Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo 
El factor clasista en los movimientos sociales/ El factor clasista en las luchas sociales

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Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo

EL FACTOR CLASISTA EN LAS LUCHAS SOCIALES1 Denis Sulmont Samain Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

Existe un interés cada vez más marcado de la sociología en el Perú y América Latina por los movimientos sociales. Este interés está asociado a un cuestionamiento a la concepción estructuralista y determinista de las clases sociales. La perspectiva de análisis de los movimientos sociales nos lleva a no perder de vista los sujetos y actores que intervienen en los relaciones sociales desde su ubicación en las sistemas de acción histórica campos la acción social La opción señalada constituye también a nuestro entender, un imprescindible aporte de los sociólogos en las ciencias sociales. En efecto, tanto la economía como la ciencia política y el derecho, para mencionar sólo a las disciplinas que más intervienen en el campo teórico-práctico, requieren de una referencia explícita a los actores sociales concretos. No existen modelos, interpretaciones y soluciones de orden económico, político o jurídico que puedan implementarse al margen de estos actores. Quizás el principal reto de la sociología sea repensar las estructuras y las políticas desde la práctica de las clases sociales. Observamos en los últimos años un conjunto de contribuciones que van en este sentido: estudios de los movimientos urbano-populares, obrero-sindicales, de pobladores, de mujeres, de jóvenes, regionales, campesinos, etc. Predominan las investigaciones referidas a las clases populares, sobre todo en el ámbito urbano, con una preocupación marcada por el impacto de la crisis-decaimiento del sindicalismo industrial, estrategias sobre vivencia, violencia, etc. –y la problemática de la democracia. Los estudios se centran generalmente en sectores sociales específicos, aunque muchas de ellas se integran dentro de proyectos más amplios. En los últimos años, se han llevado a cabo tres proyectos de carácter sistemático en el campo al cual nos referimos: el que dirige Julio Cotler en el Instituto de Estudios Peruanos – “Urbanización y Clases Populares en el Perú” – y los que se inscriben en el PAL (Perspectivas de América Latina) auspiciado por la UNAM y auspiciado por la Universidad de Naciones Unidas y el Consejo Latino-Americano de Ciencias Sociales: “Movimientos Sociales ante la Crisis ante la crisis de Sudamérica” y “Sistemas Políticos y el Fenómeno de las Democracias Emergentes en Sudamérica”. En torno al primer proyecto, el IEP ha publicado en el transcurso del año 1986 un conjunto importante de trabajos (Calín, Carrión y Castillo; Parodi; Degregori, Blondet, Cotler, Rospigliosi, etc.). Los otros dos proyectos han dado lugar, en 1985 y 1986 a seminarios realizados en Lima, donde se confrontaron diversos trabajos que cubren un abanico de movimientos y luchas sociales peruanas, trabajos que han sido publicados en dos libros por DESCO (Ballón-Editor, 1986). Por otra parte, contamos con múltiples tesis y monografías- realizadas en diversas universidades y centros. En cambio, son escasos los ensayos de carácter global. Entre los más recientes, podemos mencionar el de Matos Mar, El Desborde Popular, 1984) y Teresa Tovar (Velasquismo y Movimiento Popular, 1985) El análisis de los movimientos sociales parece circunscribirse a las llamadas “Clases Subalternas”. Una excepción los constituyen los trabajos de Francisco Durand, 1

Ponencia presentada en el Segundo Congreso Nacional de Sociología en Arequipa en 1987 bajo el titulo El factor clasista en los movimientos sociales

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo Manuel Castillo y algunos más referidos a los empresarios. Como veremos más adelante, la posibilidad de emergencia de un movimiento social no se limita a uno de los polos del conflicto de clases, aunque las formas de su desarrollo se dan en condiciones distintas. Hacer falta investigaciones dedicadas, no solamente al empresario, sino también la burocracia pública, las fuerzas armadas, la iglesia, los sectores profesionales, etc. El enfoque de los movimientos sociales desborda obviamente el ámbito académico de las ciencias sociales. Términos como “actores sociales”, “protagonismo popular”, y otros afines han llegado a formar parte del lenguaje cotidiano de la vida gremial y política. La profusión de la producción sociológica y los múltiples problemas de interpretación que conlleva, exige una labor de sistematización y balance. Se requiere de un lado dilucidar los conceptos y enfoques usados; por otro lado relevar los principales aportes para la comprensión de la realidad social peruana actual; y finalmente precisar líneas de trabajo futuro. El objetivo en esta ponencia es de contribuir parcialmente a esta tarea, apuntando sobre todo a aclarar el problema de la centralidad de los movimientos sociales en el contexto social. 1. El enfoque de los movimientos sociales. De manera general, puede decirse que un movimiento social se refiere a una práctica colectiva, definida a partir de una situación de conflicto social entendiendo que esta práctica implica algún grado de conciencia y organización. El concepto forma parte de un enfoque dialéctico del fenómeno social que toma en cuenta el papel de la conciencia y la acción social. Es fundamental entender que un movimiento social no existe en forma aislada, sino como parte de una relación social conflictual, de una lucha, de una lucha, referida a las clases sociales, estas a su vez ubicadas en un contexto nacional atravesado por las luchas políticas en un contexto nacional. Como veremos más adelante, el eje de análisis de los movimientos sociales es el es el conflicto de clases. En otras palabras, podemos decir que,, de una u otra manera, un movimiento social tiene siempre un contenido o un referente “clasista”. Como bien lo señala Alain Touraine (1973), los movimientos sociales se definen en base a tres principios: el de identidad, oposición y totalidad (al que se puede sumar el de alternativa). Refiriéndose a la conciencia de clase, concepto estrechamente ligado al de movimiento social tal como lo entendemos, Michael Nann explica dichos principios del siguiente modo: “En primer lugar, podemos separar la identidad de la clase - la definición de uno mismo como clase obrera con un papel distinto en el proceso productivo junto a otros trabajadores. En segundo lugar, está la oposición de clase – la percepción de que el capitalista y sus agentes constituyen opositores permanentes. Estos dos elementos interactúan dialécticamente, o sea, la oposición misma sirve para reforzar la identidad y viceversa. En tercer lugar está la totalidad de clase, la aceptación de los elementos anteriores como características definitorias de: a) La situación social global en la que se está inmerso, y b) la totalidad de la sociedad en la que se vive. Finalmente está la concepción de una sociedad alternativa, una

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo meta social hacia la cual uno se mueve a través de la lucha con el oponente” (Mann, 1973, Pág. 13, citado por Jelin, 79) De acuerdo con la tradición marxista, el análisis de los movimientos sociales concuerda con el de la lucha de clases. Alain Touraing y los sociólogos latinoamericanos que comparten su perspectiva (por ejemplo Cardoso, Jelin, Zapata, etc.) critican el “paradigma evolucionista de la tradición marxista, pero concuerdan en ver en los movimientos sociales una manifestación de las clases en conflicto. Al respecto, Touraing (1978) escribe: “El movimiento social es la conducta colectiva organizada de un actor de clase luchando con un adversario de clase para la dirección social de la historicidad en una colectividad concreta”.

