Politica Y Profecia

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es ensayista, editor, traductor y periodista cultural. Ha estudia­ do Filosofía y Psicología y enseñado Cien­ cias Políticas en la Universidad de Buenos Aires, así como traducido a Heidegger, Gra­ ves, Marx y Pessoa, entre otros. Autor de di­ versos artículos y estudios sobre Arendt, Blanchot, Céline, Heidegger, Engels, Graves, Marx, Pound, Spinoza, colabora en distintos medios gráficos y digitales de actualidad y cultura. Sus últimas obras publicadas son: Nietzsche contra la Democracia (Monte­ sinos, Barcelona, 2010), Los Archivos de Na­ ción Apache (Libros del Sur, Buenos Aires, 2011) y ha sido traductor y cuidador de la edición del Cuaderno Spinoza, de Karl Marx (Montesinos, Barcelona, 2012), así como de la edición de Sobre el suicidio, también de Marx (El Viejo Topo 2012). N i c o l á s G o n z á le z V a r e l a

FERNANDO PESSOA

P o lític a y P r o fec ía Escritos Políticos 1910-1935 Edición crítica de Nicolás González Várela

MONTESINOS

E nsayo

Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. © De la edición, notas y traducción, Nicolás González Varela, 2013 Edición propiedad de Montesinos / Ediciones de Intervención Cultural Diseño: Miguel R. Cabot / Elisa N. C. Carbonell ISBN: 978-84-15216-54-4 Déposito Legal: B. 21364-2013 Imprime: Novagrafic Impresores, SL

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EL PATHOS DE UN ESCRITOR PATRIÓTICO N ic o l á s G o n z á l e z V ar e i a

“Yo era un poeta impulsado por la Filosofía, no un filósofo dotado defacultad poética ” (Fernando Pessoa, 1910) “Todo por la Humanidad, nada contra la Nación ” (Fernando Pessoa, 1935)

¿Neopagano y conservador revolucionario? ¿Visionario absolutista, místico político y esotérico reaccionario? ¿Anarquista de derecha, to­ talitario, defensor del Ubermensch? Político ergo poeta. ¿Podemos lle­ garla reconocer entre estas coordenadas al gran escritor portugués Fernando Antonio Nogueira Pessoa? Un lírico rara avis, en el cual la poesía'surge deTni magma de reflexiones metapolíticas, elucubracio­ nes políticas e históricas, pero que surge también de una praxis (fa­ llida, frustrada), de una intervención consciente sobre el tortuoso derrotero del Portugal y de la encrucijada europea a inicios del siglo XX. A sus famosos papeles se le podría aplicar su propia regla herme­ néutica existencial, que definía diciendo que “todo cuanto el hombre expone o exprime es una nota al margen de un texto suprimido del todo. Más o menos, por el sentido de la nota, captamos el sentido de lo que habría de ser el texto; pero queda siempre una duda, y los sen­ tidos posibles son muchos.”1 La Ideologiekritik materialista efectiva­ mente busca con anhelo llegar a esa camera obscura del texto fundamental, a levantar la clausura y superar la supresión, reconducir 1. En: Livro do Desassossego, Assírio & Alvim, Lisboa, 1998, p. 164.

la nota al palimpsesto primitivo. Desde su propia perspectiva y acción política, ahora la poesía de Pessoa es más inteligible, más precisa, la exégesis puede ser más profunda y auténtica. Na.da de un Pessoa im­ político, lírico, olímpico, puro esteta. “El Comunismo no tiene una doctrina. Se engañan los que supo­ nen que la tiene. El Catolicismo es un sistema dogmático perfecta­ mente definido y comprensible, sea teológicamente, sea sociológi­ camente. El Comunismo no es un sistema, es un dogmatismo sin sis­ tema: el dogmatismo informe de la brutalidad y de la disolución. Si lo que hay de basura moral y mental en todos los cerebros pudiese ser barrido y reunido, y con eso se formara una figura gigantesca, tal sería la figura del Comunismo, enemigo supremo de la Libertad y de la Humanidad, como lo es todo cuanto duerme en los bajos instintos que se esconden en cada uno de nosotros. El Comunismo no es una doctrina porque es una antidoctrina, o una contradoctrina. Todo cuanto el Hombre ha conquistado, hasta hoy, de espiritualidad moral y mental -esto es, de Civilización y de Cultura-, todo eso él lo invierte para formar la doctrina que no tiene.” Así se expresaba Pessoa en uno de sus miles de papeles inéditos, ínfima parte de un enorme Nachlass, el legendario Espolio:2 escribe en vulgares cuadernos escolares (como Gramsci en la cárcel fascista), en libros contables en blanco (instru­ mentos expropiados a su trabajo administrativo, oficio que él deno­ minaba irónicamente como “correspondente estrangeiro em casas comerciáis”), en diversas papeletas y minutas que guarda en su arca, su famoso baúl. Se estima que entre éditos e inéditos Pessoa es autor de alrededor de 27.000 textos:3 durante veintitrés años de intensa ac­ 2. El Archivo Pessoa se encuentra depositado en la Biblioteca Nacional de Portugal (BNP), bajo la rúbrica “E3” (que significa: Espólio 3o: 3a Arquivo). 3. La catalogación del Nachlass, iniciada en 1969 y todavía inconclusa, cifra exacta­ mente en 27.543 textos, entre éditos e inéditos durante casi veintitrés años de intensa actividad literaria de Pessoa; véase: Blanco, José; Femando Pessoa. Esbogo de urna biblio­ grafía-, Imprensa Nacional-Casa da Moeda/ Centro de Estudos Pessoanos, Lisboa, 1983.



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tividad intelectual publicó 431 textos (299 en verso y 132 en prosa). Una obra fragmentada, bastante dispersa, según Richard Zenith, pres­ tigioso pessoísta y traductor estadounidense,4 “es un caos total, porque en la misma página puede haber un fragmento de un ensayo sobre la I Guerra Mundial, una reflexión filosófica y varios poemas”. La ma­ yoría de los inéditos, su Nachlass, nos muestra a un Pessoa hiperpolítico, tribuno, sociólogo, profeta, incluso historiador en ciernes. La hybris política latía en sus venas: con catorce años ensayaba escri­ biendo epigramas políticos polémicos y en 1905 en forma poética de­ nunciaba al primer ministro Chamberlain por la guerra anglo-boer en su Sudáfrica, incluso escribió un soneto reflexionando sobre la guerra ruso-japonesa que fue una catástrofe para el Zarismo. En Sudáfrica tendrá una gran conmoción intelectual, duradera, con el conservador Carlyle y su teoría mística de los héroes en la Historia y con el reaccionario y pesimista Schopenhauer. Claramente es un intelectual de derechas, él mismo se definía como “Conservador do estilo inglés”, heterodoxo y no alineado, un Pessoa incómodo para la áeademia, que se escurre de la profilaxis progresista. ¿Pessoa el in­ quietante, com gje llama Tabucchi?5 Es imposible, aunque forme parte de la perspectiva habitual hermenéutica sobre su obra, escindir artificialmente la doble alma pessoiana: la “poética” de aquella, lla­ mémosla, “teórico-política”. El alvéolo natural de su obra es la Patria y el Imperio; la figura de la mediación ideológica no es otra que la del escritor patriótico reac­ cionario, encarnada en el hombre de genio de clara filiación en la ge­ nealogía Schopenhauer-Nietzsche. Como en el caso de Pound, Pessoa había sintetizado mejor que cualquier contemporáneo la energía y la 4. Por su trabajo recibió el prestigioso Premio Pessoa en 2012; véase: Zenith, Richard, “Pessoa, Fernando and the Theater of his SelP; en: Performing Arts Journal (44), May 1993, pp. 47-49. 5. Tabucchi, A.; “Fernando Pessoa. Baedeker bibliográfico”; en: QuaderniPortoghesi, N ° 2, autunno, 1977, pp. 201 y ss.



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ruptura formal y de contenido dentro de la vanguardia portuguesa del ‘900, ya sea recibiendo y reelaborando las corrientes artísticas li­ terarias, filosóficas y políticas europeas (futurismo, cubismo, orfismo, surrealismo, existencialismo, Nietzschéisme) recreándolas ex novo, y, de alguna manera, “nacionalizándolas” (paulismo, sensacionalismo, interseccionismo). Si hay que ubicarlo en un clivaje político, Pessoa por sus textos e intervenciones pertenece a la corriente de la nueva derecha revolucionaria, a caballo entre los anti iluministas (la genera­ ción de 1850 de Wagner aTaine pasando por Gobineau) y el propio Fascismo. Corriente que realizará una amalgama entre la crítica a la Revolución Francesa, el determinismo natural de la tierra y la sangre, la negación del optimismo y el progreso, el descubrimiento del ins­ tinto y el inconsciente y la reducción de la historia a la lucha por la existencia y la supervivencia de los mejores. El año decisivo de la formación de su personalidad intelectual puede cifrarse en el año 1912. Es el año del debut literario en una cu­ riosa revista llamada Águia, órgano de la llamada Renascen^a Portu­ guesa, una sociedad cultural-política de inspiración nacionalista, anticomunista y elitista, que se proponía el renacimiento intelectual del gran Portugal y el control de los desvíos jacobinos de la novel re­ pública nacida en 1910. Es el año del encuentro con Mario de Sá Carneiro, amigo y compañero de ideas. Es el año de la formación de un grupo de poetas, literatos, publicistas y doctrinarios (aristócratas del espíritu, reaccionarios neo-románticos y monarcómanos como Sá Carneiro, Montalvor, Cortes-Rodrigues, Santa-Rita Pintor, Leal, Negreiros), que crearán en 1915 la revista Orpheu, el primer y verdadero manifiesto del Modernismo portugués. Esta versión escindida de su vida, reducida a sus innovaciones estéticas-poéticas y a su andar can­ sino por la “Baixa” de Lisboa, ya la conocemos. El Pessoa político (y teórico) es el que todavía nos resulta un total desconocido. En Renascenga Portuguesa Pessoa se adhiere inmediatamente a la ideología del Saudosismo, un movimiento de inspiración simbolista con connota-



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dones místico-panteísticas y nacionalistas de nuevo cuño. Y dentro de la corriente ideológica, Pessoa era partidario del Sebastianismo, una ideología mesiánico-profética, de regeneración imperialista, de la cual ya hablaremos. 1914 es el año de la aparición de sus famosos heterónimos mayores bajo la inspiración de los personae de Nietzsche: Al­ berto Caeiro (hombre esquivo y solitario, amante de la naturaleza); Ricardo Reis (médico monárquico, neopagano, autoexiliado en Brasil después que se instaura la República) y Alvaro de Campos (ingeniero naval y viajero incansable, símbolo de la Boheme, futurista, icono­ clasta, nietzscheano a rabiar). A ellos se sumarán otros semi-heterónomos o pseudónimos mayores (Bernardo Soares) o menores y de ocasión (Antonio Mora, Raphael Baldaya, Vicente Guedes, Jean Seúl, Abílio Quaresma, Baráo de Teive, etc.).6 Heterónimos que van más allá de un mero recurso de estilo, de efecto textual, y que pertenecen a una meditada táctica de intervención filosófico-política. Como ve­ remos, difícilmente puede aceptarse la inocente tesis de Tabucchi de que la heteronomía pessoana es simplemente el síntoma de una simple lochra y un simpático recurso estético.

La irradación de la nueva droit revolutionnaire francesa Si hay una marca filosófico-política reconocible en el Pessoa político, por supuesto es el cuño nietzscheano.7 La influencia del pensamiento

6. Los especialistas han llegado a reconocer setenta y dos heterónimos, sin contabilizar sus textos publicados de manera anónima; véase una lista tentativa y no exhaustiva en: Lopes, Teresa Rita; Pessoa por Conhecer, Estampa, (1990), pp. 167-69. 7. Sobre la relación Nietzsche-Pessoa, véase: Steffen Dix, ‘Pessoa e Nietzsche: deuses gregos, pluralidade moderna e pensamento europeu no principio do século XX’, Revista do Centro de História da Universidade de Lisboa, 11 (2004), 139-74; Georg Rudolph Lind, ‘Nietzsche e Pessoa’, en: Um século de Pessoa: Encontro internacional do centenário de Femando Pessoa (5-7 dezembro 1988), Secretaria de Estado da Cultura, Lisboa, 1990,

de Nietzsche en Pessoa y en general el conocimiento de su obra toda­ vía está por develarse. Sabemos la profunda impresión que Nietzsche causó en la intelectualidad portuguesa y en sus vanguardias durante la primera parte del siglo XX. En la biblioteca personal de los últimos años de Pessoa no existe la presencia de ninguna obra de Nietzsche aunque sí de Arthur Schopenhauer.8 La mayoría de las citas directas y menciones de Pessoa se refieren a la traducción en español de Also spracht Zarathustra? con traducción Juan Fernández (seudónimo de Unamuno), libro que figura en su biblioteca privada, por lo que se puede inferir un conocimiento directo de esta obra. Como veremos, esto es sintomático de la dependencia de Pessoa con respecto a la re­ cepción del Nietzsche francés, ya que se trataba de la obra más ven­ dida, popular y difundida en Francia,10 seguida muy de lejos por La Genealogía de la Moral. Se puede comprender la imagen de Nietzs­ che que recibe Pessoa, el de un Nietzsche zarathustrianne, triunfante, un héroe literario invictus, profético, milenarista, trágicamente wagneriano hasta el final, apóstata de la Alemania liberal. Pessoa asimila a Nietzsche fundamentalmente a través de médiateurs, toda la trans­ ferencia cultural se realiza desde la matriz francesa, desde el primer Nietzsche'anisme. Y esto vale en especial para sus reflexiones políticas.

pp. 283-86; y Eduardo Lourengo, ‘Nietzsche e Pessoa’; en: Nietzsche: Cem anos após o projecto ‘Vontade de Poder-Transmutafáo de todos os valores Veja, Lisboa, 1989, pp. 24763. 8. Sobre la recepción de la obra de Nietzsche en Portugal, véase: Monteiro, Americo E.; A recepcao da obra de Friedrich Nietzsche na vida intelectualportuguesa (1892-1939), Universidade Católica Portuguesa/Lello, Porto, 2000; sobre Pessoa en especial, p. 294 y ss. En la biblioteca de Pessoa se encuentra una edición francesa mutilada de Schopenhauer, un libro con el título de Essai sur le Ubre arbitre, Félix Alean, París, 1903, que es listado como leído en “April, 1906”; era muy normal en Pessoa leer autores a través de la Biblio­ teca Nacional de Portugal, como es el caso, por ejemplo, de Kant y Nietzsche. 9. Editado por la editorial La España Moderna de Madrid en 1900. 10. Para que nos demos una idea, la edición francesa de Asi habló Zaratustra de 1944 era la 96°.



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Pero la grandeza de Pessoa excede y desborda este simple esquema de hacerlo más o menos otro nietzscheano más. El Pessoa político es claramente un Gegen-Aufklarung, un contrailuminista, parte reconocible de ese movimiento (esencialmente po­ lítico) de contragolpe al Iluminismo burgués. El término “Anti-Iluminismo” probablemente haya sido acuñado por el mismo Nietzsche’1y se transformó en un concepto polémico de uso corriente en Europa a principios del siglo XX.12Aunque Nietzsche lo utilizaba para categorizar las ideas-fuerza de Schopenahuer y Wagner, sus dos grandes maestros, es evidente que inventó un concepto analítico de primera importancia para definir un amplio movimiento de la civili­ zación europea. En este contragolpe teórico el Aristocratismo radical de Nietzsche es uno de sus componentes esenciales, pero no el exclu­ sivo. Tal como lo era la misma Aufklarung burguesa, el Anti-Iluminismo era en sí mismo un movimiento político, que atacaba in tota al horizonte ideológico de la Revolución Francesa, al Racionalismo (Descartes), a los Derechos del Hombre (Rousseau), hasta la misma tofwa de La Bastilla. No era tanto una contra-revolución, no intentaba la vana tarea de,retroceder en la Historia hacia el Anden Régime, sino más bien se consideraba “otra” revolución, de valencia diferente y al­ ternativa, como puede verse en los textos de Pessoa: no reclamaban una contre-Modemité, sino “otra” Modernidad, sin los costos extras (excesivamente decadentes, potencialmente revolucionarios, abierta­

11. En un fragmento inédito de su Nachlass, fechado en 1877, Nietzsche escribe: “‘Es giebt kürzere und langare Bogen in der Culturentwicklung. Der Hóhe des Aufk­ larung entspricht die Hóhe der Gegen-Aufklárung in Schopenhauer und Wagner. Die Hóhepunkte der kleinen Bogen kommen am nüchsten dem grofien Bogen-Romántik.”; en: Nietzsche Werke: Kritische Gesamtausgabe; Band 4/2, De Gruyter, Berlín, 1967, p. 478, “Notizbücher-Frühling-Sommer 1877”, 22 (17). 12. Sobre el Nietzsche político, nos permitimos remitir al lector a nuestro libro: Nietzsche contra la Democracia. El pensamiento político de Nietzsche: 1862-1872, Monte­ sinos, Barcelona, 2010.



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mente disarmónicos) de esta vía burguesa hacia el poder. No es ca­ sualidad que el propio Pessoa se definiera como “anti-reaccionario”. La “Otra” Modernidad se fundaría sobre el culto a todo aquello que diferencia al género humano, sobre todo aquello que divide y separa a los hombres (psique, instintos, historia, tradición, lengua, cultura, biología), una nueva cultura política que le niega a la Razón su per­ tinencia y capacidad en transformar la vida social, de mejorarla hacia una meta más perfecta. Culto a lo inconsciente y esotérico, impor­ tancia cardinal del elemento irracional de la naturaleza humana, sus­ titución de la explicación “orgánica” e “historicista” por aquella “mecánica” de las ciencias modernas, devienen lugares comunes en una nueva síntesis ideológica que Pessoa comparte con contemporá­ neos como Georges Sorel, Édouard Berth, Ezra Pound,’3T. S. Eliot, Wyndham Lewis, Thomas Ernst Hulme, Charles Maurras, Paul Bourget, Gustave Le Bon, Maurice Barres, Giovanni Gentile, Drieu La Rochelle, Paul de Lagarde, Céline, Oswald Spengler, Ernst Jiinger, Arthur Moeller van der Bruck, Martin Heidegger, Hans-Georg Gadamer, Mircea Eliade, Emil Cioran, Henri de Man, Ortega y Gasset e incluso con José Antonio Primo de Rivera. La “revuelta” total contra el Iluminismo, contra la Modernidad burguesa, en términos políticos: contra el Liberalismo, contra la De­ mocracia, contra el Socialismo, es la herradura ideológica en la cual se re-encuentran todos los nuevos contestatarios, los inconformistas, los anti-reaccionarios, los anti-materialistas, los anti-racionalistas, los anti-utilitarios, los nuevos realistas, los que están más allá de la (ve­ tusta) derecha y de la izquierda. La respuesta reactiva de esta familia espiritual parte siempre del mismo diagnóstico, compartido por Pes­ soa: la decadencia interminable del orden liberal, la degeneración im­ parable del sistema bourgeois. Para invertir la declinación, hace falta 13. Sobre Pound nos permitimos remitir al lector a nuestro estudio preliminar a la nueva edición de Guía de la Kultura, Capitán Swing, Madrid, 2011.



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emprender otro camino “civilizatorio”, como nos lo recuerda Pessoa en estos textos, reconfigurar otra sociedad, generar otra forma estado, au-delh tanto del Capitalismo manchesteriano y plutócrata como del nuevo Sovietismo ruso: una sociedad “orgánica”, neocorporativa, na­ cional-comunitaria en un sentido nuevo, bajo la figura de las élites viriles en torno a la figura heroica del Genius, Führer, Duce, o Chefe, imbuidas del sentido del sacrificio, sin el cálculo miserable del Profit capitalista, empujadas por un auténtico Élan vital. En la biblioteca de Pessoa sobreviven muchos de estos teóricos de la nueva derecha revolucionaria: por ejemplo, el amado-odiado Maurice Barrés,14 creador del término paradójico de Socialisme Nationale en 1898, alma de los anti-dreyfusistas y de los “Boulanguistas de iz­ quierda”. Además tuvo una enorme importancia tanto en el naci­ miento y desarrollo de la Action Frangaise como en su lea¿ler, Charles Maurras.15 El Boulanguisme, ruptura radical con la derecha tradicio­ nal, será el primer fenómeno en toda Europa que sutura en la práctica ideológica el Nacionalismo con una figura antimarxista (no-marxista, post*-marxista), la del Socialismo de Estado: “socialización” del Nacionali§mo&“na£Íonalización” del Socialismo, fenómeno inédito que será atentamente analizado incluso por el último Engels. Barrés será de vital importancia en la transformación del viejo conservadurismo 14. El libro que existe actualmente es Hommage a Marcel Proust, Librairie Gallimard, Paris, 1927; por menciones puntuales en notas, poseías y ensayos de su Nachlass, Pessoa debía conocer otros textos de Barrés que no figuran en la biblioteca que ha sobrevivido; el gran interés por su obra lo revela el hecho de que poseía un estudio introductorio a su obra de Henri Massis; Lapensée de Maurice Barrés-, Mercure de France, Paris, 1909, ejem­ plar profusamente anotado y subrayado. Por su parte Massis era un notorio intelectual de la nueva derecha, discípulo de Bergson, panfletista con el pseudónimo de “Agathon”; filofascista declarado, realizó entrevistas a los más destacados dictadores europeos de la época (Mussolini, Salazar y Franco), y colaboró con el régimen de Vichy entre 1940 y 1944. 15- Véase: Frohock, W. H.; “Maurice Barrés collaboration with Action Fran^aise”, en: The Romantic Review XXIX (April 1938), pp. 167-169; una visión más general en Soucy, Robert; Fascism in France. The Case o f Maurice Barrés. Los Angeles: University of California Press, 1972.



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europeo desde una Weltanschauung aristocrática, nostálgica y cosmo­ polita en otra nacionalsocialista, populista y realista; su obra tuvo gran impacto en la política portuguesa, siendo una influencia duradera en el ideólogo y poeta Antonio Sardhina (autor muy considerado por Pessoa), creador del llamado Integralismo Lusitano.16 Sardinha, quien proponía una monarquía orgánica, tradicionalista, antiparlamentaria con evidentes ecos en muchas tesis pessoanas, fue el que acuñó la fi­ gura de una suerte de Übermensch portugués: o Homem Atlántico e intentó desarrollar las peculiaridades de la raza portuguesa.17 Barres, un “génie du Nationalisme” según palabras de Léon Blum, será célebre no solo en los países latinos del Sur de Europa, sino en toda la América del Sur, en especial en la nueva derecha argentina y después en la ideología nacional-corporativa del naciente Populismo peronista.18Pessoa le hará menciones especiales y críticas en su poemamanifiesto épico de 1917 Ultimátum.19 Barrés es el gran pivot ideoló­ 16. En la biblioteca de Pessoa se conservan ejemplares de/ órgano nacionalista mensual de Sardinha: NagSoportuguesa: revista de cultura nacionalista. Sardinha recibió la influencia del canon clásico de la droit révolutionnaire francesa: Nietzsche, Renán, Taine, Barrés, Bergson, Sorel y Maurras. Sardinha no fundamentaba su nuevo estado integral-naciona­ lista en el Racismo biológico vulgar, aunque sí en la idea maurrasiana de los quatre états confédérés, en estados dentro del estado, segmentados y ghettizados, estancos de los au­ ténticos portugueses, en estamentos divididos por categorías: métiques, protestantes, ju­ díos y masones. No es casualidad ya que los maurrasianos se llamaban a sí mismos nacionalistas integrales. Sardinha muere joven manteniendo la idea integrista monárquica, aunque algunos integristas notables, como Roláo Preto, Alberto de Monsaraz, fueron atraídos por el moderno modelo fascista. 17. Sardinha, Antonio; O Valor da Rafa: introdufáo a urna campanha nacional-, Almeida, Miranda & Sousa, Lisboa, 1915. 18. Sobre Barrés: Sternhell, Z.; Maurice Barrés et le nationalisme franjáis, Presses de la Fondation Nationale des Sciences Politiques, París. 1972; sobré la influencia en América del Sur y en particular en Argentina (por ejemplo en escritores reaccionarios como Irazusta o Manuel Gálvez): Spektorowski, Alberto; The Origins ofArgenina’s Revolution o f the Righr, Indiana University Press, Notre-Dame, 2002, p. 51 y ss. 19. Por ejemplo: “Fuera tú, Barres, feminista de la Acción...”. Pessoa utiliza en este caso las discrepancias político-ideológicas entre Barrés y Maurras para que aquel se in­ corporara a la Action Franfaise.



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gico entre los conservadores del siglo XIX, los de la primera mitad del siglo XX y la nueva derecha europea de entreguerras, tanto que mu­ chos reclamaban un “retorno a Barres”.20 La filiación barresianne más significativa y notoria, además de la de Pessoa, es la del ensayista conservador-revolucionario Ernst Jünger y el jurista nazi-católico Cari Schmitt. Ambos autores de gran prestigio e influencia en los conser­ vadores revolucionarios e incluso en el Populismo sudamericano ac­ tual. El famoso libro de Jünger, Der Arbeiter, alabado por Heidegger, es una obra plenamente barresiana que entabla un combate mortal contra el Maquinismo, la Técnica sin raíces y la Modernidad burguesa in totoP En cuanto a Schmitt, el famoso apotegma del “Amigo-Ene­ migo”, la “distinción específica de lo político”, es una discriminación barresiana clásica: Barres oponía, sin posibilidad de cancelación, al Moi nacional, el Moi comunitarista y colectivo elaborado a partir del Moi individual (abstracto, rousseauniano, iluminista, liberal), el anti-Moi, que era eY“otro”, lo “bárbaro”, lo extranjero, en sentido propio y figurado. Lo esencial de la ideología de la Terre et des Morts, de fe Terre et du Sang es que los hombres, ya no una abstracción kantiano-hegeliana,4jue los pueblos, se definen no tanto por sus actos o sus instituciones, sino por su psicología. El hombre concreto (el ale­ mán, el francés, el portugués) es prisionero del contexto material y hereditario en el que ha nacido, imposible separarse del determinismo de las tradiciones (ancestrales) y de la lengua, el hombre no puede ol­ vidar esta marca lingüística, no será él mismo sino se piensa, lee, escri­ be en su lengua materna. La lengua es la Patria profunda, instrumento por medio del cual el hombre concreto toma consciencia de sí mismo. 20. Por ejemplo, y no es el único, en un artículo de R. Vincent en la revista Combat, en marzo de 1939, titulado: “Retour á Barrés”. 21. Jünger poseía las obras completas de Maurice Barrés y tenía una alta considera­ ción sobre él y su obra. Sobre las relaciones entre la Revolución Conservadora alemana y la tradición barrisianne, véase: Sternhell, Z.; La Droite révolutionnaire, 1885-1914. Les Originsfran$aises du Fascisme-, Gallimard, París,



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Pessoa dirá coherentemente que “tengo un alto sentimiento patriótico. Mi patria es la lengua portuguesa”; Nietzsche se obsesionará con el uso del auténtico alemán; Heidegger profundizará esta idea conser­ vadora y reaccionaria: “Soy lo que digo”. La más inmediata conse­ cuencia es el principio según el cual resignarse a una influencia extranjera lingüística equivale a un grado de decadencia radical. ¿Fue Pessoa de alguna manera, por sus afinidades electivas, por la comunidad de intereses, temas y estilo el Barres portugués? En estos textos es inconfundible el pathos barresianne\ Barres será el primero que formule y conceptualice (en una expresión a la vez literaria y po­ lítica, que a veces desborda los compartimientos estancos de la teoría) la nueva ideología nacional y nacionalsocialista apoyándose en el Darwinismo social. Es el emergente de una souffle de révolte, como el mismo Barres lo denomina, un vasto movimiento contra el (vulgar) Materialismo burgués, contra el Positivismo, contra la mediocridad de la nueva sociedad de masas, contra la democracia liberal y sus in­ coherencias, contra los intolerables costos extras del dominio del Ca­ pital, contra la evidente decadencia y degeneración de Occidente. En la base del novísimo nacionalismo barresianne se encuentra, tal como en Pessoa, un determinismo, de base fisio-psicológico (una matriz en­ trelazada de tierra-raza-familia-lengua), que todo nacionalista debe aceptar para serlo: “Nationalisme est acceptation d’un determinisme”, dirá en una precisa fórmula.22En esto debe basarse toda Machtpolitik efectiva. Aunque Barres no conoce directamente a Herder, padre del anti-Iluminismo europeo, lo recibe a través de Michelet, y de sus dos maestros: Taine y Renán. Como en ellos, el término Race, Raza, será empleado en el sentido herderiano de Volk, de Pueblo auténtico, co­ munidad histórica, cultural y fisiológica. De igual forma Pessoa ins­ trumentará su categoría de Rafa en estos textos políticos aplicados al caso portugués. 22. Barres, Maurice; Sc'énes et Doctrines du Nationalisme, T. I, Plon, París, 1925, p. 10.



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Otra categoría común a la nueva derecha europea, al Modernismo reaccionario y a la Metapolítica pessoana es la idea de decadencia.23 El sentimiento de la décadence-, una decadencia epocal, irrefrenable y abyecta, se instala con fuerza en la ideología conservadora hacia 1880, es común a Wagner, Nietzsche, Heidegger, Ibsen, Barres, Paul Bourget, Nordau y Maurras. Todos ellos deploran la igualdad abstracta, la mediocridad liberal, el falso materialismo bourgeois, la inestabilidad de la democracia parlamentaria, la cultura utilitaria, la educación iluminista, la corrupción política, los Derechos del hombre, el sufragio universal, la liberación de la mujer, las grandes ciudades y la llegada de las masas a la escena pública. Se revaloriza la figura del Genius, del Ubermensch, del realismo-heroico, de la virilidad, la representación política “orgánica”. .. La primacía del inconsciente y del instinto, de una contra-razón colectiva-racial. Pero este determinismo genera a su vez un relativismo de segundo grado. No existe ya verdad abstracta, ni ética universal, ífi norma moral absoluta, fantasmas de la Gran Re­ volución francesa y del Hegelo-Marxismo, sino nada más que la ver­ dad nacional; el Bien y el Mal de cualquier cuestión se deciden en función de los imperativos nacionales, de un nuevo tribalismo basado en la tierra y los muertos. Tanto para Barres como para Pessoa el ra­ cionalismo (burgués) es en realidad falta de raíces, cosmopolita, “extranjero”, importado, una expresión del olvido de nuestro deter­ minismo vital indeclinable. Un tercer componente es el anti-racionalismo violento y el consi­ guiente culto del inconsciente, la primacía lógico-histórica de lo eso­ térico, de lo impensado sobre la Razón. Éste será uno de los grandes temas de la amplia herradura ideológica de la nueva y radical derecha europea, y precisamente Barres (sobre el trabajo de Gustave Le Bon, 23. Y en forma paralela, la de un nuevo inicio o “renacimiento”; sobre la Ideología de la Decadencia en el desarrollo de la nueva derecha europea, véase: Sternhell, Zeev, L ’étemel retour. Contre la démocratie, l'idéologie de la décadence, Paris, Presses de Sciences Politiques, Paris, 1994.



