La configuración histórica del discurso: nuevas perspectivas en los procesos de gramaticalización, lexicalización y pragmaticalización 9783968692944

Los trabajos reunidos en este volumen se ocupan de diversos aspectos relacionados con el estudio de la construcción del

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La configuración histórica del discurso: nuevas perspectivas en los procesos de gramaticalización, lexicalización y pragmaticalización
 9783968692944

Table of contents :
ÍNDICE
PRESENTACIÓN
LA POLIFUNCIONALIDAD DEL MARCADOR CONVERSACIONAL NADA: METADISCURSO E INTERSUBJETIVIDAD
MAJO COMO MARCADOR CONVERSACIONAL EN EL ESPAÑOL PENINSULAR. HISTORIA, GEOGRAFÍA Y EL MECANISMO DE LA COOPTACIÓN
LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES EN CARTAS FAMILIARES CANARIAS (SIGLO XVIII)
ALGUNOS ENLACES FÓRICOS DE REFERENCIA METADISCURSIVA EN LA PROSA MÍSTICO-TEOLÓGICA DEL SIGLO DE ORO: UN ENFOQUE SOCIOLINGÜÍSTICO
CAMPOS SEMÁNTICOS EN UN DICCIONARIO TÉCNICO Y SU ORDENACIÓN ALFABÉTICA
GRAMATICALIZACIÓN Y LEXICALIZACIÓN DE LOCUCIONES CONJUNTIVAS Y CONECTORES ILATIVOS A PARTIR DE CLÁUSULAS CONSECUTIVAS
LOS MICROTEXTOS EN LA CONFIGURACIÓN HISTÓRICA DEL DISCURSO: SERIES ENUMERATIVAS Y CAMPOS LÉXICOS EN EL TRATADO QUE ESCRIBIÓ DE SUS ANDANÇAS E VIAJES POR DIVERSAS PARTES DEL MUNDO AVIDOS, DE PERO TAFUR
“EN SEÑAL DE REVERENCIA PONÍAN EL DEDO EN TIERRA”: LA CONSTRUCCIONALIZACIÓN DE LA LOCUCIÓN EN SEÑAL (DE) (QUE) EN ESPAÑOL
¿QUÉ DIGO FUENTE? UN RÍO. FORMACIÓN Y USOS DE UN MARCADOR DE CORRECCIÓN
EL SUPLEMENTO A LOS SINÓNIMOS DE HUERTA (1825) DE MANUEL PÉREZ RAMAJO COMO HERRAMIENTA LINGÜÍSTICA PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL DISCURSO
LOS AUTORES

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F. Javier Herrero Ruiz de Loizaga M. Elena Azofra Sierra Rosario González Pérez (eds.) La configuración histórica del discurso: nuevas perspectivas en los procesos de gramaticalización, lexicalización y pragmaticalización

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L i ngü í st i ca I ber oame rican a V ol . 90 directores: Mario Barra Jover, Université Paris VIII Ignacio Bosque Muñoz, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia Española de la Lengua Antonio Briz Gómez, Universitat de València Guiomar Ciapuscio, Universidad de Buenos Aires Concepción Company Company, Universidad Nacional Autónoma de México Steven Dworkin, University of Michigan, Ann Arbor Rolf Eberenz, Université de Lausanne María Teresa Fuentes Morán, Universidad de Salamanca Daniel Jacob, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau Johannes Kabatek, Universität Zürich Eugenio R. Luján, Universidad Complutense de Madrid Ralph Penny, University of London

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F. J a v i e r H e r r e r o R u iz de L oizaga M . E l e n a A z o f ra S ier r a R o s a r i o G o n z á lez P ér ez (eds.)

La c o n f i g u r a c i ó n h is tó rica d e l dis cu r so : n u e v a s p e rs p ec tiv as en los pr o c e so s d e g r a matic a liz a c ió n , lexica l i z a c i ó n y p r a g matic a liz a c ió n

I b e r o a m e r i c a n a · Ve r v u e r t · 2 0 2 2

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La publicación de este volumen se enmarca en el proyecto de investigación Santander-UCM con número de referencia PR108/20‐11, Gramaticalización, lexicalización, pragmática y discurso en la historia del español, dirigido por Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2022 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es © Vervuert, 2022 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-281-0 (Iberoamericana) ISBN 978-3-96869-293-7 (Vervuert) ISBN 978-3-96869-294-4 (e-book) Depósito Legal: M-16331-2022 Diseño de la cubierta: Carlos Zamora Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro

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ÍNDICE

Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga, María Elena Azofra Sierra y Rosario González Pérez Presentación ................................................................................................. 9 María Elena Azofra Sierra y Renata Enghels La polifuncionalidad del marcador conversacional nada: metadiscurso e intersubjetividad ........................................................................................... 13 Florencio del Barrio de la Rosa Majo como marcador conversacional en el español peninsular. Historia, geografía y el mecanismo de la cooptación.................................................. 47 Irene Bello Hernández Las formas de tratamiento pronominales y nominales en cartas familiares canarias (siglo xviii)...................................................................................... 79 Patricia Fernández Martín Algunos enlaces fóricos de referencia metadiscursiva en la prosa místico-teológica del Siglo de Oro: un enfoque sociolingüístico......................... 109 María Lourdes García-Macho Alonso de Santamaría Campos semánticos en un diccionario técnico y su ordenación alfabética.. 145 José Luis Girón Alconchel Gramaticalización y lexicalización de locuciones conjuntivas y conectores ilativos a partir de cláusulas consecutivas.................................................... 165 Rosario González Pérez Los microtextos en la configuración histórica del discurso: series enumerativas y campos léxicos en el Tratado que escribió de sus andanças e viajes por diversas partes del mundo avidos, de Pero Tafur................................... 197

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Anton Granvik “En señal de reverencia ponían el dedo en tierra”: la construccionalización de la locución en señal (de) (que) en español............................................... 219 Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga ¿Qué digo fuente? Un río. Formación y usos de un marcador de corrección................................................................................................................ 257 Daniel M. Sáez Rivera El Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825) de Manuel Pérez Ramajo como herramienta lingüística para la construcción del discurso.................. 305 Los autores.................................................................................................... 325

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PRESENTACIÓN Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga Universidad Complutense de Madrid/Instituto Universitario Menéndez Pidal María Elena Azofra Sierra Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Rosario González Pérez Universidad Autónoma de Madrid

El presente volumen es fruto de los trabajos realizados dentro del proyecto de investigación Santander-UCM PR108/20‐11 Gramaticalización, lexicalización, pragmática y discurso en la historia del español, dirigido por el profesor Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga. Este proyecto está relacionado, en sus objetivos investigadores, con los anteriores proyectos PROGRAMES, financiados por el Ministerio de Educación y Ciencia, el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Ministerio de Economía y Competitividad, y dirigidos en sus cuatro primeras ediciones por José Luis Girón Alconchel, y en la quinta por Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga. Los cinco investigadores del proyecto Santander-UCM PR108/20‐11 participan en este volumen con un trabajo que es fruto de su desarrollo, y han sido invitados a colaborar también en él otros investigadores que llevan a cabo su investigación en líneas paralelas a las del proyecto. Los objetivos específicos que nos hemos propuesto desarrollar en ese proyecto son los siguientes: 1. Estudio de los elementos constitutivos de la construcción del discurso y su variación histórica: coherencia, cohesión y progresión informativa. Gramaticalización de conjunciones, locuciones conjuntivas y marcadores; 2. Análisis de la selección léxica en la construcción del discurso. Tendencias arcaizantes e innovadoras en distintos registros y tipos de texto. Léxico especializado, análisis de las conexiones entre selección léxica y lexicalización; 3. Marcas sociopragmáticas del discurso: la variación histórica y discursiva de las formas de tratamiento. Dentro de ellos se enmarcan los distintos trabajos recopilados, pero siempre teniendo en cuenta el papel capital del discurso en la creación de nueva gramática y léxico, en definitiva, en los procesos de gramaticalización y lexicalización y la interacción de las tradiciones discursivas en la difusión de los cambios, así como en la introducción de elementos nuevos que pueden tener un valor gramatical o

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discursivo y que pueden responder a un proceso de apropiación o imitación de elementos de otras lenguas; sin olvidar la posibilidad de que un elemento adquiera, de un modo instantáneo y no gradual, una nueva función o uso discursivo a través de un mecanismo como la cooptación. Con respecto al primero de los objetivos mencionados, y más concretamente con la cohesión discursiva, se encuentran los capítulos de Rosario González Pérez y Patricia Fernández Martín. El trabajo de Rosario González se ocupa del estudio de algunos mecanismos de coherencia y cohesión dentro de una determinada tradición discursiva propia de la distancia comunicativa, como son los libros de viajes, en los que la introducción de microtextos contribuye a la progresión informativa; en este caso, el estudio de la cohesión textual está en relación con la selección léxica, pues se parte del análisis de series enumerativas y de la acumulación en ellas de elementos pertenecientes al mismo campo léxico. Patricia Fernández Martín analiza las construcciones del tipo “como se ha dicho” (y sus variantes morfológicas), como enlaces de referencia metadiscursiva que remiten a otro elemento textual previo (anáfora) o posterior (catáfora) en varios textos del siglo xvi, aplicando un enfoque sociolingüístico a su estudio, centrado en variables sociales de género (san Juan vs. Cecilia del Nacimiento) y tiempo real (primer texto de Cecilia del Nacimiento vs. segundo texto, escrito treinta años después). Vemos así un ejemplo de estudio de mecanismos de cohesión textual junto con la gramaticalización en tres grados, oracional, mixto y parentético, de los elementos cohesivos. Otro bloque temático directamente vinculado con el primer objetivo del proyecto es el de los capítulos que analizan distintos procesos de gramaticalización, lexicalización y construccionalización, así como otras circunstancias de la variación histórica de conectores, marcadores o construcciones específicas. El trabajo de José Luis Girón Alconchel estudia la lexicalización y gramaticalización de locuciones conjuntivas y conectores ilativos en el español actual, para esclarecer si se trata de un proceso aún no concluido, al tiempo que señala las fluidas interrelaciones discurso-gramática y examina la extensión del discurso a la gramática y de la gramática al discurso. La aportación de Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga se ocupa de la introducción y desarrollo de un marcador de reformulación correctivo, qué digo + término, que, en función de lo que muestran los datos arrojados por los corpus, parece darse en la etapa final de la Edad Media como imitación del giro latino quid dico y no responde por tanto a un proceso de gramaticalización. Se emplea sobre todo en textos retóricos y argumentativos, y es más propio de la lengua escrita que de la lengua hablada; su uso es creciente hasta el siglo xix para luego disminuir en los siglos xx y xxi. El hecho de que un elemento gramaticalizado presente un período de crecimiento seguido de otro de estancamiento o decrecimiento no es algo anómalo, sucede con cierta frecuencia como consecuencia de la existencia de diversos recursos para la expresión de estos o semejantes valores (concepto de estratificación de Hopper). Así vemos tam-

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PRESENTACIÓN

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bién cómo el trabajo de Granvik sobre la locución preposicional en señal de, estudiada desde la perspectiva de la construccionalización, muestra un crecimiento entre los siglos xv y xvii y una disminución de su empleo en siglos posteriores, unida a una mayor limitación en los tipos de textos en que se encuentra y a sus posibilidades de combinatoria léxica. El capítulo de María Elena Azofra Sierra y Renata Enghels se centra en la gramaticalización de nada como marcador conversacional en el español peninsular en una microdiacronía reciente (finales del siglo xx y principios del siglo xxi), mostrando la vinculación entre distintos valores funcionales relacionados con su empleo como atenuador y como organizador del discurso; según estas autoras, la atenuación ha jugado también un papel importante en el proceso de blanqueamiento semántico que lo convierte en simple muletilla, utilizada para mantener ocupado el canal de comunicación mientras el hablante gana tiempo para pensar. Florencio del Barrio estudia otro marcador conversacional, majo, de etimología controvertida y utilizado a partir del siglo xviii como vocativo en el español europeo. Se trata de un elemento que, por sus usos como vocativo dirigido a un determinado tipo de receptor, entra en relación también con las formas de tratamiento y su estudio histórico, aunque el enfoque adoptado en este trabajo es el de la conversión de majo en elemento discursivo, marcador de control de contacto. La conversión de majo en vocativo se produciría a partir de un mecanismo de cooptación (cambio instantáneo, no gradual, como en el caso de la gramaticalización), que lleva al uso de este término como elemento discursivo, seguido de un proceso de gramaticalización que lo convertiría en marcador de control de contacto. Relacionadas directamente con el segundo de los objetivos (análisis de la selección léxica en la construcción del discurso) se encuentran las contribuciones de Daniel Sáez Rivera y María Lourdes García-Macho Alonso de Santamaría, centradas en el estudio del léxico, y específicamente en cuestiones de lexicografía. Daniel Sáez se ocupa del estudio de una obra lexicográfica del siglo xix, el Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825) de Manuel Lozano Pérez Ramajo, inserto en la tradición de diccionarios de sinónimos que arranca del siglo xviii. Sáez examina la macroestructura y microestructura de la obra, que se presenta como una herramienta lingüística incardinada en la retórica enfocada a la producción del discurso, en este caso, especializado, pues la contribución se dedica al discurso lexicográfico. Por su parte, María Lourdes García-Macho se centra en la construcción de un diccionario relativo a un tipo de léxico especializado como es el léxico de la navegación en el Siglo de Oro, teniendo en cuenta las diferencias que puede haber entre el empleo de un término en el léxico común y en la lengua especializada usada por los profesionales. El trabajo plantea en gran medida el problema de la ordenación de los lemas para la consulta de un diccionario en línea, que conduce generalmente a una búsqueda independiente de los términos; en este caso, la agrupación de los términos en campos semánticos, aun teniendo en cuenta que determinados elementos pueden pertenecer a más de uno,

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puede resultar más útil, al permitir una definición más homogénea. Por tanto, estamos ante un estudio interesante no solo desde la perspectiva de la selección léxica de los lexemas (léxico especializado en náutica), sino también desde el punto de vista de la producción del discurso lexicográfico, como en el caso del trabajo de Daniel Sáez, ya que la selección léxica afecta directamente a la nomenclatura de los diccionarios y es trabajo fundamental para establecerla. Centrado específicamente en el último objetivo de los citados más arriba (variación histórica y discursiva de las formas de tratamiento), el trabajo de Irene Bello examina las formas de tratamiento pronominales y nominales en el español canario del siglo xviii en un conjunto de cartas de particulares, a través de un acercamiento sociopragmático y el análisis de una particular tradición discursiva: cartas familiares intercambiadas por miembros de la burguesía y aristocracia de las Islas. Es de destacar la novedad del enfoque, pues este tipo de cartas, como señala la autora del trabajo, han sido explotadas desde la perspectiva histórica o cultural, pero no desde el punto de vista filológico o lingüístico. Además, esta contribución aúna distintos abordajes al fenómeno estudiado (formas de tratamiento), con un punto de vista multinivel en el que se aplica a la vez una metodología variacional diatópica, diastrática (cartas familiares) y diacrónica (microdiacronía correspondiente al siglo xviii). Como se puede apreciar, los trabajos reunidos en este volumen presentan un conjunto de investigaciones que permiten conocer mejor diversos aspectos de la diacronía del español, centrados en unos casos en microdiacronías concretas, como el español del siglo xv, el siglo xvi, o en determinados cambios que se fraguan o extienden en el español más moderno, de los siglos xx y xxi, enfoque relevante para el conocimiento detallado de las características y hechos evolutivos propios de cada período, y en ocasiones de las diversas variedades dialectales y sociolectales, y para perfilar la siempre difícil y controvertida tarea de periodizar la historia de una lengua. En otros casos encontramos un enfoque pancrónico que se ocupa del estudio de una determinada construcción a lo largo de la historia de la lengua. Los aspectos estudiados, referidos sobre todo a la selección léxica, el empleo de formas de tratamiento, la creación y desarrollo del uso de determinadas conjunciones y marcadores discursivos, y el estudio de mecanismos de cohesión léxica y progresión informativas, tienen en común la incidencia de un modo u otro en aspectos relacionados con la construcción del discurso o los instrumentos, en este caso lexicográficos, que ayudan a su construcción. Todo ello sin perder nunca de vista uno de los principales objetivos del proyecto: la relación entre lexicalización y gramaticalización y otros aspectos conectados con ellas, puesto que suponen cambios en la gramática o el discurso, pero que o bien no se circunscriben a una única pieza, como sucede en el caso de la construccionalización, no responden a cambios graduales, sino instantáneos, como sucede en el caso de la cooptación, o son resultado de la introducción de elementos de valor gramatical o discursivo tomados o calcados de otras lenguas que han servido como fuente.

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LA POLIFUNCIONALIDAD DEL MARCADOR CONVERSACIONAL NADA: METADISCURSO E INTERSUBJETIVIDAD * María Elena Azofra Sierra y Renata Enghels Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)/Universiteit Gent

1. Introducción El marcador discursivo nada ha merecido escasa atención no solo en los trabajos sobre marcadores discursivos en general, sino también en los estudios sobre marcadores del grupo de los llamados conversacionales, que el hablante utiliza con diversas funciones como llamar la atención del interlocutor, controlar su reacción o verificar la correcta comprensión (López Serena/Borreguero Zuloaga 2010)1. Un estudio exhaustivo de la literatura sobre esta unidad conduce principalmente a algunas menciones marginales en publicaciones generales sobre marcadores (Llorente Arcocha 1996; Fuentes Rodríguez 2009; Gallardo Paúls 1996; Landone 2009; Santos Río 2003) o sobre el uso del lenguaje coloquial (Beinhauer 1978). Los estudios empíricos de Stenström (2009), Schmer Miranda (2012) Enghels y Tanghe (2019) y Guirado (2019) parecen constituir las únicas excepciones y cubren en parte la laguna de información sobre el marcador conversacional nada en el capítulo canónico sobre el tema en la Gramática descriptiva del español (Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999). El trabajo de Octavio de Toledo y Huerta (2014) ofrece una visión útil sobre la sintaxis y la semántica de nada como cuantificador y sobre cómo se ha visto envuelto en complejos procesos de grama  Este trabajo se ha desarrollado en el marco de dos proyectos de investigación: proyecto Santander-UCM Gramaticalización, lexicalización, pragmática y discurso en la historia del español (PR108/20‐11) y Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PROLEGRAMES) (PID2020-112605GB-I00). El estudio es asimismo deudor de la investigación desarrollada en el marco del grupo de investigación GLIMS de la Universiteit Gent (Bélgica). 1   Utilizamos en estas páginas los términos marcador o marcador discursivo, sin entrar en el debate terminológico entre conector / marcador / marcador discursivo / marcador pragmático / partícula. Preferimos el término marcador (discursivo) a conector, pues esta última denominación se usa con más frecuencia para las piezas que sirven para hilvanar el discurso, para establecer conexiones entre las ideas, aunque estas conexiones puedan tener valores pragmáticos. *

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ticalización a lo largo de su historia, pero no atiende específicamente a sus valores discursivos y pragmáticos. Por lo que se refiere a la más reciente gramática académica (la Nueva gramática de la lengua española, en adelante NGLE; RAE/ASALE 2009), encontramos dos referencias claras a valores discursivos de nada, en ambos casos como partícula empleada en la lengua conversacional para indicar que se abre un turno discursivo en el que el hablante quiere rebajar o negar la importancia de su intervención, porque considera que el contenido es previsible o poco relevante (RAE/ASALE 2009: §§ 48.13n-ñ). Los ejemplos bajo (1) ilustran estos usos en la NGLE: (1) a. –¿Y qué dice? –Nada, que le saludan (Cela, Alcarria, apud NGLE). b. ¿Qué pasa?, pues nada, que se sublevaron los que estaban dentro y fueron sometidos […] (Cela, San Camilo, apud NGLE).

En cuanto a los repertorios lexicográficos de partículas y marcadores, no aparece el marcador nada en el Diccionario de partículas discursivas de Briz Gómez, Pons Bordería y Portolés Lázaro (2008), y son pocos los datos que pueden extraerse de los diccionarios de partículas más conocidos (Santos Río 2003; Fuentes Rodríguez 2009). Santos Río clasifica nada como palabra fática que “[s]e usa para iniciar un turno de respuesta” (2); sin embargo, a renglón seguido indica que “[a] veces aparece como elemento continuativo en una narración interrumpida” (3) (2003: s. v. NADA). En una entrada diferente, presenta nada más como locución adverbial oracional de cierre discursivo (Santos Río 2003: s. v. NADA MÁS). (2) Nada, que estábamos aburridos y hemos decidido dar un paseíllo (apud Santos Río 2003). (3) Nada (/Pues nada), venga a aplaudir todo el mundo y nosotros, claro, encantados con todo aquel entusiasmo y aquel afecto que nos demostraban (apud Santos Río 2003).

Por su parte, Fuentes Rodríguez es más explícita en la descripción de nada y distingue dos tipos: NADA 1, que sería “[c]onector ordenador discursivo de inicio” y serviría para atenuar una intervención normalmente de respuesta (Fuentes Rodríguez 2009: s. v. NADA 1); y NADA 2, que clasifica como “[c]onector ordenador discursivo continuativo” y se usaría para marcar un giro enunciativo en el discurso (fin de un tema, mantenimiento del contacto…) (Fuentes Rodríguez 2009: s.  v. NADA 2). Los dos marcadores forman un grupo entonativo independiente, pero se sitúan en una posición diferente en el discurso: NADA 1, al inicio de la intervención y NADA 2, intercalado. En entradas diferentes, la autora explica los usos de algunas locuciones que incluyen la partícula nada:

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nada más, como conector ordenador discursivo de cierre (Fuentes Rodríguez 2009: s.  v. NADA MÁS 1) y pues nada, como conector ordenador discursivo continuativo (Fuentes Rodríguez 2009: s. v. PUES NADA 1) o como conector ordenador discursivo de cierre (Fuentes Rodríguez 2009: s. v. PUES NADA 2), con diversas funciones2. En efecto, nada aparece a menudo en colocaciones fijas, con conjunciones como y o con otros marcadores pragmáticos como pues. En nuestro estudio, estas colocaciones se consideran realizaciones concretas del macro-marcador discursivo nada. Tendremos en cuenta las diferencias entre las colocaciones concretas cuando sea relevante para las funciones, que pueden ser muy variadas. Ya en el trabajo sobre el marcador nada de Enghels y Tanghe (2019) se detallan las diferentes funciones que nada y sus variantes pueden adoptar en diferentes contextos; en otras palabras, se pone allí de manifiesto su polifuncionalidad paradigmática, en los términos de López Serena y Borreguero Zuloaga (2010: 445). Nos interesa aquí, sin embargo, la presencia simultánea de distintos valores en un mismo uso del marcador, es decir, lo que estas autoras denominan polifuncionalidad sintagmática: “los diversos valores funcionales de un marcador en un texto concreto” (López Serena/Borreguero Zuloaga 2010: 445). En el mismo sentido se expresan Ghezzi y Molinelli (2014: 12): “the same element within a given context often indexes several discourse planes at once, thus simultaneously performing different functions”. La polifuncionalidad del marcador nada en determinados contextos también se ha puesto de relieve en estudios anteriores; así, en un trabajo sobre el español pues nada en contraste con el inglés anyway, Strenström (2009: 143) apunta que las funciones interpersonal y discursiva no deben considerarse funciones aisladas, pues ambas pueden operar simultáneamente en ambos marcadores, el español y el inglés. En concreto, nuestro objetivo en este trabajo es precisamente analizar la polifuncionalidad de nada para dos valores pragmáticos que pueden clasificarse dentro de la macrofunción discursiva (como continuación, apertura o cierre de turnos en el marco de la conversación) (4) y dentro de la macrofunción (inter)subjetiva, como elemento de atenuación (5). Quedarían fuera de nuestro estudio, por tanto, ejemplos como los de (6), en los que nada aparece con su valor originario de cuantificador negativo como pronombre (6a) o adverbio (6b)3, así como también los casos en que nada se utiliza para otras funciones que no cabe relacionar con la atenuación sino con un refuerzo de su semántica negativa, como ocurre en la 2   Omitimos los ejemplos de Fuentes Rodríguez, que alargarían innecesariamente el texto y no presentan diferencias importantes con respecto a los de la NGLE y Santos Río. 3   Un caso especial son los usos de nada utilizado como muletilla, con valor fático, de los que nos ocupamos en la sección 3.2.

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combinación para nada ‘en absoluto’ (7)4 o en los casos de nada como marcador de respuesta negativa, equivalente a ‘no’ (8): (4) E: vamos a hacer doblete / I: nada / yo / yo lo llevo fatal lo del atleta // (PRESEEA) (5) MAORE2J02: no buenoo o sea meee metió mano y esto MAORE2J01: sí bueno MAORE2J02: y y y en el baño del garaje tronca MAORE2J01: que guarradas que haces tú tía MAORE2J02: que guarradas hago yo/ MAORE2J01: nada me lo estoy inventando no venga MAORE2J02: ah bueno (COLAm) (6) a. No veo nada sin gafas. b. Es un reto difícil: no lo veo nada fácil. (7) –¿Te parece bien lo que ha hecho? –No, para nada. (8) I: He nacido ahí, que era de mi abuelo, y toda esta fila, hasta la esquina era de mi abuelo. E: ¿De la calle no ha salido usted? De esta calle. I: Nada, yo no. (COSER)

Con el fin de alcanzar nuestro objetivo, el estudio se desarrolla en cuatro fases. En la sección 2 se detalla la constitución del corpus y el método de investigación. La sección 3 se dedica al análisis pormenorizado de los valores de nada como marcador de atenuación, destacando sus usos como atenuador semántico-pragmático y como atenuador pragmático, y relacionando estos usos con las distintas funciones discursivas (inicio de intervención, cierre, etc.). La sección 4 esboza cómo estos valores y sus frecuencias de uso en corpus diferentes pueden entenderse en el marco del proceso de gramaticalización que ha sufrido nada. Finalmente, en la sección 5 se extraen las conclusiones oportunas. 2. Datos y metodología 2.1 Selección de datos El funcionamiento de nada como marcador, así como su desarrollo histórico, solo pueden rastrearse a partir de un corpus de datos orales, dado que tiende a utilizarse casi exclusivamente en el lenguaje conversacional. La base de datos se compiló origi  La NGLE se refiere a para nada como “locución negativa enfática”, que se extiende progresivamente en la lengua conversacional de diversos países y que alterna en este valor con el simple nada (RAE/ASALE 2009: § 48.13p). 4

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nalmente a partir de nueve corpus de lengua hablada existentes para el español peninsular: Habla Culta, CREA (parte oral), CORLEC, Val.Es.Co, COSER, PRESEEA (España), C-Oral-Rom, COLAm y CORPES XXI5. Las ocurrencias se seleccionaron a través de una consulta léxica para el ítem nada, y luego se clasificaron manualmente para descartar los usos de nada como cuantificador pronominal o adverbial. El resultado de este proceso de selección es una gran base de datos de nada en su uso como marcador, que contiene 1820 ocurrencias, como se aprecia en la Tabla 1. corpus

número de ocurrencias

Habla Culta

62

CREA oral

26

CORLEC

142

Val.Es.Co

35

COSER

547

PRESEEA

256

C-Oral-Rom

301

COLAm

347

CORPES XXI

104

Total

1820

Tabla 1. Casos de nada por corpus

Sin embargo, una comparación de las propiedades más detalladas de estos corpus (Tabla 2) muestra que, de hecho, constituyen un conjunto de datos bastante heterogéneo. corpus

década

género discursivo

generación

género

Habla Culta

70

entrevistas semidirigidas

varias

igual m/f

CREA oral

80-90

misceláneo

falta información

falta información

CORLEC

90

conversaciones espontáneas

varias

igual m/f

Val.Es.Co

80-90

conversaciones espontáneas

varias

igual m/f

COSER

90, > 2000

entrevistas semidirigidas

Gen4 (+ 55)

igual m/f

PRESEEA

> 2000

entrevistas semidirigidas

varias

igual m/f

C-Oral-Rom

> 2000

conversaciones espontáneas

varias

igual m/f

COLAm

> 2000

conversaciones espontáneas

Gen2 (12-18)

igual m/f

CORPES XXI

> 2000

misceláneo

información incompleta

igual m/f

Tabla 2. Metadatos de los corpus consultados 5

  Para más detalles sobre cada uno de estos corpus, véase Enghels et al. 2015.

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La Tabla 2 revela que los corpus representan cuatro períodos microdiacrónicos, a saber, los años setenta, ochenta, noventa y las primeras décadas del siglo xxi6. Se puede observar que los datos se distribuyen de forma bastante desigual entre estas fases (la mayoría de los corpus han sido grabados en la época actual), un parámetro que habrá que tener en cuenta durante el análisis de los datos. El segundo criterio de variación se relaciona con el género discursivo. Más en concreto, cuatro corpus son transcripciones de conversaciones espontáneas entre dos o más hablantes (CORLEC, Val.Es.Co, C-Oral-Rom y COLAm), mientras que tres corpus se han construido a partir de entrevistas semidirigidas (Habla Culta, COSER y PRESEEA), y dos contienen diversos tipos de géneros discursivos como llamadas telefónicas, entrevistas televisivas, etc. (CREA Oral y CORPES XXI). El posible impacto del contexto comunicativo en el uso de nada se analizará en las secciones 3 y 4. En cuanto a la variación genolectal, casi todos los corpus se distribuyen por igual entre tres generaciones (adolescentes de Gen2 = 12-25, adultos de Gen3 = 26-55 y ancianos de Gen4 = ≥ 56), excepto COSER, que es un corpus de hablantes exclusivamente ancianos (Gen4), y COLAm que es un corpus de hablantes jóvenes (Gen2). Por último, todos los corpus contienen, al parecer, una distribución equitativa de hablantes masculinos y femeninos. Dado que CREA Oral y CORPES XXI no proporcionan información completa sobre las características externas de los hablantes, incluido el género y la clase generacional a la que pertenecen, no hemos incluido datos de estos corpus en nuestro estudio. Las 1690 ocurrencias restantes de nada como marcador fueron anotadas para estos rasgos sociolingüísticos, así como para una serie de propiedades que se especifican más en la sección 2.2. 2.2. Criterios de análisis Como hemos podido apreciar en la introducción (§ 1), en varias de las descripciones que diversos autores presentan para el marcador nada (solo o en combinación con pues) hay dos valores semántico-pragmáticos que se repiten: el de indicador de intervención o turno en la conversación (apertura, continuación o cierre) y el de atenuador. Además, hemos podido comprobar anteriormente que en el caso de algunos marcadores conversacionales (por ejemplo sabes) la macrofunción es más fácil de delimitar (Azofra Sierra/Enghels 2017), mientras que en otros, como nada, la delimitación de estos valores resulta más problemática. Como hipótesis principal para este comportamiento variable, proponemos que el significado refe  En este y otros trabajos utilizamos el término microdiacronía en el sentido de Pons Bordería (2014), como pequeño período de tiempo que puede ser de especial relevancia en la datación de un cambio lingüístico. 6

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rencial etimológico de los marcadores (y ante todo la oposición entre marcadores deverbales y los de otro origen, como nada) influye ampliamente en el conjunto de significados procedimentales que pueden expresar; así, el marcador nada conservaría el peso de su significado originario (‘poca cosa’ o ‘insignificancia’) en los casos de atenuación, sin perder por ello su capacidad de funcionar como una partícula con valor metadiscursivo, relacionada con la progresión temática y la sucesión de turnos en una conversación. Un ejemplo de esta convergencia de funciones pragmático-discursivas sería (9), donde el marcador nada tiene una función discursiva (abrir turno de palabra, introducir la respuesta a una pregunta del interlocutor) y una función intersubjetiva de atenuación (restar importancia al contenido, indicar la sencillez del procedimiento que se describe en la respuesta)7: (9) E: Y antiguamente, ¿cómo era eso de ir a por leña? I: Antes, nada, cada quien iba cuando le parecía y cada uno tiene su leña (COSER).

En otros casos, el marcador nada desempeña una función pragmática más clara, sin que se superpongan los valores mencionados. Así, puede clasificarse sin duda dentro del nivel discursivo el ejemplo de (10), donde el marcador nada abre un turno de habla. En (11), sin embargo, nada cumple claramente una función ligada a la intersubjetividad: el marcador no tiene en ese caso una función discursiva, sino que es una forma cortés de restar importancia a una circunstancia externa al propio discurso (concretamente, una caída), y puede parafrasearse por ‘no pasa nada’, ‘no es nada importante’. (10) E: Y cuando traíamos la harina del molino luego en casa, ¿cómo, cómo se preparaba y se hacía el pan? I: Nada, pues el pan, pues en una de esas que llamábamos un trozo, un cajón de madera tesa, se llamaba. Allí lo echaban lo que ellos | eso cosa de las mujeres, sabían lo que necesitaban (COSER). (11) I3: Había tres categorías. Ahora da gusto, todos somos iguales. Ay, que se cae. E2: Nada, no se preocupe (COSER).

Como decíamos en la introducción, nuestro objetivo es estudiar el comportamiento del marcador nada (y sus colocaciones pues nada / y nada) con valor de atenuación (macrofunción intersubjetiva), prestando especial atención a los casos en que a esta función se superpone otra, la metadiscursiva8. Esto implica que la   Para una definición más detallada de este concepto, véase § 3.1.   Siguiendo el ejemplo de Azofra Sierra y Enghels (2017), que para el análisis del marcador discursivo sabes distinguen tres macrofunciones que pueden solaparse: subjetiva, intersubjetiva y discursiva. 7 8

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base de datos se restringe a un muestreo de 128 casos, en los que no hemos incluido ejemplos como (12), en que nada funciona puramente como muletilla, sin que quede rastro de su valor atenuador9. (12) MALCC2G01: la que llevo en el bolso MALCC2J01: madre mía la llevas en el bolso MALCC2J01: pues nada ji ji ji que no me das miedo @nombre MALCC2G02: yo nada sí sí sí pues nada pues que pase MALCC2J01: ja ji ji ji (COLAm).

La Tabla 3 detalla el número de casos incluidos en el muestreo por corpus estudiado, y presenta la distribución de las tres variantes formales, nada, pues nada y y nada. corpus

nada

pues nada

y nada

número de ocurrencias

Habla Culta

1

1

0

2

CORLEC

1

0

0

1

Val.Es.Co

2

0

0

2

COSER

25

50

4

79

PRESEEA

7

3

1

11

C-Oral-Rom

3

5

0

8

COLAm

11

14

0

25

total

50

73

5

128

Tabla 3. Selección final del muestreo

Por lo que se refiere a la función de atenuación, que ocupa un lugar central en nuestro análisis, seguiremos en este estudio la propuesta de Briz Gómez (1995) que distingue dos tipos: a) la atenuación del contenido proposicional o del dictum, y b) la atenuación de la fuerza ilocutiva o del modus. Como la atenuación se vincula inevitablemente con el posicionamiento y la imagen de los participantes en el discurso, se define como macrofunción intersubjetiva o subjetiva. Con valor intersubjetivo se orienta ante todo al interlocutor, expresando valores fáticos o apelativos y tratando de preservar su imagen; con valor subjetivo contribuye ante todo a 9   Veremos más abajo (§ 3.2) que los usos de nada como muletilla podrían considerarse también como casos de blanqueamiento extremo de la atenuación, pero no están incluidos en el recuento precisamente por no conservar restos de ella. Solo hemos encontrado tres casos que podríamos considerar como contextos puente, donde el valor de atenuación está muy desdibujado y la utilización de nada se acerca a los casos de muletilla.

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minimizar la responsabilidad o el compromiso del hablante con lo dicho. Ambas funciones, aunque no siempre, pueden reconocerse por la presencia de indicios contextuales, como el uso de otros elementos verbales directamente orientados al hablante (13) o al interlocutor (ver ejemplo 11 arriba). En (13) el hablante se refiere a su propia responsabilidad en el evento (lo gasté), pero la atenúa mediante el nada que aparece al inicio del turno; en (11), el valor intersubjetivo se detecta a través de la forma verbal de cortesía no se preocupe. (13) A: más fea mira si es que yo que no podía gastármelo C: [(RISAS)] A: para mí aquello que en mi casa no tenía ni bata como (a)quel que dice que yo lo vi C: [(RISAS)] B: [((¿y qué hiciste?))]§ A: Nada ¡uh! lo gasté un poco porquee no tieneee (Val.Es.Co).

Además, uno de los temas más discutidos en la literatura sobre la atenuación es precisamente la detección más objetiva de la atenuación en el discurso. A este respecto, Villalba Ibáñez (2018: 312) destaca la “prueba de ausencia”, que consiste en eliminar el elemento atenuante y observar eventuales cambios en la fuerza ilocutiva; en sus palabras, “[s]i la eliminación provoca que la fuerza ilocutiva se incremente o adquiera valores neutros, estaremos ante un elemento atenuante”. La neutralización de la fuerza ilocutiva se observa claramente cuando se suprime nada de los ejemplos (13) y (11) citados arriba. La segunda prueba que aplicamos durante el análisis cualitativo de los ejemplos es la “prueba de solidaridad”, que consiste en observar varios mecanismos atenuantes en el contexto inmediato. En el ejemplo (14a), la frase ¿Qué te iban a hacer? confirma el valor de atenuación de contenido de nada, que sirve para rebajar la importancia del propio castigo; de la misma manera, en (14b) la atenuación de la cantidad de agua se refuerza con el diminutivo un poquito y el adverbio simplemente. (14) a. I: Más que ahora. ¡Madre mía! E1: Y si no obedecía antes ¿qué pasaba? I: Pos nada. Te castigaban a no salir a lo mejor el domingo ¿Qué te iban a hacer? (COSER). b. E1: Y se cuece… con agua, ¿no? I1: [Asent] E1: [Asent] ¿Y…, y.… cuánta agua necesita…, por ejemplo, para hacerse una infusión de…, de una taza? I1: Pues nada, un… | lo que cojas s-, simplemente con…, con los dedos. Un poquito. E1: [Asent] I1: O sea, muy poca cosa (COSER).

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Por último, conviene mencionar que, a lo largo del análisis de los tipos de atenuación, vamos a dedicar atención particular a otros aspectos relacionados con la macrofunción discursiva de nada y su papel en la organización del flujo comunicativo, como su uso para abrir el turno, continuarlo o cerrarlo. En estos casos, será relevante atender a la posición que ocupa el marcador nada o cualquiera de sus colocaciones (pues nada, y nada), tanto en el nivel del turno, como en el nivel del enunciado10; las posiciones destacadas son estas: inicio, medio, final independiente. 3. El marcador nada y su función de atenuación 3.1 El concepto de atenuación El pronombre nada es una creación románica que originalmente tenía un significado positivo. Su etimología (RES) NATA, que significa literalmente ‘cosa nacida’, solía utilizarse como elemento enfático en contextos negativos, de los que fue absorbiendo una semántica negativa (Octavio de Toledo y Huerta 2014: 272). El significado originario de nada como pronombre indefinido es, según el Diccionario de la lengua española (RAE/ASALE 2014: s. v. nada), ‘ninguna cosa’, ‘ninguna cantidad’, ‘cantidad pequeña de alguna magnitud’ o ‘cualquier cosa, especialmente si es poco importante’; como adverbio indefinido, ‘indica el grado mínimo de la cualidad del adjetivo o adverbio al que modifica’. Como vemos, esa referencia originaria a nociones de poco valor o cantidad facilita su función como elemento atenuador, para mitigar la importancia o la relevancia de lo expresado, algo que señala la NGLE: “la presencia de nada sugiere que [el hablante] niega importancia a su respuesta o que la considera intrascendente” (RAE/ASALE 2009: § 48.13n). Así lo vemos en (15), donde la partícula nada introduce como respuesta la descripción de un proceso que el hablante considera simple, de ahí la atenuación. (15) E: No, la masa, ¿pero la masa del pan cómo se hacía? I2: ¿La masa? Nada, hacer la masa y hacer el pan y meterlo en el horno y, hala (COSER).

10   Se destacan varias teorías sobre las diferentes posiciones que pueden ocupar las unidades lingüísticas en el discurso oral, teniendo en cuenta diferentes unidades conversacionales posibles. Sin entrar en detalle, particularmente válido es el modelo del grupo Val.Es.Co (Teoría de las unidades conversacionales, Briz Gómez/Pons Bordería 2010), del que retomamos los dos niveles de análisis, el nivel del turno y el del enunciado.

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Ahora bien, la atenuación es un fenómeno complejo que ha generado discusiones muy extensas en la literatura11. Aunque se han propuesto catálogos de formas concretas para identificarla, no hay consenso sobre su definición, ni, sobre todo, sobre su identificación. No vamos a revisar aquí todas estas discusiones, sino a destacar las aportaciones que consideramos más útiles para el reconocimiento de los valores de atenuación en el marcador nada, que, por otro lado, hasta donde sabemos, no aparece en los catálogos de elementos atenuadores. Con la etiqueta de “atenuación”, nos referimos al conjunto de estrategias comunicativas que los hablantes utilizan para atenuar o mitigar sus actos de habla: tanto la vaguedad del contenido semántico como la modulación y mitigación de la fuerza ilocutiva. Villalba Ibáñez (2018: 306) habla de “desfocalización del papel de los participantes en la interacción”, que puede evidenciarse, por ejemplo, en una reducción del compromiso del hablante con la aserción. Se trata, por tanto, de una función pragmática al servicio de la comunicación, pero que solo puede interpretarse en la interacción y su contexto discursivo; así, vemos que una forma determinada que cumple una función atenuante en algunos contextos no siempre desempeña tal función (Albelda Marco/Cestero Mancera 2011; Villalba Ibánez 2018): en el caso de la partícula nada, podemos apreciarlo en ejemplos como (16), donde la única función es terminar la conversación, sin que se advierta ningún valor de atenuación: (16) I1: Pero bueno, to’l mundo tiene. […] Y antes como teníamos que trabajá mucho no te, no había de na. Y poco de esto [G-Imt]. E1: Bueno, pues muchas gracias, [HS:I1 Pues nada. Mucho gusto de conoceros.] ha sido un placer (COSER).

Briz Gómez y Albelda Marco (2013) hacen una distinción entre el contexto interactivo general (las características generales del registro, a saber, si existe una jerarquía entre los participantes o no, si la comunicación tiene una finalidad interpersonal, si hay mayor o menor grado de planificación del discurso…) y el contexto interactivo concreto (la situación particular en la que se hace necesaria una estrategia de atenuación, cuya finalidad puede señalarse). El registro coloquial se caracteriza por una finalidad interpersonal, y por tanto en él serían frecuentes los mecanismos de atenuación, orientados a evitar el conflicto entre los interlocutores. Para el análisis de nada en nuestro corpus, será necesario atender a las posibles diferencias entre los usos del discurso coloquial espontáneo y las entrevistas semidirigidas (cf. § 2.1), así como aquellos corpus que recogen conversaciones entre interlocutores de la misma jerarquía (caso de Val.Es.Co y COLAm, por ejemplo) o distinta (caso de COSER o de PRESEEA).   Véase, por ejemplo, la bibliografía recogida en la página de Es.Var.Atenuación: o Albelda Marco y Mihatsch (2017). 11

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Por otro lado, como estrategia pragmática en el marco de la conversación, la atenuación “[p]uede afectar a diversos elementos del proceso comunicativo: al mensaje, al hablante, al oyente o a la relación entre ambos”, según Albelda Marco y Cestero Mancera (2011: 15). En un trabajo posterior, Albelda Marco añade la idea de la imagen, proponiendo que esta estrategia pragmática está “originada por necesidades de imagen y dirigida a mitigar y minimizar la intensidad de lo que expresa reduciendo la fuerza ilocutiva del acto de habla” (Albelda Marco 2016: 30). De esta manera, los mecanismos de atenuación pueden contribuir no solo a minimizar el contenido, sino también a suavizar el efecto del mensaje en los interlocutores o a rebajar el compromiso del hablante con la veracidad del enunciado. La necesidad de protección de la imagen (propia o ajena) ha pasado a ser, para Albelda Marco y Cestero Mancera (2020: 940), el origen de la atenuación, hasta el punto de proponer esta definición: La atenuación es una estrategia retórico-pragmática originada por necesidades de protección de la imagen (propia o ajena), para proteger, suavizar y reparar los posibles efectos perjudiciales para el adecuado desarrollo de la comunicación. Se expresa a través de mecanismos de lenguaje vago que difuminan el contenido proposicional, de minimización de la cantidad o cualidad semánticas o directamente reduciendo la fuerza ilocutiva de los actos de habla y formulando un menor compromiso con lo dicho.

Desde esta perspectiva, diversos autores (Briz Gómez 2007; Briz Gómez/Albelda Marco 2013; Samper Hernández 2017, entre otros) proponen tres funciones de la atenuación, que estarían relacionadas con la repercusión de la imagen y con el momento en que se introduce la estrategia atenuadora: autoprotección (proteger la imagen positiva del hablante; evitar responsabilidad sobre lo dicho), prevención (evitar dañar la imagen del oyente o de otras personas, evitar el desacuerdo) y reparación (resolver los posibles daños a la imagen). En palabras de Albelda Marco y Cestero Mancera (2011: 14), la función del elemento atenuante en el discurso suele ser “reducir el compromiso con lo dicho, reducir su repercusión en el discurso, salvaguardar la autoimagen, mitigar una amenaza a la imagen del oyente, buscar acuerdo, reparar el desacuerdo, evitar imponer el yo”, funciones que pueden identificarse en algunos usos de nada. Como punto de partida, en el análisis de los casos de atenuación que se realizan a través de nuestro marcador nada, resulta útil la tipología funcional que Briz Gómez propone en trabajos anteriores (1995, 2003): 1. reducir el valor significativo de un enunciado: presentar la realidad de forma vaga, imprecisa; el hablante no quiere ser claro o demasiado “directo” al hablar; sería una atenuación del dictum y se ha denominado atenuación semántico-pragmática; minimiza el contenido proposicional, bien de un elemento del contenido proposicional o bien de toda la proposición;

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2. reducir la fuerza ilocutiva; sería una atenuación del modus o del decir, y se ha denominado atenuación pragmática; mitiga los actos de habla, la fuerza o el papel de los participantes en el discurso (por ejemplo, reduciendo el compromiso del hablante con una aseveración). En los casos del marcador nada analizados en nuestro corpus, hemos encontrado ambos tipos de atenuación: atenuación del contenido y atenuación de la fuerza ilocutiva, centrada en los participantes en el diálogo. Detallamos a continuación esta tipología de funciones del marcador nada como estrategia de atenuación (§§ 3.2 y 3.3), relacionando los diferentes usos no solo con su posición prototípica en el turno o en el enunciado, sino también con las diferentes colocaciones del marcador (nada / pues nada / y nada). 3.2 La atenuación semántico-pragmática (atenuación del contenido) El uso del marcador nada puede estar motivado por el deseo de reducir (o incluso negar) la relevancia del contenido proposicional que figura antes o después. En estos casos, nada estaría más cerca de su significado originario (‘[lo que acaba de decirse o va a decirse] no es nada importante / interesante’) y podría haberse producido una evolución de su uso como cuantificador atenuador a estrategia atenuadora (no es nada importante > no es nada > nada). El marcador puede aparecer solo o acompañado de pues o de y: nada / pues nada / y nada. Existen diferencias importantes entre los distintos corpus analizados. En los corpus de entrevistas semidirigidas (Habla Culta, COSER y PRESEEA), es prácticamente general la atenuación semántico-pragmática en las intervenciones de los entrevistados, lo cual podría explicarse por las desiguales relaciones jerárquicas entre el entrevistador y los entrevistados: estos últimos pueden sentirse un tanto incómodos por la situación, piensan que las preguntas sobre aspectos cotidianos carecen de interés especial y, por tanto, tienden a utilizar más elementos atenuantes de la importancia de lo que están relatando. Así, en COSER encontramos atenuación del contenido en todos los casos de pues nada (n = 50) y de y nada (n = 4), así como en 23 de los 25 casos de nada; son también marcadores de atenuación del contenido los 11 casos de PRESEEA (tres de pues nada, siete de nada y uno de y nada) y los dos de Habla Culta (un caso de pues nada y uno de nada). La atenuación semántico-pragmática se observa en los ejemplos de COSER (14a) y (14b) citados más arriba, en que se consideran respectivamente poco graves los castigos impuestos y poco complejo el procedimiento para preparar una infusión. Otro ejemplo interesante sería (17), donde el informante modera las expectativas referidas a su ropa y peinado, como confirma otro identificador de atenuación, el adverbio normalmente.

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(17) Enc. –¿Qué te pusiste, qué peinado tenías? Inf. –Pues nada, como voy normalmente. El tocado era como un turbante de tul, con… o sea así atado con un lacito atrás, o sea, muy de niña de comunión y… a las seis, como te estaba diciendo, vino el coche; entonces…, era muy temprano (Habla Culta).

Por el contrario, la atenuación del contenido es minoritaria en algunos corpus de conversaciones espontáneas, donde tenemos ejemplos de las colocaciones nada y pues nada: no encontramos este tipo de atenuación en CORLEC y su frecuencia es relativamente baja en C-Oral-Rom (tres de ocho ejemplos) y COLAm (10 de 25 casos). Un caso aparte sería Val.Es.Co, corpus en que solo hemos encontrado dos ejemplos de atenuación y son ambos de atenuación del contenido. Se trata de casos como los siguientes: (18) a. A: ¿eh? B: en el bingoΔ allí nos dan luego bocadillos gratis y todo↓ eso tendríais que hacer vosotrosΔ allá a la madrugada↑ entrar↓ y os darían bocadillos gratis… actuación (4’’) C: (CARRASPEO)§A: § ¿jugabais de uno en uno?§ B: § sí(6’’) ¿por qué lo preguntas? A: Nada↓ por saberlo (Val.Es.Co). b. NOSPEAKER: MALCC2J04: si dígame MALCC2J04: bien MALCC2J04: pues nada aquí en casa estudiando MALCC2J04: pues me voy a hacer ahora mismo una tortilla francesa (COLAm)12.

Como se puede apreciar en los ejemplos de esta sección, con frecuencia la atenuación no es la macrofunción dominante, sino que predomina otra función metadiscursiva (inicio de turno, respuesta, cierre discursivo…). Para analizar estas funciones discursivas del marcador, es importante atender a dos factores: por un lado, la posición en el enunciado, en el turno de palabra o en la intervención (posiciones inicial, intermedia o media, final de turno/de enunciado); y, por otro, las colocaciones recurrentes, es decir, la coaparición de otras partículas que funcionan de forma unitaria como marcador (pues nada, nada, y nada). Además, como señalábamos más arriba (§ 2.1), es interesante observar las diferencias entre los corpus, pues hemos encontrado algunos patrones que se repiten. En COSER, pues nada parece estar especializado como marcador de inicio, introductor de respuesta a una pregunta (42 de los 50 casos responden a este patrón), mientras   El hablante responde a una llamada de su padre; es significativo que sea una conversación que no se desarrolla entre iguales. 12

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que en un número menor de casos (n = 8), pues nada sirve como marcador de continuidad discursiva. La especialización de pues nada en la marcación de inicio de turno, en posición inicial de enunciado y de intervención es común a los demás corpus de entrevistas semidirigidas, Habla Culta y PRESEEA. Por el contrario, en los corpus de conversaciones espontáneas, solo encontramos ese esquema en una proporción muy reducida de ejemplos (tres de los 14 casos de COLAm y ninguno de los cinco de C-Oral-Rom); en estos corpus en que la conversación se desarrolla entre iguales, la función discursiva mayoritaria de pues nada será diferente y estará ligada a otro tipo de atenuación, como veremos en § 3.3. Respecto al valor de pues nada como atenuador semántico-pragmático y continuador discursivo (para volver a un tema precedente, para enlazar enunciados), aunque no siga un patrón tan característico, es importante destacar que aparecen ejemplos no solo en COSER –ocho de los 50 casos, del tipo de (19a)–, sino también ocasionalmente en PRESEEA y en C-Oral-Rom –un ejemplo en cada caso: (19b) y (19c)–. (19) a. E1: También se embute igual [HS:I Claro] que… I: pero esas las siguen llenar a mano, esas se cogen, se pone un embudo, se coge la tripa, se van echando cucharada y se, y se [A-PIn: enllena]. Se enllenan y luego, pues nada, se pone una caldera y a cocer las morcillas [HS:E1 [Asent]] y ya está, [R-Inf] hechas (COSER). b. y a las cinco voy a recoger a mi hermano // y ya me quedo toda la tarde con él / hago los deberes con él / luego pues yo o vemos la tele un poco // luego lo ba ño y le doy la cena y lo acuesto // y luego los otros dos días pues voy a una academia / que estoy haciendo educación infantil / para guarderías y esto / y nada / y doy las clases y luego pues nada/ me voy a casa / las paso en casa toas las tardes (PRESEEA). c. pero ha sido increíble //$ o sea / todos hemos roto / menos ellos //$ pero bueno / no ?$ yo / francamente me [/] me alegro por [/] por ellos dos //$ no [/] no lo voy a negar //$ hhh y nada / el resto de las parejas / pues nada/ pasó de todo un poco //$ Maxi / pues Maxi va / de flor en flor //$ más o menos (C-Oral-Rom).

Este funcionamiento del marcador que observamos sobre todo en las entrevistas semidirigidas es el que correspondería con el conector PUES NADA 1 de Fuentes Rodríguez, al que esta autora atribuye las siguientes funciones concretas: continuación mientras se piensa, inicio de intervención de respuesta dentro de un intercambio, cierre de un tema para pasar a otro y, por último, “inicio atenuativo del propio discurso, planteado como si continuara algo anterior” (Fuentes Rodríguez 2009: s. v. PUES NADA 1). El análisis de nuestro corpus corrobora también la información que proporciona la NGLE, cuando indica que la partícula nada (sin

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hacer diferencias con la colocación pues nada, que aparece indistintamente en los ejemplos de la gramática académica) puede también “iniciar un turno discursivo, sea o no de respuesta, en el que se resta importancia a lo que se va a decir o se interpreta como previsible o esperable” (RAE/ASALE 2009: § 48.13n). En su variante más reducida (nada), volvemos a encontrar el marcador con los valores discursivos que ya habíamos señalado en pues nada: (a) marcador de inicio de turno / de enunciado / de intervención, muchas veces en respuesta a una pregunta del interlocutor y siempre en posición inicial (20a y 20b); y (b) marcador de continuidad discursiva, entre enunciados o en medio de una intervención (21). (20) a. I1: Sí, se iba a la casa [A-Inn] del que se había muerto. E2: ¿Cuánto duraba todo…? I1: Nada, pos que… | Por ejemplo, se moría tal que hoy, pues, pues pa’l día siguiente ya le enterraban. [A-Inn] es parecido (COSER). b. MASHE3G02: eh mira mira MASHE3G03: no antes he visto una piba en la ventana tío NOSPEAKER: MASHE3G04: pero un % un poco más y no se cae MASHE3J02: dónde está/ en qué parte/ MASHE3G06: nada por ahí MASHE3G03: por ahí (COLAm). (21) o sea, como queriendo decir que ellos están dispuestos a hacer la matanza si la tierra no lo acepta; entonces, ellos lo único que hacen es que… que nada, que se van dando a conocer poquito a poco y hasta el año mil novecientos ochenta y dos, pues no parecen por aquí… (Habla Culta).

Estas son las funciones discursivas que Fuentes Rodríguez señala para sus conectores NADA 1 y NADA 2: el primero de ellos aparece, según la autora, al inicio de una intervención, normalmente reactiva, bien para responder o bien para iniciar una narración de cierta extensión; añade que “[q]uita fuerza al inicio de la intervención del hablante, como atenuativo o forma de cortesía o inseguridad” (Fuentes Rodríguez 2009: s. v. NADA 1); el segundo, por su parte, puede usarse para marcar “un giro enunciativo: fin de lo anterior, y paso a lo más importante” o como “mantenimiento del contacto mientras el hablante piensa, finaliza lo anterior como poco relevante, divagaciones, etc.”, e incluso “como focalizador informativo de lo que sigue” (Fuentes Rodríguez 2009: s. v. NADA 2). Creemos que el valor atenuador puede ser el nexo de unión que vincula todas estas funciones aparentemente distantes o inconexas: el hablante puede utilizar el marcador para introducir la información más importante, el contenido de la respuesta, que se acompaña con la atenuación de la complejidad o relevancia de la pregunta.

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Nada es marcador de inicio en 18 de los 21 ejemplos de COSER, en todos los ejemplos de Habla Culta (n = 1), Val.Es.Co (n = 2), CORLEC (n = 1) y COLAm (n = 11); también en dos de los cinco casos de PRESEEA (22a) y en uno de los tres de C-Oral-Rom. Conviene destacar que en COLAm no se utiliza pues nada para introducir una respuesta, al principio de un turno, pero esa función la desempeña aquí la variante reducida nada (22b). Nótese que en (22a) la atenuación se confirma por la descripción de la habitación como normal y en (22b), por la presencia de la parentética no sé qué. (22) a. E: ¿cómo es tu habitación? // vi ¿tienes una habitación para ti solo? I: sí ¡no no no no! es compartida con mi hermano / E: ¿de con tu hermano? I: sí // y pues E: ¿cómo es? I: Nada // normal / no sé // normal / ni grande ni pequeña // y nada / pues / dos armarios y / ordenador / una tele una consola // y una mini cadena // (PRESEEA). b. MALCE4G04: y qué te dijo/ MALCE4G03: nada que estaba buenaa no sé quée MALCE4G01: claro yo me acuerdo tío va más perdido ese pibe (COLAm).

En los ejemplos anteriores cabe destacar algo que ya señala la NGLE: “[e]n el habla coloquial se usa nada para introducir respuestas en las que precede inmediatamente (de forma paradójica) a la información que se solicita” (RAE/ASALE 2009: § 48.13n); como hemos explicado más arriba, la atenuación en este caso se proyecta sobre la relevancia o complejidad de la pregunta o de la respuesta. En cuanto a los usos de nada como marcador simultáneamente de atenuación semántico-pragmática y de continuación discursiva, encontramos casos en Habla Culta (n = 1), COSER (n = 2), PRESEEA (n = 3) y C-Oral-Rom (n = 1); en esta función, nada aparece en medio de una intervención y entre enunciados. En el ejemplo (21) más arriba, la atenuación se confirma por la presencia de lo único; en (23), cumple también una función atenuadora del contenido la repetición del diminutivo un poquito. (23) E: ¿qué soléis hacer ahí? / I: cantar ¡pff! / aunque parezca un tópico pues / I: uhum / E: nada / estar un a las ocho de la tarde o así en casa ya // preparando lo último ya que quede // nada// beber un poquito además // después de la cena // cantar un poquito (PRESEEA).

Finalmente, la variante y nada en el corpus es siempre marcador de atenuación semántico-pragmática y de cierre o cambio de tema, uno de los valores que ya

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señala Fuentes Rodríguez en su NADA 2. Sin embargo, los ejemplos de Fuentes Rodríguez no son del mismo tipo que los que hemos encontrado en el corpus, pues en ellos la función del marcador es puramente discursiva, sin rastro del valor de atenuación: por eso la autora etiqueta este NADA 2 como “ordenador discursivo continuativo”, utilizado para marcar un giro enunciativo (“fin de lo anterior, y paso a lo más relevante”)13, aunque no menciona una posible combinación con y de su NADA 2. En sus ejemplos, el marcador nada aparece en medio de un turno, pero en principio de enunciado, así que no son el mismo caso que nuestros ejemplos de y nada, que pueden aparecer entre enunciados o al final de un enunciado y no difieren especialmente de los casos de nada14. Los casos que hemos encontrado con valor de atenuación son cuatro en COSER, del tipo de (24); en PRESEEA, así como en los corpus de conversaciones espontáneas, y nada tiene dos funciones: (a) se utiliza con función discursiva, con valor continuativo, marcando un giro enunciativo o cambio de tema, en ejemplos donde hay restos de la función de atenuación (25a); y (b) y nada puede haberse blanqueado hasta convertirse en una muletilla que alterna con nada, como vemos en (25b). (24) E1: ¿No había bodas? I2: No había bodas. [HS: E1 Ah, ¿no?] Se llamaban a unos tíos o a unos primos, y se hacía una comida en casa, familiarmente y nada, esa era la boda que había antes (COSER). (25) a. E: bien / cuéntanos ¿qué hiciste estas vacaciones pasadas o el fin de semana pasado? I: pues el fin de semana pasado pues no salí // me quedé en casa // Y nada y // las vacaciones pasadas pues trabajando / en la en la cafetería // trabajando todo el todo el verano (PRESEEA). b. lo malo que tiene es que el comedor es en el comedor está el baño pero nada / todo es que toda esa

13   Hay muchos casos similares a sus ejemplos en nuestro corpus amplio, pero entre ellos ya no se aprecia el valor de atenuación, por lo que no están incluidos entre los seleccionados para este trabajo. 14   Hay una dificultad añadida para distinguir los casos en que tenemos la colocación y nada de aquellos en que sería más preciso catalogar como usos de nada detrás de la conjunción y. En el siguiente ejemplo podemos inclinarnos por el segundo análisis debido a la prosodia, porque la anotación del corpus señala un alargamiento de y, es decir, que y nada no se ha pronunciado como una unidad: “está la cocina / que también es grande / es muy grande / la hicimos bueno / la reformamos porque estaba muy mal / era muy vieja / es un piso / que era muy viejo / y lo hemos arreglado / y nada es bastante grande / luego está la habitación de mi madre…” (PRESEEA). Sin embargo, no contamos con esa posibilidad en los casos de corpus que no transcriben pausas ni alargamientos.

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finca da así // y en el también y nada / en el el comedor también es grande // está bien // tenemos nada/ la televisión / un mueble con la televisión / (PRESEEA).

Un caso especial son precisamente los casos de nada utilizado como muletilla, con valor fático. Es posible que este uso de nada haya empezado como un caso de atenuación, para finalmente perder este valor; en otras palabras, es posible que se haya blanqueado el significado de atenuación para dar paso a una partícula semánticamente casi vacía que se puede utilizar como muletilla, en un proceso que hemos analizado en otros marcadores conversacionales como sabes (Azofra Sierra/Enghels 2017) y que también se ha analizado en un estudio general sobre el marcador nada (Enghels/Tanghe 2019). Serían casos como (26a) o (26b), donde se aprecia que no hay restos del valor de atenuación; en (26a), además, nótese que con frecuencia la muletilla nada puede estar precedida o seguida de y sin que constituya una unidad diferente, pues y simplemente refuerza el “relleno” del hueco en el discurso (cf. nota 14 arriba): (26) a. MAORE2J01: no @nombre no es castaño MAORE2J02: ah vale MAORE2J01: @nombre es en plan quee a nadie le gusta y a mí me encanta pues eso estaba guapísimo o sea estaba impresionante y y y nada y y y y y estaba @ nombre MAORE2J02: mira me han quemado MAORE2J01: y en plan me quiero ir MAORE2J02: una ampolla MAORE2J01: que horror (COLAm). b. HEL: pues ya …$ bueno //$ pues eso //$ total / que / me [///] nada //$ le llamo y tal / me dice / no / estoy un poco así deprimidillo / y digo yo / quieres que vayamos a tomar una cocacola / o algo ?$ dice / vale //$ vale //$ hhh bueno / a todo esto +$ (C-Oral-Rom).

Al analizar el corpus, hemos constatado que en ocasiones resulta difícil deslindar los casos de muletilla de aquellos otros en que nada tiene una función de continuador discursivo; solo el carácter repetitivo de nada en boca del hablante o la ausencia de giro temático en su discurso permiten reconocer aquellos que son simples piezas fáticas, como en los ejemplos anteriores. Creemos que el origen de nada muletilla podría estar en casos de nada continuador discursivo, con un significado que empieza a blanquearse más y que puede terminar siendo una pieza que simplemente se encaja en un discurso con función fática, para mantener ocupado el canal de comunicación o dar tiempo al hablante para pensar. Así, el marcador podría haber seguido un proceso que se ha documentado en otros

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marcadores conversacionales: de lo subjetivo e intersubjetivo (atenuación) a lo discursivo (función de continuador discursivo) al blanqueamiento total (función fática) (Azofra Sierra/Enghels 2017). El contexto puente serían casos como (27), en que todavía podemos apreciar restos de atenuación, presente por la referencia a la idea de que el hablante pensaba que “no había sido nada [importante]” y que al principio no tenía mucho dolor (“solo me hice eso”, dice); sin embargo, la recurrencia de alargamientos, vacilaciones y palabras cortadas indica que el hablante encuentra alguna dificultad para encontrar las palabras, lo cual se refleja en el uso repetido de nada / y nada: (27) pensé que no había sido nada pero // se paró un amigo que venía detrás con la moto también // y nada me vio que estaba sangrando fui yo a decir me preguntó ¿estás bien? le iba a decir que sí porque nada/ mm solo me hice eso en principio así que yo notara todo / pues todo lo típico escozor por todo el // donde me había hecho heridas // y ya fui a hablar y noté que había perdido los pi / los dientes y dije pues // pues vamos al hospital // y nada // y ahí fue todo (PRESEEA).

Ya Fuentes Rodríguez, de forma indirecta y sin emplear el término muletilla, incluye en su NADA 2 continuativo (“ordenador discursivo continuativo”) los casos cercanos a muletilla, al hablar de “mantenimiento del contacto mientras el hablante piensa” (Fuentes Rodríguez 2009: s. v. NADA 2). Por su parte, la NGLE, refiriéndose a la partícula nada, indica que puede emplearse “como muletilla o como expresión de relleno, a menudo encabezando una recapitulación ficticia de lo que se ha dicho” (RAE/ASALE 2009: § 48.13ñ), valor representado con este ejemplo: “Pues nada, lo que necesites dímelo” (Pío Baroja, El árbol de la ciencia). Hemos comprobado que la muletilla puede encontrarse con otras variantes de nada (y nada, pues nada), pero no compartimos el análisis de la NGLE en el ejemplo mencionado, donde apreciamos un valor de atenuación pragmática (el hablante se refiere a una posible necesidad por parte del interlocutor y usando el marcador pues nada le ofrece cortésmente su ayuda, atenuando el esfuerzo que le costará); la prueba de ausencia, a la que nos referíamos más arriba (§ 3.1), confirma que la eliminación de pues nada en ese ejemplo de la NGLE rebajaría la fuerza ilocutiva del acto de habla, por lo que se trata de un elemento atenuador y no cabe considerarlo como una pieza con simple valor fático. Sin embargo, pensamos que podrían ser casos de muletilla con la colocación pues nada ejemplos como (28), donde la eliminación de pues nada no cambia la fuerza ilocutiva del enunciado y donde los alargamientos y vacilaciones del hablante indican que está haciendo tiempo mientras busca sus palabras:

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(28) pero vamos es de cara así más ancha tiene los ojos / también así grandes con las pestañas largas verdes / también // y así tiene una carita oso de peluche como yo digo tiene la carita redondita así // y luego pues nada y // es más gordito él es más ancho // de todo (PRESEEA).

3.3 La atenuación pragmática (atenuación de la fuerza ilocutiva) El segundo núcleo funcional lo constituyen estos casos de atenuación pragmática, en los que se usa el marcador nada para restar importancia o responsabilidad a alguno de los protagonistas de la interacción (hablante u oyente); este nada estaría más pragmaticalizado y, por tanto, más lejos de su significado original de cuantificador negativo. En este tipo de atenuación encontramos las variantes nada y pues nada. Casos como los que vamos a comentar son los que Albelda Marco y Cestero Mancera (2020) engloban en la función de “corregir y reparar” (restaurar el orden y minimizar el desacuerdo entre hablantes, o bien salvaguardar la imagen social de uno de los interlocutores), una función que está vinculada al tema de la cortesía verbal y ligada claramente a la interacción. La atenuación pragmática es más frecuente en conversaciones coloquiales entre iguales, por lo que la hemos documentado mucho más en corpus como C-OralRom y COLAm, mientras que en corpus de entrevistas semidirigidas solo se documenta ocasionalmente: solo dos de los 79 casos de COSER y ninguno de los 11 de PRESEEA. Es interesante advertir que los dos casos de atenuación pragmática en COSER se encuentran en intervenciones del entrevistador, precisamente la persona que en ese intercambio se sitúa por encima en la jerarquía; en ambos casos, el marcador nada se orienta a la reparación de un posible daño de la imagen del hablante, como (29) (= ‘no importa, no pasa nada, no hay nada preocupante [en que tenga que sentarme en el suelo]’), o bien del oyente –cf. ejemplo (11) comentado más arriba–: (29) E1: Aquí en el suelo. I1: ¡En el suelo, no, hombre! ¡Cómo en el suelo! E1: Sí, sí, nada, sin ningún problema. [RISAS] (COSER).

Dentro de la atenuación pragmática se puede distinguir dos grupos: la atenuación orientada al hablante (§ 3.3.1) o la orientada al oyente (§ 3.3.2). En los siguientes apartados explicamos cada una de ellas y analizamos su posición dentro del turno y del enunciado, algo que depende de las funciones concretas: en principio, podría esperarse que su posición estuviera más fijada, a la izquierda o al principio (como ocurre en otros procesos de gramaticalización de marcadores

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discursivos; véase, por ejemplo, Azofra Sierra/Enghels 2017), pero no siempre ocurre así: por ejemplo, pues nada con el valor concreto que veremos en § 3.3.1 puede encabezar enunciado o turno, pero también puede cerrarlos o constituir un enunciado independiente. 3.3.1. Atenuación pragmática orientada al hablante En este caso, el marcador nada tiene una función dentro del campo de lo subjetivo y se utiliza para rebajar el grado de responsabilidad del hablante con el contenido de su intervención o para proteger su propia imagen; así lo vemos en el ejemplo (30), donde el hablante acepta como inevitable un precio que le parece excesivo, para evitar una discusión sobre el pago que podría dañar su imagen: (30) MAESB2J01: porque se ceban mazo o sea a a se supone ayer lo que miré en la página eran treinta euros por or or por la habitación doble y noche no/ y luego o o cuando llamé me dijeron que era cuarenta euros por persona y noche y yo hostia digo bueno pues nada (COLAm).

En el corpus, encontramos atenuación pragmática con mucha frecuencia para expresar una actitud muy concreta del hablante, la de resignación: el hablante se conforma (con lo dicho o hecho por el oyente) aunque no está de acuerdo; parece una forma de proteger la relación o evitar hacer manifiesto el desacuerdo, como se ha sugerido para otros elementos atenuadores (Briz Gómez/Albelda Marco 2013; Albelda Marco 2016). Este valor que hemos llamado “de resignación” lo encontramos sobre todo en la colocación pues nada y en los corpus C-Oral-Rom (cuatro de los cinco casos de pues nada) y COLAm (10 de los 14 casos de pues nada). En el contexto puede aparecer el marcador de modalidad deóntica de aceptación bueno > bueno pues nada, que refuerza la función pragmática de atenuación y hace más evidente el deseo de evitar el desacuerdo, como vemos en (31); como señalan Albelda Marco y Cestero Mancera (2020), en la conversación pueden aparecer marcadores del discurso atenuantes correctores, destinados a minimizar la disconformidad dialógica o a atenuar y proteger la propia imagen (las autoras se refieren a bueno, pues u hombre, pero es también el caso de nada y sus variantes): (31) MAORE2J02: apagamos la tele/ o da igual la tele/ MAORE2J01: no pasa nada o sea toda nuestra conversación sobre las profesoras sobre a quién odias y a quién admiras/ MAORE2J02: ja ja MAORE2J01: se ha ido al garete MAORE2J02: 1[bueno pues nada casi mejor] MAORE2J01: 1[me da igual ehmm sabes/] (COLAm).

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Respecto a la concurrencia de valores metadiscursivos, esta función de aceptación resignada de pues nada, por su propia naturaleza, se relaciona con la función discursiva de cierre (cierre o cesión de turno, cierre o conclusión de tema, cierre de intervención), pero eso no implica que se sitúe siempre en posición final; a veces aparece en una réplica independiente y a veces en otras posiciones: al principio de un turno que cierra intervención, o antes de una intervención en la que hay un cambio de tema. Estos casos de pues nada en conversaciones espontáneas corresponderían a la tercera acepción del conector PUES NADA 2 de Fuentes Rodríguez: “En otras ocasiones pone fin a una discusión” (2009: s. v. PUES NADA 2); recordemos que PUES NADA 2 es, en general, una entrada para el marcador pues nada con valor de cierre discursivo. Sin embargo, pensamos que la acepción de Fuentes Rodríguez no recoge el valor de pues nada como “cierre con resignación” que es tan frecuente en las conversaciones espontáneas de COLAm y C-Oral-Rom. En efecto, como se comprueba en los ejemplos (30) y (31) que hemos presentado, pues nada pone fin a una discusión, efectivamente, y es un conector de cierre discursivo, pero además, tiene un mayor valor pragmático: ese cierre lo decide el hablante para proteger la relación con el interlocutor, aceptando algo con resignación para no seguir discutiendo. En algún caso, también encontramos el valor de resignación con el simple nada, aunque no es tan frecuente; así en (32), donde el hablante acepta prestar el abrigo, a pesar de que no le gusta la idea, y lo hace para evitar la discusión: (32) MALCE2G04: fuera coño eh/ MALCE2G01: eh/ va MALCE2G05: 1[mañana] MALCE2G01: 1[no quieto quieto quieto] MALCE2G05: seguro/ MALCE2G01: sííí MALCE2G05: me tienes que dejar algo por si acaso MALCE2G01: no no no esto no sí que no te lo puedo dejar que te lo juro que te lo traigo. porque es del instituto MALCE2G04: 2[nada el abrigo.. pues el abrigo] MALCE2G05: 2[seguro/] MALCE2G01: que tampoco tronco que no. que te juro que te lo traigo. @nombre MALCE2G05: seguro/ MALCE2G01: sí (COLAm).

3.3.2. Atenuación pragmática orientada al oyente La atenuación pragmática también se puede orientar al oyente, al que el hablante descarga de responsabilidad o preocupación, constituyendo así una forma de cortesía. En el corpus, este tipo de atenuación se produce con la variante simple nada y

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la encontramos también mayoritariamente en los corpus de conversaciones espontáneas, sobre todo en COLAm. Sin embargo, vemos que es menos frecuente que la atenuación orientada al hablante: solo cuatro de los 11 ejemplos de nada en COLAm y uno de los dos ejemplos de nada en C-Oral-Rom presentan esta función. En (33a), nada se utiliza para tranquilizar al interlocutor, para evitar que continúe, pero sin ofenderle, restando importancia a lo que dice; en (33b), el hablante resta importancia a la inexperiencia o torpeza del oyente antes de ofrecer su ayuda; en ambos ejemplos, por tanto, se previene una posible amenaza a la imagen del interlocutor. (33) a. MALCC2J01: 1[tío eres un plasta pero plasta] MALCC2G02: 1[está pesadito con lo de que se ha puesto malo] MALCC2J01: 2[pero mazo de plasta chaval] MALCC2G02: 2[ji ji ji y se queda en casa] MALCC2G01: es que no quiere que venga nadie MALCC2J01: te vas a poner malo tú peroooo MALCC2J01: 1[nada déjalo] MALCC2G01: 1[pero si esto se cae al suelo y no pasa nada] MALCC2G02: si je je je s s s se va a caer (COLAm). b. ALV: vale //$ cuando / acabe de hacer la página web +$ es que tengo muy poca imaginación //$ y me cuesta mucho hacerla / tío //$ JOA: Nada / yo te ayudo //$ ALV: incluso con el programa ese es [/] es muy / jodida //$ (C-Oral-Rom).

Como vemos en los ejemplos anteriores, la posición de nada está más fijada: al principio del turno, en el margen izquierdo, en la posición habitual para las expresiones de cortesía (formas como perdón, gracias, lo siento…). Por último, dentro de la atenuación pragmática orientada al oyente podríamos incluir determinados usos del marcador nada (solo o en la colocación pues nada) que encabeza turno y tiene la función de atenuar la orden que le sigue inmediatamente, como vemos en (34): (34) Me tengo que pintar los labios, aunque esté muy feo, pero es que los tengo sequísimos. Nada, límpiate. ¿Qué dices? Píntate, digo. (CORLEC).

La función de este nada imperativo o apelativo estaría en principio vinculada con la protección de la imagen del interlocutor, al que se va preparando para recibir una orden, para que una expresión demasiado directa no se perciba como una amenaza. También se atenúa en este caso todo el contexto situacional, las circunstancias que rodean la interacción, los propios deseos del hablante y del oyente.

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Sin embargo, una vez rutinizado como marcador, se produce un blanqueamiento de la atenuación y llega a convertirse en una especie de interjección de estímulo, con un significado cercano a venga: (35) ¡Pues nada / Nada, a trabajar todo el mundo! ~ ¡Venga, a trabajar todo el mundo!

4. La gramaticalización de nada como marcador Este último apartado tiene el objetivo de revisar dos interesantes hipótesis sobre la gramaticalización de nada como marcador. La primera es la de Stenström (2009: 138), que define el uso típico del marcador (pues) nada como característico del lenguaje juvenil. En una línea de ideas similar, Schmer Miranda (2012: 7) sostiene que el uso de nada como marcador es bastante nuevo, que no está generalizado y que se usa sobre todo en las generaciones más jóvenes (entre 12 y 30 años aproximadamente). Ambas autoras, aunque centrándose en el uso de nada en diferentes dialectos (Stenström en Madrid vs. Schmer en Buenos Aires), concluyen así que la recategorización del cuantificador indefinido negativo en un marcador discursivo, y principalmente la extensión de su uso, hay que situarlo en una época bastante reciente. Esto contrasta con las conclusiones de Beinhauer, que ya en 1930 documenta diversos usos de nada, como su uso de relleno o su frecuente aparición al final de una conversación. Además, una revisión general en el CORDE, realizada por Enghels y Tanghe (2019: 142), muestra que nada como marcador aparece ya en obras de finales del siglo xix, como La Regenta (36a), así como en varias obras a lo largo del siglo xx (36b). Es interesante observar que en ambos casos se detecta claramente la función de atenuación del contenido de lo dicho. (36) a. Sí, a usted; Ana es otra. ¡Qué alegría, qué salud, qué apetito! Se acabaron las cavilaciones, la devoción exagerada, las aprensiones, los nervios… las locuras… como aquella de la procesión… Oh, cada vez que me acuerdo se me crispan los… pues nada, ya no hay nada de aquello (CORDE: Clarín, La Regenta, 1884-1885). b. ¡Ah, es verdad! Si te sale a abrir otra persona, pues nada, dices que te has equivocado; le preguntas: ¿vive aquí el señor Pérez?, y como te dirán que no, te largas y en paz. ¿Está claro? (CORDE: Cela, La Colmena, 1951).

En la misma línea de ideas, el análisis presentado en este artículo demuestra que su uso no es principalmente un fenómeno de habla joven, sino que está también extendido entre generaciones mayores. Resulta interesante investigar el origen de la percepción de nada como marcador reciente y ante todo juvenil. ¿Será que su uso ha cambiado bastante en las últimas décadas, y que las nuevas genera-

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ciones lo usan más frecuentemente con una función diferente? Ese cambio es lo que parece deducirse del análisis del corpus, pues las colocaciones recurrentes y las funciones más destacadas son diferentes en la microdiacronía estudiada, como hemos visto en la sección 3. Ante todo, conviene estudiar la evolución de la frecuencia de uso general del marcador15, calculada por 10 000 palabras en diferentes corpus que representan microdiacronías diferentes. corpus

década

Habla Culta

70

número nada marcador extensión corpus 62

150 000

frec. normalizada (/10 000) 4,13

CORLEC

80-90

142

269 500

5,26

Val.Es.Co

80-90

35

268 900

1,3

COSER

90-> 2000

547

950 000

5,76

PRESEEA

> 2000

256

216 000

11,85

C-Oral-Rom

> 2000

301

300 000

10,03

COLAm

> 2000

347

456 000

7,6

total

1820 Tabla 4. Frecuencia normalizada de nada por corpus

La Tabla 4 muestra un aumento considerable de la frecuencia de uso de nada como marcador discursivo, tanto en los corpus de datos conversacionales (CORLEC vs. C-Oral-Rom) como en las entrevistas semidirigidas (COSER vs. PRESEEA). La extensión de su uso puede considerarse como un reflejo del grado de gramaticalización más elevado de la partícula nada, que va aumentando sus posibilidades de aparecer en contextos diferentes y, por tanto, su frecuencia. Sin embargo, esta tendencia no se confirma por los datos del corpus más reciente incluido en el muestreo, a saber, el corpus COLAm, que además representa el habla de la generación más joven. En este corpus, la falta de correspondencia entre el uso más extendido de nada y su grado de gramaticalización más avanzado podría explicarse por el auge de marcadores pragmáticos con funciones muy parecidas pero que se consideran como más emblemáticos de la identidad juvenil. Es bien sabido que los hablantes jóvenes tienden a preservar la identidad del ‘in group’ distanciándose de elementos lingüísticos difundidos en el habla general (Lorenz 2002; Roels/Enghels 2020 entre otros). En las dos primeras décadas del siglo xxi un marcador en concreto se ha desarrollado ampliamente en el habla juvenil, en plan (Borreguero Zuloaga 2020); según Jørgensen (2009), en plan ha ido inva  No limitado, por tanto, a los casos en que funciones atenuadoras y discursivas se combinan.

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diendo el campo operativo de otras partículas, como el de nada (véanse ejemplos 37a y 37b, más abajo). Por tanto, parece que, contrariamente a las expectativas, nada no está ganando terreno en términos de productividad, debido a la competencia con otros marcadores; queda por investigar si se hace más productivo en otras generaciones. En segundo lugar, volviendo a los casos que hemos estudiado en este capítulo, conviene analizar hasta qué punto nada se ha gramaticalizado con respecto a su valor de atenuación. Postulamos que la atenuación semántico-pragmática del contenido está más próxima a la semántica original de nada que la atenuación pragmática. La comparación de la ocurrencia de varios tipos de atenuación y sobre todo de la atenuación pragmática, presentada en la Tabla 5, muestra que este segundo tipo es más productivo en los corpus de datos espontáneos del siglo xxi, a saber, C-Oral-Rom y COLAm. corpus

década

atenuación semánticopragmática

atenuación pragmática (hablante)

atenuación pragmática (oyente)

número de ocurrencias

Habla Culta

70

2

0

0

2

CORLEC

80-90

0

0

1

1

Val.Es.Co

80-90

2

0

0

2

COSER

90-> 2000

77

1

1

79

PRESEEA

> 2000

11

0

0

11

C-Oral-Rom

> 2000

3

4

1

8

COLAm

> 2000

10

11

4

25

105

16

7

128

Total

Tabla 5. Frecuencias absolutas de los tipos de atenuación por corpus

Estos datos muestran de nuevo la particularidad del uso de nada en el lenguaje juvenil. No solo se usa menos que antes, sino que también se trata con frecuencia de un uso atenuador de la propia imagen del hablante o del interlocutor. Esta tendencia tampoco es sorprendente, dadas las características particulares del lenguaje juvenil y la importancia de proteger la imagen de los participantes en la interacción. En concreto, como afirma Jørgensen (2009), mediante esta función de “hedging”, el hablante joven se distancia lingüísticamente de lo que está diciendo para salvar su propia imagen y evitar ser descortés con el oyente. Este aspecto es particularmente importante en las conversaciones entre jóvenes, dado su alto grado de inseguridad y su continua preocupación por la opinión de los demás miembros del grupo interno. Mitigando el compromiso con una afirmación, el adolescente indica que su contenido es solo aproximado o incierto, para proteger-

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se así de posibles críticas u otras reacciones negativas por parte del interlocutor. Los ejemplos (37a) y (37b) demuestran claramente cómo los hablantes utilizan intensamente los marcadores discursivos para alcanzar tal propósito; en esta conversación, Mónica tiene muchas ganas de salir con un chico en particular, pero mitiga su entusiasmo incorporando varios marcadores atenuadores pragmáticos como sabes, en plan y nada. (37) a. Mónica: entonces nada, nos vamos fuera, por ahí ¿sabes? nos fuimos como hace un frío que te cagas/ a la diez de la mañana estaba super bien con él allí tal y en plan todo el tiempo él diciéndole a Juancho en plan y tengo posibilidades con ella y no sé qué y bueno como… (COLAm, apud Jørgensen 2009). b. Mónica: nada se puso a sonreír aquel tío y yo en plan yo en plan emocionadísima no ah porque el tío está pero buenísimo pero buenísimo super simpático sabes que me cae fenomenal entonces nada que… (COLAm, apud Jørgensen 2009).

5. Conclusiones El análisis detallado de los casos de nada y sus variantes (pues nada / y nada) con valor de atenuación en varios corpus de conversaciones coloquiales nos ha permitido comprobar que el proceso de gramaticalización de este marcador discursivo no es tan lineal como el de otros marcadores conversacionales, en los que se puede trazar un patrón que va desde los valores subjetivos a los intersubjetivos para terminar el proceso en valores asociados con lo metadiscursivo (por ejemplo, ese sería el caso del marcador conversacional sabes, analizado en Azofra Sierra y Enghels 2017). En el caso del marcador nada y sus variantes, sin embargo, es frecuente la polifuncionalidad sintagmática, es decir, la coaparición de valores (inter)subjetivos y metadiscursivos, como hemos visto al analizar las funciones de nada relacionadas con su uso como elemento de atenuación, que sería el más cercano a su semántica original de cuantificador negativo ‘nada’, ‘poca cosa’ o ‘insignificancia’. Los marcadores pragmáticos suelen caracterizarse como elementos altamente multifuncionales capaces de operar en varios niveles del discurso. Repasando la escasa bibliografía sobre el marcador nada y los repertorios lexicográficos de partículas existentes, hemos detectado que se describen las funciones de nada y sus variantes (especialmente pues nada, que recibe una atención especial en varios casos) como un listado de funciones poco conectadas y aparentemente dispares: indicar un cambio de tema o reanudación del tema (Fuentes Rodríguez 2009; Stenström 2009), señalar el final de un tema del discurso o ceder un turno (Llorente Arcocha 1996; Stenström 2009), introducir el cierre de la conversación o la unidad discursiva (Llorente Arcocha 1996; Stenström 2009),

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iniciar una respuesta o simular una apertura (Fuentes Rodríguez 2009; Santos Río 2003; NGLE 2009; Guirado 2019), apoyar la continuación del discurso (Santos Río 2003; Fuentes Rodríguez 2009; Schmer Miranda 2012), introducir una reformulación (Schmer Miranda 2012) o indicar una consecuencia (Schmer Miranda 2012). Frente a ese tipo de descripciones que ponen de manifiesto la polifuncionalidad paradigmática del marcador, hemos intentado encontrar una vinculación entre los distintos valores, atendiendo a la polifuncionalidad sintagmática, es decir, a los diversos valores funcionales que el marcador muestra en un mismo contexto, como adelantábamos en la introducción. Concretamente, nos hemos centrado en los valores simultáneos de nada atenuador y metadiscursivo, tratando de reconstruir el proceso de gramaticalización seguido por nada y sus variantes para poder desempeñar las funciones descritas en la bibliografía. Así, en el gráfico siguiente hemos intentado mostrar la naturaleza radial y no lineal de los valores de nada, a partir del núcleo más cercano al significado original, que es la atenuación:

En definitiva, los análisis del marcador nada y sus colocaciones pues nada / y nada en nuestro corpus confirman la información que proporcionan las fuentes mencionadas; sin embargo, se diferencian de los estudios previos en que se ha intentado establecer un nexo entre las distintas macrofunciones, las particularidades de un marcador cuya semántica originaria facilita su uso como elemento atenuador. Por otro lado, nada es un elemento que en su significado original puede funcionar con distinto alcance (sobre una entidad, sobre un adjetivo, sobre un adverbio) y esa polifuncionalidad lo habilita para proyectar su alcance sobre diferentes elementos del discurso en su uso como marcador.

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En cuanto a las funciones concretas, a lo largo de este trabajo se han analizado algunos valores de nada que no estaban suficientemente estudiados en la literatura: es el caso de nada con el valor que hemos llamado “de resignación” (muy presente en los corpus de conversaciones espontáneas, especialmente COLAm) y el nada que precede a una orden, convertido casi en una interjección (en un proceso similar al de otros marcadores conversacionales como venga). Ambos valores, como se ha explicado en la sección 3, estarían relacionados con la protección de la imagen; en el caso de pues nada de resignación, el hablante intenta evitar el desacuerdo, la confrontación, de ahí que acepte y dé por terminada una discusión que podría ser problemática; en el caso de nada ante una orden, la función pragmática es también mitigar el efecto que una orden demasiado directa podría causar en el receptor. Todo ello, como hemos destacado en este trabajo, está en línea con la caracterización general del discurso juvenil, en que los intervinientes suelen mostrar inseguridad y quieren ante todo preservar el sentimiento del ‘in group’, de ahí que los valores atenuadores más pragmáticos se observen con mayor frecuencia en el discurso de las generaciones más jóvenes. Las estrategias atenuadoras, entre las que se encuentra el marcador nada, a pesar de que no ha sido incluido en las listas de elementos atenuadores de los autores que se han ocupado de la atenuación, contribuyen a preservar la imagen positiva del hablante y evitar el desacuerdo en la relación. Finalmente, nos hemos ocupado en estas páginas de un caso especial, el de nada/pues nada muletilla, que hemos explicado como un caso de blanqueamiento extremo de nada atenuador del contenido y continuador discursivo; la existencia de contextos puente en nuestro corpus, con un débil valor atenuador, muestran que la atenuación ha jugado un papel importante en su uso final con una función únicamente metadiscursiva, como “relleno” en una conversación mientras el hablante piensa cómo continuar su discurso o comprueba que el canal está abierto. Referencias bibliográficas Albelda Marco, Marta (2016): “Sobre la incidencia de la imagen en la atenuación pragmática”, en Revista Internacional de Lingüística Iberoamericana, 14(1), pp. 19-32. Albelda Marco, Marta/Cestero Mancera, Ana María (2011): “De nuevo, sobre los procedimientos de atenuación lingüística”, en Español Actual, 96, pp. 9-40. — (2020): “Estudio de variación en el uso de atenuación II: Microanálisis de secuencias discursivas, actos de habla y recursos atenuantes”, en Revista Signos, 53, pp. 962-987. Albelda Marco, Marta/Mihatsch, Wiltrud (2017): “Introducción”, en Marta Albelda y Wiltrud Mihatsch (eds.): Atenuación e intensificación en géneros discursivos. Madrid/ Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 9-22.

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MAJO COMO MARCADOR CONVERSACIONAL EN EL ESPAÑOL PENINSULAR. HISTORIA, GEOGRAFÍA Y EL MECANISMO DE LA COOPTACIÓN Florencio del Barrio de la Rosa Università Ca’ Foscari-Venezia

1. Introducción En algunas variedades del español peninsular el término majo destaca por su empleo como vocativo, además de los más habituales de adjetivo. El uso alocutivo se localiza en las hablas vernáculas del español peninsular (1a), si bien no está ausente de los sociolectos urbanos (1b), y se reproduce en novelas y relatos de corte realista y de ambientación rural (1c). Por lo general, el papel de majo como vocativo no consiste en identificar al oyente, cuya identidad ya está establecida en el contexto de la conversación; en efecto, su uso sobrepasa la mera apelación al oyente y tiende a reforzar las relaciones interpersonales. En (1a), por ejemplo, majo enfatiza la aserción, mientras que en (1c) mitiga el acto de habla directivo. En última instancia, puede actuar como relleno conversacional (1b). Este comportamiento justifica la catalogación del elemento majo dentro de la clase de los marcadores conversacionales. (1) a. E: ¿Y qué dice, que el agua no había aquí entonces, qué…? I: Al río íbamos, maja, con un borriquito, unos aguaderos que eso también, de esos aguaderos antiguos y a por agua, y a llenar orzas grandes que tenemos de ocho cántaros cada orza (COSER 959, Burgos, Villaverde-Mogina, mujer, 61 años, 1994). b. E: ¿y eso es también propio de tu marido? I: sí, sí, y bueno, pues eeh, maja, maja, vamos ahora pues tiene una edad difícil, difícil de llevar, para la madre sobre todo que es la que más pelea con ellos, perooo es maja o sea, se amolda bien a las circunstancias yyy, y bien (PRESEEA, Madrid, Alcalá de Henares, mujer, 40 años, 1998). c. Porque lo que yo digo, a él, pobrecito, nada le va a quitar ni poner el que los mozos bailen o los hombres vayan a la taberna. ¡Mire esa! Asun, maja, ¿no harías unas pocas de visiones para que te vean estos señores? La de ayer, anda, échatela. ¡Jesús, que pasmarote! ¡Anda a casa! (CORDE, Miguel Delibes, La Mortaja, 1948-1963).