Al hablar de “historicidad”, el autor se refiere al principio de “totalidad” ya mencionado. En el lenguaje marxista, se habla de “sentido histórico”. La idea central aquí es que los adversarios de clase tienen algo en común (“campo de acción histórica” o “apuesta social” en el lenguaje de Tourainiano) está definido por el modo principal de acumulación, control social y orientación cultural que prevalece en una sociedad en un determinado momento de su historia. Por ejemplo: en la sociedad industrial, se trata del debate central en torno al uso de las fuerzas de producción. En este sentido un momento social es la expresión clasista de una lucha respecto a un proyecto que concierne el conjunto de la sociedad. Otro aspecto decisivo a tomar en cuenta es que la relación entre clases sociales no constituyen una lucha de iguales, sino entre superiores y subalternos. Una clase superior – o hegemónica – controla un modo de explotación, y ejerce una dominación sobre la clase subalterna, identificando sus intereses con el campo de acción del conjunto de la sociedad. Una clase subalterna es explotada, dominada y dirigida, pero también resiste, cuestiona y se moviliza, refiriéndose al mismo campo de acción. La relación dialéctica entre ambas constituye el marco fundamental del análisis de los movimientos sociales. Lo anterior implica distinguir los “movimientos populares” (referidos a las clases subalternas) y los movimientos que expresan y atraviesan el bloque de las clases superiores. Es importante no circuncidar los movimientos sociales a lo popular, con el argumento que las clases dominantes controlan el aparato del estado y las principales instituciones de la sociedad cívica, escondiéndose tras el “orden establecido”. Esta concepción estática y unidimensional del ejercicio de la hegemonía no permite entender la constante movilización social que tienen que asumir los actores de las clases dominantes en el seno de la sociedad no solamente para zanjar sus propias contradicciones internas, sino también para enfrentar a los movimientos populares. Por último es necesario ubicar el análisis de los movimientos sociales en relación a la acción política. El problema es especificar esta relación, no confundir ambos ejes de análisis. Los movimientos sociales constituyen una de las principales fórmulas de acceso de los factores sociales a la conciencia y acción política, dándole un contenido “clasista”. Marx decía, en “La Miseria de la Filosofía”: “No digan que el movimiento social excluye el movimiento político. No hay jamás movimiento político, al mismo tiempo no sea social”. Se trata sin embargo de una combinación más que de una identificación aún en los casos más excepcionales de “revolución social”. La lógica del poder y del estado –nación no puede explicarse sin referirse a las relaciones entre clases, pero no se reduce a ellas.

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo Los partidos y más aún, el Estado no son solamente expresión condensada de una clase, o “representación política” de un movimiento social. Se dirigen a las “mayorías nacionales”, al “pueblo”. Su ámbito de acción es el país y su relación con el exterior. Por ello las relaciones entre la elite dirigente y el pueblo no pueden identificarse con una relación entre clases. El movimiento popular entendido como movimiento político se nutre de los movimientos sociales correspondientes a las clases populares y viceversas. En determinados contextos nacionales y coyunturas, puede producirse una especie de “encuentro histórico” entre movimiento social y político. Pero, por lo general, los momentos sociales se desarrollan con relativa autonomía respecto al Estado y los partidos. La difícil combinación de la lucha social y política de las clases subalterna constituye la base de la construcción de lo que Granmsi llama un “bloque popular”, expresado en un “movimiento nacional – popular”. En los países dependientes como el caso de América Latina la resistencia a la dependencia y la lucha por la integración nacional constituye el eje central de la Constitución de los movimientos y regímenes políticos – nacional – populares cuya orientación y viabilidad depende precisamente de su combinación con los movimientos sociales, como explicitaremos más adelante. 2. NIVELES DE ANÁLISIS Las anotaciones que acabamos de hacer ponen en evidencia que el término “movimiento” con sus diferentes calificativos se presta a múltiples usos y confusiones y que es necesario hacer precisiones conceptuales. Ya hemos subrayado la conveniencia de distinguir un “movimiento social” de un “movimiento político”, relacionando el primero básicamente a las clases y el segundo al Estado – Nación. Sin embargo, aún falta precisar algunas variantes importantes en relación al concepto de “movimiento social” propiamente dicho. Una primera variante es la que le da un contenido más bien empírico, refiriéndose a diversas luchas sociales específicas; una segunda, ubica el concepto en un nivel de abstracción y generalidad mayor, relacionándolo al de las clases sociales. Pensamos que esta segunda acepción es la más importante para el análisis, pero, no tiene porque oponerse con la primera. Se trata efectivamente de dos niveles de análisis complementarios y es su mutua relación la que nos interesa. 2.1.

Las Luchas Sociales.

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Se trata de acciones colectivas que parten de una situación vivida concretamente por una población o grupo social determinado (obreros, campesinos, pobladores, jóvenes, etc.)

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Cuentan con un nivel de organización propio (comité, gremio, sindicato, asociación, etc.)

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Enfrentan un adversario (individualizado o genérico, institucionalizado o no).

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Plantean un problema social más allá del conflicto con el propio adversario.

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Ejemplos de movimientos sociales específicos son los que aparecen sistematizados en los dos libros editados por Eduardo Ballón.

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El movimiento sindical obrero – industrial.

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El movimiento empresarial.

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El movimiento de pobladores.

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Los movimientos de mujeres (feminista y vecinal).

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Los movimientos regionales.