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del que ya hablaremos) subraya la superioridad del instinto sobre el análisis, que es el único que puede explicar satisfactoriamente los gran­ des problemas de la vida. Como buen darwinista social, y en esto lo sigue Pessoa, Barres confunde constantemente instinto con incons­ ciente, superponiéndolos, e incluso comparando el instinto animal a la razón humana en detrimento de esta última. En última instancia, como dirá Pessoa, la fe es el instinto de la acción. Este culto a las fuer­ zas ocultas, misteriosas, deprofundis que desborda la racionalidad ins­ trumental, consideradas como tejido vital de la existencia humana, fuerzas energéticas son la dinámica creativa, exclusiva, tiene como co­ rolario esencial el surgimiento de un anti intelectualismo violento y brutal. Es a esta alma popular, a este instinto del pueblo al que hay que interpelar, despertar y reconducir, para rescatar a Portugal de la de­ cadencia de la vieja monarquía, la anarquía republicana liberal y la traición de los intelectuales cosmopolitas. Y como la nación, el mismo estado posee una suerte de existencia étnico-biológica, derivada de la individualidad de la tierra y los muertos. Todo criterio de comportamiento político reside en esta volonté inconsciente, milenaria, anti rousseauniana, externa a todo universal abstracto o falsa totalidad. El instinto popular es la síntesis sin posi­ bilidad de cancelación del mítico “interés general” (el Contrat Social, dirá Barres, es “profundamente imbécil”) de los falsos ideólogos iluministas. Si los valores morales, dirá Pessoa, pertenecen a la especifi­ cidad de cada cultura, para la regeneración de Portugal, para la restauración de la nación imperial y el estado, será necesario “enraizar” a los individuos en la tierra y los muertos. El anti-intelectualismo se anexiona al culto a la acción, a la energía, a la Will schopenhaueriana, a la Trieb original y al élan vital; las doctrinas tienen una importancia derivada, indirecta y secundaria, ya que es ese impulso telúrico el que funda la moral. Ya no es necesario saber qué doctrina es justa, sino identificar qué fuerza primal permite actuar y superar el impasse bur­ gués. Lo dirá Pessoa literariamente: vivimos auténticamente sólo gra­



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cias a la acción, es decir gracias a la Voluntad. Sin la fuerza nacional, impulso elemental del Hombre, no existe ni verdad, ni justicia. Determinismo fisio-psicológico, relativismo moral y ético, irracionalismo extremo, tales son las nuevas coordenadas ideológicas de la nueva orientación intelectual que encuentra la nueva derecha europea para enfrentar los nuevos desafíos del siglo XX. Y Pessoa no dudará en in­ tentar utilizarlas adaptándolas a la anomalía portuguesa. Hablamos del descubrimiento del inconsciente, del Instinkt y la Trieb nietzscheanas, del Es freudiano, del uso político-filosófico del Ello, innovación que se legitima en la academia burguesa a fines del siglo XIX, aportando una categoría cardinal y una dimensión complemen­ taria a la actitud anti-racionalista y antidemocrática. En este campo la obra de Gustave Lebon tiene un impacto y un acontecimiento sin igual en la ideología reaccionaria. Además se trata de uno de los su­ cesos científicos más excepcionales y casi sin igual en la Historia de la Ciencia. Pessoa asimiló muchas de las tesis centrales del psicólogo reaccionario Gustave Le Bon (que remite a su vez al historiador Taine, ta» admirado por Nietzsche),24 lo que no resulta extraño, ya que fue admirado por personalidades como Sigmund Freud, el filósofo francés Henri Bergson, el teórico sindicalista Georges Sorel, el sociólogo Robert Michels y por supuesto Maurice Barres. El punto de partida de Le Bon es el determinismo, que es a la vez, en su doble valencia, bio­ lógico y psicológico; aplicado a una nación determinada, esto significa 24. De Le Bon, Pessoa poseía: L'evolution de la matiere, Flammarion, Paris, 1908; L ’évolution desforces, Flammarion, Paris, 1908; y La Psycholegiepolitique et la défense sa­ cíale, Flammarion, Paris, 1910. Le Bon, que tenía simpatías por el Fascismo y llegaba a la apología en el caso de Mussolini, fue un fenómeno literario mundial, traducido a die­ ciséis lenguas, escribió más de 250 artículos en revistas de prestigio internacional, y cua­ renta obras que suman un total de 500.000 ejemplares impresos. Muchos especialistas incluso llegan a afirmar que muchas tesis y fórmulas seminales del Mein Kampfáe. Hitler se encuentran extraídas, palabra por palabra, de las obras de Le Bon; véase: Nye, R. A.; The Origins o f Crowd Psychologie: Gustave Le Bon and the Crisis ofMass Democracy in the ThirdRepublitr, Sage, London, 1975, p. 3-4 y 178-179.



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que la vida histórica de un pueblo, de sus instituciones (únicas e irre­ petibles), de su destino nacional, no son otra cosa que “el simple refle­ jo de su alma.”25 El Ame de una nación se encuentra inexorablemente predeterminada por unos caracteres fijos, inmutables, fundamentales, que provienen “de una cierta estructura particular del cerebro” deri­ vado de su matriz racial. La Raza es la que domina en última pero decisiva instancia “los caracteres especiales del alma de las mu­ chedumbres.”26 Y es más, dice Le Bon: sigue imponiendo su deter­ minación e imperando en los vivos a través de los muertos. El concepto de alma, en este sentido complejo con el que lo usa Le Bon, será una categoría central de las reflexiones políticas pessoanas. La co­ lectividad humana, la sociedad civil de los iluministas, es en realidad, dirá Le Bon, un organismo histórico, biológico, fisiológico y racial: el Pueblo “est un organisme créé par le passé”, es simplemente un or­ ganismo creado por el pasado histórico nacional.27 Este determinismo de nuevo cuño implica un anti-individualismo extremo y una nega­ ción total de la tradicional concepción de la naturaleza humana. El alma de un pueblo, el nudo vital de su raza, la psicología derivada de ella, domina in extenso al individuo. E inmediatamente, fungiendo de modo paralelo con la determinación racial aparece el inconsciente, esas fuerzas profundas, interpretables y traducibles sólo para hombres especiales, que dominan el destino del individuo y su comporta­ miento inmediato, a pesar de él. A partir de este pseudo-aparato cien­ tífico, Le Bon llega a investigar el volumen de los cráneos e incluso definir cuatro categorías raciales, se define el concepto de masa, de foule, de plebe, tesis que adopta Pessoa. Si bien las foules se mueven fuera de toda reflexión o de razonamiento, incluso son refractarias a

25. Le Bon, Gustave; Le Lois psychologiques de l ’evolution des peuples-, Félix Alean, Paris, 1894, p. 54-58, por ejemplo. 26. Le Bon, Gustave; Psyckologie desfoules; Félix Alean, Paris, 1895, p. 70. 27. Le Bon, Gustav; ibidem, p. 71.



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las leyes de la Lógica, son las más aptas y eficaces para la acción. Como no se mueven por medio de asociación de grandes ideas, se movilizan de manera exclusiva a través de “ideas-imágenes”, presentadas en forma elemental y simple, y la mejor es el mito. Pessoa adoptará esta posición en la que la Mitogenia jugará un papel central en transformar a la masa en un móvil para la acción que permita transformar la pe­ renne decadencia portuguesa. Le Bon tendrá inmediatamente entu­ siastas “traductores” en términos políticos de sus pseudo tesis de psicología social, entre ellos a Georges Sorel o al mismo Maurice Barrés, con lo que Pessoa cierra el rizo ideológico. Del ¿protofascista? Charles Maurras,28 leído, estudiado y criticado, al cual menciona irónicamente en Ultimátum,29 poseía sus obras prin­ cipales. Maurras, monárquico y realista convencido, bajo el influjo de Barrés, le otorga concreción al ideologema de la nueva derecha francesa. En primer lugar una ecuación fundamental: democracia parlamentaria=decadenfcia; en segundo lugar otro postulado de gran fu­ turo: el único y genuino patriota es el realista, el monárquico integral. Cohio Pessoa en el caso portugués, Maurras se propone restituir a Francia su autenticidad, su grandeza imperial pasada, y este renaci­ miento sólo puede realizarse teniendo como intermediarias las tradi­ ciones, los valores y las instituciones antiguas. Si para Pessoa el apogeo del Portugal perenne y eterno fue el de la época de la Reconquista y de los descubrimientos geográficos, de la fortaleza de las municipali­ dades, para Maurras la Francia ideal es la medieval, descentralizada,

28. Pessoa poseía las obras: L 'avenir de l ’intelligence: August Comte, le romantismeféminin, mademoiselle Monk-, Nouvelle Librairie Nationale, París, 1909 y Quand lesfrangais ne s’aimaientpas: chronique d ’une renaissance: 1895-1905; Nouvelle Librairie Nationale, París, 1916. 29. “ ...Cozinha-francesa dos Maurras de razáo-descascada”. Algunos especialistas hablan de un desprecio absoluto de Pessoa hacia Maurras que se remontaría a su juven­ tud, pero creemos que Pessoa sólo rechaza sus tesis estéticas en cuanto al papel del Neo­ clasicismo.

corporativa y católica de antes de la Reforma. Como en Pessoa, los términos en valencia reaccionaria de “Civilización” y “civilizatorio” son claves en los argumentos maurrasianos, a los que opone lo bárba­ ro, lo salvaje, lo infectado, lo contaminado y lo importado. Pessoa, como Maurras, piensa que la forma republicana ya estaba contami­ nada el día de su instauración por el Liberalismo. ¿De qué manera? A través de la infiltración de los principios liberales y de la ideología del Republicanismo subsumidos en la Monarquía por medio del Cons­ titucionalismo abstracto, del cual la Primeira República es su conti­ nuación degradada. Pessoa emitirá un cuidado juicio de Maurras: “Tal decadencia en el valor social de la inteligencia (producida por la de­ mocracia) estudia el Sr. Charles Maurras en su rápido pero interesante esbozo L A ’ venir de l ’Intelligence.” Si existe un libro fundamental en la difusión de la.Action Frangaise, incluso más popular que los propios escritos de Maurras, éste es el de Pierre Laserre sobre el Romanticismo francés y su impacto en las ideas filosóficas y políticas.30 El lugar que ocupan en la nueva derecha de la Action Frangaise el Romanticismo y el Neoclasicismo nos aleja del ob­ jetivo de esta introducción, ya que Lasserre mantiene posiciones di­ ferentes a las de Maurras y la línea oficial de la AF (Action Frangaise), similares a las que sostendrá Pessoa. Lasserre identifica el primer mo­ mento del nefasto Romantisme francés en Rousseau, a igual diagnós­ tico llegarán Barres, Maurras y Pessoa. El ginebrino habría inoculado tanto en la Literatura francesa como en la vida política la corrupción de la verdad, el falso individualismo (la introspección mórbida, afir­ mará Lasserre, tiene “olor a cadáver”) y el quiebre del espíritu clásico. 30. Lasserre, Pierre; Le Romantismefrangais: essai sur la révolution dans les sentiments etdans les idéesaux XIXosiécle, 2nd edition, Mercure de France, Paris, 1907; Pessoa poseía en su biblioteca, leída y anotada, la quinta edición de 1913. El mayor estudioso de la historia de la AF, Eugen Weber, confirma la importancia en agitación ideológica del libro de Lasserre, véase su todavía insuperable estudio: Action Frangaise: Royalism andReaction in Twentieth Century France-, Stanford University Press, Stanford, 1962, pp. 78-79.

La inoculación fue un producto foráneo, la importación de las ideas alemanas: Sturm und Drang y la Aufklarung, a partir de la idea de 1789, la Gran Revolución francesa, se produce el despliegue, dirá Lassarre, del Mesianisme romantique, que con su doctrina del Progreso, la Felicidad y La Razón debilita el poder y la tenacidad de la identidad francesa. Lasserre, como hará Pessoa profusamente, apela a las metá­ foras orgánicas, muy caras al nuevo Darwinismo social, comparando la sociedad francesa con un cuerpo enfermo infestado de ideas extran­ jeras e importadas. La auténtica doctrina nacional, el verdadero pa­ triotismo según Lasserre, es aquella perspectiva basada en la búsqueda de los fundamentos y las guías en la Teoría y la necesaria y natural re­ lación entre las cosas y las leyes de la realidad. Lazos familiares, patrio­ tismo de la tierra y los muertos, regionalismo de la pequeña patria, redes profesionales-corporativas son las únicas relaciones “naturales” argumenta Lasserre.31 Es de esta deducción natural que Lasserre, y Pessoa, llegan al corolario de la necesidad de la forma monárquica y la malfaisance de la démocratie. La Democracia burguesa se basa sobre la dignidad individual y la regla de la mayoría, pero el gobierno liberal no ha conseguid^ alcanzar a ninguno de ellos; por el contrario, la evi­ dencia histórica del 1900’s lo atestigua, la ideología democrática ha generado regímenes definidos por su permanente inestabilidad, la per­ manente oscilación entre dos apariencias profundamente contradicto­ rias, cuya dinámica genera decadencia: el despotismo de estado y la anarquía general. Todo el mundo en un régimen democrático sufre de esta inestabilidad sistémica, excepto pequeños grupos (políticos y eco­ nómicos) que usan su posición para explotar al resto de los connacio­ nales en su propio beneficio. Otra notable influencia en el Pessoa político es la del padre del lla­ mado “Darwinismo Social”, Herbert Spencer,32 cuya ideología podría 31. Lasserre, Pierre; ibidem, p. 170 y ss. 32. En su biblioteca se encuentran las siguientes obras: Seven essays selectedfrom tbe



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definirse como una visión determinista-competitiva de la Naturaleza y la lógica de la lucha por la existencia de Darwin para fundamentar una Teoría Política.33 Es sintomático que el término se acuñara en la década de 1870’s en su cuna, Inglaterra, cuando las hipótesis cientí­ ficas más simples de Darwin se expandieron a la Filosofía y la Política. Aunque en una primera etapa de su desarrollo ideológico, su fase clá­ sica que no influyó en Pessoa, se trataba de justificar el estado mínimo, el individualismo egoísta y el laissezfaire del Capitalismo naciente;34 en un segundo momento, el del Haeckelismus, paralelo a un combate contra el Progresismo, se transformó en una crítica a dicho indivi­ dualismo abstracto, en una defensa del colectivismo orgánico, de la Eugenesia, del Imperialismo y de la superioridad racial de Europa. Pessoa fue un atento y detallado lector no sólo de Haeckel y Spencer, sino del mismo Charles Darwin.35 La segunda mitad del siglo XIX es considerada como la Edad de Oro de Darwin, pero para nosotros es importante entender que hacia 1900 la Biología jugaba un rol dominante, no meramente auxiliar o

works ofHerbert Spencer, Watts & Co., London, 1907; Social statics abridgedand revised-, Watts & Co., London, 1910; y el popular panfleto: The man versus tbe State-, Watts & C o ., London, 1914. Sobre el Darwinismo como ideología, véase: Burzan, Jacques; Dar­ win, Marx, Wagner: Critique ofa Heritage-, Dubleday, New York, 1958. 33. Como la define Richard Hofstadter en su clásico estudio: Social Darwinism in American Thought, New York, 1944, pp. 5-6. 34. Su influencia llegó a círculos anarquistas, liberales y socialdemócratas de derecha como Ludwig Woltmann o a consejistas como el holandés Antón Pannekoek, véase su libro: Marxismus undDarwinismus, Leipziger Buchdruckerei A.G, Leipzig, 1909. 35. Pessoa poseía, en su última biblioteca personal, la obra fundamental de Darwin en inglés y su versión francesa: On the Origin ofSpecies by means of Natural Selection or the Preservation ofFavoured Races in the Strugglefor Life, Watts and Co, London, 1903; la traducción: L origine des especes au mayen de la sélection naturelle ou la luttepour l ’éxistence dans la nature, Schleicher Fréres&Librairie C. Reinwald, París, 1906; además la obra The Descent ofMan de 1871 en francés: La descendance de l ’homme et la sélection sexuelle, Schleicher Fréres&Librairie C. Reinwald, París, 1874, curiosamente con prólogo de Cari Vogt, el mismo social-darwinista que demolería en una polémica Karl Marx.



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ilustrativo, en la Filosofía Política, similar al de la Historia. Incluso la misma Historia deviene Biología, como afirmaba el historiador reac­ cionario Trietschke, cercano al mismo Nietzsche, bien conocido por Pessoa. Divulgadores, populizadores, simplificadores de Darwin acre­ ditan que sus teorías pueden aplicarse tanto al hombre como a su medio ambiente, y así subrepticiamente leyes como la selección na­ tural o el principio de evolución empiezan a ser mecánicamente tras­ ladadas a la Política y la Historia. La implantación del Darwinismo como ideología tiene como resultado inmediato desacralizar al ser hu­ mano y, en el mismo proceso, identificar vida social y vida física, mi­ nimizar la diferencia entre la animalidad y lo estrictamente humano, tarea que lleva a cabo uno de los discípulos más famosos, el alemán Ernst Haeckel, profesor de Biología en la Universidad de Jena, entre 1898-1899, bien conocido tanto por Barrés como por el mismo Pessoa.36 Haeckel, un admirador de Bismarck, intentaba demostrar la identi­ dad entre la vida humana y una célula del protoplasma, llegando a la conclusión que la Leben no era otra cosa que una forma de la materia, ide^s desaprobadas por Darwin, pero que sin embargo tuvieron un impacto considerable. Algunos han establecido una genealogía directa entre el Social-darwinismo de Haeckel, la ideología de la Deutsche Monistenbund y el pensamiento volkische del Nacionalsocialismo y del propio Adolf Hitler.37 Incluso muchas ideas del Estado Corpo­ 36. ¿Llegó Pessoa al darwinista social Haeckel a través de Barrés? En la última de sus bibliotecas personales Pessoa poseía en francés su obras esenciales: Histoire de Lt création des étres organisés d ’aprés les lois naturelles, Librairie Schleicher Fréres, Paris, 1879; Origine de l'homme-, Librairie Schleicher Fréres, Paris, 1899; Les énigmes de I ’univers, Librairie C. Reinwal, Paris, 1902; y: Les merveilles de la vie: études dephilosophie biologiquepour servir de complément aux énigmes de l ’Univers, Librairie C. Reinwald& Librairie Schleicher Fré­ res, Paris, 1904. 37. Como por ejemplo: Gasman, Daniel: The Scientific Origins o f National Socialism: Social Darwinism in Ernst Haeckel and the Germán Monist League, MacDonald, London, 1971, p. 148 y ss. Específicamente sobre el Darwinismo social en Francia, véase: Linda L. Clark, Social Darwinism in France, University of Alabama Press/London, Eurospan, 1984.



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rativo como la superación, tanto de la forma estado liberal como de la vieja y anticuada monarquía absoluta, son de inspiración haeckeliana.38 Haeckel mismo fue coherente con sus ideas: participó en la constitución de la imperialista Liga Pan-Germánica, fue miembro de la Liga Naval Alemana y de la Sociedad Colonial Alemana, miembro fundador de la Geselkchaftftir Rassenhygiene, la Sociedad para la Hi­ giene Racial.39 Para el Darwinismo, idea que asume Pessoa, la sociedad es un organismo más, especial, sí, pero un organismo, y como tal so­ metido a las mismas leyes y dinámicas de cualquier organismo vivo. Y aquí entra el aporte de Spencer, padre del Positivismo darwiniano, que sostiene que la realidad humana es una lucha incesante, perma­ nente, por la supervivencia del más apto. El Mundo pertenece al más apto (no al más fuerte), y ya no hay diferencia absoluta entre evolu­ ción natural y progreso humano. El Darwinismo político terminará confundiendo al más apto física y fisiológicamente con la Aristocracia del Espíritu, con los “mejores”, con los “Genios”, con el Übermensch. Se acoplará sin problemas con los postulados de la Economía liberal y de la nueva teoría marginal, cuya síntesis más conocida será la teoría sociológica de Max Weber.40Aplicadas de esta manera al universo so­ cial, las tesis e hipótesis científicas de Darwin, tan admirado por Marx, terminan siendo una Filosofía brutal, una Ideología burda, incluso

38. Haeckel aceptaba como dato “natural” la desigualdad de los hombres, por lo que la división del trabajo consistía no en una dominación sino un mero determinismo se­ lectivo evolutivo que se deducía de aquel desequilibrio, enfrentando de esa manera tanto a la ideología individualista meritocrática del Liberalismo como a la teoría de la lucha de clases de Marx. 39. Gasman, Daniel; ibidem\ p. 128, p. 143, y nota 13. 40. Existiendo una tensión entre las variantes más individualistas y las colectivistas o nacionales; un ejemplo de Darwinismo social y político weberiano es, por ejemplo, el artículo donde justifica el dominio de los prusianos sobre los polacos: “Der Nationaistaat und die Volkswirtschaftspolitik”, en: Gesammelte Politische Schriften, J. C. B. Mohr, Tübingen, 1958, p. 4; véase: Mommsen, Wolfgang J.; Max Weber und die deutsche Politik 1890-1920; ]. C. B. Mohr; Tübingen, 1974, p. 43 y ss.



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una nueva Religión pagana. El Darwinismo social es el que le otorga una nueva y duradera vitalidad a la nueva derecha y al Nacionalismo de cufio revolucionario. Una última influencia de largo calado en la filosofía política de Pessoa, también común a los no-conformistas de los 1920’s, es sin dudas la del filósofo vitalista francés Henri Bergson. Si la nueva re­ vuelta Knú-Aujklarung se inició a fines del siglo XIX con un vago neo romanticismo, con la estética de Wagner, con el racismo pseudocientífico de Gobineau, con la contrahistoria de Renán y Taine, con las profecías reaccionarias de Nietzsche, la psicología social de Le Bon y Tarde, los anatemas de Baudelaire y Dostoievski, la sociología política de Michels y Mosca, la legitimidad y sofisticación llegará desde la fi­ losofía con sello académico de Bergson. Su principal corpus filosófico apareció antes de 1914,41 se trataba de ensayos académicos especiali­ zados y ninguno de ellos se centraba ni en la Ética, ni en la Filosofía práctica, sin embargo tuvieron una enorme repercusión sobre el pen­ samiento político francés de la primera mitad del siglo XX.42 En es­ pecial en las figuras dominantes de la nueva derecha revolucionaria y en el revisionismo antimarxista, y específicamente en el filósofo bri­ tánico Thomas Ernst Hulme (no por casualidad a su vez traductor de Bergson y Sorel al inglés),43 Georges Sorel (que se consideraba su au­

41. En el siguiente orden: Essai sur les données immédiates de la conscience, Paris, 1889; Matiere etMémoire, Paris, 1896; y su obra más popular: L ’Evolution criatrice, Paris, 1907. 42. Curiosamente, mientras su obra no-política tuvo un gran influjo, su marginal y minoritaria obra política, intervenciones concretas, muy puntuales en la política ordi­ naria, es poco conocida y no atrajeron el menor interés ni tuvieron relevancia alguna, como por ejemplo: “Lettre sur le Jury de Cour d’Assise”, en: Le Temps, 15 Oct., 1913, p. 4; “La Spécialité: discours de distribution des Prix a Angers”, en: Journal de Maine-etLoire, no. 182, 4 August 1882, p. 264; “La Politesse”, discurso del 30 de julio de 1885 en la entrega de un premio otorgado por el Lycée de Clermont-Ferrand, en: Le Moniteur du Puy-de-Ddme, 5 August 1885. Estos textos políticos se han reunido en: Henri Bergson, Melanges, André Robinet (ed.), Presses Universitaires de France, Paris, 1972. 43. Traductor de Introduction a la mitapysique de Bergson y de Réflexions sur la vio-



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téntico discípulo), Charles Péguy, de nuevo Charles Maurras y Maurice Barres, con lo que Pessoa tiene siempre un contacto directo e in­ directo pero permanente.44 El Bergsonnisme (no las opiniones políticas personales del filósofo) -que incluye un fuerte vitalismo, la crítica al saber conceptual (cartesiano-kantiano-hegeliano), los límites irracio­ nales de la conciencia, la evolución biológica de la materia y la pree­ minencia de lo instintivo-, será uno de los nuevos pilares teóricos de nueva Droit revolucionaria francesa.

¿Un Nietzschéisme crítico? Debemos inferir como muy probable que Pessoa conoció la mayor parte del pensamiento de Nietzsche a partir de fuentes de segunda mano. La consecuencia es la recepción de un Nietzschéisme elemental, popularizado y alejado de una lectura atenta y erudita. La fuente más decisiva fue el famoso libro de Max Simón Nordau Entartung, leído por Pessoa en su traducción francesa Degenerescence,45 que es citado en numerosas cartas y funge de manera crítica en su diagnóstico sobre Portugal y Europa. El libro de Nordau fue en su momento un éxito editorial atronador. La crítica profunda y medular de Nordau a de­ lence de Sorel; Hulme tuvo gran influencia en las vanguardias artísticas de Londres y en es­ pecial en figuras de gran influencia como Lewis, Pound, T. S. Eliot (le consideraba la mente más fértil y creativa de su generación) y Yeats; Hulme a su vez fue muy influenciado tanto por Pierre Lasserre como por la misma Action Frangaise. Murió muy joven en 1917 durante la Io Guerra Mundial, sobre Hulme: “T. E. Hulme and the question of the Modernism”, Edward R Comentale/ Andrzej Gasiorek (ed.), Ashgate, Alde Shot, 2006. 44. Kennedy, Ellen; “Bergson’s Philosophy and French Pólitical Doctrines: Sorel, Maurras, Péguy and de Gaulle”; en: Government and Opposition; Vol. 15, Issue 1, 1980, pp. 75-91. 45. Nordau, Max; Entartung-, Duncker, 2 Bd., Berlín, 1892-1893; traducción fran­ cesa: editorial Alean, París, 1894; la primera traducción al español como: Degeneración, Librería de Fernando Fe, Madrid, 1902; el nombre verdadero de Marx Nordau era Simón Maximilian Südfeld.



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terminados presupuestos y puntos ciegos nietzscheanos será el punto de partida de Pessoa para su Nietzschéisme crítico. El libro será minu­ ciosamente estudiado, anotado y resumido por Pessoa en precisas notas de lectura, una obsesión que se llegará a plasmar en el proyecto de escribir una suerte de libro-anexo al de Nordau.46 Además, como puede constatarse en su biblioteca particular, Pessoa trató de conseguir y leer todas las obras publicadas de Nordau.47 Nordau (un judío aus­ tro-húngaro que terminará en el Sionismo) criticaba con dureza y cla­ ridad el Pangermanismo nietzscheano y el Racismo implícito en el mismo Wagner, críticas que de alguna forma pasaron casi intactas a la ideología pessoana. Dato curioso: durante la Gran Guerra, Nordau fue expulsado de Francia por ser un ciudadano enemigo y se trasladó a Madrid. En esos años publicó un curioso libro de viaje, Impresiones españolas, donde nos dejaba su visión del país. Nordau tuvo especial predilección por reflejar sus estancias en Andalucía y también su vi­ sión de fenómenos como el folklore, las fiestas, los toros, la vivencia religiosa, la etnia gitana, la música popular, etc. De Madrid recoge su arreciente cultural y político y también refleja la vida de provincias en Castilla. Y por ^upuesto el infaltable retrato psicológico-fisiológico del fenotipo español. La influencia nordaunianne será de largo aliento, en varias direcciones y muy fecunda, estimulando teorizaciones críti­ cas fundamentales de Pessoa sobre la decadencia burguesa, la dege­ neración epocal de la Humanidad, la figura de la mediación del 46. Pessoa llegó a pensar en un título alternativo como “Critique of Nordau’s understanding of D[egeneratio]n” o “Les Insignifiants —appendix á le “Dég[énérescence] ” de Max Nordau”. 47. Poseía, además del best-seller, los siguientes libros en francés: Vus du dehors: essai de critique scientifique et philosophique sur quelques auteurs frangais contemporains, Félix Alean, Paris, 1903; Psycho-physiologie du génie et du talent, Félix Alean, Paris, 1911; Paradoxespsychologiques, Félix Alean, Paris, en sus dos ediciones de 1907 y 1911; y en inglés: Arts andArtists, T. Fisher Unwin, London, 1907. Sobre su lectura de Nordau en francés, véase su carta ajóse Osorio de Oliveira, en 1932: Fernando Pessoa, Obra poética e em prosa, Antonio Quadros (Ed.), Lello & Irmaos, Porto, 1986, Vol. II, p. 325.

Genius, la consideración psiquiátrica como trastornados mentales a anarquistas8¿revolucionarios y la relación arte-locura. La recepción pessoana de Nietzsche no es neutra ni objetiva, ni si­ quiera directa del alemán: Pessoa adopta el Nietzsche francés, el Nietzsche traducido y divulgado por una primera generación de nietzscheanos entre quienes se cuentan Henri Albert, Jules de Gaultier, Henri Lichtenberg, Pierre Lasserre y Daniel Halévy entre otros. Pessoa poseerá la mayoría de los libros de este grand moment nietzscheano francés (pero no dejará de conocer a anti nietzscheanos fran­ ceses al mejor estilo Nordau, como Albert Fouillée). Entre las revistas que sostendrán el Nietzschéisme se encuentra en lugar destacado en la Historia Mercure de France, muy leída por Pessoa y protagonista de un curioso montaje político-periodistico.48 La revista, de perfil artístico-literario y muy poco académica, a través de su casa editorial in­ trodujo por primera vez a Nietzsche en Francia a partir del año 1898, tanto a través de ediciones de sus obras en coordinación con el Nietzsche-Archiv,49 como en artículos y recensiones literarias.50En este sen­ tido Mercure de France en particular se convertirá en el principal medio de transferí cultural (sesgado, polémico, distorsionador) del Nietzschéanisme hacia el Sur de Europa y al mundo latino en general. 48. Sobre el Nietzschefrancisé, véase el todavía muy útil libro de Geneviéve Bianquis: Nietzsche en France. L ’influence de Nietzsche sur lepenstefrangaise, Félix Alean, Paris, 1929; y Le Rider, Jacques; Nietzsche en France. De la fin du XIXo siecle au tempsprísent, Presse Universitaire de France, Paris, 1999, especialmente los capítulos III, IV y V. 49. El orden de publicación consistía en un desorden cronológico absoluto, empe­ zando con Ainsi parlait Zarathoustra, en 1898, al que continuó Par-deld le bien et le mal (1898), Humain, trop humain (1899), La généalogie de la morale (1900), L origine de la tragédie, ou HeUénisme etpessimtsme (1901), Aurore (1901), La gai savoir (1901), Le voyageur et son ombre (1902), La volonté depuissance. Essai d ’une transmutation de toutes les valeurs (1903), Crépuscule des idoles. Le cas Wagner. Nietzsche contre Wagner. L ’Antéchrist (1906), Considérations inactuelles, Ie t I I (1907), concluyendo con Ecce homo (1909). 50. Seis revistas culturales concentran entre 1890 y 1914 el monopolio de la difusión de textos de Nietzsche o trabajos sobre su obra, de ellas Mercure de France juega un papel exclusivo, predominante: abarca casi el 50% de trabajos de y sobre Nietzsche.



