

CAPÍTuLO CCXIX

De cómo se quexava Corvalan,creyendo que no podrla haver un cristianoque lidiassepor él con dos turcos. Después que los cativos fueron en aquel palacio, hiziéronlos parar todos uno cerca de otro con sus cadenas, e ellos muy cuytados e lazrados, que tenían las espaldas abiertas de los a~tcs; e de los fierros e de las cadenas, e de los collares que trayan a las gargantas havían los cueros desollados, e sufrieran gran lazcria. E comoquier que eran cavalleros de alto linaje, e de buen seso e de buen recabdo, e dellos obispos e abades, e otros clérigos que ay havía, los qualcs fueron desbaratados en la hueste de Pedro el Hermitaño, e cativados 1 en el poyo de Ccvicos 2, assí como es dicho, estavan 8 muy pobres, que no tenían camisas ni bragas, ni cal?5 1

O,.

1

Lo mismo que Cevicot; también escrito, excepcionalmente, C~vicod.

cativaroo.

• Or. e escavan.

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LA GRAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

ni ?patos, e tenían los pies llagados de crietas; assí que qualquier hombre del mundo que los viessc e los conocicssc, de ante avría gran duelo e piadad. Quando Corvalan los vió e los cató a las fazcs, comen~ de llorar, e de messar sus cabellos e su barva, e llamándose muchas vezes malaventurado. E comen~ó de dezir que no sabía a quál parte fuese a buscar un cristiano que lidiasse con dos turcos contra el Soldán, su señor, que le reptara de trayción tan mortal, como es dicho; e esto hazía él porque creya por cierto que en el mundo no havía gente de tan gran poder que le pudiessc desbaratar tan gran gente como la suya, en que havía tantos buenos hombres, e tan altos e esfor~ados e provados en armas. E con la verdad que tenía Corvalan, e con la mucha razón e justicia que en este negocio pretendía, no pudo estar que no dixiesse cosa que después él mismo lo toviesse por mal. E lo que dixo a su madre fue esto: que no quería tardar más, mas quería yr a Antiocha a hablar con Boymonte e con el duque Gudufre e con el duque de Normandía, que eran muy preciados e muy buenos cavalleros d'armas, e les pidiría por merced que quisiesse uno dellos venir a hazer esta batalla por él; e que faría este partido, que le juraría e le faría pleyto e omenage por sí e por otros, e les firmaría el pleyto assí como ellos quisiessen. E demás, que les daría buenas rehenes, que se tornaría cristiano por amor de aquel que quisiessc hazer la lid, e tomaría a Hierusalem, e libraría el sepulcro del señorío de otra gente, al qual ellos querían yr. La Reyna / [207vb] dixo allí: - Fijo, quieres meter a mí e a ti e a todo tu linaje en gran vergüen~a; ante me faz meter un cuchillo por el cora~n que yerres solamente ni un día contra tu señor, ni reniegues tu ley ni Mahoma por honrrar su dios. Mas esto no lo dezía la Reyna de cora~ón, porque ya vistes cómo antes que Corvalan partiessc a la batalla de Antiocha, le dió a entender que era falsa la seta de Mahoma, e cómo en el sueño havía visto abierto el cielo, e grandes secretos dentro de la Trinidad; e por aquello le estorvó la yda .quanto pudo.

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LIBRO SEGUNDO

CAPÍTuLO CCXX

De cómo dizo la Reyna a Corvalan que fiziesse soltar los cativos, e los vistiesse e hiziesse curar bien dellos, que ,por aventura attría alguno dellos que tomasse la lid ,porél. Sobre esto dixo la Reyna : - Hijo don Corvalan, por esto no desonrredcs a mí ni descreades en vuestra ley, ni vayáys a otra parte ni vos metáys en aventura. Mas tomad estos cativos e fazedlos soltar, e vestidlos muy bien, e dadles de comer e de bever e todo lo que ovieren menester; e si por aventura oviesse alguno dellos que fiasse tanto en su dios, que le ayudaría 1 de manera que fiziesse él la batalla, prometedlc e fazedle ende seguro que le sacaréys de cativo a él e a todos sus compañeros, e les daréys buen galardón, e armas e cavallos. e oro e plata quanto ovieren menester para despensa, e los faréys levar en salvo a Hierusalem.