Como se puede observar, dichos movimientos involucran en la mayoría de los casos, diversos sectores de clases. Algunos giran alrededor de un núcleo clasista más claro (movimiento sindical o empresarial); otros son más heterogéneos (movimientos de pobladores y regionales.) Los movimientos sociales en este nivel de análisis, constituyen una especie de puente entre las prácticas cotidianas inmediatas y dispersas de los individuos, grupos y sectores sociales y su manifestación como clases sociales. Puede decirse que se sitúan en el “espacio social” que media entre la situación de clase y la práctica de clase y su proyección política. Los movimientos sociales no tienen en sí mismos una lógica política pero pueden crear efecto o adquirir un potencial político. No se desarrolla al margen de la acción de los partidos políticos y del Estado, que pueden promoverlos o tratar de captarlos. Pero ni el Estado ni los partidos son los que crean los movimientos sociales, como tampoco pueden inventar la lucha de clases. Las luchas de sociales representan un lugar fundamental para el desarrollo de la conciencia social o, dicho de otra manera para la articulación entre las representaciones individuales y colectivas que orientan la acción social.2 Sobre la conciencia dual de Hoggart (1957) y Haller (1977) sobre la vida cotidiana, entre otras, reúnen, a nuestro juicio, imprescindibles aportes teóricos para precisar el análisis. Interesa en particular situar el papel de los individuos y de la vida cotidiana en su relación con los movimientos sociales específicos, aspecto que había sido descuidado en los trabajos anteriores. Fenómenos tan diversos como las llamadas “salidas individuales” ante la crisis, las conductas de ruptura de la juventud, la violencia cotidiana, la afirmación de identidades culturales y de género, las manifestaciones religiosas, las sectas, etc. Constituyen referencias fundamentales de la práctica social en el contexto actual. La necesidad de que los hombres particulares se reproduzcan así mismo y el conjunto de actitudes y manifestaciones simbólicas que les permitan situarse en el mundo social no escapan a la lógica de desarrollo de los movimientos sociales. Al contrario podemos decir que conforman su “materia prima”. Los intereses, aspiraciones y opiniones individualizadas pueden constituir una corriente, una moda, un estado de ánimo; para que expresen un movimiento social, tienen que articularse con una práctica colectiva que reúnan algunas de las características señaladas antes (nivel de organización, definición del adversario, etc.) Requieren también de una cierta orientación ideológica. Elizabeth Jelín distingue entre las “orientaciones” e “ideología” (1979. Las orientaciones organizan las diferentes 2

El concepto de conciencia social, situado a un alto nivel de abstracción requiere de instrumentos analíticos más específicos para ser operativo. Las reflexiones de Lenin y Luxemburgo sobre las coyunturas críticas de Gamsci sobre el sentido común de Mann (1977)

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo manifestaciones de la conciencia de los individuos y sus acciones, en una coyuntura y un sector determinado, en función de una línea de clase. La ideología constituye un cuerpo articulado de ideas que expresa una concepción de clase más general. No está anclada en una situación específica actúan como aglutinamiento, cemento unificador de grupos e individuos con orientaciones más particulares, aunque no contradictorias. A nivel de los movimientos sociales específicos prevalecen las orientaciones sobre las ideologías. Un movimiento social, como lo definimos, requiere de un nivel de organización. No es el resultado de la pura espontaneidad. Implica una dialéctica de relación entre dirigentes y bases, entre los cuales se sitúan “militantes”, expresión condenada del propio movimiento. No puede haber movimiento social sin una cierta autonomía de la organización que lo sustenta, no solo respeto al adversario sino también respeto al Estado y las Instituciones políticas. La organización ligada a un movimiento popular constituye un lugar de ejercicio de la democracia y afirmación de ciudadanía social. La organización de las luchas sociales específicas tiene básicamente un carácter sectorial o funcional; su modalidad es la de los “gremios”. Estos son una expresión parcial de la organización de clase. Una central sindical nacional, por más representativa que sea, no es “la organización” de la clase obrera, aun que resulta ser la más centralizada y visible de sus manifestaciones. Es necesario subrayar que los movimientos sociales no se desenvuelven al margen de las conductas inmersas en la lógica organizacional y las normas institucionales de la vida social. Si tomamos por ejemplo el caso de la escuela sindical, apreciamos que esta se enmarca en la organización laboral y las instancias de toma de decisiones de los empresarios y del Estado. Las tensiones reivindicaciones presiones y negociaciones que surgen en este margo no pueden explicarse, sólo como conductas de desajustes dentro del “sistema”, sino como expresiones de un conflicto social que revela su propia lógica a nivel de la lucha de clases. b. El factor Clasista Mientras existe un consenso bastante amplio para enfocar los movimientos sociales a nivel de las luchas sociales, en el sentido señalado en el acápite anterior, encontramos una resistencia hacia la idea de relacionarlos a un conflicto de clases. Prevalece más bien la imagen de la heterogeneidad social, de un país desestructurado, atravesado por un conjunto de conflictos dispares donde las diferencias étnicosculturales, regionales, de generación y de género tienden a prevalecer sobre los conflictos de clase sociales. Las luchas sociales se definen cada vez más por su relación con el Estado. Los ejes de clase que servían de referente fundamental para el análisis de la sociedad en los años 70, parecen perder su centralidad y disolverse con la crisis. De allí que se prefiere hablar del empresariado en lugar de burguesía, de trabajadores o “sectores populares” en lugar de obreros o campesinos. Se cuestiona en particular la centralidad y la misma vigencia del movimiento obrero. El concepto de “movimiento popular” – importante – a determinado nivel del análisis político, como hemos visto, corre el peligro de convertirse en un cajón de sastre de escaso rigor explicativo.