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Y Francia en general será en la época el principal foco de irradiación de Nietzsche fuera del mundo de habla alemana. Y el transferí pri­ mordial en el caso de Pessoa. Un ejemplo: una fuente secundaria importante será el manual de historia de la filosofía de Jules de Gaultier, De Kant a Nietzsche.51 Gaultier, filonietzschénne, confeso neopagano, revela una imagen aris­ tocrática, elitista y positiva de Nietzsche, en contraste con el criticismo de Nordau. Gaultier inicia su capítulo final sobre Nietzsche, supuesto superador y síntesis de toda filosofía moderna, de la siguiente manera: “Todo sistema filosófico es la objetivación en la mentalidad de un temperamento con plena consciencia de sus maneras de ser, de sus deseos y de sus aversiones. Erigiendo en Bien aquello que le favorece y en Mal lo que es su contrario. Esta idea domina y clarifica la entera filosofía de Nietzsche.”52 La filosofía, mal que le pese a los propios fi­ lósofos, no es más que la (mera) objetivación de un temperamento. Pessoa, vía GaultiéfT aunque acepta la definición de Nietzsche, pole­ miza sobre las determinantes históricas que Nietzsche sofoca: “O proprís Nietzsche asseverou que urna filosofía nao e senao a expressao de um temperamento. Nao e assim, suficientemente. As teorías de um filosofo sao a resultante do seu temperamento e da sua época. Sao o efeito intelectual da sua época sobre o seu temperamento”. Este ejem­ plo muestra la complejidad de la re-elaboración de la recepción de Nietzsche por Pessoa y los problemas teórico-políticos que su filosofía 51 • Editado por la casa editorial de una revista cultural muy admirada por Pessoa de la cual ya hablamos: Mercure de France, en 1910; como en otros casos de autores con mucha afinidad electiva con Pessoa, éste procuraba leer todo lo que se publicara del autor, por lo que poseía otro texto de Gaultier: La dépendance de la morale et l’indépendance des moeurs, Société du Mercure de France, Paris, 1907. 52. Dice Gaultier: “Tout systeme philosophique est l’objectivation dans la mentalité d’un temperament prenant conscience de ses manieres d’étre, de ses desirs et de ses aversions, erigeant en bien ce qui le favorise, en mal ce qui lui est contraire. Cette idée domine et eclaire toute la philosophie de Nietzsche”. Palabras que repetirá casi textualmente el propio Pessoa.



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política generaba en la conformación de la nueva derecha revolucio­ naria europea. Pessoa también recibió a Nietzsche indirectamente a través del famoso nietzscheano francés Henri Lichtenberg (tanto su Friedrich Nietzsche: aphorismes etfragments choisis, 1905, como su in­ troducción La philosophie de Nietzsche, 1912); Pessoa además había estudiado sus obras menores pero más políticas, como su ensayo sobre Novalis o su trabajo sobre la nueva Alemania.53 Otra influencia nietszcheana será por medio del ya mencionado Pierre Lasserre, pionero nietzscheano radical en Francia, habitual del Mercure de France y miembro de la nueva derecha francesa reunida en torno a la Action Franqaise.54 Pero no sólo abrevió del Nietzschéisme ortodoxo, sino que buscó armarse una impresión crítica y más objetiva del pensamiento nietzs­ cheano por vías variadas. Como ya dijimos Pessoa se formó como nietzscheano heterodoxo, paradójicamente, a golpe de ataques anti nietzscheanos. Una fuente de segunda mano, crítica como la de Nordau pero muy útil por sus largos comentarios a obras nietzscheanas todavía no traducidas al francés, al español o al portugués, era Alfred Fouillée.55 Influye en la noción de idées-forces (ideas-fuerza) que apli­ cará creativamente Pessoa en la mayoría de su ensayística política. Otras fuentes de segunda y tercera mano importantes para el conoci­ miento de Nietzsche, y de la Filosofía en general, ya a un nivel más

53. En la última biblioteca personal de Pessoa se encuentran dos obras de Lichten­ berg: L A ’ llemagne modeme: son évolution. Ernest Flammarion, Paris, 1909; y: Novalis, Bloud & Cié, Paris, 1912. 54. Sobre Nietzsche y la nueva derecha francesa, véase el todavía actual trabajo de Reino Virtanen: “Nietzsche and the Action Franqaise: Nietzsche’s Significance for French Rightist Thought”, en: Journal ofthe History of Ideas, Vol. 11, No. 2 (Apr., 1950), pp. 191-214. 55. En su última biblioteca personal, Pessoa poseía dos obras de Foulliée: Esquisse psychobgique des peuples européens, Félix Alean, Paris, 1903 y La philosophie de Platón: theorie des idees et de l ’amour, Librairie Hachette, Paris, 1904; había leído en préstamo además La liberté et le determinóme, Félix Alean, Paris, 1884.



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escolar y de divulgación, serán autores menores como Alfred William Benn.56 Otro punto de contacto con Nietzsche, en realidad una afinidad electiva, es muy curioso. En 1905 Pessoa, recién llegado a Lisboa, se matriculó en el Curso Superior de Letras donde cursó materias de fi­ losofía. En los manuscritos de esa época, referidos a la psicología del alma humana, muchos escritos en inglés (la segunda lengua de Pessoa), se cita con insistencia a un autor, Friedrich A. Lange, que fue una de las mayores influencias en el mismo Nietzsche. Lange es conocido principalmente por haber compuesto el primer ensayo de la supuesta evolución histórica de los sistemas filosóficos llamados materialistas, su famosa Geschichte des Materialismus (1866, 1873, 1875, 1882, 1887), en español traducida como Historia del Materialismo (editada en dos volúmenes en la edición de 1875). Se transformó en el libro más leído (y releído) y anotado entre 1866 y 1875 por el mismo Nietzsche; su influencia en esos años es de inmensa importancia, a la misma altura de la de Platón o Schopenhauer. Lange le inspirará a Kfietzsche (y a Pessoa) la crítica a Platón, el conocer a Darwin y sus epígonos, en la f ia n t e epistemológica psicológica, en la crítica tanto a la “cosa-en-sí” de Kant como al Cristianismo, incluso en sus ober dicta filosóficos. El propio Nietzsche lo reconoce sin tapujos al decir “la obra filosófica más importante del último decenio es, sin duda, la de Lange... sobre la que podría escribir un discurso laudatorio de un montón de páginas. Kant, Schopenhauer y este libro de Lange. No necesito más”.57 Tan impresionado que considerará es­ 56. Benn, A. W.; History ofmodemphilosophy, Watts & Co., London, 1912; el libro incluía una positiva valoración del positivismo de Comte, del Darwinismo social de Haeckel y Spencer además de una exposición de la Filosofía de Nietzsche, al que consi­ deraba una variación del Darwinismo, de Henri Bergson para finalizar con el Marxismo; Pessoa además tenía en su biblioteca dos obras más de Benn: Modern England: a record ofopinion and action from the time o f the French revolution to the present day, Watts and Co., London, 1908; y: Revaluations: histórica!and ideal, Watts and Co., London, 1909. 57. Carta a su amigo Mushacke, 1866.



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cribir su disertación sobre temas filosóficos neokantianos inspirados por el enfoque de Lange (“sobre todo las del tipo fisiológico de Kant”). Parece que Pessoa también fue influido profundamente por el escritor neokantiano y paradójicamente socialdemócrata. Al discutir sobre el Alma anota en inglés intercalando un slogan nietzscheano: “(El Alma) es la base de lo humano, demasiado humano, los dogmas de la inmortalidad del alma, de su libertad, de su perfecta simplicidad. Es la estupenda realización de una abstracción que consiste en la ele­ vación de una mera centralización de las emociones, que es una reali­ dad por ellas y en ellas, y sólo en la medida en que en ella se encuentra todo centralizado, elevar esto en una realidad, en una personalidad”.58 En consecuencia, Pessoa aboga por una “psychology witbout soul” (psi­ cología sin alma), y concluye la reflexión afirmando que “Lange enjoined us to do” (Lange nos empuja a que lo hagamos). O sea que de alguna manera Pessoa siguió en puntos fundamentales el propio de­ rrotero intelectual del mismo Nietzsche e incluso comparte un campo común en su Kulturkritik al mundo burgués republicano. No hay un “sujeto” en el sentido cartesiano vulgar, no existe el “cen­ tro” de un individuo tallado por la ideología liberal, sólo átomos: “contra la pseudopsicología tradicional... para quien el Alma hu­ mana era simple, la razón, la facultad, no sólo distintiva, como tam­ bién impulsiva, del Hombre, y la conciencia el fenómeno definidor de los hechos psíquicos. La ciencia psicológica constata que el Alma humana, suma de instintos e impulsos heredados y de hábitos ad­ quiridos e insensibles, es un compuesto heterogéneo... el Hombre es una suma heterogénea de solicitaciones inconscientes, a los cuales una consciencia y una razón, adquisiciones recientes de la animali­ 58. “It is the basis of the human, too human, dogmas of the immortality of the soul, of its freedom, of its perfect simplicity. The stupendous realisation of an abstraction which consits [sic] in elevating a mere centralisation of emotions, which has a reality by them and in them, and only in so far as they are there all centralized, in elevating this into a reality, into a personality”.



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dad, presiden como un rey constitucional, que reina pero no go­ bierna.”59 Pessoa (como Nietzsche) cree que los últimos descubrimientos científicos han demolido para siempre la ideología del principium individuationis burgués y la posibilidad de una superación en clave reac­ cionaria. Al mismo tiempo Pessoa debe realizar una recepción crítica de Nietzsche, única forma de poder reciclar sus textos ad usum del nuevo nacionalismo portugués. ¿Cómo conciliar el teutonismo im­ plícito en los escritos nietzscheanos, su racismo latente, su desprecio por el mundo alejandrino-romano y la cultura latina in toto en pos de una síntesis en la ideología de la nueva derecha portuguesa? ¿Cómo eliminar de Nietzsche su clave germanófila sin eliminar su núcleo duro aristocrático radical? Pessoa no tiene ningún problema en realizar una crítica profunda avant-la-lettre, desde el mismo courant de la nueva derecha revolucionaria, a los límites, estrecheces e incoherencias de la filosofía política de Nietzsche. Escribe: “el odio de Nietzsche al cristianismo agudizó la intuición sobre estos puntos. Pero se equivocó, poique no era en nombre del paganismo greco-romano que él erguía su grito, aunqu^jo creyese; era en nombre del paganismo nórdico de sus antepasados. Y aquel Dionisos, que contrapone a Apolo, nada tiene que ver con Grecia. Es un Baco alemán. Tampoco esas teorías inhumanas, excesivas tal como las cristianas, pero en otro sentido, nada le deben al paganismo claro y humano de los hombres que crea­ ron todo lo que verdaderamente subsiste, resiste y todavía crea en el

59. “Com efeito, contra a pseudopsicologia tradicional, crista como nao-crista, para quem a alma humana era simplice, a razao a fáculdade, nao so distintiva, como tambem impulsiva, do Homem, e a consciencia o fenomeno definidor dos Factos psíquicos, a ciencia psicológica constata que a alma humana, soma de instintos e impulsos herdados e de hábitos adquiridos e insensiveis, e um composto heterogeneo; [...] o Homem e urna soma heterogenea de solicitacoes inconscientes, a que urna consciencia e urna razao, aquisicoes recentes da animalidade, presidem como um rei constitucional, que reina mas nao governa.”



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interior de nuestro sistema de civilización”. O a propósito de la iden­ tificación de Nietzsche de Alemania con Esparta y los dorios escribe ácidamente con el seudónimo “Alvaro de Campos”: “Tu, cultura alema, Sparta podre com azeite de cristismo e vinagre de nietzschizacao, colmeia de lata, transbordamento imperialoide de servilismo en­ gatado!” (“¡Tú, cultura alemana, Esparta podrida con aceite de cristismo y vinagre de nietzschenización, colmena de lata, desborda­ miento imperialoide amarrado de servilismo!”). En este curioso Nietzschéisme crítico, basado en la idea de personae y máscaras, fun­ damentado en su concepción del Alma humana deducida de la psico­ logía reaccionaria de Le Bon y Tarde, estará la base de su heteronimia como un proyecto estético-político de largo aliento y de implicación directa con los problemas de su tiempo. Como en otros casos, es im­ posible concebir la crisis de la Modernidad ideológica burguesa, la flambée de antiracionalismo de inicio del siglo XX (y sus corolarios políticos más radicales) sin el enorme aporte de Nietzsche a las élites culturales reaccionarias de la época. Pessoa busca además en Nietzsche (y en su ambiguo filogermanismo) los argumentos para fundamentar y retomar una tradición imperial portuguesa. Hombre de amplias miras, lector incesante e interesado de joven en los diversos campos de la filosofía, política, psicología y sociología, Pessoa buscará la con­ firmación de sus propios puntos de vista no sólo en Nietzsche, al cual considera limitado para sus objetivos: allí están sus lecturas deThomas Carlyle, del vitalista e irracionalista filósofo Henri Bergson, de la nueva derecha revolucionaria francesa, Maurice Barrés, la influencia de la Action Francaise, y en especial la lectura minuciosa de su líder y téorico Charles Maurras. El último Pessoa se definió así mismo como esencialmente “anti­ socialista y anticomunista”.60 En cuanto a su ideología política, era 60. En su inédita “[Nota biográfica] de 30 de mar^o de 1935”; textualmente Pessoa escribe; “Posifáo social: Anticomunista e anti-socialista. O mais deduz-se do que vai dito



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muy claro al respecto: idealmente se definía como un monarcómano absolutista, única forma estado para un organismo imperialista como Portugal, pero, Pessoa era un realpolitiker, lo considera inviable por el impacto del Iluminismo y la Modernidad burguesa, por ello se autodefine como “absolutamente anti-reaccionario”, y se decantaba por la forma republicana (“con mucha pena”) como la más útil para el control conservador de las multitudes. Su motto era radicalmente antiiluminista, un oxímoron irónico: Tudopela Humanidade; nada contra a Nagá, “Todo por la Humanidad, nada contra la Nación”. ¿Patriota? Totalmente: “La idea patriótica estuvo siempre más o menos presente en mis propósitos... y no pienso en hacer arte si no lo hago medi­ tando hacerlo para tener el nombre de Portugal en todas mis realiza­ ciones. Es una consecuencia del hecho de afrontar con seriedad el arte y la vida” decía Pessoa en 1915. Y esta máxima la aplicó sin duda a su propia visión del mundo. Pessoa es irreducible al juego heterónimo, al baile de disfraces. íessoa es mucho más, su escisión abraza aspectos épicos políticos, profetismos imperiales, fantasías reaccionarias, espíri­ tus friitogénicos... El traitd’union entre el poeta y el pensador político es lo que nos perqyte descifrar el pathos de Pessoa. Son estos aspectos, eliminados en la hermenéutica habitual, los que hacen a la poesía pessoana única e insuperable. Pessoa es fundamentalmente un escritor-patriota, lo que quiere decir que más allá de las fascinantes escisiones psicológicas, de sus máscaras alquímicas, el motor inmóvil que lo guía es el amor filial por una patria negada y ofendida, en decadencia indeclinable, por una nación epocal, el orgánico Portugal imperial, obliterada, en de­ cadencia y a la deriva. El resurgimiento del Portugal-imperio sólo podrá lograrse por medio de una catarsis total (política, espiritual,

acima”; lo que estaba dicha más arriba era el apartado anterior sobre su Posición Patrió­ tica; en: Pessoa, Fernando; Escritos Autobiográficos, Automáticos e de Reflexao Pessoal, ed. Richard Zenith, Assírio & Alvim, Lisboa, 2003, pp. 203-206.



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moral y cultural), por un nuevo y alternativo progreso (ya no burgués, ya no conservador clásico, ya no comunista). No sin razón un estu­ dioso pessoano como António Quadros concluye que “la Patria, la Patria de sus raíces, la Patria de sus sueños, la Patria de su imaginario mítico y escatológico... fue su mayor y única certeza.” Pessoa lo define en sus papeles: “Considerar la Patria Portuguesa como la cosa para nosotros más existente, y el Estado Portugués como no existente.” No sólo eso: la propia estructura perenne y eterna del hombre es la que determina que “el instinto social fundamental: es el instinto llamado patriotismo.” Sin estos presupuestos, políticamente incorrectos e ig­ norados por el optimismo burgués, es imposible la regeneración na­ cional. El uso retórico de la acción mitopoética, la epopeya de un pasado glorioso, el profetismo mítico de los mejores, la filosofía de la historia como sucesión de héroes y genios, el elemento irracional esotérico-ocultista proveerán instrumentos únicos para que Pessoa pueda, de forma realista y efectiva, intentar reaccionar para ralentizar el ciclo de decadencia acelerado tanto por la vieja monarquía como por la forma republicana de dominio burgués. En toda su producción mítico-esotérica resulta palpable la presencia de un corpus ideológico reaccionario, propio, autónomo, nacionalista y patriótico, una bús­ queda de la tercera vía entre el comunismo y la república: el Sidonismo pessoano.

Sidonismo: ¿fascismo avant-la-lettréí Pessoa es un apasionado de la política y la sociología, una tendencia que mantuvo hasta su muerte. Muchos concluyen que posee un ca­ rácter impolítico de fondo que nos recuerda al de Mann o Heidegger. El Dichter sería el poeta que media entre la realidad y la dimensión fantástica, fáustica y mito-simbólica de la existencia, enfrentado al mero Literat, el mandarín intelectual asalariado, orgánico en el peor



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sentido del término (cuyo paradigma es el periodista o peor: el publi­ cista profesional del partido político) que siempre despreció: “¡Orden de expulsión a los mandarines de Europa! ¡Fuera!” (en su poema-épico Ultimátum, de 1917). Pero la apoliticidad de Pessoa es engañosa: su desprecio es por lo político, la kleine Politik nietzscheana, en tanto es­ fera profesional autónoma necesaria para la forma de dominio bur­ guesa. Lo político para él es sinónimo de Liberalismo y estado de partidos, de Revolución Francesa, en última instancia de Comunismo. Pessoa se interesó a tiempo completo (y públicamente como en este caso) por los problemas socio-políticos del Portugal de su época, con obsesión enfermiza. Su diagnóstico era que se había “desnacionali­ zado” (tesis de Maurras: el Liberalismo es incompatible con el Na­ cionalismo) y estaba ausente de su propia identidad milenaria. La crisis portuguesa era epocal y consistía básicamente en que los mejo­ res, por efecto de la democracia liberal, no gobernaban: “la crisis cen­ tral de la nacionalidad portuguesa deriva de su impotencia para formar elites.” Un tema que incorporó Nietzsche a la agenda de los conservadores revolucionarios. La élite dominante era por supuesto un designio de la^sangre y el destino, de la tierra y los muertos de Barrés: “la aristocracia de sangre, pues, establece la escisión en el país. País democratizado, país en que baja inmediatamente el nivel de su élite”. La forma estado debía diseñarse de manera negativa, incluso Pessoa pensaba que obligatoriamente el nuevo estado debería tener condiciones básicas biológicas para no perturbar el determinismo darwinista de la especie, al mejor estilo de Haeckel: “las condiciones bio­ lógicas para la renovación de la élite serán la no intervención del estado en materia biológica o demótica”. Pessoa era, en términos mo­ dernos, un aristócrata y realista político, antidemocrático rabioso, antiliberal y anticomunista: “Es fácil demostrar que los ‘principios’ democráticos están esencialmente dirigidos contra la opinión pública, contra el pueblo, y contra la propia esencia de toda vida social, que la Democracia es el resumen de todo cuanto sea antipopular, antisocial



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y antipatriótico.” La joven república le parecía, en un nivel más bajo y rastrero, una monarquía corrupta pero sin rey, que “había intensi­ ficado la decadencia y la desnacionalización del país”. Y así lo decla­ maba: “jY tú, Portugal-centavos, restos de Monarquía pudriéndose en República, extrema-unción-burla de la Desgracia, colaboración artificial en la guerra con vergüenzas naturales en África!” La utopía reaccionaria de Pessoa, su sistema ideal de gobierno, el único verda­ dero régimen natural, era la “monarquía pura” y el más apropiado “para una Nación orgánicamente imperial como Portugal”. Coherente con su pertenencia a la nueva derecha revolucionaria europea, Pessoa tenía claro que su forma de dominio de los mejores debía ser un retorno moderno de lo que llamaba una “monarquía científica”, que no era otra cosa que una forma de absolutismo no di­ nástico, “absolutamente espontánea” y regida por la figura de un “Rey-promedio”. Pessoa consideró que el dictador Sidónio Pais sería su corporización, su moderna y reaccionaria transmigración. El mito político refundacional será el Sebastianismo, como tipo ideal monárquico-imperial, en neto contraste con otro tipo de ideas imperialistas presentes en la península ibérica: ni el Portugal extranjerizado (15801640), ni por supuesto el Portugal burgués iluminista, positivista y racionalista.61 El mito de Don Sebastián, muy similar al del rey Ar­ turo, fue un movimiento místico-secular que recorrió Portugal en la segunda mitad del siglo XVI como consecuencia de la muerte del rey portugués Don Sebastián en la Batalla de Alcazarquivir, en 1578, en una aventura imperial, y cuyo cadáver jamás apareció. Es una ideolo­ gía profético-mesiánica adaptada a las condiciones lusas y más tarde 61. Pessoa define de esta manera su peculiar Nacionalismo: ““Posi^ío patriótica: Partidário de um nacionalismo místico, de onde seja abolida toda a infiltragáo católico-ro­ mana, criando-se, se possível for, um sebastianismo novo, que a substitua espiritualmente, se é que no catolicismo portugués houve alguma vez espiritualidade. Nacionalista que se guia por este lema: «Tudo pela Humanidade; nada contra a Na$áo”, en su nota autobio­ gráfica inédita: “ [Nota biográfica] de 30 de mar^o de 1935”.



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nordestinas (en Brasil). Se traduce en una inconformidad con la si­ tuación política vigente, un reaccionario retorno milagroso del Gran Hombre, el Salvador, el Deseado y una expectativa de reacción polí­ tico-social. Pessoa lo instrumentaliza como una potente e ineludible arma contra el mundo burgués, y no sólo para el caso portugués: “¡Europa quiere la Gran Idea que esté por dentro de estos Hombres Fuertes -la idea que sea el Nombre de su riqueza anónima!” ¿Qué sig­ nificaba la ideología reaccionaria del Sebastianismo para Pessoa? Él mismo lo explica: “¿Qué es, fundamentalmente, el Sebastianismo? Es un movimiento religioso, formado alrededor de una figura nacional, en el sentido de un mito. En sentido simbólico Don Sebastián es Por­ tugal: Portugal que perdió su grandeza con Don Sebastián, y que sólo volverá a tenerla con su regreso, regreso simbólico —como si, por un misterio espantoso y divino, su propia vida fuera simbólica- pero en el que no es absurdo confiar... Don Sebastián volverá, dice la leyenda, en una mañana de niebla, en su caballo blanco, venido de la isla lejana donde estuvo esperando la hora de la vuelta. La mañana de niebla indica^evidentemente, un renacimiento nublado por elementos de de­ cadencia, por restg£ de la Noche donde vivió la nacionalidad... Con Don Sebastián murió la grandeza de la Patria. Si la Patria vuelve a ser grande, volverá, ipso facto, Don Sebastián, no sólo simbólicamente hablando, sino realmente.” Como varios teóricos de la nueva derecha revolucionaria europea Pessoa se remite paradigmáticamente al sim­ bolismo de la Historia, porque para él “el símbolo ha nacido antes que los ingenieros” y todo lo existente gira en torno a la “forma” y al “alma”. De aquí que se puede creer, como “verdad política”, un retor­ no de Don Sebastián por medio de un fenómeno de metempsicosis ideológica: “La metempsicosis. El alma es inmortal y, si desaparece, vuelve a aparecer donde es evocada a través de su forma. Así, muerto Don Sebastián, el cuerpo, si conseguimos evocar cualquier cosa en nosotros que se asemeje a la forma del esfuerzo de Don Sebastián, ipso facto la habremos evocado y su alma penetrará en la forma que evo­



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camos. Por eso cuando hubiereis creado una cosa cuya forma sea idén­ tica a la del pensamiento de Don Sebastián, Don Sebastián habrá re­ gresado, pero no como un modo de decir, sino en su realidad y presencia concreta, ya que no físicamente personal. Un aconteci­ miento es un hombre, o un espíritu bajo forma impersonal.” Esta transmigración debe ser indicada, mediada y visible por la figura de la mediación más óptima: el escritor patriótico. Ya en 1926 Pessoa explicará esta utilidad del mito y del Sebastianismo para lograr un Por­ tugal portugués: “Vi en ello (el uso del mito del Sebastianismo) una especie de propaganda con la cual se podría resolver la moral de una Nación: la construcción o la renovación y la consecuente y multiforme difusión de un gran mito nacional... tenemos, afortunadamente, el mito sebastianista, con raíces profundas en el pasado y en el alma por­ tuguesa. Nuestra tarea es entonces más fácil: no debemos crear un mi­ to, sino sólo renovarlo... entonces se formará en el alma de la Nación el fenómeno imprevisible de donde nacerán nuevos descubrimientos, la creación de un mundo nuevo, el Quinto Imperio. Habrá retornado el Rey Don Sebastián.” La idea de Imperio en Pessoa no se reduce a un dominio bruto territorial, sino a un componente psíquico: “Por imperialismo nao se entende o agrupamento artificial de varias naifes em urna so, mas a tendencia de toda a na^ao para converter em sua substancia psiquica as outras nacoes.” El Imperialismo de nuevo cuño para el siglo XX debe tener una forma de dominio que permita con­ vertir en su propia substancia psíquica colectiva a las naciones domi­ nadas. Pessoa dejó sin concluir un proyectado libro cuyo título tentativo era El Sebastianismo, inspirado en la muerte del dictador. Es indudable que Pessoa pensaba seriamente que en Sidónio Pais podía individuarse una figura de Líder carismático y en la cual en un corto período de tiempo pudo reencarnarse el rey de un nuevo Modernismo reaccionario, las bases de “otra” Civilización. Dejamos al lector que disfrute de estas páginas donde se cruzan, en un híbrido magistral, la Gran Literatura con la Alta política. De Pessoa podría parafrasearse

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aquello que dijo el gran poeta T. S. Eliot del filósofo Hulme: “un clá­ sico, un reaccionario y un revolucionario, en las antípodas del espíritu eclético, tolerante y democrático del siglo pasado.”62

Nicolás González Vareta Las Cabezas de San Juan, junio de 2013

62. Eliot, T. S.; “A Commentary”; en: Criterion, April, 1924, 2, p. 231.



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Bibliografía

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Ultimátum e Páginas de Sociología Política; recolha de textos de María Isabel Rocheta e María Paula Moráo. Introdufáo e organizado de Joel Serráo; Ática, Lisboa, 1980.

Signos de Lectura

[...] Lectura imposible. [?] Lectura dudosa. (...) Laguna del autor. (^jSigno de interrogación en el original. [í«\] Empleo de un término inusual o errado por parte del autor. [ ] Título o palabra agregada por el compilador.



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I

Radicalismo republicano Nacionalismo integrista (1910 - 1916 )

Nota introductoria

Desde 1905, después de nueve años de residencia en la lejana Sudáfrica, Pessoa se estabiliza definitivamente en Lisboa. Allí seguirá con gran interés, compromiso y atención todos los sucesos político-sociales de Portugal hasta el día de su muerte en 1935. Se inscribe como es­ tudiante en el Curso Superior en Letras en Lisboa, llega incluso a ex­ perimentar una hü'elga estudiantil en 1907 contra las medidas autoritarias de Joáo Franco,63 cuya política dictatorial había apoyado en Sus inicios. A partir de la proclamación de la República en 1910, Pessoa comienza^preocuparse intelectualmente por la “suerte y des­ tino” de su país, publicando artículos y ensayos, concediendo entre­ vistas64 y planificando opúsculos y libros políticos. Los escritos que aquí compilamos incluyen el período comprendido entre los años 1910 a 1916, año crucial, ya que Portugal entra entonces en la Pri­ mera Guerra Mundial de lado de los aliados. En su Nachlass, estos 63. Joáo Franco Castelo Franco (1855-1929), empezó su carrera política en 1891. Fundador del partido Regenerador Liberal en 1902, nombrado primer ministro por Car­ los I en 1906. Su gobierno, a partir de 1907, en un contexto de inestabilidad política y desórdenes sociales, se caracterizó por su deriva dictatorial, que finalizó con el asesinato el 1 de febrero de 1908 del monarca y del príncipe y heredero del trono Luis Felipe. 64. Por ejemplo, en esos años Pessoa había publicado seis artículos socio-políticos en el diario lisboeta O Jornal bajo la rúbrica “Crónica da vida que passa” y en la revista mensual Eh Real!, libelo de crítica satírica y adoctrinamiento político, como el artículo “O preconceito da ordem”, de mayo de 1915.



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fragmentos van acompañados de títulos o etiquetas que remiten a fu­ turas obras nunca completadas o a esbozos de capítulos de una Opera maiorum, como De la Dictadura a la República, Consideracionespostrevolucionarias, Iconoclastia, Neo-romanticismo monárquico, etc. Espe­ cialistas y académicos especulan65 que en estos años Pessoa dudaba entre escribir una obra global que abarcase el período crucial de la conquista definitiva de la República, o componer dos obras distintas, una para el período final de la Monarquía, y una segunda sobre el surgimiento de la Revolución liberal y la instauración republicana.

65. Quadros, Antonio; “Nota Prévia”; en: Obra emprosa de Femando Pessoa. Páginas de pensamiento político, 2 vol., Europa-América, Lisboa, 1986,1, pp. 29-30.

DE LA MONARQUÍA CONSTITUCIONAL A LA REPÚBLICA PARLAMENTARIA

1 La decadencia portuguesa ha atravesado tres fases: la primera del tiempo de don Emanuel,66 en el cual se inicia la decadencia, al mo­ mento de la anexión por España;67 la segunda, de 1580 hasta la apa­ rición, en 1820, del “Constitucionalismo”68; la tercera comprende todo el período deja Monarquía constitucional.69 De manera ostensible, la decadencia portuguesa se inicia con la anexión a España. Para el sociólogo, sin embargo, el hecho que en su

66. Rey Emanuel I de Avis (1495-1521). 67. La llamada “Monarquía dual” o “Época filipina” (por el nombre Felipe, los tres reyes españoles homónimos) que duró poco más de sesenta años: de 1580 (derrota en la batalla de Alcántara) a 1640, inicio de una sublevación primero palaciega y luego popular, que puso fin a la dominación española, aclamándose a Juan II, duque de Braganza, como rey e iniciando lo que se llamó la “Restauración”. 68. En el año 1820 se producen la revuelta de Oporto y las elecciones de unas “Cortes Constituyentes”, que proclamaron la Constitución liberal, reconocida en 1822 por el rey Juan VI de Braganza. 69. La caída de la Monarquía constitucional con la proclamación de la República el 5 de octubre de 1910, después de una sublevación popular en Lisboa, con el apoyo de cierta parte del ejército, la Carbonería, la Masonería y varios partidos republicanos. El 21 de agosto de 1911 se instituye una Constitución de tipo parlamentario, el sufragio universal y directo, el bicameralismo y la figura presidencial con mandato de cuatro años. Esta República, la llamada “Primeira República”, terminará abruptamente el 28 de mayo de 1926 con el golpe de estado y la construcción de un estado semi-fascista, el Estado Novo de António de Oliveira Salazar.



