Historia Critica 08

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CONTENIDO LA UNION EUROPEA: LAS TAREAS POLÍTICAS DE LA INTEGRACIÓN

LA SEGUNDA GUERRA DEL GOLFO Y SU IMPORTACIA REGIONAL E INTERNACIONAL: ¿IMPACTO COYUNTURAL O TRASCENDENCIA HISTÓRICA?

EL "BELLO SEXO" Y LA FAMILIA DURANTE EL SIGLO XIX EN COLOMBIA. REVISIÓN DE PUBLICACIONES SOBRE UN TEMA

LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA COLOMBIANAY EL PROCESO DE PAZ DEL PRESIDENTE BELISARIO BETANCUR (1982-1986)

HUGO FAZIO VENGOA

LUIS E. BOSEMBERG

SUZY BERMUDEZ

RICARDO ARIAS

TEMAS Y DEBATES FEMINIZACIÓN DE LA POBREZA Y ECONOMÍA GLOBAL: UNA APROXIMACIÓN DESDE LA HISTORIA ANA M. BIDEGAIN PARADOJAS Y ENCRUCIJADAS DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA EN COLOMBIA AL CARNERO TAMBIÉN LE GUSTAN LAS MUJERES RESEÑAS

NOTILIBROS

GONZALO SÁNCHEZ

WILLIAM RAMÍREZ TOBON LUIS E. BOSEMBERG JUAN CARLOS FLOREZ EDUARDO SAENZ JAIME JARAMILLO

LA UNION EUROPEA: LAS TAREAS POLÍTICAS DE LA INTEGRACIÓN Hugo Fazio Vengoa, Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes y del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional.

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os cambios que en los últimos años se han presentado en las relaciones internacionales y particularmente las profundas transformaciones que han tenido lugar en el continente europeo después de la caída del "muro" han introducido cambios sustanciales en el contenido, el ritmo integrador y en las funciones de la Comunidad Económica Europea (CEE) o Unión Europea (UE), nombre oficial que porta desde el 1 de noviembre de 1993. La necesidad de asumir el vacío geopolítico en Europa del Este, la discusión entre profundizar o ampliar la Comunidad, o sea avanzar hacia una unión económica y política o incorporar a nuevos países, la acentuación de los desequilibrios entre los Estados miembros, etc., se han convertido en problemas que han obligado a redefinir tanto el campo operativo como el contenido mismo de la CEE. Estas mutaciones en el escenario geopolítico ocurrieron, además, en un período en el cual los países de la Comunidad se preparaban para transitar hacia una unión más estrecha tanto en el plano económico como político. Este cúmulo de dificultades ha dado lugar a una situación en la que algunos sectores de la población y también de las élites políticas comienzan a expresar dudas y vacilaciones sobre la pertinencia de la Comunidad y más aún de la eventual unión en estas nuevas condiciones. 1. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA CEE En contra de una creencia muy generalizada, la historia de la Comunidad no ha sido lineal. Sus contenidos y objetivos se han modificado constantemente para responder a las circunstancias que se

presentan en momentos precisos. En este plano, sin duda, una de las grandes virtudes de la CEE radicó en la indefinición misma del proceso de construcción, lo cual ha permitido que la Comunidad haya podido adaptarse más o menos fácilmente a los cambios políticos y económicos ocurridos en los últimos cuarenta años. "Es así, además, como la construcción europea ha podido parecer como un proceso perfectamente dominado, continuo y coherente conforme al proyecto inicial"1. Sin embargo, si observamos su historia, podemos percatarnos de la magnitud de los cambios y de los problemas que actualmente se derivan de la indefinición del proyecto fundacional. De acuerdo al programa originario de Jean Monnet y Robert Schuman, los precursores de la Comunidad Europea, los objetivos que se deseaban alcanzar eran fundamentalmente de índole política. Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, el proyecto de asociación de las naciones de Europa Occidental se proponía prevenir la emergencia de los antiguos odios y ambiciones nacionalistas -principalmente entre Francia y Alemania- que habían costado, en el presente siglo, dos guerras mundiales, impedir el resurgimiento de tendencias fascistas, elevar el papel de Europa en los destinos del mundo, servir de contrapeso al hegemonismo norteamericano y de freno al posible avance soviético. La persistencia durante cuarenta años de esos temores sirvió para afirmar la idea de la Comunidad y avanzar paulatinamente en la integración de estos Estados.

1 Cohen-Tanugi L, L'Europe en danger, Fayard, París, 1992, p.53.

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Además de estos objetivos generales comunes a la idea de construir una nueva Europa, los sectores dirigentes de los Estados miembros perseguían también otro tipo de finalidades más prácticas que respondían a las circunstancias por las cuales atravesaban sus respectivos países. Para la República Federal Alemana, la cooperación con los otros países europeos debía servir de instrumento que le permitiera retornar a la Comunidad de Estados. Recordemos que una de las secuelas de la Segunda Guerra Mundial y de las condiciones impuestas por los vencedores fue que Alemania quedó dividida en zonas de ocupación y le fueron impuestas limitaciones para que no volviera a surgir una agresión bélica desde su territorio. Una colaboración más estrecha con las naciones de Europa Occidental debía restablecer un margen mayor de soberanía y contribuir para que la RFA alcanzara un reconocimiento y un status similar al del resto de naciones. Para Francia, la colaboración intraeuropea perseguía varios objetivos: tenía que mostrar la disposición de cooperación y su deseo de reconciliación con Alemania; debía ser un medio a través del cual se enganchara a la RFA en Europa, se disipara el peligro de un nuevo conflicto, se garantizara un cierto liderazgo francés en los asuntos regionales y se conservara su status de potencia política y militar. Los pequeños países de Europa -Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo- tenían una motivación principal que les era común. Por su situación geográfica, siempre fueron afectados por las rivalidades entre las grandes naciones del continente. Construir una comunidad era un mecanismo para garantizar la paz y alejar la posibilidad del estallido de un nuevo conflicto. A Italia, el otro país fundador de la CEE, la cooperación le debía permitir la sustitución de las debilidades de su Estado, contener la amenaza comunista interna y canalizar recursos para desarrollar las regiones más atrasadas. Para alcanzar dichos objetivos -nacionales y comunitarios- durante la década de los cincuenta, se instrumentalizaron una serie de mecanismos de cooperación económica. El primero, que sirvió de modelo para los acuerdos

posteriores, fue la creación del Benelux entre Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. Ya en 1944, estos tres países firmaron un tratado de unión aduanera que entró en vigor el primero de enero de 1948. El tratado estipulaba la supresión aduanera entre los países miembros y la fijación de una tarifa arancelaria común. Al año siguiente, los Estadosmiembros del Benelux firmaron otros acuerdos para avanzar hacia una unión económica y a mediados de la década de los cincuenta permitieron el libre movimiento de capitales y trabajadores. En 1950, el ministro francés de asuntos externos, Robert Schuman, propuso la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, CECA2. Desde 1949, los recursos del carbón y del acero del Ruhr alemán estaban bajo control internacional. Esta idea de Robert Schuman sirvió de base para avanzar en la construcción comunitaria. La proposición, aun cuando giraba sobre una temática económica, perseguía objetivos eminentemente políticos porque con la CECA se deseaba estrechar los lazos de colaboración entre algunos países europeos, dirimir las tensiones franco-alemanas, invitar a Alemania para que delegara su soberanía en este campo a una autoridad supranacional, lo que se* traducía en un reconocimiento indirecto de su soberanía y "crear las primeras bases concretas de una federación europea indispensable para la preservación de la paz"3. En 1957, los países de la CECA firmaron dos tratados adicionales que entraron en vigor el 1 de enero de 1958. El primero fue la creación de la Comunidad de Energía Atómica, EURATOM, institución que debía unir los esfuerzos de los países miembros para el desarrollo civil de la energía atómica y romper el monopolio que detentaban en este campo EE.UU. y la URSS. El segundo consistía en crear una Comunidad Económica Europea (CEE), es decir un mercado común o zona de política económica. La CEE no era una zona de libre comercio ya que consistía en la delimitación de espacios de integración y la delegación de soberanía en aspectos puntuales por parte de los países signatarios del acuerdo. En el documento fundacional quedó claramente expresado el objetivo final que se pretendía con la creación de la CEE: establecer los fundamentos de una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa. La integración económica debía hacer posible y necesaria una unión política, cuyo

2 A la CECA ingresaron Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos. 3 Véase Documentación europea. Una idea nueva para Europa. La declaración Schuman (1950-1990), Luxemburgo, 1990.

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contenido, en ese entonces, no fue claramente determinado4.

Desde un punto de vista económico, con la creación de estas instituciones, se avanzó rápidamente en la consecusión de esos objetivos. Sin embargo, a nivel propiamente político surgieron tempranamente las primeras desaveniencias. El ataque de Corea del Norte a Corea del Sur difundió el temor que una acción similar se desencadenara contra Alemania. A esta última había que rearmarla, pero ¿cómo hacer ésto efectivo si las cicatrices de la guerra aún no sanaban? La solución provino de los fundadores de la CECA: crear una Comunidad Europea de Defensa (CED), es decir, un sistema de cooperación política y militar que permitiera el rearme de Alemania, pero bajo el control de una institución supranacional. Después de grandes discusiones, el plan fracasó, principalmente por el temor de los franceses a que una Alemania económicamente poderosa y poseedora de un moderno ejército desequilibrara las relaciones intraeuropeas. El aborto de este plan demostró que a nivel europeo los grandes Estados eran portadores de intereses nacionales que actuaban como prisma a través de los cuales se determinaban las posiciones que se debía asumir a nivel internacional. Las sensibilidades políticas actuaron como freno para una unión más estrecha en este campo. La dificultad para fijar normas que posibilitaran una mayor asociación a nivel político condujo a una modificación en la jerarquía de los objetivos. Los políticos, sin ser nunca abandonados, fueron aplazados y en su reemplazo los "instrumentos" económicos se elevaron al rango de finalidades. Fue así como, desde finales de la década de los cincuenta, el proyecto de integración se "economizó" y las diferentes etapas transcurridas posteriormente por la CEE se caracterizaron por el deseo de afirmar políticas asociativas en el plano económico: el mercado y posteriormente la unión económica europea. Una página comúnmente olvidada en la historia de la CEE tiene que ver con la situación geopolítica reinante en ese entonces. Europa se encontraba dividida en dos zonas controladas política y militarmente por las superpotencias. En la región occidental, el poderío militar de Estados Unidos fue una elemento permanente de estabilidad. La alianza con los Estados Unidos

garantizó el sistema de seguridad colectiva y confirió una elevada estabilidad política. Este contexto permitió que las iniciativas europeas se concentraran en el fortalecimiento de la cooperación económica. Si el Tratado de Roma de 1957 forjó las bases para un mercado común, otras medidas adoptadas en los años siguientes, crearon las condiciones para que la unión económica se convirtiera en una realidad. La progresiva eliminación de los derechos de aduana con una tarifa exterior común a todos los países miembros, la delimitación de una política comercial, el establecimiento de una política agrícola y de transportes comunes, la conformación de un régimen de competencia y de coordinación económica fueron paulatinamente eliminando las barreras físicas, técnicas, administrativas, fiscales y económicas entre los Estados. Contemporáneamente a la firma del Tratado de Roma, el Reino Unido promovió la idea de crear una zona de libre comercio en Europa Occidental, en la que se eliminarían los controles aduaneros entre los países miembros, pero donde los Estados seguirían conservando su plena soberanía y manejarían a su discreción las políticas económicas y los marcos de negociación con países terceros. Esta iniciativa del Reino Unido encontró apoyo en Dinamarca, Noruega, Islandia, Austria, Portugal y Suiza, países con los cuales formalizó la Asociación Europea de Libre Comercio, (AELC) en 1959, a la cual posteriormente se asoció Finlandia. Las diferencias entre ambas organizaciones eran evidentes: mientras que la AELC era simplemente un acuerdo de libre comercio, la CEE presuponía políticas comunes y la delegación de soberanía en varios campos a instancias supranacionales que limitaban la cobertura de acción de los agentes privados y públicos. El rápido crecimiento de la Comunidad Económica Europa actuó como fuerza centrípeta en el corazón del Viejo Continente. El deseo de no auto-marginarse del comercio europeo en expansión llevó a varios gobiernos de la AELC a solicitar la adhesión de su respectivo país a la CEE. En 1961 y 1967, el Reino Unido, Irlanda, Dinamarca y Norue-

4 Gerbet P., La naissance du marché commun, Editions Complexes, Bruxelles, 1987.

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ga postularon sus candidaturas, pero la oposición francesa a esta ampliación de la Comunidad dilató la cuestión hasta 1972. En ese año Irlanda, Dinamarca y el Reino Unido fueron aceptados como nuevos miembros, con la sola excepción de Noruega, donde la mayoría de la población se opuso al ingreso a este organismo. Con los restantes países de la AELC se firmó un acuerdo de libre comercio. Posteriormente, con el regreso a la democracia, Grecia presentó su solicitud de adhesión en 1975 y en 1981 se convirtió en el décimo Estado de la Comunidad. Por último, en 1985 España y Portugal ingresaron a la CEE, después de que ambos parlamentos aprobaron la adhesión de sus respectivos países a la CEE5. Esta ampliación de la cobertura de la Comuni dad no debe interpretarse como el simple deseo de hacer extensivo el mercado común a nuevos miem bros. Fue un fiel reflejo de cambios de gran enver gadura que se estaban produciendo en las relaciones económicas mundiales. Durante los años cincuenta y sesenta, bajo el liderazgo norteamericano, los países europeos se beneficiaron de un rápido creci miento económico. El modelo de desarrollo dentro de los marcos nacionales, basado en la industriali zación y en los incrementos productivos, en la orga nización taylorista del trabajo, en la mecanización, con políticas redistributivas a través del Estado de bienestar entró a comienzos de los setenta en una aguda crisis. La flexibilización de la producción y del trabajo, la mundialización de las firmas transna cionales que desplegaron sus sistemas productivos en continentes enteros, el acelerado crecimiento de los intercambios internacionales, la crisis de los Estados de bienestar y el shock petrolero que obligó a aumentar las exportaciones para pagar las compras del crudo, transformaron radicalmente la economía mundial y particularmente afectaron la forma como se estaba configurando la integración económica europea6. La ampliación de la cobertura de la Comunidad fue el recurso utilizado para adaptar Europa a este mundo cambiante. Permitió la creación de un "bloque" que defendió los mercados internos, amplió los márgenes de acumulación, modernización, reconversión y estimuló la competición con los otros dos

grandes polos económicos: EE.UU. y Japón. En otras palabras, fue un procedimiento a través del cual los principales centros capitalistas europeos ampliaron los márgenes para la colocación de su producción y se adaptaron a la flexibilización de la producción y del comercio. Al tiempo que se ampliaba la frontera económica de la CEE, los arquitectos de la Comunidad decidieron que ya era hora que la Comunidad ingresara en una nueva etapa en su proceso de construcción con el fin de fortalecer la unidad económica y disminuir los efectos producidos por las oscilaciones de la economía mundial. En la década de los setenta, esta tarea era muy urgente por la magnitud de la crisis y porque en eso años EE.UU. abandonó la convertibilidad del dólar en oro. Las medidas adoptadas en la década de los setenta se concentraron en el ámbito finaciero y dieron lugar a la formación de la "serpiente europea", es decir un margen de oscilación de 2.25% de las monedas europeas en torno a la media dada por la moneda más fuerte. En un comienzo la limitación a las oscilaciones era con respecto a las monedas europeas y de éstas frente al dólar. Pero, cuando se suspendió la convertibilidad de la moneda americana en oro, la "serpiente" se limitó a fijar márgenes de fluctuación sólo entre las primeras. En 1979, este margen de oscilación fue complementado con el Sistema Económico Europeo (SME). Este era un programa mucho más amplio que suponía la introducción de una modalidad de intervención en los mercados de cambio para mantener el margen de oscilación de las monedas y crear una moneda comunitaria, el ECU (European Cu-rrency Unit), utilizada como unidad de cuenta de la CEE. En la década de los ochenta, con el informe Delors, se postuló traspasar el estadio fundacional de la CEE con la aprobación de un programa mucho más ambicioso -La Unidad Económica y Monetaria- que debía realizarse a través de sucesivas etapas7. El Plan Delors preveía la creación de un Banco Central Europeo, encargado de definir la política

5 Documentación europea. La unificación europea. Nacimiento y desarrollo de la Comunidad Europea, Luxemburgo, 1990. 6 Véase Lipietz A., "Hacia una nueva inserción de Europa en la economía mundial", Estudios Internacionales, año XXIII, No 89, Santiago de Chile, enero-marzo de 1990, pp.21-44. 7 Whyte F., La C.E.E.: une communauté au toumant, Les Editions ouvriéres, Paris, 1990, pp.128-129

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monetaria común y una coordinación de políticas con reglas obligatorias en lo referente al financia-miento de la economías y los niveles de déficit presupuestal. Postulaba también la transferencia del poder de decisión de las autoridades nacionales a las comunitarias y la creación de una moneda común para todos los integrantes de la Comunidad. Los jefes de gobierno reunidos en Dublín en junio de 1990 decidieron que paralelamente a la creación de la Unión Económica y Monetaria, se debía celebrar otra conferencia con el objeto de establecer una unión política. Para ratificar estas decisiones y elaborar un calendario para la Unión Económica Europea, los días 9 y 10 de diciembre de 1991, se reunieron en la ciudad neerlandesa de Maastricht los jefes de gobierno de la CEE. Los aspectos más importantes que surgieron de esta reunión fueron: la creación de una moneda común a más tardar en 1999, nuevos derechos para los ciudadanos europeos que se convertirían en ciudadanos de la Unión Europea, mayores competencias de la Comunidad Europea en asuntos tales como cooperación al desarrollo, protección del medio ambiente, desarrollo de la política social (a excepción del Reino Unido que se automarginó), cooperación en el plano de la justicia, mayores competencias para el Parlamento Europeo y la creación de una política exterior y de seguridad común. Se aprobó también un calendario para la unión económica y monetaria, cuya primera etapa se había iniciado en 1990 al abolirse los controles sobre los capitales. La segunda etapa se extendería de 1994 a 1997 en la que se aproximarían los resultados económicos de los Estados miembros, se forjaría un fondo de cohesión para ayudar a la financiación de proyectos en los países más pobres (España, Portugal, Grecia e Irlanda) y se crearía el Instituto Monetario Europeo (IME) que debería ser una institución encargada de preparar el tránsito hacia la última etapa, a iniciarse en 1997, con la formación del Banco Central Europeo encargado de determinar los procedimientos para la transformación del ECU en la moneda única de aquellos Estados que pasen a esta fase8.

En síntesis, en la breve historia de la construcción comunitaria la indefinición de los objetivos creó la falsa idea que la evolución de esta institución supranacional fue un proceso lineal en el que poco a poco se forjaron las bases de la unión. Esta perspectiva histórica que hemos realizado nos sugiere una conclusión diferente: la indefinición permitió que se realizaran las transformaciones necesarias para adecuar la Comunidad a los imperativos que se desprenden de la dinámica regional y mundial. Claro está que, aun cuando la creciente concentración del poder en los órganos ejecutivos comunitarios garantizaba una cierta estabilidad, esta historia no estuvo excenta de sucesivas reorientaciones, crisis y parálisis en muchos momentos9. Estas situaciones pudieron ser superadas porque existió, en ese entonces, un consenso general en torno a las directrices, orientación y ritmo del mercado común. Para la mayoría de la población de estos países era incuestionable el hecho que estas transformaciones habían desempeñado un papel central en el restablecimiento de la competitividad europea en la economía mundial, en la reafirmación de Europa como polo dinámico de las relaciones internacionales, en la superación de las fricciones y recelos anteriores y en la mantención de un crecimiento sostenido que posibilitó elevar el nivel de vida de la población y controlar el desempleo. No existían mayores cuestionamientos a la idea de la unidad comunitaria porque hasta ese momento la soberanía nacional no se veía amenazada10. Esta adaptación a las cambiantes circunstancias mundiales en ningún momento significó el abandono de los objetivos políticos fundacionales. Las transformaciones ocurridas a finales de los años sesenta e inicios de los setenta en la economía mundial fortalecieron la idea de conservar y modernizar la Comunidad, nutriéndola con nuevos objetivos que se sumaron a los originarios. Su existencia debía convertirse en un medio para conservar la competitividad de Europa Occidental en las relaciones económicas mundiales. Este capitalismo transnacional impulsó a los países más desarrollados a fortalecer los vínculos externos en la medida en que se ampliaba la cobertura productiva, se ace-

8 Comisión de las Comunidades Europeas, Del Mercado Único a la Unión Europea, Luxemburgo, 1992. 9 Véase, Dastoli P., 1992: Europa senzafrontiere?, II Mulino, Bologna, pp.32-51. 10Lesourne J. y Lecomte B., L'Aprés-communisme, Robert Laffont, Paris, 1990, p.245.

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leraba la rotación del capital y se avivaban las guerras comerciales por la conquista de mercados. La CEE, además de ser un impulso a este capitalismo transnacional, era un mecanismo a través del cual se-ampliaba el espacio para la acumulación y la modernización11 Es bajo esta óptica que se puede comprender el hecho que la incorporación de nuevos países no se haya traducido en una modificación sustancial de las normas que regulaban las actividades interestatales. Así por ejemplo, la garantía a los precios agrícolas siempre se ha realizado de acuerdo a las normas de producción de cuando la CEE se limitaba seis países, lo que se ha traducido en mayores transferencias de recursos para los países fundadores que para las naciones posteriormente incorporadas. De otra parte, si bien es innegable que las políticas de apoyo a las regiones más atrasadas constituyen uno de los aspectos más innovadores de la CEE no podemos olvidar que, en general, los países receptores de esta ayuda mantienen una constante y muy deficitaria balanza comercial con los países más desarrollados de la CEE que supera el monto que se recibe en términos de los fondos comunitarios12. Alemania, eje fundamental del proyecto in-tegrador, por el contrario, ha mantenido en general un constante superávit comercial con los restantes países de la Comunidad. Su papel clave en la integración económica le permite actuar como ministro de la economía del conjunto de Europa13. En síntesis, el principal objetivo económico de la CEE se concibe como un mecanismo de ampliación de los espacios económicos nacionales de los países o regiones más desarrolladas. Es, en otras palabras, una manera particular de asimilar los procesos de globalización14. Mientras que EE.UU. asume este proceso mediante el fortalecimiento de las posiciones de sus empresas multinacionales, en tanto que actor eficaz de la economía de

mercado, en Japón la globalización constituye una estrategia de expansión nacional a través de una alianza entre el Estado, los bancos y las empresas. En Europa este proceso se realiza a través de la concertación de una espacialidad en profundización en beneficio de los países más desarrollados. 2. EL RETORNO DE LA POLÍTICA 1990 fue el año en que nuevamente se redimensionaron los objetivos políticos en el proceso de construcción comunitaria. De una parte, el programa de J. Delors necesitaba ser ratificado por los Estados signatarios de la CEE. Esto condujo a una politización del problema en la medida en que la confirmación tenía que provenir de los Parlamentos (v.gr. Alemania e Italia) o de consultas populares (v.gr. Francia y Dinamarca). Esto significaba que de manera directa o indirecta la población tenía que expresarse si deseaba la participación de su país en la creación de órganos supranacionales a los cuales se transferiría parte importante de su soberanía nacional. La dinámica interna misma de la construcción comunitaria no sólo estableció que se instrumentalizaran procedimientos políticos para reafirmar los objetivos económicos, sino que creó una situación en la que las finalidades nuevamente pasaron a ser políticas. Estas consultas, las primeras en más de cuarenta años de historia, sirvieron para poner en entredicho la forma misma en que se estaba construyendo la Comunidad. Hasta la fecha, todas las grandes cues tiones relativas a la Comunidad habían sido aproba das a puertas cerradas, sin contar con una consulta o participación de la ciudadanía. Eran tantas las bondades que traía consigo la CEE para el bienestar de sus ciudadanos que nunca se pensó que la pobla ción tuviera necesidad de enterarse y participar en su elaboración y ejecución. Las consultas demostra ron que, por ser inexistentes los canales de informa ción sobre la CEE, la esencia de los acuerdos de Maastricht y la naturaleza misma de lo que repre sentaba la Comunidad eran desconocidas para vas tos sectores de las sociedades europeas. En todos aquellos países donde hubo referendos, el calor de los debates demostró un gran divorcio entre el discurso de las autoridades y las preocupaciones del ciudadano común. Este último, tenía muchas más aprehensiones frente al proceso que los

11 Véase Amin S., L'Empire du chaos, L'Harmattan, Paris, 1991. 12 MaliniakT., "L'Espagne lasse du "social-libéralisme", Le Monde Diplomatique, Paris, mayo de 1993. 13 Lipietz A., op. cit., p.32. 14 Véase Fazio H., "Fortalezas y debilidades del nuevo sistema mundial", Análisis Político N18, Bogotá, enero-abril de 1993, pp.66-81.

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dirigentes porque muchas de las decisiones tenían implicaciones reales en su vida cotidiana. En general, las consultas contribuyeron a sensibilizar la opinión pública, desatar las pasiones y tornar más compleja la solución misma del problema. En parte también como crítica a lo que se ha llamado el "déficit democrático" en la construcción europea, la discusión giró en torno a otro problema de corte político: el sentido de la democracia y la soberanía. El tratado de Maastricht, que incorporaba elnúcleo de la propuesta de J. Delors, estipulaba que los Estados debían delegar su soberanía en todas aquellas esferas que pasaban a ser competencia comunitaria. En este plano afloraron dos tipo de problemas: el primero se relacionó con el hecho que desde el momento en que la Comunidad elevó los instrumentos económicos al rango de finalidades centró sus preocupaciones en la construcción de un mercado común sobre la base de determinaciones economicistas en el ámbito de las finanzas, la competencia y la desregulación, sin llegar a manifestar el menor atisbo de voluntad de construir una verdadera comunidad en torno a los individuos. Es indudable que la consolidación de la doctrina neoliberal entre los diseñadores de la CEE desem peñó un gran papel en la "mercantilización" de la Comunidad, porque partían del presupuesto que la racionalidad económica era independiente de las otras racionalidades. Estimular la globalización de capitales, servicios y mercancías, el rompimiento de los anteriores circuitos productivos, la inde pendencia de las grandes empresas eran, dentro de esta óptica, factores y procesos que nada tenían que ver con la democracia. Pero, el problema es que todas estas decisiones afectaban profundamente la vida cotidiana del ciudadano común, porque con la transnacionalización de estas competencias y deci siones económicas se distorcionó la gobernabilidad de la democracia. El segundo problema, derivado del anterior se refiere a la inexistencia de mecanismos democráticos a través de los cuales los ciudadanos puedan controlar las medidas que se adopten en el plano económico y financiero por los miembros del futuro

Banco Central, ya que éstos serán independientes e inamovibles. Es decir, en términos de construcción democrática esta delegación significa una regresión con respecto a la situación actual, donde se ejerce un cierto control sobre las actividades de los gobiernos y a través de ellos se defienden posiciones frente a las instancias comunitarias. Para la tercera etapa no está prevista la creación de mecanismos de control o de incidencia para que la población influya sobre las decisiones que adopte ese centro tecnocrático15. A esto podemos agregar que la autonomía que alcanzarán ciertas instituciones comunitarias y que tendrán un papel fundamental en el diseño de las políticas presupuestales, sociales, etc., son de naturaleza tecnocrática porque su objetivo es velar por el buen y equilibrado estado de la economía y sus preocupaciones se limitan a mantener la competitividad de Europa en la economía mundial, evitar los desequilibrios macroeconómicos intracomunitarios y facilitar el tránsito financiero y presupuestal hacia las nuevas etapas de consolidación de la CEE. El ciudadano no tan sólo no tiene instancias de participación en estas decisiones, sino que su ser se reduce a ser un simple consumidor. Las dudas sobre el carácter democrático de la Comunidad quedan de manifiesto cuando se observan las competencias de las diferentes instituciones. El Consejo de Ministros que representa el poder ejecutivo, ejerce en la práctica funciones legislativas sin ningún control. La Comisión, compuesta por funcionarios, también se abroga funciones políticas. Por último, el Parlamento de Estrasburgo es un "cementerio de elefantes"16 que carece de poder real y cuyos diputados son elegidos de acuerdo con las correlaciones de fuerzas nacionales, sin que intermedie una real discusión sobre los problemas europeos. En algunos países se esgrimen otro tipo de críticas que en ningún caso pueden ser consideradas como pasajeras. Entre los daneses alta importancia se le asigna al hecho que ellos no son católicos. Le critican a la Comunidad la estratificación del poder de manera vertical de acuerdo al modelo de la Iglesia romana. También argumentan que tanto el derecho romano como el napoleónico que se basan

15Cassen B., "Un vrai débat de fond loin des écrans mediatiques", Le Monde Diplomatique, París, septiembre de 1992.

16Corriere della Sera, 6 de mayo de 1993.

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en el predominio de un poderoso Estado central son totalmente ajenos a su cultura. Tampoco se solidarizan con la Comunidad, porque en su país las mujeres están completamente emancipadas. Es muy lejano a su mentalidad el hecho que en el Parlamento europeo los hombres sean el 81% de los diputados. La importancia que ha adquirido la política en el debate comunitario ha sido en este caso también el resultado de que constituye un ámbito donde se cristalizan las diferencias y se pueden defender las singularidades culturales y mentales. Todo ello hace parte también del redimensionamiento de la "política".

nente europeo por sus propios problemas internos (déficit presupuestal, pérdida de competitividad en el mercado mundial, etc.) y la CEE ha debido llenar parcialmente tanto este vacío como el legado por la desintegración de la URSS. Esto, por su parte, se ha traducido en un debilitamiento del manto de estabilidad de la era bipolar y ha obligado a los dirigentes europeos a asumir políticas de seguridad que permitan hacer frente a estas explosivas situaciones. Por último, desde la Europa del Este ha surgido la amenaza del resurgimiento nacionalista que puede estimular la emergencia del mismo en el corazón de la CEE.

3. EL NU EVO ES CE NAR IO G EOP O LI TIC O

Este vaciamiento de los objetivos estratégicos de la CEE y el nuevo entorno geopolítico se produjo precisamente en el momento en que la Comunidad se disponía a iniciar una nueva fase en su desarrollo que la debería llevar a una unión económica y a los inicios de una estrecha colaboración en materia política y de seguridad. La gran incertidumbre que ha surgido en este plano consiste en que esos objetivos políticos se diluyeron precisamente cuando la Comunidad requería volver sobre esas finalidades. El gran desafío que enfrentan las autoridades consiste en darle contenido a estos objetivos en condiciones que la razón de ser de la Comunidad es otra.

Si bien las temáticas políticas intracomunitarias han jugado un papel de catalizador de las indefini ciones de la Comunidad, los cambios geopolíticos de los últimos años han completado el panorama al introducir otro tipo de variables a la discusión. El aspecto más visible de la controversia suscitada por las transformaciones ocurridas en Europa del Este después de la caída del "muro" se refiere al hecho que ha avivado la vieja polémica sobre la "profundización" de la Comunidad, es decir, avanzar en las nuevas etapas hacia la unidad, o la "ampliación" de la misma, lo que de hecho implica frenar los ritmos integradores para incorporar a nuevos miembros. Las transformaciones ocurridas eh Europa del Este encontraron a una CEE no preparada política y organizativamente para hacer frente a estos desa fíos. Desde una doble perspectiva los cambios en la Europa del Este y las transformaciones operadas en la política internacional han actuado en contra de las tendencias profundizadoras. Los objetivos políticos bajo los cuales se crearon estas directrices integradoras perdieron gran parte de su sentido. La Unión Soviética no sólo se replegó de Europa del Este sino también se disolvió llevándose consigo la amenaza comunista. El equilibrio franco-alemán entre una Francia política y militarmente activa y una Alemania poderosa en el plano económico se desdibujó en favor de esta última. Con la reunificación se consolidó en torno a ella un gran polo que ha desequilibrado las relaciones intraeuropeas. EE.UU, por su parte, se ha "replegado" del conti-

Por último, la nueva geopolítica europea, y por qué no decir mundial, ha sido modificada por la ruptura de los equilibrios anteriores debido a la emergencia de una gran Alemania. Tal vez no sería equivocado decir que Alemania en los últimos años ha hecho realidad su viejo sueño: dominar Europa. Pero lo logró no a través de procedimientos políticos y militares, que siempre desembocaron en cruentas guerras en la mayoría de las cuales Alemania salió mal librada, sino que lo alcanzó por métodos económicos. En este plano, no solamente está "germanizando" el mercado común europeo, debido a su papel de locomotora, sino que además está avasallando al conjunto de países del Este europeo 17 . Algunos acontecimientos pueden ayudarnos a ilustrar este proceso. En primer lugar, en política internacional se observa la emergencia de una nueva Alemania mucho más segura de si misma cuando se analizan los términos en que se realizó la reunificación alemana.

17 Véase Saña H., "Alemania y Europa: aproximación a una problemática", Cuadernos del Este NS4-1991, Madrid, pp.9-17.

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El restablecimiento de la unidad alemana fue un proceso en el cual las autoridades de Bonn determi naron las reglas del juego y su decisión finalmente la impusieron a los cuatro grandes. Esta fue la primera vez en la historia de postguerra en que Alemania defendió una política diferente a la de las grandes potencias. En segundo lugar, Alemania ha comenzado a adoptar decisiones internacionales de gran trascendencia y, en algunas oportunidades, ha hecho valer su voluntad a las demás naciones. Un ejemplo elocuente fue la actitud asumida por Bonn en torno a la independencia de Eslovenia y Croacia que obligó a los restantes Estados de la CEE y también al mundo entero a dar su reconocimiento a estos dos nuevos miembros de la comunidad internacional. Recordemos que esta fue la primera vez en la historia posterior a la Segunda Guerra Mundial que Alemania asumía una posición y emprendía acciones de competencia europea en contravía de la voluntad de todas los demás grandes naciones. En tercer lugar, representa un gran interés, desde el punto de vista de la nueva geopolítica mundial, la decisión alemana de transferir la capital a Berlín, compromiso que efectivamente puede significar la centralización en oposición al federalismo de Bonn y una política exterior más universal en lugar de la vocación eminentemente proeuropea occidental de la actual capital18. En cuarto lugar, en parte la reunificación está siendo cancelada con dineros provenientes de los Estados de toda la Comunidad Europea. En agosto y en diciembre de 1991 el Bundesbank unilateral-mente aumentó las tasas de interés con el fin de captar capitales internacionales necesarios para financiar sus necesidades, en detrimento de los Estados de la Comunidad. Esto se tradujo en una consolidación del marco y en un debilitamiento de los flujos monetarios en los otros países comunitarios en los cuales los capitales internacionales empezaron a escasear19. Esta medida de la Bundesbank desencadenó tempestades monetarias de grandes dimensiones que en su momento dejaron en entre-

dicho la posibilidad de avanzar hacia una unión monetaria entre los países de la CEE. Por último, Alemania no se ha contentado con el control que ejerce en Europa Occidental y la influencia creciente en los Balcanes. Su centro de atención también se ha focalizado en la Europa del Este y en los Estados de la ex-URSS. Las inversiones alemanas en las industrias estratégicas y competitivas ha hecho que estos países empiecen a gravitar en torno al marco y al poderío económico alemán. Tanto esta "repolitización" de los objetivos comunitarios como la nueva ingeniería geopolítica que se desprende del nuevo contexto regional y mundial han conducido a un redimensionamiento de "lo político" y también a una redefinición de las posiciones internacionales de cada Estado miembro. La divergencia más dramática y de mayor trascendencia porque constituye la espina dorsal de la construcción comunitaria es la que actualmente se plantea entre franceses y alemanes. Los primeros, concientes de su inferioridad económica frente a Alemania, centraron, durante estas últimas décadas, su actividad principal en el despliegue del potencial político, militar, diplomático y estratégico en el espacio comunitario con el fin de ejercer a partir de ahí una influencia en los destinos del mundo20. Con la reunificación alemana, gran parte de ese edificio se vino inmediatamente abajo. Francia no tan sólo tuvo que digerir el aumento de las tasas de interés por la Bundesbank y el consiguiente debilitamiento del franco, también debió enfrentarse a una Alemania mucho más segura que defiende posiciones comerciales en contravía de Paris, presiona por una política industrial regulada por el mercado y no por los Estados, sostiene una política de defensa "atlantista" que reduce la independencia francesa y participa de una visión de los asuntos internacionales diferente a la defendida en Francia, como ocurrió precisamente con la crisis yugoslava21.

18) Véase al respecto, Gisselbrecht A., "Berlín et la "querelle de la capitale", Le Monde Diplomatique, Paris, agosto de 1991; Stanley R., "La cultura política de Alemania después de la unificación", Cuadernos del Este N94-1991, Madrid, pp.55-63. 19)CarrouéL.,"Une Allemagne ala limite de ses capacites", Le Monde Diplomatique, Paris, marzo de 1992. (20) Méniére L, bajo la dirección de, Bilan de la France 1981-1993, Hachette, Paris, 1993, pp.369-388. (21 Véase, De la Gorce Paul-Marie, "Les divergences franco-allemandes mises á nu", Le Monde Diplomatique, Paris, septiembre de 1993.

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Las relaciones entre Francia y Alemania han sido el eje de la estabilidad regional en Europa y, en alto grado, el destino de la Comunidad depende de la armonía de estas relaciones. El fortalecimiento de un poderoso polo germano, que seguirá creciendo en la medida en que se incorporen nuevos países a la Comunidad, en detrimento de un debilitado mundo latino, está destruyendo el equilibrio anterior y, en un breve plazo, no parece existir nada capaz de sustituirlo. Un reequilibrio en las relaciones, sea a través de la Unión Económica y Política, o por medio de una recomposición de los compromisos entre los principales países de la Comunidad, se plantea como un imperativo que sellará la suerte ulterior de este experimento. La nueva ingeniería geopolítica europea también ha afectado las relaciones entre esta poderosa Alemania y los países más pequeños. Se puede sostener que el rechazo de la mayoría de la población en Dinamarca a que su país avanzara hacia la unión económica y política dentro de los marcos de la CEE fue, en parte, el resultado natural de los reordenamientos geopolíticos que se han producido en Europa tras la desaparición del "muro" que empañó los objetivos que tenía la CEE. La reunificación de Alemania y el fin del imperio soviético colocaron a algunos ante el dilema que la adhesión había perdido sus atributos originales: era una garantía "contra el pasado alemán y contra el presente soviético"22, es decir, era una forma de equilibrio a través del cual se controlaba a una poderosa Alemania y se construía un muro de contención para frenar a los soviéticos. El resultado del referéndum danés puede explicarse como un intento de levantar un muro de contención contra el "presente alemán una vez desaparecido el pasado soviético". El "petit oui" del segundo referéndum celebrado en Dinamarca a mediados de 1993 no debe interpretarse como un cambio de posición de la población en torno al tema de la defensa de los intereses de la nación. Por el contrario, el triunfo del sí fue posible porque a los daneses se les creó una situación especial para que puedan conservar su plena autonomía; se les sirvió un Maastricht á la carte, porque quedaron eximidos de la moneda común, de la ciudadanía europea, de la política exterior y de seguridad comunitaria.

Este carácter conflictivo que se produce por la redefinición de los intereses nacionales y la elucidación de nuevas finalidades en política interna e internacional también puede estimular la emergencia de nacionalismos. Una de las grandes paradojas de la actual situación consiste en que pese a los innumerables problemas que la Comunidad enfrenta, ésta es percibida por muchos actores como el único mecanismo que puede poner freno a la "importación" de los nacionalismos desde Europa del Este. Sobre todo se tiene clara conciencia que un fracaso en las negociaciones comunitarias estimularía la consolidación de los nacionalismos23, proceso que de darse podría desembocar en grandes conflictos y en un debilitamiento de las tendencias integradoras. Otro aspecto, quizás, aún más grave del problema se presenta en aquellos países donde la conciencia nacional es frágil, puesto que la integración comunitaria en este contexto geopolítico estimula fuerzas centrífugas que alimentan los separatismos y las diferencias. Esta situación se presenta principalmente en aquellos países donde subsisten problemas de larga data que nunca fueron solucionados, los cuales siempre afloran en el fragor de una fuerte crisis como la actual. Un ejemplo dramático lo podemos observar en Bélgica, país en el que el Estado mismo no ha estado preparado para asumir la integración y donde las dificultades económicas y presupuestarias, derivadas en parte del rigor impuesto por los criterios de convergencia, redujeron los grados de legitimidad de estas instituciones frente a la población. La estabilidad belga fue el resultado de la actividad desplegada por el Estado para crear una burguesía que actuara como soporte social de la unidad nacional. El aspecto institucional de la estabilidad se articuló en torno a la Société Genérale de la Belgique, imperio que para 1988 controlaba más de mil empresas, 419 de las cuales se ubicaban en el país. La disputa por el control de esta sociedad a

22 Le Monde, 5 de junio de 1992. 23 David D., "Le continent européen en danger de décomposition", Le Monde Diplomatique, París, diciembre de 1992.

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finales de los ochenta entre el Grupo de Suez y el de Benedetti se tradujo en un debilitamiento de la burguesía belga. Un porcentaje cada vez mayor de las principales empresas localizadas en el país pasaron a manos de transnacionales que realizan actualmente el 43.5% del valor agregado global24. La transnacionalización de la economía modificó la estructura de la clase dominante: junto al capital internacional surgió un empresariado flamenco en aquellos circuitos altamente internacionalizados -industria alimentaria, edición, papelería, automóviles, química, etc.- y, de otra parte, una débil clase dirigente valona. A partir de este quiebre social, los partidos se dividieron de acuerdo a la base lingüística y aportaron su grano de arena al distanciamiento entre las dos comunidades. El carácter federal del nuevo Estado belga que ha transferido numerosas competencias a las instancias regionales es el testimonio más fehaciente de este divorcio: entre una región moderna y altamente transnacionalizada -la industria flamenca emplea a 228.000 trabajadores- y otra marginada de estos circuitos modernos, en la industria valona laboran escasos apenas 54.579 trabajadores25. La adaptación del país a las normas impuestas por el Tratado de Maastricht agravó aún más la situación. La necesidad de reducir el déficit público y el endeudamiento estatal se tradujo en políticas monetarias y presupuestales muy rigurosas. Resulta precisamente que esta estrategia de ajuste significó la desligitimación de la única institución capaz de mantener el consenso social en torno al Estado: la seguridad social26.

Si probablemenete no asistiremos a la desintegración total del Estado belga se debe a que las regiones que lo integran son muy pequeñas, con mercados reducidos, situación que los obliga a marchar juntos, por lo menos durante un cierto tiempo más. Pero sería un grave error pensar que en la consolidación de la Comunidad se puede encontrar solución a los conflictos y contradicciones internas. Esta es simplemente una ilusión que de no resolverse profundizará las diferencias que constantemente aflorarán en los momentos de tensión.

La actual crisis italiana en varios aspectos se asemeja al caso belga. No fue simplemente el resultado de una deslegitimación del régimen político. Fue una crisis del mismo Estado. Al igual que en Bélgica, la unidad nacional se tradujo en un compromiso estatal, bajo una fórmula monárquica, entre la burguesía norteña y los terratenientes sureños para impedir la identificación entre el proletariado rojo de las zonas industriales y el campesinado pobre y desprotegido del Sur. Después de la Segunda Guerra Mundial, el compromiso estatal lo realizó la Democracia Cristiana que, a través de la utilización de los fondos del Estado, construyó impresionantes redes de clientelas en el Sur y logró así frenar la consolidación del movimiento comunista27. Mientras perduró la guerra fría y se conservó la necesidad de contener el comunismo, hubo consenso en esta institucionalidad, aun cuando ya eran conocidos los escándalos de corrupción y la ramificación de la mafia en el alto poder. Pero una vez desaparecida la bipolaridad, el Estado clientelista se derrumbó. En Italia se inició una Perestroika a la italiana que se tradujo en una transformación radical del sistema político que puso en duda la hegemonía del Estado-partido y de la mayoría de las organizaciones partidarias. El Partido socialista, gangrenado por la corrupción que afectaba las altas esferas, perdió casi todo su poder económico y político. La Democracia Cristiana, además de verse privada de su enemigo histórico, el comunismo, sufrió enormemente con la ruptura de la anterior institucionalidad porque salieron a relucir sus estrechos vínculos con la mafia {Cosa Nostra siciliana, Camorra napolitana y Ndrangheta calabresa) que le garantizaban su predominio en la parte Sur del país. La DC se disolvió para recrear un nuevo Partido Popular pero el descrédito y la poca representatívidad entre la población es tal que parte importante de su caudal electoral ha ido a parar a las otras organizaciones, como, por ejemplo, el Partido Comunista, rebautizado como Partido Democrático de Izquierda, que resultó ser el gran triunfador en las elecciones de diciembre de 1993. Por último, surgieron nuevas organizaciones como la nacionalista y xenófoba Liga Lombarda

24 Tondeur A., "L'intégration européenne fragilise l'Etat belge", Le Monde Diplomatique, París, julio de 1992. 25 Véase, Europa en cifras, segunda edición, Bruselas, 1989. 26 Tondeur A., op. cit. 27 Véase, Gallo M., 'L'ltalie écartelée", Le Monde Diplomatique, París, noviembre de 1992.

