Urbanismo ecológico. Volumen 1. ¿Por qué urbanismo ecológico? ¿Por qué ahora?
 9788425228001, 842522800X

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Urbanismo ecológico ¿por qué urbanismo ecológico (...)
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¿Por qué urbanismo ecológico? ¿Por qué ahora?
La ciudad es tan vasta, y tenemos tanto que decirnos.

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¿Por qué urbanismo ecológico? ¿Por qué ahora? Mohsen Mostafavi

Preámbulo – La población mundial continúa creciendo, y el resultado es una constante migración desde las zonas rurales a las urbanas. El incremento de la población y del número de ciudades va unido a una mayor explotación de los recursos limitados del planeta. Año tras año, más ciudades se ven afectadas por los efectos devastadores de esta situación. ¿Qué podemos hacer para revertirla? ¿De qué medios disponemos como proyectistas para sortear esta desafiante realidad? Desde hace décadas, un sinfín de fuentes vienen advirtiéndonos sobre las dificultades a las que nos enfrentamos nosotros y el medio ambiente. El Informe Brundtland de 1987, los estudios científicos sobre el impacto del calentamiento global y las súplicas del exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, han dejado huella. Sin embargo, la creciente preocupación por el medio ambiente se corresponde también con cierto escepticismo y resistencia. Estados Unidos no solo no ratificó el Protocolo de Kioto, sino que, junto con Canadá y varios países del golfo Pérsico, es uno de los mayores consumidores de recursos energéticos per cápita. Ante su incapacidad de llegar a un acuerdo legalmente vinculante, el fracaso de la Cumbre de Copenhague confirmó la envergadura de los retos que se nos presentan. Puede que el concepto de un “planeta vivo” sea solo un sueño lejano, no solo para quienes más daño hacen al medio ambiente, sino para todo el mundo. Por supuesto, los arquitectos llevan tiempo siendo conscientes de esta situación, aunque la proporción de quienes están comprometidos con las prácticas sostenibles y ecológicas siga siendo pequeña. Hasta hace poco, buena parte de las obras producidas bajo el estandarte de la arquitectura sostenible era de muy baja calidad. Los primeros ejemplos se centraron principalmente en torno a la capacidad de generar energía con tecnologías rudimentarias y al reciclaje de desperdicios. La arquitectura sostenible, rudimentaria de por sí, a menudo entrañaba un estilo de vida alternativo de renuncia y desprovisto de muchos

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placeres. Todo esto ha cambiado, y sigue cambiando. Las prácticas de diseño sostenible comienzan a filtrarse en las vertientes principales de la profesión. En Estados Unidos, la certificación LEED –el estándar nacional para la evaluación de edificios sostenibles– está aplicándose de forma cada vez más generalizada. Aun así, persiste el problema de que el imperativo moral de la sostenibilidad y, con ello, del diseño sostenible, tiende a suplantar los aportes disciplinares, de modo que no siempre se considera que el diseño sostenible sea excelente o innovador. Esto, a su vez, sigue suscitando escepticismo y siendo causa de tensiones entre quienes promueven el conocimiento disciplinar y quienes abogan por la sostenibilidad, a no ser que seamos capaces de desarrollar nuevos modos de pensar el diseño de manera que este pueda contribuir a ambos campos. Un segundo tema es el de la escala. Buena parte del trabajo desarrollado por los arquitectos especializados en sostenibilidad ha tenido un alcance relativamente limitado. Por poner un ejemplo, la certificación LEED se ocupa sobre todo del objeto arquitectónico, pero no de la infraestructura de mayor escala que tiene que ver con el territorio de nuestras ciudades. Puesto que los retos de la urbanización acelerada y los recursos globales limitados se han vuelto mucho más urgentes, existe la necesidad de encontrar alternativas de diseño que nos permitan considerar la gran escala de un modo diferente a como hemos venido haciéndolo hasta ahora. Como lugar en el que se producen complejas relaciones –económicas, políticas, sociales y culturales–, lo urbano necesita de un rango igualmente complejo de perspectivas y políticas capaces de responder a las situaciones actuales y sus posibilidades futuras. El objetivo de este libro es proporcionar un marco de referencia que, al unir ecología y urbanismo, pueda ofrecernos el conocimiento, los métodos y las claves de lo que puede ser lo urbano en años venideros.

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La ciudad es tan vasta, y tenemos tanto que decirnos. François Périer a Giulietta Masina en Las noches de Cabiria (1957), de Federico Fellini.1

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¿Urbanismo ecológico? – ¿No parece esto un oxímoron? ¿Cómo puede ser que la ciudad, con su infinidad de mecanismos de consumo –que devora energía y demanda insaciablemente alimentos–, sea algún día ecológica? En cierto sentido, el “proyecto del urbanismo” –si es que podemos llamarlo así– va en contra de la ecología, cuyo énfasis en la interrelación entre entorno y organismos invariablemente excluye a la intervención humana. Y aun así, resulta relativamente fácil imaginar una ciudad que sea más cuidadosa con el uso de los recursos de lo que hoy es la norma, una ciudad más eficiente energéticamente en sus operaciones diarias, como un coche híbrido. Pero ¿es esto suficiente? ¿Basta con que los arquitectos, los paisajistas y los urbanistas conciban el futuro de sus diferentes disciplinas en términos de articulación y construcción de un entorno más eficiente energéticamente? Porque, por más importante que en la actualidad sea la cuestión energética, el énfasis sobre la cantidad –o en la reducción del consumo energético– enturbia su relación con el valor cualitativo de las cosas. En otras palabras, tenemos que considerar la fragilidad del planeta y sus recursos como una oportunidad para especular sobre las innovaciones del diseño más que como una vía para la legitimización técnica que promueva soluciones convencionales. Por extensión, los problemas a los que se enfrentan nuestras ciudades y regiones se convertirían entonces en oportunidades para definir una nueva postura. Imaginar un urbanismo diferente al existente precisa de una nueva sensibilidad, capaz de incorporar las contradicciones inherentes entre la ecología y el urbanismo. Este es el territorio del urbanismo ecológico. Tres narrativas – Existen grandes evidencias a nuestro alrededor del alcance del reto al que nos enfrentamos. Hace pocos años, una sola tirada del periódico británico The Guardian incluía casualmente tres artículos que trataban sobre asuntos esenciales de la sostenibilidad.2 Reportajes como estos son ahora moneda de cambio en nuestras lecturas diarias y se han convertido ya en una norma, más que en una excepción. El primero de esos artículos, escrito por la periodista política Naomi Klein, indagaba en las conexiones que existían entre la invasión de Irak y el boom de petróleo en la provincia canadiense de Alberta. “Desde hace cuatro años, Alberta e Irak han estado conectados por una especie de balancín invisible. Mientras arde ¿Por qué urbanismo ecológico?

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Bagdad, desestabilizando toda la región y disparando los precios del petróleo, Calgary va viento en popa”, escribe Klein. Su artículo nos ofrece un atisbo del enorme territorio que está estropeando la búsqueda de petróleo. Alberta cuenta con “grandes depósitos de bitumen, un mejunje negro como el alquitrán que es una mezcla de arena, arcilla, agua y petróleo [...], unos 2,5 billones de barriles de esta sustancia, las reservas de hidrocarburos más grandes del mundo”. Los procesos para convertir esa arena bituminosa en crudo son tan complejos como costosos. Uno de los métodos requiere explotaciones a cielo abierto, para lo que es necesario allanar grandes extensiones de bosque y quitar el mantillo antes de que enormes máquinas, especialmente diseñadas para la excavación del bitumen, lo viertan en los remolques de los camiones de dos niveles más grandes del mundo. Más tarde se diluye la brea mediante un proceso químico y se la remueve hasta que el petróleo sube a la superficie, mientras se echan los desechos y los residuos a unos estanques que, según Klein, son más grandes que los lagos naturales de la región. Otra forma de extracción consiste en perforar el terreno con grandes tuberías que inyectan vapor hasta el fondo de la tierra para derretir la brea antes de que otro caño la conduzca a través de las varias fases de refinamiento. Ambos procesos son muchísimo más caros que la extracción convencional del petróleo, y generan entre tres y cuatro veces más gases de efecto invernadero. Pese a ello, tras la invasión de Irak se volvieron económicamente viables, y como resultado Canadá se puso por delante de Arabia Saudí como principal exportador de petróleo a Estados Unidos. El “éxito” de esta iniciativa llevó a que el Pembina Institute, un think-tank sin ánimo de lucro que promueve soluciones energéticas sostenibles, advirtiera que una superficie de bosque boreal, del tamaño del estado de Florida, está en peligro. Más recientemente, el Pembina Institute y Ecojustice han presentado pruebas documentadas de los efectos dañinos que las arenas de alquitrán estaban produciendo en los recursos de agua dulce de Alberta. El alcance de este desastre medioambiental, que abarca tierra, aire y agua –todo ello para conseguir un petróleo relativamente económico para el consumidor e importantes beneficios para las compañías petroleras– constituye un recordatorio de la urgente necesidad que tienen las futuras conurbaciones de descubrir y diseñar modos alternativos y eficientes de explotar sus recursos energéticos. 10