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo La tesis que queremos sustentar aquí es que los múltiples movimientos sociales específicos observables hoy día en la sociedad peruana, a pesar de todos los efectos destructivos de la crisis que atraviesa, son ante todo la expresión de relaciones de clases. No se explican fundamentalmente por su relación con el Estado ni por su contenido político, por más importante que sea este. Hablar de relaciones de clases no significa postular idealmente las clases que “deben ser”, arquetipos que sólo existen en la imaginación.3 De lo que se trata es reconocer y analizar en términos concretos, la existencia, la naturaleza y el grado de desarrollo de las relaciones de producción y reproducción presentes en la sociedad, no como estructuras económicas, sino como relaciones sociales, que implican un modo de explosión y control y que involucran actores sociales. Este tipo de análisis es exigente, particularmente en un país dependiente donde el capitalismo se desarrolla muy lenta y desigualmente y se combina con formas, modalidades de producción no propiamente capitalistas, mediante relaciones sociales de tipos mercantiles y burocráticos; la exigencia es mayor aún en un ciclo de profunda crisis que revoluciona la división social del trabajo a nivel internacional. El análisis de las clases realizada hace diez o veinte años, resulta totalmente insuficiente, no porque las clases hayan desaparecido, sino porque han sufrido importantes cambios. El proletariado obrero, no en particular, por su propia naturaleza, es uno de los más sujetos a estos cambios. Las teorías de la “heterogeneídad” y “disolución” de las clases, cuando parten de un diagnóstico sectorial muy parcial como en el caso del trabajo Parodi (1986), no aportar mucho para explicar estos cambios, y más bien dificultan el análisis de la nueva lógica de los movimientos sociales. Debemos ser concientes que la presencia en el ámbito nacional de un eje de conflicto de clases (lo que Mariátegui llamaba el “factor clasista”, refiriéndose a la penetración del capital imperialista en las actividades productivas estratégicas del país), no implica mecánicamente la constitución de las clases como actores cohesionados, más aún en un país ubicado en la periferia la organización internacional del capitalismo. Lo más probable, en países como los nuestros, es que las clases se queden “a medias” en su proceso de constitución social y política y sólo se manifiesten a través de movimientos sociales más restringidos. Por ejemplo los empresarios peruanos asumen una política gremialista de corto plazo y su representación política partidaria es débil (Durand, 1984 – Castillo 1986). Algo parecido ocurre con los obreros. El desarrollo clasista, sobre todo en el caso de los proletarios se encuentra trabajo adicionalmente por la represión social y política ejercido sobre ellos. Pero esta constatación no debe llevarnos a minimizar y menos obviar el “factor clasista” realmente existente. Tampoco puede dejarse de lado el problema de la expresión política de estas clases, por más “trunco” que sea su desarrollo. Esta expresión es generalmente combinada: se da a través de partidos y frentes pluralistas, que incorporan la dimensión nacional, en el sentido señalado anteriormente. Queremos subrayar también un aspecto importante. Las relaciones de clases no se definen sólo como relaciones sociales de producción, sino como relaciones de reproducción. Si bien el conflicto de clase origina a partir de la actividad productiva, este 3

Por ejemplo, en las reflexiones de Jorge Nieto (1986) sobre el movimiento obrero industrial, basados en los trabajos de Balbi y Parodi, encontramos una preocupación por la pérdida de centralidad de dicho movimiento, que va más allá del sector y la coyuntura señalada.

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo se extiende necesariamente a las condiciones de subsistencia, vida social y desarrollo cultural de la población. En este sentido, por ejemplo, el movimiento social correspondiente a la clase proletaria no se expresa solamente en los centros de trabajo mediante la lucha sindical, sino también en la lucha de los pobladores para acceder a servicios urbanos, de salud y educación, a las estrategias de sobrevivencia de los jóvenes y de las mujeres, etc. El ejemplo que acabamos de mencionar nos permite precisar la relación entre los movimientos o luchas específicas, y un movimiento social propiamente dicho. El sindicalismo, así como la lucha de pobladores, jóvenes y mujeres de condición principalmente proletaria son expresiones de un “movimiento de clase proletaria” en la medida que responden fundamentalmente a la relación proletario – capital. Al mismo tiempo, ni el sindicalismo, ni la lucha de los pobladores es identifican plenamente con dicho movimiento. La mayoría de los movimientos sociales específicos parten de una base pluriclasista fluctuante y compleja. Moisés (1981) habla de un “colectivo heterogéneo” en el caso del movimiento de pobladores. El propio movimiento sindical involucra a asalariados de clase media, junto con los obreros. El análisis debe no sólo precisar los diferentes componentes de clase de estos movimientos, sino también relevar el “eje principal de clase” que los atraviesa, es decir el núcleo alrededor del cual se articulan las orientaciones, formas de organización y lucha de sus protagonistas. Este eje principal se expresa generalmente en algunos actores que tienen una influencia mayor por su situación o trayectoria de clase (por ejemplo un obrero con experiencia sindical que actúa como poblador). En resumen, investigar los movimientos sociales a partir de las relaciones sociales de producción y reproducción no constituye un ejercicio intelectual formal. Representa la condición para entender la lógica de su desarrollo y sus posibilidades de articulación con otros movimientos sociales. 3. Ejes Articulares de los Movimientos Sociales. Hemos tratado la relación entre los dos niveles de análisis de los movimientos sociales. Nos falta precisar ahora su vínculo con las clases sociales, lo cual no lleva al problema de su “centralidad”. Este problema modular y polémico, tanto aquí como en los países centrales, pues formularse con las siguientes preguntas: ¿Existen clases fundamentales en torno a las clases se organizan las luchas y movimientos sociales? ¿El proletariado y el movimiento obrero siguen siendo las referencias centrales de la lucha de clases? ¿En torno a qué eje se articulan los movimientos sociales en un país como el Perú? Obviamente, corremos el peligro de desanimarnos ante preguntas de tal tamaño, ¿no sería mejor que, nosotros, los sociólogos, nos quedamos a un nivel más empírico del análisis de los movimientos sociales? Sin embargo, parece difícil evadir una cuestión tan importante que está implícita o explícitamente presente en casi todos los análisis.4 Queremos proponer a continuación un esquema que ordene las principales hipótesis que manejamos a partir de las preguntas señaladas. 4

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3.1. Centralidad Social y Centralidad Política. Precisaremos primero dos aspectos de la centralidad de los movimientos sociales: el aspecto social y el aspecto político. La centralidad social: Esta se refiere a la utilización de los movimientos sociales en relación a un eje de relación de clases. La centralidad no está tanto en el movimiento social en sí sino en el eje de conflictos que lo define que lo define. Las hipótesis que formularemos son las siguientes - Cada sociedad tiende a estructurarse en torno a un eje central de conflicto, incluso en los países periféricos. - Junto al eje central coexisten y se combinan otros ejes de conflicto que tienden a subordinarse al eje central, pero mantienen sus propias características. - El eje central de conflicto de una sociedad puede cambiar como consecuencia de su dinámica interna y de factores externos. En cambio implica un momento de descentralización de los ejes articuladores de los movimientos sociales. La centralidad Política: La centralidad política se combina con la centralidad social, pero se ubica en otro plano del análisis. Se refiere al problema del Estado – Nación. Este comprende dos aspectos: - La afirmación nacional ante el exterior. - La integración nacional que comprende a su vez el problema regional, de la identidad cultural. La Convergencia entre la Lucha Social y Política Los ejes de conflicto social y político no necesariamente coinciden. La superación entre lo político y lo social es justamente una de las características de una estructura social donde el conflicto de clase no está resuelto. La convergencia entre la lucha política y social se da en torno a “objetivos centrales” que involucran a la vez a las clases y la colectividad nacional. “Desarrollo” y “Democracia”, constituyen hoy día este tipo de objetivos en nuestros países. Dichos objetivos mantienen una relación con las clases que giran alrededor de los ejes centrales de conflicto de la sociedad, y su interpretación y viabilidad depende finalmente de esta relación. Por ejemplo, en torno al objetivo de la democracia, se confrontan las concepciones ddemoliberales y socialistas que tienen contenidos de clases, distintos. 3.2. Esquema Clásico de los Movimientos Sociales En los países centrales: El problema de la centralidad de los movimientos sociales ha sido entendido en la tradición marxista como el papel decisivo del movimiento obrero. Esta tesis válida en el contexto de un capitalismo industrial, puede prestarse a confusiones y dificultan la

