Diccionario histórico: nuevas perspectivas lingüísticas 9783865278678

El volumen pretende mostrar algunos de los aspectos lingüísticos previos a la elaboración de una obra lexicográfica desd

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Diccionario histórico: nuevas perspectivas lingüísticas
 9783865278678

Table of contents :
Índice
Prólogo
I. El Nuevo diccionario histórico de la lengua española (NDHE)
1. Estado del Nuevo diccionario histórico de la Real Academia Española
II. Cuestiones de morfología
2. La información morfológica en los diccionarios
3. Morfología genética y etimología: los cruces léxicos
III. Cuestiones de sintaxis y semántica
4. Sintaxis y semántica: el significado de los verbos
5. La relación entre formas verbales simples y analíticas en un diccionario histórico
IV. Cuestiones semánticas
La semántica en los procesos de cambio categorial: las palabras gramaticales en un diccionario histórico
Sinonimia y diccionario histórico
V. Cuestiones pragmáticas
8. Las definiciones de las partículas discursivas en el diccionario
9. La representación de los marcadores discursivos en un diccionario histórico. Propuestas metodológicas
VI . Cuestiones de etimología e Historia
10. El latín en los diccionarios históricos del español
11. Etimología de acepción en un diccionario histórico: el ejemplo de la influencia de los modelos literarios europeos
Autores
Colección Lingüística Iberoamericana Último volúmenes publicados

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María Pilar Garcés Gómez (ed.) Diccionario histórico:

nuevas perspectivas lingüísticas

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LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA

Vol. 36

directores:

Mario Barra Jover, Université Paris VIII Ignacio Bosque Muñoz, Universidad Complutense de Madrid Antonio Briz Gómez, Universitat de València Guiomar Ciapuscio, Universidad de Buenos Aires Concepción Company Company, Universidad Nacional Autónoma de México Steven Dworkin, University of Michigan Rolf Eberenz, Université de Lausanne María Teresa Fuentes Morán, Universidad de Salamanca Daniel Jacob, Universität Freiburg Johannes K abatek, Eberhard-K arls-Universität Tübingen Emma Martinell Gifre, Universitat de Barcelona José G. Moreno de Alba, Universidad Nacional Autónoma de México R alph Penny, University of London R einhold Werner, Universität Augsburg

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María Pilar Garcés Gómez (ed.)

Diccionario histórico: nuevas perspectivas lingüísticas

Iberoamericana • Vervuert • 2008

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Bibliographic information published by Die Deutsche Nationalbibliothek Die Deutsche Nationalbibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie; detailed bibliographic data are available on the Internet at . Este texto ha sido publicado con una ayuda del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad Carlos III de Madrid

Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2008 Amor de Dios, 1 — E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2008 Elisabethenstr. 3-9 — D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-412-4 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-438-0(Vervuert) Depósito Legal:

Cubierta: Marcelo Alfaro Impreso en España The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706

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Índice



Prólogo ..........................................................................................................7

I. El nuevo Diccionario Histórico de la Lengua Española (NDHE) 1. Estado del Nuevo diccionario histórico de la Real Academia Española José A. Pascual Rodríguez/Rafael García Pérez.......................................... 11 II. Cuestiones de morfología 2. La información morfológica en los diccionarios Jesús Pena.....................................................................................................19 3. Morfología genética y etimología: los cruces léxicos Mar Campos Souto ...................................................................................... 41 III. Cuestiones de sintaxis y semántica 4. Sintaxis y semántica: el significado de los verbos Santiago U. Sánchez Jiménez ......................................................................67 5. La relación entre formas verbales simples y analíticas en un diccionario histórico Blanca González-Zapatero Redondo............................................................95 IV. Cuestiones semánticas 6. La semántica en los procesos de cambio categorial: las palabras gramaticales en un diccionario histórico Rosa María Espinosa Elorza....................................................................... 115 7. Sinonimia y diccionario histórico José Ignacio Pérez Pascual......................................................................... 149

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V. Cuestiones pragmáticas 8. Las definiciones de las partículas discursivas en el diccionario José Portolés Lázaro................................................................................... 179 9. La representación de los marcadores discursivos en un diccionario histórico. Propuestas metodológicas María Pilar Garcés Gómez.........................................................................203 VI. Cuestiones de etimología e Historia 10. El latín en los diccionarios históricos del español Christian Schmitt........................................................................................237 11. Etimología de acepción en un diccionario histórico: el ejemplo de la influencia de los modelos literarios europeos Rafael García Pérez....................................................................................277

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Autores.......................................................................................................295

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Prólogo

La tarea de elaborar en estos inicios del siglo XXI un nuevo diccionario histórico, como el que la Real Academia Española acaba de poner en marcha bajo la dirección del profesor José Antonio Pascual, implica partir de una perspectiva metodológica que tenga en cuenta los avances que se han ido produciendo en los campos de la Informática y de la Lingüística. Gracias a estos avances, tenemos la posibilidad de explicar la evolución de las palabras a partir de lo que el mismo José Antonio Pascual y Rafael García han denominado la “red de relaciones” en que estas se organizan y que son fundamentales para entender los procesos de cambio. De este modo, la Informática habrá de proporcionar los medios técnicos que faciliten al máximo las tareas de investigación y presentación de los resultados, mientras que la Lingüística deberá suministrar las bases teóricas imprescindibles para entender cómo se estructura realmente el léxico de una lengua y, en consecuencia, cómo se transforma a lo largo del tiempo. El presente libro, precisamente, quiere centrarse en algunos de esos aspectos lingüísticos previos a la redacción de la obra lexicográfica propiamente dicha. Como se verá, en él se recogen trabajos de distintos especialistas pertenecientes a las diversas ramas de la Lingüística que nos muestran las relaciones entre las palabras en distintos niveles de análisis: morfológico, sintáctico, semántico, pragmático y etimológico. La selección de estos niveles no ha sido arbitraria. Todos ellos son necesarios para establecer esas bases teóricas fundamentales a las que me he referido más arriba. Así, la Morfología y, en concreto, el estudio de las relaciones genéticas nos proporciona una información relevante para entender qué rasgos comunes comparten las palabras emparentadas a lo largo de su evolución. El análisis del comportamiento sintáctico ha de permitirnos, por un lado, agrupar las palabras en clases homogéneas que ayuden a explicar cambios generales y, por otro, mostrar las posibilidades combinatorias de las unidades léxicas con la intención de determinar también su evolución en el plano sintagmático. La aproximación semántica es primordial para establecer criterios coherentes y fiables que permitan dar cuenta de las relaciones entre las unidades léxicas, diferenciar acepciones y distinguir los aspectos significativos de las variantes contextuales. El análisis pragmático puede darnos explicaciones del uso de las palabras en el contexto y guiarnos después en

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María Pilar Garcés Gómez

su interpretación. Por último, el acercamiento etimológico nos permite conocer no solo el origen de las unidades léxicas, sino también los procesos que estas siguen para incorporarse a una lengua en determinados momentos de su historia. Para finalizar, solo me queda, como coordinadora del volumen, agradecer a los autores de cada uno de los capítulos el entusiasmo con el que acogieron la idea de participar en esta tarea, la confianza que han mostrado en el proyecto y el esfuerzo realizado para culminar el trabajo y convertir este texto en realidad. María Pilar Garcés Gómez Madrid, marzo 2008

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I. El Nuevo diccionario histórico de la lengua española (NDHE)

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Estado del Nuevo diccionario histórico de la R eal Academia Española José A. Pascual Rodríguez/R afael García Pérez Universidad Carlos III de Madrid/ NDHE de la Real Academia Española

No ha pasado mucho tiempo desde que se empezó el proyecto para establecer las bases del Nuevo diccionario histórico de la lengua española de la Real Academia Española (NDHE) cuyas líneas generales tuvimos ocasión de exponer cuando todavía se estaban dando los primeros pasos (Pascual Rodríguez/García Pérez 2007). Desde entonces hemos llevado a cabo algunas tareas muy relacionadas con algunos trabajos que se han presentado en los dos simposios celebrados en la Universidad Carlos III de Madrid1 y que, en muchos aspectos, han servido de base a este libro; en ellos se percibe claramente la prioridad que hemos concedido a las bases lingüísticas en que ha de asentar el diccionario. A diferencia de lo que ocurría hasta hace bien poco, en que se fiaba la mayor parte de este trabajo a la intuición del lexicógrafo, hemos entendido bien la urgencia y la necesidad de preparar estos cimientos: para organizar y mostrar, por un lado, la evolución del significado de las palabras, pero también para entender este cambio en el marco de las relaciones que se establecen entre ellas. Ello implica la participación de especialistas de diferentes ramas, como la Sintaxis, la Morfología o la Pragmática, que han de desbrozar el terreno que los filólogos hemos de arar más adelante. No quiere decir que en este intento de sustituir los planteamientos meramente intuitivos al estudio del léxico por otros que suponen la aplicación a este terreno de las disciplinas lingüísticas no surjan dificultades; pero no faltan tampoco satisfacciones, como la que supone comprobar lo adecuado de esta manera de proceder en los trabajos que se presentan en el libro que ahora sale a la luz. Están represen1 

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26 y 27 de octubre de 2006 y 25 y 26 de octubre de 2007.

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José A. Pascual Rodríguez/Rafael García Pérez

tadas en él las ramas más importantes de la Lingüística y se mezclan en su cultivo especialistas procedentes de distintas universidades con algunos miembros del equipo de investigación del NDHE, coincidentes todos ellos en sus fines: aportar soluciones concretas a los problemas más candentes de la lexicografía histórica. A la Sintaxis se orientan sendos trabajos de dos colaboradores en el NDHE: Santiago Sánchez Jiménez y Blanca González Zapatero. El primero nos ofrece un modelo sintáctico-semántico para la separación de acepciones dentro de una de las clases gramaticales más complejas: los verbos. Blanca González Zapatero, por su parte, explica las conexiones que pueden darse entre las construcciones sintéticas y analíticas y sus repercusiones históricas. Desde una perspectiva morfológica, Jesús Pena hace un recorrido por la información relacionada con esta rama lingüística en los diccionarios y proporciona algunas pistas para mejorarla. Mar Campos Souto, que participa decididamente en las tareas del NDHE, trata con especial atención la morfología léxica para aplicarla a un diccionario histórico. En el ámbito de la Semántica, José Ignacio Pérez Pascual analiza los problemas que plantea la sinonimia en el estudio histórico del léxico. Por su parte, Rosa Espinosa estudia los procesos de cambio categorial con especial atención a las palabras gramaticales. En el apartado dedicado a la Pragmática, José Portolés se plantea el problema de las definiciones lexicográficas de algunos elementos que han recibido menor atención en los trabajos dedicados a la Metalexicografía: las partículas discursivas. También desde esta perspectiva, María Pilar Garcés ha centrando su atención en la evolución de los marcadores del discurso y en el cambio semántico y pragmático que han experimentado para poder representarlos adecuadamente en un diccionario histórico. Un apartado final, que se ha denominado «Etimología e historia», recoge dos aportaciones relacionadas con la historia de las palabras. Christian Schmitt se remonta hasta el latín para descubrir algunas novedades en el léxico español. Rafael García Pérez muestra, tomando como modelo el verbo huir, cómo los cambios léxicos, en muchas ocasiones, no pueden considerarse fenómenos aislados en una sola lengua, sino que han de relacionarse con los cambios que se han dado en otros idiomas cercanos. Esta consideración del trabajo lexicográfico que se percibe en este libro, como una aplicación de los planteamientos teóricos y metodológicos de las disciplinas lingüísticas, no da cuenta, sin embargo, de todo el esfuerzo que se ha de desarrollar para que podamos disponer en su momento de los datos léxicos sobre los que se construya el diccionario, acerca de lo que no se ha tratado aquí. Nos vamos a referir, a modo de ejemplo, solo a una muestra de lo más representativo de este esfuerzo: un corpus vinculado al diccionario, desarrollado a partir del CORDE:

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Estado del Nuevo diccionario histórico de la Real Academia Española



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el Corpus del diccionario histórico del español (CDHE). Se trata de una obra en la que se ha avanzado considerablemente en este tiempo, preparada para irse adaptando progresivamente a una normalización gráfica hecha con criterios filológicos. Consta de 52 millones de registros a los que se está dotando de marcas textuales, establecidas según el estándar internacional XML, que permiten múltiples posibilidades de recuperación de la información y de reelaboración de esta; se ha comenzado asimismo el proceso de atribución de marcas morfosintácticas a cada uno de los registros que lo componen, que permiten vincular cada forma textual, susceptible de recibir análisis, a un lema, y esto está repercutiendo muy positivamente en su lematización. El tamaño de este corpus habrá de triplicarse en un futuro no muy lejano, para dar acogida a otros textos (particularmente científico-técnicos); si bien su tamaño actual permitirá desarrollar la primera etapa del diccionario, presentando la historia de las palabras mejor documentadas, en las que, por otra parte, se ha de sustentar la estructura relacional del diccionario. No obstante, si ciertamente este «corpus básico» no puede recoger todo el vocabulario de la historia del español, esta dificultad se subsanará ampliando de momento su información con la construcción de una serie de «corpus particulares» de distintos ámbitos léxicos, tanto de España como de América2. Tratamos a la vez de allegar la bibliografía, tan amplia, referente al léxico español estudiado por los filólogos desde todos los planos; se han continuado para ello las búsquedas que Joan Coromines hizo hasta los años ’50 para su DECH, compartiendo estas tareas con la Universidad Autónoma de Barcelona y el CSIC, tras haber llevado a cabo un rastreo exhaustivo de las fuentes sobre las que se ha de preparar la bibliografía del léxico y haber desarrollado la base de datos que ha de gestionar todo el proceso de recopilación. Contamos hasta el momento con un conjunto de 35.000 registros procedentes fundamentalmente de revistas filológicas. Un poco más adelante se añadirá a esta información la que procede del llamado «fichero de papel» de la Real Academia Española, base de los dos diccionarios históricos no terminados que elaboró la institución, que contienen más de doce millones de cédulas. De momento ha sido una fuente importante para la construcción del lemario de que partimos en el trabajo, fundamental para el proceso de lematización del CDHE y revelador para nuestras tareas, al orientarnos sobre la primera documentación de las palabras recogidas en él, así como sobre la nómina bibliográfica de las obras que proporcionan las primeras documentaciones de las voces. Este lemario permitirá en su momento consultar todo el «fichero de papel» de la Real Academia Española desde un ordenador. Véase Pascual/Domínguez (en prensa). De este tipo de corpus y del tratamiento que se les ha de dar ha dado cuenta Pascual (en prensa) y Díaz de Atauri (en prensa). 2 

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José A. Pascual Rodríguez/Rafael García Pérez

Finalmente nos parece oportuno incluir en esta selección de materiales léxicos complementarios del CDHE para la construcción del NDHE el proyecto de construir el que hemos llamado «mapa de diccionarios», con el que se pretende, gracias a la utilización de las herramientas informáticas y a la digitalización que se ha hecho de las ediciones del diccionario académico de 1780, 1817, 1884, 1925, 1992, y 2001, mostrar la evolución del léxico del español moderno, a través de los datos lexicográficos, ordenando las definiciones de las sucesivas ediciones del diccionario académico y marcando las diferencias que aparecen entre ellas3. Si hemos querido dar cuenta, a través de lo explícito y lo implícito, de estas reuniones científicas que tuvieron lugar en la Universidad Carlos III, no quisiéramos dejar en el tintero que este tipo de investigación en Humanidades, no siempre suficientemente comprendida, ha sido apoyada con decisión por los poderes públicos, convirtiéndola en proyecto de Estado. Con este apoyo, la Real Academia Española lleva adelante esta idea, a la que no regatea ninguno de sus medios, estableciendo una fecunda colaboración entre filólogos y lingüistas e implicando en este trabajo a varios centros de investigación, nacionales y extranjeros; lo cual ha creado unas sinergias que se manifiestan sin más en la celebración de congresos, seminarios y simposios dedicados a tratar sobre los aspectos teóricos relacionados con la confección de un diccionario histórico4. Hay otras instancias a las que debemos mucho quienes estamos embarcados en esta tarea; aunque no hay tiempo de referirnos a todas ellas, no querríamos dejar de mostrar nuestro agradecimiento al Departamento de Humanidades: Filosofía, Lenguas, Teoría de la Literatura y Estudios clásicos, y de un modo particular a su directora, la Dra. María Pilar Garcés, por la preparación de estos encuentros científicos, su desarrollo y la publicación de sus resultados; son hechos comprobables bajo los que subyace la exquisita atención con que se trató a quienes tuvimos la oportunidad de convivir por unos días en el Campus de Getafe de la Universidad Carlos III de Madrid. Referencias bibliográficas Bomant García, E./Noguerol Conde, E. (en prensa): “El mapa de diccionarios: historia de la lexicografía académica a través de las acepciones”. DECH: Corominas, J./Pascual, J. A. (1980-1991): Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos. Véase Bomant García/Noguerol Conde (en prensa). De entre las reuniones científicas celebradas, podemos destacar, junto a las ya mencionadas de la Universidad Carlos III de Madrid, una más en la Universidad Autónoma de Barcelona, los días 5 y 6 de octubre de 2006. 3  4 

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Estado del Nuevo diccionario histórico de la Real Academia Española

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Díaz de Atauri, J. (en prensa): “La incorporación al léxico de las voces bicicleta y ciclismo (Ensayo de un corpus modular)”. Pascual Rodríguez, J. A./García Pérez, R. (2007): Límites y horizontes en un diccionario histórico. Salamanca: Diputación de Salamanca. Pascual Rodríguez, J. A./Domínguez, C. (en prensa): “Problemas en la confección de un corpus para un diccionario histórico del español”. Pascual Rodríguez, J. A. (en prensa): “Sobre el léxico deportivo. A propósito de un corpus modular para el NDHE”.

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II. Cuestiones de morfología

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La información morfológica en los diccionarios1 Jesús Pena Universidad de Santiago de Compostela

El propósito de este artículo es destacar algunos aspectos del léxico donde confluyen la morfología derivativa y la lexicografía. Está dividido en dos partes. En la primera pretendo mostrar a través de la distinción nocional ‘competencia/realización’ los diferentes objetivos de ambas disciplinas. En la segunda parte delimito aquellos objetivos, expuestos en los prólogos de los diccionarios, que tienen que ver con la morfología derivativa; compruebo si realmente se cumplen en el cuerpo del diccionario, y si son adecuados y suficientes; al tiempo, en determinados casos, hago algunas propuestas relativas a aquella información de carácter morfológico que, en mi opinión, debe figurar en un diccionario. 1. Morfología derivativa y lexicografía 1.1. La relación derivativa La razón de ser de la morfología derivativa resulta de un hecho bastante evidente: en el léxico de una lengua hay palabras que se relacionan formal y semánticamente. Un ejemplo claro de palabras así relacionadas es la denominada familia léxica de palabras, cf. (1) 1 

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blanco, blancuzco, blanquecino, blanquinegro blancura, blancor blanquear, blanqueo ~ blanqueamiento ~ blanqueadura ~ blanqueación, blanqueador blanquecer, blanquecimiento, blanquecedor emblanquecer, emblanquecimiento

Este trabajo forma parte del proyecto MEC: HUM2004–04235–C02–02/FILO.

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Jesús Pena

¿Qué es lo que hace que tales palabras se integren en un mismo grupo? Lo que tienen en común, la base de comparación, que en este caso es lo que denominamos la raíz. Ese significante común, blanc–, presente en blanco, reaparece en las demás palabras con el mismo significado. Precisamente, cuando analizamos morfológicamente una palabra, partimos del postulado siguiente: la parte común a dos o más palabras consta de un determinado significante asociado a un determinado significado. 1.2. La competencia derivativa El hablante crea nuevas palabras siguiendo unas determinadas reglas. Tales reglas las denominamos reglas de formación de palabras (RFP). Por tanto, las RFP permiten crear nuevas palabras; esa es su función básica, principal. Pero resulta que tales reglas cumplen secundariamente otra función: sirven para analizar la estructura de palabras ya existentes. Comprobemos esta aserción con el ejemplo mostrado en (2)

[[[re– [surgi–]] –miento] –s]

Cuando, en una primera fase, analizamos la palabra resurgimientos en resurgimiento– y –s es porque sabemos que la flexión es más externa que la derivación o, dicho de otro modo, que la flexión de una palabra opera después de la derivación. Cuando en una segunda fase (o nivel de constitución) deslindamos en resurgimiento resurgi–(r) y –miento–, es porque pensamos que –miento es un sufijo que crea nombres deverbales (cf. almacenar → almacenamiento, recibir → recibimiento, etc.). Por último, cuando segmentamos resurgi–(r) en re– y –surgi–(r), es porque percibimos que el prefijo re– se puede adjuntar a verbos para expresar un significado aspectual iterativo parafraseable por “volver a” más el verbo base de la prefijación: resurgir = “volver a surgir”. La relación semántica existente entre surgir y resurgir corre paralela a la que se manifiesta entre aparecer y reaparecer, nacer y renacer, leer y releer, etc. Es importante fijarse en un hecho y es el siguiente: cuando analizamos una palabra derivada –o cualquier otra unidad compleja–, partimos de una concepción estática de la lengua y tomamos esa unidad como ya dada, como producto o resultado que está ya en esa lengua. Así hemos hecho en (2). Pero hay otra manera de concebir la descripción morfológica, que se corresponde con una visión dinámica de la lengua, según la cual una palabra derivada es el resultado de la actuación de determinadas reglas morfológicas.

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La información morfológica en los diccionarios

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Podemos contrastar las dos maneras de describir a propósito de la palabra, ya ejemplificada, resurgimientos. Si, según una concepción estática, dicha palabra es analizable en sus constituyentes sucesivos tal como se muestra en (2), según una concepción dinámica, fingimos que dicha palabra resurgimientos no existe y procedemos a crearla mediante la aplicación en un determinado orden de sucesivas reglas de afijación a la forma básica, forma que es el punto de partida o arranque para la construcción de esta palabra, la base surgi–(r) (3)

surgi–(r) → re–surgi–(r) → resurgi–miento → resurgimiento–s

Retomando la noción de “competencia derivativa” del hablante de una lengua, un hispanohablante sabe que palabras como resurgimiento, blancuzco o ingratitud son palabras derivadas. Claro está que su saber es un saber práctico, operativo, no un saber técnico o teórico. Ese hablante no necesita estar especializado en morfología hispánica para saber, por ejemplo, que resurgimiento tiene relación con resurgir y resurgir con surgir. Además, ese mismo hablante es capaz de crear nuevas palabras y de saber cuáles están bien formadas y cuáles no. Veamos los ejemplos de (4) –a–r, –e–a–r, –iz–a–r, –ific–a–r, a–/en–...–ec–e–r moreno, –a → morenar “poner moreno algo o a alguien” (cf. azul → azular) amorenar (cf. feo, –a → afear) enmorenar (cf. rojo, –a → enrojar) enmorenecer (cf. bello, –a → embellecer) morenear “tirar a moreno” (cf. rojo, –a → rojear) *morenecer, *morenizar, *morenificar dúctil → ductilizar (cf. ágil → agilizar) *ductilar, *ductilear, *ductilificar socarrón, –a → socarronear (cf. fanfarrón, –a → fanfarronear) En los diccionarios consultados2 no constan los verbos ejemplificados en (4), destacados en cursiva. Así, al lado del adjetivo moreno, –a están los nombres morenez y morenura, derivados del adjetivo, pero no existe el verbo correspondiente. Sobre moreno, –a se puede crear con el significado “poner moreno algo o a alguien” el verbo morenar (cf. azul → azular) o amorenar (cf. feo, –a → afear) 2  Las siglas y abreviaturas utilizadas para hacer referencia a los diccionarios consultados figuran al final del artículo. Con algunos diccionarios se utiliza más de una edición. Cuando no figura en el texto la fecha de edición, se entiende que es la última. La fecha aparece solo cuando se utiliza una edición anterior o se contrastan dos ediciones.

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o enmorenar (cf. rojo, –a → enrojar) o enmorenecer (cf. rojo, –a → enrojecer), y también morenear con el significado aspectual inminente “tirar a moreno” (cf. rojo, –a → rojear); pero no podemos crear *morenecer, *morenizar o *morenificar. Al lado de dúctil está el nombre ductilidad, derivado del adjetivo, pero no existe el verbo. De crearlo, el hablante lo creará con el sufijo –iz–a–r, porque este sufijo verbalizador selecciona todos los adjetivos con la secuencia átona final –il (cf. ágil → agilizar, fértil → fertilizar, etc.). En fin, junto a socarrón, –a está socarronería pero no el verbo correspondiente; por analogía con otras series como bribón, –a → bribonear, bufón, –a → bufonear, fanfarrón, –a → fanfarronear, etc., el verbo posible será socarronear (Pena 1994–95). La competencia lingüística del hablante incluye una competencia léxica en el ámbito de las palabras derivadas (no en el de las palabras simples, que tiene que aprender o memorizar). Esto quiere decir que, así como la sintaxis debe definir las clases de oraciones posibles en una lengua, de igual modo las RFP deben definir las clases de palabras posibles en una lengua (Corbin 1980). En este sentido, los objetivos perseguidos en morfología derivativa y en lexicografía son muy distintos: los diccionarios son un reflejo imperfecto, en el sentido de incompleto, del vocabulario de una lengua. La cuestión que hay que plantear en la investigación morfológica no es si determinada palabra existe o no existe sino, más bien, si tal palabra es posible o no de acuerdo con las RFP de que dispone la lengua y, si es posible, con qué forma y con qué significado. 1.3. Morfología derivativa y diccionario La distinción entre ‘competencia’ y ‘realización’ –o entre ‘sistema’ y ‘norma’ en sentido coseriano– es pertinente en cualquier componente de la lengua. Tal distinción, aplicada al léxico, viene a corresponder grosso modo con la morfología derivativa y el diccionario, respectivamente. El dominio de investigación de la formación de palabras es la competencia derivativa, es decir, la capacidad (o posibilidad) de producir y comprender un número infinito de palabras a partir de un número finito de RFP. El dominio del diccionario es el saber léxico convencional, es decir, la puesta en práctica de esa competencia derivativa. Si para las RFP, la distinción pertinente es ‘palabra posible/palabra imposible’, para el diccionario es ‘palabra posible/palabra real, documentada o registrada’. Un ejemplo, el de (5) documento ornamento

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(a) documental ornamental

(b) documentario ornamentario

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La información morfológica en los diccionarios



parlamento rudimento

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parlamentario parlamental rudimentario rudimental

Sobre los nombres en –mento es posible formar tanto los adjetivos de la columna (a) como los de la columna (b); pero se realizan normalmente solo los de la columna (a), que son los que figuran en el diccionario. Lo que la competencia permite al hablante es la posibilidad de hacer una elección entre el sufijo –al y el sufijo –ari–(o) para crear el adjetivo sobre el nombre en –mento. Lo que la norma exige y el diccionario, consiguientemente, registra es tal elección particular de entre las formaciones posibles. Se trata en este caso de una elección convencional entre dos sufijos que tienen la misma función, el mismo significado y la misma distribución. El dominio de investigación de la formación de palabras, como sistema de posibilidades, tiene un carácter abierto respecto del número de palabras posibles. El español, como las demás lenguas de nuestro entorno, no utiliza las raíces léxicas desnudas sino que las codifica categorizándolas en las llamadas clases de palabras. Ciñéndonos a las tres clases léxicas de palabras (nombre, adjetivo y verbo), toda raíz puede ser categorizada bajo tales clases. Así, si una raíz es originariamente adjetiva, se categoriza primariamente como adjetivo y secundariamente como verbo y nombre (blanco, –a → blanquear y blancura); si originariamente es nominal, se categoriza primariamente como nombre y secundariamente como adjetivo y verbo (centro → central y centrar); si originariamente es verbal, se categoriza primariamente como verbo y secundariamente como nombre y adjetivo (crear → creación y creable, creador, –a o creativo, –a). Es precisamente en la categorización secundaria donde interviene la morfología derivativa. Hay que subrayar, a este respecto, que las RFP constituyen la primera gramática del léxico ya que son las que categorizan de manera inmediata el significado léxico de una lengua, es decir, imponen el primer ‘cómo’ o ‘modo de significar’ al significado léxico de la raíz (Coseriu 1978). Desde esta óptica morfológica, se entiende que en tipología las denominadas categorías primarias aparezcan caracterizadas como formas lingüísticas cortas (mono– o bisilábicas) y simples estructuralmente, y que se afirme repetidamente que es la morfología derivativa la que cambia la categoría sintáctica o la categorización conceptual de las categorías primarias (cf. blanco, –a, centro y crear en los ejemplos que acabamos de mostrar). Las RFP no agotan su papel en esta primera fase o ciclo de derivación. Cualquiera de las tres categorías léxicas categorizadas en la primera fase puede ser recategorizada o subcategorizada en sucesivas fases. Por poner solo algún ejemplo, en torno a centro → central, centrar se desarrollan series como las de

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centro → céntrico, –a, → excéntrico, –a → excentricidad centro → epicentro, hipocentro centro → central → centralidad, centralismo, centralista centro → central → centralizar → centralización, centralizador, –a centro → central → centralizar → descentralizar → descentralización, descentralizador, -a centro → centrar → concentrar → concentración centro → centrar → concentrar → reconcentrar → reconcentración ~ reconcentramiento.

Frente al caudal no finito de palabras posibles en una lengua según las RFP, está el diccionario que, como código de la norma (o, mejor dicho, como código de las palabras reales en el sentido de documentadas), es necesariamente finito, por muy numeroso que sea y por muchas que sean las dificultades para registrar la totalidad. Sirva como contraste uno de los ejemplos de palabras posibles mostradas en (4): sobre la base moreno, –a, categorizada como adjetivo, se puede crear el verbo y el nombre correspondientes. El diccionario constata la existencia del nombre morenura (con su doblete morenez), pero no la del verbo o los verbos posibles. Entramos en una de las propiedades particulares del componente léxico de una lengua (frente al componente gramatical): las lagunas del léxico, en este caso, las lagunas en las series de derivación. En efecto, las RFP aparecen normalmente caracterizadas por la propiedad de ser opcionales (frente a, por ejemplo, las reglas flexivas y las reglas sintácticas). Ahora bien, por lo que afecta a las lagunas en las series de derivación, conviene distinguir, tal como hace Corbin (1976: 95), entre ‘lagunas sistemáticas’ y ‘lagunas accidentales’. Las primeras son lagunas predecibles pues corresponden a RFP improductivas. Por ejemplo, no se puede derivar sobre moreno,–a un verbo como morenecer porque la sufijación verbal con –ec–e–(r) es hoy improductiva. El segundo tipo de lagunas, las accidentales, hace referencia a palabras no documentadas pero posibles, pues son el resultado de RFP productivas. Son estas, por tanto, lagunas rellenables sistemáticamente. ¿Qué hace el lexicógrafo con este tipo de lagunas? Veamos los ejemplos de (7)

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–iz–a–(r) impermeabilizar sociabilizar culpabilizar responsabilizar

–ción

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rentabilizar contabilizar potabilizar (des)estabilizar visibilizar (in)sensibilizar compatibilizar flexibilizar

Según el DRAE, solo existen estos catorce verbos derivados en –iz–a–(r) sobre adjetivos deverbales en –ble. Es llamativo este hecho, primero, por la existencia de un gran número de adjetivos deverbales en –ble, sufijo muy productivo y sometido a muy pocas restricciones, y, segundo, porque, en cuanto al sistema, el único sufijo verbalizador de adjetivos en –ble es –iz–a–(r). He puesto al lado de esos catorce verbos el sufijo –ción, el único que nominaliza los verbos en –iz–a(r), y he dejado en blanco los resultados reales para que el lector adivine, de acuerdo con su conocimiento real de la norma del español, cuáles figuran en los diccionarios y cuáles no y, de paso, contraste con sorpresa los resultados3. Por otro lado, estos nombres en –ción aparecen definidos en el DRAE siempre como “acción y efecto de V”: estabilización “acción y efecto de estabilizar”, rentabilización “acción y efecto de rentabilizar”4. Se trata, como se puede observar, de palabras con forma y significado predecibles de acuerdo con las RFP correspondientes; en definitiva, de formaciones totalmente regulares tanto formal como semánticamente. Sobran estas entradas. No nos dicen nada que no sepamos como hablantes del español. El usuario va a buscar al diccionario lo que desconoce, no lo que ya sabe por ser regular; predecible, por tanto. 2. Los objetivos de los diccionarios en cuanto a la información de carácter gramatical Como anuncié al principio del artículo, en la segunda parte voy a delimitar aquellos objetivos, expuestos en los prólogos de los diccionarios, que tienen que ver con la morfología derivativa. Comprobaré si realmente se cumplen en el cuerpo del diccionario, si son adecuados y suficientes y, al tiempo, haré algunas propuestas 3  Basta con consultar dos o más diccionarios para ver las discrepancias a la hora de registrar palabras derivadas de este tipo. 4  El CLAVE y el SALAMANCA suponen un notable avance en la definición de las palabras derivadas. Contrástense, por ejemplo, las definiciones de los nombres en -ción que ofrecen estos diccionarios con las que figuran en los restantes.

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relativas a aquella información de carácter morfológico que, en mi opinión, debe figurar en un diccionario. Concretamente, me centraré en los siguientes aspectos: la información sintáctica en las palabras derivadas (2.1), la información categorial y morfológica en las palabras derivadas (2.2), y la formación de palabras cultas, en particular, la alternancia radical ‘forma popular/forma culta’ en las series de derivación (2.3). Veamos cuáles son los objetivos que se proponen en los preámbulos de los diccionarios y cómo se llevan a cabo a la hora de confeccionarlos. Ciñéndonos a los diccionarios generales, podemos detectar ciertas finalidades: 1) Reflejar de la manera más fiel y completa el estado actual del léxico incorporando nuevas voces y significados, sin que ello implique aumentar demasiado el volumen de la obra. En esta incorporación de neologismos, se apuesta cada vez más por incluir aquel léxico técnico y científico que, de algún modo, rebasa los límites de la especialidad y se integra en el léxico general, al menos de las personas cultas. Esta decisión clara por incorporar términos, presente en el DRAE, es patente también en el DALE, DEA y en los diccionarios didácticos DAL, CLAVE y SALAMANCA. 2) Plasmar la información suficiente y de manera adecuada, tanto desde el punto de vista gramatical como desde el estrictamente léxico. En el aspecto gramatical, cada vez son más precisos los datos referidos al tipo de unidad que figura como lema o cabecera del artículo. 3) Se considera útil dar la etimología de la palabra que figura como entrada pues, según parece, sirve de hilo conductor o común denominador para aquellas palabras que, por la imposición de la ordenación alfabética, se encuentran dispersas en el diccionario5. Obsérvese, no obstante, que en dos diccionarios de publicación reciente, SALAMANCA y DEA, no hay información etimológica. 4) Para economizar en el número de entradas en lo que concierne a las palabras afijadas y compuestas, se incluye una relación de prefijos, sufijos y elementos compositivos, normalmente como entradas en el cuerpo del diccionario, a veces en apéndices. 5) En ocasiones, sin renunciar al orden alfabético de las entradas, se intenta reunir las palabras por familias mediante distintos procedimientos. Un ejemplo evidente es el DCECH. La finalidad está clara y justificada en un diccionario de estas En el DRAE se afirma que “el paréntesis etimológico no aparece en artículos donde no es útil, generalmente porque la primera acepción nos da la información necesaria para deducir el origen de la voz: cambiador, ra. adj. Que cambia [...], recordatorio, ria. adj. Que sirve para recordar […]” (DRAE 2001: XXXIX). La simplificación llevada a cabo es más que dudosa y asistemática. Véanse, como botón de muestra, los artículos correspondientes a los lemas aprobante, aprobación, aprobador, ra, aprobativo, va y aprobatorio, ria. 5 

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características. Esta agrupación de las palabras por familias se ha efectuado también en algunos diccionarios no etimológicos, por ejemplo, en el DUE (1966–67). Entre los diccionarios didácticos, el DAL persigue también esta agrupación por familias de palabras, pero de manera muy parcial. No merece la pena detenerse en los resultados de la organización de la macroestructura del DUE (1966–67), tan modélico en otros aspectos: intentar casar la ordenación alfabética con la organización por familias ha dado como resultado lo contrario de lo perseguido. No podía ser de otro modo6. Algo similar se puede decir de los resultados obtenidos en el DAL. Para comprobarlo, no hace falta más que observar cómo se distribuye en ambos diccionarios la familia de palabras correspondiente a la palabra simple romper: el DUE la reparte en cuatro entradas lematizadas como romper (p. 1056), roto, -a (p. 1063), rupc- y rupt- (p. 1071); el DAL, en tres: romper (p. 852), roto, -a (p. 854), y ruptura (p. 857). Aparte de las incoherencias y de los falsos análisis, las familias se presentan tan fragmentadas, que realmente resultan de nula utilidad. La ordenación de las palabras de la familia correspondiente a romper es una muestra clara de lo que puede llegar a ser una ‘familia rota’ pues, no sólo se rompe la unidad familiar, sino también el paradigma flexivo del verbo irregular romper: ¿dónde está el participio irregular del verbo roto, –a? De esta última parte de la crítica, la correspondiente al paradigma de verbos irregulares, no se libra ningún diccionario del español. Resulta paradójico comprobar que, mientras para los nombres y adjetivos se nos brinda en la entrada el lema con la variación de género (con información a continuación de la flexión de número cuando resulta pertinente), al llegar al verbo (con paradigma flexivo mucho más complejo), se nos deja con el infinitivo desnudo de información en cuanto a sus irregularidades flexivas. Es verdad que con frecuencia, no siempre, aparece la información sobre el participio irregular al final del artículo correspondiente al infinitivo, concretamente después de la última acepción7. Esta deficiencia intenta subsanarse con un apéndice En la segunda edición del DUE (1998) las entradas ya están ordenadas alfabéticamente. 7  En el DRAE (2001) aparece después de la última acepción. Igualmente sucede en el DALE. En el CLAVE figura al final del artículo, después de la etimología; igualmente sucede en el DUE 1998. Por el contrario, en el DEA figura al comienzo del artículo: antes de la primera acepción se remite al modelo de conjugación: romper I v (conjugación 26). No aparece en: DRAE (1992), DAL, SALAMANCA, DUE (1966–67). Lo normal es que se le dé entrada autónoma en el correspondiente lugar alfabético y, aun así, no siempre aparece en primer lugar la información de que se trata del participio correspondiente al verbo lematizado bajo la forma de infinitivo. Hay casos extremos donde tal información (= participio de tal verbo) puede aparecer en el cuerpo del artículo como sexta acepción, por ejemplo. 6 

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donde figuran los modelos de conjugación verbal; pero esto no justifica la ausencia de dicha información en la entrada del artículo lexicográfico correspondiente al infinitivo. Esta situación está reñida con toda la tradición lexicográfica de las lenguas de nuestro entorno cultural: en cualquier diccionario de griego, latín, inglés, francés, etc. se nos brinda la información acerca del pretérito y participio perfecto irregulares, bien ya como parte de la entrada (caso del griego o latín), bien como primera información en el cuerpo del artículo. (8)

latín di:co:, di:xi:, di:ctum rumpo:, ru:pi:, ruptum

inglés sell (pret. y pp. sold) take (pret. took, pp. taken)

¿Sería mucho pedir que se hiciese lo mismo en los diccionarios del español para la flexión de los verbos irregulares como en (9)? (9)

decir, dije, dicho,–a romper, rompí, roto, –a

decir (pret. dije, pp. dicho,–a) romper (pret. rompí, pp. roto,–a)

Pasemos a comprobar, a través de algunos ejemplos, cómo se cumplen algunos de los objetivos indicados. Tomaremos como punto de referencia inicial el DRAE. 2.1. La información sintáctica en las palabras derivadas En lo que concierne a la información gramatical, conviene destacar que cada vez se insiste más en la necesidad de estudiar las relaciones entre el léxico y la gramática, en la exigencia de dar información gramatical más precisa acerca de los rasgos categoriales de la palabra y de sus posibilidades combinatorias, pues resultan pertinentes tanto para las reglas gramaticales (flexivas o sintácticas) como para las RFP. Efectivamente, en los artículos del diccionario no encontramos únicamente definiciones, sino que se nos ofrece, además de la información concerniente a la etimología, pronunciación y ortografía, alguna información gramatical (morfológica y sintáctica). Así, en el DRAE, para los verbos de (10) a. caer, morir b. abuchear, beber, preparar, decir, desear

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se indica que los de (10a) son intransitivos y los de (10b) transitivos. Estas anotaciones gramaticales son relevantes para las reglas sintácticas: sólo los verbos transitivos se pueden construir con complemento directo; también resultan pertinentes para las RFP: todo verbo transitivo puede servir de base de derivación a un adjetivo en –ble con el significado “posibilidad pasiva”. Esta información no nos la puede ofrecer una gramática. Como muy bien dice Bosque (1989), la gramática nos indicará cómo se comporta una determinada palabra si sabemos, por ejemplo, que es un nombre concreto o abstracto, numerable o no numerable, un verbo transitivo, intransitivo, etc., pero no nos ofrece listas completas de nombres concretos, de verbos intransitivos, etc. Cada palabra tiene una cierta capacidad para relacionarse sintagmáticamente y entrar en unas combinaciones y no en otras. Esta información debe figurar en alguna parte de la descripción de la lengua en cuestión. Y hay que decir, a este respecto, que la información que nos brinda en este caso el DRAE es útil, pero insuficiente. Retomemos los ejemplos de (10). Para los verbos que ahí figuran, no basta la distinción entre verbo transitivo e intransitivo. Así, en caso de que un verbo sea transitivo, necesitamos saber además, entre otras cosas: a)  Si el verbo tiene complemento directo animado (abuchear a alguien), inanimado (beber algo) o ambos (preparar algo/a alguien ∼ preparar algo a alguien). b)  Si los complementos son nominales (abuchear, beber y preparar), oracionales, o de ambos tipos (decir y desear: dice tonterías ~ que está contenta, deseaba su felicidad ~ que todo fuese mentira). c)  En caso de que los complementos sean oracionales y el verbo esté en forma personal, si se construye con indicativo o con subjuntivo: Decía que vendrías pronto/deseaba que vinieses pronto. Hay que reconocer que en algunos diccionarios del español se observa un notable avance en el sentido de dar información gramatical más completa. Cada vez son más precisos los datos referidos al tipo de unidad que figura como lema: se da información sobre su construcción sintáctica, así como sobre sus rasgos de subcategorización y sus rasgos selectivos; además, se ilustra cada definición con ejemplos. En este sentido, sigue siendo de referencia obligada el DUE y se observa una importante progresión en el DEA, así como en los diccionarios didácticos CLAVE y SALAMANCA. He hecho estas breves consideraciones sobre las posibilidades combinatorias de la palabra en el marco de unidades superiores para poder referirme a un dominio de investigación donde la morfología derivativa, la sintaxis y la lexicografía se complementan. Es el que atañe a la comparación de la sintaxis de las palabras simples con la sintaxis de las palabras derivadas. Las RFP permiten crear nuevas palabras y categorizarlas en determinadas clases y subclases. Así, como se ve en

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aspirar a un cargo/aspiración a un cargo/aspirante a un cargo carecer de/carente de/carencia de aludir a/alusivo a/alusión a coincidir con/coincidente con/coincidencia con propender a/propensión a/propenso a

sobre el verbo aspirar se crean los nombres aspiración y aspirante. Pero el cometido de las RFP no acaba ahí. De lo que se trata ahora es de contrastar las construcciones sintácticas de la palabra base con las de las palabras derivadas para estudiar los efectos de los procesos morfológicos de derivación sobre las propiedades combinatorias o sintácticas de la palabra derivada. Así, el verbo aspirar (en la acepción “pretender o desear algo”) rige un complemento preposicional con a (aspirar a un cargo) y este complemento lo mantienen (‘heredan’) las palabras derivadas respectivas (aspiración a un cargo, aspirante a un cargo). Otro tanto sucede en los demás casos ejemplificados en (11). Volviendo al ejemplo de aspirar, dentro del complemento preposicional de este verbo pueden alternar como términos de la preposición a tanto un sintagma nominal como una oración: aspirar a un cargo/a tener un cargo ~ a que tengan un cargo. Es preciso comprobar, entonces, si tal alternancia la permiten las palabras derivadas aspiración y aspirante. En (12), figura una muestra de cómo los diccionarios reflejan este hecho. Frente a la ausencia casi total de información en el DRAE, en los demás hay una información bastante completa, pero desigual, pues no hay conocimiento consciente del fenómeno descrito. (12) DRAE aspirar. 3. tr. Pretender o desear algún empleo, dignidad u otra cosa. Aspira a una vida mejor. aspiración. 2. f. Acción y efecto de pretender o desear algún empleo, dignidad u otra cosa. aspirante. 3. com. Persona que pretende un empleo, distinción, título, etc. DUE aspirar 5 («a») Desear cierta situación o cierto bien y poner los medios para conseguirlos: Aspirar a una plaza del Estado [a la perfección, al premio]. aspiración 2 Deseo o anhelo de conseguir cierta situación o la realización de algo. Cosa a que se aspira: Ésa es su última aspiración. Tendencia

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espiritual hacia algo: Aspiración al bien. aspirante 2 adj. y n. Se aplica a la persona que aspira a cierta cosa; por ejemplo, a un empleo o a un premio.

DEA aspirar2 intr. Tener deseo y esperanza de conseguir [algo (compl a)]: Yo aspiraba a ser autor dramático; el hombre aspira a la total perfección. aspiración2 f 1 Acción de aspirar2: La aspiración universal de todos los pueblos a intervenir en la vida internacional. aspirante2 adj Que aspira2 [a algo]. Frec sin compl, por consabido. Tb n, referido a pers.: Nunca faltaron aspirantes a figurar en la panda. CLAVE aspirar v. 4 Pretender conseguir o alcanzar: Aspira a ser un buen médico. aspiración s.f. 2 Pretensión o deseo de conseguir o de alcanzar algo: Este trabajo colma todas mis aspiraciones profesionales. aspirante ad./s. Que aspira a conseguir un empleo, distinción o título: En esa guerra de sucesión había tres aspirantes al trono. SALAMANCA aspirar v. intr. 4 Sentir deseo de [una cosa]: Aspira a mayor categoría/a hacerlo/a ganar el concurso de poesía. aspiración s. f. 4 Deseo de una cosa: Su única aspiración era ser médico. aspirante adj./s. m. y f. 2 [Persona] que intenta obtener un empleo, cargo o título: Aspirante al título de los pesos medios/a la plaza/a presidente. Hay aquí todo un campo de investigación consistente en contrastar la estructura argumental y sintáctica de la palabra base con la de las palabras derivadas correspondientes y describir con qué grado de regularidad las palabras derivadas heredan las propiedades combinatorias de la palabra base de derivación en cuanto a la estructura argumental, tipos de complementos, y naturaleza categorial y semántica (rasgos selectivos) de las unidades que aparecen como complementos. 2.2. La información categorial y morfológica en las palabras derivadas En la morfología derivativa se utiliza de manera constante el criterio categorial como pauta para delimitar los distintos subsistemas de derivación; más concreta-

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mente, se maneja la relación categorial existente entre la palabra base y la palabra derivada. Y así se delimitan subsistemas como nombres deverbales (animar → animación), adjetivos denominales (maña → mañoso, –a), adjetivos deverbales ( justificar → justificable), etc. También en el diccionario todo artículo lexicográfico asigna la palabra lematizada a una categoría gramatical (nombre, adjetivo, verbo, etc.). Ahora bien, en el diccionario no siempre se recurre a entradas distintas cuando dos formas de palabras iguales y con un núcleo semántico común tienen diferente categoría gramatical. Ciñéndonos a las clases léxicas de palabras, hay coincidencia en establecer entradas distintas cuando se trata de la categoría verbo, bien sea frente al nombre (tejar verbo frente a tejar nombre), bien frente al adjetivo (conciliar verbo frente a conciliar adjetivo). Por el contrario, cuando se trata de las categorías nombre y adjetivo (sabio: eres sabio/eres un sabio), o adjetivo y adverbio (genial: un pintor genial/aquí cocinan genial), o adjetivo, nombre y adverbio (claro: un día muy claro/descansaron en un claro del bosque/hablar claro), la tendencia general es a reunirlas en un mismo artículo8. Veamos una muestra relativamente sencilla de agrupación categorial: el artículo dulcero, –a, tomado del DRAE. dulcero, ra. 1. adj. coloq. Aficionado al dulce. 2. m. y f. confitero. 3. f. Recipiente, ordinariamente de cristal, en que se guarda y sirve el dulce de almíbar.

Bajo el vocablo que sirve de entrada se agrupan las categorías adjetivo y nombre. A su vez, bajo la categoría nombre, se reúnen dos categorías de significado distinguidas en la morfología derivativa: “nombre de persona que ejerce por oficio una actividad” y “nombre de objeto continente (recipiente) de lo designado por el nombre base”. Hasta aquí nada de particular. Es una manera práctica y económica de concentrar significados relacionados entre sí por obra y gracia de compartir la misma palabra base de derivación, el nombre dulce, pero que morfológicamente remiten a tres RFP diferentes: la formación de adjetivos calificativos de disposición o actitudinales (Rainer 1999), la formación de nombres de oficio y la formación de nombres de objeto recipiente. La situación, sin embargo, se complica cuando la palabra base de derivación puede ser nominal o verbal. Tomaré una pequeña muestra del tratamiento que reciben las palabras derivadas con la secuencia final –do, –a, que distribuiré en dos clases: (13a) adjetivos denominales en –ado, –a y nombres deverbales en –do, y (13b) nombres deverbales en –do y nombres denominales en –ado. De los diccionarios aquí utilizados, hay uno que figura como excepción: es el diccionario CLAVE, que agrupa sistemáticamente todas las palabras homónimas en un mismo artículo. 8 

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(13a) acerar1.1. tr. Dar al hierro las propiedades del acero […] (DRAE). acerado, da. (Del part. de acerar1).1. adj. De acero. 2. adj. Parecido a él. 3. adj. Fuerte o de mucha resistencia […]. 5 . m. aceración (DRAE). aceración.1. f. Acción y efecto de acerar (el hierro) (DRAE). acerado, –a 1 Participio de «acerar». 2 adj. Aplicado particularmente a las armas blancas o a sus hojas, de acero. 3 Con algo de acero. 4 Del aspecto o las cualidades del acero […]. 6 m. Acción y efecto de acerar el hierro (DUE). acerado1 –da adj 1 part → acerar1. 2 De acero o reforzado con acero […] (DEA). acerado, da adj. 1 De acero o con sus características […] (CLAVE). acerado, da adj. 1 De acero o parecido a él: metal acerado […] (SALAMANCA). azufrar.1. tr. Echar azufre. 2. tr. Dar o impregnar de azufre. 3. tr. Sahumar con él (DRAE ). azufrado, da. (Del part. de azufrar). 1. adj. sulfuroso. 2. adj. Parecido en el color al azufre. 3. m. Acción y efecto de azufrar, especialmente las vides (DRAE). azufrado m. Operación de azufrar (DUE). azufrado1 –da adj 1 part → azufrar. 2 Que contiene azufre. 3 De color amarillo semejante al del azufre (DEA). azufrado2 m Acción de azufrar (DEA). (13b) alcantarillar. 1. tr. Hacer o poner alcantarillas (DRAE). alcantarillado. (Del part. de alcantarillar). 1. m. Conjunto de alcantarillas. 2. m. Obra hecha en forma de alcantarilla. 3. m. Acción y efecto de alcantarillar (DRAE). alcantarillado, –a 1. Participio adjetivo de “alcantarillar”. 2 m. Sistema de alcantarillas de una ciudad (DUE). alcantarillado m 1 Conjunto de alcantarillas. 2 Acción de alcantarillar (DEA). alcantarillado s. m. 1 Conjunto de alcantarillas: El alcantarillado de esta ciudad resulta insuficiente en la época de lluvias […] (CLAVE). alcantarillado s. m. Conjunto de alcantarillas de una población […] (SALAMANCA). alfombrar 1. tr. Cubrir el suelo de alfombras (DRAE). alfombrado. (Del part. de alfombrar). 1. m. Conjunto de alfombras (DRAE).

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alfombrado, –a 1 Participio adjetivo de «alfombrar»: cubierto con alfombra o alfombras. 2 m. Acción de alfombrar (DUE). alfombrado1, –da adj 1 part → alfombrar (DEA). alfombrado2 m Acción de alfombrar (DEA). alfombrado, da s. m. Conjunto de alfombras: Todo el alfombrado de la casa es persa (CLAVE). alfombrado, da adj. 1 Que está cubierto con alfombras: un pasillo alfombrado. s.m. 2 Acción y resultado de alfombrar: el alfombrado de grandes superficies. 3 Conjunto de alfombras de un lugar: Sólo el alfombrado de los salones costó un millón (SALAMANCA).

La situación presentada en (13) es ilustrativa de la amalgama en un mismo artículo lexicográfico de relaciones categoriales múltiples entre la palabra base y la derivada –a veces de naturaleza muy distinta– y revela también la falta de uniformidad en su tratamiento por parte de los lexicógrafos. Así, en (13a), vemos que el DRAE remite el lema acerado, –a al participio del verbo acerar pero, como podemos comprobar en las dos primeras acepciones, no se trata de un adjetivo participial, sino de un adjetivo denominal: la palabra base de derivación no es el verbo acerar, sino el nombre acero. Los significados “posesivo” (cf. labio → labiado, –a, oxígeno → oxigenado, –a) y de “semejanza” (cf. rosa → rosado, –a, espiga → espigado, –a) son propios de los adjetivos denominales. La quinta acepción del DRAE responde a otra relación categorial: se trata del nombre deverbal acerado, sinónimo de aceración, definido como “acción y efecto de acerar”. El DUE y el DEA, aunque separan la información concerniente al participio como primera acepción, incurren en la misma incoherencia que el DRAE. Esta contradicción desaparece en el CLAVE y en el SALAMANCA donde, por otra parte, al igual que en el DEA, no se recoge la categorización como nombre deverbal. En azufrado, –a se puede ver otra vez la misma incoherencia que en acerado, –a por parte del DRAE y del DEA. Hay una diferencia, en cambio: el DEA es el único que separa sistemáticamente en una entrada aparte la categoría ‘nombre deverbal’ y deja para otra entrada el resto de las categorías y subcategorías. En (13b) se puede comprobar hasta qué punto la información de los diccionarios es desigual tanto cuantitativa como cualitativamente. En lo que atañe a la información morfológica, me interesa destacar cómo el DRAE, en alcantarillado, o el SALAMANCA, en alfombrado, –da, siguen agrupando bajo un único artículo distintas categorías y subcategorías, concretamente dos tipos de nombres derivados: los nombres denominales con significado colectivo (cf. alumno, –a → alumnado, tecla → teclado) y los nombres de acción deverbales (cf. lacar → lacado, lavar → lavado). Obsérvese además cómo el DRAE sigue cometiendo la misma incoherencia vista en (13a): la de remitir alcantarillado al participio de

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alcantarillar y, a renglón seguido, como primera acepción, hacer referencia al nombre denominal colectivo. En los demás diccionarios la información es bastante incompleta y dispar9. En resumen, por lo visto sólo en los ejemplos de (13a) y (13b), pueden aparecer agrupadas en un único artículo lexicográfico las siguientes clases y subclases de adjetivos y nombres: tres subclases de adjetivos y dos subclases de nombres. En esquema V → A N → A N → A V → N N → N

adjetivo participial adjetivo denominal posesivo “que posee, tiene, lleva N” adjetivo denominal de semejanza “que se parece a N” nombre deverbal “acción de V” nombre denominal colectivo “conjunto de N”.

2.3. La formación de palabras cultas: la alternancia radical ‘forma popular /forma culta’ en las series de derivación. Propuesta Como sabemos, uno de los recursos más frecuentes en la creación de términos, dentro del léxico de especialidad, es acudir al fondo grecolatino. No es un recurso específico de la terminología. Está en el léxico común de las lenguas románicas y, en general, de las lenguas indoeuropeas: tales lenguas incorporan del latín o del griego no solo palabras como formaciones cultas, sino también formantes a modo de raíces o afijos así como, en bastantes casos, las pautas o reglas de formación en la creación de palabras cultas. En el capítulo dedicado a las formaciones cultas, no podemos dejar de comentar algo muy recurrente en la morfología derivativa de las lenguas románicas. Es la alternancia intermitente en una misma serie de derivación entre formaciones populares y formaciones cultas10. Consideremos los ejemplos de (14) N → A N → V cuerpo corporal polvo pulverizar lado lateral regla regular

V → N, A (formaciones deverbales) leer legible/lector, –a, lectura concebir concebible/concepción

9  La agrupación que hace el DEA bajo el lema en alcantarillado es un lapsus. Véase la nota anterior. 10  Donde con más frecuencia ocurre esta alternancia es en la serie ‘nombre → adjetivo denominal’: ingle inguinal, ombligo umbilical, padre paterno ∼ paternal, raíz radical, sueño insomne, tiempo temporal, vejiga vesical, etc.

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leche lácteo, –a

daño damnificar

romper rompible/ruptura

Dentro de una serie de formación de palabras, hay series parciales homogéneas de formaciones populares (15)

volver, envolver, desenvolver, desenvolvimiento mejor, mejorar, desmejorar, desmejoramiento tornillo, atornillar, desatornillar, desatornillador brillar, brillante, abrillantar, abrillantador

o de formaciones cultas (16)

acto, actual, actualizar, actualización perpetuo, perpetuar, perpetuación quieto, inquieto, inquietar, inquietante drama, dramatizar, desdramatizar, desdramatización.

Pero predominan las series heterogéneas (17)

leche, lechal, lechoso, –a, lechero, –a, lechería/lácteo, –a, láctico, –a, lactar, lactante, lactancia, lactación lado, ladear, ladeamiento, ladeo, ladero, –a/lateral, lateralidad, lateralizar cuerpo, corpachón/corporal, corpóreo, –a, corporificar, corporizar.

Ante series heterogéneas como las de (14) y (17), el morfólogo se encuentra con enormes dificultades porque en tales series no es posible predecir cuál de los dos temas, el culto o el popular, servirá de base de derivación para formar una nueva palabra. ¿Cómo tratar estas series heterogéneas de derivación de manera adecuada y operativa desde un punto de vista sincrónico? Hay que tener en cuenta el carácter heterogéneo del léxico y distinguir dos pautas o tipos de reglas en la formación de palabras: la formación de palabras sobre base popular y la formación de palabras sobre base culta. Las dos pautas de formación deben estudiarse separadamente, al margen de que las formaciones existentes en una determinada serie léxica sean el resultado de estas dos pautas de formación diferentes.

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Una consecuencia metodológica pertinente, para poder operar con estas series heterogéneas de derivación, es reproducir de manera sistemática la base de derivación inicial en su forma culta e introducirla en el léxico como ‘raíz’ o ‘tema de palabra inexistente’, esto es, raíz o tema que no existe como base de palabra simple. Así, para una serie como la primera que figura en (17), hay que reproducir lech–e para lechal, lechero, –a, lechería, lechoso, –a, etc. y lact–e para lactar, lácteo, –a, láctico, –a, etc. En el estudio de las RFP, la inclusión de la variante radical culta como tema de palabra inexistente es inevitable en cuanto que sirve de base de derivación de palabras cultas existentes, y de otras posibles pero aún inexistentes. Creo que la inclusión de la forma culta como tema de palabra inexistente, pero que sirve de base de derivación de formaciones cultas existentes o posibles, debería tenerse en cuenta a la hora de confeccionar un diccionario para mostrar la relación existente entre las palabras de estas series heterogéneas. Si el usuario desconoce, por ejemplo, el adjetivo corporal, correspondiente al sustantivo cuerpo, no podrá localizarlo. Haré una propuesta en la que opto por un sistema único de ordenación de las entradas, la ordenación alfabética, y por eliminar la información etimológica. Propongo colocar en ese paréntesis reservado a la etimología algo así como lo que figura en (18) leche. (lech–/lact–). Esto es, agrupar en el artículo correspondiente a la palabra simple (la cabeza de la familia) estas dos variantes formales (popular y culta) separadas por la barra oblicua. Esta información se puede complementar con un ejemplar o dos de palabras para cada variante, tal como se plasma en (19) leche. (lech–/lact–: lácteo, –a, lactar). Compárese también (20) lado. (lad–: ladear/later–: lateral) cuerpo. (cuerp– ∼ corp– : corpazo/corpor–: corporal, corporificar)11. Las palabras ejemplificadas no están puestas al azar. Como se puede ver, en (19) y (20) están incluidas las tres clases léxicas de palabras (nombre, adjetivo y verbo): leche lácteo, –a lactar; lado ladear lateral; cuerpo corporal corporificar. En mi La virgulilla (~) relaciona, dentro de la variante popular, las dos subvariantes: con y sin diptongo. 11 

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modesta opinión, se brinda así gran cantidad de información con una economía de procedimientos y de espacio. En (19) y (20) he ejemplificado la variante culta solo en palabras afijadas, pero puede aparecer también como co–constituyente de palabras compuestas y presentar otras subvariantes (21)

latero–: laterotorsión, lateri–: laterifloro, –a/–látero,–a: equi–, multi– látero, –a lacto–: lactoproteína, lacti–: lactífero, –a.

Hay que completar, pues, las propuestas de (19) y (20) a propósito de lado y leche, y proponer algo así como lo que figura en (22)

lado. (lad–: ladear/later–: lateral, latero–: laterotorsión, lateri–: laterifloro, –a/–látero,–a: equi–, multi–látero, –a) leche. (lech–/lact–: lácteo, –a, lactar, lacto–: lactoproteína, lacti–: lactífero, –a).

Lo mismo hay que hacer con muchas otras entradas como (23)

árbol. (arbor–: arbóreo, –a arborizar , arbori–: arboriforme, –cida) dedo. (digit–: digital, digito–: digitopuntura, digiti–: digitiforme) lengua. (lingu–: lingual, lingüi–: lingüiforme/–lingüe: bilingüe) raíz. (radic–: radicar, radical, radici–: radiciforme).

3. Conclusión A lo largo de los apartados que preceden he expuesto, en una primera sección, aquellos aspectos fundamentales en que se complementan y difieren la morfología derivativa y la lexicografía y, en una segunda sección, he pasado revista a la información morfológica contenida en los diccionarios y he hecho alguna propuesta en algún punto concreto. Con ello he pretendido mostrar cómo los logros obtenidos en el estudio de la morfología derivativa del español pueden ser incorporados por el lexicógrafo para plasmar en el diccionario la información morfológica pertinente de manera adecuada, precisa y económica.

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Diccionarios CLAVE: Maldonado González, Concepción (dir.) (1996): Clave. Diccionario de uso del español actual. Madrid: Ediciones SM. DAL: Villanueva, Georgina (coord.) (1991): Diccionario Anaya de la lengua. Madrid: Anaya. DALE: Alvar Ezquerra, Manuel (dir.) (1992): Diccionario actual de la lengua española. Barcelona: Biblograf. DCECH: Corominas, Joan/Pascual, José A. (1980–1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos, 6 vols. DEA: Seco, Manuel (dir.) (1999): Diccionario del español actual. Madrid: Aguilar. DRAE: Real Academia Española (211992 y 222001): Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. DUE: Moliner, María (1966–67 y 21998): Diccionario de uso del español actual. Madrid: Gredos. SALAMANCA: Gutiérrez, Juan (dir.) (1996): Diccionario Salamanca de la lengua española. Madrid: Santillana/Universidad de Salamanca.

Referencias bibliográficas Bosque, I. (1989): Las categorías gramaticales. Madrid: Síntesis. Corbin, D. (1976): “Le statut des exceptions dans le lexique”, en: Langue Française 30, 10–110. — (1980): “Compétence lexicale et compétence syntaxique”, en: Modèles linguistiques 2, 2, 52–138. Coseriu, E. (1978): Gramática, semántica, universales. Madrid: Gredos. Pena, J. (1994–1995): “Formación de palabras, gramática y diccionario”, en: Revista de Lexicografía 1, 163-181. R ainer, F. (1999): “La derivación adjetival”, en: Bosque, I./Demonte, V. (dirs.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe, vol. 3, 4595-4643.

