Picaresca femenina: Teresa de Manzanares y "La garduña de Sevilla" 9783865279927

Estudio y edición filológica de ambas obras de Alonso del Castillo (1584-c. 1648), uno de los referentes de la prosa de

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Picaresca femenina: Teresa de Manzanares y "La garduña de Sevilla"
 9783865279927

Table of contents :
ÍNDICE
PRÓLOGO
ESTUDIO PRELIMINAR
ALONSO DE CASTILLO SOLÓRZANO Y SU PRÁCTICA DE LA PICARESCA
PICARESCA FEMENINA
TERESA DE MANZANARES: ALGUNAS CALAS
LA GARDUÑA DE SEVILLA: ALGUNAS CALAS
CONCLUSIÓN
CRITERIOS DE EDICIÓN Y ANOTACIÓN
BIBLIOGRAFÍA
ABREVIATURAS
LA NIÑA DE LOS EMBUSTES,TERESA DE MANZANARES
PRELIMINARES
CAPÍTULO PRIMERO. DA CUENTA TERESA DE QUIÉN FUE SU MADRE. CÓMO SALIÓ DE SU PATRIA ENGAÑADA HASTA LLEGAR A MADRID
CAPÍTULO II. EN QUE DA RAZÓN CÓMO LO PASÓ LA GALLEGA EN EL MESÓN Y CUÁN CELEBRADA FUE EN EL RÍO, HASTA SU CASAMIENTO
CAPÍTULO III. EN QUE REFIERE TERESA SU NACIMIENTO Y OCUPACIONES PUERILES, HASTA LA MUERTE DE SUS PADRES
CAPÍTULO IV. EN QUE PROSIGUE LO QUE LE PASÓ EN SERVICIO DE SUS MAESTRAS
CAPÍTULO V. DE CÓMO TERESA HALLÓ CON SU INDUSTRIA1 EJERCICIO CON QUE SALIÓ DE SIRVIENTE. DA CUENTA DE SU MEDRA Y LO QUE SOBRE ESTO LE SUCEDIÓ
CAPÍTULO VI. EN QUE HACE TERESA RELACIÓN DE CÓMO SE CASÓ, CON QUIÉN Y LAS COSTUMBRES DEL NOVIO, HASTA SU MUERTE
CAPÍTULO VII. DONDE PROSIGUIENDO SU HISTORIA DICE HABER ENTRADO A SERVIR A UNA SEÑORA DE DUEÑA. DA CUENTA DE LA VIDA QUE EN SU CASA TENÍA Y OTRAS COSAS, HASTA SALIR DE ALLÍ
CAPÍTULO VIII. DE LA SALIDA DE MADRID A CÓRDOBA, EL ROBO QUE LA HICIERON UNOS BANDOLEROS EN SIERRA MORENA Y CÓMO SE LIBRÓ DE SUS MANOS, CON OTRAS COSAS
CAPÍTULO IX. EN QUE DA CUENTA DE LA PLÁTICA QUE TUVIERON ENTRE ELLA Y EL ERMITAÑO, Y CÓMO ÉL LA HIZO RELACIÓN DE LA CAUSA DE HABER DEJADO EL MUNDO
CAPÍTULO X. CÓMO TERESA FUE VESTIDA POR EL ERMITAÑO Y LLEGÓ A CÓRDOBA,Y CÓMO ALLÍ SE ACOMODÓ A USAR DE SU ANTIGUA LABOR, CON OTRAS COSAS
CAPÍTULO XI. EN QUE HACE RELACIÓN DE UN EMBUSTE QUE HIZO, CON LO QUE SOBRE ELLO SUCEDIÓ, HASTA DEJAR A CÓRDOBA
CAPÍTULO XII. EN QUE REFIERE LA SOBREBURLA QUE SE LE HIZO AL LICENCIADO, Y CÓMO DEJÓ TERESA A CÓRDOBA Y SE FUE A MÁLAGA
CAPÍTULO XIII. DONDE SE HACE RELACIÓN DEL MAYOR DE SUS EMBUSTES EN MÁLAGA Y LO QUE DÉL SUCEDIÓ
CAPÍTULO XIV. QUE PROSIGUE CON EL ENGAÑO DE SER HIJA DEL CAPITÁN, LA ESTIMACIÓN EN QUE LA TENÍAN Y CÓMO SE VINO A SABER EL EMBUSTE, HASTA SALIR DE MÁLAGA
CAPÍTULO XV. EN QUE DA CUENTA DE SU CASAMIENTO CON SARABIA Y CÓMO SE ENTRÓ A COMEDIANTA, CON LO MÁS QUE LE PASÓ HASTA SALIR DE GRANADA
CAPÍTULO XVI. DE LO QUE LE SUCEDIÓ EN SEVILLA. CÓMO HIZO UNA BURLA A UNOS MÉDICOS, QUE FUE OCASIÓN DE ENVIUDAR
CAPÍTULO XVII. EN QUE CUENTA SU TERCERO CASAMIENTO CON UN CABALLERO DEL PIRÚ Y CÓMO ENVIUDÓ BREVEMENTE DÉL POR UN EXTRAÑO SUCESO, CON OTROS QUE LE SUCEDIERON
CAPÍTULO XVIII. EN QUE DA CUENTA CÓMO SALIÓ DE SEVILLA CON SU CASA1 Y LLEGÓ A TOLEDO, DONDE ESTANDO ALLÍ DE ASIENTO TUVO CIERTO EMPLEO, Y DE UNA BURLA QUE HIZO A DOS ENAMORADOS, CON LO DEMÁS QUE SUCEDIÓ
CAPÍTULO XIX. EN QUE CUENTA SU ENTRADA EN MADRID Y LO QUE ALLÍ LE SUCEDIÓ, CON UN HURTO QUE LA HICIERON, POR DONDE SE FUE A ALCALÁ Y SE CASÓ POR CUARTA VEZ
LA GARDUÑA DE SEVILLA
PRELIMINARES
LA GARDUÑA DE SEVILLA Y ANZUELO DE LAS BOLSAS1 [LIBRO PRIMERO]
LIBRO II DE LA HIJA DE TRAPAZA Y GARDUÑA DE LAS BOLSAS
LIBRO III
LIBRO IV
ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS ANOTADOS

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Dirección de Ignacio Arellano, con la colaboración de Christoph Strosetzki y Marc Vitse Secretario ejecutivo: Juan Manuel Escudero

Biblioteca Áurea Hispánica, 79

PICARESCA FEMENINA DE ALONSO DE CASTILLO SOLÓRZANO Teresa de Manzanares y La garduña de Sevilla

Estudio y edición de FERNANDO RODRÍGUEZ MANSILLA

Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • 2012

Agradecemos a la Fundación Universitaria de Navarra su ayuda en los proyectos de investigación del GRISO Agradecemosa los a lacuales Fundación Universitaria de Navarra su ayuda pertenece esta publicación. en los proyectos de investigación del GRISO a los cuales pertenece esta publicación. Agradecemos al Banco Santander la colaboración para la edición de este libro. Agradecemos al Banco Santander la colaboración para la edición de este We acknowledge and thank the Provost andlibro. Dean of Faculty Office at Hobart and William Smith Colleges We acknowledge and thank the Provost Dean of Faculty Office for its generous financial supportand to this publication. at Hobart and William Smith Colleges for its generous financial support to this publication. Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2012 Reservados todos los derechos Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 352012 22 © Iberoamericana, Fax: 91 4291 53 97 Amor+34 de Dios, – E-28014 Madrid [email protected] Tel.: +34 91 429 35 22 www.ibero-americana.net Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] © Vervuert, 2012 www.ibero-americana.net Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 © Vervuert, 201246 17 Fax: +49 69 597 Elisabethenstr. 3-987–43 D-60594 Frankfurt am Main [email protected] Tel.: +49 69 597 46 17 www.ibero-americana.net Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] ISBN 978-84-8489-678-4 (Iberoamericana) www.ibero-americana.net ISBN 978-3-86527-727-5 (Vervuert) e-ISBN 978-38-6527-992-7(Iberoamericana) ISBN 978-84-8489-678-4 Depósito Legal: ISBN 978-3-86527-727-5 (Vervuert) Cubierta: Carlos Zamora Depósito Legal: Impreso en España Cubierta: Carlos Zamora Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro. Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

ÍNDICE

PRÓLOGO........................................................................................

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ESTUDIO PRELIMINAR Alonso de Castillo Solórzano y su práctica de la picaresca .................. Picaresca femenina............................................................................... Teresa de Manzanares: algunas calas ....................................................... El modelo autobiográfico .................................................................... La risa y la burla: rasgos esenciales ..................................................... Espacio urbano, vestido e identidad ..................................................... Una ampliación de La niña de los embustes de Salas Barbadillo......... La garduña de Sevilla: algunas calas ....................................................... Estructura y elementos misceláneos ...................................................... Rufina y su entorno: de pícara a dama .......................................... Las novelas intercaladas: nobleza urbana y teatralidad ........................... Un libro «perfecto» o una novela de novelas......................................... Conclusión .......................................................................................... Criterios de edición y anotación......................................................... BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................ ABREVIATURAS ......................................................................................

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LA NIÑA DE LOS EMBUSTES, TERESA DE MANZANARES Preliminares ......................................................................................... CAPÍTULO PRIMERO da cuenta Teresa de quién fue su madre. Cómo salió de su patria engañada hasta llegar a Madrid........................... CAPÍTULO II en que da razón cómo lo pasó la gallega en el mesón y cuán celebrada fue en el río, hasta su casamiento ....................... CAPÍTULO III en que refiere Teresa su nacimiento y ocupaciones pueriles, hasta la muerte de sus padres ........................................... CAPÍTULO IIII en que prosigue lo que le pasó en servicio de sus maestras..........................................................................................

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CAPÍTULO V de cómo Teresa halló con su industria ejercicio con que salió de sirviente. Da cuenta de su medra y lo que sobre esto le sucedió ............................................................................... CAPÍTULO VI en que hace Teresa relación de cómo se casó, con quién y las costumbres del novio, hasta su muerte ......................... CAPÍTULO VII donde prosiguiendo su historia dice haber entrado a servir a una señora de dueña. Da cuenta de la vida que en su casa tenía y otras cosas, hasta salir de allí ................................... CAPÍTULO VIII de la salida de Madrid a Córdoba, el robo que la hicieron unos bandoleros en Sierra Morena y cómo se libró de sus manos, con otras cosas.............................................................. CAPÍTULO IX en que da cuenta de la plática que tuvieron entre ella y el ermitaño, y cómo él la hizo relación de la causa de haber dejado el mundo .................................................................. CAPÍTULO X cómo Teresa fue vestida por el ermitaño y llegó a Córdoba, y cómo allí se acomodó a usar de su antigua labor, con otras cosas ............................................................................... CAPÍTULO XI en que hace relación de un embuste que hizo, con lo que sobre ello sucedió, hasta dejar a Córdoba ........................... CAPÍTULO XII en que refiere la sobreburla que se le hizo al licenciado, y cómo dejó Teresa a Córdoba y se fue a Málaga ........ CAPÍTULO XIII donde hace relación del mayor de sus embustes en Málaga y lo que dél sucedió ..................................................... CAPÍTULO XIIII que prosigue con el engaño de ser hija del capitán, la estimación en que la tenían y cómo se vino a saber el embuste, hasta salir de Málaga........................................... CAPÍTULO XV en que da cuenta de su casamiento con Sarabia y cómo se entró a comedianta, con lo más que le pasó hasta salir de Granada ............................................................................. CAPÍTULO XVI de lo que le sucedió en Sevilla. Cómo hizo una burla a unos médicos, que fue ocasión de enviudar ................ CAPÍTULO XVII en que cuenta su tercero casamiento con un caballero del Pirú y cómo enviudó brevemente dél por un extraño suceso, con otros que le sucedieron................................... CAPÍTULO XVIII en que da cuenta cómo salió de Sevilla con su casa y llegó a Toledo, donde estando allí de asiento tuvo cierto empleo, y de una burla que hizo a dos enamorados, con lo demás que sucedió.............................................................. CAPÍTULO XIX en que cuenta su entrada en Madrid y lo que allí le sucedió, con un hurto que la hicieron, por donde se fue a Alcalá y se casó por cuarta vez....................................................

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LA GARDUÑA DE SEVILLA Preliminares ......................................................................................... La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas [libro primero].............. Libro II de la hija de Trapaza y garduña de las bolsas ......................... Novela primera. Quien todo lo quiere, todo lo pierde .................. Libro III .............................................................................................. Novela segunda. El conde de las legumbres ................................... Libro IIII............................................................................................. Novela tercera. A lo que obliga el honor ....................................... ÍNDICE

DE VOCES Y CONCEPTOS ANOTADOS

423 429 479 483 539 550 585 600

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PRÓLOGO

Este libro es resultado de una investigación en torno a dos obras de Alonso de Castillo Solórzano que la crítica ha incluido dentro del subgénero conocido como picaresca femenina. Mi trabajo ha sido guiado por el honesto afán de recuperar para el debate académico sobre la narrativa aurisecular a un autor que, tras Miguel de Cervantes y Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, se erigió como referente de la prosa de ficción en la España del XVII. Esta recuperación empieza, naturalmente, por cubrir un vacío editorial en lo que se refiere a ediciones filológicas que puedan traer estas obras a un primer plano de atención para la crítica especializada. Es una labor que se está llevando a cabo en la actualidad también con Salas Barbadillo y, en el terreno del teatro, con dramaturgos como Antonio Mira de Amescua o Agustín Moreto. Juntamente con el trabajo de edición y anotación, era primordial un estudio que intentara refrescar las perspectivas y juicios tanto sobre Teresa de Manzanares, que ha gozado de cierta fortuna en años recientes, como sobre La garduña de Sevilla, la cual posee una tradición crítica mucho más reducida.Algunas de las ideas y conceptos que se aplican al análisis han sido ya empleados con otros autores, pero resultan relativamente novedosos en el tratamiento que ha merecido la figura y la obra de Castillo Solórzano. De esta manera, esta labor exegética ha sido dirigida por un doble propósito: brindar nuevas luces sobre ambas piezas narrativas y ofrecerlas adecuadamente editadas, con materiales que permitan posteriores asedios críticos que enriquezcan el panorama de los estudios sobre la novela en el Siglo de Oro español. Debo expresar mi agradecimiento, en primer lugar, a Ignacio Arellano, gracias a quien me incorporé al Departamento de Literatura Hispánica de la Universidad de Navarra y he podido trabajar en el

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PICARESCA FEMENINA

marco del GRISO (Grupo de Investigación Siglo de Oro), cuyos recursos me han sido invalorables durante estos últimos años. Él dirigió mi pesquisa y orientó todas las etapas del proyecto, el cual se enriqueció muchísimo más con los comentarios y sugerencias del tribunal que juzgó la tesis doctoral, conformado por Antonio Rey Hazas, Germán Vega García-Luengos, Marc Vitse, José M. Usunáriz y Miguel Zugasti. Agradezco igualmente a la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra por el apoyo económico que me brindó durante mis estudios de postgrado. Mi formación doctoral se complementó con una estancia de un año en el Departamento de Lenguas Románicas de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, donde fui bien acogido y pude trabajar en su biblioteca de graduados, así como en la biblioteca Perkins de la Universidad de Duke. Con mis idas y venidas entre América y Europa siento que mi visión sobre los estudios auriseculares aumentó gracias al diálogo y a la amistad que he podido mantener con colegas investigadores tanto dentro como fuera de las aulas. Por último, extiendo mi agradecimiento a la institución en la que actualmente trabajo, Hobart and William Smith Colleges, cuyo estímulo para la publicación de este trabajo ha sido fundamental. Geneva, Nueva York, octubre de 2011

ESTUDIO PRELIMINAR

ALONSO

DE

CASTILLO SOLÓRZANO Y

SU PRÁCTICA DE LA PICARESCA

Alonso de Castillo Solórzano (1584-c. 1647) fue un auténtico «homme de lettres (y hasta polygraphe)»1 al que debemos medio centenar de novelas cortas, desperdigadas casi todas en nueve volúmenes, dos hagiografías, siete comedias, cinco entremeses, un auto sacramental, dos libros de temática histórica, cuatro libros de corte picaresco y dos volúmenes de poesía satírico-burlesca. Sus circunstancias vitales pueden reconstruirse más o menos adecuadamente a partir de las importantes pesquisas de Cotarelo y Jauralde2. Escritor prolífico, capaz de publicar un libro por año, con buenas relaciones dentro del ambiente literario de su época, anticulterano y lopista, antiguo secretario académico, hábil para encontrar benefactores…, su imagen destila un relativo éxito entre sus contemporáneos, pese a que se halla sepultado para el lector moderno. Nacido en Tordesillas, provenía de una familia noble (siempre firmará sus libros empleando «don»), aunque provinciana. Su padre fue camarero del duque de Alba y su abuelo, abogado. Se especula que pudo estudiar en Salamanca, pero esta presunción de la crítica obedece más que nada a un episodio de sus Aventuras del bachiller Trapaza, en el que retrata el ambiente universitario salmantino. Tenemos un vacío notable en su biografía, ya que «de Alonso no se sabe nada esencial hasta aproximadamente 1618»3. Por documentos diversos, se sabe que en aquellos años acumula varias herencias por muertes de familiares cercanos (ma1

Rico, 1989, p. 134. Cotarelo en su edición de Teresa de Manzanares (1906) y Jauralde, 1979. Velasco Kindelán (1983) sintetiza muy bien todos los datos biográficos aportados por ambos. 3 Jauralde, 1979, p. 728. Lo sigo de cerca en los datos biográficos de esta sección. 2

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PICARESCA FEMENINA

dre y tíos) y que está casado con una mujer llamada Agustina Paz. Hacia 1617, con 33 años, empieza a vender propiedades y a deshacerse de buena parte de su patrimonio. Afirma Jauralde que por entonces debe haber sentido «el aguijón de la Corte y quizá una tardía o provinciana inclinación literaria»4, ya que se puede inferir de estas acciones quizás la preparación de su mudanza a Madrid. Por un testamento fechado en Tordesillas, en 1618, descubrimos que es «gentilhombre del conde de Benavente» y que junto a Agustina Paz ha criado a una niña. No hay rastro de presencia suya en Madrid hasta 1619, cuando aparece ya como «residente en la Corte».Todo parece indicar que el descubrimiento de su vocación por las letras fue algo tardío. Recién en este año aparece por primera vez publicado un texto suyo, un soneto en los preliminares de la Vida y penitencia de Santa Teodora de Alejandría de Cristóbal González de Torneo. Dos años más tarde, en 1621, incluye una décima laudatoria en los Cigarrales de Toledo de Tirso de Molina. En el ínterin ya había ingresado al círculo de Lope de Vega (y, por ende, se declara enemigo del culteranismo) e iniciado su participación en la academia literaria que regentaba Sebastián Francisco de Medrano, cuyas actividades se iniciaron en 1617. Para esta academia, que se prolongó hasta 1622 y para la que le siguió, la de Francisco de Mendoza, Castillo Solórzano compuso los poemas satírico-burlescos que conformarán su primer libro publicado, los Donaires del Parnaso, publicados en dos volúmenes (1624 y 1625). En el año 1622 participa, como tantos otros escritores de la época, en las fiestas en honor a la canonización de san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier, con un soneto.También, ese mismo año, se presenta a las Justas poéticas en la canonización de San Isidro. Como anécdota, consta que Castillo perdió un premio en dicha competencia por haber firmado con seudónimo, lo cual motivó que compusiera el romance «A un precio que le quitaron (habiéndoselo dado) por mudarse el nombre en un certamen delante de Sus Majestades»5. Castillo Solórzano siempre vivió a la sombra de un noble mecenas. Por esta misma época ha dejado a Benavente y se sabe que se halla al servicio del marqués del Villar. Su perfil encaja en esa categoría de escritores que Noël Salomon denomina

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Jauralde, 1979, p. 729. El poema se encuentra en Donaires del Parnaso, I, fols. 35r-38r.

ESTUDIO PRELIMINAR

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Los escritores artesanos, para quienes escribir es una profesión, una actividad para ganar el pan cotidiano. Entran en esta categoría los juglares medievales, los poetas maestros de capilla (Juan de Encina, Lucas Fernández) por los años 1500 y los poetas secretarios «capellanes» del tipo de Lope de Vega hacia el año 1600. Unos y otros viven de su pluma a la sombra del roble señorial. En la órbita de los mecenas son una especie de «becarios» (asistidos socialmente), que experimentan, a veces, el sentimiento de estar en una situación parasitaria más o menos humillante6.

El servicio a diversos señores por parte del autor vallisoletano lo inserta perfectamente en este esquema laboral que había institucionalizado Lope de Vega en las primeras décadas del XVII. Acabada la efervescencia de las academias madrileñas, Castillo Solórzano publica Donaires del Parnaso. La primera parte cuenta con la aprobación de Tirso de Molina y la segunda con la de Lope. El mismo año de la publicación de la segunda parte (1625), ve la luz su primera colección de novelas cortas, Tardes entretenidas, con la cual «iniciaba Solórzano su feliz carrera como novelador cortesano»7. Desde 1625, el vallisoletano no para de escribir y publicar, especialmente narrativa de ficción. Al año siguiente publica Jornadas alegres y en 1627 Tiempo de regocijo y carnestolendas de Madrid, ambas nuevas colecciones de novelas. Por entonces pasa a servir al marqués de los Vélez, de quien se mienta «maestresala» y bajo cuyo título encontrará amparo seguro prácticamente el resto de su vida. En 1628, siendo nombrado el marqués de los Vélez virrey de Valencia, Castillo Solórzano lo acompaña a la sede de su nuevo cargo. Este año publica en Sevilla Escarmientos de amor moralizados, otra colección de novelas cortas. Para 1629, ya en Valencia, refunde esta última obra y la convierte en Lisardo enamorado8. Ambos libros llevaban poemas laudatorios de poetas locales, sevillanos y valencianos, respectivamente. Como bien apunta Jauralde esto demostraría 6

Salomon, 1974, pp. 21-22. Jauralde, 1979, p. 732. 8 Esta refundición, que prescinde de las moralidades insertadas en Escarmientos, obedece a la suspensión de licencias para imprimir novelas vigente en Castilla entre 1625 y 1634. Los autores, como lo ilustra el caso de Castillo Solórzano, habían evadido dicha ordenanza evitando el rótulo de «novela» dentro de sus textos y cargándolos de moralidades cuando los publicaban en territorio castellano (Moll, 1979, p. 8). 7

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PICARESCA FEMENINA

la rápida adaptación de Solórzano a los ambientes literarios nuevos, así como la procesión de nobles y títulos que van a ser solicitados de mecenazgo por las dedicatorias de sus obras9.

En Valencia, el mismo año de 1629, se publica la Cosquilla del gusto de Jacinto Alonso Maluenda, que cuenta con una décima de Castillo Solórzano en sus preliminares. Si nos ceñimos al pie de imprenta de sus obras siguientes, habrá que sostener que se trasladó a Barcelona. En la ciudad condal aparecen Las harpías en Madrid (1631, de corte picaresco), Noches de placer (1631, colección de novelas), La niña de los embustes, Teresa de Manzanares (1632, picaresca) y Los amantes andaluces (1633, miscelánea de tema amoroso). Jauralde da por sentado que esta estancia barcelonesa pudo darle la oportunidad de viajar a Italia, para acompañar a su buen amigo Medrano, quien iba como tesorero del duque de Feria a Milán. En 1631 Medrano publica en la ciudad italiana Favores de las musas… recopilados por don Alonso de Castillo Solórzano, íntimo amigo del autor, que recoge las obras compuestas en su academia. Más allá de la especulación, no hay seguridad de dicho viaje. Esta primera estancia en Cataluña (1631-1633) le impidió a Castillo estar presente cuando fallece su señor, el marqués de los Vélez, en tierras valencianas el año 1631. Al heredar el título su hijo, este mantiene a Castillo Solórzano consigo y el vallisoletano pasará una nueva temporada en Valencia, entre 1634 y 1635, cuando saca a la luz Fiestas del jardín (1634, colección de novelas) y Sagrario de Valencia (1635, hagiografía). En 1635 el marqués es nombrado virrey de Aragón y Castillo lo acompaña a Zaragoza. Allí escribe unas décimas de elogio para las Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas, y publica Patrón de Alcira (1636, hagiografía), las Aventuras del bachiller Trapaza (1637, de corte picaresco), el Epítome de la vida y hechos del ínclito rey don Pedro de Aragón (1639, obra histórica) y la Historia de Marco Antonio y Cleopatra (1639, relato histórico). También en el mes de octubre de 1637 está fechado el manuscrito de su comedia El mayorazgo figura, que aparece tres años después impresa en Los alivios de Casandra10. 9

Jauralde, 1979, pp. 733-734. Cayuela y Gandoulphe (1999) han estudiado el caso de las dedicatorias de Noches de placer y han propuesto que la estrategia poseía una función política. 10 Es la única comedia suya de la cual contamos con un manuscrito autógrafo y la certeza de su representación en Madrid. Además de esta, escribió seis co-

ESTUDIO PRELIMINAR

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Para 1640 el marqués de los Vélez es nombrado virrey de Cataluña, en un momento realmente convulso11. En Barcelona se publican Los alivios de Casandra (1640, colección de novelas) y La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642, picaresca). A finales de 1641, el derrotado marqués es nombrado embajador en Roma. Se deduce que Castillo Solórzano debió de acompañarlo, como tantas otras veces, a su nuevo exilio dorado. No hay más noticias del vallisoletano y sus obras se editan en España en adelante a costa de una tercera persona. La quinta de Laura y Sala de recreación se publican en Zaragoza en 1649, ambas colecciones de novelas cortas. En 1647 el marqués fallece, luego de pasar por Nápoles y acabar como virrey en Sicilia. Como Castillo Solórzano no aparece entre sus papeles y considerando su edad (más de sesenta años) se asume que se hallaba «posiblemente muerto con anterioridad en algún lugar de Italia»12. Los estudiosos coinciden en que Castillo Solórzano, de acuerdo con la imagen que de él nos han dejado los textos propios y los testimonios de la época, fue un sujeto dócil y sumamente diestro para

medias más, la mayoría recogidas en sus colecciones de novelas cortas: El agravio satisfecho, incluida en Huerta de Valencia; Los encantos de Bretaña, La fantasma de Valencia (no confundir con la novela homónima) y El marqués del cigarral, que aparecen en Fiestas del jardín; La torre de Florisbella, en Sala de recreación; y La victoria de Nordlingen, publicada en la Parte veinte y ocho de comedias nuevas de los mejores ingenios (1667). Sus cinco entremeses son: El casamentero, que aparece en Tiempo de regocijo; El comisario de las figuras, en Las harpías en Madrid; El barbador y La prueba de los doctores, en Teresa de Manzanares; y La castañera en Trapaza. Su auto sacramental El fuego dado al cielo solo se ha conservado en manuscrito. Un examen en conjunto del teatro de Castillo Solórzano en Arellano, 1989, pp. 23-31. 11 De hecho ha pasado a la historia por su lamentable desempeño militar en la revuelta catalana. Elliott señala acerca del marqués que «sus credenciales como virrey de Valencia, Aragón y Navarra, eran de todo y por todo de índole política, pero iba a tener a su disposición militares expertos que lo aconsejaran» (1990, p. 568). No sirvió de mucho tal asesoría, ya que si bien el marqués prestó juramento como virrey en Tortosa a finales de 1640, en la batalla decisiva por la toma de Barcelona el 26 de enero de 1641, los catalanes apoyados por los franceses enfrentaron al ejército del marqués y este, quizás porque perdía muchos hombres o porque no tenía suficientes provisiones, ordenó la retirada. Tiempo más tarde, Olivares le escribiría a un corresponsal en Londres sobre el extraño proceder del marqués en los siguientes términos: «Mire V.S. lo que sucede por falta de un hombre (séame lícito decirlo así) racional» (Elliott, 1990, pp. 585-586). 12 Jauralde, 1979, p. 787.

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PICARESCA FEMENINA

agenciarse mecenazgo y sobrevivir como escritor. Según Jauralde, su imagen sería la de un «hombre accesible, acomodaticio, de trato agradable, conformista»13. Para Velasco Kindelán, «debió ser un escritor entusiasta e infatigable, bastante pagado de su habilidad, un tanto improvisador y superficial»14. Alan Soons, en uno de los tres libros monográficos sobre Castillo, afirma que His pleasant disposition seems to have charmed not a few people. We learn also that he was inclined at all times to praise fellow writers, never detracting from anyone’s work if it showed true originality — we must not identify the merciless critics among his invented characters with their author. Certainly we have no mention of anyone speaking anything but good of him15.

En suma, un escritor sagaz, versátil, diestro cortesano. Esa imagen de sujeto divertido, de espíritu jocoso y conformista se la debió construir él mismo con fines bien precisos: triunfar en la praxis social de la literatura, lo cual parece haber logrado16. Parte de esta imagen es la que deja traslucir igualmente su obra. Su trayectoria vital, más que precaria, debió de ser austera, supeditada a su patrón y a los nobles a los que tributaba sus obras; no obstante, dado que la literatura por entonces no daba de comer (con excepción de Lope de Vega, quien podía escribir pane lucrando), habría que considerarlo exitoso. La suya no fue una vida heroica como la de Cervantes o la de Mateo Alemán: no peleó por su rey, ni padeció cárcel por algún arrebato justiciero, ni hubo de malvivir como «criado de Su Majestad». Su vida se nos presenta como la de un escritor bien instalado en el mundillo literario. Castillo Solórzano no inventa nada nuevo. Sigue los pasos de la tradición literaria que recibe, en particular la cervantina en lo que se refie13

Jauralde, 1979, p. 788. Velasco Kindelán, 1983, p. 16. 15 Soons, 1978, p. 17. Los otros dos son los de Velasco Kindelán (1983) y Dunn (1952). 16 El ejercicio de autoconfiguración o self-fashioning lo practica Castillo Solórzano desde muy temprano en su poesía escrita para la academia madrileña. Estudio la autoconfiguración de nuestro autor en su romance «A don Juan de Espina» (incluido en la segunda parte de los Donaires del Parnaso) en Rodríguez Mansilla, 2008c. 14

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re a las novelas cortas17. Su mérito, dentro de esta utilería heredada, es el de ingeniárselas para crear ficciones atractivas, dentro de la convención literaria de su periodo. Por el ritmo de sus publicaciones, puede considerársele un éxito de ventas del siglo XVII. Asimismo, si nos dejamos guiar por la cantidad de sus libros, se especializó en historias de «honesto entretenimiento» (colecciones de novelas cortas). No cabe esperar del vallisoletano ninguna «subversión» ni «inversión» de lo establecido, ya que «Castillo es un espíritu conservador, transmisor de un consenso común»18, aunque sí puede hablarse en su caso de una permanente negociación en torno a los valores de una «nueva nobleza» que va a ser su público objetivo durante su carrera19. Castillo Solórzano representa los paradigmas morales y sociales de su época, los cuales quedan al descubierto en las novelas cortas y también en sus obras de corte picaresco. Aplicando un criterio cuantitativo, debió de ser reconocido en su época sobre todo como escritor de novelas cortas y no tanto por sus piezas picarescas. Estas últimas son cuatro: Las harpías en Madrid (1631), Teresa de Manzanares (1632), Aventuras del bachiller Trapaza (1637) y La garduña de Sevilla (1642). No discutiremos en este apartado la pertinencia del rótulo de «novela picaresca» por tratarse de una categoría compleja que ha suscitado un amplio debate durante buena parte del siglo XX. Para ello dejamos el próximo apartado, dedicado a lo que denominamos «picaresca femenina» del vallisoletano, que incluye sus libros Teresa de Manzanares y La garduña de Sevilla, los cuales son materia del presente estudio; no obstante, sí se intenta justificar aquí el interés crítico hacia estos textos. Las colecciones de novelas breves de Castillo Solórzano poseen componentes y disposición, toda la herencia de Cervantes, que se hallaban sumamente codificados por entonces; no encontraremos por ende mayor diferencia estructural entre las novelas cortas de Castillo respecto de las de Salas Barbadillo o Pérez de Montalbán, por citar dos nombres20. El interés por Teresa de Manzanares y La garduña de 17

Dunn, 1952, p. 37. Velasco Kindelán, 1983, p. 17. 19 Romero-Díaz, 2002. 20 Si hay una notable diferencia, en cambio, en el plano ideológico con las novelas de María de Zayas, de quien no obstante nuestro autor se presenta como amigo o al menos admirador. Para una comparación entre esta novelista y Castillo Solórzano, ver Pérez-Erdelyi, 1979. 18

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Sevilla reside en el hecho de que tradicionalmente ha sido motivo de marginación para ambas piezas: su carácter híbrido, intergenérico si se quiere. Ante todo, son narraciones extensas que muestran notables diferencias formales con los grandes textos picarescos (Lazarillo de Tormes, el Guzmán de Alfarache y el Buscón, básicamente), a la vez que sus protagonistas tampoco han gozado de las simpatías de la crítica, que siempre ha tendido a compararlas negativamente con los pícaros. Una pregunta que viene por sí sola es la siguiente: ¿a qué escribir textos de índole picaresca cuando la eclosión de este género se dio a principios del siglo XVII21? En verdad, Castillo Solórzano había ya escrito una novela corta con un pícaro como protagonista (El Proteo de Madrid, incluida en Tardes entretenidas), apelando a los lugares comunes en torno al mito literario que ya constituía la picaresca. Si, como defendió Castro22, la picaresca fue escrita por conversos como medio de expresión de su malestar frente a la sociedad de su tiempo, no se entiende en primera instancia que un escritor con el perfil de Castillo Solórzano (de origen noble, aunque humilde, conservador y arribista) haya dedicado su pluma a escribir este tipo de ficción, salvo que, como es el caso, se encuentre en él un replanteamiento de la picaresca en función de su particular ideología. Se ha afirmado, con razón, que los autores de la novela picaresca, por lo general novelistas de una sola novela, poseen una «poética comprometida», inherente al género, que consistía en la crítica hacia ciertos valores como el honor y la limpieza de sangre23. Bien lejos se nos antoja Castillo Solórzano de estos ámbitos. ¿Cuál sería el compromiso particular del vallisoletano? Dunn afirma que este posee un «strong aristocratic bias»24 y Joset considera al Bachiller Trapaza como un «ba21 El Lazarillo de Tormes es de 1554, pero, tras su prohibición en 1559 perdemos su rastro y es relanzado por todo lo alto (aunque en su versión castigada, es decir, censurada) en 1599 con el éxito inmediato de la primera parte del Guzmán de Alfarache (cuya segunda parte aparece en 1604). En 1605 aparece La pícara Justina de Francisco López de Úbeda y hacia esos mismos años se fecha la redacción del Buscón de Quevedo, el cual saldrá impreso muy tardíamente, recién en 1626. 22 Castro, 1960. Cavillac, por su parte, repara en el hecho de que «la mayoría de los autores de novelas picarescas tal vez procedan de familias conversas» (1994, p. 39), sin embargo, en su breve catálogo no menciona a Castillo Solórzano, quizás porque su personalidad no se ajustaría al estereotipo judeoconverso. 23 Resumo apretadamente la propuesta de Rey Hazas, 2003. 24 Dunn, 1952, p. 94.

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luarte aristocrático» a la manera del Buscón25. No obstante, como bien matiza Romero-Díaz, el papel trascendental que ocupa en su tiempo el dinero, a veces por encima de la sangre, hace que la ideología nobiliaria que postula Castillo Solórzano en sus obras cargue con una contradicción, ya que su carácter subalterno en relación con los señores a quienes sirve desluce su pretendida nobleza26. Pérez-Erdelyi observa, con cierta razón, el hecho de que su cargo de criado de casas nobles debió ser una «situación inferior a la que se esperaba dado su nacimiento»27. El vallisoletano era un noble humilde que exaltaba un mundo en el cual, a su pesar, tenía una participación secundaria, precisamente en razón de su estrechez económica. Esta situación, que lo habría de hacer sentir un tanto frustrado, lo convirtió, antes que en detractor, en defensor de los valores de la nobleza. De allí tal vez que haya retomado un género literario, como la picaresca, que en su faceta más canónica (la del Guzmán y el Lazarillo) se muestra escéptico frente a tales valores, modificándolo y encauzándolo, a la manera de Quevedo, en la vertiente opuesta. Me ocuparé ahora de analizar la trayectoria literaria de Castillo Solórzano en los términos en que Carlos M. Gutiérrez ha estudiado la de Quevedo. Existe a inicios del XVII en España un «campo literario», es decir, un microcosmos, con estructuras y leyes propias, en que se mueven los escritores. Este es un espacio de constante competencia, cuyos miembros intentan legitimarse, distinguirse del resto y, lo más importante, llevan a cabo «tomas de posición» que configuran a la larga su habitus, o sea, la suma de tales posicionamientos, su trayectoria, «la mediación entre la acción y la estructura»28. Para sobrevivir, el autor ha de apropiarse de ciertos espacios y saber moverse hacia 25

Joset, 1986, pp. 34-41. Romero-Díaz, 2002, p. 151. En la academia esta «nobleza» de la que debía jactarse Castillo Solórzano aparece como motivo de burla de parte de Anastasio Pantaleón de Ribera en uno de sus célebres vejámenes. A la pregunta de «¿Es noble, o no?», el personaje de Ansolo (anagrama de Alonso) replica: «Quien averiguar procura / sepa que sangre me dio / ilustre mi padre y que / jamás en Castilla fue / Laín Calvo como yo» («Vejamen que el poeta dio en la insigne Academia de Madrid», Obras, II, p. 32). Ciertamente el contexto es burlesco, a propósito de la notable calvicie de Castillo Solórzano, pero no deja de ser subyugante la alusión a su nobleza. 27 Pérez-Erdelyi, 1979, p. 14. 28 Gutiérrez, 2005, p. 14. 26

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otros según le convenga. El campo literario al que se remiten todos los escritores de la época, aquel en el que deben luchar, tiene por escenario real las academias surgidas en la Corte madrileña. Estas últimas constituían, finalmente, «el mercado central de valores literarios»29, dado que eran el punto de encuentro de nobles y escritores. ¿Cuál es el habitus de Castillo Solórzano? ¿Cuáles son las tomas de posición que le permitieron salir adelante en un mercado tan saturado de escritores como el del reinado de Felipe IV? Llegado a la capital del reino, lleva a cabo su primera toma de posición en el campo literario vigente, que le deparará el éxito a largo plazo: se alinea con Lope de Vega (ha pasado a la historia literaria como mero satélite suyo, en ese aspecto) en la defensa de la poesía «llana», en oposición a la «oscuridad» propugnada por Góngora y sus seguidores. Ingresa al círculo académico, hace carrera dentro de este y no se detendrá hasta constituirse en secretario de la última academia que sesionó de forma más o menos permanente, la de Francisco de Mendoza. Disuelta esta academia, publicará Donaires del Parnaso, en el cual deja patente su especialidad dentro del ejercicio poético: lo jocoserio, en lo que parece haber, en efecto, sobresalido notablemente en el entorno académico30. Sabido es que la exhibición del ingenio en materia burlesca era sumamente estimado31. Pero hasta aquí el perfil que adoptaba Castillo se aproximaba al de otro escritor de su época que ya tenía más años y más experiencia en el campo literario madrileño y, si cabe, hasta más vocación de genio: Quevedo32. No resulta arbitrario entonces que el vallisoletano, si bien nunca renunciará al registro burlesco, lo deje en segundo plano y enfile su talento hacia un género mucho menos sobreexplotado, como el de la narrativa breve. Castillo Solórzano parece darse cuenta de que 29

Gutiérrez, 2005, p. 140. Qué mejor testimonio que el vejamen que le tributa Anastasio Pantaleón de Ribera, donde, entre otras perlas, menciona que «su ejercicio [de Castillo] es ser poeta jocoso» («Vejamen que el poeta dio en al insigne Academia de Madrid», Obras, II, p. 31). En Las harpías en Madrid, en un episodio que recrea las jornadas de la academia donde Castillo Solórzano fue secretario y Lope de Vega el presidente, nuestro autor introduce a su álter ego, un poeta llamado Castalio, «que era jocoso» (p. 150), cerrando la sesión con una sátira contra los tabaquistas. 31 Gutiérrez, 2005, pp. 93-97. 32 No duda por ello Cossío en calificar a Castillo Solórzano como «satélite de Quevedo en la poesía satírica» (1952, p. 694). 30

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no puede competir con Quevedo en la poesía satírico-burlesca, a riesgo de ser un eterno rezagado, siempre a su sombra, y vuelve su mirada hacia una modalidad literaria cuyo único gurú había ya fallecido dejando, como él mismo sostenía, un sendero por donde hacer carrera en las letras: «Yo he abierto en mis Novelas un camino / por do la lengua castellana puede / mostrar con propiedad un desatino»33. Aunque, en principio, para enarbolar la bandera cervantina, Castillo había llegado algo tarde, puesto que Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo estaba desde mucho antes que él pretendiendo ese lugar que Cervantes había dejado vacío34. Pero he aquí que, gran golpe de la fortuna, la producción novelística de Salas Barbadillo decae notablemente a partir de 162535, precisamente el año en que Castillo Solórzano empezaba a practicar el género de la novela corta con sus Tardes entretenidas. Rey Hazas, reparando en el mismo hecho, sostiene que «es como si este [Castillo] tomara el liderazgo que aquel [Salas] dejaba»36. Con el terreno libre, sin mayores competidores, Castillo Solórzano se apropió del espacio del narrador por antonomasia del campo literario vigente. Esto no implica que nadie más haya escrito novelas cortas durante su siglo (que los hubo y muchos, entre hombres y mujeres), pero ninguno escribió tanto ni se forjó una reputación como la que se forjó Castillo Solórzano, salvo quizás María de Zayas, aunque esta, por su sexo, no le significaba competencia real. En tanto «Sibila de Madrid», como él mismo la mienta elogiosamente en La garduña de Sevilla, podían convivir en el mismo campo literario sin recelos y tributarse mutuo respeto.

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Cervantes, Poesías completas, I, Viaje del Parnaso y adjunta al Parnaso, cap. IV, vv. 25-27. 34 Ambos ingenios habían sido amigos y qué mejor testimonio de su amistad que la generosa aprobación que Salas pergeñó en los preliminares de las Novelas ejemplares (1613). Una novedosa lectura que recupera la obra de Salas Barbadillo es la que presenta García Santo-Tomás, 2008. 35 «El breve periodo de su esplendor duró poco tiempo, apenas desde 1618 hasta 1623 […]. Sin embargo, después de ese corto periodo en el que había dado a la imprenta la mayor parte de sus obras (12 en total), ayudado por algún aristócrata, el novelista pierde el favor, se aísla, apenas si publica, no escribe, y subsiste gracias a un mal remunerado trabajo de ujier de saleta, al servicio de la reina» (Rey Hazas, 1986, p. 24). Nótese que a Salas Barbadillo lo aniquiló la falta de un mecenas, aspecto de su vida literaria profesional que Castillo Solórzano jamás descuidó. 36 Rey Hazas, 1986, p. 73.

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Se explica, de esta manera, el lugar de Castillo Solórzano entre sus contemporáneos por las dos grandes tomas de posición que llevó a cabo: en primer lugar, tomar partido por la causa de Lope de Vega contra el nuevo estilo de la poesía gongorizante, lo cual lo situó en la línea de la ortodoxia literaria37; y, luego, abrazar la tradición genérica que fundó Cervantes, a la vez que desplazaba a Salas Barbadillo, primer heredero, aunque efímero, del alcalaíno. Asimismo, la práctica de la poesía jocosa sabrá hábilmente infiltrarla en sus textos, particularmente en los de materia picaresca. Con ello, si bien seguía cauces ya transitados por Quevedo, tenía el cuidado de hacerlo dentro de una oferta literaria que a este no le interesaba después del Buscón: la narrativa de ficción. El ímpetu de combinar géneros que exhibe Castillo Solórzano sería una muestra de la singular orientación que toma su carrera. Como señala M. S. Arredondo: Esta coherencia [en la elaboración de sus obras] se manifiesta, ante todo, por una búsqueda continua del éxito, que le lleva a mezclar —prosas y versos, enigmas y relatos— con un ritmo febril de escritura, que puede interpretarse como indicio de su firme vocación, o como un osado oportunismo ante todo tipo de géneros38.

Dentro de esta misma estrategia de hacer de los libros de narrativa un canal de difusión de su poesía satírico-burlesca, se comprende también la inclusión de piezas teatrales, tanto comedias como entremeses. En la senda de Cervantes, Castillo Solórzano aparece a través de sus textos como un marginado, a su pesar, de la gran escena teatral de su época: La actitud de Castillo Solórzano ante el oficio dramático es la del ingenio aficionado resignado a no integrarse en la fila de los poetas cómicos famosos, como sus admirados Lope de Vega o Tirso de Molina39.

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La polémica en torno a la poesía de entonces estaba altamente contaminada de lenguaje más bien de corte religioso, de allí que los seguidores de Góngora fueran «herejes» o una «secta», en oposición a los partidarios de Lope de Vega agrupados en torno a la «Iglesia castellana» (Collard, 1967, pp. 73-82). 38 Arredondo, 2006, p. 37. 39 Arellano, 1989, p. 24.

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Sin perder la compostura, elogia, naturalmente, a los dramaturgos canónicos de su tiempo en el Trapaza: Lope de Vega, Calderón, Mira de Amescua, Godínez, Francisco de Rojas, etc.; estos deben ser los «clásicos» de la comedia, que refiere también en La garduña de Sevilla, aquellos que han monopolizado la escena y que son los únicos admitidos por los «autores de comedias», quienes se niegan a aceptar textos de otros menos reputados. Se percibe cierto resentimiento por no participar él también en el que era, de lejos, el gran género literario del Siglo de Oro. Pero, como el autor de las Novelas ejemplares y con la ventaja de no tener que inventar nada nuevo (como sí lo hizo el alcalaíno), Castillo Solórzano hubo de ganarse su parcela de gloria en la prosa ficcional dotándola no tanto de teatralidad more cervantico, sino de piezas dramáticas intercaladas que de otra forma no habrían tenido medio de expresión. Siendo tan polifacético, llama la atención su tratamiento de la materia picaresca no solo porque eche mano de unas formas y unos tópicos que ya para los años en que escribe están sumamente desgastados, aunque persistan siendo atractivos, sino sobre todo porque exhibe una suerte de progresión. Insatisfecho, va introduciendo modificaciones, tanto formales como temáticas, en el lapso de casi veinte años, los que van desde su novela breve El Proteo de Madrid (1625) hasta La garduña de Sevilla (1642), pasando por Las harpías en Madrid (1631), Teresa de Manzanares (1632) y Aventuras del bachiller Trapaza (1637). Dichas modificaciones, a la par de las constantes, que se perciben a lo largo de su producción, pueden darnos una idea de su concepción de la picaresca. En aras de no repetirse o de presentar algún grado de novedad, Castillo va experimentando, al inicio, con moldes narrativos diversos en los cuales introduce al pícaro como protagonista. Así, en El Proteo de Madrid contamos con un personaje pícaro dentro de una novela corta. Si bien no con el sagacidad de Cervantes en Rinconete y Cortadillo o La ilustre fregona, textos en los cuales se parodia la picaresca canónica, Castillo Solórzano hace de El Proteo de Madrid un homenaje al Lazarillo de Tormes, trasladando la acción a mediados del siglo XVI40, aunque ubicando a su pícaro en el ambiente cortesano del Madrid de

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Así lo señala P. Campana en su estudio preliminar a Castillo Solórzano, Tardes entretenidas, p. XXVIII.

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Felipe IV. Esta novela, asimismo, nos ofrece las primeras coordenadas del pícaro tal como lo concibe Castillo Solórzano: de ascendencia provinciana (en El Proteo, el origen es gallego), venido a la Corte, de buen aspecto y, sobre todo, con gran facilidad para infiltrarse en la nobleza, hasta el punto de poder confundirse con lo mejor de la ciudad. Dicha facilidad reside en el buen uso del vestido y la aplicación de maneras cortesanas, ambos elementos imprescindibles para triunfar socialmente en la época. Este detalle no ha de ser pasado por alto, ya que en la picaresca canónica (del Lazarillo al Buscón) el pícaro tiene dificultades para ascender y, en especial, para que su disfraz no provoque sospecha. Piénsese en los vestidos de segunda mano de Lázaro de Tormes, su espada vieja y sus ridículas ínfulas de pregonero, aquel «oficio real» del que tanto se vanagloria; en el torpe Pablos de Segovia, que es «más roto que rico, pequeño de cuerpo, feo de cara y pobre»41; y los accidentes de Guzmán en sus lances de caballero, signados por la mala fortuna. Ciertamente, los personajes picarescos de Castillo (salvo un caso) también fracasan, pero es de notar que esto ocurre por denuncias de terceros que los reconocen, puesto que, al menos en su apariencia, nada los delata42. A diferencia de los pícaros canónicos, marcados en su propio aspecto o comportamiento por la deshonra, los de Castillo Solórzano se mimetizan rápidamente una vez que ingresan a los estratos altos. Según P. Campana, El Proteo de Madrid es, en términos argumentales, un «ensayo general» del Trapaza con algunos detalles del planteamiento inicial que retomará Castillo Solórzano en Teresa de Manzanares43. Las harpías en Madrid es un libro de composición similar a la de una colección de novelas cortas, de las que Castillo era eximio hacedor. Un marco narrativo, el de cuatro muchachas sevillanas que deciden realizar cada una de ellas una estafa con un coche, elemento suntuoso sumamente satirizado en la época. Cada «estafa» (el libro posee cuatro, una por cada fémina) equivaldría a una novela corta. Lo que hace Castillo es tomar el molde de la novela corta y verter un contenido picaresco. En ese sentido, la obra no es ni una colección de 41

Quevedo, Buscón, p. 209. La aparición de alguien del pasado que reconoce al pícaro o a la pícara se trataría de una constante en sus narraciones, como también lo advierte Soons (1978, p. 51). 43 Castillo Solórzano, Tardes entretenidas, p. XXVII. 42

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novelas cortas ni una novela picaresca al uso. Como méritos, cabe notar que Castillo Solórzano lleva a cabo una exploración de Madrid que le servirá para su próxima obra y que recreará una sesión académica44. Este último rasgo no debe ser menospreciado ni mucho menos considerado secundario o anecdótico: entre los autores de la época, los episodios académicos tenían por objeto proclamar sus propias ideas sobre la literatura, posicionarse y ridiculizar a sus rivales45.Asimismo, Castillo Solórzano insertará bastante material secundario que en los próximos volúmenes será su sello distintivo: el entremés El comisario de las figuras, poemas tanto amorosos como burlescos y una novela breve. Con todo esto se amplía notablemente el espectro de la acción picaresca, hasta confundirla con la más típica de la novela cortesana46, que en El Proteo de Madrid se reducía a los hurtos y burlas del protagonista Domingo. Las harpías en Madrid, visto así, es un libro de transición hacia Teresa de Manzanares. Tras estos dos primeros intentos con la materia picaresca, puesta en formato genérico distinto, Castillo Solórzano se aplicará en escribir una novela picaresca convencional en términos formales, aunque de protagonista mujer (elemento atípico), como lo será Teresa de Manzanares. Luego, relegando la forma autobiográfica, redactará otro libro picaresco (Trapaza), pero en tercera persona, aunque para compensar esa modificación formal el protagonista será un hombre. La niña de los embustes, Teresa de Manzanares presenta varios rasgos interesantes. Es la única vez en que Castillo practica la narración en primera persona, con lo que se ciñe a la forma autobiográfica propia de la picaresca canónica, en la senda de La pícara Justina (1605). El rasgo más original de Teresa es que no vive «a la droga», no malvive. No 44 Las harpías en Madrid habría de insertarse dentro de aquellas obras, como El diablo cojuelo (1641) de Vélez de Guevara, que muestran particular atención en recrear el entorno urbano cambiante del Madrid de Felipe IV. Como señala García Santo-Tomás, por estos años Madrid «se erige igualmente como un personaje más o como protagonista absoluto de las estructuras narrativas (cualquier que sea el género), y a veces sirve de excusa para textos celebratorios» (2000, p. 119). Por otro lado, la impronta académica en la narrativa se deja percibir desde la década de 1620 (Close, 2007, p. 295). 45 King, 1963, p. 212. 46 P. Jauralde habla de «relatos cortos, apicarados, de ambientación cortesana» (1985, p. 26). De manera similar, Rey Hazas afirma que «sus protagonistas no son verdaderas pícaras, sino damas cortesanas más o menos apicaradas» (1986, p. 86).

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es tan proteica como lo son los pícaros canónicos, sometidos a los vaivenes de la fortuna. Teresa trabaja y además ahorra dinero, rasgo inusitado en un personaje de su supuesta ralea. Como será usual en Castillo Solórzano, en la novela se resalta de sobremanera la belleza de la protagonista. En esto se sigue la estela de la Elena protagonista de La hija de Celestina (1612) de Salas Barbadillo, con lo que Castillo evita caer en lo grotesco habitual de los pícaros varones; por ello se habla de un ambiente «acortesanado» o edulcorado en sus novelas de corte picaresco47.Teresa suma a su belleza una especial afición por burlarse (de allí su bien ganado mote de «la niña de los embustes»). Las bromas que ella ejecuta son la materia de los poemas y entremeses que componen varones como Sarabia, un estudiante bribón que la secunda, o el noble don Jerónimo de Godoy en Córdoba. En este aspecto, el del manejo del humor y la risa dentro de Teresa de Manzanares, también hay un alejamiento notable de la picaresca canónica, ya que el pícaro normalmente posee un «mal humor», un humor negativo, ácido y agresivo48, el cual en esta novela se pone en discusión, según veremos en detalle más adelante. Con el Bachiller Trapaza, Castillo Solórzano intenta escribir un libro picaresco (ya no una novela corta como El Proteo) con protagonista masculino. Renuncia a la primera persona y regresa a la tercera, en la que se siente más cómodo: el narrador en primera persona llama a la oralidad y a la digresión. Trapaza, como las protagonistas pícaras del vallisoletano, es joven y guapo. Además, es un jugador. En cierto sentido, sigue los pasos del buscón don Pablos: como este, tiene un periplo por las aulas universitarias (en este caso por Salamanca, ya no por Alcalá) convertido en un bufón de los estudiantes hijos de caballeros principales. También tiene la obsesión de fingirse caballero. En el relato, Castillo inserta dos novelas cortas en el lapso de un largo viaje de Salamanca a Sevilla. En esta última ciudad, Trapaza entra al servicio de don Tomé, un hidalgo pobre y ridículo que guarda ciertos paralelos con el escudero del Lazarillo de Tormes49. Después de varias aventuras fallidas, Trapaza huye a Madrid. En el camino se lee un 47

Así, Zamora Vicente habla de la «picaresca suave» de Castillo Solórzano (1962, p. 18). Similar concepto posee Monte, 1971, p. 148. 48 Ferrer-Chivite, 1992. 49 El descubridor de la imitación fue Bonilla y San Martín (1906). He analizado este interesante caso de intertextualidad en Rodríguez Mansilla, 2006b.

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entremés (La castañera). Con el dinero que gana en el juego, Trapaza se hace pasar por caballero portugués. En la Corte es reconocido y lo denuncian por falsear su identidad. Es condenado a galeras seis años. Se promete continuación de la historia, que será La garduña de Sevilla. Quizás por ser la última de su ciclo picaresco, La garduña de Sevilla exhibe una construcción más simétrica que las anteriores.Tras una somera comparación, se hace evidente a estas alturas en Castillo Solórzano el afán de experimentación texto a texto: una novela breve, El Proteo de Madrid; una obra con marco narrativo de novela corta, Las harpías en Madrid; luego abraza la forma autobiográfica del libro picaresco clásico, con Teresa de Manzanares; tras ello, renuncia a la primera persona y opta por un protagonista masculino que sigue al Buscón, a través del Trapaza; y, finalmente, las aventuras de la pícara Rufina se narran en tercera persona, notable diferencia con Teresa. La garduña de Sevilla es más esquemática que Teresa de Manzanares o que el Trapaza. Contrariamente a Teresa, Rufina se dedica exclusivamente al robo en grandes volúmenes. Rufina tampoco ahorra y es que ella no aspira a ser una dama (a lo que sí aspiraba Teresa), simplemente quiere «vivir a la droga», sin trabajar. Para ello le urge conseguir dinero con malas artes. Cabe resaltar que los robos son mostrados abiertamente por el narrador como una lección justamente merecida por sus tres víctimas: el perulero es un avaro («miserable» y eso es una falta gravísima en el universo de la novela corta), el genovés peca por ambicioso y el falso ermitaño es un hipócrita. A diferencia de Trapaza, a Rufina todo le sale bien. Para evitar una identificación con ella, el narrador va dejando de intervenir con moralizaciones o comentarios, que se van diluyendo conforme avanza la obra. Cabe tener en cuenta también la introducción de tres novelas cortas en La garduña de Sevilla, material ausente en Teresa de Manzanares y presente en menor cantidad en el Trapaza. Es algo más que una concesión al gusto de su público: puede entenderse como un recurso para que el lector no perciba de golpe el esquematismo de las aventuras. Las novelas interpoladas operan como elipsis que sacan al lector de la acción principal. Estas permiten darle variedad a la trama (uno de los ideales estéticos de la narrativa de la época) para que la acción principal no caiga en la monotonía que, desprovista de dichas novelas, podría poseer.

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Es digno de comentario el final de Rufina, que presenta un desenlace feliz, inusitado para un libro picaresco (el final de Trapaza son las galeras y el final de Teresa es acabar malcasada) y más bien propio de la novela corta. Este detalle sumado al peso que tienen las novelas interpoladas (aproximadamente el 40 % del texto) configuran a La garduña de Sevilla como el libro menos picaresco que escribió Castillo Solórzano. Tal vez nos encontremos ante su obra maestra, es decir, un texto que conjuga los esquemas compositivos y contenidos de la novela picaresca canónica con los de la novela corta que él conocía mejor que nadie. Se acusa a menudo a Castillo Solórzano de haber creado poco menos que fantoches en estas narraciones: «Teresa, Rufina y Hernando son tres muñecos con muy poco de humanos»50. Este juicio no es del todo válido, pues aplica una concepción realista de la literatura a unos textos que fueron creados bajo otra poética, la barroca, más preocupada en la representación de lo bajo y lo elevado juntamente antes que en la introspección psicológica51. Otro lugar común de la crítica es señalar que Castillo es «costumbrista», porque sus narraciones parecen enfocadas más que al retrato individual de su protagonista a una exposición o catálogo de tipos sociales de su época. Si Castillo cae en el «costumbrismo» (categoría literaria propia más del neoclasicismo del XVIII y que se prolonga al XIX) es, en parte, porque siente la necesidad de ofrecer una gama de géneros literarios con sus respectivos personajes. Se trata de seguir la tradición de la variatio. Como señala P. Campana: Este tema [la variatio] llegó a España procedente del Renacimiento italiano, y respondía a una concepción estética que veía en la variedad la imagen misma de la naturaleza, considerada como modelo de perfección a imitar, y fue una de las constantes literarias del Barroco. A esta concepción debemos no solo la mezcla de géneros de las novelas incluidas en Tardes entretenidas [y a las piezas de corte picaresco, añadiríamos nos-

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Velasco Kindelán, 1983, p. 121. Hay quienes piensan que el Guzmán de Alfarache o Don Quijote poseen algún grado de introspección psicológica, pero encuentran dicha supuesta introspección en el monológico sermón del pícaro sevillano y en el estructura dialógica de la historia del caballero manchego, respectivamente. Nada más lejos de la psicología. 51

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otros], sino también la inclusión de composiciones poéticas que interrumpe la narración y alargan los preliminares de cada jornada (una constante que presenciamos en la mayoría de las novelas cortas de los autores del siglo XVII), ya que se consideraba que el goce del público residía en la variedad52.

Este criterio compositivo podría aplicarse con mucha más razón a estas obras picarescas de Castillo, que incluyen entremeses, novelas cortas y poemas de diversa factura (tanto jocosos como amorosos).Y de hecho es en dichas obras donde se despliega la variatio con mayores creces. El vallisoletano hace de estas narraciones extensas de materia picaresca auténticos cajones de sastre en que puede desplegar su talento literario, que no era otro que el de saber contar una historia sin dejar cabos sueltos. En elogio nada gratuito de Velasco Kindelán: Los hilos están bien atados. Castillo es un maestro en esto de unir mil retazos de historias, de problemas, de personajes y lugares. Abundan en su obra los encuentros inesperados, pero siempre basados en una lógica de los acontecimientos. Abundan las casualidades, pero suelen estar previstos todos los detalles para que la acción guarde visos de verosimilitud53.

Con estas dotes de buen narrador que poseía Castillo Solórzano y teniendo en cuenta su cercanía con Lope no resultó difícil para la erudición de principios del siglo XX postularlo como autor del Don Quijote de Avellaneda. Incluso J. García Soriano (1944) escribió un voluminoso estudio, más parecido a una novela de detectives, defendiendo esta atribución, aunque fue rigurosamente desestimada, casi punto por punto, por R. M. de Hornedo (1952). En el marco de este trabajo no me guía ningún interés en resucitar dicha atribución, pero sí, recogiendo el planteamiento de J. Iffland (1999), me parece útil establecer una identificación ideológica entre Avellaneda y Castillo Solórzano, quienes, dejando de lado si se trata de la misma persona, comparten una suerte de Weltanschauung barroca que se hace patente a través de su aplicación del humor. Este se fija obsesivamente en todo lo que

52 Castillo Solórzano, Tardes entretenidas, p. XIX. El principio de la variatio estaba condensado en unos versos que pasaron del italiano al español y que se repiten en numerosos textos del Barroco, como ilustra Morel-Fatio (1916). 53 Velasco Kindelán, 1983, p. 110.

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sean taras físicas o morales, lo cual, en algunos casos, puede resultar chocante para la sensibilidad actual54, a la vez que resulta condescendiente cuando debe tratar a personajes nobles, más allá de la conducta que estos puedan exhibir dentro de las narraciones. Este humor unidireccional de Castillo Solórzano se comprende mucho mejor también considerando el público que consumía su literatura. Recordemos que el vallisoletano es, ante todo, un escritor de novela cortesana que se mete a escribir novelas picarescas o seudopicarescas, según se mire. Un profesional en terreno de «novelistas de una sola novela», de reformadores y moralistas, como Mateo Alemán o el anónimo autor del Lazarillo. La única forma en que estas historias de pícaros fueran admisibles y bien recibidas entre su público afianzado era llevando a cabo los ajustes que Castillo Solórzano fue implementando sobre la marcha, libro a libro. Hace años M. Chevalier postulaba que la nobleza, público de los libros de caballerías durante el siglo XVI, había trasladado, con el cambio de siglo, su afición lectora hacia la comedia y la novela cortesana, géneros que él identificaba como «ligados a la existencia urbana»55. Más recientemente, se ha intentado delimitar mejor esta audiencia, como «nobleza urbana» o «nobleza media» asentada en las ciudades: This urban nobility has broken from both the titled nobility as well as the lower one, and has accepted into its ranks new elements mainly from an incipient bourgeoisie that is altering its traditional way of life56.

Específicamente, dentro de dicho grupo social, serían las mujeres las consumidoras privilegiadas, si hemos de hacer caso a los testimonios de la propia literatura de la época, en la que se presenta a la mujer como febril lectora57. Para Velasco Kindelán, no queda duda de que 54

Velasco Kindelán, 1983, p. 122. Soons también advierte el ensañamiento hacia sujetos excéntricos y marginales, en tanto las clases altas no sufren mayores agravios (1978, p. 62). 55 Chevalier, 1976, p. 103. 56 Romero-Díaz, 2005, p. 167. En similares términos se expresa A. Close: «El desarrollo de la capital ocasionó la emergencia de un importante sector de “clase media” que, si no el único, ciertamente fue el más importante consumidor de literatura durante la primera mitad del siglo XVII. Es el protagonista de los principales géneros de la época: la novela cortesana y la comedia» (2007, pp. 270-271). 57 Colón Calderón, 2001, pp. 47-49 y Baquero Goyanes, 1983, p. 15.

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el público de las novelas cortas de Castillo Solórzano es mayoritariamente femenino: «Damas maduras y jóvenes, señoras y criadas, que en el obligado aburrimiento del estrado […] leen novelas vacías y libros piadosos»58. Resulta tentador considerar la demanda de este público como factor gravitante en el tratamiento del tema picaresco de parte del vallisoletano, empezando por su primer intento (El Proteo de Madrid) de empaquetar la materia en una novela corta hasta su postrer La garduña de Sevilla, donde la fórmula cortesana invade la picaresca hasta pervertirla notablemente. Como escritor profesional, Castillo Solórzano no posee compromiso alguno, como sí los autores picarescos, salvo el de sostener los mecanismos de poder de la sociedad cortesana en que se halla inserto. Alumno aprovechado de las academias, espacio de poder y de difusión ideológica59, era un experto en las artes de la supervivencia en aquel «maremagno donde todo bajel navega» o «centro de las transformaciones»60 que era Madrid. Lejos de cualquier afán de criticar las estructuras o las reglas del juego social, que debía de conocer a la perfección dados sus logros, Castillo Solórzano reflexiona en torno a cómo funcionan dichas reglas. Su obsesión por los personajes extravagantes o figuras, desde el castrado seductor hasta el poeta culterano, se comprende a partir de la perspectiva de quien advierte al lector acerca de los peligros que acechan al que no aprende a comportarse como un discreto, tal como denominará Baltasar Gracián a ese sujeto que genera la sociedad cortesana: un sujeto regido por el autocontrol, que reduce las pasiones contradictorias y asume la moderación como principio de sabiduría61. Nada más opuesto a este ideal cortesano que los personajes zaheridos, que habían de servir de contraejemplo para los lectores. Este discurso es el que subyace a Castillo Solórzano y es el que sustenta su vena satírico-burlesca, así como su experimentación con el género picaresco. Sus pícaras, Teresa y Rufina, nos brindan a través de sus aventuras un panorama de personajes, situaciones y conflictos en la encrucijada de aquella sociedad cortesana. Mientras Teresa posee el imperioso de-

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Velasco Kindelán, 1983, p. 64. Cruz, 1998. 60 Castillo Solórzano, Harpías, p. 48. 61 Cascardi, 1992, p. 250. 59

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seo de «ser más», lo cual pasa, entre otras cosas, por la estrategia de construirse una identidad madrileña; Rufina opta por el hurto con propósito aleccionador y encuentra en el dinero y el amor, no en la nobleza ni en el matrimonio ventajoso, su propia cima de toda buena fortuna, en una especie de parodia cortesana de novela picaresca. Mediante estas historias, Castillo habría hallado con creces un espacio quizás mucho más apropiado para debatir en torno a los constituyentes de ese orden social que regía durante Felipe IV. Así, la escritura de un libro picaresco, con su personaje proteico y disconforme, bien podía canalizar, ya no las angustias del converso, sino las de un autor en diálogo constante con un público cuyos dilemas comparte. Castillo Solórzano sería un portavoz de esa «nobleza media», urbanizada, que no se inscribía ni en la nobleza de los grandes títulos ni mucho menos en la incipiente burguesía mercantil sospechosa de conversa. Las marchas y contramarchas en su tratamiento de la materia picaresca (descartando fórmulas y persistiendo en otras) serían, por ende, parte de esta negociación tanto en el aspecto social como en el literario. Considerando, en efecto la tradición literaria alrededor de la picaresca, surge la pregunta: ¿Por qué escribir precisamente sobre pícaras? Sobre la picaresca femenina como vertiente marginal del género picaresco, nos ocupamos en la siguiente sección.

PICARESCA

FEMENINA

Dentro de la ingente nómina de textos que conforman lo que se ha venido a denominar, a partir de la segunda mitad del siglo XIX62, la novela picaresca existe un subgrupo denominado a su vez picaresca fe62 La revisión histórica que emprende P. N. Dunn a la caza de los orígenes del género en cuestión lo lleva a afirmar que «the presentation of picaresque novels as a separate and definable class of literature is relatively recent. It happened, not surprisingly, about the middle of the nineteenth century, after the invention of the history of literature as a cultural activity and a body of knowledge» (1993, p. 24). A continuación, señala las primeras menciones del término novela picaresca en el «Discurso preliminar» de Buenaventura Carlos Aribau en el tomo dedicado a Novelistas anteriores a Cervantes (volumen 3 de la BAE, publicado originalmente en 1846) y en el fundamental trabajo de F.W. Chandler Romances of Roguery (1899), donde este vacilaba entre el empleo de «romances of roguery» y «picaresque novels» (Dunn, 1993, p. 25).

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menina, es decir, las narraciones cuyo protagonista es una mujer, una pícara. Se considera, tradicionalmente, que esta modalidad posee cuatro exponentes: La pícara Justina (1605) de Francisco López de Úbeda; La hija de Celestina (1612) de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, que con relevantes ampliaciones y nuevo título se publica dos años tarde como La ingeniosa Elena; y dos piezas pergeñadas por Alonso de Castillo Solórzano, La niña de los embustes,Teresa de Manzanares (1632) y La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas (1642). El lugar dentro del género picaresco y el valor literario de estas cuatro «novelas de pícara» han suscitado en las últimas décadas una especial atención de la crítica, que ha recurrido a diversos criterios para su estudio. En este apartado nos interesa revisar algunos de los conceptos asumidos en torno a la picaresca femenina para poder abordar, más adelante, el estudio específico de las dos obras de Castillo Solórzano objeto de esta investigación, Teresa de Manzanares y La garduña de Sevilla. Una primera idea arraigada en la tradición crítica es la condición subalterna, secundaria o hasta marginal de la vertiente femenina del género picaresco. En 1988, un volumen monográfico de la revista Ínsula todavía incluía sintomáticamente a las novelas de pícara como parte de la «picaresca menor», junto a textos tan disímiles como el Lazarillo de Manzanares (1620) de Juan Cortés de Tolosa o el Guitón Honofre (1604) de Gregorio González. El punto de encuentro de estos últimos y las exponentes femeninas de la picaresca era, en principio, una escasa fortuna crítica, que empezaba, ante todo, por la ausencia de ediciones; como decía por entonces Ignacio Arellano: Las valoraciones de estos que hemos venido llamando «menores» deberán continuarse sobre más minuciosos exámenes de las obras, necesitadas en muchos casos de lo más elemental, es decir, de una edición fiable, anotada críticamente, que pueda servir de punto de partida para análisis específicos más demorados63.

Por otra parte, el ambicioso estudio de P. N. Dunn de 1993 Spanish Picaresque Fiction, subtitulado A New Literary History, si bien rompe algunos mitos de la crítica sobre las obras canónicas de la picaresca, como el Guzmán de Alfarache o el Lazarillo de Tormes, no logra zafar-

63

Arellano, 1988, p. 2.

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se del todo de la tradición que pretende abandonar y relega a las pícaras o «female rogues» dentro del panorama del género. Esto es consecuencia de un gesto bastante presumible, del cual el propio Dunn parece consciente: juzgar a la pícara a partir del rasero impuesto por el pícaro, sin considerar que los personajes no están solo planteados literariamente como entes distintos (casi opuestos), sino que además los libros que estos protagonizan no pretenden competir entre sí con los mismos recursos. Así, juzgando a La pícara Justina: Lázaro and Guzmán reveal themselves through their parents; but Justina goes back four generations. And they are trivial cheats, figures of farce. Her acts are insignificant, provoked by neither pride nor shame; they are not stages in a process of socialization, nor do they give significant shape to a life of cumulative experience64.

La pregunta sería por qué ocurre esta trivialización de los tópicos que, en las versiones masculinas de la picaresca, son trascendentales. La respuesta se halla, en parte, en los presupuestos retóricos que manejan los autores para componer personajes femeninos. Dichos presupuestos, como ha estudiado Lía Schwartz, condenan a la pícara (y por extensión a la mujer dentro del discurso satírico) a no escapar de ser definida como avara, inconstante e irracional65. Desde esta óptica, convendrá analizar cómo se reflejan estas características de índole misógina en la narración autobiográfica emprendida por las pícaras. Solo de esa forma se pondrán comprender y justificar los deslices y supuestos errores de estructura como los apuntados en torno a La pícara Justina o Teresa de Manzanares. Sobre esta última, Dunn afirma, con razón, que «the mode of autobiography is inmotivated and nonfunctional»66, haciendo eco de igual aseveración de Francisco Rico en su fundamental La novela picaresca y el punto de vista67. Teniendo en cuenta quién es la emisora del discurso narrativo, llámese Teresa o Justina, es totalmente verosímil y hasta necesario que el modo autobiográfico, ciertamente más esmerado a manos de Guzmán de Alfarache o de Lázaro de Tormes, sea torpe y 64 65 66 67

Dunn, 1993, p. 240. Schwartz, 1989, p. 247. Dunn, 1993, p. 245. Rico, 1989, p. 135.

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defectuoso. Como lo señala la propia Justina, consciente de sus limitaciones, propias de su género: ¿Las mujeres, por qué pensáis que hablan delgado y sutil y escriben gordo, tarde y malo? Yo os lo diré: es porque lo que se habla es de repente, son agudas y subtiles, por esto es su voz apacible, sutil y delgada. Mas porque de pensado son tardas, broncas e ignorantes, y el escribir es cosa de pensado, por eso escriben tarde, malo y pesado68.

Justina escribe «gordo, tarde y malo» por su propia naturaleza femenina. Desde la introducción general que abre el libro de la pícara, titulada «La melindrosa escribana», se transmite al lector la dificultad y riesgo que tiene la escritura ejecutada por Justina. La mujer posee la agudeza de lenguaje que caracteriza los parlamentos picarescos, pero falla a la hora de estructurar su propia historia (requisito sine qua non de la picaresca canónica: la esmerada dispositio que el pícaro narrador realiza de los episodios de su vida). Si la propia Justina se presenta como una «melindrosa» a la hora de tomar la pluma y ser autora de su propia historia, ¿no está justificando precisamente los defectos de su libro? Así lo entiende también Antonio Rey Hazas: La […] magistral factura de este libro hace que lo incoherente se vuelva, desde otra perspectiva, en coherente. Y así, las abundantes inconsecuencias, los elementos deshilvanados, la falta de trabazón, de unidad, de organización… Todo el carácter inorgánico de la novela se explica y justifica por un hecho básico que forma parte axial de ella: la misoginia.Y es que Justina carece de orden y guía en su caminar [en tanto personaje y en tanto narradora] porque, como mujer, es (así reza el tópico) mudable, inconstante y vana69.

La elección de la pícara como narradora y protagonista condiciona, por ende, la estructura, orientada al descalabro, del libro picaresco y lo aleja ostensiblemente de los méritos formales que podemos encontrar en los narradores varones. Lo dicho se aplica a la obra de López de Úbeda y lo consideraremos cuando nos detengamos en el análisis 68 López de Úbeda, La pícara Justina, I, p. 326. Es lugar común del discurso misógino; así, en P. Aretino, Diálogos, III, p. 117: «Nosotras las mujeres somos discretas impensadamente y locas cuando nos ponemos a pensar». 69 Rey Hazas, 1983, p. 92.

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particular de Teresa de Manzanares, que recoge el guante lanzado por el autor de La pícara Justina casi treinta años después. Empleando el lenguaje reproductivo, que tan buena fortuna ha tenido en la crítica sobre la picaresca, se diría que Teresa es la única descendiente directa de Justina. Las otras dos obras comúnmente consideradas dentro de la picaresca femenina se presentan mucho más problemáticas en términos de su filiación al género literario. La hija de Celestina es denominada «novela» por quien solventó su edición zaragozana, el alférez Francisco de Segura, comprendiendo «novela» en su sentido actual de ‘novela corta’ o ‘novela cortesana’. Esta pauta genérica permite comprender el proyecto de Salas Barbadillo de ofrecer al lector de la época su propuesta de novella a la española, precisamente por los mismos años en que Cervantes también se aplica en la redacción de las Novelas ejemplares (1613)70. Sabido es que en La hija de Celestina se mezclan, aunque sin fundirse totalmente, la materia picaresca y una intriga amorosa tomada de la novella a la italiana. El esfuerzo de Salas Barbadillo se ha orientado a subvertir o contrahacer el género picaresco y proponer otra cosa: tampoco una novella al uso, sino su propia idea de novela naturalizada. El narrador de La hija de Celestina es plenamente consciente de su oficio y sus comentarios, tanto los de índole moral como los de índole formal, es decir, los que atañen al acto narrativo mismo, ofrecen una pauta para indagar en torno a los propósitos del propio Salas como impulsor de una novela (con su valor, reiteramos, de ‘novela corta’ o ‘novela cortesana’) a la española. Detalles como la narración en tercera persona (Elena solo contará su vida durante un viaje en coche, o sea, como un alivio de caminantes), la exculpación del caballero rijoso que la persigue, su condición de prostituta de la que se beneficia su marido el rufián Montúfar (Justina y Teresa juegan al menos al equívoco en torno a su sexualidad) y, sobre todo, su cruel muerte a manos de la justicia, abonan un significado bastante distinto del esperable en un libro picaresco. La última obra de la picaresca femenina, La garduña de Sevilla, también presenta sustanciales diferencias. Abandonado completamente el modo autobiográfico, que tan solo practican Justina y Teresa, las aven-

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Recojo aquí la propuesta desarrollada en extenso y con un análisis detallado de La hija de Celestina en Rodríguez Mansilla, 2006a.

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turas de Rufina, que acaban en robos de factura ingeniosa, operan como marcos narrativos de novelas cortesanas. Además, a diferencia de las pícaras antes mencionadas, Rufina «es más inteligente y cerebral […]. No gasta bromas, sino que roba dinero»71. Recuérdese, en cambio, que Justina sostenía que la vida picaresca está marcada ante todo por la alegría y que Teresa no por nada recibe el mote de «la niña de los embustes»72. La garduña de Sevilla, por último, debe ser la única obra picaresca en la que se esboza un final feliz con matrimonio producto del verdadero amor y no de la mera conveniencia. Notable distancia respecto de Justina (casada con el hidalgo Lozano por su deseo de dejar de ser villana), Teresa (casada con un mercader miserable que solo la quería por su dinero) y ni qué decir Elena (casada con Montúfar para que este la explote sexualmente). Este final, contraproducente en un libro picaresco convencional, está en realidad tomado de la poética de la novela cortesana, donde omnia vincit Amor y el matrimonio se ofrece como la culminación y recompensa de todas las peripecias padecidas por los amantes. Si no fuera por los robos, cuya elaboración exhibe el artificio propio del pícaro (el «robo con arte» del mejor Guzmán de Alfarache) y, sobre todo, por ser Rufina la hija del bachiller Trapaza, probablemente se consideraría a Rufina como una «dama apicarada», a la manera de las cuatro protagonistas de Las harpías en Madrid. La ascendencia deshonrosa que le asegura su padre han vuelto indudable la inclusión de Rufina en la nómina de las pícaras. Para L. Torres, con razón, las notables diferencias entre las piezas de la picaresca femenina, revelan una neta evolución a la hipérbole (del retrato de Justina, doncella picardiosa de prosapia desenfadada, hemos pasado a Rufina, prostituta delincuente y malévola, de padre galeote)73.

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Velasco Kindelán, 1983, p. 102. En una de sus críticas a los pícaros varones, Justina los considera «una gente que en no hallando a quién servir, cátale pícaro, y, puesto en el oficio, vive forzado y anda triste contra todo orden de picardía» (La pícara Justina, I, pp. 170-171). Justina toma distancia del «mal humor» del pícaro, es decir, del humor que lleva aneja la crítica social. El mismo deslinde llevará a cabo el protagonista del Estebanillo González no por nada denominado «hombre de buen humor» (FerrerChivite, 1992, pp. 58-59). 73 Torres, 2004, p. 1770. 72

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Las cuatro obras de la picaresca femenina de las que hemos hablado aquí se presentan mucho más dispares entre sí que sus contrapartes masculinas. Es interesante comprobar, por cierto, que los vínculos entre el Lazarillo de Tormes, el Guzmán de Alfarache, el Buscón y hasta el Estebanillo González se han identificado más a menudo en los aspectos estrictamente formales, en tanto las diferencias saltan a la vista sobre todo en lo que se refiere a sus protagonistas. En la picaresca femenina, en cambio, los principios de composición son los que varían sustancialmente entre obra y obra, en tanto que se ha intentado, con mejores resultados, hallar el punto de convergencia en las pícaras. ¿A qué obedece este curioso fenómeno? Tal vez obedezca a un principio aristotélico, de gran fortuna en el Siglo de Oro, que preconizaba la identificación del hombre con la forma y la mujer con la materia74. A esto correspondería la capacidad de los pícaros varones de poder formular un discurso autobiográfico coherente (puesto que se identifican con la forma), en tanto las pícaras o fallan en su intento de escribir como ellos, como ocurre en La pícara Justina, o asumen un cómodo protagonismo (identificándose simplemente con la materia) a la vez que carecen de autoridad narrativa, como en La hija de Celestina o La garduña de Sevilla. Ya que la faceta de narradora en la pícara no está tan desarrollada en su texto, se descarta de antemano el criterio formal y el foco de atención del crítico se orienta más bien hacia los rasgos del personaje o las líneas argumentales, es decir, hacia el contenido, finalmente. De allí que el criterio para catalogar a la pícara parta mucho más a menudo de un análisis de las características en su actuación en la trama novelesca antes que de sus dotes diegéticas, que o no las tiene o las posee muy pobres en comparación con las que exhiben los pícaros varones. Jannine Montauban, en su estudio El ajuar de la vida picaresca, propone una reflexión en torno a la constitución del canon picaresco, el cual alcanza su organicidad mediante la endogamia textual que la autora encuentra en los discursos que abren los libros de pícaros, dado que estos requieren evidenciar su parentesco para legitimarse como pertenecientes a un género que goza de popularidad y gran lectoría. Dicho parentesco es familiar a la vez que textual y se establece de tres maneras: continuación, ampliación y parodia75. Así, la Segunda parte del 74 75

Dunn, 1971. Montauban, 2003, p. 48.

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Lazarillo de Tormes de autor anónimo (1555), la Segunda parte del Lazarillo de Tormes de Juan de Luna (1620) y el Lazarillo de Manzanares de Juan Cortés de Tolosa (1620) se presentan como continuaciones del primigenio Lazarillo de Tormes de 1554; en tanto el Guzmán de Alfarache (1599 y 1604) es una ampliación de este último. El tercer modo de afiliación, la parodia, sería la que ejecuta Cervantes. Lo valioso aquí es comprobar, siguiendo la argumentación de Montauban, que el género textual, en boca de sus protagonistas, no es cerrado, sino que espera, o mejor dicho exige, una prosecución: Cada obra se erige como una suspensión que solo puede ser completada por sus continuadores. Uso la palabra «suspensión» en su doble sentido de expectativa y detenimiento, de ese modo se hace evidente la incertidumbre acerca del potencial reproductor que genera una obra, cuyos continuadores —como los hijos respecto de sus padres y abuelos— no tienen por qué parecerse necesariamente al original76.

De manera que los estatutos del género predisponen a este a su propia degeneración, por decirlo de algún modo. En la carrera por destacar y ganarse un espacio en el canon de la picaresca, los autores han de abrazar nuevos modos que, a la larga, conducen a que el género como tal se desintegre. El personaje del pícaro y sus aventuras constituían una fórmula literaria exitosa y dentro de sus propias narraciones los pícaros compiten unos con otros77. Esto se ejemplifica bien en el grabado de la Nave de la vida picaresca que abre la primera edición de La pícara Justina: los pícaros reconocen como «madre», biológica y textual, a la vieja Celestina, personaje del libro homónimo de Fernando de Rojas (1499)78. Partiendo de tal planteamiento, el de ver

76

Montauban, 2003, p. 50. U.Wicks repara en el hecho de que se presenta en los textos picarescos una parodia del género mismo y de sus personajes, reconociendo una tradición literaria con la que se enfrenta el protagonista de la obra: Guzmán de Alfarache se convierte en el marido de la pícara Justina, Ginés de Pasamonte se compara con Lázaro de Tormes, Guzmán es el modelo que sigue el joven Carriazo en La ilustre fregona, etc. (1974, p. 245). 78 Si bien la obra se denominaba originalmente Tragicomedia de Calisto y Melibea, el personaje de la vieja alcahueta les arrebató protagonismo a los jóvenes enamorados desplazándolos en el título del libro que desde bien temprano empezó a ser llamado La Celestina. Por otro lado, me he ocupado de analizar el 77

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el género picaresco como inclinado hacia acoger tanto ascendientes como descendientes, la autora se permite introducir en la discusión obras que, como ella misma reconoce, han sido obras tradicionalmente consideradas fronterizas, como La Celestina (1499) de Fernando de Rojas, La Lozana andaluza (1528) de Francisco Delicado, La pícara Justina (1605) de Francisco López de Úbeda, La hija de Celestina (1612) de Alonso de Salas Barbadillo, y algunas Novelas ejemplares de Cervantes como Rinconete y Cortadillo y el Coloquio de los perros (1613)79.

Con excepción de las novelas cervantinas nombradas, las otras obras comparten la característica común de tener protagonista mujer. Según Montauban, no es casualidad que estas, contrastadas con la picaresca canónica (de protagonista varón: Lázaro, Guzmán, Pablos) hayan sido desplazadas a un segundo plano. Sin embargo, la incertidumbre y el consecuente debate de la tradición crítica frente al origen paterno de la picaresca no impide que, desde fines del XIX, haya consenso respecto del materno: La Celestina. La revisión que efectúa la autora de los varios intentos académicos por zanjar la polémica sobre la picaresca (¿Cómo nace? ¿Cuál es su origen? ¿Qué la define? ¿Es el Lazarillo o el Guzmán la primera novela picaresca? ¿La Justina es novela picaresca? ¿El Buscón es buena o mala picaresca?) revela la preeminencia, que raya en obsesión, de destacar a los pícaros y desplazar a las pícaras en el momento de establecer el canon del género. En efecto, desde el trabajo pionero de Chandler hasta los intentos más solventes de los años sesenta y setenta, que agotaron las herramientas teóricas en boga por entonces, la vertiente femenina siempre fue un lastre para el género picaresco80. Las propuestas formalistas más sólidas81 han desestimado a las pícaras y prácticamente a casi todos los grabado de La nave de la vida picaresca en función del género literario, novísimo, que sintetizaba hacia 1605 en Rodríguez Mansilla, 2008b. 79 Montauban, 2003, p. 50. 80 Realiza un buen repaso de esta historia literaria Coll-Telletxea, 1993, pp. 23-57. 81 Básicamente: Guillén, 1971; Lázaro Carreter, 1972; Rico, 1989. Como señala Montauban: «No es gratuito invocar la distinción que los discursos médicos hacen entre “forma” y “materia” como los aportes masculinos y femeninos de la concepción, para ver en ellos una justificación soterrada de la imposición de la

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epígonos del Lazarillo de Tormes y el Guzmán de Alfarache, con la excepción del Buscón, con el cual se configura una tríada de novelas que han venido a ser la picaresca canónica dentro de la historia literaria tradicional. Desde una perspectiva socio-histórica, propia del hispanismo francés, M. Molho consideraba a Lázaro, Guzmán y Pablos los únicos representantes, junto con Moll Flanders (la única mujer admitida en la nómina, en tierras inglesas y un siglo más tarde), del «pensamiento picaresco», liquidado no obstante por Quevedo a través de su pícaro. Descarta así todas las secuelas, ya que, a su ver, en estas la picardía desemboca en truhanería. Particularmente, para Molho, las pícaras de Castillo Solórzano son ejemplos de la disolución del susodicho pensamiento82. Por otra parte, el ambicioso aunque discutible trabajo de Alexander A. Parker Los pícaros en la literatura vino a confundir mucho más el panorama, queriendo introducir el criterio (ya no formal, sino temático) del «estudio de la delincuencia» para definir la novela picaresca y de esa manera llegó a desestimar, con otras razones más igualmente rebatibles, incluso al, a todas luces indiscutible, Lazarillo83.Ya en 1979, Daniel Eisenberg examinaba fríamente este debate en torno al género picaresco y asumiendo una postura convincentemente escéptica instaba a relegar el término de «novela picaresca» no tanto en sentido literal, sino como un llamado a leer sin prejuicios críticos todas las piezas del corpus materia de discusión:

ley del padre para fijar el paradigma picaresco. Este argumento formalista se encuentra defendido por Lázaro Carreter y Francisco Rico, quienes han privilegiado la comunidad de rasgos formales (carácter autobiográfico, secuencia episódica, presencia de amos, unidad de punto de vista), para expulsar las obras que no compartieran alguno de aquellos rasgos» (2003, p. 57). 82 Molho, 1972, pp. 174-175. Más tarde, el mismo Molho (1983) sintetizaría el «picarismo» en cuatro temas, de los cuales considera dos imprescindibles: el molde autobiográfico y la caída final en la ignominia que, sumada a la mirada crítica del protagonista, configuran el estilo paradojal del pícaro, quien asegura «no ser más santo que mis vecinos», como afirma el protagonista del Lazarillo. Como la picaresca femenina descarta la forma autobiográfica o cuando lo hace excluye el enjuiciamiento del género humano (como en Teresa de Manzanares o La pícara Justina), prosigue su marginación. Sus representantes configurarían relatos «generalmente truculentos y anecdóticos» (Molho, 1983, p. 129). 83 Parker, 1975, p. 34.

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We should not refer to the Spanish novels discussed in this paper by the term «picaresque», which has no exact meaning and which suggests close relationships between the works which in many cases do not exist. If we would cease to do so, we could better study each of the works for what it is, and see more accurately the contribution each makes to Spanish literature84.

El artículo de Eisenberg anunciaba el agotamiento de la discusión sobre la picaresca que conduciría, en los años siguientes, a un lento declive en los estudios dedicados a este tema. Luego de las grandes lecturas del Lazarillo85, del Guzmán86, del Buscón87 y hasta de La pícara Justina88 entre las décadas del setenta y ochenta del siglo XX, la novela picaresca ha perdido algo de arraigo entre los investigadores.Ahora bien, en años recientes ha habido un renovado interés por las escritoras de periodo áureo89. Dentro de esa corriente ha ingresado, aunque de contrabando, una reconsideración de la picaresca femenina. No obstante, dicho rescate también está empapado de reivindicaciones ideológicas que conviene ponderar adecuadamente. Por una parte, es evidente, como lo señala Montauban, que las pícaras han sido relegadas de las nóminas de la picaresca canónica y que han tenido gran dificultad para integrarse en ella; esto en buena medida por el sesgo que imponía la tradición crítica. Pero, por otra, resulta reduccionista ver los textos de pícaras exclusivamente como «un objeto privilegiado para el estudio de las actitudes culturales hacia la mujer»90, a sabiendas de las convenciones retóricas estudiadas por Schwartz que ya apuntamos más arriba: en los textos literarios de carácter satírico (y en esa línea se inscriben los libros picarescos), el personaje femenino sigue un patrón absolutamente preestablecido, el de la mujer vana e inconstante, en la senda misógina típica de la época. En el contexto crítico actual, resultaría ocioso discutir seriamente la inserción o no de Teresa de Manzanares o La garduña de Sevilla en 84

Eisenberg, 1979, p. 210. Rico, 1989; Lázaro Carreter, 1972; Sieber, 1978. 86 Arias, 1977; Johnson, 1978; Brancaforte, 1980; Cavillac, 1994. 87 Lázaro Carreter, 1992; Díaz Migoyo, 1978; Parker, 1975. 88 Junto a los pioneros estudios de Bataillon, 1969, cabe considerar el excelente trabajo de Oltra, 1985, y más recientemente Torres, 2002. 89 Así, se han publicado varios libros monográficos sobre María de Zayas y se está rescatando a otras narradoras como Ana Caro o Mariana de Carvajal. 90 Coll-Telletxea, 1994, p. 132. 85

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los esquemas de base formal-estructuralista que se establecieron, con mayor o menor fortuna, en los años setenta. Desde esta óptica puramente formal, Teresa de Manzanares, por adoptar el modelo autobiográfico, aunque torpemente, sería bienvenida91, pero no así La garduña. Sin embargo, esta última sí cumple los rasgos que se asignan al personaje de la pícara o «mujer de mal vivir»92, según los cuales ingresaría sin problemas en la nómina. Entonces, ¿cuál es el criterio válido? A estas alturas, es preferible optar por una noción de género picaresco en su sentido de «narración extensa con pícaro»; en el caso presente, con pícara93. Se recogerán así los elementos de análisis que ha elaborado la tradición crítica sobre estas obras (el modelo autobiográfico, el realismo grotesco, la comicidad, etc.) y se emplearán funcionalmente para iluminar los diversos aspectos de construcción de las dos narraciones materia de este trabajo. De allí que no se pretenda tampoco juzgar Teresa de Manzanares ni La garduña de Sevilla exclusivamente en función de las novelas picarescas canónicas. Antes que hacer crítica literaria en sentido prescriptivo (sentenciar la validez o no de una obra según determinados criterios de calidad o de una poética específica), interesa hacer un estudio más concentrado en «precisar y explicar los funcionamientos textuales y las condiciones de su manifestación»94, haciendo uso de aproximaciones de base histórico-culturalista. O como reclama Coll-Telletxea: La alternativa sería volver al texto picaresco sin prejuiciarlo de epígono o modelo e implicaría regresar a las coordenadas histórico-tempora-

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Tal es el criterio que adopta A. Rey Hazas en su volumen de Picaresca femenina (al que nos referimos en esta investigación como PF). Incluye La hija de Celestina (que él defiende como en parte autobiográfica) de Salas Barbadillo y Teresa de Manzanares de Castillo Solórzano. 92 Arredondo, 1993. 93 Noción bien cercana a la tercera acepción que propone C. Guillén (1971) para «picaresque»: novela picaresca en sentido amplio, es decir, todas las obras que recogen y/o modifican los elementos que ha manejado la crítica como rasgos definitorios (seudoautobiografía, origen deshonroso, la observación de diversos tipos sociales, el vivir «a la droga» mediante el ingenio, etc.). Aplicando este criterio se admiten como «picarescas» las novelas cervantinas que se ocupan del tema y experimentos narrativos de desigual fortuna en el Siglo de Oro, incluyendo en este rubro naturalmente todas las obras de protagonista femenino. 94 Huamán, 2001, p. 103.

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les en que originalmente fue compuesto y recibido y no reducir su estudio a la moderna circunscripción del canon95.

Una de las ideas más arraigadas y repetidas respecto de la picaresca después del Guzmán de Alfarache es que sus principios se degradan. Para Dunn, después de la obra de Alemán y con la excepción del Alonso, mozo de muchos amos de Alcalá Yáñez, los relatos picarescos «tend toward swindles for the sake of the story, told in a bright, facetious style»96. En similares términos se expresa Monte sobre la picaresca de Castillo Solórzano: El autor ignora la ironía, la polémica y la crueldad; solo es un narrador amable y superficial, agradable y ligero, urbano y monótono, que desvirtúa una tradición sobrecargada de una problemática todavía en pie para complacerse a sí mismo y para complacer a un público bien criado y superficial97.

Este hecho, que también ha sido visto como la triste herencia del Buscón de Quevedo98, corre el riesgo de ser interpretado erróneamente y ha relegado del prisma académico piezas narrativas cuyo valor todavía está por determinarse o al menos por reconsiderarse. Ocurre que la crítica ha tomado por premisa que los continuadores del Lazarillo y del Guzmán deberían (siempre en condicional) haber imitado fielmente al autor anónimo y a Alemán, pero se dio bien pronto con la sorpresa de que no fue así y que, contrariamente a lo que «debió ser», autores como Castillo Solórzano o Salas Barbadillo, para mencionar a dos de los más connotados narradores post-cervantinos, optaron por lo que, naturalmente, optaría un escritor: modificar, reescribir, innovar, es decir, propugnar una originalidad que, de acuerdo con el canon clásico, se concentraba más en la dispositio o en la elocutio que en la inventio, o sea, más en lo formal que en lo temático99. Al mismo tiempo, siguiendo la idea, arraigada desde el siglo XIX, de 95

Coll-Telletxea, 1993, p. 50. Dunn, 1993, p. 304. 97 Monte, 1971, p. 148. 98 Rico, 1989, p. 129; Molho, 1972, p. 132. 99 José F. Montesinos, hablando de la fortuna de la novela picaresca, lo expresa de manera similar: «Más que crear estilos y formas, en la vida como en el arte, los hombres de letras del siglo XVII fueron grandes acopladores y combinadores 96

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que la novela picaresca es precedente del realismo (y asumiendo que el realismo es el modo de representación superior), se ha juzgado en función de los logros «realistas» del Guzmán y del Lazarillo la ficción posterior y, como no podía ser de otro modo, el balance ha sido negativo100: ¿habrá que condenar a los escritores del XVII, empezando por un joven y diligente Quevedo, por no haber visto en el libro de Alemán lo que siglos más tarde vendría a ser estipulado como una joya para los historiadores de la literatura embebidos de positivismo? La pesquisa en torno a la novela moderna y al lugar que ocupan piezas como el Satiricón, La Celestina o el Tristram Shandy (por citar títulos de tres momentos históricos dispares) en un proceso evolutivo que llegaría hasta Virginia Woolf o los hermanos Goncourt (hitos del realismo estudiado por Erich Auberbach en su clásico Mímesis) no deja de ser interesante y útil, mas no exclusiva ni excluyente hasta el punto de relegar el estudio de autores y obras que, dentro del conjunto de la narrativa áurea, deben reconsiderarse. Ante este panorama, que en los últimos años ha felizmente cambiado, el mismo Dunn invocaba, en un artículo sobre las relaciones de Cervantes con la picaresca, a deconstruir «that nineteenth-century invention, the picaresque, and the criticism that has kept it in place»101.

de formas y estilos. Suele llamarse barrocas obras que, lejos de representar una nueva ley, rectora de los elementos del estilo, no suponen en realidad sino un sincretismo temático o estilístico» (1933, pp. 54-55). 100 La tradición crítica ha empleado «realismo» en sentido algo vago y esto ha dado pie a desatinos como el de estimar el valor de la obra alemaniana, o cuando no la cervantina, partiendo de aquel modo de representación literaria que, en verdad, se producirá tres siglos después (en el XIX) recogiendo postulados científicos del XVIII. Como bien apunta E. C. Riley: «Hablando en términos generales, hasta un determinado momento en el siglo XVIII es más exacto considerar lo que usualmente se llama “realismo” como algo propio de aquellas obras escritas en el estilo bajo, que solían estar relacionadas con lo cómico. En el momento en que estas obras trascendieron lo cómico, su interés se hizo, como decía Ortega,“extrapoético”, científico» (1966, p. 234). Cervantes, Mateo Alemán y cualquier otro escritor del XVII practicaban la mímesis de acuerdo con la teoría neoaristotélica vigente.Advierte bien Jan Bruck que «if “mimesis” is the general characteristic of all works of art and literature, then the concept can not denote a particular — ‘realistic’ — mode of representation as distinct from other, non-realistic modes» (1982, p. 190) 101 Dunn, 1982, p. 131. Recojo en estos párrafos un reclamo de sentido común que he planteado igualmente para otra de esas narraciones que no han logrado ponerse «a la altura» de los libros picarescos canónicos: el Lazarillo de

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Y es que los autores epigonales parecen haber comprendido, mejor que los críticos, que no se podía reescribir el Guzmán de Alfarache. ¿Y eso es bueno o malo? En realidad, ni lo uno ni lo otro, pero la tradición crítica ha querido juzgarlo negativamente. Como bien apunta Close, este cambio de rumbo tras el Guzmán no sería otra cosa que un retorno a las raíces de la picaresca: Considero más razonable suponer que los sucesores inmediatos de Alemán, incluido López de Úbeda, que insiste en este punto, buscaban devolver a la novela picaresca a la comicidad pura que consideraban propia de sus orígenes102.

Que, en contraste con la comprometida propuesta alemaniana, Teresa de Manzanares y La garduña o también La pícara Justina, naturalmente, resulten textos frívolos, superficiales o compuestos «por el mero gusto de contar», como diría Dunn, es un hecho verificable. La pregunta que cae por su propio peso es ¿por qué? La tónica del libro picaresco cambia y bien pudo obedecer, entre otras razones, a una cuestión socio-histórica. Ocurre una situación de tránsito entre los reinados de Felipe III y Felipe IV. Con el advenimiento de Felipe III al trono, uno se halla frente al nacimiento de una «sociedad cortesana», en los términos en que definía Norbert Elias la Francia de Luis XIV, a saber, una sociedad erigida en torno a la Corte situada en Madrid y, por un periodo breve, en Valladolid: un espacio cuya posición central ocupan el rey y, particularmente en España, su valido o privado. Los miembros de esta sociedad, los cortesanos, son «hombres cuya existencia social y en último término, con frecuencia, también sus ingresos, dependen de su prestigio y consideración Manzanares de Juan Cortés de Tolosa, del que me ocupo en Rodríguez Mansilla, 2008a. Refiriéndose a Don Quijote, Close observa con tino que «si un mito es una fábula acerca de los orígenes de la cultura, entonces cabe decir que la modernidad ha convertido a don Quijote en un mito y a Cervantes en el Prometeo que le ha legado la novela moderna» (2007, p. 13). Un poco más adelante sostiene que trabajos canónicos como los de Guillén (1971), Rico (1989) o Lázaro Carreter (1972) poseen esa misma premisa: la de presentar ficciones auriseculares de índole cómica como piezas cuyo valor obedece estrictamente a que anticipan aspectos propios de la novela moderna, como el realismo, la metaficcionalidad, etc. (Close, 2007, p. 16). 102 Close, 2007, p. 378.

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en la corte y en la sociedad cortesana»103. Durante este reinado se producen un crecimiento demográfico en la Corte que va de la mano con la venta de oficios públicos (iniciada con Felipe II)104, el otorgamiento exhorbitante de mercedes reales y la centralización del patronazgo en manos de la Corona. El régimen del valido de Felipe III, el duque de Lerma, adoptó la política de extender mercedes reales en grandes cantidades para asegurarse la fidelidad de los súbditos y constituir una cadena de clientelaje que lo respaldara incondicionalmente105. Ahora bien, las mercedes reales no se reciben necesariamente en razón de los títulos que se posean, sino que se depende del favor del privado y a este se llega mediante la práctica de una conducta cortesana. En efecto, «the elaborate ceremonial rituals and the day-to-day politics of the early seventeenth-century Spanish Habsburg Court conditioned the behavior of Cervantes and his contemporaries»106. Para gozar de prestigio y recibir mercedes en la sociedad cortesana, se requería una formación especializada que se brindaba al público a través de libros que constituyen los tratados de cortesía. Su estudio ha venido a explicar en parte la aparición de un género narrativo que gozará de gran auge todo el XVII, siglo absolutista y cortesano: la novela picaresca107. No es gratuito que el Galateo español, traducción y adaptación del Galateo de Giovanni della Casa, fuese editado junto con el Lazarillo de Tormes en su versión castigada: el arte de la lisonja, el cuidado en el vestido y los buenos modales se encuentran reglamentados en el Galateo español y puestos en práctica, acaso en clave de parodia, en el Lazarillo, así como en el Guzmán de Alfarache, en el que el protagonista pasa una larga estancia con el embajador de Francia en Roma y el lector es testigo de su «privanza» (así la llama el propio Guzmán), gracias a ser alcahuete de su amo, y su caída posterior. El Buscón don Pablos, escrito por esos años, también alude, burlonamente al Galateo español, a través del disfraz caballeresco de Pablos, pero so-

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Elias, 1993, p. 109. Cruz, 1998, p. 50. 105 Feros, 2002, pp. 278-279. Sieber (1998) estudia la constitución del patronazgo como forma de interacción entre literatos y señores, cuya influencia es patente en la literatura de la época. 106 Sieber, 1998, p. 91. 107 Tal es una de las calas que se abre sagazmente en Sieber (1995), algunas de cuyas ideas sigo de cerca en este punto. 104

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bre todo mediante los consejos que le proporciona el hidalgo don Toribio antes de llegar a la Corte. Bien visto, el fenómeno de la cortesía, así como sus buenos y malos usos, configura el escenario habitual para autores y lectores, tanto dentro como fuera de sus ficciones: algunos escriben sobre cortesanos fracasados (que eso son, en buena medida, los pícaros), pero todos aspiran a ingresar y mantenerse en la Corte. El discurso picaresco, que se cifra en el antihonor y la crítica a la vanagloria, encabezaría, mejor que ningún otro, la oleada de críticas que se le venían encima al arquetipo humano creado por Castiglione, probablemente porque el ‘cortesano’ era más bien la contrafigura de los ‘arribistas’ que poblaban ya las cortes y una parte de la escena social en el tránsito del siglo XVI al XVII108.

De esa forma, la picaresca canónica, la que se gesta en los difíciles años de 1599 a 1605 (del Guzmán a La pícara Justina), representa una crítica a este panorama viciado. Detrás del pícaro está el moralista (López de Úbeda, en tanto chocarrero, era también otro moralista disfrazado109) o el reformador (Mateo Alemán y, seguramente, el anónimo autor del Lazarillo110). El pícaro es un «burgués frustrado»111: Guzmán intenta ser mercader, Lázaro es aguador y luego vendedor de vinos, y Justina se introduce en el negocio de las lanas y los hilos en Rioseco. A estos personajes les es imposible medrar sin participar de las infamias y la lisonja de los círculos cortesanos en los que deben inscribirse a toda costa para sobrevivir. Lo mismo podría afirmarse de sus autores: López de Úbeda era un médico metido al difícil negocio de bufón y Mateo Alemán escapó a las Indias huyendo de la miseria, desengañado de la Corte112.

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Laspalas Pérez, 2004, p. 26. No hay que olvidar que, como lo estudió Oltra (1985), La pícara Justina encierra un ataque contra los excesos de la camarilla de intrusos que trajo consigo el duque de Lerma. Recientemente se ha postulado a un nuevo autor para La pícara Justina, fray Bartolomé Navarrete (Rojo Vega, 2004), pero la hipótesis presenta ciertas debilidades, como lo ha hecho notar Torres, 2009. 110 En Rodríguez Mansilla (2006b, pp. 119-126) he observado esta faceta anticortesana del Lazarillo tanto en su versión original (con alusiones al Aviso de privados de fray Antonio de Guevara) como en la castigada (en diálogo con el Galateo español). 111 Cavillac, 2001, p. 84. 112 Cervantes, sin libro picaresco, tuvo asimismo mala fortuna en sus pretensiones cortesanas: descartado del séquito del conde de Lemos en su viaje a 109

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Si bien en textos literarios de inicios del XVII, es decir, los primeros años de Felipe III en el poder, especialmente en los libros picarescos, se presenta una posición crítica ante este cambio social, este discurso se va transformando poco a poco hasta orientarse hacia una defensa de la urbanidad y las buenas maneras, como si finalmente las fuerzas coercitivas de la sociedad cortesana acabaran por imponerse a los sujetos. Este giro no podría explicarse sin considerar la función de las academias literarias madrileñas, como centros de difusión ideológica113, que se arrogan un rol educador en normas y rituales de la vida cortesana para una nueva clase social. Precisamente, como ya se dijo, uno de los primeros escritores surgidos del ámbito académico es Alonso de Castillo Solórzano (comparte este privilegio con Salas Barbadillo). La poesía satírico-burlesca, cultivada y llevada a su máxima expresión en el espacio académico, pone de manifiesto la comicidad vigente, sustentada en la prédica del buen gusto a través de la crítica feroz a todo aquello que escapa de sus principios. Esto se percibe a flor de piel en Salas Barbadillo, autor paradigmático en ese aspecto, pero también puede aplicarse al autor vallisoletano: El comportamiento extravagante y anormal [característico, por ejemplo, de las figuras] se describe y mide partiendo de una perspectiva normativa, basada en nociones comunes de aceptabilidad. Sin la consolidación de un ethos de clase media, tal punto de vista hubiera sido inconcebible114.

En paralelo, los académicos también se ejercitaban en la composición de novelas, donde recogían, según la poética italiana heredada, personajes que podían encarnar rectamente la sensibilidad cortesana: Salas Barbadillo, Castillo Solórzano, Pérez de Montalbán, el propio Tirso de Molina, contribuyeron al corpus de la novela corta del siglo XVII proponiendo ficciones en las que se celebraba a la nobleza urbana nacida en torno a la Corte y a las principales ciudades españolas

Nápoles, llega viejo a las academias y sabía poco de cortesanía. Su actitud ante este orden social se reflejaría en la del licenciado Vidriera, quien al ser requerido por «un gran personaje de la Corte», responde a quien se lo comunica: «Vuesa merced me excuse con ese señor, que yo no soy bueno para palacio, porque tengo vergüenza y no sé lisonjear» (Novelas ejemplares, II, p. 121). 113 Cruz, 1998, pp. 50-53. 114 Close, 2007, p. 281.

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(como Valencia o Zaragoza, festejadas también por Castillo Solórzano a su paso por ellas). Novela corta y poesía satírico-burlesca son los géneros a través de los cuales un nuevo ethos se difundió durante el reinado de Felipe III y se consolidó por completo con Felipe IV. Esta clase social emergente o nueva nobleza es producto de la renovación de la aristocracia de raíz feudal que entra en crisis a inicios del XVII, que urge reposicionarse tanto política como económicamente115. Diríase que la generación de tímidos parvenus que veían reflejadas sus cuitas en el Guzmán o leían con fruición las críticas veladas de La pícara Justina da lugar a otra (la de sus descendientes) que intenta adaptarse a las nuevas exigencias de la sociedad cortesana. Con Felipe IV esta nobleza urbana se consolida y se configura en público de la narrativa, a caballo entre la picaresca y la novela cortesana, que practica Castillo. A decir de Dunn: It is not surprising that Castillo Solórzano purveyed both his short novelas of aristocratic love, adventure, treachery, and surprising encounters and also his picaresque frivolities, which, on examination, turn out to be traditional tales of feminine wiles in a new guise. They achieved success because they could appeal to the class to which his aristocratic employers belonged, and also to the nouveaux riches, who by the 1630s and 1640s were striving to merge into the urban nobility116.

Ahora bien, en las palabras de Dunn se deja entrever cierto desprecio por esta «nueva sensibilidad», por así llamarla, que resulta, pensándolo objetivamente, un tanto gratuito. Casi cuarenta años antes, en uno de los pocos trabajos monográficos dedicados a Castillo Solórzano, el mismo Dunn señalaba enfáticamente la ligazón entre la decadencia de la sociedad española y una supuesta decadencia literaria, siempre en contraste con los modelos del Guzmán o de la obra cervantina117. 115

Romero-Díaz, 2002, pp. 31-32. Testimonio del auge de esta nueva clase social es que la Junta de Reformación impulsada en 1622 por Olivares, pretendía, entre otras cosas, «ordenar (de nuevo [ya que también se había dispuesto en 1619]) que la nobleza dejara la corte y regresara a sus señoríos; prohibición de emigrar, incluso a las Indias; impedimentos a los traslados de las familias a las ciudades superpobladas como Madrid, Granada y Sevilla» (Elliott, 1990, p. 134). La propuesta, que incluía también promover la llegada de comerciantes extranjeros, siempre y cuando fueran católicos, naufragó pronto. 116 Dunn, 1993, p. 304. 117 Dunn, 1952.

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Castillo era, a todas luces, un escritor light, lo cual no excluye que su obra encierre una ideología de fondo y exhiba unos recursos dignos de ser estudiados en su contexto. Ante este panorama crítico, más operativo resulta preguntarse cuál es el atractivo de la pícara y qué implicancias posee el personaje femenino en el mundo que representará literariamente Castillo Solórzano. Si bien M. S. Arredondo (1993) encuentra antecedentes ya en el siglo XVI en un texto como el Crótalon, no duda en afirmar la novedad que representa para 1605 La pícara Justina, «una innovación equiparable a la del Lazarillo»118. Correctamente también la autora ha hallado evidencia, tanto en textos literarios como en tratados diversos de la época, de la denominación de «mujer de mal vivir» para designar a las mujeres de vida irregular que pululan en las ciudades, a la par de la chusma de pícaros y ganapanes. Pero a diferencia de sus pares varones, las pícaras luego de Justina, y por influjo de esta, se inclinan hacia una vida mucho más cómoda y menos azarosa que las de Guzmanes o Buscones. Ellas «aparentan honra, alcurnia o bienestar económico»119. Si la pícara de López de Úbeda era de extracción todavía pueblerina, moviéndose por los alrededores de Mansilla, con alguna salida a León120, sus descendientes serán claramente urbanas y su rango de acción cubrirá las grandes ciudades de la época (Madrid, Sevilla,Toledo, etc.). Con el arma de la belleza física, sumada a una personalidad seductora, la suya no es precisamente una «epopeya del hambre» como la de Lázaro y sus émulos varones. Estas pícaras se introducen en la buena sociedad con facilidad, manejan formas cortesanas y buscan el matrimonio como el culmen de sus aventuras. Carmen Hsu ha investigado en torno a la figura de la cortesana o prostituta de altos vuelos en la literatura del Siglo de Oro y ha observado atinadamente que tanto en Salas Barbadillo como en Castillo Solórzano (cuyas plumas engendran a las tres pícaras que siguen a Justina) existe una «ambivalent fascination»121 frente a sus heroínas. Asimismo, apunta toda la atmósfera de refinamiento que transmiten sus historias: 118

Arredondo, 1993, p. 12. Arredondo, 1993, p. 19. 120 No obstante, el libro de López de Úbeda, como roman à clef, está todo el tiempo aludiendo a la Corte y a sus personajes, por lo que es «falsamente provinciano» en ese sentido (Bataillon, 1969, p. 143). 121 Hsu, 2002, p. 180. 119

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In order to keep up the appearances of respectability, courtesans adopt high-sounding names, take up residences in exclusive and respectable neighborhood, dress up in expensive, luxurious yet respectable-looking clothes, and furnish their houses with beautiful paintings, musical instruments, and tapestries122.

Recuérdese que en esta diferencia radical frente al ambiente usual de los pícaros, que pasan fácilmente del lujo palaciego a la mendicidad, se ha centrado una de las críticas más ásperas a la picaresca femenina: su falta de contacto con la «cruda realidad». En efecto, el regocijo descriptivo de Salas o de Castillo acerca de estos ambientes elevados es un préstamo proveniente de la novela cortesana. En dicho género narrativo se ejerce «el placer de mirar»123, centrado en las vestimentas básicamente, tanto de damas como de galanes, pero también es posible que se extendiera a los ornamentos que con tanta atención a menudo se refieren124. Ocurre que las pícaras, tan sabias como sus contrapartes masculinas, comprenden a la perfección el uso del disfraz, pero ellas lo convierten en su segunda piel. Mientras el pícaro viste tantos trajes y adopta tantas personalidades, la pícara no quiere otro traje que el de dama, y en torno a él y a bienes suntuosos (muebles, cuadros y ornamentos, como se apuntó) gira su economía. La atención de Salas Barbadillo y de Castillo Solórzano hacia las pícaras reflejaría una actitud general de sus contemporáneos; un contradictorio juego de atracción y rechazo frente a estas figuras que son bellas, seductoras, a la par de ladronas inmisericordes: «They are perceived as unscrupulous criminals, but they are also the objects of most men’s desire and fantasy»125. Tal grado de interés era bastante improbable con Justina, quien todavía apela a las artes bufonescas y sigue siendo, pese a su sagacidad, una moza de mesón en una villa leonesa. Las pícaras juegan a ser grandes damas, expertas, aunque con fines per-

122

Hsu, 2002, p. 184. Colón Calderón, 1989. 124 López Grigera (1983) estudia cómo, a lo largo del Siglo de Oro, las funciones de reflexión y descripción robustecen paulatinamente el discurso narrativo, del Lazarillo a La garduña de Sevilla, pasando por Don Quijote, hasta, ya en textos como El día de fiesta por la mañana de Juan de Zabaleta, atentar contra la función diégetica propiamente dicha. 125 Hsu, 2002, p. 196. 123

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versos, en los tejes y manejes de la Corte. El mérito de ambos narradores post-cervantinos, habría sido el de naturalizar este personaje como parte integral de la vida sentimental del Madrid del siglo XVII126. Dejando de lado este refinamiento estético que caracteriza a la picaresca femenina después de La pícara Justina, debe indicarse que el personaje de la pícara, en razón de las taras asociadas a su género por la misoginia vigente, permitía al autor eludir moralizaciones o en todo caso improvisarlas sobre la marcha hasta alcanzar, a veces, una ironía involuntaria. El plantear un «aprovechamiento» al final del capítulo es un hallazgo de López de Úbeda que Castillo Solórzano seguirá a pie juntillas en Las harpías en Madrid, pero no en sus dos narraciones picarescas extensas. Tanto en Teresa de Manzanares como en La garduña los fragmentos moralizantes son algo abruptos, postizos, o simplemente se eluden. En todo caso, no se depende ya de los parlamentos moralizaciones como elemento estructurante a la manera del Guzmán de Alfarache. Bien visto, se prescinde de críticas de índole social, como acostumbraba la picaresca debido a su «poética comprometida», porque, simplemente, ya no hay lugar para las mismas. En tanto los sujetos han admitido el orden social vigente no hay conflicto profundo en ese sentido que pueda encarnar el personaje picaresco. Por último, la persistencia en la pícara lleva a una narración que huye de lo grotesco que se identifica tradicionalmente con el pícaro varón o a equilibrarlo con enredos (a menudo escarceos amorosos, venidos del mundo de la novela cortesana) que producen una suerte de estilo medio. No se suele contar aquí con el típico episodio escatológico picaresco o si este aparece es en material que se interpola, como en poemas jocosos o entremeses. Respecto de la inclusión de estos últimos, es de observar un aspecto de sociología del libro sumamente relevante: entre 1625 y 1634 se suspendió la emisión de licencias para publicar comedias y novelas en Castilla127, por lo que los autores tuvieron que ingeniárselas para pasar la censura mediante híbridos (ejemplo paradigmático es La Dorotea de Lope). Considerando, no obstante, que por esa misma causa Castillo Solórzano publica su Teresa de

126 Hsu, 2002, p. 197. Soons apunta, en germen, una idea similar: «Some writers [Castillo o Salas] chose the female criminal as their subject because she is more sensational to read about» (1978, p. 61). 127 Moll, 1974.

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Manzanares en Barcelona, en territorio de Aragón, es verosímil sostener que aprovechó para ofrecer al público una materia dramática que no podía sacar a luz de otra forma. En cuanto a la susodicha suspensión,Anne Cayuela ha observado un hecho que llama la atención: parece existir un «silencio editorial» de ciertos títulos de la novela picaresca durante este periodo de diez años. La pícara Justina no se publica entre 1608 y 1640; no hay nuevas ediciones del Guzmán de Alfarache entre 1619 y 1639; y el Marcos de Obregón tampoco se reedita entre 1618 y 1641128. Este vacío habría sido cubierto, en parte, por piezas de tema picaresco como Las harpías en Madrid, cuya hibridez explica la suspensión129, y, obviamente, Teresa de Manzanares, que habría venido a ocupar el lugar dejado por La pícara Justina, pero con una evidente actualización de tratamiento y contenidos. Como se ve, la picaresca femenina introduce elementos de la novela cortesana, tal vez como parte de la marcada urbanización por la que pasa la literatura a inicios del siglo XVII, así como por el propósito innovador que caracterizaría a la heroína picaresca desde La pícara Justina130. Escribir sobre los lances picarescos de una mujer lleva a cambiar sustancialmente las formas y los contenidos. Estos cambios no fueron vistos objetivamente por la crítica tradicional, que se obstinó en contrastar a las pícaras con los pícaros considerando a estos como modelos, o sea juzgando a las pícaras de acuerdo con el rasero que estos les imponían: autobiografismo, realismo grotesco, crítica social, etc. De tal forma se cayó en la antigua idea aristotélica de considerar a la mujer como un «hombre imperfecto»131. En esa misma medida, las pícaras fueron consideradas por largo tiempo «pícaros imperfectos» en razón de no ceñirse a pie juntillas a los patrones establecidos por estos. Ciertamente la construcción crítica del género picaresco había de reconocer que, cronológicamente, primero surgieron los pícaros varo-

128

Cayuela, 1993, pp. 56-57. Tanto Moll (1979) como Cayuela (1993) advierten la estrategia de evitar a toda costa el rótulo «novela» en los textos publicados por entonces. En el caso de Las harpías, consecuentemente, se maneja el término «estafa», apelando al contenido de cada novela del libro. 130 Arredondo, 1993, p. 29. 131 Montauban, 2003, p. 30. Coll-Telletxea llega a una conclusión parecida cuando señala que la crítica ha considerado a la pícara como un «pícaro fallido» (1993, p. 53). 129

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nes, pero no por ello desplazar a las pícaras como si estas fueran un remedo o mala copia de ellos. TERESA

DE

MANZANARES: ALGUNAS

CALAS

Aparecida en las prensas de Jerónimo Margarit en Barcelona, en 1632, La niña de los embustes, Teresa de Manzanares posee varios aspectos compositivos que merecen ser analizados. Sin propósito de agotarlos todos, sino proponiendo los que resultan más llamativos, se plantean cuatro calas que pretenden iluminar mejor la novela, así como revalorarla. En primer lugar, se estudia el aspecto formal, es decir, la elaboración de la seudoautobiografía de Teresa. Luego, el papel de la risa como rasgo esencial de la obra. También se revisa la recreación del espacio urbano y la construcción de una identidad propia de parte de la pícara. Finalmente, se analiza el diálogo intertextual que se establece entre esta obra de Castillo Solórzano y una novela breve de Salas Barbadillo de título homónimo, La niña de los embustes, incluida en su miscelánea Corrección de vicios (1615).Vale añadir que, pese a estos rasgos que, como intentaré demostrar, pueden resultar interesantes en la actualidad, la novela no contó con ninguna reedición en su siglo, ni en los siguientes, hasta que fue rescatada por el diligente Emilio Cotarelo en 1906. En adelante, ha gozado de cierta fortuna editorial. El modelo autobiográfico De acuerdo con A. Rey Hazas «desde una perspectiva puramente formal, solo Teresa de Manzanares es una novela picaresca cabal y enteriza»132, en razón de que se ciñe al modelo autobiográfico que caracteriza al género. Más específicamente, la novela picaresca canónica se ofrece como una «confesión», un discurso autobiográfico dirigido a un lector que se constituye, dentro del texto, en instancia de autoridad. El Lazarillo de Tormes o el Guzmán de Alfarache son simulacros de escritura que configuran, cada cual a su manera, un acto de acatamiento de la norma retórica, un simulacro de liberación mediante la apropiación del código propio de la autoridad, con lo cual el pícaro se legitima, dentro del marco de la escritura, e intenta reinsertarse en 132

Rey Hazas, 1986, p. 85.

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la sociedad que lo ha marginado133. Como autobiografía, el inicio de un libro picaresco se encuentra en su final, ya que el pícaro narra su pasado para explicar su situación actual134. Hay un momento clave en la vida del individuo que lo lleva a escribir sobre su propia vida: el individuo toma conciencia de un cambio (en el ejemplo clásico de San Agustín es la conversión al cristianismo) y decide contarlo135. En particular, la narración picaresca pone de manifiesto un proceso de degradación cuyo último estadio es el que precipita al protagonista a escribir su historia. Lázaro escribe para justificar el hecho de haber prostituido a su mujer, Guzmán escribe para trascender la abyección moral. Mediante la escritura de sus vidas, estos outsiders se vuelven halfoutsiders, como designa Guillén al pícaro canónico: marginales a medias, sujetos ruines en la realidad, pero que se reinventan a sí mismos por la vía literaria. Así, el pícaro escribe para justificarse. Tal como lo ha estudiado G. Gusdorf136, una autobiografía es como un retrato y, en ese sentido, es la fijación de un momento (aquel en que se empieza a escribir), pero para su autor se trata de dar una expresión coherente y total de todo su destino y para ello se requiere tomar distancia de sí mismo. Esta distancia se evidencia en dos «yoes»: el «yo» que recuerda (o yo evocador) y el «yo» que actúa (o yo actor). Estos dos «yoes» que empiezan muy distantes se encuentran en las últimas páginas de la autobiografía, pues el yo evocador coincide al final con el yo actor. Así se cierra el proceso que la autobiografía pretende retratar: cómo el yo del pasado se convierte, o transforma, en el yo del presente. Nótese que este acto de desdoblamiento es artificial y está orientado a cumplir el objetivo fundamental de la autobiografía. Mediante la escisión, el yo evocador puede presentar coherentemente la conducta del yo actor, ya que nadie mejor que el propio interesado puede hacer justicia a sí mismo, y es precisamente para aclarar malentendidos, para restablecer una verdad incompleta o deformada, por lo que el autor de la autobiografía se impone la tarea de presentar él mismo su historia137.

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González Echevarría, 2000, pp. 110-112. Lázaro Carreter, 1972, p. 216. Gusdorf, 1991, p. 15. Gusdorf, 1991, p. 12. Gusdorf, 1991, p. 12.

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La crítica, a partir de un trabajo clásico de Carlos Blanco Aguinaga138, establece una dicotomía funcional cuando diferencia entre Lázaro y Lazarillo o Guzmán y Guzmanillo. Se sostiene que, puesto que la narración está a cargo del mismo protagonista, se produce un desdoblamiento: el pícaro que fue y el asceta (o desengañado) que es ahora. Lazarillo o Guzmanillo son los actores (los pícaros que han sido en vida) y Lázaro y Guzmán, respectivamente, los narradores (los que escriben su pasado). Ahora bien, a diferencia de una autobiografía corriente, en la novela picaresca contamos con un actor, un delincuente o al menos un individuo de dudosa moral, que desluce al narrador. Recordemos que el pícaro es un peregrino, un sujeto que transita por varios estados y pontifica sobre los tipos sociales y sus respectivos vicios, habiéndolos practicado, a su vez, durante su aprendizaje. Precisamente por haber aprendido tanto y tan bien, el pícaro se nos hace sospechoso en su faceta de narrador, con lo que la enunciación picaresca bebe de la paradoja que divertía a los griegos («Los cretenses son mentirosos; es un cretense quien lo dice»). El protagonista y su mundo se caracterizan por el desajuste entre el ser y el parecer, lo cual le da la oportunidad de cometer sus bellaquerías, por lo que «the picaresque novel is, quite simply, the confession of a liar»139. La seudoautobiografía picaresca, generada por un narrador no fidedigno, en razón del desajuste advertido, implica de manera especial al lector, en tanto este se ve, a menudo, aludido directamente por el narrador. El narrador picaresco construye su propia imagen del lector atribuyéndole diversas funciones a lo largo del relato. En el género picaresco, más que en otro modelo de escritura, el «lector imaginario» o narratario merece un análisis detallado, ya que se convierte en factor determinante de significación. Como lo observa Helen Reed: «The way in which the reader is addressed has ideological as well as artistic implications, due no doubt to the controversial and problematic nature of the pícaro as a character of fiction»140. A menudo el narrador picaresco tiende a desautorizar a su narratario para invertir la relación vertical que se impone entre el pícaro, como personaje sin honra ni calidad, y ese «Vuesa merced» al que se endereza la historia de su vida.

138 139 140

Blanco Aguinaga, 1957. Guillén, 1971, p. 92. Reed, 1984, p. 20.

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Estos son los retos y alcances que supone para un autor el abrazar la forma autobiográfica de la novela picaresca. Las preguntas iniciales del análisis en torno a este asunto serían: ¿Ocurre esto en Teresa de Manzanares? ¿Cómo afronta Castillo Solórzano estos problemas de composición? Usualmente los paratextos, es decir, los textos preliminares que no configuran propiamente el discurso narrativo, son la «zona de transacción»141 en que el autor puede orientar el significado de su libro y hasta delimitar los alcances de la voz de su protagonista, que en tanto pícaro y narrador, siempre intenta ser provocador y desafiante. En Teresa, Castillo Solórzano ha tomado sus precauciones e inserta dos paratextos. En primer lugar, un «Prólogo al lector», donde se defiende, de antemano, frente a las críticas que pueden lloverle y propone el objetivo que persigue con la historia de Teresa: Su travesura dará escarmientos para huir de las que siguen su profesión; y esto sea disculpa de haber sacado a luz su vida, formada de los sucesos de muchas que han servido para hacer aquí un compuesto.

De esta forma, el autor no solo justifica su narración por la enseñanza moral que puede extraerse de los tales sucesos, sino que, sobre todo, presenta el libro como un «compuesto», una amalgama de registros y lances diversos, antes que un todo coherente y cerrado como pretendían serlo las autobiografías picarescas de Lázaro o Guzmán o, inclusive, Justina. Castillo Solórzano llama la atención del lector sobre la ficcionalidad de su historia. No tiene interés alguno en que este caiga en la ilusión de una Teresa escritora142. Esta actitud de dominio sobre su protagonista se consolida en su segundo preliminar, llamado «La niña de los embustes». El texto arranca con un contundente «Escribo la vida, inclinaciones, costumbres y máquinas de una traviesa moza…» (cursiva mía) que da pie a un elo-

141

Genette, 1989, p. 7. Recuérdese el texto preliminar «Declaración para el entendimiento de este libro» que estampó Mateo Alemán en el Guzmán de 1599, en el cual justificaba la erudición y dotes literarias de su pícaro o los capítulos iniciales de La pícara Justina dedicados a los «melindres» de la pícara cuando toma la pluma para escribir su historia. En ambos casos se trata de inducir al lector a que elabore en su mente la ficticia imagen del personaje que se pone a escribir. 142

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gio de las altas cualidades de la pícara, la cual ingresaría a competir a la arena literaria con los pícaros canónicos en igualdad de condiciones. Hay que ponerse a la altura de los mismos y, por ende, conviene advertir del talento en el oficio que tiene el personaje. Asimismo, mediante esta presentación y breve resumen de las aventuras de la protagonista el autor está insertando su libro por completo en los cauces más típicos del género: Castillo «preconcibe esta obra [Teresa] como una novela picaresca con todas las de la ley y con el tópico de los orígenes familiares y geográficos del pícaro incluido»143. Pese a que al inicio de este preliminar Castillo Solórzano se ha arrogado la invención de Teresa, la razón de ser del paratexto es la de explicarle al lector que, en adelante, la voz del discurso narrativo será la de la pícara, ya que ella misma hace relación [de su vida] al lector, a quien se la cuenta desde el origen de sus padres. En ella podrá advertir los daños que se pueden prevenir para guardarse de engaños, para abstenerse de vicios, huyendo de vida tan libre y condición tan obscura.

El procedimiento tiene su precedente en la «Declaración para el entendimiento de este libro» de Mateo Alemán, con la notable diferencia de que Castillo Solórzano no se siente obligado a justificar la habilidad de su pícara para escribir. Ni siquiera, como lo hacía López de Úbeda, se propone problematizar dicha habilidad. Teresa, simplemente, va a escribir su historia y cualquier duda sobre su capacidad como escritora es pasada por alto. La razón, probablemente, se encuentre en el hecho de que si bien a lo largo de la narración, ella afirma su interés en la literatura, nunca pretende hacer mayor alarde de su talento en la creación o, mejor dicho (re)creación de su propia vida. Su prosa contiene algunos juegos conceptistas, básicamente zeugmas, pero nada, en este rubro, que la aproxime tanto al modelo de La pícara Justina, cuyas páginas están plagadas de pirotecnia verbal. En efecto, Teresa sabe escribir lo suficiente como para ser ella la que prácticamente escribe las respuestas de su amiga Teodora al galán que la corteja (cap. IIII). Más adelante, declara que gusta de los versos, aunque no los compone (cap.V). Como Justina, parece ser buena

143

Hériz, 1996, p. 64.

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improvisando sobre la marcha, en el terreno de lo oral, pero pésima cuando se lo propone por la vía escrita. Así, ella misma recuerda su infancia como un periodo en que labró su ingenio para los repentes: Era yo tan inquieta con las demás muchachas, que siempre las estaba haciendo burlas, haciéndolas creer cuanto quería, que eran notables disparates todos con orden a salir con mis burlas, con lo cual granjeé el nombre de la niña de los embustes, que dilaté después porque no se borrase mi fama (cap. III).

Ahora bien, la forma autobiográfica supone un primer grado de libertad textual para la pícara, la cual no está subordinada a un narrador omnisciente y masculino, como en el caso de La hija de Celestina de Salas Barbadillo o de las piezas picarescas previas del propio Castillo. A decir de Montauban: El narrador masculino [id est la voz de Castillo] es prácticamente invisible y sus intervenciones están limitadas al prólogo y a los encabezados que presiden los capítulos que enmarcan las actividades de Teresa. Esta libertad de expresión se traduce textualmente en su capacidad de ganarse la vida con el trabajo y de manipular su sexualidad sin entregarla, salvo en el caso de matrimonios convenientes o de vínculos con amantes que ella desea y elige144.