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que se declara partidaria de una división del país y el Movimiento social Italiano, que tiene como uno de sus estandartes a la nieta de Mussolini. Esta crisis alcanzó su paroxismo en 1992 cuando en las elecciones se presentaron 247 partidos y más de 11.000 candidatos. La crisis del sistema y del régimen político, la corrupción, los vínculos con la mafia y la pérdida de los referentes de acción política debilitaron enormemente al Estado. Con la aprobación de un nuevo sistema electoral se ha pretendido superar la crisis institucional, pero los resultados han sido hasta el momento magros porque las instituciones y los actores políticos tradicionales están totalmente deslegitimados ante la población. El mayor problema que enfrenta Italia es que esta crisis institucional ocurre en condiciones de emergencia de los nacionalismos y cuando es mayor el rigor del ajuste impuesto por la Comunidad. Con este cúmulo de problemas Italia difícilmente estará preparada para satisfacer los criterios de la unión económica. La severa reducción del gasto social y el aumento de los impuestos están generando un gran malestar social, del cual se alimentan los nacionalistas norteños que presionan por la división del país para crear una nueva estatalidad que se identifique con su comunidad, defienda su singularidad histórica y cree las condiciones para que el Norte de Italia ingrese a la tercera etapa de la Comunidad. Como vemos la Comunidad, a diferencia de una creencia ampliamente difundida, se juega su futuro no en el campo económico, sino en el político. No tan sólo en las actuales circunstancias son frágiles los presupuestos sobre los cuales se construye la Comunidad, sino que además se requiere abordar los nuevos problemas que han surgido después de la disolución del "muro". Los de mayor alcance por su significación estratégica se refieren a los cambios geopolíticos que alteraron el ajedrez político en la región. Pero no menores son los problemas institucionales y el debilitamiento de los anteriores compromisos estatales en condiciones de transnacionalización y de pérdida del modus operandi de la vida política.

4. LAS INCERTIDUMBRES ECONÓMICAS Y SOCIALES Si la política no anda del todo bien, el ritmo y la orientación de la integración económica tampoco muestran síntomas que permitan preveer que sus resultados contribuirán a superar los agudos problemas que se presentan en los otros ámbitos. En parte, estas dificultades económicas son el resultado de la naturaleza de la actual ingeniería política, del nuevo contexto geopolítico y también de los desajustes que introduce el nuevo discurso neoliberal. El programa de Maastricht prevé que los países europeos deben cumplir hasta 1996 con los criterios de "convergencia" para la participación en la moneda única europea. Las condiciones esenciales son: adaptación de la tasa de inflación al promedio de los tres mejores países de la CEE. Según esta norma la tasa de inflación máxima se situó en 4.2% en 1991. Grandes diferencia se observan entre los Estados miembros en esta materia: mientras en Dinamarca la inflación fue del 2.4%, en los Países Bajos 2.8% y en Francia del 3.1%, Gran Bretaña alcanzó 6.5%, Portugal 11.5% y Grecia el 18% Este desnivel implica que algunos países tienen que hacer ingentes esfuerzos para situarse en convergencia y participar de la unión económica. No es gratuito que sean precisamente los países más débiles los que se encuentran en peor situación. El segundo criterio se refiere al nivel del nuevo endeudamiento anual por parte del Estado. Como condición para participar en la nueva fase se exige que el déficit público en relación al PIB no supere el 3%. Estarían en condiciones de participar Dinamarca (1.3%), Francia (2.7%), Gran Bretaña (2.2). Pero deberán reducir enormemente el gasto público Italia (10.5%), Grecia (15.3%) y Bélgica (6.5%). El tercer criterio de convergencia es la obligatoriedad de reducir la relación de la deuda pública total con respecto al PIB a un máximo del 60%. En Francia el endeudamiento es del 37.3%, en Alemania 45.4% y Gran Bretaña 44.5%. Pero en Italia la deuda pública se sitúa en un 103.3%, en Bélgica 128.1% y en Irlanda 97.4%. Estos países tienen en un corto plazo que contraer enormemente el gasto público si desean participar de la moneda única e ingresar a la etapa de unión económica y financiera28

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El problema se presenta de manera más dramática para los países menos desarrollados o que tienen un mayor desequilibrio en algunos indicadores. En Italia, por ejemplo, el Primer Ministro Amato presentó un plan de ajuste para que su país cumpla con los criterios de convergencia. Este programa pretende economizar 93.000 billones de liras, equivalentes al 6% del PIB mediante un aumento de los impuestos y una reducción del gasto público. Es indudable que la unión económica y finan ciera será muy positiva para Europa: se acelerará la integración y permitirá el surgimiento de una polí tica económica europea capaz de enfrentar a los otros polos de la economía mundial29. El problema es que los criterios de convergencia obligan a los países más atrasados o que tienen serios desequili brios macroeconómicos a realizar inmensos esfuer zos que producirán una reducción del poder de compra, aumentarán el desempleo y reducirán el gasto social. De otra parte, estos países -España, Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y el Reino Unido- tendrán que recurrir a la devaluación para reducir los costos del ajuste. La ventaja de esta medida es que permite aumentar las exportaciones y reducir las importa ciones, pero aleja la posibilidad de que estos países mantengan la estabilidad de sus monedas, lo cual crear incertidumbre sobre la posibilidad de realizar la Unión Económica y Comercial, toda vez que el corazón de ésta es la unión monetaria. El problema más grave que se enfrenta actualmente se plantea en el plano financiero. Desde la creación de la "serpiente europea" en marzo de 1972 nunca se había cernido una crisis tan grave sobre el sistema monetario europeo como la actual. La "serpiente" tuvo en realidad una vida bastante efímera porque muchas monedas no resistieron el estrecho margen de oscilación de 2.25% con respecto a la unidad de referencia -el marco- y constantemente se descolgaron: la libra esterlina tuvo un paso veloz, en 1973 salió la lira italiana, el 1974 el turno fue para el franco francés, que entró en 1975 para salir nuevamente al año siguiente. Las únicas que se mantu-

vieron atadas fueron el marco, el florín, el franco belga y dos monedas escandinavas. El SME se creó para remediar esta situación. Su objetivo fue consolidar la serpiente y posibilitar el ingreso del franco y de la lira. Tenía dispositivos contractivos y sólidos, tales como la obligación de intervención de los bancos centrales cuando las monedas no alcanzaban el nivel de flotación y se dispusieron fondos comunitarios para financiar las intervenciones bancarias. La época dorada de estabilidad de la SME se inició en 1987. En 1984 ingresó la peseta, y en 1990 la libra esterlina con un margen de oscilación del 6%. En ese mismo año se redujo la banda de oscilación para la lira de 6% a 2.25%. El factor que desencadó la crisis fue, como lo comentábamos antes, la reunificación alemana. El Bundesbank se comprometió con una política monetaria restrictiva para combatir el recalentamiento y la inflación producidas por los gastos de la reunificación. El aumento de las tasas de interés y la mejor remuneración del mercado financiero alemán atrajeron los capitales internacionales. Esto repercutió en los otros países de la CEE, los cuales mantenían artificialmente la paridad de sus mone-. das para conservar bajos los costos de importación y contener la inflación sin llegar a situaciones extremas en materia de salarios y de gasto social. El desencadenamiento de la crisis se inició en septiembre de 1992 con el desenganche de la Markka finlandesa del ECU y la caída de las monedas débiles de la CEE (la lira y la libra). La especulación se abalanzó sobre ellas y en pocos días se depreciaron entre un 20 y un 30% El franco francés pudo capear el temporal porque dispuso de 160 mil millones de francos en divisas y contó con el apoyo incondicional del Bundesbank para mantener la estabilidad de la moneda. La especulación, sin embargo, continuó su curso. Las divergencias de la clase política dirigente en Francia en torno a la pertienencia de mantener el franco fuerte y la decisión de los directivos del

28 Burkard H. y Moloeznik M., "Los nuevos desafíos de la Comunidad Económica Europea", Revista Universidad de Guadalajara, invierno de 1992-primavera 1993, pp.94-98. 29Clare D., "Comment repartir le coút de l'Unión économique et monetaire", Le Monde Diplomatique, Paris, diciembre de 1992.

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Bundesbank de no rebajar las tasas de interés hicieron explotar el SME30. Los ministros de finanzas de los Doce decidieron el primero de agosto de 1993 aumentar el margen de fluctuación de las monedas de la CEE que participan en el mecanismo de intercambio de la SME a un 15%, en lugar del 2.25% anterior. La ampliación de la banda de oscilación se ha traducido de hecho en que a partir de este momento cada país de la CEE puede practicar una política monetaria completamente autónoma. Ello significa que no sólo cada gobierno dispone de un mayor margen de independencia para valorizar su moneda, sino además para definir una política económica mucho más autónoma. No es gratuito que Jacques Delors calificara esta la decisión "como la peor para Europa31 La crisis de la SME es un fiel testimonio de las dificultades presentes que enfrentan los países de la CEE para realizar la convergencia hacia la Unión. La caída de la mayoría de las monedas entraña para esos países un aumento en el costo de las importaciones lo cual ocasiona un crecimiento de la inflación. El único mecanismo de control inflacionario que se dispone actualmente es mediante la adopción de políticas de reducciones salariales y de disminución del gasto social, imposibles de generalizar en momentos en que las huelgas y el descontento social han paralizado a Francia, Bélgica y España. La rigidez monetaria, sobre todo en condiciones de recesión como la actual, está contribuyendo a la escalada del desempleo. Si hace unos pocos años el informe Ceccini preveía que con la consolidación del mercado común europeo, el 1 de enero de 1993, se crearían 5 millones de puestos de trabajo, la realidad ha sido otra. Se prevee que a finales de 1993 habrá 19 o 20 millones de desempleados en la CEE y se espera que la cifra aumente a 24 millones para el próximo año. Según estos mismos pronósticos en el año 2000 habrá una tasa de desempleo de 12.6% en Francia, 13.6% en Italia, 15.1% y 17.9% en Irlanda. Un reciente informe calcula que el desem-

pleo alcanzará el 24.3% de la población activa en España y que no se crearán nuevos empleos antes de 199732. Se debe ser muy cuidadoso con estas cifras porque esconden a veces realidades más crudas. En España el 35% de los trabajadores tienen contratos temporales. La poderosa Alemania tampoco escapa a esta tedencia: más de 4 millones de desempleados, de 6 a 8 millones de alemanes son considerados pobres, 150.000 personas carecen de domicilio fijo. A esto podría agregarse que, según los sindicatos, los asalariados han costeado más del 80% de la unificación33. Pero, lo más importante es que en la CEE el crecimiento económico no va a significar una disminución del desempleo. Este crecerá en una proporción similar al crecimiento de la economía. En 1993 los despidos en Alemania se han multiplicado en las principales ramas de la economía: 20.000 personas en el carbón y en la electrónica, 10.000 en la química, 30 a 40.000 en la siderúrgica y en la industria del automóvil entre 100 y 200.000 puestos de 780.000 deberán desaparecer en los próximos cinco años34. Si bien es innegable lo mucho que la Comunidad ha avanzado en la integración de los países miembros, ha llegado a la hora actual a una situación en la cual no tan sólo lo "político" está introduciendo serios desequilibrios, sino que además se han trazado unas metas a corto plazo que en lugar de aproximar a estos países, lo único que están creando es una ampliación de la brecha económica y social que los separa. Los criterios de convergencia, inherentes al actual discurso neoliberal en boga, están detonando tensiones sociales que junto a las crisis institucionales y las indefiniciones políticas ponen en entredicho la mera posibilidad de avanzar en la profundización de la Comunidad. Sin un retorno a las preocupaciones sociales que pongan la economía al servicio de la sociedad y eleve nuevamente a los ciudadanos de consumidores a ciudadanos el futuro de la Unión Europea quedará en entredicho.

30 Le Monde, 3 de agosto de 1993. 31 Ibidem. 32 Le Monde, 8 de octubre de 1993. 33 Le Monde, 16 de mayo de 1992. S 34 Le Monde. Dossiers & documents. La crise, années 90, N 213, París, septiembre de 1993.

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LA SEGUNDA GUERRA DEL GOLFO Y SU IMPORTANCIA REGIONAL E INTERNACIONAL:

¿IMPACTO COYUNTURAL O TRASCENDENCIA HISTÓRICA? Luis E. Bosemberg. Universidad de los Andes

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l Medio Oriente contemporáneo ha experimentado una serie de grandes impactos cuyas consecuencias han sido siempres profundas y variadas: la reflexión sobre la modernización, el rumbo a tomar, el problema de la independencia, cómo enfrentarse a la modernidad europea o cómo recuperar la gloria perdida. La caída de regímenes, la creación de nuevas fronteras y gobiernos, los sentimientos de profunda derrota, la humillación y la pérdida de esperanzas -todos estos hechos conducen tanto a la reflexión como a transformaciones y a situaciones de inestabilidad. Estos grandes impactos fueron la invasión napoleónica de 1798 -que desencadenó la gran expansión imperialista- la Primera Guerra Mundial, la primera guerra árabe israelí (1948-49) y la guerra de junio (1967). ¿Tuvo igual trascendencia la segunda guerra del Golfo pérsico, 1990-1? Dicha guerra abarcó todos los tipos de conflictos que tradicionalmente han afectado a la región. Esa parecía su trascendencia. El conflicto interárabe, el árabe-israelí, el palestino israelí, los conflictos sociales, étnicos y religiosos y la intromisión de las potencias extranjeras. La guerra produjo efervescencia en distintos procesos lo que hubiera llevado a pensar que habrían podido tener lugar profundas transformaciones tal como en verdad sucedió en los impactos arriba nombrados. Además, Occidente proclamó un nuevo orden. Observadores indicaron que el viejo orden estaba desapareciendo. La invasión aliada, se proclamó a los cuatro vientos, se hizo en nombre de la democracia y del derecho internacional. ¿Se trató entonces de una gran ruptura? Tal vez sea muy pronto aún para hacer un balance real de las consecuencias, sin embargo, podemos intentar delinear algunos problemas.

Lo que queremos mostrar es que la guerra, a pesar de las dinámicas que generó, no logró grandes y profundas transformaciones como en la época de los impactos antes nombrados, con sólo una excepción: los primeros pasos para solucionar los conflictos palestino-israelí y árabe-israelí. I. ANTECEDENTES HISTÓRICOS La historia contemporánea de los árabes comenzó con la llegada del imperialismo europeo en el siglo XIX. Se planteó entonces el dilema de la modernización. Para algunos se produjo el despertar árabe; se inició una época de inestabilidad, grandes transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales. Hubo intervenciones por parte de Inglaterra, Rusia y Francia. La gran reacción contra el imperialismo se manifestó en el nacionalismo, todavía perceptible entre las clases dominantes: se discutía la convergencia entre el Islam y la democracia occidental, ¿qué era la nación árabe y cómo podía enfrentarse al imperialismo? Surgieron nuevos centros de poder y nuevas clases sociales. En la época entre las dos guerras mundiales se produjo la caída del Imperio Otomano y el subsiguiente vacío de poder que fue llenado por el imperialismo europeo y las clases dominantes tradicionales árabes. La conquista de Inglaterra y Francia del Mashrek (la parte oriental del mundo árabe) impuso nuevas fronteras, fundándose así Siria, Líbano, Irak, Kuwait, Irak, Transjordania y el Manda-

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to Británico de Palestina (el futuro territorio de Israel). El nacionalismo tradicional pactó con Occidente. Los nuevos estados "nacionales" posibilitaron nuevos centros de poder, rivalidad inter-árabe y la división de tribus y comunidades. Se fragmentó la región. El equilibrio de poder entre los nuevos países no conoció una fuerza hegemónica. El Imperio británico apoyó migraciones de judíos al Mandato Británico de Palestina, sentando así las bases para lo que más tarde se constituiría en los conflictos palestinoisraelí y árabe-israelí. Después de la Segunda Guerra Mundial, en medio de la descolonización, triunfaron revolucio¬nes militares y clases medias en Egipto, Irak y Siria: es el nacionalismo radical con tintes socialistas. La movilización popular tuvo ciertos éxitos. En el equilibrio de poder de las décadas de los cincuenta y sesenta, en donde el Egipto radical tenía el liderazgo, más no la hegemonía, se pasó en los setenta y ochenta a la debilidad de los egipcios y al fortalecimiento de los productores de petróleo. A finales de la década de los setenta sobrevino la crisis de los radicales. Los moderados impusieron la pauta. Renació la discusión sobre la democracia, considerada tabú por los radicales. El nacionalismo se moderó. En la década de los ochenta el fundamentalismo cobró fuerza. Una vez se alcanzó la independencia, persistieron patrones de cooperación acompañados de continuas y profundas diferencias y conflictos entre los árabes. Tuvieron lugar diez intentos de unificación árabe, múltiples guerras interestatales, unión y luchas en contra de la OLP (Organización de Liberación Palestina), unión y desacuerdos frente a Israel y a las potencias extranjeras. Durante la década de los ochenta se vivió una difícil situación económica que condujo a los países de la región a tomar medidas para estabilizar sus economías. Existían una serie de problemas tales como la crisis de la deuda externa, una soberanía económica limitada por nuevas formas de tutela internacional bajo el control de los grandes países industrializados, una posición privilegiada de las grandes firmas multinacionales1, una excesiva producción petrolera que contribuyó al descenso del precio, lo cual también hizo posible que los países pobres se resintieran al perder las remisiones de salarios

de sus trabajadores en los países ricos. Además, la convergencia de las dos superpotencias hizo posible que las alianzas de cada bloque no necesariamente se tradujeran en ayuda financiera. Estallaron revueltas populares en Jordania, Argelia, Egipto, Túnez y el Sudán. Como fondo de las tensiones políticas la población vivía una vieja situación de tensión social por la explosión demográfica, el subdesarrollo, las viejas estructuras que rivalizaban con las nuevas, el desempleo y, por consiguiente, un descontento generalizado -sobre todo en las zonas urbanas, que podían convertirse en focos de revuelta en un momento determinado. El desarrollo económico se veía impedido por los grandes gastos en armamento, las guerras e ineficaces políticas que oscilaban entre estados burocráticos y políticas liberales y los escasos recursos hídricos con el agravante de la limitación de tierras cultivables. Hacia finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventa el mundo y el Medio Oriente sufrieron una serie de procesos. El gran final de la guerra fría, la caída del sistema socialista y de la URSS y la consecuente hegemonía de los Estados Unidos en la región, la segunda guerra del Golfo Pérsico y la Conferencia de Madrid fueron sus puntos más relevantes. Los radicales de la región perdieron a su aliado tradicional. La posibilidad de maniobrar entre las superpotencias se perdió. Dejó de existir un espacio en el que los líderes podían actuar para lograr situaciones más allá de los intereses de las superpotencias. Existe además, un orden petrolero que se manifiesta como una forma de dominación fundada sobre el control de recursos energéticos baratos y que históricamente ha sido desafiada por rivales y movimientos regionales. A comienzos de siglo se inicia la presión imperialista sobre Irán y Turquía por el petróleo. Después de la Primera Guerra Mundial, para conservar dicho orden, ampliarlo y adaptarlo a las nuevas condiciones del mercado, se dio forma a los Estados y las fronteras. El "orden petrolero" se convirtió en defensor de sistemas políticos y sociales obsoletos basados en desunión y fragmentación contando con la cooperación de sectores

1. Georges Corm, "Les habits neufs de la domination néocoloniale1, Le Monde Diplomatique, Paris, abril de 1992.

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tradicionales, dinastías, terratenientes, grandes intermediarios y comerciantes. Primero fue Gran Bretaña la que hasta la década de 1950 actuó como el gran patrocinador. Después los Estados Unidos la relevaron de este papel como se vio claramente en el golpe de Estado contra la nacionalización del petróleo en Irán que había iniciado Mossadeq. Así, en nombre de "los intereses mundiales" la zona fue conservada por Occidente a cualquier costo. La revolución islámica que triunfó en Irán en 1979 optó por una reducción voluntaria de la producción lo que conllevó a una alza del precios del crudo, pues el precio subió de 17 a 42 dlr/brl. Los países de Occidente decidieron que había que encarrilar la revolución islámica pues subvertía el orden. Cuando Irak invadió a Irán (1980) el Consejo de Seguridad tardó 6 días en mostrarse preocupado y 2 años en proclamar el cese al fuego. Además, nadie intentó impedir el flujo de armas a los bandos. Irak se transformó en potencia con la voracidad de vendedores de armas, con la bendición del Consejo de Seguridad y con la ayuda financiera de las monarquías. Así quedó abierto el camino para el expansionismo iraquí. La presencia norteamericana comenzó a reforzarse en la década de los cincuenta creando un gran sistema con la Doctrina Eisenhower, el Pacto de Bagdad y CENTO, los cuales no tuvieron gran éxito debido, entre otros, a la oposición liderada por el Egipto de Nasser. A comienzos de la década de los ochenta la presencia política y militar norteamericana tuvo un gran auge a raíz de la invasión soviética a Afganistán, la primera guerra del Golfo Pérsico y la fragmentación con la consecuente incapacidad de los árabes para evitar la intrusión de las fuerzas extemas2. Cabe mencionar que existe una gran brecha en la percepción de Occidente de los árabes, para el cual los intereses, preocupaciones y esperanzas de los árabes siempre ocuparon el último lugar. Prima lo que emana de la política interna de los países occidentales y de sus rivalidades. Para el Norte es incomprensible que vastos sectores de la población se identifiquen con una figura carismática, representante de una larga tradición de nacionalismo e islamismo que buscaba precisamente su redención. En últimas se trata de fanáticos, impulsivos e inclusive pueblos primitivos. Occidente, al mirar la región a través de la lupa de su desarrollo democrático, no solamente no comprende sino que condena rápidamente a los Estados fuertes ignorando así una tradición de muchísimos siglos

de tales instituciones. Con la invasión a Kuwait el 2 de agosto de 1990 se rompió momentáneamente la relativa estabilidad que había existido desde la década de los setenta. La invasión transtornó el sistema político, económico, militar y financiero sobre el cual se apoyaba Occidente y su "orden mundial". La guerra no se desató por la invasión a Kuwait y ni mucho menos por la violación del derecho internacional sino, por los intereses petroleros del Norte, por una parte, y por la gran cantidad de graves problemas que asolaban la región, por la otra. Saddam Hussein intentó ser el gran unificador bajo el estandarte del nacionalismo radical que ya había tenido gran auge durante la década de los cincuenta y sesenta. Intentó infructuosamente canalizar diversos descontentos lo que hizo de la crisis una de grandes dimensiones. Precisamente es aquí donde también se siente el impacto: las revueltas populares de corte islámico en Argelia y Marruecos y las nacionalistas e islámicas en Cisjordania y Jordania -todas ellas apoyaron a Irak. La guerra despertó en la memoria colectiva aquella geopolítica de las grandes potencias emprendida con gran intensidad a partir del siglo XIX. II. EL EQUILIBRIO DE PODER Desde la fundación de los Estados en el Medio Oriente en la historia contemporánea han existido rivalidades, alianzas, intentos de unificación y diversos tipos de tensiones. Ha existido un equilibrio de poder, pero no ha habido una verdadera fuerza hegemónica. Miremos el impacto de la guerra en el equilibrio de poder. Los siguientes casos son muy dicientes. Irak surgió como potencia regional ya en la década de los setenta. Durante la primera guerra del Golfo Pérsico (1980-88) intentó consolidar su posición hegemónica en el Golfo; no logró, sin embargo, derrotar a Irán. En estos intentos de liderazgo regional tuvo sus competidores. Una cosa era conseguir apoyo contra Irán durante la primera guerra del Golfo, y otra, que le permitieran controlar el petróleo. Su preponderancia no podía ser tolerada ni por

2. Tareq Y. Ismael, International Relations of the Contemporary Middie East: A Study in World Pditics. Nueva York, Siracuse, 1986, pp. 64-65.

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los estados árabes como Egipto, Siria o Arabia Saudita ni por Israel. A nivel internacional tampoco los Estados Unidos y sus aliados habrían tolerado el surgimiento de una potencia regional, ni que un país de segunda no sólo conquistara a uno de sus más fieles aliados sino -más grave aún- que controlara los precios del crudo. Tampoco deseaban un desenlace nuclear entre Israel e Irak en la región. Con la guerra, Irak quería afirmar su primacía, lograr un crecimiento económico, controlar los precios del petróleo y obtener un glacis para un futuro expansionismo. Pero Hussein desconoció la nueva situación que produjo el final del conflicto Este-Oeste. Había una sola superpotencia capaz de actuar sin tener en consideración a la otra. Hussein sobreestimó su propia capacidad bélica y subvaloró la reacción de sus enemigos. Con la invasión a Kuwait, Hussein rompió el consenso árabe que se había formado durante la guerra contra Irán. Irak se sentía orgulloso de ser el defensor de los árabes contra los persas. La dividi-sión de los árabes los debilitó en su lucha contra Israel y contra Occidente De todas maneras, Hussein personificó para muchos la redención de injusticias y desigualdades, era el que se levantaba en contra de un status quo represivo. Esto era lo importante y no el apoyo a una invasión o a un régimen autoritario. Para grandes multitudes no había habido una solución al problema palestino precisamente por la mancuerna americano-israelí o las monarquías continuaban su existencia porque servían a los intereses de Occidente; para otros se trataba -como ya lo había pronosticado Hussein en un discurso3- de una especie de primera guerra americano-árabe, del comienzo de la hegemonía directa de Estados Unidos. -— Después de la apabullante derrota militar y el embargo impuesto por Occidente, Irak se convirtió en el prototipo de la potencia regional en descenso. Saddam Hussein se mantuvo en el poder, sin embargo, no sólo porque Estados Unidos no lo quizo

derrocar sino porque lo respaldaba el ejército, el partido Baas y la amplia estructura estatal. Otro factor importante fue el odio de su pueblo hacia los norteamericanos; un pueblo que sufre las conse- 4 cuencias del embargo económico impuesto por las Naciones Unidas. Según el iraquí Nabil Nejim Tak- triti más de 80 mil niños menores de cinco años murieron en la posguerra en Irak y otros miles -fueron víctimas de otras enfermedades debido a la falta de recursos provocada por la guerra y por el embargo internacional4. Por otro lado ningún lider árabe de la coalición buscaba el derrocamiento de Hussein ni muchos menos Estados Unidos que temía la posibilidad de que un Irak fraccionado - en un norte kurdo y un sur shiita- pudiera aumentar la influencia del Irán o desestabilizar a su aliado tra- dicional, Turquía. Durante la revuelta shiita en el Sur del Irak a comienzos de 1991 participaron bri-gadas entrenadas en Irán. Unos kurdos independientes en Irak habrían podido influenciar a sus connacionales en Turquía. Siria ya había comenzado a ejercer cierto liderazgo desde la década de los setenta, con el aislamiento egipcio, a través de una política más orientada hacia sus problemas nacionales y por su; influencia en el Líbano respaldada por otros países árabes. Su alianza con la URSS la fortalecía; su propósito era la paridad estratégica. Con la caída de la URSS se debilitó la propuesta e intentó amoldarse a las nuevas relaciones internacionales: participó en la guerra apoyando la coalición aliada cuando Esta- dos Unidos necesitaba el apoyo árabe. Accedió a ir a la Conferencia de Madrid donde comenzaron las negociaciones con su archienemigo, Israel. La presencia siria en el Líbano fue ratificada por los acuerdos de Taif de 1989 (que concluyeron la sangrienta guerra civil iniciada en 1975) y fue aceptada por casi toda la región al igual que por Estados Unidos. Siria, que ha estado desarmando milicias dentro del arduo; proceso de paz en el Líbano, fue premiada por los vencedores de la guerra del Golfo no solo política sino también financieramente por parte de Kuwait, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Con la nueva situación los sirios consolidaron su posición hegemónica en el Líbano. Han comenzado a

3. Véase Orbis, invierno de 1991, pp. 117-119. 4. Citado por Fajardo, Elias, "La guerra del Golfo, un año después", Cuadernos del Tercer Mundo, Rio de Janeiro No.137, p. 32; una visión muy crítica sobre el embargo y sus consecuencias que, según el autor, no solamente harán práticamente del Iraq un país preindustrial sino que además fortalecerá a Hussein, véasp René Dumont, "La population irakienne punie par I'embargo", Le Monde Diplomatique, diciembre de 1991, pp. 14-15.

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rearmarse con los Estados Unidos lo cual podría facilitarles una mayor actuación y participación en los problemas regionales. Siria continúa, pues, con una cierta presencia regional y ha mostrado moderación en lo que atañe a Israel. Arabia Saudita ha demostrado en varias ocasiones su intrínseca debilidad y es tal vez el país donde más se siente la necesidad del apoyo extranjero -hoy por hoy, de los Estados Unidos. Su población es pequeña, y a pesar de haberse dedicado a la compra de armas sofisticadas, no tiene la posibilidad de defenderse a sí misma. Cuando ocurrió la toma de la gran mezquita de la Mecca (1979) no tuvo otra alternativa que recurrir a comandos franceses; durante la primera guerra del Golfo hizo lo que en muchas oportunidades ha hecho, pagar por protección. Su rival, Irán, se perfila nuevamente con influencia en el Golfo. Está siendo presionada para que inicie un proceso de democratización y le preocupa todo intento de democratización en los países vecinos, como Jordania, Kuwait y Yemen. Las relaciones con Jordania con posterioridad a la guerra no podían ser peores. Habían sido relativamente buenas pero la guerra las deterioró, sobre todo cuando los saudíes -al ver que Ammán no los apoyábale cortaron el petróleo y expulsaron a los jordanos en un momento en que Jordania iniciaba una política liberalizante. A los saudíes les ha preocupado la unificación de Yemen cuya población es ahora mayor que la de tilos. Muchos oficiales yemenitas han sido entrenados en Irak y se cree que hay miles de consejeros iraquíes en Yemen. Arabia expulsó a más de medio millón de yemenitas, por considerarlos una quinta columna y después de la unificación de Yemen un periódico oficial publicó un mapa del Yemen cuyas fronteras hacia el norte reclamaban inmensos territorios5. Cualquier cambio violento en Arabia Saudita produciría un gran impacto en los emiratos del golfo. Toda esta situación constituye un inmenso peligro para los saudíes; su futuro podría parecer bastante incierto, pero la riqueza petrolera y la alianza con Occidente mantendrán estable a la monarquía. Históricamente Irán ha tendido a ser la potencia regional. Los primeros 10 años de política exterior de la República Islámica del Irán estuvieron marca-

dos por el radicalismo reflejado tanto en esfuerzos por promover la revolución islámica como por desestabilizar a los paises del Golfo que apoyaron a Irak. Sus únicas zonas de influencia estaban en el Líbano y en Afganistán. De cierta manera, esos días están cada vez más lejanos con el ascenso al poder de los moderados en Irán, el fraccionamiento de la URSS, la primera guerra del Golfo y la derrota del único país capaz de lograr una paridad en el Golfo, Irak. Irán intenta hoy en día insertarse en las relaciones internacionales combinando el radicalismo anterior con una política exterior más moderada. Según Argel el Frente Islámico de Salvación ha sido entrenado y financiado por Teherán. La oposición en el Sudán denunció la presencia de 18000 militares en este país y la presencia de la armada iraní en el Mar Rojo. Las nuevas repúblicas musulmanas de la ex-URSS se presentan como potenciales mercados. Se han establecido relaciones diplomáticas con todas las repúblicas del Asia central. Existen ya planes concretos de explotación del petróleo en el Mar Caspio con Azerbaizhán, Kazajstán y Turkmenistán. A principios de 1992 Rafsanyani anunció la intención de crear una organización de cooperación económica, con sede en Teherán, que cobijaría a Azerbaizhán, Turkmenistán y Kazajstán. La exclusión de Turquía, rival histórico, era de esperarse6. Así las cosas, los árabes del Golfo tendrán que medírselas con Irán ya que Irak está derrotado. Irán es el prototipo de una potencia en ascenso. Egipto es el gran vencedor de la contienda. Su rival, Irak, ha sido eliminado y su liderazgo regional confirmado. Hace hincapié en el papel central que juega en la seguridad regional. Egipto, que a partir del tratado de paz con Israel (1979) había sido aislado del concierto árabe, inició su reinserción a mediados de la década de los ochenta, entre otras por su apoyo a Irak y a los estados del Golfo durante la primera guerra del Golfo y su posible intervención como único interlocutor válido al reconocer la OLP a Israel. Durante la crisis del Golfo, Egipto ocupó un gran espacio político, convirtiéndose en el lider árabe que apoyó la coalición antiiraquí; fue el contrapeso de las manifestaciones que apoyaban a Hussein en el Magreb, Jordania, Sudán, Yemen y entre los palestinos, envió el contingente militar más poderoso entre los árabes -el tercero después de

5. Hermann Frederick Eilts, The Persian Gulf Crisis: Perpectives and Prospects", Middle East Journal, vol 45, No. 1, invierno de 1991. 6. Véanse más detalles al respecto en Ahmad Faroughy, "L'lran á la recherche d'une politique régionale", Le Monde Diplomatique, mayo de 1992, p. 7; Jerrold Green,"lran's Foreign Policy: Between Enmity and Conciliation", Current Affairs, enero de 1993, pp. 12-16.

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Estados Unidos y la Gran Bretaña-; su territorio fue clave como vía estratégica durante el conflicto. Demostró no ser esencialmente ni pro Israel ni pro Estados Unidos, conservando lazos con Libia y con Siria y obtuvo una jugosa recompensa económica en la medida en que la Comunidad Europea le aportó US$ 240 millones como país afectado por la guerra, -el Banco Mundial y el FMI le otorgaron créditos por US$ 440 y 300 millones, respectivamente. Solicitó créditos al Club de París por US$ 687 millones, se le anuló la deuda militar norteamericana (US$ 7200 millones) y los Estados Unidos y los estados del Golfo le condonaron gran parte de su deuda externa. A pesar de las pérdidas ocasionadas por la guerra estas jugosas ganancias habrían podido estabilizar socialmente a Egipto. Sin embargo, al mismo tiempo la aplicación del modelo del FMI, que prevé el alza de 25 a 35% en ciertos productos básicos, el despido masivo en empresas recientemente privatizadas y la reinserción de 600.000 trabajadores provenientes de Kuwait, Irak y Jordania podrían afectar la estabilidad social7. El hecho es que Egipto jugó un papel fundamental en las negociaciones que condujeron a la Conferencia de Madrid. La sede de la Liga Árabe retornó a El Cairo y un egipcio fue nombrado su secretario general. Con la derrota del Irak, el único rival que le quedaba para convertirse en el referente político de la región, era Siria -que como hemos dicho se perfilaba con una cierta influencia regional. Pero las relaciones con este país mejoraron mucho desde la fundación del Consejo de Cooperación Árabe (1989) y su conjunta participación en la guerra. Egipto tiene la ventaja de sus buenas relaciones con Occidente, Libia, Siria, Israel, los estados del golfo, es decir con los más diversos regímenes, lo que hará posible un rol de garante y mediador. El pais ha marcado tradicionalmente derroteros en la región. Con la guerra Egipto intentó retomar aquel papel de liderazgo perdido a partir del tratado de paz con Israel. La Declaración de Damasco (6 de marzo de 1992) parecía haberlo cumplido, pero el hecho que quedara tan sólo en el papel echó por tierra los planes egipcios de tener tropas en el Golfo. Por ahora un tropiezo.

El fracaso de la Declaración de Damasco indica claramente la fragilidad de la coalición antiiraquí. La tensión entre los Estados del Golfo y los mediterráneos data de largo tiempo. En últimas, los regímenes son distintos. Aún hoy los emires consideran a los egipcios y sirios como pobres y pedigüeños. No solamente existen rivalidades entre los Estados del Golfo, en medio de los cuales Arabia desea el liderazgo, sino también, difieren de opiniones sobre quién amenaza a quién. Por eso no hubo acuerdo para establecer un ejército común en el Golfo. Para Kuwait está claro que el peligro proviene del Irak. Egipto por el contrario, ve a Irán como su rival. Pero Omán y los Emiratos Árabes Unidos querían un pacto de seguridad con Irán. Kuwait deseaba la presencia de tropas extranjeras, pero los saudíes no. Con la invasión a Kuwait se hizo visible la vulnerabilidad de las fronteras que tradicionalmente no habían estado claramente demarcadas. Se reanudó el litigio Bahrein-Qatar así como el conflicto entre Arabía Saudita y Qatar, que llevó a este a buscar apoyo de Irán e Irak. En diciembre de 1992 se celebró un pacto entre los saudíes y Qatar que no toleraba coqueteos con Irán e Irak. ¿Desea Arabia controlar la península sin ningún conflicto directo?8 De todas maneras, los conflictos inter-estatales han sido numerosos desde la fundación de los estados contando con múltiples reversiones de alianzas y con las más diversas intensidades, pero nunca ha habido una verdadera potencia hegemónica, sino más bien liderazgos de algunos países. Irak tenía la intención de convertirse en una verdadera potencia hegemónica regional. Por eso fue detenida. Al no lograr su proyecto expansionista no hubo ruptura. Así, el hecho de que Egipto se fortalezca, Irak esté derrotado, Irán se mantenga con un perfil de potencia exterior eficaz o Siria se modere dentro del "nuevo" orden, no parece, por ahora, causar grandes convulsiones regionales. El cambio en el equilibrio de poder que ya se percibe no significa una ruptura. Hay que tener en cuenta que cualquier intento de romper con el orden del petróleo que le conviene a Occidente será reprimido por éste con gran violencia tal como se mostró claramente en la segunda guerra del Golfo pérsico.

7. Wolfgang Kóhler, "Das innerarabishe Machtgefüge", en, Udo Steinbach, Arabien: Mehr ais Erdol und Konflikte. Opladen, 1992, pp. 27-35; Zelmys Dominguez/Egipto: su papel en el Medio Oriente de posguerra", Revista de África y Medio Oriente, vol. 8, No. 2,1991, pp. 3-7 8. Olivier da Lage, "Illusoire sécurité collective sans l'lrak et l'lran", Le Monde Diplomatique, febrero de 1993.

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III. LOS CONFLICTOS ISRAELIY ARABE-ISRAELI

PALESTINO-

Dos conflictos han sentido el impacto de la guerra y probablemente a partir de ahora su solución está muy cerca: el palestino-israelí y el árabe-israelí. El que la guerra haya despertado esperanzas en los palestinos es apenas lógico. Para agosto de 1990 -fecha dé la invasión- no solo la Intifada (insurrección árabe) se hallaba en un infructuoso tercer año, sino que en junio de 1990 se había formado en Israel un intransigente gobierno de derecha bajo el partido Likud de Shamir con una serie de pequeños partidos ortodoxos. Estos rápidamente rechazaron las propuestas de solución al conflicto árabe-israelí y palestino de Baker y Mubarak de los meses anteriores. A comienzos de 1992 se reportó por primera vez violencia por parte de palestinos israelíes palestinos que viven en Israel- con una marcada influencia fundamentalista. Estos palestinos que son objeto de discriminación por parte de Israel -por cada shekel que Israel gasta en un ciudadano palestino, gasta 2.5 en uno judío-9 impulsados por la Intifada y el auge del fundamentalismo podrían conformar una futura quinta columna. El auge del fundamentalismo en Cisjordania tiene nombre propio: Jamas. Este grupo es un producto directo de la Intifada y se fundó en el mes en que comenzó ésta, diciembre de 1987. Hoy por hoy, es el gran rival de la OLP. Su gran popularidad radica en sus campañas moralizantes. Postula que el nacionalismo hace parte de la doctrina religiosa y persigue a los colaboradores de Israel. La relativa juventud de sus líderes junto con su elevado nivel de educación y su probidad moral les ha ganado adeptos, tanto en los jóvenes desilusionados de la OLP, como en las clases medias. Su gran consolidación se produce en la medida en que la OLP se debilita o desprestigia, sobre todo cuando la campaña de esta organización, iniciada a partir del reconocimiento de Israel en 1988 no ha dado grandes resultados. La OLP se debilitó, además, porque tomó partido por Irak en la guerra lo cual le produjo una pérdida de recursos y la división interna. Mas aún, puesto que Jamas se opuso a la invasión iraquí a Kuwait, esgrimiendo la autodeterminación, parece

que ahora recibe apoyo financiero de los emiratos. Así fortalecida logró, en la inmediata posguerra convertirse en líder de diez grupos que se oponían al proceso de paz a iniciarse en Madrid. Y mientras más se prolongaba este proceso, más fuerza cobraba Jamas. En 1992 abrió una oficina en Teherán y al parecer recibe apoyo financiero de Irán. El movimiento tiene además oficinas en el Líbano y en Jartum. Jamas dio un vuelco hacia la defensa de la nacionalidad, convirtiéndose en rival de la OLP. En marzo de 1993 Jamas aceptó en principio una soberanía parcial en Gaza y en Cisjordania pero aún sin reconocer a Israel: no hablaba de Estado islámico sino de sociedad islámica, modificó la retórica antijudía, aceptó la posibilidad de dos estados democráticos, promoviendo la guerra santa y la no negociación con Israel. Detrás de todo esto se esconde un pragmatismo con el objetivo de conquistar la dirección de la OLP y liderar la causa nacionalista -antes secundaria en su programa10. Así las cosas, la guerra, que trajo consigo el fortalecimiento de Jamas, es un mecanismo más de presión para que la OLP negocie. La guerra trajo consigo el tercer gran desplazamiento de palestinos en este siglo. El primero había sido durante la primera guerra árabe-israelí (700.000 refugiados) y el segundo durante la guerra de junio de 1967 (300.000 refugiados). Esta tercera ola fue a parar en su mayoría a Jordania, un país que tenía serios problemas económicos y políticos, lo que dificultaba su recepción. La mayoría vivía en Kuwait y perdió prácticamente todo lo que tenía. Hoy en día la tercera parte de la población en Jordania consta de refugiados palestinos. Kuwait ha adoptado la política de expulsar masivamente a los palestinos. Según Kuwait, los palestinos traicionaron al país que los aceptó, pues apoyaron la invasión iraquí. Esta colaboración, sin embargo, fue mínima. La mayoría había permanecido pasiva. Las condiciones en Cisjordania y Gaza se deterioraron. Durante la guerra, Israel cerró sus fronteras a los 120.000 trabajadores de las zonas ocupadas causando un desempleo del 40% en Gaza y del 33% en Cisjordania. Si bien las abrió en parte en la posguerra y más o menos la mitad volvió al trabajo, las oportunidades serán más escasas debido a la emi-

9. Time, abril 13 de 1992. 10. Wendy Kritianasen Levit, "De l'islamisme radical á la logique nationaliste", Le Monde Diplomatique, mayo de 1993.

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gración de la ex-URRS y a la política del gobierno de eliminar la dependencia de la mano de obra árabe. Toda esta situación ha influenciado la visión política y las perpectivas de los cuatro millones de palestinos que habitan tanto en las zonas ocupadas como en Jordania, causando entre ellos pesimismo y descontento así como un futuro incierto 11 . Fue esta agudización de la situación la que tuvieron que tener en cuenta las dos partes negociadoras del conflicto palestinoisraelí. Además en las zonas invadidas en 1967, Gaza y Cisjordania, tiene lugar la Intifada (iniciada desde diciembre de 1987), una gran represión por parte de las fuerzas israelíes y un crecimiento del radicalismo integrista. La expulsión de 415 palestinos fue un acto sin precedentes; para muchos despertó el temor de que se hiciera realidad lo que ciertos israelíes siempre han querido, expulsión masiva.

en las resoluciones de la ONU, y su pasividad para no hacer valer otras resoluciones de esta institución, en lo que atañe a las zonas invadidas por Israel. La participación árabe en la guerra tenía que ser recompensada. Por último, estaba también en juego el prestigio de los Estados Unidos.

Como consecuencia directa de la guerra tuvieron lugar otros dos acontecimientos encaminados a resolver el conflicto: la Conferencia de Madrid -a partir de octubre de 1991 - lograda después de arduas gestiones por parte de los Estados Unidos y el triunfo del laborismo con Rabin en junio de 1992.

Rabin, por su parte, no es un moderado. Habla de una autonomía de los territorios invadidos, para luego conformar una federación con Jordania y que Jerusalem seguirá siendo parte de Israel. En otras palabras, se dio un no rotundo al estado palestino; no se volverá a las fronteras anteriores a la guerra de 1967. También ha dicho en varias ocasiones que sólo se conservarían los asentamientos políticos en Cisjordania, refiriéndose a aquellos que tienen que ver con la seguridad de Israel. Muchos palestinos veían en todo esto una continuación de la intransigencia del gobierno anterior y señalaban que Israel debía acatar las resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas, según las cuales el principio de tierra por paz es fundamental. Incluso la Comunidad Europea ha expresado la necesidad de tal flexibilidad.

