Etnografía de los lugares : una guía antropológica para estudiar su concreta complejidad
 9786074843880, 6074843880

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Abilio Vergara Figueroa

Etnografía de los lugares Una guía antropológica para estudiar su concreta complejidad

México, 2 0 1 3

Escuela Nacional de Antropología e Historia

SEP

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Instituto Nacional de Antropología e Historia

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Ediciones

Navarra

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Consejo Nacional para la Cultura y las Mes

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Tiempo y Espacio

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INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGfA E HISTORIA

Sergio Raúl Arroyo García

Dirección General Bolfy Efraín Cottom Ulín

Secretaría Técnica ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGfA E HISTORIA

José Luis Vera Cortés

Dirección Ju lieta Va lle Esquive!

Secretaría Académica Karyn Ga lland

Subdirección de Investigación Marcela Montellano Arteaga

Subdirección de Extensión Académica

Etnografía de los lugares. Una guia antropológica para estudiar su concreta complejidad D. R.

e

2013, Abilio Vergara Flgueroa

Primera edición : 2013 ISBN: 978-607-484-388-0 Queda prohibida la reproducción tota l o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización escrita de su legítimo titu lar de los derechos de autor. D.R.

e

2013 In stituto Nacional de Antropología e H istoria

Córdoba núm. 45, Col. Roma, C.P. 06700, México, D.F. [email protected] Escuela Nacional de Antropología e H i storia Periférico Sur y Zapote s/n, Col. Isidro Fabela, Tla lpan, C.P. 14030, México, D.F. D. R.

e

Ediciones Navarra, por las características de la edición.

Van Ostade núm. 7, Col. Alfonso XIII, C.P. 04160, México, D.F. Tel. 56 51 08 56

Corrección de estilo: Katia Vanessa López González Liv Kony Vergara Rom a n í

Diseño, diagramac/ón y cuidado de la edición: Ricardo P érez Rovira Impreso y hecho en México.

Índice

INTRODUCCIÓN

¿Por qué segu ir haciendo antropología del lugar? 1 Agradecim ientos 1

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CAPÍTULO PRIMERO

El luga r antropológico 1

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Etnografía, crón ica y descri pción 1 23 Marc Augé y el concepto de lugar y no-lugar 1 29 Lugar, u n a defi nición 1 35 CAPITULO SEGUNDO

Un lenguaje m u ltimedia pecu liar 1

41

El lenguaje articu lado 1 43 El lenguaje corpora l 1 51 El lenguaje sonoro 1 55 El lenguaje de los objetos 1 5 7 El lenguaje arquitectón ico 1 61 Lenguaje e interpretación 1 63 Posta l : el lenguaje del tiempo en un l ugar sagrado 1 65 CAPITULO TERCERO

Rutinas y rituales característicos 1

71

Orden y consenso, tensión y conflicto 1 81

CAPÍTULO CUARTO

Su orden i nterno se expresa en recortes espaciales estructu rados y extructura ntes 1 94 Las regiones de Goffm a n 1 9 7 Posta l : e l lugar-bar 1 102 Posta l : el l ugar-prisión 1 1 06 Posta l : el lugar-burdel 1 1 1 1 CAPÍTULO QUINTO

La s frontera s.! 1 1 9 La frontera no es siempre fi j a , ni clara, ni estática 1 1 2 7 El entorno y las fronteras 1 1 3 2 CAPÍTULO SEXTO

Los actores y su agencia 1 1 3 9 Los lugareños hacen lugares y éstos los condicionan 1 1 3 9 Posta l : actor y l ugar simból ico 1 1 50 CAPÍTULO SÉPTIMO

Contextos. El l uga r pertenece a u n territorio y a rticula redes 1 1 5 3 Los luga res, sus con textos, la identidad y las redes 1 1 73 Bibl iografía y hemerografía 1 1 8 1

Para Kony, Kim, Iaím, Dolores, César y Prisci/ia, porque juntos hicimos nuestros mejores l ugares.

INTRODUCCIÓN ¿Por qué seguir haciendo antropología del lugar?

La gente vive en lugares, el poder domina mediante flujos. MANUEL CASTELl.S

Lo memorable es lo que puede soñarse acerca de un lugar. MICHEL DE CERTEAU

La globa l ización está produciendo tra n sformaciones radicales en el espacio, el territorio y el tiempo. La figu ra de la "a ldea globa l " (McLu h a n y Powers, 1 99 1 ) es sólo u n a expresión figu rada 1 de cómo se i mpone u n a visión del espacio vivido cuando éste se reconfigu ra con la n u eva velocidad (de los desplaza m i e ntos y de las com u n icaciones) i m p uesta a la experiencia contemporánea y con las oferta s del mercado si mból ico global izado que afecta n la cotidianeidad y. por ende, la producción y vivencia de los lugares. No obsta nte esta i m agen domina nte, la vida cotidiana sigue produciendo (y se rea l iza en) lugares a u nque de naturaleza y sig­ nificación ta mbién ca mbia ntes. La pretendida u n iformidad n o llega a c u l m i nar; y las i nteracciones sociales "aqu í y ahora " en el contexto de la sociedad -como grupo o como i ndividuo- produce, i n cesantemente, n u eva s formas loca les, n u evos lugares que guarda n , re-prod ucen y (re) crean aún las m a rcas emosignifi­ cativas que los caracterizan y d i stingu e n . Po r ello, pa ra comprender la experiencia actua l debemos re-con ocer q u e h a y u n f l u j o - d e diverso carácter y magnitud- entre lo macro-globa l y lo m icro- local que req u iere ser abordado por la a ntropología . Así, n u e stra disci p l i ­ na a ú n se confronta e m pírica m ente c o n actores situados en lugares y territorios,

Constituyendo un oxímoron, semejante a gloca/ (Robertson, 1 99 5 ) , pues conj u n ta dos dimen­ siones espaciales extremadamente contrapuestas: lo global, que refiere a los flujos pla netarios (veloces e indiferentes a los l ím ites terrltorlales) y lo loca/, que refiere a fenómenos circunscritos a espacios acotados y m icro, cuya velocldad y ritmo están marcados por la corpora l idad y las copresencias, además de la h istoria de los grupos.

A BILIO

VERGARA FlGUEROA

quienes desde a l l í experimenta n , se confro nta n2 , y/o m i ra n los flujos. U l rich Beck lo seña l a : " La globa l i zación -aparentemente lo muy gra nde, lo exterior, lo que sobreviene al fi n a l y sofoca todo lo demás-, es asible en lo pequeño y lo concreto, in situ, en la p ropia vida y en los símbolos c u l t u ra les, todo lo c u a l l l eva el se llo de lo 'gloca l ' " ( 1 9 9 8 : 80) . David Ha rvey se ñala que la u n ificación del espacio contem poráneo oto r­ ga mayor i m portancia a las "cu a l idades de las fragmentaciones para la iden­ tidad y la acción socia l " , agrega que " l a red ucción del espacio que da l uga r a la competencia entre las d i sti ntas com u n idades del globo i m p l ica estrategias com petitivas loca l i zadas y una elevada conciencia de lo que otorga a u n l ugar3 u n ca rácter especial y una ve ntaja competitiva . Este tipo de reacción acentúa mucho más la identificación del l uga r, la construcción y seña l i zación de sus cua l i dades ú n icas en u n m u ndo crecientemente homogéneo pero fragm entado" ( 1 9 9 8 : 300) . Señala ta mbién que existen (y en contradicción) l uga res dife rentes a los originados por la acumu lación de ca pita l . Los m u ndos d e l m i to, d e la re ligión, d e la memoria colectiva y d e la identidad regional o nacional son constructos espaci o-tiempo que constituyen y se cons­ tituyen mediante la fo rmación de luga res distin tivos (ca p i l l a s, luga res de cu lto, íconos en las h i storias, etcéte ra) . Los luga res que expresa n creencias distintivas, va lores i m agi narios y p rácticas sociales e i n stitucionales, han sido construidos desde hace mucho tiempo ta nto material como discursiva m e n te. El afá n de per­ petu a r ta les p rocesos de construcción de lugares conti n ú a ha sta hoy. M uchas i n stituciones tradiciona les, como son la iglesia y la nación, dependen cruci a l ­ mente de la existencia de toda u n a red de lugares s i m ból icos para a segu ra r su poder y expresa r su signi ficado socia l . Los l uga res, como permanencias, se vuelven simból icos y sugerentes de esos va lores (com o fa m a , a u toridad, iden­ tidad y poder), construidos media nte práctica s espacio-te m po ra l e s " (Ha rvey,

2010: 3 9-40) .

Po r su pa rte, Néstor G a rcía Cancl i n i señ a l a la necesidad de a rticu l a r a m bos enfoq ues. Después de rem a rca r que las "cifras de los censos m igratorios, de la circu lación pla neta ria de i nversiones y las estadísticas del co n s u m o adquieren más sentido cuando se ca rga n con las na rrativa s de la heterogeneidad " ( 1 9 9 9 :

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Como bien lo expresan los nuevos movimientos indígenas que conjuntan el discurso mítico con el ecológico, los indignados y los ocupas, que luchan contra la "avaricia" del capital finan­ ciero y la falsificación de la democracia, los estudiantes chilenos por la democratización de la educación, etcétera. Es posible encontrar esta articulación también en las trayectorias de los migrantes internacionales que oscilan entre la tierra de origen y de recepción (ver Degregori,

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2003 ; Besserer, 2004; Germaná, 2005 ; Arizpe, 2006 , entre otros). Harvey utiliza la categoría lugar de manera dual: refiere tanto a las configuraciones urbanas como los suburbios o barrios, como a los espacios más acotados como templos o casas ( 1 998 y 2 0 1 0).

ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

3 5 ) , advie rte que " n o es fác i l j u nta r a m ba s perspectiva s en esta época en que cada vez se cree menos en la capacidad exp li cativa de u n parad igm a . Pero a l m i s m o tiempo es i m posible entender convivencias ta n i n te nsas y frecuentes como exige n u estro m u ndo si compa rti menta mos a las sociedades, como lo h i zo el relativismo cultu ra l que i m aginaba a cada cultura sepa rada y autosuficie nte " ( 1 9 9 9 : 3 5 ) . Luego agrega : No conozco mejor m a n e ra de encarar estos riesgos que trabajando con cifras y otros datos du ros, macrosoci a les, donde se aprecian las gra ndes tendencias de la globa l i zación, y a la vez, con descripci ones sociocu lturales que capta n pro­ cesos específicos, ta nto en su estructu ra objetiva como en los i m agin arios que expresan el modo en que los sujetos i ndividuales y colectivos se representan su lugar y sus posi bil idades de acción en dichos p rocesos. Se trata de reu n i r lo que ta ntas veces fue esci ndido en las ciencias sociales: explicación y co m p rensión. o sea, a rticu l a r l a s observaciones telescópicas de las estruct u ra s sociales y las

m i radas que hablan de la i n t i m idad de las re laciones en tre culturas. Me pa rece que en esta tarea tenemos un recu rso clave para que el fu turo de la globa l i za ­ c i ó n lo decidan ciudadanos m u lticu lturales (Ga rcía C a n c l i n i , 1 99 9 : 36) .

Por ello, este l i b ro no debería ser i m pe rti nente a l presente d e la a n tropolo­ gía , aún para cierta s visiones "opti m i sta s " de la globa l i zación, pues los mapas mentales a pesa r de parecer habe rse to rnado en predom i n a nte consonancia con redes y flujos, los que, supu esta m ente, en vertiginoso ritmo, h a n logrado exti rpa r el lugar; éste a ú n genera i magi narios, demarca representaciones, posi­ b i l ita p ráctica s, esti m u la posicio n a m i entos y contiendas, y perm i te visl u m bra r horizontes: ha sta para sufri r o a l egra rse, m u chos a ú n necesita mos reitera r, l o que, a su vez intensifica el placer de crea r o rei nventa r y , ta m b i é n , permanecer. 4 Po r otro l a d o , pa rto de la idea muy conocida , de que la ciudad no s ó l o e s depositaria de la diversidad5 sino su más característica impu lsora , p o r lo que s u condición mú ltiple y com plej a , así c o m o , su propia fragm entación contemporá­ nea, se debe a la producción i ncesante de lugares y, dentro de dicha prod ucción ta mbién podemos i ncorpora r su rei nvención y resema ntización. Los su jetos di­ versos que produce la ciudad, necesitan lugares que los agrupen en y con aquello que los asemeja, de esta manera se sepa ran y busca n diferencia rse pa ra desde a l l í com u n ica rse y relacionarse -aún contendiendo- con los otros.6

4

Habría que incorporar la

nostalgia en el estudio antropológico de los desplazamientos, como lo

hacen Shinji Hirai (2009) y Gustavo Lins (2003 ) .

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Louis Wirth señala este carácter: "[ . . . ] una ciudad puede definirse como un asentamiento relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente heterogéneos" (Wirth,

6

1 98 8 : 1 6 7 ) . otros podían haber sido parte de su nosotros, pero esta relación pudo haber sido tensa precisamente por la diferencia que pretendían negar, pues, por ejemplo, para los homosexua­ les, salir del closet puede ser no sólo la búsqueda de visualizar su otredad oculta(da), sino Estos

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ABILIO VERGARA FIGUEROA

En este contexto, reconocer la necesidad del estudio de los lugares no eli­ m i na la observación de la n u eva velocidad y la su perposición de esca las (por ejemplo, cua ndo de la casa-micro, posicionados en e l barrio-meso, " sa l i m o s " a la ci udad-macro) que ca racteriza la vida citadi n a , sino, a l contrario, ayuda a comprender que los l ugares se con stituyen dialogando con los itinerarios y tra­ yectos7 de los u rbícolas y otros sujetos, pues a ú n para partir y retornar, hay que tener u n piso desde donde hacerlo. Referente a los cambios en las formas de habita r los lugares, es preciso ta mbién recon ocer que si en las sociedades tradicionales determi nados factores i ncidían en producir l uga res comunes (por ejemplo, para u so de toda la fa m i l ia) hoy los grupos generacionales se separa n y se generan -o i m ponen- espacios propios y excluyentes (lugares j u ven iles de mamaseoª versu s asilos de ancia nos, por ejemplo) ; lo mismo ocu rre con los grupos étnicos: a lgu nas formas de los l ugares de residencia tradicionales, de carácter étnico, pueden conservarse en la ciudad, pero otros son e l i m i nados por la pobreza y la desposesión de poder, pero ta mbién se crean otros l ugares para u s u a rios u rbanos (bares para homo­ sexu a les, espacios para n u eva s "tribus u rb a n a s " , etcétera ) , que posterga n o va n abandonando anteriores ejes de identidad para b u scar y encontra r, o re­ form u l a r, otros. El surgi m i ento de la j uventud y su n u evo protago n i s m o en -y por- la ciudad -especialmente en el con s u m o cultura l - , así como las n u eva s condiciones del uso del tiempo l i b re segmentado por edades y generaciones, son otros factores de dichos cambios. Así, aún hoy, y "a pesa r " de la global ización y las diferentes m igraciones, el lugar es, para u n a gra n mayoría de la h u m a n idad,9 la forma más com ú n y sentida de vivir y modu lar el espacio que permite fundar y habita r territorios como redes de lugares. Habría que señalar ta m b i é n , frente al "opti m i s m o " por la velocidad y los flujos, que a l i nterior de sus propios países, hay mucha gente

ta mbién la búsqueda de lugares que les permitan esta r j u n tos ejerciendo esta identidad (ver List, 200 5 ; Angón, González y Solís, 2006). El caso de los indígenas en la ciudad es también expresivo, pues si los padres i n m igran tes mantienen rasgos étnicos, sus hijos pueden alejarse de ese nosotros étnico. 7

Hago u n a distinción entre ambos térm inos ya que nomino Itinerario a la ruta recorrida dura nte un viaje (que puede dura r unas horas o días) y reservo trayectoria para la sedimentación que dichos viajes rea l izan en n uestros mapas o cartografías mentales, el primero corresponde a la sincronía y el segu ndo a la diacronía; el Itinerario produce croquis, la trayectoria produce mapas, además de relatos que progresiva mente van Impregnándose de otros relatos que se compa rten.