El segundo artículo trataba sobre la construcción en Bombay de una residencia en altura para Mukesh Ambani, uno de los grandes magnates indios y director del Reliance Group, la mayor empresa privada de la India. El edificio, bautizado como Antilla por una isla mítica, tiene una altura equivalente a una torre de setenta plantas. Además de albergar a Ambani, su madre, su esposa y sus tres hijos y a un personal de servicio compuesto por seiscientas personas, cuenta con su propio helipuerto, gimnasio y seis plantas de párking. La mudanza de la familia desde su residencia actual, de apenas 14 plantas, se ha visto adicionalmente impulsada por el crecimiento acelerado de la economía india y por la rivalidad creciente entre Mukesh Ambani y su hermano. Según Praful Bidwai, un columnista local que cita el artículo, “existe un malestar creciente ante este tipo de gastos absurdos”, mientras el abismo entre ricos y pobres se vuelve ya obsceno. Hasta el nombre de la “casa” sugiere una idea de distanciamiento y un deseo de autonomía respecto del resto de la ciudad de Bombay. ¿Pero tenemos acaso alguna capacidad para intervenir en los recursos que nuestras ciudades tienen que ofrecer? ¿Cuáles son las pautas para evaluar el impacto que un edificio tiene en la ciudad, no solo en función de su apariencia estética, sino también de su comportamiento ético? La tercera historia trataba sobre la producción de una película, Grow Your Own (2007), que narra las peripecias de un grupo de personas que buscan asilo político mientras cultivan sus huertos urbanos en una zona marginal de Liverpool. La película se inspira en la investigación de la psicoterapeuta Margrit Ruegg, quien administra un centro de apoyo para refugiados. Su experiencia ha demostrado los beneficios físicos y terapéuticos de la jardinería. “Muchos [refugiados] han dejado sitios como Somalia, Angola y los Balcanes en circunstancias horrorosas”, comenta Carl Hunter, uno de los productores de la película. “La guerra les privó de sus hogares, de sus familias y, en muchos casos, hasta de sus identidades. La experiencia de Margrit fue que, recluidos en un cuarto con un escritorio y una silla, los refugiados se cohibían. Sin embargo, cuando tuvo la idea de darle a cada uno de los refugiados una pequeña parcela de tierra, con el tiempo fueron capaces de abrirse a ella”. La historia de estos huertos no se limita simplemente a las vidas de los refugiados, sino que se entreteje con la vida de la comunidad local, con las tensiones y los conflictos que pueden suscitarse entre personas con ante¿Por qué urbanismo ecológico?

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cedentes culturales y étnicos diversos. Al cultivar sus verduras en los huertos, unos junto a otros, los participantes son capaces de construir, de un modo modesto y sin sentimentalismos, un terreno colaborativo y productivo para la comunicación y la integración. Estas tres historias son facetas de las múltiples realidades que forman nuestras acciones, como individuos o como grupo, en el contexto de la esfera urbana contemporánea. Tomadas en su conjunto, refuerzan el argumento de Gregory Bateson, según el cual, y a diferencia de lo que afirma la teoría darwiniana de la selección natural, “la unidad de supervivencia es la suma de organismo y entorno”.3 Una articulación más amplia de las ideas de Bateson puede encontrarse en Las tres ecologías de Félix Guattari, un manifiesto conciso, aunque profundo, de una aproximación global y relacional de nuestro entendimiento de las cuestiones ecológicas. El concepto eticopolítico de “ecosofía” de Guattari se desarrolla a través de tres “registros” ecológicos (entorno, relaciones sociales y subjetividad humana). Como Bateson, Guattari hace hincapié en el papel que desempeñan los humanos en relación con las prácticas ecológicas y, en su opinión, la respuesta adecuada a la crisis ecológica solo puede darse a una escala planetaria, “a condición de que se realice una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los bienes materiales e inmateriales”.4 Uno de los aspectos más importantes del argumento de Guattari tiene que ver con las interrelaciones entre las responsabilidades del individuo y las acciones de grupo. Un énfasis en el papel que la “problemática ecosófica”, como manera de conformar la existencia humana en nuevos contextos históricos, conduce a una reformulación del “sujeto”. A diferencia de su concepción cartesiana, que lo define exclusivamente en función de su pensamiento, el nuevo sujeto consta de “componentes de subjetivación” que interactúan con “territorios de existencia” reales; es decir, con la esfera cotidiana de la vida y la acción. Estos procesos alternativos de subjetivización no tienen sus raíces en la ciencia, sino que parten de un nuevo paradigma “eticoestético” como su principal fuente de inspiración. La posición de Guattari, desarrollada a fines de la década de 1980, es tanto una crítica con el estructuralismo/posmodernismo despolitizado, que nos ha “acostumbrado a una visión del mundo agotada por el significado de la intervención humana”, 14

La ciudad históricamente formada se deja de vivir, se deja de aprehender prácticamente y queda solo como objeto de consumo cultural para turistas y para el esteticismo, ávidos de espectáculos y de lo pintoresco. Incluso para los que buscan comprenderla cálidamente, la ciudad está muerta. Sin embargo, “lo urbano” persiste en un estado de actualidad dispersa y alineada, de germen, de virtualidad. Lo que la vista y el análisis perciben sobre el terreno puede pasar, en el mejor de los casos, por la sombra de un objeto futuro en la claridad de un sol de levante. Imposible concebir la reconstitución de una ciudad antigua: solo es posible la construcción de una nueva ciudad, sobre nuevas bases, a otra escala, en otras condiciones, en otra sociedad. Ni marcha atrás (hacia la ciudad tradicional) ni huida adelante, hacia la aglomeración colosal e informe: esa es la norma. En otros términos, por lo que respecta a la ciudad, el objeto de la ciencia no está dado. El pasado, el presente, lo posible, no se separan. El pensamiento estudia simplemente un objeto virtual. Y ello impone procederes nuevos. Henri Lefebvre, 1968.5

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como un proyecto ético y estético que promueve la “reconfiguración de los objetivos de la producción de activos tangibles e intangibles”. Si se aplicara una postura tan radical a la esfera urbana produciría una práctica de diseño ecológico que no solo tuviera en cuenta la fragilidad del ecosistema y las limitaciones de los recursos, sino que fuese capaz de concebir estas condiciones como el fundamento mismo para una nueva forma de imaginación creativa. Si atendemos a la sugerencia de Guattari de que los efectos de la “problemática ecosófica” definen una nueva forma de existencia humana, podremos considerar el impacto que tiene el paradigma ecológico no solo para nosotros y nuestras acciones sociales con respecto al medio ambiente, sino también sobre el desarrollo de las disciplinas que nos proporcionan los marcos de referencia para conformar nuestro entorno. Toda disciplina tiene la responsabilidad constante de recrear sus propias condiciones de progreso (sus propias inestabilidades), y en la actualidad resulta valioso reconocer que tenemos la oportunidad única de reconsiderar el núcleo de las disciplinas que nos ayudan a pensar sobre el fenómeno de lo urbano: el urbanismo y el diseño urbano. Los usos prevalentes de la práctica de proyecto han demostrado una capacidad limitada para responder a la crisis ecológica y para adaptar las formas de pensar establecidas. En este contexto, el urbanismo ecológico puede entenderse como un medio para proporcionar al desarrollo urbano una serie de sensibilidades y prácticas que nos permitan refinar nuestras posturas. Con ello no queremos decir que el urbanismo ecológico sea una práctica de diseño absolutamente novedosa y singular, sino, más bien, que utiliza una multiplicidad de métodos, herramientas y técnicas, tanto antiguos como nuevos, en un marco interdisciplinario y colaborativo en relación con el urbanismo, pero desarrollado a través de la lente de la ecología. Estas prácticas deben dirigirse a la adaptación de las condiciones urbanas presentes, así como a los planes para nuestras ciudades futuras. Al reconocer los valores productivos del urbanismo ecológico en las relaciones entre la realidad y el proyecto, pensamos que sus métodos incluyen la retroalimentación recíproca que Henri Lefebvre designó como “transducción”.6 Tomemos, por ejemplo, la Promenade Plantée de París, precursora de la High Line neoyorquina, donde una línea ferroviaria en desuso fue transforma18