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Morfología genética y etimología: los cruces léxicos Mar Campos Souto Universidad de Santiago de Compostela NDHE de la Real Academia Española

1. Introducción En el Nuevo diccionario histórico del español, el estudio de las relaciones genéticas entre las palabras ocupa un lugar de privilegio; como han demostrado algunas investigaciones, el tratamiento que se dispensa a los derivados en la mayor parte de los repertorios lexicográficos ofrece un retrato distorsionado de su evolución, pues todos parecen haberse integrado armónicamente en una misma “cadena histórica” (Pascual Rodríguez/García Pérez 2007: 47). El objetivo perseguido en estas páginas consiste en poner de relieve, en primer lugar, algunas cuestiones relevantes para la morfología diacrónica, cuya consideración en un diccionario histórico debe contribuir a romper esa falsa idea de linealidad; finalmente, nos detendremos en un fenómeno, el de los cruces léxicos, que tiene una repercusión inmediata en la constitución de las familias de palabras. Una aproximación demorada a la historia de los paradigmas derivativos del español nos permitiría comprobar que los derivados corradicales integrados en un mismo paradigma derivativo no gozan, con frecuencia, de idéntica vitalidad en los diferentes periodos históricos, ni en un corte sincrónico determinado, hecho que no siempre se ha plasmado adecuadamente en los repertorios lexicográficos. Veamos un ejemplo. En el paradigma de los nomina actionis, el sufijo -ción ha sufrido, pese a su innegable vigor, la competencia de otros sufijos nominalizadores. Sin duda, el rival más activo ha sido –miento; en realidad, no es infrecuente que ambos sufijos se adjunten a una misma base verbal y engendren nombres deverbales que comparten los significados básicos de ‘acción’ y ‘efecto’: este es el caso de acotación-acotamiento, igualación-igualamiento o debilitación-debilitamiento. Esta concurrencia ha provocado la diferenciación semántica de los sustantivos competidores; así, poblamiento y población se definen en los diccionarios con

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una paráfrasis que agrupa los significados de ‘acción’ y ‘efecto’, pero población experimenta una extensión semántica colectiva, interpretación que se refleja en las definiciones del DRAE-2001: “conjunto de personas que habitan la Tierra o cualquier división geográfica de ella”, “conjunto de edificios y espacios de una ciudad”, etc1. Del mismo modo, la competencia que se ha establecido históricamente entre -miento y otros sufijos rivales explica que algunos derivados sean hoy inusuales y se consideren anticuados; así, en el español contemporáneo tienen un sabor arcaico abundamiento, combatimiento, consagramiento, continuamiento y menguamiento, entre otros. En los tratados de Morfología léxica es lugar común afirmar que los sustantivos formados con –miento parecen haber experimentado un notable retroceso en el español actual, aseveración que con frecuencia se apoya en el escaso desarrollo de las investigaciones sobre morfología histórica del español y en una imprecisa caracterización de los derivados en algunos diccionarios monolingües generales. El sustantivo andamiento, por ejemplo, se marca en el DRAE-2001 como una voz desusada (esto es, este vocablo no ofrecería ningún testimonio desde el año 1900); si bien no se puede negar que su documentación fue mucho más rica en la Edad Media (de acuerdo con la mayor productividad del sufijo en este periodo), la consulta del CREA y del CORDE nos permite localizar siete testimonios recientes, del siglo XX, en Uruguay, Paraguay y la Argentina, dato que está en consonancia con el mayor vigor de -miento en tierras americanas2. Por el contrario, otros vocablos se presentan como plenamente vigentes en los diccionarios, pese a que 1  “población. (Del lat. populatĭo, -ōnis.) f. Acción y efecto de poblar. ║ 2. f. Conjunto de personas que habitan la Tierra o cualquier división geográfica de ella. ║ 3. f. Conjunto de edificios y espacios de una ciudad. ║ 4. f. Ecol. Conjunto de individuos de la misma especie que ocupan una misma área geográfica. ║ 5. f. Sociol. Conjunto de los individuos o cosas sometido a una evaluación estadística mediante muestreo […]” (DRAE-2001, s. v.). “poblamiento. (De poblar.) m. Acción y efecto de poblar. ║ 2. m. Geogr. Proceso de asentamiento de un grupo humano en las diversas regiones de la Tierra” (DRAE-2001, s. v.). 2  Como se deduce de los siguientes ejemplos, el vocablo, que parece ser un sinónimo proposicional de ‘marcha’ o ‘curso’, se emplea en pasajes que reflejan la vida del poder legislativo o del judicial: “Tocaba, pues, a la legislatura de 1894 aceptar o rechazar la efectividad de esa fórmula, dando o no andamiento al plan que se atribuía al Presidente Herrera de eliminar el artículo prohibitivo de la reelección presidencial” (Eduardo Acevedo Díaz, 1934, Anales históricos del Uruguay); “Reconoció posteriormente que la decisión tomada por los funcionarios es bastante perjudicial para el normal andamiento de todo cuanto hace relación a la administración de justicia” (ABC Color, 27/11/1996; Paraguay); “Aun al magistrado se le reconoce el derecho constitucionalmente garantizado de respeto a la propia vida privada, con el solo límite de que comportamientos observados en tal esfera no incidan negativamente sobre el ejercicio de los deberes profesionales o sobre el buen andamiento de la administración de justicia, comprendiendo dentro de este último la tutela de la credibilidad del orden judicial y la del magistrado” (Clarín, 24/04/1997; Argentina).

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algunos no ofrezcan ninguna documentación desde hace siglos; este es el caso de alabamiento (“alabamiento. m. Acción de alabar o alabarse”, DRAE-2001), cuyo último registro, según el CORDE, remite al periodo medieval3. Estos desajustes en la información sobre el estado de salud y la longevidad de los derivados poseen una evidente repercusión en las investigaciones sobre morfología léxica, pues el estudio de las “palabras reales” (frente a las “palabras posibles”) se nutre en buena medida de los inventarios lexicográficos4. Incluso en aquellos casos en que dos derivados corradicales parecen compartir un mismo significado básico, la historia demuestra que no siempre han seguido una trayectoria paralela ni han convivido pacíficamente en todas las etapas. Si rastreamos los testimonios de estancación y estancamiento5, comprobaremos que, mientras estancación ha mantenido una discreta presencia en los textos del español desde su primera documentación, en el siglo XVIII, hasta su práctica desaparición en el último cuarto del siglo XX6, estancamiento sigue un curso 3  Los últimos testimonios de la voz se registran en la Glosa sobre “Lux bella” de Domingo Marcos Durán (1498) y en el Libro de las confesiones de Martín Pérez (a 1500); tras la Edad Media, el CORDE localiza ocho testimonios del siglo XVI en el Libro de las oracyones. Ferrara ladino siddur. 4  “La distinción entre competencia y realización, o entre sistema y norma en sentido coseriano, es pertinente en cualquier componente de la lengua. Tal distinción, aplicada al léxico, viene a corresponder grosso modo con la formación de palabras y el diccionario, respectivamente. El dominio de investigación de la formación de palabras es la competencia derivativa, es decir, la capacidad (o posibilidad) de producir y comprender un número infinito de palabras a partir de un número finito de RFP. El dominio del diccionario es el saber léxico convencional, es decir, la puesta en práctica de esa competencia derivativa. […] Si para las RFP la distinción pertinente es “palabra posible/palabra imposible”, para el diccionario es “palabra posible/palabra real, documentada o registrada”” (Pena 1994-1995: 165). 5  “estancamiento. m. estancación” (DRAE-2001, s. v.); “estancación. f. Acción y efecto de estancar” (DRAE-2001, s. v.). 6  “Vaya un ejemplito: dice el Doctor Ribera en el capítulo y tratado que tiene tanto y tan mal leido el cirujano Carmona, “que el tener el flemon natural scirroso ó erisipelatoso, consiste en la mayor ó menor coagulacion de la sangre”. Pues sin mas ni mas, y á Dios te la depare buena, planta en su libro el sapientísimo latino, “que las tres diferencias de flemon edematoso, erisipelatoso y scirroso... consiste en la mayor ó menor obstruccion y coagulacion de la sangre. Añade esta palabra estancacion, haciéndola una misma con la obstruccion y la coagulacion, siendo así que no va en ellas ménos diferencia que de la causa al efecto, del calor al fuego, y de la rudeza á Carmona, que se distinguen solamente penes producentem et productum” (José Francisco de Isla, 1732, Cartas de Juan de la Encina)”. Los últimos testimonios, del siglo XX, se localizan en textos médicos (M. Díaz Rubio, Lecciones de patología y clínica médica. Aparato digestivo, 1964; Agustín Pi y Suñer, Fisiología general, 1956) o en la anónima Traducción de la Historia de Puerto Rico de Paul G. Miller, de 1939: “Según testimonio de Pedro Tomás de Córdova, Puerto Rico sufrió mucho a causa de estas fechorías. Dice: “La multitud de corsarios que infestaban estos mares tenían

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sinuoso que desemboca en su predominio absoluto en el español actual. Así, este vocablo, que se asoma tímidamente a un texto por primera vez en el siglo XV7, se sumerge en los meandros de la historia hasta su reaparición en el siglo XVIII (centuria en la que ofrece un único testimonio8) y, tras ese periodo de hibernación, irrumpe con fuerza en español en el siglo XIX, periodo en que se produce su definitivo anclaje en la lengua. Desde este momento, su presencia se irá incrementando progresivamente, como muestra de modo harto elocuente la consulta del CREA, corpus que ofrece 956 testimonios de la voz en todo el dominio de nuestra lengua. Estas pequeñas muestras nos permiten percibir, una vez más, la necesidad de superar el estudio de las palabras como entes aislados y autárquicos: carece de sentido estudiar en particular el vigor de cada derivado con -miento sin tomar en consideración los vaivenes históricos que ha experimentado la productividad del sufijo, ni analizar el subgrupo de sustantivos deverbales formados con -miento sin vincularlo a aquellos otros que pertenecen al mismo paradigma derivativo (esto es, los formados con -ción, -ncia, -do/-da, etc.). 2. La Morfología léxica en el NDHE Por este motivo, uno de los proyectos imbricados en el Nuevo diccionario histórico del español consiste en la elaboración de una base de datos de morfología, que se propone mostrar la evolución de las familias léxicas a lo largo de la historia. En otro foro se han expuesto los motivos que nos invitan a pensar que la familia léxica, entendida en un sentido amplio, constituye una de las formas más acabadas

arruinada totalmente la industria mercantil y apenas había adelantos en la agricultura. Existía una estancación en los negocios, y una parálisis en el cuerpo político que dificultaba la marcha del gobierno y producía la consunción á que fué la Isla desde dicho período hasta 1824 de una manera rápida”. 7  “E yo te fago voto (que si tu nos das en este lugar estancamiento e resistencia) que yo te faré en este mesmo lugar un tenplo, el qual será llamado ‘el tenplo de Júpiter el estancador’, (el que fizo estar quedos las gentes, que non fuxiesen)” (Pero López de Ayala, Traducción de las Décadas de Tito Livio, c 1400); “Mas el modo de obrar es que despues de la restricion: o estancamiento de la sangre: & seguramiento de la apostema sea fomentada la llaga con vino tinto calentado. dende sea desecado” (Traducción del Tratado de cirugía de Guido de Cauliaco, 1493). 8  “Siendo cierto que las aguas no corren por terreno que no tiene alguna caída, y este estancamiento de las aguas (concediéndole gratuitamente la possibilidad) ahogaría la fecundidad de la tierra” (Benito Jerónimo Feijoo, Theatro Crítico Universal o discursos varios en todo género de materias, 1733).

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en que se muestra la estructuración del léxico9. Estamos persuadidos de que un diccionario histórico debe atender a la red de relaciones morfológicas que se teje entre las palabras de una lengua. Dada la complejidad que presenta el capítulo morfológico en el NDHE, se ha decidido elaborar una base de datos relacional; aunque no podemos detenernos ahora en sus peculiaridades, indicaré únicamente que su estructura permitirá unir todas las voces de la misma familia, describir qué procesos de formación de palabras han intervenido en su constitución, identificar, en la medida de lo posible, las raíces, los afijos y las bases de los procesos de formación de palabras, establecer relaciones entre los sufijos que actúan en un mismo paradigma derivativo, identificar la clase de palabras a que pertenece la raíz, la base o el educto de un proceso derivativo, etc., de tal modo que cualquier usuario pueda en un futuro acceder a una información básica sobre la constitución de una familia concreta. Esta base de datos (que procede de la transformación de una base de datos previa de morfología sincrónica, diseñada y desarrollada por Jesús Pena) se sustenta en una concepción amplia de la familia léxica, similar a la que suscriben buena parte de los diccionarios etimológicos; estos entienden las familias como conjuntos de palabras agrupadas en torno a una raíz o étimo, que actúa como punto de arranque de las demás voces emparentadas. Dado que la base de datos morfológica se concibe como la columna vertebral de un diccionario histórico, ha de agrupar las palabras en un sentido amplio o abarcador, acogiendo a todas aquellas que remiten a una misma raíz, sean cultas, populares o préstamos. Por tanto, la indagación morfológica caminará en el NDHE de la mano de la etimología y de la historia del léxico, pues sin ellos no se puede acometer seriamente el estudio diacrónico de las familias léxicas. Una pequeña demostración de las informaciones que podemos obtener de la base de datos se recoge en la sección de la amplia familia encabezada por el verbo fundĕre que se incluye en el cuadro 1; como se puede deducir fácilmente, nos interesa reflejar hasta qué punto una palabra, una familia o una subfamilia del español tienen su origen en latín, pues uno de nuestros objetivos consiste en diferenciar netamente los vocablos heredados del latín (los cultismos o latinismos), los que suponen la continuidad por vía patrimonial de voces latinas, las palabras acuñadas en español y aquellas que han llegado como préstamos de otras lenguas10.

9  Una somera aproximación a las características esenciales de esta base de datos se ofrece en Pena y Campos Souto (2007). 10  En este cuadro se emplea letra redonda para las formaciones latinas, cursiva para las que continúan en español, cursiva negrita para las creaciones hispánicas y versalita cursiva para los préstamos de otras lenguas.

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Cuadro 1: fundĕre

Cuadro 1: FUND!RE

FUND!RE

FUND%RE CIRCUMFUND%RE

[…] V A fund!re fundens fundir fundente fund!re f"sicius,a,um fundir – fund!re f"s#lis,e fundir fúsil fund!re – fundir fundible fund!re – fundir fusible (A) fund!re – fundir FUSIBLE (S) fund!re f"s$rius,a,um fundir – fund!re f"sus,a,um fundir – […]

fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir

V

fusibilidad

V

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confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir confundir confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir confund!re confundir

circumf"sus,a,um circunfuso,a circumf"s'o –

FUND%RE DIFFUND%RE

FUND%RE CONFUND%RE

fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir

circumfund!re – circumfund!re – circumfund!re –

conf"sus,a,um confuso,a conf"sus,a, conf"s&n!us,a,um confuso,a – confuso,a – confundido,a conf"s'o – confusión confusionismo conf"s'o confusión confusionista conf"sor – conf"s'b'lis,e inconf"s'b'lis,e – – conf"s'b'lis conf"s'b'litas – – – confundible inconfundible conf"s(c'us,a,um – – confundimiento – confundidor,a

fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir fund!re fundir

diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir diffund!re difundir

diffundit&re – diff"sus,a,um difuso,a difusivo,a difundido,a diff"s'o difusión diff"sor difusor (S) diff"sor difusor,a (A) diff"s'lis,e – – DIFUSIBLE

DIFUSIBILIDAD

– difundible – difundidor,a

Compuestos cultos DIFUSIÓMETRO

[…]

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En virtud de un criterio práctico se desdoblan en el cuadro el adjetivo fusible (que, con el significado ‘que puede fundirse’ se documenta en textos técnicos españoles desde el siglo XVI)11 y el sustantivo fusible12, un probable préstamo del francés13. En el capítulo de préstamos entra también el compuesto culto difusiómetro, pues será el inglés el que nos brinde el término que designa este aparato para medir la difusión de los gases14. A la misma subfamilia pertenece fundería15, tomada del sustantivo deverbal francés fonderie16. Por otra parte, se consignan también vocablos latinos que no han continuado en español, dado que son integrantes de una familia léxica; esta forma de actuar nos permitirá percibir mejor las lagunas que se producen en el interior de una familia en el devenir de la historia de la lengua y, en concreto, en el paso del latín al romance. 3. Los cruces léxicos Esta breve presentación de una parte de la familia léxica de fundĕre revela un hecho incuestionable: las familias léxicas no son estáticas y su comportamiento y evolución es sumamente complejo. En ellas se cobijan con frecuencia nuevos miembros, de procedencias diversas (autóctona o foránea), que incluso pueden dar lugar a otras acuñaciones léxicas; mientras, otros decaen en vigor, hasta dejar físicamente la familia, pues agotan su vida léxica. Algunos abandonan su familia y, haciéndose pasar por vástagos o parientes de los integrantes de otra, son acogidos en su seno sin abrigar ninguna sospecha sobre su origen espurio; este es el caso, según el DECH, del sustantivo bailada, nombre de un tipo de melodía documen11  “Y el metal duro y bituminoso y que tiene açufre, conviene molerse menudo; el blando y que no tiene xugo alguno de mineral corrosiva, o que tiene poca mezcla de piedra que no sea fusible” (Bernardo Pérez de Vargas, De re metallica, 1569). 12  Definido como “Hilo o chapa metálica, fácil de fundirse, que se coloca en algunas partes de las instalaciones eléctricas, para que, cuando la corriente sea excesiva, la interrumpa fundiéndose” se documenta por vez primera en el DRAE-1925. 13  En inglés se utilizó fusible plug desde el siglo XIX (OED, s. v. fusible), pero es probable que haya sido la lengua francesa, en que el término halló acomodo a principios del siglo XX (en 1904, TLFi, s. v. fusible), la que ha suministrado este término a la española. Probablemente tienen el mismo origen el adjetivo difusible y el sustantivo difusibilidad. 14  “1866 GRAHAM in Phil. Trans. CLVI. 399 The diffusio~meter, consisting of a plain glass tube..closed at the upper end by a thin plate of stucco, and open below 1879 Nature XXI. 191 The diffusiometer which I have constructed” (OED, s. v. difusi′ometer). En español, el vocablo se documenta por vez primera en 1895, en el Diccionario enciclopédico de la lengua castellana de Elías Zerolo. 15  “desus. fundición (fábrica en que se funden metales)” (DRAE-2001). 16  Derivado, a su vez, de fondre, resultado galo del latín fundĕre (TLFi, s. v. fonderie).

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tado desde finales del siglo XV que, pese a presentarse como un aparente derivado de bailar, es, en realidad, una alteración de debaylada, “que es el cat. davallada ‘bajada, cadencia’, derivado de davallar ‘bajar’, con influjo de bailar” (DECH, s. v. bailar). Por otra parte, algunas familias, deseosas de ocupar el mismo dominio que otra, entablarán un combate por su subsistencia y acabarán arrinconando a la rival17. En otros casos, la familia pierde su palabra-raíz en el tránsito de latín al español, por lo que sus integrantes, que se quedan huérfanos, buscan la sombra protectora de una nueva voz-cabeza de familia. El verbo latino quatĕre fue la base de una serie de verbos prefijados en latín, como concutĕre, discutĕre, recutĕre o, el que ahora nos interesa, percutĕre, ‘herir, golpear, perforar’. El verbo percudir, heredero castellano del percutĕre latino, muestra una notable documentación durante la Edad Media y coexiste con la variante percundir en la comedia pastoril del siglo XVI. No obstante, este verbo adquiere en español una serie de significados difícilmente explicables a partir del latín; así, como han mostrado Corominas y Pascual, percudir o percundir pueden significar tanto ‘golpear’ (significado continuador del latín) como ‘invadir, afectar o infectar (un mal)’, ‘envenenar’, ‘enconar’ o incluso ‘comprender’, ‘penetrar con la inteligencia’. Esta anómala evolución semántica persuadió a Corominas y Pascual de la necesidad de pensar en una contaminación semántica que, en realidad, se explica como un trasvase entre miembros de distintas familias léxicas: Lo mismo que otros derivados de quatere, como acudir y recudir, nuestro percudir, siendo evidentemente un verbo provisto de prefijo, sufrió de la falta de un primitivo que actuara de jefe de familia, y así como en acudir y recudir la consecuencia fué una radical alteración semántica, aquí hubo además de ésta una contaminación, y percudir fué atraído a la órbita de condīre y de su continuador español cundir ‘condimentar’, ‘aderezar’, idea que […] podía relacionarse en cierto modo con la de ‘envenenar’. De ahí el cambio de percudir en percundir, y de ahí que, percibiéndose éste como un derivado con el prefijo enfático o aumentativo per-, se extrajera de percundir un seudo-simple cundir, que siendo rarísimo en la Edad Media sólo empieza a hallarse con abundancia desde el Siglo de Oro (DECH, s. v. cundir).

En efecto, como resultado de este cruce surge el nuevo verbo cundir ‘infectar’, ‘propagarse’, que actúa a su vez en español como cabeza de una nueva familia léxica (fuente de los derivados y compuestos cundidor,a, cundiamor, cundiente, cundido). Como ha mostrado Carriazo (en prensa), nave y sus derivados (navegar, navegante, etc.) acabarán arrinconando en buena medida a la familia encabezada por el sustantivo mar (marear, mareante, etc.) en el siglo XVII. 17 

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Morfología genética y etimología: los cruces léxicos

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En esta ocasión, nos detendremos en los cruces entre palabras que tienen repercusiones para la morfología genética y, en concreto, para la constitución de las familias léxicas. Cabe advertir que el fenómeno de la intersección léxica se ubica siempre en el terreno de la hipótesis; como apuntan atinadamente Pascual y Blecua en su estudio sobre los tipos de n adventicia en español, mientras que en el momento presente somos protagonistas de las interferencias que se dan entre las palabras que utilizamos ―como la que lleva a formar erróneamente inflingir a causa de infringir―, con respecto al pasado somos sólo observadores capaces de ver mejor las cosas cuanto mejor pertrechados estemos de datos fiables (2005: 1373).

3.1. Caracterización En primer lugar, es preciso diferenciar los cruces de que trataremos a continuación del proceso de formación de palabras conocido como entrecruzamiento o acronimia, un proceso constructivo que se considera propio del español actual (aunque cuente con precedentes en otras etapas) y que consiste en la creación de una nueva palabra mediante “la combinación simultánea de dos procesos simples: acortamiento y composición” (Pena 2000: 250). Las dos palabras implicadas sufren, en primer lugar, la reducción de su cuerpo fónico; en la versión más productiva, la segmentación afecta a la parte final del primer constituyente (apócope) y a la inicial del segundo (aféresis); aunque la segmentación presenta un cierto grado de arbitrariedad, respeta casi siempre los límites silábicos (piénsese en ejemplos como docudrama, expocerámica, fotonovela, etc. vs. infografía), pero es arbitraria con respecto a la división morfemática de las voces complejas primitivas18. Casado Velarde considera que la diferencia entre estos fenómenos radica en la actitud más o menos consciente del hablante: Interesa observar, ante todo, que la formación de un acrónimo implica una intervención del hablante, un acto de habla preciso y consciente, que se diferencia con claridad de fenómenos lingüísticos como la aglutinación (cantar había > cantaría), el cruce de palabras (patata < papa + batata), o la etimología popular (cascahuete, mondarina, aceitileno…), procesos estos que responden, como es sabido, a tendencias lingüísticas asociativas o de otro tipo, con carácter más impersonal e inconsciente (1999: 5085).

Esta presentación preliminar de algunos tipos de cruces léxicos se apoya en el diccionario etimológico de Corominas y Pascual; el rastreo efectuado en el 18 

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Para este asunto, véase Casado Velarde (1999: 5085).

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cuerpo de esta obra, sin ser exhaustivo, ha permitido acopiar más de 150 casos en que los autores recurren a la noción de cruce léxico para aclarar la etimología de algunos vocablos. Esta búsqueda permite también atisbar cuáles son algunas de las condiciones que, a juicio de Corominas y Pascual, propician el cruce léxico. Así, en el artículo consagrado a la voz endriago, se asegura que “Los cruces se producen injertando los elementos iniciales o finales de un vocablo en el cuerpo de otro, de suerte que la nueva forma termina como el uno y principia como el otro, pero no se injertan los elementos mediales” (DECH, s. v.). Si bien, como veremos, esta condición se cumple escrupulosamente en la mayor parte de los casos, otros parecen implicar el injerto de un segmento medial (piénsese en el bogotano escarralado ‘ralo’, fruto de la intersección de escarmenado y ralo)19. En este trabajo dejaremos al margen estos ejemplos raros y nos centraremos en aquellos que podemos considerar prototípicos y, consecuentemente, de mayor relevancia para el estudio de las relaciones genéticas entre las palabras. De otro lado, el cruce léxico exige también que las voces implicadas pertenezcan en general a la misma clase de palabras, esto es, que exista identidad categorial: así, pueden cruzarse dos sustantivos (garra y gancho: garrancho), dos adjetivos (raso y terso: relso) o dos verbos (esparcir y derramar: desparramar); solo en casos excepcionales se admite la intersección de elementos heterocategoriales, como el adjetivo boto y el sustantivo patarata (origen de botarate), si bien ambos se pueden considerar integrados en la categoría nombre20. Sin embargo, otros posibles cruces se consideran sistemáticamente anómalos, pues, como afirman Corominas y Pascual en el artículo dedicado a la voz sobarcar (del lat. vg. *subbracchicare), “no sería de buena ley admitir que sobarcar se deba a un cruce de abarcar con

19  Desde este punto de vista, resulta asimismo extraña la explicación del asturianismo esñizar ‘destrozar, hacer añicos’, “cruce de *añicar con el sinónimo (d)estrizar” (DECH, s. v. añicos). 20  En el artículo consagrado al sustantivo calandrajo (‘harapo colgante’, ‘trapo viejo’), comprobamos que es voz de “origen incierto, probablemente compuesto de andrajo y el verbo calar en el sentido de ‘bajar’”. Corominas y Pascual puntualizan que “La intervención del verbo calar en la formación de calandrajo puede concebirse de dos maneras: sea una formación imperativa (¡cala, andrajo!, como calamoco, V. calamocano) o más bien un cruce de andrajo con un sustantivo derivado de calar”; es decir, no puede existir un cruce entre un sustantivo y un verbo. Del mismo modo, se descarta la explicación de Wagner sobre el origen del castellano divieso, pues partía del latín abscessus y se proponía explicar “la ‘-v-’ de las formas españolas y a la ‘d-’ de ‘divieso’” por medio de “un cruce con ‘dividir’ y ‘división’, debido a la idea de la separación que se produce entre el divieso y el resto de la carne al hincharse aquél”. Las objeciones de Corominas y Pascual no admiten resquicios a la duda: “el cruce de un concreto como ‘divieso’ con un verbo o un abstracto como los citados es inadmisible” (DECH, s. v. divieso).

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sobaco, pues no hay un verbo *sobacar, y no es de buen método suponer cruces de verbos con sustantivos” (s. v. abarcar)21. En numerosos casos, el cruce se justifica por la confluencia de dos voces sinónimas: compezar, de comenzar y empezar; gabardina, de gabán con tabardina, diminutivo de tabardo; garrancho, ‘parte saliente de una rama o tronco’, de garra ‘rama’ con gancho, cuyo significado primitivo parece haber sido ‘rama punzante o ganchuda’; almadear y almariar, de marear y almadiar ‘sentir mareo’; etc. En otros, se alude al parecido formal o a una cierta vecindad semántica, aunque no se especifica qué tipo de relación mantienen los significados de estos vocablos: así, apabullar, de apalear y magullar (dos verbos que parecen mantener una relación de cohiponimia)22. En la mayor parte de los casos, pues, la relación que se establece entre las palabras cruzadas se ajusta a lo que, de acuerdo con la doctrina semántica de Cruse (2000: 158-159), deberíamos llamar sinonimia proposicional. 3.2. Tipos de cruces Para facilitar la exposición, se ha establecido una tipología de cruces que atiende, en primer lugar, a un criterio formal: así, distinguiremos los tipos de cruces en función del número de voces implicadas, en virtud de si se fragmenta uno o ambos vocablos y atenderemos también al modo en que se verifica esa fragmentación. A esta primera clasificación se superponen ocasionalmente observaciones sobre el 21  “Sí podría, en cambio, pensarse en cruce de abarcar con el arcaico sobraçar (Alex. 989, 1.ª Crón. Gral. 621b28, 34), pero siendo éste vocablo raro me parece más probable admitir que resulta de sobracar bajo el inf lujo de abraçar” (DECH, s. v. abarcar). 22  Ocasionalmente interviene la etimología popular; así, brazonera surge de la intersección, “natural por etimología popular”, de brazo y brahonera “‘pieza de armadura que cubría las piernas o los brazos’, del cat. braonera […], derivado de braó; como vocablo forastero, al penetrar en castellano brahonera sufrió la influencia de voces autóctonas que tenían h aspirada intervocálica más o menos caduca y representada gráficamente por -f-, como baho o bafo ‘vaho’” (DECH, s. v. brahón). En cualquier caso, Corominas advierte contra los excesos en el manejo de la noción de cruce, que no ha de emplearse siempre que se adivine una relación semántica o conceptual entre dos palabras: “En fin, G. de Diego, Contr., § 612, cree que el vocablo se debe a un cruce de cubitus con *tubellum (de donde viene el cast. tobillo, pero en port. esto se dice tornozelo), explicación que quizá satisfaga a los ingeniosos aficionados al cruce de palabras —y de partes del cuerpo—, pero que a los más sólo les recordará la graciosa réplica de Grammont, a los que, sin agotar previamente las posibilidades fonéticas, explicaban el cat. colze cubitus por un cruce con polze ‘pulgar’: «mettre ainsi le pouce dans le coude c’est adopter une voie qui conduit tout naturellement à se mettre le doigt dans l’oeil». En realidad, el origen de cotovêlo es mucho más claro: se trata de una forma mozárabe propagada desde del Sur de Portugal” (DCEH, s. v. cotobelo).

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tipo de relación semántica que mantienen las voces cruzadas y el poder generador de que goza (o no) la nueva palabra, surgida de la intersección. Si bien el diccionario de Corominas y Pascual nos brinda ejemplos de cruces en latín, francés, occitano, etc., me centraré especialmente en aquellos que se verifican en castellano. 3.2.1. Dos voces implicadas 3.2.1.1. Se fragmenta sólo un elemento El segundo elemento permanece íntegro y el primero sufre apócope. De este modo se explica cadalecho, ‘cama tejida de ramas para chozas’, producto de la intersección de los sustantivos catasta ‘estrado en que se exponían los esclavos en venta’ y lectus ‘cama’, que originan en latín vulgar el hipotético *catalectus ‘tarima para mostrar objetos’, ‘parihuelas de muerto’. 3.2.1.2. Se fragmentan los dos vocablos 3.2.1.2.1. Se injerta la consonante inicial de un elemento en el otro. En este apartado se inscribe el sustantivo balsopeto, de falsopeto, compuesto de falso y peto ‘armadura o adorno que cubre el pecho’; la b- se debería a un cruce con bolsa. En este caso, la intersección no se verifica entre sinónimos, sino que parece haber actuado la metonimia, pues, como afirman Corominas y Pascual, resulta “de una evolución semántica muy comprensible de falsopeto, por llevarse dicha bolsa debajo del gálato o falsopeto: en la nueva ac. el vocablo era accesible a la contaminación de su sinónimo bolsa, y así se explica el cambio de la inicial f- en b-”23. “Falsopeto en el mismo sentido está en Covarr., y como nombre de una pieza de la armadura, en Juan de Pineda (1588). [...] Gili Gaya, NRFH III, 160-2, supone que falsopeto significó ‘jubón acolchado de que usaba el que se había de armar, para que las armas no le hicieran daño al cuerpo’, que vendría del italiano, y en éste del lat. farsum pectus. Pero no aduce pruebas de aquel significado, por el contrario todas las que cita, salvo una, son de la ac. ‘bolsa que se traía junto al pecho’. La única fuente de aquella definición está en la Acad. (ya 1822, pero no Aut.), la cual se dejó desorientar por el superficial parecido de falsopeto y farseto, que es el que significa más o menos aquello. Los únicos textos que comprueban otra ac. que la de ‘bolsa...’ son el de la Crónica de Juan II (2.ª mitad S. XV) citado por Gili y los tres de Juan de Pineda reunidos por Leguina. En los cuatro ejs. se trata de una prenda de vestir de un caballero, pero no es el farseto o jubón sin mangas que nos describe la Acad.; los tres ejs. de Pineda son claros: es una prenda de paño rico (aceituní vellutado) y con mangas (un caballero es herido a través de la manga del falsopeto) y que el propio Pineda da como sinónimo de gálato, es decir, traje que se lleva encima de la armadura y para taparla. Es, pues, realmente un peto falso: algo superpuesto al peto” (DECH, s. v. falsopeto). 23 

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Del mismo modo, el verbo zabordar (o zabordarse), ‘varar o encallar el barco en tierra por tempestad o ignorancia del piloto’, parece resultar de un cruce de abordar con zozobrar, voces entre las que, como es evidente, no existe una relación de sinonimia, si bien ambas pertenecen originalmente al mismo lenguaje de especialidad y una de ellas expresa una acción (zozobrar) que puede interpretarse como consecuencia de la otra (abordar). Como se puede comprobar en el cuadro 2, tanto los elementos léxicos implicados en el cruce como el vocablo que resulta de él actúan como cabeza de otras subfamilias léxicas; esta capacidad de convertirse en base de derivación muestra la relevancia que el proceso de cruce puede adquirir para la morfología genética, en casos como el que ahora nos ocupa24. Sin embargo, en el ejemplo anterior (balsopeto), el nuevo vocablo actúa como un auténtico híbrido, incapaz de generar nuevas acuñaciones léxicas. Cuadro 2 borde

zozobra

abordar

zozobrar

X

abordaje

zabordar

zaborda

zabordo

zozobroso

zozobrante

zabordamiento

En otras ocasiones, Corominas y Pascual descartan una hipótesis etimológica por distintos motivos, entre los que se cita el carácter extraño del cruce que afecta únicamente a la primera consonante de la voz: Schuchardt […] y M. L. Wagner […] admiten un cruce entre laxare y delaxare; este último existió efectivamente en el castellano arcaico (‘delexar’, doc. de 1198, 1206, 1218, 1235 […]; docs. leoneses de 1236 y 1245, en Staff […]). Pero me parece difícil admitir un cruce entre un verbo y su derivado, que todos debían percibir como tal, y un cruce limitado a la consonante primera del vocablo (DECH, s. v. dejar)25. 24  Igualmente, tambalear supone el cruce de bambolear “con temblequear o temblar” (DECH, s. v. bambolear); evidentemente, hubo de producirse posteriormente una asimilación vocálica. 25  Corominas refuta a veces algunas justificaciones etimológicas que afectan en exclusiva a una consonante, independientemente del lugar que ésta ocupe; así, rechazará la propuesta

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3.2.1.2.2. Del mismo modo que en el subtipo previo, el segundo elemento sufre aféresis y el primero apócope, pero de éste se conserva en la nueva voz un fragmento más amplio que la consonante inicial. Así, apabullar ‘golpear’, ‘aplastar’, surge seguramente de un cruce de apalear con magullar; la variante originaria, apagullar (recogida todavía en el DA26) sufre un proceso disimilatorio hasta llegar al vocablo actual, apabullar; evidentemente, en esta ocasión las voces primitivas no mantienen una relación de sinonimia, sino que ambas se presentan como cohipónimas de un término de significado más general (el hiperónimo golpear). Como se aprecia en el tercer cuadro, magullar es a su vez el resultado de otro cruce léxico, dado que proviene de la colisión entre la variante magular (derivada del latín macŭlare y documentada en textos del siglo XVI) y el verbo abollar, colisión favorecida por el hecho de que, en palabras de Corominas y Pascual, “abollar y magullar son casi-sinónimos, y aquél pudo fácilmente actuar sobre éste” (s. v. magullar). Cuadro 3

macŭlare palo magular   X

abollar

apalear   X     magullar abolladura apaleo     apaleador      apabullar    magulla   magulladura   magullamiento

apabullamiento

apabullo

de Schuchardt a propósito del cambio de coa en cola, pues este autor sugería que “pudo producirse independientemente en Italia y en España por influjo de culo”. Corominas concluye: “Que culo y cola están en íntima conexión semántica, y que por lo tanto existían las condiciones ideológicas necesarias para un cruce, es verdad, pero queda en pie la objeción de Rohlfs contra la realidad del fenómeno; cuando un cruce tiene lugar no suele reducirse la identidad resultante a una consonante suelta, sino que son o resultan iguales todo el principio o todo el fin de los dos vocablos o de sus raíces: descabeñado ‘descabellado’ es rigurosamente paralelo a desgreñado, pero mientras no hallemos formas como *el colo o *la cula subsistirán muy graves dudas” (DECH, s. v. cola). 26  “Dar un golpe, o palo a otro con fuerza, y quando está descuidado. Es voz vulgar, y usada en Andalucía en este sentido, y más frecuentemente en el metaphórico, para dar a entender que a uno le cogieron de repente sin dexarle que decir, ni que responder; y assi dicen le apagulló y dexó confuso sin saber que decir” (DA, s. v.).

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Esta serie de cruces encadenados sirve como botón de muestra de la importancia que este fenómeno reviste para la morfología genética, pues todos los vocablos cruzados (y la mayor parte de aquellos que desempeñan la función de palabrasfuente del cruce) se transforman en la palabra-raíz de nuevas familias o subfamilias léxicas; nos hallamos, por tanto, ante un tipo de palabras-madre o raíz singulares, que se han de tener también en cuenta para trazar el complejo mapa de las relaciones entre las palabras. Como hemos podido comprobar, a veces la perfecta ejecución del cruce implica la ulterior actuación de un mecanismo de ajuste fonético, sea la disimilación (como en apabullar) o la metátesis (como en brizna, fruto supuesto de la intersección entre binza ‘fibra’ y bringa ‘brizna’”)27. En otras ocasiones, puede resultar ineludible la puesta en marcha de un proceso de índole morfológica; así, la interferencia entre los sinónimos proposicionales esparcir y derramar genera en primera instancia, probablemente, la variante esparramar, que luego se verá transformada en desparramar acaso “por la preferencia castellana hacia el prefijo des-”28. Una misma voz puede haber intervenido, pues, en varios cruces (cuadro 4): solevar29, verbo tomado del latín sublevare (y cuyo duplicado culto, sublevar, también goza de una fructífera existencia en español), engendra un nuevo verbo, soliviar, al colisionar con aliviar; de otro lado, el cruce con levantar da origen a solevantar. La justificación por cruce ofrece en este caso un resquicio mayor a la duda, pues si bien no es difícil hallar una relación semántica entre levantar y solevar (cuya segunda acepción en el DRAE-2001 es “Levantar algo empujando de abajo arriba”), puede resultar más trabajoso establecer un vínculo semántico entre aliviar y solevar, dificultad que ha llevado a proponer una etimología diferente30.

“BRIZNA, del anticuado y dialectal brinza, que es probablemente el resultado de un cruce de BINZA ‘fibra’ con bringa ‘brizna’ […] 1.ª doc.: h. 1250, Setenario, 43.15; 1423, E. de Villena (brisna); h. 1440, J. de Mena (brizna). […] El paso de nz a zn, como en GOZNE, etc.” (DECH, s. v.). En otros casos, una de las voces que participa en el cruce puede haber sufrido una metátesis previa al proceso de intersección léxica; piénsese en los verbos acemangar, acemengar, arcimengar, ‘amenazar’, restringidos al dominio cántabro y que, según el DECH, “salen, por cruce con amagar, de un *acemanar metátesis de amenazar” (s. v. amagar). 28  No obstante, Corominas y Pascual documentan asimismo la existencia de la variante desparcir (registrada en el diccionario de Palencia): “La variante ‘esparramar’ figura en Oudin, en el ‘Lazarillo’ del peruano Concolorcorvo (a. 1773) y se oye en Chile (Román), etc. Quizá sea la primitiva, alterada luego por la preferencia castellana hacia el prefijo ‘des-’; coincide, en efecto, con la inicial de ‘esparcir’. Pero junto a éste existió también ‘desparcir’” (DECH, s. v. desparramar). 29  “Solevar. v. a. Lo mismo que soliviantar, ó sublevar” (DA, s. v.). 30  “soliviar. (Del lat. *subleviāre, de levis)” (DRAE-2001, s. v.). 27 

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No obstante, el significado etimológico de aliviar, ‘aligerar’, vincula ya en primera instancia ambas voces, pues levantar remonta a la palabra-raíz leve, ‘ligero’31. Cuadro 4

sublevare

aliviar   X solevar    X levantar Soliviar solevantar soliviadura solivio solevantamiento solevanto    solevantado,a

solivión

En este mismo subtipo se inserta una serie de casos peculiares, ejemplificados por botarate (DECH, s. v.), vejerano (DECH, s. v. viejo) y mohindad (DECH, s. v. mohino). Como ya hemos mencionado, el adjetivo boto, ‘necio’ y el sustantivo patarata, ‘mentira, ridiculez’, pueden haberse entrelazado para formar el adjetivo 31  Resulta también interesante el caso de pringue: “el sustantivo derivado pingue o pingo ‘gota de grasa’ muestra que hubo una confusión de aquel verbo con el lat. PINGUE ‘grasa’; en cuanto a la r castellana, su explicación es incierta, pero lo más probable es que pingue se cambiara primero en *pingre por analogía del sinónimo mugre, y que luego pasara aquél a pringue por metátesis” (DECH, s. v. pringar). Tras analizar distintas hipótesis, Corominas y Pascual afirman: “Está a la vista de todo lingüista que no esté obsesionado por un prejuicio etimológico, que esta familia de vocablos, de sentidos tan diversos, y de doble forma (ping- y pring-), inexplicable por la fonética histórica, han debido embrollarla factores de perturbación: el duende en etimología es la contaminación o cruce, y ahí han debido actuar un duende semántico (el influjo secundario de pingüe) y otro fonético: éste es el cruce del postverbal pingo o pinga o pingüe con el sinónimo o casi-sinónimo mugre ‘suciedad’. Pringue y mugre son inseparables para toda conciencia lingüística española: ambos tienen los dos géneros y ambos indican suciedad, grasienta muchas veces en el caso de mugre y siempre en el de pringue. La prueba del cruce nos la proporciona el gallego, donde, según Vall., se opone pinga y pingo ‘gota’, ‘guiñapo’ (es decir las acs. explicables por *PENDICARE) a pringo ‘pringue, grasa’ y ‘suciedad’: dicho de otro modo, en seguida que el postverbal de pingar cayó bajo el influjo de PINGUIS haciéndose ‘gota de grasa’, rebotó a las manos del nuevo sinónimo mugre y éste lo convirtió en *pingre. Que en una combinación de este tipo era fatal en castellano la metátesis de la r, nos lo muestran docenas de ejemplos como pretil < petril, apretar < apetrar, prenda < pendra, etc.” (DECH, s. v. pringar).

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botarata, ‘derrochador’, registrado en Colombia, Perú y Puerto Rico, según el diccionario académico32; quizás, “por influjo del género masculino”, como afirman Corominas y Pascual, el adjetivo se convirtió en botarate33. Comprobamos así que, por una parte, el resultado primigenio de la intersección exige un ajuste morfológico (de morfología flexiva); por otra, la noción misma de cruce posee una nueva consecuencia, de mayor alcance para la morfología descriptiva, dado que si obviamos esta explicación nos vemos obligados a manejar el concepto de interfijo interradical. Del mismo modo, si entendemos vejerano como el cruce de vejete y veterano, se hace innecesario recurrir a la interfijación para dar cuenta del segmento anómalo que, al analizar estas voces de otro modo, se sitúa entre la raíz (vej-) y el sufijo derivativo (-ano). De hecho, las etimologías propuestas por Corominas y Pascual para este tipo de voces constituyen uno de los argumentos cruciales para discutir (e incluso negar) la existencia del interfijo (y, consiguientemente, de la interfijación) como una unidad del análisis morfológico en español34. En esta sección puede incluirse también el sustantivo mohindad, puesto que, si en los casos anteriores podemos ahorrarnos un elemento innecesario en el análisis morfológico, en esta ocasión las reglas de formación de palabras pueden brindar las herramientas interpretativas que eviten acudir al cruce; no parece necesario aludir a la influencia de ruindad y mezquindad, cuando el sufijo –dad se adjunta a un amplio abanico de bases adjetivas para formar los llamados nomina qualitatis (o nomina essendi). Además, la formación es bastante regular, pues la adjunción del sufijo provoca generalmente la elisión de la vocal final del adjetivo, si ésta no es –e (como en el caso que nos ocupa), si bien los adjetivos de más de dos sílabas, como mohíno, eligen frecuentemente la variante –idad (pensemos en acerbidad, fecundidad, perspicacidad, etc.)35. “botarata. adj. Col., Perú y P. Rico. derrochador. U. t. c. s.” (DRAE-2001, s. v.). “botarate. (De botar, saltar). m. coloq. Hombre alborotado y de poco juicio. U. t. c. adj. ║ 2. m. Can. y Am. Persona derrochadora, manirrota. U. t. c. adj.” (DRAE-2001, s. v.). 34  En esta línea, Martín Camacho defiende otros posibles étimos: “Vejerano es forma hispanoamericana a la que Portolés (1999, 5063) [Sugiero agregarlo a la Bibliografía final aunque lo cite otro autor] asigna un interfijo, aunque no resulta descaminado atribuirla a vejera, forma que el DRAE registra en Cantabria y Navarra como ‘vejez’ y que pudo haber sido de uso general en épocas pasadas o haber llegado a América a través de los colonizadores de esa procedencia. Por su parte, vejarano (Portolés 1999, 5063) debe de ser una variante del anterior debida al influjo de algún término próximo” (2002: 160). En la misma página, en la nota 450, Martín Camacho retoma la etimología propuesta por Corominas y Pascual: “En este sentido, el DCECH, s. v. viejo, señala que el origen de vejerano se encuentra en un cruce de viejo y veterano, mientras que la forma vejarano se debería a un floreo verbal con el apellido Bejarano”. 35  De otro lado, uno de los vocablos que intervienen en el cruce puede ser de naturaleza onomatopéyica; este podría ser el caso de carraspear, “palabra onomatopéyica, emparentada con el port. escarrar ‘expectorar con esfuerzo’; la terminación del vocablo se debe a un 32  33 

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3.2.1.3. Veamos el tercer subtipo: el primer elemento léxico sufre apócope y el segundo aféresis; el vocablo cruzado experimenta la influencia analógica de otras voces. Así, endriago, ‘monstruo fabuloso combatido por los caballeros andantes’, parece resultar de un más antiguo *hidriago, cruce de hidria, variante de hidra, ‘serpiente de muchas cabezas’, con drago ‘dragón’; este supuesto *hidriago (o *hedriago) “fué incorporado a las palabras de en- inicial (como embriago por ebriago, o enmienda por emienda, p. ej.)”, debido, en buena medida, al influjo del prefijo en-” (DECH, s. v.)36. 3.2.2. Dos vías que confluyen hacia el cruce léxico El segundo tipo que hemos aislado es mucho más restringido: como en el anterior, se entrecruzan dos vías, ya que el proceso de cruce léxico es binario por definición, pero éstas no están representadas por un único vocablo, sino que, por lo común, se produce la intersección entre una voz, por una parte, y un conjunto limitado de palabras, por otra. En realidad, los casos documentados nos hacen sospechar que la imposibilidad de aislar el vocablo concreto que, por una de las vías, discurre hacia el cruce se halla en la base de estas explicaciones múltiples (o, si se quiere, más vagas).

cruce con otra voz, quizá raspear y raspar en el sentido de ‘picar, el paladar’. […] Junto a la onomatopeya portuguesa escarrar […] existiría probablemente una variante *carrar, del mismo modo que tenemos fr. cracher junto a oc. escarchar […]. Y del cruce de *carrar con raspear pudo salir carraspear. Adviértase, de todos modos, que el cruce pudo tener lugar igualmente con asperearse, que figura en Gordonio, en el sentido de ‘producirse carraspera en la garganta’, y con ligeras variantes semánticas en varios autores de los SS. XV-XVII (DHist.)” (DECH, s. v.). 36  Aseguran Corominas y Pascual que “tratándose de un monstruo es más probable que el cruce se produjera con el nombre de otro monstruo, la hidra, cruce tanto más fácil cuanto que los dos animales fabulosos solían identificarse («hydra, draco fuit multorum capitum» en las glosas de Plácido, CGL V, 26.4, 74.5, 109.34)” (DECH, s. v.). La influencia del prefijo enjustifica, del mismo modo, otras evoluciones irregulares: “embriagar, derivado del ant. embriago ‘borracho’, y éste del lat. vg. ebriacus íd., derivado de su sinónimo lat. ebrĭus […] Embriago era frecuente en los SS. XIII y XIV: Berceo, Duelo, 175; Alex., 51; J. Ruiz, 546a; refranes aragoneses del S. XIV (RFE XIII, 368); Sánchez de Vercial, Enxemplos, 458, 505, 531; y todavía en APal. 41b, 60d, 258d, y Nebr. El verbo, que tiene menor extensión en romance (it. ubbriacare, cat. y port. embriagar, pero no en fr., y sólo oc. mod. embriagà), se crearía más tarde (el ej. del S. XIII que cita Cuervo, en realidad pertenecerá al XVI), en sustitución del arcaico embeodarse. Viceversa, h. 1400 el adjetivo embriago ya empezaría a anticuarse, pues en el Glos. de Toledo se le prefiere embriagado. […] la -m- ­iberorrománica y occitana se explica por influjo del prefijo en- y por la rareza de los vocablos cuya silaba inicial es e-” (DECH, s. v.).

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La etimología del sustantivo faramalla, ‘enredo o trapaza’, ‘charla abundante, rápida y sin sustancia’, ‘cosa de mucha apariencia y poca entidad’, remite según nuestros autores al antiguo farmalio, ‘engaño, falsía’, metátesis del bajo latín hispánico malfarium ‘crimen’, que a su vez resulta de un cruce de nefarium ‘crimen nefando’ con maleficium y otras palabras en male- de sentido semejante (DECH, s. v.). Comprobamos, pues, aquí la presencia de las dos vías indicadas. Por su parte, vejestorio ‘cosa despreciable por muy vieja’ o ‘persona muy vieja’ es palabra debida a la influencia de consistorio, faldistorio “y algún otro vocablo culto o arcaico, que sugería la idea de cosa vieja o respetable” (DECH, s. v. viejo)37. En este caso, además, se defiende que se injerta la terminación de estas voces en la base viejo. Antes de concluir, nos detendremos en un último caso, recogido en el quinto cuadro; en él, podemos percibir como los cruces afectan a dos familias de palabras, que se contaminan mutuamente, con lo que el hibridismo alcanza un grado notable. Como se plasma en el gráfico, calavera y cadáver encabezan sendas familias léxicas independientes en español y, de este modo, constituyen el punto de partida de los derivados calaverada, calaverón, calaverear y descalabrar, por una parte, y de cadavérico,a o cadaveroso,a, por otra. Pero calavera se documenta en textos medievales tanto con el significado etimológico, vigente en la actualidad (‘conjunto de los huesos de la cabeza’) como con el de ‘cuerpo humano’ e incluso ‘cuerpo muerto’; la adquisición de este nuevo significado debió de originarse en la confusión que pronto se produjo en el habla vulgar entre

calvaria

y el cultismo

cadaver con su familia, confusión que originó formas como cadavera […], calabrina,

calaverna [..] y el vulgar calabre por ‘cadáver’ 38 […] En una palabra, calavera y cadáver, con sus respectivas familias, constituían en castellano dos grupos de palabras de forma y sentido tan vecinos, que era inevitable se produjeran contaminaciones entre las dos (DECH, s. v. calavera).

Como resultado de la colisión entre el latín cadaverina ‘carroña’ y la familia de cadāver surgen los vocablos cruzados calaverna39 ‘cráneo’ (fuente del derivado 37  Algo semejante sucede con tazaña, “‘tarasca que sacan por Corpus los labradores’ [Covarr.], […] voz independiente, producto de un cruce de otras: desde luego intervino en su formación tarasca, y quizá araña y otra” (DECH, s. v. atarazar). 38  Confusión que, por otra parte, “pudo ayudar a que se produjera o se consolidara la anaptixis de a en calavera calvarǐa”. 39  Vocablo empleado ya en el Cuatrocientos y luego documentado en algún texto del siglo XVI: “Vete, vete, tú, á mi casa, / y en dos mil hondas cavernas, / y entre el cisco, / y en la ceniza, en la brasa, / hallarás mas calavernas / mil vezes, qu’en San Francisco” (Cancionero de obras de burlas provocantes a risa, c. 1445-1519); “Él se vio metido en una bóveda toda de

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calavernario ‘osario’) y calabrina (‘esqueleto’ o ‘cadáver’)40, con su derivado encalabrinar ‘turbar la cabeza o sentido’. Por su parte, del cruce de calavera y cadáver (o de sus precedentes latinos, calvarīa y el cultismo cadāver) proceden cadavera41 y calabre42.

piedra tajada y en el suelo estavan muchas armas e muchos huessos y calavernas de hombres. Él fue muy espantado, e andando al derredor de la bóveda con mucha claridad, como oído avéis, por ver si auría por donde salir, vio una puerta pequeña tanto ancha como luenga, que podrían caber cuatro hombres juntos, toda de fierro, cerrada con muy gruessos dos candados” (Feliciano de Silva, Lisuarte de Grecia, 1514). 40  La voz se atestigua con estos significados en la Edad Media: “E agora queremos dezir de quáles carnes de las aues las deuen guardar. E dezimos que las carnes de los estruços e de los butres e de los crebantauessos, e de otras aues que son blancas e otras que son amariellas, que comen las calabrinas e otras que les dizen uvach, porque meten atales uozes de todas estas non conuiene que les den d’ellas, sinon las que se cazaren d’ellas por sí o las que fueren pollas d’ellas e que sea la carne fresca” (Abraham de Toledo, Moamín. Libro de los animales que cazan, 1250); “[3] Non comas ninguna abominaçion. [4] Estas son las bestias que comeredes: buey, rres de carrneros. E rres de cabras; [5] e corço, e çieruo, e gamo, e dison, e theo e zamer; [6] e toda bestia que es vnnifendida, e fienda fendimiento de dos vnnas, e rrumia enlas bestias, aquella comeredes. [7] osas esto non comeredes delas que rrumian e delas que son patifendidas: el camello, e la liebre e el conejo; ca rrumian e non son patifendidos; enconados son avos; [8] e el puerco, que es patifendido e non rrumia, enconado es avos; de su carrne non comeredes, e en su calabrina non tanneredes” (Biblia Escorial I-j-4: Pentateuco, c 1400). 41  “ahe que dias uernan dize Adonai que non llamaran mas a este logar el thopheth njn valle de benhenom mas ualle de la matança. & yo uaziare el conssejo de juda & de jerusalem en aqueste logar & lançar los he en cuchillo delante los ssus enemigos & en poder de los que les buscan las almas & dare las sus cadaueras comjdas de aues de los cielos & bestias de la tierra. & porne esta cibdat en dissipaçion” (Biblia romanceada. Real Academia de la Historia, 87, c. 1400); “E el fisico deue ser diligente para considerar todas aquellas cosas por donde pueden venir enfermedades ala hueste: & aquellas deue mirar con diligencia quanto pudiere: & estoruallas si pudiere. & aquellas seran assi commo porque el tiempo sera de pestilencia caliente & humido lluuioso: & muchedumbre de muertos no soterrados: & muchas cadaueras antiguas: & muchedumbre de nogales & de coles & de malas plantas & de malos arboles & muchas reptilias & muchas lagunas & çenadales & sus semejantes” (Gordonio. BNM I315, 1495). Para la documentación de este vocablo, véase también DETEMA, s. v. cadáver. 42  “La .v. causa del mudamiento del ayre es de parte delos bafos / ca el ayre delas aguas delos estanques enxartados / o de muladares o de affonsarios: o de calabres o de muertos de guerra corrompen el ayre & fara adolecer y matara assi como fizo nuestro señor el cardenal de españa enla villa de vitecerba: guerreando sobrella” (Sevillana medicina de Juan de Aviñón, c. 1381-1418). Véase asimismo DETEMA, s. v. calabre.

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Cuadro 5

X X

cadáver

cadaver

cadavera calabre calaverada calaverón calaverear *descalaverar encalabrinar descalabrar descalabradura descalabro

Calvario calavero calavera calaverna calabrina



calvus calvarium calvaria cadaverina

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4. Final En estas páginas he pretendido aproximarme a un fenómeno que, si bien es marginal en el ámbito de la morfología genética, dado que atañe a un número reducido de familias léxicas, posee un interés innegable para el estudio de las relaciones entre las palabras. Los cruces léxicos nos sitúan en muchos casos ante un tipo de palabras-raíz peculiares (entendiendo por palabras-raíz aquellas que actúan como cabeza de una familia o subfamilia léxica), dado que son el fruto de la confluencia de otras dos voces que mantienen en general algún tipo de vínculo semántico y que, a su vez, suelen actuar como palabras-raíz de otras familias. Este carácter singular invita, en definitiva, a otorgarles un tratamiento diferenciado, individualizado, en la base de datos morfológica que, en un horizonte no muy lejano, nos permitirá palpar la trama de relaciones genéticas que une las palabras del español. Referencias bibliográficas Carriazo Ruiz, J. R. (en prensa): “Organización de acepciones en terminografía histórica naval”, en: Actas del II Congreso Internacional de Lexicografía Hispánica (Alicante, septiembre de 2006). Casado Velarde, M. (1999): “Otros procesos morfológicos: acortamientos, formación de siglas y acrónimos”, en: Bosque, I./Demonte, V. (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española: Entre la oración y el discurso. Morfología. Madrid: Espasa Calpe, vol. 3, 5075-5096. CORDE. Real Academia Española (2007): Corpus diacrónico del español. http://corpus. rae.es/cordenet.html (noviembre de 2007). CREA. Real Academia Española (2007): Corpus de referencia del español actual. http:// corpus.rae.es/creanet.html (noviembre de 2007). Cruse, D. A. (2000): Meaning in Language: An introduction to semantics and pragmatics. Oxford: Oxford University Press. DA. Real Academia Española (1726-1739): Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. Madrid: Imprenta de Francisco del Hierro. DECH. Corominas, J./Pascual, J. (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos, 6 vols. DRAE-1925. Real Academia Española (151925): Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. DRAE-2001. Real Academia Española (222001): Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. Herrera, M. T. (1996): Diccionario español de textos médicos antiguos. Madrid: Arco Libros.

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III. Cuestiones de sintaxis y semántica

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Sintaxis y semántica: el significado de los verbos Santiago U. Sánchez Jiménez Universidad Autónoma de Madrid Instituto de Investigación Rafael Lapesa (RAE)1

1. Introducción Coinciden los lingüistas al señalar que la gramática de un idioma es una estructura compleja desarrollada a partir de una serie finita de unidades formales (sonidos) cuya combinación hace posible la generación ilimitada de construcciones sintácticas que aportan un significado. Discrepan, en cambio, cuando intentan explicar cómo interioriza el hablante la gramática de un idioma y qué procesos cognitivos le permiten hacer uso de ese sistema2. Pero ¿el léxico de un idioma, verdadera sustancia de lo lingüístico, se ajusta a una estructura? Naturalmente, no podemos afirmar que el vocabulario de un 1  Agradezco a todas las personas relacionadas con el Instituto de Investigación Rafael Lapesa sus comentarios, que me han servido de estímulo a la hora de poner por escrito estas reflexiones, cuyas imperfecciones son exclusivamente achacables al autor. Asimismo, quiero agradecer el interés que, desde el primer momento, Mª Pilar Garcés mostró por este trabajo. Por otro lado, este trabajo se enmarca, también, en el Proyecto de Investigación “Principios universales y variación en el proceso de extensión metafórica. Un nuevo concepto de diccionario de expresiones idiomáticas con verbos de movimiento” cofinanciado por la Comunidad de Madrid (CCG06-UC3M-HUM0459) y la Universidad Autónoma (1003040018, UAM) y dirigido por Elena de Miguel. 2  Son, fundamentalmente, dos los paradigmas teóricos que tratan de explicar cómo aprende un niño el idioma. Por un lado, la lingüística generativa considera que el niño cuenta con una gramática universal innata que se ajusta a los parámetros establecidos por la lengua de su entorno; de otro lado, desde una aproximación cognitivista, el niño hace uso de sus capacidades cognitivas para la adquisición del idioma de la misma manera que aplica estas capacidades cuando se dispone a resolver los problemas que surgen a su alrededor.

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idioma sea un sistema o una estructura, al menos en el sentido en que aplicamos este término para referirnos a la gramática, ya que, en primer lugar, la serie de elementos mínimos (lexemas) que configura el léxico es abierta y, además, estas unidades constituyen un signo: su parte formal evoca un significado codificado. No obstante, el tratamiento que los hablantes hacen del léxico ofrece indicios de sistematicidad3. Así, por ejemplo, el proceso de aprendizaje de una lengua por parte del niño no parece responder a una mera asimilación de nuevos ítems completamente aislados de los demás, antes bien ha de suponerse que cada palabra, además de un significado, incorpora una información de índole relacional que hace posible que el hablante asocie esta palabra con otras de su lexicón mental. El niño no solamente aprende que eso que ve ante sus ojos se llama autobús. Reconoce las partes del autobús, que también se pueden nombrar; las características del vehículo para las que se emplean adjetivos: rojo, limpio... Sabe que un autobús no es un coche o un tractor, porque estos vehículos ya tienen otros nombres. Además, su experiencia del mundo y su desarrollo lingüístico le permitirán describir escenarios en los que participa esa entidad denominada autobús. Para esas descripciones hará uso de verbos como: pararse, estropearse, arrancar... Con este alegórico –y espero que ilustrativo– ejemplo pretendo destacar dos cuestiones: el léxico ofrece un modo sistemático de comprender la realidad y, al menos en lenguas como el español4, el vocabulario se organiza, fundamentalmente, en torno a tres categorías básicas (sustantivos, adjetivos y verbos) que, como ventanas que se abren al mundo5, nos dejan ver –comprender– la realidad. Podríamos convenir, al menos provisionalmente, en que el léxico ofrece modos sistemáticos de comprender los hechos de la realidad, por más que nuestra capacidad para dar cuenta de la sistematicidad y de las peculiaridades que presenta el objeto de estudio sea limitada. Lo expresa con mucha claridad Wotjak (2006b: 167): ¿Tenemos motivos para dudar que hay estructuras en el léxico? ¿No resulta obvio que por lo menos encontramos estructuras argumentales de un lado y campos léxicos, escenas, frames, etc., por el otro? Por lo tanto, ¿no es más conveniente renunciar a una pregunta a la que hay que responder ‘sí o por lo menos en parte sí’? Se podría reformular 3  Y, del mismo modo, los estudiosos del significado “are to some extent looking for regularities and system in the way meanings behave, as this leads to maximally economical descriptions” (Cruse 2004: 12). 4  En efecto, como advierte Escandell (2004: 134), “la comparación interlingüística pone de manifiesto que cada lengua hace sus propias elecciones acerca de lo que conceptualiza como un verbo, un adjetivo o un nombre. Se señala habitualmente que muchas lenguas indias de América del Norte no «conocen» los nombres comunes: por ejemplo, en vez de decir Allí hay una montaña dicen algo parecido a Allí montañea”. 5  Aprovecho el sugerente título de una obra de Wotjak (2006a).

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la tesis y preguntarse ¿qué estructuras hay en el léxico? Pero ¿no se precisa, además, una especificación terminológica de lo que se entiende por léxico?

2. Significado básico y significado categorial La palabra, como integrante del léxico de un idioma, consta de forma y de significado o, mejor, de una forma y de una serie indefinida de significados6. Es lógico suponer que entre los significados de las palabras haya alguno más elemental o primitivo, que da lugar a la creación de otros significados derivados a partir de distintos procesos: metaforización, asociación metonímica, reducción o ampliación de la extensión significativa, connotación7… Utilizaremos la etiqueta de significado básico para aludir a este significado primitivo o elemental, ya que es también el que comparten, en mayor o menor medida, las palabras de una misma familia léxica, que tienen en común una base. Así sucede con el lexema blanc- en las palabras blanco, -a (adjetivo), blanco (sustantivo) y blanquear (verbo). Ahora bien, llegados a este punto, hay que precisar que estas tres palabras comparten una base significativa pero no significan de la misma manera, puesto que se adscriben a clases distintas. La clasificación de las palabras en categorías gramaticales no afecta exclusivamente a la gramática, sino –y esto es lo importante– a los modos de significar: la conceptualización del significado es, sustancialmente, diferente y también es distinto el carácter de la combinación que se establece entre las palabras8. El adjetivo blanco, -a es un predicado del sustantivo al que refiere en el discurso9. El sustantivo blanco es una palabra que nombra –apunta– directamente 6  En el léxico terminológico, claramente especializado, se suele asistir a una correspondencia biunívoca entre el significante y el significado, ya que este significado es monorreferencial, unívoco y universal. No obstante, “en la práctica real y social, la polisemia se considera, por tanto, no como una anomalía, sino como una propiedad natural y consustancial del significante derivada de la praxis de la lengua” (Gómez González-Jover 2007: 31). 7  Hay una breve y amena exposición de estos fenómenos con ejemplos del inglés en Crystal (2006: 149-155). 8  “Another vital aspect of semantics is how simple(r) meanings combine to form more complex meanings. To some extent this is a function of grammatical structure: for instance, the way red and hat combine in a red hat is not the same as the way turn and red combine in to turn red” (Cruse 2004: 12). 9  El hecho de ser un adjetivo calificativo supone que puede funcionar, a diferencia de lo que ocurre con los adjetivos relacionales, como predicado y que, por tanto, para su definición puede tenerse en cuenta qué palabras pueden funcionar como sujeto, o argumento externo, de este adjetivo. Sin embargo, esta consideración no invalida la apreciación de Escandell (2004: 133) con respecto a la expresión caballo blanco: “Si tanto un nombre común como un adjetivo

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a una entidad del mundo; por último, el verbo blanquear10 describe el mundo, y lo hace desplegando una red de argumentos que, al menos, puede asumir dos modalidades. 1 (8. intr. Mostrar una cosa la blancura que en sí tiene.) Ya están las zarzas floridas / y los ciruelos blanquean (A. Machado). Tema + blanquear (Estado) blanquear

2 (1. tr. Poner blanco algo) El pintor blanquea la pared. Sujeto agente + blanquear + objeto afectado (Acción)

blanquear





En blanquear 1 el semantismo verbal crea un espacio (slot) ocupado por el sintagma los ciruelos ( filler) que es un sujeto (tema) del que se aporta una descripción a través del significado del verbo11. Por otro lado, en blanquear 2 el verbo desarrolla una red argumental de dos casillas vacías (slots) ocupadas por dos sintagmas nominales ( fillers). En este caso el significado de la red argumental corresponde a una acción que se inicia en el agente (el pintor) y desemboca en el segundo argumento (la pared) que queda modificado, afectado, por la acción verbal. calificativo denotan objetos, resultará fácil entender que la combinación de ambos establece dos condiciones que deben satisfacerse a la vez: en nuestro caso, la de ser un caballo y la de ser blanco. Podemos entender, por tanto, esta combinación como una intersección de conjuntos, que crea una condición compleja sobre la pertenencia de un elemento: la de satisfacer a la vez las propiedades de ambos conjuntos”. 10  Las acepciones y definiciones de blanquear son las que figuran en el DRAE (2001, versión electrónica 2003). 11  Es difícil determinar si en el ejemplo propuesto estamos ante una descripción estática (considerada como un tipo de evento estático) o ante un proceso (interpretado como un evento dinámico), al que se ajustaría con claridad la definición de la acepción 10: ‘Ir tomando una cosa color blanco’, acepción que se relaciona con la primera de amarillear: ‘Dicho de una cosa, ir tomando color amarillo’ (según el DRAE, 2001). Por otro lado, el carácter variable de la entidad referida en el SN (los ciruelos) permite, sin dificultad, la interpretación procesual de esta descripción: ‘los ciruelos empiezan a tener flores’. No se recoge en el DRAE la variante pronominal blanquearse, que ocuparía con claridad el espacio correspondiente a la noción procesual y que es la que parece registrarse en este ejemplo de El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, 1941, extraído del CORDE. “La niebla comenzó a levantarse y un sol celoso trataba de pasar a través de ella. El cielo había quedado limpio de nubes, pero ya comenzaba a blanquearse otra vez”. A la hora de distinguir las clases aspectuales de los predicados, precisamente Elena de Miguel (1999: 3011 y ss.) parte de la distinción entre eventos dinámicos (madurar, volverse) y estáticos (estar verde o ser) y advierte que “la diferencia entre que un evento sea dinámico o no lo sea resulta fundamental puesto que, si el evento no es dinámico, puede decirse que no ha ocurrido ni ocurre”.