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Los denominados marcadores de control de contacto (Briz Gómez 1998: 224229), enfocadores de alteridad (Portolés Lázaro 1998: 144-145; Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4171-4190), conectores ordenadores del discurso interactivos (y continuativos) (Fuentes Rodríguez 2009) o marcadores apelativos (Llopis Cardona/Montañez Mesas 2019) son expresiones –originalmente– apelativas cuya tarea principal estriba en establecer y controlar la relación entre los participantes de la conversación y han merecido un buen número de estudios monográficos, de carácter global o concentrados en variedades sociales o dialectales del español, sobre unidades como hombre (y mujer), hijo, chico, tío, huevón o güey (Portolés Lázaro/Vázquez Orta 2000; Cuenca/Torres Vilatarsana 2008; Briz Gómez 2012; Fuentes Rodríguez 2009; Jørgensen 2008; Gaviño Rodríguez 2011; De Latte/Enghels 2019; Helinks 2015; Kleinknecht 2013). La génesis y diacronía de estas partículas no ha concitado, en cambio, el mismo interés. El estudio reciente de Kleinknecht y Souza (2017) identifica las expresiones vocativas como fuente para esta categoría de partículas pragmáticas (vocative-based markers). De acuerdo con estos autores, la gramaticalización determina la desemantización de estos elementos nominales y explota sus propiedades deícticas en cuanto alocutivos con fines interaccionales. Por su significado (“que gusta por su simpatía, belleza o gracia”), majo encaja bien en el grupo de las clases nominales –familiarizadores (Leech 1999), quality nouns (Schaden 2009) o little words (Alba Juez 2009)– que proporcionan la cantera principal de este tipo de marcadores discursivos. Por su génesis, nuestro término comparte con guapo y otras unidades semejantes (Schuchardt 1904) una misma historia de cambio semántico; sin embargo, mientras los repertorios académicos sancionan el empleo afectuoso de estos, se limitan a describir los sentidos nominales de aquel (DLE s. v.). Por su estatuto variacional, finalmente, pertenece a modalidades registrales no canónicas. El que los diccionarios de uso (DUE, DEA) –estos sí– incluyan majo como “apelativo o vocativo cariñoso” confirma, en efecto, la necesidad de alejarse del foco normativo para indagar en el espacio histórico que recorre nuestra expresión hasta convertirse en un marcador conversacional. A ello dedicaremos las páginas que siguen. Los datos que analizaremos están extraídos principalmente de dos grandes conjuntos textuales. Por una parte, se han buscado las ocurrencias de majo en el Corpus diacrónico del español (CORDE) con el fin de localizar las primeras apariciones de majo como vocativo y rastrear su diacronía. Las búsquedas se complementan con incursiones en otros corpus históricos de menor tamaño como el Postscriptum y el Corpus de Documentos Españoles Anteriores a 1800 (CODEA). Con el objetivo de delimitar la geografía de majo y fijar su foco de expansión, recurrimos, por otra parte, a las muestras del Corpus Oral y Sonoro del Español Rural (COSER). Las entrevistas del COSER se han realizado a lo

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largo de los últimos 30 años (1990-2020) a informantes de ámbito rural nacidos mayoritariamente en las décadas iniciales del siglo xx y, por tanto, con una media de edad de 74 años. Este corpus nos brinda la oportunidad de asomarnos al registro subestándar. Con el objetivo de evaluar el estatuto variacional de majo, las muestras rurales se han contrastado con los sociolectos urbanos compilados en el corpus para el Proyecto para el estudio sociolingüístico del español de España y de América (PRESEEA). En total, las formas de majo recuperadas alcanzan casi el millar de casos (984). El guion del trabajo es el siguiente. Además de esta breve introducción, en los dos siguientes apartados presentamos, respectivamente, los rasgos característicos de los vocativos como constituyentes sintácticos y una síntesis acerca de los cambios léxico-semánticos de majo. En la sección 4 se analizan las primeras apariciones del término en la segunda mitad del siglo xviii, mientras que el epígrafe 5 se dedica, fundamentalmente, a estudiar sus funciones sintácticas y pragmáticas, así como su distribución dialectal, en las variedades rurales del español europeo. Nuestra propuesta explicativa acerca de la génesis de este elemento como marcador fático se desarrolla en el apartado 6. Las conclusiones y las referencias bibliográficas cierran el trabajo. 2. Caracterización sintáctica de las expresiones vocativas El vocativo es la expresión gramatical de la función fática del lenguaje y se caracteriza por una combinación de propiedades sintácticas, amén de una multiplicidad de finalidades comunicativas1. En su trabajo clásico sobre los vocativos, Zwicky (1974) diferencia las expresiones vocativas que reclaman la atención del interlocutor (calls o appellativi en Lorenzetti 2010), por ejemplo jefe en ¡Jefe, un café!, de las que tienen como finalidad principal la de mantener o reforzar la relación con el destinatario (adresses o –en Lorenzetti 2010– allocutivi), tal y como sucede con corazón en ¿Qué me estabas diciendo, corazón? En su análisis, Schaden (2009) se hace eco de esta clasificación básica para discriminar los identificational vocatives y los predicational vocatives. Ambas tipologías cumplen la función apelativa, pero solo la segunda proporciona, además, una representación del interlocutor: no solo reclaman su atención, sino que, a través de un acto performativo, lo describen. A la vez que ejercen de Appell, los vocativos predicativos comportan una determinada Darstellung del destinatario y, a medida que sus propiedades referenciales y, finalmente, deícti  “El vocativo, además de llamar la atención de alguien, sirve también para llamar la atención sobre algo de lo dicho o sobre el acto mismo de decir” (Bañón Hernández 1993: 27). 1

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cas ceden ante la carga afectiva (Heyd 2014; Kleinknecht/Souza 2017), acaban siendo Ausdruck del emisor2, al realizar tareas pragmáticas, incluso de relleno o filler conversacional. a. Categoría nominal b. Unidad extrapredicativa c. Libertad de movimiento d. Contorno entonativo propio e. Carácter opcional Cuadro 1. Propiedades sintácticas de los vocativos

Las principales propiedades sintácticas de estas expresiones vocativas se listan en el cuadro 1 y se explican a continuación3: a) El vocativo es una categoría nominal. Como es sabido, solo una serie cerrada de clases nominales puede llevar a cabo la función apelativa: nombres propios, patronímicos, gentilicios, nombres de parentesco, nombres que denotan la edad (joven, viejo), apodos, nombres que connotan un trato íntimo (paisano) y términos afectivos (vida, tesoro), apodos, títulos honoríficos o profesionales (Alonso-Cortés Manteca 1999: 4044-4045). El vocativo se apoya en el contenido referencial de estos sustantivos para materializar sus distintos valores. Así, los nombres propios, los apodos, los títulos honoríficos (señora) o profesionales (camarero) y los términos de parentesco, entre otros, pueden cumplir la función apelativa pura (calls), distinguiendo al destinatario entre un grupo de potenciales interlocutores. Por su parte, las labores de mantenimiento del contacto o modalización de los actos de habla recaen sobre los adjetivos de persona (joven, viejo) o los “nombres que connotan un trato íntimo” como paisano (Alonso-Cortés Manteca 1999: 4044). No sorprende, de hecho, que la fuente principal de los marcadores de control de contacto sean nombres comunes (y no los nombres propios, por ejemplo). Por supuesto, puede producirse un trasvase entre tipos de sustantivos y funciones vocativas, cuando, por citar algunos fenómenos conocidos, se hace uso de los términos de parentesco (el caso de tío/-a es notorio) o de profesiones (tal vez jefe sea un buen exponente de esta transformación) como fórmulas de tratamiento (Barrio de la Rosa 2004) o, más en general, pragmáticas.   Loporcaro y Faraoni (2021: 580) ponen en juego estos términos del órganon de Bühler.   Para esta caracterización seguimos principalmente a Bañón Hernández (1993), Alonso-Cortés Manteca (1999), Mazzoleni (1995, 2011), Cuenca (2004), Edeso Natalías (2005), NGLE (§ 32.5), Kleinknecht (2013), Moreno Benítez (2019) y González López (2020). 2 3

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b) El vocativo es una unidad extrapredicativa. La frase vocativa no cumple una función sintáctica dentro de la oración (Leech 1999: 107). Al no tener función intraoracional, no suelen aparecer con determinantes, hasta el punto de que la presencia del determinante modifica el valor del sustantivo –¡Jefe, pase! vs. ¡Pase el jefe!–4. No es un argumento del predicado principal, por lo que no puede retomarse mediante la anáfora –¡Pepe, mañana (tú) vas a recoger el coche!–, no pueden restringirse –*¡Solo Pepe, siéntate!– y tampoco focalizarse –*¡Sobre todo Pedro, ayúdame a recoger la mesa!– (Schaden 2009: 178). Estas restricciones confirman la naturaleza extraoracional del grupo vocativo y lo separan de manera crucial del sujeto de los imperativos que, efectivamente, puede manifestarse en un pronombre personal concordante con la flexión verbal –¡Pepe [vocativo], recoge tú [sujeto] la mesa!–, admite determinantes –¡Señora [vocativo], pase! ~ ¡Pase la señora [sujeto]!– y es susceptible de focalización –¡Chicos [vocativo], ayudadme a recoger la mesa, sobre todo Pedro y Juan [sujeto]!–. c) Las frases vocativas se caracterizan por la movilidad posicional. Aparecen al inicio del enunciado –¡Pepe, creo que mañana iré a Barcelona!–, al final –¡Creo que mañana iré a Barcelona, Pepe!– o en posición intermedia –¡Creo (Pepe) que mañana (Pepe) iré a Barcelona!– (Alonso-Cortés Manteca 1999: 4046). A pesar de la libertad de movimiento, los estudios anteriores han determinado que existe una tendencia a correlacionar la posición con los valores del vocativo (Bañón Hernández 1993: 32-40; Leech 1999: 114-115; Cuenca 2004: 53-55). Los vocativos iniciales sirven, por lo general, para llamar la atención del interlocutor e individualizar al destinatario, mientras que los mediales y finales mantienen el contacto interpersonal y refuerzan aspectos informativos o ilocutivos del enunciado. Esta movilidad posicional los asemeja a otros elementos extraoracionales como los adverbios enunciativos, a modo de ejemplo, francamente o lamentablemente (Francamente, el partido ha sido un desastre o Lamentablemente, los jugadores han jugado mal). Al igual que estos adverbios, los vocativos muestran autonomía sintáctica y se colocan en un plano distinto al oracional. d) Las expresiones vocativas tienen un contorno entonativo propio y van encerrados entre pausas. Esto hace que puedan aparecer aislados (stand-alone vocatives) y ocupar incluso por sí solos un turno conversacional (Haverkate 1978). e) Los vocativos poseen carácter opcional (¡María, siéntate! > ¡Siéntate!), en la medida en que su significado no afecta a las condiciones de verdad del enunciado y es de índole procedimental, al aportar indicios al interlocutor para interpretar   Acerca de la posibilidad de que los vocativos admitan posesivos, remito a González López (2020). 4

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el enunciado. Esto no implica que la elección de un término dado en detrimento de otro no conlleve cambios en la interpretación del acto de habla, debido a las propiedades designativas del sustantivo escogido y, por supuesto, que no haya consecuencias en el nivel de mayor espontaneidad o formalidad del intercambio. 3. Apuntes sobre la etimología de majo El término majo es voz popular de origen incierto. Aunque la resolución de su etimología –aún por esclarecer– no se incluye entre los objetivos del presente estudio, en este breve apartado intentaré sintetizar las posibles explicaciones acerca de su génesis y esbozar los cambios léxico-semánticos que sufre el sustantivo en las fases sucesivas. Las propuestas explicativas se reducen a dos hipótesis principales5. La primera de ellas se refiere al sentido erótico (‘miembro viril’) de majo, mientras que la segunda lo vincula al mes de mayo y a las celebraciones que tradicionalmente se llevan a cabo al inicio de la primavera. Las dos hipótesis se discuten respectivamente en los puntos siguientes. 1. El DCECH concede particular relevancia a la primera hipótesis concerniente al contenido sexual de majo en su acepción de ‘amante arrufianado’ por metonimia del sentido de ‘miembro viril’ y por los empleos eufemísticos de majar como designación del acto sexual en la Edad Media. Este empleo, en paralelo con el desarrollo semántico de porra, surgiría por semejanza de la acepción de majo ‘mano de almirez’ (derivado posverbal de majar). En los mapas dialectales6, las voces generales para designar el instrumento que sirve para machacar en el mortero corresponden a mano, mango, mazo o maza. Localizamos derivados de malleus (‘mazo de herrero’) con solución en /x/ en los enclaves cántabros de Herrera de Ibio (majo) y de Hazas de Cesto (majón)7. El matiz de ‘erecto, erguido’ justificaría las extensiones semánticas hacia ‘hombre achulado, arrogante, fanfarrón’, evolución paralela por la que, a partir de la metáfora de ‘pene’, atravesaría pijo/-a8.   Para un repaso, insuperado, de las propuestas etimológicas de esta voz, se sugiere la lectura de la entrada en el DCECH. 6   He consultado los mapas 607 del ALECMan, 746 del ALEA, 845 del ALEANR y las notas al mapa 728 del ALECant. 7   En el enclave manchego de Alcolea de Calatrava (mapa 607 ‘mano del almirez’) se encuentra machote (de macho ‘maza, martillo grande’). Se podría especular, sobre la base de la alternancia /x/ y /ʧ/, acerca de dos series de pares léxicos: pija ~ picha (voces onomatopéyicas a partir del árabe hispánico píšša) y majo ~ macho. Sin embargo, como veremos, la metonimia sexual no parece confirmarse. 8   Una razón añadida contra la hipótesis sexual en el origen de majo se encuentra –otra vez– en la dialectología. Si bien de los atlas regionales solo el ALECMan cartografía las denomina5

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2. La segunda hipótesis relaciona nuestro término con mayo en la acepción de ‘árbol o palo adornado con cintas, frutas y otras cosas que se colocaba en el centro del pueblo durante el mes de mayo para que los mozos y las mozas bailaran alrededor’ (DLE s. v. majo) en el contexto de los festejos populares que celebraban el final de la preparación de los campos para el cultivo y la llegada de la primavera. Esta etimología está sugerida en el Diccionario enciclopédico de la lengua castellana de Elías Zerolo (París, 1895) y reafirmada por el Diccionario general y técnico hispano-americano de Manuel Rodríguez Navas y Carrasco (Madrid, 1918)9. Se empleaba maya para designar a la muchacha “que presidía” los festejos y majo indicaría al mozo que la acompañaba10. Los jóvenes encargados de levantar o pingar el mayo, normalmente un olmo o un pino, adquirirían por metonimia esta denominación. El componente erótico del cortejo, implícito en estas celebraciones, conectaría esta acepción –representado el elemento fálico por el mayo– con la metáfora elaborada en el DCECH. El prolongamiento o rehilamiento del momento fricativo de la mediopalatal (/ʝ/), localizado en distintas áreas del español peninsular (Hualde 2005: 162-163), daría lugar a pronunciaciones más o menos estridentes y, en último caso, a una pronunciación ensordecida (/ʃ/), que terminaría por retrasarse hasta producir la velar (/x/). Este refuerzo articulatorio condice bien con el énfasis expresivo que adquiere la palabra majo. Tradicionalmente, el majo sería, por lo tanto, uno de los mozos encargados de plantar el mayo y de acompañar a las majas o mozas de su edad en bailes y festejos. El mecanismo de cambio semántico corresponde al de metonimia por contigüidad. De esta manera, el término forma parte de los términos designativos del estereotipo de hombre bravucón y granuja, preocupado en exceso por el vestir y embaucador de mujeres y doncellas, pero no carente de un fuerte encanto también entre otros varones. Con este sentido entra en el lemario del Diccionario de Autoridades (1734): “El hombre que afecta guapeza y valentía en las acciones ciones del pene (mapa 310), no se encuentra, entre la variopinta nomenclatura (destacamos, como botón de muestra, la de Tomelloso: el señor alcalde), la palabra majo. Cabe añadir que los equivalentes de pene y otras denominaciones vulgares sirven de apelativo injurioso en muchas lenguas (baste recordar el inglés dickhead, el italiano testa di cazzo o el éuscaro zakil) frente a las connotaciones positivas que adquiere majo (‘simpático’) en español. 9   Estos diccionarios generales, así como los académicos, han sido consultados a través de la herramienta electrónica del Nuevo tesoro lexicográfica de la lengua española (NTLLE). 10   En su ensayo sobre las costumbres amorosas del siglo xviii, Carmen Martín Gaite acepta esta etimología (2017 [1972]: 54). La celebración de los mayos está extendida por toda la Península, así como por otras partes de Europa, si bien en Extremadura y Andalucía se realiza mediante las cruces (Martínez Laseca 1991; Fernández Cano 2019), por lo que el término majo no alcanzaría una gran difusión al sur de Despeñaperros.

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o palabras”. Estas cualidades anímicas, entre las que destaca la simpatía, propias del sustantivo majo, permitirían categorizar un varón joven dentro de esta clase de personas o “Menschentypus” (Schuchardt 1904). A partir de la versión usual del diccionario académico de 1884, majo se marca también como adjetivo y, como tal, designa las propiedades estereotípicas asociadas con el sustantivo. Si bien esta transposición gramatical sustantivo > adjetivo es un mecanismo fluido en español (Bosque 1989: 104-105), podría considerarse un primer paso en el proceso gramaticalizador de majo como categoría funcional. El nuevo adjetivo majo se va desprendiendo de su contenido referencial referido al modo de vestir (‘ataviado, lujoso’) y generaliza significados cada vez más abstractos como ‘lindo’ en 1925, todavía ligado al aspecto exterior, o, desde las últimas décadas del siglo pasado, el moderno de ‘que gusta por su simpatía o gracia’. Los repertorios lexicográficos, en especial en las primeras décadas de 1900, certifican el progresivo desprendimiento de propiedades nominales de la voz majo y su transposición gramatical como adjetivo para describir una determinada tipología de persona11. 4. Caracterización semántica y pragmática de los usos de majo en la historia del español La primera documentación de majo se encuentra en la Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas (1758) en alusión a la figura caricaturizada de este nuevo tipo de personaje similar a los petimetres y habitual en la literatura costumbrista y popular del siglo xviii. Los sainetes de Ramón de la Cruz están poblados de majos y majas ya desde el título (El careo de los majos, Las majas vengativas) y cuentan el modo de vivir de estos personajes de los arrabales madrileños. El sustantivo crea locuciones adjetivas (a lo majo, de majo) para describir un determinado modo de vestir y de comportarse. La aparición de majo en una carta privada fechada cuatro años antes de la obra del Padre Isla para referirse a hombres y mujeres jóvenes (2b) procedentes del pueblo y destacados por su desenvoltura y guapeza12 demuestra que el término se empleaba en la lengua   En 1918, Rodríguez Navas ya incluye las equivalencias de ‘valentón, guapo, perdonavidas’ en la definición de nuestra voz. 12   El lugar de emisión de la carta de (2b), Cádiz, muestra la extensión del sustantivo en el siglo xviii y podría apoyar la nota con la que en su Diccionario Nacional (Madrid, 18535) Ramón Joaquín Domínguez destaca que el uso de majo se da “especialmente en Andalucía”. La geografía de majo en los dialectos actuales del español peninsular no parece corroborar, sin embargo, esta observación. 11

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cotidiana con un matiz ligeramente distinto al transmitido por el registro literario del Setecientos13. (2) a. Y venía montado en una bizarra mula con su gualdrapa muy cumplida de paño negro con grandes fluecos y caireles, sirviéndole de mozo de espoleta uno muy gallardo, asaz bien apuesto y con toda la gala de los majos y petimetres del oficio: zapatillas blancas, medias del mismo color, calzón de ante, una gran faja de seda encarnada a la cintura, armador de cotonía capotillo de paño fino de Segovia de color amusco… (CORDE, José Francisco de Isla, Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas alias Zotes, 1758). b. Y dará usted muchas memorias a el señor Fernando y la señora Mariana y a el padre de las canoas y a la maja y sus majos y a la hermana del amo y a el señor don Manuel Ramírez (PSCR 6643, “Carta de Salvador de Barrionuevo para Fernando del Campo, velero, para darle algunas noticias y recados”, Cádiz, 22 de abril de 1754). (3) a. Consta, no obstante, por un manuscrito auténtico y curioso, que quien finalmente acabó por determinarle fue la tía Catania, la cual abría la puerta trasera para que entrasen los cerdos puntualmente cuando estaban los tres altercando, uno sobre que se había de volver, y los dos sobre que se había de quedar. Cuando ella vio un mocito tan galán, tan majo y tan bien agestado, que venía con su hijo y que le trataba al parecer con amistad y confianza, como era mujer tan bondadosa, luego le cobró cariño (CORDE, José Francisco de Isla, Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas alias Zotes, 1758). b. Yo no la tengo [= novedad] a Dios gracias, y los ojos se ban conponiendo. Es cierto que se escapó una monja con el sacristán, y es del combento de Santa Catalina donde una tía de Vuestra Merced. Los pillaron en Ayerbe y ella iba bestida de estudiante muy majo, y ya pareze se les abía escapado otra vez (CODEA 2108, “Carta particular de Pepe a su tío sobre varios asuntos”, Zaragoza, 2 de agosto de 1774).

En sintagmas como una maja muy maja o unas seguidillas majas el sustantivo se emplea con valor adjetivo para designar las propiedades tipificadas en este personaje literario. Las primeras apariciones de majo como adjetivo están ligadas a   Las ocurrencias de majo por categoría gramatical en el corpus histórico académico (1758-1974) son las siguientes: sustantivo (442, de las cuales 100 en locuciones), adjetivo (191) y vocativo (50, de los cuales 48 en el siglo xx). Los empleos nominales de majo bien como sustantivo, bien en locuciones se concentran (48%) en la segunda mitad del siglo xviii; la misma proporción que los usos adjetivales en el siglo xx. De los empleos nominales de majo no considero los 38 casos presentes en el ensayo Usos amorosos en el dieciocho en España de Carmen Martín Gaite, publicado por primera vez en 1972, pues no reflejan el uso del tercer cuarto del siglo xx. Del mismo modo, cabe subrayar que 21 del casi medio centenar de empleos vocativos de majo se encuentran en la novela El gran momento de Mary Tribune del madrileño Juan García Hortelano (1972). 13

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la acepción recogida en los diccionarios desde el de Domínguez en 1853 (“vestido con lujo, lleno de adornos”) y en la versión manual del Académico desde finales del siglo xix (“ataviado, compuesto, arreglado, bien puesto”). Los ejemplos de (3), tomados del Fray Gerundio –asimismo, la primera aparición de majo como adjetivo en nuestro corpus– y de una carta privada dada en Zaragoza, demuestran que el término ya estaba disponible en la segunda mitad del siglo xviii para referirse al aspecto exterior de una persona. En las obras de autores del siglo xix y principios del xx como Ramón de la Cruz, Mesonero Romanos, Pérez Galdós, Pardo Bazán o Valle-Inclán el adjetivo sirve para calificar prendas de ropa (cofia, ropa, librea, vestidos, gabán, chapines, bastón, delantal, esparragatas, flux, uniforme, pañuelo, entre otros) y hasta el siglo xx no aparece calificando a otro tipo de objetos (una cesta en Díaz-Cañabate, un pedazo de tierra en Pereda o un zócalo o la aguanieve en Delibes). La posibilidad de predicar el adjetivo majo de objetos, en especial fuera del ámbito de la vestimenta, da una idea de la generalización de sus propiedades. Con el significado de ‘ataviado o arreglado en el vestir’, el adjetivo majo se combina principalmente con construcciones predicativas –poner(se) majo, vestir majo o ir majo– o atributivas con estar, mientras que con las designaciones de cualidades morales prefiere el verbo ser. Las primeras apariciones de majo como vocativo se localizan en obras en verso y tonadillas populares. En sus primeras apariciones, el vocativo majo cumple una función de llamada de atención del interlocutor. Su empleo como vocativo se basa en las propiedades designativas del sustantivo; en efecto, los alocutarios de los enunciados de (4a-b) encajan en la descripción correspondiente a un muchacho o muchacha joven de extracción popular; las tareas apelativas están, por tanto, ancladas en el contenido descriptivo del sustantivo. Como frase vocativa, majo no vuelve a aparecer hasta principios del siglo xx, en la obra, de interés etnográfico y ambientación rural, del arqueólogo palentino Hermilio Alcalde del Río (4c). Con un amplio despliegue de funciones pragmáticas y discursivas, el majo vocativo se prodiga en las novelas encuadradas dentro del realismo de la “Generación del 50” (Alfonso Grosso, Carmen Martín Gaite, Alfonso Sastre, Juan Goytisolo, Juan García Hortelano) tendentes a la “mímesis de la oralidad” (López Serena 2007), así como en obras costumbristas y relacionadas con el ámbito familiar y cotidiano (Borita Casas). (4) a. ¿Oyes, majita? / Digo, salero, / ¿dónde está tu posada? Ramilletera (CORDE, Anónimo, La parmesana y las majas. Tonadilla a cuatro, 1765). b. Tú, pues, ¡oh majo!, a quien a tal paraje / condujo ya mi verso, si movido / en ti se halla el espíritu encendido, / si estás bien enterado que mandarle / a un joven bueno y sano continencia / es lo mismo que darle la sentencia (CORDE, Nicolás Fernández de Moratín, El arte de putear, c. 1771-1777).

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c. –Si quieres que te quiera, / ya yo te he querido; / que te quiera hoy la madre / que te ha parido. / ¡Ole! majo, ¡ole! / la suerte te tocó / de servir al rey / dentro la nación. / No me dejes sola (CORDE, Hermilio Alcalde del Río, Escenas cántabras [apuntes del natural], 1914).

Frente a la función apelativa de los primeros ejemplos de majo como vocativo (4), a mediados del siglo xx este término exhibe su carácter multifuncional y, más allá de la identificación del interlocutor, lo caracteriza. Esto explica que aparezca con frecuencia acompañando, ante una “rutina conversacional” a modo de saludo (¿qué hay?), a un nombre propio (5a). Este ejemplo es equiparable a (1c) de arriba y a otras construcciones frecuentes en este género de novelas. Así, se encuentran enunciados como Adiós, Yoni, majo (Martín Gaite, 1958), Gloria, maja, ¿quién conoces tú que hable claro a alguien? o Merceditas, maja, no seas cerril (García Hortelano, 1972). En estos fragmentos, el nombre propio actúa como verdadero vocativo, mientras que majo (“falso vocativo”, González López 2020) precisa el tipo de relación entre los participantes de la comunicación. Además, sirve para suavizar la contrariedad suscitada en el interlocutor (5b) o atenúa, junto a otras estrategias mitigadoras como el movimiento concesivo, el daño potencial a la imagen del interlocutor debido a un acto de habla amenazador (5c). (5) a. Las manos sacuden sobre su espalda vengativas protecciones. –¿Qué hay, Joselín, majo? ¿Qué cuentas? –Naa… Joselín sabe que todo vuelve, hasta las golondrinas…, y espera. Mientras, devora con una fruición enfermiza los periódicos (CORDE, Juan Antonio de Zunzunegui, El Chiplichandle. Acción picaresca, 1940). b. El capitán, cuando salía por la puerta, que Gertrudis lo vio y lo oyó muy bien, le dijo a la tía Clara: “¡Ay, capitana mía! ¡Y que no vengas con nosotros tú, reina!” “Otra vez será, majo”, dijo la tía, muy riojana, dicen, con las manos en las caderas (CORDE, Rafael Sánchez Mazas, La nueva vida de Pedrito Andía, 1956). c. Retornó a su cocina solitaria, donde la luz acompasaría la tristeza, y me dejó agujereado de remordimientos, por poco tiempo, porque oí su voz en respuesta a la de Bert y al instante recibí nuevamente su visita. –Que ya está bien de esperarlo. –No te enfades, maja, pero desearía que les dijeses que, por mí, se larguen a hacer puñetas. –Ahora mismito (CORDE, Juan García Hortelano, El gran momento de Mary Tribune, 1972).

Además de las funciones relacionales ilustradas en (5), la voz majo se emplea en este registro literario para reforzar la fuerza ilocutiva de una aserción (6a) introducida además por el que enunciativo o para transmitir énfasis informativo

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junto a una anteposición focal (6b). Este último ejemplo está tomado de Eduardo Barriobero y Herrán, nacido en Torrecilla de Cameros a finales del siglo xix y uno de los primeros autores en reflejar por escrito nuestra expresión. La vinculación con La Rioja se muestra a las claras en el ejemplo anterior de (5b). En el corpus literario del siglo xx no faltan ejemplos en los que majo ejerce como mecanismo de appello (Mazzoleni 1995: 377) a un participante externo a la situación comunicativa (6c). Los fragmentos de (6) muestran el carácter multifuncional que exhibe majo, en tanto en cuanto, junto al papel reforzador de la fuerza elocutiva, se desempeña en funciones fáticas de contacto con el interlocutor. (6) a. Asienta la chorla, que ya es hora; que luego viene el tío Paco con la rebaja; que ya no te quedan herencias, majo (CORDE, Alfonso Grosso, La zanja, 1961). b. Llegaron al juzgado municipal. La multitud quiso irrumpir para regocijarse con el suplicio del inculpado, pero los guardias la rechazaron a culatazos. –Mala idea t’ha dao, majo –le dijo el juez municipal cuando los beneméritos entornaron la puerta. –¿También usted, señor Marceliano? –repuso Eutiquio, y rompió a llorar estrepitosamente–. ¡Ladrón yo! –gritaba cuando podía dominar los sollozos–. ¡No habrá quien me lo haga bueno! (CORDE, Eduardo Barriobero y Hernán, Las ánimas benditas, 1932). c. El del bigote había dejado caer al suelo el cabo de su cigarro e, inopinadamente, cambió la orientación de la silla. –Eh tú, majo –se dirigía a él–: ¿Te gustan los toros? (CORDE, Juan Goytisolo, Señas de Identidad, 1966).

5. Distribución dialectal de majo en el español rural europeo En las variedades rurales del español europeo se emplea majo en calidad de adjetivo calificativo y de vocativo. La dialectología nos permite fijar el foco originario de la innovación (el paso del ámbito nominal al discursivo) y nos muestra, en definitiva, una visión estática y horizontal de la historia lingüística (Fernández-Ordóñez 2011a)14. Si las primeras apariciones de majo en la segunda mitad del siglo xviii y en la primera del xix corresponden a la categoría de sustantivo, en los dialectos actuales se contabilizan dos ocurrencias nominales de majo funcionando como anáfora léxica, tal y como se observa en (7a). En la mitad de las apariciones el vocablo ejerce de adjetivo. Con el sentido originario de ‘ataviado, 14   En las muestras extraídas del COSER simplifico los signos de transcripción. Además del código y la localización, proporciono el sexo del informante, su edad y el año en que se llevó a cabo la entrevista. Para estos y otros aspectos del corpus, remito a Fernández-Ordóñez (2011b).

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bien vestido’ (7b), actúa de complemento predicativo (ponerse majo) o de atributo de estar15. De forma mayoritaria, sin embargo, el significado de majo se ajusta a la definición actual de ‘que gusta por su belleza o simpatía’ y se aplica tanto a personas (7c) como a cosas (7d). La combinación con referentes de objeto estaba disponible desde los primeros ejemplos setecentistas, si bien restringida, en gran parte, al campo léxico de la ropa; en los dialectos rurales contemporáneos, majo puede describir, en cambio, una prenda (pañuelo, mantelería, vestido), un edificio o construcción (casa, iglesia, piso, plaza, puente), objetos (barco, bote, panes, palo, reclinatorios), eventos y períodos de tiempo (días, fiesta, juego, misas, procesión), animales (perro), la labranza o, en general, el pueblo. En prácticamente la mitad de los casos (52 de 109) el adjetivo majo es el atributo del verbo ser, lo que indica su alejamiento del significado original asociado al aspecto exterior. (7) a. No, eso se lo llamamos nosotros a uno…, a uno que…, que no es de aquí y era electricista y le decimos nombre propio. Es mu majo el majo… se casó. La abuela de esta chica ascendía de aquí, de este nombre propio que te digo, pero… nada, yo a mis hijos no sé cómo les apodarán, no lo sé porque… (COSER 3924, Soria, Beratón, mujer, 77 años, 2008). b. Porque le dije un día, dice, digo: “¡Coño qué majo baja usté!” “Majo y estoy más contento que unas Pascuas”, dice. Digo: “¿Qué hace usté?” Dice: “Mira, el primer jersey que estreno en toa mi vida”, dice, porque la mujer y un chico, pues se conoce que sabía… hacer punto, y no tenía mucho que hacer (COSER 2915, Madrid, Valdilecha, varón, 75 años, 1995). c. Pero ahora ya la Semana Santa, lo que os digo, no es más que pa ir de vacaciones por ahí. Aparte que nosotros tenemos un cura majísimo, porque vale para estar con personas mayores, vale para estar con personas jóvenes, bueno, es, es que como nombre propio, no creas que hay muchos (COSER934, Burgos, Pedruzo, Condado de Treviño, mujer, 71 años, 2000). d. Sí, ahí arriba está. Hay una iglesia muy majita, pequeñita, muy majita. Lo que pasa que el tejao no… está un poquejo, que ya no tiene casi tejao, y el año pasao ¿sabes lo que hicieron los… por ahí por fuera, por ahí por fuera pa arreglarla? (COSER 1901, Guadalajara, Alboreca, Sigüenza, mujer, 81 años, 1990).

Para obtener las muestras dialectales, los investigadores del COSER recurren a entrevistas semidirigidas de acuerdo con la metodología propia de la sociolingüística urbana. A pesar de la formalidad que impone este método, es habitual que en el curso de la entrevista el intercambio entre los encuestadores y los informantes adquiera el tono en algunos casos de una conversación casual (Moreno Fernández

  “Mira, mira, ¿ves? Aquí estoy más maja, cariño” (COSER 2512, La Rioja, Nestares, mujer, 87 años, 1997). 15

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1990: 96-97). Los encuestadores son estudiantes y profesores universitarios, por lo general jóvenes, que entablan una conversación con personas mayores. Estos informantes, por su edad y su situación, merecen el respeto de los encuestadores y poseen un estatuto de superioridad social. En los términos clásicos de poder y solidaridad (Brown/Gilman 1968), el empleo de majo respondería a un mayor poder (+), pero, a pesar de la asimetría entre oyente y hablante condicionada por la diferencia de edad, también índice de solidaridad (+). En las variedades rurales, la voz majo cumple con una amplia gama de funciones, que a veces se superponen como prueba de su multifuncionalidad. Con el objetivo de establecer la relación interpersonal (Cuenca 2004: 54-55; Kleinknecht 2013: 151), es frecuente su empleo, al inicio de la conversación, como primera toma de contacto (Bueno, majas, ¿de dónde sois?) o con fórmulas de cortesía (Muchísimas gracias, majas; bueno, majas, pues tanto gusto). Obsérvese que en estas tareas el vocativo tiende a ocupar los márgenes iniciales del enunciado –“vocativo (pre)marginal inicial” en términos de Bañón Hernández (1993)–. Por lo común, se usa para compensar una respuesta contraria a las expectativas del encuestador como en (8a), de cuya insistencia se lamenta la informante. La conformación de esta expresión encaja en los usos expresivo-interjectivos (Kleinknecht 2013: 158). En este tipo de funciones, el vocativo majo define la relación que se va a instaurar entre ambos interlocutores (McCarthy/O’Keefe 2003) (8b). (8) a. Oy, majo, cuántas cosas preguntas. Luego me vas a tener que hacer hasta la comida, ¿eh? Ya verás mi marido luego. En las tortas de pan, se coge harina, una masa, la masa del pan, le pides al panadero te trae, luego, con anís y azúcar, y algún huevo si le quieres echar, mezclas esa masa, mezclas las chinchortas esas, y luego a cocer en el horno (COSER 106, Álava, Leza, mujer, 69 años, 2000). b. Bueno, majas, con que sos venís a reír de los viejos de… (COSER 4613, Zamora, Villamor de los Escuderos, mujer, 81 años, 1991).

En las entrevistas del corpus rural, majo asume la tarea de organizador de los turnos de palabra (Shiina 2007; Kleinknecht 2013: 154). En (9a) la informante apela directamente a las encuestadoras una vez que ha terminado de contestar a la pregunta y las insta a retomar el turno de palabra para continuar. La hablante recurre a maja en (9d) para mantener el contacto, a la vez que enfatiza la fuerza del acto de habla introducido por ten en cuenta para corroborar la argumentación sobre la poca funcionalidad de los bancos en la “vida de antes”. El mantenimiento del contacto se lleva a cabo también a través del marcador en el enunciado de (9b) en el que la encuestada muestra su disponibilidad a continuar la conversación, finalidad a la que señalan asimismo la suspensión final o la conjunción disyuntiva. Con un objetivo opuesto, es decir, como cierre de la conversación y como estra-

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tegia de atenuación del rechazo a seguir conversando frente a las expectativas de las encuestadoras, se recurre a maja en (9c). Los ejemplos de (9) subrayan la multifuncionalidad de majo, que además de mecanismo controlador del contacto sirve para compensar un acto amenazante para el interlocutor o para enfatizar la fuerza ilocutiva de los enunciados (McCarthy/O’Keefe 2003; Edelso Natalías 2005). Esta estrategia compensatoria o valorizadora es propia de los marcadores de control como hombre (Portolés Lázaro/Vázquez Orta 2000; Briz Gómez 2012). (9) a. Yo voy a la tienda y digo: “Tengo cien kilos de, de lomo”. Y sobre esos cien kilos te dan. Es distinto el jamón, que ya lo elaboro yo sin falt-, pero vamos, lo elaboro, y los chorizos los elaboro y todo, pero vaya, no… No sé. ¿A ver, qué más, majas? (COSER 2506, La Rioja, Huércanos, mujer, 63 años, 1997). b. Así que, majas, yo no sé si vais satisfechas o… (COSER 607, El Barco de Ávila, Ávila, mujer, 76 años, 1994). c. Bueno maja, yo me marcho, eh, ya no hay más. Vamos a poner la comida… (COSER 107, Álava, Luzuriaga, San Millán/Donemiliaga, mujer, 66 años, 2000). d. Entonces se reservaban un poco más el dinero en casa, no iban a los bancos. Pero a mí, ten en cuenta, maja, que la que me ha hecho subir en casa, esta casa ha sido el banco (COSER 2506, La Rioja, Huércanos, mujer, 63 años, 1997).

La alocución directa al tú del destinatario se realiza con frecuencia cuando el hablante reproduce un diálogo imaginado (10), bien para llamar la atención del interlocutor o para reforzar la cortesía implícita de un acto lingüístico. El empleo de estos vocativos es habitual en las conversaciones evocadas en estilo directo (Rendle-Short 2010 para el empleo de mate del inglés australiano en discurso reproducido). Los casos de vocativos aislados (stand-alone vocatives) ocupan un turno de palabra y se producen como reacción a una intervención del interlocutor (11). (10) a. Y en la plaza está la escuela, estaban las escuelas, y entonces los chavales cuando salían del recreo o por allí se metían con nosotros a vernos meter la paja y le decían: “Majo, tú no aprendas este oficio” (COSER-959, Burgos, Villaverde-Mogina, mujer, 61 años, 1994). b. Ahora se va un chico a la mili, y yo, si se va el de una vecina, pues voy y le digo, “Toma mil pesetas, majo, pa que te las gastes”. O un sobrino que se va, también le doy la propina, pero sólo es entre gente conocida. Pero antes iban a pedir los quintos que se van (COSER-3712, Segovia, Santiuste de San Juan Bautista, mujer, 62 años, 1994). (11) E: ¿Pero cómo eran de pequeñas cuando las…, cuando las dejaba solas? I2: Uy, maja. [I1 Pequeñas,] Pues… I1: de tres o cuatro años (COSER-3916, Soria, Tarancueña, Retortillo de Soria, mujeres, 79 y 74 años, 1992).

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En el español rural, majo conlleva una fuerte carga de expresividad, de la que el hablante se aprovecha para conceder énfasis a los actos de habla (Kleinknecht 2013: 154-156). En estos casos, aparece junto con otros elementos intensificadores, en concreto, con un (12a), estructuras exclamativas (12b), el pero enfático (Acín Villa 1993-1994) (12c) o adjetivos elativos (12d). Con esta función, el vocativo tiende a aparecer en posición final (absoluta), si bien no faltan casos de colocación inicial, como (12d), para introducir un enunciado resuntivo de lo anterior. Aunque comienza el enunciado, el vocativo se posiciona conectando una serie discursiva anterior con el miembro conclusivo. Con funciones expresivas y enfáticas, el vocativo tiende a ocupar la posición medial. En (12e) esta expresión ejerce de estructurador de la información, posicionándose entre un complemento dislocado y el verbo principal. Los ejemplos de “vocativos axiales” como los de (13) (Bañón Hernández 1993: 39-40) conllevan asimismo carga expresiva: aquí no, maja, aquí no; de todo, maja, de todo. Este tipo de vocativo, interpuesto, sirve de perno en una estructura “acumulativo-repetitiva” con una clara finalidad enfática. (12) a. Pues aquello fue célebre, porque hubo, mi marido decía, bueno, que menos dinero, claro, y entonces: “Ésta no la soltamos hasta que no des…” Lo que pedían ellos. Y me acuerdo que no sé si fueron mil pesetas. [E1: Uff.] Que en aquellos tiempos ya era un dinero, maja (COSER 4403, Valladolid, Casasola de Arión, mujer, 64 años, 1991). b. La voy a dejar aquí. Qué mala cosa es llegar a mayores, maja. Me cago en diez, con lo que he andao yo. Que yo con sesenta años, aún he andao sesenta kilómetros andando a pie. Con sesenta años, ir y venir a Logroño, a pie, con sesenta años, a una feria. Ir y venir en el mismo día. Ir a la feria, ver el ferial como estaba, no poder vender o lo que sería (COSER 2501, La Rioja, Ausejo, varón, 87 años, 1997). c. Hombre, ¿por qué no? Un traje pero muy elegante, majo. Antes se usaba el talle bajo, ya sabes talle bajo. Bueno, pues [G-Mst] aquí dos tablones, un tablón y otro tablón, y aquí otro tablón y otro tablón. Bien, y aquí garganterillas puestas (COSER 3901, Soria, Almajano, mujer, 88 años, 1997). d. La paja la va quedando allí, ¿sabes?, y coge el trigo, el grano, vamos. Y luego lo traen con tractores a las paneras, o a las eras. El polvo le hacen, lo echan y están una temporada en, en la era. Pero antes era un pueblo por eso, porque hacían… máquinas que… tenían que segar y trillar con un trillo, ¿eh?, y mu-, y mulas. Maja, aquello era terrible. Ahora te, ahora te dices […] (COSER 4403, Valladolid, Casasola de Arión, mujer, 64 años, 1991). e. Sesenta y seis [años], maja, ponme (COSER 924, Burgos, La Horra, mujer, 66 años, 1995). (13) a. No, aquí no, maja, aquí en Muñoveros no, no, no llegó a… hacerse eso. […], en Aranda y todo eso, ahí sí, ahí ya… era más, era gente que vivía más de la, de, de la uva, ¿sabes? De la vendimia, y por lo tanto, pues sí, había… (COSER 3707, Segovia, Muñoveros).

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b. Venía con un, a lo mejor de… Zamora, de un pueblo de Zamora pues, por ejemplo, con cosas de galletas y azúcar, todo eso. Y claro si te encajaba y era más baratito que lo de aquí porque aquí siempre había tiendas, aquí siempre hubo dos o tres tiendas, sí. Pero ahora tenemos un supermercao aquí al lao, fabuloso. Y tiene de todo ahí, maja, de todo (COSER 4403, Valladolid, Casasola de Arión).

El Mapa 1 cartografía el empleo de majo como adjetivo (solo), como vocativo (solo) o como adjetivo y vocativo. La ausencia de majo vocativo en territorios donde únicamente se localiza en calidad de adjetivo en el COSER no ha de tenerse por definitiva, pero sí es indicativa de una baja frecuencia y de una regresión en la competencia lingüística de estos hablantes. El adjetivo majo se extiende por toda la franja oriental de la Península desde el Pirineo aragonés hasta Murcia, penetrando hacia el oeste por las provincias manchegas (en el enclave albaceteño de Povedilla se documenta el término como expresión vocativa, lo que podría indicar la posibilidad latente de este uso en las áreas de majo adjetivo). Como extensión de este empleo léxico se introduce hacia el oeste por la Castilla primitiva y se va extendiendo hacia el sur. Se encuentra en territorios del Antiguo Reino de León, pero siempre al sur del Duero (hasta Cáceres, con un único ejemplo). La intensidad con la que majo aparece en Burgos, La Rioja y Soria, tanto por frecuencia como por extensión (se localiza en casi todos los enclaves de estas provincias) y por funcionalidad (asume funciones de adjetivo y de vocativo) apuntaría a estos territorios como foco principal del majo apelativo. Se transmite a los territorios colindantes como Valladolid y de aquí, pero con menor intensidad, al sur de Zamora y Salamanca. El empleo como solo vocativo se registra, alrededor del área principal, en las provincias de Álava (por el norte) y Segovia y Ávila (por el sur). La ausencia del vocativo majo en Palencia y Cantabria puede deberse a una defectividad de los datos (sobre todo para Palencia). Está completamente ausente de los territorios asturleoneses (Asturias, León y mitad norte de Zamora)16, de la mitad occidental de La Mancha, del sur de Extremadura y de Andalucía. Esto certifica que majo es una forma del castellano nororiental. 16   Sería interesante comprobar si el uso vocativo de guapo ocupa territorios complementarios a los de majo. En el COSER cuento 22 ocurrencias de este adjetivo con valor apelativo en enclaves de Asturias (COSER 523), del occidente de Ávila (COSER 607) y de Toledo (COSER 4214), de Ciudad Real (COSER 1414), de Fuerteventura (COSER 5214), así como de Granada (COSER 1823 y 1834) y Castellón (COSER 1319). Este vocativo aparece también en territorios de majo adjetivo (Palencia, COSER 3421; Madrid, COSER 2910; Guadalajara, COSER 1921) y de majo vocativo (Álava, COSER 103; Burgos, COSER 934; La Rioja, COSER 2515; Soria, COSER 3901; Valladolid, COSER 4403). Los datos no permiten corroborar esta complementariedad, por lo que habría que posponer las conclusiones a una investigación futura.

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Mapa 1. Distribución de majo en el español rural como adjetivo (gris), como vocativo (negro) y como ambos (rayado)17

17   Adjetivo/Vocativo – Albacete (Povedilla: 0/1); Álava (Leza 1/5, Luzuriaga, San Millán/ Donemiliaga: 0/1, Menagara/Ayala: 0/1), Burgos (La Horra: 3/8, Pedruzo-Condado de Treviño: 2/4, Villaverde-Mogina: 1/22); Cáceres (Navalmoral de la Mata: 1/0); Castellón (Jérica: 2/0, La Vilavella: 1/0; Puebla de Arenoso: 1/0); Cuenca (Cardenete: 5/0); Guadalajara (Alboreca-Sigüenza: 6/0; Yebra: 3/0); Ávila (El Barco de Ávila: 0/5, Madrigal de las Altas Torres: 0/2, Narros del Puerto: 0/1); Cantabria (Castrillo de Valdelomar-Valderredible: 1/0), La Rioja (Ausejo: 3/3, Huércanos: 5/5, Nestares: 6/1), Navarra (Azocan-Valle de Yerri: 4/0; Leitza: 2/0; Mélida: 0/1); Guipúzcoa (Zarimutz-Ekzoriatza: 1/0); Huesca (Banastón, Aínsa-Sobrarbe: 1/0; Bandaliés-Loporzano: 7/0; Oliván-Biescas: 1/0; Tramaced: 3/0); Madrid (Humanes de Madrid: 2/0; Valdilecha: 2/0); Murcia (Fuente del Pino-Jumilla: 1/0); Palencia (Astudillo: 2/0); Salamanca (Alaraz: 1/2; Palencia de Negrilla: 3/0; Peralejos de Abajo: 1/2; Puebla de Yeltes: 2/0); Segovia (Anaya: 0/4; Muñoveros: 0/1; Santiuste de San Juan Bautista: 0/3); Soria (Almajano: 0/7; Beratón: 5/0; Tarancueña-Retortillo de Soria: 1/2); Tarragona (Garcia: 2/0; Tivissa: 2/0); Teruel (Alcalá de la Selva: 2/0; Fuentes Claras: 1/0; Perales de Alfambra: 9/0); Valencia (Mas de los Mudos-Castielfadib: 5/0); Valladolid (Casasola de Arión: 1/15; Rábano: 0/2; Velascálvaro: 1/1); Zamora (Cotanes del Monte: 1/0; Villamor de los Escuderos: 2/5); Zaragoza (Almonacid de la Cuba: 1/0; Urriés: 1/0).

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Frente a los dos centenares de majo, adjetivo y vocativo, en el español rural, en el corpus sociolingüístico del PRESEEA aparece 45 veces18, de las cuales solo tres como vocativo, exclusivamente en España (14a). Este término aparece en Santiago de Compostela (2), Santander (15), Madrid (5), Alcalá de Henares (adjetivo: 14; vocativo: 3), Valencia (2) y Granada (4). Solo siete ocurrencias están producidas por hablantes de la 1.ª generación (entre 20 y 34 años) en las ciudades de Santander, Madrid y Alcalá de Henares; el resto de producciones están en boca de mayores de 35 años (16 de 42) y, en especial, de los 55 años (19 de 42). Se confirma de nuevo el centro norte peninsular como territorio de majo, así como su carácter rural. Como vocativo, se emplea en especial con función expresiva (14b-c), pero también puede emplearse como continuador conversacional como se vio en el ejemplo (1c). (14) a. [hablando del Papa] sí que parece más majo ¿no? perooo bueno no no deja de ser el líder deee, de la iglesia, que me da igual, al final uno que otro (PRESEEA, Santander, mujer, 22 años, 2014). b. Me decía “qué pesado eres, ¿que estás nervioso?”, digo “puesss, nooo”, “jobar majo pues no has hecho…, me has llamado hace cinco minutos y ahora otra vez ya es la tercera vez que me llamas” (PRESEEA, Alcalá de Henares, varón, 33 años, 1998). c. Es que ahora él está empezando a meternos lo de las fracciones, y mira nos emmmpieza a poner lo de las letras, y es que no nos enteramos de nada maja, nos cuesta uuun montón (PRESEEA, Alcalá de Henares, mujer, 32 años, 1991).

En conclusión, se observa el uso del vocativo majo como un elemento rural, en regresión en las ciudades (nótese que las grabaciones de las entrevistas de Alcalá de Henares son de los años noventa del siglo pasado). El foco más intenso se coloca en el corazón de la Castilla norteña (Burgos) y La Rioja, donde majo (sinónimo de guapo, bien puesto) funciona como adjetivo y vocativo, y desde donde se extiende a territorios colindantes. El vocativo majo, empleado en situaciones asimétricas condicionadas por una diferencia de estatuto (como se ve en las muestras sacadas de las novelas realistas de los años cincuenta) o de edad (como en las entrevistas del COSER de mayor a menor, en cuanto el sustantivo ya está marcado para la denotación de jóvenes), pero es un marcador de solidaridad19. Solidaridad alimentada por la afectividad de la que se carga el término majo (simpatía, belleza, agrado). 18   Proporciono la ciudad, el sexo del informante y su edad, así como el año en que se realizó la entrevista. Simplifico los signos de transcripción del corpus. 19   Cuando majo se emplea en una relación simétrica (entre iguales), pierde ese carácter solidario para adquirir un matiz de recriminación.

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6. Majo como marcador conversacional y el mecanismo de la cooptación Por su naturaleza extrapredicativa, su movilidad posicional, su contorno entonativo propio y su carácter opcional, las expresiones vocativas se caracterizan como elementos parentéticos (Moreno Benítez 2019) y se incluyen dentro de las “unidades téticas”. Este tipo de unidades –“syntactically unattached pieces of discourse” (Heine et al. 2017: 817)– actúan, desgajadas del entorno oracional originario, en el nivel discursivo o tético20. Cada característica de los vocativos resulta de cambios sintácticos, semánticos y pragmáticos, pero el salto del nivel oracional al discursivo se produce de manera espontánea en cualquier momento del intercambio comunicativo (Heine 2013: 1740) a través del mecanismo de la cooptación (cooptation)21. El mecanismo de la cooptación es, por tanto, instantáneo, mientras la gramaticalización se define por su gradualidad. En consonancia con la propuesta de Heine (2018), el surgimiento de los marcadores pragmáticos22 requiere de dos procesos diferenciados, el de gramaticalización y el de la cooptación, y no necesita de la introducción de nuevos términos, como, por ejemplo, los de rutinización sugerido por Kleinknecht (2013) o pragmaticalización aplicado por Heyd (2014). El proceso de gramaticalización (“grammaticalization in a narrow sense”, Heine 2018) actúa antes y después del mecanismo de cooptación (gramaticalización 1 > cooptación > gramaticalización 2), de tal modo que la evolución continúa una vez que sus funciones se hacen comunes en el plano discursivo. El sustantivo majo (con probabilidad, resultado de la modificación fonológica del nombre del mes mayo) sufre un cambio semántico de índole metafórica para designar a los mozos y mozas que bailan en torno al tronco adornado de un árbol para celebrar la llegada de la primavera. Las propiedades estereotípicas asociadas a estos jóvenes se extienden para calificar su modo de vestir y se generalizan para referirse

  El modificador tético de gramática tética (thetical grammar) remite al marco teórico de S. C. Dik (1997). La distinción puede hacerse equiparable a la de “sintaxis” y “macrosintaxis” en la gramática española (baste citar el volumen reciente de Fuentes Rodríguez y Gutiérrez Ordóñez 2019). 21   “Cooptation is a cognitive-communicative operation whereby some fragment of linguistic discourse is transferred from one domain of discourse to another” o “a strategy employed for the transfer of pieces of discourse from one domain of discourse to another for specific purposes of discourse processing” (Heine et al. 2017: 813, 842; ver también Heine 2013). 22   La evolución de los marcadores discursivos ha supuesto un desafío para la teoría de la gramaticalización. Remito al lector a trabajos –por limitarme a los más representativos de las opciones abiertas por la historia de estos elementos– como los de Wischer (2000), Traugott (2010), Diewald (2011), Degang y Evers-Vermeul (2015) y, por todos, Heine (2018) y Heine et al. (2021). Para el español, véanse Company Company (2004a, 200b, 2016) y Garachana (2015). 20

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a su belleza y su simpatía. En este proceso de conversión categorial, la fluidez entre las categorías de los sustantivos y los adjetivos se explica por la posibilidad de que el término que sirve para delimitar una clase en función de una serie de propiedades pase a denotar esas propiedades (Bosque 1989: 104-105): estudiante muy majo, pobres muy majos. La adjetivación de majo, conversión bien conocida, es susceptible de explicación en el marco de la teoría de la gramaticalización, si bien el paso de nombres comunes de persona (como los equivalentes de hombre, niño o padre en las lenguas del mundo) hacia categorías funcionales (partículas exclamativas, afijos derivativos, clasificadores, entre otras) es un proceso poco conocido (Heine/Kuteva 2002: en especial 133)23. Estos cambios tienen lugar en los límites de la sintaxis oracional. En cualquier momento, el sustantivo majo puede emplearse como vocativo para apelar a uno de los participantes en la situación comunicativa. Esta unidad tética instantánea (instantaneous thetical) se convierte en una fórmula tética (formulaic thetical) (Kaltenböck et al. 2011; Heine 2013; Heine et al. 2017) o partícula discursiva. Una vez como elemento del discurso, este término sigue su evolución hacia la categoría de los marcadores de control. Las fases de este proceso se resumen en el Cuadro 2 y representan un buen testimonio de estratificación o layering (Hopper 1991; Hopper/Traugott 2003 [1993]: 124), pues las nuevas funciones de majo coexisten –o pueden hacerlo– durante un mismo período de tiempo. Nivel oracional Nivel discursivo

mayo [N] > majo [N] [metáfora]

majo [N] > majo [A] [adjetivación]

majo [A] > majo [A] [generalización semántica]

majo [N] > majo [V] [cooptación]

majo [V] > majo [MC] [gramaticalización]

Cuadro 2. Fases y tipos de cambio en la evolución de majo24

La conversión de majo en un marcador conversacional fático se manifiesta a través de cuatro índices principales relacionados –al menos dos de ellos, de manera directa– con los subprocesos de la gramaticalización tradicional (Hopper 1991; Hopper/Traugott 2003 [1993]; Lehmann 2015; Benito Moreno 2021): a) la generalización gradual de majo a nuevos contextos (extensión); b) la pérdida de significado descriptivo en favor de significados discursivos y pragmáticos (desemantización); c) la libertad posicional; y d) la autonomía prosódica. Pasamos a ocuparnos someramente de cada uno de estos subprocesos. 23   “An instance of a more general process whereby human nouns, on account of some salient semantic characteristic, give rise to grammatical markers highlighting that characteristic” (Heine/Kuteva 2002: 65-67, 133, 207-210). 24   N = sustantivo; A = adjetivo; V = vocativo; MC = marcador conversacional.

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a) El término majo va adquiriendo nuevos contextos de uso tanto en su funcionamiento dentro de la oración como en el nivel discursivo. A medida que majo se desprende de sus propiedades referenciales propias de las categorías léxicas nominales, adquiere valores pragmáticos en el discurso, simultáneos incluso en un mismo enunciado, y puede desempeñar, además de las apelativas, funciones bien relacionales, en concreto como atenuador de actos de habla amenazadores o mecanismo organizador de los turnos de palabra, bien expresivas como estructurador de la información, reforzando la fuerza ilocutiva de los enunciados o enfatizando partes del discurso. La progresiva adquisición de estas funciones metadiscursivas se funda en el cambio meliorativo por el que atraviesa el sustantivo majo a lo largo de su evolución semántica. La connotación positiva de majo persiste (cf. Hopper 1991; Hopper/Traugott 2003 [1993]: 94-98) en sus empleos como marcador de solidaridad en un tipo de intercambio, por lo general, asimétrico (de más a menos poder en la relación entre los interlocutores). Por la persistencia de estas propiedades referenciales del sustantivo cuando se comporta como expresión vocativa, no extraña que los familiarizadores y, en general, los términos afectivos (endearment terms) constituyan la fuente principal para los enfocadores de alteridad.

Gráfico 1. Posición de majo en CORDE y COSER (%)

La comparabilidad de los datos del CORDE y del COSER ha de tomarse con cautela, pues, si bien podrían contemplarse como dos fases cronológicas sucesivas (los tres primeros cuartos del siglo xx frente a sus últimas décadas y las iniciales del siglo xxi), se extraen de tipologías textuales alejadas25: las del CORDE   El estudio de marcadores discursivos propios de la conversación oral supone un reto metodológico a la hora de configurar el corpus histórico, en especial, con anterioridad a 1970. 25

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se obtienen de novelas y relatos escritos, por más que intenten remedar el español coloquial, mientras que el corpus rural se basa en muestras orales26. No obstante, y aunque sea de manera orientativa, las frecuencias del gráfico reproducido (Gráfico 1) permiten apreciar la preferencia de majo por la posición final en los datos de los dos corpus. Esta preferencia puede considerarse un síntoma estructural de la adquisición de nuevos valores como marcador conversacional por parte de esta voz. Este elemento puede ocupar la posición final del primer miembro discursivo dentro de movimientos justificativos (15a) o concesivos (15b). La tendencia a ocupar esta posición final manifiesta la naturaleza extrapredicativa del vocativo majo y apunta a la adquisición de contenidos pragmáticos y conversacionales. (15) a. No a mí no me graben porque si eso, tengo, tengo una historia y si que te la voy a contar, maja, porque yo mira, mí nombre propio, dice mi madre: “Ay”. Digo: “Madre, qué mala estoy, madre, qué mala estoy, madre”. Bueno, me metí a la cama Madrecita de mi Corazón, me meto a la cama, que digo a mi marido: […] (COSER-924, Burgos, La Horra, mujer, 66 años, 1995). b. Retornó a su cocina solitaria, donde la luz acompasaría la tristeza, y me dejó agujereado de remordimientos, por poco tiempo, porque oí su voz en respuesta a la de Bert y al instante recibí nuevamente su visita. –Que ya está bien de esperarlo. –No te enfades, maja, pero desearía que les dijeses que, por mí, se larguen a hacer puñetas. –Ahora mismito (CORDE, Juan García Hortelano, El gran momento de Mary Tribune, 1972).

b) El sustantivo majo pierde su contenido referencial. Este proceso de desemantización se pone de manifiesto a través de dos cambios, el primero de tipo léxico-semántico; el segundo, de naturaleza sintáctica. En primer lugar, se produce un cambio categorial, por el que majo se asienta como adjetivo. En cuanto tal, majo no se limita a emplearse con referentes humanos; se aplica también a objetos para describir su adecuación o funcionalidad. Esta posibilidad, limitada al léxico de las prendas de vestir en las primeras fases, se extiende a otro tipo de objetos precisamente en las variedades rurales donde el papel vocativo de majo está más generalizado. Al designar cualidades morales, se produce, en segundo lugar, un cambio en las restricciones combinatorias del adjetivo. En los primeros ejemplos, majo aparece, de acuerdo con su estatuto de sustantivo, en estructuras Para el difícil encaje de textos escritos y muestras orales, remito al lector al artículo de Enghels y Azofra Sierra (2018). 26   Tal vez estas diferencias textuales podrían explicar la distinta proporción de vocativos mediales y finales entre los dos corpus.

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apositivas (arcediano majo) y, como adjetivo, prefiere las construcciones predicativas o la combinación con estar: las atributivas con ser representan apenas uno de cada cinco casos de majo (19 %, 36 de 188) en los ejemplos del CORDE. En el COSER, la construcción con ser alcanza, por su parte, la mitad de los ejemplos del adjetivo majo (48 %, 52 de 109). Como unidad tética, majo no contribuye al contenido proposicional de la oración, sino que aporta un significado pragmático y discursivo. El ámbito de majo como marcador afecta a todo el enunciado y puede combinarse con distintas modalidades oracionales, como directivas (majo, deja ya a mi marido), interrogativas (¿qué pueblo, maja?) o asertivas (íbamos a pelar a mano, maja). En calidad de vocativo, establece la identidad de los participantes en la situación comunicativa y mantiene la atención de los interlocutores durante el desarrollo de la conversación; además, por su naturaleza multifuncional, participa en el manejo de la toma de la palabra y, más importante aún, en las estrategias compensatorias como atenuador de la fuerza de actos amenazadores (16a) o impositivos (16b). Estas funciones pragmáticas son típicas de los enfocadores de alteridad. (16) a. Ya me has preguntao bastante, maja (COSER 924, Burgos, La Horra, mujer, 66 años, 1995). b. Mira a ver qué pone aquí, maja (COSER 959, Burgos, Villaverde-Mogina, mujer, 61 años, 1994).

Como en el proceso de evolución de los marcadores discursivos, la pérdida de propiedades referenciales del sustantivo fuente y su generalización semántica conllevan el aumento de las posibilidades discursivas. c) La extensión a nuevos contextos y el enriquecimiento pragmático hacen que majo aumente sus frecuencias de uso. La frecuencia con que este vocablo se repite en los diálogos de la novela El gran momento de Mary Tribune o su recurrencia en el habla de los informantes rurales en algunos enclaves del corpus como, por ejemplo, Villaverde-Mogina (Burgos), Casasola de Arión (Valladolid) o Villamor de los Escuderos (Zamora) dan una idea de que nuestro término se utiliza como continuador conversacional para rellenar los huecos de la conversación. Esta sobreexplotación (overuse) (Waltereit 2006) es característica de las partículas modales y condición necesaria del proceso de rutinización propuesto por Kleinknecht y Souza (2017) en el proceso transformador de los vocativos en marcadores conversacionales. Sin duda, este empleo abusivo es índice de los valores pragmáticos y subjetivos (Traugott 1982, 1989) que ha adquirido majo. En el relato La Mortaja de Miguel Delibes, aparecen dos enunciados similares en los que la expresión maja ocupa posiciones diferentes (17). Esta movilidad posicional en el enunciado confirma, además del carácter opcional de esta unidad,

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que su contribución no se refiere al ámbito del significado proposicional. Esta libertad de movimiento es contraria a los parámetros de la gramaticalización tradicional, pero distingue la gramaticalización de los marcadores discursivos (para las características excepcionales de la gramaticalización de estos elementos, remito a Heine et al. 2021: 47-54). (17) a. Anda, haz unas visiones, maja, que te vean estos señores (CORDE, Miguel Delibes, La mortaja, 1948-1963). b. Anda, maja, haz unas visiones delante de estos señores, que luego te dan la propina (CORDE, Miguel Delibes, La mortaja, 1948-1963).

d) El vocativo se caracteriza por presentar un contorno entonativo propio. Esta autonomía prosódica subraya la no integración del vocativo en la sintaxis oracional, así como su carácter periférico y prescindible (cf. Cuenca 2004: 42). Los vocativos aparecen delimitados entre pausas. Esta separabilidad se observa con claridad en los vocativos exclamativos, que no por casualidad constituyen uno de los primeros ejemplos de majo como vocativo en el siglo xviii (4b), y en los vocativos solitarios, como el de (11). 7. Conclusiones En las páginas anteriores hemos indagado en la historia y geografía del término majo como expresión vocativa en el español europeo, poniendo el foco de atención en su desarrollo desde el ámbito nominal hasta la categoría de los marcadores de control de contacto, a través de su función apelativa y alocutiva. Sobre estas funciones propias de las frases vocativas, se forja el marcador conversacional (Kleinknecht/Souza 2017). A pesar de las investigaciones recientes en este campo, el proceso de creación de este tipo de operadores pragmáticos sigue siendo poco conocido, por lo que la presente contribución tal vez haya podido aportar nuevos elementos para la comprensión del fenómeno. El debilitamiento del contenido referencial de majo no impide el mantenimiento residual de las connotaciones positivas del término, sobre las que se apoya su funcionamiento como estrategia compensatoria de mitigación o intensificación de los actos de habla. Como otros familiarizadores, nuestro término encaja en la caracterización de vocativo predicativo. Los rasgos sintácticos de los grupos vocativos se adaptan a las características de las “unidades téticas”. En su desarrollo, la voz majo reafirma su naturaleza extrapredicativa, afianzando la posición final concorde con la de los operadores pragmáticos modalizadores, adquiere significados de tipo pragmático, lo que

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comporta un aumento de su libertad posicional y su prescindibilidad, y exhibe –como los grupos vocativos– contorno prosódico autónomo. Por este motivo, no hemos considerado necesario recurrir a términos como los de pragmatización o rutinazión y hemos optado, en líneas con la investigación más reciente en el surgimiento de los marcadores discursivos, por aplicar el mecanismo de la cooptación con el concurso de algunos procesos típicos de la gramaticalización (en concreto, extensión y generalización semántica). La literatura costumbrista del siglo xviii está poblada de majos y majas. En los corpus históricos, las apariciones del término se refieren a estos personajes tipificados y a las características y propiedades con las que se asocia, por lo que concurre en construcciones apositivas (unas seguidillas majas) y predicativas (vestir majo). Los dos primeros casos de majo en calidad de vocativo cumplen una función apelativa e identificativa, pero a partir del siglo xx se desarrolla una amplia gama de valores que sobrepasan las tareas identificativas y asume funciones interpersonales para mantener el contacto con el interlocutor, mitigar la fuerza ilocutiva de lo dicho y estructurar, enfatizándolas, partes del enunciado. Estas funciones metadiscursivas y textuales se explotan en las entrevistas del corpus rural en las décadas a caballo entre el segundo y el tercer milenio, donde se produce una comunicación asimétrica entre los encuestadores y los informantes. El corpus rural nos ha permitido delinear las áreas de mayor intensidad de majo en la categoría adjetiva y vocativa. Si en algún momento de su historia el sustantivo majo estuvo más difundido por el territorio peninsular, en las hablas rurales modernas muestra una honda penetración en los territorios nororientales (Burgos y La Rioja), con poca o nula presencia en las franjas laterales y en la mitad meridional de la Península. La escasez de majo en el sociolecto urbano y, en concreto, entre los hablantes más jóvenes confirman su estado regresivo. Considerando que las fechas de nacimiento de los informantes del corpus rural se enmarcan en las primeras décadas del siglo xx, será interesante comprobar, en investigaciones futuras, si majo corresponde a las fases iniciales del ciclo de cambios semántico-pragmáticos que, sucesivamente, afectarán a macho en los años cincuenta y, ya en el último tercio del siglo pasado, al más moderno tío (Llopis Cardona/Pons Bordería 2020). Referencias bibliográficas Acín Villa, Esperanza (1993-1994): “Sobre pero enfático”, en Cuadernos de investigación filológica, 19-20, pp. 219-233. Alba Juez, Laura (2009): “‘Little words’ in Small Talk: Some Considerations on the Use of the Pragmatic Markers Man in English and Macho/Tío in Peninsular Spanish”, en Ronald P. Leow et al. (eds.): In Little Words: Their History, Phonology, Syntax, Semantics, Pragmatics, and Acquisition. Washington: Georgetown University Press, pp. 171-181.

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LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES EN CARTAS FAMILIARES CANARIAS (SIGLO XVIII)* Irene Bello Hernández Universidad Complutense de Madrid

1. Introducción Es lugar común en cualquier estudio dedicado a las formas de tratamiento aludir a la ingente cantidad de trabajos dedicados a este asunto en el mundo hispánico. Tanto su evolución e inserción en el sistema de la lengua como su distribución sociopragmática han sido descritas en profundidad en gran parte de los territorios hispanohablantes, especialmente en su vertiente sincrónica, pero también en la diacrónica. Canarias, sin embargo, es un territorio en el que, si bien existe abundantísima literatura1 dedicada a la descripción de las formas de tratamiento en el español actual de la zona, la bibliografía acerca de la configuración de la cortesía en el Archipiélago a lo largo de su historia es bastante exigua. Uno de los pocos estudios que existen en el ámbito histórico es el de García Rivero (2017), que analiza las formas de tratamiento nominales y pronominales en una novela de la primera década del siglo xx. También Morera Pérez (2004), en un amplio artículo acerca de las características del español canario del siglo xviii, dedica un breve apartado a las formas de tratamiento nominal. Además, Elena Padrón se encuentra ahora mismo elaborando una tesis (cuya defensa, si no ha sido ya, está próxima) *   Este trabajo se inserta dentro del proyecto de investigación Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PID2020-112605 GB-I00) financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 1   Sirva la siguiente lista, no exhaustiva pero sí detallada, para hacerse una idea del panorama actual de los estudios de formas de tratamiento pronominales en el español canario actual: Almeida Suárez/Mendoza (2005, 2006), Almeida Suárez/Rodríguez Suárez/Morín Rodríguez (2006), Déniz Hernández (2004), Medina López (1989, 1989-1990, 1991, 1992, 1993a, 1993b, 2004, 2010), Morín Rodríguez (1988, 1999, 2001), Morín Rodríguez/Almeida Suárez (2000-2001), Morín Rodríguez/Almeida Suárez/Rodríguez Suárez (2010), Rodríguez Mendoza (1993, 2003), y Ruiz González (2016). Sobre formas nominales, Morera Pérez (1991) y Lorenzo Ramos/Ortega Ojeda (2014).

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en la que se basa en cartas y declaraciones de testigos en juicios para el estudio de la historia y evolución de los pronombres de tratamiento en el español de las Islas. En un plano más general, el uso de la correspondencia como fuente para el estudio filológico tampoco parece haber arraigado en este territorio de la misma manera en que lo ha hecho en otros puntos de la Península y América. Con la excepción de la edición de una serie de cartas de medianeros de la isla de Tenerife de la mano de José Manuel Hernández (2003), edición, por otra parte, no acompañada por un estudio lingüístico profundo; un trabajo sobre la mitigación en cartas de Viera y Clavijo, célebre ilustrado nacido en Tenerife, desde la perspectiva de la Teoría de la Relevancia (Navarro Benítez 2015); y un trabajo propio (Bello Hernández 2020) sobre saludos y despedidas en cartas del xviii y principios del xix, la mayor parte de estos documentos han sido rescatados de los archivos y explotados por historiadores, quienes, interesados sobre todo en el contenido de las cartas, utilizan unos criterios de transcripción que no siempre reflejan de forma fidedigna el documento original, criterios que, en muchas ocasiones, ni siquiera explicitan en la introducción de sus trabajos. Estas ediciones de cartas, aunque útiles para el historiador, no lo son para el filólogo, que necesita transcripciones fieles que muestren el estado de lengua del momento en el que el documento fue producido. De lo dicho se deriva la necesidad de contribuir al conocimiento acerca de los mecanismos de cortesía en el Archipiélago a lo largo de su historia, y de hacerlo mediante la edición de documentación con criterios que conviertan el texto de origen en una fuente de datos válida para el lingüista. Ese es, fundamentalmente, el objetivo de este trabajo: la aproximación a la distribución sociopragmática de las formas de tratamiento pronominales y nominales en el español canario del siglo xviii a través de cartas de particulares. Dada la amplitud del tema, se ha optado en este caso por limitar el objeto de estudio a las relaciones familiares, con el fin de ofrecer una visión detallada de cómo operaban las normas de cortesía en un ambiente tan reducido y con una jerarquía tan definida como es el núcleo familiar. 2. El corpus Las cartas particulares han demostrado su idoneidad como fuente tanto en las ramas de Historia e Historia del Arte (en las que sirven como medio para la reconstrucción de redes sociales, el rastreo de movimientos comerciales y militares, etc.) (Gutiérrez de Armas 2017: 10) como para la Lingüística Histórica. Para Koch y Oesterreicher (2001, 2007), estas, aunque en su vertiente medial pertenecen a lo escrito, concepcionalmente forman parte de la inmediatez comunicativa, que se caracteriza por el carácter privado de la comunicación, la familiaridad entre los interlocutores, un fuerte grado de emocionalidad, un alto grado de cooperación

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comunicativa, un nivel muy bajo de planificación, etc.; rasgos todos ellos que las acercan a la comunicación espontánea de carácter oral. En relación con esta caracterización, en los estudios de tipo diacrónico puede observarse un creciente interés por las posibilidades de investigación que esta tipología documental proporciona, dado que permite un acercamiento a un material “as close to actual speech as posible, only in written form” (Elspass 2012: 158). La principal dificultad con la que se encuentra el investigador que pretende emplear correspondencia como base para su estudio es su conservación en los archivos. Esta dificultad se acentúa cuanto más nos alejamos de los siglos xix y xx: salvo contadas excepciones, las colecciones de cartas privadas en los archivos familiares se vuelven más y más escasas cuanto más nos alejamos de los siglos citados. No parece que se le haya dado a este fenómeno una explicación satisfactoria. Lo primero que se viene a la mente es el estado de conservación de los materiales. Señala Gutiérrez de Armas (2018: 666) que la correspondencia solía escribirse en papeles baratos y de baja calidad, y no solía guardarse en los mismos lugares que otros documentos de mayor importancia para la familia, lo que podría haber conducido a su rápido deterioro y a ser desechada en una de las muchas intervenciones que sufrieron estos archivos a lo largo de su historia. Sin embargo, al menos en los archivos que he visitado, la correspondencia de negocios se conserva de manera sistemática desde principios del xviii e incluso desde finales de la centuria anterior. Los materiales también son malos, y el estado de la tinta no siempre garantiza su legibilidad, pero el hecho es que se conservan. Ello demuestra que en ningún caso podemos hablar del deterioro de materiales como causa de la escasez de testimonios, y que la explicación de este vacío debemos buscarla en otro sitio. El deterioro del soporte material tampoco explica la repentina explosión de cartas que, en apenas dos o tres décadas, se da en los archivos de particulares. Según he podido observar, la tónica general es que, hasta finales del xviii, se conserven poquísimas cartas personales y familiares, y las pocas que sí se conservan suelen proceder bien de Europa, bien de América. Esto cambia drásticamente con la llegada de la siguiente centuria, en la que de repente se comienza a guardar e incluso clasificar gran parte de la correspondencia íntima de la familia: se multiplican las cartas entre hermanos y entre padres e hijos, aparecen casi por primera vez cartas entre marido y mujer, e incluso es posible encontrar cartas de amor, totalmente ausentes en épocas anteriores. Tal vez sea posible entender esto si se comprende que el acto de archivar no es, en ningún caso, un ejercicio neutro (Gutiérrez de Armas 2017: 4). No es aleatorio, por ejemplo, que se conserven sistemáticamente todas las cartas de negocios, pues en el momento sirven como prueba de transacciones realizadas, y con el paso del tiempo, como testimonio de la riqueza de una familia o la larga vida de una empresa. El archivo familiar tiene

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una función social fundamental, que es ser espejo de la familia que lo custodia, y justificar su estatus frente a sus iguales y ante el Estado. Pero, además, sostiene Gutiérrez de Armas (2018: 666) que, junto a esta función social, el archivo familiar sirve para reforzar las dinámicas de poder intrafamiliar y asegurar la cohesión y la clara jerarquización de sus individuos. Tal vez en esto último pueda aventurarse el porqué del repentino interés, a partir de las primeras décadas del xix, por conservar especialmente la correspondencia familiar: no solo para que actúe como evidencia de la pertenencia a un linaje concreto en un momento en que la nobleza comienza a perder fuerza en favor de una aristocracia cada vez más rica y poderosa, sino para que sirva como refuerzo de unas relaciones intrafamiliares jerárquicas cuya importancia comenzará a difuminarse a lo largo de todo el xix, en un proceso que demostró ser lento pero inexorable (Bustos Gisbert/Iglesias Recuero 2000: 291). 2.1 La construcción del corpus. Archivos de procedencia de la documentación Sea cual sea la causa de esta escasez documental, lo cierto es que dificulta la obtención de testimonios que permitan la creación de un corpus amplio en fechas anteriores a 1800. Para este trabajo se ha rescatado correspondencia de hasta seis archivos de las islas de Tenerife y La Palma. Todos ellos contenían uno o más fondos producidos por las familias más importantes del Archipiélago, y de ellos se han extraído cartas que los miembros de estas grandes familias intercambiaban entre sí. De lo dicho se deriva que toda la correspondencia analizada fue producida por la élite social de las islas, los únicos con capacidad suficiente para almacenar y mantener un archivo propio2. Debe notarse que se han analizado de manera conjunta las misivas producidas bien por la nobleza de las Islas, bien por los grandes empresarios y terratenientes que, tras enriquecerse a lo largo de los siglos xvii y xviii, obtuvieron a lo largo de este último (por compra o matrimonio) un título nobiliario3.   Sobre las dificultades a la hora de encontrar correspondencia producida por las capas medias y bajas de la sociedad en archivos familiares, véase Castillo Gómez (2014) o Gutiérrez de Armas (2019). Ante este panorama, algunos estudios han optado por buscar estas fuentes en procesos judiciales, pues las cartas suelen esgrimirse en estos contextos como pruebas de delitos de adulterio, bigamia, etc. El caso más notable a este respecto es el de PostScriptum, un corpus compuesto enteramente por cartas encontradas en procesos judiciales, en español y portugués. Este proyecto se encuentra descrito con detalle en Vaamonde (2015), y puede consultarse en . 3   No es este el momento de adentrarse en una descripción detallada de la sociedad canaria del siglo xviii, descripción que puede encontrarse en Arbelo García (1991: 474 y ss.). Pero sí es necesario matizar que, según afirman los historiadores, la progresiva desaparición de la socie2

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Dado que este es un estudio preliminar, de las 253 cartas familiares encontradas se ha optado por analizar 92. En la Tabla 1 pueden encontrarse los archivos y fondos visitados, así como las misivas extraídas de cada uno de ellos. Archivo

Número de cartas

Fondo

Archivo de la Casa Fuerte de Adeje Archivo General de La Palma Archivo Histórico Provincial de Tenerife Archivo Municipal de La Laguna Archivo privado casa Cullen Biblioteca de la Universidad de La Laguna

1 Fondo Familia Lugo-Viña y Massieu

36

Fondo Lercaro

2

Archivo Zárate-Cólogan

33

Fondo Montañés

8

Fondo Ossuna

4

Archivo Cullen

5

Archivo Herederos Betancourt y Castro

1

Fondo Álvarez Rixo Total cartas

2 92

Tabla 1. Número de cartas analizadas y archivos y fondos de procedencia

El fondo que más documentación aporta, especialmente a partir de la segunda mitad del xviii, es el Fondo Familia Lugo-Viña y Massieu, custodiado en el Archivo General de La Palma. El fondo perteneció a dos grandes familias: los Massieu, establecidos en La Palma a comienzos del xvii, el grupo más poderoso de la historia de la isla hasta el siglo xix; y los Lugo-Viña, que tenían propiedades en La Palma y Tenerife. El fondo, que se encuentra parcialmente catalogado, contiene alrededor de dieciséis cajas de correspondencia, toda ella fechada entre finales del xvii y el siglo xx (Arvelo Gil 2004: 1382; Poggio Capote 2013: 159-160). El segundo fondo más productivo es el llamado Archivo Zárate-Cólogan, del que se ha extraído casi toda la correspondencia de antes de 1735. Los Zárate-Códad estamental a lo largo de la Edad Moderna es un proceso que se dio de manera mucho más rápida y sutil en las Islas. Con la llegada del siglo xviii se consolida en ese territorio una burguesía agraria y comercial (formada fundamentalmente por extranjeros, en su mayoría irlandeses, que se instalaron en las Islas a finales del xvii) que poco a poco acabaría comprando tierras, ocupando cargos militares y políticos de importancia y emparentándose con la nobleza a través de matrimonios, llegando así a formar parte efectiva de una élite social a la que no solo se podía pertenecer ya por derecho de nacimiento, sino por los motivos aquí descritos. Esta rápida asimilación, la pronta aceptación por parte de la nobleza de una burguesía que cada vez cobraba más fuerza y la clara aparición de redes sociales muy fuertes entre los individuos que conforman estos grupos (Arbelo García 1991: 480) justifican que en este trabajo se hayan tomado las cartas de ambos grupos como pertenecientes a un mismo estamento-clase social.

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logan son una familia de origen irlandés que llegó a Canarias a principios del xvii, se enriqueció a través del comercio con Europa, y emparentó pronto con la nobleza de las Islas a través del matrimonio (Viña Brito 2018: 64). El inmenso fondo de correspondencia, que cuenta ya con más de 90 000 cartas catalogadas (y sigue en proceso de catalogación), reúne también cartas de los Franchi, una de las familias de la nobleza de la isla de Tenerife con la que los Cólogan tuvieron mucha relación, y cuyo archivo particular acabó fusionándose con el de estos tras el matrimonio de dos de sus miembros. También custodiado en el Archivo Histórico Provincial de Tenerife, aunque mucho menor en extensión, está parte del Fondo Lercaro, producido por una familia que se estableció en Gran Canaria poco después de la conquista de la isla y que con el tiempo se trasladó a Tenerife, donde obtuvo un título nobiliario, de nuevo, a través de un enlace matrimonial. Este fondo, que consta de 20 unidades de instalación con documentación fechada entre 1568 y 1914, se encuentra totalmente catalogado (González Zalacain/Núñez Pestano 2021: 61-62), aunque la correspondencia del xviii es muy escasa. Del Archivo Municipal de La Laguna, en la isla de Tenerife, se han consultado dos fondos: el Fondo Montañés y el Fondo Ossuna. Este último cuenta con documentación desde el siglo xvi hasta mediados del xx, está catalogado, y el fondo de documental no es desdeñable (Viña Brito 2018: 68-69). El Montañés se conserva en su mayor parte en el Instituto de Estudios Canarios, en la isla de Tenerife, aunque parte del fondo también acabó en el Municipal de La Laguna (Viña Brito 2018: 69-70). La parte del fondo custodiada en esta última institución se encuentra inventariada y en un relativo buen estado de conservación; por diversas circunstancias, la parte del fondo del Instituto, al menos por lo que respecta a la correspondencia, está tan deteriorada que resulta prácticamente ilegible. Uno de los archivos más interesantes, y el único privado de todos los visitados, es el custodiado en la casa de Juan Cullen4, en La Orotava, Tenerife. Este archivo, modesto en tamaño pero rico en información y muy bien conservado, contiene la documentación de la familia Betancourt, una de las familias más prominentes del Puerto de la Cruz, en Tenerife, uno de cuyos miembros, Agustín de Betancourt, fundó la primera Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales en España, y llegó a trabajar como ingeniero del zar Alejandro I de Rusia (Lorenzo Lima 2018: 14-15). Las cartas contenidas en este archivo fueron editadas por el propio Juan Cullen en 2008, el cual admitió haberse tomado bastantes libertades en las transcripciones: de ahí que optase por acudir al archivo y realizar mis propias versiones.   A quien agradezco profundamente las facilidades que me dio para consultar los dos fondos, así como agradezco a Juan Alejandro Lorenzo Lima la ayuda que me proporcionó para navegar por ellos con éxito. 4

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También muy interesante es el Fondo Álvarez Rixo, de la biblioteca de la Universidad de La Laguna. Este fondo, notable por sus dibujos y grabados, contiene un conjunto de documentos pertenecientes a la familia de José Agustín Álvarez Rixo, un estudioso y político tinerfeño del siglo xix. Se conserva parte de la correspondencia de la familia, que se remonta a la segunda mitad del siglo xviii, aunque no es demasiado abundante (Viña Brito 2018: 87). Por último, el Archivo Adeje resguarda la documentación de los marqueses de la Casa Fuerte de Adeje, en el sur de Tenerife. Por diversas circunstancias, la documentación de esta familia se encuentra dispersa en varios archivos (Corbella 2019: 31-32). Para este trabajo se ha consultado la que se halla en el Museo Canario de Gran Canaria, la única de todo el corpus que se ha digitalizado5 y está disponible en línea6. 2.2 El tratamiento digital de las cartas y el CORDICan En las últimas décadas se ha comenzado a apostar por una lingüística histórica que ya no concibe la transcripción y utilización de textos como un acto individual. En estos años se ha observado en España y América una explosión de corpus en línea cuyo objetivo es no solo agrupar un conjunto de textos de un territorio para un estudio concreto, sino ofrecer a investigadores de todo el mundo la posibilidad de acceder a estos mismos textos sin que sea necesario desplazarse a los archivos de origen7. En Canarias, esta voluntad se ha concretado en la aparición del Corpus Documental de las Islas Canarias (CORDICan), un proyecto de la Universidad de La Laguna dirigido por las doctoras Dolores Corbella y Ana Viña Brito. Este recurso, nacido de la colaboración entre filólogos e historiadores, pretende, según se explica en su propia página web, superar la lejanía de los archivos canarios (de difícil acceso a los investi5   La documentación puede consultarse en el siguiente enlace: . La digitalización es muy buena, pero el fondo no se encuentra catalogado, de manera que la búsqueda y recuperación de documentos es un proceso complejo y lento. 6   Parte de las cartas del Archivo Zárate-Cólogan se encuentran digitalizadas, en concreto las contenidas entre las cajas 501 y la 713, aproximadamente, pero hasta donde yo sé es necesario acudir al archivo a consultarlas. 7   De esta explosión es testimonio el Portal de Corpus Históricos Iberorrománicos, creado en 2018 por Joan Torruella y Johannes Kabatek. Esta web () recoge todos los corpus históricos en lenguas de la Península y en judeoespañol que se encuentran en abierto para su consulta en línea. La cantidad de webs recogidas en el portal evidencia el trabajo que, como digo, se ha venido haciendo en estos últimos años en el ámbito de la creación de corpus en España, Portugal y América.

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gadores) ofreciendo una serie de documentación antes inédita fechada entre los siglos xv y xix. Las distintas tipologías documentales recogidas (inventarios y testamentos, documentos de compra-venta, libros de cuentas, poderes, cartas, etc.) permiten aproximaciones de distinta naturaleza a estos testimonios, tanto desde la lingüística como desde la historia; y la extensa lista de metadatos que acompaña a cada documento y lo sitúa en su contexto facilita, además, llevar a cabo búsquedas de gran complejidad dentro de la propia plataforma que recoge el corpus. Con este proyecto, que se encuentra descrito por extenso en Viña Brito y Corbella (2018), y cuyos primeros resultados ya están disponibles para consulta8, pretende paliarse la dispersión y poca presencia de la documentación canaria en los estudios de corte diacrónico. Las cartas analizadas en este trabajo formarán (algunas de ellas ya forman) parte del conjunto de textos recogidos en el CORDICan. De ahí que la transcripción se haya llevado a cabo en el lenguaje de marcación XML (Extensible Markup Language) y haya adoptado, en la línea de las prácticas actuales en el campo de las Humanidades Digitales, el estándar de codificación propuesto por la Text Encoding Initiative (TEI). Los criterios de transcripción y edición de la documentación son los mismos que se siguen para el resto del corpus, y pueden encontrarse desglosados en Viña Brito y Corbella (2018: 11-12). Una vez incorporadas al CORDICan, se ofrecen tres ediciones de las cartas: la facsimilar, con una fotografía que reproduce el documento original; la transcripción, lo más fiel posible al texto de origen; y la normalización, que supone una adaptación ortográfica del texto al español actual. La edición facsimilar pretende subsanar uno de los mayores problemas de la transmisión de datos a corpus electrónicos, descrito por Kabatek (2013: 12): los errores de interpretación en las transcripciones (mala lectura, mala segmentación, confusión de letras, especialmente de los finales de palabra), que se incorporan al corpus y que son imposibles de detectar si el investigador no cuenta con el original para contrastar el texto transcrito. La normalización, por su parte, pretende facilitar el acceso al texto a aquellas personas más interesadas en su contenido que en su estado de lengua. Además de los que acompañan al resto de los documentos (archivo de origen, signatura, fecha y lugar de producción del documento, etc.), las cartas cuentan con una serie de metadatos propios que facilitan llevar a cabo búsquedas cruzadas. Así, a la información acerca del productor del documento (nombre, sexo, profesión) se suma idéntica información sobre el receptor, cuando se conoce. Y al lugar de emisión de la carta se añade además el lugar de recepción.   La documentación puede consultarse en el siguiente enlace: . 8

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2.3 La distribución del corpus Las 92 cartas del corpus se han distribuido en tres períodos: 1700-1735, 17361770 y 1771-1800. La bibliografía actual coincide en situar en las últimas décadas del xviii el inicio de los cambios en las formas de tratamiento, tanto pronominales como nominales, que se irán afianzando y extendiendo a todas las capas de la sociedad a lo largo del siglo xix y principios del xx. Con esta división temporal se pretendía observar si, efectivamente, este es el caso para el español de Canarias, y se quería además comprobar si existía un gran contraste entre el primer y el tercer período, y qué pasaba en el segundo para que se diera tal contraste. Una vez hecha esta distribución temporal, las cartas se dividieron en dos grandes grupos: aquellas que mostraban un intercambio simétrico y las que mostraban un intercambio asimétrico. Esta noción de simetría-asimetría se basa en la propuesta de Brown y Gilman (1960: 255-257). Como es de sobra conocido, los autores hablan de asimetría cuando en una relación entre dos personas existe una clara diferencia de poder, diferencia que puede residir en una dispar fuerza física, riqueza, edad, profesión, rol familiar, etc. Por el contrario, describen una relación simétrica como aquella en la que no existe tal diferencia de poder. Dentro del núcleo familiar existe una clara jerarquización de los roles. Gancedo Ruiz (2020: 50) habla de cómo los tratados sociológicos evidencian que todavía a finales del xix se veía al padre de familia como la representación de la máxima autoridad, y cómo su relación con los hijos se basaba en el respeto, el poder y la obediencia. El componente afectivo, según la autora, podía existir, pero estaba supeditado a su autoridad. A la madre, según la autora, se le adjudica un mayor grado de afectividad que al padre ya en el siglo xix, lo que le llevaría a desarrollar una relación más próxima con sus hijos y al desarrollo de un cierto sentimiento de solidaridad. Esta diferenciación es mencionada con frecuencia por autores que trabajan sobre el xix, pero convendría comprobar cuánto de cierto tiene a principios del xviii. Por lo que respecta a los hijos, se espera de ellos respeto y obediencia a sus progenitores, especialmente al cabeza de familia (Gancedo Ruiz 2020: 50). Todo lo dicho permite hablar de relaciones de poder, esto es, asimétricas, en el caso de la comunicación entre padres e hijos (y, por extensión, entre tíos y sobrinos), y de relaciones simétricas en aquellos intercambios en los que esta diferencia de poder no se da (hermanos, primos). Los intercambios entre la familia política (suegro y yerno, cuñados), escasos pero presentes en el corpus, suponen una dificultad añadida en esta clasificación. Bustos Gisbert e Iglesias Recuero (2000: 284, 290) sostienen para el xix que la entrada en la familia mediante matrimonio suponía también una asimilación del estatus del nuevo miembro al de su cónyuge: de este modo, el yerno pasaba a ser hijo efectivo, y el cuñado, hermano. Basándome en esta afirmación he optado

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por incorporar a cuñados y yernos junto a hermanos e hijos, en sus respectivos apartados de relaciones asimétricas y simétricas. Como podrá observarse a continuación, los datos obtenidos del análisis, especialmente en lo que se refiere a las formas nominales, corroboran esta como la clasificación adecuada. La Tabla 2 muestra el resultado de la clasificación del corpus, según los tres períodos indicados y según las relaciones asimétricas y simétricas. Pese a que se hace una distinción entre cartas escritas por hombres (H) y por mujeres (M), lo dispar de los datos no permite llevar a cabo un análisis basado en la variable sexo, que, por tanto, se obvia en este trabajo. Asimétricas Padres-hijos

Simétricas

Padrehijo

Hijopadre

Tíos-sobrinos YernoTíoSobrino- Hermanos Cuñados Primos Total suegro sobrino tío

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

H

M

17001735

-

1

-

-

-

-

-

-

1

-

14

1

-

-

6

-

23

17361770

1

-

2

1

-

-

8

1

6

1

1

1

3

-

7

3

35

17711800

1

-

3

1

6

-

7

-

1

-

2

2

5

-

5

1

34

Tabla 2. Distribución de las 92 cartas del corpus según fecha y relación entre remitente y destinatario

3. Distribución sociopragmática de las formas de tratamiento pronominal y nominal Los estudios acerca de la evolución de las formas de tratamiento pronominal a lo largo de la historia del español han visto en las últimas décadas una explosión que no ha llegado a tener eco en las formas nominales. Sin embargo, en los últimos años son muchos los autores que insisten en la importancia de analizar de forma conjunta las formas de tratamiento pronominal y nominal, especialmente en aquellos períodos “en que una forma pronominal es prácticamente omniabarcadora” (Calderón Campos 2010: 553), como ocurre en el xviii con el pronombre usted en sus diversas manifestaciones. En este trabajo se busca analizar no solo de qué manera se distribuyen los pronombres de poder (usted) y solidaridad (tú) en el ámbito familiar, sino qué formas nominales se prefieren cuando existe entre los hablantes una relación de consanguineidad, y cómo estas formas matizan los usos pronominales.

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No se pretende convertir este análisis en un estudio del grado de gramaticalización de vuestra merced en el español de Canarias de la época que nos ocupa9. Tampoco se estudiarán las formas del plural de este tratamiento, pues en las cartas solo existe un único testimonio de un uso plural de este pronombre. 3.1 Formas de trato pronominal En la Tabla 3 se muestran los resultados de la distribución sociopragmática de las formas de respeto y solidaridad en el corpus dentro de las relaciones simétricas. Dada la variedad de abreviaturas empleadas en las cartas para referirse a lo que hoy en día es usted, se ha optado por señalar esta forma como V, tal y como se hace en el trabajo de Brown y Gilman. Para unificar criterios, el pronombre tú se marcará como T. Junto a cada período cronológico se apunta el total de cartas analizadas, y los números corresponden al número de cartas que presentan una u otra forma dentro de las tenidas en cuenta en cada apartado. Un cero significa que no hay ocurrencias de un determinado pronombre en el conjunto estudiado. Una línea horizontal (-) implica que no hay documentación que corresponda a la categoría señalada (por ejemplo, que no existen cartas entre cuñados entre 1700 y 1735). 1700-1735 (21)

1736-1770 (15)

1771-1800(15)

T

V

T

V

T

V

Hermanos

12

3

2

0

5

0

Cuñados

-

-

1

2

4

0

Primos

0

6

3

7

2

5

Total relaciones simétricas

12

9

6

9

10

5

Tabla 3. Resultados de la distribución de formas pronominales. Relaciones simétricas

Como puede observarse, a lo largo de todo el período analizado la forma más utilizada es T, pero por un margen reducido. Entre hermanos, la forma de solidaridad T será la preferida a lo largo de todo el período estudiado, y la forma de   Los datos son, francamente, escasos. No existe en el corpus analizado ninguna forma desarrollada. Tampoco aparecen casos de la abreviatura V(d), que sería, según García Godoy (2012: 121), la forma más innovadora, y cuyo uso en el español peninsular era todavía minoritario a finales del xviii. A lo largo de todo el período estudiado alternan las abreviaturas vm y vmd, sin que a primera vista pueda verse un patrón que explique por qué el autor de la carta se decanta por una u otra forma. Aunque tal vez un estudio de mayor profundidad sí arroje algunos datos a este respecto. 9

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distancia V desaparece a medida que dejamos atrás el primer cuarto del siglo xviii (el último testimonio en las cartas entre hermanos aparece en 1720). No parece que las escasas ocurrencias de V entre 1700 y 1735 puedan explicarse por la fecha de las cartas, dado que en el corpus existen testimonios anteriores a 1720 en los que se usa la forma T. Tampoco parece que tenga que ver con el estatus de noble de los hermanos, razón que, según Iglesias (2021: 77)10, podría explicar la aparición de un V recíproco en relaciones en las que sería poco esperable, dado que otros hermanos de la misma familia se tratan sobre las mismas fechas de T. Una explicación posible sería una notable diferencia de edad entre los hermanos, que obligaría al pequeño a tratar al mayor de V. Entre cuñados la forma de distancia parece permanecer un poco más: los pocos datos con los que se cuenta dan idea de que el pronombre V se seguía usando hasta los años cincuenta. Pronto se acomodan, sin embargo, a los usos propios de las relaciones entre hermanos, y el T (que suponemos recíproco) se impone al V. El caso de los primos es quizá el más llamativo, pues son el grupo que más mantiene la forma de distancia, e incluso a veces su uso es mayor que el de la forma T, como se observa en la franja de 1735-1770. La distribución de esta elección pronominal no da idea de que pueda entenderse el pronombre de cercanía como un uso innovador frente al mantenimiento de V, como sí podría aventurarse que ocurre en el caso de los hermanos. Tal vez en este caso lo que prime sea un uso por defecto del pronombre de respeto, que, como ya se ha dicho, es la forma que prima en prácticamente todas las relaciones sociales de la época, un comportamiento que ya observó Calderón Campos (2010: 557) en los tratamientos de jóvenes enamorados a finales del siglo xix. La aparición del tú podría explicarse entonces por un particular afecto y cariño entre los interlocutores, o tal vez por su cercanía en edad. A continuación, en la Tabla 4, se ofrecen los resultados de las cartas que muestran relaciones asimétricas. La interpretación de los datos debe hacerse de la misma manera que en la tabla anterior. Relaciones asimétricas superior → inferior 17001735 (1) T

V

17361770 (10) T

V

Relaciones asimétricas inferior → superior

17711800 (8)

17001735 (1)

T

T

V

V

173617711770 (10) 1800 (11) T

V

T

V

Padre-hijo

1

0

1

0

1

0

Hijo-padre/suegro

-

-

0

3

0

10

Tío-sobrino

-

-

6

3

5

2

Sobrino-tío

0

1

0

7

0

1

Total

1

0

7

3

6

2

Total

0

1

0

10

0

11

Tabla 4. Resultados de las formas de tratamiento pronominal. Relaciones asimétricas 10

  Aunque ella se refiere en su estudio a los siglos xvi y xvii.