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da (reutilizada) como un parque urbano que atraviesa una variedad de situaciones y posibilidades. Dada la topografía ondulante de la ciudad, el paseo ofrece una relación en sección que cambia constantemente respecto al entorno. Como resultado, el parque genera una experiencia diferente de la ciudad si se compara, por ejemplo, con un bulevar parisino. Esto se consigue al descubrir y construir fuertes yuxtaposiciones y contrastes que incluyen la experiencia de la ciudad desde distintas líneas de horizonte. Este tipo de reciclaje urbano de los vestigios de la ciudad industrial saca partido de lo inesperado y del contexto que proporciona el lugar que necesita rehacerse, algo muy lejano a una tabla rasa. En esos casos, el propio lugar funciona como un dispositivo mnemotécnico para construir lo nuevo, y el resultado es una suerte de equilibrio entre el terreno, lo construido y las experiencias participativas de los usuarios. Otros ejemplos de este tipo de desarrollo incluyen el concurso de Downsview en Toronto y la zona del Fórum en el Parc del Litoral de Barcelona, de Ábalos & Herreros, donde la infraestructura y el espacio público se combinan al yuxtaponer una planta para el tratamiento de desechos con una playa nueva creada sobre rellenos artificiales. Otro referente para los proyectos contemporáneos de este tipo es el proyecto, no construido, que OMA presentó para el concurso del parque de La Villette de París. Los arquitectos aseguran que su propuesta de 1982 era menos un parque, y algo más parecido a un “método” que combinaba “la inestabilidad programática y la especificidad arquitectónica”,7 condiciones a partir de las cuales poder generar el parque en cuestión. En esencia, el proyecto tenía por propósito tumbar sobre uno de sus lados la sección del Down Town Athletic Club de Manhattan para crear un rascacielos con un programa abigarrado y distribuido horizontal en lugar de verticalmente. Este proceso también conllevó repensar la relación entre la arquitectura y el paisaje mediante la supresión de la tridimensionalidad de la arquitectura.8 Tampoco es casual que el proyecto de OMA para el parque de La Villette rinda homenaje a otro proyecto teórico, la Broadacre City de Frank Lloyd Wright. Sin embargo, mientras Wright propuso cultivar la superficie del país para proporcionar a cada individuo una porción dispersa y equitativa de tierra, el énfasis de OMA en la congestión demanda una agrupación (interacción) más que una separación. Broadacre City es una manifestación de 20

la antiurbanidad, mientras que el “parque” de OMA superpone urbanismo y artificio paisajístico. Los procedimientos operativos de proyecto llevados a cabo por OMA –o por el propio Bernard Tschumi en la propuesta ganadora de La Villette, que acabó construyéndose– insinúan el potencial de un proyecto eticoestético que aúna arquitectura, paisajismo y urbanismo. Pese a estos ejemplos, podría argumentarse que las distinciones tradicionales entre arquitectura, paisajismo, planeamiento y diseño urbano siguen siendo necesarias para la formación y acumulación de conocimientos específicos a cada disciplina. No obstante, cada disciplina tiene un valor limitado cuando se trata de responder al rango y a la diversidad de los temas urbanos. Los inconvenientes de actuar desde el aislamiento se vuelven especialmente patentes en las condiciones extremas que presentan las conurbaciones más densas del planeta, donde resulta mucho más difícil identificar a las fronteras entre disciplinas. Mientras que un modo colaborativo de trabajo entre las varias ramas de expertos en materia de diseño es obligatorio a la hora de pensar en la ciudad actual y futura, la aproximación transdisciplinar del urbanismo ecológico aporta a los diseñadores un medio potencialmente más fértil para abordar los desafíos a los que se enfrenta el entorno urbano. Otra característica clave del urbanismo ecológico es su reconocimiento de la escala y de los alcances del impacto ecológico, que trascienden con creces al propio territorio urbano. Pese a su importancia, la ciudad ya no puede pensarse solo como un artefacto físico; más bien, tenemos que ser conscientes de las relaciones dinámicas, visibles e invisibles, que existen en las múltiples esferas de una esfera mayor que comprende tanto lo urbano como las ecologías rurales. Las distinciones entre contingencias urbanas y rurales pueden conducir a incertidumbres y contradicciones que exijan soluciones no convencionales. Esta postura holística y regional frente al urbanismo ecológico, con las consideraciones nacionales y globales que acarrea, demuestra la naturaleza multiescalar del urbanismo ecológico. Aunque buena parte del conocimiento necesario para esta modalidad del diseño pueda adquirirse a partir de disciplinas como el planeamiento medioambiental y el paisajismo ecológico, con un énfasis en la biodiversidad, debe ser suplementado con los avances procedentes de un sinfín de campos que abarcan desde la economía hasta la historia; desde la salud pública hasta las ciencias (pese ¿Por qué urbanismo ecológico?

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a la advertencia de Guattari) y los estudios culturales. Las percepciones que se encuentren en el interfaz de estas disciplinas son las que al final nos proporcionarán el material más sintético y valioso para las estrategias alternativas de proyecto multiescalar. Desde hace muchos años, el arquitecto y urbanista visionario italiano Andrea Branzi ha venido abogando por una aproximación distinta hacia la ciudad, una aproximación que no dependa de una postura tipológica o compositiva. Para Branzi, lo que merece reconocimiento es la fluidez de la ciudad, su capacidad de tener un carácter difuso y enzimático. En una serie de proyectos que deliberadamente desdibujan las fronteras entre las diferentes disciplinas (y que le deben tanto a la práctica artística como a la agricultura y la cultura de redes), Branzi ha propuesto un urbanismo adaptable basado en sus relaciones simbióticas. Un rasgo clave de este tipo de urbanismo –como sucede con el territorio agrícola– es su capacidad de ser reversible, provisional y de estar en evolución, todas ellas cualidades necesarias para responder a los requisitos cambiantes de una sociedad que se encuentra en un estado permanente de reorganización. En concreto, aquellos espacios abiertos en desuso de muchas ciudades, como en el caso de Nueva Orleans, podrían convertirse en áreas productivas en las que se entrelazan las viviendas, los lugares de trabajo y los espacios de ocio. En este sentido, la labor de comisariado sobre el territorio urbano que lleva a cabo Branzi constituye una práctica artística, donde el paralelismo con la agricultura se presenta de una forma altamente consciente de sus cualidades estéticas y visuales. Se trata de una forma de naturaleza que resiste al naturalismo y que utiliza de manera operativa y temporal sus referencias al territorio agrícola. Para decirlo más claramente, desdibujar las fronteras –ya sean estas reales y virtuales, o urbanas y rurales– implica una conexión y complementariedad mayores entre las distintas partes de un territorio dado. Conceptualmente afines a la acupuntura, las intervenciones y las transformaciones en un área a menudo tienen un impacto significativo que rebasa a los límites físicamente percibidos. Pensar simultáneamente a gran y pequeña escala exige un tipo de conciencia que choca con muchos de los patrones existentes en la actividad legal, política y económica. Uno de los grandes retos del urbanismo ecológico es, pues, 22

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definir las condiciones bajo las cuales pueda operarse y que produzcan como resultado un modelo más cohesionado de planificación regional. La red de relaciones entre las múltiples áreas a diferentes escalas nos permite reconsiderar las implicaciones de desarrollos tales como la dispersión urbana. Según un estudio reciente, “Nueva York cuenta con más de 47.500 parcelas vacías que suman un total de 6.900 hectáreas, mientras que la ciudad se enfrenta a una aguda escasez de viviendas y su sector de crecimiento más acelerado se encuentra en las montañas Pocono, al noreste de Pensilvania. Es allí, lejos del núcleo urbano, donde se están talando bosques para abrirle paso a tiendas de grandes superficies, autopistas y subdivisiones de baja densidad, como ciudades dormitorio para gente que vive a gran distancia de su puesto de trabajo”.9 ¿Cuál es el impacto para la salud de una comunidad de este estilo de vida que depende del automóvil? Uno de sus efectos puede apreciarse en el alarmante incremento de estadounidenses obesos, que ha pasó de ser un 24 % de la población en 1960 a ser un 47 % en 1980 y un 63 % en la actualidad. Sin duda, el problema de la obesidad se aviva por la construcción continuada de zonas residenciales donde se exagera la necesidad del automóvil y no se alienta el tránsito peatonal. Otro factor es la falta de inversión en transporte público en Estados Unidos en comparación con la mayoría de los países europeos, donde las infraestructuras urbanas y regionales se consideran servicios necesarios para la ciudadanía. Todas estas cifras muestran la relevancia de la densidad como criterio determinante del urbanismo ecológico. Al margen de los beneficios y desafíos potenciales que presentan las ciudades más compactas y densas, la importancia de una planificación a largo plazo necesita una colaboración bastante más estrecha entre los sectores público y privado. Sin embargo, aunque el número de empresas privadas que promueven valores sostenibles por razones éticas y financieras siga en aumento, a menudo sus preocupaciones se centran en el comportamiento técnico de los edificios, más que en su impacto sobre un territorio mayor. Así, la articulación de políticas públicas de largo alcance definidas por un principio eticoestético –para temas como el uso, la densidad, la infraestructura y la biodiversidad– requerirá de una mayor implicación imaginativa de la aplicada hasta el momento. 24