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Por lo tanto, el significado básico es el que se asocia con el lexema de un término y lo comparten, en mayor o menor medida, las palabras de la misma familia léxica, con independencia de la clase de palabra a la que se adscriba cada uno de esos vocablos. No obstante, si las categorías gramaticales son maneras de conceptualizar el mundo, el estudio de esas formas de conceptualización ha de ofrecernos, sin duda, pautas para la clasificación del significado. 3. El significado sintagmático. La noción de predicado Una de las consecuencias de los desarrollos teóricos que en las últimas décadas se han preocupado, más o menos directamente, del estudio del léxico dentro del paradigma lexicista es la consideración del léxico desde una perspectiva sintagmática12 (o sintáctica, si se prefiere) y no paradigmática, que tradicionalmente prestaba atención al significado autónomo de la palabra, el que un vocablo tiene en sí, soslayando la conexión que esa palabra establece con otras en el discurso. De esta forma, una palabra es susceptible de ser definida a partir de la relación que habitualmente tiene con las demás en la estructura oracional. Evidentemente, esta asociación basada en la contigüidad de los signos lingüísticos ofrece una explicación sencilla del fenómeno de la fijación idiomática: colocaciones, fraseología… La propia afinidad léxica que se da entre unas palabras y otras es la que hace posible que algunas palabras convivan en el discurso y que este entendimiento sintagmático pueda llegar a fijarse definitivamente. Nuestra propuesta, de acuerdo con la idea del significado sintagmático, se desarrolla a partir de la consideración de que el significado de una palabra se hace visible cuando se analiza el tipo de conexión que establece con otras palabras en el contorno lingüístico13. Por ello, resulta imprescindible la aplicación de un 12  Los modos de estudiar el léxico desde una perspectiva sintagmática pueden agruparse en dos ámbitos teóricos: las teorías proyeccionistas (conforme a las cuales las proyecciones sintácticas de los predicados se pueden predecir a partir del conocimiento léxico-semántico que el hablante tiene incorporado en su lexicón mental) y las teorías construccionistas y cognitivas (que no comparten la idea de establecer una separación entre el componente léxico y las características sintácticas de un predicado, ya que el léxico y la sintaxis forman parte de un continuum). En todo caso, como señalan Jiménez Briones y Pérez Cabello de Alba (2005: 217), “hoy en día parece incuestionable el hecho de que mucha de la información necesaria para la correcta estructuración de una oración es de carácter léxico” y puede añadirse: a su vez, el análisis de la estructura oracional es una buena forma de encontrar fórmulas, alejadas de la mera intuición, que permitan dar cuenta de los significados asociados a una palabra. 13  En efecto, este método de indagación sintagmática del significado de una palabra será útil para aquellas palabras que no designan directamente la realidad, sino que despliegan en el

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criterio que permita entender y explicar cómo se relacionan sintagmáticamente unas palabras con otras. Entendemos que un predicado es una palabra susceptible de proyectar en la secuencia discursiva una serie de espacios argumentales que, una vez ocupados por los argumentos, constituyen un enunciado que da forma a un contenido14. En el siguiente ejemplo, el semantismo del verbo poner, en su significado prototípico, proyecta en el enunciado una estructura con tres argumentos: , y La vigilante puso la radio en la mesa + poner + + Sin embargo, aunque la mayor parte de los verbos son predicados, no consideramos que los predicados sean exclusivamente verbos15, lo serán también los sustantivos abstractos (que expresan acciones, procesos o estados) y los adjetivos calificativos (que indican fundamentalmente estados). Se trata de una noción ampliada y transcategorial de predicado16: el predicado determina y selecciona la presencia de los argumentos; al mismo tiempo, “la selección ayuda a delimitar el significado del predicado” (Mehlberg 2005: 61). En las siguientes oraciones los predicados son dos adjetivos (inteligente y nerviosa) y un sustantivo abstracto inteligencia que, en los tres casos, presentan un argumento. En los dos primeros enunciados el SN la vigilante es el tema de atribución; en el tercero, el SN es el experimentante o el tema afectado por el proceso, destacado por se puso.

discurso una serie de espacios argumentales, ocupados por palabras que refieren a las entidades que habitan en la realidad. 14  Este es el planteamiento del modelo de la sintaxis léxica, desarrollado por Subirats (2001), a partir de la teoría de los predicados de Zellig S. Harris que “parte de la hipótesis de que el conjunto de oraciones de una lengua está constituido por proyecciones lineales de la relación de dependencia que se establece entre los elementos léxicos que constituyen estos enunciados” (2001: 28) y de la teoría de los frames de Fillmore (1985), que se ha plasmado en el modelo FrameNet. 15  Por ejemplo, hay verbos soporte o de apoyo, más o menos vacíos de significado, que se limitan a aportar los rasgos flexivos al sustantivo predicativo al que acompañan, como sucede en una oración como Alberto hace caricias a su perro, donde la carga semántica de la acción reside en el sustantivo predicativo (caricias), mientras que el verbo hacer (apropiado para la expresión de las acciones) aporta los rasgos flexivos: número, persona, tiempo y aspecto. Para un análisis de los verbos soporte en español, véase Herrero Ingelmo (2001a y 2001b). 16  Para el concepto de predicado en la tradición gramatical y lexicográfica española, Subirats (2001: 200-231).

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La vigilante es inteligente (estado) La vigilante tiene inteligencia (estado) La vigilante se puso nerviosa (proceso/estado) 17 En definitiva, la aplicación de esta noción ampliada de predicado supone asumir una primera división del léxico: argumentos (entidades que señalan simbólicamente al mundo) y predicados (que describen el modo en que participan esas entidades en el mundo). Esta operación nos permitirá extraer del propio discurso, a partir de las relaciones lineales que unas palabras mantienen con otras, los significados que presentan los predicados que desarrollan un esquema argumental; es decir, nos permitirá distinguir, de un modo más o menos objetivo, los significados asociados a los verbos, ya que estos conceptos aparecen anclados en las construcciones sintácticas de las que estos verbos son núcleos18. 4. La unidad léxica El léxico de un idioma lo conforman todas las palabras que se han empleado a lo largo de su existencia. Y registrar todas las palabras empleadas y todos los significados con que se han usado es la utopía a que debe aspirar todo diccionario histórico. Pero otra cosa son las necesidades del momento: la creación de un modelo de diccionario histórico, susceptible de ser ampliado y mejorado en etapas posteriores. En los tres enunciados nos encontramos ante formas verbales (es, tiene, se puso) que no funcionan como predicados, sino como meras marcas de flexión (persona, número y tiempo). Además con respecto al verbo ponerse, este facilita la expresión de la dinamicidad del proceso que no puede expresar por sí solo el adjetivo nerviosa que refiere al estado resultante: estar tranquila (estado originario) ⇒ ponerse nerviosa (proceso) ⇒ estar nerviosa (estado resultante). 18  Así lo pone de manifiesto Stein (2003: 178), citado en Mehlberg (2005: 60). Por otro lado, además del FrameNet hay otros proyectos que tratan de sistematizar el significado de los verbos en español, como son Adesse (que sigue los planteamientos de la gramática cognitiva de Langacker y de la gramática de construcciones de Goldberg), Volem (que desarrolla el modelo de la semántica conceptual de Jackendoff) o AnCora, que parte de la consideración de la estructura predicativa generada por el verbo como marco imprescindible para dar cuenta del significado verbal. En el caso de AnCora, por ejemplo, se aprecia esa división en esos dos grandes grupos de palabras: argumentales y predicativas. “The AnCora corpora are annotated with different kinds of semantic information: a) the semantic class and argument structure of verbal predicates, where the relationship between predicates and arguments is expressed by means of thematic roles; b) Named Entities, both strong and weak; and c) WordNet synsets for all the nouns in the corpora” (Martí/Taulé/Bertran/Màrquez 2007: 27). 17 

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Los primeros pasos del Nuevo diccionario histórico se han dado partiendo de la asunción de un principio: el estudio del léxico puede hacerse de una manera sistemática, porque las palabras, en el lexicón de los hablantes, no se suceden unas a otras como en los diccionarios alfabéticos, sino que configuran entramados relacionales19. Como ya se ha señalado, una de las relaciones más estudiadas por las corrientes lingüísticas actuales es la que mantienen las palabras en el discurso. Y es que, realmente, las palabras conviven más en la continuidad de las producciones lingüísticas que en un diccionario organizado alfabéticamente. Por ejemplo, hay más relación significativa entre las palabras gato, maullar, gruñido o animal que entre aba y ababa, lemas sucesivos en el Diccionario de la Real Academia (DRAE, 2001). No obstante, aun asumiendo la sistematicidad del léxico, habrá de reconocerse que la noción de palabra, tal y como se ha venido considerando en la tradición gramatical, no se acomoda al concepto de unidad discreta. Mientras que la forma de una palabra (a pesar de su variación fónica) se mantiene constante, el contenido asociado a ese significante es variable y se modifica en función de las necesidades de los hablantes. Por ejemplo, la palabra mosca puede actualizarse fonéticamente de distintos modos, pero los márgenes formales de la palabra son claros; su significado, en cambio, admite variaciones sustanciales. En el DRAE (2001) se recogen 10 acepciones y, además, el vocablo interviene en una treintena de expresiones más o menos fijadas, lo cual no quiere decir que el número de acepciones no pueda incrementarse o, por el contrario, disminuir. Siguiendo con el binomio forma-contenido, podríamos subrayar que la forma (el significante) es la parte más convencional –más estable– de la palabra; en cambio, el contenido abre el camino de la creatividad. Esa dimensión creativa potenciada en exceso podría derivar en la superación de los límites de lo convencional y, por tanto, en la dificultad del proceso comunicativo20. Así las cosas, como la palabra no puede considerarse una unidad discreta de análisis, ha de proponerse otro elemento discreto (unidad léxica) que nos permita ofrecer una descripción sistemática del significado. Una unidad léxica es una asociación sígnica biunívoca, con un plano de expresión (o significante) y un plano de

Una buena muestra de esta declaración de intenciones se aprecia en Pascual Rodríguez/ García Pérez (2007). 20  Con harta claridad lo expresa un personaje de Alicia en el país de las maravillas: “Cuando yo uso una palabra quiere decir lo que yo quiero que diga”, a lo que Alicia responde algo contrariada: “La cuestión es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”. “La cuestión” –sentencia su interlocutor– “es saber quién es el que manda… Eso es todo”. (Y el que manda es el hablante, claro.) 19 

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contenido (o significado)21. Hay que destacar, además, que el número de unidades léxicas asociadas a una palabra es abierto, y esta condición de variabilidad facilita, evidentemente, la sistematización y comprensión del estudio del significado desde una perspectiva diacrónica. En el caso de los verbos, cada una de las unidades léxicas se caracteriza por una serie de propiedades sintáctico-semánticas que da cuenta de las posibles combinaciones que se establecen entre el verbo (predicado) y sus complementos (argumentos). Cada unidad léxica se ajusta a una estructura que denominamos microestructura; mientras que con el término medioestructura “designamos el conjunto de todas las UL (unidades léxicas, mío) que poseen una forma morfofonológica idéntica” (Mehlberg 2005: 57). Partimos, por tanto, de una hipótesis contextual 22, de acuerdo con la cual se puede reconocer el significado de los predicados verbales atendiendo a los rasgos sintácticos y semánticos que reflejan las relaciones con otras palabras que constituyen la red argumental: el entorno del predicado verbal. Prestemos atención a la ocurrencia de los verbos poner y ponerse en estos dos contextos oracionales. Para resolver la escasa formación científica de los alumnos españoles, Delgado propone que sean clases experimentales en laboratorios para hacerla atractiva. “Dedicarse a poner fórmulas en la pizarra es peor que no hacer nada, es destruir el espíritu científico”, añadió. (La voz de Galicia, 29/12/2004, en CREA) Que está Que está muy tonta muy tonta y en clase no hay nadie que la aguante nada más que yo, que está a mi lado, siempre tengo que aguantarla, en fin, y bueno, hija, también en el fondo me da igual, pobrecilla, pero es que hay otras veces que se pasa de plasta. Pero bueno, total, que estamos un día en el recreo con unas chicas de clase y se pone: “Leticia, ¿me acompañas a la toilet?”. Y yo: “…”. Y las demás: “…”, y, “¿que si me acompañas a la toilet, s’il vous plaît” y digo: “no, es que no me apetece”. Ahí por la puerta, todas a reírnos, tronchándonos. Hija, pero lo dice así en plan de broma. No, ya, pero hija, es que está un poco tarada. Calla calla calla, el día que fue apoteósico ¿Qué fue? Apoteósico. (Oral, 1991, en CREA)

21  La unidad léxica se define como la unión de “a lexical form and a single sense” (Cruse 1986: 77). En la misma línea Wotjak (2006b: 170) señala “estas UL [unidades léxicas, mío], que actúan como símbolos, deben considerarse por definición como monosémicas o monosememizadas”. 22  Empleamos la etiqueta de contexto, en esta oportunidad, para referirnos a la relación que unas palabras tienen con otras dentro del marco proposicional, en el que un término (predicado) desarrolla una serie de vinculaciones semánticas con otros términos (argumentos) que se ajustan al semantismo proyectado desde el predicado y que, a su vez, influyen en ese semantismo.

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Parece claro que el análisis del contorno oracional descubre significados que no son los que en el lexicón mental del hablante están asociados, de manera inmediata, a estos verbos. Tanto poner como ponerse –recordemos que comparten el significado básico– están identificados con la expresión de la locación, que es el resultado o meta de un desplazamiento previo, como se reconoce en estos dos ejemplos:

La vigilante puso la radio en la mesa La vigilante se puso en la puerta

En los dos ejemplos extraídos del CREA se constata la desaparición del argumento locativo de la estructura argumental del verbo poner y de ponerse: en el primer caso se mantiene la locación pero como un adjunto, como un complemento externo al semantismo verbal. Por lo tanto, asistimos a dos usos de poner/ponerse con una red argumental reducida a dos argumentos. Además, la naturaleza semántica que se extrae de la relación entre predicado y argumentos es distinta: el sujeto agente no desplaza el objeto (poner) ni se desplaza (ponerse) y, por consiguiente, los argumentos internos no se mueven, más bien se crean, son producto de la acción verbal. El carácter de estos argumentos delimita, perfila, el nuevo significado derivado: son productos lingüísticos escritos ( fórmulas) o enunciados en estilo directo reproducidos oralmente (“Leticia, ¿me acompañas a la toilet?”). De esta forma, a partir de los cuatro ejemplos aducidos de poner y de ponerse reconocemos cuatro unidades léxicas: Poner 1: + poner + + ‘colocar’ Poner 2: + poner + ‘escribir’ Ponerse 1: + ponerse + ‘situarse’ Ponerse 2: + ponerse + ‘decir’ 5. Significados centrales o prototípicos y significados periféricos La forma de una palabra funciona con respecto al contenido como un paraguas que da cabida –protege– a todos los significados o acepciones. La mera producción de una palabra –de un predicado verbal– activa una serie de significados que podemos llamar prototípicos o centrales y que se concretan en el discurso en una microestructura (una relación sintagmática con los argumentos que este predicado desarrolla). No obstante, la concreción de este predicado en el discurso puede

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responder a microestructuras diferentes a la prototípica y esas nuevas relaciones sintagmáticas o argumentales descubren significados ocultos o periféricos. Siguiendo con las metáforas, el contenido de una palabra (la medioestructura) es un iceberg que muestra los significados centrales o prototípicos (microestructura prototípica) y oculta los significados periféricos (microestructuras periféricas). Podría decirse, en el caso de los predicados verbales, que los significados prototípicos y su proyección argumental están incorporados en el lexicón del hablante y se proyectan de acuerdo con esa información argumental en las construcciones sintácticas. Por otro lado, los significados periféricos son producto de la interrelación entre lo sintáctico y lo semántico: surgen de las vinculaciones que el predicado verbal establece con el entorno discursivo. Si pretendiéramos recabar respuestas intuitivas de hablantes del español para cada una de estas dos preguntas: ¿Colocar y escribir son sinónimos de poner? ¿Situarse y decir son sinónimos de ponerse? Las respuestas, con toda seguridad, no se apartarían sustancialmente de la siguiente: colocar y situarse se podrían considerar sinónimos, pero escribir y decir son propuestas de sinonimia extrañas. En el fondo, lo que demuestra esta apreciación es que el hablante asocia los significantes poner o ponerse con unos significados centrales prototípicos (‘colocar’ y ‘situarse’) que están incorporados en el lexicón mental del hablante y que establecen una red de posibles conexiones con otras palabras: poner ‘colocar’ desarrolla tres espacios argumentales y ponerse ‘situarse’ genera una red argumental de dos argumentos. Sin embargo, como hemos advertido, poner y ponerse pueden ser sinónimos, respectivamente, de los verbos de lengua escribir y decir, o mejor, dos unidades léxicas periféricas de poner y de ponerse –como significados ocultos que emergen a la superficie al descubrirse la relación que estos verbos establecen con su entorno oracional– son hipónimos (o tropónimos) de escribir y de decir, ya que estos verbos presentan una selección argumental menos rigurosa. En definitiva, conforme a estas consideraciones, hay un poner prototípico (‘colocar’) y un poner periférico (‘escribir’) y, a su vez, un ponerse prototípico (‘situarse’) y otro ponerse periférico (‘decir’). En el caso de los verbos poner y ponerse –y creo que es una observación válida, al menos, para otros verbos de amplio espectro como dar, hacer, tener…– los significados prototípicos son más extensos y los significados periféricos, que evidencian la progresión creativa del idioma, son más intensos o especializados. Así poner es más amplio que colocar, ya que este verbo restringe el campo de aplicación del anterior: ‘poner algo en un debido lugar’, mientras que poner es más específico que escribir: ‘escribir algo especialmente breve’. Esta distinción entre unidades léxicas prototípicas y periféricas explica la diferencia entre los enunciados que presentamos a continuación:

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Pon el título de la novela en la hoja (‘escríbelo’). Pon la novela en la mesa (‘déjala en la mesa’).

A propósito de estas oraciones, ha de incidirse en un aspecto decisivo para la determinación del significado del verbo poner. El primer paso es la identificación de la estructura argumental; pero, también, ha de atenderse al semantismo de los argumentos. Aparentemente, en la sintaxis tradicional estaríamos ante el mismo análisis: un CD y un CCL. Sin embargo, en el segundo enunciado la locación es necesaria para el significado oracional de poner: el complemento locativo forma parte de la red argumental. Además, el carácter del CD es bien distinto en cada oración. En el primer enunciado, es un producto lingüístico que cobrará existencia cuando se realice la acción verbal; en el segundo caso, el CD es un objeto, con existencia previa, que la acción verbal trasladará y situará en un lugar. Hemos hablado ya de la metáfora del paraguas para aludir a la forma de una palabra, que impide que se mojen los significados a los que da cobijo. En cuanto al vocabulario de un idioma, el desplazamiento del significado básico (el significado asociado a la base o al lexema, que viene a coincidir, al menos en un primer momento, con el significado prototípico) explica la existencia de otros significados periféricos. Por otro lado, todos los significados (las unidades léxicas) asociados a una forma morfofonológica idéntica (significante) se manifiestan en distintas construcciones sintáctico-argumentales (microestructuras) y constituyen un campo de significado (la medioestructura) en el que se producen variaciones semánticas de distinto signo. El significado básico del lexema pon- aglutina los significados prototípicos de poner y ponerse. Los dos significados prototípicos expresan una ubicación como resultado de un movimiento de traslación previo. Cuando se emplea poner con el significado de ‘escribir’, habríamos de fijarnos en las motivaciones que dentro de la medioestructura asociada a este verbo hacen viable ese empleo semántico. Al fin y al cabo –podría pensarse– ‘escribir’ es ‘poner’ algo en un soporte. La presencia del soporte de escritura (como reflejo de la locación prototípica) puede justificar la aparición de una unidad léxica marginal de poner con el significado de ‘escribir’. Con respecto al significado de ponerse como ‘decir’, tal vez estemos ante una reducción de la perífrasis ponerse a decir: el verbo dicendi se elide y ocupa su espacio el auxiliar (ponerse). Se trata de una lexicalización parcial (su empleo parece estar restringido morfológicamente y el ámbito de uso es el de la reproducción de una situación conversacional anterior) de una palabra gramatical que aporta un valor aspectual incoativo y cuya sustitución se ve favorecida por la frecuencia de uso del auxiliar y por su significado extensivo. En definitiva, la forma de una palabra –el paraguas– reúne todos los significados (medioestructura) y, al

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recogerlos en un mismo espacio, los dota de coherencia, ya que es de suponer que los significados periféricos sean consecuencia del desplazamiento semántico que experimenta el significado prototípico por el encuentro con distintos contornos oracionales. 6. Esquemas cognitivos básicos Atendiendo a una clasificación ontológica de alto nivel23, las relaciones de predicación que tienen como núcleo un verbo podrían clasificarse en tres esquemas cognitivos básicos: acciones, procesos y estados24. De manera general, podría decirse que en las acciones el sujeto, como elemento preexistente, produce, realiza, emite o da lugar a algo (sujeto → acción). El sujeto, en los procesos, está inmerso en un acontecimiento verbal que se caracteriza por su dinamismo ( proceso... sujeto...proceso). Por último, en los estados el sujeto se ubica en un espacio o tiene una determinada propiedad (sujeto estado). Los estados se distinguen de las acciones y de los procesos (o cambios) por su carácter atemporal y por su falta de dinamismo25. En segunda instancia, introducimos la nota de para precisar el carácter de estos esquemas cognitivos. Consideraremos, siguiendo a Dik, que “una entidad implicada ejerce control si tiene la capacidad para determinar que algo pueda suceder” (Dik 1978: 53-54). La aplicación del rasgo posibilita, entre otras cosas, agrupar en el esquema de acciones las construcciones agentivas voluntarias (controladas) y las involuntarias (no controladas)26. En el ámbito de A la hora de describir el significado “we may think of hierarchies of semantic domains of varying scope, or alternately, of different ontological types. A typical set of ontological types at the highest level of generality is the following: thing, quality, quantity, place, time, state, process, event, action, relation, manner” (Cruse 2004: 47). 24  Moreno Cabrera se sirve de la clasificación de los sucesos en estos tres tipos: acción, procesos y estados para analizar semánticamente todas las oraciones que propone. “Suponemos, además, que esta tipología es universal y, por tanto, que la estructura semántica de cualquier oración de cualquier lengua se puede expresar mediante ella” (Moreno Cabrera 2003: 34-35). Esta estructura tripartita es la que emplea, desde aproximaciones cognitivas, López García (1996). 25  En el corpus anotado AnCora, el primer nivel en la jerarquía semántica verbal está configurado a partir de la consideración eventiva “corresponding to the main 4 classes (accomplishments, achievements, states and activities)”, es decir, realizaciones, logros, estados y actividades que se oponen por los rasgos y (Martí/Taulé/ Bertran/Màrquez 2007: 31). 26  Prestemos atención a las siguientes oraciones: Evaristo rompió el cristal o El viento rompió el cristal. El verbo romper presenta en ambas oraciones la misma estructura argumental (Sujeto + romper + Objeto afectado): un sujeto que da lugar a la destrucción del objeto. En la 23 �

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los procesos distinguimos procesos controlados en que el sujeto, que es el tema involucrado en el evento, puede intervenir en él (Evaristo va a su casa) y procesos no controlados (Evaristo se aburrió en la fiesta). Por último, también los estados pueden ser controlados por un sujeto (Evaristo se quedó en casa) o no (Evaristo tiene los ojos negros). Conforme a estas apreciaciones, en las acciones el sujeto es un término preexistente a la acción verbal. Se puede considerar, por tanto, que es un elemento iniciador (agente) de la acción: Sujeto → verbo (+ objeto). Podemos hablar de un sujeto agentivo, inmerso en un continuum de agentividad, basándonos en el mayor o menor control que ejerce el sujeto sobre la acción verbal. Por su parte, los procesos se definen como una transición de estados: de un estado A se pasa a un estado B. Hay dos grandes tipos de procesos dependiendo de la alteración (o del cambio) del sujeto: a) proceso de movimiento inherente al sujeto (sujetos desplazados) y b) proceso de transformación o aparición del sujeto (sujetos afectados o efectuados). El primer grupo (el de movimiento) se caracteriza por tener, prototípicamente, un sujeto que se inscribe en un movimiento limitado por alguna referencia local (Origen → Trayectoria → Destino); mientras que el segundo grupo (el de transformación o aparición) se distingue por tener un sujeto 27. Finalmente, en las unidades léxicas que expresan estados el sujeto no se ve sometido a la modificación de su condición, locación... Pueden definirse los estados (en contraste con las acciones y los procesos) por una falta de movimiento. Atendiendo al control que el sujeto ejerce sobre esa falta de movimiento, podemos hablar de estados controlados o posiciones, con un sujeto , y de estados no controlados, con un sujeto . Dentro del ámbito de los estados no controlados, se distinguen esferas que tienen que ver con la locación o existencia, la atribución de propiedades, las relaciones de posesión o de carencia (en sentido recto o figurado), las relaciones primera oración, se advierte la posibilidad de que el sujeto intervenga en la acción voluntaria o involuntariamente, es decir, ejerciendo un control sobre la acción o no. En cambio, en la segunda oración, el sujeto, en la lectura habitual, es un desencadenante involuntario del resultado de la acción. En todo caso, el significado del verbo no varía y estamos ante una unidad léxica. Seguimos, en este sentido, la apreciación de Cuartero Otal (2003: 48) que indica que muchos lingüistas “aceptan una jerarquía de rasgos que implica la concepción de la función del agente como una escala gradual, de tal modo que, según sea el número de características que cumplan, se puede decir que hay sujetos más agentivos que otros”. 27  En este grupo, se incluyen los verbos inacusativos como: crecer, aparecer, caer… Dentro de estos verbos hay un grupo de unidades léxicas verbales que presentan un carácter durativo y que admiten la construcción de gerundio y otro grupo de unidades léxicas que expresan un aspecto puntual (como las de aparición/desaparición) que no rechazan la implementación de un circunstancial que subraya este aspecto puntual de pronto: De pronto apareció.

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asociativas entre el sujeto y el objeto y las relaciones de implicación de un experimentante (referente humano). 7. Los esquemas argumentales de las unidades léxicas verbales Cada uno de los significados asociados a un predicado verbal presenta una estructura argumental –desarrollada a partir del significado del verbo y modificada a partir del semantismo de los argumentos– y se plasma en una forma sintáctica concreta. A la hora de determinar las unidades léxicas asociadas a un verbo habremos de tener en cuenta dos cuestiones. En primer lugar, el ámbito de análisis es el contorno oracional –la relación proposicional que se establece entre predicado y argumentos–, dejando de lado los significados expresivos que surgen de lo pragmático y que exceden lo establecido en el código. Por otro lado, la asociación entre forma y contenido no es biunívoca28. Como ya se ha señalado, la delimitación de las unidades léxicas de un verbo se basa en el reconocimiento del número de posiciones argumentales y en el carácter semántico que los argumentos y el predicado aportan a la estructura argumental. En ocasiones puede haber una predicación secundaria que, encadenada a la estructura argumental, se aplica a un argumento de la predicación principal. En este caso el verbo poner adquiere un valor causativo:

Evaristo puso (predicado principal) a su hijo a trabajar (predicado secundario)



Predicación principal: + puso + a su hijo



Predicación secundaria:

su hijo + trabajar

La ampliación o reducción del número de argumentos es un criterio válido para separar el significado solamente cuando realmente suponga una modificación del esquema cognitivo y, además, se aprecie una variación sustancial del contenido. Así, por ejemplo, el verbo comprar mantiene el mismo significado a pesar del incremento argumental en estas construcciones: Eva compró un coche / Eva le 28  La perspectiva lexicista intenta “derivar el esquema sintáctico a partir de propiedades relacionales del verbo y/o su significado. Sin embargo, tal tesis debe enfrentarse a la inexistencia de correspondencia directa entre el significado verbal y el esquema construccional. Un mismo verbo puede entrar en diferentes construcciones sintácticas (diátesis) Te lo advierto / Le advirtió del peligro” (García-Miguel/Costas/Martínez 2005: 373).

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compró un coche a Adán. Por el contrario, en un caso como Los árboles se hacen grandes junto al río, frente a Los árboles se hacen bien junto al río, sí hay una variación de la distribución argumental y un cambio de significado. En el primer enunciado, hay un predicado (el adjetivo grande), un argumento (los árboles) y un verbo semiatributivo (hacerse) que funciona como verbo de apoyo. En el segundo enunciado, en cambio, el verbo hacerse es un verbo pleno con un solo argumento (los árboles) que tiene un significado próximo al de ‘desarrollarse’. Por otro lado, los argumentos han de recibir una marcación nocional, un papel semántico. Para ello, se emplean etiquetas como agente, locación, etc. Por ejemplo, la aplicación del grado de afectación que recibe el objeto29 como resultado de la actividad del agente hace posible la distinción de objetos efectuados (objetos que se originan como producto de la acción verbal), afectados (objetos modificados por la acción verbal), desplazados (objetos que sufren una traslación como resultado de la acción verbal) y no afectados –o de afectación mínima– (objetos que no experimentan una modificación).

Marta hizo esta silla (objeto efectuado). Juan hace la cama (objeto afectado). Marta llevó la cartera a casa (objeto desplazado). Marta toca la puerta (objeto no afectado).

Es difícil –y bastante comprometido– proponer un listado de etiquetas semánticas válidas para atribuir papeles semánticos a los argumentos exigidos por un núcleo predicativo, ya que no hay acuerdo entre los lingüistas. Parece sensato, no obstante, proponer un listado elemental, que podría ser susceptible de ampliación cuando el análisis lo requiera, sin que se incurra en el error de multiplicar innecesariamente la nómina de papeles semánticos30.

Agente/causa: Sujeto preexistente cuya actividad da lugar a algo nuevo, altera una realidad, hace uso de ella, etc. Empleamos, como ya se ha señalado, una noción amplia de agente en la que se incluye lo voluntario () y lo involuntario ()31.

29  El objeto ocupa una posición argumental interna, dentro del SV, y recibe el influjo directo del sujeto agente en las oraciones biargumentales: Sujeto + Verbo + Objeto (Givón 1984: 98). 30  Para una descripción de los papeles semánticos más frecuentemente empleados en la semántica oracional, véase Glosario de términos lingüísticos y Fernández Leborans (2005: 51 y ss.). 31  Como hemos apuntado en la nota 26, la noción ampliada de agente aúna el carácter voluntario e involuntario del sujeto (por ejemplo, Álvaro rompe los cristales), el carácter humano y no humano del sujeto (en El gato rompió los cristales) y el carácter de del sujeto

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Destinatario: Papel semántico que designa la entidad de carácter humano hacia la que se orienta la acción verbal32. Experimentante: Entidad receptora de una experiencia psicológica denotada por el predicado. Instrumento: Papel semántico correspondiente a una entidad inanimada, prototípicamente delimitada, que un agente emplea para llevar a cabo una acción. Locación: Lugar donde se ubica la referencia o la entidad a la que se alude. Manera: Papel semántico que señala la valoración del evento verbal33. Materia: Papel semántico que se aplica a una entidad inanimada, prototípicamente no delimitada, que un agente toma como punto de partida para dar lugar con ella a un objeto.34 Medida: Papel semántico que recubre la idea de cuantificación de un evento35. Meta: Lugar al que se dirige un movimiento y, en un sentido más próximo a la finalidad, objeto al cual se dirige una acción o un proceso voluntario. Objeto afectado: objeto que experimenta una modificación de su condición, aspecto o estructura. Objeto desplazado: objeto que sufre un cambio de lugar. Objeto efectuado: objeto que cobra existencia a partir de la acción verbal.

(en El viento rompió los cristales). El significado del verbo romper no varía a pesar de la notas que pueda recibir en cada caso el agente. Podemos entender que, dentro de la agentividad, la prototipicidad –o si se prefiere el grado más alto de agentividad– es la que reúne las notas positivas (, , ). 32  Presente, por ejemplo, en las estructuras triargumentales de transferencia (Luisa le regaló su entrada a su sobrino) o de comunicación (Luisa le confesó el secreto a su tío). 33  Aparece en estructuras argumentales del tipo: No te preocupes, has hecho bien. En este caso la acción del sujeto (del verbo hacer) se evalúa, de manera que el argumento agente (ocupado por el sujeto tú) adquiere una nota de afección. 34  “Creo que no hay que confundir estos complementos introducidos por con [se refiere el autor al complemento de materia, mío] y los instrumentales, por más que puedan resultar parecidos. Los instrumentales, que son un tipo de los complementos adverbiales modales, se caracterizan frente a complementos con la misma preposición porque pueden aparecer introducidos por locuciones como con ayuda de o por medio de, que no resultan congruentes en los casos en que aparece un argumento con la función semántica materia” (Cuartero Otal 2003: 131). 35  Este papel semántico se manifiesta en eventos estativos como: Seguro que pesa cien kilos.

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Objeto no afectado o de afectación mínima: objeto que no experimenta ninguna modificación en su aspecto, condición o estructura. Origen: Papel semántico que expresa el lugar desde el que se produce un movimiento. Tema36: Sujeto inmerso en el acontecimiento verbal. Atendiendo al tipo de acontecimiento al que refiere la unidad léxica, podemos hablar de tema de proceso o tema de estado. Trayectoria: Lugar atravesado o recorrido en el movimiento.

Normalmente, un argumento recibe una nota semántica, esto es, a un argumento le corresponde un papel semántico. No obstante, en ocasiones, puede aplicarse la doble marcación de los argumentos. Así, en el caso de los verbos de percepción, se aglutinan en el sujeto las notas de experimentación y de agentividad. La focalización de una u otra nota permite establecer diferencias entre la unidad léxica prototípica de ver (, ) y la unidad prototípica de escuchar (, ). Pero, además, si nos detenemos en la medioestructura (que aglutina todos los significados asociados a una forma) correspondiente a ver, como verbo que ocupa un espacio amplio dentro del terreno de la percepción física (e intelectiva), se aprecia un deslizamiento de esquemas cognitivos que puede explicarse a partir de la doble notación semántica del sujeto. La consideración del sujeto como mero experimentante de lo contemplado subraya la idea de proceso37 y, de otro lado, la atención del sujeto hacia lo que está viendo potencia la carga agentiva38, como se aprecia en los siguientes ejemplos:

No vi a nadie pasar por aquí (proceso). Vi aquella película que me recomendaste (acción). Tras la operación, veía (estado).

36  La nota semántica de la recibe una entidad que, implicada en un evento verbal, tiene la capacidad para determinar que algo pueda suceder. Esta noción puede aplicarse a los papeles anteriores. 37  Con respecto a recordar (Recuerdo ese verano) y de acordarse (Me acuerdo de aquel verano), como verbos intelectivos, se interpretan como procesos que incorporan la implicación necesaria de un experimentante en el que ese proceso tiene lugar: el experimentante se convierte en ‘un receptáculo’ adonde llegan las ‘cosas’. Por otro lado, la estructura pronominal en acordarse de subraya la idea de proceso no controlado por el experimentante. Hay otros verbos de carácter intelectivo que destacan la idea de agentividad, como sucede con imaginar o pensar, a pesar de que el sujeto no deja de ser un experimentante de ese proceso. 38  Para el caso de la notación semántica del sujeto del verbo ver, Van Valin/LaPolla (1997: 125) y Moreno Cabrera (2003: 19-20).

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Otro caso interesante de doble marcación del sujeto, con las notas simultáneas de y , es el de los verbos monoargumentales de emisión –incluidos habitualmente en las actividades39– que responden a reacciones físicas que se producen en (pero también desde) el sujeto, como temblar, zumbar, piar… 8. El caso de poner: un intento de clasificación en unidades léxicas Presento a continuación una serie de construcciones extraídas de la entrada correspondiente al verbo poner en el Diccionario del estudiante de la Real Academia Española. A partir de estos enunciados se propone un modelo de separación del significado atendiendo a los criterios que hasta aquí se han planteado. No obstante, ha de quedar claro que la división en unidades léxicas que se presenta –que aspira a ser tan solo un esbozo– no se asocia exactamente con las acepciones del verbo poner40, puesto que, aunque en ocasiones haya una correspondencia casi directa, ha de establecerse un factor de corrección de base estrictamente semántica que ha de derivar en el establecimiento definitivo de las acepciones.

1. No olvides poner la leche en la nevera. 2. Póngame un rioja. 3. Hay que poner sal a la carne. 4. ¿No pones mantequilla en las tostadas? 5. Pusimos dinero para hacerle un regalo. 6. Ponme un fax con todos los datos. 7. Ponga su DNI en la casilla en blanco. 8. El técnico puso el aire acondicionado. 9. Puso un quiosco de helados. 10. Las tortugas marinas ponen sus huevos en la playa en que nacieron.

Atendiendo al aspecto léxico del verbo, a partir de Vendler (1967), se consideran actividades los sucesos caracterizados por ser dinámicos y atélicos. 40  El interés principal de esta propuesta es que permite establecer mecanismos formales, más o menos objetivos, para la división en primera instancia del significado de un verbo, mecanismos, por otro lado muy prácticos en el tratamiento del significado, terreno fértil para el crecimiento de la opinión de cada cual. En la delimitación de unidades léxicas no se han seguido los criterios lexicográficos que habitualmente se tienen en cuenta para la separación de acepciones. Para un análisis de los problemas que plantea la separación de acepciones en un diccionario histórico, “Sobre el establecimiento de acepciones”, en Pascual Rodríguez / García Pérez (2007). 39 

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11. La etiqueta pone que hay que lavarlo en seco. 12. Esa cadena pone muchos documentales. 13. Pon la televisión, que empieza la película. 14. Los entendidos lo ponen como a un genio de la danza. 15. Lo puso a trabajar con su hermano.

Significado prototípico de tres argumentos Unidad léxica (Agente + poner + Objeto desplazado + Locación) 1. No olvides poner la leche en la nevera.



Significados periféricos de tres argumentos Unidad léxica (Agente + poner + Objeto desplazado + Destinatario) 2. Póngame un rioja. Unidad léxica (Agente + poner + Objeto desplazado + Locación afectada) 3. Hay que poner sal a la carne. 4. ¿No pones mantequilla en las tostadas? Unidad léxica (Agente + poner + Objeto desplazado + Meta/Destino de donación) 5. Pusimos dinero para hacerle un regalo. Unidad léxica (Agente + poner + Objeto de transferencia + Destinatario)



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6. Ponme un fax con todos los datos. Unidad léxica (Agente + poner + Objeto efectuado + [Locación]) 7. Ponga su DNI en la casilla en blanco.

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Significados periféricos de dos argumentos Unidad léxica (Agente + poner + Objeto efectuado) 8. El técnico puso el aire acondicionado. 9. Puso un quiosco de helados. Unidad léxica (Agente + poner + Objeto efectuado) 10. Las tortugas marinas ponen sus huevos en la playa en que nacieron. Unidad léxica (Locación + poner + Objeto efectuado41) 11. La etiqueta pone que hay que lavarlo en seco. Unidad léxica (Agente/origen + poner + Objeto no afectado) 12. Esa cadena pone muchos documentales. Unidad léxica (Agente + poner + Objeto no afectado) 13. Pon la televisión, que empieza la película.



Significados periféricos: dos marcos de predicación Unidad léxica Predicación principal: Agente + poner + objeto de atribución Predicación secundaria: [objeto de atribución] + atribución 14. Los entendidos lo ponen como a un genio de la danza. Unidad léxica

Se puede considerar ‘efectuado’ si entendemos que, desde un punto de vista diacrónico, es factible que se trate de una estructura derivada de otras semejantes a las del ejemplo 7: Ponga su DNI en la casilla en blanco. Sin embargo, desde una perspectiva meramente sincrónica, no puede hablarse de objeto efectuado; más bien estamos ante un objeto no afectado –o mejor, un tema– en una relación estativa de ubicación (Objeto + poner + Locación) o en una relación estativa de continente (la etiqueta) / contenido (que hay que lavarlo en seco). 41 

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Predicación principal: Agente causativo + poner + Objeto afectado Predicación secundaria: Objeto afectado/agente + verbo 15. Lo puso a trabajar con su hermano. 9. Diez notas a propósito de esta clasificación Primera. Una primera división del significado asociado a una forma verbal es la que distingue, por un lado, el significado prototípico que, incorporado en el lexicón mental del hablante, se acomoda a una estructura triargumental (que en el caso de poner es: + poner + + ) y, por otro, los significados periféricos que son resultado del desvío de esa prototipicidad: variación en el número de argumentos y cambio de la naturaleza semántica de la red argumental. Segunda. La estructura argumental que corresponde al significado prototípico consta de tres argumentos que, en el uso recto, se manifiestan como se aprecia en el ejemplo 1. No olvides poner la leche en la nevera. Este mismo esquema sintáctico-argumental sirve de modelo para la progresión del uso figurado. Así, en la construcción poner canciones en Internet, se advierte que hay un objeto –un sustantivo de creación artística– desplazado (canciones) que se transfiere a un medio de comunicación interpretado como un lugar (Internet). Del mismo modo, en muchas fijaciones sintagmáticas (poner el dedo en la llaga, poner toda la carne en el asador…) se reconoce la base sintáctico-argumental heredada del significado prototípico en su uso recto. Tercera. Como se ha señalado, los significados periféricos se apartan, en mayor o menor medida, de la estructura triargumental desarrollada prototípicamente. Pueden configurarse de acuerdo con una estructura de tres argumentos (aunque la naturaleza semántica sea distinta de la prototípica), con una estructura biargumental o ajustarse a estructuras que incluyen una predicación secundaria encadenada. En el caso del ejemplo 14 (Los entendidos lo ponen como a un genio de la danza) la predicación secundaria se establece entre la referencia del pronombre lo y la atribución que se aplica a este objeto (genio de la danza). El verbo poner (núcleo de la predicación principal) presenta un rasgo semántico que lo aproxima a los verba dicendi (‘dicen que es…’) y otro rasgo compartido con los verbos de atribución que lo vinculan con la esfera semántica ocupada por los verbos de designación como llamar, calificar o designar, que se distinguen por la presencia de un agente, una entidad de atribución y un elemento de atribución.

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Cuarta. A veces, un significado puede especializarse tomando como base el conocimiento pragmático, esto es, el conocimiento que del mundo tienen los hablantes que manejan un código lingüístico. Así sucede con el ejemplo 2. Póngame un rioja, en el que se aprecia, en primer lugar, una reducción del argumento locativo (la copa o el vaso) sobreentendido por el marco cultural en el que se inscribe el enunciado y, en segundo término, emerge otro complemento (me). Este complemento desplaza la naturaleza semántica de esta construcción hacia los verbos de transferencia o donación como: dar, servir… que presentan estructuras triargumentales con un destinatario de esa transferencia42. Quinta. La especificación de los papeles semánticos, es decir, la combinación del verbo con entidades que corresponden a determinadas clases léxicas es un criterio que ha de tenerse en cuenta para el establecimiento de las acepciones. Las estructuras argumentales del ejemplo 2. Póngame un rioja y del ejemplo 6. Ponme un fax con todos los datos tienen en común el número de argumentos y la presencia de un destinatario: son, por tanto, estructuras de transferencia. Sin embargo, es el carácter de las clases léxicas que pueden ocupar ese espacio lo que establece la diferencia significativa: en el primer caso (trasferencia de donación) y en el segundo (transferencia de comunicación). Sexta. La marca de afectación es una noción gradual que, como hemos visto, se emplea para distinguir los tipos de objetos en función del influjo que el agente ejerce sobre ellos. En el ejemplo 3 (Hay que poner sal a la carne) se observa que la locación en la que desemboca el desplazamiento de la acción verbal (a la carne) se encuentra afectada por el objeto desplazado, a diferencia de lo que ocurre con la locación prototípica del ejemplo 1 (en la nevera). Al mismo tiempo, se asiste a un desgaste de la traslación recta del significado prototípico. Como resultado de estas dos alteraciones semánticas, se produce una reinterpretación de la locación como un destinatario afectado:

–¿Hay que poner sal a la carne? –Claro que hay que ponérsela // ?? Claro que hay que ponerla allí.

José Antonio Pascual me hizo ver que el análisis diacrónico ofrece una explicación a una pregunta del tipo: ¿Por qué se dice hacer la cama y, en cambio, poner la mesa? En efecto, la mesa se ponía ‘se colocaba’ en un sitio determinado antes de comer. Por tanto, el significado prototípico del verbo poner está históricamente en la base de la fijación pragmática actual: ‘preparar la mesa’, porque ya está puesta. El conocimiento del contexto extralingüístico en que se producen los textos es decisivo para entender qué significan, verdaderamente, esas construcciones lingüísticas del pasado que ya no son de este mundo. 42 

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Séptima. La ampliación de la red argumental de la unidad léxica que corresponde al ejemplo 7. Ponga su DNI [en la casilla en blanco] sirve para explicar la unidad léxica del ejemplo 11. La etiqueta pone que hay que lavarlo en seco. En el ejemplo 7 la locación (en la casilla en blanco) no es necesaria para el significado verbal (‘escribir algo breve’), aunque está claramente motivada por la construcción prototípica de poner. En el ejemplo 11 la locación (la etiqueta), el soporte de la escritura que apreciamos en 7, pasa a ocupar el espacio argumental, en principio, reservado al sujeto agente. Octava. Las diferencias entre el ejemplo 8 (El técnico puso el aire acondicionado) y el ejemplo 13 (Pon la televisión, que empieza la película) están basadas en el papel semántico que se otorga al argumento interno: objeto efectuado, frente a objeto no afectado. En el primer caso, se ‘instala’ algo que no estaba (aire acondicionado); en el segundo, se ‘acciona’ un aparato (televisión) para que funcione. Por ello, una construcción como Ya ha puesto el aire acondicionado es un caso claro de cómo el análisis proposicional ha de partir de estructuras no ambiguas: ¿A qué se refiere con poner? ¿A ‘instalarlo’ porque no había aire acondicionado o simplemente a ‘accionar’ el aparato instalado para que este funcione? En los ejemplos del Diccionario del estudiante la presencia de algunos términos (como el SN el técnico) permite superar esa ambigüedad sintáctico-semántica, ya que activa nuestro conocimiento del mundo y dirige nuestra interpretación en uno u otro sentido43. Novena. La unidad léxica que corresponde al ejemplo 10 (Las tortugas marinas ponen sus huevos en la playa en que nacieron) es un caso especial del tratamiento de la noción de agente como papel semántico. Prototípicamente, el sujeto del verbo poner es un agente que ejerce un control sobre el resultado de la acción verbal. Hay dos construcciones –aparte de la del ejemplo 10– en las que no se aprecia esta máxima agentividad. En 11 (La etiqueta pone que hay que lavarlo en seco) el sujeto es resultado de la elevación a la posición de sujeto de un elemento locativo. En 12 (Esa cadena pone muchos documentales), el sujeto puede interpretarse como una metonimia (en lugar de un SN como los responsables de la cadena) o, del modo que sucede en 11, como una elevación del locativo a la posición del sujeto (Ponen muchos documentales en esa cadena). Sin embargo, en 10 el sujeto se marca con el doble rasgo para las reacciones físicas que experimenta el sujeto y que surgen de él. Así, entre un enunciado como El granjero puso dos huevos en la caja y otro como La gallina Para un estudio de la ambigüedad sintáctica y semántica y de la subdeterminación lingüística desde un punto de vista comunicativo, Portolés (2004: 145-167). 43 

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puso dos huevos en la caja hay una diferencia argumental (tres argumentos, en el primer caso; frente a dos, en el segundo) y una diferencia de categorización del sujeto atendiendo a los rasgos de : SN el granjero presenta la nota de y el SN la gallina la de . Y décima. Por último, dentro de los significados periféricos de dos marcos de predicación, ha de destacarse el carácter de semiauxiliar que adquiere el verbo poner en el ejemplo 15. Lo puso a trabajar con su hermano. En este caso poner tiene un valor causativo que se superpone a la acción del segundo esquema argumental (trabajar), por lo que establece conexión con los verbos semiauxiliares causativos como hacer. Nos encontramos ante un agente externo, mediato (causador) y un agente interno, inmediato (sujeto de trabajar). 10. A modo de conclusión Abordar el estudio del significado desde una perspectiva formal sirve para establecer una serie de criterios más o menos objetivos, muy útiles para el estudio del contenido y, especialmente, para la comprensión de los textos del pasado a los que el investigador ha de enfrentarse desde una competencia lingüística (y comunicativa) distinta. Aun así, ha de recordarse que no hay correspondencia directa entre forma y significado: un cambio estructural (formal) no supone necesariamente una variación significativa y, en otro sentido, una estructura sirve de molde para un significado, pero también puede recubrir otro significado (constituir, por tanto, otra unidad léxica). Por otro lado, al partir de la idea de que el significado es producto, en buena medida, de las combinaciones de palabras (núcleo predicativo y argumentos), reconocemos que las palabras significan dentro de un contexto proposicional (sujeto + predicado) anclado en un esquema cognitivo (acción, proceso, estado). Esta propuesta de análisis sintagmático se adecua a la fuente principal de la que parte el investigador de los textos del pasado: el corpus escrito. De esta manera, el significado de una palabra quedará determinado por las relaciones sintagmáticas que establece con otras palabras en el discurso (en el contexto proposicional). Se puede proponer la siguiente hipótesis (especialmente en lo que concierne al análisis de los verbos plenos): los significados prototípicos y periféricos de un verbo –es decir, las unidades léxicas asociadas a una forma– se reconocen a partir de la descripción de los marcos predicativos (o estructuras argumentales) en que este verbo aparece. Además, es de suponer que el verbo en su significado prototípico sea, con respecto a la selección de argumentos, menos restrictivo que

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en los empleos periféricos, donde la selección que establece el verbo con sus argumentos es más estricta. Referencias bibliográficas Albertuz, F. (2007): “Sintaxis, semántica y clases de verbos: clasificación verbal en el proyecto ADESSE”. http://webs.uvigo.es/adesse/textos/Albertuz-CLG6.pdf CORDE. Real Academia Española (2007): Corpus diacrónico del español. http://www. rae.es/ cordenet.html (octubre y noviembre de 2007). CREA. Real Academia Española (2007): Corpus de referencia del español actual. http:// www.rae.es/creanet.html (octubre y noviembre de 2007). Cruse, A. (1986): Lexical Semantics. Cambridge: Cambridge University Press. — (2004): Meaning in Language. An Introduction to Semantics and Pragmatics. Oxford: Oxford University Press. Crystal, D. (2006): Words, words, words. Oxford: Oxford University Press. Cuartero Otal, J. (2003): Cosas que se hacen. Esquemas sintáctico-agentivos del español. Frankfurt: Peter Lang. Dik, S. C. (1978): Functional Grammar. Amsterdam: North Holland. Se cita la traducción española (1981). Madrid: SGEL. DRAE. Real Academia Española (2001): Diccionario de la lengua española. http://www. rae.es (noviembre de 2007). Escandell, M. V. (2004): Fundamentos de Semántica composicional. Barcelona: Ariel. Fernández, A./Vázquez, G./Saint-Dizier, P./K mel, M. (2002): “The Volem Project: a framework for the construction of advanced multilingual lexicons”. http://www.irit. fr/recherches/ILPL/Site-Equipe/publi_fichier/lecpsd.pdf Fernández Leborans, M. (2005): Los sintagmas del español II. El sintagma verbal y otros. Madrid: Arco Libros. Fillmore, Ch. (1985): “Frames and the semantics of understanding”, en: Quaderni di semantica 6, 222-254. García-Miguel, J. M./Costas, L./M artínez, S. (2005): “Diátesis verbales y esquemas construccionales: verbos, clases semánticas y esquemas sintáctico-semánticos en el proyecto ADESSE”, en: Wotjak, G./Cuartero Otal, J. (eds.): Entre semántica léxica, teoría del léxico y sintaxis. Frankfurt: Peter Lang, 373-384. Givón, T. (1984): Syntax: a functional-typological introduction. Amsterdam: John Benjamins. Glosario de términos lingüísticos. http://www.sil.org/linguistics/GlossaryOfLinguisticTerms. Gómez González-Jover, A. (2007): “Léxico especializado y traducción”, en: Alcaraz Varó, E./Mateo Martínez, J./Yus Ramos, F. (eds.): Las lenguas profesionales y académicas. Barcelona: Ariel, 27-39.

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La relación entre formas verbales simples y analíticas en un diccionario histórico

Blanca González-Zapatero Redondo Instituto de Investigación Rafael Lapesa (RAE)1

1. Introducción El objetivo de este trabajo es demostrar la conveniencia y utilidad de un estudio y un tratamiento lexicográfico conjunto de las formas verbales sintéticas y sus correspondientes formas analíticas2. Para ello partiré del estudio diacrónico del significado del verbo gritar y de sus variantes cridar y gridar, constatando cómo, 1  Quisiera expresar mi gratitud a los miembros de la Fundación Rafael Lapesa por su ayuda en la elaboración de este artículo, así como al equipo organizador del Seminario Internacional “Léxico, Semántica y Diccionario Histórico” y, en especial, a María Pilar Garcés, por su colaboración y el interés mostrado. 2  Terminología tomada de Serradilla (1996: 16), quien define las formas analíticas como “estructuras formadas por un verbo auxiliar y un nombre o adjetivo, que han de ser analizadas en su globalidad y cuya función es la misma que la de la forma verbal simple o sintética”. Estas construcciones reciben también en español otros nombres que no siempre son exactamente sinónimos, como “formas descompuestas” (Dubsky 1965; Harvey 1968; Ramos Méndez 1989), “predicados complejos” (Mendívil 1999), “colocaciones con nombre predicativo” (Alba Salas 2006) y “construcciones con verbo de apoyo o verbo soporte” (Alonso Ramos 2004 y García García 2005, respectivamente). Las denominaciones “verbo de apoyo” y “verbo soporte” son traducciones de la francesa “verbe support”, utilizada por autores como Gross (1993) o GirySchneider (1987). Así mismo, se han utilizado para designar estas combinaciones los términos “perífrasis” (Corominas/Pascual 1980-1991: s. v. gritar) y “locución verbal” (DRAE 2001: s. v. grita). El principal motivo para escoger esta terminología frente a las demás opciones ha sido básicamente práctico y de claridad expositiva. La simetría o analogía que se establece entre las denominaciones forma verbal simple (o sintética) y forma verbal analítica permite oponer directamente estos dos conceptos y optar así por una concepción amplia de lo que es una unidad léxica, en la que consideramos forma verbal a todo aquello que funciona como un

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para determinar las distintas acepciones de dichos verbos, así como su historia y evolución, es imprescindible –o, al menos, útil y, por ello, recomendable– ponerlos en conexión directa con sus respectivos predicados nominales grito y grita; crido y crida; y grido y grida y comprobar también si dan lugar de manera más o menos regular a formas verbales analíticas del tipo dar/echar/meter/lanzar gritos, dar/fazer grita; dar/echar/meter/lanzar cridos, fazer crida; o fazer grida, dar gridos. Este planteamiento nos lleva a recurrir a una visión amplia y flexible del concepto de unidad léxica3 y a considerar las formas verbales analíticas no como simples colocaciones o como meros fenómenos sintácticos o combinatorios que exceden los límites de la lexicografía, sino como auténticas unidades léxicas complejas de naturaleza variable que se comportan efectivamente como verbos sin llegar a alcanzar siempre el grado de fijación de las locuciones. El presente artículo forma parte de un trabajo de investigación más amplio que se halla en elaboración, por lo que algunos de los asuntos aquí abordados se tratarán de forma resumida y parcial. La decisión de renunciar a la exhaustividad tiene como fin ofrecer una visión panorámica de las ventajas de estudiar estos dos tipos de formas verbales coordinadamente. Con este objeto, he procedido a la selección de casos significativos que ejemplifiquen tanto las diferentes clases de relación que pueden establecer las formas verbales analíticas con las sintéticas, como las diversas aplicaciones de este método comparativo a la resolución de problemas concretos que se le presentan al filólogo y al lexicógrafo. Aunque me he centrado en el estudio de las documentaciones de la época medieval, también haré referencia puntualmente a otros periodos. Los datos y ejemplos aducidos son del Corpus diacrónico del español de la Real Academia Española (CORDE). 2. Verbos y sustantivos predicativos Entre los posibles tipos de vinculación que las palabras mantienen unas con otras y que han de ser tenidos en cuenta a la hora de elaborar un diccionario histórico4, me interesa en este caso referirme específicamente a aquellas que conectan los verbos con los sustantivos predicativos de su misma familia léxica. verbo, aunque esté conformado por más de una palabra y no tenga el grado de cohesión ni la estabilidad de constituyentes de las llamadas locuciones verbales. 3  He de advertir, para evitar confusiones, que no utilizo aquí el término “unidad léxica” en el sentido que le da Cruse (1986: 49). 4  Sobre la necesidad de un método relacional en la elaboración de un diccionario histórico, véase Pascual Rodríguez/García Pérez (2007).

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El grado de semejanza entre un verbo y un sustantivo no predicativo con el que comparte raíz léxica (como, por ejemplo, entre amasar y masa) se limita al ámbito de las relaciones de morfología genética. Los sustantivos como masa no comparten la capacidad predicativa prototípica de los verbos, ya que masa nunca puede expresar el evento que sí expresa el verbo amasar. En el caso de los llamados sustantivos predicativos, por el contrario, el nombre sí puede expresar el mismo evento que el verbo5. Prueba de ello es que admite los mismos argumentos (en función de agente, destino, etc.). Así, la frase nominal El beso de Juan a María describe el mismo evento que la oración Juan besa a María. Si bien es cierto que, si no se le añade a dicho sustantivo un verbo de apoyo que lo actualice, nunca podrá expresar ciertos significados gramaticales propios de la categoría verbal, como son el tiempo, la voz o el aspecto. La combinación de los llamados sustantivos predicativos (beso, paseo, mención, deseo) con elementos verbales de significado más o menos vacío o “ligero” (dar, hacer, tener) da lugar, pues, a lo que aquí denominamos formas verbales analíticas, las cuales permiten considerar dentro del mismo paradigma los predicados verbales y los nominales, y hacen con ello posible que dos palabras de distinta categoría gramatical (como son el nombre y el verbo) entren en competencia a través de la inserción de dichos sustantivos en construcciones analíticas de naturaleza verbal, las cuales establecerán con los correspondientes verbos simples o sintéticos relaciones no solo de equivalencia y sinonimia (del tipo pasear - dar un paseo), sino también, como veremos, de oposición y contraste. En cuanto a la equivalencia absoluta de las formas verbales analíticas y las sintéticas, ya Elena de Miguel (2006: 1293 y 1299) apuntaba que “existen matices aspectuales importantes que impiden la equivalencia plena” y que “no resulta difícil encontrar casos en los que la expresión con verbos soporte no equivale al verbo por el que a primera vista se puede parafrasear”. Considero, por tanto, que es preferible hablar de una relación de alternancia que en algunos casos puede ser sinonímica y en otros de hiponimia, haciendo con ello hincapié en la posibilidad de usar una forma u otra sin necesidad de considerarlas necesariamente sinónimos. 3. Gritar, cridar y gridar ¿simples variantes dialectales o diastráticas de la misma palabra? Al abordar el estudio de las voces gritar, cridar y gridar, lo primero que se nos plantea es saber si estamos ante simples variantes dialectales (o diastráticas, en 5 

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Esta cuestión ha sido tratada por Piera/Varela (1999: 4415) y por De Miguel (2006).