La guerra dejó muy claro que para los Estados Unidos la región del Golfo es clave cuando la competencia energética y económica entre europeos, japoneses y americanos suplanta la anterior rivalidad bipolar y militar. Aquí pierde su importancia el papel tradicional de Israel de contener el comunismo. Este importante factor hizo que los Estados Unidos presionaran a Israel a negociar 12 . Por otra parte, gracias a la victoria de la coalición aliada, Estados Unidos logró que todas las condiciones de Israel se hicieran realidad: que se excluyera de la conferencia a la OLP, la ONU, los representantes de Jerusalem oriental. El tema de Jerusalem; que tuvieran lugar conversaciones bilaterales y que la agenda incluyera como tema principal la necesidad de un autogobierno como primer paso a una solución final, aún no prevista. Pero a los Estados Unidos les habría sido imposible sostener la flagrante contradicción entre su participación, anunciada con bombos y platillos para restituir una soberanía basada

El triunfo del laborismo se debe, por un lado, a que muchos israelíes estaban hastiados de la intransigencia del Likud, y por el otro, a que la terrible experiencia del bombardeo por Irak, seguramente les hizo creer en la necesidad de lograr la paz. Según Clyde Haberman fue el triunfo de lo pragmático; se votó en contra de la ideología inflexible del Likud; ganó la ideología sin compromiso13. Según encuestas el 65% de la población estuvo a favor del acuerdo GazaJericó14.

El aislamiento de Israel probablemente constituyó también un factor para llegar al acuerdo. Además, a Rabin le tocó aceptar que el camino a la paz sin la OLP es imposible. Reconoció que los habitantes de los territorios ocupados actuaban en coordinación con la central palestina. Comprendió que la política de la fuerza tiene sus límites15 . Rompió definitivamente con una larga tradición de no reconocer la tragedia de los palestinos.

11. The Washington Report on Middle East Affairs vol. 10, No. 2, julio de 1991, p. 54. 12. Mohamed Sid Ahmed, "La métamorphose des conflits au Proche-Orienf, Le Monde Diplomatique, diciembre de 1991, p. 13. 13. Clyde Haberman, "Israel's Vote Shows It's Tired of Ideoiogy", The New York Times, junio 28 de 1992. 14. AlainGresh, "La colombe et l'architecte", Le Monde Diplomatique, octubre de 1993. 15. Amnon Kapeliouk, "Les raisons du revirement de M. Rabin", Le Monde Diplomatique, octubre de 1993.

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La OLP, al haber apoyado a Irak, perdió la financiación de los países árabes así como el arduo trabajo de años que le significó prestigio y fortaleza. Para Israel en cambio, se convirtió en una situación favorable. Además, al interior de la organización surgían críticas contra Arafat. En los territorios ocupados aumentaba la competencia con Jamas. A pesar de todo esto, una cosa era cierta: detrás de la delegación enviada a las conversaciones de Madrid estaba la OLP. Sin la OLP no había posibilidad de paz.

definitivamente perdió su soberanía. En vista de los graves problemas que presentaba la implantación de los acuerdos de Taif-firmados nueve meses antes de la invasión a Kuwait- las partes firmantes mira ban hacia Siria. La participación de ésta en la coali ción occidental dio luz verde a la pacificación del Líbano. Así, el Líbano es un país que de facto sufre la intromisión de sirios e israelíes. La Conferencia de Madrid podría solucionar este hecho ya que los acuerdos de Taif constituyen el gran antecedente a nivel interno.

Solucionar el problema de la diáspora palestina implicaba desactivar una bomba de tiempo, dividiendo a sectores radicales y vinculando Israel a la región y al mundo. De haberse resuelto su problema, ¿habrían apoyado los palestinos a Irak?

Jordania, que como veremos más adelante había iniciado un proceso de apertura política, se vió presionada a asumir una posición neutral durante la guerra por su Parlamento y su mayoría palestina. Dicha neutralidad fue interpretada como una alianza con Hussein. A última hora Jordania aceptó el plan de paz de los Estados Unidos y mediante la promulgación en la inmediata posguerra -el 6 de junio- de una Carta Nacional, alivió presiones internas, abriéndose paso para la Conferencia internacional.

El 13 de septiembre de 1993 se firmó el acuerdo Gaza-Jericó entre Rabin y Arafat. El largo camino hacia la moderación emprendido por la OLP desde la década de los setenta experimentó entonces un punto álgido. Para Israel el triunfo de los moderados era algo inesperado. Después de tanto derramamineto de sangre no había otro camino. Hasta ahora la parte que más ha cedido es sin duda la OLP. Para Israel, la autonomía de la Franja de Gaza implica librarse de un constante dolor de cabeza. Ya se había propuesto dentro del gobierno israelita la posibilidad de entregar la zona con argumentos tales como, que Gaza no tiene valor estratégico alguno ya que la paz con Egipto ha sido duradera, que la zona no simboliza nada para la religión judía, que es el centro de resistencia más tenaz -allí nació la resistencia palestina en la década de los 50o que es ingobernable a raiz de la Intifada y que además una encuesta reveló que el 85% de la población de Israel estaba de acuerdo con la retirada. A partir de la iniciación de la Conferencia de Madrid la violencia se recrudeció inclusive entre la OLP y los fundamentalistas16. El Líbano ha venido sufriendo tanto por su fraccionamiento interno como por la intervención extranjera que ha conducido a fortalecer a uno u otro bando en el país. Con la invasión siria de 1976, la llegada de la OLP a partir de 1970 y las respuestas de Israel -primera invasión 1978- el estado libanes 16.

En cuanto a Siria, la moderación mencionada anteriormente, le permitió también participar en la Conferencia internacional. Así pues, contando también con la presencia de Siria, Jordania y el Líbano, la Conferencia de Madrid intentó solucionar no solo el conflicto árabe-israeli sino también el palestino-israelí. IV. EL NACIONALISMO ÁRABE Para algunos observadores, la guerra constituyó el final del mito del nacionalismo, es decir de la unidad árabe. No se dió una solución panárabe. Primaron los intereses particulares de cada Estado en vez de los intereses de todos los árabes. No hubo acuerdo respecto a tomar una decisión sobre la invasión, aún tratándose de una invasión extranjera. Si bien hubo manifestaciones nacionalistas, éstas no abarcaron todo el mundo árabe. La Liga Árabe fracasó17. Según estos autores, Egipto y Siria, que recibieron todo el apoyo posible de parte de los estados del Golfo, estaban convencidos de que jugarían un papel decisivo en la estrategia regional después de la guerra. Los estados del Golfo, por el contrario,

Nadine Picaudou, "Trente-cinq ans d'effervescence á Gaza, berceau de la résistance", Le Monde Diplomatique, mayo de 1993.

17.Udo Steinbach, "Die Krise am Golf -ein heilsamer Schock?", Udo Steinbach, op. cit., pp. 13-19.

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decidieron buscar arreglos bilaterales de seguridad con los Estados Unidos. Un fenómeno similar ocurrió con la actitud tomada por los países ricos del Golfo al presionar a emigrar a miles de trabajadores emigrantes procedentes o de países pobres como Egipto, Yemen, Jordania o de origen palestino. Así se rompió con ese acuerdo de ayuda a los países más pobres de la región. Estos países se enfrentan con graves problemas para asimilar a esta gran cantidad de desempleados repatriados18. Otros autores traen a colación las nuevas tensiones entre saudíes vs. yemenitas y jordanos o la falta de consenso al votar a favor de la intervención norteamericana19. En contra del nacionalismo también existieron argumentos tales como que los movimientos panárabes de los sesenta y setenta habían desaparecido, el nasserismo y el baasismo se habían anquilosado, la unidad árabe ya no era tema para nadie y por primera vez en la historia contemporánea una coalición de árabes se unía a una occidental para derrotar a un "hermano" árabe. Para estos autores el problema radica en que se le otorga al nacionalismo identidades típicas de su época radical, es decir, de las décadas de los cincuenta y sesenta: unidad e independencia, igualdad social, libertad, prevaleci-miento del antiimperialismo y del socialismo sobre la unidad panárabe. Por lo general, las diversas interpretaciones tienden a asociar estos elementos; si llegase a faltar uno de ellos, se dice que el nacionalismo fracasaría. El problema es bastante complejo, poco homogéneo. Apoyar a Hussein no significaba necesariamente apoyar la invasión a Kuwait ni tampoco la utopía de la unificación. Se manifestaba, sin embargo, una fortísima oposición a una invasión extranjera que castigaba una invasión, la de Kuwait, pero a su vez se mostraba complaciente con otra, la de los territorios ocupados. Se expresaba así una posición antiimperial y de solidaridad. La política de doble faz de los americanos era así denunciada. En el caso de Egipto, cuando firmó el acuerdo con Israel (1979), para muchos estaba claro que estaba intercambiando el panarabismo por sus inte-

reses de seguridad. Sin embargo Sadat expresó que ese era el primer paso hacia la solución de todos los problemas con Israel. Además, la identidad de Egipto con los otros árabes no estaba siendo necesariamente relegada. El egipcio se siente egipcio, pero también musulmán y árabe la vez. Las tesis triunfalistas en contra del nacionalismo se desvanecen ante otros hechos. Según Hilal Khashan fueron los líderes quienes apoyaron la coalición pero no los pueblos. La manifestaciones populares y protestas en Argelia, Túnez, Libia, Jordania, Marruecos, Siria, Cisjordania y Egipto contituyen una prueba de ello. Pero, ¿que se encuentra detrás de estas expresiones populares? se pregunta el autor. La respuesta está en la fortaleza del nacionalismo. Se trata de un panarabismo transformado pero real. Para demostrar lo dicho, en agosto de 1990 el autor realizó una encuesta entre 462 estudiantes musulmanes libaneses20. Así mismo As'ad AbuKhalil afirma que "Durante la guerra, la opinión pública árabe se manifestó -por primera vez en su historia contemporánea- en una reacción colectiva de las masas árabes en el Magreb y en el Mashreq, reflejando ambas regiones intereses, sentimientos y aspiraciones comunes".21 Además, para As'ad AbuKhalil, se perfila en la región una nueva ideología árabe que consta de tres elementos fundamentales, a saber, el nacionalismo árabe, el Islam y la democratización. La guerra trajo consigo una unidad emocional expresada en intensidades diversas dependiendo de las condiciones de represión. El gran disparador fue la reacción espontánea a un hecho monumental, el enfrentamiento de un ejército árabe con los Estados Unidos y sus aliados. La nueva ideología está basada en dos grandes conceptos: por un lado, existen sentimientos comunes y una herencia lingüística y cultural -para algunos hay además una herencia religiosa- y por el otro, la idea de que algunas fronteras no son solamente artificiales sino también indeseables. Además algunos estados son vistos como serviles a los intereses de Occidente. Inclusive Kuwait que, como se mencionó antes, había celebrado acuerdos bilaterales de seguridad con los Estados Unidos, poco después se mostró dispuesto a mostrar un equilibrio entre sus

18. Martin Indyk, "Watershed in the Middle East", Foreign Affairs, vol. 71 No. 1,pp. 75-77. 19. Robín Wright, "Unexplored Realities of the Persian Gulf Crisis", Middle East Jurnal, voí. 45, No. 1. 20. "The Revival of Pan-Arabism", Orbis, invierno de 1991, pp. 107-116. 21. As'ad AbuKhalil, "A New Arab Ideology? The Rejuvenation of Arab Nationalism", Middle East Journal, vol. 46, No. 1 invierno de 1992, p.26

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relaciones con la superpotencia y sus vínculos panárabes22. Se percibe una continuidad en el nacionalismo árabe aunque ya no de corte radical como en la década de los cincuenta y sesenta, que fue el que Hussein intentó revivir. Sin embargo, queda claro que esa reacción espontánea y nacionalista de los pueblos presenta un problema: la brecha entre gobernantes y gobernados parece abrirse aún más. No obstante ello, hasta el momento no ha habido grandes insurrecciones populares. V. DEMOCRATIZACIÓN Y FUNDAMENTALISMO ISLÁMICO Dos procesos íntimamente ligados, que en la década de los setenta y ochenta comenzaron a tomar fuerza, sin duda marcarán un derrotero en el futuro: la democratización y el fundamentalismo islámico. La creencia en la democracia y en el fundamentalismo es el producto del desgaste de los regímenes surgidos durante el proceso de descolonización, los cuales experimentaron variados modelos modernizantes, sin poder satisfacer los grandes problemas de sus poblaciones. Ambos representan proyectos que no han sidos puestos en práctica y que, por lo tanto, crean esperanzas. Los proyectos de democratización están íntimamente ligados a la gran presión de los sectores fundamentalistas. Son éstos los que han logrado las primeras aperturas democráticas exceptuando al Yemen- teniendo como telón de fondo malestares socio-económicos. En los países en donde el fundamentalismo es más fuerte -la oposición más numerosa- la presión democrática es más poderosa. El uno va a la par con el otro, como en Egipto, Argelia y Jordania. Mientras en aquellos países en los cuales el

fundamentalismo ha sido reprimido, como en Siria, el proceso es muy lento o donde el movimiento es débil, la democratización lo es también como en Arabia y Kuwait. Hay que agregar que presiones internacionales en apoyo a la democracia son nulas pues no están incluidas en el llamado nuevo orden. Una de las controversias suscitadas por los dos procesos es la tesis de la incompatibilidad entre el Islam y la democracia. No es cierto que la disyuntiva sea o lo uno o lo otro24. La verdad es que el Islam se presta para las más variadas interpretaciones. Por medio de él se han apoyado democracias o dictadu ras. Existen conceptos como el shura (consulta), igualdad, justicia social y también el compromiso con las reglas divinas que no pueden ser sustituidas por la voluntad del pueblo.25 La discusión no es nueva, pues en el siglo XIX se habían formulado ideas parecidas, que luego durante el auge de los estados revolucionarios de las décadas de los cincuenta y sesenta se abandonaron, por considerarse que la democracia era una importación del imperialismo. A partir de la década de los setenta, con la paulatina pérdida de influencia de los regímenes radicales, se sintieron impulsos en diversos organismos tales como los partidos, los parlamentos, los gremios y los medios de comunicación que señalaban exigencias en el campo de los derechos humanos, las libertades burguesas, la libertad de organización, la liberalización de la vida política y la participación en la toma de decisiones. Con la crisis de la década de los ochenta estas exigencias fueron más masivas y agudas. Por primera vez se cristalizó una discusión intelectual sobre el problema del orden político. En el centro de la controversia estaba el orden que debía ser justo frente a los diversos intereses que se habían establecido a partir del capitalismo dependiente. No se trataba de una mera imitación de la democracia liberal, puesto que muchos se habían sentido víctimas de Estados construidos a partir de este modelo y además habían sido víctimas de mecanismos de participación manipulados en su propio país. Por eso se encontró un concepto islámico, la shura: reglas sobre consulta y asesoría para la toma de decisiones políticas, que se encuentran tanto en el Corán como en los comenta-

22. Abukhalil, op. cit., pp. 26-29; el libro de Albert Hourani, La historia de los árabes, Buenos Aires, Vergara, 1992 demuestra también la existencia de la cultura común que los árabes comparten desde la fundación del Islam. 23. Muchos árabes entienden por democracia la participación de diversos sectores de la sociedad civil en el poder como también b afirma As'ad Abukhalil señalando, además, que para "...muchos árabes (en la era de la posguerra del Golfo) la fé en la democracia está basada en la idea de que ningún estado permanecerá a no ser que sea controlado democráticamente. Abukhalil, op. cit., p. 29. 24. Sobre la tesis de esa incompatibilidad véase Indyk, op. cit., pp. 78-80. 25. Sobre los diferentes intérpretes del Islam véase John L. Esposito y James P. Piscatory, "Democratization and Islam", Middle East Journal, vol. 45, No. 3, verano de 1991, pp. 434-438.

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nos jurídicos clásicos y que se convirtieron en punto de partida de una variante específicamente islámica de la teoría de la democracia.26 Que el proyecto democrático tiene fuerza es una realidad constatada a través de numerosos ejemplos: con un cierto éxito entre 1989 y 1990 en Argelia, Egipto, Jordania, Marruecos, Sudán, Yemen y en menor grado en Kuwait, Marruecos y Túnez. Algunos lo anunciaron como Arabia y Omán. En 1990 y 1991 se promulgaron o redactaron leyes que permitían la legalización de los partidos polítcos en Argelia, Irak, Jordania, Siria y Yemen. Otras experiencias fueron más tímidas o meras promesas de apertura política. En Omán, por ejemplo, el sultán anunció en 1990 la creación de una asamblea con-sultativa. Si los regímenes autoritarios como el del mismo Hussein invocan la democracia es porque logran resonancia en la base. En Irak hubo elecciones parlamentarias en 1989 y, tras la derrota en 1991, se anunció que en el país regiría una sociedad más plural. En Siria también las hubo en 1990 aunque solo participaron partidos que no podrían llamarse de oposición, pero aumentaron los escaños ocupados por candidatos independientes. En el mismo año en Túnez se celebraron comicios municipales y en el Yemen recién unificado se eligió un parlamento interino27. En Arabia en julio de 1991, los clérigos musulmanes, los jueces y los profesores universitarios firmaron una carta presionando a la monarquía para que definiera claramente la asamblea que tanto había prometido. Una encuesta realizada en Egipto entre 5500 personas en mayo de 1991 reveló que el el 56% veía con buenos ojos a los gobiernos verdaderamente democráticos, mientras que un 27.6% deseaba una aplicación inmediata de la sharia28. Este proceso de democratización es complementado por el renacimiento islámico. Si bien en la historia moderna cobra gran

auge el renacimiento islámico ante el avance imperialista del siglo XIX este movimiento no es nuevo pues los movimientos de renovación desde dentro surgieron en el mismo siglo que la fundación del Islam29. Así, como acabamos de ver para la democracia, es también para el fundamentalismo a partir de la pérdida de influencia de los radicales cuando vuelve la dicusión en la década de los setenta sobre el papel del Islam30. En la década de los ochenta ante el fracaso de los modelos modernizantes cobra gran fuerza el movimento de una forma radical, impulsado por el triunfo de la revolución en Irán. Como condiciones tenía los fracasos de los políticos de turno, la corrupción, los disturbios sociales y los reveses económicos. Su éxito radicó en la sencilla identificación que podía tener un creyente con una ideología de la cual hace parte. Marx, en últimas, era extraño para muchos; la mezquita y las escuelas han sido un gran medio de difusión e inclusive varios estados los habían apoyado, para contrarrestar las fuerzas de izquierda, fueran mar-xistas o nacionalistas como por ejemplo, Israel en su enfrentamiento con la OLP. El renacimiento islámico como ideología política sigue siendo una fuerza a pesar de las diversas persecuciones que han sufrido en Argelia, Egipto, Jordania, Siria, Arabia Saudita, Irak, Líbano y Túnez. A finales de la década de los ochenta se vislumbraba una nueva fase: muchos fundamentalistas transitaron del radicalismo a la moderación y se insertaron en la legalidad. Además, el "establishment" los aceptó. Las élites dominantes comprendieron que para cualquier tipo de reforma se necesita el apoyo de otros sectores de la sociedad civil. Por fin se reconoció la importancia de estos movimientos. Un desgaste por parte de las instituciones daría lugar a nuevas formas de cooperación. Así, por un lado, los fundamentalistas tendrían que asumir una responsabilidad en los mútiples problemas del país y por el otro, su inserción en la legalidad contribuiría a fraccionar el movimiento. Michael C.

26. R. Badry: Die zeitgenóssishe Oiskussion um den islamischen Beratungsgedanken (Shura) unter dem besonderen Aspekt ideengeschichtlicher Kontinuitáten und Diskontinuitáten. Tubinga, 1992 (manuscrito inédito) citado por Peter Pawelka: Der Vordere Orient und die Internationale Politik. Stuttgart, Kohlhammer, 1993. pp. 167-168. 27. Sobre los diferentes procesos de democratización véase Michael Hudson, "After the Gulf War. Prospects for democratization in the Arab World", Middle East Journal vol. 45, No. 3; Esposito y Piscatory, op. cit., y Muhammad Muslih y August Richard Norton: The Need for Arab Democracy. En: Foreign Policy, No. 83, verano de 1991. 28. AbuKhalil, op. cit., p. 31. 29. Para una visión histórica sobre los diferentes movimientos fundamentalistas a través de la la historia del Islam, véase Dilip Hiro, Holy Wars. The Rise of Fundamentalism. Routledge, Nueva York, 1989. 30. Sobre las diversas controversias en la década de los setenta véase Fouad Ajami, Los árabes en el mundo moderno. Su política y sus problemas desde 1967, México, FCE, 1983.

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Hudson afirma que se llegó a la necesidad de ampliar la base social por el hecho de que, por un lado, la legitimación de los gobiernos tiende a desvanecerse cuando los problemas regionales no se resuelven y por el otro, por el impulso de Occidente y la impotencia ante el.31 Para Robert Bianchi la razón por la cual Mubarak decidió pactar con los fundamentalistas fue porque eran considerados como la continuación de los movimientos reformistas religiosos de larga duración los cuales son totalmente egipcios y contenían muchos elementos compatibles con el desarrollo del capitalismo y la democracia32. A los movimientos se les ha reconocido el "nativismo", la idea de que las fuerzas fundamentalistas no fueron creadas por Irán-si bien este país los ha financiado en el Líbano, Irak y Arabia Saudita- sino que responden a condiciones locales. Con la moderación de Irán, los radicales islá micos tendieron también a moderarse. La admira ción por la revolución iraní decayó. Para muchos se trataba de una revolución exclusivamente shiita. Y como el establecimiento de una teocracia rígida no parecía vislumbrarse a largo plazo los diferentes gobiernos, de una u otra manera, han resuelto res ponder a este desafío. Definitivamente la flexibili dad de ambas partes, gobiernos y fundamentalistas lo ha hecho posible. Ambos han comprendido el desgaste de la continua confrontación -no se trata ya de imponerse de una manera violenta sino de buscar nuevas salidas.

Al parecer la guerra conduciría a transformaciones. El corresponsal del New York Times, Youssef Ibrahim, afirmó que desde la invasión de Kuwait, el gran tema sobre el cual escritores y comentaristas en los medios estaban prácticamente de acuerdo era la necesidad de democracia y libertad.33 Pero la guerra no aceleró este proceso. En Egipto, si bien los fundamentalistas protestaron enérgicamente contra la presencia de tropas extranjeras, la presión de Arabia Saudita -su máximo apoyo- los hizo silenciar. Así, no hubo grandes cambios. En Jordania, donde tenían una gran presencia en el interior del Estado, también fue obstaculizada su

protesta para que Jordania no aceptara el plan de paz de los americanos. Sin embargo, después de las guerra el rey promulgó una Carta Nacional que instauró el pluripartidismo y la igualdad de derechos, continuando así el proceso democrático. En Argelia se sintió la presión de los fundamentalistas durante la guerra en apoyo a Irak, sin embargo después de ésta y a pesar de que ganaron las elecciones, fueron perseguidos. Fue así que se detuvo el proceso democrático, lo cual contituyó la única consecuencia de la guerra que tuvo un impacto limitado. Las disparidades socioeconómicas y la intransigencia del Estado vol vieron a disparar el proceso. En el caso de Arabia Saudita y Kuwait, si bien no hubo gran presión fundamentalista, se conservó el status quo ante, a pesar de que el rey saudí promulgó una Ley Funda mental en marzo de 1992. Yemen, cuyo proceso democrático se inició a partir de su reunificación (1990), se enfrentó a graves problemas causados por la masiva expulsión de Arabia de sus connacionales (Yemen se opuso a la coalición internacional) lo que condujo a una gran pérdida de recursos derivados de los giros de éstos desde el exterior, como también a su difícil absorción por la débil economía yemenita. En éste, al igual que en los otros casos, la guerra no parece haber causado un gran impacto a corto plazo. De todas maneras, para apuntalar una democracia es necesario sobreponerse a una gran cantidad de problemas en el largo plazo No se puede hablar de un desarrollo lineal. Las disparidades socioeconómicas son un obstáculo: hay un sinnúmero de sectores marginados. Una verdadera democracia podría producir movimientos que no favorecerían a Occidente. Este, por su lado, no tiene gran interés en promoverla. Ante el golpe en Argelia en enero de 1992 fue notorio su silencio. Y en el Golfo, siempre y cuando el petróleo esté en manos de sus aliados, no tiene por qué preocuparse. VI. ESTADOS UNIDOS, OCCIDENTE Y EL "NUEVO ORDEN" La guerra consolidó definitivamente a las dinastías del Golfo en su función de mantener el status

31.Hudson, op.cit., p. 425. 32.Véase Robert Bianchi, "Islam and Democracy in Egypt", Current Affairs, febrero de 1989. 33.Youssef Ibrahim, "The Rulers Will Have to Face the Music", The New York Times, febrero 24 de 1991.

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quo petrolero. El "nuevo orden" está más bien enmarcado dentro de lo que Georges Corm llama los nuevos hábitos de dominación neocolonial. La guerra se hizo para mantener el status quo petrolero vigente desde que Arabia Saudita abandonó la solidaridad con la OPEP en 1977 y elevó su producción. Ello produjo una baja significativa de precios la cual benefició a los países del Norte. Se hizo evidente que ni la OPEP ni las fuerzas del mercado determinaban el petróleo. Irak deseaba asumir ese papel regulador. En ese sentido lo que se manifestaba era una continuidad igual a la que representaba la permanencia de Hussein en el poder. Los estadounidenses no lo derrocaron porque necesitaban justificar su presencia en el Golfo. Irak logró convertirse en un factor de unificación alrededor de un enemigo, papel que jugó la URSS en su época. Irak quedó suficientemente débil como para que el Golfo se conservara para Occidente. ¿Donde estaría el nuevo orden? Se trata de una pax americana a mediano plazo. Según PaulMarie de la Gorce ahora más que nunca los norteamericanos reforzarán su hegemonía en lugar de iniciar una gestión democrática. Dos documentos del Pentágono de comienzos de 1992 lo confirman34. La presencia de Estados Unidos ha aumentado en forma cualitativa: del control indirecto ha pasado a un control directo que no permite un consenso regional. Su presencia se ha legalizado: en 1991 se firmó un pacto de seguridad a 10 años con Kuwait, Bahrein y Arabia Saudita. Se incluyeron grandes contratos de compra de armas. La mancuerna de los estados dinásticos del Golfo con los americanos imposibilita el surgimiento de un órgano de seguridad colectiva. Por consiguiente, no se logró un consenso regional. Prima la desconfianza y la miopía; y los Estados Unidos y sus aliados mantienen fragmentada la región. De la Declaración de Damasco, que proponía estacionar tropas sirias y egipcias en el Golfo, no quedó nada. Este inicio de seguridad colectiva fracasó. No obstante, por otra parte, los problemas internos de los Estados Unidos son inmensos35

¿Qué tanto podrá continuar siendo la única superpotencia ante la competencia de Europa léase Alemania- y el Japón? Los Estados Unidos, por ahora, no tiene rival hegemónico y con la desaparición de la URSS se pueden dar el lujo de ser menos sensibles a los problemas de los países de la región. ¿Y qué hay del nuevo orden proyectado? Des pués de la victoria, en marzo de 1991 el presidente norteamericano anunció un nuevo orden internacio nal para el Medio Oriente en donde no habría más agresión y la disparidad entre pobres y ricos desa parecería. Pero no se mencionó la promoción de la democracia, como sí se hizo cuando se trataba de Europa oriental -aunque supuestamente ese era el gran fundamento del nuevo orden de la posguerra fría. Se habló de incrementar la prosperidad y la libertad económica, pero la idea de un banco árabe se desvaneció rápidamente. El derecho a intervenir fue legalizado. Para reclamarlo, sin embargo, hubo que demostrar que la intervención es conveniente. Ya en la inmediata posguerrra esta opción mostraría sus defectos. Cuando a principios de 1991, estalló la revuelta shiita en el sur del Irak, en parte impulsada por los estadounidenses, quienes instaron a dicho grupo a derrocar a Hussein, se decidió no intervenir, pues era considerado un asunto interno. La rebelión fue aplastada por Irak. Pero cuando los kurdos se amotinaron en el Norte y los ejércitos iraquíes los atacaron, haciendo que miles de ellos huyeran despavoridos, las potencias intervinieron para brindar ayuda humanitaria en nombre del derecho internacional y de los derechos del hombre. Esto nos lleva a otro problema acuciante: la lastimosa situación de la etnia kurda. Deseosos de un Estado independiente, lograron fundarlo, más sólo existió cortamente ya que fue reprimido violentamente por Irán, bajo la anuencia de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. La guerra del Golfo contituyó entonces, una oportunidad para los nacionalistas kurdos. Ante la hipotética debilidad de Irak, la posibilidad de una intervención directa por parte de Occidente y la propaganda americana, vía La Voz de América, que instaba a los kurdos a la insurrección, estos se alzaron en armas nuevamente. Masacrados por Hussein, detenidos

34. Véase Paul-Marie de la Gorce, 'Washington et la maitrise du monde', Le Monde Diplomatique, abril de 1992. 35. Véase Paul Kennedy, Aufstieg und Fall der GróBen Máchte: Ókonomischer Wandel und militárischer Konflikt von 1500 bis 2000. Frankfurt am Main, Fischer, 1992, pp. 758-787; Marie-France Toinet, "Comment les Etats-Unis ont perdu les moyens de leur hégémonie", Le Monde Diplomatique, junio de 1992.

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por los turcos nadie salió a defender sus válidas propuestas nacionales. El "nuevo orden" internacional no los incluía. Los Estados Unidos tomaron una posición tradicional en lo que atañe a la cuestión del armamentismo. Consistía en evitar un rearme de las potencias regionales enemigas y a su vez no debilitar a los aliados regionales. El negocio es bueno y beneficia a los productores, por ello resulta imposible imponer un verdadero desarme. En octubre de 1991 los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU acordaron ciertos parámetros para la transferencia de armas pero con muchas contradicciones e imperfecciones.36

el orden tradicional que le conviene a Occidente y a sus aliados que no desea ser cambiado. La Conferencia de Madrid alcanzó ya un logro al contribuir a la paz, pero no se vislumbran grandes proyectos de solución para los otros problemas. Solucionar los conflictos palestino-israelí y árabe-r israelí es parte de la pax americana. Un verdadero nuevo orden, con participación de sectores radicales o con alianzas globales desestabilizaría la región y por lo tanto no le interesa a quienes desean el status quo. Finalmente, como están las cosas, los Estados Unidos mantienen la estabilidad de sus aliados re gionales.

La cooperación interárabe -la cual se ha manifestado como ayuda de los países ricos a los pobressufrió un gran impacto. La expulsión de cientos de miles de las monarquías representa un gran revés VII. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS para esa tradicional ayuda regional y tal vez podría desestabilizar a Yemen, Jordania o Egipto, además Los problemas de Medio Oriente que de que continúa aumentando la desconfianza entre comenzaron con la llegada del imperialismo a las dinastías del Golfo y los países del Mediterráneo. finales del siglo XVIII y que sufrían el impacto de la segunda guerra del Golfo aún siguen La guerra logró polarizar al mundo árabe, lo que vigentes: la modernización, el nacionalismo, el hizo declarar a muchos que estaban naciendo nueIslam y la democratización, las rivalidades vas relaciones internacionales -además de que alguinterárabes y la intervención extranjera. nos señalaron la caída definitiva del nacionalismo. El hecho de que los estados del Golfo lograran el Tres años después de terminar el conflicto, apoyo de Egipto se consideró un punto de inflexión, el nuevo orden proclamado se parece más al pero el hecho de que estos estados iniciaran arreglos viejo. bilaterales de defensa con Estados Unidos, demuestra claramente que la alianza de la guerra fue basLa crisis y posterior guerra del Golfo tante coyuntural. Las tensiones interestatales son un imposibilitaron una transformación brusca. Le continuum. Está claro, tal vez hoy más que nunca, resolvieron problemas a Occidente como el del que las verdaderas alianzas regionales no son posipetróleo, protegiendo a sus aliados del Golfo y bles. asestando un golpe a los intentos hegemónicos de Bagdad. Se frustraron las expectativas de La guerra fue el gran disparador de la Conferenaquellos sectores animados por el nacionalismo cia Internacional del Medio Oriente. Si Hussein no árabe radical y se mostró que contra el llamado invade Kuwait, ¿hubiera tenido lugar la Conferennuevo orden es imposible contraatacar. Aunque cia? Visto así Hussein logró una parte de su comede gran impacto, la guerra produjo tensiones y tido. conflictos y removió estados y economías, pero no condujo al proclamado nuevo orden Las exigencias de democracia y las actuaciones internacional. ¿Porqué? ¿Cómo fue posible que del fundamentalismo que se hicieron sentir durante del gran impacto no quedaran, por lo menos en la guerra revistieron gran importancia: la guerra el corto plazo, nada más que tensiones intensificó las actitudes críticas, como las que cuesinternacionales, cenizas, refugiados, represión y tionan la arrogancia kuwaití, el imperialismo, la deudas, pero ningún proyecto que asegurara por culpabilidad de Estados Unidos e Israel al no soluejemplo, que los inmensos recursos petroleros cionar la cuestión palestina. Parecería que estaban fueran utilizados para contribuir a disminuir por trascender nuevas urgencias. tensiones sociales o que algún tipo de democracia renovara la región? Porque este es

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Para terminar, intentemos señalar algunas pers¬pectivas. Es palpable la necesidad de desarrollo. Esto se manifiesta a través del resentimiento de amplios sectores contra los ricos emires, la gran disparidad entre los ingresos per cápita de los países pobres y ricos (Yemen 430 dólares y EAU 15.770) y al no haber perspectivas de dismunuirlas, las ten¬siones continuarán. Siempre y cuando exista el sub-desarrollo, existirán países dispuestos a una acción como la de Irak. Además, la gran posibilidad de hacer del petróleo una fuente de desarrollo para la región, se esfuma cada vez más. Las bajas en los ingresos se deben a la caída de los precios a partir de mediados de 1986 puesto que Estados Unidos presionó a sus aliados regionales para que mantu¬vieran la producción alta. Además los nuevos aran¬celes sobre productos petroleros de lo países consu¬midores implicaron que las ganancias se transfirieran a los países consumidores, lo cual sig¬nificó para muchos una deuda externa. La OPEP es un mero recuerdo. La primera y segunda guerras del Golfo causaron grandes pérdidas. No se definió ningún plan para aliviar el subde-sarrollo, ni para atenuar la diferencia entre los po¬bres y los ricos de cada país, menos entre países pobres y ricos. La idea de fundar un banco árabe no pasó de una idea. Las tensiones sociales continua¬ron. Con un crecimiento demográfico alto, con tan¬tos expatriados, el problema podrá empeorar. El masivo desempleo a causa de los miles de expatria¬dos en Yemen, Jordania y Egipto, ¿contribuirá a desestabilizar el respectivo país estropeando los procesos de democratización? Como resultado, la democracia es una posibilidad cada vez mas lejana. En la región del Golfo, por falta de consenso, se mantiene marginados a aquellos que tradicional-mente han sido las potencias regionales: Irán e Irak. ¿Un error histórico? Seguramente esto tiene la fun¬ción de justificar la presencia de Estados Unidos y mantener dividida la región. La gran influencia de Occidente continuará. De nuevo se ha demostrado su superioridad. Un mundo desintegrado se convierte en un objeto de conquista fácil y más dependiente que nunca de la

protección de Estados Unidos. Es posible que no sea fácil imponer condiciones a largo plazo si se tienen en cuenta, además, variables que producen desconten¬to como por ejemplo, la humillación, la desilusión, la desigual distribución de la riqueza a nivel regional y nacional, la represión, los regímenes autoritarios, la impotencia militar ante Israel, etc. La presencia de Occidente se ha legalizado mediante una serie de pactos militares y a través de la ONU. El orden petrolero se convierte en defensor de sistemas polí¬ticos y de sociedades obsoletas. Con aires de triunfalismo, los medios de comu¬nicación norteamericanos insistían en que los Esta¬dos Unidos gozaban más que nunca de gran presti¬gio y credibilidad en la región. Pero no hay que olvidar que la división del mundo árabe a partir de la guerra, cuando Argelia, Jordania, Libia, Yemen, Sudán, Túnez y la OLP votaron en contra del envío de tropas occidentales, hace que la unanimidad no sea tan unánime. La verdad consiste más bien en que esa credibilidad es válida entre los reyes, emires y aquellos países que buscan la protección occidental. En una encuesta realizada en septiembre de 1991 en los territorios invadidos por Israel se señala que el 93.1% no confía en las intenciones de paz de los Estados Unidos. De aqui se puede deducir que esta desconfianza también está presente en otras pobla¬ciones árabes.37 El gran castigo que se ha impuesto a los iraquíes podría agudizar la tensión Norte-Sur ahora que la bipolaridad ha cedido ante la unipolaridad. Después de todo, no solamente Irak se siente castigado. Cabe preguntarse si el tremendo castigo a Irak no causará resentimiento y un renacimiento de la violencia. La ONU decidió unilatelalmente una nueva frontera IrakKuwait. Ningún gobierno iraquí se dará por bien servido pues Irak quedó definitivamenta sin salida al mar. Futuros proyectos expansionistas como los de Hussein están destinados al fracaso. No es posible hacerle frente a los designios de los más poderosos. Con el final de la guerra fría se perdió la posibilidad de aprovechar las rivalidades entre las superpoten-cias para ganar espacios y recursos.Todavía existe un problema de percepción para políticos, observa¬dores y periodistas. Existe la tendencia tanto a per¬sonificar los problemas como a satanizar a los líde¬res que no se identifican con los intereses

37. Abukhalil, op. cit., p. 25.

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occidentales. Este o aquél líder son los culpables. Sin embargo, los problemas de la región no se solucionan simplemente con la caída de un líder o con una gran guerra en pro de una supuesta democratización. Los sistemas imperantes, ya sean monarquías o regímenes semi-liberales prooccidentales o autoritarios, han producido grandes desigualdades, todos ellos con el apoyo de una potencia extranjera. Al fin y al cabo, hacen parte de un sistema internacional que reproduce las desigualdades y desequilibrios a nivel regional. Dado que el llamado nuevo orden es la continuación de ese sistema, será difícil encontrar verdaderas soluciones a largo plazo. Con o sin Hussein en el poder, lo que él representa continúa vigente. ¿Habrá futuras revueltas populares que desestabilicen los países? Lo que tal vez necesitan es un disparador. ¿Podría ser el fracaso de la Conferencia de Madrid? o ¿la falta de propuestas para solucionar tantos otros problemas? o ¿el deterioro de situaciones nacionales como la de

Jordania, donde la presión de miles de repatriados resulta intolerable? o ¿en Yemen, donde es cada vez más difícil de absorber a los miles de trabajadores expulsados de los países del Golfo, quienes además con sus remesas de dinero contribuían con la mitad de las divisas del Yemen? El Medio Oriente, como cualquier otra parte del mundo, desea hallar una solución para los más diversos tipos de problemas. La solución no podrá ser simultánea, pero si se pueden comenzar a plantear acercamientos multiestatales, que sean flexibles, globales y con miras a lograr soluciones paulatinas. Un nuevo orden debería ser más justo, democrático, estable y basado en el derecho. Pero por ahora todo seguirá manteniendo una constante. La conferencia de Madrid solo inició la solución de un problema -el palestino-israelí- y continúa debatiendo otro -el árabe-israelí-, y ¿los otros problemas?

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EL "BELLO SEXO" Y LA FAMILIA DURANTE EL SIGLO XIX EN COLOMBIA. REVISIÓN DE PUBLICACIONES SOBRE EL TEMA Suzy Bermúdez, Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes

Introducción i bien hasta hace unos pocos años no existían en el país publicaciones históricas que tuvieran en cuenta las relaciones de subordinación por género en Colombia, se puede afirmar, que hoy ya contamos con un buen número de trabajos que se centran especialmente en los siglos XIX y XX, y por lo tanto facilitan la reflexión en particular sobre la condición de las mujeres del común y especialmente sobre los temas que los investigadores han escogido analizar.

S

Tal como se señaló en una reciente publicación, "la historia en Colombia se encuentra "rezagada" frente a disciplinas como la economía, la sociología, la antropología y la psicología, donde la problemática femenina se ha discutido desde el decenio de los setentas, por lo menos entre ciertos grupos. Como posible razón de esta diferencia se puede plantear que tanto en sicología como en sociología y en la antropología, aspectos como la pareja, la organización social, la familia y el parentesco, han sido tradicionalmente estudiados y por consiguiente la variable género se ha tenido en cuenta, aunque desde una perspectiva descriptiva y masculina, antes que una conciente aproximación a los estudios de género. En disciplinas como la historia, estos temas han sido tratados con menos frecuencia. Fuera de esta razón pueden existir otros motivos tal vez relacionados con los intereses de los movimientos feministas en el país, la visión un tanto "conservadora" de los historiadores en este campo, etc."1. El

actual interés de los historiadores por recuperar el pasado desde una óptica de lo cotidiano y por realizar investigaciones en el campo de las mentalidades, ha permitido que actores "invisibles" como la población femenina salgan a la luz y que instituciones como la familia se analicen a partir de nuevas ópticas. La importancia de abordar la historia desde una perspectiva de género es que las diferencias entre los sexos ya no se interpretan desde el terreno biológico y determinista, sino que se analizan desde el plano simbólico2. Es más, si bien la categoría género es occidental, puesto que aparentemente surge en la mentalidad de las letradas(os) que hacen parte del mundo capitalista, se constituye en una aproximación más global para estudiar el problema, por cuanto busca superar la visión dicotómica de los sexos; además, enfatiza la necesidad de estudiar no solo las relaciones que se establecen entre los varones y las mujeres, sino entre los varios géneros y en el interior de cada uno de ellos en el contexto de las relaciones patriarcales, imperialistas, clasistas, racistas, etc...3. Es decir, analizar las relaciones entre los sexos facilita igualmente entender desde otra óptica como existe un ligamen entre las diversas formas de poder en la sociedad capitalista y en otras estratificadas. Esta revisión de escritos en el campo de la historia y de la literatura cubre las publicaciones que han aparecido a partir de los ochenta, pues antes la

1 Bermúdez S., Hijas, esposas y Amantes, Ediciones Uniandes, Santafé de Bogotá, 1992, p.17. 2 Lamas, Marta, "La antropología feminista y la categoría "género" Nueva Antropología, revista de ciencias sociales, Vol.8, #30, México, 1987. 3 Bermúdez, op.cit.