Puesto que el sector público se encarga de las operaciones y del mantenimiento de las ciudades, tiene una responsabilidad fundamental a la hora de considerar modos alternativos de tratar estos temas. Muchas ciudades ya cuentan con políticas sostenibles activas y con procedimientos para hacer que el entorno urbano sea más ecológico. La mayor parte de estos planes son en gran medida pragmáticos y se centran en cuestiones como la reducción del consumo energético o la adición de áreas verdes. La pregunta es si dichos esfuerzos podrían transformarse mediante la postura del urbanismo ecológico. ¿Acaso los elementos, las necesidades y las funciones cotidianas de la ciudad no podrían idearse de un modo creativo, proponiendo nuevas opciones no convencionales que no estén simplemente subyugadas a los imperativos de la ecología? Por ejemplo, el historiador y crítico de la arquitectura Reyner Banham opinaba que la forma de la ciudad importaba poco siempre y cuando esta funcionara. Para él, este era especialmente el caso de Los Ángeles, que, según él, iba en contra de todas las reglas. Banham escribió y habló de una manera brillante sobre Los Ángeles, con el entusiasmo de un turista serio, en su libro Los Angeles: The Architecture of Four Ecologies,10 en el que descubrió la lógica y la espectacularidad de esta metrópolis en expansión horizontal. Hoy en día se nos hace difícil pensar en muchos otros ejemplos de dispersión urbana que encajen en esa sensación de no permanencia, movilidad y fantasía que Los Ángeles presentaba a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970 (y, hasta cierto punto, hasta en la actualidad), pero la contextualización que Banham hizo de la evolución de la ciudad constituye una llamada a nuestra receptividad ante modelos más inesperados de desarrollo urbano, modelos oportunistas en sus prácticas y en sus usos de recursos disponibles. En el siglo xvi, la ciudad de Roma tuvo un ambicioso plan que aunaba la iniciativa privada para poder regar los grandes jardines de las villas de los ricos con la construcción de fuentes públicas para la población: el agua era tanto una necesidad como un elemento de placer, como los ejemplos más tardíos de las fuentes de San Carlo alle Quattro Fontane o de la Piazza Navona. Al igual que lo es hoy en día, aunque nos hayamos desentendido de los placeres que el agua proporciona en nuestras ciudades al ignorar tanto sus fuentes como su distribución. Y esta invisibilidad, esta calidad furtiva, también puede aplicarse a la mayor parte de ¿Por qué urbanismo ecológico?

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nuestros demás recursos y servicios. Es posible trazar paralelismos actuales al ejemplo romano, como la formación de miniparques en Nueva York, o el abanico de grandes frentes marítimos en Baltimore, San Francisco, Mónaco, Dubái, Singapur y Sídney. Sin embargo, el hecho es que tendemos a infrautilizar las oportunidades inesperadas que permite la práctica ecológica, así como a los emplazamientos, las funciones y las operaciones diarias que conlleva el mantenimiento de nuestras ciudades. Nuestra postura ante la ciudad se ha vuelto más anestesiada y carece del sentido del asombro y de la hazaña que distinguió a tantos proyectos urbanos pasados. Aún nos ceñimos al legado de una filosofía iluminista que consideraba los cementerios urbanos insalubres y antihigiénicos, algo que debía desterrarse a las afueras de la urbe en cuanto se presentara la oportunidad. Dadas las limitaciones del espacio, puede que no sea inaceptable que hagamos lo mismo hoy, y no solo con los cadáveres de nuestros difuntos, sino también con los desechos de nuestro consumo. ¿Quién tiene realmente una idea clara de las montañas de basura que genera la mayor parte de las ciudades (a no ser que uno haya estado en Nápoles durante una de sus tantas huelgas de recogida de basura)? “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Si no vemos la basura que literal y figuradamente produce nuestra cultura, no nos estamos enfrentando a lo que la basura dice de nosotros. Uno se imaginaría que en la ciudad de Nueva York, con su ingente apetito de comida rápida y para llevar, la relación entre consumo y desperdicio arrojaría estadísticas aterradoras. Pero esta interrelación también puede entenderse a partir de un proyecto ético-estético, cultural y medioambiental como una oportunidad que haga del escudriñamiento de la basura una medida de quiénes somos, y no solo otra dificultad que hay que resolver técnicamente. Debemos encontrar nuevas maneras de lidiar no solo con los problemas del tratamiento de desperdicios y el reciclaje, sino de relacionarnos con ellos de una forma más forense, buscando en ellos trazos y pistas de aquello que nos estamos haciendo a nosotros mismos. Por ejemplo, ¿qué tipo de comida consumimos, y cómo? Ya hemos sido testigos del creciente interés por las nuevas maneras de producir alimentos más cerca de las ciudades, e incluso dentro de ellas. El transporte y la distribución global de alimentos están viéndose sustituidos por cultivos locales cuya presencia en los mercados de productores ya es habitual en 28

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muchas ciudades. No obstante, en algunos lugares como en La Habana, los huertos urbanos y demás formas de paisajismo urbano productivo se están cultivando a mayor escala y de una forma más comercial, insólita hasta hace poco. Estos desarrollos permiten proyectar estos terrenos como continuaciones del territorio urbano y, en parte, como nuevas formas de espacio público. Detroit, ejemplo señero de ciudad menguante, ha sido el emplazamiento de varios experimentos de horticultura urbana sobre las cada vez mayores superficies que se abren paso entre los escombros de su tejido residencial. Cabe también imaginarse que una ciudad como Nueva Orleans, devastada por el huracán Katrina y con pocas esperanzas de una reconstrucción importante a corto plazo, esté preparada para un proyecto de este tipo; es decir, preparada para un urbanismo capaz de tratar grandes áreas de territorio casi despoblado con paisajes urbanos productivos, alternativos y biológicamente diversos, de forma tan efectiva como sucede en aquellas áreas todavía pobladas por una comunidad fuerte. Además, estos espacios tienen el potencial para una interacción y sanación social no muy distinta al ejemplo mencionado de los huertos de alquiler en Liverpool. Sin embargo, mucho más frecuente que el decrecimiento de la población urbana es su fuerte incremento, en especial en las ciudades asiáticas, que tiene que ver mucho con que la población mundial se haya triplicado durante el siglo xx. El ritmo del crecimiento demográfico en muchas ciudades es tan impresionante que los métodos de planificación convencionales no pueden responder a la velocidad de su transformación. El reto del urbanismo ecológico consiste en ofrecer respuestas eficaces ante estas condiciones. Mientras que en algunos casos, como en las favelas de Río de Janeiro o los mercados de Lagos, las ciudades logran generar sus propias lógicas de producción informal, en otras ocasiones pueden beneficiarse de estrategias de gran escala que no solo tengan en cuenta el impacto ecológico de la urbanización acelerada, sino que además proporcionen los recursos necesarios y las acciones reconstituyentes para el bienestar de la ciudadanía.11 Tales estrategias forman parte de una larga tradición que puede rastrearse hasta principios del siglo xx y en la obra de Patrick Geddes, quien defendía una postura ecológica para el desarrollo de las grandes urbes. De igual modo, el urbanismo ecológico tiene el potencial de responder a otros criterios que afecten a las ciudades y las conformen, y transformarlos, como ¿Por qué urbanismo ecológico?

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la geografía, la orientación, el clima, la contaminación, el ruido y los olores. Así como la orientación geográfica a veces determina la prosperidad de las ciudades, también puede, junto con otros factores, producir una enorme variabilidad en la definición de las prácticas ecológicas o urbanas. En el caso de las ciudades africanas, AbdouMaliq Simone sostiene: Si bien está claro que la búsqueda de planes estructurados, agendas para el desarrollo y una toma de decisiones racional necesita de un apoyo económico y político a menudo inexistente en sociedades empobrecidas, la aparente provisionalidad de la vida urbana en África también enmascara el grado en el que los habitantes capitalizan algunos de los aspectos más elementales de la propia “urbanidad” [...]. Mientras los discursos de planificación se centran, sobre todo, en definir, consolidar y articular una posición establecida con respecto a otras, para muchos africanos el juego urbano consiste en producir núcleos centrípetos que generen atención no por ser estáticos o defender sus nichos, sino por su capacidad de “aparecerse”; es decir, de hacerse presentes al margen de las circunstancias, en una suerte de promiscuidad social.12

La “informalidad” de muchas ciudades africanas subraya la importancia y el valor de un planeamiento participativo y activista por parte de los ciudadanos. Este tipo de urbanismo “extraterritorial” y “de abajo arriba”, desarrollado al margen de los marcos legales y regulatorios establecidos, a menudo produce nuevas e ingeniosas soluciones para la vida urbana, aunque genera problemas mayores también, como estándares muy bajos de sanidad e higiene. ¿No podemos incorporar las lecciones que nos brindan la informalidad y el carácter provisional de estas ciudades a nuestros planes futuros? El urbanismo ecológico debe proporcionar las infraestructuras necesarias, y emancipadoras, para una forma de urbanismo alternativa capaz de aunar simultáneamente los beneficios de las aproximaciones a la planificación “de abajo arriba” y “de arriba abajo”. Aquello que es un estándar en algunas partes del África puede resultar inaceptable o inusual en otros lugares. Por ejemplo, las tradiciones de crecimiento en las ciudades islámicas no arrojan un patrón único e identificable de desarrollo urbano, sino que más bien dependen, y mucho, de contingencias locales variables, como el clima y los materiales. Pese a los obstáculos de la nostalgia, el desarrollo dispar de buena parte de la región del golfo Pér32