8

Ha surgido esta práctica erótica juvenil que consiste en agruparse en algún establecimiento donde varones y mujeres adolescentes Intercambian "ca ricias con desconocidos para no I nvo­ lucra rse sentimenta l mente" (Martínez Juárez, 2009: 1 2).

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Los que han em igrado, aquellos que viven fuera del país donde naciero n , no son más de 200 m i l lones de personas en el m u ndo, lo que constituye menos del 3 por ciento de la población mundial. Habría que añadir que la mayoría de dichos emigrados también b u sca, y consigue, (re)construi r nuevos lugares en nuevos espacios. Ver Vergara , 20 I O , para diferenciar espacio, territorio y lugar.

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ETNOGRAF[A DE LOS LUGARES

reclusa (Verga ra , 2006), gente que n o necesita esta r en prisión para l i m ita r extre­ madamente sus desplaza m ientos en su propia ciudad, en principio por caren­ cias económ icas, l u ego porque adheridas a ellas está n otras carencias sociales, cultura les, políticas y psicológicas. En la colonia Isidro Fabela -co l i ndante con la Escuela Nacional de Antropología e H i storia- de la ci udad de México, ten ía unos a m igos pequeños (sus edades oscilaban entre seis y trece años) ; a leda ña a dicha colonia está la Sala O l l i n Yol iztl i , u n complejo a rq u i tectón i co que a l berga una sala de conciertos de m ú sica clásica, u n a l i b rería , u n a sala de cine, don­ de se proyectaban películas de a rte. Cuando les propu se a m i s a m igu itos que fuéramos a ver u n a pelícu la, el m ayorcito objetó: "Al lí, seguro, necesita remos pensar pues .. . " , y no quisieron i r. Esta propuesta metodológica se ubica en u n punto medio e ntre la teoría y el trabajo de campo, y pretende ayudar a qu ienes se aventu ra n , i n iciá ndose como a ntropólogos, a etnografiar. Al principio, en e l primer capítulo, de manera breve, defi n i ré la pecu lia ridad del género etnográfico (diferenciándolo de la crónica y la descripción con las que com ú n me nte se lo confu n de) , después reflexio n a ré acerca de la propuesta de M a rc Augé -que fue el pre-texto q u e m otivó i n icial­ mente este texto- y, fi n a l m e n te, propondré los a spectos a considera r e n las etnografías de los l ugares, describiendo las ca racterísticas de éstos. Los sigu ientes capítu los se orde n a n , precisa mente, por las ca racterísticas de los l ugares y los a spectos que deben ser sometidos a observación, regi stro, cla­ sificación y a n á l i s i s que supone la etnografía . Estos l ugares se caracteriza n por:

a)

b)

e)

d)

e) f)

U n lenguaje pecu l i a r que s u rge de a rticu l a r s u s sistemas: l i ngüístico, pa raverba l , corporal, objetual, gráfico, sonoro, a rq u i tectónico, etcétera , en u n todo que lo singulariza (ca pítulo segu ndo) . Rutinas, ritos y/o ritu a l izaclones específicas donde se observa n los di­ ferentes grados de separación y contrastación entre lo cotidiano y lo ex­ tracotidiano y sus fu nciones complementarias o a n tago n i stas (capítulo tercero) . O rden jerárq u ico i n terno expresado e n recortes espaci a l e s y u so s d i ­ ferenciados y complementarios, d o n d e se expre s a n ta n to la división soc i a l del trabajo como la d i stribución y e l ejercicio del poder (capít u l o c u a rto) . Frontera s o del i m itaciones, que defi nen u n adentro y u n afuera que pue­ den referir a -y prove n i r de- identidades y a lteridades, constituye n ­ do las m a rcas físicas y s i m bó l icas de d o n d e com i e nza n y term i n a n l a s prácticas y la relación social lugareña (capítu lo q u i nto) . Conde n sa b iografía e h i storia, m ostra ndo a l actor y su agencia, donde se reflexiona acerca de la relación entre actor y espacio (capítu lo sexto) . El lugar pertenece a territorios y/o a redes, por lo q u e su etnografía re­ qu iere emplazarlo en s u s diversos contextos (capít u l o sépti m o) .

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ABJLIO VERGARA FIGUEROA

En dichos capítu los, a l describ i r cada u n a de estas ca racterísticas, i ntrodu ­ ciré postales etnográfi cas que las i l u stre n , c o rn o ejemplos o glosas, a lgú n a specto de la compleja estructu ración de los l uga res. Esta s posta les no tienen otra i n ­ tención q u e i l u m i n a r a lgú n aspecto específico d e alguna d e las ca racterística s que se están desa rrolla ndo y no pretenden agota rlas etn ográficarnente. Al escri b i r este l i b ro, pa rto del pre- supuesto de que cualquier estu d i o a n t ro­ pológico req u i e re etnografia r lugares; por ejemplo, si estudio la fiesta patronal de u n a com u n idad indígena o la estru ctu ra social en u n barrio u rbano, debo, segu ra mente etnografi a r sus rituales, la p repa ración de a l i mentos, el bai le, la esqu ina colo n i zada por unos jóvenes, etcétera , actividades que se rea l i za n en lugares que se a rticu lan en las prácticas de los actores con-centrá ndose en la fiesta corno una tota l i dad i n se rta en la orga n i zación soci a l , política , cultu ra l y económ ica de la com u n idad o del barrio. Así, enfoca r a los lugares no e l i m i n a -al contra rio, esti m u l a , req u ie re- es­ tudiar los flujos, los contextos, los procesos, las estructuras, pues, corno vere­ mos en el primer capítulo, la etn ografía sólo es posible en un contexto teórico, h i stó rico, territorial y estructura l . En este sentido, cada i nvestigación debe " p ro­ ducir" su teoría -o, más bien, teorizar ( H a l l , 2 0 1 1 ) 10 en diá logo con la d i sci­ plina a n tropológica y el a u x i l i o de otra s ; este l i b ro lo que hace es precisamente dota r de los eleme ntos para "exigi r " dicha fo rmu lación . Este l i b ro p retende ser, metafórica m ente, u n a suerte de "esca lera " , conti n u a ndo con la m etáfora espa­ cia l , entre la "teoría " y la "ern p i ri a ". U n a i n d icación para su lectura : el l i b ro no tiene un capítu lo de concl u ­ siones, porque el capítulo primero oficia c o rn o punto de pa rtida y c o rn o con­ c l u s i ó n : puede leerse de principio a fi n , y luego , pero n o sólo f i n a l m e nte, sino i nterm itentemente, vo lve r a l primer capítulo, porque es el que otorga u n idad a las ca racterísticas de cada capítulo, que desde el segu ndo, desarro l l a . De he­ cho, cuando redacté el texto , conforme desplegaba cada capítu lo, regresaba al primero para adicionar, modifica r, a m p l i a r, proyecta r o red u c i r y p rofu ndizar, según los h a l l a zgos obtenidos en la escritura de dichos capítulos subsigu ientes. -

10

Stuart Hall concibe l a investigación corno e l proceso d e producción d e conocimientos que partiendo de un problema avanza en su comprensión mediante el "re-uso" de conceptos y cate­ gorías -"reparándolos" - de múltiples paradigmas y disciplinas, cuyo a Deleuze, nombrarse corno una "caja de herramientas" (2001 : 4 8 ) .

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stock puede, siguiendo

Agradecimientos

La se m i l la de este libro fue sembrada hace ya más de u na década , en el m a rco del Sem i n a rio de Ci udades Contemporáneas, donde un grupo de colega s nos reu n ía m os mensual mente en la ENA H , para reflexionar sobre la cultura u rba n a . Uno de sus resu ltados f u e la publicación de u n l i b ro que coord i n é c o n M iguel Ángel Agu i l a r y Amparo Sevilla (2001 ) . Pa rticiparon j u n to a los mencionados: Ma ría Ana Porta l , Xóch itl Ra m írez, Ernesto Licon a , Ana Rosa s, Edga r Morín , Inés Cornejo, Carlos Vásquez, Norma Angél ica Hernández, Ma ritza U rteaga , Rocío H ida lgo, Aída Ana lco, Katia Perd igón y M a u ricio List. Otro espacio académ ico en cuyo contexto se desarro l l a ron las ideas que lo a l i menta ron es el de la Línea de I n vestigación " M etrópo l i s , i m agi na rios, símbo­ los y estéticas u rb a n a s " que coord i n o en el Posgra do de An tropología Soci a l de la Escuela Nacional de Antropología e H i storia (ENAH) , donde pa rticipa n Ernes­ to Licona y Ol ivia Dom íngu ez. La ENAH, sigue siendo el espacio que posibil ita no sólo el despliegue de u n pensa miento l i b re sino ta mbién de la ca m a radería y la a m i stad. La necesidad de escri b i rlo su rge ta mbién de otros espacios acadé m i cos en los que fu i i nvitado para exponer aquel prólogo (y sus progresivos desarrollos precisamente esti m u lados por dichos requerim ientos) , entre los que destaco, el de la propia ENAH , ta nto en el posgrado como en la licenciatura (aq u í la amable i n s i stencia corrió a ca rgo de Aída Ana lco) ; los cu rsos sobre Espacio y cultura que dicté en la Benemérita U n iversidad Autónoma de Puebla , bajo la hospita l idad que me brindó Ernesto Licona y en la U n iversidad de las Amé ricas (sede Puebla) ; el posgrado de Antropología de la U n iversidad Nacional de Sa n Cristóbal de H u a m a nga (Ayacucho, Pe rú) , la U n iversidad Autónoma del Estado de Morelos, el doctorado en Estudios Territoriales en la U n iversidad de Caldas (Man izales, Colo m b i a , donde agradezco la a m able hospita l idad de Beatriz Na­ tes) espacios que fueron constituyéndose en lugares donde precisa mente re­ flexionaba sobre lugares. Ta mbién agradezco el a m biente del Cuerpo Académ ico "Tiempo y Espacio en las Identidades Contemporánea s " , de la ENAH , donde compa rtí y compa rto

ABILIO VERGARA FIGUEROA

la alegría de esta r j u ntos y reflexionar acerca de los problemas de la cultura contem porá nea j u nto a Adriana López Monjardín, Xóchitl Ra m írez, G ladys Fe­ rreiro, Rocío Hidalgo, Aída Analco, O l ivia Dom ínguez, j u nto con estudia ntes del posgrado y la l icenciatura. Leyeron los borradores del l i b ro Ra n u lfo Cavero, Sergio Ta m ayo , Ernesto Licona, Elisa Pérez, Violeta González, Aída Analco , M a rga rita Z i res y Reyna Sá nchez; estas dos ú ltimas perte necientes a l Cuerpo Académico de "Nación cuestionada y acci ón política " de la U n iversidad Autónoma M etropolita na-Xo­ c h i m i lco, con q u ienes hemos esta blecido u na Red de i nterca mbio acadé m ico ya sosten ido desde hace dos años. Agradezco a tod @ s s u s comenta rios, su­ gerencias y críticas, han sido de enorme va lor, a ú n cuando, por la a m p l itud de a lgunas de sus sugerencias, no han sido completamente i n tegradas, recon ozco su va lía pues contribuyeron a mejorar el l i b ro ; sin embargo " p u b licamos para no pasarnos la vida corrigiendo " , como le dijo alguna vez Alfonso Reyes a Jorge Luis Borges. F i n a l m ente, q u i ero s e ñ a l a r que m i s retornos periódicos a mi a n tigua U n i ­ versidad, donde estu dié la l ice nciatura y ejercí docencia p o r m á s de u n a déca­ da, la U n iversidad Nacional de San C r i stóbal de H u a m a n ga , han sido funda­ mentales para desarro l l a r los senti m i e ntos q u e req u ie re pensar l o s lugares; el contra p u n to vivencia( con m i residencia en la c i u dad de México proporcio n ó el marco de reflex i ó n . M e n c i o n o a lg u n o s n o m b res de a m igos-colega s : Ra n u l ­ fo Cavero, José Coro n e l , Godofredo Ta ipe, Carlos Condori y P i l a r Béjar, entre otros, con q u ienes compartí esce narios q u e a l i m e n ta ro n m i s i n ce rti d u m b res, dudas y reafi rmaciones.

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CAPÍTULO PRIMERO El lugar antropológico

[ ] la ocupación regular en el tiempo se asemeja mucho a la fijeza en . . .

el espacio. GEORG SIMMEL

Entrar de la calle al local no sólo era pasar de la oscuridad a la luz: la consistencia del mundo cambiaba, afuera deshecho, indefinido, tenue, y aquí lleno de formas sólidas, de volúmenes con un espesor, un peso,

superficies de colores brillantes, el rojo de un jamón que alguien cortaba en el mostrador, el verde de las chaquetas tirolesas de los camareros, el oro de la cerveza. ÍTALO CALVINO

¿Por qué los cartógrafos oficiales/ condenan entera la tierra/ tras una cárcel estricta vaciada en nodos y cruces/ donde no se ofrece ninguna feliz latitud? DANIEL ABSE

Cuando un individuo o actuante representa el mismo papel para la misma audiencia en diferentes ocasiones, es probable que se desarrolle una relación social. ERVING GOFFMAN

Pa ra i n iciar el proceso de defi n ición y caracterización del lugar como categoría antropológica , habría que desarrollar u na primera reflexió n sobre la triada: es­ pacio, como " materia pri m a " ; territorio, como aquel, pero recortado, practicado y sign ificado; y lugar, ta mbién como espacio acotado, pero a esca la corporal h u m a n a , y que se con stituye en la copresencia. Así, debemos decir que a l espacio lo configu ra mos y bajo las formas en que lo hemos modulado, nos condiciona n u e stra s acciones, por lo que, para enten­ der su dialéctica debemos estudiarlo diacrónica y sincrónicamente, porque somos