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algunos casos) cuyo significado es exactamente el mismo en todos los contextos o si, por el contrario, cada una de ellas presenta un comportamiento diferente y aparece en contextos específicos donde las otras no pueden hacerlo. Parece claro que cridar es la variante aragonesa y gritar la castellana6 y que hay muchos contextos en los que las dos serían perfectamente intercambiables. De hecho, ambas aparecen frecuentemente combinadas con la forma analítica dando voces, como sucede en el primer ejemplo:

Despues entendiendo el xpistiano el enganno. penso en qual manera podria cobrar sos dineros. assi que trayo de nueit quanto auia en so casa. & comendo lo a sos uezinos quanto mas escondido pudo. & crebanto todas las serraduras de so casa. cridando & dando uozes que en aquella nueyt auian ropada ladrones so casa. (Fueros de Aragón, 1247)



Que luno no podria oir lotro enla nau / et que luno cridasse a lotro el mas alto que pudiesse. (Anónimo, Juan de Mandevilla, c1400)

También parece claro que en el siglo XVII gridar es una voz de germanía y que puede considerarse, por tanto, una variante diastrática de gritar, cuyo significado es básicamente el mismo, por lo que podría sustituirse una por otra sin alteración del sentido del texto:

El Iaque despauorido del sueño se desasia gridando: Que sientes Coyma que te guindra Catalina? Con los bramos el Ruydo la Percha toda hundia, recuerda el Coyme, y la Dupa, y los Gelfes, que dormian. (Romances de Germanía, 1609)

Corominas/Pascual (1980-1991: s.v. gritar) insertan el fenómeno de la alternancia de oclusivas sordas y sonoras en estas voces (c-/g-, -t-/-d-) en el marco más amplio de las lenguas romances: “El juicio que nos merezca la doble forma gritar y cridar depende de la etimología del vocablo. Gritar pertenece a una familia romance integrada por el port. gritar, cat. y oc. cridar, fr. crier, engad. crider e it. gridare [...] Otra dificultad la presenta la -t- conservada de la forma castellana y portuguesa. Algunos han querido ver una relación entre esta -t- y la -g- inicial: habría habido una especie de metátesis de la sonoridad [...] En efecto, la g- va aparejada a la -t- y la c- a la -d- en todas las formas hispánicas (port., cast. y mozár. gritar frente a arag. y cat. cridar; gall. gridar, pero en los F. Munic. de Santiago [...], hay cridar, GdD, GrHcaGall.)”. 6 

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Hasta aquí todo parece sencillo. Si nos quedásemos en una visión parcial y superficial, podríamos llegar a la conclusión de que estamos ante simples variantes formales del mismo verbo y afirmar que, aunque una esté marcada dialectalmente y la otra diastráticamente, las tres voces pueden ser tratadas y definidas como una sola unidad léxica. El problema surge cuando encontramos contextos en los que no podemos sustituir simplemente una forma por otra porque parece que una de ellas tiene acepciones específicas no compartidas con su supuesta variante dialectal. Así, en algunos textos aragoneses nos encontramos ejemplos como los siguientes:

A todos sea manifiesto como cridado et aplegado conçello de la universitat de la val de Ansso. (Documento notarial anónimo de Ansó, 1299)



E otrosi dalli adelante el dicho Rey de Arago entienda yr se en Cathalunya do a mandado cridar las vuestes sobre el Conde de Ampurias por raçon de la paç del Rey de Granada. (Comunicación oficial al infante Don Juan del matrimonio ajustado entre Don Juan Manuel y la infanta, 1306)



Quando el rey vido que la cuerda dela bricola estaua assi rebuerta, ante que los de dentro hi pudiessen acorrer, el fizo cridar a las armas, comandando que todo hombre fuesse al combatimiento; et assi fue fecho. (Gestas del rey don Jayme de Aragón, a1396)



Et el corredor no ose cridar el dito bjno sines de sabidurja delos arrendadores dius aquella pena misma. (Documento de la Aljama de Zaragoza, 1331)



Pero que cridaua al aplegamjento diziendo que la guerra durarie siempre entro que la ciudat huuies capitan del linage de los Ffauios. (Traducción de las Vidas paralelas de Plutarco, Juan Fernández de Heredia, 13791384)

En los fragmentos citados no puede afirmarse que cridar y gritar sean sinónimos, pues en todos ellos queda patente que las diferencias entre una y otra forma van más allá de la simple cuestión formal (o fonética) o de la adscripción del hablante a una determinada zona geográfica o a un determinado grupo social. Sería muy difícil explicar la diferencia de significado entre los dos primeros ejemplos del verbo cridar aducidos al principio de este apartado y estos últimos si no recurriéramos a las formas verbales analíticas. Sin embargo, si acudimos a ellas, no será difícil colegir que hay al menos dos –y probablemente tres– acepciones

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de cridar según estas sean equivalentes a la forma analítica que tiene como base el sustantivo masculino crido o a aquella otra que se forma a partir del femenino crida:

& dio vn crido esquoantra el altar por mandado de dios & dixo [...] (Anónimo, Biblia Escorial I, j.8.&, 1300)



Ella assi como enloquescida començo a dar cridos et aullidos diziendo tales paraulas. (Juan Fernández de Heredia, Historia Troyana, 1376 – 1396)



E los bienes, sennor, que se trobaron, por crida feita de part vuestra, que tod homne los viniesse a manifestar en poder del dito judez. (Documentos judíos, 1321)



Sepan todos, etc, plegada el aljama delos judios dela judaria dela ciudat de Caragoça enla sinoga mayor dela dita judarja por crida, publicament feyta en aquella misma juderja por Barcellya, judio, corredor publico, segunt otras vegadas ha costumpnado façer semblantes cridas, et cerradas las puertas de todas las otras sinogas dela dita judarja. (Documento de la Aljama de Zaragoza, 1331)



Et dichas aquestas paraulas mando fazer crida que todo hombre tomasse talegas con lures viandas pora leuar por mar et por tierra. (Juan Fernández de Heredia, Gran crónica de España, 1376 - a1391)

Si aceptamos que el verbo cridar se relaciona (o entra en alternancia) con dos predicados nominales distintos como son crido y crida y que el significado de ambos es muy diferente –pues el uno se refiere a un sonido que puede ser o no inarticulado y el otro a un anuncio o pregón público (o bien a una convocatoria o llamamiento)–, nos será mucho más fácil comprender la diferencia entre las dos (o tres) acepciones o núcleos significativos de cridar. En el primer caso, nos hallaríamos ante un verbo de emisión de un determinado tipo de sonido (crido), mientras que, en las acepciones relacionadas con crida, cridar puede ser un verbo de comunicación (cuando crida equivale a anuncio público y se destaca la función enunciativa), o de influencia (cuando crida equivale a llamamiento o convocatoria y predomina la función apelativa). El hecho de que en aragonés exista la voz crida con este significado, además de crido, influirá así mismo directamente en la transitividad del verbo cridar, frente a la intransitividad de gritar en la Edad Media. Así, mientras en aragonés

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cridar se usaba como transitivo ya desde los primeros ejemplos (además de como intransitivo), en castellano son escasísimas las documentaciones transitivas y algunas de ellas parecen sospechosas de influencia aragonesa. El uso predominantemente intransitivo de gritar en la Edad Media confirma la tesis de que este solo era concebido en castellano como verbo de emisión y no de comunicación, pues los gritos se referían a un tipo de sonido generalmente inarticulado, y no a un tipo de mensaje, como lo es la crida en aragonés, mensaje que debía tener un destinatario (“cridar las huestes”, “cridado el conçello”) o bien un contenido (“fazer crida que todo hombre tomasse talegas con lures viandas pora leuar por mar et por tierra”) que debían ser expresados mediante un complemento directo. 4. Otro tipo de relación entre formas verbales simples y analíticas: el caso de gritar y dar grita Al igual que en Aragón, en la zona castellana existieron también dos predicados nominales que se relacionaron de distinto modo con la forma sintética gritar: uno femenino y otro masculino (grito y grita), que dieron lugar a sus propias formas analíticas. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en aragonés con crido y crida, que se documentan ambas desde principios del siglo XIV, grita es una voz más tardía que grito, pues no encontramos ejemplos de ella hasta el siglo XV, mientras que grito y sus correspondientes formas analíticas datan del siglo XIII. Entre los sustantivos predicativos grito y grita existen ostensibles diferencias semánticas. El significado de grita es más específico y presenta mayores restricciones léxicas que grito y gritar. Una grita es un griterío, una confusión de voces7, por lo que este predicado requiere un sujeto plural o colectivo. En cuanto a la posibilidad de que gritar y dar grita entren en alternancia sinonímica, veamos lo que sucede con los siguientes ejemplos de Enrique de Villena, que constituyen las primeras documentaciones tanto del sustantivo grita como de su correspondiente forma analítica. En ellos comprobamos que, aunque el contexto en que aparecen usadas gritar y dar grita es prácticamente idéntico, no podemos afirmar que ambas voces sean equivalentes, pues en el ejemplo correspondiente

Según el DRAE 2001: “1. f. Confusión de voces altas y desentonadas. Esta no es la única acepción de la palabra grita, la cual encontramos combinada tanto con el verbo dar como con fazer, pero, como advertí al principio, no me propongo aquí ser exhaustiva, sino ofrecer casos representativos que ilustren los distintos tipos de relación entre las formas sintéticas y las analíticas. Las diferentes acepciones de las formas analíticas con grita serán tratadas en profundidad en un trabajo posterior. 7 

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a la forma sintética no es posible determinar si lo que hacen los tirianos es dar gritos o dar una grita: E legavan fasta la meitat de la plaça e luego toda la gente dava una grita por alegría. E, desque todos oían su nombre, por alegría davan una grita. E acabado el canto, gritaron dos vezes por alegría los tirianos e siguiéronles los troyanos, faziendo aquello mesmo. (Enrique de Villena, Traducción y glosas de la Eneida. Libros I-III, 1427-1428)

Parece claro que Villena recurre al sustantivo femenino grita para expresar un concepto diferente al de la voz masculina grito, ya que conoce y utiliza ambas. Sin embargo, cuando utiliza la forma sintética gritar, dicha diferencia no queda lo suficientemente clara, por lo que, en otra ocasión en que este autor emplea la forma sintética para referirse a una grita, siente la necesidad de especificar que no se refiere a la emisión de gritos comunes, sino a un determinado tipo de “grito clamoso” que se realiza en colectividad, tal y como se describe en el fragmento siguiente: Es a saber complido aquel romançe e çesado el tañer de Ayopas, el juglar susodicho, los troyanos e tirianos gritaron dos vezes, diziendo: io, io, segúnd fazen oy en la fin de las galas e danças alegres. E dobláronlo, mostrando habundançia de alegría, aprovando el festival combite e habundando tanto en plazer interior, que de fuera por grito clamoso diferente de las costumbradas bozes e con alegre e agudo sonido sentido fuese. Començaron los tirianos e siguieron los troyanos, demostrando que la vanagloria acaba su canto cuando vençe con su temptaçión. E faze tancto habundar el ensoberveçido e finchado corazón, que grita de fuera por sobervias e presuntuosas palabras; e dobla el grito con superhabundançia e superfluidat de dezires, loando a sí mesmo.

En este pasaje, aunque lo que se describe son las acciones concretas de individuos que gritan produciendo un determinado tipo de sonido, entendemos que el resultado final de dichas emisiones individuales (gritos) es precisamente una grita. Esto demuestra no solo la pertinencia de la distinción entre las formas analíticas dar gritos y dar grita, sino, además, la economía y precisión de esta última forma sobre la sintética, pues evita al hablante la descripción del conjunto de acciones que dan lugar a una grita y permite resumir un evento cuyas características no quedan lo suficientemente claras mediante el uso de la forma sintética, ya que esta podría hacer referencia tanto a la forma analítica de grito como a la de grita y sería la primera interpretación la que primaría sobre la segunda, debido a que gritar y dar gritos comparten las mismas restricciones léxicas, menos selectivas que las de dar grita.

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Como ya he mencionado antes, el predicado nominal grita en esta acepción exige un sujeto plural o colectivo, restricción que no presentan gritar y grito. Por ello, dar grita raramente entrará en alternancia con gritar, precisamente porque la forma sintética no mantiene todos los rasgos semánticos de la analítica. Tanto dar gritos como dar grita implican gritar, pero, mientras gritar implica siempre dar gritos, no implica necesariamente dar grita. Dicho de otro modo: la forma sintética gritar podría considerarse sinónimo de dar gritos, pero solo hiperónimo de dar grita, al igual que flor puede sustituir a rosa en ciertos contextos, pero no comparte con ella todos sus rasgos semánticos. Por otro lado, mientras que gritar y grito precisan un sujeto agente que produzca un determinado tipo de sonido sobre el cual el emisor tiene control, los sustantivos como grita, griterío o vocerío, al referirse a la confusión de las voces de varias personas, designan un tipo de emisión que excede al control del emisor como individuo, por lo que el sujeto de los mismos tiende a ser interpretado como causante y no como agente. Así, en el CORDE encontramos, a partir del siglo XVI, varios ejemplos del sustantivo grita combinado con verbos de significado causativo del tipo ocasionar, causar o armar, que nunca encontraremos con grito. 5. El verbo gridar y su variable vinculación con los sustantivos predicativos grida y grido en las distintas épocas 5.1. Breve historia de las formas en grid Corominas y Pascual (1980-1991) hacen también referencia a otra variante de gritar que consideran “rara” y de posible origen italiano: se trata de la forma gridar, de la que se nos dice que fue usada por Juan de Mena en el siglo XV (con su sustantivo grida). La historia de las formas en grid- es realmente singular, pues, al rastrear sus documentaciones, observamos que estas aparecen y desaparecen a lo largo de los siglos: encontramos las dos primeras en el siglo XIV, su uso se extiende en el XV (con cuarenta apariciones) para desaparecer prácticamente en el XVI, con solo tres ejemplos8, y reaparecer en el XVII, con veinte documentaciones (ocho del sustantivo grido y doce del verbo gridar). Los ejemplos de este siglo pertenecen todos menos uno al libro Romances de germanía (1609), por lo que parece que se trata de voces marcadas diastráticamente, tal y como encontramos 8  De estos tres, uno corresponde al estribillo (repetido dos veces) de un texto en lengua gallega de Alonso de Mudarra, autor con gran influencia italiana: “Si viese e me levase, por miña vida que no gridase. Si viese o domingo meu amigo tan garrido, por miña vida que no gridase” (Versos de tres libros de música, 1546).

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registrado en distintos diccionarios no académicos a partir del de Terreros9. En el XVIII no hallamos ningún ejemplo de estas formas, mientras que en el XIX encontramos tres: dos de Larra, de su novela El doncel de don Enrique el Doliente, que parecen haber sido trasvasados de obras antiguas en un intento de imitar el lenguaje arcaico10, y otro de Julián Zugasti y Sáenz, que pertenece a su obra El bandolerismo (1876-1880). En ella se hace referencia expresa a la germanía, por lo que el empleo de esta voz quedaría vinculado a la corriente de los romances de germanía del XVII de los que hablábamos antes. Ya en el siglo XX, contabilizamos dos ejemplos más de gridar en sendas obras de Menéndez Pelayo, que son en realidad citas de dos obras muy anteriores. Podría decirse, por tanto, que estas palabras desaparecen del uso escrito en el siglo XVIII. Lo que me interesa destacar sobre estos datos es cómo, tras un periodo relativamente largo de ausencia de documentación de las formas en grid-, que se corresponde concretamente con el siglo XVI, gridar reaparece vinculado al sustantivo grido, del que se registran ocho documentaciones, tres de las cuales corresponden a formas analíticas: dos casos de dar gridos y uno de alzar el grido. Es decir, que todo parece indicar que gridar era en esta época una variante diastrática de gritar, ya sea entendido como verbo de emisión (intransitivo) o de comunicación (transitivo). Así mismo, es significativo el hecho de que no haya ningún ejemplo registrado en todo el XVII del sustantivo femenino grida. Dicho esto, pasaré a ocuparme ya exclusivamente de las documentaciones medievales.

En el diccionario del padre Terreros (1787), bajo la entrada triple gridador, gridar y grido, se hace la siguiente aclaración: “Son voces usadas de los gitanos”. Por el contrario, en la voz grida, no se incluye referencia alguna a los gitanos, sino que solo se dice que se usaba “antiguamente”. Después de Terreros, Núñez Taboada (1825), Salvá (1846), Domínguez (1853), Gaspar y Roig (1855) y Zerolo (1895) clasifican sistemáticamente en sus respectivos diccionarios la voz gridador como de germanía (Germ.) y Domínguez y Gaspar y Roig también el verbo gridar, mientras que grida y grido sólo reciben en todas estas obras la marca ant. Domínguez dice, además, que todas son inusitadas o inusuales (inus.). Ya en el XX, Rodríguez Navas (1918) vuelve a decir en su diccionario, bajo la entrada gridador, “voz gitanera”. Cito por el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (NTLLE) de la Real Academia (2001). 10  Al tratarse de una novela histórica, resulta comprensible que su autor, con la intención de crear la ambientación adecuada, para darle un carácter arcaizante a su lenguaje, lo salpicara de voces antiguas que había leído en textos medievales aunque ya no se usasen ni se comprendiesen en su época. Un indicio de que sus lectores no comprendían la voz grida es que, al emplearla, recurre a un doblete sinonímico: “dar una grida o pregón”. En el caso de la utilización de la voz grida, es posible que la tomara de la Crónica de Don Álvaro de Luna, pues el vocabulario utilizado en sus ejemplos es muy similar al de algunos fragmentos de esta obra. 9 

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5.2. Gridar en la Edad Media. Vinculación con grida y no con grido Para acercarse al estudio de las formas en grid- en la Edad Media, hay que tener en cuenta, en primer lugar, lo tardío de su documentación respecto de las formas en grit- y crid-, pues, mientras estas últimas aparecían ya en textos del siglo XIII o principios del XIV, las formas en grid- no empiezan a documentarse sistemáticamente hasta el XV. Así, aunque encontramos en el CORDE dos ejemplos de gridar en el XIV (el primero de 1337-1348 y el segundo de 1376-1391), parece que se trata de casos dudosos o, al menos, aislados, ya que el segundo de ellos lo hallamos en un autor (Juan Fernández de Heredia) que utiliza sistemáticamente formas en crid- en un total de 429 ocasiones a lo largo de su extensa obra, frente a un único uso de gridar y otro de gritar. Los siguientes ejemplos son ya del siglo XV, época en que parece haberse extendido algo más el uso de estas voces, pues encontramos diecinueve casos gridar y nueve del sustantivo femenino grida, frente a un único ejemplo del sustantivo masculino grido, que no aparece combinado con ningún verbo de apoyo (dar, lanzar, meter...), sino de forma aislada. Sí encontramos, en cambio, en esta misma centuria, dos muestras de construcción analítica formada a partir del sustantivo grida: fazer grida y volver la grida . La práctica inexistencia de documentación medieval del sustantivo grido11 nos permite conjeturar que el predicado nominal que subyace bajo la forma sintética gridar en esta época es el femenino grida. Así, a pesar de no contar apenas con documentaciones de formas analíticas con esta raíz, podemos afirmar que, de existir una forma analítica equivalente a la sintética con la que gridar pudiera entrar en alternancia, esta tomaría como base el sustantivo femenino grida, que sí está suficientemente documentado de manera aislada. Según el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (2001), la primera vez que la voz grida aparece registrada en un diccionario lo hace en el de Autoridades (1734), donde se define como: “Lo mismo que Grita. Es voz antigua, que se tomaba freqüentemente por la señal que se hacía, para que los soldados tomassen las armas”. Según la primera parte de esta definición, parece que su significado está más cercano al de la voz castellana grita12 que al de la 11  Pascual Rodríguez (1974: 103), en su estudio y edición del “Infierno” de la Traducción de la Divina Commedia atribuida a D. Enrique de Aragón, dice que este escoge una sola vez el sustantivo grido para traducir la voz italiana grido, frente a los ocho casos en que se traduce como grito. No he podido localizar en el CORDE ningún otro ejemplo (aparte del mencionado antes) de la voz grido hasta el siglo XVII, en que se utiliza en contextos de germanía. 12  DRAE 2001: 1. f. Confusión de voces altas y desentonadas. 2. f. Algazara o vocerío en demostración de desagrado o vituperio. 3. f. Cineg. Voz que el cazador da al azor cuando sale la perdiz. dar ~.1. fr. Mofarse o burlarse de alguien a gritos.

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voz aragonesa crida13. Sin embargo, hay que advertir que dicho grito es una convocatoria o llamada, lo cual lo acercaría más a crida. En cuanto al verbo gridar, no aparece en el diccionario académico hasta la edición de 1803, con la marca de anticuado y definido como “lo mismo que gritar”14. Este significado de la voz grida al que se refiere el Diccionario de Autoridades es el que encontramos en algunos de los ejemplos documentados:

E venían con él fasta doçeientos honbres armados, así honbres de armas como vallesteros, e trayan consigo dos tronpetas bastardas, e venían diciendo en alta grida: -¡Castilla, Castilla, mueran los traydores!. E así con este apellido, e por este son, e con esta grida, se allegaron a las puertas de la posada del Maestre. (Anónimo, Crónica de don Álvaro de Luna, 1453)



Con la bandera del conde tendida / ya por la tierra su fijo viniera / con mucha más gente qu’el padre le diera, / bien a cavallo e en punto guarnida, / por que a la ora que fuese la grida / súbitamente, en el mesmo deslate, / por çiertos lugares oviese combate / la villa que estava desaperçebida. (Juan de Mena, Laberinto de fortuna o las trescientas, 1444)

No podemos dejar de relacionar dichos ejemplos con los aragoneses citados antes en los que se “cridaba” a las armas. 5.3. Dificultades en el estudio de las formas en grid - y posible aportación del método relacional a la hipótesis aragonesista Uno de los principales problemas que plantea el estudio de gridar y de sus respectivos sustantivos predicativos surge cuando se procede al cotejo de las distintas apariciones del corpus, pues, al contrastar unos ejemplos con otros, comprobamos que los mismos pasajes aparecen reproducidos más o menos literalmente en varias obras diferentes, generalmente de carácter recopilatorio. Dicha reproducción no es, sin embargo, absolutamente exacta, sino que en los distintos textos encontramos alternativamente formas en crid-, grid- o grit- según los casos, sin que haya sistematicidad en la aparición de unas y otras. Las obras en que esto sucede suelen DRAE 2001: 1. f. ant. pregón (|| promulgación en sitio público). Estas definiciones se han conservado básicamente sin cambios hasta la edición de 2001, donde se define grida como: “1. f. Gritería que se tomaba frecuentemente como señal para que los soldados tomasen las armas” y gridar como: “1. tr. desus. gritar (|| levantar la voz). Ú. t. c. intr.”. 13  14 

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ser cancioneros, aunque, obviamente, dichos fragmentos se registran también en los propios textos originales. Este sería el caso de algunos ejemplos de Juan de Mena y del Marqués de Santillana, que aparecen recogidos varias veces en cancioneros como el de Juan Fernández de Íxar, el Cancionero castellano de París15 o el Cancionero castellano y catalán de París, en los que se transcriben dichas voces de diferente manera. Unas veces en la obra del autor había formas en grid-, que aparecen en las recopilaciones transcritas como crid- (como sucede con Juan de Mena y el Laberinto de fortuna16) y otras veces sucede al revés (como en las obras del Marqués de Santillana: en la Comedieta aparece crid- en aquellos casos que las recopilaciones transcriben como grid- y en el Centiloquio, en cambio, encontramos grit-17, allí donde las compilaciones recogen tanto crid- como grid-). La comparación detallada de las distintas versiones de dichos ejemplos excede los objetivos y el espacio de este artículo, por lo que me limitaré a aventurar algunas hipótesis y conclusiones a partir de los datos observados. Ya Pascual Rodríguez (1974: 1202) apuntaba la posibilidad de que gridar fuera un aragonesismo castellanizado tan solo parcialmente o camuflado con “piel” de voz castellana: “¿Por qué considerar como aragonesismos sólo aquellas formas en las que se da la sustitución plena del cast. gritar por el aragonés cridar, no esas otras en las que se ha realizado una interferencia parcial: castellano gritar→ gridar ← aragonés cridar?”. Efectivamente, la alternancia con que aparecen documentadas las formas gridar, cridar y gritar en ciertos documentos (en especial los recogidos en cancioneros, pero no exclusivamente) hace pensar en una interferencia de usos aragoneses y castellanos. De modo que, dependiendo de la procedencia del recopilador o copista –pero especialmente en el caso de los castellanos, ya que parece que gritar tenía en esta época menos acepciones que cridar–, cuando este encuentra una forma que le es ajena, la adapta a su forma de hablar, bien “traduciéndola” directamente por la palabra que él conoce –independientemente de que se ajuste o no al significado que esta tiene dentro de su área dialectal–, bien recurriendo a una forma en grid-, a medio camino entre el aragonés y el castellano. Si al autor le resultaba demasiado extraño el significado de dicha voz y no se atrevía, por ello, a traducirla directamente por crid- o por grit-, no parece descabellado que recurriera a una solución salomónica y utilizara grid-. A su vez, cuando un copista se encuentra con la forma grid-, puede optar por traducirla al 15  Título que corresponde a dos obras diferentes identificadas en el CORDE como PN5 y PN12, respectivamente. 16  Si bien sería necesario contrastar los distintos manuscritos, pues en alguno de ellos se observan divergencias respecto de los datos del CORDE. 17  En otro contexto diferente.

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aragonés o al castellano, pero es posible que en los casos en que el significado le resultara demasiado extraño, como para sustituir dicha forma por la que él conocía, decidiera transcribirla literalmente. Esta teoría resulta especialmente plausible en los ejemplos donde encontramos gridar usado como transitivo, ya que, al no documentarse apenas en castellano durante toda la Edad Media la forma verbal sintética gritar empleada transitivamente como verbo de comunicación18, sino únicamente como verbo de emisión intransitivo, a los castellanos les sonaría muy extraño utilizar gritar con un complemento directo y, por este motivo, algunos harían la distinción entre gritar (verbo de emisión) y gridar (verbo de comunicación o de influencia). Dicha hipótesis serviría para explicar la distribución de formas en grit- y grid- en la obra de Gutierre Díaz de Games titulada Victorial (1431-1449), en la que se utiliza el sustantivo grito para referirse a sonidos inarticulados, ya sean de aves (un ejemplo), o personas (un ejemplo), mientras que se utiliza gridar como verbo transitivo: E la gente, de cavallo e de pie, que allí heran muy muchos, e reyes darmas, e faraotes, e purxivantes, muy muchos tronpetas e menestrieres, tantos que los non podía honbre contar, ayuntáronse todos alderredor de Pero Niño, e gridaron tres vezes: - ¡La Costura resta por el capitán de España! ¿Ay quien venga?

En el ejemplo anterior, observamos cómo gridar tiene en este contexto un claro valor de convocatoria, lo que lo relacionaría con la forma aragonesa cridar y con el sustantivo predicativo crida. Al no existir en castellano una forma equivalente, dicha carencia habría refrenado la ampliación semántica de gritar (verbo de emisión) a una reinterpretación como verbo de comunicación. Y este hueco lo habrían rellenado provisionalmente algunos autores de supuesta influencia aragonesa con la forma híbrida gridar, hecho que solo sucedería hasta el momento en que lograra extenderse en castellano el uso transitivo de gritar. Efectivamente, es en el siglo XVI cuando dejan de documentarse las formas en grid- y comienza a extenderse la acepción de gritar como verbo de comunicación transitivo. La teoría del aragonesismo de las voces en grid- parece más probable en los casos en que conocemos la procedencia geográfica del autor, como sucede con Pedro de Santa Fe, nacido en Zaragoza, cuyos poemas se recogen, entre otros, en el Cancionero castellano del s. XV de la biblioteca Estense de Módena (1400-1500), donde encontramos una composición suya en que se repite el estribillo: “gridaré a retraer”. Parece que este significado (próximo o equivalente a “llamar o exhortar”) se corresponde mejor con cridar que con gritar (como veíamos en los ejemplos: “cridar al aplegamiento” y “cridar a las armas”). En otro poema suyo recogido 18 

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Algunos de los pocos casos encontrados pertenecen precisamente a cancioneros.

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en el Cancionero de Palacio, vemos que Santa Fe utiliza también formas en crid-, aunque no es posible determinar si dichos ejemplos se deben a la transcripción del copista o al propio uso del autor:

¡O, ysopo!, ¡O, colona!, crido d’Apolo eterno, si tu loar bien no çierno, segunt madre, me perdona;…

6. Conclusiones A través del análisis comparativo de las formas en grit-, crid- y grid-, pretendo haber demostrado las ventajas de un estudio conjunto no solo de los predicados verbales y los nominales, sino, muy en concreto, de las formas verbales analíticas y las simples, pues este método puede ayudar a interpretar algunos datos que, considerados aisladamente, podrían inducir a interpretaciones erróneas. Por este motivo, en un diccionario histórico deberían registrarse de algún modo las relaciones que unen las distintas acepciones de las formas verbales simples con sus respectivos predicados nominales, así como con las formas analíticas construidas a partir de ellos. Estas construcciones pueden, como hemos visto, entrar en alternancia de distinto tipo (sinonimia, hiponimia, etc.) con sus respectivas formas verbales simples, hecho que debería ser también especificado. Del mismo modo, debería reseñarse en las entradas correspondientes a los predicados nominales si aparecen o no documentados dentro de construcciones de este tipo, en particular si –como sucede con grito, grita, crida y crido– las primeras apariciones corresponden precisamente a estas formas verbales de carácter complejo. Respecto a la manera de dar cuenta de las formas analíticas dentro de un diccionario de orientación diacrónica, algunos autores, como Folgar (1992)19, han apuntado que estas deberían gozar de entrada independiente. Esta opción permitiría un cotejo directo entre las formas verbales simples y las correspondientes analíticas, para poder así comprobar cuál de ellas es anterior o preferentemente utilizada en determinadas épocas y cómo interactúan o compiten entre sí. No obstante, hay que tener en cuenta que las facilidades que ofrece actualmente el soporte informático respecto a los antiguos diccionarios en papel multiplican las posibilidades de conectar unas entradas con otras y permiten presentar la información agrupada u ordenada de distintas maneras. Por esta razón, consideramos que no es tan importante determinar ahora el modo en que el Nuevo diccionario Según Folgar (1992: 103): “Estas locuciones deben ser incorporadas como entradas léxicas independientes al diccionario de valencias verbales del castellano medieval”. 19 

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histórico ha de reflejar dichas relaciones, como constatar la necesidad de hacer patentes los vínculos que unen ciertas palabras (las formas verbales sintéticas, en este caso) con otras (sus respectivos sustantivos predicativos y los verbos de apoyo con los que estos se combinan), pues, como decía José Almirante en el prólogo a su Diccionario militar (1869: p. XVII): “A la inversa que en los edificios, en los cuales, concluidos, se quitan los andamios, aquí precisamente hay que dejarlos, para que se vea cómo se ha construido la obra”. Referencias bibliográficas Alba Salas, J. (2006): “Las colocaciones con nombre predicativo: consideraciones prácticas y metodológicas para su tratamiento lexicográfico”, en: Alonso Ramos, M. (coord.): Diccionarios y fraseología. La Coruña: Universidade da Coruña, 45-58. Almirante, J. (1869): Diccionario Militar. Etimológico, histórico, tecnológico. Madrid: Ministerio de Defensa, Secretaría General Técnica, 1989. A lonso R amos, M. (2004): Las construcciones con verbo de apoyo. Madrid: Visor Libros. CORDE. Real Academia Española (2007): Corpus diacrónico del español. http://corpus. rae.es/cordenet.html (octubre de 2007). Corominas, J./Pascual, J. A. (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos, 6 vols. Cruse, D. A. (1986): Lexical semantics. Cambrige: Cambridge University Press. DRAE. Real Academia Española (2001): Diccionario de la Real Academia Española. http://www.rae.es. Dubsky, J. (1965): “Formas descompuestas en el español antiguo”, en: Revista de Filología Española 46, 31-43. Folgar, C. (1992): “Algunos problemas relativos a la confección de un diccionario de valencias verbales del castellano medieval”, en: Verba 19, 95-106. García García, M. (2005): “Construcciones con verbo soporte y otras construcciones afines”, en: Estudios filológicos alemanes 7, 75-96. Gross, G. (1993): “Trois applications de la notion de verbe support”, en : L’information grammaticale 59, 16-23. Giry-Schneider, J. (1987): Les prédicats nominaux en français: les phrases simples à verbes supports. Ginebra: Droz. Harvey, L. P. (1968): “Una nota sobre las «Formas descompuestas en el español antiguo» RFE, 1963, XLVI, 31-48”, en: Revista de Filología Española 51, 239-242. Mendívil Giró, J. L. (1999): Las palabras disgregadas. Sintaxis de las expresiones idiomáticas y los predicados complejos. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza. Miguel, E. de (2006): “Tensión y equilibrio semántico entre nombres y verbos: el reparto de la tarea de predicar”, en: Villayandre Llamazares, M. (ed.): Actas del XXXV Simposio Internacional de la Sociedad Española de Lingüística. León: Universidad de León.

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La relación entre formas verbales simples y analíticas

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IV. Cuestiones semánticas

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La semántica en los procesos de cambio categorial: las palabras gramaticales en un diccionario histórico

Rosa María Espinosa Elorza Universidad de Valladolid

1. Introducción. El cambio semántico en palabras gramaticales El interés por el estudio de la evolución de las palabras gramaticales ya es patente en Bréal (1897), representante de la primera visión “moderna” del concepto de ‘cambio semántico’. Andando el tiempo, el estructuralismo también nos permite apreciarlo, como se puede observar en dos ejemplos relevantes: el análisis que presenta Coseriu (1977) de las oposiciones entre las expresiones coordinantes latinas, explicando la elección del término no marcado en la coordinación románica, y el amplio panorama que ofrece De Dardel (1983) sobre la formación de las conjunciones subordinantes en lo que él denomina el romance común. Si para el estructuralismo la lengua es un sistema de oposiciones, el cambio semántico consistirá en la modificación de una oposición (mediante la aparición o desaparición de rasgos distintivos). A partir de los años ochenta del pasado siglo, se produce un nuevo vuelco en los estudios sobre el significado: nace la semántica cognitiva, que, entre otras novedades, combina el conocimiento lingüístico y el enciclopédico, destacando el papel crucial que desempeña la pragmática (Langacker 1987, 1991a, 1991b; Lakoff 1987; Talmy 1988; y otros, incluidos los estudios sobre gramaticalización, especialmente de Traugott 1982, 1995, 1999, 2004; Traugott y Heine 1991; Hopper y Traugott 1993; y Heine 1994, 1997, 2003). Para la semántica histórica léxica es importante Geeraerts (1997), quien desarrolla un modelo explicativo del cambio a partir de la teoría cognitiva de prototipos (significados primarios de una categoría) y de la configuración metafórica del lenguaje. Para él, la evolución se produce a partir de una serie de significados prototípicos centrales, de los que surgen, con el paso del tiempo, proyecciones

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metafóricas y metonímicas que configuran nuevos significados. Define la prototipicalidad como un principio de eficiencia (Geeraerts 1999: 100, 112-113): el sistema cognitivo favorece las categorías prototípicas porque son capaces de cumplir los requisitos funcionales de densidad informativa, estabilidad estructural y adaptabilidad flexible. Observa que, en fonética, el principio de eficiencia (una forma, un significado) motiva dos mecanismos: la lenición (proceso orientado al hablante que facilita la simplificación para gastar menos energía) y el refuerzo (proceso orientado hacia el oyente que hace el habla más distintiva), y se pregunta si estos fenómenos pueden aplicarse a la semántica. La respuesta parece clara: la polisemia deriva de una forma orientada al hablante, mientras que la transparencia se orienta al oyente. En su opinión, la eficiencia implica la elección de los medios lingüísticos pertinentes para llevar a efecto la intención expresiva, causa primera del cambio. Por ello creemos que los mecanismos de lenición y refuerzo también deben aplicarse al tratamiento de las palabras gramaticales. 2. Características del cambio semántico en procesos de cambio categorial 2.1. Suele afirmarse que se trata de un proceso unidireccional de base metafórica (partiendo de lo concreto se llega a lo abstracto) y que, una vez que una palabra o una construcción sintagmática se convencionaliza como regla gramatical, parece no haber vuelta atrás al léxico (Blank/Koch 1999). No obstante, se han esgrimido contraejemplos (Janda 1995, Newmeyer 1998, Lightfoot 1999, Lass 2000), que para Traugott y Dasher (2002) son pocos y no demasiado convincentes1. Según estos autores, el cambio semántico no sólo puede ser regular, sino que debe serlo. König y Siemund (1999) se preguntan explícitamente cuán regular es el cambio semántico, observando que una de las posturas más repetidas a lo largo del tiempo es que “cada palabra tiene su propia historia” (visión pesimista), si bien, recientemente, van surgiendo opiniones a favor de la posibilidad de formular generalizaciones acerca de que todos los cambios semánticos son ejemplos de un número muy limitado de procesos: metáfora, metonimia, elipsis... Comentan que es posible formular generalizaciones sobre los dominios fuente y los dominios meta implicados en los cambios, en particular en lo que respecta al cambio metafórico (del espacio al tiempo) o al paso de lo concreto a lo abstracto, pero donde el cambio semántico parece regular es en las clases léxicas menores (palabras funcionales). 1  A juicio de Fortson (2005: 657), “the probable reason that Traugott’s and others’ directional tendencies seem true is not because such tendencies exist as reifiable entities influencing semantic change, but rather because the contexts in which the opposite direction could be taken are rare to non-existent”.

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2.2. A veces supone una “decoloración” o un debilitamiento semántico (bleeching). Eckardt (2002) encuentra casos en los que no se produce, ya que, según ella, las palabras funcionales adquieren su significado por sustracción. A fin de comprobar si se ha producido la “decoloración” y en qué condiciones, proponemos que se distingan dos grupos: •



Términos que evolucionan con “normalidad”, que se gramaticalizan (recordemos el proceso de lenición, orientado al hablante), confirmando la teoría de la unidireccionalidad, no siempre con debilitamiento semántico. Términos que se han visto implicados en un proceso de refuerzo (orientado al oyente) para hacer la comunicación más transparente. Cuando adquieren la función del elemento reforzado, éste se elide, pero, por lo general, siguen manifestando el significado de la expresión completa.

2.3. También se ha señalado que las pérdidas semánticas pueden compensarse con ganancias funcionales. Si somos coherentes con lo dicho en el apartado anterior, incluso cuando no hay pérdida semántica, un término léxico puede pasar a gramatical o, si es ya gramatical, puede convertirse en más gramatical, por lo que no se puede hablar estrictamente de compensación, sino de adquisición de una nueva función. 2.4. Imitando la famosa frase de Givón (“la morfología de hoy es la sintaxis de ayer”), se dice que la semántica de hoy es la pragmática de ayer. Traugott y Dasher (2002) insisten en que la principal fuerza motora del cambio semántico regular es la pragmática. Ya lo había manifestado Bartsch (1984): “el cambio semántico es posible porque las normas lingüísticas específicas, incluidas las semánticas, son normas hipotéticas, subordinadas a las normas más importantes de la comunicación (el aspecto pragmático de la lengua)”. La innovación y el cambio no ocurren en el proceso de percepción y adquisición (no se inician en los niños), sino en el de elección de estrategias por parte del hablante y en su negociación interactiva con el oyente. Se tiende hacia significados más subjetivos2. Traugott (1999: 177-196) lo aplica a los marcadores del discurso (en concreto, a in fact), identificando la dirección: VAdv > IPAdv > DM. 2  Traugott y Dasher (2002: 19-24) sintetizan la historia del término subjetividad: fue mencionado por Bréal, elaborado por Bühler, pero no constituyó un tema relevante para la investigación hasta Benveniste, quien vio que la díada hablante/escritor-oyente/lector era condición o base para la comunicación lingüística, caracterizando esta relación como intersubjetividad. Según Traugott (1999: 31), la subjetivización es el proceso por el cual los significados tienden

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1. Adverbio verbal (VAdv), intraoracional, que suele ser de modo y normalmente aparece al final de la cláusula. 2. Adverbio oracional (inflectional phrase adverb) (IPAdv), que tiene su ámbito en la cláusula, aparece tras el complementante o adyacente al verbo en forma personal y se analiza como adverbio adversativo que marca contraste. 3. Marcador del Discurso (DM), fuera del complementante, con ámbito sobre toda la estructura compleja; señala que lo que sigue es un argumento más fuerte que el precedente con respecto al propósito retórico del hablante en ese punto del discurso (Schwenter/Traugott 2000: 12). La intersubjetivización es un mecanismo por el que los significados se centran más en el oyente. Históricamente posterior, se origina en la subjetivización. Por a situarse progresivamente en el estado de creencias subjetivo del hablante o de su actitud hacia la proposición. Langacker y Traugott difieren en su concepto de subjetivización, como se puede ver en la síntesis que ofrece Traugott (1999: 187-188): Langacker cree que es un fenómeno sincrónico caracterizado por la “perspectivización” de construcciones en las que el sujeto no está explícito, aunque reconoce que también puede ser un fenómeno diacrónico en lo que respecta a algunos verbos; Traugott opina que es un fenómeno únicamente diacrónico. Según Langacker, los datos están fuera de contexto; según Traugott, están fuertemente contextualizados. Para él, la subjetivización es el resultado de la atenuación del sujeto objetivamente perfilado; para ella, no se limita a construcciones con sujeto sintáctico, como se demuestra en el estudio de los marcadores discursivos. A su juicio, no se caracteriza por la atenuación, sino que implica refuerzo pragmático y enriquecimiento del par forma-significado desde la perspectiva del hablante. La subjetivación sería, en su opinión, la tendencia más generalizada en el cambio semántico, pero, en la nuestra, habría que matizar algunos puntos; en concreto, creemos que no se aplicaría a la evolución de los demostrativos en latín vulgar, como señalan Traugott y Dasher (2002: 30) cuando afirman que se mueven en la dirección de la deixis del hablante: ISTE ‘ese’ sustituye a HIC ‘este’ y el identificador IPSE sustituye a ISTE. Utilizan el esquema de Harris (1978: 69), que adaptamos: Demostrativos HIC     ISTE     I ILLE     IS

Identificadores IPSE    IDEM

ISTE    IPSE     ECCE    ILLE este      ese     aquel

*MET-IPSIMU mismo

Las pruebas avalan otra hipótesis: la del refuerzo y posterior elipsis. ISTE se reforzaría con IPSE, heredando éste, tras la elipsis del primero, su significado. Palmer (1984: 167) confirma la tendencia al refuerzo en escritores tardíos: IS IPSE, IPSE ILLE...

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ejemplo, actually ‘efectivamente’ > adversativo > refuerzo de un enunciado anterior > ‘separación’ (equivaldría a pues en algunos contextos). Cuanto más pragmáticos, más fáciles de reemplazar, por lo que los marcadores intersubjetivos tienden a ser sustituidos, lo que no significa que tengan una vida corta (para más detalles, remitimos a Verhagen 2005). 3. Fases del cambio Lüdtke (1999) es partidario de una teoría unificada del cambio lingüístico (no del sintáctico, léxico y semántico separados, como se propugna en algunas teorías), con tres fases: innovación, difusión y resultado. 4. Causas del cambio Al igual que en el cambio léxico, en el gramatical deben tenerse en cuenta los tres tipos clásicos: a) Causas socio-históricas: los cambios en la sociedad y en la cultura de una época (el hecho que afecta al verbo arribar ‘llegar a la costa’ > ‘llegar a cualquier lado, en barco o no’ también afecta al adverbio arriba; es decir, nace en una cultura donde la navegación es importante), la influencia de otras lenguas (por ejemplo, del griego en lo que respecta a cada o maguer)… b) Causas psicológicas: la ironía. Debería profundizarse en el uso irónico de palabras gramaticales, como el que se puede observar en yaque (lat. QUID) ‘algo’, ‘un tanto’ > ‘mucho’, con cierta vigencia en los siglos XIII y XIV: Et eran gente menuda de cuerpos, et negros et crespos et delgados, assi que apenas semeiauan omnes; et non se entendien en otra fabla ninguna si non en la uoz tan solamientre, que semeiaua yaque poco a las de las otras gentes. (Primera Crónica General, p. 226) E estos monteses heran muy pequennuelos e crespellos, e tenian toda la cabeça llena de cornezuelos, e eran negros e delgados, ansi que apenas semejavan omnes, e los ojos pequennuelos como pintados, descorados, e non avien en la cara si non sennal de nariz, e semejaua[n] ya que poco alas otras gentes. (Don Juan Manuel, Crónica abreviada, pp. 658-659)

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y en yaquanto (lat. ALIQUANTUM), utilizado hasta el siglo XVI, desde el Cid, v. 2437: “cofia sobre los pelos fronzida d’ella yaquanto”3, que para Montaner (en su edición de Barcelona: Crítica, 1993) significa ‘un poco’, ‘algo’, “lítote por ‘bastante’, ‘mucho’, como corresponde tras la agitada persecución”. c) Causas lingüísticas: evitar dificultades y asegurar una mayor claridad. Según Blank (1999), el punto de vista pragmático de la lengua implica que los hablantes quieren comunicarse con éxito y por ello producen innovaciones, empleando las estrategias más rentables en cada momento: corrigiendo irregularidades; empleando contextos repetidos nacidos como refuerzo, como en *ISTE IPSE –tras la omisión de uno de los términos, el que queda recibe el sentido de toda la colocación, no sólo el de la parte que se omite (Blank 1999: 78)–; incluso resolviendo conflictos de homónimos, como ocurrió con baxo, que, al pasar a preposición, soluciona el conflicto de la medieval so, forma coincidente con el posesivo masculino popular (< SUUM) y con la primera persona del presente de indicativo del verbo ser (< SUM). 5. Mecanismos del cambio semántico Sigue vigente la clasificación de Ullmann (1962: 374), quien distinguía dos tipos de transferencias: de nombre y de sentido. De la transferencia de nombre sólo nos sirve el primer subtipo: por similitud de sentidos (metáfora), ya que en la gramaticalización se va de lo más concreto a lo más abstracto. No tiene cabida el segundo subtipo: por contigüidad de sentidos (metonimia), válido para palabras léxicas. De la transferencia de sentido no nos constan ejemplos del primer subtipo: por similitud de nombres (etimología popular). En cambio, es muy habitual encontrarlos del segundo: por contigüidad de nombres (elipsis). Afecta tanto a las categorías léxicas mayores (teléfono móvil > móvil) como a las menores: desde el caso del demostrativo que acabamos de comentar (*ISTE IPSE > ese) hasta la evolución de ciertas expresiones de la negación en francés (ne… pas > pas ‘no’) y en español (no… para nada > para nada ‘no’), incluyendo la formación de muchos elementos subordinantes que analizaremos más adelante. Vv. 2435-2437: “por la matança vinía tan privado, / la cara fronzida e almófar soltado, / cofia sobre los pelos, fronzida d’ella yacuanto”. “Como en otras ocasiones, al acabar la batalla el Cid se quita la capucha de cota de malla (almófar) y deja al descubierto la cofia de tela que se llevaba debajo, la cual presenta arrugas y las marcas de la presión de las mallas, lo mismo que la piel circundante. Por eso se dice de ambas que están fronzidas”. Según Corominas y Pascual, fruncir “probablemente tomado del fr. ant. froncir ‘arrugar, fruncir’, de origen germánico. 3 

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La gramaticalización y la elipsis son los dos grandes procesos que afectan a la evolución de las categorías léxicas menores. 6. Consecuencias del cambio semántico La principal consecuencia es la creación de polisemia. Se ve con claridad en los procesos de gramaticalización (Company 2003: 50), como en el cambio metafórico que experimentaron las expresiones PER HOC ‘a través de esto’ o PRO HOC ‘en lugar de esto’, que dieron lugar al adverbio medieval peró. En cuanto a su radio de acción, se ha producido una extensión del significado: en latín, PER HOC o PRO HOC siguen utilizándose con su sentido originario y, en ciertos contextos, se emplean con el nuevo. En cuanto a la valoración o estimación, prácticamente no hay estudios aplicados a las palabras gramaticales. Una excepción sería el de Santos Domínguez (1998) sobre puro (lat. PURUS ‘sin mezcla’, ‘limpio’; en el lenguaje jurídico, ‘absoluto’, ‘entero’, ‘sin excepción’; en el lenguaje moral, ‘sin mancha’, ‘sin pecado’), término que, con función adverbial, presenta un desarrollo meliorativo (valoración positiva en una escala): lo dejaron de puro cansadas (‘muy’, ‘extremadamente’), frente al peyorativo que muestra a veces en su uso como adjetivo: por puro capricho (’simple’, ‘mero’). 7. Los cambios de categoría Como resaltan Cuyckens, Dirven y Taylor (2003: 1), siguiendo a Langacker, el léxico y la gramática forman un continuum. La diferencia entre el léxico y la gramática es de grado y cualquier línea particular de demarcación podría ser arbitraria. Para Moreno Cabrera (1998), los procesos de gramaticalización y lexicalización son complementarios. Desde un punto de vista semántico, la gramaticalización es un proceso metafórico (de abstracción) y la lexicalización un proceso metonímico (de concreción) que consigue crear elementos léxicos a partir de unidades sintácticas: el corneta, el espada surgirían por elipsis de el de la corneta/espada, o nomeolvides, a partir de la fusión de no me olvides. Su estudio se centra en los sustantivos españoles en –nte: •

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En latín, el participio de presente se usaba en función adjetiva: PLATO SCRIBENS EST MORTUUS ‘Platón murió mientras escribía’. Por un proceso que para él es de abstracción metafórica (proceso > cualidad)

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se pasaría de verbo a modificador adjetivo (que él considera una gramaticalización). También en latín se empleaba como sustantivo que denotaba agente de acciones, antes vistas como cualidades: TIMENTES CONFIRMAT ‘alienta a los temerosos’. Por un proceso de concreción metonímica se pasaría de cualidad a persona.

En sentido estricto, se trata de conversiones. Para analizar los cambios de categoría y sus repercusiones semánticas, debemos distinguir, aparte de la afijación, cuatro posibilidades: (1) conversión, entre las tres categorías léxicas mayores; (2) gramaticalización y (3) elipsis, ambas implicadas en los pasos del léxico a la gramática o, dentro de la gramática, hacia un estatus más gramatical; y (4) refuncionalización por desempleo (exaptation), que supone el paso contrario: de la gramática al léxico. 7. 1. Conversiones Son casos de afijación cero o cambio funcional. En español tendríamos las siguientes posibilidades (en inglés, por ejemplo, habría más):

Verbo

Sustantivo

Adjetivo

Vivanco (2003: 141-144) señala que se estudiarían como casos de homonimia absoluta (concretamente, la conocida como homonimia gramatical o sinsemia), ubicada “justo en el terreno pantanoso de la frontera homonimia/polisemia”, como se puede observar en el continuum4 que iría desde la monosemia a la polisemia (Espinosa en prensa):

Monosemia: bolígrafo, no lapicero (‘instrumento’ y ‘barrita de grafito’). Paronimia: hombre-hambre, aptitud-actitud. Homonimia parcial 1: halla-haya, caza-casa para hablantes seseantes o ceceantes. Homonimia parcial 2: mí-mi, dé-de. Homonimia absoluta léxica: era (< AERA ‘medida de tiempo’) – era (< AREA ‘espacio de tierra’). Homonimia absoluta morfológica: amaba (1ª y 3ª persona), cantamos (presente y pasado). Homonimia absoluta gramatical (sinsemia): titular, mono. Polisemia: cabo (de vela, grado del ejército, hilo, cabo geográfico…) < CAPUT ‘cabeza’, ‘extremo’. 4 

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2 Homografía sin homofonía

1 Homofonía sin homografía

Casi-homofonía sin homografía

1 forma 1 sgdo.

Homonimia absoluta Homofonía y homografía

123 Polisemia 1 forma varios sgdos.

Gramatical (Sinsemia)

Paronimia Homonimia parcial

Morfológica

Monosemia

Léxica



Este tipo de formas dan resultados homónimos en categorías distintas, como titular, verbo en el siglo XV, adjetivo en el XVI y sustantivo en el XVII, según datos del CORDE. Si ésta fuera la evolución general, el cambio que se produciría sería el de concreción: se iría de lo más abstracto (la acción) a lo más concreto (la referencia), pasando a veces por la propiedad, pero hay que documentarlo a través de serios análisis basados en corpus. Eso nos llevaría a hablar de estadios intermedios entre lo concreto y lo abstracto. Para Broccias (2006:100-101), nombres, adjetivos y verbos se ven como pares (prototípicos) de referencia/objeto, modificación/propiedad y predicación/acción5, según muestra en un gráfico, que adaptamos y simplificamos: Función discursiva Referencia Sustantivos no marcados Propiedades Sustantivos deadjetivales Acciones Infinitivos Objetos

Clase semántica

Modificación Adjetivaciones Adjetivos no marcados Participios

Predicación Sustantivos predicativos Adjetivos predicativos Verbos no marcados

También De Miguel (2006: 1300-1301, 1310) reconoce la existencia del continuum nombre-verbo (designación-predicación), que podemos adaptar al diagrama con el que comenzamos este apartado:

“No marcado” = sin morfemas derivativos, como gato. “Marcado” sería, por ejemplo, felicidad. 5 

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Predicación

Referencia/ Designación

Modificación

y utilizarlo para observar los distintos comportamientos. Algunas formas verbales no personales se adaptan mejor que otras a la nueva clase, como ciertos infinitivos empleados como sustantivos: decir(es); comer, *comeres. Son concreciones metonímicas (ACCIÓN POR RESULTADO), al igual que algunos participios pasados pasivos, que evolucionan a activos y de ahí a sustantivos: aprovechado (por alguien) > aprovechado ‘que aprovecha’ > un aprovechado (Felíu en prensa). Algunos participios de presente evolucionan desde la predicación a la modificación (es decir, funcionan como adjetivos), como bastante (poder bastante, bastante poder). En otros casos, observamos el paso de la referencia a la modificación (lo que se ha denominado adjetivación, como en caso extremo de Señorita Pilar > Sita Pilar, con debilitamiento semántico y fonético) y viceversa: de la modificación a la referencia, fenómeno más antiguo, conocido en latín como denominatio (= metonimia); según Bassols (1976: I, 161), “en realidad, los sustantivos históricamente considerados no son generalmente otra cosa que adjetivos”, añadiendo en nota a pie de página: “La manera más sencilla de designar a seres u objetos es evocar algunas de sus cualidades características; así LUNA etimológicamente significa ‘la brillante’”. Bosque (1989: 113) considera que “el que muchos adjetivos no puedan ser sustantivos obedece, además de a razones históricas difícilmente previsibles, a que tal vez no posean […] esa capacidad representativa. Otro factor que excluye la sustantivación léxica es la existencia en la lengua de un sustantivo que cumpla ya ese papel” (por ejemplo, refrescante no se usa como sustantivo por existir refresco). 7. 2. Gramaticalizaciones El “triángulo” de las conversiones se amplía. Los posibles cambios por gramaticalización, como indica el diagrama, pueden ser variados, pero, a la luz de los resultados obtenidos del análisis de un significativo número de casos, se confirma la teoría de la unidireccionalidad. Cuanto más nos acerquemos al nivel inferior, más cambios fonéticos y semánticos podrán observarse.

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Verbo

Sustantivo

Adjetivo



Determ.

Sintagma circunstancial

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Estructura oracional o parte de ella

Adverbio

Prep.

Conj.

Marc. Disc.

Veamos algunos casos: • Verbo → adjetivo [conversión] → adverbio: bastante. Se gramaticaliza como adverbio en el siglo XVII (bastante enamorado, en Castillo Solórzano, Aventuras del Bachiller Trapaza, p. 232), con síntomas de evolución desde el siglo XV (es asaz bastante poderoso, en Vasco Ramírez de Guzmán, Guerra de Jughurtha, CORDE). De significar ‘que llega al punto más alto de una escala dentro de un volumen’, ‘que no falta ni sobra’ (Espinosa 1998: 475-476) pasa a equivaler a mucho, forma semánticamente vaga; es decir, se ha “decolorado”. • Verbo → adverbio y preposición. En latín, SECUNDUM era adverbio (‘detrás’) y preposición de sentido espacial (‘detrás’), temporal (‘inmediatamente después’) y nocional (‘de acuerdo o de conformidad con’). En el apartado 7.3. se comentará el empleo de según encabezando oraciones. • Verbo → adverbio ¿y conjunción? El presente de indicativo ya gramaticalizado en la correlación disyuntiva incluyente latina VEL … VEL se adapta como quier(e)… quier(e), y el presente de subjuntivo en la correlación del mismo tipo pero tardía SIT… SIT, documentada por Du Cange (1954) en una carta fechada en el año 1238 (sit de feodo, sit de domanio), se adapta en el siglo XV como sea…sea. El ejemplo de Bías juega con las dos posibilidades (verbo y coordinador disyuntivo): “sea de nudoso roble, / o de cañas, si acaesçe; o sea la de Amiclate”. Para el siglo XVI Keniston no menciona ningún caso, por lo que deducimos, a falta de otros datos, que su uso es posterior (Espinosa 1996: 277). Ambas correlaciones aparecen de forma continua (quier… quier, sea… sea) o discontinua, combinándose con la disyuntiva más general: quier… o, sea… o, lo que ha llevado alguna vez a incluirlas en la lista de las conjunciones disyuntivas.

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• Adjetivo → determinante. Esta evolución se observa en el paso del demostrativo al artículo determinado (el) (Lapesa 2000: 360-387); del numeral al artículo indeterminado (un), si se acepta su existencia (Lapesa 2000: 487; Heine 1997: 72-74; Company 1991b: 43); el del adjetivo postdeterminante posesivo al determinante posesivo (mi, tu, su…), en el siglo XIV (Company 1991a: 36, 128; Company 1991b: 77; Espinosa 2002); y el del adjetivo predeterminante distributivo cada a determinante distributivo, en el siglo XVII (Espinosa 2006). Resulta sobradamente conocida la explicación de Lapesa sobre la formación del artículo determinado romance, por lo que remitimos a su estudio. Más controvertida es la que se aplica a la del llamado indeterminado, para unos artículo (“actualizador vacío” en Lapesa 2000: 487), para otros no y para un tercer grupo sólo en singular. Company (1991b: 43) opina que su comportamiento “encaja perfectamente en una propiedad tipológicamente muy extendida de los numerales más bajos: se asemejan más a adjetivos y suelen mostrar flexión de género y número..., mientras que los numerales altos son formas invariables y suelen presentar un comportamiento más próximo a sustantivos”; “el número uno, como el numeral más bajo, es el menos marcado, el que entra en más contextos y el que muestra una mayor amplitud significativa”. Heine (1997: 72-74) distingue cinco etapas: 1) numeral (Tengo un coche), 2) marcador presentador de un elemento desconocido para el oyente que después va a aparecer con el artículo definido (Érase una vez un viejo [...]. El viejo vivía en...), 3) marcador específico de un elemento conocido por el hablante y desconocido por el oyente, siendo irrelevante si va a volver a mencionarse en el discurso (Ayer vino un hombre), 4) marcador no específico de un elemento cuya identidad referencial es desconocida por el hablante y el oyente (¡Dibuja un perro!), y 5) artículo indeterminado, que ya no se restringe a nombres en singular, sino que se extiende al plural (Un día venían unos hombres...). Nos asaltan muchas dudas ante esta explicación, por lo que, diacrónicamente hablando, podríamos pensar en un camino como el siguiente, con la correspondiente herencia de todos los valores en castellano, aunque haría falta comprobarlo con datos extraídos de un amplio corpus: UNUS cuantificador fuerte (numeral)

→  UNUS … ALTERUS   cuantificador + fuerte   (+ indefinido)

→  UNUS (= QUIDAM)    cuantificador débil    (indefinido)

→  UNUS ¿determinante? ¿artículo?

Respecto del posesivo, antes del siglo XIV era un elemento tónico (como hoy en algunas zonas) que podía llevar artículo. A partir de esa época, como bien ha señalado Company (1991a: 36, 138), ese adjunto postdeterminante en las primeras etapas del español se gramaticaliza, por lo que deja de utilizarse junto a otros elementos de su misma clase (artículos y demostrativos). Esta investigadora

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(1991b: 77) esquematiza el proceso de integración en la clase de los determinantes (posición 1): 1 la esta

2 su otra primera

N

1 la esta su

casa

2 otra primera ...

N casa

Finalmente, del latín CATA, procedente del griego κατά, obtenemos el adjunto predeterminante cada6. La hipótesis que proponemos (Espinosa 2006) es que llega a adjunto desde su condición de adverbio, no desde la preposición griega homónima, como tradicionalmente se afirma. Como adverbio no era muy utilizado y quizá se “recicló” con la función de adjetivo (véase el apartado 7. 4). Este tipo de adjunto predeterminante (cada el día) acabará siendo determinante, como lo prueba su incompatibilidad, desde un determinado momento, con otro determinante (*cada el día). En este cambio sintáctico se produjo un reanálisis (la innovación) y la extensión correspondiente, finalizando el proceso en el siglo XVII. Adjuntos predeterminantes

Determinantes la

Adjuntos postdeterminantes su

Núcleo casa

su (S. XIV) todos todo todo

estos

cien

el

otro

cada

el

hombres hombre día día

cada (S. XVII)

Podría pensarse en sendos procesos de elipsis en la su casa y en cada el día. Los adjuntos han podido llegar a absorber la función del determinante y luego éste se ha eliminado, pero no estamos seguros, dado que se emplean también 6  En Company (1991b: 40-42) se enumeran los adjuntos medievales: posesivos, interrogativos-relativos, ponderativos, identificadores y cuantificadores (números cardinales, números ordinales, el dual ambos, multiplicativos y partitivos, cuantitativos indefinidos (todos), distributivos (sendos, cada) y exclusivos). Fernández Ramírez (1987: 360) reconocía cada como adjunto antepuesto al nombre.

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aisladamente. Por lo tanto, habrá que llevar a cabo un minucioso estudio de estas formas en particular y de la estructura del sintagma nominal en general. • Adjetivo → adverbio. Bosque (1989: 131) aporta detalles sobre el paso de adjetivo a adverbio en español medieval y clásico. Entre los estudios de conjunto, de corte diacrónico, destaca el de Martín Criado (1993), en el que se recogen numerosos adverbios latinos formados desde adjetivos y su paso al romance: A partir de nominativo-acusativo neutro: · de adjetivos de dos terminaciones (FACILE > fácil) · de comparativos (MINUS > menos) · de adjetivos en -UM (MULTUM > mucho, PAUCUM > poco, TANTUM > tanto, DEORSUM > yuso, SURSUM > suso) · en plural (ET CETERA > etcétera) A partir de acusativo: · femenino singular (TAM > tan, IAM > ya) · femenino plural (FORAS > fueras ‘fuera’, ‘excepto’) · posible femenino arcaico en -IM (INTERIM, que en la composición · DUMINTERIM dio lugar a (do)mientre ‘mientras’) A partir de ablativo instrumental: · en -E (BENE > bien, MALE > mal) · en -O (SECUNDO > segundo) · en -A (CIRCA > cerca) · en -IS (GRATIS > gratis) A partir de locativos (HIC > i/y, ILLIC > allí, UBI > o, SIC > (a)sí). Los más llamativos en la lengua medieval son aquellos neutros plurales que adoptaron una –s analógica: primas ‘por vez primera’ o certas ‘ciertamente’, pero resultan más numerosos los procedentes de singulares, de los que únicamente mencionaremos dos: farto7 desde el siglo XV: farto es conveniente (Corbacho, p. 119), serio rival de asaz (No [digo] asaz, sino harto, Diálogo de la Lengua, p. 119) y eliminado por bastante; y demasiado, desde el XVI (he hablado demasiado, Silva de varia lección, I, p. 215) y en expresiones superlativas a partir del XVII (y si son demasiado puntiagudas [las narices], las pongan zapatillas como a espada de esgrima, Quevedo, Prosa Festiva Completa, p. 307) (Espinosa 1998: 475-478). La 7 

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FARCIRE `rellenar’, ‘atiborrar’.

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gramaticalización no implica que harto y demasiado no sigan utilizándose como adjetivos: está harta, hay demasiadas personas. Un caso especial sería el del adjetivo griego μακάριε ‘bienaventurado’, que pasa a adverbio: μακάρι (‘ojalá’) en griego bizantino y moderno8, valor que muestra el castellano medieval maguer. En el apartado 7.3. se analizará el proceso por el cual esta forma pasa a introducir oraciones. • Adjetivo → adverbio → preposición. El adjetivo baxo (< BASSUS ‘gordo, poco alto’) se utiliza como adverbio en el siglo XIII (quando te fablare baxo nol creas, General Estoria, CORDE) y como preposición, sustituyendo a la medieval so, en el siglo XVI (baxo tierra, CORDE). Blasco Mateo (2006: 519) menciona que Nebrija trata en el XV como preposición de genitivo baxo de. • Adverbio → conjunción (en posición inicial de la oración). En latín, pasó a ocupar el lugar de la conjunción copulativa el adverbio ET ‘también’9; el de la disyuntiva, el adverbio AUT ‘atrás, por otra parte’; y el de la adversativa, los adverbios SED ‘aparte’, AT ‘de otra parte’ y UERUM ‘en verdad’. Aunque no pierden totalmente su significado, no se suele notar cuando se emplean como conjunciones. Primer elemento oracional Pausa ...

/

Conjunción Ø ET AUT SED AT UERUM

Segundo elemento oracional Adverbio ET ‘también’ AUT ‘atrás, por otra parte’

...

SED ‘aparte’ AT ‘de otra parte’ UERUM ‘en verdad’ (←UERUM EST ‘es verdadero’)

Lo mismo ocurrió en griego cuando el adv. πλέον ‘más’, además’ origina la conjunción adversativa πλήν, y en latín vulgar cuando MAGIS da el mismo salto, como lo demuestran sus derivados en las lenguas romances: cast. med. mas, port. mas, fr. mais e it. ma, formas en las que se observa decoloración semántica 8  Agradecemos a Diego Varela, investigador de la Real Academia Española, Instituto de Investigación Rafael Lapesa, la información sobre las épocas de su uso como adverbio. 9  En latín clásico, aparte de su empleo como conjunción, ET puede seguir utilizándose como adverbio: NON SOLUM/MODO… SED ET/ETIAM; TIMEO DANAOS ET DONA FERENTES ‘temo a los dánaos también cuando traen regalos’.

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y debilitamiento fónico. Con el paso del tiempo, en el siglo XVI muestran la misma evolución los adverbios peró (< PER HOC y PRO HOC) y sinón ‘excepto’ (< SINON ← NISI), orígenes de las conjunciones pero y sino, respectivamente (Espinosa 2001-2002), pero vayamos paso a paso. Obsérvese en el siguiente cuadro el número tan elevado de adverbios que se emplean tras las nuevas conjunciones latinas. Da la sensación de que la “decoloración” que sufren estas formas justifica su presencia y no sería descabellado pensar en que quizá estemos también ante un caso de refuerzo mediante un adverbio y posterior elipsis de la conjunción, pasando la segunda forma a funcionar como ella, pero faltan datos para afirmarlo con cierta seguridad. El hecho es que uno de esos adverbios, después de utilizarse con MAGIS, pasa a conjunción (SED MAGIS > MAGIS). 10

Primer elemento Pausa oracional



/

Segundo elemento oracional Conjunción SED UERUM AT Ø MAGIS

Adverbio10 ET ETIAM TAMEN NIHILOMI-NUS POTIUS MAGIS IMMO AUTEM CETERUM RURSUS CONTRA NUNC ANTE UERO

...

Como era de esperar, volvemos a observar una serie de adverbios y expresiones adverbiales empleados tras la conjunción tardía MAGIS:

ET ‘también’; ETIAM ‘y ya’ > ‘incluso’ > ‘también’; TAMEN ‘otro tanto’; NIHILOMINUS ‘nada menos’ = ‘igual’; POTIUS ‘más bien’; MAGIS, comparativo de MAGNUS, ‘mayor en tamaño’ > ‘mayor en número y cantidad’; IMMO, superlativo, ‘en mucho más’. Aparte de los aditivos, comparativos y el superlativo mencionado en último lugar, los locativos AUTEM ‘de otra parte’, CETERUM ‘lo que está junto a lo mencionado’, RURSUS ‘lo que vuelve hacia atrás’, ‘lo contrario’ y CONTRA ‘frente a’; los temporales NUNC ‘ahora’ y ANTE ‘antes’, ‘antes bien’; y el modal UERO ‘en verdad’. 10 

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La semántica en los procesos de cambio categorial Primer elemento Pausa oracional

Segundo elemento oracional Conjunción

...

/

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MAGIS

Adverbio TAMEN ANTE *PER HOC *PRO HOC

...

Siguiendo las mismas pautas, la conjunción medieval castellana mas, originada en MAGIS, puede aparecer sola, seguida de los adverbios antes o peró, o por otras expresiones adverbiales, aunque también puede omitirse, emplearse únicamente el adverbio y la expresión compleja, o sólo esta última: Primer elem. Pausa oracional ...

/

Segundo elemento oracional Conj.

Adverb.