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En aquellos casos en los que un superior (es decir, alguien con más poder que otro dentro del núcleo familiar, esto es, padres y tíos) se dirige a un inferior (hijos y sobrinos), la forma que prima en casi todos los casos es el T. Esto concuerda con lo observado por Bustos Gisbert e Iglesias Recuero (2000: 280) para el español general y García Rivero (2017: 25) para el español de Canarias, aunque en ambos casos se refieren a usos propios del siglo xix e incluso de los primeros años del xx. Más sorprendente es la aparición de una forma de respeto en cuatro cartas escritas por tíos a sus sobrinos, comportamiento que, hasta donde sé, no ha sido observado en la bibliografía que he consultado, donde lo que se da por sistema es, precisamente, que los tíos tuteen a sus sobrinos. En los casos en los que alguien inferior en poder le escribe a un superior (dentro, siempre, del núcleo familiar), no se observa, como era predecible, ni un solo caso de T en todo el corpus, ni siquiera a medida que nos aproximamos al siglo xix. No es de extrañar: Bustos Gisbert e Iglesias Recuero (2000: 280-281) no encuentran casos de tuteo recíproco entre padres e hijos hasta el último tercio del xix, y el tratamiento de usted a los padres es lo que se sigue recomendando en manuales del xix, como el de Pellicer (Sáez Rivera 2015: 139). Debe notarse que se han tomado de manera conjunta los datos de hijos y yernos, pues en ambos casos el comportamiento es exactamente el mismo. 3.2 Formas de tratamiento nominal Las cartas, especialmente en saludos y despedidas, ofrecen muchísima información acerca de las formas nominales en función vocativa. No sucede lo mismo con estas formas en su función referencial. En el cuerpo de la carta no son infrecuentes las menciones a otros miembros de la familia, especialmente cuando se habla de la salud de alguno de ellos, o cuando se mandan recuerdos a aquellos que conviven con la persona a la que se escribe. Sin embargo, esta información no solo no aparece de manera sistemática en la correspondencia, sino que, cuando lo hace, suele ser en forma de nombres propios, hipocorísticos o apodos, sin apellido ni otra identificación que permita rastrear un árbol genealógico, por otra parte, lleno de personas con exactamente los mismos nombres que se pasan de generación en generación, como era y sigue siendo costumbre. Ejemplos de lo dicho pueden observarse en los fragmentos transcritos en (1). Por ello, este trabajo se limitará a analizar las formas de tratamiento nominal en su función vocativa, pues su lugar de aparición en la carta no ocasiona ambigüedad alguna a la hora de reconocer la relación familiar entre remitente y destinatario. (1) a. No ay mas lugar los niños y Luisita buenos […] memorias a Anita (1780, Nicolás Massieu a Juan Massieu). b. Repito mis firmes expreciones para Anita y niños (1785, Francisco de Lugo a Juan Massieu).

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Se parte en este trabajo de la clasificación que hace Rigatuso (1994: 21) de las formas nominales, que se reproduce en la Tabla 5: Formas nominales Término de tratamiento De parentesco Generales Ocupacionales papá mamá hijo hija abuelo abuela …

Sr. Sra. don doña caballero joven …

gobernador ministro doctor licenciado profesor

Nombre personal

Sociales

Nombre de pila – Apellido De amistad, Honoríficos Hipocorístico cordialidad y afecto amigo compañero querido tesoro

Su Excelencia Va. Señoría

Juan Gabriel Pablo María Silvia Marita Gabi

García Gutiérrez Rossi

Tabla 5. Clasificación de las formas de tratamiento nominales en español (extraído de Rigatuso 1994: 21)

Nos interesan en este caso las formas de parentesco, las generales (en concreto, señor/a) y los nombres personales, que es lo que encontraremos en el corpus analizado. Antes de comentar los resultados del estudio, debo hacer referencia a la forma pariente. Esta es una forma de tratamiento nominal muy utilizada en las cartas de la época, y suele combinarse, según he podido comprobar, tanto con T como con V. La dificultad que entraña esta forma, como digo extremadamente frecuente, es determinar precisamente a qué naturaleza de pariente se refiere la persona que escribe. Por lo que he podido deducir, a falta de un estudio en profundidad, esta es una forma que se aplica a distintos tipos de relaciones y no siempre es fácil desambiguar su referencia. Las cartas familiares, cuando aparecen firmadas, no suelen presentar una firma con nombre propio y apellidos, como sí es frecuente, por ejemplo, en cartas de negocios. En muchos casos el cierre de la carta solo contiene el nombre propio, el apellido o el ambiguo pariente. De nuevo, el rastreo de estos personajes dentro de árboles genealógicos en los que nombres como María, Juan o Francisco se repiten cientos de veces es una tarea ardua, por no decir prácticamente imposible. Ello me ha llevado a excluir estas cartas de referencia ambigua del corpus aquí estudiado: en mis cartas, por tanto, cuando aparece la forma pariente, lo hace siempre acompañada de alguna otra que permite conocer la relación entre los interlocutores. En ningún caso esto debe llevar a pensar que esta es una forma poco corriente; es la selección de los datos la que condiciona su bajísima frecuencia.

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LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES

En la Tabla 6 se muestran los resultados de las cartas entre familiares con relaciones simétricas. Cada número corresponde al número de ocurrencias de una determinada forma en el corpus. Nótese que más de una de las formas analizadas pueden aparecer de manera simultánea (como puede observarse en los ejemplos de (2)), y cada una de ellas se cuenta por separado en su apartado correspondiente. De nuevo, un cero implica que la forma no se utiliza en las cartas estudiadas, y una línea horizontal (-) que no existen cartas para ese apartado concreto del corpus. A las formas nominales estudiadas se ha añadido una casilla para señalar si vienen acompañadas o no de un diminutivo. 1700-1735

1736-1770

1771-1800

for- nom- difor- nom- difor- nom- dibre mibre mi- se- ma bre mi- se- ma se- ma ñor fami- pro- nu- ñor fami- pro- nu- ñor fami- pro- nupio tivo liar pio tivo liar pio tivo liar Hermanos

3

9

6

0

0

2

2

2

0

3

1

2

Cuñados

-

-

-

-

2

3

0

0

0

5

0

0

Primos

3

6

0

0

6

10

1

1

2

6

0

0

Tabla 6. Resultados de las formas nominales. Relaciones simétricas

(2) a. Hermano Geronimo (1720, [Francisco] de Ponte a Jerónimo [de Ponte]). b. Tío y muy señor mio (1745, Marina [de Franchi Grimaldi] a Juan Bautista [de Franchi]).

La Tabla 7 ofrece los porcentajes correspondientes a los resultados mostrados en la Tabla 6. El 100 indica que esa forma nominal se usa en la totalidad del corpus analizado en cada caso, el 60 que solo se emplea en el 60 % de los documentos estudiados, y así. 1700-1735

1736-1770

for- nom- dibre mima señor fami- pro- nupio tivo liar

señor

1771-1800

for- nom- dibre mima fami- pro- nupio tivo liar

señor

for- nom- dibre mima fami- pro- nupio tivo liar

Hermanos

20

60

40

0

0

100

100

100

0

75

25

50

Cuñados

-

-

-

-

66,6

100

0

0

0

100

0

0

Primos

50

100

0

0

60

100

10

10

33,3

100

0

0

Tabla 7. Resultados en porcentajes de las formas nominales. Relaciones simétricas

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94

IRENE BELLO HERNÁNDEZ

Como puede observarse, la forma preferida en todos los casos es la familiar, que puede ser hermano o primo, según corresponda. En los casos en los que un individuo escribe a su cuñado, lo trata siempre de hermano. La segunda forma nominal más usada es el nombre propio, nunca acompañado del apellido. No se ha encontrado ningún caso de uso de un hipocorístico. Tanto la forma familiar como el nombre propio pueden aparecer con un diminutivo, siempre -ito. Este es prácticamente exclusivo de las relaciones entre hermanos, y supone, unido con el uso del pronombre T, el polo de máxima cercanía en el corpus. Sorprende la abundante aparición, dentro de las relaciones simétricas, de la forma señor. No aparece sola, sino que acompaña a una forma de tratamiento familiar, y lleva siempre aparejada la forma V (lo cual no quiere decir que cada vez que aparezca V se utilice esta forma nominal de tratamiento). Su uso es más frecuente en las relaciones entre primos, donde también se observa un mayor uso del pronombre de respeto, pero, si bien el pronombre se mantiene en el tiempo, la frecuencia de señor decae a medida que avanza el siglo xviii. Aparecen en el corpus, además, dos casos de compadre, uno en 1745 y otro en 1787, en cartas entre primos en ambos casos. En el primer caso se combina con un pronombre de cercanía T, pero en el segundo va aparejado a V y a la forma señor. (3) a. Primo y compadre, recibo tu carta alegrandome de que estés bueno y la familia (1745, [?] Franchi a Juan Francisco de Franchi Grimaldi). b. Mui estimado Primo compadre y señor de mi estimasion, recevi la de vmd de 14 del corriente (1787, Antonio Estanislao de Monteverde a Felipe Massieu).

Es difícil saber si este término se emplea aquí en el primer sentido que señala el Diccionario de la lengua española de la Academia, referido al padrino de bautizo del hijo de aquel que escribe, o en el sentido que también registra este diccionario en su cuarta acepción, de amigo o conocido (s. v. compadre). Ambas acepciones se recogen desde el Diccionario de autoridades, aunque la segunda aparece, y así aparecerá por lo menos hasta la edición de 1992, marcada diatópicamente como de “Andalucía y otras partes” (RAE 1729: s. v. compadre). Lo amplio de la marca diatópica implica que cualquiera de las dos acepciones es igualmente probable. Sin embargo, la intuición nos dice que compadre, en este sentido de amigo, es más bien una forma de tratamiento propia de la cercanía y de la intimidad, y por tanto parece poco probable que se combine, como ocurre en el (3b), con formas de distancia como son señor o el pronombre V. Puede aventurarse, por tanto, que compadre se usa aquí todavía en ese primer sentido de ‘padrino de bautizo’. En la Tabla 8 se muestran los resultados de las relaciones asimétricas cuando un superior se dirige a un inferior. La Tabla 9 muestra los mismos resultados en porcentajes.

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95

LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES

Relaciones asimétricas superior → inferior 1700-1735

1736-1770

1771-1800

for- nomfor- nomfor- nomdimidimidimibre sema bre sema bre sema nutinutinutiñor fami- proñor fami- proñor fami- provo vo vo pio liar pio liar pio liar Padre-hijo

0

1

0

0

0

1

1

0

0

1

0

0

Tío-sobrino

-

-

-

-

3

8

0

0

0

6

2

2

Tabla 8. Resultados de las formas nominales. Relaciones asimétricas superior  inferior Relaciones asimétricas superior → inferior 1700-1735

1736-1770

for- nomdimibre sema nutiñor fami- provo pio liar

señor

1771-1800

for- nomfor- nomdimidimibre sema bre ma nutinutiñor fami- profami- provo vo pio liar pio liar

Padre-hijo

0

100

0

0

0

100

100

0

0

100

0

0

Tío-sobrino

-

-

-

-

33,3

88,8

0

0

0

85,7

28,5

28,5

Tabla 9. Resultados en porcentajes de las formas nominales. Relaciones asimétricas superior  inferior

De nuevo, las formas nominales preferidas en todo el período estudiado son las familiares (hijo, sobrino). Los datos parecen apuntar a que el uso del nombre propio y de los diminutivos empieza a volverse más frecuente hacia finales del xviii, a partir de los años sesenta. Esto coincidiría con lo dicho por Bustos Gisbert e Iglesias Recuero (2000: 284), quienes observan ya en el xix un uso muy frecuente de diminutivos e hipocorísticos en este tipo de relaciones asimétricas, y quienes describen incluso la aparición de formas nominales familiares acompañadas de adjetivos o complementos preposicionales que inciden en el afecto, como hijo querido o hijo de mi alma, prácticamente inexistentes en el corpus analizado para este trabajo11.   Los datos de García Rivero (2017: 25-26) no coinciden con lo aquí apuntado. En la novela que analiza, publicada en 1908, padres y tíos se dirigen a sus hijos y sobrinos bien con el nombre propio, bien con una forma familiar, bien con sustantivos como muchacho u hombre, y no emplean hipocorísticos, diminutivos, u otras formas que puedan dar idea de cercanía y afecto. Sería necesario comprobar, en el contexto de la novela, cómo son las relaciones en el núcleo familiar, pues la existencia de relaciones conflictivas entre sus miembros podría explicar estas discrepancias de comportamiento. 11

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96

IRENE BELLO HERNÁNDEZ

Se da un caso de una mujer que utiliza la forma señor para dirigirse a su sobrino. Puesto que tanto remitente como destinatario pertenecen a una de las grandes familias nobles de las Islas, tal vez este uso sí obedezca a un deseo de respetar el estatus de la persona a la que se escribe, tratándolo de señor y utilizando el pronombre V. También es posible que el contenido de la carta, que se aproxima más a una de negocios que a una familiar, sea lo que haya provocado este uso, más propio de cartas entre comerciantes que de intercambios entre tío y sobrino. (4) Muy señor mío rezivo la de vmd, a quien digo esta la plata prompta y la tengo con migo (1742, Catalina Grimaldi a Baltasar Calzadilla).

La Tabla 10 muestra los resultados de las formas nominales que usa un inferior para dirigirse a un superior, y en la Tabla 11 se dan los mismos resultados en porcentajes. Relaciones asimétricas inferior → superior 1700-1735

1736-1770

1771-1800

for- nom- difor- nom- difor- nom- dibre mima bre mi- sema bre mi- sesema ñor fami- pro- nu- ñor fami- pro- nu- ñor fami- pro- nupio tivo liar pio tivo liar pio tivo liar Hijo-padre/ suegro

-

-

-

-

2

2

0

1

9

10

0

0

Sobrino-tío

1

1

0

0

5

7

0

0

1

1

0

0

Tabla 10. Resultados de las formas nominales. Relaciones asimétricas inferior  superior

Relaciones asimétricas inferior → superior 1700-1735 señor

1736-1770

for- nom- dibre mima fami- pro- nupio tivo liar

1771-1800

señor

for- nombre ma fami- propio liar

diminutivo

señor

for- nom- dibre mima fami- pro- nupio tivo liar

Hijo-padre/ suegro

-

-

-

-

66,6

66,6

0

33,3

90

100

0

0

Sobrino-tío

100

100

0

0

71,4

100

0

0

100

100

0

0

Tabla 11. Resultados en porcentajes de las formas nominales. Relaciones asimétricas inferior  superior

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LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES

97

Una vez más, la forma nominal más utilizada es la familiar. En las cartas de sobrino a tío, la forma empleada es siempre tío/tía. En el caso de los hijos que escriben a sus padres, la forma utilizada es siempre padre/madre, en ningún caso la forma innovadora papá/mamá. Estas variantes se introdujeron en España en el xviii a través del francés, la lengua de prestigio del momento (López Vallejo 2010: 557). García Godoy (2010: 597, 603) documenta su uso por primera vez en Madrid en los últimos años del xviii, unido a la expansión del tuteo en este tipo de relaciones asimétricas de inferior a superior. La autora observa que estas formas tardan más en llegar a Andalucía, donde no se registran hasta principios del siglo xix. Bustos Gisbert e Iglesias Recuero (2000: 283) apuntan que ya bien entrado este siglo las formas papá/mamá se habrían generalizado en las clases altas, si bien en las clases bajas aún permanecerían las formas conservadoras padre/madre, e incluso señor/señora. Pese a lo extendido del uso en esta época, el manual de cartas de Pellicer, del que Sáez Rivera (2015: 136) estudia la edición de 1861, todavía no incluye demasiados ejemplos de estas formas innovadoras. A finales del xix y principios del xx, Lapesa (1996: 357) describe una situación similar: papá/mamá son formas de la alta y media burguesía, y padre/madre, de las clases bajas urbanas y rurales. En Canarias apenas existen trabajos que mencionen estas formas. A comienzos del siglo xx, Lorenzo Ramos y Ortega Ojeda (2014: 268) observan la misma distribución descrita por Lapesa. Los datos que arroja este estudio apuntan a que la introducción de papá/mamá en las Islas tuvo un ritmo similar a la observada por García Godoy en Andalucía, aunque sería necesario analizar documentación de los primeros años del xix para comprobarlo. Al igual que ocurría con hermanos y cuñados, la introducción de un nuevo miembro en la familia a través del matrimonio supone igualar el estatus de dicho nuevo miembro al de su cónyuge dentro de la jerarquía familiar. De este modo, los yernos tratan sistemáticamente a sus suegros como padres. En ningún caso se utilizan en esta parte del corpus nombres propios, y solo se observa un único caso de un diminutivo, en una carta que la hija más joven, monja, le escribe a su padre. Este diminutivo aparece asociado, en cualquier caso, al pronombre de respeto V. (5) Padrito de mi coracon me alegrare que vm y mi ermana y ermanos gozen la salud que le deseo (1764, [Rudesinda] de Franchi a [Juan Bautista de Franchi]).

Sí es bastante frecuente, sin embargo, la forma señor, que casi nunca aparece sola, y cuyo uso no disminuye a medida que avanza el siglo xviii. Sobre la forma señor comenta Morera Pérez (1991: 200, n. 6) que “en las Canarias tradicionales los padres, los tíos, los abuelos, etc., nunca eran tratados de tú, sino de usted, incluso de señor”. El artículo no acaba de aclarar a qué se refiere con las Canarias

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98

IRENE BELLO HERNÁNDEZ

tradicionales, pero suponemos que se refiere a principios y mediados del siglo xx, momento en el que esta forma nominal se mantenía, especialmente en las clases bajas. Todo ello apunta a que en Canarias sucede con esta forma algo similar a lo descrito por Bustos Gisbert e Iglesias Recuero (2000: 283) y Lapesa (1996: 357) para el español general: su progresiva desaparición en las clases altas a partir del xix, sustituida por formas de mayor cercanía, y su mantenimiento en las clases bajas hasta bien entrado el siglo xx. 4. Conclusiones Como se ha venido diciendo, son muchos los estudios que sostienen que en el xix se produce un cambio en cómo se entienden las relaciones dentro del núcleo familiar. Así, se pasa de un modelo de familia muy jerarquizado a otro más basado en la solidaridad, la intimidad y el afecto, una versión incipiente de lo que será el modelo de familia moderna (Bustos Gisbert/Iglesias Recuero 2000: 291; Gancedo Ruiz 2020: 43). Esta afirmación, bastante matizable (pues todo apunta a que este cambio de modelo se produjo con mucha más rapidez en las clases altas y medias que en las bajas, en las que se mantuvo un modelo marcadamente jerárquico hasta el siglo xx), no cuenta sin embargo con suficientes estudios sobre la situación de los pronombres y formas nominales en el xviii que la respalden, y que apunten exactamente a cuándo y cómo empieza a producirse este cambio. Los resultados de este estudio, que pretende paliar un poco este hueco en la bibliografía dedicada al siglo de la Ilustración, dan idea de que este paso de un modelo a otro no se llegará a producir en Canarias hasta las primeras décadas del xix. La elección pronominal y nominal en las cartas analizadas muestra claramente un mantenimiento de unas relaciones manifiestamente jerárquicas, en las que el superior recibe V y otras formas de respeto (como señor) y al inferior se le tutea y se le trata con el nombre propio o con un apelativo que muestra su posición en la familia (hijo, sobrino). En las relaciones entre iguales, la cercanía y el afecto promueven un tuteo recíproco entre hermanos y cuñados (estos últimos considerados hermanos de sangre a efectos de tratamientos), pero fuera de este núcleo familiar más estrecho se mantienen todavía el pronombre V y formas nominales de distancia, como señor. Todo lo dicho evidencia que es necesario ampliar el corpus hasta mediados del siglo siguiente para comprobar cómo se produce este cambio en el Archipiélago en las clases altas, y hasta finales del xx, si uno sigue la bibliografía sobre el tema, para ver en qué momento comienza a darse este cambio en las clases bajas. Especial interés tendría comprobar cuánto tarda en extenderse este nuevo modelo en ambos casos, y si lo hace de la misma manera en una y otra clase social.

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LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES

99

Índice de abreviaturas AC → Archivo Cullen ACC → Archivo privado casa Cullen ACFA → Archivo de la Casa Fuerte de Adeje AGLP → Archivo General de La Palma AHBC → Archivo Herederos Betancourt y Castro AHPTF → Archivo Histórico Provincial de Tenerife AMLL → Archivo Municipal de La Laguna AZC → Archivo Zárate-Cólogan BULL → Biblioteca de la Universidad de La Laguna FL → Fondo Lercaro FLVM → Fondo Familia Lugo-Viña Massieu FM → Fondo Montañés FO → Fondo Ossuna JAAR → Fondo Álvarez Rixo Índice de cartas utilizadas Año

Archivo

Fondo

Signatura

Remitente a destinatario

Relación

1700

AHPTF

AZC

503/70

Miguel de Franchi a [?] Franchi

Hermanos

1700

AHPTF

AZC

502/63

Diego de Franchi a [Juan] de Franchi

Hermanos

1706

ACFA

-

ES 35001 AMCACFA 1881533

[?] a [Juan Bautista de Herrera]

Hermanos

1715

AHPTF

AZC

506/29

Jorge Geraldín a Bernardo Valois

Primos

1715

AHPTF

AZC

506/51

Jorge Geraldín a Bernardo Valois

Primos

1717

ACC

AC

1541

[Bartolomé] Calzadilla a Antonio [González] Calzadilla

Hermanos

1719

AHPTF

AZC

508/01

Cristóbal Joaquín [de Franchi] a [Juan Bautista de Franchi]

Hermanos

1719

AHPTF

AZC

509/11

[?] Franchi a [?]

Primos

1720

AHPTF

FL

720

[Francisco] de Ponte a Jerónimo [de Ponte]

Hermanos

1720

ACC

AC

1541

[Bartolomé] Calzadilla a Antonio [González] Calzadilla

Hermanos

La configuración histórica del discurso_Lingüística Iberoamericana.indd 99

16/09/2022 14:56:20

100

IRENE BELLO HERNÁNDEZ

Año

Archivo

Fondo

Signatura

Remitente a destinatario

Relación

1721

AHTPF

AZC

511/41

Cristóbal Joaquín de Franchi a Juan de Franchi

Hermanos

1724

ACC

AC

1895

[Bartolomé] Calzadilla a Antonio [González] Calzadilla

Hermanos

1724

AGLP

FLVM

Caja 4

Juan Ignacio Fierro de Espinosa y Valle a Pedro Massieu y Monteverde

Primos

1724

AHPTF

AZC

513/03

Carlos de Franchi a Juan Bautista de Franchi

Hermanos

1727

AHPTF

AZC

514/07

Cristóbal Joaquín de Franchi a Juan Bautista de Franchi

Hermanos

1727

AHPTF

AZC

514/08

Cristóbal Joaquín de Franchi a Juan Bautista de Franchi

Hermanos

1727

AHPTF

AZC

514/11

Cristóbal Joaquín de Franchi a Juan Bautista de Franchi

Hermanos

1728

ACC

AC

1541

[Bartolomé] Calzadilla a Antonio [González] Calzadilla

Hermanos

1728

AHPTF

AZC

514/13

Juana María del Castillo a Antonia [del Castillo]

Hermanas

1732

AHPTF

AZC

516/08

[?] Franchi a [Juan Bautista] de Franchi

Primos

1732

AHPTF

AZC

516/56

[?] Franchi a Juan Bautista de Franchi

Primos

1732

AHPTF

AZC

516/58

[?] Franchi a Bartolomé Benítez de Lugo

Sobrino → tío

1734

AHPTF

AZC

518/20

Marina Leonor de Lugo Interián a [Juan Bautista de Franchi]

Madre → hijo

1736

AGLP

FLVM

Caja 4

Manuela Massieu a Felipe [Massieu]

Primos

1736

AHPTF

AZC

519/14

[?] Franchi a Juan Bautista [de Franchi]

Primos

1738

AMLL

FO

129.49

Antonio de Castro y Tapia a José Oshea y Ramery

Primos

1739

AHPTF

AZC

524/1

[?] Franchi a Juan Bautista de [Franchi]

Primos

1740

AGLP

FLVM

Caja 3

Felipe Massieu y Vandala a [Manuel Massieu]

Sobrino → tío

1741

AGLP

FLVM

Caja 2

Manuel Massieu a Felipe Massieu y Vandala

Tío → sobrino

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16/09/2022 14:56:20

LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES

101

Año

Archivo

Fondo

Signatura

Remitente a destinatario

Relación

1741

AGLP

FLVM

Caja 9

Manuel Massieu a Felipe Massieu y Vandala

Tío → sobrino

1742

ACC

AC

1913

Catalina Grimaldi a Baltasar Calzadilla

Tío → sobrino

1743

AGLP

FLVM

Caja 2

Manuel Massieu a Felipe Massieu y Vandala

Tío → sobrino

1745

AHPTF

AZC

531/32

[?] Franchi a Juan Francisco de Franchi Grimaldi

Primos

1745

AHPTF

AZC

531/35

Marina [de Franchi Grimaldi] a su tío Juan Bautista de Franchi

Sobrino → tío

1747

AGLP

FLVM

Caja 2

Manuel Massieu a Felipe Massieu y Vandala

Tío → sobrino

1748

AGLP

FLVM

Caja 2

Manuel Massieu a Felipe Massieu y Vandala

Tío → sobrino

1748

AGLP

FLVM

Caja 2

Manuel Massieu a Felipe Massieu y Vandala

Tío → sobrino

1748

AHPTF

AZC

539-62

Juan Antonio [de Franchi] a Juan Bautista de Franchi

Sobrino → tío

1749

AGLP

FLVM

Caja 8

Manuel Joaquín de Monteverde a Felipe Massieu y Vandala

Tío → sobrino

1749

AHPTF

AZC

542/28

Juan Antonio de Franchi y Ponte a Juan Bautista de Franchi

Sobrino → tío

1751

AMLL

FM

354.35

Sebastián Méndez de Lugo a Bartolomé Montañés

Tío → sobrino

1752

AMLL

FM

1/60

Pedro Domínguez Eduardo a Juana [?]

Cuñados

1753

AMLL

FM

1/60

Pedro Domínguez Eduardo a Juana [?]

Cuñados

1758

AHPTF

AZC

557/30

Antonio [de Franchi] a Juan Bautista de Franchi

Sobrino → tío

1759

AHPTF

AZC

558/22

[Juan] Antonio [de Franchi] a Domingo de Franchi

Hijo → padre

1759

AHPTF

AZC

558/36

Juan Antonio [de Franchi] a Domingo de Franchi

Hijo → padre

1762

AHPTF

AZC

563/75

[Luisa] de Alcántara a Segundo [de Alcántara]

Hermanos

1762

AHPTF

AZC

564/15

[Juan] Bautista [de Franchi] a Rudesinda de Franchi

Padre → hija

La configuración histórica del discurso_Lingüística Iberoamericana.indd 101

16/09/2022 14:56:21

102

IRENE BELLO HERNÁNDEZ

Año

Archivo

Fondo

Signatura

Remitente a destinatario

Relación

1763

AMLL

FM

5/354.7

Antonio Méndez de Lugo a Bartolomé Antonio Montañés

Primos

1764

AHPTF

AZC

594/13

[Rudesinda] de Franchi a [Juan Bautista de Franchi]

Hija → padre

1765

AHPTF

AZC

623/24

Pedro de Alcántara a Segundo [de Alcántara]

Hermanos

1766

AHPTF

AZC

629/37

[?] Acialcázar a Juan Bautista de Franchi

Cuñados

1766

AMLL

FM

5/354.8

Clara Lorenza Oramas y Castillo a Bartolomé Antonio Montañés

Primos

1766

AMLL

FM

5/354.9

Clara Lorenza Oramas y Castillo a Bartolomé Antonio Montañés

Primos

1767

AHPTF

AZC

641/07

Segundo de Franchi a la marquesa de la Candía

Sobrino → tía

1767

AMLL

FM

5/354.7

Lorenzo Méndez de Lugo a Bartolomé Montañés

Primos

1769

AHPTF

AZC

652/16

Segundo de Franchi a Juan de Franchi Grimaldi

Sobrino→ tío

1769

AMLL

FM

5/354.7

Antonio Méndez a Bartolomé Montañés

Primos

1771

AGLP

FLVM

Caja 1

[?] Fierro a Juan Massieu

Tío → sobrino

1771

AGLP

FLVM

Caja 9

Juan [Massieu] a [Felipe Massieu]

Hijo → padre

1771

AHPTF

FL

756

José Benítez de Ponte a [?]

Hermanos

1772

AGLP

FLVM

Caja 1

[?] Fierro a Juan Massieu

Tío → sobrino

1772

AGLP

FLVM

Caja 2

Ignacio de los Ángeles [?] a Felipe Massieu

Primos

1772

AGLP

FLVM

Caja 8

José Massieu a Juan Massieu

Tío → sobrino

1772

AGLP

FLVM

Caja 9

Juan [Massieu] a Felipe Massieu

Hijo → padre

1773

AGLP

FLVM

Caja 3

[Francisco de] Lugo a [Felipe Massieu]

Yerno → suegro

1774

AGLP

FLVM

Caja 2

Francisco de Lugo a Juan Massieu y Fierro

Cuñados

1774

AGLP

FLVM

Caja 2

Francisco de Lugo a Juan Massieu y Fierro

Cuñados

La configuración histórica del discurso_Lingüística Iberoamericana.indd 102

16/09/2022 14:56:21

LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES

103

Año

Archivo

Fondo

Signatura

Remitente a destinatario

Relación

1774

AGLP

FLVM

Caja 8

Jerónimo [?] a Felipe Massieu

Primos

1774

AGLP

FLVM

Caja 9

[?] Massieu a [?]

Padre → hijo

1774

AGLP

FLVM

Caja 9

Ana Luisa Massieu a Juan Massieu

Hermanos

1775

AGLP

FLVM

Caja 2

Nicolás Massieu y Sotomayor a Felipe Massieu

Sobrino → tío

1776

AGLP

FLVM

Caja 2

Nicolás [Massieu] a Felipe Massieu

Yerno → suegro

1776

AGLP

FLVM

Caja 4

José Massieu a Felipe Massieu

Primos

1777

AHPTF

AZC

699/42

[?] Franchi a [?]

Tío → sobrino

1778

AMLL

FO

75.2.8

José [?] a Lorenzo de Montemayor

Primos

1779

AGLP

FLVM

Caja 3

[Francisco de] Lugo a [Felipe Massieu]

Yerno → suegro

1780

AGLP

FLVM

Caja 4

Nicolás Massieu a Juan Massieu

Cuñados

1781

AGLP

FLVM

Caja 2

Manuel Massieu a Felipe Massieu

Tío → sobrino

1781

AGLP

FLVM

Caja 9

Luisa Massieu a [ ?]

Hermanos

1782

AGLP

FLVM

Caja 4

Francisco [de Lugo] a Felipe Massieu

Yerno → suegro

1782

AGLP

FLVM

Caja 9

[Francisco de] Lugo a [Felipe Massieu]

Yerno → suegro

1782

AGLP

FLVM

Caja 9

Nicolás [Massieu] a Felipe Massieu

Yerno → suegro

1785

AGLP

FLVM

Caja 7

Francisco de Lugo a Juan Massieu y Fierro

Cuñados

1786

AGLP

FLVM

Caja 7

Francisco de Lugo a Juan Massieu y Fierro

Cuñados

1787

AGLP

FLVM

Caja 2

Antonio Estanislao de Monteverde a Felipe Massieu

Primos

1788

AGLP

FLVM

Caja 9

Luisa Massieu a [Felipe Massieu]

Hija → padre

1789

BULL

JAAR

18/23

Domingo Perdomo a Lorenzo Pastor

Tío → sobrino

1790

AMLL

FO

26.1.1

[?] [Amatriain] a María Josefa Álvarez

Hijo → madre

1799

AMLL

FO

116.1.4

Pedro Van der Heede a Guillermo Van der Heede del Hoyo

Tío → sobrino

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IRENE BELLO HERNÁNDEZ

Año

Archivo

Fondo

Signatura

Remitente a destinatario

Relación

1799

BULL

JAAR

17/43

María del Pilar Román a Carlos Francisco de Vergara

Primos

1800

ACC

AHBC

9346

José de Betancourt y Castro a Pablo Betancourt y Castro

Hermanos

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LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES

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IRENE BELLO HERNÁNDEZ

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LAS FORMAS DE TRATAMIENTO PRONOMINALES Y NOMINALES

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IRENE BELLO HERNÁNDEZ

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ALGUNOS ENLACES FÓRICOS DE REFERENCIA METADISCURSIVA EN LA PROSA MÍSTICO-TEOLÓGICA DEL SIGLO DE ORO: UN ENFOQUE SOCIOLINGÜÍSTICO* Patricia Fernández Martín Universidad Autónoma de Madrid

1. Introducción Uno de los motores del cambio lingüístico es, sin duda alguna, el proceso de subjetivización (Traugott/Dasher 2002: 89-92) que puede operar sobre ciertas formas verbales que acaban convirtiéndose en marcadores discursivos, a partir de determinados fenómenos como el debilitamiento del significado referencial, el proceso inferencial metafórico-metonímico, la pérdida del control agentivo del sujeto, la ampliación del alcance predicativo, mayor fijación y autonomía y una reducción de las exigencias sintácticas (Company 2004: 37-41; Grande Alija 2012; Azofra Sierra/Enghels 2017; Brenes Peña 2019). Así ocurre, de hecho, con diecisiete verbos que Company (2004: 46-51, 57-62) registra como orígenes de veinticinco marcadores, entre los que se encuentra decir. Este verbo es, precisamente, el objeto de nuestro estudio en el presente trabajo, en especial cuando va introducido por como en expresiones del tipo “como se ha dicho” y cuando, por tanto, funciona como un enlace de referencia metadiscursiva, pues remite a otro elemento textual ya escrito (o, si se emplea en tiempo futuro, que se va a escribir). Dada la mencionada tendencia a conformar elementos parentéticos similares a los marcadores discursivos, dichas expresiones pueden estudiarse mediante un análisis en el que, dependiendo de la fijación que muestre y, a la vez, de su relación con los demás elementos del discurso, se aplique lo que consideramos aquí tres grados de gramaticalización, tomada esta, entonces, en un sentido muy amplio (Fernández Martín 2018a): oracional, si se encuentra inserta en el nivel del enunciado y, por tanto, no se puede suprimir ni conmutar (“Porque aunque es verdad que esta comunicación que vamos diciendo es luz y fuego”, Llama, 316); mixto, si *   Este trabajo se inscribe dentro del marco del proyecto de investigación PID2020112605GB-I00, Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PROLEGRAMES) financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.

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PATRICIA FERNÁNDEZ MARTÍN

es suprimible y conmutable pero conforma una oración completa con argumentos distintos del sujeto y el deíctico que marca el avance espacial por el texto (“imponiéndose en muchas virtudes para hacerse capaz del dicho amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente”, Noche, 509); y parentético, entendido como la expresión solamente construida por como y el verbo decir conjugado (“Que no sólo se toma aquí en cuanto a quedar ciega y acabadas sus operaciones naturales, sino que sobrenaturalmente lo queda, como se ha dicho, con el exceso de la divina luz”, Transformación I, 99). En efecto, decir es el verbo más común que aparece con como cuando este ofrece el valor corroborativo de Cano Aguilar (1995: 42-43). En las expresiones indicadas, asumimos aquí un valor no modal y un carácter equivalente a lo que que lo acerca a las subordinadas de relativo (“E violo e non comio dello, como dixo Eleyseus, siervo del Criador”, Fazenda de Ultramar, 126, apud Cano Aguilar 1995: 42). Debido a que en estas el nexo ejerce una función sintáctica, el mismo como puede desempeñar la función de complemento directo cuando el verbo es transitivo, como sucede con los verbos de lengua (“Responderé como mejor supiere”, Juan de Valdés, Diálogo de la lengua, 40, apud Cano Aguilar 1995: 39 [como = lo que]). Por otra parte, la subordinada adjetiva necesita un antecedente más o menos explícito que, en el caso del susodicho verbo dicendi (en primera persona), será, entonces, lo referido o lo que se va a referir (Girón Alconchel 2015). Además de lo señalado, hay dos factores que podrían haber constituido el inicio del proceso de subjetivización que explicaría la aparición de la función de las expresiones tipo “como se ha dicho”, ya a finales de la Edad Media, como enlaces plenamente gramaticalizados, entendiendo tal concepto, como se ha dicho, desde una perspectiva amplia (Company 2004; Azofra Sierra/Enghels 2017): a) su abundante empleo como cita de autoridad; y b) su utilización, ya desde Orígenes, para expresar “confirmación o contraste de lo enunciado en la oración principal” (Cano Aguilar 1995: 40). A esto cabe añadir que el CORDE registra varios casos en los que, además de lo señalado, se da la fijación formal y la pérdida de exigencia sintáctica (Company 2004; Azofra Sierra/Enghels 2017), en tanto el sujeto se impersonaliza y desaparece, a la vez, el complemento directo del verbo dicendi, sustituido, como decíamos, por como: seis veces aparece como hemos dicho entre 1200 y 1500, todos ellos a finales del siglo xv; de la segunda mitad datan los únicos diez casos localizados en CORDE de como dijimos, todos de fray Martín de Córdoba. La forma como habemos dicho emerge en un único caso en el mismo período. Siete son los casos igualmente gramaticalizados, es decir, parentéticos, de los 21 de como he dicho, el más antiguo del siglo xiv; el resto pertenece a finales del siglo xv, donde también se registra el único caso del CORDE del enlace como se ha dicho y dos ejemplos de como dije. Seis ejemplos de como digo son los que pueden considerarse tam-

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ALGUNOS ENLACES FÓRICOS DE REFERENCIA METADISCURSIVA

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bién claramente gramaticalizados de los 28 que registra el CORDE en ese mismo período, todos pertenecientes al siglo xv, excepto dos ejemplos alfonsíes y uno de finales del xiii y principios del xiv. Durante el siglo xvi todos estos ejemplos aumentan considerablemente: como habemos dicho aparece en 181 ocasiones en diferentes fases de gramaticalización, de las que aproximadamente un tercio son de san Juan de la Cruz; como he dicho se registra en más de 900 ocasiones; como hemos dicho se da en 188 casos; como se ha dicho consta en casi 280 ejemplos; y como digo en 780. En el siglo xvii, sin embargo, disminuye su frecuencia: 392 veces consta como he dicho; 273, como hemos dicho; 374, como se ha dicho; 221, como dijimos; 260, como dije; y 519, como digo1. Estos enlaces, pues, se podrían definir también como “marcas [de procesamiento] que en un primer momento saltan desde el interior de la oración (oración subordinada) al interior del enunciado (complemento periférico) y de ahí pasan a actuar como conector entre enunciados” (Fuentes Rodríguez 2013: 82), en lo que se podría igualmente considerar una relación de “interordinación” (Girón Alconchel 2015: 814). En este contexto nos proponemos indagar cómo funcionan dichos enlaces fóricos de referencia metadiscursiva en el Siglo de Oro, concretamente, en sus formas como digo, como decimos, como h(ab)emos dicho, como vamos diciendo, como dijimos, como queda dicho y como está dicho. Para ello, se han seleccionado ciertos textos místico-teológicos porque constituyen una prototípica tradición discursiva escrita de la época que, además, ofrece una compleja arquitectura textual derivada probablemente de la interrelación entre factores narrativo-descriptivos y expositivo-argumentativos (Weber 1996; Lewandowska 2019; Vainio 2020). Concretamente, se han estudiado Noche oscura (1578-1579) y Llama de amor viva (1584-1585) de san Juan de la Cruz (1542-1591) y el Tratado de la unión del alma en Dios (1602), el primer comentario del Tratado de la transformación del alma en Dios (1603), el segundo comentario del mismo Tratado (1631) y los comentarios a ciertos versículos del Cantar de los Cantares (1634, 1637) de Cecilia del Nacimiento (1570-1646)2. La elección del primero se debe a lo sorprendente de la frecuencia registrada en CORDE, ya señalada, de los mencionados enlaces en su obra. La elección de

1   Naturalmente, las aserciones defendidas en estos dos párrafos merecerían un estudio aparte, pero entendemos que metodológicamente son suficientes como punto de partida del presente trabajo. 2   Las abreviaturas utilizadas son las siguientes: Noche = Noche oscura; Llama = Llama de amor viva; Unión = Tratado de la unión del alma en Dios; Transformación I = primer comentario del Tratado de la transformación del alma en Dios; Transformación II = segundo comentario del Tratado de la transformación del alma en Dios; CC = comentarios a ciertos versículos del Cantar de los Cantares. Las ediciones de las que se han extraído los textos constan en la bibliografía final.

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PATRICIA FERNÁNDEZ MARTÍN

la segunda autora tiene su razón de ser en la supuesta imitación que ella efectúa de la escritura sanjuanista (Rhodes 2007; Borrego Gutiérrez 2020: 46), pues esto permite comprender que cualquier diferencia entre ellos pueda deberse, con toda la cautela posible, a las diferencias de género. No obstante, el enfoque sociolingüístico que pretendemos aplicar no solo busca adoptar una perspectiva contrastiva entre la variable de género de los autores3, sino que además pretende añadir otra variable como el tiempo real (edad) al estudio de los textos femeninos y la variedad estilística a los masculinos. Los tres aspectos indicados nos llevan a la estructura del presente texto. En la primera parte (§ 2), se ofrecen los fundamentos metodológicos, centrados en acotar el objeto de estudio (§  2.1), las características lingüísticas del discurso místico-teológico (§  2.2) y el enfoque sociolingüístico adoptado (§  2.3). En la segunda parte (§ 3), interpretamos los ejemplos con los dichos enlaces expuestos siguiendo los distintos grados de gramaticalización y aplicando la perspectiva sociolingüística señalada, esto es, atendiendo al estilo de san Juan de la Cruz (§ 3.1), a la diferencia de edad de los textos escritos por Cecilia del Nacimiento (§ 3.2) y a las diferencias de género entre ambos (§ 3.3). El trabajo se cierra, naturalmente, con las debidas conclusiones (§ 4). 2. Fundamentos metodológicos En este apartado nos proponemos exponer nuestro concepto de los enlaces fóricos de referencia metadiscursiva (§ 2.1); explicar las características lingüísticas del discurso místico-teológico para mostrar su complejidad (§ 2.2) y exhibir el enfoque sociolingüístico adoptado, centrado en los rasgos de género, edad y estilo (§ 2.3). 2.1. El objeto de estudio: enlaces fóricos de referencia metadiscursiva Los enlaces fóricos de referencia metadiscursiva que estudiamos aquí son exponentes funcionales, es decir, unidades del discurso gradualmente fijadas (Girón Alconchel 2015: 821) que aluden (referencia) tanto al propio discurso (fóricos) como al hecho mismo de crearlo (metadiscursivo), de donde cabe deducir su valor 3   La única mujer que aparece en los ejemplos citados del CORDE es Teresa de Ávila. Por otra parte, no aparecen digitalizados los textos de Cecilia del Nacimiento, por lo que para conocerlos se hace imprescindible la consulta de su obra en papel. No vamos a insistir en la idea de sobra conocida de que todavía queda mucho por hacer para incluir los textos femeninos en los corpus electrónicos.

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ALGUNOS ENLACES FÓRICOS DE REFERENCIA METADISCURSIVA

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de conector u operador pragmático (enlace)4. Asumiendo que “la conexión existe antes de la aparición de los conectores: los enlaces explicitan la manera en la que están conceptualmente relacionadas las partes del discurso” (Bustos Gisbert 2013: 107), en nuestro caso dicha conexión se establece no solo con lo mencionado anteriormente (anáfora) o posteriormente (catáfora) en el propio texto, sino también con el mismo proceso de redacción. Así entendemos aquí la función metadiscursiva asociada a los marcadores del discurso que implica dos mecanismos cohesivos garantes en conjunto de la cohesión enunciativa (Girón Alconchel 2015: 812-813): “los que tienen como objetivo la estructuración y ordenación del discurso […] y los que se refieren a la formulación misma de los elementos que materializan lingüísticamente la información textual y que manifiestan la relación entre el hablante y el propio discurso” (Borreguero Zuloaga/López Serena 2011: 179). De esta interrelación se deduce que dichos enlaces contengan información de dos grupos de conectores (Bustos Gisbert 2013: 96-124): a) aquellos discursivos que sirven para ordenar, reformular o enfatizar el discurso (Fuentes Rodríguez 2007: 69-73; Brenes Peña 2019); y b) aquellos semánticos con un significado espacio-temporal que aflora en la deixis temporal y personal de los verbos dicendi y la espacial y temporal de algunos adverbios para explicitar el papel del yo-creador (Fuentes Rodríguez 2007: 48-68). Así, dado que la inclusión del escritor en el propio discurso se produce mediante elementos deícticos de tiempo, espacio y persona, se ha seleccionado el estudio de los sintagmas verbales cuyo núcleo es el verbo decir y algunos sinónimos con significado metadiscursivo que se encuentran en primera persona, sea del singular, sea del plural, independientemente de que contengan algún adverbio espacial o temporal. No obstante, dada la naturaleza del discurso estudiado (§ 2.2) y especialmente debido a las peculiaridades de la voz escrituraria femenina, que emplea en ocasiones la tercera persona para referirse a sí misma (Weber 1996; Castillo Gómez 2014: 151; Fernández Martín 2018b), a estas primeras personas cabe añadir la tercera persona del singular introducida por se (se dice, se declarará) y ciertas estructuras perfectivas (queda dicho, está dicho) que refieren también al mismo hecho del decir5. Por ejemplo, no cabe duda de que en “esta alma, de

4   No nos es posible aludir aquí a la extensa bibliografía sobre cuestiones terminológicas, para lo que remitimos a otros trabajos en este mismo volumen. En todo caso, hemos optado por el de enlace, como Bustos Gisbert (2013, 2016, 2017), porque lo consideramos el más adecuado para entender la compleja naturaleza diacrónica de nuestros parentéticos. 5   Dada la ambigüedad del texto místico-teológico (§  2.2), se descarta, sin embargo, la expresión cuando el sujeto es un elemento del propio discurso (como dice el verso, como dichas las canciones declaran), pues consideramos estos casos un tipo especial de evidencialidad (Fernández Martín 2020). Igualmente, excluimos expresiones epistémicas como podemos decir o

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quien se dice estar aniquilada a sí” (Transformación I, 173) el pronombre se alude a la propia escritora que unas páginas atrás ha escrito el verso que aquí comenta: “y ella tan poca cosa / con darse por vencida / pierde su ser y en Él es convertida”. Asimismo, dado que pretendemos ofrecer una visión histórica de los enlaces metadiscursivos seleccionados y, por ello, asumimos que “no ha de importar tanto la naturaleza gramatical del conector como su funcionalidad textual” (Bustos Gisbert 2016: 102), realizamos el estudio según el grado de gramaticalización que muestran, pues explicar su relación con los demás elementos del discurso puede ayudar a comprender el paso de un verbo léxicamente pleno que actúa, discursivamente (e independientemente de su forma), como conector, en el sentido de que “liga su enunciado con algo anterior, explícito o implícito” (Fuentes Rodríguez 2003: 68) que es, en este caso, el propio discurso; a un operador discursivo-pragmático, definido como una unidad extraproposicional situada al nivel de la enunciación, que afecta, entonces, a todo el texto (Cano Aguilar 2004: 138; Martí Sánchez 2008; Girón Alconchel 2015; Brenes Peña 2019: 32-33). Así, parece útil aplicar una clasificación en tres grados para intentar medir dicho proceso de gramaticalización (Fernández Martín 2018a): oracional, mixto y parentético. Entendemos por oracional todo ejemplo en el que aparezca el verbo como núcleo de una oración principal que afecta al puro nivel del enunciado, como “en las canciones pasadas se dijo algo de esta vida y centro que goza el alma en su vida y centro que es Dios” (Transformación I, 147) o como núcleo de cualquier tipo de subordinada, frecuentemente de relativo: “si entonces el alma, habiendo llegado al espíritu de esta manera que decimos, la quieren hacer caminar todavía con el sentido” (Llama, 335). Consideramos una estructura mixta cuando se trata de un enunciado parentético introducido por como (o según)6 que gramaticalmente es una oración con otros argumentos distintos del sujeto y el deíctico: “como arriba queda declarado en la primera canción” (Noche, 604). Por su parte, el enunciado parentético, el más dado a la fijación y, por tanto, a gramaticalizarse (Kaltenböck/Heine/Kuteva 2011: 857; Azofra Sierra/Enghels 2017; Brenes Peña 2019), es entendido aquí como aquel sintagma verbal (dicendi) en primera persona (o, en ciertos casos, en tercera), introducido generalmente por debemos decir, pero incluimos las que aceptan una posible interpretación deíctica temporal (hemos de notar, pensamos decir). 6   No es nuestro objetivo distinguir entre el funcionamiento de los enlaces dependiendo de cuál de estos nexos los introduzca, por un lado, porque los ejemplos con según son realmente muy poco frecuentes en nuestro corpus (no llegan a la decena en los textos sanjuanistas; absolutamente ninguno en los cecilianos); por otro lado, porque se dio, de facto, entre ambas preposiciones una “analogía semántica que conduce a una analogía sintáctica” (Cano Aguilar 1982: 216). Por tanto, aunque hagamos alguna breve mención a partir de determinados ejemplos, aquí serán considerados sinónimos.

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un como de tipo comparativo cuyo primer miembro remite al discurso anterior (anáfora) o posterior (catáfora), con sentido corroborativo (Cano Aguilar 1995: 42-43), estructuralmente independiente y, por tanto, permutable; con un significado que afecta al nivel de la enunciación y con la posible inclusión de algún deíctico de valor pleonástico. En nuestro corpus, los principales parentéticos son como digo, como decimos, como h(ab)emos dicho, como vamos diciendo, como dijimos, como queda dicho y como está dicho. En cuanto a las funciones que dichos enlaces desempeñan en el texto (Fuentes Rodríguez 2007: 48-68; Bustos Gisbert 2013: 109-124), la más relevante en este trabajo es la puramente metadiscursiva, es decir, la que hace referencia a la construcción del propio discurso, sea el ya escrito (anafórico), sea el que está por escribir (catafórico) y, desde este punto de vista, contribuye a ordenarlo. No obstante, haremos alusión a otras funciones menos frecuentes en nuestro corpus como la reformulación (cuando digo equivale a es decir) y la intensificación (como digo como sinónimo de insisto). En síntesis, consideramos enlaces metadiscursivos todos los ejemplos con un verbo dicendi en la primera persona (o, en ciertos casos, en la tercera), independientemente de que se encuentren dentro de la oración (y, por tanto, en la primera fase del proceso) o completamente fuera (y, por tanto, estén completamente gramaticalizados), ya que entendemos que en esta diferencia, siempre gradual, se encuentra la clave de su proceso de gramaticalización. 2.2. El corpus de análisis: la “mística teología” del siglo xvi Las decisiones metodológicas adoptadas anteriormente (§ 2.1) asumen los principales rasgos lingüísticos específicos de los textos místico-teológicos7. Dada la imposibilidad de describir detalladamente todos estos rasgos8, señalamos a continuación los que consideramos más relevantes para comprender los límites de nuestro análisis. En primer lugar, hay constantes alusiones al propio discurso, tanto desde la producción escrituraria como desde la relación de su contenido con la realidad: “Es tanta la profundidad de riquezas que en este ver a Dios se coligen, que no tiene fuerza suficiente el entendimiento para percibirlas, ni la lengua mortal para

7   Aquí consideramos sinónimos los adjetivos místico, religioso y teológico, si bien somos conscientes de sus diferencias, especialmente cuando se aplica una visión de género a su estudio (Weber 1996; Lewandowska 2019). 8   Los principales rasgos de este discurso son simbolismo, institucionalización, doctrina, reparación, intertextualidad y homogeneidad ideológica (Faye Pedrosa 2007).

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decir la menor palabra que esto signifique” (Transformación I, 90)9. De esta dificultad para expresar sus experiencias místicas se deduce la explícita mención del silencio, en estrecha relación con el significado metadiscursivo que se convierte, en estos casos, en un no lenguaje (Borrego Gutiérrez 2020: 48): “En la cual aspiración, llena de bien y gloria y delicado amor de Dios para el alma, yo no querría hablar, ni aun quiero; porque veo claro que no lo tengo de saber decir, y parecería que ello es menos si lo dijese” (Llama, 369-370). A veces esta necesidad de mostrar el silencio tiene su razón de ser en que se entiende que lo que se ha dicho (cf. n. 15) ya es suficiente para cumplir los objetivos expresivos propuestos: “porque lo tratamos en la noche oscura de la Subida del Monte Carmelo, y no hace ahora a nuestro propósito, no lo digo” (Llama, 579)10. El problema de la mencionada realidad, en segundo lugar, es que en todas las épocas está filtrada por la experiencia sociocultural del escribiente, lo que explica por qué en numerosas ocasiones del discurso el sujeto del hablar es el alma, agente más autorizado para dar forma de lenguaje humano a todo el complejo pensar religioso que se pretende transmitir: “Y en este encendido grado se ha de entender que habla el alma aquí” (Llama, 261). Dada la retórica de la humildad típicamente femenina (Weber 1996), este hecho resulta altamente relevante en los textos de Cecilia, por lo que hay una dificultad añadida para distinguir su voz (y, por tanto, su verdadera consciencia metadiscursiva) de la de los otros agentes parlantes, que, dadas las convenciones discursivas, pueden resultar ser también ella misma: “Y así no es mucho que [una alma] diga que habiendo ya llegado / al deseado fin que fue su intento, / tiene, quieta, en su Amado [/ continuo movimiento]” (Transformación II, 230). De hecho, el uso de un se gramaticalmente impersonal, pero con clara referencia a sí misma, ejemplifica dicha retórica, al quitar importancia a su papel de escritora: “Y así se ha dicho tan corto y llevará muchas faltas. Vuestra Reverencia las enmiende y pida a este Señor Nuestro perdone las muchas que en todo tengo […]” (Transformación I, 177). En efecto, en tercer lugar, este juego artístico conlleva una posible explicación de la complejidad de la naturaleza de los textos elegidos. En ellos, la expresión   Esta es una de las (muchas) frases que muestran que san Juan de la Cruz fue un referente textual para Cecilia: “en el cual las comunicaciones interiores que pasan entre Dios y el alma son de tan delicado y subido deleite, que no hay lengua mortal que lo pueda decir ni entendimiento humano que lo pueda entender” (Cántico espiritual, 196, edición citada en la bibliografía). 10   Excluimos de nuestro análisis los ejemplos que aluden al silencio (es decir, los que niegan el decir) porque, precisamente, van contra nuestro interés de hacer explícita la conciencia metadiscursiva de los autores. No obstante, los trabajos de Grande Alija (2012) y Brenes Peña (2019), entre otros, demuestran la fuerza ilocutiva que, quizá paradójicamente, tiene la negación del enunciar en el español oral actual. 9

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autobiográfica pone de relieve una fusión entre la vida y el texto, pues en estos discursos las vivencias se corresponden tanto con el lenguaje que es complejo distinguir si el autor se está refiriendo a lo dicho o a lo hecho (por el alma): “Esta inflamación y sed de amor, por ser ya aquí del espíritu, es diferentísima de la otra que dijimos en la noche del sentido. Porque, aunque aquí [¿en la experiencia o en el texto?] el sentido también lleva su parte, porque no deja de participar del trabajo del espíritu, pero la raíz y el vivo de la sed de amor siéntese en la parte superior del alma, esto es, en el espíritu” (Noche, 569). En definitiva, solo se aceptan las formas lingüísticas anteriormente indicadas (§ 2.1) como posibles elementos de expresión metadiscursiva, para intentar no caer en estas trampas del discurso religioso que por ser artístico-literario tiene pasajes narrativo-descriptivos, pero, a la vez, por ser teológico-místico es expositivo-argumentativo. 2.3. Un enfoque sociolingüístico: género, tiempo real y estilo El enfoque que se pretende aplicar al estudio de los señalados enlaces fóricos de referencia metadiscursiva (§ 2.1), estudiados en los textos místico-teológicos descritos (§ 2.3), es sociolingüístico por dos motivos: se busca, por un lado, darle la misma importancia heurística a unos textos masculinos de sobra conocidos y a unos textos femeninos apenas mencionados en la bibliografía y, por otro lado, se pretende poner el foco en la variación como origen de todo cambio (Nevalainen/ Raumolin-Brunberg 2017: 16-25). Concretamente, esta se estudia en dos variables sociales, el género (§ 3.3) y el tiempo real (§ 3.2), y en una variedad lingüística, el estilo individual (§ 3.1). La elección de las dos variables sociales viene dada, por un lado, por los problemas inherentes a la propia disciplina de la sociolingüística histórica (Hernández-Campoy/Schilling 2014; Nevalainen/Raumolin-Brunberg 2017: 26-29), de manera que se intenta equilibrar las carencias de una de ellas con el estudio de la otra; y, por otro lado, porque se aplican a nuestro contexto de estudio las variables sociales empleadas en la sociolingüística sincrónica (Moreno Fernández 1998: 39-52): el sexo equivale a nuestro género, mientras la edad se correlaciona con el tiempo real11.   Se consideran secundarias otras variables como la clase social, el nivel de instrucción y la profesión (Moreno Fernández 1998: 52-68), porque se entienden compartidas por nuestros autores, dado que, dentro de la jerarquía eclesiástica áurea, todas ellas se fusionan en las implicaciones de su pertenencia al Carmelo. Igualmente, entendemos que sus variedades dialectales (vallisoletana ella, abulense él) y sociolectales (Moreno Fernández 1998: 39-52) son comunes a ambos, porque hunden sus raíces en las mencionadas (similares) variables sociales. 11

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En efecto, una de las diferencias que tendrá esperablemente repercusiones en las variedades lingüísticas de los autores elegidos será el género (Kiełkiewicz-Janowiak 2012; Nevalainen/Raumolin-Brunberg 2017: 110-132), factor sociocultural muy marcado dentro de la jerarquía eclesiástica (Lewandowska 2019: § 2.4). Así, aunque entre ambos autores haya treinta años de diferencia, fácilmente asumibles como una brecha generacional tal vez relevante para explicar algún cambio lingüístico concreto12, ambos reciben alta instrucción y escriben sus comentarios a los treinta años de edad aproximadamente (Lewandowska 2019: 446-448; Borrego Gutiérrez 2020). Casualmente, son también treinta los años que separan el proceso de redacción del primer comentario que Cecilia del Nacimiento hace de sus propias liras en 1603 en el Tratado de la transformación del alma en Dios del segundo comentario de las mismas liras, redactado de nuevo en 1631 por la desaparición del primero. La desventaja que suponía para muchas mujeres religiosas depender de los confesores para poder escribir lo que realmente quisieran e, incluso, verse obligadas a deshacerse de sus escritos por miedo a represalias (Castillo Gómez 2014: 144-146; Lewandowska 2019: § 2.4.4.1)13, desde la sociolingüística histórica puede convertirse en una ventaja que permite estudiar la variable del tiempo real en escritos discursivamente similares realizados por la misma autora a una edad diferente (Kiełkiewicz-Janowiak 2012). Así, de forma comparable a como se procede en la sociolingüística sincrónica con investigaciones realizadas sobre la misma comunidad en dos momentos diferentes (estudios de tendencia) que, en ocasiones, incluso, se efectúa sobre los mismos individuos (estudios de panel)14, los estudios en tiempo real buscan “la 12   Nevalainen y Raumolin-Brunberg (2017: §§ 4.4, 5.4.1) defienden la cantidad de cuarenta años para los estudios sobre el tiempo real y la de veinte años para los de tiempo aparente. En nuestro caso, aparte de que no podemos cambiar la fecha de redacción de los textos que nos han llegado, entendemos que la cantidad de treinta años puede ser relevante para hablar de cambio lingüístico, tanto al comparar los textos de Juan y Cecilia (variable social de género), como al comparar los propios de la autora que están, recuérdese, separados aproximadamente por dichos treinta años (variable social de edad en tiempo real). 13   Para poder efectuar un estudio focalizado en el cambio lingüístico ocurrido en tiempo real sobre estos textos femeninos, por un lado, deberíamos contar con todas las versiones y, por otro lado, sería necesario que en la redacción de las ediciones posteriores los textos hubieran sido redactados realmente de nuevo, sin tener delante la primera versión. Lo primero no siempre es fácil, como se ha dicho, bien porque los confesores les pedían quemar las obras que consideraban comprometidas, bien porque ellas mismas así lo decidían, por miedo fundamentalmente a la Inquisición. Lo segundo es difícil de saber si no lo dice explícitamente la autora, como afortunadamente ocurre en el caso de Cecilia del Nacimiento (§ 3.3). 14   Así lo hicieron Thibault y Vincent en Montreal (Canadá) a principios de los años noventa del pasado siglo, de acuerdo con Moreno Fernández (1998: 121).

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observación del comportamiento lingüístico de los miembros de una comunidad en distintos momentos del tiempo” (Conde Silvestre 2007: 81). En nuestro caso, consideramos la comparación razonable, ya que analizamos dos redacciones del mismo texto realizadas por la misma escritora con una diferencia de treinta años, en lo que se podría considerar un estudio de panel centrado en la lengua escrita (Nevalainen/Raumolin-Brunberg 2017: 53-82). Igualmente, los problemas ecdóticos que afectan a la redacción de los textos de san Juan de la Cruz señalados por la crítica se tornan en nuestro enfoque una ventaja, pues el hecho de que conciba las obras seleccionadas como parte de un tratado teológico único que, sin embargo, se redactó en un intervalo aproximado de diez años (1578-1585)15, nos permite efectuar comparaciones estilísticas que buscan dar cuenta de la variación lingüística individual (Nevalainen/Raumolin-Brunberg 2017: 202-214)16. A este respecto, tomamos el concepto de estilo de los estudios sincrónicos, esto es, “formas diferentes de decir lo mismo” (Moreno Fernández 1998: 102). Así, la unidad discursiva de los textos analizados parece garantizar, a priori, las mínimas diferencias entre los factores no personales, tanto discursivos (tema tratado y tradición textual), como contextuales (tiempo y espacio) (Moreno Fernández 1998: 103-108; Conde Silvestre 2007: 59). De este modo, cualquier diferencia podrá deberse parcialmente al estilo del autor, que se situará entre sus propias intenciones comunicativas, las necesidades del texto que desea construir y las herramientas lingüísticas con las que verdaderamente cuenta (Alexandropoulos 2016). En síntesis, pues, considerando todas las limitaciones de los estudios históricos de la lengua, tratamos de aplicar al análisis de los enlaces fóricos de referencia metadiscursiva de los textos anteriormente señalados un enfoque sociolingüístico centrado en el estudio tanto de las variables sociales de género y tiempo real como de la variedad lingüística de estilo.   Los editores Luce López-Baralt y Eulogio Pacho aclaran, en la nota 38 de Noche oscura, “la visión unitaria de la temática”. En el prólogo de Subida al Monte Carmelo el mismo Juan explica: “Porque lo que era de más importancia, y por lo que yo principalmente me puse en esto, que fue declarar esta noche a muchas almas que, pasando por ella, estaban de ella ignorantes, como en el prólogo se dice está medianamente declarado y dado a entender, aunque harto menos de lo que ello es” (Noche, 606). Igualmente, un poco después, en la nota 40 de la misma obra, explican que el escrito queda interrumpido, no por pérdida o desaparición, sino porque el autor no quiso escribir más, seguramente por “no querer repetir lo que había escrito en otras obras, como en el Cántico. Según la confesión prologal, a partir de la estrofa tercera, la temática coincidió con la de Cántico y Llama”. 16   Por motivos de comparabilidad, en lugar de Llama podríamos haber elegido el texto de la Subida, que comenta el mismo poema que Noche. No obstante, aquel es mucho más extenso que los de Cecilia del Nacimiento, por lo que habría implicado un problema (cuantitativo) en la comparación de género (§ 3.3). 15

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3. Análisis e interpretación del corpus El análisis que presentamos a continuación persigue, como se ha indicado, entender el funcionamiento de los principales elementos parentéticos que, en los tres grados de gramaticalización indicados (§  2.1), mantienen un significado metadiscursivo. Por motivos de coherencia, entre los que se encuentra la intención de seguir un criterio diacrónico de los textos, el enfoque sociolingüístico aplicado se expone a continuación de manera inversa a como se ha explicado anteriormente (§ 2.3), de forma que primero se muestra el estudio desde la variedad lingüística del estilo de san Juan de la Cruz (§ 3.1), luego la que abarca la variable social de la edad o del tiempo real plasmada en las dos fases de producción discursiva de Cecilia del Nacimiento (§  3.2), y finalmente, la que focaliza las diferencias en función del sexo/género de los autores estudiados (§ 3.3). 3.1. Las variaciones estilísticas del metadiscurso de san Juan de la Cruz Noche oscura es la obra con la mayor cantidad de enlaces fóricos de referencia metadiscursiva de las analizadas (cf. anexo, tablas 1 y 2), en las tres fases de gramaticalización (oracional, mixta y parentética). Así, la forma oracional más frecuente es la subordinada de relativo que, en algo más de una treintena de ejemplos, sigue porcentualmente los índices marcados para otros géneros discursivos de la época (Fernández Alcaide 2009: § 2.1). En nuestro corpus, se ha registrado en varias ocasiones con el vocablo noche como antecedente, lo que confirma la interacción ya mencionada (§  2.2) entre las palabras y los hechos, pues refiere tanto a la experiencia mística como a los versos precedentes: “entrándolos en la noche oscura que ahora decimos” (Noche, 496); “de aquella oscura noche que luego diremos” (Noche, 484; similar en 486); “pertenecen a la noche oscura de contemplación que vamos tratando” (Noche, 585). Otros antecedentes encontramos con distintos tiempos verbales: “la luz divina que aquí decimos” (Noche, 529); “el trueque que habemos dicho17 arriba” (Noche, 504); “los otros tres vicios espirituales que allí dijimos” (Noche, 519). No faltan casos con la perífrasis ir + gerundio, marca de la progresividad del mismo hecho del decir: “Otras muchas imperfecciones más de las que acerca de cada vicio voy diciendo tienen muchos de estos principiantes” (Noche, 484); “en la canción que vamos declarando” (Noche, 521). Igualmente hay algún ejemplo con otras perífrasis, como la termi17   A finales del siglo xvi lo más frecuente era hemos dicho (Girón Alconchel 2005: 870). No obstante, la similar cantidad de casos con habemos dicho registrada en el CORDE (§ 1) puede explicar la elección de Juan como una conversión de la cohesión textual en un “hecho de estilo” (Cano Aguilar 2004: 138).

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nativa acabar de + infinitivo: “por las causas que acabamos de decir” (Noche, 501); y la incoativa comenzar a + infinitivo: “de los cuales comenzaremos ahora a decir algo con la brevedad que se pudiere” (Noche, 510). Como complemento del nombre cosas, la siguiente subordinada, con dos núcleos verbales coordinados, se expresa, primero, en la perífrasis progresiva ir + gerundio y, después, en la perífrasis desiderativa con valor de futuro inmediato pensar + infinitivo: “De esta comparación podemos ahora entender muchas cosas acerca de lo que vamos diciendo y pensamos decir” (Noche, 558). Un rigor metadiscursivo similar aparece en esta subordinada temporal: “Antes que entremos en la declaración de estas canciones, conviene saber aquí que el alma las dice estando ya en perfección” (Noche, 474)18. Los casos registrados con se son con otros verbos distintos a decir: “Después se declara cada canción de por sí, poniendo cada una de ellas antes de su declaración y luego se va declarando cada verso de por sí, poniéndole también al principio” (Noche, 471). El valor de evidencia se mezcla con el metadiscursivo en un ejemplo como “lo que arriba queda probado” (Noche, 548), que ofrece una impersonalidad pasiva similar a la de “Demás de estos provechos que están dichos” (Noche, 519). El siguiente caso resulta llamativo porque no está introducido por que sino por como. Es una poco común construcción relativa restrictiva (Cano Aguilar 1995: § 4.1.1) en la que como redunda sobre el significado de su antecedente manera: “aunque es en cierta manera como la que arriba declaramos” (Noche, 561). De forma similar, en el siguiente extracto la relación adverbial con antecedente expreso recuerda a la estructura de relativo, con la mezcla que supone sustituir el deíctico textual-espacial arriba por el temporal cuando, en lo que discursivamente sirve para mostrar la relación espacio-tiempo existente en el mismo proceso escriturario: “bien lo habemos dado a entender arriba, cuando dijimos la aniquilación en que se ve el alma” (Noche, 593). Dentro de la fase en la que nos encontramos, merecen una mención algunos ejemplos en los que el verbo de lengua es el principal. Así, se ha registrado una vez en presente de subjuntivo el verbo ver para sugerir un cambio de tema, incluyendo al lector, al que se hace cómplice por el uso de la primera persona del plural: “Pero veamos ahora” (Noche, 556). De forma similar, poner se emplea para referirse al hecho mismo de escribir, reforzado, en este caso, por un deíctico espacial: “pondré aquí algunas señales” (Noche, 499); “Y así, a este propósito la pondremos y declararemos aquí otra vez” (Noche, 532), como hace también notar: “notaremos aquí” (Noche, 527). Igualmente aparece decir en primera per  Nótese que, de acuerdo con la sintaxis de la subordinada sustantiva con función de complemento directo dependiente de saber, el agente parlante es el alma, no el autor (§ 2.2). 18

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sona del singular en presente de indicativo, para delimitar la esencia del discurso y reorientar el tema: “Había tanto que decir de las imperfecciones de éstos y de cómo les son más incurables por tenerlas ellos por más espirituales que las primeras, que lo quiero dejar. Solo digo […] que es la purgación para el que ha de pasar adelante” (Noche, 529). En esta misma forma puede mostrar una función explicativa similar a la del enlace reformulador precisador es decir (Bustos Gisbert 2013: 124; Brenes Peña 2019: 28): “es intolerable el horror que causa el malo en el bueno, digo en el del ánima, cuando le alcanza su alboroto” (Noche, 609)19. En futuro, presenta catafóricamente el próximo discurso: “estas dos propiedades que hay en ella, es a saber, ser secreta y ser escala; y diremos de cada una de por sí” (Noche, 585). Inserto en una pasiva resultativa consta el siguiente caso que percibe la acción pasada como un producto discursivo cerrado: “Algo estaba ya dicho antes de esto” (Noche, 572). En otras ocasiones aparece en una subordinada sustantiva con función de complemento directo del mismo verbo decir, como en “A esta duda fácilmente se responde diciendo lo que ya en parte habemos dicho” (Noche, 556); con función de complemento de régimen del verbo principal, como en “De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes espirituales […] puede muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento” (Noche, 567); y con función de circunstancial causal, como en “según se ha ido viendo por lo que habemos dicho” (Noche, 573). La sistematicidad del autor se aprecia en un enlace ordenador iniciador (Bustos Gisbert 2013: 122): “decimos, pues, que los grados de esta escala de amor […]” (Noche, 593). Otra muestra de su rigor metadiscursivo se encuentra en este ejemplo, donde utiliza pasado y futuro para contrastar el tiempo-espacio ya recorrido con el que aún le queda por recorrer: “y de este traje de sequedad no sólo lo que habemos dicho, sino también los provechos que ahora diremos y muchos más, que se quedarán por decir, nacen, que como de su fuente y origen, del conocimiento propio proceden” (Noche, 512). La complejidad, en todo caso, que supone distinguir con absoluta claridad entre las tres fases de gramaticalización queda clara en el texto de (1). Así, el primer elemento parentético catafórico es mixto, porque contiene una estructura   Fernández Alcaide (2009: § 5.2) considera este enlace rectificativo, lo que ofrece una visión complementaria a nuestra interpretación explicativa. Ambas lecturas, asumiendo que el enlace digo sea sinónimo de es decir y o sea, confirman que el primer tipo de reformulación de Gaviño Rodríguez (2009), que presenta información nueva en el segundo miembro del discurso y que incluye la posibilidad de explicitar o rectificar, data, al menos, del siglo xvi. En todo caso, las diferentes interpretaciones pueden depender de las tradiciones discursivas, debidas, a su vez, a la distinta cooperación textual escritor-lector. 19

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oracional completa (sujeto + verbo + complemento directo + complemento circunstancial de lugar con valor metadiscursivo) que sería eliminable si no fuera porque el sustantivo canciones cuenta, justo después, con una oración de relativo que lo complementa y, por tanto, lo reinserta en el nivel oracional, no discursivo. A esto cabe añadir la anáfora metadiscursiva final, en una oración de relativo que complementa, probablemente, al sustantivo paso, dada la concordancia en número y persona con el verbo quedar y en número y género con el participio dicho: (1) No se puede bien entender si no fuera, a mi ver, el alma que ha gustado de ello; porque verá claro cuán mísera servidumbre era la que tenía y a cuántas miserias estaba sujeta cuando lo estaba a la obra de sus potencias y apetitos y conocerá cómo la vida del espíritu es verdadera libertad y riqueza que trae consigo bienes inestimables, como iremos notando algunos de ellos en las siguientes canciones, en que se verá más claro cuánta razón tenga el alma de cantar por la dichosa ventura el paso de esta horrenda noche que arriba queda dicho (Noche, 576).

Pasando ahora a los ejemplos mixtos, cabe indicar que no son excesivamente numerosos (cf. anexo, tablas 1 y 2). Hay un caso en que el verbo ofrece un argumento objeto (en forma sintáctica de complemento de régimen) además del agente: “Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el alma que […] excede la natural del alma […], la purga e ilumina con divina luz espiritual, sin pensar el alma que la tiene, sino que está en tinieblas, como habemos dicho del rayo” (Noche, 549). El hecho de que el deíctico espacial comparta el argumento locativo con un sintagma preposicional de significado discursivo confirma su valor pleonástico (§ 2.1): “como habemos notado arriba en los siete vicios capitales” (Noche, 509) y “según arriba queda dicho en lo de las ansias de amor” (Noche, 594). La coaparición del deíctico demuestra el carácter descriptivo del texto analizado (§ 2.2), en tanto se configura una conexión entre lo explicado anteriormente, que funciona como objeto base, y lo que se está explicando en el momento en que se introduce el enlace, que funciona como objeto figura (Bustos Gisbert 2017: 456). La perífrasis ir + gerundio, por su parte, muestra la contemplación que del proceder escriturario tiene el teólogo, al dejar constancia en un inciso con valor modal (como aquí vamos hablando) de la manera en que se refiere a su propio texto (místicamente): “Porque, hablando místicamente, como aquí vamos hablando, las cosas y perfecciones divinas no se conoce ni entienden” (Noche, 588). Se ve, entonces, que el escritor necesita matizar el significado del deíctico espacial-temporal, bien sea añadiendo el contenido de lo ya dicho, bien sea especificando el lugar discursivo al que se refiere. En el siguiente ejemplo, la concordancia entre el participio y el complemento directo, una excepción en el corpus manejado, constituye una oración de relativo explicativa (Cano Aguilar 1995: §  4.1.1), en la que se da una relación entre el

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antecedente y la subordinada adjetiva que aleja a la construcción de la consideración parentética, aunque sea introducida por como (en lugar de que), ya que no se estaría haciendo alusión al hecho de escribir (siempre en términos no marcados, es decir, en masculino singular), sino que se estaría complementando el sustantivo efectos, dado el plural del participio, igual que sucede con las subordinadas de relativo ya vistas en la primera fase del proceso: “[…] le cause con su embestimiento y a estos principios tan penosos y esquivos efectos como aquí habemos dichos” (Noche, 556). En cuanto a los casos parentéticos de Noche, establecemos una distinción entre los que se encuentran en presente y los que se encuentran en pasado, puesto que las funciones de los primeros se acercan más a la intensificación que implica el énfasis sobre las propias palabras que exponen una idea aún no cerrada del todo (2, 3), mientras los segundos aluden al contenido de lo dicho en una fase del proceso escriturario que se da por terminada (4) (Fuentes Rodríguez 2007: 56-59): (2) Los que van, pues, bien encaminados desde estos principios, no se asen a los instrumentos visibles, ni se cargan de ellos, ni se les da nada de saber más de lo que conviene saber para obrar; porque sólo ponen los ojos en ponerse bien con Dios y agradarle, y en esto es su codicia. Y así con gran largueza dan cuanto tienen, y su gusto es saberse quedar sin ello por Dios y por la caridad del prójimo, no me da más que sean cosas espirituales que temporales; porque, como digo, sólo ponen los ojos en las veras de la perfección interior: dar a Dios gusto y no así mismo en nada (Noche, 484 [el subrayado marca los tramos discursivos enfatizados]). (3) Esta noche oscura es una influencia de Dios en el alma, que la purga de sus ignorancias e imperfecciones habituales, naturales y espirituales, que llaman los contemplativos contemplación infusa o mística teología, en que de secreto enseña Dios al alma y la instruye en perfección de amor, sin ella hacer nada ni entender cómo. […] Pero es la duda: ¿por qué, pues es lumbre divina, que, como decimos, ilumina y purga el alma de sus ignorancias, la llama aquí el alma noche oscura? (Noche, 534 [el subrayado marca los tramos discursivos enfatizados]) (4) Porque, como dijimos, la purgación del sentido sólo es puerta y principio de contemplación para la del espíritu, que, como también habemos dicho, más sirve de acomodar el sentido al espíritu que de unir el espíritu con Dios (Noche, 527-528 [de acuerdo con la nota de los editores, la primera idea remite al capítulo 1 y la segunda al capítulo 3, cuya distancia con respecto al momento de la enunciación puede explicar la diferencia en el empleo de los tiempos verbales]).

Como se ve, la aparición de “como digo” (12 casos) o “como decimos” (nueve ejemplos) pretende “proporcionar más fuerza a la enunciación” (Fuentes Rodríguez 2007: 57), con la diferencia entre ellos que supone orientar la deixis personal hacia el plural de modestia para ocultar el yo del propio proceso escriturario, tal vez por ser una forma estigmatizada durante la época áurea (Girón Alconchel 2015: 816-817).

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Cuando los contenidos de lo indicado pertenecen a una idea ya explicada por completo, se emplean tiempos verbales en pasado: “como hemos dicho” (tres ejemplos), “como habemos dicho” (22 ejemplos) y “como dijimos” (tres ejemplos). Tan solo en una ocasión consta el uso de la primera persona del singular, “como he dicho” (Noche, 498). Dentro de estos enlaces cabe destacar algún caso con deíctico espacial, como “según habemos dicho arriba” (Noche, 585) y “como habemos dicho arriba” (Noche, 601), y un ejemplo con deíctico temporal “como ahora habemos dicho” (Noche, 612). En el ejemplo “como ya dijimos” (Noche, 600), el adverbio funciona, a nuestro juicio, como un marcador deíctico temporal que establece una clara diferencia entre el pasado cerrado en que se expuso la idea correspondiente (lo que en términos espaciales es el objeto base) y el presente escriturario en que se hace hincapié en ella (objeto figura). A este respecto, son más comunes los deícticos temporales con el tiempo verbal en futuro, igualmente pleonásticos, pero necesarios, quizá porque la incertidumbre contenida en el morfema obliga a emplear un elemento al que se pueda aferrar el escritor para controlarla: “como después diremos” (tres ejemplos), “como diremos después” (Noche, 599), “como después se dirá” (cinco ejemplos), “como luego diremos” (dos ejemplos), “como ahora diremos” (dos ejemplos). El hecho de que se haya registrado algún caso esporádico con deícticos espaciales, “como diremos allí” (Noche, 510), puede explicarse porque se pone el foco más en la acción de producir que en el espacio en que se produce, si bien en este segundo caso el texto es más visto como un espacio en blanco que hay que rellenar desde el presente hacia el futuro que una acción ya realizada vista en su globalidad desde el presente hacia el pasado. La aparición de la perífrasis ir + gerundio en un parentético específico como “como vamos diciendo” (dos ejemplos) puede ser igualmente una muestra de esta forma de concebir el quehacer textual. Una última mención merecen aquellos parentéticos con estructura impersonal, focalizada en el puro texto, “como queda dicho” (cinco ejemplos), y sus variantes con partículas reforzadoras “como también queda dicho” (dos ejemplos) y “como ya queda dicho” (dos ejemplos). Hay un par de ejemplos igualmente impersonales con deícticos espaciales, “como arriba queda dicho” (dos ejemplos), y uno con una locución que equivale al acto de decir: “como arriba queda dado a entender” (Noche, 497). Por lo que respecta a los enlaces fóricos de referencia metadiscursiva registrados en Llama, son cualitativamente muy similares a los de Noche. Así, por ejemplo, aunque hay enlaces en varias subordinadas, los más abundantes se encuentran conformando las de relativo, que modifican la relación temporal con respecto al hecho mismo del decir dependiendo del tiempo que exprese el verbo. Este ha sido localizado fundamentalmente en presente y en pretérito perfecto compuesto (seis

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ejemplos), aunque también hay algún ejemplo en pretérito indefinido: “las cuales significan el ímpetu que habemos dicho” (Llama, 321); “de esta manera que decimos” (Llama, 335); “de la manera que habemos dicho” (Llama, 348); “a la manera que dijimos” (Llama, 302). En ocasiones, algún elemento deíctico espacial contribuye a reforzar el valor metadiscursivo: “aunque en las canciones que arriba declaramos” (Llama, 260); “en la purgación espiritual que arriba hemos dicho” (Llama, 282), “los vibramientos y llamaradas que habemos arriba dicho” (Llama, 317); “de la manera que allí lo dije” (Llama, 349). El siguiente ejemplo reúne tres enlaces puramente oracionales, fruto del rigor escriturario de san Juan y, por tanto, de su conciencia metadiscursiva. En ellos, se relaciona lo ya dicho, focalizando el mismo discurso (está dicho), con lo que se va a decir a continuación, claramente personalizado (ahora diremos), con lo que, a su vez, se lleva todo el tiempo diciendo (vamos diciendo): “Por lo que está dicho y por lo que ahora diremos, se entenderá más claro cuánta sea la excelencia de los resplandores de estas lámparas que vamos diciendo, porque estos resplandores por otro nombre se llaman obumbraciones” (Llama, 319). Similarmente, la perífrasis ir + gerundio muestra en otros contextos, tanto con decir (cuatro ejemplos) como con hablar (tres ejemplos), cómo se concibe el texto como un espacio-tiempo en el que el autor se posiciona durante su elaboración. Asimismo, hay algún caso con oraciones principales. El presente enfatiza las palabras del mismo hecho enunciador aún en curso: “Esto digo para que entiendan que el que siempre se quisiera ir arrimando a la habilidad y discurso natural para ir a Dios no será muy espiritual” (Llama, 296); “Por tanto, digo que, en lo que es hacer el alma actos naturales con el entendimiento, no puede amar sin entender” (Llama, 340). La perífrasis deóntica áurea por excelencia marca un significado de futuro inmediato: “Y en declarar cómo esto sea nos habemos de detener algún tanto” (Llama, 274). Dentro de la categoría mixta cabe resaltar este ejemplo, donde el complemento de aserción tiene por enunciador el propio discurso (Fuentes Rodríguez 2007: 54): “De manera que para que el alma esté en su centro, que es Dios, según lo que habemos dicho, basta que tenga un grado de amor” (Llama, 271)20. Estructuralmente, contiene un complemento directo explícito (lo que) que, como en Noche, no es necesario, pues se considera inherente al significado del verbo dicendi. No obstante, puede aparecer por la exigencia nominal de según que, registrada desde el medievo, marcaría entonces una diferencia clara con como (Cano Aguilar 1982: § 2). En efecto, podría haberse dado la creación paralela de un enlace fórico de   Creemos que lo que se explica para este caso puede ser igualmente válido para otros similares como “según lo que está dicho” (Llama, 308), con la evidente diferencia de la deixis personal. 20

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referencia metadiscursiva con según, dado su original valor de conformidad y, por tanto, su constante unión con sintagmas nominales o verbales que denotan palabra u opinión y, posteriormente, una fuente de información explicitada con un sustantivo o un pronombre, lo que explicaría la necesidad de sustantivizar el término de la preposición del enlace mediante lo que, algo redundante en la estructura con como. Otra explicación implicaría que el valor comparativo-modal en la introducción de predicativos del sujeto podría haber fomentado su sinonimia con como, extensible a nuestros enlaces, que corroboran lo dicho con lo que se dice21. El siguiente caso, reordenable como La verdad es así como digo, es probablemente una inversión de la correlación así … como, en la que la conjunción y explicita la coordinación existente entre los dos elementos (Cano Aguilar 1995: 76), el parentético como digo y la oración atributiva así es la verdad, haciendo equivaler funcionalmente lo que se viene diciendo (como digo) con la atribución de absoluta verdad del adverbio modal por excelencia, así, el cual remite anafóricamente a lo dicho a través del parentético: “La cual noticia amorosa, si, como digo y así es la verdad, se recibe pasivamente en el alma al modo de Dios sobrenatural y no al modo del alma natural” (Llama, 130). Simultáneamente, dado el valor modal de así y las reminiscencias modales de como, puede caber también una interpretación modal del conjunto, sin que todo ello signifique que no sea, además, corroborativo, por estar remitiendo al enunciado recientemente explicado mediante el verbo decir (Cano Aguilar 1995: § 4.2.2.3). Los elementos parentéticos, por su parte, son menos numerosos que los localizados en Noche. Los más frecuentes se encuentran en presente, como es el caso de los intensificadores “como digo” (11 ejemplos) y “como decimos” (cinco ejemplos), y del ordenador en pretérito perfecto compuesto, “como habemos dicho” (21 ejemplos), “según habemos dicho” (dos ejemplos). Solo se ha registrado un ejemplo en primera persona del singular, “como he dicho” (Llama, 341). Los enlaces se dan también en la perífrasis incoativa, “como acabamos de decir” (Llama, 340); en la progresiva, “como aquí vamos tratando” (Llama, 307); y en va  Naturalmente, esta comparación entre según y como en la construcción de los enlaces estudiados precisaría de un estudio más detenido. De momento, podemos señalar que el parentético como lo que h(ab)emos dicho no se ha registrado en nuestro corpus. De hecho, el CORDE solo arroja dos casos entre 1550 y 1650 de como lo que hemos dicho; y otros dos de como lo que habemos dicho, lo que quizá es demasiado si tenemos en cuenta la redundancia que supone la coaparición del relativo neutro con antecedente expreso (el discurso anterior) marcado por como, por un lado, y por lo que, por otro. Esta misma razón podría contribuir a explicar por qué esta estructura sí aparece con según. No obstante, el CORDE tan solo registra cinco casos de según lo que hemos dicho en el mismo período; el único con según lo que habemos dicho es el que aquí indicamos de san Juan de la Cruz. De todas formas, estas escasas diferencias cuantitativas justifican, a nuestro juicio, su tratamiento como sinónimos en el presente trabajo. 21

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rios tiempos verbales: “como dijimos” (Llama, 357), “como dije” (dos ejemplos), “como luego diremos” (Llama, 322). A veces, como se ve, hay algunos casos en los que aparece un deíctico espacial o temporal dentro del parentético, como ocurría con Noche. Es espacial en “como aquí se dice” (Llama, 267), “como habemos dicho arriba” (Llama, 330), “como arriba dijimos” (Llama, 359) y “como aquí vamos tratando” (Llama, 307); es temporal en “como antes habemos dicho” (Llama, 280). Si a esto se le añade un conjunto de parentéticos que aparecen en formas que semánticamente ponen el foco en las palabras del texto en sí y no en el sujeto que las escribe, entonces se confirma la alusión al mismo proceso escriturario que se percibe como una acción que se lleva a cabo en un espacio determinado durante un tiempo concreto: “como arriba queda dicho” (2 ejemplos), “como está dicho” (Llama, 352). El siguiente ejemplo, de hecho, funciona más como un parentético que como una subordinada, aunque esté introducido por que, pues no concuerda con el antecedente: “De esta manera es él un ciego que puede estorbar la vida del alma, que es el Espíritu Santo, lo cual acaece en los maestros espirituales de muchas maneras, que aquí queda dicho, unos sabiendo, otros no sabiendo” (Llama, 346). Vemos, pues, que la extrema meticulosidad metadiscursiva del autor es superior en Noche que en Llama. No solo se observa, en la primera, un mayor número de enlaces fóricos de referencia metadiscursiva, sino que, además, su uso es estilísticamente mucho más variado, dada la diversidad léxica de los verbos dicendi empleados. En dicha obra, además, hay párrafos enteros en los que se hace constante alusión a lo que ya se ha explicado y a lo que se va a explicar, algo que no se ha constatado en Llama. Las diferencias entre una y otra obra pueden relacionarse con la simple preferencia del autor que, a diferencia de personas menos instruidas, contaría con un amplio rango de recursos entre los que poder elegir (Fernández Alcaide 2009: 257). Dada la unidad discursiva ya indicada (cf. n. 15), cabría igualmente defender una necesidad mayor de hilar el discurso en la primera composición (Noche) que en la segunda (Llama), con el fin de hacer comprensible al lector una obra que tal vez considere más compleja. Otro motivo podría encontrarse en la distancia temporal entre las redacciones de ambos textos, suficiente para cambiar su manera de expresarse en lo que sería un cambio en tiempo real: al fin y al cabo, el valor artístico-literario de su prosa se encuentra íntimamente relacionado con el de su poesía y, por tanto, con la revolución estilística del momento, “basada en el cambio de paradigma en las guías retóricas” (Cano Aguilar 2004: 139). En todo caso, si bien podemos defender que en la obra sanjuanista ya hay enlaces fóricos de referencia metadiscursiva plenamente gramaticalizados, debido a los valores supraoracionales que ofrecen (ordenador, intensificador, reformulador), lo cierto es que conviven con las formas mixtas y las oracionales en lo que

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se convierte, entonces, en un largo y lento proceso que probablemente haya comenzado en el siglo xiv y que sin duda llega hasta nuestros días (Company 2004; Fernández Alcaide 2009: § 5.2; Grande Alija 2012; Fuentes Rodríguez 2013; Brenes Peña 2019). 3.2. El tiempo real en el metadiscurso de Cecilia del Nacimiento La diferencia que encontramos en el metadiscurso de los textos escritos por Cecilia del Nacimiento es fundamentalmente cuantitativa (cf. anexo, tablas 1 y 2), ya que la cantidad de ejemplos en la primera etapa (1602-1603) duplica prácticamente a los de la segunda (1631-1637), en lo que se asemeja a la tendencia general de su siglo (§ 1). En los textos pertenecientes a la primera etapa, de la escasa decena de subordinadas de relativo localizadas destacamos dos incluidas en la primera fase de la gramaticalización: “y si alguna pena recibe, de ordinario no es como la de antes, que ya está dicha, sino en la parte inferior que muy presto la superior la consume” (Transformación I, 148); “habiendo venido a este bien por el modo divino, que se ha dicho, de sentir a Cristo y sus misterios” (Transformación I, 139). Hay igualmente algunos ejemplos en los que el enlace metadiscursivo se estructura en una oración principal dentro de un contexto consecutivo, adversativo o interrogativo-causal: “Y esto se hace todo en la sustancia del alma, sin salir de sus límites, aunque éstos son inmensos. Pues digo que se siente muy claramente irse acercando y que le falta muy poco para tocar con su Amado” (Unión, 273); “Mas dije esto, de si no se quieren cegar, porque hay algunas almas con tan poca inteligencia de las cosas espirituales […] que recibiendo estas ciertas mercedes de Dios aun nunca acaban de asegurarse” (Unión, 269); “Pues, ¿por qué dije que con la duración viene a recibir calidades o condiciones de Dios?” (Unión, 276). También encontramos ejemplos oracionales en la forma impersonal, algo que claramente contrasta con el yo explícito de los enunciados anteriores (§§ 2.2, 3.3): “Por eso se ha dicho cuán grande es la [inmensidad y grandeza] de la unión y transformación continuada” (Unión, 285); “En las canciones pasadas se dijo algo de esta vida y centro que goza el alma en su vida y centro que es Dios” (Transformación I, 147). Llama la atención un presente de subjuntivo como núcleo oracional, empleado para sugerir, atenuadamente (Brenes Peña 2019: 28), un cambio de tema, mediante lo que es un enlace metadiscursivo catafórico: “Pues digamos de la que parece la mayor comunicación y a donde llega perfectamente con las comunicaciones dichas” (Transformación I, 111). Con función explicativa aparece en algún caso muy concreto que recuerda al enlace reformulador precisador es decir (Bustos Gisbert 2013: 124; Brenes Peña 2019: 28), en un uso similar al de los textos sanjuanistas (§ 3.1; cf. n. 19):

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(5) Y así ninguna alma capaz de este bien había [de] dejar de hacer de su parte todo lo posible en disponerse para Él y quitar los estorbos que se lo impiden, andando siempre uniéndose a Él y con Él, para que todas las demás cosas que hace y es necesario hacer en esta vida, sean en Él y por Él, y sean obras de Dios en la criatura más que de la misma criatura; digo que toda la parte que ha de tener la criatura en ellas sea de Dios (Unión, 284).

Naturalmente, el valor metadiscursivo se refuerza cuando un deíctico espacial con valor textual complementa al verbo de lengua: “Dije arriba que de la manera que uno se va ahogando hasta quedar muerto, así le acaece al alma; y aunque lo dije allí […] con todo esto, aún no ha llegado esa muerte al punto que es salir ya del cuerpo” (Unión, 284). De hecho, en el siguiente ejemplo se combina a la perfección el valor futuro del verbo decir con el aspecto perfectivo de escribir en lo que se puede considerar un digno rigor metadiscursivo: “Solo diremos aquí algo de este modo divino, pues se trata de la unión y de los demás hay escrito en muchas partes” (Transformación I, p. 137). Esta visión del texto como una metáfora espacial se encuentra íntimamente relacionada con el empleo de la perífrasis progresiva por excelencia, ir + gerundio, sea con el mismo verbo decir (“Mas en estotra que vamos diciendo, sin aguardar a remedio alguno”, Transformación I, 144), sea con otros verbos como hablar (“Hase de notar que en todas las mercedes y comunicaciones que se encierran en esta divina comunicación de que vamos hablando en estas canciones”, Transformación I, 158) o tratar (“mas vamos ahora tratando la que va poniendo en el alma ya purificada [por] esta divina unión”, Transformación I, 126). Por lo que respecta a ejemplos mixtos, solo se han localizado dos en los textos de esta primera etapa: “Aquí22, como decimos al principio de este verso, son atraídas todas las fuerzas del ánima” (Transformación I, 119); “Y así la llama bien, gloria y ventura, como se ve en estas canciones y la llama el verso siguiente” (Transformación I, 134). Los elementos parentéticos registrados, por su parte, aparecen en presente de indicativo, tanto en la primera persona del singular, “como digo” (Unión, 285, 286; Transformación I, 118, 144), como en la del plural, “como decimos” (Transformación I, 100, 119). En ambos casos el valor metadiscursivo inherente al mismo hecho de enfatizar que ya se ha explicado lo que se está en ese momento explicando se fusiona con un valor reformulador que busca explicar de nuevo,

22   Nótese el doble valor del adverbio aquí en este ejemplo concreto, pues puede aludir tanto a lo hecho, en cuyo caso sería un deíctico espacial metafórico, solo comprensible desde la peculiaridad del lenguaje religioso (§ 2.2), como a lo dicho, en cuyo caso ofrecería un valor deíctico textual.