ABILIO VERGARA FIGUEROA

actores en u n doble sentido: lo hemos recortado-co n struido física y/o s i m bó­ licamente, pero ta mbién este espacio acotado que l l a m a mos l uga r, nos i n d ica qué se nos perm ite -o proh íbe- hacer, qué papeles y qué personajes 11 pode mos rea lizar den tro de él como expresión de re laciones sociales contenidas y promo­ vidas por el lugar. Este proceso de i n teracción puede desarro l l a rse de m a neras m ú ltiples, y se estructu ra , en las i nteracciones, a diferente esca l a , como en las representaciones e i magi na rios, a través de los niveles sigu ientes, que n o m i n o : d e l dispositivo, sistémi co y sim bóli co- cosmogóni co. 1 2 1 . Dispositivo : den o m i n o así a un co nju nto de esqu e m a s sensoriales y per­ ceptivos in- corporados, es dec i r, hechos cuerpo, que pe rmiten perci b i r y "colo­ car" las cosas en "su luga r " y emplaza rse y desplaza rse con confi a n za y soltura , i nterpreta r los i n d icios y señales, evita r los obstáculos, defi n i r l a s d i sta ncias sensori a l mente ; 1 3 poner en jera rqu ía espacial los objetos, las edificaciones y las personas; 1 4 defi n i r la dimensión del horizonte físico, dife renciar las sensaciones -por ejemplo, la d i sta ncia en que u n grito ha sido em itido- . Tiene u n ca rácter d i n á m ico, produ ctor, a u n q u e en genera l se p resente como " l ectu ra" y "acto ". Aqu í opera fu ndamenta l m ente n u estra rela ción instrumenta/ y perceptiva con el espacio. Nos permite ubicar l a s posiciones a l to/bajo, derecha/izq u ierda , delan­ te/detrás, horizonta l/vertica l , aden tro/afuera . Esta s oposiciones, que en este nivel son físico-corpora les, pueden rem iti rse a una cosmogon ía en un contexto ritu a l o emerge r a ese ca rácter cuando u n o siente temor o se h a l la en un espacio a m biguo. E l gesto ritual es su rea l i zación con n otad a . Su esce n a rio " natu ral" está en la esca la m i c ro de lo cotidiano, es dec i r en los lugares. 2 . Espacio sisté mi co, representación gráfica y/o menta l obtenida por la men­ sura de la extensión que posibil itan nuestros desplaza m ientos (viajes) y la tecno­ logía (mapas a esca l a , guías tu rísticas, información) , que perm ite estructu ra r el sentido de orientación relacionando lo próximo con lo lejano. En primer térm ino, nos dota la sensación de estar en el lugar y de los nexos que éste establece con otros lugares y territorios, a rticu lándolos, configu ra ndo u n contexto y una perspecti­ va mayor para nuestros emplaza m ientos y desplaza m i entos, a pa rti r de la percep­ ción e imagi nación de las dista ncias. La s di mensiones que abarca este nive l , nos permite establecer las esca las, y vincu lar y diferenciar lo macro de lo m icro. Aqu í defi n i mos n uestra relación -desde nuestra situación y circunstancia- c o n la extensión y la tota lidad -que se expresa en regiones, naciones o el m u ndo-, cu­ yas sepa raciones, volumen y dista ncias pueden ta mbién medi rse en términos de

11 12

En el sentido que le adjudican Hannerz ( 1 988) y Goffman ( 1 989), respectivamente. Para ésta y las siguientes dos definiciones de los niveles, ver mi libro

Identidades, imaginarios y

símbolos del espacio urbano: Quebec, La Capitale, 2003 . 13

Es muy importante el papel de la socialización temprana, las actividades tendientes a la coor­ dinación viso-motora.

14

Ver, por ejemplo, las distancias íntima, personal, social y pública que desarrolla Edward T. Hall

( 1 99 1 ) .

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ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

tiempo o duración del viaje. El mapa y el croq u i s son a lgu nas de las formas en que se concretiza , ta mbién puede rea l i za rse cuando nos desplazamos en -hacia- el espacio-macro, por ejemplo, cuando traza mos una ruta i magi na ndo qué ca lles o autopista s debemos tomar o evita r para l lega r de u n pu nto a otro en u n reco­ rrido por la ciudad, o ta mbién cua ndo nos guiamos por un GPS. 15 Media nte este nivel emplazamos la relación instru menta l del lugar con el territorio y el espa cio metropol itano, regional o naciona l . Este n ivel ta mbién puede connota rse y esta r clasificado-va lorado en el n ivel simból ico que lo justifica , 16 legitima o a rgu menta . S u forma connotada m á s ca racterística es el territorio, en especial la Patria, 1 1 siendo su "denotación " -o soporte sign ifica nte- el mapa del pa ís que uno habita como patria . Los h i m nos, la bandera y la historia que se enseña en la escuela son sus símbolos, su estética y su lenguaje. 3. El espacio sim bóli co y expresivo, que puede re m i t i r a una cosmovisión que oto rga l uga r ontológico a cada cosa y ta mbién da esta b i l idad exi stencial a l indi­ viduo a l situarlo en u n orden fu ndamenta l basado en su u b icación en el lugar, la dimensión y la dista ncia propia (desde donde s u rge lo a p ropiado) . En socieda­ des trad iciona les, otorga segu ridad; en las modernas, pertenece más bien a un mu ndo de "vi rtu a l idad mayo r " y a la racio n a l idad que legitima -por ejemplo el que for m u l a ron los Estados- nación-. Aq u í opera n u e stra rela ción sim bóli ca, expresiva y emotiva con el espacio. En las sociedades l la m adas prim itivas esta cosmovisión su ste nta -como un co ntinente, pero m á s a ú n como un siste ma ge nerador- el sentido m i smo del ser, del territorio, del espacio y del tiempo: como i n fo rmaci ó n , m a rco gnoseológico y se ntim iento adherido a la identidad, que puede s i m bo l i za r i m aginariame nte el orige n y el proyecto desde donde se vive e i magi na su comunidad. Es el espacio que se expa nde desde los objetos o movi m i e ntos más habituales y próximos -del dispositivo, cuando éstos son adjud icados, 18 en el ritual y las ceremonias- a principios, va lores, lugares, ob­ jetos y seres lejanos, abstractos, a u sentes, ya i n exi stentes o fe necidos, los que no existen a ú n , sagrados, i ncon m e n s u rables.

15

Sistema de Posicionamiento Global (GPS, por sus siglas en inglés), que permite graficar el rum­ bo, entre el punto de partida y llegada, la posición actual de quien se desplaza (conduciéndo­ lo), el tiempo estimado entre los dos

waypoints y la hora que estima llegará, por supuesto con

su orientación precisa. Fue desarrollado, instalado y operado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Hoy se los ha incorporado en los teléfonos

celulares y automóviles. Ha­ dispositivo con

bría que ver cómo el GPS, en su orientación tan situada, casi conjunta el nivel del el

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sistémico.

El mapa de un país -sistémico por excelencia- en época de guerra o de fiebre nacionalista puede devenir simbólico, e inclusive, mítico, y sus significaciones pueden afectar los senti­ mientos y las emociones, enervándolos.

17

Lucien Febvre lo ilustra expresivamente cuando dice: "Es que esta palabra Patria tiene profun­ das resonancias carnales y sentimentales. Evoca la tierra, los muertos, la tierra, ese gran osario de los muertos" ( 1 999: 1 5 6).

18

Mediante el mecanismo simbólico que concretiza lo distante (mapa de la Patria, por ejemplo) o difícil de referir.

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ABILIO VERGARA FIG U EROA

l mágen 1. 1 . Carta de zonas horarias. Fusión gráfica de tiempo y espacio que es la base de n uestra relación con el n ivel

sistémico.

Estos tres n iveles se concreta n dife renci a l m ente en periodos h i stóricos y en la forma espacial -lugar, territorio y espacio metropolitano o virtual- que les corresponde, así como en las p ro h i b iciones y pe rmisiones ejercidas por el poder pa ra e m p la za r y contro l a r los e m p laza m ientos y desplaza m i entos. 1 9 Ta mbién dia loga n de m ú l tiples m a neras con la tecnología , entre l a s que sobresa len los autom otores y las fo rmas de c i rculación de la i n formació n , que i n scriben en n u estros cuerpos lo que Pa u l Virilio llama la velocidad ambiente, que nos permite leer -y vivi r- el espacio de m ú ltiples m a neras (Studeny, 1 9 9 5 ) . La etnografía de los l uga res req u i e re conecta r estos tres n ive les del espacio, porque la expe­ riencia espacia l los a rticu la con sta ntemente, pues, por ejemplo, el lugar trans­ forma el espacio, fa m i l i a rizando sus fragmentos.

Etnografía, crónica y descripción U n a de las p rob lemáticas qu izá no debidamente debatidas en el trabajo a ntro­ pológico en/de la ciudad es la perti nencia del m étodo etnográfico pa ra estu d i a r

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Una de sus formas lo constituye el censo.

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A BILIO

VERGARA FlGUEROA

las metrópo l i s : 20 ¿Cómo trabajar las etnografía s cuando l a s "situaciones tipo"2 1 ceden frente a los encuentros efímeros,22 los re m a n sos del barrio o del pueblo a las prisas del metro, el dete n i m iento de la obse rvación ca ra-a-cara frente a la borrosidad de las m a siva s i n d iferencias que se desplazan por l a s cal les, o a los espacios sobreocu pados que oculta n la perspectiva y la p rofu ndidad del espacio y de sus sujetos ? U n a expresión práctica de estas dificu ltades es que d ifícil­ mente el antropólogo puede retener en la calle a u n i nforma nte para hacer una entrevi sta . Lo "típico " de las metrópo l i s es la prisa, la p rese ncia desmesurada de las masas de gente que oculta n su dive rsidad en la ind iferencia y el a n o n i ma­ to . Esta s situaciones cita d i n a s pareciera n esta r hechas para ser "fotografiada s " -represe ntación d e l i n sta nte- p o r la crónica y la descripción y no para ser etnografiadas, que req u ie re a rticu l a r lo sin crónico con lo dia cróni co, que, entre otra s prácticas sistemáticas, se obtiene l u ego de un l a rgo y paciente trabajo de ca mpo guiado por la teo ría antropológica . En este sentido, y por la fu nción de la p redo m i n a ncia de dichas tempora­ lidades en a m bos géneros discu rsivos, es necesa rio disti ngu i r la cróni ca de la etnografía, observa ndo la diferenciada a rticulación de l a s categorías de observa­ ció n , a n á l i sis- síntesis y exposición e m pleadas pa ra p resenta r la relación de los actores con el espacio y el tiempo, la causa y el p royecto , los usos fu nciona les, los imagina rios, las expresiones y las rep resentaciones. E l enfoque dia cróni co es condición i m presci ndible en la etn ografía , porque la interpreta ción (Geertz, 1 989) de los símbolos req u ie re de u n a reconstrucción del proceso de la constitución

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El salvaje metropolitano (2004) y La etnografía. Método, campo y reflexividad (2011 ). Asimismo, los esfuerzos del Taller de

Dos de los últimos trabajos más reconocidos son los de Roxana Guber,

Etnografía y Cultura Política que vienen desarrollando desde la UAM-Azcapotzalco, animado entre otros por Sergio Tamayo, Nicolaza López-Saavedra, Alejandro López, Ricardo Torres y Kathrin Wildner, entre otros. En el mismo camino va los seminarios promovidos en la UNAM por Cristina Oemichén.

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No obstante, es posible encontrar situaciones

típicas en las urbes; prácticas reiterativas (abor­

dar el metro, sentarse en un parque, apurar el paso en las aceras por la presión de los tran­ seúntes, etcétera), posiciones de objetos, espacios y edificaciones que relacionan personas y

papeles: policías en los cruceros, semáforos, centros comerciales, mercados populares, etcétera; sin embargo, lo que dificulta abordarlos es que cada reiteración tiene otros actores, como en el río de Heráclito, parafraseándolo, no es posible encontrarse con la misma persona en la misma situación metropolitana.

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Como muestra cómica de esta situación, un "galán" piropea en Xochimilco a una bella y des­ conocida muchacha: "permíteme mirarte por última vez". Manuel Delgado, es muy expresivo en este sentido cuando señala la "a-estructuralidad" del urbícola en la calle: "Es un doble viajero, porque su tránsito en un plano lineal se acompaña de un desapego del lugar en que realmente está, a favor de otro a donde lo conduce su ensoñamiento o su cavilación. No es casual que, en algunos idiomas como el catalán, trance -como 'éxtasis'- y tránsito -en el sentido de 'tráfico' o 'movimiento'- requieran un mismo término: tránsit. La noción de invi­ sibilidad estructural atribuida por Turner a los neófitos se parece mucho, por su parte, a la de no-persona propuesta por Erving Goffman para los personajes asignificativos presentes en el marco de la interacción, aquellos que es como si no estuvieran" ( 1 999: 1 1 9) .

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ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

de sus sentidos específicos, que en la cró n i ca puede presci n d i rse. 23 Asi m i s m o , la etnografía obl iga a atender las condiciones de e n u n ciación ; es dec.r. la posición y el posicionam iento de los i nterlocutores y practicantes, así como obse rva r el capita l soc i a l y s i m ból ico que su stenta lo que hacen y dice n . Hab ría que se ñalar algo que aparentemente es ya m u y obvio, pero que n o se i n corpora cuando se reflexiona sobre el d i scu rso: que e n u nciar es ejercer poder, y éste está desigual­ mente d i stribuido. Lo a n terior sólo puede rea l i za rse i n corpora ndo otro proced i m iento metodo­ lógico que ca racte riza a la etnografía : el cruzamiento de la información adqui rida de diversas fuentes, 24 en una suerte de triangulación que m u ltipl ica y en riquece las perspectivas que abordan el problema a i n vestiga r, en un trabajo que a rticu­ la expe riencia e i n terpretación de los actores en las situaciones sociales en que se encuentra n , - i n c l u sive en las entrevistas rea l i zadas por los a n t ropólogos- , así ta mbién "cruza r " con la i nfo rmación obten ida de dive rsos docu mentos, h i stóri­ cos y contemporáneos, testi m o n i a les, cotidianos, rituales y a rtísticos, etcétera . Las versiones acerca de lo que viven y de sus i m aginarios no son u n i formes n i siquiera en l o s grupos m á s cohesionados y sus na rrativas están ca racte rizadas por sentidos dive rgentes y converge ntes, los que sólo pueden ser adecuadamen­ te presentados media nte la p l u ra l idad de voces25 que l a s expresan y en los dife­ re ntes sopo rtes materiales en los que se plasma n , pues, por ejemplo, una ca n ­ c i ó n vehicula los sentidos de dife rente m a n era que u n a decl a ración a nte el j u ez, una plática de sobremesa, u n discurso político frente a u n públ ico en campaña o frente a l Congreso -o en privado, en lo "oscu rito " - , o u n m i to que es realizado en u n ritua l , todos ellos con struyen " l o soci a l " desde dife rentes perspectivas. El re lato etnográfico, a s i m i s m o , req u i e re de u n marco conceptual que pro­ viene de antropología -y de otras d i scipl i n a s26- y le perm ite a l antropólogo "orden a r " e i n terpreta r la informació n , y así "penetra r " en la rea l idad que lo confronta . La crón ica presci nde de esta i nterrelación, o en todo caso, su uso no es sistemático, y más bien es excepciona l . C l i fford Geertz, señala esta condición de man era ba sta nte expresiva cuando dice sobre la etn ografía :

23

Sin embargo, habría que matizar esta diferencia en casos excepcionales, como en las crónicas de Carlos Monsiváis, quien revoluciona el género al introducir una dialogía que interpreta, no resignándose a ser un "trasmisor de imágenes" ni recolector de anécdotas. Muchas otras "crónicas" pueden considerarse "descripciones densas", entre ellas ubicamos las de Salvador Novo, Martín Luis Guzmán, Elena Poniatowska, Ricardo Garibay, Vicente Leñero, José Joaquín Blanco, Herman Bellinghaussen, entre otros.

24

En una entrevista, Renato Rosaldo habla de "diversificar las fuentes"

(2007: 63). La Escuela de

Chicago es ejemplar en este sentido, pues incorporó profusamente cartas personales, diarios, testimonios y autobiografías hechas a solicitud del antropólogo, fotografías, diversas publica­ ciones, etcétera.