Pero esta libertad se ve sopesada por una estrategia de intercalación de material que Castillo Solórzano no volvió a practicar con la maestría con que lo hizo en Teresa de Manzanares. El vallisoletano intenta que la inclusión de material interpolado sea más o menos coherente, dejando de lado la modalidad tan recurrida del alivio de caminantes que impera, por ejemplo, en La ingeniosa Elena de Salas o en La garduña de Sevilla. Los poemas burlescos, los entremeses y hasta la narración del ermitaño, que adquiere visos de novela cortesana en el capítulo IX, siguen el hilo de las acciones de Teresa145. Los varones 144

Montauban, 2003, p. 96. Como indica Arredondo, «La niña de los embustes… no solo es la narración picaresca de Castillo más respetuosa con las reglas del género, sino que en ella se integran sin chirriar poemas burlescos y satíricos, un relato muy bien intercalado en la estructura y una triple presencia del teatro: con uno de los oficios de Teresa de Manzanares, con observaciones sobre el género o el espectáculo teatral, 145

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que pergeñan poemas o entremeses, que la protagonista recoge gracias a su buena memoria, lo hacen «inspirados» en Teresa. Son las burlas —o «embustes»— de la «niña» Teresa las que generan la creatividad literaria de los personajes secundarios, todos hombres: el entremés de El barbador (cap. XII) proviene de la burla al capón (cap. XI) y el de La prueba de los doctores de la que ejecuta sobre unos médicos en Sevilla (cap. XVI). Lo mismo puede decirse de los poemas intercalados, casi todos incluidos a propósito de algún enredo en que está metida Teresa. Excepcionalmente, ocurre el fenómeno inverso: la historia del ermitaño, narrada por él mismo (otro varón), es la que «inspirará» a Teresa para una de sus burlas más complejas, aquella de hacerse pasar por la hija cautiva del capitán de Málaga (cap. XIII). La pícara No crea ficciones literarias, sino que «trama» y «urde» las historias [o sea sus embustes o burlas] que darán pie a la creatividad de sus amigos. Además, y esto es lo más importante,Teresa se representa a sí misma como testigo de la creatividad de estos personajes y transcriptora de sus textos. Esta doble cualidad de testigo y transcriptora es la que le permite a Teresa copiar los discursos de sus modelos masculinos para luego integrarlos al suyo propio146.

En otras palabras: el éxito de Teresa como narradora de su propia vida depende en buena medida de rendirles tributo a los hombres escritores que la rodean. Así,Teresa logra fungir de materia (pues da pie al ingenio de los varones) y a la vez da forma a un discurso. Antes que oponerse a sus pares masculinos, como Justina, la pícara de Castillo Solórzano asume su posición subalterna e intenta superarla apropiándose de esos textos en que se transpone su experiencia vital. La escritura de Teresa es una escritura que, en partes, ha sido escrita por otros. Solo así puede evitar Castillo las taras asociadas a la ineptitud de la mujer para las letras, según lo proclama la misoginia, que testimoniaba La pícara Justina. Esto explica también que las mayores cuotas de ingenio verbal que destila la obra se encuentren en los susodichos poemas y entremeses, productos de manos varoniles. Por todo ello, a decir de Montauban,

y con dos entremeses perfectamente justificados en la obra, que no desmerecen en cuanto a técnica, temas y versificación de los de su contemporáneo Quiñones de Benavente» (2006, pp. 43-44). 146 Montauban, 2003, p. 99.

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Es importante leer esta novela como un proceso de aprendizaje de la creatividad, la misma que por los condicionamientos sociales de la época solo podía provenir de modelos masculinos147.

Otra divergencia de peso en el planteamiento narrativo de Teresa de Manzanares se da en lo que respecta a las apelaciones al lector, cuyo rol se encuentra bien definido en la novela. En la primera línea de su autobiografía Teresa rompe con la práctica al uso: Habrá de saber el señor lector, de cualquier estado que sea, que como los hijos en tiempos de tanta malicia como este tienen la mayor certidumbre el serlo de la madre (hablo de la gente de bajo estado) yo comienzo mi historia con referirle el origen de la nuestra […] (cap. I).

La observación al inicio del libro en torno a ese «de cualquier estado que sea» tiene por objeto allanar la relación con el lector y escapar de esa marcada verticalidad que la narración posee en manos del pícaro canónico, siempre dirigiéndose a un superior en la escala social148. Esta diferencia en el trato va de la mano con la negativa a abrumar al lector con sermones o con digresiones eruditas, que resultarían inverosímiles, de acuerdo con los prejuicios de la época, en una mujer149. Algunas invocaciones al narratario a lo largo del texto demuestran una orientación más pragmática. En primer lugar, pedirá disculpas por dejarse encandilar por el verbo florido del estudiante galán: Dirame, vuesa merced, señor letor, que no fuera yo mujer, pues escogía lo peor, a que respondo que como disculpa a un amante el casarse bajamente por la hermosura de una mujer, así se puede disculpar a mí por el buen entendimiento del licenciado Sarabia, que así se llamaba (cap. IIII).

Con lo de «escogía lo peor» Teresa alude al hecho de que, de los tres galanes en disputa en aquel episodio, este era el más pobre. El ar147

Montauban, 2003, p. 96. Así, por ejemplo, comp. Lazarillo de Tormes, p. 12: «Pues, sepa Vuestra Merced…»; Buscón, p. 15: «Yo, señor, soy de Segovia»; Lazarillo de Manzanares, p. 91: «Ansí que sabrá vuesa merced…». 149 Aunque Justina sí abrume a su lector con adivinanzas y conceptos complejísimos que remiten a la emblemática y a un conocimiento bastante especializado que le merma la mencionada verosimilitud. 148

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gumento de Teresa no deja de ser inteligente dentro de los esquemas mentales de la época (el que un hombre sea agudo es tan loable como que una mujer sea bella) y advierte, en última instancia, de su aprecio hacia las dotes intelectuales del personaje, no obstante cercano al culteranismo. Más adelante, Teresa se dirige directamente a su narratario para defender su matrimonio por conveniencia: Veme aquí el señor letor mujer de casa y familia y con un retumbante don añadido a la Teresa y un apellido de Manzanedo al Manzanares. No fui yo la primera que delinquió en esto, que muchas lo han hecho y es virtud antes que delicto, pues cada uno está obligado a aspirar a valer más (cap.VI).

Tal vez sea el allanamiento inicial en su relación con el lector el que da pie a que, a estas alturas, la pícara pueda introducir afirmaciones en pro del ascenso social, sin temor a reproches. Lo volverá a hacer al inicio del capítulo XVIII, cuando afirme que «se debe agradecer a cualquier persona el anhelar ser más, como vituperar el que se abate a cosas inferiores a su calidad y nobleza». De esta forma,Teresa omite cualquier conflicto en su relación con el narratario, no pretende desautorizarlo, sino más bien ganárselo mediante el entretenimiento. No le propone grandes debates morales. Teresa le brinda un servicio de humor a través de los materiales que recolecta en su vida, que es, por ello, «un compuesto», antes que un todo compacto o cerrado. A este respecto, ¿cuál es la motivación de Teresa para escribir? ¿Serán la añoranza a la juventud o bien el deseo de distraerse con sus recuerdos los que la impulsaron a coger la pluma? Somos propensos a admitir que prevaleció lo segundo, ya que, entreteniéndose, Teresa entretiene también a sus lectores, lo que coincide con la intención primordial del autor150.

Así, la narración de Teresa carece de un «caso» a la manera del Lazarillo que articule su historia. Desprovista de esta segunda intención de exculparse de pecadillos pasados, pretende establecer una relación empática con el lector, a cuya comprensión apela. El drama de Teresa ha sido, desde el inicio de sus aventuras, «ser más» y defiende 150

Dimitrova, 1996, p. 149.

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esa postura vital. En La pícara Justina también se advierte esa pretensión, pero con una notable diferencia. En el libro de López de Úbeda nos hallábamos ante un discurso bufonesco subyacente. Dicho discurso constituye un receptor que es siempre un gran señor de la Corte, alrededor del cual puede reconocerse una élite a la que se puede aludir en clave y, finalmente, provoca un desarrollo particularmente satírico del tema del linaje y la limpieza de sangre151. Nada de ello aparece en Teresa de Manzanares. Para la protagonista el tema de la sangre, su gran obstáculo para concretar sus sueños de ser una dama, no admite risas. No hay punto de coincidencia alguno entre un médico chocarrero como lo era López de Úbeda y un diestro plumífero e hidalgo empobrecido como Castillo Solórzano. Son otros los motivos de risa en esta novela. El gran objetivo de Teresa a lo largo de su vida no ha sido otro que «ser más» o ennoblecerse. No es por ello gratuito que la única muestra de talento literario que exhibe en su autobiografía sea el relato apócrifo de su fuga de Argel, en el episodio en que suplanta a la hija del capitán en Málaga. Su historia se ciñe al molde de la «historia de cautivo» que tanta fortuna alcanzó en su época152. Su relato logra el efecto inmediato que se planteaba: conmover a su público (el padre y los nobles malagueños reunidos para la cena) y ganarse su confianza. El relato tiene por función afianzar su recién adquirida nobleza153. La única pícara que cuenta con una enunciación similar, en

151

Roncero López, 1996, pp. 456-458. Un interesante catálogo de este subgénero lo ofrece Camamis, 1977. Si bien no menciona este relato de Teresa, por ser falso, sí recoge un episodio de rescate de esclavos en Argel en el Lisardo enamorado (Camamis, 1977, p. 198). 153 Por cierto la susodicha narración no deja de entrañar artificio, ya que obedece a una prosecución de un relato interpolado anteriormente, el del ermitaño. En vez de optar por la práctica usual de yuxtaponer relatos intercalados en una narrativa mayor, Castillo Solórzano se ha propuesto interpolar el primer relato no «por yuxtaposición» sino «por coordinación», a saber: un personaje relata hechos fuera de la acción principal, pero estos se entrecruzarán y culminarán dentro de ella (Close, 2007, p. 172). Cuando leemos la historia del ermitaño en el capítulo IX no sabemos todavía que Teresa echará mano oportunamente del argumento para inventarse una historia con consecuencias en la acción principal, sin contar el hecho de que el relato efectivamente se cierra cuando aparece la verdadera muchacha cautiva. En este aspecto, Castillo Solórzano recoge una lección cervantina, ya que todos los relatos intercalados de la primera parte de Don Quijote, 152

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extensión y pretensiones estilísticas, es la Elena de La hija de Celestina, pero el contexto es muy distinto: ella tiene que entretener a su marido Montúfar en medio de un viaje. Mientras la pícara de Salas Barbadillo narra para su marido y proxeneta sin obtener ningún beneficio, Teresa es libre y explota su habilidad para ser aceptada como la hija perdida de un noble. En conclusión, Teresa de Manzanares asume el reto de una seudoautobiografía de mano femenina, superando en parte los problemas advertidos en La pícara Justina. El libro de López de Úbeda era el único referente que poseía Castillo Solórzano para llevar a cabo su proyecto. De allí que, al margen de los aspectos formales tratados en este apartado, puedan reconocerse dos aspectos más en los que también el vallisoletano bebió de la lección del libro del médico bufón. En el plano de la elaboración del personaje, «Teresa de Manzanares es [de todas las pícaras] la que más se parece a Justina por sus orígenes leoneses y su actividad de mesonera, así como por el conato de violación de la que es víctima»154. Además, destaca el hecho de que la portada de Teresa de Manzanares contenga la figura de una dama, la heroína. A este propósito, es inevitable pensar en el elaborado grabado de La nave de la vida picaresca que acompañaba la primera edición de La pícara Justina. Pero ahora la pícara Teresa, a diferencia de la pionera Justina, no necesita de la comparsa de personajes célebres (Guzmán, Lázaro y la vieja Celestina) que la legitimen como parte de la «familia picaresca». Teresa se vale por sí misma y sigue la senda de Justina. Mientras esta última aparecía disfrazada de musa, la pícara de Castillo Solórzano aparece sola, sin depender de la presencia de ningún otro personaje, metida en su disfraz favorito, el de dama, gracias al cual se ha infiltrado en ambientes cortesanos155. siguen dicho principio de construcción, salvo la novela de El curioso impertinente, según apunta Close. Por otra parte, los conceptos de «coordinación» y «yuxtaposición» que maneja el crítico inglés provienen de Palomo, 1976. 154 Torres, 2004, p. 1766. Respecto al origen leonés compartido, hay que señalar que la zona del Bierzo, de donde provenía la familia materna de Teresa, el único abolengo que ella reconoce, era en el XVII considerada parte de Galicia, aunque ahora lo es de León. En todo caso, durante siglos fue un territorio fronterizo entre ambos reinos. El intento de violación de Teresa se presenta en el capítulo VIII. 155 Vale indicar que la figura de dama que ilustra la portada de la princeps de Teresa de Manzanares (1632) es antigua y de ninguna forma original del impresor Margarit: ya había aparecido, por ejemplo, en la portada de la Primera parte de las

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La risa y la burla: rasgos esenciales Como Justina,Teresa afirma tener la «risa como carácter» (cap. III), es decir, como atributo esencial. El mote de «niña de los embustes» declara asimismo haberlo ganado con las burlas que ya hacía desde que, muy temprano, la llevaron a practicar la costura a casa de unas viudas. En este apartado interesa explorar y delimitar la comicidad que surca el relato156. A diferencia de la época actual, en que lo cómico es considerado de segundo orden, en la Europa de los siglos XVI y XVII la risa poseía un significado filosófico profundo, hasta el punto de que se daba por sentado que algunos aspectos esenciales del orden cósmico eran solo comprensibles desde la risa157. Por otra parte, sabido es que en el Siglo de Oro el humor es tema de diversos tratados que pretenden establecer algunas normas básicas para practicarlo en los márgenes del decoro y la urbanidad que los ambientes cortesanos exigen158. Estas pautas se filtran en la literatura y pueden confirmar algunas ideas que aparezcan en el análisis. Se propone, para empezar, un ejercicio crítico a la manera del que se propuso J. Iffland (1999), para determinar los alcances de la «risa intratextual» presente en Teresa de Manzanares: pasajes en que los personajes se ríen, de quién y cómo lo hacen. Esto configura un «clima de risa» que influye en el lector tal como lo hacen en la actualidad las «risas enlatadas» de los programas de humor de la televisión: No es que el autor pueda hacer reír a los lectores simplemente destacando la risa de los personajes, pero sí puede ir creando un clima de risa con sus propias características, un clima que puede ir guiando o influyendo la reacción de los lectores, un poco al estilo de los programas cómicos de la televisión norteamericana con su canned laughter (o ‘risa

patrañas de Joan de Timoneda, editada también en Barcelona, en las prensas de Jaime Sendrat, en 1578. 156 Sería un elemento común a todos los textos representantes de la picaresca femenina: «El desarrollo del tema festivo […] toma un papel incluso más importante que en la picaresca masculina de segunda generación» (Torres, 2004, p. 1771). Si bien el humor no cumple un rol tan relevante en La garduña de Sevilla (como sí en Teresa), es cierto que se hace presente, aunque bien dosificadamente. 157 Bakhtin, 1984, p. 66. 158 Una buena síntesis de este panorama de preceptivas del humor en Roncero López, 2006a.

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enlatada’). Al señalar la risa de los personajes, el autor evoca en nuestra mente la posibilidad de que lo que estamos presenciando es, en efecto, digno de risa159.

En esa senda de análisis, la primera situación de risa que posee la novela se encuentra en el capítulo V, cuando aparece un galán corcovado en la casa de las viudas donde vive Teresa. Como supone competencia para otro galán, el estudiante y poeta Sarabia, este lo espanta con un poema burlesco. El corcovado entiende que no aprecian sus visitas y se marcha afrentado, a lo cual «quedamos Teodora y yo [Teresa] muertas de risa de ver su corrimiento» (cap.V). El personaje burlado encaja en lo que Quevedo llama «figura natural» en su Vida de la corte, es decir, todos aquellos que poseen defectos físicos, a los cuales «fuera inhumanidad y mal uso de razón censurar ni vituperar, pues no adquirieron ni compraron su deformidad»160. En el episodio relatado, la burla se ve como algo normal y no genera polémica alguna. Las jóvenes damas,Teresa y Teodora, se ríen del pobre jorobado, quien se da por ofendido y lee entre líneas la intención verdadera del poema. En este caso la burla supone un rechazo que tiene por objeto la expulsión de la víctima. En el capítulo siguiente vuelve a aparecer una situación risible, cuando se lee el romance contra el anciano esposo de Teresa, a quien se tilda de impotente, con el beneplácito de la dama. Aquí no se menciona la risa, pero sí declara la protagonista que vio «hacer chacota [o sea burla] dél mi viejo». Menos susceptible que el corcovado, el aludido acepta los versos con buen humor: «Llevó, como he dicho, mi viejo en chacota el gracejo del romance, pareciéndole que a las bodas siempre la ociosa juventud de la Corte hacía aquellas sátiras». Mucho más formado en la cultura cortesana, el anciano asume el poema como si se tratara de un vejamen: una burla que entraña un grado de reconocimiento. Así como se veja al graduado, el recién casado habría de soportar, cortésmente, la befa. La risa, aunque seguramente falsa, es compartida por la víctima como muestra de su buena educación. A diferencia de la situación anterior, no posee mayores consecuencias. 159

Iffland, 1999, p. 38. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 232. No obstante, el propio Quevedo desatiende este precepto en la práctica, ya que él también se ensaña contra figuras naturales (Arellano, 1984, pp. 101-105). 160

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La burla la celebrarían Teresa, Sarabia (el autor de los versos) y hasta el viejo. Nótese que este último considera que el poema ha de haber sido generado y circular dentro de la Corte, cuyos miembros practican este tipo de literatura. La víctima asume que esta clase de burla es una práctica social aceptada y no da muestras de sentirse ofendido. En el capítulo VII contamos con otra situación que llama a la risa, en este caso muy específica. Los condes, amos de Teresa, se ríen de los exagerados temores de la vieja dueña de la casa, Berenguela, quien pensaba que hasta los gatos querían robarle la comida que tan obsesivamente guardaba. Cuando la anciana se da cuenta de que los susodichos gatos buscaban solo ratones, «se le quitó el temerario juicio que había hecho de que se acusara a su confesor, tan escrupulosa era». Esta anécdota de la dueña se difunde por la casa hasta llegar a oídos de los condes, quienes «rieron y celebraron grandemente» la historia. Es una risa vertical, de los señores hacia la criada anciana. Si alguien más se ríe (sin duda Teresa lo hace o al menos lo considera digno de risa, de lo contrario no lo contaría), lo hace fuera de la escena. Esta risa finalmente es una risa provocada por un motivo tradicional: el de la dueña que confunde ahorro con tacañería. Se trata de un defecto considerado inherente a las viejas que ostentaban este cargo en las casas nobles. Más adelante, en el capítulo XI el personaje de don Jerónimo de Godoy, un caballero cordobés, relata cómo, en una festividad pública, unas mujeres embozadas se reían con «gran chacota» no tanto de su calvicie en sí como del hecho de que el caballero la llevara disimulada con una peluca, habiendo sido hasta entonces tan pública. Pero don Jerónimo no se deja amilanar y con soltura admite que sí, que ha decidido cubrir con postizos su calva «con la ocasión de tener la maestra [Teresa] en Córdoba». Con ello se gana la simpatía del grupo de damas, en especial la de una a la que luego intenta cortejar, aunque infructuosamente. Lo interesante aquí es observar la manera en que la víctima de la burla sale del paso con discreción y buen ánimo, convirtiendo el motivo de la risa en medio para atraer finamente a las damas. Como el viejo esposo de Teresa capítulos atrás, don Jerónimo parece ducho en las lides cortesanas y puede superar situaciones embarazosas. En este mismo capítulo se cuenta con la burla que le hace Teresa a un capón maestro de coro. Dicha burla, sumamente cruel, es urdi-

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da por la pícara para complacer a don Jerónimo, cuya dama le brinda más atención al galán capón que a él. Pero antes de la feroz burla, se inserta un poema satírico a propósito de la dama que se deja cortejar por el castrado. El texto es escrito por don Jerónimo con la intención de hacer que la dama recapacite y deje de hacer el ridículo. Así lo advierte Teresa, quien le dice a su autor que se lo entregue a la mujer en cuestión «para que viendo que se sabía su mal gusto procurase dejarle». Nos hallamos aquí ante otro de los rasgos esenciales de la risa que reclaman los tratados. La risa propugnada es moralizante y aristocrática, basada en la idea de que solo los humildes, los marginados, pueden ser objeto de la risa y que esta debe presentarse como una manera de limpiar los vicios y de ser espejo en el que se miren los espectadores / lectores para imitar las buenas acciones y huir de las reprensibles161.

Tras la burla de Teresa, su víctima, el pobre capón, queda con lesiones muy graves en el rostro y la colectividad cordobesa no se pone de acuerdo en torno a la misma: algunos «se holgaban del castigo del capón», por presumido, y otros «decían que había sido inhumanidad». Sin embargo, en el capítulo XII se presenta su plasmación literaria en el entremés de El barbador, escrito por don Jerónimo inspirado en la traza de la pícara, el cual es celebrado «dando grandísima risa a todos». ¿La razón? A diferencia de la burla original, que dejó a la víctima con llagas terribles, en el entremés no existe laceración alguna. La risa sobre el tablado se desarrolla en los cauces de lo correcto según la preceptiva. Así lo postulaban los tratadistas, como lo recuerda nuevamente Roncero López: «La risa debe ser, pues, incruenta y debe evitar el hacer daño a la persona objeto de ella»162. Mientras la burla de Teresa es más propia del humor popular, que incluye golpes y lesiones físicas que provocan dolor, la burla recreada por el caballero Godoy es refinada y se ajustaría a lo que se consideraba de buen gusto en el sector culto. Similar efecto posiblemente produce en el público el entremés de La prueba de los doctores, producto de la burla a la que somete Teresa a unos ingenuos y a la vez presumidos médicos en el capítulo XVI. Dice al respecto la protagonista que «era pública la bur161 162

Roncero López, 2006a, p. 325. Roncero López, 2006a, p. 291.

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la por Sevilla y así cayó más en gracia cuando se representó, si bien al poeta y a mí nos estuvo mal». Afrentados, los médicos se vengan matando a su autor, Sarabia, marido de Teresa, a talegazos, una forma casi tan ignominiosa de morir como la de ser apaleado. Tras enviudar, la pícara se aleja de las tablas y anda a la caza de un marido con fortuna, ya en el capítulo XVII. Lo consigue en un viejo perulero, quien morirá de melancolía al poco tiempo tras un complicado caso de honor que involucraba a Teresa y a su propia hermana. Luego, la protagonista se relanza en el mercado matrimonial, pero será reconocida por sus antiguos compañeros de oficio en una trampa que le tiende el reciente esposo de su mejor amiga, que no es otra que la hermana del perulero fallecido. Delatada su identidad de comedianta y su baja ralea a partir de una marca en el rostro, Teresa intenta negar lo innegable (que la cicatriz fue producida por un diamante, producto del bofetón del difunto Sarabia), a lo que el caballero le da las espaldas «con una falsa risa», una risa semiteatral que encierra menosprecio. Otro pasaje de risa intratextual se halla en el capítulo XVIII, cuando un joven, don Leonardo, que corteja a Teresa y a su supuesta sobrina, se conmociona ante la presunta agonía del escudero de la casa, Briones. Tras hacerle creer que, en efecto, el viejo se muere, la pícara declara que «dímosle honoríficamente de cenar [a Briones, por su actuación] y cenamos todas con mucha risa de ver cuán atribulado se había ido don Leonardo». Esta «mucha risa» de Teresa y compañía tendrá consecuencias. Por primera vez en el libro, la risa parte de la pícara hacia un sujeto noble. A continuación se suceden las burlas hacia don Leonardo y don Esteban, los galanes que frecuentan la casa de Teresa en Toledo. Estas se basan en que a Briones se le da por muerto y su fantasma (el mismo Briones disfrazado) se aparece a los caballeros cuando visitan de noche la casa con la finalidad de gozar a las mujeres que la habitan.Y será la risa la que delatará más tarde al viejo escudero, puesto que un criado de don Esteban, precisamente uno muy socarrón, «le había visto muy alegre y riéndose a la ventana» (cap. XVIII). El detalle del criado socarrón no ha de ser pasado por alto, pues se trata del único que descubre el embuste. Ambos galanes, don Leonardo y don Esteban, son ingenuos, el último de ellos incluso tildado de «lindo» o afeminado, pero están dispuestos a comprar los favores de las damas para compla-

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cer sus deseos. Con todo, si bien son objeto de censura, no pueden ser víctimas legítimas de Teresa. A diferencia del resto de burlados, los caballeros sí pueden buscar venganza y no hay protección alguna contra ellos. Una vez que la pícara se entera de que ha sido descubierto Briones, no duda en escapar a Madrid inmediatamente, ya que «averiguada la verdad de mi enredo, les había de provocar a la venganza a don Leonardo y a don Esteban, y se habían de vengar de mí». Ambos caballeros, pese a su ingenuidad inicial, se hacen de los servicios de un viejo pícaro para burlar a Teresa y una vez que logran su cometido de despojarla de una buena cantidad de dinero, van a buscarla. Cuando la encuentran, no hacen otra cosa que echarle en cara el hecho de que, finalmente, han resultado más astutos que ella. Se burlan de Teresa con «fisgas» y «cordelejo» y le advierten que «mire con quién se burla de aquí adelante, porque hallará quien no sepa llevar en risa lo que se le castiga en la bolsa por vía de engaño» (cap. XIX). En este punto salta el resorte aristocrático que ha estado siendo contenido a lo largo de todas las situaciones risibles de la novela. Cuando se atenta contra dignos caballeros toledanos la burla muestra su cara amarga hacia nuestra protagonista. Es esta también la primera y única ocasión en que alguien se ríe de Teresa en todo el libro. La burladora acaba siendo burlada. En un artículo reciente,V. Roncero López ha afirmado que el humor carnavalesco es, quizás, el único elemento que comparten, en mayor o menor medida, los representantes del género picaresco. Este humor cruel y a menudo violento es aplicado sobre el pícaro protagonista con fines de escarnio público o privado, cumpliendo así la función de recordarle su baja ralea y amonestarlo por tentar el ascenso social163. Pues bien, si se repara en la risa intratextual de Teresa de Manzanares como indicio de hacia quién se dirige el humor se percibe inmediatamente que este apunta hacia figuras, personajes propios de la sátira aurisecular: el jorobado (cap.V), el viejo que no acepta su edad (cap.VI), la dueña miserable (cap.VII), el calvo (cap. XI), el capón presumido (cap. XI), el médico ignorante (cap. XVI) y el caballero «lindo» miedoso (cap. XVIII). De las sietes víctimas de la risa, cuatro se convierten en literatura dentro de la novela: se escriben poemas burlescos contra el jorobado y el viejo, y sendos entremeses sobre el capón (donde este es un personaje

163

Roncero López, 2006b, p. 273.

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más de un grupo deseoso de barbas) y los médicos. Asimismo, de estos siete, contamos con reacciones negativas tanto del jorobado (que se marcha ofendido de casa de Teresa) como de los médicos (que matan a Sarabia, el autor del entremés que los alude). Por el contrario, el calvo y el anciano toman mejor la burla y la consideran parte del juego social, probablemente porque son nobles respetables; el uno es caballero cordobés y el otro, un «hidalgo honrado y rico». De humor sádico y violento solo tenemos una muestra: la burla al castrado, que genera cierta polémica entre la gente, que no se pone de acuerdo en celebrarla unánimemente. Sin embargo, se subsana con un entremés donde la violencia se atenúa hasta desvanecerse. Un caso aparte lo representa el caballero don Leonardo, quien junto a su buen amigo don Esteban, se propone vengarse de Teresa tanto por la burla del fantasma como porque los estafó a ambos quitándoles dinero a cambio de favores sexuales que nunca recibieron. Para estos caballeros toledanos, la pícara merece recibir de su propia medicina. Ellos no optan por la violenta venganza de los médicos, sino que se proponen urdir una trampa para despojar a Teresa del dinero robado. Para ellos está en juego su dignidad de caballeros. Así, pretenden jugar con la pícara de igual a igual, recreando un escenario similar al que destilan las páginas de Las harpías en Madrid, donde los personajes se burlan unos a otros y andan en guardia todo el tiempo164. Precisamente la burla a la que someterán a Teresa es la que supone su retirada de la vida picaresca. En esa ocasión, los caballeros se ríen de ella, le dan «fisgas» y «cordelejo». Junto a este episodio evocado, solo hay otro caso en que Teresa provoca risa, aunque es la «falsa risa» del caballero sevillano que descubre su pasado de actriz de comedias, una risa despreciativa. Las risas que genera la protagonista son risas de sujetos superiores a ella, que le recuerdan, justamente, su baja extracción y su imposibilidad real de ascender. En ese aspecto, Teresa de Manzanares sigue el mecanismo del humor que Roncero López observa en la novela picaresca canónica; no obstante, lo hace de manera menos evidente, aunque no sin contundencia, reservando para los capítulos finales la mofa a la pícara. 164 Así, por ejemplo, un caballero devuelve la mofa a las damas apicaradas mediante un poema: «Bien conoció don Diego el disgusto de Teodora y su hija que habían recibido con la sátira que se les había cantado; pareciole que bastaba aquello por venganza y así se despidió de ellas» (Harpías, p. 90).

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Si durante casi toda su vida Teresa pasa indemne de burlas es porque tiene cuidado al elegir a sus víctimas. La primera burla propiamente dicha que lleva a cabo recién la hallamos en el capítulo XI. Se trata de la estafa con cruel laceración al castrado, la cual hace para divertir a don Jerónimo de Godoy, uno de sus clientes en el negocio de las pelucas. Goza, por tanto, de la protección de un noble, quien la puede amparar. En cambio, cuando ofende a los caballeros toledanos Teresa está atentando contra personajes honorables, aunque no por ello del todo honrados y honestos, lo cual provocará un castigo aleccionador para ella. La risa, por tanto, es selectiva. Tiene sus víctimas ideales, propicias, como lo son los que ostentan defectos físicos, los que pertenecen a los estratos inferiores y ambos inclusive. Si se es víctima hay dos maneras de responder: si proviene de un inferior, se devuelve con saña (Sarabia muerto a talegazos); si proviene de un igual, se acepta de buena gana y se intenta retrucar con donaire (el viejo frente al poema y el calvo que charla con las damas). Si la burla viene de un superior, no tiene remedio. Si procede de alguien en posición inferior, y en esta se encuentra Teresa la mayor parte del tiempo, más vale apoyarse en un superior para no correr peligro. En el estudio de la risa en el Siglo de Oro se distingue entre risa popular y risa oficial, la primera vinculada con la plebe y las fiestas públicas, y la segunda propia de ambientes cortesanos y elevados165. En Teresa de Manzanares se hace patente el intento de dignificar la risa popular y darle un empaque aristocrático, mediante el tratamiento que merecen las víctimas y la manera en que se desarrollan las burlas. Este es el terreno de lo que R. Jammes llama la risa de carácter conservador, «que consiste en transformar la risa subversiva en irrisión de ideas, personajes o tipos opuestos a la ideología dominante»166. Sin duda los motivos cómicos que empapan la novela provienen de una rancia cultura carnavalesca, bien estudiada por M. Bakhtin167, pero estos se 165 Esta dicotomía es operativa, pero tiene sus límites. Alcanzamos la observación de Arellano, que encierra una crítica al modelo teórico de Bakhtin, respecto de la falsa creencia de que la risa popular es liberadora y la oficial, dogmática (2006, p. 349). 166 Jammes, 1980, p. 10. 167 Observemos solo dos ejemplos paradigmáticos. En el capítulo VI, el marido viejo que es cambiado por un joven refiere el destronamiento de la «edad an-

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encuentran pasados por agua para beneplácito de un público cortesano cuya risa en parte va dando forma Castillo Solórzano. Para ello, hace de su pícara una tributaria del ingenio masculino, al que dota de materia para sus escritos, y una perpetradora de burlas sabrosas, salvo aquella de los caballeros de Toledo, en que los roles se invierten y son ellos los que se ríen de la pícara. En Teresa de Manzanares, por ende, se percibe un tratamiento distinto, con aire reformador, del «mal humor» característico del pícaro168: ese humor de signo negativo, ácido, se suaviza en líneas generales. La tradición popular, a decir de Bakhtin, no es hostil contra la mujer: ella es la encarnación del estrato bajo (órganos reproductivos y digestivos) que degrada y regenera simultáneamente. La mujer es vista básicamente como el útero169, el centro de la reproducción humana. De allí, tal vez, que la infertilidad de Teresa a lo largo de su vida sea reflejo de su condición marginal y errabunda. Sus tres primeros maridos mueren, en parte, a raíz de algún enredo causado por ella: el viejo muere de melancolía; el segundo por escribir un entremés celebrando una traza suya; y el tercero también de pena porque cree haber asesinado a su hermana (cómplice de la protagonista en sus coqueteos). Hasta aquí, Teresa es equiparable con una «viuda negra»: no trae más que muerte a los hombres que se juntan con ella. Dentro de la novela su rol destructivo se haría patente en el hecho de que la protagonista no sea objeto de risa durante buena parte de la obra, salvo cuando va a ser reprendida por los dignos caballeros de Toledo. Luego, con su cuarto y último marido tendrá cinco vástagos y se establecerá formalmente en Alcalá. Al cumplir con la misión reproductiva que se atribuía por excelencia al matrimonio, Teresa se inserta en la sociedad y se ajusta a los mandatos de la misma.

tigua», del invierno, para dar paso a un vigoroso nuevo tiempo de fertilidad con el nuevo esposo; este motivo, en la tradición popular, incluye una golpiza al viejo (Bakhtin 1984, p. 241). Más tarde, en el capítulo XVI, el chiste de la orina, en la cual el médico puede ver la salud del paciente, apunta otra vez al ciclo vital. La orina, junto con otros fluidos orgánicos, se relaciona con la tierra, que es fertilizada por el desecho humano (Bakhtin 1984, pp. 179-180); el trueque de la orina por el vino connota el triunfo del jolgorio, de la vida por encima de la muerte. 168 Ferrer Chivite, 1992. 169 Bakhtin, 1984, p. 240.

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Espacio urbano, vestido e identidad En este apartado interesa leer Teresa de Manzanares a la luz de dos propuestas que pueden aportar ideas nuevas al estudio de la novela. En primer lugar, analizar cómo se representa Madrid y su función dentro de la obra. El reinado de Felipe IV (1621-1665), con la activa participación de Olivares, se caracterizó por una serie de proyectos arquitectónicos (el mayor, el palacio del Buen Retiro) que le cambiaron el rostro a Madrid, el cual a su vez había experimentado un importante crecimiento demográfico desde inicios del siglo. Este Madrid «de reestreno», como lo ha analizado E. García Santo-Tomás (2004), provocó inevitables tensiones de diversa índole (culturales, políticas, institucionales) entre sus habitantes, las cuales quedaron plasmadas en textos diversos, desde comedias hasta crónicas de sucesos de la época. En tanto el espacio es captado por los sentidos, García SantoTomás apunta que antes que «creación literaria» cabría hablar más bien de «sensación literaria», ya que de lo que se trataba entonces era de registrar una ciudad viva y no el retrato estático que los estudios clásicos sobre la villa y corte nos han legado. Resulta pertinente analizar siquiera someramente el espacio urbano madrileño en el caso específico de esta novela considerando que el carácter del pícaro como personaje literario está determinado por sus orígenes, tanto familiares como geográficos. Como los primeros siempre son viles, el lugar que lo ve nacer es, a veces, una de las pocas prendas de verdadera calidad que pueden distinguirlo, de allí que lo tomen por apellido. En el caso de Lázaro de Tormes, la elección de Salamanca como cuna del pícaro ha sido leída a menudo como un guiño al entorno estudiantil del presunto autor y a la estela de La Celestina, con la cual el Lazarillo siempre ha encontrado afinidades170. Guzmán de Alfarache, El Pícaro por antonomasia durante todo el XVII, emprende su alegato mercantilista, tal como lo ha estudiado Michel Cavillac (1994), partiendo de su condición de hijo de Sevilla, la ciudad que negociaba directamente con el Nuevo Mundo. Por su parte, 170

Hace más de sesenta años, L. J. Cisneros, especulando sobre la autoría de Hurtado de Mendoza, se imaginaba lecturas estudiantiles del Lazarillo a las orillas del río Tormes y sostenía que el libro podía haber sido una suerte de, valga la redundancia, «lazarillo» o guía amena para los estudiantes salmantinos durante sus paseos (Cisneros, 1946, p. 39).

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Pablos proviene de otra ciudad de mercaderes y conversos, Segovia, y ya se conocen los resultados nefastos de sus esfuerzos por ennoblecerse y desmarcarse de sus orígenes (tan similares a los de don Diego Coronel, quien, no obstante, parece triunfar en la Corte). La primera encarnación femenina de la picaresca, Justina Díez, proviene de tierras leonesas, es decir, de la Montaña, de donde se consideraba procedía la más rancia nobleza castellana, y su libro encierra, irónicamente, un furioso ataque a las pretensiones nobiliarias. Salamanca, Sevilla, Segovia o León, en los respectivos libros picarescos, son ciudades que determinan a los protagonistas y les ofrecen una procedencia que, en buena medida, orienta el significado de sus textos.Teniendo en cuenta esos precedentes, no sería, por ende, solo producto de la moda «madrileña» la aparición de un Lazarillo de Manzanares (1620) a manos de Juan Cortés de Tolosa171, ni la de una Teresa de Manzanares casi doce años más tarde. Lázaro y Teresa en tanto pícaros madrileños poseen perfiles particulares y sus textos plantean, cada cual a su manera, sendas preguntas: ¿qué es Madrid? Y, quizás más importante, ¿qué significa ser de Madrid? En el caso específico de Teresa de Manzanares la Corte se encuentra impregnada en la pícara a través del cuidado en el vestido. Una constante del libro es la mención de trajes y accesorios que configuran un discurso de la apariencia, el cual está sumamente implicado en la identidad que se construye la protagonista. De allí surge también la necesidad de estudiar las relaciones entre la ropa y la identidad, en la senda de lo que E. Juárez Almendros (2006) ha denominado el «discurso sartorial» que se elabora en las narrativas autobiográficas auriseculares. Puesto que el sujeto autobiográfico de la época carecía de la faceta introspectiva que se identifica con la autobiografía moderna emprendida desde el romanticismo e inaugurada por Jean-Jacques Rousseau, la investigadora postula, precisamente, que ese vacío será cubierto en los textos mediante la representación de la ropa y su fundamental papel en la elaboración de la identidad que lleva a cabo el individuo como narrador de su propia vida. En numerosos textos literarios del periodo, Madrid se imagina como «madre», siguiendo una falsa pero poderosa etimología, lo cual opera

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He estudiado la impronta «madrileña» de este pícaro semiolvidado en Rodríguez Mansilla, 2008a.

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como un ejercicio de nostalgia de los orígenes o también como una distinción de calidad172. En tanto Madrid es «madre», es mujer y brinda su amparo. Esta faceta femenina de la Corte, en Teresa de Manzanares, se empata con un marcado énfasis en los orígenes maternos de la pícara y su dotes mujeriles. De esa forma, si bien la madre de Teresa proviene de Galicia, territorio que en la época es sinónimo de lo más rústico y vil, es una gallega atípica, pues, como lo resalta la protagonista desde el inicio, es aseada y hermosa, características que no casan con los estereotipos de su origen. Esta atipicidad es la que le permite sacudirse bien pronto el estigma de su extracción rural apenas llegada a la Corte, de manera similar a como la narradora abandona bien pronto el «Catuja» para referirse a su madre y la mienta «Catalina», en buen castellano, como naturalizándola en su nueva tierra. Al inicio del segundo capítulo contamos con una poderosa idea que guía las acciones de Catalina en Madrid. Su compañera en el mesón donde entra a trabajar le da varios consejos sobre cómo conducirse con los clientes, sugiriéndole que sea coqueta y servicial, mas que no se enamore seriamente de nadie, «pero que lo más importante para su estimación era el estar bien vestida». Dicha estimación se expresa un poco más adelante en ganancia económica a largo plazo, pues «eso [el verse bien vestida] fue la piedra fundamental para su medra». La Corte es, en célebre frase del propio Castillo Solórzano en Las harpías en Madrid, el «centro de las transformaciones» y la humilde gallega se esforzará en adaptarse a su nueva identidad madrileña, cifrada en una vestimenta esmerada, aunque con las limitaciones de su sueldo de moza de mesón. Se va a comprar ropa a los «bodegones de vestidos, hallando allí los que pide el gusto para adorno de sirvientes de mantellina». No son vestidos a medida, sino ya hechos, como los guisados propios del bodegón, que era por entonces el restaurante de la gente pobre. Apenas llegada a Madrid, la gallega ha de cambiar su rústico vestido y buscar prendas que le permitan adaptarse al ambiente cortesano en el que pretende superar sus ínfimos orígenes, lo cual logrará. Este detalle de adquirir prendas prefabricadas recuerda un poco al protagonista del Lazarillo que se hace de ropa de segunda mano en la última etapa de su vida, cuando ha alcanzado cierta holgura y éxito. Para Juárez Almendros, «con estas prendas Lázaro hereda las conductas instituidas,

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García Santo-Tomás, 2004, pp. 28-29.

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se fabrica su subjetividad y se integra a la comunidad»173. Algo similar podríamos decir de Catalina con sus vestidos de bodegón, en los cuales su cuerpo encaja, por cierto, perfectamente. Señala Teresa, evocando a su madre, que «con la buena cara que tenía y los vestidos tan ajustados a su cuerpo parecía que toda su vida había andado en aquel hábito, tal despejo mostraba en él». Se trasluce aquí un razonamiento determinista propio del Antiguo Régimen: el de la «buena sangre» (o también la mala) que se manifiesta exteriormente a través de la inclinación innata de cada sujeto hacia lo que se considera propio de su estrato174.A Catalina no le cuesta adaptarse al entorno de la servidumbre madrileña, el cual se considera por lo menos a un nivel superior que el campesinado gallego. El mundo de Catalina en sus primeros años en la Corte es representado en la novela con ciertos ribetes si no idílicos, sí festivos. Su escenario principal es el río Manzanares a cuyas orillas se monta prácticamente una fiesta. Catalina con el despejo en hablar, voz en cantar y donaire en el baile de la capona, era imán de las raciones lacayas y motivo de los regocijos de las riberas del cristalino Manzanares. Nunca tomó paño en sus manos para lavarle, que no le faltaba quien a costa de sus salarios le pagase la lavadura porque en tanto le diese audiencia (cap. II).

El río es el espacio de los amores ilícitos y el relajo sexual, lugar «sancionado socialmente como deshonesto», como recuerda Montauban aludiendo al nacimiento de Lázaro en el río Tormes175. En sus Donaires del Parnaso, Castillo Solórzano ya había celebrado este am-

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Juárez Almendros, 2006, p. 53. Así, por ejemplo, en El vergonzoso en palacio de Tirso de Molina, el que Mireno, un pastor, se comporte y vista como un galán noble sin verse ridículo es señal de su buena sangre: «Ruy: De tal manera te asienta / el cortesano vestido, / que me hubiera persuadido / a que eras hombre de cuenta, / a no haber visto primero / que ocultaba la belleza / de los miembros la bajeza / de aqueste traje grosero» (vv. 596-600). García Santo-Tomás recuerda, a propósito del uso de los perfumes y la negativa al agua como señales de identidad ennoblecedoras, el hecho comúnmente aceptado de que cada clase social poseía su olor particular. En una pieza de Ruiz de Alarcón alguien se pregunta: «mas decidme, en el olor / ¿a un pobre no conocéis?» (García Santo-Tomás, 2004, p. 266). 175 Montauban, 2003, p. 50. 174

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biente festivo176, el cual, a decir de Bakhtin, supone un tránsito temporal a un mundo utópico donde prima el placer177. No es casualidad que la pícara afirme que «en aquella ribera se formó Teresa de Manzanares, dándome el apellido el mismo río». He aquí la explicación a su carácter eminentemente jocoso y sobre todo dado a evadir normas. A este origen también obedecen sus virtudes de alcahueta, talento que exhibirá especialmente en los capítulos finales de la novela. Teresa se declara, y demuestra serlo, ingeniosa, con un afán de superación que en la actualidad se tipificaría de «burgués». Habiendo aprendido costura, se introduce en la confección de pelucas y en este negocio encuentra la mejor forma de superarse. Nótese cierto grado de presunción cuando habla de la forma en que salió adelante luego de estar desamparada y entrar como sirvienta en casa de las ancianas que al inicio habían sido sus maestras de labor: No era mi habilidad tan poca que en materia de labor de costura y cualquiera curiosidad no la aprendiese luego que la viese hacer.Valiome esto para salir de criada de aquellas ancianas viejas y subir a que me estimasen por compañera suya (cap.V).

Las pelucas son buscadas por mujeres viejas o enfermas que quieren aparentar lozanía y juventud. Con esto se ingresa al tópico de la belleza artificial que tanto obsesionaba a la poesía satírico-burlesca de la época, la cual veía en los afeites una expresión de la hipocresía femenina178. Confeccionando las pelucas, Teresa no solo contribuye a la vanidad de sus clientas, sino que, al favorecer su belleza, termina impulsando en última instancia su poder de seducción. De una forma discreta, la protagonista se erige en otra Celestina, que congrega mujeres a su alrededor en busca de remedio para sus males. Sin caer en la hechicería ni mucho menos en el arte de remendar virgos, Teresa es una especie de Celestina púdica: como la puta vieja salmantina, ella también ha hecho de paliar las desdichas de otros un negocio. No se vaciaba la casa de mujeres de todos estados. Unas peladas de enfermedades, otras calvas de naturaleza, otras con canas de muchos años, 176 «Describiendo al río Manzanares y lo que pasa junto a él entre fregonas y lacayos que las enamoran», Donaires, I, fols. 10v-14r. 177 Bakhtin, 1984, p. 276. 178 Arellano, 1984, pp. 51-54.

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todas venían con buenos deseos de enmendar defetos y porque se les supliesen no reparaban en cualquier dinero que se les pedía (cap.V).

A la vez que cosecha su éxito, Teresa no olvida la lección materna: hay que vestir bien siempre. Como tiene que darle las ganancias a las viejas que regentan la casa, se guarda las propinas de las clientas y con ellas «me vestí y puse lucidísima». El esmero en el vestido es de primera necesidad para ella. El negocio marcha tan bien que pronto la clientela se amplía a los hombres calvos, que también quieren cubrir su defecto. Pero el instinto de superación de la pícara la lleva a cuestionarse al poco tiempo la autoridad que ejercen sobre ella sus amas, las ancianas viudas, que se quedan con la mayor parte de sus ganancias y prefieren que ella se conforme con el statu quo de ser su criada a la vez que su generadora de dinero. Lo que busca Teresa es «usar de mi libertad sin estar sujeta a sus reprehensiones» (cap.VI), es decir, su independencia. Para obtenerla, no duda en casarse con un anciano hidalgo y rico. Con él, en un primer momento, alcanza lo que siempre ha deseado, su particular cumbre de toda buena fortuna: empieza a ser conocida como doña Teresa de Manzanedo (el trato con don es inestimable para ella), la saluda la buena gente de la Corte, va en coche y era «regalada, servida y festejada» por el marido. La pícara ha pasado a ser dama y se encuentra integrada en el tejido social de Madrid. A todo esto, Mi esposo pasaba por la transformación, que era con quien había de cumplir. Un don más en la Corte no lo pone en costa quien a tantos, puesto de improviso, ampara cada día.

Teresa da por sentado que su «transformación» goza de la tolerancia propia del ambiente cortesano madrileño y lo demuestra dando fe del reconocimiento que merece de parte de su clientela por las calles cuando sale de paseo, ya que «unos me hacían la cortesía y otros me llegaban a hablar, dándome la norabuena de mi empleo» (cap.VI). Pero esta luna de miel tanto con su marido como con el público dura poco tiempo, dado que el viejo se muestra sumamente celoso, por lo que se ha percibido en este episodio el influjo de El celoso extremeño cervantino179.

179

Dunn, 1952, p. 40.

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Pero en el tratamiento que tiene el tema en manos de Castillo Solórzano el final no es trágico, sino que se ajusta a las licencias que el espacio de la Corte brinda y auspicia. Impera la visión de la protagonista, quien prácticamente plantea su infidelidad como producto del acoso excesivo de su marido. Muerto el anciano de pura melancolía tras el chasco que le hace pasar Sarabia,Teresa queda viuda y todavía muy joven. Entonces se va a servir como dueña a casa de una condesa. Este empleo supone cambiar también su estatus social. Por ello debe vender su ropa (ya que el traje de la viuda es austero), aunque conserva lo esencial, y carga con un pequeño ajuar, que incluye hasta un mueble. El periodo que pasa Teresa en casa de la condesa, cubierto en el capítulo VII, es el más «cortesano» de la novela, en la medida en que la protagonista se inserta en un espacio donde debe poner en práctica habilidades que no necesariamente conoce. Hasta entonces se había ganado la vida mediante su negocio de pelucas, ahora debe salir adelante en una casa noble, donde priman otros bienes, no necesariamente monetarios. Desde el inicio, la protagonista se esfuerza por ganarse al resto de los criados de la casa, sabiendo que su relación con la condesa es mucho más cercana, ya que esta aclara que desea tenerla «como a hija, no como a criada». Pese a que se porta con liberalidad o «caballerosamente», según sus propias palabras, y modestia, para que no se creyera que tenía ínfulas o que era pretenciosa, sufre desprecio constante de las dos dueñas principales, quienes «nunca me quisieron dar la investidura de doña Teresa, sino solo me llamaban la privada o la moñera, como trataba de componer el pelo de la condesa y sus hijas». Mientras el primer nombre alude a su condición de favorita, que le debía generar envidias, el segundo refiere despectivamente su trabajo, enfatizando su manualidad y carácter plebeyo. Ambas denominaciones son negativas y la deshonran. En este episodio, Teresa revive un tópico que en la novela picaresca, a partir del Guzmán y hasta el Estebanillo, puede llamarse el «desengaño cortesano»: el pícaro alcanza una posición privilegiada en la casa de un noble y, luego, por una mezcla de mala fortuna y de envidia, se ve defenestrado, expulsado de la «minicorte» que rodea a su amo, lo cual le da pie a criticar los vicios inherentes al trato palaciego. Teresa no pontifica al respecto, pero sí demuestra estar decepcionada de este mundillo donde nunca la respetaron y donde le espetaban su origen vil. Así lo expresa su enemiga, la anciana dueña Berenguela:

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Vaya la moñera con Dios a hacer moños y déjenos aquí, que con pagárselos en su casa podía mi señora excusar el traerla a la suya a hacerla igual con tantas principales criadas que tiene (cap.VII).

«Moñera», trabajo manual, no se equipara con ser «dueña», labor de mujeres honradas e hidalgas, pobres, pero de buena sangre. A ello Teresa contesta aludiendo a la miseria de la dueña, que confundía ahorro con tacañería y prefería remendar prendas antes que comprar otras180. Los roles se han invertido: ocurre que la plebeya es la que posee dinero y lo luce, siendo generosa con el resto de las criadas (a quienes daba su comida y obsequiaba cuanto podía), y, en cambio, la dueña, que se jacta de su superioridad en la pirámide estamental, sufre pobreza y la sobrelleva pretendiendo dignidad. Esta expulsión de la casa de la condesa implica para Teresa volver a su trabajo con las viejas y a su clientela de siempre. No obstante, al poco tiempo, decide marcharse de Madrid e ir a Andalucía, a la búsqueda de nuevos mercados. Tras haber fracasado en su intento de ascender por la vía del servicio a los nobles, Teresa se propone seguir en el medio que mejor conoce, el del comercio. Hasta este punto de su historia, la protagonista no ha vivido à la picaresca tal como se concibe convencionalmente: no ha robado, no ha estafado, no ha usurpado identidad alguna, apenas ha sido testigo de algunas chanzas que se plasmaban en poemas y su mayor aventura ha sido la infidelidad a su difunto marido, el hidalgo anciano y rico. Por el momento, Teresa ha destacado más como una negociante, que en todo caso se divierte «cortesanamente» mediante los poemas y las alusiones burlonas a personajes tópicos de la sátira (desde el corcovado hasta la dueña miserable). Tras el trance del robo en Sierra Morena y el encuentro con el ermitaño, con la posterior narración de este, en el capítulo X,Teresa se encuentra nuevamente de vuelta en lo suyo. Durante el periplo andaluz, no hay en la narración interés alguno en describir las ciudades en las que ocurren los hechos, es decir, Córdoba (caps. XI y XII), Málaga (caps. XIII y XIIII), Granada (cap. XV), Sevilla (caps. XVI y XVII). Es una diferencia bastante evidente 180 Dice Teresa que la vieja Berenguela es «la primera mujer a quien vi aderezar la rotura de una zapatilla con un remiendo de cadeneta gastando más en hilo y tiempo que pudiera con un zapatero». Recuérdese que, según los prejuicios de la época, era más digno el vestido roto que el remendado.

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frente a la manera en que se describen las acciones en Madrid, donde se mencionan lugares o calles que, fuera del discurso narrativo, le resultarían sumamente familiares a Castillo Solórzano. Al menos en el caso de las tres primeras ciudades andaluzas referidas, podría decirse que igual los hechos podrían ocurrir en otras sin mayor modificación en el argumento. De Sevilla, en cambio, sí se citan lugares concretos (la Casa de Contratación o la Calle de Francos), así como también se resalta su densidad tanto demográfica como espacial.Teresa, tras su periodo de comedianta, puede hacerse pasar por dama en Sevilla sin que, al menos al inicio, nadie lo note, ya que «tales cosas encubre un gran lugar como Sevilla» (cap. XVI). Pero antes de llegar a Sevilla o de entrar a una compañía teatral, Teresa tiene una experiencia extraordinaria que pudo marcar el fin de sus aventuras.Tras burlar al capón a pedido de don Jerónimo de Godoy, se tiene que marchar de Córdoba y llega a Málaga con la idea de hacerse pasar por la hija de la mujer que fue el gran amor del ermitaño, la cual había sido hecho cautiva siendo niña y ahora debía tener, más o menos la misma edad de Teresa. El embuste funciona y la pícara, tal como durante sus primeros meses como casada, se siente cómoda en el estado que alcanza, el de dama, hija de un capitán. Nuevamente se resalta la vestimenta como marca de distinción y de su nueva jerarquía social. Apenas la reconoce como su hija, el anciano militar mandó que se compraran vestidos costosísimos de casa de los mercaderes y que se hiciesen con brevedad. Presto me vi con otro hábito y tan bizarra, que me daban todos el primer lugar de hermosa en la ciudad, con no poca envidia de las damas (cap. XIIII).

Sin embargo, su posición privilegiada propia de cuento de hadas se cancela cuando aparece la verdadera hija venida de Argel. El capitán le exige explicaciones a Teresa y ella, si bien miente nuevamente sobre sus orígenes (ya que igual que con su primer marido, sostiene que es de extracción montañesa, o sea, hidalga), hace una defensa de la posibilidad de ascender o «valer más». Pero por encima de esta idea, se menciona una mucho más pragmática. Según Teresa su treta iba enderezada más a hacerme de buena sangre con ser hija vuestra que a las comodidades de la hacienda, porque, aunque vago por el mundo,

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puedo asegurar que he guardado siempre los preceptos de la buena enseñanza y educación que tuve, quedando huérfana de mis padres, en casa de virtuosas mujeres vecinas suyas. Soy de Madrid, hija de un hidalgo de la Montaña, hasta ahora me he sustentado del trabajo de mis manos, por estar sin cuidado de buscar hoy lo que tengo de comer mañana quise de una vez verme en la alteza de ser vuestra hija (cap. XIIII).

En este parlamento, la pícara deja en claro que lo que necesita ante todo es adquirir «buena sangre», no hacienda ni dinero, dado que eso se lo puede proveer ella misma, como lo ha hecho hasta entonces. El declarar su origen madrileño debía también abogar por ella, aunado a su ficticia ascendencia hidalga; el ser de Madrid posee valor intrínseco, ya que de lo contrario hubiera bastado con esgrimir el origen leonés o asturiano. Apelando a estos argumentos y gracias también a la indulgencia del viejo capitán, logra salvar la piel y emprender una retirada discreta. Ya en Granada, Teresa se reencuentra con su galán de antaño, Sarabia, ahora convertido en actor de teatro. Ella se une a la compañía de cómicos y se casa con él. En su paso por el mundo teatral, hay que subrayar el hecho de que Teresa alcanza otra vez su eterna aspiración a los vestidos lujosos, por contar con un noble aficionado que se encarga de su esmerado ajuar. En todo caso, a su pesar, Teresa ejerce un simulacro de nobleza, despojándose de la misma cada vez que baja del escenario. Adquiere múltiples identidades según la obra, ya que, como se lo relata al caballero que la patrocina, la comedia puede exigir tantos vestidos como personajes se representen en ella: «En la primera jornada de labradora, la segunda de hombre y la tercera de dama» (cap. XV). El ejercicio de las artes escénicas en este periodo es un preludio para sus próximas aventuras. Primeramente, tras la muerte de Sarabia, Teresa se retira de las tablas y se queda en Sevilla, bajo la condición de viuda, aunque joven y todavía en edad de casarse. Consigue matrimonio pronto, con un viejo perulero. Se repite otra vez el cuento de hadas. Tal como al inicio de su primer matrimonio y bajo el disfraz de la hija del capitán, Teresa vuelve a ascender y se siente felizmente instalada, participando en fiestas y paseando en coche, gran ostentación para ella. Nuevamente, también, el marido sufre de celos y, casi como un reflejo de su primer esposo, morirá de melancolía, al pensar que ha matado, en un arranque de violencia, a su propia her-

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mana por haberla encontrado en una situación comprometedora.Viuda por tercera vez, Teresa no logra conseguir un cuarto marido rico y noble en Sevilla, pues acaba siendo reconocida por un antiguo compañero de la comedia, por lo que es echada del círculo de la «buena gente» de la ciudad. A estas alturas, considerando sus metas, la pícara sabe bien que el dinero no da la felicidad. Así, afirma que tras conseguir casa en Sevilla traslada a ella «todos mis muebles, que no eran pocos, y así mismo mi dinero, que eso era lo que me consolaba en mis trabajos» (cap. XVII). Por lo visto, la acumulación de la riqueza, que en su caso es considerable, no le basta. Con su experiencia sevillana,Teresa decide abandonar el sur y vuelve a Castilla. Recala en la imperial Toledo, ciudad de rancia nobleza181. Allí monta Teresa una farsa de gran aparato, con vestidos, casa y modales refinados. Entonces ya no trabaja, puesto que, después del episodio de Málaga, deja el negocio de las pelucas, empleando eso sí el capital acumulado en este. Como dama de equívoca conducta, saca a relucir las dotes celestinescas más puras: descaradamente «vende» a su hermana menor, que en realidad es una de las esclavas que ha adquirido para la ocasión. Para que la operación funcione no duda en servirse de sus dotes actorales y de dirección, bien aprendidas dentro de la compañía donde laboró. Así, declara: «Ensayeles los papeles que habían de hacer las dos esclavas y el escudero, con que me pude prometer una razonable conquista» (cap. XVIII). El episodio, que exhibe un montaje complejo, tiene reminiscencias de una novela corta de Salas Barbadillo, como se verá en el siguiente apartado. Una vez que las víctimas descubren el engaño de Teresa, esta tiene que huir a Madrid con sus sirvientes. Dice la protagonista que tras tanto tiempo, finalmente, «volvime a mi centro». En la Corte trata de repetir el mismo montaje que en Toledo: instala su casa, se pasea intentando llamar la atención de los galanes sobre su supuesta hermana y sobre ella misma. Pero esta vez será burlada por sus anteriores víctimas, que se vengan de ella provocando que su esclava le robe.

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Considérese nada más el tratamiento que merece en La hija de Celestina el rijoso caballero don Sancho y otros miembros de la sociedad toledana en su conjunto, quienes son eximidos de cualquier culpa frente a la perversa Elena. Por ello, no creo que sea mera coincidencia que sean justamente los caballeros toledanos los que sancionen a Teresa y la hagan volver a Madrid.

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Al empezar este capítulo final, el XIX, Teresa identifica a Madrid como su propia madre y no queda la menor duda, observando su vida, de su identificación plena con la Corte: en Madrid nace y se cría, y a Madrid regresa en la última etapa de su vida, como reproduciendo un regressus ad uterum. Según ella misma declara, a su retorno luego de algunos años, la ciudad «recibiome como madre, y yo, como hija suya, alegreme en ver sus costosos edificios, sus nuevas fábricas, ocasión para aumentar cada día más vecindad a costa de las ciudades y villas de España». Recordemos que Madrid era definida, ya desde el primer capítulo, como «aquella insigne villa, madre de tantas naciones». Por ello afirmábamos que la identidad madrileña de Teresa podía indagarse partiendo de cómo se representa Madrid en el texto. Sintetizando: en Teresa de Manzanares puede observarse una representación de Madrid que incide en una sensibilidad de tipo suntuario, expresada en el buen vestir y la acumulación de objetos o muebles. Incluso ahora a su regreso, Teresa ha venido «con todo mi carruaje y familia», como una matriarca. Estos valores practicados en la Corte son los que asimila Teresa y los que la impulsan, bien visto, a lo largo de sus peripecias. El trabajo más rentable y en el cual es experta es la confección de pelucas, moda madrileña que lleva a ciudades andaluzas, recordando siempre que el comercio es para Teresa otro medio más para sus planes, antes que un fin en sí mismo. Su vocación itinerante durante buena parte de la obra se comprende también a raíz de su origen madr ileño, como lo observa Soons: «She [Teresa] is the embodiment of restlessness, as was Madrid also its very image, and she achieves no repose»182. Madrid como «madre de tantas naciones» es también «madre», al menos putativa, de Teresa y es comprensible por eso mismo que la pícara regrese a su patria al final de la obra y que experimente la burla de su esclava y pupila. Cabe indicar un interesante reflejo de la historia familiar de Teresa de Manzanares aquí: Emerenciana escapa con el dinero de Teresa tal como su madre la gallega Catalina escapó con el dinero de su tía (y así como también el licenciado Cebadilla huye con el dinero de la propia Catalina). Como se ve, la historia se repite y Madrid sigue siendo aquel «piélago de gentes, abismo de novedad, mar de peligrosas sirtes y, finalmente, hospicio de todas nacio-

182

Soons, 1978, p. 52.

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nes» (cap. XIX), en el cual se puede naufragar con facilidad: siempre hay alguien, más joven o más astuto dispuesto a engañar y huir con el botín. Emerenciana, aunque sin la habilidad de Teresa, ha tomado la posta de esta última así como ella la tomó de su madre Catalina. Humillada en Madrid, en su propia patria, la protagonista se tiene que marchar a Alcalá de Henares, adonde se traslada, otra vez, con «todo el menaje de mi casa» y con sus ahorros, que no son pocos. La ambición de un mercader, primo del esposo de su amiga Teodora, hace que acabe por casarse por cuarta y última vez. En esta ocasión, la boda para Teresa equivale a una puesta bajo control.Ya está quieta, establecida y sin posibilidades de ejercer sus embustes o atentar contra el orden social. Si bien no recibe una sanción tan grave como la que suelen merecer otros pícaros, la suya es particularmente dolorosa para ella. Su marido mercader es «el hombre más civil y miserable que crió la naturaleza», lo cual la condena a reprimir su sensibilidad suntuaria madrileña y es todo lo contrario de lo que se espera de un caballero. El final de Teresa la sitúa en las antípodas de sus ensueños cortesanos183. Una ampliación de La niña de los embustes de Salas Barbadillo184 El mismo año de la publicación de la segunda parte de Don Quijote salió también de las prensas de Juan de la Cuesta el volumen Corrección de vicios, en que Boca de todas verdades toma las armas contra la malicia de los vicios y descubre los caminos que guían a la virtud por Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo. Se trata de una colección de novelas cortas, tanto en prosa como en verso, que se insertan en razón de algún vicio o acto censurable del que «Boca de todas verdades», un sujeto enajenado, y su círculo son testigos en la ciudad de Tudela, aunque sus narraciones se remiten siempre a otras ciudades. Las novelas de Boca tienen como núcleo la burla, el engaño ingenioso, a menudo como 183 Si bien este castigo no aparenta ser tan grave, en comparación con los que merecen los pícaros. Así, para Welles, «our “heroines” [las pícaras] escape the picaresque fate of an exemplary castigation» (1986, p. 67). Existe discrepancia entre la crítica en torno a si el desenlace de la obra es positivo o negativo para Teresa (hay un buen resumen de las opiniones encontradas en Arredondo, 1993, p. 28). 184 Este apartado sintetiza los hallazgos presentados en Rodríguez Mansilla, 2009.

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justo castigo para la víctima por alguna tacha moral recusada. La burla ha de ser pública, para que se cumpla su finalidad aleccionadora. En Corrección de vicios se encuentran dos novelas, íntimamente vinculadas, de tema celestinesco: El escarmiento del viejo verde y La niña de los embustes. En estas narraciones breves aparecen la vieja Emerenciana (émula de Celestina, como veremos) y su aprovechada pupila Teresa. El escarmiento del viejo verde, como lo indica su título, trata de la burla sufrida por un añejo caballero granadino que marcha a la Corte para participar en las fiestas por el nacimiento de Felipe IV (lo cual ubica la acción en Valladolid, hacia 1605). Allí el destino le depara conocer a la vieja Emerenciana, natural de Alcalá, buen sujeto para gastar cada día dos o cuatro horas de conversación, si fuese menester, con aquellos ángeles a quien echó a rodar su soberbia; mujer acreditada con los trabajos de prisiones largas y destierros no cortos, y aun tal vez si había paseado, sacando sus espaldas en público y dando que mirar a los doctores y bachilleres de la universidad, en que, gracias a Dios, que sabe acudir en las necesidades, mostró tan buen ánimo y corazón que muchas de su arte la envidiaban y daban mil alabanzas al cielo, que la hizo mujer para tanto185.

La referencias a Alcalá, al entorno universitario de la ciudad, al castigo público y al «arte» en el que destaca Emerenciana advierten al lector de sus dotes de Celestina, tan usuales por entonces en las ciudades universitarias de Alcalá y Salamanca. Precisamente, Márquez Villanueva recuerda, a raíz de otra recreación celestinesca como lo es La tía fingida, que «el modismo ir a Alcalá, segunda ciudad universitaria española, se utilizó con el sentido de “haber aprendido las artes de la prostitución y la tercería”»186. Para tenderle la trampa al viejo rijoso don Francisco, Emerenciana se vale de la joven Teresa, descrita con rasgos que resultan familiares. La muchacha sale de las labores domésticas y pretende hacerse pasar, bajo el auspicio de una alcahueta, por inocente doncella:

185

Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 106. Márquez Villanueva, 1995, p. 172. Por otro lado, en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Fernández de Avellaneda, la vieja Bárbara, compañera de aventuras de los apócrifos don Quijote y Sancho, es alcalaína y, si bien tiene por 186

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Llevó [Emerenciana] en su compañía una mozuela de muy buena cara, a quien unos días antes, sacándola de entre los asadores y pasándola al estrado, prohijó y adoptó por hija, vistiéndola de un traje honesto y de muy poca costa, pero tan lucido, y aseado, limpio y puntual que contentara los ojos de otro que fuera menos codicioso de semejantes joyas que D. Francisco187.

El siguiente paso es mantenerse recluidas y salir muy poco, para llamar más la atención y la curiosidad de los galanes (recurso que también se emplea en La tía fingida), «aunque de cuando en cuando, de paso, sacaba algo de la cabeza Teresica (que así decía la niña llamarse), para que de esta suerte se viese lo mucho bueno que se sepultaba aquel humilde rincón»188. Don Francisco buscará acceder a la casa, y por ende así a la niña Teresica, con la excusa de «darles a hacer un poco de labor blanca para su persona»189. En los códigos celestinescos, el oficio de la costura (la «labor») es fachada de las actividades propias de la alcahueta, cuyas «artes» tan alabadas en Alcalá, no podían ser otras que las de remendar virgos y propiciar encuentros sexuales. Como refiere Carmen Hsu, there are many prostitutes among spinners, embroiderers, seamstresses, and servingmaids and often in the literature of the time women of theses professions are used as synonyms of prostitutes190.

Pero el viejo es ingenuo y confiado, ya que juzgó que aquella gente era sencilla y llana, y que la permisión de la puerta franca, que se le concedía, estribaba en la confianza que se hacía fachada el vender mondongo a los estudiantes, «se decía por Alcalá sabía bravamente revender doncellas destrozadas por enteras mejor que Celestina» (p. 324). 187 Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 107. 188 Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 107. 189 Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 107. 190 Hsu, 2002, p. 77. En su Diálogo de mujeres, Cristóbal de Castillejo incluye «costurera» dentro de la nómina de términos para designar prostitutas: «Son llamadas / mujeres enamoradas, / hembras del mundo profanas, / damas también cortesanas, / y otras menos estimadas, / cantoneras, / con reverencia, y rameras, / etcétera de esta vez / y algunas de este jaez / con nombre de costureras / y otras tales / personas interesales / que fuera de los estados / arriba conmemorados, / son causa de muchos males» (vv. 2465-2479).

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de sus años ancianos. Creyó que con industria y sagacidad haría su negocio y pareciole que fácilmente las engañaría191.

Otra vez se plantea el juego barroco del burlador burlado. De hecho, como lo ha estudiado Mary Gossy, la actividad de la costura, aquel «urdir» y «tramar», que practican Emerenciana y su «hija» Teresa se presta a ser leída como una metáfora de su potencial diegético, silenciado por la voz masculina que usualmente es la que ostenta la autoridad narrativa en los textos donde son las mujeres, ora alcahuetas o prostitutas, quienes provocan y desencadenan el relato. En este aspecto, la novela recoge la lección de La Celestina. En palabras de Gossy: In Tragicomedia [es decir, La Celestina], the act of stitching both advances the story (bringing together, rending, mending; going-between, opening, closing) and acts to untell it […]. Hymen mending keeps the untold story untold, maintaining it in ambiguity and ambivalence192.

Aplicando lo dicho al caso del Escarmiento del viejo verde, la costura cumple una función similar, ya que es la que hace que historia se desarrolle: la costura sustenta las frecuentes visitas de don Francisco, así como sus regalos, con lo que el relato avanza hacia la consecución de su deseo, pero al mismo tiempo refrena sus actos, ya que parecíale todo el trato de estas señoras, que con este respeto las nombraban los vecinos, hidalguísimo, y mucho más enamoró su bondad cuando no quisieron recibir dineros de mucha labor blanca que le hicieron193.

La costura y el no recibir dinero abonan la reputación de tales mujeres. La ambivalencia, asimismo, se hace patente quizás en la postura del narrador, quien tolera la liviandad y escasa moral de Emerenciana, así como la astucia de Teresica, en aras del «escarmiento» que da título a su novela. Como en La Celestina, la fachada de la costura encierra una «historia no contada», lo que las mujeres no pueden escribir y que queda bajo dominio del narrador masculino de sus historias. En un interlu-

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Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 108. Gossy, 1989, p. 46. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 108.

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dio de El escarmiento del viejo verde se encuentra una escena en la que don Francisco prefiere mantenerse oculto (en acto propio de un voyeur, conducta común a muchos galanes en las novelas cortas) para no interrumpir el canto de Teresica, que interpreta unas seguidillas sobre el comercio sexual imperante en la Corte vallisoletana. Algunos versos aluden directamente a la situación que plantea la novela: Las doncellas de hogaño son como huevos, que por frescas se venden y hay pollos dentro. Judas son con las niñas las alcahuetas: danles paz en el rostro para venderlas194.

Estas advertencias son pasadas totalmente por alto por el viejo, que no hará otra cosa que elogiar la voz de la muchacha, sin preocuparse en el significado de los mencionados versos. Es precisamente tras este acto infructuoso de comunicar la «historia no contada» cuando Emerenciana le cuenta a don Francisco la falsa historia de su hijo necesitado de dinero y le ofrece la virginidad de Teresica por los dos mil ducados que requiere enviar a su vástago en apuros. El caballero granadino entrega sin dudar la suma. Emerenciana sale de la casa y, con heridas que se provoca ella misma, pide auxilio a los otros caballeros enamorados de Teresica, contándoles que don Francisco intenta en esos instantes violar a la muchacha. Esta última no se queda atrás en talento histriónico, porque cuando escucha el alboroto en la calle, grita que el viejo, en efecto, la quiere ultrajar. Ante tamaño escándalo, don Francisco tiene que negociar con Emerenciana y pagar también al alguacil y al escribano para que la causa se diluya y no ir a prisión. Afrentado, tiene que irse a Granada y alumbrado de la razón, reconoció que aquel aviso bajaba del cielo y comenzando a ser discípulo de la escuela de la edad, tomó tan vivo escarmiento en tan peregrino suceso, que de allí adelante fue honestísimo y cuerdo casado195. 194 195

Salas Barbadillo, Corrección de vicios, pp. 110-111. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, pp. 117-118.

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La estafa y la consecuente burla pública al viejo en realidad se extienden al resto de la ciudad, ya que la virtud de Teresica se fortalece ante los ojos de la gente, pues muchas de las vecinas que se habían juntado [tras los gritos de Teresa] decían a voces que se pondrían en un fuego antes que creer que la niña no fuese de su condición la más honesta y honradita de la corte196.

El final de El escarmiento del viejo verde nada dice sobre lo que ocurrió con Emerenciana o Teresica, ni mucho menos moraliza sobre su licencioso comportamiento. La «historia no contada» en torno a ambos personajes se retoma en la novela La niña de los embustes, en la cual Teresa posee todo el protagonismo tras la muerte de su «madre» Emerenciana. La niña de los embustes es generada como parte de una crítica a los afeites femeninos, los cuales son percibidos como un engaño hacia los hombres. Pero esto no quita que la presentación de Teresa sea grandilocuente y que el relato se anuncie como una aventura más de un personaje familiar y hasta estimado por el público: Vosotros, los que con curiosa atención leísteis la novela triste del Escarmiento del viejo verde, ya que allí os mostró la astuta Emerenciana el caudal de su ingenio, oíd y veréis ceñida en corto papel y breves renglones la habilidad de su discípula Teresica, que si la igualó o excedió, hablen sus mismas obras y sed los jueces197.

El escenario no puede ser más apropiado: Salamanca. Esta ciudad, foco académico con una tradición prostibularia conocida198, junto con Alcalá y la Corte (en los años de la acción del Escarmiento trasladada a Valladolid), resulta un espacio fértil para la cortesana o prostituta de altos vuelos. La primera víctima de Teresa es don Fadrique, «un caballero, hijo de uno de los mayores destos reinos»199, el cual prendado 196

Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 117. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 253. 198 En Márquez Villanueva, 1995, pp. 157-189, se aporta al respecto suficiente información, la cual que puede sintetizarse en el refrán «A Salamanca, putas; que ha venido San Lucas», pues ese día del santoral señalaba el inicio de las clases en el claustro salmantino. 199 Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 256. 197

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de sus encantos la llena de joyas. Acto seguido, Teresa lo cita una noche para venir a su casa. El galán, sintiéndose favorecido, hace público su próximo encuentro con la muchacha, que todavía no pasa de los dieciséis años, «gozándose más en los celos que daba al tercero que lo escuchaba con envidia que en la posesión que alcanzaba»200. Este gesto del caballero puede ser el que da pie a la burla que ejecuta Teresa, quien requiere conservar la buena opinión para ser así más deseada, tener más pretendientes y vivir a expensas de ellos. Teresa posee una casa con dos puertas, un tipo de vivienda algo peligrosa, según el refranero: «Casa con dos puertas, mala es de guardar» (de donde Calderón extrae el título de una comedia de enredo), «Casa con dos puertas, no la guardan todas dueñas», o «Todo lo haré, mas casa con dos puertas no la goardaré»201. Esta casa se presta a todo tipo de enredos y trampas, de allí que haya sido también explotada en los corrales de comedias. Y así la aprovecha Teresa: don Fadrique entra por la puerta falsa y se encuentra con un velorio montado frente a sus ojos, que lo deja espantado; luego, por ruegos de su dama, intenta acceder por la puerta principal y vuelve a toparse con los objetos del velorio, traslados rápidamente por Teresa y sus criadas hacia esa parte. Es probable que este infructuoso intento de ingresar por las puertas (cuyos umbrales nunca logra atravesar) se refiera simbólicamente a la imposibilidad de poseer a Teresa aprovechando la dilogía erótica, bien conocida en el Siglo de Oro, de la palabra puerta. Así, por ejemplo, en La tía fingida (que tantos puntos de contacto posee con la saga de la Teresa de Salas) se le dice al estudiante que desea a los favores de la joven Esperanza que «no habría puerta de su señora cerrada»202. Tras la burla, don Fadrique, que ha interpretado la aparición del difunto como una advertencia a su lascivia, se marcha de Salamanca «a un lugar de su padre, pequeño en vecindad, y apacible, por la ribera hermosa de un río, que le hacía suave compañía»203 para dedi-

200

Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 258. Correas, núms. 4593, 4594 y 22477. 202 Cervantes, La tía fingida (manuscrito Porras), NE, III, p. 358. Súmese a esta referencia, otra que ofrece el poema número 133 de la Poesía erótica del Siglo de Oro (con la metáfora también tópica del tres para referirse a los genitales masculinos): «Si la puerta es chiquita y los tres no caben, / entre el uno dentro y los dos aguarden» (vv. 3-4). 203 Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 261. 201

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carse a una vida cristiana y contemplativa, aprovechando la atmósfera pastoril, aurea mediocritas, bien lejos ya de las tentaciones salmantinas. ¿Cuál es el objetivo de los embustes que maquina Teresa? Su satisfacción no se encuentra tanto en las riquezas que obtiene de los hombres que seduce, sino en su capacidad de vencerlos, de someterlos y demostrar que no son tan ingeniosos ni tan excelentes como pretenden. Como señala el narrador: No es su fin [de Teresa] desnudar a los bien vestidos y más en tiempo que ella tiene tanta y tan buena ropa, sino burlar a los sutiles y bien entendidos, poner debajo de sus pies a los que el mundo reverencia por sabios, ser el cuchillo de los altivos ingenios, azote y fuego de los que pregonan lindezas, dando mano, hilando los bigotes, componiendo a sus tiempos el copete, para un hombre infame y vergonzoso cuidado204.

A continuación, Teresa elige a su siguiente víctima: un lindo o Narciso, hombre presumido y galante que «pretendía, no cátedras, sino damas»205. Este, igual que don Fadrique, es citado por la niña Teresa para que venga una noche a su casa y se lo comenta a todos sus compañeros, ganándose mucho más su antipatía. El lindo entra a una habitación a oscuras y cree estar gozando a Teresa. En paralelo, don García, el hijo del corregidor, otro enamorado de la niña, recibe un anónimo en el que se le habla de lo que estaría pasando en casa de Teresa. La treta forma parte del plan de la heroína para burlar a sus dos galanes. El hijo del corregidor llega con sus hombres esperando encontrarla en falta, pero se da con el chasco de que Teresa está sola en su dormitorio. Si bien ella finge no saber qué ocurre, luego de que se le informa sobre el anónimo (que ella misma había mandado secretamente) ruega a don García que revise a fondo la casa. Entonces en una de las habitaciones hallan al lindo con una esclava negra en la cama, para gran sorpresa y vergüenza del amante, que escapa y le escribe más tarde un papel a Teresa pidiéndole explicaciones206. La niña

204

Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 263. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 264. 206 La treta del cambio del amante en la oscuridad, que con algún retoque ejecuta Castillo Solórzano en una de las novelas intercaladas de La garduña de Sevilla, configura un motivo clásico en la novelística europea, la «burla de la cama», tal como lo señala A. L. Martín, 2006, p. 66. 205

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acusa a sus criadas y sobre todo al hecho de que el galán había publicado el favor que recibía, ganándose la envidia y la denuncia posterior ante el hijo del corregidor. El escándalo se hace público bien pronto y al caballero Narciso le cuesta su salida del colegio universitario donde vivía; no le queda otra opción que volverse a su tierra, Sevilla, para después marchar a las Indias. Todo le sale bien a Teresa: mantiene su reputación ante el público en general e inclusive ante las autoridades, conque todos los aficionados de su buen talle tomaban la mano en su favor y defendían una opinión con mucha veras, que era decir que de allí [de la burla del Narciso y don García] se infería que, como aquel había sido testimonio, siendo las culpadas sus criadas, que todas las cosas que della se contaban no eran verdad, sino falsas y llenas de engaño y mentira207.

Mantener este juego de apariencias es lo que le permitirá a Teresa casarse con el hijo de un mercader, «a pesar de todo su linaje»208, pero también porque la sangre del novio se prestaba a sospechas.Y por el linaje, finalmente, sabemos que la historia de Teresa no puede acabar bien. Por justicia poética el esposo de Teresa morirá pasado un mes de la boda y al mes siguiente de su fallecimiento una criada le robará a la niña todas sus joyas y sus vestidos, además de que revelará todas las hazañas de su ama. Solo entonces Teresa empieza a ser llamada niña de los embustes, perdiendo la fama de virtuosa en que había sustentado su modus operandi con los hombres de los que se aprovechaba. El narrador, no satisfecho con la brevedad de su relato, promete proseguir con las aventuras de su heroína: Después de acá tengo nuevas de persona que sé que no me engaña, que pasó a Valencia, donde, como se llevó allí su buen ingenio, porque no se embote la habilidad y cuando sea necesaria no se halle de provecho, ha hecho y hace de las suyas. Tiempo tendremos y pluma más bien cortada con que referirlas a los amigos de buen gusto que saben celebrarlas209.

207 208 209

Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 273. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 274. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 275.

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Se trata de un final abierto, radicalmente distinto al del resto de las novelas que integran Corrección de vicios. Se observa en el narrador de Salas Barbadillo la fascinación por el personaje de Teresa como para dedicarle dos novelas breves que bien hubieran podido configurar los dos primeros capítulos de una narración extensa o libro autónomo de sus aventuras. Esta evidente fascinación por la mujer harpía, seductora y peligrosa, vuelta objeto de la fantasía masculina, podía ser común a todos los lectores de la época y explica en buena medida el auge de este tipo de personaje femenino. La Teresa que propone Salas Barbadillo se muestra todavía dependiente de sus orígenes celestinescos propios de la «literatura universitaria» (como la define Márquez Villanueva) a la manera de La tía fingida. Por otro lado, Salas le otorga el afán de someter a los hombres, de demostrarles que no son más ingeniosos que ella. Además, las burlas contenidas en El escarmiento del viejo verde y en La niña de los embustes se sustentan en frustrar el deseo sexual de los galanes, que nunca llegan a tocarla. En verdad, la «historia no contada» de Teresa en ambas novelas es el gran misterio en torno a su virginidad. El personaje explota esa ambigüedad y encuentra en esta misma el pivote de sus peripecias con los hombres. El narrador, mañosamente, guarda silencio sobre «las trazas, invenciones y rodeos de mi señora doña Teresa»210 que difunde su criada por toda la ciudad, dejando al lector con la misma perplejidad y vivo interés al respecto que poseían hasta entonces los personajes masculinos de las dos novelas; factor que explica también su incapacidad para guardar en secreto el favor que iban a obtener de la niña. Esta Teresa huida de Salamanca, viuda y todavía joven, ofrecía muchas posibilidades novelísticas, aunque ya no a manos de Salas Barbadillo. Quien aprovechará el personaje y explotará sus posibilidades narrativas hasta sus últimas consecuencias es Castillo Solórzano, el cual introduce además como elemento nuevo el origen madrileño del personaje en La niña de los embustes,Teresa de Manzanares. Los títulos bimembres no son extraños en la literatura aurisecular, pero se convertían en unimembres bien pronto. El título completo de la obra que llamamos simplemente Guzmán de Alfarache incluía la definición atalaya de la vida humana, la cual nos propone en pocas palabras una pista de lectura para todo el libro; inclusive, con malestar

210

Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 274.

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expreso de Mateo Alemán, su Guzmán acabó siendo conocido por el vulgo de su tiempo como el Libro del pícaro. Tal vez por su limitada difusión a través de los siglos, la novela de Castillo Solórzano ha conservado hasta la actualidad su título bimembre, que lo pone en diálogo evidente con la novela y el personaje pergeñados por Salas Barbadillo. El primer rasgo singular de esta Teresa nacida en la Corte es que ella misma se encarga de narrar su historia: el lector se halla ante una seudoautobiografía en la estela de las novelas picarescas convencionales, aunque con una protagonista mujer. El autor reconoce la peculiaridad de este proceder para el público, por lo que introduce el texto preliminar titulado «La niña de los embustes» que justifica la narración en primera persona y a su vez quiere acreditar también el título de la obra, quizás en razón de ser un título postizo o no original: Sus pueriles travesuras la dieron nombre de la niña de los embustes, título que honra este libro, prosiguiendo con ellos por todo el discurso de su vida, como ella misma hace relación al lector.

Niña de los embustes es un título que el libro debe honrar o al menos intentar reflejar dignamente, con una protagonista a la altura de las circunstancias, puesto que se está relanzando un personaje y un mote que ya cuentan con cierta fama entre la audiencia. Ahora bien, ¿qué rasgos de Teresa mantiene Castillo Solórzano? Hija de gallega y francés, lo que asegura un linaje deshonroso, su madre la lleva a casa de unas hermanas viudas para que allí aprenda a hacer labores de costura. En esta suerte de escuela para niñas laboriosas Teresa destaca por su inquieta conducta: Era yo tan inquieta con las demás muchachas, que siempre las estaba haciendo burlas, haciéndolas creer cuanto quería, que eran notables disparates, todos con orden a salir con mis burlas, con lo cual granjeé el nombre de la niña de los embustes, que dilaté después porque no se borrase mi fama (cap. III).

Al poco tiempo, cuando Teresa queda huérfana y no hereda más que deudas, es recogida por sus maestras las viudas, que la tienen de criada en su casa. Pero la protagonista es ambiciosa y, como reza el rótulo del capítulo V, «halló con su industria ejercicio con que salió de

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sirviente»; el cual ejercicio consistía en la confección de pelucas tanto para mujeres como para hombres. Con este trabajo,Teresa busca escapar del control de las hermanas viudas y no encuentra mejor salida que el matrimonio, aunque sea con un viejo celoso que muere producto del enojo que le provoca la única travesura de matiz sexual que realiza la protagonista en toda la obra: pasa la noche con Sarabia, un estudiante y poeta que cortejaba a la hija de sus antiguas maestras, de quien Teresa reconoce estar enamorada, con lo que intenta excusarse de su falta. Tras su accidentado periplo por las principales ciudades andaluzas, en cuyo lapso entierra dos maridos más, Teresa huye a Toledo, donde se hace pasar por una viuda rica, reproduciendo una situación que podemos considerar, por la cantidad de elementos comunes y reminiscencias, el homenaje de Castillo Solórzano a La niña de los embustes de Salas Barbadillo. En Toledo, Teresa alquila una casa con dos puertas («mala de guardar» como indicaba el refrán) y a una de sus esclavas, llamada Emerenciana, la convierte en «hermana» suya, por ser la protagonista todavía bastante joven para ser «tía». Ambas mujeres encuentran rápidamente galanes nobles que las cortejen y regalen: don Esteban, un caballero «lindo» o Narciso para Teresa y don Leonardo para Emerenciana. Este último, tras manifestar claramente sus deseos con regalos bastante caros, es citado para acudir a la casa una noche. Días antes, se hace creer a todos que el escudero de la familia, el viejo Briones, ha muerto; de forma que la noche de la cita don Leonardo se encuentra con el «fantasma» del escudero, que lo espanta y le impide pasar la noche con Emerenciana. Al poco tiempo, don Esteban es el que requiere a Teresa y ella le invita a venir a su casa por la noche. La burla del fantasma de Briones se repite, aunque este caballero es más difícil de ahuyentar, por lo que lo hacen caer por una trampilla hacia el sótano, de donde lo sacan a la calle inconsciente. Los paralelismos entre este episodio de la Teresa de Castillo Solórzano y la Teresa de Salas saltan a la luz. En primer lugar, la casa, escenario ideal para sus burlas, cuya peligrosidad ya es proverbial. Los nombres de los personajes femeninos están trocados: si en Salas Teresa era el señuelo y Emerenciana la maestra, en Castillo se invierten los roles. Luego, la burla del fantasma, que en Salas es un velorio, jugando ambos textos con la presencia del fallecido que llama a una reflexión,

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aunque trillada, de parte del galán acerca de su licenciosa conducta, dentro del tópico del desengaño, como se lo propone el «fantasma» de Briones al segundo galán: «Señor don Esteban, venid, venid conmigo y veréis el desengaño de las cosas deste mundo» (cap. XVIII). Ciertamente en las novelas de Castillo «Emerenciana» es un nombre bastante típico de criadas (se repite en Las aventuras del bachiller Trapaza y en el Lisardo enamorado) y el recurso del fantasma volverá a emplearse en el Trapaza (para burlar al «caballero abufonado» don Tomé), pero en este contexto particular, a sabiendas de los antecedentes literarios del personaje y figurando al lado de tantos elementos compartidos con el texto de Salas, no cabe la mera coincidencia. Tras este par de sonoras victorias, la fortuna abandona a Teresa. Al poco tiempo, los caballeros burlados descubren, por un descuido de Briones, que este no está muerto. Advertida oportunamente, la protagonista escapa con las criadas y el fiel escudero hacia Madrid. Allí, su discípula Emerenciana es seducida por un viejo que finge ser un indiano rico (en realidad es un agente de los caballeros toledanos) y escapa con él, no sin antes robarle a Teresa sus joyas y vestidos, donde se concentraba buena parte de su riqueza. Don Esteban y don Leonardo se aparecen en su casa de Madrid, le cuentan a Teresa que el indiano es un viejo pícaro a su servicio y se dan por satisfechos habiéndole devuelto la burla a su burladora. Vencida, Teresa se va a Alcalá en busca de su antigua amiga Teodora, la hija de una de las viudas a quienes sirvió en la infancia, y por mediación de ella acaba casándose con un mercader que se ve inclinado hacia la heroína buscando el dinero que trae ella consigo «para aumento de su caudal» (cap. XIX) como buen mercader codicioso y miserable, según reza el tópico. Como se ve, se repiten, aunque reubicados, los dos hechos finales de la Teresa de Salas: el robo de su hacienda llevado a cabo por la criada (en el caso de Castillo la esclava) y el matrimonio con un mercader. En la Teresa de Castillo Solórzano es esta boda la que cierra el relato (en Salas daba paso a la viudez y al hurto posterior) y se convierte en una cruz para la protagonista, pues el esposo posee el vicio que, como mujer ambiciosa y presumida, más puede detestar ella en un varón: la tacañería. Mientras en Salas el mercader se casa realmente enamorado y sin fijarse en el linaje de Teresa, en Castillo busca el matrimonio simplemente por el dinero que la protagonista posee; pero no por ello Salas estima más a su personaje: recordemos que el mer-

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cader enamorado muere al mes de haberse casado. En ambos textos la justicia poética es ineludible. Las innovaciones de Castillo Solórzano residen en cierta autonomía de Teresa, expresada a nivel formal por su capacidad de narrar sus aventuras en primera persona. Notable diferencia respecto de los textos de Salas, cuya Teresa es solo objeto del relato de un varón (el agudo Boca) y nunca toma la pluma. Asimismo, el texto de Castillo Solórzano carece aparentemente de «historia no contada». Esta Teresa no tiene, en principio, una «madre» o «tía» fingidas (una «tía» Claudia o una «madre» Emerenciana) que la dirijan por la senda celestinesca y cuando es requerida en ese sentido (en el episodio en que Sarabia intenta prostituirla), se rebela ante la propuesta211. Naturalmente,Teresa conoce los códigos al respecto y sabe lo que buscan los hombres en ella, pero encuentra en la seducción solo un medio hacia sus fines de ascenso social. Este elemento es totalmente original en el tratamiento novelesco que merece el personaje de Teresa de parte de Castillo Solórzano y es el que, a la larga, introduce un tono reivindicativo del que carecen los textos previos. El epíteto de niña de los embustes, que acentúa el lado festivo asociado con el personaje con suma anterioridad, se ve contrapesado por una Teresa de Manzanares que expone sus infructuosos intentos de convertirse en una dama por la ruta de un buen partido. Esto solo es posible con el abandono de la base celestinesca que traía el personaje consigo desde Salas Barbadillo. Con Salas, Teresa o la niña de los embustes es discípula aventajada de una vieja alcahueta y con ganas de burlar especialmente a los hombres envanecidos y confiados. Con Castillo Solórzano, Teresa se desprende de algunas de sus taras (la principal: la vocación celestinesca) y configura un personaje más complejo que se expresa con voz propia y que, sobre todo, posee un propósito vital superior: el ascenso social. Este equilibrio entre lo que se recibe y lo que se agrega, entre los textos previos y el texto nuevo, está condensado en el título bimem211

Así lo comenta Teresa cuando su esposo acepta las visitas de un noble caballero granadino: «Daba Sarabia lugar, con irse de casa, a que hablásemos a solas [ella y el caballero], cosa con que yo me ofendía mucho, porque, aunque en los de aquella profesión sea estilo, yo quería bien a mi esposo y no gustaba de aquellas conversaciones que estimaran mis compañeras ver en sus casas, teniendo no poca envidia de mí» (cap. XV).

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bre que elige el vallisoletano para su obra: La niña de los embustes,Teresa de Manzanares. Mientras La niña de los embustes pone al personaje en diálogo con su precedente, Teresa de Manzanares remite al ámbito del género picaresco. Doce años antes, en 1620, Juan Cortés de Tolosa había publicado un Lazarillo de Manzanares. Cuando Castillo Solórzano saca a luz en 1632 una Teresa de Manzanares andaba sobre terreno abonado. Si Cortés de Tolosa había escogido el nombre de Lazarillo, personaje tradicional mucho antes del libro anónimo de 1554, para identificar al primer pícaro originario de la Corte; Castillo Solórzano se estaba acogiendo a similar recurso al elegir a una Teresa, también popular desde mucho antes, como la encarnación femenina de la picaresca madrileña.

LA

GARDUÑA DE

SEVILLA: ALGUNAS

CALAS

El último experimento picaresco de Castillo Solórzano parece haber gozado de éxito editorial. A diferencia de Teresa de Manzanares, que cae en el olvido hasta recuperarse recién a inicios del siglo XX, La garduña de Sevilla no solo contó pronto con una segunda edición barcelonesa (1644) y una reedición de la misma en el siglo siguiente (1733), sino que fue traducida al francés y al inglés. Llama la atención a propósito el hecho de que mientras Teresa de Manzanares ha merecido una mayor atención relativa de parte de la crítica actual (tanto en artículos como en ediciones) sin haber contado con tanta atención, por lo visto, en sus días, La garduña, en cambio, después de haber sobrevivido editorialmente durante los siglos posteriores a su lanzamiento, no es en la actualidad tenida demasiado en cuenta ni mucho menos rescatada, como sí se ha hecho, en el plano de las ediciones, con Teresa de Manzanares212. A continuación, se establecen cuatro calas para abordar el estudio de La garduña de Sevilla. Estas tienen la 212 Sin embargo, en contradicción con esta escasa fortuna editorial sufrida en las últimas décadas, tradicionalmente se llegó a considerar La garduña como la obra de Castillo más estimable. Como apunta Joset, «tal juicio se apoya sin duda en el éxito que obtuvo este libro [La garduña] tanto en España como en el extranjero. El mismo éxito permite una fácil consulta de la obra, condición imprescindible de la fama literaria» (1986, pp. 9-10). Pese a su mala opinión de Castillo Solórzano, Dunn es favorable también a La garduña (1952, p. 129).

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intención de recuperar el tiempo perdido, producto de la desatención que ha perjudicado a las aventuras de Rufina, la hija del bachiller Trapaza. En primer lugar, se analiza la estructura miscelánea del libro; luego, se revisa la imposición de lo cortesano sobre lo picaresco; se dedica también un apartado al estudio de las novelas intercaladas; y, finalmente, se baraja un hipótesis de lo que pudo significar La garduña dentro de la poética narrativa de Castillo Solórzano. Estructura y elementos misceláneos La estructura de La garduña de Sevilla resulta insólita teniendo en cuenta el intento anterior de Castillo Solórzano, Teresa de Manzanares, obra que se ceñía formalmente a la novela picaresca canónica en tanto seudoautobiografía de una mujer de baja estofa, que intenta a toda costa ascender socialmente sirviéndose del disfraz y su ingenio festivo para acumular dinero y usurpar identidades. Velasco Kindelán se refiere a La garduña como «novela de aventuras con tres pequeñas novelas cortesanas intercaladas»213, definición válida que advierte sobre el notorio alejamiento del autor frente a la tradición picaresca. Diríase que de ella solo se toma el personaje y el esquema básico de la burla o estafa. En un reciente trabajo sobre las técnicas narrativas de La garduña se da en el clavo cuando se afirma que la interpolación de novelas (o de historias, en general) es una técnica que determina la estructura de la obra214. Podría decirse que en La garduña lo accesorio se vuelve principio de composición: se ha convertido la historia central (el periplo de Rufina y Garay robando y huyendo de sus víctimas) en el marco narrativo de tres novelas cortesanas. No es gratuito que este material interpolado constituya poco más de la mitad de la obra. Ciertamente, el lector nunca pierde interés en las vicisitudes de la pícara y su viejo compañero de ruta, ya que Castillo logra equilibrar y, sobre todo, armonizar sus materiales para que no se perciba el mecánico movimiento de sus personajes. Dividida en cuatro «libros», que delimitan episodios, La garduña exhibe una marcada simetría. Cada «libro» posee más o menos la misma extensión, se ocupa de un gran

213 214

Velasco Kindelán, 1983, p. 102. Vallecillo López, 2005, p. 585.

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hurto cuya elaboración es artificiosa e introduce una novela corta. Solo el primer «libro» carece de este último elemento, pero ello es porque la historia de Rufina y su primer marido, el hidalgo mercader Sarabia, por su final trágico, posee toda la apariencia de una novela cortesana. Esta estructura fija, que el lector aprende a reconocer desde el libro II, exime al autor de tener que realizar una operación que había tenido muy en cuenta en la escritura de Teresa de Manzanares: justificar la introducción de interpolaciones. Existen varias señales que permiten al lector habituado al género de la novela cortesana insertar a La garduña de Sevilla en la órbita propia de la miscelánea o de la colección de novelas cortas, imponiendo de esa forma un horizonte de lectura bien distinto al que se esbozaba en Teresa. Para empezar, el prólogo de La garduña es típico de las colecciones de novela cortesana: el autor entabla un diálogo imaginario con el lector, pero sin mayores referencias al contenido del libro215; notable diferencia frente al prólogo de Teresa, en el cual se presentaba a la protagonista a la vez que se le insertaba en todo un género literario, el de la picaresca216. Igualmente, se sigue una técnica narrativa habitual de la novela breve: revelar el nombre del personaje solo algunas páginas después de iniciada la acción217. En el caso específico de La garduña esta estrategia obedecería a fortalecer el primer término con que se bautiza a la protagonista. Antes que pensarla como «Rufina», lo que pretende Castillo Solórzano es que el lector retenga el apelativo de «garduña» que le coloca a la pícara en la primera línea del texto, así como en el título mismo de la obra. Asimismo, una lista de lugares comunes de la narración característica de la novela cortesana que se hallan en La garduña incluiría: el urbis encomium que abre todo arribo a una nueva ciudad; las descripciones pormenorizadas de muebles y decoración de las casas; las historias tristes que narra la dama protagonista; la atmósfera de seducción que provocan la música y el canto, ora

215

Hériz, 1996, p. 63. Dicho esto en términos estrictamente formales, ya que la función de prólogo también la cumplen, con creces, los primeros párrafos del «libro primero» de La garduña, cuando Castillo Solórzano explica lo que es una garduña y cómo las características de este animal explican la conducta de la protagonista. Se trata entonces de una suerte de prólogo interno, semioculto, insertado en el texto de la novela. 217 Hériz, 1996, p. 64. 216

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triste o alegre, siempre de tema amoroso; o las salidas de la gente de la urbe al campo, con el ambiente festivo que estas recrean218. Castillo Solórzano, como Tirso de Molina o Salas Barbadillo, tenía horror a las novelas sin el marco narrativo que heredó el género a partir de Giovanni Boccaccio. Es cierto que en las obras de Castillo Solórzano en especial no existe relación aparente entre dicho marco y las narraciones intercaladas219, aunque en el caso de La garduña esa disparidad refleja la existencia de dos mundos ficcionales bien distintos que, no obstante, sobre todo en el desenlace de las aventuras de Rufina, ofrecerán algún grado de contaminación. Así, algunos personajes elevados del universo cortesano, caballeros y damas, emplean recursos propios del pícaro, como el disfraz, el engaño o la falsificación de documentos. A este propósito, como señala Pérez-Erdelyi, «las relaciones entre los sexos [en las novelas cortas] suelen ser interesadas y hasta descaradas, lo cual sugiere la influencia de la novela picaresca»220. Y viceversa, la pícara cuenta con habilidades propias de dama y hace de esta identidad su mejor carta de presentación; incluso se apropiará de la sensibilidad de la dama y caerá rendida de amor ante su galán tal como lo exigen las reglas de la novela cortesana. El esquema de La garduña de Sevilla no puede ser más básico.Velasco Kindelán lo recoge en seis núcleos221: 1. 2. 3. 4. 5. 6.

Niñez. Boda y aventuras galantes (libro I). Aventura del perulero Marquina (libro I). Aventura del genovés Filuchi (libro II). Aventura del ermitaño Crispín (libro III). Aventura de Jaime (libro IV). Aventura del autor teatral (libro IV).

El rótulo de «aventura» puede bien cambiarse por el de «hurto» o «estafa» en los casos de 2, 3, 4 y 6. Los episodios centrales (3, 4 y 5) 218

Hériz, 1996, pp. 86-89. Palomo, 1976, p. 65. 220 Pérez-Erdelyi, 1979, p. 27. Este factor, además de otros, le dan pie a esta crítica para catalogar la narrativa de Castillo Solórzano como «picaresca-cortesana», junto a la de María de Zayas, aunque con grandes diferencias de punto de vista entre ambas. 221 Velasco Kindelán, 1983, p. 103. Me permito alterar o retocar, con fines expositivos, algunos de los títulos de dichas secuencias narrativas. 219

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incluyen una novela breve. Simétricamente, los libros I y IV poseen dos partes fácilmente reconocibles cada uno. En el libro I se cuenta con una especie de prehistoria de la pícara, desde su origen familiar (que se engarza con las Aventuras del bachiller Trapaza), hasta su matrimonio con el mercader Sarabia, en medio del cual tiene escarceos amorosos con dos galanes, Roberto y Feliciano. La historia de este triángulo tiene un desenlace fatal, con consecuencias significativas para Rufina: se queda viuda y pobre. A dicho estado debe sumarse el rencor que albergaba por el engaño que sufrió a manos de Roberto, quien logra quitarle un vestido que, con mucho esfuerzo, ella le había instado a darle a cambio de gozar de sus favores. Diríase, entonces, que Rufina empieza su carrera de harpía llevada por la venganza. Este ímpetu la lleva a buscarse a Feliciano, para darle celos a Roberto, lo cual desencadenará un enfrentamiento entre ambos, con el resultado de la muerte del odiado galán y, de paso, la de Sarabia, que escucha desde su ventana la conversación de los jóvenes, enterándose de esa forma cómo su mujer lo había deshonrado. La pícara empieza así su trayectoria con dos muertos y un galán fugado. Tras esta «prueba inicial» que da luces de su potencial para las malas artes y de su cinismo y perversidad, abraza la vía fácil del latrocinio. Puesto que nunca ha trabajado ni se ha visto impelida a hacerlo (gran diferencia con Teresa de Manzanares, quien muestra afanes de superación en ese aspecto), decide, en adelante, estafar a hombres ricos e ingenuos con algún vicio particular, acompañada de un antiguo amigo de su padre, el viejo Garay. Este se convierte en su preceptor y los hurtos son producto de la participación intelectual de ambos. Ciertamente, hay un paso algo brusco entre la «prehistoria» de Rufina y la aventura del perulero Marquina, que se desarrollará en el resto del libro I222, pero hay que tener en cuenta que, dado el linaje de la protagonista, hija del pícaro Trapaza y de la taimada Estefanía, se sobreentiende que posee una inclinación natural hacia el oficio. De manera similar, en Teresa de Manzanares la protagonista no tiene otra justificación para su conducta burlona que su engendramiento en medio del clima de fiesta que rodea el río madrileño, el cual sumado a su ascendencia gallego-francesa bastaba para definirla.

222

Velasco Kindelán, 1983, p. 103.

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Los libros II y III no entrañan en su estructura mayor complejidad. Casan exactamente con dos episodios de robo a gran escala. Parte de la trama de ambas aventuras da pie a introducir las novelas Quien todo lo quiere, todo lo pierde, leída en medio de un viaje en coche en el libro II, y El conde de las legumbres, narrada por un ladrón una noche en la ermita de Crispín, ya en el libro III. Las dos situaciones corresponden al tópico del alivio de caminantes, si bien en el segundo se trata no de entretener un viaje, sino una velada; pero el mecanismo es el mismo. El libro IV presenta también dos partes, determinadas por el cambio de ciudades: Toledo y luego Madrid. La primera parte se ocupa del enamoramiento de Rufina y Jaime, que empezó siendo solo una trampa del joven para robarle a la protagonista, quien se hace pasar por una noble dama de casta portuguesa en Toledo. La estancia de la protagonista en la imperial ciudad evoca un episodio parecido en Teresa de Manzanares, pero con un desarrollo totalmente opuesto. La introducción de la novela A lo que obliga el honor se da con ocasión de una velada, en que Jaime la narra para Rufina y sus criadas, un público femenino totalmente entregado a la urbanidad y apuesta presencia del muchacho. Esta parte concluye con la revelación de identidades de los jóvenes enamorados, y con la captura y muerte de Crispín, perseguidor de Rufina. Inmediatamente después de ello, se da, por causas externas, la captura de Garay en Alcalá. Finalmente, el viejo maestro de Rufina es echado a galeras. Tanto Crispín como Garay eran los obstáculos para la consumación del amor de la joven pareja. Liberados de ambos, Rufina y Jaime se dirigen a Madrid, donde realizan un último robo. Esto supone para Rufina simbólicamente su independencia de Garay, puesto que demuestra que puede trabajar sin depender del ingenio de este. Toda la parafernalia del hurto al autor de comedias es, como lo señala el narrador, urdida por Rufina, gracias a que era «viva de ingenio», junto con Jaime. El robo es todo un éxito y la pareja, ya casada, pasa a Zaragoza, donde monta una «tienda de mercaderías de seda». A diferencia de Teresa, que puede considerarse una «viuda negra», pues entierra tres maridos y no tiene descendencia de ninguno de ellos (salvo con el último, el cuarto, que representa para ella el fin de sus aventuras), Rufina, más pragmática, solo se casa dos veces. La primera boda es impulsada por su padre, con fines estrictamente econó-

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micos. La segunda, en cambio, es deseada y consolidada con amor y felicidad. Aquí encontramos una nueva simetría: emparejamiento (que acabará mal) en la primera parte del libro I y otro emparejamiento, solo que ahora auspicioso, en la segunda parte del libro IV. Igual o mayor esquematismo poseen los tres hurtos de Rufina y Garay: se descubre, por casualidad, que un personaje tiene mucho dinero; Rufina irrumpe en la vida de la víctima haciéndose pasar por una dama desamparada; la víctima se enamora perdidamente de ella; se ejecuta un robo ingeniosamente elaborado aprovechando la coyuntura; Rufina y Garay escapan y están bien lejos cuando la víctima se entera223. En el caso del primer robo, el viejo Marquina posee una residencia fortificada que no lo podrá proteger de la cautivante beldad de la muchacha, quien lo seduce tocando la guitarra, en una escena de voyeurismo sumamente cortesana.Toda la estratagema del falso muerto que ejecutan Garay y sus hombres está orientada a que Marquina, dado el amor que le tiene a Rufina, le muestre dónde oculta el dinero. Sin ella, la fortaleza hubiera sido inexpugnable. El segundo hurto tiene por víctima al genovés residente en Córdoba, un «segundo Marquina» por lo rico, receloso de su riqueza y por caer también mansamente enamorado. A él Rufina lo seduce tocando el arpa y exhibiendo su rostro recién levantada. Si bien aquí la participación de Garay es de suma importancia, ya que es él quien le vende la idea a Filuchi de que es alquimista (apuntando a su vicio de la codicia), la presencia de Rufina resulta imprescindible para entrar a la casa y ganarse la confianza de la víctima. Garay lleva completamente aquí las riendas de la empresa: él le enseña a Rufina lo que necesita saber de alquimia para impresionar al genovés. Será este el único episodio en que se luzca la sensibilidad semiartística de Garay para el robo: deja una escena completa, con los alambiques funcionando, con todo en orden, para que Filuchi vea a lo que le llevó su afán codicioso. Sumado a ello el poema satírico, se configura una burla bien montada con su fin moralizador. El robo al falso ermitaño Crispín en el libro III tiene el gran mérito, como lo destaca el narrador, de haber superado en el oficio «a un ladrón tan antiguo como él». Crispín queda prendado de la belleza de Rufina desde el primer instante y su amor le impide sospechar,

223

Velasco Kindelán, 1983, p. 104.

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como a las otras víctimas, de ella.Vale la pena resaltar que en este hurto los méritos se reparten más equitativamente, pues es Rufina quien aporta la idea de poner a Crispín a dormir. El robo al autor de comedias tiene un cariz bien distinto: apartada de Garay, Rufina es la que planea todo el montaje que Jaime y sus compañeros llevan a cabo. Por la manera más o menos artificiosa en que son ejecutados, estos hurtos configuran buena parte del deleite de la narración. Con razón, Dunn apunta que «perhaps [La garduña] contains the least sordid thefts in the history of the novel»224. Otro elemento estructurante propio de la novela cortesana presente en La garduña de Sevilla es el que se refiere a los espacios donde suele ocurrir la acción. En el libro I, pasamos de una Sevilla elegante y festiva, con paseos por el Guadalquivir y lujosos vestidos que unas damas envidian a otras (en la primera parte), a una quinta o casa campestre de la época, a las afueras de la urbe, rodeada de bucolismo, en la estafa a Marquina. El libro II arranca con un viaje en coche, cuyos pasajeros también despiden nobleza y distinción (un clérigo, estudiantes, damas y un caballero de categoría). Al llegar a Córdoba, ocurre el incidente del moribundo y el encierro de Rufina y Garay, que no dura mucho, ya que bien pronto la acción se traslada a otra quinta, próxima a la ciudad, perteneciente a la siguiente víctima de la pícara, el genovés Octavio Filuchi. Esta casa de campo derrocha también elegancia y está situada a orillas del Guadalquivir. El libro III se desarrolla casi en su totalidad en la ermita de Crispín, cercana a Málaga, en un espacio igualmente idealizante, donde la mañana es anunciada por «los pajarillos de los vecinos campos con sus arpadas lenguas»225.

224

Dunn, 1952, p. 129. En esta senda, también podría añadirse como elemento de ficción cortesana la escena en que Rufina es atada a un árbol por Garay para llamar la atención de Crispín y hacerla pasar como una dama en apuros. Este montaje guarda reminiscencias lejanas con el episodio de la afrenta de Corpes del Poema de Mío Cid, pero también está presente en otras obras de la época. Así, en el capítulo V de La hija de Celestina, por ejemplo, el rufián Montúfar castiga y deja atada en un árbol a la pícara Elena, junto a la vieja alcahueta de la Méndez; don Sancho, el galán, habrá de encontrarse con ambas. Asimismo, aunque en clave degradante jocosa, en el capítulo XXII de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Fernández de Avellaneda, Sancho Panza encuentra a la vieja Bárbara atada a un pino pidiendo auxilio. 225

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En el libro IV, finalmente, se cuenta ya no con lugares campestres, sino con dos grandes ciudades. La imperial Toledo es el lugar donde Rufina y Garay montan una casa cuyas decoración y ubicación debía hacer justicia a la identidad que adoptan, la de pertenecientes al abolengo de los Meneses, renombrada familia de la nobleza portuguesa. En la capital del reino, finalmente, al menos el joven galán de Rufina se hace pasar por caballero. En efecto, se dice que este «campaba en Madrid muy lucidamente». De tal forma, solo en el libro IV hay un amago de retorno a la senda picaresca, en ciudades emblemáticas (Toledo y Madrid) donde el pícaro puede aplicar su habilidad para hacerse pasar por caballero. Así lo había hecho el propio Trapaza en su juventud. No obstante, este giro se ve enfrentado con el final feliz que espera a la pareja, totalmente alejado de lo que suele ocurrirle al pícaro (acabar en galeras, como Trapaza) y a la pícara (malcasada, como Teresa o Justina, o ajusticiada como Elena). Nuevamente el influjo de la novela cortesana ha pesado más y se ha impuesto. La introducción de las novelas cortas, si bien obedece a un impulso mecánico, guarda coherencia con el público al que están dirigidas dentro del texto, recreando así la poética de las colecciones del género cortesano. En términos teóricos, se afirma que existen paranarradores y paranarratarios diversos226, ajustados a la ocasión y al contenido de la historia a relatar. En el libro II, el público que escuchará la novela leída por el clérigo Monsalve en voz alta está integrado por un hidalgo, damas (incluida Rufina) y estudiantes. El paranarrador de turno es descrito con términos que ponderan su calidad y su cortesanía: este posee «excelente humor», es «entretenido», «agradable», etc. Como novela escrita por un religioso, Quien todo lo quiere, todo lo pierde es explícitamente aleccionadora y moralizante frente al tema polémico que se plantea: optar por el honor o por el amor. En el libro III, la novela El conde de las legumbres es narrada por un joven de noble cuna que abandona sus estudios para abrazar la vida picaresca, a la manera de los protagonistas de La ilustre fregona227. Desde 226

El paranarrador es un personaje que cuenta una historia dentro del discurso novelístico y su receptor, asimismo intratextual, es el paranarratario (Vallecillo López, 2005, p. 603). 227 El caso del joven noble que abraza la vida criminal tiene correlato verídico. El jesuita Pedro de León, en su misión a las almadrabas, señala este hecho: «Es tanta la golosina que algunos tienen de esta vida picaresca, que algunas veces se

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la teoría del decoro, el perfil de este paranarrador está dentro de lo esperable: un individuo de baja ralea no posee la destreza verbal ni el talento innato de aquel de sangre ilustre, aunque pervertido por las malas compañías, para alzar el intelecto hacia temas tan elevados como el amor en los términos en que las novelas cortesanas suelen plantearlo. No obstante, en razón de los paranarratarios (un público conformado por ladrones) la susodicha novela hábilmente plantea una cuestión amorosa con cierta carga humorística: el galán habrá de disfrazarse de bufón para alcanzar el amor de la dama de sus sueños. El ingrediente cómico se conjuga a la perfección con el ambiente picaresco que destila la junta de ladrones, amortigua la gravedad de la historia de amor de fondo y no posee moralización aparente228. Por su parte, la novela A lo que obliga el honor es narrada por Jaime, en su papel de caballero, que cumple con creces, para un público eminentemente femenino. El pícaro parodia así el tan manido recurso del caballero que quiere mostrar su buena educación narrando una novela229, mecanismo al cual recurren hasta el hartazgo los marcos narrativos de las colecciones de novela corta. Añádase a ello el ambiente van a ella algunos mozos, hijos de gente principal, y de allí los han sacado algunas veces […].Y dos años que los que yo fui vi a un hijo de un Conde de España» (Herrera Puga, 1981, p. 76). 228 No me convence, por cierto, la etiqueta de «novela jocosa» que le otorga Velasco Kindelán (1983, p. 29) a la susodicha novela, ubicándola junto a El culto graduado (incluida en Tardes entretenidas) y El celoso hasta la muerte (de Noches de placer). Si bien el humor forma parte de la trama, no se trata, como sí en las otras dos piezas, de una novela cuyo núcleo sea una burla compleja que pretenda ser aleccionadora. En El culto se burla a un poeta culterano, pésimo imitador del estilo gongorino, con el fin de que abandone la práctica poética, y en El celoso se lleva a cabo similar operación con un rústico marido que celaba sin razón a su mujer. En El conde de las legumbres el disfraz de bufón es solo un recurso del que se sirve el protagonista, el cual abandona apenas puede para sacar a luz su hábito de Alcántara y su abolengo. No existe ni burla ni propósito instructivo. El conde de las legumbres, por sus protagonistas, su planteamiento y desenlace, está más cerca de cualquier novela corta amorosa que de las dos novelas jocosas mencionadas. 229 En el Galateo español, manual de cortesía de gran éxito en el siglo XVII, hasta el punto de ser parodiados varios de sus preceptos y estilo, se advierte del cuidado que hay que tener cuando se narran novelas y cuentos, especialmente cuando hay mujeres, «porque allí se debe tener más tiento, y ser la maraña del tal cuento clara y con tal artificio que vaya cebando el gusto, hasta que, con el remate y paradero de la novela, queden satisfechos y sin duda» (Gracián Dantisco, Galateo español, p. 155).

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sumamente idealizante y cortesano, ingrediente también convencional en tales marcos: Rufina y Jaime pasan las veladas «platicando de varias cosas de amores» y cantando con sus primorosas voces. La novela cuenta con una protagonista mujer, doña Victoria, quien ha de recuperar su honra a toda costa y para ello se disfraza de dueña, falsifica documentos y tiende una trampa al final para emparejar correctamente a los personajes que la circundan. Sus acciones, determinantes en el desarrollo y desenlace final de los hechos, exaltan la independencia y la voluntad femeninas. No es coincidencia por ello que, precisamente, su público dentro del texto sea un grupo de mujeres, encabezadas por Rufina, también en su faceta de honorable dama. Otra vez, el contenido de la novela se ajusta a la audiencia, se pone «a la altura» de la misma. En ese aspecto, creo que puede sostenerse cierta compenetración de las novelas con el marco narrativo, ya que el orden de inserción de estas no es arbitrario, sino que obedece a circunstancias muy específicas. El orden de presentación de las mismas no puede alterarse sin romper la coherencia del universo ficcional230. Es cierto que las novelas no influyen demasiado en la acción principal, pero sí, al menos en el caso de A lo que obliga el honor, esta coopera a reforzar los sentimientos de Rufina hacia Jaime. Por último, a diferencia de Teresa de Manzanares no existe en La garduña un desarrollo tan esmerado de risa intratextual que permita inferir una atmósfera de humor que condicione el accionar de la protagonista o sus contrapartes. No hay tantas risas referidas por el narrador dentro del universo de La garduña de Sevilla y cuando las hay suele tratarse de una risa impersonal, colectiva, frente a un personaje a todas luces ridículo en razón de alguna tacha moral. Es el caso del perulero Marquina, en el libro I, de quien «se hablaba mucho en Sevilla, contándose graciosos cuentos», en razón de su avaricia (que 230

En esta medida, la función de la acción principal como marco narrativo en La garduña no encaja ni en el esmerado manejo que hace de él María de Zayas en sus Novelas ejemplares y amorosas, donde el orden y el portavoz de cada una influyen y poseen una razón de ser para la acción expuesta en el marco, ni en el absolutamente mecánico de un Tirso de Molina en sus Cigarrales de Toledo. El marco narrativo de esta obra de Castillo Solórzano se encuentra a caballo entre el marco integrador (como el de Zayas) y el estrictamente ornamental o italianizante (como el de Tirso). Estos conceptos (integrador e italianizante), así como un buen análisis de la función del marco narrativo en colecciones de novela cortesana, en Talens, 1977.

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no le impide tener una casa suntuosa). Esto da pie a que Rufina y Garay se propongan robarle y su acción goce de la aclamación popular. Como lo indica el narrador en el último párrafo del libro I: Él [Marquina] estuvo del pesar algunos días enfermo y en Sevilla fue celebrado el hurto, holgándose muchos de que fuese así castigado quien tan pocas amistades sabía hacer con lo que le sobraba.

La próxima ocasión en que se aluda a gente riendo será dentro de la novela intercalada Quien todo lo quiere, todo lo pierde. Se trata de reproducir el ambiente festivo que se consideraba inherente a Valencia (que Castillo conocía de primera mano). Los galanes que se acercan a doña Isabel tratan de ganarse su simpatía apelando al humor: Cada uno, con donairosas burlas, comenzó a exagerar sus partes con ridículos disparates y a deshacer las de sus amigos, conque rieron un rato, entreteniendo el tiempo (libro II).

Castillo Solórzano recrea aquí la frivolidad y buen ánimo de la nobleza valenciana mediante la escena de la charla de la dama coqueta y la disputa jocosa entre los tres pretendientes. El humor que ejercitan estos galanes no sería otro que el más refinado cortesano, consistente en motes y caricaturas 231. El mismo carácter palaciego y distinguido poseen las risas del marqués y su círculo de acompañantes ante los parlamentos de don Pedro en su disfraz del bufón Pero Gil en El conde de las legumbres, un humor basado en el motejar, que se remonta a Francesillo de Zúñiga, bufón de Carlos V, un siglo antes. Solo volveremos a contar con alguna risa, fuera de las novelas intercaladas, en el libro IV, en el episodio del hurto tramado por Rufina y ejecutado por Jaime, en que este se hace pasar por un pésimo poeta. Así, cuando lee la lista de sus obras, «mucho hizo el autor en disimular los golpes de risa que le vinieron oyendo los títulos de las comedias». Esta risa pertenece al mundo del entremés y sirve para caracterizar el episodio entero, otorgándole precisamente las características de este género cómico breve.

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Para una introducción a este tipo específico de humor, remito a Chevalier, 1992, pp. 11-37.

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Como se ve, La garduña de Sevilla no destila demasiado humor en sus páginas, ni da lugar a una discusión sobre las diversos motivos risibles como lo hacía Teresa. Tampoco lo pretende. La risa es accidental (no esencial) dentro de la obra y se produce en medio de escenarios elevados, propios de la novela cortesana, donde es inocua y hasta, diríase, anestésica. Cuando no es así, aparece en función asimismo accesoria: como estímulo para robarle a Marquina, cuyo estigma de avaro parece atenuar la culpa de sus victimarios frente a la colectividad; y como reclamo para identificar el cariz genérico de un episodio específico. El humor no figuraba en el plan de Castillo Solórzano al momento de diseñar La garduña, de allí que esta se sostenga mucho más en el material intercalado y en la infiltración del tono serio, aunque no grave, de aquel en la historia principal232. Considérese la cantidad de poemas de tema sentimental que contiene la obra, frente a uno solo de corte jocoso, el de la sátira contra los alquimistas (libro II). Otra vez el humor cumple aquí una función bien específica: vejar a la víctima del hurto, confirmar su tacha específica (la codicia) y de esa forma postular, entre líneas, que bien merecido se tenía el chasco. El humor correctivo se dosifica notablemente y se plantea, tal como en Teresa de Manzanares, bien alejado del convencional «mal humor» del pícaro tradicional, que ya a estas alturas del siglo, parece haber caducado. Recuérdese que por estos mismos años se publica el Estebanillo González (1646), cuyo protagonista se mienta a sí mismo, en clara oposición a Guzmán y adláteres, «hombre de buen humor»233, es decir, exclusivamente un bufón, en similar movimiento hacia otro concepto de la comicidad. Rufina y su entorno: de pícara a dama La protagonista, en notable contraste con Teresa de Manzanares, no cuenta con una formación que delate su inclinación picaresca. Si no fuera porque sus padres son personajes provenientes del Bachiller

232 Similar opinión manifiesta Arredondo: «[Castillo Solórzano en La Garduña] se reviste de una mayor gravedad en las apostillas didácticas, crea una pícara adamada nada simpática, y renuncia al tinte jocoserio del entremés» (2006, p. 48). 233 Ferrer-Chivite, 1992, p. 56.

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Trapaza, quizás se dudaría de adscribir a Rufina al catálogo de la pícaras. El padre es Hernando Trapaza, pícaro y tahúr que acaba como galeote al ser delatado por Estefanía, su antigua daifa que lo había abandonado por casarse con un rico genovés. Así se llega a La garduña de Sevilla, en cuyo principio aparece una Estefanía viuda y rica, que desea recuperar a Trapaza por haber concebido ambos una hija, que es Rufina. Así, tiene que rematar sus bienes, bastante suntuosos (posee buena cantidad de muebles y pinturas), y marcha a Sevilla con el proyecto de sacar a Trapaza de galeras y casarse con él. Lo que realmente busca Estefanía es legitimar su pasada unión y a la propia Rufina casándose con Trapaza y viviendo al fin como una familia: habiendo resuelto el problema económico, lo que pretende la madre de la protagonista es la felicidad amorosa en el matrimonio. Este detalle es poco o nada picaresco: en los libros de pícaros la institución matrimonial suele ser vulnerada y los hijos son producto de amores ilícitos. Como bien lo escribió Cervantes, en el universo de la picaresca todo plan de bodas apunta hacia un casamiento engañoso. Lamentablemente, Estefanía no puede escapar del sino de ser malcasada y morirá de desdicha ante las travesuras de su marido, que es un jugador pertinaz y derrocha toda la riqueza que ella tanto quería compartir con él. Pese a sus pecados de juventud, Estefanía muere en paz: «Ella tuvo muy buena muerte, habiéndola dado Trapaza muy mala vida». En cambio, Trapaza sigue siendo un sujeto de mal vivir y morirá como tal, sin confesión ni arrepentimiento, de una estocada en el arenal de Sevilla, a manos de Roberto, el burlador de su hija.Así como en Teresa de Manzanares se privilegiaba la ascendencia femenina, porque los hijos «tienen la mayor certidumbre el serlo de la madre» (cap. I), es de observar que Rufina seguirá, en parte, la lección materna, aunque sin su mala fortuna a la hora de elegir con quién finalmente sentar cabeza. Bien visto, el desenlace de las aventuras de Rufina es la versión mejorada, ideal, de las de su madre. Ese mismo final (felizmente casada y con un hombre que la ama) es el que hubiera también merecido Estefanía. La vocación de ser dama de esta última, la hereda su hija. Más que por la influencia picaresca de Trapaza, Rufina parece estar guiada por la venganza y el rencor hacia Roberto, quien la burló quitándole el vestido sobre el que tanto interés había puesto ella. Este hombre marca su manera de actuar frente al género masculino en ade-

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lante. Cuando está empezando la seducción de su primera víctima, el perulero Marquina, el narrador resalta el pensamiento de Rufina sobre lo que se puede esperar de ello: Promesas de futuro y conciertos de consorcio [o sea matrimonio] para adelante no rehusaría ella, que era fácil en prometer, mas desde la burla de Roberto difícil en el cumplir, sin ver mucha luz delante (libro I).

Como se ve, el bribón Roberto la ha marcado (no hay que olvidar que él también es quien ha matado a su padre) y Rufina opera llevada, tal vez, por el afán de desquite frente a los varones. Como señala Fradejas: «El determinismo está más matizado [que en Teresa] y acaso motivado, pues lo que mueve a Rufina a robar —que es el signo más definitorio— es la venganza»234. Desengañada tempranamente de los hombres, explota su belleza y comportamiento refinado frente a ellos para su beneficio económico. Una muestra de que esta frialdad es mera reacción ante una experiencia frustrante pasada es que una vez que se enamore, Rufina caerá totalmente rendida a merced de su galán, el joven valenciano Jaime. Al atenuar en la protagonista esa proclividad heredada de la sangre, Castillo Solórzano está conduciéndola hacia los linderos de la novela cortesana.Y es que Rufina posee la sensibilidad de una dama proveniente de este tipo de ficción amorosa. Si Teresa se preciaba de cantar, Rufina le suma a esta habilidad la de tocar la guitarra y el arpa. En su descripción se resalta el factor de que su belleza, además de extraordinaria, sea absolutamente natural: Preciábase Rufina poco en inquirir aguas, afeites, blanduras, mudas y otras cosas semejantes con que abrevian las mujeres con su juventud, viniendo con todo esto la vejez por la posta; agua clara era con lo que se lavaba y sus naturales colores, el perfeto arrebol que traía.

El detalle no debe ser pasado por alto, ya que nos sitúa en las coordenadas de la amada ideal, propia del universo de la novela cortesana. En Teresa de Manzanares, por su lado, se hallaba la artificialidad de la belleza a cada paso; tal era la rica parcela de la vida femenina (los afeites para encubrir defectos) que explotaba la protagonista. A 234

Fradejas Lebrero, 1988, p. 13.

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esta belleza natural obedece que los hombres caigan encandilados inmediatamente cuando ven a Rufina. Cuando Marquina la encuentra recién levantada, «viéndola de tan buena cara quedó admirado de verla» (libro I). En Córdoba, durante el incidente del muerto y la detención de la muchacha y de Garay, «como viesen a Rufina de tan buena cara y talle, todos se pagaron della, en particular el ginovés, que era enamoradizo» (libro II). Ya al inicio del libro III, el ermitaño Crispín se queda profundamente enamorado de Rufina apenas la ve. En el libro IV, ocurre exactamente lo inverso, pues es Rufina quien se prenda al segundo de Jaime: «Viole Rufina con atención y, la que estaba ajena de aficionarse, sino solo a la moneda y a ser polilla della, de solo ver a este hombre se le inclinó»; luego, «se iba prendando dél mientras más le vía», hasta, tras escuchar la falsa historia del galán, «estársele contemplando perdida de amor». Su corazón se ablanda y se entrega, porque al fin encuentra a su contrapartida, su reflejo masculino: un joven guapo y de natural distinción como ella, pese a los ínfimos orígenes que ambos comparten. A estos rasgos distintivos y elevados de la pareja de amantes que cierra La garduña de Sevilla, ha de sumarse una cuidadosa selección de escenarios suntuosos, mucho más patente que en Teresa de Manzanares. Marquina, pese a su avaricia, vive ostentosamente con finos muebles, pues «aunque miserable, no lo era para el adorno de sus piezas» (libro I). Similares lujos posee el italiano Filuchi, cuya casa estaba «bien aliñada con cuadros de pintura de valientes pinceles, de colgaduras de Italia muy lucidas, de escritores de diferentes hechuras, de camas y pabellones costos» (libro II). Crispín tiene también en su ermita buenas camas y ropa «con otras alhajas en un sótano que él había hecho secretamente, que era la custodia de los bienes que contra la voluntad de sus dueños se traían allí por la gente de rapiña» (libro III). Todo esto redunda en un concepto, clave para comprender el mecanismo de las acciones dentro de la obra: dinero. Según Hériz, «se puede concluir que para Castillo el dinero en forma de moneda contante y sonante era protagonista en La garduña de Sevilla»235. Pero no solo en ese sentido, sino también en el de dinero expresado en opulencia y lujo. Mientras que en Teresa de Manzanares el dinero era el único consuelo de la protagonista cuando era expulsada del cuento de hadas que

235

Hériz, 1996, p. 76.

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era vivir como una dama, cobijada por la nobleza y con la satisfacción de haber logrado ese «ser más» que la inspiraba, en Rufina no hay ningún conflicto de esa índole. El dinero cumple su cometido y brinda todas las satisfacciones requeridas por ella. A diferencia asimismo de Teresa, quien pretendía alterar el orden social, pretendiendo ser lo que no es, usurpando identidades e intentando mezclarse con lo mejor de la sociedad, Rufina se desempeña más fríamente, desplazándose de un lugar a otro, desvalijando a incautos de ciudad en ciudad. Solo en la última parte de sus aventuras se establece en Toledo, pero incluso entonces no posee ese ímpetu que movía a Teresa a buscar marido rico e hidalgo. Sus tres mayores víctimas (Marquina, Filuchi y Crispín) «son muestras de un inventario de ricos, avaros y codiciosos»236, que generan desde el inicio antipatía en el lector. Nunca se trata de miembros de la nobleza. Antes que «ser más», lo que le interesa a Rufina es vivir bien y acumular riquezas. En ese aspecto, se le presenta tan codiciosa como sus víctimas. Esto no la exime de culpa, pero sí la vuelve mucho más predecible que Teresa. La codicia como vicio asentado tanto en la protagonista como en las víctimas destaca entonces como el gran tema de fondo de La garduña de Sevilla. Es la codicia, el afán improductivo de acumular dinero, finalmente, lo que Castillo Solórzano critica como un mal generalizado237. No obstante, más que guiado por un propósito reformador, el vallisoletano parece seguir las reglas del decoro, sabiendo manejar los matices. Marquina es un hidalgo mercader como el primer marido de Rufina, Sarabia; pero mientras el último es honorable, «acreditado por hombre de verdad en la Casa de Contratación», «buena persona y muy amigo de la honra», el miserable Marquina es el hazmerreír de Sevilla. Sarabia, dado su perfil, merece un trato más elevado y, en efecto, lo recibe: muere enfrascado en un intenso drama de honor, dentro de una ficción propiamente cortesana. Marquina, en el lado opuesto, solo merece ser robado, caer enfermo y que nadie lo 236 Hériz, 1996, p. 84. La última víctima, el autor de comedias, por provenir de un mundo de tan mala fama y moral dudosa como el teatral tampoco representa un personaje cuyo despojo genere mayor compasión. 237 Campbell, 2004, p. 167. En este artículo, la autora enmarca a La garduña dentro de una «narrativa reformista» en respuesta a la decadencia económica que asolaba España. Por su parte, Cavillac, 1989, resalta el papel honorable de Sarabia frente a la visión negativa que merecen otros mercaderes.