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día esta anexión implicara ya una decadencia, indicaba que existía un estado anterior de debilidad, del cual este hecho era una prueba ma­ nifiesta. .. La anexión de un país por parte de otro no es un hecho esporádico, y ese hecho no puede explicarse simplemente a través de considera­ ciones tanto externas como internas como la superioridad del país... es más bien el cómo, más que el porqué de la cuestión. Las causas son esencialmente sociales y se debe efectuar un seguimiento poniendo más el acento en la decadencia del país absorbido que en la fuerza del país que lo absorbe. No existen accidentes en la Historia de la socie­ dad, aunque a veces lo parecen; ningún país muere por un desastre, como un individuo. Muere a consecuencia de una rápida enfermedad, más que de una enfermedad lenta, más que de una ancianidad -pero siempre de muerte natural, y de manera fundamental no por la propia enfermedad, sino por el estado de predisposición a esa enfermedad... La misma vetustez, ya sea en el individuo o en la misma sociedad, es una enfermedad -una enfermedad normal, es verdad, pero no por ello menos enfermedad.70

2 La Monarquía portuguesa ha caducado por tres razones: Io: Por estar unida en una única sustancia al Catolicismo, ya sea institucionalmente como espiritualmente; 2o: Por no ser capaz de lograr una forma de estado portuguesa, visto que, para quebrar la tradición de la vieja Mo­ narquía absoluta -la cual, si bien era una forma decadente, lo era en tanto una fórmula portuguesa- no se preocupó por encontrar un modo portugués para sustituirla, y se importó, a través de Francia, de la forma exterior de la Monarquía constitucional inglesa; 3o: Por no haber tenido partes separadas de ideología diversa, sino tan sólo gru­ 70. Fin del texto manuscrito.



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pos privados de nociones diversas de la cosa y, por lo tanto, como en casi todos los casos donde la inteligencia no impera, gobiernan sólo a partir de los instintos y de la baza política de los caciques. Es de suma importancia examinar las tres causas, por nosotros señaladas, que han determinado la caída de la Monarquía.71

3 Menos mal que esto va mal, porque es nuestra salvación. La actual República es la continuación del estado de cosas de la Monarquía, con algo de más, simplemente esto: la abolición del hecho que impedía al menos el pensar en mejorar el Estado. Porque la Re­ pública es, o mejor, será, no la causa, pero sí la condición de un pro­ greso ulterior... La... República indica que una corriente social se sustituye, en el estado de la razón, por otra: pero esta sustitución no se realiza como lacle un peón con la reina en el tablero. El estado social de la razón no cambia por el momento; comienza por ejercitar oscuramente la influencia de otra corriente -ésta, purificadora- que poco a poco la^va alterando. Está claro que los hombres que están a la cabeza de esta corriente en el deslizamiento gradual de... antiguos son aquellos que más se asemejan -por falta de sinceridad (?), de mo­ destia, de competencia- a los hombres del antiguo régimen. Gradualmente, el Bien va sustituyendo al Mal, pero la sustitución inmediata es pequeña en la diferencia entre los hombres. Es necesario no perder de vista esta cuestión, para no errar en el significado que hay que darle al actual estado de la razón en Portu­ gal.72

71. Fin de un texto dactilografiado. 72. Fin de un texto manuscrito.



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4 División del trabajo insólitamente perfecta en la República portuguesa y en su conformación. La destrucción es una obra generada entera­ mente por los no idealistas. Nada podrá ser construido en tanto que los idealistas no se organicen para la actividad social. Los únicos ele­ mentos constructivos en Portugal son los idealistas, no existen otros (¡profundo síntoma!).73

5 Pero, ya estamos progresando socialmente: hemos conquistado más libertad individual (contra el Socialismo [?]) y social (contra el Anar­ quismo [?]).74

6 Quisiera que, destrozado el barro que cubría el lago de la Patria, su­ biera inmediatamente a la superficie, impoluto, el redentor. ¿Cómo?75

7 El hecho que un determinado número de individuos se liberan, ar­ mados, por las calles y, después (...) lucha, han derrotado a los de­ fensores del Poder instituido, no es la Revolución -es sólo un acto revolucionario.76

73. 74. 75. 76.

Fin de texto manuscrito. Fin de texto manuscrito. Fin de texto manuscrito. Fin de texto manuscrito.



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8 Ventaja del efecto moral sobre la población. Una revolución militar tiene defectos y ventajas. Tiene defectos tales como: el de lanzar la indisciplina precisamente donde la indisci­ plina es un crimen; el de crear el precedente de una revuelta en la que, para estar siempre bajo una disciplina, fácilmente puede verse some­ tido bajo una opresión; el de romper (porque se debe suponer que no todos los oficiales son del partido monárquico) la unidad, si no al me­ nos del espíritu, al menos en la superficie, ya que es más necesaria que en cualquier otra corporación. La única es (...) ventaja de infundir en los revoltosos un amor diferente por la institución que se ha creado con esfuerzo, sentimiento enormemente útil cuando ningún senti­ miento patriótico puede ser despreciado.77

9 Uha crisis social es simplemente un medio violento y natural para eli­ minar los débiles y los inútiles. Si una nación entera o una sociedad caen en lo más bajo es porque eran totalmente inútiles y débiles. No es más que esto. (Las crisis, o la crisis, inglesa de 1770 a 1830). Con la crisis iniciada en 1890,78 se presentía la conclusión del hun­ dimiento de la nacionalidad y en su lugar se comenzó con la funda­ ción de la República. Ahora ya -en particular después de la fallida revuelta de Oporto-79 no podía haber ninguna duda sobre el destino

77. Fin del texto manuscrito. 78. El año 1890 era un año humillante para la Filosofía de la Historia de Pessoa, en el que Inglaterra lanzó un ultimátum a Portugal por la cuestión colonial de las fronteras entre Mozambique y Angola, coyuntura internacional a la que estaba atado el Constitu­ cionalismo monárquico. 79. Revolta do Porto: Revuelta liberal producida el 31 de enero de 1891, primer mo­ vimiento revolucionario republicano en la historia portuguesa.



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de la Nación. Hoy en día ya no puede vislumbrarse. La revolución ha demostrado que la crisis no era la de la propia nacionalidad, sino la de la Monarquía y de las fuerzas sociales de las cuales era un símbolo. La prueba de que la Monarquía estaba caduca. Pero la fuerza monár­ quica subsiste -el radicalismo republicano es parte de ella. No queda ahora más que destruir esta fuerza, tarea más difícil aún que la de des­ truir el símbolo. Podemos decir que nuestra crisis continúa. Pero ya sabemos, por nuestro bien, que la crisis es salvífica. El peligro era que la crisis de la Monarquía se transformara en crisis nacional. La muerte de la Monarquía ha demostrado lo contrario y lo ha demostrado de manera tanto más nítida en cuanto que esta muerte ha sido rápida y decisiva. Sursum corda/80 -Es el primer paso el que más cuesta, etc.81

10 Depende del gobierno y de nosotros el ser o no ser una reacción mo­ nárquica. Hay reacción y auténtico anti-Liberalismo por lo tanto donde el Liberalismo no comprende su propia misión —donde los “li­ berales” usan métodos reaccionarios y opresivos, ¿se puede esperar que aquellas tendencias reaccionarias no los usen? Primero: porque el empleo de tales métodos por parte de los liberales implica la presencia de elementos reaccionarios en el Psiquismo nacional; Segundo: por­ que estos métodos se acompañan siempre de una cierta incapacidad administrativa que proporciona a los enemigos del “Liberalismo” vi­ gente los argumentos y (...); Tercero: porque, naturalmente, es contra estos conservadores que los métodos antiliberales se [...] practican y la represión es suicida en cualquier caso político.

80. Literalmente: “¡Arriba los corazones!”, expresión latina litúrgica al inicio de la misa tradicional. 81. Fin de un texto mixto, mecanografiado y manuscrito.



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Es fácil acabar totalmente con mucho de aquello del Conservadu­ rismo que hoy existe en la sociedad portuguesa: conceder libertad, y más libertad, y más libertad, defender la República con la Libertad y no con la coerción. Ahora, que el espíritu del Gobierno Provisional82 sea por completo esto, no podemos jurarlo. De alguno de sus miembros tenemos la cer­ teza que no lo es. Si observamos la República Francesa: se puede ver el desastre que es y que ha sido; Francia -uno de los países más alegremente infelices del Mundo- y que ha tenido, malgré su sistema político, una Monar­ quía pésima y, después, una República apenas mejor, por no tener es­ píritu monárquico (?), pero, incluso así, horriblemente mala.83

11 El gran Mal de losmodernos es haber perdido el sentido común sin haber aprendido a razonar. Esto es, además, sólo un aspecto del Mal actual: el ser eliminado del pasado sin ser completamente adecuado para ql futuro.8^

12 La República llegó muy pronto. No era el caso que el partido repu­ blicano estuviese mal organizado; si lo hubiese estado no habría ocu­ rrido. No era que estuviese organizado sobre la base de una mala orientación -no era el mejor, pero era, respecto a los otros, en verdad el mejor. Lo que le faltaba al partido republicano era una nacionalización 82. El gobierno provisional de Teófilo Braga, del 5 de octubre de 1910 al 3 de sep­ tiembre de 1911. 83. Fin de texto manuscrito. 84. Fin del texto manuscrito.



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aceptable. Era insuficientemente portugués, además de insuficiente­ mente republicano. Aquel espíritu portugués que surgió, evidente y nítido, en la obra de los poetas, de Antonio Nobre a Afonso Lopes Vieira,85 confluía muy poco en la composición del Psiquismo general del partido de la República. Justamente, la parte más sana, más patriótica y más (...) del partido era aquella representada por Antonio José d’Almeida,86 porque, en el fondo, era la más integrada en el sentimiento nacional portugués. La otra -cuyo líder era B. M. [Bernardino Machado] y Afonso Costa-87 era más política; más ocupada en hacer política con­ tra la Monarquía que patriotismo a favor de la República. Los que pertenecían a esta última tendencia representaban el odio a la Mo­ narquía, sustituto positivo, porque todos los sustitutos son positivos, aunque conteniendo siempre una idea negativa. Los otros -aquellos bajo el liderazgo de Antonio José d’Almeida- le tenían odio a la Mo­ narquía a causa del amor por la República. En la boca del líder la pala­ bra Pueblo tiene un significado nacional, o tenía (...) en las bocas de los otros -mera fórmula en contraste con aquella de “Monarquía”—no lo tenía (ni tiene). La frase “Pueblo portugués” pronunciada por el Dr. Antonio José d’Almeida nos trae hoy un momento de poesía -un vago sabor reflexivo (...).88

85. António Pereira Nobre (1867-1900) y Afonso Lopes Vieira (1878-1947), son los más importantes poetas portugueses del Neo romanticismo decadente y el Simbolismo portugués, especialmente el primero. 86. António José de Almeida ( 1866-1929), uno de los organizadores y cuadros más activos del Partido Republicano; representante del ala derecha, en 1912, por disensiones internas, se aparta y funda el Partido Evolucionista, un bloque' moderado, quedando en el Partido Republicano los asi llamados “maximalistas”, que luego fundarán el Partido Democrático, cuyo líder será Afonso Costa. 87. En realidad Afonso Augusto da Costa (1871-1937), abogado masón, el político con más inteligencia en la Primera República portuguesa, tanta que incluso sus detrac­ tores más corrosivos, como Pessoa, reconocían su calidad, capacidad y ética. 88. Fin del texto mixto, mecanografiado y manuscrito.



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13 Hay una cosa que se denomina cufia y ella, al penetrar, entra en las puertas más sutiles. Así son los partidos revolucionarios; el partido que entra y fuerza la entrada es el partido informe (sin forma), inte­ lectualmente y moralmente. Para ser revolucionario se exige el ser in­ fluenciado de cierto sentimiento y poseer coraje -y nada más. El resto -el modo particular (que puede ser el más, en lo absoluto, egoísta po­ sible) de hacer la prueba los sentimientos sería la acción del individuo, es completamente inesencial (dispensable). Calumniar: no lavarse los pies, o, lo que es peor, la cara, lo que es para los ojos sociales mucho más evidente.89

14 Esto que está ahorasucediendo es la eliminación, por contacto con la M[onarquía], de los elementos perniciosos que estaban en el P[artido] Republicano], Si éste fuera el caso, la oposición, compuesta de hom­ bres todos ellos^paces y honestos, no habría sido una Rev[olución], sino simplemente una reforma, porque, sobre la base del concepto de representación, el hecho de una totalidad honesta de estos hombres hubiera comportado un estado social de orden tal en el que habría sido imposible que hubiera ocurrido una reacción, como la que se ha pro­ ducido, y la resistencia (?), por pequeña que fuese, que se ha hecho.90

15 Lo que ahora está sucediendo es la eliminación de los inútiles del par­ tido, que podían ser utilizados para la destrucción, pero que no sirven para el momento de la construcción. 89. Fin del texto mixto, mecanografiado y manuscrito. 90. Fin del texto manuscrito.



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Ahora recién nos damos cuenta cómo el rol de los Afonso Costa, de los A. J. d’Almeida,91 etc., era exclusivamente aquello de destruir, para que después arribasen los otros para construir. Nos damos cuenta cómo los individuos son incapaces de todo cuanto sea gobernar, de la intuición de la circunstancia hasta la noción (...) Y si estos grandes hombres del partido se muestran tan [...] constructivos (...) No hay comprensión de la circunstancia, ni de eso que es un Pue­ blo o de gobernar un Pueblo. Como bien ha señalado el señor Ho­ mem Cristo,92 son todos radicales.93

16 Radicales portugueses: dos especies: aquella a la que perteneció M[achado] Santos,94 de los que están con Bruno,95 B[asílio] Teles96 91. Ver ut supra, nota 87. 92. Homem Cristo (pseudónimo de Francisco Manuel padre, 1860-1943): panfletista Y periodista republicano, se exilió en París con el advenimiento de la Primeira República, francófilo y gran divulgador del Futurismo portugués; Homem Cristo hijo (pseudónimo de Francisco Manuel, 1892-1928): escritor y periodista, anarquista y anticatólico en un primer momento, luego se convirtió al nacionalismo mesiánico de Corradini, siendo uno de los puntales del movimiento “Sidonista”, al cual se unió Pessoa, quien fuera un apo­ logista de los fascismos latinoamericanos inspirados en Benito Mussolini. Pessoa aquí se refiere a Homem Cristo padre. 93. Fin del texto manuscrito. 94. Antonio Maria de Azevedo Machado Santos (1875-1921): vicealmirante y alto exponente de la Carbonería portuguesa, fue uno de los líderes de la revolución liberal del 5 de octubre de 1910, ut supra, nota 4. Constituyó en 1917, con Sidónio Pais y otros, la llamada “Junta Revolucionaria” y, dos años después, en 1919, la “Federación Nacional Republicana”; fue ministro de la dictadura sidoniana, murió asesinado. 95. José Pereira de Sampaio (1857-1921): conocido con el apodo de “Sampaio Bruno”, célebre periodista, filósofo e ideólogo, cuyas ideas influenciaron a la generación llamada “Renascenfa Portuguesa”; autor de varias obras políticas como Portugale a Guerra das Na^Óes (Porto, 1906) y A Ditadura. Subsidios Moráis para o seu Juízo Crítico (Porto, 1909), éste último una crítica al gobierno dictatorial de Joáo Franco. 96 Basilio Teles (1856-1923): ideólogo, poeta, profesor y ensayista, participó en la revuelta liberal de 1891, exponente de la escisión republicana y fundador del Partido Re­



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y otros; y aquella de los que han evolucionado como el líder Affonso] Costa97por ejemplo, pero que realmente e inconscientemente militan bajo el liderazgo de Paiva Couceiro.98 Estos últimos, que comprenden la plebe de la revolución y los carbonarios que no han sido vencidos (...) Son un grupo totalmente nefasto.

17 Como todos los gobiernos radicales, el Gobierno Provisional99 era débil en disciplina, en diplomacia y en unión (concordancia). No ha hecho falta nada -fuera del despreciable, por entonces elemental e imprescriptible, mantenimiento del Orden—para disciplinar al país; nada que hacer, por ello, para que la situación internacional deviniese estable; nada para seguir una política patriótica, súper-personal, co­ herente, y concertada, no con la instancia de la ocasión (?), sino con la circunstancia deí'lhomento. Nacido, al principio, sólo para conso­ lidar la institución pre-legislativamente, su competencia habría debido limitarse a disolver los elementos adversos a la República, reacciona­ rios y republicanos radicales, absorber los elementos benéficos y útiles del extinto régimen y, hecho esto, disciplinar, orientar y moralizar, re­ curriendo al ejemplo del sano gobierno con el cual moralizar a todos aquellos que, por lo tanto, le darían apoyo. No había un momento,

publicano Conservador, además autor de numerosos obras políticas muy influyentes como: O Problema Agrícola (1899), Estudos Históricos e Económicos (1901), Introdujo ao Problema do Trabalho Nacional (1902), Do Ultimátum ao 31 de Janeiro (1905). 97. Ver, ut supra, nota 87. 98. Henrique Mitchell da Paiva Couceiro (1861-1944): militar, administrador co­ lonial y político monárquico, participó en la conquista imperialista de Angola y Mozam­ bique, líder de los sucesivos intentos golpistas contra la Primeira República, las llamadas incursoes monárquicas; formaba parte del Integrismo monárquico lusitano, participó en el golpe militar exitoso del 28 de mayo de 1926, distanciándose del dictador Salazar, fra­ casó con un putsch militar contra él en 1928. 99. Ver, ut supra, notas 69 y 82.

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sólo uno, para emprender esta obra -el momento de benevolencia y de expectativa que sucede a la revolución. Se ha perdido a causa de su desorientación radical, de su incompetencia intelectual y de su desu­ nión interna. Esto, sin embargo -ya que todo puede ser- no es más que una hi­ pótesis para la diversión del que la piensa. Porque el análisis socioló­ gico de los antecedentes sociales del primer ministerio de la República no consiente otra orientación que aquella que es la que llegó a tener este gobierno, ni llegó el poder a otros hombres que no hayan sido aquellos, y de esa manera y en esas condiciones, es que se llegó a la toma del poder. Se deduce, entonces, que sólo un hombre de genio gubernamental podría salvar la situación; pero un hombre tal no era socialmente po­ sible, ni siquiera en las condiciones actuales del país, mucho menos en aquel momento y fuera de aquella ocasión.100

18 Es necesario considerar que la misión del Gobierno Provisional101 no es propiamente legislativa, porque no es constructiva. Los gobiernos provisionales son una prolongación de las revoluciones. Las revolu­ ciones echan por tierra el edificio de lo establecido; los gobiernos pro­ visionales barren los escombros y los cascotes; es la Asamblea Nacional la que, después de la limpieza del terreno, construye. Que construya antes del barrido es una (...) Que el Gobierno Provisional piense que la misión suya sea legislativa (...) es una incomprensión de su fin so­ cial. Su misión de ser no-destructiva no por esto debe ser constructiva. Es simplemente preparatoria. Es un punto que no debe perderse de vista.

100. Fin de texto manuscrito. 101. Ver, ut sufra, nota 82.

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Cuanto más segura es (...) la intuición que se tenga sobre este punto, más simple se convierte el trabajo de construcción. ¿Por qué imponer a la Asamblea Nacional el trabajo dispensable de destruir primero o alterar lo que el Gobierno provisional ha realizado?102

19 El observador imparcial llega a una conclusión inevitable: el país es­ taba preparado para la anarquía; pero de ninguna manera para la repú­ blica. Grandes son las virtudes [de] cohesión nacional y de man­ sedumbre particular del Pueblo portugués a esta anarquía, presente en las almas, ¡nunca desbordada en dirección de la razón! Bandidos de la peor especie (a menudo, buenos muchachos y bue­ nos amigos como personas -porque esta contradicción, que por otra parte no existe, existe en la vida), picaros con su proporción de ideal verdadero, anarquistas natos con un gran patriotismo íntimo -todo esto que habíamos visto en esa falsa papilla que siguió a la instalación del Régimen que, por contraste con la Monarquía que le había prece­ dido, sq decidió llamar República. La Monarquía había abusado de la dictadura: los republicanos pa­ saron a legislar en dictadura, haciendo bajo una dictadura todas las leyes más importantes, y sometiendo a cortes constituyentes o a cual­ quier especie de cortes. La ley del Divorcio, la ley de la Familia, la ley de la separación de la Iglesia y el Estado, son todos decretos dictato­ riales; nos quedan hoy, y ahora, todos los decretos dictatoriales. La Monarquía había despilfarrado, estúpida e inmoralmente, el dinero público. El país, ha dicho Dias Ferreira,103 era gobernado por

102. Fin del texto manuscrito. 103. José Eugenio Dias Ferreira (1882-1953): profesor de Economía y de Derecho Internacional, publicista y autor de varias obras políticas, destacado miembro del campo republicano.

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una banda de ladrones. Y la República, al arribar, ha multiplicado -concedamos generosamente que se ha multiplicado solo por dos (y basta)- los escándalos financieros de la Monarquía. La Monarquía, no siendo bienvenida a las Naciones y no habién­ dose extinguido espontáneamente, había creado una condición revo­ lucionaria. La República, al arribar, ha creado dos o tres condiciones revolucionarias. En la época de la Monarquía, estaba la Monarquía de un lado; del otro estaban, unidos -de los simples republicanos a los anarquistas—todos los revolucionarios. Sobrevenida la República, los republicanos han devenido revolucionarios entre ellos mismos y los monárquicos han quedado bien situados. La Monarquía no era capaz de resolver el problema del Orden; la República ha instituido el desorden múltiple. ¿Existe alguien capaz de indicar un beneficio, incluso leve, desde que ha ocurrido la proclamación de la República? No hemos mejora­ do en cuanto a la administración de las finanzas, no hemos mejo­ rado en cuanto a la administración general, no tenemos más paz, tampoco poseemos más libertad. En la época de la Monarquía era po­ sible insultar por escrito en los periódicos al Rey; en la época de la República no es posible, porque es peligroso, incluso insultar al señor Afonso Acosta.104 El sociólogo puede reconocer que el advenimiento de la República ha tenido la ventaja de lanzar al país a la anarquía, de llenarlo de in­ quietudes permanentes, y estas cosas pueden ser designadas como ventajosas porque, rompiendo el estancamiento, pueden preparar cualquier reacción que produzca una razón más elevada y mejor. Pero ni los republicanos pretendían este resultado, ni esto puede surgir como una reacción contra todo. Y el régimen se identifica, en verdad, con aquel innoble lienzo que, impuesto por una reducidísima minoría de harapientos moralistas, 104. Ver, utsupra, nota 87.

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sirve de bandera nacional -lienzo contrario tanto a la Heráldica como a la Estética, porque dos colores se yuxtaponen sin la intervención de un metal y porque es la cosa más grosera que pueda inventarse en ma­ teria de colores. Sin embargo eso es el alma del republicanismo por­ tugués -el rojo de la sangre que aparece disperso y diseminado, el verde de la hierba de la cual, por ley mental, debe alimentarse. Este régimen es una inmundicia espiritual. La Monarquía, aunque mala, por lo menos tenía de suyo el ser decorativa. Será poco, social­ mente; será una nada, nacionalmente. Pero es algo comparada con la nulidad absoluta que la República ha venido a ser.105

20 Todo lo que se necesita es la creación de un nuevo partido adecuada­ mente adaptado para comprender, integrar y representar todo lo que hay de intelectual y Salvífico en un tiempo dado, todo lo que hay de renacimiento verdadero [?] y de regeneración aquí entre nosotros. Este partido deberá constituirse cuanto antes, apenas aparezcan los hom­ bres nuevos capaces de tomar el liderazgo. Debe ser rigurosamente individualista, nítidamente desdeñoso de todo, del tumulto moderno, que representa, bajo la forma del progreso, degeneración y debilidad social. Debe ser un partido completamente nuevo, donde puedan estar todos aquellos que representan la fuerza de la regeneración y que tienen intensos anhelos de ella; e impedir a los hombres en los que el predominio -antes y después de la revolución- los hace incompati­ bles, no sólo con todos los que tienen una aspiración honesta y sin­ cera, sino con todos aquellos que poseen la capacidad para realizarla. Nada de B[ernardino] M[achado], deAf.[onso] C.[osta], de Antonio José de Almeida; nada de Machado Santos,106 (...) Nada de esto sirve

105. Fin de un texto dactilografiado. 106. Ver, utsupra, nota 87.

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para la construcción. Son servidores de la época y durante el período revolucionario. Toda otra misión terminó. Toda supervivencia intri­ gante causa un doloroso desprecio. Algunos son sinceros, pero nin­ guno sabe cómo serlo.107

107. Fin del texto manuscrito. Y en lo alto del fragmento se lee una nota en inglés: “Most subject to criticism.Ex.”

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NACIONALISMO EINTEGRISMO

21 Siendo cierto -para vuestra Merced como para mí- que la vida de la nacionalidad es la sustancia dinámica de la vida de la Civilidad, no podemos, por ello, estar de acuerdo cuando se trata de determinar qué es esta vida de la Nacionalidad: Hay tres especies de Nacionalismos: 1) El Nacionalismo tradicionalista: aquel que sostiene que la sus­ tancia de la nacionalidad consiste en la relación con cualquier punto de pasado, y la vitalidad nacional en la continuidad histórica con este punto del p ^ d o . Diversos son entonces los criterios con los que se puede ir en busca de este punto del pasado, mas, sea cual fuere el criterio empleado, la esencia del processus108 es idéntica. 2) El Nacionalismo integral, que consiste en atribuir a una nación determinada facultad psíquica, en la cual en la permanencia y la fide­ lidad social a ella reside la vitalidad y la consistencia de la nacionali­ dad. El Nacionalismo integral -por ejemplo, aquel de Teixeira de Pascoaes-109ya no se apoya sobre la tradición, sino sobre el psiquismo 108. En latín en el original. 109. Teixeira de Pascoaes: pseudónimo literario de Joaquim Pereira Teixeira de Vas­ concelos, (1877-1952), célebre poeta y escritor portugués, principal representante del “Saudismo”, movimiento de inspiración simbolista con connotaciones místico-panteístas y nacionalistas, fundador de la famosa revista de cultura A Águia, órgano oficial del mo­ vimiento “Renascenga Portuguesa”, en la cual colaboró Pessoa con su teoría filosófico-

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colectivo, concebido como determinado, en el que esta tradición: i) o bien se basa, ya que se retiene como válida, ii) o bien en la que se basó para existir, se la entiende ya como privada de valores perma­ nentes. 3) Finalmente, el Nacionalismo sintético, que consiste en atribuir una nacionalidad, como principio de individuación,110 no a una de­ terminada tradición, ni a un psiquismo resueltamente como tal, sino a un modo especial de sintetizar la influencia de la acción civilizatoria. El Integrismo lusitano111 es un nacionalismo tradicional. El Saudismo de Teixeira de Pascoaes es un Nacionalismo integral. Busca en el pasado la manifestación del Alma nacional (suponiendo su existencia). Otro, y diferente de cualquiera de aquellos, es el proceso adoptado por el Nacionalismo sintético. Porque no tiene verdaderamente un Alma nacional; porque tiene sólo una dirección nacional. Una nación sólo tiene datos y factores inalienables de posición geográfica, un de­ terminado rol en la totalidad de las naciones, que forman una civili­ zación. El nacionalista tradicionalista repele lo presente y lo extranjero. El nacionalista integral repele lo extranjero. El nacionalista sintético acepta lo uno y lo otro, intentando imprimir una impronta nacional, no en la materia, sino en la forma de la obra. ¿Quién tiene razón? Ninguno la tiene en su propio campo, pero

política del “Super-Camóes”, la aparición de un Artifex, que se proponía el renacimiento espiritual-imperialista de Portugal. 110. Principium índividuationis-, concepto filosófico-político acuñado por Schopenhauer y muy utilizado por Nietzsche. 111. Integralismo Lusitano: movimiento neo-monárquico, antiparlamentario y na­ cional-sindicalista surgido en la primera década del 1900, muy cercano al protofascismo de la Action Frangaise de Charles Maurras. Formaban parte escritores e intelectuales des­ tacados como António Sardinha, ideólogo del grupo, Alberto de Monsaraz, Rollo Preto, Afonso Lopes Vieira; su órgano publicístico era el periódico NafSo Portuguesa. Sobre la relación con Pessoa, véase nuestro estudio preliminar.

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el nacionalista integral es el que la tiene y en modo supremo, porque solo él se sitúa en todos los campos al mismo tiempo. (Dentro de este rol ingresan modalidades muy diversas de psiquismo nacional). El rol de una Nación fuerte y civilizada es aquel de imprimirle una impronta propia a los elementos civilizatorios comunes a todas las na­ ciones de su tiempo. Se ha intercambiado la influencia de una nación extranjera por aquella de muchas. Es el conflicto cultural que produce civilización. Estamos en una fase de estancamiento porque somos esclavos -somos esclavos de una nación extranjera de cuando en cuando. Si hubiéramos recibido de cuando en cuando más corrientes del extranjero estaría­ mos liberados. Es necesario no eliminar la cultura francesa que nos hace esclavos, además de agregarle otra, en conflicto con aquella -cul­ tura alemana o inglesa, poco importa.112

22 Otra 4ebe ser, por fuerza, la actitud del sociólogo equilibrado. La ob­ servación lúcida, si no la profunda, de los fenómenos sociales impone, sobre todo, una conclusión que es decisivamente contraria a aquella alcanzada por los tradicionalistas. El observador de los hechos sociales constata, en primer lugar, que el conjunto de fenómenos de la sociedad es extraordinariamente com­ plejo. Causas de todo orden colaboran en la producción de cualquier hecho social. En todo momento operan en la sociedad factores de orden económico, de orden político, de orden moral, de orden esté­ tico puro; en todo momento nos encontramos con conciencias indi­

112. Fin de texto dáctilo-escrito. Como sugiere el especialista Antonio Quadros, se trata de un fragmento de una “Carta abierta”, con la intención de ser enviada al diario de los integristas.