CAPÍTULO

CCXXI

De cómo mostró la Reyna a su fi¡o a Ricarte de Caumonte, e él dixo que le parescía que sería aquél bueno para f azer la batalla ante el Soldán. Corvalan escuchó a la reyna Halabra, su madre, e respondióle: - Madre, ent[ end ]edme lo que vos quiero dezir: todos estos que vos aquí vedes no son nada para tan gran fecho; que están muertos de hambre e hinchados por la gran lazcria que han levado, que no comieron sino como bestias que pacen por los campos, e veynte dcstos no se combatirían con un hombre rezio, aunque fucssc villano. 1

Cf. C (C'd. Wenholcl): "S'il en i avoit un tant orgdlos c-t fier / Qui ses Dex u il croit li vausist tant aidicr~ /" ( versos 966-67).

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LA GllAN CONQUISTA

DE ULTRAMAR

Dixo entonces la Reyna: - Uno dcstos ha aquí que mat6 ayer un pedrero con un martillo, porque los aqucxava que labrasscn; yo creo que éste es hombre de gran csfuer~o. Entonces le dixo Corvalan : - Buena dueña, ¿quál es este que vos dezides? Respondi6le ella : -Aquel que está allí; e si no fucssc porque tiene perdida la color, / [208ra] 1 por los fierros e por las prisiones fuertes e grandes, parecería muy fcrmoso, e ardid e esfor?do para todo gran fecho.

CAPÍTuLO CCXXII

Cómo Corvalan hizo quitar las prisiones a Ricarte de Caumonte e a sus com,pañeros,e de cómo le él dixo que [n..] quisiesse tomar aquel hecho sobre sí, que los ahorrarla. Quando esto oyó dezir Corvalan a la Reyna su madre, llamó estonces a Ricarte, e hízole quitar las cadenas e el collar de fierro con ellas; e fízolo assentar cerca de s~ e preguntóle que cómo le llamavan. E él díxole que Ricarte de Caumontc, e que quería yr al sepulcro de Hierusalem, él e aquellos otros sus compañeros que allí veya; e que eran de la hueste de Pedro el Hermitaño, e que los cativaran cabe el poyo de Cevicos, e que los traxieron presos a la su prisi6n. E que le havía él hecho mucho servicio a él e a los suyos en segar yervas e traer piedra e cal e arena, e que sufrieran muchas cuytas, e recibieran muchas feridas de palos e de a~tes, e aun de aguijones, assí que no quedara en él miembro sano. E agora veya su juyzio de lo que él quiere hazcr, e sabía bien que él e todos los que con él eran recibirían muerte, e que la querían re1

En el orig. este folio lleva, crr6ncamcnte, el número ccuu.

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LIBRO SEGUNDO

ccbir en paz por amor de Dios, que sufriera por ellos muerte e passión; e que no dcsaccría uno dellos, ante se dcxarían quemar e tornar carbones. Dixo Corvalan : -Amigo, no temas ni te quexes, ca no te quiero para csso; mas dczirte he mi hazienda. Yo fuy a Antiocha con el ayuda del Soldán, que cmbiava a la hueste de los cristianos que eran sobre Antiocha; e levamos yo e el rey Religion setecientos e quarenta mil hombres a cavallo, sin los peones, que eran tantos, que no ha vía cuenta, e fallamos csfor?dos los cristianos come hombres de gran seso e de gran poder, e sabidores de guerra. E salieron a nos muy acabdillados R~bcrte de Normandía, e Rubcrt el Frison, e Tomás de la Feria, e· don Remon de San Gil e otros muchos altos hombres que los no sabría nombrar, si no fuesscn por escripto, e desbarataron nuestra gente. E yo escapé e guarescí por pies de cavallo; e fallé al Soldán muy bravo e muy sañudo, e contéle las nuevas de c6mo acaescicra, de que me arrepentí después, ca me quiso ferir con un dardo, no mereciendo yo por qué. E por salvanne de lo que me dczía, hove de aplazar batalla, que quisicsse o / [208rb] que no, e que buscaría yo un cristiano que me salvassc, por razón que me reptó de trayci6n que traxiera yo a su gente; e esto en tal manera, que lidie aquel cristiano con dos turcos, e si el cristiano solo venciere a los dos turcos, yo que sea quito. E si tú quisieres tomar este fecho sobre ti, tú serás quito e tus compañeros, e fazcrvos he yo levar en salvo a Hicrusalem, do vos yvades en vuestra romería.