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compadezca, pues «debido al aislamiento que vive el comerciante y su comportamiento miserable sufre el desprecio social, situación que sirve para justificar la burla»238. Castillo Solórzano, como Cervantes y otros autores de la época, comprende la dinámica de las «regiones de la imaginación», es decir, los distintos principios de estilización que rigen la escritura del mundo ficcional239. Así, Marquina pertenece a la región picaresca, donde impera una mirada satírica y degradante, cómica. Sarabia, por su parte, se encuentra en una región cortesana en la que se presenta el conflicto del honor y los sólidos principios morales, que desencadenan lo trágico. En un artículo clásico, J. Cañedo estudió el curriculum vitae del pícaro, señalando los rasgos característicos del personaje240. Si bien analizaba pormenorizadamente solo a los tres pícaros canónicos (Lázaro, Guzmán y Pablos), proponía unas guías, bastante útiles para establecer las coordinadas picarescas del comportamiento de un personaje determinado. La gran conclusión de este trabajo era que, ante todo, lo medular del pícaro no residía tanto en su dependencia de amos o en la famosa «epopeya del hambre» que puede ser su existencia, como en la habilidad para burlar o estafar, para robar con arte: la aplicación de este «ingenio» resulta ser su modo de vida más constante y distintivo241.Velasco Kindelán realizó este análisis con Teresa y Rufina, y los resultados confirman algunas de las ideas esbozadas hasta aquí242. En Teresa de Manzanares los elementos cortesanos se encuentran perfectamente equilibrados con los propiamente picarescos: la infancia en el mesón, la orfandad, la vida con las maestras de labor, la estancia en casa de la condesa, el periodo cordobés con la burla al capón, el ingreso a la farándula, la burla a los médicos, etc., configuran ya bastante material de índole cómica que sopesa otros tantos episodios de muy distinto aliento: la historia del ermitaño, la prosecución de dicho relato que implica la aventura de Teresa en Málaga (donde intenta suplantar a la hija perdida del capitán), su boda con el anciano hidalgo y aquella con el perulero acabada en tragedia, etc. Por otra parte, en 238

Campbell, 2004, p. 163. Martínez Bonati, 1995, pp. 41-79. 240 Cañedo, 1966. 241 Cañedo, 1966, p. 178. 242 Hago a continuación una apretada síntesis de Velasco Kindelán, 1983, pp. 127-131. 239

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La garduña de Sevilla lo único eminentemente picaresco se halla al inicio, con las referencias a la mala vida de Trapaza en Sevilla, y solo vuelve a destacar en el robo al autor de comedias, al final de la obra. Es cierto que contamos con tres grandes robos en medio, pero están tan impregnados de atmósfera cortesana que la picaresca se reduce a los actos y motivaciones de fondo de Rufina y Garay, aunque sin hacerse patente en la forma narrativa misma. Y no solo se cuenta con las tres novelas cortas intercaladas, sino con una serie de historias que relatan diversos personajes a lo largo de la obra (todas falsas, por supuesto) para dar cuenta de quiénes son y cómo llegan a aparecer en escena; verbigracia: todas las historias trilladas que cuenta Rufina a sus víctimas (siempre representándose como una dama en aprietos, seducida y luego desamparada), la historia del propio Jaime o la que le cuenta Garay a Filuchi sobre sus pretendidos conocimientos alquímicos. En términos porcentuales, las cifras son contundentes: los elementos cortesanos de Teresa ascienden al 46% del total de la obra, mientras que en La garduña llegan al 80%. He aquí el meollo del asunto: la despicarización de la picaresca en La garduña de Sevilla. Si a lo largo de la obra se ha ofrecido una desintegración de lo picaresco a partir del acopio de elementos y modalidades inherentes al mundo ficcional cortesano, es en el libro IV donde se cierra dicho proceso. La acción ocurre en Toledo, donde Rufina y Garay montarán una mascarada como la que organiza la protagonista de Teresa de Manzanares, pero con notables modificaciones. Para empezar, la aparición de Jaime sigue las pautas del robo al que Rufina nos tiene acostumbrados. Los papeles se invierten. Don Jaime es un caballero que irrumpe en casa de Rufina, a quien le cuenta su historia de amor frustrado y su actual condición de desamparo; tal como ella lo hizo con Marquina o Crispín. Rufina se enamora instantáneamente de él, cautivada por su belleza, de idéntica forma a como caían sus antiguas víctimas. Jaime canta y toca música: la misma estrategia de seducción que aplicaba ella misma. La escena voyeurista está también invertida: si antes los varones espiaban a Rufina, ahora es ella la que espía a Jaime y se encandila más con él. Hasta aquí todo parece indicar que Rufina será la dama burlada, ingenua y enamorada… Pero hay un factor nuevo, original y arriesgado que introduce Castillo Solórzano: Jaime se enamora de verdad de Rufina, con lo que la burla se cae por sí sola.Y ocurre que el sentimiento es mutuo. Los

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dos están enamorados y perseveran en fingir lo que no son para no ser el uno menos que el otro: A este mozo le pareció bien Rufina y mucho más que fuese noble, y trató de enamorarla muy de veras y merecerla por esposa. Lo misma pensaba hacer ella y así, correspondiéndose como finos amantes, Rufina se descuidó y don Jaime se halló favorecido del todo (libro IV).

En estas instancias, cuando ya se habla de Rufina y Jaime como «finos amantes», lo picaresco pasa a subordinarse completamente a lo cortesano. El lector se encuentra frente a una pareja de jóvenes enamorados propia de la ficción amorosa proveniente de la novela cortesana. Ella se entrega a Jaime, pues solo así se entiende el ser este «favorecido del todo», y quedan «casados» al menos de hecho. Tras esto y ganarse más el aprecio de su amada narrando la novela A lo que obliga el honor, Jaime le confiesa a Rufina su verdadera identidad. Ella recíprocamente hace lo mismo. A partir de ese momento, el vengativo Crispín ocupa el lugar de los caballeros toledanos, don Esteban y don Leonardo, de Teresa de Manzanares, o sea, ser el brazo que imponga la justicia poética a la pícara protagonista, solo que en el mundo de La garduña de Sevilla Crispín, por su innata vileza, no merece ganar. Sabiendo que son iguales en orígenes, Rufina y Jaime «trataron de casarse y dejar Toledo por Madrid». Es decir que buscan sancionar su amor y legitimarlo por la institución matrimonial. Llevan a cabo el robo al autor de comedias y van a Zaragoza, donde es de suponer, a falta de opuesta indicación del narrador, que les fue bien. Ambos parecen alcanzar el amor y la felicidad que Estefanía esperaba tener con Trapaza, solo que este nunca dejó de ser un pícaro. En la orilla opuesta, Rufina y Jaime son pícaros despicarizados que tienen una segunda oportunidad y no parecen desaprovecharla. Son redimidos por el verdadero amor, que solo es posible por compartir el mismo lugar en la escala social. No hay desigualdad ni conflicto en su unión. El amor de Rufina y Jaime no da pie a un casamiento engañoso. No hay estafa de por medio. Esto solo es posible en el mundo acortesanado de La garduña de Sevilla, radicalmente opuesto al del Casamiento engañoso cervantino y al de El castigo de la miseria de Zayas, novelas ambas en las que el presunto burlador acaba siendo burlado a través de un matrimonio fallido. Aquí, Jaime y Rufina abandonan las malas artes y juegan limpio el uno con el otro. Conocedores de su

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real condición, solo pueden realizarse por la vía comercial, por eso montan su negocio de sedas. Pérez-Erdelyi juzga este final de La garduña como perjudicial para la protagonista: Rufina toma una posición secundaria y al final sigue los deseos de su esposo cuando él propone que dejan Madrid. Así aunque Rufina parece salir bien, ella realmente pierde como pícara pues es relegada a segundo plano, retirándose de ser participante activa e instigadora de hurtos, y cediendo este papel dominante a Jaime. Rufina vuelve al papel tradicional de esposa, tomando la parte pasiva en esta relación. Es decir, ya no es pícara243.

Pero, a mi parecer, se trata de lo opuesto, es decir, más bien de un final positivo.A ser esposa tradicional, siguiendo el ideal materno (aunque Estefanía no lo consiguió), es a lo que se orienta Rufina cuando, al fin, encuentra al hombre de sus sueños. El final feliz del libro descansa, precisamente, en que la protagonista deja de ser pícara. Esta es la mayor innovación de Castillo Solórzano y representa una ruptura en la pequeña tradición de la picaresca femenina. Desde el inicio, el personaje de la pícara (Justina, Elena, Teresa) se orienta a usurpar el papel de la dama, pero solía acabar mal, malcasada o cruelmente ajusticiada. Rufina, en cambio, sí lo logra. Por todo esto, podríamos decir que Rufina, Garay y Jaime llevan el concepto del personaje picaresco a sus límites. Son ladrones «pícaros» por el arte que poseen para el hurto y la estafa, por su «ingenio» para dicho oficio, como diría Cañedo, pero jamás pretenden ascender socialmente ni cuestionar las jerarquías, salvo momentáneamente y para huir y reinventarse después. Estamos muy lejos del Pablos que se esfuerza en arreglar su matrimonio con una doña Ana de prometedora dote, de Guzmán de Alfarache prostituyendo a su mujer o de Elena que se encuentra sojuzgada por su rufián Montúfar. De estos pícaros de Castillo Solórzano podría decirse algo similar a lo que se afirmaba del Carriazo de La ilustre fregona, quien era «un pícaro virtuoso, limpio, bien criado y más que medianamente discreto»244. El proceso de despicarización se ve confirmado por un abandono progresivo de moralidades a lo largo de la narración.Velasco Kindelán 243 244

Pérez-Erdelyi, 1979, p. 84. Cervantes, La ilustre fregona, NE, III, p. 47.

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ubica ocho incisos de reflexión moral en el libro I, cinco en el libro II, otros cinco en el libro III y, sintomáticamente, ninguno en el libro IV245. Si el recurso de la admonición venía a cuento y era obligatorio en los paradigmas picarescos, en la última parte de La garduña se desvanece por la hegemonía de los cortesanos. Otro factor que coopera de forma trascendental en lograr estos efectos es la narración llevada a cabo aquí en tercera persona, que suele ser bastante parca cuando se trata de describir sentimientos o estados de ánimo, salvo los primarios, de los personajes. Nunca se sabe qué lleva a estos pícaros a vivir «a la droga», más allá de la codicia y el rencor de Rufina que se extinguirá cuando conozca a Jaime. Tampoco es que averiguarlo interese demasiado para los objetivos de Castillo Solórzano, quien en La garduña de Sevilla ha llegado finalmente a aquel, tan criticado por P. Dunn, «gusto de narrar por narrar», que lo aproxima tanto a la poética folletinesca. Finalmente, quizás para Castillo indagar en torno a las intenciones superiores de los protagonistas resultaba un lastre para su objetivo de brindar pura acción. Esto lo logró despojando a la protagonista de La garduña de cualquier insatisfacción social, rasgo que sí poseía y sacaba a relucir oportunamente la protagonista de Teresa. Las novelas intercaladas: nobleza urbana y teatralidad Son tres las novelas cortas que se introducen en La garduña de Sevilla: Quien todo lo quiere, todo lo pierde, El conde de las legumbres y A lo que obliga el honor. Estas, como ya se observó, se intercalan oportunamente en función de la audiencia a la que se dirigen dentro del texto: los viajeros que comparten un coche hacia Córdoba; una reunión de pícaros en la cueva de un falso ermitaño; una dama y sus criadas en una velada casera, respectivamente. Asimismo, su planteamiento obedece, en buena medida, al carácter de cada uno de sus respectivos narradores: un clérigo, un estudiante de origen noble metido a ladrón y un pícaro en disfraz de caballero queriendo complacer a su dama. Quien todo lo quiere, todo lo pierde es una buena muestra de la tendencia de ciertos narradores de inicios del XVII, de origen noble pero humilde (Salas Barbadillo, Lope de Vega,Vélez de Guevara, el propio 245

Velasco Kindelán, 1983, p. 114.

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Castillo Solórzano), «a idealizar, tratando de identificarse con ella, a la clase de caballeros situada un escalón o dos por encima de ellos en la pirámide social»246. En efecto, el protagonista de esta novela en especial podría encarnar el tipo del caballero perfecto que dos décadas antes había esbozado Salas Barbadillo247. Alejandro es un mayorazgo que, contra todo pronóstico, no se duerme en sus laureles a sabiendas de que tiene asegurada su medra (típico reclamo que se le hace a los primogénitos de familias nobles como lo es él), sino que se va a Flandes a cubrirse de la gloria militar que ya había labrado su tío248. De vuelta a Valencia, su patria, para arreglar asuntos familiares, tampoco se entrega a los placeres propios de aquella región (conocida por su atmósfera social de diversión y relajo). No asiste a garitos, como el resto de la juventud. Su única ocupación es la doma de caballos, ejercicio de la nobleza más tradicional. Su estampa es modélica: guerrero, virtuoso y rico. Una tarde que sale a pasear «por la amena y deleitosa huerta de Valencia», conoce a Isabel, una dama noble y bella, aunque «heredera de una corta hacienda». Su rasgo más característico, y por el cual es celebrada en tierras valencianas, es «su claro ingenio y agudo entendimiento», que hasta le permitía componer versos. Quizás por esta especial destreza de Isabel, los jóvenes empiezan una relación sustentada 246

Close, 2007, p. 279. Plasmado precisamente en su obra homónima, El caballero perfecto, publicada en Madrid en 1620. Para F. Yudin la idealización de los personajes de la novela corta, tanto caballeros como damas, proviene de la comedia de capa y espada (1969, p. 593), muestra patente de que este género narrativo toma varios de sus elementos estructurantes del teatro. 248 El narrador llama la atención sobre la atipicidad de este mayorazgo, que no se abandona al ocio, en razón de que, como se sabe, son convencionalmente los segundones los que protagonizan este tipo de novelas, ya que son los que tienen que ‘buscarse la vida’. De allí, por ejemplo, que en la novela La fantasma de Valencia, el protagonista, un segundón, hable con cierto resentimiento de su hermano mayor: «Nací hijo segundo de Perafán de Rivera, caballero muy conocido por su antigua y generosa sangre, donde por hallarme con la poca hacienda de unos alimentos, bien debidos y mal pagados, que mi mayor hermano, ya dueño del mayorazgo de mi padre, me daba, determiné dejar mi patria y seguir la milicia, sirviendo a mi rey hasta merecer el puesto que he tenido, camino por donde tantos por sus animosas hazañas y particulares servicios han venido a valer y ser estimados de sus reyes, ascendiendo de humildes principios a eminentes lugares» (Tardes entretenidas, pp. 92-93). 247

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en lo escrito, a través de «papeles», breves mensajes amorosos y versos. Sin embargo, los problemas empiezan cuando Isabel evidencia ser víctima de constantes celos que no poseen mayor fundamento. A todo esto Alejandro opone su cordura, «satisfaciendo sus quejas con la verdad y aplacando su ira». Él tiene claros sus fines: matrimonio, pese a que sabe que su dama no posee hacienda. El detalle no ha de ser pasado por alto ni tomado a la ligera, ya que en la novela corta el factor económico resulta indesligable del amor que pretende consumarse en el casamiento. Como buenos amantes, Alejandro e Isabel deben llevar su relación en secreto. Serán los celos de la dama los que le impidan controlarse y romper esa unión armónica. En una fiesta realizada en el marco del carnaval, la pareja se encuentra compartiendo el mismo espacio, aunque mantiene la distancia prudencial que se han autoimpuesto. Alejandro hace gala de su buen humor y habilidades sociales para con las damas invitadas: «Él comenzó a entretenerlas mientras venían más señoras con sazonados chistes y alegres cuentos del tiempo». En este contexto de fiesta, una dama de la reunión, Laudomia, se ubica en un escritorio, coge una pluma y juega a escribir, «haciendo algunos airosos rasgos, que escribía con lindo aire». Alejandro, en su faceta burlona, le arrebata la pluma y le mancha la mano con la tinta. Isabel no puede soportar lo que ve y explota: se dirige hacia Alejandro y lo abofetea hasta el punto de hacerle sangrar la nariz. El bofetón aplicado por la dama recuerda una escena similar en los últimos versos de la segunda jornada de El perro del hortelano entre la condesa de Belflor y su secretario Teodoro. TEODORO DIANA

¿Qué hace vuseñoría? Daros, por sucio y por grosero, estos bofetones249.

Los bofetones provocan que la nariz del secretario empiece a sangrar, por lo que la condesa ordena que se compren lienzos. Este gesto da pie de inmediato al chiste del gracioso:

249

Lope de Vega, El perro del hortelano, vv. 2220-2222.

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Dice [la condesa que los escudos] son para lienzos y llevó el mío con sangre. Pagó la sangre y te ha hecho doncella por las narices250.

Puesto que Isabel es posesiva y manifiesta su poder sobre el galán a través de lo escrito, cuando la otra dama, Laudomia, simula escribir, está atentando, sin saberlo, contra el sustento de la relación de Isabel con Alejandro, quien se encuentra, dócilmente, sometido a esta última. Como en la escena de El perro del hortelano, la bofetada que hace sangrar evoca la relación sexual, un desvirgamiento que, por ende, feminiza al galán y lo convierte en posesión de Isabel. Esta dama, muerta de celos, le está expresando a Alejandro que él le pertenece solo a ella y que está sujeto a sus rigores. Es ella la que desempeña el rol activo, estereotipadamente masculino, en la relación. El caballero se marcha de la fiesta, pero luego tras reconciliarse por vía escrita, se amista pronto con Isabel. La subordinación de Alejandro no puede ser más evidente: Holgose con el papel, porque nada como los celos descubren los quilates de la voluntad y así luego obedeció a su dama con más presteza (libro II).

Si, con Alejandro, Isabel se permite ejercer este autoridad que le brinda el amor, ya que él realmente la ama, no le ocurre lo mismo frente a Fernando. Este último es un antiguo galán de Isabel, que reaparece en Valencia tras el incidente de los bofetones. Regresa de resolver un pleito en la Corte muy a su favor, pues ahora recibe dos mil ducados de renta. Isabel no sabe bien cómo actuar, ya que su relación previa con Fernando había llegado a mayores, hasta el punto de que le debía su honor. Así, es Isabel la que depende de él. Hallose doña Isabel confusa en el modo de complacer a estos dos caballeros y con no poca duda en cómo se había de portar con entrambos. Hallábase prendada en el honor con don Fernando y en el amor con don Alejandro, porque del primero había perdido mucha parte con la ausencia, proprio en las más mujeres no hacer caso sino de lo presente (libro II).

250

Lope de Vega, El perro del hortelano, vv. 2351-2354.

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Isabel no cuenta con poder alguno frente a Fernando, de allí que no intercambie papeles con él, sino que este tiene acceso directo a su alcoba, sin mediar mensajes ni versos. En cambio, Alejandro sigue subordinado a sus mandatos escritos. Como el tiempo pasa, este último ya espera alcanzar mayores favores, pero Isabel le da largas, aplazando la obtención de su goce, y el buen caballero se encuentra «engañado con sus papeles». La escritura es la que constituye la relación paralela entre Isabel y Alejandro, una relación de segundo grado que aplaza o suspende su relación real. A todo esto el narrador sanciona la conducta de Isabel, anticipando que puede ocurrir un hecho terrible: «Suceso que pasa en nuestros siglos con muchas, por quien suceden no pocas desdichas». El conflicto de tener a los dos galanes se dramatiza en el episodio nocturno en que Alejandro toca a la puerta de la dama, buscando refugio porque sus enemigos lo persiguen en la calle, e Isabel no puede dejarlo entrar porque está pasando la noche con Fernando. He aquí el dilema existencial de la dama: como lo ha señalado previamente el narrador, Isabel está «prendada en el honor con don Fernando», aunque el amor no cuenta ya entre ellos; «y en el amor con don Alejandro», un amor algo maníaco, pero sin el honor en juego. Tratar de quedar bien con ambos, es decir, tratar de gozar los réditos del amor y mantener el honor, sin que ambos estén cifrados en una sola persona, es lo que desencadenará el final desgraciado, ya que, como reza el título de la pieza, Quien todo lo quiere, todo lo pierde: «todo» implica amor y honor, los cuales, en el conflicto que plantea el relato, están representados por Alejandro y Fernando, respectivamente. Isabel opta por Fernando. El narrador no toma parte de la decisión de Isabel. Si bien afirma que «parece que se ajustó a lo más acertado [elegir a Fernando, o sea, su honor]», tampoco tiene la decisión un efecto positivo, porque la coyuntura se complica. De hecho, es la fortuna la que juega contra Isabel: confía en que Alejandro sea reservado (y no quedan dudas de ello), pero Fernando acaba por enterarse de todo. Alejandro se ha negado a recibir más papeles de ella, con lo que le quita toda la autoridad que gozaba frente a él. Sin embargo, para no romper con el hábito, le comunica su ruptura por escrito. Es así como descubre Fernando la otra relación que mantiene Isabel, cuando, a escondidas, escucha leer el mensaje de Alejandro en voz alta.

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Enterado de esta verdad, le resulta fácil al poseedor de su honra eximirse de cualquier compromiso. Supuestamente el gran obstáculo para concretar el matrimonio con Isabel era la madre de Fernando, quien deseaba verlo casado con otra, por razones económicas; de allí que la dama se aferrara a la esperanza de que la susodicha madre muriera pronto. Pero la situación ahora se presta a que Fernando opte por lo fácil: acepta la autoridad materna, contra la que nunca quiso enfrentarse. Fernando se casa «con señora rica y hermosa», satisfaciendo la voluntad materna. No obstante, no llega a ser feliz, ya que «nunca tuvo sucesión, sino pleitos, empeños y pesares, no viviendo muy gustoso con su esposa». Justo castigo para quien no puso de su parte en mantener la relación con Isabel activa durante su alejamiento y, sobre todo, dejó a la dama por no chocar con su madre. Fernando evita problemas, es cobarde y acomodaticio. Por su parte, Alejandro opta por Laudomia, pues considera «cuán principal era y tener buena dote». Para su elección se basa en los criterios de la belleza, la posición social y la riqueza, antes que en los atributos de Isabel, que se reducían a una hacienda muy menguada y a una particular habilidad para escribir. Por haberse comportado con rectitud y buen tino, Alejandro es el único de la historia que tiene un final dichoso, ya que «le dio Dios hijos y muchos aumentos de hacienda». El narrador toma abiertamente partido por la culpa de Isabel en todo el embrollo de la novela. Su error fue no cultivar el afecto de Fernando, a quien ya le debía su honra, en vez de buscar el amor en otro: Tenía esta dama tanta confianza en que don Fernando no había de faltar a su obligación, que pensaba ella que faltaran todas las del mundo y esta no; mas hallose muy burlada, porque si ella, que había de conservar aquel amor como perdidosa de la joya más preciosa de su honor, tenía tan poco recato hablando a un tiempo con don Alejandro, ¿cómo quería que don Fernando se casara con ella, con tan grandes escrúpulos, habiendo de vivir toda la vida con recelos?

El mensaje de la novela queda claro: «Escarmienten las que se arrojan a dejarse galantear a un tiempo de dos, no advirtiendo cuánto llegan a perder de su fama y opinión, siendo burladas». El castigo de Isabel es convertirse en monja, ingresando al monasterio de la Zaidía, el cual, gran coincidencia, quedaba cerca de la alquería donde había vivido y conocido a Alejandro. Solo este último, como quien no tuvo

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segundas intenciones, es feliz en su matrimonio, el estado perfecto. La novela plantea un «ejemplo», según palabras del narrador al cierre de la misma, bastante coherente con su autor dentro del texto de La garduña, un clérigo que va a Madrid a buscar licencia para su libro, del cual la pieza leída es una muestra. Mediante ese dato suelto sobre la búsqueda de licencia, Castillo Solórzano revelaría su propio veredicto sobre cómo han de ser las novelas cortesanas dignas de obtener permiso de impresión. La segunda novela intercalada, El conde de las legumbres, plantea una historia de amor, pero esta vez el protagonista no es un mayorazgo modélico, sino un segundón, quien luego de demostrar su destreza en el campo de batalla (él es también veterano de Flandes), habrá de demostrarla también en la Corte. El argumento de El conde confirma el aserto de W. King respecto de que el héroe de la novela corta se sirve de su ingenio antes que de su valor251. Se trata del hijo segundo de una familia noble gallega que, fruto de su propio esfuerzo, logra salir de la pobreza que su lugar en el orden de sucesión le tenía predeterminada. La acción empieza con su retorno a España, habiéndosele otorgado el hábito de la orden de Alcántara, en espera de que le asignen la encomienda que a su nuevo estado corresponde. En esta circunstancia, don Pedro Osorio, el caballero gallego, ve a Margarita, la hija de un marqués austríaco, embajador del imperio romano germánico en España, de la cual queda profundamente enamorado. A sabiendas de que la dama y su padre están de paso hacia Valladolid (la acción de la novela transcurre entre los años 1601-1606, cuando reside la Corte en esta ciudad), el protagonista elucubra el plan de fingirse loco para llamar su atención y poder seguirlos como parte de su séquito. Para ello se inventa toda una historia risible, la de ser un enajenado sujeto llamado don Pero Gil, que se autodenomina «conde de las legumbres». La treta da resultado y Pedro logra ser incorporado entre los criados del marqués, aunque su posición resulta liminar, como solía ser la de los bufones. De hecho, es a esa categoría cortesana a la que se remite su disfraz: vestido de verde, a lo antiguo, y con un humor de motes, propio de círculos palaciegos252. A todo esto su criado, Feliciano, se admira viendo

251

King, 1963, p. 188. A Dunn le parece que existe en el protagonista cierta impronta de Don Quijote o al menos la de una historia dentro del Persiles (1952, p. 40), la cual no 252

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a cuánto obliga el amor, pues a un caballero de tan gran juicio, que en la milicia se tomaba su voto por el primero, haciendo acciones de haberle perdido, se procuraba introducir por juglar para galantear aquella dama (libro III).

En efecto, el noble, por cuestiones amorosas, se rebaja a ser bufón o juglar, pero, reconociendo su noble origen, sus nuevos amos lo respetan e impiden cualquier tipo de vejación a su estatus primigenio. De lo contrario no se entendería el artilugio al que apela el marqués para que Pedro no se vea ni se sienta ofendido al tener que acompañar a doña Brianda a caballo, ya que no puede ir él también en litera como ellos. Nuevamente, en el mundo ficcional los personajes reconocen la buena sangre y le otorgan a quien la posee la preeminencia que se merece, incluso en casos como el de un supuesto enajenado. Ya en la Corte, el arte bufonesco de Pedro causa verdadera sensación, hasta el punto de que se le recomienda al marqués que lleve al gracioso don Pero Gil ante el rey, para que este disfrute de su humor253. En esta circunstancia el criado de Pedro, el fiel Feliciano, descubre que Leopoldo, el prometido de Margarita, visita y goza de los favores de Blanca, quien no es otra que la hermana de Pedro. Pero esta dama ha sido lo bastante cauta para haberse entregado a Leopoldo tras haberle firmado este una cédula de matrimonio. Precisamente Blanca se está impacientando por la demora de Leopoldo en llevar a cabo la ceremonia pública y ahora se propone mostrarle la cédula al embajador, que es el tío de su galán. Entonces, ya en casa del embajador, se encuentra con Pedro, su hermano, en su disfraz de bufón y

he alcanzado. Por nuestra parte, señalaremos que el loco fingido (bien lejano del hidalgo manchego) es un personaje más o menos repetido en otros libros de Castillo Solórzano, como es el caso del abufonado don Tomé del Bachiller Trapaza o el don Payo de El mayorazgo figura, un gracioso que finge ser un figurón para burlar a una dama que despreciaba a su amo. 253 El que las acciones de la novela estén ambientadas en el periodo vallisoletano de la Corte hace pensar en una evocación nostálgica de aquella «alegría carnavalesca imperante en los primeros años del nuevo reinado [el de Felipe III], en reacción a la austeridad del anterior [el de Felipe II]» (Close, 2007, p. 251), cuando aparecen, en parte como reflejo de ese ambiente de regocijo, obras como Don Quijote, la Fastiginia o La pícara Justina.

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con gafas, para despistarla mucho más. Esta anagnórisis, así como otra posterior, posee un cariz marcadamente teatral254. Pedro revela su identidad a su hermana Blanca mientras los escucha su amada detrás de la puerta, que justamente da a la habitación donde ambos hermanos hablan. Esta última aparece luego en escena para sorpresa de Pedro, quien, no obstante, disimula bien. Se trata entonces de una doble anagnórisis (Pedro se revela a su hermana y a la vez a Margarita).Viéndose descubierto, el protagonista justifica su disfraz ante Margarita, quien se siente admirada y, sobre todo, «puesta en la obligación de favorecer y estimar su fineza». La treta de Pedro antes que una degradación es considerada una «fineza» de buen amante y como tal será retribuida. Ganado ya el favor de Margarita, quien desde el inicio no quería casarse con su primo Leopoldo, solo queda solucionar el caso de Blanca. Margarita le cuenta toda la historia a su padre y la prueba determinante la da el documento escrito, cuyo peso es indiscutible. Es la cédula la que restituye el orden y empareja correctamente a los jóvenes. Se da una nueva anagnórisis, la de Pedro frente al embajador y Leopoldo cuando este último se niega a casarse con Blanca. Aparece el héroe con su hábito de Alcántara dispuesto a desafiar a Leopoldo, a matarlo si es necesario. Pero la historia se desarrolla en los cauces de la armonía: al final prima la sensatez, Leopoldo reconoce a Blanca como su esposa y Pedro puede unirse a Margarita. Lo extraordinario, lo admirable, que era requisito fundamental para una buena ficción, se centra en el disfraz de Pedro, cuyo nombre de pila, por cierto, lo determina a ser un sujeto inquieto y travieso, de salidas poco ortodoxas255. Miñana encuentra en la estrategia del protagonista una apli254 Como advertimos antes, F.Yudin (1969) ha resaltado los estrechos vínculos entre la novela corta y la comedia, en lo que se refiere al diseño de tramas y de personajes. Por su parte, Sánchez Jiménez (2002) ha reparado en los diversos recursos de índole teatral (algunos de ellos también presentes en estas piezas de Castillo Solórzano) que aplica otro narrador postcervantino como José Camerino en su novela El pícaro amante. 255 En la tradición onomástica de Pedro de Urdemalas, por ejemplo. El nombre de Pedro se toma, según Correas, «por bellaco, taimado y matrero» (núm. 1549). De igual forma, la transformación del protagonista es señalada por el narrador como un «capricho», en su sentido, muy de la época, de ‘idea o proyecto fuera de lo ordinario’. Sobre el valor de lo admirable, que denominan admiratio las preceptivas literarias clásicas, se ocupa Riley, 1963.

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cación de la verosimilitud, tanto con fines de producir la admiratio como para beneficiarse del papel representado: Castillo Solórzano construye lo verosímil creíble precisamente mediante la inversión paródica del crédito del personaje principal. Cuando don Pedro de Osorio se enamora de Margarita, hija de un severo marqués, no encuentra otra forma mejor que cortejarla que haciéndose pasar por loco para ganar la confianza del estricto padre de su amada […]. En realidad, gracias a la parodia de la «autoridad» de que hace gala el «conde de las legumbres», don Pedro de Osorio se muestra ante el padre de Margarita como inofensivo256.

El protagonista recibe la felicidad por su arrojo y empeño, conjugando en el matrimonio el amor y el ascenso social. Recibe su premio y abandona así el humilde destino que su condición de hijo segundo le había impuesto de antemano. Precisamente el carácter ejemplificador de la novela corta está en la reivindicación del segundón como protagonista y héroe que logra superar las adversidades. Pedro ve, finalmente, coronado su esfuerzo con una posición económica y social superior, lograda por méritos personales y no por su lugar en la sucesión familiar. Es más, la unión del noble gallego con la noble austríaca remite, simbólicamente, a una exaltación de la identidad de la monarquía española, asentada sobre el origen godo, cuya antigüedad era legitimadora, y la defensa del catolicismo que identificaba a la dinastía Habsburgo. No por nada en la jocosa historia de sus orígenes, el enajenado Pero Gil señalaba que nació en tiempos en que Galicia tenía por rey a Gundemaro (rey godo), por lo que su abolengo se remonta a la más rancia nobleza peninsular, pero que ahora se reconocía como «el deudo más honrado que tiene el Católico Filipo»257. La última novela intercalada, A lo que obliga el honor, encierra el mismo espíritu de reivindicación de los segundones frente a los pri-

256

Miñana, 2002, p. 181. El goticismo o mito nacional que considera la sucesión del reino visigótico como «timbre de honor e ilustre prosapia» para la monarquía española aparece en la Edad Media, pero tiene gran vitalidad en el Siglo de Oro, cuando existe una gran obsesión por demostrar dicha herencia, estrechamente vinculada con los estatutos de limpieza de sangre. Para una introducción somera al tema ver Clavería, 1960. 257

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mogénitos, aunque ahora en clave femenina. Si la novela empieza proponiendo como protagonista a un mayorazgo sevillano, don Pedro de Ribera, será doña Victoria, aquella dama toledana que este burla, quien tome las riendas de la acción para conducirla hacia la realización de su deseo: restituir su honor mediante el matrimonio con don Pedro. Ocurre que doña Victoria es, según ella misma firma, «segunda hija en la casa de mis padres, porque un hermano mío es heredero della», de manera que su comportamiento equivale al de un galán segundón, pues habrá de valerse también de su ingenio para superar su desventaja inicial. Don Pedro de Ribera se dirige a Madrid con el objetivo de casarse con doña Brianda. El matrimonio ha sido arreglado por su primo, un segundón que se gana la simpatía del lector por su rectitud, pero que es consciente de que no posee la categoría de don Pedro para acceder a un matrimonio tan ventajoso. El sevillano se pone en camino, pero es asaltado cerca de Toledo por unos ladrones que lo despojan de su ropa. La causa del robo es insinuada por el narrador: don Pedro, enojado porque no dejaba de perder, había prolongado su partida de naipes hasta tarde, por lo que retomó su viaje de noche. Él y su criado son vistos por un pastor, que los conduce al cigarral de doña Victoria, donde esta los cobija. Hay amor a primera vista, pero a don Pedro le cuesta arriesgarse, sabiendo que está próximo a casarse. Será su criado quien lo impulse a aprovechar la ocasión y gozar a la dama con una cédula de matrimonio firmada con un nombre falso. La insistencia del narrador en la participación del criado en este episodio tiene un claro objetivo: exculpar al caballero, presentando su falta como un desliz provocado por un violento deseo (se dice que el protagonista está «encendido de amor, olvidada la dama del retrato [o sea, su prometida]») pero, sobre todo, promovido por un criado bellaco. Súmesele a ello el nombre (Pedro) que otorga cierta inclinación tracista al personaje. Aprovechada la ocasión y deudor de la honra de la dama, don Pedro se va a Madrid, habiendo dejado olvidado el retrato de su prometida, Brianda, y la carta que le enviaba su primo, de donde se deduce su identidad verdadera.Victoria decide entonces recuperar su honor yendo a buscarlo a la Corte. Como el segundón protagonista de El conde de las legumbres, doña Victoria se disfraza para alcanzar su meta, aunque en su caso está impulsada por restituir su honra, antes que exclusiva-

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mente por amor. Como se ve, los caballeros y las damas de estas novelas han de disfrazarse, usurpando identidades, pero con fines estrictamente elevados, como alcanzar un amor en apariencia imposible o la recuperación del honor perdido. En Madrid, doña Victoria ingresa a la casa de la familia de doña Brianda para servir de dueña. Desde esta posición, logra poner en duda la reputación de don Pedro y descubre que doña Brianda tenía ya otro galán, don Sancho, que la cortejaba y deseaba casarse con ella. Doña Victoria, en su disfraz de dueña, sabe ganarse la confianza tanto de doña Brianda (para poder influir en ella), como de don Pedro (haciéndole creer que lo va a favorecer ante su prometida). Ha logrado que este, confiado, le firme un papel en blanco, el cual, con ayuda de su escudero, convertirá en la cédula de matrimonio auténtica que le faltaba. Como queda evidente, la dama no duda en falsificar un documento por una causa justa y, como tal, la acción pasa por considerarse un ardid antes que un vil engaño. A continuación, busca a don Sancho para que retome contacto con doña Brianda y se presenta ante el padre de esta, don Juan, para contarle su historia de dama deshonrada, esgrimiendo como prueba la cédula que ha amañado. Estos encuentros con don Sancho y don Juan se dan en la casa que ha alquilado, que se configura como un espacio teatral, ya que en él se montan escenas con personajes que escuchan detrás de cortinas y otros que aparecen disfrazados y confundirán sus identidades. Es en esta misma casa donde se produce la anagnórisis final, que evoca asimismo un mecanismo teatral. Doña Victoria organiza un encuentro de los galanes (don Sancho y don Pedro) con las respectivas parejas (ella misma y doña Brianda), pero hace creer a don Pedro que se va a acostar con su prometida, cuando en realidad, aprovechando la oscuridad de la habitación, lo hará con la propia doña Victoria. Esta tiene todo fríamente calculado para que a una hora determinada ingresen el padre de doña Brianda y las autoridades, quienes descubriendo a las parejas in fraganti sancionarán públicamente sus uniones. Así, al viejo don Juan no le queda más remedio que aceptar que doña Brianda se despose con don Sancho, de quien el corregidor debe señalar, para que no quede duda de la buena elección, que es «bien conocido en la Corte por su mucha calidad». Asimismo, don Pedro, pese a su negativa anterior, acaba por confirmar su palabra de esposo de doña Victoria. Esta tramoya final, al mejor estilo de las co-

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medias de capa y espada258, se ve coronada con las bodas de las felices parejas reconciliadas, cuyos padrinos se indica que fueron «dos grandes de España con sus mujeres». Nuevamente, se armoniza la felicidad amorosa con el éxito económico y social: doña Victoria, hija segunda, se casa con don Pedro, rico mayorazgo de Sevilla. Pérez-Erdelyi encuentra en este desenlace una cierta aplicación de la justicia poética en clave misógina, según la cual la dama que se mantiene pasiva triunfa, mientras que la que se sale de sus casillas recibe algún grado de sanción. Así, sostiene que Doña Brianda se salva de un matrimonio con un hombre engañador y logra casarse con don Sancho de quien está enamorada como premio a su honrado proceder. Mientras la liviana Vitoria solo logra el matrimonio con su burlador mediante el truco y obligarlo frente a testigos259.

Sin embargo, es de observar que los hechos no son tan sencillos. Esa cuota de acción e incluso manipulación de Victoria es válida en sí misma y refleja su autonomía. Tanto ella como doña Brianda han ejercido su libertad de elegir. A Victoria le parece absolutamente coherente reclamar que don Pedro se case con ella, así como a Brianda le resulta satisfactorio quedarse con don Sancho, a quien amaba desde mucho antes. Ambas se han realizado dentro de los márgenes de libertad que su género y su clase social les ofrecen en la España de mediados del XVII. Vistas en conjunto, las tres novelas intercaladas en La garduña de Sevilla poseen su interés. Si bien cada una posee rasgos singulares, resulta fácil emparejar El conde de las legumbres con A lo que obliga el honor, por ser sus protagonistas segundones, dejando a un lado Quien todo lo quiere, todo lo pierde, novela cuyo héroe es mayorazgo y que posee, a diferencia de las anteriores, un mensaje moralizador explícito260. En contraste, las dos primeras ponen en primer plano el mérito del noble marginado (tanto en su faceta masculina como en la femenina), exhiben una marcada teatralidad y no muestran un discurso morali258

La impronta de este género de comedia también lo anota Pérez-Erdelyi, 1979, p. 39. 259 Pérez-Erdelyi, 1979, p. 65. 260 A diferencia de otras ocasiones, Dunn no duda en reconocerle este sincero propósito a Castillo Solórzano en el caso de este novela (1952, pp. 79-80).

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zador tan evidente como la tercera en cuestión. En lo que se refiere al papel de la mujer, esta solo cumple rol determinante en Quien todo lo quiere, todo lo pierde y A lo que obliga el honor, especialmente en esta última, en que cumple un papel protagónico. Pérez-Erdelyi emite un juicio bastante severo respecto al papel de la mujer en algunas novelas de Castillo Solórzano: Pensamos que la actitud de Castillo hacia la mujer se manifiesta más claramente en las novelas intercaladas donde las mujeres que cumplen con el papel ideal mostrándose obedientes y sumisas logran lo que desean, mientras que las rebeldes y maquinadoras son derrotadas, por ejemplo doña Isabel en Quien todo lo quiere, todo lo pierde en Garduña y Octavia en la primera novela intercalada en Trapaza261.

Resulta necesario matizar este planteamiento. Tan maquinadora y rebelde como Isabel frente a la situación en la que se halla resulta la Victoria de A lo que obliga el honor, solo que sus fines son considerados correctos en el sistema de valores de su sociedad. Lo que se condena de Isabel es su conducta equivocada, de jugar a dos ases. La diferencia entre lo censurable y lo que no lo es se establece en relación con la jerarquía a la que pertenece el personaje como con los fines que persigue en un determinado contexto. Según lo ha señalado Velasco Kindelán, «la diferencia entre engaño y villanía viene dada por la calidad del rival. El noble engaña o traiciona. El villano… comete una villanía»262. El engaño puede ser considerado un ardid o «fineza» si está dirigido hacia el logro de un objetivo elevado, como alcanzar el amor o la restitución del honor. Esto se aplica por igual a caballeros como a damas en el universo ficcional de la novela cortesana. Otro rasgo de dicho universo es la comprensión que caracteriza las relaciones entre padres e hijos263: una hija como Margarita le pide a su padre que acceda a su matrimonio con don Pedro y recibe su aprobación. Ello es posible por tratarse de familias bien constituidas. Recuérdese que se considera que los nobles poseen una inclinación natural hacia lo bueno y se les juzga, por ende, en función de expectativas siempre positivas. 261

Pérez-Erdelyi, 1979, p. 43. Velasco Kindelán, 1983, p. 58. 263 Pérez-Erdelyi, 1979, p. 55. 262

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En estas tres novelas, Castillo Solórzano representa los avatares de la nobleza urbana que configura su público objetivo. Los protagonistas (Alejandro, Pedro y Victoria, respectivamente) son sujetos inteligentes que se orientan a superarse dentro de los márgenes de acción que su lugar en la jerarquía social les otorga. El mayorazgo cumple con no rebajarse, manteniendo su prestigio y haciendo las elecciones correctas (Laudomia por Isabel), que no lo empañen. Los segundones, tanto en su faceta masculina como femenina, intentan elevarse, vinculándose con mayorazgos (Victoria con don Pedro) o damas de gran posición (Pedro y la Margarita, la hija del embajador austríaco). Castillo Solórzano intenta cubrir el variopinto espectro de la juventud noble (el segundón, el mayorazgo, la dama cultivada, la enamorada, etc.), brindándole un espejo en el cual reflejarse, pero, sobre todo, modelarse. En esta operación de «dar forma» o representar una nueva nobleza, parece cumplir un rol destacado lo escrito, como instancia que, tanto dentro del mundo ficcional como fuera de este, posee un poder enorme como garante de las relaciones humanas, especialmente las que vinculan a hombres con mujeres. En los argumentos de las tres novelas analizadas la presencia y el intercambio de documentos cumplen función determinante: en Quien todo lo quiere, todo lo pierde los mensajes sustentan la relación de Isabel con Alejandro y arruinarán la que esta poseía con Fernando; en El conde de las legumbres la precaución de la dama que exige la cédula de matrimonio es la que permite que el desenlace pueda ser feliz; y en A lo que obliga el honor la falsificación de una prueba escrita impulsa igualmente un final conveniente para la protagonista. El amor y el honor penden de la escritura, ora mediante los «papeles» y los versos, ora mediante la cédula de matrimonio264. Todos estos documentos escritos que se intercambian, se esconden, se leen ceremoniosamente en voz alta o se falsifican, tienen un valor absoluto, pueden esgrimirse como prueba y finalmente son los que determinan el éxito o el fracaso de los sujetos tanto en la esfera amorosa como en la social, pues para ellos el amor 264

Así, considérese la reflexión de Lope de Vega: «Pues en llegando a papeles, ¡oh papeles, cuánto mal habéis hecho! ¿Quién no tiembla de escribir una carta? ¿Quién no lee muchas veces antes de poner la firma? Dos cosas hacen los hombres de gran peligro sin considerarlas: escribir una carta y llevar a su casa un amigo, que de estas dos han surtido a la vida y a la honra desdichados efetos» (Novelas a Marcia Leonarda, p. 280).

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y el honor son indesligables, ya que confluyen en el matrimonio, estado civil que reconstituye su identidad, en tanto los reubica en la escala socio-económica. Finalmente, las reglas de la novela cortesana responden a la sensibilidad aristocrática que Castillo Solórzano impregna en sus personajes. No hay que olvidar que el vallisoletano estaba asociado mucho más con este género literario que con la picaresca propiamente dicha. Está justificado, por eso mismo, que este material que se interpola acabe contaminando la historia principal, vuelta marco narrativo. El matrimonio de Rufina y Jaime, por ende, no solo involucra el triunfo del amor, sino también un cambio socio-económico adaptado a su nivel. En vez de asegurarse el futuro con una renta o dote, como sus contrapartes provenientes de la nobleza, ellos lo hacen con un capital, producto del robo, que les permitirá poner su negocio de sedas en Zaragoza. Un libro «perfecto» o una novela de novelas En razón de lo observado hasta aquí, resulta provocador considerar La garduña de Sevilla como un libro «perfecto», en el sentido etimológico latino del término: un libro acabado, donde nada falta ni sobra. Una fusión integral de la novela picaresca con la novela cortesana, con lo que Castillo Solórzano alcanzaba congregar para su público cautivo los encantos del viejo género picaresco y los de la ficción amorosa breve que venía cultivando desde hacía veinte años. Dicho de otra forma, La garduña sería una novela de novelas, una especie de centón que reciclaba materiales archiconocidos en un empaque original e irrepetible. En tanto combinación más lograda de lo picaresco con lo cortesano, La garduña representa la culminación de una serie de experimentos narrativos que empezaba con la ya lejana novela corta El proteo de Madrid (1625), a la que seguían Las harpías en Madrid, Teresa de Manzanares e inclusive las Aventuras del bachiller Trapaza. Un hecho que llama la atención es que, si bien Teresa de Manzanares ofrece aspectos de construcción mucho más refinados y atractivos para el lector moderno, no gozó del éxito que tuvo La garduña de Sevilla. Esta última pervivió a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX, por lo que podría decirse que nunca dejó de leerse en España, ya que no le faltaron ediciones en el mercado, manteniéndose siempre vigente.

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Teresa, en cambio, tras su única edición en 1632, estuvo sepultada hasta 1906. En el plano de las traducciones, ocurre un fenómeno parecido: La garduña se traduce al francés e inglés con varias reediciones entre el XVII y el XVIII, en tanto Teresa nunca fue vertida a otras lenguas. Ante esta evidencia no queda sino admitir que la fórmula preconizada por Castillo Solórzano en La garduña fue aprobada y reconocida en el panorama novelístico de su época, no solo en la península, sino también en otros países de Europa. La recepción de La garduña de Sevilla en Inglaterra es una muestra de este hecho. En la traducción de John Davies titulada La Picara or the Triumphs of Female Subtilty (1665), el traductor no duda en emparentar la obra con el Guzmán de Alfarache, presentándola prácticamente como la versión femenina del más famoso pícaro español: Hay un libro en la lengua española llamado El Pícaro, que ha sido vuelto al inglés bajo el título de The Rogue o The Life of Guzman de Alfarache. Su humor fue bien recibido en esta nación y él y sus picardías han sido llevados muchas veces a las prensas. El plan de ese libro era representar a una persona que, por su propia naturaleza o por una extraña ascendencia de Mercurio, había alcanzado un talento tan grande para engañar, robar y huir que no solo estafaba a los que trataban con él, sino que se convirtió en precursor y modelo de todos aquellos que, fuera de necesidad o inclinación, habían sido forzados a vivir de sus hurtos o, como algunos los llamarían, sus ingenios. El presente libro tiene algún parecido con la excelente obra antes mencionada en tanto presenta a una mujer que está envuelta en maniobras tan grandes como las de su predecesor Guzmán; pero con la desventaja de que la debilidad de su sexo le obliga a requerir de hombres para llevar mejor a cabo sus planes. Ambos libros fueron escritos originalmente en español, una lengua a la que estamos acostumbrados para la mayoría de obras de este tipo, y, como en la anterior, esta narración está gratamente interrumpida por algunos cuentos o historias divertidas. En suma, hay una combinación de novelas para incrementar la satisfacción y entretenimiento del lector265.

265

«There is a treatise in the Spanish tongue, entituled Il Picaro, which being rendred into English, under the title of The Rogue or The Life of Guzman de Alfarache, the humour took so well in this nation, that he and his rogueries were several times committed to the press. The design of that work was to represent a person, on whom either nature or a strange ascendency of Mercury had bestowed, so liberal a talent of cheating, thieving and circumvention that he not onely tra-

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¿Cabía acaso mayor halago para La garduña de Sevilla? Para este lector del XVII el género picaresco no está en decadencia ni mucho menos se le ocurre reprocharle a Castillo Solórzano el ser poco «realista» o abandonar la crítica social. Davies considera la introducción de novelas interpoladas uno de los mayores aciertos de La garduña. Después, en 1709, un editor londinense tiene la idea de imprimir las tres novelas que contiene el libro, desprendidas del marco narrativo que supone la historia de Rufina, bajo el título de Three Ingenious Spanish Novels. El traductor, el mismo John Davies, en un texto preliminar dirigido al lector, elogia nuevamente el talento de Castillo Solórzano, cuya fama en la península reitera, ponderando las virtudes que se esperaban de un buen narrador en su época: Las tres novelas siguientes, escritas por un noble español, que fue un muy famoso autor en su patria, fueron ideadas tan diestramente que fueron puestas en diversos idiomas, particularmente en francés, por uno de los principales ingenios de dicha nación. Las varias intrigas amorosas, accidentes sorprendentes y sucesos incluidos en ellas convierten a estas narraciones en muy verosímiles. Ninguna de ellas puede considerarse culpable de incluir historias monstruosas o cosas improbables, sino que todas poseen apariencia y aire de verdad y de que pueden ocurrir a cualquiera en los muchos reveses de la fortuna a los que uno está sujeto. Esta traducción proviene de la francesa, a partir de la cual me he tomado la libertad de hacer cambios y añadidos para hacerla lo más amena posible en la lengua inglesa, lo cual es el principio más importante en libros de esta clase. Si el lector obtiene tanto placer leyendo como lo tuve yo ver-

pan’d all he dealt with, but also became a precedent and pattern to all those, who, out of necessity or inclination, have been forc’d to live by their shifts or as some would have it, their wits. The present tract has some resemblance to the excellent piece before mentioned, in as much as it brings in a woman, engaged in as great, designs as those of her predecessor Guzman, but with this disadvantage, that the weakness of her sex obliges her to make use of the assistances of men for the better prosecution thereof. Both treatises were originall written in the Spanish, a language were are oblig’d to for most pieces of this nature; and as, in the former, the relation is pleasantly interrupted by certain merry tales and stories, so in ours, there is an intermixture of novels, to height on the reader’s satisfaction and divertissement» (The Picara or the Triumphs of Female Subtilty, pp. 1-2). Una edición moderna, aunque antológica (solo recoge el primer libro de La garduña), de esta traducción inglesa se encuentra en Sánchez Escribano (1998, pp. 121-148), con un breve estudio que contiene interesantes datos sobre la misma.

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tiendo el texto a nuestra lengua, he cumplido mi fin. Hay muchas cosas aquí que pueden ser tanto instructivas como placenteras y como dice el poeta: «Realmente da en el blanco quien equilibra el aprovechamiento con el gusto»266.

Davies aprecia en el vallisoletano el correcto manejo de la verosimilitud, concepto que en el periodo aurisecular era mucho más abarcador que en la actualidad. La incomprensión de lo que en el XVII se comprende por verosimilitud ha sido lo que ha llevado a buena parte de la ficción de ese siglo (incluyendo en ella muchas de las obras de Castillo Solórzano) a permanecer relegada. En el Siglo de Oro (y en general en la literatura europea de entonces) lo verosímil se alcanza mediante varias modalidades: la retórica (aplicando el criterio del decoro en la constitución de personajes), la ejemplaridad de los hechos narrados, la maravilla o el milagro267. A Castillo Solórzano se le está reconociendo aquí la capacidad para elaborar, en novelas como Quien todo lo quiere, todo lo pierde, El conde de las legumbres y A lo que obliga el honor, ficciones convincentes, cuyos hechos son verosímiles y, por lo tanto, deleitosos para el lector. La estructura fija de La garduña permitía desgajar no solo las novelas intercaladas, sino también sus grandes episodios. De esa forma,

266 «The three following novels written by a Spanish nobleman, who was a very famous author in his own country, were thought so diverting, that they were put into several languages, particularly into French by one of the principal wits of that nation.The several amorous intrigues, and surprizing accidents, and events, contained in them, make the relations very probable; none of them being guilty of advancing any monstrous stories, or apparent improbabilities, but have all the natural resemblance and air of truth, and of what may happen to mankind in the several traverses of fortune, which they are subject to. This translation was taken from the French, wherein I have used the freedom of alteration and addition, to make it as divertive as possible in the English tongue, which is the principal recommendation of books of this kind. If the reader take as much pleasure in reading it as I did in rendring the same into our language, I have my end; there being many things therein that may be instructive as well as pleasant, and as the poet says, He certainly does hit the white / who mingles profit with delight» («To the Reader», Three Ingenious Spanish Novels, sin fol.). 267 Miñana, 2002, pp. 75-77. Riley también lo comprende así: «Bajo cierto aspectos, el concepto que se tenía de verosimilitud en los siglos XVI y XVII era más amplio que el de hoy, porque el nuestro está condicionado por el realismo, que tiene poco que ver con la verosimilitud antigua» (Riley, 1963, p. 180).

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Roger L’Estrange, en 1712, publica en Londres The Spanish Decameron. Se trata de la reunión de diez novelas que, según sostiene L’Estrange, «son relatos españoles compuestos por un famoso autor de aquel reino»268, cuyo nombre no revela. En realidad no se trata de un solo autor, sino de dos: Cervantes y Castillo Solórzano. Pese a que, actualmente, nadie se atrevería a poner a ambos ingenios al mismo nivel, los lectores ingleses no tuvieron problema en recibir cinco de las Novelas ejemplares y el texto de La Garduña segmentado en cinco novelas como si hubieran sido escritas por una sola pluma. Las cinco primeras novelas son las cervantinas Las dos doncellas, La señora Cornelia, El amante liberal, La fuerza de la sangre y El celoso extremeño. Las cinco siguientes son las tres novelas propiamente dichas intercaladas en La garduña a las que se suman el episodio del robo al viejo Marquina (titulado en inglés The Amorous Miser) y el del robo al genovés Filuchi (titulado en inglés The Pretended Alchymist). La confusión de textos de Cervantes con los de Castillo Solórzano parece señalar un hecho que ahora pasaría por ser un sacrilegio: se percibía que la calidad de los textos de ambos autores era lo suficientemente equiparable como para juntarlos bajo una sola autoría, aunque no declarada. Otra conclusión que puede extraerse de esta antología es que, nuevamente contra el gusto actual, las novelas de corte predominantemente amoroso, también llamadas «idealistas», provenientes de las Ejemplares fueron más apreciadas que aquellas otras que la crítica tradicional llama «realistas», sobre las cuales, por cierto, se defendió en la primera mitad de siglo XX el supuesto gran aporte cervantino a la novela moderna. ¿Dónde están Rinconete y Cortadillo o El licenciado Vidriera? El criterio del siglo XVII (que produjo más ediciones del Persiles que del propio Don Quijote) e inclusive ya el del XVIII no se fija tanto en algún grado de «realismo» anacrónico a la hora de hacer la valoración de un texto literario. Este fenómeno lo comenta así E. C. Riley: Aunque resulta difícil creer que alguien pudiera preferir El amante liberal al Coloquio de los perros, resulta instructivo comparar la selección de las Novelas ejemplares representadas en la versión inglesa de 1640 de James Mabbe con la edición de Rodríguez Marín para Clásicos Castellanos en 1914. Las obras seleccionadas por Mabbe son Las dos doncellas, La señora 268

«They are Spanish relations, written by a famous author of that kingdom» («The Preface», The Spanish Decameron, sin fol.).

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Cornelia, El amante liberal, La fuerza de la sangre, La española inglesa y El celoso extremeño. El editor del siglo XX eligió la última de las obras mencionadas, junto con las excluidas en la edición de Mabbe: La gitanilla, La ilustre fregona, El licenciado vidriera, El casamiento engañoso y El coloquio de los perros269.

A la luz de estos testimonios de la época (la sensibilidad literaria inglesa no distaría demasiado de la española), algunas ideas fosilizadas de la tradición crítica en torno a La garduña de Sevilla pierden fuerza. ¿Cómo es posible que Castillo Solórzano muestre una «clara decadencia del género»270 cuando un lector contemporáneo como Davies no duda en empalmar La garduña con el Guzmán de Alfarache? No resulta convincente tampoco que se considere esta obra como «un agotamiento de la inventiva picaresca del prolífico autor»271. Ocurre que la tradición crítica parece no haber comprendido la pretensión de originalidad que perseguía Castillo Solórzano en La garduña de Sevilla, tanto a nivel de estructura como de contenido. En lo que respecta a la primera, subordinó el núcleo del relato a lo accesorio, que está constituido no solo por las novelas intercaladas sino también por las historias que narran unos y otros personajes, además de los poemas que se van engarzando. Si se considera la buena recepción de la que gozó esta obra, reflejada en reediciones y traducciones a lo largo de los siglos siguientes, no queda más que admitir que su propuesta de una ficción a caballo entre el «idealismo» que se vincula con la estética cortesana y el «realismo» de la picaresca salió triunfante. A los lectores de entonces la fórmula pareció agradarles. Es así que, en el terreno de los contenidos, Castillo elaboró prácticamente una parodia cortesana de la picaresca. Todo en La garduña de Sevilla se orienta a la despicarización de la protagonista y su universo. La forma narrativa, que recrea el marco de la novela cortesana, ya estaba despicarizada de antemano. Hasta el tema se despicariza: la pasión de Rufina por el robo se diluye cuando encuentra el amor y se entrega a una vida burguesa en Zaragoza. Castillo Solórzano plas-

269

Riley, 2001, p. 196. Como puede observarse, las elegidas por Mabbe son exactamente las mismas cinco novelas cervantinas que incluye L’Estrange en su antología, confirmando la tendencia. 270 Hanrahan, 1967, II, p. 200. 271 Monte, 1971, p. 147.

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ma una trama que obedece a un esquematismo absoluto. Así, como «novela de novelas», La garduña de Sevilla es una pura máquina de contar. Los personajes, sus actos, sus parlamentos, así como el lenguaje que se emplea para narrar sus hechos es producto de un recolección y mezcla de determinados elementos tanto picarescos como cortesanos. De tal forma, la originalidad y mérito de Castillo Solórzano en esta obra no se encuentra tanto en los ingredientes como en la combinación de los mismos. Lo único que cuenta finalmente para Castillo en La garduña de Sevilla es el enredo. Este mecanismo literario no era exclusivo de la comedia, sino que se aplicaba también en la novela cortesana, dados los vasos comunicantes entre estos géneros. Como señala Miguel Zugasti: Ambos géneros gustan de acciones trepidantes, donde una catarata de sucesos o contratiempos dominan a unos personajes muy estereotipados, con apenas una leve penetración sicológica: nobles galanes y bellas, todos enamorados en grado máximo y sometidos a los imperativos del honor; padres guardianes celosos de la honra de sus hijas; graciosos y criados cortados por el mismo patrón, exponentes de la comicidad más rústica o vulgar, etc.272

Siendo, como lo es, La garduña de Sevilla un obra con tema central picaresco (los robos ingeniosos de Rufina y Garay) escrita siguiendo una poética narrativa eminentemente cortesana, es comprensible que esté plagada de aspectos teatrales o, al menos, parateatrales: recursos como el del disfraz, el ocultamiento, la identidad falsa, el empleo de tramoyas, la escena en la oscuridad, así como los motivos clásicos del enamoramiento (las cartas, el canto, el ambiente idealizante, etc.), tan característicos de la comedia273, bien podrían aplicarse, con resultados más o menos convincentes, a la construcción de La garduña. Visto así, como señala Hanrahan, Castillo Solórzano hubiera sido un buen escritor de novelas

272

Zugasti, 1998, p. 110. También exploran esta veta Baquero Goyanes, 1983 y, naturalmente,Yudin, 1969. Pionero, a este respecto, es el trabajo de Morínigo, quien señalaba, con ilustrativos ejemplos, que «la idea de que comedias y novelas son un mismo tipo de creación en moldes distintos estaba profundamente enraizada en el público y en los autores» (1957, p. 61). 273 Zugasti, 1998, pp. 129-138.

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policíacas, pues, por ejemplo, se preocupa mucho más por la solución de la trama que por el diseño de los personajes274. Al fin y al cabo, el contexto literario del que participa Castillo es de la primera cultura de masas, con un mercado de lectores que urgen de ficciones al por mayor. En palabras de E. Rodríguez Cuadros, intentando definir la novela corta del XVII: La literatura de mercado así instaurada (con los peros aplicables a una acepción rigurosa de estos conceptos) ocasiona una progresiva petrificación de módulos y estructuras, inmersas en las matrices posteriores que identifican a la literatura popular (pliego de cordel, folletín, novela por entregas) y a la infraliteratura de sublimación y escapismo que ha canalizado siempre las aspiraciones del lector-masa275.

Esto no priva, vale la pena reiterarlo, a Castillo Solórzano de guardar preceptos literarios, modificarlos y experimentar con ellos, ni tampoco de proponer temas que para la sociedad de su tiempo poseían un valor intrínseco. La garduña de Sevilla es su último intento con la materia picaresca, su mayor homenaje al género a la vez que su punto final en aquella vertiente femenina a la que tanto provecho le supo sacar. Como indica Coll-Telletxea, «Rufina consigue algo que ninguna pícara antes pudo alcanzar: casarse por amor y dedicarse al comercio»276. ¿No se trata del triunfo de las aspiraciones picarescas al mismo tiempo que la jubilación prematura del personaje y el tipo de ficción que lo mantiene como (anti)héroe? Finalmente, los réditos que obtuvo el vallisoletano de la escritura de esta obra, a sabiendas de su éxito, no han de ser pasados por alto. En un campo literario saturado de narradores, Castillo Solórzano se impuso como el mejor, después de Cervantes y Salas Barbadillo. Parte de ese mérito lo obtuvo gracias a este libro «perfecto» o acabado, por su capacidad de síntesis y reciclaje de materiales, que es La garduña de Sevilla.

274 275 276

Hanrahan, 1967, II, p. 227. Rodríguez Cuadros, 1979, p. 277. Coll-Telletxea, 1993, p. 178.

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CONCLUSIÓN Tras haber examinado Teresa de Manzanares y La garduña de Sevilla se puede afirmar que se trata de textos valiosos, que representaron para su autor un ejercicio de experimentación con resultados que aún ahora, dentro de su contexto, ofrecen gran interés. Dentro del amplio corpus de epígonos que se reconocen como parte del sistema literario llamado novela picaresca ambas obras se defienden por sí solas e interactúan con las piezas canónicas mediante la reformulación o la adaptación de temas, motivos y recursos narrativos. Teresa de Manzanares se ciñe en principio al modelo autobiográfico propio de la picaresca clásica, no obstante, lo hace siguiendo la pauta iniciada por La pícara Justina, en la que el aspecto formal tiende al descalabro, en razón de ser la narradora una mujer. Teresa rebasa el planteamiento de Justina al llevar las acciones a un Madrid en pleno apogeo urbano, despojándose de la máscara bufonesca, filón al que tanto recurría el libro de López de Úbeda. Asimismo, en lo que se refiere a la aplicación del humor, se descubre en el texto de Castillo Solórzano un afán de presentar los diversos mecanismos que provocan la risa, tomando partido por el que se identifica mucho más con lo aristocrático. Teresa de Manzanares desarrolla también la impronta del espacio urbano en su protagonista, ya que su accionar se ve influenciado por la formación en valores que recibió en sus primeros años en la Corte. La pícara saca a relucir su ascendencia madrileña para darse prestigio y obtener alguna ventaja subsecuente. Por último, puede rastrearse la presencia de Salas Barbadillo —eximio narrador anterior a Castillo, que este último desplazó— en el origen del personaje de Teresa de Manzanares a través de dos novelas breves, El escarmiento del viejo verde y La niña de los embustes, en las que ya se contaban las travesuras de una jovencita, igualmente seductora e ingeniosa, llamada también Teresa. Castillo Solórzano recoge este personaje y le otorga mayor actualidad, dotándolo de un origen madrileño y convirtiéndolo en protagonista de un libro picaresco, con lo cual amplía notablemente su rango de acción y provee al personaje de una riqueza que en los textos de Salas Barbadillo solo poseía en potencia. Por su lado, La garduña de Sevilla presenta en el aspecto formal un ensayo que consistía en adoptar la estructura de las colecciones de novela corta, asumiendo rasgos propios de este tipo de narración: elogio de ciudades, poemas líricos, historias tristes de una dama en proble-

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mas, descripciones de espacios suntuosos, acciones que acontecen en medio de un ambiente bucólico, con la subsiguiente idealización, etc. Así, la acción principal de la obra opera como el marco narrativo de tres novelas breves intercaladas. La presencia de estas novelas parece contagiar a la protagonista, ya que esta sigue los parámetros de la dama de este tipo de ficción. La inclinación picaresca de Rufina, de sobresaliente y natural belleza, se mantiene a través de la rapacidad y la codicia, pero está dotada de una sensibilidad cortesana que se impone a la picaresca cuando finalmente se enamore de otro pícaro, Jaime, que también se despoja de las taras asociadas con su oficio. Ambos se casarán y serán felices, como dama y galán de los argumentos amorosos típicos de novelas cortas y comedias de capa y espada de la época, dejando atrás su vida delictiva. Un análisis de la presencia de lo cortesano frente a lo picaresco arroja la imposición de lo primero. La picaresca se reduce prácticamente a los robos de factura ingeniosa, cuyo relato suele ser deleitoso para el lector. Las tres novelas intercaladas en La garduña también resultan interesantes por sí mismas. Estas no se encuentran ensartadas caprichosamente, sino que su enunciación está íntimamente vinculada con su respectivo narrador, así como con su público circunstancial dentro de la obra. Estas novelas se ocupan de la nobleza urbana, cuyos representantes ostentan su protagonismo: se reivindica a los segundones (El conde de las legumbres), se impone ciertos modelos de conducta en los caballeros (Quien todo lo quiere, todo lo pierde), se presenta a damas emprendedoras que saben sacar adelante sus pretensiones con astucia (A lo que obliga el honor), así como se condena a las que actúan de mala fe sin mediar un objetivo correcto (Quien todo lo quiere, todo lo pierde). Vista así, La garduña de Sevilla, con sus esquematismos y material reciclado, se erige como la obra maestra de un narrador profesional como lo era Castillo Solórzano. Se trata de una síntesis indesligable de las modalidades picaresca y cortesana que tuvo éxito entre sus contemporáneos y los del siglo posterior. La fórmula fue elogiada por lectores de la época, que no dudaban en comparar a La garduña con el Guzmán de Alfarache. Desgajadas de la obra, las tres novelas, a las que se sumaron dos episodios de la acción principal, corrieron su propia buena suerte junto a algunas de las Novelas ejemplares cervantinas a través de antologías inglesas en las que Castillo Solórzano y Cervantes eran subsumidos en un solo, aunque anónimo, autor español muy celebrado.

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Estos datos y las ideas que se han presentado a lo largo de este estudio ponen de manifiesto solo un síntoma que podría llamar a la crítica actual a reconsiderar a Castillo Solórzano y aproximarse a él como un narrador de mérito, tanto en su faceta «picaresca», a través de las obras de las que nos hemos ocupado aquí, como en su faceta más típicamente cortesana, en las colecciones de novelas que construyó con suma destreza.

CRITERIOS

DE EDICIÓN Y ANOTACIÓN

Mi interés primordial al abordar la edición conjunta de Teresa de Manzanares y La garduña de Sevilla ha sido brindar textos depurados cuyo sentido literal sea en la medida de lo posible claro para el lector moderno partiendo de la anotación filológica. En el cuidado de los textos he seguido los criterios del GRISO: modernización ortográfica sin modificar la fonética; eliminación de cultismos ortográficos que carecen de relevancia para la pronunciación (christiano, philosophia, etc.); conservación de formas cultas y respeto de formas vacilantes (estraño, recebir, etc.) que conviven en el texto con las actuales, así como los casos de laísmo y leísmo comunes en el periodo áureo. Las erratas evidentes han sido enmendadas según se indica en el cuerpo de notas presentado a pie de página277. Por aplicar economía y concisión en el aparato de notas, algunos vocablos o expresiones que se repiten mucho solo se anotan la primera vez que aparecen. En última instancia, el lector puede remitirse al índice de notas final. La niña de los embustes, Teresa de Manzanares Reproduzco el texto de la editio princeps publicada en las prensas de Jerónimo Margarit y a costa del librero Joan Sapera en Barcelona el año de 1632, a la que me refiero en las notas con la letra T. Manejo el ejemplar de la Biblioteca Nacional de Madrid (BNM) con signatura R/13227. Solo se cuenta, a la fecha, con dos ediciones anotadas (aunque no críticas) del texto de Teresa: la de Antonio Rey Hazas en 1986 (que denomino PF a lo largo de mi edición) y la reciente de María Soledad

277

La justificación por extenso de estos criterios se encuentran en Arellano y Cañedo, 1987; Arellano, 1991; y más recientemente Arellano, 2007.

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Arredondo (2005), aunque esta última, según lo expresa la editora, es dependiente de la anterior en el aspecto filológico. El público objetivo de ambas ediciones, considerando los materiales extra que estas incluyen (preguntas de comprensión, actividades, temas de composición, etc.), es el de los estudiantes de bachillerato. La historia textual de Teresa de Manzanares es muy sencilla278. Se cuenta con la princeps de Barcelona y un silencio editorial de casi tres siglos hasta la recuperación de la novela gracias a la labor editorial de Emilio Cotarelo, cuya edición de 1906 es la primera edición moderna, sumamente meritoria solo por ello, aunque está repleta de erratas y la anotación es de índole más bien anecdótica. Luego de este rescate, Teresa de Manzanares se reimprime varias veces, sin notas, en la compilación denominada La novela picaresca española de Valbuena Prat (1943, con múltiples reimpresiones), aunque sin el rigor necesario; este texto, desprendido de dicha compilación, se publicará más tarde en volumen suelto, en la célebre «Serie Crisol» de Aguilar (1964), con la novedad de incluir la interesante portada de la princeps. El propósito de vulgata picaresca que posee la antología de Valbuena también lo persigue la edición de Florencio Sevilla, sin notas y con erratas, en su antología homónima, La novela picaresca española. Por último, hay otra edición reciente (2004) de Teresa, hecha en Palencia, que no es relevante en términos filológicos. Por ello, para fijar el texto de Teresa, solo he tenido en cuenta las ediciones modernas de Cotarelo, de Rey Hazas y, en mucha menor medida, de Arredondo. Si bien no encontré grandes problemas textuales, salvo en la métrica de algún poema intercalado, en ciertos casos se ha podido mejorar el texto. Señalaré aquí, por ejemplo, la enmienda de mollar (‘ingenuo’) por el rollar de la princeps, que se ha repetido mecánicamente a lo largo de la tradición editorial del texto (desde Cotarelo hasta Arredondo) y que incluso generó una entrada en el ya clásico Léxico del marginalismo del Siglo de Oro de Alonso Hernández. De igual manera, he respetado en la medida de lo posible y justificándolo las lecturas de la princeps. Ciertamente en el tex278

Las ediciones modernas a las que aludiré, tanto de Teresa como de La garduña más adelante, figuran en la bibliografía. En general, para la bibliografía de Castillo Solórzano, es de gran utilidad el repertorio de Bacchelli, 1983, así como el de Laurenti, 2000, aunque este último solo se ocupa de la vertiente picaresca de nuestro autor.

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to se evidencian algunos problemas narrativos, como el cambio brusco de discurso directo a indirecto, que se pueden achacar al autor o al cajista, pero que no deben llamar tanto la atención, considerando que esta clase de descuidos aparecen hasta en el mismo Don Quijote. En todo caso, se advierte, en las notas a pie de página correspondientes, la razón de las enmiendas así como las lecturas del original. Como se ha observado, las ediciones anteriores de Teresa han sido de divulgación, con anotación reducida. La que se pretende aquí es amplia e intenta ofrecer materiales para una mejor valoración del texto. Esto implica llamar la atención sobre pasajes nunca antes comentados: se descubren alusiones emblemáticas, chascarrillos y cuentecillos tradicionales, así como referencias a otras novelas picarescas (en ese sentido ponemos la obra en diálogo con La pícara Justina, el Lazarillo de Manzanares, el Guzmán de Alfarache, etc.). Puesto que Teresa de Manzanares es, en buena medida, un repertorio de modalidades literarias de índole satírico-burlesca (contiene poemas, entremeses y episodios de burlas más o menos tópicos), es de especial interés vincular el texto con los dos volúmenes de Donaires del Parnaso, colección poética de los tiempos en que Castillo participa en la Academia de Madrid. Así he intentado hacerlo. La garduña de Sevilla Reproduzco el texto de la editio princeps, a costa de Domingo Sanz de Herrán, publicada en la madrileña Imprenta del Reino en 1642, la cual es referida en notas con la letra M. Manejo el ejemplar de la BNM con signatura R/4292. La anotación que hago al texto incluye las variantes provenientes de las dos ediciones siguientes. La primera de estas es la de Barcelona, publicada en las prensas de Sebastián de Cormellas y a su propia costa, en 1644 (ejemplar de la BNM, signatura R/1538). Me referiré a esta edición barcelonesa mediante la letra B. La otra edición cuyas variantes tomo en cuenta es de Madrid, impresa, también a costa propia, por Alonso y Padilla, librero bien conocido en su época279, en 1733 (ejemplar de la BNM, signatura R/22367). A esta edición la denomino A.

279

Una somera semblanza de su importante trabajo de editor de «libros de entretenimiento» del XVII en pleno Siglo de las Luces se encuentra en Ripoll y

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Como resulta evidente, a diferencia de Teresa de Manzanares, el texto de La garduña de Sevilla cuenta con una historia textual menos sencilla. El cotejo de estas ediciones antiguas permite afirmar que A desciende de B. A su vez, B ofrece mínimas variantes de estilo frente a M y al tiempo que corrige ciertas erratas de esta última introduce nuevas. Las erratas de B pasan a A. Tales erratas, tanto de B como de A, no han sido consideradas en la recolección de variantes. No obstante, puede afirmarse que La garduña, al igual que Teresa, ofrece problemas textuales menores, que solo se presentan en cierta medida en los poemas intercalados, algunos de los cuales evidencian una transmisión textual defectuosa que se remonta al original y que se encuentra en todos los testimonios y ediciones que se ha manejado280. Con fines ilustrativos, reproduzco las variantes significativas de B respecto de M. Señalo el folio respectivo de M. Como se podrá observar, algunas de estas variantes obedecerían a razones tipográficas y muy difícilmente a intervenciones del autor: debido a la composición por formas, la cual imponía el montaje de las páginas que componían un pliego de manera no consecutiva, el original de imprenta era contado o segmentado para disponerlo en el área de la página impresa. La cuenta errada se enmendaba acortando o ampliando el espacio entre caracteres o alterando ligeramente el texto para que encajara281. Esta práctica explica variantes tan ínfimas, en términos estilísticos, como de toda la Europa (B) frente a de la Europa (M) o de la linda doña Brianda (B) frente a de doña Brianda (M), entre otros. Nótese que, curiosamente, la mayoría de ellas se acumulan en el libro III.

Flor, 1991. Como otros volúmenes editados por Alonso y Padilla, su edición de La garduña de Sevilla contiene un catálogo de los libros que este ponía en venta así como «ocho enigmas curiosas», según reza la portada del ejemplar. 280 A lo largo de la edición se observan, en nota a pie, esos problemas, sobre todo de índole métrica. 281 Explicando este fenómeno, Francisco Rico señala que «estos ardides estaban en práctica desde la edad incunable e iban desde quitar un monosílabo hasta embutir una entera página inventada de la cabeza a los pies, con predominio de las amputaciones y postizos semánticamente neutros o más imperceptibles» (2005, p. 186). Remito al ingente trabajo de Rico (2005) para una explicación minuciosa de estos términos (formas, original de imprenta, cuenta del original, etc.) implicados en el proceso de impresión en el Siglo de Oro.

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Fol. 6r 8v 18v 19v 27r 49v 57v 57v 61v 79r 80v 81v 86r 87r 100r 102r 106r 109v

M destraimientos proprietaria Perlado más barata de alquiler solo se les celajes captivo prisión efetos de amor y celos el mayor a que yo ofreciéndola sesenta tesoreros por dormir sido el admitido a Crispín no fuese visto

110r 110r 110r 112r 112v 113r 117r 119r 123r 124r 135v 136r 138r

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139r

un cuerpo muerto

139r 140r

de la Europa Buscola, pero

B distraimientos propietaria Prelado más barata solo les zagales cautivo pasión efetos de amor, celos mayor como yo ofreciéndole setenta tesoros para dormir sido admitido al ermitaño Crispín no fuese en ninguna manera visto se reservó desvelo descubre no podían Pareciole Feliciano por los al candor Pedro Gil conveniencia yo las imite lo que había designios Crispín todo lo que podía porque un cuerpo sin sentido y muerto de toda la Europa Buscola todo lo

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140v 140v 140v 144v 144v 147r 148r 150v 152v 161v 163r 164r 168r 175v 176r 177r 177v 187v 190r 190r

con gente a halló allí escalas a Dios pieza de estrado eleción la dejó hacerle podrá peligre primo convalescido de doña Brianda Ella dispondrá que no podrá negar que no que se case porque se le logró son estos propiedad propia

que pudo, pero con alguna gente a halló allí las escalas a Dios Nuestro Señor pieza del estrado elección le dejó hacerla podría peligro primero convalecido de la linda doña Brianda Esta dispondría pues no pueda negar que no se case porque se lo logró son estos que se siguen propriedad propria

La mayoría de estas variantes de B aparecen en A, como se podrá observar en las notas a lo largo del texto que hemos establecido. A, en tanto aparecida un siglo más tarde (el XVIII), moderniza notablemente la ortografía: separa las contracciones deste, della, etc.; uniformiza grupos cultos, como en el nombre Victoria (que en M y B convive con Vitoria) o expresa (que en M y B es espresa); y opta por formas léxicas que resultan más cercanas al español actual, como en genovés (que en M y B es siempre ginovés), eliminando a su vez vacilaciones vocálicas típicas del periodo áureo282. Por otra parte, A en líneas generales ofrece lecturas deturpadas e introduce más erratas que, sumadas a las que trae de B, la hacen una edición bien defectuosa. No obstante, en algún caso aislado, 282

En tanto A posee tales cambios sistemáticos solo recojo variantes de ese tipo en nota a pie de página la primera vez que aparecen en el texto.Verbigracia: a la primera aparición del nombre Vitoria anoto la variante de A Victoria y el lector debe dar por asumido que en todas las ocasiones posteriores que aparece Vitoria en nuestro texto base, A siempre lee Victoria.

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me he acogido a lecturas de A por resultar más pertinentes. He aquí algunas variantes, que confirmarán lo comentado, de A respecto de M (cuyos folios sigo refiriendo), que no comparte con B. Fol. 2r 5v 10v 11r 11v 12r 19v 22v 28v 31v 32r 37r 40r 43v 45r 48v 50r 51r 51v 55v 61v 69v 74v 77v 79r 80v 86v 88v 90v 94v 104r 105r 105v

M cosarios efetos solemniza cudicia nombremos pues no la Pirú güerta pagó en que se le resistiese laberintos escura lo que le dijo vía cudicioso recebido decilde necia melancolía de que carezco hablarle estendía pasárades esotro Otavio en hermosura manuscriptos captiverio hechizo tan ciego tu engaño lo de hombre perfeto gasto

A corsarios efectos solemnizaba codicia nombramos pues no le Perú huerta pagó con que le resistiese labirintos obscura lo que dijo veía codicioso recibido decidle necia melancólica que carezco hablarse estienda pasáredes al otro Octavio en la hermosura manuscritos cautiverio hechicero que tan ciego su engaño lo hombre próspero gusto

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110v 110v 114r 116r 116v 117v 127v 130r 136r 147r 150r 151v 153r 158v 164r 168v 176v 179v

celaran ocultas trujese sulcando dotrinado llegando antojos sustos hermano facilidad convalescí asasinos vistes exceptándoles alhombra invidioso juzgastes lanterna

recelan ocultáis trajese surcando doctrinado llegándose anteojos sucesos ermitaño felicidad convalecí asesinos vistéis exceptuando los alfombra envidioso juzgásteis linterna

En el terreno de las ediciones modernas de La garduña se cuenta con varias del siglo XIX: Madrid,Viuda de Jordán e Hijos, 1845; Madrid, Francisco de Paula Mellado, 1846 (que reimprime la anterior); texto incluido en el Tesoro de novelistas españoles antiguos y modernos, con introducción de Eugenio de Ochoa, en París, Baudry, 1847; se inserta también en el segundo volumen de Novelistas posteriores a Cervantes, con estudio de Fernández de Navarrete, en la colección BAE, volumen XXXIII, en Madrid, 1854; Barcelona / Madrid, La Maravilla, 1862; reeditada por Viuda de Jordán en Madrid, 1884; Barcelona, Cortezo, 1887. Ya en el siglo XX, existen dos ediciones que han gozado de bastante difusión. La primera publicada en 1922, en la colección de Clásicos Castellanos de Espasa-Calpe, bajo el cuidado de Federico Ruiz Morcuende; este texto fue reproducido en la edición de la famosa Colección Austral (1955) de la misma editorial. La segunda es la que se incluye en la antología de La novela picaresca española de Valbuena Prat, junto con Teresa. Ahora bien, a estas alturas del debate en torno a la edición de textos áureos creo que resulta pertinente acogerse a la idea, bien sustentada, de que existe «basura textual», variantes inútiles que la transmisión

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moderna a través de ediciones sin otro interés que la difusión ha ido provocando. Consignarlas no aportaría demasiado al conocimiento del texto original, por el contrario, hasta podría perturbar la recepción del mismo283: la recolección de variantes a pie de página aumentaría en grado sumo y no serían estas de la relevancia que sí poseen aquellas con las que se ha trabajado (B y A, ediciones antiguas que, en efecto, pueden ofrecer variantes de interés). Se trata de errores no del autor, cuya voluntad se expresa en la princeps, ni de contemporáneos suyos, que tenían un conocimiento superior sobre el periodo áureo; sino de editores distraídos o que no apreciaban el texto lo suficiente como para darle un merecido tratamiento filológico. Un ejemplo notable es el siguiente: Por cierto accidente he estado fuera de su gracia hasta ahora, que pretendo volver a ella, y si me admite, como lo espero, habréis de prestar paciencia, que no solo desistiré desta pretensión, pero haré todo mi poder para que no se os acuerde de la que tenéis en proseguir en vuestro martelo (libro I).

El original M y los otros testimonios manejados (B y A) leen, tal cual, no solo desistiré, que todos los editores modernos (desde Viuda de Jordán hasta el más diligente Ruiz Morcuende, pasando por Fernández de Navarrete y Valbuena Prat), sin catar en los usos de la lengua aurisecular, han enmendado no solo no desistiré. Por otro lado, hay que considerar el hecho de que la primera edición de La garduña del siglo XIX, la de la Viuda de Jordán, inaugura una práctica —similar a la de segmentar las comedias por escenas— que todas las de su siglo seguirán: elimina preliminares (aprobación, dedicatoria, prólogo, etc.), descarta la segmentación original en «libros» de La garduña y la distribuye en XX capítulos, a los cuales añade subtítulos informativos, por lo que figuran en todas las ediciones del XIX (y hasta en alguna del siglo XX) rótulos como este: Capítulo III. Galantean a Rufina dos jóvenes; desafío que tuvieron, en el que murió el que la burló al principio; enviuda Rufina. Quien introdujo esta práctica fue un editor anónimo, que lo justifica en nota a pie en la primera página de la obra, donde se lee:

283

Arellano, 2007, pp. 34-35.

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Al editor le ha parecido conveniente dividir la novela en capítulos, a fin de darle más interés y evitar el cansancio que regularmente causa una lectura seguida, como la escribió el autor.

El empaque casi folletinesco que adquiere la novela mediante este procedimiento se consolida con los «bellos grabados ejecutados por el artista D. Calisto Ortega y dibujados por D. Antonio Bravo», según reza la portada. Otro cambio altamente significativo también es que se elimina la fórmula de cierre de Castillo Solórzano, donde este promete una segunda parte, para reforzar la organicidad de la novela así como su desenlace feliz con un final absolutamente cerrado que no es el original. De tal forma, la edición de Viuda de Jordán, y con ella todas las de su siglo, se cierra de este forma (se indica en cursivas los añadidos): Dejando a Madrid [Rufina y Jaime] se fueron a Aragón, donde en su metrópoli, la insigne ciudad de Zaragoza, tomaron casa y en ella pusieron tienda de mercaderías de seda, ocupándose en este tráfico el tiempo que les duró la vida, la que pasaron dedicándose a actos de virtud, a fin de enmendar en parte sus estravíos pasados.

Creo que considerando este final amañado, la eliminación de preliminares, la segmentación anacrónica del texto en capítulos, así como la modernización ortográfica a ultranza, queda evidente que las ediciones decimonónicas de La garduña de Sevilla no perseguían en absoluto una recuperación del texto de índole crítica ni filológica, sino que más bien modificaban la obra para facilitarle su consumo al gran público: proponían antes que una edición de la novela, una adaptación de la misma. La edición de Viuda de Jordán y sus contemporáneas, con los cambios que introducen, generan en realidad otro libro, uno mucho más cercano al folletín, forma novelesca que ya se insinuaba en La garduña del XVII, pero que solo se explota entre los editores de dos siglos más tarde. El texto de La garduña de Viuda de Jordán fue seguido como la vulgata de Castillo Solórzano en el XIX (es el que reproduce Eugenio de Ochoa en su colosal Tesoro de novelistas españoles). Solo la edición que preparó E. Fernández de Navarrete para la BAE, la única todavía accesible en bibliotecas, presenta mínimas lecturas discrepantes con ella, aunque es fiel a sus criterios modernizantes y folletinescos. A par-

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tir de esta edición de la BAE se han elaborado la de Cortezo (1887) y hasta la más reciente de Pérez del Hoyo (1970). La única edición hecha con cierto cuidado en el siglo XX es la de F. Ruiz Morcuende, quien consigna erratas del original, da fe mayormente de las enmiendas hechas sobre el mismo y ofrece una anotación filológica mínima. Fue publicada en 1922 y gozó de múltiples reimpresiones (1942, 1957 y 1972). Esta edición es la que Valbuena Prat sigue a pie juntillas tanto en sus enmiendas, mayormente acertadas (que coinciden, en parte, con las hechas en el XIX), como en sus deslices. Así, Ruiz Morcuende lee al inicio del libro III: Al fin, ellos desvanecieron sus diligencias con guardarse, en disfrazado traje, de ocupar el poblado; Garay acudía a él por lo necesario para sustentarse, y por ser buen tiempo, que era la primavera dormían en el campo284.

Idéntica lectura presenta Valbuena Prat (hasta manteniendo la misma puntuación), cuando, en realidad, M, B y A leen que era entonces la primavera. Esta lectura la siguen las ediciones del XIX, no obstante su libertad para segmentar el texto y recortarlo según su propio gusto realista. Ruiz Morcuende toma distancia de aquella tradición decimonónica de modernizar la disposición del texto, recupera la del original (restituyendo, así, la dedicatoria y el prólogo) y, más importante todavía, deja constancia de sus enmiendas señalando erratas del original M. No maneja ni B ni A, por lo que, por ejemplo, él lee: Viola este galán, que nombr[ar]emos con el nombre de Feliciano285.

Igual enmienda se hace en la edición de la BAE sin marcarlo entre corchetes. El problema es que M lee nombremos. Ambas ediciones logran salvar el pasaje convincentemente. Sin embargo, más autorizada resulta la lectura de A, la cual se sigue en esta edición, que lee nombramos. Este panorama de ediciones decimonónicas inaccesibles y con criterios discutibles, así como la escasa fortuna editorial de La garduña en el siglo XX (que no la dotó siquiera, como a Teresa, de un volumen medianamente cuidado y dirigido a estudiantes de bachillerato), me llevó a asumir como único interlocutor válido a Ruiz Morcuende. Su digna 284 285

La garduña de Sevilla, ed. Ruiz Morcuende, p. 133. La garduña de Sevilla, ed. Ruiz Morcuende, p. 20.

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edición es la única moderna que he tenido en consideración para fijar y anotar el texto, junto al significativo apoyo de las antiguas B y A. En el texto de La garduña de Sevilla se hace evidente bien pronto que la anotación requerida es menor que la que exige Teresa de Manzanares. En general, se trata de notas de índole léxica, en tanto la prosa no exhibe mayores juegos de agudeza verbal, a diferencia de Teresa, cuyo texto, tanto porque es la narración de aquella burlona «niña de los embustes», como por el hecho de tener una carga de materiales cómicos mayor (los dos entremeses y varios poemas jocosos), presentaba más pasajes necesitados de anotación filológica para su comprensión. La narración de La garduña, por otro lado, presenta una relativa sobriedad, causada por el influjo de los paradigmas de la novela cortesana. Quizás los únicos pasajes del texto que muestran cierta dificultad conceptista son el poema contra los alquimistas y el fragmento de comedia burlesca al final de la obra, en los cuales he seguido similar procedimiento de anotación que en los versos jocoserios de Teresa de Manzanares. No he abandonado tampoco la puesta en diálogo, cuando se ha requerido, de esta novela con el conjunto de piezas picarescas precedentes. Un capítulo aparte lo representan las traducciones de La garduña de Sevilla a otros idiomas, particularmente al francés y al inglés, que dicen mucho del éxito de la propuesta narrativa de Castillo Solórzano plasmada en esta novela entre sus contemporáneos europeos. En el XVII, hay dos ediciones en francés el mismo año (1661) y dos en inglés (una íntegra en 1665 y otra parcial en 1687). El XVIII supondrá el mayor apogeo de La garduña en el extranjero: cuatro ediciones en francés (1723, 1731, 1743, 1773); en inglés dos ediciones íntegras (c. 1700 y 1717) y cuatro ediciones parciales, donde se mezclan novelas cortas de Castillo Solórzano con algunas cervantinas (1712, 1720, 1727, 1792)286. Tantas pruebas de su éxito en el extranjero, sobre todo en aquella Inglaterra de Laurence Sterne, daría para un estudio aparte. Basta, por ahora, con señalar otro nuevo derrotero para futuros asedios a la obra del aún incomprendido Alonso de Castillo Solórzano.

286 Del éxito y la recepción de nuestra pícara en Inglaterra se ocupa brevemente Molho, 1972, pp. 202-203. Los datos bibliográficos de las traducciones se encuentran al detalle en Bacchelli, 1983, pp. 47-58; además de las versiones francesas e inglesas, da cuenta, en el siglo XVIII, de una holandesa y dos alemanas.

BIBLIOGRAFÍA

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PICARESCA FEMENINA

NE: CERVANTES, M. de, Novelas ejemplares, ed. J. B. Avalle-Arce, Madrid, Castalia, 1983, 3 vols. PF: Picaresca femenina, ed. A. Rey Hazas, Barcelona, Plaza & Janés, 1986. Poesía erótica: ALZIEU, P., R. JAMMES e Y. LISSORGUES, Poesía erótica del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 2000. Trapaza: CASTILLO SOLÓRZANO, A. de, Aventuras del bachiller Trapaza, ed. J. Joset, Madrid, Cátedra, 1986.

LA NIÑA DE LOS EMBUSTES, TERESA DE MANZANARES, NATURAL DE MADRID

POR DON ALONSO DE CASTILLO SOLÓRZANO

A JOAN ALONSO MARTÍNEZ DE VERA, CABALLERO DE LA ORDEN DE SANTIAGO, TESORERO Y TENIENTE DE BAILE DE LA CIUDAD DE ALICANTE AÑO 1632

EN BARCELONA. POR JERÓNIMO MARGARIT A COSTA DE JUAN SAPERA, LIBRERO

APROBACIÓN

Puédese dar licencia para que se imprima y salga a luz este librito, cuyo título es La niña de los embustes,Teresa de Manzanares, por don Alonso de Castillo Solórzano, porque ni contiene cosa que impida su publicación y, según el argumento que trata, tiene muchas buenas y de curiosidad1 y de entretenimiento de donde se pueden sacar documentos morales y escarmientos en cabeza ajena, que son dicha para quien de semejantes se sabe aprovechar. Este es mi parecer. En Santa Caterina de Barcelona, a 19 de abril 1632. Fray Tomás Roca Attenta approbatione imprimatur Hac die 24 aprilis 1632. Claresualls,Vic. Generalis, & Officilis.

1

curiosidad: «La novedad e invención o cosa discurrida de nuevo y pensada» (Aut.).

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TERESA DE MANZANARES

APROBACIÓN

Por comisión del muy ilustre señor don Miguel Sala, del Consejo del Rey nuestro señor y regente de la Real Cancillería2 en este Principado de Cataluña y Condados de Rosellón y Cerdaña, he leído este libro que se intitula La niña de los embustes,Teresa de Manzanares, compuesto por don Alonso de Castillo Solórzano, y no reconozco en él cosa que disuene a nuestra cristiana educación ni puede debilitar las buenas costumbres. Antes, con sus consejos servir para alentarlas y con sus avisos, a quien le leyere, quedar licionado a portarse bien en lo que le pueda suceder.Y así puede salir a luz para que todos le reciban. Este es mi parecer. En el Monasterio de la Santísima Trinidad de Barcelona, a 21 de agosto 1632. El maestro Fr. Francisco Viader, Ministro de la Trinidad

Huiusmodi relatione attenta, Mandetur typis. Don Michael Sala Regens.

2 Cancellaria T. La Cancelleria Reial (o Real Cancillería) era un organismo de la Corona de Aragón del cual emanaban todos los documentos administrativos del Principado de Cataluña. Históricamente, se le considera factor trascendental para la unificación y depuración del catalán.

PRELIMINARES

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A JUAN ALFONSO MARTÍNEZ DE VERA, CABALLERO DE LA ORDEN DE SANTIAGO, TESORERO Y TENIENTE DE BAILE3 DE LA CIUDAD DE ALICANTE

Desde que ocupé la pluma en la primera línea deste pequeño volumen, puse la mira en hacer elección de vuesa merced para que a su sombra pasasen muchos yerros que tendrá más seguros de la censura de tantos detractores que se hallaran sin tal patrocinio; que, delincuentes contra los preceptos del arte, como hijos de ingenio tan lego4, solo tendrán de alabanza el haberse acogido a tan buen sagrado5. Atrevimiento ha sido poner a vuesa merced en tal empeño y no se disculpan sino mis buenos deseos, que han querido en esto dar muestra de mi voluntad haciendo a vuesa merced dueño de mis pensamientos. Si no fueren como merece el protector, de generosos pechos es el perdonar estas osadías por el acierto de ponerse en tal seguro.Vuesa merced admita este servicio por primicia de muchos que le pienso hacer en mayores asuntos, cuya persona guarde nuestro Señor como deseo. Don Alonso de Castillo Solórzano 3

teniente de baile: teniente es «el que hace oficio por otro, como sustituto» (Cov.), y baile «en la ciudad de Valencia es el juez del patrimonio real; y en aquel reino, y en el de Aragón y Cataluña, vale tanto como justicia y sinifica poder o potestad» (Cov.). Por estos años, entre 1627 y 1635 el marqués de los Vélez (el padre y desde 1631 el hijo) es virrey de Valencia y el autor se encuentra instalado ya en los círculos literarios valencianos. Anne Cayuela y Pascal Gandoulphe han investigado la función de las dedicatorias del libro inmediatamente anterior de Castillo, Noches de placer (1631), y afirman que mediante ellas se busca fortalecer el vínculo entre la Corona y la élite local al convertir en dedicatarios a nobles de larga data y recientes, por igual, todos funcionarios reales, cuya fidelidad era imprescindible para sostener el gobierno de su señor, el Marqués de los Vélez (ver Cayuela y Gandoulphe, 1999). Es bastante probable que la dedicatoria a Martínez de Vera opere de forma similar. 4 ingenio tan lego: recurso de captatio benevolentiae ya empleado por Cervantes. Comp. Poesías completas, I, Viaje del Parnaso y adjunta al Parnaso, cap. VI, v. 174: «Pero en fin, tienes el ingenio lego». 5 sagrado: «Metafóricamente significa cualquiera recurso o sitio que asegura de algún peligro, aunque no sea lugar sagrado» (Aut.).

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TERESA DE MANZANARES

PRÓLOGO AL LECTOR

Teresa de Manzanares, hija nacida de las verdes riberas de aquel cortesano río, se presenta con sus embustes a los ojos de todos. Su travesura dará escarmientos para huir de las que siguen su profesión; y esto sea disculpa de haber sacado a luz su vida, formada de los sucesos de muchas que han servido de hacer aquí un compuesto6. Si, malicioso y mordaz, te atrevieres a censurar este breve discurso, lo sucinto dél te dará poca materia para dilatados vituperios. Considérale con la intención que le escribí, que fue la de advertir descuidados y escarmentar divertidos, no para ser blanco de Zoílos7, que ponen su atención más en calumniar leves yerros que en enmendar pesadas culpas de su mala inclinación. Ingenio arguye una buena censura fundada en fuertes razones, si no la adulterase el querer hacer alarde de superior juicio a la vista de tantos que pueden decir que quien en esto se ejercita tome la pluma para hacer otro tanto y verá si comete yerros. Los muchos que aquí hallarás supla tu discreción corrigiendo en secreto y honrando en público. Vale8. 6 Aquí está la clave de lectura del libro, que se constituye en una amalgama de episodios algo disímiles que se ponen por encima inclusive de la propia protagonista, cuya vida, antes de ser un constructo del todo coherente y cerrado (como en el caso de las vidas de pícaros canónicos como Guzmán de Alfarache o Lázaro de Tormes), se asume como una forma proteica de la que se sirve el autor para desatar su pluma en distintos registros y modalidades literarias. 7 Zoílos: ‘detractores maldicientes’. Zoílo es «nombre que se aplica hoy al crítico presumido y maligno censurador o murmurador de obras ajenas, tomado del que tuvo un retórico crítico antiguo, que por dejar nombre de sí, censuró impertinentemente las obras de Homero, Platón e Isócrates» (Cov.). Comp. Quevedo, Los sueños, p. 84: «Considerando que no sé en qué manos ni en qué lenguas ha de dar este libro que sale agora al teatro del mundo, donde nunca faltan censurantes y mal contentos, que con toda propiedad se llaman zoílos y críticos, días peligrosos a la salud de los buenos entendimientos». Estebanillo, I, p. 8: «Y por temer el rigor de la censura de tantos Zoílos ignorantes y de tantos émulos mordaces, y por no hallar otro más valiente general que los defienda dellos […] me postro a los pies de V. Exc.». 8 Vale: ‘adiós’ en latín. Fórmula de despedida habitual en los prólogos de la época. Es asimismo usual la defensa de la obra frente a los murmuradores.

PRELIMINARES

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LA NIÑA DE LOS EMBUSTES

Escribo la vida, inclinaciones, costumbres y máquinas9 de una traviesa moza, de una garduña racional10, taller de embustes, almacén de embelecos y depósito de cautelas11. Con sutil ingenio fue buscona12 de marca mayor13, sanguijuela de las bolsas y polilla de las haciendas. Con lo vario de su condición fue malilla14 de todos estados, objeto de diversos empleos15 y, finalmente, desasosiego de la juventud e in9 máquinas: ‘artificios’, ‘tretas’. Máquina «metafóricamente significa la fantasía u traza que uno idea u imagina para forjar alguna cosa» (Aut.). Comp. Harpías, p. 56: «Solo faltaba comenzar con buen pie a buscar quién había de ser el que sustentase esta máquina, aficionado a una de las mozas». 10 garduña racional: «Al ladrón ratero, sutil de manos, llamamos garduña, porque echa la garra y la uña; de do pudo tener también origen este nombre, quasi garruña, agarrar con la uña» (Cov.). Lo de racional indica su carácter humano. Diez años después, Castillo bautizará como garduña a su heroína sevillana, la hija del bachiller Trapaza, Rufina. Comp. Estebanillo, I, p. 19: «Mozo de plata de un grande, / alguacil de vara enhiesta, / amparador de garduños, / residente de las trenas»; y Harpías, p. 132: «Allí se juntaron los dos coros de garduñas». La construcción sintagmática con racional era sumamente frecuente. Un hombre de baja estatura es «hongo racional» (Trapaza, p. 103). Comp., con numerosos ejemplos en la nota al pie, Estebanillo, I, p. 176: «Llegué a Pontevedra, villa muy regalada de pescado, adonde siendo ballena racional, hice colación con medio cesto de sardinas». 11 cautelas: ‘trampas’. «Se toma también por astucia, maña y sutileza para engañar, usando de medios o palabras ambiguas y difíciles de conocer» (Aut.). 12 buscona: «Que hurta rateramente o usa con malicia y arte de sacaliñas para estafar» (Aut.). Por el desempeño que tendrá Teresa, buscona indica sus dotes de seducción y la consecuente estafa a los varones. El personaje de la buscona tuvo gran éxito y se encuentra un retrato de la misma en otra obra de Castillo, Las harpías en Madrid. Comp. Donaires, II, fol. 27v: «Las harpías te ofrezcan mil coronas / que eres la quintaesencia de busconas». Comp. el título de un entremés de Quiñones de Benavente: Don Gaiferos y las busconas de Madrid. 13 de marca mayor: «Frase con que se explica que alguna cosa es excesiva en su línea y pasa y sobrepuja a lo justo y razonable» (Aut.). 14 malilla: ‘comodín’. Comp. Guzmán, II, p. 55: «Figurábaseme ahora que debía de ser entonces como la malilla en el juego de los naipes, que cada uno la usa cuando y como quiere». 15 empleos: aquí y en la mayoría de las veces en la novela vale ‘amoríos’. Según Aut., «se llama, entre los galanes, la dama a quien uno sirve y galantea», aunque

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TERESA DE MANZANARES

quietud de la ancianidad. Parte destas cosas las heredó por sangre y mamó en la leche, y parte ejecutó con travieso natural y depravada inclinación, pudiendo bien decirse ella aquellos dos versos de un romance antiguo: Dellas me dejó mi padre, dellas me ganara yo16.

Teresa de Manzanares es el asunto deste pequeño volumen: nombre que se le puso en la pila con el agua de bautismo y el apellido con la del río de Madrid17, en cuya ribera se engendró este bullente azogue con alma, o esta alma infundida en azogado cuerpo18. Sus pueriles travesuras la dieron nombre de la niña de los embustes, título que honra este libro, prosiguiendo con ellos por todo el discurso de su vida, como ella misma hace relación al lector, a quien se la cuenta desde el origen de sus padres. En ella podrá advertir los daños que se pueden prevenir para guardarse de engaños, para abstenerse de vicios, huyendo de vida tan libre y condición tan obscura.

depende del contexto. En sentido laxo, se refiere a la relación amorosa. Comp. Guzmán, I, p. 350: «No diera mis dos empleos de aquel día en las dos damas por México y el Perú». 16 Versos pertenecientes al famoso romance «Buen conde Fernán González»: «Villas y castillo tengo, todos a mi mandar son: / d’ellos me dejó mi padre, d’ellos me ganara yo; / los que me dejó mi padre poblelos de ricos hombres, / las que yo me hube ganado poblelas de labradores» (Romancero, núm. 24, vv. 13-16). Se incluyen ya como frase hecha en un cuentecillo tradicional (Floresta española, parte III, capítulo II, 1) y, algo modernizados, se registran como refrán: «Esto me dejó mi padre y esto me ganara yo» (Correas, núm. 9963). 17 Tomar el apellido del nombre del río es tópico proveniente del Lazarillo de Tormes, aunque el modelo más cercano, cronológicamente, de Castillo sería acaso el Lazarillo de Manzanares (1620). 18 azogue con alma… azogado cuerpo: el azogue o mercurio se caracterizaba «por su agilidad y súbito movimiento» (Cov.). Aplicado a Teresa viene a indicar su constante mudanza de identidades y sus desplazamientos. Comp. Quevedo, Los sueños, p. 360: «El azogue no tiene quietud: así son los ánimos por continua mareta de negocios». Justificando la manía andariega de las mujeres, comp. Justina, I, p. 246: «El pedazo de hueso o carne de que fue formada la primera mujer fue hecho de tierra de mina de azogue, que es bullicioso, inquieto y andariego».

CAPÍTULO PRIMERO DA CUENTA TERESA DE QUIÉN FUE SU MADRE. CÓMO SALIÓ DE SU PATRIA ENGAÑADA HASTA LLEGAR A MADRID

Habrá de saber el señor lector, de cualquier estado que sea, que como los hijos en tiempos de tanta malicia como este tienen la mayor certidumbre el serlo de la madre (hablo de la gente de bajo estado), yo comienzo mi historia con referirle el origen de la nuestra, que si bien me acuerdo tuvo su patria en Galicia, en la villa de Cacabelos1. Su padre se llamó Payo de Morrazos y su madre Dominga Morriño2. Mi agüelo no era bien tinto en gallego3, sino de los asomados al rei-

1 Galicia... Cacabelos: en el Siglo de Oro, todas las tachas de rusticidad e ignorancia se atribuían a Galicia. Cacabelos, especialmente, resalta por su cacofonía. Castillo también le atribuyó origen gallego al protagonista de El Proteo de Madrid, novela corta incluida en Tardes entretenidas (1625). Comp., otro pícaro de origen gallego, Estebanillo, I, pp. 32-33: «Por lo cual me he juzgado por centauro a lo pícaro, medio hombre y medio rocín: la parte de hombre por lo que tengo de Roma, y la parte de rocín por lo que me tocó de Galicia». 2 Payo de Morrazos… Dominga Morriño: nombres rústicos, especialmente el primero, que destila bobería. Comp. el nombre del falso figurón en El mayorazgo figura, vv. 1080-1082: «Don Payo de Cacabelos, / caballero galiciano, / quiere besar vuestra mano». Como sustantivo común, payo es «el agreste, villano y zafio o ignorante» (Aut.). 3 no era bien tinto en gallego: la construcción tinto en gallego puede basarse en la frase hecha tinto en lana, ‘bellaco’, como lo apunta Correas: «Es tinto en lana y del Potro de Córdoba. Para decir que uno es fino bellaco» (núm. 9448). La expresión proverbial la recoge también Quevedo (Prosa festiva completa, p. 169). El padre de Guzmán de Alfarache era «un levantisco tinto en ginovés» (Guzmán, I, p. 153). Para su uso en Castillo Solórzano, comp.: «Venga todo tinto en latino, griego o italiano» (Tardes entretenidas, p. 292).

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no, quiero decir de los ratiños4, que ni son de Dios ni del diablo. Que como en los bizcos está dudoso el saber a qué parte miran, así él ni bien era cristiano ni dejaba de serlo. Tan bárbaros hombres se hallan tal vez5 en aquella tierra. A los de aquel paraje les dan nombre de maragatos y ellos cumplen bien con la mitad del nombre cuando se ofrece ocasión6. Vino a Cacabelos con una partida de vacas a una feria que allí se hace cada año y halló repastando otra, cuya guarda era Dominga Morriño, mi señora agüela. La igualdad del oficio pastoral, la soledad del campo mientras se llegaba el día de la venta, ocasionaron a los dos de modo que en él no faltó osadía para emprender ni en ella ganas de admitir7. Era doncella en cabello, por falta de albanega8, Dominga, y en pocos coloquios tuvo buen despacho mi agüelo en su pretensión, conque se vino a formar de aquella calabriada9 mi señora madre, obligando la suya a mi agüelo que se quedase a vi-

4 ratiños: «Epíteto despectivo que se aplicaba en el siglo XVII a los habitantes del Bierzo» (Léxico). Comp. Justina, II, p. 603: «¡Naciste entre sebosos ratiños!». 5 tal vez: ‘alguna vez’. Comp. Harpías, p. 56: «Estaban al paso de todos, dando tal vez rostro entero a los que con más gala y lucimiento vían». 6 El chiste reside en que la mitad de maragatos, los oriundos de la Maragatería, actualmente en León, es gatos, o sea, ‘ladrones’, en germanía (Léxico). Comp. Quevedo, Buscón, p. 51: «El ventero era morisco y ladrón, que en mi vida vi perro y gato juntos con la paz que aquel día». El chiste ya aparece en El Proteo de Madrid: «Sus padres fueron gallegos, de la jerarquía que en Galicia llaman maragatos, que es la más ínfima de aquella provincia, cumpliendo tan bien con la mitad del nombre que nunca se ha oído que degeneren desta profesión» (Tardes entretenidas, p. 132). 7 emprender... admitir: nótese el posible sentido erótico que pueden poseer estos verbos en este contexto. 8 doncella en cabello, por falta de albanega: atributo de doncellez era llevar el cabello suelto. «Moza en cabello. Significa lo mismo que doncella o virgen» (Aut.). La albanega es «cierto género de cofia hecha de lienzo, u de red para recoger el pelo de la cabeza, o para cubrirla» (Aut.). Así se entiende el chiste: Dominga andaba con el cabello suelto no por ser doncella, sino porque no tenía con qué cubrírselo. 9 calabriada: «La mezcla que se hace de un vino con otro, especialmente de blanco con tinto» (Cov.). Puesto que Payo «no era bien tinto en gallego», su relación con Dominga se equipara a mezclar vinos de distinto color, además de persistir en caracterizarlos como muy dados a la bebida. Con sentido de ‘mezclado’, comp. Donaires, I, fol. 88r: «Castaña es la mitad, la mitad rucia, / calabriada que el tiempo ha permitido, / que la robustidad aun no se salva / de plata crespa, ni de lisa calva».

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vir en Cacabelos, que fue fácil de acabar con él10, por haberle herido el virote de Cupido11 y hecho despojo12 de aquel montaraz serafín. Encubrió cuanto pudo Dominga su preñado; mas, conocido el bulto por sus padres, con un poco de celo del honor, que no les faltaba, inquirieron quién era el dueño del chichón que Dominga no pudo encubrir, con lo cual se hizo la boda de los dos muy en conformidad de la parentela, por ver en Payo de Morrazos presencia para emplearla en todo agreste ejercicio. Llegose el noveno mes y salió a luz el valor de Galicia y la gala de Cacabelos, que fue mi madre, a quien pusieron por nombre Catuja, que allá es lo que acá en Castilla Catalina. Criose la muchacha en todo lo que acostumbran allá a los hijos de la gente común. Paladeáronla con ajos y vino13, y salió una de su linaje. Fue la primer moza que dio el ser a los pliegues de las sayas14, pues lo que en otras parecía grosería en ella era perfección. Usó poco calzarse, aunque tal vez se traen botas en aquella tierra; fue la causa desto el verse de pequeños pies, ajeno de las mozas de aquel país, que todas los tienen grandes15. A los quince años de su edad llegaba, que

10 acabar con él: ‘convencerlo’, ‘persuadirlo’. Acabar es «persuadir. Ejemplo: no pude acabar con él que volviese» (Cov.). Comp. Guzmán, I, p. 348: «Aunque le prometí dar otro y le dije muchas cosas y ofrecí promesas, no pude acabar con ella que más esperase». 11 virote de Cupido: la flecha característica del dios Amor, motivo tópico de la novela corta amorosa. 12 despojo: «Despojo, lo que se trae tomado del enemigo, por otro nombre presa» (Cov.). Para el juego metafórico del amor como guerra, comp. Donaires, I, fol. 85r: «Yo me acuerdo cuando Amor, / niño viejo y viejo mozo, / por venganza de un agravio / me quiso hacer su despojo». 13 con ajos y vino: los ajos son para los rústicos. Comp. Don Quijote, II, cap. XLIII: «No comas ajos ni cebollas, porque no saquen por el olor tu villanería»; y Guzmán, I, p. 191: «De mi compañero no hay tratar dél, porque nació entre salvajes, de padres brutos y lo paladearon con un diente de ajo». El vino es vicio propio de los gallegos, según el pensamiento común, sin embargo, la infancia picaresca también lo incluye en su dieta básica, comp. Justina, I, p. 271: «Miento, que maldita la gota bebí, porque en nuestra tierra destétannos a las mozas con la que llora la uva por agosto». 14 La saya es «ropa exterior con pliegues por la parte de arriba, que visten las mujeres, y baja desde la cintura a los pies» (Aut.). El «dar ser a los pliegues» obedece a la prestancia que la prenda adquiere en Catuja, inusitada en una gallega. 15 Atributo de belleza son los breves pies y lo contrario lo es de fealdad. Los gallegos, especialmente, eran conocidos por los pies grandes y por andar descal-

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un culto dijera tres lustros16, cuando de achaque de un magosto, que es un hartazgo de castañas asadas, así se llama en Galicia, murieron sus padres en una noche. Quedó la mozuela niña huérfana y sin hacienda, conque fue fuerza ampararse de una hermana de su madre, que era mesonera en el mismo lugar17. Esta la llevó a su casa, donde la servía como una esclava, acudiendo así al servicio de los huéspedes como al monte por leña para guisar de comer. Era Catuja de Morrazos naturalmente aseada y limpia, y con razonable cara, que para aquella tierra es un prodigio, pues parece que la naturaleza repartió en ella con pródigas manos la fealdad.Verdad sea que el rústico traje la augmenta más y lo poco que se precian las mujeres de asearse y componerse. No era así Catalina, que sin hacer agravio a ninguna era la gala de Cacabelos. Alentábanla a estimarse las alabanzas de los huéspedes que cada día tenía en su casa, que es lugar pasajero; los cuales, como venían acostumbrados a ver demonios con cofias de estopa, parecíales la Catalina ángel en su parangón. Muchos aficionados de paso tuvo que la dijeron su pena18; mas ella, si bien se holgaba de oírlas, rigurosamente los despedía, que por documentos19 de la tía deseaba conservar su honra esperando por su buena cara el mejor labrador de Cacabelos. No se lograron los intentos como pensó; porque, llegando el día de la feria que allí se hace, pasaba de la ciudad de Compostela a Madrid zos. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 429: «Pie grande, que los gallegos llaman “pata”». Para una síntesis de todas las tachas apuntadas en torno a los gallegos, Herrero, 1966, pp. 202-213. 16 un culto dijera tres lustros: comp., del propio Castillo burlándose del léxico culterano, Donaires, I, fol. 43v: «Turba canora se llama / de las aves el concurso; / a la blancura, candor; / a los cinco años, un lustro». 17 El mesón, como la venta, con sus miserias y estafas, es materia picaresca. Centro privilegiado de las burlas y estafas, para la mentalidad de la época las mozas de mesón se asocian con aventuras eróticas (Joly, 1982, pp. 414 y ss.). La Pícara Justina contiene un capítulo, «De la vida de el mesón», al respecto. Comp. Justina, I, p. 192: «¡Oh, mesón, mesón!, eres esponja de bienes, prueba de magnánimos, escuela de discretos, universidad del mundo, margen de varios ríos, purgatorio de bolsas, cueva encantada, espuela de caminantes, desquiladero apacible, vendimia dulce». 18 pena: ‘cuita amorosa’ o ‘pena de amor’. 19 documentos:‘consejos’. Comp. Cervantes, La ilustre fregona, NE, III, p. 51: «Los padres dieron documentos a sus hijos de lo que habían de hacer y de cómo se habían de gobernar para salir aprovechados en la virtud y en las ciencias».

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un canónigo de aquella santa iglesia, y habiendo de asistir en la Corte, quiso comprar una mula para rúa20 y detúvose a esto en Cacabelos. Traía en su servicio un criado natural de Segovia, de los refinos hijos que aquella ciudad cría21. Era gran socarrón, alegre decidor, con su poquito de músico, gran persona de22 ponerse a caballo sobre una jácara23 y durarle una jornada sin descansar. Sin esto era un diluvio de pullas, un torrente de chanzonetas y una sima de donaires24. Queríale bien su amo, así por haber hallado en él fidelidad, como verle siempre de buen humor. Duraba seis días la feria y no vino en los primeros cabalgadura a propósito de lo que el canónigo pretendía, y así oyendo decir que hasta el último día todos los de feria venían mulas, no quiso irse sin comprarla. En este tiempo Tadeo, que así se llamaba el criado, comenzó a hacer fiestas a Catalina, ya celebrando su buena cara, ya dándola músicas, con un discantillo25 que consigo traía para divertirse en aquel viaje. 20

mula para rúa: ‘mula de paseo’. refinos: ‘bellacos’. «Fino de Segovia. Para la significación de los paños de Segovia, con un fino y un bellaco, por eso se hace refrán, porque son finos los paños» (Correas, núm. 10062). Comp. Pérez de Herrera, Enigmas, pp. 151-152: «Hácese el refino, como los demás paños, en Segovia, de lanas de carneros y ovejas. Refino quiere decir bellaco, que llama la enigma taimado». 22 que T. 23 jácara: «Composición poética que se forma en el que llaman romance […]. Úsase mucho el cantarla entre los que llaman jaques, de donde pudo tomar nombre […]. Se llama asimismo una especie de danza formada al tañido u son propio de la jácara» (Aut.). La expresión ponerse a caballo sobre una jácara se vale de la paronomasia de jácara y haca, «caballo pequeño» (Cov.), que con aspiración resulta jaca, tal como ha permanecido hasta la actualidad. El criado no solo canta sino que musicaliza y hasta danza la jácara. 24 pullas… chanzonetas… donaires: son términos que, con matices, designan modalidades del humor practicadas durante el Siglo de Oro. Las pullas son bromas procaces, hasta obscenas, propias de gente de baja estofa, como los mozos de mulas; las chanzonetas son, por el contrario, bromas más ligeras, suaves; los donaires, por su parte, son la modalidad más estimada, la que goza de una mayor opinión positiva, ya que se confunde con el ‘tener gracia’ para decir las cosas (Joly, 1982, pp. 161-162, 177-178, 247-250). Comp. Donaires, I, fol. 68v: «Por estos caminos voy, / que ya pródigos abundan / si no de fuentes risueñas, / de chanzonetas y pullas». Comp. Justina, II, pp. 373-374: «Si entre chanzonetas y donaires venía de máscara alguna pulla, aunque fuese mayor de marca, la rebatía con la presteza posible». 25 discantillo: diminutivo de discante, «especie de guitarra pequeña, que comúnmente se llama tiple» (Aut.). 21

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Como la moza hubiese visto pocos humores de la data26 del Tadeo, gustaba mucho de sus donaires y solemnizaba27 sus chanzonetas, oyendo con mucho gusto las jácaras que cantaba, con las cuales, y la labia del mozo, adornada con promesas que la hizo de llevarla a la Corte, se rindió aquel fuerte, que no hay amante encogido, ni dudoso en prometer.Y así Catalina se vio con esperanzas de ser cortesana28 y en posesiones de dueña29. Efectuose la compra de una buena mula, muy al propósito para el intento del canónigo, conque esotro día30 determinó de proseguir su jornada. Llevaba una acémila delante, con prevención de cama, por saber con experiencia cuán malas las hay en el reino de Galicia y aun hasta llegar a Castilla la Vieja. En esta31 acomodó Tadeo a Catalina llevando intento de llegar con ella a Madrid, y allí vestirla y que corriese por su cuenta. Y así avisada la moza que el día siguiente dos horas antes de amanecer había de partir, ella no quiso irse, como dicen, las manos en el seno32, sin darle un araño33 a la bolsa de la tía, que la tenía buena con la ganancia del mesón. 26 humores… data: ‘Había conocido pocos hombres con la personalidad de Tadeo’. Humor «se toma también por genio, índole, condición o natural, especialmente cuando se da entender con alguna demonstración exterior» (Aut.). En tanto data «se suele tomar también por calidad» (Aut.). Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 218: «Entendí los engaños del mundo, las mentiras y falsedades de las mujeres de aquella data». 27 solemnizaba: «Solenizar una cosa, encarecerla y engrandecerla mucho» (Cov.). Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 111: «Que solenizó el papel pensará v[uesa] merced, holgándose con él». 28 cortesana: juego dilógico. En sentido recto sería ‘de la Corte’, porque se la va a llevar a Madrid, pero también significa ‘prostituta’. Un chiste similar con una ventera gentil en Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 217: «Ella, muy contenta después de habelle dicho que lo hacía como cortesana […]». 29 en posesiones de dueña: porque dueña «se llama también la mujer no doncella» (Aut.) y ella ha dejado de ser virgen. La contraposición de esperanzas con posesiones recuerda, paródicamente, el refrán «Más vale buena posesión que larga esperanza» (Correas, núm. 13796). 30 esotro día: ‘el día siguiente’. 31 este T. La enmienda se justifica por la concordancia con acémila. 32 las manos en el seno: «Estarse con las manos en el seno, señal de ociosidad» (Cov.). 33 En germanía, si los ladrones son gatos, un araño es un robo. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 473: «A este, pues, llaman Hominicaco, por lo chico y por los hurtos, porque se averiguó que aruñó una comedia entera a Villaizán».

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Fiábase la vieja mucho de la sobrina y dormía con ella. Levantose aquella noche quietamente y, tomando la llave de una arca, fue a darle golpe a la moneda, y por dar en el talego mayor fue su suerte tal que encontró con el pequeño, que tendría hasta cuatrocientos reales en plata34. Estos acomodó en el lío de dos camisas suyas y así salió a verse con su Tadeo, el cual la aguardaba porque estaba el acemilero apercebido. No se había levantado la tía, que estaba despierta, por ver que su sobrina lo estaba, y presumiendo que ella y un mozo del mesón darían recaudo35. Con esto, pudo la Catalina irse a hurtas del mozo, saliendo a ponerse a caballo fuera del mesón, con que dejó su patria llevándose los cuatrocientos reales escondidos entre las camisas, sin haber dado cuenta del hurto a su galán, que no le fue de poca importancia. Llegose la hora de partir el canónigo y haciendo Tadeo cuenta con la huéspeda partieron de su casa, no echando la vieja menos a la sobrina, porque a aquella hora siempre solía ir por agua a la fuente. Prosiguieron sus jornadas hasta llegar al pie del puerto que llaman del Rabanal36, gozando Tadeo todas las noches de su hermosa ninfa37 gallega. Mas allí considerando que le sería embarazo la moza en tan largo camino y que si su amo sabía su empleo no lo había de recibir bien, trató de dejarla en Fuencebadón, un lugar donde posaron aquella noche. Y esto hizo usando un engaño con ella y fue que la dijo que por haber acrecentado carga en la acémila no podía ir en ella; mas que tenía concertado con un arriero que la llevase por su cuen-

34 cuatrocientos reales en plata: es una cantidad importante, pero no enorme, considerando que un vestido elegante, del tipo de los que se usan en la comedia, costaba cientos o incluso miles de reales. La indicación en plata resalta el hecho de que no se están empleando reales en vellón, aleación de plata y cobre muy empleada en la época a causa de la escasez de metales. De tal forma, cuando no se presenta el añadido en plata habrá que pensar que se está hablando, por defecto, de moneda acuñada en vellón. 35 darían recaudo: ‘se ocuparían’. Recaudo es variante de recado y dar recado es «ministrar todo lo necesario para hacer alguna cosa» (Aut.). 36 puerto que llaman del Rabanal: este puerto junto con Foncebadón o Fuencebadón, como lo escribe Castillo, están situados al este del Bierzo. 37 ninfa: epíteto ambiguo adrede. Por un lado, es enaltecedor, como en la poesía amorosa; por otro, es degradante, pues es sinónimo de ‘prostituta’ en léxico de germanía. Comp. Cervantes, Coloquio de los perros, NE, III, p. 278: «Preguntó la causa de aquellas voces; la huéspeda se la dio muy por menudo: dijo que era la ninfa Colindres, que ya estaba vestida».

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ta hasta Benavente, adonde por ciertos negocios que el canónigo tenía que tratar habían de estar dos días, y que de allí buscaría en que fuese hasta Madrid. Púsola en posada diferente y habló con el huésped aparte en lo que la había de decir a la mañana. Era Catalina muy bozal38 en caminos, como quien no había salido de su lugar en su vida, sino solo por leña al monte, y así creyó cuanto la dijo Tadeo. Ese día al amanecer salió el canónigo, más temprano que otros, por pasar el áspero puerto, con lo cual quedó la pobre moza aguardando el prometido arriero, que nunca vino, hasta bien entrado el día.Y preguntando al huésped que cuándo había de venir, él la desengañó diciendo que aquel gentilhombre39 que allí la había traído le dio doce reales para que la diese y dijese que él no la podía llevar consigo por temor de su amo. Aquí comenzaron los trabajos40 de la gallega Olimpa, viéndose dejada del segoviano Vireno41. No dijo aquello de «¡plegue a Dios que te anegues, nave enemiga» ni «¡mal huracán te sorba!»42, que no sabía 38

bozal: ‘inexperta’. «Es epíteto que ordinariamente se da a los negros, en especial cuando están recién venidos de sus tierras […] también se toma por nuevo y principiante en alguna facultad o arte» (Aut.). Comp. Justina, I, p. 234: «Como éramos bozales, no estábamos prevenidas de pendencieros». 39 gentilhombre: «Gentilhombre de un señor es el que le sirve con capa y espada, en buena edad, porque si es viejo le llamamos escudero» (Cov.). El huésped emplea el término porque lo ha visto servir al canónigo; probablemente lleva ironía. 40 trabajos: ‘dificultades’. «A cualquiera cosa que trae consigo dificultad o necesidad y aflicción de cuerpo o alma llamamos trabajo» (Cov.). Comp. Don Quijote, II, cap. VI: «Pues a saber, como sé, los innumerables trabajos que son anejos a la andante caballería, sé también los infinitos bienes que se alcanzan con ella». 41 Olimpa… Vireno: Olimpia fue abandonada por Vireno en el Orlando furioso. Son nombres tópicos, junto con Eneas y Dido, y Ulises y Circe, cuando se quiere describir la seducción con posterior huida del varón. Comp.Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, pp. 86-87: «Para tomar venganza casándose con el licenciado Vireno de Madrid la Olimpia de mala mano, sabiendo que se había escapado allá». 42 El abandono de Olimpia por Vireno fue uno de los temas más populares dentro de la poesía aurisecular. El primer verso que refiere Teresa corresponde al romance Madrugaba entre las flores, cuyo estribillo reza: «¡Plega a Dios que te anegues, nave enemiga! / Pero no, que me llevas dentro la vida». La vacilación Olimpia y Olimpa es frecuente, comp. el romance Ya la blanca y roja Aurora: «Cuando la engañada Olimpa, / viendo menos a su esposo». Los dos romances citados y otras composiciones más sobre Olimpia y Vireno en Chevalier, 1968, pp. 123-162. No he podido ubicar el segundo verso referido.

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nada de marinaje y su engañador caminaba en una mula, mas convertida en llanto y con dilatados sollozos, que parecía sorber caldo43, dijo mucho de aquello de «¡ducho a demo el home!»44, que es la mayor maldición que el idioma gallego tiene. Recibió los doce reales, porque los duelos con pan son menos45.Veinte le había dado Tadeo al huésped, mas él con poco temor de Dios y daño de la opinión del galán se aplicó para sí los ocho. Viose la olvidada Catalina confusa sobremanera en lo que haría de su persona. Volver a su tierra no le parecía cosa conveniente, así por su reputación como por el dinero que había tomado a su tía; quedarse en aquel lugar46 tampoco le estaba bien, por ser corto y malo. En estas dudas estaba cuando, infundiéndosele un valor olimpiaco, más de correo de a pie que de mujer encogida, se determinó a proseguir poco a poco su viaje hasta Madrid, y que si llegase con bien a aquella Corte tratar de vengarse de el desdén de Tadeo. Con las faldas en cinta47, como dicen, y con ellas los zapatos por no los romper48, propia prevención de las damas de su país, se puso en camino informada del viaje que había de llevar. En la tal información supo cuán cerca estaba de la Cruz de Ferro, tan nombrada en

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sorber caldo: imagen jocosa para referirse al llanto. Comp. Justina, I, p. 233: «Mis hermanas también lloraron sus sorbitos, pero siempre guardándome la antigüedad en que yo jugase de mano y llorase la primera». 44 «Quiere decir, en todo caso, “doy (o ‘que dé’) el hombre al diablo”. Es, seguramente, una muy gallega maldición propia de brujas, que encomiendan así con especial hincapié alguien a su demonio, a su “señor”» (nota de Rey Hazas, PF, p. 223). 45 Es refrán muy conocido. «“Los duelos con pan son menos”, porque trabajos y pobreza son cosa intolerable» (Cov.). Correas recoge esta versión y su variante «los duelos con pan se sienten menos» (núm. 12849). 46 lugar: «La población pequeña, que es menor que villa y más que aldea» (Aut.). 47 faldas en cinta: «Poner faldas en cinta, determinarse a hacer alguna cosa con mucha diligencia, tomada la semejanza de los que habían de caminar, que se enfaldaban recogiendo las faldas en la cinta, como agora hacen los religiosos que caminan a pie» (Cov.). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 401. 48 los zapatos por no los romper: era costumbre de los gallegos andar descalzos. Comp. la novela corta El Proteo de Madrid: «Pagados, pues, lo que se les debía [a los gallegos] y despedidos de sus amos, con los zapatos en la pretina y los pies en el camino, tomaron el de Castilla» (Tardes entretenidas, pp. 134-135). Más ejemplos de dicha costumbre en Herrero, 1966, pp. 203-204.