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viduales explicables sólo a partir de complejos (y, en cuanto comple­ jos, confusos) reagrupamientos de razones económicas, intelectuales, morales. Cuanto mayor es la importancia del hecho social, mayor es el número de causas que hay que comprender para su explicación; pero, al mismo tiempo, para compensar nuestro esfuerzo en el intento de explicarlo, más claro aún debe ser el concurso de aquellas causas que, colaborando, podrían haber producido un fenómeno de orden importante y decisivo. La vida social cotidiana está conformada por cosas inestables, imprecisas, porque la multitud de causas que operan no actúan en la misma dirección. Observando desde lo alto los hechos culminantes de la Historia humana, no podemos entenderlos sino como productos del concurso de factores diversos; es posible que estos factores, en el fondo, se reduzcan a uno solo, por lo tanto, para fines prácticos de la sociología, es superfluo investigar estos factores, deter­ minar los cuales, si bien admitiendo por otra parte que no constituyan una Metafísica sociológica, es en todo caso dificilísimo. Un hecho como la Revolución Francesa no puede, si no está uno en pleno delirio, ser interpretado como causado por una determinada filosofía o, incluso, por una determinada política. Cuando un hecho social tiene tal relevancia, cuando expresa un estado social, debe por fuerza ser la suma, o síntesis, de toda una serie de causas variadas, las cuales, concurriendo, lo producen. A lo sumo, si se quiere, por ejem­ plo, atribuir a Rousseau la Revolución Francesa, debemos dar al nom­ bre “Rousseau” un significado particular, entendiendo con eso, no la obra de un hombre, sino un fenómeno intelectual representativo y clarificador de ocultas corrientes sociales, de orden político, de orden económico, de orden moral. Se dirá que ninguno de los tradicionalistas franceses o portugueses ha querido insinuar (aunque se hace di­ fícil no creerlo) que Rousseau sea el autor de la Revolución Francesa, en el sentido en el cual podemos decir que un asesino es el autor de un asesinato. Pero lo que sí es cierto es que los tradicionalistas siempre han hablado como si esa fuese su convicción; y sin duda lo es, espon­

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táneamente, tal que su concepción sea, espontáneamente, absurda. En el caso citado como ejemplo, está consentido aludir a Rousseau como el autor de la Revolución Francesa sólo si se entiende con esto que Rousseau sea el principio de la Revolución Francesa. Así, es co­ rrecto. Dado que los hechos sociales, cualesquiera sean sus causas, son, en el fondo, hechos psíquicos, ya que se dan en psiquismos individuales, es siempre clarificadora la confrontación con los hechos que se dan en el Alma de los individuos; el proceso no comporta dificultad o pe­ ligros mayores, si se acierta bien en no huir de las analogías imposibles. En todo individuo, de carácter complejo (la sociedad no podrá ya ser comparada, en tanto compleja, al individuo de carácter simple), una acción cualquiera es el producto de la combinación de su facultad. La acción de mínima importancia (excluyendo, está claro, el caso de un individuo enfermo) generalmente tiene una causa simple. Pero las grandes acciones déla vida son el resultado de una multiplicidad de causas psíquicas. La importancia de la acción por ejecutar pone en juego toda la atención de varios elementos componentes de la psique del individuo; a$í como la importancia de una acción social pone en juego todos los elementos sociales. Es de mediocre lucidez cualquiera de los procesos modernamente seguidos para interpretar los fenómenos sociales -los procesos, quiero decir, que reducen a una sola causa todas las causas sociales. Tal es el llamado Materialismo Histórico, que reduce todo a causas económi­ cas; tal es, también, una teoría, como aquella de los tradicionalistas, que atribuyen la Revolución Francesa a causas puramente intelectua­ les. En la imposibilidad (por lo menos práctica) de reducir por lo tanto a una causa el complejo de las causas sociales, debemos considerar todas las causas que parecen que están actuando,113 y ver en lo que

113. Variante en el texto: “accionando”

convergen, en qué forma se oscurecen. Desde allí, podremos explicar los resultados. Actuando la una sobre la otra, las variadas causas sociales van crean­ do de esa manera una unidad de dirección en la vida de la colectivi­ dad, de forma que da la impresión de ser una sola causa. Dada una sociedad, en una época dada, ostenta una determinada tendencia eco­ nómica, una determinada tendencia política, una determinada ten­ dencia intelectual. Estas tendencias (por otro lado ya creadas por un conjunto de causas anteriores y complejas), se mezclan. Dado que la sociedad es una, una debe ser la dirección general de su vida, si bien múltiples son los intentos de dirección que en ella pueden ser esbozados. No existe una sola causa en la vida de una sociedad en un deter­ minado momento; y sólo existe una sociedad. Así la Revolución Francesa. Ella es el producto complejo de las doctrinas de los enciclopedistas, de la situación económica de la plebe francesa, de la corrupción política del antiguo régimen monárquico. Las tres causas interactúan. Dado que la terrible situación económica de esta plebe crea una revuelta virtual, este espíritu de revuelta es acep­ tado por los enciclopedistas que lo favorecen, y después viene el resto. Acepta el anti catolicismo de Voltaire, y espontáneamente rechaza los comportamientos aristocráticos: acepta de Rousseau el sentimenta­ lismo anti convencional, pero no todas aquellas partes (no siempre secundarias) de su doctrina, que estaban contra tal revuelta virtual. Del otro lado, la causa política... (,and quote what doctrines are nonacceptedfrom Rousseau).114 Si existía el malestar económico del pueblo francés sin el cual no hubiera existido nada, en concomitancia (y por efectos de la misma causa), la incapacidad política del tiempo, la revuelta, una vez así, ha­ 114. Ayuda-memoria de Pessoa en inglés: “y citar qué doctrinas de Rousseau no son aceptadas”.



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bría tomado una ruta diferente de aquella antimonárquica que tomó. Si no hubiera existido el adoctrinamiento de los enciclopedistas, in­ cluso si la república hubiese tomado un cariz antimonárquico, no ha­ bría asumido el carácter que asumió, porque no habría tenido la teoría, que tenía a su servicio. Pero, en realidad, estas causas que cola­ boraban, ya estaban entremezcladas, la una en la otra, antes que se definieran como tales. La teorización de Rousseau y de los enciclope­ distas ya representaba sentimientos que, aunque no tuvieran noción del malestar del pueblo, no habrían sido, por lo menos, tan nítida­ mente representados. La incompetencia política de los gobernantes de la Francia pre-revolucionaria no habría existido, por lo menos hasta cierto punto, si hubieran sido más fáciles los problemas económicos a resolver; ni, por lo tanto, habrá existido la revuelta latente contra esta incompetencia política. Sin la incompetencia política no habría nacido tan nítidamente en los enciclopedistas la idea destructiva, de la cual portaron las Banderas. De esta manera, todo fenómeno social aparece como causa y efecto junto a todos los otros fenómenos. ¿Cdmo interpretar esta cuestión? En yn único mentido: que, detrás de todas estas causas concurren­ tes, existe una causa única de la cual son manifestaciones, y a través de la cual la interacción constante de este íntimo fondo nacional se define cada vez más y se realiza. ¿Qué realidad fundamental es ésta? Sea lo que sea, es lo que constituye la realidad esencial de la vida social. Pero no había interés en investigar lo que es. No había, porque, para el sociólogo práctico, no es lo fundamental, lo intangible lo que im­ porta; son sus manifestaciones -es a través de estas manifestaciones que el Pueblo puede actuar sobre este fondo irreductible e inasible de la sociedad. Pero esta causa, que habíamos estudiado, que tenía, al menos, una gradación, ¿qué importancia posee? ¿Interesará más la causa econó­ mica que la política, más la política que aquella intelectual -o, vice­ versa, una cualquiera de ellas?

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Esto que vemos y que diferencia esta causa es la medida en que cada una la posee. El conjunto de las causas económicas afecta a la gran mayoría de la población. El conjunto de las causas políticas, a una minoría más restringida. El conjunto de las causas intelectuales, a una minoría pequeña. Hay una ascensión. El conjunto de causas intelectuales no actúa, directamente, sobre el factor económico. Actúa indirectamente, a través del factor, intermedio, de lo político. (No se puede aducir que estos tres factores no cooperasen entre sí. Cooperan en lo malo, en la destrucción social, pero cooperan. Des­ truyendo todo. Las variadas fuerzas sociales cooperan siempre; no pueden dejar de cooperar. Si no cooperaran desaparecerían, porque no actuarían). Tiene poco interés práctico investigar el saber en qué consiste, esencialmente, esta maldita dirección social. Que consista en una di­ solución de vínculos sociales o cualquier otra cosa no importa. Lo que interesa es saber cómo actuar para modificarla. (En el fondo, está claro que existe un determinismo fatal que direcciona a la sociedad hacia un cierto destino. Pero, pragmáticamente, no podemos pensar sobre este fin. Debemos creer en la posibilidad del esfuerzo, visto que no conocemos el futuro). No obstante, y a pesar de que el factor económico afecta a toda la sociedad, y el hecho intelectual a una pequeña parte, no se debe creer que este último no altera, propiamente como intelectual, el fondo económico. Descendiendo de los teóricos a los políticos y a la mayoría sobre la cual incide la presión económica, la teoría va asumiendo for­ mas diversas, deformándose para adaptarse. Va ganando una forma colectiva. A continuación de sucesivas y nuevas ascensiones en direc­ ción de los teóricos van como asumiendo una forma más nítida como teoría al servicio de la causa económica, y, de vuelta descendiendo, va deviniendo siempre más exacta, todo lo que sea posible, la noción de la razón que la mayoría posee. Se llega a un punto en el cual hay una conformidad casi perfecta, todo lo perfecta que sea posible, entre la

teoría de los teóricos bienvenidos y el sentimiento de la masa: es el momento de la acción social. La sociedad señala, ahora, aquello que rigurosamente puede ser denominado un estado religioso, porque se ha formulado una teoría que posee todas las características de una Re­ ligión, de la base intelectual hacia el sentimiento fundamental. ¿.A cuál fenómeno social se asemeja este estado? Al fenómeno reli­ gioso. De hecho, en la vida de la sociedad no existen otras cosas, fi­ nalmente, que fenómenos religiosos. La Revolución Francesa fue un fenómeno religioso. Que no se diga que entre la noción de Rousseau y la de un cam­ pesino exista una particular diferencia. La misma diferencia existe tras la noción de Dios que tiene un teólogo católico y aquella que tiene un campesino tanto o más católico que aquel. Éste es el fenómeno religioso. En realidad, el espectáculo al cual asistimos es la lenta agonía, tal vez del cristianismo^ ciertamente de la religión católica. Es en vano el pretendido “renacimiento” de la fe, tanto más en vano en cuanto al móvimiento de aparente victoria del paganismo, desde el cual el cris­ tianismo había ¿niciado su dominación del imperio romano. Ahora plantearemos el problema. Si todo es esencialmente religión y fenómenos religiosos, si la mutación social es esencialmente tan sólo mutación de una idea religiosa, entonces, si determinamos lo que es, esencialmente, la religión, habremos determinado cuál es el fondo mutable de la sociedad. Por lo que, una religión, es esencialmente: 1) una metáfora; 2) una moral; 3) una serie de ritos (¿?). No nos sorprende, en nada, entonces el hecho que Racine, o Corneille, sean más disciplinados que Victor Hugo. ¿Aquella alma res­ trictiva y árida qué razón debe disciplinar? Muy poca. Parco de ideaciones metafísicas, pobre de emoción lírica, ¿qué grandeza hay en el hecho del frío equilibrio que lo acompaña, salvo en el caso que ha­ blemos de los locos, de la ausencia de emociones y de ideas que lo

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perturban?, ¿qué hay de admirable en el hecho que un individuo, ca­ rente de tendencias al alcoholismo, domine su tendencia por el alco­ hol?, ¿qué hay de honorable o de fuerte en el hecho que un individuo de temperamento frío o calmo domine aquellos impulsos de cólera o de sensualidad que justamente en él no están presentes? Si podemos ver que la época pre-romántica es más fuerte, disciplinada, podremos ver cómo son, en materia de disciplina, todos los que realmente han tenido emociones fuertes, todos los que verdaderamente han sido ricos en ideas. Tenemos un Agrippa d’Aubigné:115 ¿será más disciplinado que Hugo? Tenemos un Pascal: ¿será este espíritu desordenado y gi­ gante más disciplinado que cualquier filósofo romántico? Tenemos, en plena época de influencia clásica, en Inglaterra, a un Shakespeare; poniendo aparte la grandeza, ¿Shakespeare será más pertinente, más disciplinado que Hugo? ¿Y Rabelais, y Montaigne, cuyo nacimiento se encuentra bien lejano de la corrupción romántica? Si existe alguna diferencia, está a favor de los románticos. Salvo en dos casos -aquel de Dante y aquel de Milton-... El argumento contra el romanticismo porque sea indisciplinado cae por su misma base. Las personas ricas de ideas y de emociones son siempre, por temperamento, indisciplinadas. El romanticismo muestra una riqueza de vida mucho mayor que aquella de los magros y pobres clásicos. ¿Por qué nos sorprenderíamos de que entre los ro­ mánticos la indisciplina sea mayor? Como el romanticismo avanza, se encaminará contra la disciplina. Los mismos escritores de la Action Frangaise, con todo su ímpetu anti romántico, hacen, en este sentido, aunque ellos mismos románticos, una obra útil. Verdadera disciplina existía únicamente en la Grecia antigua y, en grado menor, en Roma; como disciplina con emociones ricas, que

115. Théodore-Agrippa d’Aubigné (1552-1630): militar y poeta francés, símbolo del Barroquismo, favorito de Enrique IV y radical calvinista; gran crítico y satírico de la corte absolutista francesa.

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vale la pena disciplinar. Es que, libres ahora del peso bárbaro del cris­ tianismo, estos puros espíritus paganos tienen ahora la noción de orden o equilibrio, que Cristo vendría a eliminar. Y tenía la riqueza de toda la imaginación, la libertad de toda la idea. Toda religión es, en gran parte, por lo tanto exterior.116

23 Tras varios movimientos de reacción, que necesariamente tenían que aparecer117 contra el estado anárquico y revolucionario en el que (co­ mo no podía ser de otra manera) han transcurrido los primeros años de la infancia de la República, el único distinto era -porque, por su naturaleza, es útil a los fines de la reacción monárquica- el movi­ miento denominado “Integrismo Lusitano”.118Simpático por su preo­ cupación constructiva y, todavía más, por la facilidad con la que tiene éxito en irritar a las personas extremadamente inferiores, el Integrismo Lusitano, una vez analizado, pierde gran parte de este interés, ya por­ qué se nos revela ser importado, ya por que contiene algo esencial­ mente.erróneo.^Esta parte errónea es importación pura, pero, dato que no olvidamos al analizar el Integrismo desde un punto de vista de lo que se ha importado, analizamos lo que tiene de erróneo y no por el hecho que sea en sí derivado y extranjero. Tanto más útil será que nosotros procedamos a considerar cuánto de cierto será propio del elemento que se analizará que es común al Integrismo y a la mayor parte del monarquismo que exis­ te. Así, nuestra rápida crítica podrá refutar [?] una actitud monár­ quica general. Se trata de la tesis tradicionalista, la cual toma en consideración

116. Fin de texto mecanografiado. 117. Variante de Pessoa: “surgir”. 118. Ver, ut supra, nota 111.

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tres sub-tesis: la teoría de que la tradición posee elementos de máxima importancia en la vida nacional, y que abandonarla será, por lo tanto, decaer; el concepto de...119

24 Los períodos monárquicos, o bien tienen, en el alma de la nación, prestigio moral e intelectual, o bien no lo tienen. Si lo tienen, ¿de dónde proviene tal prestigio? ¿De la tradición de la monarquía por­ tuguesa? Esos períodos son incontestablemente de latrocinio, de ne­ gligencia y de indisciplina. Dado que en la República existe este mal sabemos que procede de la desorganización del ambiente creado por la monarquía. De la monarquía desciende el culto solemne a la in­ competencia. Los “escándalos” del partido republicano, todo favori­ tismo, toda indisciplina, están presentes en la mejor tradición monárquica. ¿No tenía la idea monárquica prestigio moral e intelec­ tual? Entonces, o bien florece en el alma de la nación, o no florece. Si florece, tal hecho significa un desclasamiento de la nación por sí misma. Si no florece, ¿cuál es la razón de la idea monárquica? Si la idea monárquica tiene prestigio, este prestigio -dado el carácter poco decente de la tradición monárquica—o representa una carencia de sen­ tido moral de parte de la nación, o bien representa una confianza ab­ surda, de un mesianismo de esquina de calle, en una necesaria perspectiva de una monarquía futura. De los integristas -que son personas jóvenes y sin pasado políticose puede suponer todo lo mejor. Pero, para que esto sea posible, será necesario verlos enteramente desconectados de la otra monarquía -de aquello que representa hoy la monarquía fracasada. Ocurre lo con­ trario: los vemos unidos a la otra monarquía —junto a aquellos cuya clave [¿] había sido aquella de asesinar la Monarquía, y cuya teoría 119. Fin de texto manuscrito.

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política parlamentarista y (...), con la que estoy en desacuerdo en todo. De esta manera, ninguno de los grupos monárquicos posee el espí­ ritu de confianza, porque los inspiran, de por sí, los que están rela­ cionados con los que no la inspiran; y por la circunstancia de que la doctrina política de estos últimos está en oposición a ellos, más dudas deberían surgir en cuanto al valor moral e intelectual de los neo-reaccionarios. ¿Se unirán, farisáicamente, para implantar la monarquía? ¿Cuál monarquía? ¿Aquella parlamentaria y “liberal” que la mayoría de la monarquía quiere? ¿Pensarán, ingenuamente, los integristas, que será del todo fácil pasar de tal forma monárquica a otra diferente? ¿Cómo? ¿Pensarán nuestros Maurras120que sus voces prevalecen o prevalecerán contra la corriente monárquica, sólo monárquica? ¿Pensarán que como el ambiente ha cambiado, los inmorales de ayer serán diferentes, purificados del todo^ en el poder? ¿Y nosotros mismos, o a qué otros integristas puedo yo engañar? Comenzar con esta carencia la ruta política. ¿Nos otorga garantía de un seguro criterio político para el futuro? En verdad, los integristas no pueden ser literatos cuya literatura pasa a ser realizada con ideas políticas. En el fondo, todo aquello es platónico e inofensivo. ¡Sirven a la monarquía, no al integrismo!121

25 División de la teoría integrista: 1) el preconcepto tradicional; 2) el 120. Charles Maurras (1868-1952): político de extrema derecha, poeta y escritor francés, principal fundador e ideólogo deActioti Franguise (Acción Francesa), de enorme influencia en la nueva derecha portuguesa. Sobre su influencia, véase nuestro estudio preliminar. 121. Fin de texto manuscrito.

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preconcepto nacionalista; 3) el preconcepto de la Disciplina; 4) el preconcepto del orden; 5) el preconcepto anti-democrático y anti-individualista. El sociólogo sano, en vez de ir tras la investigación del pasado y al exterior, sin crítica ni reflexión, de la doctrina que flota en la superficie de la época, primero deberá enfocar su atención en la dirección de la circunstancia mesológica que constituyen el ambiente nacional y la ci­ vilización del pueblo sobre el cual está orientada su investigación. Bus­ cará establecer cuáles son las corrientes que caracterizan la época, y cuál será, por lo tanto, la disciplina inherente a esta corriente. Este estudio será algo más que la fácil y simple adición de teorías extranjeras, nadie podrá dudar de ello. Que un gasto de atención y de voluntad, una concentración paciente, una reflexión desapasionada y sólida, constituyen la base de esta actitud y, constituyéndola, pre­ sentan mayor carga de trabajo respecto a imitar y a compilar, nada de esto lo pondrá en duda nadie. El camino de la verdad, sin embargo -ya no hablo de la intangible verdad esencial de la cosa, sino de la simple verdad pragmática, de la verdad transitoria de la acción- es áspero y estrecho, como todos los que lo han pisado han podido descubrir. No espero que nuevos defensores del rey puedan realizar esta obra. No la puede hacer uno cualquiera, porque es necesario que el que la haga sea un Genio. Y menos la podrá realizar aquel que anticipada­ mente se encuentre anclado a una teoría, tradicionalista o cualquier otra, no como pionero del pensamiento, sino como soldado simple de una idea externa. Los nuevos patriotas, si (como creo) lo son, tienen un amplio campo para una actividad creadora, si tal actividad les atrae, en la pugna por aquellos intereses de la Patria que están en el interior de todas las teorías -excepto aquellas teorías extremas que excluyen la misma idea de Patria- y que son necesarias y justas. ¿Por qué no luchar para los hombres competentes estén en los me­

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dios que les competen? Por qué no iniciar una campaña a favor de la realidad útil, indiscutible; la abolición de la corrupción en la vida po­ lítica, la eliminación de los obstáculos partidistas, tantas cuestiones justas que la gente demanda. La unilateralidad de la cultura de los integristas afecta gravemente a toda acción intelectual, en lo que ella tiene de valor. No vivimos fuera de la cultura francesa. Podemos conocer autores alemanes, in­ gleses, italianos, pero los conozco por medio del estado del espíritu creado por la cultura francesa. La manera más simple de hacer surgir en un país una idea nacional es el conflicto de la cultura: lanzar al interior de aquel país una in­ fluencia extranjera; una neutralizará a la otra y, en el esfuerzo por con­ frontarla y asimilarla, el país desarrolla un espíritu propio, finalmente redescubriéndolo y recuperándolo. El nacionalista tradicionalista se dirige al pasado para descubrir el presente. El nacióífalista integrista se dirige al presente y al pasado para descubrir el presente. El nacionalista cosmopolita busca en el prfesente y sólo en el presente (ex ????) [sic. ] ¿De qué manera se proponen los integristas despertar el senti­ miento nacional? Con la tradición. Pero la tradición: 1) es despeda­ zada. En especial por la clase dirigente, que está en contacto con el extranjero; 2) donde no se encuentra en quiebra, representa, no un nacionalismo, sino una perfecta no progresividad; 3) es inconsistente y contradictoria en sí misma.122

122. Fin del texto mecanografiado.

II

Europa Guerra imperialista y Revolución (1916- 1918)

Nota introductoria

Los textos de esta sección, escritos entre 1916 (año de entrada en la Gran Guerra de Portugal del lado de la Entente) y 1918 (año de la fir­ ma del armisticio de Alemania y las potencias centrales y de consoli­ dación del poder de los bolcheviques en Rusia) forman parte de un amplio proyecto de estudio histórico-político, al que Pessoa había de­ nominado Aguerra'alemáo (La guerra alemana). Según el escritor, un estudio de estas características debía incluir un análisis sociológico e his’hSrico-cultural de la civilización europea entera, subrayando que la causa del enoQne y mortal conflicto -en el que Portugal se encontró envuelto de mal grado presionado e impulsado por el aliado inglés y dependiente de la política belicista de los halcones “democráticos”, mayoría en el gobierno de 1916. El 26 de febrero de 1916, a solicitud de Inglaterra, el gobierno en­ cabezado por Afonso Costa, estando en la presidencia de la República Bernardino Machado,123 requisaba barcos bajo bandera alemana en los puertos portugueses; finalmente el 9 de marzo Alemania le declara­ ba la guerra a Portugal. Inmediatamente los dos partidos mayoritarios, el “Democrático” y el “Evolucionista”, daban vida a una particular “Unión Sagrada”, un gobierno de convergencia y salvación nacional, refrendado por los dos amigos-enemigos políticos, Costa y Antonio 123. Ver, ut supra, nota 69.

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José de Almeida, asumiendo éste último el cargo de Primer Ministro. Se preparó una fuerza expedicionaria, el llamado Corpo Expedicionário Portugués, de la cual una parte importante fue desplegada en el frente de Flandes, y el resto en el teatro africano (Angola y Mozambique) enfrentando a las fuerzas coloniales alemanas de Namibia y Tanzania. La guerra inter-imperialista, que causaría a Portugal decenas de miles de víctimas y un enorme sacrificio para la pauperizada población, con­ cluyó el 11 de noviembre de 1918 con la firma del armisticio firmado en París, precediendo al famoso Tratado de Versalles (28 de junio, 1919). La trascendental medida iba más allá del único y aparente in­ terés económico que enfrentaba al país con Alemania, en especial, más allá de las propias Francia e Inglaterra, y esto porque los dos blo­ ques representaban dos diversos “Criterios de Civilización”, dos di­ versos “Principios en conflicto”: uno que colocaba “a la Patria sobre la Civilización” (Alemania); y el otro, que ponía “la Civilización por encima de la Patria”. El plan de esta opera interrupta y de los estudios complementarios proyectados, todos prolijamente mecanografiados, debían estar internamente compuestos, como el mismo Pessoa escribe, de tres partes: “I. Los fundamentos de la Civilización europea; II. La guerra alemana; III. La Europa moderna considerada sociológica­ mente.”

I ORIGEN Y DESARROLLO DE LA CIVILIZACIÓN EUROPEA

1 1) La civilización que llamamos “europea”, —y que hoy es la civiliza­ ción propiamente dicha, dado que las civilizaciones de las regiones fuera de Europa adoptan las ideas y fórmulas europeas y descienden de acciones y causas europeas- se fundamenta sobre cuatro principios que constituyen la esencia y la individualidad. No debemos pregun­ tarnos si estos principios son buenos o malos, perfeccionables o no. Lo que constituye la esencia de una cosa es aquello que, en un tiempo exítaído de esta cosa, determina la desaparición de la cosa misma. Podemos arrepentimos, queriéndolo, del hecho de que el pasado se había formado de este modo, como podemos arrepentimos, querién­ dolo, de haber nacido con la estatura o las características que posee­ mos; sin embargo, nuestro desacuerdo no puede constituir un deseo, ni darle forma a un propósito. Aquello que somos, somos, aquello que seremos deberá venir de afuera de aquello que somos, y no de aquello que podría -si hubiéramos sido capaces- de ser. Cuatro son —como he dicho—las bases sobre la cual se apoya la civilización euro­ pea, cuatro los principios que constituyen la individualidad o la esen­ cia. Estos son: la Cultura Griega, el Ordenamiento Romano, la Moral Cristiana y la Política Inglesa. No debemos comprobar si estos prin­ cipios son de nuestro agrado, personalmente, o si no lo son. Debemos saber cuáles son y cuáles no. No debemos servirnos de la tonta razón -la cual, en tanto que tonta, no es razón- diciendo que no somos cris­ — 89—

tianos o que no somos ingleses; por las mismas razones deberíamos repudiar aquello que nos han transmitido la antigua Grecia y la antigua Roma, porque ninguno de nosotros es hoy un griego de la antigüe­ dad o un romano de la Roma extinta. Es la civilización construida por una serie de creaciones, ninguna de las cuales, por una razón de ambiente propio y circunstancia histórica propicia, compete en forma particular a una determinada nación. Pretender repudiar un principio formador de civilización porque es extranjero a nuestra naturaleza, puede significar que, o bien repudiamos la misma idea de civilización, que implica transformación y, por lo tanto, alteraciones de la “natu­ raleza”, o bien que creemos que nuestra acción pueda conseguir en sí misma la civilización por completo, concepto que sólo puede formarse exclusivamente en el cerebro de un megalómano patriótico. Por cultura griega se entiende, esencialmente, el racionalismo. Lo que distinguió a los antiguos griegos de los otros pueblos fue el culto de la Razón, de la Crítica (justamente se ha dicho que los griegos crea­ ron el espíritu crítico) o, como a partir de Comte124 se sabe decir, del “Libre Examen”. Sin libros sagrados propiamente dichos, sin sacerdotes propia­ mente organizados, los antiguos griegos, a pesar de una u otra perse­ cución individual contra el raciocinio individual (como en el ejemplo supremo contra Sócrates), más por oscuros motivos políticos que por motivos religiosos verdaderos y propios, encontraban pocos obstáculos en el ejercicio de la razón. Se añade a esto que la misma mitología, esencialmente ateológica y sincrética, transformaba la religión en una especie de poesía o de leyenda, y cada uno modelaba o remodelaba, 124. Auguste Comte, cuyo nombre completo es Isidore Marie Auguste Fran^ois Xa­ vier Comte (1798-1857). Se le considera creador del “Positivismo” y de la disciplina de la sociología moderna. Su obra más popular es Catéchismepositiviste, de 1852. Tuvo una influencia destacada en las corrientes antimarxistas de la política francesa, en particular en Charles Maurras. El concepto al que se refiere Pessoa es el de le libre examen, el prin­ cipio positivista de la separación absoluta entre Ciencia y Fe.

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según el propio placer, la historia y la índole de los dioses; la deidad de los griegos -así como después la de los romanos era más utilitaria y práctica que poética y especulativa- era palpablemente creación de los hombres; no nos sorprende que, en tal sistema, a algunos hombres les fuese permitido ascender a dioses. “La raza de los Dioses y de los Hombres es una sola” escribe Píndaro; y en este verso resume un as­ pecto de la religión helénica. El profesor J. B. Bury titula “La Razón libre” el primer capítulo, que trata de Grecia y Roma, de su Historia de la Libertad de Pensa­ miento}15 Este concepto griego presentaba limitaciones sólo en cir­ cunstancias políticas: muchos pensadores, mejor aún estadistas, de la antigüedad toleraban la religión, incluso aunque fuera falsa, como ne­ cesaria para la áspera plebe, capaz de comprender ciertos razonamien­ tos, pero no de dar vida a un razonamiento. Los romanos, dado que -por ser prácticos como eran y estúpidos fuera de la práctica- tenían una preocupación cívica y política mayor de aquellas de los griegos, se aplicaron de un modo extraordinario a esta preocupación. *La cultura griega, base principal de nuestra civilización, consiste en la supremac^de la Razón sobre los otros elementos del espíritu. Esto quiere decir, en primer lugar, que cualquier cosa es aceptable en la proporción en la cual ella se presenta como racional; aquello que emana de la autoridad o de la tradición no posee, en cuanto tal, algún valor, adquiriéndolo únicamente cuando la razón lo presenta como bueno. Esto quiere decir, en segundo lugar, que nuestros sentimientos, nuestras fantasías, nuestros deseos y nuestras esperanzas no valen nada y nada significan si en ellos no empleamos la razón, es decir, si no es­ tablecemos en ellos aquel equilibrio que se encuentra presente en los

125. Pessoa se refiere al libro A History ofFreedom ofThought, Williams, London, 1913, del historiador irlandés John Bagnell Bury (1861-1927), especialista en Bizancio y editor del historiador Gibbon. El capítulo que se menciona aquí es el segundo, se titula “Reason Free, Greece and Rome”.