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sico, con su fetichismo por el objeto, sale perdiendo al compararlo con los principios y sensibilidades de tradiciones más tempranas. La necesidad de diferenciación exige que el urbanismo ecológico no asuma reglas fijas determinadas, sino que promueva una serie de principios flexibles que puedan adaptarse a las circunstancias y condiciones de un lugar particular. En lugar del uso incondicional de una forma de planificación impuesta e importada, los países no occidentales se beneficiarían de un examen más detallado de sus propias circunstancias y ritos, así como de las relaciones sociales progresivas, más o menos específicas, aunque no restringidas a su región. Hoy nos encontramos ante una situación en la que se borra la diferencia y aparece un grado sorprendente de uniformidad aparente en las condiciones y circunstancias relacionadas al desarrollo urbano en las distintas partes del mundo. Hace unos cuarenta años, Gregory Bateson hablaba de la necesidad de la flexibilidad y de las dificultades en lograrla.13 Para él, mantener la flexibilidad –de ideas, sistemas y acciones– era como ser un funámbulo: para permanecer sobre la cuerda, debes desplazarte continuamente de una condición de inestabilidad a otra, y ajustar ciertas variables en el camino (en el caso del funámbulo, la posición de los brazos y el ritmo de sus movimientos). Pero la destreza del acróbata también aumenta con la práctica y la repetición, aquello que Bateson llama un “presupuesto de la flexibilidad”, un conjunto de prácticas que han sobrevivido al uso reiterado lo suficiente como para que nos parezcan espontáneas sin necesidad de mucha introspección. Y esta dinámica de interrelaciones entre flexibilidad y hábitos creados –que a su vez deben estar abiertos a sus propias condiciones de inestabilidad y cambio– genera una ecología de ideas como parte de un proceso evolutivo. La producción de estas ecologías y del urbanismo ecológico depende tanto de una tradición de conocimiento práctico como de la flexibilidad para responder a un universo de variables materiales e inmateriales interconectadas. Algunos proyectistas ya han demostrado cómo puede funcionar esto en la práctica. Por ejemplo, el arquitecto francés Jean Renaudie construyó viviendas sociales en las décadas de 1960 y 1970. Para ello, en lugar de conformar las típicas torres anónimas, se basó en un arreglo denso y orgánico de racimos de edificios. Situados en el sur de París y en el sur de Francia, estos edificios marcaron una divergencia radical y visionaria con la idea 36

¿Por qué urbanismo ecológico?

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Hoy, el paradigma biopolítico fundamental de Occidente no es la ciudad, sino el campamento. Giorgio Agamben, 1998.14

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moderna del Existenzminimum, que, con los años, se había devaluado y vuelto pedante. Renaudie proyectó sus edificios según un complejo patrón geométrico que hacía tanto hincapié en los exteriores –las terrazas y los jardines entre las viviendas– como en las propias viviendas. En un inicio, este cuidado, tan novedoso en el diseño de viviendas de bajos recursos, fue criticado por sus potenciales ocupantes, para quienes el proyecto de Renaudie no reflejaba los valores de la clase obrera. Hoy en día, por supuesto, estos edificios representan a una comunidad de residencias deseables para personas de distintas clases socioeconómicas. Su organización demuestra los beneficios de la flexibilidad y la diversidad de relaciones entre interior y exterior, así como su indisociabilidad de la política. Hace no mucho, el expresidente francés Nicolas Sarkozy anunció un plan para la creación de un nuevo y sostenible Gran París, una esfera que, cuando menos según Sarkozy, no le pertenece a ningún grupo ni partido en especial, sino a todos. Pese a lo que pueda leerse entre líneas en sus intenciones, la idea de un París como una región sensible desde el punto de vista medioambiental e integrada desde el punto de vista económico, capaz de fundir a la ciudad con sus deteriorados suburbios, y más allá aún, es uno de los proyectos de planeamiento más ambiciosos de los últimos años. Para explorar esta opción, se pidió a algunos arquitectos, paisajistas y urbanistas pensar París como una ciudad sostenible para la era post-Kioto. Independientemente de sus méritos individuales, los proyectos que se expusieron en el Institut Français d’Architecture eran ejemplos concretos de lo que podía hacerse. El centrarse pronto en los proyectos en lugar de en las políticas fue un reconocimiento del valor de las posibilidades proyectivas para el desarrollo físico de la región. Esta suerte de diseño especulativo es un requisito indispensable para el tipo de política radical que precisa una práctica espacial imaginativa y con visión de futuro. Entre los aspectos clave del plan estaba su enfoque sobre las necesidades prácticas y la liberación de potenciales en materia de movilidad e infraestructuras mediante la creación de un sistema de trenes automatizados de 145 km de longitud que circundaran París, conectando a sus centros de negocios y a los suburbios y que proporcionara vínculos con el centro de la ciudad. En el contexto de los disturbios de 2005, la creación de mejores conexiones entre los suburbios y la ciudad representará un paso ¿Por qué urbanismo ecológico?

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adelante para una mayor movilidad social, ya que la falta de conectividad entre las barriadas hace que estas se conviertan en parte en “campamentos” aislados cuyos habitantes están “presos” en un territorio mayor. El éxito del proyecto en el marco de su realidad política y económica –¿quién lo financiará, y quién gobernaría la nueva metrópolis?– está por ver. La dimensión ético-estética del urbanismo ecológico –definida según los registros de la ecología social, mental y medioambiental– se ocupa directamente de la articulación del interfaz, o espacio liminal, entre lo político y lo urbano. A diferencia de otras formas de revitalización, como fuera el movimiento City Beautiful o el actual New Urbanism, esta propuesta no depende de la imagen, de la homogeneidad social o la nostalgia, sino que reconoce la importancia de la polis como enclave necesario de las relaciones de conflicto. La filósofa política Chantal Mouffe hace una valiosa distinción entre “lo político” y “la política”, diciendo que “con lo político me refiero a la dimensión de antagonismo que asumo que es un constituyente de la sociedad humana; mientras que la política es una serie de prácticas e instituciones a través de las cuales se genera un orden para la organización de la coexistencia humana en el marco de conflictividad que lo político proporciona”.15 Como consecuencia, solo cuando reconocemos lo político respecto a su elemento agonal –o a los beneficios potenciales de ciertas formas de conflicto– podemos comenzar a trabajar en torno a la cuestión central de una política democrática. Esto también implica que debemos prestar más atención al papel que desempaña lo urbano como suministrador de espacios para la diferencia y el desacuerdo. No obstante, por desacuerdo no queremos decir que haya que vivir discutiendo, sino sencillamente que no siempre se cuenta con un objeto o idea común a todas las partes. Según esta perspectiva, resulta bastante ingenuo, demasiado optimista y hasta limitante esperar que pueda haber una sociedad en la que el consenso sea total o en perfecto acuerdo consigo misma. Las satisfacciones de la vida urbana se deben en parte al placer de participar de espacios diversos, y es el espacio físico el que nos permite la infraestructura necesaria para formas de interacción social tan alternativas como democráticas. Tal como sostiene Mouffe: “En lugar de intentar diseñar instituciones que, a través de procedimientos supuestamente imparciales, reconcilien intereses y 40

La política gira alrededor de lo que se ve y de lo que de ella se puede decir; en torno a quien tiene la capacidad de ver y el talento para hablar; en torno a las propiedades de los espacios y a las posibilidades del tiempo. Jacques Rancière, 2000.16 ¿Por qué urbanismo ecológico?

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valores, el objetivo de todo aquel interesado en defender y radicalizar la democracia debería ser contribuir a la creación de espacios públicos dinámicos y agónicos donde poder confrontar distintos proyectos hegemónicos”.17 De manera parecida, la intención de involucrarnos con nuevas subjetividades y colectivos mediante el urbanismo ecológico pasa por generar nuevas oportunidades para la democracia social y espacial. Aunque debo reconocer la importancia de un pluralismo agonal, lo urbano debe además transcender a lo meramente político en su reconocimiento de lo ético y lo justo. Para Slavoj Žižek: “En este preciso sentido, lo ético es un suplemento de lo político: no existe una ‘toma de partido’ política sin una referencia a alguna normatividad ética que trascienda a la esfera de lo puramente político”.18 Y también hay quienes nos han advertido sobre las consecuencias de un énfasis exagerado de lo ético por sobre lo legal y lo político. Jacques Rancière incluso alcanzó a decir que este era el caso de ese otro campamento contemporáneo, la prisión de Guantánamo, al aducir que se trataba de “la constitución paradójica de un derecho absoluto del individuo cuyos derechos, de hecho, han sido negados por completo”.19 La idea de Guattari de una ética de lo ecológico es un proyecto inherentemente político empeñado en argumentar en contra del imperio global del capital. Con todas sus ramificaciones, la reciente crisis financiera nos sugiere la necesidad sostenida de reconceptualizar nuestra condición cosmopolita contemporánea.20 Ante esta situación, está en nuestras manos desarrollar los medios estéticos (los proyectos) capaces de proponer una sensibilidad distinta, más inspiradora y dúctil, para nuestras interacciones eticopolíticas con el entorno.21 Estos proyectos también proporcionarán la pauta para el desorden, la imprevisibilidad y la inestabilidad de lo urbano y, a su vez, para un futuro más justo y placentero. En ello radica tanto el desafío como la promesa del urbanismo ecológico.