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aquella tierra. Pasó por cerca della y hízola oración sin tener cuidado de la promesa que todas las gallegas la hacen49, pues ya Tadeo con su buena diligencia la había sacado dél. Prosiguió con sus jornadas hallando en ellas tal vez quien, teniéndola compasión, la daba bagaje para aliviar su cansancio. Y no se sospeche que esto era por interés de su persona, que desde que vio el mal pago de Tadeo nunca admitió martelo50, ni oyó requiebro temiéndose de otro engaño, que de los escarmentados se hacen los arteros51. Por sus jornadas, ya cortas, ya largas, llegó a aquella insigne villa madre de tantas naciones52, gomia53 de tantas sabandijas, y como una 49 La promesa la explica Castillo en El Proteo de Madrid, en una escena similar. Una gallega llamada también Dominga escapa con otro gallego, Marcos: «Dominga, esta es aquella Cruz de Ferro tan conocida de todos los de nuestra tierra, a quien las doncellas de allá que pasan por aquí hacen su oración, pero no el voto que dicen, de no volver como pasaron. —¿Esta es, Marcos? —dijo Dominga—. Huélgome de verla, mas no pienso prometer lo que malas lenguas dicen» (Tardes entretenidas, p. 135). En el caso de Dominga, como se añade a continuación, la promesa no es necesaria. Comp. Estebanillo, I, p. 39: «Pienso, conforme el alma tenía la cordera, que pasó de sola Roma a una de las tres moradas, porque no era tan inocente que al cabo de su vejez, y habiendo pasado en su mocedad por la Cruz de Ferro, y siendo tan vergonzosa y recatada, fuese al Limbo a ver tantos niños sin bragas». 50 martelo: «La unión y correspondencia cariñosa entre dos personas» (Aut.). Comp. Quevedo, Buscón, p. 224: «Dieron las diez, y yo dije que era plazo de cierto martelo y que, así, me diesen licencia». 51 de los escarmentados se hacen los arteros: «[Artero es] el caviloso, y algunas veces se toma en buena parte, como “De los escarmentados se hacen los arteros”; lo mismo que “No hay mejor cirujano que el bien acuchillado”» (Cov.). 52 madre de tantas naciones: aglutinaba a tan diversas gentes la Corte madrileña que hasta se inventó una etimología al respecto. «Díjose también Viseria y Madrilium (unde Madrid) y Matrilium, a matre, por serlo de tantas naciones que concurren a ella.Algunos curiosos modernos quieren que se diga Mandrid, a mandra, que vale aprisco o majada, por la mesma razón de concurrencia de gentes» (Cov.). Comp. Estebanillo, I, p. 168: «Fuime con él a Madrid, por la noticia que tenía de ser esta villa madre de todos». 53 gomia: «Este nombre damos al que come mucho y desordenadamente» (Cov.). Comp. Harpías, p. 48: «Es Madrid un maremagno donde todo bajel navega, desde el más poderoso galeón hasta el más humilde y pequeño esquife; es el refugio de todo peregrino viviente, el amparo de todos los que la buscan; su grandeza anima a vivir en ella, su trato hechiza y su confusión alegra. ¿A qué humilde sujeto no engrandece y muda de condición para aspirar a mayor parte? ¿Qué linaje obscuro y bajo no se baptizó con nuevo apellido para pasar plaza de no-

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dellas la amparó y recibió en sus muros. Admirole la máquina54 de edificios, la mucha gente que pisaba sus calles, y en la de la Cava de San Francisco55 vino a parar, guiada de un arriero que la había traído en un macho de los suyos desde el lugar56 de las Rozas57 hasta la posada. En ella se apeó y viéndola la huéspeda la dijo si venía a la Corte para servir. Catalina la respondió, con semblante triste, que a eso la habían condenado sus trabajos, si hallase casa a propósito. —En la mía —replicó la huéspeda— os tuviera yo de muy buena gana. Mas ha dos días que recibí una criada en lugar de otra que casé, y así tengo el servicio que he menester. Pero en casa de una hija mía os acomodaré; que también tiene casa de posadas, y yo sé que no os descontentaréis de estar allí, que hay ocasiones de medrar las que la sirven y más vos que traéis lo más facilitado con la buena cara que tenéis. Agradeciole Catalina la merced que la hacía y la huéspeda la llevó a su aposento, donde la regaló y dio de comer. Esa misma tarde la llevó a casa de su hija, de la cual fue gustosamente recebida, así por traerla su madre como por ver en Catalina partes para ser bien servida della. Tenía esta mesonera otra mozuela de razonable cara, y había menester dos para ser sus huéspedes mejor servidos. Esta, como viese que en Catalina la venía alivio para su trabajo, la recibió con muestras de muy grande amor, trabándose desde aquel día una firme amistad entre las dos.

ble? Finalmente, Teodora, la corte es el lugar de los milagros y el centro de las transformaciones». 54 máquina: «Se toma también por muchedumbre, copia y abundancia de alguna cosa, y así se dice que hubo una gran máquina de gente, tengo una máquina de libros» (Aut.). Comp. Quevedo, Los sueños, p. 298: «Otra parte iba de acompañamiento de acreedores, cuyo crédito sustentaba toda aquella máquina». 55 Cava de San Francisco: ubicada próxima a la antigua Puerta de Moros, en la parte meridional de la antigua villa. «Esta Cava de San Francisco y la de San Miguel, que la continúa, han conservado, bajo la forma de calles, su nombre morisco, y no eran otra cosa que el barranco y alcantarilla que venía corriendo al pie de la muralla desde las Vistillas y que dio el nombre primitivo a la calle hoy llamada de Don Pedro y antes de la Alcantarilla» (Mesonero Romanos, 1976, p. 60). 56 lular T. 57 Las Rozas: pueblo cercano a Madrid (18 km), paso obligado en la ruta que venía de Galicia.

CAPÍTULO II EN QUE DA RAZÓN CÓMO LO PASÓ LA GALLEGA EN EL MESÓN Y CUÁN CELEBRADA FUE EN EL RÍO, HASTA SU CASAMIENTO

Ya tenemos a mi señora madre, buen siglo haya1, acomodada en un mesón de los de más nombre que había en la calle de la Cava de San Francisco, cobrando desde su llegada el nombre del Mesón de las dos hermosas, por ella y la otra moza que halló en él. Esta, como amiga que se dio de mi madre, aquella noche la hizo breve relación de lo que había que hacer en casa, de los intereses que se tenían con los huéspedes; a cuáles debía servir con solicitud y a cuáles con no tanta; cómo se había de portar en materia de amores2, cuán sin afición había de vivir con ninguno, llevando su fin a solo su provecho, y viéndole primero antes de hacer su empleo. Pero que lo más importante para su estimación era el estar bien vestida, para lo cual pidiese a su ama que le delantase tres o cuatro meses de salario. Tomó Catalina la lición de Aldonza3, que así se llamaba la compañera, muy en memoria, y a lo último la dijo que no pensaba obligar 1

buen siglo haya: ‘bienaventurada sea en la eternidad’. amores: «Amores, siempre se toma en mala parte, por los amores lascivos, que son los que tratan los enamorados» (Cov.). Comp. «Contra el amor de casadas y viudas», Huit petits poèmes, p. 290: «Aquel no entender amores / y hacer de todos donaire, / echándolos por el aire / el huir de dar favores». Sobre la conducta de la moza de mesón, comp. los consejos del mesonero Diego Díez a su hija pícara, Justina, I, p. 197: «Con los huéspedes, menos palabras que gracias, más donaires que respuestas. No pongo puertas al mar, aunque el mar sí con quien hablardes». 3 Aldonza: los refranes de la época dicen mal del nombre. «Aldonza, con perdón» o «Aldonza sois, sin vergüenza» (Correas, núms. 2000-2001) para señalar la bajeza. 2

CAPÍTULO II

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a su ama a que le diese lo que no había servido, que un pariente suyo tenía que la daría lo necesario para vestirse, y que así esotro día le buscaría y la vería brevemente en otro pelo4. Holgose Aldonza que con tanta brevedad pudiese lucirse, mas después le vino a pesar, porque no le estuvo bien tener tan buen lado5. Era por tiempo de entre las dos Pascuas y cerca de la de Pentecostés, para lo cual propuso Catalina salir en limpio, que hubiese que ver en ella.Y así, fingiendo ir a verse con el pariente, trujo dineros con que rogó a su ama que le comprase lo necesario para vestirse. Era buena mujer la huéspeda, y viendo que el lucimiento de su criada le era mejoría de su casa y crédito de su mesón, se holgó que sin pedirla nada adelantado tuviese con qué vestirse, y así se ofreció a salir a comprar con ella lo necesario.Valiole el no revelar el hurto Catalina a su galán el verse vestida, pues eso fue la piedra fundamental para su medra. Llegó con su ama a la calle de Toledo6, donde hay bodegones de vestidos7, hallando allí siempre guisados los que pide el gusto para adorno de sirvientes de mantellina8. Allí compraron en acomodado precio un manteo azul con su poca de guarnición pajiza9, una bas-

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en otro pelo: ‘con nuevo aspecto’, recordando el refrán «Mudar el pelo. Estar más medrado que antes» (Correas, núm. 14857). Comp. Estebanillo, I, p. 56: «Sabían las posadas más ricas, teniendo en todas, a costa de buenos baratos, quien les daba aviso de cuándo había huéspedes de buen pelo»; Luque Fajardo, Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos, I, p. 226: «Siendo fullerías infames, han hallado sombra en capas negras y gente de buen pelo, cuyo desenfado admira». 5 tener tan buen lado: lado «por extensión significa la persona que asiste y acompaña a otra; y así se dice Fulano tiene buenos o malos lados» (Aut.). La belleza de Catalina resulta en desmedro de la de Aldonza. 6 La calle de Toledo, junto a la Plaza de la Cebada, a la que se hará referencia más adelante, era zona de gran actividad comercial. 7 bodegones de vestidos: bodegón es «el sótano o portal en que se hace y guisa de comer a la gente pobre y ordinaria» (Aut.), con lo que quiere decir que adquiere vestidos humildes y ya hechos, como los guisados propios de bodegón. 8 sirvientes de mantellina: ‘las fregonas’, porque mantellina es «mantilla de mujer» (Aut.). Cubría medio cuerpo. Comp. Estebanillo, II, p. 330: «Había hecho el amor, antes de haberme tullido, a una dama de mantellina y de chinela con listón, gobernanta de la cocina y llavera de la despensa, compradora del sustento, moza de cántaro y lavandera de río». 9 manteo azul con su poca de guarnición pajiza: el manteo es «el faldellín de la mujer que trae ceñido al cuerpo debajo de las basquiñas y sayas» (Cov.) y el de Catalina, además de ser azul, lleva adornos del color indicado (guarnición pajiza).

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quiña y jubón de estameña parda10, guarnecido el jubón, mantellina de bayeta11 de Segovia, que oyendo dónde era casi no quiso comprarla Catalina, acordándose de su galán. Pasaron a una tienda de lencería, donde sacó dos camisas, valonas12 y cofias.Y no se olvidaron del calzado, que quiso de golpe ponerse el que traen las fregonas de más presunción en la Corte, bien mirado en tiempo de lodos, pues su limpieza acredita la curiosidad y gala de la que los pisa sin detrimento suyo. Con todo este ajuar13 volvieron a casa, no faltando para cumplimiento del arnés sino algo desto que se trae en la cara y dos sortijas de plata, cosa concerniente14 en el fregatriz estado, aunque ya le vemos subido de punto con algunas de oro, donativos de los que hartos de perdices gustan tal vez de comer vaca15.

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basquiña… jubón… estameña parda: la basquiña es «ropa o saya que traen las mujeres desde la cintura al suelo, con sus pliegues, que hechos en la parte superior forman la cintura, y por la parte inferior tiene mucho vuelo. Pónese encima de los guardapieles y demás ropa, y algunas tienen por detrás falda que arrastra» (Aut.). El jubón es una especie de chaqueta que, a su vez, se lleva encima de la camisa, pieza que fungía de ropa interior en la época. El jubón de Catalina es de estameña, tela hecha de estambre, de color pardo. 11 bayeta: «Tela de lana muy floja y rala» (Aut.). Era propia de gente humilde, comp. Lazarillo de Manzanares, p. 204: «Y haciéndome más cortesía de la que una sotanilla y herreruelo de bayeta merecían, me sentaron dentro de la tarima en un taburete bajo». 12 valonas: la valona es «adorno que se ponía al cuello, por lo regular unido al cabezón de la camisa, el cual consistía en una tira angosta de lienzo fino, que caía sobre la espalda y hombros; y por parte de adelante era larga hasta la mitad del pecho» (Aut.). 13 ajuar: «Lo más común es tomar esta voz por lo que tiene cada uno en su casa, para su servicio y adorno» (Aut.). Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 239: «En este tiempo vendí el ajuarillo que tenía». 14 Cotarelo y Rey Hazas en sus ediciones leen conveniente, pero concerniente es «lo que mira, toca o pertenece a alguna cosa» (Aut.). 15 La perdiz es alimento exquisito, propio de gente noble y rica. Comp. Huit petits poèmes, p. 277: «Su gloria es haberse hartado / de perdiz, ave o conejo, / que ha de ser al punto echado / por aquel postigo viejo, / que nunca fuera cerrado». La carne de vaca, en cambio, es barata. Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 151: «Y porque los pobres no pueden comprar perdices, críales vaca». Comer posee carga sexual, comp. Poesía erótica, núm. 108, vv. 12-14: «No tengo carnes que selléis con besos, / y el no tenerlas hace que más valga, / pues en Cuaresma puedo ser comida». En el entremés El comisario de las figuras, reprochando a un galán que presume de ser favorecido de las damas: «No hay qué comer, hombre impor-

CAPÍTULO II

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Llegaron pues a casa y mostraron a Aldonza las galas recién compradas, en que no se empleó aún todo el dinero del hurto, guardándolo Catalina en una arca que otro día compró.Ya la compañera estaba un poco envidiosa del lucimiento que esperaba tener Catalina. Disimuló su recién nacida pena y propuso no manifestarla, por no parecer que se tenía en tan poco que temía ventajas de otra. De allí a dos días, sin acompañarse Catalina de su ama, corrió las almonedas de la Plaza de la Cebada16, donde halló una basquiña y jubón traído17 de una mezcla honesta, que compró en acomodado precio, para que la excusase de traer de ordinario los vestidos que poco antes había comprado, no olvidándose del aderezo del rostro18, que ya le habían dicho el19 que le estaría mejor para curársele de los aires y el sol del camino, ni de las sortijas de plata. Llegó el día de la Ascensión, que tenía diputado20 Catalina para salir vestida de nuevo21. Hizo por la mañana las haciendas de casa y, para asistirles a los huéspedes a la comida, púsose de gala dando admiración a su ama, más envidia a Aldonza y gusto22 a los huéspedes, porque con la buena cara que tenía y los vestidos tan ajustados a su cuerpo parecía que toda su vida había andado en aquel hábito, tal despejo23 mostraba en él. Era apacible la gallega, graciosa en su lenguaje y no de mal natural, de suerte que con esto dentro de pocos días ya no cabía la casa de huéspedes. Eran muchos los aficionados de la moza y ella se portuno, / que de ahíto os preciáis y andáis ayuno» (Harpías, p. 117; cursivas mías). Se entiende así que las sortijas doradas son obsequios de galanes que, de vez en cuando, dejan de frecuentar a las damas de categoría y buscan a las sirvientas. 16 las almonedas de la Plaza de la Cebada: ‘el remate público’. La Plaza de la Cebada se halla entre la calle de Toledo y la Puerta de Moros; como su nombre lo indica se vendía allí cebada, pero también toda clase de objetos. 17 traído: ‘usado’. 18 aderezo del rostro: ‘maquillaje’ para blanquear la cara. «Aderezo, adorno, compostura. Aderezado, lo compuesto, adornado, sazonado, puesto a punto» (Cov.). 19 la T. 20 diputado: ‘señalado’, de diputar, «destinar, señalar o elegir alguna cosa para determinado uso o ministerio» (Aut.). 21 de nuevo: ‘con ropa nueva’ o ‘recién estrenada’. 22 gesto T. 23 despejo: «Desenfado, desembarazo, donaire y brío» (Aut.). Comp. Harpías, p. 48: «Con una sobrina mía me hallé en Madrid, que no tenía más partes que un buen despejo y una razonable voz».

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taba con ellos de modo que por el poco recato y estima nunca ganó opinión de fácil ni desenvuelta. Granjeaba voluntades y hallaba medra, cosa que fue echando de ver la compañera por los galanes que Catalina le tiranizaba24. Acudía cada una la semana que le tocaba a lavar al río y, por haber cantidad de ropa, siempre se ocupaban tres días en su limpieza. Para echar de sí Aldonza a la compañera y que no asistiese a la posada dio en fingirse mala de un brazo, conque era fuerza ir Catalina cada semana a ocuparse tres días de ella en el río. Si por acá tenía aficionados, no menos los tuvo extramuros de la villa. No había lacayo de estimación lucido en librea25 que no se confesase su amartelado26. Ella con el buen despejo en hablar, voz en cantar y donaire en el baile de la capona27, era imán de las raciones lacayas y motivo de los regocijos de las riberas del cristalino Manzanares, después que en ellas se acreditó y llevó la palma de hermosa entre el gremio fregatriz28. Nunca tomó paño en sus manos para lavarle, que no faltaba quien a costa de sus salarios le pagase la lavadura porque en tanto le diese audiencia. Anduvo algunos días neutral, sin inclinarse a ninguno de sus pretensores, y así los traía perdidos tras de sí.

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tiranizaba: ‘quitaba’, ‘usurpaba’, verbo de uso frecuente en contexto amoroso. Comp. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 152: «Celebra su himeneo felicísimo / con ella don Felipe y restituye / la posesión al alma de su cielo, / que estuvo de un traidor tiranizado, / de quien se lloró ausente y desterrado». 25 librea: el vestido que los señores daban a sus criados. En un principio era solo dado por los reyes «para ser distinguidos y diferenciados de todos los demás y porque estos [los criados reales] tienen muchos privilegios y libertades, se llamó aquel vestido librea» (Cov.). 26 amartelado: ‘enamorado’, ‘aficionado’. 27 baile de la capona: «Son o baile a modo de la mariona, pero más rápido y bullicioso, con el cual y a cuyo tañido se cantan varias coplillas» (Aut.). Era un baile propio de la plebe, comp. Donaires, I, fols. 49v-50r: «Llega el mozo alentado / que a la guitarra aplica su rascado / y tocando punteada una capona / no deja en el contorno una fregona / que tras sí no la lleve». Salas Barbadillo compuso un entremés llamado El Prado de Madrid y baile de la capona. 28 Tema habitual de la sátira sobre la Corte era el del río Manzanares y las fregonas que iban a lavar la ropa en él. Comp. Lope de Vega, «Describe el río de Madrid en julio», Rimas de Tomé de Burguillos, núm. 80, vv. 1-4: «Mísero Manzanares, ¿no te basta / todo el año sufrir tanta fregona, / tanto lacayo y paje de valona, / tanta ropa servil, tanta canasta?»; y del propio Castillo, «Describiendo al río Manzanares y lo que pasa junto a él entre fregonas y lacayos que las enamoran», Donaires, I, fol. 12r: «A su margen amena / acuden fregoniles semideas /

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Entre más de ocho que andaban en la danza, había uno que, si no se portaba con librea de lucidos colores sirviendo a grande o a título29, andaba bien tratado, vestido de veintidoseno negro, calzas, ropilla y capa terciada30. Este era natural de Gascuña, en Francia, a quien en nuestra España llamamos gabachos31. Había sido ocupado en el oficio de bohonero32, trayendo caja y vendiendo por la Corte. Proveíale su caja un francés rico que tenía tienda de por junto33, con el cual había ganado tanto crédito que le fió más de lo que fuera bien. Fingió el tal bohonero que le habían robado, conque quebró para con el francés que le proveía. Púsole en la cárcel, donde le tuvo algunos días, mas como no hubiese remedio de poder cobrar dél, creyole el hurto y así de compasión de verle padecer preso le perdonó más de tres mil reales que le había fiado y salió de la trena34. Con estos se halló en su po-

que de faunos lacayos recuestadas / son mal servidas, pero bien gozadas, / porque con tales faunos o silvanos / su teórica libran a las manos. / Que es ver la playa calva y arenosa / llena de fregatrices, / más presumida cada cual de hermosa / que la puente con todas sus narices». 29 grande… título: grande de España es el mayor título nobiliario que se puede alcanzar. Al grande siguen los títulos, es decir, quienes ostentan el de duque, conde o marqués. 30 veintidoseno… calzas… ropilla… capa terciada: veintidoseno es «un género de paño de una de las clases de los tejidos […] llámase así porque consta de dos mil y ducientos hilos, que hacen veinte y dos centenares» (Aut.). La calza es una prenda que constituye «el abrigo de las piernas» (Cov.). La ropilla es «vestidura corta con mangas y brahones, de quienes penden regularmente otras mangas sueltas o perdidas y se viste ajustadamente al medio cuerpo, sobre el jubón» (Aut.). La capa terciada es la capa que se lleva de lado. Terciar se usa «regularmente casi siempre respecto del cuerpo humano, como terciar la banda, la lanza, la capa, etc.» (Aut.). 31 gabachos: ‘franceses’. «Hay pueblos en Francia que confinan con la provincia de Narbona; Stralón y Plinio los llaman gabales […] nosotros gabachos. Esta tierra debe ser mísera, porque muchos destos gabachos se vienen a España y se ocupan en servicios bajos y viles» (Cov.). Comp. Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 58: «—Pues a fe —replicó el francés— que primero que el Rey de España… Y antes que acabase la razón el gabacho, dijo don Cleofás: —El Rey de España […]». 32 bohonero: «El que trae su tienda a cuestas en una arquilla, con diversas cosas menudas» (Cov.). 33 de por junto: «Modo adverbial que vale en grueso o por mayor» (Aut.). 34 trena: ‘cárcel’. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 849, vv. 1-4: «Ya está guardado en la trena / tu querido Escarramán, / que unos alfileres vivos / me prendieron sin pensar».

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der el gabacho, habidos con tan poca conciencia por conocer la bondad del que le fió. Entró a medias en el trato con un tabernero y él por disimular entró a servir de lacayo a un letrado de los que abogaban en los Consejos35.Tenía a su cuenta un caballo anciano, en que el jurista andaba de buena presencia, y adornado con la honorífica gualdrapa36. Era lucido el dueño, y de los más acreditados en las letras de la Corte. Con este salía a las siete de la mañana por el verano y en dejándole en palacio había de volver por él a las diez. Por la tarde acudía desde las tres a Provincia37, salía a las cinco y gastaba todo el día entre sus negociantes sin salir de casa. Con este oficio tenía el de dispensero38, en que ocupaba una hora por la mañana antes de ir al Consejo, en la cual mientras él compraba le limpiaba un francesillo el caballo y gualdrapa, gustando de esta añadidura a su costa el letrado, por verse bien servido de su lacayo dispensero, el cual no era lerdo en sisarle cuanto podía; y había bien en qué, por ser mucha su familia39. Este pues, cuyo nombre era Pierres40 de Estricot, era el mayor aficionado de la gallarda Catalina y el más puntual en servirla, sin haber

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Consejos: los consejos o tribunales superiores, que tenían su sede en el palacio real o antiguo alcázar, que se incendió en 1734. 36 gualdrapa: «El paramento que se pone sobre la silla y ancas de la mula o en el caballo de la brida, para que el lodo no salpique al que va caballero o el polvo no le ofenda, ni el sudor del caballo o los pelos» (Cov.). 37 Provincia: «El Juzgado de los alcaldes de Corte, separado de la sala criminal, y es para conocer de los pleitos y pendencias civiles» (Aut.). 38 dispensero: «El que tiene a su cuenta la despensa y el gasto de lo que se compra en las casas de los señores» (Cov.). El despensero tenía fama de sisador y era vinculado con Judas, quien, según la tradición, lo había sido. Comp. Quevedo, Buscón, p. 76: «Yo era el despensero Judas, que desde entonces hereda no sé qué amor a la sisa este oficio»; era oficio bajo, Luque Fajardo enumera: «Gente pobre, oficiales, esclavos, despenseros y otros sirvientes miserables» (Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos, I, p. 125). 39 familia: «Se toma muy comúnmente por el número de los criados de alguno, aunque no vivan dentro de su casa» (Aut.). 40 Pierres: nombre típico de francés, con afán despectivo, en la literatura áurea. Comp., refiriéndose al padrastro, aunque gallego, de Elena, La hija de Celestina, PF, p. 162: «Entre otros renombres que le achacaron, el que más le dolió fue “Pierres”». Quevedo, igualmente, bautiza Pierres a un francés borracho, Poesía original completa, núm. 697, vv. 9-12: «Pierres, sentado en arpón / el vino estaba meciendo, / que en un sudor remostado / se cierne por el cabello».

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día que no gastase con ella algo, así de colación41, merienda o dádiva de cintas, valonas o calzado, con que la hembra le estaba más aficionada que a los demás. Admirábase Aldonza de ver en la opinión que estaba su compañera y que si su traza había aprovechado para ausentarla de día, por la noche le deshacía sus máquinas42, como la tela de Penélope. Un día que en el río había dado suspensión en el baile a sus amantes y envidia a las ninfas de la limpieza, anocheciole allí por haber tardado en enjugársele la ropa. Asistiola a su compañía el aficionado Pierres, prevenido de esportillero para llevar los paños y de un jumento de aguador para que ella no se cansase en subir la cuesta de la Puerta de la Vega43. Mientras descansaba del trabajo de haber doblado la ropa, le pudo decir el derretido44 gabacho en el mal aliñado lenguaje que hablaba, que era medio en gascón y medio en castellano, estas razones: —Seora Catalina, ya voasté45 habrá echado de ver en mi asistencia cuántas ventajas hago a lis46 competidores que tengo, y así mismo en la liberalidad con que la sirvo en lo que se ofrece; por lo cual debe tener más atención a mi persona que de los demás, pues casi todos llevarán la mira a solo su apetito y dejalla luego47, y yo la tengo en

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colación: «La confitura o bocado que se da para beber» (Cov.). Comp. Guzmán, II, p. 138: «Aquella noche le hizo llevar Pompeyo una muy buena cena, colación y vino admirable». 42 máquinas: ‘artificios’, ‘tretas’. 43 Puerta de la Vega: una de las puertas de ingreso a la villa de Madrid, de origen islámico (Al-Vega), que se encontraba al final de lo que ahora es la calle Mayor, dando paso a lo que todavía se denomina la Cuesta de la Vega. 44 derretido: «Derretirse de amor es de los que hacen de los muy enamorados. Derretimiento, derretido» (Cov.). Comp. Diego Hurtado de Mendoza, «A la pulga», Poesía satiria y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 8, vv. 49-51: «Derritiéndose están los cortesanos / mostrando el pecho abierto ante las damas, / los hígados hirviendo y los livianos». La frase proverbial es muy derretido se aplicaba a los portugueses, a quienes «los llaman derretidos y sebosos, por vaya y matraca, porque se derriten con el amor como las velas de sebo con el fuego y calor» (Correas, núm. 9399). 45 Seora… voasté: ‘señora’ y ‘vuesa merced’, respectivamente, en léxico de germanía. Comp. Cervantes, Poesía satírica y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 56, vv. 12-14: «Esto oyó un valentón y dijo: “Es cierto / lo que dice voacé, seor soldado, / y quien dijere lo contrario, miente”». 46 lis: Castillo contrahace el habla francesa. 47 luego: ‘en seguida’. Comp. Harpías, p. 82: «Pidiole los colores y telas de que gustaba que fuesen los vestidos y salió a hacerlos sacar luego».

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merecer ser su marido. Aunque sirvo de lacayo, como ve, puedo dejar de serlo sin que me falte el sustento, pues gracias a Dios tengo más de cuatro mil reales48 con que tengo a medias cierto trato con que se aumenta mi caudal cada día. Si se determina a que nos juntemos en consorcio49, será de mí estimada como merece su persona y regalada como la propia reina. Este caudal que traigo en compañía le tendré yo solo tomando modo de vivir, con que me prometo50 antes aumento que disminución. Su gusto, aquí que estamos a solas, me holgaré de saber, voasté me li diga. Era el gabacho de buena presencia y estábale inclinada Catalina, la cual se holgó no poco de verle con caudal, aunque, recelosa del engaño del segoviano, a quien no había podido hallar en Madrid, quiso que la evidencia la desengañase, y así le dijo que estimaba su voluntad y que en cuanto a disponer de sí no se determinaba hasta que con más certeza viese que lo que la decía era verdad, que ella había de tocar el dinero primero y verlo en depósito de su amo, y que entonces se haría el casamiento; porque tenía tanto escarmiento de los engaños de los hombres por uno que la hizo quien la desterró de su patria y la dio a conocer las ajenas, dándole palabra de ser su marido, que estaba desde entonces con propósito de no creer más de lo que viese con sus ojos. Aquí le dio a entender cómo no iría virgen a su tálamo. Pierres, que era hombre de buen estómago51 y que aquel defeto ya le 48

cuatro mil reales: la cantidad referida es una pequeña fortuna, teniendo en cuenta que en 1632 un jornalero ganaba ocho reales al día y le bastaba para vivir (Díez Borque, 1978, p. 25). Este humilde buhonero francés es buen exponente del fenómeno inmigratorio que inundó Castilla durante las primeras décadas del siglo XVII. «Casi todos los hombres llegados de Francia eran proletarios expulsados de su país por la miseria o las guerras de religión, en ocasiones capaces de ejercer un oficio remunerador: herrero, tejedor, carpintero, albañil, panadero… Otros eran buhoneros o pescadores de atún en las almadrabas del Sur. Muchos de estos inmigrantes regresaban a su país al cabo de algunos años con unos ahorros» (Bennassar, 1994, p. 99). 49 consorcio: ‘matrimonio’, ya que consorte «se toma especialmente por el marido y por la mujer» (Aut.). Comp. Harpías, p. 59: «Más fácil se juzgó dueño de aquella hermosa prenda que después que oyó esta tremenda palabra de consorcio». 50 prometo: ‘aseguro’. Comp. Guzmán, I, p. 289: «Yo te prometo que no sabré decir cuál de los dos fuese mayor». 51 hombre de buen estómago: ‘que traga o digiere todo’, porque admite la situación de Catalina sin rechistar. Probablemente en oposición a la frase hecha de mala digestión, «persona de poco sufrimiento» (Correas, núm. 6718).

CAPÍTULO II

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daba por sabido, aceptó el partido de Catalina y así en esa conformidad volvieron a Madrid, quedando de concierto que dentro de cuatro días el gabacho llevaría su dinero en poder del amo de su moza, y que hecho depositario dél se estaría en su poder hasta tener las bendiciones de la Iglesia. Con esto llegaron a la posada, donde aguardaban a Catalina con algún cuidado por verla tardar más que otras veces. Queríala su ama tanto que no la dijo nada por su tardanza. Acabado de dar recaudo a los huéspedes, Catalina dijo a sus amos que quería hablarles a solas, y así se retiraron con ella a su aposento, donde les dio cuenta del empleo que se le ofrecía y la seguridad que su francés le daba. No les dio gusto esto, porque en Catalina tenían muy buen servicio y bien acreditada su casa de huéspedes, y por fama de su buena cara, voz y donaires jamás se vaciaba. Procuraron estorbarla el casamiento, poniéndola por delante los engaños que había en la Corte y que aquel dinero podría, no obstante que le depositaba, no ser suyo, sino de algún amigo que se le daría para efectuar el consorcio. Esto y otras cosas le dijeron a Catalina, mas no por eso la disuadieron de su propósito, conociendo ella, que no era necia, la causa porque la apartaban de casarse, que era por servirse de ella y serles importante en casa52. Vista del mesonero y su mujer su resolución, vinieron en que se efectuase su gusto con el concierto que habían hecho. No anduvo descuidado el gabacho, estimulado del amor de la moza, que antes del término puesto ya tenía cuatro mil reales depositados en poder del amo de Catalina y tomado recibo dellos para su seguridad. Con esto se hicieron las amonestaciones53 y mientras pasó el término dellas, la hija de mi madre, que soy yo, se forjó en las riberas del señor Manzanares. Porque, persuadida de Pierres, ya con seguridad que quien entregaba su caudal no faltaría como el segoviano, no supo hacerle resistencia, brindada de la soledad del campo. En aquella ribera se formó Teresa de Manzanares, dándome el apellido el mismo río.

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Este razonamiento también lo ejecuta Teresa sobre sí misma y sus amas ancianas más adelante, como si el recuerdo de su abuela y su madre le hubiera brindado lecciones para su propia vida. 53 amonestaciones: «Los mandatos que se dan y publican antes de desposarse los que han tratado casamiento entre sí» (Cov.).

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Finalmente, por no alargarme, los dos se casaron, siendo aquel día muy célebre entre los lacayos y fregonas de Madrid. Los novios salieron muy lucidos, sin tocar en el dinero depositado, porque Catalina le tenía granjeado de huéspedes con su buena labia y liberal proceder54 en un año que sirvió en el mesón; y Pierres hubo del letrado su amo el vestido para casarse, que presumiendo no le dejaría de servir le quiso obligar con lucirle el día de su boda. Duró el baile hasta que la noche dividió a la gente. Pierres se quedó en el mesón con su mujer, y esotro día trataron de mudar de albergue. Habían los dos novios comunicado en qué sería bueno ocuparse y quedó resuelto que tomasen una casa para hacerle de posadas, comprando de aquel dinero los ajuares necesarios. Esto pusieron por ejecución esotro día, compraron de aquellas almonedas ropa para seis camas en buen precio, sillas y demás adornos forzosos, y con ellos dieron en la calle de Majadericos55, adonde tomaron casa capaz para aquella ropa, por probar la mano y ver cómo les iba, queriendo Pierres volver a ser bohonero por ver que el francés que le fiaba se había ido a Francia. Con esta conformidad ve aquí vuesa merced, señor letor, casada a mi madre, señora de su casa, y mi padre dueño de una lucida caja de bohonería.

54 buena labia y liberal proceder: a diferencia de la labia, a secas, la buena labia tiene sentido más bien peyorativo, ya que es «género de halago y dulzura en las palabras, acompañada con parlería y destreza en el hablar, el que usan comúnmente los engañosos y charlatanes para persuadir y atraer» (Aut.). Por otra parte, liberal proceder, en el caso de una moza de mesón, no dejaría de insinuar liviandad sexual. 55 calle de Majadericos: el nombre de esta calle tenía empleo jocoso. Comp. Donaires, I, fol. 44v: «Les digo que es mi posada / en casa de Pedro Rubio, / en calle de Majaderos, / porque de serlo presumo». En referencia a la casa de Francisco de Medrano, quien regentaba la Academia de Madrid, comp. Donaires, II, fol. 65v: «Donde musas y Apolo / desmienten el apellido / de calle de Majaderos / con sus ingeniosos hijos».

CAPÍTULO III EN QUE REFIERE TERESA SU NACIMIENTO Y OCUPACIONES PUERILES, HASTA LA MUERTE DE SUS PADRES

A los nueve meses de casados, ya Teresa de Manzanares había visto este mundo, saliendo dél con buen alumbramiento de mi madre. Fue grandísimo el gusto que tuvo el francés con mi nacimiento y igual a él el cuidado con que me crió hasta edad de siete años. Salí con razonables alhajas1 de la madre naturaleza en cara y en voz. Mi viveza y promptitud de donaires prometieron a mis padres que había de ser única en el orbe y conocida por tal2. Ya hacía mis mandados trayendo vino para los huéspedes y otras cosas de una tienda vecina a nuestra casa, imprimiéndoseme lo de la risa como carácter3, que no se me borró en toda la vida. Era un depósito de chanzonetas, un diluvio de chistes, con que gustaban de mí los huéspedes y me las pagaban a dineros, con que mis padres me traían lucida. Hubo una junta de gabachos en que mi padre se halló, y rematose el festín en una cena que fue bien proveída de carnes y mejor de vinos. Los brindis se menudearon de modo que ninguno volvió en sus pies a su casa. Trujeron a mi padre a la suya atravesado en un fri-

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alhajas: ‘virtudes’ y ‘cualidades físicas’. Comp. Justina, I, p. 236: «Señores, los mis señores, compadeceos desta pobre que tales alhajas de inclinaciones heredó de aquella que la parió». 2 Esta actitud presuntuosa es típica del personaje picaresco y mucho más para el femenino. Comp. el elogio de Diego Díez a su hija pícara, Justina, I, p. 213: «Justinica, tú serás la flor de tu linaje, que cuando a mí me deslumbras, a más de cuatro encandilarás». 3 carácter: «Señal, figura o marca que se imprime, graba o esculpe para demostrar alguna cosa con toda claridad y distinción» (Aut.).

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són4 de un coche del embajador de Francia, que en casa de su despensero se había hecho la jera5. Nunca tan confirmada zorra6 le había visto mi madre, aunque muchas veces se había asomado a serlo. Recibiole con tristeza, prenuncio de lo que allí resultó, que fue darle a la media noche una apoplejía7, con que no bastó remedio humano, ni le tuvo la medicina para volverle en su acuerdo para que siquiera se confesara, y así murió esotro día a las cinco de la tarde. Estos daños vienen de la gula y embriaguez y nunca se puede prometer menos quien la usare. Quedó mi madre viuda y en su casa con algún caudalejo con que prosiguió en tener casa de posadas, viendo que le iba bien en aquel modo de vivir. Siempre tenía una criada y a mí, que la servía de mandadillos menudos; pero viendo en mí buena habilidad para todo, quiso que aprendiese a labrar8 en casa de dos hermanas viudas que vivían en aquellos barrios. Allí acudí a labrar, aventajando en esto a todas cuantas condiscípulas tenía en menos de un año, cosa que admiraba a las maestras. Era yo tan inquieta con las demás muchachas, que siempre las estaba haciendo burlas, haciéndolas creer cuanto quería, que eran notables disparates todos con orden a salir con mis burlas, con lo cual granjeé el nombre de la niña de los embustes, que dilaté después porque no se borrase mi fama. 4 frisón: «Los frisones son unos caballos fuertes, de pies muy anchos y con muchas cernejas […] y por traerlos de Frisia, se llamaron frisones» (Cov.). 5 jera: «Fiesta, juerga, sobre todo cuando hay abundancia de comida y bebida» (Léxico). Tiene la variante jira, «comida y fiesta que se hace entre amigos, con regocijo y contento, juntamente con abundancia de comer y beber y mucha alegría y chacota» (Cov.). Comp. Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 475: «Trujo una caterva de amigos que vivían cerca de allí, con sus mujeres, dos mastines, gruñidores, guitarras y castañetas, y de en casa de un figón cena y jira». 6 zorra: ‘borrachera’. «Zorra. Al borracho, porque el vino se sube a los cascos como humo; y la zorra con el humo que la dé se cae y emborracha» (Correas, núm. 24174). Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 545, vv. 12-14: «Diréis, por disculpar lo que bebistes, / que son las opiniones como zorras, / que uno las toma alegres y otro tristes». 7 apoplejía: «Dicen los médicos ser una estupefacción y pasmo de los niervos de todo el cuerpo con privación de sentidos y movimiento» (Cov.). Esta muerte por indigestión es carnavalesca. Comp. Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 464: «Era notablemente cabezudo el mal logrado de Lucas Moreno, y no poco glotón. Debió de comer alguna fiambrera ginovesa y darle alguna apoplejía». 8 labrar: «Hacer labor y labrar y labrandera, se dice de la ocupación de las mujeres en telas y las labores que hacen en ellas con la aguja» (Cov.).

CAPÍTULO III

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Hallándose mi madre viuda, moza y vacío el lugar que dejó mi padre, quiso que le ocupase un huésped que había días que estaba en casa, temiendo no poder pasar los rigores de un recio invierno que aquel año hubo.Y así se enlazó en todos9 una firme amistad10 que la obligó a hacer expulsión de mí, acomodándome a dormir en la cama de la criada, cosa que yo sentí en extremo y, aunque niña, bien se me traslució la causa porque se hacía aquella novedad conmigo, con lo cual tuve tanta ojeriza al huésped que no le podía ver delante de mis ojos, de suerte que su presencia me helaba en lo más sazonado de mi humor.Y así todas las veces que podía quedarme a dormir en casa de mis maestras no iba a casa, acomodándome en la cama de una hija que tenía la una dellas, doncella de edad de deciocho años, moza de buena cara. Era la profesión del huésped familiar de mi madre, arbitrista11, hombre de grandes máquinas12, fabricadas entre sueños y puestas en ejecución despierto. Por una que acertó a salirle bien —hurtada de un amigo suyo, que murió siendo compañeros de posada, en que medró con el ingenio del otro tener trecientos escudos13— prosiguió con el ejercicio arbitrario y vino a dar con el juicio por esas paredes14, cansando a 9 Rey Hazas enmienda por ambos. No me consta errata. Francisco de Segura en su prólogo a La hija de Celestina escribe también todos (donde modernamente se diría ambos): «Pasando a Cataluña don Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo por esta ciudad de Zaragoza, con quien en fe de ser todos de una patria, y nacido en ese reino de Toledo, profesé eterna amistad» (PF, 130). 10 amistad: entre hombres y mujeres, ‘relación amorosa’. Así, «amigo y amiga, se dice en buena y mala parte, como amador y amante. Amigado, el amancebado con la amiga. Amigarse, amancebarse» (Cov.). Comp. Quevedo, Los sueños, p. 281: «Amistad llaman el mancebamiento». 11 arbitrista: «El que discurre y propone medios para acrecentar el erario público o las rentas del príncipe.Viene del nombre arbitrio, pero esta voz comúnmente se toma en mala parte y con universal aversión, respecto de que por lo regular los arbitristas han sido muy perjudiciales para los príncipes y muy gravosas al común sus trazas y arbitrios» (Aut.). Era otro de los oficios satirizados en la época, a menudo retratando a los arbitristas como sujetos de ideas disparatadas. Comp., para la caricatura de los arbitristas, Cervantes, Coloquio de los perros, NE, III, pp. 318-319, y Quevedo, Buscón, pp. 98-101. 12 máquinas: ‘artificios’, ‘tretas’. 13 trecientos escudos: aproximadamente tres mil reales. Para tener una idea del valor de la suma, recuérdese que Pierres, el padre de Teresa, contaba con un capital de cuatro mil. 14 Evoca frase proverbial: «Dar por las paredes. Con dolor y rabia» (Correas, núm. 6526).

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ministros y gastando memoriales en balde, pues todos se reían dél. Mejor le iba con el arbitrio de haber granjeado la voluntad de mi madre, pues con ella hallaba comida y posada de balde y andaba vestido como un rey. Traíale desvelado un arbitrio que era no menos que el desempeño15 de toda España, cosa que él tenía por muy fácil con la traza que daba, con que se prometía una gran suma de dinero y a mi madre hacerla rica para toda su vida.Tenía una labia en explicar su arbitrio entre la gente ignorante, que creían todos que saldría con él; y entre los boquimuelles16 era una mi madre, porque habiendo este hombre presentados sus memoriales en el Consejo y comunicado con los ministros dél su arbitrio, viendo ser sin pies ni cabeza no solo no le admitieron, mas por eximirse de sus cansancios y necias máquinas, le mandaron que dentro de ocho días saliese desterrado de la Corte. Sintiolo terriblemente el licenciado Cebadilla17, que así se llamaba, y viendo ser forzosa su partida y haber de dejar a mi madre que le sustentaba, quiso pagarle lo que la debía con una buena obra.Y fue que la noche antes de irse, que ocultó a mi madre, la descerrajó un cofre y dél la sacó más de cuatrocientos escudos en plata18 que tenía granjeados con su trabajo. Madrugó aquel día mucho y dejándola muy descuidada del hurto, tomó mulas y partiose a su tierra, que era Mallorca. Queriendo ese día mi madre abrir el cofre, vio quitada la 15

desempeño: de desempeñar, «libertar de los empeños y deudas contraídas» (Aut.). El arbitrista se propone solucionar los problemas financieros de todo el país. 16 boquimuelles: ‘necios’, ‘ilusos’. «Traslaticiamente se toma por el que habla fácilmente lo que sabe, o el que sin dificultad concede cuanto se le pide» (Aut.). Comp. Estebanillo, II, pp. 269-270: «No quería de mí otra cosa más de que comiese y callase, y que sirviese de mozo de ciego en adestrar boquimuelles y en encaminarle contribuyentes». 17 Cebadilla: con este nombre se designaba los polvos extraídos de cierta raíz, «los cuales, entre otros efectos, causan el de hacer estornudar excesivamente a quien los toma por las narices; y como el que quiere dar a otro el chasco de verle estornudar repetidísimas veces se vale, para que tome estos polvos, del cebo de mezclarlos con tabaco, de aquí puede venirles el nombre de cebadilla» (Aut.). De allí que designe a un sujeto antipático y burlador. 18 cuatrocientos escudos en plata: nuevamente la aclaración en plata se refiere al hecho de que se trata de moneda en vellón, por lo que el monto se vuelve más significativo. Son poco más de cuatro mil reales, es decir, casi la misma cantidad del capital que aportó Pierres en su matrimonio con Catuja.

CAPÍTULO III

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cerraja dél y vacío de la moneda que había ganado con no poco trabajo. Hizo sus diligencias en buscar el ladrón, mas fueron en balde, porque él se supo guardar bien con la pena19 del hurto. Cayó mi madre enferma y agravósele la enfermedad de modo que en ocho días acabó su vida, dejándome huérfana de edad de diez años y pobre, que era lo peor, porque en pagar los gastos del entierro y el alquiler de la casa, que lo debía de un año, se consumió casi todo el menaje de ella. Hallé amparo en aquellas dos hermanas mis maestras de labor y recibiéronme en su casa, pasando a ella lo poco que había quedado de la de mis padres, que era ropa de dos camas, sillas y uno o dos cofres vacíos. Aquella noche primera que dormí en su casa, hiciéronme las dos ancianas un largo sermón en orden a decirme cómo quedaba huérfana de mis padres y pobre, y de las tales sola la virtud les era su dote y remedio; que procurase siempre inclinarme a ella, pues era lo que me había de valer, que ellas en cuanto pudiesen no me faltarían, queriendo su compañía. Aunque de tan poca edad, ya yo tenía bachillería 20 para agradecerles esta merced y prometerles hacer lo que cristianamente me aconsejasen, conque me quedé en su servicio querida dellas como si fuera hija suya.

19 pena: ‘castigo’. Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 235: «Para una cosa es muy buena esta dama: para llevarla un hombre a su lado, porque como haya pena para el que pone mano a la espada, poniéndola a su brazo quedará exento della». 20 bachillería: «Al que es agudo hablador y sin fundamento decimos ser bachiller y bachillería la agudeza con curiosidad. Bachillerear, hablar en esta manera» (Cov.). Comp. Guzmán, II, p. 42: «Mas para que no te me deslices como anguilla, yo buscaré hojas de higuera contra tus bachillerías».

CAPÍTULO IIII EN QUE PROSIGUE LO QUE LE PASÓ EN SERVICIO DE SUS MAESTRAS

Tres años continué el servir a mis amas, en los cuales supe todo lo que había que aprender en materia de labor, y juntamente con ello a leer y escribir con mucha perfeción, porque desde pequeña fui inclinada a esto y la inclinación lo facilita todo. Tenía Teodora, la hija de una de mis dos amas, como he dicho, muy buena cara, y traíanla bien vestida, aunque honestamente. Pues como fuese lucida, y por ello bien vista, acudieron galanes a servirla. Tres eran los que andaban paseando su calle con deseos de tener lugar de verla: un médico, un gentilhombre de un señor de título y un estudiante. Los deseos de ellos ya se vían al fin a que tiraban. No se conocía sino solo en el médico que aspiraba a consorcio1. Todos eran mozos y no de la condición que las viejas querían para Teodora, porque quisieran ellas más juicio y más provechosa ocupación. Porque el médico más asistía a la calle a buscar remedio a su dolencia que a dársele a los enfermos para ganar dineros y adquirir fama. El gentilhombre, sirviendo, claro manifestaba no tener proprios ningunos, pues necesitaba del socorro de su amo; era gran músico y de las mejores voces que había en la Corte. El estudiante no había acabado sus estudios de leyes en Alcalá, faltándole los tres años de pasante2 para esperar provecho dél; era aficionado a las musas más que

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consorcio: ‘casamiento’. Es decir que, excepto el médico, quien tenía propósitos matrimoniales, los otros dos solo querían obtener sus favores. 2 pasante: «El que asiste y acompaña al maestro de alguna facultad en el ejercicio de ella, para imponerse enteramente en su práctica, y así se dice pasante de abogado, de médico, etc.» (Aut.).

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a los textos3, plaga de quien huye el dinero como la gente de lugar apestado4. Esta trinca de galanes festejaba a la señora Teodora, a la cual no la pesaba del cortejo, porque no hay mujer que la pese ser querida. Era yo el archivo de sus secretos y la llave de su corazón, y así confería conmigo lo recuestada5 que era de estos tres galanes por recaudos y papeles6; aunque no se mostraba inclinada a ninguno ni jamás respondió a papel que la diesen. Quien más entrada tenía en casa era el médico y esto por haber venido en compañía de otro que curó a la madre de Teodora en una peligrosa enfermedad que tuvo, de donde se originó el conocimiento y de allí el amor. Deseaba el segundo mostrar su habilidad en cantar más cerca que de la calle y buscaba todos los medios posibles para tener entrada, pero no había orden. El tercero, que era el poeta, estaba desafuciado7 de tener lugar en casa de Teodora por ser mozuelo y no tener ocasión con que poder visitar a su madre y tía. Era yo acariciada de todos tres, deseando trabar conversación y tener conocimiento conmigo8. Unos días anduve muy severa con ellos en las ocasiones que salía fuera de casa por lo necesario para ella, mas

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textos: las obras materia de su estudio, ya que en este sentido específico texto es «las palabras proprias de un autor, a distinción de las glosas, notas o comentarios que de ellas se hacen» (Aut.). 4 Todos los poetas eran tenidos por pobres irremisibles. Comp. Cervantes, Coloquio de los perros, NE, III, p. 312: «En fin, por la mayor parte, grande es la miseria de los poetas». Jacinto Alonso Maluenda y su poesía jocosa, núm. C 39, vv. 4144: «A músicos y a poetas / no queráis por ningún modo, / porque aquesta gente ha hecho / con el dinero divorcio». 5 recuestada: ‘cortejada’. «Recuesta vale demanda y petición, a requirendo, y de allí recuestar y recuestar de amores» (Cov.). Comp. Lazarillo de Tormes, p. 85: «Vi a mi amo en gran recuesta con dos rebozadas mujeres». 6 recaudos y papeles: la diferencia radica en que el recaudo «vale mensaje porque ha de cobrar respuesta el que le lleva» (Cov.) y el papel es de función menos precisa, «el escrito que sirve para dar alguna noticia o aviso, o para otro fin» (Aut.). Especialmente el papel se asociaba con la galantería amorosa. Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 109: «Y después de bien ganada la voluntad me dijo si la quería escribir un papel para un su primo, familiar de cierto colegio». 7 desafuciado: ‘desahuciado’. 8 trabar conversación… tener conocimiento: las expresiones son ambiguas, ya que conversación es «relación amorosa ilícita» (Léxico) y conocer puede refirirse a «conocer a una mujer carnalmente» (Cov.).

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como era inclinada a la travesura, me pareció traer embelesados a estos tres amantes.Vime primero con el médico, haciéndome encontradiza con él. Apenas me hubo visto cuando, deteniéndome, me dijo: —¿Es posible, señora Teresa —que ya todos me sabían el nombre—, que vuesa merced sea tan esquiva con quien la desea servir, que no merezca un rato de audiencia en tantos días como ha que la pretendo? Sin duda se le ha pegado a vuesa merced la esquividad de su ama, pues con ella trata así a quien la quiere bien. Humánese9 vuesa merced y atienda un rato. Yo me paré y le dije: —Crea vuesa merced, señor doctor, que las que servimos en casas tan recatadas como la de mis señoras debemos andar con mucho tiento en esto de que nos vean hablar con nadie; y menos con vuesa merced que está declarado por pretendiente de la señora Teodora, que a no haber esto de por medio sabe el cielo que a ninguno de cuantos pasean aquella calle deseo que mi señora favorezca como a vuesa merced. Y esto me debe en las ocasiones que se han ofrecido de hablar de sus pretensores, que a todos ellos le antepongo por lo que estoy inclinada. —¿Es posible —replicó el médico— que tanto bien tengo en vuesa merced sin haberlo sabido? Puesto me ha con eso en obligación de regalarla y servirla, como lo verá por la experiencia. Agora la suplico me diga cómo estoy en la gracia de la señora Teodora. —Si he de decir la verdad, como vuesa merced me dé palabra de que no diga que lo sabe de mí, a vuesa merced muestra inclinación solamente —dije yo—, porque se huelga mucho cuando la hablan en sus cosas y alaban su persona. —¿Qué haré yo —acudió el doctor loco de contento de lo que oía— para que se digne de responder a un papel mío, que algunos la han dado y a ninguno ha gustado de dar respuesta? —Eso sé yo bien —dije yo— y que entre los que ha recibido de otros galanes solo los de vuesa merced ha guardado, y los demás ha hecho pedazos, porque dice que tan discreta y enamorada prosa no la ha leído en su vida.

9 Humánese: ya que la dama suele ser «más dura que mármol» a las pretensiones del galán. Comp. Trapaza, p. 157: «Admirose Filipo desta fineza y advirtió que estas galanterías nacían de ser en algo conocida su persona, porque su buen talle no humanara a una señora a hacer aquellas finezas».

CAPÍTULO IIII

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Todo esto era echar leña en el fuego de mi médico, el cual oyéndome esto me echó los brazos al cuello diciendo: —¡Ay, mi Teresa, no sé cómo exagere el contento que con oír eso he recibido! Hoy ha sido su presencia de ángel para mí, pues como tal me ha consolado. No se volverá a casa sin ser servida de mí, si no como deseo, como lo pide la ocasión de haberme cogido en la calle. Véngase conmigo. Seguile y llevome a una tienda en la cual me compró cintas, arracadas y valonas10, y pasando a otra un muy curioso11 calzado de medias, ligas, chinelas y zapatillas12, diciéndome que perdonase, que en otra ocasión vería cuánto más se alargaba conmigo. Agradecile el favor y díjome que cuándo quería dar un papel a mi ama. Yo le respondí que esotro día le tuviese escrito, que yo haría fácilmente el oficio de intercesora suya y que le aconsejaba que procurase regalar a su dama, que siempre había oído decir que los regalos eran eslabones de que se hacía y forjaba la cadena del amor. Estimó mi consejo y prometió hacerlo, conque me despedí dél pareciéndome que para primera visita no había surtido mal, pues salía della con ferias13, prometiéndome, así del médico como de los otros galanes, más medra a costa

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cintas, arracadas y valonas: la cinta es «propia de la mujer, y entre otras joyas de que es rica se cuentan cinta y collar», además «es símbolo de castidad» (Cov.). Las arracadas eran los pendientes, «pudo decirse de arras, por ser uno de los dones que daba el desposado a la esposa» (Aut.). Valonas son ‘cierta clase de cuello’. 11 curioso: «Lo que está dispuesto con mucho aseo, primor y hermosura» (Aut.). 12 calzado de medias, ligas, chinelas y zapatillas: calzado aquí «por extensión se entiende todo lo que pertenece a cubrir y adornar, no solo el pie sino las piernas y así por un calzado se entiende medias y ligas» (Aut.). Las medias, como aún ahora, cubrían «desde la rodilla abajo. Llamose así por ser la mitad de la calza que cubre también el muslo» (Aut.). Las ligas cumplían la función de sujetar las medias y eran de «seda, hilo, lana, cuero u otra materia» (Aut.). La chinela es «calzado que traen las mujeres en tiempo de lodos para evitar la humedad, que solo se distingue del chapín en tener la suela prolongada» (Aut.). Además, las zapatillas serían el calzado más apropiado para Teresa, ya que «en muchas partes no ponen chapines a una mujer hasta el día que se casa y todas las doncellas andan en zapatillas» (Cov.). 13 con ferias: ‘con obsequios’, ya que ferias «se llaman las dádivas o agasajos que se hacen por el tiempo que hay feria en algún lugar y se dice regularmente dar ferias, que es lo mismo que regalar con cosas compradas en la feria» (Aut.). Ello es lo que ha hecho exactamente el médico, dado que «suelen los galanes dar ferias a las damas, haciendo franca la tienda del mercader adonde ellas llegan» (Cov.).

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de sus bolsas sin que Teodora lo supiese.Volví a casa ocultando el donativo de la vista de mis amas depositándole en mi arca. No se descuidó el doctor el siguiente día en aguardarme al mismo puesto donde el pasado me había hablado.Ya traía su papel escrito. Saludome y dándomele me llevó consigo a una casa donde tenía una caja, y en ella cuatro pares de medias de seda y oro de diferentes colores y otros tantos pares de ligas conformes a las medias, con guarniciones de puntas de plata y oro, mucha cantidad de tocas14, cintas, guantes y flores para la cabeza. Bien valía el presente buen dinero. Confieso que viéndole me arrepentí de haberle obligado a tal exceso no sabiendo el modo que tener para guardarlo de los ojos de Teodora. De su parte le agradecí la generosidad y de la mía le ofrecí darle el papel y procurar respuesta. Con esto volví a casa en ocasión tan buena que todas mis amas estaban en misa y sola la niña discípula de la labor me aguardaba. Abriome y sin manifestarla lo que traía, di con ello en el secreto15 de mi arca. Sucedió esa tarde asistir los tres galanes en la calle, como lo acostumbraban, y Teodora a hacerles ventana16, a quien yo acompañaba. Quise darla un tiento17, para saber cuál era más bien recibido en sus ojos, y diciéndome que ninguno la repliqué: —Pues yo sé cierto que el médico os desea con buen fin. —¿Cómo lo sabes? —me dijo ella. —Sus acciones así lo manifiestan —acudí yo— y el haberse él declarado con personas que a mí me lo han dicho.Y yo tengo por per-

Comp. Harpías, p. 163: «¿Hase visto tal temeridad, al primer encuentro ofrecer ferias sin conocer a quién se las ofrece?». 14 tocas: «Adorno para cubrir la cabeza, que se forma de velillo y otra tela delgada en varias figuras, según los terrenos o fines para que se usan» (Aut.). 15 secreto: «El paraje o sitio oculto y escondido que se suele poner en los escritorios, cofres y otras cosas semejantes, en el cual se reserva lo que se quiere, de modo que no pueda hallarlo el que ignora el secreto» (Aut.). 16 hacerles ventana: «Hacer ventana es costumbre de algunas ciudades, que a ciertas horas de la tarde las damas están a las ventanas y las pasean los galanes» (Cov.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 85: «Mira la bizarría de las damas, tan adornadas de vestidos y pedrerías, cómo favorecen con mucha honestidad a los galanes, haciendo ventana, dándoles mangas y otros favores». 17 darla un tiento:‘probarla’. «Vale reconocer alguna cosa o examinarla con prevención y advertencia física o moralmente, como dar un tiento a la espada o dar un tiento al ingenio de alguno» (Aut.).

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fecto amor aquel que se manifiesta no solo con acciones, sino con obras18. —¿Pues cuáles son las del médico —dijo Teodora—, que hasta hoy no he visto que se haya alargado a eso? —Y si lo hiciera —dije yo—, ¿qué se le siguiera? —Tales pudieran ser —dijo Teodora— y tanto me pudiera obligar, que teniendo firme experiencia de su voluntad, hallara entrada en la mía, porque estoy informada que espera heredar a un tío suyo. Hallé el cabe de paleta19 y no quise dejar de tirarle.Y así la dije lo que con él me había pasado y cuán verdadero amante era. Saqué el papel y dísele pidiéndola perdón de haberme atrevido a tomarle sin su licencia; y díjela que la subiría el presente sin decirle lo que era por menudo, con intención de que dél participase un par de medias y otro de ligas. Era Teodora un poco vana y no tenía mucho de lo de Salomón20. Y así hízola buen estómago21 lo del presente y con este gusto mostró no desplacerse de haber admitido el presente, ni de darla el papel, el cual leyó allí en ocasión que pudo el médico verlo desde la calle, de que holgué mucho. Significaba en él con bien pensadas razones su voluntad, el fin a que la dirigía los desvelos que por ella pasaba y, sin tratar del presente, le suplicaba respondiese al papel, firmándose en él «perpetuo esclavo de vuesa merced». 18 acciones… obras: la contraposición de acciones con obras no es evidente a primera vista, pero en el contexto de la charla entre Teresa y Teodora, las acciones corresponden a la conducta del médico que permite inferir que está enamorado (las visitas, las cartas y todo el ritual de cortejo), en tanto las obras serán los obsequios, los cuales hasta ahora no habían aparecido. 19 cabe de paleta: ‘encontré la ocasión propicia’. El cabe «en el juego de la argolla es la distancia que hay de una a otra bola, que para serlo por lo menos ha de caber en medio la paleta, sin tocar a ninguna de las dos, y de aquí tomó el nombre»; por ende, cabe de paleta «es el que está tan junto que de una bola a otra no hay más tierra o suelo del que puede tomar la paleta tendida en medio y errarle es de ruines jugadores» (Cov.). «Poner el cabe de paleta. Como en el juego de la argolla, dar a un buen dicho o hecho» (Correas, núm. 18541). Comp. Donaires, II, fol. 30r: «Aquí el sermón encajo / pues se me vino el cabe de paleta». 20 lo de Salomón: ‘no era muy lista’, ya que Salomón era el arquetipo de la sabiduría. 21 hízola buen estómago: ‘le agradó’. Recuerda frases proverbiales como «Hacer mal estómago. De la comida; se traslada a negocios» y «No hacer buen estómago. Por no ser a gusto algo que nos dicen, o que se come» (Correas, núms. 10769 y 16037).

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Otros había tenido Teodora más enamorados que aquel, de que pudiera haberse pagado más, mas fue gran cosa la cortapisa22 del donativo, que es gran batería23 la que hacen en cualquier mujer las dádivas, que al fin, como dice el antiguo brocárdico, quebrantan peñas24. No lo era mucho Teodora25 y así como una manteca blanda y como una corderilla mansa, después que encareció la buena nota del papel, quiso verse ya con el presente en las manos. Mandome subirle a su presencia. Yo lo hice, reservando empero para mí las medias y ligas que más me contentaron, que fueron unas de nácar y plata. Compúselo bien y subí la caja. Esto se pudo hacer sin que lo viesen las viejas, que estaban en visita con dos beatas de su misma edad. Abrí la caja delante de Teodora y abriéronsele a ella más los ojos viendo los vivos colores de medias, ligas, cintas y rosas, con todo lo demás ya referido. Ya estaba con lo visto tan de parte del médico que si en su mano estuviera aquella noche se la diera26 de esposa. Tanto las envanece a las que son amigas de galas que se las ofrezcan. Respondió esa noche al billete27 del doctor con ayuda de vecinos28, porque, aunque muchacha, tuvo el papel más de mi nota que de la suya. Lo que contenía era estimar su voluntad, dándole esperanza, que con perseverancia en ella obligaría mucho a su madre y tía 22 cortapisa: «Cierto género de guarnición, que antiguamente se echaba en las sayas, jubones y otras cosas, de otra tela cortada y sobrepuesta» (Aut.). Se refiere a la que adorna las prendas que se le han obsequiado a Teodora. 23 batería: «Metafóricamente se toma por cualquier cosa que hace impresión con fuerza» (Aut.). 24 brocárdico… dádivas quebrantan peñas: el brocárdico es «sentencia, axioma o aforismo trivial y sabido de todos, que algunos estudian para vana ostentación» (Aut.). Comp. Harpías, p. 152: «Que de tal polvo tal lodo, / dice el brocárdico antiguo». Efectivamente, es refrán sumamente popular: «Dádivas quebrantan peñas y hacen venir de las greñas» (Correas, núm. 6325). También lo recoge Cov. 25 no lo era mucho Teodora: zeugma: ‘no era tan dura peña Teodora’. 26 se la diera: zeugma: ‘si en su mano estuviera, aquella noche se la diera [la mano] de esposa’. 27 billete: «Papel pequeño doblado en formas diversas, con que recíprocamente se comunica la gente en cosas de poca consecuencia y se evita la equivocación de los recados» (Aut.). En la literatura se refiere generalmente a correspondencia amorosa. 28 con ayuda de vecinos: «Frase vulgar para expresar que otros concurren a lo que se hace» (Aut.). Comp. Estebanillo, I, p. 158: «Habiendo fenecido nuestro viaje, prendí el primer día que llegamos tres labradores en virtud de mi comisión, con ayuda de vecinos y porque ellos gustaron de dejarse prender».

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para llegar a verse del todo favorecido, y de camino agradecía el presente con grandes exageraciones, en que quisiera Teodora gastar un pliego de papel si yo no lo resumiera en breves razones. Quería corresponderle en la firma, poniendo como él «esclava de vuesa merced», mas yo la reprehendí su arrojamiento, diciéndola que en muchos días no había de merecer ese favor. Mas ella lo hacía solo por si esto sacaba más presentes a la traza de aquel que le había ganado mucho la voluntad. Di esotro día el papel al Avicena de poquito29, con el cual hacía cosas de hombre fuera de juicio, tal le tenía el contento. Prometiome montes de oro, no acabando de darme las gracias de el buen tercio que le había hecho con su dama. Despedime dél prometiéndole no me descuidar en su servicio, conque revalidó la promesa. No me contenté con traer al médico solo en la danza de amor30, pues es más de estima cuanta más gente se ve danzar, y así me procuré ver con el galán sirviente en palacio, por no decir escudero. Los mismos lances me pasaron que con el médico, los cuales excuso por huir de prolijidad y haber mucho que decir en el discurso de mi historia. Dile a entender cómo el médico regalaba a mi ama, por ver si esto le animaba a otro tanto para excederle, y quiso mi buena suerte que había llegado el plazo de la paga de su salario, con que se animó a enviar a Teodora un corte de tafetán doble31 negro para un vestido, con su guarnición y adherentes32, y a mí me dio de la misma tela para 29

Avicena de poquito: ‘medicucho’. Avicena, así como Galeno, son los médicos por antonomasia. Para la construcción sintagmática, comp. Quevedo, Prosa festiva completa, pp. 383-384: «Parecía purgatorio de poquito»; y Estebanillo, I, p. 235: «De manera que, después de haber cobrado dacio, feudo y tributo de este pobre bohonero de poquito, después de regatear dos largas horas me compraban un cuarto dellas». Para Avicena, ‘médico’, comp. Donaires, II, fols. 40r-40v: «Con su aviso el Avicena / trocaba en mil coyunturas / por lo quieto de un estrado / los arzones de la mula». 30 traer… danza de amor: guarda semejanza con la expresión meter en la danza, «incluir alguna persona en algún negociado» (Aut.). «Meterse en danza. Lo que en cuenta» (Correas, núm. 14316). 31 tafetán doble: el tafetán es «tela de seda delgada y díjose así del ruido que hace el que va vestido della sonando el tif taf, por figura onomatopeya» (Cov.). Doble se refiere a uno de sus tipos, ya que «hay varias especies de él, como doble, doblete, sencillo, etc.» (Cov.). 32 guarnición y adherentes: ‘adorno’ y ‘detalles que lo conforman’, ya que adherente «las más veces en plural […] significa todos los requisitos que concurren a la composición de alguna cosa» (Aut.).

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un jubón. Sentí ser el presente en especie, que no pudiese circuncidarle33, como había hecho estotro34. Llevé todo aquello a casa, con otro papel, y viéndome con Teodora la dije: —Señora, no hay sino buen ánimo y no mostrar afición a nadie. Hoy he hecho la mayor hazaña que mujer del mundo acabó, pues he sacado de poder de un hombre de palacio un vestido para vuesa merced.Valor ha sido grande quitarle a un hombre en un día lo que guardaba para matar el hambre en muchos.Ahora veo cuán poderosa fuerza es la del ciego dios35, que hace anteponer su deseo al sustento de una sabandija palaciega. Mostrela el tafetán y recaudos necesarios, con que Teodora se acabó de rematar el juicio considerándose ser ella sola la deidad de Madrid, pues por su belleza la contribuían los galanes en tiempo que cerraban el puño36 a toda demanda. Leyó el papel, no menos enamorado que sucinto, que como el galán tenía más vivo el ingenio a puras dietas37, excedió en la prosa al Galeno, que solo tiraba a las sustancias, sin andarse por los arrequives de la filatería38. Prometía por 33 en especie… circuncidarle: Teresa se lamenta no tanto porque le paguen con tela (pago en especie) y no con dinero, sino porque no la puede circuncidar, ‘sisar’, ya que «metafóricamente se suele usar por cercenar o quitar algo de alguna cosa» (Aut.). Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 163: «Salió con ello la bendita mesonera, que nos trató como a moros, circuncidándonos la carne que la dábamos que nos cociese y guisase». 34 Rey Hazas enmienda hecho con estotro. No me consta errata. 35 ciego dios: ‘amor’. 36 cerraban el puño: por señalar su avaricia. «Es ansí, mostrando el puño cerrado. Para significar que uno es apretado, duro y miserable en dar y gastar, y afirma ser así algo» (Correas, núm. 9244). 37 más vivo el ingenio a puras dietas: se refiere eufemísticamente al hambre. La idea es tópica. «La hambre despierta el ingenio» (Correas, núm. 10930). Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 572, vv. 9-11: «Menos veces vomito que bostezo: / la hambre dicen que el ingenio aguza, / y que la gula es horca del pescuezo». 38 arrequives de la filatería: ‘las florituras de la retórica huera’. Arrequive «metafóricamente es lo mismo que adorno» (Aut.) y filatería es término que «usamos para dar a entender el tropel de palabras que un hablador embaucador ensarta y enhila para engañarnos y persuadirnos lo que quiere, por semejanza de muchos hilos enredados unos con otros» (Cov.). Comp. Justina, I, p. 186: «Verdad es que no eran los matrimonios de aquel tiempo tan campanudos como los de este, en el cual son necesarios muchos arrequives para matrimoniar de modo que aproveche».

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cortapisa de su papel darle a Teodora una música aquella noche, que ella aguardaba muy alborozada, porque era aficionadísima a oír cantar y tenía muy buena voz, y mayores deseos de aprender a tocar la guitarra; y yo no menos que ella, con la ocasión de tener también razonable voz. Esa tarde no quise dejar de andar todas las estaciones39 y así me vi con el estudiante. Era grande socarrón. Recibiome afablemente diciéndome: —Señora Teresa, gala de la mantellina y donaire de la pedante serafinidad40, no pondero de hipérboles ni exageraciones cuánto júbilo ha sentido mi alma con ver esa angélica presencia de vuesa merced. Válgame ella en la de mi señora Teodora, para que conozca deste su amante la más fénix41 voluntad que ha visto el orbe, que todas las potencias42 ocupo en amar a su ama y mi dueño43. La memoria siempre la tiene presente, considerando sus partes44 tan dignas de ser amadas. El entendimiento busca exquisitos modos para darla, entre mil atributos que maquina, el que merece su beldad. La voluntad está promp39 andar todas las estaciones: «figuradamente es ir a negociar […] y hacer uno las diligencias y dar vado y curso a los negocios y dependencias que tiene a su cargo» (Aut.). Comp. Donaires, II, fol. s.n.: «Andar por exquisitas estaciones / es hacer sospechoso al peregrino / que se va a mendigar de otras naciones». 40 gala de la mantellina… serafinidad: juego metonímico en que mantellina designa a las fregonas y criadas. Para serafín como epíteto del léxico amoroso, comp. Donaires, II, fol. 87v: «En ellos salen al Prado / porque en otros han salido / para darle nuevas flores / mil serafines divinos, / cuya singular belleza / es imán de los sentidos, / es de la vista regalo / y de las almas hechizo». 41 fénix: «Se llama a todo aquello que es singular, raro, exquisito o único en su especie» (Aut.). Comp. Harpías, pp. 178-179: «No ha habido ni hay tan fino ni obediente amante como vos, pues con tanta puntualidad habéis querido ser el fénix del amor». 42 potencias: se refiere a las potencias del alma que según Aristóteles son entendimiento, memoria y voluntad. A continuación, el galán se ocupará de cada una de ellas. 43 dueño: pese a que se refiere a la amada, en el habla de los enamorados se empleaba siempre la forma masculina. «Se suele llamar así a la mujer y a las demás cosas del género femenino que tienen dominio en algo, por no llamarlas dueñas, voz que ya comúnmente se entiende de las dueñas de honor» (Aut.). 44 partes: «Prendas y dotes naturales que adornan a alguna persona» (Aut.). Comp. Alcalá Yáñez, Alonso, mozo de muchos amos, p. 290: «Se había casado muy a su gusto y principalmente con una dama de tan buenas partes como la que había escogido para su regalo y descanso».

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tísima a adorarla. No he dejado hermana de todas las nueve que ministran el ambrosía al délfico planeta protector suyo45 que no invoque para hacerla encomios a sus perfectas facciones. Dos resmas de papel tengo escritas de octavas en su alabanza46, que pienso imprimir dándoles el título de La Teodorea, derivada de su dulce nombre, que fue quien me subtilizó la vena, avivó el ingenio y me dio conceptos. Sírvase vuesa merced de hacer presentación a su señora destos servicios para que puestos en su tribunal alcancen el premio que merecen. No pensé que acabara el licenciado en aquella hora, hallándome confusa con tanto almacén47 de palabras, que es peor escuchar a un verboso que sufrir un dilatado tormento en un potro48. Con todo, si va a decir verdad, lo decía con tanta gracia, que a mí me dejó pagada de lo crespo49 de su prosa, y si hubiera de estar en mi mano el premiar a los tres amantes, este se aventajara a los demás, que tenía gallardo entendimiento. A mí me enamoró. Dirame vuesa merced, señor letor, que no fuera yo mujer, pues escogía lo peor50, a que respondo que como disculpa a un amante el casarse bajamente por la hermosura de 45 hermana… nueve… délfico planeta protector suyo: cada hermana es una de las nueve musas, protectoras de las artes. El délfico planeta es Apolo, dios de la poesía. Estas referencias mitológicas grandilocuentes y en general todo el parlamento de Sarabia configuran una sátira del habla culterana. 46 dos resmas… octavas… alabanza: se trata de una cantidad exorbitante de papel. Una resma son veinte manos de papel y cada mano cuenta con veinticinco pliegos. Dos resmas equivalen a mil pliegos de papel. Lope de Vega afirma en el Arte nuevo de hacer comedias que de adolescente escribía comedias «de a cuatro actos y de a cuatro pliegos, / porque cada acto un pliego contenía» (vv. 220-221); solo para hacerse una idea, si una comedia en verso puede llegar a cuatro pliegos, como dice Lope de Vega, los mil del licenciado Sarabia contendrían versos para más de doscientas comedias. 47 almezen T. 48 dilatado tormento en un potro: el potro es «cierto instrumento de madera para dar tormento» (Cov.). 49 lo crespo: «Metafóricamente se dice del estilo elegante y realzado» (Aut.). Comp. El mayorazgo figura, vv. 1152-1158: «Elena: Aunque tan crespo lenguaje / dude el llegarle a entender, / para poder responder, / porque lisonjas ataje, / que yo por tales las tengo, / digo que si no lo son / de ellas hago estimación». Trapaza, p. 81: «Como uno de sus escuderos la diese el papel, argentole de prosa muy culta y crespa». 50 escogía lo peor: tópico misógino. Comp. Donaires, II, fol. 96r: «Pero como las mujeres / en esto de la elección / acreditando el mal gusto / siempre escogen lo peor».

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una mujer, así me puede disculpar a mí por el buen entendimiento del licenciado Sarabia, que así se llamaba. Con todo, le quise dar algún tiento en el ánimo, por ver el que tenía, y así le dije cómo sus competidores andaban muy finos en obligar a mi ama con presentes. Un poco se atajó51 con esto, conociendo yo en su semblante que le había pesado que a esto hubiesen llegado, mas encogiéndose de hombros dijo: —El verdadero amor, señora Teresa, si hemos de seguir la opinión de muchos que trataron dél, ha de ser sin interés alguno. Desnudo le pintaron los antiguos por eso, que amor vestido ya deja de serlo y es interés. Si la señora Teodora mira bien esto con los ojos de la prudencia, yo sé que seré preferido a mis dos competidores sin dádivas de por medio. No digo que no las diera con más generoso ánimo que esos caballeros, pero un hijo de familias52, estudiante por un lado y poeta por otro53, mire vuesa merced qué caudal podrá tener para ofrecer a las aras de la señora Teodora lo que merece su deidad. Resuélvome en que no siendo la dádiva igual a la persona que se da que antes es desprecio que estimación suya. Grande cantidad de finezas haré yo por su servicio, menos las que tengo reservadas por mi imposibilidad. Gran suma de encomios oirá de mi boca, destilados de este ingenio a costa de muchos desvelos, que dilatados por la Corte no la harán menos celebrada que lo fue la hermosa Laura del Petrarca54. Esto la ofrezca vuesa merced de mi parte y una perseverancia firme en quererla, y de lo demás no se trate si vuesa merced gusta.

51 se atajó: «Atajarse un hombre es cortarse y correrse, no sabiendo responder. Atajado, el corrido en esta forma» (Cov.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 265: «Vine cansado, atajado y molido, porque aunque confieso de mí que sé usar de la paciencia, sé que no la tengo para oír hablar mucho». 52 hijo de familias: «El que está sin tomar estado y se mantiene debajo de la patria potestad» (Aut.), es decir, todavía dependiente de sus padres y, por ende, sin ingresos propios. En suma, pobre, como buen estudiante de la época. 53 estudiante… poeta: arquetipos de la pobreza. Comp. Don Quijote, I, cap. XXXVII: «Digo, pues, que los trabajos del estudiante son estos: principalmente pobreza, no porque todos sean pobres, sino por poner este caso en todo el estremo que pueda ser». 54 Laura de Petrarca: el modelo de la amada en la poesía amorosa. Comp. Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, núm. 349, vv. 5-8: «Catulo de su Lesbia la escultura / a la inmortalidad pórfido inclina; / Petrarca por el mundo, peregrina, / constituyó de Laura la figura».

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El despejo con que dijo esto ocasionó un cuidado en mí que desde aquel día quise bien a aquel hombre, teniendo ya celos de que con tanto afecto se mostrase aficionado de Teodora, pareciéndome que, según la voluntad se iba empeñando en quererle, todo lo que la suya se enderezaba en servirla, era tiranizármela55 a mí. Hízoseme tarde y así me despedí dél, sin darle con demostración alguna a entender la nueva pena56 que en mi pecho llevaba. Esa noche a las doce, cuando todos estaban en quieto silencio, se puso en la calle don Tristán, que así se llamaba el galán músico, acompañándole otros dos amigos, todos con instrumentos bien templados. Y después de haber con un sonoro pasacalle pedido el silencio a los que les podían oír, cantaron este romance57: Teosinda, ninfa que al Tajo favoreció sus cristales58, con más prendas de hermosura ya es gloria de Manzanares. Ufanos están sus bosques si pisa su verde margen y es59 seguro de que el Sol pueda atreverse a agostarle. La amenidad de las flores vivos aromas esparce por imitar de su boca los que exhala más suaves. Acrecienta su hermosura cada vez que al campo sale en la juventud deseos, como envidia en las beldades.

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55 tiranizármela: el licenciado Sarabia le tiraniza la voluntad a Teresa, es decir, se la arrebata. 56 pena: ‘cuita amorosa’. 57 Se trata de un romance con rima á-e hasta el verso 20. En adelante, los versos, en métrica y rima, están algo estropeados. Hemos intentado reconstruir lo que serían unas seguidillas (vv. 21-27), que contienen, no obstante, un verso de nueve sílabas (v. 22). Tras las seguidillas, una quintilla (vv. 28-32), con un verso suelto que da paso a una seguidilla de cierre (vv. 34-36). 58 sus cristales: ‘sus aguas’. Era metáfora tópica de la lírica pastoril que pasa a la prosa. 59 el T.

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Trineo, que deste sol es flor de Clicie60 constante, alabando su belleza esparció la voz al aire: «¿Quién habrá que iguale a este sol que a los campos nace, que si rinde las almas alegra las selvas y calma los aires? Él es solo quien gana las voluntades. Extraño hechizo de amor puso el cielo en tal beldad, pues no hay libre voluntad exempta de su rigor. A poder tan superior resistencias poco valen, que si rinde las almas, alegra las selvas y calma los aires»61.

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Cantose a cuatro voces este romance con grande destreza, dando mucho gusto a Teodora, y más de ver que la letra se había hecho a propósito de su disfrazado nombre dando más ciertas señas con decir haber salido de Toledo, donde había nacido, para venir a Madrid. Quiso Tristán dar muestras de su habilidad solo y así, templando su instrumento, cantó esta letra62: Si en cuidados, en penas y celos se conocen las muestras de amor, ya63 cuidando, penando y celando manifiesta se ve mi pasión. Amor que es pasión que inflama

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60 flor de Clicie: ‘girasol’. Como Clicie seguía a Apolo (el Sol), este la convirtió en dicha flor. Comp. Estebanillo, I, p. 239: «Hacíame Clicie de aquel sol de bodegón de la cara de mi amo». 61 El original abrevia a partir de almas con la indicación etc. 62 letra: «La composición métrica que se hace para cantar» (Aut.). El poema es una combinación de quintillas con estribillos de diez sílabas. 63 yo T. La enmienda obedece a que no habría verbo para el pronombre.

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por más que su ardor se emboce64, por el humo se conoce a dónde asiste su llama; cobren mis finezas fama y quilates su valor, que cuidando, penando y celando manifiesta se ve mi pasión65. La pena con el desdén mal se encubre que es mortal y manifiéstase el mal adonde espera su bien; no hay amante en quien no estén esperanzas en verdor66 si cuidando, penando y celando manifiesta se ve su pasión.

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Apenas acabó el enamorado galán de cantar esta letra con dulce voz y diestros pasos de garganta67 a satisfacción de Teodora, que la tenía enternecida, cuando de tropel fue embestido de cuatro hombres que, armados de broqueles68 y espadas, le comenzaron a acuchillar. Arrojó el instrumento de las manos, malogrando el cuidado que en él puso su artífice, y sacando la espada se comenzó a defender con valor. Los compañeros que con él habían venido a ayudarle a dar la música era pagados, porque de aquello vivían, y no se extendía su esfuerzo de la

64 emboce: ‘se oculte’, en sentido figurado, ya que viene de embozar, «encubrir el rostro, no del todo, sino por la parte inferior hasta casi los ojos y porque lo principal que se tapa y encubre es la barba y boca donde está el bozo, por esta razón se dice embozar» (Aut.). Comp. El mayorazgo figura, vv. 109-111: «Tú has dejado al escudero / prevenida y recatada / con embozo y disfrazada». 65 De igual forma que en el poema anterior, el original abrevia desde penando con la indicación etc. 66 en verdor: ‘vivas’, ya que el verde es el color que simboliza tópicamente la esperanza. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 148: «Quítanse las significaciones de las colores, que son muy enfadosas, y no hay para qué gasten sus dineros en vestir verde o leonado, para así mostrar que están con esperanza, cautivos y congojados». 67 pasos de garganta: «Inflexión de la voz o trinado en el cantar» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 226: «El sacristán le respondió con muchos pasos de garganta». 68 broqueles: «Escudo pequeño» (Cov.).

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garganta a las manos69.Y así con su dinero en las faltriqueras, que habían recibido de antemano por temerse de perros muertos como las damas de placer70, tomaron la calle abajo con mucha priesa, dejando a don Tristán en poder de sus enemigos, que le maltrataban de suerte que con seis heridas quedó tendido en tierra pidiendo confesión. Conociose ser el autor deste desmán el médico, que diestro en la hoja71, del tiempo que la ejercitó en Salamanca, sabía ser homicida de a dos manos, con las purgas y el acero72. Dejaron él y los cómplices la calle y a nuestro don Tristán muy al cabo73, pidiendo a voces que le trujesen confesor. A ellas salió un clérigo vecino y compadecido dél le entró en su casa, ayudado de un criado suyo, adonde le confesó, enviándole en el ínterin a llamar a un cirujano que le curase. Alborotose la vecindad, des69

Los músicos siempre eran los primeros en huir, comp. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, pp. 196-197: «Pecan los pobrecillos en este vicio de la cobardía con mucho extremo, y es de suerte que al primer repique de broquel dan con la guitarra por aquellos suelos y corren entonces con invidia de ruiseñor, más de las alas que no de la voz». 70 temerse de perros muertos como las damas de placer: el perro muerto es, en principio, la burla que se hacía a la prostituta (la dama de placer) recibiendo sus servicios sin pagarle después. Comp. Tirso de Molina, El burlador de Sevilla, vv. 1250-1254: «D. Juan: Marqués, ¿qué hay de perros muertos? / Mota: Yo y don Pedro de Esquivel / dimos anoche un crüel, / y esta noche tengo ciertos / otros dos». De allí pasa a ser ‘trampa’, ‘engaño’ o ‘timo’ (Léxico). Del propio Castillo, comp. «A un galán que gustaba de dar perros muertos y una dama que lo sabía lo burló, fingiendo enamorarse dél, y le acostó con una negra criada suya», Donaires, II, fols. 39r-39v. En su Corrección de vicios, Salas Barbadillo incluye una novela corta llamada La dama del perro muerto. 71 diestro en la hoja: se refiere al pasado de valentón del médico en sus tiempos de estudiante en Salamanca, ya que «ser de la hoja […] por valiente y de la carda» (Correas, núm. 20913). Comp. El pícaro amante, en Novelas amorosas de diversos ingenios del siglo XVII, p. 95: «Y informados quién de los señores della era más aficionado a los de la hoja, no hallando otra plaza vaca asentaron con él en la de lacayos». 72 dos manos, con las purgas y el acero: por ser médico y valentón. Pone al mismo nivel ambos oficios a razón de la mala fama de los facultativos. Para el caso del médico valentón durante su estancia universitaria, comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, pp. 95-96: «“Estos son —dijo— mis Galenos y mis Avicenas, que por la negra y la blanca nadie me igualó en Alcalá, y que no se me meneó contra mí hombre de noche que no fuese lastimado de mis manos”. “Luego vuesa merced —dije yo— más aprendió a matar que a sanar”». 73 al cabo: ‘agonizando’. Proviene de estar uno al cabo, que «significa estar agonizando y cercano al espirar y dar la última boqueada» (Aut.).

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pertaron mis amas y halláronnos a la ventana. Quitáronnos della con no pocos golpes, afeándonos la liviandad74 de haber salido a oír la música. Acudió gente a la casa del clérigo, y no faltó su poco de alguacil75, que acertó a pasar por allí, con su añadidura de escribano y zarandaja de corchete76. Comenzó a hacer luego información de la pendencia examinando testigos, mientras al pobre de don Tristán, habiéndose confesado, le curaban. Hallole muy mal herido el cirujano y apartose dél con muy pocas esperanzas de su vida. Así lo declaró al alguacil, el cual fue examinando vecinos de la calle y no faltó alguno que dijo haber conocido al médico; y, con esto, también dijo la afición que los dos tenían a Teodora y que nunca salían de la calle, si bien a ella la salvó alabando su virtud y recogimiento. No estaba el herido en estado para tomarle su declaración, porque una herida que le dieron en la cabeza le tenía fuera de su sentido. Dejó el alguacil allí por guarda suya al corchete y fuese a casa del médico, donde no solo no le halló, mas ni la cama en que dormía, que todo lo había traspuesto77.Visto lo que dejaba hecho, luego se co74 afeándonos la liviandad: afear «en término cortesano […] sinifica representar a alguno cuán malo y detestable sea algún pecado o delito que haya cometido, para que se confunda y emiende» (Cov.). Liviandad es «hecho inconsiderado» (Cov.) o «imprudencia, poco juicio y ligereza de ánimo» (Aut.). Comp. Harpías, p. 85: «Que todo se puede temer de una mujer determinada, aunque me anima que no ha de degenerar de su noble sangre haciendo alguna liviandad con algún hombre desigual de sus partes». 75 su poco de alguacil: el personaje del alguacil, «ministro de justicia para echar mano a los malhechores» (Cov.), tenía fama de corrupto, pues «decimos cada cual tiene su alguacil, cuando se quiere sinificar que todos tienen sus infortunios» (Cov.). Para una digresión sobre este personaje, Guzmán, II, pp. 190-191. Lo mismo se pensaba del escribano y del procurador: «Escribanos, alguaciles y procuradores, todos son ladrones. Ojeriza que se les tiene» (Correas, núm. 9579). 76 zarandaja de corchete: las zarandajas, ordinariamente en plural, son «el conjunto de cosas menudas y dependientes de otras, o que las acompañan como menos principales» (Aut.), y esto debido a que son corchetes, «ministros de justicia que llevan agarrados a la cárcel a los presos» (Cov.). Para una escena similar, comp. Trapaza, p. 124: «Comenzó a dar voces, asiendo del carretero, a las cuales se llegó mucha gente de la vecindad y, entre ella, un alguacil, que se suelen aparecer en tales ocasiones, trayéndose de runfla un escribano y dos corchetes». Nótese asimismo, que la enumeración sigue el esquema de una receta culinaria: «su poco de… con su añadidura de… y su zarandaja de…». 77 traspuesto: ‘escondido’, ya que «algunas veces vale esconder la cosa que no queremos que se halle en nuestro poder ni en el de otro» (Cov.).

CAPÍTULO IIII

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menzó a divulgar haber sido la pendencia por Teodora, conque vino a oídos de su madre y tía, que lo sintieron sumamente, pagándolo la pobre moza y yo, porque nos maltrataron mucho y estuvimos condenadas a rasura, castigo de las garzonías de palacio78. Con lo que se libraron de otras79 fue con mudar de barrio, yéndose a vivir a la Red de San Luis80 en una casa a la malicia81 que tomaron solo por no tener vecinos que las registrasen. Dentro de tres días murió don Tristán, que nos causó grande lástima, y Teodora le lloró algunas lágrimas viendo que por su causa había perdido la vida. El médico se ausentó de Madrid, porque si le cogieran peligrara, que era don Tristán bien nacido y su amo le quería bien, y tomó a su cargo el buscar al homicida82, mas él se puso en salvo por huir de verse en poder de justicia. De los tres competidores solo el licenciado Sarabia quedó en la tela83, armado de versos y no de las armas reales en acuñada moneda84. Ya deseaba yo encon78

condenadas a rasura… garzonías de palacio: sufren la rasura o corte del cabello como castigo por su conducta poco honesta. Precisamente las garzonías serían las travesuras o mocedades, ya que andar en garzonías «vale vivir o hacer acciones de mozo» (Aut.). El añadido de palacio tiene sentido si se tiene en cuenta que el garzón era el nombre de un ayudante de la Guardia de Corps (Aut.). 79 Zeugma: ‘se libraron de otras garzonías’. 80 la Red de San Luis: barrio al norte de la Puerta del Sol. La Red de San Luis se ubicaba entre las calle de la Montera y la parroquia del referido santo. 81 casa a la malicia: casa de una sola planta construida de esa manera para eximirse del «derecho de aposento» que exigía entregar parte de la vivienda al servicio de los funcionarios reales. Comp. Tirso de Molina, Don Gil de las calzas verdes, vv. 3063-3068: «Don Martín: Calles de aquesta Corte, imitadoras / del confuso Babel, siempre pisadas / de mentiras, al rico aduladoras / como al pobre severas, desbocadas; / casas a la malicia, a todas horas / de malicias y vicios habitadas». 82 homidas T. 83 en la tela: ‘en la disputa’. Tela es «el sitio cerrado y dispuesto para fiestas, lides públicas y otros espectáculos» (Aut.); tiene sentido en función de la ‘justa de amor’ que se realiza por Teodora. Comp. Don Quijote, II, cap. XVII: «Bien parece un caballero armado de resplandecientes armas pasar la tela en alegres justas delante de las damas». Cabe indicar un juego de palabras si consideramos que tela «metafóricamente se llama cualquier enredo, maraña o embuste» (Aut.), como el que ha realizado Teresa para aprovecharse de los galanes de su ama. 84 armas reales en acuñada moneda: es chiste tópico. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 660, vv. 43-50: «Sus escudos de armas nobles / son siempre tan principales, / que sin sus escudos reales / no hay escudos de armas dobles; / y pues a los mismos robles / da codicia su minero, / poderoso caballero / es don Dinero».

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trarme con él, que le había cobrado grande afición, pero las viejas me celaban de modo que no me dejaban salir de casa.Y así aguardaba a que se les pasase el enojo y recelo que de nosotras tenían, disimulando Teodora las galas, que sabía tan poco que ya quería manifestarlas, si no fuera por mí.

CAPÍTULO V DE CÓMO TERESA HALLÓ CON SU INDUSTRIA1 EJERCICIO CON QUE SALIÓ DE SIRVIENTE. DA CUENTA DE SU MEDRA Y LO QUE SOBRE ESTO LE SUCEDIÓ

No era mi habilidad tan poca que en materia de labor de costura y cualquiera curiosidad2 no la aprendiese luego que la viese hacer. Valiome esto para salir de criada de aquellas ancianas viejas y subir a que me estimasen por compañera suya. Cómo vino a ser esto diré al señor letor. Llegose la Cuaresma, hasta la cual no fue posible dejarme salir mis amas fuera de casa, temerosas aún del pasado suceso; mas asegurándose ya del susto, volví a salir a comprar lo necesario, si bien cuidadosa de ver al licenciado Sarabia, a quien no había perdido de mi memoria. No poca diligencia hizo él, según después supe, por saber dónde había sido nuestra mudanza; mas como Madrid es tan grande3 y nosotras vivíamos recogidas, sin darme lugar de salir fuera sino era a misa, no pudo dar con nuestra posada. Sucedió pues que un día que mis amas me enviaron a visitar a una amiga suya que estaba enferma y vivía en la calle de Cantarranas4, la hallé ya levantada de su indisposición y en su compañía una mujer de

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industria: ‘habilidad’, ‘astucia’. curiosidad: ‘novedad’, ‘cosa nueva’. 3 Madrid es tan grande: la población de la Corte, tras un crecimiento acelerado desde finales del XVI, alcanza su pico más alto en 1620 y se mantiene estable el resto del siglo, con un total de 200.000 habitantes según los cálculos aproximados de Díez Borque, 1978, p. 120. 4 calle de Cantarranas: célebre calle del «barrio de las musas», actualmente es la calle Lope de Vega (Mesonero Romanos, 1976, p. 212). 2

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buena cara, que a lo que después supe era de la comedia y una de las mejores representantas que por entonces había. Estaban en aquella sazón diez autores5 de comedias de Madrid haciendo sus compañías de nuevo, que siempre por Cuaresmas hacen su capítulo general los representantes como por Pentecostés las religiones6.Volviendo pues a la mujer, estaba ocupada con la amiga de mi ama, a quien iba a visitar, en una extraordinaria labor. A mí así me lo pareció por no la haber visto, y era forjar de pelo postizo un copete con sus rizos y guedejas tan bien rizadas que engañaran a cualquiera juzgándolo, puesto en la cabeza, ser del proprio pelo. Esta invención, nueva en la Corte e inventada en aquella forma por aquella mujer, era para ahorrar prolijidad en tocarse7, pues, estando todo hecho, en el espacio de un cuarto de hora está una mujer compuesta. Atenta estuve mirando del modo que se forjaba y cómo se componía y rizaba el cabello. Después, aguardando más de una hora, hasta verle puesto en perfección, atrevime a la tardanza a costa de tener un poco de rencilla con mis amas; pero no me estuvo mal, porque me valió después mucho. Tomé la respuesta de la amiga de mis amas y volví a casa con ánimo de poner en ejecución otra invención como aquella, pareciéndome que sería necesaria para muchas mujeres que quieren abreviar con su compostura y para suplir canas y falta de cabello. Riñeron las viejas mi tardanza, mas yo diciéndoles la causa porque había sido se sosegaron. Llegose un día de fiesta en el cual quise, ayudándome Teodora, fabricar la invención del copete. Tenía ella mucho pelo que la habían quitado en una enfermedad que tuvo, con el cual se comenzó la obra, 5

autores: ‘empresarios teatrales’. «El que es cabeza principal de la farsa, que representa las comedias en los corrales o teatros públicos, en cuyo poder entra el caudal que adquieren para su mantenimiento y para repartirlo entre los cómicos» (Aut.). 6 religiones: ‘órdenes religiosas’, ya que estas hacen capítulo, o sea, una reunión de todos sus miembros, en tiempo de Pentecostés. 7 tocarse: «Peinar el cabello, componerle con cintas, lazos y otros adornos» (Aut.). El empleo de guedejas y postizos, tanto en mujeres como en hombres, fue motivo de preocupación para moralistas y sobre todo para la Corona durante la administración del conde-duque de Olivares, quien intentó llevar a cabo una regulación del lujo, puesto de manifiesto en esta clase de adornos, como parte de su plan reformista. La literatura de la época explota muy bien este tema para ejercer la sátira de costumbres (González Cañal, 1991).

CAPÍTULO V

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y de la primera vez salió con tanta perfeción hecha de mis manos, como si toda mi vida hubiera usado aquel ministerio; cosa que puesto el copete en la cabeza de Teodora, dejó admiradas a las ancianas mi presta habilidad, viendo cuánto la adornaba el rostro y cuán estimada había de ser aquella invención si se comenzaba a usar della en la Corte. Salió Teodora con ella otra fiesta a misa a la Vitoria8, donde se vio con algunas amigas suyas de las bizarras9 de Madrid. Repararon en la novedad del pelo y alabaron mucho lo10 bien tocada que estaba. Ella, que era muy mollar11, pudiendo pasar plaza12 de ser cabello suyo, les dijo cómo era postizo de raíz. Quisieron informarse las amigas cómo estaba asentado y por no destocarla allí remitieron el verlo de espacio en su casa aquella tarde, adonde la querían pasar visitándola. No se descuidaron, que las novedades para las mujeres es la cosa que más apetecen13. Mostroles Teodora, estando yo presente, el pelo postizo en forma de copete y cada una propuso hacerse otro. Díjoles cómo yo era la maestra de aquella invención y todas me comenzaron [a] hacer mimos y lisonjas y a prometer cada una servirme.Yo les pedí cabello 8 La Vitoria: la iglesia de la Victoria se ubicaba cerca de la Puerta del Sol. Comp. Lazarillo de Manzanares, pp. 104-105: «Y como los demás huyesen tuve lugar de entrarme en la Victoria». 9 bizarras: ‘elegantes’, viene de bizarría, que «vale gallardía, lozanía» (Cov.). 10 la T. 11 rollar T. Rollar es palabra, hasta donde he investigado, inexistente. Léxico sostiene que rollar es ‘ingenuo’, pero por testimonio solo ofrece este pasaje. Parece una errata por mollar, o sea, «que es fácil de engañar o de dejarse persuadir» (Aut.), y en ese sentido ‘ingenua’. Castillo lo empleará más adelante en una expresión semejante: «Era el señor capón mollar de entendimiento» (cap. XI) y «el entendimiento era mollar» (cap. XIX). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 419: «Saturno en Capricornio amenaza casados mollares». 12 pasar plaza: ‘aparentar’, ‘fingir’. Pasar plaza es «ser tenida o reputada alguna persona o cosa por lo que no es en realidad» (Aut.). Comp. Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, pp. 355-356: «Nos aconsejó don Juan, a don Dalmao y a mí, pasásemos plaza de hermanos». 13 novedades para las mujeres es la cosa que más apetecen: tópico misógino. Comp. Guzmán, I, p. 146: «Las novedades aplacen, especialmente a mujeres, que son de suyo noveleras»; y Diego de Ágreda y Vargas, El hermano indiscreto, en Novelistas posteriores a Cervantes, II, p. 489: «El deseo de ver doña Isabel a don Diego, por las alabanzas sin tiempo de su hermano, denota generalmente cuán inclinadas son todas las mujeres a novedades, y cuánto se les debe excusar». Pero también se aplica al género humano en general. «Todo lo nuevo aplace aunque sea contra razón» (Correas, núm. 22481).

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del color de los suyos para poner en ejecución mi obra y en algo más cantidad que era menester, porque me sobrase para mí. Esotro día me enviaron el cabello y algunos regalos por el trabajo que ponía en su servicio y adorno.Yo les hice tres copetes curiosísimos con que se lucieron y me trujeron nuevas parroquianas a casa. Tanto se fue dilatando la fama de mi habilidad que ya no nos dábamos manos a nuestro ejercicio. Nunca Teodora se dio maña a saber hacer aquella labor. Entendía en aderezarme el pelo y prevenírmele para que yo lo pusiese en su perfeción. Con esto lo pasábamos bien, comenzándose con estima la invención, pues no sacaban ninguno de aquellos copetes, que yo puse nombre de moños14, menos que con desembolsar15 cuatro escudos16; y si era señora la que le pedía, lo que menos daba era cien reales17. Vieron las viejas presto el aumento por casa y conociendo ser yo la causa dél, me vistieron y trataban como a la misma Teodora. Ya yo presumía de dama con mi moño, que no era el peor de los que salían de mis manos, porque la buena muestra atrae la gente. No se vaciaba la casa de mujeres de todos estados. Unas peladas de enfermedades, otras calvas de naturaleza, otras con canas de muchos años, todas venían con buenos deseos de enmendar sus defetos y porque se les supliesen no reparaban en cualquier dinero que se les pedía. Las viejas lo pasaban con sus niñas mostrándoles labor y Teodora y yo con mis moños. Parecioles que, conociendo yo ser la maestra de aquella invención y ellas las que se echaban el provecho en la bolsa18, no podrían conservarme en su compañía, y trataron de curarse

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nombre de moños: el copete es «el cabello que las damas traen levantado sobre la frente […] unas veces es del propio cabello y otras es postizo» (Cov.). El nombre de moño se justifica, puesto que «en las mujeres es especie de tocado o peinado y por esto hacerse el moño vale peinarse» (Aut.). 15 desembolzar T. 16 cuatro escudos: estos cuatro escudos, moneda de oro, equivalen a 41 reales y fracción, es decir, algo más de lo que podía ganar un criado de casa principal, cuyo sueldo «oscilaba entre quince y treinta reales al mes, y sesenta como esplendidez máxima» (Deleito y Piñuela, 1966, p. 137). 17 cien reales: representa poco más del doble que lo recibido en oro. 18 echaban el provecho en la bolsa: ‘se beneficiaban’. Reproduce, aunque afirmativamente, la frase hecha no echárselo en la bolsa, «frase que denota no interesarse o no tener utilidad en alguna cosa» (Aut.).

CAPÍTULO V

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en salud19 y prevenir el remedio con ofrecerme que en su casa me querían de allí adelante tener no como criada, sino como compañera y que la ganancia se partiese. Acepté esto porque estaba bien no perder su lado, que era buena gente y la ganancia mucha. Fuese aumentando más cada día de suerte que toda la Corte acudía a nuestra casa y las mayores señoras de ella se preciaban de tenerme por su amiga. Acudía a sus casas y con mi buen despejo y no pocas lisonjas que oían de mí salía de sus presencias no solamente bien pagado mi trabajo, mas con algunas dádivas de consideración, como era el vestido desechado, que para nosotras es como nuevo, o la sortija. Lo que eran las dádivas particulares no entraban en partija20 con las viejas, que eran derechos míos. Con ellas me vestí y puse lucidísima. Ya el licenciado Sarabia había hallado nuestra posada y continuaba el galanteo de Teodora. Ofreciose verme con él un día en San Luis, adonde de ordinario íbamos a misa, y allí le dije que no se cansase en pretender enamorar a Teodora, que no sería admitido jamás en su gracia porque la apremiaba su madre a que viviese recogida. Él, viendo mi desengaño y que ya yo estaba en hábito para poder ser galanteada y con más razón que Teodora, porque tenía mejor cara21, me dijo: —Señora Teresa, yo nací para servir en la casa de esas ancianas señoras. Esto tengo propuesto.Y supuesto que no ha lugar el servir a la señora Teodora, a vuesa merced le toca admitirme por suyo, asegurándola que con no menos afición la entrego mi libertad. Sonreíme un poco y díjele: —Señor Sarabia, brevemente muda vuesa merced de aires. No soy tan boquimuelle que crea eso de la libertad. Piénselo bien y cuando esté fijo en la determinación, avíseme. Con esto me despedí de él no poco contenta de que mudase de intento, proponiendo, si hallaba en él perseverancia en amarme, favorecerle en lo lícito, porque a otra cosa no me estendiera por cuantos

19 curarse en salud: es frase proverbial. «Curarse en sana salud. Prevenirse de daños que pueden venir por pleitos y purgarse estando bueno» (Correas, núm. 6269). Comp. Trapaza, p. 93: «Con todos se comunicó luego y, curándose en salud, les dijo cómo había intentado hacer lo que muchos se han salido con ello, que era introducirse a caballeros». 20 partija: ‘repartición’, pero en sentido recto «la división de una herencia» (Cov.). 21 cata T.

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tesoros tiene el orbe, que esto era como una devoción de monjas22 y por darle motivo que me hiciera versos, que gustaba mucho de ellos. Dilatose mi buena habilidad a cubrir cabezas de hombres, que parecían calaveras con vida23, comenzando la prueba desto en la calva de un señor de título, hombre mozo que tenía este defecto. Era marido de una señora condesa, grande aficionada mía, la cual le persuadió a que se pusiese en mis manos. En tan buena hora se determinó que yo le hice una cabellera tan ajustada y con tanta propiedad a su pelo, que los que no le habían visto juzgaban ser cosa natural. Pasó la palabra y había más hombres en casa a que les encubriese sus faltas que a los confesores24.Viose nuestra casa en pocos días de otro pelo25; yo estimada, Teodora con aumentos para su dote y en vísperas de casarse, porque ya tenía edad para ello. No se determinaban a eso su madre y tía por temerse que yo luego las había de dejar. No se olvidó Sarabia de lo que le había dicho y para darme la respuesta andaba rondándome la puerta. No halló entrada en algunos días, mas para tenerla a su gusto trujo por dicípula de labor a una hermanica suya de edad de diez años para que estuviese entre las retiradas, que había división en las discípulas. Las de gente ordinaria asistían en el portal de casa a la enseñanza de la tía de Teodora, y su madre era maestra de las hijas de la gente principal, retirada en una sala más adentro que caían sus ventanas a un pequeño jardín; y otra que estaba antes desta servía para el recibimiento de nuestras parroquianas de pelo, donde las dábamos despacho. Aquí pues trujo Sarabia a su hermana, encomendando a la madre de Teodora su enseñanza, y por continuar en nuestra casa él mismo la acompañaba por la tarde y mañana y volvía a su posada. Con esto se 22 una devoción de monjas: como Teresa quiere conservar su virtud, pretende ceñir a Sarabia al modelo del galán o devoto de monja, otra figura satírica que se inserta en la picaresca a través de Pablos de Segovia, pero, antes de él, por el Guzmán de Alfarache apócrifo de Mateo Luján de Sayavedra (1602). 23 calaveras con vida: es imagen burlesca del calvo. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 703, vv. 45-48: «Yo he visto una calva rasa, / que dándola el sol relumbra, / calavera de espejuelo, / vidrïado de las tumbas». 24 encubriese sus faltas… confesores: aprovecha la dilogía de falta como ‘defecto físico’ y ‘pecado’. 25 de otro pelo: parece aludir al refrán ya referido, «Mudar el pelo. Estar más medrado que antes» (Correas, núm. 14857), pues el negocio prospera. Y juega también con el sentido literal de pelo, el que Teresa misma adereza para las pelucas.

CAPÍTULO V

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vino a hacer familiar en casa y tan afecto a las dos ancianas, que hacían mucha estimación dél. Regalonos a Teodora y a mí, aunque de poquito, y era yo muy celebrada en sus versos. También era músico con razonable voz, con que vino a ser nuestro maestro de tonos26, que antes le había tenido Teodora en un viejo que ganaba la vida a enseñar tonos a mujeres, mas con esto usaba el oficio de tercero27 ganando más en este trato que con las letras. Este trujo ciertos recaudos a Teodora que ella no admitió, antes dio traza como no volviese más a su casa. Adviértese de paso a los padres que tienen hijas que miren los maestros que les dan y lo consideren primero, por que no metan algún Paladión28 en su casa.Volviendo al hilo de nuestra historia, en breve tiempo salimos Teodora y yo diestras en cantar, de suerte que nos celebraban. Valiose de la traza de Sarabia un hidalgo de Madrid, galán en su opinión, si bien corcovado en las de todos29, porque no tenía menos de dos corcovas sobre que salía la cabeza harto oprimida con los dos bultos. Este pues fue también mi amartelado30, con mayores demostraciones de obras que el licenciado. Llevaba otra hermana a labor y así también alcanzaba un bocado de conversación, siéndole de tósigo31

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maestro de tonos: ‘maestro de canto’. Tono es «el sonido que hace la voz» (Aut.). 27 tercero: «Algunas veces tercero y tercera sinifican el alcagüete y alcagüeta». Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 158: «Que se permitan las terceras, pues evitan de mayores daños». 28 Paladin T. La enmienda por Paladión se justifica, puesto que se trata del nombre, erróneo pero difundido en la época, del caballo de Troya. Comp.Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 50: «Sale lo primero por el patio, sin haber cantado, el Paladión, con cuatro mil griegos por lo menos, armados de punta en blanco dentro dél». 29 Zeugma: ‘corcovado en las [opiniones] de todos’. El corcovado es una de las figuras naturales que pululan en la Corte, según las denomina Quevedo, aunque critica la sátira hacia los tales, comp. Prosa festiva completa, pp. 231-232: «Los naturales son los enanos, agigantados, contrahechos, calvos, corcovados, zambos y otros que tienen defetos corporales, a los cuales fuera inhumanidad y mal uso de razón censurar ni vituperar, pues no adquirieron ni compraron su deformidad». Un corcovado es personaje del poema «A un galán que desconfiando de alcanzar una dama que pretendía, se empleó en la tercera de sus amores», Donaires, I, fols. 17r-19r. 30 amartelado: ‘enamorado’. 31 tósigo: ‘veneno’.

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el verle allí Sarabia, por el estorbo que le hacía. Era el corcovado hombre de humor32, de graciosos dichos y muy entretenido, y no sabía Sarabia qué modo tener para desterrarle de nuestra casa. Sucedió pues que un día, hallándose este sujeto con otros amigos en casa de un capellán del rey, nuestro vecino, que tenía una mona, comenzaron a darle matraca33 de cuál de los dos tenía mejor cara, porque era el hombrecillo algo ajimiado de rostro. Pasó la fiesta, viendo encogida a la mona con el frío que hacía, con decirle que le remedaba en lo corcovado. Él, esforzándose por no parecer que estaba corrido34, comenzó a haberlas con la mona, preguntándola cuál era más corcovado, con que atajó la mofa que dél se hacía convirtiéndola en risa de oír el razonamiento que tenía con el sagaz animalejo. Esto lo supo el licenciado Sarabia, lo cual fue asumpto para tomar la pluma en la mano y escribir estas décimas que yo le di al corcovado un día que nos visitó, que si bien me acuerdo eran estas: DÉCIMAS Un semicoloquio entona mi musa alegre y jovial entre un jimio racional y una apersonada mona. Válganme desta Helicona35 las doncellas zahareñas36 con opiniones de dueñas,

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32 hombre de humor: así se calificaba a los bufones y a los personajes extravagantes. En razón de su defecto, el corcovado entra en esta categoría, bastante común en la época para casos como el suyo. 33 darle matraca: «En Salamanca llaman dar matraca burlarse de palabra con los estudiantes nuevos o novatos» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 197: «Porque las cosas tan extraordinarias hacen diferentes efectos en los que las oyen, y el más cierto es reírse y dar matraca a quien las cuenta». 34 corrido: «Corrido, el confuso y afrentado» (Cov.). 35 Helicona: fuente situada en el monte Helicón cuyas aguas, como las de la fuente Castalia, inspiraban a los poetas. Comp. Cervantes, Poesías completas, I, Viaje del Parnaso y adjunta al Parnaso, cap. III, vv. 361-363: «Del siempre verde lauro una corona / le ofrece Apolo en su intención y un vaso / del agua de Castalia y Helicona». 36 zahareñas: «Vale desdeñoso, esquivo, intratable, irreductible» (Aut.). Comp. Donaires, I, fol. 96v: «Pídeme, bella ninfa zahareña, / que me pesa de verte en esto ruda». Quienes desdeñan al poeta son las musas. Otro ejemplo de exordio joco-

CAPÍTULO V

que pinto en dos campeones un diluvio de razones y una tempestad de señas. Estábase un corcovado, glosa de dos redondillas37, viendo a una mona en cuclillas quizá por falta de estrado38. Atento el hombre anudado39 a su agobiado modelo dijo: «Ya con menos duelo puedo confiar de mí, pues hoy, mona, ha visto en ti mi corcova su consuelo». La cortina de los dientes corrió la mona con risa batiéndolos muy aprisa, que fue decirle: «Tú mientes, gibado; si esto no sientes, muy poco en el duelo estás; mas tú me responderás que agravio aquí no recibe el que tan cargado40 vive, pues no puede estarlo más». «Corcovado soy de bien», la dijo, «y menos que tú». Mas la que nació en Tolú41

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so en Donaires, II, fols. 56r-56v: «De qué me sirvió implorar / todo el virgíneo escuadrón / habitante en Helicona / con su rubio protector». 37 glosa de dos redondillas: para referirse a sus dos jorobas. 38 estrado: «El lugar donde las señoras se sientan sobre cojines y reciben las visitas» (Cov.). Juan de Zabaleta le dedica un capítulo en El día de fiesta por la mañana y por la tarde, pp. 348-369. Comp. Harpías, pp. 53-54: «Y entrando en la primera sala hallaron en un estrado una señora viuda rezando en unas horas». 39 anudado: probablemente se refiere a los ‘nudos’ de la joroba. En una de sus acepciones, nudo es «el bulto o tumor que suele hacerse en nervios o huesos» (Aut.). Igualmente, puede significar ‘encogido’. 40 cargado: nueva alusión a su corcova. Comp. Donaires, I, fol. 17v: «Con los dos montes cargado, / siendo eterno Palanquín, / es retrato del gigante / que al cielo quiso subir». 41 la que nació en Tolú: porque se tenía a las monas por venidas generalmente de Tolú, en la actual Colombia. Comp., burlándose de la fealdad de una vieja al-

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se volvió a reír también. «No me ofende tu desdén, monilla ruin, y si intentas agraviarme, cuanto inventas barre de mi honor la escoba, que de corcova a corcova corren pullas, mas no afrentas». La mona sin más disfraces42 pecho y espaldas rascó, con que al hombre le llamó corcovado de a dos haces43. Haga con la mona paces nuestro camello galán y si en lo vivo le dan44 busque consuelos a pares el que de dobles pesares es eterno ganapán45.

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Leyó estas décimas para sí el gibado galán, mudándosele con cada verso de varios colores el semblante, en que mostró estar corrido. Dobló el papel y dijo: —Mucho me holgara de saber quién es el poeta destos versos para hacerle otros en pago del cuidado que tiene conmigo. —No lo sabemos —dije yo— que aquí nos dieron ese papel con sobrescripto para mí y recomendación que a vuesa merced se diese. —Ya vuesa merced cumplió con su legacía46 —dijo él—, mas no me prometiera que había de recibir pesares de quien me debe amor. cahueta, Tirso de Molina, El burlador de Sevilla, vv. 1238-1240: «Mota:Y la mona de Tolú / de su madre Celestina / que les enseña doctrina». 42 disfraces: «Disfraz alguna vez significa disimulación» (Cov.). 43 de a dos haces: «Cara con dos haces, el que engaña, diciendo en presencia una cosa y en ausencia otra» (Cov.). No obstante, haz designa también «el manípulo grande de leña, sarmientos u otra cosa» (Cov.), que podría aludir, otra vez, a su par de jorobas. 44 en lo vivo le dan: es refrán. «Dar en lo vivo; diole en lo vivo» (Correas, núm. 6480). Comp. Justina, I, p. 149: «El que gusta de decir las semejantes gracias, es tanto como tener gusto de ver patalear las gentes, como hacía Perico de Soria, el de la aguja de descoser almas y tripas; es dar en lo vivo; es ser segundas parcas». 45 eterno ganapán: porque así como el ganapán se gana la vida cargando bultos, el jorobado anda siempre cargado, tal como ya se dijo en los versos anteriores. 46 legacía: «La embajada o recado que se envía» (Aut.).

CAPÍTULO V

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Si ha sido desengañarme por este camino de que vuesa merced no gusta que entre aquí, sin sátira47 fuera obedecida, pero ya con ella lo habrá de ser, despejando la casa para acudir a otra donde aunque corcovado me hacen más merced. Levantose con esto de la silla y sin aguardar a mis satisfaciones se fue hecho más mona48 que la del capellán vecino. Quedamos Teodora y yo muertas de risa de ver su corrimiento y ayudó a solemnizarla el licenciado Sarabia, que acudió luego a ver qué efecto habían hecho las décimas. Hicímosle relación de todo, conque dio por bien empleado el tiempo que se ocupó en escribirlas, pues habían despedido de aquella casa aquella sabandija. Con esto continuó en servirme, pero durole poco el vivir con esperanzas de alcanzar favores de mí, como se verá en el capítulo siguiente.

47 sátira: se emplea en su sentido más laxo de «cualquier dicho agudo, picante y mordaz» (Aut.). 48 hecho más mona: el jorobado, que ya de por sí es como una mona, lo es mucho más porque se va con corrimiento, o sea, ‘avergonzado’, como se dirá en la línea siguiente, y era proverbial la comparación corrido como mona. Quevedo censura dicha expresión por ser trillada en su premática de 1600 (comp. Prosa festiva completa, p. 156). Comp. Harpías, p. 130: «Quedó el pobre amante hecho una mona y estafado»; y Justina, II, p. 375: «Quedé corrida, hecha una mona».

CAPÍTULO VI EN QUE HACE TERESA RELACIÓN DE CÓMO SE CASÓ, CON QUIÉN Y LAS COSTUMBRES DEL NOVIO, HASTA SU MUERTE

Entre padres e hijos es cierto que aun puede faltar la paz y así no se maravillará, señor letor, que faltase entre mí y las dos viejas, que cudiciosas de adquirir moneda a costa de mi sudor y habilidad, y con poca ayuda de Teodora, me reprehendían y reñían si tal vez me salía a divertir con alguna amiga o a ver una compañera nueva, diciéndome que mejor me estaría, así al provecho como a la reputación, el no salir de casa. Ya yo era de diez y seis años, edad en que la que no es entonces mujer de juicio no le tendrá en la de cincuenta, y corrime de que me quisiesen apremiar a estar siempre trabajando en mi labor y llevándose della tanto provecho como yo y siendo la mayor parte del trabajo mío.Y así mostrándoles dientes1 dije que yo no las servía como hasta allí, que no era mucho desorden salir a divertirme tal vez de la continua asistencia de la labor; que si les parecía esto exceso, procuraría no darlas enfado buscando vivienda donde pudiese usar de mi libertad sin estar sujeta a sus reprehensiones. Sintieron mi sacudimiento2 y, temiendo perderme y conmigo su ganancia, no hallaban satisfaciones3 1

mostrándoles dientes: «Mostrarle dientes, hacer rostro, como hace un perro cuando se vuelve contra otro» (Cov.). «Mostrar dientes. Tener brío y furia contra los duros y porfiados» (Correas, núm. 14621). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 225: «Porque las mujeres el día de hoy son tan libres y soberbias, que aun a maridos que les muestran dientes no obedecen». 2 sacudimiento: Teresa quiere sacudirse, «apartar de sí con aspereza de palabras a algún sujeto o rechazar alguna acción, proposición o dicho con libertad, viveza u despego» (Aut.), o sea, expresa su deseo de alejarse de las viejas. 3 satisfaciones: «La razón, acción o modo con que se sosiega y responde enteramente a alguna queja, sentimiento o razón contraria» (Aut.).

CAPÍTULO VI

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que dar a lo dicho, procurando desenojarme, dando por disculpa que ellas lo hacían con celo de madres y por ver que el salir me estaba mal a mi reputación si quería hallar buen empleo4.Yo las dije que bien sabía de quién me acompañaba y que estuviesen ciertas que las que tenía por amigas no serían causa de que yo perdiese un átomo de mi opinión5. Con esto se dejó la plática, quedando yo no poco estomagada6 de su impertinente celo fundado en su codicia. Tenía un hidalgo honrado y rico dos hijas, que la mayor sería de diez años, a que aprendiesen labor en casa de las ancianas; y él acudía a casa muchas veces a visitarlas, el cual, aficionándose a mí, quiso saber quién eran mis padres y hallándose un día a solas conmigo me lo preguntó. Ya yo sabía algo de su intención por una vecina suya con quien él había comunicado el haberle yo parecido bien, y por si tiraba a lo bueno le dije: —Señor Lupercio de Saldaña —que así era su nombre—, yo no tengo de negar a vuesa merced quién sea mi padre. Era un caballero de Burgos7 que se llamaba don Lope de Manzanedo y mi madre Catalina de Morrazos. Húbola doncella y nací deste desmán8. Casola con un francés y siempre pasé plaza de hija deste, porque mi padre murió luego teniendo intento de llevarme a su patria, que era viudo, y allá meterme monja en un convento. Esto, como digo, atajó la muerte, aunque dejó mandado a don Jerónimo, su hijo y mi hermano, que lo pusiese en ejecución; mas él, menos generoso que su buen padre, por ahorrarse mi dote y aplicársele, no ha hecho caso de mí. Con esto le digo que soy hija natural deste caballero y muy servidora de vuesa merced. Holgose el hidalgo de saber mi descendencia y que fuese tan calificada, con lo cual trató de admitirme por su esposa, que era viudo. De esto fue la medianera9 una su vecina que me persuadió a ello. 4

empleo: en este contexto, ‘marido’. mi opinión: en una mujer es sinónimo de ‘honra’, ya que es «fama o concepto que se forma de alguno» (Aut.). 6 estomagada: «Indignado, enfadado, desazonado» (Aut.). «Estomagarse. Por enojarse; estomagado, por enojado» (Correas, núm. 9970). 7 caballero de Burgos: patria de la suprema nobleza. De Burgos eran Diego de Carriazo y Tomás de Avendaño, hijos de caballeros principales que abrazan la vida picaresca en La ilustre fregona de Cervantes. 8 desmán: «Desorden y desconcierto en el modo de hacer alguna cosa» (Aut.). 9 medianera: en este contexto, ‘casamentera’. Medianero es «la persona que intercede o interviene en el logro de alguna dependencia o negocio» (Aut.). 5

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Reparaba yo mucho en la edad, porque tenía más de setenta años, aunque se mandaba10 bien y estaba ágil; mas la amiga me dijo cuán rico estaba, cuán apacible era y lo que me regalaría; que cuando reparase en la edad, no me había de dar cuidado eso, que de tal suerte le podía aficionar que me mandase11 un pedazo de su hacienda con que después mejorase de empleo en hombre de mi edad. Yo estaba con tanto deseo de salir de la sujeción de las viejas que me determiné a casar, aunque fuese con tantos años, y así el casamiento se trató secretamente sin que ellas supiesen nada dél; hasta que la misma noche que el novio me llevó a casa de una hermana suya, viuda, adonde nos desposamos, no lo supieron. Quedaron muertas cuando vieron mi resolución y quejáronse de mi recato, pues no habían de ser estorbo de lo que fuera mi gusto, en particular tan aventajado casamiento. Quien mostró notable sentimiento de perder mi compañía fue Teodora, que me tenía mucho amor. Compúseme de tocado, porque de vestidos en casa de la hermana del novio me tenían prevenido uno muy costoso para salir a desposarme. Con todo, llevé yo el mejor que tenía, que no era inferior al que después me puse, por haber sido dádiva de una mujer de un Grande de España en albricias de haberle acertado a hacer dos moños. Llevé a las viejas y a Teodora conmigo en el coche y llegando a la casa donde había de ser el desposorio fui recibida en ella de la hermana de Lupercio con mucha afabilidad. Tenía casi tantos años como él, holgose mucho de ver mi persona y llamó de buena dicha a su hermano, el cual vino con sus amigos y deudos luego, y nos dimos las manos12. A la mañana13 habíamos de recibir las últimas bendiciones de la Iglesia, por lo cual el novio, después de cenar conmigo, me dejó en compañía de su hermana y se volvió a su casa, aguardando a esotra noche todas sus finezas.

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se mandaba: ‘se movía’. «Moverse y ejecutar las funciones de la naturaleza, sin impedimento ni estorbo alguno» (Aut.). 11 me mandase: ‘me dejara por herencia’. «Mandar es ofrecer alguna cosa, como donación o legado de testamento, que llamamos manda» (Cov.). Comp. Quevedo, Los sueños, p. 397: «Luego, en medio, estaba San Ciruelo y muchas mandas y promesas de señores y príncipes aguardando su día, porque entonces las harían buenas, que sería el día de San Ciruelo». 12 nos dimos las manos: ‘nos casamos’. 13 maña T.

CAPÍTULO VI

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Vino el día y con otro vestido diferente del pasado me fui a velar y de la iglesia a la casa de mi velado14, que hallé excelentísimamente adornada, así de colgaduras como de estrado, camas y plata, que era el hombre rico por haber sido antes marido de dos mujeres que le trujeron grandes dotes, y de la última eran aquellas dos niñas, las cuales me agasajaron con muestras de tanta alegría como si fuera su verdadera madre. No menos la mostré con ellas, por considerar que así granjeaba más la voluntad del viejo. Aquel día estuvieron las viejas en la boda y su hija, y hubo gran fiesta. Harto sintieron verme puesta en estado15, por lo que perdían. Yo las dije que se asentarían las cosas y que de secreto tendría yo mi granjería en la labor de los moños, la cual les enviaría allá, y con eso daría opinión16 a Teodora. Consoláronse con la traza y siendo hora de irse a sus casas, ellas y los demás huéspedes se fueron a recoger, y nosotros hicimos lo mismo. No había estado en Madrid el licenciado Sarabia en el tiempo que se trató mi casamiento y cuando vino fue el día del desposorio. Mucho sintió verme en estado, aunque no vivía sin esperanza de que casada con hombre tan viejo me acordaría dél. Viviera engañado si el casamiento me saliera como yo pensaba. El siguiente día, que era de estafeta17, entre las cartas que trujeron a mi esposo, recibió una del licenciado Sarabia, cuya letra conocí, que él tuvo inteligencia18 con el cartero y modo como se la diese. Enviábale en ella un satírico romance que, por comunicarle conmigo y hacer chacota19 dél mi viejo, le tomé de memoria, y decía así. Advirtiendo primero que mi esposo por mentir los muchos años que tenía se es-

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velar… velado: ‘esposo’, ya que es el participio de velar en su acepción de «casar y dar las bendiciones nupciales a los desposados» (Aut.). Comp. Cervantes, El celoso extremeño, NE, II, p. 201: «Pero no vino Leonora, y preguntando Loaysa por ella, le respondieron que estaba acostada con su velado». 15 verme puesta en estado: ‘verme casada’. Comp. Tirso de Molina, Don Gil de las calzas verdes, vv. 651-655: «Don Pedro: Mucho me espanto / de que des palabra ya / de casarte. ¿Tiempo tanto / ha que dilato el ponerte / en estado?». 16 daría opinión: ‘daría fama’. 17 estafeta: «El correo ordinario de un lugar a otro, que va por la posta y tomó el nombre de la estafa, que es el estribo» (Cov.). Era el correo que iba a caballo. 18 inteligencia: «Trato secreto en orden a cualquier dependencia. Llamose así porque le entienden o saben solo aquellos que andan en él» (Aut.). 19 hacer chacota: ‘burlarse’. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 407: «Fue un día de juicio, y sucediera muy mal si no se echara en chacota».

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cabechaba20 las canas de la cabeza y barba, grande defecto en los de su edad, siendo tan conocida de todos, con la cual acción manifiestan menguas en el juicio, como si aquello les hubiese de alargar la vida. Va de romance. Vejezuelo, vejezuelo, el que las canas te tiñes, que casaste de cien años con una niña de quince. De los cientos21 de tu edad ya tus ojuelos nos dicen mostrando tantos capotes22 ser juego de pocos piques23. Conocidas son en ella las pérdidas sin desquite, pues gustó jugar un juego 20

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escabechaba: ‘teñía’. Escabeche es «un género de salsa que se hace con vino blanco u vinagre, hojas de laurel, limones cortados y otros ingredientes, para conservar los pescados y otros manjares» (Aut.); luego, pasó a designar, metafóricamente, un mejunje para teñir las canas. Comp. Góngora, Poesía satírica y burlesca del Siglo de Oro, núm. 73, vv. 25-30: «Que anochezca cano el viejo / y que amanezca bermejo / bien puede ser, / mas que a creer que nos estreche / que es milagro y no escabeche / no puede ser». Para una digresión contra el uso de escabeche entre los viejos, Guzmán, II, p. 81. 21 cientos: aprovecha la dilogía de cientos como ‘cantidad de años’, una vejez extrema, y «juego de naipes que comúnmente se juega entre dos y el que primero llega a hacer cien puntos, según las leyes establecidas, gana la suerte» (Aut.). 22 capotes: nueva dilogía, ya que capote es «el ceño que se pone en el semblante o en los ojos» (Aut.) —en este caso, ojuelos, por la vejez— y también «en el juego de los cientos es no dejar hacer al contrario baza alguna» (Aut.), en alusión a Teresa, como adversaria del viejo en el juego de los cientos, quien no podrá formar baza, «la junta de dos, tres o más cartas que uno ha cogido y ganado en el juego de los naipes con la suya, según la calidad del juego, y la pone delante de sí, para que se vea y conozca» (Aut.); y asimismo, como su esposa, a quien su marido de cien años le pondrá mala cara (por los capotes en sus ojuelos). Para el mismo juego verbal (que incluye el siguiente con pique), comp. Donaires, I, fol. 31r: «Alguna desde sus ojos, / que con capote se ríen / en lo poco que jugamos / me pudo dar algún pique». 23 pocos piques: pique es «en el juego de los cientos el lance en que el que es mano cuenta sesenta puntos, antes que el contrario cuente uno» (Aut.). Serán pocos porque los tantos capotes del viejo jugador impedirán tales lances. La incitación amorosa se frustra por la susodicha mala cara que pondrá el viejo marido.

CAPÍTULO VI

donde los treses no sirven24. Y aunque a la primera25 juegues la ganancia no codicies, porque quien no tiene resto26 no puede querer envite27. Un viejo en leyes de amor ignora glosas civiles, pues aunque sus textos sabe jamás en derecho escribe28. Del ingenio29 en que distilan viene a ser el viejo un símil, que en faltando el fuego30 están de balde los alambiques.

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treses no sirven: disemia fundada en que treses son las cartas de dicho número, que en el juego de los cientos carecen de valor. Tres es igualmente metáfora para los genitales, que ya son impotentes. Comp. Poesía erótica, núm. 133, vv. 5-6: «Si la puerta es chiquita y los tres no caben, / entre el uno dentro y los dos aguarden». 25 primera: «juego de naipes bien conocido.Tomó el nombre de las cuatro cuartas diferentes. Díjose así por ser primero que los puntos» (Cov.). 26 resto: «En los juegos de envite, es aquella cantidad que separa el jugador del demás dinero para jugar y envidar» (Aut.). 27 envite: «Acto de apostar y parar dinero en el juego de los naipes, dados u otro género de juegos» (Aut.) y a su vez el envite sexual. Comp. Poesía erótica, núm. 141, vv. 37-40: «Él alzó por buena parte, / do está la pandilla hecha, / ella alcanzó a ver el juego / y al primer envite se echa». Del propio Castillo, Donaires, II, fol. 5v: «Juego es mi amor de primera / y pues envites quiero / no aspires a más ganancias / que lo que tienes de resto». 28 jamás en derecho escribe: escribir es metáfora del coito, comp. Poesía erótica, núm. 56, vv. 21-24: «Y trae consigo la pluma, / que quiere escribir primero, / y echa tinta en el tintero / de lo que della rezuma». En tanto derecho alude al falo erecto, con el que el viejo ya no cuenta. Comp. Poesía erótica, núm. 143, vv. 1-2: «Prieto soy, que, tieso y derecho / no me cubre un verdugado». Con este doble sentido, se entiende que el viejo, pese a que sabe la teoría ‘legislativa’, ya no se ejercita porque ya no ‘escribe’. El léxico jurídico era uno de los más contaminados sexualmente. Civil, en particular, alude a ‘parte baja’, como se emplea en varios lugares de La Lozana andaluza (comp. pp. 13, 151, 321). 29 ingenio: «Las mismas máquinas inventadas con primor llamamos ingenios, como el ingenio del agua […] cualquiera cosa que se fabrica con entendimiento y facilita el ejecutar lo que con fuerza era dificultoso y costoso, se llama ingenio» (Cov.). En este caso, designa el alambique, objeto mencionado versos abajo. 30 fuego: clara alusión sexual. Comp. Poesía erótica, núm. 84, vv. 28-30: «Es fuego que a poco ruego / se enciende y guarda la llama, / para la cama».

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Falta el vigor a la edad y con sombras del eclipse queda cual reloj de sol en hora menguada el índex31. Si en la esgrima del amor con tu esposa no compites, solo armarse de paciencia32 es remedio en quien no esgrime. Tu blandura33 y tus halagos más a tu esposa la afligen, que eres cual gozque34 en su casa que festeja y no resiste. Proteste35 agravios de amor y no a sufrirlos se obligue, que pensión sin gozar renta36 es muy necio quien la admite.