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atención se centró en las heroinas como la Pola o Manuela Saénz, sin que se analizaran las relaciones patriarcales. Además se estudia la problemática de la población femenina, más que de la masculina o de los otros géneros, porque no se han realizado investigaciones que giren en torno al significado e implicaciones de ser varón, homosexual, lesbiana o transexual en el ayer. Se debe aclarar que sin estos trabajos es difícil interpretar seriamente la condición de las mujeres, pues se hace desde una óptica incompleta. El período cubierto es el XIX, dado que el siglo XX amerita una reflexión aparte. Revisando las publicaciones consultadas se puede apreciar, primero, que la mayoría de quienes se han interesado en el tema son mujeres y, segundo, que hay una notoria diferencia en la forma como ambos sexos han buscado recuperar, el pasado femenino. La mayoría de los varones han escrito sobre señoras o señoritas que sobresalieron como Soledad Román, Soledad Acosta de Samper, "las Ibañez" o "María", la famosa heroína de la novela de Jorge Isaacs. Por su parte las investigadoras se han preocupado por analizar como han participado las mujeres en las guerras de Independencia; cuál era la condición femenina en la vieja Santa Fé o en Antio-quia; qué pasaba con el "Bello Sexo" durante el "Olimpo Radicial"; o, qué tipo de legislación rigió para las representantes del "sexo débil" hace un siglo. En el contexto antes descrito, sobresale por su particularidad, un artículo de Juan Carlos Jaramillo sobre la Guerra de los Mil Días, en el cual no sólo estudia la participación femenina, sino también la infantil. Un hecho a reseñar es el creciente interés por el tema, que se demostró en el pasado Congreso de Historia de Colombia, llevado a cabo en Bucaramanga en 1992, donde dos de los simposios más asistidos fueron uno coordinado por el historiador Pablo Rodríguez donde la temática se centraba en la familia y el otro por el colega Jaime Borja sobre mentalidades, donde hubo análisis sobre los géne ros. En este artículo no se incluye un análisis de los trabajos presentados en esa ocasión por cuanto no han sido publicados. Bajo la coordinación de la historiadora Magdala Velásquez T., el año pasado, con auspicios de la Consejería Presidencial para la Juventud la Mujer y la Familia, se llevó a cabo la compilación de escritos de numerosas investigadoras(es) quienes elabora-

ron escritos sobre la historia de las mujeres en Colombia desde la Conquista hasta nuestros días. Infortunadamente este valioso trabajo aún no se ha publicado y por tal razón la información allí consignada tampoco se estudia en este texto. Siendo las investigaciones consultadas pioneras en el tratamiento del tema en el país, enriquecen la historia social del siglo pasado por la novedad e importancia de la problemática, porque en la mayoría de los casos las(os) autoras(es) utilizaron fuentes primarias. Sin embargo, debido a lo extenso del espacio y del período cubierto, en algunos de los trabajos se deben ver más sus planteamientos como hipótesis que abren caminos hacia futuras investigaciones de carácter más específico. En ese sentido es conveniente aclarar que si bien en países como Estados Unidos, Francia o en otros de América Latina como en México o Brasil se pueden identificar corrientes de interpretación entre los historiadores que se dedican a este campo, en el país ésto todavía no es posible por tratarse de un espacio tan nuevo. Sin embargo en la mayoría de los escritos consultados las(os) autoras(es) trabajan la problemática desde una perspectiva socio-cultural y en ocasiones sociopolítica, habiendo un notorio vacío, por ejemplo, en lo económico. Se busca entonces con este artículo presentar, de una parte, bibliografía reciente sobre el tema para que ésta sea utilizada tanto por investigadores como por profesores en sus cursos sobre historia y se vea como la nueva información lograda enriquece la historia social; de otra parte, señalar los aspectos más frecuentemente abordados en cada uno de los subperíodos estudiados por los autores e indirectamente mostrar vacíos. A continuación el desarrollo de este escrito se presenta en el siguiente orden: "La primera mitad del siglo XIX", en donde se estudia la condición femenina en el contexto de la renaciente sociedad patriarcal. "La segunda mitad del siglo XIX", subperíodo que ha sido más estudiado que el anterior y por tal razón ofrece la posibilidad de abordar temáticas más específicas, así: La familia o las familias durante el "Olimpo Radical" y la "Regeneración"; La población femenina desde la óptica del "Bello Sexo" o el de "la mujer". Posteriormente se introduce un apartado titulado "Períodos de Guerra: la Independencia y la Guerra de los

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Mil Días" buscando contrastar la documentación que existe sobre la población femenina y la infantil en circunstancias de conflictos armados con las de supuesta "paz". Para finalizar se presentan "Unas Ultimas Ideas". 1.0 PRIMERA MITAD DEL XIX De la bibliografía consultada, son contados los estudios que hacen referencia a estos años. Se tuvo acceso a dos publicaciones que señalan aspectos de los años inmediatamente posteriores a las guerras de Independencia4, pero de lo que sucede en los decenios posteriores se conoce muy poco, pues la información no solo es escasa, sino muy general, o bien circunscrita a localidades. Otra característica de los escritos es que los autores centraron sus reflexiones en las mujeres y en las familias de la élite. Por consiguiente, es necesario promover investigaciones para profundizar en la historia social del subpe-ríodo. Sin embargo hay algunas características que se pueden señalar. 1.1 La población femenina y la estructura patriarcal Magdala Velásquez Toro, en su reciente publicación "La condición jurídica y social de la mujer"5, menciona que a lo largo del siglo pasado, a la mujer se le consideraba como objeto sagrado o de placer; en el primer caso, se la visualizó como seguidora del modelo religioso, Virgen-madre, impuesto en el país con la llegada de los europeos. Bajo este patrón, ellas debían estar sujetas a la tutela de la comunidad (especialmente la masculina adulta), en calidad de esposa de Cristo y madre espiritual, o bien casada con un hombre renunciando a los mínimos derechos que tema en beneficio de su esposo. El segundo caso, o sea el de ver a la mujer como objeto de placer, se dio en particular con la población femenina que no pertenecía a la condición social ni étnica de los grupos dirigentes. La tesis antes expuesta, ratifica lo identificado para otros países de América Latina, en cuanto a que a partir del período Colonial se impuso una doble

moral en la forma de relacionarse los varones con la población femenina: una, adecuada para la esposa, la madre de los hijos "legítimos", la madre de los hijos que podían heredar, no solo riquezas sino prestigio social; otra aceptable para las amantes y las prostitutas, cuyos hijos, "bastardos", no tendrían muchas posibilidades de heredar bienes o prestigio social6. Sin embargo, se conoce igualmente que si en la cultura de la élite prevalecían esas imágenes contrapuestas del deber ser femenino, en lo cotidiano de la sociedad tal situación no era tan cierta. Para el caso de Santafé de Bogotá, en las recientes publicaciones de Duarte French7 sobre Las Ibañez y de Eugenio Gutiérrez Cely sobre el pasado de la capital, se aprecia que no todas las "señoras" y "señoritas" seguían fielmente lo establecido moral-mente por la sociedad civil y religiosa, pues la infidelidad y las relaciones sexuales sin haberse casado, ocurrían con alguna frecuencia. Prueba de esto es el alto índice de hijos "bastardos" que existían en el centro político y administrativo del país, en la primera mitad del siglo pasado, tal como lo demuestran quienes colaboraron en la investigación, a cargo de Gutiérrez Cely sobre la Historia de Bogotá en el segundo tomo. Esta información permite preguntarse qué era lo realmente "legítimo" e "ilegítimo" en la ciudad andina y en el país en general según el estrato social y el grupo étnico. La legitimidad ha sido por lo general interpretada desde las leyes, costumbres y mentalidad de los hegemónicos, pero ¿era esta la percepción del resto de la población? Alfonso López Michelsen en el prólogo a Las Ibañez, para darle alguna explicación a la disoluta sociedad descrita por Duarte French en su conocido ensayo histórico, plantea que, después de las guerras de Independencia, se dió un relajamiento de las costumbres existentes hasta fines del período Colonial, por los grandes cambios políticos, económicos, sociales y culturales vividos en la joven República.

4 Cherpak, Evelyn, "La participación de las mujeres en el movimiento de la Independencia 1780-1830', Asunción Lavrin editor, Mujeres Latinoamericanas. Perspectivas históricas, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 253-271 y Duarte French J. Las Ibañez, Bogotá, El Ancora Editores, 1987. 5 Velásquez Toro, Magdala, "Condición Jurídica y Social de la Mujer.", Nueva Historia de Colombia, Vol.4, Bogotá, Planeta, 1989, pp.9-61. 6 Lavrin, Asunción, editora, Las Mujeres Latinoamericanas. Perspectivas Históricas, Fondo de Cultura Económica, México, 1985 y Bermudez, Suzy, 'Mujer y familia durante el Olimpo Radicar Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1987.pps.57-90. 7 Duarte French, op.cit..

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Valdría la pena investigar si a fines del siglo XVIII se cumplía fielmente la normatividad impuesta, para verificar si realmente se dio tal cambio. En la publicación de las Ibañez, hay otros factores interesantes en las relaciones varón-mujer sobre los cuales se puede reflexionar, como por ejemplo, que la figura masculina del guerrero, el héroe de la Independencia, fue bastante admirada por la población femenina durante los años que cubre el escrito. Además, que si bien es cierto que la condición femenina era bastante limitada y dependía de las decisiones masculinas, en ocasiones, ellas utilizaron la "feminidad de la época" a su favor, tanto en el espacio público como en el privado, es decir que no fueron pasivas frente a las relaciones patriarcales existentes. No obstante, es necesario aclarar que las acciones realizadas por ellas, se orientaron más por obtener beneficios personales o familiares, que ayuda a un sector específico de mujeres o de hombres, o de la población en general. En Antioquia, de acuerdo con las descripciones realizadas por Patricia Londoño, la condición femenina y de la familia parece haber sido diferente. La autora señala en su publicación "Mosaico de Antio-queñas en el siglo XIX"8 que la forma como las guerras de Independencia afectaron a esa región fue menos intensa que en otros casos, aclaración que es conveniente tener en cuenta si se recuerda la hipótesis planteada en el párrafo anterior por López Michelsen para Bogotá, pues el orden social parece no haberse trastocado en Antioquia por los conflictos. Según Londoño, se pueden identificar a lo largo del siglo XIX dos tendencias en las relaciones entre los géneros que dependían de las actividades socioeconómicas desarrolladas en la región. Por un lado, en las zonas mineras, donde había más población de origen africano, la moral era más laxa y el proceso de mestizaje mayor. Por el otro, en las zonas de montaña, como Medellín o Santafé de Antioquia, las costumbres eran más puritanas y el proceso de mestizaje más débil. Nuevamente, en este trabajo al calificar la moral y las costumbres de la época la autora lo hace tomando como referente la cultura hegemónica. No se conoce la otra cara de la moneda y esto es lo que hay que investigar. A partir de los constrastes que se presentan entre Antioquia y la capital del país, vale la pena

preguntarse, fuera de la diferencia de la incidencia de las guerras de Independencia en los centros urbanos de Antioquia y de Cundinamarca, ¿qué otros factores influyeron, para que se conservara más fielmente la normatividad europea en el primer caso? Es interesante realizar esta comparación ya que, por ejemplo, se sabe que la presencia y dominación española fue más débil en los centros urbanos de Antioquia que en localidades de Cundinamarca como Bogotá. La comparación que establece Patricia Londo ño, entre zonas predominantemente criollas-no mi neras y las mulatas-mineras, corrobora la tesis planteada por Magdala Velásquez en cuanto a las dos formas de relacionarse los varones hegemónicos con la población femenina: una, la de la mujer "sagrada" y otra, la de mujer "placer", hecho que estaría vinculado a las diferencias sociales y étnicas de ambas zonas. Además, se puede igualmente presumir que existían varios tipos de normatividad durante la época en el país, situación que es bastante probable. Por consiguiente, es conveniente realizar futuras investigaciones que se orienten a identificar no solo subculturas en esos años, sino, también como se relacionan las mismas con las normas establecidas por la élite. Otro de los temas tratados por las(os) autoras(es) que trabajan este período es el de las activi dades realizadas por las mestizas y las criollas. Si bien el hogar siguió siendo el centro de sus vidas pues así lo establecían las leyes, la iglesia católica y la cultura dominante, para algunas de ellas no fueron las únicas acciones llevadas a cabo. Evelyn Cherpak en su escrito antes citado sobre "El movimiento de la Independencia de la Gran Colombia" describe como las mujeres fuera de estar al frente de sus casas, solicitaban al gobierno protección para sus bienes y el mantenimiento de los mismos, pues la pobreza en que muchas vivían después de los conflictos armados era bastante notoria. A la anterior situación se sumaba, según la autora, que muchas quedaron viudas, a cargo de sus hogares. Los gobiernos como respuesta frente al hecho antes descrito establecieron fondos de pensiones para atender a los descendientes de los servidores de la patria, a los soldados y a sus viudas. Sin embargo, debido a la bancarrota en que se encontrá-

8 Asociación de colombianistas norteamericanos, Revista de Estudios Colombianos, #5, Bogotá, 1988, pp. 23-35.

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ba el fisco, no siempre los políticos pudieron cumplir con lo establecido. Cherpak menciona, al respecto, que el tratamiento de los gobernantes para con las mujeres realistas, fue diferente que el dado a los varones: "era evidente que la galantería hispánica estaba presente en los decretos de Bolívar dt confiscación de bienes"9. Se legisló para que ellas conservaran los bienes que habían heredado, así como los que constituían su dote; además, se reglamentó para que pudieran regresar al país, a reclamar sus propiedades sí habían emigrado durante el período de guerra. Estas leyes sobre confiscación según Cherpak, tuvieron fuerte oposición, por ende persistieron sólo hasta 1830. Sobre este mismo tema en la Bogotá decimonónica de comienzos de siglo y en los centros urbanos de la montaña antioqueña, la imagen que se tiene es que las criollas y mestizas cuando no permanecían en sus casas realizando las labores propias de su sexo, asistían al culto católico o visitaban a sus amistades. Fueron pocas las que realizaron actividades fuera del espacio doméstico diferentes a las antes descritas, y en algunos casos a administrar misceláneas como se describe en el ensayo de Duar-te French. Por el contrario, la condición de las mujeres de los sectores más pobres hacía que ellas trabajaran permanentemente fuera de sus hogares10. 1.2 Derechos femeninos Los derechos de la población femenina, a comienzos del siglo, siguieron siendo los mismos que tenían a fines del período Colonial, si bien, muchas habían peleado hombro a hombro con los héroes de la Independencia, para lograr la emancipación de las jóvenes Repúblicas. Cherpak afirma al respecto que es probable que algunas de las pocas mujeres que habían recibido una educación semejante a la masculina criolla, se cuestionaran tal injusticia o, mejor, desearan seguir participando en el espacio político público, como le sucedió a la hermana preferida de Bolívar, María Antonia. Pero, según la autora, lo que prevaleció fue la no existencia de una conciencia femenina para exigir que sus derechos de género se modificaran. Como prueba, Cherpak menciona que en las Constituciones de Angostura (1819), Cúcuta (1821) y en la de Colombia (1830) "algunas mujeres indudablemente llenaban los requisitos pa-

ra la ciudadanía y para el voto, puesto que de acuerdo con la letra de la ley el sexo no era impedimento"11. Pero, tal como se mencionó antes, el contexto histórico en el que vivían dificultaba cuestionar las jerarquías patriarcales apoyándose en la legislación, pues las constituciones y leyes reflejaban el pensamiento de los varones no obligatoriamente el de ellas. Después de la Independencia, el único cambio favorable para la población femenina fue, un mayor interés por educar a la mujer siguiendo el modelo occidental por parte de los dirigentes políticos de la nueva República. Pero fue sólo a partir de la segunda mitad del siglo que se empezaron a implementar reformas notorias al respecto, en ciertas regiones del país. La información presentada en este apartado, muestra que después del período conocido en Colombia como la "Independencia", dicha independencia (si es que realmente la lograron) fue principalmente alcanzada por los varones criollos, es decir por una minoría. Las relaciones patriarcales, racistas y clasistas que se impusieron en el territorio con la llegada de los conquistadores persistieron (si bien bajo condiciones diferentes) después de los conflictos armados. Las mayorías, siguieron subordinadas por quienes asumieron el reto de construir la nueva patria y ellos eran letrados que difícilmente consultaban al resto de la población. Su mentalidad estaba más vinculada a las sociedades en proceso de industrialización de Europa y Norteamérica que a las formas alternas de deber ser y de ser, que existían al interior de esa patria que se estaba construyendo. Tal como lo plantea Javier Ocampo López, la independencia fue entonces un cambio marginal pues no hubo variaciones que modificaran al estructura total de la sociedad. El autor escribió al respecto: "Cuando los cambios son profundos o hacen impacto en la estructura total de la sociedad, ocurre la revolución total o radical; y cuando son parciales en una de las estructuras, o son graduales a través de un proceso, se presenta la revolución parcial o el cambio marginal. Este último tipo de cambio fue el que se presentó en la revolución de Independencia de Colombia, con mayor repercu-

9 Cherpak E., op. cit., p.265. 10 Londoño P., "La mujer santafereña en el siglo XIX", op.ctt. y Duarte French, op.cit. 11 Cherpak, op.cit., pp.267-268

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sión en la estructura política y cambios parciales y graduales en los demás aspectos de la vida de la sociedad."12. En ese sentido, vale la pena cuestionarse hasta donde es conveniente seguir llamando el período "Independencia", si lo que va a ocurrir a partir de mediados del siglo es que facciones de esas mismas élites libertadoras van a establecer un "Nuevo Pacto Colonial" con las burguesías europeas y estadounidenses como llama el subperíodo Halperín-Donghi13; van a iniciar una nueva etapa de "Expansión hacia afuera" y cuando lo hacen "hacia adentro" es porque los intereses o la valoración del "afuera" lo requiere. Así denominan estos decenios Femando H.Cardozo y Enzo Faletto; o bien se da el "Arranque del proyecto oligárquico" y no el arranque de los proyectos del resto de la población como titula Marcelo Conmagnani,14 los años en cuestión. ¿No será que seguir períodizando la historia a partir de imaginarios que enfatizan logros de minorías, limitan el desarrollo de las mayorías? 2.0 LA SEGUNDA MITAD DEL XIX A partir de mediados del siglo, se inician dos subperíodos en la historia nacional que tienen una incidencia significativa particularmente en las mujeres de los centros urbanos y en aquellas regiones rurales cuya producción estuvo ligada a la economía de exportación. El primero de ellos es el que ha sido llamado el "Olimpo Radical" porque en su transcurso predominaron gobiernos de corte liberal y se realizaron una serie de reformas que buscaron acabar con las prolongaciones del Estado Colonial que no permitían adecuar el país a las nuevas circunstancias que requería el desarrollo del capitalismo. Entre otras medidas, se estableció el federalismo y el libre comercio, se separó la Iglesia Católica del Estado, se desamortizaron las tierras de la Iglesia y de los resguardos, se abolió la esclavitud, se instauró la

libertad de prensa... Debido a estas reformas hubo varias guerras civiles en esos años. Además, cabe señalar que entre 1849 y 1885 se dió el crecimiento de exportaciones como tabaco, añil, quina y un poco más tarde el café15. El segundo subperíodo es el que se ha denominado "La Regeneración". El ideólogo fue Rafael Núñez. Se caracteriza por la creación de una política diferente, de corte centralista y donde predomina el fortalecimiento del estado. Se acabó el federalismo, hecho que facilitó el desarrollo de empresas que coincidían con los intereses de los agroexportadores, como la creación de ferrocarriles. Se buscó más la intervención de los gobiernos en la economía y el debilitamiento del laisser-faire que había prevalecido en los años anteriores. El orden social fue entregado al control de la Iglesia Católica, institución que se fortaleció de nuevo, después de los ataques recibidos durante la hegemonía liberal. Finalmente, se creó una fuerza militar organizada para garantizar la ejecución de los proyectos centralizadores16. Teniendo en cuenta lo antes expuesto, a continuación se presentan los cambios identificados para las familias y la población femenina en el curso de la hegemonía liberal y más tarde la Regeneración. 2.1 ¿La familia o las familias? Las investigadoras que se interesaron en identificar el debe-ser de "la familia", se basaron principalmente en la legislación civil, en la legislación penal y en las constituciones que se dictaron en la República durante la época, para empezar a conocer la normatividad jurídica, y en parte, la mentalidad de quienes apoyaban dichas normas, o sea, principalmente, los grupos en el poder que eran la minoRía 17 En una pasada publicación, titulada "Debates en torno a la mujer y a la familia en los Constituyen-

12Ocampo López J., El proceso político de la Independencia, 1989, Nueva Historia de Colombia, op. cit., p. 198,8, Asociación de colombianistas norteamericanos, Revista de Estudios Colombianos, #5, Bogotá, 1988, pp. 23-35. 13Halperin Donghi, Tulio, Historia Contemporánea de América Latina, Bogotá, 1979. 14Carmagnani, Marcello, Estado y Sociedad en América Latina, 1850-1930, Ed.Gríjalbo, Barcelona, 1984. 15Meló J., "La evolución económica de Colombia 1830-1989", Nueva Historia de Colombia, op. cit.; Jaramillo Uribe, Jaime, "El proceso de Educación de la República (1830-1886)", Nueva Historia de Colombia, ibidem., Kalmanovitz Krauter, Salomón, "El régimen agrario durante el siglo XIX en Colombia' ídem, y Díaz Díaz Femando, 'Estado, Iglesia y desamortización' Ídem. 16Tirado Mejía, Alvaro, "El estado y la política en el siglo XIX", Nueva Historia de Colombia, Ídem., Meló J., op.cit. y Jaramillo J., op.cit. 17Bermúdez, Suzy, 'Mujer y familia durante el Olimpo Radical", op.cit. y Velásquez Toro, Magdala, "Condición Jurídica y Social de la Mujer" en Nueva Historia de Colombia, op. cit., pp.9-61.

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tes de 1886", se señala que el concepto de familia que existió en la segunda mitad del siglo pasado no cambió sustancialmente frente a lo que había prevalecido en los decenios anteriores: las familias debían establecerse a partir del matrimonio católico e indisoluble. Sin embargo, se presentaron en el transcurso de esos años una serie de variaciones que tuvieron incidencia en la mentalidad de la época. 2.1.1 El Olimpo Radical Tanto en el trabajo antes citado como en el escrito de Magdala Velásquez Toro "Condición jurídica y social de la mujer"18, se menciona que entre 1853 y 1856, en los estados de Magdalena, Bolívar, Panamá y Santander se reconocía el divorcio a petición de los cónyuges. Así, la alianza matrimonial de acuerdo con Velásquez Toro, se realizó según el criterio de los contrayentes y, por consiguiente, durante estos breves años se propuso no seguir viendo esta institución como un contrato divino e indisoluble sino como un contrato social. Bermúdez señala que si bien es cierto que esto fue lo que rigió legalmente, es probable que muchos liberales en su vida cotidiana no vieran así el matrimonio. Por eso, propone realizar estudios que permitan conocer sí los colombianos de la época, y en particular los liberales promotores de la reforma utilizaron los cambios para establecer nuevas relaciones familiares, casándose por lo civil o bien divorciándose. Se cree que es probable que se hayan presentado algunos casos, por cuanto Magdala Velásquez T., en su análisis sobre los derechos civiles menciona las drásticas medidas asumidas por los regeneradores frente a este tipo de matrimonio. Otra de las variaciones que se señalan para esos años, es que el amor fue uno de los sentimientos que se empezó a valorar en las relaciones varón-mujer para que hubiera matrimonio y para que este persistiera. Este aspecto es importante, porque durante la Colonia, las alianzas matrimoniales no siempre tenían en cuenta este tipo de sentimientos entre la pareja 19 Justamente en este nuevo contexto, Jorge Isaacs decidió escribir la famosa novela 'María', que se convertirá en una de las obras más leídas del mo-

mento. Autoras como Silvia Molloy mencionan que Isaacs, siguiendo la mentalidad romántica de la época, describe la familia como un paraíso perdido, como un espacio donde el amor idílico de pareja jugaba un papel central en la juventud. Los análisis que especialistas en literatura han realizado sobre esta novela ayudan a los historiadores a conocer la mentalidad de sectores de élite, quienes añoraban un pasado patriarcal donde no predominaban las guerras civiles o los conflictos entre la Iglesia y el Estado. Por consiguiente, se considera perentorio que historiadores y especialistas en literatura trabajen conjuntamente, pues dicha labor enriquecería y facilitaría la recuperación e interpretación del ayer. En el artículo antes mencionado, si bien no se analiza la composición de los hogares de los sectores sociales estudiados, se menciona que durante el Olimpo Radical se consideraban parientes a quienes se relacionaban con una persona hasta el cuarto grado de consaguinidad y el primero o segundo grado de afinidad. Esta información se suministra con base en la legislación civil de la época. Es necesario, entonces, conocer más de cerca la con-ceptualización en el cotidiano de las relaciones de parentesco entre los diversos sectores sociales de la población. No se sabe, por ejemplo, hasta dónde era frecuente que las familias que tenían servicio doméstico lo consideraran sus "parientes", así fueran de inferior categoría. El poder patriarcal en el interior de la familia se evidencia en la época tanto en la legislación como en la literatura romántica y en los escritos políticos de varones y mujeres publicados en los periódicos de esos años20. Infortunadamente existe menos información sobre la composición familiar del resto de la población. Se sabe que el índice de familias establecidas de manera "ilegítima" según los criterios de normatividad hegemónica de la época, era bastante notoria. Por consiguiente, se puede pensar, que para los grupos de población que no se casaban por lo católico por razones de diferente orden (económicas, culturales, etc..) el significado del debate que surgió entre quienes respaldaban el matrimonio civil y el divorcio y quienes apoyaban la alianza católica posiblemente fue otro. Es también probable

18 Velázquez M.,op.cit. 19 Bermúdez, Suzy, "Mujer y familia durante el Olimpo Radical', op.cit.. 20 Londoño P., "Las publicaciones periódicas femeninas en Colombia, 1858-1930", Boletín Cultural y Bibliográfico, N" 23, Banco de la República, Bogotá, 1990, pp.3-25.

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que el conflicto no tuviera importancia para quienes hacían parte de otra forma de organización social, pues el modelo de familia nuclear, monogámica y endogámica que era sobre lo que se seguía discutiendo, no correspondía a su realidad. 2.1.2 La Regeneración Magdala Velásquez Toro al analizar la legislación civil en el siglo XIX, identifica tres cambios que describe así: El primero se da a mediados del siglo pasado: los legisladores colombianos reprodujeron el código civil chileno gracias a Don Andrés Bello quien lo introdujo al país. La segunda variación se dio en el transcurso del Olimpo Radical, cuando regía el federalismo. Fue solo hasta 1873 que se adoptó un código civil para la unión de los estados. En cuanto a su contenido, Velásquez Toro aclara que en algunos apartes otorgó derechos mínimos patrimoniales a la mujer casada, como la administración y uso libre de los bienes de uso personal (vestidos, ajuares, joyas e instrumentos de su oficio o profesión). El tercer cambio ocurrió durante la Regeneración pues se permitió por Constitución una serie de prerrogativas a la Iglesia Católica que posteriormente fueron ratificadas en el Concordato suscrito con el Vaticano en 1887. Velásquez Toro considera que con este cambio la condición femenina empeoró. Según ella, por el hecho de casarse, la mujer se transformaba en un ser incapaz jurídicamente, es decir, adquiría una condición similar a la de los niños o los dementes. El marido era quien la representaba. Igualmente perdía las atribuciones que la legislación civil le daba a la mujer soltera, quien podía contraer obligaciones civiles, ser propietaria y adquirir compromisos económicos y tenía como únicas prohibiciones al lograr su mayoría de edad ser tutora o testigo. El matrimonio, entonces, constituía para el varón el título y modo de adquirir bienes y para la mujer perderlos. A partir de esta institución se conformaba, sólo en teoría, una sociedad conyugal, ya que en ella existía un sólo administrador con poderes omnímodos y exclusivos. "No podía la mujer por sí misma, ni aceptar herencias, ni comparecer en juicios, ni adquirir ninguna clase de compromiso económico, sin la autorización escrita de su marido". La patria potestad también daba derecho al varón sobre los hijos; la mujer estaba excluida expresamente por ley, pues el papá podía entre otros usufructuar los bienes de los hijos; elegir su estado o profesión futura y, aplicar penas privativas de su libertad. La madre sólo

estaba en posibilidad de aplicar la patria potestad en ausencia del varón, cuando enviudaba o era una madre soltera. La autora antes citada considera contradictorio que los derechos femeninos hayan empeorado cuando se abolían en el país otro tipo de relaciones jerárquicas como las esclavistas. Es más, insiste en la precaria condición femenina al escribir que las casadas tenían poca libertad de movimiento, pues estaban relegadas al hogar y debían seguir el domicilio de sus maridos. Además, los jefes de hogar podían hasta imponer la pena de muerte sobre las mujeres de su familia, esposa o hijas, puesto que la ley aceptaba que las pudiera matar, sí las llegaban a sorprender en acto carnal o en actos preparatorios al mismo. Igualmente los varones podían abusar del cuerpo y mente femeninas, al violarlas y remediar este hecho casándose con ellas. Otro de los temas que desarrollan quienes escriben sobre la problemática es el siguiente: ¿por qué en el período se cuestiona tan superficialmente la familia? En el artículo antes citado21 se presentan algunas hipótesis interpretativas al respecto. Primero, se menciona el gran poder de la Iglesia en el país y se señala que el débil cuestionamiento que se dio sobre la familia durante los gobemos liberales, buscaba más debilitar a la Iglesia que modificar las relaciones familiares. Segundo, se plantea que la familia sirvió como instrumento de control social: se creía que el estar casado hacía del varón una persona responsable. La anterior afirmación se sustentó revisando las constituciones entre 1849 y 1886, demostrando que la imagen de ciudadano estaba relacionada con la de hombre casado. Otra razón expuesta se orienta a afirmar que el tener dependientes en la familia posiblemente repercutía en que los y las jefes del hogar tuvieran que aceptar más fácilmente las condiciones impuestas por los gobernantes y por el capital. Por último, se señala que al interior de la familia nuclear se reproducían valores y relaciones que permitían perpetuar el status quo: patriarcalismo, racismo y clasismo, lo que fortalecía el desarrollo del Estado Capitalista.

21 Bermúdez S.,"Mujer y familia durante el Olimpo Radical', op.cit..

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Sin embargo se aclara que ni la familia, ni los miembros al interior de la misma fueron pasivos frente a la normatividad impuesta y que por tal razón, al revisar la legislación de la época, se encuentran fuertes castigos para quienes infringían el orden. 2.2 LA POBLACIÓN FEMENINA La normatividad femenina que prevaleció en la época, de acuerdo con los estudios consultados, estuvo relacionada con las variaciones antes descritas. Esta se caracterizó por dos posiciones frente a su condición: la primera, corresponde a la del romanticismo y del cristianismo; la segunda, fue la que asumieron los más liberales de los años estudiados. Sin embargo desde ambas perspectivas, la mujer se convierte en el centro y corazón del hogar. Frente a estas dos tendencias que se explicarán a continuación es necesario señalar que, por un lado, el deber ser femenino ha sido estudiado especialmente para las mujeres de los grupos en el poder, refiriéndose los autores a estos grupos en algunos casos, como naciente burguesía, élite o bien oligarquía22. Lo anterior permite pensar que es conveniente reflexionar más a fondo sobre la formación de clases en el país teniendo en cuenta las relaciones entre los géneros. Por otro lado las investigaciones llevadas a cabo se han centrado en los centros urbanos de Antioquia y Bogotá. Por consiguiente, el panorama es aún muy rentríngido. En el escrito antes citado de Bermúdez se afirma que la imagen de la mujer en estos últimos decenios del siglo XIX, siguió siendo en lo fundamental lo establecido en los años anteriores por la tradición criolla: de raza blanca, si era casada, fiel al marido, dedicada a las actividades del hogar, limitada al espacio doméstico y encargada de la crianza de los hijos. Si era soltera, virgen físicamente. En este último caso podía realizar su vida en la casa o en el convento. Tanto entre las casadas como entre las solteras, el catolicismo siguió siendo el pilar de sus vidas.

2.2.1 La presencia del romanticismo, el "Bello Sexo". Si bien los anteriores planteamientos básicos los ratifican los autores consultados, se identifican las siguientes variaciones entre los seguidores del romanticismo, concepción literaria que tuvo bastante influencia tanto entre la población masculina como entre la femenina. En primer lugar, se presenta una imagen de mujer cuya condición física es débil y hasta enfermiza. Al respecto, Lucía Guerra Cunningham23, al escribir sobre algunas de las publicaciones de Soledad Acosta de Samper (importante escritora colombiana del siglo pasado) señala que tal fragilidad femenina no era sólo el resultado de los escritos de algunos románticos de la época, sino que fue además sustentada por "científicos" como Augusto Comte, quien calificó a la mujer como similar a las razas inferiores, basándose en la escala de la evolución de Charles Darwin en The Descent of Man (1873). Spencer, a su vez, aducía que las mujeres eran poseedoras de un corazón grande y de un cerebro pequeño y que por tal razón ellas tenían el poder abstracto de razonar. Así mismo Augusto Stirndberg en La Revue Blanche, aseveraba que la menstruación terminaba por atrofiarle el cerebro. Frente a esta nueva construcción cultural de lo femenino, Guerra Cunningham escribió: "la enfermedad se perfila como idealización folletinesca que erotiza anulando simultáneamente toda expresión de poder, así el desmayo femenino en brazos del amado no solo apunta hacia la posesión sensual de un cuerpo sino a la vulnerabilidad física y sicológica de la mujer. Por consiguiente, la enfermedad debe considerarse como un atributo que embellece al cuerpo sumiso y débil subordinado a la ley del padre y a la ley del esposo."24. En Colombia esta imagen de mujer débil se destaca en publicaciones románticas de la época además en la María de Jorge Isaacs, en novelas de Soledad Acosta de Samper25 y en los artículos de historiadoras como Patricia Londoño y Bermúdez

22 Bermúdez, S., 'Mujer y familia durante el Olimpo Radical", op.cit; Londoño P., 'La mujer santafereña en el siglo XIX", op.cit., Londoño "Mosaico de Antioqueñas del siglo XIX" y Gómez Ocampo, Gilberto, 'El proyecto feminista de Soledad Acosta de Samper: Análisis del corazón de mujer", Asociación de colombianistas norteamericanos, Revista de Estudios Colombianos, #5, Bogotá, 1988, pp. 13-23. 23 Guerra Cunningham, Lucía, 'La modalidad hermética. De la subjetividad romántica en la narrativa de Soledad Acosta de Samper", en, Soledad Acosta de Samper. Una Nueva Lectura, Fondo de Cultura Económica, México, 1988. 24 Ibidem, p.335.

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antes citados. Este constraste de fuentes permite confirmar que entre ciertas damas de la época, los polvos de arroz para empalidecer el cutis, los demayos y la melancolía hacían parte de su ser. En segundo lugar, la mujer en el contexto romántico es presentada por los autores (quienes son en su mayoría varones) como un ser pasivo, cuya mente estaba en blanco y cuya vida se limitaba al espacio del hogar propio o al de las otras familias, y si no, a la Iglesia. Por el contrario los varones podían recibir educación formal, producir conocimiento, apartarse del hogar, viajar y por lo tanto ser más mundanos26. Para los historiadores interesados en las mentalidades es bien interesante el trabajo realizado por un autor desconocido (así fue publicado), titulado "The love story: Reading the writing of Jorge Isaac's María", pues en el análisis de la semántica señala que los verbos que se refieren a María son inactivos y las palabras y los calificativos que se centran en ella son pasivos. La situación opuesta ocurre al presentar el autor el personaje central de la obra, Efraúi. En lo concerniente a este segundo punto, se insiste de nuevo en la necesidad de realizar investigaciones conjuntas entre especialistas en literatura, semántica e historia para ver sí las características antes enunciadas se identifican igualmente en publicaciones anteriores al romanticismo, sí además fueron una constante al interior de la escuela romántica del país y conocer qué diferencias existen al comparar esta corriente literaria con las otras que se abrieron campo en segunda mitad del siglo pasado. En tercer lugar, la relación de las mujeres de los sectores sociales estudiados con el ámbito religioso o sobrenatural se presenta como algo inseparable. La figura de María como imagen idealizada siguió siendo una constante. El autor del artículo antes citado "The love story: reading the writing of Jorge Isaacs María", reflexiona sobre el título de la obra de Jorge Isaacs y escribe que su elección no fue coincidencial. Aduce que la novela con este título, entre otros motivos, logró llegar no sólo a una audiencia masculina, sino a una femenina cristiana Además, considera que la imagen femenina que se

transmitió en las obras románticas, no se opuso a la propuesta cristiana de mujer por cuanto en ambos casos la tendencia fue idealizar su condición, se la deificó exigiendo de ella actos imposibles, divorciando su vida de la realidad. Patricia Londoño presenta imágenes similares en sus artículos sobre Santa Fé de Bogotá y sobre la región antioqueña. En lo relativo a la capital de país menciona que las damas debían tener una doble característica, siendo fuertes y débiles, al mismo tiempo, por las siguientes razones: espiritualmente debían luchar para que el bien triunfara sobre el mal, siendo ellas más débiles hacia el pecado, debían lograr que su pensamiento fuera puro y casto, atarse a la cadena del matrimonio, que si bien no era de flores, había que aceptarlo. Al hombre le correspondía la acción y a ella sumisión. En síntesis, según la historiadora, había que imitar a María siendo dócil, simple, modesta, obediente, ordenada, piadosa y apartando el vicio del hogar. Por su lado Gilberto Gómez Ocampo en su reciente publicación "El proyecto feminista de Soledad Acosta de Samper", al analizar dos de las obras de la prolífera escritora bogotana, muestra cómo la religión fue muy importante para las mujeres que aparecen en sus obras, pues acudían a lo sobrenatural para tener fortaleza de cumplir con el orden divino, solicitaban ayuda de Dios cuando lo transgredían tanto para no ser castigadas como para aceptar el castigo. Además, porque era el escape que tenían en cualquier tipo de circunstancia, teniendo en cuenta que si bien su vida estaba permanentemente ligada al sufrimiento éste no debía manifestarse27. La estrecha relación que existía entre ciertos sectores de la población femenina y la religión católica se señala igualmente en la publicación antes mencionada de Bermúdez al estudiar la posición asumida por "El Bello Sexo" en el conflicto que se presenta entre la Iglesia y el Estado durante los gobiernos liberales. En esa época, las mujeres de los librepensadores aparentemente aceptaron la mayoría de las reformas que se implementaron durante el

25Véase los análisis escritos sobre estas obras por Guerra Cunningham, op.cit, Gómez Ocampo op.cit., Molloy, Silvia. "El paraíso perdido y economía terrenal en la María. A la memoria de Martha Traba", Fotocopia; Ordoñez, Monserrat, "Soledad Acosta de Samper. Una nueva lectura". Una Nueva Lectura, Soledad Acosta de Samper, Fondo Cultural Cafetero, Bogotá, 1988. 26 Molloy, op.cit., Gómez Ocampo, G., op.cit. y Guerra Cunningham, op.cit. 27 Véase Bermúdez S. 'Mujer y familia durante el Olimpo Radical", op.cit. y Cunningham, op.cit

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Olimpo Radical excepto las que tuvieron que ver con el orden divino. En cuarto lugar, se aprecia que surgieron nuevos centros de referencia para el deber femenino, en el transcurso de la segunda mitad del siglo pasado: Francia e Inglaterra, gracias a la llegada de escritos románticos que se reeditaban en los periódicos y revistas colombianas o bien, se importaban y leían en el idioma vernáculo28. En el artículo "The love story: Reading the writing in Jorge Isaac' s María", se plantea que, dado que este género literario fue escrito mayoritaria-mente por varones, fueron ellos quienes controlaron lo que las damas debían leer y los valores que debían internalizar en sus obras. Se propone en el artículo que el control patriarcal se completa a través de la lectura de los textos románticos. Esta información es igualmente apoyada por Lucía Guerra Cunningham, en su artículo "La Modalidad hermética de la subjetividad romántica en la narrativa de Soledad Acosta de Samper". La autora observa que si bien el texto romántico se puede interpretar como un gesto subversivo a la imaginación, por oponer la libertad al orden convencional, por insertar la individualidad como centro transgresivo de los códigos institucionalizados y por concebir la naturaleza no como un espacio utilizable con un afán de lucro sino como reflejo de un orden divino y perfecto, en el caso de la típica imagen femenina romántica ( de hermosura, espiritualidad y pureza) ésto no se da. Por el contrario, mientras el héroe romántico es quien trasciende las limitaciones de una sociedad utilitaria por medio de una búsqueda de carácter espiritual, la mujer es el resultado de la proyección imaginaria de un sujeto androcéntrico, "un otro inmovilizado en la perfección y que carece tanto de una propia identidad como de un lugar activo en el devenir histórico"29. En quinto lugar, se percibe en dos de los escritos consultados sobre el romanticismo en Colombia, que en algunas obras se cuestiona levemente el orden patriarcal prevalenciente en

la época. Silvia Molloy en su artículo "Paraíso perdido y economía terrenal en la María", considera que Isaacs al presentar las relaciones familiares en su obra, cuestiona el modelo patriarcal de la burguesía ascendente en Hispanoamérica en la segunda mitad del siglo XIX. Según la autora, la crítica se evidencia en la fatuidad de dandy, pretenciones e ignorancia del personaje de Carlos y en la suficiencia, codicia y vulgariad del padre de Efraín. Igualmente Gilberto Gómez Ocam-po en su artículo sobre dos de las obras de Soledad Acosta de Samper, "El corazón de la Mujer" y "Aptitud de las mujeres para ejercer todas las profesiones" afirma que en la primera obra, Doña Soledad presenta una imagen diferente del hogar idealizado por los varones, pues es un espacio donde no solo existen conflictos sino pobreza y problemas en general. Sin embargo, la actitud de la autora es que hay que aceptar el sufrimiento con resignación. En sexto lugar, se podría plantear, tentativaman-te, que el romanticismo abrió un espacio diferente para el deber ser masculino, por cuanto sí se tiene en cuenta que este género literario se desarrolla en el país en el contexto permanente de guerras civiles, las imágenes de varones que describen los textos que se han consultado, oscilan entre caudillos, guerreros, políticos no siempre guerreros, pero sí agresivos en sus publicaciones y a la vez hombres que derraman fácilmente lágrimas frente a novelas como la "María"30.¿Cómo conciliar estas diversas formas de ser? Cómo se manifestaban en el cotidiano y qué implicaciones tenían en el contexto de las relaciones patriarcales? En séptimo lugar, en las novelas románticas las relaciones de pareja se modifican. Por un lado, el amor es un sentimiento importante; por el otro, éste no se puede manifestar en forma abierta sino que se hace bajo miradas fugaces, sonrisas imperceptibles, mediación de flores, rozamientos casi accidentales del cuerpo y el lenguaje que se utiliza en las conversaciones de la pareja al hacer referencia al sentimiento éste no expresa directamente. ¿Cómo se manifestaba esta relación en el cotidiano?. Poco se sabe al respecto. Patricia Londoño y Suzy Bermú-dez señalan que el aspecto más criticado a las jóvenes casaderas era la coquetería, tanto en las ventanas de sus casas como en las Iglesias. En el caso colombiano faltan investigaciones que permitan ser más

28 Ibldem. Véase también los artículos de Londoño. 29lbidem. 30 Gómez Valderrama, Pedro/María en dos siglos" Procultura. Manual de Literatura, Bogotá, Planeta, 1988, pp.,369-395 y Mejía Duque Jaime, "Jorge Isaacs: el hombre y su novela" Fotocopia.

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precisos sobre la influencia que tuvo el romanticismo en la mentalidad de la época desde una perspectiva de las relaciones entre los géneros. 2.2.2 La otra imagen "la mujer". Cuando se plantea la existencia de otro deber ser femenino, no se sabe sí ambas posibilidades eran utilizadas por las mujeres de la época según las circunstancias vividas, o bien correspondían a dos tipos diferentes de señoras y señoritas que se identificaban más con una modalidad que con la otra, teniendo en cuenta que las diferencias no eran sustanciales, si bien esta última mostraría ya el inicio de una búsqueda de una mujer más independiente. A continuación se describen las variaciones identificadas en los escritos consultados. Primero, aunque una de las imágenes femeninas que aparentemente prevaleció en el siglo pasado fue la de la mujer débil y pasiva, tal como se señaló en el punto anterior, se identificó otra a partir de la cual se presionaba a las mujeres para que se educaran y así convertirlas en mejores madres y amas de casa; se recomendaba, igualmente, cierta capacitación para que, en caso de viudez u horfandad, pudieran enfrentarse a la vida; se les sugirió que hicieran las labores del hogar con orden y disciplina, siguiendo el modelo empresarial de la época; se les propuso que durante el tiempo libre no se dedicaran sólo a orar como durante los decenios anteriores, sino que lo utilizaran realizando actividades caritativas, o bien en capacitarse, o en leer libros, periódicos y revistas propios de su sexo; se les insistió, asimismo, que efectuaran caminatas al aire libre con el propósito de lograr un estado físico más saludable. Tal propuesta fue hecha por los liberales a mediados del siglo y respaldado por algunas mujeres de la época, según lo demuestra Bermúdez en el artículo que se centra en el período del Olimpo Radical. Se sabe que en la segunda mitad del siglo pasado se empezaron a propiciar cambios importantes en sus vidas porque, por ejemplo, se aceptó que mujeres como Soledad Acosta de Samper, dirijieran periódicos que se orientaban especialmente a la población femenina ya no tratándolas como a objetos hermosos o como a menores de edad, sino como a personas; debían circunscribirse al espacio limitado y dependiente del varón que se les había asignado, pero tenían derecho a otro tipo de tratamiento31.