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1  Influenciado en parte por su colaboración con Roberto Rossellini en Roma, ciudad abierta (1945), la película de Federico Fellini muestra la dura realidad de la Roma de posguerra, sus habitantes y sus enredos. 2  The Guardian, Londres, 1 de junio de 2007. 3  Bateson, Gregory, Steps to an Ecology of Mind [1972], University of Chicago Press, Chicago, 2000, pág. 491 (versión castellana: Pasos hacia una ecología de la mente, Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1985). Bateson continúa diciendo: “Solíamos pensar en una jerarquía taxonómica –individuo, linaje familiar, subespecie, especie, etc.– como unidades de supervivencia. Ahora vemos una jerarquía de unidades diferente: gen en organismo, organismo en entorno, ecosistema, etc. En su sentido más amplio, la ecología viene a ser el estudio de la interacción y supervivencia de ideas y programas dentro de circuitos (por ejemplo, diferencias, complejos de diferencias, etc.)”. 4  Guattari, Félix, Les Trois écologies, Éditions Galileé, París, 1989 (versión castellana: Las tres ecologías, Pre-Textos, Valencia, 1996, págs. 9-10). 5  Lefebvre, Henri, Le Droit à la ville, Anthropos, París, 1968 (versión castellana: El derecho a la ciudad, Península, Barcelona, 1978, págs. 124-125). 6  “La transducción a partir de informaciones relativas a la realidad, así como de una problemática planteada por esa realidad, elabora y construye un objeto teórico, un objeto posible. La transducción supone un feed-back incesante entre el marco conceptual utilizado y las observaciones empíricas. Su teoría (metodología) conforma determinadas operaciones mentales espontáneas del urbanista, del arquitecto, el sociólogo, el político, el filósofo. Introduce el rigor en la invención y el conocimiento de la utopía”. Ibíd., pág. 128. 7  Véase: OMA, “Concours International pour le Parc de La Villette, Paris, Decembre 1982-Mars 1983”, en Goulet, Patrice (ed.), OMA. 6 Projects, Institut Française d’Architecture, París, 1990, págs. 17-179 (versión castellana: “Concurso Internacional para el parque de La Villete, París”, en Ábalos, Iñaki (ed.), Naturaleza y artificio. El ideal pintoresco en la arquitectura y el pai-

sajismo contemporáneos, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2009, págs. 83-99). 8  Ibíd., pág. 84. El concurso incluso “parecía que se habían reunido todos los elementos de una situación metropolitana ideal, una cultura de la congestión en Europa: un terrain vague entre la ciudad histórica, a su vez violada por las demandas insaciables del siglo xx, y el plancton de la periferia [...]. Lo que sugería La Vilette era, de hecho, la explotación pura de la condición metropolitana: densidad sin arquitectura, una cultura de congestión invisible”. 9  Frumpkin, Howard; Frank, Lawrence y Jackson, Richard, Urban Sprawl and Public Health: Designing, Planning, and Building for Healthy Communities, Island Press, Washington, 2004, pág. xi. 10  Banham, Reyner, Los Angeles: The Architecture of Four Ecologies [1971], University of California Press, Berkeley, 2009. 11  La noción de “informalidad” no se limita a las ciudades del mundo en vías de desarrollo, sino que está también presente en la mayoría de los países industrializados. A menudo se presenta de manera más explícita a causa del impacto de la migración urbana. Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne trataron el tema en su película El silencio de Lorna (2008), filmada en la dura y adusta realidad de la ciudad belga de Lieja. 12  Simone, AbdouMaliq, “The Last Shall Be First: African Urbanities and the Larger Urban World”, en Huyssen, Andreas (ed.), Other Cities, Other Worlds: Urban Imaginaries in a Globalizing Age, Duke University Press, Durham/Londres, 2008, págs. 104-106. 13  Bateson, Gregory, op. cit., pág. 505. 14  Según Giorgio Agamben, esta tesis “arroja una luz siniestra sobre los modelos de los que se sirven las ciencias sociales, la sociología, los estudios urbanos y la arquitectura en su esfuerzo por concebir y organizar al espacio público de las ciudades del mundo sin ninguna claridad respecto al hecho de que su núcleo alberga a la misma vida desnuda (aunque esta se haya transformado y, en apariencia, vuelto más humana) que definió a la biopolítica de los grandes estados totalitarios del siglo xx”. Agamben, Giorgio, Homo sacer: il potere

¿Por qué urbanismo ecológico?

sovrano e la nuda vita, Giulio Einaudi, Turín, 1995 (versión castellana: Homo Sacer, Pre-Textos, Valencia, 1998). 15  Mouffe, Chantal, “Agonistic Public Spaces, Democratic Politics, and the Dynamic of Passions”, en Backstein, Joseph; Birnbaum, Daniel y Wallenstein, Sven-Olov (eds.), Thinking Worlds: The Moscow Conference on Philosophy, Politics, and Art, Sternberg Press/Interros Publishing, Berlín/Moscú, 2008, págs. 95-96. 16  Rancière, Jacques, Le Partage du sensible: Esthétique et politique, Fabrique/ Diffusion Les Belles Lettres, París, 2000 (versión castellana: La división de lo sensible: estética y política, Centro de Arte de Salamanca, Salamanca, 2002. 17  Mouffe, Chantal, op. cit., pág. 104. En este contexto resulta interesante considerar la obra del artista y diseñador contemporáneo Krzysztof Wodiczko, quien, mediante una serie de instrumentos interactivos y proyecciones urbanas, ha sabido dar voz al “otro”. ˇ zek, 18  Zi ˇ Slavoj, The Indivisible Remainder: An Essay on Schelling and Related Matters, Verso, Londres/Nueva York, 1996, pág. 213. 19  Rancière, Jacques, “Guantanamo, Justice, and Bushspeak: Prisoners of the Infinite”, CounterPunch, Petrolia, 30 de abril de 2002. 20  A diferencia del multiculturalismo, que es un modo de “monoculturalismo plural”, el cosmopolitismo “hace de la inclusión del otro una realidad y/o su máxima”. Véase: Beck, Ulrich, Weltrisikogesellschaft - Auf der Suche nach der verlorenen Sicherheit, Suhrkamp Verlag, Fráncfort, 2007 (versión castellana: La sociedad del riesgo mundial: en busca de la seguridad perdida, Paidós, Barcelona, 2008). 21  Según Jacques Rancière, en su sentido más amplio la estética “refiérese a la distribución de lo sensible que determina el modo de articulación entre formas de actuar, producir, percibir y pensar. Esta definición general extiende a la estética más allá de la esfera estricta del arte para abarcar las coordenadas conceptuales y formas de visibilidad operativas en la esfera política”. Rancière, Jacques, La división de lo sensible, op. cit.

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¿Por qué urbanismo ecológico?

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apéndices II Colaboradores III Agradecimientos V Créditos de las imágenes

APéndiCE

I

Colaboradores

Mohsen Mostafavi es decano y ocupa la cátedra Alexander y Victoria Wiley de Proyectos de la GSD, en la Harvard University. Ha formado parte de la junta directiva del premio Aga Khan de Arquitectura y de los jurados de la Holcim Foundation y de la Medalla de Oro del Royal Institute of British Architects (RIBA). Entre sus libros se incluyen La superficie de la arquitectura (2002), Approximations (2002), Landscape Urbanism (2004), Structure as Space (2006), Implicate & Explicate (2011), Louis Vuitton: Architecture and Interiors (2011), In the Life of Cities (2012), Instigations: Engaging Architecture, Land-scape, and the City (coeditor, 2012) y Architecture Is Life (2013).