Dixo Ricarte : -Señor, esto fue gran yerro, ca por bueno se devc tener el cavallero que sobre cavallo se puede librar en salvo de otro; mas, si vos pluguiere, conscjarme he antes con estos otros que están cativos comigo, que no querría comen~ cosa que fucssc sin razón, ni de que me pudiesscn reptar ni travar en ello. Corvalan tóvolo por bien, e mandó entonces Corvalan que sacasscn de los fierros e de las cadenas a todos aquellos cati vos; e passó aquel día, e vino la noche, e ovieron tan gran miedo de morir, que no pudieron dormir en toda aquella noche. Mas Ricarte,

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LA ORAN CONQUISTA DE ULTRAMAR

que cstava con ellos, dcscubrióles todo el secreto, e contógclo todo, assí como Corvalan lo havía dicho a ét diziendo: - Corvalan tiene de meter en campo a un cristiano, amigo de Dios, que se combata con dos turcos, e quiere que haga yo aquesta batalla. E demándovos consejo sobre tal fecho qué devo -fazcr; ca si yo esto puedo librar, Corvalan me ha prometido e me juró que todos seremos libres e quitos, e sobre esto, que nos daría gran riqueza, e que nos faría levar en salvo hasta a tierra de Hierusalcm. Quando los cativos oyeron esta razón, ovieron muy grande alegría, e dixieron todos a una hoz: - Ricartc, faz esta batalla, ca Dios vos fará merced e será contigo; e bendito sea el padre que te engendró, e bendita la madre que te concebió e te crió a la su leche. A esto respondió el conde Arbin 1 de Bcorges e dixo: - Ricarte, fijo de buen padre, miémbrcscte de tantos días que havemos ya estado en estas prisiones, e tantas feridas de que somos todos muy maltrechos e quebrantados; por Dios, te rogamos que fagas tú esta batalla, ca bien te juro por el Señor del mundo, que si no fucsse porque eres tú tan bueno e porque fuiste llamado primero a este fecho, que no haría otro la batalla sino yo. Allí respondió entonce Ricarte muy homilmente e dixo: - Señor Conde, si Dios quisiere, e la virgen santa María, madre de nuestro Señor Jesucristo, yo la quiero / (208va] hazcr esta batalla e la faré, e bien fío que por la virtud del que todo el mundo salvó, que querrá haver merced de nos. Después que passó aquella noche, otro día en la mañana vino Corvalan con su madre a Ricarte, e preguntóle si se havía aconsejado de fazer la batalla. E Ricarte respondióle luego que él la quería fazer, con la merced de Dios, ca bien se atrevía a defender de dos turcos, e librar a él e a su tierra, según pusiera con el Soldán. Quando esto oyó Corvalan, ovo muy gran alegría, e fuéle a besar tres vczcs en la cabc~a, e tomó el su manto e cubri6lo con él; e Ricarte dió luego el manto al conde Harpin. E la Reyna, madre de 1

Es el mismo llamado Arpin o H11rpin en otros lugares.

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LIDO

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SEGUNDO

Corvalan, tomó entonces el su manto, e púsolo a Ricarte al cuello; e Ricarte diólo a don Juan d'Alis, e dixo a Corvalan que él no cubriría manto en peña vera nin gris, ni de otra ninguna manera, hasta que cada uno de sus compañeros ovicssc cada uno el suyo como él. Entonces llamó el Rey a un su camarero, e mandóle que traxiessc tantos paños preciados quantos cumpliesscn a todos aquellos cativos; e fue hecho luego assí e complido como el Rey mandó. E antes de mediodía fueron luego para ellos manjares aderc~ados para comer, e después que el Rey ovo lavado sus manos, mandó a Ricarte que se assentassc a par dél; mas Ricarte no lo quiso fazer, antes le dixo: -Si Dios quisiere, no me asscntaré yo a par del Rey, que no me conviene, mas assentarme he cerca de mis compañeros e havré mis razones con ellos, aquellas que Dios quisiere, sobre lo que he de fazcr. E estonccs mandó Corvalan que dicsscn a Ricarte quanto oviessc menester para él e para sus compañeros; e esto ordenado de aquella manera, el rey Corvalan fuésc asscntar en un estrado muy noble como de rey, e Ricarte fuésc entonce assentar de la otra parte con sus compañeros. E estonces vino Halabra, madre de C:Orvalan, vestida de un paño muy estraño e muy preciado, que dezían en aquella tierra diaspre, labrado con oro muy ricamente, e traya en su mano una vara muy fermosa, e encima della una man?na de oro; e andava del un cabo al otro de la mesa de los cativos, parando mientes no les faltassc ninguna cosa de quanto menester oviessen. E fueron aquel día muy bien servidos de pan e de vino, e de carnes adobadas de muchas maneras, e todo lo que les / [208vb] fue necessario. E el conde Harpin e Ricarte comían muy de rrezio e mucho apuestamcnte, e bcvían, otrosí, como aquellos que lo havían menester; e los otros sus compañeros fazían esso mismo, cada uno en su manera, e assí comieron aquel día. Después que los cativos ovieron comido a su sabor, como es dicho, fueron todos vestidos de nuevo muy apuestamente, e toviéronlos muy viciosos bien quinze días. E después desto, hizo Corvalan traer un cavallo muy preciado, e tomólo él por la rienda e diólo a Ricarte. E díxole entonces el conde Harpin que cavalgassc en él e que le arremetiesse, e provassc si le havía quedado alguna