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índex: ‘manecilla de reloj’. Sin el calor del sol, no se produce la sombra, base de funcionamiento del reloj solar. Índex, asimismo, podría aludir al falo, que está, igualmente ‘menguado’ por la impotencia de la vejez. 32 paciencia: ‘cuernos’, ya que el paciente «metafóricamente se dice del sufrido que tolera y consiente que su mujer le ofenda» (Aut.). Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 114: «Digo otra vez que salí tan buen maestro de paciencia, que pudiera casarme». Nótese asimismo que el viejo ha de armarse de paciencia (o sea ser cornudo) porque no puede armar en sentido sexual. Comp. Poesía erótica, núm. 142, v. 13: «Pijandro, armado y valiente». 33 blandura: nueva alusión a la impotencia. 34 gozque: «Esta casta de perros se perdió y bastardeó, de manera que ya los gozques son unos perrillos que crían gente pobre y baja. Son cortos de piernas, largos de cuerpo y de hocico, importunos a los vecinos, molestos a los galanes, odiados de los ladrones. Duermen todo el día y con esto velan y ladran toda la noche» (Cov.). La actitud descrita explica el verso siguiente. 35 proteste: «En términos forenses vale declarar violencia, miedo u otra acción, a fin de que no le pare perjuicio en lo que ejecuta» (Aut.). 36 pensión sin gozar renta: pensión «metafóricamente se toma por el trabajo, tarea, pena o cuidado, que es como consecuencia de alguna cosa que se logra y la sigue inseparablemente» (Aut.), y en su sentido de «cantidad anual que el Rey da por algún servicio especial sobre sus rentas o se impone sobre algún oficio u empleo» (Aut.). Así, Teresa ha de soportar la gran molestia de ser esposa del viejo, pero no disfruta de la renta, entiéndase beneficios, que merecería por tal pensión. Comp. Lope de Vega, Novelas a Marcia Leonarda, p. 155: «Verdad es que entre las mías / celos me quitan el seso, / porque no hay renta de amor / sin pagar pensión de celos».

CAPÍTULO VI

Sus amigas lastimadas los pésames la aperciben del sufrimiento de mártir por la entereza de virgen37.

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Llevó, como he dicho, mi viejo en chacota el gracejo del romance, pareciéndole que a las bodas siempre la ociosa juventud de la Corte hacía aquellas sátiras. Esto decía muy satisfecho, como si hubiera hecho obras que desmintieran al bien escripto romance, que yo leí una y muchas veces, pareciéndome cada día más donairoso, y no lo quisiera tan verdadero. Veme aquí el señor letor mujer de casa y familia y con un retumbante don añadido a la Teresa y un apellido de Manzanedo al Manzanares38. No fui yo la primera que delinquió en esto, que muchas lo han hecho y es virtud antes que delicto, pues cada uno está obligado a aspirar a valer más. Mi esposo pasaba por la transformación39, que era con quien había de cumplir. Un don más en la Corte no lo40 pone en costa41 quien a tantos, puesto de improviso42, ampara cada día. Doña Teresa de Manzanedo pasó los dos meses primeros de la boda gustosamente; hablo de lo que se puede platicar, que de lo oculto no trato. Era regalada, servida, festejada, y estaba el viejo muy

37 Para un chiste similar, comp. Lazarillo de Manzanares, p. 143: «Estas señoras padezcan lo que pecaron, que yo, es Dios buen testigo, que soy virgen y según veo a vuesas mercedes de enojados espero ser mártir». Quevedo, Poesía original completa, núm. 797, vv. 37-40: «Mirábala temeroso / (había de ser un fraile) / que no se volviera virgen, / si se imaginara mártir». 38 La manía del don se encuentra criticada en varios textos de la época. Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 173: «Porque allí, Lázaro, cada uno es estimado por lo que es, y en diciéndose don es señor, y en esto no hay que poner duda». Comp. Quevedo, Los sueños, pp. 329-330: «Y es de advertir que en todos los oficios, artes y estados se ha introducido el don, en hidalgos, en villanos, y en frailes, como se ve en la Cartuja; yo he visto sastres y albañiles con don, y ladrones y galeotes en galeras». 39 transformación: recuérdese la afirmación del propio Castillo sobre Madrid como «el centro de las transformaciones» en Las harpías en Madrid. 40 la T. 41 pone en costa: ‘no lo hace pagar’, ya que costa es «el precio de alguna cosa, lo que vale y se ha pagado por ella» (Aut.). 42 Inciso, aunque algo alejado, que se refiere al don de Teresa. María Soledad Arredondo enmienda puestos.

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enamorado de mí. Salíamos algunas veces los dos en coche, que algunos amigos de mi esposo le prestaban, y como yo fuese conocida de muchos a quien cubrí sus cabezas, sin ser ellos grandes ni yo rey43, unos me hacían la cortesía y otros me llegaban a hablar, dándome la norabuena de mi empleo, y yo les hablaba con afabilidad, que toda mi vida la tuve con todos. Con esto continuado, vinieron a engendrar en mi viejo unos recelos que después se hicieron celos necios, pues yo no le daba causa para tenerlos de mí. Confirmáronsele más con verme dos veces hablar desde el balcón de mi cuarto con dos caballeros destos enmendados con mi artificio. Reprehendiómelo y de allí adelante puso candados a las ventanas y vidrieras, conque no era señora de salir a ver la calle. Acortome las salidas a visitar a mis amigas y estorbó que ellas no viniesen a verme, conque comencé a comer la corteza del pan de la boda44, que era muy dura. Deshacíame en llanto, teníamos cada día mil disgustos y hallábale cada hora más insufrible. A tanto llegó su extremo que me prohibió las galas y las guardó debajo de llave, sin dejarme vestir más que un hábito de San Francisco. Con esto estaba desesperada y mis ojos nunca se enjugaban. Si había de ir a misa, él me acompañaba y había de ir por la calle cubierto el rostro. En la iglesia no se apartaba de mi lado mientras duraba la misa y, acabada, aun no me daba lugar a encomendarme a Dios, que al instante nos habíamos de volver a casa. Con esta vida me vine a consumir de suerte que no era mi cara la que antes. Sola una visita no me vedó, que fue la de mis viejas y su hija Teodora, y esto era

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cubrí sus cabezas, sin ser ellos grandes ni yo rey: el chiste se basa en el privilegio extraordinario que el rey daba a los grandes de España de poder estar cubiertos con el sombrero en su presencia. Para un chiste similar, comp. Justina, I, p. 209: «Que las empanadoras somos de calidad de los reyes, que en haciendo cubrir una cosa, la damos título de grande». 44 la corteza del pan de la boda: siendo la corteza la parte más dura, con lo que refiere su malestar, hace sentido con el refrán «aún se come el pan de la boda» (Cov.). Correas lo glosa: «Acabarse el pan de la boda; acabóse el pan de la boda. Cuando se acabó el placer y ya se sienten casados, y el trabajo de sustentar casa; y andan en rencilla; acabaráse el pan de la boda y veremos; apenas se había acabado el pan de la boda; apenas se había comido el pan de la boda» (núm. 1195). Comp. Guzmán, II, p. 398: «Padecí con mi esposa, como con esposas, casi seis años; aunque los cuatro primeros nos duró tierno el pan de la boda, porque todo era flor».

CAPÍTULO VI

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porque tenía sus hijas a la labor en su casa. Con ellas descansaba el rato que nos dejaba a solas, que eran raras veces, porque aun en las visitas quería estar presente. Mil veces estuve dispuesta a pedir divorcio en la mala vida que me daba, mas esta negra honra45 me lo estorbó. ¡Qué mal hacen los padres que tienen hijas mozas y de buenas caras en darles maridos desiguales en edad, como este, pues raras veces se ven con gusto, que la igualdad de edad es el que le fomenta y adonde reina siempre la paz y el amor! De lo contrario hemos visto muchas desdichas y flaquezas, que no se cometieran si los empleos se diesen al gusto de quien los ha de hacer, sino que este negro interés, tan valido en el mundo, es causa destos desaciertos. Valga este por aviso a los padres que tienen hijas para remediar46. Supo el licenciado Sarabia mi desconsuelo y triste vida, y escribiome un papel muy tierno, condoliéndose de mi trabajo y ofreciendo su persona, si era menester, para su remedio. Este me trujo una criada de mis viejas, a quien no se le negaba la entrada en casa ni se examinaba a lo que venía, como otras. Respondile a él agradeciéndole su sentimiento y descansando con él en referirle mis desdichas. Continuose esta correspondencia de suerte que cada día tenía papeles suyos y él míos, porque al venir la criada con las niñas podía dármelos y llevar respuesta dellos. Tan desesperada me vi con el celoso humor de mi mal viejo y con el desabrimiento que conmigo tenía, que me resolví en favorecer al licenciado Sarabia y a procurar lugar para que entrara en casa. Sea este recuerdo para los viejos celosos y para los mozos también, que oprimir a sus esposas y encerrarlas solo sirve de que busquen modo para su deshonra.Taparle el curso a la fuente es hacerla correr después con más violencia.Yo estaba contenta ya con mi estado, pasábalo gustosamente, porque el regalo y las galas suplían la desigualdad de edad, o

45 negra honra: frase proverbial. «Negro y negra. Se juntan a muchas cosas para denotar en ellas afán y trabajo, y hacen una graciosa frase: este negro comer; negro casamiento él hizo; esta negra honrilla nos obliga a todo» (Correas, núm. 15249). Líneas más abajo véase un uso similar en negro interés. Comp. Harpías, p. 161: «Y hubiera desistido de lo propuesto si esta negra honrilla no la hiciera salir de cobarde». 46 remediar: ‘casar’. «Se toma también por poner en estado a una doncella, especialmente casándola» (Aut.).

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los defectos de la ancianidad por decir mejor.Volviose marzo47, vime opresa, sujeta y afligida con celosas impertinencias, y resolvime en que lo que mi esposo temía sin causa lo experimentase con ella. Continuada la correspondencia con el licenciado, yo le di traza para poder verme, que me costó no pocos desvelos, previniéndole primero que me hiciese una llave maestra para lo que se ofreciese. No se descuidó, como interesado en la fiesta, y enviándome la llave, le di aviso de cuándo pudiese venir con la traza dada. Recogíase mi esposo temprano a casa, las raras veces que salía, y esas era dejándome en mi cuarto cerrada y llevándose la llave. Pues el día del concierto, ya de noche, que aún no habían cerrado las puertas de casa, se entró por ellas el licenciado dando voces que le favoreciesen48, que le querían matar.Venían en su seguimiento cuatro amigos suyos, bien puestos de armas, con las espadas en blanco49. Estaba el viejo en unos aposentos bajos donde él asistía a aquella hora a rezar sus devociones. Pues como viese aquel hombre en su casa huyendo de los otros, salió a favorecerle con la espada en blanco, dando voces a los que le seguían que le dejasen. Ellos, que ya estaban industriados50 en lo que habían de hacer, se salieron a la calle. El viejo cerró la puerta y llevó a Sarabia a su aposento, el cual, fingiendo turbación, no acertaba a darle las gracias del socorro. Preguntole cómo había sido acometido y por qué ocasión. A lo cual respondió que la ocasión no la sabía, sino que, viniendo descuidado por la calle, a una esquina le habían salido de través aquellos cuatro hombres y dicho: «¡Este es, muera!»; y al instante le comenzaron a acuchillar, por

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volviose marzo: ‘cambió la situación’. Marzo es un mes que se percibe como de tiempo inestable en razón de sus vientos. Así, «marzo ventoso, abril lluvioso, sacan a mayo hermoso» y «cuando marzo vuelve de rabo, ni deja cordero con cencerro ni pastor enzamarrado» (Cov.). Comp. Luque Fajardo, Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos, I, p. 222: «Vuélvese a barajar y echar el naipe; y como el buen decir al juego es mudable más que los vientos, vuelve marzo, que dicen ellos, pierde el que antes ganaba». 48 le favoreciesen: «Patrocinar, ayudar, amparar y socorrer a alguno» (Aut.). 49 en blanco: ‘espada desnuda’, ‘desenvainada’. Comp. Tardes entretenidas, p. 249: «Llegó Feliciano con la espada en blanco, y dándole dos estocadas, le dejó pidiendo confesión». 50 industriados: «Lo así enseñado, adestrado e instruido» (Aut.). Comp. Don Quijote, II, cap. XXXI: «Seis doncellas le desarmaron y sirvieron de pajes, todas industriadas y advertidas del duque y de la duquesa de lo que habían de hacer».

CAPÍTULO VI

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lo cual le fue forzoso acostarse al refugio de su casa, que le había librado de aquel peligro, que él era un hombre pacífico y sin tratar de otra cosa que de sus estudios, por lo cual tenía por cierto que le habían tenido por otro de su hábito. Esto lo dijo siempre sobresaltado, que lo supo fingir muy bien el socarrón del Sarabia. Díjole el viejo que no tuviese pena, que en su casa estaba, donde se holgaba que hubiese hallado amparo. Llegaron a este tiempo dos criados de casa que habían salido a unos recaudos, por cuya causa se habían dejado las puertas abiertas. Llamaron a la puerta, conque fingió Sarabia alborotarse. Salió el anciano a una ventana de reja a saber quién llamaba y conociendo a sus criados, él mismo los bajó a abrir, a quien contó lo que había sucedido. Subieron a donde estaba Sarabia y preguntoles muy temeroso si habían encontrado a alguien en la calle al entrar en casa. Ellos dijeron haber visto debajo de las rejas de una que estaba enfrente dos hombres parados y que habían hecho ruido con broqueles. —Cierta es mi desdicha —dijo Sarabia—; ellos me aguardan para quitarme la vida. ¡Oh, pobre de mí, que me hallase sin armas cuando me acometieron, que todavía sé manejarlas razonablemente! No sé qué me haga, que no querría dar a vuesa merced ningún enfado esta noche, donde tanta merced se me ha hecho —dijo volviéndose al viejo. Él le dijo que se sosegase, que allí cenaría y que después reconocerían la calle, y si no viesen en ella nadie, se iría con sus criados a su posada.Agradeció Sarabia el favor y merced que le ofrecía y así se pasearon hasta las nueve de la noche, haciendo el viejo que los bajasen a aquel cuarto de cenar. Después de haber cenado mandó el viejo a sus criados que mirasen si había alguien por la calle saliendo a ella a reconocerlo. Mostraron rehusarlo, con lo cual, indignado el viejo y llamándolos gallinas, les quiso acompañar. El estudiante se lo estorbaba, conque él, picado de la valentía, que la había tenido cuando joven, porfió en que con su espada había de salir con ellos a asegurar la campaña51. Hízolo así, dejando cerrado al licenciado en aquel cuarto, diciendo que lo hacía por más seguridad suya. Pues como se viese el vejete y sus criados en la calle, descubrieron un hombre embozado52 en la pared de enfrente, a quien llegaron a reconocer con mucho ánimo.

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asegurar la campaña: ‘proteger el territorio’. Expresión militar. embozado: ‘con el rostro encubierto’.

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Él, que los vio venir, comenzó a irse la calle abajo con pasos acelerados, y el viejo y sus criados a seguirle hasta que le dejaron en otra calle. Cuando volvieron a casa muy ufanos de haber hecho aquella heroica facción53, ya estaban los otros tres amigos del Sarabia a la puerta del viejo arrimados, con las espadas desnudas y las rodelas embrazadas, los cuales no solo les impidieron la entrada, mas con muy valientes cuchilladas54 los fueron retirando por aquella y por otra calle alejándoles cuanto pudieron. Viose el viejo afligidísimo y daba al diablo55 al estudiante y aun a quien le había encaminado a su casa. No supo qué hacerse, porque temía el volver a encontrarse con aquella arriscada56 gente. Entretúvose con los criados un par de horas en un cimenterio de una iglesia y, oyendo dar las doce y que las campanas de los conventos tocaban a maitines, le pareció que ya se habrían ido a acostar, presumiendo que le habrían tenido por el estudiante y que por esto le acometieron. Volviendo pues a casa hallaron la misma gente a la puerta della y con el ruido de las rodelas mostraban apercibirse para darles otra ruciada57 de cuchilladas. No aguardaron a verse en la refriega los criados que, dejando al viejo solo, se valieron de sus pies y no parecieron en aquella ni en otras cuatro calles, ni hasta ahora han parecido. Él, que se vio desamparado de su gente, tomó por mejor arbitrio irse en casa de un amigo, que estaba lejos de allí, a dormir aquella noche, echando mil maldiciones al estudiante que era causa de la inquietud en que se vía, yendo consolado de llevarse las dos llaves consigo, con que nos dejaba cerrados a mí y a Sarabia en separadas estancias.

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facción: «Acometimiento de soldados o ejecución de alguna empresa militar, para ganar gloria y honra contra los enemigos» (Aut.). Su empleo aquí es irónico. 54 valientes cuchilladas: valiente, en este contexto, es ‘excelente’ o ‘formidable’. Comp. Harpías, p. 153: «¿Es posible que nos vamos de esta Academia todos sin saber quiénes sean los tres valientes poetas que han versificado hoy sin decir sus nombres?». 55 daba al diablo: «Dar a los diablos. Por enfadarse; estar dado a los diablos, enfadarse» (Correas, núm. 6391). Comp. Quevedo, Los sueños, p. 287: «Pues todo es de ir en el entierro, y los convidados van dados al diablo con los que los convidaron». 56 arriscada: «Arriscado, el atrevido en casos peligrosos» (Cov.). 57 ruciada: o rociada, «se llama el esparcimiento de algunas cosas que se dividen al arrojarlas unas de otras y así se dice rociada de balas, etc.» (Aut.). Comp. Justina, II, p. 490: «Estas y otras rociadas de pesadumbres causaron muchas a la triste vieja, no acostumbrada a tanto trabajo».

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Dejémosle en casa del amigo que le recogió y consoló en su aflición, sin prometerle ayuda, porque tenía más años que él, y volvamos a casa. Luego que el viejo salió della y ocuparon la puerta aquellos amigos de Sarabia, yo con la llave maestra abrí mi cuarto, dejando dormida mi gente, y entré donde estaba sin haberle valido al viejo todo su recato, que sirven poco desvelos y prevenciones contra la resuelta determinación de una mujer.Vime con Sarabia, lloré mi trabajo y él, consolándome en mi aflición, procuró no perder la ocasión con la que nos dio el haber echado de la calle al viejo y tener tales guardas a la puerta que nos aseguraban que no le dejaría entrar. No pensé hacer tal flaqueza, mas los celos sin58 ocasión pedidos y los recatos sin causa ejecutados, juntamente con la opresión en que me vi, me hizo determinarme a lo59 que sin nada desto no hiciera. Sirva esto de advertencia a los que imprudentes tratan así a sus mujeres, que lo excusen, porque el afecto de la venganza es vivo siempre en ellas y así la ponen en la ejecución contra quien las oprime sin causa60. Así se pasó la noche, mas viendo que la aurora comenzaba a desterrar sus sombras, las guardas61 avisaron que se iban y yo despidiéndome de mi Sarabia, aunque contra su gusto y el mío, me volví a mi cuarto, cerrando las dos puertas, sin haberme sentido ni las niñas, ni las criadas, bajar ni subir. La puerta de casa se quedó apretada como el viejo la dejó, el cual luego que vio la luz del día vino de casa del amigo huésped a la suya. Abrió el cuarto bajo y con airado semblante dijo a Sarabia: —Váyase con Dios, señor licenciado, que no quisiera haberle conocido, pues tan caro me ha costado su visita. —A mí me pesa —dijo él— que por favorecerme hayáis recibido tal trabajo. Desde esta reja he visto la superchería62 de aquellos hom58

son T. al T. 60 Tópico de la fiera venganza femenina, comp. Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 244: «Temió que, como mujer, se vengase; cuyos ánimos, una vez indignados, si se hallan poderosos, son más crueles que los hombres más bárbaros y feroces»; y Guzmán, II, p. 285: «Líbrenos Dios de venganzas de mujeres agraviadas». 61 las guardas: en la lengua aurisecular el artículo de guarda va en femenino. 62 superchería: «desatención, descortesía, desacato» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 59: «No pude sufrir los agravios que cada día recibía de gente muy inferior a mi persona, las supercherías que usaban con mi persona, con mi hacienda». 59

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bres viles, deshaciéndome63 de estar cerrado aquí y no poder salir a perder la vida a vuestro lado. No exagero el cuidado con que he pasado esta prolija noche, que en toda ella no se han cerrado mis ojos —decía verdad con esto, pero no era de pena64—; perdonadme el enojo que habéis recibido por mí, que siempre estaré reconocido de servir a vuesa merced. —No quiero ese reconocimiento —dijo el viejo—, sino que vuesa merced haga cuenta que no me ha visto en su vida. Dicho esto, cerró el aposento y subiose a mi cuarto, de donde le salí a recebir toda desaliñada y descompuesta, como que esto procedía de haber pasado mala noche por su mal suceso. Echele los brazos al cuello, diciendo: —Señor mío, ¿es posible que por un hombre no conocido os hayáis metido en tanto empeño que os hubiese de costar la vida? —¿Cómo lo sabéis? —dijo él. —Desde la puerta de esa escalera oí el origen de la salida vuestra y detrás de esas ventanas he estado oyendo lo que pasó en la calle, y de allí no me he quitado en toda esta noche, afligida con mil congojas y bañada en lágrimas. Decidme mi señor, ¿os hirieron? ¿Y que se han hecho vuestros criados? —No me los nombréis, señora, por Dios —dijo él—, que si hallara esos pícaros, los hiciera tajadas. Yo vengo indispuesto de la mala noche que he tenido.Venid a desnudarme y llámenme al médico. —Esto sería peor —dije yo—; ¡ay, desdichada mujer, esto me faltaba después de mis penas!65

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deshaciéndome: «Afligirse, desconsolarse, congojarse, consumirse, estar sumamente impaciente e inquieto» (Aut.). 64 Sarabia engaña con la verdad, recurso teatral recomendado por Lope de Vega en el Arte nuevo de hacer comedias, vv. 319-321. Para el mismo procedimiento en un episodio similar de infidelidad femenina, comp. Guzmán, I, p. 150: «El bueno de nuestro paciente respondió: —Por tus ojos, niña, que me pesa de haberlo hecho, pero más de dos horas has dormido. —No, ni media —replicó mi madre—, que agora me pareció cerraba el ojo, y en mi vida no he tenido tan descansado rato». 65 Cotarelo y Rey Hazas acaban la línea de diálogo de Teresa en esto me faltaba y el complemento que viene lo adjuntan al párrafo que sigue. Restituyo el complemento después de mis penas por parecerme más coherente con el parlamento de Teresa, que alude precisamente a la mala noche que supuestamente ha pasado, preocupada por su marido. María Soledad Arredondo enmienda de igual manera.

CAPÍTULO VI

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Comencé a afligirme y sabe el cielo que no me pesaba de que viniese tal, tan cansada me tenía su compañía. Finalmente, el viejo se echó de burlas66 en la cama y dentro de veinte días de la mala noche le dio tal enfermedad que acabó con su vida. Hizo su testamento y, por ser su hacienda de las mujeres que había tenido, no pudo mandarme más que mil ducados67 y todos mis vestidos y joyas. Pidiome muchas veces perdón de los disgustos que me había dado y decía que quisiera tener más vida, no tanto para vivir cuanto por enmendar los yerros que en orden a pedirme celos había hecho. Confieso que el amor de marido tiene grandes raíces, aun con los que obligan tan poco como este, y que sentí entrañablemente su muerte, muy pesarosa de haber sido su origen por vengarme de sus terribilidades. Llorele mucho y hice que le sepultasen con mucha pompa. Puse tocas largas, monjil grosero y manto de anascote68. Fui visitada de amigas y aun regalada, que las que lo son de veras en la Corte saben en tales ocasiones asistir con cuidado. Quiso verme Sarabia una noche, mas yo le envié a decir que no se acordase más de mí ni de aquella casa si no quería que le estuviese mal, conque me dejó.

66 de burlas: ‘sin tomárselo en serio’, puesto que burla también vale «cosa que es de poca entidad y valor» (Aut.). 67 mil ducados: Teresa resalta que la cifra es poca («no pudo mandarme más») considerando el estatus social de su esposo fallecido y, asimismo, las cantidades a las aspirará en adelante. El ducado era la denominación monetaria más alta; en realidad, no se acuñaba desde 1537, pero se mantenía como «moneda de cuenta» equivalente a 375 maravedíes. Considérese que la renta anual de un caballero o de un letrado acomodado oscila entre los tres mil o cuatro mil ducados y el título más pobre ronda los veinte mil ducados. Un obrero que trabajase en las obras del palacio del Buen Retiro (1631-1640) por 10 reales al día, trabajando 300 días del año, sumaría una paga anual que apenas llegaba a 272 ducados (comp. Bennassar, 1994, pp. 235-237). 68 tocas largas, monjil grosero y manto de anascote: es el hábito de la viuda. Comp. Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 467: «Amaneció (viendo que todavía estaba durmiendo su marido), la cautelosa cajera, y se levantó y vistió de gala, enviando fuera de casa el monjil viudo y las hipócritas tocas».

CAPÍTULO VII DONDE PROSIGUIENDO SU HISTORIA DICE HABER ENTRADO A SERVIR A UNA SEÑORA DE DUEÑA. DA CUENTA DE LA VIDA QUE EN SU CASA TENÍA Y OTRAS COSAS, HASTA SALIR DE ALLÍ

Hacíanme las tocas, manto y monjil una honorífica y venerable viuda y, aunque en este hábito, no me descuidaba de la cara, por conservar la tez y curarla de lo que el llanto la había maltratado1. Bastó el recaudo que envié a Sarabia para no frecuentar más mi calle, dejando mi martelo2, del cual no quisiera acordarme.Ya se hizo aquella ligereza, una no es ninguna3, y así quedé con propósito de ser espejo4 de mujeres. Supo una señora de título de las que cubrían sus canas con mi industria mi desgracia y pareciéndola que para su servicio era yo cosa muy a propósito, pasó en su coche por mi calle y mandó saber si es-

1 La «honorífica y venerable viuda» que aspira a ser Teresa contrasta con su esmero en mantener su belleza, que la aproxima ligeramente a la viuda alegre de la sátira. Comp. Quevedo, Los sueños, p. 292: «Oye; verás esta viuda, que por defuera tiene un cuerpo de responsos, cómo por dentro tiene un ánima de aleluyas; las tocas negras y los pensamientos verdes»; Remiro de Navarra, Los peligros de Madrid, p. 95: «Es la religión de las damas la viudez, y son las peores de todas, porque vestidas a lo mogigato con mucha propiedad, su castidad lasciva Venus hipócrita es». Más ejemplos, comp. el capítulo «La viuda», en Chevalier, 1982, pp. 86-95. 2 martelo: ‘relación’. 3 una no es ninguna: «Una no es ninguna, dos es una» (Correas, núm. 23147). Aut. lo glosa indicando «que es razón suficiente para que fácilmente se perdone un defecto el haber sido solo». Nótese el eufemismo irónico («ligereza») para encubrir su infidelidad pasada. 4 espejo: «Modelo o dechado digno de estudio e imitación» (DRAE).

CAPÍTULO VII

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taba sola. Dijéronla que sí y subió a mi cuarto queriendo que el exceso de visitarme le conociese por obligación. Abrazome con mucho amor significándome que aquel día había sabido mi desgracia, la cual había sentido mucho, y que luego determinó salir a verme y a llevarme a su casa, donde quería5 tenerme en su compañía y hacerme mucha merced, como lo vería. Tantas cosas me dijo y tanto me persuadió con caricias, que no pude resistirme ni dejar de hacer su gusto y así para otro día la prometí ir a servirla. Diome de nuevo abrazos y fuese muy contenta. Yo puse mis cosas en razón6, entregué mis vestidos para que se vendiesen, recogí mi dinero y con dos cofres de ropa blanca y cosas necesarias, y un escritorillo de Alemania7, previne aquel día mi partida. No se descuidó la señora, era condesa, en enviarme su coche aquella tarde, en el cual fui acompañada de una de las dos viejas, que aprobó la elección que hacía, diciéndome que yo vería las mercedes con que me favorecería la condesa. Hallámosla muy gustosa, abrazó a las dos y dijo a la vieja: —He traído a mi casa a doña Teresa por lo mucho que la quiero para tenerla en ella como a hija, no como a criada. Estrañó el lenguaje a dos dueñas que la acompañaban. Arqueando las cejas y mirándose la una a la otra otra, conocí de sus semblantes no se haber holgado con la razón de su ama y desde luego me di por envidiada. Entré luego donde estaban dos hijas que tenía, a quien llegué a besar las manos. Recibiéronme muy afables y con cortesía. Hallé con ellas asentadas a la labor cosa de seis criadas, todas de buenas caras, que me recibieron con gusto.Yo les dije cuán ufana venía a aquella casa por saber las personas principales que en ella servían y que así me ofrecía a su servicio, y correspondieron a mi oferta con otras muy corteses. Finalmente, yo quedé en palacio, señaláronme aposento donde tuviese mi cama y cofres, que fue en compañía de una dama.

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quiere T. razón: tal vez en el sentido de ‘inventario’, «cómputo, cuenta o número de alguna cosa» (Aut.), considerando que inmediatamente Teresa va a disponer de la venta de sus vestidos y a quedarse con otras tantas prendas y objetos. 7 escritorillo de Alemania: también conocido como escritorio alemán o bargueño, es un tipo de escritorio de la época que se caracteriza por contar con varios cajoncillos en su parte superior. Solía estar compuesto de madera tallada o taraceada y decorado con motivos emblemáticos. Podía llegar a ser un mueble suntuoso. 6

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Aquella noche fui muy regalada en la cena de la mesa de mi ama, dándome un plato della sin haber tocado a él, el cual repartí entre las compañeras para comenzar a obligarlas por estar bien en su gracia, que es lo más importante para conservarse en palacio. Era custodia y guarda de aquella reclusa doncellería y continente congregación una dueña que lo debía de haber sido de la condesa doña Sancha, mujer del conde Fernán González8. ¡Tantos años debía de tener! Por no mentir, ella había criado a la madre de mi ama, a ella y actualmente era aya de sus hijas. Esta era la que gobernaba aquella virgen manada, su predicadora y con quien ellas estaban muy mal, porque la mucha edad la tenía en asomos de caduca y declarada por impertinente. Como tan antigua en la casa, observaban las criadas sus estatutos inviolablemente, en orden al ahorro de sus raciones. Era grandísima ayunadora por esforzar esto y seguían todas su estilo, excediendo de las obligaciones del precepto y dilatándose por el calendario adelante. A San Dionisio ayunaban por el dolor de cabeza; a Santa Lucía, por la vista; a Santa Apolonia, por las muelas; a San Blas, por la garganta; a San Gregorio, por el dolor de estómago; a San Erasmo, por el de vientre; a San Adrián, por las piernas; a San Antonio Abad, por el fuego; a San Vicente, mártir, por las fiebres; a San Antonio de Padua, por las cosas perdidas; a San Nicolás, obispo, por remediador de doncellas; y finalmente a San Crispín, por la duración de su calzado9. 8

Fernán González: célebre personaje del romancero, se le invocaba para referir tiempos ancestrales y burlarse de la vejez de alguien. Comp. Guzmán, I, p. 293: «¿Qué sabes o quién sabe del mayordomo del rey don Pelayo ni del camarero del conde Fernán González? Honra tuvieron y la sustentaron, y dellos ni della se tiene memoria. Pues así mañana serás olvidado». 9 Los patronazgos ejercidos por estos santos obedecen a anécdotas y leyendas medievales: San Dionisio, tras ser decapitado, llevó su cabeza entre las manos hacia su sepultura; a Santa Lucía, cuando fue juzgada, le quitaron los ojos pero siguió viendo; Santa Apolonia fue atormentada arrancándole los dientes; San Blas salvó a un niño de morir quitándole una espina de pescado de la garganta; San Gregorio padecía de dolor de estómago, pero se le suspendía cuando daba misa; San Erasmo fue martirizado sacándole los intestinos; a San Adrián le rompieron las piernas; San Antonio Abad curaba una enfermedad gangrenosa conocida como fuego de San Antón; San Vicente sufrió una fiebre que lo puso al borde la muerte, pero se curó milagrosamente; San Antonio de Padua recuperó un salterio robado mediante la oración; San Nicolás de Bari hizo aparecer ajuar y dote a una doncella para que se pudiera casar; San Crispín ejercía el oficio de zapatero.

CAPÍTULO VII

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Sacaban del ayuno tres provechos, que eran: adelantarse en la virtud para mayores grados de gloria, preservación de apoplejías y aumento de su dinero, que sabían guardar con siete ñudos y treinta llaves, en particular la vieja, cuyo nombre era doña Berenguela10. Esta fue la primera mujer a quien vi aderezar la rotura de una zapatilla con un remiendo de cadeneta gastando más en hilo y tiempo que pudiera con un zapatero. Era el conde grande amigo de soldados, por haberlo sido en su mocedad y tener por ello cargo de Su Majestad, que actualmente ejercía, y así gustaba de comer siempre con cuatro o seis capitanes por tratar en la mesa de las cosas de la guerra a que era tan inclinado. La condesa y sus hijas comían aparte, a quien servíamos las criadas. Aquí andaba solícita nuestra doña Berenguela en quitar platos, anticipándose, aun con su vejez, a las mozas. No era celo de servir, sino razón de estado11 para no tocar en la ración, pues cuanto sacaba de comida, no teniendo seguridad de sus arcas, lo depositaba todo en las dos mangas de su monjil, que debía de traer forradas en vaqueta12, pues tan fielmente guardaban una líquida lebrada13 sin verterse como una pierna de capón asado. Mas era tan mirada y advertida que la una manga era diputada14 para las cosas de pescado y la otra para las de carne, que era tan buena cristiana que no quería mezclar uno y otro por no pecar el día del ayuno con mezclas de carne y pescado. 10

Berenguela: junto con Quintañona, es nombre risible de dueña. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 714, vv. 1-4: «Pidiéndole está dineros / doña Berenguela a Antón, / y él entre sí está pensando / de dárselos entre no». 11 razón de estado: «La política y reglas con que se dirigen y gobiernan las cosas pertenecientes al interés y utilidad de la república» (Aut.), aunque aquí trasladada al gobierno de la casa noble, con cierto tono irónico, para referirse a los excesos que se justifican por el mantenimiento del orden y el bienestar general. El término proviene del libro Della ragione di stato (1589) de Giovanni Botero. Racionar la comida era un reproche común a las dueñas, comp. «Sátira al amor», Huit petits poèmes, p. 281: «Y la dueña que se cierra / en dar a las mozas guerras, / les esquilma las raciones, / quizás para cabezones / a los pajes de su tierra». 12 vaqueta: «El cuero o piel del buey o vaca curtido, adobado y zurrado» (Aut.). En efecto, las mangas del traje femenino solían ser tan anchas que podían guardarse en ellas pañuelos y otros tantos objetos (Deleito y Piñuela, 1966, p. 160). 13 líquida lebrada: «cierto género de guisado, llamado también junglada, que se hace con la liebre medio cocida y después medio asada y cortada en pedazos algo grandes y después frita con cebolla, cortada bien menuda y con tocino gordo» (Aut.). 14 diputada: ‘designada’.

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A título de alacenas habían tomado en las mangas posesión los ratones y no es encarecimiento, que esto se verificó estando un día rezando el oficio divino de Nuestra Señora, ejercicio que usaba siempre, en el cual ocupada con mucha devoción la vimos acompañada de dos gatos que la cercaban cada uno de su lado, muy atentos a las mangas. Todas pensábamos que la querían dar asalto a lo que encerraba en ellas y tuvimos curiosidad a esperar a ver en qué pararía tal atención y particular asistencia. Aferraron cada uno con su manga hallándose conturbada15 de los dos gatos la vieja, de lo cual casi se desmayara con el susto que la dieron. Bien se pensó que la acometían por los relieves de la mesa, mas presto vio el desengaño hallando a cada gato con su ratón en la boca, con que se le quitó el temerario juicio que había hecho de que se acusara a su confesor, tan escrupulosa era16. Anduvo el suceso dilatado17 por la casa de suerte que llegó a los oídos de nuestros dueños, que lo rieron y celebraron grandemente. Bien pudiera correrse y afrentarse la tal doña Berenguela y servirle de enmienda de su golosa costumbre, mas iba enderezada al ahorro, sobre que no se ahorrara con su mismo padre18, pues con esto estaba intacta su ración, sino su monjil de no traer muchas manchas que ella por lo corto de vista no vía. Porteme siempre caballerosamente en casa, porque como tenía dinero trataba de regalarme sin tener mi confianza puesta en la ración, no obstante que era bien regalada y favorecida de la condesa y de sus hijas, dándome un plato todos los días, con el cual y lo de la ración podía convidar cada día una dama a comer conmigo, variando con

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conturbada: del verbo conturbar, «inquietar, commover, perturbar, desasosegar y poner en confusión» (Aut.). 16 sera T. Los escrúpulos de la dueña habían hecho que le comunicara al confesor su idea de que los gatos le querían robar (tal era el temerario juicio), cuando, como lo comprueba ahora, solo perseguían a los ratones. 17 dilatado: de dilatar, «metafóricamente se dice de las cosas no materiales que se extienden y amplifican, como dilatar el nombre, la fama, etcétera» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 95: «En las grandes monarquías no puede dilatarse fácilmente esta verdad hasta que llegue a los que pueden ser jueces dello». 18 no se ahorrara con su mismo padre: frase proverbial para indicar firmeza y tesón. «No ahorrarse con su padre, no perder nada de su derecho con persona alguna» (Cov.). «No se ahorra con nadie; no se ahorrará con su padre. De interesales, apretados» (Correas, núm. 16699). El pasaje juega con este sentido figurado y el literal, ya que el exagerado ahorro era vicio atribuido a las dueñas.

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unas y con otras, con que las tenía a todas muy a mi devoción, si no eran a la doña Berenguela y a otra dueña, las cuales nunca me quisieron dar la investidura de doña Teresa, sino solo me llamaban la privada19 o la moñera, como trataba de componer el pelo de la condesa y sus hijas. A mí se me daba muy poco de que me mordiesen y murmurasen por los rincones, como estaba segura en la privanza de las señoras, de las cuales tenía casi cada día dádivas, sin acordarse de las demás criadas, que también lo sentían. Pero hallo en todos casi esta misma condición, que no son como la disciplina20, que salpica a todas partes, sino como la puñalada, que todo va a una. Dos años me conservé en palacio, rentándome en el ínterin mi dinero de la manda de mi esposo, que le tenía dado a los Fúcares21. No hay privanza segura, particularmente cuando hay émulos22. Yo caí de ella y perdí la casa de la condesa desta suerte: Entre las criadas que había, estaba una hija de un maestresala23 de casa, viudo y hombre de edad. Estudió24 en ser bien mirada de un paje, que poco había que había subido de serlo a gentilhombre. Tenía el maestresala hacienda, siendo en esto fénix de los maestresalas, por-

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privada: «Usado como sustantivo, significa lo mismo que valido o el sujeto que tiene el valimiento, favor y familiaridad de algún príncipe o superior» (Aut.). Guzmán de Alfarache, aunque con malas artes, obtiene por un tiempo la privanza de su amo el embajador de Francia en Roma, pero cae igual que Teresa. 20 disciplina: «El manojo de cordeles con abrujuelos con que los diciplinantes se azotan y la ejecución desta penitencia y mortificación se llama diciplina» (Cov.). 21 Fúcares: los Fugger, banqueros alemanes, prestamistas de Carlos V, que tenían grandes negocios en España. Comp. Harpías, p. 156: «Señor dotor, yo tengo seis mil escudos en poder de los Fúcares y en plata». 22 émulos: «El contrario, el envidioso en un mesmo arte y ejercicio, que procura siempre aventajarse; y muchas veces se toma en buena parte cuando la emulación es en cosas virtuosas o razonables» (Cov.). Comp. Don Quijote, I, cap. XLV: «Pero viéndose el enemigo de la concordia y el émulo de la paz menospreciado y burlado, y el poco fruto que había granjeado de haberlos puesto a todos en tan confuso laberinto, acordó de probar otra vez la mano». 23 maestresala: «El ministro principal que asiste a la mesa del señor.Trae la vianda a la mesa con los pajes y la distribuye a los que comen en ella. Usa con el señor cierta cerimonia particular de los señores de título, que es pregustar con buena gracia y galantería lo que pone delante al señor, y ni más ni menos la bebida. Introdújose por el miedo de los venenos» (Cov.). 24 estudió: ‘se aplicó’, de estudiar, «ocupar el espíritu en alcanzar alguna cosa y entenderla con cuidado y asistencia» (Cov.).

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que parece que con tal cargo se le pega la desdicha de los poetas y astrólogos, que es no llegárseles moneda a treinta pasos25. Pues como el galán viese que siendo hija única, con hacienda y de buena cara le estaría bien para esposa, dio en servirla con cuidado, escribiéndole algunos papeles en que se concertaron cómo se había de hacer la boda. Esta dama era la que tenía en mi aposento su cama y una de mis mayores amigas, mas puedo jurar con verdad que era tal su recato que nunca me dijo su afición, quizá por temerse que como era privada no lo dijese a mi ama26. Sucedió estar enfermas doña Berenguela y la otra dueña, por lo cual en un día de jubileo27 me encomendaron a mí la guarda de aquellas damas, que salían en coches a ganarle. Fuimos al Monasterio de San Francisco, donde se hacían las diligencias y adonde tenían concertado los amantes de verse. Con la mucha gente pude perder a la enamorada dama y ella, viéndose con su galán, se salió con él de la iglesia y se entraron en un coche que los llevó a casa del vicario, en cuya presencia se desposaron, llevándola de allí el galán a casa de una tía suya. Después de haber todas rezado, echando menos28 a la ya desposada señora, fue buscada de mí con grande cuidado, dándome grande pesadumbre que no pareciese. El portero que nos acompañaba no dejó capilla en toda la iglesia que no buscase dos veces, mas su cansancio era en balde. En esto nos detuvimos largas dos horas.Visto pues que no parecía, con harto temor de lo que podía oír de mi ama un día que me encomendaba la guarda de su familia, nos volvimos a casa yendo yo bañada en lágrimas. Ya en ella se sabía el casamiento de la dama, porque por excusar que no la buscasen desasosegados, escribió 25

Para ponderar apropiadamente este comentario, recordemos que Castillo Solórzano era maestresala del marqués de los Vélez. 26 temerse que… no lo dijese a mi ama: ‘temerse que lo dijese a mi ama’. La lengua del Siglo de Oro exige una negación con el verbo temer. Comp. Trapaza, p. 102: «Temía que, si se descubría, Otavia no la quitase la vida, acabando con todo». Otros ejemplos en Keniston, 1937, p. 606. 27 jubileo: «Solemnidad y ceremonia eclesiástica con que el Papa publica la concesión que hace de gracias e indulgencias a la Iglesia universal. La cual al principio se hacía de cien en cien años. Después se redujo a cincuenta y últimamente a veinte y cinco […]. Se llama también por extensión las demás gracias indulgencias y perdones que conceden los Sumos Pontífices en cualquier tiempo» (Aut.). 28 echando menos: ‘echando de menos’. Es la forma vigente en la época, tomada del portugués, que desplazó al más castizo hallar menos (Spitzer, 1937, pp. 27-30).

CAPÍTULO VII

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un papel a su padre dándole cuenta de su determinación y él le puso en manos de la condesa, a la cual hallé hecha un león29 contra mí. Sufrí cuanto quiso decirme y en cuanto a la culpa que me imponía satisfice con que las demás criadas dijesen si había estado en nuestra mano remediarlo. Retireme con esto a mi aposento, adonde me comencé a afligir de suerte que no había consuelo para mí. Faltábame lo peor, que era la venida del conde, el cual luego que llegó a casa y supo de su maestresala lo que pasaba, habiendo él culpado mi poco cuidado y aun mostrado sospechas de que con mi consentimiento había sido, mandó que se me hiciese la cuenta de lo que se me debía y me despidiesen, sin bastar ruegos de la condesa para desdecir su determinación, antes por verla tan de mi parte aceleró al contador para que hiciese aquello con brevedad. No se descuidó, de suerte que a la noche ya se me había dado cuanto se me debía y con ello el aviso de que estaba despedida de casa. No dejé de sentir verme echar della con tanta violencia no teniendo culpa. Llevelo en paciencia y di con mi ida grandes alegrías a las dos dueñas y aun a las criadas, que por más que me lisonjeaban no estaba aquella amistad muy firme estando de por medio mi privanza. Decía la doña Berenguela desde la cama donde estaba enferma: —Vaya la moñera con Dios a hacer moños y déjenos aquí, que con pagárselos en su casa podía mi señora excusar el traerla a la suya a hacerla igual con tantas principales criadas como tiene. Algo desto oí aquella noche, mas como me había de ir esotro día por la mañana, quíselo llevar con cordura y no me dar por entendida. Pasé mal la noche, vino el día y ya me tenían prevenido coche para irme. Quise despedirme de la condesa, mas fueme dicho que su señoría sentía tanto mi partida, por ser contra su voluntad, que no tenía corazón para que entrase a despedirme della. Enviome una pieza de plata y a decir que la avisase dónde tomaba casa. Con esto me bajé a poner en el coche, despedida de las criadas y aun de las dueñas, diciendo a la Berenguela al salir: —Ya vuesa merced, señora, ha visto en casa el día que esperaba tan a medida de su deseo. Procure la privanza de mi señora y de auméntarselo para los ratones.

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hecha un león: «Como un león. Afirmando valentía o enojo» (Correas, núm. 5243).

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Con esto la volví las espaldas. Fuime de allí a casa de mis viejas, las cuales se alegraron mucho con mi vista y más con saber venía a vivir con ellas, por parecerles que con mi compañía tenían la flota del Pirú30 en la ganancia de los moños y cabelleras.

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la flota del Pirú: llegaba a Sevilla y la riqueza que traía era de abundancia proverbial. Comp. El mayorazgo figura, vv. 66-72: «Marino: Que tu tío se murió / y su hacienda te mandó, / que en barras y patacones / son docientos mil ducados / que en aquesta flota vienen / y en Sevilla te los tienen / seguros y registrados».

CAPÍTULO VIII DE LA SALIDA DE MADRID A CÓRDOBA, EL ROBO QUE LA HICIERON UNOS BANDOLEROS EN SIERRA MORENA Y CÓMO SE LIBRÓ DE SUS MANOS, CON OTRAS COSAS

En casa de las dos viejas volví a usar mi ejercicio de los moños y a tornar a acreditarme en la Corte, no perdiendo por esto el doña Teresa de Manzanedo, que con este nombre me honraban todos, procurando tenerme contenta para suplir sus faltas con mi industria. Entre las damas que acudían a mi posada a que las hiciese moños iban dos damas naturales de Córdoba y recién venidas a Madrid, las cuales alababan tanto mi habilidad y cuán estimada fuera en su patria por no haber llegado a ella aquella invención. Con esto me hicieron determinar a dejar la Corte, asegurándome grande ganancia allí. Di cuenta desto a las viejas y procuraron disuadirme de mi propósito, mas yo estaba tan resuelta en él que no aprovechó su persuasión para quedarme. Dispuse de mis ajuares encargándolos al ordinario1 de Sevilla para que me los llevase a Córdoba. El dinero que tenía2 con los Fúcares lo acomodé en letras3 para Córdoba y tomando cien escudos4 para el ca-

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ordinario: el servicio de transporte y de correo. Comp. Harpías, p. 49: «Y así acomodando su ropa en un carro de los del ordinario de Sevilla, y asimismo sus personas, se pusieron en camino de Madrid». 2 venia T. 3 letras: «En el comercio se entiende por aquella libranza de dinero que se remite a pagar de un lugar a otro, u de un reino a otro, cobrando los intereses y premios a uso de comercio. Suélese llamar letra de cambio» (Aut.). 4 cien escudos: al bachiller Trapaza le da su madre cincuenta escudos para el viaje de Segovia a Salamanca (Trapaza, p. 70).

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mino, acompañada de un criado, que había sido de mi esposo, de aquellos que le desampararon la noche de la burla, salimos en dos mulas de Madrid un sábado en la tarde en la compañía de dos sacerdotes y un estudiante que iban el mismo viaje. Seguimos nuestras jornadas sin sucedernos cosa que sea de contar hasta el fin de Sierra Morena5, que llegando a una aspereza de camino por donde era forzoso caminar de uno en uno, nos salieron ocho hombres con escopetas y, trabándonos de los frenos de las mulas, nos mandaron apear dellas. Todos se afligieron y yo mucho más por no me haber visto en aquellos lances y ya estaba arrepentida de haber dejado la Corte. Maldije mi corta suerte y mi resuelta determinación, que a tal lance me había traído, pudiendo estar quieta y con no poco descanso. Apeados que fuimos de las mulas, quitaron dellas los cojinetes y portamanteos6, sin osar nadie replicar a la voluntad de aquellos ladrones. Después que los tuvieron juntos, nos llevaron a pie a un hondo valle, adonde a los hombres les mandaron desnudar sus vestidos. Rehusaron aquello, mas las amenazas de aquella facinorosa7 cuadrilla y temor de perder las vidas los hizo obedientes, dejando sus vestidos hasta quedarse en jubones y calzoncillos8 de lienzo.Así los dejaron atados, cada uno a un robre9 y, cargando con la ropa y cojines, dieron con ellos y conmigo en otra estancia más oculta, que era en una espesura de árboles adonde tenían formada una barraca de ramos. Allí

5 Sierra Morena: paso obligado de los viajeros por Castilla y Andalucía, estaba infestada de ladrones. Comp. Salas Barbadillo, con uso metafórico ya tópico por entonces, Corrección de vicios, pp. 229-230: «Esta [la casa de juego] es la Sierra Morena y el Monte de Torozos, donde saltean los hombres de buen hábito, robando con ardides y cautelas de sutil ingenio». 6 cojinetes y portamanteos: cojinete es cierta bolsa de tela que se usa como maleta (Avalle-Arce, 1947, pp. 86-87). Portamanteo es «cierto género de maleta, abierta por los dos lados, por donde se asegura y cierra con botones y cordones y sirve para llevar ropa el que camina» (Aut.). 7 facinorosa: «Delincuente, malvado, lleno de delitos, desbocado y disoluto» (Aut.). 8 calzoncillos: «Son los calzones de lienzo anchos, que se traen debajo de los otros calzones; no porque sean menores, sino porque no tienen entretelas, ni otra cosa más que las costuras» (Aut.). 9 robre: forma usual en la época. Comp. Donaires, I, fol. 88v: «El robre más anciano, el fuerte pino».

CAPÍTULO VIII

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me encerraron sin tocarme en el vestido y, dejándome sola con el desconsuelo que puede pensar el lector, se salieron afuera a hacer división de los bienes de todos. Hicieron sus partijas fielmente y acordaron que mis vestidos también entrasen en ellas y mi cuerpo en poder del que le cupiese por suerte. Con este decreto entraron a desnudarme, sin moverles mi llanto a que dejasen tal propósito. Quedeme en solo un corpiño y en faldellín de cotonía10. Del pecho me quitaron una cruz de oro y las letras que llevaba de mil escudos para Córdoba, diciendo el mayoral dellos: —¿Hase visto en lo que han dado estos caminantes, en traer su dinero en papeles, no considerando que nos lo quitan a nosotros de nuestros aumentos? Rompieron las letras con los dientes, de rabia, y enviando a los cinco compañeros a buscar de cenar, se quedaron los tres en la barraca. Allí, brindados de esta malograda hermosura, que nunca yo tuviera, trataron de echar entre ellos suertes de quién había de ser mi dueño, estando yo, que oía esto, deshaciéndome en llanto y rogando a Dios me quitase la vida, antes que me viese deshonrada de el que me poseyese. Cayole la suerte a uno de los más robustos de los tres, el cual les dijo que le dejasen a solas conmigo. Halláronse envidiosos de que hubiese cabídole la suerte y no queriendo pasar por el concierto, poniendo mano a las espadas, dijeron que la mujer había de ser común a todos o morir sobre ello. Era alentado el que ya se llamaba mi dueño y sacando su hoja11 se salió a acuchillar con los dos fuera de la barraca. Comenzose la pelea con grande furia, mas yo viéndoles encarnizados en ella y aun heridos, me salí de la barraca por un agujero que tenía y, embreñándome así desnuda como estaba por aquella tierra, caminé sin llevar senda cierta gran parte de la noche, con no poco temor de que me siguiesen aquellos hombres. Oía de cuando en cuando unas dolorosas voces que se duplicaban con los ecos en aquellas soledades y estas me atemorizaban grandemente. Bajando pues de una parte a otra, acerté 10

faldellín de cotonía: faldellín es «ropa interior que traen las mujeres de la cintura abajo y tiene la abertura por delante y viene a ser lo mismo que lo que comúnmente se llama brial o guardapiés» (Aut.). El de Teresa es de cotonía, «cierta tela hecha de hilo de algodón, ordinariamente blanca, con sus albores de realce u de gusanillo» (Aut.). 11 hoja: ‘espada’.

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a ver en una cumbre una pequeña luz, adonde comencé a guiar mis pasos pensando que estaría cerca. Engañeme en la distancia, porque primero caminé más de media legua que llegase al pie de la cumbre. Descansé allí un rato y prosiguiendo mi camino subí la cuesta con no poco trabajo, mas al fin me vi en su cumbre y cerca de una ermita, de donde salía aquella luz por una ventana della. Llamé a la puerta con grandes golpes y al cabo de grande rato oí responder de lo hondo de la ermita una cansada voz que decía: —¿Quién llama? Yo respondí con fatigado aliento: —Una desdichada mujer es, que ha llegado a este refugio por grande milagro del cielo. Por Dios os suplico, quien quiera que seáis, que si tenéis clemencia de mi trabajo me deis entrada en esta ermita, que aun aquí no estoy segura de que me venga siguiendo una facinorosa gente que ha querido quitarme el honor después de haberme robado. A este tiempo había la hermana del mayor planeta12 salido a comunicar su luz a los mortales, con la cual pudo el ermitaño, que era el que había respondido, verme por las junturas de la puerta de la ermita, según después me dijo. Compadeciose de mi desdicha y, encendiendo luz en la lámpara, que ardía siempre, me abrió. Así como entré, me arrojé a sus pies bañándoselos en lágrimas y dando sollozos, que no me dejaban darle las gracias de haberme recogido en su morada. Levantome el santo varón y llevome a sentar en un poyo de la iglesia. Era un hombre de buena estatura y de edad de cincuenta años, entrecano y con la barba y cabello muy largo. Vestía un saco de sayal y sobre él traía un manto con su capilla. Al cuello traía un grueso rosario y dél pendiente una cruz mediana, que traía ceñida con un cordón de cerdas. Sin este rosario traía pendiente de la pretina otro de diez cuentas gruesas y en su remate una muerte de boj13. Después que estuvimos los dos sentados, me rogó le dijese la causa de mi venida.Yo le

12 la hermana del mayor planeta: ‘la luna’, ya que el mayor planeta, el sol, se identifica con Apolo o Febo, hermano de Diana, cuya representación es la luna. Esta estilización bucólica crea la atmósfera propicia para el interludio de novela cortesana que se ofrece en el próximo capítulo. 13 muerte de boj: las muertes eran unas pequeñas figuras de calaveras que decoraban los rosarios. Comp.Tirso de Molina, Marta la piadosa, vv. 1852-1855: «Traigan todas, noramala / unos rosarios de muertes / que sirvan de centinelas, / que yo desde hoy pienso hacello».

CAPÍTULO VIII

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hice relación della exagerándole la crueldad de aquella bárbara gente y que por milagro del cielo había escapado de ser deshonrada dellos. —Bien lo podéis decir, hija mía —dijo el venerable ermitaño—, mas tal Señor tenemos, que no solo tiene cuidado de los que le sirven con almas racionales, mas aun del humilde gusano de la tierra. Esa cuestión la movería el demonio y Dios ordenó que en tanto tuviésedes ánimo para huir de su violencia y conservar vuestro honor. Gracias al cielo que estáis aquí segura. Descansaréis lo que resta de la noche y a la mañana, placiendo a Nuestro Señor, daremos orden en lo que habemos de hacer, para que prosigáis vuestro camino hasta Córdoba, que es adonde me decís que vais. Con esto se entró en su retiro, que era un corto aposento, de donde sacó un transportín14 de hojas de enea y espadañas15, en que él se reclinaba sobre una tabla. Este le tendió allí en la iglesia y dándome una manta con que me cubriese se despidió de mí diciendo que olvidase cuidados y que pusiese la confianza en Dios, que me remediaría, y procurase reposar. Con esto se fue, dejándome allí sola a la luz de la lámpara de la iglesia. Mullí mi transportín y cubriéndome con la manta pasé lo que faltaba hasta venir la aurora, sin dormir sueño, acordándome del aprieto en que me había visto, en el cual perdí cien ducados en oro, mis vestidos, alguna ropa blanca y dos o tres joyuelas, y sortijas que también me quitaron. El faltarme las letras no me daba pena, pues con pedir otras estaba remediado. Llegó la aurora a dar consuelo a los mortales, alegría a los campos y alborozo a las aves. Las que trinaban por aquellos verdes campos despertaron al anciano varón, el cual se levantó, abrió su ermita y fueme a dar los buenos días diciéndome que cómo había pasado la noche.Yo le respondí que bien, pues no me podía ir mal en tan santa casa y en su compañía. Sentí mucho verme desnuda, echolo de ver el viejo y sacando otro manto suyo me le dio para que me abrigase con él, prometiéndome que remediaría presto mi desnudez.Yo se lo agradecí con lágrimas. Hicimos los dos oración y, dándome algunas frutas y pan con que me desayunase, nos pasamos así hasta mediodía, en que tenía pre-

14 transportín: «Colchón pequeño y delgado, que se suele echar sobre los otros, e inmediato al cuerpo, por ser de lana más delicada» (Aut.). 15 hojas de enea y espadañas: ambas plantas producen hojas similares a las del junco y crecen alrededor de arroyos.

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venida su comida, que fue unas yerbas cocidas y unos pescados, por ser aquel día de vigilia. Después que hubimos comido y dado gracias a Dios, nos salimos a sentar a dos asientos que estaban a la puerta de la ermita, por gozar desde allí del campo. El que dio principio a la plática fue el ermitaño, para que guardo diferente capítulo.

CAPÍTULO IX EN QUE DA CUENTA DE LA PLÁTICA QUE TUVIERON ENTRE ELLA Y EL ERMITAÑO, Y CÓMO ÉL LA HIZO RELACIÓN DE LA CAUSA DE HABER DEJADO EL MUNDO1

Sentados, como tengo dicho, a la puerta de la ermita, aquel santo varón habló desta suerte: —Cuán poca sea la seguridad desta vida nos lo avisan, no solo sucesos que llenan historias sacras y profanas, pero los que cada día vemos que pasan. Los que vivimos somos peregrinos que caminamos sin sosiego hasta llegar a la Jerusalén triunfante2. En la militante no hay prometernos quietud tranquila, placer consumado, ni gusto perfecto, todo tiene su punta de acíbar3. El poderoso y rico, en medio de su opulencia, seguro con su potestad, o por robarle le quitan la vida o una breve enfermedad le hace dejar las riquezas en cuya custodia puso todo desvelo. El que se ve en el cargo y la dignidad no le goza sin la pensión4 de los que le envidian el puesto que tiene y le están censu1

En la composición de este capítulo puede hallarse una reminiscencia de la estructura del Lazarillo de Manzanares, el cual también incluye, en su capítulo medianero, el encuentro de Lázaro con un ermitaño, que igualmente le contará por qué abandonó la vida mundana. 2 Jerusalén triunfante: descrita en Apocalipsis 21, 2, y Gálatas 4, 26, «es la Ciudad de Dios, la Iglesia» (Arellano, 2000, p. 124), en oposición a la Jerusalén militante, es decir, la vida terrenal. 3 punta de acíbar: ‘un poco de sabor amargo’. Punta «se toma también por la pequeña parte de alguna cosa material o inmaterial, y así se dice: esto tiene su punta de ajo; fulano tiene su punta de tramposo» (Aut.); y acíbar es «el juego de la pencas de una yerba babosa […] el enfermo que la ha de tomar en bebida ha de sufrir mucho por su gran amargura» (Cov.). 4 pensión: en su sentido figurado de ‘pena’, ‘dolor’.

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rando el menor átomo de sus acciones, hasta que le ven desposeído de lo que antes tuvo. La juventud más lozana suele perder su lustre sujeta a cualquier accidente. La hermosura más perfecta en breves días se halla trocada y a las puertas de la senectud. Finalmente, quien viviere en este mundo y siguiere sus gustos, pretendiere sus honras, buscare sus acrecentamientos, anda errado, sabiendo cuán breve término los ha de gozar. Ayer, hija mía, veníades caminando a Córdoba contenta y con deseo de llegar a ella y donde menos pensábades hallastes quien os estorbó el viaje, robó la hacienda y puso a pique de perder5 vuestra honra. No os fiéis de las cosas del siglo6, procurad en él vivir ajustada a los mandamientos de Dios, siendo muy temerosa de Su Majestad, que es el principio de la sabiduría7. Acordaos de la brevedad de la vida y la durable que nos espera si somos los que debemos. Estos sanos consejos os puedo dar, hija mía, como escarmentado de las cosas del mundo y retirado dél. Yo me vi joven, gallardo, enamorado y divertido8 de sus cosas. Un desengaño de lo que somos y de la instabilidad de sus gustos me hizo cuerdo en apartarme deste daño aquí, donde habrá que vivo cosa de deciocho años poco más. Pido por estos lugares convecinos lo que he menester para pasar la vida en esta soledad, donde es mi consuelo la oración, mi divertimiento el mirar estos campos y por ellos engrandecer a su Criador. La causa de re5 a pique de perder: «Pique y piquete. El golpe que se da con la cosa aguda, que es como un punto, y así decimos estar a pique de perderse, que es lo mismo que estar a punto de perderse» (Cov.). Lazarillo de Manzanares, p. 218: «Allí me vi a pique de morir afrentosamente». 6 siglo:‘el mundo’, la vida mundana a la que renunciado el ermitaño. «Significa asimismo el comercio y trato de los hombres en cuanto toca y mira a la vida común política y así decimos que el que se entra religioso o se va desengañado a un desierto huye o deja el siglo» (Aut.). 7 Comp. Don Quijote, II, cap. XLII: «Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabido no podrás errar en nada». Es sentencia bíblica (Proverbios I, 7, y Salmos, CX). Delicado, La Lozana andaluza, p. 350: «La señora Lozana fue mujer muy audace y, como las mujeres conocen ser solacio a los hombres y ser su recreación común, piensan y hacen lo que no harían si tuviesen el principio de la sapiencia, que es temer al Señor». 8 divertido: viene de la segunda acepción de divertir, «entretener, recrear el ánimo de alguna persona, con dicho u hecho que la ocasione gusto» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 264: «Él prosiguió, y como no me salió bien lo primero, fuime divirtiendo con los ruiseñores, que nos daban música por el camino».

CAPÍTULO IX

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tirarme quiero deciros porque os entretengáis y os sea de recuerdo para que no os envanezca el veros moza y en verde9 juventud.Tenedme atención, que esta es mi historia: «Nací en la antigua ciudad de Málaga, hijo de ilustres padres y rico de bienes de fortuna, pues para mí y un hermano segundo tenían bien ochenta mil ducados que dejarnos después de sus días. Éramos los dos los más lucidos caballeros de aquella ciudad, los primeros que se hallaban en sus regocijos y fiestas públicas con lucimiento y finalmente los que teníamos más amigos. Libres vivíamos en cuanto a no rendir parias10 a ese dios de amor, pero ajustados siempre a no salir de la obediencia de nuestro padre, que nos procuró criar con temor y respecto inclinándonos a la virtud, y así salimos obedientes discípulos de tal escuela. No cursábamos los lascivos entretenimientos de los caballeros mozos que desenfrenadamente corren por ellos llevados de sus insaciables apetitos, polilla de sus haciendas y saludes. Nuestro ejercicio era hacer mal a caballos11, con la ocasión que nos da la Andalucía con los que en sus riberas del Betis sustenta con sus pastos y alienta con sus cristales. Tal vez gustábamos de la caza de todas maneras, estando tan diestros en la cetrería como en el tirar una escopeta en el monte. Otras veces acudíamos, por no nos mostrar extraños12, a una casa que tenía dos mesas de trucos13, juego a que yo fui aficionado, y allí nos divertíamos. 9

verde: ‘lozana’. «Se aplica a la primera edad y por eso más vigorosa y fuerte» (Aut.). 10 parias: «El tributo que paga un príncipe a otro, en razón de reconocimiento y mayoría» (Cov.). Comp. Donaires, II, fol. 88r: «Damos la vuelta a las once / por darle con blando alivio / al perezoso Morfeo / las parias que le rendimos». 11 hacer mal a caballos: «Es trabajarle con destreza, manejándole de suerte que obedezca al freno y a la espuela, a la voluntad del jinete» (Aut.). Comp. Céspedes y Meneses, Historias peregrinas y ejemplares, pp. 361-362: «Salía a ver en el campo de la Tela hacer mal a sus caballos, adiestrarlos en los tornos y castigar siniestros y resabios». 12 extraños: ‘ariscos’, ya que extraño «se dice también del que está mal hallado en un congreso, conversación, compañía, etc., cuyo trato y modo no le es agradable y gustoso» (Aut.). 13 mesas de trucos: juego similar al billar venido de Italia. «Es una mesa grande, guarnecida de paño muy tirante e igual, sin ninguna arruga o tropezón. Está cercada de unos listones y de trecho en trecho tiene unas ventanillas por donde pueden caber las bolas; una puente de hierro que sirve de lo que el argolla en el juego que llaman de la argolla, y gran similitud con él, porque juegan del prin-

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Sucedió que, sobre la compra de un caballo que trujeron allí de Córdoba, nos barajamos un caballero y yo, no más que de palabra, y ninguna pesada. Entráronse amigos de por medio, hicieron las paces, pero yo me quedé por dueño del caballo, dejando de esto sentido al competidor en la compra. Dentro de un mes ofreciose hallarme en la casa de los trucos al tiempo que este caballero jugaba un partido en él; hubo una duda que fue necesario tomar votos de los que estábamos mirándoles.Yo di el mío, que vino a ser a favor del que jugaba con el caballero, y aunque pudiera darle en secreto como los demás, por parecerme haber sido cosa muy patente a todos y fuera de duda, no me recaté de hacerlo así. Fue condenado por los más votos, perdía y estaba picado14, y quiso despicarse conmigo dejando el taco15 y diciendo: —Bastaba que el señor Feliciano —que este es mi nombre— me condenase sin ser en alta voz para que todos siguieran su voto, que algunos hubiera de parecer contrario.Yo soy desgraciado con él y así estoy con presupuesto de no sufrir más demasías en orden a oponérseme a todas mis acciones. Saliose con esto de allí y no dio lugar a que le satisficiese, que lo iba a hacer, deseoso de que no presumiese de mí que por torcida voluntad yo le hubiese condenado, sino por no tener justicia en la que pedía. Pasose aquel día y esotro por la mañana me dio un criado suyo un papel en el cual me desafiaba y señalaba parte donde me esperaba a las dos de la tarde, con sola su capa y espada. Mucho quisiera excusar por tan leve causa el ponerme en desafíos, mas porque mi contrario no me tuviese por cobarde, sin dar parte a nadie en casa desto, le respondí que aceptaba el desafío y acudiría al puesto a la hora que señalaba16. cipio de la tabla y si entran por la puente ganan dos piedras; si se salió la bola por alguna de las ventanillas, lo pierde todo» (Cov.). Comp. Rojas Villandrando, El viaje entretenido, p. 268: «Cuantos juegos tiene el mundo, / tantos sabe: así a la argolla, / como a naipes y ajedrez, / dados, trucos y pelota». 14 picado: «Encenderse, resentirse y perder la paciencia el que pierde algún juego» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, pp. 191-192: «Díjome mi amigo: “Parad aquí, que vais cansado; al fin sois ya viejo”. Piqueme y díjele: “Queréis que corramos una apuesta, y veremos quién está más viejo?”». 15 taco: «El martillejo con que se juega a los trucos, cuando se hiere con el extremo dél, porque procura atacar su bola por la puentecilla o la del contrario, por una de las ventanillas» (Cov.). 16 Recuérdese que, aunque los duelos estaban prohibidos desde la época de los Reyes Católicos, todavía se llevaban a cabo con relativa frecuencia en razón

CAPÍTULO IX

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Era donde nos habíamos de ver un campo cerca de un monasterio de religiosos descalzos y de unas huertas. Fui a él, hallando allí a don Rodrigo, que así se llamaba mi contrario, saludome cortésmente y yo a él. Apartámonos del camino y, en un sitio solo y sin impedimento de gente, me dijo: —Aquí, Feliciano, podéis oponeros contra mí con la espada en blanco, como lo hacéis en otras ocasiones con la contradición que en vos hallo a todas mis acciones. —Engañado estáis y presumís mal de mí, no conociendo mi sana voluntad —dije yo—, mas bien se ve que la vuestra no es la que debe corresponder a mis deseos, pues fuera de la razón os fiáis tanto de vuestras manos que pensáis aventajarme.Yo quisiera satisfaceros a dos cosas en que me habéis imaginado contrario vuestro. Sé que está de mi parte la verdad y así no pienso cansarme, sino ponerme en puesto donde me castiguéis si tuviéredes poder. Saqué la espada y él hizo lo mismo. Acometímonos con destreza, que él lo era17 y a mí no se me habían olvidado las liciones de mi maestro en armas. Duró el acuchillarnos más de una larga media hora sin hallarse ninguno de los dos herido. Bien quisiera descansar don Rodrigo y así lo dijo. Mas yo le respondí que quien tan alentado venía para castigarme que lo ejecutase. Encendiose con esto en cólera y sin guardar reglas de destreza se arrojó contra mí con una punta18, yo se la rebatí con la daga, y hallándole a mi lado izquierdo le tiré una cuchillada con que le hice una peligrosa herida en19 la cabeza, de que le comenzó a salir mucha sangre que le caía sobre los ojos.Viose con esto congojado y procurando retirarme con otra punta, no le saliendo como pensaba, dio un grito que vino a ser seña para saliesen de tras de un vallado dos amigos suyos, si bien con mascarillas, los cua-

del código de honor vigente. En la novela cortesana, el duelo es episodio más o menos recurrente para el caballero protagonista, al que no le queda otra opción que aceptarlo. Comp., en términos muy parecidos, Castillo Solórzano, Tardes entretenidas, p. 31: «Mucho sintió Eduardo ver que el papel del embajador le obligase a aceptar el desafío». 17 Zeugma: ‘que él era diestro’. 18 punta: atacar con la punta de la espada. Así, «herir de punta, herir de estocada» (Cov.). Era el ataque típico peninsular: «Hiere el español ordinariamente de punta, como otras naciones de tajo o revés» (Cov.). 19 con T.

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les me acometieron. Acusé su villanía20 y comencé a defenderme. Venían bien armados, conque pudieron entrarse conmigo a darme a su salvo dos heridas, una en el pecho y otra en el brazo de la espada, con que no la pude gobernar. No quiso don Rodrigo que yo saliese de la pendencia sin saber a lo que sabía su riguroso acero y así, viéndome sin manos, me dio dos heridas en la cabeza a su salvo con que me dejó en tierra pidiendo a voces confesión. Dejáronme con esto en aquel campo y a más correr se fueron por desusados caminos a la ciudad. Yo quedé en aquel sitio dando voces que me socorriesen y fue suerte mía que viniese de una huerta una señora viuda en compañía de una hija suya, y acertase a pasar por cerca de mí. Oyó las voces y mandó a un criado que supiese lo que era. Llegó donde estaba y viome como os he dicho, ya casi falto de aliento, revolviéndome en mi sangre y pidiendo confesión. Llegó a decírselo a su señora y ella, haciendo acercar el coche, me hizo meter en él y llevó a aquel convento que os he dicho, de donde hizo salir un religioso que me oyó de confesión. No era lejos la ciudad, pues no estaba medio cuarto de legua, con todo le pareció largo trecho para llevarme y así rogó a los religiosos me pusiesen en una cama. Ellos, compadecidos de mi desgracia, lo hicieron y, en el ínterin que me desnudaban y ponían en ella, mandó aquella señora que, en el caballo de la silla que tiraba el coche, fuese el cochero a la ciudad y que llamase a un médico y a un cirujano21 que viniesen a curar. Hízolo el hombre tan bien que con mucha brevedad estuvieron allí.Viéronme las heridas y no les contentaron mucho, y menos mi disposición, que estaba muy sin aliento de la mucha sangre que había perdido. Dejáronme hecha la primera cura al tiempo que mi padre, hermano y amigos acababan de entrar a verme, que el mismo cochero les había hecho relación de cómo me dejaba. Preguntáronme quién me había

20 villanía: ‘vileza’. «De villanos se dijo villanía, por el hecho descortés y grosero» (Cov.). Comp. Salas Barbadillo, La hija de Celestina, PF, p. 185: «Era gente villana y reñían más con la invidia de los viles corazones que con las espadas». 21 médico y cirujano: cumplían funciones distintas en la época. «Antiguamente y en tiempo de Galeno, el barbero, en cuanto sangraba, y el boticario, en cuanto aparejaba las medicinas, y el cirujano, en cuanto curaba las heridas, y el médico, en curar universalmente todo género de enfermedades, estaba reducido a una sola persona» (Cov.).

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puesto en aquel estado. Yo dije que no era tiempo de declararme en aquel particular, sino de encomendar mi alma a Dios, tal me hallaba entonces. Quedose allí mi hermano y mi padre salió a dar las gracias a la señora viuda de haberme traído al convento y hecho llamar al médico y cirujano. Ella le significó cuánto pesar tenía de mi desgracia, convidole con el coche y él se fue acompañándola hasta la ciudad. La ausencia de don Rodrigo le declaró por delincuente en mis heridas, mas por entonces no se supo quién22 habían sido los cómplices en el delito. Dentro de diez días hallaron mejoría en mí, de suerte que de allí a otros diez dijeron el médico y cirujano que podían llevarme en una silla a la ciudad. Hizose así, adonde en casa de mis padres vine a estar en breves días fuera de peligro, si bien muy flaco23. Visitábame un escudero de aquella señora viuda cada día y en uno que me halló a solas me dio un recaudo de parte de su señora doña Leonor, que era la hija de su ama. Contenía el recaudo darme la norabuena de mi mejoría y significarme cuánto había sentido mi desgracia, la cual le había costado muchos desvelos y cuidados. Estimé la merced que me hacía y ofrecime a que, dándome Dios entera salud, sería uno de los más asistentes servidores suyos que tuviese, reconocido siempre de aquel favor. Con esto partió el escudero; no paró en este recaudo, que dentro de ocho días que me comenzaba a levantar, vino y trujo un regalo de dulces de parte desta dama y una banda bordada con cifras24 de su nombre y el mío, para que descansase el brazo que aún no estaba del todo sano. Mandábame traerla en su nombre, que tendría gusto particular en esto, y que de lo que se me ofreciese la avisase. Yo tomé recaudo de escribir y, con los mayores encarecimientos que pude, exageré el gran favor que me hacía sin haber méritos de mi parte para ser digno dél. Este papel ocasionó respuesta y de aquí enlazamos una correspondencia, fomentada con un muy firme amor, que duró cosa de seis meses. En este tiempo hablaba con mi dama por la reja de un jardín casi todas las noches, favoreciéndome con grandes veras doña Leonor. 22

El pronominal quien con valor plural es propio de la lengua aurisecular (Keniston, 1937, pp. 192-193). 23 flaco: «Por translación significa débil, falto de vigor y fuerzas» (Aut.). 24 cifras: «Escritura enigmática con carácteres peregrinos o los nuestros trocados unos por otros en valor o en lugar» (Cov.).

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Tenía esta señora un anciano tío, hermano de su madre, que se hallaba sin hijos y con mucha hacienda, la cual había de dejar a su sobrina como se casase a su gusto, que la que tenía de parte de sus padres era poca, si bien su calidad era grande. Saliéronle algunos casamientos a mi dama y ninguno le satisfacía al viejo, no le contentando los novios por defetos que les ponía. Había tenido ciertos encuentros con mi padre y nunca se tiró bien con él25, mostrándosele contrario en cuanto se ofrecía y ahora en esta ocasión muy parcial con el padre de don Rodrigo, que no volvió más a Málaga, antes se embarcó para Italia, con deseo de ver aquella tierra y aun quedarse en ella y servir al rey por esta causa26. No traté de dar a mi padre cuenta de mi afición por saber que por este caballero no había de recibirle bien. Con esto estábamos los dos amantes aguardando a que la muerte en su mucha edad nos dejase contentos y con hacienda, pero no sucedió así, que en sobrando un hombre en un linaje vive más que dos Matusalenes27. Ofreciósele a mi padre un negocio en la Corte y, por hallarse cansado para asistir a él, libró su cuidado en mi diligencia, enviándome allá. No encarezco cuánto sentí ausentarme de mi dama, pero siendo fuerza hube de obedecer a mi padre, y ella y yo llevar en paciencia este pesar. Al despedirme de sus ojos les vi llenos de lágrimas; acompañándola con el mismo sentimiento, pedila que me escribiese todos los ordinarios y que fuese firme en guardarme la fe y no admitir a otro que a mí por esposo suyo, aunque su tío la compeliese a ello. Así me lo prometió, pero no lo cumplió, como se verá más adelante. La causa de no admitir ningún casamiento el tío de doña Leonor para su sobrina no era porque hubiese defetos en los pretensores, que con muchos le estaba muy bien emparentar y aun tenerlo a mucha dicha; era que este caballero había estado en Indias mucho tiempo, 25 nunca se tiró bien con él: ‘no le tenía simpatía’. Tirar «significa atraer, inclinando la voluntad por alguna especial razón de cariño o aceptación, preferencia, estimación» (Aut.). 26 También, probablemente, por temor de la justicia y de la familia de la víctima. Enrolarse en los tercios españoles de Italia aseguraba el olvido, con el tiempo, de los hechos pasados, así como su perdón por acciones destacadas en servicio del rey. 27 vivir más que dos Matusalenes: ya que Matusalén vivió casi mil años, era nombre proverbial para referirse a la extrema vejez masculina. Comp. Anastasio Pantaleón de Ribera, Poesía satírica y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 135, vv. 153-156: «Y vivid años tan luengos, / como dicen que vivía / Néstor los libros profanos / y Matusalén la Biblia».

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donde dejó un hijo bastardo que sería ya hombre de cuarenta años, a quien había escrito que se partiese a España para hacerle esposo de su sobrina, y de secreto había hecho traer la dispensación28 y la tenía en su poder. Quiso mi corta suerte que el novio esperado viniese en aquella primera flota, desembarcando en Sevilla con salud, y, acudiendo luego a Málaga, fue recibido de su padre con mucho gusto y manifestando a todos ser su hijo trató luego las bodas, dando desto parte a su hermana y ella a Leonor. Lo que sintió verme ausente no se puede ponderar, porque sin duda alguna se saliera de su casa y se fuera conmigo a donde yo la llevara. Viose la pobre lejos de ejecutar esto. Cerca del plazo del consorcio y apretada de su madre y tío y al fin, aunque contra su gusto, se desposó con el capitán don Sancho de Mendoza, que así se llamaba el novio. Escribiome una carta con mil lástimas, significándome no haber podido hacer más resistencia que la que se hizo y que se había casado con un hombre muy fuera de su gusto, con quien viviría muriendo todo lo que la vida le durase, que a no perder el alma se la quitara antes que darle la mano a hombre tan aborrecido de sus ojos. Lo que sentí esta nueva, dejo solo a la discreción vuestra, hija mía, que, amando con tantas veras, de creer es cuán al alma me llegaría el sentimiento. Del que tuve caí enfermo, que estuve muy a pique de perder la vida, y obligué a ir a mi hermano a Madrid a asistirme en cuanto durase la enfermedad. El negocio de mi padre se redujo a un pleito muy reñido con un hombre poderoso y rico, con que duró más de tres años. No me pesó desto, por no volver a Málaga, pues había de sentir mucho ver a mi dama casada. Supe que el primer año su empleo29 tuvo una hija, que era el consuelo de sus aflicciones. Murió su tío y suegro y quedó el capitán hecho absoluto señor de toda su hacienda, que serían más de tres mil ducados de renta30. Era hombre muy miserable, de la data de muchos que vienen de Indias31, pero este no tenía la causa por que

28 dispensación: «La gracia que Su Santidad hace, revocando en aquel particular el derecho» (Cov.), necesaria para llevar a cabo el matrimonio entre primos hermanos. 29 empleo: aquí con sentido de ‘casamiento’. 30 tres mil ducados de renta: efectivamente, dentro de este monto y un poco más oscilaba la renta anual de un caballero. 31 miserable… muchos que vienen de Indias: miserable es ‘avaro’ y, en efecto, los indianos o peruleros tenían fama de serlo. Es de notar, también, que la miseria o ser

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serlo, porque las haciendas de los indianos ganadas con trabajo obligan a ser bien guardadas, y esto les hace miserables; esta se le había venido al capitán sin poner ningún cuidado de su casa, con la cual debiera ser generoso. Verle desta condición desesperaba a su mujer. Yo me estaba en Madrid, tan ajeno de entretenerme los ratos que me dejaba el pleito y otras pretensiones, como si estuviera en un desierto. Cayó mi padre enfermo y fue el último mal que acabó su vida. Fui avisado de su peligro, púseme en camino, mas cuando llegué a mi patria ya había dado cuenta a Dios y su cuerpo ocupaba un nicho de su capilla. Mucho se consoló mi viuda madre con verme, que era yo su benjamín, aunque el hijo mayor, en el amor, se entiende.Yo estuve retirado en casa cosa de un mes y cuando después deste tiempo salía de ella era o a un monasterio de religiosos o al campo, de suerte que nunca me pudo ver doña Leonor, aunque lo deseó mucho. Obligola esto a perder el recato de casada y escribirme un papel, acusando mi extrañeza de vida y dándome hora para que por la reja del jardín donde solíamos hablarnos la viese. Volviéronseme a enternecer32 las heridas y traté de obedecerla escribiéndola, después de darle cuenta de las causas de mi melancolía, que sería muy puntual al lugar donde me mandaba. Llegose la hora, fui y vime con ella. Hubo gran cosa de llanto y quejas de su esposo, si bien no le perdió el decoro con mi vista, sino en solo salir allí. Díjome cuánto se holgaba de verme, que no me escondiese de sus ojos y que creyese que ya su amor se había convertido en otro, que era de tenérmele como a hermano. Yo estimé el favor que me hacía y prometila servir en lo que me mandaba, pues era cosa que tan bien me estaba. Pareciole hora para despedirme, por no ser echada menos de su esposo, que había dejado en la cama, y así nos dividimos. miserable era uno de los vicios más execrables durante el Siglo de Oro. El miserable «está cada día más triste y desventurado y con vida tan trabajosa que si se la dieran por castigo de algunos delitos fuera muy difícil de llevar, pero ¡qué mayor delito que el que comete el avariento contra sí mismo!» (Cov.). Comp. Delicado, La Lozana andaluza, p. 339: «Avisaldo que, si no sabe, sepa que no hay cosa tan vituperosa en el hombre como la miseria, porque la miseria es sobrina de la envidia y en los hombres es más notada que en las mujeres y más en los nobles que no en los comunes y siempre la miseria daña la persona en que reina y es adversa al bien común». 32 enternecer: «Ablandar, como enternecer la cera tratándola con los dedos. Otras veces enternecer vale tanto como mover a compasión» (Cov.).

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De allí adelante continué el acudir adonde ella se hallaba por darla gusto, aunque para mí era martirio, que cada vez que la vía ajena de mi poder, perdía la paciencia. Desta suerte pasé dos años, sin querer tratar de casarme ni aun que me lo mentasen. Sucedió en este tiempo la mayor desgracia que se ha visto hasta hoy, por cuya causa estoy aquí. Fue pues que, habiéndose ido doña Leonor y sus criadas a holgar orilla del mar en un coche y llevando consigo a su hija, que sería de cinco años, el coche se rompió y siendo casi cerca del anochecer hubo de volver el cochero por otro coche en que llevarlas. En el ínterin que él y un criado partieron a esto, anocheció, hallándose solas cerca del mar, en ocasión que ocho moros, que en hábito de cristianos habían entrado en Málaga, volvían a embarcarse para partirse luego. Vieron la presa al ojo y, una barca prevenida, abrazáronse con las mujeres. Quien entre todas se resistió más fue doña Leonor dando grandes voces y echándose en tierra. Quisieron entre dos moros llevarla, mas ella, que era varonil mujer33, pudo sacar a uno un puñal de la cinta y herirle con él.Visto esto por el herido, en venganza de su herida, desenvainó la espada y usó de la mayor crueldad que ha hecho bárbaro, que fue cortar de un golpe la cabeza a la dama, acabando la mayor hermosura que tuvo Europa34. Esto hecho, con la demás gente se embarcaron, llevándose también la niña. Corrió la voz desto luego por Málaga, porque llevó la nueva un pescador que se escondió de miedo de los moros, porque no le prendiesen. Acudió luego toda la ciudad a la marina35, donde vieron aquel trágico espectáculo, que causó compasión y llanto a todos. Las cosas que hacía su esposo eran más de hombre loco que de cuerdo, tal le tenía el sentimiento de la pérdida de su esposa y captiverio de su hija. Lleváronle a casa y con él el cuerpo de la malograda señora. No

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varonil mujer: el adjetivo varonil indica ‘valentía’, comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 244: «Acudieron a regalar a la mal lograda de mi esposa que, aunque era tan varonil, el temor de la tragada muerte la tenía turbada». 34 Esta hipérbole era muy del gusto de Castillo Solórzano. Así, el bachiller Trapaza, «entre las gracias que tenía era una ser el mayor fullero de la Europa» (Trapaza, p. 88). «Será acertado que Vuestra Alteza considere en el bajo estado que fue hallado, en el que ahora goza casado con la más hermosa señora de la Europa» (Tardes entretenidas, p. 335). «El camarero del maestre […] uno de los mayores socarrones disimulados de la Europa» (Noches de placer, p. 354). 35 marina: «La parte de tierra inmediata al mar» (Aut.).

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me excedió el capitán en sentimiento, que fue tan grande el mío que me llevó36 con una enfermedad a los últimos términos de mi vida. Convalecí della y, habiendo en mi convalescencia pensado lo que debía hacer, una noche me salí de casa en un cuartago37 de campo y en él me alejé de mi patria cuanto pude, dejando escrito un papel a mi madre en que la daba cuenta cómo determinaba dejar el mundo y servir a Dios, que se consolase con la presencia de mi hermano, a quien hiciese señor de toda su hacienda, que mi parte se la renunciaba38. Con esto me vine a Sevilla, donde en el monasterio de las Cuevas, que es del Orden de la Cartuja39, tomé el hábito. Pero no fue tan buena mi suerte que pudiese profesar, por otra grave enfermedad que me dio. No se supo jamás que yo allí fuese religioso; tan enfermo me vieron los monjes que pusieron en conciencia que dejase la aspereza del hábito. Hícelo así y curáronme allí hasta que estuve en mis primeras fuerzas. Salí de aquella santa casa con no poco pesar de verme indigno de ser su religioso y, tomando un saco40 como este que traigo, pidiendo limosna llegué a Adamuz, donde estuve dos años en una ermita que está dentro de aquella villa. Pareciome mejor entrarme a vida de más aspereza y así eligiendo este sitio he fabricado este edificio de limosnas, adonde ha deciocho años que estoy. Aquí he sabido que murió mi madre y que mi hermano está muy bien casado y con hijos. El capitán marido de doña Leonor no se ha casado, ni hasta hoy ha tenido nuevas de su hija. Verdad sea que él es tan civil41 que por no gastar en diligencias lo ha dejado así, cosa que todos le culpan, mas

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llego T. Sigo la enmienda de Rey Hazas. cuartago: «Caballo pequeño, que de su natural no llega su estatura a los demás y es como redrojo o enano […] por otro nombre se llaman cuartagos o curtagos» (Cov.). 38 Ya que como hijo mayor es el mayorazgo, «el hijo primogénito en la casa noble, la cual hereda el mayor de los hijos» (Cov.). 39 Orden de la Cartuja: «Orden religiosísima y de grande observancia […] esta religión no solo tiene sus casas en los montes y lugares solitarios, pero los mesmos religiosos, entre sí, están solos y apartados» (Cov.). 40 saco: «Vestidura vil que usan los serranos y gente muy bárbara […]. En la primitiva Iglesia fue hábito de penitencia y se llamó saco benedicto, que hoy decimos San Benito» (Cov.). 41 civil: ‘ruin’, ‘vil’. De civilidad como «miseria, mezquindad, ruindad» (Aut.). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 233: «Enamoran en la comedia, donde toman entre seis un banco a escote, civil cosa para príncipes». 37

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dícese que de aquel sobresalto no está con entero juicio. Tengole por cuerdo en haberle perdido en tal ocasión, que no pedía menos tal desgracia. Esta es mi historia.Ved si he tenido causa para haber conocido la poca seguridad del mundo». Yo aprobé su elección, admirada de la trágica historia de la dama. En esto pasamos aquella tarde, diciéndome el ermitaño que me quería otro día llevar a Adamuz para tratar de vestirme y de enviar a Córdoba, que estaba de allí media jornada. Con esto nos retiramos a la ermita, donde pasamos en ella aquella noche como la pasada.

CAPÍTULO X CÓMO TERESA FUE VESTIDA POR EL ERMITAÑO Y LLEGÓ A CÓRDOBA,Y CÓMO ALLÍ SE ACOMODÓ A USAR DE SU ANTIGUA LABOR, CON OTRAS COSAS

Luego que la aurora comunicó su luz a los mortales, el ermitaño me despertó, que con el desvelo de la noche pasada me había dormido. Púseme en pie y, dejando cerrada la ermita, tomamos el camino de Adamuz, que distaba este lugar de la ermita tres cuartos de legua. Fuímonos poco a poco a nuestro placer, ocupando el tiempo que tardamos en contarme el ermitaño devotos ejemplos. En unos me exageraba la gran misericordia de Dios y en otros su tremendo castigo. Con tan gustosa conversación llegamos al pueblo, donde a la entrada dél estaba la casa de un labrador que aposentaba al ermitaño cuando allí iba. Fuimos recibidos dél con mucho agrado, que la sincera santidad1 del anciano varón merecía tal agasajo. Él le dio cuenta de mi desgracia, de la cual él tenía noticia por haber acudido allí los dos sacerdotes que venían en mi compañía, desnudos como los dejaron atados aquellos ladrones. Dellos supieron mi desgracia, habiendo dado en el lugar no poca compasión, por la cual salió la justicia con más de treinta hombres de cuadrilla en busca de aquella facinorosa gente. Mas, como no tenía lugar seguro, cuando ellos llegaron a la sierra y a la parte que los sacerdotes dijeron, ya se habían ido de allí. El ermitaño en compañía de su huésped salió por el lugar a buscar con qué socorrerme y como el venerable viejo era allí tan bien 1

sincera santidad: porque existían también falsos ermitaños que, bajo la capa de píos, eran ladrones o cómplices de ladrones, como se verá en La garduña de Sevilla. Comp. Justina, II, pp. 429-430: «En mi pueblo hubo uno destos, tan gran ladrón como hipócrita, que en hábito de ermitaño era gran garduño; por tal le prendió el corregidor».

CAPÍTULO X

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recibido entre la gente devota y compasiva, halló con qué me vestir de cosas desechas. Dellas, al fin, tuve con qué cubrir mi desnudez y así mismo cabalgadura en qué llegar a Córdoba. Comí allí y luego me puse en camino, agradeciendo al ermitaño la caridad que conmigo había usado y rogándole que me encomendase a Dios. Él se ofreció a hacerlo, pidiéndome que siempre me inclinase a la virtud2, que procediendo así nunca me faltaría nuestro Señor. Con esto me partí y esa noche llegamos a Córdoba, yéndome a apear al parador de los carros3, donde acudía dejar sus cargas el ordinario4 que me había traído mi ropa. Hallele allí cuidadoso de partir esotro día a Madrid, no sabiendo a quién había de entregar aquella hacienda. Holgose con mi llegada y sintió mi desgracia, de la cual le hice relación, aunque ya se la había hecho Hernando, mi criado, con no pocas lágrimas dos noches había. Holgueme mucho que hubiese llegado a Córdoba, por tener quién me sirviese, que era mozo fiel y de verdad5. Hízome el carretero entrega de mi ropa, aunque fue menester para vestirme descerrajar los cofres y hacerles otras llaves, por haber perdido en la refriega las que traía. Aquella noche lo pasé más quietamente que las pasadas, pareciéndome estar ya en puerto de salvación y libre de trabajos. A la mañana escribí con el carretero a Madrid así a mis viejas como a los Fúcares para que me enviasen nuevas letras, diciendo la desgracia que me había sucedido. Sin esto, escribí también a los mismos por la estafeta que se partía aquella noche. Descansé en aquella posada dos días, en los cuales me vino a buscar mi criado; pero6 contar las cosas de regocijo que conmigo hacía fuera alargarme mucho. Buscamos casa cerca de la plaza y hallámosla a propósito para mi ejercicio. Comencé a manifestar mi habilidad yén-

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Es consejo que también le dan sus maestras de labor cuando queda huérfana. parador de los carros: «El mesón en que se admiten carros o galeras y otros carruajes, que regulamente tiene un gran corral o patio con soportales» (Aut.). Comp. Harpías, p. 51: «Acudió el carro a su parador, donde se desembarazó de aquellas señoras y de su breve menaje de casa». 4 ordinario: se refiere al servicio de correo y transporte llamado ordinario al que encargó llevar su ropa. 5 de verdad: evoca la expresión hombre de verdad, «el que siempre la dice y tiene opinión y fama de ello» (Aut.). 6 para T. 3

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dome a las iglesias a verme con las más bizarras damas que allí vía, con quien me introducía y les decía lo que habían menester para andar bien tocadas, ofreciéndome a servirlas, conque en menos de un mes ya tenía grandes conocidas, que fueron las que bastaron para hacer mi mercaduría muy vendible; y fuéralo más si no fuere por estos mantos de anascote y sombreretes7 que se usan allí, cosa que estorbaba mi buen despacho. Con todo, me iba bien de ganancia y se me gastaba la mercaduría con la buena ayuda que hallé en una criada que recibí, que parece que había nacido para aquello; no vi tan curiosas8 manos en mi vida.

7 mantos de anascote y sombreretes: manto, «el que cubre a la mujer cuando ha de salir de su casa, cubriendo con él su cabeza» (Cov.); anascote, «especie de tela o tejido que se fabrica de lana, de que se hacen mantos y otras cosas» (Aut.). El uso de mantos y sombreros se consideraba de origen sevillano, «pero hacia 1640 parece haber decaído la combinación de ambas piezas, pues Pinelo, refiriéndose a ella, la llama “tapado que no ha muchos años se usaba en Sevilla y en otros lugares de Andalucía”» (Deleito y Piñuela, 1966, p. 170). 8 curiosas: ‘primorosas’, ‘refinadas’.

CAPÍTULO XI EN QUE HACE RELACIÓN DE UN EMBUSTE QUE HIZO, CON LO QUE SOBRE ELLO SUCEDIÓ, HASTA DEJAR A CÓRDOBA

El primero de los galanes calvos que vino baja la cabeza a mi obediencia fue un caballero estudiante, cuyo nombre era don Jerónimo de Godoy, familia muy noble en aquella ciudad1. Era de edad de veinte y cuatro años, muy galán, grande músico y excelente poeta. A este le hice una cabellera con que le dejé otro del que antes era, que, cierto, esto de ser uno calvo cuando es tan como este es un grande defecto y puédensele disculpar las diligencias que hiciere para ocultarle. Dejele hecho un Narciso2 y quedó tan agradecido a mi cuidado que, demás de pagármele muy bien, era de los que más continuamente acudían a mi casa, pues pocos días se pasaban sin que me viese. Cantábamos algunos tonos juntos, no dejando yo mi labor, con que pasábamos las tardes.También él lo hacía por su particular interés, porque como a mi casa acudían las damas a hacer sus moños, participaba tal vez de su conversación, aunque no de sus defectos, que estos, con su licencia3, yo los sabía en otro aposento más adentro. 1

Godoy: «nombre de linaje noble, por ventura se dijo de godo» (Cov.). hecho un Narciso: el narciso o lindo es otro de los personajes de la sátira de la época. Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 171: «Allí, Lázaro, verás tantos Narcisos a caballo discretos y corteses con las damas, diestros y entendidos en las demás acciones». Este vanidoso don Jerónimo de Godoy no era excepción entre los nobles de la época: «El poeta sevillano don Juan de Urquijo refiere que los duques de Uceda, Medina Sidonia y otros, llevaban cabelleras postizas que valían doscientos ducados, hechas por mujeres dedicadas a tal industria» (Deleito y Piñuela, 1966, p. 225). 3 su licencia: «El permiso o beneplácito que se concede a uno para ejecutar alguna cosa» (Aut.). 2

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Un día entre estos que me visitó vino muy melancólico a mi casa. Yo se lo eché de ver, quise saber la causa y no hallé modo como perdírselo. Díjele que cantásemos. —No estoy para solaces, señora doña Teresa —me respondió—, que reina hoy Saturno en mí, aunque bien pudiera Marte, según me hallo colérico4. —¿Y contra quién, mi rey? —dije yo. —Contra una dama que, aunque no había de ser la pendencia con ella, quisiérala tener con su galán por darla pesadumbre. —¿No podría yo saber quién es —repliqué— con confianza de que guardaré secreto? —No es de las que vuesa merced conoce —dijo él—, porque trae hábito que con él no necesita de pelo5. —Viuda es según eso —dije yo—; aunque no sea de mis sufragáneas6 conozco ya muchas en la ciudad. —Pues así es —dijo él—, sin nombrarla, porque importa, diré la ocasión que ha dado a mi enojo. —Vaya de historia —dije yo. Él prosiguiendo dijo: —Habrá cosa de seis meses que en una festividad que había en la iglesia mayor me hallé con otros caballeros de mi edad. Esto fue cerca de unas damas embozadas7 que con solemne risa nos miraban y tenían entre sí gran chacota. Quise atreverme a saber dellas la causa de su contento, si era a costa de alguno de los que allí estábamos. Y así me acerqué a ellas y dije:

4 Saturno… Marte: la melancolía y la cólera, respectivamente. De Saturno se deriva saturnino, «melancólico, triste, silencioso y poco sociable» (Aut.). Comp. Don Quijote, II, cap. IV: «Aunque algunos que son más joviales que saturninos dicen: “Vengan más quijotadas”». 5 hábito… pelo: se refiere a la vestimenta, propia de viudas, que lleva tocas que le cubren la cabeza, por lo que no requiere pelo. 6 mis sufragáneas: ‘mis clientas más fieles’, ya que sufragáneo es «lo que pertenece al sufragáneo [es decir, el obispo], como iglesia sufragánea» (Aut.). 7 embozadas: ‘encubiertas’. Era la mejor manera de coquetear con libertad. Comp. Salas Barbadillo, La hija de Celestina, PF, p. 144: «Preguntándole que a qué hora sería el desposorio porque determinaba ir embozada si en Toledo, por la vecindad de la Corte, en semejantes ocasiones se permitía».

CAPÍTULO XI

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—Muchos deseosos tiene vuesa merced de saber por qué se ríen tanto, temiéndose, y yo el primero, que es a costa nuestra su risa, por defetos que deben de ver en nosotros. Todos hemos comprometido, toque a quien tocare, que vuesa merced nos diga quién es el que padece entre los filos de sus tijeras. Una de aquellas damas dijo: —Si tanto lo desea saber el señor embajador8, sepa que él es el asumpto de nuestra risa. —Daré mucho que hacer en esa materia —dije yo—, por tener tantos defectos. Pero yo perdono el que me han censurado como me le declaren. —Encubierto anda —volvió a decirme la dama. —Pues aun lo encubierto no se escapa de vuesas mercedes —dije yo—, sin duda son zahoríes que penetran con la vista las cosas secretas9. —Han sido públicas hasta ahora —volvió a replicarme. —Ya está vuesa merced entendida —dije yo—. Habrán vuesas mercedes murmurado de mi cabellera. No lo podrán hacer de lo mal hecha que está, como les daba antes ocasión la fiera calva que ha cubierto, que por ser asombro de tales serafines traté de encabellecerla con la ocasión de tener la maestra en Córdoba, a quien vuesas mercedes conocerán tan bien10 como yo, aunque no por este defecto. Cayoles en gracia que yo hiciese gala del sambenito11 con tan buen despejo y así me admitió la que solamente había hablado a conversación.Yo la tuve un rato con ella, sin descubrirme, y confieso que me dejó picado12 con su donaire, que le tiene grande en hablar. No fue

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embajador: ‘emisario’. zahoríes: «El que dice ver lo que está debajo de la tierra o detrás de una pared o encerrado en un arca, o lo que otro trae en el pecho, como no tenga algún aforro de grana. Esta es una muy gran burlería y manifiesto error» (Cov.). Comp. Donaires, I, fol. 73v: «Porque el bien prendido adorno / impide juzgar lo oculto / y yo no soy zahorí / ni dentro las aguas buzo». 10 tambien T. 11 sambenito: ‘tacha afrentosa’. «La insigna de la Santa Inquisición que hecha sobre el pecho y espalda del penitente reconciliado […] aunque para el mundo sea ignominia y afrenta, si los que los traen reciben en paciencia lo que dirá el vulgo, pueden para con Dios merecer mucho» (Cov.). Comp. Don Quijote, II, cap. VI: «Y sus historias, ya que no las quemasen, merecían que a cada una se les echase un sambenito o alguna señal en que fuese conocida por infame». 12 picado: ‘atraído eróticamente’, ‘seducido’. 9

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posible que se me descubriese, ni yo pude penetrar nada por el manto, por ser de tres suelas13. Fuéronse de allí y yo disimuladamente las seguí, teniendo particular cuidado con la que me dejaba tierno.Vila entrar en su casa, donde luego la conocí. Desde aquel día he andado inquietísimo porque me dé audiencia. Hela dado músicas, escrito papeles, solicitado el servirla, dándoselo a entender por terceras, pero no ha sido posible que me quiera admitir, ni que responda a un papel mío siquiera despidiéndome en él. Es mujer moza y hermosa, la calidad es mediana; yo viendo esta esquividad presumí que no era posible sino que a alguno más dichoso que yo favoreciese. He andado con grande cuidado y desvelo por saber esto y al fin he salido con saberlo, teniendo su empleo con muestras de grande amor en una persona que me habéis de perdonar el callarla, por no agraviar su flaqueza». Yo le porfié en que no había de dejar el cuento destroncado14, sino que había de acabarle y tan importunado se vio de mí que me dijo: —Ya que tanto porfía vuesa merced habrá de saber que esta dama debe temer mucho dar cuidado a las comadres15 y así busca de entretenerse con quien le asegure desto, que, hablando con más claridad, es con un cantor de la iglesia mayor, capón16, con perdón de vuesa 13 de tres suelas: «de tres u de cuatro suelas, modo adverbial, que vale fuerte sólido y con firmeza; y así decimos tonto de cuatro suelas» (Aut.). La mujer encubierta era provocadora, comp. Cervantes, El casamiento engañoso, NE, III, p. 223: «Y la otra se sentó en una silla junto a mí, derribado el manto hasta la barba, sin dejar ver el rostro más de aquello que concedía la raridad del manto; y aunque le supliqué que por cortesía me hiciese merced de descubrirse, no fue posible acabarlo con ella, cosa que me encendió más el deseo de verla». 14 destroncado: de destroncar, «se toma por cortar otras cosas, que no sean materiales, como destroncar un discurso» (Aut.). 15 cuidado a las comadres: porque su relación con el capón no entraña riesgo de embarazo y de esa forma no necesitará comadre, «la que ayuda a parir, que cura de la madre y de la criatura. Esta por otro nombre se llama partera» (Cov.). 16 capón: el capón, tanto el cantor como el religioso, era figura satírica habitual. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 429: «Capón, que no es hombre ni mujer y parece entrambas cosas, es gente intratable, que ni merece ser hombre ni se atreve a ser dueña»; también el poema «A la hermosura que se echa a mal, prendada de un capón» (Poesía original completa, núm. 576). Comp. Justina, II, p. 356: «Así que la estatua deste capón tenía el letrero siguiente: “El capón tiene del hombre lo peor y de la mujer lo más ruin”».Una obra manuscrita se encarga de presentar todos sus supuestos vicios, el Diálogo intitulado el capón, de autor anóni-

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merced17. Tiene el mozo buena voz y por allí ha entrado la afición hasta llegar a lo que me ha asegurado de cierta criada que la ha servido y se salió de su casa porque la reprehendió esto. Comenceme a santiguar oyendo el mal gusto de la dama, admirándome de cuán estragada18 elección tenemos las mujeres. —Si a vuesa merced se le ha dado parte del cuento —dijo don Jerónimo—, porque cese el hacerse cruces quiero leerla un romance que a propósito desto la escribo, el cual he hecho esta mañana. Yo le dije que me holgaría mucho de oírle, que siendo de su ingenio y con el picante de los celos19, desde luego me prometía que sería bueno. Él sacó un papel y en él leyó estos versos: Qué mal gusto tienes, Laura20, en favorecer a Olimpo, punto menos de ciclán21 y punto más de lampiño. Contentamientos menguados

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mo. En este último texto se afirma, a propósito de los capones y el amor: «Cosa notable es que con ver ellos cuán impertinentes enamorados son, con todo eso, se derriten de amores y apetecen las mujeres mucho más que los otros hombres» (p. 101). Por otra parte, entre capón y viuda parece haber vínculo folclórico: «La viuda y el capón, lo que come sobre sí lo pon; más breve: La viuda y el capón, sobre sí lo pon. Pon por pone, es muy usado» (Correas, núm. 23776). 17 con perdón de vuesa merced: muletilla insertada cada vez que se alude a cosas bajas o ruines. «Con perdón de vuestras barbas, o de vuestras mercedes. Dícese nombrando cochino o cosa sucia» (Correas, núm. 5446). Es una de las muletillas más censuradas en la época, siempre presente en contextos cómico-satíricos (Chevalier, 2002, pp. 262-265). 18 estragada: ‘desacertada’. De estragar, «echar a perder, borrar, afear, descomponer, arruinar; de estrago, ruina, destrucción, desbaratamiento, etc.» (Cov.). 19 Comp. El mayorazgo figura, vv. 288-294: «Los celos, centellas vivas / del amor, pudieron darme / tal pasión, tanta fatiga, / que a ser lícito estorbara / la conversación, perdida / de cólerica y celosa: / tanto la cólera obliga». Además, «Difinición de los celos», Donaires, I, fols. 118r-118v: «Son (siendo niños) sazón / con que amor más gusto toma, / porque el bocado se coma / con el agrio del limón». 20 Laura: es nombre que evoca a la amada de Petrarca, con lo que ridiculiza más. Una Laura, asimismo viuda, es personaje del poema «A una dama que se enamoró de un pícaro, viéndole sacar una espina de un pie», Donaires, II, fols. 34v-36r. 21 ciclán: «El que tiene solo un testículo» (Aut.). El capón lo es un punto menos, porque carece de ambos.

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hallarán tus incentivos; quien despierta y no ve almuerzo, de balde está el apetito. Espira el trato de amor donde hay gasto sin recibo22; del debe el libro te muestra que del ha de haber no hay libro23. Con privilegio de Venus no entra un capón en juicio, que está de los sellos24 falto y arrugado el pergamino25. Y en amorosas audiencias no halla despacho cumplido, viendo que sus escripturas traen cancelados los signos. En el juego26 del amor es garitero contigo27,

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trato… gasto sin recibo: aprovecha la dilogía inicial de trato (‘negocio’ y ‘asunto’) para jugar con los sentidos de gasto, como «expender o emplear el dinero en algo» (Aut.) y como «emplear alguna cosa o usar de ella para algún fin» (Aut.). Además, recibo, como «escrito o resguardo firmado en que se declara haber recibido alguna cosa» (Aut.) y «admitir dentro de sí alguna cosa» (Aut.), con manifiesto sentido erótico. 23 Comp. Guzmán, II, p. 371: «Como solo mi suegro sabía tan bien como yo el debe y ha de haber de mi libro, no me faltaba el crédito». 24 sellos: alude a la falta de testículos, jugando con el doble sentido de sello. Por un lado, «instrumento en que están grabadas las armas o divisas de algún príncipe, estado, república, religión, comunidad o señor particular y se estampa en las provisiones y cartas de importancia y otros papeles para testificar su contenido y darlo autoridad» (Aut.), cuya forma evocaría aquello de lo que carece el capón y, por el otro, el impreso del sello que le concede el privilegio para competir en la justa amorosa. El campo semántico del estampado se completa con las menciones de pergamino y de escripturas más adelante. 25 pergamino: tomado como «piel de la res […] raída y estirada y aderezada queda muy blanca y muy a propósito para escribir en ella […]. Es de más dura que el papel y así se escriben en ella los privilegios y cosas de importancia» (Cov.). Arrugado el pergamino se refiere al escroto vacío y encogido. 26 fuego T. 27 Comp. El capón, p. 103: «Esta largueza no les nace de liberalidad sino de codicia de lo ajeno, por lo cual aventuran lo propio, y de esta desenfrenada sed de hacienda les nace ser gariteros y por el interesillo que desto tienen sufren mil afrentas a los jugadores que van a sus casas.Yo conocí un capón viejísimo y rico

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Laura, que saca y no pierde28, ley tirana del garito29. Extravagante es tu gusto y singular tu capricho, haber puesto tu afición en quien tiene el sexo ambiguo. Ya no dudo del empleo, aunque lo dudé al principio, ni que la vergüenza pierdas con hombre que es tan raído30. A hacer de limpieza pruebas31 hallará muchos testigos, pues de barba y lo demás a todos excede en limpio. Si al uno añaden dos ceros para ser ciento en guarismo, uno solo apenas vale el que sin ellos has visto32. Más el ruido que las nueces solo por este se dijo,

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que vivió y murió con garito, y aunque los tahúres le comían la cena muchas veces y le azotaban en la cama y hacían otras mil afrentas hasta que lloraba como una criatura, otro día los recibía con tan buena cara como si nunca tal pasara». Más críticas a los abusos de los gariteros en general, comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 238. 28 saca… no pierde: ambos verbos pueden emplearse también con sentido erótico. 29 ley tirana del garito: sobre el afán de lucro de los gariteros, comp. Jacinto Alonso Maluenda y su poesía jocosa, núm. T 1, vv. 21-24: «Es fullera por extremo, / siempre gana, y nunca pierde, / y es garitera, en su casa / procura que todo quede». 30 raído: «raído, el desvergonzado» (Cov.), que hace sentido con el verso anterior. Asimismo, ‘mermado’, de raer, «quitar, como cortando y raspando, la superficie de alguna cosa, con instrumento áspero u cortante» (Aut.), aludiendo a su defecto. 31 de limpieza pruebas: alude a la limpieza de sangre, cuya certificación, llamada ejecutoria, se alcanzaba con testigos que asegurasen tener sangre limpia, es decir, no mezclada. En su caso, el capón es limpio porque no requiere aderezarse la barba y también limpio, o sea, ‘falto’ de testículos. 32 El chiste es diáfano. Para las mismas metáforas obscenas con el uno y los ceros (el miembro y los testículos, respectivamente), comp. la descripción del pícaro sentado, vestido con harapos, y exhibiendo más de lo que debiera, en Donaires, II, fol. 35v: «Y aunque le parece cuatro / en postura de guarismo / ciento en el uno y los ceros / ostenta lo descosido».

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cuando tú estimaras, Laura, más las nueces que el ruido33. Deja el mal gusto que tienes con galán que es perseguido de órganos de faltriquera34 que se tocan con un silbo.

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Excelente me pareció el satírico romance de don Jerónimo y así [lo] celebré35 mucho y le rogué que no dejase de ponerle en manos de la dama, para que viendo que se sabía su mal gusto procurase dejarle36. —No sé qué me diera —dijo don Jerónimo—, por verme vengado de este capón con una graciosa burla. —¿Qué me daréis —dije yo— si se la hago de modo que esa dama le aborrezca, pena de ser ella una mentecata si no lo hiciere? —Una cadena tiene, mi señora doña Teresa —dijo él—, si sale con lo que me promete. —Pues acepto la oferta —dije yo— y vuélvaseme por acá mañana. Verá cómo la trazo, que he menester comunicarla con mi almohada37. —Bien me parece —dijo él—; yo me voy a hacer que este romance llegue a las manos desta señora capona38 y en tanto afile vuesa merced su ingenio, que dél me prometo todo feliz suceso. 33 Chiste que aprovecha el refrán; «Más es el ruido que las nueces» (Cov.), «Más es el ruido que las nueces; cagajones cascabeces» (Correas, núm. 13625). Nueces alude, otra vez, a lo que le falta. 34 órganos de faltriquera: ‘órganos de bolsillo’, aunque juega con varios sentidos de órganos. En primer lugar, órgano refiere «partes que sirven a las acciones vitales» (Aut.), en que se incluyen aquellos de los carece el capón. Luego, en su sentido de ‘instrumento musical’, resulta que no se toca con las manos, sino con el silbo, que es «voz aguda y penetrante de algunos animales» (Aut.) o el mismo sonido que producen los labios humanos; en ambos casos sonidos tan agudos que son como los que registraría la voz del capón (en consonancia con el chiste anterior de ruido y nueces). También juega, probablemente, con huevos de faltriquera, «composición de yemas de huevos conservadas en azúcar, de que se hacen unos bocados o bolillas […]. Dijéronse así porque se pueden guardar en la faltriquera» (Aut.). 35 Es necesario añadir el pronominal para que haga sentido. 36 Este tipo de poemas abundaron en la época. Para tres ejemplos ilustrativos, comp. Poesía erótica, pp. 190-197. 37 comunicarla con mi almohada: recuerda el refrán «Aconsejarse con la almohada. Es tomar consejo de espacio» (Correas, núm. 1233). 38 Por fijarse en un capón. Llamarla capona por adorar a un capón recuerda a La Celestina: «Melibeo soy y a Melibea adoro».

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Fuese don Jerónimo y yo quedé pensando qué burla le haría, dándome un poco de desvelo aquella noche, mas entre varias máquinas39 que formó la idea, se ofreció una a propósito que no vía la hora que comunicarla con don Jerónimo. Volvió esotro día por la tarde a verme, diciéndome cómo sabía de cierto que el papel le tenía en las manos la viuda. Entonces me dijo que fue hija de un mercader que había sido allí muy rico y mujer de otro que la dejó también su hacienda. Preguntele cómo había pasado la noche. Díjome que desvelado, porque demás de buscar la traza para dar el papel, le había quitado el sueño un romance que había hecho a un poeta amancebado con una vieja. —Era destos que llaman cultos40 —me dijo— y hombre preciadísimo de escribir obscuro por imitar al fénix de la cultura, don Luis de Góngora, compatriota suyo, ingenio que tanto celebró España y actualmente celebraba por sus versos41, que los hizo elegantísimos, así en 39

máquinas: ‘tretas’, ‘argucias’. cultos:‘culteranos’. Estos poetas son víctimas del ataque constante de Castillo a lo largo de su obra, como en la novela El culto graduado, incluida en Tardes entretenidas. En el entremés El comisario de las figuras se presenta como una figura más de la Corte a un culto: «¡Figura, figurón y figurísima!; / figura de figuras sin cimientos, / que es lo mismo decir cuento de cuentos. / ¿Escribes en el limbo o el infierno, / que con lo oscuro das tormento eterno?» (Harpías, p. 123). 41 La tendencia general era vituperar a los seguidores de Góngora, antes que al cordobés mismo, al que se le reconocía virtud poética. Además, Castillo Solórzano ejecutó una de las versiones burlescas más célebres del estilo gongorino en su «Fábula de Polifemo», incluida en la primera parte de los Donaires del Parnaso (1624). En su novela El culto graduado, en la cual satiriza el estilo culterano, nuestro autor intenta aclarar que su crítica se orienta a los imitadores antes que al propio Góngora: «Llegaron a sus manos unos de algún autor pesado, de aquellos a quien la rudeza del vulgo llama cultos, siendo este nombre tan opuesto al que merecen; no hablo de particulares sujetos [¿Góngora?] que en la obscuridad de sus escritos han descubierto elegancias y rayos de ingenio, dando con ellos admiración a nuestra nación y las estranjeras» (Tardes entretenidas, p. 266). Por último, el elogio que inserta a continuación («fénix de la cultura») refleja claramente su posición frente al culteranismo: aprecia el original, pero no las malas copias. En similares términos se expresa Lope de Vega. Comp. La Dorotea (pp. 341342): «Algunos grandes ingenios adornan y visten la lengua castellana, hablando y escribiendo, orando y enseñando, de nuevas frases y figuras retóricas que la embellecen y esmaltan con admirable propiedad, a quien como a maestros —y más a alguno que yo conozco [¿Góngora?]— se debe toda veneración. Porque la han honrado, acrecentado, ilustrado y enriquecido con hermosos y no vulgares tér40

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lo grave como en lo jocoso42. Sobre el estar escribiendo unos versos y no quererse ir a acostar hemos sabido que entre él y su anciana concubina hubo una gresca43. A esto me han mandado escribir este romance, que ha de pasar por la aprobación de vuesa merced primero que llegue a manos de quien me le ha pedido. —Yo la daré con pasión44 —dije yo— y así no será buen voto el mío, mas quien le tiene tan cierto de todos45, seguro irá al juicio de los críticos. El romance dice así: A un poeta culterano secuaz de la seta hereje46, antipático de Apolo y de las hermanas nueve47,

minos, cuya riqueza, aumento y hermosura reconoce el aplauso de los bien entendidos. Pero la mala imitación de otros, por quererse atrever con desordenada ambición a lo que no les es lícito, para mostros informes y ridículos». 42 El empleo de era y celebraba hace pensar que originalmente este discurso de personaje era indirecto. Sin embargo, luego introduce hemos y sigue el directo. Debe ser un desliz de Castillo Solórzano o del propio cajista. 43 Parece que la figura de la vieja culta, en este caso amancebada con un poeta de la misma tendencia, era tópica. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 454: «Si la culta fuere vieja, como suele suceder…». 44 pasión: «Se toma por la excesiva inclinación o preferencia de una persona a otra, por interés o motivo particular» (Aut.). 45 Zeugma: ‘quien le tiene [el buen voto] tan cierto de todos’. 46 seta hereje: recuérdese que el peyorativo término culteranismo había sido formado en semejanza a luteranismo, quizás en oposición a católico, «perfecto, sano y cabal» (Aut.). El término culteranismo fue acuñado por Bartolomé Jiménez Patón, señala J. M. Blecua (1977, p. 67). Por otra parte, la vinculación del lenguaje oscuro y la herejía obedece, en el fondo, a que se consideraba que los protestantes basaban sus creencias en un presunto trastocamiento de las escrituras, que los había desviado de la ortodoxia católica. Así se expresa fray Juan de Peña en el proceso contra Bartolomé de Carranza: «A una objeción respondo brevemente, que dicen que algunas de estas maneras de decir es lenguaje luterano. E digo que el lenguaje luterano es lengua herética, lenguaje del infierno e malo […] que los lenguajes usados e que sacan de los santos, no hay por qué los dejar» (García Cárcel et al., 2004a, p. 257). Jugando con la misma idea, Tirso de Molina llama a los culteranos «nuevos dogmatizantes» (Cigarrales de Toledo, p. 197). 47 Ya que Apolo es el dios protector de la poesía y las nueve musas (las hermanas nueve), protectoras de las otras artes.

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a un sujeto en embrión48 que aún las facciones no adquiere, a un genio crepusculante49 si anochece o no anochece, a un transpositor de frasis50 de oscuridad tan rebelde que no hay lince del Parnaso que su sentido penetre51, rindiole el vendado amor, culto por la vista52, un viernes y de una ninfa cecial53 es metrificado arenque54. Era pues la tal muchacha, en edad de cinco veintes, avestruz55 de muchos días,

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48 en embrión: «Se dice: esto está todavía en embrión, esto es, aún no está determinado ni discurrido» (Aut.). 49 crepusculante: derivado de crepúsculo, epíteto caro a los culteranos. Comp. los versos del culto que se leen en El comisario de las figuras: «Bella difusa no, sí luz algente, / a paranconizar la que pulula / crepusculante aurora se vincula / diviciosa en celajes, sí esplendente» (Harpías, p. 123). 50 Por la figura literaria del hipérbaton, otro recurso típico culterano. Comp. la misma crítica al estilo culterano en Trapaza, p. 187: «Los cultos, o incultos por mejor decir, escriban así, hablen frasis bárbaras, hagan transposiciones, encajen una metáfora en otra como cesto sobre cesto, para que el mismo demonio no lo entienda, y vuesa merced se ría dellos dándose a la pura claridad, a lo grave y bien colocado, haciendo la fuerza en el concepto y no en el exquisito modo del decir». 51 Ya que el lince se distingue por su aguda vista. Comp. Donaires, II, fol. 78v: «El vuestro, que anda sulcando / mares de varios países, / para conocer bajíos / le conviene ser un lince». 52 El estilo culto es oscuro y el amor, por su ceguera, anda a oscuras. 53 ninfa cecial: ninfa posee el equívoco de ‘hermosa’ y ‘prostituta’, en tanto cecial, «pescado, quasi ciercial, porque está curado al aire» (Cov.), como la cecina, es metáfora típica para burlar a las viejas. 54 metrificado arenque: es metrificado por poeta y arenque, «especie de sardina que suele secarse al humo» (Cov.), para hacer pareja con el cecial que es la vieja. 55 avestruz: esta ave era tenida por devoradora de casi cualquier cosa (en este caso, de años), pues «traga todo cuanto le arrojan y lo digiere» (Cov.). Comp. Donaires, I, fol. 14v: «Avestruz que no se paga / de dar al comer destierro, / pues en esta edad de hierro / tantas navidades traga». Este verso y los siguientes reiteran la idea de la vieja como devoradora de años.

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tarasca56 de muchos meses. Glotona de navidades57 tantas devorar emprende, que exceda en antigüedad a treinta Matusalenes58. La viviente anotomía59 con carácteres de pliegues60 era la musa gozada del párvulo jovenete61. Venganza de Apolo ha sido que desta manera pene quien afecta oscuridades entre tan claras vejeces, que quiso el tirano amor que en este manjar se cebe, aunque banquete de tabas62 más era para lebreles63. 56

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tarasca: «Una sierpe contrahecha, que suelen sacar en algunas fiestas de regocijo. Díjose así porque espanta los muchachos» (Cov.). Comp. Justina, II, p. 368: «Te podrán también llamar tarasca, porque quien engulle sayas, engullirá también caperuzas y sombreros». Para un chiste casi idéntico (no engulle meses, sino días) contra una vieja, comp. Trapaza, p. 219: «Mas Trapaza anduvo tan fino que, desdiciendo de criado no le pudo la tarasca de días sacarle nada, abonando a su amo y reprendiéndola su terribilidad y mala condición». 57 navidades: ‘años’. «Muchas navidades. Que han pasado por muchos años» (Correas, núm. 14745). Para la misma metáfora de vieja que consume años, comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 708, vv. 17-20: «Dicen, y tienen razón / de gruñir y de quejarse, / que vivís adredemente / engullendo Navidades». Del propio Castillo, «A una dama que se preciaba de moza, no lo siendo, y escupiendo arrojó de vez dos dientes», Donaires, I, fols. 6r-6v: «Confiada señora, / epítome de todas las edades, / que presumes de aurora, / siendo noche de tantas navidades / modera tu contento, / no pienses que es Jordán el pensamiento». 58 matusalenes: Matusalén es el viejo por antonomasia. 59 anotomía: «Metafóricamente llama así el vulgo a los esqueletos o a los que cuerpos que están muy flacos y decaídos» (Aut.). Comp. Cervantes, Coloquio de los perros, NE, III, p. 301: «Ella era larga de más de siete pies, toda era notomía de huesos, cubiertos con una piel negra, vellosa y curtida». 60 carácteres de pliegues: ‘señales de arrugas’. 61 párvulo jovenete: ambos eran latinismos difundidos por la poesía culterana. 62 tabas:‘huesos’. «Huesecillo que tiene el animal en el juego de la pierna» (Aut.). 63 lebreles: «Díjose lebrel por el talle que tiene del perro que mata las liebres» (Cov.). Comp. Donaires, II, fol. 119r: «Parézcome a aquel lebrel / (si en un modo, no en la traza) / que entre sueños vio la madre / del santo Guzmán de España».

CAPÍTULO XI

Cansado de ropa vieja que al baratillo64 se vende con la nueva se acomoda que le abrigue65 y que le alegre. A unos ojos que en su casco66 infinito azogue67 tienen para más enamorarles hizo estos elogios breves: «Gémina de Anarda luz68, finita no, si perenne, que ministrando esplendores imperiosa rindes mente»69. Con el hurto entre las manos le cogió Sara70 Meléndez,

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64 baratillo: «Cierta junta de gente ruin, que a boca de noche se juntan en un rincón de la plaza y debajo de capa venden lo viejo por nuevo y se engañan unos a otros» (Cov.). 65 abriegue T. 66 casco: ‘cuenca del ojo’. Para referirse a los ojos bizcos de la vieja enamorada. 67 azogue: ‘viveza’. 68 gémina de Anarda luz: ‘luz duplicada de Anarda’. Gémina es «duplicado, doblado, repetido. Es voz latina geminus» (Aut.) para referirse a los ojos, la luz. Anarda es seudónimo poético de Ana. Como nombre tópico para burlar a viejas, comp. Jacinto Polo de Medina, Poesía satírica y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 141, vv. 81-82: «De tus melindres, Anarda, / esta es abreviada cifra». Castillo ya había compuesto un poema con el argumento de los amores de la vieja Anarda y el poeta culto, llamado el licenciado Ribete, comp. Donaires, I, fols. 128v-129v, y una «Respuesta en verso culto» del mismo poema, fols. 130r-130v. Anarda también es la vieja protagonista del romance «Pintando lo que sucedió una mañana de mayo, en el Sotillo de Manzanares», Donaires, II, fols. 8r-11r. En Trapaza, el abufonado don Tomé, figurón y culterano, compone versos similares en honor a su dama: «Gémina luz viviente / presta ocasos, purpúreos zafiros / no ya visible, algente / sí, en cóncavos retiros, / por quien Delio esplendor anima giros» (Trapaza, p. 185). 69 Comp. Lope de Vega, Poesía satírica y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 86, v. 9: «¿Por qué me torques bárbara tan mente?»; y Los celos de Escarramán, vv. 340342: «Terrible te enojas mente; / de tus no creas criados / que sin tu harán gusto cosa» (Di Pinto, 2005, p. 279). 70 Sara: o Sarra, nombre proverbial de vieja. «Es más vieja que Sarra. Este parece tomado de Sarra, mujer de Abraham, que ella dijo era vieja para tener hijos y en la vejez tuvo a Isac» (Correas, núm. 9383). Comp. Donaires, I, fol. 5v: «Doña Sara y doña Eva, / con embarnizados rostros, / desmienten ancianidades / haciendo melindres mozos».

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abismo de tantos siglos, y con el culto arremete. El delincuente pulgar agarró para morderle desde una boca Tebaida71 un anacoreta diente72. Tal fuerza para su daño hizo con el hueso fénix, que en lugar de renovarse fuera de su centro muere73. Substituyó bien logrado la venganza que pretende en faraonas74 encías que magullando atormenten. Tuvieron los mordiscones correspondencia en cachetes75, que con recíproco agravio menos el duelo se siente. Rebeldías del disgusto satisfacciones las vencen; Sara perdona su agravio y el culto lo mismo ofrece.

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71 boca Tebaida: ‘boca vacía, desértica’. Tebaida era la región de Tebas, en Egipto, donde se retiraban los ermitaños (y Anarda ya solo tiene un diente). 72 anacoreta diente: porque está solo. Para la misma metáfora, trayendo a cuento también el desierto, comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 708, vv. 7376: «Vieja de diente ermitaño, / que la triste vida hace / en el desierto de muelas, / tenga su risa por cárcel». 73 Alude a sus dos sentidos, el de ‘único’, ya anotado, y el de ‘ave que resucita de sus cenizas’. Este diente, pese a ser fénix, no se renueva. Comp. Tirso de Molina, El bandolero, p. 342: «Por el Fénix solo / se llama primogénito de Apolo / (fecundo en su ceniza, que a otro cria, / y no se satisface / hasta que, muerto él mismo, él mismo nace), que no se blasonara / Fénix, si vivo vidas duplicara». A diferencia del fénix, que renace en su nido (su centro), el diente, al caer, muere fuera del mismo. 74 faraonas: ‘crueles’, aquí con ironía. Comp. Harpías, p. 109: «Moviéronse otras pláticas con que se acabó la visita, quedando en ella la dama no poco descontenta, con que la obligó a buscar otro modo para sacarle jugo a aquel pedernal Faraón». 75 cachetes: «El golpe que se da con el puño cerrado y por debajo del brazo, teniendo cacho y corvado al que está maltratando o por estar la mano cacha, conviene a saber encogida» (Cov.).

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Mostró enconado76 el pulgar y ella que su daño siente para mitigar su encono77 chupósele muchas veces.

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Muchísimo le encarecí lo bien escrita que estaba la sátira y cierto que le merecía su donaire, que le tenía grande en escribir jocoso. Díjome cuán gustoso estaba con mi aprobación, que la estimaba más que todas las de sus amigos. Dejamos esta plática y metímonos en la de la burla que había maquinado hacer al capón. Comuniquela con don Jerónimo y a él le pareció bien.Yo le dije que a no estar de partida para Sevilla no me atreviera a emprender tal cosa, porque sabía cuán pesada le había de salir, pero que ese había de ser el dejo78 con que me despidiría de Córdoba. Pesole de oír esto a don Jerónimo y díjome que él alzaba la mano79 del concierto si eso había de costar la burla.Yo le dije que me burlaba; lo que había de hacer era procurar que el capón me viese en mi casa con fin de oírle cantar. Ofreciose a esto don Jerónimo y encargó a un amigo suyo que me lo trujese. Hízolo esotro día, exagerándole mi buena voz. Entró el presumido castrado a verme muy galán. Éralo, cierto, y no poco curioso80. Traía olorosos guantes de ámbar ruciente81, hábito de gorguerán82 y 76 enconado: de enconar, «encruelecer, inflamar, poner de peor calidad la llaga o la parte lesa del cuerpo» (Aut.). 77 encono: «Este nombre no se usa en lo que pertenece a enfermedades y llagas del cuerpo, sino en lo que mira a los afectos de la irascible y pasiones violentas del ánimo colérico e irritado» (Aut.). Un poema de J. A. Maluenda (amigo de Castillo Solórzano en Valencia) recoge la misma situación ridícula de la vieja que le muerde el dedo al poeta culto; así, como lo observa Arellano, es probable que este poema inserto en nuestra novela provenga de las reuniones académicas valencianas (Jacinto Alonso Maluenda y su poesía jocosa, p. 15). Lo mismo podría especularse, aunque sin arriesgar más por falta de pruebas, sobre los otros poemas jocoserios presentes a lo largo de Teresa de Manzanares. 78 dejo: «El fin con que alguna cosa acaba y se deja en cuanto a los sabores. Lo último que queda de la cosa que se ha gustado llamamos dejo» (Cov.). 79 alzaba la mano: «Alzar la mano de una cosa, no proceder adelante en ella» (Cov.). 80 curioso: ‘primoroso’. 81 ruciente: derivado de rucio, es decir, «de color parecido al oro» (DRAE), para ponderar la calidad del ámbar con el que se han perfumado los guantes. 82 gorguerán: o gorgorán, «tela de seda con cordoncillo, sin otra labor por lo común, aunque también los había listados y realzados» (Aut.).