25 26

Cuya importancia han subrayado los llamados antropólogos posmodernos. Habría que agregar que el aporte de la historia, la sociología, la estética, la comunicación, la ciencia política, la semiología, entre otras, es también enriquecedora la función de las artes y sus imágenes para desplegar la

imaginación antropológica.

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ABILIO VERGARA FlGUEROA

U n con j u n to de conceptos y de sistem a s de conceptos m u y genera les y acadé­ micos - "integració n " , " racionalizació n " , " símbol o " , "ideología " , "ethos", " re­ vol u ció n " , "identidad " , " metáfora " , "estructura " , " rito " , "cosm ovisió n " , "acto r " , "funció n " , " sagrado" y desde l u ego la "cu ltura " m i s m a - está entretejido en el cuerpo etnográfico de descripción densa con la espera nza de hacer científicamen­

te elocuentes meras ocurrencias aisladas.21 La m eta es l l egar a gra ndes concl u siones pa rtiendo de hechos pequeños pero de contextu ra m u y densa, presta r apoyo a e n u n ciaciones genera les sobre el papel de la cultura en la constru cción de la vida colectiva relacionándolas exacta mente con hechos específicos y complejos

( 1 989: 38) .

En este sentido, los lugares refie ren a las p rácticas que a l l í se rea l i za n , pero ta mbién a cuestiones de orden imaginario, a rticula ndo de esta forma u n a función i n stru m enta l a u n orden simbólico , y a la inve rsa . En este sentido, la etnografía perm ite (req u i e re) trascender la superficie-visible (sign ificantes, denotación) de dichos espacios, actores,28 demarcaciones, objetos y hechos que a l l í existen y/o se rea l i za n , para encontra r la densidad sign ificativa que p roviene de la h i storia y las re laciones sociales a pa rti r de a u sculta r y a rticu l a r diversas situaciones, personajes y lenguajes relacioná ndolos en sus dife rentes tempora l idades. I n ter­ preta y re lata los u sos fu ncionales y su tra n sfigu ración en d i fe rentes estéticas y simbolismos mediante la polisemia del símbolo, la connotación de las palabras, acciones y cosas. Hay que agrega r que la etnografía no sólo pone en relación lo denotado y lo conn otado expresado en los d i scu rsos " nativos" , sino ta mbién lo que estos hacen con dichos d i scu rsos (pragmática) , y esta s p rácticas no son siempre "coherentes" con dichas a rgu mentaciones. Sin embargo, hab ría que retomar lo dicho anteriormente en el pie de página nú mero 23: para ser j u stos, no todos los cro n i sta s sólo describen o sólo se rem i ­ t e n a las apariencias, a l soporte sign i fica nte, a la denotación. Carlos Monsiváis, refi riéndose a las crón icas de Salvador Novo señala que "con p rosa magistra l convierte la descripción de sus estados de á n i mo en índices de lo moderno y l o tradicional", luego agrega que "si en su elección sexual Novo desafía a las con­ venciones más enca r n i zadas, en la crónica, en el recuento del m u ndo 'tal y como me acontece ' , despliega el temperamento ideal de la sociedad que lo m a rgi n a , y va del microcosmos al macrocosmos con el desenfado y el espíritu m i n u ci oso"29 (en Va lverde y Argüel les, 1 9 9 2 : 1 6 ) . No obstante, hab ría que puntu a l i za r, que los

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El énfasis de las cursivas es mío. L a relación d e los antropólogos n o necesariamente e s d e empatía o armónica, como bien lo ha mostrado Malinowski quien en sus diarios (personales, aquellos que no pensaba que se conocerían) expresaba hasta su repulsión por algunos nativos. En este sentido, una etnografía ejemplar que muestra la tensión muy intensa entre implicación y extrañamiento es el que rea­ lizó Alí Ruiz Coronel (2004) en el hospital Xoco.

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E l énfasis d e las cursivas e s mío.

ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

cronista s que siguen esta orientación creativa , lo hacen más por i m p u l sos de la imagi nación , por exp losiones i n terpretativas que no tienen la sistematicidad de una disciplina cien tífica. Ta mbién habría que subraya r que no todos los antro­ pólogos que dicen que está n etnografiando lo rea l i za n con la debida imaginación conducida (Bachelard, 2000) que requiere la antropología y confu nden sus des­ cripciones, a lgu nas muy deta l ladas, con etnografías. En este sentido, pode mos ve r cómo V íctor Tu rner, bajo la i n fluencia de Max G l uckm a n , señala que la estruct u ra es d i n á m ica y c i rc u n sta ncial y empírica­ mente observable. Por otro lado, tom a ndo los a portes de Lévi-Stra uss, i n d ica que exi sten á m b i tos no visibles a los ojos del observador y que m u chos actos no se asoman a la conciencia de los actores sociales. Por e l l o , la etnografía bu sca des-cubrir los elementos que subyace n , m u c h a s veces contradiciendo las apa­ riencias, y esto sólo se logra a rticula ndo dife rentes aspectos, aparentemente no presentes en la c i rc u n sta ncia etnografiada. V íctor Tu rner lo se ñala bien cuando indica: " M e encontré ta mbién con que no podía a n a l i za r los símbolos ritu a les sin estu dia rlos en una secuencia temporal en su relación con otros aconte­ cim ientos, porque los símbolos están esencia l m ente i m p l icados en el proceso soci al" ( 1 99 9 : 22) . Sobre esto volveré en el capítu lo sépti m o , que reservo a los contextos en que habita el lugar.

Imagen 1 .4. Cherán: los indígenas Puerépechas

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ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Por e l lo el lenguaje del lugar pos i b i l ita y veh icula el tipo de re laciones que él contiene, a su vez refiere, emplaza y adscribe, y desconocer sus códigos desu­ bica , nos hace to rpes, extra ños o i m pertinentes: " H ablaba con la misma torpeza de su traje, de sus ademanes, como si tuviera que traducir a un lenguaje ra ro , de etiqueta , sus pensa m i entos b u rdos".63 Así, esa capacidad co n stitutiva se ob­ serva ta mbién cuando los signos que uno po rta y m u estra no corresponden con los de los i nterlocuto res o a l lugar en el que se está desenvolviendo (mal) por lo que los lugareños, sonríe n , lo encuentra n gracioso o, por el contra rio, recla m a n p o r la i ntrusión c o n su d i sta ncia y su si lencio ( a p l i c a r " l a l e y d e l h i e l o " , " h acer el h i e l o ") . otra s veces a viva voz o i ron izándolo, d e l i m itando, de esta manera , l a pertenencia y l a otredad. La frecuentación perm ite constru i r re laciones, éstas se visua liza n en estilos del lenguaje que los habitúes reco nocen y atienden o rechaza n : Ludo trataba en va no d e adivinar q u é santo y seña deposita ba en el oído de cie rtos porteros hoscos para que las puertas se le abrie ra n de par en par, con el aderezo de u n a reve rencia , o c u á l era el contexto to n a l o fisonómico de cie rta s fórm u l a s in sípidas como " Ho l a , negra " , o "Qué rica está s " , para q u e las me retri­ ces se le echaran encima como a los brazos de un a m a nte recu perado. Aca ricia r a la patro n a , poner un disco en el juke-box, bail a r con u n a pela ndusca, invita r una cerveza , eran las formas exteriores de u n a disposición mucho m á s profu n ­ da, que no admitía fa lsificación , p u e s , c u a n d o L u d o trató de ensaya r a lgunas de las actitudes de Gonzalo, se dio cuenta de que no iban con su apa riencia y que sólo producía n a su a l rededor e l estupor o el vacío (Ribeyro, 2009: 2 8 ) .

A s í e l lenguaje se constituye e n el ve h íc u l o q u e perm ite e l despliegue de las prácticas lugareñas y ge nera diversas fo r m a s de identificación e identidacf La soltura está fu n d a m e n tada en e l lazo social q u e e l c u e rpo y el esti lo de�­ envuelve n . Si b i e n el lenguaje que caracteriza a l luga r es con sta nte, como construcción social que es, ta mbién es i n evitable que cambie, siendo necesa rio segu i r su pro­ ceso , fuentes, motivaciones y sus significaciones, como i l u stra n las i ntervencio­ nes globa les en los lenguajes loca les: "Aq u í nada es bueno si n o se p ro n u ncia en i nglés. El 'Café Concert' se ha tra n sformado en ' M usic h a l l ' , el ' Salón de dance' se llama h oy ' Da ncing', la 'jou rnée de cam pagn e ' , ' ca m p i n g ' , 'la va lse' ha sido desterrada por el • fox-trot ' . . . el •fox trot ' es u n a lengua i nternacional que si rve pa ra entrar en relaciones con la m i tad del u n ive rso ". 64 Hab ría que ave rigu a r si u n nombre o térm i no n u evos, n o m i n a n otra relación y/o u n n u evo actor, o s i m ple­ mente lo " m a q u i l la ". El sociolecto que se a socia a los lugares gay, como lo m u es-

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José Joaquín Blanco, " Hotel Acquasanta ", Confabulario, 16 de j u l i o de 2005 . El Universa/ Ilustrado, n ú m . 463 , 25-3- 1926, citado en Sevilla, 1998: 22 7 .

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ABILIO VERGARA FlGU EROA

tra M a u ricio List, es un buen ejemplo de la fuerza i m perativa del l uga r, así como de las tra n sformaciones que sufre la lengua en su contacto con la d iversidad: ¿Qué es lo que i m p l ica el joteo ? U n a tra n sgresión de género deliberada, apro­ piarse del otro gé nero es constru i r la tra n sgresión a partir del desafío. Es ubi­ ca rse en u n rol que abierta m ente se reconoce que no es el propio y que si rve para enfrenta r, y desde ese rol , co m u n i ca rse con el otro que ta mbién de manera i n m ediata se le asigna un status con o s i n su consenti miento (2005 : 26 2 ) .

Así, el lenguaje d e l luga r permanece, pero no es estático . P o r e j e m p l o , en e l lenguaje de la c a s a u rb a n a , d o n d e es con sta nte el a sedio d e l exterior dive rso, principal mente por la impregnación que los jóvenes traen a ella, a veces p rodu ­ c e tensiones, porque d i c h o s jóvenes i n t roducen n u eva s formas expresivas que i n icial mente pueden i ncomod a r o "esca nda l i za r " a los adu ltos. Esta s formas pueden ser p rogresiva mente a s i m i ladas por los otros m i e m b ros de la fa m i l i a , inclu idos l o s n i ñ o s y ancia nos, y en e s e p roceso m u ta r. L o s medios de com u n i ­ cac i ó n , en especial la televisión, y el lenguaje m u ltimedia d e l I n ternet s o n otras fuentes de voca b u l a rio e i m ágenes. M ichel de Certea u , se ñala que " E l espacio es a l l uga r lo que se vue lve la palabra a l ser a rticulada, es dec i r, cuando queda atrapado en la a m b igüedad de una rea l i zación , tra n sformado en un tér m i n o perti nente de m ú ltiples conven­ ciones, planteado como el acto de u n p resente (o de u n tiem po) y modificado por las tra nsformaciones debidas a contigü idades sucesiva s " ( 1 9 96 : 1 2 9) . Así, podemos dec i r que estas "contigü idades sucesiva s " se reitera n y conti n ú a n en el lugar, es éste el tipo de espacio que les posibi l i ta recrea rse cotidianamente, rehaciendo los sign ificados de la lengua65 en hablas lugareñas, donde el espesor significativo p roviene de una com u n idad de experiencias, de compartim ientos sosten idos: d u ra n y está n allí porque son soportes de las prácticas del lugar. Así, el lugar "atrapa " a l lenguaje, lo c i rcu n scribe e i ntrod u ce la a mbigüedad para qu ienes desconocen sus reglas, por desconocer sus "situaciones" y su expresi­ vidad situada . En este m i s m o sentido, las n a r rativas de los l uga res son inclusivas, se ela­ bora n y despliega n implicando, y tienen u n ca rácter s i ngu l a r, p roducto de las diferencias culturales, de clase y de la experiencia con j u nta y p a rti c u l a r de los lugareños. La d i stribución del poder a n ivel i nterno, el género y la edad pueden dive rsifica r relativa mente sus lenguajes, pero el luga r los ca racteriza y uni-forma - s i n evita r por ello las va riaciones personales y sus m u taciones-, haciendo complementa rio aquello que dife rencia. Así, el lenguaje expresa y rea liza las fragmentaciones e i nterrelaciones, las cla sificaciones y jera rquías, y éstas se traducen en el posicionamiento espacial de

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so

Esta distinción entre lengua y habla la tomo de Ferdinand de Saussure.

ETNOG RAFÍA DE LOS LUGARES

los actores en los fragme ntos -nominados- en los que se divide el l uga r, dichos actores son ta mbién , al m i smo tiempo, signos corpora les y hacedores de las po­ siciones estab lecidas en dichas subdivisiones y jerarquías. Las "partes " del luga r hacen sintagma en la actuación de los sujetos y ta mbién en la ca rtografía que la memoria registra en el los m i smos a través del lenguaje, las im ágenes y figu ra s, los separadores y apertu ras, en las prácticas que ta mbién emiten y donan66 infor­ mación y va loraciones.

El lenguaje corporal Para ser bien visto, para entrar al lugar, tienes que ir masculino: o sea, jeans, una camiseta, puedes ir de suéter, de traje (si vienes saliendo de

trabajar), pero no vas a ver a alguien con un vestido; nunca alguien que traiga así un abrigo de plumas, que el otro día entró uno y sí, fue muy mal visto. Le dijeron que se tenía que quitar la chamarra o que iba para afuera. Y fue para afuera. RAÚL, EN LAGUARDA,

2004: 4 7

Al constitu i rse el lugar como el m a rco fu ndamenta l de la copresencia relaciona l , e l cuerpo adquiere u n protago n i s m o centra l : es la forma en q u e el actor, sujeto o lugareño defi ne y expresa su ser, en consona ncia con su fachada personal y el medio que él m i smo y el l uga r producen -proveen . La diversidad de cue rpos pre­ sentes depende de la complejidad del l uga r: i m agínese nomás la diferencia de la va riedad de los cuerpos en los salones de baile con los de la fiesta de c u m plea­ ños en casa . Como u n a m u estra de la pu esta en escena del sistema corpora l . podemos citar u n a bella posta l de la etnografía rea l i zada p o r Edga r Morín e n E l Alicia: L a temperatura a m biente es t a n alta que las paredes tra nspira n . El c a l o r ob liga a m u chos hom bres a quitarse la camisa -las chavas se agu a n ta n - , así que andan en camiseta o con el torso desnudo, l ucen tatuajes con m ú l tiples formas, colores y ta maños. G racias a la ropa o a su au sencia , esta práctica a l igu a l que el piercing pone a escena e l j u ego de lo visib le e invisib le. Del techo ya caen goteras de sudor, pero no fa ltan quienes traen puestos so m b reros de esta mbre; otros l l evan gorros de lana con logos de diversos grupos de rock, Hip Hop o con hojas de m a rih u a n a , y las gorras de beisbolista puestas a l revés y ta m bién con la visera a l frente (2001 : 1 1 8- 1 1 9) .

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En el sentido diferencial que da Goffman a estos dos términos, el primero como significación que se proyecta involu ntariamente, el segundo, como signo hecho precisamente para com u n i ­ car, y que s e somete a l control -volu ntad- d e l actor-emisor.

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ABI LIO

VERGARA FlG U E ROA

Imagen 2.5. La formalidad, la distancia apropiada, el "turno" en las intervenciones caracteriza el lenguaje del juzgamiento ... iAunque hay irrupciones!