En segundo lugar, sí en el apartado anterior se mencionó que surgen nuevos centros de referencia para el deber femenino como lo fueron Francia e Inglaterra, su presencia se evidenciaba no solo por la lectura de novelas románticas sino por los otros cambios que ocurrían en aquellos años que hacían que la influencia de dichos países europeos fuera mayor que en períodos anteriores. Patricia Londoño en su artículo sobre Santa Fé decimonónico, señala que esta se debía entre otras razones a la aparición de los barcos a vapor y de los ferrocarriles; además al arribo de viajeros y comerciantes extranjeros; asimismo menciona como razón los viajes hacia Europa y a Estados Unidos que con frecuencia llevaban a cabo los miembros de la élite, para estudiar o a realizar otro tipo de actividades. A lo anterior se le puede sumar que en el período de los liberales radicales se estableció el libre comercio y que creció la exportación de materias primas, condición que facilitó la apertura de bancos y de nuevos almacenes que vendían tanto productos nacionales como importados. Al respecto se sabe que el consumo en los hogares aumentó por cuanto la decoración en las casas se hizo más parecida al estilo de occidente (muebles, alfombras, vajillas, telas, vinos, encajes, etc.) y el vestuario femenino e infantil cambió pues se adaptó cada vez más a los patrones europeos de los nuevos centros de poder. Patricia Londoño en sus publicaciones sobre la capital colombiana y sobre la región antioqueña, presenta interesantes descripciones acerca de como la moda femenina variaba rápidamente en el transcurso de la segunda mitad del siglo pasado, mientras que en la primera mitad, tal situación no era tan evidente. Además, hace referencia a los excesos que se cometían con algunas de las prendas utilizadas como el corsé, simplemente por seguir la normatividad europea: producían asfixia y hasta desmayos por lo ajustados que ellas los usaban, para lucir más esbeltas. Asimismo menciona que los varones se aquejaban por el recargado maquillaje que llevaban algunas de las mujeres. En tercer lugar, los escritos revisados muestran que la educación formal de la mujer fue una de las preocupaciones32, tal como se acaba de señalar. Al respecto se identificaron los posiciones encontradas durante el período de los gobiernos liberales frente

31 Bermúdez, Suzy, 'Mujer y familia durante el Olimpo Radical' y Londoño P., 'La mujer santafereña en el siglo XIX".

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la importancia que debían tener la religión católica al impartírsele educación al sexo débil. Por un lado, los liberales aducían que era conveniente separar a las mujeres del control ejercido por la Iglesia sobre ellas, dado que ellas, a su vez, transmitían en sus hogares los valores que los miembros de esta institución les inculcaban. Además, estaban interesados en que permanecieran más tiempo en el hogar que en la Iglesia y que las creencias religiosas se transmitieran especialmente desde el seno del hogar. Por el contrario, los conservadores y la mayoría de la población femenina se oponían ante tal propuesta, porque consideraban que la única forma de lograr un pueblo civilizado era a través de la religión y más aún, en el caso particular de las mujeres, la ayuda religiosa era fundamental por su tendencia al pecado. En cuanto al contenido de la educación que recibieron las estudiantes en los años que se analizan en esta parte del artículo, se sabe que este se orientó más a fortalecer la imagen tradicional de mujer que a cuestionarla, tal como ha sido demostrado para otros países de América Latina33. Sin embargo, falta realizar investigaciones que profundicen en el tema. El lector no debe pensar que fue fácil para las jóvenes ingresar a los centros educativos. Según la información consultada, la mayor parte de la capacitación la siguieron recibiendo en sus hogares34. Una mujer como Soledad Acosta de Samper fue la excepción, no solo por la educación recibida sino por los viajes que realizó fuera del país tanto siendo soltera como casada35. Sería interesante desarrollar investigaciones históricas sobre familias tan atípicas en la época como la de los padres de Doña Soledad, quienes le facilitaron una esmerada educación cuando niña, al igual que la que conformó posteriormente ella con uno de los escritores más respetados en la segunda mitad del siglo pasado, Don José María Samper, tampoco se opuso a que su esposa siguiera desarrollando sus dotes intelectuales. Asimismo sería enriquecedor para la historia social, estudiar la vida de Doña Soledad, pues, como

recientemente lo señala Monserrat Ordoñez: "Soledad Acosta de Samper es la escritora más importante del siglo XIX y una de las más sobresalientes de América Latina. Su contribución, sin embargo, incluso cuando se tiene en cuenta, aparece como marginal en la historia de la literatura colombiana, una de las las literaturas latinoamericanas que más han excluido en su historiografía el aporte de la escritura de la mujer. No se considera que Soledad Acosta de Samper sea una persona con identidad y realizaciones propias, sino que la define como hija y esposa de dos importantes políticos y escritores; se mencionan algunas de sus obras, pero, en conclusión, no se reedita y nunca se la lee... Tanto se le acusa de copiar modelos o de no escribir una novela personal, como de basarse en su experiencia y usar demasiada imaginación, críticas que tienen que ver con la historia de la cultura en Colombia"36 En cuanto a la educación femenina y a los escritos de Soledad Acosta de Samper, Gilberto Gómez Ocampo en su artículo "El proyecto feminista de Soledad Acosta de Samper", se planteó una interesante pregunta relacionada con la historia de las mentalidades de la época. Esta fue la de analizar en dos de las publicaciones de la autora, hasta dónde su escritura era femenina y era diferente a la masculina prevaleciente en la época. Concluye Gómez Ocampo que no lo fue pues sus escritos eran tradicionales, dado que trataban de seguir las normas de la escritura impuestas por los varones del siglo pasado. Aclara el autor que esta fue la tendencia seguida por las pocas mujeres que se aventuraron en la literatura durante aquellos años, debido a que la oposición masculina era tan fuerte frente a las mujeres que incursionaban en las letras, que ellas en cierta forma trataron de demostrar que podían desempeñarse bien en los pocos espacios que les permitían los hombres, sin atreverse a cuestionarlos. Otro importante aspecto que se aprecia en la publicación de Gómez Ocampo es que a fines del siglo pasado, damas excepcionales como Acosta de Samper consideraban que las mujeres tenían las mismas

32 Ibidem. 33 Jeffres Little, Cinthia, "Educación, filantropía y feminismo: Partes integrantes de la feminidad argentina, 1860-1926", en, Asunción Lavrin,Editora, Las Mujeres Latinoamericanas. Perspectivas Históricas, Fondo de Cultura Económica, México, 1985, pp. 271-293. 34 Bermúdez, S., "Mujer y familia durante el Olimpo Radical", op. cit. Londoño, P., "La mujer santafereña en el siglo XIX" y Fundación Misión Colombia, Historia de Bogotá, Tomo II, Director del Siglo XIX, Eugenio Gutiérrez Cely, Bogotá, Villegas Editores, 1987. 35 Otero Muñoz, Gustavo.'Doña Soleda Acosta de Samper". Una Nueva Lectura. Soledad Acosta de Samper, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1988. 36 Ordóñez, op .cit., p.11.

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capacidades intelectuales que los varones y que por consiguiente debían recibir una educación similar. En cuarto lugar, frente a la Iglesia y a la religión se plantea al igual que los otros autores que estudian el siglo pasado, que la población femenina siguió íntimamente ligada a la religión católica, tal como se ha descrito en los párrafos anteriores. Pero, esta autora señala un cambio y es que en estos años, a diferencia de la Colonia, se le dió más importancia a la mujer en el hogar que a la mujer en el convento. En quinto lugar, en lo relativo a la participación política femenina, de acuerdo con el escrito lo que prevaleció fue la idea de que la mujer no debía participar en el espacio público. Le recomendaron sí, colaborar desde su hogar, criando a hijos para que el día de mañana se convirtieran en buenos ciudadanos y fueron muy pocos quienes se plantearon la posibilidad de que ellas se pudieran convertir en ciudadanas. Sin embargo, como hecho insólito, en el contexto descrito en este artículo, entre los años de 1853 y 1856 se aprobó en la provincia de Vélez (Santander), el voto femenino. Se sabe, de acuerdo con el escrito de Bermúdez, que, como era de esperarse, en algunos periódicos de la prensa capitalina se criticó tal medida, pero también la autora identificó respuestas minoritarias favorables. Es necesario realizar investigaciones en Santander, sobre este tema para analizar el proceso que tuvo la toma de tan atípica medida, no solo frente a la mentalidad de esos años en Colombia sino a las de los latinoamericanos. Pero, es igualmente conveniente identificar la respuesta que se dio en torno a este hecho por parte de varones y de mujeres en otras regiones del país. Tanto Magdala Velásquez Toro37 como Suzy Bermúdez, evidencian en sus publicaciones lo contradictorio de la condición femenina en la época cuando, especialmente, en los decenios de los gobiernos liberales se cuestionaron abiertamente algunas de las desigualdades que existían en el país mientras que la relación de subordinación de las mujeres frente a los varones apenas fue tenida en cuenta. Se buscaba que ellas siguieran relegadas al

hogar realizando sus roles tradicionales y sin que cuestionaran su status desigual, en un contexto de mayor libertad. Además, lo que se identifica cuando comienza la regeneración en que su condición empeora, tal como lo demuestra Velásquez Toro en su estudio antes citado sobre la legislación civil y tal como lo propone Patricia Londoño en sus escritos sobre Santa Fé de Bogotá y Antioquia. Es necesario investigar más a fondo estas tesis porque de ser ciertas permitirían comprender mejor los procesos inmediatamente anteriores a los primeros movimientos feministas que aparecen en el país, así: una primera fase (1849-1885) en dónde se abrirían espacios positivos para que las mujeres de los sectores más pudientes de la población lograran un desarrollo más 'independiente' y una segunda (La Regeneración), donde se desmontaron algunas de las reformas implementadas en el período anterior y se desarrolló un mayor control por parte de la Iglesia Católica en la sociedad. La aproximación a la población femenina del país, desde el "Bello Sexo" o desde la "mujer" antes descrita, posibilita empezar a entender algunos aspectos de nuestras antecesoras y de los varones de su época que hacían parte del mundo de las letras o que eran percibidos(as) por los letrados. A diferencia del análisis que se presentó sobre la familia, no se puede documentar de manera tan evidente las variaciones que vivieron las mujeres durante el "Olimpo Radical" y posteriormente durante la "Regeneración" . Sin embargo, en los párrafos anteriores se planteó la hipótesis que en la última parte del siglo el control por parte del gobierno y la Iglesia Católica aumentó sobre la sociedad en general y claro está esto se reflejó en la familia y no solo en sus mujeres. En cuanto al tipo de trabajos consultados, se aprecia asimismo que, a diferencia del apartado sobre la familia, quienes han escrito desde el campo de la literatura han realizado aportes significativos para entender mejor la condición femenina de las élites. Es necesario entonces, realizar investigaciones sobre las mayorías para evitar seguir interpretando los géneros a partir de lo que se ha identificado para grupos tan reducidos de población.

37 Velásquez Toro, Magdala. 'Condición Jurídica y Social de la Mujer", Nueva Historia de Colombia.

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3.0 Períodos de guerra: la Independencia y la Guerra de los Mil Días. Otro cuestionamiento planteado por los autores de los artículos se orienta a estudiar cómo participó la población femenina en estos momentos sociales. En cuanto a la ubicación espacial se identifica en ambas guerras que ellas participaron tanto desde lo doméstico (organizando tertulias, donando joyas, dinero, ganado, ropa, al igual que ofreciendo sus casas como alojamiento o bien como hospital a los combatientes) como desde lo público (como soldaderas, espías, correos, amantes, cocineras y enfermeras). En lo relativo a los roles de género escrito de Cherpak, de Jaramillo CE. y Martínez Carreño38 muestran que ellas hicieron parte de los conflictos siguiendo sus roles tradicionales de mujer (amantes, cocineras, enfermeras, amas de casa) o adoptando papeles masculinos para la época (soldaderas, espías, correos, suministradoras de armas y de drogas). Este último aspecto es importante porque durante estos períodos de conflicto las normas tradicionales pierden vigencia particularmente entre los grupos que más se apartan del orden regular, de la sociedad, es decir quienes participan en la guerra de manera más cercana. En el artículo de Jaramillo para el caso de la Guerra de los Mil Días, se describe como ellas fueron más importantes y valoradas por la guerrilla liberal que por el ejército conservador. En el primer caso, participaron como combatientes, en la estructura logística de las batallas, en el apoyo económico y en las actividades de salud por no contar los soldados con el respaldo del gobierno y, por tanto, no tener acceso a la infraestructura del mismo (como hospitales, por ejemplo) En el segundo caso, o sea el conservador, la estructura del ejército se mantuvo bajo un esquema más tradicional y parecería ser que la presencia femenina fue menos valorada y no tan evidente, ni necesaria por contar ellos con otro tipo de respaldos. Claro que dado que esta guerra duró largo tiempo, valdría la pena analizar en el transcurso del proceso, sí la -tesis antes expuesta podría sufrir modificaciones.

Igualmente se debe investigar si existieron notorias variaciones regionales. En el escrito de Cherpak sobre la Independencia, se aprecia que las mujeres participaron igualmente en los campos de batalla, pero la autora no aclara si esta participación fue igualmente importante entre las realistas que entre las patriotas y por qué razón; tampoco explica hasta dónde participaron nuestras antecesoras en la estructura logística de los ejércitos. Lo que sí enfatiza es que la presencia femenina entre los patriotas fue bastante numerosa, como esta no fue siempre valorada y como algunos altos mandos de los ejércitos las veían más como carga que como ayuda. En cuanto a la convivencia en los campos de batalla Jaramillo señala cómo surgen nuevos estilos de vida en los campamentos, dado que precisamente quienes convivían allí no sabían si al día siguiente estarían vivos. En el caso de la Independencia, Cherpak y Martínez Carreño no hacen tanta referencia a los campos de batallas, pero sí mencionan como ciertas ciudades y localidades se converten en espacios mayoritariamente femeninos. Sería interesante desarrollar investigaciones que permitan contrastar el cotidiano de los campamentos de guerra que tienden a ser ambientes 'masculinos', con los pueblos, veredas y-o ciudades que por los conflictos se convierten en espacios 'femeninos', con las localidades y regiones que en el país no son tan afectados por estos conflictos sociales. Los castigos que recibieron las mujeres fueron diferentes en las dos guerras. A comienzos de siglo los españoles para que desistieran de sus intereses políticos las fusilaban y las encarcelaban como a los varones, pero también en ocasiones les daban tratamientos especiales como enviarlas a lugares apartados o bien obligarlas a rezar y a vestirse con secillez. Un siglo después se les seguía ajusticiando como a los hombres pero, en ocasiones, también se identificaron castigos como darles muendas físicas o bien reprimendas espirituales a través de las excomuniones que hacia la iglesia sobre los liberales en general, circunstancia que posiblemente tenía un significado diferente sobre la población femenina dada la estrecha relación que algunos sectores tenían con la religión Católica. La población infantil, fue otro de los grupos que participó en la Guerra de los Mil Días y no se sabe

38 Martínez Carreño, Aida. 'Revolución, independencia y sumisión de la mujer colombiana en el siglo XIX', Boletín Historia de Antigüedades, Bogotá, 1981.

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hasta dónde estuvo presente en los conflictos armados de la Independencia. Son temas para ser investigados en el futuro. Lo que sí se percibe en la información que presentan tanto Evelyn Cherpak como Carlos E. Jaramillo39, es que durante estos períodos de transición, los valores cambian, las jerarquías se trastocan y, por ende, las relaciones patriarcales se debilitan, claro está transitoriamente. Prueba de esto es que las mujeres pueden ocupar espacios masculinos por falta de varones adultos, o para fortalecer las actividades masculinas. Se les permitió por períodos cortos de tiempo que realizaran acciones hombro a hombro con ellos dónde exponían sus vidas igual que ellos, sin reconocerles condiciones iguales después de las guerras. Lo mismo sucedió con los niños. Se aceptó que se enfrentaran a la muerte como los varones adultos, cuando no era ese el tratamiento que les daba la sociedad40. Se propone en este artículo historiográfico como una posible interpretación para estos períodos de transición o de guerra, que los roles asignados a los grupos subordinados ( o sea personas que en años de relativa estabilidad social se les ve como incapaces mentalmente y físicamente inferiores al varón hegemónico adulto) son utilizados por la población masculina con poder a su favor, pero de una manera diferente a los de "paz", ya que en ocasiones los tratan como a sus iguales para lograr sus propósitos, dado que son personas que, por su condición de género o de edad, despiertan menos sospechas frente al enemigo. A su vez, tanto las mujeres como los niños, al defender los intereses propios en los conflictos en los cuales participan, utilizan su condición subordinada a su favor (por ejemplo, no despertando sospechas como espías, correos, etc.). Se cree que estas relaciones diferentes de convivencia entre los géneros a fines del siglo XIX, fue otro de los factores que contibuyó para que a comienzos del siglo XX se empezaran a cuestionar, así fuera débilmente, las relaciones patriarcales. Carlos E. Jaramillo describe, en su artículo sobre la guerra de fines del siglo pasado, que los combatientes en ocasiones esperaban que las mujeres reaccionaran

débil y cobardemente frente a los hechos tan difíci les que tenían que enfrentar en los campos de batalla y muestra como ellos se sorprendían frente al vale roso comportamiento de muchas de ellas, condición que debió cambiarles la imagen tradicional de mujer que prevalecía en la época, así fuera transitoriamen te. Este autor, igualmente, describe cómo durante los años que duró la Guerra de los Mil Días las mujeres valoraban la imagen masculina de héroe guerrero, pero en dicha publicación no se aclara sí surgen nuevos estereotipos femeninos en un contexto diferente al de los años anteriores. Si en estas dos publicaciones, el interés por parte de los autores se centra en la participación de las mujeres y de los niños que apoyan a los hombres guerreros (en el caso de la "Independencia" a los varones que buscan crear patria o restaurar la dominación colonial y en el de la" Guerra de los Mil Días" a liberales o conservadores) es importante igualmente estudiar en estos períodos de conflicto armado, los sectores que decidieron no participar en las guerras, para conocer las razones que los motivaron asumir tal respuesta frente al conflicto. Tanto los hombres como las mujeres que apoyan las contiendas armadas según las investigaciones consultadas, lo hacen respaldando acciones que buscan debilitar o acabar con el enemigo fortaleciendo la mentalidad patriarcal, ganador-perdedor; y, a partir de este modelo de relación con la diferencia, en el campo de la política pública, que se construye la nueva patria, el nuevo estado, la nueva nación. Si bien la mayoría de mujeres que participan en estas guerras, lo hacen a partir de actividades que generan vida (cocinando, cosiendo, curando a los enfermos o alojando a los soldados en sus casas) "la vida" que fortalecen sirve para destruir "al otro". Nuevamente vale la pena preguntarse: ¿qué ocurrió con quienes no participaron en estos eventos? ¿qué posibles propuestas alternas de construcción de sociedad y de relación con el diferente podían estar

39Jaramillo, Carlos Eduardo. "El papel de las mujeres y los niños en la guerra de los mil días", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1987, pp. 211 -230. 40Ramírez, P., "La infancia como concepto cultural y social. Su especifidad en Bogotá durante el período de los radicales", Tesis de grado para optar por el grado de licenciatura en Antropología, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes, II semestre, 1990; Pachón, Jimena, charla presentada en el Departamento de Antropología en el año de 1988 sobre los resultados que estaban obteniendo en una investigación sobre historia de la infancia en Bogotá en el siglo XX, con el respaldo del Banco de la República y Velásquez Toro, Magdala, 'Condición Jurídica y Social de la Mujer.", op.cit.

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proponiendo y el modelo patriarcal dominante no estar escuchando? Unas últimas consideraciones Como un primer punto a resaltar al finalizar este artículo es que faltan investigaciones en Colombia sobre las relaciones entre los géneros en las cuales no sólo se le preste atención y se profundice sobre la condición femenina, citadina, adulta, criolla y mestiza, sino en dónde el interés se oriente igualmente a conocer qué pasaba con el resto de la población femenina, se investigue sobre la condición masculina y la transexual. Otro vacío que es importante llenar en la historiografía del siglo XIX es el analizar, desde la perspectiva de las relaciones entre los géneros, la formación del Estado y el desarrollo del capitalismo en el país. De los temas que han recibido igualmente poca atención por parte de los investigadores se pueden mencionar las diversas formas de participación de los géneros en la construcción de los diferentes campos del saber, al igual que en la transmisión del conocimiento. Se podría investigar, por ejemplo, la participación femenina en el área de la salud, educación o en el desarrollo de otras ciencias pues la imagen tradicional que se nos ha transmitido es que ésto ha sido una labor eminentemente de los criollos. En cuando a la presencia de la Iglesia Católica sería conveniente estudiar con mayor detenimiento la influencia que pudo haber tenido esta institución sobre el deber ser femenino, masculino y transexual como sobre el ser de las personas, sin olvidar tener en cuenta las variaciones por regiones y localidades. Se cree que es también necesario empezar a conocer la presencia de otras religiones occidentales ( protestantismo, judaismo) y no occidentales, para lograr un panorama más completo de las culturas y subculturas en el país, pues por ahora tal como se pudo identificar en el artículo, se están dando los primeros pasos para conocer la criolla. Las publicaciones que se revisaron y que trataban el tema de la familia, muestran que esta institución se sigue abordando desde la óptica de lo singular, cuando la realidad del país era otra. Se trataba al igual que hoy, de una nación pluriétnica y además en

donde las marcadas diferencias sociales generaban asi mismo notorias variaciones entre las realidades e imaginarios que vivían unos grupos y otros. La información que se logró sobre la Independencia y la Guerra de los Mil Días permite de una parte señalar la necesidad de contrastar los períodos de conflicto armado, tan frecuentes en el siglo pasado, con los que nuestra cultura ha denominado de "paz". Así se entenderán mejor las relaciones de convivencia, contrastando momentos en que predomina la violencia física con otros en que sobresale la violencia simbólica. De otra parte, analizar asimismo los grupos de población que muestran formas diferentes de responder al conflicto a las que tradicionalmente se nos ha enseñado. Si en el texto se propuso pensar nuevamente acerca de los hechos que se han privilegiado para denominar un cierto período o subperíodo de una forma u otra (se hacia referencia concretamente a la 'Independencia' y más tarde al 'nuevo orden colonial', a la 'expansión hacia afuera' o al 'proyecto oligárquico') es porque se cree que si bien tales propuestas tienen validez en cuanto muestran las fases por las que pasa la historia del país en cuanto a las relaciones que se establecen con el capitalismo, al mismo tiempo tales denominaciones generan inquietudes por cuanto hacen invisibles otras temporalidades, otras formas de desarrollo y de ser que coexistían y coexisten al lado de los hegemónicos en cada fase de la historia. Finalmente se sugiere como una necesidad la identificación más detallada de los cambios que sufren las relaciones entre los varones y las mujeres a partir de la segunda mitad del siglo pasado, para entender desde una perspectiva más amplia el surgimiento de los primeros movimientos feministas en el país a comienzos del siglo XX. Parecería ser que las contradicciones vividas por mujeres criollas y mestizas letradas, en el campo de la educación, derechos civiles y condición del cuerpo y de la mente, hicieron que empezaran a cuestionar su status subordinado y además que iniciaran su lucha por una condición más igualitaria frente a los varones de su misma clase. Desafortunadamente, la información que se posee sobre el resto de las mujeres es demasiado escasa para aventurarse a plantear hipótesis interpretativas al respecto. Se sabe sí que por

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vivir en condiciones sociales y culturales diferentes fuera de las actividades que desarrollaban en el hogar, trabajaban fuera de casa. Por tanto urge conocer este otro espacio femenino en donde las contradicciones vividas fueran posiblemente otras.

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LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA COLOMBIANA Y EL PROCESO DE PAZ DE BELISARIO BETANCUR (1982-1986) Ricardo Arias, profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.

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l llamado Proceso de Paz de 1982 a 1986 marca, sin lugar a dudas, una nueva etapa en el desarrollo de ese capítulo tan particular a la historia colombiana, la violencia. Innumerables artículos, varios libros y un sin fin de comentarios sobre esta iniciativa del expresidente Belisario Betancur, parecen corroborar la inmensa importancia de un proyecto innovador cuyo alcance se sigue apreciando hoy en día. No obstante, son numerosos los aspectos del proceso que aún quedan por analizar. Dificultades ligadas a la historia inmediata justifican, en cierta medida, aquellos vacíos que hoy impiden forjarse una visión menos confusa y caótica de ese fenómeno tan complejo como la violencia colombiana. Sin embargo, no deja de ser sorprendente que un actor de primera importancia dentro de la historia de la violencia en el país haya permanecido al margen de los estudios consagrados a este tema: se trata de la Iglesia. No se quiere decir con esto que hasta el día de hoy el papel jugado por la Iglesia haya sido completamente ignorado: a falta de un abundante material, existen unos cuantos estudios sumamente esclarecedores sobre lo que ha sido la relación Iglesia-violencia en Colombia. Pero se trata, de manera general, de investigaciones que no van más allá de los años sesenta del presente siglo. Es indudable que el Proceso de Paz del exPresidente Betancur constituye una magnífica oportunidad para interrogarse acerca del papel desempeñado por la Iglesia colombiana. De la misma manera como sucede en otras naciones latinoamericanas, el clero de nuestro país quisiera ocupar un lugar protagónico en las iniciativas tendientes a solucionar los conflictos entre Estado y sectores contestatarios. Un detenido análisis de la actitud asumida por la jerarquía eclesiástica colombiana durante el Proceso de Paz del entonces Presidente Betancur, arroja

ciertas luces sobre una de las instituciones que con mayor fuerza se ha hecho sentir a todo lo largo de la historia del país. Dentro de esta perspectiva, el siguiente trabajo pretende demostrar que, lejos de aquella imagen de armonía y unidad que nos describen continuamente sus portavoces oficiales, la Iglesia colombiana se halla profundamente dividida. En el fondo, se puede apreciar que el Proceso de Paz desarrollado por Betancur desencadenó una relación de fuerzas en el seno de las autoridades eclesiásticas. La descripción de dicha relación será el objeto central de la presente investigación. ¿Cómo reaccionaron los diferentes representantes de la jerarquía católica ante una iniciativa gubernamental que comenzó por reconocer y, hasta cierto punto, por justificar la existencia de la subversión armada? ¿De qué manera participaron en los múltiples y álgidos debates que se desarrollaron en torno a las soluciones susceptibles para conseguir la paz? Para responder a estos interrogantes existían varias alternativas de investigación; se optó, sin embargo, por el seguimiento pormenorizado del órgano oficioso de la jerarquía eclesiástica, El Catolicismo. A través de este semanario, y con la ayuda de otros diarios, se podrán encontrar las dos posiciones -netamente radicales- en que se dividieron los obispos: aquellos que, apoyando el Proceso de Paz, privilegiaron explícitamente el diálogo con la guerrilla; de otra parte, aquellos que, advirtiendo a la opinión pública sobre la doble estrategia de los grupos guerrilleros -negociar en apariencia, para así fortalecer sus intereses-, criticaron desde un comienzo todo esfuerzo encaminado a facilitar el acercamiento entre el gobierno y los alzados en armas.

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Esta división interna de la jerarquía eclesiástica colombiana sufrió, sin embargo, una evolución durante el Proceso de Paz; en efecto, se puede observar que El Catolicismo, en un momento determinado, sin dejar de condenar a los movimientos guerrilleros, comienza a lanzar una serie de críticas, cada vez más directas, contra otros estamentos de la sociedad, a los que anteriormente había defendido, como a la clase política tradicional y a las Fuerzas Armadas. Esa actitud crítica por parte de un sector cada vez más numeroso de la jerarquía eclesiástica frente a los errores del Estado se ha seguido observando hasta nuestros días1. I.-La jerarquía eclesiástica antes de la puesta en marcha del Proceso de Paz: 1) Betancur y la jerarquía eclesiástica: Con la llegada al poder en 1982 de un representante del partido conservador, los altos prelados de la Iglesia colombiana, en su conjunto, manifestaron abiertamente su complacencia. Varias razones explican ese sentimiento de satisfacción. En primer lugar, durante la campaña electoral, Belisario Betancur, contrariamente al resto de candidatos, no había mostrado intención alguna de modificar ciertos aspectos de la vida civil, particularmente sensibles a las autoridades religiosas, tales como el matrimonio civil, el aborto, el divorcio, el Concordato, etc. Un segundo motivo por el cual las autoridades eclesiásticas se mostraron ampliamente satisfechas con la elección de Betancur, se explica por la posibilidad de poner término a la enorme corrupción estatal, que se había agudizado durante el gobierno saliente (Turbay Ayala). Se trataba, en general, de una crítica tanto al despilfarro oficial de los dineros públicos como a la práctica desmesurada del clientelismo2. Pero dentro de la óptica de El Catolicismo, este comportamiento revelaba un problema muchísimo más grave: la pérdida de los valores morales. Según el semanario, la ausencia de los principios morales condujo inevitablemente a un estado de inmoralidad que se apoderó de amplios sectores de la sociedad. Y dentro de este contexto, la Iglesia, al señalar la inmoralidad como la fuente de todos los problemas, justificaba plenamente su rol de protagonista principal en la designación de

verdaderas soluciones. A través de su orientación de tipo moral, la Iglesia justificaba su intervención en los más variados aspectos de la vida nacional. Pero a partir de estos planteamientos, surge una inquietud: al afirmarse categóricamente que es la inversión de valores lo que ha llevado a la sociedad colombiana al caos en que vive, es necesario preguntarse acerca de los posibles responsables de este estado de inmoralidad: ¿no es acaso la Iglesia aquella institución que, como primerísima función, tiene la tarea de encauzar la comunidad dentro de los parámetros morales del catolicismo? ¿Cómo explicar, en consecuencia, que los colombianos se hayan alejado de tales preceptos ? La Iglesia en su conjunto apoyó al candidato Betancur por las razones antes expuestas; pero cuando el Presidente Betancur anunció al país que el problema con la guerrilla se iba a solucionar a partir del diálogo, un sector de la Iglesia, al que se le conoce como el ala conservadora o pre-modernista, comenzó rápidamente a retirarle su apoyo a Betancur. 2) Belisario Betancur: una nueva concepción de la violencia El representante del partido conservador iba a asumir sus funciones en un contexto que se caracterizaba, en particular, por múltiples formas de violencia, dentro de las que se destacaba aquella que provenía del enfrentamiento entre las distintas guerrillas y el Estado. Ante el programa del candidato oficial del partido liberal, que aparte de proponer importantes enmiendas al Concordato, afirmó que la paz era liberal, la Iglesia prefirió apoyar de manera masiva la paz nacional de Betancur. Pero lo que merece ser destacado es que fue sólo el día en que tomó posesión de su cargo que el nuevo presidente presentó, sorprendiendo al país -guerrilla incluida3-, su plan de paz. Sorpresa, en primer lugar, porque en una sociedad que, en su mayoría, siempre había desaprobado a la guerrilla y en la que el ejército había hecho primar la respuesta militar en detrimento de la política, pocos cambios se podían esperar; sorpresa también, y enorme, ante la estrategia en sí. Betancur, adoptando una posición con-

1 Durante los gobiernos de Barco y Gavirja la Iglesia ha asumido una posición mucho menos complaciente frente al Estado; por otra parte, hay que resaltar que muchos de sus voceros oficiales han venido ejerciendo, desde la administración Barco, una gran presión en favor de la reanudación de los diálogos con la guerrilla. 2 El Catolicismo, 23 de mayo de 1982. 3 Ramírez Socorro y Restrepo Luis A., Actores en conflicto por la paz, Bogotá, Siglo XXI-Cinep, 1989, p. 151.

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ciliadora, en la que se destacaba el diálogo con la subversión como herramienta central para conseguir la paz, se alejaba de manera radical de la actitud netamente represiva asumida por los gobiernos anteriores. Para el nuevo jefe del Estado, esta actitud conciliadora tenía su origen en los serios problemas estructurales que aquejaban al país desde hacía tantas décadas: injusticia social, monopolio del poder por parte del bipartitismo tradicional. En la óptica del mandatario, el problema de fondo lo constituía no tanto la guerrilla en sí como la falta de equidad (causas objetivas del conflicto) que caracterizaba a la sociedad colombiana. Es decir, el presidente de la República establecía una relación directa entre las paupérrimas condiciones de vida de muchos colombianos, la falta de representación política de amplios sectores de la población y la existencia de focos guerrilleros.

discutido previamente con la guerrilla, con las múltiples injusticias que condenaban a la mayoría de los colombianos a ser ciudadanos de segunda categoría. Y, por otro lado, estaban aquellos que se negaban rotundamente a que se negociara con una guerrilla, tan sólo preocupada, según ellos, por sus propios intereses. En efecto, para el conjunto de la Fuerzas Armadas, la mayoría de los obispos, gran parte de la ciudadanía y para la clase política tradicional, la cuestión de la guerrilla se planteaba de manera muy distinta. Puesto que los alzados en armas no representaban de manera alguna a los colombianos, difícilmente el gobierno podía sentarse a dialogar y menos aún a negociar con ellos. Para estos sectores, el problema radicaba en los intereses del comunismo internacional que, entre sus intenciones expansionistas, tenía el firme propósito de convertir a Colombia en un punto estratégico para extender la doctrina marxista en el resto del continente4.

Independientemente del juicio a posteriori que se le quiera dar a esta tentativa, nos parece que el proceso de Betancur marca un giro radical con respecto a las políticas de paz de los gobiernos anteriores. En primer lugar, porque reconoció explícitamente que el contexto sociopolítico estaba estrechamente ligado al clima de violencia; y, en segundo lugar, porque señaló una estrategia de paz consecuente con dicho postulado, estrategia que no solamente ha sido retomada por los gobiernos que han sucedido al de Betancur, sino que, además, en este corto tiempo, ha sido ampliada a otros actores de la violencia (narcoterrorismo, narcotraficantes).

El rechazo a todo tipo de negociación entre el Estado y los alzados en armas se hace más abierto una vez que el Proceso de Paz se pone en marcha.

Sin embargo, la concepción de Belisario Betancur contrastaba fuertemente con la que ciertos sectores de la sociedad se hacían de la subversión. En realidad, se presentó un problema de fondo en torno a la concepción del conflicto guerrilla-Estado que, desde los inicios mismos del Proceso de Paz, dividió radicalmente a los colombianos en dos bandos: por un lado, aquellos que, como el Presidente (intelectuales, algunos sectores universitarios, ciertos periodistas, artistas, etc.), estimaban que para resolver ese tipo de violencia era indispensable acabar, a través de un programa de reformas que debía ser

Il.-Puesta en marcha del Proceso de Paz: 1) El Proceso de Paz: sus principales aspectos Consciente de los límites democráticos que implicaba un régimen frente nacionalista, el gobierno decidió realizar una Cumbre Política a la que asistirían, con excepción de la guerrilla, representantes de diversos sectores de la sociedad. El restablecimiento de la Comisión de Paz en septiembre de 1982 constituyó otra de las medidas importantes para solucionar el problema de la violencia guerrilla-Estado5. La Comisión era el instrumento a través del cual el gobierno establecía el diálogo con los jefes subversivos. La amnistía concedida en noviembre de 1982 a todo guerrillero sindicado de delito político fue un tercer paso tendiente a preparar el terreno para el acercamiento entre las dos partes en conflicto. Pero lo que merece ser resaltado es el hecho de que la Comisión contaba con la participación de dos muy importantes miembros de la jerarquía eclesiás-

4 El Catolicismo, 28 de agosto de 1983, El Tiempo, 9 de septiembre de 1983. Vale la pena advertir que las coincidencias de apreciación entre Iglesia y militares se dieron también en otros aspectos, entre ellos el de la educación, seriamente amenazada por la infiltración marxista. El Catolicismo también señala su preocupación frente a la buena acogida que ha tenido el marxismo por parte de algunos miembros de la Iglesia y destaca que "Es el servicio muy importante, por cierto, que los idiotas útiles están dispuestos a prestar a los que buscan implacablemente la revolución y el caos" (10 de febrero de 1985). 5 Una Comisión de paz ya había sido creada por Turbay en las postrimerías de su mandato; encargada de establecer contacto con la guerrilla, su función tan sólo le permitía sugerir propuestas al gobierno.

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tica. Los Monseñores Revollo Bravo y Gómez Hoyos eran -y lo siguen siendo-, en efecto, figuras prominentes del alto clero: el primero de ellos, en el momento de ser nombrado miembro de la Comisión, era el arzobispo de Popayán y presidente de la Conferencia Episcopal; tampoco es inútil indicar que había sido director de El Catolicismo entre 1947 y 1966; Monseñor Gómez Hoyos era el presidente del Tribunal Eclesiástico de Bogotá. Tenemos entonces que dos obispos participaban en una Comisión con el explícito fin de dialogar y negociar con los dirigentes guerrilleros. Es cierto que la participación de estos dos jerarcas era únicamente a título individual, es decir que sus intervenciones en el Proceso de Paz no comprometían a la Iglesia; pero tal limitación no le resta importancia a la colaboración abierta y decidida que varios obispos le prestaron al Proceso de Paz. En efecto, por múltiples razones, fueron surgiendo otras comisiones y en casi todas ellas se podía observar la presencia de uno o varios obispos encargados de impulsar las negociaciones: Monseñor Sema, obispo de Florencia, fue uno de los tres Altos Comisionados de Paz; Monseñor Castrillón, obispo de Pereira, fue miembro de la Comisión de Negociación y Diálogo.

gencias; numerosas voces de protesta se alzaron para alertar a la opinión pública sobre el profundo riesgo que implicaba el hecho de sentarse a negociar con los alzados en armas. Si bien es cierto que los obispos que se manifestaban a través de las páginas de El Catolicismo se apresuraron a aplaudir, apoyar y reconocer los esfuerzos del nuevo gobierno en la búsqueda de la paz, hay que señalar, sin embargo, que esos mismo obispos comenzaron a lanzar al mismo tiempo un grito de alarma, especie de leitmotiv durante gran parte del Proceso; la primera parte del mensaje era un llamado a la sinceridad y a la honestidad de los sectores comprometidos en la búsqueda de la paz: "Aplicar una amnistía es administrar el beneficio de un perdón en provecho del orden social. Se necesita, por tanto, que en todos exista un criterio de honradez..." Pero seguía una segunda parte, mucho más extensa, en la que la claridad cedía rápidamente el puesto a la ambigüedad: en cuestión de unas cuantas líneas, el semanario pasa de las advertencias necesarias a una condena abierta:

Una vez que estos instrumentos para alcanzar la paz entran a funcionar, los jerarcas de la Iglesia colombiana se dividen abiertamente. Las declaraciones que ofrecen a la prensa rinden testimonio de estas profundas divergencias del alto clero frente al problema que plantea la guerrilla y su posible reinserción a la sociedad civil.

Otra situación sería prescindir de la justicia y abusar de las buenas intenciones. No hay campo ni oportunidad de que intereses de turbio origen pretendan aprovecharse de determinadas circunstancias... En la responsabilidad de los gobernantes está el garantizar que el reintegro a la vida civil de gentes extraviadas de intento, no puede atrofiar la integridad de valores superiores y la perdurabilidad de la justicia1.

2) Los pre-modernistas o conservadores: Estos aspectos, dentro del Proceso de Paz, constituían apenas el comienzo de aquella estrategia política cuyo objetivo era eliminar las causas objetivas que explicaban el descontento de la mayoría de los colombianos y la violencia guerrillera. El Proceso debía estar acompañado por la aprobación de una serie de reformas tanto políticas como socioeconómicas6. Sin embargo, fue precisamente en este nivel inicial que se presentaron las primeras diver-

Nos interesa hacer énfasis en ciertos puntos que menciona o sugiere el diario. En primer lugar, aparece de manera muy clara que desde el inicio mismo del Proceso de Paz, un sector de la jerarquía eclesiástica mostró un profundo recelo hacia la actitud que podían adoptar los subversivos, que no eran más que gentes extraviadas de intento. Y, muy pronto, del recelo, de la desconfianza abierta, pasaría a una condena tajante de todo el Proceso. Todo parece indicar que ante la eventual reinserción de los alza-

6 Para una visión más completa del Proceso de Paz pueden ser consultados, entre otros, los trabajos de Bejarano, Ana María, El proceso de paz durante la administración Betancur (1982-1986). Resultados de un esfuerzo para ampliar el espacio de participación política en Colombia, tesis, Universidad de los Andes, Departamento de Ciencia Política, Bogotá, 1987; Ramírez, Socorro, Restrepo, Luis A., op. cit.; Vasquez C, Alfredo, Betancur y la crisis nacional, Bogotá, Ediciones Aurora, 1986. 7 El Catolicismo, 28 de noviembre de 1982.

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dos en armas a la vida civil, en donde, gozando de derechos políticos, podrían constituirse en una fuerza considerable, los obispos que se expresaban a través de El Catolicismo olvidaron rápidamente aquellos males menores (corrupción, clientelismo, compra de votos...), para centrar todo su atención en lo que para ellos representaba la amenaza por excelencia: la legitimación de la guerrilla, es decir, en último término, la legitimación del comunismo.

rechazan toda forma de perdón legal. Saben y entienden que los cauces de la legalidad interfieren necesariamente el enriquecimiento fácil e impiden que los dineros mal habidos se incrementen en sus posibilidades... No están tantos jefes guerrilleros en capacidad de dominar a sus cómplices cuando estos no quieren dejar de lado sus ambiciones delictivas. No es fácil prescindir de las riquezas fáciles para entrar de lleno al trabajo honrado...10.

Para tener una visión más completa en torno a la actitud asumida por El Catolicismo frente a la subversión y al Proceso de Paz, podemos citar otros ejemplos sumamamente ilustrativos. Para el semanario no se trataba simplemente del rechazo absoluto al uso de la violencia como medio para remediar una situación determinada; en efecto, aparte de condenar la fuerza, El Catolicismo le negó el estatuto de guerrilleros a los alzados en armas; es decir, no estableció ningún tipo de relación entre la existencia de grupos subversivos y los problemas de todo tipo que afectaban a los colombianos. El cardenal López Trujillo, quizás uno de los más vehementes defensores del statu quo8, declaraba que él había sido "testigo de muchos casos de gentes pobres que se ingenian caminos de trabajo, por lo cual esa especie de causalidad fría, como si el desempleo a secas en nuestra gente miserable fuera el que produjera esa violencia y esas masacres, me parece que no es tan fácil de probar"9. En pocas palabras, según un sector de la Iglesia, las acciones de la guerrilla no estaban encaminadas en modo alguno a mejorar la sociedad colombiana. Por el contrario, sostenían altos jerarcas, los móviles de tales grupos obedecían a intereses completamente distintos:

Y, unos meses más tarde, definiendo los límites que debía tener la amnistía:

No son pocas las ventajas que la amnistía proporciona de hecho a las organizaciones subversivas. Muchos de sus integrantes de la cárcel han pasado a la libertad y lógicamente no se van a quedar con los brazos cruzados. Por otra parte, una gran mayoría de los alzados en armas quieren seguir en sus andanzas y por ello abiertamente

Rehabilitar a los delincuentes es parte en los objetivos del bien común. Pero el hacerlo necesita de las precauciones necesarias para no incurrir en el engaño... El promover trabajo y empleo no puede ser un sistema de condescender con los criminales... Una sociedad amedrantada no vacila en ofrecerles a ¡os picaros y bandidos facilidades que no tienen, ni en sueños, las gentes de bien11. Más que un llamado de alerta dirigido al gobierno para que éste no descuidara ningún detalle en sus contactos con los picaros y bandidos, se trataba de un verdadero rechazo a la política de paz del Presidente Betancur. No deja de sorprender, en efecto, que este rechazo tan vehemente se manifestó muy pronto; es decir que El Catolicismo no concedió un compás de espera para juzgar al Proceso de acuerdo a sus resultados. Se tiene la impresión de que para el semanario, en el fondo, la política de paz estaba destinada al fracaso. En el primer semestre de 1983, el diario publicó un artículo, cuyo solo intitulado -"¿La amnistía, un estímulo al delito?"- constituye una feroz diatriba contra las medidas del gobierno12. Asimismo, se denunciaron enérgicamente los excesivos privilegios y los excesos de condescendencia otorgados a los amnistiados13 -esencialmente la posibilidad de encontrar empleo-, señalando que se podía llegar a un nuevo espectáculo de privilegios14.

8 El periodista Daniel Samper P. anota, refiriéndose al cardenal López Trujillo, que se le reconoce, por una parte, como un hábil político que domina manejos electorales y manipula asambleas. Encarna, por otra parte, la línea más tradicional de la iglesia latinoamericana, El Tiempo, 2 de febrero de 1983. 9 La República, 31 de enero de 1982. 10 El Catolicismo, 5 de diciembre de 1982. 11Ibid., 29 de mayo de 1983. 12 Ibid., 29 de mayo de 1983. 13 Ibid., 22 de mayo de 1983. 14 Ibid., 29 de mayo de 1983.

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El profundo pesimismo del clero conservador se resume muy bien en los siguientes apartes. Es utópico pensar que un jefe guerrillero que no sabe más que manejar armas y emboscar al enemigo va a convertirse en un honrado agricultor... La causa última de por qué es imposible que los varios grupos alzados quieran de veras la paz, es porque están al servicio del plan de expansión mundial del comunismo15. ...quienes practican el materialismo y la lucha de clases son personas y entidades que no quieren la paz, por sistema y por convicción la repudian y hacen lo posible por destruirla. Que los marxistas quisieran la paz saignificaría desvirtuar su ideología 16. No sería honesto ilusionarnos con una paz im posible cuando lo que se quiere es la guerra y lo que se practica es el enfrentamiento. No hay para qué contribuir a la frustración social sumándonos a la masa de engañados17 Sin embargo, como ya se dijo anteriormente, el sector conservador era apenas una de las tendencias en que se dividió la jerarquía eclesiástica colombiana con relación al Proceso de Paz. Paralelamente a los gritos de alarma lanzados constantemente por esta corriente, se podía escuchar un discurso mucho más condescendiente con la iniciativa presidencial. 2) Los modernistas o progresistas: La pérdida de los valores morales, el alejamiento del hombre con relación a Dios, las terribles consecuencias de la infiltración marxista en la sociedad, etc., hacían también parte del análisis de la corriente modernista. Pero, a diferencia de la concepción que se vio anteriormente, en ésta son incluidos otros factores que presentan una relación más directa con la realidad del país. El obispo de Pereira, Monseñor Castrillón, estimaba, por ejemplo, que era necesario buscar una paz sólida que se apoye en

una importante reforma social18. El presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Revollo Bravo, es decir el representante oficial de la Iglesia colombiana y miembro de la Comisión de Paz, compartía plenamente estos propósitos: La paz es el fruto de la justicia y mientras haya injusticia social, inmoralidad y un estado de depresión, no habrá paz; por lo tanto hay que acudir a la redistribución de la riqueza, hay que proporcionar trabajo y suplir las necesidades más urgentes del pueblo19. El mensaje era perfectamente transparente: mientras que las injusticias sociales perduraran, la paz continuaría ausente. Y, avanzando aún más por estos caminos, Monseñor Castrillón no dudaba en afirmar: La justicia es el fundamento sólido de la paz porque esas personas que están siendo víctimas de la injusticia, pueden por sí mismas rebelarse contra el desorden, contra ese desorden que mantiene a la sociedad en la injusticia, o pueden tener persone ros de esas querellas contra una sociedad que los menosprecia y los maltrata. Así surgen los grupos armados que pretenden representar los derechos de los desposeídos20. El obispo de Pereira compartía plenamente la concepción del problema de la violencia planteada por el Presidente Betancur, según la cual lo grave no era la existencia de la guerrilla sino las causas que explicaban su surgimiento: La paz no significa una noticia de primera plana de que ya fueron muertos unos guerrilleros y que se han callado unos fusiles, porque el silencio de los fusiles puede significar el silencio de los hambrientos21. Un sector de la Iglesia establecía entonces una estrecha relación entre guerrilla e injusticias socia-

15Ibid., 29 de mayo de 1983. 16Ibid., 10 de abril de 1983. 17Ibid., 5 de diciembre de 1982. 18La República, 18 de febrero de 1982. 19El Espectador, 21 de agosto de 1982. 20Ibid., 21 de agosto de 1982. 21El Colombiano, 10 de agosto de 1982.