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TERESA DE MANZANARES

bien aderezado cuello83. Ofrecióseme por muy mío, estimé la merced que me hacía y después que hubo un poco de razonado84, en que yo sazoné la conversación con gustosos cuentos, le puse una guitarra en las manos. Anduvo no poco galán, que tenía de músico esto de ser muy rogado85. Cantó un par de sones con mucha destreza y cierto que la voz era admirable. Alabéselo todo con grandes encarecimientos, con que quedó desvanecido y más como me oyese decir que no había en la Corte quién le excediese, y que creyese esto de mí, que había oído todas las buenas voces della. Pidiome que cantase algo. No me hice de rogar, procuré cantar con cuidado y como me ayudaba la buena voz, que no era inferior a la suya, dile ocasión para corresponderme, habiéndome oído, en los encarecimientos. Con esto le canté otros dos tonos de letras nuevas que él no había oído. Pidiómelos y yo le dije que le serviría con ellos y con los demás que supiese, que le advertía que eran86 de los mejores maestros de la Corte, la música y la poesía de los mejores poetas que cursaban la Academia de Madrid87. Supliquele me viese en particular esotro día a solas, porque tenía un negocio que comunicar con él que le podría

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La esmerada vestimenta hace pensar en un galán rico que tira a lindo. Respecto a los guantes, precisamente «los mejores eran los de ámbar, llamados de tal modo por impregnarse su piel con este aroma. Algunos estaban bordados con hilos de oro» (Deleito y Piñuela, 1966, p. 176). Comp. «Contra el amor de casadas y viudas», Huit petits poèmes, p. 290: «Aguas y guantes de olor, / las joyas y los doblones / con que temple sus pasiones / el pobre del amador». 84 razonado: ‘conversación’. Comp. Harpías, p. 103: «Si mucho se pagó el genovés de lo hermoso de la dama, no lo quedó menos de lo razonado, que como era discreta, le mantuvo una larga hora de conversación muy entretenida». 85 Este vicio también lo apunta Cervantes, comp. El celoso extremeño, NE, II, p. 195: «Verdad es que antes que dijese esto había pedido con muchos ruegos a su maestro fuese contento de cantar y tañer aquella noche al torno, porque él pudiese cumplir la palabra que había dado de hacer oír a las criadas una voz extremada, asegurándole que sería en extremo regalado por todas ellas. Algo se hizo de rogar el maestro de hacer lo que él más deseaba; pero al fin dijo que haría lo que su buen discípulo pedía, solo por darle gusto, sin otro interés alguno». 86 era T. 87 Academia de Madrid: conociendo la biografía del autor, ha de referirse a la que se reunió entre los años 1617-1622, regentada por Sebastián Francisco de Medrano. Además de Castillo Solórzano, participaron en ella Francisco de Quevedo,Vélez de Guevara, Guillén de Castro,Tirso de Molina, Salas Barbadillo, Pérez de Montalbán, entre muchos otros (King, 1963, pp. 49-57).

CAPÍTULO XI

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importar. Algo se sospechó el presumido hombre sisado88 que era cosa de afición y así me prometió venir y obedecerme. Con esto se despidieron él y el amigo de don Jerónimo que le llevó. Vino don Jerónimo esa noche a verme y a saber cómo me había ido con la visita. Díjele lo que habíamos pasado en ella y cuán amigos quedábamos, que era esto el fundamento para la burla. Supo cómo le aguardaba esotro día y fuese con esto, animándome a que emprendiese la burla, que allí le tenía para defenderme de lo que viniese. No se descuidaba nuestro licenciado Capadocia89, que a las dos de la tarde ya estaba en mi casa con diferente vestido que el del día pasado y muy en ello90. Después que hubo un poco de conversación, haciendo yo mi labor de moños, que él celebró mucho, tomé desto ocasión para decirle, hallándome a solas: —Señor licenciado, ayer supliqué a vuesa merced me la hiciese de verme91 hoy para comunicarle un negocio que, si propuesto no gustase vuesa merced de la ejecución, haga cuenta que no le he dicho nada. Yo, habiendo considerado en la persona de vuesa merced tanta gala, tanta bizarría, tan buen entendimiento, tan dulce y extremada voz, acompañada con tanta destreza, me daba un pesar de que todo esto se hallase en sujeto en quien haya la falta que todos vemos, habiendo tanta sobra de gracias. Comenzó a ponerse colorado y a morder de un guante, y yo le dije, conociendo que le comenzaba a pesar de la plática: —Vuesa merced no ha de sentirse de lo que le voy diciendo, que es fuerza tener la plática este principio para el fin a que la enderezo —y así proseguí—; pues como digo, teniendo este sentimiento de que 88

sisado: ‘recortado’. Alude a su condición de eunuco. El chiste sobre el capado refiriéndose a aquella remota región es tópico. Cuando amenazan a Estebanillo con caparlo, Estebanillo, II, p. 80: «Me acabé de desmayar juzgándome vecino de Capadocia». Rodrigo de Herrera, Castigar por defender, en Comedias burlescas del Siglo de Oro, III, vv. 315-319: «Esperanza: A jabalíes de fama / Capadocia los infama, / pues los capones, Princesa, / son buenos para la mesa / pero no para la cama». Más ejemplos en Bershas, 1961, pp. 33-35. 90 muy en ello: lo tilda de confiado y de afeminado. «Iba yo muy en ello. Pardiez, Pedro, que te lo creo. Ir en ello, o muy en ello, es llevarlo creído por seguro y cierto y advertido; y de una que va muy galana se dice que va muy en ello; como que advirtió a ponerse bien» (Correas, núm. 11654). «Ir muy en ello. Ir con advertencia y lisonja; a una que va galana» (Correas, núm. 11724). 91 Zeugma dilógico: ‘rogué a vuesa merced me la hiciese [merced] de verme’. 89

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TERESA DE MANZANARES

vuesa merced no sea muy cabal, he querido comunicarle una habilidad que tengo, que es, ya que lo más no se puede remediar, por lo menos encubrir lo que se ve y que los que no conocen a vuesa merced no le tengan por falto de nada. Y así, hágole saber que yo hago una distilación por quintas esencias tal, que con ella lavando vuesa merced su rostro nueve noches cuando se fuere a acostar, quedará al cabo de estos días con barba. Este es remedio tan probado, que se hizo la experiencia en un criado mío que me sirve y le verá vuesa merced con mostachos. Llamé luego a Hernando y viole, quedándose admirado de lo que oía y no poco contento en lo interior.Yo proseguí diciendo: —Esta habilidad, señor mío, fuera muy bien premiada si como vuesa merced hubiera un millón de hombres en el mundo. Mas todos los que padecen este defecto o son pobres o religiosos, que se les da poco por encubrirle, ya que han sido conocidos. Solo con un hijo de una señora he hecho esta experiencia, por quien se hubo de hacer la prueba en este mozo, que de agradecimiento desto me sirve habrá cuatro años, el cual me gratificó bien el dejarle con apariencia de hombre. No digo esto por encarecer la cura, que mi intención es de servir a vuesa merced y dejarle a su cortesía después el hacerme favor. Era el señor capón mollar de entendimiento y cayó al punto en el garlito92 creyendo93 lo que le decía y así, alegre sobremanera, me dijo: —Vuesa merced, señora mía, no debe de ser criatura mortal, ángel sí, que ha venido a esta ciudad para mi consuelo. Mil gracias doy a Dios por habérmela dado a conocer.Yo, señora, tengo la presencia que vuesa merced sabe, bastante no solo a agradar con ella a los hombres que trato familiarmente, mas a las mujeres, y certifícola que, aun con mis tachas, soy solicitado más por mi talle y gala que por mi voz. Quiso mi corta dicha dármela buena cuando niño y un tío mío, tutor de una poca de hacienda que me dejó mi padre, sin haber en mí rotura alguna me hizo violentamente castrar, que cada vez que me acuerdo desta inhumanidad pierdo el juicio. Hízolo con celo de que tuviese aumentos a costa de mis menguas. Téngolos, porque aquí me

92 garlito: «Celada, lazo o asechanza, que se arma a alguno para molestarle y hacerle daño» (Aut.). Comp. Donaires, II, fol. 87v: «Las piscatrices busconas, / piratas destos distritos, / porque todo peje caiga / echan redes y garlitos». 93 creyendola T. Quizás porque olvida que habla en primera persona.

CAPÍTULO XI

305

dan ochocientos ducados de renta94 y porque me hallo bien en esta ciudad no estoy en Sevilla o en Toledo, que ya me han rogado con mayores partidos95. —Debe vuesa merced de tener aquí amores —dije yo. —Prometo a vuesa merced —dijo él—, si lo hemos de decir todo, que no falta quien me favorezca, que todo se gasta en este mundo y tal hay que con mis faltas me adora. Conociendo la hilaza que descubría el licenciado96, yo me di por victoriosa de la conquista que emprendía. Llegó a exagerarme tan por menudo sus perfecciones que me dijo que calzaba solos siete puntos de zapato, cosa desusada en los que padecían su defecto, pues universalmente tenían todos grandes pies97. —Vamos a lo esencial —dije yo—; vuesa merced ya ha visto este mozo. Si quisiere enterarse más de que le trato verdad yo le mandaré que se deje reconocer de vuesa merced, que no quiero que me tenga por embustera. —¡Jesús, señora mía! ¿Había vuesa merced de tratar de cosa que después no saliendo con ella quedase en mala opinión? Yo la tengo creída y así me pondré en sus manos, quedando muy satisfecho de que me deje tan bien barbado como a este galán. 94 ochocientos ducados de renta: recordemos que Teresa recibió mil ducados como herencia de su primer marido fallecido.Teniendo en cuenta que el capón no tiene mayores gastos familiares, sus ingresos le permiten vivir bien. 95 partidos: «Conveniencia ventajosa, en orden de algún empleo u estado» (Aut.). 96 La expresión recuerda la frase descubrir la hilaza, «hacer lo que no prometió ni correspondía y descubrirse él mismo con sus obras» (Correas, núm. 6894). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 281: «Presto ha descubierto vuesa merced la hilaza y la condición que tiene, como hombre al fin y más mudable que todos». 97 Inclusive si el capón calzase siete puntos, escapa de la medida aceptable, que rondaba los cinco o seis puntos. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 688, vv. 37-38: «Seis puntos de zapatilla / pido, y diecisiete calzo». El comentario de «cosa desusada» se explica a partir de la idea, arraigada en la España de la época, de vincular el tamaño del pie y de la nariz con el del miembro. Precisamente de los capones se decía que sus pies engañaban, dado su gran tamaño. Comp. Poesía erótica, núm. 97, vv. 5-12: «La regla muy general / del patituerto calzado / es contraria en el capado / cuanto al miembro genital; / su medida es de un dedal: / ¡mira qué negra ración! / Tiene grandes las patas / y chiquito el espolón». Este poema también se introduce en el diálogo anónimo El capón, en el cual, además, se da fe de su amplia difusión y popularidad al comentar: «A fe de soldado que son a propósito las coplillas, aunque viejas» (p. 82).

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TERESA DE MANZANARES

—No quiero yo —le dije— que vuesa merced tenga zalea98 de barba, que eso en mi mano está, sola la suficiente a un hombre de su parte y en las partes que se requiere la he de poner, dándole muy poblados bigotes y clavo99. —¿Pues qué se ofrece para que comencemos esto? —dijo él—.Yo deseo verme en otro semblante. —Que tenga vuesa merced paciencia —dije yo— y un poco de ánimo para darme dineros con que compre las raíces, gomas, piedras preciosas y perlas de que se ha de sacar esta agua, que de todo esto consta. —¿Cuánto era100 menester? —Hasta mil reales101 —dije yo— costará todo, que es cosa de estima, como vuesa merced ve. —No me da cuidado aunque sean más. Yo enviaré dos mil para que vuesa merced a su gusto compre cosa buena y que aproveche. Con esto se despidió, diciéndome que otro día enviaría a un criado suyo con el dinero. Encarguele mucho que no comunicase el secreto con nadie, aunque fuese con el dueño102 de su alma. —Vuesa merced pierda cuidado —dijo él—, que antes quiero que de repente me vea más galán y con la perfección que me falta. Con esto se despidió de mí y me dejó admirada que tan fácilmente hubiese creído un disparate como aquel.Vino luego don Jerónimo y díjele lo que pasaba, conque mostró el mayor contento del mundo diciéndome que saldría con mi burla sin duda alguna, porque el sujeto era a propósito, faltándole entendimiento y sobrándole presunción. El día siguiente no se descuidó el buen capón, que con dos criados me envió los dos mil reales y un presente de dulces por principio 98

zalea: «La piel por esquilar, que está con su lana o vellón» (Cov.). clavo: ‘perilla’. Comp. Quevedo, Entremés de la ropavejera, vv. 69-72: «Ortega: ¿Habrá un clavillo negro de Meléndez / y dos dedos de bozo, / con que mi cara rasa / pueda engañar de hombre en una casa?». 100 Cotarelo y Rey Hazas enmiendan por será. Conservo la lectura del original porque el capón puede estar pidiéndole a Teresa que recuerde cuánto dinero necesitó en la cura del muchacho que ella acaba de presentarle. Sin embargo, la enmienda es plausible si se considera que Teresa le responde en futuro. 101 mil reales: es un gasto significativo para el capón, ya que su renta de ochocientos ducados equivale a casi nueve mil reales. Teresa le está pidiendo desembolsar más o menos la novena parte de su renta anual. 102 dueño: la viuda a la que galantea. 99

CAPÍTULO XI

307

de paga. Costome la burla haber de desengastar unas piedras de unas sortijas que tenía y en particular en una joya de diamantes que me dio mi esposo cuando me casé. Sin esto, por hacer más número, rogué a don Jerónimo me trujese otras si tenía algún lapidario103 conocido, que, aunque no fuesen finas, el sujeto del capón era fácil de engañar y quería que viese la prevención que hacía para su cura. Hízolo así don Jerónimo y, en tanto que me las traía, yo me previne de cantidad de alambiques y de fornacha104, poniendo en astillero105 la distilación para que la viese el licenciado. Hice traer también yerbas de la botica y todo esto escribí en una larga recepta para satisfacer al paciente. Vino a verme aquella tarde y hallome cercada de alambiques, de yerbas, de raíces y de cajuelas de piedras y perlas, conque quedó muy contento viendo que no me descuidaba. Prometíame montes de oro si le dejaba barbado.Yo se lo aseguraba con tanta certeza como si ya lo estuviera, conque estaba loco de contento. Era mi ruiseñor aquellas tardes y no había día que no me viese. Ya había puesto una alquitara106 con dos alambiques en un aposento encima de donde hacía labor y dellos destilaba una agua de la primera yerba olorosa que se me vino a la mano. Esta le daba a entender que había de ser destilada otras dos veces. No hacía sino preguntarme cuándo se acabaría la distilación y yo le decía que presto, yéndole entreteniendo por que continuase con los regalos que todos los días me enviaba. Pareciéndome que ya era bien concluir con este engaño y dar venganza a don Jerónimo, saqué una agua fuerte107 por la alquitara, que puesta en cualquiera parte abrasaba y dejaba señales. Desta llené una pequeña redomilla que di al capón diciéndole que con aquella agua 103

lapidario: «El que trabaja y labra las piedras preciosas, o tiene conocimiento de ellas» (Aut.). 104 fornacha: variante de hornaza, «horno pequeño de que usan los plateros y fundidores de metales, para derretirlos y hacer sus fundiciones» (Aut.). 105 poniendo en astillero: «En puesto, dignidad o empleo importante» (DRAE). Quiere decir que Teresa hace pasar la destilación como un procedimiento complejo, seudocientífico, para impresionar a su víctima. 106 alquitara: «Lo mismo que alambique, aunque más comúnmente por alquitara se entiende la que está hecha de plomo u de otra materia y tiene la cazuela de cobre» (Aut.). 107 agua fuerte: «Es la que se compone de vinagre, sal y cardenillo, sacada al fuego. Es útil para muchas cosas y particularmente con su fortaleza disuelve la plata y otros metales, por cuya razón se llama agua fuerte» (Aut.).

308

TERESA DE MANZANARES

se había de lavar muy bien y cubrirse lo lavado con un paño y que, aunque escociese, lo sufriese con paciencia, que aquello era obrar la naturaleza para abrir las vías por donde había de barbar. Díjele que se había de lavar los dos lados, el bozo y la barba. El capón tomó su agua y por principio de paga me dio una sortija con cinco diamantes, diciéndome que aquello no lo tuviese por paga, que con más me había de servir. Él se fue y yo quedé disponiendo mi mudanza a otra parte, porque sabía cómo había de quedar el enamorado capón. Hallome don Jerónimo previniendo mis cosas y pareciéndole que él era causa de mi mudanza, quiso que la hiciese a una casa de un tío suyo, canónigo de Sevilla, donde él asistía por su ausencia. Era fuera de la ciudad y con muy grande jardín. Allí llevé mi ropa, con ánimo de no salir donde me viese nadie hasta partir de Córdoba. Volvamos al capón que, llegada la hora del acostarse, se lavó muy bien, guardando el orden que su médica le había dado, y poniéndose el paño se entró en la cama. Comenzó el agua a hacer su efecto, dando terribles dolores que él sufrió por ver cuánto le importaba barbar. Fue bastante el lavatorio para no dormir en toda aquella noche. Levantose a la mañana y, acercándose a un espejo, se quitó el paño, viendo la más lastimosa labor procedida del agua que sus ojos habían visto. Todo el rostro tenía llagado y no así como quiera, según supimos de los que le vieron, sino con heridas para curarse muchos días. Envió luego a un criado a darme aviso de cómo estaba y, como viese mi casa cerrada y que los vecinos le informaron de mi mudanza, volvió a decírselo a su afligido señor, el cual se dio por engañado, congojándose de tal manera que le sobrevino una calentura, con que tuvieron en qué entender dos médicos y un diestro cirujano. Corrió la voz por Córdoba de la burla de la castellana, que así me llamaban todos, y hablaban de diversas maneras en ella. Unos se holgaban del castigo del capón, enfadados de verle tan presumido, y otros decían que había sido inhumanidad tratarle de aquella manera. Más de un mes estuvo el desdichado en la cama, quedando de la refriega no solo con señales en el rostro, pero con muchas rugas108, de suerte que estaba feísimo, con lo cual la viuda dio en aborrecerle y se dejó la amistad.

108

rugas: ‘arrugas’. Comp. Donaires, II, fol. 100v: «Que fue ver entrar la vieja / con las cejas de alcohol / y más rugas en la cara / que líneas mapa admitió».

CAPÍTULO XII EN QUE REFIERE LA SOBREBURLA QUE SE LE HIZO AL LICENCIADO, Y CÓMO DEJÓ TERESA A CÓRDOBA Y SE FUE A MÁLAGA

Mientras pasó la borrasca del capón no salí de casa de don Jerónimo, llevándome él nuevas de todo lo que pasaba y así mismo de la figura con que quedó, que era motivo para mofar todos dél. No salía sino a la iglesia, a su coro, y luego se volvía a la posada. No quiso don Jerónimo, con haber logrado su venganza, dejar de pasar con la burla adelante, y así con la ocasión de estar allí un autor de comedias1 escribió un entremés en que acomodó la burla. Diósele al autor y él le repartió entre los compañeros y ensayó hasta saberle muy bien. Llegose el día en que se representaba y este me llevó don Jerónimo embozada a la comedia. Púseme un manto de tres suelas2 y mi sombrerillo y así, sin que nadie me conociese, pude estar en el teatro y ver representar el entremés que por dármele después don Jerónimo y saberle de memoria quiero que el letor se entretenga un rato. Era este:

1 2

autor de comedias: ‘empresario teatral’. de tres suelas: ‘muy grueso y firme’.

310

TERESA DE MANZANARES

EL BARBADOR3 FIGURAS

PIRUÉTANO4 PESCAÑO LAMPIÑO 1 CALVO CAPÓN LAMPIÑO 2 MÚSICOS Salen Piruétano y Pescaño. PIRUÉTANO

¿Te admiras?

PESCAÑO

Sí, que siento de que trates emprender tan notables disparates.

PIRUÉTANO

Tú no sabes, Pescaño, a cuánto obliga esta necesidad, fiera enemiga. ¿Pusiste ya los rótulos?

PESCAÑO

Sí, amigo, ya los dejo en esquinas bien fijados y a todos sus lectores admirados. En ellos dice que Ozmín5 Piruétano de Bochinchina, de nación griego6,

3

5

Este entremés es polimétrico. Presenta silva de pareados con versos libres entre vv. 1-111. El resto es romance de rima é-e, con un romancillo entre vv. 186-197, y seguidillas en vv. 198-201 y 224-227 (aunque dentro del texto se anuncia estas últimas como letrillas). 4 Piruétano: o peruétano, «la pera o peral silvestre. Algunos dicen piruétano […] por translación se llama cualquier cosa larga, que entre otras cosas sobresale como en punta» (Aut.). Se trataría entonces de un personaje larguirucho, en lo que reside parte de su comicidad. 5 Ozmín: nombre de moro, como el Ozmín de la Historia de los enamorados Ozmín y Daraja, novela morisca incluida en la primera parte del Guzmán de Alfarache (1599). 6 griego: origen exótico para la época, su lenguaje había de ser naturalmente ininteligible. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 431: «Griego y hebreo, como

CAPÍTULO XII

ha llegado del Asia a aquesta Corte trayendo del Gran Turco pasaporte, el cual con cierta confección se atreve a que, en espacio breve, barbas hará nacer al más lampiño y al que fuere castrado desde niño; ítem, al que tuviere la mollera7 más lisa que su loza en Talavera8. ¿Esto podrás cumplirlo? PIRUÉTANO

En ningún modo, mas con la industria yo saldré de todo.

PESCAÑO

El cielo me asegure los temores de verdugo, borrico y chilladores9.

PIRUÉTANO

¡Qué necio estás, Pescaño! Emprende osado que al atrevido favorece el hado10. Dime, ¿un amolador11 no se sustenta echando aquí a perder toda herramienta y con ver todos que hace aqueste daño no le falta qué hacer en todo el año?12 Yo vi un hombre en Madrid que se ofrecía

311

10

15

20

25

todos los que lo saben lo saben sobre su palabra, por solo que ellos dicen que le saben, dilo tú y sucederate lo mismo». 7 mollera: ‘cabeza’. Exactamente, «la parte más alta del casco de la cabeza, junto a al comisura coronal» (Aut.). 8 Talavera: tierra famosa por su cerámica. Comp. Juan de Ovando y Santarén, Poesía satírica y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 150, vv. 17-20: «No hay señora como tú / que tan a la mano tenga / las joyas de porcelana / labradas en Talavera». 9 verdugo, borrico y chilladores: Pescaño teme el castigo de la justicia. El criminal era conducido en procesión por las calles, acompañado del verdugo, montado en un borrico y con chilladores o pregoneros que gritaban a voz en cuello el delito cometido. 10 Expresión proverbial clásica (Eneida, X, p. 284), ampliamente difundida, con mínimas variantes, en el Siglo de Oro. Comp. Don Quijote, I, Preliminares: «Llega a su sombra, que a osa- / favorece la fortu-»; Guzmán, I, p. 447: «Venga lo que viniere, que a los osados favorece la fortuna». 11 amolador: «El que amuela y afila las herramientas en la muela» (Aut.). 12 Cotarelo y Rey Hazas cierran la interrogación en herramienta. Trato de ceñirme a la puntuación original, que presenta interrogación también en año, con lo que se trata de una pregunta retórica completa.

312

TERESA DE MANZANARES

con dos unturas a dejar preñada dentro de un mes la vieja más pasada. Acudió a su posada mucha gente y el picarón, más cauto que inocente, antes de ver del mes el día postrero acogiose13 y llevoles el dinero. Como esas cosas en la Corte vemos que se nutren y pasan, hoy tendremos, Pescaño amigo, aquí moneda fresca y verás con el modo que se pesca14. ¿Tienes todo recaudo prevenido? PESCAÑO

Dame el vestido.

PESCAÑO

Póntele presto y toma este tocado.

PIRUÉTANO

Advierte que has de ser hoy mi crïado. ¿Los músicos?

PESCAÑO

40

Ya quedan ahí fuera. ¿Dónde, Pescaño?

PESCAÑO PIRUÉTANO

35

Todo lo tengo aquí.

PIRUÉTANO

PIRUÉTANO

30

Al pie de la escalera. ¿Está buena la barba?

PESCAÑO

Está extremada.

45

¿Y yo? PIRUÉTANO

Tienes rarísima fachada. Mi intérprete has de ser; yo hablaré a bulto.

PESCAÑO

¿En qué lenguaje?

PIRUÉTANO

Bien pudiera en culto15, mas quiérole más claro.

PESCAÑO

13

¿De qué suerte?

acogiose: «Huir o escaparse llevándose alguna cosa» (Aut.). pesca: pescar es ‘robar’ (Léxico). 15 en culto: nueva alusión a la oscuridad del estilo gongorino. Comp. Donaires, II, fol. 58r: «No soy de aquellos poetas / más frescos que almoradux, / ni culto cuyo lenguaje / no le entiende bercebú». 14

313

CAPÍTULO XII

PIRUÉTANO

Yo me daré a entender, atento advierte.

50

Vístense como está dicho. Entra el Lampiño Primero. LAMPIÑO 1

¿Está en casa el señor Ozmín Piruétano de Bochinchina?

PESCAÑO

Aquí le veis presente.

LAMPIÑO 1

El alto cielo salud aumente.

PIRUÉTANO

¡Gorgotón!

PESCAÑO

¿Mi señor?

PIRUÉTANO PESCAÑO

Mesques mescháfete. Que se cubra vosted, dice.

LAMPIÑO 1

¿Lo entiende?

55

PESCAÑO

Sí, aunque no hable español, mas ya lo aprende.

LAMPIÑO 1

Seis años ha, señor, que soy casado por mi desdicha y, como no he barbado en todo aqueste tiempo, le prometo que no me tiene mi mujer respeto. Ella lo manda todo, ella gobierna y yo lo sufro con paciencia16 eterna. Barbas pide, señor, mi desventura.

PESCAÑO

¿Hasta dónde?

LAMPIÑO 1

Hasta el pecho o la cintura, que si en esto consiste el respetarme, de una vez, no de dos, he de barbarme.

PIRUÉTANO LAMPIÑO 1

¿Qué dice? Que un ducado le dé primero y se verá barbado.

LAMPIÑO 1

Aquí tiene un doblón17.

16

65

Brinche parchaz.

PESCAÑO

PIRUÉTANO

60

A la capacha.

paciencia: recuérdese que también puede ser virtud del cornudo. doblón: el doble escudo o doble corona de oro, también llamado pistolete. Por su peso (poco menos de 7 gramos), equivalía a dos escudos (3,38 gramos). 17

314

TERESA DE MANZANARES

LAMPIÑO 1

¿Que sea el ser lampiño tan gran tacha?

PIRUÉTANO

Achombo, achombo, achombo.

PESCAÑO

70

Llegue, encaje el parche de barbar.

LAMPIÑO 1

Eso deseo; nunca hizo doblón tan buen empleo. Poníanle una barbilla colorada, arrimose a un lado y salió el Calvo.

CALVO PIRUÉTANO

Dios le prospere y guarde dos mil años al gran reparador de ajenos daños. Mosborotón, mosborotón.

CALVO

No entiendo.

PESCAÑO

Dice que es descortés, ¿entiende?

CALVO

Es cierto, mas por ser calvo no me he descubierto18, ya mi defeto a vuesarced he dicho. Deseo que me cubra de pelusa que para vivir quieto no se excusa, porque mi calva, viéndomela todos, es el blanco a quien tiran sus apodos.

PIRUÉTANO

Pitón bolee, pitón.

PESCAÑO

Con dos doblones aliviará el buen calvo sus pasiones19.

CALVO

18

75

80

85

Velos aquí y aun más si me pidiera, a trueque de excusar la cabellera.

Comp. Quevedo, Los sueños, p. 342: «Solo un disparate hizo, que fue, siendo calvo, quitar a nadie el sombrero, pues fuera menos mal ser descortés que calvo, y fuera mejor que le mataran a palos porque no quitaba el sombrero, que no a apodos porque era calvario». 19 pasiones: ‘preocupaciones’. «Perturbación o afecto desordenado del ánimo» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, pp. 268-269: «Ignorancia de gente que sabe poco, que mucho más se consuela un desconsolado en decille que tiene razón de estarlo, que no con querer que con la reciente pasión muestre contento».

315

CAPÍTULO XII

PIRUÉTANO

Casquitilinguacoz.

PESCAÑO

Baje el casquete20, que le quieren poner un capacete21.

CALVO

Esto sí que es echar por el atajo para no ser de niños espantajo.

90

Pónenle un birrete colorado, arrímase y sale el capón, que le hacía22 una mujer. CAPÓN

¿Quién es aquí el señor Ozmín Piruétano?

PESCAÑO

El que ocupa esa silla.

CAPÓN

Dios le guarde.

PIRUÉTANO

Este para barbar ya llega tarde.

CAPÓN

Señor, yo fuera un hombre consumado si con ser yo capón fuera barbado. Yo soy el alegría de las damas, quien las divierte allá en sus soledades y, en fin, el ruiseñor de sus beldades. Tengo buen talle, buena voz y cara, escápome de ser un mentecato y calzo siete puntos de zapato23. Barbas pretendo, solo barbas quiero.

PIRUÉTANO CAPÓN PESCAÑO

20

95

100

(Aparte.) Este con ser capón es majadero. Trejicoscón, trejiscoscón. ¿Qué dice? Que con trescientos reales luego en plata le pondrá el barbacacho25 de escarlata.

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casquete: «Se toma alguna vez por el casco de la cabeza» (Aut.). capacete: «Casco de hierro hecho a la medida de la cabeza, para cubrirla y defenderla de los golpes y cuchilladas» (Aut.), pero le pondrán un birrete a lo bobo. 22 hacía: ‘representaba’, ‘interpretaba’. 23 Es la medida de calzado que le mencionó el capón a Teresa en el capítulo anterior, con el mismo objetivo de realzar sus características de galán. 24 trescientos reales… en plata: la indicación en plata resalta que no se trata de moneda en vellón. Por otro lado, recuérdese que al capón, en la realidad, se le pedía mil reales. 25 barbacacho: o barbicacho, «la cinta o toca que se echa por debajo de la barba» (Cov.). 21

316

TERESA DE MANZANARES

CAPÓN

En este bolso ofrezco cuatrocientos y si me barba bien daré quinientos.

PIRUÉTANO

Achombo.

PESCAÑO CAPÓN PESCAÑO

Llegue. Excuse la zalea26.

110

Una barba tendrá como desea. Pónenle la barbilla colorada, arrímase con los otros y sale el Lampiño Segundo.

LAMPIÑO 2 PESCAÑO

¿Yace el barbador insigne en esta mansión? ¿Qué quiere?

LAMPIÑO 2

Barbimostachar, señor.

PESCAÑO

Ahí le tiene presente.

LAMPIÑO 2

¡Oh, barbipleno diluvio, cerdosísima27 torrente de materia zaleosa, archibarbado de réquiem28, refugio, asilo y amparo de tanto lampiño estéril, que se tuerce en profecía lo que no palpa ni tuerce!29

PIRUÉTANO 26

115

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Costricón, costricón.

zalea: ‘barba’. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 749, vv. 29-32: «Un abogado, que quiere, / por barbado, corregir, / con más zalea que leyes / menos textos que nariz». 27 cerdosísima: superlativo de cerdosa, ‘abundante de cerdas’. 28 archibarbado de réquiem: quizás porque el personaje cree que el barbador emplea cabellos de muerto, que eran el material de las pelucas postizas. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 527, vv. 9-12: «Quiérenme convertir a cabelleras / los que en Madrid se rascan pelo ajeno / repelando las otras calaveras. / Guedeja réquiem siempre la condeno». Para réquiem como ‘difunto’, Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 486: «Fue a abrir la puerta, y estaba sobre ella una calavera que, cayendo sobre la suya los dos huesos de las canillas, le resfriaron la cólera de los celos con la flema del miedo que le causó verse acometido de réquiem». 29 Se refiere al pelo que promete la pareja de estafadores.

CAPÍTULO XII

PESCAÑO

LAMPIÑO 2

Dice que se explique brevemente, sin preámbulos prolijos, lo que en su causa pretende. Que me place. Ha siete lustros, o cinco si no son siete, puede haber que me engendró mi padre Onofre Gutiérrez. Preñada de mí, mi madre diole un mal de madre30 un viernes de comerse un melón de agua31, que quiso todo comerle. Dos médicos no muy doctos la receptan que la echen para aplacársele el mal un ayuda32 de agua fuerte. Recibiola y yo, que estaba descuidado y en su vientre, recibí el escopetazo del jiringal pistolete33. Como era el séptimo mes de su preñado, le vienen al instante los dolores y nací en el mismo viernes con la barba desollada. Sané della en tiempo breve y al darme el baptismo santo,

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125

130

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30 mal de madre:‘dolor en la matriz’. Comp.Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 472: «Que aquel accidente era mal de madre, ocasionado de una ensalada que había cenado». 31 melón de agua: «Lo mismo que sandía» (Aut.). 32 ayuda: «Medicamento de que se usa para exonerar el vientre y se llama así porque asiste y contribuye para que la naturaleza obre» (Aut.). Comp. Estebanillo, II, p. 120: «Y echando abajo tablas, jarros, platos y vianda, se puso en postura de paciente en espera de ayuda». 33 jiringal pistolete: para referirse cómicamente a la jeringa. Comp. Justina, I, pp. 275-276: «Eres casta de pistolete italiano, que apuntas a los pies y das en las narices».

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TERESA DE MANZANARES

porque helarme no pudiese el agua, mandó el padrino mezclarla con más caliente. Echose hirviendo en la pila, chapuzome el doctor Lesmes34 abrasándose las manos y yo de nuevo peleme. Esta es la causa, señor, de que mi barba remede a un guijarro de Torote35. Si barbas, como prometen tus rótulos, dame barbas. PIRUÉTANO

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Cuatri corchaz.

LAMPIÑO 2

Entendelde, ¿cuatriqué?

PESCAÑO

LAMPIÑO 2

PIRUÉTANO PESCAÑO

34

Dice que cuatro cientos reales merece por dejarle bien barbado. Soy poeta y no se entiende con ellos que den moneda, pues siempre della carecen36. Si cura pobres de balde, como los potreros37, este rostro me pueble de barbas.

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Zaramacotón. Que llegue.

doctor Lesmes: nombre risible que en la poesía de Quevedo se atribuye a un caballero chanflón, comp. Poesía original completa, núm. 689. Castillo emplea este nombre como seudónimo en las justas poéticas de 1622, en las que participa como el bachiller Lesmes Díaz de Calahorra. 35 guijarro de Torote: río cercano a Madrid, famoso por su abundancia de guijarros. «Hay un proverbio que dice “si pasares por Torote, echa una piedra en el capote”; lleva muchos guijarros muy pelados y lisos» (Cov.). Así, la barba lampiña es comparada con la proverbial lisura de los guijarros. 36 Ya se sabe de la pobreza proverbial de los poetas. 37 potreros: potrero o sacapotras es el cirujano que extrae hernias o potras.

CAPÍTULO XII

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Pónenle la barbilla colorada. (Ap.) De balde encaje. El poeta barbará, Deo volente38, más que un armenio bribón39. Baile y música comiencen. LAMPIÑO 2

¿Baile?

PESCAÑO

Es cosa inexcusable, porque el ejercicio expele porosidades cerdosas.

LAMPIÑO 1

Nadie excusarse pretende.

CALVO

Ya mujeres han venido para bailar.

LAMPIÑO 1

Si hay mujeres en el baile, me hago rajas40. Toquen y canten voarcedes.

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Salgan mujeres y músicos; comienza el baile. A aumentar barbados vino [a] aquesta Corte un maestro insigne de lejas41 regiones. A todo lampiño da barba y bigotes, que no se le escapan

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Deo volente: ‘con la voluntad de Dios’, ‘si Dios quiere’. Es fórmula latina. Comp. Don Quijote, II, Dedicatoria: «libro a quien daré fin dentro de cuatro meses, Deo volente, el cual ha de ser el más malo o el mejor que en nuestra lengua se haya compuesto». 39 armenio bribón: porque los armenios tenían barba muy tupida. Comp. Donaires, II, fol. 4v: «¿Quién pensara, amor lascivo, / que tú inquietaras travieso / a un calvo más que Laín / y a un barbón más que un armenio?». 40 me hago rajas: «Hacerse rajas. Hacer algún ejercicio, como bailar, trabajar o argüir» (Correas, núm. 10854). Comp. Cervantes, El vizcaíno fingido, Entremeses, p. 166: «Brígida:Y yo me haré rajas bailando en la fiesta». 41 lejas: lejos «úsase tal vez como adjetivo, por lo mismo que lejano» (Aut.). Comp. Justina, II, p. 733: «Y que todos los convidados vinieron de lejas tierras y hablaban con tal destreza que con sola la R decían cuanto querían».

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TERESA DE MANZANARES

aunque sean capones. Toda lisa barba hace que se forre de cabello espeso si el casquete coge. Aquí ponen barbas, llegad mirones, que en trayendo moneda todo se pone.

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Estando bailando, vanse Piruétano y Pescaño. LAMPIÑO 2

¿Dónde fue el barbador?

LAMPIÑO 1

Allá dentro.

LAMPIÑO 2

¿Si se fuese y nos dejase burlados?

CALVO

Burlados no, que el casquete me levanta ya el cabello.

CAPÓN

Veamos cómo encabelleces.

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Quítale el birrete y halla un papel. La calva está como de antes y un papel sobre ella tienes. CALVO

Veamos.

CAPÓN

Este es el papel; dice así en razones breves: «Quien de ligero se cree, téngase la burla que le viniere».

CALVO

¡Por Dios que ha sido gran burla!

CAPÓN

¿Que cuatrocientos me cueste?

LAMPIÑO 1

A mí, un doblón.

CALVO MÚSICOS

LAMPIÑO 2

A mí, cuatro. Con nosotros se consuelen, que también nos ha estafado en no pagarnos. Pues este

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CAPÍTULO XII

es daño tan general, bailando y cantando pueden entrarse con la letrilla del barbador insolente. «Aquí ponen barbas, llegad, mirones, que en trayendo moneda todo se pone».

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Acabose el entremés con este baile, dando grandísima risa a todos, con que se renovó la burla del desollado capón, con lo cual le obligó a irse de Córdoba acomodándose en Jaén, con menos partido42, por huir de que no le corriesen43 por las calles.

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partido: ‘ganancia’, ‘beneficio’. le corriesen: ‘le avergonzaran’. Esta «sobreburla» ejecutada por don Jerónimo (servirse de las tablas para ridiculizar a una persona en particular), homenajeando la traza de Teresa, es también recurso del bachiller Trapaza, quien da a unos representantes un poema contra los hombres pequeños para atacar directamente a don Lorenzo Antonio, por haberle este echado de su casa (Trapaza, cap.V). 43

CAPÍTULO XIII DONDE SE HACE RELACIÓN DEL MAYOR DE SUS EMBUSTES EN MÁLAGA Y LO QUE DÉL SUCEDIÓ

Como estaba con resolución de irme de Córdoba en aquel mes que estuve retirada en la casa de don Jerónimo, maquiné1 uno de los mayores embustes que ha trazado mujer, deseando que tuviese buen efecto para quedar dichosa por toda mi vida. En la historia que me contó el ermitaño de Sierra Morena, sucedida en Málaga, me acordé que me dijo que, al tiempo de ejercer aquella inhumanidad con la muerte de la malograda doña Leonor, la habían captivado los moros a su hija de cuatro a cinco años que se llamaba Feliciana y que, desde entonces hasta ahora, no se sabía nueva alguna della, ni la tenía el capitán, su padre. Pues antojóseme hacerme yo aquella niña robada que, según el tiempo, tendría veinte y cuatro años y de esa edad era yo2. Esforzome esto el saber que Hernando, mi criado, había sido captivo cuatro años en Argel y estaba prático3 en las cosas de aquella tierra, 1

maquiné: ‘tramé’, ‘urdí’. Esta afirmación provoca un análisis siquiera somero de la cronología interna de la novela. En el capítulo VI, antes de casarse, Teresa declara tener 16 años y su matrimonio, bastante efímero y desgraciado, acaso no debe haber durado más de un año. En el siguiente capítulo, sostiene que se mantuvo dos años como dueña, es decir que tendría entre 18 y 19 años cuando decide, tras su caída en desgracia, irse a Córdoba. Las acciones narradas entre los capítulos VIII y X se ocupan de un episodio (el del robo en Sierra Morena, el encuentro con el ermitaño y la historia de este) cuya acción apenas toma algunos días. De forma que entre los capítulos XI y XII (la burla al capón y la representación del entremés) habrían pasado alrededor de cinco años, en los que Teresa se habría mantenido ocupada en su negocio de pelucas, del cual la burla al capón y la amistad con Godoy serían solo un botón de muestra. 2

CAPÍTULO XIII

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de donde había venido seis años había. Era mozo de agudo entendimiento y presto para cualquiera cosa. Dile cuenta de mi intento, aprobole y ofreció ayudarme en todo, instruyéndome en el tiempo de nuestro retiro en lo que había de decir de Argel, haciéndome nueva relación de sus cosas notables, de la condición y trato de los moros, de cómo se portaban con sus captivos, y en todo quedé muy enterada. Con esto fui previniendo de secreto cuanto era necesario.Vendí todo el menaje de mi casa, hícelo dinero. Convertido en doblones y joyas, acomodé la moneda en una almilla4 mía y las joyas en una faja, y con toda la prevención que fue menester dispuse mi partida para Málaga. Tomamos mulas y, despidiéndome de mi protector don Jerónimo, me dio la prometida cadena por la burla del capón. Sintió que me ausentara, porque se juzgaba él causa de mi partida. Pidiome que le avisase de donde estuviese, que él no sabía dónde era mi partida. Salimos de Córdoba un lunes de mañana y sin sucedernos nada llegamos media jornada antes de la ciudad de Málaga. Era una aldea donde comimos aquel día. Allí determiné quedarme, pagué al mozo de mulas y él pasó a Málaga y de allí a Granada. Aquella tarde salió Hernando a buscar si en aquel lugar hubiese un rocín de venta para nuestro propósito, hallole como deseaba y concertado con el dueño se le pagó. En este salí el día siguiente a Málaga antes que amaneciese. A media legua deste lugar había un bosquecillo adonde nos entramos. Era al tiempo que comenzaba el alba a mostrar su luz. Allí fue donde nos vestimos al modo que Hernando había ordenado. Yo me vestí una almalafa5 de varios colores que había comprado en Córdoba y encima della un alquicel6 blanco. Calceme al modo de Argel, que también el calzado vino hecho al propósito, muy al pro3 prático: o plático, «el diestro en decir o hacer alguna cosa por la experiencia que tiene» (Cov.). 4 almilla: «Especie de jubón con mangas ajustado al cuerpo. Es traje interior, así del uso de los hombres como de las mujeres y de ordinario se pone y viste en el tiempo de invierno» (Aut.). 5 almalafa: «Especie de manto o ropa que usaban las moras y se ponía sobre todo el demás vestido y comúnmente era de lino» (Aut.). Comp. Don Quijote, I, cap. XXXVII: «Entró luego tras él, encima de un jumento, una mujer a la morisca vestida, cubierto el rostro, con una toca en la cabeza; traía un bonetillo de brocado, y vestida una almalafa, que desde los hombros a los pies la cubría». 6 alquicel: «Tejido de lana u de lino y algodón […] por alquicel comúnmente se entiende capa o vestidura morisca» (Aut.).

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TERESA DE MANZANARES

prio de aquella tierra. Compuse de ajorcas de oro mis manos y con un hilo de perlas la garganta, el cabello llevé suelto y cosidos los dos lados con listones de nácar, buenas arracadas de perlas en las orejas y después de la compostura me cubrí el rostro con un volante7 de plata largo. Hernando se vistió una jaquetilla8 azul, calzones de anjeo9, albornoz10 listado de negro y blanco, bonete colorado, medias blancas y alpargates11 finos. Con esto y ser moreno parecía proprio captivo de los rescatados de Argel o Tetuán. Al fin, él hacía el papel como quien se había visto en otra representación como aquella, aunque más de veras. Después que los dos nos vimos vestidos, tuvimos grande risa con la novedad del hábito, diciéndome Hernando que me estaba de mora muy bien. Ya llevábamos hecha una certificatoria, que el mismo Hernando había escrito, en que daba razón dónde habíamos tomado puerto, que fingíamos habernos escapado del poder de moros.Adelante se verá cómo la ordenó, que era el mozo sagacísimo y gallardo escribano. En todo lo que duró el camino desde allí a Málaga me fue instruyendo en cuanto había de decir de Argel y algunos vocablos de la aljamía12, que yo no sabía, aunque me había enseñado della mucho desde que emprendí esa quimera13. 7 volante: «Un género de adorno pendiente, que usan las mujeres para la cabeza, hecho de tela delicada» (Aut.). 8 jaquetilla: «Especie de jaqueta más corta, con sus mangas, las que suelen traer sueltas, para cuyo fin solo están pendientes de un lado de los hombros de ella» (Aut.). La jaqueta es «vestidura suelta de paño u de otra tela, con mangas que solo cubre desde los hombros hasta las rodillas» (Aut.). 9 anjeo: «Tela de estopa o lino basto que se trae de Francia o de Flandes» (Cov.). 10 albornoz: «Capuz cerrado de camino con su capilla, de cierta tela que escupe de sí el agua que le cae encima sin calar adentro, y deste género de capa o cobertura usan mucho los moros» (Cov.). 11 alpargates: «Calzado tejido de cordel, de que usan mucho los moriscos» (Cov.). 12 aljamía: «La lengua o idioma que para entenderse en sus tratos y comercios hablaban los árabes que estaban en España con los cristianos» (Aut.). Una suerte de lingua franca que no era ni castellano ni árabe. 13 quimera: ‘embuste’, ya que quimerista o alquimista es «el que inventa trazas y embelecos empleados en la estafa» (Léxico). Comp. Justina, II, pp. 627-628: «Viniéronse a poner conmigo en contarme los pasos, en fingir quimeras, y todo era sobre que yo les pedía mi hacienda».

CAPÍTULO XIII

325

Llegamos a aquella antigua ciudad, sepultura que fue de Florinda, perdición de España14, y preguntando por las casas del capitán don Sancho de Mendoza, nos guiaron allá. Era ya cerca de las oraciones15 y con ser a esta hora, la novedad de nuestro traje juntó a tantos muchachos y gente vulgar que nos seguía que apenas podíamos andar por las calles. Llegamos a casa de don Sancho y apeándome Hernando dijo a un criado que dijese al capitán cómo estaba allí una mujer que le quería hablar a solas. Él le respondió que su señor estaba recién convalesciente de una enfermedad de que aún no se había levantado, que no sabía si se le podría hablar. Oyó esto un capellán de casa y díjome: —Suba vuesa merced, señora, que el capitán, mi señor, nunca estorba a nadie la entrada en su casa.Vuesa merced le hablará. Quedose Hernando con el rocín y en guarda de una maleta, y yo con más ánimo que el caso pedía subí acompañada del capellán, que me llevó hasta una pieza antes donde tenía la cama el capitán. Allí me dijo que aguardase y él se entró a avisarle de mi venida. Estaba entreteniéndose a los cientos16 con otro caballero anciano. Díjole cómo estaba allí y en qué hábito, cosa que le alborozó mucho, y mandó que entrase luego. Entré procurando que el despejo mío deshiciese cualquiera sospecha y halleme en la presencia de un venerable anciano a quien, ya como a padre que esperaba lo había de ser mío, hice una gran cortesía, quitado el rebozo17. Él me respondió con otra y me mandó allegar una silla. Díjele que le quería hablar a solas y respondiome: —Cualquier cosa que vuesa merced me pueda querer, no importa que esté presente el señor don Fernando, mi primo.

14 Florinda, perdición de España: también conocida como la Cava «fue la hija del conde don Julián, por cuya causa se perdió España […].Y su verdadero nombre dicen haber sido Florinda, pero los moros llamaronla Cava, que vale cerca dellos tanto como mujer mala de su cuerpo, que se da a todos» (Cov.). El rey don Rodrigo la violó y esto provocó la venganza del conde, quien les dejó el camino libre a los moros. 15 cerca de las oraciones: oraciones designaba los momentos del día en que se tocaban las campanas de la iglesia para llamar a los fieles a rezar: amanecer, mediodía y noche. En este contexto, debe indicar que está próximo el mediodía. 16 cientos: ‘cierto juego de naipes’. 17 rebozo: o embozo, en este caso se refiere al volante que cubría su rostro.

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TERESA DE MANZANARES

—Para lo que yo deseo hablar con vuesa merced no importa —dije yo— y más siendo pariente, que tendrá parte de gusto en mi venida. Dejáronnos solos a los tres y yo, de una cajeta de hoja de lata, saqué unos papeles y de ellos escogí uno que puse en manos del capitán, suplicándole que le leyese en alto. Él se le dio a aquel caballero y oyó dél estas razones: Certifico yo, Galcerán Antonio, notario desta ciudad de Valencia, que a la playa de ella, en el lugar que llaman el Grao, arribó una barca con treinta18 [y] seis personas, que en ella dijeron haberse escapado tres días había de la ciudad de Argel, donde estaban captivos en poder de infieles; entre los cuales venía doña Feliciana de Mendoza y Guzmán, que dijo ser nacida en la ciudad de Málaga, hija del capitán don Sancho de Mendoza y de doña Leonor de Guzmán, adonde fue captiva de edad de cinco años con dos criadas de su madre, a petición de la cual he dado esta certificatoria, signada de mi signo y firmada de mi nombre, y así mismo comprobada por tres notarios de la misma ciudad en que certifican mi legalidad.

Seguíase a esto la comprobación de los tres notarios. Apenas el caballero leyó la certificación, cuando yo llegué y, puesta de rodillas, pedí al capitán la mano como hija suya, mostrando algunas lágrimas que me ocurrieron que fueron de grande importancia. El capitán, bañado en ellas, me recibió entre sus brazos, dándome muchos besos en la frente y diciendo entre sollozos: —¡Ay, hija querida de mi alma, único consuelo mío y alegría de mi vejez! ¿Es posible que haya permitido el cielo, tras de tan largo tiempo, haberte traído a que me cierres los ojos y muera yo consolado? No hacía sino abrazarme y yo besarle una mano, derramando también lágrimas. El caballero que estaba allí, no menos tierno que su primo19, le dijo: —Dejad, señor don Sancho, que todos participemos deste contento, que sin pensar nos ha venido en la señora mi sobrina y vuestra hija. Abrazome echándome mil bendiciones y diciendo:

18 19

trenyta T. prima T.

CAPÍTULO XIII

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—¡Válgame Dios lo que te pareces a tu desgraciada madre! Hágate el cielo más dichosa que a ella. A las voces que oyeron los criados, entraron todos a tropel y su dueño les dijo: —Hijos míos, besad la mano a mi hija, que por milagro de los cielos ha venido a que la vean mis ojos antes que me los cerrase la muerte. Todos locos de contento llegaron a quererme besar las manos. Yo los abrazaba con mucho gusto. Pasó luego la palabra por la ciudad y en aquella noche no quedó caballero en ella ni señora que no fuesen a dar la norabuena al anciano don Sancho, holgándose mucho de la buena suerte que había tenido en ver a su hija en su casa cuando menos se pensaba. Muchas lisonjas oí de aquellas damas, en particular de las parientas. Hiciéronmelas conocer a todas, teniendo yo mucho cuidado con saber de cada una quién fuese. Dieron lugar para la cena, quedáronse a ella dos o tres señoras de las parientas más cercanas y sus maridos, y pusieron las mesas en el mismo aposento donde mi nuevo padre tenía la cama. En tanto que se prevenía, yo llamé a un criado y díjele si había visto al que me acompañaba. Preguntome el capitán qué le decía y le dije20 que le pedía por el hombre que había venido conmigo desde que desembarqué en Valencia, que era persona a quien después de Dios debí mi libertad y a quien había de galardonar su fidelidad y amor. —Es muy justo, hija mía —dijo él—; haced que le regalen. —Ya está hecho, señor —dijo el criado—, y la cabalgadura puesta a recaudo. —Pues suba acá ese hombre. Hicieron subir a Hernando, el cual despejadamente habló en las cosas que de Argel se le preguntaron, como quien las sabía razonablemente. Díjole el capitán cómo sabía de mí lo que había hecho en mi libertad y que estuviese cierto que no dejaría sin premio lo que había hecho en orden a ella. Él respondió que para él el mayor premio era haberme servido y desear continuarlo lo que tuviese de vida. Con esto dio lugar a que nos sentásemos a cenar. Sirviose una espléndida cena de muchas ensaladas, platos y dulces. Alzáronse las me-

20 el dijo T. La enmienda se justifica, más que nada, por el contexto que indica que la interlocutora es indudablemente Teresa: Preguntome el capitán… / —Es muy justo, hija mía —dijo él.

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TERESA DE MANZANARES

sas y quiso el capitán que, en presencia de aquellos caballeros y damas, dijese el modo como me había venido de Argel.Ya yo había prevenido este lance y traía pensada mi mentira, pues sabía que en ella se fundaba mi máquina21. Diéronme atención y comencé mi historia desta suerte: —«Habiéndome captivado de esta tierra, como todos saben, juntamente con dos criadas, fui llevada de la barca a un bergantín adonde me pasaron. Esto digo por habérselo oído, siendo mayor, referir a una de las dos criadas que se llamaba María —también tomé el nombre de memoria de la relación del ermitaño preguntándoselos todos después—. Con esto llegamos a Argel, adonde me compró a mí y a esta criada Muley Cidán, un moro rico y administrador de la aduana y rentas que el Gran Señor22 tiene sobre ella. En su casa estuve hasta edad de veinte años, habiendo más de seis que era solicitada de Alí Cidán, hijo de mi patrón, para que dejase mi ley23 y que sería su esposa. Mas yo, bien instruida de la criada con quien fui captiva, resistía a sus importunaciones desengañándole, que antes perdería mil veces la vida que dejar mi religión. Era grandísima la clausura nuestra, en particular cuando había redemptores de las órdenes de la Merced o la Trinidad24, que ellos llaman papaces25, que entonces no nos dejaban ver la luz del sol y así ha sido esta la causa para que no se supiese dónde estaba hasta ahora. En este tiempo murió Muley Cidán y quedó su hijo Alí con la mayor parte de su hacienda y esclavos, que eran muchos. En particu-

21

máquina: ‘traza’. Gran Señor: «nombre que se le da al emperador de los turcos» (Aut.), también conocido como El Turco o El Gran Turco. Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 92: «En este tiempo sucedió un notable y no usado hurto —delicto castigadísimo entre aquella gente—, de que se escandalizó toda la ciudad y causó mucha turbación por ser hecho al rey o virrey, y de moneda que tenía guardada para enviar al Gran Señor». 23 ley: ‘religión’. 24 órdenes de la Merced o la Trinidad: ambas órdenes, en efecto, se encargaban de gestionar la compra de la libertad de los cautivos. Comp. Quevedo, Buscón, p. 47: «Despedímonos de los compañeros, que nos seguían con los deseos y con los ojos, haciendo las lástimas que hace el que queda en Argel, viendo venir rescatados por la Trinidad sus compañeros». 25 papaces: ‘sacerdotes en tierra de moros’. De papaz, «nombre que dan en las costas del África a los sacerdotes cristianos» (Aut.). 22

CAPÍTULO XIII

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lar procuró que yo no saliese de su casa. Al principio tratome bien con intento de que yo renegase26, mas como conociese mi perseverancia, echó la culpa desto a María, la criada, que estaba en mi compañía, a la cual comenzó a tratar tan ásperamente que esto la ocasionó una grave enfermedad, de la cual murió con mucho arrepentimiento de sus pecados. Sentí en extremo su muerte, porque me amaba tiernamente y la tenía en lugar de madre. Dentro de pocos días supe la muerte de su compañera, que estaba en poder de otro moro rico. Pensó Alí Cidán que, faltándome del lado mi consejera, yo vendría a condescender con su voluntad, mas hallose engañado, porque vio mucho más valor en mí que hasta allí. Valiérase de la violencia, si no fuera por su madre, que le iba a la mano27 diciéndole que esperase en el tiempo, que él me haría mudar de opinión viendo estar dudoso mi rescate. En este tiempo andaban ciertos captivos de un vecino de Alí Cidán, moro de cuenta, por huirse en una barca. Dieron parte de su intento a este criado que viene conmigo, conociéndole prático en la tierra y que sabía bien la lengua. Él los animó a la empresa y ofreció su ayuda, acompañándose de otros captivos compañeros suyos. Juntábanse las noches en un baño28 de Alí Cidán todos, que así se llaman las prisiones de los moros, adonde con más fundamento trataron su fuga. Era Hernando muy conocido mío y no quiso dejar de darme parte de lo que intentaban, persuadiéndome a que me fuese con ellos.Vi dificultosa la salida, por el grande encerramiento en que estaba, mas

26 renegase: ‘renunciar a la fe cristiana’. Para un episodio similar, aunque con final trágico, comp. Camerino, Los efectos de la fuerza, en Novelas amorosas de diversos ingenios del siglo XVII, p. 124: «Porque habiendo el enamorado turco, después del banquete, llamado a la bella cristiana en su cuarto, procuró reducirla con promesas de casarse con ella a renegar de la fe; pero hallándola constante la llevó a un jardín y en él regaló la fuerza a su desenfrenado apetito a vista de don Sebastián, que ya jardinero escondido entre unos árboles vio el robo de sus gustos». 27 iba a la mano: «Irle a la mano, estorbarle o contradecirle» (Cov.). Comp. Lazarillo de Tormes, p. 118: «Mas mi amo les fue a la mano y mandó a todos que, so pena de excomunión, no le estorbasen, mas que le dejasen decir todo lo que quisiese». 28 baño: ‘prisión’. «Una como mazmorra de que se sirven los moros para tener los cautivos principales que son de rescate, llamados así por ellos» (Aut.). Comp. Don Quijote, I, cap. XL: «Con esto entretenía la vida, encerrado en una prisión o casa que los turcos llaman baño, donde encierran a los cautivos cristianos».

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con todo dije que dilatasen la partida por ocho días, que en tanto abriría el cielo camino para que yo saliese de aquella opresión. Así se sirvió con sobrevenirle a Alí Cidán una grave enfermedad, con que era menos nuestro encerramiento por faltar en esto su cuidado. Advertíselo a Hernando, con lo cual dio más priesa a la partida. Previnieron una barca buena y señalaron la noche de la fuga, pues con este aviso todos estuvimos con cuidado y a la media noche rompieron los captivos las puertas del baño y fueron por mí. Con el desvelo que todos los de casa habían tenido las noches pasadas asistiendo al enfermo, estaban vencidos del sueño y así pude, no solo partir de casa, pero29 tomar algunas joyas y ropa della para pasarlo mejor. Salí donde me aguardaban los captivos, alegrándose con verme, y todos juntos nos fuimos quietamente hasta el muro, de donde nos descolgamos con cuerdas por estar las puertas cerradas. Fue suerte no ser sentidos de las guardas de la ciudad, lo cual nos alentó para llegar presto a la marina. Sacaron aquellos captivos de entre unos árboles los remos para la barca, que habían allí escondido, y con ellos entramos en ella y encomendándonos a Dios comenzamos nuestro viaje con viento próspero que ayudaba a nuestra fuga. Mas la fortuna, que nunca permanece en un ser30, torció el aire y comenzó a alterar el mar, de modo que comenzamos a padecer una áspera tormenta, en que nos vimos en grande aprieto, porque el viento era contrario y temimos que nos volviera al peligro dando con nosotros en la playa de Argel. Duró el temporal dos horas, al cabo de las cuales se sosegó el mar y pudimos volver al viaje, sirviéndose Dios de que arribásemos al Grao de Valencia, donde tomamos tierra besándola no pocas veces y dándole gracias de las mercedes que nos había hecho31. 29

pero: ‘sino además’. Sobre la inestabilidad de la fortuna y la iconografía que refleja esa característica, comp. Pedro Mejía, Silva de varia lección, I, p. 794: «Cebes, filósofo, pintaba la Fortuna en figura de una mujer como furiosa y sin seso, y puesta de pies sobre una piedra redonda, significando su poca firmeza […]. Los scitas la pintan una mujer sin pies, pero con manos y alas; y poníanla sin pies, porque nunca está firma ni para; con alas, por la priesa con que camina […]. También la pintan meneando una rueda, por la cual unos van subiendo a la cumbre y otros están en ella y otros que van cayendo». 31 El gesto era ritual. Comp. Don Quijote, I, cap. XLI: «Embestimos en la arena, salimos a tierra, besamos el suelo y con lágrimas de muy alegrísimo contento 30

CAPÍTULO XIII

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Los captivos vendieron la barca; yo me vine a Valencia, donde tomé esta certificación después de habernos presentado al virrey, que me honró mucho sabiendo quién era. De allí hemos venido por Murcia hasta la patria, acabándose mis desdichas con haber llegado a la casa de mis padres donde nací». Este discurso hice con tan buen despejo y significación de palabras, ya enterneciéndome, ya alegrándome en las ocasiones que lo pedían, que todos creyeron mi embeleco. De nuevo me abrazó mi padre y aquellos señores deudos, y siendo hora de recogerse se despidieron. Lleváronme dos criadas ancianas de mi padre a un bien aderezado cuarto, adonde reposé aquella noche, aunque parte della di al desvelo, considerando cómo me había de portar hija de tal padre y tan estimado en la ciudad.

dimos todos gracias a Dios Señor Nuestro por el bien incomparable que nos había hecho». El embuste ejecutado por Teresa está documentado como práctica picaresca ya desde finales del XVI. Comp. Cristóbal Pérez de Herrera, Amparo de pobres, p. 34: «Y entre ellos venían dos, vestidos como cautivos, y traían consigo un muchacho muy hábil y grande escribano, el cual les hacía testimonios falsos las veces que les parecía, dando fees en ellos de diferentes milagros y sucesos de sus libertades». Como lo trae a cuento Chevalier (1982, p. 2) a propósito de las trazas estudiantiles, en el capítulo X del libro III de Los trabajos de Persiles y Sigismunda se presenta a unos estudiantes que, huidos de Salamanca, se valen de la misma traza juntándose con otros falsos cautivos.

CAPÍTULO XIIII QUE PROSIGUE CON EL ENGAÑO DE SER HIJA DEL CAPITÁN, LA ESTIMACIÓN EN QUE LA TENÍAN Y CÓMO SE VINO A SABER EL EMBUSTE, HASTA SALIR DE MÁLAGA

El siguiente día mandó el capitán, que de aquí en adelante llamaré con nombre de padre, sacarme vestidos costosísimos de casa de los mercaderes y que se hiciesen con brevedad. Presto me vi en otro hábito y tan bizarra, que me daban todos el primer lugar de hermosa en la ciudad, con no poca envidia de las damas. Tenía mi presencia1 hechizado a mi padre, que se andaba tras de mí embelesado. Luego no faltaron pretensores para ser yernos suyos, frecuentando la calle con pasos a pie y a caballo. Algunos dellos me propusieron mis deudos, mas yo decía que harto moza era para casarme, que quería gozar un par de años de la compañía de mi padre, que después habría lugar para tratar de tomar estado con su licencia; con esto le obligaba a quererme más. No había fiesta donde no me llevase, recreación que no viese, gala que no me sacase y finalmente era el dueño de su voluntad y hacienda. Mi criado Hernando estaba ya en otro hábito, porque informando yo cómo era un hidalgo honrado de la Montaña2, quiso mi padre

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presencia: «Talle, figura y disposición del cuerpo» (Aut.). hidalgo honrado de la Montaña: lo que asegura su valor y fidelidad. Se refiere así a la ascendencia leonesa y asturiana, garantía de nobleza. Comp. Salas Barbadillo, La hija de Celestina, PF, p. 145: «Y téngame lástima por amor de Dios pues pierdo el regalo de su dulce conversación por la de un caduco impertinente, templado al tiempo del conde Fernán González, más hidalgo que Laín Calvo y tan montañés que me dice infinitas veces esta vanidad: que la casa de Austria deja de ser la más ilustre de todas cuantas hoy hay en el mundo solamente por 2

CAPÍTULO XIIII

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que sirviese en casa de gentilhombre, dándole dos vestidos negros, aderezo de espada y buena ropa blanca. En este estado me puso mi industria feliz, si durara, pues no podía yo desear más que verme conocida como única heredera de un caballero de seis mil ducados de renta3, querida dél, estimada de todos y pretendida de muchos para esposa. Mas la fortuna, que no da los contentos consumados y este por el camino que había sido tenía dudosa duración, permitió que al puerto de Málaga llegase un bergantín de Lisboa, del cual saltaron a tierra cuatro mujeres y tres hombres. Preguntaron por la casa del capitán Sancho de Mendoza, fueron guiados a ella.Venía una de la mujeres con un lucido vestido de camino, a quien el principal de los tres hombres llevaba de la mano, no menos lucido que ella. Era un joven de veinte y seis años, de gentil talle y gallarda disposición. Los demás venían detrás, como criados suyos. Desta forma entraron en casa de mi padre, a hora que acabábamos de comer. Dijeron que le querían hablar, retireme una pieza más adentro y de allí estuve con cuidado acechando lo que querían. Tomaron asientos y el caballero habló desta suerte: —Ha sido, señor don Sancho, este día para mí el más feliz que podía esperar, por haber llegado a vuestra presencia en compañía desta señora, a quien después conoceréis, para lo cual es bien que primero leáis este papel, que importa. Púsosele a mi padre en las manos, sacó sus antojos4 y leyéndole en alto pude oír que decía así: Certifico yo,Vasco de Gama, escribano real de Su Majestad en esta ciudad de Lisboa, cómo el padre maestro fray Antonio Mascareñas5, de la or-

no haber tenido sus principios en las montañas de León»; y Guzmán, II, p. 438: «Y si algo desto hay, no tienen ellos la culpa ni se debe presumir esto de mi gente, por ser, como eran todos, de los buenos de la Montaña, hidalgos como el Cid». 3 seis mil ducados de renta: esta renta excede el promedio que recibían los caballeros, que se estimaba entre tres mil y cuatro mil ducados. 4 antojos: ‘anteojos’. 5 Mascareñas: Marcareñas T. Apellido ilustre portugués. Como recuerda Jacques Joset en su edición de Trapaza, «en tiempos de Castillo Solórzano (1641), el embajador del rey de Portugal en Cataluña se llamaba Inácio Mascarenhas». El bachiller Trapaza cuando se hace pasar por caballero lusitano del hábito de Cristus, adopta el nombre de don Vasco Mascareñas, «aunque se quejase el noble apellido de Mascareñas» (Trapaza, p. 261).

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den de la Santísima Trinidad, redemptor que fue electo desta provincia para el rescate de los captivos cristianos que están en poder de moros en el reino de Marruecos, rescató, entre ducientas y trece personas que trujo de aquellas partes, a doña Feliciana de Mendoza y Guzmán, natural que dijo ser de la ciudad de Málaga, hija del capitán don Sancho de Mendoza y de doña Leonor de Guzmán su mujer, la cual fue captiva en su patria de edad de cinco años y, por haber sido conocida por mujer noble, costó su rescate ocho mil escudos, de los cuales pagó los seis don Duarte Coutiño, caballero desta ciudad, que se halló captivo así mismo con ella debajo del dominio de un dueño, con el cual se casó luego que desembarcaron en esta ciudad de Lisboa, in facie Ecclesie6, de que yo así mismo doy fe, por haber estado presente en sus bodas.Y así, doy esta certificación signada y firmada de mi signo y nombre. Vasco de Gama.

Con este papel le mostró otro impreso y autorizado del Provincial y Redemptor de la Santísima Trinidad, en que venían los nombres de los captivos que habían rescatado en aquella redempción, entre los cuales estaban los desta dama y caballero. Todo le leyó el capitán, el cual, después de haberle leído, muy admirado le dijo al caballero: —Espantarase vuesa merced que con estos papeles no haga la demostración debida de levantarme a abrazar a esta señora, como hija que piensa ser mía, y a vuesa merced como esposo suyo. Pues sepa que no es sin causa, porque habrá dos meses que llegó a esta casa otra señora con la misma certificación que vuesas mercedes y con señas tan bastantes de su captiverio y fuga, que hoy la tengo reconocida por mi hija y así está en mi compañía querida y estimada de mí. Hállome dudoso a cuál destas dos me crea, por parecerme haber traído bastantísimos papeles para certificarme la verdad. Atajole el discurso que iba a proseguir la dama diciéndole: —Vuesa merced, señor, no dé crédito a papeles. Pero si acaso se acuerda desta reliquia que cuando nací me puso, quitándola de su cuello, ella podrá hacer más fe que todo lo que ha visto.

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in facie Ecclesie: ‘ante la Iglesia’. Esta expresión latina apunta, exactamente, a que el matrimonio se hizo ante un clérigo, tal como lo exigían las normas sancionadas en el Concilio de Trento, a través del decreto Tametsi (Usunáriz, 2005, p. 171). Con esta exigencia se buscaba desterrar la práctica del matrimonio clandestino.

CAPÍTULO XIIII

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Mostrole una pequeña cruz de oro de extraordinaria labor, que tenía en su hueco un pedazo del sacrosanto madero de nuestra redempción7, la cual reconoció el capitán, como quien la había traído de las Indias, y así se la había dado su madre. Con esta tan cierta seña, abrazó a la dama y caballero, y llamando a sus criados les mandó que a mí me encerrasen en un aposento, dejando una criada conmigo que me hiciese guarda8. Así mismo, mandó hacer otro tanto de Hernando, la cual se ejecutó al punto. Yo, al principio, visto aquello, comencé a mostrar valor, quejándome que diese mi padre crédito a dos viandantes9 para tratarme de aquella suerte, que a Dios me quejaba de aquel agravio. No me valieron para dejar de ponerme a buen recaudo, conque me vi afligidísima y tan arrepentida de haber emprendido aquel embuste, que diera un brazo por verme libre dél. El capitán no quiso que esto se supiese en la ciudad y así mandó a los criados que ninguno hablase palabra hasta saber de mí cómo había intentado tal embeleco. Agasajó a la hija y yerno mucho, regalándolos con grande cuidado y aquella noche se fue a ver conmigo. Hallome bañada en lágrimas y algo enternecido me dijo el buen viejo estas razones: —Los aumentos de mayor estado han disculpado muchas tiranías que se han ejecutado en el mundo, de que las historias están llenas, no perdonando los hijos a los padres ni los hermanos a sus hermanos. En estos reinaba el de mayor poder, como en otros la sobra de sagacidad. He dicho esto, porque no me admira que un hombre de me-

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Una presunta astilla de la cruz en que murió Jesús. Existían muchísimas desperdigadas en Europa. Valdés, Diálogo de las cosas acaecidas en Roma, p. 201: «Pues de palo de la cruz dígoos de verdad que si todo lo que dicen que hay della en la cristiandad se juntase, bastaría para cargar una carreta». 8 La anagnórisis o descubrimiento de la identidad a través de un objeto, de origen folclórico, era recurso corriente en la novela corta. Comp., con recurso más artificioso, Cervantes, La ilustre fregona, NE, III, pp. 113-114: «Sacó don Diego el otro, y juntando las dos partes se hicieron una, y a las letras del que tenía el huésped, que, se ha dicho, eran E T L S Ñ V D D R, respondían en el otro pergamino estas: S A S A E AL ER A E A, que todas juntas decían: ESTA ES LA SEÑAL VERDADERA. Cotejáronse luego los trozos de la cadena, y hallaron ser las señas verdaderas». 9 viandantes: quizás con sentido peyorativo, ya que «dícese especialmente del que camina mucho o es vagabundo» (Aut.).

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diano porte por sus trazas llegue a verse en mayor altura, que virtud es cuando no la emprenden con ruines medios. La desgracia del captiverio de mi hija y no haber sabido en tanto tiempo nueva de donde estuviese habrá dado a algunos intento de hacer lo que vos habíades conseguido, señora doncella, siendo reconocida de mí por dar crédito a vuestros papeles y fe a vuestra bien estudiada relación. Hubiérades sido muy dichosa si otra con más verdaderas señas no deshiciera vuestra máquina10, que confieso traíades bien fundada. Otro quisiera que se castigara vuestro embeleco para dar miedo a que no se atreviesen a usar tales estratagemas, mas clemencia y ver en vos buenas partes, me hace que me contente con que digáis vuestra patria, quién sois y cómo habéis hecho este enredo o quién os indujo a él. Aquí hizo pausa a su razonamiento, con que aguardó mi respuesta.Yo, viendo estar descubierto mi embuste, le dije puestos los ojos en tierra: —No debe ser culpable en ningún mortal el deseo de anhelar ser más, el procurar hacerse de más calificada sangre que la que tiene11. Supuesto lo cual, en mí no se me debe culpar lo que he hecho, puesto que fue con esta intención de valer más.Y así, por la trágica muerte de mi señora doña Leonor de Guzmán vuestra esposa, supe la desgracia de haber captivado a vuestra hija, con su nombre y el de sus criadas; a quien se la oí fue a un santo varón que, retirado del siglo, está en la soledad, sirviendo a Dios con grandes penitencias y aprobación de quien le conoce su riguroso modo de vida. Es de esta ciudad, y caballero, su conocimiento fue en Sierra Morena, huyendo de la violencia de unos facinorosos salteadores que, tras haberme despojado de cuanto llevaba hasta dejarme desnuda, querían hacer el último despojo en mi honestidad. Librome el cielo y mi valor, que le tuve en tan apretado lance. Allí, como digo, conocí a este varón del cielo, que originó mi traza para hacerme vuestra hija y cierto que iba enderezada más a hacerme de buena sangre con ser hija vuestra que a las comodidades de hacienda, porque, aunque vago por el mundo, puedo asegurar que he guardado siempre los preceptos de la buena enseñanza y educación que tuve, quedando huérfana de mis padres, en casa de unas virtuosas mujeres vecinas suyas. Soy de Madrid, hija

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máquina: ‘traza’. Este argumento ya lo blandió Teresa para justificar su boda con el viejo.

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de un hidalgo de la Montaña, hasta ahora me he sustentado del trabajo de mis manos12, por estar sin el cuidado de buscar hoy lo que tengo de comer mañana quise de una vez verme en la alteza de ser vuestra hija. Mas el cielo, que permite, pero no para siempre, ha declarado la verdad. A vuestros pies me postro para que hagáis en mí el castigo que tal delicto merece, que bien sé que soy digna dél. Aquí comencé a derramar abundancia de lágrimas, con que de nuevo enternecí al anciano caballero. Él me consoló y dio su palabra que, por haberme tenido aquel poco de tiempo por su hija, de su casa no recibiría daño, antes todo favor y buen pasaje a donde determinase irme.Yo le agradecí la merced que me hacía y quise besar una de sus manos. No me lo consintió, antes me abrazó. Preguntome mi nombre, díjele el verdadero, con que me dejó13. Al tiempo de salirse de donde estaba, le supliqué por Hernando, que de su generosidad recibiese la mesma merced y favor que yo. Prometiome hacerlo. Con esto se volvió donde estaban su hija y yerno, y les dio cuenta de lo que había pasado conmigo. Eran los dos de generosa sangre y piadosas entrañas, y aprobaron lo que había propuesto de hacer. El día siguiente entregué las llaves de mis cofres donde tenía mis vestidos, habiendo sacado primero la almilla en que traía estofada14 mi moneda y la faja de mis joyas, sin que nadie la viese. Esta entrega le volvió a enternecer y, usando el capitán de su generosidad, me dio dos ricos vestidos de los que se me habían hecho, su hija una sortija y el yerno una vueltecilla de cadena15. No me prometí yo, cuando se descubrió mi embuste, tanto bien, que tomara salir de su casa con solo 12

El trabajo manual era despreciable, de allí que Teresa apele sus orígenes montañeses, o sea, nobles, para llamar a don Sancho a la compasión. 13 Hemos de suponer que fue «Teresa de Manzanedo», su nombre de hidalga, ya que «Teresa de Manzanares» la delata como pícara. 14 estofada: ‘oculta en la almilla’, pues estofar es «labrar a manera de bordado entre dos lienzos, hinchendo y rellenando de algodón o estopa el hueco u medio y formando encima algunas labores» (Aut.), solo que Teresa ha puesto el oro en vez de algodón. 15 vueltecilla de cadena: cierto tipo de cadena que tiene una sola vuelta, es prenda de caballeros. Comp. Alcalá Yáñez, Alonso, mozo de muchos amos, p. 285: «Un gentilhombre bien aderezado al uso de ahora: cuello azulado y abierto, calza entera de obra, sombrero con plumas, espada dorada, ferreruelo dorado en felpa, guante de ámbar y al cuello una vuelta de cadena de oro de moderado peso».

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el vestido que llevaba encima. Hízolo el cielo mejor, que suele, para que conozcamos la bondad de su Criador, hacernos favor cuando merecemos pena y castigo. A Hernando también le dejaron los dos vestidos que le habían dado, con harta pesadumbre de los criados de casa, que quisieran que se los quitaran, por esperarlos heredar alguno. También le entregaron el rocín, en el cual con harto sentimiento me partí de Málaga aquella tarde agradeciendo al buen capitán la merced que me hacía, que si publicara mi enredo toda la ciudad me apedreara y saliera della por lo menos afrentada; quiso tener oculto el caso hasta verme fuera de la ciudad. Tomamos el camino de Granada, adonde pensaba que me iría bien en mi oficio y, sin sucedernos nada, llegamos a aquella antigua ciudad, madre de tanta nobleza africana y ahora patria de tantos católicos caballeros. Bien tuvimos qué contar por el camino de lo pasado, dando cada instante gracias al cielo de la piedad que usó con nosotros en Málaga.Tomamos una buena posada, donde estuve ocho días, mientras hallaba casa a propósito. En uno destos quise divertirme y ver una comedia, que tenía noticia estar allí una lucida compañía. Tomé lugar en el corral16, adonde en el primer paso17 de la comedia, se me ofreció a la vista el licenciado Sarabia, que hacía el primer papel en ella. Salió muy bizarro y como tenía buen talle dábale realces el vestido. Holgueme infinito de verle y mucho más con su representación, que era entonces la persona que más fama tenía en la comedia. Él hizo extremadamente su papel, dejando al auditorio gustosísimo y saliendo toda su gente diciendo mil alabanzas de lo bien que lo había hecho. Confieso que me renovó las antiguas heridas, viendo otro hombre en él, porque lucía sin comparación mucho, sin el hábito de estudiante, y que esto me hizo desear manifestarme y que supiese que estaba allí. No lo dilaté para otro día, porque sabiendo su posada le hice llamar. Salió así como había representado donde yo estaba y llegándose a mí me dijo, con el sombrero en la mano:

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corral: se refiere al corral de comedias, el recinto teatral. primer paso: paso de comedia es «el suceso que se introduce en ella para tejer la representación» (Aut.). El primer papel corresponde al de galán o caballero, que era ejercido por el primer actor de la compañía. 17

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—¿Es vuesa merced, señora mía, quién ha preguntado por mí? Yo, disimulando la habla, le dije que sí, que se sirviese de seguirme, que tenía un negocio que tratar con él en mi posada. Bien se pensó él que ya yo venía rendida y así dijo que guiase, que él me iría acompañando con mucho gusto. Fuimos hablando por el camino en la comedia y en lo bien que él había representado en ella. Estimó las alabanzas que oía de mi boca, con que llegamos a mi posada. Entré en ella sin descubrirme, hasta que entré en mi aposento, adonde, quitado el manto, él se quedó admirado cuando me conoció. No pudo abstenerse de no abrazarme, correspondile y tomando asientos nos dimos cuenta el uno al otro de nuestras vidas. Él me dijo de la suya, que luego que yo falté de Madrid había muerto su padre muy pobre, con lo cual él dejó los hábitos de estudiante, y en una buena compañía de representantes se acomodó, que salía de la Corte a Andalucía, donde hizo segundos papeles con tanta aprobación del auditorio, que acabó el año haciendo los primeros y así lo había continuado hasta allí, ganando treinta reales de ración y representación cada día18, siendo rogado de todos los autores19 y persuadido de los señores de la Corte, que son los que patrocinan la comedia y hacen las compañías. Preguntele si se había casado; díjome que no, porque se hallaba mejor soltero, aunque otros tenían por razón de estado casarse con mujeres celebradas en la comedia, teniendo galas y que gastar por ellas, pero que él estaba entonces fuera de verse en eso. Dile yo cuenta de mi vida, sin tocar en lo de Málaga, que dejaba tan reciente, porque no me tuviese por embustera. Aquella noche quise que cenase conmigo y después de la cena se fue a su posada, pidiéndole que me viese cada día. Prometió hacerlo así, pues tan bien20 le estaba el visitar a persona a quien tanto había querido y deseado servir.

18 treinta reales de ración y representación cada día: la cantidad corresponde a los sueldos de primer actor en la época. En 1633 un primer actor gana 28 reales, paga mucho mayor a la que perciben, en ese mismo año, actores de segundos papeles (11 reales) o actores secundarios (seis reales). A raíz de estos datos, se deduce que los primeros actores conformaban una élite económica dentro de la farándula (Díez Borque, 1978, p. 69). 19 autores: ‘empresarios’. 20 tambien T.

CAPÍTULO XV EN QUE DA CUENTA DE SU CASAMIENTO CON SARABIA Y CÓMO SE ENTRÓ A COMEDIANTA, CON LO MÁS QUE LE PASÓ HASTA SALIR DE GRANADA

Con la continuación de visitarme Sarabia tan galán y verle yo representar, se me abrieron las antiguas heridas del pasado amor y paró todo en matrimonio, persuadiéndome él a que nos casásemos, que con mi buena voz ganaría muy buen partido1 en la compañía, que junto con el suyo, sería suficiente para pasarlo bien los dos. Tanto me dijo que me determiné a seguir aquella profesión, a que yo siempre fui muy inclinada desde niña, de suerte que todas las veces que vía comedia, envidiaba notablemente a aquellas mujeres della y a las galas que traían. Tenía el autor2 necesidad de una voz como la mía para tener una consumada música en su compañía y así, habiéndole dado cuenta de su empleo Sarabia, lo aprobó y ofreció ayudarle en cuanto se le ofreciese, prometiéndole dineros adelantados si los hubiese menester. Fuémelo a decir Sarabia, mas yo le dije que no embarazase al autor en aquello, que yo me hallaba con trecientos escudos3 y dos ricos ves-

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partido: ‘beneficio’. Sarabia le pide casarse con él como requisito indispensable para ingresar a la compañía de comediantes, ya que así lo estipulaba el Reglamento de Teatros: «Que los autores y representantes casados traigan consigo a sus mujeres y las mujeres no puedan representar ni andar en compañía no siendo casadas y siéndolo anden con sus maridos» (Díez Borque, 1978, p. 71). 2 autor: ‘empresario teatral’. 3 trecientos escudos: la cantidad asciende a algo más de tres mil reales, lo mismo que le robó el arbitrista a la madre de Teresa en el capítulo III. En efecto, como señala Díez Borque, «es muy frecuente que el autor adelante dinero y sirva de fiador

CAPÍTULO XV

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tidos, que eran los de Málaga, para poder pasar sin entrar en deuda con el autor. Holgose Sarabia de oír esto y tratose luego de hacer las amonestaciones, las cuales hechas, en un sábado que holgaba la compañía, nos desposamos y velamos, acudiendo toda ella muy de gala a la boda, siendo el autor padrino y una mujer de la comedia que hacía los primeros papeles la madrina. Hubo aquella tarde mucha fiesta en la posada del autor, a donde comimos aquel día. Esa noche me ensayaron en un tono, con que esotro día, que era domingo, me planté en el tablado a cantar, que a la novedad de la recién venida a la compañía, hubo mucha gente. Parecí a todos bien, según dijeron, y quise revalidar las aprobaciones, cantando sola en la tercera jornada, donde en un tono nuevo que yo sabía diestramente, hice alarde de mi buena voz y destreza, de modo que dejé admirado al auditorio diciendo que con mi persona había el autor hecho la mejor compañía de España. Él estaba loco de contento y mucho más mi esposo, que se juzgó con mi compañía el más feliz hombre del orbe. A la fama de mi voz, que corrió por la ciudad, se dobló el auditorio en la comedia y, aunque ella fuese de las que atraen silbatos y castrapuercos4, se salvaba por mí. Esto conocía bien el autor y así me regalaba con grande cuidado; hacía algunos papeles pequeños en que di muestras de que representaría bien. Presto lo vio con claras experiencias, sucediendo caer enferma la mujer que hacía los primeros papeles

de las deudas de “sus” actores, lo que demuestra una estrecha vinculación y dependencia de los miembros de la compañía con respecto al autor, director-empresario» (1978, p. 57). 4 silbatos y castrapuercos: es de suponer que la comedia era tan mala que era pifiada por los mosqueteros, el sector del público más difícil de complacer, ya que ambos instrumentos eran empleados para manifestar su disgusto. El castrapuercos o castrapuercas es «el instrumento a modo de flautilla que toca el que tiene el oficio de castrar» (Cov.). Comp. Suárez de Figueroa, El pasajero, p. 76: «Dios os libre de la furia mosqueteril, entre quien, si no agrada lo que se representa, no hay cosa segura, sea divina o profana. Pues la plebe de negro no es menos peligrosa desde sus bancos o gradas, ni menos bastecida de instrumentos para el estorbo de la comedia y su regodeo. ¡Ay de aquella cuyo aplauso nace de carracas, cencerros, ginebras, silbatos, campanillas, capadores, tablillas de San Lázaro y, sobre todo, de voces y silbos incesables! Todos estos géneros de música infernal resonaron no hace mucho en cierta farsa, llegando la desvergüenza a pedir que saliese a bailar el poeta, a quien llamaban por su nombre».

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de las damas, por lo cual se me dio uno de una comedia que habíamos de estrenar de allí a seis días. Para esta hice hacerme un bizarrísimo vestido con mucha plata. Llegose la ocasión y di tan buena cuenta de mi persona, que excedí con grandes ventajas a la compañera enferma, diciendo todos que haría el autor muy mal en quitarme los primeros papeles. Toda la compañía quedó admirada de ver cuán bien había representado y que por esto había durado la comedia ocho días. Había en Granada algunos señores que estaban pleiteando en aquella Real Chancillería5. Uno dellos, caballero mozo, rico y lucido, dio en festearme6 y comenzar a hacerme regalos de dulces y de meriendas. Acudía las noches a mi posada. Daba Sarabia lugar, con irse de casa7, a que hablásemos a solas, cosa con que yo me ofendía mucho, porque, aunque en los de aquella profesión sea estilo8, yo quería bien a mi esposo y no gustaba de aquellas conversaciones que estimaran mis compañeras ver en sus casas, teniendo no poca envidia de mí. 5

aquella Real Chancillería: alto tribunal instalado en Granada que tenía jurisdicción sobre Andalucía, La Mancha, Extremadura, Murcia y Canarias. 6 festearme: ‘cortejarme’. Festear o festejar «en el estilo cortesano se toma por galantear alguna dama» (Aut.). Comp. Harpías, p. 79: «Allí dio un caballero en festejarme, con tal afeto que su mucha puntualidad me cansó de manera que, vez de obligarme, le di en aborrecer de tal suerte que no podía oírle nombrar». 7 Es hábito del marido cornudo por iniciativa propia. Comp. Guzmán, II, p. 433: «Vía también las buenas trazas que tenían para no quedar obligados a lo que debieran, que, cuando estaba tomada la posada, o dejaban caer la celogía o ponían en la ventana un jarro, un chapín o cualquier otra cosa, en que supiesen los maridos que habían de pasarse de largo y no entrase a embarazar». Además, comp. Salas Barbadillo, La hija de Celestina, PF, pp. 198-201. 8 En efecto, las actrices eran galanteadas pese a ser casadas y hasta se convertían en amantes de nobles y ricos. Comp. Conde de Villamediana, «A Josefa Vaca, reprendiéndola su marido», Poesía satírica y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 119, vv. 1-8: «“Oiga, Josefa, y mire que ya pisa / esta corte del rey, cordura tenga; / mire que el vulgo en murmurar se venga / y el tiempo siempre sin hablar avisa. / Por nuestra santa y celestial divisa, / que de hablar con los príncipes se abstenga, / y aunque uno y otro duque a verla venga / su marido no más, su honor, su misa”». A la misma actriz y a su marido cornudo les compuso un poema satírico Quevedo (Poesía original completa, núm. 847, «Diálogo entre Morales y Jusepa, que había sido honrada cuando moza y vieja dio en mala mujer»). Estebanillo, I, p. 209: «Había una [actriz] que, por razón de prenderse bien, prendía las más libres voluntades.Tenía un marido a quien no tocó las tres virtudes teologales, sino las tres dichas de los de su arte, que son tener mujer hermosa, ser pretendida de señores generosos y estar con autor de fama».

CAPÍTULO XV

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Murió la enferma compañera, conque yo quedé heredera de sus papeles con mucho gusto del autor. Acrecentome el partido de suerte que con los dos ganábamos cincuenta y cuatro reales cada día9, con que lo pasáramos bien si Sarabia no se comenzara a distraer con darse al juego de modo que cuanto ganábamos estaba jugado esotro día y se buscaba para la comida. Al principio lo comencé a llevar con paciencia, mas después fue tanto lo que me desabrí10 que no traía gusto conmigo. Era el autor viudo y muriósele su dama en la compañera que faltó. Quiso que como le sucedí en los papeles le sucediera en el amor. Yo no estaba dese parecer ni era como las otras, que le obligaban con sus cuerpos porque no faltase moneda en sus bolsas, digo la ración y representación cierta.Yo tenía mi dinerillo, que ocultaba de Sarabia, y no sabía dél sino Hernando, que todavía asistía en mi servicio. Con esto no había menester dar gusto al autor, ni aun al príncipe aficionado mío y así me esquivaba de todos. Llegó la rotura11 de Sarabia en el juego a tanto que comenzó a empeñarme los vestidos con que me había de lucir. Con esto no teníamos hora de paz, atreviéndoseme a ponerme las manos12. Vino su desvergüenza a tales términos, que comenzó a decir que bien podía

9 cincuenta y cuatro reales cada día: descontando los 30 reales que ya ganaba Sarabia por sí solo, se deduce que Teresa percibía 24 reales. Los sueldos se ajustan al promedio que cobraban el primer actor y la primera actriz, tal como lo eran ambos. No obstante, la categoría actoral de los cónyuges no solía coincidir casi nunca, de allí que la unión de Teresa y Sarabia sea singular. El único caso similar en la realidad teatral de la época es el de Antonio de Vega y María de Córdoba, la famosa Amarilis, ambos dos actores de primera fila, que en 1621 (y recuérdese que las cantidades no cambian significativamente hasta la devaluación de 1634) ganaban juntos 50 reales (Díez Borque, 1978, p. 77). 10 me desabrí: «Metafóricamente vale disgustar o exasperar el ánimo de alguno» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 163: «El hidalgo —aunque algo desabrido del suceso— con grandes veras me comenzó a persuadir que fuese con él». 11 rotura: de romper, «traspasar el coto, límite o término que está puesto o salirse de él» (Aut.); o de roto, «sujeto licencioso, libre y desbaratado en las costumbres y modo de vida» (Aut.). 12 ponerme las manos: «Poner las manos. Es por castigar con golpes, azotes y palos» (Correas, núm. 18558). Comp. Céspedes y Meneses, Historias peregrinas y ejemplares, p. 392: «Mas con rigores y violencias tan grandes que no solo llegó a ponerla las manos, a quitarla las galas, a moderarle su regalo».

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no ser singular en la comedia, sino admitir conversaciones13 de quien me quería bien, que otras alzaran las manos al cielo de tener ocasiones que yo para mayores aumentos. Finalmente, él me dio a entender que no le pesaría de verme empleada14 en el príncipe que me pretendía, con lo cual vía abierta permisión a toda rotura y en él dispuesto sufrimiento para todo. Una de las cosas que más hacen perder el amor que tienen las mujeres a los hombres es el verse desestimadas de ellos y en particular ser tratadas como mujeres comunes y de precio15.Visto lo que Sarabia me había dicho, desde aquel punto se me borró el amor que le tenía, como si no fuera mi esposo y le hubiera amado tanto. Diome la ocasión y yo no la dejé pasar; así que comencé más afable a dar audiencia al príncipe, el cual comenzó a cuidar de mí por lo mayor, gastando conmigo largamente en galas, pues me daba cuantas se ofrecían al propósito de las representaciones. Podíase hacer otra historia de los papeles con que le daba los buenos días mi criado Hernando, que eran a este modo: De aquí a seis días estrenamos una comedia nueva, en que salgo vestida la primera jornada de labradora, la segunda de hombre y la tercera de dama.Vuesa merced se sirva que con su cuidado no desdiga de mi lucimiento. Este espero de su generosa mano y véngaseme por acá, que se deja ver a deseo.

Deste género tenía, cada vez que había comedia nueva, papeles. Queríame bien y no reparaba en gastar cuanto le pedía, aunque fuesen impertinencias, como tal vez se ofrecía para el vestido de ángel, ya el de mora, ya el de bandolero, ya el de india, de suerte que él era el obligado a adornar todas mis transformaciones a costa de su moneda, que gastaba conmigo sin duelo. Harto se daban al diablo sus criados, pero él hacía su gusto. 13

conversaciones: aquí con claro matiz sexual. Comp. Lazarillo de Tormes, p. 17: «Continuando la posada y conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito». 14 empleada: es decir, en empleo, ‘amorío’, con el noble su aficionado. 15 mujeres comunes y de precio: ‘prostitutas’, ‘mujeres venales’. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 330: «A vosotras las busconas, damas de alquiler, niñas comunes, sufridoras del trabajo, mujeres al trote, hembras mortales, recatonas del sexto, ninfas del daca y toma vinculadas en la lujuria, lo cual traducido en castellano quiere decir cotorreras».

CAPÍTULO XV

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Como Sarabia me vio en el empleo que deseaba, cursó el juego con más asistencia y traíale tan fuera de sí, que por el desvelo de jugar erraba algunos papeles y dábase al diablo el autor, no aprovechando el reñirle para que se emendase.Ya yo no hacía caso dél, daba cuenta de lo que me tocaba y no me metía en más. Con todo, me pidió el autor que, por orden de aquel señor que me festeaba, se le diese una mano16. Pareciome que le sería de enmienda y así un día le di cuenta del distraimiento de mi marido y cómo llegaba a tanto que lo pagaban mis galas, vendiéndomelas o empeñándomelas. Sintiolo mucho por ser contra su hacienda, pues faltándome era cierto acudir yo a él, y así le cogió un día y le puso de vuelta y memoria17, amenazándole que si sabía que jugaba me había de apartar de su compañía y a él le había de hacer castigar de modo que no fuese hombre en toda su vida. Amedrentose con esto, consideró lo que perdía y su poca seguridad si se resolvía a castigarle, y así no trató de jugar más que para solo divertirse, una cosa moderada. Con esto volvimos a tener paz. Acabó el autor sus representaciones y así salió de Granada para Sevilla. Asistía allí el príncipe con su casa y sintió en extremo que el pleito le embarazase, de modo que no pudiese irse a Sevilla en mi seguimiento; pero consolose en que esperaba presto la sentencia y que luego se vendría de propósito, porque sabía que habíamos de estar allí por lo menos un año. El día que partió la compañía se me tomó litera en que fuese sola y un criado suyo en una mula fue a mi lado acompañándome, y con dinero para regalarme por el camino y orden de asistirme en Sevilla, así para mi regalo como para mi guarda, que temía no hiciese empleo. Diome cien escudos18 para cintas y salimos con eso de Granada sin sucedernos nada.

16 se le diese una mano: mano «significa también reprehensión y así se dice “Dar una mano”» (Aut.). 17 le puso de vuelta y memoria: parece jugar con poner de vuelta y media, «frase que vale tratar a alguno mal de obra u de palabra» (Aut.), y, acaso, de memoria en su sentido de ‘hacer aprender o retener algo’. 18 cien escudos: un poco más de mil reales, la misma cantidad que Teresa reserva para el viaje de Madrid a Córdoba en el capítulo VIII.

CAPÍTULO XVI DE LO QUE LE SUCEDIÓ EN SEVILLA. CÓMO HIZO UNA BURLA A UNOS MÉDICOS, QUE FUE OCASIÓN DE ENVIUDAR

Desde Granada hasta Sevilla volvió el autor a darme nuevos tientos en su pretensión. Miren qué lindo para quien tenía mucho dinero y el gusto hecho a tratar con un señor pródigo y enamorado. Halló en mí la misma resistencia que antes, de suerte que desistió de la pretensión algo corrido, redundando desto querer vengarse de mí, como adelante diré. Comenzamos en Sevilla a representar con tanta aprobación del auditorio y alabanzas suyas, que todos decían no haber tales dos personas como Sarabia y yo en toda España. Cada día acudía más gente a nuestro corral, faltándole al autor del otro, con echar cada día comedia nueva y ser buena la compañía; mas estaba yo tan señora de mi representación y acciones, que eso y la buena voz traía la gente a oírme de los más remotos barrios de la ciudad, estando a la una del día el teatro que no cabía de gente. Sucedió enviarnos de Madrid una comedia escrita por tres poetas, de los mejores que se conocían entonces. Era la comedia de aparato, galas y grandes tramoyas1. El papel primero parece que se había cortado para mi representación; este me quitó el autor por vengarse de mi desprecio y se le dio a la compañera que hacía los segundos pa1

aparato, galas y grandes tramoyas: términos para caracterizar el espectáculo teatral. Aparato es «prevención, adorno, pompa, suntuosidad» (Aut.). Gala es «vestido alegre, sobresaliente, rico y costoso, para las funciones de fiesta, regocijo, lucimiento y fuera del modo ordinario de vestir cada uno» (Aut.). Tramoya es «máquina que usan en las farsas para representación propia de algún lance de las comedias, figurándole en el lugar, sitio u circunstancias en que sucedió con alguna apariencia del

CAPÍTULO XVI

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peles. Sentilo en extremo, pero no me di por entendida, sino tomé el papel que se me repartió, viendo que el autor por su tema2 se hacía a sí mismo la befa. Con todo, no quise dejar de vengarme de aquel agravio, que confesaba toda la compañía habérseme hecho, y así habiendo tres días antes prevenido y convidado al pueblo con esta comedia, exagerando su bondad y las galas que habíamos de sacar en ella, aquella mañana que habíamos de hacer el último ensayo della, para hacerse a la tarde, me fingí enferma de un grave dolor de estómago y vientre, de que mostraba faltarme la respiración. Di parte de mi embuste a mi marido y a Hernando; vino el autor diciéndome que me animase, que bien podía ir ensayar.Yo le dije que mi vida la estimaba en mucho y que no podía hacer lo que mandaba, ni aun hablar, quejándome con grandes gritos. Comenzó a afligirse, diciendo ser el más desgraciado del mundo, en que esto le sucediese cuando toda la ciudad estaba convocada para aquella comedia, puestos carteles y compuesto uno de los mayores teatros3 que se habían visto en el mundo.Yo le signifiqué mi pesar y que quisiera estar para representar, mas el dolor que padecía era intolerable. Llamaron dos médicos que acertaron a pasar por la calle entonces. Subieron a verme en presencia del autor y tomándome el pulso dijeron me comenzaba la accesión4. Quisieron ver la orina y para que la tomase dieron lugar saliéndose otra pieza más afuera5. No me hallé en papel que representa el que viene en ella. Ejecútase por lo regular adornada de luces y otras cosas para la mayor expresión y se gobierna con cuerdas y tornos» (Aut.). 2 tema: «Porfía, obstinación o contumacia en un propósito y aprehensión» (Aut.). Comp.Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 84: «Seguía este carruaje un escuadrón volante de locos a pie y a caballo y en coches, con diferentes temas, que habían perdido el juicio de varios sucesos de la Fortuna por mar y por tierra». 3 teatros: «En las farsas es la parte del tablado que se adorna con paños o bastidores para la representación» (Aut.). Hacia 1632, los principales corrales de Sevilla eran dos: el de la Montería, inaugurado seis años antes, y el famoso Coliseo, que sufrió un incendio en 1620, pero fue reedificado y reabierto en 1631. 4 accesión: «Término utilizado de los médicos para expresar el crecimiento de la calentura» (Aut.). 5 Con el examen de orina se verificaba la salud. «Buena orina y buen color y tres higas al doctor» (Correas, núm. 3901). Comp. Góngora, Poesía satírica y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 75, vv. 3-10: «Cierto médico medio almud / llamar solía y no mal / al vidrio del orinal / espejo de la salud, / porque el vicio o la virtud / del humor que predomina / nos le demuestra la orina / con cle-

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disposición de tomarla6 y así Hernando en su lugar echó un poco de vino blanco en un orinal, que les mostró a los doctores7. Pasó plaza de orina para con ellos, que no tenían mucho de Galeno, pues eran de los que se convidaban con sus personas por las calles, no de los que por su buena fama son buscados en sus casas.Vieron, como digo, la orina, sin desengañarles el olor del vino y dijeron mil desatinos sobre ella. Acordaron que me sangrasen de los dos tudillos8 luego y que a la tarde se me echase una ayuda9, conque se fueron cuidadosos10 de volver a verme. Costosos remedios eran para mí los receptados, no me estando bien el hacerlos. Salió Hernando fuera y trujo sangre del rastro11, que pasó plaza en cuatro escudillas de ser mía y el clistel12 dijo habérseme echamencia o con rigor». Dentro de sus consejos para fungir de médico, comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 432: «Pide orines, haz grandes meneos, míralos a lo claro, tuerce la boca». 6 tomarla: ‘expelerla’. 7 El presentarle a un médico el orinal con vino forma parte de un cuentecillo tradicional (Floresta española, parte IV, capítulo VII, 4), aunque solo en el entremés de La prueba de los doctores, con la burla final de beberse el contenido frente a los facultativos, se ciñe por completo al dicho cuentecillo. La misma traza, como parte de un desfile de Carnestolendas en Estebanillo, II, p. 135: «Tomábale yo el pulso con mucho reposo; pedía la orina, la cual me daba la afligida dueña con tristes suspiros; tomábala yo en la mano derecha, y con la izquierda me ponía unos antojos, y mirándola, haciendo con ella muchos espantos y arqueando las cejas, alzaba el orinal y de bote y voleo me bebía toda la orina, haciendo muchos ascos en los labios». Para más ejemplos de este cuentecillo, así como muchos otros lugares comunes en torno al médico en la literatura áurea, comp. el capítulo «El médico» en Chevalier, 1982, pp. 18-40. 8 tudillos: ‘tobillos’. Corominas (1983,V, p. 516) señala que las formas todillo o tudillo pueden ser producto de hipercorrección, ante la caída de la b. Comp. Donaires, I, fol. 112r: «Para un continuo dolor / del estómago al ombligo / receté yo dos emplastros, / al celebro y a los tudillos». 9 ayuda: ‘laxante’. 10 cuidadosos: «Solícito, diligente y advertido, para no perder la ocasión de ejecutar lo que debe u lograr lo que desea» (Aut.). Comp. Cervantes, Poesías completas, I, Viaje del Parnaso y adjunta al Parnaso, cap. I, vv. 118-120: «Adiós, conversaciones suficientes / a entretener un pecho cuidadoso, / y a dos mil desvalidos pretendientes». 11 rastro: «Lugar público donde se matan las reses para el abasto del pueblo» (Aut.). 12 clistel: lo mismo que ayuda. «Los clisteles llaman ayudas porque ayudan a naturaleza cuando ella sola no puede descargar la ocupación del estómago y vientre» (Cov.).

CAPÍTULO XVI

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do. Cuando los médicos volvieron a verme tocaron el pulso y dijeron que me hallaban aliviada, si bien no libre del todo de la calentura. Yo me quejaba menos como no estaba allí mi autor. Diles ocho reales, con que fueron contentísimos, que quizá no habían ganado otro tanto en toda aquella semana, y yo quedé con escarmiento de no curarme con semejante gente. Acudió mucha gente a la fama de la comedia, disculpose el autor de no la hacer por mi enfermedad. Conoció allí la falta que hacía, pues sin mí no hubo sosiego en el auditorio, estando todos desazonados. Esotro día tampoco quise que representase, pasando con mi mal adelante, conque se desesperaba el autor. Al fin al tercero día se hizo la deseada comedia, en la cual la dama compañera erró el papel y dio que notar al auditorio y decir que se me había hecho agravio en quitármele, por lo cual no se le lució bien la comedia. Contra sí hizo y a dinero pagó su tema. No le sucedió más, aunque vio siempre en mí resistencia a su gusto. Era rectísima guarda el criado del señor conmigo, pero no por eso dejaba de admitir visitas de otros señores, si bien no le perdí la lealtad al que dejaba en Granada con esperanzas de verle presto en Sevilla. De la burla que hice a los médicos, que después supo el autor para que se enmendase en no tomar temas conmigo, tuvo motivo Sarabia para escribir un entremés. Era pública la burla por Sevilla y así cayó más en gracia cuando se representó, si bien al poeta y a mí nos estuvo mal. He querido ponerla aquí por divertir un rato al lector y mostrar la habilidad de mi esposo. El entremés era este:

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LA PRUEBA DE LOS DOCTORES13 FIGURAS

TRUCHADO14 GINÉS15 BRÍGIDA MÚSICOS DOCTOR RIBETE DOCTOR MATANGA DOCTOR REBENQUE16 Salen Ginés y Truchado, su amigo. GINÉS

Ya os he dicho, Truchado, que es mi gusto.

TRUCHADO

Vuestro gusto será, mas es injusto.

13 Este entremés, igual que el anterior, también es polimétrico. Empieza con silva de versos pareados con versos libres entre vv. 1-32, con un quintilla inserta entre vv. 11-15. Entre vv. 33-292 se emplea un romance en é-e. A partir del v. 293 hasta el baile final el romance tiene rima á-e, con seguidillas englobadas entre vv. 297-299, 311-313 y 318-320, dispuestas a modo de estribillo. Por último, se presentan seguidillas continuas desde el v. 321 hasta el cierre del entremés. 14 Truchado: dos etimologías probables.‘Entendido’ o ‘astuto’, ya que truchar vale ‘entender’ (Léxico). Trucha es «prostituta joven y de calidad» (Léxico) y truchado podría ser también ‘rufián’. 15 Ginés: «Ginés es, en el sistema de representaciones del Siglo de Oro, uno de esos apelativos considerados como típicos de villanos y se aplica especialmente a los compesinos maliciosos, echadores de pullas» (Redondo, 1997, p. 252). Además, San Ginés es patrono de los actores, de donde se explica la inclinación teatral del personaje. 16 Ribete… Matanga… Rebenque: nombres risibles. Salvo Ribete, que es el dinero prestado entre tahúres (Luque Fajardo, Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos, I, p. 157: «Cuando [los tahúres] prestan […] por lo menos les han de volver más cuatro por ciento; y teniéndola por deuda de justicia, llámanle ribete»), los otros dos encierran claros ataques a los médicos. Matanga evoca matanza o matante, «matón o valentón de oficio» (Léxico), ya que los médicos son equiparados con asesinos. Además, Rebenque es «el látigo con que el verdugo y sobre todo el cómitre en las galeras castiga a los delincuentes» y «por extensión, el verdugo que azota a los reos» (Léxico). Por otra parte, el licenciado Ribete es un poeta culto en un poema burlesco de Donaires del Parnaso.

CAPÍTULO XVI

GINÉS

He de experimentar su amor en Brígida.

TRUCHADO

¿Su amor? Ved que os adora17.

GINÉS

No confío, que de amor de mujer siempre me río.

TRUCHADO

Ahora lo veréis con experiencia.

GINÉS

Y con ese veré la oculta ciencia de los antiesculapios18 deste tiempo, por quien un gran poeta de retruécanos y coplas revoltosas cobró fama haciendo este satírico epigrama: «De médicos está lleno, malos, el mundo y por Dios que diera Galeno, el bueno, heno19 a más de veinte y dos que visten veintidoseno20».

TRUCHADO

Es extremado.

GINÉS

Va de burla, amigo, ya me empiezo a quejar.

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Sale Brígida. TRUCHADO BRÍGIDA

Señora Brígida. ¿Quién llama?

GINÉS

Yo, mujer, que vengo malo.

BRÍGIDA

¿Es de veras, marido, o es regalo?

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oradura T. a ti esculapios T. Para Esculapio, ‘médico’, comp. Donaires, I, fol. 127r: «Un enfermo que desea / por orden de un Esculapio / purgar humores franchotes / con récipes castellanos». 19 heno: por ser los médicos unos asnos. 20 veintidoseno: «Un género de paño de una de las clases de los tejidos […]. Llámase así porque consta de dos mil y ducientos hilos, que hacen veinte y dos centenares», del que visten los médicos. Un juego de palabras similar, comp. Donaires, II, fol. 62r: «Herreruelo largo / de veintidoseno / o veintidós años, / que será lo mismo». Nótese, además, el juego por disociación:‘Gal-eno’ diera heno a más de veintidós médicos con ‘veintidos-eno’. 18

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TERESA DE MANZANARES

GINÉS

Tal regalo os dé Dios. Ay, que me muero sin remisión21.

TRUCHADO BRÍGIDA

Hacelde que se acueste. ¿Qué tenéis? Si os alegra, tengo peste22.

GINÉS BRÍGIDA

¿Peste, señor Truchado?

TRUCHADO

No, señora, un váguido23 le dio, no será nada.

BRÍGIDA

Mas valiera ser peste confirmada.

GINÉS

Los médicos llamad, que este es mi gusto.

TRUCHADO

No os asustéis, señora.

BRÍGIDA

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No me asusto. Vase Brígida.

TRUCHADO

Brígida se lastima ya de veros.

GINÉS

Mejor la pongan en un fuego en cueros. En la cama me zampo de repente, quiero hacer del quejoso y del doliente.

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Éntrase así vestido en una cama y sale Brígida con tres médicos: Ribete, Matanga y Rebenque. BRÍGIDA

Aquí están, señor marido, el señor doctor Ribete, el señor doctor Matanga y el señor doctor Rebenque.

GINÉS

Lleguen en buena hora todos.

RIBETE

Dios guarde a vuesas mercedes. ¿Qué es esto, señor enfermo?

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sin remisión: ‘sin remedio’. peste: «Por extensión, se llama cualquiera enfermedad, aunque no sea contagiosa, que causa grande mortandad» (Aut.). 23 váguido: «El desvanecimiento o turbación de la cabeza, que pone a riesgo de perder el sentido u de caer» (Aut.). Comp. Cervantes, Poesías completas, I, Viaje del Parnaso y adjunta al Parnaso, cap. VIII, vv. 166-168: «Esto que se recoge es el tabaco, / que a los váguidos sirve de cabeza / de algún poeta de celebro flaco». 22

CAPÍTULO XVI

GINÉS

Señor, un grave accidente que me inquieta los sentidos.

RIBETE

Dios querrá que se remedie. Deme ese pulso derecho y veré de qué procede. Ya que el pulso le he tomado, vuesas mercedes se enteren, que él después informará de su mal.

MATANGA

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Bien me parece. Tómanle el pulso.

TRUCHADO

¿Juntar a tantos Galenos tan presto? Brígida quiere, cansada ya de marido, las reverendas ponerse24.

RIBETE

Pues hemos tomado el pulso, el enfermo ahora puede informarnos de su achaque.

GINÉS

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De buena gana, escuchenme25. Trujéronme ayer, señores, para fiesta de un banquete del vino más estimado siete frascos de torrente26. Púselos sobre una mesa y una mona, que quien tiene mona27 sin vino es un asno, quebrómelos todos siete.

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reverendas: ‘reverendas tocas’, se entiende, el traje de la viuda. escuchenme: con acentuación grave para evitar la hipometría. 26 torrente: «Metafóricamente vale abundancia o muchedumbre de cosas, que concurren a un mismo tiempo» (Aut.). 27 mona: juega con el sentido llano de ‘animal’ y el figurado de ‘borrachera’. Para el origen de este segundo sentido: «Estas monas apetecen el vino y las sopas mojadas en él y hace diferentes efetos la borrachez en ellas, porque unas dan en alegrarse mucho y dar muchos saltos y vueltas, otras se encapotan y se arriman a un rincón, encubriéndose la cara con las manos. De aquí vino llamar mona 25

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TERESA DE MANZANARES

Diome del susto, ¡ay de mí, que el pesar me desfallece!, ¡no más monas en mi casa!, un dolor tan vehemente, que del fin de los zancajos28 tan ofensivo se atreve a trepar por las canillas como si fuera grumete29. Hace asiento en las rodillas y con cólera valiente por las dos tablas muslares a las ijadas se viene. Malo fuera para atún30, nadie quisiera comerme, mejor fuera en lo sensible para mula de alquileres31. El punzativo contagio hace de su daño asperges32

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triste al hombre borracho que está melancólico y callado y mona alegre al que canta y baila y se huelga con todos» (Cov.). Comp. «Al vino de San Martín», Huit petits poèmes, p. 278: «Y aun quisieran las personas / a quien tu vino no harta, / casarte con sancta Marta / por tener nombre de monas». 28 zancajos: «El hueso del extremo del pie, que forma el talón o el mismo extremo del pie, en que sobresale este hueso» (Aut.). 29 brumete T. Sigo la enmienda de Cotarelo y Rey Hazas. Comp. Donaires, II, fol. 73r: «Todo poeta alentado / trepará como grumete / por traerte del Parnaso / epitafio o remoquete». 30 Malo fuera para atún: porque las ijadas de dicho pez «son tenidas por comida de gran regalo» (Cov.). 31 mula de alquileres: porque eran malas y quejosas. Comp. Don Quijote, I, cap. XXIX: «Y fue el mal que al subir a las ancas el barbero, la mula, que en efeto era de alquiler —que para decir que era mala esto basta—, alzó un poco los cuartos traseros y dio dos coces en el aire». 32 asperges: ‘rociadura’, como la que da el sacerdote con el agua bendita. «Voz puramente latina usada en estilo jocoso como sustantivo masculino y vale lo mismo que rociadura o aspersión» (Aut.). Comp. Estebanillo, II, p. 50: «Y al tiempo que lo fui a meter en la faltiquera hallé pegado a él todo el bigote del tal hidalgo, que era tan descomunal que podía servir de cerdamen a un hisopo y anegar con él una iglesia al primer asperges».

CAPÍTULO XVI

por la ventrícula playa33, mondonguero34 es de mi vientre. Al estómago se sube y de su alcoba se extiende hasta escalarme el gaznate, la boca, muelas y dientes, narices, ojos y cejas. Aposéntase en la frente, dominando imperioso del colodrillo a las sienes. Este es mi accidente, en suma. RIBETE

¿Reconcéntrase en las renes35 esta intención dolencial?

GINÉS

Y tan pulmónicamente36, que es ya mi riñonicida37, tanto me aprieta y ofende.

REBENQUE

¿No tranquiliza el tesón?

GINÉS

No lo entiendo.

REBENQUE

¿No lo entiende? Digo si lo vigoroso suele estar intercadente.

GINÉS

Menos lo llego a entender.

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ventrícula playa:‘estómago’, ya que ventrículo es «la cavidad del estómago, donde se elabora la vianda y se convierte en quilo» (Aut.). 34 mondonguero: porque, como la mondonguera, «la que dispone, guisa y vende los mondongos» (Aut.), se beneficia de sus vísceras hechas mondongo, «los intestinos y panza del animal (especialmente del carnero) dispuesto, rellenas las tripas de la sangre y cortado en trozos el vientre, que llaman callos, y así se guisa para la gente pobre» (Aut.). Comp. Estebanillo, I, p. 21: «Sentenciado a ser racimo, / mondonguero de plazuela, / patrón de malcocinado, / faraute de todas lenguas». 35 renes: ‘riñones’. 36 pulmónicamente: el adverbio (‘a la manera de un pulmón’) se explica teniendo en cuenta que el pulmón se equipara con un fuelle: «Parte espongiosa, que como fuelles recibe el aire para refrigerar el corazón» (Cov.). 37 riñonicida: neologismo jocoso.

356

TERESA DE MANZANARES

MATANGA

Si lo sensible padece opresión universal sin darle lugar al requies38.

GINÉS

No puedo hacer responsión, si clara no me hablan mente39.

RIBETE

Dicen si el mal le estimula ad invicem40, o si tiene impírica posesión en el cuerpo permanente.

REBENQUE

Si ofende o no todas horas.

GINÉS

A todas horas me ofende.

RIBETE

Menester es ver la orina.

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Sacan un orinal con vino. TRUCHADO

Aquí está.

RIBETE

Galeno in Verrem y Rasis en su Tebaida41 este color aborrecen.

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requies: ‘descanso’. Hace mofa del habla de los médicos, equiparándola con la de los culteranos. Para la sátira del lenguaje oscuro de los médicos, comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 120: «“Sabéis poco —dijo el doctor—; que de aquella contusión del lapso, habiéndose removido las partes hipocondríacas y renes, podría sobrevenir un profluvium sanguinis irreparable, y del livor del rostro quedar una cicatriz perpetua”. “Y luego —dije yo— vendrá el arturo meridional a la circunferencia metafísica del vegetativo corporal, y evacuarse la sangre del hepate”. “¿Qué decís —dijo el doctor—, que no os entiendo?”. “¿No me entiende? —dije yo—. Pues menos entiende su mejor a vuesa merced; ¡que para decir que del golpe de la caída puede venir algún flujo de sangre y quedar señal en el rostro, se han de decir tantas pedanterías!...”». Comp. del propio Castillo, Donaires, I, fol. 111v: «De anotómicos vocablos / se valga medio latinos, / que arrojando chilindrinas / se hará protochilindrino. / Palpebras, túnica, arterias, / porosidad, intestinos, / policranio, contusión, / conglutinación y quilo, / y otras cosas a este modo / que se hallan en Calepino, / ya que por ciencia se ignoren / con términos exquisitos». 40 ad invicem: ‘a menudo’. 41 Ambas obras, In Verrem y Tebaida, falsamente atribuidas a Galeno y a Rasis, ya que son de Cicerón y de Estacio respectivamente, las citan los médicos para aparentar erudición. Y ni que decir de la Eneida de Virgilio, que se atribuye a Hipócrates. 39

CAPÍTULO XVI

MATANGA

Hipócrates en su Eneida dice que el peligro teme del enfermo que esta orina ex corpore suo expelet42.

GINÉS

Buenos andan los Galenos, y es un vinillo de Yepes trasladado al orinal, Truchado43.

TRUCHADO

Di, ¿qué pretendes, Ginés, con aquesta burla?

GINÉS

Que las cabezas se quiebren mientras que de ellos me río.

TRUCHADO

¿No ves a Brígida Pérez cómo atenta les escucha lo que entre los tres confieren?

GINÉS

Debe importarla que hagan los disparates que suelen hasta dar fin con mi vida, que mudar de estado quiere.

MATANGA

GINÉS RIBETE

42

Ginés, el mal es tan grave que retirarnos conviene a hacer los tres una junta sobre lo que hacer se debe, que la orina nos indica estar el cuerpo doliente de grave morbo44. En buen hora, hacerla allá fuera pueden.

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Déjennos solos aquí.

ex corpore suo expelet: ‘expele de su cuerpo’, otro latinajo que emplean los médicos. 43 Restituyo el vocativo Truchado, que en el original se halla entre los versos 124-125, al verso 126 porque así lo exige la métrica. 44 morbo: «Lo mismo que enfermedad» (Aut.).

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TERESA DE MANZANARES

GINÉS

Solos a los tres los dejen. Mujer, retiraos allá.

BRÍGIDA

¿Quién habrá que me consuele? ¡Ay, marido de mi vida! ¿Qué te mueres, qué te mueres?45

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Vase. GINÉS

Mejor te coja una tapia y a quien a ti te creyere. Mal haya el hombre que fía en vuestro llanto, mujeres46. (Aparte.) Pues allá se han retirado, quiero escuchar lo que quieren hacer estos tres alfanjes47 o montantes48 de la muerte.

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Levántase cubierto con una manta. REBENQUE

¿Tiene muchos sufragáneos el señor doctor Ribete en quien su ciencia se ocupe?

RIBETE

Tendré como diez y nueve. ¿Y vuesa merced, señor?

REBENQUE

En mi lista, doce o trece. ¿Y en la del doctor Mortaja49?

RIBETE

Diez y ocho, que está ausente. ¿Y vuesarcé, seor doctor?

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qué te mueres: ‘por qué te mueres’. Tópico misógino. «No críes gallina con raposa, ni creas lágrimas de mujer que llora» (Correas, núm. 15748). 47 alfanjes: porque matan. Para la equiparación del médico con todo tipo de arma, comp. los ejemplos que ofrece Chevalier, 1982, p. 29. 48 montantes: «Espada ancha y con gavilanes muy largos que manejan los maestros de armas con ambas manos» (Aut.). Comp. Donaires, I, 110v: «Huélgome señor doctor / que, intruso en el doctorismo, / vaya a meter en la corte / más montantes, que no libros». 49 Mortaja: nombre de humor algo macabro para un médico, pero bastante afín a otros apodos, como licenciado Venenos, Herodes, el doctor Parce mihi, etc., que ofrece Chevalier, 1982, p. 27. 46

MATANGA

CAPÍTULO XVI

359

El primero enfermo es este que en este mes me ha venido.

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RIBETE

¿Y en el pasado?

MATANGA

Hasta veinte encaminé a la otra vida.

GINÉS

(Aparte.) Malos garfios te desuellen hasta verte las entrañas. ¿Tú eres médico? Eres peste y contagio universal.

RIBETE

¿Pues sin curar en qué entiende?

MATANGA

Tomo liciones de esgrima50.

GINÉS

(Aparte.) Del fiero homicidio quiere ser graduado in utroque51. Él saldrá muy eminente.

RIBETE

¿Qué tiempo tiene su mula?52

MATANGA

Tendrá como treinta meses.

RIBETE

¿Es mansa?

MATANGA

Como una onza cuando sus cachorros pierde53.

RIBETE

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¿Es suelta de pies y manos?

50 Sobre la esgrima y la medicina como artes afines, comp. el testimonio jocoso del Marcos de Obregón ya citado. 51 in utroque: doctor in utroque iure era el graduado en ambos derechos, el civil y el canónico. En medicina, significaba ejercer de médico y cirujano. El chiste reside en que Matanga se gradúa in utroque agregando a la medicina la esgrima, como si se tratase de especialidades afines. Comp. Estebanillo, I, p. 38: «Mi padre fue pintor in utroque, como doctor y cirujano, pues hacía pinturas con los pinceles y encajes con las cartas». 52 La charla sobre las mulas obedece a que era la montura típica del médico. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 431: «Si quieres ser famoso médico, lo primero linda mula […]. Y si andas a pie, aunque seas Galeno, eres platicante. Oficio docto que su ciencia consiste en la mula». 53 Es decir, nada mansa, ya que la onza es «quasi leonza, en talle y fiereza semejante a la leona» (Cov.). Comp.Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 479: «Y levantándose como una onza, de la cama, en solo manteo, salió dando gritos».

360

TERESA DE MANZANARES

MATANGA

Y tan resuelta, que puede dar a la Tabla Redonda más pares54 que ella se tiene.

GINÉS

(Aparte.) Para tus muelas, dotor55.

MATANGA

De las cosquillas procede el ser algo juguetona.

GINÉS

(Aparte.) Reniego de sus juguetes si no son contra su amo.

MATANGA

Esa vuestra me parece que no es del todo muy sana.

RIBETE

A dar mordiscones puede apostárselas a todas. Sabe curar diestramente todo mal de lobanillos56 por lo diestro con que muerde.

GINÉS

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(Aparte.) A Genebra57 con la cura y a Lucifer que la piense58. Al fin, tal como su amo, que todos resabios59 tienen.

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pares: juego dilógico de pares como ‘pares de coces’ y «título de dignidad en Francia, que se dio al principio a solo doce grandes señores […] llamáronse así para significar la igualdad de la dignidad entre ellos» (Aut.). Dicha igualdad era también la que gozaban los caballeros del rey Arturo, en cuya famosa Tabla Redonda (para que nadie se sintiera ni menos ni más que otro al ubicarse en ella) se reunían con él. 55 Paronomasia: ‘pares [de coces] para tus muelas, doctor’. 56 lobanillos: «Cierta hinchazón, dicha así por la semejanza que tiene a lo que causa la mordedura del lobo» (Cov.). He allí el chiste cruel. 57 Genebra: o Ginebra, ciudad que, en la época, es sinónimo de ‘confusión’. Comp. Quevedo, Los sueños, p. 249: «Hecho su libro un Ginebra de moros, gentiles y cristianos»; Castillo Solórzano en su novela El culto graduado: «Íten, le damos facultad para escribir fábulas en los versos que más gustare, procurando en todo guardar las constituciones de la república de Ginebra, en que asisten varias naciones hablando diferentes lenguas» (Tardes entretenidas, p. 293). 58 la piense: ‘la alimente’, ‘le dé pienso’. 59 resabios: ‘faltas’. Resabio es «vicio o mala costumbre que se toma o adquiere» (Aut.). Sigue comparando al médico con la bestia.

CAPÍTULO XVI

REBENQUE

La mía, a dar cabezadas ninguna puede excederle, que ha muerto cuatro doctores.

GINÉS

(Aparte.) Y cuando al quinto le entierren ganará mucho la Corte con el sujeto que pierde. Avisón, mirones míos60, quien cayere malo aceche, que esto hacen los idiotas61, pero no los eminentes.

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RIBETE

¿Qué sentís de aqueste enfermo?

REBENQUE

Que está peligroso y puede darle este mal en modorra si al pelicranio62 le vence. Y para que se descargue el humor de que procede he de echarle cien ventosas63 sajadas.

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(Aparte.) ¡Mejor te tuesten, ministro de Satanás! ¿Sajadas? Este pretende como a tafetán o raso64 escaramuzado65 verme.

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GINÉS

60 mirones míos: vocativo para la audiencia. En este punto de la representación el personaje se dirige al público. 61 idiotas: etimológicamente, ‘iletrados’, ‘faltos de estudio’. 62 pelicranio: ‘pericráneo’. Es un latinismo que delata la falsa erudición de los médicos y figura en la breve lista que le da un médico a otro en el poema de Castillo ya citado. 63 cien ventosas: incluso vista cómicamente, se trata de una exagerada cantidad para sangrarlo. En la broma de Estebanillo como médico solo le aplica al paciente media docena. Quevedo incluye la sangría en sus consejos para ser médico, Prosa festiva completa, p. 432: «Sangrarle y echarle ventosas y, hecho esto una vez, si durare la enfermedad, tornarlo a hacer, hasta que, o acabes con el enfermo o con la enfermedad». Sobre las ventosas sajadas habla Cov. en la entrada del verbo sajar, lo cual «es dar unas cuchilladitas muy sutiles sobre las ventosas, que llaman sajadas». 64 razo T. 65 escaramuzado: ‘acuchillado’, ya que, por las ventosas quedará como el tafetán o el raso al que se acuchilla, es decir, «hacer pequeñas giras y aberturas, como

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RIBETE

TERESA DE MANZANARES

Yo le echaré dos ayudas de resina66 y agua fuerte para evacuarle el humor.

GINÉS

(Aparte.) Mejor de un rollo67 te cuelguen.

MATANGA

Pues yo tras los dos remedios le purgaré doce veces.

GINÉS

(Aparte.) Purgas malas te dé Dios, que del cuerpo no las eches y si las echares salgan como mangas de cohetes68.

RIBETE

Volvamos a visitarle y déjenme vuesarcedes, que yo le he entendido el mal y haré lo que conviniere.

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Vuélvese Ginés a la cama y llegan los doctores. Señor Ginés, su dolor, que por los talones viene, comenzó por sabañones, intruso ya en los juanetes, en las rodillas es gota, ijada en la fimbria ventris69, ceática en las caderas, mal de que tantos tollecen70. Llamárale mal de madre71

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cuchilladas […] en un vestido, mangas y otra ropa, como se usaba antiguamente en los trajes» (Aut.). 66 rezina T. Resina: «materia aceitosa o humor eraso y pegajoso que sudan o destilan los árboles» (Aut.). Cotarelo enmienda bencina. Sigo la enmienda de Rey Hazas. 67 rollo: «La picota u horca hecha de piedra en forma redonda, quasi rótulo» (Cov.). 68 mangas de cohetes: ‘flatos’, si asociamos el cohete con el estruendo, de modo que las mangas de cohetes refieren una retahíla de sonoros flatos provocados por la mala purga del médico. 69 fimbria ventris: ‘parte baja del vientre’. 70 tollecen: tollecer es «lo mismo que tullir. Es voz anticuada» (Aut.). 71 mal de madre: ‘dolor de matriz’.

CAPÍTULO XVI

363

o torzón72, al atreverse al vientre, mas no es mujer ni rocín. TODOS RIBETE

GINÉS

Es evidente. Mal de estómago es en él, garrotillo en el gollete73, mal de muelas en la boca y jaqueca en las dos sienes74. Él es mal muy peligroso; paciencia, Ginés, apreste, que un sacrificio le aguarda. Llamar seis barberos pueden con otros seis boticarios, porque han de hacerme presente con ayudas y ventosas que la cura se comience, que esto nos dice la orina. Juro a Dios que ella les miente o que ellos están sin seso, pues que de orinas no entienden. ¿Es esta que tengo aquí?

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Muéstrasela. RIBETE

La misma.

GINÉS

Pues ella vuelve al cuerpo de quien salió.

MATANGA

¿Está loco?

REBENQUE 72

Él se la bebe.

torzón: «Dolor agudo en la barriga que da a las bestias, semejante al que en los racionales llaman cólico» (Aut.). Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 226: «De lo cual se quejan con un perpetuo “¡ay!, ¡ay!”, que es señal que debe ser malísima y que debe causar torzón a cuantos la comen». 73 garrotillo… gollete: garrotillo es «enfermedad de la garganta por la hinchazón de las fauces, que embaraza el tránsito del alimento o la respiración» (Aut.); y gollete, «la última parte con que la garganta se une a la cabeza» (Aut.). 74 cienes T.

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TERESA DE MANZANARES

Bebe el vino. GINÉS

Señores protoidiotas75, esta orina orinó en Yepes el cuerpo de una tinaja y cada cuartillo76 puede resucitar cuatro muertos. Yo examiné sus caletres77 tan doctos, que es compasión que a galeras no los echen. Brígida bien deseara que mi dolencia creciese para ser en tierna edad otra viuda de Gelves78.

REBENQUE

Por Dios que me he avergonzado.

RIBETE

¿Y el señor doctor Ribete monda nísperos79, acaso?

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75 protoidiotas: construcción burlesca que se vale del prefijo proto, «voz griega, que vale primero en su línea, y sirve en composición de otras voces de aquella lengua; y también se ha extendido a componer algunas españolas y aun a inventar muchas en el estilo jocoso» (Aut.). En este caso, añadido a idiotas, ‘iletrados’, moteja a los doctores de ser preeminentes en ignorancia. Quizás juega con protomédico, «el primero y más principal de los médicos» (Aut.), que era además el nombre de un oficio real. Quevedo emplea construcciones similares: protomiseria (Buscón, p. 34), protocornudos (Prosa festiva completa, p. 313), protovieja (Poesía original completa, núm. 625, v. 37), etc.; pero Mateo Alemán ya emplea protopobre en el Guzmán de 1599 (I, p. 388). Comp. Castillo en el entremés El comisario de las figuras: «Protofigura sois deste partido» (Harpías, p. 117). 76 cuartillo: «En las medidas líquidas la cuarta parte de una azumbre» (Cov.). No representaba mucho más de medio litro. Comp. Estebanillo, II, p. 239: «Reconocieron lo que había dejado en el jarro y aun apenas era un cuartillo, el cual bebieron entre los dos, y los tres dimos fin al almuerzo». 77 caletres: «Juicio, capacidad, entendimiento, discurso o imaginación vehemente» (Aut.). 78 viuda de Gelves: tal vez recuerda a la Antona Pérez del Lazarillo de Tormes, cuyo marido «por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves» (p. 21), la desastrosa expedición a dicha isla del mar Mediterráneo. «Sobre esta isla puso cerco el conde Pedro Navarro, llevando en su compañía a don García de Toledo, hijo del duque de Alba […] murieron muchos de los nuestros y entre ellos este gran caballero, habiendo peleado a caballo y a pie valerosamente» (Cov.). Comp. Correas, núm. 13105: «Lloraba la viuda de los Jelves, tocas blancas en años verdes».

CAPÍTULO XVI

REBENQUE GINÉS

365

¿Y yo? La fiesta comiencen.

TRUCHADO

Las vecinas se han juntado. Todos a Ginés alegren.

GINÉS

Y a estos señores doctores, que su ciencia lo merece.