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo interpretación del propio desarrollo de la lucha de clases en los países centrales, si no es preciso el razonamiento marxista. Según esta, la contradicción central que surge con el capitalismo industrial se ubica en la relación entre el desarrollo de las Fuerzas Productivas y las Relaciones de producción. Esta forma de plantear la contradicción es importante, porque reduce la lucha de clases a dos adversarios (burguesía / proletariado) sino que señala el problema central que los une y en torno al cual luchan (es decir el principio de totalidad del que hablamos. La burguesía y el proletariado, como clases, son la expresión social concreta de esta contradicción y encuentran en el desarrollo de la producción industrial, las condiciones para alcanzar cohesión y centralidad como movimientos sociales y políticos, históricamente, las revoluciones burguesas y el movimiento obrero constituyen los primeros grandes movimientos sociales modernos, frutos de la revolución industrial. 5 En los países Periféricos En otros países, la dominación colonial y la penetración del capitalismo imperialista introducen dos ejes de conflicto: -

Un eje relacionado al modo de explotación capitalista industrial, en el cual los polos principales de la relación son la propia burguesía imperialista y el proletariado obrero.

Esta combinación entre polarización de clases y dualización de los modos de explotación constituye la clave de la explicación clásica de los movimientos sociales en los países periféricos, permite diferenciarlos y entender por qué el problema nacional constituye para ellos un eje aglutinador decisivo. De acuerdo a este esquema, en el contexto periférico, las clases subalternas se organizan a partir de dos movimientos centrales: el campesino y el obrero. Ambos movimientos son concernidos por el problema nacional, debido a que, por un lado el núcleo principal de su adversario de clase es el imperialismo; y de otro lado la dominación externa significa una traba para la integración económica y socio-cultural del país y sus regiones. En este último aspecto que los dos movimientos señalados coinciden con las clases medias. El movimiento regional que surgió en Trujillo en los años veinte y que está en los orígenes del APRA, es un ejemplo de este tipo de confluencia. La Divergencia entre Aprismo y Mariateguismo Del importante debate que remonta a la polémica entre Mariátegui y Haya de la Torre de los años 20, es necesario resaltar aquí lo siguiente: previendo de un reconocimiento común del problema nacional y de la necesidad y de la necesidad de un movimiento nacional – popular para enfrentarlo, las divergencias provienen precisamente de la manera cómo incorporar a los obreros y campesinos indígenas a este proyecto. Para Mariátegui, la tarea de promoción, organización y articulación de los movimientos campesinos – indigenistas (lucha por la tierra y anti gamonal, defensa de la comunidad, etc.) y los movimientos obreros, en especial el minero por sus lazos étnico – culturales con la población indígena, es una condición fundamental para la constitución de un movimiento nacional – popular. Su preocupación es dar a este proyecto político un 5

No abordamos aquí la discusión sobre la relación entre dichos movimientos y la cuestión nacional; ni lo referente a los países industrializados socialistas.

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo contenido consecuentemente anti – imperialista; lo cual, además lo encamina hacia el Socialismo. Para ello, es necesario no disolver la orientación clasista del movimiento obrero y campesino indígena, sino más bien proyectarla mediante un partido, relacionándolo, pero sin confundirlo con un frente nacional popular. En la perspectiva aprista, ni los campesinos – indígenas, ni los obreros cumplen un papel decisivo. La dispersión de los primeros y el exceso desarrollo de los segundos restringen su significación social ante un proyecto nacional y los obligan a recurrir a la dirección política de las clases medias. Según este esquema, la centralidad de los movimientos sociales proviene básicamente del liderazgo político. La orientación clasista de los movimientos sociales se encuentra diluida. El APRA se convirtió en un movimiento de masa de tipo populista, en el seno del cual los sectores obreros y campesinos fueron organizados corporativamente.6 Con la reactivación clasista autonomizándose. El problema de la confluencia entre movimientos sociales, y movimiento político nacional quedó sin resolverse. 3.3. Hacia un nuevo esquema de los Movimientos Sociales. Movimientos post – industriales: Touraine considera que la sociedad industrial generada por el capitalismo, se está transformando en los países desarrollados, en “sociedad programada” (post –industrial). Con esta transformación, la centralidad del conflicto se desplaza. “…en la sociedad programada –escribe- la dominación de clase consiste menos en organizar el trabajo que asumir la gestión de los aparatos de producción e información, en otras palabras asegurar el control generalmente monopolista de la obtención y tratamiento de un tipo de información, es decir de un modo de organización de la vida social. Tal es la definición de la tecnocracia que dirige los aparatos de gestión. La resistencia a esta dominación no puede limitarse a un campo particular”. (Touraine, 1978) En la sociedad programada, las luchas y movimientos sociales adquieren un carácter más generalizado, involucrando un número creciente de actividades sociales: penetra en el terreno de la educación superior, creación científica, medios de comunicación, ecología, energía nuclear, calidad de vida, etc. El movimiento obrero, según este análisis, sólo guarda o adquiere centralidad en las sociedades donde el conflicto gira en torno a la organización industrial del proceso de producción como forma esencial de explotación y control social. En cambio, deja de ser el referente obligado de las múltiples prácticas sociales enfrentadas a un modo de sujeción tecnocrática que, más allá de la producción, se extiende al conjunto de la vida social, a través de los aparatos de una sociedad programada (Touraine, 1984) Este tipo de análisis señala pistas para analizar una mutación que aún no está claramente definida. La crisis de los esquemas clásicos de los movimientos sociales y la indefinición de los nuevos esquemas fuera una situación donde tiende a prevalecer la descentralización, atomización y hasta individualización de las prácticas sociales. Ciertamente el movimiento obrero se descompone en prácticas más institucionalizadas, pero es incorrecto decretar su defunción como movimiento social. Por otra parte, no hay que ver solamente los efectos desintegradores de un periodo de crisis sino también

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Explicamos en otra parte (Sulmont, 1980) las razones por las cuales el proyecto Mariateguista no pudo cuajar en los años 30 y más bien resurge a partir de los 60.