Con re lación al bai le, Honorio Ve lasco, confronta ndo los enfoq ues a n a l í­ ticos de Eva n s-Pritc h a rd (qu i e n enfatiza el conflicto) y Radcliffe- B rown (q u ien enfatiza la a rm o n ía) , señala que la armonía s u b rayada por éste "se consigue por i m posición de la com u n idad sobre el i n dividuo, descrito como u n con j u nto de m ú sculos enervados subsumido en una perso n a l idad tota l concentrada en la acción y ca rgada de se ntimiento s ". U n a co ncl u sión m u y sugerente s u rge de dicho a n á l isis: que esa i m posición se da por la mediación del " ritmo y la cos­ tumbre, ésta co n l leva la pa rtici paci ó n , a q u é l , la coord i n ación " (Velasco, 2008: 1 50) . En seguida e n l i sta los factores y aspectos que introducen el riesgo del confli cto señalado por Eva n s - P ritcha rd: el " j u ego de la sed ucción y de la exh i­ bición, del ca nto satírico o ca l u m n ioso, de la competición por los puestos de privilegio, o de los viejos agravios que busca n u na ocasión para ser compensa­ dos " (íde m) . Así, desde el modelo del conflicto, para Eva n s - P ritchard , " l a d a n za no es siempre u n a actividad de pe rfecta a r m o n ía en la c u a l va nidad y pasiones individuales está n comp leta mente soc i a l i zadas por las fue rza s rep resivas de la co m u n i dad " (en Ve lasco, 2008: 1 4 9) . Res u l ta obvi o, desde la experiencia en El Alicia, descrita líneas a rriba , la polém ica en tre a r m o n ía y confl icto se atenúa ha sta q u i zá desapa rece r, salvo en el discurso oficia l , espec i a l m ente en el con52

ETNOG RAFÍA OE LOS LUGARES

se rvador, que ca l i fica lo n u evo como feo y/o i n mora l . El lugar-A li cia es un nicho de exp loración e i n novación, está contenida por la frontera de sus m u ros y por la autorización de las autoridades.67 En otro contexto , siempre refi riéndonos a l lenguaje corpora l del bai le, pode­ mos ubica r sepa raciones y clasificaciones por géneros m u sica les y dife rencias generacionales:

l . . ] pues esta colectiva ceremonia de ágape a l a rte danzonero de " E l Alegría " es, .

en rea lidad, u n homenaje m u ltitu d i n a rio a esta masa de cincue ntones fel igre­ ses u n i formados por una pi nta va ria, un po rta r de ropajes modelos, un paisaje va riopinto : el tacuche florea do, a n a ra n jadas las a m p l i a s solapas, medallones de dorados de alto cuello y a los pies mocasines de fieltro, ga m u z a , charo l , co­ cod rilo. Adita mentos todos -aban icos, prendedores, aromas y sudores inclui­ dos- con los que esta religiosa fe ligresía oficia desde tiem pos memo riosos. Esta no es danza de ocasión, es danzar del corazón (Espinosa, 1 99 2 : 1 8 9 ) .

A los adita m entos del vestido le corresponden ta mbién los movi m i entos corporales que trasl ucen el placer y las reglas del gé nero : " Es el danzón, un depo rte, u n a rte, una técnica o u n vicio menor. Al ab rigo de su ca l m a y exube­ ra nte travesía , el ta lle de ella viaja frente a l ga l l a rdo timón de su pa reja . J u ntos ba i l a n , exu l ta n , danzonea n " (Espinosa , 1 9 9 2 : 1 90) . Cab ría a ñ a d i r que j u nto al entu siasmo del contacto de los cue rpos se i n trod ucen esti los que enfatiza n o aten úan el poder de las regl as-pasos, como lo señala Violeta González en su estu dio sobre el d a n zón en la Ciudadela , donde ca racte riza y clas ifica los "ti­ pos de ba iladore s " , en base a las propias opiniones de los a s i stentes: "los que bailan danzón l írico, los que ba i l a n da nzón florea do, los que ba i l a n en grupos académicos o de exh ibición, los que ba i l a n de man era profesional o ma ster; estos ú l timos son los que h a n estudiado para hacer u n matiz y u n estilo propio, y fi n a l mente los que bailan danzón de ' fa n tasía ' " ( 2 0 1 2 : 6 5 ) . Retomando l o s trabajos d e Espi nosa y González, podemos resa lta r q u e e n los vestidos y otros aditamentos del cuerpo, no sólo podemos obse rva r las diferencias socia les y cu ltu rales, sino ta mbién los pudores del género y sus posibil idades de transgresión erótica : traducen, en el rubor o la osadía , en el ocu ltamiento o el des­ cubrim iento, un complejo sistema de símbolos y va lores del ser. En este sentido, ta mbién el lenguaje corpora l puede bu sca r ca nales pa ra expresar la identidad ideal (Goffman) y mostra r aquello por lo que los l uga reños qu ieren que lo aprecie n : "Al­ gu nos se rebelan al estrago de los años acu mu lados. Tiñen las canas o cubren la ca lvicie con abunda ntes pel uqui nes, indiferentes al contraste entre las a rrugas y

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Rocío Hidalgo (2010), desarrolla un amplio y profundo estudio de la relación entre los modelos corporales y la resistencia del cuerpo a su imposición tomando como pre-texto la obra de Raúl Parrao. Podemos colegir que no siempre la relación entre cuerpo y lugar es de adaptación, sino de resistencia y conflicto.

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ABILIO VERGARA FIGUEROA

Imagen 2.6. Hay u n a sed imentación de las prácticas corporales i n ducida por el lugar. lhttp ://2. bp.blogspotcom/_aB 1 LfSqveto/S_y7RnX BQhl/AAAAAAAAAPg/jZe8efm P3g E/s 1 600/saloncali.jpg) Imagen 2 . 7. E n e l asilo de ancianos e l cuerpo habita l a dictadura del cronotopo ú n ico que le impone su ritmo . !Fotografía de Abilio Vergaral

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ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

el muy generoso copete fa lso" (Ca rlos Fuentes López, 1 99 2 : 1 9) . Deseos y expre­ sividades pretendidamente i m b ricados, ta mbién hablan de contextos y de épocas, y no siempre la respuesta es una sonrisa, y en este gesto ta mbién revela el des­ encuentro en la interacció n : " M i ra nomás eso . . . aquí, la de la fa ldita repegada, ¿a poco no se ve m a l ? " (ídem : 1 4) . La disputa refiere a la necesidad no solo de com u ­ nica r a lgo, sino ta mbién de obtener u n plus que acreciente el capita l simból ico q u e otorgue mayor posibilidad de placer y reconocim iento : " E n este sentido, resulta releva nte todo lo que ayude en el proceso de tornarse atractivo para los demás y logra r impacta r al mayor n ú m ero de candidatos posibles" (Lagua rda, 2004: 50) . La s formas, las posiciones y los desplaza m i entos del cue rpo en el l uga r, en primer tér m i n o , está n condicionados -sino dete r m i nados- por la natu­ ra leza del l uga r y por las jerarq u ía s i n ternas de la o rga n i zación socia l que lo habita . Desde esta perspectiva el cuerpo habla sobre e l carácter del l uga r, pero ta mbién expresa las clasificaciones i n ternas, las relaciones socia les que dichas clasificaciones expresan y despl iega n , por lo que para estu d i a r los cue rpos y sus lenguajes, debe enfocarse ta nto a lo que son, como a l a s fo rmas en que se interrelacionan u n o s con otros: es la gra m ática genera l y las s i n taxis específica s lo que hay que regi stra r, a u nque cada cuerpo puede requerir de u na atención específica para des-cubrirlo. Debemos ta mbién observa r u n a re m a rcada i m p l icación entre espacio y cuerpo, pues, como lo señala José Luis Vera , "a l fi n a l , cue rpo y espacio consti­ tuyen una especie de Banda de Moeb l u s donde a m bas entidades son pa rte de una m i s m a ca ra que recu rsiva mente gira sobre sí m i s m a ordenando las re lacio­ nes entre entidades y contextos y configu ra ndo estructu ra l mente significados sin fronteras de demarcación " (2007 : 21 ) .

El lenguaje sonoro Por otro lado, la sonoridad del a m b i ente68 es ta mbién u n lenguaje en el que ha­ bla el l uga r y le otorga " pe rso n a l idad ". É ste, será identificado, por e l l a , a ú n en a u sencia, cuando su i m agen se evoque, en la d i sta ncia (espacial y tempora l ) , a partir de u n sonido pecu l i a r, puesto que s u s m a rcas queda n i m p regnadas por su constancia, aún i nvol u nta ria mente : El l uga r suena entonces de m a n e ra ta n singu l a r que sólo l o s ha bituados a él re­ conocen sus mil señas pa rtic u l a res -la l l a m ada de un gato siem p re a la misma hora , el j u ego ritual de gra n ujil l a s que llaman a l tim b re en u n porche, los pasos de los vecinos en la esca lera- y sus mil m a tices instru m e n tados por los carac-

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Ver Ana Lidia Dom ínguez, La sonoridad de la cultura. Cho/u/a: una experiencia sonora de la ciudad, U D LA, Editorial Porrúa, México, 2007 y Fra ncisco Cruces (coord inador) , E/ Sonido de la Cultura. Textos de Antropología de la Música, en Antropología, n ú m . 1 5- 1 5 , ma rzo-octubre, 1 998.

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ABILIO VERGARA FlG U E ROA

teres propios del espacio construido, ya que los habitantes de u n l ugar, a pesar de su ignorancia acú stica , tienen u na percepción extremadamente p recisa de los tiempos de reve rberación inducidos por las propiedades técnicas del espacio construido (Augoya rd , 1 9 9 5 : 2 1 0) . Ama necía , en Pisco, a l egremente. A la agon ía de las sombra s nocturnas, en el frescor del alba, en el radia nte despe rta r del d ía , sentía mos los pasos de mi madre en el comedor, preparando el café para papá. M a rchábase éste a l a ofici­ n a . Desperta ba ella a la criada, chi rriaba la puerta de l a calle con s u s m ohosos goznes; oíase el canto del ga llo que era contestado a i n te rva los por todos los de la veci ndad; sentíase el ruido del m a r, el frescor de la m a ñ a n a , la a l egría sana de la vida . Después m i madre ven ía a nosotros, nos hacía reza r, a rrod i l lados en la cama con n u estras bla ncas ca m i sas de dormir; vestía nos l u ego, y, a l concl u i r nuestro tocado, s e a n u nciaba a lo lejos la voz d e l panadero. Llegaba éste a la puerta y saludaba. E ra u n viejo d u lce y bueno, y hacía m uchos años, a l decir de m i madre, que l lega ba todos los días, a la m i s m a hora , con el pan calientito y apetitoso, mo ntado en su bu rro , detrás de los dos 'capachos' de acero, rep letos de toda clase de p a n : hogaza s, pan fra ncés, pan de m a ntecado, rosq u i l l a s . . . (Valdelomar, citado e n Zubizarreta , 1 96 8 : 99.)

En u n estudio de Lolc Wacq u a n t sobre u n a sala de boxeo en South Side de Ch icago , e l Stoneland Boys C l ub, - u n a de las cuatro salas p rofesionales princi­ pales de la ciudad de Ch icago-, enclavada en u n a zo na extremadamente pobre, de población exclu siva m e n te negra , con un 40 por ciento de jóvenes menores de 20 años; encuen tra que sólo el 44 % tiene empleo re m u n e rado y e l resto acude a la asistencia socia l ; la zo na ta mbién se ca racte riza por la violencia crónica en sus calles y la sala de boxeo es, a l mismo tiempo, u na p rotección fre nte a dichas ca l les ("la ca l l e llama y puede acabar contigo ") como u n a forma de enca u s a r las energía s que conforman dicha violencia, en la formación de u n n u evo sujeto social basado en la disci p l i n a y la i m pregnación de va lores, como el respeto a l otro. Este lugar tiene u n lenguaje p ropio q u e preci sa m ente s u rge para -y de­ modu lar los cuerpos de aquellos jóvenes que n o q u i e ren l i d i a r con la violencia ca llejera y la delincuencia. Wacquant lo describe así: Se accedía a través de u n a esca lera sombría a u n a sala lúgubre que evocaba la bodega de u n viejo ga león. Se distinguían los sonidos a n tes de que los ojos se acostu mbra ra n a la pen u m b ra : el chasquido de las cuerdas de saltar azotando e l parqué, los golpes sordos del cuero con tra los sacos de boxeo y el chirrido del b a ­ la nceo de las cade nas de las que colga b a n , el crepitar de los puchins, e l restallido

ahogado de las za pati l l a s contra el ta pizado del ring (había dos) , el resol/ar69 de

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E l énfasis de las cu rsivas es mío.

ETNOGRAFiA DE LOS LUGARES

los boxeadores por la nariz y, cada tres m i n u tos, el estridente sonido de la cam­ pa n a . La atmósfera era de crepúsculo en u n a j u ngla fétida (George P l i m pton , citado en Wacquant, 2005 : 1 1 3 ) .

Al in terior de la sa la de boxeo, existe u n a defi nición m u y clara de las fron­ te ra s de cada sección, ten iendo como centro el ring, posicion a n do a los parti­ cipantes en las actividades físicas y de i n strucción conju nta ndo las p rácticas y sus gestos en una d i n á m ica orientada hacia la fo rmación de los jóvenes. En cada sector y actividad, los sujetos despl iega n lenguajes m ú l tiples y diferencia­ dos que se con- centran en función de la prepa ración para el ri ng y el com bate. En el trayecto, los signos de los lenguajes conforman u n a "cofra día viri l " dife rente de la que existe en las pa ndillas, en las ca l les, pues a q u í está basado en el res­ peto al otro, produ cto de un rea prend i zaje. Un factor fu ndamenta l que p rovoca esta tr� n sformación es la atmósfera sonora creada, cuyo eje (se) defi ne (por) la disci p l i n a que enca m i n a . Desde la calle, otra sonoridad más compleja y "caóti­ ca " refu erza la necesidad de disti ngu i r el am biente interior.

El lenguaje de los objetos La silla me dice que puedo sentarme en ella. Pero si la silla es un trono, no sirve solamente para sentarse: sirve para sentarse con cierta dignidad. U M BERTO Eco

De los m ú ltiples soportes significantes que se orga n izan en to rno al l uga r po­ demos explorar el sistema de los objetos o "cosa s ". En este sentido, refi riéndose a la habitación, David Ha rvey señala que " habitar es la capacidad de logra r la u n idad espi ritu a l en tre los h u m a nos y las cosa s " (20 I O : 3 2 ) , agrega ndo que "si perdemos la capacidad de habita r, entonces perdemos n u estra s raíces y nos encontramos separados de todas las fuentes de a l i mento espiritu a l . El em pobre­ cimiento de la existencia es incalcu lable" (ídem) . Habita r, entonces, refi ere a un mu ndo más allá de la casa - h oga r, refiere ta mbién a los lugares en los que rea l i ­ za mos distinta s actividades y nos sentimos pa rte de e l l o s , nos sentimos bien en el los, por compa rti r, regularmente, lo que esos l uga reños hacen en esos luga res. Pa ra rea lizar las etnografía s, es necesa rio observa r las relaciones significa­ tivas entre los objetos o -como se los n o m b ra en el lenguaje cotidiano- las "cosa s ". En esta d i recci ó n , M i j a i l Bajtin señala que: El problema consi ste en hacer hablar el medio cosístico que actúa m ecá n ica­ mente sobre la person a , en poder descu brir en este medio la palab ra y el tono potenci a l , en convertirlo en el con texto semá ntico de la persona pensa nte, ha­ bla nte, activa y creadora [ . . . ] Una cosa que sigue siendo cosa ta n sólo p u ede

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ABILIO VERGARA FlGUEROA

actu a r sobre cosas; para actu a r sobre personas ha de descu brir su potencial de

sentido,7° llegar a ser palabra , es decir, i n iciarse en un contexto verbal y semá n ­ tico posible

( 1 998: 3 8 7 ) .