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Salieron músicos y mujeres, y hicieron ese baile. Legos de la medicina, atended despacio al baile, que contra los desaciertos ha de servir de vejamen80: «Oigan y callen y quien más los celebra dellos se guarde». Doctores hay pistoletes81 que al primer récipe82 parte el enfermo a la otra vida sin que remedios le basten: «Oigan y callen y quien más los celebra 79

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monda nísperos: «Y yo mondo ñísperos; y fulano monda ñísperos. Cuando no meten a uno en cuenta y debe ser contado por ser tan digno o más que otros» (Correas, núm. 23950). Aunque con juego verbal, comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 853, vv. 141-144: «A la Monda la raparon / una mirla por tomona; / y pues monda faldriqueras, / no es nísperos lo que monda». 80 vejamen: «Vaya u reprehensión satírica y festiva que se le da a alguno sobre algún defecto particular u personal, o incluido en alguna acción que ha ejecutado» (Aut.). Comp. Donaires, I, fol. 50v: «No hay en todo el poetismo / ingenio metrificante / que si no le alaba una vez / cuatrocientas no le ultraje; / siendo el bribón de los ríos, / en sus bajas humildades, / de la pluma de un Zoílo / jamás le faltó vejamen». 81 pistoletes: otra metáfora del médico como ‘arma mortal’. 82 récipe: «Voz puramente latina, introducida en nuestra lengua, que significa lo mismo que receta de médico. Dícese así por empezar todas con esta voz» (Aut.). Comp. Cervantes, El licenciado Vidriera, NE, p. 129: «Solo los médicos nos pueden matar y nos matan sin temor y a pie quedo, sin desenvainar otra espada que la de un récipe». Del propio Castillo, Donaires, I, fol. 20r: «Que a tu récipe valiente / ninguna vida resiste, / cuando de veras la embiste / riguroso e inclemente».

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TERESA DE MANZANARES

dellos se guarde»83. Doctores hay almarados84, que sacando poca sangre al que cogen de antuvión85 no haya miedo que se escape: «Oigan y callen y quien más los celebra dellos se guarde». Doctores hay carniceros que tronchan, cortan y raen, y estos por lo criminal son de la muerte montantes: «Oigan y callen y quien más los celebra dellos se guarde». El dotor y el albéitar86 siempre compiten en quién mata más hombres o más rocines. En sus récipes funda su ciencia el dotor, más en lo que recibe que en lo que ordenó. Las navajas parecen a los dotores, que lo agudo87 nos muestran y el filo esconden.

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83 Desarrollo el estribillo del vejamen, que en el original se abrevian desde el primer verso: oigan y callen, etc. 84 almarados: de almarada, «especie de puñal buido, esquinado y sin corte» (Aut.). Eran semejantes a punzones y de allí que se hable de sangrías. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 268: «Sastres de vidas ajenas, que cortan con la imaginación y cosen con almaradas». 85 de antuvión: «Inopinadamente, repentinamente, con precipitación, y así se dice vino de antuvión, se fue de antuvión, etc.» (Aut.). 86 albéitar: «El que cura las bestias» (Cov.). 87 agudo: en su sentido de «ingenioso, pronto, perspicaz» (Aut.), aunque también juega con el sentido de «punta o filo sutil y penetrante» (Aut.), que no obstante niega el verso siguiente.

CAPÍTULO XVI

367

Acabose el entremés con este lucido baile, que fue muy celebrado por toda Sevilla, sino88 de los agraviados, que se la guardaron a Sarabia, sabiendo ser el poeta, y con cuatro amigos le cogieron una noche y le dieron muchos talegazos89, con que le pusieron tal que en seis días le llevó Dios. Quedé viuda, aunque bien puesta, conque fue más fácil de llevar la pena que si quedara pobre. El señor que me asistía se quedó en Granada a aguardar la sentencia de su pleito. El criado por orden suyo me dejó de acudir, que todo cansa, y más a él, que le iban ya a la mano en estos gastos. Sobreviniéronle al autor dos ejecuciones de mil y quinientos ducados90, pusiéronle en la cárcel cerca de Cuaresma y con esto desbaratose la compañía91. Persuadíanme los compañeros que me fuese a Madrid a entrar en otra y el húesped de mi posada en que me casase con él. No me había ido tan bien con Sarabia que desease segundo matrimonio, y así quíseme quedar en Sevilla en hábito de viuda. No faltaban galanes que me deseaban servir, aficionados a la moza, pero yo con mucha severidad los despedía a todos, deseando huir de empeños92, y más de amor. Salí de la posada en que estaba y puse casa en los barrios del Duque93, donde con el dinero que tenía pude tener una criada de labor y otra para salir de casa. Así me pasé más de medio año, hasta que con la venida de la flota vino a ser vecino mío un perulero94. Viome un día en la iglesia, adonde le parecí bien, se88

sino: ‘excepto’. talegazos: «Talegazo, el golpe que se da con la talega de arena, que por otro término dicen calza de arena» (Cov.). 90 ejecuciones… mil y quinientos ducados: las ejecuciones o embargos de bienes por deudas sobre los autores de comedias eran, a lo que se sabe, un mal común de la vida teatral de la época. A propósito, Díez Borque recuerda el caso de Juan de Morales, autor de comedias que sufre el embargo de sus bienes por adeudar 1.400 ducados en 1634 tras declararse insolvente, pero que se libra de ser encarcelado por poseer ejecutoria de hidalguía (1978, pp. 57-60). 91 Ya que en Cuaresma las compañías se desmantelan. 92 empeños: «La persona o personas que favorecen y patrocinan a uno o alguna cosa y así se dice “Fulano tiene tantos empeños, esto es tiene muchos que le favorecen y patrocinan”» (Aut.). 93 barrios del Duque: barrio sevillano donde se encontraba el palacio del duque de Medina-Sidonia, al que le debe su nombre. Comp.Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 105: «Llegaron al barrio del Duque, que es una plaza más ancha que las demás, ilustrada de las ostentosas casas de los duques de Sidonia». 94 perulero: «El que ha venido rico de las Indias, del Perú» (Cov.). 89

368

TERESA DE MANZANARES

gún me dijo. Deseó mucho hablarme y para eso puso todos los medios posibles. Conocí su afición y porque cayese el pez con más deseo del cebo95, neguele una y muchas súplicas que me hizo de quererme visitar y así mismo dejeme ver poco en la iglesia, con lo cual andaba el buen perulero bebiendo los aires96 por mí. Era hombre de cincuenta años, entrecano, enjuto de rostro, buena estatura y andaba lucido, aunque no tanto como pudiera con más de cincuenta mil ducados97 que había traído de Lima. Su familia eran dos criados de espada98, tres negros y una negra que le guisaba de comer. No tenía coche, sino andaba en un macho regalado, acompañándole dos negros. La perseverancia acaba muchas cosas y pocas son las que se le resisten. Como le vi con ella, procuré que un amigo de mi marido, letrado, le hablase como que era acaso y que le informase de mis partes, a quien yo instruí en lo que había de decirle acerca de mi persona. Acudió el tal letrado a mi casa dos o tres días, a quien vio entrar en ella el perulero y pareciéndole sería persona muy familiar mío, pues tanto frecuentaba mi casa, viose con él y pidiole que le dijese quién era yo. Deseaba darme gusto el jurista y díjole ser hija de un caballero de Castilla muy calificado, el cual había venido a Sevilla en busca de un hermano suyo que estaba en Indias y le esperaba en la pasada flota. Díjole cómo había muerto allí y dejádome en Sevilla viuda y moza, esperando a mi tío. Preguntó el indiano en qué parte de las Indias estaba. Díjole que en las Filipinas, donde había pasado en compañía de don Alonso Fajardo, gobernador que fue a aquellas partes. Diole crédito a todo el indiano y túvome en más estima de allí adelante, informado de mi calidad, con lo cual de allí a quince días no

95

Recuérdese que pescar es ‘robar’. bebiendo los aires: o los vientos. «Beber los aires, beber los vientos. Anhelar por algo» (Correas, núm. 3452). Comp. García, La desordenada codicia de los bienes ajenos, p. 167: «Bebía los aires por convertilla a su devoción y amor». 97 cincuenta mil ducados: es la renta anual, por ejemplo, del duque de Albuquerque o la del marqués de Sarria hacia 1600. Con esta cantidad se podía construir un palacio o una iglesia de tamaño regular (Bennassar, 1994, p. 237). 98 criados de espada: aquellos que, armados, acompañaban al amo para protegerlo en caso de necesidad. Comp. Harpías, p. 69: «Su familia eran dos criados de espada que trajo de su tierra, un pajecillo, que lo había sido de su difunto tío, y un ama». 96

CAPÍTULO XVI

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solo declaró su afición al letrado, pero99 le hizo su casamentero100. Púsole duda, salió con la empresa respecto de que yo no dispondría de mí menos que supiera el beneplácito de mi tío. Esto le dijo por darle más deseo de efectuar el negocio. Vino en este tiempo a Sevilla una hermana del perulero, natural de Navarra, a quien había dejado niña y en poder de su madre cuando pasó a las Indias. Con la venida desta dama se alegró mucho mi amante101 y a cuatro días que había llegado le dio cuenta de su afición, rogándola que me fuese a ver. Hízolo con mucho gusto, acepté su visita y tuve muy buena tarde con ella, porque era doña Leonor, que este nombre tenía, muy discreta y entretenida. En el discurso de nuestra visita me trató del deseo que tenía su hermano de verme y que si le daba licencia vendría aquella tarde allí. Pareciome que con la presencia de la hermana me estaba bien concederle la que pedía y así la dije: —Muchos días ha que el señor don Álvaro —que así se llamaba mi amante— desea hacerme merced y no he dado lugar a visitarme, así por mi estado como porque no querría que con su venida mi tío hallase nuevas de poco recato en mi persona; mas ahora con vuestra amistad podrá favorecerme visitándome. Gustó mucho doña Leonor de tener mi beneplácito y así pasó un criado a avisarle que podía pasar a mi casa. Vino luego, muy cuidadoso de su persona, efectos del amor aun en las102 que tienen mayor edad. En presencia de su hermana me manifestó cuánto deseaba merecerme y que yo honrase su casa.Yo me excusé con el no tener licencia de mi tío, a que él acudió que cuando los casamientos se hacían con personas de calidad y de hacienda, pocas veces se recibían mal, si 99

pero: ‘sino además’. casamentero: «La persona que se propone alguna boda e interviene en el ajuste que se hace de una parte a otra, hasta que se perficiona» (Aut.). Para su mala fama, comp. Quevedo, Los sueños, p. 334: «¿Maldiciones queréis que falten donde hay casamenteros y sastres, que son la gente más maldita del mundo, pues todos decís: “¡Malhaya quien me casó!”, “¡Malhaya quien con vos me juntó!” y los más “¡Malhaya quien me vistió!”?». 101 amante:‘enamorado’. «El que ama y quiere bien y tiene afecto a otro» (Aut.). Comp. Juan Pérez de Montalbán, La mayor confusión, en Novelas amorosas de diversos ingenios del siglo XVII, pp. 134-135: «Era el de más méritos entre los que solo tenían nombre de amantes, y por esta razón el más favorecido de sus ojos». 102 Zeugma: ‘en las [personas] que tienen mayor edad’. 100

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de por medio no había empeños de palabra. Finalmente, por no cansar al letor con las demandas y respuestas que en esto hubo, digo que yo me determiné a lo que deseaba más que el mismo don Álvaro. Atrevimiento grande fue casarme en lugar donde había sido conocida en la comedia. Pero tales ocasiones no se ofrecen cada día.Yo deseaba mi quietud y descanso y el cielo me le había ofrecido con este consorcio. No quise dejar pasar tan buen lance y perderle, y así mis bodas se hicieron con mucha solemnidad, hallándose a ellas muchos amigos del indiano. En cuanto a galas y joyas, gastó liberalmente, con no lo ser, porque era la misma miseria103, plaga que traen todos los que pasan de España a ganar hacienda a las Indias, que como allá les cuesta trabajo el adquirirla, así la guardan. Gastó como he dicho, don Álvaro espléndidamente, que el gasto del mísero cuando se hace es mayor que el del liberal104. Aquellos días lucí en Sevilla con mis galas, puso coche105 y en él me dejé ver en todas fiestas, sin haber reparado en mí los que me conocieron dama de la comedia. Tales cosas encubre un gran lugar como Sevilla106.

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miseria: ‘avaricia’. Para una opinión similar, comp. Justina, II, p. 595: «El liberal, como siempre piensa en el dar, siempre piensa en el retener, y así salen de sus manos las franquezas con freno y falsas riendas; pero el avariento da sin freno, porque da con deseo de poner fin de una vez a los dones todos». 105 coche: el mayor signo de ostentación, junto con la silla, para las mujeres de la época. Comp. Quevedo, Los sueños, p. 181: «Vi una mujer que iba a pie, y espantado de que mujer se fuese al infierno sin silla o coche, busqué un escribano que me diera fe dello». Castillo presenta una sátira de los coches en unas «Décimas en forma de enigma», Donaires, I, fols. 119v-120r. Quevedo compuso una «Sátira a los coches» (Poesía original completa, núm. 779). Deleito y Piñuela se ocupa de la «fiebre cocheril» y la «pasión femenina» en 1966, pp. 257-270. 106 Desde mediados del siglo XVI, en su condición de centro mercantil con América, Sevilla había experimentado un crecimiento poblacional notable. Ya a fines del XVI su población era de 125.000 habitantes, con lo que era una de las seis ciudades más pobladas de Europa. Solo hacia 1620, Madrid logra ponerse a la altura de Sevilla en lo que se refiere a la cantidad de habitantes (Bennassar, 1994, p. 84). 104

CAPÍTULO XVII EN QUE CUENTA SU TERCERO CASAMIENTO CON UN CABALLERO DEL PIRÚ Y CÓMO ENVIUDÓ BREVEMENTE DÉL POR UN EXTRAÑO SUCESO, CON OTROS QUE LE SUCEDIERON

Ya, señor letor, me ve vuesa merced otra vez casada, estando bien ajena de verme la tercera vez en aquel estado y así, nadie diga mal del día hasta que pase1. Escapé de un celoso, di en un jugador y en el tercero empleo hallé un indiano que, si no fue jugador, era la suma miseria y los mismos celos. A tres meses que se acabó el pan de la boda, comenzó a descubrir la hilaza de sus defectos. No me puedo persuadir que tenga amor quien es corto de ánimo, que el tal le tiene encogido en regalar y servir a quien bien quiere. En cuanto a los celos, los hay de dos maneras: unos, nacidos de la sospecha, temiendo perder la cosa amada; y otros, de hallarse el que la posee con menos partes para tener dominio en aquella posesión. Juzgábase mi indiano ya en mayor edad, no suficiente para los deleites del consorcio, y a mí moza, y que esto me había de cansar y buscar nuevo empleo; con lo cual hizo prevenciones para guardarme y no me perder de vista, aun con mayor extremo que el primero dueño que tuve. Las ventanas habían de estar siempre cerradas, el salir había de ser en el coche y corridas las cortinas dél, la asistencia de casa era casi siempre menos desde las diez de la mañana hasta casi el medio día, que esto era en la Lonja y Casa de Contratación2. Amigo nin1

nadie diga mal del día hasta que pase: refrán. «Nadie no diga mal del día hasta que sea pasado y la noche venida» (Correas, núm. 15188). Comp. Estebanillo, II, pp. 247-248: «Me dijo que no dijese mal del día hasta que fuese pasado, porque aun había sol en peral». 2 Lonja y Casa de Contratación: la Lonja, centro financiero de la ciudad, estaba ubicada frente a la catedral. Diseñada por Juan de Herrera, el mismo arquitecto

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guno no le había de entrar en casa, ni visitarme, ni tampoco lo consentía aun a mis amigas. Con todo, lo pasaba mejor que con Lupercio de Saldaña, que buen siglo goce, porque la compañía de su hermana de don Álvaro me era de grande alivio, pues con ella pasaba mejor mi clausura. No era la que menos de las dos sentía estos extremos de su hermano y decía, indignada con él, que si supiera que tenía tal condición, no la trujeran de Navarra por ningún caso. Hubo una fiesta en Sevilla, en la iglesia mayor, templo célebre en nuestra Europa, cuyo sumptuoso edificio aventaja a muchos. Para ella nos dio licencia don Álvaro a mí y a su hermana que la fuésemos a ver, cosa que pareció milagro. Madrugamos, por ir primero a la calle de Francos a comprar algunas cosas necesarias, que es allí lo que la calle Mayor de Madrid3. Paró el coche en una tienda, donde nos apeamos las dos yendo de embozo, dejando bien ocupado a don Álvaro buscando unos papeles de importancia. Sucedió, pues, que en entrando a esta tienda, se llegaron a ella dos caballeros mozos, el uno primo del asistente4 y el otro amigo suyo; eran dos recién venidos a Sevilla a holgarse. Pues como nos viesen, comenzaron a trabar conversación, toda en orden a que nos descubriésemos y tomásemos lo que fuese de nuestro gusto en la tienda. Uno y otro escusamos por grande rato, mas fue tanta su porfía que doña Leonor les quiso dar gusto y así se descubrió al caballero con quien hablaba5. Tenía buena cara y era entendida, con lo cual el caballero quedó muy aficionado suyo. El que hablaba conmigo estaba deseosísimo de verme, habiéndome ya oído, que procuré en lo razonado no parecer menos que mi compañera. Pues como viese que

del Palacio Monasterio del Escorial, se inauguró en 1598. El lugar de la Casa de Contratación, «donde concurren todos los negocios del tratado de las Indias» (Cov.), está ocupado actualmente por el Archivo General de Indias. 3 calle de Francos… calle Mayor de Madrid: la calle de Francos era la gran calle comercial de Sevilla, de allí su equiparación con la calle Mayor de Madrid. En la Relación de la cárcel de Sevilla (1591-1592) de Cristóbal de Chaves, la mención de esta calle es proverbial: «Agora es como mercaduría de cal de Francos» (Hernández Alonso y Sanz Alonso, 1999, p. 282). 4 asistente: «En Sevilla se da este título y nombre al corregidor de aquella ciudad» (Aut.). 5 El gesto expresaría algo más que complacencia de parte de la cortejada.

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había descubierto el rostro a su amigo, instó con más veras en que hiciese lo mismo, pidiéndomelo con muchas súplicas. Para conmigo alcanza mucho un término cortés, este vi en don Sancho, que así se llamaba el que me festejaba, y hube de hacer lo que doña Leonor. No quedó menos pagado de mí que el compañero de mi cuñada, así me lo dio a entender preguntando por mi casa. Yo le dije que de donde la tenía me mudaba a otros barrios, que eran a la Puerta de Carmona6 y que por eso no se la decía. Quiso saber cuándo era mi mudanza, pero yo concluí la plática con decirle mi estado, sin nombrar a mi dueño y que no sabía cuándo nos pasaríamos a la nueva posada. Con esto se remitió a hacer seguir el coche; ofrecionos todo lo que fuese de nuestro gusto en la tienda, mas ninguna cosa aceptamos, no comprando nada por no obligarnos. Con esto nos despedimos y fuimos a la fiesta de la iglesia mayor. Ellos siguieron el coche y allá nos volvieron a hablar, aunque no a su gusto, por el cuidado que tienen los celadores de que en aquella santa iglesia no hablen hombres con mujeres, cosa tan cuerdamente advertida como bien ejecutada, y que se había de usar en todos los templos donde hay concurso de gente. De la plática de doña Leonor y don Diego, que este era el nombre del que la habló, quedó ella muy su aficionada. Era moza y hermosa y poco cursada en tales lances; no me admiré de que se aficionase, que el caballero tenía buen talle y era muy discreto. Con él se declaró más que yo con don Sancho y así supo della nuestra casa, la calidad de mi esposo y así mismo nuestro encerramiento. Con esto y ser acabada la fiesta nos venimos a casa, donde don Álvaro nos hizo varias preguntas de lo que habíamos visto y al escudero7 otras tantas, pero él estaba tan de nuestra parte que no diferenció en nada de lo que nos oyó decirle. La continuación de los dos caballeros en nuestra calle fue grande y diera que sospechar a mi dueño si en ella no hubiera dos damas cortesanas8, donde entraban por dislumbrar a los curiosos y con esto no maliciaban en lo verdadero. Por la orden del escudero nos escri6

Puerta de Carmona: estaba ubicada al este de Sevilla. Cerca de ella acababa el acueducto llamado «Caños de Carmona». Comp. Céspedes y Meneses, Historias peregrinas y ejemplares, p. 150: «Las cuales, con nuevos sentimientos y lástimas, mandaron que por la Puerta de Carmona diesen a toda prisa vuelta a la ciudad». 7 escudero: cargo equivalente al gentilhombre, pero ejercido por un viejo. 8 cortesanas: ‘prostitutas’.

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bíamos y don Sancho instaba en sus papeles mucho que le enviase un retrato mío, que este le sería su consuelo, pues no le podía tener con mi vista. Tanto porfió que hube, en dos veces que faltó de casa don Álvaro, de hacer que un pintor nos retratase a mí y a doña Leonor, con que los caballeros quedaron contentos. No estaba yo menos aficionada de mi galán que doña Leonor del suyo y así sentía notablemente la reclusión en que nos tenía mi esposo por carecer de su vista, pues aun a ponerme a una ventana9 en tiempo que estaba en casa no me atrevía. Mudamos de barrio, yéndonos a vivir cerca de San Agustín10 y de la Puerta de Carmona. Supieron los dos amigos nuestra mudanza y acudieron luego a la calle, aunque con más moderación que antes, porque en ella no había persona alguna de sospecha por quien se pudiese pensar que pasaban. Acudían a la iglesia y allí nos víamos y, tal vez, había lugar de hablarnos. Sucedió pues, que habiéndole pedido yo a don Sancho que me diese un retrato suyo, él me le llevó a la iglesia un día de fiesta que en ella estábamos doña Leonor y yo oyendo misa, en la cual con disimulación me le dio, envuelto en un papel suyo.Yo con la misma le metí en la manga sin que lo pudiese notar nadie. Volvimos a casa y, acabándome de quitar el manto, se llegó mi esposo a mí a hacerme caricias, cosa poco usada dél. Con ellas no advertí lo que debiera y así pudo en la una de las mangas de mi ropa ver el papel y, como era tan celoso, luego al instante metió la mano y pudo sacármele, cosa con que quedé fuera de mí y lo echara de ver si no se ocupara en ver el retrato y leer el papel, cuya persona no conoció. Yo, en tanto, pude cobrarme de mi susto y llegar a él diciéndole muy despejadamente: —¿Qué miráis, señor? Ese papel y retrato hallé en la iglesia caído en el suelo y no viendo por allí quién le hubiese echado menos le guardé. Reparó don Álvaro en mi poca turbación, pero con todo eso me tomó de una mano y me encerró en un aposento, dejándome en él bien cuidadosa de mi vida. Otro tanto hizo con su hermana, que la 9

El marido no la deja acercarse para hacer ventana y ver a su galán. San Agustín: iglesia donde se veneraba la cruz de este santo, como se menciona en Rinconete y Cortadillo, NE, I, p. 249: «Tengo de ir a cumplir mis devociones y poner mis candelicas a Nuestra Señora de las Aguas y al Santo Cruficijo de Santo Agustín, que no lo dejaría de hacer si nevase y ventiscase». 10

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cerró en otro. En tanto que él se ocupaba en esto, yo por una ventana que caía al patio llamé al escudero, a quien di dos reales de a ocho11 y le dije que luego al punto buscase un pregonero y le hiciese pregonar un retrato que se había perdido por toda aquella calle. Era solícito, aunque viejo, y conoció en mí no poca aflición y así no fue perezoso en hacer la diligencia. Llamó al pregonero, pagole bien y él vino en altas voces diciendo que a quien hubiese hallado un retrato perdido desde las nueve del día le daría buen hallazgo. Esto pregonó tres veces en mi calle y fue en ocasión que, habiendo don Álvaro vuelto a leer el papel y hallado en él muchas finezas y amores, cortesanamente dichos, trataba de averiguar con violencia la verdad del caso. Pues como oyese las altas voces del pregonero, que como bien pagado las ponía en el cielo, se sosegó y llamó al escudero con mucha priesa diciéndole: —Briones, tomad este retrato con este papel y dalde a aquel pregonero, de quien cobraréis el hallazgo que promete y aprovechaos dél. Tomó el escudero el retrato y fue a buscar al pregonero; a lo menos lo dio a entender a su celoso dueño, el cual, asegurado con aquello de que en su esposa no había la culpa que él la imputaba, abrió el aposento donde me había encerrado y, con los brazos abiertos para abrazarme, entró diciéndome: —Amiga y señora mía, hoy pensé que fuera el último día de vuestra vida. A tal os tenía condenada el haberos hallado aquel retrato y papel en la manga. Mas, volviendo el cielo por vuestra inocencia, ha permitido sacarme de una vil sospecha y restituirme en mi sosiego. Yo os confieso, señora, que en mi pensamiento estábades culpada y que como a tal os fulminaba la sentencia de vuestra muerte. Del susto que os he dado con la violencia de cerraros en este aposento os pido perdón. Abrazadme. Como yo conociese cuán bien había salido de aquel aprieto, quise enojarme, dar a entender a mi esposo que por mi información debía ser creída y que de no lo haber sido tenía justísima queja, y así le dije:

11 dos reales de a ocho: el real de a ocho es moneda equivalente a ocho reales de plata, acuñada a partir de 1566 y que pesaba 27 gramos. Esto es, entonces, 16 reales. Recuérdese que 15 reales al mes era el mínimo percibido, en promedio, por un criado.

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—En bien diferente opinión juzgué, señor, que estaba para con vos, pues conociendo, aun antes de darme la mano, el recato con que vivía y el que he conservado hasta ahora, os había de disuadir de cualquier sospecha que en ofensa de mi reputación tuviérades. ¿Paréceos que soy tan necia que, a ser de galán mío el papel y retrato que me hallastes en la manga, le había de tener a tan mal recaudo que tan fácil le pudiérades hallar para verme en la aflición en que me habéis puesto? Sed servido de hacer más confianza en mí, pues os la merezco, y creed que los celos no sirven de otra cosa que de despertar ánimos dormidos. El mío lo está para todos, sino es para con vos; bien conocéis mi amor y la estimación que de vos hago y he hecho, pues, si no la hiciera, primero viera la cara de mi ausente tío en España, que os diera la mano de esposa.Yo os perdono el agravio que me habéis hecho, si le puede haber entre marido y mujer, y os suplico que de aquí adelante no os atribulen sospechas ni os desvelen recelos, considerando la mujer que tenéis, que en amaros no dará ventajas a ninguna del orbe. Abrazome con esto apretadamente, si bien yo con la medalla de la enojada12 severamente le abracé. No hallaba modos el engañado indiano con que disculparse. Atajó sus razones con mandar abrir el aposento donde había hecho encerrar a su hermana, la cual no había tenido menos temores que yo. Parece que yo la había ensayado mi papel y así también se le mostró ofendida y quejosa. Quiso aquella tarde deshacer las quejas con llevarnos al Alcázar13, recreación que su hermana no había visto, adonde pasamos aquel día alegremente, con muy buena merienda, celebrando doña Leonor y yo lo bien que me salió la traza, de todo lo cual dimos aviso a nuestros amantes, encargándoles mucho que se moderasen en pasar por nuestra calle. En todo aquel tiempo que nuestros galanes habían cursado el festejo nunca habían visto a don Álvaro, cosa que parecía imposible, porque ellos le guardaban la cara y nunca tuvieron aun curiosidad para conocerle desde lejos. Sucedió pues, que a don Sancho le vino una letra14 de Madrid, remitida a mi esposo; esta le envió un grande amigo 12

con la medalla de la enojada: ‘con rostro de enojo’. Alcázar: se trata del Real Alcázar de Sevilla, en el sur de la ciudad. Entre los años 1625-1626 se ubicó en una de sus áreas el Corral de la Montería, que luego desaparecerá por un incendio. 14 letra: ‘letra de cambio’. 13

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de don Álvaro con quien había tenido en Indias estrecha amistad. Buscole don Sancho en la Casa de Contratación, adonde se le mostraron, que aún no sabía de mí cómo se llamaba mi dueño. Mostrole la letra y, aunque venía el plazo de la paga de ella a diez días vista, él se la pagó luego sin ir a casa, cosa que estimó en mucho don Sancho, y desde allí quedaron muy grandes amigos, encomendado don Sancho por el que le envió la letra, y así pocos días se pasaban sin verse, sin haber sabido don Sancho que don Álvaro fuese mi esposo, como he dicho. Su condición era afable con todos, si bien el llevar a nadie a su casa no lo hacía, que como era hombre de mayor edad los celos no le daban lugar a hacer tales confianzas de nadie, por amigo que fuese; y así los que lo eran suyos, conociéndole su condición, le buscaban fuera de su casa, en las partes donde sabían que acudía y no en ella, porque lo recibía mal. Así don Sancho llevó adelante la amistad de don Álvaro, estimando tenerle por amigo para lo que se le ofreciese. Con el recato con que nos tenía mi esposo a su hermana y a mí, no teníamos lugar de vernos con los dos amigos, si no era en la iglesia donde acudíamos a misa, y así lo pasábamos consolándonos con escribirnos, aguardando que se ofreciese ocasión en que nos pudiésemos ver, libre15 del temor de don Álvaro. Tuve un día licencia suya para salir a la calle de Francos y a la Alcaicería16 a comprar ciertas cosas que había menester y así la noche antes con Briones di aviso a don Sancho, que don Diego no estaba en Sevilla. Él estimó que hubiese ocasión y aquella misma noche me escribió avisándome que me aguardaba en su posada. Llegose la hora de ir y mi cuñada y yo, con mantos de anascote y sombreretes al uso de Sevilla17, nos pusimos de embozo y fuimos a la posada de don Sancho, a quien hallamos vistiéndose. Recibionos con 15 Cotarelo y Rey Hazas leen libres. No obstante, es posible conservar el original libre, ya que concuerda con ocasión. 16 Alcaicería: «es un barrio en la ciudad de Granada de tiendas de las sedas, adonde desde el tiempo de los romanos se pagaban los derechos dellas a los Césares y por eso le pusieron ese nombre» (Cov.). Por su parte, Aut. da una explicación similar —la de ‘barrio con comercio de sedas’— y, al final, aclara: «consérvanse en las ciudades de Toledo y Granada y solo habitan en él los que de noche tienen el cuidado de guardar las tiendas». Naturalmente, en Sevilla también existía un barrio de estas características. 17 Mucho antes, al final del capítulo X, Teresa ha comentado que también es usanza de Córdoba.

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mucho gusto y, habiendo hecho despejar el cuarto y dado orden para que nos trujesen de almorzar, se volvió a nuestra conversación. Apenas me había tomado una mano, cuando llamaron a la puerta del aposento donde estábamos. Entrámonos en una alcoba donde estaba la cama y don Sancho abrió la puerta. Quien llamaba era un criado suyo que le dijo le llamaban de parte del asistente su deudo. Estaba cerca de su casa y, por no faltar a cosa tan precisa, quiso atreverse a dejarnos, con pensamiento de que el asistente le despacharía en breve, y así nos lo dijo, con lo cual nos dejó cerradas en su aposento. Fuese a casa del asistente, a quien halló ocupado en un negocio grave y dijéronle cómo estaba allí don Sancho, y él le envió a decir que se aguardase, cosa que él sintió sumamente por perder la ocasión que le estaba aguardando. Dilatose el negocio del asistente tanto, que cuando don Sancho le entró a hablar era muy cerca del medio día. Quien estaba con el asistente era don Álvaro, al cual le había llamado para que entrase en unos asientos18 con otros peruleros en razón del desempeño19 de la ciudad. Pues como don Álvaro saliese de estar con el asistente y don Sancho entrase, juzgando que le detendría de modo que no pudiese gozar de la ocasión que le estaba aguardando, dijo a don Álvaro: —Señor mío, por la verdadera amistad que entre los dos hay, os suplico me hagáis un favor, sacándome de un empeño20 en que me hallo. Ofreciose don Álvaro a servirle con mucho gusto y así le dijo: —De vos fío una flaqueza mía, que aún no ha llegado a podérsele dar este nombre, porque la causa della no es persona quien haya conocido. Ha venido cierta dama a mi cuarto a verse conmigo y, juzgando que el señor asistente, que me envió llamar, me despacharía con brevedad, no ha sucedido así, con lo cual estoy desesperado, así por

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asientos: «Contrato u obligación de alguna cosa, como el asiento de negros, el asiento del tabaco» (Aut.). Comp. Harpías, p. 100: «Donde supo que vivía un genovés rico y ya entrado en edad, que había poco que llegara de Génova a Madrid a entrar con otros amigos y deudos suyos en unos asientos que se hacían con Su Majestad». 19 desempeño: ‘liberación de las deudas’ que alcanzaría la ciudad con el sistema de asientos. 20 empeño: «La obligación que uno ha contraído o con que se encarga de hacer alguna cosa y tomarla por su cuenta» (Aut.).

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perder el empleo que tanto he deseado como por el disgusto con que juzgo que estará la dama por la falta que hará en su casa, que es mujer principal. Debajo desta llave está cerrada, de vos la fío, para que la saquéis de allí, ya que me ha faltado un criado mío que vino conmigo. Perdonad la llaneza de amigo. Ofreciose don Álvaro a servirle y así, como quien había estado algunas veces en su posada, fue con presteza a ella y, entrándose en su cuarto, sin haber encontrado con criado ninguno, abrió el aposento donde estábamos, tan a mal tiempo que doña Leonor se estaba componiendo el pelo a un espejo y yo echada en la cama de don Sancho, pesarosa con el disgusto de ver la tardanza. Con el divertimiento21 de doña Leonor, no reparó en esconderse del que abría la puerta, juzgando también que sería el esperado don Sancho; mas sucediole al revés, porque habiéndola visto don Álvaro, sacó, indignado de verla allí, la daga y embistiendo con doña Leonor la dio tres o cuatro puñaladas, a cuyos gritos yo reparé en el daño que había hecho y con el miedo de no verme en otro tanto me dejé caer detrás de la cama. Bien se pensó don Álvaro que dejaba muerta a su hermana y así, volviendo a cerrar el aposento, se fue con mucha priesa, como lo pedía el daño que dejaba hecho. En breve vino don Sancho, al tiempo que yo, habiendo salido de donde estaba, tenía a mi cuñada en mis faldas vertiendo sangre de las heridas y yo puesta en notable confusión, porque si daba voces era deshonrarnos y si callaba era acabar la vida la pobre dama22. Mas este

21 divertimiento: «Descuido, abstracción de aquel objeto, ministerio u otra ocupación a que estaba aplicada la atención o el discurso» (Aut.). De divertir con sentido de ‘distraer’. Comp. El mayorazgo figura, vv. 1639-1644: «El no acusar dilaciones, / entre amigas es llaneza / de amor. Ya sé que la corte, / con varios divertimientos / impide que estos favores / no alcance quien los desea». 22 Situaciones similares son frecuentes en los episodios de amoríos, cuando la honra impide cualquier acción para salir del enredo. Comp. Cervantes, La ilustre fregona, NE, III, pp. 114-115: «Vuesa merced, señora mía, no grite, que las voces que diere serán pregoneras de su deshonra: nadie me ha visto entrar en este aposento; que mi suerte, par[a] que la tenga bonísima en gozaros, ha llovido sueño en todos vuestros criados, y cuando ellos acudan a vuestras voces no podrán más que quitarme la vida, y esto ha de ser en vuestros mismos brazos, y no por mi muerte dejará de quedar en opinión vuestra fama». En la novela de Bonifacio y Dorotea incluida en el Guzmán, II, p. 323: «Dar gritos no le importunaba, que no había persona de su parte y, cuando de algún fruto le pudieran ser y gente de

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pesar me alivió la venida de don Sancho, el cual, como hallase cerrada la puerta de su aposento y sintiese que dentro lloraba yo y se quejaba doña Leonor, dijo a voces que le abriésemos.Yo le dije en breves razones el daño que estaba hecho y cómo don Álvaro, que era mi esposo, nos dejó cerradas. No aguardó a más don Sancho, porque, tomando vuelo, de dos puntapiés derribó el pestillo de la cerradura y entró hallando el estrago23 que habéis oído y su aposento regado con la sangre de la pobre doña Leonor. Quedose como difunto, ni hacer más movimiento que un mármol y, como el mismo, helado. Yo le referí de nuevo el caso, culpándole no haber tenido curiosidad de haber siquiera conocido a mi esposo. Llamó de secreto a un cirujano que tomase la sangre a mi cuñada y él en tanto hizo que un fiel criado que tenía fuese a mi posada y supiese si había acudido a ella don Álvaro. En breve volvió con respuesta de que mi esposo no había acudido a casa, con lo cual me hizo poner en su coche y, cubiertas las cortinas dél, me dejó en mi casa, diciéndome que yo por mí me disculpase con don Álvaro, diciéndole haberme dejado su hermana, que él tendría gente en la calle, por si volvía a casa, para estar alerta de lo que sucediese; pero que presumía que no volvería a ella, según lo que dejaba hecho. Con esto se fue, dejándome con no poca pena y en compañía de los de casa, que cada uno me preguntaba por doña Leonor. Lo bueno que tuvo esto fue que como don Álvaro saliese de casa antes que nosotras no pudo saber con certeza si yo había salido, o su hermana, y así no buscó por el aposento más gente después de haber hecho aquel cruel sacrificio en ella. Él se retiró a un convento de frailes jerónimos, donde estuvo secretamente. Yo, indignada del caso, di cuenta al asistente dello y él de secreto le hizo buscar por todos los conventos de la ciudad, con lo cual don Álvaro se fue a San Lúcar, donde con la inquietud que tenía y la pena que llevaba cayó enfermo, de suerte que en seis días acabó con su vida. Era su forzosa heredera su hermana, la cual ya estaba en casa curándose.Yo, que supe esta nueva, fiándome del escudero, recogí todo el dinero que había en ella24, fuera entrara, quien allí la hallara forzoso habían de culpar su venida, sin dar crédito a el engaño». 23 estrago: «Ruina, daño y destrucción ocasionada de cualquiera causa en las cosas naturales y materiales» (Aut.). 24 en ella: ‘en la casa’. El objeto referido está algo lejano.

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que serían bien ocho mil escudos, y púselos en seguro lugar. Supo doña Leonor la muerte de su hermano y con la hacienda grande que dél heredaba fue mejorando cada día, hasta que se restituyó en su primera salud. Yo, viuda ya de tres maridos en florida edad25, podía echar por el cuarto, con la buena hacienda que tenía adquirida más con fuerza de industria que por buenos medios. Estábame en compañía de mi cuñada, que me amaba como si fuera su verdadera hermana. Con la fama del dote que ella tenía había muchos pretendientes, pero, no olvidada de la afición de don Diego, fue a él a quien guardó el primer decoro26, de manera que le estuvo muy a cuento casarse con ella y entrar en su casa tanta cantidad de hacienda. Hiciéronse las bodas con grandes banquetes, máscaras y regocijos27 y acudía don Sancho a frecuentar mi festejo28, si bien solo le daba lugar a hablarme, mas no pasaba de allí, porque también me tenía mis humos29 de que se casaría conmigo y estaba engañada; que deliberarse una mujer casada a hablar a un hombre soltero cierra la puerta a que él no confíe della y la elija por mujer, haciéndose cuenta que quien se olvidó del honor de su marido para admitirle por galán después haría lo mismo. Sea este aviso para las mujeres casadas y no se determinen a ser livianas30 para perder crédito de fieles, como yo le perdí con don Sancho. Esto mismo le obligó a don Diego para no me mirar con 25

En el capítulo XIII, Teresa afirmaba tener 24 años, edad que le permitía llevar a cabo el embuste de hacerse pasar por la hija cautiva del capitán. En esta nueva identidad pasa dos meses, hasta que se descubre su traza. Al poco tiempo, se produce el reencuentro con Sarabia, con quien se casa, y se integra a la compañía teatral. Esta se desmantela alrededor de Cuaresma, coincidiendo con el fin de temporada. Teresa declara pasar medio año como viuda, tras la muerte de Sarabia. Con estos datos, se puede calcular que su ‘florida edad’ es de alrededor de 26 años. Ciertamente, dicha edad para una mujer, en la época, no era considerada tan ‘florida’ como afirma la protagonista. 26 guardó el primer decoro: ‘tuvo en cuenta en primer lugar’. 27 máscaras y regocijos: la máscara es «invención que se saca en algún festín, regocijo o sarao de personas que se disfrazan con máscaras» (Aut.). Regocijo «se llama en Andalucía y otras partes a la fiesta de los toros que se corren por la mañana» (Aut.). 28 festejo: ‘galanteo’, del verbo festejar o festear. 29 tenía mis humos: «Tener muchos humos, tener gran presunción y altiveza» (Cov.). «Tener humos. Por presumir» (Correas, núm. 22126). 30 livianas: «Incontinente, poco honesto» (Aut.).

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buenos ojos, recelándose de mí y temiendo no diese algún dañoso consejo a doña Leonor, la cual le quería con grande extremo y, así deseaba que se ofreciese ocasión en que apartarme de su compañía. Quiso la fortuna darle este gusto y a mí pesar con una ocasión que se ofreció y fue que, saliendo un día a la feria, que así llaman un puesto donde se hace en Sevilla todos los jueves como en otros lugares los que llaman mercados, íbamos las dos en el coche con don Diego; ofreciose salir dél a comprar ciertas cosas y don Diego nos seguía. En la feria acertó a estar un hombre que había sido compañero de Sarabia, mi marido segundo, en la comedia y entonces estaba acomodado en una buena compañía que representaba en Sevilla. Este, pues, como me viese el rostro emparejó con la parte donde estaba y díjome: —Guarde Dios a vuesa merced, seora31 Teresa de Manzanedo. Volví el rostro hacia él y prosiguió diciendo: —Al fin voarcé32 arrimó la farsa y hásenos retirado con buen compás de pies33. Atlante debe de haber que sustenta ese cielo34. No hace mal, que la comedia está tan trabajosa con estos calamitosos tiempos, que es cuerdo el que puede vivir sin ella aprovechando el tiempo. Vuesa merced no le desperdicia y así juzgo, en la medra del hábito, que le habrá aprovechado bien y con persona de su gusto. Esto dijo acercándoseme mucho. Cuál yo quedé de haber visto al que tan bien me conocía, puede el letor considerar, pues hallándome 31

seora: ‘señora’, en habla de germanía. voarcé: ‘vuesa merced’, en germanía, variante de voasté. 33 arrimó la farsa… buen compás de pies: arrimar es «dejar para siempre y como abandonar y olvidar lo que antes se hacía o el ejercicio, empleo o ministerio en que uno se ocupaba, entretenía y trataba y así se se dice fulano arrimó los libros, arrimó las armas, etc.» (Aut.), en tanto farsa es la «compañía de los comediantes» (Aut.). Compás de pies es ‘movimiento o paso’. Comp. Don Quijote, II, cap. XIII: «Mejor es retirarnos con buen compás de pies, y volvernos a nuestras querencias, que los que buscan aventuras no siempre las hallan buenas»; y Trapaza, p. 91: «Y habiendo hecho a su placer líos de todo, con buen compás de pies se bajaron por la escalera y se fueron». 34 Atlante… que sustenta ese cielo: en alusión a un amante que la mantiene. Este empleo de Atlante estaba registrado, como reza la entrada de Aut.: «Voz muy usada de los poetas y algunas veces en la prosa, para expresar aquello que real o metafóricamente se dice sustentar un gran peso». Comp. El mayorazgo figura, vv. 602-609: «¿No será gran necedad, / guiados por aficiones, / aumentar obligaciones / al estado y calidad / sin tener, Leonor, con qué / siendo Atlante de mi estado / solo un dote limitado / que de mi padre heredé?». 32

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en astillero35 de señora, viuda de un caballero, cuñada de otro, tenida por mujer principal y con otro apellido del que el farsante me daba, que era el de Mendoza, con licencia del duque del Infantado36, eran cosas las que me dijo para afrentarme y así haciendo valor me descubrí del todo y le dije: —Hidalgo, ¿conóceme por dicha, que me habla con tanta llaneza, o parézcome a otra persona conocida suya? —¡Bueno, por Dios! —dijo el cómico—, basta que hace voarcé la vista gorda, habiendo comido conmigo más veces que pelos tengo en las barbas. Pues, Teresa, ¿tú te me empinas con el nuevo hábito?37 ¡Ea! Cada uno se conozca y, si es menester callar por algún respeto, lo haré. Con esto quiso asirme de la barba38.Yo viendo esto retiré pasos y díjele: —Descomedido y vil hombre, vos no sabéis con quién os burláis39. Yo pasaba por el engaño que habéis tenido, pensando ser yo otra, mas ya que os afirmáis en ello con tanta llaneza que llega a ser atrevimiento, quiero que entendáis que yo me llamo doña Teresa de Mendoza, viuda de don Álvaro Osorio. 35 en astillero: en adelante, esta expresión se refiere, específicamente, a la identidad falsa o disfraz que asumen los personajes, siempre haciéndose pasar por damas o caballeros de condición elevada. Comp. Trapaza, p. 92: «Dilatado por toda Salamanca entre aquellos que le vieron en astillero de caballero, que no lo era»; y Harpías, p. 66: «No hay negar que en el astillero que nos vemos es el de mayor estimación que hay en Madrid». 36 La familia Mendoza, uno de los linajes principales de la nobleza española, poseía, en sus distintas ramas, una serie de títulos, dentro de los cuales se encuentra, efectivamente, el de duque del Infantado. 37 El cambio de vuesa merced a tú es muestra de suma confianza, negativa para las pretensiones de Teresa. Comp. Correas, Arte kastellana, p. 194: «De tú se trata a los muchachos y menores de la familia, que es hablar sencillo y concordante». 38 asirme de la barba: gesto para deshonrarla, aunque aquí barba refiere ‘barbilla’. «Asir a un hombre de la barba es la mayor afrenta que se le puede hacer» (Cov.). Comp. Estebanillo, I, p. 158: «Él, riyéndose de mí, se me acercó y, alargando la mano, me tomó la barba y me hizo y hizo en ella presa. Yo, agraviado de aquello, pareciéndome que era menosprecio y atrevimiento grande a un alguacil real, agarrele de los cabezones». 39 El cambio del cortés tratamiento de señor hidalgo, usado en líneas anteriores, al de vos obedece a intención claramente degradante. Comp. Correas, Arte kastellana, p. 194: «De vos tratamos a los criados y mozos grandes y a gente de pardo aldeanos». Lazarillo de Tormes, p. 100: «Vos, don villano ruin —le dije yo—, ¿por qué no sois bien criado?».

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—Y de Agustín de Sarabia, cómico —dijo el atrevido farsante. —En eso mentís —dije yo— y si os afirmáis en ello, sabré llamar dos lacayos que os maten a palos. —¿Sirve de eso Hernandillo —dijo él—, aquel mozo de hato40 que tenía? Volví en esto el rostro y hallé a mi lado a don Diego, con cuya presencia me animé y díjele: —Señor mío, este buen hombre, engañado con mi rostro, da en decir que soy una tal Teresa que el conoce en la comedia y porfía en ello con llanezas no usadas conmigo.Vuesa merced le desengañe y le diga mi calidad. Con esto pasamos adelante doña Leonor y yo.Ya a don Diego le habían dicho algunos amigos lo que yo me parecía a una cómica que ellos habían visto lucir tanto en Sevilla y, con lo que el farsante había dicho, confirmose una sospecha de si era yo la que decía y así quedose con él, diciéndole: —Señor galán, esta señora no es quien piensa. Es persona principal, viuda de un caballero que murió poco ha, y así, antes de conocer a las personas, no se arroje a llanezas que le pueden costar caro. Era despejado el cómico, hombre de buenas manos41 que no se embarazaba con nadie y, pareciéndole que en quererle dislumbrar con la verdad le engañaban, se volvió a afirmar en lo dicho, diciendo: —No puedo negar, señor mío, que muchos rostros hay conformes a otros, pero en la estatura o en el habla suelen tener diferencia. En esta señora lo hallo todo tan parecido, dejando la verdad en su lugar, que esto me ha hecho hablar así y, porque pienso que no se me antoja, traeré tres compañeros míos, que lo han sido suyos en la compañía de un autor que se perdió aquí, que dirán lo mismo que yo en viéndola. Ya la advertí que si la importaba callar, lo haría, que hombre soy que sé dejar mi capa para cubrir defectos y lo hiciera con ella mejor, porque fui muy amigo de su marido. Mas hame tratado tan mal, que he querido desquitarme con decir que es ella la misma Teresa de Manzanedo, asombro de Sevilla y gala del tablado, muy conocida

40 mozo de hato: «Se llama así entre los farsantes el que cuida de llevar y traer la ropa común de la compañía, como cortinas, sayos de entremeses, etc.» (Aut.). 41 hombre de buenas manos: ‘hábil con la espada’.Variante de la expresión hombre de manos, «se llama al hombre valiente y diestro en las armas» (Aut.).

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en esta ciudad. Y porque puede ser que me engañe, en la mejilla izquierda tiene una señal de una bofetada que le dio su marido por haber errado un papel y acertó a traer una sortija con un diamante, con que vino a ser bofetón y cuchillada, todo de un golpe. Si esta tiene, habré dicho verdad y si no, me engañé. Quiso saber don Diego los compañeros que me conocían. Nombróselos y juntamente dijo tantas virtudes mías que no me canonizara por ellas ningún pontífice. Con la afirmativa del representante y las señas se despidió dél don Diego, con más viva sospecha de que yo era la que decía, esforzándole a tenerla el haber sabido mi parte antes de casarme con don Álvaro y la incierta venida del tío que esperaba de las Filipinas, que todo lo atribuyó a embeleco, y el empleo de don Álvaro más a ser por afición que por calidad que yo tuviese. Dios me libre de hombre de un negocio42 y que siempre trate dél, que saldrá con su intento con brevedad. Tomó don Diego tan a pechos este, que en llegando a casa las dos, procuró verse conmigo y con atención me miró la señal de la mejilla, que estaba más patente que yo quisiera. Tratábamos del atrevimiento del farsante y él decíame cómo le había puesto en razón y desengañádole. Mientras esto me decía no quitaba los ojos de la señal de mi rostro.Yo, que lo noté, le pregunté qué era lo que me miraba con tanta atención. Él me dijo: —Advierto en vuesa merced esa señal de la mejilla, cosa que hasta ahora no había reparado. —Esta —dije yo, descuidada de lo que me podía decir— tengo desde niña. —No puede ser —replicó él—, porque las señales que recibimos desde pequeños se suben hacia arriba43, al paso que crece el rostro, y ella se está en ese lugar desde el día que su esposo de vuesa merced le dio una bofetada trayendo un diamante. No puedo negar que mi turbación fue grande, de suerte que al responderle me faltaron concertadas razones; mas, con las que se me ofrecieron, medio balbuciente le dije:

42 hombre de un negocio: juega con la frase hecha hombre de negocios, para señalar la perseverancia de don Diego, quien se dedica particularmente a la investigación, para descubrir la verdad. 43 riba T.

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—Don Álvaro, que esté en el cielo, nunca se me atrevió al rostro, ni aun se me descompuso con la menor palabra del mundo. —Sería el primero marido —dijo don Diego. —Ni el primero tampoco —dije yo—, que era un caballero muy honrado y que me estimaba mucho. —Yo me debo de engañar —dijo él—; solo veo que la señal se está ahí y que fue con diamante. Con esto me dejó, volviéndome las espaldas con una falsa risa, con que me dejó abrasadas las entrañas, echando de ver que el atrevido farsante44 había sido quien le había revelado el suceso y desde luego me temí de ser del todo conocida. Sucedió así, porque don Diego, como estaba mal conmigo y deseaba apartarme de la compañía de su esposa, fue en busca de los comediantes y trújolos a su casa diciéndoles ser llamados por mí. Todos vinieron con mucho alborozo por verme. Estaba doña Leonor ocupada con ciertas conservas45 que se hacían y yo sola haciendo labor en el estrado, cuando entró la tropa de los cómicos. Todos me hablaron con la certidumbre de conocerme como a sí mismos.Yo me extrañé con ellos y ellos se ofendieron de que hiciese burla de ellos, habiéndoles enviado a llamar. Entró don Diego en este tiempo, que fue darme de lanzadas, y dijo: —Señora Teresa de Manzanedo, esposa que fue de Sarabia, el cómico, conozca a los amigos y no se extrañe con ellos, que yo he deseado este suceso, para que luego me desembarace esta casa de su persona y deje la compañía de mi esposa, para que la tenga con sus iguales. Con esto se entró allá dentro cerrándose la puerta tras sí.Yo me vi tan perdida que no hallé otro alivio a mi pena, sino resolverla en lágrimas. Los farsantes me consolaban y yo todavía me estaba en mis trece de decirles que no les conocía, conque se enfadaron del todo y, diciéndome cada uno su pesadumbre, se fueron dejándome allí hecha un mar de lágrimas. Salió una dueña y diome un recaudo46 de don 44

farsante: ‘cómico’, miembro de la compañía de comediantes o farsa. conservas: «Cualquier fruta que se adereza con azúcar y miel, a conservando, porque se conserva y guarda» (Cov.). Comp. Lazarillo de Tormes, p. 49: «Como si debajo della estuvieran todas las conservas de Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije, maldita la otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo». 46 recaudo: ‘mensaje’. 45

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Diego en que me pedía que luego al punto me fuese de su casa, que allí se me entregaría la ropa que era mía y todo lo demás que allí tuviese. Prevínoseme el coche y, sin darme lugar a que me pudiese despedir de doña Leonor, a quien ya había dado parte del negocio, me entré en él y me fui en casa de una beata47, muy grande amiga mía, con la cual busqué casa en Sevilla por un mes, pasando a ella todos mis muebles, que no eran pocos, y así mismo mi dinero, que eso era lo que me consolaba en mis trabajos.

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beata: «Mujer, en hábito religioso, que fuera de la comunidad, en su casa particular, profesa el celibato y vive con recogimiento, ocupándose en oración y en obras de caridad» (Cov.). También tiene su faceta picaresca, ya que «irónicamente y en significación contraria llama el vulgo a la mujer que fingiendo recogimiento y austeridad, vive mal y se emplea en tratos y ejercicios indecentes y perversos» (Aut.). No se puede determinar a qué tipo de beata se arrima Teresa. Para su uso dilógico, comp. Lazarillo de Manzanares, p. 233: «Si no habéis de venir a otra cosa no tenéis para qué cansaros, porque yo no me he de casar, que me quiero hacer beato, pues hay beatas».

CAPÍTULO XVIII EN QUE DA CUENTA CÓMO SALIÓ DE SEVILLA CON SU CASA1 Y LLEGÓ A TOLEDO, DONDE ESTANDO ALLÍ DE ASIENTO TUVO CIERTO EMPLEO, Y DE UNA BURLA QUE HIZO A DOS ENAMORADOS, CON LO DEMÁS QUE SUCEDIÓ

Corrió la voz en Sevilla, aunque grande ciudad, del empleo que había hecho don Álvaro sin conocerme, cosa que alentó más mi fama, pues en lugar donde tan conocida fui, con varios papeles que había representado en sus teatros, supe hacer tan bien el papel de honrada que merecí por esposo un principal hidalgo de lo mejor de Navarra sin que nadie me conociese, que no fue el menor embuste mío publicar estimación donde no la había, para pescar aquel novio. No soy la primera que desta estratagema se ha valido, ni seré la postrera, pues se debe agradecer en cualquier persona el anhelar ser más, como vituperar el que se abate a cosas inferiores a su calidad y nobleza. Pareciome hacer mudanza de Sevilla y acercarme a Madrid, aunque no entrar en él, y así dispuse mi viaje a Toledo, imperial ciudad y a una jornada de la Corte de España.Vendí los muebles que me podían ser de embarazo y del dinero que hice de ellos compré dos esclavas blancas para mi servicio, mujeres en quien conocí habilidad para cualquiera embuste y, aunque no la tuvieran, yo me prometía que de mi escuela saliesen capaces para todo enredo. Con ellas y el escudero que me servía, llamado Briones, salí de Sevilla en una noche y en un carro que nos seguía con la ropa y ajuares2 de casa. 1 casa: «La familia de criados y sirvientes que asisten y sirven como domésticos al señor y cabeza o dueño de ella» (Aut.), es decir, su escudero y las esclavas que compra. 2 ajuares: ‘enseres domésticos’.

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No nos sucedió cosa en el camino que sea de contar y así llegamos a Toledo un viernes por la tarde. Tomamos casa cerca de la plaza de Zocodover3. Era autorizada y con dos puertas que salían a dos calles4. Aquí hice alto, portándome con mucha autoridad. Mudé el apellido, pareciéndome cosa importante, y el nombre, llamándome doña Laura de Cisneros. Desearon algunos vecinos conocer a la recién venida, curiosidad que en cada lugar pienso que se practica, en particular de la gente ociosa. Entre los que más diligencia hicieron para saberlo fue uno un caballero de aquella ciudad, de hábito largo5. Era galán y mozo, y había poco que vino de Roma con algunos beneficios simples, con que tenía cuatro mil ducados de renta6. Portábase lucidamente, tenía coche y gran familia de criados. 3

plaza de Zocodover: centro de la ciudad y plaza de pícaros. Comp. Don Quijote, I, cap. XXII: «Dígolo porque si su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano y avivado el ingenio del procurador, de manera que hoy me viera en mitad de la plaza de Zocodover de Toledo, y no en este camino, atraillado como galgo». 4 autorizada… dos puertas que salían a dos calles: autorizada, ‘respetable’, ya que autorizado «se llama al que por sus calidades y partes, así naturales como adquiridas, es respetable y digno de toda recomendación» (Aut.). No obstante, se trata de una casa con dos puertas, que, considerada hasta cierto punto peligrosa, aparece en el refranero: «Casa con dos puertas, mala de es guardar» (de donde Calderón extrae el título para una comedia de enredo), «casa con dos puertas, no la guardan todas dueñas» o «todo lo haré, mas casa con dos puertas no la goardaré» (Correas, núms. 4593, 4594 y 22477). «Casa con dos puertas, cuando más cerradas, más abiertas» (Cov.). Considérese, además, el uso específico que le dará Teresa como espacio para sus embustes. En este punto hay un posible eco de la novela corta homónima de Salas Barbadillo, La niña de los embustes. 5 hábito largo: o simplemente hábito, «el vestido que traen los eclesiásticos y estudiantes, que ordinariamente consta de sotana y manteo» (Aut.). 6 beneficios simples… cuatro mil ducados de renta: los beneficios eclesiásticos eran de dos tipos, «o curados, esto es con obligación y cura de almas, o simples, así dichos porque no tienen aneja semejante obligación. Llámanse beneficios porque son gracias hechas y conferidas por los pontífices o prelados eclesiásticos» (Aut.). Como se ve, los simples, que goza el galán, no exigen ejercer curato ni sus deberes inherentes. La suma equivale, como se ha indicado antes, al ingreso anual de un caballero. Igualmente, durante su estadía en Salamanca, el bachiller Trapaza se arrima a un caballero andaluz llamado don Lorenzo Antonio, quien «era muy rico por la Iglesia, que tenía más de dos mil escudos de beneficios simples, que con todo llegarían a tres mil de renta. Este era mozo galán y con solas las primeras órdenes» (Trapaza, p. 101).

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Este caballero, que se llamaba don Esteban, se atrevió a hacerme una visita, estimulado de un criado suyo que, habiéndome visto, le alabó mi rostro mucho, con lo cual quiso verme con achaque7 de ser vecino y ofrecérseme como tal. No pude excusar la visita y así hube de recibirla. Entró el señor don Esteban muy oloroso de guantes8, muy galán de hábito, en efeto muy en ello. Recibile en mi estrado9 con toda la autoridad que pude, sirviendo entonces una esclava de dueña, encubriendo una florecilla10 que tenía en la frente con un parche; que la otra tenía mejor cara y por estar sin hierros guardábala yo para alguna tramoya11, que siempre me valí de prevenciones. Habló el galán de lo de a veinte y cinco ducados la onza12, muy meditado en sus razones, muy ceñido en los discursos y muy grave tahúr del vocablo13, cosa que marca a la más cursada14 en estos colo-

7 con achaque: «Metafóricamente significa ocasión, motivo o pretexto para hacer alguna cosa y fingir otra o para no hacer lo que se pide» (Aut.). Comp. Estebanillo, I, p. 205: «Y todos los caballeros, por verme que era agudo y entremetido, me inviaban, en achaque de dar a beber a las damas, a darles recados amorosos». 8 Tal como el capón del capítulo XII, este galán tira a lindo. Como aquí, en La niña de los embustes de Salas Barbadillo, aquella Teresa también tendrá por víctima a un galán narciso. 9 Siguiendo los usos de una dama de categoría. 10 florecilla: se referiere al hierro o marca, en este caso una figura de flor, que se le ponía a los esclavos. «De la palabra esclavo se forma la cifra de una S y un clavo, se cual se suele poner en una y otra mejilla a los esclavos, especialmente si son fugitivos, que llaman herrarlos, por imprimirles aquellas letras con hierros ardiendo […]. Hace mención Marcial de uno que había sido esclavo y por fugitivo tenía escrita la frente, mas su buena suerte no solo le dio libertad, pero le hizo rico, poderoso, caballero y noble. Encubría las letras de la frente con traer siempre en ella una venda, fingiendo dolor de cabeza perpetua» (Cov.). 11 tramoya: «Metafóricamente vale enredo hecho con ardid y maña o apariencia de bondad» (Aut.). Comp. Donaires, II, fol. 93v: «si escuchar quieres mis penas, / ya descubro la tramoya, / pues por tus luces serenas / ardiendo se estaba Troya, / torres, cimientos y almenas». 12 lo de a veinticinco ducados la onza: parece aludir a su habilidad con el lenguaje. Comp. Huit petits poèmes, p. 287: «Era la moza taimada / y de las de a real la onza, / graduada en jerigonza, / resabida y repensada». 13 tahúr del vocablo: ‘hábil de palabra’, ‘ingenioso’. Parece provenir de la expresión jugar del vocablo, «usar dél con gracia en diversos sentidos, que frecuentemente es decir equívocos» (Aut.). 14 marca a la más cursada: cursada recuerda que el aprendizaje picaresco es equiparado al estudio universitario, ya que uno asiste al curso, se gradúa y lee cátedra.

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quios, ¿qué hará a las que no lo estuvieren? Exageró mucho la dicha de que a su calle hubiese venido a vivir y la ventura que desto se le seguía. Finalmente las lisonjas no holgaron en aquel rato que estuvo de visita, todas en orden a favorecerme.Yo le agradecí la merced que me hacía y por los ofrecimientos que me hizo le di las gracias, con que se acabó la visita y él se despidió muy aficionado a la viuda, según después se vio. Apenas había salido de casa, cuando Briones subió a decirme, informado de sus criados, la renta que poseía el señor don Esteban, su liberalidad y cuán gran servidor era de damas. Pareciome buen sujeto para hacerle alguna estafa, ya que el fundamento de ella estaba hecho, que era el ir aficionado de mi persona según los intérpretes del alma, que son los ojos15, me dijeron, que no los apartó de mi rostro en cuanto duró la visita. No dijo don Esteban a nadie que me había visto, porque como iba con deseo de ser mi galán no le estaban bien compañeros en la pretensión. No era eso lo que yo intentaba, sino ser conocida, para que con la emulación16 lloviesen presentes en mi casa.Y para que no todos penasen17 por la viuda, me pareció poner en astillero de hermana mía doncella a Emerenciana, la otra esclava, que tenía muy buena cara y no poco despejo.Vestila con los mejores vestidos que tenía, no con poca envidia de la compañera, a quien manifesté mi intento, dándola esperanzas así de su medra como de su libertad, con que se consoló de la pena que había recibido de ver a Emerenciana tan bizarra. Ensayeles los papeles que habían de hacer las dos esclavas y el escudero, conque me pude prometer una razonable conquista. Hacíase una fiesta en la iglesia mayor a que acudió toda la ciudad y pareciome ser esta ocasión para mostrar el aparador18 de mis gracias Comp. Justina, II, p. 488: «Ya no me olía tan mal el llanto, parte por el bien que me hizo, parte porque la costumbre se vuelve naturaleza, y el haber cursado el olor hacía no extrañarme tanto». 15 El que los ojos reflejen el sentimiento proviene de la lírica amorosa, que Castillo satiriza en su poesía, comp. Donaires, I, fol. 57v: «Habláronse con los ojos, / que son grandes habladores, / cuando estorban los testigos / ardientes explicaciones». 16 emulación: ‘competencia’. 17 penasen: ‘padecieran cuitas de amor’. 18 aparador: «El conjunto de alhajas, fuentes, vasos, aguamaniles y otras piezas ricas, que se ponen sobre una mesa con sus gradillas, así para servirse de ellas cuando sea necesario, como para que sirven de adorno» (Aut.).

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y las de mi esclava. Y así, haciéndola aliñar bien, y yo no descuidándome de mi rostro ni talle, aunque en traje de viuda de las consoladas y que desean echar lo funesto a una parte, me planté entre los dos coros de aquella célebre iglesia, tan alabada, y con razón, en España19. Aunque Toledo es gran ciudad, no es tanto como Sevilla y así cualquiera forastero que a ella viene es notado20.Yo lo fui luego que dejé ver mi rostro con un cuidadoso descuido y a mi imitación hizo lo mismo Emerenciana. Tomamos asiento cerca de un pilar de aquellos de la iglesia, adonde acudieron luego galanes como las moscas a la miel. Dímonos con algunos ciertos toques de razonado21, con que no echaron menos el buen lenguaje de sus damas, que tan celebrado es en toda España22. La novedad causó séquito y así en los puestos que se nos ofreció mudar éramos luego cercadas, ya de lindos23, que Narcisos de sí mismos se les pasaba el tiempo en mirar su compostura; ya de confiados, que ponían su felicidad en hablar muy culto24; ya de bravos, que por el bizarro talle y población de mostachos25 pensaban allanar toda empinada hermosura. 19

‘La catedral de Toledo’. En realidad, durante el siglo XVII, Toledo, foco comercial y religioso, padece un periodo de despoblamiento, por la atracción que Madrid ejerce como centro político. 21 razonado: ‘conversación’. 22 En general, el habla de Toledo era estimada desde el siglo XVI, cuando Juan de Valdés la imponía como modelo lingüístico. Sus mujeres, especialmente, gozaban de gran fama. Comp. Salas Barbadillo, La hija de Celestina, PF, pp. 137-138: «Porque esta felicísima ciudad goza —llevando a todas las demás destos reinos la gloria— insignes mujeres, bellas en los cuerpos, discretas en las almas, curiosas en el traje, suaves en la condición, liberales en el ánimo, honestas en el trato; deleitan cuando hablan; suspenden cuando miran; siempre son necesarias, y jamás su lado parece inútil». 23 lindos: «Decir el varón lindo absolutamente es llamarle afeminado».También se asemeja a Narciso. Comp. Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, pp. 22-23: «Mira aquel, preciado de lindo, o aquel lindo de los más apreciados, cómo duerme con bigotera, torcidas de papel en las guedejas y el copete, sebillo en las manos y guantes descabezados». 24 culto: se refiere al estilo alambicado de los culteranos, que ya ha atacado en el capítulo XI. Recordemos que, para Castillo, el culto es una figura más, como el lindo o la dama presuntuosa. Comp. El comisario de las figuras, entremés incluido en Las harpías en Madrid. 25 bravos… mostachos: el bravo o valentón tenía como rasgo físico esencial el mostacho o bigote. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 436: «Si quieres, aun20

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Cuando yo considero la diferencia de hombres que por tantos caminos desean enamorar, juzgo que es como ensalada de todas yerbas26 un concurso dellos; si bien cada uno se piensa que trae la sazón consigo, ya en su talle, ya en su habla o ya en sus mudas acciones, que hay hasta amantes de señas que con lo mudo piensan que han de enamorar, como si las damas conociesen interioridades. Uno, entre otros caballeros, fue quien más perseveró en seguirnos, inclinado a Emerenciana, cosa que yo deseaba mucho, porque con su cebo pensaba hacer alguna tramoya que redundase en provecho mío y de la esclava. Este caballero se llamaba don Leonardo de Ribera, de las nobles familias de aquella ciudad. Pues, como nos fuese siguiendo cuando volvimos a casa, advirtiome dello Briones. Yo me volví a él diciéndole: —Suplico a vuesa merced, señor caballero, se sirva de no seguirnos los pasos, que con eso da que notar a los que lo ven. Mudó el caballero colores, porque tenía poca experiencia de tales lances, pero lo27 que me dijo fue: —Vuesa merced perdone mi afecto, pues lleva consigo la causa que me obliga a no apartarla de mis ojos, pena de sentir su ausencia como se debe a tal pérdida si la aparto dellos; y por no andar ciego a inquirir el dichoso albergue que encierra tal beldad la voy siguiendo. Discúlpeme la afición con que lo hago, que con ella no es más en mi mano28. Dijo estas razones con alguna turbación, mas con tantas muestras de que le salían del alma, que yo se lo conocí por los ojos y ya le tenía lástima. Mas con severo rostro le dije: —Ya vuesa merced nos ha dicho su pensamiento. Para la ejecución dél bastaba un criado, sin venir en persona, que con él no se dieque seas un pollo, ser respetado por valiente, anda con mareta, habla duro, agobiado de espaldas, zambo de piernas, trae barba de ganchos y bigotes de guardamano, y no levantes la habla de la cama sin vaharada del trago puro». 26 ensalada de todas yerbas: «Una ensalada de cosas; una silva de varia lición; significando variedad y mezcla de cosas diferentes, muchas y varias» (Correas, núm. 23036). Por cierto, este breve excursus de Teresa sobre las modos de enamorar masculinos recuerda el que desarrolla también Justina en el capítulo «De los pretendientes que ni quiero ni creo» (comp. Justina, II, pp. 707-716). 27 la T. Sigo las enmiendas de Cotarelo y Rey Hazas. 28 no es más en mi mano: ‘no está en mi potestad’, ya que «está en mi mano, está en mi voluntad» (Cov.).

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ra nota, y así se da. Yo soy forastera y esta dama lo es, y mi sobrina; para servir a vuesa merced no querría de primera entrada que nos tuviesen por ligeras en esta ciudad y así quien por su presencia da muestras de ilustre sangre, conozcamos en su cortesía este saber, que ocasión habrá en que le recibamos en nuestra posada. Con esa esperanza quedó muy contento. Dijo él: —Y así, para conocer dónde vuesas mercedes posan, irá un paje mío, quedándome yo aquí bien contra mi voluntad, porque no puedo más conmigo. Pero he de sacrificarme en obedeceros, que me mandáis esto con tanta cortesía que esa obliga a no salir de vuestro gusto. Con eso se quedó y envió el paje tras de nosotras, el cual después que nos vio entrar en casa me dio en el zaguán de ella un recaudo de parte de su señor, pidiéndome que le diese licencia para verme. Dísela para el siguiente día en la tarde, conque partió muy contento. Informeme del paje cómo se llamaba su señor y supe su nombre y ser primogénito de un caballero rico y heredero de un cuantioso mayorazgo. Sin esta información hizo otra Briones y halló que era persona que manejaba dinero, cosa que me sonó bien, porque lo de hijo de familias29 me había helado, que sé lo mucho que prometen caballeros por heredar y lo poco que dan. Vino esotro día y llegose la hora tan deseada de don Leonardo para su visita. Yo prevíneme también, sabiendo que no había de faltar, de que Emerenciana estuviese muy bizarra. Púsose un vestido mío de lama30 azul, con mucha guarnición de plata, y con la buena cara que tenía parecía una gran señora. Hubo pomo31 en el estrado, compostura de dueña y puntualidad de escudero en el recibimiento, y desta suerte nos halló el aficionado don Leonardo cuando vino. Estuvo de visita bien dos horas, en las cuales se hablaron varias materias. Supo allí cómo veníamos de Sevilla y yo le dije que a cierto pleito a Madrid con un caballero de las Indias, el cual era sobre una gruesa hacienda que había de heredar doña Emerenciana, y que el haber hecho alto en aque29 hijo de familias: todavía dependiente de sus padres, como Sarabia en sus tiempos de estudiante. 30 lama: «Cierta tela de oro u plata, que hoy más comúnmente se llama restaño» (Aut.). 31 pomo: «El vaso de vidro de hechura de una manzana, que sirve para tener y conservar los licuores o confecciones olorosas» (Aut.). Es adorno del estrado. Comp. Harpías, p. 114: «Prevínose la sala de luces y de pomo en brasero que exhalaba suavísimo olor, acomodándose en su estrado».

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lla ciudad había sido por esperar a un hermano mío y tío de aquella niña, que vendría en breve.Todo lo creyó don Leonardo y no era mucho, porque el desenfado con que yo mentí y así mismo el vernos con tan honrado porte en nuestra casa se le debía dar entero crédito. Sucedió pues que, al fin de la visita, cuando don Leonardo me acababa de manifestar el amor que tenía a Emerenciana y así mismo de hacer grandes ofrecimientos en lo que fuese de nuestro gusto, entró el señor don Esteban, vecino nuestro; el cual, habiendo visto desde su casa entrar en la mía a don Leonardo y el estar de visita tanto tiempo, tuvo sospecha que por mí sería su venida y, con su reconcomio de celos, no se le sufrió el corazón hasta pasar a verme por certificarse de su sospecha. Hízolo así y a los principios en la conversación mostró inquietud, no obstante que era muy amigo de don Leonardo, mas, después que conoció en sus razones y en algunas demostraciones que se inclinaba a Emerenciana, se sosegó y, pasándose a mi lado, a dos coros32 se dilató la visita hasta la noche, diciéndome cuánto se holgaba que don Leonardo se hubiese conocido con nosotras sin estorbo de sus pretensiones para que juntos la prosiguiesen. Nos pidió licencia y se despidieron los dos. Con la que a don Esteban le di, comunicaron sus intentos los dos amigos, que está fácil de conocer serían en orden a no dejar sus pretensiones sin conquistar, pero yo estaba de otro intento, que era hacerles andar embelesados y sacar dellos cuanto pudiese sin que consiguiesen sus deseos. Desde aquel día, a porfía comenzaron a llover presentes en casa, pero yo bien quisiera que se redujeran a mayores dádivas que cosas de regalo, que se pierden cuando son en exceso, y lo demás se puede guardar. Comenzó don Leonardo a entrar sirviendo con cosas de consideración y dio un rico vestido a Emerenciana, de tabí33 encarnado y flores de plata, con grande guarnición de alamares y pasamanos34. 32

a dos coros: comparación tomada del canto de las horas canónicas en catedrales y conventos, en que se divide el coro en dos partes. Comp. Justina, I, p. 259: «Mas en viendo que me miraban a dos coros aquellos deceplinantes que estaban en ringla a la puerta de la iglesia, luego di en lo que era»; y Trapaza, p. 102: «Enamoróse de una criada que tenía, de buena cara, llamada Estefanía, que también era tercera destos amores, y a dos coros andaba este amor». 33 tabí: «Cierto género de tela, que se usaba antiguamente, como tafetán grueso prensado, cuyas labores sobresalían, haciendo aguas y ondas» (Aut.). 34 alamares y pasamanos: son adornos que encarecen más el vestido. Alamar es «especie de presilla, broche u ojal postizo con su botón correspondiente en la

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Don Esteban no quiso ir menos que él y, por tener yo hábito que no podía dárseme lo mismo, me envió dos sortijas de diamantes que valían trecientos escudos35. Todo fue recibido con mucho gusto, con lo cual tenían entrada y algunos lícitos favores, no pasando desto, porque así se lo había mandado a Emerenciana, la cual conocí picada36 de don Leonardo; mas con mi precepto estuvo a raya, por no perder mi gracia y el provecho que se le seguía de andar como sobrina mía bizarra y compuesta, cosa con que la compañera se desesperaba, no obstante que tenía sus provechos de los caballeros, porque le ofrecían lindos doblones37, y no menos al escudero, con lo cual pasaba, aunque malcontenta. Ofreciósele ir a don Esteban a un negocio a Madrid y quisiera antes de la partida que yo le favoreciera del todo. Resistí la plática, mas no le dejé sin esperanzas de que a la vuelta se vería su negocio más en su favor, con lo cual partió dejando a un criado suyo cuidado de que me regalase todos los días. Solo don Leonardo quedó en la estacada38, muy perdido por Emerenciana, apretando39 cada día la dificultad de que le diese entrada una noche. Ella, con orden mío, se resolvió a que no había de hacer cosa sin mi consentimiento, con lo cual todas las lisonjas y todos los mimos se me hacían a mí en orden a conseguir su deseo y alcanzar beneplácito mío para ello, conque, pasados algunos días que anduvo en esto, se me declaró. Yo, al principio, recibí la plática ásperamente, mas con una joya que él dio a Emerenciana, que valdría más de seiscientos escudos, me humané y así le dije que en breve tendría buen despacho su pretensión, con el recato que a su casa debía y con el silencio que esperaba tendría un caballero tan principal como él, por el riesgo que corría la remisma forma, los cuales se cosen cada uno de su lado a la orilla del vestido, capote o mantilla, unas veces para abotonarse y otras solo por gala y adorno» (Aut.). El pasamano es «un género de galón o trencilla de oro, plata, seda o lana, que se hace y sirve para guarnecer y adornar los vestidos y otras cosas, por el borde o canto» (Aut.). 35 trecientos escudos: unos tres mil reales, más o menos. 36 picada: ‘incitada’. De picar y pique, con carga erótica, como ya se ha anotado en el capítulo VI. 37 doblones: monedas de oro equivalentes a dos escudos. 38 en la estacada: ‘en la pretensión amorosa’. «Entrar en la estacada o empalizada es entrar en el campo al desafío» (Cov.). Similar a en la tela. 39 apretando: ‘presionando’. «Apretar un negocio es darle priesa» (Cov.).

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putación de su casa. Así lo prometió. Señalele entrada para dentro de tres días. Estaba el amante caballero loco de contento con la tal promesa y no menos Emerenciana pensando que mi consentimiento había de tener efecto, que era la moza liviana. Al fin, como nacida en Grecia, aunque criada en Sevilla40.Ya tenía prevenido, cuando llegó la noche, lo que se debía de hacer, que era lo siguiente. Briones, mi anciano escudero, en su mocedad había sido hombre de gracioso humor y en la que gozaba aún mostraba con él su buen gusto. Entre otras habilidades que tenía era una el fingirse mortal41 de un repentino accidente, con mudanza de semblante, con vuelta de ojos y con traspillar42 los dientes. Esta habilidad quise que mostrase aquella noche a la hora que había de venir don Leonardo a casa. Echose en la cama y, en viendo que llamaba a la puerta, las dos esclavas y yo nos fuimos a su aposento, donde estuvimos un rato sin abrirle y él muy asistente a la puerta llamando. Al fin, Marcela, la otra esclava, le bajó a abrir a escuras. Entró don Leonardo y ella, fingiendo un funesto llanto, le dijo en el estado que teníamos al escudero y cuán desconsolada estaba yo de verle en el último término de su vida. Entró en el aposento donde estábamos, hallándonos con los lienzos43 en la mano y los ojos encarnizados44, mas a puros pellizcos, que no 40 nacida en Grecia… criada en Sevilla: la esclava es de origen musulmán (probablemente sea turca), aunque traída a España de niña. 41 mortal: «Se dice del que tiene o está con seña o apariencias de muerto y así se dice quedarse mortal de susto o pesadumbre; y del que está muy cercano a morir o lo parece se dice que está mortal» (Aut.). Comp. El mayorazgo figura, vv. 386-387: «Elena: Sosegaos. Leonor: Estoy mortal, / que es mi pena desigual». 42 traspillar: ‘rechinar’ en este contexto, pero en Aut. aparece solo como reflexivo con el sentido de ‘desfallecer’, «dícese especialmente cuando esto proviene de de la larga falta de alimento». Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 575, v. 14: «¿Por qué te afeitas ya, pues te traspillas?». Esta treta picaresca está documentada, comp., con traspillar en idéntico contexto, Pérez de Herrera, Amparo de pobres, p. 31: «Al tiempo que él llegó oyó decir a todos los presentes: “Ya murió, Dios le perdone”, teniéndole una candela encendida en la mano.Y el médico le tomó el pulso por ver si había espirado y se lo halló concertado y muy igual y grande, y se quedó espantado de ver tal novedad, porque estaba traspillado y como si estuviera muerto, deteniendo el resuello para mejor fingirlo». 43 lienzos: «Un pedazo de tela de lino, de una vara en cuadro, que ordinariamente sirve para limpiarse las narices y el sudor» (Aut.). 44 encarnizados: «Encendido, ensangrentado, de color de sangre o carne. Úsase frecuentemente hablando de los ojos, cuando están muy cargados e inflamados» (Aut.).

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de llorar. Puso los ojos en el fingido enfermo, el cual hacía tan bien el papel de estarse acabando que a cualquiera engañara, como lo había hecho a otros más bellacos que don Leonardo. Allí le signifiqué con cuánta pena estábamos Emerenciana y yo por ser Briones la persona que más habíamos estimado en nuestra vida, después de nuestros padres, y que él lo había sido de las dos naciendo en sus brazos, con cuya muerte perdíamos el gobierno de la casa y un venerable compañero y buen consejero. Preguntó don Leonardo si le habían dado los sacramentos. Díjele que ya habían ido por el confesor y a avisar en la parroquia. Llegose a Briones y díjole: —Señor Briones, este es término a que todos hemos de llegar tarde o temprano. Su prudencia y cordura sé que le tendrán prevenido, que de su buena vida se infiere. Lo que de ella falta aprovéchelo bien. Aquí nuestro Briones medio encorpo[rado]45 en la cama y con unos ojos que espantaba, le comenzó a hacer un sermón, con que no hubo menester más el aficionado caballero por aquella noche. Para dejar aparte la garzonería46 y deseos, yo le dije que ya vía cuán ajeno era aquel paso del que quería representar, que por aquella noche se fuese, que otras habría. Obedeciome y fuese considerando tener yo razón, pues en tal aflición como estaba no era justo tratar de sus placeres. Apenas hubo salido de los umbrales de casa, cuando Briones dio dos cabriolas sobre la cama levantándose y nosotras le dimos mil vítores por lo bien que había fingido su medio tránsito47. Dímosle honoríficamente48 de cenar y cenamos todas con mucha risa de ver cuán atribulado se había ido don Leonardo. Quise que pasase la burla adelante y que no llegase el plazo que él deseaba, y así a la mañana madrugué mucho y fuime a un hospital de los muchos tiene Toledo, donde, hallando a un hombre que aca-

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Cotarelo y Rey Hazas introducen esta adición, que sigo. garzonería: ‘galanteo’. Provendría de garzonear, «hacer ostentación de la bizarría de mancebo u mozo» (Aut.). En todo caso, sería variante de garzonía. 47 tránsito: «Se llama asimismo la muerte de la personas santas y justas, o que han dejado buena opinión con su virtuosa vida, porque es un paso de las miserias de ella a la eterna felicidad» (Aut.).Aquí con uso irónico recusado por el adjetivo medio que indica a la vez ‘inconcluso’, porque no murió y ‘no tan santo ni justo’. 48 honoríficamente: ‘con honor’, pero honor en su sentido de «obsequio, aplauso o celebridad de alguna cosa» (Aut.). 46

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baba de espirar, fingiendo ser mi conocido, le hice llevar a mi casa breve y ocultamente, diciendo que no quería que se enterrase en el sepulcro común de los pobres, sino darle yo sepultura como merecía un hombre que se había visto en mucha honra.Todos alabaron mi intento y el administrador mucho más, edificado49 de mi caridad. Puesto el difunto en casa, le hice amortajar y que pasase plaza de ser Briones, el cual estaba escondido en unos cuartos altos de casa. Llamose a clerecía de la parroquia y hízosele al difunto un honrado entierro, a que asistió don Leonardo, que quise gastar mi dinero en él para esforzar más la burla. Con el sentimiento que fingí de la muerte de Briones no se me atrevió don Leonardo a decir su pensamiento, de que había quedado doblada la hoja50. Mas, pasados cosa de ocho días, viéndome algo consolada, tornó a su tema.Vio en mí poco cariño para darle otro consentimiento como el pasado y quiso comprarle con otra joya, dándole a Emerenciana una cadena de peso de trecientos escudos51, con que fue la blandura para mi rebeldía, y así hube de señalarle hora para la futura noche, que era a las once y media. Llegose el término tan deseado del aficionado galán y prevenido de su broquel, espada y cualque52 pistola, se fue a casa.Ya estaba Marcela avisada de lo que le había de decir y así, luego que le abrió la puerta, le dijo en el zaguán cómo había venido aquella noche un tío mío que pasaba de Madrid esotro día y que así tenía orden mía de tenerle allí en una sala cerrada hasta que se durmiese. Consintió en esto don Leonardo y dejose llevar a la estancia que se le señaló con mucho silencio, por no hacer rumor. Allí le dejó a escuras la esclava, diciéndole que se esperase, que aunque fuese tarde vendría allí la señora doña Emerenciana. 49 edificado: de edificar, «metafóricamente vale dar buen ejemplo, componer y ordenar la vida y costumbres de otros con su buena y ejemplar vida y costumbres cristianas» (Aut.). 50 doblada la hoja: «Doblar la hoja. Por señar algo para decir después» (Correas, núm. 7374). Comp. Rodrigo de Herrera, Castigar por defender, en Comedias burlescas del Siglo de Oro, III, vv. 277-280: «Lisardo:Ved que llegan mis monteros / de Espinosa, y es forzoso / que aquí se doble la hoja, / si tenéis sangre en el ojo». 51 peso de trecientos escudos: el mismo valor poseían las dos sortijas de diamantes que le regala don Esteban a Teresa. 52 cualque: ‘alguna’. Forma apocopada de cualquier. Comp. Justina, I, pp. 258259: «Una saya colorada con que parecía cualque pimiento de Indias o cualque ánima de cardenal».

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Sentose nuestro caballero en una silla y allí, fatigado de deseos y rodeado de pensamientos, oyó las doce y la una, desesperándose con la tardanza. Oía así mismo que hablábamos en la sala de afuera, aunque no podía percibir lo que decíamos. Cerca de las dos volvió a él Marcela y le dijo que ya el tío quería reposar, que tuviese paciencia, porque luego le pondría con sus señoras. Por todo pasó el buen caballero, a trueque de gozar su deseada Emerenciana, y así se tornó a su asiento, dejándole Marcela en él. Ya estaba prevenida la tramoya y fue que vestimos a Briones con una sábana como amortajado y, cubierta la cara con un barniz blanco como difunto, le rodeamos con una gruesa cadena de cárcel el cuerpo. Adornado así, tomó una hacha en la mano y desta suerte, habiendo crujido los hierros de la cadena gran rato antes, entró en la sala donde aguardaba el caballero el fruto de sus pretensiones. La luz de el hacha manifestó la horrenda figura de Briones, el cual entró con lento paso, crujiendo los hierros y arrastrando parte de la cadena por el suelo, a ofrecerse a la vista de don Leonardo poniendo en él unos ojos espantables. Era Briones hombre de sesenta y cuatro años, enjuto de rostro, ojos grandes, muy calvo y con la barba larga y el barniz que ayudaba a su fealdad53. Todo esto atemorizó de tal suerte a don Leonardo, que desde que entró por la puerta de la sala comenzó a temblar y a hacerse cruces, sin poder moverse de donde estaba, tan cortado54 le tenía el miedo.

53 El disfraz de fantasma, aunque en medio de una trama amorosa, se incluye en la novela corta La fantasma de Valencia, Tardes entretenidas, p. 87: «No paró en solo oír el espantoso ruido mucha gente, así de sus barrios como de los remotos dellos, sino que algunas noches claras vieron asomar por las ventanas de la casa una prodigiosa visión, tan disforme y espantable que algunas personas estuvieron muy al cabo de sus vidas con el espanto que recibieron en verla, sin atreverse nadie a saber qué pudiese ser aquella fea y abominable figura, cerca de cadenas y con tanta aflicción». En el capítulo XII de Trapaza, Castillo emplea el mismo recurso del fantasma para burlar al abufonado don Tomé y hacerle creer que el abuelo de su amada ha venido del más allá para reprenderlo. En La niña de los embustes de Salas Barbadillo lo que espanta al galán es toparse con un velorio. Similar recurso emplea el criado Carrillo en los Cigarrales de Toledo (p. 344). La burla se basa en cuentecillos orales sobre fantasmas y cadáveres, con ruido de cadenas y figura terrorífica, de gran popularidad en la época; como el núm. 216 de la Miscelánea de dichos de A. Fuentes (Fradejas Lebrero, 2008, p. 214). 54 cortado: de cortarse, «turbarse, atajarse» (Cov.).

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Emparejó Briones con él y, asestándole los ojos, dio un suspiro muy doloroso y tras él le dijo: —¡Ay de ti, pobre don Leonardo! ¡Si te atreves a infamar esta casa, qué castigo se te espera! Con esto y otro gemido que dio, más doloroso que el primero, le volvió las espaldas y se entró por donde había venido. Quedó don Leonardo casi para espirar, porque, como él tenía por muerto al viejo y había estado en su entierro, viendo ahora su misma figura y en aquel hábito cargado de cadenas, sin duda se pensó que allí fuera el fin de sus días. No se le olvidaron las palabras del fingido difunto, que iban en orden a la conservación de la honra de aquella casa, amenazándole si trataba de menoscabarla y así, temiendo un castigo del cielo, con diferente propósito del que había traído, trataba de buscar a escuras la puerta para irse cuando volvió Marcela a decirle que Emerenciana le aguardaba, que se viniese con ella. —No estoy para verme en su presencia —dijo el atemorizado caballero. —¿Por qué? —replicó Marcela. —Porque después que me dejaste —prosiguió— me ha dado un accidente55 tal, que me estorba gozar el favor que me ofrece y así le diréis de mi parte cómo estoy y que el verme tan afligido me priva del bien que esperaba. Quiso darle una conserva Marcela y un trago de vino, mas él, no queriendo recibir nada, la pidió que le guiase a la puerta de la calle, que quería irse. No le replicó en nada Marcela, solo le dijo cuánto sentiría su señora así el no verle como saber que iba con aquel nuevo accidente. Casi sin palabras se despidió don Leonardo de Marcela y se fue a su posada, que no fue poco acertar a ella. Abrió una puerta falsa, entró en su cuarto perdido el aliento, despertó a un criado y díjole que venía malo. Acostose y en toda la noche no pudo sosegar. Vino el día y, sabiendo sus padres su indisposición, bajaron a su aposento y hallaron a su hijo fatigado56. Llamáronse los médicos y, tocándole los pulsos, dijeron tener una gran calentura. Esta se le conti-

55 accidente: «Llaman los médicos la enfermedad o indisposición que sobreviene y acomete o repentinamente o causada de nuevo por la mala disposición del paciente» (Aut.). 56 fatigado: que padece fatiga, «angustia, dolor, afán, pena y tristeza» (Aut.).

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nuó por algunos días, conque llegó a estar muy al cabo de su vida, sin querer decir el origen de su dolencia. Trataron de extinguirle la calentura y conseguido esto fue mejorando, aunque siempre perdido de color y con una grande melancolía que no se le apartaba. Vino nuestro don Esteban de Madrid y la primera visita que hizo fue en mi casa. Recibile con mucho gusto y, después de haber hablado en varias materias, preguntó por don Leonardo y si iba adelante en los amores de Emerenciana.Yo le dije cómo una noche que se le había dado entrada en casa, habiendo aguardado sazón para gozar su empleo, salió della con un accidente, del cual le había procedido una grave enfermedad de que, aunque estaba convaleciente, le quedó una gran melancolía. Fue de allí a verle el canónigo, sintiendo mucho haber sabido cómo estaba. Entre muchas cosas que pasaron en orden a tratar de nosotras, fue decir don Leonardo lo que le había pasado con el difunto escudero, de lo cual hizo grande burla don Esteban, diciéndole que sería ilusión que le pasaría por la cabeza. Afirmaba don Leonardo con solemnes juramentos ser verdad cuanto le decía, aún no perdido el temor de aquella azarosa noche, pero de todo se reía el amigo. Mas, por no dejar de dar crédito a don Leonardo, no quiso apretarle más en aquel caso y así se despidió dél, yendo con alguna sospecha de que había sido miedo del joven caballero que, como poco experimentado en tales casos, le habría parecido ser hora extraordinaria para el logro de sus deseos y peligrosa para salir después de nuestras casas. Vino esotro día a la mía y contome todo el caso con mucho donaire, haciéndole de la pusilanimidad de don Leonardo. Yo le oí con mucha atención y, después de haberme referido lo que don Leonardo le había contado, me mesuré un poco y, arqueando las cejas, señal de admiración, le dije: —Verdaderamente, señor don Esteban, que ahora veo que debo dar crédito a lo que me ha dicho una dueña mía y es que ella ha sentido cerca de su aposento ruido de cadenas todas estas noches, cosa que le había dado no pequeño susto; por lo cual ha mudado su cama a otro aposento. Yo he hecho burla dello y atribuídolo a poco ánimo suyo, mas con lo que vuesa merced me dice, veo que debe ser verdad. Pero no creo que era el ánima de mi buen escudero Briones, porque su vida era tal, que no tendrá cargo que venir a revelar a ninguno desta casa, fuera de que mi cuidado ha sido tal en hacerle decir

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misas, que pienso que han sido en cantidad, pagándole con esto el amor que siempre le debí, que fue mucho, pues hago cuenta que nací en sus brazos57. Hice mi poco de sentimiento y saqué el lienzo para que hiciese también su figura58, ayudando a lo lamentable. Dejó pasar don Esteban aquella plática y, mudando otra alegre, guió su intención a la que le convenía, que fue decirme que cuándo me determinaba a favorecerle.Yo, mesurándome, le respondí que por ahora no tratase de aquellas cosas, que estaba tan lastimada de la muerte de mi Briones que no me determinaba a tratar de cosas de divertimiento. Mas él, que era cuerdo y sabía que el atajo de aquellos rodeos eran las dádivas, con achaque de que había ganado al juego una gran cantidad de dinero, la tarde siguiente me dio docientos escudos59 en un bolsillo de ámbar bordado. Esto por barato60 y a Emerenciana cincuenta, no olvidándose de Marcela. Con esto vi que no podía negarle la entrada, pues tan liberal andaba conmigo, y así le dije que para de ahí a dos noches a las once 57 El alma podía regresar para pedir la intercesión de los vivos ante la Iglesia. Comp. Don Quijote, II, cap. LV: «Por eso dime quién eres, que me tienes atónito: porque si eres mi escudero Sancho Panza y te has muerto, como no te hayan llevado los diablos, y por misericordia de Dios estés en el purgatorio, sufragios tiene nuestra santa madre la Iglesia Católica Romana bastantes a sacarte de las penas en que estás, y yo, que lo solicitaré con ella por mi parte con cuanto mi hacienda alcanzare». 58 hiciese también su figura: ‘hiciese su papel’, aprovechando que figuras son «los personajes que representan los comediantes» (Aut.), pero también juega con la expresión hacer figuras, «frase que significa hacer meneos y ademanes ridículos e impertinentes» (Aut.). 59 docientos escudos: esta cantidad (unos dos mil reales) que recibe Teresa es solo un porcentaje de la «gran cantidad de dinero» ganada por su galán en el juego. En el capítulo XV de Trapaza, el protagonista, gran tahúr, gana al cabo de una partida que se extiende hasta las tres de la mañana, más de cuatro mil escudos, y le ofrece a su amigo tan solo cincuenta escudos (lo que recibirá Emerenciana). Si Teresa recibe cuatro veces más, es de entender que lo ganado por don Esteban supera largamente también la cifra que obtuvo Trapaza. 60 esto por barato: proviene de la expresión dar barato, «cantidad de dinero arbitraria que los jugadores de un juego, sobre todo los que ganan, suelen dar a los mirones a los que les han servido durante el desarrollo de la partida» (Léxico). Comp. Quevedo, Buscón, p. 157: «Es de ver uno de nosotros en una casa de juego, con el cuidado que sirve y despabila las velas, trae orinales, cómo mete naipes y solemniza las cosas del que gana, todo por un triste real de barato».

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en punto viniese solo, que con la seña de un silbo le abriría Marcela. Con esto fue muy contento, esperando que se llegase el plazo que tanto había deseado.Yo, no me descuidando de lo que había de prevenir, compuse mis tramoyas en la forma que habían de estar y aguardé a mi enamorado amante; el cual, con el cuidado y deseo con que estaba, en oyendo las once tomó su espada y broquel y vino a mi casa, donde con la seña del silbo le abrieron la puerta luego, llevándole Marcela sin luz a un aposento y le dijo que allí había de venir yo, luego que el escudero se acostase, que estaba dándome cuenta del gasto de aquel mes. Allí aguardó don Esteban en compañía de Marcela y, mientras se llegaba el tiempo que él deseaba, la astuta esclava le entretuvo con graciosos chistes. Entre ellos, vino a hacer burla del miedo de don Leonardo don Esteban, a lo cual la fingida dueña le dijo que en aquello no la hablase, porque allí le estaban temblando las carnes de pavor, porque ella había sentido el ruido cerca de su aposento más de diez noches. —¿Eso es cierto? —dijo don Esteban. —¡Y cómo si es cierto! —dijo ella—; ¡cuitada de la que lo oía sin dormir en todas aquellas noches sueño, hasta que mudé la cama a otra pieza cerca de mi señora! Y aún ahora —prosiguió— no hago poco en estar aquí acompañando a vuesa merced en este aposento, por ser en el que murió nuestro Briones. —¿Que aquí murió? —dijo él. —Aquí —replicó ella— dio el alma a su Criador y le debe de haber dado el purgatorio en esta casa. —Reíos deso —dijo don Esteban—, que ese ruido sería en la vecindad y vos con el temor se os antojaría ser del muerto. —¿De muchos no se sabe —dijo ella— que han vuelto al mundo a manifestar sus deudas o a descargar sus conciencias con sus hijos, padres o testamentarios? —Así es verdad —dijo él—, pero quíteseos de la imaginación esa fantasía, que Briones ni tendría cosa que lo obligase a decirla ni aun que penar, que era la misma sinceridad. —En la apariencia decía bien, que a todos engañara, pero en lo interior era el mayor bellaco del orbe.

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Ellos, que estaban en esta plática, oyeron un ceceo61 de Emerenciana, con el cual Marcela dijo a don Esteban: —Paréceme que me han hecho seña, voy a ver qué me quiere mi señora. Sin duda sospecho que deja en quietud su gente y quiere que os lleve a su cuarto. Aguardad un poco, que luego vuelvo, y perdonad el dejaros sin luz, que el recato de mi señora lo pide, pues no se ha visto en tales lances hasta ahora, cosa que debéis estimarla en mucho. —Así lo creo —dijo él—, que me favorece con extremo. Fuese Marcela y quedose don Esteban solo por espacio de un cuarto de hora. Al cabo dél comenzaron a sonar los eslabones de la pesada cadena que tanto atribuló a don Leonardo, yéndose Briones con el mismo disfraz acercando al aposento donde el enamorado caballero estaba. Él, que sintió el ruido, comenzó a pensar si sería la visión que a don Leonardo apartó del amor de Emerenciana. Era de mayor ánimo don Esteban y así, desnuda la espada y embrazado el broquel, aguardó a ver en qué pararía aquel ruido. Presto salió deste cuidado62, poniéndole en otro mayor el ver entrar por otra puerta, enfrente de aquella por donde había entrado, a Briones en la forma dicha y con la hacha en la mano. Dio dos pasos dentro del aposento acompañándolos con cuatro dolorosos gemidos. Parose luego y poniendo los ojos en don Esteban, sin hablarle palabra, le llamó con la mano derecha por dos veces.Ya nuestro valiente no estaba con tantos bríos como hasta allí, viendo aquella horrible figura en su presencia. Rehusó el ir con él y así se estuvo quedo. De nuevo le volvió a llamar por señas Briones, mas no le obedeció quien estaba ya medio apoderado del temor. Como vio esto Briones, dijo con voz trémula y dolorosa: —Señor don Esteban, venid, venid conmigo y veréis el desengaño de las cosas deste mundo63.

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ceceo: «El sonido semejante al de la C, que se forma juntando los dientes e hiriendo en ellos con la lengua, el cual sirve de seña para llamar detener o hacer llamar» (Aut.). En la lengua literaria se expresar a través del onomatopéyico «ce, ce». Comp. Cervantes, El celoso extremeño, NE, II, p. 195: «Llegose la noche y en la mitad de ella, o poco menos, comenzaron a cecear en el torno». 62 cuidado: «Recelo y temor de lo que puede sobrevenir» (Aut.). 63 Este pasaje recuerda la escena inicial de El mundo por de dentro. El Desengaño, un viejo espantoso y maltrecho, le hace al narrador una propuesta similar: «Si tú, quieres, hijo, ver el mundo, ven conmigo, que yo te llevaré a la calle mayor, que

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Cobró un poco de ánimo don Esteban, cosa que le puso en cuidado al supuesto difunto, y partió, prevenido de su espada y broquel, a donde estaba. Por si llegaba a estos términos le tenía trazado un engaño de burla pesada y fue que, habiendo hecho desolar un pedazo del aposento que caía sobre el zaguán de la puerta falsa de la casa, cubría esto una alhombra clavada con unos clavos. Pues como partiese contra el fingido difunto y pusiese los pies en la alhombra, desclavándose dio con su cuerpo en el zaguán, cayendo sobre unos colchones que estaban prevenidos; pero la caída fue tal que quedó sin sentido, como ignorante del caso. Había avisado yo a dos conocidos míos, y aun pagádoselo muy bien, que en viendo caído al galán le tomasen en brazos y le sacasen de casa. Hízose con brevedad, dejando al pobre caballero aporreado y puesto más de treinta pasos de mi puerta, adonde le dejaron al sereno y sin sentido por más de una hora que no volvió en sí; pero cuando cobró aliento y vio en la parte que estaba, fuera de mi casa, a él le pareció que aquel espíritu le había puesto allí, sacándole de mi casa por que no ofendiese mi honra con este pensamiento. Aprehendido64 se fue a su posada, determinando no volver más a la mía, como lo hizo, ni aun pasar por mi puerta.Viose con don Leonardo, a quien dio cuenta de lo que le había sucedido y pidió perdón de haber hecho burla de lo que le había dicho. Con esto se afirmó más en su propósito de no verme, que era lo que yo quería, después de haber dejado su moneda y joyas. Quiso mi mala suerte que Briones se descuidase en su encerramiento y fuese visto de un criado de don Esteban, el cual luego se lo fue a decir a su señor. Él, admirándose, le dijo que sin duda era el espíritu de mi escudero, mas el criado, que era grande socarrón, le replicó que bien podría ser cierto todo lo que le decía, pero que él era de diferente parecer, teniéndole de que había sido engañado por mí. No se podía persuadir a tal con la certificación de don Leonardo en que había visto enterrar a Briones, mas con todo eso el criado pores a donde salen todas las figuras, y allí verás juntos los que por aquí van divididos sin cansarte; yo te enseñaré el mundo como es, que tú no alcanzas a ver sino lo que parece» (Quevedo, Los sueños, pp. 275-276). 64 aprehendido: ‘aleccionado’. De aprehender, «tomar y asir las cosas, retenerlas y traerlas a sí, lo que con propiedad se entiende de lo que el entendimiento concibe, piensa, imagina y retiene con vehemencia» (Aut.).

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fiaba en que Briones vivía y en que él le había visto muy alegre y riéndose a la ventana. Era así como lo decía, porque el escudero era muy burlón y siempre estaba de chacota con la gente de casa. Con lo que el criado instaba en que no era muerto Briones, se determinó a saberlo con certeza y así, una noche rigurosa de invierno, se disfrazó en hábito de pobre andrajoso y, tomando dos muletas, al anochecer se entró en el zaguán de mi posada. No le conocimos ninguna de las tres y, habiéndole yo dado limosna, me pidió que por aquella noche le diese algún lugar donde durmiese, aunque fuese en la caballeriza. Compadecime de su desnudez y miseria y, con el benéplacito mío, se quedó en el zagúan hasta que después de cena fuese acomodado de cama. Él, con el curioso cuidado de averiguar la muerte de Briones si era cierta, tuvo paciencia y se aguardó al pie de una escalera, adonde estuvo hasta que cenamos. Bajole Marcela alguna cosa que cenar y díjole que de allí a media hora sería acomodado de cama. Venía el disfrazado pobre con dos parches en el rostro y un paño sucio por la frente, que nadie le conociera si no pusiera mucho cuidado en ello, con ser de los que más frecuentaban el visitarme de parte de su amo. Pues como se llegase la hora de recogernos, teniendo bien cerradas las puertas de casa, mandé a Briones que bajase abajo una manta y un transportín65 en que acomodase al pobre por aquella noche, dándole por albergue un aposentillo bajo cerca del zaguán. Bajó el escudero con el recaudo de dormir para el pobre y con una luz acomodó la ropa en el aposento dicho y desde él llamó al pobre que se viniese a acostar, el cual lo hizo, muy informado, con la presencia de Briones, de saber que fue embeleco el haberse hecho muerto.Advirtió con cuidado el anciano en la persona del fingido pobre y conociole, pesándole en extremo de verle allí. Dejole en su cama y para remediar esto cerrole la puerta por defuera, subiendo luego a decirme lo que pasaba, cosa que me puso en cuidado; porque, averiguada la verdad de mi enredo, les había de provocar a la venganza a don Leonardo y a don Esteban, y se habían de vengar de mí. Pedile a Briones consejo sobre lo que se haría y el que me dio fue que aquella noche dispusiésemos de nuestra ropa, poniéndola en tercios66, para que a la mañana antes de ser bien de día nos partiésemos 65

transportín: ‘colchón pequeño’. tercios: «La mitad de una carga, que se divide en dos tercios, cuando va en fardos» (Aut.). 66

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a Madrid. Pareciome bien su acuerdo, porque quedar en Toledo era dar motivo a que los ofendidos hiciesen suertes en mí67 y así nos dispusimos el escudero, las dos esclavas y yo a no dormir en toda la noche, por salir esotro día de la ciudad con toda la priesa posible. Toda la noche se nos pasó en componer la ropa y poco antes de amanecer salí con Marcela de embozo y a los mesones de la Sangre68 hallamos un carro manchego en que poder irnos a Madrid. El medio año de la casa estaba pasado y no había deuda que estorbase nuestra partida, con la cual, habiendo acomodado el menaje de casa en el carro, antes de ser bien de día ya estábamos fuera de los muros de Toledo, dejando cerrado al criado de don Esteban en el aposento, el cual creo yo que daría voces hasta ser abierto por algún vecino y daría luego las nuevas de nuestra partida a su amo. Ninguna destas cosas supe, porque no me importaban, solo lo que me convenía era salir de Toledo y no ser vista de los dos burlados galanes, los cuales quedaron estafados y sin alcanzar el premio de sus deseos.

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hiciesen suertes: «Hacer suerte. Dar molestia, maltratar» (Correas, núm. 10808). mesones de la Sangre: se refiere probablemente a los mesones ubicados en la Sangre de Cristo, que subía de Zocodover a la cuesta del Carmen. Por allí se encontraba la célebre posada del Sevillano, donde se ubica la acción de La ilustre fregona. 68

CAPÍTULO XIX EN QUE CUENTA SU ENTRADA EN MADRID Y LO QUE ALLÍ LE SUCEDIÓ, CON UN HURTO QUE LA HICIERON, POR DONDE SE FUE A ALCALÁ Y SE CASÓ POR CUARTA VEZ

Al cabo de los años mil vuelven las aguas por do salían ir, se dice comúnmente1. Nací en la Corte y volvime a mi centro, con algún caudal granjeado, no puedo decir que con buenos modos, porque el letor sabe cómo han sido en el largo discurso de mi vida, de que podía temer su poca duración, pues lo mal ganado ni llega a colmo ni se conserva2. Con todo mi carruaje y familia entré en aquel piélago de gentes, abismo de novedad, mar de peligrosas sirtes y, finalmente, hospicio de todas naciones. Recibiome como madre y yo, como hija suya, alegreme en ver sus costosos edificios, sus nuevas fábricas, ocasión para aumentar cada día más vecindad a costa de las ciudades y villas de España, pues lo que aquí sobra de moradores, viene a hacer falta en ellas, despoblándose por poblar la Corte, hechizo que hace con todo género de gente. Tomé casa en los barrios de San Sebastián3, alegres por su sana vivienda como por estar cerca de los dos teatros de las comedias y, por-

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En efecto, refrán: «Al cabo de los años mil, vuelven las aguas por do solían ir» (Correas, núm. 1576). Comp. Estebanillo, II, p. 131: «Cumplió la orden, y al cabo de los meses mil volvieron las aguas por do solían ir, con lo cual quedó ella pesarosa». 2 Parece variante del refrán «lo bien ganado perece y lo malo ello y su dueño» (Correas, núm. 12503). Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 101: «Y aquí entra cuán llana verdad sea que lo bien ganado se pierda, y lo mal ello y su dueño». 3 barrios de San Sebastián: barrios ubicados en torno a la iglesia del mismo nombre, situada entre la calle Huertas y la de Atocha. Eran lugares de moda en

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que cerca dellos viven los representantes y las damas de corte4, se llaman comúnmente los barrios del placer. Allí alquilé una casa sola, bastante para mi corta familia, que era dos esclavas, la una en astillero de sobrina mía y la otra de dueña, el5 venerable Briones, escudero y comprador, y una mozuela que sirviese en la cocina. Adorné las paredes, compuse mi estrado y compré lo que me faltaba para tener una casa aseada y que pareciese de mujer principal. Mi primera salida fue a una fiesta que se hacía en la Victoria, donde, manifestándonos a la juventud, no faltaron galanes ventores6 de la Corte que, conociendo las nuevas caras, nos cercaron y comenzaron a trabar plática con las dos. Cúpome un caballero, hijo de un rico genovés7, y a Emerenciana un amigo suyo, de su misma edad y tierra. No eran de los más entendidos del mundo y así se lo conocí a pocas razones. Pareciome el que se me inclinó que si la finca era abonada de dinero8, el entendimiento era mollar y ocasionado para cualquiera burla y estafa. Hubo su poco de acompañamiento y, visto que carecíamos la época, sobre todo para el galanteo. Comp. Harpías, p. 53: «Traía aviso de la astuta vieja de Sevilla que los barrios cerca de San Sebastián eran los más frecuentados de todo Madrid de la gente moza». 4 damas de corte: o cortesanas, ‘prostitutas’. 5 al T. 6 ventores: literalmente ‘perros de caza’, para aludir a su afán persecutorio. Ventor es «el perro de caza que la sigue por el olfato y viento, de cuya voz se forma» (Aut.). 7 hijo de un rico genovés: los genoveses, por su riqueza ostentosa y avaricia, así como por sus tratos comerciales, son víctimas de los ataques de los pícaros. Comp. Quevedo, Buscón, p. 131: «Topamos con un ginovés, digo con uno destos antecristos de las monedas de España, que subía el puerto con un paje detrás, y él con su guardasol, muy a lo dineroso». En la literatura de la época, el genovés aparece, a menudo, como galán estafado. Comp. Salas Barbadillo, La hija de Celestina, PF, p. 164: «Tres veces fui vendida por virgen: la primera a un eclesiástico rico, la segunda a un señor de título, la tercera a un ginovés que pagó mejor y comió peor. Este fue el galán más asistente que tuve». En Las harpías en Madrid, la primera estafa se ejecuta sobre un milanés y la segunda sobre un genovés, ambos ricos comerciantes. 8 finca… abonada de dinero: hay dilogía en finca, ya que, en principio, es «el efecto situación en que alguno tiene derecho de cobrar su renta o alguna cantidad determinada» (Aut.). Teresa quiere ver si dicha finca se ve respaldada por el dinero del padre, el rico genovés. Asimismo, finca «se toma también por ademán o amago de acometimiento» (Aut.), con lo que Teresa sacar provecho si esta incluye desembolso (‘abono de dinero’) del galán.

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de coche, también hubo oferta dél, que no se desestimó, antes se admitió como cosa la más concerniente a nuestra autoridad. Nuestra visita a la Corte quisieron saber y se les satisfizo con la misma mentira que a don Esteban en Toledo. Continuaron en visitarme, pero no en comenzar la empresa regalando, conque me comenzaron a dar temblores de frío, desahuciándome de poder sacar jugo de la tal gente. Quien hubiere ofendido guárdese, que el que ofende escribe su daño en papel y el que recibe la ofensa en bronce, que tiene más duración. Así lo hicieron don Esteban y don Leonardo, que habiendo salido el criado que dejamos encerrado de su encerramiento, siendo abierto por un vecino de pared en medio9, fue a dar cuenta a su amo de haber visto con vida a Briones y así mismo de nuestra fuga a Madrid. Picáronse10 los dos y más don Leonardo, por haberle costado el espanto una enfermedad, y, conformes en vengarse de mí y de Emerenciana, se partieron a Madrid con mucho secreto, llevando ya ordenado lo que habían de hacer conmigo. El criado que encerramos tomó a su cargo el saber de nosotras. El cual, vestido de seglar, que era estudiante11, se puso unos antojos con que se desconoció12 y así en dos días supo nuestra casa. Con esto se mudaron los dos amigos de la suya, que estaban a la Plazuela de la Cebada13, y se vinieron a nuestros barrios con todo el embozo14 posible.Traían para autor desta burla un conocido suyo, hombre, aunque anciano, de lindo humor. Este acudió el primero día de fiesta a San Sebastián a misa, adonde sabía que íbamos Emerenciana y yo en el coche del enamorado genovés. Procuró tomar asiento cerca de Emerenciana y en el discurso15 de la misa todo se le fue en encare9

vecino de pared en medio: ‘vecino de casa contigua’. picáronse: ‘se resintieron’, ya que es el sentido que se le da en el juego. 11 seglar… estudiante: porque la vestimenta del estudiante era el hábito negro. 12 antojos con que se desconoció: en efecto, era la mejor forma de pasar de incógnito. Comp. Trapaza, p. 73: «Para desconocerse más, se puso antojos y comenzó a cecear un poco».También se los pone Pablos de Segovia para disfrazarse de fraile benedictino (Buscón, p. 232). 13 Plazuela de la Cebada: el mismo lugar en cuyas almonedas la madre de Teresa compró vestidos apenas llegada a Madrid. 14 embozo: ‘ocultamiento’, en el sentido metafórico de embozar, «vale disfrazar, encubrir, ocultar, con palabras o acciones alguna cosa» (Aut.). 15 discurso: «El espacio que corre o pasa de un tiempo a otro, u de una cosa a otra» (Aut.). Comp. Don Quijote, I, cap. XIII: «Y no se ha de entender por esto 10

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cerla su hermosura, mostrándose sumamente aficionado della y así mismo en ofrecérsele por su servidor. Oí la plática y, mirando yo la persona del fingido enamorado, no me desagradó el verle de edad, que, cuando en un anciano se apodera el amor, es difícil de quitársele, porque no se sabe divertir16 como el joven y variar de gusto. Acabose la misa, llegó a hablarme y a ofrecérseme de nuevo, alabándome segunda vez las partes de mi esclava.Yo le agradecí con las mejores razones que pude el favor que la hacía y, queriendo acompañarnos, no di lugar a ello, por ver que a la puerta de la iglesia estaban nuestros galanes; los cuales aún no habían visto lo que entre Emerenciana y el viejo había pasado, que, a verlo, fuera cierto haber celuchos y aun quejas. Hizo el anciano su papel de fino enamorado siguiéndonos, por darnos a entender que quería saber la casa, y no se fue de la calle hasta vernos dentro. Esa tarde me envió un criado pidiéndome licencia para visitarme. Pareciome que la afición iba en augmento y así se la di, por saber de su boca qué porte de hombre era. Vino el astuto viejo y, después de haber preguntado por nuestras saludes y la causa de nuestra asistencia en Madrid, me dijo estas razones: —Yo, señora mía, antes que vuesa merced me pregunte quién sea, se lo quiero decir.Yo me llamo don Jorge de Miranda, de la calificada casa de los Mirandas de Asturias17. Pasé muchacho al Pirú y ha sido tal mi buena suerte que, arrimado a un virrey que entonces lo iba a ser a Lima, fui su favorecido, de suerte que, en cuarenta años que estuve en aquellas partes, he traído a España cien mil ducados en barra y pesos18. Fui casado en Indias, murió mi esposa, dejome un hijo, que se murió cerca de la Habana de edad de veinte y cinco años, el más gallardo mozo del orbe. He quedado señor de toda esta hacienda y estoy dispuesto a casarme segunda vez, aunque en madura edad, por

que han de dejar de encomendarse a Dios, que tiempo y lugar les queda para hacerlo en el discurso de la obra». 16 divertir: ‘distraer’. 17 Mirandas de Asturias: que equivale a decir ‘montañés’. El origen asturiano es otro paradigma de nobleza y virtudes. 18 cien mil ducados en barra y pesos: es la fortuna más elevada a la que Teresa aspirará, equivalente, por ejemplo, a la renta anual del duque de Sessa a inicios del XVII. Igual cantidad percibía al año el arzobispado de Sevilla (Bennassar, 1994, pp. 197-202).

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si el cielo se sirviese de darme sucesores que heredasen esta hacienda. Trato aquí de algunos empleos, mas ninguno me satisface. He visto en mi señora doña Emerenciana partes para ser amada y así, con vuestro gusto, que sin él no quiero nada, he de servirla y regalarla con mucho cuidado, porque su hermosura pide que todo el mundo la estime y agasaje. A otra más astuta que yo engañaran las comedidas razones del fingido indiano, cuanto más a mí que, en sonándome Indias19, pensaba, con el talle y cara de la esclava, que habían de llover reales de a ocho en mi casa 20. Estimele la merced que nos hacía y, de parte de Emerenciana, le agradecí los favores que había recibido dél aquella tarde, conque se remató la visita, manifestando el socarrón ir muy prendado por la moza. Continuó algunos días el vernos sin enviar cosa alguna, si bien se disculpó en no haberle llegado la ropa de Sevilla. Era bien recibido de mí, con grandes esperanzas de ser muy rica por su causa. Emerenciana más se inclinaba al galán genovés por ser más mozo; yo, que se lo entendí, la di un jabón21 de modo que tuvo por bien de seguir mi gusto. Sucedió, pues, que un día que estábamos Emerenciana y yo en una fiesta en el coche del caballero genovés, vino aquella tarde a vernos el viejo indiano y quiso mi mala suerte que le abriese Marcela, con quien estuvo de visita aquella tarde, y de ella supo ser Emerenciana esclava y compañera suya. Esto le dijo con el sentimiento que tenía de verla hacer papeles de señora y ella de criada, cosa que nunca la pudo digerir. Pareciole al socarrón del fingido don Jorge que le estaba de perlas aquella moza y que era más conquistable, siendo esclava, para lograr un intento que de nuevo se le ofreció con lo que le dijo Marcela. No dijo nada desto a don Esteban ni a don Leonardo, sino trató de escribir un papel a Emerenciana, el cual le llevó un criado de don Leonardo, que le servía en cuanto duraba la burla. Este halló la buena

19 sonándome Indias: en sentido literal, pero también en el metafórico de ‘sonándome grandes riquezas’. Comp. Guillén de Castro, Los mal casados de Valencia, vv. 1263-1264: «He descubierto / unas Indias, un tesoro». 20 reales de a ocho: es decir, aquellos reales equivalentes a ocho reales de plata, a sabiendas de la fortuna que debe cargar consigo el indiano. 21 la di un jabón: «Dar jabón. Por una reprensión» (Correas, núm. 6497). Comp. Quevedo, Los sueños, p. 502: «Doy un jabón muy bueno a los que prometí halagos muy sazonados».

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ocasión en que pudo verse a solas con Emerenciana y así le dio el papel y ella le recibió con mucho gusto, el cual contenía estas razones. Señora mía, sabiendo vuestra calidad y partes, me aficioné a esa beldad con intento de serviros, no con el fin que ahora determino, que es de teneros por esposa. Esto sé que no será gusto de vuestra tía, porque pretende serlo mía y quitaros a vos este empleo. Si os determináis a dejar esa casa e iros conmigo a Sevilla, os doy mi palabra de dotaros en veinte mil pesos ensayados22 y teneros por mi esposa y dueño de mi alma. Si esto os pareciere a propósito, la breve resolución importa, guardándoos de que lo sepa vuestra tía, no os lo estorbe, que lo hará a saberlo. Sea yo avisado de todo y el cielo os guarde como deseo. Don Jorge de Miranda

Leyó el papel Emerenciana y, entrando en consejo consigo misma, echó de ver cuán bien la estaba este empleo, pues con él salía de esclava y era señora, gozando una gran dotación y, mientras su esposo viviese, una grande hacienda; esto, creyendo lo que había dicho el mentido23 indiano. Pues como se resolviese a elegirle por24 esposo a hurto de su tía, quiso no dejarla sin que se acordase della con lágrimas25 y así, como quien tenía debajo de su llave sus joyas y vestidos, a ellas acomodó en un pequeño envoltorio y a ellos en otro algo mayor, y con esto respondió el papel desta suerte. Aunque no haya partes en mí para mereceros, aceto la estimación que hacéis de mi persona con las condiciones dichas y, por no sentir el estorbo que a nuestro intento puede hacer mi tía, me determino salir de su casa e ir a la vuestra la noche que viene, no olvidándome de las joyas que en casa hay, mías y suyas. Aguardareisme a nuestra puerta al punto que anochezca, que yo lo tendré dispuesto todo. El cielo os guarde para que seáis mi dueño. Doña Emerenciana 22 veinte mil pesos ensayados: ‘veinte mil pesos legítimos’, ya que habían sido ensayados, en el sentido de «hacer inspección y reconocimiento de la calidad y bondad del oro, plata y otros metales; lo que toca por oficio al ensayador diputado por el príncipe o república» (Aut.). Especialmente se ensayaban los metales venidos de las Indias. Comp. Cervantes, El celoso extremeño, NE, II, p. 177: «Alcanzó a tener más de ciento y cincuenta mil pesos ensayados». 23 mentido: ‘fingido’. 24 per T.

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No deseaba el indiano otra cosa, ni enderezaba la proa de su cautela a otro fin, sino al de persuadir a Emerenciana que robase a su tía, cuando no saliese ella a ello, pensando que era cierto lo de su riqueza, mas, viendo que sin haberle dado intención para esto, ella se determinaba, se alegró sumamente. Llegose el término señalado y, sin dar parte a nadie el viejo, aguardó a la descendiente de Agar26 a la puerta de nuestra posada. No se había descuidado la moza, que, dejándonos a mí y a Marcela entretenidas27, bajó cargada con sus dos líos de ropa y joyas. Halló a la puerta a su enamorado viejo y, tomándole el envoltorio de los vestidos, caminaron juntos a cierta casa en los barrios de Santa Bárbara28, adonde el viejo tenía dispuesto llevarla. Era la casa de otro grande bellaco como él y quisieron que por aquella noche pasase la mentira del fingido indiano, llamándole siempre y con mucho respeto el señor don Jorge de Miranda. No faltaron sirvientes que les asistieron a la cena, pasando plaza de criados del indiano. Cenose alegremente, no lo estando menos Emerenciana, juzgándose mujer de caballero rico y principal. Acabada la cena les tenían

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con lágrimas: o llorando. El chiste se basa en un cuentecillo tradicional (Floresta española, parte IX, cap. III, 6). Aparece en el Buscón, p. 98: «Al fin, yo salí tan bienquisto del pueblo, que dejé con mi ausencia a la mitad dél llorando, y a la otra mitad riéndose de los que lloraban»; en Gracián, Criticón, p. 425: «Es tan caritativo, que a todos ayuda a llevar la ropa, y a cuantos topa las capas; y así le quieren de modo que, cuando se parte de alguna, todos quedan llorando y nunca se olvidan dél»; y también en el Estebanillo, I, pp. 165-166. Además, nótese que se repite la historia de Catuja y su tía, en el capítulo I. 26 Agar: «Una esclava de Abrahán, de la cual tuvo a su hijo Ismael» (Cov.). Al tildar a Emerenciana de agarena, Teresa le reprocha su origen musulmán, porque los árabes, con Ismael a la cabeza, eran tenidos por descendientes de Agar. Comp. Quevedo, Los sueños, p. 261: «¿Y el tocino por qué se lo vedaste, perro esclavo, descendiente de Agar?». 27 entretenidas: ‘ocupadas’, pero con una finalidad de embuste o engaño. De entretener en su sentido de «detener por algún espacio de tiempo, para diferir, suspender y dilatar alguna operación» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 133: «Si con el teñir se reparara la flaqueza de la vista, se supliera la falta de los dientes, se cobrara la fuerza de piernas y brazos, o se entretuvieran los años para engañar a la muerte, todos lo hiciéramos». 28 barrios de Santa Bárbara: en aquel entonces, en las afueras de Madrid. Actualmente se encuentra allí la glorieta de Alonso Martínez. Al mismo lugar escapan Teodora y sus hijas al final de la estafa tercera de Las harpías en Madrid.

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prevenida una blanda y limpia cama, donde se acostaron los dos y, aunque sin bendiciones29, Berenguel, que así se llamaba el viejo30, gozó el fruto de sus deseos. Aquella noche, echando menos a Emerenciana, la busqué por toda la casa y así mismo por las de los vecinos, pero no fue hallada. Acudí a mis cofres y vi faltar dellos los vestidos que eran míos y ella traía. Eché luego menos las joyas, que valían muchos ducados y, callando que me había robado la perra31 esclava, me quedé sin sentido tendida en un estrado. Acudió Marcela a mi remedio con agua y, al cabo de rato, volví en mí, bañada en lágrimas, sin haber razones con que me poder consolar. Marcela me decía que yo me tenía la culpa de la pena con que estaba, pues había dado alas a la hormiga para volar32. Esto era haber puesto en astillero de dama a quien era esclava.Vía que tenía razón y callaba, ocupada solo en llorar. Desta suerte se me pasó la noche. Por la mañana acudí a la justicia, dándoles cuenta del hurto y de ser esclava la que le había hecho. Ofrecí dineros y mayor paga si parecía. Hízose la diligencia, pero todo fue en balde, porque el astuto viejo se puso en cobro33 con su compañera. Ausentose esotro día de Madrid y escribió una carta a don Esteban y a don Leonardo, avisándoles cómo se llevaba a Emerenciana con mis joyas. Ellos, vista la burla, en algo vengados de mí, quisieron hacerme una visita aquel día y, sin pedir licencia, se subieron a mi cuarto, encontrándose con Briones en la escalera, con cuyo encuentro quisiera antes ser muerto que habérseles ofrecido a la vista. No hicieron caso dél, antes, subiéndose a la sala, me hallaron en el estrado, que acababa de 29

sin bendiciones: es decir, sin las bendiciones matrimoniales. Berenguel: nombre de viejo tan burlesco como el de Berenguela. 31 perra: o perro, término tópico para motejar a los moros y judíos. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 829, vv. 1-4: «Yo te untaré mis obras con tocino / porque no me las muerdas, Gongorilla, / perro de los ingenios de Castilla, / docto en pullas, cual mozo de camino». 32 alas a la hormiga para volar: «Da Dios alas a la hormiga, para que se pierda más aína» (Correas, núm. 6300), con otras variantes más. Posee representación emblemática (Bernat Vistarini y Cull, 1999, p. 428, núm. 863). 33 se puso en cobro: ‘se escondió’. Es frase proverbial. «Poner una cosa en cobro, alzarla donde no la hallen» (Cov.). «Poner en cobro. En salvo y por hurtar» (Correas, núm. 18546). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, pp. 33-34: «Huya y póngase en cobro, que viene matando a cuantos encuentra». 30

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abrir un escritorio donde estaba el dinero, por si le había abierto con llaves falsas, y fue dicha que no se le pusiese en la cabeza, que lo hiciera según era atrevida la Emerenciana. Con la vista de los dos caballeros confieso que me turbé mucho y ellos me lo conocieron. Tomaron sillas y, habiéndome preguntado por mi salud, les dije no la tener buena. —En los ojos se le echa de ver a vuesa merced —dijo don Esteban—, que parece que son los que más han padecido en el accidente y ha sido grosero en atreverse a tanta hermosura. Yo callé a esto y luego don Leonardo me dijo, muy falso: —Admirárase vuesa merced, mi señora doña Laura, de nuestra venida a Madrid juntos y no dejara de estimarla, pues ha sido solo a darla a vuesa merced la norabuena de la resurrección de Briones, el gobierno desta casa, cosa que supimos en Toledo, por haber faltado el cuerpo del sepulcro, y así lo atribuimos a uno de sus milagros de vuesa merced.Y como el resucitar a un muerto sea tan admirable, no quisimos dejar de ver a la causa de tan extraordinario portento, que es vuesa merced.Viva mil años, para que se ocupe en actos de tanta caridad, que lo fue para el escudero, si no para nuestras bolsas, pero gracias a Dios que el indiano ha dado venganza a todos, aunque nos quedemos sin lo que hemos gastado. Dél hemos recibido este papel que, con su licencia de vuesa merced, hemos de leérsele. Yo estaba tal, que no pude responderles palabra y así di con esto lugar a que me leyese el papel del fugitivo ladrón de mi esclava y joyas, que decía así: El vengador de vuesas mercedes halló más fácil el imposible34 de Emerenciana que el señor don Leonardo, pues habiendo sabido ser esclava de la que se fingía su tía, me pareció hacerla mi esposa, supliendo las sobras de su hermosura las faltas de su limpieza. Si no la hay en ella, la habrá en los cofres de mi señora doña Laura, de quien faltan las joyas que vuesas mercedes contribuyeron y otras que las acompañan, porque no sientan el venir solas. Con ellas nos remediamos dos y se vengan dos,

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imposible: término tópico del lenguaje amoroso para referirse a la amada y su virtud, cifrada en su virginidad. Comp. Tirso de Molina, El Burlador de Sevilla, vv. 1261-1265: «Mota: Un imposible quiero. / D. Juan: ¿Pues no os corresponde? Mota: Sí / me favorece y me estima. / D. Juan: ¿Quién es? Mota: Doña Ana, mi prima, / que es recién llegada aquí».

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a costa de una agraviada, y así, dejando a Madrid, ojos que nos vieron ir no nos verán más en él35. Cristo con todos.

Luego don Esteban prosiguió diciendo: —Para estos trances es el valor, mi señora doña Laura, que por faltarle al señor don Leonardo con el difunto Briones, cayó enfermo. Aquí cobró colores el picado36 galán y con mayores fisgas37 prosiguieron el cordelejo38, hasta que ya viendo que estaban pesados les dije: —Señores míos, basta, basta tanto apretar a una afligida mujer. A los afligidos no se les ha de dar más aflicción.Ya vuesas mercedes están vengados de mí, pero no me podrán negar que valiera más tener en mi poder lo que me han llevado que no en el de un pícaro y una esclava, que tiempo viniera en que vuesas mercedes hallaran recompensa en mí. —No la queremos —dijo don Leonardo— ahora ni nunca, sino que vuesa merced tome este consejo de mí y es que mire con quién se burla de aquí adelante, porque hallará quien no sepa llevar en risa lo que se le castiga en la bolsa por vía de engaño. Con esto dejaron sus asientos y despidiéndose cortésmente me dijeron al salir: —Pésanos que Emerenciana cobrase su libertad con tan mal empleo, que si ella se esperara, cara tenía para más de cuatro engaños. Vuesa merced tenga paciencia, que con ella se ganó el caudal y quiso pagarse de su mano39. 35

ojos que nos vieron ir no nos verán más en él: refrán con variantes: «Ojos que le vieron ir, no le verán más en Francia» y «ojos que le vieron ir, no le volverán más venir» (Correas, núms 17352-17353). Comp. Trapaza, p. 213: «Alteróse sumamente, buscándolos por todo el aposento; mas fue sin provecho, porque ojos que los vieron ir, etcétera». Proviene de unos versos del romance «Oh, Belerma, oh Belerma»: «¡Que ojos que nos vieron ir nunca nos verán en Francia! / Abracéisme, Montesinos, que ya se me sale el alma; / de mis ojos ya no veo, la lengua tengo turbada» (Romancero, núm. 47, vv. 18-20). 36 picado: ‘resentido’. 37 fisgas: «Metafóricamente vale burla, escarnio y mofa que se hace de alguno, con movimientos de los ojos, boca o cuerpo disimuladamente, de modo que lo entiendan los circunstantes y no aquel por quien se hace» (Aut.). Comp. Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 364: «Compañía tan ocasionada para vayas y fisgas y matracas, como la de don Quijote». 38 cordelejo: «Lo mismo que chasco, zumba o cantaleta» (Aut.). 39 pagarse de su mano: variante de pagar por su mano, «cobrar alguno lo que le pertenece en el mismo caudal que maneja» (Aut.). Comp. Harpías, p. 64: «Y así,

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Fuéronse y dejáronme abrasada. Llamé luego a Briones y a Marcela y quise averiguar de los dos cuál había dicho ser esclava Emerenciana, pues solos ellos lo sabían. Entrambos negaron y, porque estaba dudosa la averiguación, quise que pagasen la pena igualmente y así esa noche pagué a Briones y le despedí, y a Marcela la vendí esotro día en lo que me quisieron dar por ella, escarmentando a no servirme más de esclavas. Mudando de familia, quise buscar en Madrid a Teodora, en cuya casa me crié y, acudiendo a los barrios donde había habitado, supe haberse casado en Alcalá de Henares con un mercader con razonable hacienda, el cual se había aficionado a la moza. Pareciome hacer mudanza de Madrid e irme a Alcalá, adonde estaba mi amiga, y así lo dispuse brevemente, considerando que de asistir en Madrid y estar allí don Esteban y don Leonardo, mis contrarios, podría perder por ellos con la juventud de los caballeros, a quien yo había menester para usar de mis embustes. Esto pues, me obligó a dejar la Corte y la comenzada conquista del caballero genovés mi amante40, que frecuentaba mi calle mucho. Prevenido todo el menaje de mi casa, que ocupó un carro, yo me entré en un coche y en él fui a Alcalá, adonde hallé a mi amiga Teodora muy contenta y rica, y con dos hijos. Recibiome alegremente, diciéndole a su marido quién yo era, de quien en ocasiones habían tratado largamente los dos, exagerando lo mucho que me quería. Estuve en su casa cuatro días y, en tanto me buscaron casa, el dinero que traía, que serían hasta dos mil escudos de oro y plata41, puse en trato42 con el mercader. Supolo esto un primo suyo viudo y, pareciéndole que le estaba bien ser señor de aquel dinero para augmento de su caudal, que también era mercader de sedas, trató con Teodora de que se unánimes y conformes en ausentarse, no lo quisieron hacer sin pagarse de sus salarios por su mano». 40 amante: ‘enamorado’. 41 dos mil escudos de oro y plata: poco más de veinte mil reales. Esta es la suma final que obtiene Teresa de todas sus burlas y estafas. Son casi 1900 ducados. Considerando que era huérfana y que no había heredado del mesón de sus padres más que deudas, es una dote digna. «La dote solía fluctuar entre mil ducados, que parecía muy corta y 20 000, tenida por opulentísima» (Deleito y Piñuela, 1966, p. 106). 42 trato: de tratar, «negociar comprando y vendiendo mercadurías, de donde se dijo tratante y trato la negociación» (Cov.).