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precisamente, lo que ya se ha explicado. Esto puede verse de forma más clara, tal vez, cuando el verbo dicendi aparece solo: “esto se llama aquí fin de la batalla o conquista, digo, este estado de estas almas dicho” (Transformación I, 106; v. n. 19). De todos modos, la diferencia con el uso del pasado se encuentra en que la autora concibe la acción télica de redactar determinada idea aún sin terminar, por lo que no cabe comprender lo escrito como algo ya cerrado sino en una constante transformación (Fuentes Rodríguez 2007: 56-59): “El entender y sentir estos efectos es antes, como digo, al ir llegando, y después de pasado” (Unión, 285). Por el contrario, cuando los parentéticos aparecen en pasado dentro de un contexto impersonal, focalizan el resultado del proceso de escritura, entendido entonces como perfectamente cerrado. Pueden darse con una perífrasis perfectiva, como se constata en “como queda dicho” (Unión, 285), “como es dicho” (Transformación I, 87) y “como dicho es” (Transformación I, 131); o con el morfema se, “como se ha dicho” (cinco ejemplos). Esta visión del proceso como algo cerrado puede también expresarse mediante el plural de modestia usando el enlace metadiscursivo “como hemos dicho” (Transformación I, 87, 128). Con todo, resulta interesante el valor deíctico del adverbio ya que, de forma similar a cualquier otro adverbio con valor temporal, enfatiza la realización del mismo hecho escriturario: “como ya es dicho” (Transformación I, 156). En la segunda etapa aparecen registradas ocho oraciones con valor metadiscursivo. De estas, una es principal: “en las canciones pasadas se ha dicho cómo busca el alma a Dios” (Transformación II, 212). Las demás son subordinadas, fundamentalmente adjetivas: “Y el acabar la conquista del Reino de sí misma es lo que aquí decimos de haber ganado y poseer a Dios por esta más alta manera de unión con Él” (Transformación II, 202-203); “acabada aquella terrible noche de trabajos y tormentos que se apuntó en el verso último de la quinta canción, en que se purga más el espíritu” (Transformación II, 235); “más dulcemente la cauteriza y enciende que en las primeras heridas, que se dijeron, de amor” (Transformación II, 196). Se han registrado tres ejemplos mixtos en esta segunda etapa. Uno de ellos es estructuralmente dudoso, ya que, aunque conforma un elemento parentético constituido por una oración completa, construye él mismo una subordinada de relativo claramente metadiscursiva (que habemos dicho) que complementa al núcleo del sintagma preposicional (ciencia divina) que, a su vez, complementa al sujeto de la principal (éstas). El anacoluto (estas es), marca del carácter oracional y no discursivo, puede deberse a la cercanía con el sujeto la ciencia divina, pues el referente las ciencias estudiadas queda quizá demasiado alejado del verbo: “Y aunque son mucho de estimar y reverenciar las ciencias estudiadas […] éstas, juntas con la ciencia divina que habemos dicho, es de mucho mayor provecho a la Iglesia de Dios” (Transformación II, 199).

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Los otros dos ejemplos considerados mixtos son introducidos por como y, por tanto, abren la opción a un posible proceso de gramaticalización, si bien el inciso es sintácticamente tan largo y deícticamente tan preciso que se dificulta la fijación: “como dijimos en el verso pasado” (Transformación II, 241; similar en 249). Por último, los elementos parentéticos se registran en pretérito perfecto compuesto y en primera persona del plural, “como hemos dicho” (cuatro ejemplos); en presente de indicativo en la misma persona, “como decimos” (dos ejemplos) y en pretérito indefinido “como dijimos” (un ejemplo) y “como se dijo” (un ejemplo), este tal vez funcionalmente parejo a la expresión con la pasiva resultativa sin conector ninguno: “Y esto no en cosas que la obligan [al alma], que eso, dicho está, lo ha de cumplir” (Transformación II, 216). En síntesis, los enlaces fóricos de referencia metadiscursiva son mucho más frecuentes en los textos de la primera Cecilia, donde además aparecen más gramaticalizados, que en los de la segunda. Esta diferencia podría deberse a la ya señalada (§ 1) disminución de los enlaces durante el siglo xvii, la cual podría también explicar la ausencia del yo de esta segunda etapa, sin que ello impida apelar a razones estilísticas o personales derivadas del posible hastío causado por la obligación de repetir un texto que ya había escrito (§ 3.3). En todo caso, parece indiscutible la convivencia de las distintas fases del proceso de gramaticalización durante siglos (Company 2004; Fuentes Rodríguez 2007: 69-72; Azofra Sierra/ Enghels 2017). 3.3. La visión de los enlaces metadiscursivos desde el género La diferencia de género entre los autores se puede apreciar en tres aspectos que analizamos a continuación. En primer lugar, la cantidad de enlaces fóricos resulta fundamental para ofrecer una idea del grado de conciencia metadiscursiva que cada autor muestra de forma explícita. En segundo lugar, la cantidad de alusiones al yo-escritor en dichos enlaces mediante el empleo explícito de la primera persona del singular resulta igualmente relevante porque permite probar la intromisión del escritor en el discurso, lo que se traduce en una necesidad de posicionarse en el hic et nunc del mismo proceso escriturario. Finalmente, el análisis de los prólogos de Llama y del segundo comentario del Tratado, realizado por la poca cantidad de ejemplos reales de los susodichos enlaces, arrojan algo de luz sobre las distintas convenciones socioculturales que atañen a la construcción de los discursos en función del género. Así, cabe constatar la diferencia en el empleo de enlaces fóricos de referencia metadiscursiva: si bien son cuantitativamente muy poco numerosos en ambos autores, la diferencia porcentual entre los textos de él y los textos de ella es, sin embargo, altamente relevante (cf. anexo, tabla 2). En efecto, la cantidad de enla-

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ces oracionales registrados en Noche duplica la cantidad registrada en los textos pertenecientes a la primera etapa de Cecilia del Nacimiento y, en el caso de los parentéticos, la triplica. De forma similar, la cantidad de enlaces parentéticos localizados en Llama duplica la de los textos de la segunda etapa de la escritora, y es muy superior tanto en el caso de los oracionales como en el de los mixtos. Esta diferencia en la cantidad de enlaces se puede explicar recurriendo a la distinta manera en que se educaba a los hombres y a las mujeres en la España áurea, especialmente al forjar su identidad (también la escrituraria): “Women were not socialized for selfhood in early modern Spain; on the contrary, they were socialized against it, and their social training emphasized instead the identification and satisfaction of others’ needs” (Rhodes 2007: 42-43). Así, la discreción con que Cecilia introduce su voz en estos textos encaja con el escaso prestigio de que gozaba la escritura femenina en la época (Castillo Gómez 2014: 144; Almeida Cabrejas 2017: 9-10). Asimismo, convierte la teresiana captatio benevolentiae (Weber 1996: 48-50, 64-71) en un argumentum ad auditorem, consistente en reivindicar su autoría por conocer al lector (Lewandowska 2019: 335-339): si es el confesor, va a asumir complacido una mínima mención a la autoría femenina, de la que se siente responsable; y si es cualquier otro hombre no se va a percatar de ella porque es cuantitativamente irrelevante. En cuanto a los verbos en primera persona del singular, resulta interesante comprobar cómo los textos de la primera Cecilia duplican los casos de los textos de la Noche, mientras que en Llama la cantidad porcentual de ejemplos que incluye la primera persona del singular es muy superior a la que aparece registrada en la segunda etapa de la escritora (cf. anexo, tabla 3). Si sumamos los porcentajes, la cantidad global de casos en primera persona del singular en los textos masculinos estudiados prácticamente duplica la cantidad global de ejemplos similares en los textos femeninos. El hecho, pues, de que san Juan ofrezca menos casos de como he dicho en Noche que la joven Cecilia del Nacimiento puede deberse a la búsqueda de un equilibrio en la inserción del yo, ya suficientemente abundante en el resto de los escritos sanjuanistas: “Whereas the first person narration of Noche oscura augments the poem’s intimacy, the third-person omniscient voice of ‘Canciones’ disassociates the text from actual experience, and allows it to be prescriptive versus descriptive” (Rhodes 2017: 48). Esta misma búsqueda del equilibrio entre los enlaces fóricos de referencia metadiscursiva y otras estrategias de inserción del yo, junto con el argumentum ad experientiam que supone recurrir al propio cuerpo como agente de palabra autorizado (Lewandowska 2019: § 3.2.4.1), podría entonces explicar los 153 ejemplos de como he dicho (y ninguno de como hemos dicho) que registra el CORDE en los textos de santa Teresa que es, recuérdese, maestra directa de Juan e indirecta de Cecilia: de ellos, casi dos tercios constan en dos de sus obras

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místico-teológicas más importantes, Moradas (30 casos) y Vida (64 casos). Según esta interpretación, la primera persona del singular de la apariencia autobiográfica sería la única forma que tendrían las mujeres de participar en la construcción de discursos que les estaban vetados por su género, como el teológico (Weber 1996: 43), en un intento por aspirar a la universalización epistemológica inalcanzable, precisamente, desde la experiencia interior femenina. Desde esta perspectiva, Cecilia es, entonces, más teresiana que sanjuanista (Rhodes 2007; Lewandowska 2019: 249; Borrego Gutiérrez 2020), pues su humildad le permite incluirse pocas veces en la redacción del discurso, pero, cuando lo hace, asume todas las consecuencias que implica emplear el yo, recurriendo a la autoridad de su experiencia religiosa para escribir sobre mística teología. Estas reflexiones sobre las diferencias cuantitativas se reflejan en los prólogos, en los que tanto él como ella están escribiendo a personas del sexo opuesto, si bien la relación social es, naturalmente, desigual. Cecilia se dirige por mandato a fray Esteban de san José, general de la Orden (6). Juan escribe por petición a doña Ana del Mercado y Peñalosa, aristócrata viuda a quien dirige espiritualmente desde 1582 (8). En otras palabras, ella nunca podría actuar de directora espiritual de un hombre, mientras que él desempeña esta función con mujeres como parte de sus quehaceres cotidianos: (6) Padre nuestro: Treinta y tantos años ha que me inspiró el Señor estas liras o canciones y, como me las iba dictando el espíritu interior, andando harto ocupada en lo exterior las escribí para mí. Después, habrá veintitantos, me mandó nuestro Padre Tomás de Jesús escribiese lo que me diese su Divina Majestad, y así escribí sobre ellas una declaración o glosa. Ahora me manda Vuestra Reverencia lo vuelva a renovar, por si se ha perdido. Como no me ha quedado traslado y ha tantos años, casi nada se me acuerda; mas como aquella fuente de sabiduría eterna, de quien manan estos arroyos, no puede agotarse, puede dar ahora alguno, como entonces le dio, pues Él lo manda, que ni entonces ni ahora yo no puedo hacer nada si Él no lo hace. Déme su divina gracia para cumplir su santísima voluntad y sea glorificado en todo por todos los siglos (Transformación II, 182).

En el texto se vislumbran con mayor claridad las técnicas de desautorización y autodesprecio como partes del modelo argumentum ad feminam, necesario para “avalar la intrusión en la esfera de uso de los letrados” (Lewandowska 2019: 422), pues, como se ha dicho anteriormente, se está elaborando un tipo de discurso vetado a la mujer. La primera consiste en aplicar su quehacer escriturario a un don divino y a la obediencia al confesor (Castillo Gómez 2016), fruto de la obligación femenina de cubrir necesidades ajenas, ya señalada. Así, la voluntad de Dios aparece tanto al principio (“me inspiró el Señor estas liras o canciones”) como al final (“aquella fuente de sabiduría eterna, de quien manan estos arroyos,

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no puede agotarse”). La figura del confesor, por su parte, es doble: por un lado, la alusión al mencionado Esteban de san José, a quien debe los textos en el presente, se configura en las marcas deícticas de segunda persona, que toman forma de vocativo (Padre nuestro) y fórmula de tratamiento (Vuestra Reverencia), con sus consecuentes personas verbales (manda); por otro lado, se refiere explícitamente al hombre que se lo ordenó hacer en su momento, Tomás de Jesús, mediante la mención exofórica del antropónimo. En efecto, dicha estrategia es común en otras mujeres que “asumen su inferioridad intelectual ante los varones, autorizan sus obras en su intención moral o piadosa y rechazan cualquier exhibición de habilidad literaria” (Cortés Timoner 2017: 14), como consta prístinamente en el prólogo de nuestra Cecilia al primer comentario: “Viendo, Padre nuestro, lo que Vuestra Reverencia gusta de las cosas espirituales, y por su mandato particular con que me alienta, me atrevo a decir aquí algo, aunque breve: lo uno, por saber tan poco, y lo otro, por serlo lo que se puede decir de lo que es tanto” (Transformación I, 77). En las primeras palabras de esta cita se gesta la intención moral o piadosa que lleva la redacción del discurso místico-teológico, de la que ella es perfectamente consciente. La autorización del confesor vuelve a surgir como origen del propio quehacer escriturario que, en todo caso, ella efectúa rechazando cualquier habilidad literaria, dada la consideración de breve de su trabajo y quitando importancia al propio conocimiento. Este rechazo a su habilidad literaria es también la forma en que florece la estrategia de autodesprecio, que normalmente busca posicionarse jerárquicamente por debajo del interlocutor para que este evalúe el discurso per se y no a la persona de la que procede (Rhodes 2007; Fernández Martín 2018b: § 3.4). Hay un ejemplo de Cecilia más claro que (6), donde se cuestiona su propia capacidad escritora, al considerarse una ignorante incapaz de abordar un tema tan complejo: “Y porque de lo que aquí se ha de tratar es acerca de la unión de estas dos esencias hasta necesidad del favor divino para acertar a decir alguna palabra de lo que se puede colegir acerca de esto por quien no tiene letras, ni perfección para tratar de ello” (Unión, 267-268). Dentro de esta estrategia de autodesprecio también se encuentra el recurso a un agente externo como el Espíritu Santo para justificar su propio quehacer textual (§ 2.2). Así, ella misma se somete a una constante invisibilización mediante el empleo genérico los humanos, lo suficientemente impreciso como para incluirse en él si hace falta, pero excluirse si el contenido de lo dicho no se ajusta a las expectativas del lector: (7) Como los humanos suelen declarar con canciones lo que les parece más fino de su amor, mucho mejor el Espíritu Santo, cuyo amor es divino, y el que con verdad se puede llamar Amor, suele inspirar canciones suyas a las almas, para declarar algo

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de este divino y encendido amor. Así lo hizo ya por Salomón y por muchos santos; y parece en aquella brevedad de palabras encierran más profundos misterios, y encubren en sí más de lo que se puede declarar, de lo que significan, que son cosas divinas e indecibles; y, hay tanta inmensidad en cada una de ellas, que se puede mejor sentir que decir23 (Transformación I, 78).

El discurso masculino (8), sin embargo, comienza mostrando abiertamente un honrado rechazo (“repugnancia”) a cumplir las órdenes de la mujer, aunque lo camufla en la dificultad habitual de expresar la experiencia religiosa mediante el lenguaje cotidiano (“por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales comúnmente falta lenguaje [porque lo espiritual excede al sentido] con dificultad se dice algo de la sustancia”). Es Dios, entonces, el que, debido al deseo de la aristócrata (“lo he diferido hasta ahora que el Señor parece que ha abierto un poco la noticia y dado algún calor; debe ser por el santo deseo que Vuestra Merced tiene”), al final le da la habilidad necesaria para redactar las declaraciones como él quiere, porque es bien consciente de que “se hicieron para Vuestra Merced”, naturalmente, por motivos doctrinantes: (8) Alguna repugnancia he tenido, noble y devota señora, en declarar estas cuatro canciones que Vuestra Merced me ha pedido, porque, por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales comúnmente falta lenguaje (porque lo espiritual excede al sentido) con dificultad se dice algo de la sustancia; porque también se habla mal en las entrañas del espíritu si no es con entrañable espíritu. Y, por el poco que hay en mí, lo he diferido hasta ahora que el Señor parece que ha abierto un poco la noticia y dado algún calor; debe ser por el santo deseo que Vuestra Merced tiene, que quizá como se hicieron para Vuestra Merced querrá su Majestad que para Vuestra Merced se declaren (Llama, 259-260).

La continuación del párrafo anterior ilustra cómo el hecho de que relacione los propios errores con su pluma permite comprender, especularmente, que también los aciertos le pertenecen, pues se ajustan a la perfección a la doctrina eclesiástica que él reconoce saber sin necesidad de admitir ninguna autoridad externa más que la del propio conocimiento. En su caso, el inicio de la acción del escribir procede de Dios, como se ha dicho, pero el contenido de su discurso es aceptado como propio, sin circunloquios que lo desautoricen, sin necesidad de rechazar su habilidad literaria y, por tanto, despreciar su propio trabajo y sin tener que buscar

23   Esta frase recuerda a la sanjuanista “porque sólo el que por ello pasa sabrá sentir, mas no decir”, escrita en el prólogo a la Subida del Monte Carmelo (p. 136), que aquí reproducimos en la edición empleada. Se muestra, una vez más, la influencia de los textos sanjuanistas sobre los textos de Cecilia del Nacimiento.

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una autoridad moral más que la suya, en tanto se considera capaz de instruir a la lectora a quien dirige espiritualmente. En otras palabras, él no está asumiendo una inferioridad ni intelectual ni moral ante la mujer a quien dedica las glosas, pese a que esta sea aristócrata, pues considera su discurso una necesaria labor pedagógica que acepta de forma orgánica desde la posición de confesor: (9) Me he animado, sabiendo cierto que de mi cosecha nada que haga al caso diré en nada, cuánto más en cosas tan subidas y sustanciales. Por eso no será mío sino lo malo y errado que en ello hubiere; y por eso lo sujeto todo al mejor parecer y al juicio de nuestra Madre la Iglesia Católica Romana, con cuya regla nadie yerra. Y con este presupuesto, arrimándome a la Escritura divina y como se lleve entendido que todo lo que se diere es tanto menor de lo que allí hay, como lo es lo pintado de lo vivo, me atreveré a decir lo que supiere (Llama, 260).

En definitiva, a pesar de las posibles semejanzas cuantitativas en las comparaciones realizadas de los enlaces fóricos de referencia metadiscursiva, un análisis más profundo de ciertas palabras de los respectivos prólogos parece denotar un intento de suavizar la fuerza del elemento deíctico “yo” en los textos de Cecilia que en los de Juan no se percibe. El motivo, entonces, se encuentra en que la inclusión de la escritora dentro del propio texto se considera una intromisión a la que de alguna manera hay que restarle importancia, bien porque entiende que no es autoridad para expresar lo que considera dentro de la tradición discursiva en que se encuentra, bien porque, quizá siéndolo, debe emplear determinadas estrategias (de desautorización y de autodesprecio) para que no se le quite importancia a lo dicho, que es el objetivo último de toda intención comunicativa. 4. Conclusiones A partir del análisis realizado y a falta de estudios que abarquen más textos y épocas de los que se han contemplado aquí, se propone una relación entre las subordinadas de relativo con verbos dicendi, cuyo foco metadiscursivo se encuentra en el sustantivo que complementan, no en el sujeto de decir; y el valor no modal de como que, con verbos de lengua, acaba especializándose en el significado corroborativo, de fuerte dependencia contextual y, por ello, con tendencia a moverse hacia la periferia. Como en todo proceso de gramaticalización, simultáneamente habría tenido lugar la inferencia metafórico-metonímica, si se entiende como tal, por un lado, la concepción espacio-temporal del mismo quehacer discursivo (metáfora) y, por otro lado, la consideración de todo acto comunicativo como un decir, independientemente de la modalidad lingüística en que este tenga lugar (metonimia). Este fenómeno, junto con la alta frecuencia de uso del verbo, podría

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haber provocado su vacío referencial, lo que habría conllevado el comienzo de su uso extraoracional dada su carga pragmática, hasta alcanzar incluso el debilitamiento agentivo y la pérdida de la capacidad de elección sintáctica, como ejemplifican las expresiones pasivas-resultativas (como queda dicho, como está dicho), que se fijarían hasta construir expresiones autónomas, en ocasiones al principio y al final del enunciado, que constituirían entonces el extremo plenamente gramaticalizado del enlace. En medio de las fases de dicho proceso, no obstante, la subjetivización habría sido tan fuerte que habría impedido fijar por completo estas formas, reforzando el agente de la acción en lugar de eliminándolo, dada la relevancia pragmática que tiene la deixis personal marcada por el verbo, de manera que se habría mantenido como esencial la inserción del yo-escritor dentro del discurso (como hemos dicho, como he dicho). La lucha entre las subordinadas con el foco en el sustantivo y los parentéticos con marcas de deixis personal es, en realidad, lo que lleva a la convivencia durante siglos de los distintos grados de gramaticalización de los enlaces estudiados: cuando se fusionan como y yo, sea en singular, sea en plural, la subjetivización es lingüísticamente plasmable, lo que hace irrelevante la susodicha atención sobre el antecedente de la subordinada. El siguiente esquema podría ser una aproximación a lo que pudo haber ocurrido: de la manera que se ha dicho [conector] > de la manera como se ha dicho > como se ha dicho [operador]. Concretamente, es posible que, de acuerdo con los datos del CORDE que han servido para complementar el análisis de los textos áureos, para finales del siglo xiv el proceso de gramaticalización que afecta a los enlaces ya hubiera culminado. De este modo, en el siglo xvi ya se habrían generado suficientes recursos lingüísticos (primera persona del singular, primera persona del plural, tercera persona impersonal, perífrasis perfectivas) como para que cada hablante, dependiendo de sus variables sociales (género, clase, edad), sus intenciones pragmáticas (estilo) y la esencia sociocultural del discurso que compusiera (místico-teológico), hubiera tenido la opción de introducirse en él de forma expresa, empleando las formas verbales con la correspondiente deixis personal (como hemos dicho, como he dicho); o de diluir su yo-escritor explotando al máximo las formas impersonales que ofrece la gramática (como se ha dicho), de donde se derivarían las expresiones completamente fijadas, a excepción de la inclusión de posibles deícticos espacio-temporales (como está dicho, como queda dicho). En efecto, en los textos de san Juan de la Cruz, el autor hace alarde de un exquisito rigor metadiscursivo que da como resultado un texto extraordinariamente ordenado a través de constantes enlaces fóricos deverbales que forman parte de su estilo escriturario. En los escritos de Cecilia del Nacimiento, se confirma lo que posiblemente sea un cambio a tiempo real en la frecuencia de uso de dichos enlaces durante los siglos xvi y xvii. Finalmente, desde la perspectiva de género,

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se han expuesto algunas diferencias entre la manera de emplear los susodichos enlaces en los textos masculinos y en los femeninos, que atañen sobre todo a la incursión del yo-autor(a) en el mismo quehacer escriturario. Lo más destacable es que ella, a diferencia de él, se ve obligada a emplear estrategias de autodesprecio y desautorización para, paradójicamente, afianzar su autoría, al apelar a su condición femenina, defender la propia experiencia como fuente gnoseológica respetable y tener siempre en mente al lector. Por lo que respecta a las funciones de los enlaces, la inmensa mayoría es puramente metadiscursiva, pues sirve para ordenar el discurso haciendo referencia explícita a él, bien anafóricamente, cuando la deixis temporal marca el pasado; bien catafóricamente, cuando dicha deixis alude al futuro, esta última menos frecuente que aquella. A estas funciones cabe añadir un valor intensificador que, sin dejar de ser metadiscursivo por aludir al mismo quehacer escriturario, consta en los verbos expresados en presente, especialmente cuando conforman el elemento parentético como digo. El caso de digo, muy poco frecuente en nuestro corpus, refuerza la argumentación mediante el valor reformulador explicativo. En síntesis, estos enlaces contienen elementos tanto fóricos (como) como deícticos (he dicho) que contribuyen a tejer la cohesión textual. Quedaría para futuros trabajos confirmar cómo obtienen autonomía parentética unas subordinadas que están plenamente insertadas en contextos oracionales, así como, naturalmente, cómo afectan las variables sociales al uso de las variedades lingüísticas de los dichos enlaces en el español de otras épocas y discursos diferentes a los estudiados aquí, como se ha dicho. Referencias bibliográficas Fuentes primarias del Nacimiento, Cecilia (1971): Obras completas. Edición de José M. Díaz Cerón. Madrid: Editorial de Espiritualidad. de la Cruz, S. Juan (2005): Obra completa. 2 vols. Edición de Luce López-Baralt y Eulogio Pacho. Madrid: Alianza.

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Anexo Se muestran a continuación ordenados cronológicamente los datos absolutos de los ejemplos registrados. Noche refiere a la Noche oscura (1578-1579) de san Juan de la Cruz, igual que Llama hace alusión a su Llama de amor viva (1584-1585). La palabra Unión refiere al Tratado de la unión del alma en Dios (1602) de Cecilia del Nacimiento. T I alude a su primer comentario del Tratado de la transformación del alma en Dios (1603), así como T II es el segundo comentario del Tratado de la transformación del alma en Dios (1631) y C Cantar refiere a los comentarios realizados por la misma carmelita a ciertos versículos del Cantar de los Cantares (1634-1637). Según la información expuesta en CORDE, la cantidad de palabras de Llama de amor viva es de 35 913, algo menos que la de Noche oscura, que cuenta con 44 323. Las obras de Cecilia del Nacimiento ofrecen esperablemente una cantidad total similar, pues el número de páginas analizado es parejo en cada caso (primera etapa ≈ Noche, segunda etapa ≈ Llama). Juan de la Cruz Noche

Llama

Oracionales

69

Mixtos

10

Parentéticos

82

Cecilia del Nacimiento Primera etapa

Segunda etapa

Unión

TI

T II

C Cantar

32

7

15

3

2

7

0

2

3

0

54

5

14

7

2

Tabla 1. Datos absolutos de los ejemplos registrados

Aplicando una regla de tres al número de páginas de las ediciones utilizadas (110 para Llama, 150 para Noche), se calcula que las palabras de los textos de

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Cecilia del Nacimiento son las siguientes: 32 583 palabras para la primera etapa, 32 648 palabras para la segunda. De aquí se desprenden los siguientes porcentajes: Juan de la Cruz

Cecilia del Nacimiento

Noche

Llama

Primera etapa

Segunda etapa

Oracionales

0,15 %

0,09 %

0,067 %

0,015 %

Mixtos

0,02 %

0,02 %

0,006 %

0,009 %

Parentéticos

0,18 %

0,15 %

0,058 %

0,064 %

Tabla 2. Datos relativos (sobre respectivos números de palabras) de los ejemplos registrados

Finalmente, se ofrecen en la siguiente tabla los porcentajes de los enlaces con verbos dicendi en primera persona del singular, calculados sobre la cantidad total de enlaces en cada obra. Recuérdese que el recuento se ha realizado sobre las ediciones en papel, con un corpus electrónico previamente constituido, y que solo a posteriori se ha comparado algún caso concreto con los expuestos en CORDE. Juan de la Cruz

Cecilia del Nacimiento

Noche

Llama

Primera etapa

Segunda etapa

11,8 %

26,9 %

21,2 %

0,06 %

Tabla 3. Datos relativos de los ejemplos en primera persona (sobre número de palabras)

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CAMPOS SEMÁNTICOS EN UN DICCIONARIO TÉCNICO Y SU ORDENACIÓN ALFABÉTICA * María Lourdes García-Macho Alonso de Santamaría Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)

1. Introducción La puesta en marcha de un diccionario técnico suscita numerosas decisiones difíciles y problemas que, en no pocas ocasiones, hay que ir solventando a medida que se avanza en el proyecto fijado. Aunque la planta de cualquier diccionario debe preceder al inicio de las actividades de un trabajo de esa envergadura, la práctica cotidiana en el desarrollo de estas obras obliga a modificar propuestas iniciales que se marcaron como ideales en un principio. Es el quehacer diario el que obliga a alterar diseños originales si se quiere llegar al fin del plan que se había marcado. La enseñanza náutica, teórica y práctica, llevada a cabo por pilotos mayores y navegantes de prestigio como Alonso de Chaves, Alonso de Santacruz, Francisco Faleiro, Rodrigo Zamorano, Pedro de Siria, Américo Vespucio y otros, asumió en poco tiempo un matiz científico, incluyendo disciplinas como la astronomía, las matemáticas, la cosmografía, la cartografía, la hidrografía, la artillería, etc. El léxico de una ciencia o de cualquier oficio lleva consigo el enfrentamiento entre lo que es la lengua común y lo que es la lengua de un grupo de profesionales. Es evidente que muchos términos no tienen el mismo significado en la lengua general que para un conjunto de personas especializadas en una ciencia. Nadie pone en duda que el corpus de nuestra lengua es polisémico; de ahí que muchos de los términos de cualquier obra que se seleccionan pueden incluirse en distintos campos semánticos o, simplemente, pueden pertenecer a la lengua estándar. Estos campos semánticos en un diccionario técnico, como el Diccionario de la navegación del Siglo de Oro, están relacionados con el orden alfabético por los motivos que expondré en el siguiente apartado. *   Este trabajo se integra dentro de los proyectos de investigación Gramaticalización, lexicalización, pragmática y discurso en la historia del español (PR108/20-11, UCM-Santander) y Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PID2020-112605 GB-I00).

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2. Orden alfabético En cuanto a la macroestructura, el orden alfabético en un diccionario moderno ha cambiado respecto a un diccionario tradicional. Si el orden alfabético era el utilizado normalmente en una gran parte de los diccionarios impresos en papel; en el siglo xxi, al publicarse muchos diccionarios en línea, las voces en ocasiones solo pueden buscarse independientemente, de modo que la búsqueda ofrece una sola palabra como en el DLE de la Real Academia. Al iniciar la selección de los lemas en el Diccionario de la navegación del Siglo de Oro, se partió de una concordancia lematizada única de los 15 autores, base del diccionario citado. Al principio seleccioné los vocablos por orden alfabético, si bien tuve en cuenta las voces que tenían relación con la palabra que se estaba analizando y que pertenecían a otras letras del alfabeto. Por ejemplo, el término este lo definimos del mismo modo que norte, oeste, sur, nordeste, sudoeste, etc. Este grupo de palabras que puede parecer fácil de definir ha resultado muy difícil, ya que estas voces presentan bastantes acepciones diferentes. Por ello, aunque, en la primera revisión para la elección de los lemas, seguí el orden tradicional alfabético, en la segunda revisión agrupé los términos en campos asociativos, como puede verse en los siguientes ejemplos: Este sustantivo ‘posición situada al este de un astro’ {Quando la Guarda Delantera estuviere en el “lest” de la Estrella del Norte, estará la tal estrella lest vuest y la una Guarda con la otra, noruest suest.} PAL_37v;241

1   Llamaremos CHA (1537-1538) al Quatripartitu en cosmographía práctica, i por otro nombre llamado Espejo de navegantes de Chaves; COR (1545-1551) al Breve compendio de la sphera y de la arte de navegar de Cortés; ENC (1519) a la Summa de geographía de Fernández de Enciso; ESC (1575) al Ytinerario de navegación de los mares i tierras occidentales de Escalante de Mendoza; FAL (1535) al Tratado del esphera y del arte del marear: con el regimiento de las alturas, con algunas reglas nuevamente escritas muy necesarias de Falero; GUE (1508) al Libro de los inventores del arte de marear y de muchos trabajos que se passan en las galeras de Guevara; ME1 (1545) al Arte de navegar en que se contienen todas las reglas, declaraciones, secretos y auisos que a la buena navegación son necessarios, y se deuen saber de Medina; ME2 (1552) al Regimiento de navegación, en que se contienen las reglas, declaraciones y avisos del libro del Arte de navegar de Medina; MOY (1564) al Arte de marear de Moya; PAL (1587) a la Instrución náuthica para el buen uso y regimiento de las naos, su traça y su govierno conforme a la altura de México de García de Palacio; POZ (1585) a la Hydrografía de Poza; SAC (1545) al Tractado de la sphera de Sacrobusto; SAN (1554-1555) al Libro de las longitudes y manera que hasta agora se ha tenido en el arte de navegar, con sus demostraciones y ejemplos de Santa Cruz; SIR (1602) al Arte de la verdadera navegación; y ZAM (1581) al Compendio de la arte de navegar de Zamorano.

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Este sustantivo ‘punto cardinal por donde nace el Sol’ {Pongo la Luna sobre su 10, décimo día, y traigo su ostensor al “leste” deste instrumento y veo que me cae sobre la diçión de media in., que quiere dezir media menguante.} CHA_1,55r;1 Este sustantivo ‘región o lugar situado al este’ {Sabe que el Cabo de Butre es más alto que Guadester, en la ribera es llano, es tajado al medio, por partes del “este” tiene un gran farillón y dos pequeños.} POZ_2,60r;22 Este sustantivo ‘rumbo este’ {Una nao parte de la Ysla de Sancto Thomé, que está debaxo de la equinocial, y quiere dar una buelta al mundo, dado caso que se pudiese navegar, esta, si navegasse al “leste”, su camino sería assí: de la dicha ysla o lugar do partiesse, navegará con oeste ciento y ochenta grados.} ME1_21r;12 Este sustantivo ‘viento o rumbo este’ {Días. Rumbos. Oras. Nordeste 4.ª al leste. Lesnordeste. Leste 4.ª al nordeste. “Leste”. Leste 4.ª al sueste.} ME2_ f3r;22 Este sustantivo ‘viento que viene del este’ {Concuerdan los navegantes modernos con los antiguos en los quatro vientos principales, aunque les mudan los nombres, llamando al viento levante, “leste”; al poniente, oeste; al septentrional, norte; al meridional, sur.} COR_60r;30 Este sustantivo ‘zona o lugar que está al este de otro’ {Si desseo señalar en mi carta de marear el punto en que me hallo con mi nao, tomo, por cada quatro minutos de tiempo que estoy más al “leste” o oeste que el puerto de la embarcación, un grado.} POZ_1,39r;9 Nordeste sustantivo ‘punto o zona del horizonte situado entre el este y el nordeste’ {Dízese que nordestean porque lo que ellas se apartan del polo es azia el “nordeste”.} FAL_e8r;32 Nordeste sustantivo ‘región o lugar situado entre el este y el nordeste’ {A la vanda del sueste y del “nordeste” blanquea la tierra junto a la mar, y por la vanda del leste bermejea la tierra junto al agua.} CHA_2,2v;18 Nordeste sustantivo ‘rumbo intermedio entre el este y el nordeste’ {“Nordest”. Estando la Guarda en esta línea, está la estrella baxo del polo tres grados e medio.} ENC_b8v;1 Nordeste sustantivo ‘viento o rumbo nordeste’ {Nordeste 4.ª al norte. “Nordeste”. Nordeste 4.ª al leste.} CHA_1,12v;27 Nordeste sustantivo ‘viento que viene del nordeste’ {Brisas se llaman el norte y el “nordeste”.} ESC_240v;5 Nordeste sustantivo ‘zona o lugar que está al nordeste de otro’ {Está Venecia al “nordeste” en XLVIII grados.} ENC_c6v;34 Sur sustantivo ‘posición situada al sur del Sol’ {La razón es porque, andando el Sol al norte e yendo las sombras al sur, yo estó al “sur” con el Sol.} ME2_c5v;31 Sur sustantivo ‘punto cardinal opuesto al norte’ {Los que navegan de Arabia para Hazania goviernan al sur. Y a la estrella Canopo, que allí se llama Hippo o Cavallo, y esta es la que más está al “sur”.} SAN_g3v;21 Sur sustantivo ‘región o lugar situado al sur’ {[Trinidad ysla…] Tiene esta isla de luengo de leste a hueste por la vanda del norte 28 leguas, y de ancho por norte a “sur” por la vanda del hueste, 20.} CHA_2,1v;13 Sur sustantivo ‘rumbo sur’ {La Guarda en el “sur”, está la Estrella tres grados encima del polo.} COR_82v;31

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Sur sustantivo ‘viento o rumbo sur’ {[Días. Rumbos. Oras.] 11. 26. Sur 4.ª al sueste. 11 1/4. 12. 27. “Sur”. 12. 13. 28. Sur 4.ª al sudueste. 3/4.} MOY_53v;23 Sur sustantivo ‘viento que viene del sur’ {Se verán en la región del ayre muchas de las dichas lumbres porque los otros tres vientos, “sur”, sudueste, oeste, son por la mayor parte calientes y húmidos.} ESC_237r;21

Como se observa, los diferentes lemas están todos definidos del mismo modo después de asociarlos y contrastar no solo la definición, sino también el contexto, ya que en las obras de navegación hay que leer todo el texto muy atentamente, pues a veces no es lo que pudiera parecer a primera vista. Además de que, por ejemplo, para algunos navegantes el rumbo y el viento es lo mismo, de modo que se ha tenido que hacer una definición como ‘viento o rumbo’. 3. Campos semánticos Como acabo de señalar, es habitual seleccionar los lemas por orden alfabético en la mayor parte de las obras lexicográficas publicadas, pero, cuando terminé la letra z, comprendí que en el siglo xxi un diccionario no puede regirse solo por su alfabetización, sino que las entradas de un mismo campo semántico deben relacionarse entre sí y ser definidas de la misma manera. A partir de esa convicción, organicé todo el léxico del DINESO en campos asociativos con las consiguientes dificultades. En la selección de cada lema, el problema que se plantea es decidir qué términos incluir, estableciendo la frontera para su acogida en un léxico especializado; es decir, en una obra de la navegación, por ejemplo, hay que analizar qué campos están relacionados con esta materia o asunto, puesto que en el siglo xvi y siguientes la náutica ha tenido siempre mucho que ver con la astronomía, la astrología, la meteorología, la geografía… Hay, pues, que resolver cuáles son los términos que se aceptan y cuáles no y su justificación. En nuestro caso concreto –se trata de un Diccionario de la navegación del Siglo de Oro–, hemos admitido todas las áreas que señalaré a continuación e, incluso, voces de la milicia, de la artillería y de la botánica, etc., ya que, por ejemplo, en la construcción de barcos, y para algunos palos y mástiles, se prefería un tipo de madera específico por su dureza y calidad, lo cual supone especificaciones lingüísticas en ese sector. Es muy difícil, por no decir imposible, definir de la misma manera las voces de un diccionario si no se agrupan por campos semánticos. Fue precisamente esta certeza la que nos hizo revisar todas las definiciones una vez más, para después estructurar todo el vocabulario en campos asociativos. Así, los vientos ábrego,

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áfrico, aquilón, austral, cauro, céfiro, cierzo, este, euro, favonio, gallego, garbino, lesnordeste, levante, mistral, nordeste, nornordeste, noroeste, norte, oesnoroeste, oeste, oesudoeste, solano, sudeste, sudoeste, sudsudoeste, sur, tracias, tramontana, virazón, etc., son todos definidos del mismo modo: ‘viento que viene de…’. Se podía haber arbitrado otra definición, pero se escogió esta descripción para todos. La misma norma se siguió para las distintas profesiones, pues en función del tipo o características de cada una, se escogió ‘especialista en…’ para aritmético, astrólogo, astrónomo, computista, cosmímetra, cosmógrafo, geógrafo, hidrográfico; ‘persona cuyo oficio es…’ para buzo, carpintero, herrero, pescador y ‘persona que…’ para cómitre, escribano, flechero, marinero, mercader, piloto, remero, timonel, etc. También los árboles, plantas y frutos se han definido como ‘planta…’: algodón, cáñamo, lechuga, mijo, trébol, trigo; como ‘árbol…’: alcornoque, brasil, cedro, encina, mamey, manzano, pino y como ‘fruto…’: almendra, ciruela, pepino, pera, etc. Por este motivo, algunos de los grupos que organicé son los siguientes: 1.º El específico a diferentes tipos de operaciones matemáticas: acrecentar, adición, calculación, calcular, computación, computar, cómputo, contado, contar, cuenta, cuento, dividido, dividir, divisible, división, divisor, montar, multiplicación, multiplicado, multiplicar, razón ‘cuenta, cómputo’, resta, restado, restante, restar, resto, suma, sumado, sumar. 2.º El referente a los cabos, cuerdas, lonas: acollador, aferravelas, amante, amura, andarivel, baderna, bolina, braza, cable, candaliza, cargadera, chafaldete, corona, enflechaste, escapuchín, escota, estay, estrenque, filástica, fiador, gratil, jábega, lona, maroma, obenque, retenida. 3.º El relativo a las disciplinas, ciencias: astrología, astronomía, carpintería, cartografía, cosmografía, geografía, matemática, medicina, topografía. 4.º El que se refiere a las profesiones, oficios, cargos, títulos: arcabucero, artillero, astrólogo, astrónomo, barquero, bogavante, calafate, capitán, carpintero, cirujano, cocinero, cómitre, condestable, cónsul, contramaestre, cosmógrafo, espalder, flechero, gaviero, general, geógrafo, geómetra, gobernador, grumete, maestre, mareante, marinero, matemático, médico, paje, patrón, piloto, práctico, remero, soldado, timonel, virrey. 5.º El concerniente a los instrumentos y herramientas: aparejo, astil, astrolabio, ballestilla, brújula, cepillo, clavera, compás, cuadrante, cuarta, eje, escala, ferro, garabato, hacha, hierro, lanada, liebre, manija, martillo, meteoroscopio, nivel, ostensor, padrón, perno, peso, pinacidio, pínula, plancha, puntero, radio, regla, reloj, remo, rosa, rueda, sonaja, tajarrelinga, travesaño, trinela, veleta, virote. 6.º El perteneciente a la cronología y cronometría: breve, caniculares, cuadrante, cuarta, cuarto, día, edad, epacta, equinoccio, era, estío, gastar, hiemal, hora,

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interlunio, invierno, jueves, luna ‘lunación’, matutino, medianoche, mes, minuto, noche, otoño, primavera, punto, quinto, sábado, septiembre, siglo, singladura, sobrenoche, solsticio, tarde, témpora, verano, vernal, víspera. 7.º El atinente a las medidas y otros: braza, cable, carretada, codo, cuadrante, declinación, dedo, diámetro, distancia, equidistancia, escala, esloría, estadio, grado, graduar, grano, jeme, legua, libra, mano, mensura, milla, minuto, palmo, parasanga, paso, pértica, pie, pulgada, punto, quintal, sagua, salma, scheno, segundo, sesquipie, sexto, signo, singladura, tonel, tonelada, uncia. 8.º El referente a los vientos, rumbos, términos de cosmografía, geografía…: ábrego, áfrico, antártico, aquilón, ártico, austral, austro, barlovento, boreal, calabrez, cecias, céfiro, cierzo, este, estenordeste, estesudeste, euro, euro-austro, favonio, galerno, gallego, gregal, griego, japir, lebeche, lesnordeste, lesueste, levante, libonoto, maestro, marero, mediojorno, meridiano, meridional, mestre, mijorno, mistral, nordeste, nornordeste, nornoroeste, noroeste, norte, ocaso, occidental, occidente, oesnordeste, oesnoroeste, oeste, oesudoeste, olimpia, oriental, oriente, poniente, septentrión, septentrional, singladura, solano, subsolano, sudeste, sudoeste, sudsudeste, sudsudoeste, sur, tracias, tramontana, travesía, vendaval, vespertino, viento, virazón, vulturno, xirona. 9.º El relativo a los metales y sustancias: bronce, calamita, cera, cobre, diamante, estaño, gagates, hierro, imanesio, latón, magnes, marfil, mármol, natán, oro, pedernal, perla, pez, plomo, sal, vidrio. 10.º El concerniente a los animales y peces: bacalao, ballena, bonito, bufeo, cabra, cangrejo, cuervo, delfín, dorado, garza, graja, liza, mergo, milano, peje, sardina, voladorcillo. 11.º El perteneciente a los árboles, plantas y maderas: borne, cajigo, ceba, ciprés, encina, madera, mimbre, palo, pino, ramera, roble, tea, tuero, zarzaparrilla. 12.º El atinente a los tipos de barcos: barca, barco, barquillo, batel, bergantín, botiquín, buque, canoa, capitana, cáraba, carabela, cárabo, carraca, copanete, esquife, esquilazo, esquiraza, flota, fragata, fusta, gabarra, galea, galeaza, galeón, galeota, galera, leño, madero, mercante, nao, nave, navío, pataje, patrona, pinaza, portañol, retaguardia, rezaga, tafurea, urca, zabra, zorrero. 13.º El que se refiere a las borrascas, tormentas, vendavales, rayos…: boarrete, borrasca, crónico, fortuna, granizo, helar, hielo, llover, lluvia, neblina, nevar, nieves, nube, nublado, rayo, refrescar, refriega, relámpago, remolino, resaca, reventar, revesa, rociar, rocío, taroz, tempestad, temporal, terremoto, tormenta, tormentoso, tronar, trueno, turbión, turbonada, vendaval, ventar. 14.º El relativo a las estrellas y constelaciones: constelación, cristalino, Delantera, estrella, Estrella del Norte, Estrella Horologial, Estrella Polar, firmamento, Guarda(s), Guarda Delantera, Hiadas, Hydra, Lucero, Luna, Marte,

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Mercurio, Novena, Orión, Osa Mayor, Osa Menor, Pie, Pie del Gallo, Planeta, Pléyades, Saeta, Saturno, Sexta, Signífero, Sol, Tercera, Tierra, Triángulos, Triones, Trionte, Venus, Zodiaco. 15.º El concerniente a las partes de un barco y su construcción, velas: alcázar, amura, barlovento, buzarda, costado, cubierta, despensa, escobén, escotilla, estribor, falca, gavia ‘cofa’, leme, maimoneta, mesana, papahígo, patilla, proa, puente, quilla, rasel, resón, roda, sentina, sobrado, tendal, timón, tolda, treo, trinquete, vela. 16.º El perteneciente a los tablones y tablas de un barco: albitana, aleta, arboladura, árbol, asta, banco, bao, baranda, bauprés, borriquete, botaló, cinta, contrapalmejar, corbatón, costera, cuña, daviete, dragante, escálamo, macarrón, maestro, posaverga, puntal, tablazón, tamborete, viga. 17.º El específico a las armas, explosivos, guerra…: batalla, batallón, botafuego, cañón, cohete, combate, combatir, conquista, conquistar, cureña, dardo, defender, desarmar, disparar, dominar, ejército, enemigo, espada, escopeta, flecha, granada, guerra, guerrero, lanza, lombarda, pasamuros, pica, pólvora, rendir, resistencia, revuelta, sacapelotas, saeta, socorrer, tiro, vencer. 18.º El concerniente al crepúsculo, amanecer, anochecer, es decir, a los fenómenos atmosféricos: amanecer, amanecido, anochecer, anublar, claridad, claro, crepúsculo, esclarecer, esconder, nacer, nadir del Sol, oscurecer, oscuridad, puridad, refracción, salir el Sol, turbio, vespertino. 19.º El perteneciente a los colores: bermejo, blanco, carmesí, celeste, cerúleo, colorado, encarnado, encendido, negro, pardo, rojo, rosa, rúbeo, verde, verdinegro. 20.º El atinente a la bajamar, pleamar, creciente, fenómenos marítimos: acceso, bajamar, creciente, crecimiento, cuarto, cuerno, flujo, inundación, jusente, lleno, mar alta, marea, menguante, menguar, montante, nacer, pleamar, pleno, receso, reflujo, vaciante. 21.º El referente a los eclipses, eclipsado, aumentar, disminuir, adelgazar...: acrecentamiento, acrecentar, adelgazar, aumentar, crecer, crecimiento, decrecer, decrecimiento, desmenguar, disminución, disminuir, eclipsado, eclipsar, engrosar, entrar, entreposición, estacionario, general, helíaco, inchente, interponerse, interposición, llena, menguante, menguar, neomenia, novilunio, ocultación, ocultar, oposición, oprimir, opuesto, orto, panselino, parcial, particular, plenilunio, ponerse, postura, retrógrado, salir, tapar, tardacurso, tardo, total, trino, universal, veloz. 22.º El relativo a abajar, bajar, subir, elevar, breve, corto, altura, ancho…: abajar, alargar, altitud, alto, altor, altura, alzar, ancho, anchor, anchura, ascender, ascensión, ascensional, bajar, bajo, breve, brevedad, caer, corto, craso, cumplido, cumplir, delgado, descender, descensión, elevación, elevado, elevar,

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escaso, espacioso, esparcido, esparcir, estrecho, extender, extendido, extenso, flaco, fondo, gordo, grande, grosor, grueso, guindar, hondable, hondo, hondura, ingente, largo, largura, latitud, levantar, llano, longitud, longor, longura, menor, planero, plano, profundidad, profundo, somo, subir, sumidad, supremo. 23.º El concerniente a coger, tener, aferrar, sostener…: aferrar, amarrado, amarrar, coger, pender, retener, retenido, soldar, soltar, sostener, sujeción, sujetar, sustentar, tiramollar, tirar, uñir. 24.º El perteneciente a caminar, navegar, llegar, alcanzar, atajar, salir, correr: alcanzar, allegado, allegar, alongado, apartamiento, apartarse, arribar, arrimarse, atajar, caminar, camino, correr, costear, cruzar, curso, decaer, decaimiento, declinar, demandar, demorar, derrota, desabarcar, desembocar, desnordestear, desviar, discurrir, doblar, embocar, encallar, engolfado, engolfarse, enmendar, entrada, entrar, gobernar, gribar, guiar, guiñar, huir, ida, ir, jubertar, mareaje ‘navegación’, marear, naufragar, navegación, navegar, pairar, parar, partida, partir, perderse, posar, proejar, propincuidad, propincuo, recorrer, remar, retornar, retraer, revolver, rodear, rodeo, salida, salir, socaire, surgir, tocar, tomar, torcer, tornar, traer, trocar, varar, venir, viaje, virar, voltejar, volver, vuelta, zabordar, zozobrar. 25.º El relativo a los adjetivos blando, duro, fuerte, grave, sólido, macizo: blando, dureza, duro, fornido, fortaleza, fortísimo, forzoso, fuerte, fuerza, furioso, grave, gravedad, ímpetu, intenso, ligero, liviano, macizo, muelle, pesado, peso, plando, pleno, raso, recio, remiso, simple, sólido, temple, tiesto, túmido. 26.º El atinente a calentar, enfriar, caliente, frío, templado: calentar, cálido, calor, caluroso, congelación, congelado, congelar, enfriar, escalentar, ferviente, fresco, frescor, frescura, frialdad, frigidísimo, frígido, frío, fuego, humedad, humedecer, húmedo, inflamado, lumbre, quemante, quemar, relucir, relumbrar, resplandecer, resplandor, reverberación, seco, sequedad, soplar, temperatísimo, templadamente, templado, templar, tórrido, tostado. 27.º El concerniente a formas como cóncavo, convexo, concavidad, oblicuo, recto, torcido: concavidad, cóncavo, convexidad, convexo, oblicuo, obtuso, ochavado, orbicularmente, ortogonal, rectamente, rectitud, recto, torcido, tuerto. 28.º El perteneciente a cuadrado, cuadrángulo, redondo…: circular, círculo, circunferencia, cuadrado, cuadrangular, cuadrángulo, cuadro ‘rectángulo’, deforme, diámetro, disforme, esférico, geométrico, intersecado, intersecarse, intersección, irregular, isoperímetro, oval, piramidal, pirámide, redonda, redondez, redondo, semicírculo, semidiámetro, sólido, triangulado, triangular, triángulo, trilátero. 29.º El atinente a las monedas: corona, ducado, peso, real, talento. 30.º El relativo a la vestimenta, a las telas: bonete, calza, capa, cendal, guante, hilo, jubón, sayo.

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31.º El concerniente a los tributos, los sueldos, las contribuciones: alcabala, capitulación, comisión, costa, diezmo, grumetaje, martiniega, partido, pecho, soldada, subsidio, tributo, vectigal. 32.º El perteneciente a los gentilicios, pueblos, razas: abisario, abulense, africano, alárabe, argivo, ario, ateniense, batriano, bretón, caldeo, carmanio, cartaginés, castellano, chino, corintio, dacio, egipcio, epirota, español, etíope, etrusco, flamenco, francés, gallego, genovés, godo, griego, hebreo, hispano, holandés, húngaro, ibero, idumeo, indio, inglés, italiano, judío, latino, masageta, moabita, moro, nabateo, parto, peloponense, persa, portugués, romano, saduceo, sármata, siciliano, sogdiano, suevo, tártaro, tirreno, turco, umbro, veneciano, vizcaíno. 33.º El relativo a la geografía e hidrografía: abismo, abra, acantilado, agua, ancón, angla, antidiarodos, archipiélago, arrecife, arroyo, bahía, baja, bajío, balsa, banco, barra, barranca, boca, brazo, broa, cabeza, cabo, cachopo, canal, carrero, celaje, cerrazón, cima, ciudad, clima, comarca, compuerta, cordillera, costa, cueva, culata, cumbre, demarcación, desierto, diaboristenes, diluvio, dique, ensenada, entrada, espuma, estado, estanque, estela, estrecho de mar, falda, farallón, fosa, freo, fuente, globo, golfo, gurupada, hemisferio, herradura, horizonte, hoz, isla, isleo, isleta, islote, istmo, jobenta, lago, laguna, laja, lengua, llanura, lomada, manga, mar, marítimo, meridiano, metrópoli, mina, mogote, montaña, montañeta, monte, mota, muelle, mundo, nación, oceánico, océano, ola, onda, orbe, orilla, ostial, paraje, patria, península, peña, peñasco, picacho, pico, piélago, placel, plaga, playa, polo, pozo, promontorio, provincia, punta, puntal, punto, quebrada, recuesta, región, república, restinga, reventadero, riachuelo, ría, ribera, río, roque, roquedo, sabana, secano, selva, seno, serranía, serrezuela, sierra, sillada, sirte, sonda, surgidero, tenedero, terrestre, teta, tierra, trópico, universo, vado, valle, vertiente, veta, villa, zona. No todos los grupos son iguales y cada uno ha sido tratado de forma individualizada según sus características y su importancia e interés dentro del Diccionario de la navegación. No es lo mismo la utilidad que puedan tener los colores que el apartado relativo a los eclipses, a los vientos, a los fenómenos marítimos y atmosféricos, etc. Por otro lado, algunos vocablos no forman parte solo de un campo semántico, ya que tienen cabida en varios, como son los casos de cabeza, ciudad, metrópoli, nación, patria, provincia, región, república, villa o zona, que pueden pertenecer a la administración y al derecho, y también a la geografía. Igual para palabras como antidiameroes, antidiarodos, celaje, cerrazón, clima, diaboristenes, dialejandros, diarifeos, diasienes, gurupada, plaga… concernientes a la

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geografía y a los fenómenos atmosféricos y climatológicos. En estos casos, se han agrupado en el campo en el que había otros términos semejantes con el fin de definirlos del mismo modo. Sin embargo, como puede comprobarse, las diferentes acepciones no se integran en el mismo campo semántico; por lo tanto, no es suficiente para poder definir el léxico del mismo modo y de forma rigurosa organizar el vocabulario en campos asociativos, sino que también, aunque no pertenezcan al mismo campo semántico, hay que reunir en el mismo grupo las palabras que puedan tener definiciones semejantes como las anteriores o como norte, sur, este, oeste con las siguientes acepciones: norte ‘hemisferio norte’, ‘polo ártico’, ‘punto cardinal opuesto al sur’, ‘región o lugar situado al norte’ o ‘zona o lugar que está al norte de otro’ y sur ‘hemisferio sur’, ‘polo antártico’, ‘punto cardinal opuesto al norte’, ‘región o lugar situado hacia el sur’, ‘zona o lugar que está al sur de otro’ concernientes al grupo de términos geográficos frente a norte ‘rumbo norte’ y sur ‘rumbo sur’ que corresponden al campo relacionado con la táctica naval y pilotaje, y norte ‘viento que viene del norte’ y sur ‘viento que viene del sur’ que competen a los estados y fenómenos atmosféricos, vientos, etc. Un caso más complejo es el campo denominado “vientos”, ya que en un término como austral, que posee varias acepciones, se podría haber llevado cada significación a un campo asociativo diferente; por ejemplo, austral ‘del sur: referido a los signos del Zodiaco’, ‘del sur: referido a uno de los extremos de la Luna’ y ‘la del sur: referido a la esfera celeste’, se debería haber introducido en el campo de la astronomía, mientras que austral ‘del sur: referido a la zona comprendida entre el círculo antártico y el polo antártico’, ‘del sur: referido a los que habitan en esa zona’ y ‘del sur: referido a uno de los dos polos del mundo’ corresponden a la geografía; por último, la acepción de ‘viento que viene del sur’ concierne a los fenómenos atmosféricos; sin embargo, hemos preferido dejar un solo campo, que hemos llamado “vientos, rumbos…”, al ser un grupo muy importante para la navegación y pertenecer a él un gran número de palabras. De esta forma, el término austral se controla desde un solo campo para tener una visión de conjunto de esta entrada y definirla de manera similar en todos sus significados. 4. Estudio de algunos campos semánticos De los numerosos tratados referidos a navegación, astronomía, cosmografía y geografía que se escribieron durante el siglo xvi, me propongo en esta ocasión mostrar dentro del léxico de la navegación dos campos que considero representativos del mismo. En este análisis he dispuesto varios apartados que me permiten

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establecer la delimitación de los campos semánticos y su diversidad tanto en lo referente al número de palabras que contienen como al comportamiento de cada escritor respecto a estos campos. En los textos de Chaves, Medina, Cortés, Moya, Escalante y García de Palacio, se tratan los temas que acabo de citar, pero por lo expuesto en cada una de sus obras de manera diferente, lo que presupone la utilización de un vocabulario distinto o al menos con matizaciones diversas. Considero que en esta etapa de mi estudio no resulta precipitado dejar sentado que las obras de Escalante, Chaves y García de Palacio son sin duda las más fecundas en cuanto a léxico náutico; pero en el campo de los “vientos y rumbos”, Escalante, Chaves y Cortés son los escritores más prolíficos, y resultado parecido se observa en el campo que se ha denominado “amanecer, anochecer, claro, oscuro, salir el Sol, salir la Luna”, pues son estos tres últimos los más productivos. En cuanto a los campos de topónimos e hidrónimos, nombres de costas y puertos, orónimos, etc., están pertinentemente representados en Enciso y Poza, y también en Chaves. 4.1. Así, si comparamos algunos de los campos de la navegación contenidos en cuatro de los autores seleccionados, Chaves, Cortés, Escalante y García de Palacio, se comprueba, por una parte, que el último citado presenta en su Instrucción náutica un escaso número de términos en el campo de “amanecer y oscurecer, salir el Sol, salir la Luna”, con 11 vocablos distintos; por otra parte, Chaves introduce unas 17 voces diferentes en su Quatri partitu en cosmographía práctica i por otro nombre llamado espeio de navegantes; 25 son los vocablos que se hallan en el Breve compendio de la sphera y de la arte de navegar, con nuevos instrumentos y reglas, exemplificado con muy subtiles demonstraciones de Cortés; y son 32 los encontrados en Escalante, en su Ytinerario de Navegación de los Mares y Tierras occidentales. Durante el siglo xvi los asuntos acerca de los fenómenos atmosféricos, así como aquellos aspectos relacionados con la sombra de la Tierra, la oscuridad, la luz…, suscitaban gran preocupación, ya que en aquel momento había que tener muy presente todos los hechos relacionados con la salida y la puesta del Sol y de la Luna, el amanecer, la claridad, la espesura, etc. La riqueza de un campo semántico en cada una de las obras redactadas por los escritores depende de dos parámetros al menos: por un lado, la extensión de cada texto y por otro, el tema principal del mismo. En el tratado de Palacio que versa sobre el pilotaje y la construcción de los barcos además de escribir sobre algunos aspectos relativos a la astronomía, no son abundantes los términos del primer campo analizado: “amanecer y oscurecer, salir el Sol, salir la Luna”. Por el contrario, el Ytinerario de Escalante es muy amplio y trata diversos aspectos de la navegación, entre ellos estudia con atención esta parcela léxica y es el autor más rico en este campo asociativo.

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Respecto a los vocablos específicos2 de cada texto, los resultados están en correlación con el número de vocablos utilizados en cada autor. Así, en Escalante figuran 17 voces que solo están registradas en él, en Cortés se encuentran 15 palabras y en Chaves, ocho; mientras que el tratado de Palacio, con dos términos propios, es muy pobre en ese campo semántico. En este grupo no hay vocablos prestados de otras lenguas; en cambio, son muy numerosos los cultismos: cristalino, diáfano, invisible, oscuro, oscuridad, perspicuidad, puro, umbra, variable, y hallo algún cultismo y neologismo: reflexión (1708, Tosca). Las voces clarón y vésper no están documentadas en el DECH. Llama la atención en este grupo la profusión y los matices de algunas voces como claridad, claro, clarón, espesado, espesar, espeso, espesura, o de las combinaciones preferentes: lumbre de agua, lumbre de la bitácula, lumbre de la nao (estas dos últimas solo se documentan en Escalante) y, en especial, sombra con sus formas complejas: sombra al norte, sombra al sur, sombra de la Tierra, sombra de la perpendicular, sombra piramidal y umbra con umbra media, umbra recta y umbra versa. aclarar ‘limpiar el cielo, disipar las nubes’: Ch // ‘clarear, amanecer‘: Es amanecer ‘comenzar a aparecer la luz del día’: Co, Es // ‘encontrarse en un lugar al aparecer la luz del día’ : Es al amanecer ‘al rayar el día’: Es amanecido ‘comenzado el día’: Ch anochecer ‘comenzar a faltar la luz del día’: Ch, Es, Pa // ‘encontrarse en un lugar al faltar la luz del día’: Ch, Co, Es, Pa. anochecido ‘finalizado el anochecer’: Ch, Es claridad ‘luz, fuego de Santelmo’: Co // ‘luz, luminosidad’: Es claro ‘limpio, transparente’: Co, Es clarón ‘claridad, resplandor’: Es cristalino ‘claro, transparente como el cristal: referido al agua’: Es diáfano ‘transparente, translúcido’: Co encender ‘incendiar, prender fuego’: Ch, Pa // ‘iniciar la llama de un fuego’:

Es // ‘iniciar la llama: referido al fuego de Santelmo’: Co encendido ‘que está ardiendo’: Ch, Es, Pa encubrir ‘ocultar, tapar’: Co, Es enrocado ‘tapado o escondido el Sol: referido a las señales atmosféricas’: Es esclarecer ‘clarear, comenzar a amanecer’: Es espejado ‘despejado, claro y limpio: referido al firmamento’: Es espesado ‘condensado, densificado’: Co espesar ‘condensar, densificar’: Co espeso ‘denso, frondoso’: Ch, Es espesura ‘densidad, pesantez’: Es invisible ‘que no se puede ver’ Co, Pa limpio ‘claro, nítido’: Es lumbre de agua: Ch, Es, Pa lumbre de la bitácula: Es lumbre de la nao: Es luz ‘claridad, iluminación’: Co, Es // ‘llama, fuego de Santelmo’: Co, Es //

  Cuando me refiero a vocablos específicos, quiero decir que esas voces solo se encuentran registradas en ese autor. 2

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‘objeto cuya llama sirve para alumbrar’: Pa // ‘radiación que puede ser percibida por el ojo humano y hace visibles los objetos’: Ch oscuridad ‘carencia de luz’: Es oscuro ‘ennegrecido, de color cercano al negro’: Pa perspicuidad ‘transparencia, claridad’: Co puro ‘no adulterado, sin mezcla’: Co reflexión ‘efecto de reflejarse los rayos del Sol tras incidir sobre la Tierra’: Co salir del Sol ‘aparecer el Sol por el horizonte’: Ch, Co, Es, Pa salir la Luna ‘aparecer la Luna por el horizonte’: Es sombra ‘imagen oscura que proyecta un cuerpo opaco cuando intercepta los rayos directos de la luz’: Ch, Co, Es, Pa // ‘oscuridad, falta de luz producida por

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la interposición de la Tierra ante el Sol’: Co, Es sombra al norte: Es sombra al sur: Es, Pa sombra de la Tierra: Co sombra perpendicular: Co sombra piramidal: Co turbado ‘enturbiado: referido a las señales atmosféricas’: Ch turbio ‘denso y sucio: referido a la bruma’: Co // ‘sucio, sin claridad ni transparencia’: Co umbra ‘sombra proyectada: referida a la escala altímetra’: Ch umbra media: Ch umbra recta: Ch umbra versa: Ch variable ‘mudable en su posición: referido al nacimiento del Sol’: Co vésper ‘crepúsculo, fin del día’: Co

4.2. El campo relativo a los “vientos y rumbos” es mucho más abundante que el anterior en cuanto al número de términos, aunque, como luego veremos, según el contenido de cada texto varía el número de palabras, ya que Palacio, muy escaso en el apartado anterior, es más abundante en este campo, aunque en relación con los otros escritores sigue siendo el menos fecundo (en concreto, 63 voces); los textos de Chaves y de Cortés presentan un número parecido de vocablos (99 en Chaves y 96 en Cortés) y de nuevo es el texto de Escalante (con 133 palabras) el más productivo en todas las cuestiones relacionadas con los “vientos y rumbos”. Hay que considerar que los adelantos técnicos del siglo xxi no se corresponden con los del xvi ni los conocimientos atmosféricos eran los actuales, por lo que en aquel momento se hacía necesario tener muy presente las cuestiones relacionadas con las rutas, direcciones o rumbos, los vientos, las tormentas, etc.; por lo tanto, tuvieron gran relevancia estos aspectos, ya que en cierta medida se dependía de ellos. Así pues, los diferentes vientos y rumbos y una utilización adecuada de sus características eran tenidos muy en cuenta y analizados en las obras de los distintos autores. El texto que contiene más términos específicos referidos a los “vientos y rumbos” es el de Escalante, pues de 133 voces, 52 están solo usadas por él. Chaves y Cortés presentan un número similar: este tiene 96 y Chaves, 99 (en cambio, en los términos propios de cada uno, es más original Cortés con 29 vocablos frente

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a Chaves con 20). Por el contrario, la Instrucción náutica de García de Palacio es el tratado más parco con 63 vocablos y 16 específicos o propios de él. Conviene destacar que García de Palacio, aun presentando su obra menos palabras, es, en cambio, uno de los autores que emplea más términos neológicos. En este grupo de “rumbos y vientos” son escasos los vocablos prestados de otras lenguas, aunque encontremos algún catalanismo: tramontana; varios galicismos: este: tomado del francés, galerno; un italianismo: siroco; un americanismo: huracán; algún portuguesismo: virazón. Llama la atención, sin embargo, el amplio número de cultismos: austral, austro, aquilón, boreal, bóreas, cauro, meridional, oriental, septentrional, subsolano, temporal, ventoso, vulturno; y términos cuya documentación corresponde a los siglos xv y xvi, según los diccionarios consultados, son muy frecuentes en este apartado, como bonancible (viento): 1575, Marmolejo, boreal en Santillana, bóreas: s. xv, brisa: 1504, cauro en Mariana (1601), favonio ‘viento’ en Huerta (1626), viento galerno en Eugenio de Salazar, viento marero y viento terral: las primeros documentaciones son de Palacio y de Escalante, huracán en Fernández de Oviedo (1526), lebeche en López Tamarid (1585), travesía en Guevara, vendaval: 1519, Woodbr; otros más tardíos: gregal: 1708, Tosca, meridiano sustantivado, en 1727, turbonada en Academia (siglo xix), etc. Muchos vocablos, en concreto diferentes tipos de vientos, no figuran en el DECH: austro-áfrico, euro-austro, mestre ‘viento’, mijorno, mijorno-siroco, etc. áfrico ‘ábrego, viento que viene del sudoeste o del sur’: Co aquilón ‘viento que viene del norte’: Co aquilonal ‘boreal, viento que viene del norte’: Co austral ‘viento que viene del sur’: Pa austro ‘viento que viene del sur’: Co austro-áfrico ‘viento que viene del sudsudoeste’: Co boreal ‘viento que viene del norte’: Co, Pa bóreas ‘viento que viene del norte o del nornordeste’: Ch brisa ‘viento que viene del nordeste, contrapuesto al vendaval’: Es, Pa cauro* ‘viento que viene del noroeste’: Co cierzo ‘viento que viene del nornordeste o del nornoroeste’: Co Cuarta ‘cada uno de los 32 vientos o

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rumbos en que se divide la rosa náutica’: Ch, Co, Es, Pal cuarta de este: Es cuarta de este oeste: Es cuarta del nordeste: Ch, Es cuarta del nordeste sudoeste: Es cuarta del noroeste: Ch cuarta de noroeste sudeste: Es cuarta al oeste: Ch, Es cuarta del sudeste: Ch cuarta del sudoeste: Ch cuarta de viento: Ch, Co, Es media cuarta: Ch, Co, Es, Pa primera cuarta: Pa quinta cuarta: Pa segunda cuarta: Pa cuarto ‘cada una de las 32 partes de la rosa náutica que corresponde a un rumbo o viento’: Pa cuarto de viento: Co

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este ‘rumbo este’: Ch, Co, Es, Pa este ‘viento o rumbo este’: Ch, Co, Es, Pa este ‘viento que viene del este’: Co, Es este cuarta al nordeste: Ch, Co, Es, Pa este cuarta al noroeste*: Ch este cuarta al sudeste: Ch, Co, Es este cuarta al sudoeste*: Ch este oeste: Ch, Co, Es, Pa este sudeste*: Ch euro ‘viento que viene del este o del sudeste’: Co euro-austro ‘viento que viene del sudeste’: Co favonio ‘viento que viene de poniente’: Co furia del viento: Es, Pa galerno* ‘viento que viene del nordeste’: Pa gregal* ‘viento que viene del nordeste’: Co griego y tramontana* ‘viento que viene del nordeste’: Co huracán ‘viento impetuoso y violento’: Es, Pa lebeche* ‘viento que viene del sudoeste’: Co lesnordeste ‘rumbo intermedio entre el este y el nordeste’: Ch, Co, Es lesnordeste ‘viento o rumbo lesnordeste’: Ch, Co // ‘viento que viene del lesnordeste’*: Es lesnordeste oesudoeste*: Es lesueste ‘rumbo intermedio entre el este y el sudeste’: Ch, Es // ‘viento o rumbo lesueste’: Ch, Co // ‘viento que viene del lesueste’*: Es lesueste oesnoroeste*: Es levante ‘viento que viene del este’: Co, Es leveig* ‘viento que viene del sudoeste’: Co meridiano ‘viento que viene del sur’: Co

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meridional ‘viento que viene del sur’: Co, Es mestre* ‘viento que viene del noroeste’: Co mijorno* ‘viento que viene del sur o del sudoeste’’: Co mijorno-siroco* ‘viento que viene del sudsudeste’: Co nordeste ‘rumbo intermedio entre el norte y el este’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento o rumbo nordeste’: Ch, Co, Pa // ‘viento que viene del nordeste’: Es nordeste cuarta al este: Ch, Co, Es nordeste cuarta al norte: Ch, Co, Es nordeste cuarta al oeste*: Ch nordeste sudeste: Ch, Es nordeste sudoeste: Ch, Co, Es, Pa nornordeste ‘rumbo intermedio entre el norte y el nordeste’: Ch, Es // ‘viento o rumbo nornordeste’: Ch, Co // ‘viento que viene del nornordeste’: Es nornordeste sudsudeste: Es nornordeste sudsudoeste: Ch, Es nornoroeste ‘rumbo intermedio entre el norte y el noroeste’: Ch, Es // ‘viento o rumbo nornoroeste’: Ch, Co // ‘viento que viene del nornoroeste’*: Es // nornoroeste sudsudeste*: Es noroeste ‘rumbo intermedio entre el norte y el oeste’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento o rumbo noroeste’: Ch, Co, Pa // ‘viento que viene del noroeste’*: Es noroeste cuarta al norte: Ch, Co, Es noroeste cuarta al oeste: Ch, Co, Es noroeste sudeste: Ch, Co, Es, Pa noroeste sudoeste*: Pa norte ‘rumbo norte’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento o rumbo norte’: Ch, Es, Pa ‘viento que viene del norte’: Co, Es nortes ‘vientos, temporales’: Ch, Es norte cuarta al nordeste: Ch, Co, Es norte cuarta al noroeste: Ch, Co, Es norte sur: Ch, Co, Es, Pa oesnoroeste ‘rumbo intermedio entre el

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oeste y el noroeste’: Ch, Es // ‘viento o rumbo oesnoroeste’: Ch, Co, // ‘viento que viene del oesnoroeste’*: Es oesnoroete lesueste: Es oeste ‘rumbo oeste’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento o rumbo oeste’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento que viene del oeste’: Co, Es oeste cuarta al noroeste: Ch, Co, Es oeste cuarta al sudoeste: Ch, Co, Es oeste noroeste*: Ch oeste sudoeste: Ch oesudoeste ‘rumbo intermedio entre el oeste y el sudoeste’: Ch, Es // ‘viento o rumbo oesudoeste’: Ch, Co // ‘viento que viene del oesudoeste’: Es oesudoeste lesnordeste: Es oriental* ‘viento que viene de oriente’: Es poniente ‘rumbo oeste’: Ch // ‘viento que viene del oeste’: Co, Es septentrional ‘boreal, viento que viene del norte’: Co siroco* ‘viento que viene del sudeste’: Co subsolano ‘viento que viene de levante’: Co sudeste ‘rumbo intermedio entre el sur y el este’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento o rumbo sudeste’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento que viene del sudeste’: Es sudeste cuarta al este: Ch, Co, Es sudeste cuarta al sur: Ch, Co, Es sudeste noroeste*: Co sudoeste ‘rumbo intermedio entre el sur y el oeste’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento o rumbo sudoeste’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento que viene del sudoeste’: Es sudoeste cuarta al oeste: Ch, Co, Es sudoeste cuarta al sur: Ch, Co, Es sudoeste oesudoeste: Es sudoeste sudsudoeste: Es sudsudeste ‘rumbo intermedio entre el sur y el sudeste’: Ch, Es // ‘viento o rumbo sudsudeste’: Ch, Co

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sudsudeste nornoroeste: Es sudsudoeste ‘rumbo intermedio entre el sur y el sudoeste’: Ch, Es // ‘viento o rumbo sudsudoeste’: Ch, Co sudsudoeste nornordeste: Es sur ‘rumbo sur’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento o rumbo sur’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento que viene del sur’: Ch, Co, Es // ‘vientos que vienen del sur’: Ch sur cuarta al sudeste: Ch, Co, Es sur cuarta al sudoeste: Ch, Co, Es sur sudeste*: Ch sur sudsudeste: Es sur sudsudoeste: Es terral ‘viento’: Es, Pa tiempo ‘viento’: Ch, Co, Es, Pa // ‘viento o temporal’: Ch, Es tramontana ‘viento que viene del nornoroeste’: Co vendaval ‘viento fuerte que viene del sudoeste o del sur’: Ch, Es venir el viento: Ch, Pa ventar ‘soplar el viento’: Ch, Co, Es, Pa ventoso* ‘abundante en vientos’: Ch viento ‘corriente de aire producida en la atmósfera’: Ch, Co, Es, Pa // ‘rumbo o dirección del viento representado en la rosa náutica’: Ch, Co, Es, Pa // ‘rumbo, dirección por la que se navega’: Co, Es contra el viento: Ch, Pa // contraviento: Es galerno viento*: Pa impetuoso viento*: Co viento a popa: Es viento austral: Ch, Pa viento austro: Ch, Co viento bonancible*: Es, Pa viento bóreas*: Ch viento brisa*: Es, Pa viento cardinal: Co viento cerrado: Es viento cierço: Ch viento contrario: Ch, Es, Pa viento de agua*: Co

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viento del invierno: Es viento en popa: Ch, Pa viento entero: Co, Es viento escaso*: Es, Pa // escaso viento*: Pa viento este*: Pa viento este lesueste: Es viento forzoso: Es viento furioso: Es // furioso viento: Es viento general: Es viento húmedo*: Ch viento invernizo*: Ch viento largo*: Es, Pa // largo viento*: Pa viento largo vendaval: Es viento general: Es viento levante: Co, Es viento marero: Es // marero viento*: Pa viento medio*: Pa // medio viento: Ch, Co, Es, Pa viento natural: Es viento nordeste*: Co viento nordeste sudoeste: Es viento noroeste*: Pa viento noroeste nornoroeste: Es

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viento norte*: Es viento norte sur: Es viento occidental: Ch viento oeste*: Pa viento oeste oesudoeste: Es viento oriental: Es viento principal: Ch, Co, Es, Pa viento recio: Ch viento seco*: Ch, Es viento seguro: Es viento septentrional: Ch, Es viento sudeste*: Es, Pa viento sudoeste*: Es, Pa viento sur: Pa viento tempestuoso: Ch, Co viento terral: Es viento travesía: Es viento travesío: Es viento vendaval: Es virazón* ‘viento que viene del mar durante el día y que alterna con el terral que sopla de noche’: Es, Pa vulturno ‘viento que viene de levante’: Co

5. A modo de conclusión El resultado del cómputo, en cuanto al número de vocablos utilizado por cada autor, es el siguiente: AUTORES

Aclarar/Oscu- Vientos/Rum- Vientos/Rumbos + Aclarar/ Vientos/RumVientos/ bos + Aclarar/ Aclarar/Oscurecer recer bos OscureRumbos TÉRMINOS Oscurecer TÉRMINOS TÉRMINOS cer TOTAL ESPECÍFICOS TOTAL TOTAL ESPECÍFICOS ESPECÍFICOS

Chaves

99

17

20

8

116

28

Escalante

133

32

52

17

165

69

Cortés

96

25

29

15

121

44

García de Palacios

63

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2

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5.1. El léxico que presenta cada uno de ellos refleja la diversidad de los temas tratados en estos textos. La obra de Escalante es la más completa y le siguen de cerca los textos de Cortés y Chaves en el sentido de que, al tratar cuestiones como son los vientos, los rumbos, el amanecer, el oscurecer, etc., permiten determinar que el vocabulario de los dos grupos o campos léxicos señalados está bien representado; en cambio, el libro de García de Palacio, al ser un tratado sobre pilotaje, construcción de barcos, instrumentos, etc., no es pródigo en estos campos, pero sí analiza otros aspectos de la navegación como son los fenómenos marítimos con 138 palabras y la astronomía con 183 voces. Respecto a los términos específicos o solo empleados por cada cosmógrafo, es Escalante el más original con 69 términos, de los que 52 pertenecen a los “vientos y rumbos”. Su obra es muy rigurosa en ese campo y por ello hace uso de numerosos tecnicismos de este ámbito. 5.2. En español, muchos términos de la náutica son préstamos que proceden de lenguas como el catalán, el francés y el italiano. Estos extranjerismos se encuentran en el grupo de los “vientos y rumbos”, es decir, en las voces propias de la náutica, como tramontana, este, galerno, siroco, huracán, virazón, etc.; en el apartado de los “fenómenos atmosféricos” y “crepúsculo”, esto es, “oscurecer y amanecer”, no hallamos catalanismos o galicismos y, sin embargo, son más frecuentes las voces cultas, como cristalino, diáfano, invisible, oscuro, oscuridad, perspicuidad, puro, umbra, etc., lo mismo que en el campo de los “vientos”, en donde también figuran muchos cultismos: austro, aquilón, boreal, cauro, meridional, oriental, septentrional, subsolano, temporal, ventoso, vulturno… 5.3. Lo que muestran esos textos de la náutica es la importancia que los tipos de vientos y los rumbos tenían en los siglos xv y xvi y cómo se navegaba teniendo en cuenta la salida del Sol y de la Luna, el aspecto que tuviere el amanecer y el oscurecer, además de que en aquel período el modo de navegar no tenía nada que ver con el actual, pues para ellos eran imprescindibles las formas y aspectos de la Luna, el Sol o las tablas astronómicas referidas a las latitudes. Referencias bibliográficas Chaves, Alonso de (1537-1538): Quatri partitu en cosmographía práctica i por otro nombre llamado espeio de navegantes (Biblioteca Nacional de Madrid, 9/2792). Corominas, Joan/Pascual, José Antonio (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, 6 vols. Madrid: Gredos. Cortés de Albacar, Martín (1545-1551): Breve compendio de la sphera y de la arte de navegar, con nuevos instrumentos y reglas, exemplificado con muy subtiles demons-

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traciones. Sevilla: Impresor Antón Álvarez (Biblioteca Nacional de Madrid, D683, 2104). Dech: Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Véase Corominas/Pascual. Escalante de Mendoza, Juan (1575): Ytinerario de navegación de los mares y tierras occidentales. Fernández Sevilla, Julio (1974): Problemas de lexicografía actual. Bogotá: Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo. García de Palacio, Diego (1587): Instrución náuthica para el buen uso y regimiento de las naos, su traça y govierno conforme a la altura de México. Ciudad de México: Casa de Pedro Ocharte (Biblioteca del Museo Naval. C-F 136). García-Macho, M.ª Lourdes (2007a): “LÉNESO: Diccionario de la navegación”, en M. Corradini, Sofia y Blanca Periñán (eds.): Giornate di Studio di Lessicografia romanza. Il linguaggio scientifico e tecnico (medico, botanico, farmaceutico e nautico) fra Medioevo e Rinascimento. Pisa: Edizioni ETS (Collana di memorie e atti di convegni), pp. 75-92. — (2007b): “El vocabulario marítimo y las expresiones relacionadas con el mar en algunos textos del xv al xvi”, en Cuadernos del CEMYR 15, La Laguna: Universidad de La Laguna, pp. 109-128. — (2014): “Unidades fraseológicas o lexías en un diccionario técnico”, en Rivista di Filologia e Letterature Ispaniche, XVII, pp. 237-260. — (2016): El Léxico de astronomía y navegación en Martín Cortés de Albacar. A Coruña: Universidad da Coruña (Anexos de Revista de Lexicografía). García-Page, Mario (2008): Introducción a la fraseología española. Rubí (Barcelona): Anthropos. González, Francisco José (1992): Astronomía y navegación en España siglos xvi-xvii. Madrid: Mapfre. O’Scanlan, Timoteo (1974): Diccionario marítimo español. Madrid: Museo Naval. Real Academia Española (1979 [1726-1739]): Diccionario de Autoridades, 3 vols. Madrid: Gredos. — (2014): Diccionario de la lengua española, 23.ª ed. Madrid: Espasa. Vernet Ginés, Juan (1975): Historia de la ciencia española. Madrid: Instituto de España/ Artes Gráficas Soler.

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GRAMATICALIZACIÓN Y LEXICALIZACIÓN DE LOCUCIONES CONJUNTIVAS Y CONECTORES ILATIVOS A PARTIR DE CLÁUSULAS CONSECUTIVAS * José Luis Girón Alconchel Catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid

1. Introducción Las locuciones ilativas de manera que, de forma que, de modo que y de suerte que son productos de la gramaticalización de las locuciones adverbiales elativas de manera, de modo, de forma, de suerte, las cuales se interrelacionan con la cláusula introducida por que en las construcciones consecutivas (Álvarez Menéndez 1999: 3741). El objetivo de este estudio es analizar el origen, la forma y las funciones de estas locuciones en un corpus extraído del CREA en la versión anotada con dos fines principales: 1. Comprobar que la gramaticalización y lexicalización (Lehmann 2002; Girón Alconchel 2008) de la locución ilativa es todavía hoy un proceso no concluido y que, por tanto, coexisten locuciones adverbiales que funcionan como adjuntos elativos en construcciones consecutivas (la construcción fuente de la gramaticalización o construcción desinente) y locuciones ilativas (los morfemas resultantes de la gramaticalización o construcción emergente). Unas y otras construcciones, en determinados contextos en los que la presencia del subjuntivo en la segunda cláusula es determinante, evolucionan a locuciones consecutivo-finales y locuciones finales. Como consecuencia de esta gramaticalización en marcha, no concluida, se obtienen en los textos construcciones polisémicas, que solo factores pragmáticos nos permiten interpretar como consecutivas o consecutivas-finales, o como ilativas o finales. 2. Identificar y jerarquizar los factores que en la lengua escrita de nuestro tiempo determinan, respectivamente, las construcciones consecutivas, consecutivas-finales, ilativas y finales. *   Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación PID2020-112605GB-I00, Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PROLEGRAMES), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.

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Además de esta introducción (§ 1), el estudio consta de una exposición de la gramaticalización de estas locuciones y de las relaciones interoracionales y supraoracionales que establecen (§ 2); de una somera presentación del corpus y de sus aspectos cuantitativos más importantes (§ 3), seguida del análisis de las construcciones con representación gráfica de la pausa entre sus dos miembros (§  4) y de aquellas otras sin representación gráfica (§ 5). Y concluye con unas conclusiones (§ 6). 2. La gramaticalización de adjuntos elativos de manera como locuciones adverbiales, locuciones ilativas y locuciones finales El concepto de gramaticalización ya se ha empleado para explicar el origen y la evolución de las locuciones ilativas a partir de las consecutivas (Narbona Jiménez 1978 y con planteamientos más generales, 1989 y 1990; Bartol Hernández 1986; Manzano Rovira 2011). Pero en este trabajo, siguiendo planteamientos iniciales de Girón Alconchel (2011 y 2014), entenderemos la gramaticalización no solo en el sentido clásico de creación de gramática a partir del discurso (Lehmann 2002), sino también en el sentido de “creatividad gramatical”, que implica usar la gramática ya existente de un modo nuevo, lo que, en última instancia, nos conduce a la creación de nueva gramática (Heine/Kuteva 2007: 15-16). El comienzo del proceso de gramaticalización se observa desde los primeros textos castellanos. El primer cambio consiste en una “lexicalización débil” (Girón Alconchel 2008): en un sintagma preposicional del tipo [en ~ por ~ de] [guisa ~ manera, etc.] con función de complemento circunstancial o adjunto de manera se fija la preposición de, que alternaba con en y por, y el sustantivo pierde determinantes y adjetivos. A partir de esta lexicalización débil el adjunto se convierte por gramaticalización en la locución adverbial de manera. Como se puede observar en (2b), todavía en algunos textos contemporáneos hay indicio de que esta alternancia duró mucho tiempo, lo que testimonia la extraordinaria lentitud del proceso y su naturaleza secular. La nueva locución adverbial se suele situar junto al verbo al que complementa y entre ella y la conjunción consecutiva que se intercala una secuencia de la cláusula. El segundo cambio consiste en que esa estructura discontinua, [locución adverbial + segmento de cláusula + que] pierde variabilidad sintáctica y se transforma en continua [locución adverbial + que]. Las estructuras discontinuas se documentan en la prosa alfonsí y antes (Bartol Hernández 1986); y, según Espinosa Elorza (2010: 365-36), comienzan a decaer a partir del siglo xiv “y ya no existen prácticamente en La Celestina”. Pero ese “prácticamente” es una negación atenuada y pone el dedo en la llaga de la lentitud

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plurisecular del proceso de gramaticalización, porque se pueden encontrar estructuras discontinuas, por lo menos en 1684, en 1725 y todavía en 2001: (1) a. […] cuya noticia irritó de suerte a Motezuma, que propuso juntar sus fuerzas y salir personalmente a castigar este delito de los zempoales (Solís, Historia de la conquista de México, en Girón Alconchel 2014: 205). b. […] supo indisponer este príncipe de tal forma contra el duque de Montemar, que éste no tuvo más arbitrio que recogerse en sí mismo (Bacallar, Comentarios de la guerra de España e historia de su rey Phelipe V, en Girón Alconchel 2014: 201, n. 7). c. Se había entregado de tal forma, a la causa del secuestro, que mi padre me comentó esa noche que a pesar que dormían en camas separadas hace tantos años, había estado pendiente la noche anterior muy cerca de su puerta, ya que en la madrugada la oyó caminar desesperada por toda la casa (Espinosa, Fernán: Mi vida por un libro. Colombia: Editorial Impresos Josmar, 2001. CORPES XXI).

En tercer lugar, se va produciendo un cambio prosódico, a veces de difícil o imposible documentación en los textos antiguos y en los textos escritos modernos, pero real en la oralidad y necesario para dar cuenta del proceso, como sucede en otros cambios sintácticos (Espinosa Elorza 2010: 30, 35, 42; Ferrari et al. 2021). Las locuciones adverbiales elativas se articulan con una breve pausa y una inflexión de semianticadencia antes de que, [demanéra↑| ke], [defórma↑| ke] [demóδo↑| ke], “con lo que queda claramente marcado el carácter elativo del antecedente y se hace posible el desencadenamiento de la correlación consecutiva” (Bartol Hernández 1986: 81). En algunos textos del español clásico, e incluso contemporáneo, aún se refleja esta prosodia en la coma que se pone tras el sustantivo de manera: (2) a. No debía de llevar inquieto el ánimo con la incertidumbre del suceso, porque tenía dispuestas las cosas de manera, que aventuró poco en esta resolución (Solís, Historia de la conquista de México, en Girón Alconchel 2014: 206). b. He cumplido el primer mes en este rincón ardiente del Caribe y la cantidad de pormenores de toda una vida, han ido desfilando en forma incesante, que1 bien podría escribir otra historia, de la historia vivida en estos días (Espinosa, Fernán: Mi vida por un libro. Colombia. 2001. CORPES XXI).

En cuarto lugar, se produce un cambio motivado pragmáticamente por el reanálisis del oyente (Hansen 2021). El reanálisis desencadena el proceso de gramati1   Nótese que no solo hay coma delante de la conjunción consecutiva que; también el texto en español de América, pese a su modernidad, documenta que la expresión elativa es todavía un adjunto, no la locución adverbial producto de su gramaticalización, ya que no se ha fijado la preposición de y el sustantivo forma se acompaña de un adjetivo.

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calización de la locución adverbial como locución ilativa. El oyente interpreta las construcciones [demanéra↑| ke], [defórma↑| ke], [deswérte ↑| ke], [demóδo↑| ke] como nuevas locuciones, nuevos signos cuyos significante y significado cambian. Ahora las nuevas locuciones aparecen precedidas de una pausa –no siempre reflejada en la escritura– que indica que estas se han desvinculado sintácticamente del núcleo del predicado de la primera cláusula; que, por tanto, ya no es necesario que sean adecuadas al mismo y semánticamente compatibles con él; y que se han movido a la cabeza del segundo miembro de la construcción, lo que les permite funcionar no solo en la relación interoracional como locuciones ilativas, sino también en la relación supraoracional como conectores consecutivos de enunciados y unidades discursivas mayores, como el párrafo o el turno conversacional (RAE/ ASALE 2009: § 46.12l), alternando en esta función con conectores específicos como por tanto, en consecuencia, etc. El significado de las nuevas locuciones es exclusivamente marcar que lo que les sigue –cláusula, enunciado, párrafo o turno– es ‘consecuencia’ o ‘continuación’ u “opciones o soluciones naturales que se plantean a partir de la información que aporta” el primer miembro de la construcción (RAE/ASALE 2009: § 46.11o), ya sin ninguna idea elativa o encarecedora. A este significado de las nuevas locuciones le corresponden los nuevos significantes [demanérake], [defórmake], [deswérteke], [demóδoke], en los cuales las originales locuciones adverbiales de la construcción consecutiva han perdido la inflexión de semianticadencia y la breve pausa interna delante de la conjunción que, la cual, mediante el proceso de coalescencia, se ha convertido en una mero constituyente fonético de las nuevas locuciones. Así que las locuciones ilativas emergentes y las locuciones adverbiales elativas desinentes seguidas del que consecutivo son homógrafas, pero no homófonas. Los cambios que hemos descrito se pueden percibir como una “cadena de gramaticalización”: adjunto de manera > locución adverbial > locución conjuntiva. Una cadena de gramaticalización es el proceso interno de transformación de un signo fuente (un sintagma preposicional adjunto de manera) en un morfema (la locución adverbial elativa de una construcción consecutiva) y la transformación de este nuevo morfema en otro nuevo (la locución conjuntiva en una construcción ilativa). Una cadena de gramaticalización es, pues, una categoría prototípica, un continuum categorial y diacrónico entre un polo, una construcción fuente, y otro polo, la locución creada a partir de la fuente (Heine/Claudi/Hünnemeyer 1991: 221-222; Heine 1992). Un “canal de gramaticalización”, en cambio, es el proceso externo del signo que se gramaticaliza según la específica construcción lingüística en la que se halla. En el caso que nos ocupa, los canales de gramaticalización vienen determinados por el sintagma preposicional, por el hecho de que haya pausa o no pausa entre las dos cláusulas de la construcción y por que el verbo de la segunda cláusula vaya o

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no vaya en subjuntivo. Utilizando solo como ejemplo el sintagma preposicional de manera, tendríamos los siguientes canales y cadenas de gramaticalización: 1. de manera + pausa + no subjuntivo: la cadena de gramaticalización es adjunto de manera > locución adverbial elativa > locución ilativa. 2. de manera + pausa + subjuntivo: la cadena es adjunto de manera > locución adverbial elativa > locución ilativa > locución final. 3. de manera + no pausa + no subjuntivo: la cadena es adjunto de manera > locución adverbial elativa. 4. de manera + no pausa + subjuntivo: la cadena es adjunto de manera > locución adverbial elativa >locución consecutiva-final > locución final. Estos cuatro canales se repiten con los sintagmas preposicionales de forma, de modo y de suerte. En total, dieciséis canales de gramaticalización y dos cadenas de gramaticalización: A) adjunto de manera > locución adverbial elativa >locución consecutiva-final. B) adjunto de manera > locución adverbial elativa > locución ilativa > locución final. La cadena de gramaticalización se caracteriza por el principio de “persistencia” y por la “estratificación paradigmática” (“layering”). De acuerdo con el principio de persistencia (Hopper/Traugott 2003: 96 y 121), algunos rasgos del significado de la construcción de origen o desinente son retenidos por la construcción resultante o emergente. En virtud de la estratificación paradigmática, las construcciones desinentes y emergentes están disponibles para desempeñar funciones similares o incluso idénticas (Hopper/Traugott 2003: 124-126). Por tanto, la cadena de gramaticalización produce construcciones polisémicas (Hopper/Traugott 2003: 3), las cuales dan lugar a la variación funcional y a interpretaciones ambiguas de los oyentes, que se resuelven pragmáticamente (Payrató 2021). Cada cadena de gramaticalización, como continuum categorial, implica que el proceso interno de cambio puede durar siglos sin acabar completamente y que, por tanto, en cada canal de gramaticalización coexisten la construcción desinente y la emergente. Así, en la cadena A) se solapan la construcción consecutiva (con las locuciones adverbiales elativas de manera, de forma, de modo, de suerte, seguidas del que consecutivo e indicativo) y la construcción consecutiva-final (con las mismas locuciones adverbiales elativas, seguidas del que consecutivo y subjuntivo). En la cadena B) coexisten la construcción ilativa (con las locuciones conjuntivas de manera que, de modo que, de forma que, de suerte que y el verbo en indicativo o imperativo) y la construcción final (con las mismas locuciones y el verbo en subjuntivo). Por otra parte, la polisemia de estas locuciones, consecuencia de la gramaticalización y lexicalización no concluidas, tiene repercusión en la categorización de los esquemas oracionales: subordinación o interordinación en el caso de las con-

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secutivas, las consecutivas-finales y las finales; interordinación o coordinación o relación supraoracional en el de las ilativas, puesto que las locuciones ilativas pueden funcionar también como conectores discursivos. Por eso la gramaticalización no concluida y las construcciones polisémicas que genera permiten también entender la “gramaticalización a través de las cláusulas” (Hopper/Traugott 2003: 175-211), es decir, entender que hay una cadena de gramaticalización de las relaciones interoracionales: coordinación > interordinación > subordinación, una cadena que, por el extremo de la coordinación se desplaza mediante variación funcional a las relaciones supraoracionales y por el de la subordinación a las relaciones intraoracionales (relaciones de argumentos y adjuntos). En este paradigma se explica mejor el continuum categorial de interordinadas ilativas-coordinadas ilativas-conectores discursivos consecutivos, por un extremo; y por otro, interordinadas-subordinadas consecutivas (Girón Alconchel 2011 y 2014). 3. El corpus. Aspectos cuantitativos Analizaremos un corpus extraído del CREA en la versión anotada, perteneciente a los años finales del siglo xx y primeros del xxi. Al banco de datos académico le hemos pedido las concordancias de las “conjunciones” de manera que, de forma que, de modo que y de suerte que. Y nos ha dado los resultados que se sintetizan en la tabla siguiente: Locución

Consecutiva

Ilativa

Total

Ind

Sbj

Total

Ind

Sbj

Imp

Trunc

Total

de manera que

52

116

168

664

63

2

1

730

898

de forma que

69

205

274

463

256

-

1

720

994

de modo que

40

93

133

734

113

12

4

863

996

de suerte que

17

13

30

189

21

-

-

210

240

Totales

178

427

605

2050

453

14

6

2523

3128

Tabla 1. Consecutivas e ilativas en el CREA. Versión anotada

La primera documentación –muy relativa– de cada locución, sea adverbial elativa o conjuntiva ilativa, es la siguiente: de manera que es la locución más antigua, documentada desde los primeros textos (Narbona Jiménez 1978; Bartol

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Hernández 1986). Según el CORDE, el primer de forma que es de 1478 e ilativo, y el primer de modo que, de 1499 y consecutivo, ambos algo más frecuentes en el español contemporáneo que de manera que. Finalmente, la locución menos frecuente en este español, de suerte que, la encontramos por primera vez, ilativa, en el anónimo Cancionero de obras de burlas provocantes a risa, compuesto aproximadamente entre 1445 y 1519. Es, pues, a lo largo del siglo xv cuando se van creando, sin duda inducidos por de manera que, los otros tres canales de gramaticalización. En nuestro corpus, como criterio general, hemos distinguido locuciones ilativas de adverbiales consecutivas por la existencia o no de una pausa –representada por el correspondiente signo ortográfico– entre las dos cláusulas de cada construcción, un criterio revisable, como veremos, porque la pausa representada puede ser larga o breve e incluso puede no estar representada. Por otra parte, la pausa representada por los signos iniciales y finales de paréntesis y guion no siempre tiene repercusión en el esquema sintáctico-semántico de estas construcciones. Con esta advertencia han de entenderse los números de la tabla. Dentro de cada construcción se atiende al verbo de la segunda cláusula o, en su caso, segundo enunciado. En las consecutivas este puede estar en indicativo (Ind) o en subjuntivo (Sbj). En las ilativas, además pueden aparecer el imperativo (Imp) y cláusulas truncadas (Trunc), sin verbo, reducidas casi siempre a la locución ilativa. Como se puede ver en la Tabla 1, sumando los valores consecutivo e ilativo, las locuciones más usadas a finales del siglo xx y primeros años del xxi son, de más a menos: de modo que (996 casos), de forma que (993), de manera que (898) y de suerte que (240). Esta última, “de muy amplio uso en el español clásico, es hoy más común en la lengua escrita que en la oral” y “se suele asociar con los registros idiomáticos más elevados en el español europeo, no tanto en el americano” (RAE/ASALE 2009: § 46.12b). Es también la locución que ofrece la frecuencia más alta en las construcciones ilativas (87,5 %), frente al 12,5 % en las consecutivas. Parece que una locución empieza a ser desusada cuando se acerca al final del proceso de gramaticalización, es decir, a la categoría de locución ilativa. La frecuencia de construcciones ilativas es también superior a la de consecutivas en las otras tres locuciones: de modo que (86,7 % de ilativas por 13,3 % de consecutivas); de manera que (81,2 % de ilativas por 18,8 % de consecutivas); de forma que (72,4 % de ilativas por 27,6 % de consecutivas). En suma, las cuatro locuciones son mayoritariamente locuciones conjuntivas ilativas. Quiere decir que el proceso de gramaticalización-lexicalización locución adverbial elativa en construcción consecutiva > locución conjuntiva en construcción ilativa está muy avanzado, aunque no ha concluido.