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razonamientos. Esto quiere decir, en tercer lugar, que nuestras sensa­ ciones o impresiones de la cosa externa no tienen ningún valor si no se combinan con esta cosa, si no existe la garantía de que se encuen­ tran conformes a la realidad. Racionalidad, armonía, objetividad: esta es la triple manifestación, medio que define la Cultura Griega, esencia de nuestra civilización, porque es la esencia de la inteligencia, o la parte superior de ella. Todas las veces que nuestra civilización se ha enfrentado al espíritu de racionalidad, de armonía y de la objetividad, nuestra civilización ha declinado. Declinó en todas partes con la Inquisición, u otras ti­ ranías similares, que obstaculizaban el pensamiento individual. Que fue liberado cuando se estabilizó la Reforma -no porque el espíritu de los reformadores fuese, de por sí, más tolerante que aquel de los católicos; sino por la necesidad del libre examen que le abrió a rega­ ñadientes las puertas a la razón. Y en donde entra la razón, entra Gre­ cia; y donde entra Grecia, entra la civilización. Es evidente que este racionalismo no puede existir sin un cierto individualismo, es decir, sin una cierta libertad del individuo a pensar y exponer lo que él piensa. No debemos, sin embargo, confundir este individualismo con el individualismo político, que es lo que hoy in­ mediatamente se entiende por individualismo. Puede ser individua­ lismo sin un ejercicio propiamente de la libertad. Federico el Grande de Prusia126 concedía la más amplia libertad de pensamiento; pero no puede ser descrito como un régimen liberal aquello en el cual era un rey absoluto. Establezcamos, entonces, lo siguiente, y sólo lo siguiente: la Cul­ tura Griega, esencia de nuestra civilización, se distingue por el Ra­ cionalismo. El Racionalismo se define por medio del espíritu de

126. Federico II el Grande de Hohenzollern (llamado Friedrich líd er Grofíé) (17121786) fue el tercer rey de Prusia y uno de los máximos representantes del denominado “Despotismo ilustrado” del siglo XVIII, aveces conocido como el “Rey-Filósofo”.

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racionalidad en la idea y en su exposición, de armonía en los senti­ mientos y en todas sus interrelaciones, de objetividad en las impre­ siones y en el modo de analizarlas. 2) Recibiendo de los griegos este espíritu, los romanos lo definieron mejor, limitándolo; definir algo, de lo que resta, es limitar, porque es definir en el sentido de delinear. El racionalismo griego descansaba sobre (o lo producía) un individualismo que invadía la esfera moral y política. El griego, mientras que amaba a su ciudad, al mismo tiempo no dudaba en traicionarla por pasión política, originada en un indi­ vidualismo excesivo. Alcibíades,127 ateniense entre los atenienses, no dudó en indicarles a los Lacedemonios la mejor estrategia para invadir el territorio de Atenas. Establecido esto, fue este desbordamiento in­ dividualista del racionalismo que el espíritu altamente político, y poco más que altamente político, de los romanos se esforzó por domesticar y limitar. Entendamos bien esta cuestión: los romanos no admitieron en sí mismo el destmo de limitar el individualismo griego. Los hom­ bres rara vez, incluso el pueblo, tienen una completa consciencia de su fbl histórico. Ni el rol de Roma consistió verdaderamente en limitar el individualisroQ^griego, reduciéndolo a simple racionalismo. Esta li­ mitación fue consecuencia del rol histórico de Roma: Roma creó un elemento civilizatorio del cual desciende esta limitación. Tal elemento es el concepto de Estado como misión histórica, como elemento nonacional pero de civilización. Roma creó el concepto del Estado como misión histórica, distinto a aquel del Estado como simple imperio, o

127. Alcibíades Clinias Escambónidas (450 AC—404 AC) file un prominente esta­ dista, orador y general ateniense, hijo de Clinias y miembro de la familia aristocrática de los Alcmeónidas, del demo de Escambónidas, que tuvo un papel destacado en la segunda fase de la guerra del Peloponeso como consejero estratégico, comandante y político. Al­ cibíades es considerado responsable por el historiador Tucídides de la destrucción de Ate­ nas; a su vez Plutarco le considera como “el menos escrupuloso y más imprudente de los seres humanos”; otro historiador, Diodoro, lo define como “de pensamientos brillantes y decidido a grandes empresas”.

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simple nación. Creado este concepto o, todavía mejor, en vías de crea­ ción, se comprende cómo la vida cívica y política asume un valor acentuado y los deberes del individuo frente al Estado una relevancia notable. El concepto griego típico (excepto en el caso ya no caracte­ rístico de la estéril Esparta) de que la sociedad existe para el individuo y o este para ella, tiene sus limitaciones. En Grecia, y en especial en Atenas, ya hay indicios del concepto que históricamente deberá ser romano; pero el hecho de que en Grecia, y en especial en Atenas, todo exista, en modo claro o en embrión, es porque Grecia, madre de toda la civilización, contiene todo en su vientre profundo. 3) Por ser subordinado -el menos relativamente- al Estado, el in­ dividuo era al menos sin trabas en la esfera intelectual, y de esta forma el racionalismo griego se mantenía. Dada la antigua mezcla de moral y de civismo, dada la ausencia de distinción, común en Grecia y típica en Roma, entre individuo moral e individuo político, la subordina­ ción política invadía una esfera individual ya no propiamente política, de la cual, sin embargo, cuando había sobrevenido la diferenciación, debía haber aspirado a liberarse. Sin embargo, así como la política ro­ mana fue frenando la consecuencia política del racionalismo griego, del mismo modo la religión cristiana fue frenando la consecuencia moral de la estatalidad romana. El célebre pasaje del Evangelio que distingue qué es de Dios y qué es del César, resume en sí la esencia de la operación. El Cristianismo, considerado de manera histórica, es un producto complejo. Su esencia, o parte metafísica, es griega, es platónica; y jus­ tamente se puede decir que fue Platón el verdadero fundador del Cris­ tianismo. Elevada la filosofía platónica a la trascendencia mística de la Escuela de Alejandría,128en la cual se infiltró a través de las variadas

128. La Escuela de Alejandría o Escuela neoplatónica de Alejandría es una corriente de filosofía que se desarrolló en el Egipto helenístico y romano entre los siglos III y VII d.C., caracterizada por la tendencia a la erudición y al sincretismo entre ideas filosóficas

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interpretaciones de la Cábala, una de las cuales derivaba de una secta herética judía -presumiblemente aquella de los Esenios-,129 fueron agregando mitos (en su mayoría asirio-babilónicos) y varios fragmen­ tos de cosas históricas, y así se fue formando el Cristianismo, que, después de una lucha, cuyo resultado fue incierto durante un período, con la religión rival, el Mitraísmo,130al que al fin vence, gana al impe­ rio. En cuanto a la persona fundadora del Cristianismo, su misma existencia es indeterminable: la compleja no-autenticidad de los Evan­ gelios, la interpolación de la Epístola a Pablo, la falsificación de los textos y de testimonios en la primitiva literatura de la secta cristiana, hacen hoy imposible cualquier opinión que sea dada por cierta. San Pablo, omitiendo las cartas que se le atribuyen, dos o tres textos segu­ ramente interpolados, no conoce un Cristo con biografía sino tan sólo una abstracción redentora y divina. Lo más probable -y no existe otra (tomadas del Neoplatonismo y la filosofía de Aristóteles) y religiosas (procedentes del Gnosticismo y el Cristianismo). Su actividad concluyó con la conquista musulmana de Egipto en el año 640. Los nombres más conocidos de esta escuela son la filósofa Hipatia, Sinesio de Cirene y Olimpiodoro el Joven. 129.'Esenios (det'piego Eacn)vor. Essenoi): movimiento político-religioso judío, es­ tablecido a mediados del siglo II a.C., tras la revuelta macabea y cuya existencia hasta el siglo I está documentada por distintas fuentes. Si alguien deseaba ser miembro de la co­ munidad ( Yahad) debía ser instruido, aceptado y luego pasar dos años de prueba para ingresar definitivamente. A los que hacían el juramento y entraban en la comunidad se les exigía una vida entera de estudio de la Ley, humildad y disciplina. No volvían a jurar pues estaban obligados a decir siempre la verdad. Sus bienes pasaban a ser parte de toda la comunidad y, al igual que los frutos del trabajo personal, se distribuían según las ne­ cesidades de cada uno, dejando una parte para auxiliar a pobres, viudas, huérfanos, mu­ jeres solteras de edad, desempleados, forasteros y esclavos fugitivos que, sin ser integrantes de la comunidad, requirieran ayuda. Se ha especulado en escritos de espiritistas con que Jesús de Nazaret y Juan el Bautista tenían relación con ellos o incluso pertenecían a la secta. 130. Se denomina Mitraísmo o misterios de Mitra a una religión mistérica muy di­ fundida en el Imperio romano entre los siglos I y IV d. C. en que se rendía culto a una divinidad llamada Mitra y que tuvo especial implantación entre los pobres y los soldados romanos. La práctica del mitraísmo, como la de todas las religiones paganas, fue declarada ilegal en el año 391 por el emperador Teodosio.

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probabilidad- es que el sistema habría tenido como núcleo la vaga figura de Jeshu ben Pandira,131 el cual según el Talmud (insospechable desde todo punto de vista, ya que no lo relaciona con Cristo) fue col­ gado de un árbol y luego lapidado, en la vigilia de la Pascua, en Lidia,132 bajo el reinado de Alejandro Janeo133 -vale decir, cerca de 100 años antes de nuestra era. Todo esto, sin embargo, poco importa. Lo que verdaderamente importa, en nuestro caso, es que la religión, de cualquier parte que viniese, apareció en la historia bajo el nombre de Cristianismo obsta­ culizando, con un individualismo particular y nuevo, el concepto de Estado del Imperio Romano. El Cristianismo -heredando de Roma, en cuya sustancia viene a crearse, el Imperialismo, o lo que es lo mismo, el espíritu de expansión y universalidad (y así sobreponiendo al verdadero fondo judaico un proselitismo que los Hebreos ignora­ ban)- surgió en el Imperio, en una especie de concurrencia con él, como fuerza disolvente y generatriz de anarquía. Era el Bolchevismo de la época. Todos los argumentos sociales, de los cuales hoy se sirven contra el Bolchevismo, los utilizaban los Romanos para emplearlos contra esta fuerza extranjera y desintegradora. En sus resultados últi­ mos, sin embargo, el Cristianismo no fue desintegrador: sólo limitó el elemento introducido en la civilización de Roma, así como Roma 131. Yeshu-ben-Pandera (o sea: Jesús, “hijo de una Pantera”, por su nacimiento de un padre ilegítimo): personaje histórico que ejercía como maestro espiritual en el siglo II a. C. en Galilea, aparece en textos talmúdicos, como el Chullin (2:22-24), o el Avodah 2^arah (16b-17a). 132. Lidia o Reino de Lidia: región histórica situada en el oeste de la península de Anatolia, en lo que hoy son las provincias turcas de Izmir y Manisa. Fue reino e imperio desde la caída del Imperio hitita hasta su conquista por los persas, desde el 718 hasta el 546 a. C. Su capital era Sardes; fue el primer lugar donde se acuñó moneda, antes incluso que en China o India. 133. Alejandro Janeo (125 a. C.-76 a. C.), rey y sumo sacerdote de los judíos (103 a. C. - 76 a. C.), hijo menor de Juan Hircano y hermano de Aristóbulo I, a quien suce­ dió. Ejerció una tiranía despiadada y su reinado estuvo marcado por intrigas y luchas in­ ternas, especialmente con los fariseos, a quienes reprimió salvajemente.

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había limitado a su vez aquél introducido en Grecia. Con una dife­ rencia. Roma, como civilización, es una emanación directa de Grecia; el Cristianismo no lo es directamente de Roma, aunque sea un resul­ tado de Roma -de diversas fuerzas, es decir, contenidas en el Imperio Romano y, a causa de la existencia de este último, puesto dentro de la posibilidad de entrar en contacto y de ser inter influenciado. La esencia práctica del Cristianismo reside en el concepto de que el individuo humano —alma inmortal creada por Dios y redimible por su Hijo de la condición pecaminosa en la cual la caída le había arro­ jado- posee en sí mismo, como tal, un valor superior, mayor que cual­ quiera de los otros poderes y fastos de la Tierra, porque es un valor de otro orden. De este concepto procede el siguiente: que el individuo moral es distinto del individuo político, y a la vez es superior. Dios se encuentra sobre el Imperio, y la salvación del alma está más allá de la función del Imperio. Y la consecuencia última del concepto funda­ mental es que el criterio moral es absoluto, el criterio político o cívico, relativo. El Estado se encuentra sobre el ciudadano, pero el Hombre est&sobre el Estado. Ningún Estado, ningún Emperador, ninguna ley humana puedenobligar al individuo a proceder contra su propia con­ ciencia, es decir, a la salvación de su propia alma. Lo inferior no puede imponerse a lo superior. En esto consiste la esencia de la moral cristiana, el tercer funda­ mento de la civilización en la que vivimos. Donde también el Cris­ tianismo ha aparecido subsiste la moral por él creada, porque su creación fue moral y no religiosa; como religión el Cristianismo es sincrético (...).134

134. Fin del texto mecanografiado.

2 La civilización a la cual pertenecemos se basa sobre cuatro fundamen­ tos: la Cultura Griega, el Ordenamiento Romano, la Moral Cristiana, la Universalidad Moderna. Éste último fue creado en Italia, en la for­ mación de distintas nacionalidades, que por primera vez emergieron sobre el modelo de las ciudad-estado griegas y romanas; en Portugal, a través del descubrimiento, como la conversión de la simple civiliza­ ción europea en civilización mundial; en Inglaterra (...). La civilización a la que todos pertenecemos -entendiendo por “todos” todo el Mundo- se basa sobre tres fundamentos que la prece­ dieron: la Cultura Griega, el Ordenamiento Romano y la Moral Cris­ tiana. De Grecia proviene el espíritu y la forma de nuestra cultura. De Roma proviene el espíritu y la forma de nuestra política. De la religión de Cristo proviene el espíritu y la forma de nuestra vida interior. A estos tres fundamentos originales de la civilización, primera­ mente europea, después el mundo entero, viene a agregarse, a partir de fines del Medioevo, inicio del Renacimiento, un cuarto. Es difícil atribuirle un nombre, podría ser el de Libertad Europea, porque los tres movimientos creadores que la formaron tendían todos, cada uno de un modo diferente, a una liberación del Hombre. El primer movimiento tuvo su inicio en Italia, consistiendo, por medio de la renovación del espíritu griego, en la destrucción de la fra­ ternidad humana, a continuación seguido por la formación de la na­ cionalidad y del movimiento anti-romano; este último, por un lado, destituye progresivamente la lengua latina como lengua de la huma­ nidad civilizada y, por otro, prepara la reforma que habría de destruir la fraternidad católico-europea. De esta manera, Europa se liberó del exceso de Roma y de la Humanidad. Y contra la Humanidad es que se hace todo el progreso; por ello es reaccionario todo movimiento, como el bolchevique, en el cual se pretende introducir la idea-látigo de humanidad. — 98—

El segundo movimiento tiene su inicio en Portugal y fue aquel del Descubrimiento. Poco importa discutir si tal punto u otro punto de la Tierra fuese más o menos conocido antes que los descubriesen los Portugueses. El descubrimiento de los Portugueses no tiene valor en cuanto descubrimiento, sino en tanto que sistema. Ha sido Portugal el primero que ha reducido a sistema el descubrimiento y la revelación del mundo. Sociológicamente, entonces, los descubrimientos (sean los de los españoles, los de los franceses, los de los ingleses, o los de cualquier otro) son todos portugueses. Históricamente, poco importa qué es lo que son; la Historia, sin embargo, no es nula, sino (no es más que) el depósito de hechos o pseudohechos sobre los cuales tra­ baja la Sociología. El primer movimiento comenzó en Italia, en un triple aspecto, to­ davía no realizado en la misma Italia, que le dio el visto bueno. Re­ presenta la liberación del hombre de los grilletes teológicos, gracias a la colocación del arte y de la filosofía fuera del flujo de la teología y de la moral. Italia la dio inicio por medio de la reintroducción del es­ píritu pagano que es la base (a través de la cultura griega) de nuestra civilización. Representa la liberación del hombre de los grilletes hu­ manitarios, con la creación -distintamente clara en la ciudad-estado de Italia, pero que se desarrolla igualmente en toda Europa- de las distintas nacionalidades, generando siempre más rivalidad, des-fraternizando progresivamente la humanidad como el progreso exige. Representa, en fin, la liberación del hombre (.. .).135

3 La civilización europea se basa sobre cinco tradiciones fundamentales, fuera de las cuales existe únicamente desequilibrio y ruina. Son como la forma íntima de nuestro organismo psíquico; alejarse de ellas, es 135. Fin de texto mecanografiado.

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alejarse de la civilización. Estas cinco tradiciones son las siguientes: [a)] La tradición helénica, que constituye la base cultural de nuestra civilización y que es caracterizada por el individualismo intelectual. Rompió esta tradición, implicando a los pueblos europeos en la de­ cadencia y la ruina: 1) el espíritu romano, que se alejó del individua­ lismo; 2) el espíritu cristiano, que se alejó del intelectualismo; 3) el espíritu romántico y revolucionario de nuestro tiempo que se están alejando uno del otro, y el otro del uno —siendo individualista y anti­ intelectual en los románticos, e intelectual aunque colectivista en la reacción germánica contra éí. [b)] La tradición romana, que constituye la base de la política ex­ terna de nuestra civilización y que se re-asume en el Imperialismo. Esta tradición resultó, respecto a la anterior, menos quebrada, porque el imperialismo ha tenido más fuerza sobre la imaginación del hombre que las dos ideas componentes de la tradición helénica. En todo caso, (...)

Por imperialismo no debe entenderse el reagrupamiento artificial de muchas naciones en una sola, sino la tendencia de toda nación en convertir en su sustancia psíquica a las otras naciones. Voluntaria­ mente, ha resultado que esta tradición se encuentra menos resque­ brajada que la anterior, porque tiene más fuerza sobre la imaginación del hombre el Imperialismo que los dos componentes de la tradición helénica. Involuntariamente, sin embargo, ha venido a ser como una suerte de vuelta al pasado: del imperialismo espurio de Carlos V y de los Felipes, al de Bismarck; del imperialismo errado de Napoleón, que, por invasión cultural, introducía una base equívoca en la cultura revolucionaria francesa. En cierto modo, fueron capaces de realizar la tradición imperial por lo tanto, en orden cronológico, los Portugueses en todas sus colonias, los Españoles en las suyas y, el mayor de todos, los Ingleses, en las suyas. [c)] La tradición monárquica y aristocrática, base de la política in­



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terna de las naciones que componen la civilización europea. En la época moderna, esta tradición, auténtico fundamento de nuestra ci­ vilización y del orden que le es propio, ha sido escandalosamente que­ brada por varios constitucionalismos, de la (...). [d)] La tradición nacionalista-, nacida a fines del Medioevo y que a partir de ahora se prolonga. [e)] La tradición económica, representada por tres principios de la propiedad individual, del capitalismo y del régimen de concurrencia. No existe un idiota de cátedra o alienado de fábrica que no se haya inspirado por la farsa para erigirse contra estos tres principios econó­ micos, sobre los cuales nuestra civilización se funda. Pudiera ser que en otra época de la Tierra, en otro planeta, en una tierra de otro sistema solar, sean válidos otros principios para el man­ tenimiento de la civilización y de todo aquello que ella representa. Entre nosotros, los europeos, no. Ellos lo son sin vuelta atrás. La ciencia no es el fruto de nuestro arbitrio. La tradición helénica tiene por enemigos -aparte de los políticos huiftanistas y radicales, los cuales, siendo mentalmente de la Raza de los Esclavos, son enemigos de todo valor civilizatorio—todas las formas del Cristianismo y en especial aquella protestante (en cuanto que es más hebrea): (...) La tradición romana tiene por enemigos a los humanistas. La tradición monárquica y aristocrática, los republicanos, los mo­ nárquicos constitucionales y, tras la Plutocracia, aquella de origen in­ ternacional, es decir, la judía. Son enemigos intelectuales del Helenismo todos aquellos que an­ tepongan la fórmula al individualismo o la emoción a la razón [...] La misma tradición hermética, por así decir intelectual y aristo­ crática, como era lógico que fuese, ha estado invadida por la teosofía hindú, estructuralmente su enemiga, fuertemente emotiva y pasiva, y que ha traído consigo la repugnante doctrina impía de la igualdad de los sexos y de las razas (y de las clases en la cual la sociedad se di­



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vide). Ni el santuario de lo Oculto (en apariencia escapado de la souillure136romántica (...) Base de una doctrina tradicionalista/ (para uso de los europeos)/ (...)/ La ciencia viene desviada de su curso intelec­ tual.137

4 Pero una civilización de tipo individualista, difundida sobre un terri­ torio determinado, necesariamente deberá asumir un aspecto especial. El mismo factor individualista deberá asumir la impronta nacionalista, cuando por ejemplo consideramos las diferentes razas en el Imperio Romano. Y el hecho mismo de que estas razas existieran, antes incluso de cualquier civilización, deberá empujar contra una civilización in­ dividualista, pero no por el reflejo, en las naciones, del individualismo, por el contrario, por el reflejo de las condiciones nacionales. La actual civilización ha nacido del desmembramiento del Imperio Romano. [En] es decir que ella ha nacido del desmembramiento de este Imperio no importa tanto como decir que ella ha nacido de la decadencia del Imperio Romano. Adquirió, como sus características fundamentales, los rasgos típicos de la decadencia imperial romana. Durante el Medioevo fue poco a poco eliminando aquello que era ca­ racterístico de la decadencia romana y que era realmente decadente, mientras por otro lado se fortalecía fijando todo aquello que era in­ dividual, una vez eliminada la parte decadente que contenía, la cual era decadente exclusivamente en relación a las condiciones civilizatorias pasadas, aquellas de Roma, y no en relación con las condiciones civilizatorias futuras, las nuestras. De esta manera, aquellas mismas características, generadoras de la actual civilización, provienen de esta transposición, en relación a sí misma, no como característica de de­

136. En francés en el original: “deshonra”. 137. Fin de un texto mixto.



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cadencia, sino, por el contrario, como auténtico fundamento, normal y saludable a la propia estructura y tipicidad civilizatoria. La disgregación del Imperio Romano debía generar un determi­ nado número de fenómenos: fenómenos, éstos, extraños a la psique fundamental de Roma (cualquiera fuese el origen de tal psique), y provenientes del factor-imperio, sobrepuesto al factor-Roma. El Imperialismo Romano difiere de todos los demás imperialismos de la antigüedad. ¿En qué cosa? ¿De cuáles elementos estaba constituido el Imperialismo Romano? ¿Es decir, qué cosas trajo consigo explícitamente -o implícitamente-, de dónde llegaba y dónde se establecía? Estos elementos eran tres: 1) la cultura griega -que era el funda­ mento y la base, porque a) fue con su contacto que se definirá como tipo civilizatorio el temperamento, hasta el momento meramente gue­ rrero, de Roma, el imperialismo hasta el momento puramente de con­ quista, devenido después cultura; b) el mismo derecho romano no es otra cosa que una combinación del pensamiento griego y de la expe­ riencia romana; 2) el temperamento romano, profundamente adminis­ trativo y organizador; 3) el cosmopolitismo, inmanente a todos los imperialismos y a las acciones de todos los imperios. Pero el cosmo­ politismo en el Imperio Romano difiere de los otros en esto: a) era un cosmopolitismo organizado localmente, en virtud de la influencia de la naturaleza administrativa de Roma; b) era un cosmopolitismo permeado, en todos sus sectores, no sólo por un tipo de administra­ ción, sino por un tipo de cultura, cuyos elementos funcionaban a tra­ vés de la lengua hablada y los pensamientos contenidos en la naturaleza definida por tal lengua —aquí se puede ver el rol de la cul­ tura griega en el imperialismo romano; c) era un cosmopolitismo que reunía, amontonándolas, razas extraordinariamente heterogéneas, además de ser extremadamente diversas, las cuales no eran meras hor­ das de bárbaros, sino individuos con señales definidas de pre-civilización, adecuados, por tanto, para recibir de lleno la influencia romana,

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y adecuados para adaptarla según sus respectivos temperamentos. En este cosmopolitismo Roma apiló tres tipos de raza: razas puramente bárbaras y atrasadas, incapaces de recibir la civilización que el Imperio otorgaba a todas, y que, tarde o temprano, debería sonar a falso para la psique imperial; razas relativamente dispuestas a recibir esta civili­ zación, como las que ya existían en los lugares que ocupan las naciones europeas; y razas que ya habían desarrollado una civilización propia, como Grecia, Palestina y una parte del África septentrional (?). Cuando se produce la disolución del Imperio Romano, debía su­ ceder un fenómeno general cualquiera que le otorgase una impronta indeleble a la existencia de tal disolución. Este fenómeno fue la reli­ gión cristiana.138

5 Ahora bien, dado que la constitución fundamental del imperialismo romano procede de la cultura griega, de la administración romana y del cosmopolitismo europeo, pareciera que estos deberían ser, esen­ cialmente, la base de nuestra civilización, ya que ella se refiere al im­ perio romano como origen. Pero se debe tener en cuenta que ella se refiere, no al imperio romano propiamente dicho, sino más bien al imperio romano en tanto decadente, y a los principios de los cuales surgió tal imperio, en tanto decadente. Entonces, la decadencia del imperio romano significa que toda de­ cadencia implica: a) una separación y disolución, o mejor dicho, des­ conexión de los principios que formaban la base de aquel imperio; b) la creación de nuevos elementos dependientes de la acción del factor decadencia sobre la circunstancia civilizatoria en el momento en el que ocurrió; c) la disolución y la corrupción generalizada, caracterís­ tica de todas las decadencias.139 138. Fin de texto mecanografiado. 139. Fin del texto manuscrito, tiene una indicación: “Germán War”.

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6 El Renacimiento, con cuyo advenimiento nuestra civilización co­ menzó su inicio, debe su origen a tres elementos que de manera di­ versa contribuyeron a su formación. El primero en el tiempo fue el elemento individualista, cuya forma inicial (producto de la vida in­ dependiente de la primera ciudad que se separó de la amorfa interna­ cionalidad medieval), fue la revuelta contra la autoridad de la Iglesia. Este elemento individualista tiene además un triple origen. En aquello que tiene de individualismo político, y de allí, el nacionalismo (por , ser el espíritu nacional la prolongación colectiva del instinto indivi­ dualista) (...), viene producido desde la vida independiente que poco a poco fue caracterizando a las ciudades que se separaron de la amorfa internacionalidad medieval. Aquello que tenía de individualismo puro y simple, vale decir de individualismo consciente y que directamente tendía a ser individualismo, nace del influjo de la cultura greco-ro­ mana, más griega que romana, de la cual resulta, típicamente, aquello qu^viene a ser denominado Renacimiento (...) Aquello que tenía de individualismo fiyro, vale decir de espontánea revuelta contra la opre­ sión y los abusos de la autoridad, nace de la pérdida de respeto en la confrontación con la Iglesia y de sus resultados políticos, introdu­ ciendo en Europa estos elementos de la cultura greco-romana, más griega que romana, de la cual es resultado, sobre todo, el así llamado Renacimiento.140 Esta intromisión, en la Europa medieval, de los ele­ mentos culturales y, por lo tanto, un poco de las condiciones cultu­ rales, de la Antigüedad, condujo a resultados que podían ser diferentes en las tres partes. La consciencia de la civilización operaba (?), en la ancestral Q?) belleza pagana, aquella antigua pulcritud de la cual ha­ blaba [San] Agustín, lentamente desaparecieron los valores recibidos por la acción de la religión católica. Iniciado por los eruditos, para 140. Variaciones y ejercicios de Pessoa en torno al mismo punto.

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después llegar a los poetas y a los artistas (y otros), este concepto fun­ damentalmente enemigo de la reglas de la vida, ya sean personales o sociales, de la Iglesia, se infiltró en la vida de las naciones, haciendo vacilar, poco a poco, la moral cristiana, la política cristiana, la suma sintética de actitudes contenidas en la psique del cristianismo. El gusto se perfeccionó: primero, porque espontáneamente se perfeccionaba al contacto con la obra existente de los antiguos; en segundo lugar, porque del enfrentamiento del latín medieval con las fuentes puras de la latinidad clásica nacía el desprecio por esta forma decadente de la lengua que en realidad empañaba su mismo origen; tercero, porque (...)■ Por otra parte, el ideal del héroe antiguo estaba ganando la imagi­ nación; y los príncipes, que habían animado la furia y el brillo del ca­ ballero errante y del cruzado, desaparecían en la admiración que evaporaba las páginas de Plutarco, y de la contemplación, en las pá­ ginas de un Heródoto, de un Tucídides o de un Tito Livio, de otras formas de héroes que habían caracterizado a la Antigüedad. La influencia individualista de la cultura antigua consistió en otra cosa. Y esta fue la más directa. Al contacto con los ideales que todos suponían más bellos, más perfectos y de mayor nobleza de aquellos coetáneos, en la mente de los hombres del Renacimiento espontánea­ mente devinieron enemigos, en todo o en partes, del sistema que les circundaba y penetraba, y en el cual habían sido creados y nutridos. Al mismo tiempo -y es éste el tercer componente del individua­ lismo- la revuelta contra la autoridad religiosa de la Iglesia e, implí­ citamente, contra toda autoridad política que de ella emanaba, recibía un estímulo constante y directo de la existencia temporal y política de la Sede Romana. El Papa era un príncipe de la Tierra, con su po­ lítica y con su diplomacia, y éste, así como toda política y toda diplo­ macia -en especial en tiempos donde la guerra no había dejado de ser una realidad, todos los días efectivamente- sostenían constantes con­ flictos con otros estados, con otras potencias, con otras ciudades in-

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dependientes. Poco importaba esta disidencia constante cuando to­ davía en Europa se cernía seguro el credo católico puro. Pero cuando otros elementos aparecieron en escena -no diremos a hacerla vacilar, pero bastaba el hecho de criticarla- otro resultado, fatalmente, se ha­ bría producido de la constante fricción entre el estado papal y los otros estados. Cuando se constata que, en esta época, en las ciudades italia­ nas, la consciencia política se encontraba en crecimiento, y que las facciones conducían de manera permanente las propias luchas intes­ tinas (?), rápidamente se ve cómo, poco a poco, se empiezan a crear escisiones de manera repetida -con una predominancia en primer lugar de la política, después de la propiamente religiosa- en la Sede católica. Más allá de la institución, en que se transformó luego, del indivi­ dualismo como una de las columnas en la cual se apoya (y en que se basaría) nuestra civilización moderna, los otros dos elementos, como ya he dicho, aparecen, y son ellos los otros dos en los cuales se basa tal civilización. B1 segundo -descontando al Individualismo que es el primero- es el espíritu científico. Nada sorprende más al investigador superficial, que no sería su­ perficial si no recordáramos esto, que la incompetencia, que la inca­ pacidad científica de los Romanos. Nos sorprende, realmente, cuando se constata que lo esencial es hacer lo práctico, toda habilidad, en es­ pecial para las artes materiales de la vida, sean estas políticas o no-políticas. Los Romanos fueron maestros en las artes que llevan a la comodidad, a la facilidad y a la seguridad de la vida. En aquello que -a pesar de ser aplicados (no se puede concebir que no estuviera im­ plícito en ellos)- representa, esencialmente, una obra, ya de la observa­ ción y de la inteligencia, como el descubrimiento, o ya de la imaginación como las invenciones, los Romanos no dejaron ninguna huella; la in­ vención fue primero griega, después árabe y finalmente moderna. En Roma estaba ausente su uso.