Expresiones adverbiales

mas

peró

con (todo) (aqu)esto/esso/aquello por (todo) (aqu)esto/esso sobre esto sin (todo) (aqu)esto/esso

antes

sin embargo de ello (S. XIV) por el contrario/al contrario (fin. S. XIV – princ. S. XV)

...



entendieron que por aquel rey serie […] auenturado el regno de los godos et que se manternien en bien et en paz. Mas pero con tod esto leuantosse luego en comienço de su regnado un gran bollicio en la tierra. (Primera Crónica General, p. 161)



ffueron fechos de cabo los consules despues de los tribunos mayores non a luengo tiempo, mas pero aquí no fallamos a quantos annos. (PCG, p. 87)



e en aquel uerano luego passo a essa Bretanna, e perdio y grand parte de la flota; mas por esso uencio a los bretones. (PCG, p. 64)



Este rey Vitiza era omne muy luxurioso, Ø pero con tod esto de grand piedad. (PCG, p. 304)

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Julio Cesar perdio en esta lid una gran parte de su caualleria, Ø pero por tod esso non dexo el de seer muy esforzado. (PCG, p.74)



Solamente quel dizien dalguno que fiziera algun mal, mataualo a menos de lo oyr; Ø sin esto todo fue sospechado que fuera en conseio de muerte de su madre. (PCG, p. 131)



e con recelo que avián dél, trabajaron de poner escándalo enel imperio quanto parientes y con amigos, recelándose de lo que avían fecho contra él, como quier que el Emperador no se quería membrar dello, ante lo dexara olvidar y non queria fablar en ello; mas antes les rescebía muy bien siempre y les fazía quanta honra podía. (Libro del cavallero Zifar, CORDE)



Yten que no açebtaran Ruego ni carta mensajera que les sea escrita en los casos de justiçia por persona de nuestra corte ni de fuera della para hazer algo por ella, mas antes sin embargo de ello hara e administrara la justiçia Realmente e con efecto. (Capítulos y ordenanzas que hizieron los señores Reyes Católicos, CORDE)



Algunos del mundo se suelen quexar / de ti, que les fazes penar e morir; mas por el contrario me puedo fengir / que tu me feziste en onra pujar. (Canc. de Baena, CORDE)

Las expresiones gramaticalizadas y las no gramaticalizadas permiten comprobar las distintas formas de concebir la adversatividad: I. Adición de una carga (pesada) que no impide el movimiento:

pero con tod esto pesando les e doliendo se ellos mucho daquel fecho que el rey Pharaon les fazie, fablo Moysen a Dios essora, e dixo assi… (General Estoria, I, p. 335)

II. Existencia de un obstáculo frontal. Varias opciones: a) Atravesarlo. PER HOC ‘a través de esto’ > peró → por (todo) (aqu)esto/esso b)

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Obviarlo, sortearlo, no tenerlo en cuenta: sin (todo) (aqu)esto/esso, sin embargo de ello (*IMBARRICARE ‘impedir’ quizás de *BARRA).

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c)

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Saltarlo: e fizo promission dello e juro lo, que nunca a Eva llegase para fazer en ella fijosdond tomasse el dessabor e el quebranto que desto tomara. Pero sobresto, porque el dolor non es tan grande nin tan luengo, que si dura que ha tiempo quenon passe e nol oluide el omne, dize Josepho enel segundo capitulo, que a tantos annos como eran passados, muerto Abel e segudado Cayn, que Adam ueyendo se sin fijos, e sin otra conpannia, e senneros el e Eua, que cuydaua en otra generaçion ayer. (General Estoria, I, p. 18)

III. Constatación de un suceso distinto a lo esperado, habitualmente el contrario: PRO HOC ‘en lugar de esto’ > peró // → por (todo) esso Noe [...] abrio un logar en somo del techo dell arca, e saco la cabeça, e tendio los oios a todas partes, e uio las aguas todas minguadas e la tierra descubierta e seca ya. Mas por todo esso non quiso sallir menos que le mandado de Dios ouiesse antes. (General Estoria, I, p. 33) El matiz de suceso opuesto al esperado se manifiesta en por el contrario/al contrario. Alguno de estos adverbios pasa a conjunción, según la tendencia que venimos observando, conforme nos acercamos a la época clásica: Primer elem. Pausa oracional ...

/

Segundo elemento oracional Conj.

Adverb.

mas

peró

pero antes

Expresiones adverbiales con (todo) esto/esso/aquello por (todo) esto/esso sin (todo) esto/esso

...

sin embargo de ello no obstante esto/que… al contrario/por el contrario

sinón sino

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Y los cambios continúan en los siglos XVI y XVII: antes alterna con la nueva expresión antes bien, analógica con ahora bien; se pierden algunas expresiones adverbiales (por (todo) esto/esso, sin (todo) esto/esso); las que quedan van desembarazándose del demostrativo (con todo, sin embargo, no obstante) y la lista se incrementa con al revés y en cambio. Todas tienden a pasar a la casilla anterior, desde donde podrían dar el salto a marcadores discursivos: Primer elem. Pausa oracional ...

/

Segundo elemento oracional Conj.

Adv.

mas

antes(bien) ahora bien

pero

Expresiones adverbiales

sino

con todo no obstante sin embargo por el contrario/al contrario al revés en cambio

...

Tendríamos, pues, dos procesos de gramaticalización: uno intraoracional y otro extraoracional (denominado por algunos desgramaticalización): Primer elemento oracional ...

Pausa /

      Segundo elemento oracional      + + + Conjunción Adverbio Expresiones adverbiales 1 2 3

...

PROC. DE GRAMATICALIZACIÓN



PROCESO DE DESGRAMATICALIZACIÓN O GRAMATICALIZACIÓN EXTRAORACIONAL



Marcadores del discurso

• Adverbios o expresiones adverbiales → marcadores del discurso11: En el caso que nos ocupa, tendríamos dos tipos de conectores: los cuatro primeros son contraargumentativos que introducen el argumento “fuerte” y los seis siguientes se analizan 11 

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La semántica en los procesos de cambio categorial Marcadores del discurso Pero Con todo Sin embargo No obstante

Pausa

Oración

/

...

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Al contrario Por el contrario En cambio Al revés Antes bien Ahora bien

• Sintagmas circunstanciales → adverbios → preposiciones, conjunciones o marcadores discursivos. Esos sintagmas que nos interesan se construían en latín normalmente en ablativo (a veces en acusativo), sin preposición y con ella. Sin preposición, se quedan como adverbios luego, agora, hogaño, essora o todavía , a partir de LOCO, HAC HORA, HOC ANNO, IPSA HORA o TOTA VIA, respectivamente (Lapesa 2000: 111-112); pasan a preposiciones frente o cabo/cabe, desde FRONTE y CAPUT o directamente en castellano, cuestión que habría que comprobar; se dice que pasa a conjunción ora (< HORA), presente en la correlación disyuntiva ora… ora, ¿porque alterna con ora… o?12 Con preposición, por sólo citar algunos ejemplos, se quedan como adverbios adrede (< cat. a dret, Espinosa y Sánchez Lancis 2006), deprisa ( nadi mediante pues (RES) NATA > nada • Verbo→ adjetivo → pronombre indefinido. Las formas nadi o nada se originan a partir de participios concertados con sus correspondientes sustantivos: HOMI-

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NES NATI, o RES NATA. Tras la elipsis de éstos, heredan su función nuclear y el significado de toda la expresión. • Verbo → adjetivo → preposición (DRAE 1992), preposición “imperfecta” (Bello; Bosque 1989; Pavón 1999): ¿durante?, mediante. Ambas siguen mostrando comportamiento verbal, a pesar de haberse hecho invariables desde el siglo XV, ya que siguen “pidiendo” un sujeto explícito, como lo demuestra su elección de relativo: durante el cual o mediante el cual, el único que necesita antecedente expreso. No hemos podido demostrar que durante haya adquirido la función prepositiva. Si bien se observa algún ejemplo aislado como adjetivo seguido de un complemento prepositivo, como que este mundo es durante por siempre (1419-1432, Pedro de Toledo, Guía de los perplejos de Maimónides, CORDE), no ha evolucionado, tras la elipsis de por, a preposición13: *durante siempre, como le ocurrió a mediante, empleada en el siglo XV, según la documentación del CORDE, como adjetivo (ca desnudamente e sin ninguna cosa mediante o entrepuesta ama siempre ver a Dios, 1494, Fray Vicente de Burgos, Trad. de El Libro de Proprietatibus Rerum) y reforzando a las preposiciones por y de: E porque el sentido del oír es mediante por do resçibe buenas informaçiones (1427-28, Enrique de Villena, Traducción y glosas de La Eneida), Otrosí, tiene el patriarca de Gerusalem otros obispos sufraganos subgetos non por mediante arçobispo, convien a saber, el de Beldem e de Ebron e de Libia (p 1350, anónimo, Traducción de la Historia de Jerusalén abreviada, de Jacobo de Vitriaco), procurar saber las cosas aduenjderas mediante delos spiritus malignos es graue pecado (c 1445, Lope de Barrientos, Traslado del dormir y despertar), porque mediante de aquesto llega el onbre a juntarse con… (c 1450, anónimo, Traducción castellana del Libro de El Kuzari).

La elipsis tuvo que ser muy rápida, ya que, en esa misma centuria, se observan casos en los que parece preposición: y en la forma que Él quisiese mediante dispusiçion o sin ella (c 1450, anónimo, Traducción castellana del Libro de El Kuzari). • Preposición → adverbio. SECUNDUM QUOD, preposición seguida del relativo neutro en acusativo, se expresa en castellano medieval con según que. Tras la elipsis del relativo, según es capaz de introducir oraciones.

No hemos documentado *durante por un mes/año. En la expresión durante un mes sigue comportándose como verbo. 13 

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• ¿Conjunción → adverbio? y ¿conjunción → marcador discursivo? Pues. Frente a la opinión de Portolés (1989), para quien la evolución seguiría estos pasos: 1. Conjunción causal: Implorémosles, pues son todopoderosos. 2. Adverbio marcador discursivo con significado consecutivo, tónico. Evita la posición inicial y va delimitado por la entonación: Que se diviertan, pues, con su juguete. 3. Pues comentador, átono. En posición inicial, sin pausa a continuación: Pues yo sí. defendemos la siguiente, con dos ramificaciones: por un lado, de adverbio a marcador (gramaticalización) y, por otro, de adverbio a conjunción (elipsis): a) De adverbio a marcador: 1. Adverbio consecutivo, tónico (no marcador del discurso), con movilidad posicional: Que se diviertan, pues, con su juguete. 2. Marcador del discurso, sin función sintáctica en el dominio oracional, con pérdida de significado léxico, pérdida de tonicidad y fijación en la posición inicial. Estructurador de la información-comentador (marca de cohesión textual): Pues no me creo que esté enfermo. b) De adverbio a conjunción: Pues (adv. tónico) > pues que > pues (conj. causal, átona). Tras la elipsis de que, pasa a desempeñar la función de la conjunción. La cronología se expone en Barra Jover (2002): pues que desde los primeros tiempos (El mío Señor, que dizré agora pues que Israel torno la cuesta a sos enemigos, Fazienda); desde el S. XIII hay casos en posición postverbal (Non seades pues en pensamiento, diziendo…, S. Mateo), más frecuente en el S. XV; y en cabeza de frase desde el XVI (Pues aun mas ygual galardon te dare yo, si perseveras, Celestina). A partir de ese momento pues que se va haciendo raro. Lo mismo ocurrió con el adverbio maguer desde su empleo ante que: maguer que (“mulier, quamvis [makare ke siegat] docta… et sancta, uiros in conbentu… docere non presumat”, Glosas Silenses). Tras la elipsis de la conjunción que, la forma que queda hereda su función. Lehmann (2002) denomina conjunction a palabras como mientras y subordinator a palabras como que, explicando claramente que sólo cuando el complejo (mientras que) cambia a subordinador que desaparece.

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En otros casos, algunas formas en correlación, pertenecientes a dos oraciones, desde su fase de adverbio pasan a conjunción tras la correspondiente elipsis, como SIC, adverbio de modo y de afirmación, que evoluciona hasta la conjunción condicional SI, perdiendo la marca deíctica, como explica Sánchez Salor (1993: 139-141): 1. QUOD (introductor del supuesto)… SIC (partícula fórica que recogía o remitía a ese supuesto). QUOD QUIESCIS, SIC SAPIS (‘que descansas, así serás sabio’). 2. Inversión: SIC SAPIS, QUOD QUIESCIS (‘eres sabio en estas condiciones: que descansas’). 3. Fusión: SAPIS SIC QUOD QUIESCIS. 4.a. Si se suprime el fórico, causal: SAPIS QUOD QUIESCIS. 4.b. Si se suprime QUOD, condicional: SAPIS SI QUIESQUIS. Se suprime el afijo deíctico, SI ya introduce el supuesto y cambia la posición del corte sintáctico. No sólo hay que buscar correlaciones en el origen de como y otros comparativos (SIC… QUOMODO, TALE… QUALE, etc.), sino también en expresiones de la temporalidad inmediata: VIX… CUM → abés… (cuando): Abés fue él entrado con su pendón sangriento / sobrevino el infant lasso e soñoliento (Alexandre, CORDE); apenas… cuando → apenas, a fines del siglo XVII: Apenas vide que salían…, me atravesé a esperarlas (Sigüenza, Alonso Ramírez, CORDE). Según Kortmann (1997), muchos subordinantes adverbiales evolucionan directa o indirectamente, en especial, vía adposiciones, a partir de miembros de casi cualquier clase de palabra léxica. • ¿Verbo → marcador del discurso → adverbio? Vaya (Octavio de Toledo 2001-2002). Vaya, ¿sale de la oración como marcador del discurso de sorpresa o disgusto (¡vaya, vaya!) y vuelve otra vez a ella como un cuantificador intensivo (¡vaya cochazo! = ¡qué cochazo!)? ¿Pasa de la gramática al discurso y vuelve de nuevo a la gramática? Octavio de Toledo (2001-2002: 61-63) afirma que “la evolución hacia un cuantificador es posible precisamente porque el marcador consigue un alcance extraoracional que lo relaciona con el que poseen los exclamativos totales, lo que introduce a vaya, recién adquirida su máxima autonomía sintáctica y enunciativa como marcador, en una nueva escala de evolución”, “de no haberse convertido primero en un marcador, vaya nunca se habría gramaticalizado como cuantificador”. Nuestra hipótesis simplifica el análisis, ya que se basa en pruebas de contigüidad contextual (vaya qué), con ejemplos como los que documenta el CORDE desde el siglo XIX:

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¡vaya qué hombres! (1820-23, Sebastián de Miñano, Sátiras y panfletos del Trienio Constitucional), ¡vaya, qué negrita! (1874-1878, Sor Ángela de la Cruz, Papeles de conciencia), ¡vaya qué negocito! (1938, Enrique Serpa, Contrabando), Vaya, vaya, qué amiguitas –dijo-… (1969, Mario Vargas Llosa, Conversación en la Catedral),

con la consiguiente elipsis de qué y la adquisición de vaya de su función y significado en la segunda mitad del siglo XX: Pues vaya cosa (1958, Martín Gaite, Entre visillos), vaya cara de víctima (1972, Zamora Vicente, A traque barraque). 7. 4. R efuncionalización por desempleo (exaptation) Obsérvese en el diagrama la flecha que va en dirección contraria a la habitual, de adverbio a adjetivo, lo que daría pie a pensar en una evolución contradictoria con la teoría de la direccionalidad. En este proceso se va de la gramática al léxico.

Verbo

Sustantivo

Adjetivo

Adverbio

Este fenómeno se ha estudiado sobre todo en conexión con la reutilización de la morfología flexiva en la formación de palabras (Lass 1990; Heine 2003): hamburger > cheeseburger, chickenburger. Klausenburger (2000: 145) comenta que Lass (1990: 80) introdujo el concepto en la bibliografía sobre el cambio lingüístico, definiéndolo como “opportunistic co-optation of a feature whose origin is unrelated or only marginally related to its later use”. No es un proceso de desgramaticalización ni lo contrario a la gramaticalización, sino algo distinto. Traugott (2004) comenta que parece similar a la gramaticalización, pero tiene diferente direccionalidad y consecuencias. Se ha llamado regramaticalización (Greenberg 1991), hipoanálisis (Croft 2000) o desgramaticalización (Norde 2002; Heine 2003). Una forma marginal con una función antigua pasa a ser más central con una nueva función. Es la reutilización de un material de desecho, un reciclaje. Se toma la forma casi olvidada y se le asigna una nueva función. Narrog (2007) matiza que son raros los casos en los que el elemento esté completamente en desuso; ha llegado a ser opaco o, al menos, aparentemente redundante y está al final de su senda de gramaticalización.

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Es lo que pudo suceder con el adverbio asaz, que, al final de su vida, estaba siendo sustituido por otros más claros. Ya casi sin uso adverbial desde el siglo XVI, tras su pugna con farto y su competencia con el reciente bastante (es decir, sería un material de desecho), se comporta como adjetivo, pero su vida en este empleo es corta: yo he gastado asaz tiempo y quantías hasta agora (Celestina, p. 256), en lo cual gastamos y gastaron asaz parte de sus haciendas (Hernán Cortés, Crónicas de Relación, p. 112), con asaz cólera (Quijote, p. 241). El CORDE documenta asaz tiempo entre 1482 y 1627. Otro caso podría ser el del adverbio griego κατά, poco utilizado, que pasó a reutilizarse como adjetivo predeterminante, como se observa en el latín CATA y, posteriormente, en su empleo castellano: cada el día. En estas evoluciones no se ha perdido el significado originario. 8. Breve conclusión De la lectura de las páginas anteriores se puede deducir que el adverbio, por su gran complejidad, ocupa un lugar destacado en el estudio de las palabras gramaticales. Como afirmaba Bosque (1989: 25-26), apoyándose en su brillante ejemplo También ayer caminaba muy lentamente, incluso mucho más despacio, salvo la palabra caminaba, “todas las demás pertenecen a la clase de los adverbios. Ahora bien, ¿qué ganamos al decir que todas las palabras de esa oración menos una son adverbios? La gramática de incluso, la de lentamente y la de ayer tienen verdaderamente muy poco en común”. Descubrir los mecanismos que han dado lugar a todos ellos es uno de los retos que se plantea el Nuevo diccionario histórico de la lengua española. Afortunadamente, muchos se heredan directamente de los respectivos adverbios latinos, otros se crean mediante afijación y el resto, como hemos intentado demostrar en este trabajo, se explica mediante los procesos de gramaticalización y elipsis, confirmándose así la importancia de las tendencias generales de lenición y refuerzo y la teoría de König y Siemund (1999) de que el cambio es regular en las clases léxicas menores.

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Sinonimia y diccionario histórico1 José Ignacio Pérez Pascual Universidade da Coruña

1. Relaciones semánticas y cambio léxico Las palabras nacen, se desarrollan y mueren, en efecto, y, tal como formula un axioma bien conocido formulado por Jules Gilliéron, “cada palabra tiene su propia historia”2; sin embargo, esa historia particular se entrelaza con la de otras voces, pues la desaparición de unas deja un lugar que puede ser ocupado por otras o, como también acostumbra a suceder, la irrupción de una palabra nueva desplaza a otra más antigua, que cae en desuso, de suerte que, al menos durante un tiempo, varias palabras han de compartir un casillero en principio reservado solo a una de ellas. La comprensión de este tipo de procesos es más hacedero en el marco de la redacción de un diccionario histórico que no se conciba desde el estudio de las palabras aisladas —como se ha tenido que hacer en buena parte hasta nuestros días—, sino partiendo de la idea de que es preciso explicar la evolución del léxico en su conjunto, prestando atención, por tanto, a todo tipo de relaciones que se establecen entre las distintas voces3. No quiero, naturalmente, que se vea en estas líneas un reproche hacia la labor de tantos beneméritos investigadores que, con los medios de que disponían, procuraron en todo momento ofrecernos un excelente producto lexicográfico; sin embargo, no podemos seguir actuando

1  Ofrezco en estas páginas una versión reducida de un trabajo mucho más amplio, que se inscribe en el marco de las tareas previas al Nuevo diccionario histórico de la lengua española (en adelante NDHE, mientras citaremos como DH el anterior intento académico). 2  Con respecto a las concepciones de Jules Gilliéron, de sus deudas y de las inesperadas prolongaciones de su pensamiento en autores como Yakov Malkiel, véase Iordan (1967: 269302, esp. p. 294). 3  En esta línea disponemos ya de un esclarecedor volumen que orienta sobre el trabajo que ha de desarrollarse en el NDHE (Pascual Rodríguez/García Pérez 2007).

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con el mismo modelo4 que los gigantes que nos han precedido en esta tarea5, pues contamos hoy con el auxilio de nuevas tecnologías que nos permiten establecer, sin grandes dificultades, las relaciones entre las diversas partes del diccionario y comprobar fácilmente hasta qué punto llevaban razón los estructuralistas en su concepción de que “las unidades lingüísticas no están aisladas, y que las alteraciones a las que pueden verse sometidas en un momento concreto provocan, a su vez, la transformación de otras unidades del sistema”, de suerte que resulta no solo factible, sino imprescindible concebir el NDHE como un diccionario relacional, “donde los valores de los vocablos se explican por contraste con los valores de sus sinónimos y antónimos e incluso con los miembros de su misma familia” (Pascual Rodríguez/García Pérez 2007: 90). En la anterior cita se mencionan dos de las posibles relaciones léxico-semánticas, pero otras (como la polisemia y la homonimia) tienen también una indudable importancia en el plano diacrónico y habrán de tenerse muy en cuenta durante el laborioso proceso de redacción del NDHE. Una de las citadas explícitamente es la sinonimia, sobre cuya importancia desde una perspectiva sincrónica se ha vertido mucha —tal vez demasiada— tinta, mientras apenas podemos señalar algún excelente trabajo reciente que ha atendido a ella desde la diacronía (Ariza 2003). 2. La sinonimia Llegados a este punto, cabe recordar que desde el estructuralismo se acepta que el signo lingüístico está compuesto por un significante y un significado, pero que no 4  “[…] un modelo lexicográfico que aspiraba a ordenar del modo más escrupuloso un amplio fichero, previamente contrastado con las mejores ediciones” (Pascual Rodríguez/ García Pérez 2007: 89). 5  Ya los diseñadores del DH eran conscientes de estas deficiencias que hoy les podemos achacar, tal y como exponen en su prólogo: “Su disposición será alfabética. No se nos oculta que el conocimiento exacto del vocabulario sólo puede lograrse teniendo en cuenta la situación de cada palabra dentro de su respectivo campo semántico y estudiando a la vez los valores de sus sinónimos, satélites y antónimos. Pero para saber cuáles han sido estos en un momento dado necesitamos disponer previamente del inventario general, el Diccionario Histórico alfabético, pues él dará a conocer muchos vocablos y acepciones que no figuran en los diccionarios actuales. [...] Otra limitación es la necesidad de ir definiendo sobre la marcha del orden alfabético, sin poder disponer de toda la información relativa a la familia léxica y al campo semántico de la palabra en cuestión. Esto da lugar a innumerables tautologías y círculos viciosos; pero la falta de rigor estructural en el sistema de definiciones, aparte de ser inevitable en una obra colectiva, no tiene gran importancia, pues el tipo de definición que empleamos es una aproximación suficiente, para la “competencia” del lector, a los contenidos semánticos de la voz” (DH: vii-viii y xii).

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todo se reduce en la lengua a relaciones monosémicas (en las que a cada significante le corresponde un único significado y viceversa), sino que resulta muy frecuente que un significante lleve aparejado un cierto número de significados (polisemia) o que varios significantes compartan un mismo significado (sinonimia). Si bien suele darse por supuesto que la terminología científica debería encontrarse libre de este último y enojoso “problema” y que, en aras de facilitar su comprensión6, el léxico que le es propio habría de ajustarse a relaciones biunívocas entre significante y significado, incluso en este caso nos encontramos ante numerosos casos de sinonimia7: además del ejemplo clásico y repetido de cecitis y tiflitis, términos que designan una obstrucción del ciego8, podemos remitir ahora a la larguísima serie de sinónimos que se utilizan para el denominado mieloma múltiple9. Y si ya Ullmann indicaba que la “propia palabra semántica tiene un sinónimo algo En efecto, “Normalmente se relaciona al lenguaje científico con la función representativa del lenguaje, dado que su fin más importante […] es transmitir conocimientos, conceptos, teorías [ …] de la manera más neutra posible”, siendo sus cualidades más destacadas la “precisión”, la “neutralidad” y la “economía” (Gutiérrez Rodilla 2005: 22-25; la cita en la p. 22). 7  No es preciso llamar la atención sobre la necesidad de que las relaciones sinonímicas estén meridianamente claras en determinados lenguajes científicos; ofrece un buen ejemplo del tratamiento que se ha de dar a las series sinonímicas el proyectado Diccionario de términos médicos: “El tratamiento de la sinonimia en un diccionario es fundamental, puesto que de su aplicación práctica en el correspondiente sistema de referencias cruzadas depende en gran medida el éxito del lector en las búsquedas. […] el DTM ofrecerá no sólo remisiones desde los sinónimos a la entrada principal que recoja la definición, sino también, en esta última, la lista de sinónimos —en uso, arcaicos o coloquiales— que remiten a ella. De esta forma se asegura que el lector no encontrará ni cabos sueltos ni nudos ciegos” (Durán 2006: 276); se nos ofrecen dos ejemplos: “adenopatía. Sin.: adenomegalia, linfadenomegalia, linfadenopatía, linfoadenomegalia, linfoadenopatía; coloq.: ganglio: desus.: adenoncosis, linfadenoncosis” y “diabetes mellitus. Sin: diabetes, diabetes sacarina: coloq.: azúcar, azúcar en la sangre: desus.: enfermedad de Willis”. 8  Ejemplo citado por Ullmann (1965: 160) y repetido en distintos estudios españoles de semántica, a pesar de que cecitis no figura en ninguno de los diccionarios recopilados en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (en adelante NTLLE, por donde consultamos las obras lexicográficas que no figuran citadas en la bibliografía final) y tiflitis apenas aparece en los repertorios de Alemany y Bolufer (1917) y Rodríguez Navas (1918) y es voz ajena, por tanto, a la tradición académica. 9  El mieloma múltiple, descrito por William MacIntyre, que, “con pequeñas matizaciones que ni los propios especialistas saben diferenciar, se conoce en los ámbitos lingüísticos del alemán, español, francés, inglés e italiano, además de como síndrome de MacIntyre, como enfermedad de Bozzolo, enfermedad de Kahler, síndrome de Kahler, enfermedad de KahlerBozzolo, síndrome de Bence Jones, enfermedad de Huppert, síndrome de Huppert, enfermedad de Rustitskii y síndrome de von Rustitskii, denominaciones a las que se añaden otras no eponímicas: mieloma linfocítico, mieloma multiple, mielomatosis mieloide, mielomatosis pseudoleucémica, albuminuria mielopática, meloma plasmocítico, sarcoma plasmocítico, plas6 

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engorroso en semasiología” (1965: 160), he podido leer en un reciente estado de la cuestión de Miguel Casas dos estupendas series de sinónimos: en la tradición semántica y en sus diferentes modelos lingüísticos y no lingüísticos se ha distinguido entre una significación en el plano de la lengua, el significado puramente lingüístico, también denominado significado descriptivo, cognitivo, cognoscitivo, neutro, referencial, lógico, conceptual, ideacional, objetivo, simbólico, denotativo, representativo, invariante, constante, etc., y una significación en el plano del habla, que también ha recibido diversas denominaciones: significado emotivo, expresivo, afectivo, connotativo, evocativo, subjetivo, sintomático, signalético, asociativo, situativo, contextual, variante, ocasional, estilístico, pragmático, textual, etc. (Casas 2004: 13).

No es mi intención, desde luego, adentrarme por esta tupida selva terminológica; pretendo únicamente mostrar cómo realizar un estudio diacrónico del léxico, apoyándonos en el examen de las relaciones sinonímicas y utilizando para ello apenas unos recursos básicos que están al alcance de todos nosotros. En efecto, para afrontar esta tarea no he utilizado sofisticados programas informáticos, ni he dispuesto de materiales reservados a los que no se puedan acceder desde nuestra propia casa. Fundamentalmente me he servido de los diccionarios académicos, recogidos, junto con un buen número de otros repertorios lexicográficos de gran interés, en el NTLLE, y de las bases de datos de la Academia (el CORDE y el CREA). Naturalmente, en el caso de los diccionarios he procurado buscar en ellos toda la información que incluyen acerca de las relaciones léxico-semánticas, que en muchos casos permanece oculta a primera vista en sus versiones impresas y que es posible, en cambio, obtener con relativa facilidad en sus versiones electrónicas (DRAE-1992 y DRAE-2001)10. Aunque pueda resultar un mecanismo muy mocitoma, síndrome del plasmocitoma múltiple y osteítis sarcomatosa, entre otros” (Gutiérrez Rodilla 2005: 70-71). 10  En esta ocasión nos hemos apoyado exclusivamente en esos pocos materiales que hemos detallado; sin embargo, el futuro NDHE deberá prestar atención a la valiosa información que le proporciona el recurso literario a la sinonimia por parte de autores de todas las épocas que nos puede servir para documentar duplicaciones léxicas que podrían escapar a la atención de los lexicógrafos; ello sucede desde nuestras más antiguas obras maestras de la literatura; así, por ejemplo, podemos leer en el Libro de Buen Amor: “la golossyna traes goloso, laminero” (Buen Amor, 291a), documentando por primera vez un término, laminero, que el DECH incluye, pero sin fecharlo. No es hasta el XIX que los repertorios lexicográficos dan cuenta de la existencia de laminar como “Lamer o golosmear”, en Núñez de Taboada (1825), con la marca Argentina; en la primera edición posterior de la Academia (DRAE-1832) se incorpora ya la voz laminero, hasta entonces definido desde Autoridades simplemente como “El que hace láminas”, una segunda acepción, “goloso”, con las marcas Argentina y Murcia; curiosamente, estas marcas desaparecen a partir del DRAE-1852 y desde el DRAE-1884 la primitiva entrada laminero se

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poco refinado, me he servido también de los recursos que en materia de sinónimos ofrece el conocido programa Word de Microsoft11. Muchas de las páginas que se escribieron en la segunda mitad del siglo pasado se han ocupado de los conceptos de polisemia y de sinonimia, básicos desde una perspectiva histórica; pero si la existencia de aquella fue aceptada sin mayores problemas, la sinonimia se convirtió, en palabras de Kurt Baldinger, en “uno de los platos fuertes de la semántica” (1977: 211)12. Para adentrarnos con pragmatismo por estos terrenos, dejamos de lado la discusión acerca de la propia existencia de la sinonimia y nos moveremos en un amplio espacio que nos permite la distinción tradicional entre dos tipos de sinonimia léxica13: la absoluta y la parcial. La sinonimia absoluta, total o perfecta se produce cuando dos unidades léxicas distintas14 (con distinto significante) que pertenecen a una misma categoría gramatical presentan idéntico significado; esas unidades deberían, pues, poseer los mismos rasgos y podrían intercambiarse en todos los contextos, sin que se profragmenta en dos distintas, que se corresponden con las antiguas acepciones. En otro lugar habremos de volver con detalle sobre la interesante serie de sinónimos que indican el concepto goloso (alcucero, galgo, gandido, glotón, goloso, lambión, lambistón, lambrón, lambrucio, lambrusco, lambucero, lambuzo, lamerón, laminero, llambión, morrudo...). Con todo, debe tenerse en cuenta que es posible que en ciertos textos sean entendidos como sinónimos términos que en principio no lo son; es el caso, por ejemplo, de tambor y atabal (con sus distintas variantes gráficas): “Originalmente, el instrumento árabe llamado atabal, que era de madera […], debió tocarse con una sola baqueta, a diferencia del atambor que se percutía con dos […], esta sobria diferencia contribuyó a que ambos términos se utilizaran accidentalmente como sinónimos. No obstante, […] estos dos arabismos designan sendas realidades diferentes, y en consecuencia, atabal y atambor son dos instrumentos musicales distintos” (Fasla 1996: 171). 11  He procurado ampliar las listas que allí se nos ofrecían con la consulta de algunos de los diccionarios de sinónimos más comunes, fundamentalmente del dirigido por José Manuel Blecua (DGSA). 12  Podríamos remontarnos en la búsqueda de antecedentes sobre la sinonimia hasta Aristóteles, en la Antigüedad Clásica (en el caso del español, suele citarse el Ensayo de los sinónimos de Manuel Dendo y Ávila, publicado en 1736, por las fechas en que la Academia estaba culminando la publicación del Diccionario de Autoridades), pero es a mediados del siglo XX cuando se produce una eclosión de títulos que pretenden ofrecernos una semántica científica, de corte estructural; estas ideas llegan a nuestro país, donde encuentran inmediatamente eco –y a veces contestación– en trabajos hoy clásicos como los de Gregorio Salvador (1985), Ramón Trujillo (1988) o Salvador Gutiérrez Ordóñez (1989). 13  Puede percibirse la existencia de sinonimia también en otros planos, como, por ejemplo, en el nivel morfológico (así entre hubiera y hubiese en buena parte del territorio de habla española). 14  Empleamos el término unidad léxica para designar los distintos “significados” que pueden corresponder a un único “significante” o, desde una perspectiva más lexicográfica, cada una de las acepciones que presenta una misma palabra.

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dujese ninguna variación de significado (deben coincidir, por tanto, tanto en su significado denotativo como en el connotativo)15. En cuanto a la sinonimia parcial o imperfecta, se produce cuando dos unidades léxicas presentan un significado semejante en determinados contextos (coincidirían en su significado denotativo, pero no en el connotativo)16. Lo cierto es que la mayor parte de los sinónimos que nos ofrecen los diccionarios solo lo son en ciertos contextos, con lo que no se podrían catalogar dentro de los casos de sinonimia absoluta; así, en casos como dentista / odontólogo u oculista / oftalmólogo, si bien el significado denotativo de cada par de términos resulta idéntico17, pueden apreciarse algunas diferencias de matiz en el uso, pues los primeros integrantes de cada par resultan voces más comunes, mientras sus sinónimos son más propios del lenguaje técnico. Así pues, la sinonimia absoluta, definida por tan estrictas condiciones, resultaría muy infrecuente y acostumbra considerársela restringida apenas al campo de las terminologías especializadas: glóbulo blanco / leucocito, micrón / micra / micrómetro, adenopatía / adenomegalia / linfadenomegalia / linfadenopatía / linfoadenomegalia / linfoadenopatía18. Según indica Cruse, “two lexical units would be absolute synonyms (i. e. would have identical meanings) if and only if all their contextual relations [...] were identical”, si bien reconoce que resulta de hecho impracticable comprobar que dos formas son completamente sinónimas “because that would mean checking their relations in all conceivable contexts (it would also be theoretically impossible, if, as is probably the case, the number of possible contexts were infinite)”, de suerte que, para estos fines, una relativa normalidad en todos los contextos equivale a la identidad absoluta de significado (“what is not reflected in differential contextual semantic relations is not meaning, it follows that equinormality in all contexts is the same as identity of meaning” (Cruse 1986: 268)). 16  También incide Porto Dapena en que “Parten […] quienes proponen el principio de conmutabilidad […] de un concepto demasiado estrecho de ‘sinonimia’, al presuponer que dos unidades de idéntico significado deberán, paralelamente, coincidir asimismo en su comportamiento sintagmático. Pero ello no es necesariamente así, ya que, como se ha señalado a propósito de la sinonimia, esta puede ser no solo total, en la que se da, efectivamente, identidad de comportamiento, sino también parcial, en la que los sinónimos presentan una especie de distribución complementaria, como la que se da, por ejemplo, en español entre los verbos recordar y acordarse, que se construyen, respectivamente, con un implemento (recordar una cosa) y suplemento (acordarse de una cosa)” (2002: 274). 17  “odontólogo, ga. m. y f. Especialista en odontología. 2. Dentista”, “dentista. (De diente). com. Persona profesionalmente dedicada a cuidar la dentadura, reponer artificialmente sus faltas y curar sus enfermedades”. “oculista. com. Especialista en las enfermedades de los ojos” / “oftalmólogo, ga. (Del m. or. que oftalmología.) m. y f. Especialista en oftalmología [“Parte de la patología que trata de las enfermedades de los ojos]”. 18  Y todavía sería posible matizar si glóbulo blanco, por ejemplo, no tiene un empleo más habitual entre los profanos que leucocito. 15 

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Además, hemos de tener en cuenta otro factor, y es que la sinonimia, además de producirse entre palabras monosémicas, como las que hemos procurado manejar hasta ahora, puede darse también entre voces polisémicas, que presentan diversos significados (diversas acepciones, desde una perspectiva lexicográfica) y solo comparten alguno de ellos; así juzga Alston que precisamente la razón por la que “es tan difícil encontrar sinónimos exactos es porque prácticamente todas las palabras tienen más de un significado” (1974: 71)19. Así, por ejemplo, si bien necropsia (“f. Med. autopsia (║examen de un cadáver)”, DRAE-2001) y necroscopia (“f. Med. necropsia”, DRAE-2001) parecen encajar como un buen ejemplo de sinonimia absoluta, autopsia (“f. Anat. Examen anatómico de un cadáver”, DRAE-2001) posee, si creemos al diccionario académico, una segunda acepción: “2. Examen analítico minucioso”20 que los dos restantes aspirantes a sinónimos no parecen acoger. Lo mismo sucede, naturalmente, si salimos del campo de las terminologías especializadas: asno, burro, borrico, jumento y pollino son nombres que denominan a un animal solípedo21, pero mientras algunas de estas voces ofrecen una única acepción (“jumento. […]. m. Pollino, asno, burro”), otras presentan un elevado número, algunas compartidas por todas (así la de “Persona ruda y de muy poco entendimiento”22), mientras otras solo lo son por algunas de estas palabras23. Sin embargo, a pesar de la opinión de Alston, la sinonimia es una relación que se Esta consideración de que la sinonimia se produce en el plano de la palabra y no en el del significado aparece también, por ejemplo, en Ángel Raimundo Fernández González, para quien espirante y fricativa no son términos sinónimos, pues “creemos que el término fricativa, que es el adoptado por los fonetistas españoles, no coincide exactamente con el significado de espirante. Y con seguridad podemos afirmar que ambos términos no son intercambiables en todos los contextos. Espirar tiene acepciones que no comparte fricar, fregar” (1979: 64-65). 20  Hasta la última edición del DRAE-1992 era un “sentido figurado”. No entramos ahora en la incoherencia en la utilización de marcas diferentes en estas voces (Anat. y Med.). 21  Dejamos de lado en este momento la existencia de otros posibles sinónimos como rucio, garañón, rucho, rozno, acémila o guarán. 22  “asno. (Del lat. asĭnus). m. Animal solípedo, como de metro y medio de altura, de color, por lo común, ceniciento, con las orejas largas y la extremidad de la cola poblada de cerdas. Es muy sufrido y se le emplea como caballería y como bestia de carga y a veces también de tiro. ║ 2. m. Persona ruda y de muy poco entendimiento. U. t. c. adj. [...]”; “burro. (De borrico). m. asno (║ animal solípedo). ║ [...] 6. m. Hombre o niño bruto e incivil. ║ 7. m. coloq. asno (║ hombre rudo). U. t. c. adj.”; “borrico. (Del lat. burrīcus, burīcus, caballejo). m. asno (║ animal solípedo). ║ [...] 3. m. coloq. asno (║ hombre rudo). U. t. c. adj. caer alguien de su ~. [...]”; “pollino. (Del lat. pullīnus). m. Asno joven y cerril. ║ 2. m. asno (║ animal solípedo). ║ 3. m. Hombre simple, ignorante o rudo. U. t. c. adj. [...]”. 23  “burro. [...] 2. m. Armazón compuesta de dos brazos que forman ángulo y un travesaño que se puede colocar a diferentes alturas por medio de clavijas. Sirve para sujetar y tener en alto una de las cabezas del madero que se ha de aserrar, haciendo descansar la otra en el suelo”; “borrico. [...] 2. m. Armazón compuesta de tres maderos que, unidos y cruzándose en ángulos 19 

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produce en el plano de la unidad léxica y no en el de la palabra; por tanto, en el NDHE debería organizarse atendiendo a la sinonimia entre acepciones24. En todo caso, al resultar difícil encontrar casos que presenten un significado exacto, tomando en consideración todos sus matices y todos los contextos en los que puede aparecer25, un buen número de autores niega la existencia de la sinonimia absoluta y centra su atención en los fenómenos de sinonimia imperfecta, empleando conceptos borrosamente definidos como parasinonimia, cuasisinonimia o sinonimia parcial26, junto a otros como semisinónimos o incluso homeónimos27. Cruse reconoce que “many semanticists have maintained that natural languages abhor absolute synonyms just as nature abhors a vacuum” (1986: 270)28. No obstante, también existen lingüistas que, como indica Gregorio Salvador en el propio título de una de sus más conocidas aportaciones, consideran que “Sí hay sinónimos”, e incluso los absolutos; recurre a los criterios científicos en que se apoyan quienes niegan su existencia para afirmar que: “si hay ejemplos de vocablos absolutamente intercambiables en cualquier contexto, sin modificar el contenido agudos hacia su parte superior, forman una especie de trípode que sirve a los carpinteros para apoyar en ella la madera que labran”. 24  Podemos comprobar que algunos diccionarios recientes, como Clave y DSal, han puesto especial cuidado en indicar la existencia de sinónimos después de cada una de las acepciones implicadas y no los acumulan simplemente al final del artículo lexicográfico. 25  Cruse da cuenta de un caso en el que queda en evidencia que los mismos términos pueden presentar matices distintos casi en cada individuo: “Students not infrequently suggest sofa and settee as absoluts. It seems that as these terms are currently used, discriminating contexts are hard to find. But when I was a child, sofa was considered more ‘elegant’ than settee; however, several students have reported that for their parents settee was the more ‘elegant’ term” (1986: 270). Salvador Gutiérrez Ordóñez ha recalcado que si atendiésemos a las connotaciones (hechos de habla, individuales e inconstantes) no podríamos construir una teoría semántica, pues es “cierto que dos signos sinónimos no provocan las mismas asociaciones, pero, ¿acaso una misma unidad léxica presenta las mismas resonancias connotativas en cada usuario de la lengua?” (1989: 120) 26  Términos que, por ejemplo, utiliza indistintamente un filólogo habitualmente tan riguroso como Joan Coromines; cf. DECH s. v. abeja, atar, abrangir y adobar. 27  Entre todos estos términos podemos ofrecer una nueva serie sinonímica, por cierto. Naturalmente, quienes niegan el concepto de sinonimia absoluta pueden reservar el término sinonimia para la parcial. 28  Así, por ejemplo, Palmer afirmaba que “se puede sostener que no hay sinónimos auténticos, que ningún par de palabras tiene exactamente el mismo significado” (1978: 80); de la misma opinión son Baldinger (1977: 233) o Geckeler, quien resume que “la gran mayoría de los lingüistas están de acuerdo en que no existen palabras con el mismo significado en el sistema de la lengua”, y aun añade con solemnidad que es un hecho “la no existencia de la sinonimia total, o dicho más exactamente, la imposibilidad de la existencia de una tal sinonimia, probaría [...] que es posible la combinación de un signifiant con diferentes signifiés, pero no la relación inversa, esto es, la combinación de un signifié con diferentes signifiants” (1976: 285).

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denotativo, entonces es que sí hay sinónimos y el axioma contrario quedará anulado por la propia evidencia de los hechos” (1985: 56). Ciertamente debe ser así en buena praxis científica; y si tienen el mismo significado micra, micrón y micrómetro (“Medida de longitud que equivale a la millonésima (10 -6) parte del metro”) o adenopatía, adenomegalia, linfadenomegalia, linfadenopatía, linfoadenomegalia y linfoadenopatía (“Enfermedad de los ganglios, especialmente de los linfáticos”) y pueden ser conmutados en todos los contextos posibles, sin que dicha conmutación afecte al significado lingüístico, entonces sí existen sinónimos absolutos29. Podemos comprobar, por tanto, que existen posicionamientos teóricos enfrentados y mientras numerosos lingüistas niegan de plano la existencia de la sinonimia entendida en su sentido más restringido, otros la defienden con no menos vehemencia. Lo cierto es, sin embargo, que, como señala Cruse (2000: 156), si interpretásemos sinonimia como una identidad absoluta de significado, no tendría demasiado interés para los lingüistas, debido a su escasa rentabilidad; si, en cambio, admitimos que son sinónimas aquellas unidades cuyas semejanzas semánticas son más notables que sus diferencias, se abre ante nosotros un área potencialmente interesante30. 3. Una propuesta En todo caso, desde el punto de vista de la redacción del diccionario histórico, parece lo más rentable, como ya he indicado antes, dejar el plano de la palabra y centrarnos en el plano de la acepción31, de suerte que hablaríamos de 29  Ya Ullmann advertía que “muy pocas palabras son completamente sinónimas” en el lenguaje ordinario (“es casi un axioma que la sinonimia total constituye un fenómeno totalmente raro”), pero reconocía su existencia en los lenguajes científicos, por tratarse de unidades delimitadas y emocionalmente neutras: “sería erróneo negar la posibilidad de la sinonimia absoluta” (1965: 159-160). 30  Podemos muy bien aplicar a esta situación el concepto de alternancia, término que en un principio se utiliza en lingüística diacrónica (para designar cambios fonéticos regulares), también se usa en sincronía, “para aludir a las relaciones existentes entre distintas formas o variantes de una unidad lingüística sean del nivel que sean” (Alcaraz y Martínez 1997: 40-41). Cruse plantea (2000: 156) toda una serie de cuestiones a las que habrá que dar respuesta; entre ellas qué tipo de diferencias no destruyen una intuición de semejanza o si hay ciertas áreas del vocabulario en que abundan más los sinónimos. 31  Como señala acertadamente Gutiérrez Ordóñez, “en la mayor parte de las homonimias había una sola expresión y varios significantes, un solo término y varios signos. Aquella solución ofrecida para la homonimia resuelve a la vez no pocos casos de sinonimias impugnadas”, al considerar que una palabra como diario es expresión de dos signos distintos: “periódico” y “cotidiano” (1989: 120-121).

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a) sinonimia exacta, completa, total o absoluta, cuando una acepción es compartida por dos o más palabras; hay una absoluta identidad denotativa y connotativa (no una mera semejanza) y una perfecta conmutabilidad entre los lexemas sinónimos en lo que toca a esa acepción, de modo que pueden sustituirse en todos los contextos sin alteraciones significativas del sentido: se produciría en los casos ya citados en que las palabras en cuestión presentaban una única acepción (oftalmólogo y oculista, micra y micrón…), pero también entre voces como asno, burro y borrico, que serían sinónimos en lo que toca a una acepción concreta (así, la de animal solípedo). b) en cambio, utilizaríamos el término de sinonimia parcial cuando dos o más palabras presentan una identidad denotativa básica en alguna acepción, de suerte que pueden intercambiarse, pero es posible apreciar ciertas alteraciones del sentido, connotativas; sería el caso de asno y pollino, pues aunque generalmente se entienden estas voces como sinónimos absolutos, lo cierto es que el último término designaba tradicionalmente al ‘asno joven’. No puede haber, en cambio, sinonimia entre hiperónimos e hipónimos, aunque pueda existir equivalencia contextual: el hiperónimo árbol puede reemplazar a los hipónimos peral, naranjo, cerezo o manzano, pero no a la inversa: las posibilidades de sustitución solo caminan en un sentido32. Por otro lado, en ocasiones resulta muy borroso el límite entre el sinónimo y la palabra afín33 y corremos el riesgo de entender como sinónimos a las voces que integran un mismo campo semántico, esto es, que forman parte de “sistemas semánticos cerrados, cuyos términos son unidades de comunicación, pues cada término posee por lo menos un rasgo definitorio en común con los demás del sistema y por lo menos un rasgo definitorio distinto que lo opone a todos los demás” (Mounin 1974: 54)34. Parece que debemos ser prudentes y considerar sinónimos, Resulta curioso que el ejemplo pelo / cabello que aporta para ilustrar la sinonimia Fernando Lázaro Carreter (“Sinonimia 1. [...]. Coincidencia en el significado entre dos o más vocablos, llamados sinónimos [...]: can-perro, pelo-cabello, etc. 2. Figura retórica, llamada también metábole, que consiste en usar palabras sinónimas en un mismo contexto: Abiit, excessit, evasit, erupit (Cicerón); Acude, corre, vuela (Fray Luis de León). Se diferencia de la paradiástole”, 1971: 373) supone en realidad una relación de hiperónimo a hipónimo (“Pelo es archilexema de cabello y la relación es, por consiguiente, de hiperónimo a hipónimo, si queremos usar otra terminología, o de término extenso frente a término intenso […]; o sea, que pelo y cabello no son sinónimos”, Salvador 1985: 60). 33  En otro momento habremos de proponer una posible clasificación; por el momento, véase Cruse (1986: 265-294). 34  Entre los ejemplos que proporciona el propio Mounin figura el del léxico de la vivienda en francés actual, con 146 palabras o acepciones que van desde abbaye ‘abadía’ hasta tente ‘tienda’, que trata de clasificar mediante una serie de rasgos distintivos (en el campo, pequeña, de poco valor, etc.) (1974: 92-117). 32 

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siguiendo a Cruse, aquellas palabras “whose senses are identical in respect of ‘central’ semantic traits, but differ, if at all, only in respect of what we may provisionally describe as ‘minor’ or ‘peripherical’ traits” (1986: 267)35. En cambio, sí debemos considerar sinónimas palabras que pertenecen a lo que se ha venido considerando distintas “lenguas funcionales”. Las más evidentes son las sinonimias vinculadas a la existencia de variedades dialectales, pues hay una amplia gama de geosinónimos que comparten el mismo significado36; sin duda hay términos que solo son utilizados en un área concreta37, por amplia que esta pueda ser38, pero hay otros que se entrecruzan a lo largo de la geografía del español; así, Gregorio Salvador indicaba (1985: 58) que cualquier hispanohablante utiliza dos o tres sinónimos de la serie del cerdo39: cerdo, puerco, cochino, gorrino, gua-

35  En formulaciones más recientes del propio Cruse, dejando a un lado los casos muy contados de sinonimia absoluta, dos palabras son sinónimas si sustituyendo una por la otra en un contexto tal sustitución no tiene efecto sobre el significado proposicional (sería el caso de begin / commence); esos sinónimos diferirían en aspectos no proposicionales del significado (así, begin y commence difieren en el registro) (2006: 176). 36  Pueden bastar como muestra de la gran riqueza léxica dialectal un par de ejemplos referidos al cultivo del olivo tomados del Diccionario de Alcalá Venceslada; así, la parte que queda sin arar al pie del olivo se puede denominar bigotera, cantarera, capirote, capote, cuchillo e hijuela, mientras que las ramas bajas del olivo son las abajaeras, bajer, ardal, haldares y harapera (Carriscondo 2004: 131). Pueden verse numerosos ejemplos en el campo de la ictionimia en Anaya (1999: 44). 37  En ocasiones hay “verdaderos sinónimos […] que corresponden a áreas geográficas generalmente bien delimitadas y que raramente coexisten en el uso de un mismo lugar. Es decir, donde la lavanda se llama espliego no se llama alhucema y donde se llama alhucema no se llama espliego, donde la mejorana se llama almoraduj no se llama mejorana, donde la aguzanieves se llama nevatilla no se llama pizpita o pajarica de las nieves, donde el requesón se llama názula no se llama requesón, y así sucesivamente” (Salvador 1985: 140). Sin duda la información que proporcionan los atlas lingüísticos podrá enriquecer la que se obtenga en el corpus del NDHE (véase García Mouton 1990). 38  Los ejemplos que se pueden aducir nos conducen incluso al campo del vocabulario de las ciencias y técnicas, en el que, en principio, parecería más lógico que hubiese una mínima dispersión geográfica; Luis Fernando Lara ha señalado algunos casos en este dominio (como celular frente a móvil para designar a este tipo de teléfono), así como en el vocabulario de la vida urbana actual (acera en España, banqueta en México, andén en Colombia); a ellos se podrían añadir sin esfuerzo muchos otros, entre los que habría de figurar el americanismo carro frente a la forma española coche. 39  Hemos ampliado ligeramente la relación que ofrecía este investigador; con todo, en la serie se mezclan verdaderos sinónimos con meras variantes fónicas, hecho bastante común en cuanto empezamos a utilizar materiales dialectales.

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rro, marrano, gocho, tocino, cebón, chancho, coche, cuche, cocho, tunco, curro, barraco, cuino, etc.40 Tampoco impiden la sinonimia las diferencias ligadas a las variedades diafásicas (por edad, sexo, estilo...: papi / padre, divino / bonito, estío / verano), o a las diastráticas (producto de variedades sociales, profesionales...: muerte / óbito / deceso), ni las que tienen que ver con la expresividad del lenguaje (eufemismo, humor, afectividad...: pata / pierna, morir / pasar a mejor vida / fallecer / palmar)41. A todo ello habremos de sumar las variedades de tipo diacrónico. 4. Sinonimia y cambio léxico Si atendemos a las variedades diacrónicas, podemos comprobar que la sinonimia existe y, aunque tampoco nos atrevamos a afirmar que la sinonimia “sea una de las causas principales del cambio léxico”, coincidimos con Manuel Ariza en que “es una etapa casi necesaria en el proceso del cambio lingüístico, especialmente del léxico” (2003: 932). Sin embargo, un buen número de quienes han negado su existencia se apoyaron precisamente en criterios históricos y acudieron a la formulación de dos presuntas leyes teóricas para negar la existencia de sinónimos: a) la ley de repartición del significado y b) la ley de economía. Ya Michel Bréal había enunciado la “ley de repartición del significado”, un proceso consistente en que, “cada vez que se produce sinonimia en la lengua las voces implicadas en ella tienden a repartir su contenido y acaban por diferenciarse semánticamente. Todas las palabras que debieran ser sinónimos, y que incluso lo han sido momentáneamente en el pasado, han adquirido significaciones diferentes y han dejado de ser intercambiables” (Salvador 1985: 53)42. La ley de economía, También indicaba Salvador, recurriendo a su propia experiencia vital, que desde niño, como originario del norte de la provincia de Granada, denominaba zafa al utensilio, pero que supo “pronto que palangana era el nombre que tal objeto recibía en otros lugares y hasta necesario en ocasiones para hacerse entender” (1985: 57). 41  Habremos de desarrollar en otro lugar una clasificación detallada que pueda utilizarse en el NDHE, a partir del esquema que aquí apuntamos; puede resultar muy útil la consulta de Casas (1999: 151-171), quien pasa revista a diversas propuestas que se han realizado a lo largo del tiempo. 42  Con la ley de repartición, por la que los sinónimos tienden a diferenciarse, se puede producir la caída en desuso de uno de los sinónimos, generalmente el “viejo”, que puede llegar a desaparecer (es el caso de bacín y sus variantes, ‘vasija, palangana’, hoy absolutamente desusado, que se ha visto sustituido fundamentalmente por jofaina, desde fines del XVI, y palangana; lo mismo está sucediendo con el tradicional asno, que se ve superado en el uso por burro desde fines del XVII), o bien adquirir una determinada adscripción geográfica o social de alguno de los términos (bañadera o lavadera son sinónimos de palangana en las 40 

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por su parte, se basa en que resultaría antieconómico desde una perspectiva lingüística mantener varios significantes para un mismo significado; la lengua no tolera ese lujo y procura suprimirlo. De esta suerte, la sinonimia sería “un accidente, una coincidencia pasajera a la que la lengua pone enseguida remedio, inexorablemente” (Salvador 1985: 53), pero, con ser todo ello cierto, como indica acertadamente Gutiérrez Ordóñez “la lengua, como la vida, es el solar donde, a veces, anida la paradoja. Junto a estos preceptos economizadores tenemos una ley de lujo expresivo ligada a la función estética y a la misma función comunicativa del lenguaje. Es lo que permite y mantiene la sinonimia” (1989: 123). Pero incluso en el caso de que en el momento presente nuestra lengua desconociese toda sinonimia porque cualquier trazo de esta relación semántica hubiese sido eliminado por el paso del tiempo, nos bastaría comprobar su existencia en algún breve momento de nuestra diacronía para que los historiadores de la lengua nos interesásemos por ella; al examinar más adelante una serie de sinónimos, podremos comprobar, en efecto, cómo su análisis puede permitirnos conocer mejor el pasado de nuestro léxico. Atendiendo, en definitiva, a la redacción del NDHE, creemos que se deben establecer ciertos mecanismos que nos permitan controlar el modo en que se proceda a elaborar cada una de las entradas del diccionario; de no ser así, nos arriesgamos a incurrir en una excesiva minuciosidad que nos sitúe en una postura más cercana a la de los estudiosos de la fonética que a la de un fonólogo a la hora de caracterizar las distintas acepciones43. Nos parece posible proponer que a la hora de organizar los materiales que se acogen bajo el paraguas de cada una de las voces objeto de estudio, se establezca una primera segmentación en acepciones que

Canarias y tazón y zafa en Andalucía; por su parte rucho o guarán son nombres para el asno con marcación dialectal: el primero aparece en aragonés, murciano y andaluz y el segundo en la Argentina, mientras rozno es nombre del animal en germanía); con mucha frecuencia, asistimos a la especialización semántica de alguno de ellos (la bacía, aunque presentaba otras acepciones, se especializa para designar a la vasija que utilizaban los barberos). Para un examen detallado acerca de la “ley de la repartición”, véase Casas (1998 y 1999: 12-23). 43  Pascual Rodríguez y García Pérez han llamado la atención sobre el modo en que se ha llevado a cabo en el DH la división en ramas semánticas generales, acepciones y subacepciones (2007: 91-104), indicando que en el caso que analizan (la palabra aderezar) la multiplicación de las acepciones “puede llevarse a extremos innecesarios cuando se atomizan los contextos y se deducen los sentidos de meras variantes creadas por el entorno léxico de la palabra” (2007: 99), mientras que su división en subacepciones “tiene mucho que ver con el deseo de organizar de algún modo los sustantivos concretos con los que suele combinarse” (aderezar embarcaciones, armas, caminos, casas…) (2007: 91).

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responda a los diferentes sentidos de la palabra44, apoyándonos, al fin y al cabo, en la existencia de polisemia45. Dentro de esas acepciones, sería posible establecer subacepciones atendiendo a las posibilidades combinatorias de estas voces y a los sinónimos que podemos atribuirles. Así, por ejemplo, podríamos señalar dentro de una acepción general de construir: “Hacer una cosa con los elementos necesarios” la existencia de posibles subacepciones como “Construir una cosa mentalmente”, “Construir una cosa con los elementos necesarios y siguiendo un plan” y “Hacer una obra de albañilería”, prestando atención tanto a las combinaciones presentes como a los sinónimos que se aprecian, respectivamente imaginar, fabricar y edificar46. De modo semejante, podemos comprobar como la tercera acepción que la Academia propone para palo (“3. m. madera (parte sólida de los árboles). Cuchara de palo”, DRAE-2001), responde a una sinonimia entre este término y madera que se documenta con profusión en la Edad Media47 y de la que todavía queda algún resto: en España

44  No nos detendremos ahora en estos conceptos; véase Hernández (1991), Medina Guerra (2003: 129-132), Porto Dapena (2002: 196-203) y, especialmente, Pascual Rodríguez/García Pérez (2007: 89-146). 45  La polisemia supone la diversificación de un primitivo significante que ofrecería significados cada vez más alejados, hasta el punto de que pueden llegar a ser tomados como entradas distintas, incluso en los repertorios lexicográficos. Mientras el DRAE sigue apoyándose en criterios histórico-etimológicos para mantener una única entrada banco, Seco y sus colaboradores han optado, en el DEA, por presentar como tres lemas distintos (“Asiento”, “estableciendo de crédito” y “Masa [de peces de una misma especie]”), cada uno con varias acepciones. Siguen los autores del DEA en esta decisión un enfoque “rigurosamente sincrónico”: “El problema de la polisemia y la homonimia, que la tradición lexicográfica española resuelve sistemáticamente tomando como criterio el de la identidad o diversidad etimológica, tiene en nuestro diccionario un enfoque basado en la afinidad o diversidad semántica” (Seco 1995: 31); “El criterio aquí seguido ha sido el de considerar dentro de una misma entrada todas las formas iguales a las que une entre sí un mismo punto de partida semántico. En cambio, tratamos en entradas diferentes las palabras en que, pese a su identidad formal, no se tiene conciencia de una relación semántica (con independencia de que históricamente haya existido tal relación). Por eso aparecen separados gentil1 ‘agraciado’ y gentil2 ‘pagano’, a pesar de tener una misma etimología” (DEA: xvii). Ciertamente, en el NDHE, por su propia naturaleza, no tendría sentido dividir en entradas diferentes las distintas acepciones de una misma voz. 46  En este caso recojo, con mínimas modificaciones, las acepciones que propone el DSal (véase al respecto Pascual Rodríguez/García Pérez 2007: 120-125). 47  La correspondencia se establece no solo con la primera acepción que el DRAE-2001 atribuye a madera (“Parte sólida de los árboles cubierta por la corteza”), como en “palo de higuera” (1471), sino especialmente con la segunda “Pieza de madera labrada que sirve para cualquier obra de carpintería”: “cuchara de palo” (1251, Calila), “armas de palo” (1284, Fuero de Cuenca), “cruz de palo” (1379), “forcas de palo” (c. 1400), “ídolos de palo” (c. 1400), devanaderas de palo...

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apenas el conocido refrán “en casa del herrero, cuchillo de palo” o la locución “pata de palo”, pero con más vigor en el español americano de nuestros días48. 5. Un ejemplo de serie sinonímica Para ilustrar algo de lo que hemos expuesto, vamos a examinar una serie de sinónimos aparentemente sencilla. Ariza señalaba, al referirse a los sinónimos, que resulta más difícil “definirse sobre palabras que se diferencian diacrónicamente”, y ponía precisamente el ejemplo que nos va a ocupar: “Para designar a la ‘persona que tiene como oficio arreglar los cabellos de la cabeza y cara’ el español empleó o emplea alfajeme, barbero y peluquero” (2003: 929); por nuestra parte, hemos de añadir a la serie algunas voces más como figaro, rapador, rapista, rapabarbas y desuellacaras, así como el muy reciente estilista49. Y si en principio estamos de acuerdo con Ariza en que la forma latina tonsorius no sobrevivió en ningún romance50, sin embargo, no podemos coincidir completamente con sus apreciaciones cronológicas, pues señala que “el arabismo [alfajeme] fue el término que se impuso en el castellano medieval” y que no es hasta fines del XV que surge “el neologismo barbero que muy pronto desplazará a la voz anterior”. Lo cierto es, sin embargo, que barbero se documenta en castellano en una fecha casi tan antigua como alfajeme, que aparece en 1251 (Calila e Dimna, “nin la muger del alhajeme non le tajó su marido las narize”), pues ya se documenta en el tercer cuarto del XIII, aunque, en efecto, son muy escasas sus

48  “Cuchara de palo”, “cuchillito de palo”, “fusiles de palo”, “silla de palo”, “trompetas de palo”… 49  No he incluido en este primer acercamiento algunas voces dudosas; así, a pesar de que en Terreros figura una entrada peinante (“voz jocosa, el que peina, peluquero”), la descartamos por no poderlo documentar en el CORDE (tampoco examinamos peinero, pues este término designa desde Autoridades a quien fabrica o vende peines). En los cuadros que ilustran este trabajo, he utilizado la información que proporciona el CORDE y el CREA; dado el volumen de estos corpus, he considerado oportuno organizar los materiales por siglos, a excepción de los obtenidos del CREA (1975-2007), que figuran en la última columna de cada gráfico (ss. XX-XXI). 50  Sugiere que “quizá porque el oficio se perdió con la decadencia del Imperio, bien porque los tiempos no estaban para refinamientos, bien porque la moda impuso la barba” y que “hubo que esperar a que la refinada civilización árabe nos prestase la palabra alfajeme” (2003: 929). Hay algún ejemplo del cultismo tonsor en el XVI y sin duda tiene cierta gracia su aparición un siglo más tarde en un poema del colombiano Hernando Domínguez Camargo (a. 1659, San Ignacio de Loyola): “Menos, en las de abril blancas mañanas, / culto tonsor, el Céfiro deshoja, / en la edad de la encina, cuantas canas / peinó el invierno en la caduca hoja”.

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ocurrencias durante siglo y medio en los testimonios del CORDE, frente a las que disponemos de alfajeme (en sus diferentes variantes gráficas). Algunos testimonios de alfajeme nos ofrecen además información sobre los distintos saberes que acumulaba este profesional, desde los propios del peluquero actual51, hasta los de cirujano52; el DRAE no menciona esas otras funciones como sangrador o dentista, si bien son atribuciones profesionales que han mantenido los barberos hasta no hace mucho53. Desde mediados del XV alfajeme cae en desuso y ya Autoridades la juzga voz anticuada; prácticamente solo aparece citado en épocas más modernas en trabajos histórico-filológicos como los firmados por Juan Valera, Julio Puyol o Rafael Lapesa54, pero, a pesar de ello, sigue figurando en el diccionario académico (“barbero”, DRAE-2001), aunque con la marca poco usado.