M a ry D o u g l a s , desde u n a perspectiva soc i a l de l a decoraci ó n , a l esta­ blecer l a s condiciones de la p roducción de los gu stos en e l m o b i l i a rio de la casa - h a bitación rea l i za u n a i n te resante asociación e n t re l a s elecciones y la c l a se soci a l : S e puede advertir q u e ciertas elecciones son incompatibles con otra s ; l o s a n i ­ males domésticos en la s a l a podrían a r ru i n a r los m uebles fra nceses; el costo del equipo de m ú sica podría competir con el del piano. La p referencia por los espacios vacíos y los a m bientes no atestados podría oponerse al gu sto por las grandes planta s en macetas. Las corti nas geométricas y las a l fombras lisas po­ drían com b i n a r bien con las pintura s abstractas y los m uebles modernos. El diagra ma de la fel i cidad e m u ladora p resentada por M i l la r m ostra ría que en la sala de los j óvenes modernos de estatus elevado se da u n l a rgo y lento despla­ za m i ento desde las corti nas de encaje, primero a las cortinas con diseño flora l , l u ego a las l i sa s y p o r ú l t i m o a las geométricas

( 1 998: 76) . 7 1

Hab ría que se ñ a l a r, con la m i s m a a u to ra de Estilos de pensar, q u e la s i m p l e e n u meración de los objetos no nos l l eva rá a n i ng ú n l uga r e n e l a n á l i s i s d e los lugares, req u i riendo i r m á s a l l á de " s i l l a s y corti n a s " , a s u m i e n d o que, p o r e j e m p l o , l a s m i s m a s elecciones p u e d e n m á s b i e n esta r mejor rep resentadas por e l " m odelo de conflicto " q u e por e l de l a cohere n c i a , que, por e j e m p l o , devend ría de la c l a se soc i a l o e l n i ve l educativo . 72 Puede i n d ica rse acerca del u so distin tivo de los espacios, en l a s c l a se s a l ta s l a d i sta ncia y e l silencio es­ tá n m á s p resentes y va l o rados, fre nte a l a testa m i ento y l a s u perposición de "cosa s " y actividades en los sectores popu l a res, y que e l l o se debe n o sólo por los "gusto s " , sino a las condiciones materiales y escasez de recu rsos (siendo el espacio el m á s escaso en l a s ci udades) , deriva n d o l a se n s i b i l idad e n i n d ife­ re ncia frente a la "ca l idad de vida " , y con m á s frec u e n c i a , deviene e n ma lesta r e i n comodidad.

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Las cu rsivas son mías. Me parece i m porta nte resa ltar la forma en que M a ry Douglas i n icia su abordaje: " . . . las cues­ tiones referentes al gusto se comprenden mejor en vi rtud de los j u icios negativos. El discu rso sobre lo desagradable y la fea ldad es más revelador que el discurso sobre la belleza estética " ( 1 998: 6 5 ) . Dentro del proceso de investigación, es más perentorio observar la diferencia entre a mbos modelos en las sociedades m u lticulturales y en poblaciones que varían su posición social: de padres campesinos u obreros, los hijos que ascienden socialmente, h ibridan más i n tensamente sus gu stos. Este fenómeno se acentúa con la u rban ización y la globalización.

ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Imagen 2.8. La disposición de los objetos muestra ta mbién, además de las fu nciones y usos, las carencias y, por ende, su emplazamiento socio-cultural.

Lo q u e h a b ría q u e observa r es, por e j e m p l o , l a s va r i a c i o n e s y va l o r a c i o n e s q u e ref i e re n , e n cada con texto soci a l , a l espectro a m p l i o q u e a b a rca e l ca m p o de l o refi n a d o y l o tosco, e l o rden y e l deso rde n , l o gra n d e y l o peq u e ñ o , l o ra ro

y lo

co m ú n o m a s i fi c a d o , l o exp l íc i to y l o i n s i n u a d o , e n t re otra s c u a l i d a d e s . Re itero q u e cada eje se a rt i c u l a con l o s otros y ge n e ra n gu stos de " l i b e rta d " y de " n ece­ s i da d " ( Bo u rd i e u , 1 9 9 1 ) y las sepa ra c i o n e s e n t re un polo y otro n o p e r m a necen está t i c a s ni s i q u i e ra e n l a m i s m a ge n e ra c i ó n . E n este s e n t i d o , e s i n te resa n te, por e j e m p l o , segu i r l a s con secu e n c i a s "estét i ca s " de l a trayecto r i a de vida de l a s fa m i l i a s u rb a n a s : a l obte n e r s u p rofe s i ó n y casa rse, c o m p r a n u n depa rta m e n to mode sto en u n a co l o n i a popu l a r, l u ego de u n o s a ñ os, co m p ra n u n o m e j o r y, a veces, re ntan e l p r i m e ro p a ra ay ud a rse a paga r el n u evo, y a s í sucesiva m e n te, h a sta con segu i r una casa más a m p l i a - e n zonas c l a s e m e d i e ra s - , donde l a s d i sta n c i a s e n tre l a s cosas, e l vo lumen d e l o s objetos, l a colocación de l o s m i s m o s , va n va r i a n d o . A m o d o de e j e m p l o , e n focá n d o n o s h a c i a u n obj eto e specífi co , e s i n teresante

obse rva r l a fo r m a e n q u e J e a n B a u d r i l l a rd a b o rda al espejo, cuando se ñ a l a : C o m o l a f u e n t e l u m i n o s a , l a l u n a e s u n l ug a r p r i v i legiado de l a h a b i tac i ó n . Po r esta ra zó n , dese m pe ñ a p o r d oq u i e r, en la d o m e st i c i d a d a c o m o da d a , su p a p e l

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ABILIO VERGARA FIGUEROA

ideológico de redundancia, de superfl u idad, de reflejo: es u n objeto rico, en el que la práctica respetuosa de sí m i s m a de la persona b u rguesa encuentra el privi legio de m u ltipl ica r su apariencia y de juga r con s u s bienes. Diga mos, en térm inos m á s genera les, que el espejo , obj eto de orden s i m ból ico, no sólo re­ fleja los rasgos del individuo, sino que acompaña en su desarro l l o el desarro l l o histórico de la conciencia individ u a l . A s í , pues. expresa todo u n orden soci a l

( 1 990: 2 1 ) .

E m p l a zando h i stórica m e n te s u a n á l i s i s , e l a u to r d e E l sistema de los o bjetos, d i sti ngue la época actu a l . con p redo m i n i o de lo funcio n a l , donde, "con sagrado a l cu idado p reciso de la apa riencia q u e exige e l trato soci a l , se l i b e ra de los adornos y de los p restigios de la sub jetividad dom éstica . Po r lo m i sm o , los demás objetos quedan l i be rados de él, y ya no sienten la tentación de vivir en ci rcu ito cerrado con su i m age n " (ídem : 2 2 ) . De esta m a n era, la etnogra fía de los l ugares va del sign ifica nte al sign ificado, de la a p a riencia a la profundidad del orden soci a l , de lo estético a lo i m a g i n a r i o , obse rva ndo la si ncro n ía del presente y el con texto c u l t u ra l ge n e ra l . observado ta m b i é n en el fo ndo de su h i sto r i a . Otro objeto a n a l izado p o r Baudri l l a rd - q u e "espejea " - es la fotografía d e fa m i l i a , persi ste nte en l o s hogares popu l a res, de m e n o r prese ncia en las clases medias-a ltas. Baudri l l a rd l l a m a a l con j u nto de la serie de dichas fotografía s "él espejo diacrón ico de la fa m i l i a ". Desde otro punto de vi sta , desde la lite ratu ra , Alonso Cu eto señ a l a : L o s á l b u m e s , p e n s é , s o n u n a estrategia de los m u e rtos, e l recu rso q u e tienen p a ra sobrevivir: rep l egarse en u n a zona re mota de la casa y apa recer una noche, todos a l mismo t i e m p o , con l a fue rza de u n ejército q u e sale de su guarida, l a s tropas del si lencio agaza padas en unas pági n a s negra s . Allí esta­ ba él, observá ndome desde su cielo i n toca ble, haciéndome una sola p regu nta (Cueto, 2 0 1 0 : 76) .

Así, ta mbién l a s fotografía s, para el a ntropólogo , pueden ser u n detona nte de la expresión de otra s relaciones que las sonrisas y la " pose " esconde n , pues detrás de ellas puede habita r el sufri m i ento que la s i m u l ación " p a ra la foto " ocu lta , y la fotografía puede ser el p re-texto para platica r lo que a n teced ió o lo que fue y (no) pudo ser. La s fotogra fía s entonces pueden servir para reve l a r los contextos, y de éstos pode mos deriva r a relaciones que no solamente han ocu­ rrido, sino ta mbién a aquellas que se frustra ron y desde allí observa r en qué han deven ido y qué proyecta n hacia el pasado y el futuro, a partir de ese " p resente" congelado, no sólo de las fotos, s i n o ta mbién de los objetos que los acompa ñ a n o que e l l a s m i s m a s reve l a n :

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ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

Los objetos tienen así (sobre todo los m uebles) , apa rte de su función p ráctica , u n a función primord i a l de recipiente, de vaso de lo imaginario1 3

[

• • •

] Son así el

refl ejo de u n a visión del m u ndo en la que cada ser es concebido como u n " reci­ piente de i nteriorida d " , y a las re laciones como correlaciones trascendentes de susta ncias; siendo la casa m i s m a el equivalente s i m ból ico del cuerpo h u mano, cuyo poderoso esquema orgá nico se genera l i za después en u n esquema ideal de integración de las estructuras sociales (Baudri l l a rd , 1 990: 2 7 ) . Ahí tengo depositado todo lo q u e hemos hecho a lo largo de d i e z a ñ o s y bueno por m á s que yo ta mbién tengo depositados todos n u estros afectos, la decora­ ción , de los obj etos que hay en e l l a , todo lo que tenemos ahí tiene su sign ificado (Lucía, en Sánchez, 2010: 2 3 1 ) .

E l lenguaje a rq u itectónico El espacio a rq u i tectó n i co es ta m b i é n u n fa ctor que condiciona l a s p rácticas del l uga r, y tiene su p ropio lenguaje. E n este sentido, se obse rva una progresión expresiva q u e a rticu la la función y el significado para, en su c u l t u ra específica y sus prácticas, i m b ricarlos, fusionarlos de m a n e ra pecu l i a r. E l paso de la denotación a la connotación puede hace rse ta n flu ida que p u eden con-fu ndi rse. U m be rto Eco l o describe a s í : Hemos dicho q u e el objeto arquitectón ico puede denota r la fu nción o connota r determinada ideología de la función . Pero ta mbién puede connota r otra s cosas. La gruta de la que hablábamos en nuestro modelo h i potético con notaba la función " refugio " , pero con el tiempo ta mbién connotó "fa m i l i a " , " n úcleo com u n itario ", " segu ridad ", etcétera . Y sería difíci l determinar si esta naturaleza con notativa , esta "fu nció n " si mból ica es menos "funciona l " que la primera (Eco, 1 999: 2 94) .

Sin embargo, la expresividad de las edificaciones no es semej a n te en todos los tipos de l uga res. En m u chos de ellos puede p redo m i n a r la denotación de la función práctica , en otros es subrayado el sentido co n n otado: En e l primer piso (es decir, en la entrada) rei n a la so m b ra . En el segu ndo (donde las figuras son más diáfa n a s ) , rei n a la carne (corpus) . En e l tercero (donde está n los santos señoreados por el rosetón y la l u z de los vitra les) , reina el espíritu o, si se prefi ere decirlo así, tenemos (de abajo hacia a rriba) la figu ra , la cosa y la verdad, a fin de que entiendas que existen las sombras y las figu ra s, los cuerpos y las cosa s y e l espíritu y la verdad (H ugo de Saint-Víctor, en Sici l i a , 2004 : 1 0 ) .

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La cu rsiva es mía.

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As1uo

VERGARA F1cuEROA

Imagen 2.9. El leng uaje a rqu itectónico sagrado: la elevación que concentra de la tierra y del cuerpo hacia lo sublime. tlJ

Imagen 4 . 2 . Una vivienda urbana unifamiliar: las fu nciones de los fragmentos son separadas, especialmente en las clases medias y altas. (www. santamargaritaspai n .com.jpg>

I magen 4 . 3 . En los sectores populares pobres (urbanos o rurales>. esa fragmentación es difíci l de realizar. (www. avi lcashuaman.jpgl

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ABILIO VERGARA FIGUEROA

[ . . . ] por decir, espera m os, en los días que no se pu ede, a h í de tra n q u i los y todo, pero pues él está pendiente, ¿no? Son diez días y que nada, y entonces anda como león enjau lado, ¿no?, espera ndo e l momento . . . Entonces no le encuentro la solución , o sea, ¿cómo le diré?, tengo que c u m p l i r l e y buscar la ma nera de que m i s hijos no nos vea n . Tota l que siem p re ha sido así y n u nca hemos pre­ vi sto una soledad para nosotros. Y no es ta nto porque uno no lo qu iera , sino por, siempre los hijos . . . Pero sí, n u estro espacio no es l i b re. No sé qué hacer, le digo, yo no qu iero tener problemas con é l , porque pues n u e stro tiempo es muy tardado, y luego así, peor (Elena, en Mancillas, 2006: 2 1 1 - 2 ) .

Cristina O e m i c h e n s e ñ a l a que en l o s hoga res i n d íge nas las ten siones ge ne­ racionales y de género se p roducen cuando por la fa lta de recu rsos se compar­ ten a m bientes como la coci n a : " Los pleitos con la suegra son ta mbién u n hecho cotidiano, pues aconsejan a sus h ijos p a ra que las reprenda n . Esto ha motivado que las esposas busquen con segu i r sus propios i ngresos para i ndependiza rse de los afines. Cocinar aparte y separar los gastos de la comida 100 es el primer paso que dan en este sentido " (2005 : 3 8 3 ) . E n a lgunos de estos hogares pobres, la se­ paración puede p rocesa rse a través de acordar turnos para u s a r los ambientes. En otro contexto , Amparo Sevilla documenta las d i stinciones de los dife­ re ntes sitios de un salón de baile, donde, por ejemplo, la "ba nca " se opone a la centra l idad de la pi sta de baile interrelacionándose media nte el d i á logo entre actores d i sti nguidos y postergados: Algu nas de n osotras esta mos enojadas, no hemos tenido l a suerte de ser bailadas y nos toca i r a la banca 'º' m u y des i l u sionadas, y a l sa l i r del salón nos sentimos derrotadas. ( " Hadas bailadora s " , en Sevi l l a , 1 99 8 : 2 6 5)

En el texto a nterior, podemos ver que los fragmentos de los luga res defi nen las interrelaciones de m a ne ra jerarqu izada : exi sten espacios centra les y peri­ féricos, en función de las actividades y del simbolismo diferencial que cons­ truye n , capta n y acu m u l a n , o por las funciones pragmáticas que en e l l a s se rea l i za n , pudiendo m uta r su i m po rta ncia e n cada u n o de los usos: en el sa l ó n , la ta rima d o n d e se ubica la orquesta n o s ó l o concentra la a u d i c i ó n s i n o ta mbién las m i radas; la p i sta de baile y las bancas dia loga n y seña lan l a i m po rta ncia de cada pa rte. La misma pi sta de baile se divide c u a n do alguna p a reja muy di stinguida decide bailar y "el resto " se contiene y m i ra hacia ese centro que

I DO El énfasis de la cu rsiva es mío. IOI El énfasis de la cu rsiva es m ío. Por otro lado, podemos decir que "la banca " , en el texto citado, es una metáfora de la postergación, de la m a rginalidad, de la exclusión que puede, o no, ser momentánea.