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A partir de la Edad Media, y con el Renacimiento, comienza a sur­ gir poco a poco la ciencia, tanto propiamente dicha como aplicada. La invención de la imprenta, el descubrimiento de la pólvora; la de los instrumentos náuticos, la de aquellas (...) con una columna de tales descubrimientos se ha estado construyendo el muro del templo de nuestra era. Nuestros descubrimientos marítimos, en cuanto obra científica, caen, por los efectos producidos, en esta categoría. El tercer elemento es el internacionalismo. Éste es tal vez el más importante de todos, cuando consideramos la importancia de cada elemento en cuanto es típico de la civilización que lo ha designado. La Antigua Grecia (la Hélade) había tenido individualismo y espíritu científico, que son -con la adición de otro elemento que para el caso en cuestión no importa- la base de su existencia civilizatoria. Pero todas la civilizaciones que precedieron a la nuestra habían sido, rigu­ rosamente (si las analizamos correctamente), exclusivamente monopolíticas, entendiendo con tal término que en ellas, cuando el foco de la civilización no se encuentra concentrado en un único estado, la lengua civilizatoria era, en todos los casos, sólo una. La coexistencia del griego y del latín, ya en la era de mayor fuerza romana, no anula la afirmación, porque no se trata de ningún modo —como en el caso de las naciones modernas- de dos naciones con un estrecho grado de fuerza y vida, sino de dos naciones que claramente se suceden, vieja una y nueva la otra, en el uso de la civilización, (posesión de la civili­ zación) [í/c] El comienzo del internacionalismo se debe a tres causas. La pri­ mera fue la serie de contactos, ahora en el período medieval, entre la civilización cristiana y las otras, como la sarracena; prosigue después con el crecimiento de los contactos comerciales con Oriente. El in­ cremento de la vida comercial de la ciudad, en particular de aquellas italianas, aumenta la importancia de tales contactos y de esta manera comenzó a surgir el espíritu intemacionalista de la civilización mo­ derna.

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Anterior a la misma, existía otro elemento -y éste fundamental. Y era que el Imperio Romano contenía en su seno pueblos que hablaban lenguas diversas. La disolución del imperio generó la creación de na­ ciones, o iba esbozándolas, radicándolas en las ciudades; pero el hecho es que el imperio nos dejó siempre una tendencia aglutinante (?), de modo que en estas naciones, después de separarse, permaneció en ellas la común tradición romana, en ellas perduró la memoria de haber sido parte de un conjunto. Así, separadas, en realidad no se separaron; haciéndose individuales, no se disociaron totalmente la una de la otra. Llegaron, finalmente, nuestros descubrimientos marítimos, que crearon el elemento colonialista de la civilización moderna. Y nuestra gloria imperecedera que consiste en que la civilización europea, en una de sus partes importantes, sea una creación nuestra. Gracias a nosotros hoy existe una civilización americana. Gracias a nosotros hay ciudad y civilización en África, en Australia, en India, en la lejana Asia. Todo cuantoTlejos de Europa, es europeo, se debe a nosotros. De nosotros desciende la grandeza actual del Japón, así como la exis­ tencia colonial de Inglaterra. El decir que, si no lo hubiéramos hecho nosotros, lo halarían hecho otros, no es un argumento que pueda apo­ yarse. Porque no es necesaria la hipótesis donde existe el hecho. Y el hecho es que fuimos nosotros los que lo hicimos. No hablamos de Colón o de Gaboto. Colón, suponiendo que fuera italiano -dato que hoy ha sido desmentido, siendo identificado como gallego- es sociológicamente portugués, porque portuguesa era la ini­ ciativa del descubrimiento, toda la ideación científica, la construcción de la totalidad del descubrimiento como obra civilizatoria; y todo aquello, por lo tanto, que colaboraba con todo descubrimiento, se naturalizaba portugués al realizarse. Y, si incluso se afirmase que no era esta idea nítida y verdadera ni la del Infante, ni la de la Escuela de Sagres,141 se rebate diciendo que más que la idea de un actor impor­ 141. La referencia de Pessoa al infante es al príncipe Enrique, llamado “El Nave-

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tante cualquiera de Ja Historia, es la de producir exactamente lo que produce, que es la de representar el rol que el Destino le ordena re­ presentar. Me he detenido un poco en este tema, disgregándome un poco, porque estoy harto y furioso de la interminable injusticia perpetrada sobre nosotros por todas las historias de Europa. Lo que aquí vale es que ellas son bien justas a propósito de los artificios, universalmente y sin excepciones (¡vista las bajezas de las intuiciones de las causas his­ tóricas!), incompetentes para formar una apreciación sociológica de los eventos sociales. Estas variadas causas que han colaborado en producir, tanto el Re­ nacimiento como, por lo tanto, los fenómenos fundamentales de nuestra civilización, no se encuentran separadas en la realidad, sino únicamente en el análisis que hemos hecho. Ellas son intrincadas e intercomplejas, y lo son tanto en sus acciones como en sus orígenes. Todo es uno, y una civilización, siendo una vida, un organismo psí­ quico, vastísimo y extremadamente complejo, es una, orgánicamente indivisa, inseparable, (...).142

gante”, Henrique de Avis, 1.° duque de Viseuy 1.° senhor da Covilhá (1394-1460), co­ nocido popularmente como “Infante de Sagres” u “O Navegador”, primer organizador metódico del movimiento de exploración y conquista colonial. Estableció su propia re­ sidencia permanente en la extremidad sudoccidental de Portugal, a la zona del Algarve, en la ciudad de Sagres, donde reunió a experimentados astrónomos, geógrafos y nave­ gantes, y se dedicó a estudiar las experiencias marítimas. Fue el fundador de la primera Escuela Marítima estatal, donde Colón estudió las artes náuticas. 142. Fin de texto mecanografiado, lleva una indicación en inglés: “Sens. Or Book on War (introd.)”.

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II ALEMANIA Y LA GRAN GUERRA

7 La materialidad como actitud creada en la construcción de un alma pagana en Alemania genera una suerte de especialización material, una enorme capacidad de hacer operativas las cosas materiales y ur­ gentes de la vida. A partir de ahí, se le da un fuerte impulso al comer­ cio y a la industria, porque es un impulso dado a los elementos psíquicos que legítimamente se orientan en dirección de la organiza­ ción comercial e industrial. Con el agregado que, en este caso, aporta la forma especial del Estado creado en Alemania. La construcción, por parte del Esjado Germano, de un pueblo comercial e industrial de los más perfectos, si no el más perfecto, que jamás ha existido, es debido a todas estas razones: a una educación capaz y siempre atenta, que habilita a los hombres a la vida; a una robusta organización del Estado que, al mismo tiempo, impulsa al esfuerzo particular y a su sostenimiento, con la educación orientada hacia la disciplina y al tra­ bajo; a la creación de un impulso imperialista, que genera en todo in­ dividuo consciente un ansia de imperialismo individual, una alegría en relación a los esfuerzos y a la misma vida. Esta creación ha dado como resultado un conflicto de intereses con otros países, tales como Francia y Gran Bretaña; así el imperia­ lismo germano ha llevado a un estado de cosas provocador del odio comercial por parte de las naciones rivales. Hecho que es el que en­ cendió la mecha que produjo la conflagración de la actual guerra. — 111—

Adicionalmente se agregó otro elemento: el enorme crecimiento de la población de Alemania, la cual comenzó a reclamar una expan­ sión. De aquí la modificación de su política en dirección colonialista, cambio motivado, aunque en parte, por la incorporación del factor imperialista, el cual, en consideración con el hecho de que todo im­ perialismo moderno posee un aspecto colonial, ha comenzado a con­ siderarse naturalmente defraudado por no poseer las colonias que merecía. Ha expuesto bien este problema el dr. Demburg143 en el si­ guiente parágrafo de su artículo: (...) (Q) [sic] Por ello hay que considerar, por lo tanto, el mismo factor impe­ rialista. Todas estas cuestiones -potencia comercial, aumento de la población y la consecuente necesidad de expansión- tendían a ser pre­ dominantemente operantes en las almas de los alemanes, el factor im­ perialista, porque constituían la fuerza y la consciencia del imperio. Pero eso mismo, a medida que se desarrollan, le otorgan al imperia­ lismo alemán un aspecto siempre diverso. El puro imperialismo gue­ rrero y dominador, patriótico y unitario, cuyo máximo representante era Bismarck, tiene como resultado, a causa de la fuerza de las cir­ cunstancias -en parte creada por ellas, en parte hija de la creciente actividad comercial e intemacionalista del siglo, en parte hija de de la misma expansión fundamental del pueblo germano- este otro mo­ derno imperialismo alemán, más concreto, más agresivo, más exten­ dido hacia fines directamente materiales. Sigue a ello el factor propiamente guerrero. Construida sobre la base de la hegemonía prusiana, hegemonía de un estado guerrero (Kriegsstaat), la Alemania moderna, cuanto más era consciente de su 143. Bernhard Dernburg (1865-1937): banquero y político liberal alemán, fue Se­ cretario de Estado de política colonial en el Reichskolonialamty lideró un reformismo en las políticas imperialistas alemanas; el artículo a que se refiere Pessoa puede ser por los argumentos “Der Reichstag und die Kolonien” (“El Parlamento y las Colonias”), apare­ cido en el diario Freiburger Zeitung, 01.12.1906, 2. Blatt, 1. Seite; traducido al inglés en 1915.



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propia grandeza, del propio comercio y de la propia industria, tanto más devenía militarista. Y este elemento imprimía en su naturaleza imperialista aquella impronta agresiva y guerrera tal como es recibida por el vulgo que lee los periódicos. El acto guerrero -de puro impe­ rialismo guerrero- de la anexión de Alsacia y de Lorena,144 impru­ dente ya como acto puramente nacional (poniendo aparte la base esencial del acto, como acto nacional, el cual consistió, como es evi­ dente, en volver a poseer aquello que ya se poseía), resultaba sin em­ bargo útil como acto militar, porque mantenía constantemente viva el ansia francesa de venganza, y viva por tanto la atención alemana en la confrontación con aquella ansia francesa; de esta manera la anexión de Alsacia-Lorena era un acto que apuntaba, conscientemente al menos, a no dejar de alentar el espíritu belicoso de Alemania, a man­ tenerla siempre vigilante frente al peligro de la revanche francesa. Existen otros factores. Habíamos ya hablado de la influencia, en el incremento del co­ mercio germano, de la relación que la gran actividad mercantil e inteíaacional de nuestro tiempo había tendido con la expansión comercial alemana. Un aspecto particular de este factor debe ser ahora puesto a examen. Para el sociólogo, ello no tiene más que una impor­ tancia auxiliar, aunque todavía destacada. Es el aumento de los arma­ mentos -no como resultado directo de la recíproca desconfianza entre las naciones, sino como resultado del aprovechamiento de esta recí­ proca desconfianza, obra de los consorcios productores de acero y de armamento de guerra. El problema no ha sido muy estudiado; y en aquello que se ha estudiado, se ha hecho, como es de esperarse, por 144. Territorio Imperial de Alsacia-Lorena, el Reichsland Elsafí-Lothringen, uno de los Reichsland del Imperio alemán, formado en cumplimiento del Acta de delimitación de fronteras del 26 de febrero de 1871, ratificado por el Tratado de Frankfurt de 18 de mayo, con el que se puso fin a la Guerra Franco-prusiana de 1871, en la que triunfó Bismarck, y se anexionó parte de los territorios de las regiones hasta entonces francesas de Alsacia y de Lorena.

defensores de la causa proletaria, que habrían vislumbrado, justa­ mente, un manojo de capitalistas. El señor (...) en su libro Krupps... hace un resumen claro, bien lúcido del argumento. El hecho es que (...) {transcribeandexplain).145 Otro factor es el imperialismo ruso. Entramos aquí en un campo ligeramente diverso. Rusia pertenece sólo en parte a la civilización eu­ ropea. Pero su pertenencia de hecho se debe al efecto de su naturaleza cristiana, casi primitivamente cristiana en cuanto a la naturaleza ge­ neral del país. Aquí tenemos ya, por lo tanto, una razón para su lucha contra Alemania. Ésta, sin embargo, es la razón íntima, que, tarde o temprano, deberá ser asumida al entrar en lucha con ella. La causa de superficie es de otra especie. La podemos comprender únicamente to­ mando en consideración al país que es, aunque mísero, Austria. Este país es el ejemplo más puro de la nación que no tiene razón de existir. Se ha transformado en una barrera entre Alemania y Rusia; sus tradi­ ciones imperiales hacen que funcione como transmisora del espíritu alemán (ya deteriorado) a los pueblos que Alemania pueda por con­ veniencia dominar, pero que no conviene que sea ella misma la que los domine. Los domina por medio de Austria-Hungría. Ahora Austria domina a la población eslava.146

8 La actual guerra es una guerra entre dos principios sociológicos, entre dos criterios de civilización. Para poder ver con claridad, profundi­ zando en este confuso encuentro de razas, pueblos y naciones, uno se encuentra, en última instancia, con dos principios en conflicto. Uno de estos se encuentra representado por Alemania; el otro está repre­

145. En inglés: “Transcribir y explicar”. 146. Fin del texto mecanografiado, con la indicación: “Disertación/ IV. La Guerra Presente/ Causa”.

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sentado, en una de sus formas, por Francia, en la otra, por Inglaterra; y Rusia, la tercera fuerza aliada a estos (porque debemos decir que las pequeñas naciones en guerra no representan, ninguna de ellas, a nin­ gún criterio de civilización distinto), se opone a causa de otro detalle, la doctrina social representada por Alemania. Italia y Austria, está claro, no significan nada en absoluto. El principio representado por Alemania se puede resumir en pocas palabras. Y es este: La Patria está sobre la Civilización. Vale decir, una Patria, una nacionalidad, debe, por los elementos que la componen, valer más que el movimiento civilizatorio general al cual ella pertenece y en el cual está integrado. Queda claro que un país en el cual se sostiene, sobre todo, esta teoría de la civilización, deberá exhibir un carácter especial. Dado que la civilización se manifiesta a través del Individuo y transmite sus efectos sobre el individuo; dado que se manifiesta a través del Individuo en el sentido que se manifiesta en homtfres de genio, en inventores, en eruditos, crea­ dores de elementos civilizatorios; dado que se manifiesta a favor del individuo, creándole facilidades, comodidad, complejidad de vida -un Estado que coloque a la Patria sobre la civilización debe, ipso facto, colocarse sobre el individuo, debe, en todo en cuanto pueda hacer, subordinar el individuo al Estado mismo. Es este, indudable­ mente, el caso de Alemania. Es evidente, entonces, que con un criterio semejante deberá ser cla­ ramente militarista. La misma contraposición de la idea de Patria con aquella de Civilización conlleva una contraposición de la idea de Patria con la de otras naciones, ya que la Civilización -para aquellos que no pueden pensar abstractamente, como los estadistas- se manifiesta os­ tensiblemente en las otras naciones. Quién hoy lucha contra Alemania debe saber que está luchando por los siguientes principios: 1. La Civilización está sobre la Patria. 2. El Individuo vale más que el Estado. 3. La Cultura vale más que la Disciplina. — 115—

Por el mero hecho de hacer la guerra, Alemania ha conseguido una victoria moral. El factor-guerra ha reclamado el patriotismo en todas las naciones. Ha bastado esto para que Alemania obtuviese su victoria moral. ¿Acaso no residirá la verdad en la unión de los dos criterios, en la fusión de las dos ideas de civilización? El hecho es que ni la Patria es superior a la Civilización ni la Civilización está sobre la Patria. Una cosa depende de la otra. Es con la creación de la patria fuerte y grande que una gran civilización se crea. Del mismo modo, es con la creación de individuos fuertes que un Estado fuerte se crea, es con la creación de una cultura fuerte con la cual una disciplina fuerte puede ser esta­ blecida. Pero si el hombre, en el fondo de su humanidad, puede horrorizar­ se frente a la crueldad practicada por los alemanes en Bélgica147 -y triste será el corazón humano que en su presencia no se aflija-, el so­ ciólogo, el estudioso que pondera hechos sociales, que se coloca gra­ cias a la ciencia por sobre el corazón, debe reconocer que esta crueldad (aceptándola sin crítica) es, en parte inherente al estado de guerra y al impulso de la invasión, en parte efecto de la desesperación de una nación que advierte el riesgo de perder una guerra si no actúa rápida­ mente y dolorosamente (como Alemania, encerrada ya tras la ofensiva rusa y aquella de los franceses, y con el peligro inglés a las puertas, al menos como posibilidad), y, en parte, debida a una realización de la doctrina del Estado Mayor alemán, que será bárbara, que será cruel (y en efecto e innegablemente lo es), pero que merecen la considera­

147. La llamada “Violación de Bélgica”, un término que describe la propaganda de guerra aliada en torno a la invasión alemana de Bélgica en 1914. El término inicialmente tenía un significado figurativo, en referencia a la violación de la neutralidad belga, pero los informes de las atrocidades alemanas aunque embellecidas pronto le dio un significado literal, igualmente existieron una serie de crímenes de guerra alemanes en la meses de apertura de la Guerra (4 de agosto a septiembre de 1914), en ciudades como Andenne, Dinant, Lieja y Lovaina.

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ción atenta que el sociólogo debe poner al frente de toda doctrina de acción social que se basa en la experiencia y en el espíritu práctico. Esto parecerá frío, duro, cruel, un raciocinio sin humanidad alguna ni compasión; pero el hecho es que donde la ciencia comienza, el sen­ timiento termina y, o debemos afrontar este problema con la frialdad de la indagación científica, o, vilmente, caer en la inferioridad inte­ lectual de la compasión y de los instintos humanitarios normales. Los argumentos válidos para demostrar cuándo el sociólogo se debe fortalecer contra los impulsos normales de la compasión en el caso de la crueldad alemana, sirven también para ponerlo en guardia cuando se cree el caso del ataque a Bélgica como conducido contra un pequeño estado. Se cree que Alemania, al atacar Bélgica, habría atacado el principio de la pequeña nacionalidad. Es falso. En realidad ha atacado una pe­ queña pseudonacionalidad. Bélgica, para el sociólogo, no tiene dere­ cho a existir. No lo' tiene, como no lo tiene Austria, por ejemplo. Ninguna de estas naciones es un pueblo, ninguna tiene la unidad naciohal que el sociólogo reputa como necesaria para formar con utili­ dad parte en la civilización. Propio porque no puede admitir, por no ser un pueblo, la existen­ cia de Bélgica como país, el sociólogo no puede, sobre este aspecto, desagradarnos. Si todo cuanto hay de fundamental en la fórmula de la civiliza­ ción típica de la Iberia es antagonista de los principios civilizatorios puestos en práctica, instintivamente, de dos países típicamente la­ tinos, ¿cómo es que un sociólogo podrá decir que la Iberia está compuesta de pueblos latinos? Si estos principios civilizatorios ca­ racterísticos de la Iberia que más se asemejan a aquellos que la Ale­ mania representa, ¿cómo es que se podrá, con la razón sociológica, invocar la “Latinidad” de la Iberia como impulso que debe portar la ira al combatir contra Alemania? Este impulso instintivo, al con­ trario, le conduce a apoyarla.

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Estemos bien convencidos, todos nosotros, Españoles y Portu­ gueses, que más allá de nuestra patria, que queremos distinta e in­ dependiente, está la Iberia, la formación de una fórmula ibérica de civilización que debe imponerse a Europa, ya estancada de los prin­ cipios emanados de Francia, de Italia, de las personas anglo-escandinavas y de la misma gente, que son, bajo el aspecto civilizatorio, germánicas. No es posible una futura civilización española, ni una futura civi­ lización portuguesa. Lo único que es posible es una civilización futura ibérica, formada por los esfuerzos de España y Portugal. Todas las fuerzas que se oponen a una alianza, a un entendimiento entre Portugal y España deben ser ahora mismo condenadas como enemigas. Estas fuerzas son: los conservadores, en especial los católi­ cos, y la Iglesia Católica por sobre todas las cosas, angustiados, ínti­ mamente, por una unión ibérica; la masonería, que aunque extranjera de origen es ahora un organismo extraño injertado en la carne de Ibe­ ria; Francia, la cual, con su particular cultura, ha envenenado en ex­ ceso el alma o el ánima de Iberia; Inglaterra, que políticamente ha pisoteado los países ibéricos. Protejámonos bien de estos enemigos. Pero: ¿tenemos el coraje de combatirlos? Lo dudo. Duda del alma ibérica bien formada y capaz de comprender que es necesario combatir al mismo tiempo tanto al catolicismo como a la masonería, y esto porque el alma ibérica se en­ cuentra excesivamente vencida bajo el peso de la antigua esclavitud. Para la creación de la civilización ibérica es necesaria la rigurosa independencia de las naciones que conforman esta civilización. Es un craso error suponer que la fusión imperialista facilita de algún modo la actividad civilizatoria. Al contrario, la frena. Se puede ver cómo se ha aplastado el nivel intelectual de Alemania después de la fundación del Imperio.148 148. Fin del texto dactilografiado.

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9 Los precedentes capítulos sin lugar a dudas han permitido comprobar al lector, con la necesaria claridad, cuál es el íntimo sentido de esta guerra. Habrá notado, haciéndose guiar por las explicaciones que es­ tamos desarrollando, que en esta guerra se encuentran contenidos, en tanto causa, tres elementos. En el fondo, esta guerra, como todas las grandes guerras, es una guerra religiosa. Combaten cuerpo a cuerpo, por primera vez, y de modo claro, en la civilización moderna, la fuerza pagana resurgente y la fuerza cristiana en decadencia. Dado que esta civilización es una civilización cristiana, y dado que, precisamente por ello, donde hay espíritu cristiano existe una mayor adaptación a la circunstancia civilizatoria, es entonces natural que Alemania sea derrotada. La caracte­ rística aparte de su civilización, propia en tanto parte, es así la nación creada, y la coloca en condición de sobrellevar el mundo entero contra sí, lo cual es casi una indicación de derrota. fcero, si Alemania se encuentra, respecto a cualquier otra nación existente, en un^stado inferior de adaptación a las condiciones mo­ dernas (cristianas) de civilización, no debemos olvidar que su estado es apropiado a las condiciones mayores y fundamentales de la actua­ lidad de la civilización. Alemania va en concierto con las condiciones fundamentales de la vida social; a ellas sí que se encuentra adaptada. Pero esta guerra, esencialmente religiosa, es también una guerra entre la misma civilización. Se combaten cuerpo a cuerpo dos tipos cristianos de civilización: aquel imperialista y aquel sentimental. Dado que Alemania, perteneciente a una época de civilización cristiana, no podía, por pagano que fuese su espíritu, ni siquiera vivir si no estuviese apoyada en determinados elementos por el espíritu cristiano, se en­ cuentra apoyada por el más pagano de todos: el imperialismo, creado a través de una visión evocativa del Sacro Imperio que había sido suyo. Mas, ante este conflicto, primero religioso y de civilización des— 119—

pues, se combaten desde afuera varias ambiciones imperialistas y co­ merciales. Es el lado puramente exterior de la actual guerra. La causa económica vale sólo en cuanto instigadora y representativa de la pro­ funda causa psíquica, visto que la sociedad, en realidad toda esencia de una sociedad, es un conjunto de fenómenos psicológicos.149

149. Fin de texto manuscrito.



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III EUROPA Y LA SOCIEDAD MODERNA

10 Pero en este momento, llegados a esta solución, visto como ha nacido y se ha formado y qué significado civilizatorio tiene el Imperio Ger­ mánico, rápidamente nos damos cuenta que la psique de este imperio, tal como ella se presenta, posee un aspecto particular. Prestemos atención a lo que sigue: [!)] Los principios emanados de la Revolución Ffáncesa se sitúan en línea directa con la evolución de la sociedad moderna. [2)] Son ellos, y no los principios relativos deWmperio Germánico, los que se sitúan en línea directa con la evo­ lución de la civilización moderna. [3)] Es a partir del Renacimiento que progresivamente nos dirigimos contra el individualismo acen­ tuado, contra una siempre más compleja y turbulenta vida nacional. ¿Cuál es el hecho capital de nuestra civilización? Establecido que el hecho más importante de cualquier civilización es el concepto que en ella se produce a partir del conjunto del organismo y de sus rela­ ciones, veremos con facilidad cómo ya en el fenómeno religioso reside, esencialmente, el criterio indicador de la base civilizatoria. O sea, nuestra civilización es cristiana. Descansa sobre unos principios reli­ giosos denominados, en su conjunto, cristianismo. ¿Cuáles son estos principios? ¿Será posible determinar la evolución de la sociedad mo­ derna a través de la evolución de estos principios? Es fácil. El cristianismo es, sobre todas las cosas, una teoría igualitaria. Es, pues, una teoría individualista; para el cristiano toda alma humana



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tiene una importancia excepcional, con su cualidad de libre albedrío, de aspiración potencial a lo Divino, de capacidad de inmortalidad. En tercer lugar, lógicamente, el cristianismo es una teoría de fraterni­ dad y paz. De manera que el cristianismo se funda sobre tres princi­ pios: libertad, igualdad y fraternidad. La Revolución Francesa fue puro cristianismo. Un lector menos sutil podrá preguntarse por qué, si el cristianismo es libertad, igualdad y fraternidad, estos principios se habían aplicado tan poco a la civilización exterior. En primer lugar, porque estos prin­ cipios son antagonistas a la misma existencia social, y aplicarlos, ver­ dadera y realmente, podría destruir la sociedad. En segundo lugar, porque las sociedades cristianas fueron en general sociedades atrasadas, como la medieval, donde, más allá de la fuerte influencia de las in­ tuiciones sociales rudimentarias, como la fuerza, la autoridad, existe poco campo psíquico, dado que son sanas y ariscas, por la aplicación de los principios de afecto y paz que el cristianismo ha introducido y si el lector exige en qué modo se ha aplicado la libertad, la igualdad y la fraternidad en la sociedad emanada de la Revolución Francesa, se puede considerar el caso -que se encuentra en un primer plano, por­ que allí fue realizada esta revolución- de Francia. ¿Hasta qué punto este país ha aplicado en su vida política estos tiernos y conmovedores principios cristianos? ¿Cuál es el proceso sociológico con el que irrumpe —bajo aspectos aparentemente lejanos del ser cristiano- el movimiento cristiano de­ nominado Revolución Francesa? Debemos poner el énfasis en la evo­ lución del cristianismo moderno para verlo con claridad. Desde que se separó del cristianismo católico, en el Renacimiento y después con la Reforma, el espíritu cristiano ha caminado lenta­ mente hacia un determinada dirección. Esta dirección es aquella de alejarse cada vez más del dogma, el de la “letra”, como dice el Evan­ gelio, y el de dedicarse siempre y más al “espíritu”. El protestantismo no es otra cosa que la subordinación del dogma a la doctrina, la sus­



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titución gradual de la autoridad con la conciencia en el cristianismo. El cristianismo comprende tres elementos: el dogma, la fe propia­ mente dicha, y la actitud emocional resumida en esta fe. O sea, el protestantismo ha sustituido el dogma con la fe. ¿Cuál será entonces la evolución siguiente del cristianismo? La sustitución del espíritu cris­ tiano, puro y simple, a la misma fe que lo representa. Habíamos visto cómo este espíritu cristiano era, en su esencia, Libertad, Igualdad y Fraternidad. De aquí la situación de la Revolución Francesa en la línea de la evolución religiosa del cristianismo. Este movimiento procede lógicamente del protestantismo. La Revolución Francesa es la Nueva Reforma. La idea democrática es cristianismo puro. Como tal, pertenece al espíritu cristiano. Como tal, es enemiga del catolicismo, que es el dogma, la parte más dura y rígida del cristianismo; así como el pro­ testantismo, irguiéndose por medio de la fe, se ha opuesto al espíritu católico. Europa es cada vez más cristiana. Cada vez más abandona la letra del'Cristianismo y se dedica a su espíritu. Todo el fanatismo, toda la intolerancia, tocia,la confusión mental, la sentimentalidad morbosa de los demócratas, exhiben bien la base morbosamente religiosa de su sistema. Entonces, nuestra civilización, si bien cristiana por naturaleza, se apoya sobre una base distinta, diferente a aquella del cristianismo. Todo nuestro trabajo mental, toda nuestra disciplina de espíritu, toda el alma de nuestra jurisprudencia, el núcleo de nuestro modo de go­ bernar se apoyan sobre un fundamento: el espíritu pagano -la cultura griega y la administración romana. Nacido, como ha nacido, en la decadencia del imperio romano, el cristianismo es un paganismo de­ cadente. Cuanto más cristiano se transforma, cuanto más se aleja del paganismo —del catolicismo, o sea, que es abundantemente pagano, en especial por el ritual- tanto más el cristianismo se confirma como decadente y enfermo.



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Encontramos, de esta forma, una doble evolución en el interior de nuestra civilización: su evolución en lo que tiene de propiamente cris­ tiana y su evolución en aquello que tiene de pagana. Habíamos visto cómo la Reforma y la Revolución Francesa se situaron en la línea evo­ lutiva cristiana. La Revolución Francesa fue el resultado de la pene­ tración en Francia del espíritu protestante, por medio del suizo Rousseau, ayudada por la furiosa anglofilia del siglo dieciocho. Pero en la evolución de la sociedad moderna se puede rastrear otra línea paralelamente; tenemos el movimiento del Renacimiento, que es diverso. Ello contribuyó a la formación de la Reforma, pero, en sí mismo, ha tenido características diversas. Es pagano, puramente pa­ gano. De esta forma, cuando surge, vemos aparecer los elementos tí­ picos de la mentalidad pagana: el despotismo personal, (...) ¿En qué dirección ha continuado este movimiento que el Renaci­ miento generó? ¿Cuál es el movimiento que lo prolonga, y ha habido un movimiento que lo hubiera prolongado? ¿Cómo ha nacido el Renacimiento? No ha nacido, si se presta aten­ ción, de una evolución del cristianismo; ha nacido, al contrario, de una aplicación de una parte del espíritu cristiano en puntos anti-cristianos. Aquella parte del cristianismo representada por el dogma, con su dureza y su autoridad, viene ahora utilizada por el Renacimiento, pero el espíritu cristiano es completamente abandonado. De modo que el Renacimiento es un movimiento con características entera­ mente opuestas a aquellas de la Reforma (no olvido que llegaron des­ pués). Sigue una dirección opuesta. Adopta del cristianismo la actitud imperialista y dogmática; pero rechaza los correctivos a esta actitud que proceden del espíritu cristiano, siempre presente donde se en­ cuentre el cristianismo. Para la paganización total, será necesario separar del imperialismo el espíritu cristiano. Caído el imperio germánico, este fin será casi al­ canzado. El imperialismo de dominio es parte de la decadencia del paganismo, de la Atenas y la Roma decadentes. Tenemos interés en



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crear un imperialismo de influencia, como aquel de la Atenas autén­ tica. 1. Formación del Estado Alemán y del Actual Imperio; 2. El Es­ tado Alemán como Fuerza Civilizatoria; 3. El Estado Alemán como Estado Pagano; 4. El Estado Alemán y la Gran Guerra Actual (Pre­ sente).150

11 El gran problema del Estado futuro consiste en la organización con la mínima comprensión posible de la libertad. En la condición ac­ tual en la cual el alma se encuentra, no es posible organizar sin opre­ sión y no es posible, por lo tanto, un Estado alemán sin una tiranía alemana. Se ha exagerado, por otra parte, en torno a la naturaleza de esta tiranía. Aquellos que la “sufren” parece que no lo advierten en demasía. Dado que los principios emanados de la Revolución Francesa tien­ den a agravar enormemente, ya por la natural tendencia de cualquier soctedad a desintegrarse, ya por la mayor tendencia contra la desinte­ gración de la soqedad moderna, víctima de la incursión rápida de un gran número de factores (algunos extraños a esta Revolución, otros legados a ella, otros extraños pero mezclados con ella), el Estado ale­ mán, queriendo organizar, disciplinar, civilizar, deberá, fatalmente, inicialmente oponerse a esta tendencia, intentar aplastarla. Así es co­ mo, en Portugal, hace poco tiempo, el general Pimenta de Castro,151

150. Fin del texto mecanografiado, con la etiqueta “Alemania y la Guerra”. 151. Joaquim Pereira Pimenta de Castro (1846-1918): general portugués, llegó a ser ministro de Guerra en el primer gobierno constitucional republicano, presidido por Joáo Chagas (1911), y presidente del Consejo defacto bajo la presidencia de Manuel Arriaga (enero de 1915). Encabezó un gobierno dictatorial efímero, que duró menos de cuatro meses, en el curso del cual fue clausurado el Parlamento. Fue derribado en mayo de 1915 por una revolución popular y militar conjunta, apoyada por los sectores liberales, la Ma­ sonería y la mayoría del movimiento anarquista, incluida la Carbonería.