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Analicemos ahora el modo de la segunda cláusula, en primer lugar, en las construcciones consecutivas. Con la locución adverbial elativa de modo el subjuntivo aparece mayoritariamente (79 %); con de forma alcanza el 75 %; con de manera, el 69 %; y con de suerte, el 43 %. Estos porcentajes indican que de modo, de forma y de manera, seguidos de la conjunción que, se usan principalmente en la construcción consecutivo-final y, si hay pausa entre las dos cláusulas, en una construcción puramente final. En los textos medievales, para de manera que, Bartol Hernández (1986) distingue entre un uso consecutivo-final y uso exclusivamente final. En nuestros textos contemporáneos de modo que, de forma que y de manera que son locuciones consecutivo-finales, si no hay pausa entre las cláusulas, y locuciones finales, si la hay. Los porcentajes consignados indican que de modo que, de forma que y de manera que se están especializando claramente en las funciones de locución ilativa y locución final, con el consiguiente descenso de su empleo en las construcciones consecutivas de manera, las cuales son minoritarias en el español moderno (Alarcos Llorach 1994: 350-351). Por el contrario, de suerte, seguida de la conjunción que, es la locución adverbial elativa menos usada y la de un empleo más bajo con subjuntivo, lo que indica su muy escasa participación en las construcciones consecutivo-final y final, al tiempo que su especialización como pura locución adverbial consecutiva de manera. Si la construcción consecutiva de manera con el verbo en indicativo está en retirada en la lengua moderna, la locución adverbial de suerte que es su última bandera. En las construcciones ilativas el indicativo de la segunda cláusula o segundo enunciado es el modo más frecuente: 91 % con de manera que, 90 % con de suerte que, 85 % con de modo que y 64,3 % con de forma que. Sigue el subjuntivo en las construcciones que ya no son ilativas sino finales: 35,7 % con de forma que, 13 % con de modo que, 10 % con de suerte que y 9 % con de manera que. El modo imperativo puede aparecer en pequeña proporción solo con de modo que (1,4 %) y de manera que (0,3 %), lo que indica que estas locuciones ilativas funcionan plenamente como conectores discursivos en la relación supraoracional. Las locuciones ilativas de modo que, de forma que y de manera que pueden funcionar como cláusulas truncadas en un 0,1 %, 0,1 % y 0,5 %, respectivamente. 4. Construcciones con representación gráfica de la pausa entre sus dos miembros La mayoría de las gramáticas consideran la pausa delante de las locuciones el rasgo distintivo de la construcción ilativa frente a la consecutiva. La pausa significa que la locución se ha desvinculado sintáctica y semánticamente de la primera

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cláusula de la construcción y se ha vinculado a la segunda y, por tanto, manifiesta el cambio de locución adverbial elativa del primer predicado a locución ilativa introductora de la asegunda cláusula y, más allá en la cadena de gramaticalización, el cambio de locución ilativa a conector discursivo en la sintaxis supraoracional. Cuando analizamos textos escritos, el problema es la representación gráfica de la pausa. No cabe ninguna duda de que estamos ante una locución ilativa, cuando la pausa está representada por un signo que significa pausa larga: el punto, los puntos suspensivos, los dos puntos y el punto y coma. Los signos de guion y paréntesis, que encierran un inciso, pueden también, aunque no siempre, indicar una pausa larga y favorecer la interpretación ilativa. El punto y, con menor frecuencia, los dos puntos y el punto y coma, además, pueden dar lugar a que lo que sigue sea un enunciado, o sea, una unidad superior a la cláusula; en este caso la locución ilativa funciona como un conector discursivo y marca una relación supraoracional, lo mismo que cuando está situada al comienzo de párrafo o de turno de diálogo. En uno y otro contexto el conector discursivo consecutivo introduce enunciados de las distintas modalidades de la enunciación: declarativos, interrogativos, imperativos, exclamativos; incluso enunciados truncados y hasta secuencias de enunciados interrelacionados con coherencia y cohesión discursivas, o sea, unidades discursivas. 4.1. Pausa larga frente a pausa breve. Diferencias significativas Así pues, el comienzo de párrafo o turno de diálogo y la pausa larga señalan una relación supraoracional o una relación interoracional ilativa. En cambio, la pausa breve –marcada por la coma–, aunque normalmente indica relación ilativa, puede –con menor frecuencia– mostrar una relación interoracional consecutiva de manera. La coma, por tanto, no siempre es signo inequívoco de relación ilativa. La relación ilativa no es, por tanto, uniforme. Puede extenderse a la relación supraoracional de unidades discursivas y de enunciados; puede también ser una relación interoracional de interordinación prototípica o de interordinación marginal cercana a la coordinación. En estos casos las citadas locuciones fungen de locuciones conjuntivas ilativas. La frontera entre construcción ilativa y construcción consecutiva se hace muy permeable, con coma y sin coma, como veremos. Frente a la construcción ilativa, que varía entre la relación supraoracional y la interoracional, variable a su vez entre la subordinación y coordinación, la construcción consecutiva también presenta una relación interoracional de interordinación, pero próxima a la subordinación. En la construcción ilativa el segundo miembro está encabezado por las locuciones conjuntivas. En la construcción consecutiva las locuciones adverbiales de manera pertenecen al predicado de la primera cláusula y la conjunción que encabeza la segunda.

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El carácter de interordinación variable de las consecutivas e ilativas está favorecido por el hecho de que la gramaticalización y lexicalización de las locuciones adverbiales elativas seguidas de que como locuciones ilativas y como conectores discursivos no ha concluido. Todavía en nuestro corpus hemos encontrado un ejemplo en el que la locución ilativa –en función de conector consecutivo– está escindida por un vocativo: (3) ¡De manera, Señora Ama de Casa, que usted no ve lo que pasa en México, un país donde el promedio de ingresos no llega a los quinientos dólares anuales por habitante! (Paso, Fernando del, Palinuro de México [MÉXICO]. 1977).

La realización prosódica de esta construcción se aleja de [demanérake] y se queda más cerca de [demanéra↑| ke], la propia del eslabón anterior en la cadena de gramaticalización. El principio de persistencia y la estratificación paradigmática hacen posible que la construcción desinente y la emergente puedan solaparse, lo que ocasiona la polisemia de las locuciones e induce la “gramaticalización a través de las cláusulas”, esto es, la relación variable de sintaxis supraoracional ~ coordinación ~ interordinación ~ subordinación. 4.2. Enunciados encabezados por un conector consecutivo en posición inicial de párrafo o turno de diálogo Consideramos la posición inicial de párrafo o turno conversacional el primer tipo de relación supraoracional. En ella la locución ilativa funciona como un conector discursivo consecutivo. Como hemos dicho, esta función la realizan de manera que, de forma que y, con más frecuencia y variedad, de modo que. Estos conectores encabezan todos los tipos de enunciados: declarativos, interrogativos, exclamativos e imperativos: (4) a. Doctor. –De modo que las relaciona con eso (Buero Vallejo, Antonio La doble historia del doctor Valmy. Relato escénico en dos partes [ESPAÑA]. 1976). b. Max De manera que usted es… (Vilalta, Maruxa, Nada como el piso 16 [MÉXICO]. 1975). c. –¿De modo que se ha despedido de ti? (Salisachs, Mercedes, La gangrena [ESPAÑA]. 1975). d. LIDIA (Gélida) ¿De forma que yo metí el paquete de tampax en tu maleta distraídamente? (Marsillach, Adolfo, Feliz aniversario [ESPAÑA]. 1992). e. –¿De manera que ya no le interesa nada? (Moreno-Durán, R. Humberto, El toque de Diana [COLOMBIA], 1981). f. […] mi general le dijo: ‘De modo que usted que le hace al inglés, capitán, vaya a ver a ese pinche gringo a ver qué le saca’ (Paso, Fernando del, Palinuro de México [MÉXICO]. 1977).

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g. ¡De modo que no ha visto que México mete en la cárcel a su juventud, que es nada menos que el futuro del país! (Paso, Fernando del Palinuro, de México [MÉXICO]. 1977).

El enunciado imperativo puede ser un enunciado nominal, o la construcción “a + infinitivo”: (5) a. CUERVO DR. GACHET (Seguro de sí mismo) De manera que de hoy en adelante: ¡prohibido pintar!… (O’Donnell, Pacho, Vincent y los cuervos [ARGENTINA]. 1982). b. Tenemos que partir, en resumen, a lo sumo dentro de dos semanas si no queremos morir ahogados por los vilanos. ¡De modo que, a trabajar, y sin perder el tiempo! (Donoso, José, Casa de campo [CHILE]. 1978).

El conector discursivo puede encabezar un enunciado nominal que comunica, más que una consecuencia en sentido estricto, una recapitulación de lo dicho por el interlocutor: (6) Luisa: (Escéptica.) De modo que una mujer, dos hombres y un balazo. Lo mismo en las cuatro historias (Vilalta, Maruxa, Una mujer, dos hombres y un balazo [MÉXICO]. 1981).

4.3. Ilativas precedidas de pausa larga con indicativo, imperativo y truncadas La pausa larga se halla, no en la posición inicial de un párrafo o turno, sino en el interior de estas unidades. También en esta posición es determinante para la interpretación ilativa: no hay duda de que la locución pertenece al segundo miembro de la construcción. En este contexto las locuciones ilativas funcionan igualmente como conectores consecutivos e introducen diversos tipos de enunciados. Así, los declarativos: (7) a. Max Vamos a dejarla aquí para que termine de secarse. (Deja la foto. A Jerome.) De manera que Stella sigue gustándote (Vilalta, Maruxa, Nada como el piso 16 [MÉXICO]. 1975). b. –Ah, ya…, ya veo. De forma que García Prieto ha formado nuevo Gobierno, ¿eh? (Mendoza, Eduardo, La verdad sobre el caso Savolta [ESPAÑA]. 1975). c. […] allí acostarse con un obispo no está mal visto como aquí que somos unos retrógrados y unos ignorantes. De modo que espero que os bañéis desde hoy mismo tres veces al día, para no oler como hoy, a hienas, que es el reptil que peor huele, porque se alimenta de cadáveres y de excrementos (Luca de Tena, Torcuato, Los renglones torcidos de Dios [ESPAÑA]. 1979). d. Venezuela hace aún más tiempo que dejó de exportar su crudo a Managua, y por las mismas razones. De suerte que su único abastecimiento actual es la Unión Soviética y a fondo perdido (Diario ABC [ESPAÑA]. 1985).

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e. Ahora hay un silencio y una luz de gabinete; de manera que podría pensarse que hay una mesa y una silla y quizás un ambiente de velas y hasta de terciopelos antiguos y polvorientos (Sastre, Alfonso, Jenofa Juncal [ESPAÑA]. 1986). f. Un hombre de 54 años, casado, consultó conmigo a solas para contarme sus “tremendos problemas”. Posteriormente conocí a dos de sus hijas, una de ellas como paciente, otra, en su trabajo; de forma que pude concluir muchos más datos acerca de la vida habitual del paciente (Castilla del Pino, Carlos, Introducción a la psiquiatría, 2. Psiquiatría general. Psiquiatría clínica [ESPAÑA]. 1980). g. Ella es así tal y como en el aseo del cielo la había visto Juan, con ojos de paz, desde su retiro de Patmos; de suerte que no ha visto el mundo niña más amable ni criatura más bella (Osorio Romero, Ignacio, Conquistar el eco. La paradoja de la conciencia criolla [MÉXICO]. 1989).

El segundo enunciado de la construcción ilativa puede ser una fórmula de despedida: (8) Hay que esperar una coyuntura apropiada. Entre tanto habrás de continuar con tu trabajo. De modo que hasta mañana por la noche. Puedes retirarte (Buero Vallejo, Antonio, La doble historia del doctor Valmy. Relato escénico en dos partes [ESPAÑA]. 1976).

La pausa larga representada por los dos puntos indica que lo que sigue a ese signo es una consecuencia de la primera oración, una anticipación del significado ilativo del conector: (9) a. –Escribe libros sobre viajes, un periodismo especializado, algo en su tema: de modo que viaja, está tanto aquí como en otra parte, investiga, estudia (Lynch, Marta, Los dedos de la mano [ARGENTINA]. 1977). b. […] habiendo sido cautivado en tiempo de Salmanasar, rey de los asirios, sin embargo de hallarse en cautiverio no abandonó la senda de la verdad: de suerte que de todo lo que podía haber, daba cada día parte a los hermanos concautivos de su linaje o nación (Somers, Armonía, Un retrato para Dickens [URUGUAY]. 1990).

Del mismo modo, la pausa larga, señalada por punto y coma en (10ab), es determinante para la interpretación ilativa; también el hecho de que los verbos del primer miembro de la construcción que podrían admitir la locución adverbial de manera estén ya complementados por un adverbio de modo: “constantemente” (10a), “así” (10b), lo que favorece el movimiento de la locución al segundo miembro de la construcción. Y un factor coadyuvante de la interpretación ilativa es la complejidad sintáctica de este segundo miembro: un período hipotético (10a), una subordinada temporal, una relativa explicativa en inciso (10b):

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(10) a. Si bien aún él elige sus horas de sueño, ya debes hacerte a la idea de que todos los hábitos y costumbres que quieras que adopte, comenzarás a ponerlos en práctica desde ahora y los mantendrás constantemente; de modo que si en el futuro deseas que tu hijo no te dé trabajo a la hora de ir a dormir, debes siempre acostarlo a la misma hora, apagar la luz y tratar de no hacer mucho ruido (Almeida, Jorge, Cómo cuidar al bebé. El libro de mamá. Nueva orientación médico-psicológica [ARGENTINA]. 1975). b. Pues ni siquiera así ha pagado Nicaragua a su espléndido proveedor de crudo; de suerte que, al alcanzar la deuda a 500 millones de dólares, México –que no está en condiciones de tener tales morosos entre sus amigos– se ha visto precisado a cerrar el grifo (Diario ABC [ESPAÑA]. 1985).

Tras pausa larga en interior de párrafo también aparecen enunciados imperativos, afirmados y negados: (11) a. […] espero que os bañéis desde hoy mismo tres veces al día, para no oler como hoy, a hienas, que es el reptil que peor huele, porque se alimenta de cadáveres yde excrementos. De modo que dejad por un día de comeros unos a otros y gritemos ¡Viva el Zar! (Luca de Tena, Torcuato, Los renglones torcidos de Dios [ESPAÑA]. 1979). b. A pesar de ello –prosiguió Machinio– no quiero que se deslumbren con el automóvil […]. Éste era uno de los temas a tratar con ustedes. De modo que si les parece correcto, digamos adiós al automóvil y sigamos conversando (Zaragoza, Juan Ramón, Concerto Grosso [ESPAÑA]. 1981). c. –Tú fíjate. Cuando tu padre empezó a trabajar aquí, yo ya estaba muerto –golpeaba con el puño en unas maromas mientras se reía o hipaba–. De modo que no te fíes de mí (Caballero Bonald, José Manuel, Toda la noche oyeron pasar pájaros [ESPAÑA]. 1981). d. Le comunico que estoy perfectamente al tanto del movimiento impresionista, más aún, soy tan evolucionada en mis gustos que soy una admiradora del mismo… de manera que no pretenda usted confundirme ni engañarme (O’Donnell, Pacho, Vincent y los cuervos [ARGENTINA]. 1982).

El mandato puede estar expresado con la segunda persona del presente de indicativo y con enunciados nominales o de verbo elidido: (12) a. –Sí, en Roma, naturalmente –tranquilizó Adolfus–, ¿dónde van a hacerse las pruebas más que en Roma? De modo que te vas a trasladar al pabellón especial, con todo tu equipo, para trabajar en firme (Zaragoza, Juan Ramón, Concerto Grosso [ESPAÑA]. 1981). b. Realidades reales que a cada cual le toca conquistar […], porque los esfuerzos que una empresa así requerirían son francamente agobiantes, madre mía. De manera que tú tranquila, yo no la paso nada mal (Puga, María Luisa, La forma del silencio [MÉXICO]. 1987).

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c. […] mi Fuerte Zinderneuf tropical ni fue ni será afectado por turbas de damnificados, huestes de sardos o pandillitas de cadeneros del D.F.; de manera que arriba y adelante como dijese con satinada voz y opulentos perfiles la cantante de ébano, Dionne Warwick, al abordar un L1011 de la twa. No pierdan la serenidad! (Fuentes, Carlos, Cristóbal Nonato [MÉXICO]. 1987). d. –No es precisamente tarea nuestra hacer propaganda religiosa. De manera que anuncios, no. Procuren que el servicio no dure más de una hora, porque a las 11 hay misa (Tibón, Gutierre, Aventuras en las cinco partes del mundo (con un brinco a Úbeda) [MÉXICO]. 1986).

Tampoco faltan los enunciados exclamativos: (13) –La vida política es muy complicada: Aquí hay tres personas que debieron ser presidentes de Gobierno en orden quizá a sus propias edades: José María primero, luego Pío y en último lugar sin duda yo. Y, sin embargo, la historia ha hecho que ahora lo sea yo. De manera que, ¡cómo os voy a hablar…! (Figuero, Javier, UCD: LA EMPRESA que creó Adolfo Suárez. Historia, sociología y familias del suarismo [ESPAÑA]. 1981).

Tras el signo de apertura de un paréntesis o de un guion suele haber una pausa que puede permitir la interpretación ilativa del enunciado en inciso: (14) a. Estaba paralizado pero podía hablar y hasta gritar, aunque la secretividad del primer piso, colmado de maricones que preferían permanecer en el anónimo, hacía inútil cualquier llamada de auxilio –de manera que me quedé quieto, las piernas estiradas, los brazos en cruz (Cabrera Infante, Guillermo, La Habana para un infante difunto [CUBA]. 1986). b. […] junto al tono se dio otro aspecto diferencial en la comedia de los cincuenta, relativo ahora a una estructura narrativa de carácter episódico, donde se relataban las vicisitudes paralelas y relativamente confluyentes de diversos personajes, muchas veces reunidos por parejas (de forma que se habló también del “cine de parejas”) (“José Enrique Monterde”. Monterde, José Enrique, Historia del cine español [ESPAÑA]. 1995). c. Ahora ese muchacho se pasaba las horas pensando en su muchacha y ya ni se daba su vuelta por El Conde –de modo que las doñas le decían que se fuera, que con esa cara de machete no había quien lo aguantara, que vaya juventud– (Vergés, Pedro, Sólo cenizas hallarás (bolero) [REPÚBLICA DOMINICANA]. 1980).

A diferencia del signo de apertura, el de cierre de guion o de paréntesis es ambivalente para la interpretación de nuestras construcciones. No impide la interpretación consecutiva de la construcción (sobre todo, cuando el inciso es breve), pero tampoco impide la interpretación ilativa (15a). Y, si tras la pausa representada por el cierre de guion sigue una oración compuesta, de gran complejidad sintáctica y

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semántica por el engarce de interordinadas y subordinadas (condicional, comparativa, completiva, causal, concesiva), entonces este factor coopera con la pausa y favorece la interpretación ilativa (15b): (15) a. La epilepsia idiopática no se transmite como tal; existe un umbral convulsivamente que sí se transmite (esto es especialmente claro en las convulsiones febriles) de modo que un hijo de epiléptico tendrá una mayor relativa) probabilidad de padecer una epilepsia (Abad Alegría, Francisco, Epilepsia: Diagnóstico y tratamiento en la práctica diaria [ESPAÑA]. 1981). b. Así como Iámblico me recuerda el San Gabriel de la “Anunciación” de Botticelli, sus íntimos son inseparables para mí de otras imágenes de dicho pintor y de la Galería de los Uffizzi –como las que rodean a las Vírgenes del Magnificat y de la Granada– de suerte que si mi amo me deslumbró, postrado frente al lecho de Pártenis, como el efebo más hermoso que conocí, sus seis amigos me probaron que no era únicamente suyo el privilegio de la suprema belleza, pues Maximiano, Marciano, Constantino, Dionisio, Serapio y Juan resultaban, por más que suene a imposible, tan hermosos como… (Mujica Lainez, Manuel, El escarabajo [ARGENTINA]. 1982).

Finalmente, en la posición inicial absoluta el enunciado ilativo puede quedar truncado total o parcialmente: (16) a. –Todo el mundo vive en alguna parte, señor Torres –dijo–. De forma que… (Sánchez Dragó, Fernando, El camino del corazón [ESPAÑA]. 1990). b. –Ah, Carmen… De modo que… (Prada Oropeza, Renato, Larga hora: la vigilia [BOLIVIA]. 1979). c. –¿De modo que…? –exclamó, mirando a Adolphe (Zaragoza, Juan Ramón, Concerto Grosso [ESPAÑA]. 1981). d. En fin… ¡que me pasó de todo! Tuve una mala suerte espantosa… de modo que el material filmado… ¡no quiero ni pensarlo! (Feldman, Simón, La realización cinematográfica [ARGENTINA]. 1979).

4.4. Construcciones con pausa larga y subjuntivo Las construcciones con pausa larga son ilativas y exigen el indicativo en la segunda cláusula o enunciado; pero, si aparece el subjuntivo, entonces son construcciones finales (RAE/ASALE, 2009: § 46.12f). Ahora bien, cuando la forma verbal en -ra conserva su valor indicativo (de condicional), lógicamente la construcción es ilativa (17d), no final: (17) a. –“El maestro”, en estos casos, se encerraba en el retrete con “el loco”. Lo tenía escondido detrás de la taza. De manera que ni “el niño”, ni “Mickey”, ni “Él”, ni “Teresa” lo descubrieran. Era su secreto (Arrabal, Fernando, La torre herida por el rayo [ESPAÑA]. 1982).

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b. ILSC combina la enseñanza del idioma con la experiencia de una convivencia en familia, las actividades culturales y sociales, etc… de forma que el estudiante obtenga una visión completa del País y la cultura (94102002. Programa impreso 1994 [ESPAÑA]. 1994). c. Por eso he vuelto a esta iglesia del Sufragio donde sin mi permiso me bautizaron, a renegar. De suerte que aunque siga siendo yo yo ya no tenga nombre (Vallejo, Fernando, La virgen de los sicarios [COLOMBIA]. 1994). d. Nadie conocía muy bien a Bayardo San Román, pero Santiago Nasar lo conocía bastante para saber que debajo de sus ínfulas mundanas estaba tan subordinado como cualquier otro a sus prejuicios de origen. De manera que su despreocupación consciente hubiera sido suicida (García Márquez, Gabriel, Crónica de una muerte anunciada [COLOMBIA]. 1981).

4.5. Cuando la pausa entre los dos miembros de la construcción está representada por una coma Cuando hay una coma entre las dos cláusulas o enunciados de la construcción, esta es ilativa la mayoría de las veces; y así lo hemos considerado en nuestros cómputos. Sin embargo, no faltan excepciones. Como veremos, hay construcciones con coma que son consecutivas de manera (como también hay, según veremos, otras sin coma ni ningún otro signo de pausa que son ilativas; además, hay construcciones, con coma y sin ella, que pueden interpretarse bien como consecutivas, bien como ilativas). Bartol Hernández (1986) observaba lo mismo en los textos alfonsíes. En este apartado analizaremos las construcciones cuyos dos miembros están separados por una coma, distinguiendo las ilativas, las consecutivas y las que pueden interpretarse de una forma y de otra. En cada una de esas secciones tendremos en cuenta la forma del núcleo del predicado del segundo enunciado o cláusula. 4.5.1. Ilativas de enunciados interrogativos e imperativos e ilativas truncadas Además de la pausa representada por la coma, parece un criterio seguro para la interpretación ilativa el hecho de que el segundo miembro de la construcción sea un enunciado imperativo, con el verbo en ese modo o en una construcción equivalente (18abc), interrogativo (18d) o truncado (18ef). En estos casos no es posible la interpretación consecutiva. Significativamente las locuciones que aparecen en estos contextos son únicamente de modo que y de manera que: (18) a. –Eso es mentira. O… –dudó unos momentos–. O por lo menos no… Lo que buscas es otra cosa yo no soy propiedad de nadie, de modo que métetelo en la cabeza (Guelbenzu, José María, El río de la luna [ESPAÑA]. 1981).

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b. […] A lo que el coronel le contestó recordándole que allí quien mandaba era él, de modo que a lo dicho: a no cruzar más que lo imprescindible para que la amistad no se perdiera (Vergés, Pedro, Sólo cenizas hallarás (bolero) [REPÚBLICA DOMINICANA]. 1980.) c. Bueno, yo ya estoy, de manera que se ponen ustedes cómodos y vamos p’adelante (Quiñones, Fernando, Las mil noches de Hortensia Romero [ESPAÑA].1979). d. tu padre en compañía de la carmelita descalza deslumbrada por las luces de sinfonolas y las estampas de Guadalupe Virgen y de Thatcher Margaret y de Doctora y Madre, de manera que cuál comparación, Cristóbal? (Fuentes, Carlos, Cristóbal Nonato [MÉXICO]. 1987). e. La sentencia, una vez firme, será cumplida por garrote vil en los acuartelamientos de El Goloso, en Madrid, y en el plazo de cuarenta y ocho horas, de manera que… (Sastre, Alfonso, Análisis de un comando [ESPAÑA]. 1979). f. –Y ahora, ¿qué me dices? ¿eh? ¿Tengo vista psíquica o no? Pues esto puedo repetirlo todas las veces que me dé la gana, de modo que… (Savater, Fernando, Caronte aguarda [ESPAÑA]. 1981).

4.5.2. Ilativas con el verbo en indicativo La ilativa puede ser prototípica, además de por la pausa señalada por coma y por el indicativo del segundo miembro de la construcción, por todos o algunos de estos factores: a) porque admite la conmutación de la locución ilativa por una conjunción o conector ilativos, como conque, luego, así que, por consiguiente, etc. o por la construcción y por ello (Bartol Hernández 1986: 85); b) porque subyace en la construcción ilativa, lo mismo que en las causales explicativas, una “premisa implícita” (RAE/ASALE 2009: § 46.11d); c) porque el segundo enunciado de la construcción ilativa es un enunciado sintáctica y semánticamente complejo, principalmente, si contiene una construcción consecutiva de intensidad (19e), ya que es posible que una ilativa contenga una consecutiva, pero no al revés (Girón Alconchel 2011); d) porque el primer miembro de la construcción ilativa es también un enunciado complejo o una secuencia de enunciados con cohesión y coherencia que constituyen una unidad superior a la del enunciado mismo, una unidad discursiva: (19) a. Se debatía el problema del conocimiento. Alguien invocó la tesis platónica de que ya todo lo hemos visto en un orbe anterior, de suerte que conocer es reconocer (Borges, Jorge Luis, El libro de arena [ARGENTINA]. 1975). b. No hemos perdido sólo a John Lennon. Hemos perdido nuestra adolescencia, de manera que todos los que estamos aquí estamos velando a alguien que nos es próximo (Diario El País [ESPAÑA]. 1980). c. Todo el mundo acude a esta casa a mí por cualquier cosa, ¿sabe? Pero no me gusta que digan “el señor está escribiendo” y no ponerme… Eso fastidia, de forma que yo o estoy o no estoy (Diario ABC [ESPAÑA]. 1988).

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d. Los suelos de entre plantas están calculados para soportar peso de arriba hacia abajo, pero no al revés, de forma que la onda que produjo la explosión reventó ese suelo de abajo hacia arriba, ya que los muros laterales son mucho más fuertes que el suelo (Diario El País [ESPAÑA]. 1980). e. En seguida, el propio Faraón me tomó y me colocó en la muñeca izquierda de su mujer, abrochando el cierre, de manera que experimenté su contacto y el de Nefertari, tan intensamente que me creí a punto de desfallecer de lubricidad, lo cual, si se recapacita, es bastante raro para un escarabajo de lapislázuli (Mujica Lainez, Manuel, El escarabajo [ARGENTINA]. 1982).

En todos estos ejemplos de suerte que, de manera que y de forma que pueden sustituirse, sin violencia, por así que o cualquier otra de las conjunciones o locuciones ilativas; en todos ellos hay una premisa implícita: ‘si todo lo hemos visto en un orbe anterior, entonces conocer es reconocer’; ‘si hemos perdido nuestra adolescencia, todos los que estamos aquí estamos velando a alguien que nos es próximo’; ‘si me fastidia eso yo (digo que) estoy o no estoy’; ‘si los suelos están calculados para soportar peso de arriba hacia abajo, pero no al revés, la onda reventó ese suelo de abajo hacia arriba’; ‘si el propio Faraón me coloca en la muñeca izquierda de su mujer, abrochando el cierre, entonces experimento su contacto’. 4.5.3. Consecutivas, a pesar de la coma, con el verbo en indicativo Normalmente, en la consecutiva de manera no hay pausa entre una cláusula y otra. Sin embargo, en nuestro corpus, con muy escasa frecuencia, aparece una coma; a pesar de ella, en (20) no cabe duda de que “de manera”, “de forma”, “de modo” y “de suerte” son locuciones adverbiales elativas de los predicados “está colocado”, “coger a la abuela y separarla de Dimas”, “se había anudado una sábana…”, “y” (estaba), “aprendida la lista”: (20) a. El aparato patentado por Antonio Domenech […] consiste en un pequeño dispositivo que está colocado entre el depósito de la gasolina y el carburador, de manera que regula la cantidad de combustible que ha de llegar a éste (Diario El País [ESPAÑA]. 1977). b. (Bego aprovecha para coger a la abuela y separarla de Dimas, de forma que la agarran uno de cada brazo.) (Mendizábal, Rafael, Mala yerba [ESPAÑA]. 1989). c. Se había anudado una sábana al cuello, de suerte que le caía por las espaldas como una esclavina de largo vuelo, que le dejaba a la vista la parte frontal del cuerpo (Luca de Tena, Torcuato, Los renglones torcidos de Dios [ESPAÑA]. 1979). d. Manuelita se avino a posar en el estudio varias tardes, y desde la primera de ellas, el vaso azul y oro estaba sobre mi mesa de trabajo, bien a la vista, y de modo que desde mi lugar yo no dejaría de ver el efecto que su descubrimiento iba a causar a la muchacha (Larreta, Antonio, Volavérunt [URUGUAY]. 1980).

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e. Una vez aprendida la lista, de forma que a la presentación de la sílaba sin sentido los sujetos contestaban con la palabra correspondiente, se les presentó una nueva lista (Pinillos, José Luis, Principios de psicología [ESPAÑA]. 1975).

La pausa y el tonema de semianticadencia, [de manéra↑| ke], [defórma↑| ke], [de swérte↑| ke], [de móδo ↑| ke] expresan su interrelación con la cláusula consecutiva que sigue. En ninguno de los cinco casos se puede encontrar la premisa implícita que obligaría a una interpretación ilativa (* ‘si el aparato… consiste en un pequeño dispositivo que está colocado entre el depósito de la gasolina y el carburador, regula la cantidad de combustible que ha de llegar a este’; * ‘si aprovecha para coger a la abuela y separarla de Dimas, la agarran uno de cada brazo’; * ‘si se había anudado una sábana al cuello, le caía por las espaldas como una esclavina de largo vuelo’; * ‘y si (estaba), yo no dejaría de ver el efecto’; * ‘si una vez aprendida la lista, a la presentación de la sílaba sin sentido los sujetos contestaban’). En ninguno de los cinco casos tiene sentido sustituir la locución por una conjunción o locución ilativa, como luego, así que, etc. Sí, en cambio, es perfectamente posible hacerlo por “estructuras de cuantificación nominal” (RAE/ASALE, 2009: § 46.12f), como de una manera tal, que; de una forma tal, que; de una suerte tal, que o, en otros casos, de un modo tal, que. Menos probatorio es cambiar las locuciones de los ejemplos de (20) por las construcciones continuas de las consecutivas de intensidad-manera de tal manera que, de tal forma que, de tal suerte que o de tal modo que, porque estas, aunque consecutivas, se deslizan fácilmente hacia la construcción ilativa, como documenta el siguiente ejemplo de 1725 (21a) y los que del español contemporáneo (de 1901 a 2021) nos proporciona el CREA en construcciones inequívocamente ilativas tras punto y seguido: (21) a. Este grave mal, acompañado de la poca o ninguna disciplina de las tropas napolitanas, se comunicó de un ejército a otro, de tal suerte que los soldados, en desprecio de los severos castigos, talaban los campos, saqueando cuanto encontraban… (Bacallar, Comentarios de la guerra de España e historia de su rey Phelipe V, en Girón Alconchel, 2014: 199). b. Licario, recordando las teorías de la refracción en los espejos cóncavos, decía que era la misma llama que se refractaba en tres espejos (a Fronesis le sonó a falsa la cita de Licario hecha por el que se presentaba, pero cierta en relación con la impresión que quería causar). De tal manera que ahora mismo me parece que lo veo a usted entre Cemí y Foción (1977. Lezama Lima, José, Oppiano Licario. CUBA. Ed. López, César, Cátedra [Madrid], 1989). c. De Don Simón ‘el mozo’ al Simón Bolívar que conocemos y amamos transcurrieron doscientos años. De tal forma que fue en 1592, exactamente el día 17 de

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agosto de 1592, cuando se concedió a Simón De Bolívar ‘el mozo’ la primera patente o privilegio a un americano en las colonias (Diario El Universal C.A. [Caracas], 2000). d. El mal porcentaje cosechado por el Joventut en sus lanzamientos, de tan sólo un 50 %, es un dato que así lo refleja, igual que la diferencia final del Barcelona en el aspecto reboteador. De tal modo que el Barcelona llevó siempre una ventaja que, sin ser escandalosa, incluso siendo esporádicamente escasa (71-68 en el minuto 29), no dio sensación de que pudiera ser remontada por el Joventut (Diario El País, S.A. [Madrid], 1989). e. […] ya afirma que para saber la Medicina con solidez son necesarios tres géneros de experimentos, a saber: ANATÓMICOS, PRÁCTICOS y QUÍMICOS. De tal suerte que se hallará defectuoso si le falta alguno de ellos como probaré aquí (Martín Municio, Ángel, Antes y después de la Bioquímica [Historia de la Bioquímica]. Ed. RACEFN [Madrid], 1985).

Finalmente, si reparamos de nuevo en los casos de (20), veremos que puede haber otros factores sintácticos que colaboran claramente en la interpretación consecutiva. En (20d), la locución adverbial elativa actúa sobre el predicado elíptico de la cláusula coordinada: ‘el vaso azul… estaba… bien a la vista, y (estaba) de modo, que’; y (20e) muestra que si la construcción es subordinada (en este caso, a una construcción absoluta de participio), entonces es consecutiva. 4.5.4. Consecutivas desplazadas con el verbo en indicativo El término “consecutiva desplazada” lo empleó Narbona Jiménez (1978: 227 y ss.), y luego Bartol Hernández (1986: 84-86), para caracterizar, principalmente, construcciones en las que la locución, a pesar de ir precedida de coma, funciona como adjunto elativo y, por tanto, integra una consecutiva de manera. Esto ocurre de un modo claro cuando en la primera cláusula hay un adjunto de manera o de cuantificación intensificadora de valor absoluto, como “en demasía” (22b), al que –tras breve pausa, señalada por coma– se yuxtapone, especificándolo o explicándolo, el adjunto elativo de la consecutiva: (22) a. Para asistir a las muy numerosas fiestas, colocan sobre la cabeza y cayendo por la espalda el gran holán que rodea el borde del huipil con el resto de la prenda a la espalda, de manera que forma un resplandor alrededor de su figura. Por lo tanto, el “huipil grande” jamás se usa como tal (Mompradé, Electra L.; Gutiérrez, Tonatiúh, Indumentaria tradicional indígena [Tomo II] [MÉXICO]. 1981). b. Si el margen de discriminación estimular se restringe en demasía, de forma que sólo se refuerza al perro cuando responde exactamente a estímulos de 1.000 c. p. s., el animal da síntomas de irritación y puede caer en una auténtica neurosis experimental (Pinillos, José Luis, Principios de psicología [ESPAÑA]. 1975).

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c. Aunque también, claro, hay planetas que tienen cuatro, cinco, siete lunas por conquistar, que giran a distancias diferentes en órbitas entrecruzadas, de manera que no sólo se eclipsan unas a otras en belleza, sino también en la realidad física, así que puede haber noches de cuatro lunas llenas, dos menguantes y una creciente, o noches de cinco lunas menguantes, una llena y una nueva, y así, mil posibilidades distintas (Paso, Fernando del, Palinuro de México [MÉXICO]. 1977).

En (22abc) la locución adverbial elativa puede sustituirse por de una forma tal, que y de una manera tal, que, pero más discutiblemente por así que o luego, etc. Son igualmente inaceptables o, al menos, de difícil aceptación, premisas implícitas como * ‘si colocan sobre la cabeza cayendo…, entonces forma un resplandor…’; * ‘si se restringe en demasía, solo se refuerza al perro cuando responde exactamente a estímulos…’; * ‘si giran a distancias diferentes en órbitas entrecruzadas, no solo se eclipsan unas a otras en belleza, sino también en la realidad física’ Hay también otros hechos sintácticos que favorecen la interpretación consecutiva de estas construcciones. La cláusula de la locución elativa forma parte de la prótasis de un período condicional o de una oración de relativo; y la construcción consecutiva es el primer miembro de una construcción ilativa encabezada por un conector ilativo (por lo tanto) o por una locución ilativa (así que). En suma, lo determinante para interpretar una construcción como consecutiva desplazada es que la locución adverbial elativa aporte una especificación o explicación del adjunto de manera al que se yuxtapone. Si esto no es posible, la construcción será ilativa, no consecutiva: (23) a. Según parece, esta división [de las células reproductoras] se realiza al azar, de forma que cada uno de los gametos segregados por un individuo contiene una combinación cromosómica diferente (Pinillos, José Luis, Principios de psicología [ESPAÑA]. 1975). b. Para el mejor éxito de la operación, los árboles añosos que hayan de trasplantarse deberán estar aislados y no reunidos en macizos apretados, de suerte que, todas las partes de su tallo están acostumbradas al aire y al sol, y su copa desarrollada en todas direcciones alrededor del tronco (Rigau, Alejo, Arboricultura forestal y ornamental [ESPAÑA]. 1975). c. La ley de protección de datos ha ido posponiéndose sucesivamente, de suerte que no ha pasado de la situación de anteproyecto, categoría a la que ni siquiera llegó una hipotética ley de seguridad social de los funcionarios públicos (Diario El País [ESPAÑA]. 1986).

En ninguno de los tres casos de (23) se pueden interpretar de forma que y de suerte como adjuntos elativos de manera, puesto que su significado ni especifica ni explica el de los adjuntos de manera previos a la coma. Lo que tenemos en estos tres ejemplos son las locuciones ilativas de forma que y de suerte que. No tiene

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sentido conmutarla por de una suerte tal que, pero sí, en cambio, por así que, conque, y por ello, etc. Asimismo se percibe la premisa implícita: ‘si esta división se realiza al azar, cada uno de los gametos contiene una combinación cromosómica diferente’; ‘si los árboles añosos… deberán estar aislados…, todas las partes de su tallo están acostumbradas al aire y al sol…’; ‘si la ley de protección de datos ha ido posponiéndose sucesivamente, es que no ha pasado de la situación de anteproyecto…’ 4.5.5. Construcciones polisémicas: ¿consecutivas o ilativas? También en los textos contemporáneos, como en los medievales, se encuentran casos susceptibles de interpretación consecutiva o ilativa. No valen absolutamente los criterios empleados: ni coma, ni compatibilidad semántica de los adjuntos elativos con los núcleos predicativos de la primera cláusula, ni conmutación por de una manera tal, que; de una suerte tal, que, etc., o por así que, conque, y por ello, etc., ni siquiera el recurso a la premisa implícita. Esa ambigüedad se debe a que el proceso de gramaticalización locución adverbial elativa de manera > locución ilativa no ha concluido y por tanto crea estructuras polisémicas, cuyo significado apropiado se gestiona en un escenario en el que los interlocutores despliegan recursos pragmáticos para entenderse (Hansen 2021) que en el análisis de los textos escritos solo podemos entrever. La polisemia y la ambigüedad también se deben a que la relación interoracional –coordinación > interordinación > subordinación– es una cadena de gramaticalización y, como tal, un continuum variable, en gran parte, como consecuencia de la gramaticalización no concluida de los nexos. La interordinación varía y se desliza hacia la coordinación por un extremo y hacia la subordinación por otro. La coordinación varía y se desliza hacia la relación supraoracional por un extremo y hacia la interordinación por otro. La subordinación varía y se desliza hacia la interordinación por un extremo y hacia la relación intraoracional por otro (Girón Alconchel 2014): (24) a. Debe ser una combinación de movimientos muy rica y bella, de modo que ha de crearla el profesor (Ossona, Paulina, La educación por la danza [ARGENTINA]. 1976). b. El tiempo salta de la creación al recuerdo, de forma que el momento vivido se hace asfixiante, demoledor (Diario El País [ESPAÑA]. 1977).

En (24ab) nos asalta la duda de si es aceptable o no sustituir de modo que, de forma que por de un modo tal que, de una forma tal que; si es aceptable o no la sustitución de esos adjuntos elativos por así que u otro enlace ilativo; si se pue-

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den considerar o no premisas implícitas aceptables ‘si debe ser una combinación muy rica y bella, entonces ha de crearla el profesor’, ‘si el tiempo salta de la creación al recuerdo, el momento vivido se hace asfixiante, demoledor’; si (24ab) son construcciones consecutivas, o consecutivas desplazadas, o ilativas. Es que son construcciones polisémicas, en las que, fuera de un contexto y una situación comunicativa, no es posible decidirse por una interpretación consecutiva o ilativa. Al fin y al cabo, ambas construcciones tienen en común expresar la ‘consecuencia’ de un estado de cosas previo. 4.5.6. Construcciones con el verbo en subjuntivo: finales e ilativas Ya hemos visto (§ 4.4) que las construcciones ilativas con las locuciones aquí estudiadas exigen el indicativo, de modo que cuando aparece el subjuntivo la construcción no es ilativa, sino final: (25) a. Por su parte, el Partido Socialista Obrero Español presentará hoy otras veinticinco enmiendas al mismo proyecto de Reglamento del Congreso. Las más destacadas son las relativas a la fijación del orden del día, de forma que el Gobierno no pueda imponer o evitar un tema propuesto por las mesas del Congreso o de la comisión, al tiempo que se garantiza la posibilidad de que ese orden del día sea modificado por el pleno o la comisión propuesta del 10 % de sus componentes (El País [ESPAÑA]. 1977). b. […] y han de sobrarle [sic] [a los zapatos] un centímetro por delante de los dedos, de manera que le queden flojos (Almeida, Jorge, Cómo cuidar al bebé. El libro de mamá. Nueva orientación médico-psicológica [ARGENTINA]. 1975). c. Se recomienda hacerlo a golpe, con azada o espiocha, y a 4 ó 5 metros, para aclarar después, de modo que queden de 8 a 10 metros. La época más favorable a la plantación es el otoño (Rigau, Alejo, Arboricultura forestal y ornamental [ESPAÑA]. 1975). d. […] la iluminación ha de hacer un efecto de luces y de sombras, de suerte que el ambiente resulte tenebrosillo y medio fantástico (Sastre, Alfonso, Revelaciones inesperadas sobre Moisés. A propósito de algunos aspectos de su vida privada [ESPAÑA]. 1991).

El subjuntivo y la pausa son el canal de la cadena de gramaticalización concluida adjunto de manera > locución adverbial elativa > locución ilativa > locución final. Sin embargo, la construcción con pausa breve representada por la coma y el verbo en subjuntivo es ilativa y no consecutiva, si este está inducido por el subjuntivo de la primera cláusula (26a), un adverbio de duda (26b) o la negación (26c). Incluso hay construcciones que pueden contar con indicios específicos de

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la interpretación ilativa. Así, el marcador reformulador “en definitiva” (26a) introduce un miembro del discurso que es una conclusión con la misma orientación argumentativa que los miembros reformulados anteriormente (Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4136); esto es, “en definitiva” señala que lo encabezado por de manera que es un enunciado ilativo: (26) a. Confiaban en que UCD, a través de su Gobierno, planteara los problemas y propusiera las soluciones, y el PSOE (y en proporción a su representatividad los demás partidos de la oposición) criticara estos planteamientos y objetara a las soluciones, de manera que, en definitiva, las decisiones que fueran adoptándose contaran con el mayor número de posibilidades de acierto, y con la opción de cambio de rumbo que la democracia deja siempre abierta para las nuevas elecciones (“Reparto de papeles”. El País [ESPAÑA]. 1980). b. […] la película ha perdido 25 minutos de su primera versión. No se trata de una mutilación hecha en España, sino de una decisión internacional destinada a aligerar el tormento. Se agradece la buena voluntad, pero al disparate se ha añadido ahora la confusión, de manera que quizá el remedio haya sido peor que la enfermedad (“Un amor en Alemania”. El País [ESPAÑA]. 1986). c. Se daba [la película] en un barrio alejado del mío, de modo que sin su recomendación no hubiese llegado hasta aquel lugar (Ocampo, Victoria, Testimonios. Décima Serie. 1975-1977 [ARGENTINA]. 1977).

4.5.7. Consecutivas polisémicas: ¿consecutivas-finales o simplemente finales? Siempre la causa última de los casos de polisemia es el proceso de gramaticalización inconclusa en el canal adjunto de manera > locución adverbial elativa > locución consecutivo-final. Lo cierto es que la frontera entre la construcción consecutiva-final y la mera construcción final se desdibuja y, en muchos casos, las locuciones adverbiales se convierten en locuciones finales y la relación de interordinación bascula hacia la relación de finalidad. En todos los casos de (27) se pueden conmutar las locuciones por para que sin menoscabo del significado: (27) a. […] en ningún caso, puede haber excusas para no plantearlos [los problemas] honestamente, con claridad y veracidad, con lealtad y sinceridad, de manera que todos los ciudadanos puedan conocer, en cada momento, la realidad de la situación y el alcance de lo que de ellos se pide (Diario El País [ESPAÑA]. 1980). b. […] brille así vuestra luz ante los hombres, de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Escrivá de Balaguer, José María Surco [ESPAÑA]. 1986). c. Lo que en cambio puedes intentar, es que la tetina de la mamadera tenga un orificio más estrecho, de modo que [el bebé] pase más tiempo succionando antes de

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terminarla (Almeida, Jorge, Cómo cuidar al bebé. El libro de mamá. Nueva orientación médico-psicológica [ARGENTINA]. 1975). d. Tenía que encontrar la manera de conocer al Herr Doktor y de serle útil, de modo que pudiera enterarme de cosas de su campaña (Alba, Víctor, El pájaro africano [ESPAÑA]. 1975). e. Se trataba de adecentar el cinturón en torno a la parte trasera de la catedral y de las murallas, plagándola de miradores, plantando cipreses, de suerte que pudieran contemplarse a placer el valle de San Daniel y las antigüedades de la ciudad (Gironella, José María, Los hombres lloran solos [ESPAÑA]. 1986).

5. Construcciones sin signo gráfico de pausa entre los dos miembros Estas construcciones son mayoritariamente consecutivas. La ausencia de pausa indica que las locuciones adverbiales de manera, de forma, de modo y de suerte pertenecen a la primera cláusula, en la que desempeñan la función de adjuntos elativos que expresan el grado extremo de la manera en que se desarrolla el predicado y se interrelacionan con la cláusula interordinada consecutiva, la cual, encabezada por la conjunción que, manifiesta la consecuencia de esa cuantificación extrema. 5.1. Consecutivas sin signo de pausa en indicativo En (28ab) las locuciones adverbiales de manera y de suerte expresan, respectivamente, el modo o manera en que un sujeto “volteó su menudo cuerpo” y otros “se combinan”. Pueden conmutarse fácilmente por de una manera tal y de una suerte tal. No admiten premisas implícitas. Son consecutivas de manera: (28) a. El tío Adrián […] afianzó las palmas de las manos en el suelo y volteó su menudo cuerpo de manera que la cabeza quedó abajo y las suelas de los zapatos en el muro, arriba, en la fachada del edificio (Delibes, Miguel, Madera de héroe [ESPAÑA]. 1987). b. Los hilos que tejen la realidad histórica se combinan de suerte que la trama va mucho más allá de ellos (Marías, Julián, España inteligible. Razón histórica de las Españas [ESPAÑA]. 1985).

5.2. Consecutivas sin signo de pausa en subjuntivo Desde los primeros textos de la historia del español el subjuntivo proporciona a estas construcciones el valor de consecutivas-finales. En (29) las locuciones son adverbiales que describen la manera de “haber escrito”, “colocarán en el interior del congelador”, “ajusta los ojos” y “Lo redactaremos”:

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(29) a. por supuesto, ningún valor tiene –más bien resulta sospechoso– haber defendido la libertad, no haber practicado la “autocensura”, haber escrito siempre de manera que no sea menester olvidar lo dicho en otras fechas (ABC [ESPAÑA]. 1987). b. Los productos se colocarán en el interior del congelador de forma que la mayor superficie permanezca en contacto con las paredes más frías (Anónimo, Congelar en casa [ESPAÑA]. 1976). c. Cuando el animal vuelve la cabeza y ajusta los ojos de modo que la imagen visual de un objeto se proyecte en la retina en condiciones óptimas, decimos que está atendiendo al estímulo, o a un aspecto de él (Ardila, Rubén, Psicología del aprendizaje [COLOMBIA]. 1975). d. Lo redactaremos de suerte que la firma le sea fácil (Leguina, Joaquín, Tu nombre envenena mis sueños [ESPAÑA]. 1992).

5.3. Ilativas sin signo de pausa en indicativo A pesar de que las interpretaciones consecutiva y consecutiva-final son predominantes en las construcciones sin signo de pausa entre las dos cláusulas, no es infrecuente hallar otras que admiten claramente la interpretación ilativa: (30) a. Kate quería unos zapatos de plataforma de manera que aquella tarde la llevé al Village y recorrimos la calle Ocho (Vilalta, Maruxa, Nada como el piso 16 [MÉXICO]. 1975). b. Es [el saco amniótico] generalmente redondo y de límites netos, crece progresiva y uniformemente de forma que, por medio de tablas, podemos conocer la semana de gestación con un error de tres a cinco días (Beltrán Pons, Bartolomé, Guía práctica para la mujer embarazada [ESPAÑA]. 1983). c. Lo malo del Poder Judicial, decía la dictadura, era que las Cámaras que elegían los miembros de la Corte Suprema estaban compuestas de políticos de modo que los elegidos no podían actuar con “independencia” (Beltrán, Pedro G., La verdadera realidad peruana [PERÚ]. 1976). d. De lo anterior se desprende que para cumplir con sus fines, el Estado esclavista tuvo que retornar al derecho romano ante el cual el esclavo no significaba nada; sólo la influencia del cristianismo de la época actuó de suerte que: “El matrimonio fue permitido entre los esclavos, pero con claras limitaciones…” (Bonfil Batalla, Guillermo, Simbiosis de culturas. Los inmigrantes y su cultura en México [MÉXICO]. 1993).

En (30abcd) se puede observar la fácil y natural sustitución de las cuatro locuciones por una conjunción ilativa; y también la actuación de la premisa implícita: ‘si Kate quería unos zapatos de plataforma, aquella tarde la llevé al Village’; ‘si el saco amniótico crece progresiva y uniformemente, por medio de tablas podemos conocer la semana de gestación…’; ‘si las Cámaras que elegían estaban

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compuestas de políticos, los elegidos no podía actuar con independencia’; ‘si solo la influencia del cristianismo de la época actuó, se puede decir lo siguiente: El matrimonio fue permitido entre los esclavos…’. Además, hay otros factores que indican inequívocamente la interordinación ilativa y que en modo alguno permiten interpretar la locución ilativa como una locución adverbial elativa: el discurso directo de (30d) o los adverbios de manera “progresiva y uniformemente” de (30b). 5.4. Jerarquía de factores para distinguir consecutivas de ilativas Lo analizado hasta aquí sugiere que existe una jerarquía en estos factores para distinguir en los textos escritos construcciones consecutivas e ilativas. En primer lugar, el factor determinante para sostener una interpretación ilativa es la pausa que aquí hemos llamado larga, la que precede al comienzo de párrafo o de turno conversacional, la representada por el punto, los dos puntos, el punto y coma; pero no la pausa representada por coma, puesto que se da en construcciones consecutivas y a veces no se escribe en construcciones ilativas. Y ello es así, por lo menos, por dos motivos. Primero, porque la coma puede aparecer cerrando un inciso y, en este caso, no anula la relación de la locución adverbial elativa con el predicado de la primera cláusula, es decir, no impide que la construcción sea consecutiva. El caso de (31) es muy ilustrativo. El fragmento está formado por dos construcciones consecutivas-finales yuxtapuestas. En la primera no hay coma, según lo esperable; en la segunda sí, pero esta coma viene exigida por el cierre del inciso previo a la locución adverbial elativa y no afecta a la construcción consecutiva: (31) La placa delantera se colocará de manera que su eje vertical esté situado en el plano longitudinal medio del vehículo; la placa posterior también se colocará, siempre que sea posible, de manera que su eje vertical esté situado en aquel plano y, si no fuese posible, en el lado izquierdo del vehículo (Anónimo, Código de la Circulación [ESPAÑA]. 1985).

En segundo lugar, la coma no es un factor totalmente decisivo para distinguir ilativas de consecutivas, porque el ponerla o no ponerla, o ponerla en el sitio apropiado, está sujeto a un gobierno muy subjetivo, variable y hasta arbitrario por parte de los escritores, quienes, a veces, ni siquiera son los responsables directos de la ortografía de la frase que aparece en su texto. En (32ab) se ve claramente cómo en el texto de un mismo autor, en un contexto idéntico (una ilativa truncada), con la misma locución ilativa, una vez hay coma y otra no:

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(32) a. La sentencia, una vez firme, será cumplida por garrote vil en los a c u a r t e l a mientos de El Goloso, en Madrid, y en el plazo de cuarenta y ocho horas, de manera que… (Sastre, Alfonso, Análisis de un comando [ESPAÑA]. 1979). b. –También ahora se habla de la posibilidad de un golpe militar a cargo de los ultras y en cuanto a la lucha revolucionaria continúa de manera que… (Sastre, Alfonso, Análisis de un comando [ESPAÑA]. 1979).

Los signos ortográficos de la pausa larga y el comienzo de párrafo o turno sí son un factor determinante para distinguir las ilativas, pero no la coma. Otro factor que parece ocupar un puesto alto en la jerarquía de factores es la conmutación de las locuciones estudiadas aquí por luego, así que u otras conjunciones, locuciones o conectores ilativos, etc., para identificar la construcción ilativa, lo mismo que la sustitución por de una manera tal, que; de una forma tal, que; de un modo tal, que y de una suerte tal, que, para reconocer la construcción consecutiva. Por último, un factor bastante seguro para determinar la interpretación ilativa es la premisa implícita. Claro que no faltan casos en los que la locución puede ser polisémica y, por tanto, en los que es posible la interpretación consecutiva y la ilativa: (33) Dormían en una habitación, que daba a la plaza, con las contraventanas cerradas de modo que apenas si podían reconocerse en la penumbra (Guelbenzu, José María, El río de la luna [ESPAÑA]. 1981).

6. Conclusiones El mero análisis cuantitativo del corpus nos ha mostrado el gran avance de la gramaticalización en los distintos canales que hemos distinguido. Las construcciones ilativas son mucho más frecuentes que las consecutivas. Las locuciones más empleadas, de manera que, de modo que y de forma que, son mayoritariamente ilativas. Por otra parte, de suerte que, la locución menos usada en términos absolutos, es, sin embargo, la más empelada como ilativa. Parece, pues, que una locución empieza a ser desusada cuando se acerca al final del proceso de gramaticalización, es decir, a la categoría de locución ilativa. Asimismo, con pausa entre las dos cláusulas de la construcción y el verbo de la segunda en subjuntivo las locuciones de modo que, de forma que y de manera que son mayoritariamente locuciones finales. Los porcentajes consignados indican que estas tres locuciones se están especializando claramente en las funciones de locución ilativa y locución final, o sea, en los eslabones finales de las cadenas de gramaticalización.

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Por tanto, la locución adverbial elativa de manera –el segundo eslabón de las cadenas de gramaticalización–, con el verbo de la segunda cláusula en indicativo, está en claro retroceso; mayor uso tiene con el verbo en subjuntivo en un nuevo eslabón consecutivo-final. Lo que quiere decir que, como han observado algunos gramáticos, la construcción consecutiva de manera languidece en el español contemporáneo y va dejando su sitio a la construcción consecutivo-final o incluso a la final. Datos cuantitativos aparte, nos habíamos propuesto en este estudio comprobar que las cadenas de gramaticalización A) adjunto elativo de manera > locución adverbial elativa > locución consecutivo-final y B) adjunto elativo de manera > locución adverbial elativa > locución conjuntiva ilativa > locución conjuntiva final son todavía hoy procesos no concluidos en los canales de gramaticalización identificados por los siguientes integrantes: a) construcciones bimembres con los sintagmas de manera, de forma, de modo y de suerte; b) pausa o no pausa entre los dos miembros; y c) subjuntivo o no subjuntivo en el segundo miembro. En cada canal cada una de aquellas dos cadenas es un continuum categorial y diacrónico, una categoría prototípica. Que las cadenas están inconclusas lo hemos podido comprobar con meridiana claridad en algunos hechos. En un texto del CORPES XXI –corpus complementario– aún hemos encontrado el sintagma en forma incesante (con en y no de, con adjetivo, con pausa delante de la conjunción que) en función de adjunto elativo (2b). También hemos hallado en nuestro corpus básico una locución ilativa escindida por un vocativo, nada menos que en función supraoracional de conector consecutivo: “De manera, señora Ama de Casa, que” (3); y, por supuesto, numerosos casos de construcciones en las que nuestras locuciones son polisémicas, pueden variar entre los márgenes de una categoría prototípica; y, desde el punto de vista del oyente, pueden ser ambiguas: pueden interpretarse como locuciones adverbiales consecutivas o conjuntivas ilativas o conectores discursivos. Véanse los ejemplos de (23), (24), (27). Por otra parte, la gramaticalización no concluida de las locuciones, con su efecto de polisemia, debida a la “persistencia” de los significados desinentes en los emergentes y a la “estratificación paradigmática” de las construcciones sucesivas, da lugar a la cadena de gramaticalización de las relaciones interoracionales (coordinación > interordinación > subordinación) y su extensión a las relaciones supraoracionales. La gramaticalización de las locuciones adverbiales y conjuntivas y la gramaticalización de las cláusulas permiten la creación de nueva gramática o, si se quiere, la extensión de la gramática al discurso. El análisis del corpus nos ha permitido también la identificación de los factores que en la lengua escrita de nuestro tiempo determinan las construcciones consecutivas e ilativas.

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Podemos decir que apuntan a una interpretación consecutiva los siguientes factores: 1. Ausencia de pausa, larga (comienzo de párrafo o turno, punto, dos puntos, punto y coma) o breve (coma). 2. El segundo miembro de la construcción no puede ser un enunciado imperativo o interrogativo. 3. El segundo miembro no puede ser una cláusula truncada. 4. Las locuciones adverbiales elativas deben ser adecuadas y compatibles semánticamente con el predicado de la primera cláusula: (20abcde), (28ab), (29abcd). Si en el predicado de esta figuran los verbos ser, estar o hacer, expresos o elípticos (20d), se cumple esta condición. 5. Fuera de la locución adverbial elativa, no puede haber otros adjuntos de manera en la primera cláusula, salvo cuando a ellos, tras coma, se yuxtapone especificándolos o explicándolos el adjunto elativo en las “consecutivas desplazadas” (22), (23abc). 6. Las locuciones adverbiales elativas se pueden conmutar, sin alterar el significado de la construcción consecutiva, por las estructuras de cuantificación nominal de una manera tal, que; de una forma tal, que; de un modo tal, que y de una suerte tal, que (20abcde), pero no por una conjunción o locución ilativas. 7. La construcción consecutiva no encierra una premisa implícita (20abcde) y (28ab). 8. La construcción es consecutiva cuando está subordinada a una construcción absoluta de participio (20e), o a otra cláusula subordinada o interordinada (22bc) y, sobre todo, cuando aparece en el segundo miembro de una construcción ilativa (19e), o en el primero (22a), (22c). 9. La construcción consecutiva normalmente no lleva coma entre sus cláusulas, aunque la puede llevar (20abcde), (22abc), (23abc). A su vez, proponen una interpretación ilativa los siguientes factores: 1. La presencia de una pausa larga (comienzo de párrafo o turno, punto, dos puntos, punto y coma) entre los dos miembros de la construcción: (4), (5), (6), (7), (8), (9), (10), (11), (12), (13), (14), (16), (18). 2. El segundo miembro de la construcción es un enunciado imperativo o interrogativo: (7), (11), (12), (18abcd). 3. El verbo del segundo miembro está en indicativo. 4. El segundo miembro es un enunciado truncado, reducido a la locución (16abcd), (18ab) y (18ef). 5. La construcción encierra una premisa implícita (19abcde), (30abcd). 6. La locución ilativa puede conmutarse sin cambio de sentido por una conjunción ilativa u otra locución de esa clase (19abcde), (30abcd), pero no por nin-

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guna de las estructuras de cuantificación nominal de una manera tal, que; de una forma tal, que; de un modo tal, que y de una suerte tal, que. 7. En una construcción ilativa puede haber adjuntos de manera en la primera cláusula (10ab), (30b), pero si una locución adverbial elativa está coordinada con ellos, entonces la construcción es consecutiva. 8. Los dos miembros de una construcción ilativa pueden estar separados por una pausa breve representada por coma. 9. El segundo miembro de la construcción ilativa es complejo sintáctica y semánticamente: una oración compuesta por subordinación o interordinación, sobre todo, si comprende una consecutiva de manera, una unidad discursiva, una construcción de discurso directo: (10ab), (15b), (19abcde), (30d). 10. La construcción es ilativa, si hay un conector consecutivo tras la locución ilativa (26a). Referencias bibliográficas Alarcos Llorach, Emilio (1994): Gramática de la lengua española. Madrid: Real Academia Española/Espasa Calpe. Álvarez Menéndez, Alfredo Ignacio (1999): “Las construcciones consecutivas”, en Ignacio Bosque y Violeta Demonte (eds.): Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, vol. 3, pp. 3739-3803. Bartol Hernández, José Antonio (1986): Oraciones consecutivas y concesivas en las Siete Partidas. Salamanca: Universidad de Salamanca. Espinosa Elorza, Rosa María (2010): Procesos de formación y cambio en las llamadas “palabras gramaticales”. San Millán de la Cogolla: Cilengua. Ferrari, Laura/Güemes, María Mercedes/Tallon, Laura/Torres, Humberto/Urcelay, María Belén (2021): “Correlatos prosódicos de los distintos valores de la conjunción pero”, en Verba: Anuario Galego de Filoloxía, 48, pp. 1-18. . Girón Alconchel, José Luis (2008): “Lexicalización y gramaticalización en la creación de marcadores del discurso… y de otras palabras”, en Elisabeth Stark, Roland SchmidtRiese y Eva Stoll (eds.): Romanische Syntax im Wandel. Tübingen: Gunter Narr Verlag, pp. 363-385. — (2011): “Ilativas, interordinación y consecutivas de enunciación”, en José Jesús de Bustos Tovar, Rafael Cano Aguilar, Elena Méndez García de Paredes y Araceli López Serena (coords.): Sintaxis y análisis del discurso hablado en español. Homenaje a Antonio Narbona. Sevilla: Universidad de Sevilla, vol. 1, pp. 551-566. — (2014): “El continuum gramática-discurso: construcciones ilativas entre 1684 y 1746 en relatos históricos”, en José Luis Girón Alconchel y Daniel M. Sáez Rivera (eds.): Procesos de gramaticalización en la historia del español. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 189-232.

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LOS MICROTEXTOS EN LA CONFIGURACIÓN HISTÓRICA DEL DISCURSO: SERIES ENUMERATIVAS Y CAMPOS LÉXICOS EN EL TRATADO QUE ESCRIBIÓ DE SUS ANDANÇAS E VIAJES POR DIVERSAS PARTES DEL MUNDO AVIDOS, DE PERO TAFUR * Rosario González Pérez Universidad Autónoma de Madrid

1. Breve presentación del objeto de estudio El presente trabajo se inserta en el marco del análisis histórico del discurso. Con él se pretende indagar en la configuración histórica de un tipo de discurso escrito que puede situarse, en general, dentro de la distancia comunicativa (Koch/Oesterreicher 2007): los libros de viajes. Sin embargo, hay que matizar que el grado de distancia comunicativa depende de numerosos factores, tanto internos (los libros de viajes pertenecen al género narrativo, en este caso, al relato de no ficción, lo que influirá en la construcción del discurso, que se caracteriza por la inclusión de elementos temporales1 y locales y por la inserción de microtextos, con predominio *   Este trabajo se integra dentro de los proyectos de investigación Gramaticalización, lexicalización, pragmática y discurso en la historia del español (PR108/20-11, UCM-Santander) y Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PID2020-112605 GB-I00). 1   Para un acercamiento diacrónico a los mecanismos de representación puede consultarse el trabajo de Azofra Sierra (2009) sobre algunos adverbios temporales (ayer, anoche, hoy, cras / mañana y sus compuestos), que se ocupa de la deixis temporal de los elementos analizados desde la época medieval hasta la actualidad. Sería interesante contrastar con el estudio general de Azofra Sierra los elementos temporales que aparecen en los libros de viajes de distintas diacronías, introduciendo variables cronológicas y tipológico-discursivas en el análisis para comprobar qué peso tienen en la fijación de los elementos estudiados. Por ejemplo, en el relato de Tafur son muy frecuentes otro día / otro día de mañana, más que ayer, hoy o anoche; lo que resulta lógico si pensamos en las dos perspectivas narrativas que suponen dos momentos enunciativos diferentes: el viaje narrado cuando ya está realizado, perspectiva que orienta al pasado, y el viaje haciéndose en la narración misma, perspectiva que orienta al futuro. La segunda situación enunciativa es más prominente que la primera y podría ser esta la causa de que los elementos temporales en Tafur se orienten más a la futuridad (el viaje se presenta en curso de

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de los descriptivos) como externos (la finalidad del viaje, personal o institucional, puede mitigar la distancia o reforzarla). Según Adam (1992), la categorización de los textos constituye para los hablantes una operación cognitiva intuitiva en el sentido de espontánea, que textualiza la materia discursiva organizándola en categorías (tipos de texto) y esquemas prototípicos para esas categorías (secuencias y formas), pero teniendo en cuenta que no basta para ello con la aparición de un esquema prototípico o con la selección de formas lingüísticas relativamente estables en una categoría. Para Adam (1992), en la interpretación y la producción de textos entra en juego una serie compleja de conocimientos previos heterogéneos y, añadimos nosotros, que pueden cambiar en distinto grado a lo largo de la historia2. Partiendo de que el tipo de discurso analizado pertenece a la subcategoría de los libros de viajes, en este caso, dentro de los relatos de no ficción, la hipótesis que sostenemos en este trabajo propone que este tipo de discurso se encuentra fuertemente convencionalizado por la tradición discursiva (TD) a la que pertenece, de modo que el peso de este tipo de TD es, en gran medida, responsable de su configuración, en la que resulta máximamente relevante la inserción de otros discursos que funcionan como mecanismos de coherencia y cohesión: microtextos, entendidos como textos breves insertos en un texto más amplio, por tanto con dependencia estructural y discursiva de él3. Estos microtextos son, pues, fundarealización, se va creando a medida que avanza la narración) que al pasado. Dentro de esta situación general, sería interesante explorar la relación entre futuro y pasado en un viaje que se presenta como ya realizado frente a un viaje que se presenta en curso de realización (como un diario, por ejemplo). En este sentido, otro día / otro día de mañana u otro día siguiente, que también utiliza Tafur, aunque constituyen localizadores temporales de futuridad, podrían considerarse más propios del viaje narrado cuando ya está realizado. En el viaje haciéndose en la narración misma, tal vez se utilizarían mañana o mañana por la/de mañana. 2   Esta relación entre historia, lingüística externa (sociolingüística) y contexto ya fue apuntada por Bajtín (1982) cuando propone que los distintos grupos sociales en distintas épocas seleccionan formas de discurso propias. Es de destacar también, en este mismo autor, el intento de caracterización del enunciado como unidad del discurso frente a la palabra o la oración (Bajtín 1982: 256-289). 3   Entendemos microtexto en el sentido en que lo hace Gutiérrez Ordóñez (2019b: 648): “es un discurso de formato menor que posee todos los rasgos definitorios de un texto, pero que presenta caracteres propios que lo hacen singular: • En cuanto texto, posee un inicio y un cierre definitivos. • Se caracteriza por su brevedad. • Está formado por un número reducido de microdiscursos que se ensamblan según reglas de género. • Es una construcción de estructura y trama simples que prescinde de lo secundario. • Presenta un número reducido de temas y protagonistas. • Los microtextos suelen tener unidad de autor y de narrador. • El microtexto progresa ágilmente hacia el desenlace. El tempo discursivo es rápido.

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mentales para el desarrollo de la progresión informativa de este tipo discursivo. A ello contribuye también la selección léxica dentro de ellos (series enumerativas y campos léxicos en microtextos fundamentalmente descriptivos), lo que constituye un procedimiento de refuerzo de la coherencia interna que merece la pena explorar a la luz de las tendencias que puedan gobernarla4. Por ello, el objetivo general de este trabajo consiste en mostrar cómo la tradición discursiva (TD) en que se inserta un texto es la principal responsable de su construcción textual (Kabatek 2008, Kabatek/Bleortu/Gerards 2018, Oesterreicher 2007, 2008, 2011; Pons Rodríguez 2008). De este modo, esta investigación se enmarca en el análisis empírico de los procedimientos que abordan el estudio histórico del discurso en relación con la caracterización de las diacronías y microdiacronías en la historia del español, examinando cómo intervienen estos procesos de rutinización discur• Frecuenta las elipsis narrativas, lo que exige una interpretación cooperativa. • En algunos tipos de microtextos narrativos se persigue un efecto final que justifica la tensión y que da sentido y unidad al conjunto. Se muestra como un todo dotado de coherencia. • Muchos microtextos se vierten en moldes muy específicos (pensemos en un soneto), que son los microgéneros”. Sin embargo, queremos hacer notar que la segunda característica (brevedad), la tercera (prescindir de lo secundario) y la sexta (tiempo discursivo rápido, frecuentes elipsis) están en relación con el funcionamiento de los microtextos, muchas veces insertos en un texto, es decir, dependientes estructuralmente de una unidad superior, lo que favorece las elipsis y la condensación expresiva y exige, como señala Gutiérrez Ordóñez (2019b: 648), “una interpretación cooperativa”. Dentro de los estudios literarios, el microtexto se concibe como un texto extremadamente breve, con independencia de su posible inserción en un texto mayor. Otras corrientes lingüísticas se ocupan del microtexto dentro de la escritura electrónica como “una nueva modalidad gráfica utilizada en la interacción electrónica (SMS, WhatsApp, Twitter, etc.), caracterizada por diversas licencias lingüísticas que la distancian del código estándar” (Álvarez García / Mosquera Castro 2014: 11); no aplicamos esta visión de microtexto en este trabajo. 4   Lo que daría lugar a distintas preguntas de investigación. Si nos centramos en el contraste entre tradición e innovación, podríamos preguntarnos cómo funcionaría la tensión entre arcaización y novedad en la selección léxica dentro de un tipo de discurso orientado a mostrar una realidad desconocida a un destinatario que debe representarse un contexto local (escenario del discurso) a través del texto transmitido. Si tenemos en cuenta la finalidad discursiva de este tipo de textos (libros de viajes), podríamos interrogarnos sobre la manera en que su macroestructura, asentada en un fuerte componente informativo, condiciona esa selección léxica. Si nos fijamos en el modo de transmisión de la realidad, que sigue en estos textos una dirección de ajuste que transita del mundo a la lengua, ¿influye en la selección léxica y en la inserción de microtextos en la estructura del relato la elección de la concisión discursiva o del detalle? Sin embargo, no vamos a desarrollar en este trabajo los aspectos anteriores, porque exigiría un estudio comparado de distintos libros de viajes del siglo xv, franja cronológica a la que pertenece el texto analizado, que no acometemos en esta investigación.

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siva en la conformación y segmentación del discurso (mecanismos de coherencia y cohesión, progresión informativa y estructura argumentativa)5. Para ello, el trabajo se articula del siguiente modo: 1. Breve presentación del objeto de estudio. 2. Enunciación de la hipótesis de partida y contextualización del tipo de discurso analizado. 3. Marco teórico y metodología. 4. Análisis empírico I: Organización del discurso narrativo de no ficción (microtextos), con especial atención a las Andanças e viajes, de Pero Tafur. 5. Análisis empírico II: series enumerativas y campos léxicos (microdiscursos) en las Andanças e viajes, de Pero Tafur. 6. Conclusiones. 2. Enunciación de la hipótesis de partida y contextualización del tipo de discurso analizado La transmisión informativa de lo ajeno, lo extraño, lo desconocido, también lo conocido lejano o recordado, activa la conciencia metadiscursiva (Portolés Lázaro 2004: 31-46) en primer lugar y la conciencia metarrepresentativa, en segundo lugar. Gracias a la conciencia metarrepresentativa el emisor sabe, de forma consciente o intuitiva, que el destinatario ha de representarse la nueva realidad sin tenerla delante (Curcó 2020: 212-233; Portolés Lázaro 2004: 31-46; Reyes 2018: 255-262; Verschueren 1999: 69). Una de las tradiciones discursivas que ha de afrontar la construcción de textos para un destinatario con el que se comparte un contexto nulo son los libros de viajes. La tradición discursiva de los libros de viajes en toda su jerarquía (género, subgénero, microtextos dentro del texto producido, microdiscurso y enunciado) es responsable de la organización discursiva (superestructura: Van Dijk 1978: 141-153), del empleo de los procedimientos cohesivos y de la activación de determinados mecanismos para el mantenimiento de la macroestructura (Van Dijk 1978: 54-67). La hipótesis en sentido 5   El interés por el análisis histórico del discurso en el marco de las tradiciones discursivas que lo conforman ha aumentado notablemente en los últimos años. Prueba de ello es la existencia de proyectos de investigación en este sentido, como los que dirige la doctora López Serena, de la Universidad de Sevilla: Tradiciones Discursivas, Tradiciones Idiomáticas y Unidades de Análisis del Discurso en la Historia del Español Moderno () o Tradicionalidad Discursiva e Idiomática, Sintaxis del Discurso, Traducción y Cambio Lingüístico en la H.ª del Español Moderno: Prosa (Pre-)Periodística/Ensayística y Literaria ().

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estrecho que enunciamos en este trabajo consiste en considerar el empleo de las series enumerativas y los campos léxicos como un mecanismo para el mantenimiento de la macroestructura en el texto de Tafur en particular y en los libros de viajes en general. Estas series, constituidas o no por campos léxicos y que se desarrollan en exponentes funcionales con distintos esquemas, refuerzan la coherencia discursiva a través de elementos que funcionan al servicio de la cohesión (los propios elementos enumerados). El empleo de series enumerativas dentro de microtextos (descriptivos en muchas ocasiones, pero también narrativos, como la reproducción de relatos conversacionales o la inserción de distintas anécdotas con distinto grado de relevancia en el relato general del viaje) contribuyen a la organización del discurso y, como señala Girón Alconchel (2016: 935), los modelos que utilizan “la función estructuradora de las unidades discursivas”6, deben evaluar también si “los posibles cambios en la segmentación lingüística del discurso se deben a la cronología o a factores retóricos” (2016: 935). Somos conscientes de que la utilización de un solo texto constituye únicamente un punto de partida para esta investigación que necesitaría, para obtener datos más relevantes, la comparación con otros discursos del mismo tipo en una franja cronológica similar (otros libros de viajes del siglo xv) y también el contraste con otros libros de viajes de franjas cronológicas diferenciadas, anteriores o posteriores7. La distinción tradicional entre textos medievales, clásicos, modernos y contemporáneos puede resultar de utilidad para situar y evaluar el grado de importancia de los posibles cambios (análisis histórico del discurso) en la configuración de los textos analizados (organización, segmentación de unidades discursivas y mantenimiento de la macroestructura mediante procedimientos cohesivos, ya sea fóricos o léxicos, estos últimos son los que estudiamos en este trabajo)8. No obstante, hay que tener en cuenta que la periodización constituye un problema no resuelto tanto en la historia de la lengua como en el análisis histórico del discurso, es decir, la investigación sobre la configuración histórica de los distintos tipos de discurso podría servir para perfilar el alcance de los períodos tradicio  Como modelos de este tipo podemos mencionar los de Garrido (2014 y 2015) o los de Borreguero Zuloaga (2014), citados por Girón Alconchel (2016). 7   A este respecto, podemos citar los trabajos de Peñate Rivero (2004, 2006, 2012) sobre relatos de viaje, enfocados dentro de los estudios literarios. 8   Sin embargo, la observación de los datos en las ciencias humanas tiene una relevancia específica que hay que aceptar. Esto, que se puede entender como lingüística empática (Kabatek 2014), supone un acercamiento a la determinación de distintos niveles y unidades del discurso en que “se parte abiertamente del saber originario, conocimiento de agente, intuición, empatía […] que los lingüistas tenemos ya como hablantes nativos de las lenguas que analizamos” (López Serena 2016: 1168). Por eso, aunque no resulta suficiente, es válido también el análisis de un solo caso. 6

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nalmente establecidos (medieval, clásico, moderno, contemporáneo), limitando la linealidad de estos cortes cronológicos. 2.1. Caracterización de los libros de viajes Como ya se ha señalado en numerosas ocasiones, los libros de viajes constituyen un género difícil de delimitar (Beltrán Llavador 1991; Pérez Priego 1984; Rubio Tovar 1986)9, al que Rubio Tovar se ha referido como un “género multiforme” (1986: 30). Tanto es así que, aún hoy, “es difícil encontrar, dentro de la historia de la prosa en lengua española, una nómina cerrada de producciones que podamos catalogar sin residuo como libros de viajes” (González Pérez 2015: 51). Merece la pena señalar el hibridismo en un tipo de género de tanta profundidad histórica y con tantos ejemplares textuales en distintas épocas y lenguas, por tanto, también en distintas tradiciones discursivas. En efecto, sin profundizar en los aspectos tipológicos del género, podemos encontrar textos de ficción y de no ficción dentro del relato del viaje10, junto a textos con muy distintos fines (en la época medieval, guías de peregrinos, pero también textos en que se resalta, por ejemplo, lo maravilloso, siguiendo los modelos del Libro de las cosas maravillosas de Marco Polo y el Libro de las maravillas del mundo del inglés Mandeville, probable personaje ficticio11). Si nos atenemos a los relatos de viajes de no ficción, en los que se centra este 9   Cabe señalar que apenas hay acercamientos a los libros de viajes desde una perspectiva lingüística. Su caracterización como género, más que como tipo de discurso, se ha abordado dentro de los estudios literarios, como sucede con los autores que se citan en el texto de este trabajo. 10   Y dentro de los textos de no ficción, como las Andanças, podemos preguntarnos si la materia relatada en estos textos pertenece enteramente a la no ficción o se insertan episodios ficticios o rememorados de determinada manera o traídos al discurso porque era habitual referirse a determinados episodios o personas en este tipo de textos; no olvidemos que los libros de viajes constituyen un tipo de texto fuertemente convencionalizado. En el caso de las Andanças nos referimos, por ejemplo, al encuentro de Tafur con el mercader veneciano Nicolò dei Conti, personaje famoso en la época, que había viajado a Asia y a través del que Tafur inserta en el relato las maravillas de lo desconocido, con un hábil procedimiento en el que la responsabilidad de lo narrado recae en el mercader y no en el propio Tafur, que aquí se comporta como notario de lo dicho por Conti. Este es un ejemplo de lo complejo que resulta caracterizar como género este tipo textual de relatos, que no han dejado de producirse durante siglos. 11   Pérez Priego (2018: 21-32) hace un repaso de los viajeros y libros de viajes en la Edad Media en la introducción a su edición de las Andanzas y viajes de Pedro Tafur. En este repaso destaca la gran actividad viajera que se dio en la Edad Media y que tuvo como resultado “una notable producción de escritos de viajes” (2018: 31). Por su parte, Béguelin-Argimón (2004: 87), insiste también en estos aspectos: “Durante todo el medioevo, cruzados, peregrinos, misio-

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trabajo, el denominador común de este tipo de textos se podría enumerar así: 1. Son obras en prosa que se construyen en torno a un itinerario (uno o más viajes realizados). 2. Se articulan en torno a un eje cronológico, más o menos detallado, que ordena la materia narrada. 3. La macroestructura o centro temático es de tipo espacial y en ella cobra prominencia el espacio recorrido con todo lo que incluye (ciudades, edificios, paisajes, habitantes, costumbres, anécdotas). 4. Los ejes locales y cronológicos han de ser interpretados como elementos de control del tema que favorecen la adecuada progresión informativa, refuerzan la coherencia del relato y le aportan verosimilitud, ya sea real o mimética. Las características 3 y 4 resultan especialmente relevantes en la construcción del discurso escrito analizado; por un lado, es presumible que un centro temático de tipo espacial favorezca la aparición de microtextos descriptivos para mostrar (ostensión) lo que el productor del texto desea hacer explícito y visible dentro del espacio recorrido; por otro, las series léxicas (enumeraciones y campos léxicos) se convertirían en mecanismos expansivos de control del tema mediante los que se detalla o precisa un elemento anterior. Por tanto, los elementos compartidos por el género de los relatos de viajes se pueden interpretar como organizadores del discurso, con función, por ello, estructuradora de sus unidades. 2.2. Elección de las Andanças e viajes, de Pero Tafur como objeto de análisis La elección del libro de Tafur obedece al interés por analizar un viaje real, es decir, un relato de no ficción, con todas las circunstancias que lo rodean, de modo que podamos tener en cuenta factores intradiscursivos y extradiscursivos en el examen de los elementos que configuran el tipo de texto objeto de estudio. El eje cronológico de este relato real ocupa desde finales del verano de 1436 a la primavera de 1439 (Pérez Priego 2018: 38). En este caso, nos hallamos ante un viaje narrado retrospectivamente, c 1454, unos quince años después de realizado el viaje, es, por tanto, un viaje recordado (Pérez Priego 2018: 39). Ante esto, podemos preguntarnos cómo influye la distancia entre lo narrado y lo vivido en la configuración del relato de Tafur. Se podría aventurar que esta distancia favorecería la explicación sintética, la evitación de detalles en los microtextos descriptivos neros, comerciantes y diplomáticos se abren camino hacia estos horizontes míticos. […] Poco a poco, se forja así un corpus de relatos de viajes uno de cuyos ejes temáticos más importantes lo constituyen los mirabilia, las maravillas, que cobran vida mediante el contacto real o imaginario con el Otro, con lo desconocido o con lo simplemente lejano y diferente”.

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y la recurrencia a mecanismos englobadores (enumeraciones, sin desarrollo de cada integrante de la serie), presentes en el texto de Tafur y que nos proponemos estudiar, aunque también podría estar presente en el modo de representación de la realidad la elección de una tradición retórica más directa y un estilo más conciso, al menos, en los microtextos descriptivos12. O tal vez, la elaboración de un texto personal, en el que no se rinde cuenta de una narración por motivos institucionales, como ocurre en otros relatos de viajes del siglo xv, permita a Tafur una selección de los detalles en función de sus intereses13. 2.3. Contraste entre las Andanças e viajes de Pero Tafur y otros libros de viajes del siglo xv Las Andanças de Tafur constituye una relación de hechos que responde a un viaje real evocado, como también sucede con la Embajada al gran Tamorlán, atribuida con muchas dudas a Ruy González de Clavijo (viaje real en 1402, como embajada de Enrique III de Castilla a tierras orientales), aunque, en este segundo caso, con una menor distancia entre el viaje vivido y experimentado y su redacción (de 1403 a 1412). Otra diferencia que podemos encontrar ente las Andanças y la Embajada estriba en el propósito del viaje: las Andanças es el fruto de un viaje personal, no institucional; en tanto que la Embajada puede calificarse de viaje de Estado. Por eso, en esta obra observamos una cercanía a las crónicas y a las guías de peregrinos (importancia de los lugares religiosos, que se describen profusamente) que obedece a la clase de encomienda que da lugar al viaje. Estos factores extratextuales deben tenerse en cuenta a la hora de evaluar el uso de determinados procedimientos discursivos en cada ejemplar del género analizado; concretamente, en las Andanças observamos la utilización de procedimientos lingüísticos específicos para la expresión de la realidad extraña, como son las amplias series enumerativas referenciales (de animales, frutos, léxico marinero, oficios, naciones, etc.), que utilizan la expansión acumulativa como procedimiento meramente descriptivo o también ponderativo, frente al minucioso detalle descriptivo de la Embajada 12   Lo que se conoce en la retórica clásica (griega y latina) como estilo ático, caracterizado por la concisión. Agradezco al doctor Sáez Rivera la sugerencia sobre la posible intervención de la retórica clásica en la elección de los distintos estilos a la hora de configurar un discurso. 13   Las largas descripciones de lugares, sobre todo religiosos, en libros de viajes del xv, son aquí muy reducidas, si comparamos el relato de Tafur con la Embajada a Tamorlán, por ejemplo, atribuida con muchas dudas a Ruy González de Clavijo (López Estrada 1999, en la edición de esta obra). Esto pone en relación los distintos procedimientos de transmisión de la materia narrada con el concepto de retextualización o refacción dentro de una TD (Pons Rodríguez 2008).

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(González Pérez 2015: 50-53). Es posible que el carácter institucional que rodea la Embajada, junto a otros factores, haya influido en la elección de un modo de representación de la realidad detallado y minucioso, al tener que dar cuenta pública los relatores de un viaje encomendado, no elegido. Frente a los dos libros anteriores, se puede citar en el xv el Victorial o Crónica de don Pero Niño, de Gutierre Díez de Games14. Sin embargo, su autor no es un narrador que experimente el viaje de forma directa, como sucede con Tafur. En la parte del Victorial que puede considerarse dentro del género de los relatos de viajes, Díez de Games es más bien un narrador-testigo, que realiza una semblanza apologética del conde de Buelna, al que acompaña como alférez en sus campañas marítimas. 3. Marco teórico y metodología: los límites del análisis de casos El marco teórico de este trabajo se encuentra dentro de los presupuestos de la pragmática histórica aplicada a la construcción textual y a la configuración histórica de los discursos. La metodología que utilizamos emplea el análisis de casos para abordar la investigación en un género de tradición discursiva informativa: los libros de viajes, que seleccionan procedimientos lingüísticos para la transmisión de una realidad extraña a un destinatario que no está presente (contexto nulo o no compartido, función informativa). Para ello, realizamos un análisis empírico de un ejemplar de este tipo de textos, centrándonos en una microdiacronía de mediados del siglo xv porque este marco temporal coincide con el final de la Edad Media, lo que puede anunciar el surgimiento y fijación de elementos característicos del español clásico y puede revelar también cierto hibridismo entre lo medieval y lo clásico muy interesante para el estudio de la configuración del discurso escrito, tanto en la organización de los géneros y tradiciones discursivas como en otros aspectos lingüísticos (léxicos). El análisis histórico del discurso, como el análisis de otros niveles desde la perspectiva diacrónica, conlleva dificultades que hay que tener en cuenta, pues pueden limitar el alcance de los resultados obtenidos en una investigación. La influencia de los factores macrosociales en la construcción de los discursos, objetivo de estudio de la Pragmática variacional de corte sincrónico o contrastivo (Placencia 2020), es difícil de valorar en textos alejados de la sincronía actual. Por eso, ceñirse a una microdiacronía permite trabajar con mecanismos y procedimientos más acotados que evitan, en parte, la dispersión de los datos recogidos. Otro hecho que no podemos soslayar consiste en aceptar que los géneros discursivos van modificándose “en la medida en que revelan aspectos históricamente

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  Existen ediciones de Miranda (1993) y Beltrán Llavador (1994, 1997).

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cambiantes de las normas de la interacción y de la negociación de las entidades sociales” (Iglesias Recuero 2020: 792); dentro de esta orientación sociopragmática cabe preguntarse si los paradigmas teóricos y los conceptos operativos actuales pueden aplicarse al análisis histórico del discurso o debemos plantear adaptaciones que tengan en cuenta consideraciones pragmático-lingüísticas. En relación con lo expuesto anteriormente, somos conscientes de las dificultades que se plantean en el texto analizado; por lo pronto resulta complicado determinar hasta qué punto podemos considerar el libro de Tafur como prototipo de una narración del siglo xv, cuando existen evidentes problemas de fechación y fijación del texto, pues no ha llegado hasta nosotros el original de Tafur, sino que disponemos de una obra manuscrita del siglo xviii (Pérez Priego 2018: 49-54): el Ms. 1985 (Biblioteca Universitaria de Salamanca) que parece una copia muy tardía de un original del siglo xv. En cuanto a la copia conservada, “[n]o sabemos quién la depositó allí [en Salamanca], ni quién la hizo copiar ni de dónde. Lo que es seguro es que su modelo […] era ya un texto en mal estado de conservación, por lo que seguramente se decidió preservarlo en una copia nueva […]” (Pérez Priego 2018: 51-52). Pero se trata de una copia con problemas y deficiencias, en la que existen lagunas y en la que no está anotada la puntuación, que Pérez Priego (2018) repone en su edición del texto. Con estas precauciones, nos acercamos a un texto elaborado en el siglo xv (aunque nos haya llegado en una copia posterior) que constituye un discurso informativo dentro del género de los libros de viajes y del subgénero de los relatos de no ficción. 4. Análisis empírico I: organización del discurso narrativo de no ficción (microtextos), con especial atención a las Andanças e viajes, de Pero Tafur Como hemos señalado anteriormente, en la configuración de los libros de viajes interviene la inserción de otros discursos (microtextos) que funcionan como mecanismos de coherencia y cohesión. Los microtextos constituyen textos que se integran en la superestructura del relato de viajes en distintos niveles jerárquicos: como textos casi independientes (relatos referidos y fragmentos descriptivos), como textos más integrados y dependientes que desarrollan una parte de un enunciado (enumeraciones y series) o como elementos que conectan enunciados de diversas maneras. Así concebidos, contribuyen al desarrollo de la progresión informativa de este tipo discursivo y forman parte de las unidades que componen el nivel de análisis de la macrosintaxis, en el que coexisten con el microdiscurso y el enunciado15.   “Un microdiscurso es un bloque comunicativo formado por la combinación sintagmática de enunciados independientes (simples o complejos), ligados por relaciones combinatorias 15

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4.1. Secuencias que incorporan discurso referido En cuanto a la inserción de microtextos, dos son los mecanismos fundamentales para estructurar la materia narrativa en el texto de Tafur: el discurso referido y las secuencias descriptivas: Secuencias que incorporan discurso referido: (1) [En el segundo viaje a Venecia] Solía en estos tiempos pasados, que pocas semanas é áun días avía en que los pescadores non sacavan en las redes criaturas muertas; dizen que esto era, por el grant alongamiento que los mercaderes fazen de sus mugeres, é que ellas, con el deseo de la carne, poniéndolo en obra é emprenándose, por guardar sus famas é como el lugar es dispuesto para ello, en pariendo, echavan las criaturas por las ventanas en la mar (Andanças El Albir, 215-216)16.

En el ejemplo 1, se apunta a un discurso que ha sido formulado y proferido antes; en el texto está narrado por otros y se trae a él con el valor evidencial en que se sustenta lo sabido porque lo hemos recibido a partir de una fuente anterior. Así podemos interpretar la aparición de dizen que como un elemento cohesivo de enlace entre las distintas partes del texto, un elemento introductor de información nueva que contribuye a reforzar el control del tema. Como puede apreciarse en el ejemplo anterior, en las Andanças, el discurso referido se inserta de forma fluida y natural, sin romper el hilo narrativo, lo que confiere rapidez y viveza al relato. Este mecanismo dota de inmediatez narrativa al texto de Tafur, reduciendo la distancia comunicativa en que suelen estar instalados los libros de viajes. De este modo, se actualizan hechos pasados como si estuvieran sucediendo, introduciendo un tipo de enunciación polifónica a través de distintas voces que aluden a diferentes planos temporales, pero sin perder por ello el hilo del relator único, que siempre es Tafur. Esto confiere al texto espontaneidad narrativa, pues el procedimiento recuerda la inserción de los relatos en las conversaciones coloquiales y contribuye el uso indistinto tanto de la modalidad de (sintácticas o discursivas) y ensamblados en un bloque coherente que presenta unidad temática” (Gutiérrez Ordóñez 2020: 1074-1075). Sobre la sintaxis del microdiscurso puede consultarse también Gutiérrez Ordóñez (2019a). 16   Los ejemplos corresponden a la reproducción facsímil de la edición de Marcos Jiménez de la Espada, que las ediciones El Albir publica en 1982. La edición de Jiménez de la Espada, de 1874, ocupa el número 8 de la Colección de Libros Españoles Raros o Curiosos y toma como base la única copia manuscrita que se conserva del texto de Tafur (López Estrada 1982: V), que en la actualidad se encuentra en la Biblioteca universitaria de Salamanca. Seguimos la edición de El Albir porque, como el propio Pérez Priego indica en su edición del texto de Tafur, “[e]ditó por primera vez el manuscrito Marcos Jiménez de la Espada […], de manera bastante fiel a la copia conservada” (2018: 49).

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discurso indirecto como de la de discurso directo, como podemos comprobar en los siguientes ejemplos: (2) [En Constantinopla] É el dia siguiente, despues de oyda missa, fuí á casa de aquel cavallero que me estava esperando, […] é salió á mí é fabló en nuestra lengua castellana é dixo: cavallero, vos seades mucho bien venido, vedes aquí mi casa, é lo que en ella es presto á vos como á mi hermano propio, porque de vuestro Rey yo resçebí mucha onor é merçedes, […] (Andanças El Albir, 149-150). (3) [En Trapisonda, visitando al Emperador de la ciudad] é pregúntome por el emperador de Constantinopla, en qué manera avíe partido para Italia, é qué gentes levava, é preguntóme por su hermana la Emperatriz é por su hermano, el qual teníe desterrado; […] é ansí le averigüé yo todo esto, é pesóle mucho, é respondió, quél teníe cabdal para registir á ellos é á muchos más que fuesen (Andanças El Albir, 159). (4) [En Constantinopla, hablando con la emperatriz] é estava allí el otro su hermano esa ora, é yo díxeles el fecho como avía pasado con el Emperador [de Trapisonda], e agradesçiéronmelo mucho é dixo la Emperatriz: non podiérades fazer más, si fuerades nuestro natural; é yo le dixe: señora, yo fize aquello que á buen xpiano se pertenesçe; despedíme della é fuí á la posada asaz bien acompañado desos nobles de la çibdat (Andanças El Albir, 170).