51  “por non dexar tañer su barba a njngund alfajeme” (1293, anónimo, Castigos), “tornándola a recorrer como barba el alhajeme” (c. 1445-1480, Antón de Montoro), “Raer & afeytar deuen los alfajemes los onbres en los lugares apartados” (1491, anónimo, Siete Partidas de Alfonso X). 52  “El alfajeme pasava, que venia de sangrar” (1330-1343, Juan Ruiz, Libro de buen amor), “Dan al alfageme, por que sangra a los monjes 20 maravedis” (1338, anónimo, Cuentas de la abadía de Silos), “asi fisicos commo a çurugianos e alfagemes e albeytares e otros semejantes ofiçios” (1435, anónimo, Cuaderno de las Cortes celebradas en la villa de Madrid). 53  Todavía se aprecian en ejemplos decimonónicos de la voz barbero (“aquella intriga, o sea drama, entre el joven Pedro Correa, natural de Olmedo, cirujano sangrador y barbero latino, y la honrada y excelente dueña D.ª Tadea de Rivadeneyra”, 1842-1851, Ramón de Mesonero Romanos, Escenas y tipos matritenses) y aun del siglo pasado (“fue viuda, aunque tan solo por breves horas, de un mancebo de botica natural de Tejadillo […] que ejercía su oficio, y también los de barbero y sangrador, aquí en Fuentesaúco”, 1956, Camilo José Cela, Judíos, moros y cristianos). 54  “barbero, en vez de alfageme” (1869, Juan Valera, Sobre la ciencia del lenguaje), “e por pastor vn alfajeme e asi de los otros ofiçios” (1915, Julio Puyol, El Abadengo de Sahagún), “alfayate, alfageme no resistieron la competencia de sastre y barbero” (1942, Rafael Lapesa, Historia de la lengua española). Únicamente podemos ver su uso en algún texto literario (“Mal alfajeme remoje las mis barbas”, 1847, Serafín Estébanez Calderón, Escenas andaluzas).

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En cuanto a barbero55, podemos espigar gracias al CORDE media docena de apariciones anteriores al XV56; y si la segunda mitad del ese siglo ofrece ya más de ochenta ejemplos, es una cifra insignificante si la comparamos con los cientos de casos que el CORDE nos proporciona para los períodos posteriores57. Como ha señalado con acierto Germán Colón, el reemplazo de arabismos por latinismos “no sólo es debido a envejecimiento de la ‘Sache’, la cual arrastra al ‘Wort’, sino también a una aversión hacia la cultura semítica por parte de la sociedad cristiana. Bastará recordar las palabras del zamorano Dr. López de Villalobos, quien hacia el año 1539 critica a los hablantes de Toledo, porque emplean demasiados arabismos” (2002: 49).

55  “barbero1, ra. (De barba). adj. Méx. adulador. ║2. m. Hombre que tiene por oficio afeitar o hacer la barba. ║3. m. Pez del mar de las Antillas, del orden de los Acantopterigios, de 15 a 20 cm de longitud y la mitad de anchura, de color de chocolate, cola ahorquillada, boca pequeña, ojos grandes y negros con cerco amarillo, una espina dura y puntiaguda junto a la cola, y piel muy áspera. ║4. f. Mujer del barbero.║5. f. coloq. And. y Am. navaja de afeitar □ V. navaja barbera” (DRAE-2001). 56  “Phelip, el barbero, tene en Cotellas vi taffullas” (1257-1271, Anónimo, Repartimiento de Murcia), “fue a una botiga de vn barbero & faulaua de la tribulacion que era contecida” (1379-1384, Juan Fernández de Heredia, Traduccción de Vidas paralelas de Plutarco). 57  En el caso de barbero, he manipulado la información del CORDE, pues la selección de obras incorporadas a su elenco provocaba ciertas deformaciones a la hora de estudiar la trayectoria de estas voces: ofrecían una frecuencia muy alta que contrastaba con su dispersión; por ello he preferido prescindir de los datos aportados por el Quijote, que ofrecía 189 ejemplos de utilización de este término (el mayor número en la primera parte), y, sobre todo, El visitador, del guatemalteco José Milla y Vidaurre, que incorporaba nada menos que 321 ocurrencias de esta voz, frente a las apenas 69 que todo el resto del corpus aportaba para el tercer cuarto del XIX.

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Ya desde Autoridades se registra esta palabra, en principio con una acepción (“El que tiene por oficio raer las barbas y afeitar”), ligeramente modificada en 1770 (“El que tiene por oficio afeitar o hacer la barba”), que se mantuvo como única hasta el DRAE-1899, en que se introdujo la de un determinado tipo de pez; finalmente, en 1925 se incorporó una propia de México que hoy ocupa el primer lugar en el DRAE. Ariza señala que “el galicismo peluquero se fue imponiendo a partir de su introducción en el siglo XVIII”, aunque “es difícil precisar la época en que se produjo la sustitución” (2003: 929); este repliegue de barbero es evidente, y explica que en la última edición del DRAE se viese relegada esa acepción, y, a la luz de los datos, la “imposición” de peluquero no parece haberse producido hasta el último cuarto del siglo XX, aunque no ha sido tal que nos permita dar por difunta a la voz más antigua; de hecho, el testimonio del CORDE y el CREA muestra que barbero todavía mantiene un apreciable nivel de uso58. En cuanto a peluquero, documentado desde 175859, Autoridades lo define como “El que hace las pelucas y las peina” (DRAE-1737) y solo a partir de 1852 recoge la Academia que el peluquero “tiene por oficio peinar a las gentes, cortar el pelo o hacer y vender pelucas, rizos, etc.” (DRAE-1852), si bien ya desde 1817 se denomina así a “El que tiene por oficio peinar a las gentes, o hacer y Cierto es que las desnudas cifras pueden resultar engañosas, pues, por ejemplo, en el último cuarto de siglo un muy elevado número de las ocurrencias de barbero responde a citas literarias —menciones al barbero del Quijote— u operísticas. 59  “un tabernero, un paje, un arbañil (sic), un peluquero, un sastre, un herrador, un carpintero” (1758, Anónimo, Los ciegos), “y á este Diocleciano peluquero, que le peinen á la moda una vez” (1762, Ramón de la Cruz, El Hospital de la Moda) ... 58 

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vender pelucas” y se registra a la peluquera como “mujer del peluquero”60. En la última edición del DRAE se agrupa toda la información: “peluquero, ra. m. y f. Persona que tiene por oficio peinar, cortar el pelo o hacer y vender pelucas, rizos, etc. 2. m. y f. Dueño de una peluquería. 3. f. coloq. p. us. Mujer del peluquero” (DRAE-2001). Peluquera solo aparece en el CORDE como indicación de oficio a partir de 1903, con una única ocurrencia en Pérez Galdós (“No dirás que no soy buena peluquera”, 1903, Los duendes de la Camarilla) y no irrumpe con fuerza hasta los cincuenta del pasado siglo (“porque con la Asun no ibas a salir nunca de ser una peluquera de barrio. Tú necesitas ampliar horizontes”, 1954, Ignacio Aldecoa, El fulgor y la sangre); no debe extrañarnos esta tardía documentación de peluquera, pues su lugar estaba ocupado por peinadora (solo la documentamos como profesión en su forma femenina) desde finales del XIX, como podemos ver en el propio Galdós (“Es peinadora... Está aprendiendo con una vecina maestra”, 1885, Fortunata y Jacinta); este sinónimo se documenta por última vez en 1958, en un texto de Delibes, coincidiendo con el despegue de la competidora peluquera61. 550 500 450 400 350 300 250 200 150 100 50 0

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En esta ocasión resulta muy útil echar mano del testimonio de Terreros (1788) quien indica ya que “Peluquero se llama también el que peina a las señoras y que

No será hasta 1925 en que la peluquera pueda ser también “Dueña de una peluquería”. Sin duda la preterición de barbero se vio favorecida por contar peluquero con el apoyo de la forma femenina, de gran éxito en la segunda mitad del XX, cuando se produce la transformación de las peinadoras a domicilio en peluqueras con local propio. 61  Puede observarse, a partir de los datos del CREA, la aparición del verbo peluquear, documentado en textos colombianos y venezolanos desde 1986. 60 

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propiamente en este sentido se llamaría bien peinador”62; Terreros nos da una amplia explicación acerca del término peinador, peinadora, no exenta de delicados matices: “PEINADOR o PEINADORA: el que o la que peina señoras o caballeros. Comúnmente es un peluquero, o ayuda de cámara, el que peina a los caballeros; y a las señoras, son sus segundas, y las Damas, a que llaman primeras, asisten, y acuden con lo que se necesita, como cintas, alfileres, etc. y también suele ser un peluquero”. Ariza se preguntaba hace unos años si acabaría utilizándose la voz estilista para designar a los profesionales de la peluquería (2003: 930), y lo cierto es que la Academia ya recoge esta acepción en la última edición del DRAE: “estilista. com. Escritor que se distingue por lo esmerado y elegante de su estilo. 2. com. Peluquero creativo. 3. com. Persona que se dedica al estilismo y cuidado de la imagen” (DRAE-2001)63. En este caso el CORDE no recoge ningún ejemplo de nuestra acepción, pero en el CREA ya aparecen algunos, tanto americanos64 como españoles, entre ellos alguno tan claro como el siguiente: “¡Qué loca peluquería! está interpretada por Mónica Randall y Óscar Ladoire. Ambos trabajan en un salón de belleza, él hace el papel de un estilista al que le gustan todas las mujeres y ella da vida a la dueña del local” (El Mundo, 17/10/1994)65. A la vista de los datos, puede comprobarse el modo en que se ha ido produciendo la sustitución de unos términos por otros: alfajeme compitió durante un tiempo con barbero, que lo acabó desplazando, y este último término todavía no ha sido completamente sustituido por peluquero, aunque parece haber perdido definitivamente la batalla. El tiempo nos dirá si estilista logrará hacerse con un hueco en nuestro panorama léxico.

No ha incluido tampoco esta opción léxica Ariza y, sin embargo, junto al sentido “paño de barbero”, que ya se registra desde Covarrubias, la Academia recoge desde 1737 la acepción de un sustantivo “El que peina”, que se mantiene hasta que en DRAE-1884 se cambia en “adj. Que peina. U. t. c. s.”, fórmula que pervive hasta la última edición (DRAE-2001). 63  La primera acepción figura en la Academia desde DRAE-1899 (suplemento), sin ningún cambio hasta el 2001; sin embargo, ya el Manual-1989 incluía una segunda acepción: “Persona que cuida el estilo en otras actividades como en las colecciones de moda”. 64  “Durante un par de meses, el estilista Flipside instaló su peluquería en el entrepiso. Hacía peinados, cortaba el pelo, colocaba apliques de colores, teñía e inventaba diseños con mostacillas y perlas” (1991, Laura Ramos y Cynthia Lejbowicz, Corazones en llamas. Historias del rock argentino en los ‘80, Argentina). 65  Cuando daba las últimas correcciones a este texto, pude comprobar la utilización de la palabra en una reciente comedia televisiva (“El síndrome de Ulises”, Antena 3) para designar a una peluquera que trabaja en un barrio marginal. 62 

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Ariza (2003) no prestaba atención a otros posibles sinónimos de barbero, como fígaro, vellera, rapista, rapador, rapabarbas o desuellacaras66. No disponíamos apenas de datos sobre la historia de estos términos, pues aunque Corominas los recoge casi todos, no los fecha67. En el caso de fígaro68, el sabio lexicógrafo catalán ni siquiera lo estudió, y ello a pesar de figurar en el DRAE desde 1925; sin duda no lo consideró necesario, por ser su etimología transparente. En todo caso, su utilización es bien escasa, con apenas una decena de ejemplos, varios americanos y dos de ellos en un autor de la envergadura de Miguel Ángel Asturias. Tiene razón el DGSA dirigido por José Manuel Blecua al indicar que “representa un uso literario en la lengua” (s. v. barbero69).

66  A algunos de ellos hemos accedido gracias al programa Word de Microsoft (vellera, rapador, rapabarbas), que los incluye como sinónimos en su diccionario interno; a partir de ahí la serie se ha enriquecido con la consulta de los diccionarios. 67  DCECH: vellera, s. v. vello; rapista, rapador y rapabarbas, s. v. rapar; desuellacaras, s. v. desollar. 68  “fígaro. (De Fígaro, personaje de dos comedias de Beaumarchais, 1732-1799). m. Barbero de oficio. 2. m. torera (║ chaquetilla ceñida)” (DRAE-2001). 69  Aunque en las entradas encabezadas por los restantes sinónimos no se le asigne ninguna marca, al igual que le sucede a barbero o peluquero.

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Vellera, a pesar de que el programa de tratamiento de textos Word considere esta voz sinónimo de barbero, ofrece un significado bastante específico y se aleja del de los auténticos integrantes de esta serie sinonímica. De acuerdo con la Academia (que la recoge desde Autoridades), vellera es la “Mujer que afeita o quita el vello a otras” (DRAE-2001); la consulta del CORDE únicamente nos aporta una documentación castellana (aparece en un cierto número de textos latinos), una pieza teatral de Nicolás Fernández de Moratín (La petimetra, 1762), que sirve como excelente ilustración de la definición académica:

JERÓNIMA: Anita, digo que ahora quitarme el vello es mejor, antes que venga más gente. ANA: Pues qué, ¿no se quitó ayer? JERÓNIMA: No importa, que da en crecer, y apenas tengo los veinte; trae el vidrio, si te place, si no con pez o con cera. ANA: Tengo mi madre vellera, ¿y no sabré cómo se hace?

Por lo que toca a rapador, rapabarbas y rapista, el DGSA las califica como coloquiales (marca que podemos extender a desuellacaras), al tiempo que cataloga de “palabras neutras” a barbero, peluquero y fígaro. En cuanto a desuellacaras70, figura en el DRAE desde 1803, pero en principio solo con la segunda de sus acepciones actuales; solo aparece la primera desde el “desuellacaras. (De desollar y cara). m. coloq. p. us. Barbero que afeita mal. 2. com. coloq. desus. Persona desvergonzada, descarada, de mala vida y costumbres” (DRAE-2001). 70 

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DRAE-1843 y ya marcado como familiar. Desde el punto de vista histórico, es un sinónimo con matiz humorístico y su primera documentación es de 1499 (Celestina, Fernando de Rojas); casi todas las apariciones se fechan antes de acabar el XVII (Sor Juana Inés de la Cruz ofrece la última) y solo contamos con un texto muy posterior, de 1889, también de evidente matiz burlón, con el significado de barbero71. Ya en la primera aparición académica de rapador72 (DRAE-1803) se señala su utilización “familiar y festiva”, marcas que se reducen a familiar desde la edición de 1817 hasta la de 2001, en que troca en coloquial. En cuanto a su documentación no cabe duda de que la aparición en el Quijote de este término (“El mío, señor rapador —dijo don Quijote—”, 1615) ha podido favorecer su utilización por algún otro escritor, siempre con clara intencionalidad humorística; con todo, apenas contamos con media docena de ejemplos, tres en textos del XVII tan significativos como el Estebanillo González y los restantes en testimonios de fines del XIX. Muy similar es la situación de rapista73. Las dos primeras apariciones (de la veintena registrada) son también del Quijote, en 1615 (“¡Ah, señor rapista, señor rapista, y cuán ciego es aquel que no ve por tela”). Luego hay otro par de casos en las Aventuras del Bachiller Trapaza de Castillo Solorzano (1637), también con marcado tono humorístico, y ya hemos de acudir al XIX y primer tercio del XX, para encontrarnos con nuevos ejemplos en Mesonero Romanos, Ricardo Palma, Pérez Galdós o Valle Inclán, siempre con ese mismo matiz. Encontramos, por último, algunos testimonios más de rapabarbas74, voz en la que se aprecian similares connotaciones que en rapador y rapista y que parece haberlos sustituido con esa finalidad burlesca. Aparece a finales del XVIII (1797, Félix María de Samaniego, El jardín de Venus) y se documenta a lo largo de la segunda mitad del XIX y el XX, a uno y otro lado del Atlántico (Fernán Caballero, Ricardo Palma, Valle Inclán...). Desde su primera presencia en el DRAE, en 1936, se le asigna la marca familiar, que se mantiene hasta la última edición, en que cambia a coloquial. Así pues, a la vista de los datos, podemos ver que desuellacaras es el sinónimo que tuvo mayor vigor con estos matices humorísticos, con mayor presencia que sus 71  “Casi los treinta que en ese año componían el gremio de desuellacaras estaban reunidos leyendo, releyendo y comentando el cartelón” (1889, Ricardo Palma, Tradiciones peruanas, séptima serie). 72  “rapador, ra. adj. Que rapa. U. t. c. s. 2. m. coloq. barbero (║ hombre que tiene por oficio afeitar)” (DRAE-2001). 73  “rapista. m. coloq. Hombre que rapa. 2. coloq. barbero (║ hombre que tiene por oficio afeitar)” (figura desde Autoridades, y ya como “en estilo familiar”). 74  “rapabarbas. m. coloq. barbero (║ hombre que tiene por oficio afeitar)” (DRAE2001).

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competidores hasta el siglo XVII, en el que todavía supera a rapista y rapador, finalmente desechados en favor de rapabarbas, que es el que ofrece una mayor presencia en nuestros días. 30 25 20

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6. Final Confío que este acercamiento inicial a la aportación que el examen de los fenómenos sinonímicos puede hacer al futuro NDHE contribuya a que se realicen otros trabajos con esta misma intención, que ayuden a diseñar un modelo de actuación válido en este campo. Repertorios lexicográficos [Clave] (21996): Clave. Diccionario de uso del español actual. Madrid: SM. [DECH]: Corominas, J./Pascual, J. A. (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos. [DGSA]: Blecua, J. M. (dir.) (1999): Diccionario general de sinónimos y antónimos. Barcelona: Vox. [DH]: Real Academia Española (1960-1996): Diccionario Histórico de la Lengua Española. Madrid: Imprenta Aguirre. [DRAE-1992]: Real Academia Española (1995): Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, CD-ROM. [DRAE-2001]: Real Academia Española (2003): Diccionario de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, CD-ROM. [DSAEA]: Maldonado, C. (dir.) (2002): Diccionario de sinónimos y antónimos del español actual. Madrid: SM.

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V. Cuestiones pragmáticas

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Las definiciones de las partículas discursivas en el diccionario

José Portolés Lázaro Universidad Autónoma de Madrid

1. Introducción1 Antes de adentrarnos en los problemas propios de la lexicografía es preciso acotar, aunque sea aproximadamente, qué entendemos por “partícula discursiva”. Escribía Gregorio Garcés en las décadas finales del siglo XVIII: “Las partículas no son otra cosa sino aquellas menudas partes, que forman y dan fuerza a aquella íntima unión, que debe llevar consigo un compuesto y acabado raciocinio (...)” (Garcés 1885 [1791]: 35). Doscientos años después se mantiene este interés por las unidades invariables, pero con dos diferencias llamativas: en primer lugar, aunque en su origen el término “partícula” además de ciertas propiedades gramaticales reflejaba un pequeño cuerpo fónico —”aquellas menudas partes” de Garcés—, en la actualidad no es extraño que se denominen “partículas” a locuciones extremadamente largas como “desde la perspectiva de” o “de cuando en cuando” (Pavón 1999; 2003) o, incluso, “por una vez, y sin que sirva de precedente” (Santos 2003)2; en segundo lugar, para muchos investigadores, entre quienes me encuentro, algunas partículas se han de explicar principalmente como guías de los procesos inferenciales que están en la base de la comunicación humana. La razón del Siglo de las Luces se torna en cognición en el siglo del cerebro. Este trabajo se enmarca en el Proyecto: Nuevas aportaciones al Diccionario de partículas del español (Referencia: HUM2004-01453/FILO), financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia de España, así como por los fondos FEDER. 2  Esto no significa un desconocimiento del significado tradicional del término, sino un uso amplio que permite agrupar una serie de elementos por sus propiedades discursivas (Santos 2003: 7; 2005: 1130). 1 

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La nueva perspectiva cognitiva tiene como antecedente una serie de conferencias que Herbert Paul Grice (1913-1988) pronunció en 1967 en la Universidad de Harvard y que se publicaron parcialmente en 1975. Presentó allí una explicación de la comunicación distinta a la que era habitual, aquella que consideraba exclusivamente la comunicación como un proceso de codificación y de descodificación de mensajes. Para Grice lo comunicado no constituye simplemente lo que ha sido codificado por el hablante en una lengua determinada y descodificado por el oyente, a quien se dirige y que conoce dicha lengua, sino también un conjunto de conclusiones —las implicaturas conversacionales— que se obtienen a partir del contexto y gracias a la aplicación de un principio de la razón humana: el Principio de cooperación. Nos dicen Hace frío y comprendemos la implicatura conversacional +> ‘Quiere que cierre la ventana’. Así pues, lo dicho sólo constituye una parte de lo comunicado, en palabras de Sperber y Wilson (1995) un estímulo ostensivo que permite llegar a un sentido por medio de un proceso inferencial en el que también participan el contexto mental y un principio —para Grice, como acabamos de ver, el Principio de cooperación; para Sperber y Wilson, el Principio de pertinencia— que guía dicho proceso inferencial3. El propio Grice mantuvo, asimismo, que las implicaturas se producen en ocasiones por el significado convencional de diversos elementos de la lengua (v.gr. He is an Englishman; he is, therefore, brave) y denominó a las implicaturas así obtenidas (v.gr. ‘Ser valiente es una consecuencia de ser inglés’) implicaturas convencionales (Grice 1975). Pocos años después Karttunen y Peters (1979) defendieron que el significado de “even” (‘incluso’) también desencadena implicaturas convencionales; así, si escucho Alicia sabe incluso dividir, concluyo, forzado por el significado convencional de “incluso”, que Alicia sabe otra cosa además de dividir y que eso otro es más fácil de suponer que la información que se destaca con “incluso”. En distintos estudios me he ocupado de un tipo de partículas que convocan implicaturas convencionales: los marcadores del discurso (Portolés 2001). He tratado entre ellos los usos de “por tanto” (therefore) y, sin embargo, no he atendido a los principales usos de “incluso” (even). Explico por qué: según la definición que propuse, los marcadores del discurso son unidades lingüísticas invariables, no ejercen función sintáctica en el marco de la predicación oracional —son, pues, elementos marginales— y poseen un cometido coincidente en el discurso: el de guiar, de acuerdo con sus distintas propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la comunicación (Martín Zorraquino/Portolés 1999: § 63.1.2; Portolés 2001: 25-26). De acuerdo con esta definición, buena parte de los usos de “incluso” queda fuera de los marcadores del discurso, pues en ellos 3 

Una útil introducción en español a la Teoría de la pertinencia es la de Pons (2004).

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esta unidad modifica un sintagma integrado en la oración (por ejemplo, en Alicia sabe incluso dividir, incluso dividir es el objeto directo de sabe). Ésta es la razón de que no haya estudiado los llamados adverbios de foco dentro de los marcadores discursivos. Propongo ahora, en consecuencia, un concepto más abarcador como hiperónimo: partícula discursiva. Consideraré partícula discursiva a cualquier palabra invariable o locución que guíe por su significado el procesamiento de otra unidad con significado conceptual. Tanto los marcadores del discurso —“por tanto”— como los adverbios de foco —“incluso” o “ni siquiera”— son distintos tipos de partículas discursivas. Ahora bien, ¿qué se entiende por significado de procesamiento? Dentro de la Teoría de la pertinencia de Dan Sperber y Deirdre Wilson, Diane Blakemore (1987) vinculó las implicaturas convencionales de Grice con la restricción de las inferencias y las concibió como implicaturas obtenidas por un significado de procesamiento frente a un significado conceptual. Las unidades con significado conceptual son las que permiten crear representaciones mentales de un estado de cosas –v.gr. multiplicar, dividir–, mientras que los significados de procesamiento determinan la manera en que la cognición humana debe tratar la información que proporcionan estas unidades conceptuales (Portolés 2004a: § 14). Es el caso de “incluso” en Alicia sabe incluso dividir. 2. Las condiciones de sustituibilidad y suficiencia En un artículo de raigambre estructuralista ya clásico dentro de la lexicografía española, Manuel Seco (2003: 25-46) defiende la existencia de al menos dos condiciones para una buena definición: la sustituibilidad y la suficiencia4. Con la primera condición, distingue las definiciones “propias” de las “impropias”; con la segunda, las definiciones de lengua de las enciclopédicas. La condición de sustituibilidad o “ley de sinonimia” se cumple cuando el “definiente está constituido por una forma adecuada a la función sintáctica propia del definido” de tal manera que en un contexto determinado puede sustituirse el uno por el otro; así, por ejemplo, la definición de “débil” como ‘de poco vigor’ cumple con este criterio. Se puede reemplazar Es una persona débil por Es una persona de poco vigor. Dicho con No comparto la afirmación de que las teorías estructuralistas y generativistas no han influido de manera decisiva en la lexicografía, cfr. Porto Dapena (2002: 79). El Diccionario del español actual de Seco sería inexplicable sin el estructuralismo y los más recientes Redes (2004) y Diccionario combinatorio (2006) de Ignacio Bosque sin el distribucionalismo americano tamizado por el generativismo. Otra cosa es que las constricciones que impone la edición impresa dificulten la aplicación de los nuevos conocimientos teóricos en la confección de diccionarios. 4 

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otras palabras, la definición debe de estar en relación paradigmática con lo definido y se puede conmutar con él. Esta condición fuerza a Seco a distinguir dos tipos de definiciones de acuerdo con la categoría gramatical de la entrada: las propias y las impropias. Las definiciones propias son las de sustantivos y la mayor parte de adjetivos, verbos y adverbios. Las impropias son las de palabras gramaticales e interjecciones. Las definiciones propias cumplen la condición de sustituibilidad: se puede conmutar el adjetivo “débil” por ‘de poco vigor’, pero no se puede sustituir en ningún contexto “el” por ‘artículo determinado en género masculino y número singular’. Para Seco sólo las propias son verdaderas definiciones, las impropias son, en realidad, explicaciones, pues no se dice “qué significa la palabra, sino qué es esa palabra, cómo y para qué se emplea” (Seco 2003: 33). En definitiva, se podrían describir su gramática y sus condiciones de uso, pero no su significado. Ahora bien, si contrastamos esta distinción con la de significados conceptuales y significados de procesamiento a la que me he referido más arriba, se advierte que las definiciones propias de Seco se corresponden con unidades con significado conceptual y las impropias, en la mayor parte de los casos, con unidades con significado de procesamiento. No significan lo mismo “coche” que “moto” —palabras con significado conceptual—, pero tampoco significan lo mismo Un coche se ha estropeado y El coche se ha estropeado, pues con el artículo determinado —palabra con significado de procesamiento5 — muy posiblemente sea quien habla aquel que deba llamar a la grúa. La hipótesis que defenderé en este estudio es que los significados de procesamiento también se pueden definir de un modo útil para alguien que consulta un diccionario. De hecho, en muchas definiciones de palabras gramaticales los diccionarios tradicionalmente han combinado gramática con semántica. Comparemos, por ejemplo, la definición del artículo “y” del Diccionario académico (2001: s.v.) con las de “pero” y “sin embargo”: y. (Del lat. et). conj. copulat. Utilízase para unir palabras o cláusulas en concepto afirmativo. Si se coordinan más de dos vocablos o miembros del periodo, solo se expresa, generalmente, antes del último. pero. (Del lat. per hoc) conj. advers. Utilízase para contraponer a un concepto otro diverso o ampliativo del anterior. sin embargo. loc. conjunt. advers. No obstante, sin que sirva de impedimento.

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Aunque no es partícula discursiva, pues posee flexión de género y número.

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En la definición de “y” se proporciona información gramatical; en realidad, la definición parafrasea la marca gramatical de conjunción copulativa que encabeza la definición. En cambio, en la definición de “pero” se une la semántica (Utilízase para contraponer a un concepto...) con la gramática (conjunción)6; por último, se puede aplicar la condición de sustituibilidad a la definición de “sin embargo”. En realidad, nuestra defensa de un significado de procesamiento para todas las unidades con definiciones impropias desarrolla el primer acercamiento de la lexicografía tradicional que hallamos en artículos como el de “pero”7. Por otro lado, la condición de suficiencia de las definiciones de la que hablaba Seco en aquel artículo de 1977 también tiene un fundamento estructuralista. Para Seco (2003: 44) un diccionario de lengua no debe proporcionar toda la información que se tenga sobre lo definido, pues esta labor corresponde a la enciclopedia8. El diccionario debe sólo enumerar los rasgos semánticos más importantes de lo definido que sirvan para diferenciarlo de otras unidades. Así, desde un planteamiento teórico semejante, Porto Dapena (2002: 45) critica una definición demasiado informativa de “sidra” y la condensa en dos rasgos semánticos: ‘bebida alcohólica’ y ‘obtenida por fermentación del jugo de la manzana’, y añade: “su color, olor, sabor, etc. no interesan desde el punto de vista lingüístico, a menos que existiese alguna otra palabra para referirse a una bebida alcohólica también extraída de la manzana y que se diferenciase de la sidra por alguna de aquellas propiedades”. Este planteamiento es posible porque los lexicógrafos parten del conocimiento del mundo de quienes consultan el diccionario. Los seres humanos podemos tener representaciones mentales de las palabras con significado conceptual. No existe problema en pensar en una “niña”, en “correr” y en que una niña corre “rápidamente”. Esto sucede incluso con acontecimientos no perceptibles: si escucho Las hipotecas suben, concibo las hipotecas como un fluido —agua— que sube de nivel. Cuando el lexicógrafo define “ovoide” con ‘De forma de huevo’, pasa por alto que la mayor parte de los huevos de las especies animales no son ovoides, sino esféricos, así sucede con las especies de artrópodos —insectos, arácnidos, crustáceos y miriápodos— y, dentro de los vertebrados, los peces, los anfibios y los reptiles. El lexicógrafo sabe que, cuando un hispanohablante piensa en un huevo, en primer lugar le viene a la mente el huevo de la gallina y ése sí es ovoide. Parte de su talento radica en encontrar el descriptor más concreto que sea conocido por La subcategorización ‘adversativa’ de la gramática tradicional no es, en realidad, una categorización que refleje un comportamiento gramatical, sino una propiedad semántica. Por ello, en este grupo entran conjunciones coordinantes —“pero” y “sino”—, locuciones adverbiales —“sin embargo” o “no obstante”— y ciertos usos de la conjunción subordinante “aunque”. 7  El diccionario Clave (Maldonado 2006) es el más coherente en el uso casi exclusivo de explicaciones gramaticales como definición de las palabras gramaticales. 8  Gutiérrez Cuadrado (1996) aporta nuevas consideraciones sobre esta diferencia. 6 

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un usuario del diccionario y después asignarle un único diferenciador. No extraña, pues, que, cuando Seco se refiere al arte del lexicógrafo, afirme: “Ese arte, cuando se logra, depende de unas pocas cosas: conocimiento de la lengua, inteligencia, intuición, experiencia, dedicación y estudio” (Seco 2003: 29)9. Algunas de las mejores definiciones de las últimas décadas del Diccionario académico se debieron a un filósofo: Julián Marías10. Sin embargo, este recurso al conocimiento del mundo no es posible en las definiciones de palabras gramaticales como “y”, “pero” o “sin embargo”, pues se carece de una representación mental de ellas. Cuando intentamos pensarlas, únicamente podemos imaginarnos su forma escrita. Los significados de procesamiento no representan un mundo posible externo a la propia lengua. Ahora bien, esto no quiere decir que los usuarios del diccionario no tengan prejuicios sobre el significado de estas partículas y con estos prejuicios debe contar el lexicógrafo. Uno habitual es una concepción lineal del discurso basada en la escritura: los distintos elementos discursivos serían eslabones de una cadena a cuya unión contribuyen las partículas. Otro prejuicio consiste en ver la lengua como un medio para codificar una representación mental y no como un estímulo para conseguir esta representación después de un proceso de enriquecimiento pragmático. Y un último prejuicio se halla en limitar las posibles relaciones entre los distintos miembros del discurso a los grupos de conjunciones que se estudiaron en la enseñanza secundaria y que, por lo general, se centran en relaciones argumentativas: adversación, consecución, finalidad, causa, etc. En suma, la descripción del significado de procesamiento de las partículas discursivas no puede cumplir por completo ninguna de las dos condiciones de Seco para las definiciones propias: ni la ley de sinonimia ni la condición de suficiencia, pero ello no quiere decir que las unidades con significado de procesamiento carezcan de un significado definible, sólo que sus definiciones no pueden ser idénticas a las de los artículos con significado conceptual11. En las siguientes páginas voy a hacer algunas sugerencias para la redacción de los artículos de las partículas discursivas en un diccionario general monolingüe impreso. Esta primera concreción es importante, pues la coherencia necesaria en cualquier diccionario hace que la microestructura de los artículos de las partículas en un diccionario general se deba acomodar en la medida de lo posible a las entradas que poseen significado conceptual, ya que constituyen el grueso

9  Casares (1969: 24) retoma unas palabras de Menéndez Pidal para hablar del “olfato especial” del buen lexicógrafo. 10  Comunicación personal de Fernando Lázaro Carreter. 11  Entre los actuales diccionarios del español, es el diccionario Lema (Battaner 2001) aquel que se acomoda más al tipo de definición que se defiende en estas páginas.

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del léxico de un diccionario de este tipo12. No obstante, como veremos, ello no significa que la horma de los artículos de palabras con significado conceptual se ajuste bien a la distinta realidad de las partículas. La libertad en un diccionario dedicado exclusivamente a partículas es mucho mayor13, incluso el ordenamiento de los lemas puede ser distinto14. Por otra parte, como asegura Bernard Quemada (1990: 59), el diccionario es tributario de las posibilidades materiales que existen, por lo que todo proyecto de diccionario del que se propone su impresión es, en primer lugar, un proyecto tipográfico15. La distribución de la información en el artículo impreso será, pues, muy distinta a la de un diccionario con una planta concebida para una edición electrónica16. 3. Teoría lingüística y definición de las partículas Según el Diccionario de la Academia (2001: s.v.) “definir” es: Fijar con claridad, exactitud y precisión la significación de una palabra o la naturaleza de una persona o cosa.

Así pues, quien desee definir las partículas debe contestar, por lo pronto, a dos preguntas: ¿Cómo fijar el significado? y ¿cómo hacerlo con claridad, exactitud y precisión? Dejemos la segunda respuesta para más adelante; en cuanto a la primera, la única contestación que encuentro es la de recurrir a los frutos de la lingüística. El DRAE, pongamos por caso, no proporciona ningún significado a “el, la, lo”, sino sólo su clasificación gramatical; no obstante, es posible aventurar una definición semántica de los artículos determinados. Se podría pensar en una Para otros asuntos de coherencia interna dentro de un diccionario, Pascual (1996). En español disfrutamos del Diccionario de partículas de Luis Santos (2003). Un antecedente son los diccionarios de palabras modales y de partículas alemanas de Helbig (Helbig 1990; Helbig/Helbig 1990). Existen otros proyectos de redacción de diccionarios de partículas en español con la sede principal en las universidades de A Coruña, Sevilla, Valencia y Zaragoza. Los primeros frutos del proyecto dirigido por Antonio Briz en Valencia, y en el que participamos profesores de distintas universidades, se pueden consultar en Briz/Pons/Portolés (2008). Para sus planteamientos teóricos, Briz (2005). 14  Sugiere Martín Zorraquino (2003) para “desde luego” que en un diccionario general debería aparecer bajo la voz luego y en un diccionario de partículas tendría una entrada propia. 15  Mucha de la interesante información de Martínez de Sousa (1995) es tipográfica. También sobre aspectos materiales del diccionario como libro, Bray (1989-1993). 16  Para las ventajas de la edición electrónica de un diccionario de partículas, Portolés (2004b). 12  13 

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definición del siguiente tipo: ‘Determina un nombre como el único objeto de una clase en un contexto accesible para el interlocutor’. Cuando digo: El coche se ha estropeado, el artículo determinado fuerza a mi interlocutor a encontrar un contexto en el que haya un único coche: el coche en el que estamos montados, por ejemplo. ¿Cómo se consigue esta definición para “el”? La respuesta es sencilla: gracias a los estudios de filosofía del lenguaje del último siglo y ya más concretamente a las publicaciones de John A. Hawkins (1978; 1991) para el inglés y de Manuel Leonetti (1996; 1999) para el español; es decir, primero hay que saber y después definir17. Ésta no es la misma circunstancia que la de definir bien aquello que ya se conoce, algo que se da con la mayor parte de los significados conceptuales. Supongamos que nos piden definir qué parte de un objeto es la “izquierda” y cuál “derecha”. Todos sabemos cuál es, pero es difícil de definir sin utilizar un gesto en una situación concreta. En suma, para definir las partículas, cuanto mejores sean los estudios lingüísticos sobre ellas, más fácil será lograr una buena definición. Se ha de tener, por tanto, una teoría para comenzar; o mejor, debemos tener varias. Me explico. Las partículas discursivas no son un objeto de estudio homogéneo: las hay átonas (“hasta”) y las hay tónicas (“bueno”), unas pueden aparecer independientes (“claro”) y otras siempre se han de incluir en un miembro del discurso mayor (“por tanto”), las hay de usos esencialmente orales (“hombre”) y también existen de apariciones casi siempre escritas (“antes bien”), algunas tienen una evidente relación con una unidad con significado conceptual (“por el contrario”) y otras son opacas a este tipo de vínculo (“pero”). En ciencia, por otro lado, no existe una única teoría, coexisten varias. Ninguna teoría es la verdadera, simplemente una teoría es mejor que otra para predecir el comportamiento de su objeto de estudio. Con otras palabras y ya dentro de lo que nos ocupa, no se puede dar cuenta de las partículas orales sin manejar alguna teoría de la conversación18 y, sin embargo, esa teoría será poco necesaria al definir las partículas que esencialmente se emplean al escribir.

17  Por su parte, el diccionario Clave (Maldonado 2006: s.v.) define “el” como: ‘Se usa antepuesto a un nombre para indicar que el objeto al que se refiere es ya conocido por el hablante y el oyente’. Se refleja en esta definición una tradición gramatical de la que formaron parte, entre otros, Charles Bally, Rafael Lapesa y Fernando Lázaro. Para ejemplos del trabajo de investigación que hay detrás de las entradas de partículas de un diccionario, Santos (1994), Garcés (2001) y Briz (2002). 18  Así, por ejemplo, en las definiciones de interjecciones de Vázquez Veiga (2005) se hace referencia expresa a las posturas del hablante y del oyente.

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4. La gramática Una de las primeras informaciones que encuentra el usuario de un diccionario en el cuerpo de un artículo lexicográfico acostumbra a ser una marca gramatical. El uso de estas marcas en los diccionarios hace suponer que quienes los consultan no sólo poseen ciertos conocimientos de gramática, sino que, además, comparten una misma escuela gramatical (Fuentes Morán 1997: 15). Ello, no obstante, es dudoso en los casos de las categorías que corresponden a palabras con significado conceptual —sustantivos, adjetivos y verbos, principalmente— y es más que improbable con las palabras con significados de procesamiento, máxime cuando los mismos diccionarios no coinciden en sus categorizaciones gramaticales. Por ejemplo, para el DRAE “sin embargo” es una locución conjuntiva adversativa, mientras que en el DEA de Manuel Seco se explica como una locución adverbial; del mismo modo, la Academia considera “incluso” una preposición en Incluso a los enemigos amó y el DEA lo presenta como adverbio en Incluso el ocupar altos cargos directivos19. Por otro lado, las definiciones de los artículos con significado conceptual, al cumplir la condición de sustituibilidad y corresponderse, por tanto, con la categoría de la entrada de la definición, informan, aunque sea de un modo indirecto, sobre su gramática20. Existe un verbo “saber” que se define como ‘Conocer algo’ y un sustantivo “saber”, cuya definición es ‘Sabiduría’: el verbo se define con un verbo y el sustantivo con un sustantivo. Esto, sin embargo, no sucede con las definiciones de las palabras gramaticales. La dificultad de categorización de las palabras con significado de procesamiento se puede intentar resolver al menos de dos formas: introduciendo artículos de gramática dentro del diccionario que expliquen el marcado gramatical, con la esperanza panglosiana de que el usuario los va a consultar21, o mostrando el comportamiento gramatical de cada partícula, aunque sea de un modo aproximado, en su definición. Veamos cómo se podría hacer esto último. Pensemos en cuatro partículas con distinta gramática: “pero”, “sin embargo”, el adverbio “hasta” y “al contrario”. “Pero” es una conjunción coordinante y como tal se sitúa siempre en una posición inicial. Este comportamiento gramatical se puede reflejar del siguiente modo:

pero. conjunción coordinante Introduce un miembro del discurso (un sintagma o una oración) como más importante que otro miembro que le precede.

Gómez Asencio (2003) describe la tradición gramatical anterior. Éste es el motivo por el que María Moliner (1975: XXIII) no incluye marcas gramaticales en su diccionario. 21  Cowie (2002: 182 y ss.) analiza lo infundado de esta esperanza. 19 

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“Sin embargo” es un adverbio que se sitúa en un grupo propio de entonación y en una posición sintáctica periférica dentro de una oración. No se documenta como una unidad independiente y posee movilidad. Se podría definir:

sin embargo. locución adverbial Presenta el miembro del discurso en el que aparece (un sintagma o una oración) como una conclusión contraria a otra esperable a partir de un miembro del discurso anterior.

Escribiendo que ‘aparece en’ —esto es, ‘dentro de’— un miembro del discurso, se pretende reflejar que la partícula se sitúa en una posición periférica dentro de otro miembro del discurso; asimismo, con esta definición se informa de un modo indirecto de que su posición no es siempre inicial, ya que no se dice que ‘introduce’ un miembro del discurso, sino que lo ‘presenta’22. Por su parte, “hasta” es un adverbio de foco. Su gramática se puede mostrar del siguiente modo:

hasta. adverbio Destaca un elemento del discurso (generalmente un sintagma) como el límite menos esperable y, en consecuencia, más informativo de una serie de la que también forman parte otros elementos (expresos previamente o, lo que es más frecuente, sobrentendidos).

Con el verbo ‘destacar’ se hace comprender la idea de focalización de un elemento frente a una posible alternativa: los otros elementos de los que habla la definición. Por último, “al contrario” es una unidad independiente:

al contrario. locución adverbial Indica contrariedad con lo expresado en un miembro del discurso anterior.

En su definición no se hace referencia a que ‘aparezca en’ un miembro del discurso, ni a que lo ‘destaque’ o lo ‘introduzca’; y, por ello, de un modo también indirecto se pone de manifiesto su independencia. En fin, además de la marcación gramatical que se pueda añadir al comienzo de la parte definitoria del artículo, que sin duda será opaca a la mayoría de los usuarios, la difícil gramática de las partículas discursivas debe quedar reflejada en la medida de lo posible en la misma definición. Se trata de establecer plantillas de definición para los distintos comportamientos gramaticales de las partículas discursivas23. 22  En otros casos se podrá utilizar algún otro verbo con un significado más concreto como “contrasta” u “opone”, pongamos por caso. 23  Paz Battaner (2005: 125-126) explica: “Las plantillas de definición son un instrumento de cohesión y de regularidad de los diccionarios. En los trazados de una planta lexicográfica,

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Como es habitual en los diccionarios, a cada categoría gramatical distinta de un mismo lema le debe corresponder en el artículo una nueva acepción o, según sea la macroestructura del diccionario, una nueva entrada. Así, por ejemplo, se pueden distinguir tres “pues”: un adverbio conector (1a), que posee movilidad dentro de una oración; un adverbio comentador (1b), que introduce su miembro del discurso (Martín Zorraquino/Portolés: 1999); y una conjunción subordinante (1c), que también introduce su miembro del discurso. (1)

a. El Viejo comparece en el tabladillo, sangrando. Ha llegado, pues, a la antesala del Hades. (Fernando Lázaro Carreter, Azaña, Lorca, Valle y otras sombras, 119) b. Quieres hacer rafting, pues rafting. Quieres relax en un balneario, pues relax en un balneario. Quieres arqueología, pues arqueología. Quieres bicicleta, pues bicicleta. (en: El País. 1/3/2005, 45) c. No sentíamos miedo, pues el instructor nos había enseñado a defendernos de un naufragio. (Gabriel García Márquez, Relato de un náufrago, 102)

Cada uno de estos “pues” debe tener su acepción. Existen, sin embargo, otros casos menos evidentes. Tomemos, por ejemplo, el adverbio “incluso”. “Hasta” e “incluso” poseen un significado próximo; así, el DEA define el adverbio “hasta” por sinonimia como ‘incluso’24. Sin embargo, aparte de diferencias más sutiles de significado, existen desemejanzas de comportamiento sintáctico entre las dos partículas que deben reflejarse en un diccionario general. Muy posiblemente todas ellas tengan una misma explicación: “incluso” es una palabra tónica y “hasta” es una palabra átona25, pero un usuario del diccionario, aunque se le informara de este hecho, difícilmente podría prever sus consecuencias. Tanto “hasta” como “incluso” son adverbios de foco, es decir, destacan un elemento en relación con una posible alternativa. Esta alternativa a lo focalizado en ocasiones se dice, pero con frecuencia se calla (König 1991; Gutiérrez Ordóñez 1997). Así, de Alicia sabe incluso dividir, pensamos que esta niña tiene otros conocimientos, además de dividir –se calla la alternativa–; en cambio, si escuo en las guías de redacción, figuran plantillas, por ejemplo, para verbos prefijados o con un sufijo iterativo, para diferentes sustantivos o adjetivos relacionales, etc. El acierto en establecer estas plantillas asegura el rigor de gran parte del diccionario; la debilidad de estas plantillas o su aplicación mecánica aporta insatisfacción e inconsistencia en los diccionarios”. 24  Sobre el uso en ocasiones equivocado de la sinonimia para las definiciones de partículas en los diccionarios generales, Vázquez Veiga (1995-1996). 25  Ya Bosque (1989: 33) llamaba la atención sobre la importancia de este criterio para explicar ciertos comportamientos gramaticales.

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chamos: Alicia sabe multiplicar e incluso dividir, aquello que en el primer caso se encuentra callado ahora está expreso: multiplicar. De este modo, la interpretación de la alternativa dependerá del elemento que se encuentre focalizado y del contexto discursivo y mental que se posea en un momento determinado. Un ejemplo documentado con alternativa expresa sería: (2)

Me dieron una paliza, me abuchearon, me insultaron e incluso me llamaron asesino. (en: El País. 11/2/2003, 20)

En este caso, me dieron una paliza, me abuchearon, me insultaron son las alternativas al foco de “incluso”: me llamaron asesino. Otro ejemplo, esta vez sin alternativa expresa: (3)

La zona ha quedado clausurada incluso para la prensa. (en: El País. 28/5/2002, 5)

No se escribe en este caso una alternativa a para la prensa. Pues bien, una diferencia manifiesta entre “hasta” e “incluso” surge por el hecho de que, cuando la alternativa está expresa, “incluso” puede aparecer en un grupo de entonación propio, algo que en ningún caso es posible con “hasta” por ser átono. Obsérvese el siguiente contraste: (4)

a. Alicia sabe multiplicar e incluso sabe dividir. b. Alicia sabe multiplicar e, incluso, sabe dividir.

(5)

a. Alicia sabe multiplicar y hasta sabe dividir. b. *Alicia sabe multiplicar y, hasta, sabe dividir.

Son ejemplos documentados del uso de “incluso” en un grupo de entonación propio26: (6)

a. Bueno, quizá no sepas que Alatriste está en muchos colegios, como libro de texto. A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ética. (en: El País Babelia. 15/11/2003, 2)

También es posible que se posponga en un inciso sólo a una parte de lo focalizado, por lo general un primer constituyente de una construcción mayor: (i)  Hoy la habitan más de veinte millones de personas y la ONU ha establecido que se trata de la ciudad más densamente poblada del planeta y que la superficie cubierta por asfalto es superior, incluso, a la de Nueva York. (Javier Reverte, Los caminos perdidos de África, 454) 26 

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b. Había alojamiento de sobra, toda la cerveza fría que quisiera, whisky y ginebra, cigarrillos americanos e, incluso, vino tinto surafricano. (Javier Reverte, Vagabundo en África, 275)

Así pues, “incluso” puede situarse como adjunto a un sintagma —es decir, con una gramática semejante a la de “hasta”— o en un grupo de entonación propio, como se comportan las unidades en posición periférica27 —esto es, con un comportamiento semejante a “asimismo”—. Se debe, pues, redactar una acepción distinta para este segundo uso “incluso” que se distancia de “hasta”. También merece una nueva acepción el uso independiente de “incluso”, que, aunque poco frecuente, se puede documentar: (7)

Además, podéis llamar a a ¿cómo es? Al A cobro revertido, incluso. ¿Incluso? ¡Incluso! (Oral (1991). España: CREA)

En definitiva, “incluso” tendría al menos tres acepciones. En mi opinión, el mejor orden en su presentación se encontraría condicionado por los conocimientos previos del usuario y por la simplificación de la exposición. Con otras palabras, es más sencillo mostrar en primer lugar la acepción con la alternativa expresa y después presentar aquella otra en la que se debe suponer, pese a que la frecuencia de uso sea precisamente la inversa.

incluso. adverbio 1. Presenta el miembro del discurso en el que aparece (un sintagma o una oración) como menos esperable que otro que se acaba de expresar: Alicia sabe multiplicar e, incluso, dividir. Explicación del ejemplo Es menos esperable que Alicia sepa dividir a que sepa multiplicar. 2. Destaca un elemento del discurso (un sintagma o una oración) como menos esperable que otro (expreso o, lo que es más frecuente, sobrentendido): Alicia sabe incluso dividir. Explicación del ejemplo Es menos esperable que Alicia sepa dividir que otra cosa que se pudiera suponer.

En fin, por su uso como unidad independiente, habría una tercera acepción:

3. Indica que aquello que el interlocutor acaba de decir es menos esperable que algo ya expreso o sobrentendido: —Alicia sabe dividir.

27  Este hecho ya lo han advertido Fuentes Rodríguez (1987a, 1987b), Herrero (1987) y Cuartero (2002: 82). En Martín Zorraquino/Portolés (1999: § 63.3.2.6) se recogía únicamente este uso como conector por tratarse de un capítulo dedicado a los marcadores discursivos y no a los adverbios de foco.

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—¡Incluso! Explicación del ejemplo El segundo hablante considera que es menos esperable que Alicia sepa dividir que otra cosa que se pudiera suponer. Así pues, no existen tres “incluso” desde el punto de vista gramatical, sino tres comportamientos sintácticos posibles porque, a diferencia de “hasta”, se trata de un adverbio tónico. No obstante, como acabo de mostrar, el modo más coherente de reflejar este hecho en un diccionario general monolingüe impreso es redactar una acepción distinta para cada uno de esos comportamientos. 5. La semántica En cuanto a la parte semántica de la definición, en la década de 1980 Oswald Ducrot y Jean-Claude Anscombre propusieron dentro de la Teoría de la argumentación en la lengua que la significación consiste en una serie de instrucciones dadas a aquellos que deben interpretar el enunciado de una frase (Anscombre/ Ducrot 1994)28. Si se parte de esta teoría, se puede proponer que el significado de procesamiento de una partícula discursiva se ha de describir por medio de una serie de instrucciones que se dan al interlocutor. De ahí que las definiciones que desarrollo comiencen con un verbo de actividad, es decir, la partícula ‘hace algo’. Se trata de concebir el uso de la lengua como un modo de acción y no únicamente de representación. Las distintas partículas compartirán algunas de estas instrucciones y se diferenciarán en otras, incluso tipos de instrucciones que sean pertinentes para describir el significado de una partícula no lo tienen que ser necesariamente para describir otra. El método que se utiliza para distinguir estas instrucciones consiste en el contraste entre partículas o construcciones con un significado próximo. Después se procura encontrar esa misma instrucción semántica en otras partículas para lograr, si es posible, un cierto grado de generalización. La definición que se proponga ha de permitir predecir los distintos sentidos que adquieren los enunciados concretos en los que aparecen las partículas29. Asimismo, estas definiciones han de ser lo suficientemente ajustadas como para que se distingan los significados y los comportamientos sintácticos entre las diferentes partículas.

Para las consecuencias metodológicas de esta propuesta de Ducrot, Portolés (2004c). Por otra parte, es conveniente distinguir entre significado de procesamiento y uso. Una partícula puede ser frecuente en usos coloquiales, pero ello no quiere decir que tenga un significado coloquial, sino que su significado favorece estos usos. Para algunas consideraciones sobre información pragmática en los diccionarios, Sánchez López (2006). 28  29 

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Dentro de las partículas que se utilizan en argumentaciones, descripciones y narraciones escritas, destacan las instrucciones argumentativas y las propias de la estructura informativa del discurso. Las primeras tienen una tradición en los estudios gramaticales más clásicos, aunque para nuestro acercamiento sea fundamental la Teoría de la argumentación en la lengua, a la que ya nos hemos referido. El segundo tipo de instrucciones no se explicaría sin los estudios de mediados del siglo XX del Círculo Lingüístico de Praga y las investigaciones que sobre tema y rema, foco y alternativa se han llevado a cabo en las últimas décadas. La definición de “pero” que proponía el DRAE (‘Utilízase para contraponer a un concepto otro diverso o ampliativo del anterior’) es un ejemplo de instrucción argumentativa. La definición de la partícula discursiva “hasta” del Diccionario de Seco (Seco/Andrés/Ramos 1999: s.v.) proporciona ciertos conocimientos sobre su instrucción informativa: ‘Frecuentemente indica que lo expresado en la palabra o sintagma a que se refiere supone un grado alto o superior a lo dicho anteriormente’. Analicemos dos marcadores del discurso que combinan instrucciones argumentativas con instrucciones informativas: “es más” y “antes bien”. “Es más”30 aparece en una posición periférica en relación con el miembro del discurso del que depende, por lo general una oración. No obstante, este adverbio carece de la movilidad de otras partículas y se sitúa casi siempre en posición inicial de su miembro del discurso: (8)

No está mal. Es más, está muy bien. (en: El País. CREA, 2/6/1989)

Por lo que, atendiendo a este comportamiento, la definición debería comenzar: ‘Introduce el miembro del discurso en el que aparece...’. En cuanto a sus instrucciones semánticas, vincula dos miembros del discurso con igual orientación argumentativa, es decir, que conducen a la misma conclusión. Tanto No está mal como está muy bien podrían conducir a una conclusión semejante a ‘Lo compramos’. Ahora bien, los dos argumentos no tienen la misma fuerza. El miembro del discurso con “es más” se presenta como un argumento más fuerte. Ello se refleja en el siguiente contraste: (9)

a. No está mal. Es más, está muy bien. b. #Está muy bien. Es más, no está mal.

Donde se advierte que el orden de los argumentos no es opcional. Por otra parte, existe otra instrucción, en este caso informativa, que diferencia “es más” de otras 30 

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Sobre “es más” Acín (1998) proporciona una valiosa información.

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partículas que vinculan dos argumentos que conducen a la misma conclusión: los dos miembros del discurso vinculados por “es más” deben ser comentarios a un mismo tópico o, con otras palabras, se ha de poder concebir una única pregunta a la que los dos miembros del discurso puedan ser respuesta. ARGUMENTO MENOS FUERTE ARGUMENTO MÁS FUERTE

¿CÓMO ESTÁ? no está mal está muy bien

“Es más” ordena, pues, los argumentos en una escala31. Aquel en el que se localiza la partícula se presenta como un valor mayor. Volvamos a la definición después de estas últimas consideraciones:

es más. locución adverbial Introduce el miembro del discurso en el que aparece (por lo general una oración) como un argumento más fuerte que otro anterior para una misma conclusión expresa o sobrentendida: Ana es trabajadora; es más, trabaja más que nadie. Explicación del ejemplo Para una posible conclusión como Hay que subirle el sueldo a Ana, es un argumento más fuerte trabaja más que nadie que simplemente es trabajadora.

Pasemos ahora a “antes bien”. Como sucedía con “es más” se sitúa en una posición inicial y en un grupo propio de entonación. (10) Se califica así lo que no es bonito, antes bien, tira a feúcho sin sobresaltar. (Fernando Lázaro Carreter, El dardo en la palabra, 482) Por ello, la definición puede comenzar también con: ‘Introduce el miembro del discurso en el que aparece...’. Como sucedía con “es más”, “antes bien” convoca una escala. Se pueden ordenar en una misma escala ‘Tira a feúcho’ y ‘No es bonito’, donde ‘Tira a feúcho’ se sitúa como un valor mayor, o sea, es más feo ‘Tirar a feúcho’ que simplemente ‘No ser bonito’. Ahora bien, mientras que “es más” puede aparecer con el primer miembro negado o afirmado: (11) a. No es bonito, es más, es feo. b. Es desagradable, es más, es feo. Fuentes Rodríguez (1996: 27) y Acín (1998) también aprecian este significado escalar en “es más”. 31 

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con “antes bien” es preciso que el primer miembro se encuentre expresamente negado: (12) a. No es bonito, antes bien, es feo. b. *Es desagradable, antes bien, es feo. o bien es necesario que existan otros inductores modales que creen un entorno modal apropiado32: (13) a. Tiene muy poco de bonito. Antes bien, es feo. b. Sería extraño que fuera bonito. Antes bien, lo más probable es que sea feo. c. Es increíble pensar que sea bonito. Antes bien, muy posiblemente sea feo. En (13a) el inductor es muy poco, en (13b) la construcción condicional sería extraño que y en (13c) el adjetivo increíble. Por otra parte, no sólo debe negarse el primer miembro del discurso, sino también ser rectificado y sustituido por el segundo miembro del discurso. Si se unen todas estas características, una definición de “antes bien” podría ser:

antes bien. locución adverbial Introduce el miembro del discurso en el que aparece (por lo general una oración) como un argumento que rectifica otro anterior negado o puesto en duda: No fue una representación memorable; antes bien, fue decepcionante. Explicación del ejemplo Después de negarse que fuera una representación memorable, se mantiene un argumento más fuerte que la mera negación: la representación fue decepcionante.

Sabemos que un diccionario debe responder a las dudas del usuario, por ello considero que, para ser de alguna utilidad, las definiciones de las partículas discursivas no sólo deben tener ejemplos, sino que también, como venimos haciendo en las últimas entradas, estos ejemplos deben ser comentados33. No se trata sólo de autorizar la acepción, sino de que se comprenda la definición. Esta propuesta, Sobre entornos creados por inductores modales, Bosque (1999). Sobre la importancia de las definiciones en las entradas lexicográficas en comparación con los ejemplos y las colocaciones, afirma Hausmann (1990: 232): “Souvent l’élément le plus important est bel et bien la définition, mais souvent ce n’est pas la définition et parfois la définition n’a aucune importance et est parfaitement inutile”. También se refiere a la importancia de los ejemplos en la definición de los marcadores Martín Zorraquino (2005: 64). 32  33 

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aunque poco habitual, no es extraordinaria. No debemos olvidar que los lexicógrafos utilizan en sus entradas, cuando los encuentran, ejemplos que de algún modo repiten la definición34. En cuanto a las subacepciones, en un diccionario general monolingüe impreso el modo más plausible de añadir información semántica que se considera pertinente para el usuario consiste en recurrir a ellas o a algún tipo de comentario marcado con un signo tipográfico particular —el Diccionario Salamanca emplea ◊ (Gutiérrez Cuadrado 2006: XIII)—. La distinción de subacepciones dependerá mucho de nuestro conocimiento de las distintas partículas con significado próximo. No se trata de concebir un campo semántico en el que existen clasemas a los que se les asignan semas diferenciales, sino algo más utilitario: evitar que quien consulta el diccionario conciba falsos sinónimos a partir de una definición. Tomemos, por ejemplo, dos partículas con un comportamiento gramatical semejante, pero con distinto significado: “en cambio” y “por el contrario”.

en cambio. locución adverbial Contrasta el miembro del discurso en el que aparece (un sintagma o una oración) con un miembro del discurso anterior.

Así, en: (14) Algunos piensan que las reglas, dada su imperfección inevitable, están para saltárselas. Yo, en cambio, he creído siempre que están para cumplirlas o modificarlas cuando no sirven o quedan obsoletas. (en: El País. 25/5/2002, 11) Se contrasta la opinión de Algunos con la del periodista que escribe el artículo: yo. En este caso “por el contrario” podría sustituir a “en cambio” conservando un sentido próximo, aunque no idéntico: (15) Algunos piensan que las reglas, dada su imperfección inevitable, están para saltárselas. Yo, por el contrario, he creído siempre que están para cumplirlas o modificarlas cuando no sirven o quedan obsoletas. No obstante, “por el contrario” permite otro uso que está vedado a “en cambio”. Se trata de casos como:

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“De tels usages sont le pain blanc du lexicographe!” (Martin 1989: 601).

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(16) [Estos programas infantiles] no incentivan al trabajo en equipo, sino por el contrario a la competitividad individualista y egoísta. (en: El Mundo. España: CREA, 8/4/1994) En esta ocasión en el español europeo no se puede sustituir “por el contrario” por “en cambio”. Este comportamiento diferente de “por el contrario” se puede reflejar en una subacepción que siguiera a la acepción principal:

por el contrario. locución adverbial Contrasta el miembro del discurso en el que aparece (un sintagma o una oración) con un miembro del discurso anterior y lo muestra como su opuesto: A Luisa le gusta la música clásica y Elena, por el contrario, la aborrece. Explicación del ejemplo El hecho de que Elena aborrezca la música clásica es lo opuesto a que a Luisa le guste.| Presenta el miembro del discurso en el que aparece (un sintagma o una oración) como una oposición que rectifica lo dicho en otro miembro anterior que ya ha sido negado: A Elena no le gusta la música clásica, por el contrario, la aborrece. Explicación del ejemplo Se niega que a Elena le guste la música clásica y se rectifica con algo opuesto a gustar: aborrecer.

En realidad, no hay dos “por el contrario”, sino dos usos de la misma partícula: en el primero, se acerca a “en cambio”, en el segundo —el de la subacepción— a “antes bien”. Otra posibilidad la hallamos con la distinción entre “al contrario” y “por el contrario”: (17) El trato con la gente ha sido estupendo y de los mandos no tengo queja, al contrario. (en: El País. 11/2/1996, 25) En estos usos no es posible reemplazar “al contrario” y “por el contrario”. Pues bien, en otras ocasiones sí que es posible como en: (18) No les importaba, al contrario, se reían. (Andrés Trapiello, Días y noches, 175) Estos últimos usos son los que habitualmente han tenido en mente los lexicógrafos en sus definiciones, de ahí, por ejemplo, el hecho de que el DEA dé una misma definición a los dos (Seco/Andrés/Ramos 1999: s.v.): al ~, o por el (o lo) ~, o todo lo ~. De manera contraria [1a] a la mencionada.

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Será preciso recoger, pues, esta percepción de los hablantes. En este caso se puede emplear una explicación por tratarse de uso discursivo:

al contrario. locución adverbial Indica oposición con lo expresado en un miembro del discurso anterior: A los jugadores no les importaba la derrota, al contrario. Explicación del ejemplo No es cierto que les importara la derrota a los jugadores, sucede precisamente lo opuesto: no les importa. ◊ Es habitual que se explicite cómo se ha de interpretar esa oposición con una oración que lo sigue: A los jugadores no les importaba la derrota, al contrario, se reían. Explicación del ejemplo No es cierto que les importara la derrota a los jugadores, sucedía precisamente lo opuesto: les importaba tan poco que se reían.

6. Conclusión Aunque reúnan indudables méritos, no nos podemos dar por satisfechos con las definiciones de las partículas discursivas que proporcionan los diccionarios generales del español35. Por lo pronto, hay que romper con el prejuicio de que únicamente las palabras con significado conceptual pueden definirse. Se han de evitar por poco informativas, pues, las definiciones con descripciones puramente gramaticales, como, de hecho, ya hacen siempre que pueden buena parte de los diccionarios. En cuanto a la definición de las partículas, he presentado cuatro propuestas prácticas: la primera, reflejar en lo posible en la parte definitoria la gramática de cada acepción; la segunda, encabezar las definiciones con verbos de actividad para mostrar de este modo su significado instruccional; la tercera, en el caso de los diccionarios generales monolingües impresos, utilizar las acepciones y las subacepciones para destacar los distintos comportamientos sintácticos y semánticos de unas partículas en relación con otras de una gramática y un significado próximos. Se evitarán, así, falsas sinonimias por parte del usuario y se podrá organizar la información de las entradas de una manera semejante a las entradas con un significado conceptual. Por último, a fin de facilitar en lo posible la comprensión de las definiciones, sugiero no sólo que se añadan ejemplos, sino también que, cuando se considere necesario, se parafraseen de acuerdo con lo expuesto en la definición.

Casado expone los aciertos del DUE de María Moliner (Casado 1994) y del DEA de Manuel Seco (Casado 2002). 35 

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Todas estas propuestas se orientan hacia el mismo fin: la utilidad del diccionario. Obras citadas Lázaro Carreter, F. (2005): Azaña, Lorca, Valle y otras sombras. Madrid: Alianza. — (1997): El dardo en la palabra. Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. García Márquez, G. (1970): Relato de un náufrago, en: Narrativa completa 1. Barcelona: Seix Barral. R everte, J. (2001): Vagabundo en África. Madrid: Suma de letras. — (2004): Los caminos perdidos de África. Barcelona: De Bolsillo. Trapiello, A. (2000): Días y noches. Madrid: Espasa Calpe.