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les, compartiendo así la concepción del Presidente Betancur. Monseñor Serna, obispo de Florencia, quien se había venido reuniendo con dirigentes del M-19 desde finales del gobierno de Turbay y, como ya se dijo, era uno de los tres Altos Comisionados para la paz, definía el diálogo como camino necesario para encontrar soluciones a los problemas de la población, creados en gran parte por la debilidad del Estado: Escuchando las gentes y en el diálogo con la guerrilla, constaté en seguida un tremendo vacío del Estado. Este se manifestaba y aún se manifiesta en que no aparece ni para asegurar los bienes básicos, ni dar la seguridad social, ni garantizar la salud, la educación y la vivienda, ñipara ejercer la justicia de las leyes. El diálogo fue efectivo para promover correctivos que eran justos aunque vinieran de la guerrilla22. 3) Acuerdos de cese al fuego y reacciones : A pesar de innumerables dificultades, el Proceso de Paz llegó finalmente a resultados concretos. En efecto, no sólo las múltiples y en ocasiones incoherentes reivindicaciones de una guerrilla desunida entorpecieron las negociaciones. Las relaciones extremadamente tensas entre la cúpula militar y las autoridades civiles23, así como el débil respaldo concedido por los partidos tradicionales y el Congreso a la iniciativa presidencial, se opusieron igualmente al Proceso. Entre marzo y agosto de 1984, la Comisión de Paz firmó acuerdos de cese al fuego con varios de los principales grupos guerrilleros: exceptuando al ELN, los grupos guerrilleros más grandes, sin tener que entregar sus armas, se comprometieron a respetar una tregua durante un tiempo determinado. Por su parte, el gobierno debía exigir al ejército que cancelara provisoriamente sus operaciones contra-insurgentes y se comprometió a adoptar una política reformista que contribuyera al restablecimiento de la paz24.

¿Cómo reaccionó la jerarquía eclesiástica ante este paso que, en apariencia, auguraba otros aún más promisorios ? La respuesta, nuevamente, debe darse en dos etapas, correspondientes, cada una de ellas, a las dos corrientes en las que se dividió el clero colombiano. Unos días antes de los acuerdos de La Uribe, el cardenal Muñoz Duque reafirmaba la concepción unilateral sostenida por el clero conservador. Durante una visita a un batallón del ejército en la convulsionada zona del Magdalena Medio -en la que estaba presente la subversión, pero también el narcotráfico y los paramilitares-, la máxima autoridad de la Iglesia colombiana indicaba que la guerrilla era la responsable del caos que azotaba al país25. Tan sólo unas semanas después del cese al fuego decretado pro las FARC, el cardenal López Trujillo decía que el país se estaba cansando del juego de la subversión26. Inmediatamente después de la conclusión de los primeros acuerdos, un sector de la jerarquía eclesiástica persistía entonces en afirmar que el principal problema de la sociedad colombiana era la existencia de grupos subversivos. El Catolicismo ilustra claramente el pesimismo en torno a estos primeros resultados: Jamás la bienandanza se haría valedera y positiva si se buscara que la impunidad ejerciera un condominio con la justicia. No sería convivencia promisoria si se dejara franqueado el paso para que en la historia valieran lo mismo sus proceres que sus bandidos, sus patriarcas que sus traidores27. Días después de la firma de los otros acuerdos, en agosto del 1984, un editorial titulado "El derecho de desconfiar", decía en particular que "los que a conciencia trabajan por la paz saben que nuestras colectividades disponen de muchos argumentos para esperar [los resultados de las negociaciones] con la inevitable y legítima desconfianza"28.

22 Monseñor Serna José Luis, "La paz: reflexión compartida", en ¿Paz? ¡Paz!, Bogotá, Leyva Duran Editores, 1987, pp. 104-05. 23 Vasquez A., op. cit., pp. 248-271. 24 Sin embargo, con excepción de estas condiciones generales, cada acuerdo presentaba sus propias particularidades, lo que obviamente se constituyó en un obstáculo para el buen desarrollo de las negociaciones. Para ver más detalles, cf. Bejarano Ana María, op. cit., p. 149. 25 Vanguardia Liberal, 3 de marzo de 1984. 26 El Siglo, 4 de mayo de 1984. 27 El Catolicismo, 27 de mayo de 1984. 28 Ibid., 12 de agosto de 1984.

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Es indudable que para ese entonces, a pesar del acercamiento concreto entre guerrillas y gobierno, la violencia seguía presente en el escenario del país y que otros sectores comenzaban a dar muestras de inquietud. Los gremios y la clase política tradicional lanzaron una serie de ataques contra un proces.0 de paz que, según ellos, ya había ido demasiado lejos. Como lo señalan Ramírez y Restrepo, los gremios económicos y los dirigentes políticos, contando con todos los recursos de poder a su disposición y, ante todo, con la colaboración de cierta gran prensa, sometieron al gobierno a una presión desigual e insostenible29. Poco a poco, el Presidente Betancur iba perdiendo el apoyo de influyentes sectores del país.

obnubilar la mente para intentar actitudes que realmente no van a ser la verdadera solución, sino por el contrario pueden agravarla más31. Contrariamente al clero reaccionario, que atribuía una importancia mínima a los acuerdos firmados con la subversión, Monseñor Gómez, miembro de la Comisión de Paz, otorgaba una gran consideración a dichos resultados, suficientes -según él- para devolver las esperanzas a quienes las habían perdido.32

... hay que tener la paciencia del diálogo, un diálogo que tiene que ser generoso con quienes no son generosos... Debe haber gente entre los violentos que apenas están comenzando a oir hablar de ella [la amnistía] en una forma más clara y comenzando a ver si sería posible creer en ella, porque ha vivido en las zonas de enfrentamiento, porque recibe noticias de sus mismos grupos de que han sido engañados, porque quiso entregar las armas y no le ofrecieron trabajo, se le persiguió30.

Este antagonismo en el seno de la Iglesia encontraría una nueva ocasión de manifestarse en relación a otro problema no menos candente, el del narcotráfico. Al tiempo que se desarrollaban las conversaciones con la guerrilla, otra forma de violencia empezó a manifestarse sólidamente. Es así como en el mes de mayo de 1984, la mafia ligada al comercio de la droga, presente desde años atrás, pero considerada hasta entonces como un problema menor, se manifestó de manera brutal como un nuevo factor de desestabilización: el asesinato del ministro de Justicia -Rodrigo Lara- era la prueba contundente de la sólida determinación de los narcotraficantes de arrasar con todo obstáculo que se opusiera a sus intereses. Unánimemente, las autoridades religiosas habían ya condenado, en repetidas ocasiones, las nefastas consecuencias a las que conducía este tipo de actividades. Pero el consenso no iba más allá de esta rechazo inicial; en efecto, dos meses después del asesinato del ministro, la opinión pública se enteraba de los contactos que el gobierno había establecido con los principales responsables de la mafia. Y así como sucedió con las guerrillas y los problemas socio-económicos, los obispos se mostraron incapaces de señalar un mismo camino para encarar este nuevo problema: nuevamente, la escisión se hacía en torno a aquellos que eran partidarios del diálogo con los narcotraficantes y los que, rotundamente, rechazaban estas iniciativas. El más reacio a todo compromiso con la mafia fue Monseñor Serna:

En la misma tónica, Monseñor Revollo Bravo -quien había sido nombrado nuevo arzobispo de Bogotá a mediados de 1984- afirmaba que a pesar de las dificultades del momento, éstas no debían

El país está reclamando que se cancele cualquier aspecto de arreglo o conveniencia con estos señores que tanto mal le han causado al país, y si se les deja un poquito más de ventaja, cuántos males

No obstante, estas críticas y este pesimismo contrastaban con la actitud defendida por los obispos progresistas. Estos prelados consideraban que el plan de paz de Betancur era la primera experiencia destinada a resolver el problema de la guerrilla por medios menos traumáticos y más eficientes; tal iniciativa, en un contexto tan complejo como el colombiano, era una tarea que demandaba una gran prudencia y una voluntad a toda prueba. Monseñor Castrillón, consciente de las dificultades inherentes al proceso, pedía a los ciudadanos dar muestra de cierta objetividad y, en cierto sentido, llegó a justificar la desconfianza del guerrillero hacia las promesas que le hacía el gobierno:

29 Ramírez Socorro y Restrepo Luis A., op. cit., p. 218. 30 El Tiempo, 13 de febrero de 1984. 31 El Colombiano, 26 de septiembre de 1984. 32 Monseñor Gómez, Mi testimonio sobre el proceso de paz, en ¿Paz? ¡Paz!, Bogotá, 1987, p. 190.

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más traerían para esta pobre patria colombiana. A los narcotraficantes sólo se les puede escuchar tras las rejas33. Pero hay que recordar que el obispo Serna era miembro de una de las comisiones del Proceso y que como tal participaba activamente en las conversaciones con los guerrilleros. ¿Por qué entonces este rechazo tan categórico cuando se trataba de hablar con otros sectores igualmente desestabilizadores y no menos poderosos, como venían de demostrarlo? Porque, en ese entonces, a la guerrilla se le concedía cierto status político que le permitía presentarse como una fuerza injustamente excluida del escenario democrático del país. Por el contrario, los narcotraficantes podían muy difícilmente apelar a argumentos similares. Monseñor Castrillon señalaba esta profunda diferencia que impedía confundir subversión con mafia, al afirmar que "la guerrilla busca a través de una nueva forma de guerra ciertas condiciones físicas que no están dadas", mientras que el narcotráfico "es una actividad que produce sustancias que destruyen al hombre"34. Sin embargo, si estaba plenamente de acuerdo en criticar implacablemente a los carteles de la droga, Monseñor Castrillón no compartía las acusaciones que Monseñor Serna dirigió al gobierno; es más, criticó la interpretación "maniquea e hipócrita" que se le estaba dando al diálogo con los narcotraficantes. Tenemos entonces que otro sector de la jerarquía se mostraba mucho menos inflexible en cuanto a los contactos con los capos del narcotráfico. Según estos obispos, entre los cuales se contaba Monseñor Revollo Bravo, los contactos que venía de realizar el gobierno con los narcotraficantes significaban un buen deseo de servirle al país, ya que el diálogo era el camino más civilizado35. La división entre los partidarios de entablar contactos y los que rechazan esta posibilidad podría

recordarnos aquella que se estaba dando con respecto a la guerilla. Empero, hay que anotar que los obispos enemigos de las conversaciones con la mafia no se identificaban necesariamente con los que se oponían al Proceso de Paz. Y a su vez, el que un prelado apoyara el Proceso de Paz no significaba que estuviese de acuerdo en que el gobierno entablara negociaciones con los narcotraficantes. Aquellos jerarcas de la Iglesia que apoyaban el diálogo en un caso y lo rechazaban en otro, consideraban que las violencias provocadas por la subversión y por el narcotráfico no podían ser comparadas, ni en su origen ni en sus objetivos, lo cual implicaba que el gobierno tenía que darle un tratamiento diferente a cada una de ellas36. Para mediados de 1984, el balance del Proceso de Paz presentaba algunos puntos preocupantes. Si bien es cierto que los acuerdos de cese al fuego constituían un avance esencial en la búsqueda de la reconciliación, otros aspectos, estrechamente relacionados con la política pacificadora, eran menos halagadores: las reformas, tanto a nivel social como económico y político, continuaban ausentes. Para llevar a cabo las posibles reformas, el M-19 había insistido -y era parte del acuerdo firmado entre ese grupo y el gobierno- en la necesidad de convocar un "Gran Diálogo Nacional" que, reuniendo a los representantes de los más diversos sectores sociales, señalara los cambios que el gobierno debía impulsar. Ante esta posibilidad, el Episcopado hizo múltiples llamados de alerta para que el "Diálogo" no se convirtiera "en simple y forzado escenario de agitación ideológica", en el que las "instituciones" y los "mecanismos normales de participación" fuesen suplantados37.

IILCambio de actitud de El Catolicismo La tendencia conservadora de la jerarquía seguía pues caracterizándose por la honda desconfianza que le inspiraba la iniciativa del Presidente Be-

33El Siglo, 6 de julio de 1984. 34 El Heraldo, 26 de julio de 1984. 35 El Espectador, 23 de julio de 1984. 36 Algunos capos de la droga, aprovechando su enorme riqueza, quisieron cambiar la imagen que de ellos presentaban tos medios de comunicación: ofrecían dinero a diversos sectores de la sociedad, dinero que debía ser destinado a fines sociales. Monseñor Castrillon reconoció haber recibido dinero que los jefes del narcotráfico le habían ofrecido para destinarlos a obras de carácter social (Ver El Heraldo, 27 de julio de 1984). Por intermedio del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, el muy conservador Monseñor Rueda Hernández, la voz oficial de la Iglesia se elevó para condenar categóricamente la actitud del obispo de Pereira, afirmando que el fin, en ningún caso podía justificar los medios (ver El Colombiano, 28 de julio de 1984). 37 El Catolicismo, 7 de octubre de 1984.

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tancur; quizá sea más exacto decir que predominaba una profunda decepción, como si el Proceso de Paz hubiera sellado ya definitivamente su suerte: No podría ser sino ingenuidad insostenible esperar que las promesas hechas, la tregua y Jos armisticios, tuvieran un mínimo siquiera de respaldo en la seriedad, mucho menos en la justicia... En los trabajos de la paz es contraproducente condescender o darles facilidades a aquellos que no disponen de capacidad de responder a la generosidad, pues su lenguaje es el de la ferocidad, sus ideales los de la matanza y su triunfo el de exterminar38. Todo el rechazo a la política de paz se encuentra resumido en el "sacrificio" al que hace mención el editorialista del semanario religioso. Sin embargo, hay que anotar que en su parte final, el artículo señaló claramente el estancamiento de la clase política como otra de las causas de la crisis colombiana. Primeros indicios de un cambio de actitud bastante significativo por parte del periódico: Todas las personas y todos los sectores están llamados a tomar su parte [en la búsqueda de la paz], aun con sacrificio de puntos de vista muy legítimos y, si es preciso, conformando los criterios a las necesidades, como sucede, por ejemplo, con la ley del indulto... Es otra cruz que se le impone a la conciencia nacional acostumbrada al imperio de la legalidad y que a pesar de las fuertes razones que se le opusieron, habrá que aceptarla como una costosa contribución más a la paz en vista de sus posibles resultados... Son muchas más las cruces que hay que cargar a lo largo del camino de la paz. Así,por ejemplo, la ambigüedad de los acuerdos...; el inmovilismo ideológico que ha dejado a los partidos políticos como testigos mudos e ineficaces de todo este proceso39.

En junio de 1985, el M-19 y el EPL anunciaron públicamente que rompían la tregua con el gobierno -firmada hacía tan sólo unos meses- y que retornaban a sus actividades guerrilleras. Profundas diver-

gencias en torno a lo que debía ser el "Diálogo nacional" explican, en parte, el fin de los acuerdos. Por otro lado, hay que señalar el hostigamiento de las Fuerzas Armadas aun hacia los grupos guerrille ros que se habían acogido a los acuerdos40. Las relaciones entre el poder militar y el poder civil, tensas desde un comienzo, habían venido intensifi cándose notoriamente: las inculpaciones del Procu rador a varios miembros del ejército; la renuncia de Morales Benítez dejando entrever que un sector de las Fuerzas Armadas se oponía al proceso de paz; la renuncia del Ministro de Defensa, general Landazábal, inmediatamente después de que el Presidente Betancur hubiera reafirmado firmemente su deci sión de proseguir en las negociaciones con la gue rrilla (enero de 1984), fueron algunos de los ejem plos que marcaron las delicadas relaciones entre el gobierno y los jefes militares, a los cuales hay que agregar la reiterada actitud desafiante asumida por el M-19 ante el gobierno y el ejército41. De la misma manera, el escaso interés en la adopción de reformas de fondo por parte de la clase dirigente contribuyó a que, paulatinamente, la guerrilla privilegiara nue vamente las soluciones de fuerza como medio para lograr sus reivindicaciones en detrimento de la vía política42. A partir de ese momento, la violencia subversión-Estado se intensificó de sobremanera. Sin embargo, no todo estaba perdido: que una agrupación guerrillera, de las dimensiones de las FARC, permaneciera dentro del proceso, no resultaba nada desdeñable. Mejor aún, este movimiento subversivo estaba listo para ofrecer a los colombianos una tercera alternativa política, independiente del bipartidismo tradicional: el movimiento guerrillero anunció oficialmente el lanzamiento de la Unión Patriótica en marzo de 1985. El principal problema que suscitó esta nueva organización estaba relacionado con el desarme: señalando los lazos evidentes que existían entre el movimiento guerrillero y la UP, la pastoral episcopal alertó de inmediato sobre el peligro potencial que representaba esta situación ambivalente, en la que los nuevos ciudadanos demócratas

38Ibid., 7 de julio de 1985. 39Ibid., 2 de junio de 1985. 40Dentro de los numerosos ejemplos, cabe recordar el caso del ataque al campamento de Yarumales a finales de diciembre de 1984; la presión ejercida por la cúpula militar para que el gobierno prohibiera une reunión de la subversión en Los Robles previsto para el mes de febrero de 1995. 41Ramírez Socorro y Restrepo, Luis A., op cit., p. 170. 42Bejarano Ana María, op cit., pp. 163-181. Ramírez y Restrepo llegan a conclusiones similares, op. cit., pp. 196-202.

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no se distinguían muy bien de los hombres alzados en armas43. Las acusaciones lanzadas al mismo tiempo por dos representantes del alto clero contra el proselitismo armado de la UP, ilustran dos concepciones radicalmente diferentes en el interior de la jerarquía eclesiástica con respecto a una misma problemática. El arzobispo de Popayán, luego de haber denunciado estas prácticas, sostenía que el gobierno había concedido una excesiva confianza a las organizaciones subversivas, a pesar de lo cual estas últimas no habían respondido positivamente. Las autoridades debían entonces, concluía el prelado, buscar una nueva vía44. Paralelamente, el obispo de Arauca temía que la presión de la guerrilla determinara los resultados de las próximas elecciones a la alcaldía. Pero enseguida, agregaba que estos temores no significaban una condena a la guerrilla, ya que "la Iglesia no es indiferente a la situación que han generado los grupos subversivos"45. Y si el jerarca indicaba que la violencia no era el camino adecuado para solucionar los problemas, sostenía también que los campesinos de su departamento que habían optado por las armas lo habían hecho debido a la "frustración y a la desilusión porque no han tenido solución a sus necesidades más apremiantes". Hay que advertir que este obispo era Presidente del Comité de Defensa del hombre araucano. Podemos suponer que este cargo le permitía participar activamente en la búsqueda de soluciones a los problemas concretos de su región (inversión de las regalías petroleras en obras sociales, transporte en las zonas fronterizas, etc.). Se trataba entonces de alguien que, conociendo de cerca las dificultades de la población, era conciente de sus necesidades. Sin lugar a dudas, esta manera particular de comprometerse directamente con los sectores desfavorecidos explica la abismal distancia que separa la concepción del ala conservadora de la que sostienen los modernistas. Sin embargo, este discurso, que hasta entonces había caracterizado exclusivamente a la tendencia "progresista" de la jerarquía, iba empezar a ser compartido por El Catolicismo, que, a partir de 1985, adoptó un tono diferente al acostumbrado para referise a la situación del país. La visión unila-

teral y simplista, sin desaparecer del todo, dio sin embargo cabida a un tipo de análisis que tenía en cuenta los problemas socio-económicos y sus consecuencias sobre la población. Este cambio se manifiesta por primera vez en marzo de 1985. En un mensaje pastoral en el que el alto clero denunciaba la práctica del secuestro y en el cual los movimientos guerrilleros eran acusados de cometer el summum de los crímenes y de las abominaciones. Pero después de haber largamente insistido en esta forma de violencia, el episcopado dio también otro sentido a estos crímenes, completamente nuevo dentro de la óptica de la jerarquía: Los amargos sufrimientos que vienen atormentando a nuestra Patria con los secuestros y extorsiones son, al mismo tiempo, una llamada con caracteres de urgencia, especialmente a los favorecidos con abundantes bienes de fortuna, a despertar la conciencia de la justicia social, a crear fuentes de trabajo... y a compartir cristianamente los bienes en busca de solución a tantas situaciones de miseria 46 Y el documento concluía con una sentencia no menos perentoria: Las situaciones de miseria son el caldo de cultivo de la inseguridad social. Si bien es cierto que los obispos conservadores ya habían denunciado las injusticias sociales, lo hacían sin embargo de una manera tan tímida, que las críticas parecían tan sólo simples fórmulas de rigor. No sucede así en este texto: además de denunciar explícitamente el contexto social, se establece, y esto es sumamente significativo, una correlación entre este contexto y las manifestaciones de violencia a las cuales recurrían los movimientos guerrilleros. Por primera vez, el clero que se expresaba a través de las páginas de El Catolicismo reconocía que los alzados en armas no eran los únicos responsables de la terrible situación que vivía el país. A partir de este momento, los análisis El Catolicismo tendrían cada vez más en cuenta una serie de factores que contribuían también largamente a socavar

43 El Catolicismo, 6 de octubre de 1985. 44 El Siglo, 7 de septiembre de 1985. 45 El Tiempo, 1 de septiembre de 1985. 46 El Catolicismo, 3 de marzo de 1985.

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las bases de la sociedad. Trátese de la "crisis del Estado" o "de la ineficacia de las clases dirigentes", el semanario adoptó claramente una nueva actitud, menos cautelosa ante la responsabilidad de las élites tradicionales. En junio del mismo año, luego del fracaso de una huelga general, el semanario, sin olvidar de felicitar a los colombianos por su "buen juicio", recordó, a renglón seguido, que los compromisos adquiridos con los sectores más desfavorecidos no habían sido cumplidos aún47. En un artículo titulado "El ocaso de los partidos políticos", el órgano oficioso de las autoridaes religiosas ya había puesto en tela de juicio a las dos colectividades tradicionales: Crece cada día más el descontento y se generaliza la persuasión de que los partidos ya no tienen eficiencia. Es, en realidad, el resultado y la consecuencia de que las campañas electorales son la reiteración irrespetuosa de todas las promesas, la sucesión de anuncios fallidos... En no pocos casos el hacer política es una forma de negociar sin ética y sin responsabilidad... Ahora parece más de actualidad que parte de los descontentos mire con simpatía a los revoltosos y subversivos...48. Progresivamente, vemos cómo El Catolicismo se preocupaba por sostener un discurso crítico hacia los sectores dominantes. En septiembre, un artículo -"Las exigencias de la paz social"- presentaba un cuadro en el que el maniqueísmo cedía algo de terreno, dando paso a una posición que al fin tomaba en cuenta la complejidad de la situación: M con los extremismos de la lenidad, ni con los excesos de la fuerza, se logra darle estabilidad al bien común. La paz social resulta como fruto de la justicia... Importantes sectores de la subversión y de la guerrilla no quisieron el diálogo de la paz e hicieron de la tregua una oportunidad para reagruparse en sus propósitos de lucha y de violencia... Más que organizarse para ganar electoralmente el uno al otro, los partidos políticos deben revisar sus programas para ofrecerle a la Patria las seguridades del orden social y de la paz. Uno de los factores que acreditan a la guerrilla es el del desgaste de las agrupaciones políticas... Otra sería necesariamen-

te la situación y otras las perspectivas si nuestra clase política, en su generalidad, tuviera como ex ponentes y gestores a dirigentes de debida idonei dad... Nada de raro tendría que entre las múltiples causas de la violencia ocupara un puesto de impor tancia definitiva la de que los políticos no fueran primero que todo ciudadanos probos, experimenta dos en la honestidad, comprometidos a conciencia con la causa de la justicia49. ¿Por qué, de un momento a otro El Catolicismo adopta una concepción y un lenguaje en los que, contrariamente a lo que sucedió hasta finales de 1984, los problemas sociales y la firme crítica a las élites tradicionales aparecen ocupando un puesto de primerísima importancia? Disponemos de muy pocos elementos para aportar una respuesta satisfactoria a estas inquietudes. Por un lado, existe la posibilidad de que en un momento dado, el semanario de la jerarquía eclesiástica comprendió que ante la cada vez más delicada situación, lo más conveniente era presionar al Estado para que iniciara una política reformista de fondo; podemos imaginar que para lograr tal objetivo, el sector conservador se vio en la obligación de asumir una actitud mucho más crítica ante un régimen que poco había logrado en materia de justicia social. La crisis que envolvía al Estado era de tal magnitud, que seguramente las muy conservadoras autoridades de la Iglesia colombiana se percataron finalmente de que lo que estaba en juego no era simplemente el acordar o no unos beneficios a unas agrupaciones guerrilleras que desde tiempo atrás venían atacando el orden establecido. Las altas instancias jerárquicas terminaron aceptando que era todo el sistema de la sociedad incluida la institución religiosa- el que, por una serie de aspectos bastante complejos -y no solamente debido a las acciones violentas de la subversiónamenazaba seriamente con derrumbarse si no se adoptaban urgentes medidas. En el fondo, la Iglesia trataba de conservar su posición central: pero en un contexto que se había vuelto tan convulsivo y violento y que presentaba la eventualidad de la reinserción de la guerrilla a la sociedad, dentro de la cual podría jugar un papel determinante, las autoridades eclesiásticas se encontraron ante la obligación de redefinir sus intererses y sus prioridades. En otras palabras, si no se aceptaban ciertas reivindicaciones

47 Ibid., 30 de junio de 1985. 48 Ibid., 5 de mayo de 1985. 49 Ibid., 8 de septiembre de 1985.

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que no provenían exclusivamente de la guerrilla, pues eran compartidas por amplios sectores de la población y que, además, no presentaban nada de revolucionario (reclamar una mejor justicia social, denunciar la corrupción de la clase política, señalar los abusos de las Fuerzas Armadas, etc.), la Iglesia corrría el gravísimo riesgo de desconectarse del todo con una sociedad que, desde hace años, venía tranformándose profundamente. Tampoco es del todo descabellado -y es nuestra segunda hipótesis para tratar de explicar el repentino cambio realizado por El Catolicismo-, considerar que en cierto momento se dio una relación de poder en el semanario: el sector reaccionario habría perdido mucho de su ascendiente ante una corriente que presionaba por presentar a la opinión pública una visión que se acercara más a la realidad del país, visión dentro de la cual las diferentes élites no estaban exentas de toda responsabilidad.

IV. La toma del Palacio de Justicia o el fin del Proceso de Paz: Aquellos que eran enemigos del diálogo con la guerrilla nunca dejaron de manifestarse. Y lo hicieron, de manera especial, en uno de los momentos más dramáticos de la de por sí muy atormentada historia colombiana: la toma del Palacio de Justicia (noviembre de 1985). Sectores de la jerarquía eclesiástica no dudaron un sólo instante en aprobar plenamente la manera como el ejército había respondido a la acción vandálica, criminal y terrorista50 del M-19. Y de la condena de este hecho a la condena general del Proceso de Paz no había, para el clero conservador, sino un paso que fácilmente se podía dar. Los obispos de Caldas, Risaralda y Armenia presentaron a la opinión pública un análisis de la situación en el que reaparecían críticas que ya hemos escuchado, tales como la generosidad excesiva del gobierno y los móviles reales de la subversión (el crimen, el enriquecimiento ilícito, el odio de clases...)51. Pero también se escuchó otro discurso. Mucho más prudente, se limitó, sin jamás emitir un juicio

de valor sobre los acontecimientos, a pedir que se continuaran apoyando los esfuerzos del Presidente Betancur en aras de la paz -Monseñor Revollo Bravo52 - y que se conjugaran todos los esfuerzos con el fin de reconstruir al país con dignidad y con un progreso auténtico mediante la adopción de profundas reformas sociales -mensaje del Episcopado53. La toma del Palacio significó un gran revés para el Proceso de Paz, el más rudo golpe al primer intento conciliatorio por acabar con una de la formas de violencia que sacuden al país desde hace ya varias décadas. La tendencia conservadora seguía manifestándose, pero El Catolicismo, que había sido uno de sus máximos representantes, había experimentado una notable evolución. A partir de entonces, las críticas de amplios sectores de la sociedad se tornaron aún más feroces; el apoyo al Presidente, que había venido debilitándose a medida que la paz se alejaba, pareció desaparecer por completo. El Proceso de Paz, entendido como un mecanismo que hacía del diálogo la herramienta central para acabar con la guerra entre subversión y Estado, había llegado a su fin. En los pocos meses que le restaban al Presidente Betancur, la vía militar volvería a ser la solución privilegiada para acabar con la guerrilla. Y era tal la incredulidad frente a las posibles bondades del diálogo subversión-Estado, que las conversaciones iban a tardar muchos meses en reanudarse54. La atención se centraba en la campaña presidencial. Todos los candidatos, aprovechando el aparente fracaso de la iniciativa de Betancur y el descontento general, proponían un cambio significativo en materia de orden público. La Iglesia no era ajena a tales sentimientos: desde los pulpitos y desde sus medios de comunicación se situaba, nuevamente como orientadora de la opinión pública. El clero conservador y el progresista seguían manifestando sus planteamientos frente a los diversos problema del país. Sin embargo, el momento no estaba como para triunfalismos: se trataba de restablecer cierto optimismo en el seno de una sociedad sacudida por todo tipo de violencias.

50 Ibid., 17 de noviembre de 1985. 51 Ibid., 17 de noviembre de 1985. 52 Ibid., 17 de noviembre de 1985. 53 Ibid., 1ro de diciembre de 1985. 54 Fue en mayo de 1984, es decir en la mitad de la presidencia de Barco, que el gobierno accedió, ante la creciente presión de amplios sectores de la sociedad, a reinventar una estrategia conciliadora para solucionar el problema de la subversión.

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Conclusión: El Proceso de Paz del Presidente Betancur no ofrecía, en las postrimerías de su mandato, un panorama muy reconfortante: la guerrilla seguía, igual que a comienzos de su administración, en pie de guerra y una nueva fuerza de desestabilización, la mafia de la droga, comenzaba a sembrar el terror en el país. Empero, había un elemento que no existía cuatro años atrás: un partido político surgido de la guerrilla. Este no era, sin embargo, el único resultado positivo que heredaría el nuevo gobierno. La experiencia Betancur, con todas sus innegables fallas y con sus innumerables contradicciones, constituye, indudablemente, una fecha esencial en la historia de nuestro país. Esta iniciativa significó, a corto plazo, una toma de conciencia con relación a un problema que hasta entonces había sido subestimado por las clases dirigentes y por la mayor parte de la población urbana. A partir de la administarción Betancur, amplios sectores de la clase política empezaron a conceder una gran importancia al diálogo como instrumento para lograr la pacificación del país. El presidente Barco, luego de haber rechazado durante dos años la experiencia de su antecesor, terminó adoptando una Iniciativa de la Paz, dentro de la cual las negociaciones políticas con la subversión permitieron la reinserción del M-19 a la vida civil. El gobierno de Gaviria prosigue en ese camino: la solución debe buscarse, en primera instancia, a través del diálogo; más aún: otros protagonistas de la violencia, como los carteles de la droga, han entrado también en negociaciones.

La repercusión de la iniciativa Betancur en los diferentes sectores de la sociedad colombiana ha sido tan amplia, que aún los sectores tradicionalmente hostiles a las negociaciones con las guerrillas han variado su óptica: hoy en día, por ejemplo, son varios los voceros oficiales de la Iglesia los que pregonan no ya el rechazo al diálogo sino la reconciliación a través del diálogo. Todo parece indicar que este cambio que comenzó a apreciarse en El Catolicismo ha seguido ganando algunos adeptos dentro de la muy conservadora jerarquía eclesiástica colombiana: las denuncias a un sistema político y social excluyentes e injustos, así como la insistencia en la reanudación de diálogos con la subversión ya no son compartidas únicamente por unos cuantos obispos. Sin llegar al extremo de imaginar que la Iglesia colombiana ha roto por fin con ciertas tradiciones injustificables con el mundo de hoy, se puede quizás afirmar que, en lo que concierne lo político y lo social -mas no lo moral- aumenta, aunque sea tímidamente, el número de obispos que ya no se identifican del todo con los planteamientos netamente conservadores que han caracterizado a la Iglesia en nuestro país. Si bien es cierto que aún existen sectores políticamente tradicionales, el Presidente Betancur logró convencer a una buena parte de la muy conservadora Iglesia colombiana que la solución no era, como pretendió serlo anteriormente, a sangre y fuego.

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T E M A S

Y

D E B A T E S

FEMINIZACIÓN DE LA POBREZA Y ECONOMÍA GLOBAL:

UNA APROXIMACIÓN DESDE LA HISTORIA Ana María Bidegain, Profesora de los departamentos de Historia de la Universidad de los Andes y Nacional de Colombia

A

tendiendo a la solicitud de la Universidad de Salamanca para participar en la mesa sobre Deuda y Femenización de la Pobreza, quiero aportar mi perspectiva desde el campo de la historia. Mi presentación está encaminada a situar básicamente, tres puntos: 1) Clarificar lo que se entiende por feminización de la pobreza. 2) Situar la deuda y la crisis económica y polí tica latinoamericana contemporánea, dentro del proceso histórico de globalización de la economía. 3) El impacto de la globalización de la economía y la acumulación de capital a escala mundial sobre las mujeres latinoamericanas, en particular, y del Tercer Mundo en general, tomando en cuenta la diferenciación de sexos y las repercusiones en la cotidianidad de la vida de millares de mujeres que padecen condiciones de pobreza.

1) La feminización de la pobreza La femenización de la pobreza ha sido un concepto económico, desarrollado en los medios acadé-

micos de los Estados Unidos durante la crisis de la década de los setenta, que hace referencia a un mayor crecimiento de la pobreza entre la población femenina que entre la masculina. En la década de los ochenta se pudo constar que si los índices de pobreza entre la población adulta de ambos sexos de los Estados Unidos creció en un 30% durante la década de los setenta, este proceso fue más sensible entre las mujeres pobres que los hombres, pues las primeras pasaron de 9.9 a 12.9 millones mientras los segundos aumentaron de 5.9 a 7.7 millones. Por lo tanto, la proporción entre mujeres pobres y hombres pobres se mantuvo en una proporción de 5 a 3 durante este período y el crecimiento de mujeres pobres excedió al crecimiento de hombre pobres en más de 1.2 millones. Este inmenso crecimiento de mujeres viviendo en la pobreza es lo que se ha denominado feminización de la pobreza2.

1 Ponencia presentada en el Foro de Iberoamérica "Una Visión Femenina*, organizado por la Universidad de Salamanca en septiembre de 1990. Dado el carácter del Foro, esta presentación se realizó para ser leída y polemizar en torno a la orientación política y económica del llamado proceso de democratización en latinoamérica de finales de los ochenta y comienzos de los noventa. (2) Kniesner J. Th., "Sex differences in wages and poverty", memorandum to the council of economic advisers, marzo de 1983. Kniesner J. Th., Me Elroy Marjorie, Wilcox Steven, "Family structure, race and feminization of poverty", working papers in economics (86-17), Duke University, 1986. U.S. Comission on civil rights, "A growing Crisis: disasventages of women and their families, Clearing house publication 78, mayo de 1983. Michael R., 'Consequences of the rise in famael labor forcé participation rates: questions and probes' Journal of labor economics 3,1, (enero 1985) pps.117-146. Eisenstein Z., "Feminism and sexual equality. Crisis in liberal America" monthly review press, Nueva York 1984. Sobre la situación en referencia a América Latina ver los estudios de la CEPAL que también denuncian la situación: Arriagada I., "Participación 9 desigual de la mujer en el mundo del trabajo", revista de la cepal, N 40, Santiago de Chile, abril 1990. Bonilla E., "Las mujeres latinoamericanas trabajan el doble*, en, CEPAL Transformación productiva con equidad, Santiago de Chile, 1990. Moritz N., La situación de la mujer costarricense (1963-1985) MINDEPLAN, San José, 1986. Pollack M., Women poverty in Latin America. A threee country study of short and long terrm trends. PREALC, 1988. PREALC, Colombia, la deuda social en los años ochenta, Bogotá, 1990. UNICEF, The invisible adjustment. Poor women and the economics crisis. Alfabeta imporesores, Santiago de Chile, 1987.

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De otra parte, la feminización de la pobreza, se determinó tomando en cuenta los niveles de ingresos de mujeres, cabezas de hogar y se vio la relación existente entre la pobreza y los cambios en la estructura familiar y entre pobreza y raza. Si estos estudios nos ayudaron a conceptualizar el fenómeno para el caso de los Estados Unidos, estadísticas de las Naciones Unidas en 1980, han mostrado: • que el 50% de la población mundial lo constitu yen mujeres. • que el 60% de las horas de trabajo, a nivel mundial es realizada por mujeres. • que sólo devengan el 10% de la renta mundial. • que las mujeres sólo poseen el 1 % de la propiedad a nivel mundial3. Para los historiadores, atentos a la realidad socio- cultural, esta situación no es de extrañar si tomamos en cuenta la historia de los derechos civiles de las mujeres (sobre todo en lo referente a la tenencia de propiedades) y el escaso margen de participación económica que han tenido las mujeres, aún en Occidente, hasta mediados del siglo XX. El Informe sobre el desarrollo mundial de 1990 del Banco Mundial sobre la pobreza señala: "El peso de la pobreza recae con mayor fuerza en ciertos grupos. En general las mujeres tienen una condición económica o social desventajada; en los hogares pobres, con frecuencia soportan una carga de trabajo mayor que los hombres y tienen un nivel de educación más bajo y menos acceso a actividades remuneradoras. También los niños sufren en una medida desproporcionada, y la calidad futura de sus vidas peligra a causa de niveles deficientes de nutrición, atención de la salud y educación. Esto es así especialmente en el caso de las niñas;... La incidencia de la pobreza es con frecuencia elevada entre las minorías y grupos étnicos como los pueblos indíge-

nas de Bolivia, Ecuador, Guatemala, México y Perú”4 La década del ochenta resultó ser especialmente penosa para las poblaciones latinoamericanas debido a los programas de ajuste. Los mismos expertos del Banco Mundial afirman que "la reestructuración económica asociada al ajuste es perfectamente coherente con la doble estrategia que se propugna, pero a corto plazo, muchos de los pobres corren peligro"5. A partir de estos datos, nos cabe preguntar: ¿qué incidencia tiene para las mujeres de los países pobres, la deuda y la crisis política dentro del proceso de globalización de la economía? Para responder y ver las causas creemos que la perspectiva histórica puede aportar algunas luces.

2). La internacionalización de la economía y de la vida política.

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En la segunda mitad del siglo XX asistimos a una gran madurez del proceso de trasnacionalización de la economía iniciado hace 500 años con la expansión territorial europea y la acumulación de capital, proceso que se aceleró por las Revoluciones industriales del siglo XVIII y XIX, las que generaron una división internacional del trabajo y colocaron a Inglaterra y Francia en el siglo XVIII y luego Alemania y los Estados Unidos en el siglo XIX, como potencias industriales de primer orden. Estas naciones lideradas por sus burguesías nacionales implantaron las instituciones políticas liberales y cimentaron su desarrollo económico en el poder de la ciencia y la tecnología, y redefinieron, con la exportación de capitales y tecnología, una nueva fase de la expansión colonial. Así, la primera revolución industrial preparó el tránsito para establecer unas economías de exportación e influyó poderosamente en el encausamiento

3 Estas cifras fueron ampliamente publicadas y citadas en innumerables informes realizados por la ONU, especialmente, Report of the World conference of the United Nations. Decade for women. Equality, deveiopment and peace, Copenhagen, 14 al 30 de julio de 1980. 4 Banco Mundial La pobreza. Informe sobre el desarrollo mundial, 1990, p.2. 5 Idem.

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de la independencia latinoamericana. Desde entonces, comenzaron a llegar las casas comerciales londinenses y con ellos los empréstitos externos solicitados para financiar los ejércitos, consolidar gobiernos e impulsar a las economías de las nuevas naciones hacia la exportación, proceso interrumpido con la crisis financiera europea de 1825/26 y las dificultades internas. Pero el proceso se consolidó con la nueva situación creada por la segunda revolución industrial. Hacia 1850 los préstamos volvieron a llegar. Los estados latinoamericanos se convirtieron en productores de alimentos (carnes, trigo, frutos tropicales, café) y materias primas (lana, algodón, cobre, estaño, petróleo) en función de las exigencias del mercado mundial. Para poder implantar el Progreso se adelantaron reformas liberales que transformaron la tenencia de la tierra; se convirtió al latifundio clerical en civil, los reguardos indígenas así como las tierras comunales también fueron abolidos e integrados al nuevo sistema con lo que, en algunas regiones, se pasó de la hacienda tradicional a la empresarial. La mano de obra esclavizada fue liberada y los resguardos indígenas eliminados. Tanto los antiguos esclavizados como los indígenas se convirtieron en peones rurales u obreros mineros y entraron al mercado consumidor mediante el salario. En las regiones carentes de mano de obra se impulsó la inmigración y, mediante la estructura educativa, se buscó su cualifícación, aunque se mantuvo la estratificación social y étnica. La depresión mundial de 1873 interrumpió abruptamente el proceso iniciado. En 1880 se produjo un nuevo impulso para la entrada de capital extranjero que aportó las instituciones bancadas y la tecnología para la extracción de minerales y construcción de comunicaciones, propiciando la urbanización y desarrollo del mercado interno que exigió el pasaje del artesanado a la industria. Las mujeres negras, indias y mestizas pobres, fueron las obreras de una industrialización incipiente.

De acuerdo con la divisa positivista, el Progreso debía adelantarse con Orden. El proceso fue mediatizado por el establecimiento de sistemas políticos liberales-autoritarios. Argentina se convirtió en el mayor deudor latinoamericano y el pánico financiero de 1890 removió los débiles cimientos de las sociedades latinoamericanas que, a comienzos de siglo, protagonizaron una serie de reivindicaciones sociales en las que las mujeres comenzaron a tomar la palabra. Especialmente la literatura nos legó ejemplos de la búsqueda de individualidad y de espacios para ejercerla, sin la cual no se podría fundar una sociedad democrática. Sin embargo, se mantuvo la estructura patriarcal de la sociedad. Pero las mujeres comenzaban a reclamar sus derechos civiles y políticos al tener acceso a la educación y, aprovechando los espacios creados por la lucha en favor del sufragio universal -para los varones- la difusión de ideas socialistas, anarquistas, el cristianismo social y la creación de los primeros sindicatos. Las primeras décadas del siglo XX se caracterizaron: de una parte, por el estallido de la crisis, conflictos y guerra de 1914-1918, entre los países industrializados por el dominio de mercados y regiones productoras de materias primas, y de otra, por el establecimientos de sistemas económicos y políticos que intentaban o bien reorientar los costos sociales de la revolución industrial instalando la primera república socialista, o bien acelerar el proceso de acumulación, justificando la expansión territorial, exacerbando sentimientos nacionalistas y racistas, como Alemania, Italia o Japón. Durante este período, aunque América Latina no dejó de pagar su deuda con la sola excepción de México, lo aprovechó para impulsar su desarrollo comercial y entre 1915-1920 no estableció ningún préstamo internacional. Este fue un período de fuerte expansión comercial y de impulso industrial sustitutivo. Pero sin tecnología propia y con escasa modernización del sector agropecuario se mantuvo

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el modelo de exportación de alimentos y materias primas. Una vez superada la crisis de la Primera Guerra Mundial, durante la década de los veinte nuevamente llegaron los préstamos para interrumpirse con la gran depresión de 1930 y la instalación de gobiernos dictatoriales o con ejecutivos super fortalecidos con situaciones de guerras fronterizas, como el caso de ColombiaPerú, que permitieron un proceso de modernización acorde con las exigencias de la nueva realidad internacional y el traslado del eje del capitalismo mundial hacia los Estados Unidos. Surgieron nuevos partidos políticos formados por las clases medias emergentes que no lograron cambiar el rumbo de la articulación de las economías latinoamericanas con el mercado mundial. Con diferencias de acuerdo a cada país, las mujeres fueron obteniendo derechos y el acceso a la educación superior y a las carreras liberales, lo que les permitió comenzar a exigir una participación igualitaria en la sociedad, a la par que entraron como fuerza laboral en el sector servicos, mientras que paulatinamente perdían puestos de trabajo en el sector industrial. 2.1) La crisis y la deuda latinoamericana actual dentro del proceso de globalización de la economía El hecho político de mayor envergadura, en estas últimas cuatro décadas, fue indudablemente el finiquitado proceso de la Guerra Fría en los países del Norte y los casi 200 conflictos armados en el Sur, que generaron como industria central -en las economías de las grandes potencias- la industria bélica. La política de los países centrales, en relación con la economía mundial, fueron determinados por estos factores y las estrategias desarrolladas por las compañías transnacionales.