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo captar las nuevas utopías y luchas sociales en germen, que se entroncan con las que no legó el movimiento obrero de la revolución industrial. El análisis de los nuevos modos de desarrollo de la contradicción de la sociedad programada concierne además a los países periféricos sujetos a la creciente transnacionalización del capital, de las comunidades y de la cultura. Los nuevos rostros de las Clases Sociales El Perú de hoy cambió profundamente en las últimas décadas. Los múltiples rostros de las clases sociales no pueden encasillarse en los esquemas pasados. No se trata de desechar conceptos fundamentales, sino de profundizarlo y confrontarlos en la nueva realidad. El esquema clásico que presentamos antes estaba basado en la polaridad de las clases y la dualización de los modos de producción. Hoy día, el cambio fundamental no está en una menor polaridad de las clases, sino en una mayor diversificación y combinación de los ejes de conflicto. Dado que este planteamiento merece una explicación mejor, lo tratamos en el siguiente acrépito. 4. LA LÓGICA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN EL PERÚ ACTUAL 4.1.

Redefinición del eje de relaciones en el polo agrario.

Las relaciones de producción ligadas al gamonalismo han sido eliminadas o redefinidas por la lucha campesina y la reforma agraria siendo reemplazado por la producción parcelaria, combinada con organizaciones asociativas y comunales. El desarrollote una burguesía agraria productiva y de las relaciones capitalistas en el campo es muy lento. El vacío dejado por el desplazamiento del gamonalismo local (y junto con él la oligarquía a nivel nacional) fue ocupado por la burocracia estatal ligada a la burguesía comercial. Esta situación mantiene, pues, el carácter principalmente mercantil de las relaciones sociales en el campo. Pero estas relaciones mercantiles rurales tienden a articularse más con el mercado urbano. La pauperización rural acelera la migración hacia las ciudades y, haciendo de los migrantes andinos los principales contingentes de un nuevo proletariado. Así mismo el contacto entre el mundo andino y criollo hace variar el componente étnico – cultural andino con la emergencia de lo “Cholo”. Podemos decir, en suma fue las masas procedentes del eje mercantil – agrario protagonizan procesos de movilidad muy dinámicos, alrededor de una amplia gama de situaciones de clases subalternas, unidas por lazos históricos étnicos – culturales y regionales, explica la dificultad de encasillarlas en viejas categorías. Proponemos tentativamente añadir el concepto de “campesinado indígena” el de “clases populares cholos”. Estas clases se encuentran en el espacio de los desencuentros y encuentros entre la capital y las provincias, la ciudad y el campo, y el mundo andino y criollo. De acuerdo al análisis de Degregori (1986) Sendero Luminoso surgió en uno de los puntos mayores de desfase (provincias – campo –andes). 4.2. LAS RELACIONES CAPITALISTAS a. Desarrollo desigual e inestable.

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo Las relaciones capitalistas de producción y reproducción se han extendido, y diversificado principalmente alrededor de las actividades extrativas (minero – petrolero – pesquero) por un lado y, la industria fabril, centrada en pocas ciudades. Este proceso relacionado ante todo con las nuevas inversiones extranjeras de ….(¿?) 4.3.

Las relaciones sociales en la economía Mercantil Urbana.

a. Alternativa popular y lógica capitalista Si los capitalistas individuales no aseguran la reproducción de sus asalariados, menos lo hace el capital en general para el conjunto de la población pauperizada del campo que se ha trasladado en la ciudad y de la nueva generación de jóvenes que han nacido allí. Pero esta masa, la reproducción pasa por actividades de carácter mercantil, actividades de pequeña escala, de tipo principalmente familiar, donde las relaciones de trabajo están marcadas por vínculos personales, que usan medios de producción rudimentarios, no genera excedente (o muy pocos) y se relaciona con el mercado; ejemplo de ello sería un Taller Artesanal, un comercio domiciliario o ambulante. El problema que queremos subrayar aquí es que la economía mercantil urbana es el resultado contradictorio de dos movimientos, uno relacionado a las clases populares urbanas; otro relacionado al capital. La economía mercantil urbana surge en primer lugar de la iniciativa individual y colectiva de los migrantes trabajadores despedidos o inestables, jóvenes, etc., parra asegurar un medio de trabajo y subsistencia ante una economía capitalista incapaz de hacerlo. Esta iniciativa popular, que recoge las experiencias de trabajo comunal y de lucha campesina proveniente de mundo andino, constituye un fenómeno decisivo de confluencia de los movimeitnos sociales en el ámbito urbano. El mismo proceso migratorio, las invasiones de terreno, las luchas de pobladores por los servicios urbanos, salud, educación y alimentación, la organización y defensa del comercio ambulante, la organización de formas de autodefensa, etc. En este sentido, podemos hablar de un movimiento de clases populares urbanos que apuntan a generar y autogobernar sus propios medios de producción y reproducción. La viabilidad de este proyecto social depende primero de la incapacidad del capitalismo de resolver el problema del empleo y de la subsistencia popular urbana; segundo, la posibilidad de generar a partir de esta economía mercantil, actividades productivas con eficiencia gerencial y de utilidad social. Y tercero, de la fuerza social y política que puedan adquirir el movimiento popular a nivel local y nacional. Adicionalmente este proyecto tiene que articularse con la acción estatal y en especial el gobierno municipal. El segundo aspecto de la economía mercantil urbana en su articulación con el capital esta de hecho la utiliza no solamente una modalidad de ejército industrial de reserva; es decir, una mano de obra que se reproduce a sí misma, sino que adecua la organización del trabajo de otra mano de obra a sus necesidades productivas: el trabajo a domicilio por encargo, es el ejemplo más claro de esta forma de subsanación formal. Este aspecto ha sido acertadamente subrayado por Colín (1986). Otra forma de aprovechamiento capitalista, lo constituye la venta de insumos y mercancías que demandan los pequeños productores y comerciantes, que juntos se presentan un mercado considerable. Por último se necesario señalar que algunas actividades de pequeña producción son en realidad Talleres clandestinos donde se explota la mano de obra sin ninguna protección laboral y ejercer sobre ella las formas más despóticas la post-guerra, fue impulsado por el Estado, con una participación de una burguesía nacional sin dinamismo propio sigue predominando el eje primario exportador de la acumulación. El desarrollo industrial no alcanza una articulación nacional y resulta muy vulnerable a las crisis y en particular los