En los ejemplos anteriores podemos observar cómo alternan el uso del estilo directo (2 y 4) con el estilo indirecto (3); Tafur pasa de uno a otro de forma fluida e incluso, como sucede en (4), puede quedar implícita en el discurso referido una parte de lo dicho en un momento anterior, lo que sucede con los verbos decir, agradecer y despedir, que engloban, aunque sin formulación explícita, la narración del “fecho como avía pasado”, así como las palabras dichas como agradecimiento y como despedida. 4.2. Secuencias descriptivas (microtextos descriptivos) En cuanto a las secuencias descriptivas, hay que resaltar que constituyen un mecanismo para la transmisión informativa de la realidad extraña porque implican un modo de representación de la realidad específico para la creación de un contexto común cuando este no existe o puede no existir. Como señala Bustos Gisbert (1996: 102), el microtexto descriptivo consiste en “la representación simultánea de un todo y sus partes en un marco espacial dado”. Así, el marco espacial genérico comprendería el lugar o lugares (territorios, ciudades, el itinerario en general) por donde viaja el relator (Pero Tafur), y el marco espacial especifico estaría formado por los distintos elementos locales de los que se da cuenta a lo largo de la obra (casas, monasterios, accidentes geográficos, plazas, calles, iglesias, tiendas, castillos, barcos, etc.). Dentro del marco espacial, Tafur presenta de forma

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recurrente los elementos locales de manera acumulativa, como una expansión, en general condensada y sin profusión de detalles, de un elemento anterior. Estas expansiones constituyen, por tanto, series de elementos que especifican o concretan un enunciado o parte de él. En este sentido, no solo los elementos locales se presentan de forma recurrente de este modo, sino que también son objeto de tratamiento serial o acumulativo las acciones realizadas, que se ofrecen a veces simplemente como enumeraciones y en otras ocasiones como secuencias sucesivas con un orden determinado. Como hemos señalado más arriba, existe una tendencia a la síntesis en las secuencias descriptivas, siempre explicativas, en las Andanças. Y, como también se ha apuntado antes, resulta difícil valorar de forma tajante esta elección discursiva que lleva a Tafur a construir el texto de una determinada manera. Como ya se ha dicho, podríamos estar ante un caso de refacción de la TD de los libros de viajes, que siguen la convención del detalle, sobre todo cuando se describen lugares o elementos locales, más en el caso de edificios religiosos que en otro tipo de elementos locales. También hemos señalado que tal vez la tendencia a la concisión pueda entenderse como consecuencia del relato evocado, con la pérdida de detalles que la distancia temporal y el recuerdo comportan. Una prosa más dinámica quizás podría deberse a la cronología de la obra (mitad del xv, aunque en copia del xviii), entrarían aquí factores relativos a la cronología y periodización de la historia del español. Tampoco son descartables factores externos de corte sociopragmático, en los que el estilo personal de Tafur, más libre discursiva y textualmente, estaría determinado por el carácter no institucional ni apologético de su Tratado (a diferencia de la Embajada o el Victorial). Y aunque los fragmentos descriptivos pueden interpretarse como una necesidad textual dentro de la TD de los libros de viajes, estos microtextos, en ocasiones casi independientes del hilo del relato (sobre todo en la Embajada), pueden adoptar distintas formas en su configuración. Esta necesidad textual de describir lo narrado o reproducir lo sucedido o dicho durante el viaje viene determinada por la ausencia de contexto común, que se va creando conforme el relator progresa en la narración su viaje; por ello (ausencia de contexto común), la explicitud es el modo elegido para la construcción del discurso, aunque pueda ser entendida de diversas maneras (con más o menos profusión de detalles). Como señala Bustos Gisbert (1996: 38) al referirse a los textos descriptivos: Tienen sentido cuando el contexto informativo es nulo. El lector-meta es aquel que desconoce total o parcialmente lo descrito. De ello se deduce que el nivel de presuposición de los textos es muy bajo. No obstante, la situación es esencial a la hora de decidir la forma de construcción del texto, puesto que determina el lenguaje utilizado en el momento de decidir las partes o las cualidades del objeto o la persona […].

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En efecto, si contraponemos fragmentos descriptivos de la Embajada a Tamorlán y las Andanças, observamos que existe una forma distinta de construir el texto, más detallado y rígido en la Embajada (el ejemplo 5 pertenece a un fragmento descriptivo que ocupa tres páginas en la edición de López Estrada) y con más dinamismo y tendencia a la condensación por la selección de los detalles mencionados en el texto de Tafur: (5) La primera cosa que les fueron mostrar fue una iglesia de sant Johan Bautista, que llaman sant Juan de la Piedra, la cual iglesia está cerca del palacio del Emperador. É luego, encima de la su entrada primera d’esta iglesia, estaba una figura de sant Juan muy rica é muy debuxada, de obra de música [‘mosaico’]. E junto con esta puerta estaba un chapitel alto, armado sobre cuatro otros; é so el pasan para entrar al cuerpo de la iglesia. É el cielo d’este chapitel é las piedras d’él es todo imaginado de imagenes é figuras muy fermosas, de obras de música. La cual obra de música son de unos pedaçuelos muy pequeños, que son d’ellos dorados de fin oro, é d’ellos de ezmalte é azul é blanco é verde é colorado é otras muchas colores, cuanto pertenesce par departir las figuras e imagines é lazos que allí están fechos; así que esta obra paresce extrana de ver. […] Esta dicha iglesia es monesterio de monjas religiosas; e tienen un refitor en un sobrado muy grande; […]. É dentro en este monesterio ay muchas huertas é vinas é otras cosas asaz que no podría escribir en breve (Embajada, 117-120; apud González Pérez 2015: 77). (6) Avíe una iglesia en Constantinopla, non tan grande como Santa Sufía, pero dizen que mucho mas rica, la qual fizo Santa Elena, é quiso mucho mostrar allí su poder; é á la entrada estavan unos arcos, é fazíese escuro, é dizen que allí muchas veçes se fallaron en el pecado de la sodomía; é una vez cayó un rayo del çielo é quemó toda la yglesia, que non quedó nada nin uno con aquellos que estavan ayuntados en uno en aquel pecado; é esta iglesia llaman la Valayerna, é está oy quemada que non se podríe reparar (Andanças El Albir, 175-176).

5. Análisis empírico II: series enumerativas y campos léxicos en las Andanças e viajes, de Pero Tafur El empleo de series enumerativas como expansión de un enunciado anterior o de un elemento de un enunciado y la acumulación de elementos pertenecientes al mismo campo léxico o referencial constituyen en el relato del viaje de Tafur un procedimiento específico que dota de cohesión al microtexto descriptivo. Ello se observa en el hecho de que es usado por Tafur de forma recurrente y no meramente ocasional. En estas agrupaciones de elementos las series léxicas enumerativas aparecen con distinto valor: a) Como secuencias meramente descriptivas con distinto número de integrantes, en las que predomina la síntesis descriptiva a través de cierres conclusivos y englobadores, como en los ejemplos 7 y 8:

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(7) [En Babilonia] Avié pocos dias que el Soldan avía mandado soltar de la presion un fijo del Tesorero del Soldan, aquien él avié sucedido, el qual avíe avido una grant suma de riqueza, ansí en oro como en perlas é piedras é otras cosas de valor (Andanças El Albir, 82). (8) [En Constantinopla] é están ençima de la puerta de Sant Marco quatro cavallos muy grandes de alaton dorado de oro muy fino é gruesso, é muchas losas de jaspes é mármoles ansímesmo, é otras cosas muy muchas que truxeron de Constantinopla en aquel tiempo que la señoreavan (Andanças El Albir, 147).

En los ejemplos anteriores, el sintagma gran suma de riqueza se expande informativamente a través de la serie formada por tres integrantes: oro, perlas y piedras, para finalizar la serie sintética, que acumula elementos del mismo campo (riqueza), con un cierre englobador: otras cosas de valor (7). En (8) son dos los integrantes de la serie: cuatro cavallos y muchas losas, ambos son expansiones del sintagma puerta de San Marco, finalizando la serie, en este caso de dos integrantes, con un cierre conclusivo o englobador: e otras cosas muy muchas. En estas secuencias que expanden un elemento anterior, se observa una tendencia al binarismo, como en (9) –también con el cierre conclusivo e otras muchas reliquias– o en (10) –con expansión binaria dentro de la primera serie: de grandes villas e fortalezas, que desarrolla poblado, elemento de la primera expansión–: (9) [En Constantinopla] é los veneçianos apoderaron la çibdat é la sostuvieron bien setenta años, é de allí truxeron muchas reliquias santas que oy están en Veneza: el cuerpo de Santa Elena, é el de Santa Marina, é otras muchas reliquias. (Andanças El Albir, 146). (10) [En Creta] Este reino es muy abundoso é muy poblado de grandes villas é fortalezas (Andanças El Albir, 46).

b) Como secuencias en que se acumulan elementos con sentido ponderativo o de realce expresivo (11), gracias al valor acumulativo de las enumeraciones, que puede dar idea de cantidad o abundancia (también con el cierre englobador é otras muchas cosas que se reparten por el mundo): (11) dende á quatro ó çinco dias [para pasar a las Indias mayores] la caravana llegó, la qual traya muy muchos camellos, tantos que yo non lo escrivo porque non paresca fablar demasiado; pero esta es la que trae toda la espeçería é perlas, é piedras, é oro, é perfumes, é lienços, é papagayos, é gatos de la India, é otras muchas cosas que se reparten por el mundo (Andanças El Albir, 94-95).

c) Como secuencias de elementos pertenecientes al mismo campo léxico o referencial (léxico de diverso tipo, asociado al centro temático correspondiente en el momento del relato). En este caso, el mecanismo serial contribuye al

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mantenimiento de la macroestructura y dota de coherencia al texto así construido (ejemplos 12, con elementos seriados del campo léxico de los navíos y 13, con elementos pertenecientes al campo de los animales). (12) [En Brujas] Paresçe que la mitad del mundo armó para combatir aquella villa, tan grant flota está siempre en ella é de todo linage de navíos, ansí que carracas, é náos, é úricas de Alemaña, é galeas de Italia, é barcas, é vallineres, é crieles, é otros muchos navíos, segunt las maneras de las tierras17 (Andanças El Albir, 256). (13) En estas sierras de Çepta se crían más leones reales que en parte del mundo, é puercrespines, é xímios, é onças [‘leopardos’], é ossos, é puercos infinitos (Andanças El Albir, 8).

d) Como secuencia de acciones (14): (14) [En Pera] é embiaron por aquel Señor, é lançóse dentro en la çibdat, é mató é prendió á todos los veneçianos, é asentóse en la silla imperial, é besáronle la mano por Señor (Andanças El Albir, 148).

Entendemos por series enumerativas el conjunto de elementos enlazados que tienen como función el desarrollo o la expansión de otro anterior. Su situación, normalmente pospuesta al elemento que desarrollan, hace que se encuentren en relación con el margen derecho del enunciado (Fuentes Rodríguez 2012), como un caso de expansión enunciativa, pero sin escisión tonal, puesto que no se presentan como foco informativo. No son, en general, estructuras periféricas, aunque “La periferia posterior (cf. Fuentes Rodríguez 2012 y 2014: 141 y ss.; y Schneider 2007) ofrece enorme interés y se presenta como un ámbito conformador de sentidos ligados a la justificación, a la explicación y a otros valores” (Gutiérrez Ordoñez 2018: 10). Contribuyen así a la cohesión de los microdiscursos (Gutiérrez Ordóñez 2019a), entendidos como períodos que relacionan enunciados mediante diversos mecanismos, uno de ellos sería, a nuestro entender, la seriación léxica, pues supone también la recuperación de la referencia a la vez que su expansión (deixis + explicación). Por su parte, las secuencias de elementos pertenecientes al mismo campo léxico o referencial tienen un desarrollo de longitud variable y por ello desigual en el número de integrantes. Unas veces constituyen microcampos, como en (15), dentro del campo léxico de los edificios: (15) él mesmo cavalgava é me levava consigo á ver las yglesias é los monesterios é los palaçios de los señores é las damas, […] (Andanças El Albir, 241-242).   En este ejemplo Tafur también cierra la enumeración de forma sintética y englobadora: é otros muchos navíos. 17

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En otras ocasiones, manteniendo el valor de expansión de una referencia anterior, explícita –caravana (16)– o no, la acumulación de elementos de forma sintética contribuye a reforzar el sentido de abundancia, lo que queda resaltado cuando el cierre es conclusivo –é otras muchas cosas que se reparten por el mundo (16)–: (16) dende á quatro o çinco días [para pasar a las Indias mayores] la caravana llegó, la qual traía muy muchos camellos, tantos que yo non lo escrivo porque non paresca fablar demasiado; pero esta es la que trae toda la espeçería é perlas, é piedras, é oro, é perfumes, é lienços, é papagayos, é gatos de la India, é otras muchas cosas que se reparten por el mundo; […] (Andanças El Albir, 94-95).

Por lo que respecta a la estructura de las series enumerativas, ya estén formadas por integrantes de un campo léxico afín o no, es muy frecuente la repetición de la conjunción copulativa y (e), que parece carecer de valor marcado en la serie. Se comporta como un elemento de conexión dentro de un sistema de conjunciones diferente del actual. Cuando el sistema de conjunciones y conectores se va haciendo más complejo, la repetición de e dentro de series enumerativas abandonará este valor cohesivo que convoca su repetición para adoptar un valor marcado de realce acumulativo18. En Tafur, el valor cohesivo de la repetición de e activa la instrucción informativa de interpretar toda la serie como parte de un mismo período: (17) [En Turquía, describiendo la ciudad de Foja-Vieja, que Tafur presenta como una entrada a Troya] é lo que más vi para conosçer que aquel fuese el Élion de Troya, fué ver grandes pedaços de edifiçios é mármoles é losas, é aquella ribera, é aquel puerto del Ténedon enfrente, é un muy grande otero como que cayda de grande edifiçio lo oviese fecho (Andanças El Albir, 134). (18) [En Constantinopla] Son grandes caçadores de falcones é açores é de galgos; es la tierra de mucha caça de altanería é riberas, é muchos faysanes, é francolines, é perdiçes é liebres (Andanças El Albir, 181). (19) [En Brujas] Paresçe que la mitad del mundo armó para combatir aquella villa, tan grant flota está siempre en ella é de todo linage de navíos, ansí que carracas, é naos, é úricas de Alemaña, é galeas de Italia, é barcas, é vallineres, é crieles, é otros muchos navíos, segunt las maneras de las tierras (Andanças El Albir, 256).

La aparición de series enumerativas resulta especialmente intensa en la descripción de las ciudades. Estas descripciones se construyen sobre el tópico retórico laudibus urbium, lo que supone un orden canónico respecto a los elementos que 18   Podemos observar esto en la actualidad en el siguiente ejemplo de Javier Marías: “Aún quise preguntarle a qué iglesia iba, pero ya no hubo oportunidad. Supuse que a Santa Águeda o a Puerta Latina, como se la conocía en la ciudad, que eran antiguas y bonitas y nobles y estaban bastante cerca” (Tomás Nevinson. Madrid: Alfaguara, 2021, p. 249).

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aparecen en la descripción: situación geográfica, clima, descripción de edificios, de habitantes y costumbres (Popeanga Chelaru 2011). Esta ordenación tipológica, como hemos señalado más arriba, revela la fuerte convencionalización de esta clase de discursos narrativos y puede favorecer la aparición de series enumerativas, constituyan campos léxicos o no, debido al peso de la TD en que se insertan los libros de viajes. Podemos observarlo en la descripción de las ciudades que hace Tafur, con series que suponen una expansión de carácter acumulativo-sintético: (20) [Génova] Esta cibdad […] en la tierra firme tiene muchas çibdades é villas é castillos, é en la mar muchas yslas (Andanças El Albir, 13). (21) En Roma estuve toda la quaresma visitando los santuarios é obras, é edífiçios antiguos, […] (Andanças El Albir, 21). (22) [Candía (Heraklíon, capital de la isla de Creta)] Este reino es muy abundoso é muy poblado de grandes villas é fortalezas (Andanças El Albir, 46).

En cuanto a la sintaxis de las series enumerativas, pueden estar constituidas por diversas clases de palabras, aunque la categoría nominal –sobre todo sustantivos (23); también adjetivos (24), además con un sintagma preposicional–, como hemos visto en los ejemplos anteriores, es muy frecuente por el carácter descriptivo o pseudodescriptivo del tipo de microtexto en que aparecen: (23) [En Amberes] pues aquí concurren muchas é diversas naciones, alemanes, que son muy veçinos, ingreses ansimesmo, françeses vienen muchos […]; úngaros é prusianos mucho onrran esta feria con sus cavallos; pues italianos, allí vi sus galeas […] (Andanças El Albir, 259). (24) [En Jerusalén] é entramos en el monesterio, muy notable é muy grande é de ricos edifiçios. (Andanças El Albir, 58).

No son, sin embargo, infrecuentes las series verbales, cuando Tafur enumera acciones paralelas o sucesivas: (25) [En Babilonia (El Cairo)] é como los traen allí, tórnanlos moros é muéstranles la ley é á cavalgar é jugar con el arco (Andanças El Albir, 80). (26) [En Pera] é embiaron por aquel Señor, é lançóse dentro en la çibdat, é mató é prendió á todos los veneçianos, é asentóse en la silla imperial, é besáronle la mano por Señor (Andanças El Albir, 148).

Independientemente de la clase de elementos que formen una serie, el binarismo o tendencia a la formación de sintagmas bimembres en series léxicas cortas, cuando no hay idea de abundancia, da lugar a una agrupación casi partonómica, en la que se destacan los dos elementos, acciones o aspectos de un todo:

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(27) Otro dia de mañana fize alquilar asnos muy bien aderesçados con sus sillas é frenos (Andanças El Albir, 77). (28) por las calles ívamos comiendo é beviendo (Andanças El Albir, 79). (29) é si yo no fablare en el número de la gente, ansí á caballo como á pié, […] (Andanças El Albir, 80).

No obstante, también podemos encontrar series distributivas en enumeraciones más extensas: (30) Ay una generaçion de gentes en Babylonia, que se rapan la cabeça é las barvas é las çejas é las pestañas, […] (Andanças El Albir, 76).

6. Conclusiones El análisis del texto de Tafur refleja la compleja organización del discurso y las dificultades que su análisis histórico conlleva. Respecto a la organización discursiva del texto de Tafur, podemos señalar que utiliza procedimientos cohesivos que contribuyen al mantenimiento de la macroestructura textual. Las series enumerativas, con forma de campo léxico o no, son uno de ellos. Su análisis nos ha llevado a las siguientes conclusiones: 1. Desarrollan distintos esquemas y conectan entre sí elementos que apuntan a una referencia anterior permitiendo no solo expandirla, sino también recuperarla. 2. Se sitúan preferentemente en la expansión derecha del enunciado, por su carácter explicativo. Pero no son elementos periféricos. Carecen, por tanto, de escisión tonal. 3. Funcionalmente, pueden estar integradas por diversas categorías. 4. Manifiestan la textualización ostensivamente a través de la repetición de e, que no posee el valor marcado que su repetición en enumeraciones conllevaría en la actualidad. 5. Las series son acumulativas y sintéticas, de modo que contribuyen al mantenimiento de la macroestructura y a la progresión temática, permitiendo la expansión de un elemento allí donde el relator lo considera necesario, pero con la posibilidad de cerrar de forma global la enumeración sin cargar el microtexto descriptivo de detalles superfluos (cierres englobadores o conclusivos). 6. Dentro de la diacronía correspondiente a la época medieval, el empleo de las series en Tafur puede revelar un concepto más moderno y dinámico de la integración de los microtextos en otro tipo textual y también un concepto más moderno y dinámico en la organización de la prosa narrativa sin ficción.

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“EN SEÑAL DE REVERENCIA PONÍAN EL DEDO EN TIERRA”: LA CONSTRUCCIONALIZACIÓN DE LA LOCUCIÓN EN SEÑAL (DE) (QUE) EN ESPAÑOL * Anton Granvik Universidad de Helsinki

1. Introducción Uno de los campos léxicos en los que el español más ha visto enriquecerse su vocabulario ha sido en la familia de las locuciones prepositivas y/o conjuntivas. Así, en su descripción del español contemporáneo, Cifuentes Honrubia (2003) registra más de 600 locuciones prepositivas en español, de las cuales prácticamente todas son creaciones nuevas en comparación con el latín. El registro de Cifuentes Honrubia (2003) confirma, así, la tendencia de renovación de las preposiciones y conjunciones de que hablaba Meillet (1975 [1916]). En este trabajo me propongo dar cuenta de los orígenes de una locución que tiene tanto una forma prepositiva, en señal de, como una forma conjuntiva, en señal (de) que. El objetivo es, por un lado, describir la creación y el establecimiento formal de la locución basada en el sustantivo señal en el inventario de construcciones del español. Como tal, esta investigación es una continuación y elaboración de Granvik (2020), un trabajo donde apenas pude notar la importancia considerable que tiene la locución en señal (de) (que) en los usos del sustantivo. En segundo lugar, me propongo caracterizar la evolución diacrónica de los usos y funciones que tiene la locución basada en señal en la lengua desde una perspectiva textual y discursiva. Considérense los ejemplos (1) y (2), que ilustran cómo la locución cumple una función discursiva importante:

  Este trabajo se inscribe dentro del marco del proyecto de investigación PID2020112605GB-I00, Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PROLEGRAMES), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Quiero expresar mi agradecimiento por los comentarios oportunos de parte del evaluador anónimo a la primera versión del trabajo. Han ayudado a mejorarlo significativamente. Los errores e incongruencias que sigan ahí son de mi entera responsabilidad. *

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(1) En entrando las cortaban los cabellos, cuasi como en señal que profesaban nueva vida (1527-1550, fray Bartolomé de las Casas, Apologética historia sumaria). (2) Cuando celebraban este sacrificio todos se tienden en el suelo ante su ídolo, en señal de gran reverencia (1527-1550, Fray Bartolomé de las Casas, Apologética historia sumaria).

En estos ejemplos, se observa cómo señal funciona como sustantivo encapsulador (Schmid 2000; Rodríguez Espiñeira 2018), estableciendo una relación discursiva entre los elementos anteriores, cortar los cabellos y tenderse en el suelo, y los complementos del sustantivo, “profesaban una nueva vida” y “gran reverencia”, respectivamente. En este trabajo, me apoyaré en la Gramática de construcciones y, más específicamente, en la noción de construccionalización, una elaboración de la teoría construccionista para dar cuenta del cambio lingüístico (Noël 2016: § 1). Con este enfoque me interesa averiguar en qué medida los cambios que experimenta señal al fijarse en la estructura en señal (de) (que) pueden ser explicados de modo coherente mediante el modelo construccionista. Recuérdese que este modelo se centra en la noción de construcción, entendida como un signo lingüístico propio, es decir, como una combinación de forma y significado a la par de las palabras (Goldberg 1995, 2006; Croft 2001; Hilpert 2019). Diacrónicamente, se trata, pues, de dar cuenta del establecimiento de en señal (de) (que) como una nueva construcción. Esto tiene como consecuencia que no es necesario separar una fase de cambio de significado y función de señal en la nueva estructura sintáctica (gramaticalización) de una posterior fijación y establecimiento como unidad de la lengua de la nueva forma (lexicalización), sino que los dos cambios están incluidos en la noción de construccionalización. El trabajo está estructurado del siguiente modo. En el apartado 2 se introduce el marco teórico en el que se inserta la investigación. Primero, se presenta un breve panorama de la creación de nuevas expresiones en español, con énfasis en las locuciones prepositivas y conjuntivas (§ 2.1). En segundo lugar, se introduce la teoría de la Gramática de construcciones y el modelo construccionista del cambio lingüístico, la construccionalización (§ 2.2). En el apartado 3 se introduce el material y los métodos de análisis empleados. El análisis de los datos empíricos se presenta en el apartado 4, mientras que el apartado 5 cierra el trabajo con una discusión de los resultados del análisis desde la perspectiva del modelo teórico adoptado.

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2. Marco teórico 2.1. Las locuciones prepositivas y conjuntivas en la historia del español La creación de locuciones prepositivas y conjuntivas en las lenguas románicas ha constituido un caso paradigmático de gramaticalización desde la publicación del artículo de Meillet (1975 [1916]) sobre la renovación de las conjunciones (Lehmann 2002, 2016; Cifuentes Honrubia 2003; Fagard/De Mulder 2007; Granvik 2013, 2014; Sansò/Mauri 2014). Un hecho llamativo de esta renovación de las conjunciones es que estas son, casi sin excepción, formas complejas consistentes en la combinación de varias palabras. Como constata Cano Aguilar (2010: 150-151): “en toda la historia del español no se ha incorporado una sola unidad simple al elenco de nexos de subordinación. Por el contrario, varias han desaparecido”. En este sentido, no sorprende que Lehmann (2002) use la evolución de las locuciones prepositivas y conjuntivas del español para ilustrar la estrecha relación que existe entre gramaticalización y lexicalización. Expresiones como hacia y a pesar de que ofrecen ejemplos clarísimos de cómo elementos léxicos como los sustantivos face y pesar se convierten en elementos gramaticales mediante procesos de gramaticalización. Por otra parte, según Lehmann (2002: 11), lo que ocurre en la transformación de face ad en la preposición hacia es que se reanaliza un patrón complejo como una sola unidad, lo cual supone un caso incuestionable de lexicalización. De modo semejante, una locución conjuntiva como a pesar de que, que incluye el elemento subordinante que y, por lo tanto, “takes a clause as its complement” (Lehmann 2002: 13), también acaba formando parte del inventario de conjunciones subordinantes del español. Así, se observa cómo en el modelo de Lehmann (2002) los procesos de gramaticalización y de lexicalización se complementan y se apoyan el uno al otro. Esta idea la recoge Girón Alconchel (2008: 34) cuando constata que “lexicalización y gramaticalización surgen y se desarrollan en estrecha cooperación: una gramaticalización requiere siempre una lexicalización previa y tiene como resultado una segunda lexicalización más estable que la primera” (cf. también Rostila 2004; Elvira 2006). Usando una terminología diferente en su análisis de la locución prepositiva del alemán creada en torno al nombre Richtung ‘dirección’, Rostila (2006) destaca la importancia del almacenamiento (storage, en inglés) de la expresión gramaticalizada para sucesivos cambios. Traugott y Trousdale (2013) parecen hacer referencia a esta misma idea en relación con el concepto de construccionalización, que suele ser precedida y sucedida por cambios construccionales de diferentes tipos. Así, cuando dicen que

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When grammaticalization occurs is key to identifying when new grammatical form–meaningnew pairing occurs. What precedes are enabling constructional changes, what follow are constructional changes (Traugott/Trousdale 2013: 148), new

su uso de la palabra pairing parece implicar, justamente, almacenamiento. Aparte de los ejemplos anteriores, la historia del español ha visto la creación de cientos de locuciones prepositivas y conjuntivas. La fuente de estas locuciones es ciertamente muy variable, pero entre las clases más frecuentemente empleadas se encuentran sustantivos, adjetivos, verbos y participios, y adverbios (Cifuentes Honrubia 2003: 114-115). Asimismo, aunque el estatus gramatical de estas expresiones ha sido objeto de mucha discusión1, la relación entre adverbios, preposiciones y conjunciones es, en cierto sentido, relativamente sistemática. En lo siguiente, usaré el modelo de los esquemas construccionales para caracterizar esta relación sistemática. En la lengua actual, los adverbios son los elementos menos complejos de los tres tipos de partículas y son generalmente palabras simples. Las locuciones prepositivas ocupan un nivel intermedio mientras que las conjunciones típicamente son complejas e, incluso, composicionales2. Según esta forma de caracterizar las partículas, pueden establecerse tres esquemas principales para crear compuestos gramaticales: i. un adverbio puede convertirse en preposición añadiéndole un preposicionalizador (típicamente de) (Bartens/Granvik 2012)3; ii. muchos adverbios pueden transformarse en conjunciones subordinantes añadiéndoles el elemento subordinante que; iii. muchas preposiciones (y locuciones prepositivas) también pueden transformarse en conjunciones subordinantes con la adición de que (Granvik 2013).   Algunos autores prefieren usar la etiqueta de partículas como término general para cubrir los adverbios, preposiciones y conjunciones, bajo el supuesto de que son elementos invariables formalmente que establecen relaciones entre otros elementos oracionales y cuya función sintáctica se corresponde con la de los complementos circunstanciales (Pavón Lucero 1999: 567). Una razón del estatus discutido de las partículas es que no parece haber acuerdo sobre cómo diferenciar: a) las conjunciones subordinantes y coordinantes; b) las conjunciones subordinantes de las preposiciones y adverbios; y c) las preposiciones y los adverbios (cf. Devís Márquez 1994; Pavón Lucero 1999; Garrido Vílchez 2008; NGLE: § 29.9, § 31.11; Granvik 2013). 2   Algunos gramáticos parecen no considerar las conjunciones formadas mediante la adición de que a una locución prepositiva como una unidad sintáctica. Así, en la Nueva Gramática de la Lengua Española (NGLE: § 31.11l) se prefiere considerar que las conjunciones complejas, como en señal de que, no son conjunciones propiamente dichas sino locuciones prepositivas que rigen complementos oracionales introducidos por que. 3   Lehmann (2002) llama a esta función “relationalizer” (‘relacionalizador’). 1

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Estos esquemas, que se ilustran en la Tabla 1, han sido activos durante casi toda la historia de la lengua, como se revelará en el análisis, y en muchos casos lo siguen siendo. Esquema construccional

Ejemplos

i. adverbio + de > locución prepositiva4

arriba, antes, debajo, cerca, aparte… > arriba de, antes de, debajo de, cerca de, aparte de…

ii. adverbio + que > locución conjuntiva

aún, siempre, ante(s) > aunque, siempre que, ante(s) que…

iii. preposición + que > locución conjuntiva

por, con, antes de, aparte de, a fin de, en señal de… > porque, conque, antes de que, aparte de que, a fin de que, en señal de que…

Tabla 1. Esquemas construccionales para la formación de locuciones prepositivas y conjuntivas en español

Aunque esta caracterización de los esquemas construccionales supone una considerable simplificación, enfatiza cómo los esquemas [adv + de > prep], [adv + que > conjunción] y [prep + que > conjunción] pueden aplicarse de modo productivo para crear nuevas expresiones. En segundo lugar, subraya la importancia de los elementos de y que para el cambio de categoría de las locuciones (Bartens/Granvik 2012; Granvik 2013, 2018a; Lehmann 2002, 2016). En tercer lugar, destaca el hecho de que las locuciones prepositivas y conjuntivas no constituyen clases cerradas, sino más bien inventarios abiertos a los que se vienen incorporando nuevos elementos (Cifuentes Honrubia 2003; Hoffmann 2004; Codita 2013). Finalmente, desde la perspectiva de la Gramática de construcciones, y teniendo en cuenta que las conjunciones subordinantes se crean sistemáticamente usando los esquemas (i) a (iii), es posible proponer que las locuciones prepositiva, en señal de, y conjuntiva, en señal (de) que, se consideren dos subconstrucciones (Traugott/Trousdale 2013: 14) diferentes creadas en torno a la misma base nominal.

  Se emplea a menudo la preposición a como elemento final de las locuciones prepositivas, como en junto a, rumbo a, de cara a, etc., pero de es claramente el preposicionalizador más típico. También hay que reconocer que existen mucho otros patrones sintácticos para formar locuciones prepositivas más allá de [adverbio + de], como, por ejemplo, prep + N + prep, adj + prep, etc. Cifuentes Honrubia (2003: 114-115) describe hasta 17 de estos patrones, de los cuales el más importante para este trabajo es prep. + N + prep. que da origen a la locución en señal de/que. 4

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2.2. La gramática de construcciones y su aplicación al estudio del cambio lingüístico Hace ya más de veinte años que investigadores que trabajan dentro de la teoría de la gramaticalización vienen haciendo énfasis en la importancia que tienen las construcciones sintácticas sobre los elementos que se gramaticalizan (Traugott 2003). Como consecuencia de esta insistencia, en la actualidad la Gramática de construcciones diacrónica se encuentra ya sólidamente establecida como alternativa a la pareja de gramaticalización y lexicalización. Así, al menos desde la publicación del trabajo de Traugott y Trousdale (2013), las nociones de construccionalización y cambio construccional se han aprovechado para caracterizar el nacimiento y establecimiento en los inventarios construccionales de un número de nuevas construcciones y/o subconstrucciones. El centro de interés de la Gramática diacrónica de construcciones es, según Noël (2016), dar cuenta de

how constructions come into being as form-meaning pairings, which has come to be known as “constructionalization” […], and how these form-meaning pairings might subsequently change.

En un sentido laxo, se trata, simplemente, del estudio de la evolución de las construcciones, entendiéndose por construcción cualquier combinación fija de forma y significado, sin importar el grado de complejidad o esquematicidad de la forma y la función. Así, constituyen construcciones tanto las palabras individuales –señal, en y de– como combinaciones de palabras –en señal de– y, finalmente, en un nivel más abstracto y esquemático aún, patrones sintácticos como SUJ + V + CD + CIND (García-Miguel 2005, 2010) o SUJ + V + CIND (Vázquez Rozas/Rivas 2007). Traugott y Trousdale (2013) definen las nociones de constructionalización y cambio construccional en los términos siguientes: Constructionalization is the creation of formnew–meaningnew (combinations of) signs. It forms new type nodes, which have new syntax or morphology and new coded meaning, in the linguistic network of a population of speakers. It is accompanied by changes in the degree of schematicity, productivity and compositionality (Traugott/Trousdale 2013: 22). A constructional change is a change affecting one internal dimension of a construction. It does not involve the creation of a new node (Traugott/Trousdale 2013: 26)5.

Es decir, mientras que la constructionalización afecta al significado y la forma del signo lingüístico, en un cambio construccional solo uno de ellos se ve modi5

  La negrita es mía.

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ficado. En esencia, lo que hacen Traugott y Trousdale es emplear las nociones de (cambios de) esquematicidad, productividad y composicionalidad para crear un modelo que da cuenta de cambios que tradicionalmente se han considerado en términos de la pareja gramaticalización y lexicalización (Brinton/Traugott 2005). Así, consiguen incluir en su modelo casos de degrammaticalizatción, que han causado ciertos problemas para la supuesta unidireccionalidad de los procesos de grammaticalización y lexicalización. En este trabajo me interesa destacar, por un lado, la importancia de la construcción o patrón sintáctico en + N para la aparición de, por un lado, la función encapsuladora del sustantivo señal, y, por otro, de la locución prepositiva/conjuntiva en señal (de) (que). De este modo, argumentaré a favor de que la aparición de dicha locución puede considerarse un caso de construccionalización, es decir, la creación y establecimiento de una nueva construcción. De acuerdo con la teoría de la Gramática de construcciones, adscribiéndole el término de construcción a la locución en señal (de) (que) implica considerarla una unidad, una combinación fija de forma y significado. Como construcción la locución tiene, pues, un formato fijo, en señal + complemento, y un significado estable, la función encapsuladora; pero, como construcción parcialmente esquemática, posee además posiciones vacías en las que pueden insertarse diferentes elementos. Las principales posiciones vacías son i) el elemento encapsulado y ii) el complemento. Como se verá en el análisis (§ 4), ambas posiciones pueden ser ocupadas por diferentes tipos de elementos: los elementos encapsulados, que son caracterizados como una señal, son típicamente acciones, gestos o signos concretos; los complementos, por su parte, pueden ser nombres escuetos, sintagmas nominales complejos, infinitivos u oraciones. 3. Corpus y método El material empleado para este estudio procede de los textos incluidos en el llamado corpus nuclear del Corpus del Nuevo Diccionario Histórico del Español (CNHDE), recopilado por la Real Academia Española. El corpus nuclear del CNDHE consta de un total de 62 millones de ocurrencias, distribuidas entre 1064 y 20056. Unos 38 millones de las ocurrencias proceden de España y los 24 millones restantes son de origen americano. La gran ventaja del corpus nuclear del 6   De hecho, el único texto del siglo xi es el Fuero de Jaca (1064) y está escrito en latín. Por su parte, el corpus incluye tan solo cuatro textos fechados en el siglo xii (frente a 54 textos del xiii). De estos, el Fuero de Madrid (1141) está escrito en una mezcla del latín y romance (cf. Lapesa 1963), mientras que el Poema de Mío Cid (1140) nos llega a través de una copia del

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CNDHE es que está lematizado, lo que permite la extracción de concordancias más específicas en comparación con otros corpus de la RAE como el CORDE. Otra característica del CNDHE que lo convierte en apropiado para el estudio de la lengua medieval es que incluye información bibliográfica detallada de cada texto incluido, señalándose para los documentos medievales no solo una (supuesta) fecha de composición sino, también, la de la copia. De esta muestra de 62 millones de formas se ha extraído la totalidad de casos del sustantivo señal, y de estas más de 8000 concordancias se han identificado todas las ocurrencias de la combinación en señal, unos 524 casos (en 225 documentos). Ahora bien, de estas 524 concordancias, se han eliminado 35 casos de la época medieval cuya datación es problemática; se trata de casos donde hay un considerable lapso temporal (más de 50 años) entre la fecha de la copia conservada y la supuesta fecha de composición del documento (cf. Rodríguez Molina/ Octavio de Toledo y Huerta 2018). También se han eliminado algunos casos en los que la secuencia en señal no se corresponde con la locución. De este modo, la muestra diacrónica en la que se basa este estudio consiste en un total de 477 casos de la combinación en señal (de) (que), datados entre 1256 y 2003. La distribución diacrónica de estos 477 casos, así como su frecuencia relativa por siglo, se presenta en la Tabla 2. Siglo

Número de casos

Frec. relativa*

xiii

12

0,21

xiv

8

1,08

xv

82

0,72

xvi

96

0,78

xvii

68

0,62

xviii

27

0,22

xix

62

0,43

xx-xxi

122

0,26

Suma / promedio

477

0,41

Tabla 2. Frecuencias totales y relativas de en señal por siglo en el corpus nuclear del CNDHE * Las cifras indican la frecuencia de en señal por millón de palabras.

Para el análisis descriptivo de la construcción en señal (de) (que), los 477 casos fueron anotados según cinco variables diferentes, a saber, el tipo de complesiglo xiv. Así, los textos más tempranos datan, en realidad, de finales del siglo xii, con el Auto de los Reyes Magos (1180) y el Liber Regum (1194), y principios del xiii.

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mento, el tipo de referencia discursiva, el carácter semántico de lo encapsulado, el siglo y, finalmente, el tipo de texto. Con respecto a los complementos, se diferencian cuatro tipos diferentes: nombres escuetos, sintagmas nominales, infinitivos, complementos oracionales. En la referencia discursiva, se oponen los usos con una referencia anafórica a los usos con una referencia catafórica. La variable “lo encapsulado” se refiere al tipo de entidad o evento que es caracterizado como una señal, y estos pueden ser marcas físicas, gestos, acciones y situaciones. Los datos también se han repartido en siglos, los cuales, por su parte, han sido divididos en tres períodos. Finalmente, usando la codificación del Tema que ofrece el CNDHE, se han diferenciado cuatro tipos de texto: Ciencia, Historia y religión, Literatura y Novela. Estas variables se presentarán con mayor detalle en el apartado de análisis que sigue (§ 4.2). 4. Análisis Un primer acercamiento a la muestra analizada revela que la construcción en señal (de) (que) se manifiesta en cuatro, o cinco, subconstrucciones diferentes, según el tipo de complemento que acompaña al sustantivo. Como indican los ejemplos (3) a (6), el complemento puede ser un sustantivo escueto (3), un sintagma nominal (4), una oración de infinitivo (5) y una oración completiva finita introducida o bien por que (6a) o bien por de que (6b). (3) La cajera se dio vuelta, sorprendida por la pregunta, hasta que recordó que ella misma había puesto el papelito en señal de afecto, y se dio vuelta hacia el par, sonriendo (2003 SKÁRMETA, ANTONIO, El baile de la Victoria [Chile]). Variables: tipo complemento = nombre escueto; referencia discursiva = anafórica; lo encapsulado = acción; siglo = xx-xxi; tipo de texto = novela. (4) Apenas tuve tiempo de intercambiar una mirada breve con mis hermanos, que significaba que todos estábamos de acuerdo en que lo que acababa de decir mi madre era una soberana tarugada, pero que ni modo. Opté por guardar silencio en señal de respeto por aquel lamento, en vez de echarle un vaso de agua que es en serio lo que se me estaba antojando (1985 ALATRISTE, SEALTIEL, Por vivir en quinto patio [México]). Variables: tipo complemento = sintagma nominal; referencia discursiva = anafórica; lo encapsulado = acción; siglo = xx-xxi; tipo de texto = novela. (5) Entonces llegó hasta el campamento un muchacho muy pálido que venía caminando con dificultad. Súbitamente cayó al suelo apenas moviendo los labios en señal de pedir ayuda (2001 OBANDO BOLAÑOS, ALEXÁNDER, El más violento paraíso [Costa Rica]). Variables: tipo complemento = infinitivo; referencia discursiva = anafórica; lo encapsulado = gesto; siglo = xx-xxi; tipo de texto = novela.

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(6) a. Hecho esto, el pariente mayor, señor de la casa, untaba con la masa los umbrales de la puerta de la calle y la dejaba pegada a ellos, en señal que en aquella casa se había hecho el lavatorio y limpiado los cuerpos (1609 INCA GARCILASO [GARCILASO DE LA VEGA, EL INCA], Comentarios Reales de los Incas [Perú]). Variables: tipo complemento = oración; referencia discursiva = anafórica; lo encapsulado = acción; siglo = xvii; tipo de texto = historia y religión. b. Al fin terminó. Es decir, se quitó el delantal en señal de que habían terminado sus labores domésticas y podían comenzar sus trabajos de amor (1986 CABRERA INFANTE, GUILLERMO, La Habana para un infante difunto [Cuba]). Variables: tipo complemento = oración; referencia discursiva = anafórica; lo encapsulado = acción; siglo = xx-xxi; tipo de texto = novela.

De estas cuatro o cinco subconstrucciones, la más frecuente es, con creces, la combinación con sustantivos escuetos, ejemplo (3), con 247 casos, lo que constituye un poco más de la mitad. La siguen los complementos nominales complejos7, ejemplo (4), con 94 casos, mientras que los complementos oracionales (6a) y (6b) suman 73 casos entre ellos y los complementos de infinitivo, ejemplo (5), 20 casos (cf. la Tabla 4, abajo). Nótese, asimismo, que he añadido al final de cada uno de los ejemplos los valores correspondientes a cada una de las cinco variables descriptivas en las que se basa el análisis. Así, en los ejemplos (3) a (6) la referencia es siempre anafórica, porque el elemento al que hace referencia señal, es decir, lo encapsulado, se encuentra a la izquierda de la locución en señal; lo encapsulado, por su parte, es típicamente una acción, pero en (5) el mover los labios se ha clasificado como un gesto. Finalmente, los ejemplos proceden casi todos de novelas, salvo el (6a) que se encuentra en un texto clasificado como de Historia y religión. En el plano diacrónico, los usos de la construcción en señal se han agrupado por siglos8. La Tabla 3 presenta la frecuencia de uso de en señal en los nue-

7   Como complemento nominal complejo se cuenta cualquier sintagma nominal que incluya más que un sustantivo escueto, por ejemplo, det. + N, N + A, N + prep. + SN, etc. Así, en (3), el complemento preposicional encabezado por por es lo que hace que este complemento sea clasificado como un SN. 8   Debido al número limitado de casos, especialmente en la época medieval, no tiene mucho sentido intentar una periodización más detallada. No obstante, el haber optado por una subdivisión cronológica por siglo no debe interpretarse como que esta tenga especial relevancia para la descripción de los orígenes y el desarrollo del uso de esta construcción. Véase Granvik (2020) para una periodización alternativa de los usos de señal en la historia del español; en esta investigación anterior, que se basa en una cantidad muy superior de casos, la periodización es más exacta, pero a la vez más sencilla, pues en ese trabajo se distinguen cuatro macroperíodos: 1250-1459, 1510-1649, 1720-1819 y 1830-2005.

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ve siglos que comprenden la muestra9. Como revelan las cifras de la tercera y sexta columnas de la tabla, el uso global del sustantivo señal experimenta un paulatino descenso desde la época medieval hasta la actualidad –bajando de casi 14 casos por millón de palabras a solo tres casos por millón en los siglos xx-xxi–, lo cual parece relacionarse con un papel cada vez menos importante en la lengua. La construcción en señal, por su parte, muestra una evolución muy similar, con dos diferencias importantes. Primero, el descenso se aprecia en el siglo xviii, es decir, un siglo más tarde que para señal. Segundo, aunque en los datos del siglo xiii señal parece gozar ya de un uso considerable (en términos de su frecuencia global), la construcción en señal solo ve aumentar su frecuencia en los datos del siglo xiv, una vez más con un siglo de retraso en comparación con el sustantivo base. Esto parece indicar que, efectivamente, el establecimiento de la construcción en señal tiene lugar en el siglo xiii (o posiblemente antes); en el xv, por su parte, es cuando la nueva construcción cobra mayor importancia en la lengua para alcanzar su mayor extensión en los siglos xvi y xvii. Siglo

N en señal N señal N nombres % en señal* % señal* % en señal/señal

xiii

12

791

580 754

0,21

13,62

1,5 %

xiv

8

97

73809

1,08

13,14

8,2 %

xv

82

1564

1 136 898

0,72

13,76

5,2 %

xvi

96

1177

1 232 121

0,78

9,55

8,2  %

xvii

68

656

1 100 754

0,62

5,96

10,4 %

xviii

27

674

1 203 146

0,22

5,61

4,0 %

xix

62

613

1 439 760

0,43

4,26

10,1 %

xx-xxi

122

1546

4 772 370

0,26

3,24

7,9 %

Suma y promedio

477

7118

11 539 612

0,42

6,17

6,7 %

Tabla 3. Frecuencias totales y relativas de la construcción en señal y del sustantivo señal en relación con el número total de sustantivos por siglo en el corpus nuclear del CNDHE * Las cifras de las columnas de porcentajes no son, en realidad, porcentajes sino frecuencias por millón.

Nótese, finalmente, en las cifras de la columna más a la derecha, cómo la proporción de la construcción en señal de todos los usos del sustantivo señal varía considerablemente de un siglo a otro. Cabe destacar, sin embargo, la alta   Debido al reducido número de casos del siglo xxi (8 en total), estos se consideran conjuntamente con los del siglo xx. 9

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proporción de uso en los siglos xiv, xvi y xvii, época de esplendor de en señal; se nota asimismo cómo la proporción de en señal se mantiene relativamente más alta incluso en los siglos más recientes, xix a xxi, en comparación con señal, en general, cuyo uso experimenta un descenso considerable a partir del siglo xvii. Como ilustran las cifras de la Tabla 4, las diferentes subconstrucciones están presentes desde el siglo xiii hasta la actualidad. Si bien se aprecia una cierta variación de un siglo a otro, los complementos escuetos, del tipo señal de afecto, destacan por ser siempre el tipo más frecuente. En cambio, los complementos oracionales, es decir, las subconstrucciones conjuntivas en señal (de) que son menos frecuentes, y los complementos de infinitivo los de menor importancia cuantitativa. N

SN

INF

que

de que

N y (S)N

Suma

xiii

4 / 33 %

3 / 25 %

1 / 8 %

4 / 33 %

0

0

12 / 100 %

xiv

6 / 75 %

2 / 25 %

0

0

0

0

8 / 100  %

xv

32 / 39 %

22 / 27 %

6 / 7 %

15 / 18 %

0

7 / 9 %

82 / 100%

xvi

46 / 48 %

22 / 23 %

3 / 3 %

12 / 13 %

4 / 4 %

9 / 9 %

96 / 100 %

xvii

22 / 32 %

15 / 22 %

4 / 6 %

10 / 15 %

11 / 16 %

6 / 9 %

68 / 100 %

xviii

12 / 44 %

3 / 11 %

0

0

7 / 26 %

5 / 19 %

27 / 100 %

xix

30 / 48 %

14 / 23 %

3 / 5 %

0

4 / 6 %

11 / 18 %

62 / 100 %

xx-xxi

94 / 77 %

13 / 11 %

3 / 2 %

0

6 / 5 %

6 / 5 %

122 / 100 %

Suma

247

94

20

41

32

44

477

Tabla 4. Distribución de las diferentes subconstrucciones por siglos

En los apartados siguientes, se presentarán los datos de los respectivos siglos para ilustrar, con ejemplos, cómo se establece la construcción en señal en la lengua medieval, y cómo el uso del sustantivo va evolucionando a lo largo de los siglos en las diferentes subconstrucciones y en cuanto a las diferentes variables. En el análisis, se enfoca, primero, la dimensión diacrónica y se presenta la importancia o prominencia de las diferentes subconstrucciones, funciones discursivas y demás características del contexto de uso (tipo de texto y tipo de elemento encapsulado). Los ocho siglos se han dividido, inicialmente, en tres períodos: los siglos xiii y xiv es donde se sitúan los orígenes y el establecimiento de la construcción en la lengua; los siglos xv a xvii es cuando alcanza su máxima extensión; y los siglos xviii a xxi corresponden a su uso actual, claramente más reducido que en los siglos anteriores.

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4.1. El nacimiento de una nueva construcción en la lengua medieval (siglos xiii y xiv) Algo que llama la atención al observar los 12 casos de en señal del siglo xiii es que están representados los cuatro tipos principales de complementos. Así, se observan cuatro casos con un complemento nominal escueto (en señal de N), como en (7), y a su lado cuatro casos más de complementos oracionales introducidos por que (cf. la Tabla 3). Esto indica que, una vez establecida la combinación en señal, esta se presta tanto al uso prepositivo como conjuntivo, como revelan los ejemplos (7) y (8). Indica, asimismo, que ya a mediados del siglo xiii está establecido en la lengua el patrón construccional que permite crear locuciones prepositivas y conjuntivas sobre la misma base, añadiendo a ella o bien la preposición de o bien la conjunción que (cf. Granvik 2013). (7) E aun touo por bien Sancta Eglesia que los obispos no andassen a menos de camisa romana sobre los otros pannos, fueras ende si ouiessen ante seydo monges ca éstos atales no deuen dexar su hábito. E deuen otrossí traher los mantos atachados o presos delante en sennal de honestad, pero esto deuen fazer de manera que no aya y ypocrisía (1256-1263 [finales del s. xiii –c. 1290–] ALFONSO X, Primera Partida). (8) porque los reyes christianos tienen so logar en este mundo para fazer iusticia e derecho, e son tenudos de sofrir todo encargo et afán que les auenga por onrra e por exaltamiento de la cruz, por esso los ungen en este tiempo con olio sagrado en el ombro o en el espalda del braço derecho, en sennal que toda carga o todo trabaio que les abenga por esta razón, que lo sofran con muy buena uoluntad e lo tengan cuemo por ligero, por amor de nuestro sennor Ihesu Christo que dixo en el euangelio que el so yugo era blando, e la su carga ligera. (1256-1263 [finales del s. xiii –c. 1290–] ALFONSO X, Primera Partida).

Otro detalle notable de los primeros ejemplos de en señal es que la función de señal, tanto en la locución prepositiva como en la conjuntiva, es claramente la de un encapsulador. Es decir, señal sirve para retomar una idea anterior (referencia anafórica), caracterizarla como una señal, y finalmente asociarla con otra idea posterior, la cual equivale a lo que indica o ‘señala’ la señal. Así, en (7) la idea de que los obispos traigan “los mantos atachados o presos” constituye una señal que debe interpretarse como de “honestad”. De modo semejante, en (8) el ungir a los reyes cristianos “con olio sagrado en el ombro” supone una señal de que “toda carga o todo trabajo que les avenga […], que lo sofran con muy buena uoluntad”. En ambos ejemplos, entonces, la locución en señal de/que podría parafrasearse, en español actual, con una expresión como ‘para señalar honestad’ y ‘para señalar que toda carga…’. Este uso como encapsulador testimonial, en palabras de Rodríguez Espiñeira (2018), parece, pues, ser inherente a la construcción en señal (de) (que) desde sus

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orígenes. Ahora bien, la pregunta esencial de todo estudio sobre el origen de una construcción es, naturalmente, ¿de dónde viene el uso encapsulador de señal? ¿Se trata de una función que adquiere señal justamente en combinación con en? ¿O la nueva locución en señal supone una elaboración de usos anteriores? Como demuestra Granvik (2020: § 2.1), los usos de señal se dividen, a grandes rasgos, en dos grupos, según presenten un significado concreto, material del tipo ‘seña, nota, hito’ o un significado más bien abstracto y perteneciente al mundo de las ideas, como ‘indicio, representación’. Como es natural, en los primeros textos del corpus señal tiene principalmente un significado concreto y material, pero dado que ambos campos semánticos están estrechamente relacionados, los usos abstractos también están presentes. Así, entre los siete usos de señal en los documentos del siglo xii del corpus, cinco tienen significado material –cf. los ejemplos (9) y (10), abajo–, y en dos aparece con un valor comunicativo, abstracto. Se trata de la combinación de señal con los verbos de apoyo dar y hacer, con el valor comunicativo de ‘dar/hacer señal’, lo que equivale a ‘señalar’ –cf. el ejemplo (10)–. Como se verá más adelante, el uso encapsulador puede considerarse una elaboración del significado abstracto y comunicativo, como ilustran las paráfrasis presentadas anteriormente con respecto a (7) y (8), donde en señal (de) (que) equivale semánticamente a ‘para señalar algo’. Los datos del uso de señal en épocas anteriores a mediados del siglo xiii, que es cuando empiezan a documentarse en señal de N y en señal que, son escasos. Así, en el corpus nuclear del CNDHE hay tan solo 44 casos del uso de señal fechados antes de 1250, y la gran mayoría son casos en los que señal se usa con el significado concreto de ‘seña, marca’, como se ilustra en (9), o donde el sustantivo aparece junto al verbo de apoyo hacer para crear el predicado compuesto hacer señal, como en (10). Nótese, en todo caso, que hacer señal en (10) lleva un complemento oracional introducido por que, el cual indica ‘lo señalado’ de modo semejante a lo que ocurre en los usos encapsuladores –cf. el ejemplo (8), arriba–. (9) E dixol: “Si not * crovieren e non te oyeren a la voz de la sennal primera, creeran en la sennal postremera. E si non te crovieren en estas .ii. sennales, prendras del agua del flum e verterla as en seco e fazerse a sangre” (c. 1200 [s. xiii] ALMERICH, La fazienda de Ultra Mar). (10) melchior sennal face que es nacido i in carne humana uenido (c. 1180 [s. xii-principios del xiii] ANÓNIMO, Auto de los Reyes Magos).

Ahora bien, existen dos casos en los textos del CORDE (incluidos en el portal de búsquedas del CNDHE)10 que pueden indicar pasos previos al uso encapsula10

  Aunque en los dos casos del CORDE la copia es considerablemente posterior a la

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dor de en señal. Véanse los ejemplos (11) y (12) en los que señal aparece en combinación con la preposición en, aunque no dependa directa o únicamente de ella: (11) Otrosý cosa cunplidera e muy neçesaria es al prínçipe o rey o regidor del reyno aseñorearse del pueblo, e que en sus tienpos e logares convenientes sey tenido por señor, e conoçido por los estraños que antél venieren en las señales de obediençia que vieren que le fazen los sus súbditos, e que sea temida su razón, e temido su snonbre, e ninguno non fable con él a ygualança nin syn reverençia e umildança (c. 1237 [finales del s. xiv o principios del xv] ANÓNIMO, Libro de los doce sabios o Tratado de la nobleza y lealtad). (12) Sedié, com’ es derecho, cad’ uno con su igual, assí seyén la tavla, mantenién el ostal; duraron essas bodas un mes en tal señal que nunca y sintieron escándalo nin mal (1240-1250 [principios del s. xv] ANÓNIMO, Libro de Alexandre).

El ejemplo presentado en (11) es el más temprano, en los datos del CNDHE, en el que señal se combina con un complemento nominal introducido por de. Se trata de una combinación que, más adelante, se repetirá varias veces también en la subconstrucción en señal de N (donde la función de N la cumple obediencia). Señal, aquí, parece cumplir una doble función sintáctica: por un lado, aparece dentro del complemento preposicional (locativo) del adjetivo conoçido y está encabezado por en; por otro, constituye el antecedente de la relativa que es complemento directo antepuesto del verbo hacer. No se trata de un uso encapsulador, ya que señal no encapsula ningún elemento previo, sino que es usada como sustantivo concreto con significado comunicativo junto a hacer al igual que en (10), arriba. Pero la introducción del complemento de obediencia sí anticipa los usos futuros; igual que lo hace la presencia de en, que, aunque está subordinada al adjetivo conocido, introduce esa situación abstracta –en las señales que le hacen los súbditos– que se aprovechará para crear la locución en señal (de) (que). En (12), por su parte, señal aparece como complemento de la preposición en, pero no se trata aún de la colocación que habrá de fijarse, ya que entre en y señal se ha insertado el adjetivo tal. La aparición de este modificador comparativo tiene la consecuencia de que señal, como parte de la construcción tal N que en la que figura, es seguida de una conjunción que expresa consecuencia. Una vez más, señal no funciona como encapsulador de algo mencionado previamente, y la oración que nunca y sintieron escándalo… tampoco es un complemento del sustantivo, propiamente dicho. Sin embargo, no cabe duda de que la combinación en tal señal supuesta fecha de composición, he preferido tenerlos en cuenta ya que ofrecen pistas sobre los orígenes de la locución en señal (de) (que).

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que, junto con el caso de hacer señal que presentado en (10) y la combinación en las señales de obediencia de (11), constituyen patrones sintácticos sobre cuya base puede formarse la locución conjuntiva en señal que11. Volviendo al corpus nuclear del CNDHE, se encuentran algunos ejemplos de fecha anterior a 1250 en los que asoma un valor abstracto de señal que se acerca a la función encapsuladora. Se trata de casos en los que señal se combina con la preposición por y con el verbo ser. Así, en (13) señal hace referencia a algo mencionado previamente, más exactamente, la sangre, que es caracterizada como una señal. De modo semejante, en (14), la “señal que yo te trametré” hace referencia a “esta” que, por su parte, se refiere a la situación de ser contigo mencionada justo antes12. La diferencia entre estos ejemplos y los usos encapsuladores de en señal presentados en (7) y (8), arriba, es que en (13) y (14) no se llega a enlazar “la sangre” ni “esta” con “lo señalado”, ya que señal no va acompañado de ningún complemento. (13) Assi lo combredes, vuestros lombos cintos, vuestros pies calçados e vuestros blagos en vuestras manos e combredeslo ayna; esta es la pascua al Sennor. Passaré en tierra de Egypto esta noche, mataré todel mal de la casa e faré * iudicios yo el Sennor. Sera la sangre en vuestras casas por sennal e non verna * en vos mortalidat. Sera a vos es dia por remenbrança e faredes en el fiesta al Sennor e sera a vos por fuero del sieglo .Vii. dias combredes pan sancenno e non comades liebdo, e el que lo comiere sera desraygado (c. 1200 [s. xiii] ALMERICH, La fazienda de Ultra Mar). (14) “Agora ve a Pharaon e saca fijos de Israel de Egypto”. Dixo Moysen: “Qui so yo pora sacar fijos de Israel de Egypto?” Dixo el Sennor: “Yo seré contigo e esta sera la sennal que yo te trametré; serviredes a Dios sobre est mont”. Dixo Moysen al Sennor: “Yo iré a fijos de Israel e dezirles é: el Dios de nuestros parientes me enbio a vos (c. 1200 [s. xiii] ALMERICH, La fazienda de Ultra Mar).

Los usos donde algo mencionado anteriormente es caracterizado como una señal, la cual, por su parte, lleva un complemento que indica “lo señalado”, van haciendo su entrada en la lengua paulatinamente a partir de mediados del s. xiii, es decir, en la misma época de la que datan los primeros ejemplos de en señal (de) (que). Así, el primer ejemplo de este tipo que he logrado identificar es una oración de la Fazienda de Ultramar que se presenta en (15). Aquí, la combinación estará por

  Véase Granvik (2018a: 220) para una discusión de la importancia de la secuencia en tal caso que para la formación de la locución condicional en caso (de) que. 12   La función anafórica de los demostrativos forma una parte importante de la construcción encapsuladora, en general (cf. Schmid 2000; Borreguero Zuloaga/Octavio de Toledo y Huerta 2007; Rodríguez Espiñeira 2015, 2018), y la importancia del demostrativo aquí para el matiz encapsulador presente en este ejemplo no debe subestimarse. 11

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señal de pueblos parece ofrecer un contexto donde señal hace de enlace entre algo mencionado anteriormente y el complemento: “es dia radiz de Jesse” funcionará como señal de los “pueblos”. Un poco más adelante, en la obra titulada Moamín o el Libro de los animales que cazan, fechada hacia 1250, se encuentra un número considerable de casos en los que señal funciona como encapsulador junto al verbo ser, como puede observarse en (16) y (17). Estos ejemplos pueden verse como una continuación o ampliación de los usos presentados en (13) y (14), puesto que en (16) y (17) señal no solo encapsula una idea mencionada anteriormente, la referencia anafórica, sino que también asocia esta idea con otra, la expresada en los complementos preposicionales, “tísica” y “començamiento de las enfermedades”, respectivamente. (15) Nol faran mal ni nol afollaran en tod mont de mi sanctidad, cas * implira la tierra […] * del Criador como las aguas que corren a la mar. E sera en es dia radiz de Jesse que estara por sennal de pueblos; a el yentes plegaran e sera sue posanza honor (c. 1200 [s. xiii] ALMERICH, La fazienda de Ultra Mar). (16) E si so descarnamiento fuere durable e lo que tollieren fuere uerde, son sennales de tísica (1250 [segunda mitad del siglo xiii] TOLEDO, ABRAHAM DE, Moamín. Libro de los animales que cazan). (17) E den esto a las aues mayores, e a las menores denles quanto peso de un dinero de plata. E quando las uieren espeluzrarse e que messan las pénnolas de las cabeças e que están tristes, esta es sennal del començamiento de las enfermedades (1250 [segunda mitad del siglo xiii] TOLEDO, ABRAHAM DE, Moamín. Libro de los animales que cazan).

Dado que la locución en señal (de) (que) aparece en los documentos prácticamente al mismo tiempo que los primeros usos encapsuladores del sustantivo, parece razonable sugerir que se trata, simplemente, de que el sustantivo desarrolla una nueva función discursiva13, la encapsuladora, que se llega a expresar, más o menos simultáneamente, en varias construcciones diferentes. Está, por un lado, su uso como atributo en combinación con el verbo ser, en una construcción identificadora del tipo A es señal (de) (que) B; por otro, su uso junto a las preposiciones por y en en los formatos por señal de + N, en señal de + N/SN o infinitivo y en señal que + cláusula. Sin embargo, la combinación por señal de nunca parece llegar a extenderse más allá de unos escasos ejemplos medievales, a diferencia de lo que ocurre con en señal. 13   La función discursiva de señal como encapsulador es una extensión significativa de su uso primitivo como sustantivo concreto con el significado de “signo”, a la par de expresiones concretas como piedra, mojón que aparecen muchas veces en el contexto de señal en las primeras documentaciones (véase Granvik 2020).

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Cabe señalar que las primeras apariciones de las dos construcciones en las que señal presenta la nueva función como encapsulador, ser señal (de) (que) y en señal (de) (que), tienen lugar en documentos que pueden considerarse como prosa científica. Así, destacan los documentos salidos de la escuela alfonsí o de su entorno, como La Primera Partida y el Moamín14. De hecho, de los doce ejemplos de en señal de/que fechados en el siglo xiii, diez proceden de textos alfonsíes, con lo cual se puede constatar que la construcción en señal (de) (que) está asentada en la nueva norma escrita que se establece en la segunda mitad del siglo. Esta asociación entre documentos de prosa científica y la aparición de los usos encapsuladores parece perfectamente comprensible, y encuentra apoyo en una consideración adicional sobre los pasajes textuales donde se documenta señal con esta función. Así, como indican los ejemplos (16) y (17), arriba, la función discursiva de señal en esta época es aprovechada, por un lado, en pasajes de medicina para hablar de la multitud de síntomas que señalan diferentes enfermedades o condiciones. Por otro lado, se encuentran casos de ser señal (de) (que) en Lapidario, el tratado de las piedras alfonsí, donde lo encapsulado puede caracterizarse como una acción, como se ilustra en (18): (18) Et el que quisiere que esta piedra faga mas derrezio su uertud; quemela & fagala poluos. & dela a beuer con uino; & aura mayor fuerça & obrara mas que otra guisa, pero no la dexe quemar mucho si no dannar sye. & la sennal de quanto se deue quemar es esta, que paren mientes quando quisier camiar la color; que la saquen luego (c. 1250 [mediados del s. xiii] ALFONSO X, Lapidario).

A diferencia de los usos del siglo xiii, los ocho casos de en señal del siglo xiv son todos de tipo preposicional, es decir, no se documentan complementos oracionales encabezados por que ni complementos de infinitivo. La locución prepositiva en señal de se combina mayoritariamente con sustantivos escuetos de significado abstracto, como bautismo, cristianidad, penitencia, señorío y vitoria (seis sobre ocho casos). Al lado de los documentos de orientación histórica –ejemplos (19) y (20), que pueden, quizás, verse como una continuación de la tradición alfonsí, se observan asimismo usos de en señal de en el género poético (21)–: (19) E pues que se allegavan, ponían su avenencia e en las bocas se besavan; en señal de penitencia. “Salve Regina” rezavan ricos omnes e infançones, de la tierra comulgavan cavalleros e peones (a. 1348 [segunda mitad del s. xiv] ANÓNIMO, Poema de Alfonso Onceno).   Según Fradejas Ruedo (2015), la autoría de esta traducción de un original árabe del siglo ix se atribuye a Abraham de Toledo, pero también se ha asociado a la corte alfonsí. 14

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(20) Necessario es en partida recontar con qual trjumpho, elegrandose de los enemjgos, entro en la ciudat de Toledo, por tal que assi como los sieglos auenjderos loaron en senyal de la su grant gloria, assj los escarnjmjentos de los traydores non cayan de la memoria de los auenjderos (1385-1396 [último cuarto del s. xiv –13851396–] ANÓNIMO, Obra sacada de las crónicas de San Isidoro, de Don Lucas, Obispo de Tuy). (21) Manda a la Trenidat un cornado * de los nuevos, a la cruzada * dos huevos en señal de christiandat; e por mayor caridat, manda çient maravedís para judíos avís * que non labren en sabad (1379-a. 1425 [s. XV –c. 1465–] VILLASANDINO, ALFONSO DE, “Poesías” [Cancionero de Baena])

Como revelan los ejemplos (19) a (21), la función encapsuladora es evidente en todos estos usos de en señal de –así, en (21) “manda dos huevos” es una señal de “christiandat”– y los diferentes tipos de complemento nominal, sea este escueto o complejo, no tiene consecuencias importantes para la función discursiva del sustantivo. Aunque, en general, los usos del siglo xiv no revelan cambios significativos en comparación con los del xiii, principalmente debido al número reducido de casos, se observan dos rasgos que revelan una cierta evolución del uso de la construcción. En primer lugar, se detecta una proporción algo mayor de referencias catafóricas, que suben de un 17 por ciento en el siglo xiii al 25 por ciento en el xiv. Esta evolución sigue en los siglos posteriores, alcanzando las referencias catafóricas su punto máximo en los siglos xvii y xviii (cf. la Tabla 5, § 4.2 abajo). En segundo lugar, otra característica llamativa de los usos primitivos de en señal es que el elemento encapsulado es, o bien algo identificable como una marca física (un 25 % de los casos), como se ve en los ejemplos (8) y (21), o bien, y más típicamente (con un 50 % de los casos), una acción, como ocurre en (19) y (20) (cf. la Tabla 7, § 4.2 abajo). A modo de resumen, el análisis detallado de los usos del sustantivo señal en los documentos de los siglos xiii y xiv incluidos en el CNDHE permite fechar la creación y establecimiento de la locución prepositiva y conjuntiva en señal (de) (que) hacia mediados del siglo xiii. Los dos tipos de locución tienen, desde su aparición en la lengua, una función discursiva en la que destaca el uso encapsulador de su núcleo nominal, señal. Esta función encapsuladora supone una continuación del uso concreto y material de señal y tiene su base, posiblemente, en usos comunicativos del tipo hacer señal y en la construcción comparativa/consecutiva en tal

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señal que. La función encapsuladora de señal hace su aparición en los documentos a principios del siglo xiii, en casos aislados y en combinación con ser y por, pero hacia mediados del xiii, con la irrupción de los textos alfonsíes, empieza a documentarse más ampliamente, y más o menos simultáneamente, en dos construcciones sintácticas complementarias: en la locución prepositiva y conjuntiva en señal (de) (que) así como en la función de atributo junto con el verbo ser en la construcción ser señal (de) (que). Textualmente, los usos encapsuladores de señal, en general, y los de la locución en señal (de) (que), se concentran inicialmente en los textos científicos salidos de la escuela alfonsí y, como tales, representativos de la nueva norma escrita. Discursivamente, en tres de cada cuatro usos de los siglos xiii y xiv la referencia discursiva es anafórica, pero la proporción de referencias catafóricas es algo mayor en el siglo xiv (25 % en comparación con un 18 % en el xiii). En general, en los usos primitivos de en señal el elemento encapsulado es, o bien, algo identificable como una marca física (un 25 % de los casos), o bien, y más típicamente (con un 50 % de los casos), una acción. 4.2. Expansión y esplendor de en señal: la productividad en los siglos xiv a xvii Como han dejado claro los datos de los siglos xiii y xiv, a principios del siglo xv el inventario de construcciones15 del español incluye una locución prepositiva y conjuntiva basada en el sustantivo señal y creada sobre el patrón típico prep. + N + prep. o, en un nivel más detallado, en N de, donde en señal de se encuentra a la par de locuciones como en (el) caso de que, en figura de, en lugar de… (Cifuentes Honrubia 2003; Codita 2013). Como indican las cifras de las tablas 3 y 4 (§ 4, arriba), es en los siglos xv y xvi cuando la locución experimenta su mayor extensión de uso, con frecuencias de uso absolutas (y relativas) elevadas en los siglos xv, xvi y xvii. En este subapartado, me concentraré en describir la extensión del uso de la nueva construcción y de su asentamiento definitivo en la lengua. La presentación se centrará, por un lado, en la combinatoria léxica y los diferentes tipos de complementos de la locución y, por otro, en su función discursiva y su distribución textual. Uno de los indicadores más evidentes de la productividad de una construcción es su frecuencia de uso. En esto, la construcción en señal alcanza su culmen en el siglo xiv (cf. la Tabla 3, arriba), pero es en los siglos xv, xvi y xvii cuando, gracias a un número mucho mayor de casos, los datos permiten observar el pleno desarro  El término construccionista sería el constructicón (véase Hilpert 2019), neologismo creado sobre la base del término lexicón. 15

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llo de la construcción. Asimismo, en contraste con el siglo xiv, a partir del siglo xv se vuelven a documentar las cuatro subconstrucciones, es decir, complementos nominales escuetos, complementos nominales complejos (SN), complementos de infinitivo y complementos oracionales (que/de que). Destaca especialmente la presencia considerable de la forma conjuntiva de la locución, que alcanza un 30 % de los usos de en señal en el siglo xvii, tras un 0 % en el xiv y frecuencias en torno al 18 en los siglos xv y xvi (véase la Tabla 4, arriba, para las cifras exactas). Los ejemplos (22) a (25) ilustran usos típicos de cada subconstrucción del siglo xv. Nótese que los sustantivos y verbos que aparecen como complemento de en señal (de) (que) son los que más se repiten en los datos. (22) Eneas le mostro un ramo de oliva en signo de paz & el rey fue muy alegre por ello, ca antiguamente los amigos levavan aquel ramo de oliva en sennal de paz & fizo Eneas amistat con Enandre contra el rey Latin (c. 1440-1460 [mediados del s. xv] ZORITA, ANTÓN DE, Árbol de batallas, de Honoré Bouvet). (23) Pues que tú, Virgen, pariste el consuelo divinal, consuela mi vida triste, tú, Señora, que naciste para matar nuestro mal. Mereciste tanta gloria biviendo en aqueste suelo, que en señal de la vitoria siempre bive tu memoria por Madre del Rey del cielo. Pues corona recebiste de aquel reino celestial, consuela mi vida triste, tú, Señora, que naciste. para matar nuestro mal. (1481-1496 [s. xv –1496–] ENCINA, JUAN DEL, Cancionero) (24) Y como Grasinda de su natural fermosa fuese, aquellas riquezas artificiales tanto la acrescentavan, que por maravilla lo tenían todos los que la miravan, y gran esfuerço dava su parescer aquel que por ella se avía de combatir. Y llevava encima de su cabeça solamente la corona que en señal de ser más fermosa que todas las dueñas de Romanía avía ganado, como ya oístes (1482-1492 [s. xvi –1508–] RODRÍGUEZ DE MONTALVO, GARCI, Amadís de Gaula, libros I y II) (25) Agora nuestro señor Dios, despues de tantas marauillas fechas, en signa que para el diuinal ofiçio elegia a Aharon e a sus fijos, dixo: ese remanente de las primençias que a mi ofreçieren a fin que vean el prez e vnçion que tienes, quiero e plazeme que despues que el altar lo suyo touiere, que la reliquia remanente de ello que sea para ti (c. 1422-1433 [primer tercio del s. xv] GUADALFAJARA, MOSE ARRAGEL DE, Traducción y glosas de la Biblia de Alba).

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Otro indicador clave de la productividad de una construcción es el número de colocados que ocupan sus posiciones abiertas (Bybee 2010; Hilpert 2019), en el caso de en señal (de) (que), la posición del complemento de de o el verbo principal de la oración completiva. Empezando por el tipo más frecuente (en los datos de los siglos xv a xvii), entre los complementos nominales (escuetos y complejos) se detectan 25 sustantivos que aparecen al menos dos veces frente a 92 que aparecen una sola vez. Esto equivale a una frecuencia de tipo por forma de 0,57 (117/204) y una proporción de hápax legómena de un 79 % (92/117), lo cual es indicativo de que la subconstrucción goza de una considerable productividad y no se limita a un número reducido de combinaciones fijas16. Ahora bien, en el caso de los nombres más repetidos, como paz –15 casos; ejemplo (23)–, victoria –14 casos; ejemplo (24)–, amor –11 casos–, amistad –10 casos– y obediencia –nueve casos–, cabe la posibilidad de que estas combinaciones constituyan unidades semifijadas. Obsérvense los ejemplos (26) a (29) que ilustran usos representativos de las combinaciones más frecuentes, en señal de paz, en señal de obediencia y en señal de victoria: (26) Y luego el capitán les abrazó en señal de paz, y les dio unos sartalejos de cuentas, y les mandó que volviesen con la respuesta con brevedad, e que si no venían, que por fuerza habíamos de ir a su pueblo, y no para los enojar (c. 1568-1575 DÍAZ DEL CASTILLO, BERNAL, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España). (27) Y el mismo rey le çiñe la espada y le da un bofetón. Tómale también juramento que morirá por su ley y por su rey y por su patria cada y cuando que fuere menester. Y después, él y los demás caballeros que allí se hallan le besan en la boca en señal de paz. Y luego llega un caballero muy prinçipal, cual el noble señala, y le çiñe la espada, y éste es su padrino (c. 1573 HERMOSILLA, DIEGO DE, Diálogo de los pajes). (28) Llegaron en conclusión, de isla en isla, a Zebut, que otros nombran Subo, en las quales moran sobre árboles, como picaças. Puso Magallanes vanderas de paz, desparó algunos tiros en señal de obediencia; surgió allí en Zebut, a diez grados o poco más acá de la equinocial y hizo sus mensageros al Rey con un presente y cosas de rescate. Hamabar, que assí se llamava el Rey, tuvo plazer de su llegada y respondió que saliesse a tierra mucho en ora buena (1554 LÓPEZ DE GÓMARA, FRANCISCO, La primera parte de la Historia natural de las Indias). (29) y entre tanto frutifica algo y en retornando sobre el: el retorna sobre si y de viejo se haze nueuo: de enfermo sano de esteril frutifero: de seco verde. Era antiguamente en tanto tenido este aruol que por onrrarle los capitanes hazian coronas dellos en señal de victoria y al que mejor auia peleado coronauan con corona de oliua y avn tan bien tienen o dan señal de paz como vemos enel octauo capitulo del genesis   Nótese que, en los siglos xiii y xiv, la frecuencia de tipo por forma es de 1, es decir, no se repite ninguno de los predicados que complementan a en señal de y en señal que. 16

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quando noe echo del arca la paloma y ella torno con vn ramo de oliua enel pico (1513 HERRERA, GABRIEL ALONSO DE, Obra de agricultura [España]).

A juzgar por estos ejemplos, el mejor y único candidato para constituir una expresión (semi)fijada lo constituye en señal de paz, que se repite varias veces en los datos en contextos muy semejantes. En estos casos, ilustrados en (26) y (27), así como en el ejemplo (22), arriba, una persona hace algún tipo de gesto que se interpreta como una señal de paz, es decir, como una señal pacífica, o como algo que señala paz. Sin embargo, al igual que ocurre con los ejemplos de en señal de obediencia y de en señal de victoria, en (28) y (29), la función de conector discursivo de la locución prepositiva parece incuestionable, lo cual hace dudoso que estemos ante una expresión nominal fijada, como podría serlo señal de paz. Es obvio que el uso repetido de ciertas combinaciones sintagmáticas crea una cierta automatización, pero los datos analizados aquí no parecen indicar que estas combinaciones frecuentes de en + señal de paz, victoria u obediencia hayan adquirido una identidad o funcionamiento propio que las separe de la subconstrucción encapsuladora que ejemplifican. Sobre esta base, me atrevería a sugerir que el uso repetido de algunas combinaciones aisladas no implica una menor productividad de la construcción en señal (de) (que) en la lengua en comparación con los datos de los siglos xiii y xiv. Más bien parece que las combinaciones repetidas hacen que la subconstrucción alcance una posición más destacada en el inventario de construcciones de la lengua o, lo que sería lo mismo, un mayor grado de sedimentación (Bybee 2010; Schmid 2015). Después de su ausencia de los datos del siglo xiv, la subconstrucción con complementos de infinitivo vuelve a documentarse con cierta frecuencia en los siglos xv a xvii. Pese a que la frecuencia es baja, en general, se encuentran 10 verbos diferentes entre los 14 casos documentados. El único verbo repetido es ser con cuatro casos. Se notan, asimismo, cuatro casos de infinitivo compuesto haber + participio, pero no se repite ningún participio en esta construcción. Todo esto indica que la locución prepositiva en señal de se presta a combinarse con complementos de infinitivo de un modo productivo, aunque poco frecuente en comparación con los demás tipos de complementos. Como ilustra el ejemplo (30), al igual que (24), arriba, la función discursiva de en señal de es patente, y constante: (30) –¡Honrarse puede el hábito de estar en ellos! –dijo la vieja–. ¡Qué buen talle! ¡Bendígate Dios, el mozo, y qué galán eres! ¡Toma una higa! –esto decía, despeñando una cuenta en señal de haber rezado a mí devoción– (1644 ENRÍQUEZ GÓMEZ, ANTONIO, El siglo pitagórico y Vida de don Gregorio Guadaña).

Por su parte, la subconstrucción conjuntiva, es decir, en señal (de) que, con complementos oracionales, experimenta un claro aumento de su frecuencia rela-

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tiva de uso entre los siglos xv y xvii, cuando sobrepasa el 31 % de los casos de en señal. Como es bien sabido, esta subconstrucción, al igual que las oraciones completivas de sustantivo, en general, experimenta un cambio estructural en que la forma originaria en señal que va cediendo ante la forma plena que incluye la preposición de, es decir, en señal de que (Pountain 2014; Granvik 2015, 2018b). Basándome en Granvik (2018b), en este trabajo considero que las formas con y sin de constituyen, simplemente, variantes de la subconstrucción conjuntiva. En los datos del corpus nuclear del CNDHE, la variante con de se documenta por primera vez hacia mediados del siglo xvi, pero es aun minoritario en ese siglo. En el xvii alterna con la variante sin preposición en términos iguales, y a partir del xviii ya solo se documenta en su forma actual, en señal de que (cf. la Tabla 4, en el § 4, arriba). Al igual que lo que ocurre con los complementos de infinitivo, apenas se documentan verbos que se repitan en la oración completiva. Así, entre los 52 casos se documentan 38 verbos diferentes. El único verbo frecuentemente repetido es la ser (10 casos), que se combina principalmente con sustantivos (ser N; seis casos), pero también con participios en la construcción pasiva y con un adjetivo posesivo. Se observan, asimismo, dos casos de los verbos agradecer, amar, estar, haber (una vez como auxiliar en la perífrasis haber de, una vez como existencial) y morir. Como revelan los ejemplos (31) y (32), la función discursiva de la locución conjuntiva en señal que es clara, pues sirve para enlazar elementos mencionados antes, o que se mencionarán más adelante en el texto, con lo expresado en la oración completiva. Así, en (31) se observa cómo señal hace referencia anafórica a “quedar ellos en el campo”, mientras que en (32) el elemento que es encapsulado como una señal, “quiso inclinar la cabeça”, aparece más adelante en el texto, con lo cual la referencia es catafórica (Abad Serna 2015): (31) sintiendo estas cosas y ponderándolas, habiendo hecho sus sacrificios y nuevos votos a sus dioses, determinadamente acordaron de los aguardar en un lugar estrecho de aquel valle pegado a la sierra más oriental para matarles a todos; o quedar ellos en el campo en señal de que murieron por defender sus patrias de tal gente (1553 CIEZA DE LEÓN, PEDRO, Crónica del Perú). (32) El cielo, y tierra se humilla a tu dulce nombre, y santo, y el infierno tiembla tanto, que â su pessar se arrodilla. Hasta Dios por mas grandeza, en señal que es Dios, y hombre, en viendo en la Cruz su nombre, quiso inclinar la cabeça (1600-1612 LEDESMA, ALONSO DE, Conceptos espirituales, primera parte).

El que en señal de adquiera la función discursiva de referencia catafórica, como la que se presenta en (32), supone un indicador adicional de la ampliación del uso de la construcción. Así, como ilustran las cifras recogidas en la Tabla 5, en contraste con los datos de los siglos xiii y xiv, entre los siglos xv y xviii en señal de/que se emplea frecuentemente para la referencia catafórica. Es interesante notar que el que

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la frecuencia de uso de la función catafórica decaiga en los siglos más recientes (xix-xxi) parece relacionarse con la pérdida de importancia del sustantivo señal, en general, y de la locución en señal (de) que, en particular, en la lengua (cf. la Tabla 3, arriba). Así, si es en los siglos xv a xviii cuando más se emplea la locución, esta mayor frecuencia se ve también en su empleo para referencias catafóricas. REFERENCIA

anafórica

catafórica

SUMA

xiii

10 / 83 %

2 / 17 %

12

xiv

6 / 75 %

2 / 25 %

8

xv

58 / 71 %

24 / 29 %

82

xvi

65 / 68 %

31 / 32 %

96

xvii

44 / 65 %

24 / 35 %

68

xviii

19 / 70 %

8 / 30 %

27

xix

57 / 92  %

5 / 8 %

62

xx-xxi

111 / 91%

11 / 9 %

122

Suma

370

107

477

Tabla 5. Frecuencia de uso de en señal (de) (que) para referencias anafóricas y catafóricas

Nótese asimismo que la función catafórica es menos frecuente con los complementos nominales escuetos (un 18 %) que con los nominales complejos (27 %), oracionales (27 %) y los complementos de infinitivo (25 %). Así, pueden observarse diferencias claras entre unos usos y otros, como revelan los ejemplos (33) a (36): (33) y tendiendo las manos por entre las puntas del manto, tomóle las suyas dél, y apretógelas ya cuanto en señal de le abraçar, y díxole (1482-1492 [s. xvi –1508–] RODRÍGUEZ DE MONTALVO, GARCI, Amadís de Gaula, libros I y II). (34) «[…] Y pues los favores y merçedes que te puede cada día hazer son bastantes para pagar cualquiera serviçio sin alguna comparaçión, porque parezca que so color del salario te puede mandar, reçibe agora çinco mil maravedís en cada un año con tu raçión, y no hagas caudal desto que en señal de açeptarte por criado te lo da para unas calças y un jubón, con protestaçión que no parará aquí, porque más te reçibe a título de merçed, debajo del cual te espera pagar» (c. 1553-1556 VILLALÓN, CRISTÓBAL DE, El Crótalon de Cristóforo Gnofoso). (35) y el día venidero, cuando la procesión llegase a su vista, la compañía de los cristianos le había de dar asalto general y, después de haberlo ganado a los moros, los habían de llevar cautivos y maniatados por todas las calles, dando muchas cargas de arcabuzazos en señal de la vitoria. Tenían dos danzas, la una de espadas y la otra de cascabel gordo, y cuatro toros que correr, por lo cual estaba el anchuroso distrito todo lleno de andamios y todas las entradas de sus calles cerradas con talanqueras (1646 ANÓNIMO, La vida y hechos de Estebanillo González).

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(36) señor de Chucuito, habló ásperamente, diciéndole, cómo había rompido la paz que puso su abuelo Viracocha Inca, y que no le quería matar, mas que lo enviaría al Cuzco, adonde sería castigado; y así a éste como a otros de los presos mandó llevar al Cuzco con guardas. Y en señal de la victoria que hubo de los collas, en el lugar susodicho, mandó hacer grandes bultos de piedra, y romper, por memoria, de un pedazo de una sierra, y hacer otras cosas que hoy día, quien fuere por aquel lugar, verá y notará, como hice yo, que paré dos días (1553 CIEZA DE LEÓN, PEDRO, Crónica del Perú).

En estos ejemplos, se nota, pues, cómo en los casos de referencia anafórica, la locución en señal de sigue directamente al elemento al que encapsula –en (33) la forma verbal “apretógelas”; en (35) la oración “dando muchas cargas de arcabuzazos”–. En los usos catafóricos, en cambio, en señal de aparece, típicamente, después de una pausa –indicada por que en (34) y por el punto en (36)–, y después de la locución, todavía se intercala otro material antes de especificar a qué hace referencia el sustantivo encapsulador. En todo caso, aunque los contextos anafóricos y catafóricos presentan características propias, la función encapsuladora de señal queda inalterada. Otro factor que hay que mencionar con respecto a los usos de en señal (de) (que) en los siglos xv a xvii es el tipo de texto, con respecto del cual la pregunta es si la locución se va extendiendo más allá de los textos científicos donde aparece originalmente la función encapsuladora de señal, o bien si sigue usándose con preferencia en ese tipo de textos. Como se mencionó en el apartado 3, arriba, los textos incluidos en el CNDHE se han agrupado en un gran número de temas, los cuales pueden reinterpretarse como diferentes géneros textuales, definidos temáticamente, claro está. Los 477 casos de en señal (de) (que) incluidos en la muestra manejada en este estudio se reparten en 18 temas diferentes, algunos de los cuales suponen un alto nivel de especialización mientras que otros son mucho más generales. Además, la distribución cronológica y la presencia en el corpus de los temas es muy desigual. Por ejemplo, en todo el corpus nuclear solo hay dos obras clasificadas como Antropología, ambas de principios del siglo xvii. También cabe comparar los temas de Ejército, ciencia militar y Astrología y ciencias ocultas, bastante específicos, con otros como Literatura y Testimonios varios, que no revelan mucho sobre el tipo de texto. Por este motivo, y para que las cifras permitan una cierta comparación cuantitativa, he agrupado los textos en cuatro macrotipos: Ciencia, Historia y religión, Literatura y Novela. El primer tipo comprende los temas Antropología, Astrología y ciencias ocultas, Educación, Ejército, ciencia militar, Empleo y trabajo, Industrias diversas, Justicia y legislación, Política, Testimonios varios y Turismo, y se motiva, principalmente, por constituir textos de carácter formal y donde prima la codificación y transmisión de información sobre la forma. El segundo tipo, His-

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toria y religión, comprende los temas Historia, Religión y Mitología, y se motiva por un tema histórico-religioso común y también porque, separados, los dos tipos de texto muestran una distribución cronológica muy semejante (con un valor del coeficiente de correlación de 0,87). Finalmente, los textos literarios se han dividido en dos, dejando la Novela como un tipo distinto de los demás géneros literarios. Así, la Literatura comprende los temas Literatura, Relatos, Teatro y Verso. Esta división se motiva, por un lado, por el gran número de casos en Novela y, por otro, porque entre ambos tipos hay una distribución cronológica marcadamente diferente (con un valor del coeficiente de correlación de tan solo 0,26). La distribución diacrónica de los usos de en señal de/que por estos cuatro macrotipos de texto se ha reunido en la Tabla 6 17.. TIPOS DE TEXTO

CIENCIA

xiii

33 %

xiv xv

HISTORIA y LITERATURA RELIGIÓN

NOVELA

SUMA

0 %

12

67 %

0 %

11 %

33 %

56 %

0 %

8

4 %

44 %

16 %

37 %

82

xvi

6 %

60 %

13 %

21 %

96

xvii

19 %

40 %

25 %

16 %

68

xviii

4 %

67 %

19 %

11 %

27

xix

3 %

2 %

18 %

77 %

62

xx-xxi

4 %

2 %

7 %

86 %

122

PROMEDIO

7 %

32 %

15 %

45 %

100 %

Suma

35

154

72

217

477

Tabla 6. Distribución de en señal (de) (que) en diferentes tipos de texto Pues bien, como indican las cifras de la Tabla 6, se nota a partir del siglo xv18 un aumento importante del uso de en señal en los textos clasificados como Novela y Literatura, mientras que descienden los usos en textos científicos en comparación con los dos siglos anteriores. Esto puede tomarse como indicio de una extensión de los contextos de uso de la locución, que adquiere una mayor presencia

  Al evaluar la importancia de estas observaciones, hay que tener muy presente que, al tratarse de un estudio basado en un corpus de referencia como es el CNDHE, las tendencias pueden estar también en relación con el tipo de textos que son más frecuentes en una época, y con el conjunto de textos que para cada época selecciona CNDHE para incluir en el corpus. 18   Con tan pocos datos, las cifras del siglo xiv deben interpretarse con mucha cautela, y por eso mismo las proporciones no necesariamente son comparables a las de los siglos con más datos. 17

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en la lengua, escrita, en general19. En el siglo xv, los casos se reparten de modo relativamente igual entre los dos tipos de texto dominantes (Historia y religión y Novela), pero en los siglos xvi y xviii los textos de Historia y religión dominan claramente. Finalmente, en los siglos xix y xx, la Novela se convierte en el tipo de texto mayoritario, por lo que se puede constatar que en la lengua moderna en señal de (que) es una locución típica de la narrativa y el género literario. Quizás el uso más típico de la construcción en señal (de) (que) en los textos de historia y religión, que dominan en el período áureo, es aquel donde lo que se encapsula, es decir, el elemento al que hace referencia el sustantivo, es una acción, como se ve en el ejemplo (37). Aquí, la referencia es catafórica, y la acción encapsulada de ‘pasearlas en los caballos’ aparece después de la locución prepositiva. Se nota asimismo una asociación entre los textos científicos y las entidades encapsuladas concretas, clasificadas como de Marca concreta en la Tabla 7, abajo. Como indican las cifras de la tabla, lo encapsulado lo constituye típicamente una acción, pero en los siglos xv y xvi las marcas concretas constituyen una parte importante en los textos científicos. Este uso lo ilustra el ejemplo (38): (37) A otras avían certificado con grandes juramentos darles cavallos, y que, en señal de su victoria y triunfo, las passearían en ellos delante de los españoles. Otras salieron diziendo: “Pues a nosotras nos prometieron los mismos españoles por criados y esclavos nuestros”. Y cada una declaró el número de cautivos que les avían ofrecido que avían de llevar a sus casas (1605 INCA GARCILASO [GARCILASO DE LA VEGA, EL INCA], La Florida del Inca). (38) y en la otra mitad del escudo dos carabelas, en señal que se esperaua en Nuestro Señor que por alli se hauia de hacer el descubrimiento de la Especeria; y encima dellas una estrella en señal del polo Artico, y por orla del dicho escudo castillos y leones (1640 REQUEJO SALCEDO, JUAN, Relación histórica y geográfica de la provincia de Panamá). lo encapsulado CIENCIA HIST Y REL LITERATURA NOVELA Suma

acción 32 % 56 % 50 % 59 % 132

gesto 14 % 12 % 12 % 16 % 32

marca concreta 45 % 23 % 14 % 20 % 56

situación 9 % 9 % 24 % 5 % 26

SUMA 21 121 42 61 246

Tabla 7. Asociación entre los tipos de texto y “lo encapsulado” en los documentos de los siglos xv a xvii   Nótese que en los tres casos de en señal en obras de teatro (uno fechado en el siglo xvi, y los dos restantes en el xx) el uso tiene lugar en turnos de diálogo, lo cual indica que la construcción ha penetrado al menos en la representación de la lengua hablada. 19

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En resumen, entre los siglos xv y xvii, se nota un claro aumento tanto en la frecuencia como en la variedad de usos que presenta la construcción en señal (de) (que). La locución se combina con complementos sustantivos y de infinitivo en su formato preposicional, y con oraciones completivas en su formato conjuntivo. Además, aparecen tanto ciertas combinaciones léxicas que se repiten con una cierta frecuencia, como es el caso de señal de paz, señal de (la) victoria y señal de obediencia, como un número considerable de sustantivos y verbos diferentes en los complementos. Asimismo, aumentan las referencias catafóricas de señal, especialmente en combinación con complementos oracionales y de infinitivo, y se observa cómo la locución empieza a usarse en una variedad de tipos de texto. Todo esto supone evidencia clara de la evolución del uso de la construcción y de cómo esta se ha establecido en la lengua (escrita) como nexo discursivo con una función encapsuladora no solo anafórica sino también catafórica. 4.3. La decadencia de señal y la supervivencia de en señal. Del siglo xviii al xx-xxi Al llegar a lo que tradicionalmente se ha considerado el inicio del español moderno, el uso de la locución en señal (de) (que), prepositiva y conjuntiva, entra en una fase de pérdida de importancia en la lengua. Esto se nota, por un lado, en una disminución de su frecuencia de uso, que baja de un promedio en torno a 0,75 casos por millón de palabras en los siglos xv a xvii a un promedio en torno a 0,35 casos por millón, es decir, menos de la mitad. Sin embargo, cabe notar que esta disminución de la frecuencia de uso de en señal va a la par con un menor uso del sustantivo señal, en general (cf. la Tabla 2, arriba). Y, de hecho, en los siglos xix y xx la proporción de en señal de los usos de señal asciende a niveles parecidos al que tiene en los siglos xvi y xvii. Así, una primera conclusión que puede sacarse de la suerte de en señal (de) (que) es que, aunque experimenta una pérdida de importancia en la lengua, esta es menos importante en comparación con la suerte del sustantivo señal. Dicho esto, es notable que las diferentes variables manejadas en este trabajo coincidan en alta medida con la observación anterior. Así, si bien en el siglo xviii los usos conjuntivos, es decir, del formato en señal de que, siguen teniendo una cierta vigencia (con un 26 % de los casos), en los siglos xx-xxi se han reducido al 5 %, y los complementos nominales escuetos constituyen el 77 % de los casos. Se observa, pues, una clara limitación en el tipo de complementos, o subconstrucciones, de en señal (de) (que) (cf. la Tabla 4, del § 4, arriba). En cuanto a la relación tipo/forma de los complementos, el total de 132 lexemas entre 240 casos, lo cual supone un valor de 0,55, sigue siendo un número elevado. Solo 39 sustantivos

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sobre 111 (35  %) se repiten al menos dos veces20 y de los verbos no se repite ninguno (ni siquiera los auxiliares ser, haber, estar, deber, poder…). Todo esto indica que la construcción sigue siendo productiva, pese a su menor frecuencia. Con respecto a los tipos de texto, los usos de en señal se limitan, en los siglos xix a xxi, casi únicamente a los textos literarios (Literatura y, principalmente, Novela), que llegan a representar más del 90 % de los casos. Esto es en detrimento particularmente de los textos de Historia y religión, que siguen teniendo una presencia notable en el siglo xviii (67 %), para luego caer drásticamente a partir del xix (cf. la Tabla 6, en el § 4.2, arriba). Este paso de los usos de en señal al género literario y, particularmente, el novelístico, puede explicarse en medida considerable por la composición del CNDHE21, pero se asocia, asimismo, a una característica del contexto de uso de la locución: en los siglos xix a xxi, lo encapsulado, es decir, el elemento al que hace referencia ana o catafórica señal, es cada vez más a menudo un gesto o un movimiento que claramente constituye una señal (cf. la Tabla 8, abajo). Así, en este período la proporción de gestos es claramente la más alta en comparación con los demás siglos (con aproximadamente el 50 % de los casos), mientras que, a la inversa, la proporción de acciones es la más baja (con un 34 y 30 % de los casos). LO ENCAPSULADO

ACCIÓN

GESTO

MARCA FÍSICA SITUACIÓN SUMA

xiii

58 %

8%

25 %

8%

xiv

50 %

13 %

25 %

13 %

8

xv

56 %

10 %

16 %

18 %

82

12

xvi

50 %

11 %

29 %

9%

96

xvii

56 %

19 %

22 %

3%

68

xviii

70 %

15 %

15 %

0%

27

xix

34 %

48 %

11 %

6%

62

xx-xxi

30 %

57 %

8%

4%

122

Promedio

46 %

29 %

17 %

8%

477

Suma

220

138

82

37

477

Tabla 8. Distribución diacrónica de los diferentes tipos de elementos encapsulados

20   Los sustantivos más repetidos (N ≥ 5) son respeto (15), paz (8), despedida (7), agradecimiento (6), asentimiento (6), gratitud (6), obediencia (6), protesta (6), duelo (5), saludo (5), sumisión (5) y triunfo (5). 21   Efectivamente, la distribución diacrónica de los textos clasificados como Novela en el corpus nuclear del CNDHE sube de un 7 % en el período 1064-1500 al 65 % entre 1900 y 2005.