II

Agradecimientos

Toda publicación de cierta embergadura sale adelante gracias al compromiso y el apoyo de muchas más personas de las que aparecen como autores, y en especial cuando se trata de una obra tan interdisciplinar como Urbanismo ecológico. Estamos en deuda con muchos miembros de la comunidad de la Harvard University y otras instituciones por sus aportaciones. Con su ayuda esperamos haber iniciado una conversación que tenga repercusiones en las múltiples facetas de la acción y la investigación. Debemos empezar agradeciendo a Drew Gilpin Faust, rectora de la Harvard University, que organizara la conferencia sobre urbanismo ecológico que se celebró en la GSD de Harvard University en primavera de 2009. Junto a la exposición que la acompañaba, fue una oportunidad para explorar muchas de las ideas que aparecen en este volumen. Agradecemos también a Thomas M. Menino, alcalde de Boston, sus palabras de apertura. Esta ambiciosa publicación no habría sido posible sin el apoyo económico de John K. F. Irving, AB ’83, MBA ’89 y Anne C. Irving Oxley, MLA, a quienes agradecemos su enorme generosidad y su compromiso con la reflexión para avanzar en temas tan complejos como el que nos ocupa. La conferencia contó con el apoyo del rectorado de la universidad, del Harvard Center for the Environment, del Taubman Center for State and Local Government y Rappaport Institute for Great Boston de la Harvard Kennedy School of Government. Agradecemos esta importante participación, en especial a Daniel Schrag, profesor Sturgis Hooper de Geología y catedrático de Ciencias de la Tierra y Planetarias de la Harvard University, además de director del Harvard Center for the Environment; a Edward Glaeser, profesor Fred y Eleanor Glimp de Economía de la Harvard University y director del Taubman Center y del Rappaport Institute; y a David Luberoff, director ejecutivo del Rappaport Institute. También damos APéndiCE

las gracias a Donald E. Ingber, director del Wyss Institute for Biologically Inspired Engineering, por copatrocinar el Premio Wyss para arquitectura adaptable de inspiración biológica, quien nos permitió presentar la obra de Chuck Hoberman en nuestra exposición y libro. El Rouse Visting Artist Fund de la GSD también tuvo a Sissel Tolaas como artista invitado en 2009. Durante la compilación de materiales para este volumen tuvimos la suerte de contar con el apoyo gráfico de Lars Müller, un reconocido profesional con una dilatada experiencia en la edición de libros rigurosos y bellamente diseñados sobre arte y arquitectura. Además de su inspiradora ayuda, nos beneficiamos de la experiencia en la edición de libros de su equipo en Baden, Suiza, integrado por Esther Butterworth, Milana Herendi, Ellen Mey y Martina Mullis. Ya en el marco de la GSD, agradecemos los esfuerzos de nuestra decana ejecutiva Patricia Roberts, y de la decana asociada, Hannah Peters. También damos las gracias a Melissa Vaughn y Amanda Heighes, del Departamento de Publicaciones; a Dan Borelli y Shannon Stetcher, del Departamento de Exposiciones; a Leslie Burke y Jane Acheson, de la Oficina del Decano; y a la organizadora de la conferencia, Brooke Lynn King. Jared James May desarrolló y gestionó un sistema para archivar miles de imágenes que se emplearon en el libro. Nuestos estudiantes desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo de algunos de los temas que se investigaron en la conferencia, la exposición y el presente libro. Un agradecimiento especial a los participantes del seminario de 2008 “Comisariar el urbanismo ecológico”: Abdulatif Almishari, Adi Assif, Peter Christensen, Elizabeth Christoforetti, Suzanne Ernst, Anna Font, Melissa Guerrero, Caitlin Swaim y Aylin Brigitte Yildrim. Lindsay Jonker, Dan Handel, Almin Prsic, Ryan Shubin y Quilian Riano nos ayudaron a incluir los extractos de los blogs de los estudiantes que aquí III

Agradecimientos de la edición española

aparecen. Shelby Doyle nos prestó una ayuda esencial en aspectos gráficos durante el desarrollo del libro. Durante la conferencia, personal de la GSD, académicos y estudiantes de doctorado dirigieron grupos de discusión que enriquecieron el contenido de este libro: Julia África, Rania Ghosn, Brian Goldstein, Jock Herron, Li Hou, Har-Ye
Kan, Shelagh McCartney, Alexios Nicolaos Monopolis, Edward Morris, Masayoshi Oka, Antonio Petrov, Ivan Rupnik, Fallon Samuels, Susannah Sayler, Thomas Schroepfer, Zenovia Toloudi, Heather Tremain, Dido Tsigaridi, Lin Wang y Christian Werthmann. Para concluir, damos las gracias a los numerosos pensadores de los mundos del arte y de la ciencia, del mundo académico y profesional, que han contribuido con sus artículos e imágenes a la elaboración de este libro. Su fe en la aportación de las diferentes perspectivas a una comprensión más potente y sutil de la interrelación entre lo ecológico y lo urbano es el alma de esta obra.

Desde la publicación original de este libro en inglés, estamos muy satisfechos por el interés que ha suscitado su edición en otros idiomas, tanto en formato digital como en papel. La edición de una obra tan extensa y compleja desde el punto de vista material como esta no es tarea fácil, y solo ha sido posible gracias a la ayuda y el estímulo de los patrocinadores, las editoriales, los traductores, los editores, los autores y otra gente que ha prestado su ayuda. Agradecemos en particular el compromiso continuado de Lars Müller, editorial original del libro, por facilitar las ediciones traducidas. Además de a todos aquellos mencionados en los agradecimientos a la edición inglesa, querríamos agradecer también a Benjamin Prosky, Jennifer Sigler, Melissa Vaughn y Karen Kittredge, de la GSD, sus esfuerzos por hacer que esta edición salga a la luz. Agradecemos a la Editorial Gustavo Gili, en especial a Mónica Gili y Saskia Adriensen, su entusiasta colaboración en esta edición española. También agradecemos a Moisés Puente la cuidadosa edición del texto. Agradecemos el trabajo de Mónica Belevan en la traducción del texto. Por su apoyo a la traducción y su alcance general en Latinoamérica, damos las gracias al David Rockefeller Center for Latin American Studies de la Harvard University (DRCLAS), a sus oficinas en la región y a ARTS@ DRCLAS. Gracias a Mariano Gómez Luque por su ayuda en la revisión de la traducción. Felipe Vera Benítez ha sido un apoyo fundamental desde los inicios de este proyecto.

IV

Créditos de las imágenes

Págs. 10-11, 456-457: Susannah Sayler, The Canary Project Págs. 14-15: David Dodge, The Pembina Institute Págs. 20- 21: Agnes Denes
 Págs. 24-25: Patrick Blanc Pág. 27: Atelier Parisien d’Urbanisme – Apur Pág. 31: Andrea Branzi et al. Págs. 34, 35: fotógrafo Magnum: Ferdinando Scianna
 Pág. 37: Ciro Fusco/epa/Corbis
 Pág. 38: REUTERS/Lucas Jackson (Estados Unidos) Pág. 41, 425-427: Ed Kashi
 Págs. 42, 43: Charlie Koolhaas
 Pág. 45: Gabriele Basilico Págs. 52-53, Olafur Eliasson, The New York City Waterfalls (muelles de Brooklyn), 2008, por encargo del Public Art Fund, © Olafur Eliasson, 2008. Fotografía: © Bernstein Associates, Photographers, cortesía de Public Art Fund

APéndiCE

V

Título original: Ecological Urbanism, publicado por Harvard University Graduate School of Design/Lars Müller Publishers, Cambridge (Mass.)/Baden, 2010 Edición de Mohsen Mostafavi con Gareth Doherty Diseño gráfico: Integral Lars Müller, Lars Müller y Martina Mullis Versión castellana: Mónica Belevan Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. La Editorial no se pronuncia ni expresa ni implícitamente respecto a la exactitud de la información contenida en este libro, razón por la cual no puede asumir ningún tipo de responsabilidad en caso de error u omisión. © Lars Müller Publishers/The President and Fellows of Harvard College, 2010, 2013 y para la presente edición: © Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2014 Editorial Gustavo Gili, SL Rosselló 87-89, 08029 Barcelona, España. Tel. (+34) 93 322 81 61 Valle de Bravo 21, 53050 Naucalpan, México. Tel. (+52) 55 55 60 60 11 www.ggili.com

E-books (PDF): Volumen 1: ¿Por qué Urbanismo ecológico? ¿ Por qué ahora? ISBN: 978-84-252-2800-1 Volumen 2: Anticipar 978-84-252-2801-8 Volumen 3: colaborar ISBN: 978-84-252-2802-5 Volumen 4: sentir ISBN: 978-84-252-2803-2 Volumen 5: comisariar ISBN: 978-84-252-2804-9 Volumen 6: producir ISBN: 978-84-252-2805-6 Volumen 7: interactuar ISBN: 978-84-252-2806-3 Volumen 8: movilizar ISBN: 978-84-252-2807-0 Volumen 9: medir ISBN: 978-84-252-2808-7 Volumen 10: adaptar ISBN: 978-84-252-2809-4 Volumen 11: incubar ISBN: 978-84-252-2810-0 Edición impresa ISBN: 978-84-252-2742-4 VI

URBANISMO ECOLÓGICO COLECCIÓN DE E-BOOKS Índice

Volumen 1

Volumen 3

¿por qué urbanismo ecológico? ¿Por qué ahora?

colaborar I

12 ¿Por qué urbanismo ecológico?

¿Por qué ahora?