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo efectos de la renovación tecnológica mundial en curso, afectando la estabilidad y cohesión del proletariado obrero urbano. Los muchos obreros más productivos son los mineros y petroleros, aunque su aislamiento y dispersión geográfica no facilita su papel de articulardores de la clase obrera. La expresión de la infraestructura y servicios urbanos y del aparato del Estado incrementó también el ámbito de las clases asalariadas terciarias. La reseción productiva que afecta sobre todo a la industria fabril y referente sobre el conjunto de la economía urbana trajo como consecuencia una importante baja de la participación de los asalariados y en especial de los obreros en la PEA nacional.7 Un elemento fundamental a tomar en cuenta aquí es la desestabilización del empleo y el uso de los sistemas de sub-contratación y asalariado encubierto por parte del capital productivo (Calín y otros, 1986). Esta estrategia apunta centralmente a impedir o debilitar la organización sindical y la capacidad de acceso a los medios de producción. b. Limitaciones de las relaciones capitalistas de reproducción. La escasa dinámica del capital productivo en el ámbito urbano, ligada a un estancamiento de la productividad en un contexto de creciente competitividad internacional referente sobre la incapacidad de los capitalistas individuales de asegurar la reproducción de los propios trabajadores que emplea. Los niveles de remuneración no permiten cubrir la economía familiar .Esta situación obliga a los trabajadores a entrar a una dinámica de sobre-explotación (horas extras, doble turno) y completan su salario con el trabajo de sus familiares y la realización de diversos negocios paralelos. Dada la inestabilidad laboral, estos trabajos paralelos constituyen una estrategia de subsistencia ante la posibilidad de perder el empleo.8 (falta p. 15) …de dirección algunos de estos talleres cuentan con medios de producción importantes y constituyen una modalidad de transición hacia el capitalismo propiamente industrial. c. La Informalidad. Nos hemos abstenido hasta ahora de hablar de “informalidad” para el análisis de las relaciones sociales en la economía urbana, por que consideramos que este concepto, sobre todo en la brillante versión del libro de Hernándo de Soto “El Nuevo Sendero”, encierra una trampa ideológica seria: ocultar la desigualdad de las relaciones sociales y en particular las relaciones de trabajo y sobre enfatizar las relaciones jurídico formales. El enfoque de la informalidad tiene además un sesgo inaceptable, que es su concepción dualista de la economía en general y urbana en particular.9 7

Entre principios de los 70 y mediados de los 80, la proporción de aslariados bajó de 40 a 33%, y la de los obreros, de 26 a 20% (Iguiñiz, 1986) 8 Parodi señala al aspecto (1986, 100): “…ante la sinsuficiencia de la relación salarial para permitir una reproducción de la economía familiar, algunos migrantes serranos tienden a diversificars creando disintas fuentes de recursos que se complementan en la economía anadina en el aspecto urbano”. 9 El ‘debate sobre la informalidad no hace sino continuar el que se desarrolló en torno a la “marginalidad” entre los científicos sociales en los años 70 (Núm, 69; Cardoso, 1971; Quijano, 1977). A pesar de la crítica de Cardoso, al concepto de marginalidad, el debate no llegó a culminar en el Perú, dejando un espacio para el resurgimiento de un dualismo estructural que trata el análisis concreto de las clases y movimientos sociales. El análisis que realiza Quijano a partir de la idea de un “polo” marginal nos parece útil, a pesar de que mantiene el término “marginal” que se presta a confusiones.

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Los sectores formales e informales se presentan de acuerdo a esta concepción, como dos universos separados e independientes entre sí. Las relaciones económicas y sociales en el seno de cada uno de estos sectores y entre ambos se reducen a relacionarse en el mercado, donde el problema central sería la libre competencia versus el intervencionismo estatal. Las relaciones de trabajo al interior de las unidades llamadas “informales” se encuentran totalmente desdibujadas. Al leer el libro de Hernándo De Soto, parece que todos los “informales” son pequeños empresarios, potencialmente grandes. No encontramos ninguna mención a los trabajadores dependientes, sus formas de remuneración y explotación. El prototipo del informal es el empresario, con sus socios ayudando eventualmente con algunos familiares. Este reduccionismo ha sido cuestionado por importantes estudios. (ver en particular Chávez, 1983, Wendorf, 1985; Galín y otros, 1986) No menos importante es la carencia de análisis de las relaciones de explotación existentes entre las llamadas empresas formales e informales: la subcontratación, el trabajo a domicilio y otras modalidades ya mencionadas. El obviar estas relaciones en el tratamiento de la economía urbana permite evacuar un eje central del conflicto social, decisivo para entender la lógica de las movilizaciones populares. No se podría explicar por ejemplo por qué algunos gremios como por ejemplo los ambulantes, adoptan formas de organización y lucha que se entroncan con el movimiento sindical (Ver Galín y otros, 1986). Sin embargo, a parte del sesgo que señalamos, el estudio de Hernando de Soto contiene un aporte muy valioso sobre lo que llamamos antes la iniciativa como popular y como manifestación de un movimiento social. Este estudio nos permite además rescatar la importancia de los medios no legales en la lucha social para la conquista de los derechos y el problema de la legitimación e institucionalización de estos derechos, aspecto que, más que una novedad, cuenta con una larga experiencia de lucha, desde los inicios del movimiento sindical.10 4.4.

Divergencias y Convergencias.

Dada la diversificación de los ejes de conflictos sociales, hoy día en el país, es importante precisar ahora cuales son los espacios de divergencias de los movimientos sociales. Pensamos que estos espacios sitúan a tres niveles: el espacio de las propias clases, el espacio nacional y regional, y el espacio transnacional. Centraremos nuestra hipótesis en torno a las clases subalternas. a. El espacio de las clases: Nuestras conclusiones son que las relaciones capitalistas de producción y reproducción constituyen un punto de convergencia que involucra tanto al movimiento sindical como a los movimientos de pobladores y parte de los movimientos campesinos. A pesar del desgaste que sufre con la crisis, el movimiento sindical constituye el núcleo central de esta orientación clasista.