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De este modo, como ilustran los ejemplos (39) y (40), el uso de en señal (de) (que) en la actualidad parece volver a sus orígenes, en el sentido de que el referente del sustantivo es, en sí, una señal, y es caracterizado como tal en el contexto discursivo. Santiguarse y alzar la mano, en (39) y (40) son, pues, índices en el sentido peirceano, y al ser encapsulados como una señal, el significado de esta palabra se hace perfectamente transparente. (39) Un nativo que pasó a su lado creyó que el cónsul rezaba y se santiguó en señal de respeto. Por momentos el cielo claro se estremecía con un relámpago y Bertoldi pensó que durante las lluvias le sería imposible atravesar el lodazal para llegar hasta la tumba (1986 SORIANO, OSVALDO, A sus plantas rendido un león). (40) El viejo jeep destartalado inició su retroceso por el camino, levantando polvareda. “Toñito” alzó la mano en señal de adiós, cuando dio la vuelta, y enrumbó de regreso, alejándose (1992 BELLI, GIOCONDA, La mujer habitada).

La última variable manejada en el análisis tiene que ver con si la referencia discursiva de señal es de carácter ana o catafórico. En este caso, si los siglos xv y xvi marcaban un aumento de las referencias catafóricas (alcanzando máximos de un 31 % en el xvii), lo cual podía interpretarse como una extensión del uso de la locución, en los siglos xix a xxi los usos catafóricos bajan considerablemente y se quedan por debajo del 10 % (cf. la Tabla 5, en el § 4.2, arriba). Así, los ejemplos (39) y (40) incluyen gestos que, posteriormente, son clasificados como señales, mediante una referencia anafórica. En resumen, los datos analizados correspondientes a los siglos xviii a xxi demuestran la pervivencia de una construcción firmemente establecida en la lengua, pero cuyo uso se ha visto restringido en varios aspectos. Así, en la actualidad la locución en señal (de) (que) sigue funcionando como encapsulador testimonial, pero su uso está limitado a referencias anafóricas, textos novelísticos y elementos encapsulados que constituyen o bien gestos o acciones. Sin embargo, en estos contextos algo más limitados que en el período anterior, la construcción se usa de modo perfectamente productivo. 5. Consideraciones finales Al inicio de este trabajo, me propuse dar cuenta de los orígenes de la locución en señal (de) (que) en español, con los objetivos específicos de describir la creación y el establecimiento formal de la locución y de caracterizar la evolución diacrónica de sus usos y funciones desde una perspectiva textual y discursiva. Además, quise acercarme a la diacronía de en señal (de) (que) desde la perspectiva de la Gramática de construcciones y la noción de construccionalización para averiguar

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en qué medida los cambios que experimenta señal al fijarse en la estructura en señal (de) (que) pueden ser explicados de modo coherente mediante el modelo construccionista. Pues bien, el análisis detallado de los usos más tempranos del sustantivo señal en los documentos incluidos en el CNDHE permite fechar la creación y establecimiento de la locución prepositiva y conjuntiva en señal (de) (que) hacia mediados del siglo xiii. Gracias a la existencia de unos pocos usos tempranos, se puede rastrear el origen de la función discursiva encapsuladora de señal en un par de construcciones anteriores, entre las que destacan el predicado compuesto hacer señal –que fácilmente se asocia a un complemento preposicional u oracional–, la combinación con el verbo ser en construcciones equitativas del tipo A es señal de B y, finalmente, la combinación con preposiciones como por y en, que dan lugar a una identificación de un elemento anterior como, justamente, una señal. El origen variado en cuanto a las construcciones sintácticas puede explicar por qué la locución en señal (de) (que) aparece, desde el inicio, con dos formatos complementarios, uno prepositivo, en señal de, y otro conjuntivo, en señal que, sin que la diferencia de formato afecte significativamente la función encapsuladora que parece ser inherente a señal en esta construcción. Naturalmente, el carácter dual de la semántica de señal, que se divide entre valores concretos y abstractos, juega un papel fundamental para la aparición de la función encapsuladora. Textualmente, los usos encapsuladores de señal, en general, y los de la locución en señal (de) (que), en particular, se concentran inicialmente en los textos científicos salidos de la escuela alfonsí y, como tales, representativos de la nueva norma escrita del siglo xiii. Discursivamente, en tres de cada cuatro usos de los siglos xiii y xiv la referencia discursiva es anafórica, pero la proporción de referencias catafóricas es algo mayor en el siglo xiv (25 % en comparación con un 18 % en el xiii). En general, en los usos primitivos de en señal el elemento encapsulado es, o bien algo identificable como una marca física (un 25 % de los casos), o bien, y más típicamente (con un 50 % de los casos), una acción. A partir del siglo xv aumentan tanto la frecuencia como la variedad de usos que presenta en señal (de) (que). La locución se combina con complementos nominales (escuetos principalmente, pero también más complejos) y de infinitivo en su formato preposicional, y con oraciones completivas en su formato conjuntivo. Además, aparecen tanto ciertas combinaciones léxicas que se repiten con una cierta frecuencia, como es el caso de señal de paz, señal de (la) victoria y señal de obediencia, como un número considerable de sustantivos y verbos diferentes en los complementos. Asimismo, aumentan las referencias catafóricas de señal, especialmente en combinación con complementos oracionales y de infinitivo, y se observa cómo la locución empieza a usarse en tipos de texto más variados. Todo esto supone evidencia clara de que la construcción se ha establecido en la lengua

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(escrita) como nexo discursivo de uso productivo con una función encapsuladora no solo anafórica sino también catafórica. Finalmente, en los siglos xviii a xxi lo que revelan los datos analizados es la pervivencia de una construcción firmemente establecida en la lengua, pero cuyo uso se ve restringido en algunos aspectos en comparación con los siglos anteriores. Así, en la actualidad la locución en señal (de) (que) sigue funcionando como encapsulador testimonial, pero se limita a referencias anafóricas, textos novelísticos y elementos encapsulados que constituyen o bien gestos o bien acciones22. Teóricamente, las observaciones de la diacronía del uso de en señal (de) (que) permiten constatar que la locución se ha establecido como construcción independiente en la lengua, a la par con otras construcciones, como en caso (de) (que), con las que en señal (de) (que) guarda un parentesco obvio en cuanto al patrón esquemático para la formación de locuciones prepositivas y conjuntivas, a saber en N (de) (que). Los datos presentados también permiten documentar cómo la construcción, una vez acuñada, amplía poco a poco su campo de uso, lo cual supone un importante índice de su productividad. Se trata, desde sus inicios, de una construcción esquemática, en el sentido de que es capaz de “encapsular” diferentes tipos de elementos discursivos y señalar hacia diferentes tipos de complementos. Además, diacrónicamente la variabilidad de unos y otros aumenta (al menos hasta el siglo xvii), con lo cual cabe considerarse que aumenta también la esquematicidad de la construcción. La composicionalidad de en señal (de) (que), finalmente, no se pierde en ningún momento, probablemente debido a la transparencia y productividad del esquema de formación de locuciones del español que sigue vigente aun a día de hoy (Cifuentes Honrubia 2003). Para terminar, cabe destacar que no se observan, en los datos analizados, diferencias notables en cuanto a la función discursiva entre el formato prepositivo y conjuntivo de la construcción. Así, parece preferible considerar que, al menos en la lengua actual, en señal de constituye una sola construcción. Esta construcción tiene la forma en señal de, y su significado puede caracterizarse como la identificación o encapsulación de un elemento discursivo como una señal, y su   Aunque, evidentemente, los resultados resumidos aquí se limitan a los textos incluidos en el corpus nuclear del CNDHE, una mirada rápida a los datos del CORPES XXI confirma que el uso de la locución en señal de se concentra en textos narrativos. Así, en la categoría Tema, la frecuencia normalizada (por millón de palabras) supera los 10 casos en los textos clasificados como Guion (18), Relato (11) y Novela (11); en la categoría Tipología, supera los 10 casos por millón solo en Ficción (10). En textos periodísticos como Crónica, Editorial y Noticia, la frecuencia normalizada no supera los cinco casos por millón de palabras. Por tanto, aunque se ha señalado la importancia de los encapsuladores en los textos periodísticos (cf. Borreguero Zuloaga/Octavio de Toledo y Huerta 2007), en señal de no parece formar parte del núcleo de estos en la lengua actual. 22

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asociación con otro elemento discursivo, siguiendo la lógica de los demás encapsuladores testimoniales (Rodríguez Espiñeira 2018). La consecuencia evidente de postular una única construcción es que, y en esto sigo el modo de análisis de la Nueva gramática de la lengua española (NGLE: § 31.11l), la locución se combina tanto con complementos oracionales (encabezados por que) como con complementos nominales y de infinitivo. Este análisis se motiva, adicionalmente, por el hecho de que los usos conjuntivos en la actualidad constituyen un mero cinco por ciento de los usos de la construcción. Referencias bibliográficas Abad Serna, Silvia (2015): Estudio contrastivo del funcionamiento semántico de los encapsuladores nominales en la prensa española y alemana: de la anáfora a la catáfora conceptual. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Madrid. . Bartens, Angela/Granvik, Anton (2012): “Gramaticalización y lexicalización en la formación de locuciones preposicionales en español e italiano”, en Emilio Montero Cartelle (ed.): Actas del VIII Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española: Santiago de Compostela, 14-18 de septiembre 2009. Santiago de Compostela: Meubook, pp. 2029-2046. Borreguero Zuloaga, Margarita/Octavio de Toledo y Huerta, Álvaro S. (2007): “Presencia y función de los encapsuladores en las crónicas periodísticas del s. xvii”, en Philologia Hispalensis, 21, pp. 125-159. Brinton, Laurie/Traugott, Elisabeth Closs (2005): Lexicalization and Language Change. Cambridge: Cambridge University Press. Bybee, Joan (2010): Language, Usage and Cognition. Cambridge: Cambridge University Press. Cano Aguilar, Rafael (2010): “Aspectos discursivos en la historia de los períodos oracionales complejos en castellano medieval”, en Rosa María Castañer Martín y Vicente Lagüens Gracia (eds.): De moneda nunca usada: Estudios dedicados a José M.ª Enguita Utrilla. Zaragoza: Instituto Fernando El Católico/CSIC, pp. 149-162. Cifuentes Honrubia, José Luis (2003): Locuciones prepositivas. Sobre la gramaticalización preposicional en español. Alicante: Universitat d’Alacant. CNDHE = Real Academia Española (2013): Corpus del Diccionario histórico de la lengua española (CDH) [en linea]. [consulta noviembre 2021]. Codita, Viorica (2013): “Hápax y otras construcciones prepositivas de frecuencia escasa en la Primera Partida”, en Revista de Historia de la Lengua Española, 8, pp. 63-92. Corde = Real Academia Española: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. [consulta diciembre 2021]. Corpes xxi = Real Academia Española: Banco de datos (CORPES XXI) [en línea]. Corpus del Español del Siglo xxi (CORPES). [consulta noviembre 2021]. Croft, William (2001): Radical Construction Grammar. Oxford: Oxford University Press.

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¿QUÉ DIGO FUENTE? UN RÍO. FORMACIÓN Y USOS DE UN MARCADOR DE CORRECCIÓN * Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga Universidad Complutense de Madrid/Instituto Universitario Menéndez Pidal

1. Introducción En el español actual encontramos el empleo del marcador de reformulación qué digo, seguido frecuentemente de un término, o simplemente qué digo, utilizados para corregir y rectificar algo dicho anteriormente: (1) tú sí que perdiste los nervios bien perdidos y empezaste a gritar, qué digo a gritar, a aullar, que parecías una fiera (CORPES XXI, Lucia Etxebarria, De Todo lo Visible y lo Invisible. Una novela sobre el amor y otras mentiras, 2001). (2) Muy desesperado tenía que estar un cristiano conservador para echarle en cara a su Dios que no coronara con éxito los atentados de los hombres contra una de sus criaturas, sin aguardar a su Juicio Final. Que no permitiera, qué digo, que no propiciara un asesinato alevoso y premeditado (Javier Marías, Tomás Nevinson, 2021).

En ambos casos, hay un elemento al que se apunta y se sustituye por uno nuevo. Se trata de una corrección y sustitución de carácter metalingüístico: el elemento sustituido es una palabra o un constituyente oracional. Ese término puede estar explícitamente señalado mediante la repetición tras qué digo del elemento que se va a sustituir, o simplemente sustituido tras qué digo por el nuevo elemento: el contexto es suficientemente explícito para que se entienda cuál es el elemento sustituido. Alguna vez se halla la variante qué digo yo, con aparición explícita del pronombre personal de primera persona, uso poco frecuente. Los marcadores de reformulación han recibido bastante atención en los últimos decenios dentro de los estudios sincrónicos del español, desde el fundamental trabajo sobre marca*   Este trabajo se inscribe en el marco de los proyectos de investigación Santander-UCM con número de referencia PR108/20‐11, Gramaticalización, lexicalización, pragmática y discurso en la historia del español y PID2020-112605GB-I00, Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PROLEGRAMES), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.

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dores del discurso de Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999), aunque en el trabajo de estos autores, respecto al marcador que ahora estudiamos, la única información que hallamos es que se trata de un marcador de corrección y lo igualan en cuanto a su funcionamiento a digo. No obstante, parece clara la diferencia que existe entre los usos prototípicos de digo y de qué digo como reformuladores correctores: con digo se corrige un error que se ha advertido, normalmente sobre la marcha, y se sustituye por una forma que se considera correcta o más apropiada: (3) creo que tenían capucha yo quiero recordar que tenían capucha pero no estoy seguro // y bueno aquello consistía en // en // pues lo que era la primera comunión y luego te quitabas tu // tu traje de digo tu tu sotana / y ya está (PRESEEA, Granada, 2007, GRAN_H23_007),

y semejante a este es el funcionamiento de que (me) diga1: (4) había un panadero allí Pablito / que por cierto / este Pablito estaba casado con una prima hermana de mi madre / ¡de mi padre / que diga! / una prima hermana de Julita (PRESEEA, Málaga, 1999, MALA_H32_727),

mientras que con qué digo normalmente no se produce una simple sustitución de un elemento previamente mencionado por otro que se considera más adecuado, sino que el segundo elemento se sitúa en un grado superior al que sustituye dentro de una misma escala (1 y 2). Generalmente responde a un discurso planificado, más que a una reparación espontánea del error inmediatamente advertido, como sucede en los casos anteriores. El hecho de que tengamos marcadores discursivos reformulativos (de carácter correctivo) formados a partir del verbo decir es algo esperable, pues, aparte del hecho de que la fijación como marcadores de diversas formas verbales es un proceso productivo (Company 2004), el verbo de lengua por excelencia, decir, es obviamente adecuado para hacer reflexiones precisamente sobre lo dicho, dan-

1   La bibliografía sobre este marcador es más escasa que la que hay sobre digo o qué digo (cf. Fuentes Rodríguez 1996, 2009). Seco, Andrés y Ramos (2018: 251b) recogen solo la variante con pronombre átono que me diga, que igualan a mejor dicho, aunque con distinta marcación de registro. Sin embargo, aunque ambos son marcadores de corrección, no se usan exactamente en los mismos contextos. Mejor dicho puede en ocasiones introducir un elemento que, como en el caso de qué digo, no corrige simplemente un error, sino que presenta una mayor adecuación. Así, el ejemplo que dan de mejor dicho “MGaite Visillos 60: Si quiere usted, podemos ser amigos. Mejor dicho, si quieres. Te voy a tutear”, no sería sustituible por que (me) diga con naturalidad.

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do entrada a intervenciones de carácter reformulativo o correctivo2. No obstante, no hay un empleo completamente libre del verbo decir, el marcador aparece rutinizado y fijado en determinados usos. De hecho, son usos no completamente previsibles: cada lengua ha podido fijar determinadas expresiones con el verbo decir o equivalentes, no intercambiables con los mismos valores en los mismos contextos3. 2. Estado de la cuestión Algunos trabajos se han ocupado de qué digo desde el punto de vista sincrónico. No hay, sin embargo, estudios que se ocupen de los aspectos diacrónicos relativos a este marcador de rectificación. Beinhauer (1978: 70), tras hablar del digo (y algunas variantes formales) empleado para introducir una rectificación, señala el empleo de qué digo, comentando que es un tipo de autocorrección que no obedece tanto al deseo de rectificar como al de reforzar la propia opinión, y ejemplifica con este pasaje: (5) ¡El nimbo que circunde su coronilla tendrá las dimensiones del arco iris, qué digo el arco iris, las del anillo de Saturno! (Enrique García Álvarez y Pedro Muñoz Seca, El verdugo de Sevilla, 1918, apud Beinhauer, 1978: 70).

Varela y Kubarth (1994) definen qué digo como “[e]xpresión enfática de aclaración o precisión: se antepone a la repetición de una palabra imprecisa o falta de claridad que se corrige o aclara después”. Esta definición la reproduce Corpas Pastor (1996: 190) sin añadir alguna observación o comentario al incluir qué digo dentro de lo que llama “fórmulas de transición”, que, según esta autora, juegan un importante papel en los intercambios conversacionales. Esta definición se refiere solo al caso en el que a qué digo sigue explícitamente el elemento (en realidad no siempre una única palabra) que se corrige y sustituye. Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4128) incluyen digo entre los marcadores reformuladores rectificativos y señalan que su escasa gramaticalización se manifiesta en el hecho de que pueda aparecer con especificadores o complementos, como sucede en un caso como “Llevaba solo tres jornadas aquí –qué digo: tres horas– y ya había pedido autógrafos a las compañeras de Divine” (Ma2   Sobre el uso del verbo decir en una amplia serie de construcciones, véase Fernández Bernárdez (2002). 3   Como señala Llopis Cardona (2016: 242), “aunque puedan ser muy semejantes en algunos casos, los significados [de los marcadores discursivos] son privativos de los idiomas”.

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ruja Torres, El País, 27-III-1996, apud Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4128, n. 81), lo que parece indicar que consideran qué digo –a diferencia de Varela y Kubarth (1994) que solo se refieren a la variante sin término que se reformula explícito– como variante formal de digo, lo que no parece exacto. Garcés Gómez (2010: 93-94, 97) caracteriza los marcadores de corrección y rectificación dentro de los reformuladores y engloba este marcador4, junto con digo y otros como bueno, vamos y o sea entre los marcadores de corrección propios del discurso oral (y de la reproducción del discurso oral en textos escritos). Ejemplifica con él un caso en el que “[s]e producen correcciones significativas en las que se sustituye una unidad léxica que no expresa adecuadamente el contenido que se quiere comunicar por otra que manifiesta ese significado de una forma más exacta o apropiada”. También Seco, Andrés y Ramos (2018: 253a) etiquetan qué digo como fórmula oral coloquial, señalan que “introduce una matización ponderativa de lo que acabamos de decir”, y dan un ejemplo de qué digo + termino y otro de qué digo sin reiteración del término corregido. Fernández Bernárdez (2002: 239-241) incluye qué digo dentro de la “búsqueda de la expresión adecuada por parte del locutor” y concretamente dentro de los marcadores de reformulación. Considera que es una expresión con un grado de lexicalización alto y señala los dos modos fundamentales de introducir la reformulación de esta expresión, con repercusiones fónicas: a) puede aparecer como un enunciado independiente, constituyendo un grupo fónico situado entre pausas, con entonación exclamativa-interrogativa; b) “la unidad puede estar incluida en una un grupo fónico más amplio, que como conjunto presenta una entonación exclamativa (o interrogativa […]). En este caso el EF [enunciado fuente], constituyendo grupo fónico con qué digo, se repite. Tras ellos aparecerá una pausa […] y, finalmente, el ER [enunciado reformulador]”5. La posibilidad de repetir el EF tras la “expresión reformuladora”, lo que permite delimitarlo con precisión, es algo que Fernández Bernárdez (2002: 240) destaca como peculiaridad propia frente a las restantes expresiones reformuladoras con el verbo decir que estudia. Y podríamos decir que es una característica exclusiva de este marcador frente a 4   Garcés Gómez se refiere siempre al marcador qué digo, no señala la existencia de la estructura qué digo + término que se rechaza y corrige, y el único ejemplo que da no corresponde a ese esquema: “Con los años irá criando arrugas, y hasta las cuerdas de su arpa divina estarán llenas de polvo mientras mis mejillas conservarán la tersura de la adolescencia… ¿qué digo? ¡La de la infancia!” (Terenci Moix, El arpista ciego, 2002, CREA, apud Garcés Gómez 2010: 94). 5   Efectivamente, qué digo + término o qué digo como reformuladores correctivos generalmente aparecen constituyendo grupo fónico. En alguna ocasión el grupo fónico es más amplio, pues incluye también la conjunción adversativa pero: pero qué digo (+ término).

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los restantes marcadores de corrección y rectificación. En cuanto a sus empleos específicos señala dos: a) introducir una reformulación que anula por completo el EF; b) introducir un elemento reformulador que tiene “mayor fuerza” que el enunciado fuente. Este segundo uso es el más generalizado, y a él corresponden ejemplos como (6) ¡Date cuenta! Los países catalanes, ¿qué digo? Toda la península ibérica [sic] podría quedar fumigada de radioactividad (ARTHUS: LABERINTO: 253, apud Fernández Bernárdez 2002: 241).

Sin embargo, alguno de los ejemplos de lo que considera simple anulación del EF (sin que haya intensificación) creemos que implican también intensificación6: (7) A Hardouin no le picaban los piojos, pero yo pasaba la noche sin dormir: me rasuraron la cabeza dos veces, qué digo, tres; la tercera unos días antes de que saliera de la cárcel; […] (ARTHUS: DIEGO: 112, apud Fernández Bernárdez 2002: 241).

Es cierto que el numeral tres anula completamente al numeral dos, al que sustituye, dando la información que, frente a la anterior formulación, se considera exacta, pero también es cierto que muestra una clara intensificación al aumentar el número de veces en que se ha rasurado al locutor, presenta un grado más alto dentro de la misma escala numérica en que ambos se sitúan7. 6   Y en el otro ejemplo: “[…] solo hay uno [un reloj] más normal, con la tapa cerrada, ¿pero qué digo normal?, si después de que te fijas bien resulta que lo que parecían incrustaciones de pedrería adornando la tapa son hormigas, qué horror, es rarísimo” (NV: 339, apud Fernández Bernárdez 2002: 241) no existe simple anulación, la aparición de rarísimo implica una lectura que se opone a lo anteriormente enunciado. La introducción de un elemento contrario al sustituido es otro de los usos, menos frecuente, que ha tenido el marcador qué digo (+ término) a lo largo de la historia. 7   En función de la intención comunicativa, la mayor fuerza argumentativa puede estar en el grado más alto o más bajo de una escala numérica, en el número mayor o el menor. Si lo que interesa es, por ejemplo, destacar que una persona ha estado muchas veces en un sitio un número mayor indicará una mayor fuerza argumentativa; si interesa destacar lo rápido que se realiza algo, el número menor (de minutos, segundos, etc.), que indicará el tiempo menor y la aproximación al extremo inferior de la escala, presenta la mayor fuerza argumentativa. De este modo, puede aparecer un número menor en el elemento corrector situado tras qué digo que en el corregido en casos como: “pero espere a que haya terminado mi turno, por favor. Quince minutos. Yo tengo mis problemas, usted tiene sus problemas, todos tenemos problemas. No nos fastidiemos. (Mira la hora) Qué digo quince minutos: Diez minutos. Aguante diez minutos, señor. No cree un problema donde no los hay” (CE Web/Dialectos, Mi problema | MontinG, Colombia, 2011). En otro tipo de escalas, igualmente la intención comunicativa puede hacer que la mayor fuerza argumentativa corresponda a un extremo o a otro en distintas situaciones.

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Fuentes Rodríguez (2009: 299) clasifica qué digo como conector reformulativo de corrección y señala la posibilidad de que a qué digo pueda seguir la mención del elemento que se va a corregir y sustituir, que en este caso se integra entonativamente con el conector “por su incompleta gramaticalización”. Señala también la pertenencia de los dos elementos, corregido y corrector, a una misma escala en la que el segundo es superior en extensión o fuerza al primero. Estamos de acuerdo con Fuentes Rodríguez en la interpretación de que uno de los usos fundamentales, de hecho el más frecuente, de qué digo (seguido o no explícitamente del término que se corrige) es presentar los dos elementos, corregido y corrector, dentro de una misma escala, en la cual el segundo se presenta en un grado más extremo, generalmente superior, pero puede ser inferior si ello conviene para dotar de más fuerza argumentativa al segundo elemento. La presentación del segundo elemento como más extremo en una escala puede hacerse por medios morfológicos o sintácticos, como el uso del superlativo sintético, el analítico o estructuras comparativas, incluyendo aquellas en que no hay un segundo término de la comparación y se reinterpretan como ponderativas con valor semejante al de un superlativo (NGLE 2009: § 19.2g, § 45.1ñ), cambio en la escala de los indefinidos o por medios léxicos, utilizando un segundo término que indica un grado mayor que el primero; pero muy frecuentemente nos hallamos ante una escala establecida contextualmente, que no depende de medios gramaticales o léxicos fijados, sino que se establece según la visión del emisor en un momento dado: (8) ¿Tarea difícil, verdad? Qué digo difícil: dificílisima (CORPES XXI, Walter Vargas, Fútbol delivery: opiniones, semblanzas, merodeos, Argentina, 2007). (9) Para un usuario de televisión, que le quiten la publicidad es, en principio, bueno. ¡Qué digo bueno, muy bueno! (CORPES XXI, Javier López Tazón, “Pero, ¿alguien lo ha pensado en serio?”. Elmundo.es. Ariadna, España, 2009-05-24). (10) Bien sé que Chilavert es paraguayo. Qué digo paraguayo, más paraguayo que el mariscal López (CORPES XXI, Walter Vargas, Fútbol delivery: opiniones, semblanzas, merodeos, Argentina, 2007). (11) Todo iba a ir bien, qué digo bien, ¡más que bien! (Elena Resano, “El fiasco del ‘brexit’”, 20 minutos, 29-09-2021). (12) Hay que ser un poco terco para empezar a penetrar en el dominio de las palabras. Qué digo, hay que ser bastante terco (CORPES XXI, Eduardo Halfon, El ángel literario, España, 2004). (13) Lo que se me venía encima me quedaba grande. ¡Qué digo grande, enorme! (CORPES XXI, Reyes Calderón, El jurado número 10, España, 2013). (14) Fue entonces cuando la moral revolucionaria, que habíamos mantenido incólume durante los primeros días, se vio francamente amenazada. Qué digo amenazada, traicionada (CORPES XXI, Gonzalo Celorio, Tres lindas cubanas, México, 2006).

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Santos Río (2003: 342a), por su parte, recoge en dos entradas diferentes qué digo y qué digo “x”. La primera la caracteriza como “expresión reactiva autocorrectiva” y la segunda como “esquema autorreactivo autocorrectivo”. Señala que la expresión está gramaticalizada e introduce “una rectificación semirretórica que generalmente supone el haberse quedado corto”. Apunta, por tanto, como comentan otros autores, a la mayor fuerza del segundo elemento que se introduce, o a la posición superior del elemento con que se rectifica en una escala. Otra observación interesante que hace este autor es que “no es infrecuente la actitud lúdica y es obligado el contexto de emotividad y elaboración retórica”. En cuanto a su origen, Fuentes Rodríguez (2009: 299) señala que está en una oración interrogativa. Esto parece claro, pero no es una explicación suficientemente precisa. Se podría partir de una interrogativa retórica con la que se rechaza lo que anteriormente se ha dicho, proceso que ha llevado también a la creación de interjecciones y marcadores discursivos de confirmación fuerte y de rechazo8. Pero el uso de una interrogación retórica puede implicar el rechazo del contenido de lo expresado en lo que el emisor anteriormente ha dicho, o solamente el rechazo de un término o constituyente oracional que no se considera suficientemente preciso o adecuado. Esto es lo que sucede en el caso del marcador que ahora estudiamos. Es cierto que, en este caso, no se produce un blanqueamiento semántico, hecho frecuente en los procesos de gramaticalización, ni hay tampoco un proceso de reducción formal (esto es probablemente lo que ha llevado a algunos estudiosos a considerar que presenta un grado bajo de gramaticalización o una gramaticalización incompleta), aunque sí hay una especialización en su uso que justifica el hablar de la creación de un elemento con valor procedimental, que guía las inferencias que el receptor debe extraer: poner de relieve el elemento inadecuado que debe sustituirse. De todas formas hay que distinguir claramente entre las dos variantes que hemos señalado del conector: qué digo y qué digo + término. En el primer caso, se conserva sin alteración formal la estructura de la oración interrogativa, constituida por un pronombre interrogativo que cumple la función de complemento directo y la forma verbal digo; la construcción qué digo + término, del tipo qué digo una fuente o qué digo a gritar no puede ser analizada de la misma manera, puesto que aparecen dos elementos distintos que aparentemente funcionan los dos como complemento directo de digo: el interrogativo qué y el elemento que sigue a digo, que ni siquiera tiene que ser necesariamente un sustantivo o un SN, sino que puede ser una palabra de cualquier categoría gramatical o un constituyente oracional o parte de él, como vemos en el caso de “a gritar”   Véase Herrero Ruiz de Loizaga (2014a y 2014c) sobre la gramaticalización de qué va y cómo no. En el caso de la creación de estos marcadores hay implicado también un proceso de elisión, que no se da en el caso del marcador que ahora estudiamos. 8

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(ejemplo 1). La construcción de digo con dos complementos directos distintos no coordinados ni yuxtapuestos no es, obviamente, una construcción gramaticalmente posible en español9, lo que muestra que qué digo no hemos de entenderlo composicionalmente como suma de interrogativo en función de complemento directo + verbo, sino que está funcionando conjuntamente como un marcador que focaliza el elemento que se pone de relieve y que se señala explícitamente para su sustitución por otro que, generalmente, está en un grado más extremo de una escala compartida10. Sin embargo, no es fácil explicar a partir de mecanismos internos de la lengua qué proceso podría haber llevado a la gramaticalización de una construcción que no hallamos en ningún otro contexto. Sobre el posible origen de esta construcción volveremos más adelante. 3. Estudio histórico de qué digo como marcador de corrección y rectificación Una revisión histórica de los usos de qué digo como reformulador correctivo podría permitir acercarnos a los contextos en los que esta secuencia comienza a tener usos como marcador, y en consecuencia a cuál pudo ser el contexto que dio origen a estos empleos. Sabemos, no obstante, que no siempre es posible encontrar estos contextos en los textos conservados, lo que es especialmente frecuente cuando nos encontramos ante construcciones características de la lengua oral, que no siempre se hallan recogidas en textos escritos, sobre todo en la época primitiva del registro escrito de nuestra lengua. Utilizaremos para esta revisión como fuente básica los datos extraídos de los corpus académicos, especialmente el CORDE, y el CREA y el CORPES XXI para épocas más recientes y completaremos estos datos con otros procedentes de diversas fuentes, especialmente el CE de Davies y sus distintos subcorpus. 3.1. Edad Media En el español medieval, el CORDE solo recoge una vez la secuencia ¿qué digo? en textos anteriores a 1499, en un pasaje procedente de la Historia troyana en prosa y verso, en el que Aquiles hace una lamentación sobre el cadáver de Patroclo. Al entender como erradas las primeras palabras que ha expresado, apuntando   Ni tampoco encontramos construcciones semejantes con otros verbos de lengua o pensamiento: * “qué afirmo x”, * “qué proclamo x”, * “qué escribo x”, * “qué pienso x”. 10   A esto probablemente apunta Santos Río (2003: 342a) cuando llama la atención, tras afirmar que el segmento qué digo está gramaticalizado, sobre el hecho de que el complemento de qué digo cuando hay repetición autonímica X, es la propia repetición autonímica, de donde se infiere que el interrogativo qué ha perdido la función de complemento directo. 9

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a algo nuevo o alguna circunstancia en la que antes no había pensado que impide esa interpretación, se introduce ¿qué digo?, que marca como equivocado lo anteriormente dicho. A continuación, se introduce una oración causal que explica por qué lo anterior no es correcto, y puede entenderse como una corrección de lo anteriormente dicho. (15) lloraua fuerte e dezia: ¡ay Pratroclo, ay amigo! amigo, ¿quien cuydaria que muerte nos parteria de non beuir vos comigo siempre mientre yo beuiese; e que luego non moriese yo, quando a vos viese muerto? Mucho m’ ouo grand despecho quien aquest mal m’ ouo fecho, e por dios fizo gran tuerto; ca sy yo mal le feziera, en mi mesmo se deuiera vengar, ¡ay señor cormano! Mas, ay mesquino, ¿que digo? ca yo vos mate, amigo, yo mesmo, con la mi mano. Yo vos mate, bien lo veo; por que non saly al torneo, vos enbie prender muerte. S’ yo cabe uos estodiera, este mal non me veniera nin esta coyta tan fuerte: que asy vos anparara, amigo, que non osara ninguno fazer vos dapño; mas finque como aleuoso, fui por ende perdidoso con est quebranto tamaño (CORDE, Historia troyana en prosa y verso, c. 1270).

A diferencia del caso que estudiamos en este trabajo, no es una palabra, un sintagma o un constituyente oracional lo que se invalida y se sustituye por otro elemento más preciso que tendría la misma función en la oración que el elemento sustituido, sino que se invalida lo dicho en un fragmento de texto que puede estar constituido por un enunciado o más, como en este ejemplo, y no se propone su sustitución. La interrogación está precedida de una conjunción adversativa, mas,

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que indica la contraposición con el fragmento anterior. Este tipo de construcción en que ¿qué digo? muestra rechazo de lo anteriormente dicho, frecuentemente precedido de una conjunción adversativa y seguido de una oración causal (o formalmente condicional con si, pero se trata de una oración que no introduce realmente una condición, sino algo que se da como presupuesto que se presenta como justificación del rechazo11) se sigue encontrando a lo largo de la historia del español. No obstante, no es necesario que aparezcan la conjunción adversativa o la oración causal. La explicación de la emisión de la oración interrogativa y la invalidación de lo dicho en el fragmento de texto precedente puede estar expresado de distintas maneras. Son construcciones características de pasajes retóricos, aunque pueden hallarse también en la oralidad no planeada. (16) Hallo ya tan por el cabo ni mal que ni sé qué remedio tenga, ni a quién me quexe para que mis muchos tormentos publique; porque bien sé que, si publicados fuessen, no auría, según son, dama que dellos no se conpadeciesse, sino vos, en quien toda la crueldad del mundo encerrada está. Mas ¡ay de mí! ¿qué digo?, ¿qué hablo?, pues en mi señora toda la misercordia está junta (CORDE, Juan de Segura, Proceso de cartas de amores, 1548). (17) ¡Hijo de padres cristianos ha dado en tan ciego abismo! Mas, ¿qué digo? Si yo mismo tengo el ejemplo en las manos (CORDE, Antonio Mira de Amescua, El mártir de Madrid, a. 1619). (18) –En verdad que estoy por decir que me holgara que hubiera sucedido todo al revés, porque me obligara a pasar en Berbería, donde con la fuerza de mi brazo diera libertad no solo a don Gregorio, sino a cuantos cristianos cautivos hay en Berbería. Pero ¿qué digo, miserable? ¿No soy yo el vencido? ¿No soy yo el derribado? ¿No soy yo el que no puede tomar arma en un año? Pues ¿qué prometo? ¿De qué me alabo, si antes me conviene usar de la rueca que de la espada? (CORDE, Miguel de Cervantes, Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, 1615). (19) ¿Carlos casarse contigo, cuando yo por él me abraso, cuando adoro su desvío y su desdén idolatro? Pero ¿qué digo? ¡Ay de mí! ¿Yo así mi decoro ultrajo? Miente mi labio atrevido (CORDE, Agustín Moreto, El desdén con el desdén, 1654).

  Sobre este tipo de prótasis con valor causal de justificación, véase Herrero Ruiz de Loizaga (2005: 352-353) y Cano Aguilar (2014: 3997-4000), que habla en estos casos de “implicación argumentativa”. 11

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Y, a diferencia del uso como marcador de corrección que ahora estudiamos, puede aparecer también con otras formas verbales distintas de la primera persona del singular. Así es posible verlo, por ejemplo, en segunda persona, rechazando lo que acaba de ser dicho por otro hablante: (20) Et quando ellos ixian del estrecho, uino corriendo a Pelopidi vno qui dixo: “Nos somos caydos en manos de nuestros enemigos”. Et Pelopidi dixo: “¿Que dizes? Antes los enemigos son uenidos en nuestras manos” (CORDE, Juan Fernández de Heredia, Traduccción de Vidas paralelas de Plutarco, 1379-1384).

Empezamos a encontrar ejemplos de qué digo + término que se rechaza a finales del siglo xv. Los primeros ejemplos que hemos podido documentar a través del CE proceden de la traducción del tratado De claris mulieribus de Boccaccio, que se publicó anónima con el título de De las ilustres mujeres en romance en Zaragoza, en 1494, por Pablo Hurus. (21) no te abastara tarquino desuenturado que gozaste de tal vista / de tal fabla / & tan dulce conuersacion de tal dama: sin que le procurasses tal mengua / & desonra / que digo mengua / se que mas honra le fue: ganar fama tan inmortal qual hoy tiene: y terna para siempre: que amenguar tu la podiste (CE, De las mujeres ilustres en romance [traduccción de De claris mulieribus de Giovanni Boccaccio], 1494). (22) Quien pues no terna por monstruoso el parto de constancia: como fuera del: no hayamos oydo otro tal en nuestros tiempos. Que digo en nuestros tiempos: ni avn despues que vino eneas a ytalia (CE, De las mujeres ilustres en romance [traducción de De claris mulieribus de Giovanni Boccaccio], 1494).

En el segundo caso, se traduce el texto latino Quid nostris dico temporibus? que se halla en el ms. 10000 de la BNE, fol. 75r, que sirvió de base para la traducción anónima de 1494 (Díaz-Corralejo 2001: 241-42); el primero no es una traducción del texto latino, sino que aparece en un extenso añadido que el anónimo traductor incluye al final del capítulo dedicado a Lucrecia. En el segundo ejemplo se elimina el elemento señalado (en nuestros tiempos) y se sustituye por el nuevo (después que vino eneas a ytalia), que se sitúa en la parte inferior de la escala, y se marca esa situación mediante el empleo de ni aun. En el primer caso no hay sustitución de término por término: se corrige y elimina mengua y en la oración que sigue se desarrolla la idea opuesta, con la introducción del término honra que viene a ser el opuesto contextual a mengua. Pocos años después, en 1499, encontramos los primeros ejemplos que se recogen en el CORDE del empleo de qué digo + término que se rechaza, seguido de un elemento que lo sustituye. Se hallan en la obra de fray Gauberto Fabricio de Vagad, la Corónica de Aragón. Hay que aclarar que en el CORDE la Corónica de

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Aragón aparece citada como traducción de la obra de Gauberto Fabricio de Vagad realizada por Gonzalo García de Santa María, y, en consecuencia, todos los ejemplos de esta obra se atribuyen a este autor. Sin embargo, García de Santa María no tradujo esta obra al castellano. Sí intervino en la revisión de La Corónica de Aragón para su preparación para la imprenta, como se indica en el colofón de la obra12, pero los ejemplos de esta obra han de atribuirse a Gauberto Fabricio de Vagad. Lo que realizó García de Santa María a principios del siglo xvi fue una traducción, revisada y retocada, del texto de Fabricio de Vagad al latín (Baron 2012: 199). Esto no afecta a la cronología de los ejemplos, pero sí conviene dejar clara la autoría de ellos. En otra obra de García de Santa María incluida en el CORDE, los Evangelios e epístolas con sus exposiciones en romance (a. 1485), traducción hecha por Gonzalo García de Santa María de las Postilla super epistolas et evangelia de Gulielmus Parisiensis, no aparece ningún ejemplo de esta construcción. Sí se encuentra uno en Las vidas de los sanctos religiosos de Egipto, traducción de García de Santa María de las Vitae patrum, escrito unos años antes que las dos obras que acabamos de citar, probablemente en 1488, según Matero (García de Santa María 2015: 56): (23) no has merecido según las fuerças de tus virtudes luchar con el diablo. Mas ¿qué digo luchar? que ni haun has podido solo un día suffrir su combate (García de Santa María, 2015 [c. 1488]: 693).

Aunque no parece que García de Santa María tenga tanta inclinación al uso de esta construcción como Vagad, no le es, desde luego, desconocida. Fray Gauberto Fabricio de Vagad utiliza con profusión qué digo + término que se rechaza y se sustituye por otro nuevo, pues en CORDE hallamos 18 ejemplos de este uso en la Corónica de Aragón (Zaragoza, Pablo Hurus, 1499). Hay que destacar que en la mayoría de los casos (16 de los 18) el segundo término, que corrige y sustituye al primero, está introducido por la conjunción adversativa mas, en un caso reforzado con aun (como uno de los ejemplos de la traducción de Boccaccio y en el ejemplo de García de Santa María). En cuanto a los contextos en que se presenta esta construcción son básicamente dos: el elemento nuevo 12   “Acaba la famosa y esclareçida Coronica delos muy altos y muy poderosos principes y cristianissimos reyes del siempre constante y fidelissimo reyno de aragon: por el reuerendo padre don .f. Gauberte fabricio de vagad / monge de sant bernardo / y expresso professo del sancto y deuoto monesterio de sancta maria de Sancta fe / principalmente compuesta. y despues recognosçida: y en algo esaminada / por el magnifico y egregio doctor miçer Gonçalo garcia de sancta maria” (CORDE, fray Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón, 1499). No sabemos cuál sería el grado de intervención de García de Santa María, tal vez eliminó posibles rasgos aragoneses de Vagad, pero no podemos estar seguros.

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indica la noción contraria al que sustituye (puede incluso ser su antónimo) o introduce un segundo elemento que indica un grado más elevado dentro de una misma escala: (24) por solos .xxxv. años que la muerte le menoscabo dela vida: le añadio la perpetua fama dos mil quinientos años / y ahun mas. que tantos quasi deue / o puede hauer que el buen don hector fino. que digo fino? mas que començo para siempre a viuir (CORDE, fray Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón, 1499). (25) mas agora enlos dias nuestros: fasta el neçio tan barbaro y tan bouo turco: fasta el mahometico alarabe / quanto nieto del otheman/ llega la fama del muerto alixandre. que digo muerto? mas tan viuo / famoso / immortal: que el barbaro rustico y alarabe turco / no espera ni por fama viuir (CORDE, fray Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón, 1499). (26) hallamos de nuestros Hespañoles algunos tan arreados / que fasta los herejes saduçeos los tenian quasi por santos. que digo los saduceos: mas ahun fasta los sanctos no los cuentan saluo por sanctos (CORDE, fray Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón, 1499). (27) mas llamo se no ya conde como antes se dezian los señores de castilla: mas rey. Que digo rey: mas emperador delas Españas (CORDE, fray Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón, 1499). (28) el rey manifiesto es que fue mas que venturoso en alcançar vn reyno tan excellente y tan noble / que reyno enla Europa no yguala conel. que digo en Europa: mas ni en todo el vniuerso. que en todo el mundo no fallamos reyno que goze de leyes tan altas reales y tan justas: como el reyno de Aragon (CORDE, fray Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón, 1499).

Llama la atención la irrupción en Las vidas de los sanctos religiosos de Egipto, De las ilustres mujeres en romance y la Corónica de Aragón del uso correctivo de qué digo + término o sintagma que se rechaza sin que antes hayamos encontrado ejemplos del simple qué digo utilizado para rechazar y sustituir un término previamente mencionado. Sería sorprendente que se creara este esquema específico a partir de una interrogación retórica que no se ajusta a un esquema sintáctico normal en español, con pronombre interrogativo objeto directo más un segundo objeto directo constituido por el elemento que se retoma en segunda mención y se rechaza13. En el caso de que se hubiera gramaticalizado previamente qué   En este caso, al tratarse de una mención metalingüística, cualquier elemento puede funcionar como complemento directo de decir, no necesariamente un SN. Entre los ejemplos de Gauberto Fabricio de Vagad podemos encontrar, además de SN, Sprep: “en Europa”, Sadj: “muerto”, verbos: “fino”, adverbios: “Assi como lo dixo / assi lo puso por obra. que digo assi: mejor y mas presto fue con el çyd que no lo dixiera” (CORDE, fray Gauberto Fabricio de Vagad, Corónica de Aragón, 1499). 13

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digo como marcador reformulador de corrección, con coalescencia y pérdida del valor sintáctico originario del interrogativo qué, sería más fácil pensar en que se utilizara con esta nueva función seguido del elemento que se pone de relieve. Cabría pensar que el proceso de gramaticalización ha tenido lugar en la lengua hablada, pero no hallamos reflejos de su empleo en los testimonios escritos medievales que nos han llegado. Sin embargo, lo cierto es que el empleo que hacen de este marcador de corrección García de Santa María, el traductor de Boccaccio y Gauberto Fabricio de Vagad corresponde a un estilo elaborado y a pasajes fuertemente retóricos. El hecho de que la primera persona del verbo que aparece en esta construcción apunte directamente al emisor no debe hacernos caer en el error de pensar que se trata de un recurso propio del intercambio conversacional oral: es uso retórico en el que, desde luego, el emisor deja sentir su subjetividad, y muy apropiado en una prosa argumentativa elaborada. Probablemente nos hallamos ante la imitación de una construcción latina, reintroducida en castellano por vía culta, dentro de la poderosa corriente latinizante del humanismo. De hecho, quid dico + término es una construcción que puede encontrarse en escritores latinos y que emplea en varias ocasiones Cicerón: (29) Nuper homines nobilis eius modi, iudices,—sed quid dico ‘nuper’? immo vero modo ac plane paulo ante vidimus (PHI Latin Texts, Cicerón, In Verrem 2.4.6.7). (30) posuit in rostris inscripsit ‘parenti optime merito’, ut non modo sicarii sed iam etiam parricidae iudicemini. quid dico ‘iudicemini’? iudicemur potius (PHI Latin Texts, Cicerón, Epistulae ad Familiares 12.3.1.3).

Taous (2017: 230), al estudiar los usos de dico como marcador autónimo (que reproduce algo dicho anteriormente por el propio emisor), señala que, en el nivel de la oración, la epanortosis –corrección y sustitución de un elemento recientemente utilizado por otro que se considera más adecuado– siempre coincide con una oración interrogativa, del tipo “quid dico… X?”. El concepto de epanortosis o corrección es habitual en las retóricas, y en más de una ocasión podemos verlo ejemplificado en pasajes en los que aparece la construcción quid dico + término. Johann Heinrich Alsted, al exponer las doce fórmulas de la epanortosis, y refiriéndose concretamente a la que se manifiesta en el grado de la comparación, ofrece este ejemplo: (31) […] Reuocatio cernitur in gradibus comparationis […] Vitium omne in se foedum. Quamquam quid dico foedus? Immo foedissimum (Johannis Henrici Alstedii, Encyclopaaedia septem tomis distincta, tomo VII, cap. XIV, “De figuris sententiae primariis”, Herborn 1630, p. 390).

Karl Gottlob Zumpt (1853: 528) da como ejemplo de correctio:

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(32) Litterae me delectant: quid dico delectant ? Immo consolantur, ut unicum mihi perfugium praebent.

Tanto en los ejemplos de Cicerón como en los de las dos retóricas, además de quid dico precediendo al elemento que se corrige y sustituye, aparece un marcador de reformulación correctiva, potius y sobre todo immo (Iglesias/Garelli 2002: 237-240). Este modelo latino parece subyacer en la construcción utilizada por Gauberto Fabricio de Vagad, que en la mayoría de las ocasiones, además de qué digo precediendo al elemento que se corrige, utiliza mas precediendo al nuevo elemento que lo sustituye. La elección de mas está probablemente motivada por el hecho de que era el elemento que se utilizaba predominantemente en las adversativas exclusivas (no… mas, equivalente al moderno no… sino) en las que también el segundo elemento sustituye al primero. La construcción quid dico x? sí es una construcción gramaticalmente normal y correcta en latín, puesto que quid, además de pronombre, es también adverbio interrogativo, ‘por qué’. De hecho, frente a las traducciones castellanas e italianas, en las que leemos ¿qué digo x? o che dico x?14, en las traducciones inglesas leemos why do I say x?15. Por tanto, entendemos que lo que probablemente se ha producido es la adaptación del giro 14   En italiano también se usa esta construcción paralela a la española con el mismo valor de marcador de corrección. En diversas páginas italianas en las que se explica el concepto de epanortosis se utiliza che dico? para introducir un ejemplo: “epanortosi: (dal greco epanorthosis, ‘correzione’) consiste sul ritornare su una determinata affermazione, vuoi per attenuarla, vuoi per correggerla, come ad esempio: è un brav’uomo. Che dico? Un santo!” (Dizionario di retorica e figure retoriche, en línea: ). Una traducción italiana de los pasajes ciceronianos que hemos reproducido en la que aparece la equivalencia che dico x puede verse en Splash latino (). En las traducciones españolas podemos encontrar también la elección de por qué, ateniéndose a la construcción latina: “pero, por qué digo hace poco?” (Cicerón, Discursos II, Verrinas, I, 4, 6, trad. de José María Requejo Prieto, Madrid, Gredos, 1990, 136), o qué + término, con la equivalencia formal española en la que qué digo + término funciona como marcador de corrección: “en otros tiempos, jueces, ¿qué digo en otros tiempos?” (Proceso de Verres, trad de Víctor Fernández Llera, Madrid, Hernando, 1900, en línea: ). 15   En los ejemplos anteriores de Cicerón vemos las siguientes traducciones inglesas: “why do I say lately?” (Perseus Digital Library, Cicerón, In Verrem 2.4.6., trad. de C. D. Yonge, London. George Bell & Sons, 1903, en línea: ); “But why do I say “you are so condemned?” (ARCHIVE, Cicerón, Epistulae ad Familiares 12.3.1.3, trad. de W. Glynn Williams, Londres-Cambridge MA, William Heinemann-Harvard University Press, 1952 p. 527 9. Accesible en línea: ). En la traducción francesa del primer pasaje, también vemos pourquoi: “et pourquoi dis-je naguère?” (Cicerón, In Verrem 2.4.6., Discours, t. IV, trad. de Gaston Rabaud, París, Belles Lettres, 1959, p. 10).

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latino al español, con una equivalencia formal entre quid y qué, pero sin que se haya producido realmente un proceso de gramaticalización dentro del español: se toma la estructura latina utilizada en contextos de reformulación correctiva y se introduce con la misma forma, convirtiendo a qué digo en marcador reformulador de corrección. Si esto es así, se ha introducido por tanto un elemento con valor discursivo tomado como préstamo del latín. Un caso semejante, la inserción del reformulador, en este caso parafrástico, esto es, creado en el lenguaje elaborado a partir del latín ID EST, frecuente en documentos legales medievales escritos en latín, lo ha estudiado Pons Bordería (2008). Hay, sin embargo, una diferencia entre ambos: el calco del latín en el caso de esto es da lugar a una estructura equivalente sintácticamente en español, aunque con formas léxicamente distintas, en el caso de qué digo + término la secuencia latina corresponde a una estructura sintáctica normal en latín, pero no sucede lo mismo con qué digo + término en español, pues, aunque qué mantiene la semejanza formal con el latín quid, no tiene el valor de adverbio interrogativo que aquel sí tenía. El hecho de que los tres textos del siglo xv en que hallamos qué digo + término como reformulador corrector sean obras impresas en Zaragoza puede hacer pensar en una posible introducción de este marcador en textos aragoneses y una posterior extensión a otras áreas. Sin embargo, el material no es suficientemente amplio para poder descartar que sea mera casualidad. Y en el siglo xvi registramos ejemplos procedentes de muy diversos territorios, sin especial incidencia en textos aragoneses. 3.2. Siglo xvi En el siglo xvi seguimos encontrando en los ejemplos de CORDE qué digo + término en uso metalingüístico, marcador que focaliza un elemento oracional que luego se sustituye. A diferencia de los ejemplos de Gauberto Fabricio de Vagad, en los que aparece casi siempre la conjunción adversativa mas usada ante el segundo término que sustituye al inicialmente usado, en los del siglo xvi el segundo elemento se introduce directamente. Solamente en una ocasión hallamos pero precediendo al segundo término: (33) Otro testigo no quiero que lo testifique, otro lógico que lo prueve, otro arisméthico que lo calcule, otro músico que lo proporcione, otro geómetra que lo demuestre, otro astrólogo que lo especule, otro jurisconsulto que lo aprueve, otro philósopho que lo determine, que la evangélica lengua del amante mismo, al qual, bien que sabio, tan engañosas fantasías algunas vezes –¡qué digo algunas, pero las más dellas!–, el devaneante pensamiento, la desvariada virtud fantástica representa como loca (CORDE, Luis Escrivá, Veneris tribunal, 1537).

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Generalmente el segundo elemento se introduce corrigiendo un elemento mencionado en una primera oración ya concluida. Más raro es el caso en el que el primer elemento es sustituido inmediatamente por el segundo, sin haber llegado a concluirse la oración. Se incluye un inciso encabezado por qué digo dentro de la oración, como hemos visto también en el ejemplo anterior (33). El uso más frecuente es el de introducir un nuevo elemento que muestra un grado más elevado dentro de una misma escala: (34) Un conoscido el alto Febo tiene; / ¿qué digo un conoscido?, un verdadero / amigo (CORDE, Miguel de Cervantes, La Galatea, 1585).

Este movimiento de sustitución puede extenderse a más de un elemento en una gradación creciente: un primer elemento es sustituido por un segundo elemento y el segundo por un tercero: (35) Piedad es una fuente caudalosa; ¿Qué digo fuente? Un río; ¿Qué digo río? Es una mar piadosa, Do lleva el gran navío Palabras, obras, mandas, celo pio (CORDE, Bartolomé Cairasco de Figueroa, Obra poética, c. 1590-1610).

En algunas ocasiones no se reemplaza simplemente un elemento por otro. Se da efectivamente la sustitución del elemento señalado por qué digo por un nuevo elemento que se sitúa en un grado más alto de la escala, pero este segundo elemento no se limita a inscribirse como miembro de la oración precedente, sino que lo hace en una nueva oración y no necesariamente con la misma función dentro de ella que el elemento sustituido en la primera: (36) mira lo que sentirías si, en una parte tan sensible como es la cabeza, te hincasen muchas y muy agudas espinas, que penetrasen hasta los huesos; y ¿qué digo espinas? Una sola punzada de un alfiler que fuese, apenas la podrías sufrir (CORDE, fray Luis de Granada, Libro de la oración y meditación, 1554). (37) Si no, díme: ¿qué vidrio hay tan delicado y tan ligero de quebrar como la vida del hombre? Un aire basta16 muchas veces, y un sereno, y un sol recio para despojarnos de la vida. Mas, ¿qué digo sol? Los ojos y la vista sola de una persona bastan muchas veces para quitar la vida a una criatura (CORDE, fray Luis de Granada, Libro de la oración y meditación, 1554). (38) Pues, si un hombre no alcanza el artificio de las obras de otro hombre, ¿cómo presumirá de comprehender el artificio de las obras de aquel Señor, que así como tiene 16

  Corrijo la lectura del CORDE hasta, que es evidente errata por basta.

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por nombre el Admirable, * así hace todas sus obras admirables? Mas ¿qué digo de otro hombre? dime: ¿sabrásme tú decir cómo labran las abejas el panal y la miel? ¿Cómo teje la araña aquella tela tan sutil? ¿Cómo hila el gusano el capullo de la seda? (CORDE, fray Luis de Granada, Libro de la oración y meditación, 1554).

Cuando el elemento que sustituye al primero no se sitúa en un punto superior de la escala, sino en uno inferior, puede estar precedido de la conjunción ni, que puede hallarse reforzada con aun, como vimos también en algunos ejemplos del siglo xv (22 y 23). El único ejemplo de este tipo del siglo xvi que recoge el CORDE ofrece la secuencia ni aun, operador escalar que indica la parte inferior de una escala, equivalente al actual ni siquiera, que apenas tiene uso en el español clásico y solo superará el uso de ni aun en el siglo xx (Herrero Ruiz de Loizaga 2014: 188-190): (39) no hobo lugar de echar fuera el batel, adonde habían echado todo el oro que llevaban, e las mujeres e gente menuda que allí se habían metido, que no debieran. Pero ¿qué digo echar fuera el batel? Ni aun pudieron adereszar un aparejo para ello (CORDE, Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, 1535-1557).

Con menor frecuencia el segundo elemento introduce un concepto contrario al que sustituye: (40) Si el amor es mucho, no es bien que el galardón sea poco. ¿Mas qué digo poco? Tú, Señor, no sabes dar sino mucho (CORDE, fray Pedro Malón de Chaide, La conversión de la Magdalena, 1588). (41) Dexaré, pues, todo esto y dexaré, assimesmo, los suaves y amenos ayres que aquel lugar bañan, las cristalinas y dulces aguas que le riegan, los ingenios que le illustran y engrandecen, convirtiendo la pluma en alabança de tierra agena; mas ¿qué digo agena?; mía propia la puedo ya con razón llamar (CORDE, Juan de Cárdenas, Primera parte de los problemas y secretos maravillosos de las Indias, 1591).

Y aún menos frecuente es que qué digo introduzca un término que se elimina, pero no se proponga un segundo elemento que lo sustituya. Es un empleo que registramos dos veces en Gutierre de Cetina. En estos casos, Cetina explica las razones por las que se rechaza el término que sigue a qué digo, pero no se propone una sustitución: (42) ¡Oh luz sola que luz da al alma mía! Mas, ¡ay!, ¿qué digo luz?: que la daba cuando dejaros ver ya os agradaba (CORDE, Gutierre de Cetina, Poesía, c. 1536-1557).

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(43) ¿quién como tú jamás fue tan osado en cuanto rodea el sol ni ve la luna? ¿Quién tuvo, di, jamás razón alguna para quejarse, como tú, del hado, viniendo así a perder, por desdichado, una ocasión tan alta y oportuna? Mas ¿qué digo perder?, si acometiste gozar del mayor bien que hay en el cielo, que ya el acometer fue gran ventura. Pero ¿cómo, Carbón, si te encendiste, en medio de tu ardor quedaste un hielo? (CORDE Gutierre de Cetina, Poesía, c. 1536-1557).

Una variante poco frecuente consiste en repetir el término que se va a corregir no tras el marcador qué digo, sino delante, con entonación interrogativa. Solo encontramos un ejemplo de este tipo en Lope de Vega: (44) Caminaré diligente por el campo diez y veinte ¿Veinte? ¡Qué digo , y mil leguas! (CORDE, Lope de Vega Carpio, Ursón y Valentín, 1588-1595).

También en los ejemplos del siglo xvi que proporciona el CORDE empezamos a registrar casos de qué digo como marcador de corrección sin ir seguido de la mención expresa del elemento que se corrige y sustituye. Es aún poco frecuente, pues solo lo hallamos en dos ocasiones, en un caso sustituyendo un elemento por el contrario: se usa el mismo término negado explícitamente formando parte de una estructura adversativa exclusiva en la que aparece como segundo término corrector el elemento que se opone al primero (soñaba-verdaderamente […] v[e] ía); en otro caso introduciendo un segundo elemento que muestra un grado más alto en una escala: (45) Soñaba, pues, ¿qué digo? No soñaba, Mas verdaderamente así lo vía, Que cuando aquel insigne don García De todo bien pacífico gozaba, Allá el remoto Quito se alteraba Sobre pagar lo justo que debía (CORDE, Pedro de Oña, Arauco domado, 1596). (46) son tan necessarios y prouechosos [los bueyes] alas gentes que para nuestra sustentacion en las mas delas obras: con ellos participamos el trabajo. que digo? de quatro partes de afan y trabajo las tres y mas son suyas (CORDE, Gabriel Alonso de Herrera, Obra agricultura, 1513).

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En este caso, como en algunos que hemos visto anteriormente, no hay mera sustitución de un elemento oracional por otro, sino que el elemento que reemplaza al que se corrige se desarrolla en una nueva oración. En cuanto a los tipos de texto en los que aparece qué digo como marcador de corrección, corresponden a un registro elevado con un lenguaje elaborado. Son, sobre todo, obras de historia, de ascética (es un recurso frecuente en fray Luis de Granada), composiciones poéticas (incluyendo una de Cervantes en la novela pastoril La Galatea), y aparecen en momentos de gran elaboración retórica, con frecuencia dentro de argumentaciones. No se documentan, sin embargo, en obras que se acerquen a la reproducción de la oralidad. El único ejemplo en que hallamos su empleo en un texto dialógico corresponde a Ursón y Valentín, obra teatral de Lope de Vega. No obstante, incluso en la dramaturgia de los Siglos de Oro, podemos ver un grado notable de elaboración de la lengua, comenzando por el hecho de construir los diálogos en verso. No encontramos ejemplos de este tipo en las comedias celestinescas del siglo xvi, en que hay en muchos casos cierto acercamiento al habla de las clases populares, ni en la imitación del lenguaje rústico de los pastores de autores como Juan del Encina o Lucas Fernández. De todos modos, hay que reconocer que faltan muchos materiales para un análisis más exhaustivo de la oralidad de la época. 3.3. Siglo xvii En el siglo xvii no registramos ya en los datos del CORDE ejemplos de utilización de una conjunción adversativa introduciendo el segundo término que sustituye al primero que se corrige. Por lo demás, seguimos encontrando, como en el siglo anterior, un predominio del esquema qué digo + término (17 casos) frente al simple qué digo sin repetición del término que se va a corregir y sustituir (siete casos). En casi todos los casos de qué digo + término el elemento rectificador indica un grado más extremo (generalmente más alto) dentro de una escala. Solo hay un ejemplo, aunque no muy claro, que podría entenderse como de sustitución de un elemento por el opuesto: (47) Ya la visión se volvía, cuando vi, sin poner duda, entre el sí y el no una sombra; ¿qué digo sombra?, a la luna vi y al sol en dos mej[i]llas de una doncella importuna (CORDE, Miguel de Cervantes, Comedia famosa del laberinto de amor, 1615).

En este pasaje cervantino podemos entender que se corrige sombra a través de dos elementos que indican luz, la luna y el sol.

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El caso más frecuente es aquel en que un término o constituyente oracional con una determinada función es corregido y sustituido por otro. Generalmente, tras concluir la oración en la que está el término que se corrige se utiliza qué digo + término y a continuación el elemento corrector: (48) ¿Qué cosa hay de más merecimiento que escusar los escándalos que puede haber entre dos grandes linajes?, ¿qué digo dos linajes?, en dos ciudades donde podrían nacer tantas enemistades que muriesen personas sabe Dios cuántas (CORDE, Diego Alfonso Velásquez de Velasco, El celoso, 1602). (49) Granada y Córdoba no niego que no son muy buenas ciudades […] mas en comparación de Madrid, corte del español, monarca, cada una de estas ciudades es una aldea, ¿qué digo aldea?: un solitario cortijo (CORDE, Alonso de Castillo Solórzano, Las harpías en Madrid, 1637).

En el siguiente ejemplo cervantino: (50) –¡Albricias, señor don Quijote, que don Gregorio y el renegado que fue por él está en la playa! ¿Qué digo en la playa? Ya está en casa del visorrey y será aquí al momento (CORDE, Miguel de Cervantes, Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, 1615),

aunque el segundo elemento no se sitúa en un punto más alto de una escala léxica, contextualmente sí se nos presenta un mayor grado en el aspecto que quiere destacar el emisor: la cada vez mayor cercanía de don Gregorio respecto al esperado punto de destino. En un caso encontramos el adverbio de foco solo incidiendo sobre un elemento que no se elimina. A este elemento inicial se suman otros, que pueden suponer un aumento en la gradación. Realmente, lo que se corrige no es el término semblante o el adjetivo fiero antes mencionados, sino el hecho de haber mencionado solo semblante, cuando hay otros elementos que cumplen esa misma condición que se suman al anterior. La aparición del adverbio solo indica que no eliminamos lo dicho anteriormente sino que debemos añadir otros elementos nuevos: (51) Volviendo blando amor, si esto es posible, Aquel su fiero y áspero semblante; Mas ¿qué digo un semblante solo fiero? Un pecho, un alma, un dios todo de acero (CORDE, Bernardo de Balbuena, El Bernardo, 1624).

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Más raro es el caso en el que el primer elemento es sustituido inmediatamente por el segundo, sin haber llegado a concluirse la oración, como vimos en el ejemplo (33) del siglo anterior: (52) Y si no fuese porque imagino…, ¿ qué digo imagino?, sé muy cierto, que todas estas incomodidades son muy anejas al ejercicio de las armas, aquí me dejaría morir de puro enojo (CORDE, Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, 1605).

Como vimos en los ejemplos del siglo xvi, también hay casos en que el segundo elemento no se limita a sustituir al primero en la oración precedente, sino que aparece en una nueva oración y no necesariamente con la misma función. (53) apenas se halla valle un poco ancho, cuyos moradores no difieran en lengua de sus vecinos. Mas, ¿qué digo valle? pueblo hay en este arzobispado de Lima, que tiene siete ayllos ó parcialidades cada una de su lengua distinta (CORDE, Bernabé Cobo, Historia del Nuevo Mundo, 1653).

Encontramos también un ejemplo en que el sintagma que sigue a qué digo no repite realmente ninguno previamente mencionado, aunque sí se infiere de lo dicho en la oración precedente: (54) porque pisarán piedras salpicadas con sangre de Cristo que el obstinado derrama tornando a crucificar, en cuanto es de su parte, a Cristo otras mill veces. ¿Qué digo, gotas de sangre del Crucificado17? ¡Arroyos son que corren por esas calles, que con raudal pasan por tu puerta a ver si te quieres aprovechar de ella (CORDE, San Juan Bautista de la Concepción [Juan García Gómez], De los oficios más comunes, c. 1607).

El sintagma gotas de sangre del crucificado no se ha mencionado textualmente antes, pero está implícito en “piedras salpicadas con sangre de Cristo”. (55) aunque todos los entendimientos de los hombres que ha avido ni avrá se juntaran antes a traçar esta gran máquina del mundo y se les consultara cómo avía de ser, jamás pudieran atinar a disponerla; ¡qué digo el universo!: la más mínima flor, un mosquito, no supieran formarlo (CORDE, Baltasar Gracián, El Criticón. Primera parte, 1651).

17   En el texto de la edición de Joan Pujana, que reproduce el CORDE, aparece una coma tras qué digo, que respetamos al reproducir esta lectura. No obstante, creemos que es un ejemplo claro de la estructura qué digo + término que se rechaza y sustituye, que se construye sin pausa.

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En este caso no ha aparecido antes el SN el universo, pero conceptualmente tiene un equivalente en esta gran máquina del mundo. Cuando el segundo elemento que sustituye al primero se sitúa en la parte inferior de la escala, lo encontramos en una ocasión precedido de ni y en otra seguido de siquiera, pero el enfoque de estos dos adverbios escalares es inverso: cuando precede ni se indica que no se llega al punto señalado, cuando acompaña siquiera al elemento focalizado adquiere un valor semejante a ‘al menos’: el elemento señalado es el mínimo, pero se puede estar por encima de él. (56) –Mira, los sabios son pocos, no ai quatro en una ciudad; ¡qué digo quatro!, ni dos en todo un reino (CORDE, Baltasar Gracián, El Criticón segunda parte, 1653). (57) Señor don Gil, justo fuera, sabiendo de cortesía tanto, que para mí hubiera un día… ¿Qué digo un día? Una hora, un rato siquiera (CORDE, Tirso de Molina [fray Gabriel Téllez], Don Gil de las calzas verdes, 1615).

En cuanto a qué digo como marcador de corrección no seguido del término que se sustituye, hay que señalar una menor posibilidad posicional, puesto que generalmente está situado inmediatamente detrás del elemento que se va a corregir, lo que no es necesario en la estructura qué digo + término. En los ejemplos del CORDE del siglo xvii hallamos un caso de eliminación y sustitución de un término sin que haya entre ellos relación de oposición o de distinta posición en una escala. Sería un caso de corrección y sustitución del término equivocado por el correcto: (58) Recoja aqueste terron, que digo? aqueste papel (CORDE, Segunda parte del Romancero general y Flor de diversa poesía recopilados por Miguel de Madrigal, 1605).

Otro en el que un elemento es sustituido por su opuesto: (59) Yo deshice siendo niño… Mas, ¿qué digo?, siendo viejo (CORDE, Antonio Mira de Amescua, El hombre de mayor fama).

Y los restantes cinco ejemplos corresponden al uso más frecuente en el que un elemento se sustituye por otro que ocupa un lugar más alto dentro de la misma escala: (60) Me tope vna niña, mas que digo? diosa,

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que sin duda lo era, por ser tan graciosa (CORDE, Segunda parte del Romancero general y Flor de diversa poesía recopilados por Miguel de Madrigal, 1605). (61) magullé uno, dos, tres alcaldes. ¡Qué digo! Cuatro (CORDE, Francisco de Quevedo y Villegas, Pero Vázquez de Escamilla. Representación española, p 1613).

Respecto a las obras en las que encontramos el uso de qué digo como marcador de corrección, son casi todas de la primera mitad del siglo xvii. Solamente corresponden a la segunda mitad tres ejemplos, todos de la década de 1650-1660, dos procedentes del Criticón de Gracián y uno de la Historia del Nuevo Mundo de Bernabé Cobo (1653). Sin embargo, esto no implica que haya realmente una disminución del uso de este marcador en la segunda mitad del siglo xvii, dado que la mayoría de los textos fichados en CORDE corresponden a la primera mitad del siglo xvii (hay 30 088 509 palabras procedentes de 2 665 documentos en la primera mitad del xvii, frente a 7 000 342 palabras procedentes de 837 documentos en la segunda mitad del xvii). En cuanto a los tipos de texto en que registramos este marcador, la aparición de la forma digo dentro de él hace que tenga que tratarse de textos que incluyen al menos fragmentos en primera persona. Pueden ser textos en los que haya una clara intervención directa del autor en primera persona, o reproducción o imitación de diálogos o monólogos. La intervención directa del autor podemos hallarla en textos expositivos y sobre todo argumentativos. Seguimos encontrando qué digo (+ término) en alguna obra histórica, como la Historia del Nuevo Mundo de Bernabé Cobo, en obras ascéticas como las de San Juan Bautista de la Concepción, en obras didácticas como la Agricultura de Herrera, en obras fuertemente argumentativas como la Agudeza y arte de ingenio de Gracián, así como en un buen número de obras en verso, en obras de teatro (Velásquez de Velasco, Mira de Amescua, Quevedo, Cervantes, Tirso de Molina) también escritas en verso, y en novelas en las que se incluyen abundantes diálogos, como el Quijote cervantino, Las harpías en Madrid, de Castillo Solórzano, El siglo pitagórico y Vida de don Gregorio Guadaña de Antonio Enríquez Gómez y El Criticón de Gracián. En las obras teatrales aparece en boca de personajes nobles que utilizan un lenguaje elaborado, excepto en el caso de Pero Vázquez de Escamilla, en que aparece en boca de un jaque, pero utilizando el característico lenguaje conceptista de Quevedo. En las obras novelescas son también personajes instruidos que construyen discursos elaborados quienes utilizan este recurso (por ejemplo don Quijote en la primera parte del Quijote, don Antonio en la segunda), y en el caso de Gracián nos hallamos ante una novela filosófica llena de pasajes argumentativos. Sigue sin aparecer en fragmentos que intenten reproducir el habla coloquial.

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3.4. Siglo xviii Para el siglo xviii volvemos a encontrarnos en los datos del CORDE con el problema que ya indicamos para la segunda mitad del xvii, y que ha sido señalado por otros estudiosos18: la escasez de datos incorporados al corpus académico en comparación con los de otros períodos: 14 490 011 palabras en 3 179 documentos. Los ejemplos recogidos en el CORDE son de la estructura qué digo + término y la mayor parte de ellos corresponde a un solo autor: Benito Jerónimo Feijoo y proceden sobre todo de los ensayos de su Teatro crítico universal, en menor medida de las Cartas eruditas y curiosas. Quince de los 21 ejemplos que ofrece el CORDE para este siglo proceden de Feijoo, los restantes proceden tres de José Francisco de Isla y uno de cada uno de estos autores: Luzán, Montengón y Florencio. Ciertamente, Feijoo es el autor del siglo xviii más representado en el CORDE, de quien proceden aproximadamente una de cada cuatro palabras correspondientes a la primera mitad del xviii en este corpus, como señalan Sáez Rivera y Octavio de Toledo y Huerta (2020: 20); pero aun así la proporción de ejemplos que hallamos en este autor es muy superior a la que le correspondería por mera estadística sobre el total de textos del xviii. Obviamente, Feijoo muestra una preferencia personal por esta construcción, pero también podemos ver cómo es una construcción bien asentada en los textos expositivos y sobre todo argumentativos en los que hay una importante intervención personal del autor. Otra característica que podemos señalar en Feijoo es la preferencia por marcar con aun el segundo elemento que corrige y sustituye al primero: lo hallamos en ocho de los 15 ejemplos feijonianos, con especial intensidad en aquellos en los que se señala el límite inferior de la escala: en los cinco casos de este tipo registrados aparece ni precediendo al segundo elemento, y en cuatro de ellos con la forma reforzada ni aun. (62) Los dependientes no solo adulan con la lengua, mas también con los ojos. ¿Qué digo con los ojos? Con todos los miembros mienten (CORDE, Benito Jerónimo Feijoo, Teatro Crítico Universal, VII, 1736). (63) La mayor injusticia que en esta materia se hace está en el concepto que nuestros vulgares tienen formado de los chinos. ¿Qué digo yo los vulgares? Aun a hombres de capilla u de bonete, quando quieren ponderar un gran desgobierno o modo de proceder ageno a toda razón, se les oye decir a cada passo: No passará esto entre chinos (CORDE, Benito Jerónimo Feijoo, Theatro crítico universal, 1728). 18   Sáez Rivera y Octavio de Toledo y Huerta (2020: 20) hacen notar que el período 16601760 es el más escasamente documentado en el CORDE, los textos fichados proceden de un número reducido de autores y son poco representativos de variedad de estilos, registros y tradiciones discursivas.

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(64) En vna vida tan larga como la suya, no se encuentra la menor alevosía. Qué digo alevosía? Ni aun la más leve falacia (CORDE, Benito Jerónimo Feijoo, Teatro crítico universal, 1726).

Los seis ejemplos restantes corresponden dos a obras de carácter expositivo y didáctico, como la Poética de Luzán (1739) y la Crotalogía ó ciencia de las Castañuelas (1792) de Francisco Agustín Florencio, dos a textos novelísticos, Fray Gerundio de Campazas (1758) de Francisco José de Isla y Eusebio (1786) de Pedro de Montengón, y otras dos a un solo texto poético, El Cicerón (c. 1774), traducción realizada por Francisco José de Isla de la obra Il Cicerone de Giancarlo Passeroni. Por lo que se refiere a las novelas, el Eusebio es una novela de carácter filosófico y pedagógico, llena de observaciones de carácter moral en los discursos de los protagonistas, como podemos ver en el pasaje en que se recoge el marcador corrector qué digo, en el que Hardyl está adoctrinado a Eusebio: (65) El primer ímpetu, dijo Hardyl, se previene yendo el hombre sobre sí; y esto se alcanza con la moderación, la cual se consigue meditando el hombre el interés que tiene en ejecutarla. Demos el caso que le hubieses descargado un valiente golpe con el cesto, y que ese mozo audaz, según parece, resentido por ello, se hubiese desquitado con una puñada que te hubiese roto las narices, ¿qué hubieras hecho entonces? Eusebio no sabía qué responder. Mas qué digo puñada, continuó a decir Hardyl, si ese mozo fuera un desalmado, y que encendido de cólera te hubiese dado una mortal herida. ¡Linda venganza fuera la tuya! A buen seguro que quedaba para siempre borrada la injuria (CORDE, Pedro de Montengón, Eusebio, 1786).

En el caso de Fray Gerundio de Campazas, es frecuente el tono sarcástico y humorístico en la imitación de discursos más o menos grandilocuentes: (66) Ése es un golpe (¿qué digo golpe?), es un porrazo que descubre los sesos al asombro (CORDE, Francisco José de Isla, Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas alias Zotes, 1758).

Resulta interesante observar que el padre Isla utiliza dos veces esta construcción en su texto escrito en verso, El Cicerón, y solo una en su novela Fray Gerundio de Campazas. Y aunque El Cicerón es un poema muy extenso, no tiene una extensión tan grande como la de Fray Gerundio de Campazas. Según los datos del CORDE, en Fray Gerundio de Campazas hay 252 809 palabras y en El Cicerón 90 000. Por otra parte, los dos pasajes en que utiliza Isla el marcador de corrección qué digo no reproducen una construcción similar en el original italiano. En una ocasión el texto italiano presenta una construcción sintáctica totalmente distinta, en otra traduce una construcción adversativa exclusiva, del

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tipo no solo… sino también, en la que se añade también un segundo miembro que aparece en una posición superior dentro de una misma escala: (67) El desgovierno nace de la casa. / Qué digo de la casa? al pueblo entero / Se estiende el daño (CORDE, Francisco José de Isla, El Cicerón, c. 1774, canto XV, estrofa 41). Che nasce lo scompliglio delle case / E alle stesse città ne vien gran danno, / se pur non erro (Giancarlo Passeroni, Il Cicerone, Venecia, 1764, p. 375, accesible en línea). (68) Mas qué digo el Moral? los dogmas puros / Aprender de la Fe presume en ellos (CORDE, Francisco José de Isla, El Cicerón, c. 1774, canto VIII, estrofa 85). E la moral non sol, ma i dommi ancora / Di nostra fede d’imparar presume/ Più d’un di loro (Giancarlo Passeroni, Il Cicerone, Venecia, 1764, p. 194).

La aparición del giro estudiado en poesía viene de nuevo a mostrar cierta preferencia por su empleo en un registro elaborado. En cualquier caso, la falta de un mayor número y variedad de textos del siglo xviii fichados en el CORDE posiblemente tiene relación con el escaso registro de su uso fuera de los textos de Feijoo. El número de textos novelísticos en los que puede aparecer en los diálogos de los personajes es bastante limitado, como lo es también el de obras dramáticas en comparación con los que se fichan para el siglo xvii, especialmente hasta 1660. 3.5. Siglo xix El número de casos registrados en el CORDE para el siglo xix es muy superior al que veíamos en el xviii: 97 ejemplos, de los que 69 corresponden a la estructura qué digo + término y 28 a la estructura qué digo sin repetición explícita del elemento que se sustituye. Aun teniendo en cuenta que el número de palabras que recoge el CORDE para el siglo xix es muy superior a la del xviii, el porcentaje de aparición de qué digo como marcador de corrección es claramente superior al que veíamos en el xviii19. En los ejemplos del siglo xix volvemos a encontrar casos de qué digo + término introduciendo un elemento contrario (o que contextualmente se presenta como contrario) al que se corrige. Aunque este uso es menor que el de introducir un elemento que se sitúa en una posición más alta de la escala, no es infrecuente: encontramos 14 ejemplos. En algunos casos la oposición entre los dos elementos se marca explícitamente a través de la locución por el contrario.   El CORDE recoge 43 398 647 de palabras procedentes de 3 178 documentos del siglo xix, lo que nos da una frecuencia de uso de 2,24 casos por millón de palabras; frente a 1,45 en los textos del siglo xviii. 19

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(69) España se pone en movimiento, se arma, se defiende y la América duerme tranquila al borde de un precipicio; ¿pero qué digo duerme? Por el contrario, todos velan (CORDE, Miguel Antonio Rodríguez, Oración fúnebre en las exequias de los que murieron en el cuartel el dos de agosto de 1810, Ecuador). (70) La ligereza de mi carácter me había hecho olvidar mi delito y no pensar en las fatales consecuencias que de él habían de dimanar. El acaso…, ¿qué digo el acaso?… Dios providente, en quien creo, me ha vuelto a poner en presencia de mi cómplice y me ha hecho ver todos los males que por mi culpa se originaron y amenazan originarse aún (CORDE, Juan Valera, El comendador Mendoza, 1877).

Con más frecuencia, en 50 casos, encontramos qué digo + término introduciendo un segundo elemento que se sitúa en una posición superior de la escala. Dentro de ello se encuentran también los casos en que se produce el cambio de una forma verbal por otra del mismo verbo, generalmente correspondiente a un tiempo más próximo. Como vimos en los ejemplos del siglo xvii, el segundo elemento que sustituye al primero puede ser un simple elemento oracional, puede repetirse el verbo sin cambiar la estructura de la primera oración, o puede introducirse en una nueva oración: (71) Y mi grave falta, la falta de que yo no me puedo, no, absolver, es haberle amado; ¿qué digo haberle amado? amarle aún con toda mi alma (CORDE, Emilio Castelar, La hermana de la caridad, 1862). (72) En lo alto de la cuesta había un restaurant, ¿qué digo restaurant?, un verdadero hotel campestre (CORDE, Pedro Antonio de Alarcón, De Madrid a Nápoles pasando por París…, 1861). (73) Será un buen soldado, ¿qué digo, buen soldado? Será general, sí señores, general (CORDE, Benito Pérez Galdós, Juan Martín el Empecinado, 1874). (74) sabed, le dijo, que sin licencia de mi rey no ha de atreverse a andar por el mar escuadra o galera alguna; ¿qué digo galera? los peces mismos si quieren levantar la cabeza sobre las aguas han de llevar un escudo con las armas de Aragón (CORDE, Manuel José Quintana, Vidas de El Cid, Guzmán el Bueno, Roger de Lauria, El príncipe de Viana y el Gran Capitán, 1807).

En ocasiones, la oración que introduce el segundo elemento no es una nueva oración independiente, sino una oración subordinada, con frecuencia introducida por si, en la que se explica el motivo del rechazo del primer elemento propuesto: (75) me hace fuerza oír decir que tres años no es edad suficiente para enviar las niñas a la amiga; porque las he visto enviar más chiquillas, hasta de dos años; ¡ya se ve! ¡qué digo de dos años, si las he visto destetar en la amiga! (CORDE, José Joaquín Fernández de LIzadi, La Quijotita y su prima, c. 1818). (76) Pero ¿qué digo, la naturaleza? Si una flor, una simple flor, como habeis visto, enseña á nuestro poeta en su primer libro las ternuras del amor más fino (Mariano Roca de

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Togores [Marqués de Molins], Discurso de contestación a Ramón de Campoamor en su recepción ante la RAE, 1862, apud RAE).

Encontramos también casos en los que la corrección y sustitución se hace en el interior de la primera oración, no una vez concluida esta: (77) No la escribí. ¿Para qué? Mi yerro… ¿Qué digo yerro? Mi culpa…, mi crimen es irreparable (CORDE, Manuel Bretón de los Herreros, La escuela del matrimonio, 1852). (78) En el conflicto en que me veo, la dignidad, ¿qué digo dignidad?, la vergüenza, no significa nada para mí (CORDE, Benito Pérez Galdós, El abuelo, 1897).

En algunas ocasiones no se introduce un elemento oracional que sea equivalente al desechado pero que se sitúe en una posición más alta de una escala. La idea de ascenso en una escala, de introducir una idea que se sitúa en la misma línea pero por encima de lo anteriormente expresado, está implícita en lo que sigue, pero no hay un segundo término explicito que sustituya al primero: (79) Al principio ocupa solo algunas horas, despues los dias enteros ¡qué digo los dias! no bastan. Cuando todo el mundo está entregado al sueño y al descanso, el jugador está tembloroso y no duerme (CORDE, Carlos de Pravia, Manual de juegos, 1859).

En este caso no hay un elemento que explícitamente sustituya a los días, pero está claro que si el jugador no duerme sumamos los días y las noches. En unas pocas ocasiones (seis en los ejemplos que recoge el CORDE) nos hallamos ante el uso de qué digo + término que se desecha, pero sin que se introduzca otro que lo sustituya. Sí se dan generalmente las razones por las que el término señalado se rechaza: (80) ¿Comprendes ahora que necesito matar a la enemiga innata de mi felicidad, a esa inmunda vieja, que es como el sarcasmo viviente de mi destino? Pero ¿qué digo matar? ¿Es mujer? ¿Es criatura humana? (CORDE, Pedro Antonio de Alarcón, Relatos, 1852-1882, [La mujer alta, 1881]). (81) Si el ánimo se contrista al ver la falta de religión, no se aflige menos al observar la falta de moralidad. ¿Qué digo observar? La observación supone algún cuidado para conocer la cosa observada, y no se necesita para advertir la inmoralidad que salta á los ojos por todas partes (CORDE, Concepción Arenal, La cuestión social, 1880).

Hay también un caso de la variante formal que ya observamos en el siglo xvii en la que el término que se corrige aparece antepuesto a qué digo con entonación interrogativa. En este caso, como en los anteriores, el término se anula sin proponer su sustitución por un nuevo elemento:

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(82) Enseñóme latin; ¿latin? ¿qué digo? El así lo decia; Empero ni latin ni castellano Te juro que sabía (CORDE, Francisco Sánchez Barbero, Diálogos satíricos [Poesías], 1816-17).

En cuanto a la variante qué digo sin repetición explícita del término que se corrige, encontramos 28 ejemplos en los materiales del CORDE para el siglo xix. Solo en uno de ellos se introduce una idea contraria a la expresada en un primer momento a través de la reformulación en nueva oración, no mediante la introducción de un elemento oracional de sentido contrario a otro de la primera oración. Se utiliza una estructura adversativa del tipo es verdad… pero: (83) –He recibido un desengaño muy cruel, hijo mío; pero ¡qué digo!… Verdad es que fue cruel en un principio; pero este desengaño ha sido precursor de tantos bienes, que no puedo menos de bendecirle, y dar gracias a Dios por haber arrebatado con él la venda que cegaba mis ojos (CORDE, Wenceslao Ayguals de Izco, La Bruja de Madrid, 1850).

En los restantes casos, se introduce un segundo elemento que sustituye al primero. Generalmente el elemento que se corrige aparece inmediatamente antes de qué digo, pero puede encontrarse en la oración precedente sin que esté inmediatamente antes de qué digo si la recuperación del elemento al que se refiere la sustitución es fácil. Como en el caso de qué digo + término, puede hacerse la corrección una vez que se ha completado la oración en la que se halla el elemento que se corrige o en el interior de la misma oración: (84) Por lo demás, ya he indicado cuál es el espíritu dominante en la llamada política de los pueblos, la cual exclusivamente propende a suprimir como innecesarios, ¿qué digo? como superfluos, todos los gastos del presupuesto municipal, destinados a la remuneración de aquellos funcionarios (CORDE, Julián Zugasti y Sáenz, El Bandolerismo. Estudio social y memorias históricas, 1876-1880). (85) pero se mantienen aun en pié los mismos defectos administrativos de un principio, ¿qué digo? se aumentan cada dia del modo más rápido y prodigioso (CORDE, Antonio Pirala, Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista. Tomo VI). (86) –¿Y qué tendría de extraño? Los tiempos del tormento están muy próximos; son de ayer…, ¡qué digo!, de hoy (CORDE, Emilia Pardo Bazán, La piedra angular, 1891).

Tanto en la estructura qué digo + término como aquella en que no se repite el elemento que se corrige tras qué digo, el segundo elemento puede estar introducido por ni aun o ni siquiera cuando se sitúa en la parte inferior de la escala, o por hasta si se sitúa en el extremo superior. En los ejemplos del CORDE del siglo xix hay un ejemplo de cada uno de estos casos:

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(87) ¿cuándo, cuándo una niña había de tener la avilantez de chupar delante de los grandes? ¿Qué digo yo?, ni aun a escondidas (CORDE, José Joaquín Fernández de Lizardi, La Quijotita y su prima, c. 1818). (88) vosotros comprenderéis que el individuo, por más que le multipliquéis millones de veces, nunca llegará a explicaros la ley social. ¿Qué digo la ley social? Ni siquiera la de su individualidad propia (CORDE, Nicomedes Pastor Díaz, Los problemas del socialismo, 1848). (89) –Tengo aquí, respondió el barbero, bajando la voz y poniéndose el dedo en la frente, tengo aquí un proyecto, que si se realiza, no sólo se te perdonará la penitencia, sino que podrá llevarte a ser Provincial; ¿qué digo? hasta una mitra puede caerte del cielo (CORDE, José Milla y Vidaurre, El visitador, 1867, Guatemala).

El número de ejemplos de la segunda mitad del xix es unas tres veces superior al de la primera mitad, pero esto está también relacionado con el corpus fichado en el CORDE. Aunque el número de obras de la segunda mitad del xix no es tres veces superior al de la primera mitad, el número de palabras sí es prácticamente el triple: 1 469 documentos con un total de 11 818 660 palabras en el período 18011850, frente a 1 755 documentos con un total de 32 414 656 palabras en el período 1851-190020. En cuanto a los tipos de texto en que aparecen, aunque son semejantes a los que veíamos en el siglo xviii, varían mucho en el reparto de las frecuencias. Predomina ahora su aparición en la narrativa, especialmente en la novela (43 casos corresponden a la clasificación “Relato extenso, novela y otras formas similares”) y en menor medida en cuentos y relatos (11 ejemplos corresponden a la clasificación “Relato breve culto”). También son textos narrativos (aunque no desprovistos de pasajes descriptivos y expositivos) los dos que se catalogan como “Biografías”, otros dos que se catalogan como “Historiografía” y seis como “Turismo y viajes”, correspondientes todos ellos a libros de viajes de Pedro Antonio de Alarcón. Pero no es escasa la aparición de qué digo como marcador de corrección en textos ensayísticos, en los que predominan la exposición y la argumentación. A los seis casos catalogados como “Tratados y ensayos” podemos sumar otros dos clasificados en “Otros”, uno como “Individual”, cuatro como “Política y gobierno”, tres como “problemática social”, uno como “Educación y pedagogía” y otro como “Deportes y juegos”, que hacen un total de 18, y próximos a ellos como textos expositivo-argumentativos se sitúan los tres catalogados como “Oratoria y discurso” y cuatro como “Cartas y relaciones”. En menor medida, encontramos ejemplos en obras teatrales (dos en “Comedia” y uno en “Drama”) y en poesía (un ejemplo dentro de la catalogación “Libros de textos y manuales”   La suma de los dos períodos arroja un total de 44 233 316 palabras en 3 224 obras, según los datos que da el propio CORDE. Es un número de obras ligeramente superior y un número de palabras ligeramente inferior al que da para el período 1801-1900. 20

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y cinco en “Individual”). El mayor peso en este siglo de la narrativa está en relación directa con la mayor o menor producción en determinados géneros en distintos momentos: frente a la escasez de producción de novelas y cuentos en el siglo xviii, la producción narrativa y especialmente novelística en el sigo xix es muy grande, y en el CORDE están recogidas muchas novelas del siglo xix, especialmente novelas realistas. Solo en Galdós, se recogen 19 ejemplos de la estructura que ahora estudiamos, y otros 10 proceden de Pedro Antonio de Alarcón, tanto de la narrativa de ficción como de sus libros de viajes. Hay también ejemplos de otros novelistas del Realismo, como Pereda (cinco ejemplos), Valera (cuatro ejemplos, dos en obra novelística, dos en su correspondencia) y Pardo Bazán (dos en la novela La piedra angular, uno en su ensayo La cuestión palpitante). También utiliza este marcador el posromántico Bécquer (cuatro ejemplos en sus Leyendas) y entre los autores de la primera mitad del xix destaca su empleo en el novelista mejicano José Joaquín Fernández de Lizardi, del que se recogen seis ejemplos en el CORDE (uno en Noches tristes y día alegre y cinco en La Quijotita y su prima). El uso de qué digo en las novelas del siglo xix se da principalmente en el parlamento de un personaje, generalmente en discursos elaborados, no en fragmentos narrativos debido a que en la novela realista aparece casi siempre el narrador omnisciente en tercera persona. En novelas de los siglos xx y xxi no es infrecuente que aparezca en fragmentos no dialogados, de carácter narrativo, expositivo o cuando el autor realiza reflexiones en textos novelísticos escritos en primera persona. 3.6. Siglos xx-xxi En el siglo xx seguimos encontrando el uso de qué digo, seguido o no de un término que recoge el elemento que se corrige, en los mismos contextos que acabamos de ver en el xix, por lo que no nos extenderemos con nuevos ejemplos. Sí podemos señalar que, en la documentación que recoge el CORDE hasta 1974, hallamos diferencias en la frecuencia con que se registra esta construcción en los distintos tipos de textos. Su aparición en textos narrativos, novelas y relatos, es aún mayor que en el siglo xix. De los 56 ejemplos que vemos en el CORDE, 31 corresponden a relatos, y concretamente 29 a “Relato extenso, novela y otras formas similares”; hay además cuatro ejemplos procedentes de obras teatrales y solo dos corresponden a ensayo. Esto, sin duda, está en relación con los tipos de texto que recoge el CORDE para este período, aunque también habría que analizar si el ensayo del sigo xx presenta unas formas más asépticas, con menos desarrollo aparente de la subjetividad con la irrupción directa de la primera persona que el del siglo xix. La frecuencia de empleo disminuye respecto a la que encontramos en el siglo anterior. El CORDE recoge para el perído1901-1974 5 897 documentos con un total de 58 216 614 palabras, lo que da una frecuencia de 0,96 usos por millón de palabras.

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Puede destacarse también un aumento en la proporción de empleo de qué digo no seguido del término que se corrige (27 casos), que casi iguala la proporción de aparición qué digo + término (29 casos), frente a un uso más reducido en siglos anteriores. Y podemos señalar asimismo la casi total ausencia de contextos en los que qué digo introduzca un término o una idea opuesta a la que se rechaza. El único caso claro es el siguiente: (90) ¡La tierra seguía dormida! ¿Qué digo? No. …muchos niños lloraban, algunos criados se daban golpes de pecho. Pero ¿quién los oía? (CORDE, Ramón Sarabia, ¿Cómo se educan los hijos? Lecciones de pedagogía familiar, 1945),

en el que hay una negación explícita de la oración previa, pero lo que a continuación se opone a la primera oración (los niños lloraban, luego no dormían) resulta ineficaz, como muestra la pregunta retórica que sigue. En un caso como: (91) –Vamos a discutir –prosigue Vives–. Eso no es serio. Renuncia usted a su primer privilegio de escritor. ¿Qué digo privilegio? Eso es un deber. El deber de ensanchar el idioma (CORDE, Azorín [José Martínez Ruiz], Madrid, 1941),

no es claro si la corrección que se propone, deber en lugar de privilegio, introduce una idea más o menos opuesta o se propone como un grado más alto en una escala, en este caso en el camino de ensanchar el idioma por parte del escritor. Es también inusual que se rechace un elemento oracional por incorrecto, pero no se proponga otro nuevo que lo sustituya, como vemos en: (92) –Eso sí que no. Alguna vez debo imponerme. Usted comerá dentro de unos minutos. Reposará la comida y ya después tendrá tiempo de irse con el mismo diablo. ¡Jesús! Qué digo. Nada de diablo. Voy a darme prisa (CORDE, Alfredo Márquez Campos, Dalia, 1951, México).