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LA GliN

CONQt:1l5TA DE ULnAMAI.

cosa de su fuer?; e que se mcmbrassc del linaje donde venía e de la tierra donde se partiera, que Dios, por su piedad, los dcxassc tornar a ella e ver sus parientes e sus amigos, que ellos dcsscavan. E entretanto llam6 Co"alan a Ricartc, e díxole assí : - A mí me hazcn entender que eres hombre de alto linaje e de gran sangre. Pues cavalga en este cavallo, e veré c6mo lo sabrás correr e cómo te sabrás ayudar dél; e si bien lo hiziercs, como es menester, seré más seguro de haver mi derecho por ti. Rcspondi6 entonces Ricarte que lo faría muy de grado; e subió en el cavallo. E era hombre de gran cuerpo e bien fecho de sus miembros, e como estava bien vestido de sus paños nuevos, parecía muy bien. E quando oyeron los de la cibdad que los cativos eran sueltos e que el uno dellos havía de correr un cavallo por la villa, fueron a verlo todos los hombres, e las dueñas e las donzcllas, e las otras gentes; e por verlo más a ojo subían por los sobrados. E quando lo vieron, mostrávanle los unos a los otros e dczfan: "Aquél es el que traya a la lavor de la Reyna, la piedra e la cal, e no le davan a comer al día sino un quarto de un pan, e agora no hay aquí hombre más apuesto ni más fermoso que él; e éste es el que ha de fazcr la batalla en la corte del Soldán, e Dios le ayude". Sali6 entonces Ricarte fuera de la villa bofordando, e toda la gente emp6s dél mirándolo; e quando fue en el campo llano, ar( r ]emctió el cavallo, que era muy bueno, e fízole fazcr a diestro e a siniestro muy apucstamente. E después tomó la lan~ e escudo, e andava vestido tan bien, que quantos lo veyan se pagavan mucho, e lo tenían por maravilla de quán bien lo fazía; e todos se agradavan dél, / f209ra] e aun los que no lo conosdan dezían que era hombre de alto lugar e sangre, e parecía muy esfor?do. E después que ovo aquello hecho, tornósc contra un morai donde estava Corvalan, la lan~a so el sobaco, abaxada hazia el suelo, haziendo hazcr al cavallo unos sobresaltos muy apuestos. Estonccs dixo Corvalan a los ricos hombres que estavan ay: - Aún, si Dios quisiere, defenderá éste el mi derecho en la corte del Soldán. Vino luego la Rcyna, madre de Corvalan, para Ricartc, e cchólc los bra~ al cuello e abra~lo, e quisiéralo levar a su cámara, porque

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LIBaO SEGUNDO

se solazasse con sus donzcllas; mas él no quiso yr allá, e dixo E dióle entonces la que no lo faría, ca ante perdería la ca~. reyna Halabra una espada muy buena e muy preciada, e era aquella con que el rey Herodes fiziera dcscabe?C los niños ynocentes ante la Reyna, su mugcr.