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ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

ahora es ocupado por la d i sti nción: el capital s i m ból ico de estos bai ladores factura esta centra l idad. En la casa la centra l idad de la sala se m u estra cuando el grupo socia l i za (con sigo o con otros parientes y a m igos) , mientras se pone en su spenso esta posición cua ndo el grupo se di spersa en las recá maras. Otro ejemplo podemos encontrarlo en los b i l l a res, donde el va lor de los espacios ta m­ bién pueden m a rca rse a partir de quién los usa, pues, genera l m ente, se cuidan e i l u m i n a n m á s adecuada m ente las mesas que ocupan los j ugadores que tienen más reconoci m iento en el lugar (Herná ndez, 2 00 1 ) . E n este sentido, se demarca y clasifica ta mbién a los actores por su u bicación en el espacio sign ificado, el los, a su vez, i l u m i n a n o ensombrecen cada sitio que habita n o abando n a n . Pa ra los a m a n tes, todos los sitios y lugares se "oscu rece n " cuando a lgu no de ellos fa lta , 102 y a la i nversa , se i l u m i n a n y " l l e na n " cuando se compa rte. Desde otro contexto , se ñala ndo el poder del lugar y de sus compartimentos pa ra i m poner el ca rácter de sus u sua rios, en un estudio de un a ntro gay en Cuernavaca -el Oxygen- rea l i zado por Pilar Angó n , Livia González y David Solís, un i nformante dice que en el a n tro , "Todos somos iguales, pero hay clases sociales. De pronto el que está ha sta arriba, [en el a ntro) puede descender de n ivel porque vio a un tipo guapo que le gu staba . . . entonces en la pista se pierde eso, 103 se pierde la clase soci a l " (2006 : 8 3 ) . Este testi monio pone de m a n i fiesto dos tipos de jerarq u i zación experimentada por los a s i stentes a Oxygen. Por u n lado, n o s re m i te a la exclusión social estructu ra l -clasi sta p recedente y q u e viene de "afuera " - reprod ucida a l i n terior de u n grupo d i scri m i nado; 104 pero, por otro lado, ta mbién resa lta que aquella distinción no siempre es m a n tenida, porque el estatus socioeconóm ico o de clase deb i l ita su capacidad i n stitutiva frente a u na n u eva visibil idad que se produce ya dentro del a ntro, cuya rea l i ­ zación puede p rod u c i rse a l p a s a r de "la barra " a la "pi sta de baile " , d o n d e el deseo y el eroti smo redefi nen las con secuencias prácticas de la posición social a nterior-exte rior. Así, podemos observa r las dife renciadas funciones de cada espacio recorta­ do en relación al conj u nto: en e l caso del a ntro gay, "el concepto " rem ite a qué tipo de lugareños recibe-produce y los sitios en los que se rea l i za la confi rmación o tra n sformación. Salvador Novo, a l referi rse a la espera y l a i n teracción en los b u rdeles, u bica la centra l idad de la "sala " en el lugar-prosttbu/o: " La sala era el centro de la casa ; y hacer sala, la obl igación socia l de aquellas sonrientes geis­ has loca les, el esca parate de sus enca n tos, el sitio del m uestreo; y la ocasión de entablar relaciones con la n ovia de una hora , a ntes de convertirla en la esposa de q u i nce m i n utos" (Novo, 1 9 7 9 : 7 9 -80) . En este caso, entre la sala y la ca m a

102 "Y a q u í en este rincón y o m i ra ré/ atardecer m i vida sin tu a mor/ s i n la fuerza q u e a diario me impulsó/ a luchar y a soñar" Uosé Escajadi l lo , "Jamás i m pedirá s " , vals). 1 03 El énfasis de la cursiva es mío. 104 Pichardo Galán señala que u n grupo discri m i n ado social mente -como el gay- ta mbién repro­ duce en su i nterior la exclusión soci a l : de clase, edad, género, etnia, etcétera .

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ABILIO VERGARA FIGUEROA

(del "a pa rtado " ) , media no sólo la exp loración visual o sensoria l , sino la com u ­ n icación que puede prod u c i r reafi rmaciones o re novaciones en las expectativas eróticas. Por otro lado, es necesa rio destaca r que, donde se observa un mayor énfasis en la sepa ración, co n j u nción y a rticu lación de las " p a rtes " del l uga r es en su u so ritu a l i zado. Esta demarcación aparece de man era m á s n ítida en espacios sagrados y ta mbién en l ugares a lta mente i n stitucion a l i zados como los cua rte­ les, pero no es privativo de el los, pues en l uga res de residencia se pueden sepa ­ ra r espacios para re laciona rse con lo sagrado. Pod ría deci rse que la complej idad de los l uga res se expresa en dos movim ientos: la a l ta o baja fragm entación­ especia l i zación deriva en u n a posterior gra n concentración-complementa r i a , y a la i nve rsa . En a lgu nos l uga res sagrados la configu ración de la centralidad puede esta r constru ida y defi n ida ta mbién por la a rq u i tectu ra . Richard Sennet, por ejemplo, con stata que "Sa nta Con sta n za prefigu ró la conversión del Pa nteón en el m a r­ tyr i u m de Sancta M a ria ad Ma rtyres. Se colocó u n santuario en el m u ndus, en el centro de la planta del Pa nteó n , m i e ntra s que los m u ros cu rvos di rigía n la m i rada del fiel hacia ese centro y la vi sta ascendía desde el plano h u m a n o de sufri mie nto hacia la l u z " ( 1 9 9 7 : 1 5 6 ) . El espacio así construido, enca m i n a la atención y concentra ; media nte sus efectos físicos que contra sta n luz y sombra (nos i m pele a m i ra r en u n a d i rección) construye sus significaciones y emocio­ nes, rea l i za el simbolismo en el cuerpo, a poya ndo el proceso de s u b l i mación . Se n net describe m u y expresiva mente la construcción de las jerarq u ía s que se asocian a la vertica l idad edificada que apoya la elevación del espíritu : La l u z de los ma rtyria a l udía s i m ból ica mente al viaje cristiano. En Sa nta Cons­ tanza , el cilindro elevado está i l u m i nado por doce ventanas, que i n u ndan de luz el centro, dejando los pasillos s u m idos en la oscu ridad. Se pen saba que la sombra defi n ía el espacio destinado a la introspección y la co ntemplación. El m i ra r hacia la luz desde las sombras simbolizaba la trayectoria de la conversión, porque esta l u z de la iglesia no i l u m inaba u n rostro o reve laba los deta l les de u n panora m a . Sancta Maria ad Ma rtyres era es.cenario de este j u ego de l uces y sombras especialmente en aquellos días en que el sol bril laba m á s y s u s rayos entraban en el edificio como un reflector, co mo un haz de l u z que n u nca l l egaba a posa rse en u n lugar, que ca recía de desti no. Aqu í se podía m i ra r y obedecer, pero como cristiano (Se n n et, 1 99 7 : 1 5 7 ) .

Ta mbién se puede observa r que hay diferencias segú n la natura leza de los grupos o com u n idades que habita n lugares: de mayor ve rtica lidad y rigidez en las secta s y mayor horizonta l i dad y flexi b i l idad entre los jóvenes. En esa misma jera rq u i zación i ntern a , los l uga res expresa n su capacidad identificatoria, a l mostra r las re laciones biográfica mente con struidas (individual­ si ngu lar) , con textual izadas en la h i storia del grupo (fa m i l i a r, com u n ita r i a , co96

ETNOGRAFÍA

DE LOS LUGARES

lectiva , compa rtida) . Es pues el lugar un operador eficaz de las ubicaciones sociales, 1º5 defi ne las reglas de su ocupación diferenci a l : la significación que tienen los alta res, por ejemplo, apo rta a la del i m itación del ca rácter sagrado del l uga r y a la visual ización y vigencia de sus expresiones más significativas, va lorables y respetables. La decoración de cada " pa rte " es ta mbién expres iva y sign ificativa . Observemos b revemente dos casos: el bar y las i n stituciones tota ­ les, l u ego de mostra r la uti l idad de la propu esta de Erving Goffm a n .

Las regiones de Goffm an

·

Pa ra a n a l izar los sentidos de las fragm entaciones del lugar, se puede re m a rca r que cada u na de las adscripciones asociativas -sujeto-actividad-espacio- re­ mite a eleme ntos de sentido y -a veces- a u n a cosmovi sión del m u ndo de vida , a la adscripción emosignificativa de la condición del ser en la m icro-co m u n idad­ sociedad. En esta d i rección , me pa rece i n teresante exp lora r el pla ntea m i ento de Erving Goffman sobre las regiones, porque pe rmite observa r las dife rentes prácticas que concretizan las relaciones sociales que con struyen a l sujeto-actor­ personaje en los diferentes a m b i entes del l uga r 'º6 y en función de los va lores y significaciones que les adjudiquen . Goffma n propone la existencia de dos á m bitos (regiones) en los que los su­ jetos (personajes) construyen-realizan su papel: la región posterior y la región ante­ rior. Pa rte de u n a defi n ición ba sta nte ge neral de regi ó n : " U na región puede ser defi nida como todo lugar l i m itado, ha sta cierto pu nto , por ba rre ra s a n tepu estas a la percepción " (Goffma n , 1 9 8 9 : 1 1 7) . Estas barreras pueden constitu i rse por pa redes, puertas, persianas, vitrales, y otros materiales que a íslen principal­ mente la visibil idad y la audición. La natu ra leza de las p ráctica s difiere de u n a región a otra , a u nque se complementa n porque en la región posterior s e prepa ra la actu ación que se da rá en la región anterior. En este sentido, señala que la acentuación expresiva de a lgunos a spectos de la acción se da en la región anterior y se suprimen aquel los que pueden desvi rtu a r la i m p resión s u scitada. A la región posterior, que ta mbién denom i n a "trasfondo escén ico " , la defi ne como "un luga r, relativo a una actu ación dete r m i nada, en el cual la i m pre­ sión fomentada por la actuación es contradicha a sabiendas como a lgo natura l " (Goffm a n , 1 9 8 9 : 1 2 3 ) . Aqu í s e guarda la utilería , s e la selecci o n a , como ta mbién se selecciona a los participa ntes o se los descarta , se guarda el perso naje, se

1 05 Ernesto Licona ubica en la pulquería una de estas clasificaciones: "El luga r ta mbién orga n iza disti nciones. Todos tienen nomi naciones como: los paisanos, los tíos, los empleadil/os, las putitas, los tierreros, los judas, los rateros, los media cuchara o los macuarros" (2004: 1 30) . 106 Es interesa nte la división en regiones, porque permite, además, articular l ugares: la casa puede converti rse en la región posterior de la escuela, del centro de trabajo, de la iglesia o del salón de bai le.

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Imagen 4 . 4 . U n rincón, u n a cocina y calefacción, donde las reg iones no se pueden separar. (http ://intiareq uipa. files.wordpress.com.jpg>

Imagen 4.5. Una cocina urbana. Las regiones posterior y anterior requ ieren medios que los a íslen, que las protejan. (http ://www. hazmeprecio.com/sites/defau1Vfiles/imagecache/real-img/I MG_6 4 2 2 .J PG>

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ETNOGRAFÍA DE LOS LUGARES

esconden los elementos que pueden contradec i r la actuación, se b u sca n y re­ para n los defectos, etcétera . Es donde se oculta n determ i n ados elementos de la actuación, por ejemplo, cierta s p rendas o vestidos, bebidas, los "accesorios es­ cén icos " , se educa a los m i e m b ros que no manejan adecuada mente la actuación a desarro l l a r a nte el auditorio de la regió n a n terior. Podemos e m plazar em pírica­ mente estas dos regiones en casa , por ejemplo señalando la oposición entre la coci n a , el baño y las recá m a ras frente a la sala ; aquellas m á s privadas, donde uno "toma a i re " , deja momentáneamente la m á sca ra del personaje; la sala se­ mi-pública, con la presencia de otros -aud itorio- con diversidad de d i sta ncias y prox i m idades socia les, donde se m a rca u n tono acorde a la i m p resión que se bu sca p royecta r. Es posible matiza r esta divi s i ó n , por ejemplo, considerando el ta maño de los depa rtamentos y casas, la clase socia l , la cultura y el poder. Un patio compa rtido en u n veci ndario popu l a r pone en p roblemas la división goff­ m a n i a n a ; otro medio que relativiza sus fronteras es el c h i sme. El compositor peru a n o Ra n u l fo Fuentes 1º7 aborda h u m o rística mente la a rti­ culación entre estas regiones, en la canción " La fiestita " (mari nera , 1 9 90) don­ de desa r rolla u n a breve descripción del con j u nto de signos que se mov i l i za n en la convocatoria-participación en u n evento festivo (víspera-se renata de u n cumplea ños) , cuya ritu a l idad s e desenvuelve en la tensión entre la i m agen que quieren p royecta r los a nfitriones y que la crítica (o el c h i sme) y el humor se encarga n de resa lta r y c u a l i ficar. La ca nción nos i n troduce a l escena rio-casa esta b leciendo los meca n i s m o s i n form a l e s de com u n icación q u e rodea n l a a n tesala del acto de co n c u r r i r : " E n la c a s a de m i k u n p a , / k u m padrituy cora z ó n , / en l a c a s a de m i pri mo/ a lgo, a lgo taca ñón/ esta noche hay fiestita/ va m o s todos a c h u p a r, / k u n a n tutas fiesta ka chka n/ m i ku p a k u q qaku l l i w (esta noche hay fie sta/ va m o s todos a comer) ". El n a r rador, a d e m á s de i n d icar la motivación centra l de d i c h a convo­ cato r i a , u b i ca soc i a l y m o ra l me nte a l h o m e n a jeado, to m a ndo como refe rente a la va loración de los s u j etos en fu n c i ó n de su ge n e ro s i d a d , donde el ser "a lgo , a lgo taca ñ ó n " repercute negativa m ente y lo somete a l m a l -dec i r del c h i s m e que d a ñ a la reputac i ó n . E n la ca nción ta mbién se aborda la cuestión de las fronteras del l uga r, bajo la e n u nciación de los que son bien ve nidos o no: "Aqa s kachka n s u ra m a n ta/ traguchawa n qam piyku sqa ,/ la cerveza tres bote l l a s/ especialcha tumanalla,/ l lapa qa n ra chaya m u ptin/ i spaywa m pa s ya panapaq/ l l a pa su pay chaya m uptin/ vinagriwa n ya panapaq (dicen que hay chicha de m a íz/ ' c u radito ' con agu a r­ diente/ . . . para tom a r sólo en las ocasiones;/ pero cuando l l eguen los coc h i n os/ lo a u mentemos con orín o vinagre) '' , conti n ú a , en un estilo e i ntensidad que difiere de la estrofa a nterior, en ta nto se a s u m e u n d ra matismo ubicado e n el

107 Ran u l fo Fuentes es u n o de l o s compositores de m úsica a n d i n a de mayor reconoc i m iento. Na­ cido en la p rovincia de La Mar, Ayacucho, Perú, ha expresado, en bellas canciones b i l i ngües (quechua-español) , los diferentes problemas que agobian a los sectores popu l a res.