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En el campo una manifestación importante en este sentido son las Rondas Campesinas.

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo Existe hoy un debate en torno a la pérdida de centralidad del sindicalismo obrero industrial (Parodi, 1986; Nieto, 1986;) y su derrota como movimiento clasista. Estas tesis pecan del problema de sugerir conclusiones generales a partir de estudios específicos de la clase obrera en un momento dado. Es necesario relativizar estas conclusiones y proseguir la reflexión a partir de un análisis de un universo más representativo y un periodo histórico menos coyuntural. La organización sindical ha sido fuertemente desgarrada y en su y en su eje fabril, pero no en otros sectores industriales estratégicos como el minero, petrolero, y otros donde se consolidó la centralización. Por otra parte, un hecho fundamentalmente ha sido la incorporación de los Trabajadores Estatales que constituyen hoy día el contingente mayoritario del los sindicalizados del país. El carácter clasista del movimiento sindical empezó a desarrollarse como Orientación a partir de su ‘automatización del liderazgo aprista y la revalorización de sus propias reivindicaciones y luchas, no tanto por ser más radicales sino por ser “suyas”. Llama la atención la capacidad que tuvo el sindicalismo de afirmar su autonomía frente a los intentos de corporativización del Velasquismo. Coincidimos con Carmen Rosa Baldhi (1986), que un aspecto central de su contenido de clase fue la capacidad de cuestionar el verticalismo casi feudal que regla tradicionalmente en las empresas, desarrollando una conciencia proyectada luego a nivel política en la lucha contra la dictadura. Ahora bien, es necesario analizar las consecuencias de dos cambios importantes de este movimiento clasista en relación a los años ’70. El primero se refiere a la consecuencia de la crisis y de desestabilización del trabajo, que ha agudizado un sentimiento de inseguridad y una relativa pérdida de identidad del obrero. Rospigliosi (1987) habla de la “ambigüedad y la percepción abiertamente contradictoria de su situación: son obreros pero no quieren serlo, se identifican parcialmente con la condición obrero, pero estarán buscando permanentemente cambiarla, no están contentos con el trabajo que desempeñan pero desean tener estabilidad laboral y quedarse…”. Esta nueva situación puede llevar a un mayor pragmatismo político, combinando varios campos de acción: lo laboral, lo cultural; cada campo se relativiza aunque guarda relación con un eje clasista. En otra parte de su trabajo Rospigliosi sugiere otra hipótesis: -el joven obrero se encuentra entre las promesas del nuevo gobierno aprista y la desesperanza a la que lo lleva su situación: inestabilidad laboral, escasez de empleo, bajos salarios, altas expectativas no satisfechas, falta de mecanismos institucionales de participación y de presión sindical y política. Este cuadro negro lo hace justificar en cierta forma las acciones de violencia de Sendero Luminoso o MRTA, aún cuando no se comprometa con ella. Un elemento clave en este análisis es la imposibilidad del joven obrero de participar en el movimiento sindical por su inestabilidad laboral.

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo El divorcio entre los individuos y el movimiento social, constituye, a nuestro entender, el factor decisivo de una oposición violentista, delincuencial o política según los casos. b. El espacio nacional y regional: Ya hemos hablado de la importancia de lo nacional como elemento de centralidad política. La mayor presencia del Estado en todos los ejes de conflicto refuerza esta afirmación. El lugar principal de convergencia de los movimientos sociales lo constituye sobretodo el problema de la integración nacional a nivel regional. El estudio de los movimientos regionales, muestra en efecto, la importancia de la experiencia y el posterior desarrollo de los Frentes de Defensa Regional así como la posibilidad de articular los movimientos que lo integran con los gobiernos locales y municipales. Estos movimientos son también campos de lucha entre las clases para su dirección. Una de sus debilidades centrales es el escaso peso que en ellos tienen las clases populares campesinas. También otro aspecto es su proclividad a ser captados por el Estado, en la medida que predominen en su dirección las clases medias y la burguesía local. En este espacio regional que se manifiesta de manera más aguda los desajustes campo /ciudad, sierra /costa y andino /criollo del cual hemos hablado. En este contexto que las expectativas frustradas y la discriminación social puede desembocar en conductas que oscilan entre el mecanismo y la reacción violenta y que puede combinar estos dos ‘componentes cuando están incorporando a un proyecto político que actúa al margen de los movimientos sociales. A nivel propiamente nacional parece que la convergencia de los movimientos sociales es aún precaria, por el carácter sectorial y provincial de sus orientaciones. El problema no es tanto subordinan el proyecto nacional a una orientación clasista, sino que los movimientos sociales correspondientes a esta orientación aporten planteamientos nacionales concretos y no sólo reivindicaciones parciales. Ello implica un sostenido proceso de compenetración entre los gremios o instituciones populares, partidos y frentes intelectuales, representantes de los gobiernos locales y del Estado, etc. Reuniones como la Conferencia Nacional de Trabajadores y la Asamblea Nacional Popular, constituyen momentos propicios para esta interacción. El desorden organizado por algunos gremios sindicales sobre la problemática nacional a partir de su propio sector va también en este sentido. El espacio nacional y regional es también el lugar de desarrollo de las identidades individuales y colectivas a nivel cultural, y de la asimilación o resistencia a los modelos transnacionales fue no solamente son culturales sino implican cuestiones relacionadas al desarrollo científico – tecnológico, el control de los medios de comunicación y otras formas de intervención sobre la sociedad. La transnacionalización de las relaciones sociales en todos los planos traslada a nuestra sociedad debates que hoy día adquieren mucha centralidad en los países desarrollados. Esto es también un punto de convergencia de prácticas aisladas que tienden a convertirse en corrientes y nuevos movimientos sociales. Dos ejemplos pueden ilustrar lo dicho: la incipiente relación entre movimiento universitario, la intelectualidad progresista,

Antología Denis Sulmont Samain Parte: Sindicalismo profesionales y gremios populares, en torno al problema de la creación de alternativas científico – tecnológicas para la producción. Otro ejemplo es la difusión creciente de manifestaciones culturales juveniles latino – americanos y andinos como la salsa, chicha, rock nacional, etc. Estas manifestaciones van a contracorriente de los modelos extranjerizantes que transmiten los medios de comunicación al desarrollo de una identidad nacional abierta a la modernidad.

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