Se reestructuró la industria mediante la fusión, reagrupamiento, adopción de un nuevo proceso tecnológico, derivado, en parte, del propio armamentismo, y la internacionalización de sus operaciones. Esta reestructuración fue acompañada por el establecimiento de nuevas funciones del Estado asociadas con estos nuevos vientos en la esfera industrial. La agricultura impactada por el proceso industrial y tecnológico también comenzó a trasnacionalizarse lo cual provocó posteriormente dificultades al interior de los propios Estados Unidos, el gran granero del mundo en la década del cincuenta, mientras, poco después, los países de la incipiente C.E.E. revitalizaron el agro subsidiándolo y aprovechando los nuevos recursos tecnológicos. A fines de los sesenta y comienzos de los setenta se produjo una crisis del capitalismo. Los Estados Unidos perdieron la hegemonía en la economía mundial y competitividad en la esfera industrial tradicional6. Durante la administración de Reagan los Estados Unidos pusieron en marcha una nueva estrategia económica. Con el síndrome de la guerra de Vietnam y la explosión de movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo, los Estados Unidos adoptaron una nueva postura político-militar reafirmando su dominio en la política mundial. La segunda Guerra Fría puede visualizarse como un proyecto de intensificar la hegemonía global de Estado Unidos particularmente en relación con Europa y Japón. El foco de la confrontación Este-Oeste, puede ser visto, como un medio por el cual Europa y Japón fueron inducidos a aceptar el liderazgo de los Estados Unidos, en relación, a una serie de medidas políticas, por encima de la intensa rivalidad intercapitalista que tanto caracterizó este período. La guerra fría se caracterizó por guerras limitadas en los países del Sur, y lucha tecnológica por el dominio del más sofisticado y poderos aparato armamentístico.

6 Las medidas impuestas luego de la Segunda Guerra Mundial a Japón y Alemania Federal impidieron a éstas investigar sobre alta tecnología armamentística, lo cual tuvo un significado beneficioso pues pudieron impulsar el desarrollo tecnológico en otras áreas que les dieron una cierta primacía mundial.

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La política de rearme se convirtió en la llave maestra de la llamada Reaganomics. Los gastos militares aumentaron substancialmente y con ellos el déficit fiscal. Esto condujo a altas tasas de interés y al fortalecimiento del dólar, ambos congruentes con el predominio adquirido por la finanzas y la banca en la economía de los Estados Unidos. De manera que la industria bélica, hasta hoy, concentró para su provecho los más importantes recursos financieros, humanos e investigativos, y además, colocó, en la cúspide del poder, a personas formadas o ampliamente vinculadas con las Fuerzas Armadas y/o con organismos de seguridad del Estado, tanto en las grandes potencias como en países del Tercer Mundo7 Con el incremento de las rivalidades entre los países de capitalismo central los gobiernos de estos países adoptaron una serie de medidas que junto con la prevaleciente dinámica socioeconómica ejercieron una significativa influencia en la división internacional del trabajo y en el proceso de acumulación de capital, especialmente en lo relacionado con el trabajo agrícola y la expansión del capital agroin-dustrial, con la obvia incidencia en los países del Tercer Mundo en general y los latinoamericanos en particular. La recolocación de la producción industrial a nivel internacional y la internacionalización del capital financiero ha tenido un resultado ampliamente conocido en el proceso de la crisis de la deuda del Tercer Mundo. Para América Latina la crisis, alarmante en los ochenta, no fue coyuntural. Fue la consecuencia del modelo decimonónico de capitalismo dependiente caracterizado por la exportación de alimentos y materias primas que comenzó desde mediados de la

década del cincuenta, cuando los precios derivados de la exportación de productos agropecuarios y minerales útiles comenzaron a perder su valor, que hoy significa entre el 30 y 40 % de su valor inicial. Mediante el desarrollo tecnológico los países industrializados, pueden producir los mismos productos a un menor precio8. La instalación de grandes corporaciones transnacionales que absorvieron las industrias nacionales y se desarrollaron, no en función de las necesidades económicas locales, sino del mercado internacional y sus fluctuaciones, no propiciaron el desarrollo esperado y en la década del setenta, debido a la crisis provocada por el aumento del petróleo, en muchos países se denunció que se perdía dinero sólo por hacer funcionar las industrias. Las regulaciones, los controles estatales, la ineficiencia, el temor a la inestabilidad política, que podía generarse con la lucha popular, por el derrocamiento de los regímenes militares de Seguridad Nacional, y sobre todo, el tener opciones mejores, provocó la salida de algunas de las grandes corporaciones para regiones más seguras, dando origen al aumento del paro. El impacto de la reestructuración del comercio internacional de la agricultura y de productos agroindustriales y de la expansión de los negocios agrarios adelantados por las corporaciones transnacionales en América Latina, fue determinante de la situación de crisis. Se provocó el abandono, en grandes áreas del continente, de la producción de alimentos agrícolas de primera necesidad, con su lógico encarecimiento. Ha causado el crecimiento de la dependencia en cereales como maíz y trigo y otros productos tras-nacionalizados que han tendido a reemplazar el consumo de alimentos tradicionales. El cultivo de alimentos básicos tradicionales ha sido reemplaza-

7 El mejor ejemplo en el primer caso lo ofrecen el Presidente Bush, antiguo director de la CÍA y Andrópov, de la KGB, en el segundo recordemos la incidencia en las decisiones políticas que siguen teniendo las fuerzas armadas, a pesar de la democratización en los países latinoamericanos. 8 El azúcar bajó de $0.70 a $0.06, la fibra óptica ha ido reemplazando al cobre y el por otros materiales que se obtienen por procedimientos químicos. La Comunidad Económica Europea es capaz de poner la carne en el mercado internacional un 30% por debajo del precio de producción de Argentina y Uruguay.

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do por productos de lujo usados por las agroindustrias. Las pautas de consumo de alimentos vanaron perdiendo el campesinado su función de proveedor de alimentos para el consumo masivo. El encarecimiento de alimentos básicos como la carne, frutas y verduras los convirtió en productos inaccesibles para los sectores populares y aún medios. Pero, sobre todo, la internacionalización del ca pital agroindustrial ha provocado la desintegración campesina. En muchas regiones del continente el campesinado fue absorvido por las nuevas formas de explotación agrícola de los complejos agroindustriales. Estos tienden a intensificar la pérdida de control, por parte del campesino, del proceso pro ductivo y de la propiedad de la tierra. Todo esto, ha provocado la pauperización y expulsión masiva del campesinado. Este lo ha transformado de proveedor de alimento baratos para el consumo masivo y re fuerzo del mercado doméstico en reserva de mano de obra barata que migra hacia las ciudades, espe cialmente los hombres y quedando las mujeres con niños pequeños, atendiendo la parcela pero sin asis tencia ni créditos oficiales porque no es "jefe de hogar", lo que, al final, provoca también su migra ción a la ciudad. El gasto exagerado en armamento motivado, por una parte, por la necesidad del cumplimiento de los tratados internacionales firmados dentro del espíritu de la Guerra Fría y al establecimiento de los regímenes de Seguridad Nacional impuestos para contener la agitación social y política9 y permitir la imposición de un orden económico caracterizado por el endeudamiento, facilitó la indigestión de petro-dólares de la banca internacional y la baja de controles a la entrada de capital. Regímenes autoritarios que no sólo dejaron como secuela la deuda y la traumatización de la población, debido al encarcelamiento, la tortura y el exilio de la población

civil, sino que mantuvieron, aún después de los procesos de democratización, gracias al poder que dan las armas, el poder político de las fuerzas armadas sobre el poder civil10 y permitían controlar altísimas proporciones del presupuesto nacional. A su vez las inversiones realizadas con los prés tamos que motivaron la deuda se orientaron a obras de infraestructura11, peculados y armamento. Es decir no propiciaron el desarrollo ni se invirtieron en obras de interés para las poblaciones más nece sitadas. Si la crisis contemporánea de América Latina tiene una buena parte de sus raíces en el exterior, también las tiene internamente y de ellas se nutre muy bien. América Latina desde el establecimiento en el poder de la élite criolla, que suplantó a la colonial, se ha caracterizado por poseer una clase dirigente (civil o militar) con altos grados de corrupción, que se ha impuesto gracias al clientelismo político, generador de una alta burocracia y de un crecimiento del Estado en sus aparatos de servicios hasta del 70% del PNB. Desde el poder central se controla mediante corporaciones del Estado muchos sectores económicos con criterios caciquiles. Esta clase política, tradicionalmente vinculada a los viejos partidos políticos pudo retornar al poder con los procesos de democratización de la década del ochenta, situación perfectamente evidente en los países del Cono Sur que comenzó con V. Paz Estensoro en Bolivia, continuó con el Radicalismo de Raúl Alfonsín, seguido del Peronismo de Menen en Argentina, el Colorado Sanguinetti y ahora el Blanco La Calle en Uruguay, Sarney y Color de Mello en Brasil, el Democristiano Patricio Aylwin en Chile, lo que muestra un avance y retroceso político.

9 Agitación que siempre se vio desde la óptica de la Guerra Fría y nunca como resistencia al ajuste conservador y reclamo legítimo de justicia social por las clases que más sufrían el impacto de dicho ajuste. 10Caso de Chile. La preeminencia política de Pinochet en 1990 es incontestable. 11Especialmente plantas hidroeléctricas -hoy subutilizadas pues no se estableció el parque industrial imaginado al cual alimentarían las plantas hidroeléctricas y hoy la población debe pagar a unos costos altísimos, la energía que no utiliza o sin poder utilizar porque los proyectos no se terminan, como el caso del Guavio en Colombia.

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Avance en la medida que significó la vuelta al sistema democrático institucional. Retroceso por dos razones : 1) porque el proceso de democratización no ha permitido hasta ahora la participación de nuevos actores sociales, tradicionalmente marginados del poder que, con nuevas estrategias cumplieron un papel heróico durante la dictadura, mediante los movimientos sociales, como fue el caso de las mujeres, pobladores pobres, etc. y 2) porque, por el contrario, el proceso favoreció a la clase política tradicional, dejando, a las "derrocadas" fuerzas armadas, con el poder militar intacto y las relaciones con los Estados Unidos y los centros de poder mundial incambiados. El proceso inflacionario, la desconfianza y la recesión generalizada condujeron a que los latinoamericanos dejaran de invertir en sus países de origen, elevando a América Latina, también por esta vía, en exportadora de capital. Las inversiones de los venezolanos son, por ejemplo, superiores al monto de la deuda externa de su país. A estos factores de carácter económico-político hay que agregarle las dificultades de orden sociocultural, con profundas raíces históricas, que inciden en el proceso de crisis y estancamiento latinoamericano, como son: la pervivencia de una mentalidad colonial en todas las capas sociales que ha facilitado la continuidad de estructuras de dominación, una marcada estratificación social vinculada al racismo que ha mantenido en la subordinación a grupos étnicamente dominados desde la conquista, la existencia de estructuras familiares que mantienen y reproducen la mentalidad patriarcal, bajo nivel educacional y altos índices de analfabetismo y estructuras religiosas que no han logrado desarrollar valores éticos religiosos de solidaridad social como lo establece su mensaje fundador.

3) Las mujeres latinoamericanas y el proceso de internacionalización de la economía. Los efectos sobre la mujer latinoamericana del proceso de internacionalización económica tiene varias facetas. En primer término, es necesario analizar la vinculación de la mujer latinoamericana al proceso de acumulación internacional de capital, la cual puede ser: de manera directa a través de su vinculación como mano de obra en las transnacionales, pero también la mujer se vincula al proceso de internacionalización del capital por medio de los efectos indirectos que dicha internacionalización produce. Segundo, no podemos dejar de reseñar, aunque sea someramente, el impacto que dicho proceso tiene a nivel político y cultural. El aumento de la utilización de la mujer, como mano de obra, por las compañías transnacionales, con un alto nivel de explotación, ha sido objeto de numerosos estudios, aunque es necesario señalar que las mujeres sólo ocupan el 1 % de la fuerza de trabajo femenina en el Tercer Mundo y alrededor del 3% de la del empleo multinacional de todo el Mundo12. Los efectos indirectos, a los cuales nos referimos, son el resultado del empleo de mujeres a través de las cadenas de subcontratación, relacionada con firmas domésticas de todo tamaño donde las mujeres son cada vez más empleadas13. Puede suceder que trabajos domésticos (como costureras, por ejemplo) estén relacionados a través de la cadena de subcontratación con las multinacionales. Es decir, trabajo considerado informal o separado de las relaciones de producción capitalista en realidad no lo están. El carácter, muchas veces, ilegal de su trabajo coloca a la mujer en la cola de jerarquía laboral pero,

12 Ver Nash J. y Fernandez K., "Women, men and the new international division of labor", Albany N.Y. State Untversity Press, 1983. UNCTC/ILO Women workers in multinational entrerprises in developing countries, Geneva IL0 1985. 13 Un estudio de subcontratación en México durante 1981 y 1982 muestra que el empleo femenino iba en aumento y que las mujeres aparecían en todos los escalones de la subcontratación. Benerias L. y M. Roldan, The crossroad of class and gender. Homework, subcontrating and household dynamics in México City, University of Chicago Press, 1987.

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su contribución al proceso de acumulación tiene claramente una dimensión global si una firma multinacional está al final de la cadena de subcontratación o si el producto está finalmente ligado al mercado internacional. A su vez, el empleo de las multinaciones tiende a tener efectos sobre el consumo facilitando prácticas consumistas, no como resultado de salarios altos, sino por la integración de los trabajadores al mercado de consumo internacional. La difusión de los modelos de vida de los países ricos enseñan primero como consumir nuevos productos que como producirlos. Otro efecto indirecto de la expansión internacional del capital es la conexión entre la industria internacional del turismo y el incremento de la prostitución, las cuales están ligadas y ambas son estimuladas por la internacionalización de capital. Por otra parte existe relaciones más indirectas, pero importantes, en la manera como la mujer queda vinculada al proceso de acumulación internacional de capital: 1) La mujer ocupa un lugar importante en el comercio de menudeo. Una vendedora ambulante, que vende más barato, contribuye a la baja del costo del mantenimiento y reproducción de la fuerza de trabajo con obvias implicaciones para la estructura salarial y la acumulación de capital14. 2) El empleo de la mujer latinoamericana es básicamente a nivel de servicios y en el sector informal o en economías sumergidas, donde reciben, por lo general, bajos salarios y malas condiciones laborales, lo cual influye en la baja de costo de la mano de obra e incide en la acumulación de capital.

3) La discriminación salarial no sólo existe para la mujer popular si no que por el contrario ella se incrementa para las mujeres de sectores medios y altos como lo ha demostrado un trabajo reciente de CEPAL: "Ciertos indicadores muestran que la dis criminación aumenta con la edad expresando que son mayores los obstáculos para progresar en el caso de la mujer. En todos los casos, cuanto mayor es el nivel de instrucción, mayor es la diferencia de in gresos desfavorable a las mujeres. Por ejemplo, la diferencia entre analfabetos según sexo es sustancialmente menor que las diferencias en el nivel universitario"15. 4)Las mujeres en la economía domésticas son las que lidian con los efectos de las políticas de ajuste y la deuda. La deficiencia de servicios públicos, la dificultad de obtener nutrientes con el nivel de salarios, y la carencia de salud, educación, constituyen el sobreimpuesto que debe pagar la mujer pobre del Tercer Mundo16. Por lo tanto, si aceptamos que la deuda es la última forma de extracción de plusvalía y que está conectada con la financiación internacional y los modelos de intercambio e inversión, es fácil argüir la relación existente entre una mujer popular latinoamericana y cualquier decisión sobre género en la economía global. El peso es tal que cualquier política referente a los mecanismos de ajuste deberían tomar en cuenta la dimensión de género. Por otra parte, de acuerdo con el Informe sobre la Pobreza del Banco Mundial se extrae que la distribución de los ingresos dentro de la unidad familiar es desigual. En el seno de la unidad familiar, la distribución del consumo a menudo se inclina a favor de los varones y de los adultos que obtienen ingresos y suelen gastarse en nutrición y bienestar básico de la unidad familiar una proporción de los ingresos de las mujeres mayores (entre un 80% y 100%) que de los ingresos de los hombres (de un 40

14Trejos J. D., Caracterización del sector informal urbano de Costa Rica, Documentyo de Trabajo IlCE No. 125, San José, junio de 1989. Bromley R. y Gerry C, Casual work and poverty, John Wiley & Sons, Londres, 1979. 15Amagada I., "La participación desigual de la mujer en el mundo del trabajo", revista de la cepal, Santiago de Chile, abril de 1990. 16UNICEF, The invisible adjustement. Poor women and the economic crisis, the american and caribbean office, 1987.

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% a un 75%). Esto indica que elevar directamente los ingresos de las mujeres es una buena manera de llegar a los hijos, así como de fortalecer la condición de las mujeres y su poder negociador dentro de la unidad familiar. A nivel político es menester recalcar la incidencia indirecta que el proceso ha tenido en la cultura política de la mujer latinoamericana. El impacto del acceso de la mujer a educación y sobre todo a la formación de carreras liberales universitarias, la obtención de derecho al voto, el reconocimiento social de incorporación fuerza laboral calificada, la difusión de una educación sexual, que garantiza a la mujer un mayor control de su cuerpo, la influencia de los modos de vida de sociedades de países desarrollados, entre otros factores, ha cambiado radicalmente desde hace unas décadas la situación de las mujeres de sectores con poder económico. Las mujeres pobres han sido las que más duramente han recibido el impacto de la crisis, pero también su cultura política se ha visto transformada. Para poder alimentar a sus hijos han comenzado por compartir su pobreza y ello les ha obligado a organizarse: comedores populares, las ollas comunales, el vaso de leche, los hogares de bienestar son la resultante de la capacidad de respuesta de las mujeres, que de esta manera, no sólo responden a la crisis económica, sino que han aprendido a organizarse y a luchar para defender sus intereses y derechos, a tomar conciencia de su identidad como personas y de su papel como ciudadanas. Por eso, por tener que aprender formas organizativas para afrontar la crisis, las mujeres también han tenido que llenar el vacío histórico dejado por las organizaciones políticas en los momentos de mayor represión militar, creando espacios de libertad donde no existía ningún indicio de la misma. Las madres de la Plaza de Mayo, las asociaciones de familiares de presos y desaparecidos políticos, las asociaciones y comités de denuncia contra la tortura y la violación de los Derechos Humanos son una clara muestra de su tenacidad y valor. Han desarrollado campañas, marchas por la

democracia, movilizaciones por la vida, allí donde la violencia y muerte no dejaba ninguna esperanza. Con su protesta, su denuncia, su voz y su crítica han solicitado el diálogo a los sectores en conflicto, han pedido y han dado perdón, y sin, quizás, muchas saberlo, han creado espacios políticos propios y novedosos. Sin embargo, el retorno a la democracia significó para las mujeres populares, el mantenimiento y aún más la agudización de la pobreza con las política neoliberales y cierre de su participación ciudadana por la imposición burocrática de los partidos y del Estado. En resumen: I-La integración de la producción internacional por medio de las compañías trasnacionales ha sido la forma más acabada de la internacionalización del capital, así como parte esencial del desarrollo de grandes oligopolios trasnacionales que dominan los recursos financieros y lanzaron una tercera revolución industrial, e imponen un nuevo orden político-territorial. Se van eliminando las fronteras que se habían establecido, por interés de las burguesías nacionales, con la creación de los estados modernos desde el siglo XVI y se da paso a las integraciones regionales y continentales, impulsan el desarrollo de instituciones políticas económicas y financieras internacionales; concretizándose así, el proceso de universalización económica con una extensión ja- más alcanzada. 2-La discriminación contra la mujer atenta contra el desarrollo de la sociedad incluso desde un punto de vista estrictamente económico liberal. Nuestras economías están insertas en un proceso aperturista y expuesto a la competencia internacional. La competitividad debe cimentarse en una in- corporación deliberada y sistemática del progreso técnico al proceso productivo, no en la depreciación de los salarios reales. Es necesario pues, poner sobre el tapete la relación entre discriminación de género y pobreza y lograr un encuentro entre desarrollo social e igualdad de género. 3-Desde la perspectiva latinoamericana y tercermundista esta globalización no ha significado progreso, ni desarrollo, sino situar a nuestros pue-

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blos en una gran crisis, la cual ha sido profundizada por la deuda, pero sobre todo, la crisis actual es la muestra del mayor fracaso del modelo de desarrollo impuesto por los de dentro y los de afuera. Hay que reinventar un nuevo modelo solidario de organiza-

ción social a nivel planetario, que nos ayude a reconciliarnos sexual, racial, socialmente y con la naturaleza, madre de todos, hoy también puesta en peligro por el modelo de civilización occidental.

DIEZ PARADOJAS Y ENCRUCIJADAS DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA EN COLOMBIA Gonzalo Sánchez Gómez, Historiador, Director Instituto de Estudios Politicos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.

Las ciencias sociales en América Latina se han desarrollado en las últimas décadas con ritmos y características muy distintos, según los contextos socio-culturales nacionales. En Colombia, con un desarrollo tardío de las ciencias sociales, por razones que habría que explicar, la disciplina de más amplio desarrollo y arraigo en las dos últimas décadas es sin duda la historia. Pero aún dentro de esta misma disciplina esos desarrollos no han sido lineales, pues en ella coexisten con mayor o menor tensión disímiles orientaciones teóricas, metodológicas o temáticas. El hecho mismo de haberse desarrollado en el marco de los claustros universitarios, ha mantenido a la disciplina al margen de los vaivenes en la política estatal de investigaciones, cuando la ha habido, de los cambiantes intereses de las agencias externas financiadoras de investigación y de los ingentes recursos que se han convertido en prerrequisito del trabajo investigativo en otras disciplinas. Mi Tesis de partida, robada a Perogrullo (lo confieso públicamente), es que estamos muy bien,

pero estamos muy mal. De este postulado he podido derivar un Decálogo que combina adecuadamente, creo yo, los dos elementos de la paradoja. No se trata, por lo tanto, de un inventario de publicaciones, sino de la enunciación de una serie de problemas. En el más reciente de los periódicos balances de la producción histórica realizado por Jorge Orlando Melo a comienzos de 1990 y presentado en un Simposio sobre' 'La investigación colombiana en la Artes, las Humanidades y las Ciencias Sociales", el autor definía el momento actual de la historia como un momento de perplejidad, perplejidad que uno podría referir a las tres rupturas que habían configurado su irrupción innovadora a partir de los años 60: - Perplejidad, primero, por la crisis de los paradigmas políticos que le habían dado impulso a la disciplina en los años sesenta y que le habían exigido un gran esfuerzo de re-fundación del pasado en

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blos en una gran crisis, la cual ha sido profundizada por la deuda, pero sobre todo, la crisis actual es la muestra del mayor fracaso del modelo de desarrollo impuesto por los de dentro y los de afuera. Hay que reinventar un nuevo modelo solidario de organiza-

ción social a nivel planetario, que nos ayude a reconciliarnos sexual, racial, socialmente y con la naturaleza, madre de todos, hoy también puesta en peligro por el modelo de civilización occidental.

DIEZ PARADOJAS Y ENCRUCIJADAS DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA EN COLOMBIA Gonzalo Sánchez Gómez, Historiador, Director Instituto de Estudios Politicos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.

Las ciencias sociales en América Latina se han desarrollado en las últimas décadas con ritmos y características muy distintos, según los contextos socio-culturales nacionales. En Colombia, con un desarrollo tardío de las ciencias sociales, por razones que habría que explicar, la disciplina de más amplio desarrollo y arraigo en las dos últimas décadas es sin duda la historia. Pero aún dentro de esta misma disciplina esos desarrollos no han sido lineales, pues en ella coexisten con mayor o menor tensión disímiles orientaciones teóricas, metodológicas o temáticas. El hecho mismo de haberse desarrollado en el marco de los claustros universitarios, ha mantenido a la disciplina al margen de los vaivenes en la política estatal de investigaciones, cuando la ha habido, de los cambiantes intereses de las agencias externas financiadoras de investigación y de los ingentes recursos que se han convertido en prerrequisito del trabajo investigativo en otras disciplinas. Mi Tesis de partida, robada a Perogrullo (lo confieso públicamente), es que estamos muy bien,

pero estamos muy mal. De este postulado he podido derivar un Decálogo que combina adecuadamente, creo yo, los dos elementos de la paradoja. No se trata, por lo tanto, de un inventario de publicaciones, sino de la enunciación de una serie de problemas. En el más reciente de los periódicos balances de la producción histórica realizado por Jorge Orlando Melo a comienzos de 1990 y presentado en un Simposio sobre' 'La investigación colombiana en la Artes, las Humanidades y las Ciencias Sociales", el autor definía el momento actual de la historia como un momento de perplejidad, perplejidad que uno podría referir a las tres rupturas que habían configurado su irrupción innovadora a partir de los años 60: - Perplejidad, primero, por la crisis de los paradigmas políticos que le habían dado impulso a la disciplina en los años sesenta y que le habían exigido un gran esfuerzo de re-fundación del pasado en

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consonancia con las nuevas utopías en boga a lo largo y ancho de América Latina . Colombia, adicionalmente, acababa de salir de más de una década de Violencia con la convicción de que había sido destruida en sus cimientos. Y como es sabido( así.por lo menos se planteó en un congreso internacional de historia en España en 1993) "la incertidumbre de los tiempos actuales acrecienta la pasión por la historia'. La consigna en la Colombia de los años sesenta parecía ser: "para reconstruir el país hay que repensarlo". En ese contexto había sido relanzada no sólo la historia sino también la sociología y la antropología. - Perplejidad por la crisis de los paradigmas metodológicos, asociados a los antes mencionados paradigmas políticos , y más generalmente aún por la crisis de los grandes sistemas de pensamiento, característica del llamado mundo postmoderno, que se ha traducido no sólo en la diversifícación sino sobretodo en la fragmentación (que anula toda po sibilidad de inter-relación). - Perplejidad, finalmente, al descubrir las insu ficiencias de la simple inversión temática -de gru pos dominantes por grupos dominados, o de la sus titución de héroes de la historia oficial por héroes del movimiento popular- y reconocimiento, por consiguiente, de que hay que mirar simultáneamen te los mecanismos de la rebelión y los de la domi nación, de que hay que multiplicar los actores en vez de buscar el actor de la historia; en una palabra, el reconocimiento de que la historia es una historia de relaciones, más que el despliegue hegeliano de la Razón, de la Idea, así esa idea se llame Revolución.

globalizaciones sociologizantes e infundadas de los años sesentas y setentas que llevadas al extremo pusieron en duda incluso la posibilidad de una historia nacional, ha generado una fascinación tal vez igualmente problemática por la regionalización. Es cierto que este movimiento de regionalización nos llevó a descubrir la heterogeneidad social y cultural del país, pero hay que reubicarla en su justo lugar. No se trata, por supuesto, de una tendencia exclusivamente colombiana. Se ha anotado.por ejemplo, en una investigación de Fernando Calderón y Patricia Provoste, sobre las ciencias sociales en América Latina, cómo temas de estirpe totalizante (las clases sociales, la dependencia) han ido pasando a un segundo plano. Tal vez sea oportuno evocar a este propósito la voz de los maestros del oficio." Nada mejordice Bloch (La Historia Rural Francesa, Edit. Crítica, Barcelona, 1978 p.36)- que reconstruir poco apoco, con la ayuda de mil pequeños rasgos, tomados de una realidad maravillosamente diversa, una imagen de conjunto más exacta, y por tanto más matizada: es la ambición de toda investigación científica. Pero a esa meta ideal habrá qué recordarlo?- la investigación no puede aproximarse más que con una condición: seguir antes el camino inverso; antes de ir de lo particular a lo general, pedir a una amplia visión de conjunto los medios para clasificar e interpretar los pequeños accidentes del paisaje". En otras palabras la sumatoria de historias regionales no nos da la historia nacional. Como diría Marco Palacios, hay que ver la historia regional como un problema nacional.

A partir de estas constataciones preliminares quisiera formular el anunciado Decálogo de Paradojas y Encrucijadas de la investigación histórica colombiana:

O si se quiere, hay que persistir en la búsqueda no de la totalidad- pero sí de totalidades. De totalidades relativas, si fuera permitido decirlo.

I. Hay en la producción historiográfica reciente de Colombia un gran énfasis en la regionalización, en la fragmentación, en la especialización (en temas como café, Violencia, colonización, etc.), pero poca globalización. O mejor, parece que el rechazo a las

Sobre este tema ha habido en los últimos diez años exploraciones refrescantes, por ej, de Colmenares; e incluso un simposio organizado por Colcultura, recogido en Contra el caos de la desmemoriación (COLCULTURA, 1990).

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II. Hay abundante interdisciplinariedad, demarcación de territorios comunes, por ejemplo, en áreas como la de comunicación y la cultura, pero al mismo tiempo es perceptible una cierta pérdida de los perfiles profesionales. - Aunque algunos nos sentimos cómodos en estas zonas de frontera y de encuentro, otros ven en cierto presentismo dominante (la historia en tanto proyección de los intereses y necesidades del presente sobre el pasado) un peligro para el desarrollo de la disciplina como tal. Es decir, un temor a que el encuentro con otras disciplinas se convierta en una forma de fuga de la historia. Aunque hoy ya es mucho más fácilmente aceptado que antes, que en cuanto a problemas de definición y construcción de su objeto la investigación histórica está sometida a exigencias similares a las de cualquiera otra de las disciplinas sociales, y en general a las reglas más generales de la investigación científica, es importante rescatar sus dos rasgos característicos: su vocación holística y la diacronía, es decir, la inserción de sus objetos en la pespectiva del cambio, de la temporalidad (no necesariamente en el pasado . Además, no toda investigación sobre el pasado es histórica: puede ser arqueológica, antropológica, geológica..). Aquí puede haber quizás un desarrollo inverso al de otras disciplinas sociales : mientras las otras disciplinas que han estado más encerradas, claman por la interdisciplinariedad (esto se percibe abultadamente en los balances de COLCIENCIAS), la historia, que ha estado más abierta debería estar más atenta hoy a la reafirmación de su especificidad, sin renunciar al diálogo interdisciplinario. De hecho, mientras más fuerte y definido sea el perfil de una disciplina, más productivamente se podrá relacionar con sus vecinas. El papel de los pregrados vuelve a ser aquí estratégico en la construcción del perfil del historiador profesional. Con todo, hay campos de investigación, como el de la Violencia en Colombia, en los cuales la

unidad temática pesa más que la diferenciación de las disciplinas. III. Hay un evidente crecimiento de la produc ción ,pero no hay un crecimiento comparable de las problemáticas. Podría decirse en este sentido que el avance de la producción no significa necesaria mente avance de la disciplina. Parece haber incluso un agotamiento de los esquemas de representación Asimismo, hay un apreciable número de Proyectos(indviduales) pero es muy reducido el número de Programas(colectivos) y de líneas de investigación, que permitan impulsar desarrollos sistemáticos y acumulativos en un área determinada, en períodos más o menos largos, e identificables, y con un cuerpo de problemas y de hipótesis en torno a los cuales se genere una dinámica investigativa intensa. Por supuesto que el carácter colectivo no se refiere en este caso exclusivamente a la pluralidad de proyectos, sino sobretodo, a su articulación. IV. Hay muchos y nuevos espacios de difusión (editoriales ,revistas, periódicos), que son un factor importante en la construcción de un pensamiento propio ( como lo saben argentinos, brasileros y mexicanos), pero muy poco para la crítica y para la producción historiográfica, es decir, para que los balances no sean un simple registro de lo que se produce, sino una reflexión sobre la validez de los conceptos, sobre los métodos, sobre la crítica de las fuentes y su clasificación, sobre el estado y posibilidades de los archivos y sobre las prácticas sociales a partir de las cuales se produce. - La imposición fácil en el mundo universitario de tendencias homogéneas y homogeneizantes de sello marxista, y con ello la ausencia de confronta ción, de corrientes encontradas, han frenado dema siado los desarrollos teóricos y metodológicos. Igual papel limitante ha jugado la ausencia de un debate latinoamericano, que ha se ha dado más en la economía, en la sociología y en los estudios políticos.

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Uno de los secretos del desarrollo de la historia (sobre todo de la marxista en Inglaterra),según lo reveló Eric Hobsbawm en una conferencia en el Departamento de Historia da la Universidad Nacional hace unos 6 años , se debió a su surgimiento y expansión en un mundo hostil, de confrontación con escuelas conservadoras y liberales de muy alta calificación profesional, lo que obligó a aquella a afinarse teóricamente para el debate y a darle muy sólido respaldo a su corpus empírico .

mente trabajos que se inserten en el debate internacional, o por lo menos latinoamericano. La singularidad, en este sentido nos puede conducir irremediablemente al parroquialismo. Por eso no me tranquiliza la conciencia el argumento de que el aislamiento, como efecto involuntario, nos ha protegido de los vaivenes y de las modas intelectuales. Lo que pasa es que simplemente no estamos en los debates latinoamericanos. No estamos en los encuentros internacionales.

“Para que puedan darse desarrollos significativos en este campo hay dos ramas de la investigación que deberían plantearse entre las prioritarias a promover sobretodo en los postgrados: la investigación historiográfica y la investigación teórica: un campo en el cual más que de hallazgos hablemos de los problemas de la investigación, de ese movimiento colectivo-cultural que es el de la producción historiográfica. Un buen balance puede contribuir tanto o más que una buena obra al desarrollo de una disciplina.

Esto no tiene que ver, por supuesto, con deficiencias de nuestros historiadores, sino con las limitaciones de nuestros recursos: no tenemos centros latinoamericanos, ni bibliotecas latinoamericanas, ni podemos desplazarnos con la misma facilidad burocrática y financiera que los investigadores europeos y norteamericanos.

V. Hay notable énfasis en la particularidad y poco en el estudio comparativo. Como señalaba Germán Colmenares, nuestra máxima unidad de análisis en la historiografía latinoamericana suele ser la nación, y dentro de ella sus regiones. La sensibilidad a las diferencias suele exhibirse como un rasgo característico de la mirada del historiador. Pues bien, en desarrollo de su concepción del MÉTODO COMPARATIVO, Marc Bloch sostiene que la historia rural francesa no puede entenderse más que "integrada en el conjunto de fenómenos europeos"..."En esto como en todo ,el más seguro medio de entender Francia es a veces salir de ella"..."Pero -continúa-...es preciso evitar confundir el método comparativo con el razonamiento por analogía. Aquél exige, por el contrario, para ser practicado correctamente, una gran sensibilidad a las diferencias" (Op.Cit.pp.42-44) - En general, en todos los campos de las ciencias sociales de nuestro país, se encuentran muy escasa-

La historia no ha logrado empero la intemacionalización que han alcanzado las ciencias sociales en otros países latinoamericanos, en términos de presencia, de intercambios personales e institucionales, de circulación internacional de sus resultados, de capacidad de captación de académicos extranjeros de alta calidad en nuestros centros de investigación. Por todo ello, tanto desde el punto de vista del desarrollo socio-cultural, como del punto de vista político-estratégico me parece inaplazable la creación en Colombia de un Centro de Estudios Latinoamericanos de perspectiva interdisciplinaria. VI. Ha habido un visible interés en las fuerzas dinamizadoras de la sociedad (grupos, movimientos sociales, formas de resistencia a la dominación) pero se ha descuidado el análisis de las resistencias al cambio, de las inercias, de las instituciones, de las fuerzas de conservación (partidos tradicionales, Iglesia, familia) o de aquéllas en las cuales los cambios son más lentos...de los " Contras" del proceso social. VII. Ha habido un demostrable avance en algunas ramas de la historia, por ejemplo en la historia económica y social, pero un abultado retraso de las

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historias de la cultura, de las ideologías, de la vida cotidiana y de las mentalidades. Puesto que en el proceso social se privilegiaban los factores productivos, y en especial la trilogía tierra, capital y trabajo, en el plano investigativo los temas dominantes fueron en los sesentas y setentas la cuestión agraria (la agricultura exportadora, la evolución y estructura de la hacienda, principalmente), la industrialización y la fuerza laboral( indígena, esclava, proletaria...como fuerza productiva, no como hecho cultural). Dicho de otra manera, ha habido mucho sobre los procesos reales, pero poco sobre el mundo de las estructuras mentales, de los imaginarios, sobre las expresiones culturales del cambio político y social.Sólo muy recientemente han comenzado a producirse incursiones en temas como el de las complejas relaciones entre calendario religioso y calendario republicano(Marcos González); el de las diversas formas de ritualidad política: celebraciones del primero de mayo , por ejemplo; el de las diversas y cambiantes formas de apropiación del mito: la Gaitana a través de la historia nacional(Bernardo Tovar); el de las formas de recepción y reapropiación del discurso democrático de la evolución Francesa( Mario Aguilera y Renán Vega);el de la religiosidad popular; el de la cultura indígena y el de las identidades, incluida la identidad nacional, etc.. Por otro lado, hay un hecho notable y universal como reacción al paneconomicismo reinante en décadas anteriores: si bien lo económico adquiere una importancia aún mayor en la vida cotidiana y en la inmediatez, su centralidad en la interpretación histórica, por el contrario, ha sido desplazada o lo está siendo por las prácticas simbólicas y en general por la producción sobre objetos socio-culturales y sobre los espacios urbanos, líneas de trabajo que tuvieron tan tempranos desarrollos en otros países latinoamericanos, por ejemplo en el Brasil, bajo la influencia de Roger Bastide y Claude Lévi-Strauss. En Colombia, sólo muy recientemente, de la vieja alianza de la historia con la economía y la estadística, se está pasando en términos conceptuales y de preguntas a la búsqueda de una alianza con la etnología, la semiótica y el psicoanálisis.

llegando o marcando en Colombia. Y esto no tiene por qué llevar necesariamente a una "despolitización" de la historia, como se teme, se arguye o se pretende derivar con frecuencia a partir de sus desarrollos más recientes. Lo que implica es una resignificación de lo Político, presente no sólo en los espacios públicos sino también en el mundo del pensamiento, de la cultura, de las mentalidades, y en general en ese mundo de las representaciones, cuya conceptualización es todavía muy elusiva. En todo caso, valga la pena anotar que por primera vez en un Congreso colombiano de Historia -en el de Bucaramanga, noviembre de 1992- hay Simposios temáticos sobre mentalidades, sobre historia de las ciencias, sobre historia de la familia y la mujer. VIII.- Asimismo, es detectable un salto en la década de los 80 en el interés por la historia contemporánea, y en particular por la historia política, que había sido la cenicienta de la disciplina hasta fines de la década de los 70s. De hecho, hasta hace muy poco, lo "contemporáneo" hacía parte del universo de lo "no-histórico". Pero este salto hacia lo contemporáneo se ha realizado en desmedro de la historia sobre los períodos colonial, de la Independencia y decimonónico, que fueron el terreno privilegiado de la Nueva Historia en sus albores. El período colonial, en particular, ha sido visto o tal vez trabajado y proyectado- como un pasado muerto, como si fuera nuestra Edad Media inmóvil. La coyuntura del impacto del Quinto Centenario no parece haber modificado esta situación. En esto tengo una visión opuesta a la proyectaba por Germán Colmenares hace unos tres años en el Seminario sobre Ciencias Sociales en Colombia, organizado por COLCIENCIAS. Tiene que haber una acción institucional frente a las áreas desprotegidas, no sólo de las entidades financiadoras sino de los centros mismos de inves-

- O sea que los desplazamientos operados por la Escuela de los Anales en Europa hacia los años setenta, y sobretodo el espíritu de sus fundadores (Bloch, Febvre, Braudel), hasta ahora nos están

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tigación y de quienes los conducen. Tengo la impresión que los Departamentos de Historia se quedaron cortos en iniciativa frente a esta coyuntura favorable para hacer sentir el pasado colonial como un problema actual. IX. Hay gran diversificación de la producción, pero al mismo tiempo ausencia de síntesis inter pretativas de la evolución de la personalidad histó rica colombiana (no hablo de Manuales o de obras colectivas - Planeta, Salvat, Oveja Negra, Historia de Bogotá, Historia de Antioquia - cuya coherencia es siempre problemática). En otras palabras hay muchos hilos finamente trabajados, cada uno en su singularidad (obreros, campesinos, industria, eco nomías exportadoras), pero muy reducidos esfuer zos por construir el tejido global, la malla cultural. Hemos perdido la función integradora de la Histo ria. En el desarrollo de una disciplina, para citar otra vez a Bloch (p.27), hay momentos en que una SÍNTESIS, aún prematura en apariencia, resulta más útil que muchos trabajos de análisis; son momentos en que, dicho con otros términos, importa sobre todo enunciar bien las cuestiones, problemas, preguntas, más que.todavía, tratar de resolverlas. La historia rural, en Colombia, parece haber llegado a ese punto...en muchas áreas, en lugar de superar libros estamos dedicados a repetirlos. X. Hay un notable crecimiento de recursos (humanos, financieros y técnicos: fundaciones, entidades estatales, ONGs, intercambios de doble vía con el exterior tanto a nivel individual como institucional) pero hay también una gran tendencia a la concentración de esos recursos, en la capital nacional, en ciertas regiones sociogeográficas, en ciertas áreas del saber, en ciertos centros académicos.

Ello no sólo atenta contra la deseable diversi ficación del saber que caracteriza todo desarrolo científico, sino que está llevando, como lo he dicho en otro contexto, a que la vida (cultural) en la provincia sea percibida como una maldición, y no como una oportunidad para enfrentar nuevos obje tos, nuevas atmósferas intelectuales, nuevas exigen cias investigativas. Este desequilibrio en el acceso a los bienes culturales, amparado muchas veces en la efi ciencia tecnocrática, se convierte así en un factor adicional a los desequilibrios ya existentes en la sociedad global. He insistido en estas paradojas no porque sea pesimista sobre el desarrollo de nuestra disciplina en Colombia, sino precisamente porque creo que al igual que lo señalaba Jacques Le Goff para Francia hace casi dos décadas, en Colombia estamos hoy en el umbral de una mutación importante caracterizada por la triple irrupción de nuevos temas...nuevos problemas y ...nuevos enfoques, y también porque tomar consciencia de la historia que se ha venido haciendo es quizás el prerrequisito para comenzar a intuir o postular la historia por hacer. En realidad la historia que se ha venido escribiendo y divulgando desde hace más de una década está contribuyendo en no despreciable medida a una silenciosa revolución cultural cuyos efectos sólo podrán apreciarse más tarde. En este sentido, es muy probable que la reinterpretación del pasado y la revaloración de la historia que comenzó después de la Violencia estén cambiando el porvenir. Reescribir la historia es, en todo caso, el primer paso en la crítica al orden existente y en la construcción de una nueva identidad nacional.

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AL CARNERO TAMBIÉN LE GUSTAN LAS MUJERES William Ramírez Tobón, Sociólogo, profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional.

I.-LA INTENCIÓN.