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contexto de la guerra sucia, 1ºª singula rizando y resa lta ndo el desti natario de la sanción a la p ráctica , u s u a l por otra pa rte, de los "go rrones " , que esta vez son m i l ita res y policías, pues pa ra ellos hay que "a u m enta r " la ración de cerveza con orín . Es la verificación de la constitución del otro no sólo como dife rente, sino como enem igo, pues qanra (integra l mente sucio) se ca mbia cuando se hace el " b i s " con supay (diablo) . La d i mensión h u morística y cóm ica que ven ía desa­ rrollán dose, se i nterru mpe tra n s i toriamente, para expresa r u na suerte de odio socia l , una alteridad rad ica l , que exige el encono, simbolizada y designada por la excreción y el vinagre. Luego , la ca nción retoma su discurrir en el nosotros para testi m o n i a r, de n u eva cuenta , el guión de las actuaciones: el escenario de la fiesta , que po­ demos ubicar en la sala, se opone, estruct u ra l mente, a l de la cocina en ta nto "semi-publico" y privado, respectiva mente, i ntensificando las espera s : " La co­ m ida demorona/ hace sufri r a los panzones,/ el ca ldito de ga l l i na/ ya no sale de la olla,/ ku n ka n k u pa s ch uta ri sqam/ wa l l pa ka lduta suya l l a n k u (est i ra ndo el pescu ezo/ espera n a n siosos el caldo de ga l l i na) ". Esta oposición es semejante al que pla ntea Goffma n entre las pa rtes del lugar-casa, en el que se emplazan las dos regi ones: posterior y anterior, teniendo aquella la fi n a l idad de prepa ra r los elementos necesa rios para que la i m p resión que en ésta se p royecta se m a n ­ tenga y no s e desba rate: u na con sta tación de esto es la restricción d e l i ngreso a esta pa rte de la casa a sólo las perso nas "de confi a n za ". Esta dife rencia se s u b raya en la ca nción; s i n embargo, aquellos cuellos que se estiran ( " k u n ka n kupas c h u ta r i sqa m ") para m i ra r la coci na "fla nquea n " in­ dicativa mente la fro ntera de la región posterior, i m p l ica a los a nfitriones y a los i nteriores de la esce n a , pero el resultado no va ría, (como es necesa rio para que el h u mor se verifique) y ya casi a la media noche " s a l e " u n consomé "aguado" ( "ch i r l i chupicha") o , a lo m á s acompa ñado por el cuello de la ga l l i n a , signifi­ cando la i n u t i l idad de las esperas, las condenas festivas, e l h u m o r y u n a a l u sión ta ngencial e rótica , que, además, tiene el encargo de encubri r la "conde na ". La "fuga " de la ca nción, que siempre es m á s a l egre, recompone la actuación y reconci l i a , alejando la tensión en u n a suerte de fi n a l fel i z : " E n la fiestita de mi c u m pa/ tukuy tuta n t i n u pya k u n i / za patul laypa s wi stutyasqam/ a rpachawa n tusukuni/ k u n ka l laypas saqrayasqam/ viguylawa n ta k i k u n i (toda la noche m e emborracho/ ha sta que m i zapato se tuerza/ c o n el a rpita bai lo/ c o n m i ga rga n ­ t a y a ronca/ canto c o n el violín) ". E n esta ú ltima estrofa la p roxi m idad afectiva y la alegría posibil ita n la "emergenci a " de aquello que supuesta mente la "crítica " desca lificó h u m o rística mente, para rea l i za rse en u n presentismo eufórico que

108 Refiere a la que s e desarrolló entre la Fuerzas d e l orden y Sendero Lu m inoso en el Perú a par­ tir de 1 980. Introduzco este comentario referido a la historia de la regió n de donde p roviene Ranulfo Fuentes, a pesar de que parece d i straer de la final idad de esta exposici ó n , porque el compositor util iza u n hecho social frecuente (festejar el c u mpleaños con fa m i l i a res y a migos) para emplazarlo ta mbién como escena rio de disputa.

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posi blemente se a socie, ta mbién , al deb i l ita m iento de las frontera s de las regio­ nes que p rogresiva mente se da cuando " l os á n i mos se caldea n " con el l icor y el entu siasmo. La i ro n ía y el humor apa recen i n d i so l u b lemente l igados a l gozo , que se ve­ rifica ta nto en la pretensión " mo ra l i sta " , la estruct u ra significativa , las figuras a que acude, como por las risas y la a legría que he vi sto desplega rse cuando escuchamos esta canción i nterpretada por su a utor Ra n u lfo Fuentes y el "Trío Hermanos Jorge León " , en la voz del entonces n i ñ o Rafaelito. El grupo que par­ ticipaba en la fiesta pedía re iteradamente repetición y volvía a goza r de e l l a , a s í , el " persona j e " ( q u e o c u p a la región anterior) y el "sí m i s m o " ( q u e ocupa la región posterior, asediado por la crítica h u morística o el c h i s me) apa recen " reconciliados". Como colofón de este ca p ítulo, es i m porta nte destacar que los fragmentos funcionales o s i m bólicos del luga r no necesa riamente perm a n ecen y usan ta l y como bu sca ra el poder que los i n stituyó; hay momentos en los que la tensión que late emerge y los trastoca , como lo mostró B ro n i slaw Baczko, en su estu dio de las huelgas (de 1 9 70 y de 1 9 80) en los asti lleros Len i n de Gdansk (Polonia) , orga n i zados en el sind icato So lida ridad y di rigidos por Lech Wa lesa. Lo que la especialización había espacia l i zado, lo que la división social del trabajo había fragmentado para que se le " u n ie ra " sólo en el n ivel superior de la a d m i n i stra­ ción o de la actividad de los su pervi sores, es trastocado por los h u elgu i sta s, quienes recorren la fábrica sin obedecer los límites y desbordando los comparti­ mentos en los que habían sido e m plazados: "En la plaza se le u n e n obreros que vienen de otro sector del astil lero. U n a locom otora que tra n sportaba materiales se detiene; e l maqu i n i sta , a ntes de descender, pone en m a rcha la s i re n a . La muched u m b re, que ya está conformada por u nos cente n a res de obre ros, da una vuelta por todos los sectores del asti/lero " 1º9 ( 1 9 9 1 : 1 5 4 ) .

Postal : el l ugar-bar James Spradley y Brenda M a n n , rea l i za n u n i n teresante estud i o de un bar nor­ tea mericano cuya clientela es p redo m i na ntemente m a scu l i n a y j uve n i l : los clientes m á s asiduos son jóvenes j ugadores de fútbol a merica n o -los a u tores rem a rcan su j uventud y corpu lencia- rudeza - , a pa rti r del cual podemos detec­ tar cierta s con sta ntes en la orga n i zación del espacio, observando: la ocupación de mesas, e l movi m i e nto de las gentes, su a monto n a m iento, la estructura y u so de los corredores y cómo, y q u i é n , u sa los diferentes compa rti m ientos del bar. A parti r de un paciente trabajo de campo observando el comporta miento de cada uno de los sujetos del bar, establecen que "el territorio sería una dimensión

1 09 El énfasis de las cu rsivas es m ío.

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invisible de las interacciones sociales y que las gentes del Brady's tienen la tendencia a util izarlo en forma i nconsciente en la estructuración de sus relaciones sociales" (Spradley y Mann, 1 9 79: 1 76) , y que los pa rticipantes asocian las subdivisiones del bar con diferentes tipos de personas y tipos de actividades. De esto se desprende que se hace indispensable determinar, a rticu lar y anal izar los diferentes momentos-espa­ cios de la vida del lugar, pa ra observar de qué manera los actos de cada i ndividuo "se inscriben en u n espacio significativo " , al i nterrelacionarse unos con otros en di­ ferentes movimientos temporales de sucesión y coordinación regulares, que defi nen la pertenencia y, por ende, la extra ñeza de los no lugareños. Po r ejemplo, se obse rva que tres clientes-am igos, La rry, Bobby y Skeeter, se sientan siempre en la m i s m a mesa, u bicada en u n a esq u i n a , por lo que " se­ ría u n a sorpresa " no encontrarlos a l lí, "en tra i n de d i scuter a u to u r d ' u n ve rre " ( 1 7 7 ) . Los clientes habituales pasan m á s en su sitio p referido, y cua ndo a lguna vez lo encuentran ocupado, espera n en los pasillos, bebiendo, a n tes de deci d i r tom a r otro, genera l mente a rega ñadie ntes. Se debe i n sisti r que la etnografía no se queda en la descripción de las po­ siciones de perso nas y objetos: debe ir más a l l á para descu brir el tipo de re­ laciones que contiene y p romueve cada lugar y cada uno de sus fragmentos, i mbricándolos. 110 Así, Spradley y Mann descubren que uno de los mensajes más fuertes, com u n i cado por la di sposición territorial a l i n terior del ba r concierne a las diferencias entre los sexos: tienden a reforza r el sentido de la masculinidad y de la feminidad: "El territorio está cargado de sexu a l idad, ta nto como la división del trabajo y la estructu ra social del Brady 's" (Spradley y M a n n , 1 9 7 9 : 1 80) , seña l a n , i n s i stiendo en las relaciones de poder que ejerce el barman fre nte a las meseras, así como los cl ientes va rones frente a ellas: " Ellos hacen como cierta s personas cuando están en presencia de n i ños: las trata n como a un ser que no es plenamente consciente " (ídem: 200) ; sin embargo, cuando a lguien va con su esposa : " ¡ E h , atenció n ! Hay una dama entre nosotros". Cua ndo no está acompa­ ñada es automáticamente exclu ida de la categoría de dama, y se las puede utili­ za r como auditorio, para beneficia rse a l máximo de sus h i storias obscenas: " Ella les si rve entonces para m a n i festar su viril idad ". Por ejemplo, cua ndo platicaban sobre una chica que a veces llegaba a l bar, hablaban de sus senos gra ndes; luego le pregu ntaron a una mesera que pasó j u nto a el los, qué ta lla ten ía su brassier. La mesera se red uce a la condición de objeto: se s i rven de e l l a . L o s va lores m a scu l i nos s o n tratados de forma ceremoniosa: se los a n u n c i a , especifica y subraya , se los ritu a l i za . Como en otras cultura s se a ísla a las m u ­ jeres, pero en el bar pu eden entra r, s i n compet i r n i a menazar la virilidad, sino pa ra afi rmarla: " Los hombres vienen a l bar para goza r su estatus de homb re y bu sca n con frecuencia segu ridad y a poyo al lado de otros hom b res " (ídem : 1 8 1 ) .

1 10

I 02

La complementación de las actividades que se rea lizan en cada fragmento no necesa riamente se produce tranquila y armónicamente, en muchos casos se requiere que se intervenga exigién­ dola, y no se desca rta que haya resistencia de pa rte de algún actor.

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por ello, dicen los a u tores de Les bars, les femmes et la culture, que cada mujer que entre a l bar entra a u n " terreno m a scu l i n o sagrado" y que deberá n tener una "cierta dosis de cora j e " para hacerlo.

Diferencias de género Comporta miento femenino

Atmósfera masculina

• Ava n z a n tím i d a m e n te.

• Trofeo s ga n a d o s e n c o m pete n c i a s

deportivas.



No m i ra n dete n i d a m e n te a l o s

• M ob i l i a r i o r u d o .

h o m b re s .

• Te m p e ra t u ra a l ta

• Tra ta n rá p i d a m e n te d e ga n a r u n a

• TV y rockola en n i ve l e s m u y a ltos.

m e sa ce rca n a a l a s p a redes.

• Ru i dos.

• No s i l ba n .

• Le n g u a j e grosero, b ro m a s y

• N o m u estra n q u e q u i e re n ser

c a rca j a d a s .

s e rv i d a s .

• Se h a b l a m u y f u e rte.

• N i se l e s ocu rre g r i t a r.

• Movi m i e n to s b r u scos.

• Se q u e d a n a la e s p e ra , n o d e m a n d a n e l s e rv i c i o . • S i u n h o m b re l a s a b o rd a : so n ríe n , escu c h a n . . . Elaborado por el autor en base a Spradley y Mann < 1 979>

Imagen 4.6. Las bebidas expresan significados: los tragos fuertes son ·masculinos·, los licores dulces, "femeninos·.

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Imagen 4.7. Si bien la relación en el nivel estructural-económico puede ser asimétrico, en el simbólico y erótico la preponderancia masculina ya no es tan clara.

El ca rácter de centro soc i a l m a scu l i n o ta m b i é n se expresa en - d i cen los a u tores- que es u n l uga r de n egocios, donde u n o consigue servicios (por ejemplo, u n abogado) , es u n l ugar de e n c u e n tros, donde uno cie rra una ve n ­ ta , es ta m b i é n u n l u g a r de celebración y p a ra ve r m u j e re s : " E s necesa r i o n o olvidar que ve n i m o s a m i ra r a l a s m u je res q u e se ave n t u ra n a q u í : n o s i e m p re nos contenta m o s con ve rlas, porque a veces l a s l iga m o s , les ofrece mos u n a copa o l a s a co m pa ñ a m o s a l a h o ra que c i e rran el b a r " ( e n Spra d l ey y M a n n , 1 9 79: 1 85). Los h o m b res s e deti enen s i n cu idado en torno a l a barra o en l a zona i n ­ mediata inclu sive en l o s pasil los, obstruyendo ostensiblemente el trabajo de las meseras, consu m e n , ríe n , d i scute n , grita n , se a b razan . . . , m ientras que las m u jeres clientes se emplaza n de p refe rencia en mesas a i sladas. No se ubican por azar, dicen Spradley y Mann, sino "estrecha mente l igados a l sexo de estas personas y a su posición en la jera rq u ía soc i a l del ' B rady's ' ". Así, los b a r m a n - h o m bres se sienten propieta rios del l uga r -la c u i da n , l i m ­ pia n , acomoda n - , está n detrá s d e l mostrador o ba rra d e l bar, lo q u e l e s per­ m i te controlar: el tocadi scos, el refrige rador, la TV, el m i c roondas, la ca ja y· todo lo que sea necesa rio para mezclar y prepa ra r las bebidas. De este l uga r vienen los gritos, los i n s u ltos, las ri sotadas que siguen a l i n te rca mbio de experiencias personales o a la na rración de h i sto rias c h i stosas. 1 04

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Una concl usión i m porta nte que extraen de este estu dio es, con Ervi ng Goff­ m a n , que: " E n ge neral cuanto m á s elevado es el rango de u n a perso n a , el te­ rritorio de la persona tendrá d i m e n siones m á s i m po rta ntes y será más grande el control que ejercerá m á s allá de las fro nteras de dicho territorio" (Goffm a n , 1 9 7 1 : 40-4 1 ) .

Imagen 4.8. Existen bares donde los habitúes gozan de ciertos privilegios que se expresan en su emplazamiento en el espacio. Véase hacia el fondo de la foto.