130 El trabajo de campo como arte Giuliana Bruno 132 Urbanismo ecológico y/como metáfora

urbana

Mohsen Mostafavi

Lawrence Buell 134 Blanco y negro en las ciudades verdes Lizabeth Cohen Volumen 2

136 El retorno de la naturaleza Preston Scott Cohen y Erika Naginski

anticipar

138 Prácticas urbanas ecológicas:

56 Progreso contra Apocalipsis Rem Koolhaas

Las tres ecologías de Félix Guattari Verena Andermatt Conley

72 Zeekracht OMA

140 Modernizar la ciudad Leland D. Cott

78 Con Bombay en mente:

142 Entornos urbanos productivos Margaret Crawford

algunas ideas sobre sostenibilidad Homi K. Bhabha 84 Planeta Urbano: Bombay Daniel Raven-Ellison y Kye Askins 94 Apuntes sobre la tercera ecología Sanford Kwinter 106 Desigualdad social y cambio climático Ulrich Beck 110 Por un posmedioambientalismo:

siete recomendaciones para una Nueva Carta de Atenas y La metrópolis débil Andrea Branzi 114 Obra débil: la “metrópolis débil” de

Andrea Branzi y el potencial proyectivo de un “urbanismo ecológico” Charles Waldheim 122 De “sostén” a “habilidad” JDS Architects 124 Cuarenta años después:

retorno a la Tierra sublunar Bruno Latour

APéndiCE

VII

Volumen 4

Volumen 5

sentir

comisionar

146 La ciudad desde el olfato Sissel Tolaas

190 Comisariar recursos Niall Kirkwood

156 Planeta Urbano: Ciudad de México Daniel Raven-Ellison

194 El mar y el monzón:

164 CitySense:

una red de sensores a escala urbana Matt Welsh y Josh Bers 166 Eat love Marije Vogelzang 168 Ecologías autoingeniadas Christine Outram, Assaf Biderman y Carlo Ratti 174 Hay más verde de lo que

a simple vista parece: ecologías de lo verde en Baréin Gareth Doherty 184 Play Me, I’m Yours! Luke Jerram 186 Mapping Main Street Jesse Shapins, Kara Oehler, Ann Heppermann y James Burns

un manifiesto de Bombay Anuradha Mathur y Dilip da Cunha 208 ¿Ecociudades trascendentes o seguridad

ecológica urbana? Mike Hodson y Simon Marvin 218 Nuevos paisajes acuáticos para Singapur Herbert Dreiseitl 222 Subir el nivel del agua de un estanque Zhang Huan 224 Visión de las ciudades ecológicas Mitchell Joachim 230 Vuelta a la naturaleza Sandi Hilal, Alessandro Petti y Eyal Weizman 236 Harmonia 57 Triptyque 238 Fundamentar una estrategia urbana

sostenible Michael Van Valkenburgh Associates 240 Center Street Plaza Hood Design

VIII

Volumen 6

Volumen 3

producir

colaborar II

244 Sub, supra e infraestructuras energéticas D. Michelle Addington

296 Retos de gestión de la transformación

urbana: organizar para aprender Amy C. Edmondson

252 Parque undimotriz Pelamis Wave Power Ltd. 254 Showroom para CR Land Guanganmen

Green Technology

298 La purificación del aire en las ciudades David Edwards 300 Justicia social y urbanismo ecológico Susan S. Fainstein

Vector Architects 256 Aux fermes, citoyens! Dorothée Imbert

302 El gobierno de la ciudad ecológica Gerald E. Frug

268 Local River:

304 Un futuro subterráneo Peter Galison

unidad de almacenaje doméstico para peces y verduras Mathieu Lehanneur, con Anthony van den Bossche 270 Soft Cities KVA MATx

306 Templado y limitado Edward Glaeser 308 Arquitectura adaptable de inspiración

biológica y sostenibilidad Donald E. Ingber

274 ZEDFactory Bill Dunster 280 Ecociudad Logroño MVRDV 282 La revolución del pie grande Kongjian Yu 292 La Tour Vivante, ecotorre soa architectes

APéndiCE

IX

Volumen 7

Volumen 8

interactuar

movilizar

312 La ecología urbana y la distribución de la

naturaleza en las regiones urbanas Richard T. T. Forman 324 La agencia ecológica Chris Reed

380 Movilidad, infraestructura y sociedad Richard Sommer 382 Movilidad urbana sostenible con vehículos

eléctricos ligeros William J. Mitchell

330 Infraestructura neoyorquina Christoph Niemann

398 Movilidad sostenible en acción Federico Parolotto

332 Redefinir la infraestructura Pierre Bélanger

402 Sostener la ciudad ante la marginalidad

350 Urbanismo generado por los usuarios Rebar 356 Experimentos urbanos y ecológicos

en el espacio público Alexander J. Felson y Linda Pollack 364 Una perspectiva holística del fenómeno

avanzada Loïc Wacquant 406 Teoría general del urbanismo ecológico Andrés Duany 412 La ecología política del urbanismo ecológico Paul Robbins 416 El modelo de sistema energético urbano

urbano

SynCity

Salvador Rueda

Niels Schulz, Nilay Shah, David Fisk, James Keirstead, Nouri Samsatli, Aruna Sivakumar, Celine Weber y Ellin Saunders

370 Nuevo sistema de parques para Gwanggyo Yoonjin Park y Jungyoon Kim (PARKKIM) 372 Una metodología para la innovación urbana Alfonso Vegara, Mark Dwyer y Aaron Kelley 374 Greenmetropolis Henri Bava, Erik Behrens, Steven Craig y Alex Wall

420 Las ciudades del oro negro:

petropaisajes y futuros sostenibles Michael Watts 425 Los campos petrolíferos del delta del Níger Ed Kashi 428 Sobre rasante Rafael Viñoly 430 INVESTIGACIÓN DE LA GSD

Taller Nairobi Jacques Herzog y Pierre de Meuron

X

510 EcoBox/Red ecourbana autogestionada atelier d’architecture autogérée

Volumen 9

medir 444 Cinco retos ecológicos para la ciudad

512 Acción urbana: playa en la plaza Luna Ecosistema Urbano

contemporánea Stefano Boeri 454 Re(e)volucionar la arquitectura Jeremy Rifkin

Volumen 3

colaborar III

456 El proyecto Canary Susannah Sayler 458 “Performalismo”:

medidas medioambientales y urbanismo Susannah Hagan

516 El confort y la huella ecológica Alex Krieger 518 Urbanismo ecológico e igualdad sanitaria:

una perspectiva ecosocial

468 Cultura natural Kathryn Moore

Nancy Krieger

472 Investigar la importancia de la información

de modelos energéticos a medida: un estudio del Gund Hall Holly A. Wasilowski y Christoph F. Reinhart 476 Percepción de la densidad urbana Vicky Cheng y Koen Steemers 482 La región del estuario de Londres Terry Farrell 488 Planeta Urbano: Londres Daniel Raven-Ellison

520 La naturaleza, las infraestructuras

y la condición urbana Antoine Picon 522 Sostenibilidad y estilo de vida Spiro Pollalis 524 Urbanismo ecológico y paisaje Martha Schwartz 526 Esa vieja oscuridad John Stilgoe 538 Los estudios religiosos y el urbanismo

496 Iniciativas sostenibles para Londres Camilla Ween

ecológico Donald K. Swearer 530 El urbanismo ecológico y la literatura

500 Más allá de LEED:

evaluación ecológica a escala urbana Thomas Schroepfer

de Extremo Oriente Karen Thornber

502 Paisajes de la especialización Bill Rankin 504 INVESTIGACIÓN DE LA GSD

Medio millón de árboles: prototipos de lugares y sistemas para las ciudades sostenibles Kristin Frederickson y Gary Hilderbrand 506 SlaveCity Atelier Van Lieshout

APéndiCE

XI

Volumen 10

Volumen 11

adaptar

incubar

536 Ecologías insurgentes:

572 Equilibrios y desafíos de la práctica

recuperar terreno para la ciudad y el paisaje

integrada

Nina-Marie Lister

Toshiko Mori

548 Madera performativa:

578 El lujo de reducir:

diseño computacional integral para una superficie de madera sensible al clima

sobre el papel de la arquitectura en el urbanismo ecológico

Achim Menges

Matthias Sauerbruch

554 Reducir la huella ecológica de Nueva York Laurie Kerr

584 Bank of America Cook + Fox Architects

560 La adaptabilidad en la arquitectura Hoberman Associates, Ziggy Drozdowski y Shawn Gupta

588 INVESTIGACIÓN DE LA GSD

568 INVESTIGACIÓN DE LA GSD

Cambio climático, agua, urbanización de terrenos y adaptación: planificar desde la incertidumbre (Almere, Países Bajos) Armando Carbonell, Martin Zogran y Dirk Sijmons

Un lugar en el cielo/un lugar en el infierno: operaciones tácticas en São Paulo Christian Werthmann, Fernando de Mello Franco y Byron Stigge 590 In situ: la especificidad del lugar en la

arquitectura sostenible Anja Thierfelder y Matthias Schuler 598 Proyecto bioclimático Mario Cucinella 600 Wanzhuang, ecociudad agrícola Arup 606 Plan ecosistémico para la región DISEZ,

Senegal ecoLogicStudio 608 Ciudad vegetal: soñar con una utopía verde Luc Schuiten 610 Verticalismo Iñaki Ábalos 616 Prototipos urbanos Raoul Bunschoten 622 Incubadora de cambio climático

para el estrecho de Taiwán Chora Architecture and Urbanism 629 LA CIUDAD Ian McHarg 630 GSD:ecologicalurbanism XII

también disponible: la edición impresa de URBANISMO ECOLÓGICO con todos los 11 volúmenes

APéndiCE

XIII

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