Y en una ocasión, frente al uso general de qué digo para la autocorrección, se acepta, en una situación dialógica, la corrección propuesta por otro interlocutor: (93) Vieja (Al Mendigo 2.) Huela usted caballero. / mendigo 2 Rosas. / vieja Son fucsias. / mendigo 2 Qué digo, fucsias (CORDE, Enrique Buenaventura, Los papeles del infierno, a. 1974, Colombia).

Un uso especial, sobre el que conviene llamar la atención, es el empleo de qué digo + término que no ha sido previamente mencionado (ni es paráfrasis o inferible a partir de otro) y se rechaza para sustituirlo por otro. No es un uso propiamente corrector, pues el elemento rechazado no se había citado antes. Lo

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que se hace es aprovechar el valor encarecedor de la construcción, su utilización para focalizar un elemento y poner de relieve su sustitución por otro que se presenta en una posición más elevada de la escala: se señala primero un elemento que sería suficiente para remplazarlo por otro que se presenta como superior. Su valor es semejante al de la construcción no x sino y, en la que el foco de la negación se sustituye por el elemento introducido por la conjunción adversativa sino (NGLE 2009: §§ 31.10ñ y 40.6a). Pero, a diferencia de ella, el segundo elemento se sitúa en un punto más alto de la misma escala, lo que es posible, pero no necesario, en el caso de no x sino y. En el CORDE hay dos ejemplos de Francisco Ayala: (94) Pero temo que será trabajo perdido, señoras mías, y que no tardarán mucho, ¿qué digo en acudir a la fiesta?, ¡en presentarse al concurso!, los más copetudos nombres de nuestra sociedad capitalina (CORDE, Francisco Ayala, El fondo del vaso, 1962). (95) Así es. Gracias a mis desvelos, y a mis dineros, la bella Candy es en la actualidad, ¡qué digo presentable!, un verdadero galardón para cualquiera (CORDE, Francisco Ayala, El fondo del vaso, 1962).

Y encontramos otro más de Manuel Martínez Mediero en el CREA: (96) Emociona usted al oso y al madroño, Domingo, y me parte usted qué digo el alma, el corazón por la vena aorta y pone carne de gallina su empeño (CREA, Manuel Martínez Mediero, Las hermanas de Búfalo Bill cabalgan de nuevo, 1988).

La proximidad entre esta estructura y la introducida por no… sino la podemos ver en el siguiente ejemplo del CREA, en el que se da una mezcla de ambas construcciones. A qué digo no le sigue el término que se rechaza y detrás el nuevo que se propone, sino que tras qué digo se niega el término y se introduce el siguiente con sino: (97) Yo no sé verdaderamente cómo la defensa se ha empeñado en presentar este crimen diferente de lo que es: un crimen vulgar, un crimen gracias al cual cayó un hombre… ¿qué digo? no un hombre, sino una montaña de generaciones (CREA, Jorge Ibargüengoitia, El atentado, 1975, México).

Y también vimos una construcción similar en el siglo xvi (ejemplo 45), con la estructura, normal en esa época, no x mas y. En la transición del siglo xx al xxi, los datos del CREA (1975-2005) siguen mostrando una situación similar. El uso de qué digo no seguido del término que se corrige iguala e incluso supera levemente al de qué digo + término: 49 casos frente a 47. A pesar de que encontramos más ejemplos en números absolutos

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que en el período anterior, la proporción de empleo es inferior: 0,62 apariciones por millón de palabras21. La introducción de un segundo término opuesto al primero o de la idea contraria a la previamente expresada tiene un índice bajo de empleo, pero encontramos dos casos, con la estructura qué digo + término: (98) cuando las cosas no se quieren componer, se cuelgan en la pared, se les pone un marco de azaleas y otro de lágrimas ¡Qué digo de lágrimas: en todo caso de lágrimas forradas de risa, y hasta otro asunto, abur (CREA, Fernando del Paso, Palinuro de México, 1977, México). (99) entonces sentí calor, primo, y sentí frío también a pesar de ser verano. Pero qué digo: ¿verano?22, el verano pasa cuatro o cinco días al año en Londres y después se va porque no le gusta el clima (CREA, Fernando del Paso, Palinuro de México, 1977, México).

Y el uso mayoritario es aquel en el que se introduce un segundo elemento que de algún modo se sitúa en un grado más alto o bajo de una escala. Muy poco frecuente es que se rechace un elemento, pero no se proponga otro que lo sustituya, lo que vemos en dos casos, con la estructura qué digo + término: (100) JOSÉ Por cosas peores he pasado yo. Qué digo peores, si esto es como quedarse encerrado en un castillo con una princesa (CREA, Paloma Pedrero, Noches de amor efímero, 1990).

No obstante, en este caso, la oración introducida por si que justifica el rechazo de lo anteriormente dicho implica (pero no propone explícitamente) la idea contraria: quedarse encerrado en un castillo con una princesa es algo positivo, podría entenderse como lo mejor que podría pasar.

  El CREA recoge 138 298 documentos con un total de 154 212 661 palabras.   Aunque incluimos este ejemplo entre los que presentan el término previamente mencionado repetido tras qué digo y rechazado, muestra una pequeña diferencia respecto a otros: el término que se repite y rechaza se presenta entre interrogaciones, lo que parece indicar una independencia tonal respecto a qué digo, con el que no se integraría en el mismo grupo fónico, sino que forma por sí mismo uno propio con entonación interrogativa, lo que sirve para poner de relieve la duda y posterior rechazo del término seleccionado. Por otra parte, desde el punto de vista sintáctico, nos encontraríamos ante dos enunciados yuxtapuestos, y la palabra entre interrogaciones explicita cuál es el objeto directo al que en un primer momento se señala mediante el interrogativo qué. No hay por tanto ninguna dificultad para explicar la estructura sintáctica de esta construcción, como sí la hay, según hemos visto, en el caso de qué digo + término. 21

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Y en algunas ocasiones se corrige lo anteriormente dicho y se sustituye por un nuevo elemento que no implica un grado más extremo en una escala ni apunta a un concepto opuesto, simplemente corrige lo que el emisor ha sentido como un error. En el CREA hallamos siete casos, siempre con la variante qué digo sin repetición del término corregido, aunque puede seguir a la expresión de rechazo, no integrado en el mismo grupo fónico y con negación explícita para dejar clara la eliminación del error, como vemos en el ejemplo (102): (101) “Y me habló, sí, pero pronto pasó a acusarme de haberle robado al mejor amigo. Decía que yo le había alejado de Díscoro”. “¿De quién?” “De Díscoro, pero ¿qué digo?, de Álvaro” (CREA, José Luis Alegre Cudós, Locus amoenus, 1989). (102) Entonces quedamos dos hermanas mías y mi mamá, ¡qué digo!, dos hermanas, no, una hermana mía y yo, y mi mamá, o sea, tres, en esta casa (CREA, Venezuela, oral, entrevista, formalidad baja, s.a.).

En cuanto a los tipos de texto en que aparece preferentemente esta construcción hay también bastante similitud con los datos del CORDE para el período 1901-1974 y son asimismo bastante similares en el caso de la secuencia qué digo + termino y qué digo sin repetición explícita del término que se elimina. Hay un claro predominio de su uso en los textos narrativos (44 en textos catalogados como “novela” en el CREA, tres en “relatos”), pero a diferencia de los textos fichados en el CORDE hay una representación importante de esta construcción en textos teatrales (22 ejemplos) frente a un uso bajo en textos que, de un modo amplio, podemos considerar ensayísticos (seis ejemplos). Hay además una representación importante en escritos periodísticos (10) y comienzan a recogerse algunos ejemplos a partir de textos orales (tres casos). Para el siglo xxi, los resultados que obtenemos de la búsqueda en el CORPES XXI (2001-2020) siguen manteniendo características similares. La frecuencia de empleo es ligeramente más baja que la del período anterior, correspondiente a los datos del CREA (1975-2005, parcialmente solapado con el período fichado en el CORPES XXI), con 0,55 usos por millón de palabras23, y un ligero predominio   Al pedirle al CORPES XXI la búsqueda de la secuencia qué digo, con esta “grafía original” devuelve 275 ejemplos en tres documentos. Según las estadísticas proporcionadas por el propio CORPES XXI, esto supone una frecuencia de aparición de 0,79 casos por millón de palabras. Examinados los ejemplos que ofrece el CORPES XXI, comprobamos que 125 corresponden a las estructuras que estudiamos: qué digo + término (62 casos) y qué digo sin término explícito (63 casos) utilizados para rechazar un elemento anteriormente expresado. Estos 125 ejemplos supondrían una frecuencia de 0,36 casos por millón de palabras. Si pedimos al COR23

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de la construcción qué digo + término (106 casos) sobre la construcción qué digo sin término rechazado explícito (87). Predomina claramente el uso de esta construcción para rechazar un elemento previamente mencionado y sustituirlo por otro que se presente en un grado superior de la escala en la que se insertarían ambos elementos, predominio más acusado en el caso de qué digo + término (99 ejemplos de 106, frente a 60 de 87 para qué digo no seguido de término explícito). La sustitución por un término opuesto es muy infrecuente y la hallamos solo con la estructura qué digo sin segundo término explícito. Hay solo dos casos y uno de ellos, aunque presenta elementos léxicamente opuestos, puede entenderse como sustitución de un elemento por otro que se halla en una posición más alta dentro de la misma escala. (103) Pues para mi edad no estoy tan mal. (pausa) Pero qué digo, estoy increíblemente bien (CORPES XXI, Benjamín Gavarre, Personas inestables. www.dramared.com: dramared.com, 2012-10-10)24.

La utilización de esta construcción para eliminar un primer elemento mencionado, pero sin proponer la sustitución explícita por un segundo elemento, es muy poco frecuente, pero se hallan algunos ejemplos, especialmente en casos en que se justifica por qué se rechaza un elemento, pero no se propone un elemento nuevo. La construcción más frecuente, pero no única, en estos casos es la que introduce la justificación del rechazo del elemento mencionado a través de una oración introducida por si: (104) Investigar, seguir el hilo, examinar los sombríos rincones que había señalado el Chelo, ¿para qué? Pero qué digo investigar: si ni siquiera se le atribuyó entidad, si se prefirió comprar la parcela de verdad más obvia: el jugador impedido de ir tras una montaña de dólares que de puro caliente le da a la corneta sin ton ni son (CORPES XXI, Walter Vargas, Fútbol delivery: opiniones, semblanzas, merodeos, Argentina, 2007). PES XXI que realice la búsqueda de Qué digo con “grafía original” devuelve 112 ejemplos en 96 obras, lo que, según sus propias estadísticas, corresponde a una frecuencia de 0,32 usos por millón de palabras. 68 de esos ejemplos corresponden a las estructuras que estudiamos (44 a qué digo + término, 24 a qué digo no seguido de término explicito), lo que supone 0,19 usos por millón de palabras. Sumados los casos de qué digo y Qué digo que corresponden a las estructuras estudiadas obtenemos un total de 0,55 usos por millón de palabras. 24   Realmente, aunque los términos mal y bien son opuestos, también puede entenderse que el segundo elemento corrector implica un ascenso en una escala frente al primer elemento corregido, dado que al estar negado, no estoy tan mal, no implica un contenido negativo; no estar tan mal puede indicar que algo es aceptable, o incluso que está bien. Seco, Andrés y Ramos (2018: 476b) definen “no estar mal [una persona o cosa]” como “ser aceptable”.

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No resulta infrecuente el uso de qué digo que corrige un primer elemento y lo sustituye por otro, sin que haya relación de oposición o de mayor gradación en una escala. El emisor simplemente advierte un error y lo corrige. En estos casos se encuentra de modo claramente mayoritario el empleo de qué digo sin término. (105) Yo estaba solo aquí cuando el acordeón me cayó del cielo, qué digo, me lo trajo el mar (CORPES XXI, Ketty María Cuello, El ángel del acordeón. Colombia, 2001).

Como variantes formales, de escasa frecuencia de uso, podemos señalar la repetición del elemento que se corrige antepuesto a qué digo y separado por pausa de este25: (106) Tú, ignórala a ella y a sus palabras. A sus palabras, ¡qué digo!, a sus groserías (CORPES XXI, Yerandy Fleites Pérez, Jardín de héroes, Cuba, 2009).

También observamos la repetición del elemento rechazado con entonación interrogativa y tras pausa. El elemento rechazado que se destaca pospuesto y con entonación interrogativa puede aparecer solo o precedido de un determinante interrogativo que encabeza una interrogación retórica que ya de por sí indica rechazo, lo que se suma al valor de rechazo propio de la construcción qué digo. En ambos casos se rechaza el elemento señalado, pero no se propone su sustitución por otro: (107) Por eso se presentó allí con esa sonrisita de mariquita adulador y esos modales tan finos… (Trata de imitarle.) Pero ¿qué digo, Encarna? ¿Modales? Puede que también fueran fingidos y por dentro se estuviera acordando de la madre del director y de los otros dos que hacían las entrevistas (CORPES XXI, Antonio Martínez Ballesteros, “Situaciones II. La gota. Monólogo”. El tranquilizante. Situaciones II [teatro breve]. España, 2002). (108) Momentos en los que el infierno se pone de nuestro lado y ninguna de las partes de nuestro cuerpo son las nuestras. ¿Qué digo? ¿Cuál “nuestro” cuerpo? En el caso del cuerpo no puede haber plural (CORPES XXI, Sandro Romero Rey, “Nuestra señora de los Remedios”. En Jorge Prada Prada [comp.], Dramaturgos en la ASAB. Colombia, 2004).

En cuanto a los tipos de texto de los que procede un mayor número de ejemplos, según las estadísticas que proporciona el CORPES XXI, siguen siendo la   Un uso semejante hemos visto en ejemplos de siglos anteriores, con la diferencia de que el elemento repetido y antepuesto a qué digo iba entre signos de interrogación. 25

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narrativa (novela y relatos) y el teatro. Otros tipos de textos, básicamente de carácter descriptivo y argumentativo, ofrecen un número menor de ejemplos. Esto no es sorprendente, puesto que los textos en que aparece este marcador deben estar construidos en primera persona, lo que no es frecuente en los textos expositivos, y en muchos textos de carácter argumentativo. El hecho de que el mayor número de ejemplos se encuentre en novelas (127 ejemplos de qué digo y 49 de Qué digo en todos sus usos, no solo como marcador de corrección) obedece indudablemente al mayor peso de este tipo de texto en los materiales fichados en el CORPES XXI. No obstante, en frecuencia relativa de aparición, el teatro supera a la novela: los 43 casos de qué digo en obras teatrales suponen una frecuencia normalizada de 4,71 usos por millón de palabras, y los 33 de Qué digo de 3,61 por millón de palabras; mientras que los 127 ejemplos de qué digo en obras novelísticas suponen una frecuencia de 1,79 por millón de palabras, y los 49 de Qué digo una frecuencia de 0,69 por millón de palabras. Tampoco sorprende que la frecuencia por millón de palabras sea superior en el teatro que en la novela, puesto que la mayor parte de los ejemplos novelísticos proceden de los pasajes dialogados, aunque, en novelas escritas en primera persona, algunos ejemplos procedan también de pasajes no dialógicos en los que el emisor corrige (normalmente más por motivos de énfasis en el segundo elemento que de auténtica equivocación) algo dicho previamente (cf. ejemplo 2). El empleo de la construcción qué digo + término o sin él no es muy frecuente en la oralidad, a pesar de que es precisamente en los géneros que imitan la oralidad donde más aparece. Sin embargo, si nos fijamos de nuevo en las estadísticas del CORPES XXI, vemos que es en las obras de ficción donde su uso es mayor, tanto en frecuencia absoluta como en frecuencia normalizada: 198 ejemplos de qué digo, que suponen 2,07 usos por millón de palabras, y 95 de Qué digo, con 0,99 usos por millón. Las entrevistas también presentan un uso relativamente alto de la secuencia qué digo, con 11 ejemplos y 1,54 usos por millón de palabras, el segundo más alto según la tipología que ofrece el CORPES XXI (en cambio no hay casos de Qué digo, con mayúscula, en entrevistas). Pero si nos fijamos en los 11 ejemplos concretos que recoge el CORPES XXI, solo uno de ellos corresponde al uso de qué digo como marcador de corrección, y es un caso en que se corrige un error advertido sin que el segundo término indique grado más extremo en una escala, se trata de la sustitución de un nombre propio erróneo utilizado como vocativo por el correcto: (109) y y ~Gerardo / eh qué digo ~Gerardo / ~Josechu / ahora que recuerdo de tu supongo de tu trayectoria sociológica / aquellas épocas a a finales de los setenta ya / a principios de los ochenta o no sé cuándo fue / cuando tú trabajaste en eeh en sobre que la prostitución en Galicia (CORPES XXI, Hablante: Vázquez Rozas,

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Victoria. Sexo: mujer. Grupo de edad: 35-54. Nivel de estudios: superior. Profesión: Profesora universitaria. País: España. Papel: Entrevistador. PRESEGAL: SCOM_H33_015, 2007).

E igualmente es este el único caso de este marcador entre los ocho que se recogen al pedir al CORPES XXI que busque la secuencia qué digo en el medio oral26. San Martín Núñez (2015) no recoge ejemplos de qué digo, y sí algunos de digo, en su estudio sobre los marcadores de reformulación en el habla de Santiago de Chile, y llama la atención sobre el hecho de que digo y más bien, generalmente considerados como marcadores rectificativos consolidados, tengan tan poca representación en la muestra que estudia (San Martín Núñez 2015: 253); San Martín Núñez y Guerrero González (2016) tampoco registran ningún ejemplo de qué digo, y sí de digo, en el estudio de los marcadores de reformulación en el corpus PRESEEA de Santiago de Chile. En los materiales en acceso directo del corpus PRESEEA, hallamos cinco casos de qué digo27, pero solo dos de ellos, uno procedente de Madrid y otro de Caracas, corresponden al uso como marcador de reformulación correctivo, en ambos casos seguidos del término que se corrige. El segundo caso presenta la peculiaridad de que la hablante retoma para corregirlo y sustituirlo por un elemento que se halla en un grado más elevado de la escala un elemento dicho no por ella sino por el emisor anterior: (110) así lo más positivo pues últimamente el año ¡qué digo el año! // el pasado mes de septiembre / que gané el campeonato de España de lanchas / después del del año noventa y seis que llevo compitiendo / me ha costado pero además / la gané demostrando // (PRESEEA, MADR_H12_007, 2012). (111) E1: pero cuéntanos algunas anécdotas de rumba que tú tuviste / I: ¡ay no! mi amor ¡esos son espectaculares! esos son ¡qué digo yo rumbas! esos son megabarrancos // extra / super / archi / recontra/ barranquísimos de / de un fin de semana completo / (PRESEEA, CARA_M23_091, 2004).   La mayor parte de los ejemplos, cuatro de los ocho, corresponden a la pregunta por qué digo; otros dos a en base a qué digo, también en pregunta. La frecuencia normalizada de los ocho ejemplos recogidos en el CORPES XXI es de 1,74 casos por millón de palabras, pero si tenemos en cuenta que solo uno de ellos corresponde al marcador estudiado, su frecuencia sería enormemente reducida, solo 0,22 por millón de palabras. 27   Algunos ejemplos más se encontrarán probablemente en materiales que no están en el acceso libre. El ejemplo (109), al que accedemos a través del CORDE, procede del proyecto PRESEGAL, en el que se crea un corpus para el español de Santiago de Compostela que se integra en PRESEEA. Pero la entrevista de la que procede este ejemplo no es directamente accesible a través de PRESEEA. 26

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En otros casos se utiliza como fórmula para ganar tiempo mientras el emisor planea la continuación del discurso: (112) pero / esa época / o sea esos cuentos ¿qué digo? eeh / ¿eran de profesionales o eran / así como usted en ese momento aficionados? // (PRESEEA, BARR_H33_024, s.a.).

Y en el COSER no hay ningún ejemplo de qué digo como reformulador correctivo, y sí dos con el uso que acabamos de comentar, para ganar tiempo mientras se planea como continuar el discurso: (113) Si podía, a lo mejor, coger, ¿qué digo yo?, un saco de patatas, por ejemplo, que no estaban sacás, pero él las sacaba de la forma que… Y si te cogían pues entonces ese le pegaban o lo llevaban al cuartel de la guardia civil (COSER, Argamasilla de Alba, Ciudad Real, 1404_03).

En el subcorpus Web/Dialectos del CE, que recoge textos recientes del siglo xxi, aunque se encuentran muchos ejemplos de qué digo (seguido o no del elemento rechazado) como reformulador correctivo, debido a la gran cantidad de documentos recogidos, la frecuencia es similar, incluso ligeramente inferior, a la que veíamos en el CORPES XXI: 0,89 usos por millón de palabras en todos sus empleos (no solo los correctivos), frente a 1,11 en el CORPES XXI (0,79 qué digo + 0,32 Qué digo). Llama la atención la frecuencia mucho menor de qué digo en el subcorpus NOW del CE (0,14 casos por millón de palabras), que se nutre también de textos contemporáneos, pero esta vez de prensa digital, frente a la utilización de un gran número de blogs en Web/Dialectos. Indudablemente, esto se debe al tipo de textos empleados en la formación del corpus. Aunque hay muy diversos tipos de escritos dentro de los textos periodísticos, en la mayor parte de los casos están redactados en tercera persona, frente a una redacción más próxima a la oralidad y con fuerte porcentaje de empleo de la primera persona en los blogs. Algo similar sucede en el CORPES XXI según su clasificación tipológica: la aparición de qué digo es más alta en los blogs (1,40 casos por millón de palabras para qué digo y 0,40 para Qué digo), que en géneros característicos del lenguaje periodístico como la crónica (0,77 qué digo; 0,38 Qué digo), el reportaje (0,13 qué digo; 0,06 Qué digo) o la opinión (0,4 qué digo; 0,20 Qué digo). Y en cuanto a las noticias, ni siquiera recoge usos de qué digo y solo dos de Qué digo, que suponen 0,05 usos por millón de palabras. Dentro de los géneros periodísticos, son los que permiten mayor intervención de la subjetividad del autor y la expresión de la primera persona, como sucede con la crónica y la opinión, los que presentan un índice más alto de empleo de esta estructura.

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4. Conclusiones El estudio del surgimiento y desarrollo de muchos de los marcadores discursivos plantea notables problemas debido a la falta de documentación que permita conocer los primeros casos y contextos de aparición de la unidad estudiada y ver el proceso de creación de inferencias que lleva a su consolidación como marcador discursivo. Y esto es especialmente problemático por lo que se refiere a los usos propios de la oralidad y el coloquio familiar y distendido. La conversación oral no se registra de un modo riguroso hasta época moderna, y la aparición de fragmentos dialogados o que intenten reproducir usos orales en la lengua antigua es escasa, reducida a determinados géneros, no siempre fidedigna y desde luego fragmentaria. Teniendo todo esto en cuenta, hemos intentado seguir la trayectoria de qué digo como conector de reformulación correctivo en la historia del español a través de los materiales escritos recogidos en los corpus, fundamentalmente en los corpus académicos CORDE, CREA y CORPES XXI, complementados con la utilización de otros corpus, como el CE de Davies y sus diversos subcorpus y, para el período más reciente (siglos xx-xxi), PRESEEA y COSER. Los datos que podemos extraer de los corpus muestran una aparición relativamente tardía del marcador de corrección qué digo, registrado desde finales del siglo xv, y un predominio de la estructura qué digo + término, exclusiva en los ejemplos del siglo xv y predominante en la documentación de los corpus académicos hasta el siglo xix. El uso de qué digo como reformulador corrector sin repetición explícita del término que se corrige comenzamos a encontrarlo en el siglo xvi28, pero es escaso hasta el xix y no se equipara al de qué digo + término hasta el xx. La aparición de qué digo + término como reformulador de corrección parece partir de la imitación de la construcción latina quid dico + CD. Se mantiene formalmente el modelo latino, pero no las relaciones sintácticas de los elementos que constituyen la secuencia. Mientras en latín quid podía tener uso como adverbio interrogativo con el valor de ‘por qué’, en español el interrogativo qué solo funciona como pronombre o determinante. Como pronombre puede tener la función de complemento directo, pero esto bloquearía la posibilidad de introducción de un segundo complemento directo sin pausa. Sin embargo, la imitación de la construcción latina como fórmula de rechazo del elemento que sigue al verbo, permite su introducción directa como marcador de corrección. Si esto es así, no cabría hablar 28   Por supuesto, la secuencia ¿qué digo? puede tener otros empleos, como el de preguntarse el propio emisor por lo anteriormente dicho, discurso o fragmento de discurso, generalmente para rechazarlo, pero sin plantearse la corrección de un constituyente oracional concreto o parte de él, o el tomarse un tiempo para planear la continuación del discurso, uso corriente en el discurso oral moderno, que no corresponden al empleo como marcador de corrección aquí estudiado.

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de un proceso de gramaticalización: la secuencia qué digo seguida del elemento que se rechaza comienza directamente a utilizarse con este valor como consecuencia de la imitación del esquema latino. No ha habido otros usos previos que en determinados contextos hayan conducido a su gramaticalización, ni tiene o ha tenido otros empleos fuera de estos desde los que haya podido partir el camino hacia su gramaticalización. Distinto es el caso de qué digo sin término explícito, que sí se ajusta a la gramática del castellano y sí lo encontramos en otros contextos. En este caso, sí podría haberse dado un proceso de gramaticalización desde el interior del castellano, pero parece probable que este uso se haya extendido desde el esquema anterior, con eliminación del elemento que se focaliza, no necesario para la correcta comprensión del texto. De hecho, los restantes marcadores de corrección, como digo, mejor dicho u o sea no van nunca seguidos del elemento que se corrige y elimina. En cuanto a los usos del reformulador corrector, podemos encontrar los siguientes casos: 1. Eliminación de un elemento, sin propuesta de otro que lo sustituya. 2. Eliminación de un elemento y sustitución por otro. En este caso podemos encontrarnos ante a) advertencia de un error y sustitución por el elemento correcto; generalmente no hay idea de oposición o de cambio en la posición de los dos elementos implicados en una escala; b) eliminación del primer elemento y sustitución por uno de carácter opuesto; c) eliminación de un elemento y sustitución por otro que se sitúa en un grado más alto o más bajo, apuntando hacia un extremo de una escala común. Qué digo + término, en los ejemplos del siglo xv, presenta usos de los tipos 2b) y 2c). El elemento explícitamente señalado se elimina y sustituye, en unos casos, por otro de carácter opuesto; en otros, por otro que ocupa un lugar distinto, generalmente más alto, en una escala. Este segundo empleo es algo más frecuente en los ejemplos de Gauberto Fabricio de Vagad, y claramente predominante a partir del xvi, aunque los casos en que se introduce un elemento de carácter opuesto se mantienen a lo largo de toda la cronología, siempre con un índice menor de empleo, aunque con cierto repunte en el siglo xix. Menos frecuente es que se utilice este esquema para realizar la sustitución de un elemento por otro como mera corrección de un error, sin que el segundo elemento sea de carácter opuesto al primero o se pueda entender que se presenta en un punto más extremo dentro de una misma escala. En este caso su uso es semejante al del simple digo reformulador. Aun siendo un uso menor, en el CORPES XXI se detecta cierto crecimiento de este empleo, especialmente con qué digo seguido de un término. En cuanto al tipo de textos en que encontramos qué digo + término o qué digo como reformuladores de corrección, la aparición de la forma verbal en primera persona limita su empleo a aquellos textos en que el emisor se hace patente a tra-

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vés de sus opiniones, valoraciones, etc. o se da una reproducción o imitación del diálogo. Esto podría llevarnos a pensar que aparecería en primer lugar en textos teatrales (muy escasos en el medievo español) o crónicas o novelas en que se da voz en primera persona a diversos personajes. Sin embargo, esto no es así. Los primeros textos en que lo hallamos, Las vidas de los sanctos religiosos de Egipto, traducción de García de Santa María de las Vitae patrum, la traducción anónima del De mulieribus claris de Boccaccio y la Corónica de Aragón de Gauberto Fabricio de Vagad son obras en las que hay una fuerte intervención personal de los autores en la exposición y argumentación que desarrollan. En el siglo xvi siguen siendo obras de importante elaboración retórica, de carácter histórico y ascético, las que presentan un mayor número de usos de qué digo (generalmente + término). La situación es semejante en el siglo xvii, con predominio de usos en obras históricas y didácticas, aunque ya comienza a crecer su aparición en obras teatrales y novelas, y en el siglo xviii, con su empleo predominante en obras didácticas, de divulgación del saber con fuerte peso de la argumentación y lenguaje complejo y trabado como vemos en Feijoo. En el siglo xix se da un cambio respecto a lo que hemos visto en siglos anteriores, puesto que, en los materiales recogidos en el CORDE, la mayor parte de los ejemplos proceden de textos narrativos, sobre todo novelísticos, aunque sigue siendo frecuente en textos ensayísticos. Esto hay que ponerlo en relación con la mayor producción de la narrativa de ficción en el siglo xix y con la mayor recopilación de este tipo de textos por parte del CORDE. No obstante, se puede observar que, en muchos casos, el uso de qué digo correctivo aparece en parlamentos de personajes que realizan un discurso elaborado. En el siglo xx, en los datos del CORDE, se observa también que la mayor parte de los ejemplos procede de textos novelísticos, aunque no dejan de aparecer en ensayos, y en el último cuarto del xx y primeros años del xxi, los ejemplos del CREA siguen procediendo mayoritariamente de textos novelísticos, pero también crece el porcentaje de los que proceden de textos teatrales. Y esta situación se mantiene en el siglo xxi, en el que vemos también el crecimiento de ejemplos de textos periodísticos y orales. Todo esto refleja, sin duda, un cambio en las fuentes disponibles y utilizadas en estos corpus frente a siglos anteriores. Podemos observar, no obstante, que la intensidad de empleo de esta construcción por millón de palabras es menor que la de los siglos xviii y xix, lo que parece apuntar a que su uso es menor en textos que reproducen la oralidad y en la oralidad misma, que en los textos de carácter argumentativo en los que hay una fuerte intervención de la primera persona. Y es probable que haya habido un cambio dentro de los textos ensayísticos hacia una menor presencia de la intervención directa del autor frente a lo que podíamos ver en los siglos xviii y xix, pero esto necesitaría de estudios más específicos sobre la evolución de este tipo de discurso para poder afirmarse con certeza. Por otra parte, parece que en la reproducción de la oralidad se utiliza

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este recurso más frecuentemente que en el propio discurso oral. La proporción de usos de qué digo en textos teatrales es, al menos en los datos que proporciona el CORPES XXI, muy superior a la que hallamos en los textos catalogados como orales en este mismo corpus. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que los marcadores de rectificación no son muy frecuentes en la conversación. De los cuatro grupos de reformuladores que, siguiendo a Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999), establecen Rojas Inostroza et al. (2012) en su estudio del español de Chile, el menos frecuente, con diferencia, es el de los rectificativos29. Y dentro de los marcadores de rectificación qué digo no es de los más frecuentes. No obstante, es claro que la corrección inmediata de lo que percibimos como un error en nuestro discurso y su sustitución por otro elemento no es algo inusual, y para ello se utilizan una serie de marcadores, entre los que se encuentran digo o que diga; mucho menos frecuente es qué digo para introducir una mera corrección que no implique la introducción de un segundo elemento que se presente en un grado más extremo (generalmente más alto a veces más bajo, según lo que interese ponderar) de una escala. En su uso prototípico, introduciendo un elemento que se presenta en un grado diferente (por lo común superior) de una escala, podemos hallarnos, efectivamente, ante una corrección de algo erróneo que hemos advertido porque pensamos que no se ajusta al grado que queremos expresar; pero en muchos casos lo que hay realmente es una ponderación del segundo elemento, prevista dentro del discurso y para la que se utiliza este esquema (de modo semejante al uso de la construcción no…sino) con el objeto de poner de relieve el elemento que queda como válido (de ahí que registremos ejemplos como los de 94-96 en los que se da directamente el rechazo de un elemento que ni siquiera había sido mencionado previamente, pero el esquema sirve para dar realce al segundo mediante su eliminación y sustitución por otro más elevado en la escala). En muchos casos nos encontramos, pues, no tanto ante la corrección de un error advertido, sino ante la utilización de un esquema apto para realzar el elemento que, desde el principio, se pensaba poner de relieve. Y esta construcción retórica es más propia del lenguaje elaborado que de la improvisación oral. En definitiva, y ateniéndonos a la interpretación de los datos que podemos recuperar de los corpus, qué digo + término parece construcción tomada del latín e introducida directamente como marcador de reformulación correctivo por autores de finales del siglo xv, dentro de la tendencia humanística de imitación y reintroducción de palabras, giros y construcciones latinas. Su uso comenzamos a encontrarlo en autores cultos y en textos de carácter expositivo y argumentativo con   Reformuladores explicativos: 70,25  %, reformuladores de distanciamiento: 21,51  %, recapitulativos: 4,73 %, rectificativos: 3,51 %. Y entre estos últimos no documentan ejemplos de qué digo (Rojas Inostroza et al. 2012: 121). 29

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fuerte carga retórica. Sigue predominando en textos argumentativos en el siglo xvi y va extendiéndose a textos en que aparece un reflejo de la conversación, como los teatrales y novelísticos en el español clásico. Hasta el siglo xix no serán este tipo de textos los que sirvan como fuente principal de ejemplos de esta construcción. La variante qué digo sin repetición del término que se corrige y sustituye aparece más tardíamente y es más escasa que qué digo + término hasta el siglo xx, en el que se igualan los usos de ambas variantes. Este marcador se extiende también a usos orales, a la conversación familiar. La falta de registro directo de la oralidad en épocas pasadas no permite precisar con exactitud su empleo en ella. En cualquier caso, sin ser un uso que hoy en día resulte excepcional o tenga un carácter marcadamente rebuscado, no tiene, desde luego, un uso intenso, lo que puede deberse a su origen culto y al grado alto de elaboración retórica que supone esta construcción.

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EL SUPLEMENTO A LOS SINÓNIMOS DE HUERTA (1825) DE MANUEL PÉREZ RAMAJO COMO HERRAMIENTA LINGÜÍSTICA PARA LA CONSTRUCCIÓN DEL DISCURSO * Daniel M. Sáez Rivera Universidad Complutense de Madrid/Instituto Universitario Menéndez Pidal In memoriam Manuel Alvar Ezquerra 1. Introducción: bibliografía ramajiana 1.1. Vida de Ramajo Afortunadamente, la vida y el personaje de Manuel Lozano Pérez Ramajo (Ciudad Rodrigo, 1772-¿Cantalapiedra?, 1831) empiezan a ser un poco más conocidos, existiendo un resumen vital e introducción inicial a su figura en la biobibliografía (Sáez Rivera 2015a), incorporada a la Biblioteca Virtual de la Filología Española, que inició y dirigía el llorado profesor Manuel Alvar Ezquerra. Por tanto, a continuación (aunque existen cuestiones biográficas pendientes u oscuras) solo refrescaremos y resumiremos la información sumaria que creemos será suficiente para la cabal contextualización vital1 de una de sus obras, el Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825), que es la que vamos a estudiar aquí ampliando (incluso corrigiendo, no solo matizando) lo ya comentado en Sáez Rivera (2015b: 130-136). Así pues, conforme se puede deducir de los años acotadores de su vida, Ramajo pertenecía a la misma generación que el erudito y cervantista Diego Clemencín y que el rey Fernando VII, los cuales fallecen en 1834 y en 1833, respectivamente. Con su toque igualmente cervantino o cervantista, y su mucho interés e implicación en la política de la época, de modo que sus caminos se entrecruzaron más de una vez con la del mismo rey, la figura de Ramajo se perfila, *   Este trabajo se encuadra dentro de los proyectos de investigación Gramaticalización, lexicalización, pragmática y discurso en la historia del español (PR108/20-11, UCM-Santander) y Procesos de lexicalización y gramaticalización en la historia del español: cambio, variación y pervivencia en la historia discursiva del español (PID2020-112605 GB-I00). 1   Para ello, nos servimos de Sáez Rivera (2015ab, 2015-2016, 2016) y de Lüdwig (2014).

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en resumidas cuentas, como la de un clérigo jansenista y liberal, librepensador incluso, también en lo lingüístico. Con formación acreditada en la Universidad de Alcalá (1789-1791), pero vinculado también a la Escuela Poética de Salamanca, era amigo personal del poeta y rétor Francisco Sánchez Barbero, admirador de Meléndez Valdés y sobre todo de José Iglesias de la Casa. Viajero voluntario (unido al servicio diplomático) y forzado por España, Europa y África en exilios y presidios políticos (Sáez Rivera 2016), fue a su vez (o a la vez) gramático, ortógrafo, lexicógrafo (precisamente por el Suplemento que aquí vamos a estudiar), cervantista y traductor, así como poeta (especialmente dotado para la vena satírica), periodista o gacetillero (Sáez Rivera 2015b, 2015-2016, 2016, 2020, 2021). Presente en Dresde de 1798 a 1806 como secretario personal del secretario de la legación de Sajonia, Manuel González Salmón (Lüdwig 2014), siendo embajador José de Onís López y González (al que acompaña su sobrino Luis de Onís), mis fuentes internas entre los descendientes de la familia Onís, con la que estuvo tan vinculado Ramajo toda su vida, identifican como de Ramajo la figura 1 de un fisiotrazo o fisionotrazo2 conservado en la familia entre otros similares retratos de los Onís de la legación de Sajonia y del que existe copia en el Museo del Prado, que lo titula como “Retrato de un caballero”.

  Sobre fisio(no)trazo, Carlos Trilnick en el Proyecto IDIS (Investigación en Diseño de Imagen y Sonido) de la Universidad de Buenos Aires, explica lo siguiente: “Antes de los inicios de la fotografía y de su uso, ya se conocía la cámara oscura para producir imágenes. La silueta y el aparato llamado fisiotrazo son ejemplos de medios de reproducción precursores de la fotografía. // El fisionotrazo es un instrumento óptico mecánico operado manualmente e inventado en 1786 por Guilles-Louis Chrétien (Francia, 1754-1811). // Los fisiotrazos o fisionotrazos son retratos realizados en perfil a partir de una silueta de tamaño natural. Su nombre deriva de la palabra fisonomía o fisionomía que se define como el aspecto particular del rostro de una persona. // Un brazo articulado, llamado pantógrafo, trazaba un pequeño grabado al agua tinta sobre en [sic] un disco de cobre. Bastaban seis minutos de pose y cuatro días de trabajo para realizar una docena de pruebas de 5 cm. de diámetro. Con una fuente de luz, se proyecta la sombra de la cabeza y parte del busto del modelo colocado de perfil sobre un papel colocado en un bastidor en vertical. El modelo se interpone entre el papel que sirve de pantalla y la fuente de luz. El retratista en el extremo de esta cadena tiene frente a él la sombra que se recorta nítidamente en la transparencia del papel. // El fisiotrazo hizo posible abaratar el retrato, aunque solo fuera de perfil, haciéndolo asequible a un vasto público, como la burguesía media muy extendida en la sociedad parisina. Su éxito fue inmediato, llegando incluso, en sus primeros momentos, a competir con el retrato en miniatura pintado a mano sobre láminas de marfil. // La ventaja sobre el retrato en miniatura era que, una vez concluido el grabado sobre el metal, podía ser reproducido en varias copias todas ellas iguales con mínimo costo [corrijo errores de puntuación y añado barras oblicuas para marcar cambio de párrafo]” (última consulta: 19/11/2021). 2

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Fig. 1. Probable retrato de Manuel Lozano Pérez Ramajo. Fisiotrazo o fisionotrazo sobre papel avitelado. Autor: Chrétien y Fouquet (c. 1800). Archivo Familia Onís3

Todo un personaje (de Galdós, incluso), precisamente por su faceta más conocida como periodista o gacetillero en cuanto redactor de El Conciso (1810-1813), periódico de las Cortes de Cádiz (un diario informal de sus sesiones), donde entre otras funciones era el probable autor de la mayoría de los poemas satíricos (por ejemplo, contra Napoléon), Pérez Galdós (2002 [1875]: 25) lo retrata así: –No olvidará usted los méritos y servicios de Gallardo. Fue el que estampó en letras de molde “que los obispos debían echar bendiciones con los pies, colgados de una cuerda”. Ahora recuerdo también que Ramajo, redactor de El Conciso, amenazó al Rey con la venida de Carlos IV si no juraba la Constitución.

Como redactor, Ramajo había participado ya en la Gaceta del Gobierno (Sevilla, 1809-1810) durante la Regencia, “con destino á la traducción de las noticias alemanas y de otros idiomas” (Pérez de Guzmán y Gallo 1902: 134), en la que coincidió con el director Antonio Capmany (veremos después, también interesado en los sinónimos), e igualmente en Cádiz formaba parte del equipo de la Gaceta de la Regencia de España é Indias (1811-1813). Toda esta experiencia en diarios oficiales y oficiosos explica su participación en la Gaceta de Madrid (1814-1819), que es el conocido germen u origen del Boletín Oficial del Estado. Esta etapa periodística y gacetillera se vio cortada por su exilio en Melilla, vía Málaga (1815-1819), condenado por el gobierno absolutista de Fernando VII debido a sus ideas liberales. En tal exilio exterior (del que dimos detallada cuenta en Sáez Rivera 2016), Ramajo estuvo al menos acompañado por su gran amigo Francisco Sánchez Barbero (el cual desgraciadamente falleció en 1819, justo antes del fin de la condena) y por el político José María Calatrava (en el viaje hasta Málaga se habían codeado con otros políticos como Argüelles o Martínez de la Rosa). Tras este asendereado paréntesis, Ramajo es restaurado con el Trienio Liberal (1820-1823) en su puesto en la Gaceta de Madrid, e incluso llegar a ser nombrado director el 12 de noviembre de 1822, siendo ahora curiosamente muy “afecto á

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  (última consulta: 19/11/2021).

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Palacio […] por haber escrito, para censurar los excesos que se cometían contra el Rey, los opúsculos y papeles políticos titulados Primera epístola, Sermón á algunos Zurriaguistas y La sociedad de Pekín” (Pérez de Guzmán y Gallo 1902: 150). Sea por lo que fuere, el que escribe estas líneas interpreta el hecho como una prueba de bonhomía e independencia de espíritu de Ramajo, que se llega a reconciliar con el mismo Fernando VII, al que incluso le dedicará una poesía en honor de su paso por Arévalo (n.º 90, Disparates; Sáez Rivera 2016: 426) y también lo menciona sin ningún tipo de acritud en el Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825, s. v. 115. Escoger-Hacer elección). Pero los pesares político-personales vuelven en una época tan convulsa como es el comienzo del siglo xix, especialmente en España, de modo que en la Década Ominosa (1823-1833) emprende Ramajo otro exilio o retiro, esta vez interior, en el pueblo salmantino de Cantalapiedra, solar de su vicaria familia Onís, época en la que compila sus Varios de literatura (1825), que incluyen el Suplemento a los sinónimos de Huerta. Y también retoma el exilio o viaje exterior al acompañar a Luis de Onís a Montauban (1826)4. 1.2. Obra de Ramajo Esta se puede dividir en impresos y en manuscritos, que se listan a continuación. 1.1.1. Impresos Fernández de Moratín, Leandro. 1800. La Comedia nueva o El Café. Comedia en dos Actos. Das neue Lustspiel, oder: Das Kaffeehaus. Ein Schauspiel in zwey Aufzügen (trad. de Manuel Ojamar [=  Manuel Lozano Pérez Ramajo]). Dresden: Heinrich Gerlach. [Madrid, BNE, T/2456; T/18554]. R. von Leerbauch [‘R(amajo) del vientre vacío’]. 1805. Die wahre Ursache der Mortalität in D****** oder Die Doktorenversammlung [‘La verdadera causa de la mortandad en D*** o la asamblea de los médicos’]. Dresden (cf. Lüdwig 2014). Pérez Ramajo, Inmanuel. 1806. Theoretisch-Praktische Lehre der Spanischen Sprache mit der wörtlichen interlinearen Uebersetzung der Beyspiele und Gespräche. Leipzig: Schwickert. [Ejemplares: München, BSB, L.lat.f. 336; Madrid BNE, 3/16132.] [Pérez Ramajo, Manuel Lozano]. [1829a]. Apología de los asnos, compuesta en renglones asi como versos por un Asnólogo aprendiz de poeta. Asnópolis [Madrid: Agustín Álvarez]. [Pérez Ramajo, Manuel Lozano] [1829b]. Elogio del rebuzno, ó sea apendice a la apología de los asnos. Rebuznópolis [Madrid: Agustín Álvarez].

  Sobre Luis de Onís en Montauban, véase Mateos 2021.

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Sobre la traducción de Moratín por Ramajo, se puede consultar Sáez Rivera (2015b, 2020), acerca de la sátira en alemán remitimos a Sáez Rivera (20152016), y resumimos y presentamos el contenido y el tono de la Apología de los asnos y el Elogio del rebuzno en Sáez Rivera (2015). 1.2.2. Manuscritos Los manuscritos ramajianos (cf. Sáez Rivera 2016) se pueden dividir en lo que el erudito y periodista malagueño de origen alemán Guillermo Rittwagen (191?) denominó manuscritos marroquíes, transcribiéndolos a máquina y estudiándolos parcialmente en unos mecanoscritos que se encuentran conservados en la BNE, confeccionada la transcripción a partir de un manuscrito autógrafo de Ramajo que era propiedad del estudioso de la literatura (especialmente del teatro), también malagueño, Narciso Díaz Escovar, y que hoy se encuentra conservado en el Archivo Díaz Escovar, sito en el Museo de Artes y Costumbres Populares de Málaga capital: — Manuscritos marroquíes Pérez Sobrino [sic] y Ramajo, Manuel. 1815-1816. Diario de las espediciones africanas [Copia: Málaga, Archivo Díaz Escovar, caja 236 (8.7)]. — Manuscritos salmantinos: siguiendo el mismo patrón de añadido de un gentilicio, bautizamos como manuscritos salmantinos (Sáez Rivera 2016) dos manuscritos misceláneos, también autógrafos, previsiblemente recopilados en la autorreclusión de Ramajo en Cantalapiedra, alojado por la familia Onís probablemente en la finca familiar. Son dos, pero siendo calificado el segundo como “tomo tercero”, es probable que existan otros dos más pendientes de localizar: Pérez Ramajo, Manuel Lozano. 1825. Varios de Literatura, manuscritos, de Don Manuel Lozano Perez Ramajo (Madrid, Biblioteca Lázaro Galdiano). Pérez Ramajo, Manuel Lozano. 1828. Varias poesías de D.n Manuel Perez Ramajo. Tomo 3.º: Disparates de Ramajo ó Mis ratos ociosos [Copia: Madrid, Universidad San Pablo CEU, Fondo Gil Munilla, sign. GM/328]. De estos dos manuscritos, el que nos interesa en este momento es el segundo, que se encuentra en la Biblioteca Lázaro Galdiano de Madrid (Sign. M 17-10; Inventario 15406) y que pudimos localizar a través del Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico (CCPB)5, gracias a la transmisión al citado portal del contenido del catálogo de manuscritos elaborado por el actual director de la Biblioteca, Juan Antonio Yeves Andrés (1988: 225-226), cuyo proceder no podemos dejar de alabar y agradecer. En el listado de contenido del manuscrito, en el que sigo al citado Ye  (última consulta: 19/11/2021). 5

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ves Andrés aunque añado acentuación moderna, también encontramos como quinto elemento el Suplemento a los sinónimos de Huerta que ahora nos va a ocupar: 1) TRATADO sobre el Acento de la la lengua Castellana remitido a la Real Academia Española en Julio de 1825 (h. 4r-41v) 2) [Tratado sobre la gramática] (h. 42r-49r, y 52r) 3) [Tratado sobre la españolización de nombres extranjeros] (h. 50r-51v) 4) [Tabla de los verbos regulares e irregulares del español] (h. 52r) 5) SUPLEMENTO a los sinónimos de Huerta (h. 53r-125r) 6) [Apuntes gramaticales] (h. 133r-134r) 7) [Apuntes del Quijote] (h. 135r-136v) 8) LE BOUVIER DE FONTENELLE, Bernard: DIÁLOGOS de Mr. de Fontenelle. Traducidos al Castellano del original francés de la edición de Amsterdam de 1742 por Don Manuel Lozano Pérez Ramajo (h. 137r-214v). El manuscrito al completo lo presentamos ya en Sáez Rivera (2015b), e incluso proporcionamos unas breves notas sobre el Suplemento que aquí expandiremos. Remitimos al mismo artículo sobre el resto de las piezas, y acerca de la traducción de Ramajo de los Nouveaux dialogues des morts (1683) de Fontenelle dirigimos a Sáez Rivera (2020, 2021). No obstante, a estos dos últimos trabajos vamos a añadir unas leves notas por unas breves reflexiones sobre traducción en el Suplemento en las que no habíamos reparado suficientemente antes, aunque son solidarias con la teoría traductológica y la práctica traductora de Ramajo ya consideradas. Así, en el artículo 62 que Ramajo dedica al par “Correccion-Exactitud” comenta lo siguiente, en lo que se detecta el mismo juego o tensión entre huir de la literalidad pero alcanzar la exactitud, que interpretamos como equivalencia dinámica respecto a la teoría y la práctica traductológica considerada y aplicada en otras obras suyas (Sáez Rivera 2020: 155): El autor que mas correctamente haya escrito, si se traducen [sic] literalmente, podrá ser muy incorrecto en la version hecha: lo que está escrito exactamente en una lengua, si se traduce bien, será exacto en todos los idiomas: la correccion nace de las reglas que son de convencion y variables de una lengua á otra, y aun de un tiempo á otro en una misma lengua: la exactitud nace de la verdad, la cual es una y absoluta.

2. El Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825) en su contexto 2.1. Contexto personal: exilio interior de Cantalapiedra Como ya hemos adelantado, tras el trienio liberal, con muchos problemas de vista, Ramajo se retira a Cantalapiedra, pueblo de sus protectores diplomáticos, la fami-

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lia Onís, que conoce desde sus tiempos en Dresde6. Allí se codea con los personajes y las personalidades locales, como el alcalde, reunidas en la “tertulia” de Cantalapiedra (ver n.º 55 de Disparates; Sáez Rivera 2016: 444). Para distraerse del aburrimiento, y como una especie de reivindicación personal se dedica a recopilar en manuscrito su obra en los manuscritos salmantinos, y probablemente también la de su llorado amigo Sánchez Barbero. Una de sus distracciones intelectuales va a ser precisamente la compilación de su Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825), aunque no confiesa que obra por diversión como sí lo hace López de la Huerta en la introducción de la primera edición de su Examen de la posibilidad de fijar la significación de los sinónimos (1789: III). 2.2. Contexto bibliográfico: López de la Huerta y su diccionario de sinónimos Como vemos en la portadilla del propio manuscrito ramajiano (“SUPLEMENTO / á los Sinónimos de Huerta”)7, el autor se propone una continuación explícita de la obra de José López de la Huerta8, que cuenta con seis ediciones (según la descripción bibliográfica de Tamayo 1945), destacando para nuestro propósito la 1.ª y la 3.ª (transcripción de las portadas por Tamayo 1945: 244-246)9: 1) 1.ª ed., 1 vol., 160 artículos, con lema de Quintiliano, introducción, erratas, los artículos y un índice alfabético. Portada: “Examen / de la posibilidad /de / fixar la significacion / de los / sinónimos / de la lengua castellana / por / D. Joseph Lopez de la Huerta, / caballero de la real Orden de / Carlos III. Oficial de la primera / secretaría de Estado y del despacho uni- / versal, y secretario de embaxada en / la corte de Viena. / En Viena / En la imprenta de Ignacio Alberti / MDCCXXXIX” 6   Para más detalles sobre la época de Dresde, véase Lüdwig (2014) y Sáez Rivera (20152016). 7   Aunque en la portadilla del manuscrito se consigna así el título, he preferido modernizar la acentuación y reducir el uso de mayúsculas a la hora de citar la obra, que ha aparecido y aparecerá como Suplemento a los sinónimos de Huerta, o simplemente como Suplemento, para abreviar. 8   Para una biografía de López de la Huerta, ver las entradas correspondientes de la BVFE (González Corrales 2021), el DBe (Badorrey Martín 2018), así como el artículo clásico de Glendinning (1968) que además relata su relación personal con el mismo Cadalso. Los datos biográficos más importantes los resumía ya Aguilar Piñal (1989: 202): nacido y muerto en Madrid (1743-1809), fue oficial de la primera Secretaría de Estado y de la Embajada de España en Londres, así como Secretario de Embajada en Viena (donde publicó su diccionario de sinónimos) y Embajador en Suecia. 9   Ver también las fichas correspondientes en BICRES, con las que corrijo pequeños deslices de acentuación de la transcripción de Tamayo: de la primera edición en Niederehe (2005, nº 1236) y de la tercera en Esparza Torres/Niederehe (2012, nº 170).

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2) 3.ª ed., la que sigue Ramajo por la coincidencia de página con las precisas citas que hace en su Suplemento; en 2 vols., 226 artículos, con el mismo lema de Quintiliano, prólogo de la tercera edición, introducción, dedicatoria y advertencia, aparte de los artículos. Portada: “Exâmen / de la posibilidad /de / fixar la significación / de los / sinónimos / de la lengua castellana. / Por D. Joseph Lopez de la Huerta / Tercera edición / corregida y aumentada. / Tom. I. Valencia: / por Josef Estévan y hermanos / año MDCCC.VII.” A partir de la 5.ª ed. de 1830 (póstuma) se añaden unos pocos sinónimos obra de Nicasio Álvarez Cienfuegos, que era hasta ahora el único continuador conocido de la obra. 2.3. Contexto bibliográfico: otros sinonimistas de la época El diccionario español de sinónimos de López de la Huerta no es el primero publicado en España, pues ese honor lo ostenta el brevísimo Ensayo de los synonimos (Manuel Dendo y Ávila, Madrid, 1756), pero sí es el segundo y el que tuvo más fortuna editorial, recepción más favorable y quedó para el recuerdo como paradigma de diccionario de sinónimos antiguo10. En todo caso es una tradición que arranca como transposición de los diccionarios franceses de sinónimos que participan de la filosofía de la Ilustración (cf. Étienvre 1983). No obstante, esta influencia llegó con brío y generó un furor por la compilación de listas y diferencias sinonímicas que explican la existencia de varias compilaciones manuscritas como el Diccionario de sinónimos y equivalentes de Tomás de Iriarte, c. 1770-1775, que presenta y edita parcialmente Étienvre (1983: 273-279). En cambio, sí se imprimió la Filosofía de la eloquencia (1777) de Antonio Capmany, el director de Ramajo en la Gaceta del Gobierno (Sevilla, 1809-1810), que contiene una nutrida e influyente colección de sinónimos11. Otras obras sinonímicas de la época de López de la Huerta y de su suplementador (que no suplantador) Ramajo son el Ensayo sobre la distinción de los sinónimos (Santiago Jonama, Madrid, 1806), publicado entre medias de las ediciones corregidas y aumentadas del propio López de la Huerta, y la muy conocida Colección de sinónimos de la lengua castellana (José Joaquín Mora, Madrid, 1855), con un prólogo de Hartzenbusch, y que editó facsimilarmente con el añadido de una introducción nuestro llorado y recordado Manuel Alvar Ezquerra (1992).   Sobre los diccionarios de sinónimos en los siglos xviii y xix, véase Levy (1942), Lázaro Carreter (1949), Étienvre (1983), González Pérez (1994) y Rodríguez-Piñero Alcalá (2009) y García Platero (2017: 212-217). 11   Para una descripción bibliográfica completa, véase Aradra Sánchez (1997: 192-193), y antes Aguilar Piñal (1983, 1485), mientras que no se recoge en BICRES porque se excluyen las retóricas o textos asimilables. 10

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3. El Suplemento a los sinónimos de Huerta como texto Como texto considerado en sí mismo –porque un diccionario no es sino un tipo de texto, particular, lexicográfico, pero un texto más (cf. Ramón Trives 1999)–, a continuación daremos cuenta de la macroestructura y la microestructura12 del Suplemento de Ramajo. 3.1. Macroestructura del Suplemento Al contrario que el diccionario impreso de López de la Huerta, el Suplemento carece de prólogo o de algún tipo de preliminar, quizá debido a su naturaleza manuscrita, como pieza inserta en Varios de literatura (1825), manuscrito en el que al menos aparece señalado con una portadilla autógrafa en la que se numera la sección como 4, aunque en nuestro recuento es el número 5. El cuerpo del suplemento está compuesto por 152 artículos (en lugar de los 151 de la numeración, debido al error de la repetición del número 125, que se consigna dos veces), de los cuales 14 artículos están vacíos, solo contienen el lema y uno se encuentra muy incompleto, aunque con caja de escritura perfectamente preparada tanto en los artículos vacíos como en el incompleto (véase lemario completo en anexo). Conforme se puede comprobar en el lemario, las entradas suelen estar compuestas mayoritariamente por dos lemas, pero en algunos casos por tres, existiendo series de hasta cinco lemas. Aunque no se marcan sistemáticamente las categorías gramaticales de los lemas, estos son sobre todo pares o series de sustantivos (“Futuro-Venidero” o “Utilidad-Provecho-Ventaja”, en un caso nombres compuestos como “Hombre de bien-Hombre de honor-/Hombre honrado”), pero también adjetivos (“Infiel-Pérfido”), verbos (así “Tolerar-Sufrir-Permitir”), adverbios (como “Siempre-Continuamente” o efectivamente), locuciones (como “a”pesar” [sic]) o incluso marcadores del discurso (como no obstante o en efecto)13. El resultado poco pulido del Suplemento nos confirma que consiste en un borrador de entretenimiento, a la vez que lo podemos tomar como un “taller de lexicógrafo”, que nos permite ver el proceso en marcha de elaboración de un diccionario con algunos tachones y autocorrecciones (pocos y pocas para su naturaleza de borrador, probablemente debido al cariz de Ramajo como secretario y por tanto profesional de la escritura). No se detecta una planta clara, debido a 12   Según los términos clásicos de Rey (1970), muy bien resumidos y presentados en Bajo Pérez (2000: 15-52). 13   Sobre el caso de Apesar frente a no obstante, y efectivamente frente a en efecto, véase Sáez Rivera (2015b: 135-136).

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que probablemente no existiera una planificación sistemática previa, siendo la confección puro fruto de los impulsos de atenuación del aburrimiento en las largas jornadas de Cantalapiedra. 3.2. Microestructura del Suplemento Pese a la falta de una planta detallada, sí existe cierta homogeneidad en la microestructura de los artículos, sobre todo en la entrada, que está configurada de la siguiente manera: en primer lugar, el número del artículo, y luego el lema doble, triple, cuádruple o quíntuple con algún tipo de subrayado, existiendo algunos tachones, arrepentidos y correcciones de los que hemos dado cuenta con comentarios entre corchetes en el lemario en anexo. Después, el cuerpo del artículo tras la línea de lema es menos sistemático, pero prototípicamente suele estar compuesto con el siguiente orden: primero una definición contrastiva basada en el principio de idea común frente a ideas distintivas, a lo que sigue una ejemplificación en la que con frecuencia se da cuenta de colocaciones, a veces seguida de una amplificación de la definición, y terminando habitualmente con ejemplos que suelen incluir una reflexión moral, religiosa o política. Existen algunas marcas diafásicas o estilísticas poco sistemáticas, como el caso ya señalado de en efecto “de más uso en el estilo noble” frente a efectivamente “en la conversación” (Sáez Rivera 2015b: 136). En la formulación de las definiciones conviene destacar la importancia de la gradualidad del significado mismo de las palabras y del uso, de ahí el empleo de adverbios en -mente (“comúnmente”, “particularmente”, etc.) y de adverbios comparativos (más, menos). Una buena muestra puede ser el artículo 2 sobre deber y obligación que puede servir de epítome del resto del repertorio de sinónimos, que transcribimos a continuación de forma paleográfica conservando las particularidades ortográficas de la época e incluso las idiosincrásicas o personales de Ramajo (cf. Sáez Rivera 2015b): 2–Deber-Obligacion. El Deber indica alguna cosa algo mas fuerte para la conciencia que la obligacion, y como procedente de la ley: la virtud nos conduce á su cumplimiento. La Obligacion indica alguna cosa mas absoluta para la práctica; y el buen parecer, el qué dirán y los respetos humanos exigen su cumplimiento. Es deber de un consejero asistir al tribunal á cumplir su cargo; y es obligacion suya asistir de manto talar. Se dispensa facilmente de una obligacion. Se falta á un Deber. Es un Deber del eclesiastico el vestir modestamente; y obligacion el ir de negro ó de hábitos.

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A los políticos cuesta ménos ser negligentes en su Deber que el olvidar la mas pequeña de sus obligaciones.

En este artículo, desde el punto de vista gráfico destaca el empleo del punto y coma (en otros artículos incluso los dos puntos) para marcar el contraste de sentidos, en cuanto signos empleados para la subdivisión del período (RAE 1815); la tildación sigue las normas de la época (y del propio Ramajo), de modo que aún aparecen mas adverbio sin tilde diacrítica y obligacion como aguda terminada en -n sin acento gráfico, pero en cambio sí se tilda ménos, llana terminada en -s. Se aprovecha la mayúscula para realce de las voces definidas en contraposición (deber y obligación) pero no de manera sistemática, realce muchas veces confluyente con el del subrayado manuscrito (equivalente a cursiva en impresos). Así pues, primero se definen contrastivamente deber y obligación en los dos primeros párrafos, señalando matices de gradualidad de significado mediante el adverbio comparativo más. El tercer párrafo ilustra las definiciones con ejemplos que son a la vez lingüísticos y morales, según la doble acepción de ejemplo, aún en el diccionario académico actual (RAE 2014: s. v. ejemplo), siendo de hecho los dos primeros sentidos de índole moral (“1. m. Caso o hecho sucedido en otro tiempo, que se propone, o bien para que se imite y siga, si es bueno y honesto, o para que se evite si es malo” // “2. m. Acción o conducta que puede inclinar a otros a que la imiten”) y la tercera acepción ya lingüística (“3. m. Hecho, texto o cláusula que se cita comprobar, ilustrar o autorizar un aserto, doctrina u opinión”). El cuarto párrafo inserta más ejemplos que permiten deducir las colocaciones diversas de deber (al que se puede faltar) y de obligación (de la que se puede dispensar) con respecto a la ausencia o suspensión de uno y otra. Los dos últimos párrafos aportan aún más ejemplos que devienen incluso aleccionamientos de moral para religiosos, e incluso lamentos políticos. 4. El Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825) como herramienta lingüística para la construcción del discurso 4.1. La controversia semántica de la existencia de sinónimos Como bien resumen Zapico y Vivas (2015: 199), “[l]a sinonimia, entendida como la capacidad de intercambiar dos palabras en un contexto determinado sin que se pierda el significado original, ha presentado una serie de problemas teóricos y técnicos en lingüística a lo largo del siglo xx”, problemas calificados a continua-

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ción como “controversias”. Siguiendo la distinción de Dascal (1998)14 de los tipos de polémicas, que diferencia entre la discusión como polémica racional, la disputa como polémica irracional y la controversia como término medio que incluye componentes polémicos tanto racionales como irracionales, queremos pensar que nos encontramos más bien en una mera discusión. A este respecto existirían tres posturas (Zapico/Vivas 2015: 201): 1) Negación de la sinonimia, la corriente principal. 2) Afirmación de la sinonimia: “Sí hay sinónimos”, conforme reza el artículo de Salvador (1983), la línea con la que se identifica Regueiro Rodríguez (2010) en un magnífico estado de la cuestión (al que remitimos) y que reseñamos en Sáez Rivera (2011). 3) Sinonimia solo parcial, la postura de la Real Academia Española. En realidad, se trataría de un problema metalingüístico que depende de cómo se defina la sinonimia, existiendo según González Martínez (1988-1989) tres tipos de sinonimia, siguiendo la distinción coseriana entre significado-designación-sentido15: 1. sinonimia de significado; 2. sinonimia designativa; 3. sinonimia de sentido. En todo caso, resulta iluminador considerar la sinonimia “como un fenómeno gradual y progresivo” (Zapico/Vivas 2015: 199), algo que se mostraba claramente en la formulación de los artículos de nuestro Suplemento, como hemos visto antes. 4.2. Sinónimos desde la retórica: herramienta lingüística para la construcción del discurso Vamos a dejar en suspenso la discusión semántica y cortar su nudo gordiano acudiendo a la Retórica. Así, no resulta casual que López de la Huerta (1789) arranque su obra con una cita de Institutio oratoria de Quintiliano (s. i d. C): “Pluribus autem nominibus in eadem re vulgo utimur: quae tamen si diducas, suam propriam quamdam vim ostendent. Quint. instit. orat. lib. VI. cap. III”, para cuya traducción seguimos la prácticamente coetánea de Quintiliano (1799: 374): “Para explicar esta graciosidad en el hablar, usamos comunmente [sic] de muchos términos; pero cada uno tiene su fuerza particular”16. 14   Aplicada a una polémica gramatical concreta entre gramáticos del español en Francia en el siglo xviii, el francés Dupuis y el sevillano Sottomayor, en Sáez Rivera (2019). 15   Un buen resumen lo realiza el propio Coseriu (1998). 16   Se trata de una edición bilingüe con el texto paralelo en latín a pie de página; merece la pena consignar el título al completo: Instituciones oratorias del célebre español M. Fabio

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Tampoco puede ser casual que tanto López de la Huerta como Ramajo fueran secretarios de Embajada, ergo profesionales de la escritura, con formación retórica y en contacto con las corrientes europeas de expresión y pensamiento, de ahí que tuvieran natural preocupación y empleo de los sinónimos en los discursos que escribían diariamente. Viendo la vieja polémica o eterna discusión sobre la existencia de los sinónimos a la luz de la retórica clásica, podemos reformular la copia verborum (Lausberg 1967: 107) que surte como repertorio de palabras, también sinónimas, a la hora de la confección de los discursos, como la moderna “competencia sinonímica”, así denominada por González Martínez (1988-1989: 208). Esta copia verbal o competencia sinonímica sería fuente del ornatus o adorno en la elocutio o textualización a través de la inmutatio (Lausberg 1967: 107): esto es, la invariante (en este caso semántica) sufriría variatio formal o donosa variación retórica a través de la repetición de palabras de igualdad relajada (Lausberg 1967: 107), pudiéndose producir también acumulación enumerativa intensificadora. Esta repetición intensificadora era típicamente barroca, prestándose en esa época especial atención a la elocutio, frente a la Ilustración, que se va a dedicar a contener estilística o retóricamente la verbosidad de la elocutio y en cambio va a recuperar y criticar los procedimientos tópicos y por ello trasnochados de la inventio (Étienvre 1983; Aradra Sánchez 1997). Los repertorios de sinónimos, de estirpe francesa, suponen, pues, un desplazamiento de foco de la sinonimia desde la elocutio a la inventio, con lo que se subraya la distinción entre las ideas: 1. A la manera de los Synonymes François (1740) de Girard: idea común o principal frente a idea accesoria, en realidad algo no demasiado alejado del género próximo y diferencia específica de raigambre aristotélica. 2. Al modo de La Bruyère: “Entre toutes les différentes expressions qui peuvent rendre une seule de nos pensées, il n’y en a qu’une qui soit la bonne” (“Des ouvrages de l’esprit” , capítulo primero de Les Caractères ou les Mœurs de ce siècle, 1.ª ed. de 1688), que Capmany traduce en su Filosofía de la Elocuencia (1777) como “[e]ntre las diferentes palabras que pueden hacernos sensible un pensamiento, sólo una es la propria” (apud Étienvre 1983: 262). Quintiliano, traducidas al castellano, y anotadas segun la edición de Rollin, adoptada comunmente por las universidades y seminarios de la Europa, en obsequio de los que exercitan la eloquencia forense y del púlpito, y de los que están dedicados a la instrucción de la juventud (Madrid, Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de Beneficencia). El texto latino citado por López de la Huerta coincide hasta en la puntuación, lo que indica que se sigue la misma edición canónica para la época de Charles Rollin (probablemente Paris, 1774). La traducción es anónima, solo se indica como realizada por un padre de las Escuelas Pías que en realidad parecen ser dos, cuyos nombres reaparecen en la reedición de 1887: Ignacio Rodríguez de San José de Calasanz (1765-1808) y Pedro Sandier de San Basilio (1763-1812).

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La importancia conferida a la distinción de las ideas se incorpora incluso a la selección de algunos pares o series sinonímicos, como son el caso de “42. —Distinguir-separar” y de “104. — Diferencia-Diversidad-Variedad”. De este modo, Ramajo subraya que “[s]e distingue lo que no se quiere confundir: se separa lo que se quiere alejar. // Las ideas que de las cosas se hacen, las calidades que se le atribuyen, las consideraciones que se les tienen, y las marcas que tienen anexas ó que se les designan, sirven á distinguirlas. El arreglo, el sitio, el tiempo, el lugar sirven á separarlas” (Ramajo, 1825, s. v. 42. Distinguir-separar), y la diferencia se define así: “La diferencia supone una comparacion que el entendimiento hace de las cosas para tener de ellas ideas exactas que eviten la confusion” (Ramajo, 1825, s. v. 104. Diferencia-diversidad-variedad). Entonces, paradójicamente, los libros de sinónimos del siglo xviii y del xix, como el de Ramajo, en realidad no ofrecen tanto sinónimos absolutos como establecen distinciones casi filosóficas entre pares o series parasinonímicos, siendo las propias palabras expresión de las ideas claras y distintas que requería Descartes. Ello implica la búsqueda de la palabra precisa, lo que Flaubert llamará “le mot juste” en la propia tradición literaria francesa y que en nuestra tradición poética hispánica tiene una de sus últimas y más brillantes encarnaciones en Juan Ramón Jiménez, el cual exclamaba: “¡Intelijencia, dame / el nombre exacto de las cosas!” (Juan Ramón Jiménez, Eternidades 1916-1917, apud 1977: 136). 5. Conclusiones y discusión Esperamos haber mostrado la importancia del Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825) por Ramajo, o al menos haber llamado la atención por esta obra como continuación hasta ahora prácticamente desconocida del diccionario de sinónimos de López de la Huerta, casi decano (solo lo precede el de Dendo y Ávila), pero sin duda más señero y en todo caso clásico. Esta continuación ramajiana supone además una muestra más de la importancia y recepción positiva de la obra de López de la Huerta, y una confirmación por tanto de su bondad e impacto. Hemos podido observar que el Suplemento sigue claramente la estela y el espíritu de López de la Huerta, con el que le une personalmente la experiencia viajera y la profesión de secretario de Embajada, pero a la vez sin duda el Suplemento muestra las habituales e inevitables idiosincrasias ramajianas (ortográficas17, ideológicas, morales…).

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  Como nó adverbio de negación tildado (cf. Sáez Rivera 2015b: 116).

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Como tarea de futuro para otra ocasión proponemos efectuar una comparación sistemática del Suplemento con la obra modelo del Examen de López de la Huerta, para lo cual se necesitaría primero realizar una revisión detallada de la propia obra de Huerta. Merecería la pena también componer una edición moderna, con presupuestos filológicos y críticos, del Suplemento (al estilo de Alvar Ezquerra 1996), así como emprender un mayor y más profundo estudio de los libros españoles de sinónimos de los siglos xviii y xix partiendo de la buena base establecida por publicaciones como las de González Pérez (1994) y Rodríguez-Piñero Alcalá (2009), entre otros. Referencias bibliográficas Aguilar Piñal, Francisco (1983, 1989): Bibliografía de autores españoles del siglo xviii. Madrid: CSIC. Alvar Ezquerra, Manuel (1996): “Un inédito diccionario de sinónimos”, en Manuel Ezquerra (ed.): Estudios de historia de la lexicografía del español. Málaga: Universidad de Málaga, pp. 99-150. Aradra Sánchez, Rosa María (1997): De la retórica a la teoría de la literatura (siglos xviii y xix). Murcia: Universidad de Murcia. Badorrey Martín, Beatriz (2018): “José López de Huerta y Olivares”, en Real Academia de la Historia: Diccionario Biográfico electrónico. [consulta 19-11-2021]. Bajo Pérez, Elena (2000): Los diccionarios. Introducción a la lexicografía del español. Gijón: Trea. Coseriu, Eugenio (1998): “Tesis acerca del ‘significado’”, en Lexis, 22(1), pp. 83-86. Dascal, Marcelo (1998): “Types of polemics and types of polemical moves”, en Dialogue Analysis VI. Tübingen: Max Niemeyer, vol. 1, pp. 15-33. Esparza Torres, Miguel Ángel/Niederehe, Hans-Josef (2012): Bibliografía cronológica de la lingüística, la gramática y la lexicografía del español (BICRES). IV, Desde el año 1801 hasta el año 1860. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins. Étienvre, Françoise (1983): “Filosofía de la sinonimia en la España de las Luces”, en Anales de la Literatura Española, II, pp. 251-279. García Platero, Juan Manuel (2017): “Diccionarios de sinónimos y antónimos”, en Estudios de Lingüística del Español, 38, pp. 107-122. Glendinning, Nigel (1968): “Cadalso, López de la Huerta y ‘Ortelio’”, en Revista de Literatura, XXXIII(65-66), pp. 85-92. González Corrales, Leticia (2021): “López de la Huerta, José (1743-1809)”, en Manuel Alvar Ezquerra (dir.): Biblioteca Virtual de la Filología Española. [consulta 19-11-2021]. González Martínez, Juan Miguel (1988-1989): “La sinonimia: problema metalingüístico”, en Anales de Filología Hispánica, 4, pp. 193-210. González Pérez, Rosario (1994): “Sinonimia y teoría semántica en los diccionarios de sinónimos de los siglos xviii y xix”, en Revista Española de Lingüística, 24(1), pp. 39-48.

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Jiménez, Juan Ramón (1977): Antolojia poética. Edición de Vicente Gaos. Madrid: Cátedra. Lausberg, Heinrich (1967): Manual de retórica literaria: fundamentos de una ciencia de la literatura. Versión española de José Pérez Riesco. Madrid: Gredos, vol. 2. Lázaro Carreter, Fernando (1949): Las ideas lingüísticas en España durante el siglo xviii. Madrid: Instituto Miguel de Cervantes/CSIC. Levy, Bernard (1942): “Libros de sinonimia española”, en Hispanic Review, X(4), pp. 285-313. López de la Huerta, José (1789): Examen de la posibilidad de fixar la significacion de los Sinónimos de la lengua castellana. Viena: Ignacio Albé. Ludwig, Jörg (2014): “Manuel Pérez Ramajo in Dresden, 1798-1806”. Informe, Quality Content of Saxony (Qucosa). [consulta 18-1-2021]. Mateos, Abdón (2021): “Una dinastía de diplomáticos en la transición a la España liberal. Los Onís, 1760-1889”, en El Obrero. Periodismo Transversal. [consulta 19-1-2021]. Mora, José Joaquín de (1992 [1855]): Colección de sinónimos de la lengua castellana. Prólogo de Juan Eugenio Hartzenbusch. Edición y prólogo de Manuel Alvar Ezquerra. Madrid: Visor. Niederehe, Hans-Josef (2005): Bibliografía cronológica de la lingüística, la gramática y la lexicografía del español (BICRES III). Desde el año 1701 hasta el año 1800. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins. Pérez Galdós, Benito (2002 [1875]): Memorias de un cortesano de 1815. Madrid: Alianza. Pérez de Guzmán y Gallo, Juan (1902): Bosquejo histórico-documental de la Gaceta de Madrid. Madrid: Imprenta de la Sucesora de M. Minuesa de los Ríos. Quintiliano, M. Fabio (1799): Instituciones oratorias. Madrid: Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de Beneficiencia. Ramón Trives, Estanislao (1999): “El diccionario como texto”, en Pedro Luis Ladrón de Guevara Mellado, Giuseppina Mascali y Pablo Zamora Muñoz (eds.): Homenaje al profesor Trigueros Cano. Murcia: Universidad de Murcia, vol. 2, pp. 619-639. RAE (1815) = Real Academia Española (1815): Ortografía de la lengua castellana. 8.ª edición notablemente reformada y corregida. Madrid: Imprenta Real. RAE (2014) = Real Academia Española (2014): Diccionario de la lengua española. 23.ª ed. Madrid: Espasa. Regueiro Rodríguez, María Luisa (2010): La sinonimia. Madrid: Arco/Libros. Rey, Alain (1970): “Typologie génétique des dictionnaires”, en Langages 19(3), pp. 3-34. Rittwagen, Guillermo (191?): Sobre manuscritos marroquíes [Madrid, BNE, AFRGFC/148/23]. Rodríguez-Piñero Alcalá, Ana Isabel (2009): “El estudio de la parasinonimia en los siglos xviii y xix”, en José María García Martín (dir.): Las ideas y realidades lingüísticas en los siglos xviii y xix. Cádiz: Universidad de Cádiz, pp. 563-582.

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Sáez Rivera, Daniel M. (2011): “[Reseña de:] Regueiro, María Luisa, La sinonimia. Madrid: Arco/Libros, 2010, 94 pp.”, en Español Actual, 95, pp. 129-132. — (2015a): “Pérez Ramajo, Manuel Lozano (1772-1831)” [Ficha biobibliográfica], Biblioteca Virtual de la Filología Española (dir. Manuel Alvar Ezquerra). [consulta 19-11-2021]. — (2015b): “Un gramático, ortógrafo, lexicógrafo, poeta, periodista, traductor y cervantista olvidado de principios del siglo xix: Manuel Lozano Pérez Ramajo”, en María Luisa Calero/Carlos Subirats (eds.): Estudios de Lingüística del Español (ELiEs/IR), 36: Censuras, exclusiones y silencios en la historia de la lingüística hispánica, pp. 95160. [consulta 19-11-2021]. — (2015-2016): “Un manual olvidado de español para alemanes: Theoretisch-Praktische Lehre der Spanischen Sprache (Leipzig, 1806) de Manuel Pérez Ramajo”, en Ianua. Revista Philologica Romanica, 15-16, pp. 59-87. [consulta 19-11-2021]. — (2016): “Exilios interiores y exteriores de Manuel Pérez Ramajo: los manuscritos salmantinos y marroquíes”, en Fernando Durán López y Victoriano Gaviño (eds.): Estudios sobre filología española y exilio en la primera mitad del siglo xix. Madrid: Visor, pp. 421-451. — (2020): “Efectos del contacto lingüístico en las versiones y traducciones al español de los Nouveaux dialogues des morts (1683) de Fontenelle en los siglos xviii y xix”, en Boletín Hispánico Helvético, 35-36, pp. 123-165. — (2021): “Recepción y traducción de los Nouveaux dialogues des morts (1683) de Fontenelle en el español europeo y americano del siglo xix”, en Marc Zuili y Marie-Hélène Maux (eds.): Les traductions de la littérature espagnole en Europe (xvi e-xviiie siècle)/ Las traducciones de la literatura española en Europa (siglos xvi-xviii). Paris: L’Harmattan, pp. 243-276. Salvador, Gregorio (1983): “Sí hay sinónimos”, en Semántica y lexicología del español. Madrid: Paraninfo, pp. 51-66. Tamayo, Juan Antonio (1945): “Fortuna de un libro sobre sinónimos españoles: El «Examen» de López de la Huerta”, en Bibliografía Hispánica, IV(4), pp. 242-253. Yeves Andrés, Juan Antonio (1988): Manuscritos españoles de la Biblioteca Lázaro Galdiano. T. I. Madrid: Ollero & Ramos/Fundación Lázaro Galdiano. Zapico, Martín/Vivas, Jorge (2015): “La sinonimia desde una perspectiva linguístico-cognitiva. Medición de la distancia semántica”, en Onomázein, 32, pp. 198-211.

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Anexo: lemario del Suplemento a los sinónimos de Huerta (1825)18 [1.º] Accion=Acto. 2=Deber=Obligacion. 3=Situacion=Estado. 4=Satisfecho–Contento. 5_Lícito=Permitido. 6_Destreza=Doble=Finura=Astucia=Ar-/ tificio 7_Maligno, Malo, Malvado, Malicioso. 8_Hacer=Obrar. 9_Respuesta–Replica. 10_Durable–Constante. 11–Grave-Serio. 12–De buena gana, de buena voluntad. 13–Adivino–Profeta. 14–Vigoroso–Fuerte-Robusto. 15–Vicioso-Arrebatado. 16–Apócrifo–Supuesto. 17–Valor–Precio. 18–Severidad–Rigor. 19.–Exterior–Apariencia. 20–Interior–Interno–Intrínseco. 21–Orden-Regla. 22–Ver–Mirar. 23–Vision–Aparicion. 24_Cuestionar–Interrogar–Preguntar. 25–Es preciso–Es necesario–Se debe. 26–Consentir–Adherir–Acordar. 27. Corregir–Reprender–Echar reprimenda. 28–Fin–Mira–Designio. 29.–Obligar–Empeñar. 30–Diligente–Expedito–Pronto. 31–Lisonjero–Adulador. 32.–Vivir–Habitar. 33.–Evadirse–Escaparse–Huir [tachado:se]. Huir.

34–Efectivamente–En efecto. 35.–Infiel–Pérfido. 36. Hombre de bien-Hombre de honor-/ Hombre honrado. 37. Contravencion–Desobediencia. 38.–Energia–Fuerza. 39.–Siempre–Continuamente. 40–Muchas veces–Frecuentemente. 41.–Antiguamente–En otro tiempo. / Otras veces 42.–Distinguir–Separar. 43.–Desdicha-Accidente-Desastre. 44. Sufrir–Soportar. 45–Tolerar–Sufrir–Permitir. 46.–Utilidad–Provecho–Ventaja. 47–Increíble–Paradoxa. 48.–Excusa–Perdon. 49–Fatal–Funesto. 50-Cansar–Fatigar. 51.–Futuro–Venidero. 52.–Momento–Instante. 53.–Materia–Objeto. 54–Convenio–Consentimiento–Acuerdo. 55.–Buenas Acciones–Buenas Obras. 56.–Borrar–Rayar. 57.–Decidir–Juzgar. 58.–Castidad–Continencia. 59.–Luxuria–Lubricidad–Lascivia. 60–Altanero-Altivo. 61.–Restos–Escombros–Ruinas. 62.–Correccion–Exactitud. 63.–Cobarde–Collon. 64.–Impolítico-Grosero-Rústico. 65.–Valor–Animo. 66–Fino–Delicado. 67.–Aniquilar(anonadar) Destruir.

18   Transcripción paleográfica, conservo grafías, acentuación y puntuación (incluso en pequeñas variantes del tipo de guion, corto, largo como raya, doble o bajo). Empleo barra oblicua para indicar cambio de línea, y añado entre corchetes enmiendas o comentarios, siendo marcado el tipo de comentario en cursiva.

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68.–Decadencia–Ruina. 69.–Nuevo–Reciente. 70.–Nombrar-Llamar. 71–Hallar-Encontrar. 72–[tachado: Habito / Uso] Hábito. [suprascrito: Costumbre] 73.–Glosa-Comentario. 74–Negocio-Comercio-Tráfico. 75.–Prerogativa-Privilegio. 76.–A cubierto-Al abrigo. 77.–Socorrer–Ayudar–Asistir. 78.–Signo-Señal. 79.–Via–Medio. 80.–Unico–Solo. 81–Volúmen–Tomo. 82–Vestigios–Trazas. 83.–Relacion-Analogia. 84_Alargar–Prolongar–Prorogar. 85.De todos lados–De todas partes. 86.–Vanamente-Inútilmente-En vano. 87.–Para – A fin de. 88.–Ocio-Ociosidad. 89.–Eclipsar–Obscurecer. 90.–Complacer–Agradar. 91.–Circunstancia–Coyuntura. 92–Burla–Chanza–Juguete (juego) 93–Abdicar-Hacer dimision 94–Escoger-Elegir. 95.–Imitar–Copiar–Remedar. 96.–Escritor–Autor. 97.–Citar-Alegar. 98.–Notar–Observar. 99.–[tachado: Habil] [suprascrito: Apto]– Capaz. 100–Capacidad–Aptitud. 101.–Gozo–Alegria. 102–Entero–Completo. 103.–Viveza–Prontitud. 104–Diferencia–Diversidad-Variedad. 105.–Variacion-Variedad. 106.–Variacion–Mudanza. 107–Recibir–Aceptar. 108.–Afirmar-Asegurar. 109.-Diferencia-Desigualdad-Disparidad.

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110.-Disputa-Altercado-Contextacion [sic]-Debate. 111.–Envidiar–Tener envidia. 112.–Débil–Inconstante–Ligero– / Voluble–Indiferente. 113.–Breve–Corto–Sucinto. 114–Uso-Costumbre. 115.–Escoger–Hacer eleccion. 116.–Afrenta–Insulto–Ultrage. 117.–Desvergonzado-Audaz-Atrevido. 118.–Emblema–Divisa. 119.–Guardar–Retener. 120.–Realizar-Efectuar–Executar. 121.- Imaginar–Imaginarse. 122. Azar [suprascrito: Hado]-Fortuna-Suerte-Destino. 123.-Defender–Sostener–Proteger. 124.–Ininteligible–Inconcebible–Incomprensible. 125.-Insuficiencia-Incapacidad-Inaptitud. 125 [bis]-Usurpar–Invadir–Apoderarse. 126.– Sano-Saluble-Saludable. 127.–Maltratar–Tratar mal. 128.– Creencia–Fe. 129.–Ser–Existir–Subsistir. 130.–Sencillo–Natural. 131.–Faz–Superficie. 132.–Ayre–Semblante–Fisonomia. 133.–Apesar de [suprascrito: Contra-] -No obstante. 134 –Continuar–Perseverar–Persistir [vacío] 135.–Ordinario–Comun–Vulgar–Trivial. 136.–Experiencia–Ensayo–Prueba. [muy incompleto] 137.–Sorprender–Engañar. 138–Excitar–Incitar–Provocar [vacío] 139–Indolente + [suprascrito: + Dexado]– Perezoso–Negligente. 140. Declarar–Descubrir–Manifestar–/ Revelar. [vacío] 141.– Enemigo–Adversario–Antagonista. [vacío] 142–Acontecimiento–Accidente–Aventura. [vacío]

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143.–Llamar–Evocar–Invocar. [vacío] 144.– Devolver–Restituir. [vacío] 145.–Complicado–Implicado. [vacío] 146.–Antro–Caverna–Gruta. [vacío] 147._Firmeza–Constancia. [vacío] 148 –Contento. Satisfaccion. [vacío] 149–Derogacion–Abrogacion. [vacío] 150.–Finura–Delicadeza. [vacío] 151.– Grave–Serio. [vacío]

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LOS AUTORES

María Elena Azofra Sierra es licenciada en Filología Clásica (Universidad Complutense de Madrid, UCM) e Hispánica (Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED), y doctora en Filología con una tesis de Historia de la lengua. Actualmente ejerce docencia como profesora titular de Lengua española en la UNED. Su labor de investigación se ha desarrollado preferentemente en dos campos: la morfosintaxis histórica y la evolución del léxico; entre sus intereses destacan la evolución de adverbios y de marcadores discursivos, por un lado, y la escritura elaborada del español preclásico, por otro. Autora del libro Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica (2009), ha escrito también numerosos artículos de investigación en revistas especializadas y volúmenes colectivos, fruto de su participación en diversos proyectos de investigación nacionales e internacionales; entre ellos cabe destacar el extenso capítulo monográfico sobre adverbios deícticos temporales en la Sintaxis histórica. Tercera parte (2014), coordinada por Concepción Company. Florencio del Barrio de la Rosa, doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Valladolid, es profesor titular de Lengua Española en la Università Ca’ Foscari de Venecia (Italia). Ha pronunciado conferencias e impartido seminarios en distintas universidades europeas, así como en la Xi’an International Studies University (China) y en la George Mason University (Estados Unidos). La morfosintaxis histórica del español y las consecuencias del cambio lingüístico en la formación de esta lengua constituyen uno de los focos principales de su investigación. Se ocupa también del análisis de aspectos morfológicos, sintácticos y léxicos de la lengua española desde una perspectiva sincrónica y contrastiva. En 2018 ha publicado el volumen Espacio variacional y cambio lingüístico en español. Irene Bello Hernández es profesora ayudante en el Departamento de Lengua Española y Teoría de la Literatura de la Universidad Complutense de Madrid. Pertenece a los grupos de investigación Lexicografía e Historia (LexHis), de la Universidad de La Laguna, e Historia de la lengua española e historiografía lin-

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güística, de la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad se encuentra realizando una tesis doctoral sobre las formas de tratamiento pronominal y nominal en documentación canaria del siglo xviii. Sus principales líneas de investigación son la historia de la lengua y la sociolingüística y pragmática históricas, con especial interés en la teoría de los actos de habla y las formas de tratamiento en determinadas variedades del español. También ha llevado a cabo algún trabajo en el ámbito de la lexicología histórica del español. Renata Enghels es profesora titular de Lingüística Hispánica y Románica en la Universiteit Gent (Bélgica). Sus intereses de investigación se centran principalmente en la lingüística de corpus, la lingüística (románica) contrastiva y el marco cognitivo y funcional. Tiene un interés particular en los patrones de complementación, los verbos cognados cuasi sinónimos en las lenguas románicas, los procesos de gramaticalización, subjetivación y construccionalización, marcadores pragmáticos y el cambio de código español-inglés. Desde 2015 dirige un amplio proyecto de trabajo de campo de recogida de datos conversacionales del español que ha dado lugar a la elaboración del corpus CORMA (Corpus del Español hablado en Madrid). También actúa como coordinadora del grupo de investigación CROS (Crossing the border between English and Spanish), una alianza interuniversitaria entre la Universiteit Gent y la Vrije Universiteit Brussel. Patricia Fernández Martín es licenciada en Filología Hispánica y doctora en Lengua Española (UCM), con una tesis doctoral titulada “Perífrasis verbales en el español clásico (1519-1656): novela picaresca, género epistolar y crónicas de Indias”. También es licenciada en Lingüística (Universidad Autónoma de Madrid, UAM) y Antropología Social y Cultural (UNED), y graduada en Filosofía (UNED). Asimismo, tiene un máster en Investigación en Lengua Española (UCM) y otro en Enseñanza del Español como Lengua Extranjera (Universidad Nebrija). Sus líneas de investigación abarcan en esencia la gramática histórica del español y la enseñanza del español, tanto en contextos de primeras lenguas como en contextos de segundas lenguas. Dentro de la primera, ha propuesto desde la lingüística cognitiva un concepto de perífrasis verbal del español que se ha plasmado en numerosas publicaciones. En la actualidad trabaja en el Departamento de Filologías y su Didáctica de la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la UAM. María Lourdes García-Macho Alonso de Santamaría es licenciada en Filología Románica por la Universidad de Salamanca, con Premio Extraordinario de Licenciatura, y doctora por la misma Universidad con la calificación de sobresaliente cum laude por unanimidad. Actualmente es catedrática de Lengua Española

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en la UNED. Ha sido profesora invitada en universidades españolas y extranjeras. Autora de unos setenta artículos y veinte libros, de los cuales dos figuran en Travaux de Sémantique et Herméneutique, Louvain-La-Neuve y en Georg Olms, Alemania. Ha participado como investigadora principal en varios proyectos nacionales e internacionales. Trabaja y colabora con otras universidades extranjeras: Ann Arbor (Estados Unidos), Queen Mary and Westfield College (Londres) o Pisa (Italia); con esta última, en concreto con el CNR/ILC, trabaja en la elaboración del Diccionario de la navegación del Siglo de Oro. José Luis Girón Alconchel es catedrático emérito en el Departamento de Lengua Española y Teoría de la Literatura de la UCM. Investigador principal de varios proyectos Programes, es autor de numerosos estudios sobre morfología y sintaxis históricas del español, historia de la lengua española, historia de la lingüística española y análisis histórico del discurso y de ediciones de diversos textos medievales españoles como el Cantar de Mio Cid y el Libro de Buen Amor. Ha coordinado con Daniel M. Sáez Rivera y con Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga los volúmenes Procesos de gramaticalización en la historia del español (2014) y Procesos de textualización y gramaticalización en la historia del español (2018), ambos publicados en la editorial Iberoamericana/Vervuert. Rosario González Pérez, licenciada en Filología Hispánica (1985) y doctora en Lingüística Hispánica (1990) por la UCM, es profesora titular de Lengua Española en el Departamento de Filología Española (Facultad de Filosofía y Letras) de la UAM. Ha desarrollado su trabajo en otras universidades nacionales (Universidad de La Laguna), extranjeras (Università del Salento, Università degli Studi di Roma “La Sapienza”) y en distintos ámbitos académicos (departamento de Lexicografía de la Real Academia Española). Desde su tesis, arranca una trayectoria de investigación orientada hacia la semántica léxica del español (sincronía y diacronía), el análisis del discurso, la pragmática y la lexicografía del español. Ha participado como colaboradora en la vigésima primera edición del diccionario usual de la RAE. Sus trabajos han aparecido en revistas como el Boletín de la Real Academia española, la Revista Española de Lingüística, Oralia o RILCE. Anton Granvik defendió su tesis doctoral titulada “De de: estudio histórico-comparativo de los usos y la semántica de la preposición de en español” (2012) en la Universidad de Helsinki, tras realizar estudios de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad es profesor titular de Lengua española en el Departamento de Lenguas de la Universidad de Helsinki. Su interés investigador se centra en la historia del español, especialmente sintaxis histórica y gramaticalización, y en lingüística cognitiva (semántica histórica, polise-

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mia, sinonimia y teoría de prototipos). Entre sus publicaciones destacan trabajos sobre las locuciones prepositivas y conjuntivas; entre los más recientes, destacan “Hablando de, sobre y acerca de la gramaticalización y la lexicalización: panorama diacrónico de las relaciones entre preposiciones y locuciones prepositivas dentro del campo semántico de tema/asunto” (2014) y “The development of the conditional caso construction in Spanish” (2018). Francisco Javier Herrero Ruiz de Loizaga es catedrático en el Departamento de Lengua Española y Teoría de la Literatura de la UCM. Su investigación se centra en la historia de la lengua española, especialmente en sintaxis histórica, semántica histórica y análisis del discurso, materias en las que ha publicado diversos estudios, entre los que podemos destacar la monografía Sintaxis histórica de la oración compuesta en español (2005), el extenso capítulo dedicado a la conjunción que en la Sintaxis histórica. Tercera parte (2014), coordinada por Concepción Company, y numerosos estudios sobre la gramaticalización de diversos elementos en la historia del español. Es editor en Iberoamericana/Vervuert de Procesos de textualización y gramaticalización en la historia del español (2018, con J. L. Girón Alconchel y D. M. Sáez Rivera) y Gramaticalización, lexicalización y análisis del discurso desde una perspectiva histórica (2021, con D. M. Sáez Rivera, P. Fernández Martín y A. Duttenhofer). Daniel M. Sáez Rivera es profesor titular en el Departamento de Lengua Española y Teoría de la Literatura en la UCM. Licenciado en Filología Hispánica y Filología Románica, y doctor en Lengua Española con Premio Extraordinario de Doctorado por la UCM. Sus intereses investigadores son amplios: historia de la lengua española (morfosintaxis y pragmática históricas, historia del léxico), historiografía lingüística (gramaticografía y lexicografía históricas), sociolingüística y lingüística aplicada. Autor de más de cien publicaciones, en Iberoamericana/Vervuert ha editado Procesos de gramaticalización en la historia del español (2014, con J. L. Girón Alconchel), Procesos de textualización y gramaticalización en la historia del español (2018, con J. L. Girón Alconchel y con F. J. Herrero Ruiz de Loizaga) y Gramaticalización, lexicalización y análisis del discurso desde una perspectiva histórica (2021, junto con F. J. Herrero Ruiz de Loizaga, P. Fernández Martín y A. Duttenhofer).

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