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queriendo implantar en nosotros la libertad, ha debido fatalmente emplear una cierta violencia con el partido democrático, por ser ene­ migo de la libertad, y quizás concluida sin oprimir suficientemente esta horrenda (...). El Estado alemán, por lo tanto, debe ser necesariamente un estado “reaccionario”. Todo el resto, todos los aspectos de su vida le obligan a esto. Su naturaleza de Estado hegemónico y guerrero (Prusia, Kriegsstaat, como dice Treitschke)152 su tradición imperialista, la tendencia universalista de su cultura (goethiana u otra), la cual, para ser cos­ mopolita sin ser anti-nacional -riesgo que corría, dada la dispersión de los estados alemanes—, debía a su misma universalidad un carácter de dureza, debía apoyarse en la tendencia militarista del Estado-re­ gente: todo esto ha dado vida al Estado alemán, tal como nosotros lo conocemos hoy, y todo esto es, como estamos viendo, fuerte­ mente, conscientemente y hábilmente (supremamente), una señal de civilización. En contraste con la vida anárquica y dispersa de la sociedad extragermánica, el Estado alemán toma consciencia de sí mismo como País civilizatorio; y esto no lo ha logrado ningún estado europeo. El im­ perio inglés es vasto, pero Inglaterra no ha creado un imperialismo expandido, no ha civilizado este espíritu de expansión. Su imperio es una obra de la oportunidad, de individuos, de muchos individuos, de muchos individuos singularmente activos y trabajadores, cada uno de los cuales cuidando de sí, o uniéndose a grupos sin otro fin que aquel estrechamente administrativo, como ya se ha visto en el sentido estrecho y material de la circunscripta obra del excelso hombre, Cecil 152. En realidad la definición de Prusia como Kriegsstaat, Estado-guerrero, es del profesor Hans Delbriick, no de Treitschke. Heinrich Gotthard von Treitschke (18341896) político e historiador alemán, portavoz oficial del IIo Reich, diputado por el partido Nacional-Liberal en el Reichstag, ideólogo del nuevo expansionismo alemán, socialdarwinista, racista y creyente en la superioridad del alma teutónica; tuvo gran influencia en pensadores reaccionarios como Nietzsche.

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Rhodes.153 Entonces, ninguna nación tiene el derecho de servirse del imperio (to wieldEmpiré) si no es capaz de o r g a n iz a r el imperio. Empleo las razones más evidentes y pongo aparte aquellas supe­ riores, las más importantes. Ellas yacen ocultas en la teoría del impe­ rialismo, que ya es hora de realizar -no del imperialismo entendido como mero dominio por la fuerza (¿quién lo habría de teorizar para nuestro pequeño pueblo?), sino el imperialismo en tanto influencia civilizatoria, que un pueblo, pequeño o grande, puede realizar, de una manera o de otra, según sea grande o pequeño. La cuestión que con más urgencia se impone hoy en Portugal es la construcción de un imperialismo portugués. ¿Cuál debe ser ese im­ perialismo, de qué especie, actuando de qué manera? Todo ello se in­ cluirá en una atenta consideración del problema y del sentido particular que la palabra “imperialismo” tendrá que tomar en este caso. Para ello, desde mi punto de vista, nada podrá lograr tan fértiles resultados como uña alianza espiritual con Alemania que, por ser nuestra análoga psíquica, nos debe transmitir y legar la continuación espiritual de aquel imperialismo, de aquella actitud anticristiana, que ella, por su enorme poder material, no puede intentar realizar sino por la fuerza, y no por el espíritu. Toda la obra anti-alemana, hoy, en Portugal, emana de traidores a la patria porque emana de criaturas desintegradas de nuestra alma na­ cional. Los que quieren un Portugal honesto, feliz, rico y honrado, en realidad quieren la negación de la acción civilizatoria portuguesa, quieren que rebajemos la burguesía nacional a la de una pseudonación como Suiza o Bélgica, quieren que abandonemos nuestro grandioso 153. Sir Cecil John Rhodes (1853-1902) empresario, colonizador y político británico con un concepto místico y mesiánico del Imperialismo occidental. Gran defensor del imperialismo británico, fundó el país que a su muerte llevaría su nombre: Rodesia, cuyo territorio está actualmente dividido entre Zambia y Zimbabue; fundó la compañía De Beers, que en la actualidad controla el 60% del mercado de diamantes en bruto del mundo, que en un tiempo llegó a comercializar el 90%.

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papel en la construcción del Nuevo Mundo, que abdiquemos de rea­ lizar en espíritu aquello que realizamos hace un tiempo en cuerpo -la extensión del mundo y el descubrimiento de nuevas tierras, nuevos mares, de nuevos cielos. Más alta es la misión portuguesa de todo y cuanto pueda surgir de la barriga de los portugueses, de esa pervertida teoría política de toda chusma de traidores y de idiotas que son nues­ tros políticos y nuestros periodistas, y que quieren imponer a Portugal. Más alta es la obra, y ella, para ser llevada a cabo, tendrá que ser rea­ lizada rompiendo los pies de apoyo a toda esa dilatada pudrición humanitaria, democrática, organizando una aristocracia fuerte, do­ minando completamente a nuestra plebe, ineficaz salvo cuando es es­ clavizada. Realicemos en nuestra alma la llegada de D. Sebastiao.154 Realicé­ mosla como ella deber ser realizada, siguiendo las huellas de Alemania, y llevando su obra más allá -obra pagana, obra anti-humanitaria, obra de trascendencia y de elevación, hecha a través de aquella crueldad para con nosotros mismos que el espíritu de Nietzsche, en un mo­ mento lúcido, vio como base de todo sentimiento de imperio. ¿Crear en Portugal el sentimiento de una misión civilizadora? Ese debe ser nuestro ideal. El resto no importa. Que para llegar allí sea preciso barrer con metralla las calles, pisotear con los pies la felicidad y la libertad del pueblo, arrojarlo como un ariete contra las barreras de nuestro espíritu -¿qué importancia tiene ello, si sólo de esta forma podemos dejar a Portugal vivo en el mundo después que desaparezca? ¡Grande y difícil es esta obra! Grande y difícil el barrer los ideales democráticos, humanitarios y utilitarios. Pero la gran obra anti-cristiana (anti-cristiana en todo, antidemocrática, anticatólica, antimo­ nárquica) debe ser realizada. Tristes de nosotros si faltáramos en el cumplimiento de esta misión divina que Aquel que nos puso al Oc­ cidente de Europa, y nos hizo tal cual somos, nos impuso este acceso 154. El famoso “Sebastianismo” de Pessoa.

y trascendió el espíritu aventurero. Después de la conquista de los mares debe venir la conquista de las almas. El resto -la felicidad na­ cional, la buena administración, la libertad, la lealtad, la honra- no son sino la basura que obstaculiza el camino de nuestros gestos. Sursum corda/ 155

12 En “El Mundo” del 10 de julio, el señor Joáo de Barros ha publicado, a propósito de la Guerra, una apelación a los escritores portugueses.156 La apelación era porque -no obstante que Portugal no debería (por razones diplomáticas) intervenir en la guerra- ellos, representantes de la inteligencia de la raza (raga) portuguesa, declarasen bien alto que están del lado de los aliados en la presente contienda. El Sr. Joáo de Barros justificaba esta apelación, no sólo por la necesidad de salir del silencio en que, hasta ahora, estaban inmersos los intelectuales patrios, sino también mediante el, conocido y previsible, argumento de que Portugal debe declararse claramente acompañante espiritual de las as­ piraciones y de l^causa de los aliados, visto su carácter de pueblo “la­ tino”, y el hecho de que los aliados luchan “por la libertad y por la justicia”, por la civilización “latina” y por otras cosas por nosotros ya conocidas en estas coyunturas dialécticas (de opinión). Concuerdo con la necesidad, que el Sr. Joáo de Barros oportu­ namente apuntó, de que los intelectuales portugueses salgan de su silencio. Concuerdo con que, siendo ellos —por su naturaleza de in­ telectuales- los orientadores natos de la gente de su raza (raga), deban, en la coyuntura civilizatoria presente, decir cualquier cosa, asentar cualquier principio. Llevo más lejos de una mera concordancia mi 155. Fin del texto mecanografiado. 156. Joáo de Barros (1881-1960): educador, pedagogo, crítico y poeta portugués, li­ beral y republicano, partidario de la entrada de Portugal en la Primera Guerra Mundial del lado de los aliados.

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asentimiento a la observación del Sr. Joao de Barros. Encuentro que llega la hora de decir fuerte y claro al pueblo portugués cuál es la ver­ dad portuguesa (verdade portuguesa) sobre la guerra, esto es, cuál será la actitud genuinamente y relevantemente nacional que debe surgir ante el aspecto que está tomando el conflicto actual. Tanto más concuerdo con la urgencia de esta necesidad cuanto me parece que en ella está involucrada una urgencia más importante, la que tiene aclarar un poco al pueblo portugués cuál debe ser, en buena lógica nacional, el sentido de su destino. Y ello refuerza en mí el deseo de traer cualquier contribución a este asunto, cuanto más pondero que hasta ahora este pueblo no ha sido sino víctima de burlas bajas y des­ preciables de políticos sin carácter, de dirigentes sin inteligencia y de periodistas sin patriotismo ni cultura -lo que interesa mucho para un pueblo que incluso en sus estratos considerados “superiores”, van poco más allá del periódico en su trato inteligente con las cosas actuales. Me propongo demostrar -al contrario de la apelación del Sr. Joao de Barros- que el alma portuguesa debe estar con su hermana, el alma germánica, en la guerra presente. Antes que nada, indicaré cuáles son los puntos que no trato en este breve opúsculo, ya porque sean de algún modo extraños a su ámbito, ya porque de una u otra manera sean innecesarios. Como el Sr. Joao de Barros en su artículo, no me preocupará el problema de nuestra participación en la guerra. Dos razones me con­ ducen a esta abstinencia. La primera es que, País pequeño, débil y mal gobernado (por dos regímenes de impostores y ladrones), País si­ tuado fuera del teatro de guerra, nuestra acción, militar o de otro tipo, no acarrearía nada de útil a la solución guerrera o de otro tipo al pro­ blema. Nada pesamos en la balanza de las fuerzas eficientes y por eso cualquier consideración sobre nuestra debida actitud espiritual no puede involucrar una necesidad de que esa actitud pase de espiritual a activa. La segunda razón es que -colocado el problema de nuestra intervención en la guerra exclusivamente como problema de conve­

niencia nacional- era preciso para determinar tal conveniencia, o bien negarla, que se conociese cuál es, de veras, nuestra situación interna­ cional, y yo no la conozco. Resta la tercera razón; y ella, aunque de por sí de poco peso, tiene las más directa relevancia para el asunto que estoy tratando. Es que, como desde luego lo ha notado el Sr. Joáo de Barros, sujeto también a la consideración de las dos razones que apunté, no se trata de determinar cuál deba ser el papel del estado portugués en la actual coyuntura, sino cuál el de los espíritus portu­ gueses frente a ella. Resumiré la cuestión y mi esfuerzo —conforme en esto con la justa exigencia limitativa del Sr. Joáo de Barros- a demos­ trar que espiritualmente, y por varias razones que expuse, el alma por­ tuguesa debe estar con el alma alemana. He dicho que existen dos órdenes de cosas, relacionadas con este argumento, que no trataría aquí. La primera es la hipótesis sobre cuál debe ser el resultado de la guerra, ya sea espiritual, civilizatorio. Se comprende bien qu?importa poco, para el estudio presente, cuál sea el resultado material e inmediato de la guerra. Ese resultado depende de hkacción de grandes fuerzas en el choque actualmente presente, y nuestro reducidomicleo nacional no aporta ni quita nada, es que nada puede aportar o quitar, para el caso. Ese resultado, por otro lado, nos va a afectar de manera consonante con nuestra situación internacio­ nal, y como he dicho, no sé lo que es, ni viene al caso para lo que nos ocupa, ya que la actitud intelectual que adoptamos, poca o ninguna importancia puede tener para lo que depende apenas de la descono­ cida situación en la que se encuentra nuestro país internacionalmente. Ese resultado, por último, justamente por tratarse del resultado ma­ terial de la guerra, cae fuera de la órbita de nuestras consideraciones, lo cual —reflexionando sobre cuál debe ser nuestra actitud espiritual frente a esta guerra—ex hipothesi si no preocupan los resultados mate­ riales de la guerra, sino aquellos que pueden ser probables reflejos es­ pirituales, los que nos colocan ya en consideración de los resultados espirituales de la guerra.

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La consideración de los resultados espirituales de la guerra asumen dos aspectos, conforme nos referimos a los resultados directamente espirituales por reflejo de los materiales (.. .)157

13 Cuanto más profundizamos el argumento, en mayor medida surgen las semejanzas, más claras las razones del porqué de nuestra vecindad espiritual con Alemania, y no con los aliados. Remitámonos al rol civilizatorio de los dos Países. Habíamos visto cómo este rol implicaba, en ambos casos, una idéntica inversión del ca­ rácter nacional, y en ambos casos, un concepto metódico y organizado en la obra civilizatoria. Otras semejanzas, flagrantes, también existen. Para el Portugal del presente, oprimido y abatido, como para la Alemania humillada de principios del siglo pasado, lo que permite le­ vantarse de la postración es una tradición de imperio, y, en ambos casos, una tradición enteramente quebrada y envilecida. En ambos casos se da un fenómeno curioso, evocador de esa tradición a través de un cu­ rioso sentimiento de misticismo nacional. En el caso de Alemania es la leyenda de Federico Barbarossa,158 muerto en viaje hacia Oriente, y que se espera que un día, regresando, habrá de restituir a su Patria el imperio y su grandeza (Q. Rückert).159 De la misma manera, entre nosotros, de la grandeza ida, de nuestro imperio muerto, quedó la leyenda mística y nacional de D. Sebastiáo, del cual también, para muchos de nosotros, se espera la hora de su

157. Fin de texto mecanografiado. 158. Federico I de Hohenstaufen (Friedrich I, en alemán), llamado “Barbarroja” por el color de su barba; Barbarossa, en italiano, Rotbart, en alemán; (1122 -1190) fue desde 1147 duque de Suabia con el nombre de Federico III, desde 1152 Rey de los Romanos y a partir de 1155 emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. 159. Se trata del poema de 1817 de Friedrich Rückert “Barbarossa”, que hizo popular el mito del Mesías-Rey que uniría y devolvería la grandeza imperial a los alemanes.

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regreso para restituir nuestra grandeza. Ambas leyendas, lo sé bien, se integran, según el delirio analógico de ciertos estudiosos que apoyan estas cuestiones, en la antiquísima leyenda del Rey Arturo. Pero es una apariencia ilusoria. El hecho esencial es que, en el caso de Ale­ mania, como el de Portugal, existen bases concretas nacionales para que tales leyendas surgieran. Barbarossa y D. Sebastiao -la semejanza mística y nacional de las dos figuras da para pensar, sobre todo cuando ellas se sobreponen a otras semejanzas esenciales, que ya vimos, entre los caracteres básicos de las dos naciones. La más nítida obra civilizatoria alemana del pasado fue la Reforma. Si vemos en qué condiciones nacionales esa obra se efectuó, no será difícil ver que ellas se aproximan, de manera flagrante, a aquellas en las que se dieron los descubrimientos, salvo en la superior orientación metódica y científica de éstos, análogas ya no a la obra alemana de la Reforma, sino al desenvolvimiento organizado del actual Imperio Germánico. Pero existe un factor que lo explica todo -la mítica individualidad de huestro país, individualidad nítida que no existía en los dispersos estados de Alemania cuando surgió Lutero. Esa similitud, sin em­ bargo, a la que íbamos a aludir era la de la confusión civilizatoria en que las dos obras se realizaron. Portugal, si bien su nacionalidad era nítida, era una nacionalidad emergente; tanto lo era que fue fácil, luego que entró en decadencia, conectarla a España.160 De manera semejante, en la Alemania de la reforma, la acción ale­ mana es nítida, pero la cohesión nacional confusa. Pero, en los dos casos, la obra civilizatoria realizada quedó como tradición espiritual, como una base para la construcción de la futura nacionalidad.161

160. Referencia al llamada “Época Filipina”. Véase, utsupra, nota 67. 161. Fin del texto mecanografiado, que lleva como etiqueta “Resposta ao apelo de J. de Barros”.

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III

Gran Iberia El problema ibérico ( 1916 - 1918 )

Nota introductoria

Estos textos se encuentran imbricados con los de la anterior sección, y están escritos en los mismos años. La diferencia es que llevan una etiqueta colocada por Pessoa que reza “Iberia”, lo que nos hace pensar en un proyecto de estudio o esbozo de libro con ese título o al menos una determinada problemática.

I LA CIVILIZACIÓN IBÉRICA

1 (I)

Varias razones son esgrimidas a favor de la entrada de Portugal en la guerra. Una de las principales, entre las más vociferadas (poco nos importa, ahora, cuáles son las otras), es aquella que dice que Alemania, por ser fundamentalmente enemiga de los Países “latinos”, de la “raza latina”, es implícitamente nuestra enemiga. Resulta evidente que tal afirmación en realidad implica dos y, por lo tanto, para examinarla, será necesario examinar de manera separada las Sos afirmaciones que ella implica. La primera e»que Alemania es fundamentalmente enemiga de los Países “latinos”. Dejémosla estar por el momento. Pasemos a la otra. ¿Son, España y Portugal, Países latinos? En primer lugar, es bueno advertir a un lector incauto que las ex­ presiones “raza latina” (raga latina) o “Países latinos” no tienen ni si­ quiera una base sociológica mínima en la cual apoyarse. Hay, en la enorme diversidad de factores sociales pertenecientes a los pueblos convencionalmente denominados “latinos”, un aspecto común, el de una cierta semejanza lingüística -semejanza, ésta, que sin embargo procede, no de una espontánea y fundamental semejanza íntima de carácter racial, sino de un común origen lingüístico de los restos de­ generados del Imperio Romano. Las naciones que vienen siendo denominadas latinas tienen en común los elementos que caracterizaron a las naciones meridionales, — 139—

pero tales elementos pertenecen al pueblo, tal como aquel a lo griego o aquel al turco, a gente como los árabes y los indios -alejados de todo tipo de conexión, que sea no lingüística, con esta difunta civili­ zación latina que es usada como su nombre. Pero el común origen de la lengua no es suficiente para aceptar una fundamental semejanza de ideas y fórmulas raciales. ¿Cuál es el posible significado de la expresión “pueblos latinos”? ¿A qué pueblo le puede ser dado este nombre? Evidentemente única­ mente a aquellos que son los herederos, no sólo de la lengua, sino del mismo espíritu del Imperio Romano. Es esto, y no otra cosa, lo que les otorga derecho a ser considerados latinos, por poco que signifique la expresión. Se ha llegado al absurdo de llamar latinos a pueblos que simple­ mente revelan características de los pueblos del Sur, de climas cálidos, suaves, estimulantes de la inercia y de la pasión. ¡Como si el Imperio Romano -asi de disciplinado y árido de emociones y pasiones- se pu­ diera prestar a tal comparación! Solamente Francia e Italia son pueblos latinos, en el significado sociológicamente posible de la palabra. Italia es directamente la here­ dera de la tradición clásica. Francia, por su genio peculiar de raza (ra^a), en el cual prevalece la lucidez y el esplendor, es la heredera na­ tural de la parte lógica, simpliñcadora, un poco superficial del pueblo romano. (?) Si de tales, y de por sí poco ciertas, consideraciones, pasamos a un análisis riguroso de las condiciones civilizatorias, rápidamente desa­ parecen estos últimos residuos de duda.

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(II)

LA UNIÓN ESPIRITUAL ENTRE PORTUGAL Y ESPAÑA. (CON) FEDERACIÓN IBÉRICA

2 Separados, tenemos, cada uno de nosotros, un valor nacional; no te­ nemos valor de civilización. Podemos existir más o menos decente­ mente, como un Belga cualquiera o un Suizo cualquiera, pero eso no es una existencia digna de aspiración. Valemos más que esto; tenemos derecho de hacer cualquier cosa que no sea sólo aquella de existir.

La república portuguesa es el primer paso dado hacia la Civilización Ibérica. No ha sido dado, es claro, conscientemente: nuestros repu­ blicanos son incapaces de cualquier actividad en la parte anterior del cerebro. Pero se ha dado un paso que el Destino nos ha hecho hacer. ¿Deberá este fenómeno repercutir en España?... en Cataluña debe de haber tenido efecto, porque ha intentado sacudirse del yugo;162 aunque sea en apariencia, porque es la apariencia la que impresiona 162. Referencia a la situación política española en el curso de los años 1916-1917, cuando los regionalistas y nacionalistas catalanes, intentando profundizar el clima revo­ lucionario de la instauración de las “Juntas Militares de Defensa”, como consecuencia de la huelga general revolucionaria de a,gosto de 1917, intensificaron su acción independentista. La denominada “Revolución de 1917” se inicia el 13 de agosto con numerosas huelgas, bien coordinadas en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia y Bilbao; el movi­ miento revolucionario es especialmente violento en Madrid y en el medio rural. La re­ vuelta representó una quiebra parcial del sistema monárquico, que consiguió parcialmente estabilizarse en 1923.

al extranjero. ¿No es, sin embargo, cada vez más fuerte la monarquía española? El Destino lo dirá. Fuerte y bien orientada se presentaba la monarquía portuguesa bajo el gobierno de Joáo Franco,163 cuando cayó moribunda. Querer reimplantar la monarquía en Portugal es un crimen de los mayores que pueda cometerse contra la Patria Portuguesa y contra la futura (o posible) Civilización Ibérica. No tiene ninguna importancia investigar cuál es el valor de la monarquía o la república, en sí o en relación a los Países de Iberia. Es en relación al conjunto ibérico que este fenómeno político debe ser analizado. Para una unión ibérica de cualquier especie, cualquier especie que sea, tres cosas son esenciales, y sin alguna de ellas no se podrá hacer nada, y antes de ello es inútil pensar sin temor en cualquier enfoque sobre el problema. Estas tres cosas son: 1) la abolición de la monarquía en España; 2) la separación final de la Península en sus tres naciona­ lidades esenciales -Cataluña, Castilla, con las provincias que ha lo­ grado sumergir en su personalidad, y el estado gallego-portugués. Es absolutamente impensable la solución del problema ibérico sin recurrir a una federación; es impensable la federación con la consti­ tución desigual, anti-natural, viciosa y falsa, de los actuales estados ibéricos. Si los españoles no pueden, como es natural, afrontar de algún modo esta solución al problema, les pedimos disculpas si no nos detenemos a pensar el argumento. ¿Continuará Castilla teniendo su preponderancia ibérica, que se transformará entonces en una hegemonía en el interior de una especie de federación? No es natural, porque, una vez dividida España en las partes naturales que la componen, la única razón para la hegemonía castellana cesa de existir -y esta razón es aquella que consiste en per­ turbar el desarrollo natural de la Civilización Ibérica. El gran enemigo de Iberia es Castilla. 163. Véase, utsupra, nota 63.

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Para la separación de la Península en sus tres nacionalidades natu­ rales, existe sólo un camino para seguir. Si este camino será aquel que el destino ha trazado (lo que ignoro), se puede predecir, dándolo como cosa cierta, a la futura Civilización Ibérica. Este camino es la abolición de la monarquía en España. Es la monarquía castellana la que une y liga las provincias separadas de España. Cesa entonces la monarquía y la España cesará de ser, porque es un estado artificial, impuesto a la naturaleza, y cuyo destino concluye con la colonización de la América Española. Sin embargo, no se trata de una amorfa amistad, sino de una po­ lítica definida, en la que debemos ver en qué lugar sociológicamente radica el problema.164

3 (Después de haber discutido los hechos fundamentales del problema ibérico...). Basamos ahora a considerar cuáles son las circunstancias interna­ cionales, europe^que por su misma naturaleza se oponen a la unidad espiritual de Iberia. Estas fuerzas son de tres tipos de órdenes, y son, como sucede en estas cosas, representantes de tres naciones, ninguna de las cuales en virtud de su psique particular (ya sea racialmente como tal, ya sea his­ tóricamente adquirida, según lo que se desee, lo que en nuestro caso no importa), representa una de estas fuerzas. La primera nación enemiga de Iberia es España -en el significado de la actual España, con Castilla que domina de manera anti-natural sobre un reagrupamiento que ha fracasado en absorber, porque no ha absorbido a Galicia ni a Cataluña. Pero es España no en el sen­ tido, ya analizado, que su existencia obstaculiza la formación de la 164. Fin de texto mecanografiado, con la etiqueta “Iberia”.

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confederación ibérica; este punto ya ha sido tratado, cuando nos hemos ocupado de la dificultad política, interna, para la formación de la con­ federación ibérica. Se trata, ahora que estamos examinando el pro­ blema desde el punto de vista internacional, no tanto de la España como conjunto político, sino de España como espíritu nacional. (Más bien, el espíritu ibérico es una fusión del espíritu medite­ rráneo con el espíritu atlántico; por lo tanto sus dos columnas son Cataluña y el estado natural gallego-portugués. Castilla -represen­ tando con este nombre los estados intermedios, que la Castilla im­ perial de hecho no ha podido armonizar en su espíritu- es sólo la región de intercambio y por tanto de estabilización de estas dos in­ fluencias-límite. Otro rol es el aquel de ser una especie de equilibrio de la balanza entre las dos inclinaciones marítimas. Sin embargo, al tener un rol preponderante —como aquel que ya ha tenido en la his­ toria—este rol es, de todos cuantos tiene, el menos ibérico...). Fuertemente aristocrática en su constitución espiritual, rígida­ mente católica en su habitas moral, absurdamente tradicionalista en el conjunto cotidiano de sus usos y costumbres, Castilla se presenta como un elemento preliminarmente dañino para una confederación y como un elemento (y esto es lo que importa) violador de nuestra gran tradición árabe -de tolerancia y de civilización libre. Y será en la proporción en la cual seamos defensores del espíritu árabe en Europa que tendremos una individualidad aparte. De esta manera, el espíritu castellano es fundamentalmente ene­ migo, en su espíritu, de Iberia. Pero estos elementos característicos, que hacen a Castilla extremadamente incompetente a ser hegemónica en Iberia, admirablemente la disponen para equilibrar la ten­ dencia (excesiva en otros sentidos) de los otros dos pueblos ibéricos. De donde se puede ver cómo, para la futura federación, todo será armonizado por el Destino. El segundo gran enemigo de Iberia es Francia. El espíritu francés es el gran enemigo del espíritu común de la población ibérica. Gran

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enemigo no sólo en su constitución espiritual, sino además en los efec­ tos que ha tenido la degradación y decadencia del auténtico espíritu ibérico. Heredera directa de la tradición romana en lo que tiene de estrictamente griega, Francia representa en Europa no un País creador (como Italia, de donde proviene el arte; o de Inglaterra, de donde nace la política), sino un País distribuidor y perfeccionador de los elemen­ tos que otros países le proporcionan. Tan poco creador es el espíritu francés que, para obtener la única idea que viene realizada desde su interior, ha debido llamar a un suizo, Jean-Jacques Rousseau, y, para poner fin a la anarquía a la que desde allí vino en cuesta abajo, ha de­ bido descubrir a un italiano, Bonaparte. Lúcidos, completos en su nivel más inferior, los franceses son los corruptores de nuestra Civilización Ibérica. Su espíritu romano, pri­ vado de la fuerza romana, es esencialmente enemigo de nuestro espí­ ritu romano-árabe, que es al mismo tiempo complejo e intenso, disciplinado y crudo. El tercer enemigo de Iberia es Alemania. Pero aquí debemos temer má§*el espíritu alemán que la Alemania propiamente dicha. Los ale­ manes han heredólo la parte superior del espíritu romano (al contra­ rio que los franceses que han heredado aquella parte que era en todo secundaria, porque era esencialmente griega). Pero lo han enlazado con aquel curioso elemento de incompletitud que es distintivo de los bárbaros del Norte, los cuales no saben equilibrar dos cosas (...). Nosotros, ibéricos, somos la confluencia de dos civilizaciones -de aquella romana y de aquella árabe. En Francia y en Alemania la civi­ lización romana existe sobrepuesta al fondo original, sin ningún otro influjo civilizatorio. Somos, por ello, más complejos y fecundos, por naturaleza, que Francia y Alemania, las cuales, cuando tengamos con­ ciencia de nuestra ibericidad, deberán existir, con ganancia, en el ho­ rizonte165 de nuestro desprecio. 165. Variante agregada por Pessoa: “en la periferia”.

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Formado el estado ibérico, ¿Cuál debe ser su orientación conjunta? Triple: 1) el dominio espiritual de la América Central y la del Sur, y entonces ser el imperialismo de cultura en el Nuevo Mundo; 2) la conquista definitiva de los territorios del Norte de África, donde viven aquellos hombres que son nuestros parientes, la raza (ra< fX *v»A**!**fe»-**#»A*** ‘ < ¡4vílíW ® , ifi?>*«*¡»■-* fe»»?s» V m tito)»*.•

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