Referencias bibliográficas Acín, E. (1998): “Los marcadores de función textual «intensificación» es más, más aún y máxime”, en: Martín Zorraquino, M. A./Montolío, E. (eds.): Los marcadores del discurso. Teoría y análisis. Madrid: Arco Libros, 165-176. Anscombre, J. C./Ducrot, O. (1994): La argumentación en la lengua. Madrid: Gredos. Battaner, P. (dir.) (2001): Lema. Diccionario de la Lengua Española. Barcelona: Spes. — (2005): “Dos casos de definiciones morfológicas en los diccionarios”, en: Santos, L. et al. (eds.) (2005): Palabras, norma, discurso (En memoria de Fernando Lázaro Carreter). Salamanca: Universidad de Salamanca, 125-135. Blakemore, D. (1987): Semantic constraints on relevance. Oxford: Blackwell. Bosque, I. (1989): Las categorías gramaticales. Madrid: Síntesis. — (1999): “Sobre la gramática de los contextos modales. Entornos modales y expresiones inespecíficas en español”, en: Actas del XI Congreso Internacional de la Asociación de Lingüística y Filología de la América Latina (1996). Las Palmas: Universidad de las Palmas de Gran Canaria, 43-57. — (dir.) (2004): Redes. Diccionario combinatorio del español contemporáneo. Madrid: SM. — (dir.) (2006): Diccionario combinatorio práctico del español contemporáneo. Madrid: SM. Bosque, I./Demonte, V. (dirs.) (1999): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe, 3 vols. Bray, L. (1989-1993):  “Consultabilité et lisibilité du dictionnaire: aspects formels”, en: Hausmann, F. J., et al. (eds.) (1989-1993): Wörterbücher: ein internationales Handbuch zur Lexikographie. Berlin: Walter de Gruyter, 135-146. Briz, A. (2002): “Apuntes para la definición lexicográfica de o sea”, en: Pöll, B./Rainer, H. (eds.): Vocabula et vocabularia (Études de lexicologie et de (meta)lexicographie

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La representación de los marcadores discursivos en un diccionario histórico. Propuestas metodológicas1 María Pilar Garcés Gómez Universidad Carlos III de Madrid

1. Introducción El propósito de este trabajo es analizar la evolución de un grupo de elementos que, procedentes de distintas categorías, han confluido en desempeñar la función de marcador discursivo, con el objetivo de representar las características de estas unidades y de los diferentes sentidos surgidos a lo largo de su desarrollo en un diccionario histórico. Para ello, será necesario definir el concepto de marcador discursivo, delimitar sus rasgos gramaticales y significativos, dar cuenta del proceso de evolución que los ha llevado a configurarse en esta categoría pragmático-funcional y analizar cómo se han de describir estas propiedades en los diccionarios2. Por otra parte, habrá que tener en cuenta las características del diccionario en el que se incluirá su descripción, para determinar la información que hay que suministrar, para establecer vínculos entre elementos que desempeñan funciones discursivas semejantes y para diseñar un esquema válido para su definición. En este sentido, el diccionario histórico para el que se proyecta la descripción de estas unidades se concibe como una obra relacional, donde se muestran emparentadas tanto semántica como genéticamente las acepciones recogidas en el diccionario (Pascual Rodríguez/GarEste trabajo se enmarca en el proyecto de investigación HUM 2007-63165, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia de España. 2  Para la descripción de las partículas en español actual, contamos con el excelente trabajo de Santos (2003), titulado Diccionario de partículas. Hay en marcha, además, otros proyectos lexicográficos como un Diccionario de partículas discursivas con base informatizada (Briz 2005), un Diccionario de partículas modales del español (Martín Zorraquino 2006) y un Diccionario de conectores y operadores (Fuentes 2006). 1 

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cía Pérez 2007: 39). Esta propuesta metodológica permite superar la concepción tradicional de un diccionario histórico como un compendio en el que se presenta con rigor cronológico la evolución semántica total de la palabra a lo largo de la historia de la lengua, para enmarcar los cambios dentro de la red de relaciones en la que se configuran las unidades léxicas de un sistema determinado. Así, el análisis de la evolución de los marcadores discursivos y la manera de representar este proceso tendrán que responder a estos principios metodológicos, si bien es cierto que estas unidades manifiestan rasgos gramaticales y semánticos específicos de los que habrá que dar cuenta en su representación. 2. Los marcadores discursivos y su caracterización en los diccionarios Los marcadores discursivos se caracterizan por ser elementos invariables, sin función sintáctica en el plano de la predicación oracional, que, de acuerdo con sus propiedades morfosintácticas y con sus instrucciones semánticas y pragmáticas, señalan cómo ha de interpretarse el contenido de los enunciados en relación con lo expresado previamente, con las percepciones derivadas de la situación comunicativa o con los conocimientos compartidos (Martín Zorraquino/Portolés 1999). De este modo, hay marcadores que cumplen una función de conexión discursiva, que se manifiesta de modo distinto según el papel desempeñado en el discurso: ordenar la información distribuyendo cada una de sus partes, volver a formular lo anterior mediante la reinterpretación de lo expresado previamente, presentar argumentos o contraargumentos para llegar a determinadas conclusiones; otros marcadores indican las relaciones entre los interlocutores o manifiestan la actitud del hablante ante lo dicho. Estas funciones no son exclusivas de cada uno de los tipos de marcadores, sino que se imbrican en determinados contextos, de donde surge su polifuncionalidad característica y los diferentes sentidos adquiridos en relación con el contexto. Estos rasgos obligan a plantearse dos cuestiones básicas antes de proceder a la representación de estas unidades en el diccionario. La primera es determinar qué marca gramatical asignarles: se trata de unidades que no responden a las características de las clases de palabras establecidas, pero que todavía no reúnen los rasgos necesarios para incluirlas dentro de una nueva categoría3; por tanto, es Una propuesta para configurar una categoría específica, denominada conector parentético, es la de Cuenca (2001); las unidades que la integran se caracterizan por los siguientes rasgos: a) carácter apositivo o parentético; b) posibilidad de coocurrencia con conjunciones; c) movilidad posicional; y d) capacidad generalizada de unir en el nivel oracional y en el textual. Ahora bien, el problema surge al intentar constituir una nueva clase desde parámetros formales, pues los rasgos formales que caracterizan a estas formas permiten identificar un grupo de 3 

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necesario proporcionar información acerca de su comportamiento gramatical y habrá que diferenciar, además, la función que desempeñan en el discurso. Las propuestas de categorización son diversas en los diccionarios generales, donde no hay unanimidad para determinar los rasgos gramaticales propios de estos elementos, ni para delimitar su función discursiva; así, por ejemplo, en el grupo de marcadores explicativos constituido por las formas es decir, esto es, o sea, a saber, si comparamos los datos del DRAE (2001) con los del DEA (Seco/Andrés/ Ramos 1999), se muestra de modo evidente la disparidad: es decir (s.v. ser). II loc adv 27 es decir. Introduce una explicación, o a veces la rectificación, de lo que acaba de decirse. (DEA, II) o sea (s.v. ser). II loc adv 28 o sea (o, pop, o séase). Es decir. Frec (pop) se usa expletivamente y alguna vez en la forma O SEAN referida a un sustantivo en pl. (DEA, II) esto es (s.v. esto) II. fórm or 8 esto es. Es decir. Introduce una aclaración o una consecuencia de lo dicho. (DEA, I) a saber (s.v. saber) b en locs y fórm or 4 a saber. Esto es. Fórmula que precede a la especificación de cosas que acaban de ser anticipadas de forma global. (DEA, II) es decir. (s.v. decir1) 1. expr. es a saber. (DRAE) es a saber, o esto es (s.v. ser1) exprs. U. para dar a entender que se va a explicar mejor o de otro modo lo que ya se ha expresado. (DRAE)

Como vemos en la descripción del DEA, los reformuladores explicativos se agrupan en dos tipos: las consideradas locuciones adverbiales, es decir, o sea, y las que se integran en las fórmulas oracionales4, esto es, o en locuciones y fórmulas oracionales, a saber. Indudablemente, esta caracterización distorsiona las afinidades en cuanto al comportamiento gramatical de estos elementos, dado que todos ellos presentan características comunes: son formas invariables, no admiten elementos centrales o prototípicos, pero también existen otras unidades lingüísticas que pueden cumplir esta función de conexión discursiva; por otra parte, los elementos considerados prototípicos proceden de varios sectores de la lengua (adverbios, sintagmas preposicionales, conjunciones), de modo que su grado de inserción en las propiedades de la clase resulta muy variado. En consecuencia, podemos considerar que se trata de una categoría pragmático-funcional, que no puede caracterizarse por los rasgos formales de las unidades que la integran —aunque estos puedan servir para su delimitación—, sino por la función de establecer relaciones entre los enunciados; esa función la desempeñan un grupo de elementos prototípicos y otros que, a partir de diferentes procesos de gramaticalización, pueden desarrollarla. 4  En el prólogo al DEA se indica que “las fórmulas oracionales se caracterizan en general porque constituyen oraciones independientes y completas” (Seco/Andrés/Ramos 1999: XX). Evidentemente, los marcadores esto es y a saber no responden a estas características, ya que configuran sintagmas independientes cuya función consiste en enlazar miembros discursivos.

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modificaciones en su estructura, tienen un carácter parentético y, aunque otros marcadores tienen una mayor movilidad posicional, estos se sitúan habitualmente al inicio del segmento en el que se insertan, a excepción de o sea que, en su valor modal, admite la posición final. Del mismo modo, la etiqueta de expresiones, recogida en el DRAE, no aporta información de su gramática ni de sus condiciones de empleo. Por tanto, la caracterización adecuada de estos elementos, cuando se convierten en marcadores del discurso, será la que incluya una marca formal que señale su rasgo definitorio —ser elementos invariables— y una marca que describa la función que desempeñan en el discurso, para diferenciarlos de otras locuciones de este tipo; en lo referente a los marcadores explicativos, la función común a todos ellos es la de conexión5, a la que se añade, en el caso del marcador o sea, una función de modalización. Si tomamos como ejemplo este último marcador, podríamos caracterizarlo de la siguiente manera6: O sea Locución adverbial ║ conector. 1. Introduce la consecuencia o conclusión derivada de lo expresado en un segmento precedente. 2. Introduce una explicación, aclaración o matización de lo dicho o del sentido general de lo expresado. ║ modalizador. 3. Refuerza lo dicho o el punto de vista mantenido.

La segunda cuestión se plantea en relación con la descripción semántica. Se trata de elementos que poseen un significado que permite interpretar las relaciones existentes entre los enunciados y el contexto. Este modo de significar lleva, desde los presupuestos de la Teoría de la relevancia (Sperber/Wilson 1995; Blakemore 1987, 1992), a considerar que estas unidades comportan un significado procedimental, que sirve para guiar las inferencias que se realizan en la comunicación, 5  Santos (2003) caracteriza este conjunto de marcadores como locuciones conjuntivas; esta equiparación podría justificarse teniendo en cuenta dos características que los acercan a este tipo de elementos: la posición inicial y la posibilidad que tienen o sea y es decir de que el miembro del discurso al que preceden esté introducido por la conjunción que. Sin embargo, la preferencia por la posición inicial la comparten con otros tipos de marcadores discursivos (Martín Zorraquino/Portolés 1999: 4063-4064) y las combinaciones con la conjunción que no suponen que esta se convierta en parte integrante del marcador: en primer lugar, porque su presencia no es necesaria; en segundo lugar, porque es habitual hacer una pausa entre el marcador y la conjunción y, finalmente, porque, a diferencia de las conjunciones subordinantes que favorecen un modo verbal en su oración, esto no sucede en las combinaciones de marcador y que, dado que “pueden aparecer con indicativo o subjuntivo por motivos independientes a la supuesta conjunción” (Martín Zorraquino / Portolés 1999: 4071). 6  Compartimos la idea propuesta por Briz (2002) de que partículas como o sea y otras semejantes aparezcan como entradas independientes en los diccionarios, ya que sus elementos componentes han perdido o modificado sus valores gramaticales y semánticos originarios. Para una descripción pormenorizada de las funciones que desempeña este marcador con ejemplos representativos de cada una de ellas, véase Garcés (2008).

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diferente del que presentan las unidades con significado conceptual, que permiten crear representaciones mentales de un estado de cosas. Sin embargo, la diferencia entre significado conceptual y significado procedimental no explica adecuadamente el tipo de significado que manifiestan. Muchos marcadores discursivos muestran un significado conceptual, es decir, son unidades que mantienen su significado léxico (en suma, en resumen, en conclusión) y, al mismo tiempo, un significado procedimental, esto es, se muestran como guías para la interpretación (Fraser 2006). Es más, en la mayoría de los casos, las funciones pragmáticas que adquieren estos marcadores están estrechamente vinculadas al significado conceptual originario de los componentes de estos elementos. Cabe señalar, por tanto, que los marcadores discursivos tienen un significado de procesamiento, pero este significado posee frecuentemente una evidente relación con el significado conceptual de las unidades que los han originado (Portolés 2001). En cuanto a la manera de representar los diferentes valores semánticos de estos marcadores en un diccionario, tendrá que realizarse de forma instruccional, es decir, una serie de instrucciones semánticas asociadas a cada marcador que aseguren la adecuada interpretación de los enunciados7. De este modo, habrá unidades que compartan una instrucción semántica general, que será común a los miembros de una misma clase, y una serie de instrucciones específicas, que servirán para diferenciar unos marcadores de otros dentro de esa clase (Portolés 2004). Otro aspecto que hay que tratar en el estudio de los significados de los marcadores es el referente a la polifuncionalidad que manifiestan en el discurso. Para explicar este fenómeno, característico de estas unidades, se intentan dos aproximaciones: la de tipo monosémico y la de carácter polisémico8. En la consideración monosémica, se parte de un significado básico que sea válido para explicar todos los empleos del marcador y de una serie de sentidos derivados de la interacción entre el significado del marcador, la situación de uso, los segmentos enlazados y el contexto (Hentschel/Weydt 2002; Fraser 2006). En la aproximación polisémica, se consideran los diferentes valores adquiridos por estas unidades y las relaciones mantenidas entre ellos. Se indica que estos elementos, en su función de marcación discursiva, pueden tener más de un significado y estos significados pueden estar relacionados de una manera motivada,

Desde la perspectiva de la Teoría de la argumentación, desarrollada por Anscombre y Ducrot (1994), la significación consiste en un conjunto de instrucciones dadas a aquellos que deben interpretar un enunciado de una frase, indicándoles que deben buscar cierta información en la situación del discurso y utilizarla de manera adecuada para reconstruir el sentido que el hablante ha querido transmitir mediante el enunciado (Ducrot 1980: 12). 8  Para un análisis de las propuestas de carácter monosémico y polisémico en la descripción del significado de estas partículas, Fischer (2006) 7 

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aunque no necesariamente predecible, a través de la semejanza de familia o de la extensión de un prototipo (Hansen 1998). Nuestra propuesta es que estas unidades presentan un significado básico y una serie de sentidos contextuales surgidos por el enriquecimiento pragmático, por el tipo de segmentos vinculados y por la relación con el contexto en el que se insertan. Ahora bien, este significado no es en todos los casos de carácter monosémico, sino que puede ser de naturaleza polisémica, si en el proceso de evolución desarrollan nuevos valores que será necesario incorporar en la descripción de su contenido semántico. 3. ¿Cómo surgen los marcadores discursivos? Según hemos indicado, las unidades que funcionan como marcadores discursivos se originan a partir de diversos paradigmas: adverbios, locuciones adverbiales (o conjuntivas), sintagmas preposicionales, estructuras con formas verbales y otras unidades complejas, que, a través de diversos procesos evolutivos, han pasado a convertirse en marcadores discursivos. A consecuencia de ese desarrollo, los sintagmas de los que proceden los marcadores han experimentado cambios que se manifiestan en los siguientes aspectos: 1) un proceso de fijación por el que formas libres pasan a constituir locuciones fijas; 2) una mayor autonomía, ya que se convierten en expresiones independientes del resto del enunciado; 3) un cambio del comportamiento sintáctico, por lo que dejan de realizar una función dentro de la predicación y pasan a ejercer una función conectiva, periférica respecto de la oración en la que aparecen; 4) un alcance estructural distinto, ya que no ejercen una función en el marco oracional, sino en el plano discursivo; 5) un proceso de reanálisis por el que formas procedentes de categorías gramaticales diversas se convierten en marcadores del discurso con unas características específicas que no permiten incluirlos en las clases de palabras establecidas tradicionalmente; 6) un proceso de debilitamiento del significado referencial etimológico para desarrollar un significado relacional, aunque, en muchos casos, el valor léxico originario de los componentes del marcador propicia el desarrollo de determinadas funciones pragmáticas9. Estos rasgos llevan a plantearse cuál es el tipo de cambio experimentado por estos elementos. En general, la evolución de estas formas se explica como un pro-

9  Hay, no obstante, otros modos de creación de marcadores discursivos a través de procesos de calco semántico de los valores que las formas originarias tenían en la lengua latina, como es el caso del reformulador explicativo esto es, del que analizaremos su evolución en al apartado 5 de este trabajo.

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ceso de gramaticalización10; en efecto, estos elementos han experimentado tanto descategorización como debilitamiento del significado referencial etimológico, que son los cambios propios de la gramaticalización, pero hay otras características que no responden a este mecanismo, pues amplían el alcance estructural, forman expresiones fijas que constituyen una predicación autónoma y pierden capacidades sintácticas para adquirir funciones pragmáticas. En consecuencia, para incluir los cambios señalados dentro de este fenómeno, hay que considerar la gramaticalización como un concepto amplio que se movería en dos direcciones: elementos léxicos o fenómenos discursivos que evolucionan hasta convertirse en formas con una determinada función en el plano gramatical u oracional y elementos que, procedentes del nivel proposicional, pasan a desempeñar un papel en el ámbito del discurso (Company 2004). Teniendo en cuenta este origen, para representar adecuadamente los marcadores discursivos en un diccionario histórico, es necesario analizar el proceso evolutivo experimentado por los elementos que componen cada uno de los tipos establecidos a fin de poder explicar cuándo surgen los diferentes sentidos y cómo deben quedar reflejados en las distintas acepciones recogidas, incluyendo aquellas que presenten valores distintos e introduciendo como subacepciones aquellos rasgos específicos determinados por contextos concretos11. Por otra parte, en el ámbito de la definición de los valores de estas formas, es necesario buscar un modelo de organización del significado y de las acepciones que permita señalar las vinculaciones existentes entre los sentidos de una misma unidad lingüística y los de otras relacionadas. La utilización de ordenadores en el diseño de un diccionario histórico, con soporte informático, permitirá establecer “un sistema de relaciones internas entre las diversas partes del diccionario, capaces de explicar aspectos de los cambios semánticos” (Pascual Rodríguez/ García Pérez 2007: 90). Al tratarse de un diccionario electrónico, la descripción semántica podrá manifestarse de dos formas: una información en un nivel básico para una consulta de carácter general, donde se incluyan las acepciones 10  Así lo manifiestan Brinton y Traugott (2005: 138-140), quienes consideran que el desarrollo de estos elementos ha de explicarse como un proceso de gramaticalización, dada la estrecha correspondencia entre la evolución de los marcadores discursivos y los cambios asociados a este fenómeno. 11  La distinción entre acepciones y subacepciones es uno de los asuntos más delicados de la definición en un diccionario histórico. Las acepciones han de considerarse como “la representación de los conceptos” y las subacepciones como “las variantes contextuales relevantes que especifican o restringen los conceptos” (Pascual Rodríguez/García Pérez 2007: 106-107). Para los marcadores, la acepción correspondería a cada uno de los sentidos básicos y las subacepciones a los sentidos contextuales relevantes. En la representación de las subacepciones hemos recurrido a un signo tipográfico particular, el símbolo ◊ (Gutiérrez Cuadrado 1996; Portolés en esta misma obra).

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y subacepciones relevantes con un ejemplo representativo de cada una de ellas y, si fuera necesario, una breve explicación del proceso de desarrollo evolutivo; una información más ampliada y específica en un segundo nivel, al que se podría acceder mediante un sistema de marcas, que permita delimitar la clase funcional a la que pertenecen estas unidades y constituir un grupo específico; en este nivel, los lectores podrán encontrar una explicación más especializada y detallada de la historia de la palabra y una selección de ejemplos característicos de cada una de las épocas12, con la posibilidad de tener acceso a todos los ejemplos documentados en un corpus de referencia. Para ilustrar cómo podría configurarse este proceso, nos vamos a centrar en dos grupos de marcadores que desarrollan funciones discursivas bien diferenciadas: los marcadores de ordenación y de reformulación (Garcés 2008)13. Los ordenadores del discurso señalan el lugar que ocupa cada uno de los miembros en una secuencia ordenada en partes y muestran que la información transmitida se configura en una sucesión de comentarios o subcomentarios que responden a un tópico común (Garcés 1997, 2006, 2008). Los marcadores de reformulación presentan el miembro del discurso en el que se insertan como una nueva formulación que reinterpreta lo expresado en un miembro anterior (Garcés 2005a, 2005b, 2008). 4. Propuesta de representación de los marcadores de ordenación discursiva en un diccionario histórico 4.1. Series abiertas Los elementos de esta serie se configuran en torno a los numerales ordinales primero… segundo… tercero; estas formas se emplean en los textos más tempranos como adjetivos en función de modificadores del sustantivo para indicar el lugar que ocupa un elemento en una serie o sucesión. El desarrollo hasta desempeñar la función de marcadores discursivos implica cambios de diverso tipo: estas unidades se convierten en adjetivos adverbializados —por tanto, invariables—, con una ampliación del alcance de la predicación, ya que su función se desarrolla en el plano discursivo, y con un cambio semántico que supone que la localización en el espacio o la sucesión en el tiempo se reinterpreta como una sucesión y ordenación de los miembros en el discurso y la indicación de que la secuencia en la que se insertan se configura como una serie ordenada en partes que responden a un 12  Según comunicación oral del director del proyecto, se establecerán las siguientes épocas: Edad Media, Siglos de Oro, siglo XVIII, siglo XIX y siglo XX. 13  En este primer intento de sistematización, la descripción de los marcadores atiende al nivel básico señalado anteriormente.

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tema común14. El empleo de estas series correlativas se documenta a comienzos del siglo XV, especialmente en la prosa científica, y a finales del XV y principios del XVI se amplía su uso a los demás tipos de textos. Otra serie correlativa, con una aparición más temprana —ya en textos del siglo XIV— y con mayor frecuencia de uso que la anterior en los primeros siglos de coexistencia —XV y XVI—, es la constituida por elementos ordinales precedidos por el neutro lo, que forman una serie enumerativa con referencia a cada una de las partes que componen un conjunto: lo primero, lo segundo, lo tercero…, que experimenta una evolución semántica coincidente con la anterior. A finales del XV y principios del XVI se fijan las dos series correlativas que se mantendrán posteriormente: los segmentos lo primero… lo segundo, como sintagmas fijos que conllevan la noción de conjunto indefinido por la presencia del neutro lo, y las formas primero, segundo, convertidas en marcadores de ordenación, que indican una enumeración de los diversos miembros que componen una serie. En esta segunda correlación, hay diferencias de significado entre las unidades que la componen; mientras que primero, además de su valor como ordenador discursivo, presenta el de adverbio temporal, indicador de una acción anterior a otras, las formas segundo y tercero, en su función adverbial, solo manifiestan un empleo como ordenadores discursivos. Esta diferencia supone que primero puede formar series correlativas con adverbios temporales como luego, después para indicar una sucesión temporal de acontecimientos, lo que no sucede con los otros elementos de la correlación: segundo y tercero. A continuación, señalamos una propuesta de descripción de estas formas en un diccionario histórico15:

14  Si se considera el resultado de la evolución, el cambio se presenta como un proceso metafórico, pues lo que se constata es un cambio de dominio; ahora bien, si se atiende a las diferentes etapas del desarrollo evolutivo, el proceso es metonímico en el sentido de que está relacionado con el contexto y surge de la convencionalización de implicaturas (Brinton/Traugott 2005: 28-29). 15  En la representación de los marcadores, tras la definición correspondiente, se añade, entre paréntesis, información del proceso evolutivo que han experimentado estas unidades desde las primeras apariciones hasta la actualidad. Para mostrar el uso de una acepción, elegimos un ejemplo ilustrativo, que responda a los siguientes criterios (García Pérez 2007: 206-208): que no sea ambiguo, es decir, que solo sea interpretable en el sentido de la definición; que ofrezca un contexto de uso que permita una interpretación adecuada; que tenga un carácter neutro en cuanto a variación diatópica, diastrática o diafásica y, además, siempre que sea posible, que pertenezca a una obra representativa dentro de la tradición textual. De este modo, la elección del ejemplo no siempre coincide con la primera documentación del mismo, pues lo que se ha pretendido es que reflejara del modo más relevante el significado señalado en cada una de las etapas evolutivas. Los ejemplos seleccionados proceden del CORDE.

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Primero Adverbio ║ temporal ║ 1. Señala un hecho anterior a otros. | c 1196 Fuero de Soria: Sj alguno fuere debdor o ffiador de debda & fiziere alguna mal fecha por que deua perder lo que a, aquel aqui deuie la debda ssea primero pagado. Adverbio ║ conector ║ ordenación ║ 2. Introduce el segmento inicial de una enumeración al que seguirán otros segmentos que se constituyen como partes de un mismo tema. (Este valor se documenta a principios del siglo XV y se mantiene hasta hoy.) | 1470 Documento notarial: Señor, las condiciones son estas primero, que sy alguno de vosotros señores fuere muerto ó vencido en caneo, lo que á nuestro señor no plega, que yo sea obligado dentro de tercero dia dentregar los Rehenes [...]; segundo, que sy por aventura vosotros señores partyéredes del caneo syn conbatyr, que yo sea obligado de dar á cada una de las partes su Rehen en el tienpo et forma suso contenido. 3. lo primero. Segmento que introduce el primer miembro de una serie enumerativa. (Este valor se documenta ya en el siglo XIV y se mantiene hasta hoy.) | 1325-1335 DON JUAN MANUEL, El Conde Lucanor: Pero todas estas buenas obras, para que omne por ellas aya la gloria de Paraýso, ha mester que se fagan en tres maneras: lo primero, que faga omne buena obra; lo segundo, que la faga bien; lo tercero, que la faga por escogimiento. Segundo Adverbio ║ conector ║ ordenación ║ 1. Introduce el segmento que aparece después del primero en una enumeración. (Este valor se documenta a principios del siglo XV y se mantiene hasta hoy.) | p 1455 MARÍN, Sermones: E esto se puede declarar en tres maneras: primero, de los peccados que vienen según orden e regularidat; segundo, de los peccados que vienen según specie e diuerssidat; tercero, de los peccados que vienen según arbitrio e libre uoluntad. 2. lo segundo. Segmento que introduce el miembro que sigue al primero en una serie enumerativa. (Este valor se documenta ya en el siglo XIV y se mantiene hasta hoy.) | 1325-1335 DON JUAN MANUEL, El Conde Lucanor: Otrosí, para se guardar omne de las obras que omne puede fazer para yr al Infierno, ha mester de se guardar ý de tres cosas: lo primero, que non faga omne mala obra; lo segundo, que la non faga mal; lo tercero, que la non faga por escogimiento. Tercero Adverbio ║ conector ║ ordenación ║ 1. Introduce el segmento que aparece después del segundo en una enumeración. (Este valor se documenta a principios del siglo XV y se mantiene hasta hoy.) | c 1479-

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1484 ANÓNIMO, Arte de bien morir: Para que el juramento sea lícito, III cosas se requiren: primeramente, verdad en la conciencia del jurante [...]; segundo se requiere justicia [...]; tercero, se require juyzio. 2. lo tercero. Segmento que introduce el miembro que sigue al segundo en una serie enumerativa. (Este valor se documenta ya en el siglo XIV y se mantiene hasta hoy.) | 1325-1335 DON JUAN MANUEL, El Conde Lucanor: Otrosí, para se guardar omne de las obras que omne puede fazer para yr al Infierno, ha mester de se guardar ý de tres cosas: lo primero, que non faga omne mala obra; lo segundo, que la non faga mal; lo tercero, que la non faga por escogimiento.

Otros marcadores que establecen series correlativas son los formados por el sustantivo genérico lugar precedido del ordinal que indica la situación del miembro discursivo en el que se insertan dentro de la serie: en primer lugar / en segundo lugar. En las primeras dataciones, se configuran como sintagmas libres, integrados en la estructura oracional y con un significado espacial: indican la posición en que se sitúa alguien o algo16. El proceso por el que estas formas se convierten en marcadores discursivos implica la desaparición del artículo y la incorporación de la preposición en como parte integrante del sintagma, que se fija estructuralmente, y un cambio semántico de carácter metonímico, mediante el cual el espacio físico se reinterpreta como espacio en el texto a través de una convencionalización de las inferencias discursivas; de este modo, adquiere el valor significativo de hacer referencia a las distintas partes en las que se estructura la información en un discurso y, según los contextos, al puesto preferente en el que se sitúa uno de los miembros en relación con los demás. La serie correlativa como tal comienza a desarrollarse tardíamente; hasta finales del siglo XVI no encontramos textos en los que esta serie muestre una ordenación de segmentos, referidos a estados de cosas o a actos de enunciación, entre los que puede establecerse o no un orden de prioridad. El empleo del marcador en primer lugar, sin correlato posterior, para manifestar la mayor importancia de lo expresado en ese miembro respecto de lo que se dirá a continuación muestra también las primeras apariciones en esta época. La propuesta de representación en un diccionario histórico sería la siguiente:

En primer lugar Loc Adv ║ conector ║ ordenación ║ 1. Introduce el segmento inicial de una serie enumerativa de al menos dos miembros que

Así se documenta en el siguiente ejemplo: “Et pues en el primer lugar de las speras es la spera la qual de carrera et camino entro al termino de la spera de la luna”. (Fernández de Heredia, De secreto secretorum, 1375-1396). 16 

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se constituyen como partes de un mismo tema. (Este valor se documenta a finales del siglo XVI y se mantiene hasta hoy.) | 1643 ÁGREDA, Sor María Jesús, Carta: Y como la justicia consiste principalmente en dar a cada uno lo que le pertenece, usando de ella V.M. hará que en primer lugar se le dé a Dios el culto, reverencia y servicio que le debemos [...]; y en segundo lugar el cumplimiento de buenos vasallos y fieles a su rey y monarca. Loc Adv ║ conector ║ 2. Indica prioridad de lo dicho sobre lo que vendrá a continuación. (Este valor se documenta ya en el siglo XVI y se mantiene hasta hoy.) | 1598 ÁLAMOS DE BARRIENTOS, Discurso político: Yo a lo menos estoy cierto de ello, si los efectos corresponden al deseo, y el mío es, en primer lugar, que Dios guarde a Vuestra Majestad con bien y felicidad suya y de sus vasallos.



En segundo lugar Loc Adv ║ conector ║ ordenación ║ 1. Introduce el segmento que aparece después del primero en una enumeración. (Este valor se documenta a finales del siglo XVI y se mantiene hasta hoy.) | 1618 DEZA, Gobierno político de agricultura: Muy gran cuidado ha de haber con adquirir y tener posesiones según la naturaleza; y según la naturaleza la principalísima es la Agricultura; y en segundo lugar todas las cosas que salen de la tierra como los metales y otros así.



En tercer lugar Loc Adv ║ conector ║ ordenación ║ 1. Introduce el segmento que aparece después del segundo en una enumeración. (Este valor se documenta a finales del siglo XVI y se mantiene hasta hoy.) | 1609 GARCÍA DE LLANOS, Diccionario y maneras de hablar que se usan en las minas: Tiene el Cerro buenos parajes, razonables y malos. Lo mejor de él es la parte al salir del sol y luego la del Norte, que es el Mediodía, y en tercer lugar lo que dice al Poniente.

4.2. Series de dos miembros En los enunciados en los que la información se distribuye en dos subcomentarios de un mismo tema, encontramos en los textos medievales el par correlativo lo uno… lo al17, fórmula predominante en esta época, en coexistencia con la variante lo uno 17  El pronombre neutro al ‘otra cosa’ deriva de la forma latino vulgar ALID; aparece desde los primeros documentos, pero en castellano estaba ya bastante anticuado en el siglo XVI (DCECH: I, 99, s.v. al). En el Diccionario Histórico de la Lengua Española (1960, s.v. al) se recoge la correlación lo uno, lo primero... lo al en función de adjetivo sustantivado; la primera

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… lo otro, que se impone a partir del siglo XV coincidiendo con la progresiva desaparición de al. Las secuencias que conforman las unidades distributivas lo uno… lo al/otro se caracterizan por enlazar miembros con una función equivalente y con una misma orientación argumentativa, que configuran un comentario dividido en dos partes que explica, concreta o justifica lo dicho previamente.

Lo uno… lo al / lo uno… lo otro Loc Adv ║ conector ║ ordenación ║ 1. Introducen los miembros que vinculan como una serie organizada en dos partes de un mismo comentario sobre un determinado tema. (La serie correlativa lo uno… lo al queda anticuada en el siglo XVI; la correlación lo uno … lo otro se impone a partir del siglo XV y se mantiene hasta la actualidad.) | c 1252-1270 ALFONSO X, Primera Partida: Ca este tal faze muchos males & grandes. lo uno que es traydor a dios; & desobediente a sancta iglesia. & lo al que es aleuoso a so xpistiano. & demas es omizero. | 1240-1250 ANÓNIMO, Libro de Alexandre: Pero que non toviessen que era recreído, / atendié al su pueblo que vinié desmarrido, / lo uno por saber quánto avié perdido, / lo otro por mostrarse de esfuerço complido.

Las series correlativas de una parte… de otra (parte), por una parte… por otra (parte), de un lado… de otro (lado), por un lado… por otro (lado) no surgen en la misma época ni evolucionan de la misma manera, aunque tienen un origen común: estructuras en las que estos elementos presentan un valor espacial, que, a través de un cambio semántico de carácter metonímico, por el que el espacio físico se reinterpreta como espacio discursivo, pasan a indicar la distribución de las partes en el discurso. Las primeras documentaciones como marcadores discursivos las encontramos en textos del XIV con ejemplos de los correlatos de una parte… de otra (parte); posterior es la aparición de por una parte… por otra (parte), ya en el siglo XV; más tardía aún es la presencia de los otros dos tipos: por un lado… por otro (lado), de un lado… de otro (lado), de los que no hay muestras hasta finales documentación es la de Mio Çid (1140) v. 3656: “Ráxol’ los pelos de la cabeça, bien a la carne llegava; / lo uno cayó en el campo e lo ál suso fincava”, donde las unidades de la correlación lo uno... lo ál son elementos sustantivados que funcionan como sujetos de los verbos correspondientes. En documentaciones posteriores, estas correlaciones han evolucionado hasta convertirse en marcas de ordenación del discurso, no integradas en las estructura oracional; por tanto, no sería adecuado, a partir de esta época, incluirlas dentro de los usos adjetivos, sino que habría que situarlas en los usos adverbiales; así el ejemplo de El Conde Lucanor (1330-35): “Conséjovos yo que […] ayades guerra con los moros. Et en esto faredes muchos bienes: lo primero, faredes servicio de Dios; lo ál, faredes vuestra onra”, donde el par correlativo lo primero... lo ál presenta ya todas las características necesarias para considerarlo marcador discursivo.

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del XVII y ya como construcción consolidada en el siglo XVIII. Las primeras construcciones de estos pares correlativos están asociadas a contextos en los que se establece un contraste o una oposición entre los miembros enlazados (Porcar 2006), dado que el hablante pretende mostrar que se trata de dos partes diferenciadas que responden a un mismo tema; en su evolución posterior hasta llegar a su configuración actual, se produce una ampliación de su uso a contextos en los que ya no solo se manifiesta contraste u oposición, sino también dos partes que muestran la misma orientación.

De una parte… de otra parte o por una parte… por otra parte Loc Adv ║ conector ║ ordenación ║ 1. Presentan los miembros del discurso que vinculan como una serie organizada en dos partes de un comentario sobre un determinado tema. (Los primeros testimonios de la correlación de una parte… de otra parte datan del siglo XIV y los de por una parte… por otra parte del siglo XV; a partir del siglo XVII, estas formas se hacen equivalentes de las estructuras de un lado… de otro lado; por un lado…por otro lado. Todas se mantienen hasta la época actual.) | c 1370 ANÓNIMO, Tratado de la Comunidad: Una muger casada tenía un fijo; e el marido murió, e ella tomó otro, e ovo otro fijo. E este marido e el fijo menor mataron al fijo de la muger que avía avido del primer marido, e ella tóvose por engañada e mató el marido e el otro fijo. La qual fue acusada e levada delante el juez, e la muger otorgó lo que avía fecho, e el juez fue asaz tribulado, e de una parte veýa la muger en grant afliçión, como aquélla que avía perdido un marido e dos fijos, e non le sofría el coraçón de la condepnar. De la otra parte, veýa que avía fecho dos muertes tan crueles, e que non la devía soltar. | c 1499-1502 ROJAS, La Celestina: Véote, señora, por una parte quejar el dolor, por otra temer la melecina.



Por un lado… por otro lado o de un lado… de otro lado Loc Adv ║ conector ║ ordenación ║ 1. Presentan los miembros del discurso que vinculan como una serie organizada en dos partes de un comentario sobre un determinado tema. (Los primeros testimonios datan del siglo XVII; a partir de esa fecha su uso se ha consolidado hasta la época actual.) | c 1607 SAN JUAN BAUTISTA DE LA CONCEPCIÓN, Memoria: [...] y uno, por un lado, dispertando lo pasado de Roma y el otro, por otro, dispertando lo porvenir y yo en medio combatido. | c 1750 RODRÍGUEZ DE CAMPOMANES, Bosquejo: Esto sin duda procede con seguridad en el banco de Madrid y sus gremios, en que por un lado los accionistas toman su rédito anual a la cuota fija del 3%, con la libertad de sacarle

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cuando quisieren, y por otro los gremios adelantan con el fondo principal de que va en ganancias la suya propia pagados los accionistas. 4.3. Construcciones sin un primer correlato Estas construcciones, como las anteriores, proceden de sintagmas con un valor espacial que han evolucionado, a través de un proceso de cambio semántico equivalente al de la serie correlativa, a indicar las partes en las que se articula un discurso. Estos marcadores presentan dos funciones discursivas: una función como segundo segmento de los pares correlativos analizados en el apartado anterior; otra función diferente cuando no forman serie con un miembro precedente y se emplean para añadir una nueva información que responde a un tópico distinto del referido antes, marcando así la transición entre dos informaciones diversas, pero relacionadas. En esta segunda función, las documentaciones más tempranas son las del marcador de otra parte, con ejemplos esporádicos en los siglos XIII y XIV; más frecuente es su uso a partir del XV cuando por otra parte comienza a desempeñar también esta función. De otro lado, por otro lado no presentan un empleo innovador como marcadores discursivos hasta comienzos del XVIII.



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De otra parte o por otra parte Loc Adv ║ conector ║ adición ║ 1. Introduce un miembro del discurso que presenta un nuevo aspecto del tema de que se trata. (Los primeros testimonios del marcador de otra parte aparecen en el siglo XIV y los de por otra parte en el siglo XV; a partir del siglo XVII, estas formas se hacen equivalentes de las estructuras de otro lado, por otro lado. Todas se mantienen hasta la época actual.) | c 1340-1350 SÁNCHEZ DE VALLADOLID, Crónica de Alfonso X: Mas dizen vos que son ellos muchos y muy buenos y que pasaran moros de allen mar y quelos vuestros han serujdo su tienpo y se vernan luego y de otra parte vos dizen que vos non tenedes auer queles dar y yo que non he con que vos acorra. | c 1467-1475 ESCAVIAS, Repertorio de príncipes de España: El rrey don Alfonso, con acuerdo de los del su Consejo, acordó de enbiar por adelantado de la frontera del Andaluçía al conde don Nuño para que, en tanto que él yva, anparase e defendiese la tierra. E por otra parte, secretamente enbió a mandar a todas las çibdades e villas del Andaluzía que lo non acogiesen en ellas ni cunpliesen sus mandamientos. Loc Adv ║ conector ║ ordenación ║ 2. Segundo miembro del par correlativo de una parte… de otra parte; por una parte … por otra parte.

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De otro lado o por otro lado Loc Adv ║ conector ║ adición ║ 1. Introduce un miembro del discurso que presenta un nuevo aspecto del tema de que se trata. (Los primeros testimonios de estos marcadores datan del siglo XVIII y mantienen su uso hasta la actualidad.) | 1791-1809 MELÉNDEZ VALDÉS, Discursos forenses: […] si notásemos la ley, guiando como por la mano al ciudadano, y la prudencia de otro lado advirtiéndole para que desconfíe y se resguarde […], clamemos también sobre estos gravísimos objetos. | 1773 LLAGUNO, Carta a Rodríguez Campomanes: No he soltado la especie en las juntas hasta que se tantee con anticipación; pero por otro lado conviene no perder tiempo hasta que alguna otra idea, acaso, no impida el logro. Loc Adv ║ conector ║ ordenación ║ 2. Segundo miembro del par correlativo de un lado… de otro lado; por un lado… por otro lado.

4.4. R epresentación de los marcadores de cierre discursivo Los marcadores que desempeñan la función de cierre de una serie discursiva están relacionados semánticamente, porque tienen un significado básico común, y genéticamente, porque están formados a partir del sustantivo fin o del adjetivo final. Por otra parte, en el proceso de evolución lingüística, cada uno de ellos ha añadido a su valor inicial de cierre otros sentidos, inicialmente vinculados a inferencias contextuales, que se convencionalizan y pasan a convertirse en valores propios de cada marcador (Traugott/Dasher 2002); nos centramos en las formas finalmente, en fin, por fin. La función de finalmente en las primeras dataciones del siglo XIII es la de cierre de una secuencia temporal, tras la relación de una serie de acontecimientos previos. A partir de ese valor de cierre, se puede pasar a señalar el resultado lógico y esperable de los sucesos referidos en los miembros precedentes, bien como resultado de un planteamiento anterior en el que existían varias alternativas y se elige una de ellas, bien como resultado final que se desprende de los hechos anteriores explícitos o presupuestos; de ahí que, en determinados contextos, este marcador presente un valor aspectual de carácter resultativo, que surge en aquellos contextos donde existe una deliberación previa. Del valor de cierre en una sucesión cronológica, que se mantiene durante los siglos XIV y XV, surge —a mediados de este último siglo— el de ordenación de una serie discursiva, establecida según un orden sucesivo, determinado por el hablante, de los estados de cosas referidos o de su enunciación. Este valor de ordenador discursivo se explica por un proceso de cambio semántico de carácter

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metonímico por el que la sucesión temporal de los hechos pasa a considerarse como una ordenación interna de los miembros en el discurso y este es el significado que prevalece. Este cambio supone, además, modificaciones en la función gramatical de este adverbio: a diferencia de la primera acepción en la que desempeña una función oracional, en esta nueva acepción, su incidencia supera los límites oracionales y se convierte en un conector discursivo. A finales del siglo XV y con una consolidación plena ya en el XVI, este sentido queda fijado como un valor propio de este marcador, junto con el de la sucesión temporal; estos son los dos valores que el marcador mantiene hasta la actualidad, si bien finalmente tuvo un empleo como reformulador durante los siglos XVI y XVII, en los casos en los que el segmento final presenta un resumen de lo expresado en los miembros precedentes, surgido a partir de valor de ordenación discursiva y explicable por su semejanza funcional con el marcador en fin que presenta también los dos sentidos en esa misma época (Iglesias 2007); posteriormente, en fin será el marcador especializado en expresar reformulación y finalmente sólo mantendrá los dos valores citados anteriormente:



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Finalmente Adv ║ temporal ║ 1. Introduce el último hecho de una sucesión de acontecimientos (Este valor se mantiene desde las primeras dataciones hasta la época actual.) | c 1255 ANÓNIMO, Crónica de Sahagún: Luego el rrei otorgoles la petiçion, mas mandando que viniesen atados con las cadenas, ansi como estauan en la presion, e ansi cada vno de ellos era tenido de vn honbre con las cadenas de fierro por el cuello, e asi atados bien por mas e ocho dias, cada dia eran traidos antel rrei e el abbad; e finalmente, fecho e examinado e deliberado sobre ellos consejo mui derechamente, segun el derecho çeuil, fueron juzgados e sentençiados a muerte. ◊ Resultado final tras un proceso de deliberación entre dos alternativas | 1300-1305 ANÓNIMO, Libro del cavallero Cifar: De cómo el ribaldo induzía al cavallero Cifar que fuesse a descercar al Rey de Mentón y él finalmente dixo que le plazía. Adv ║ conector ║ ordenador ║ 2. Introduce el último segmento de una serie ordenada de varios miembros. (Este valor se atestigua ya en el siglo XV y se mantiene hasta la actualidad.) | 1438 MARTÍNEZ DE TOLEDO, Corbacho: Por ende, visto el efecto que loco amor procura, e quántos dapños trahe, veamos, pues, por quién nos condenamos, nin qué cosa son mugeres, qué provecho traen, qué condiçiones tyenen para amar e ser amadas, nin, finalmente, por quál rrazón el onbre las deve bien querer. ◊ Resumen de lo expresado en los segmentos precedentes. (Este valor solo se mantiene en los siglos XVI y XVII, luego desaparece sustituido para este sentido por el marcador en fin.) | 1599 ANÓNIMO, Diálogos

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de John Minsheu: Ella es más vieja que Metusalén, más arrugada que una pasa, más sucia que una mosca, más seca que un palo; diente y muela como por la mano; la boca, sumida como ojo de culo; los ojos, el uno tuerto y el otro que no se le sacaran con un garabato; finalmente, toda ella es un retrato de la invidia. En fin se presenta en las primeras documentaciones medievales como un sintagma preposicional con función de complemento circunstancial para indicar el punto en que se acaba algo en el espacio o en el tiempo18; este empleo se mantendrá, al menos, hasta el siglo XVII, época en la que ya su presencia es escasa en esta función, para la que se emplean de modo preferente otras locuciones como al fin o al final. En los textos medievales, se muestra también como marca de cierre temporal con incidencia en el carácter resultativo del final del proceso; coincide en este valor con el que presenta finalmente, pero hay diferencias entre ellos en cuanto a la extensión temporal: en fin se documenta con este sentido desde textos del siglo XIII, hasta obras de finales del siglo XV, época en la que ya es sustituido para este uso por el marcador finalmente, que manifiesta este valor desde las primeras dataciones hasta las actuales. A partir de ese valor originario de cierre, se desarrolla su función de marcador discursivo mediante diversos procesos de cambio que se suceden a lo largo de su evolución. En primer lugar, por un mecanismo de cambio semántico de carácter metonímico, el cierre referido a un hecho temporal externo puede interpretarse como cierre de una secuencia textual, de donde surge el valor de ordenador discursivo que introduce el último miembro de una serie enumerativa; este valor surge a finales del siglo XV, se mantiene en los siglos posteriores y su empleo comienza a decaer a finales del XVIII, a pesar de que aún se pueden encontrar ejemplos de este uso en textos contemporáneos de carácter expositivo19. 18 

cional:

19 

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Se trata de construcciones en las que estos sintagmas desempeñan una función oraMartes, quatro días de julio era de mill e trezientos e veinte e ocho años en presencia de los testigos que en fin d’esta carta serán dichos. (Documentos notariales, 1294) [Nuestro Sennor Ihesu Cristo] que subió a los çielos e está a la diestra parte de Dios Padre; que verná en fin del mundo a judgar biuos e muertos. (Alfonso X, Setenario, c 1252-1270) Así de documenta en textos recogidos en el CREA: El cuerpo de la obra —a mi juicio lo menos interesante, pues Peter Berger es gran sociólogo de la religión, pero no teólogo— consiste en el repaso de las tres opciones teológicas a su juicio posibles hoy: la “posibilidad deductiva”, es decir, la neoortodoxia o reafirmación de la tradición religiosa; la “posibilidad reductiva” o desmitologización de la fe, ante la presión de la modernidad; y, en fin, la “posibilidad inductiva” que, para

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Posteriormente, cuando en esa sucesión de miembros, el segmento final supone un proceso de vuelta a los enunciados precedentes para presentar una nueva formulación, que se manifiesta como un resumen de lo anterior, o como una conclusión extraída de los hechos referidos o como una explicación más adecuada o precisa de lo expresado antes, surge el valor reformulador; este nuevo valor se origina a finales del XV y se convierte en habitual ya en el XVI; en los siglos posteriores, convive este sentido con el de ordenador discursivo y a partir de finales del XVIII es el valor reformulador el que se impone y se convierte en el sentido propio de este marcador20. Este valor reformulador puede presentar diferentes sentidos contextuales, cuando la vuelta a lo precedente lleva a cancelar la importancia o validez de lo anterior y a introducir una nueva formulación más adecuada. Uno de ellos es indicar que alguna información anterior carece de pertinencia, por lo que se considera más relevante lo enunciado tras el marcador; en esta función, suele aparecer precedido del conector pero que refuerza la contraposición entre los dos enunciados21. Otro sentido que surge en determinados contextos es el de resignación, cuando el hablante muestra su oposición a los hechos presentados, pero se manifiesta incapaz de modificar el curso de los acontecimientos y, de este modo, se cancelan sus expectativas de que pueda producirse un cambio en la situación mencionada. Por último, si el hablante considera que no es relevante seguir con el tema introducido en una secuencia precedente, se emplea para indicar que el discurso finaliza porque ya no tiene interés seguir o porque se pasa a otro tema.

En fin Loc Adv ║ temporal ║ 1. Cierre de un proceso con carácter resultativo. (Este valor se mantiene desde los inicios hasta el siglo XVI; a partir de esa época es sustituido por finalmente para este sentido.) | 1300-1305 ANÓNIMO, Libro del cavallero Cifar: Y ellos toviéronselo en merced, pero algunos dizíen que si ella los desamparasse, que por ventura que los enemigos que ante avíen que se levantarían de nuevo a les fazer mal y a les destruir el reino. Pero en fin acordaron todos de le consejar que lo fiziesse, ca la honra della era dellos mesmos.

Berger, consiste en la “vuelta a Schleiermacher”, de quien, como hemos visto, procede el sentido peculiar del título de la obra. (El País, 02/03/1980) 20  Estos procesos de evolución están asociados a una incorporación de rasgos valorativos en el significado del marcador, que muestran la actitud del hablante ante su propio discurso (Traugott 1995a, 1995b, 2003). 21  La cancelación de la validez de lo anterior no depende del conector pero, ya que el marcador en fin puede desempeñar por sí mismo esta función: “Mejor libre me pareces, / que cuando rendido estás; / en fin, yo te quiero más, / después que tú me aborreces”. (Lope de Vega, El halcón de Federico, 1599-1605)

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Loc Adv ║ conector ║ ordenador ║ 2. Introduce el miembro final de una serie discursiva de hechos o de actos de habla. (Los primeros testimonios de este valor se documentan a finales del siglo XV, se mantienen con plena vigencia hasta finales del siglo XVIII y, posteriormente, su empleo con este sentido decae.) | 1550 LUJÁN, Coloquios matrimoniales: El padre que quiere que su hijo sea bueno, también debe él de ser bueno, porque si el hijo ha de ser honesto, conviene que el padre y aun el Maestro que le amostrare sea honesto; si el hijo ha de ser verdadero, conviene que el padre y el maestro sean verdaderos; si ha de ser hombre largo, conviene que el padre y el maestro sean largos; si ha de ser cuerdo, conviene que sean cuerdos ellos, y conviene que los padres procuren de ser sabios porque a los hijos puedan dar buenas doctrinas; conviene también para que los hijos sean bien acondicionados, no en regalarlos como he dicho a ellos, sino tratar con todos los otros; conviene en fin que sean los padres y maestros muy corregidos, si quieren que los hijos sean corregidos. | 1750 FEIJOO, Cartas eruditas y curiosas: Unos les niegan enteramente el assenso; otros, admitiendo su possibilidad natural, las creen; y otros, en fin, solo les conceden la existencia, suponiendo que sean preternaturales, esto es, o por milagro, o por prodigio diabólico. Loc Adv ║ conector ║ reformulador ║ 3. Introduce una nueva formulación que resume, explica o reinterpreta lo expresado en un segmento anterior. (Estos valores se registran a finales del siglo XV, se consolidan en el siglo XVI y se mantienen hasta la actualidad.) | 1577 SANTA TERESA DE JESÚS, Epistolario: La de Sevilla me regala mucho, y la de Salamanca; y aun la de Beas y Caravaca no han dejado de hacer lo que pueden; en fin, muestran su buena voluntad. | 1586 ROMERO DE CEPEDA, La historia de Rosián de Castilla: De manera que donde falta muger nunca ay buen concierto. Y ansí solemos dezir: ‘en vna casa desbarada y mal aliñada, todo mal puesto, nada hecho a tiempo, en fin como casa de biudo’. ◊ Cancelación de la relevancia de lo expresado en el segmento precedente; a veces, con valor de resignación. (Este valor aparece en el siglo XVI y se mantiene hasta la actualidad.) | 1542 ANÓNIMO, Baldo: […] y más malvada y desonesta cosa es no hazer el mandamiento del padre que no pedir una heredad y como hijos malvados osáis mirar al resplandesciente sol, osáis venir a la compaña de los hombres, osáis mostrar essa desvergonçada cara con que a mis palabras, preceptos de vuestro padre y provecho, repunastes y, como no creéis vosotros que aya algún dios en el cielo que os castigue, pero en fin yo no sé qué me haga.

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Por fin se emplea en textos de los siglos XIII al XVI como sintagma preposicional, con función dentro de la estructura predicativa de la oración y con dos valores fundamentales: a) indicar el punto en el que finaliza o se acaba algo22; b) señalar el motivo por el que se realiza una determinada acción o el objetivo que se trata de conseguir23. El paso a la función de marcador parte de los contextos en los que se señala el suceso que pone término a una serie de acontecimientos anteriores con alcance no solo sobre el punto final, sino sobre toda la trayectoria del proceso temporal previo24; este valor se interpreta en el discurso como el fin de una serie y ese sentido inferencial se convierte en el significado propio del marcador; de este modo, de manifestar la finalización de un proceso, evoluciona hasta convertirse en el introductor del último miembro en una serie, poniendo fin a una sucesión interna de los miembros discursivos. Este valor como ordenador discursivo se documenta ya a comienzos del siglo XVII, se mantiene en los siglos posteriores, y se emplea de modo cada vez menos frecuente en los textos del siglo XX. Cuando el hablante muestra su satisfacción ante la realización de un hecho largamente esperado, los rasgos valorativos se convierten en relevantes y se configura el valor modal de este marcador que se mantiene desde las primeras documentaciones en el siglo XVII, hasta configurarse en el sentido casi exclusivo en los usos contemporáneos, desplazando al de ordenación discursiva.

Por fin Loc Adv ║ conector ║ ordenador ║ 1. Introduce el miembro final de una serie discursiva de hechos o de actos de habla. (Los primeros testimonios de este valor se documentan en el siglo XVII y se mantienen en los siglos posteriores; en la actualidad este sentido es poco frecuente.) | 1758 ISLA, Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas alias Zotes: Concluyó exhibiéndome una multitud de cartas de recomendación de príncipes y potentados, con otra igual o mayor cantidad de despachos y licencias exhortatorias de señores obispos para que pidiese que se le diese limosna en el distrito de sus respectivas jurisdicciones. Y, por fin, me suplicó que, como párroco, no solamente las diese el uso en mi parroquia, sino que le hiciese el gusto de acompañarle en la demanda

22  Así en el siguiente ejemplo: “E por ende el Señor justo destruyólos, e derramólos por desolaçión perpetua, la qual no será acabada sino por fin del mundo”. (Gutierre Díaz de Games, El Victorial, 1431-1449) 23  Sentido claramente identificable en el siguiente texto: “Muévese este omne a se juntar con su muger por fin de tener fijo”. (Alfonso de la Torre, Visión deleytable, c 1430-1440) 24  Así lo podemos documentar en el siguiente ejemplo: “El cual dicho año 870 levantaron, por fin, caudillo a don Zuría, con las condiciones que se hallan en los Fueros viejos”. (Andrés de Poza, De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de las Españas, 1587)

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para excitar más la caridad de los fieles. | 1923 ORS, Tres horas en el Museo del Prado: Nuestro deber es saludar ahora a otros maestros del arte español; luego, a los maestros germánicos, a los venecianos y, por fin, a los de los Países Bajos, durante los siglos XVI y XVII. Loc Adv ║ modalizador ║ 2. Valor de expectación ante un acontecimiento largamente esperado. (Este valor se documenta desde el siglo XVII y es el más habitual actualmente.) | 1768 AZARA, Cartas de Azara al ministro Roda: Amigo y señor: ya salí, por fin, de hacer il Cicerone, habiendo partido el conde de Aguilar el viernes pasado para Venecia.

5. Propuesta de representación de los marcadores de reformulación explicativa La segunda propuesta de representación es la de los marcadores de reformulación explicativa, que constituyen una clase caracterizada por un rasgo común a todos sus componentes: manifiestan una aclaración o una explicación del significado o del sentido de lo expresado en un segmento previo. En cuanto a su procedencia, muestran orígenes diversos, surgen en épocas distintas y su evolución es diferente. Hay elementos procedentes de un mismo étimo que se convierten en dos marcadores diferenciados. La construcción latina id est (Herrero 2006-2007) aparece en documentos notariales del siglo XII redactados en esta lengua para enumerar las partes de una heredad o los objetos de los que consta una herencia25; en los siglos XIII y XIV su uso se mantiene en los textos jurídicos y religiosos escritos en latín y se extiende a la prosa científica redactada ya en romance26, para establecer la equivalencia entre términos cultos y vulgares o para la explicación de vocablos técnicos; en el siglo XV, el interés por el empleo de construcciones latinas favorece la mayor frecuencia de uso, especialmente relevante en textos científicos y religiosos27; en los siglos posteriores, su empleo decae aunque se sigue docu25  Un ejemplo de documentos notariales es el siguiente: “Offero autem et meos palatios proprios in Villa Mezchina cum omni hereditate, id est, terris, vineis, ortis, molendinis, cum exitu et regressu et omnia que ibi potui adquirere”. (Anónimo, Cesión de bienes en Nájera a San Millán, 1110) 26  Así se documenta en algunos textos técnicos: “quando fallares Saturno en alguno de los angulos del ascendente. & apoderado y; significa que aquellos comeres seran los demas frios. & de sabor insipida. id est. sin sabor”. (Anónimo, Judizios de las estrellas, 1254-1260) 27  En esta época es habitual su empleo en obras religiosas para glosar las traducciones de los textos latinos: Estas pisadas desató señor [Sant] Marcos con la consideraçión de la muerte, diziendo aquello que es escripto. Génesis vijº: “Delebo —inquid— omnem carnem, tan reptile quam volucres celi” (dize el justo e el bueno: “Yo desataré toda carne —Glosa: id est, los

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mentando, de modo esporádico, en textos históricos, didácticos y científicos28. La forma española correspondiente, esto es, surge como una traducción literal del étimo latino, que manifiesta el mismo valor textual que la forma originaria ya desde las primeras documentaciones, por lo que su empleo como marcador ha de considerarse como un calco semántico de la función que esta forma desempeñaba en latín (Pons 2006). Los otros marcadores que configuran este grupo —o sea, es decir, a saber— se crean como un desarrollo interno del propio sistema lingüístico, a partir de estructuras libres que se emplean en contextos donde se establece una equivalencia entre dos elementos, una alternativa entre dos enunciados o una especificación o enumeración de las partes de lo expresado en un segmento precedente; de este modo, las inferencias derivadas de esos contextos se convencionalizan y se convierten en sentidos propios del marcador (Traugott 2003). Hay que tener en cuenta, por otra parte, que los rasgos significativos de los componentes del sintagma explican las diferencias de sentido que adquieren estos marcadores en su empleo discursivo. Comencemos con la representación del marcador explicativo esto es; su aparición es temprana, ya desde el siglo XIII se encuentra en documentos legales y en textos científicos —en las primeras documentaciones en combinación con a saber—, con un valor explicativo que se manifiesta en dos contextos fundamentales: una explicación mediante la especificación de las partes de un referente dado, o una explicación del significado de un concepto o del sentido de un enunciado precedente. Su uso se amplía en los siglos posteriores a otros tipos de textos, aunque siempre asociado a un nivel culto; su función como reformulador explicativo se mantiene en la época actual con los valores señalados desde las primeras documentaciones.

Esto es Loc Adv ║ conector ║ reformulador ║ 1. Introduce una identificación del referente o una explicación del sentido de lo expresado en un segmento anterior. (Este valor se documenta desde comienzos del siglo XIII, por lo que puede tratarse de un calco semántico de la forma

deseos de la carne e de las onras mundanales—, ansí lo que repta e anda sobre la tierra como las aves del çielo”). (Anónimo, Un sermonario medieval, a 1400 — a 1500) 28  En los textos españoles del pasado siglo recogidos en el CORDE (1900-1974), se documentan 45 ejemplos; en el CREA, en las obras españolas incluidas desde 1975 hasta 2005, solo hay 3 apariciones. No obstante, en el Diccionario panhispánico de dudas (2005: 351) se incluye la forma id est: “Expresión latina que significa literalmente ‘esto es’. Se utiliza entre pausas para dar paso a una explicación de lo que se acaba de expresar”; se añade como ejemplo uno de los que aparecen en el CREA.

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latina id est, con este mismo valor; se mantiene con este sentido hasta la actualidad.) | c 1240-1272 HERMAN, Traslación del Psalterio: Este es cántigo del psalmo de los fijos de Choré, esto es, que fue dado a cantar a los fijos de Choré. | 1376-1396 FERNÁNDEZ DE HEREDIA, Historia Troyana: Et ya toda la ciudat quasi destruyda, el rey Agamenon ordeno que todos los mayores de la huest de los griegos se aplegasen en el templo de Minerua; los quales aplegados, el los requirio de dos cosas, esto es, la primera si deuia seyer guardada la fe a Anthenor & a Eneas […]; la segunda, que modo o que forma ternian en partir las spullas et las riquezas & los trasoros. | 1588 MALÓN DE CHAIDE, La conversión de la Magdalena: Porque ésta es la diferencia que hay, entre otras, entre estas dos potencias: que la voluntad es potencia unitiva, esto es, que hace unos al amante con el amado, lo cual no tiene el entendimiento. Los primeros ejemplos de la forma a saber datan del siglo XIII; aparece junto a otro marcador explicativo, esto es a saber (1250)29 o en la variante ço es a saber (1229)30, especialmente en textos de tipo jurídico, con un valor fundamental: introducir la especificación de los componentes de un concepto anterior o una enumeración de sus partes; el empleo de estos dos marcadores para expresar la función de explicación solo se mantiene durante este siglo, posteriormente ya no se documenta. Otra combinación habitual es la construcción con el verbo copulativo ser: es a saber; se documenta desde el siglo XIII y se mantiene con gran frecuencia de uso hasta el siglo XVII, época en la que empieza a decaer su empleo, a pesar de

29  Es muy frecuente en los textos del siglo XIII la presencia de esta estructura combinada de dos marcadores: “En otra guisa esto es a ssaber si el homne no fuere muerto por tal iusticia, sea pagada la pena tan solament por aqueill mienbro o por aquellos mienbros que son cortos o taillados”. (Anónimo, Vidal Mayor, c 1250) 30  Se trata de una variante dialectal navarro-aragonesa que solo se documenta en textos procedentes de esa zona: Et sunt testes qui fueron presentes…, ço es a saber, don G. de Laviano e don Martin Lopeiç e don Pere Lopeiç, frater eius. (Anónimo, Testamento [Documentos Lingüísticos Navarros], 1229) E mandamos que anuilla deuda que faga el padre. o la faga la madre. si ambos non la fazen ensemble. & pues el uno sea muerto. & lotro solo la fiziere que non se paren los fijos en la deuda qual que faga el padre o la madre qui fore biuo. nin que no y respondan. ço es a saber por que quoando los fijos demandan part de padre o de madre de moble si non dan fiança ques paren a las deudas daquel que muerto es. pueden los embargar que no lis darien a partir part de moble por fuero. (Anónimo, Fuero General de Navarra, 1250-1300)

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que aún se pueden encontrar ejemplos en textos fechados en el pasado siglo31. En la mayoría de los ejemplos, se presenta como una estructura fija con un valor de conexión, pero hay algunos casos —esporádicos y especialmente en obras del siglo XV—, en los que aparece como construcción libre y admite la forma plural en el verbo copulativo, cuando el segmento reformulado hace referencia a la enumeración de un conjunto de miembros (son a saber, 1401-1500), o con la forma verbal en pasado, cuando se trata de una referencia a un hecho anterior (Hera a saber, 1401-1500), o con una modificación del orden de los componentes del sintagma (a saber es, 1401-1500). La estructura conviene a saber coincide con la anterior en la fecha de sus primeras documentaciones: se encuentra desde el siglo XIII y se mantiene vigente hasta el siglo XVII; su empleo decrece posteriormente hasta casi desaparecer en el siglo XIX32. En todos los casos, se muestra como locución fija, convertida en expresión autónoma, con una función de conexión discursiva. Ambas estructuras presentan un empleo como marcas de reformulación, pero muestran alguna diferencia en cuanto a los tipos de relación establecida entre los enunciados: con es a saber el segmento reformulado enumera las partes en las que se divide un concepto anterior; la expresión conviene a saber aparece habitualmente cuando se especifica un referente anterior33. Así se recoge en los ejemplos del CORDE: El descuido de don Torcuato era, en realidad, muy estudiado y residía en los detalles. Quizás únicamente consistiera en cierto desdén por la corbata, que sólo una vez en su vida llevó como Dios manda, es a saber, el día de la fundación de la Tabla Redonda. (G. Torrente Ballester, La saga/fuga de J. B., 1972) En el DRAE (2001, s.v. ser1) se documenta la estructura es a saber como expresión reformulativa, no se incluye a saber como marcador específico. Santos (2003: 576) señala que el empleo de esta locución “tiene hoy sabor arcaizante”. 32  Hay documentaciones de esta expresión en los textos recogidos en el CORDE y en el CREA, correspondientes al pasado siglo, pero en todos los casos se trata de citas literales de obras pertenecientes a épocas anteriores: A estas breves palabras, Laguna sólo añade los siguientes comentarios: “Hállanse dos especies de aquesta planta, conviene a saber, una muy semejante al romero, de la cual hay gran copia en Apulia y Calabria; y otra que se parece tanto al taray que a gran pena puede dél discernirse, la cual especie segunda, que aquí pintamos, en Castilla se dice brezo, y su carbón es familiarísimo a los herreros. Tiene gran propiedad, la erica, de resolver en vapor cualquiera inflamación y dureza”. (P. Font Quer, Plantas Medicinales. El Dioscórides Renovado, 1962). La obra del doctor Andrés Laguna, Pedacio Dioscórides Anazarbeo acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos, data de 1555. 33  Así se manifiesta en los siguientes ejemplos: E por esta causa, el Rey e la Reyna acordaron de hazer buena convenençia con él, conviene a saber, de le fazer merçed de otros lugares donde estouiese, con la renta 31 

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El uso de estas expresiones reformulativas convive con el de a saber, del que encontramos ejemplos ya en el siglo XIV, como segmento fijo invariable, sin la presencia de otros elementos en el sintagma; su sentido inicial es el de introducir una enumeración de las partes de un componente anterior; posteriormente, amplía su uso a contextos en los que especifica el sentido de un referente previo. Esta será la construcción que se imponga sobre las otras dos en los siglos posteriores (siglos XV y XVI), la que se convierta en marca específica a partir del siglo XVII, desplazando a las otras dos estructuras, y la que se consolide posteriormente como forma exclusiva en los textos actuales. A saber Loc Adv ║ conector ║ reformulador ║ 1. Introduce una especificación de los referentes o una enumeración de las partes de un miembro anterior. (En los primeros testimonios aparece combinado con otros marcadores: esto es a saber, habitual durante el siglo XIII; en expresiones reformulativas del tipo: conviene a saber, es a saber, registradas también desde el siglo XIII y vigentes hasta el siglo XVII, fecha en la que empieza a disminuir su empleo hasta casi desaparecer en los siglos posteriores; a partir del siglo XIV, a saber se emplea ya como marcador discursivo y así se mantiene hasta la actualidad.) | 1300-1305 ANÓNIMO, Libro del cavallero Cifar: Pues la ley & el rey & el pueblo son tres cosas que no pueden cumplir la una sin la otra lo que deven, como la tienda, que tiene tres cosas, a saber, paño y cendal & cuerdas, & todas estas tres, quando se ayuntan, fazen gran sombra & cumple más que no farían si fuesen pertidas. ◊ Aclara o interpreta el sentido de un miembro precedente (Este valor se documenta a partir del siglo XVII y se mantiene hasta la actualidad.) | 1620 LUNA, Segunda parte del Lazarillo de Tormes: Respondióme que, si quería salir limpio de polvo y de paja, me aconsejaba juntase a la ociosidad de María, el trabajo de Marta; a saber: que, con ser pícaro, añadiese serlo de cocina, del mandil, del rastro o de la soguilla, que era como poner una salvaguarda a la picardía. El origen del marcador o sea está en las construcciones disyuntivas (de carácter inclusivo) que se documentan desde el siglo XIII (Casado 1996; Pons 2006) en las que se plantea una alternativa entre dos opciones ―(sea) X o sea Y―; la evolución dellos para su mantenimiento. (Hernando del Pulgar, Crónica de los Reyes Católicos, p 1480-1484) Por la qual razón Aristótil en el segundo de la Política, cuenta los hombres speculativos entre la parte essencial de la república; donde los cavalleros affirma ser la tercera parte. Y Platón solo su república dividía en dos partes; es a saber: en juyzios y en hombres darmas. (Luis de Lucena, Repetición de amores, c 1495)

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a marcador de reformulación supone un cambio semántico por el que el hablante presenta la segunda opción como una explicación34 de la anterior, tal como aparece en los primeros empleos documentados en el siglo XVI; este desarrollo implica la elección de una nueva formulación alternativa que se muestra más relevante que la primera y sirve, además, para explicar aclarar o rectificar el sentido en el que se ha utilizado la expresión precedente; este cambio semántico va acompañado de cambios formales que implican que la locución salga del ámbito de la coordinación de estructuras oracionales para establecer relaciones en el ámbito del discurso, se convierta en locución fija y su alcance estructural sea todo el enunciado, lo que supone que las vinculaciones se establecen entre unidades textuales. El valor conclusivo, no documentado hasta el siglo XVIII, deriva de la inclusión de rasgos valorativos en el significado del marcador (Traugott/König 1991), dado que la nueva formulación expresada en el miembro introducido por el marcador supone una reinterpretación de lo dicho antes y la conclusión necesaria que se extrae de ello; este valor será el que se convierta en el más frecuente en los textos posteriores. Un grado mayor de subjetividad implica el valor modal que adquiere en los contextos en los que el hablante lo utiliza para reforzar los argumentos que presenta; este valor aparece esporádicamente en textos del siglo XVIII (Pons 2006) y su presencia se afianza en los textos del pasado siglo, especialmente en registros coloquiales.