CAPÍTuLO CCXXIII

De cómo Corvalanse fue para el Soldán con Ricarte e con sus compañeros. Ricarte e los cativos, después desto, folgaron bien un mes, e havía entre ellos dos clérigos de missa e un abad bendito, e el obispo de Fores, que los confess6 a todos. C:Orvalanhizo entonces correr trczicntos cavallos por el llano de Alyfoys, e los tres vencieron a los otros en correr e eran blancos como la nieve. E embi6los a Ricartc, e escogió para sí el mejor, e era muy hermoso e fuerte; e hiziéronle armas vermejas con orlas de oro. E un día martes salieron de Oliferna e entraron en su camino todos, llorando mucho e con gran miedo. E levó Corvalan consigo quinientos cavalleros de turcos de su mesnada, adere~ados muy bien de corte e de guerra, e los cativos, otrosí, muy bien ataviados. E anduvieron por sus jornadas tanto, hasta que llegaron a la cibdad de Sormasana, do era el Soldán 1 ; e la compaña de Corvalan posó aparte, e dieron a los cativos un gran palacio muy noble, e despenseros e sirvientes que los sirviesscn e curasscn muy bien dellos. Quando el Soldán supo que Corvalan era venido, pcs6lc mucho; e llamó al rey Almustadin, e rogaron a Mahoma que les dexassc ·vencer aquella batalla e havcr la honrra della, e a los cristianos dcsonrra e mal.

1

Or. saldan.

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LA GllAN CONQUISTA DE t:LTllAMAll

CAPÍTuLO CCXXIIII

Cómo el obispo de Fores dixo la missa a los cristianos,e rogó a Dios por Ricarte, que le ayudasseen aquella bata/,la./ [209rb] Aquella noche albergó Corvalan en su posada con su compaña, e otro día de mañana el obispo de Fores dixo la missa a essos cativos, e predicó e fizo su oración muy buena, como letrado e católico, e la oración fue ésta: "Señor Dios, que formaste a Adam, que fue primero hombre, e anduviste por tierra, e fuestc vendido e puesto en la cruz, e te firió Longinos con la lan? por el costado diestro, e salió dél agua e sangre, e corrió por el asta de la lan~ abaxo, con lo qual Longinos, que era ciego, los ojos que tenía cerrados se le abrieron luego, e te vió e te conoció, e te pidió merced que le pcrdonasses, e lo perdonaste; assí como todos tiempos fuiste homilde e piadoso, e como yo creo esto verdaderamente, pídote merced que assí seas en ayudar a Ricarte, en manera que los dos turcos sean vencidos e retraydos". Un turco estava ay aquella hora que cscuchava, e entendió muy bien lo que dezía, e contólo al Soldán. E ovo el Soldán gran pesar e dixo: "Mahoma, agora se libre todo como vos mandardes, ca en este hecho veremos quál dios es más poderoso: si vos, que soys el n ucstro, o el suyo".

CAPÍTuLO CCXXV

De cómo Cort1al.anlet1óa Ricarte a/, Soldán, e de cómo ge/o mostró. El día desta batalla fue viernes, e Corvalan cavalgó, e con él vcynte ricos ho~bres, e fuéronsc para casa del Soldán; e levó consigo a Ricarte de Caurnontc, e a don Juan d'Alis e al conde Harpin de· Beorges. E fueron vestidos muy ricamente de paños preciados en peñas veras, e subieron al palacio por gradas hechas de mármol; e Corvalan tomó a Ricarte por la mano diestra e fuésc para el Soldán, e hablólc muy cortés e apuestamentc, e díxolc assí:

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321

LIBRO SEGUNDO

-Señor, vedes aquí el cristiano que ha de lidiar por mí; e aquí vos digo ante todos que este cristiano, que es cavallero de alto linaje, e lidiará con dos turcos de los vuestros, de los mejores que pudierdes hallar en toda vuestra corte e en toda vuestra tierra, que nunca vos hize engaño ni trayción, ni reccbí oro ni plata de la hueste de los cristianos que eran en Antiocha, ante nos combatimos muy de rrezio, e nos ferimos cruelmente de las lan~as e cspa• das, e de dardos e saetas e de arcos. E eché fuego de alquitrán por quemar a los cristianos, e ardían todos bivos, e los escudos e / [209va] las lan~as. E quando esto vió el obispo de Puy, vino armado, corriendo sobre un cavallo, con una cruz ante los pechos; e echó en el fuego la cruz, e levantóse luego un viento, e amat6 el fuego de parte de los cristianos e tornó sobre nos, e echónos unos rayos e unas llamas. E fuy yo tan espantado, que nunca ninguno de nosotros pudo ver al otro hasta que passó mediodía; e entonce fueron los golpes muchos e muy grandes, donde murieron ay los príncipes por que nos preguntades. E allí do morió vuestro hijo fue la batalla tan espessa de golpes e de feridas, que si tronasse, no lo podría hombre oyr; e nosotros en aquella espesura mirando por Baradin, que se apartara de nos, no lo veyendo, fallárnoslo ya muerto, e ante que le pudiéssemos sacar de la priessa ni meterle en cueros de ciervos, en que le traximos, recebí yo más de cient golpes en mi escudo. Allí dixo el Soldán: -Todo esto que tú dizes tengo yo que es chufa; mas apercíbete para la batalla, ca de la mi parte ordenado lo tengo yo. E llamó estonces dos turcos que eran muy valientes e muy nombrados de armas, e hombres de alto lugar, e díxoles: - Sorgales de V algris, e vos, Golfas de Meca, hermano de Loregin 1 el Valiente, armadvos, que muchos cristianos havéys muerto por vuestras manos; e assí, vos digo que si ambos fuerdes vencidos de uno solo, yo no sé qué haga a ello sino descreer de mi ley.

1

21

Cf. Longil (II.210ra22)

y C (cd. Wcnhold)

"Longis'',

verso 1291.

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LA GRAN CONQUISTA D! ULTRAMAR

CAPÍTULO

CCXXVI

De cómo fue armado Ricarte. Havidas estas palabras en la corte del Soldán, fuésc Corvalan para la posada de los cativos, e mandó a don Juan de Alis e a don Harpin de Beorges que armassen a Ricartc; e ellos hiziéronlo muy de grado. E vestiéronle una loriga blanca terliz, e enlazáronle en la cabe~a un yelmo ~arago~ano 1 muy bueno, e ciñiéronle una espada muy clara e muy hermosa, que la madre de Corvalan guardara en su tesoro luengo tiempo, e diérala a Ricarte por amor de su fijo, assí como havéys oydo; e pusiéronle al cuello un escudo fuerte e ligero, orlado de filos de azero e de plata, labrado muy noblemente, con una cruz de oro en nombre de Jesucristo. E traxiéronle un cavallo blanco escogido, assí que no quedara otro tal en el reyno d'Elías 2 ; e la silla era de marfil de muy rica lavar, e el petral e otrosí el freno muy preciados. E Ricarte cavalgó, e arremetió el cavallo por las ca / [209vb] Hes tan rezio, que el fuego salía por las piedras por do los pies ponía. E quando el Soldán vió esto, fue muy desmayado, ca él 3 creyó que aquel cnst1ano no cometiera tan gran fecho sino por atrevimiento que tenía en sí.

CAPÍTULO

CCXXVII

De cómo armaron a Sorgales. Sargales se armó por mandado del Soldán, como es dicho, e armóse desta manera: cal~óse luego unas brafoneras dobladas e hechas de muy buena lavor, e vestióse una loriga que preciava mu1

Cf. C (ed. Wenhold, verso 1299) "Elme sarrogocan que est:í por sireuusano o de Siractua (pág. 299). 1

Seg-ún Gayangos (nota, pág. 2CJl~), "debió Arabia, célebre por sus buenos caballos". 1

(Jic)". Gayangos opina

decir el Heiaz,

provincia de la

Or. le.

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323

LIBRO SEGUNDO

cho el Soldán, que era tan blanca como flor de lis; e enlazó en la cabc~a un yelmo de J11 i fo~r JUJ~Jrct11m1r JGr'-,s "'fub1r:, IJ~ cn(u.1fi1" i fu,r"'" JI'"'~bvt,:.:j-. fil r":rc~Hmrftum:~"ápcíJi~"i th.lrcnrn1"tt m~ b:&:1 enrn GrJn "'rcror"b:cJ!:Jrf.h;:•;~•r"'lc~re~plr J buf,Jr•nJ~cr J rJr J m~cm"~ ninbc, a!!a~,¡,:" d bcrrmu1fo.~~,,fo:c:i rJ íut "'~ a1 rJ~ a5uJrJn IJ,~udl,111 fürnm;nir"}\.,tJ roc1ifbcib_t'li>':rc~