L

a Historiografía y la Teoría de la Historia aún convocan polémicas acerca del estatuto científico de la disciplina histórica. Problemas tales como el de la objetividad, la posibilidad de verificación y la existencia misma del hecho histórico en cuanto elemento constitutivo básico del oficio, han sido planteados como aspectos fundamentales del debate. En todo ello ha emergido la vieja inquietud sobre si la construcción científica, en términos de una lógica sistemática y comprobable, es patrimonio único de las disciplinas naturales o es accesible también a las indagaciones sociales. Es decir, así como también existe una verdad natural y experimentable, ¿existe también una verdad social, evidente y comprobable? Por la vía de la afirmación epistemológica, la Historia ha tratado de demostrar su solvencia científica mediante una cuidadosa pero siempre problemática definición del hecho histórico en cuanto objeto de su trabajo. El establecimiento del hecho histórico implica de inmediato la existencia de un vasto y ambiguo universo de hechos no-históricos susceptibles de ser convertidos, así sea en gracia de discusión, en eventos propios de la Historia. ¿Pero quién y qué le da esa cualidad? ¿lo hace el mismo acontecimiento poseído de una virtualidad propia para proyectarse sobre la memoria de los hombres? ¿o lo hacen los hombres, o más aún, un hombre en particular para quien determinado suceso le es significativo en especial? ¿lo hace la excepcionalidad del evento o la excepcionalidad de un investigador

que por un golpe de intuición y un severo sentido de disciplina lo rescata del anonimato y le da nombre, es decir, prestancia histórica? Entre la Historia y la Historiografía hay, en todo caso, dos niveles diferenciables. Hubo un Napoleón sobre quien, sin duda, por las consecuencias de sus quehaceres, muchos tendrían que escribir. Pero existió también una Inés de Hinojosa quien, por el cotidiano impacto de sus ejecutorias, no tendría por qué esperar que se hablara de ella. ¿Son, quienes se ocuparon del Emperador, más historiadores que ese corriente Don Juan Rodríguez Freyle ocupado en escribir en la muy provinciana Santa Fé de Bogotá sobre personajes cotidianos? Sobre la historia hecha por los primeros, hay toda una hermenéutica que verifica lo dicho respecto de lo acontecido y a partir de la contrastación objetiva certifica si lo producido es "real" o no lo es. Pero, ¿qué hacer con los relatos del segundo, escritos bajo el imperio de la pasión y los prejuicios, sin mayores cuidados por la comprobación y realizados según un interés de ningún modo identificable? Hay que decir que estos interrogantes sólo se pueden resolver en la medida que el oficio del historiar se vea desprovisto de los fetichismos objetivistas y de rango que suelen oscurecer el sentido del acontecer humano. El concreto-histórico, ese objeto visible que tranquiliza la conciencia sensorial de algunos historiadores, no está sólo en el hecho verificable sino también en todo aquello menos

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tangible pero igualmente real que conforma el imaginario de los hombres y de las sociedades. La ideología sobre el poder es tan real como el poder mismo, la simbología de la muerte es tan veraz y dramática como la muerte misma, la idea del hombre sobre el hombre es tan concreta como el hombre mismo. El gran lugar que Rodríguez Freyle ocupa en la historiografía colombiana se debe, pues, a que lo dicho por él es todo un concreto-histórico. No es de suma importancia que lo testimoniado por él sea rigurosamente cierto ya que sus deformaciones, sus cnstales pasionales para ver la realidad objetiva son también una realidad. La mirada de Freyle sobre la mujer, sobre el indio, sobre el establecimiento colonial, constituyen un fenómeno histórico a partir del cual es posible reconstruir una parte fundamental del imaginario colectivo prevaleciente en la época. Es un indicador de la cultura, de esa ideología que no es sólo consecuencia sino también génesis de la actitud del hombre colonial en la Nueva Granada. La intención de este trabajo es, en fin, señalar algunos aspectos sobre cómo Rodríguez Freyle, es decir El Carnero1, miraba a la mujer de su sociedad y de su tiempo. 2.-EL PERSONAJE. Lo más extraordinario de la vida de Rodríguez Freyle, nacido en 1566, fue haber sido autor de sus crónicas sobre el Nuevo Reino de Granada. El hecho de que su progenitor fuera Pedro de Urzúa, asesinado por su compañero de trajín y de aventura, Lope de Aguirre, no fue insólito porque esas cosas ocurrían todos los días en tales tiempos. Como tampoco es excepcional que en aquellas épocas de fabulacio-nes sobre el todavía inextinguible Dorado, se volviera buscador de oro, joyas, santillos y fastuosos caimanes dorados de la laguna de Tensacá. Menos extraño resulta su enrolamiento en la cruzada blanca de exterminio de los indígenas insurrectos y en la notable pacificación romana de las rebeldes tribus de los Pijaos. Tampoco se destacó cuando viajó a

España, donde quiso hacer mejor fortuna pero regresó a los seis años por muerte de su protector. Menos aún sobresalió al regresar a la Nueva Granada y dedicarse a la agricultura con la mediocre suerte de una persona incapaz para tales oficios y con poco viento a su favor. Se casó, al igual que mucha gente, a los 37 años y de pronto tuvo hijos pero nada cierto sabemos al respecto. Escribió su obra, y aquí comienza lo extraordinario, entre los 70 y 72 años para morir, poco después, de la muerte ordinaria con que suelen acabar tantos hombres en este mundo. 3.-LA MUJER Y EL CARNERO. La literatura corriente sobre Freyle ha insistido en una imagen particular del autor sobre la mujer. La supuesta misoginia del autor se ha apoyado en sus terribles invectivas contra el sexo femenino: sabandijas; personas que ciegan, seban y engañan; casta de víboras; armas del diablo; lazo disimulado; seres en los cuales no hay maldad que no se cometa ni crueldad que no pueda ejecutarse. Son epítetos dispersos en una importante cantidad de páginas dedicadas a sucesos de crímenes que conmovieron los primeros años de la colonia americana y en los cuales la mujer, "cabeza de pecado y destrucción del paraíso", tuvo protagonismo esencial. No hay, sin embargo, suficientes elementos de juicio para imputarle a Freyle un carácter misógino. Es obvio que a nivel personal no existen los suficientes datos biográficos para establecer un perfil sicológico que le acredite al cronista una tal óptica sobre el sexo opuesto. Es muy poco lo que sobre la vida de Freyle se conoce, de modo que quienes así lo juzgan deben fundamentarse en sus escritos para hacer dicha aseveración. Si esto es así, como forzoso es admitirlo, no puede dejar de causar extrañeza el que personas allegadas a la historia, y aún historiadores de oficio, pierdan de vista la compleja significación del discurso escrito y lo reduzcan a una inmediata y simplista traducción sicológica e individual. En efecto, aún bajo el supuesto de la misoginia del autor, ésta no resolvería el importante acervo simbólico que contiene El Carnero en lo

1 Rodríguez Freyle J., El Carnero, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1984

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atinente a la figura de la mujer. Porque esta obra es, en la misma o mayor medida de la mirada individual, el reflejo de una cierta mirada social. Debería recordarse que el universo cultural en el cual se mueve el autor de El Carnero es el de una España tradicionalista y fuertemente arraigada en los valores ético-religiosos de la Edad Media. Como lo dice Oscar Gerardo Ramos en la introducción de la misma obra editada por Bedout, "Rodríguez Freyle es, en definitiva, un santafereño de acento español, un temperamento urbano a lo más agrícola". Para Freyle la figura de la mujer era la que una sociedad y un tiempo particulares extraían del omnipresente mito del Paraíso Terrenal, propio de la tradición judeo-cristiana. Es decir, la de un ser débil, equívoco y que no por azar sino por condiciones de carácter, es elegido por el Tentador para lanzar a todo el género humano en el pecado. Ahora bien, pese al papel de seductora del pecado que tiene Eva, la leyenda del Paraíso configura una responsabilidad compartida que cobija a Adán y al Demonio en la comisión del delito. Esta es la visión de Freyle cuando en el capítulo XVIII del libro afirma: "el hombre es fuego y la mujer estopa, y llega el diablo y sopla. Pues a donde se entremeten el fuego, el diablo y la mujer ¿qué puede haber de bueno?" No habría misoginia, por lo menos en términos de una posición filosófica respecto de la exclusiva proclividad de la mujer, cuando se reconoce que ella no es la fuente unilateral del mal toda vez que el hombre es por igual responsable de los desvíos. Así lo confirma Freyle en otro aparte:" ¡Oh hermosura, causadora de tantos males! ¡Oh mujeres! no quiero decir mal de ellas, ni tampoco de los hombres, pero estoy por decir que hombres y mujeres son las dos más malas sabandijas que Dios crío" (Capítulo VIII). Mas que misoginia lo que parece expresar El Carnero es la conciencia, consensual en el siglo XVI español, de que tanto el hombre como la mujer son dos seres frágiles, proclives al mal por causa de su propia condición humana y que tienden a entrar en contubernio con el Demonio para desafiar la voluntad divina.

Pero, además, Freyle no se manifiesta contra todas las mujeres, o contra la mujer en abstracto, sino contra la mujer hermosa, identificándose así con la general imagen de la época que relacionaba la belleza con lo pecaminoso y veía en la mujer bella un ser peligroso por la virtualidad de yerro que portaba. El cronista es insistente en este aspecto: "la hermosura y la locura andan siempre juntas" (Capítulo XIII). No obstante, Freyle no culpa del todo a la mujer bella por servirle de señuelo al demonio, al afirmar que "siempre la hermosura fue causa de muchas desgracias pero no tiene ella la culpa, que es don dado de Dios. Los culpados son aquellos que usan mal de ella" (Capítulo XVIII). Aquí es clara la ponderación del autor respecto de las imprecaciones contra la belleza de la mujer, lo cual podría ser un argumento suficiente para excluir la misoginia como definición de su desconfianza frente al sexo femenino. El Carnero es un conjunto de relatos pero es también un discurso moral y en tal sentido recoge todas las invocaciones y advertencias de un buen cristiano que, ya en la vejez, se siente obligado a dar testimonio y a aconsejar a sus semejantes sobre la mejor forma de preservar los valores de la sociedad y de la época. Así, y lejos de la misoginia que desvaloriza a la mujer como tal, sin matices ni posibles diferencias, Freyle reconoce que hay virtud en este ser cuando por discreción o carencia de belleza logra escapar al destino de anzuelo del demonio. Dice entonces: "y yo digo que Dios me libre de mujeres que se olvidan de la honradez y no miran al qué dirán, porque perdida la vergüenza, se perdió todo" (Capítulo XIII). Y señala en el Capítulo XVIII: "¡Oh mujeres, armas del diablo!, las malas digo, que las buenas, que hay muchas, no toca mi pluma sino es para alabarlas". Exclama también en el mismo capítulo: "bienaventuradas las feas, que no he leído que por ellas se hayan perdido reinos ni ciudades, ni sucedido desgracias, ni a mi en ningún tiempo me quitaron el sueño, ni agora me causan en escribir cosas".

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Pese al poco estimulante consuelo de estas palabras para quienes se vieron privadas de los mejores atributos físicos, lo cierto es que Freyle no desvaloriza al ser femenino como tal sino que se advierte a sí mismo y a los demás contra los encantos que la naturaleza le ha dado a algunas de ellas. La desconfianza frente a la naturaleza no es, sobraría decirlo, un distintivo de la misoginia sino uno de los valores raizales del cristianismo adusto y auto-punitivo de la tradición medieval, todavía vigente en la mentalidad española del siglo XVI. El apetito por los dones de la naturaleza en términos de belleza, de gusto por la comida y la bebida, de culto, en fin, a los sentidos era, en tal mentalidad, un muelle pero peligroso sendero que conducía a la perdición de las almas. Freyle moraliza en lo que ello tiene que ver con las mujeres y en eso es un testimonio de indudable valor para conocer una parte del espectro cultural que le correspondió vivir.

Que sus crónicas estén armadas de sucesos en los que el testimonio y el rumor iban de la mano, no reduce la importancia de sus escritos como documento cultural que aporta, en tal dirección, su propia verdad y su propio sentido histórico. Seguramente los relatos de adulterio y de crímenes pasionales en los que la mujer aparece como generadora del drama, no tienen en cuenta la otra y alternativa trama en el cual la mujer podría ser más víctima que victimaría y más engañada que seductora. ¿Pero es que ello invalida su importancia en términos de lo simbólico y lo cultural? Tal vez no. Para tales efectos, lo importante no es la realidad individual de Inés de Hinojosa sino la realidad social que se sirvió de la concreta existencia de esta dama para tejer una imagen de la mujer en ese tiempo y en esos espacios dados.

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R E S E Ñ A S

ALBERT HOURAIM

LA HISTORIA DE LOS ÁRABES Buenos Aires, Javier Vergara editor, 1992

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l recientemente fallecido especialista en el Medio Oriente, Albert Hourani nació en Manches-ter de padres libaneses; es decir, creció en la Gran Bretaña acompañado de su origen árabe. Estudió en Oxford y más tarde fue allí profesor. Fue funcionario del gobierno de su majestad. Enseñó en numerosos centros académicos. Fue profesor invitado tanto de universidades estadounidenses como de la Universidad Americana de Beirut. Hourani fue un viajero entre los dos mundos que lo formaron: el Oriente Medio y Occidente. Un destino que compartió con los miles de emigrantes libaneses de comienzos de siglo. Fue autor de numerosos libros y artículos entre otros The Emergence of the Modern Middle East y Arabic Thought in the Liberal Age. Este último es considerado un clásico en la materia: en su obra le dedicó muchas páginas a las relaciones culturales entre el mundo árabe y Occidente. En temas como la posición de los sectores privilegiados durante el Imperio Otomano sentó bases para futuras investigaciones. El profesor Hourani, ya al final de su vida, escribió La historia de los árabes en donde resume su vasto conocimiento sobre la región. El libro es dirigido tanto a un público no especializado como a académico; fue publicado durante la crisis del Golfo Pérsico y presenta una interesante y amena síntesis de la historia de los árabes, lo que lo convirtió rápidamente en un éxito editorial. El estudio es escrito con el método de Occidente pero con el entendimiento del Oriente.

Es una interpretación de la cultura árabe, su sociedad y su política. Desde un comienzo, en la primera parte la cual contiene la creación del mundo islámico, recalca lo que será una constante en el libro: que a pesar de la fragmentación política, el Islam creó formas culturales que abarcaron todo el mundo musulmán. Ya en el siglo IX existía en el mundo árabe islámico una serie de elementos comunes que hasta hoy en día persisten. Además, la formación del nuevo mundo tiene tanto elementos preislámicos como propiamente islámicos. La segunda parte la dedica a los siglos XI al XV, época que por no pertenecer a la era clásica del Islam, ha sido poco estudiada por otros autores. Hourani, sin embargo, indica que a pesar de que el gran apogeo político del Islam terminó, la cultura continúa con gran fuerza. Esta parte por lo consiguiente es una historia de la cultura y de la sociedad. La tercera parte presenta la historia de los árabes bajo la dominación del Imperio Otomano. El Imperio fue la última gran expresión del mundo islámico que por lo consiguiente favorece a los árabes. Vale la pena señalar que la mayoría de autores todavía defienden la tesis de que el Imperio fue negativo para los árabes, desconociendo cualquier identidad posible entre dominantes y dominados y culpando a los turcos de crear una era de tinieblas. La cuarta parte se titula La época de los imperios europeos. Si bien Hourani analiza una serie de consecuencias nefastas para la región que aún hoy existen, el balance sobre el tema demuestra que ciertos procesos de desarrollo, modernización y

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R E S E Ñ A S

educación favorecieron a los árabes. El autor desmitifica al imperialismo como el causante de todos los males. Los europeos no ejercieron un dominio represivo sino mas bien se formó una nueva alianza de intereses. Los gobiernos reformistas árabes y una nueva élite de comerciantes y terratenientes pactaron con los imperios europeos. Es más, grandes procesos como el nacionalismo y el surgimiento del fundamentalismo no se entienden sin la expansión de Europa.

de los hechos, se construye un cosmos sociocultural -a decir de Dilthey-. Son muchas las páginas dedicadas al papel de los idiomas, la teología, la poesía, la filosofía, la arquitectura y la música. Si bien a veces abundan los nombres y los detalles la larga duración está siempre visible.

La quinta parte se refiere a la formación de los estados-naciones. A partir de 1939 han marcado la pauta, tanto las rivalidades entre los nuevos estados, como la controversia sobre el concepto de arabismo, el modelo político y la relación con el imperialismo. Hourani descubre una brecha entre dominantes y dominados. Los pueblos árabes creen cada día más en que las ideas que legitiman a sus estados deben ser renovadas. Sin embargo, la cultura común es, a pesar de los siglos, una realidad; esta se siente aún más en una era en que es reforzada por los medios de comunicación, la educación masiva y las migraciones regionales.

El título original de la obra, A History of the Arab Peoples, ya indica la fragmentación inevitable que ha tenido lugar, contradiciendo a aquellos que defienden el panarabismo, como por ejemplo a Saddam Hussein y otros líderes y pensadores; pero a su vez, también contradiciendo a aquellos que hablan de naciones distintas, puesto que la historia, el idio ma y la religión hacen que existan profundos víncu los. Para Hourani se trata de una simbiosis. Tal vez su origen libanes hace posible este razonamiento. Muchos libaneses cristianos tradicionalmente han rechazado ser reconocidos como árabes. Por eso el libro le dedica la mayor parte a los siglos pasados –a la formación de lo común. El especialista encontrará aquí nuevas interpretaciones y el lego una historia interesante.

Al final de la obra, señala que el futuro de la región no le pertenece al fundamentalismo, sino más bien a un sistema de ideas en donde la combinación de moral social y la ley básicamente secular deberán tener cierto vínculo con los principios generales de justicia social inherentes al Islam.

Para terminar, hay que felicitar a los editores por publicar una obra tan reciente sobre un tema tan desconocido en nuestro continente hispano. Tal libro contribuye a comprender a un pueblo que muy pocos en nuestro medio entienden y desdeñan con facilidad: los árabes.

Desde el punto de vista analítico predomina el análisis de la cultura y la sociedad, problemas a los cuales les dedica muchas de sus páginas, dejando para un segundo plano la historia política. Más allá

Luis E. Bosemberg. Profesor del Departamento de Historia, Universidad de los Andes.

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ALFONSO TORRES CARILLO, LA CIUDAD EN LA SOMBRA. Barrios y luchas populares. 1950-1977, C1NEP, Bogotá, 1993.

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ste trabajo, que es el resultado de una tesis de maestría de la Universidad Nacional, tiene como protagonista principal a los decenas de miles de esfuerzos de colombianos de muchas regiones por acceder a la propiedad de una vivienda en Bogotá. El autor intenta reconstruir las formas a través de las cuales los pobladores, la mayoría de ellos anónimos, con escaso apoyo del Estado o de grupos mejor pertrechados económicamente lograron hacer parte de la ciudad a la que se habían dirigido en pos de la paz y el bienestar que tan esquivos les eran en sus lugares de origen.

Pero ¿si el acceso a la vivienda es decisivamente a través de la vía de la negociación qué lleva al autor a conceder tanto énfasis al conflicto? De los cuatro capítulos que componen la obra, dos están dedicados a las invasiones y a las protestas. Sorprende si el mismo Torres Carrillo ya ha indicado a sus lectores como de "14 el número de invasiones nacidas durante los 16 años del Frente Nacional. Ni siquiera una por año" (107). Además, cuando en páginas anteriores como "una mentalidad pragmática que busca obtener el máximo beneficio con el mínimo riesgo" (p.98). Este lector constató una tensión en las páginas del libro entre las evidencias que la El propósito de Torres Carrillo es importante: realidad observada proporciona a Torres, acceso llevar al universo de la palabra escrita un tema en la negociado a la vivienda y las simpatías del autor con sombra, la creación de los barrios de los inmigrantes un carácter anti-establecimiento de las luchas urbade escasos recursos. Torres Carrillo nos ilustra sobre nas. El capítulo tercero resulta una historia de la el más importante detalle resultante de la participa- Central Nacional Provivienda, que al constatar sus ción de campesinos y habitantes de pueblos en la magro logros, tiende a estar sobredimensionada. Sin búsqueda de vivienda en Bogotá: "el peso cuantita- embargo, un aspecto decisivo de esa historia no es tivo es insignificante en relación con la ocupación explorada por el autor. El papel desempeñado por negociada de terrenos de las urbanizaciones pira- esa organización en las estrategias del Partido Cotas...la tendencia más generalizada durante el Frente munista. Un aspecto sugerente en la labor de esa Nacional fue la incorporación no conflictivade los central, como los intentos por crear una especie barrios populares a la estructura urbana de Bogotá" de micromundo revolucionario en la gran ciudad (p. 105). Eso sí, es de destacar, el trabajo no responde tampoco es abordada, aun cuando en los testimonios a los múltiples interrogantes que esa circunstancia de uno de los pobladores hay indicos interesantes. despierta en el lector. ¿No se podría pensar que a "Hablaban sólo de política e intentaban imponernos través del carácter expoliador de los urbanizadores su política. Pero no estabamos de acuerdo con esa piratas, la "eficiacia" de ésto comparado claro está religión de ellos "(p. 133). con el mínimo protagonismo del Estado y de otros El último capítulo es tal vez la búsqueda de "una actores económicos privados contribuyó a facilitar un acceso a la vivienda tan fluido que redujo los fuerza organizativa permanente y concientemente revolucionaria" (p. 183) que finalmente no llega. Las conflictos? páginas dedicadas al problema de la avenida de los

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cerros, quizá por tener como una de sus fuentes más importantes el trabajo de un pequeño grupo de izquierda (el grupo Russi), tiende a ilustrar más las fallidas pretenciones de dirección de las izquierdas que la vida de los habitantes de los cerros. Allí mismo hay algunos clises que no enriquecen la argumentación. "Los intereses de la burguesía industrial que no se verán beneficiados por el Plan Cerros fueron apersonador por el sector llerista" (p.122). "López no representaba a las fracciones de la burguesía vinculadas con la construcción y la propiedad urbana". El trabajo de Sáenz Rovner, "La Ofensiva Empresarial", ha mostrado lo extraordinariamente compleja y cambiante que puede ser la relación entre los políticos y las élites empresariales como para estar de acuerdo con las caracterizaciones mencionadas.. Otros aspectos de la ciudad en la sombra siguen esperando investigaciones. Las causas del declive

de la Iglesia católica y el avance del protestantismo y de las sectas en los barrios. La vida en la cancha de tejo, de fútbol y la tienda. La mujer que construye la casa, trabaja y educa a sus hijos. Una observación que atañe no sólo al libro de Torres Carrillo sino también a buena parte de los trabajos de los analistas sociales: la dificultad de escribir en un lenguaje menos frío. Un pintor radicado en Ciudad Bolívar, Harold Bustos, describía hace unos días el paisaje de esa región, en palabras que bien podrían ser aplicadas a muchos de los estilos empleados por historiadores, politólogos, etc. "La forma del relieve es agreste. Pura piedra. El color no existe. Todo es polvo". O Juan Carlos Florez Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes

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ANA CARRIGAN, THE PALACE OF JUSTICE A Colombian Tragedy (Four Walls Eight Windows, Nueva York, 1993, pp. 303).

El 6 de noviembre de 1985 me encontraba en la Biblioteca Luis Ángel Arango a sólo dos cuadras del Palacio de Justicia que albergaba a la Corte Suprema de Justicia y al Consejo de Estado, máximos órganos del Poder Judicial en Colombia. Hacia el mediodía cuando salí de la biblioteca en la calle había gran agitación. Poco después me enteré que un comando del grupo guerrillero M-19 se había tomado el Palacio de Justicia. Días después, estaba enseñando una clase de historia de Colombia a un grupo de estudiantes de último año de Administración de Empresas en la Universidad de los Andes. Y suponiendo que el historiador -y el académico en general- tiene una responsabilidad que va mas allá de enseñar y escribir sobre su campo, me atreví a sugerir a los estudiantes que el gobierno colombiano bien podría haber explorado otras formas que hubieran evitado la masacre de más de cien compatriotas. Me sorprendí ante la reacción de los estudiantes, quienes casi unánimemente justificaron la violencia oficial sin importar el costo. Años mas tarde, después de haber enseñado el mismo curso a cientos de estudiantes de primer año, quienes llegaban a la Universidad de los Andes, frescos y receptivos a nuevas ideas, entusiastas por el estudio, muchos de ellos excelentes, me preguntaba cómo las presiones sociales, los valores de la carrera de Administración de Empresas tal como se les enseñaba por parte de algunos profesores, y el ejemplo institucional de un discurso vacío y cínico sobre la ética, podrían eventualmente inducir a algunos de ellos a justificar nuevas masacres. Este libro escrito por la periodista colombo-irlandesa Ana Carrigan nos ofrece información hasta

ahora inédita. La autora utiliza testimonios judiciales, material fotográfico provisto por los empleados de la morgue, videos inéditos, reportes forenses, minutas de las discusiones del Consejo de Ministros durante los dos días de la crisis, extensas entrevistas, testimonios de soldados y agentes de los servicios de inteligencia, grabaciones de las conversaciones entre los altos mandos militares durante la "operación de rescate", e informes de comisiones investigadoras. La historia que emerge es una muy distinta a la difundida por el gobierno de Belisario Betancur y las Fuerzas Armadas. Carrigan demuestra que los magistrados, los miembros del comando guerrillero y un elevado número de personas que tuvieron la desgracia de encontrarse en el Palacio de Justicia durante la toma guerrillera fueron masacrados en los incendios provocados por los bombardeos de las Fuerzas Armadas o por las balas oficiales. Murieron en total más de cien personas, además de un número no precisado de "desaparecidos". Independientemente de la ingenuidad -o demencia- del M-19 en pretender juzgar al gobierno por las violaciones al proceso de paz, Carrigan cuestiona seriamente la versión oficial de que el grupo guerrillero fue pagado por la Mafia para liquidar a los jueces. Al contrario, el sistema judicial colombiano había expuesto las conexiones entre narcotraficantes y altos oficiales de las Fuerzas Armadas. La misma Corte Suprema de Justicia había condenado a varios militares en casos relacionados con la guerra sucia en su versión colombiana. Carrigan describe como las Fuerzas Armadas actuaron sin mayor tacto ni respeto por las vidas de

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las personas que se encontraban en el Palacio de Justicia. Se concluye de su investigación que la torpe operación militar fue un tributo a la brutalidad y a la ineficiencia. Además, los militares mantuvieron desinformada a la opinión pública durante el operativo. El gabinete civil del Presidente Betancur, con excepción de Parejo González, el Ministro de Justicia, fue incondicional a las acciones militares. Las Fuerzas Armadas se oponían a cualquier negociación, ya que preferían una solución militar aunque sangrienta. La versión oficial de los hechos fue rápidamente preparada y entregada a la prensa. Esta versión oficial ha permanecido prácticamente intacta. Carrigan revela en las conversaciones de los altos mandos militares un lenguage empapado de violencia y triunfalismo en medio de la tragedia. Por ejemplo, el General Arias Cabrales reportó a sus superiores que "el personal ha sido totalmente fumi gado". Su superior, el Ministro de Defensa. General Vega Uribe, vio la "operación" como "otra página de gloria". Tal y como anota Carrigan, en "defensa de las instituciones" y el "estado de derecho" cual quier tipo de acción militar encuentra justificación en Colombia.

No solamente contribuye Carrigan a esclarecer los hechos del 6 y el 7 de noviembre de 1985, sino que con agudeza revela también el carácter militarista de la élite y de buena parte de la opinión pública colombianas. Según Carrigan la élite colombiana ha querido copiar de los Estados Unidos "el sueño americano" de la prosperidad económica, sin querer imitar los principios de la democracia política y el respeto a los derechos humanos y la dignidad de los ciudadanos. No es pues accidental, como nos recuerda la autora, que más opositores del statu quo han sido asesinados en Colombia en los últimos tres años, que en los dieciséis de la dictadura de Pinochet en Chile. Nuestra indiferencia ante la violencia y los asesinatos, la insistencia de muchos en que "aquí no pasa nada", llevan a la autora a concluir que "en la sociedad de Bogotá... la gente esta todavía frenéticamente absorbida en remendar alianzas nuevas, hilar fantasías nuevas, tejer redes de negación y olvido...."

Eduardo Sáenz Rovner, Ph.D. Profesor Asociado, Facultad, de Ciencias Económicas Universidad Nacional de Colombia

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Jonathan C. Brown

,

OIL AND REVOLUTION IN MÉXICO (University of California Press, Berkeley, 1993, pp. xiii, 454).

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l libro de Brown resalta el carácter dual de la explotación petrolera y de la expansión del capitalismo en un país del Tercer Mundo. De una parte se tiene desarrollo económico, innovaciones tecnológicas, mejores servicios públicos y mejores niveles de salud. A su vez estos fenómenos vienen acompañados de corrupción política, discriminación en contra de los "nativos", y saqueo -si se permite- de los recursos naturales. Este trabajo cubre las primeras décadas de la explotación petrolera en México. Brown muestra como los especuladores petroleros norteamericanos, quienes habían participado de los "booms" del suroeste de los Estados Unidos, veían a México como una mera continuación del negocio. Hay que tener en cuenta que durante el largo régimen de Porfirio Díaz el subsuelo mexicano era privado lo cual contribuyó a propiciar una fiebre especulativa en el país. Brown se detiene para narrar en detalle la historia de los pioneros de la industria petrolera en México: sus pasos iniciales en los Estados Unidos como en los casos de Edward L. Doheny y Henry C. Pierce, y la competencia que encontraron en personajes como Wheetman Pearson, un empresario inglés, sin experiencia previa en el sector. El libro nos ofrece unos retratos interesantes de estos empresarios: su empuje, sus virtudes, sus limitaciones, su desprecio por los mexicanos. También nos ilustra sobre Ja rivalidad entre Estados Unidos y Gran Bretaña, y el eventual acercamiento de Díaz a Pearson y a los inversionistas británicos.

El autor resalta la influencia de la herencia hispánica colonial, y como los arreglos sociales podían opacar los mecanismos de mercado. Tenemos pues el contraste entre una estructura social jerárquica mexicana y una ideología liberal y libertaria de los empresarios y operarios anglosajones, enmarcado por las políticas de Díaz para modernizar a su país. El resultado fue una estratificación de la industria petrolera donde curiosamente se reprodujo el sistema de castas del período colonial: el personal extranjero ocupó las posiciones de privilegio tal como los colonizadores españoles, los trabajadores mestizos se colocaron en la mitad de la escala, y en el fondo se encontraban los peones, muchos de ellos de origen indígena. Brown critica a los historiadores que han asumido la existencia de una clase proletaria revolucionaria en México durante la Revolución. Según Brown, los trabajadores mantuvieron viejas herramientas de negociación aprovechando que el Estado a partir de la Constitución de 1917, se convirtió en un mediador entre el capital y el trabajo. Para el autor los trabajadores tenían una mentalidad corporativa, más nacionalista que socialista. Sus demandas eran más que todo económicas a pesar de la retórica anti-burguesa, ésta en buena parte influida por anarquistas europeos y norteamericanos. Se agregaba a lo anterior la resistencia de los trabajadores al proceso de proletarización, y a la introducción de nuevas relaciones de autoridad, nuevos ritmos de trabajo y horarios más estrictos. Sin embargo, hay que tener cuidado con comparar este proceso a las resistencias de los artesanos ingleses -en particular, los Luddites- durante la Revolución Industrial. En el caso de

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la industria petrolera en México, como en otros países de América Latina, los operarios eran campesinos que dejaban la tierra, no necesariamente como resultado del tan mencionado proceso de descomposición social del campesinado, sino buscando mejores condiciones de vida ofrecidas por las compañías extranjeras. Las compañías eran conscientes de la dificultad en asegurar una mano de obra estable, y por lo tanto en los procesos de negociación con los obreros se veían obligadas a ofrecer ventajas tales como planes de ahorro, vivienda, cuidado médico, educación primaria para los hijos de los trabajadores, y amenidades como el cine, tal y como lo anota Brown. Estas políticas de las compañías eran por supuesto paternalistas en el mejor de los casos, pero implicaban una mejora sustancial de las condiciones económicas, y por qué no sociales al tener los trabajadores la oportunidad de escapar de la opresión de los caciques locales. Los obreros mexicanos aprovecharon la Revolución para demandar mayores salarios; no pedían una redistribución de la propiedad, sino una redistribución del ingreso. Los mexicanos no aparecen como entes pasivos en esta historia. El poder de las compañías extranjeras no era ilimitado, ya que bajo presión, fuese popular o de la élite, o una combinación de ambas, podían ver sus intereses amenazados. En el epílogo al libro, Brown resalta el creciente poder de los trabajadores sindicalizados en las décadas de los años veinte y treinta. Estas presiones en muy buena parte llevaron al Presidente Lázaro Cárdenas a nacionalizar la industria petrolera el 18

de marzo de 1938, después que las compañías desconocieron una decisión de la Corte Suprema de Justicia de México que favorecía las peticiones de los trabajadores mexicanos del sector que estaban en huelga. Esta es una obra de historia empresarial profesionalmente escrita. El autor realiza un trabajo exhaustivo de archivos, una lectura juiciosa de fuentes secundarias, y hábilmente relaciona diferentes fenómenos de la vida social, económica, política y diplomática de la época. Es pues el trabajo de un historiador profesional con sólida preparación (autor del muy reconocido libro A Socio-economic History of Argentina, y coeditor con Alan Knight de The Mexican Petroleum Industry in the Twentieth Century). Estos comentarios sobre el profesionalismo sobrarían en una revista académica norteamericana; en nuestro incipiente medio académico colombiano, dichos comentarios son necesarios ya que muy buena parte de la supuesta historia empresarial en Colombia, de muy dudosa calidad, ha sido escrita por aficionados, apologetas del empresariado, y en algunos casos ha sido el producto de la imaginación, muy limitada, de ciertos ingenieros y administradores de empresas.

Eduardo Sáenz Rovner, Ph.D. Profesor de Historia Empresarial y Económica Facultad de Ciencias

Económicas Universidad Nacional de Colombia

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Marty Jezer, Abbie Hoffman: AMERICAN REBEL

(Rutgers University Press, New Brunswick, 1992, pp. xviii, 345).

E

sta es una excelente biografía del activista norteamericano Abbie Hoffman. Abbie, cuyo nombre completo era Abbott Howard Hoffman, nació en Worcester, Massachusetts en 1936 en el seno de una familia de clase media de origen judío ruso. El autor del libro, Martin Jezer, contemporáneo de Abbie, fue también activista político. Jezer entrevistó a las personas más cercanas a Abbie y a través de diferentes testimonios nota el carácter maníacodepresivo de Abbie; éste aunque exhuberante, lleno de energía y creativo, caía después en profundas depresiones. Esto eventualmente lo llevó al suicidio en 1989. Jezer estudia la influencia de la cultura beat en Abbie durante la década de los cincuenta, sus años como estudiante en la Universidad de Brandéis, influido por profesores radicales judíos, entre ellos el irreverente sicólogo Abraham Maslow. Lenny Bruce, el comediante y crítico social, quien se burlaba de las formas y la hipocresía de la sociedad de su época, tuvo en Abbie un admirador. El mismo Abbie dijo una vez: "Cuando el pudor es represión, la única dignidad que los hombres libres tienen es hablar claro". Después de haber estado un tiempo en Berkeley, Abbie se dedicó a trabajar en movimientos de derechos civiles y en grupos anti-nucleares. Militó en organizaciones de trabajadores católicos, y empezó a tomar parte en manifestaciones en contra de la Guerra de Vietnam.

Estuvo en grupos progresistas en la convención del Partido Demócrata en 1964. Desencantado con los Demócratas organizó manifestaciones en Chicago durante la convención del partido en esa ciudad en 1968. Hubo entonces choques violentos entre la policía y los manifestantes. Abbie fue arrestado en su hotel y después golpeado por la policía. Después de los hechos de Chicago, Abbie y otros organizadores fueron llamados a juicio por el Comité del Congreso de Actividades Anti-norteamericanas, un legado de la era macartista. En el movimiento en contra de la Guerra de Vietnam, Abbie era muy consciente de la militarización de la sociedad norteamericana, lo mismo que del poder de los medios de comunicación. Por lo tanto utilizó los medios para ridiculizar al espíritu militarista y a los militares incluyendo teatro callejero, desplantes en público, y en una ocasión hasta ritos de exorcismo al edificio del Pentágono. Años más tarde Abbie fue arrestado en una celada cuando trataba de venderle marihuana a un policía encubierto. No se presentó el día del juicio y prefirió permanecer en la clandestinidad varios años. Durante ese tiempo vivió en lugares diferentes tanto en su país como en Canadá y en México. Pero a pesar de la clandestinidad y sus bajones anímicos, Abbie mantenía su capacidad de líder para organizar movimientos de activistas, y su vocación de persona cívica. Incluso fue un líder exitoso -bajo una identidad falsa- de movimientos por la conservación del medio ambiente en el Norte del Estado de Nueva York.

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El libro de Jezer es una obra importante sobre la historia política y cultural norteamericana y sobre uno de los personajes más representativos de una generación. Las páginas sobre la vida de Abbie Hoffman, un individuo lleno de energía e ideales -y terquedad-, nos muestran a los seres humanos intentando hacer su propia historia. En los últimos años de su vida Abbie declaró en una charla ante los estudiantes de la Universidad de Vanderbilt: "En los años sesenta, el sistema de apartheid fue desterrado de los Estados Unidos... Nosotros no acabamos con el racismo, pero pusimos

fui a la segregación legal. Acabamos con la idea de que se puede enviar a un millón de soldados a diez mil millas de distancia para combatir una guerra que la gente no apoya. Acabamos con la idea de que las mujeres eran ciudadanos de segunda clase.... Eramos jóvenes temerarios, arrogantes, candidos, y testarudos -y teníamos la razón-".

Eduardo Sáenz Rovner, Ph.D. Profesor Asociado Facultad de Ciencias Económicas Universidad Nacional de Colombia

Peter Winn, Americas. THE CHANGING FACE OF LATÍN AMERICA AND THE CARIBEAN (Pantheon Books, Nueva York, 1993, pp. xv, 640).

Este libro empezó como un proyecto para la PBS

(televisión pública norteamericana). Se basa en un gran número de entrevistas realizadas por el mismo Winn y por diferentes equipos de investigadores en varios países latinoamericanos. Incorpora también la historiografía reciente sobre el continente. En buena parte el trabajo es tan periodístico como histórico e incluye temas ya arraigados como preocupaciones tanto en la opinión pública como en el mundo académico norteamericano tales como la etnicidad y el género. El libro resalta la rápida transformación del continente en las últimas décadas: migración del campo a la ciudad, crecimiento descomunal y desordenado de los principales centros urbanos, contami-

nación ambiental, marginalidad, la economía informal y el fenómeno de las maquilas. El libro discute también la literatura, la música, y el cine de América Latina. En los capítulos sobre Chile Winn resalta el costo de las medidas de "ajuste" económico. Cabe anotar que Winn es un historiador especialista en la historia moderna de Chile y autor del ya clásico estudio Weavers of Revolution, publicado inicial-mente en 1986 cuyo tema central es la toma por parte de los obreros de la importante textilera Yarur en 1971. Winn muestra también como las mujeres se politizaron en contra de la dictadura de Augusto Pinochet, después de haber jugado un papel muy conservador en la presidencia de Salvador Allende.

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El libro de Jezer es una obra importante sobre la historia política y cultural norteamericana y sobre uno de los personajes más representativos de una generación. Las páginas sobre la vida de Abbie Hoffman, un individuo lleno de energía e ideales -y terquedad-, nos muestran a los seres humanos intentando hacer su propia historia. En los últimos años de su vida Abbie declaró en una charla ante los estudiantes de la Universidad de Vanderbilt: "En los años sesenta, el sistema de apartheid fue desterrado de los Estados Unidos... Nosotros no acabamos con el racismo, pero pusimos

fui a la segregación legal. Acabamos con la idea de que se puede enviar a un millón de soldados a diez mil millas de distancia para combatir una guerra que la gente no apoya. Acabamos con la idea de que las mujeres eran ciudadanos de segunda clase.... Eramos jóvenes temerarios, arrogantes, candidos, y testarudos -y teníamos la razón-".

Eduardo Sáenz Rovner, Ph.D. Profesor Asociado Facultad de Ciencias Económicas Universidad Nacional de Colombia

Peter Winn, Americas. THE CHANGING FACE OF LATÍN AMERICA AND THE CARIBEAN (Pantheon Books, Nueva York, 1993, pp. xv, 640).

Este libro empezó como un proyecto para la PBS

(televisión pública norteamericana). Se basa en un gran número de entrevistas realizadas por el mismo Winn y por diferentes equipos de investigadores en varios países latinoamericanos. Incorpora también la historiografía reciente sobre el continente. En buena parte el trabajo es tan periodístico como histórico e incluye temas ya arraigados como preocupaciones tanto en la opinión pública como en el mundo académico norteamericano tales como la etnicidad y el género. El libro resalta la rápida transformación del continente en las últimas décadas: migración del campo a la ciudad, crecimiento descomunal y desordenado de los principales centros urbanos, contami-

nación ambiental, marginalidad, la economía informal y el fenómeno de las maquilas. El libro discute también la literatura, la música, y el cine de América Latina. En los capítulos sobre Chile Winn resalta el costo de las medidas de "ajuste" económico. Cabe anotar que Winn es un historiador especialista en la historia moderna de Chile y autor del ya clásico estudio Weavers of Revolution, publicado inicial-mente en 1986 cuyo tema central es la toma por parte de los obreros de la importante textilera Yarur en 1971. Winn muestra también como las mujeres se politizaron en contra de la dictadura de Augusto Pinochet, después de haber jugado un papel muy conservador en la presidencia de Salvador Allende.

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El libro discute la radicalización de la Iglesia Católica y la Teología de Liberación desde la década de los años sesenta. Toma como ejemplo las comunidades de base en Brasil y Nicaragua. Contrasta estas últimas experiencias con las jerarquías reaccionarias de Colombia y Argentina, en especial, el intento de conservatización de la CELAM bajo Alfonso López Trujillo, cardenal y arzobispo de Me-dellín. La historia reciente de Colombia es también contada especialmente en los temas que tienen que ver con la Violencia de los años cuarenta y cincuenta y el fenómeno más reciente del narcotráfico. Esta información complementa la narrativa del libro sobre la violencia social y los movimientos revolucionarios en América Latina: la Revolución Mexicana, la Revolución Cubana, los sandinistas, la Guerra Civil en El Salvador, y Sendero Luminoso en el Perú. El libro discute el tema de la inmigración reciente de latinoamericanos a los Estados Unidos: la discriminación racial que pueden encontrar, y como las comunidades se organizan a través de la política electoral para defender sus intereses. Resalta también los éxitos de la comunidad cubana en el exilio, la movilidad social de los dominicanos, el sentido de comunidad de los "New York Ricans", y como los "latinos" han cambiado el carácter cultural de muchas ciudades y estados de Norteamérica.

Tal vez por su carácter periodístico la obra perderá buena parte de su valor como texto histórico en unos años. De todas formas, podría quedar enmarcada como testimonio dentro de la tradición de libros como los de John Gunther (Inside South America), Adolf Berle (Latín America, Diplomacy and Reality) y John Gerassi (The Great Fear in Latín America). Es una obra orientada al público educado norteamericano aunque también podría ser leída por los mismos latinoamericanos para conocer mejor a sus vecinos. Esto nos muestra que después de todo el enfoque comparativo en la historia y la política de América Latina ha sido desarrollado básicamente en el mundo académico y periodístico norteamericano. El libro recoge el cuerpo de conocimiento desarrollado en la historiografía social moderna: así, los hombres y las mujeres comunes y corrientes de America Latina no son entes pasivos, meras víctimas de la historia y de las acciones de la élite; todo lo contrario, son agentes activos en su propia historia y en su respuesta a la economía de mercado que cada vez tiene más influencia en sus vidas.

Eduardo Sáenz Rovner, Ph.D. Profesor Asociado Facultad de Ciencias Económicas Universidad Nacional de Colombia

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NOTILIBROS Stephen J. Randall.

ALIADOS Y DISTANTES. Editorial Tercer Mundo y Uniandes, Bogotá, 1991,327 pp.

René Silva.

LAS EPIDEMIAS DE LA VIRUELA DE 1782 Y 1802 EN LA NUEVA GRANADA. ■■

En un amplio esquema el autor estudia las vicisitudes de las relaciones diplomáticas entre Colombia y los Estados Unidos desde 1820 hasta nuestros días. Se detiene especialmente en ciertas etapas como la correspondiente a la época de la independencia (18201830), al período de finales del siglo XIX y a las relaciones de los dos países durante la Segunda Guerra Mundial. En cuanto a la primera etapa destaca la posición neutral adoptada por los Estados Unidos frente al conflicto que enfrentó a España con las colonias latinoamericanas que luchaban por su independencia. En la parte correspondiente a finales del siglo XIX se hace la historia de las largas y difíciles negociaciones que adelantaron los dos países a propósito de la construcción del Canal de Panamá y a la pérdida de la soberanía colombiana sobre el territorio de ese estado producida por la intervención norteamericana, negociaciones que tras muchas vicisitudes culminaron en 1920 con la firma del Tratado Urrutia-Thomson que puso fin al prolongado conflicto entre los dos países. La parte más original y novedosa del estudio del señor Randall es la que corresponde a las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Colombia durante los años que precedieron y siguieron a la Segunda Guerra Mundial, período que incluye los gobiernos de Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos, Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez y Gustavo Rojas Pinilla. Aliados y Distantes está escrito en un lenguaje sencillo y agradable y las referencias documentadas son rigurosas. El libro trae en su parte final una extensa bibliografía sobre el tema. JJU. O

Editorial Universidad del Valle, Cali, 1992,173 pp.

El sociólogo e historiador Rene Silva, bien conocido en los medios académicos y universitarios por sus investigaciones en Historia Social y de la Cultura en el Período Colonial de la Historia de Colombia, aborda en este ensayo un tema de la historia de la medicina cual es el de las epidemias de viruela en las postrimerías del siglo XVIII en el Nuevo Reino de Granada. El autor no se conforma con hacer una descripción minuciosa del desarrollo de las epidemias, sino que trata de fijar la relación que hay entre la epidemia y las actitudes que frente a la enfermedad y a sus tratamientos adoptaron tanto el enfermo como sus parientes. En este aspecto el autor detecta lo que fueron las actitudes basadas en una mentalidad tradicional y las que estaban determinadas por una concepción moderna fluida por la cultura de la ilustración que penetró en la Nueva Granada con Mutis y la Expedición Botánica y en general con las políticas de los reyes borbónicos. Particularmente interesante y novedosa es la interpretación que el autor hace del nuevo concepto de salud pública como símbolo de la presencia en ciertos sectores sociales de la Nueva Granada en la mentalidad ilustrada moderna. El nuevo libro del profesor Silva confirma el rigor metodológico y el amplísimo y adecuado uso de las fuentes primarias que ha presentado en sus anteriores trabajos de historia social y de la cultura, JJU. O

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Eduardo Saenz Rovner.

LA OFENSIVA EMPRESARIAL. INDUSTRIALES, POLÍTICOS Y VIOLENCIA EN LOS AÑOS 40 EN COLOMBIA Editorial Tercer Mundo-Uniandes, Bogotá, 1992,279 pp.

Economista, Magister en Historia Económica, Ph. D. en Historia y profesor de la Universidad Nacional, Eduardo Sáenz estudia en este volumen las relaciones entre la política del Estado colombiano en la década de los cuarenta y los años inmediatamente posteriores y el comportamiento frente a dicha política de la clase empresarial colombiana agrupada en la Asociación de Industriales (ANDI). El libro del profesor Sáenz es a la vez un estudio de

la historia económica del período, sobre todo del desarrollo industrial y un análisis de la historia política del mismo período. En forma minuciosa y rigurosamente documentada el autor muestra y demuestra como los intereses industriales, a través de gestiones directas y de una red de concejeros, políticos y periodistas logró influir y casi determinar la política económica fiscal y de comercio exterior del país e imponer el proteccionismo en materia de tarifas de aduana, lo mismo que la política sindical del Estado. Como trasfondo y contraste de esta política que trajo la prosperidad del sector industrial, el autor pasa revista a los problemas sociales y a los grandes conflictos que han generado unas décadas de violencia en la historia nacional. Una extensa bibliografía y numerosos apéndices sobre las fuentes y listados de los más destacados industriales del país, con sus respectivos lugares de origen, complementan el texto y facilitan la orientación del lector interesado en la historia económica nacional. JJU O

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