O sea Loc Adv ║ conector ║ reformulador ║ 1. Introduce una explicación alternativa a través de la aclaración, ejemplificación o rectificación de lo anterior. (Este valor se documenta en el siglo XVI y se mantiene hasta la época actual.) | 1570-1579 HOROZCO, Libro de los proverbios glosados: Es costumbre antigua entre gente bien criada viendo a uno estornudar hazer algún sentimiento de ayudarle diziéndole, Deus tecum o, “Dios te ayude”, o sea, “Dios con vuestra merçed”. | 1737-1789 LUZÁN, La Poética: Porque aquellas sílabas que se hallan entre los extremos sobre los cuales se levanta o baja la voz, impiden y desconciertan la armonía y la igualdad de las medidas. Por ejemplo, máximos es de cinco tiempos, y aquella sílaba del medio hace desigual el compás, o sea la elevación y depresión de la voz. Loc Adv ║ conector ║conclusión o consecuencia ║ 2. Introduce la conclusión o consecuencia que se deriva que lo expresado antes. (Este valor se documenta desde el siglo XVIII y se mantiene hasta la actualidad.)

34  El ejemplo representativo de este empleo, que incluimos en la caracterización de este marcador, lo hemos tomado del trabajo de Herrero (2006-2007) sobre la evolución de los marcadores de reformulación, porque es muy esclarecedor de los primeros contextos de uso de este marcador.

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| 1733 FEIJOO, Theatro Crítico Universal: […] y murieron desdichadamente los tres autores y executores de la muerte de Pompeyo, Theodoto, Aquilas y Photino; o sea, que las máximas impías por su naturaleza son aptas a producir infortunios. Loc Adv ║ modalizador ║ 3. Refuerza lo dicho o el punto de vista mantenido. 1956 SÁNCHEZ FERLOSIO, El Jarama: Muy bonitos, una línea, el detallito de una guarnición, de una virguería; bien presentado o sea.

El origen del marcador es decir está en las construcciones en las que actúa como forma libre, cumpliendo funciones sintácticas oracionales (Herrero 20062007), para explicar el significado de una palabra o de un concepto anterior. El paso a marcador discursivo se produce cuando esta forma se convierte en unidad independiente, con una función textual, que añade al valor de explicación del significado de una palabra o concepto mencionados antes el de servir de guía para interpretar el sentido de lo expresado previamente; este empleo como reformulador, ya manifiesto en el siglo XV, aumentará su frecuencia de uso en los Siglos de Oro, época en la que su presencia es habitual en todo tipo de textos35. A diferencia de o sea, que presenta la explicación como una alternativa, la explicación proporcionada con es decir marca una relación de identidad entre los miembros concatenados, derivada de la presencia del verbo ser en la composición del sintagma y responsable de ese valor de identificación. La evolución al valor conclusivo, documentado ya en textos del siglo XVIII, supone añadir rasgos valorativos de la actitud del hablante al significado del marcador, lo que implica que la nueva formulación introducida por este se interprete como la conclusión que ha de derivarse de lo expresado en los miembros anteriores.

Es decir Loc Adv ║ conector ║ reformulador ║ 1. Introduce una explicación del significado o del sentido contextual de lo manifestado en el segmento precedente. (Los primeros testimonios aparecen en el siglo XV y se mantiene con este valor en la actualidad.) | p 1468 CÓRDOBA, Jardín de nobles doncellas: Pues que ya es dicho y largamente recontado de la criación de la primera mujer, que fué maravillosa y llena de gran-

Según señala Casado (1996: 323), los primeros testimonios del marcador textual es decir pertenecen al siglo XVIII y se trata de un galicismo gramatical, calco del francés c’est-à-dire. Como hemos documentado, las primeras apariciones de esta forma con la función de marcador de reformulación datan del siglo XV, por lo que es difícil que pueda ser un galicismo incorporado en el siglo XVIII; aunque sería posible considerar que en esa época hubiera un aumento en el empleo de este marcador por influencia de la forma francesa (Herrero 2006-2007). 35 

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des misterios, razón será, según la orden que al comienzo pusimos, que digamos de la generación de las otras mujeres, es decir, de la generación natural de varón y mujer. | 1552 CASAS, Tratado sobre los indios: […] a esta Iglesia, tu esposa, te consagraste, dejando las otras cosas; es decir, te ligaste a Dios mediante la fe. Loc Adv ║conector ║ consecuencia o conclusión ║ 2. Introduce la conclusión o consecuencia que se deriva a partir de lo dicho. (Este valor se documenta desde el siglo XVIII y se mantiene en la actualidad.) | 1790 JOVELLANOS, Memorias para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas: Un teatro tal, después de entretener honesta y agradablemente a los espectadores, iría también formando su corazón y cultivando su espíritu; es decir, que iría mejorando la educación de la nobleza y rica juventud, que de ordinario le frecuenta.

6. Conclusiones El análisis de la evolución de los marcadores discursivos se muestra imprescindible para poder representar adecuadamente estas unidades lingüísticas en un diccionario histórico; es necesario saber cuál es su origen y cómo se desarrollan hasta convertirse en una categoría funcional y pragmática especializada en señalar las relaciones que se establecen entre los enunciados. La procedencia de estos elementos remonta a orígenes diversos. En unos casos, responde a la evolución de estructuras existentes en el propio sistema lingüístico, de modo que los nuevos significados, como marcadores discursivos, se suman o sustituyen a los de la forma originaria, por lo que, en su descripción, habrá que señalar cuándo surge cada una de las acepciones, si se mantiene vigente o si desaparece en una época determinada. En otros casos, los marcadores se crean como un calco semántico del sentido que la forma tenía en la lengua latina, por lo que, aunque no se ha producido un proceso interno de transformación significativa, es preciso señalar en qué momento se incorpora el nuevo sentido. Por otra parte, en el desarrollo evolutivo, estas formas han experimentado un proceso de cambio semántico, que ha supuesto la pérdida de su significado referencial originario y la adquisición de un nuevo significado relacional, asociado a un proceso de descategorización, a una ampliación de su alcance estructural y a una mayor movilidad; por tanto, en la representación de estos vocablos en el diccionario, será necesario determinar qué rasgos formales los caracterizan y cuál es la función que desempeñan en el discurso. De este modo, en la propuesta de definición de cada uno de los marcadores analizados, se ha intentado que la descripción fuera lo más ajustada posible a sus

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peculiaridades formales, funcionales y significativas y que los ejemplos que acompañan a las acepciones recogidas fueran representativos del sentido del marcador en cada una de las etapas evolutivas. Referencias bibliográficas Anscombre, J. C./Ducrot, O. (1994): La argumentación en la lengua. Madrid: Gredos. Blakemore, D. (1987): Semantic constraints on relevance. Oxford: Blackwell. — (1992): Understanding utterances (An introduction to pragmatics). Oxford: Blackwell. Brinton, L. J./Traugott, E. (2005): Lexicalization and language change. Cambridge: Cambridge University Press. Briz, A. (2002): “Apuntes para la definición lexicográfica de o sea”, en: Pöll, B./Rainer, H. (eds.): Vocabula et vocabularia. Études de lexicologie et de (meta)lexicographie romanes en l’honneur D. Messner. Frankfurt: Peter Lang, 45-52. — (2005): “Diccionario de partículas discursivas del español (DPDE). Resultados de un proyecto de investigación”, en: Albalá, M. J. et al. (eds.): Filología y Lingüística. Estudios ofrecidos a Antonio Quilis. Madrid: CSIC, vol. 1, 675-687. Casado, M. (1996): “Notas sobre la historia de los marcadores textuales de explicación es decir y o sea”, en: Casado Velarde, M./Freire Llamas, A./López Pereira, J. E./Pérez Pascual, J. I. (eds.): Scripta Philologica in memoriam Manuel Taboada Cid. La Coruña: Universidad de La Coruña, vol. 1, 321-328. Company, C. (2004): “¿Gramaticalización o desgramaticalización? Reanálisis y subjetivización de verbos como marcadores discursivos en la historia del español”, en: Revista de Filología Española 84, 29-66. CORDE. Real Academia Española (2007): Corpus diacrónico del español. http://corpus. rae.es/cordenet.html. Corominas, J./Pascual, J. A. (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos, 6 vols. CREA. Real Academia Española (2007): Corpus de referencia del español actual. http:// corpus.rae.es/creanet.html. Cuenca, M. J. (2001): “Los conectores parentéticos como categoría gramatical”, en: Lingüística Española Actual 23, 211-235. Ducrot, O. (1980): “Analyse de textes et linguistique de l’énonciation”, en: Ducrot, O. et al.: Les mots du discours. Paris: Minuit, 7-56. Fraser , B. (2006): “Towards a theory of discourse markers”, en: Fischer, K. (ed.): Approaches to discourse particles. Amsterdam: Elsevier, 189-204. Fischer, K. (2006): “Frames, constructions, and invariant meanings: the functional polysemy of discourse particles”, en: Fischer, K. (ed.): Approaches to discourse particles. Amsterdam: Elsevier, 427-447. Fuentes, C. (2006): “El diccionario de conectores y operadores del español”, en: Español Actual 88, 11-34.

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VI. Cuestiones de etimología e historia

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1. El latín y la historia de las lenguas románicas Desde los primeros estudios sobre la historia de la lengua española y sobre lo que Mayans i Siscar (1737) o Aldrete (1682) y —siguiendo esta tradición— también Menéndez Pidal (1929) llamaron los Orígenes del Español, es bien sabido en España que la lengua nacional castellana perpetúa aquella variedad del latín que los soldados, colonos y mercaderes romanos llevaron a la Península Ibérica, después de haberse apoderado de ella en duros enfrentamientos bélicos con los cartaginenses (Baldinger ²1971: 204 ss.; Lapesa 81980: 55 ss). Las teorías especulativas que nos comenta Bahner (1956) nunca han provocado una crisis en la autopercepción de los españoles, por ser tan evidente la similitud que guarda el castellano —al igual que el catalán (Lleal ²2003: 13ss.; Koppelberg 1998; Badia i Margarit 2005) y el portugués (Teyssier 1980: 3 ss.)— con el latín, su lengua madre. Ello garantizaba a su vez el poder establecer un lazo directo entre la lengua vulgar y, usando una expresión de Dante, uno de los idiomata sacra (cf. Müller 1971). El latín constituía el origen del léxico y de la gramática, y si bien Nebrija (1492 [1946]) ya era consciente de que no debía relacionarlo directamente con la norma del castellano renacentista, sabía que la lengua latina había experimentado una evolución durante todos estos siglos hasta transformarse, finalmente, en lengua castellana, y estaba convencido de que si en la historia factual no se hubieran producido tantas interferencias y perturbaciones, la lengua no se habría ‘corrompido’, generando los resultados lingüísticos que todos conocemos (cf. también Valdés 1535 [1928]; Aldrete 1682). De la misma manera, en la época del humanismo se impuso la idea de que el cambio lingüístico siempre implica la pérdida de calidades anteriores (Schmitt 1982; Gerighausen 1963), y de que la evolución lingüística, por estar regida por principios históricos, corresponde a algún tipo de ley natural.

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Gracias a los filólogos del siglo XIX (Wunderli 2001) y, en particular, a los neogramáticos (Schneider 2001), esta supuesta corrupción fue objeto de una reevaluación, pero tan positiva que casi podemos hablar de una glorificación: si hasta entonces el cambio se había interpretado como una forma de desmejoramiento de la lengua, ahora se empezó a concebir como reflejo del trabajo continuo de las fuerzas generadoras de las comunidades lingüísticas y pueblos (Spitzer 1922: 43 ss.), y a considerar aquello que yace en las lenguas vulgares modernas como una creación del genio humano y de la creatividad de los hablantes. Uno de los frutos típicos de esta nueva concepción de la lengua, y que marca prácticamente el punto final de toda una serie de trabajos basados en una concepción biologistaevolucionista de la lengua humana, son el Diccionario etimológico románico de Diez (Diez 1853 [51887]; cf. Sykora 1973) y sobre todo el Diccionario etimológico románico de Wilhelm Meyer-Lübke (³1935), como pone de manifiesto el siguiente ejemplo de la familia etimológica de nasci “nacer”: —

— —





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El verbo deponente nasci no entra en el diccionario, puesto que este tipo de verbos no se ha conservado en ninguna de las lenguas vulgares (FEW: 7, 18a; IEW: I, 373). Este hecho justifica que sólo se documente el lema lat. nascĕre (REW: 5832), del cual se derivan rum. naşte, se naşte, vegl. naskoit, it. nascere, logud[orés] naskere, engad[ino] našer, friul[ano] nási, fr. naître, prov[enzal] naiser, cat. naixer, esp. nacer, port. nascer y en español antiguo el derivado naciente, sinónimo de “mañana, sol naciente” (FEW: 7, 22a). Al sustantivo nascěntia se le reserva una sola entrada: it. ant. nascenza “úlcera” (REW: 5831). La palabra natālia “perteneciente al nacimiento” (REW: 5844) se la relaciona con nağa “nacimiento” en el habla de Vicenza, con naie “engendro, ralea” en el dialecto de Istria, en el dialecto antiguo de Padua y de Trevisio, y con naye “regalos de los padrinos” en las hablas de Lotringia y de la Franche-Comté (cf. también REW: 5845). El sustantivo natio, -ōne sólo se lo registra con los significados de “nacimiento”, “origen”, de manera que las únicas palabras emparentadas que han permanecido en el continuo latino-románico son los vocablos nascia y nescia en mallorquín (REW: 5848a). Como única palabra heredada con extensión panrománica queda, entonces, natus “nacido”, que se perpetuó en rum. nat “niño”, prov[enzal] nat, fr. ant. née, prov[enzal] nada “muchacha”, esp. ant. nadi, esp. mod. nadie, esp. y port. nada, logud[orés] s’omine de a nadis “capataz”, fr. ant. mauné, prov[enzal] malnat “malcriado”, port. nonada “cosa insignificante”, lomb[ardo] monat (REW: 5851).

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El adjetivo natīvus “natural” (REW: 5849) y su derivado natīvĭtas, -āte “nacimiento” (REW: 5848b) cubren lingüísticamente áreas poco extensas, puesto que el primero solamente ha sobrevivido en it. natio, fr. naif, prov[enzal], cat. nadiu, logud[orés]. nadia “estirpe”, en el habla de la Valonia como anevé “generar” y düsnevé “extirpar”, en port. agoa nadival “agua de manantial”, y el segundo constituye la base del esp. navidad (Roberts/Pastor 1996: 57 s.).

Como se desprende de estos ejemplos, exclusivamente las formas que cuentan con una tradición en las lenguas vulgares despiertan el interés de los neogramáticos, mientras que a los otros vocablos de procedencia latina se los ignora por ser meros productos de la historia cultural. De este modo el lector no es instruido sobre la importante evolución semántica que ha experimentado la voz latina natio, atestiguada por primera vez en Cicerón (Georges 81988: II, 1100 s.), y que ya en Tertuliano equivale al griego eθνη “nationes”. Tampoco se nos facilitan informaciones sobre el transcendental desarrollo semántico que ha sufrido esta palabra hasta la Edad Media, ni del particular impulso que toma a partir de la Revolución Francesa (TLF: 12, 2 ss.), generando la formación de los términos respectivos nación en español, nation en francés o nazione en italiano, hasta convertirse en palabra clave del discurso político de la modernidad. Así tampoco es de extrañar que en el diccionario etimológico románico (³1935) no figure una entrada natura, porque esta palabra inventada por Cicerón no ha permanecido en el caudal de los vocablos heredados de las lenguas vulgares, por lo cual a Meyer-Lübke le resultaba lógico que aquí —como en el caso de las voces latinas de la misma familia de palabras naturalis y naturalitas (FEW: VII, 49a)— se tratara de voces ‘cultas’. Otro ejemplo no menos significativo es el hecho de que el Diccionario etimológico del francés (FEW) no conoce el lema naturalismus, a partir del cual se formó la derivación naturalisme en francés moderno con el significado de “interprétation mythologique des faits de la nature” o “caractère purement naturel d’une maladie” (1719, Lamotte); y ello a pesar de las siguientes acotaciones de Walther von Wartburg acerca de estas formaciones neológicas: Se trata de neologismos generados posteriormente basados en el latín naturalis, que, en parte, también pueden haberse formado por primera vez en el neolatín de los científicos. Así el libro de Diecmann De naturalismo cum aliorum tum maxime Joh. Bodini, publicado en 1683 en Kiel (y en 1684 también en Leipzig) es anterior a la primera documentación de naturalisme (FEW: VII, 52a). (Texto traducido al castellano.)

Pero ni siquiera estas lúcidas observaciones podían convencer a los lexicógrafos romanistas de eligir la voz neolatina naturalismus como punto de partida para una familia de palabras presente en todas las lenguas occidentales europeas.

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Desde aquella fecha, por cierto, hemos podido acumular todavía más datos acerca de esta palabra nuevamente formada: naturalismus, -i m., ya atestiguada en Jean Bodin en 1588 y que figura, además, en la tesis de doctorado de J. G. Faber, del año 1752, publicada en Tübingen, que se titula De naturalismo maxime subtiliori. En contraste con ello, la formación naturalista se utilizó en la tesis de doctorado de Ch. Wendler, titulada De doctis Italiae naturalistis, publicada en Jena en 1721, y con anterioridad en la tesis de D. G. Morhof (1708, 1, 77), titulada Polyhistor in tres tomos literarium, philosophicum et practicum, divisus, sacada a luz en Lübeck (Helfer ³1991, s.v.v.). Discutir en este contexto qué tipo de información quisiera encontrar el lector de los diccionarios históricos no tiene, evidentemente, mucho sentido; pero es seguro que nadie puede disputar el gran interés del lector moderno por voces como natura y, respectivamente, naturalis y naturalismus. Si Meyer-Lübke hubiera tenido conocimiento de lo que por primera vez detectó von Wartburg, a saber que la raíz latina nātūra “nacimiento” se ha conservado en tres pueblos de la Savoya —en concreto “en Ollon como ñüra, fem., en Houches como nǭra y en Magland como ñoḗ˛rə, significando “vágina de la vaca etc.” (FEW: VII, 45b)”—, seguramente le habría otorgado una entrada a la voz latina natura “naturaleza etc.”. Estos tres testimonios habrían bastado para que el étimo popular recibiese una revalorización desde la perspectiva de los neogramáticos, y hubieran documentado de manera satisfactoria su permanencia en el continuo latino-románico. También hubieran evitado la ignorancia por parte de muchas obras que no han sabido incorporarlo, como, por ejemplo, el compendio de Dee (1997: I, 321ss.), que además se caracteriza por su incapacidad de distinguir entre el léxico heredado y el léxico culto. 2. La relación entre el latín y las lenguas románicas La concepción de los actuales diccionarios históricos sobre las lenguas románicas apenas se distingue de los principios que aplicaron los antiguos maestros de la romanística. Este déficit es válido también para los diccionarios de la lengua española, más precisamente para los diccionarios de Alonso (1986) y de Corominas/Pascual (1980-1991), puesto que éstos mantienen todavía —como el famoso Thesaurus Linguae Latinae (1900-)— el enfoque en la continuidad latinorománica, o sea en el vocabulario heredado, a la vez que subestiman la historia cultural y enciclopédica del léxico. Muchos siguen pensando hoy en día que la tarea del lingüista y, más todavía, del etimologista debe consistir en el hallazgo de todas las transformaciones que ha sufrido el vocabulario en y a través del uso del pueblo, mientras que consideran la documentación de la evolución del léxico

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culto una actividad poco exigente, casi profana para un experto (cf. Kontzi 1982; R. Schmitt 1977). Un diccionario histórico, sin embargo, debería comprender la totalidad del léxico e instruir al lector sobre la evolución de cada palabra, cada familia de palabras y cada concepto. No debe limitarse de ningún modo a la documentación de sólo aquellos exempla que han sido de especial interés para una determinada generación o una época, como en el caso de la etimología del verbo español hallar, del latín afflare, que ha recibido el interés de los filólogos con la única razón de poder apoyar la explicación del it. tropare o del fr. trouver como términos técnicos de la cacería (Schmitt 2001: 248-254). En lo que concierne a la documentación del latín en los diccionarios, es corriente hasta hoy distinguir, de manera bastante simplista, únicamente los dos siguientes tipos de léxico: Primero, el léxico que se caracteriza por su continuidad que va desde el latín popular hasta la variedad medieval o moderna de una o varias lenguas o dialectos de la Romania, como por ejemplo en el caso del lat. afflare — esp. hallar “llegar traído por un soplo de viento, encontrar” (Lüdtke 1968: I, 84; Rohlfs 1971: 82 ss.; REW: 261), pero también en el caso de formas reconstruidas como la de *sŭbjŭgarium “correa de la yunta” (H. Lüdtke 2005: 109 ss.; REW: 8369a), que se conservó en la Iberoromania, i.e. en el sanábrico como šišugeiro, sexubeiro. Esta relación entre el latín y la lengua vulgar se puede ilustrar de la siguiente manera (Tagliavini 1973: 158 ss.; Calboli 1997; Schmitt 2006):

étimo

palabra heredada

Modelo 0: Vocabulario perteneciente al continuo latino-románico

Segundo, el léxico importado —en algún momento de la historia— de los textos de la literatura latina proviene normalmente de la época clásica. Estas voces reciben en la tradición española el nombre de cultismos, pero son en realidad préstamos procedentes de una superestructura clásica que no han seguido el desarrollo fonético y morfológico normal de las palabras vernáculas (Schmitt 1992; ²2000; 2006):

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literatura clásica | | recepción literaria ↓ ↓ latín vulgar

↓ lengua(s) románica(s)

Modelo 1: Préstamos directos del latín clásico (vinculación usual)

Muchos de estos préstamos del latín clásico, como por ejemplo el caso de lat. natura, que ya tratamos, o de conceptum, los conocen y los han integrado y conservado prácticamente todas las lenguas románicas. No obstante, debemos preguntarnos si dichas lenguas han importado estos cultismos directamente del latín, según advierten normalmente los diccionarios, o si no existen más bien lenguas de distribución para estos cultismos. Este es el caso de la gama de latinismos que llegaron a cada rincón de la Romania y a otras áreas lingüísticas a través de las traducciones de la Encyclopédie ou dictionnaire raisonné, des arts et des métiers, par une société de gens de lettres, de Diderot et d’Alembert (1751-1780), obra clave en la formación de los tecnolectos de las lenguas occidentales europeas. El latín, empero, no es una lengua atemporal y sólo accesible a través de los textos de la Antigüedad. Debemos considerar también el bajo latín y, sobre todo, el latín medieval, documentados desde finales de la migración de los pueblos germánicos en el Imperio Romano hasta los comienzos del Renacimiento, el cual hemos de concebir como una variedad que se desarrolló como lengua literaria con sus propias características lingüísticas (Stotz 1996-2004). Esta variedad ha influido en todas las lenguas románicas —con excepción del rumano—, al igual que la lectura de su literatura canónica contribuye todavía al desarrollo y enriquecimiento de los tecnolectos de mayor peso:

bajo latín latín medieval |‫ ←׀‬recepción literaria ↓ ↓ ↓

(↓) latín vulgar

lengua(s) románica(s)

Modelo 2: Préstamos directos del bajo latín y del latín medieval

En este punto de la investigación resulta pertinente preguntarse si nos encontramos verdaderamente ante un préstamo directo del latín, o si los cultismos de la

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baja latinidad, en muchos casos comunes a las lenguas románicas, no han entrado también por mediación de varias lenguas de distribución. La tercera fase que podemos distinguir en la cronología del latín aún no ha llegado a su fin. Esta variedad del latín perdura hasta hoy, porque en la actualidad se sigue trabajando en el desarrollo y la ampliación funcional del neolatín (cf. Munske/ Kirkness 1996). Como prueba viva de esta actividad permítanme citarles un breve fragmento de la invitación que me llegó por correo electrónico el 28 de julio de 2006 remitido por el Departamento de las Filologías Clásicas de la Universidad de Aarhus en Dinamarca: I am writing you on behalf of the International Committee on Systematics of Prokaryotes (=Bacteria) and its Judicial Commission. These international gremia are in charge of admitting and validating Latin/Neolatin names of newly described genera and species of bacteria. At present about 5000 species are described and named. As there is good reason to believe that in nature there exist about 3 million of bacterial species that have not been characterized and named yet, microbiologists are facing a problem […].

Esta invitación tiene ya sus preliminares que pueden ser constatados en el Neulateinisches Jahrbuch/Journal of Neo-Latin Language and Literature (6, 2004, 318-327), donde el señor Hans G. Trüper en su función de catedrático de microbiología hace un llamamiento urgente a sus colegas filólogos en el mundo entero: The help of Neo-Latinists is strongly needed by biologists, especially in microbiology where the vast majority of microbes does not bear names yet. The naming of new biological taxa can to my experience best be done in a close operation between a biologist, preferably with some Latin knowledge, and a Latinist preferably with some knowledge of the pertinent rules of biological nomenclature. Neo-Latinists, the world community of biologists needs and would welcome your help! (326)

Hasta ahora nadie puede saber la importancia que van a tener semejantes creaciones terminológicas para las lenguas vulgares románicas, pero unas cuantas tendrán seguramente el potencial para que se integren como cultismos en el español o en otras lenguas románicas, como lo demuestra, por ejemplo, el fenómeno de la gripe aviar (Feig 2005: 296 ss.). La relación entre el neolatín y las lenguas románicas se puede visualizar, en consecuencia, de la siguiente manera:

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latín vulgar

neolatín ↓ ↓

↓ lengua(s) románica(s)

Modelo 3: Préstamos directos del neolatín

Aun aquí tenemos que contar con la posibilidad de una intervención de diferentes lenguas de distribución, de manera que debemos ser conscientes de que la base neolatina puede ser tanto la invención de un hablante de una lengua románica como también de una de las lenguas germánicas o de cualquier otra familia lingüística. Uno de los ejemplos más citados en este contexto es el de la formación neolatina morfología (FEW: VI, 2, 140 s.v.), morphé (gr.) “forma”: desde 1822 se conoce en francés moderno la palabra morphologie en el sentido de “science étudiant la forme et la structure des organismes”, pero con mucha razón von Wartburg complementó el artículo de Meyer-Lübke con la siguiente observación (FEW: II, 2, 140 s.): Los grupos de palabras que aquí se reúnen se basan en el griego μορφή “forma”. (1a) está formado a partir del elemento -logie (del gr. λόγος), que por ejemplo ya en el siglo XVI dio lugar a anthropologie. La palabra [scil.: Morphologie] se formó por primera vez en el alemán (Goethe) […]. (Texto traducido al castellano.)

Esta genealogía de la palabra morphologie es sin duda certera, aunque el fr. théologie “science de l’être divin, de ses attributs et de ses relations avec l’homme, constituée selon la révélation chrétienne (1a documentacion hacia 1240)” (FEW: XIII, 1, 304a) es un ejemplo de que el sufijo -logie ya había sido activado para la creación de formaciones análogas, en este caso concreto en el bajo latín y en el latín medieval. La tradición hispánica puede contar igualmente con formaciones paralelas desde la Edad Media, aunque las circunstancias y modalidades de su integración en la lengua vulgar todavía no se han estudiado detalladamente:

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préstamos románicos o no románicos

formaciones ‘neolatinas’ en una o más lenguas románicas o no románicas afinidad con el latín

sistema (virtual) del latín (clásico, bajo, medieval o moderno) Modelo 4: Préstamos de las lenguas europeas

Con respecto a estos préstamos más antiguos resulta, desde luego, muy poco convincente y apenas fundado postular que el español los haya importado directamente del latín. Sin embargo, el ejemplo de morfología/morphologia debe prevenirnos de llegar a conclusiones apresuradas, sin ofrecer las debidas pruebas científicas. Como regla general, siempre se debe tener en cuenta el siguiente modo de integración: neolatín ↓ lengua de distribución ↓ latín vulgar lengua(s) románica(s) Modelo 5: Préstamos indirectos a través de una lengua de distribución

3. Estudio ejemplar Para mayor claridad y para darles una impresión de lo complejo que es a veces trazar los caminos de adaptación e integración de un cultismo, quisiera presentar

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y comentarles en detalle el ejemplo muy ilustrativo del término técnico para la ciencia que atañe al proceso del envejecimiento y del comportamiento de las personas mayores, tema muy actual en el ámbito europeo contemporáneo. Quien consulte el, desafortunadamente, poco conocido y, por eso, raramente utilizado Lexikon auxiliare de Christian Helfer (Helfer ³1991) con respecto al campo semántico ‘VIEJO’ (véase Geckeler 1971) —campo que comprende ciertamente un gran número de lexemas tanto en latín como en las lenguas románicas—, pronto se dará cuenta de que existen varias posibilidades para forjar el término técnico de esta ciencia mediante préstamos o formación de palabras (cf. también Egger 1992: 153; Georges 81988: I, 2927s.; Niermeyer/Van de Kieft ²2002: I, 611; Pape 1864: I, 437s.). —





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En un principio, contamos para el concepto de ‘VIEJO’ con las palabras latinas vĕtus y vĕtĕrārius, ambas voces bien integradas en el sistema léxico. Así para la Altbier, un tipo de cerveza que se considera una especialidad de Düsseldorf, el diccionario propone (ignorando el origen etimológico verdadero del morfema alemán alt < lat. altus → alta fermentación, en alemán “obergärig”) como traducción cervēsia vĕtĕrāria; para altbacken (“pasado de moda”), propone el lat. vĕtus; para altes Brot (pan viejo) pānis vĕtus, y como equivalente de Althochdeutsch (antiguo alto alemán) recomienda el sintagma latino vĕtus theodīsca lingua. La segunda posibilidad que se ofrece para formar una nueva familia de palabras se basa en la raíz sen-. De esta manera Alterskrankheit (la enfermedad senil) se traduce por lat. morbus ex sĕnio, la Altersversorgung (pensión de vejez) por lat. ălĭmōnĭum sĕnum, el Ältestenrat (consejo mayor) por lat. collēgĭum sĕniōrum y Alterspräsident (el presidente honorífico) se traduce —ya en 1882— por lat. qui præest ex jure sĕnectūtis. El Alterssitz (la casa donde uno pasa el último período de la vida) recibe una traducción mediante la frase latina sēdem sĕnectūti prospĭcere, ya documentada en Cicerón, cuando éste habla de la posibilidad de decidir sobre el lugar adecuado para esta época (Liv. 4, 49, 14), y la Alterssoziologie (la sociología de la vejez) se vuelve en latín sociologia sĕnectūtis. Sin embargo, dado el hecho de que la raíz sentambién se ha continuado como base de palabras heredadas (REW: 7818s. y 7821), no se recomienda precisamente para la construcción de cultismos y, por consiguiente, tampoco se ha empleado muy a menudo con esta finalidad. Otro étimo que puede llegar a ser productivo en la formación de neologismos es el sustantivo lat. aetas (REW: 251), del cual se han derivado

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tanto la formación latina statuta aetas para el límite de edad como también el sintagma latino aetātis infirmĭtas para la decrepitud. Desde 1864 se documenta, además, aetas culta que quiere decir Siglo de las Luces. Por último, se puede recurrir a una raíz, un préstamo del griego, a saber geron(t)-, la cual ya en el Código Justiniano (1, 2, 19) da origen a la palabra gerontocomium como término para el concepto residencia de tercera edad, produciendo a su vez el neolatinismo y neologismo gerocomia en 1683 (Blancardus 1683 [1973]: 228), y también la formación novedosa geriatria, igualmente documentada en un tratado neolatino (Helfer ³1991: 73 s.).

Contemplando la evolución y fortuna de cada base en las lenguas románicas, es altamente significativo que la palabra sĕnium —por muy frecuentemente que haya sido usada en el campo de la medicina por las primeras tesis doctorales (J. Ch. Pohl, De morbis ex senio, Leipzig 1777; M. J. Nettekoven, De morbis senii nonnulla, Berlin 1835; Ch. Altmann, De senio eruditorum, Leipzig 1711)— no ha logrado establecerse en el vocabulario científico de los tecnolectos de las lenguas románicas y occidentales europeas, al igual que las expresiones marasmus senīlis (Blancardus 1683 [1973]: 303) y senīlitas (Helfer ³1991: 74). Quien se tome la molestia de revisar los diccionarios actuales de las lenguas románicas pronto se dará cuenta de que la raíz griega geront(o)- (Pape 1864: I, 437 s.) predomina claramente como elemento formativo para neologismos, y podrá constatar que la formación gerontologia, cuyo origen y primera documentación no serán revelados por el momento, está firmemente arraigada en todas las lenguas nacionales que han desarrollado en la arquitectura de su diasistema las estructuras necesarias para un discurso científico. Esta situación es tanto más sorprendente, dado el hecho de que el diccionario más importante del bajo latín de Niermeyer/ Van de Kieft, el Mediæ Latinitatis Lexicon minus (²2002) no registra más de un derivado de esa raíz, en concreto gerontocomium/gerocomium “hospice de vieillards/old men’s home/Armenhaus”, que puede interpretarse como equivalente del español residencia de tercera edad (I, 611a). Para darles un ejemplo de cómo los diccionarios modernos van trastocando estos hechos etimológicos, voy a citar primero el lema del Petit Robert (NPRob 2003), dado que en ninguna lengua se han estudiado tan cuidadosamente las primeras documentaciones y genealogías del vocabulario como en francés: “G é r o n t o l o g i e (1950; de géronto-, et -logie). Méd. Étude des phénomènes liés au vieillissement de l’organisme humain; étude de la vieillesse (sociologie, médicine. V. G é r i a t r i e ” (2003, 1181a).

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Este diccionario alberga además de las entradas géront(o)-, géronte (1636/1828), gérontisme (1866), gérontocratie (1865), gérontologue (1965), gérontophile (1980) y gérontophilie (1962) —aparte de gériatrie (1961)—, una lista que se puede ampliar sólo insustancialmente con la ayuda del FEW: IV, 123a, donde se aportan los lemas adicionales gérontocratique (desde Montesquieu; Besch 1845) y géronterie. Cabe notar que la situación lexicográfica que encontramos en francés no se diferencia mucho de la que se nos presenta en otras lenguas románicas o incluso en inglés. La página web de Google cache, sin embargo, nos presenta en la sección ‛Asistencia médica — Comunidad para los trabajos médicos, sociales y de cuidados’ las siguientes informaciones acerca de la palabra temática Gerontologie: Gerontologie (alemán para gerontología) es la ciencia de la vejez y del envejecimiento. Su objetivo consiste en el estudio del proceso de envejecimiento en sus aspectos médicos, psicológicos, sociales y biológicos. El término Gerontologie fue usado por primera vez en 1903 por el investigador ruso Elie Metchnikoff en su libro Étude sur la nature humaine publicado en 1903. Uno de los primeros gerontólogos es el matemático QUETELET, quien a principios del siglo XIX elaboró estadísticas de la tasa de mortalidad y examinó el tamaño y el desarrollo de los órganos de las personas mayores. La investigación sistemática del envejecimiento comenzó a partir del año 1918. Los estudios se concentraron entonces en el análisis de la inteligencia. (Traducción al castellano.)

Esta información, que a primera vista parece solucionar nuestro problema genealógico, no debe dar motivo a deducciones precipitadas. No en vano advierten los suministradores del sitio, que “[l]os autores de los sitios que se muestran como resultados de la búsqueda o que están vinculados con los servicios de búsqueda de Google son personas sobre las que Google no ejerce ningún control”, y dejan claro que Google renuncia a todas y cada una de las responsabilidades respecto a la precisión, contenido, integridad, legalidad, fiabilidad, funcionamiento o disponibilidad de información o material que se muestra en los resultados de los Servicios de búsqueda de Google,

actitud que desacredita a priori la fiabilidad de los resultados. Esta advertencia se ve plenamente justificada por el hecho de que la obra de Metchnikoff (1903 [41908]) está citada con imprecisión, y en particular por la circunstancia de que el término gerontologie no aparece una sola vez a lo largo de esta obra. Si recurrimos, más bien, a Helfer (³1991:234), podemos encontrar sub voce «Gerontologie» la tesis de un jurisconsulto, llamado Theodosius Schoepffer(us), titulada Gerontologia seu tractatus de iure senum, publicada ya en 1705 en Quedlinburg (Alemania). Basándonos en este testimonio, podemos evidentemente descartar la idea de que

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el concepto y la palabra se hayan formado con fecha tan tardía como la del año 1950, como sugiere el Petit Robert; hipótesis tanto menos probable, en vista de la cantidad de derivaciones creadas a partir del formans grecolatino geronto-, atestiguada ya en los diccionarios del bajo latín de Hoven (1994, s.v. gerontotrophium) o de Helfer (³1991: s.v.v. gerontotrophium “residencia de tercera edad”; gerocomia “ciencia médica que se dedica a las enfermedades de la vejez”). Si limitáramos, además, nuestra investigación al nivel del significante, dejando a un lado el significado, podríamos traer para este neologismo una documentación todavía más temprana. Este testimonio siempre se ha ignorado en los diccionarios del latín, seguramente por tratarse de una formación casual que Erasmo de Rotterdam creó para sus Colloquia familiaria como título de una escena que en la edición de Werner Welzig de 1995 (VI, 212ss.) fue traducida como Charla entre hombres viejos (ΓEPONTOΛOΓÍA, sive OXHMA “ALTMÄNNERGESPRÄCH, oder: DAS FUHR-WERK”): en el nivel material y formal esta creación corresponde perfectamente a los neologismos gerontología en español o Gerontologie en alemán, pero no por eso se debe interpretar como precursora de la tradición que se inició con Schoepffer(us) (1705), dado su significado completamente distinto y la ausencia de vinculaciones posibles. Sin embargo, es imprescindible acumular todos estos datos para una presentación y evaluación históricamente correcta de las formaciones gerontología en español y/o gérontologie en francés, gerontology en inglés, gerontologia en italiano y gerontologia en portugués. En este orden de ideas, es importante no olvidar que los diccionarios de las lenguas románicas prefieren siempre suponer una evolución lingüística interna y eo ipso una solución ‘nacional’. Por ello explican la existencia de una palabra culta usualmente mediante el proceso de la recomposición, como podemos observar en la siguiente tabla comparativa:

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Documentación lengua/ diccionario francés; NPRob gérontologie, 1950, de 2003, 1181a géronto- et -logie, “Etude des phénomènes, des problèmes liés au vieillissement de l’organisme humain; étude de la vieillesse (sociologie, médicine)”; gériatrie inglés: gerontology < gr. The OED2, geront- + -o + -logy prep. by J.A. “scientific study of old age Simpson/E.S.C and the process of ageing”, 1903 Weiner, Bd. VI, (see thanatology, 1954; MediOxford cal Press, 1967 (see geriatrics). 1989, 472b Hence gerontological a., “of or pertaining to gerontology”; gerontologist, “an expert in, or student of, gerontology”. [La palabra gerontology se explica a partir de las formaciones ya preexistentes de gerontological (1944) y gerontologist (1941).] italiano: Zing gerontologo/-gia, comp. di 2004, 778c geronto e -logo/-logia (1955) español: MM 2 1998, II, 1392a

portugués: Machado, III, 8 2003, 147b

gerontología, de geronto- y -logía. Med. “Ciencia que trata de los caracteres biológicos, problemas, etc., de la vejez”. → geriatría. gerontologia: de geront(o) + -logia. Em 1948; Júlio Dantas, em O Primeiro de Janeiro, de 28-1-1948.

origen/proceso de formación formación genuinamente francesa/ con elementos franceses (recomposición)

formación genuinamente inglesa/con elementos ingleses (recomposición)

formación genuinamente italiana/con elementos italianos (recomposición) formación genuinamente española/ con elementos españoles (recomposición)

formación genuinamente portuguesa/ con elementos portugueses (recomposición)

Las formas vernáculas del lat. gerontologia en los diccionarios históricos

Si hacemos un examen detenido de las informaciones que nos ofrecen estos diccionarios acerca de la formación gerontologia, y si recordamos los cuatro modelos sobre las diferentes vías de generación de cultismos bosquejados en la primera

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El latín en los diccionarios históricos del español

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parte de este texto, salta a la vista que ninguna de estas alternativas explicativas ha sido tomada en cuenta a la hora de determinar el origen de este supuesto cultismo. Es más, los lexicógrafos ni siquiera se han tomado la molestia de preguntarse si, para las formas que se documentan en las lenguas románicas —y, eventualmente también, en las no románicas (por ejemplo alemana, rusa e inglesa)—, no se debería tener en cuenta la hipótesis de una procedencia común, como en el caso de la palabra morphologia, la cual, cabe advertir, no parece haberse formado ni expandido a través del neolatín (Schmitt ²2000: 1072a; 2004: 45s.). No por eso habrá quien siga exigiendo —y a lo mejor hasta con cierto derecho— que un diccionario histórico exponga simplemente las informaciones más básicas —al estilo de García de Diego (²1985), cuando constata lacónicamente que la palabra en cuestión se compone de dos elementos—, aunque espero haber podido mostrar de manera convincente la necesidad de un nuevo proceder en la lexicografía histórica. 4. Hacia una nueva metodología El español, al igual que las otras lenguas occidentales europeas, forma parte de aquella comunidad cultural que tiene sus fundamentos en la lengua latina y se caracteriza por una permanente dependencia de esta superestructura (Schmitt 1992; ²2000; Raible 1996). Esta estrecha relación se percibe en todos los ámbitos de la evolución lingüística del español; en particular, los tecnolectos se benefician de ella para satisfacer las nuevas necesidades comunicativas que surgen al paso del progreso científico. El latín cumple aquí una doble función: por un lado, y como ya advirtió Joaquín Du Bellay (1549), el latín desempeña el papel de una cantera lingüística para los idiomas modernos, comparable a los monumentos de la Antigüedad, que a partir de la Baja Edad Media les ofrecieron a los arquitectos materiales para sus nuevas construcciones. La importancia de esta función queda patente en el grado de (re)latinización e internacionalización (Bergmann 1995; Braun 1990) del discurso científico a partir de los escolásticos y todavía más en la epoca del humanismo, cuando un discurso científico desprovisto de elementos del latín era impensable. Por otro lado, el latín proporciona los medios necesarios para la formación activa de neologismos léxicos según el modelo de formación de palabras en la Antigüedad, puesto que las técnicas y elementos formativos del neolatín y neogriego (Holzberg 1996; Kirkness 1994) siempre se han utilizado para enriquecer y actualizar el caudal léxico de los lenguajes científicos (Höfler 1972; Bustos Tovar 1974). En este contexto no es importante si las formaciones respectivas ya existieron o no en el latín o en el griego clásicos: quien es conocedor del

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latín siempre se ha otorgado el derecho de formar neologismos (Becerra Hiraldo 1996) conforme al genio de la lengua latina (Cottez 1986). Aquí las reglas que Valla había formulado para el uso correcto del latín nunca tuvieron vigencia, ni siquiera para los humanistas más conscientes de la norma ciceroniana. Por muy fieles seguidores del modelo gramatical de los escritores clásicos que fueran —aunque no sin ciertas excepciones (Stotz 1996-2004)—, se sentían libres de usar toda la gama de medios que les proporciona el latín a la hora de engendrar conceptos y términos nuevos (Helfer ³1991; Schmitt 1996a). Los autores del neolatín heredaron esta concepción y revelaron a su vez la misma despreocupación en el trato del patrimonio cultural lingüístico, cuando tenían que crear los términos que les eran imprescindibles para la descripción científica de sus conocimientos, como evidenciaron los ejemplos de las formaciones neológicas de gerontología y morfología, las cuales se crearon siguiendo el modelo de formaciones preexistentes: aquel que sabe que en Cicerón está atestiguada la expresión lanista “entrenador de los gladiadores“ no dudará de formar los términos análogos idealista (1745), indeterminista (1834), latinista (1345), materialista (1742), nihilista (Du Cange; las fechas se tomaron de Helfer ³1991) y otros derivados del mismo tipo. Y quien conoce la palabra latinitas del latín clásico tampoco objetará las formaciones admiralitas (1339), elasticitas (1696), electricitas (1719), excentricitas (1267), volatilitas (870/1667) u otros derivados parecidos, cuando los necesite para poder expresar sus ideas (Bustos Tovar 1974). Uno de los fenómenos que más llaman nuestra atención es la disposición a crear neologismos mediante el sufijo latino -ismus, que se documenta en latín desde Varrón, y que, al principio, generó términos técnicos para las ciencias del trivium en particular, como barbarismus, soloecismus, idiotismus, metaplasmus, iotacismus y moetacismus en la disciplina de la gramática, o schematismus, asteismus, sarcasmus y apologismus en la retórica, y que finalmente alcanzó el ámbito de la teología con la formación de baptismus, christianismus y exorcismus. Una descripción concisa de esta evolución nos la presenta Stotz (1996-2004: II, 306), cuando expone: Bien es verdad que ya en el siglo IV encontramos la primera formación híbrida, en concreto la palabra frecuentemente usada en la Edad Media paganismus, pero esta voz en realidad no es otra cosa que una creación en analogía con los préstamos de sus términos polares christianismus e iudaismus. Este pequeño grupo se amplía con el término denarismus “contabilidad en base a denares” (Código Teodosiano), que obviamente no tuvo futuro. En el latín de la Edad Media la terminación en -ismus no se convirtió en sufijo culto tan productivo como el sufijo —izare, que guarda ciertos lazos genealógicos con el anterior (cf. § 104). En el Renacimiento, por el contrario, y sobre todo en las publicaciones de la Reforma surgieron muchas formaciones nuevas, basadas tanto en elementos del griego y del latín como en nombres propios, como en el caso de Luther(an)ismus, Calvini(an)ismus etc. Posteriormente el formans -ismus,

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El latín en los diccionarios históricos del español

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como es bien sabido, se volvió muy usual en el lenguaje de los intelectuales en el ámbito internacional y ha conservado esta productividad hasta nuestros días. (Texto traducido al castellano.)

Es de observar, sin embargo, que, después de un análisis exhaustivo del Lexicon auxiliare de Helfer (³1991), se puede constatar que la productividad del sufijo -ismus en el neolatín resulta de hecho bastante más importante de lo que deja entrever el párrafo que acabamos de citar. Además, esta revisión nos enseña que tenemos que distinguir en el español como en las otras lenguas románicas tres categorías fundamentales de neologismos latinizantes: —





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Primero, existen derivados en -ismo/-isme/-ism-, que tienen un antecedente en el latín o neolatín, es decir, que pueden derivarse de formas creadas según un modelo preexistente. En estos casos cabe precisar, empero, el camino concreto de su integración en la lengua vulgar, puesto que no solamente es pensable que un término sin documentación primera, como la voz determinismo en español (DCECH: V, 472a), venga del lat. determinismus (1784), sino que también es posible trazar una conexión con la forma francesa déterminisme (1827) o suponer —como lo hace el Petit Robert (2003: 727b)— que se haya inspirado en las palabras alemanas Determinismus y Determinist, las cuales están atestiguadas a finales del siglo XVIII y se deben interpretar con bastante probabilidad como sucesoras de una raíz real y existente en el latín. Segundo, existe un tipo de derivados, producto de una formación culta que tuvo lugar en el interior de la lengua vernácula. Únicamente en un segundo paso el neolatín se apoderó de ellos y volvió a crearlos como términos suyos, como en el caso del término español formalismo (DCECH: II, 932b), que Corominas y Pascual pretenden clasificar como formación genuinamente hispánica a partir del adjetivo formal. Esta supuesta creación española puede, sin embargo, resultar de una formación análoga o incluso de un préstamo del fr. formalisme (1823), que —a lo mejor propulsado por el alemán Formalismus y/o por el inglés formalism— dio origen a la formación neolatina formalismus en 1951. Tercero, y como último grupo de derivados todavía más complejo, se nos presentan aquellos casos en los que el neolatinismo y la formación neolatina en español (o también en otra lengua románica) surgen casi simultáneamente. Ellos son el resultado de una preocupación abrumadora por las tendencias y doctrinas preponderantes de una época, o sea, que constituyen la reacción lingüística a una necesidad comunicativa urgente. De esta manera es difícil, si no completamente imposible, deter-

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minar cuál de las dos lenguas presta la formación y cuál la toma prestada, es decir, qué lengua asume el papel activo y qué lengua se contenta con el papel de imitar a la otra. Como ejemplo ilustrativo de este grupo podemos citar la formación deonomástica luteranismo, carente de una primera documentación, que se acoge en MM (²1998: 224a), pero que falta en el DCECH. En francés, entretanto, está atestiguada la expresión luthér(an)isme desde 1562, y en neolatín se usa luther(an)ismus desde el año 1534. Por razones históricas, a saber, por haberse iniciado la disputa entre reformistas y antirreformistas en Alemania, resulta más probable que esta derivación se haya formado por primera vez en el neolatín alemán para integrarse después en la lengua francesa, aunque este tipo de postulados acerca de las interdependencias de vocablos siempre queda por comprobar mediante un estudio meticuloso que sea fiel a los principios de la disciplina “Wörter und Sachen” («Palabras y Cosas») y respete las vinculaciones culturales posibles. En lo que concierne al elemento formativo -ismus/-ismo, podemos constatar que las formaciones neológicas documentadas en Helfer traen ejemplos de cada uno de los tres grupos que definimos. Como el propósito de Helfer no era el del ‘cazador’ de primeras documentaciones, tendremos que atribuir a sus informaciones sólo el valor de resultados provisorios que tendrán que corregirse indudablemente tras una investigación más fundada del desarrollo del latín mismo. Sin embargo, sus datos nos permiten trazar a vuela pluma qué forma tendría una recategorización de los neologismos en cuestión: Para el primer grupo que definimos, Helfer (³1991) trae una docena de derivados neolatinos, todos atestiguados con fecha anterior al año 1700, que cuentan con formaciones en -ismus mucho más tempranas en el latín, lo que sugiere con mucha probabilidad que para las creaciones neolatinas muy tempranas la lengua vulgar o las lenguas vulgares recurrieron directamente a un modelo preexistente en el latín occidental europeo.

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El latín en los diccionarios históricos del español Español

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Corominas/ Pascual Ø

Alonso

it. Zing

Ø

1798

1720

indeterminismus (1784) irrationalismus (1712) cretinismus (1656) criticismus (17o) magnetismus (1662)

Ø

Ø

1840

1865

1873 (< fr.) Ø

Ø

Ø

1932

1845

Ø

Ø

Ø 1901 1726-39

Ø Ø 1726

1789 1853 1684

1764 1827 1720

1801 1607 1616

paroxysmus (1200) platonismus (1570) rationalismus (1708) schematismus (1619) separatismus (1686) cynismus (Cassiod.) idiotismus (Sen.)

Ø Ø 1843 Ø 20o 1884 1580

1535 1879 1843 Ø Ø 1884 1663

1354 av. 1718 av. 1855 1895 1857 1729 1769

1552 1672 1803 1803 1860 1740 1534

syllogismus (Sen.)

Ø

1607

1306

14o

Ø s.d. (< fr.) 1813 (< fr.) 16o (< gr.) 1873 (< fr.) 19o (< fr.) Ø Ø 1873 (< lt.) 1813 (< lt.) 17o (< gr.)

exorcismus (Tertull. + 1661)

1220-50

1220-50

1332

atticismus (Dion. + 1770) egoismus (1722)

Ø

Ø

1600

1495 (< lt. cul.) 1543

1817

19o

1801

1743

electromagnetismus (1669)

Ø

Ø

1829

1781

germanismus (1615)

fr. PRob

port. Machado

ingl. OED 1611

16o (< gr.)

1874

1694 1570 1827 1617 1628 1672 1588 late ME. ME.

1871 1612 (< gr.) 1825 1785 (< fr.) 1873 (< fr.) Ø (1828)

Ø sin datación o sin lematización Tabla 1: Derivados en -ismo/-isme/-ism- con antecedente en el (neo)latín según documentación en Helfer (³1991)

El único vocablo de este grupo que se resiste hasta cierto punto a una explicación satisfactoria es el término cretinismo, documentado en 1656, porque según nuestros conocimientos de la fonética y fonología históricas debería tratarse aquí de un latinismo con base popular, fenómeno muy raro en las lenguas románicas en este campo semántico.

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Los ejemplos del segundo grupo, es decir, de los que se caracterizan por la simultaneidad de la creación del latinismo y de la formación en la lengua vulgar son bastante numerosos, con tal de que aceptemos una definición un poco más amplia del término simultaneidad permitiendo que testimonios dentro de un lapso de cincuenta años todavía sean considerados simultáneos: Español Corominas/ Alonso Pascual Ø Ø

it. Zing

fr. PRob

port. ingl. Machado OED

1955

1749

Ø

1753

Ø Ø

Ø Ø

1875 1839

1877 1823

Ø (< fr.) 1837

determinismus (1784)

Ø

Ø

1873

1827

feudalismus (1814)

Ø

1852

1803

1823

idealismus (1739)

Ø

Ø

1818

1749

luther(an)ismus (1534)

Ø

18o

1562

mechanismus (1706) nihilismus (1733) orgasmus (1602)

1914 Ø h. 1760

Ø Ø h. 1760

av. 1529 1696 1869 1700

1701 1787 1623

pantheismus (1748)

Ø

Ø

1756

1709/12

parallelismus (1604)

Ø

Ø

1689

1647

probabilismus (1679/84) Ø

1726

1743

1697

quakerismus (1681)

Ø

Ø

Ø

1701

19o? (< fr.) 1843 (< fr.) 1873 (< fr.) 1873 (< fr.) Ø Ø 1813 (< fr.) 1873 (< fr.) 1813 (< fr.) 1795 (< fr.) Ø

1862 Ø (1801) 1846

scepticismus (1652) synchretismus (1645)

Ø 1760

1803 1884

Ø 1771

1669 1687 (11?)

vampirismus (1722) quietismus (1688)

Ø Ø

Ø 1879

1738 1685

strabismus (1675)

h. 1760

h. 1760

1756 1698 (< fr.) 1745

solipsismus (1841)

Ø

Ø

1895

1878

anthropomorphismus (1752) astigmatismus (1849) buddhismus (1827)

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1660/56

Ø (1839) 1796 1695 1662 1817 1684 1732 1610 1842 Ø (1656) 1646 1618

Ø 1873 (< fr.) Ø Ø 16o (< fr.) 1687 1813 (< fr.) Ø

1656 1881

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El latín en los diccionarios históricos del español

spiritismus (1873)

Español Corominas/ Alonso Pascual Ø Ø

it. Zing

fr. PRob

1863

1857

synchronismus (1703) traditionalismus (1862) vandalismus (1834) bicamerismus (1893)

1760 Ø 1843 Ø

1879 Ø 1843 Ø

polytheismus (1609)

1843

h. 1760

1771 1895 1797 1950 (-al-) 1745

fanaticismus (1697)

h. 1760

h. 1760

dualismus (1734)

Ø

Ø

257 port. ingl. Machado OED

1875 (< fr.) 1722 19o 1851 1873 1793 1873 1928/1843 Ø

1708

1580 (< gr.) 1688

1795 (< gr.) 1813

1797

1697

1873

1684 1588 1860 1787 Ø 1613 1652/ 1680 1794

Ø sin datación o sin lematización Tabla 2: Derivados en -ismo/-isme/-ism- con equivalencias copresentes en el (neo)latín según documentación en Helfer (³1991)

Llama la atención que las formaciones de este grupo son mayoritariamente creaciones del siglo XVIII y de comienzos del siglo XIX, o sea de la época en la que las lenguas vulgares se establecieron como sucesoras de la lengua latina en los últimos campos de la vida científica y cultural y, sobre todo, en la investigación universitaria. Esta época, además, comprende la fase en que precisamente se crearon las terminologías modernas en casi todas las ramas de la ciencia, lo cual significa que nos encontramos frente al momento en la historia de las lenguas vulgares en que —y como consecuencia de las discusiones teóricas renacentistas— éstas sustituyen definitivamente al latín relegado a un sistema virtual de la formación de palabras (Depecker 2001). La mayoría de las formaciones en -ismus, o sea los ejemplos del tercer grupo, son productos de la Edad Moderna, aunque es común que por lo menos una de las lenguas vulgares haya formado un derivado anterior a la creación latina, por lo cual es lícito suponer que en estos casos la palabra neolatina fue creada siguiendo el modelo del término culto ya existente en la lengua vernácula:

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Christian Schmitt Español Corominas/ Pascual Ø Ø Ø

it. Alonso Zing

fr. Prob

port. Machado

ingl. OED

1945 Ø Ø

1830 1881

1838 (fr.) 1866

1871 Ø

Ø (1836) Ø (1881)

1580

1870

1659

1813 (< fr.)

1643

arianismus (17o)

Ø

Ø

av. 1676 1690

1568

Ø

proselytismus (1787) botulismus (20o) formalismus (1951) galvanismus (1897) daemonismus (1909) hermaphrodismus (1829) hylozoismus (1775) individualismus (1895) communismus (1892) liberalismus (1874)

Ø Ø Ø 1843 Ø Ø

Ø Ø Ø 1843 Ø Ø

1774 1923 1869 1834 1892 1828

1721 1879 1823 (fr.) 1797 18o 1765

Ø 20o 1873 (< fr.) 1873 (< fr.) Ø 16o (-it-)

Ø (1600 < fr.) Ø 1887 1840 1797 1669 1828

Ø Ø

Ø Ø

1820 1843

1765 1826 (fr.)

1873 1873 (< fr.)

1678 1835

1884

19o

1846

1840 (fr.)

1873 (< fr.)

Ø

18o

1819

1816 (fr.)

1830 (< fr.)

libertinismus (1686?) machiavellismus (1713) materialismus (1723) mesmerismus (1812)

Ø

Ø

1789

Ø

Ø

19o

1765

1602

1768 (-agem) 1873 (< fr.)

1843 (< fr.) Ø (1819 < fr.) 1611

1767 1832

1702 (fr.) 1872

1873 (< fr.) 1856

1748 1802

1883 1816 1841 1849

1873 (< fr.) Ø 1873 1873 (< fr.)

1737 1736 Ø (1765) 1641

18o Ø (< fr.)

1800 Ø

fatalismus (1927) albinismus (1861) antisemitismus (1879) archaismus (1714)

1803 s.m. 18o modernismus (1907) 1899 (1914) 19o mysticismus (1828) 1884 1884 psittacismus (1894) 1925 1925 naturalismus (1588) Ø Ø neologismus (1851) œcumenismus (1919) organismus (1821) ostracismus (1654) parasitismus (1882)

02 Garces.indd 258

Ø Ø

Ø

h. 1760 Ø

h. 1760 1785 Ø 1956

1879/1845 1804 1704 1582 (dér. sav.) 1735 1929 (fr.)

1884 Ø Ø

1884 1611 Ø

1729 (fr.) 1885 (< fr.) 1664 1535 (< gr.) 16o (< gr.) 1588 1719 (fr.) 1890 (port.) 1611

1708 1521 1865

22/11/08 09:45:26 am



El latín en los diccionarios históricos del español

259

it. Alonso Zing

fr. PRob

port. Machado

ingl. OED

pluralismus (20o) positivismus (1893)

Español Corominas/ Pascual Ø 1824

Ø 1884

1895 (< lt.) 1830 (fr.)

Ø 1879 (< fr.)

1818 1854

pragmatismus (20o)

1925

1925

1895 av. 1852 1903

protestantismus (1817) purismus (1901) pyrrhonismus (1707) radicalismus (20o) positivismus (1941)

Ø

1879

1677

1817 Ø Ø 1884

1817 1786 Ø 1884

1878 (< al.) 1898 (< ingl.) 1623 (fr.) 19o (< fr.)

relativismus (1941) Ø revisionismus (1941) Ø

Ø Ø

1759 1744 1820 av. 1852 1903 1915

1704 (fr.) 1580 1820 (fr.) 1830 (fr.)

rheumatismus (1707) 1726-39

1522

1698

ritualismus (20o)

Ø

Ø

1905

sensualismus (20o)

Ø

Ø

1859

socialismus (1891)

1884

1852

1848 (< fr.)

syndicalismus (20o) 1925 terrorismus (1908) 1884

1925 1879

totalitarismus (1986) Ø

Ø

1905 1794 (it.) 1925

totemismus (20o) militarismus (20o) utilitarismus (1941) verismus (20o) bilinguismus (20o)

1936 1884 Ø Ø Ø

1925 1884 Ø Ø Ø

1905 1861 1869 1871 1917

1833 1872 (fr.) 1831 1888 1911 (fr.)

nanismus (1980)

Ø

Ø

1895

1838

1649/ 1662 1873 (port.) 1803 1873 (port.) 1670 Ø Ø (1820) 1879 (< fr.) 1854

1898 (fr.) 1907 (≈ russ.) 1673/1549 (< lt.) 1829 (< lt. Adj.) 1803 (fr.)

Ø Ø (port.)

1831 (