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supiese de mí si quería casarme. Ella, que deseaba tenerme siempre cerca de sí, aunque contra la voluntad de su marido, por ver que le había de quitar el dinero del trato, concertó mi boda con el tal mercader. Hubo en ella gran fiesta, pero duró poco, porque yo me empleé en el hombre más civil y miserable43 que crió la naturaleza. Era hombre de cincuenta años, con dos hijos y una hija, tan míseros como su padre, al fin criados en tal escuela. Las cosas de su miseria piden nuevo volumen, que en este sería alargarme mucho, y así convido al señor letor para él en mi segunda parte, diciéndole que del mercader tuve tres hijos y una hija.Todos salieron al padre en las costumbres, sola la hija imitó las mías. Para la segunda parte remito contar las vidas de todos, con nombre de La congregación de la miseria, libro que será de gusto, cuyo volumen promete el autor deste dar a luz, con la historia de Los amantes andaluces y Fiestas del jardín44, siendo Dios servido. Laus Deo, honor et gloria

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civil y miserable: ‘ruin y avaro’. Esta continuación llamada La congregación de la miseria no será publicada y quizás ni siquiera escrita. Los amantes andaluces verá la luz en 1633 en la misma ciudad de Barcelona y Fiestas del jardín en Valencia en 1634. Este procedimiento de anunciar obras por venir es común a todos los libros de Castillo Solórzano. Un año antes, al final de Las harpías en Madrid (1631), prometía «escribir el de Los vengadores de las estafas placiendo a Dios y La niña de los embustes» (Harpías, p. 191). No se cuenta con noticia alguna del primero mencionado, probable continuación, por su título, de Las harpías en Madrid. 44

LA GARDUÑA DE SEVILLA Y ANZUELO DE LAS BOLSAS

AL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON MARTÍN DE TORRELLAS Y BARDAJÍ, HEREDIA, LUNA Y MENDOZA ANDRADA Y ROCABERTI, CONDE DE CASTELFLORIDO, SEÑOR DE LAS BARONÍAS DE ANTILLÓN Y DE NOBALLAS,VILLA DE ALMOLDA, NAVAL Y ALACÓN, ETC.

POR DON ALONSO DE CASTILLO SOLÓRZANO AÑO 1642

EN MADRID. EN LA IMPRENTA DEL REINO A COSTA DE DOMINGO SANZ DE HERRÁN, MERCADER DE LIBROS

TASA1

Yo, don Diego de Cañizares y Arteaga, escribano de cámara de Su Majestad, de los que en su Consejo residen, certifico que habiéndose visto por los señores del dicho Real Consejo un libro intitulado Anzuelo de las bolsas y garduña de Sevilla, compuesto por don Alonso del Castillo y Solórzano, secretario del marqués de los Vélez, que con licencia de los dichos señores fue impreso, tasaron cada pliego de los del dicho libro a tres maravedís y parece tener veinte y cuatro pliegos, sin principio ni tablas, que al dicho respeto monta setenta y dos maravedís. Y a este precio y no más mandaron se venda y que esta tasa se ponga al principio de cada libro de los que se imprimieren.Y para que dello conste, de pedimiento de la parte del dicho don Alonso del Castillo y Solórzano, doy esta fe. En Madrid, a veinte y tres de julio de mil y seiscientos y cuarenta y dos años. Don Diego de Cañizares y Arteaga

1 Tras la tasa, el original introduce la obligatoria «Fe de erratas del corrector general de libros, por Su Majestad» compuesta por el doctor Francisco Murcia de la Llana, la cual es sumamente incompleta.

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LA GARDUÑA DE SEVILLA

APROBACIÓN DEL PADRE MAESTRO FRAY DIEGO DE NISENO, DEL ORDEN DE SAN BASILIO

De orden y comisión del señor licenciado don Gabriel de Aldama, Consultor del Santo Oficio y Teniente de Vicario general desta villa de Madrid, he visto un libro, cuyo título es La garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas, compuesto por don Alonso del Castillo Solórzano. No contiene cosa alguna que se oponga al recto sentir de nuestra católica fe, ni al honesto dictamen de las cristianas costumbres, antes muchas de no perjudicial ni sospechoso entretenimiento. Por lo que juzgo que se le puede dar la licencia que pide para estamparse. En el Gran Basilio de Madrid, marzo 29 de 1642. Fray Diego Niseno2

2

Fray Diego Niseno: enemigo de Quevedo, una aprobación suya también figura en los preliminares de El diablo cojuelo de Vélez de Guevara (1641). Para su fama de otorgador de aprobaciones, comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 500: «Pues aunque vuesas mercedes no son Niseno ni Valdivieso, miren si aprobaran el decir el autor».

PRELIMINARES

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APROBACIÓN DEL DOCTOR FRANCISCO DE QUINTANA, RECTOR DEL HOSPITAL DE LA LATINA3

De orden de Vuestra Alteza he visto este libro de don Alonso del Castillo Solórzano, cuyo titulo es La garduña de Sevilla. Juzgo que lo que hace tolerable este género de escritos es sacar de lo áspero de unos sucesos escarmientos para huir de los vicios y de lo plausible de otros aliento para seguir lo que merece imitación. Con esto cumple cuidadosamente su autor en este libro, disponiendo entre sucesos estraños, para causar novedad, avisos importantes para la común atención; y no es inconveniente que se propongan entre discursos que sirvan también a la diversión de los cuidados, antes bien prudente acuerdo, al modo que es prudencia grande en el médico docto disfrazar las confecciones amargas entre dulces ingredientes para que el enfermo sienta igual provecho en menos desabrida poción. A esto se junta no haber hallado en él cosa que se oponga a nuestra sagrada religión ni disuene a los más fieles oídos, conque podrá Vuestra Alteza, siendo servido, dar la licencia que se pide. Este es mi sentimiento. En este Hospital de la Latina de Madrid, a trece de mayo de mil y seiscientos y cuarenta y dos. Don Francisco de Quintana

3 Hospital de la Latina: estaba ubicado en la esquina de la célebre Plaza de la Cebada, y fue fundado contiguo al monasterio de la Concepción Gerónima. Ambos, hospital y monasterio, fueron erigidos por Beatriz Galindo y su esposo. Esta mujer, camarera mayor de Isabel La Católica, era llamada la latina, por su formación humanista. En las páginas que a este hospital dedica Mesonero Romanos (1976, pp. 157-166) se hace referencia elogiosa al licenciado Jerónimo Quintana, rector del hospital fallecido en 1644. Es obvio que debe de tratarse de la misma persona que firma esta aprobación.

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LA GARDUÑA DE SEVILLA

DEDICATORIA

Las obras que de suyo tienen cimientos frágiles necesitan de mayor apoyo que las que se fabrican con profundas zanjas y fundamentos sólidos. Así, este trabajo, que en la superficie del asumpto muestra qué débil pluma le ha escrito, qué limitado ingenio le ha pensado y qué corto caudal le saca a luz, ha menester valerse no menos que del grande apoyo de Vuestra Señoría, de quien hace elección su autor para que su nombre y antiguos blasones le honren y su noble patrocinio le ampare. Muy propio es en los señores de tan ilustre sangre como Vuestra Señoría dar valimiento a humildes y aliento a desanimados, generosa acción que resultan della esfuerzos para emprender mayores cosas, pues es el favor hecho a las letras el fomento dellas y el incentivo con que los ingenios se disponen a mayor lucimiento suyo. Mi elección ha sido acertada, aunque la del asumpto no lo sea, pues con el amparo de Vuestra Señoría, en quien concurren las partes que debe tener un gran caballero y un señor prudente, podrá salir a luz, seguro de que el crítico le ofenda y el detractor le censure. Quisiera su autor que todo este volumen tratara de las excelencias de los progenitores de Vuestra Señoría, de su generosa sangre, de su grande estimación, del supremo lugar que tienen en su antiguo reino y otros, y de sus generosas acciones, continuadas en Vuestra Señoría, cuya agradable condición y afable agasajo son granjeo de las voluntades de todos, pero fuera reducir a corto espacio cosa que pide dilatados volúmines4. Admita, pues, Vuestra Señoría, esta pequeña ofrenda y no desmerezca en su gracia por la materia de que trata, que a grandes príncipes se han ofrecido otras deste género y han sido admitidas no tanto por lo que suenan como por el fin a que se escribieron, que es la reformación de las costumbres y al advertimiento de los incautos, para que las unas se perficionen y los otros escarmienten. 4

volúmines: ‘libros’. De volumen, «privativamente se toma por el libro. Díjose de que en lo antiguo los libros eran unas hojas u cortezas de árboles, que se arrollaban y envolvían y después unos pergaminos que se arrollaban del mismo, de donde se le dio este nombre del latino volvere» (Aut.). El cambio vocálico en la forma plural es por disimilación, como en virgen / vírgines.

PRELIMINARES

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Su autor espera en la generosidad de Vuestra Excelencia aceptación deste servicio para que con más aliento tome la pluma en cosas mayores, para tratar de alabanzas de sus ilustres blasones. Guarde Dios a Vuestra Señoría como deseo. Servidor de Vuestra Señoría, don Alonso de Castillo Solórzano

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LA GARDUÑA DE SEVILLA

PRÓLOGO

Lector amigo, La garduña de Sevilla sale a plaza a ser blanco de los tiros de todos. La modestia de su autor confiesa que tendrá muchos yerros que puedas acusar; este conocimiento le salve de ser censurado de ti. Así lo espera, porque no ataje los deseos de entretenerte con trabajos suyos verte riguroso contra su pluma, pero ¿de qué aprovechará captarte la benevolencia si tu crítica condición5 ha de hacer lo que se le antojare? Dios ponga tiento en tus manos, que si no lees con buena intención, lo más selecto te parecerá trivial y nada habrá que te satisfaga. Murmura, mofa, burla, ríe y no dejes cosa sana ni libre, que materia te he dado donde podrás ejercitar tu nociva costumbre. Vale6.

5

crítica condición: ‘talante censorio’. Vale:‘adiós’. La tónica agresiva de este prólogo recuerda al segundo de Mateo Alemán, «Al vulgo», Guzmán, I, p. 109: «Libertad tienes, desenfrenado eres, materia se te ofrece: corre, destroza, rompe, despedaza como mejor te parezca…». Castillo ya había asumido esta retórica en su prólogo «A los críticos», que abre sus Tardes entretenidas: «Sé que no hay en nuestra república paño que no tundas, seda que no acuchilles, cordobán que no piques, holanda que no cortes, cabello que no rasures, y finalmente uña, aunque sea del mismo Pegaso, que no cercenes» (pp. 7-8). 6

LA GARDUÑA DE SEVILLA Y ANZUELO DE LAS BOLSAS1 [LIBRO PRIMERO]

Es la garduña, llamada así vulgarmente, un animal que, según escriben los naturales2, es su inclinación hacer daño hurtando y esto es siempre de noche3. Es poco mayor que hurón, ligero y astuto. Sus hurtos son de gallinas; donde anda no hay gallinero seguro, tapia alta ni puerta cerrada, porque por cualquiera resquicio halla por donde entrar. El asumpto deste libro es llamar a una mujer garduña por haber nacido con la inclinación deste animal de quien hemos tratado. Fue moza libre y liviana, hija de padres que, cuando le faltaran a su crianza, eran de tales costumbres que no enmendaran las depravadas que su hija tenía. Salió muy conforme a sus progenitores, con inclinación traviesa, con libertad demasiada y con despejo atrevido. Corrió en su juventud con desenfrenada osadía, dada a tan proterva inclinación, que no había bolsa reclusa ni caudal guardado contra las ganzúas de sus cautelas4 y llaves maestras de sus astucias. Sirva pues de advertimiento a los letores esta pintura al vivo de lo que con algunas deste jaez suce-

1

En A se agrega: «Hija de Trapaza / Libro primero». naturales: «Se aplica también al que trata o averigua los secretos o causas de la naturaleza» (Aut.). 3 En Teresa de Manzanares, Castillo ya otorgaba a la pícara, entre otros calificativos, el de «garduña racional», pero el epíteto de mayor peso, incluido en el título de la novela, era el de «niña de los embustes», que albergaba connotaciones eminentemente burlescas y amenas; en esta obra, en cambio, la protagonista está determinada por su vocación al robo (y no al donaire, propio de Teresa), como garduña que es, sin la indicación de racional, puesto que el personaje está algo deshumanizado, siempre en contraste con la protagonista anterior. 4 cautelas: ‘trampas’. 2

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LA GARDUÑA DE SEVILLA

de, que de todas hago un compuesto, para que los fáciles se abstengan, los arrojados escarmienten y los descuidados estén advertidos, pues cosas como las que escribo no son fingidas de la idea, sino muy contingentes5 con estos tiempos, y con esto daré principio al asumpto. Dejamos en las Aventuras del bachiller Trapaza a este personaje en galeras. La causa fue haberse puesto un hábito de Cristus6, sin preceder las bastantes pruebas con que le da Su Majestad por su Consejo Supremo de Portugal7. No fue con más intento de pasar en la Corte con estimación de caballero y ser esto capa para mayores insultos8, que hiciera si unos averiguados celos de Estefanía, su dama, no le pusieran a servir sin sueldo al gran monarca de las Españas, siendo bogavante 9 en sus galeras, donde estuvo todo el tiempo a que fue condenado y aun algo más. A este paraje fue en la cadena que sale de los galeotes de la imperial ciudad de Toledo cada año, provisión que da el recto juzgado de cristianos ministros de Su Majestad a diferentes escuadras que tiene para defensa y guarda de sus costas, con que atemorizan a los enemigos cosarios10 que andan robando por los piélagos de Neptuno. Tocole a Hernando Trapaza, padre de la heroína de nuestro asumpto, ir en la escuadra de España y así acompañó a la forzada caterva, 5 contigentes: «Lo que puede suceder o no suceder, acaecer o no, y sobrevenir según el estado de cosas y calidad de ellas» (Aut.). 6 hábito de Cristus: perteneciente a la orden religiosa y militar de Cristo, instituida en Portugal don Dionisio en 1317. En sus inicios había sido exclusiva de grandes nobles. «La insigna que trae es una cruz roja con perfiles de oro u dorados y dentro de ella otra cruz blanca. El pendón de la orden es de color blanco» (Aut.). Comp. Quevedo, Buscón, p. 211: «El portugués se llamaba o senhor Vasco de Meneses, caballero de la cartilla, digo de Christus». 7 En efecto, en el último capítulo del Trapaza, Estefanía, que de criada pasa a dama fingida, denuncia al pícaro ante el Real Consejo de Portugal. A Trapaza «lleváronle a la cárcel, embargáronle cuanto tenía, y, sustanciado el proceso dentro de quince días, fue condenado a docientos azotes y seis años de galeras» (Trapaza, p. 293). 8 capa para mayores insultos: ‘disfraz o celada para mayores faltas’, ya que usurpar la identidad de caballero portugués es ya una ofensa o insulto sumamente grave. 9 bogavante: «El que va en los primeros remos, que por otro nombre llaman espalder; estos son los más diestros y más privilegiados» (Cov.). Comp. Trapaza, p. 293: «Notificósele la sentencia, consintió en ella, fue rapado a fuer de bogavante galeote y puesto en el rancho de los tales». 10 corsarios A.

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conducido al puerto de Santa María11. Lastimado iba de no haberse logrado un intento piadoso para sí, que fue el haber solicitado su soltura con limas sordas12 y, a conseguirle con los de su facción, no librara bien la señora Estefanía, autora de su desdicha. Bien diferente intento tenía esta celosa dama, pues apenas supo su partida a tan penoso ejercicio cuando se arrepintió muy de veras de haber sido causa de su trabajo13 y, aunque no era muy ajustada, todavía el gusanillo de la conciencia le comenzó a labrar las entrañas de modo que le pareció no satisfacía este daño con menos que casarse con Trapaza, pues tenía una hija dél, acabado el tiempo de ser galeote. Con esto se determinó a dejar la Corte, yéndose a Sevilla, porque desde aquella gran ciudad determinaba saber nuevas del que deseaba ver ya libre de aquella vida insufrible, que pintara yo lo más sucinto que pudiera a no haber otros ingenios ocupado la pluma en esto con mucha gala y erudición14. Estaba Estefanía bien puesta de hacienda, que la había dejado rica su ginovés marido, y como tal se portaba en Madrid, donde ya había caído su opinión15, viniendo a saberse que por celos de un embustero le había enviado a galeras, y entre sus amigas se murmuraba que hubiese tenido tan bajos pensamientos que los pusiese en querer a un embelecador. Esto la obligó a dejar a Madrid y irse a Sevilla. Púsolo por obra, haciendo almoneda16 de sus alhajas17, digo de las que son de 11 puerto de Santa María: «Dicho antiguamente Mnesteo […] sobre la boca del río Guadalete. Otros le llamaron puerto Béjar» (Cov.). Comp. Trapaza, p. 294: «Nuestro Trapaza, con los azotes menos, salió en la cadena de galeotes a Toledo, y de allí a Sevilla y Puerto de Santa María, donde estaban las galeras de España juntas; en una dellas entró a servir a Su Majestad nuestro Trapaza, sin sueldo». 12 limas sordas: se refiere a un tipo de lima «que está cubierta de plomo y tiene unos cortes tan sutiles que hace poco o ningún ruido al partir o limar el hierro» (Aut.). Comp. Estebanillo, I, p. 275: «No me faltaría una lima sorda para limar la cadena y grillos o una ganzúa para abrir las puertas de la prisión». 13 trabajo: ‘sufrimiento’, ‘padecer’. 14 Se refiere, probablemente, a la famosa obra de fray Antonio de Guevara, Arte de marear (1539), que cuenta muy al vivo «los muchos trabajos que se pasan en las galeras», según reza su subtítulo. Interesantes son, en especial, los capítulos V-VII, dedicados a los ‘privilegios’, dicho irónicamente, de los que se goza en galeras. También existe una menos conocida Vida de galera (1603) de Mateo de Brizuela. 15 opinión: ‘honra’, ‘fama’. 16 almoneda: ‘remate público’. 17 alhajas: «Cualquiera de las cosas que tienen alguna estimación y valor, pero más contraídamente a todo aquello que está destinado para uso y adorno de una

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más embarazo para camino tan largo, como eran bufetes18, escritorios y cuadros grandes de pintura, que los tenía muy buenos y en abundancia, de que hizo muy buen dinero, con el cual y dos criadas que la acompañaron, tomó un coche por su cuenta y en él llegó a aquella ciudad, célebre depósito de la riqueza del Occidente19. Allí tomó casa a su gusto y aguardó todo el tiempo que le faltaba a Trapaza para acabar sus galeras, con quien tuvo buena cuenta20 la piadosa Estefanía. Acabado, supo que las galeras de España estaban en el puerto de Santa María y dispúsose a ir allá, no en el porte con que andaba en Sevilla, sino en otro más humilde, porque no se dijese en ningún tiempo que con autoridad de persona había sido mujer de galeote o, por lo menos, quien le fue a sacar de galeras. Supo luego que su penante21 estaba entre la chusma de la capita22 na muy bueno, ocupado en el oficio de espalder23, que es el pree-

cosa u de las personas, como son colgaduras, camas, escritorios, vestidos, joyas, etc.» (Aut.). 18 bufetes: «Mesa grande o a lo menos mediana y portátil, que regularmente se hace de madera o piedra, más o menos preciosa, y consta de una tabla o dos juntas, que se sostienen en pies de la misma u otra materia. Sirve para estudiar, para escribir, para comer y para otros muchos y diversos usos» (Aut.). 19 Dada su calidad de depósito de la riqueza del occidente, Sevilla fue, durante el Siglo de Oro, una ciudad donde imperaban el lujo y la ostentación, que se ponían de manifiesto en la moda, las fiestas públicas y el mecenazgo que hizo posible el desarrollo de diversas expresiones artísticas (Defourneaux, 1983, pp. 84-85). 20 tuvo buena cuenta: parece encerrar un juego dilógico, ya que la frase tener en cuenta equivale a ‘tener cuidado’, en este caso de esperar pacientemente al fin de la condena («tener advertencia o cuidado de alguna cosa para que no se caiga en algún inconveniente», Aut.), y además se refiere a que Estefanía ‘calculó’ correctamente dicho tiempo. 21 penante:‘amante’,‘enamorado’, el que sufre las penas propias del amor. Comp. Guzmán, II, p. 315: «Otro penitente de la misma cofradía de los penantes, muy llagado y afligido». 22 chusma… capitana: Trapaza está entre la chusma o «la gente de servicio de la galera» (Cov.) de la nave capitana, «la principal galera o navío de los que componen una armada o escuadra, a la cual siguen las demás, así en las órdenes como en el rumbo» (Aut.). Comp. Don Quijote, II, cap. LXIII: «Y en poniendo que puso los pies en él don Quijote disparó la capitana el cañón de crujía y las otras galeras hicieron lo mesmo, y al subir don Quijote por la escala derecha toda la chusma lo saludó como es usanza cuando una persona principal entra en la galera». 23 espalder: «Los remeros de popa en la galera porque hacen espaldas a todos los demás y los gobiernan yendo al compás que ellos traen el remo» (Cov.). Comp.

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minente entre los forzados, con que los escusan del ejercicio penoso del bogar. Esto había alcanzado, por su buen humor, del general y a no ocupar este puesto, estaba tan connaturalizado ya con aquella marítima estancia que fuera, acabado el tiempo, buenaboya24; mas todo se remedió con la venida de la señora Estefanía, que trató luego de que se le diese libertad, hablando con las personas que les toca el darla y granjeándoles con dineros. Esto sin saberlo Trapaza, porque aún no la había visto, ni él salido de la galera, y así tuvo a gran novedad cuando le llegaron a decir que había quien solicitaba su libertad con afición y dineros, no dando en que su Estefanía habría mudado lo severo en afable. Concluso todo lo importante para salir Trapaza de bogavante, desherrado y puesto en libertad sin saber por quién, fue llevado de la galera por el cómitre25 a la presencia de quien le libraba con más brevedad que lo fuera si no lo diligenciara, porque es cierto que aunque los forzados acaben su tiempo siempre hay causas para dilatársele26 más y quien va por cuatro años suele servir cinco y aun seis27. Viose Hernando Trapaza en la presencia de su Estefanía, quedándose absorto de ver que ella fuese quien solicitó su salida de las galeras con el cuidado y diligencia que le habían significado. Ella le recibió en sus brazos y él pagó aquel cariño con lo mismo, pues fuera villana acción si a quien reconocía su yerro y le enmendaba con sacarle de aquel trabajo no la admitiera en su gracia con gusto, olvidando el

Cervantes, Poesías completas, I, Viaje del Parnaso y adjunta al Parnaso, cap. I, vv. 256258: «Eran dos valentísimos tercetos / los espalderes de la izquierda y diestra, / para dar boga larga muy perfectos». 24 Este buen humor de Trapaza es su inclinación hacia el oficio bufonesco, por el cual goza del favor de sus amos. Algo parecido ocurre en el Guzmán, cuando el pícaro sirve al cómitre de su galera (II, pp. 499-500). Buenaboya: «Es el que está al remo de su voluntad y por su sueldo» (Cov.). Comp. Estebanillo, I, p. 123: «¿Quién le ha dicho a vuesa merced que tengo gana de ser buenaboya para raparme desta manera?». 25 cómitre: «Cierto ministro de la galera a cuyo cargo está la orden y castigo de los remeros» (Cov.). 26 ditarsele M (en fe de erratas). Corrigen B y A. 27 «El tiempo de estancia en galeras debía ser, en principio, similar a la condena impuesta: las más frecuentes eran las de seis, ocho o diez años. Sin embargo, un forzado a cuatro años de galeras podía permanecer en ellas diez o quince años: mandaban las necesidades regias y la corrupción de los tesoreros y de los cómitres» (García Cárcel et al., 2004b, p. 109).

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enojo que della tenía. Con todo, sintió verla en humildes paños, habiéndola dejado en Madrid en tan lucido adorno y era que no penetró la cautela con que Estefanía venía allí disfrazada, que no se la pudo revelar por los testigos, que eran el cómitre y escribano de las galeras, los cuales, como no eran nada escrupulosos, más atribuyeron a amistad aquella que a matrimonio. Ellos fueron convidados a comer de Estefanía, regalándoles bastantemente. Acabada la comida cada cual se fue a su rancho28, y Trapaza y su dama se quedaron en el suyo, que era una buena posada. Allí, viéndose solos, de nuevo se hicieron más fiestas, agradeciendo con muchas finezas el galán forzado la piedad a su Estefanía. Ella le dijo que su intento era, después de sacarle de aquella trabajosa vida, satisfacer el daño que le había hecho con hacerle su esposo, si dello gustaba, pues se hallaba29 con una hija suya y bastante hacienda para vivir con descanso, que era la misma con que la dejó en Madrid.Aquí Trapaza abrió tanto ojo30 y vio los cielos abiertos en su amparo, pues cuando fuera menos el que hallara en la piedad de Estefanía, él salía tal de su penitencia que cualquier pasaje le juzgara tierra de promisión para él. De nuevo pagó en abrazos nuevas tan alegres como oía y aceptó la oferta y partido31 de casamiento, deseoso de ver ya a su hija, con lo cual Estefanía le hizo sacar un vestido de camino32, que le traía prevenido, honesto y no fanfarrón, porque no diese motivo a murmuraciones a los de las galeras, juzgando por de más porte a la hembra y a su galán. 28 rancho: ‘alojamiento’. «Término militar, vale compañía que entre sí hacen camarada en cierto sitio señalado en el real» (Cov.). Comp. Trapaza, p. 168: «Nuestro Trapaza hizo rancho con aquel mancebo que venía con ellos, tomando una cama para los dos». 29 hauallaua M. Enmiendan B y A. 30 abrió tanto ojo: «Estar prevenido, cautelarse y lo mismo que estar alerta» (Aut.). Comp. Lazarillo de Manzanares, p. 167: «De aquí podrás conocer los engaños del mundo y abrir el ojo para en adelante». 31 partido: «Trato, convenio u condiciones que se proponen para el ajuste de alguna cosa» (Aut.). 32 vestido de camino: el traje para viajar era vistoso y elegante, con colores llamativos, especialmente el verde, de allí que se observe el detalle de que debe ser honesto o recatado y no fanfarrón. De allí que «cuando un novelista o autor dramático de aquel tiempo hace aparecer un personaje del que dice que va vestido de camino, suele llamar la atención sobre su rico y vistoso traje» (Bernis, 2001, p. 19; con varios testimonios de la época)

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Aquella tarde se partieron a Sevilla, donde Trapaza holgándose con su hija, que era de cinco años, cumplió como cristiano lo que como gentil no había hasta aquel tiempo, que fue casarse con Estefanía in facie Ecclesiae33. Mudaron de casa en otros barrios, tratando Estefanía de que su esposo buscase en Sevilla algún entretenimiento34 honesto, para pasarlo mejor en aquella ciudad, que ya las canas con que escapó de las galeras no le permitían andar en garzonerías35 como antes, ni en peligrosas empresas. Pero un mal natural difícilmente se enmienda y más como el de Trapaza, que era incorregible y si había vivido hasta allí con quietud, había sido por las amonestaciones de su esposa y por verse ya padre de una hija; la cual se criaba con mucho regalo de su madre hasta los ocho años de su edad, en que Trapaza no tuvo ocupación en Sevilla, por su negligencia, que no era amigo de más que asistir a las Gradas36 hasta el mediodía y a la tarde ver la comedia. Sentíalo esto su esposa, que ajustada a vivir quieta, olvidó sus travesuras, loca de contento con la hija que tenía, que era hermosísima en estremo. La ociosidad, fundamento para todo vicio, brindó a Trapaza, para que volviese a ejercitar el juego, piélago donde tantas haciendas y honras se van a pique37. Comenzó por un entretenimiento, desmandose de ahí a pocos días a mayores excesos, de suerte que por desquitar pérdidas que no eran considerables hizo otras de mucha consideración. Faltábanle algunas joyas a Estefanía, conque conoció ser el autor de su pérdida su marido. Lloró y riñó, todo a un tiempo. Propuso Trapaza la enmienda, pero no la hizo, pues en cuatro años que con-

33 in facie Ecclesiae: ‘frente a la Iglesia’, es decir, contraer matrimonio frente a un clérigo. 34 entretenimiento: ‘ocupación’. 35 garzonerías: ‘aventuras’ o ‘lances’ propios de la juventud. 36 Gradas: han de ser las de la catedral de Sevilla, punto de encuentro de ociosos y gente de mal vivir. La comedia empezaba a las cuatro. Se reproduce aquí el ambiente picaresco del Trapaza. Es en las Gradas donde el pícaro se encuentra con su amo don Tomé, caballero chanflón que entraba a la comedia sin pagar «diciendo dos donaires» (Trapaza, p. 188). 37 La pasión por el juego era rasgo característico de este personaje ya desde las primeras páginas del Trapaza. El pícaro «era tahúr de corazón y le brindaba a jugar el verse con dinero» (Trapaza, p. 136). Para una digresión sobre este vicio, comp. Guzmán, I, p. 303; Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 298; y, passim, la obra de Francisco de Luque Fajardo de elocuente título: Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos (1603).

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tinuó el jugar ya no había estaca en pared, como dicen38. Faltando el dinero y llegada la necesidad era fuerza haber muchos disgustos, que estos vienen a ser los efetos39 del juego. Habíase puesto en astillero de honrado ciudadano Trapaza, desconocido de los tiempos que Sevilla le conoció más mozo, con las muchas canas que tenía, y en lo que se enmendó fue en no tratar más de embelecos, como antes, con ofrecérsele mil necesidades. Bien quisiera que Estefanía tratara de algún verdor40, a costa de su opinión, mas víala tan mujer de bien que no se lo atrevió a decir, porque ella solo trataba de asistir a su labor y criar su hija, que ya era de doce años, y la ayudaba, aunque poco inclinada a recogimiento, por ser muy amiga de la ventana41. Su madre andaba con tanto disgusto con las desórdenes de Trapaza que no cuidaba, con el amor que a la hija tenía, de reprehenderla. Culpa de muchas madres que por tener omisión en esto ven por sus casas muchas desdichas. La pena de verse pobre y con disgustos puso a Estefanía en una cama, donde al cabo de un año la llevó Dios, haciendo lo que debía como cristiana, que donde hay entendimiento se reconocen los yerros pasados y se tiene arrepentimiento dellos. Ella tuvo muy buena muerte, habiéndola dado Trapaza muy mala vida42. Su entierro fue muy pobre, no teniendo Trapaza con qué la enterrar como quisiera; sintió mucho su muerte y entonces conoció bien cuán errado había andado en sus destraimientos43, pues con lo que su mujer le trujo en dote 38

Se refiere a la frase hecha: «Ni aun estaca en pared no le quedó. Por despojado en todo» (Correas, núm. 15282).También en Cov.: «No dejar estaca en la pared, barrer todo cuanto hay en casa». 39 efectos A. 40 tratara de algún verdor: dado que verdor es «la mocedad u juventud, o las acciones de ella» (Aut.), parece aludir al deseo de Trapaza de que su esposa tenga alguna aventura amorosa que le reporte ganancias, aun «a costa de su opinión», es decir, de su honra; el pícaro aspira a ser marido paciente o cornudo. 41 muy amiga de la ventana: es decir, inclinada desde muy joven a ver y ser vista, a la caza de pretendientes. Recuérdese el hábito de las mozas de hacer ventana a sus galanes. 42 buena muerte… mala vida: además del juego verbal, nótese que la buena muerte o el buen morir supone el arrepentimiento mediante la confesión, último acto en vida del difunto. Buena muerte «se llama la piadosa, contrita y con señales de salvación» (Aut.). 43 destraimientos: o distraimientos (como leen B y A), «la vida licenciosa, libre y empleada en todo género de vicios» (Aut.).

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podía pasar con descanso. Consolábase44 con su hija, viéndola con tan buena cara, y con el sentimiento de su mujer no pensaba en más de que por su hermosura hallaría un casamiento que sería el remedio de los dos. Fundamento vano en los que se fían de él, pues en estos tiempos ni la hermosura ni la virtud hallan los empleos cuantiosos. El dinero busca el dinero45 y donde le hay no reparan en que sea una mujer la más fea del orbe. Con sus necesidades acudía Trapaza a los garitos, no a jugar, que se hallaba pobre, sino a que le pagasen los baratos46 que había dado, correspondencia que falta en los tahúres, porque nunca atienden a más que al tiempo que corre. A quien ven con dineros agasajan y a quien los tuvo y carece dellos desprecian. Con las ausencias que hacía de su casa Trapaza, comenzó su hija a tener libertad para dejarse ver a la ventana y ser vista, de suerte que a la fama de su hermosura ya frecuentaban la calle muchos pretendientes. Bien lo conocía su padre, mas aunque pudiera atajarlo con sus reprehensiones, viéndose necesitado y a su hija hermosa, halló que para reparo de su necesidad no había más próximo remedio que hallar un nuevo rico. Esto era lo más honesto que pensaba, dejándole a su hija el libre albedrío para buscársele ella, que entrándose a mayores fondos el pensamiento, quisiera que Rufinica, que este era su nombre, fuera una red barredera47 de las bolsas de la juventud que la festejaba. Templó mejor que lo imaginaba Trapaza, pues entre los penantes halló quien se pagó de la belleza de Rufina con caudal.Tenía la moza su poco de don48, heredado de su difunta madre y cuando no fuera

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Cansolavase M. Corrigen B y A. «El dinero se va al dinero» (Correas, núm. 7132). 46 baratos: ‘propinas’ que repartían los ganadores de una partida a los mirones. A la misma modalidad acudía su antiguo amo don Tomé, para quien los baratos eran, en palabras del narrador, «tácito socorro en paños de donativo de su pobreza» (Trapaza, p. 190). Lo mismo hacía don Toribio, cabeza del colegio de caballeros chanflones (Buscón, p. 157). 47 red barredera: «Red para pescar, cuyas mallas son más estrechas y cerradas que las comunes, a fin de que no se escape la pesca pequeña. Díjose así porque barre el río, llevándose cuanto encuentra. Úsase también en sentido metafórico» (Aut.). Recuérdese que pescar es ‘robar’. 48 Este don, herencia materna, ha de ser entendido como su habilidad para asumir el disfraz de dama, recurso propio de la pícara. En Trapaza se señalan estas dotes de Estefanía, a quien el pícaro reencuentra en Madrid luego de haber45

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así, ella era tan vana, que se le pusiera por lo poco que cuesta el hacerlo. Paseábala un agente de los negocios de un perulero, hombre de más crédito que caudal, acreditado por hombre de verdad en la Casa de la Contratación49, y con alguna hacienda; era de edad de cincuenta años. Este, habiendo sabido cuán poco dote tenía la dama y cuán pobre estaba su padre, la quiso desnuda50, que cuando una afición se apodera de un hombre mayor es muy difícil de despedirla. Tanto se aficionó Lorenzo de Sarabia, que ese era su nombre, de Rufina que en ocho días que se trató de su consorcio se vio dueño y esposo de toda aquella hermosura. Era buena persona y muy amigo de la honra y así cargó con mujer y suegro, y llevósela a su casa con este contrapeso, que no era pequeño, sabiendo cuán grande tahúr era Trapaza, que en Sevilla se llamaba Hernando de Quiñones51. Los primeros días de la boda todos son festivos. Dio Sarabia a su mujer galas, aunque honestas, que como él era de edad, no gustaba de excesos, cosa que sintió Rufina mucho, porque era muy amiga de andar bizarra y quisiera traer todo cuanto vía en otras mujeres, y esto la hizo no tener mucho amor a su esposo. Tenía sus puntas de indiano en lo guardoso52, y cuidó más deste particular por ver que su suegro era tan gran tahúr y hombre perdido, y así no fiaba el dinero que había en casa ni aún el gasto della de su mujer, conque a Hernando la abandonado en Córdoba tiempo atrás: «Admirose Trapaza en llegando a ver la viuda más de cerca, porque le pareció ver el rostro de Estefanía, aquella moza que sacó de Salamanca y dejó a la entrada de Córdoba.Veíala llamar doña Andrea de las demás, y que estaba en aquel hábito de viuda, si bien con tanto aliño y cuidado que no hacía falta el moño ni tampoco los adornos de las galas» (Trapaza, pp. 271-272). 49 hombre de verdad… Casa de Contratación: hombre de verdad es «hombre que siempre la dice y tiene opinión y fama de eso» (Aut.), es decir, una persona digna de fiar en la Casa de Contratación sevillana. 50 desnuda: «Tomarla en camisa. Lo que desnuda, a una mujer; sin dote y pobre» (Correas, núm. 22654). «Tomar la mujer en cueros, casarse con ella sin dote» (Cov.). 51 El viejo pícaro retoma el nombre que había escogido desde bien temprano, para su etapa inicial de estudiante en Salamanca, en Trapaza (p. 69). 52 puntas de indiano en lo guardoso: ‘su pizca de tacaño’, ya que el típico indiano tenía fama de serlo y además guardoso «significa también miserable, mezquino y escaso» (Aut.). Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 874, vv. 9-12: «El talle, de no dejar / aun dineros en agraces; / aire de llevar la bolsa / al más guardoso en el aire».

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Trapaza se le marchitaron todas sus esperanzas de pensar que con el casamiento de su hija tendría qué jugar de lo que ella poseyese, tanto era lo que el juego le tenía hechizado. Lo que a él asistía y asimismo las ocupaciones de su yerno Sarabia en su agencia53 dieron permisión a Rufina para salir todas las mañanas fuera de casa, con achaque54 de ser esto a unas novenas que hacía para que Dios la diese un hijo. Esta era la disculpa para con su marido y lo cierto de sus salidas era a dejarse ver en Cal de Francos o en la iglesia mayor55. Entre muchos que acudían a estas dos partes, frecuentadas de gente a verla, era un hijo de vecino de Sevilla, de los más traviesos mozos de aquella ciudad, poco menos desbaratado que Trapaza, aunque hijo de buenos padres, que muchos olvidados de su buena sangre dan en retraídos56 para aborrecimiento suyo. Así era este, el cual se llamaba Roberto. Pues como galantease a nuestra Rufina y el mozo era de buen talle, ella puso su afición en él, correspondiéndole, engañada de la primera información que le hizo, diciéndola ser muy rico. Era Rufina codiciosa y creyole, porque deseaba tener dinero, ya que por la miseria de su esposo o reclusión de bolsa careciese dél. La primera petición que le hizo fue un vestido al modo de uno que había visto a una vecina suya y con esta dádiva le prometió no serle Rufina desagradecida, viendo en él ejecutada esta fineza. Concediole la petición Roberto y fundó un perro muerto57 en el más extraño capricho que se pudo imaginar. Tenía conocimiento con la señora que tenía el vestido a quien había de imitar el prometido a Rufina, y fuese Roberto a su casa y pidiósele prestado como que era para una comedia que se hacía en el monasterio de monjas. No se lo pudo negar y dentro de tres días que fingió tardase en hacerle, se le ofreció a Rufina envuelto en una toalla de Nápoles verde con las ce-

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agencia: «El cuidado, solicitud y diligencia que uno pone en los negocios proprios o ajenos» (Aut.). 54 con achaque: ‘con excusa’. 55 Cal de Francos… iglesia mayor: la calle de Francos era una de las principales de Sevilla, equivalente a la calle Mayor de Madrid. Iglesia mayor es ‘la catedral’. 56 retraídos: tales eran los que, entregados a la vida airada, se ocultaban en las iglesias para huir de la justicia. Retraído «se toma por el refugiado en lugar sagrado o inmune» (Aut.). Comp. Lazarillo de Tormes, p. 127: «Mayormente, que una noche nos corrieron a mí y a mi amo a pedradas y a palos unos retraídos». 57 perro muerto: ‘trampa’ o ‘engaño’.

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nefas de gasa y seda, de matices labrada58. Llevósele un criado una mañana al tiempo que su marido estaba fuera de casa, a sus negocios o agencias. Contentole mucho a la dama la fineza del nuevo galán, hecha con tanta brevedad, y no quiso serle ingrata, de modo que antes que saliese Roberto de su casa ya había tenido el premio de sus deseos. Despidiose Roberto dejando a Rufina pensando en cómo daría a entender al marido que aquel vestido se le había enviado un pariente suyo de Madrid, para que Sarabia no tuviese sospecha alguna della. No partió con menos cuidado Roberto en trazar modo como volver aquel vestido a su dueño. No le conocía Sarabia y en esto fundó su enredo, que fue así. Dejó pasar tres o cuatro días, en que diese dar a entender que la fiesta se hacía y vistiéndose en humilde traje, como criado, y a la hora que acababan de comer, llamó en casa de Sarabia, diciendo ser criado de la señora proprietaria59 del vestido. Mandole subir Sarabia y viéndose en su presencia le dijo que su señora le enviaba por el vestido que había enviado a la señora doña Rufina para verle.Volvió Sarabia a su esposa y díjola: —Hermana, ¿qué vestido pide este hidalgo? Ella dijo, algo turbada, conociendo a Roberto: —Señor galán, vuélvase por acá mañana y se le dará. A que replicó Roberto: —Mi señora me ha mandado que no me vaya sin él, porque esta tarde es madrina de un bautismo y es fuerza llevarle. Acudió Rufina diciendo: —Pues, ¿cómo sabré yo que es criado de su merced, para hacerle entrega del vestido? El bellacón, que vio haberle rechazado la taimada con ánimo de que no le llevase, la dijo:

58 toalla de Nápoles verde… cenefas… matices labrada: la toalla es «la cubierta o telliza que se tiende en las camas sobre las almohadas para mayor decencia» (Aut.), con cenefas u orlas de gasa y seda, labrada (‘cosida’) además con hilos de distintos colores o matices. Se llamaba matiz a «la mixtura o unión de colores diversas, que se mezclan en las pinturas, tejidos, bordados y otras cosas, con tan admirable proporción que las hermosean y hacen resaltar» (Aut.). La toalla tiene que ser verde porque es el color que manifiesta la esperanza del galán de alcanzar a la dama. 59 propietaria B.

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—El vestido es destas y estas colores, tiene esta guarnición —dándole bastantes señas de todo— y se dio60 envuelto en una toalla de Italia, verde y labrada la cenefa della con matices de sedas en gasa leonada. Como oyó esto Sarabia dijo a su esposa: —Con tan bastantes señas no hay qué replicar, señora, dalde luego el vestido, que pues él le pide con tanto afecto importará llevársele para la ocasión que dice y si no os queréis levantar de ahí, dadme la llave del cofre que le guarda y iré por él. No tuvo réplica que hacer a esto Rufina y así reventando de enojo, se levantó de la mesa y sacó el vestido del cofre que le encerraba y diósele a Roberto, diciéndole: —A la señora doña Leonor beso las manos y que me perdone no se le haber podido enviar antes, por no le haber visto la amiga que deseaba hacer otro por él. Con esto se le entregó al galán disfrazado, echando por los ojos centellas de fuego, tanto era el enojo con que la dejó la cautela de Roberto. Saliose el fingido criado de su casa, Sarabia preguntó que para quién se había pedido aquel vestido.Y ella le dijo que para una amiga suya que deseaba hacer otro como él, conque no tuvo de que tener sospecha su esposo, quedando Rufina ofendida de la cautela con que se le había sacado de su poder el vestido cuando se juzgaba señora dél61. Desde aquel día trató de vengarse desta ofensa de Roberto. Comunicó la venganza con una criada suya, contándola el caso y fue a tiempo que Trapaza pudo oírlo todo. Tomó muy62 por su cuenta la venganza, que aún tenía reliquias63 de lo travieso que había sido, y así, como conociese al actor de la burla de asistir en los garitos donde él iba, hallándole un día en uno, le sacó al campo de Tablada64, donde 60

se le dio A. Este episodio (la dama devolviendo a regañadientes la prenda a su galán a instancias del marido cornudo) es una adaptación de un relato inserto en el Decamerón (novela segunda de la jornada octava), según lo demostró García Gómez (1928). 62 En vez de Tomó muy, A lee simplemente «Tomó». 63 reliquias: «Metafóricamente vale vestigio o rastro que queda de alguna cosa pasada» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 100: «Por las reliquias que me quedaron del bautismo…». 64 campo de Tablada: situado junto a las márgenes del río Guadalquivir, a las afueras de Sevilla. 61

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habiéndole referido la causa de traerle allí, sacaron los dos las espadas. Pero fue muy en contra de Trapaza, porque aquel fue su último día, pues de una estocada le dejó Roberto sin aliento ni poder hacer un acto de contrición, fin que tienen los que viven como este había vivido65. Púsose Roberto en cobro;Trapaza fue llevado a casa de su yerno, donde fue recibido dél agridulcemente. Agria en haberle de poner en costa el enterrarle y dulce por quitarle aquel embarazo de su casa, que con la condición de Trapaza era malo de sufrir y hacía mucho Sarabia en tenerle consigo, siendo hombre tan desbaratado y perdido. La señora Rufina lloró a su padre con entrambos ojos. Dirame algún crítico que cuándo se ha visto llorar con uno, a que respondo que cuando es el sentimiento tan de veras como este, se llora a todo llorar, sin que el consuelo enjugue parte del llanto66.Y Rufina lloraba lo que le faltaba a su esposo, que a fuer de yerno al uso suspiraba67 adrede y sentía burlando. Quedaba Rufina casada y eso en otra mujer de mejores inclinaciones le fuera de consuelo en esta pérdida, mas vivía con esposo no de su gusto y esto la doblaba el sentimiento; culpa de los padres que casan a sus hijos con edades desiguales. Sarabia vivía contento en verse marido de esposa moza y hermosa, mas Rufina era al contrario, porque su edad pedía otra igual a ella, aunque no fuera con tantas comodidades. Esto la hizo a esta dama profanar el recato, usar mal del matrimonio y tratar de divertirse, con advertimiento que sus empleos fuesen de gusto y provecho, y desto último tanto, que lo que granjease fuese venganza del perro que la dio Roberto, de quien estaba tan picada que diera cualquiera cosa por hallar quien le castigara su desprecio. Ofreciósele modo para esto con la ocasión de dejarse ver el tiempo que podía hurtar a su marido que él ocupaba en sus agencias y así su empleo se entabló desta suerte.

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Trapaza muere sin confesión ni arrepentimiento de sus pecados; a diferencia de Estefanía, él no goza de una buena muerte. 66 El narrador llama la atención sobre el llanto de Rufina en razón de que, habitualmente, las pícaras lloran poco e hipócritamente a los difuntos. Comp. Salas Barbadillo, La hija de Celestina, PF, p. 163: «Mi madre y yo lloramos, como cuerdas, lo menos que pudimos y aun para esto fue menester esforzarnos». La niña de los embustes del mismo Salas: «Con facilidad se le enjugaron a Teresica las lágrimas» (Corrección de vicios, p. 254). 67 suspiarua M. Enmiendan B y A.

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En un festivo día de los que Sevilla solemniza con mayores fiestas y mayor concurso de gente, se vio en Triana, que es entre las dos pascuas, todos los viernes, desde la Resurrección hasta Pentecostés68; pasa el claro Guadalquivir, célebre río de la Andalucía y espejo de los muros de Sevilla. En uno de los muchos barcos enramados que para el pasaje tienen los barqueros, que aumentan su caudal a costa de holgones69, iba Rufina con espresa70 licencia de su marido a esta fiesta, por llevarla una vecina suya de quien Sarabia hacía la bastante confianza para fiársela, ignorando lo oculto de la persona a quien se la entregaba; cosa en que deben reparar los maridos, pues por no conocer bien las personas con quien tratan sus mujeres, resultan destas amistades cosas en ofensa suya. Era la vecina mujer de su poco de barreno71, amiga de ser vista y de conversación. Fletaron un barco para ella, para Rufina y otras dos amigas y la cudicia72 del barquero quiso que le ocupasen más personas, sobornado de un hidalgo que asistía con otros tres camaradas a la orilla del río, aguardando ocasiones como estas, de quien son en Sevilla lindos ventores73. Descubriose el rostro Rufina al tiempo de entrar en el barco.Viola esta galán, que nombramos74 con el nombre de Feliciano y pareciole bien la moza, con lo cual persuadió fácilmente a sus amigos que se embarcasen con ellas y granjeó para esto la voluntad del barquero con dineros, que todo lo allanan. Entraron todos en el barco y Feliciano acomodose en un asiento dél, cerca de Rufina, para comenzar a entablar su pretensión. Era Feliciano hijo de un hidalgo rico que habiendo tenido contratación

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Fragmento confuso. Lo conserva tal cual B, en tanto A introduce solemnizaba (quizás para enfatizar la distancia cronológica y la consecuente pérdida de la costumbre sevillana). La lectura sería esta: «En un festivo día de los que Sevilla solemniza con mayores fiestas y mayor concurso de gente, que es entre las dos pascuas, todos los viernes desde Resurrección hasta Pentecostés, se vio en Triana». 69 holgones: ‘ociosos’. Holgón es «el que trata y acostumbra a holgarse y divertirse» (Aut.). 70 expresa A. 71 barreno: «Metafóricamente vale vanidad, presunción mal fundada y con corto o ningún motivo» (Aut.). 72 codicia A. 73 ventores: ‘perros de caza’, metáfora para referirse a los galanes que persiguen la ocasión con agudo olfato tal como estos perros la presa. 74 nombremos M y B. Sigo la lectura de A. Ruiz Morcuende lee nombraremos.

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en las Indias y sucedídole bien, había aumentado mucha hacienda. No tenía más que a este hijo, el cual con sus destraimientos iba disponiendo de la hacienda de su padre, de modo que se esperaba, a proseguir en sus gastos, que la disminuiría al paso que se había aumentado. Porque él jugaba, galanteaba y tenía camaradas destos que continúan las casas de la gula o de figones75, y era tan pródigo que él solo hacía el gasto a cuantos se hallaban con él en estos parajes. Demás desto, era un poco dado a la valentía76, cosa en que pecan todos los más hijos de Sevilla que se crían libres como este que decimos. Puesto cerca de la señora Rufina y sus camaradas acomodados con las amigas, partió el barco de la orilla, dando bordos por el río, sin tomar en más de media hora tierra, que esto hizo el barquero por lo bien pagado que estaba. En este tiempo no perdió ocasión Feliciano, pues supo significar a la señora Rufina tan bien su amor, que ella creyéndose de sus palabras, en hábito de ternezas, comenzó muy humana a admitirle en su gracia. Era hombre entendido Feliciano y de grandes donaires, y en ocasiones como estas deslizaba el fardo desta mercadería siempre, con que pocas veces dejaba de hacer riza77 entre damas, satisfechas de su buen decir. Así lo estaba la oyente, quedando de la plática muy pagada del galán. Díjole su estado, nombre y casa, sin encubrirle cosa, y fue correspondida de Feliciano en esto, pues no la encubrió78 tampoco nada de su persona, dándole cuenta de quién 75

casas de la gula o de figones: son sinónimos ambos de ‘tiendas de guisados y potajes’, conocidos en el resto de Castilla como bodegones. Gula «se llama en Andalucía el bodegón» (Aut.), y el figón es, igualmente, «tienda donde se guisan y venden diferentes manjares» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 136: «Di conmigo en un tabernáculo de la gula». 76 dado a la valentía: hábil con la espada y dispuesto a usarla para lograr lo que desea. El sevillano valiente era un lugar común, comp.Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 112: «Como son de Sevilla, campan también de valientes y reñirán con los diablos»; y, también, Espinel, Marcos de Obregón, II, pp. 24-25. Más referencias en Herrero, 1966, pp. 188-194. 77 riza: «Vale también destrozo y estrago que se hace en alguna cosa» (Aut.), en este caso, causar gran impresión entre las damas que galantea. Comp. Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 325: «Que os juro y prometo por el orden de caballería que recebí, de venir solo y armado como veis, y entrar por el campo del pagano, de noche, haciendo, en dos o tres dellas, en él una espantosísima riza». 78 encurbio M (en fe de erratas). Corrigen errata B y A. En vez de «la encubrió», A lee «le encubrió»

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era, de la hacienda que tenía y de lo mucho que la deseaba servir. Toda aquella tarde se gastó79 en entablar esta amistad, muy a satisfación del galán y con mucho gusto de Rufina, llevando la mira a dos cosas. La una, a que por Feliciano se vengaría de Roberto.Y la otra, a quitarle cuanto pudiese. Logró los dos intentos como deseaba y como diremos adelante. Desde aquel día Feliciano comenzó a frecuentar la calle de Rufina con mucha asistencia. Esto en los tiempos que Sarabia estaba en la Casa de la Contratación o en sus agencias. No quiso la dama que hallase en ella la facilidad que pensaba, con el escarmiento de Roberto, y así primero que tuviese entrada en su casa llovieron regalos en ella, así de cosas de comer como de galas y joyas. De manera que pagó por sí y por Roberto. Con esto pudo llegar a los brazos de Rufina Feliciano. Suele comúnmente desenamorar lo gozado y aquí fue al revés, porque Feliciano se vio tan enamorado de Rufina como si no la hubiera tocado una mano. En este tiempo sucedió estar Roberto de ganancia en el juego, de más de seiscientos escudos80, y prevaricando81 de la condición de los tahúres, que no tratan de su aliño sino de tener qué jugar, este mancebo se vistió lustrosamente y andaba muy lucido. Pues viendo la frecuencia con que Feliciano asistía en la calle de Rufina, se picó desto y trató de volver a enamorarla y deshacer la queja que dél tenía. Con esto dio en pasear la calle y poner en nuevo cuidado a Feliciano por quién serían aquellos paseos. Sentía Rufina ver a Roberto en volver a enamorarla y cada vez que le vía se irritaba de la burla que le había hecho, provocándole a vengarla, y para esto le pareció que nadie lo haría en su nombre mejor que Feliciano, su galán, que en esto emplean las mujeres a los que las galantean, resultando de aquí desgraciadas muertes de que tenemos mil ejemplos cada día. No quiso Rufina decir a su Feliciano lo que le había pasado con Roberto, sino, para más obligarle, llevolo por otro camino y fue decirle que la galanteaba y ofrecía dádivas, mas que todo lo había des79

hasto M (en fe de erratas). Corrigen B y A. seiscientos escudos: la cifra, en monedas de oro, equivale aproximadamente a seis mil reales. Es una cantidad fuerte, pero no tanto como la ganada por el padre de Rufina, por ejemplo, en sus mejores tiempos (más de cuatro mil escudos en el capítulo XV del Trapaza). 81 En vez de «y prevaricando», A lee «prevaricando». 80

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preciado por él. Con esto fue echar leña al fuego de Feliciano y hacerle abrasar en celos y confirmando por verdad lo que Rufina le decía con verle tan asistente en su calle, que le estorbaba en poder gozar de muchas ocasiones, que Rufina le evitaba para que se irritase más contra Roberto, llegó la cosa a términos que Feliciano, perdido de celos, siendo de los alentados mozos de Sevilla, halló una noche en la calle de su dama a Roberto. Esto fue al tiempo que Rufina estaba acostada a aquella hora, aunque su marido pasando unas cuentas de sus agencias. Pues como Feliciano viese a Roberto, llamole por su nombre, viose con él y, para no dar nota en la calle, le llevó a una callejuela sin salida que salía a ella, adonde caía el aposento en que Sarabia tenía sus papeles y él estaba ocupado. Habiéndose pues entrado los dos competidores allí, quien primero habló fue Feliciano, que le dijo estas razones: —Señor Roberto, de unos días a esta parte he notado en vos que continuáis el pasear esta calle con demasiada frecuencia y estaba con dudas de quién sería la causa que os traía en esta inquietud, porque hay en ella damas de muy buen porte por quien pudiérades tenerla, pero mi cuidado ha descubierto que os le pone la señora doña Rufina. Esto tengo averiguado así por vista como por información de sus criadas, a quien vos habláis buscándolas para terceras desta solicitud.Yo ha muchos días que curso estos pasos, habiendo merecido por mis finezas llegar a su gracia y todo lo que con ella se alcanza. Pocas veces hago alarde estas cosas, mas por atajaros el empeño a que os ponéis es fuerza publicar lo que sé que tendréis secreto, como hombre bien nacido. Esta solicitud de mi amor os es ya notoria y cuanto me ha pasado, y así estimaré que desistáis de la vuestra, conque escusaremos pesares, que no pueden dejar de tenerse a proseguir con vuestra pretensión. Atento escuchó Roberto la propuesta de su competidor Feliciano y con la misma atención, y aun más, la había oído el esposo de Rufina, puesto a la ventana de su aposento, con harto dolor de su corazón, oyendo cosas que le tocaban tanto en su honra.Y, aunque era oír más en su afrenta, quiso atender a la respuesta de Roberto, que fue esta: —Señor Feliciano, no me admiro que vuestro cuidado haya descubierto en mí el que tengo de galantear a la señora Rufina, pues os toca lo que me habéis significado, ni tampoco que os admiraréis como amante que yo haya emprendido esta pretensión, de que no sabéis los

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fundamentos que tiene. Yo tampoco quisiera hacer alarde de mis dichas, mas es fuerza que las oigáis, para que no culpéis mis pasos. Yo soy muy antiguo favorecido de esta dama y he llegado a lo que vos. Por cierto accidente he estado fuera de su gracia hasta ahora, que pretendo volver a ella, y si me admite, como lo espero, habréis de prestar paciencia, que no solo desistiré82 desta pretensión, pero haré todo mi poder para que no se os acuerde de la que tenéis en proseguir en vuestro martelo. Desto resultó el sacar las espadas los dos, porfiando Feliciano que había de ser el que quedase con la prenda y Roberto que no, conque la espada del que poseía al presente fue más dichosa en quitar la vida a Roberto de una cruel punta por la tetilla izquierda, con que no pudo decir aun decir «Jesús». Desdichado fin de los que andan en estos pasos, solicitando mujeres ajenas, pues no llegan a parar en menos que este desdichado. El rumor de las espadas fue poco, porque la de Feliciano atajó, con la brevedad del efeto, que se hiciese pública la pendencia y así no la sintió nadie en el barrio, si no fue Sarabia, que era tan a su costa como se ve. Para que no se hallase allí el cuerpo de Roberto anduvo advertido83 Feliciano en cargar con él y llevársele en hombros hasta una portería de un monasterio, donde le dejó y él se retiró a otro, hasta ver en qué paraba aquello. Sarabia, confuso con lo visto y irritado contra su adúltera esposa, fulminaba en su aposento venganzas de su honor, admirado de cuán poca lealtad le había guardado Rufina, la cual descuidada de lo que entonces pasaba dormía a sueño suelto. Lo primero que Sarabia pensó en su venganza fue subir a la cama donde dormía su aleve esposa y matarla a puñaladas, mas consideró haber visto llevar aquel difunto de allí a su homicida y que, si la quitaba la vida, se le había de imputar a él el delito haber sido sin causa y que para esto tendría dos testigos contra sí en sus dos criadas. Resolvíase a darla veneno con secreto, que fuese obrando algún tiempo y parecíale que no cumplía 82 no solo desistiré: ‘no solo no desistiré’, modernamente. La elipsis de negación después de no solo es propia de la lengua del Siglo de Oro. Comp. Estebanillo, II, pp. 142-143: «Pedíame el oficial el valor de su vestido, o que le comprase otro nuevo, alegando que por mi causa había quedado el suyo de manera que no solo se lo podía poder, pero ni llegar con media legua a la parte donde se lo había quitado». 83 aduerrido M. Corrigen B y A.

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con su justo enojo en dilatar lo que pedía breve ejecución. Por otra parte determinaba irse de Sevilla y dejarla, y en esto no estaba fijo, porque dejaba muchas cosas pendientes al juicio de las gentes, que podrían decir lo que quisiesen en oprobrio de un hombre de su edad. Con esto volvió al primer intento, que fue acabar con la vida de Rufina y, antes de ejecutar este rigor —que no lo era, sino justo castigo de su pecado—, le pareció dejar escrito en un papel la causa de haber hecho aquel homicidio, para disculpa suya. Con esto, tomando recaudo de escribir, comenzaba a dar cuenta en un pliego de su agravio y venganza, y pareciéndole que no le daba las razones ponderativas que su agravio pedía, le rompía y comenzaba a escribir otro. Desta suerte rompió tres con harta aflicción de su espíritu, porque como Sarabia era de edad, cualquier accidente de pena era mucho para afligirle, cuánto más un agravio tan conocido contra su honor que a otro de más ánimo hiciera dudar mucho en sus resoluciones. Al fin, después de haber rompido los tres papeles comenzó a escribir el cuarto más a satisfación suya, si bien paró en él, porque habiendo de nombrar a los ofensores de su honra no sabía el nombre de ninguno, por no los haber conocido. Bien sabía Sarabia que lo que le tocaba era buscar a los adúlteros y quitarles primero la vida y luego a su mujer, mas no los conociendo, bastante venganza era quitarla a ella la vida. En estas perplejidades84 pasó gran parte de la noche escribiendo, borrando y rompiendo papeles, con grandísima aflicción suya. Resuelto, pues, de acabar de una vez, habiendo pensando antes lo que había de escribir, sin borrar ni romper, margenó85 otro pliego y habiendo escrito lo más de la sustancia de su ofensa, le sobrevino tal accidente de pena escribiéndolo, que fue bastante para ahogarle los espíritus vitales y acabar con su vida, cayendo en el suelo el cuerpo falto del alma, que habiendo fulminado venganzas, llevaba el pasaje no muy a parte segura. Todo esto pasaba en su casa y Rufina estaba descuidada de todo, durmiendo. Despertó y hallando vacío el lugar que había de ocupar su esposo, le comenzó a llamar y como no la respondiese, tomó un 84

preplejidades A. margenó: ‘escribió’, aunque originalmente margenar o marginar tiene el significado preciso de «anotar o apuntar alguna cosa al margen de un libro o escrito» (Aut.). 85

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manteo86 y bajó a su escritorio, donde a la luz que había en él vio a Sarabia tendido en tierra falto de vida. Alborotose Rufina y comenzó a llamar a sus criadas, levantáronse y fueron testigos de aquel espectáculo de que, no poco que quedaron admiradas de tan estraño accidente, solemnizaron87 con llanto sordo, por no alborotar la vecindad, la malograda muerte de su dueño y Rufina de su esposo; y queriendo subir el cuerpo al cuarto principal donde asistía reparó en el papel que tenía medio escrito y en él leyó estas razones: Para que la justificación mía sea notoria a los que leyeren este, habiendo visto mi rigor, digo que ha sido procedido del poco recato de mi aleve mujer, pues profanado el santo sacramento del matrimonio, lazo con que a los dos nos unió la Iglesia, sin atendencia al demasiado amor que la tenía, admitió dos empleos a un tiempo; siendo esto causa de que, por preferirle el uno al otro, el más desgraciado muriese, siendo yo el testigo de vista desta desdicha y el oyente de mi deshonra, haciéndome el cielo su ministro para castigar este…

Hasta aquí llegó con la pluma, donde se le afligió el corazón de manera que ahogándole los espíritus vitales, espiró88. Admirada quedó Rufina de lo que vía y leía, de modo que por media hora no fue señora de sus acciones, considerando que pocos son los secretos ocultos, pues permite el cielo que se revelen o para enmienda nuestra o para castigo. En ella puso gran temor y aflicción la muerte del buen Sarabia. Temor de ver cuán arrebatada había sido, pues cumplió en morirse con el sentimiento que de su agravio tuvo; aflicción de verse con su esposo muerto sin saber qué traza dar para disimular su muerte. Lo que estaba de su parte era el haberle mostrado siempre amor, siendo causa esto de acelerar su muerte, pues no

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manteo: ‘faldellín femenino’. solemnizaron: ‘engrandecieron’. 88 En su trabajo sobre la figura del hidalgo-mercader, Cavillac llama la atención sobre la singularidad de este personaje. Sarabia estaba, según lo ha recalcado el narrador más arriba, «acreditado por hombre de verdad en la Casa de Contratación» y era «buena persona y muy amigo de la honra». La misma visión positiva puede hallarse en los indianos, con excepción del avaro Marquina, que aparecerán en el libro II. A decir de Cavillac, en Castillo Solórzano «certains récits donnent encore lieu à de suggestives variations sur le personnage du mercader» (1989, p. 122). 87

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pensara tal de la voluntad que le mostraba.Y así, viendo lo contrario Sarabia, y desengañándose, acabó en breve con su vida. El haberle mostrado afición y vivir en tanta conformidad la alentó a seguir el consejo de una de las dos criadas que tenía, que era de quien fió sus travesuras, que la dijo que pusiese a su esposo en su misma cama y que al amanecer hiciese el mayor sentimiento que pudiese, viéndole muerto a su lado, que ella y la otra su compañera la ayudarían al disimulo, publicando haberle muerto el haber cenado tarde y mucho aquella noche. Así se hizo. Llegado pues el día, Rufina comenzó a dar tantos gritos que alborotó la vecindad. Ayudaban al duelo las dos criadas, conque los vecinos más cercanos pasaron a su casa, hallando a Rufina tendida en el duro suelo, medio vestida y fingiendo un desmayo.Ya ella había quemado el papel de su esposo porque no fuese hallado para su daño. Procuraron algunas amigas hacer que volviese en su acuerdo con remedios, que fueron en balde, y vuelta tornó a su llanto, siendo un lienzo el encubridor de las pocas o ninguna lágrima que vertía. Contaron la causa a que atribuían la muerte de Sarabia sus criadas, diciendo haberle advertido no cenase tanto, que [para]89 un hombre de su madura edad era grande exceso, conque los que lo preguntaban se satisficieron90. Acudió la justicia, que nunca falta en estas ocasiones, y con el abono de la vecindad en lo bien que se hubieron estos dos casados, se les quitó toda la sospecha que podían concebir desta repentina muerte. Enterrose el buen Sarabia y con la turbación con que Rufina estaba no cuidó de lo que otras viudas, que era ocultar bienes, y así un sobrino del difunto, acabado de enterrar a su tío, cargó con todo cuanto había en casa y fue menester pleito para sacarle de su poder en lo que Rufina había sido dotada. Volvamos a donde dejamos el cuerpo de Roberto, que siendo a la mañana hallado de los religiosos, no le conociendo, quisieron enterrarle, mas un ciudadano les advirtió que primero le hiciesen poner en parte pública para que fuese conocido, que si era hombre que tuviese padres o deudos en aquella ciudad, era bien que supiesen su desgracia y ellos no perderían nada, pues si tenía hacienda participarían

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Añado la preposición para dar sentido cabal a la frase. satifacieron A.

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del bien que harían por su alma y del gasto de su entierro. Pareciole bien al perlado91 y así se llamó a la justicia dándole cuenta de cómo aquel joven había sido hallado a su portería muerto. Púsose el cuerpo en una placeta fuera del convento, con dos cirios ardiendo, donde a poco rato que allí estuvo hubo quien le conociese y diese razón de quién eran sus padres, llevándoles la lastimosa nueva, que en su vejez fue bien sentida su muerte, habiéndole su anciano padre pronosticado lo que le sucedió, porque sus travesuras no podían parar en menos. Hízose luego su entierro en aquel convento y la justicia trató de averiguar su muerte, mas como Sevilla es tan gran población, quedose para siempre por saber quién fue el homicida. Solo Rufina lo supo, viendo ausente a su galán y ser el muerto Roberto, de cuya muerte se alegró no poco, porque le tenía mortal odio por lo que con ella había hecho. Fue dicha no haber reparado en la sangre que el difunto dejó en la calleja sin salida, que a ser vista de la justicia, no lo librara bien la señora Rufina, con los indicios de ver allí los vecinos cada instante a los dos pretendientes. Ya tenemos a Rufina viuda y, lo peor de todo, pobre, pues viéndose así, con su condición traviesa, era fuerza valerse de su buena cara para sustentarse. Esto se entiende en las poco consideradas, que en las prudentes buscan modos honestos para pasar la vida y como esto lo hacen con fin de no ofender a Dios así les abre camino para que se remedien. Acabadas las honras funerales de Sarabia y apoderado su sobrino de la hacienda, se le entregó a Rufina la que le tocaba de arras92, en que fue dotada cuando se casó. Con esto le fue fuerza mudar de habitación en diferentes barrios y en casa más barata de alquiler93, pues su caudal no era para pagar la que tenía, que Sarabia se portaba muy lucidamente. No logró tampoco el sobrino la herencia como se pensó, que como su tío tenía tantas correspondencias con su agencia, acu-

91 perlado: ‘prelado’. «Corrompido de prelado, latine praelatus; tómase comúnmente por el obispo o en las órdenes monacales por el superior» (Cov.). Perlado era forma habitual en el Siglo de Oro. B y A leen «prelado». 92 arras: «El donativo que hace el esposo a su esposa como señal de que cumplirá lo prometido de casarse con ella y así lo pierde no cumpliendo su palabra, pues queda por él; pero si se muere habiéndola besado, vuelve la mitad y si no ha tocado a ella del todo» (Cov.). 93 en casa mas barata B y A.

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dieron los acreedores a hacer cuentas con él y después de hechas fue muy poco lo que le quedó. De manera que su codicia se hubo de acomodar a lo que le vino. Rufina, moza, briosa y lozana, en nuevos barrios, no trató de dejarse ver a la juventud tan presto como otras, que en enterrando a sus maridos luego salen a desenfadarse y ser vistas, para con esto tratar de otro matrimonio. Había llegado en la flota del Pirú94 un hidalgo de la Montaña95, que comenzando por criado de un mercader de Sevilla aumentó su caudal a costa de su amo y de poco trato que tuvo en las Indias le acrecentó de tal manera que vino a ser mayor cada día y en pocos años se halló poderosísimo. Este había pasado al Pirú con un buen empleo y allá doblando su caudal, volvió a Sevilla en la flota de aquel año, con otro de mayor cantidad, donde en Sevilla se deshizo dél, vendiendo sus mercaderías como quiso, de suerte que ganó el doble, con mucha felicidad. Era Marquina, que así se llamaba el perulero, hombre de cincuenta años, ya cano, el hombre más miserable que crió naturaleza; porque aun el sustento de su cuerpo se le daba con tanta limitación que ayunaba por ahorrar. Su familia96 era corta, porque no tenía en su casa sino lo forzoso para su servicio: un agente, un muchacho, un esclavo negro que tenía cuenta con un macho, y una ama que le guisaba lo poco que comía y toda esta familia traía tan muerta de hambre que se juzgaba a milagro en Sevilla que hallase quien le sirviese. De las miserias del perulero Marquina se hablaba mucho en Sevilla, contándose graciosos cuentos, que a otro que no a él afrentaran, mas al tal perulero se le daba muy poco, tratando de ahorrar, conque tenía mucha cantidad de dinero. Oyó Rufina las97 cosas deste hombre y pareciole ser bueno hacerle una estafa que le escociese y ella saliese con ella muy medrada. Había Marquina tomado por una deuda a un correspondiente suyo que había quebrado una heredad fuera de la ciudad, la cual él no poseyera para su recreo, por no atender a más que a vincular hacienda, si no fuera por acomodar su deuda y así hubo esta posesión en muy poco dinero. Estaba cerca del monasterio de San Bernardo, en un cam94

Peru A. hidalgo de la Montaña: proveniente de León o Asturias, es decir, indudablemente de sangre limpia, con ínfulas de hidalguía. 96 familia: ‘conjunto de criados’. 97 la M y B. Corrige A. 95

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po muy ameno que allí hay. En esta heredad vivía por ahorrar de casa, teníala bien guardada de ladrones, con fuertes puertas, gruesas paredes y muchas rejas en las ventanas; dentro se proveyó de lindas escopetas que tenía siempre cargadas, y asimismo de chuzos y partesanas98, que tenía junto a la puerta. Hubo de recibir para beneficiar la huerta y sacar provecho della un hortelano casado, que salía a vender la hortaliza y fruta que la huerta producía, tanta era la codicia de Marquina. Su tesoro le tenía detrás de donde dormía, muy guardado en fuertes arcas de hierro y en el aposento algunas escopetas cargadas para defenderlo.Todas las noches continuamente reconocía la casa, viniéndose a ella a recoger antes que llegase la noche y con este cuidado vivía el pobre azacán99 de su hacienda, sin tener hijos a quien la dejar, porque nunca se había casado ni tenía ánimo para ello, aunque le salían muchos casamientos con la cantidad de hacienda. Pues como Rufina se dispusiese a burlar a este avariento, el modo con que trazó esta burla fue valiéndose de un personaje muy a su propósito. Era el tal un antiguo amigo de su padre Trapaza, hombre que había en Madrid hecho algunos delitos cuando mozo y ahora había poco que se había retirado a Cádiz y de allí a Sevilla. Este andaba encubierto en aquella ciudad, valiéndose de algún dinerillo que en buena guerra había ganado100 y conocíase con Trapaza. Era único en esto del arte de rapiña, aunque temeroso de que le acumulasen, si cayese en manos de la justicia, hazañas pasadas, que había hecho bastante cantidad, andaba recatado. Conocíase101 con Trapaza de pocos días que había estado en galeras, saliendo él desta penitencia bogavante cuando Trapaza entró y alcanzole allí pocos días, conque se comenzó la 98

chuzos… partesanas: son dos especies de lanzas. El chuzo es «arma blanca ofensiva que consta de un asta de madera de dos o varas o más de largo, con un hierro fuerte en el remate, redondo y agudo» (Aut.). La partesana es «arma ofensiva, especie de alabarda, de la cual se diferencia en tener el hierro en forma de cuchillo de dos cortes y en el extremo una como media luna» (Aut.). 99 azacán: «Metafóricamente se dice del que anda ocupado en cosas de poco provecho y de mucho trabajo, mal trajeado y vestido» (Aut.). Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 517, vv. 9-10: «Esto de ser marido un año arreo, / aun a los azacanes empalaga». 100 buena guerra… ganado: «Habido en buena guerra; haber en buena guerra. Granjear por sí» (Correas, núm. 10530). Comp. Guzmán, I, p. 274: «Me fui visitando las de adelante, con alguna moneda de vellón, ganada en buena guerra». 101 Conociesse M, B y A. Sigo a Ruiz Morcuende.

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amistad y se continuó en Sevilla. Este, que Garay se llamaba, fue el que eligió Rufina para apoyo de su burla o estafa. Era hombre anciano y, habiéndole ensayado en lo que debía hacer, un día que Marquina estaba en la lonja en sus negocios, por parte de tarde, poco antes que viniese a recogerse, que era casi a puestas del sol, pasaron por la quinta Rufina en un sardesco102 y Garay en un rocín. Iba la tal hembra sin los hábitos de viuda, muy bizarra, con un vestido de camino muy lucido y su capotillo y sombrero con plumas, en su jumento con jamugas103. Pues así como llegaron a la quinta fue a tiempo que el hortelano abría la puerta della. Llegose a él Garay y díjole: —Buen señor, a mí me importa que esta dama no entre esta noche en Sevilla y desearé que se quede en esta quinta por esta noche, si gustáis dello. Esto se os pagará bien y adviértoos que de lo hacer se seguirá mucho bien, pues escusaréis un gran daño que podría suceder si no se queda aquí y será costarle no menos que la vida. Dudó el hortelano el hacerle aquel gusto, temiendo el rigor de la condición de su amo, que sabía della no gustar que a nadie se diese entrada en la quinta, y así se lo dijo. Mas Garay, sacando unos reales de a ocho de la faltriquera, le dijo: —Esto os ofrezco por paga y mucho más, si más queréis. Ofrecía esto en ocasión que la mujer del hortelano salía a ver con quién estaba su marido hablando, y oyó la plática y aun vio la oferta, cudiciándose a la alegre moneda que le daban, con lo cual animó a su marido a que recibiese en su casa aquella mujer, diciéndole que pues su señor tenía su cuarto tan apartado de su habitación, podía bien admitirla, que no habían de ser tan desgraciados que aquella noche reconociese la casa y su aposento. Tanto le supo persuadir la hortelana a su marido que alcanzó con él que la huéspeda se recibiese en su casa secretamente; y así lo hizo, dándoles Garay seis reales de a ocho por principio de paga, ofreciéndoles muchos más. Con esto se apeó Rufina en sus brazos y la entraron en la quinta, despidiéndose allí de Garay y llevando él ya el orden que diremos, que guardó en su lugar. 102 sardesco: «Se aplica a los asnos pequeños, por similitud a los de Cerdeña. Úsase muchas veces como substantivo por cualquier asno» (Aut.). 103 capotillo… jumento con jamugas: el capotillo es «ropa corta a manera de capa que se pone encima del vestido y llega hasta la cintura» (Aut.). El asno o jumento lleva jamugas, montura para mujeres, quienes «van en ellas muy seguras y recogidas» (Cov.). Comp. Guzmán, I, pp. 147-148: «Le fue forzoso dejarse caer de la jamuga en que en un pequeño sardesco iba sentada».

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Quitose en la casa del hortelano el rebozo que traía y dejoles a marido y mujer muy pagados de ver su buena cara, aunque Rufina mostraba una grande tristeza en ella, como que le hubiese acontecido un gran fracaso, que es lo que ella traía ya pensado de referir, si surtía efeto su pretensión, con el avaro Marquina. Apenas el sol fue puesto, cuando él llegó a su quinta en su macho y delante el negro, llamó y fuele abierta la puerta y luego él mismo, como acostumbraba, la cerró con llave y esta se la guardó.Venía algo cansado, conque por aquella noche no hizo104 más que tomar un poco de fruta de su güerta105, que aún en conserva no la tenía, y con un poco de pan y una vez de agua106 irse a acostar, reconociendo primero su cuarto, sin bajar al del hortelano, que también le reconocía. Cenó la familia bien moderadamente por aquel día, viernes, que los hacía ayunar sin devoción, y así pasaron hasta la mañana, que a su hora cierta madrugaba y dando al esclavo recaudo para su despensa, mientras él estaba en la lonja, volvía con lo que había de comer a la quinta y se aderezaba para cuando Marquina volviese. Rufina se halló algo dudosa de conseguir su intento, por parecerla que se disponía mal para él, mas esperando mejor ocasión, dio a entender a los hortelanos que sentía la tardanza de su tío, que así llamaba a Garay, y con esto se mostraba muy melancólica, procurando divertirla desto la hortelana, que muy despejada era. Vino a mediodía Marquina a comer a la quinta y mientras se acababa de aderezar la comida, quiso ver la noria de la huerta y reconocer en ella cómo estaba, por si tenía necesidad de algún aderezo, y halló faltarle alguna madera, para que anduviese mejor en el riego de las legumbres. Con esto quiso también ver en la casa del hortelano si había alguna leña de la que se traía para estos aderezos, que pudiese aprovechar para ellos. Y así entró por su morada en ocasión que la hortelana le vio venir, la cual, algo turbada, hizo que Rufina se escondiese en un aposentillo, que detrás de aquel donde dormía estaba. Esto no se pudo hacer con tanta presteza que Marquina llegado allí

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no se hizo A. Así en M y B. huerta A. 106 vez de agua: «La cantidad que se bebe de un golpe y así se dice una vez de vino, caber buena vez» (Aut.). En su premática de 1600, Quevedo censura esta expresión (Prosa festiva completa, p. 150). 105

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no oyese rugir seda107 y aun viese la sombra de Rufina, y algo alterado se entró por el cuarto del hortelano, que era en lo bajo de la casa de la quinta, y no paró hasta llegar al aposento que encerraba a Rufina, donde la halló, ofendido por entonces de que sin su licencia se hubiese dado entrada en su quinta a gente de fuera de casa. Sacó por la mano a Rufina a lo claro y viéndola de tan buena cara, quedó admirado de verla y en vez de esperar la hortelana reprehensiones de su señor por haberla traído allí, solo lo que le oyó fue preguntarla que qué dama era aquella. A esto le dijo la hortelana cómo el día antes había llegado allí con un hombre anciano, viniendo los dos muy congojados y que les rogaron muy encarecidamente que a aquella dama le diese albergue aquella noche por escusar una desdicha que esperaban si pasaban adelante, y esta había sido la causa de usar contra sus órdenes aquella piedad. Mientras la hortelana le decía a Marquina esto, él estaba muy atento al semblante de la forastera dama, la cual le tenía muy triste, conque acrecentaba más su hermosura. De modo que tuvo aquí tanto poder que con ella pudo traspasar los inviolables preceptos de Marquina y aun hacer baterías108 de su avaro pecho.Y así, ajeno de su condición, con afable rostro, llevado más de la terneza que de la severidad, dijo a la hortelana: —Habéis andado muy bien en haber admitido a esta señora no obstante mis órdenes, porque con tales sujetos no se han de observar, y más en casos donde la piedad obliga a dar favor a los que necesitan dél. Esta señora merece más agasajo que el que ha recibido en tan mal hospedaje como el de mis hortelanos y, si es servida, se le ofrezco en mi casa como se debe a quien es109. 107 rugir seda: el sonido característico del roce de esta tela con la que visten los nobles. Un personaje de Zayas se vale de dicho sonido para reconocer a una mujer: «La dama a quien me entregó, según juzgué por el rugir de la seda, fue conmigo caminando otras tres salas» (Desengaños amorosos, p. 190). 108 hacer baterías: ‘causar estragos’. Es término militar, aquí aplicado a la conquista amorosa, pues «batir los muros, es dispararles la artillería, y batería el estrago que en ellos se hace con ella y con los asaltos» (Cov.). 109 Esta forma de identificar a Rufina como dama y, por ende, merecedora de vivir en holgura, recuerda aquel «yo soy quien soy», referido por los nobles. Comp. Cervantes, Don Quijote, II, cap. XXXVI: «Intento y hago una cosa tan fuera de aquello que el ser quien soy y tu amistad me obliga». Un penetrante análisis de dicha expresión lo ofrece Spitzer, 1947.

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Agradeciole Rufina el ofrecimiento y suplicole que no tratase de mudarla de aposento, porque aquella tarde esperaba a su tío, que había de volver por ella, que para tan poco tiempo no era razón dar enfado a quien deseaba servir. Sintió Marquina, ya medio amartelado, que la estada110 de Rufina en su quinta fuese por tan breve tiempo, que quisiera fuera por mucho; y con todo la dijo que aunque allí no estuviese más de una hora, era bien que recibiese el servicio que le ofrecía con tanta voluntad. Deseaba Rufina llegar a esto y así le dijo que por no parecer grosera ni ingrata a su hidalga oferta, aceptaba la merced que le hacía, conque subió arriba, llevándola de brazo la hortelana, contentísima de ver tal mudanza en la condición de su amo, que era aquello muy fuera de su apretada condición. En lo alto de la casa vio Rufina muy buenas colgaduras de verano, frescas sillas de vaqueta de Moscovia111, curiosos112 bufetes y escritorios de ébano y marfil, que, aunque miserable, no lo era para el adorno de sus piezas Marquina, el cual mandó luego a su esclavo, dándole dineros, que le comprase para una espléndida comida. Él lo hizo diligentemente por saber que había de participar de aquella largueza poco usada en su señor. Comió Rufina en compañía de Marquina, regalándola él con mucho cuidado, partiéndole los mejores bocados con mucho gusto y no menor amor, que ya estaba rematado113 por ella. Después de la comida la entró en una cuadra114 adornada de curiosas pinturas, adonde estaba una cama con un pabellón de la India115

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estada: ‘permanencia’. colgaduras de verano… sillas de vaqueta de Moscovia: las colgaduras son «tapicerías, paños, telas, damascos, tafetanes y otros tejidos con que se adornan y cubren las paredes de las casas interiores y exteriores, las camas y otras cosas» (Aut.). Las colgaduras de verano habrían de diferenciarse por ser más finas, para mantener la casa fresca. La vaqueta de Moscovia es «el cuero o piel de buey o vaca curtido, adobado y zurrado» (Aut.) con que se forraban las sillas. Nótese la esmerada descripción del lujo en que vive Marquina. 112 curiosos: ‘primorosos’. 113 rematado: ‘cautivo’, ‘atrapado’. «Se aplica también al que en cualquier línea se halla en estado en que no tiene recurso u modo de salir de él» (Aut.). 114 cuadra: «La sala o pieza de la casa, habitación o edificio. Llámase así por ser regularmente cuadrada» (Aut.). 115 pabellón de la India: el pabellón «es una manera de tienda de campo y cobertura de cama que se inventó al principio para los que caminando habían de dormir en despoblado, adonde de ordinario suelen ser molestos los mosquitos y 111

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y en ella la suplicó que reposase la siesta y despidiese cuidados, que estando en su casa, donde la deseaba tanto servir, todo se había de hacer bien, teniendo en ella mucha seguridad de no ser ofendida, caso que se temiese de aquel daño. De nuevo agradeció Rufina estas finezas y obedeciéndole se quedó sola en el aposento, que era antes del en que Marquina dormía. Él se bajó a unos entresuelos, adonde pasó la siesta con no poca inquietud y cuidado, penado por la huéspeda que tenía en su casa, no sabiendo cómo la obligaría para que le favoreciese, pareciéndole que si en este estado se viese sería el más feliz del mundo. Primero que entablase su amorosa pretensión determinó saber della su pena y causa de haber venido a su quinta, para ver si había impedimento que estorbase el no la servir. Para saber esto aguardó a que despertase.Ya lo estaba Rufina, pensando, en todo el tiempo que estuvo echada en la cama, lo que le había de decir cuando la preguntase su venida allí. Pues como viese el avaro Marquina ser hora de recordar116 a su huéspeda, entró en su aposento diciéndola que hacía la tarde pesada para dormir y que le perdonase el avisárselo, que lo hacía con celo de que no la hiciese daño alguno. Agradeciole el buen deseo que del aumento de su salud mostraba tener y asegurole que desde que se había echado en la cama no había dormido más que entonces, porque sus cuidados no la daban lugar para quietudes y alivios. Suplicola Marquina con mucha ternura que se sirviese de darle parte de su pena si la causa lo pedía, que la ofrecía, si él era parte para remediarla, servirla en cuanto se le ofreciese. Agradeció de nuevo Rufina su hidalga oferta y porque ya vio ser tiempo para comenzar a urdir su tela, habiendo tomado asiento cerca del enamorado avariento, le dijo así: «Granada, ilustrísima ciudad de nuestra España, es mi patria. Mis padres, cuyos nombres callo por no ser a propósito decirlos, son de los dos más antiguos y nobles solares que hay en las montañas de Burgos117. De su matrimonio no tuvieron más hijos que a un herma-

las mariposas» (Cov.). Por otro lado, no ha de extrañar este gusto por la pintura; también coleccionaba pinturas Estefanía, la madre de Rufina, siendo quien era. 116 recordar: «Metafóricamente vale despertar al que está dormido» (Aut.). Comp. Trapaza, p. 212: «Trapaza le rogó que si se levantase no hiciese mucho rumor porque no le recordase». 117 montañas de Burgos: el otro territorio, además de León y Asturias, que asegura la noble cuna.

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no mío y a mí. Mi hermano dio la parte que a la juventud le tocaba, ya enamorando mujeres y ya tratando con amigos de su misma edad, que con el ocio y regalo solo tratan de hacer travesuras, con que algunos excesos que hizo en este particular le tenían ausente de Granada, temeroso de la justicia, que le seguía los pasos para castigarle algunas travesuras.Yo trataba solo del regalo de mis ancianos padres y de acudir a mi labor118, bien ajena de otros entretenimientos que vía tener mis amigas119, antes aborreciendo sumamente los que significaban que tenían, porque no sabía qué cosa era amor, ni aun ponerme a una ventana para ser vista y así hacía donaire de cuanto me decían en orden a empleos amorosos. Parece que tomó el amor por su cuenta la venganza destas amigas de quien hacía burla y así la ejecutó bien a mi costa, porque estando un día mis padres fuera de casa en la de un deudo suyo, que se había muerto su esposa, sentí en la calle rumor de espadas, como que había alguna trabada cuestión en ella y púseme a ver lo que era a la ventana, que nunca tal pensamiento me viniera, pues de ponerle en ejecución vengo a llorar ahora tantas desdichas.Vi por mi mal acuchillar tres hombres a uno solo, el cual se defendía con tanto esfuerzo y valor, que por un rato estuvo a pie firme defendiéndose con mucho aliento y ofendiendo a sus contrarios de modo que tenía heridos a los dos en la cabeza y él también lo estaba. Con verse maltratados los tres procuraron concluir con la vida del que solo se les120 oponía y así con la rabia de verse heridos le comenzaron a apretar de manera que le fue fuerza irse retirando hasta la puerta de mi casa, adonde le dieron dos heridas en el pecho, de que cayó dentro en el zaguán della casi sin aliento. Moviome a compasión ver tratar tan ásperamente y con tanta ventaja a aquel bien dispuesto joven y bajé de lo alto al zaguán, llamando a mis criadas para hacer lo que pudiésemos por favorecerle121, que la calle estaba en un barrio solo de gente y así la que acudió fue poca y sin armas para ponerlos en paz. Cerramos la puerta de casa y recogimos dentro al herido, haciendo luego llamar a un cirujano122 que 118

labor: la costura, ocupación de mujeres honestas y hogareñas. tener a mis amigas A. 120 solo les B y A. 121 favorcerle M. Enmiendan B y A. 122 cirujano: recuérdese que, a diferencia del médico, el cirujano tenía por oficio particular la atención de heridas y brindar los primeros auxilios. 119

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tratase de su cura. Vino al punto y haciéndole que se acostase, le di por cama la que mi hermano tenía en unos aposentos bajos. Agradecido el joven al agasajo que halló en mí, que comenzó por piedad y acabó en amor, viole el cirujano las heridas y por entonces no supo qué juzgar dellas, aunque por mayor me dijo eran peligrosas, cosa que comenzó a darme cuidado, porque de haberle visto con el valor que procedía en la pendencia le estaba inclinada. Él se me mostró muy agradecido a mi piadoso agasajo, manifestándolo con las razones que el poco aliento con que estaba le concedía. Vinieron mis padres de cumplir con su obligación y antes de entrar en casa supieron de un vecino suyo, hombre de prendas y anciano, lo que pasaba, y cómo yo había atajado la pendencia con haber dado entrada al herido en su casa, movida del celo de que no le matasen. Holgáronse de que hubiese usado aquella piedad en tiempo de tanta necesidad con aquel hidalgo, que era a la condición dellos muy conforme y inclinados a estas cosas.Vieron al herido y teniendo compasión de su desgracia le animaron a que se esforzase y ofrecieron servirle en su casa y a mí me agradecieron el haber sido causa para que no le matasen entrándole en ella, conque yo me animé a usar más piedades con el herido, que hoy me cuestan caro. A la segunda cura dijo el cirujano no ser mortales las heridas, conque nos dejó a todos contentos y a mí mucho más, que cada día crecía mi afición. Todas las veces que yo estaba desocupada, a hurto de mis padres, acudía a verle y él mostraba desto particular gusto. Era este hidalgo natural de Pamplona y de lo mejor de aquella ciudad. Asistía en Granada a un pleito que tenía con un poderoso contrario y viendo su poca justicia y el rigor con que los jueces le habían de condenar, quiso con otro mayor echar por el atajo y librarse de su contrario, haciéndole matar a los tres, que criados suyos eran, por tener el pleito más llano123. Bien pasó un mes primero que Leonardo, que así se llamaba el herido, se levantase de la cama, siendo en todo este tiempo servido y regalado en casa con mucho cuidado. El segundo día que se levantó hubo lugar de verse conmigo, por tener mi madre una visita a que yo no asistí, deseando hallar lugar para verme 123 El pasaje, algo confuso en una primera lectura, explica el origen de la riña del galán con los tres sujetos que casi lo matan. Estos, criados suyos, fueron pagados por un noble poderoso que quería eliminarlo para zanjar la disputa legal que ambos mantenían.

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a solas con mi huésped. Él me significó su amor y yo le correspondí con no desestimarle sus deseos, conque desde aquel día quedó entre los dos asentado un firme amor. Poco había que mis padres me trataban un casamiento con un hidalgo de Granada que había mostrado gusto deste empleo, y cuando yo había tomado el del mío se prosiguió en esto con más fervor. Supo Leonardo lo que pasaba y sintiolo notablemente, pero no pudo disponer de su persona hasta ver fenecido su pleito, tratando esto con mis padres. Su sentencia la esperaba124 cada día y así luego que saliese tenía pensado de pedirme por su mujer. Con esto iba yo entreteniendo125 a mi padre para que no se apresurase en casarme con el de Granada. Acabó de convalescer Leonardo y, quedando muy agradecido al agasajo que se le había hecho, que reconoció y pagó en126 muchos presentes, así de cosas de comer como de cosas de valor, se fue a su posada tratando luego de que se feneciese con su pleito. Pero, en tanto, yo le tenía muy malo, pues sin darme parte mi padre de lo que hacía en mi casamiento, lo efetuó127 y hizo las capitulaciones128 dél. Diome luego cuenta de lo que había hecho, que me atravesó el alma con aquellas nuevas tan penosas para mí. Vino el novio a verme y halló en mí poco agasajo y menos gusto, conque salió bien disgustado, cuando se esperaba salir de mi presencia muy gustoso. Finalmente, que no era necio, echó de ver que el no estar yo gustosa nacía de mayor causa que del recato de doncella y como había sabido el hospedaje del herido, presumiose que él causaba este disgusto, habiéndosele anticipado en ganarme la voluntad; y con el celoso furor que le procedió desta sospecha, que era tan verdadera, procuró averiguarlo más de raíz, por no hacer cosa de que después se arrepintiese, que si esto hiciesen muchos no saldrían los casamientos tan torcidos, prevenidos antes de otros empeños. Yo me vi en este confusa. Di parte desto a Leonardo y él lo sintió mucho.Viome aquella noche, que en otras acudía a verse conmigo, y en ella concerté salirme la siguiente de casa de mis padres, 124

esparaua M. Enmiendan B y A. entreteniendo: ‘manteniendo ocupado’, ‘distrayendo’. 126 pago con A. 127 efectuo A. 128 capitulaciones: «Los conciertos, condiciones y pactos que se dan por escrito para convenir unos con otros, especialmente en casamientos» (Cov.). 125

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llevándome él a la de unas deudas suyas para sacarme por el vicario129 esotro día. Llegose la hora esperada, bien desdichada para mí por lo que me sucedió, y saliendo de casa en compañía de mi amante130, al doblar la esquina de la calle en que vivía nos estaba esperando mi novio, que todas aquellas noches era un Argos131 en la calle, para certificarse de sus sospechas. Saliéronle aquí más verdaderas de lo que quisiera y así luego que nos conoció, acompañado de dos criados suyos, acometió a Leonardo, que le cogieron descuidado, y fue de manera su acometimiento que antes que tuviese lugar de sacar la espada, ya con las tres sus contrarias se halló herido de tres estocadas mortales, conque cayó allí muerto sin hablar palabra. Al ruido de la pendencia sacaron luces los vecinos, con que los agresores huyeron, temiendo ser conocidos. Ya en casa de mi padre había alboroto, siendo en ella echada menos132, lo cual, conocido de mí, viéndome en esta confusión, afligida con la muerte de mi amante, solo tomé por remedio dejar los chapines y con las basquiñas133 en la mano a todo correr irme a casa de un conocido de mi padre, muy pobre y anciano, a quien di cuenta de lo que me había sucedido y de cuánto importaba no parar en Granada.Y así, tomando un rocín, me puso en él y caminamos hasta el primer lugar, donde en otra cabalgadura me ha traído hasta aquí, huyendo de los alguaciles y de mi padre, que en busca mía han partido, que esto hemos sabido en el camino.

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sacarme por el vicario: «Frase que vale depositar con su autoridad y de su orden alguna mujer, para ponerla en libertad para el matrimonio» (Aut.). 130 amante: ‘enamorado’, ‘galán’. 131 Argos: el personaje mitológico de los mil ojos, para connotar la férrea vigilancia del personaje. «Esta voz es muy frecuente y por metáfora se toma por la persona que está sobreaviso, muy vigilante y lista; y así se dice está hecho un Argos, esto es está muy cuidadoso y vigilante» (Aut.). Comp. Lope de Vega, Novelas a Marcia Leonarda, p. 167: «Iba y venía a palacio, llevando siempre en su coche a Diana, que se convertía en los ojos de Argos para ver si por aquellas calles o en los patios y corredores del alcázar parecía Celio». 132 echada menos: ‘echada de menos’. 133 chapines… basquiñas: el chapín es el «calzado proprio de mujeres sobrepuesto al zapato, para levantar el cuerpo del suelo y por esto el asiento es de corcho, de cuatro dedos o más de alto, en que se asegura al pie con unas corregüelas o cordones» (Aut.). Era calzado para andar por la calle sin ensuciar los bajos de los vestidos. La basquiña es una especie de saya o falda que usaban las mujeres encima de sus otras prendas.

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Pareciome no entrar en Sevilla luego que llegué a ella, temerosa de que a sus puertas no me hallase quien me venía buscando y así tomé por mejor acuerdo quedarme en esta quinta, donde a puras importunaciones mías el hortelano me albergó por aquella noche. Esta es la historia desta desdichada mujer, no teniendo otro consuelo en ella sino haber hallado en vuestra quinta el agasajo que me habéis hecho. El cielo os pague obra tan pía, pues lo es muy grande socorrer a necesitados de favor y que pasan por lances desdichados». Con lo fingido de la historia, la cual traía Rufina bien pensada, comenzó a verter lágrimas, de manera que el buen Marquina se lo creyó todo y la acompañó en el llanto, efetos todos del amor que en su pecho iba obrando la socarrona Rufina. Entre los dobleces del lienzo que enjugaba sus fingidas lágrimas, daba lugar para que sus ojos pudiesen ver las acciones de Marquina y, viendo cuánto se compadecía de su pena y lo bien que había creído su mentida relación, se dio por vencedora en la empresa que intentaba. Un buen rato estuvieron los dos, Rufina llorando y Marquina consolándola; y este consuelo no era a todo ofrecerle remedio, porque aún no había soltado las riendas a su avara condición para que la liberalidad la echase de su corazón. Mas considerando su buena cara, su aflicción y habérsele allí venido tan sin pensar, juzgó que el cielo se la trujo para gozo suyo. Era este el primer amor que Marquina había tenido y en cualquiera persona esta pasión primera siempre viene con tantos accidentes que excede a cuantas en este género hay en el discurso de una vida. ¿Ama Marquina? Sí, pues será liberal. ¿Admitió huéspeda? Pues saldrá mal de su agasajo. ¡Oh amor! Pasión dulce, hechizo del mundo, embeleco de los hombres, cuántas transformaciones haces dellos, qué de condiciones mudas, qué de propósitos desbaratas, qué de quietudes desasosiegas, qué de pechos descompones. El deste avaro hombre, conocido en esto por inhumano con sus prójimos, le trocó amor de manera que hizo un liberal de un mísero y un Alejandro de un Midas134. Pareciole bien Rufina, amola y ya será señora de su voluntad y hacienda. 134

Alejandro… Midas: opone al Alejandro liberal el Midas codicioso que acumula riquezas y no las comparte. Son arquetipos populares en la época. «Al que loamos de liberal y dadivoso decimos que es un Alejandro» (Cov.). Comp. Estebanillo, II, pp. 165-166: «Pero tienen poco de Jerjes, pues no estiman el corcho de agua, y mucho de Midas en guardar su dinero».

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Muchas cosas dijo Rufina en su relación que pudieran dejar sospechoso a Marquina de ser falsa si el afición con que la estaba oyendo no le cegara los ojos y cerrara los oídos, para que del discurso no pudiera conocer que le iba engañando; porque si Leonardo se anticipara a hablar a su padre en el empleo, claro estaba que no le negara a Rufina, teniéndole ventajas al otro pretendiente en la voluntad que de parte de la dama tenía en su favor. Con esto hubo otras cosas que la bachillera de Rufina no previno y la pudieran dañar para no salir con su intento. Conténtese con haber hallado un amante, que por serlo creyera otras cosas menos verisímiles. Lo que resultó de la bien llorada relación de Rufina fue que, a toda rienda135, Marquina la ofreció su favor, su hacienda, su vida y su alma, haciéndola señora de todo y suplicándola fuese perdiendo la pena que tenía, que en casa estaba donde solo tratarían los que en ella asistían de servirla y darla gusto. Agradeció Rufina tan hidalgos ofrecimientos136 con nuevas lágrimas, que en ella era fácil el derramarlas, como en las más mujeres cuando les importa, y con esto quedó señora absoluta de la voluntad de Marquina y de su hacienda, con horca y cuchillo137 para cuanto hacer quisiese della. El pensamiento de Marquina, enamorado desta moza, era llegar a los brazos con ella y, caso que se le resistiese138 después de haber batallado con las dádivas y persuasiones, pertrechos fuertes de un verdadero amante, cuando a todo esto le estuviese rebelde, llevárselo por la vía del matrimonio; palabra que con la capa de honor que trae se rebozan muchas mujeres, aunque para algunas es tan corta que les descubre sus defetos. El pensamiento de Rufina ya está dicho; que tiraba con espada estafante a hacer una herida139 a este avariento que le de135 a toda rienda: expresión análoga a «a rienda suelta. Correr, seguir, huir, vivir» (Correas, núm. 934). 136 orrecimientos M (en fe de erratas). Corrigen B y A. 137 señora absoluta… con horca y cuchillo: recoge la frase hecha señor de horca y cuchillo, «persona que manda como dueño y con mucha autoridad» (DRAE). Comp. Hurtado de Mendoza, Getafe, en Ramillete de entremeses y bailes, vv. 107110: «Desde San Salvador a San Felipe / tendrás horca y cuchillo en cualquier tienda / en joyas, en vestidos, en tocados, / bien recibidos, pero mal pagados». 138 que le resistiese A. 139 herida: juega con su sentido de ‘robo’, en germanía. Comp. Guzmán, II, p. 468: «Porque, anque algunas veces me habían tenido preso por semejantes heridas, de todas había salido a buen puerto»; y Quevedo, Poesía original completa, núm.

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jase palpitando, sin meterse en otros laberintos140, si bien promesas de futuro y conciertos de consorcio para adelante no lo rehusaría ella, que era fácil en prometer, mas desde la burla de Roberto difícil en el cumplir, sin ver mucha luz delante. Todo aquel día se estuvo Marquina en la quinta, sin acudir a sus negocios, pero esotro día de mañana, dejando a su huéspeda durmiendo, se puso en su macho y, acompañado del negro, se fue a la Lonja141, advirtiendo primero a la ama que diese de almorzar a su huéspeda en despertando y que tuviese cuidado con la casa. El aposento donde tenía su moneda dejó cerrado y, bajando abajo, dio orden al hortelano que no dejase entrar a nadie en la quinta, si no era al hombre de quien vino acompañada Teodora, que así dijo llamarse la disimulada Rufina. Con esto se fue a la ciudad, adonde dio al negro bastante dinero para comprar regaladamente de comer. Levantose Rufina y la ama cumplió con su obligación, regalándola con mucho gusto, porque vio que esas magnificencias redundaban en provecho de todos. Bajó a la huerta y paseose por ella alabando la compostura de sus calles y la correspondencia de sus cuadros142, que era el hortelano muy curioso y la tenía muy bien compuesta, adornada de muchos frutales, de muchas flores y yerbas extraordinarias. Viendo Rufina que entraba el sol algo recio, se recogió a la casa, donde a caso vio una guitarra, que era del agente de Marquina, por ser aficionado a la música, y como en ella era Rufina consumada, así de voz como de destreza, tomola en sus manos y habiéndola templado se entretuvo por un rato haciendo sonoras falsas143 en el instrumento. En esta ocupación estaba cuando llegó Marquina de la ciudad y pudo saber aquella gracia más de su huéspeda, la cual, habiéndole sentido venir y que también la estaba escuchando, para amartelarle más cantó este romance144: 626, vv. 23-24: «¡Cómo saben mis ojos que te olvidas, / pues me diste en la bolsa las heridas!». 140 labyrintos A. 141 Lonja: se refiere a la Lonja de comerciantes, en la ciudad de Sevilla. 142 cuadros: «Se llama en los jardines aquella parte de tierra labrada en cuadro y adornada con varias labores de flores y hierbas» (Aut.). 143 falsas: «En la música es la consonancia que, por haberle dividido en tonos y semitonos, sale redundante, por tener un semitono más de los que toca a su proporción u diminuta por faltarle a su proporción un semitono» (Aut.). Comp. Salas Barbadillo, El sagaz Estacio, p. 159: «A vueltas de las falsas que haces con esa guitarra, canta alguna verdad que se parezca en algo a las que recoge y abriga mi corazón». 144 El romance presenta rima á-e con seguidilla al cierre.

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A competir con la Aurora salió Clarinda en el valle, a dar más vida a las flores y a dar más gozo a las aves. Viendo la luz de sus soles el sol sus rayos no esparce, que alumbrar donde le exceden fuera atrevimiento grande. Deidad celeste la juzga el Betis y en sus raudales forma espejos cristalinos donde se mire y retrate. Oponerse a sus primores pretendieron las beldades cuando igualdad compiten su belleza y su donaire. Llegaron a la evidencia y como les aventaje a hermosura tan valiente todas se rinden cobardes.

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Su gala y su entendimiento hallan para acreditarse, si en las serranas envidia, aplausos en los zagales. Feniso, que atento adora sus luceros celestiales, en su templado instrumento canta rompiendo los aires: «Aprisiona Clarinda las libertades y ninguna que prende quiere rescate».

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Acabó la letra145 con tan dulces pasos de garganta146 y tan sonoras falsas, que a Marquina le pareció no ser aquella voz humana, sino ve-

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letra: ‘poema para cantar’. pasos de garganta: ‘inflexión de la voz al cantar’.

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nida a la tierra de los celestes coros angélicos. Aguardando estuvo a ver si asegundaba147 con otra letra, mas viendo que dejaba el instrumento, entró donde estaba, diciendo: —Dichoso el día, la hora y punto en que mis ojos, reconociendo mi casa, se emplearon en tu vista, hermosa Teodora, pues de tan buen empleo ha resultado el conocimiento de tantas perfeciones y tan consumadas gracias. Presumpciones puede tener mi dichosa morada de cielo cuando tal ángel la honra, tal deidad la vive y tanto bien la ilustra. Poco hago en exagerar esto, según la pasión tengo, que si conforme a ella y a la afición que en mi pecho hay hubiera de alabar tu sujeto, Cicerón y Demóstenes148 quedaran cortos con su grande elocuencia. —Paso, señor —dijo Teodora, mostrando tener empacho—, que ya me conozco y sé que vienen muy grandes esas alabanzas a sujeto tan pequeño y humilde, y si entendiera que me oíades, dejara mi divertimiento, porque quien habrá oído las voces célebres que hay en esta gran ciudad habrale parecido la mía muy mal, sino que es de pechos nobles favorecer humildades y darles mayor honor que tienen méritos. —Dejemos cumplimientos —dijo Marquina, encendido de amores—, que vuelvo a reiterar lo que he dicho, asegurándoos, señora Teodora, que aunque he oído divinas voces en Sevilla, porque las tiene excelentes, esta vuestra puede competir con todas con seguridad que las ha de exceder. —Besoos las manos —dijo Rufina— por el encarecimiento.Yo me doy por favorecida y quisiera que mis cuidados me permitieran continuar el daros gusto con este instrumento, mas son tan graves que este rato que le he tomado lo hice por probar si con él podía divertir la memoria de mis pesares. —En mi casa —dijo Marquina— los he de ver acabar y así, porque yo os sirvo en ella con gusto y amor, servíos de mostrar aliento en vuestra pena.

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asegundaba: «Hacer lo mismo que se hizo antes o se acababa de hacer, como asegundar los azotes o el golpe, que es volver a azotar o a dar golpes» (Aut.). 148 Cicerón… Demóstenes: célebres oradores de la antigüedad que se traían a cuento para referir el talento retórico. Comp. Guzmán, II, «Elogio», p. 26: «Les oí a muchos que, como a su Demóstenes los griegos y a Cicerón los latinos, puede la lengua castellana tener a Mateo Alemán por príncipe de la elocuencia».

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—Yo estimo —dijo Rufina— esa noble voluntad, adornada de tantas obras, y me esforzaré, pues lo mandáis, cuanto pueda, mas no sé cómo será viendo que aun quien me dejó aquí ha tres días que se olvida de mí. —Eso no os dé cuidado —dijo el enamorado viejo—, que causa forzosa le debe de obligar a no volver a veros. —Yo presumo —dijo ella— que se debe de haber vuelto a Granada, porque no le tengan por cómplice en mi fuga. Y si esto es así, buena me ha dejado llevándoseme lo poco que traía conmigo. —No lo creáis149 —dijo Marquina—, que la lástima de veros en esta tierra sola y afligida no le dará osadía a dejaros y ausentarse, y cuando todo falte yo no os puedo faltar, que os amo ya con tantas veras que no sé si soy el mismo que solía. Aquí encajó su pensamiento el enamorado Marquina, conque se declaró a su huéspeda. Ella, no dándose por entendida de la afición, respondió solo a la oferta agradeciéndole150 mucho su buen ánimo, esperando con efeto recibir dél siempre favor. Era hora de comer y estaba la mesa puesta, conque los dos se sentaron a ella, regalando Marquina a su dama con nuevos y esquisitos regalos, que donde asiste amor no hay pecho avariento y así no lo era ya Marquina. Había concertado Rufina con Garay que viniese a verse con ella en las ocasiones que su amante estuviese fuera de casa y que viniese en forma de pobre, de modo que no diese sospecha su hábito. Ella había probado cuantos medios pudo para ver cómo se le podría hacer un buen hurto al miserable Marquina, mas era tan inexpugnable el aposento que su dinero encerraba que mil veces se vio desesperada de buen suceso. Otros tres días pasaron sin que se viese con Garay y en todos mostraba un descontento que a Marquina traía no poco cuidadoso, porque este le atajaba la osadía para significarle más latamente su amor. En este tiempo pudo Rufina ver dónde el viejo tenía las llaves de sus cofres y considerar atenta la disposición de su casa para lo que iba trazando. Antes de anochecer, que aún no había venido Marquina, estando Rufina puesta en una ventana que caía a la ciudad, vio llegarse a la quinta a Garay, en forma de pobre con dos muletas. Pidiole limosna

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le creais A. agredeciendole M. Corrigen B y A.

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porque vio estar Rufina151 acompañada de la hortelana; ella se la arrojó de la ventana, preguntándole de dónde era. Garay la dijo ser de Granada, con lo cual se alegró tanto que dijo a la hortelana: —Ay, amiga, vamos abajo, si gustáis, que quiero hablar con este pobre, por si ha poco que vino de mi patria. Mostró complacerla la hortelana y así bajaron las dos a la puerta de la quinta, mandando entrar en ella al fingido pobre, a quien preguntó Rufina que cuánto había que saliera de Granada. Él la dijo que había como diez días. Con esto le hizo algunas preguntas generales, tan largas que la hortelana, teniendo que hacer, acudió a las haciendas de su casa y los dejó, cosa que los dos deseaban y por eso dilataba Rufina las preguntas.Viendo pues a la hortelana ausente, entre los dos trazaron para la siguiente noche lo que después oiréis, conjurándose contra el buen Marquina, blanco a que tiraron ambos desde que habían salido a destruirle. Con esto se despidió Garay y Rufina se subió arriba, diciendo a la hortelana cómo había sabido de aquel pobre muchas cosas de su patria que la importaban para tratar de volver presto a ella. No le dio mucho gusto a la que se lo oía, ni después a la ama de Marquina, que se lo dijeron, porque con su ausencia temían ver a su señor volverse a su mezquina condición, faltando la causa que le hacía liberal, y así todos sus criados vivían contentos con la huéspeda. Vino Marquina y aquella noche halló a su dama con más alegre semblante que otras, conque tuvo atrevimiento para significarle más dilatadamente sus penas y amorosos deseos. No los despreció Rufina, antes, cariñosa más que nunca, le dio algunas esperanzas de favorecerle, conque el buen viejo tuvo por cierto que aquella fortaleza se le comenzaba a rendir. Y así, para abreviar más esta amorosa conquista, aquella noche la dio una sortija que con este fin había comprado para ella. Era un diamante que valdría cincuenta escudos152, cercado de unos pequeños rubíes. Mostrose agradecida la dama y por fiesta de la dádiva quiso aquella noche entretenerle cantándole algunas letras, si bien mostró poco gusto cantárselas en tan mal instrumento como tenía, ofreciéndole Marquina pedirla esotro día una arpa, por verla inclina151

estar a Rufina A. cincuenta escudos: son aproximadamente quinientos reales. Se trata de la misma cantidad que recibe Trapaza de su madre para cubrir sus gastos de viaje de Segovia a Salamanca. El doble, cien escudos, lleva Teresa para viajar de Madrid a Córdoba. 152

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da a cantar a ella. Recogiéronse cada uno con varios pensamientos. Marquina deseando ser favorecido de Rufina, llevando intento de obligarla con dádivas para que lo hiciese, por saber que estas atajan las dilaciones; y Rufina trazando el modo con que abreviar con el hurto que pensaba hacerle. El siguiente día, Garay, como cursado en semejantes lances de latrocinios, se previno de amigos profesores deste ejercicio, y habiendo espiado a Marquina, aguardaron que estuviese ya para recogerse, que fue algo tarde, por haberle entretenido Rufina con ese ánimo. Bien serían las doce de la misma noche cuando Garay y sus camaradas se llevaron consigo un hombre formado de paja, a quien pusieron con una capa rebozado. Este pusieron enfrente de la principal ventana de la quinta, que era el cuarto de Marquina. Allí pues le fijaron con un palo en el suelo, de modo que parecía estar en pie. Era la noche algo escura153, de suerte que les fue en esto muy favorable. Puesta aquella figura en aquel sitio, llamaron a la puerta de la quinta con grandes golpes, resonando el ruido de la aldaba por toda ella, de manera que a Marquina le halló este rumor comenzando a dormir el primer sueño. Despertó algo alborotado, por parecerle novedad que a aquella hora llamase nadie en su quinta, cosa que nunca había sucedido después que vivía en ella, por saber su recogida condición, conque nadie le buscaba a aquellas horas. Llamó a un criado y hízole que mirase quién llamaba a su puerta. El criado medio dormido salió a verlo y como viniese de aquella manera preguntó que quién llamaba, mas no le respondieron y, no reparando en la figura fingida que estaba delante de la quinta a pie fijo, volvió a su señor diciéndole que no vía a nadie. Sosegose un rato Marquina, mas durole poco este sosiego, porque con mayores golpes volvió a llamar Garay, que era el autor desta tramoya154. Con mayor sobresalto mandó Marquina a su sirviente que volviese a examinar quién llamaba, mas como le sucediese lo mismo, que no le respondiesen, dio esta nueva a su señor, conque le obligó a cubrirse una capa y así, desnudo como estaba, púsose a la ventana, diciendo: —¿Quién llama a estas horas en mi casa?

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obscura A. tramoya: ‘trampa’, ‘enredo’.

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Tampoco tuvo respuesta y mirando por el campo con más cuidado que su doméstico, descubrió la figura de paja que sin movimiento era el norte155 deste embeleco y el principal personaje desta máquina156. Con notable pavor se halló Marquina entonces, viendo la persona que llamaba y que no le respondía, y así, sacando fuerzas de flaqueza, le dijo en voz alta: —Señor galán, si es como157 que quiere darme, efeto de la ociosidad y travesura de la juventud, yo no los sufro y así le ruego de bueno a bueno que se vaya y no altere nuestro sosiego, si no gusta que yo le ponga en el camino de Sevilla con más celeridad que quiera, disparándole un par de balas si más vuelve a inquietarme. Con esto se quitó de la ventana y cerrándola se recogió a dormir, mas apenas quería entrarse en la cama, cuando con mayores y más desatinados golpes volvieron a llamar. Obligole esto a tomar luego una escopeta cargada, de que estaba siempre prevenido, para guarda y defensa de su dinero, y con ella salió otra vez a la ventana y, viendo en el mismo puesto al que sin movimiento se estuviera en él si no le llevaban, dijo: —Demasiado atrevimiento es porfiar en lo que no tiene más provecho que inquietarme.Ya la descortesía pasa de límite y merece que con otra mayor se le pague. Quíteseme, quienquiera que sea, de delante de mi casa si no quiere le haga ir mal que le pese. Esto dijo habiendo alzado el perrillo158 a la escopeta y apuntándole. Pues como viese el poco caso que de su amenaza hacía aquel inmoble159 personaje de materia tan leve, pensó que, sin temor de que tuviese escopeta con que hacerle ir de allí, se burlaba de él y así, requiriéndole por tercera vez, que no le provocase a hacer una demasía. Hallándole rebelde a tantas amonestaciones, se resolvió a disparar

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norte: «Metafóricamente vale guía, tomada por la alusión de la estrella del Norte, por la cual se guían los navegantes con la dirección de la aguja náutica» (Aut.). 156 Marquina M, B y A. Sigo la lectura de Ruiz Morcuende. Máquina es ‘embuste’, ‘trampa’. 157 como: «Chasco, zumba o cantaleta. Úsase comúnmente con el verbo dar, diciendo dar como u dar un como» (Aut.). Comp. Trapaza, p. 101: «Trataba más de divertirse y desvelarse en dar un como que en estudiar un texto». 158 perrillo: «Llaman algunos al gatillo de las armas de fuego» (Aut.). 159 inmoble: por inmóvil, dado que no se mueve.

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la escopeta, no para espantarle, como pudiera, sino para ofenderle. Y así, apuntándole muy de propósito, no le erró, metiéndole dos balas en el cuerpo de paja, dando con él en tierra. A este tiempo aguardaba Garay con mucho cuidado y no menor intención y, viendo ejecutado lo que deseaba, al instante que cayó la figura del escopetazo acudió con decir en lastimosa voz: «¡Ay, que me han muerto!» y luego tras desto hicieron rumor Garay y sus camaradas, como que se admirasen del fracaso. Sumamente se alborotó con lo que hizo nuestro Marquina, porque los miserables siempre son de corto ánimo y todo aquello que va en orden a menoscabo de su caudal lo sienten mucho. Cerró su ventana y despertando a Rufina con no poco alboroto —y tuvo poco que hacer en esto pues no dormía con el cuidado de ver bien entablada su pretensión—, la dio cuenta desto que había hecho. Mostró pesarle mucho, reprehendiéndole haber tomado aquella cruel resolución, que pues había conocido ser como y que en su casa estaba seguro, podía haber dejádolos llamar cuanto quisiesen a la puerta, que más llevadero era pasar con inquietud, que no ahora con sobresalto, poniéndose en trabajo por una muerte. Con esto le dijo otras cosas, con que el pobre Marquina se halló confuso y lleno de temor, sin saber qué hacerse. Aconsejole Rufina que si quería su quietud, se fuese luego a San Bernardo a retraerse, porque era cierto, si aquel hombre se hallaba a la mañana muerto allí, el prenderle a él por estar más cercano a su quinta que a otra parte. Ya Marquina no quisiera haber nacido y afligíase de modo diciendo tantos desatinos, que si a Rufina no le importara valerse de la disimulación se riera mucho de verle. Despertó a toda su familia, dioles cuenta del caso y todos le afeaban el haberse precipitado a lo que hizo, conque el pobre viejo estaba para perder el juicio. Considerábase en manos de la justicia, su dinero en poder de sus ministros, expuesto a su disposición y su vida a riesgo de perderla si confesaba su delito en algún riguroso tormento160, no discurriendo en que la defensa es natural a cualquiera.

160 tormento: «La aflicción que judicialmente se da alguno contra el cual haya semiplena probación e indicios bastantes para condenarle a quistión de tormento» (Cov.).

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Lo que se resolvió en estas confusiones fue en ausentarse Marquina yéndose a San Bernardo, mas no sabía en qué poder dejase el dinero. Fiarle de sus criados no le estaba a cuento, llevarle en casa de algún amigo, que tenía pocos por su exquisita161 condición, tampoco había lugar para hacerlo. En esta perplejidad se hallaba, sobre que pidió consejo a Rufina. Ella, mostrándose afligida y no menos temorosa que él, no se resolvía en aconsejarle, si bien el final acuerdo ya le tenía en su mente maquinado, que es el que al fin se vino a ejecutar.Y así lo que le dijo162 fue si se hallaba con algún dinero. Marquina le confesó de plano tener en su casa cuatro mil doblones, sin otros dos mil ducados en plata doble163. —Pues lo que yo haría —dijo la taimada moza—, puesto que164 por ser cosa pesada no se puede llevar a esta hora sin verse a casa de un amigo, que lo enterréis en esta quinta, en parte que sea después hallado, poniendo alguna señal por donde sea conocido el lugar que lo atesora.Y esto debe ser hecho por vuestra mano, sin que ninguno de vuestros criados lo vean, por el peligro que corre de que os lo roben, supuesto que yo no puedo tampoco asistir aquí, que os fuera fiel guarda de todo, porque es cierto que, si la justicia viene y me halla, he de ser la primera que prenda y no deseo verme en tal peligro, después de haber salido de los que os he dado cuenta. En medio de su aflición, Marquina, oyendo esto a su huéspeda, se enterneció sumamente de verla con tal desasosiego por su causa, con que era cierto el perderla y así se deshacía en llanto. Animole Rufina porque llegase a efeto lo que deseaba tanto.Y así, habiendo mandado a los criados que se recogiesen a sus aposentos y que dellos no saliesen, él y Rufina, de quien solo hizo confianza por el mucho amor 161

exquisita: ‘singular’, ‘rara’. que dixo A. 163 cuatro mil doblones… dos mil ducados en plata doble: la cifra en doblones (moneda equivalente al doble en escudos) corresponde a poco más de ocho mil reales. La cantidad de ducados la posee Marquina en monedas de plata (reales) que duplican su peso ordinario. La cifra asciende a más de veintidós mil reales. En total, un tesoro de treinta mil reales, que equivalen a unos dos mil setecientos ducados. Recuérdese, por ejemplo, que en Teresa de Manzanares la renta anual del burlado capón, maestro de capilla en Córdoba, un individuo de podría considerarse en la actualidad de «clase media», era de nueve mil reales (cap. XI).Asimismo, esos casi tres mil ducados corresponderían a una dote generosa (considerando que la más baja para una dama era de mil ducados), aunque tampoco opulenta. 164 puesto que: ‘aunque’. 162

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que la tenía, fueron adonde estaba el dinero. Teníale en un cofre barreado de hierro165, con una llave tan extraordinaria que fuera imposible falseársela ni sacar aquella moneda de allí sino era por aquel camino que Rufina había tomado, saliéndole bien su traza. Sacaron la moneda y depositándola en un pequeño cofrecillo, la que era en oro le llevaron a la huerta, donde con un azadón le hicieron una honda sepultura y le dejaron sepultado, dejando a un lado lugar para seis talegos, en que estaban los dos mil ducados en plata, que los fueron llevando con harto trabajo, por ser Marquina viejo y ella mujer no usada a tales ejercicios de cargarse peso a sus hombros. Pues como fuese depositado todo el dinero en aquella sepultura, dejaron encima della una señal bastante para ser conocido el lugar y la tierra movediza la disimularon con cubrirla de yerbas que de la huerta arrancaron. Con esto Marquina reservó para sí docientos escudos en oro166, que tenía en un escritorio, y cincuenta que dio a Rufina para que lo pasase en alguna parte hasta ver sosegado aquel alboroto. Con esto se subieron a lo alto de la quinta y vieron desde allí andar gente en el campo con luz, que era Garay y sus camaradas, fingiéndose justicia. Así estaba167 concertado entre Rufina y él, y ella le dio aviso desto a Marquina, aconsejándole no parase más en la quinta, sino que se fuese a San Bernardo, llevándola a ella también. Para conseguir esto, hubieron de salirse por las tapias de la quinta, por no poder abrir la puerta, que a ella llamaban ya los interlocutores en esta farsa con el imperio168 que si verdaderamente fueran ministros de justicia. Toda la familia de Marquina le siguió por las tapias, que no quiso verse por su causa en poder de justicia, pagando su inocencia lo que él había pecado con malicia, y así dejaron desamparada la quinta, al tiempo que ya quería amanecer. Marquina y su dama aguardaron entre unas huertas a que fuese bien de día para que abriesen en San Bernardo, adonde se entraron luego que vieron abierta la puerta de la iglesia. Con atento cuidado había estado Garay hasta que vio lograda la fuga de Marquina y su gente.Y así, luego que fueron dos horas de día 165

barreado: ‘reforzado con barras de hierro’. docientos escudos en oro: aproximadamente dos mil reales. No alcanza ni siquiera al diez por ciento de su tesoro. 167 eitaba M (en fe de erratas). Enmiendan B y A. 168 imperio: «El mando y señorío» (Cov.). 166

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ya pasadas, acudió a este monasterio vestido de estudiante169, por disimularse mejor. Allí habló con Rufina —sin que lo viese su amante, porque su miedo era tal que se había ya retirado a lo más secreto del convento— y despedido della, quedando concertado entre los dos que le viniese allí a ver y a dar aviso de lo que pasase. Dio cuenta Rufina a Garay cómo dejaban enterrado el dinero, pero mintiole en la cantidad, no confesándole haber más que lo que se ha referido haber en plata; y esto lo hizo con fin de ocultar dél la mayor partida, que estaba en oro, por lo que después sucediese, por si podía ella aprovecharse dél, porque no tuviese parte en todo. La siguiente noche, a más de las doce, vino Garay y otro amigo, acompañando a Rufina, que venía en hábito de hombre por disimularse mejor, y con su ayuda saltó por las tapias de la quinta y quedando ellos atendiéndola fuera della hasta ser avisados que había seguridad. Lo primero que hizo la astuta moza fue irse a donde había dejado escondido el azadón y con él desenterrar el cofrecillo del oro y volver a cubrir la plata con tierra, y luego depositar en otro escondido lugar su cofre, para que no se hiciesen los cómplices partícipes de toda la cantidad. Luego llamó a Garay y su compañero, y los dos, desenterrando la plata, cargaron con ella y fuéronse los tres a una posada que tenían fuera de Sevilla, y apenas los dejó durmiendo Rufina, cuando en el mismo traje volvió con un ánimo más que de mujer por su reservado tesoro.Y aunque hubo harta dificultad en poderle sacar, por el peso, al fin salió della bien, volviéndose a su posada sin haber sido echada menos de sus compañeros. El siguiente día y otros dos, habiendo contentado a los interesados con poca moneda y habiéndose estofado Rufina dos almillas170 de aquellos doblones de Marquina, dejaron a Sevilla ella y Garay, que no quiso desampararla, conociendo de su sujeto171 cuantas medras se le

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vestido de estudiante: la ropa que identifica al estudiante es la loba, que también visten los religiosos de primeras órdenes, y el bonete. 170 estofado… dos almillas: ‘oculto en las dos almillas’, rellenándolas con los doblones. 171 sujeto: «Sujeto tomamos por la calidad de la persona, como Fulano es un buen sujeto, conviene a saber tiene disposición para aquello a que le aplicamos» (Cov.). Comp. Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 72: «Y si vuesa merced ha de pasar por ellos, no me parece tiene sujeto para sufrir dos noches malas al sereno, aguas y nieves, como yo sé por ex-

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habían de seguir en su compañía. Tomaron los dos el camino de Madrid, donde los dejaremos, por volver a nuestro retraído Marquina. Estaba pues el mísero hombre afligido de ver que en cuatro días no hubiese vuelto a verle Rufina, que él tenía por Teodora, y así se valió de un monje de aquel monasterio, persona inteligente en Sevilla, para que le supiese qué diligencias hacía la justicia contra él y qué se decía de la muerte. El monje lo tomó muy por su cuenta y, habiendo corrido por las partes donde desto se podía tener noticia, no hubo nadie que le pudiese dar razón de lo que deseaba saber, conque volvió a decírselo a Marquina, muy contento de que pudiese libremente salir, dejando aquel retiro. Con todo, él no se fio de lo que el religioso le aseguraba y así una noche se fue a casa de un confidente amigo suyo, a quien dio cuenta de su desasosiego y él tomó a su cargo saber lo que había. Hizo la misma diligencia que el monje y no halló rastro de nada. Acudió a la quinta y con la llave maestra de la puerta della, que le dio Marquina, la abrió y halló sola de gente, y el macho de su amigo muerto, porque como nadie pudo cuidar de su sustento, acabó con la vida. De todo dio cuenta a Marquina, aconsejándole que podía salir y pasearse como de antes, conque él se holgó de haber perdido el macho, a trueco de verse vuelto a su quietud y sosiego; si bien no dejaba de sentir el no le haber buscado Rufina, que la había cobrado grande afición, mas atribuíalo que como era mujer estaría retirada con temor de la justicia.Volvió a su quinta y a ella volvieron el hortelano y su mujer, con los demás criados, que todos andaban a sombra de tejado172, como dicen, hasta ver sosegado aquel alboroto que en tanto miedo les puso. La noche misma que Marquina fue a dormir a su quinta no quiso hacerlo sin haber vuelto su dinero al cofre que le guardaba y así, acompañado del hortelano, con una luz bajaron a la huerta, acudiendo a la parte donde habían dejado la moneda en el cofrecillo y en los talegos, y guiándose por la señal que él y Rufina habían dejado para acertar con ello, no la hallaron, conque Marquina se alborotó no poco. Buscáronla por todo aquel contorno, mas fue en balde, que Rufina la periencia que pasan los enamorados». Anteriormente ha sido empleado el término en sus sentidos ora de ‘individuo’ ora de ‘tema’. 172 a sombra de tejado: «Frase adverbial con que se significa que alguno está encubierto, disimulado u oculto por algún delito, por el cual le conviene no le vean» (Aut.). Correas lo cita sin glosarlo (núm. 2435).

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había quitado de su lugar para que anduviese hecho loco en busca de su dinero. Una y muchas veces paseó aquel sitio, con tanto cuidado como sobresalto, mas por aquella noche no dio con la señal, norte por quien se había de guiar, conque el mísero Marquina perdía el juicio, haciendo cosas de loco. El hortelano no sabía qué era lo que buscaba, ni para qué fin le había traído allí y así con lo que le vía173 hacer le tenía admirado. Resolviose el afligido Marquina a no tratar de nada por aquella noche y así con esta pena se fue a acostar, mejor diré a estar penando toda aquella noche, que así la pasó; mas apenas174 la luz del día entró por los resquicios de sus ventanas, cuando se levantó y, llamando al hortelano, volvieron al lugar mismo en que la noche antes habían estado, buscó la señal y fue cansarse, conque se resolvió en hacer cavar todo aquel lugar. Hízolo el hortelano y lo que desto resultó fue hallar los dos hoyos que fueron sepulcros de la moneda y cofrecillo, conque el miserable Marquina acabó de rematar con su juicio arrojándose en el suelo y dándose de bofetadas en el rostro, diciendo y haciendo cosas que causaba lástima a los que presentes se hallaron, que eran sus criados, los cuales vinieron a entender haber perdido su dinero o, lo más cierto, habérsele robado por orden de Rufina. Confirmose esto con que la hizo buscar por toda Sevilla, mas ya la tal moza se había puesto en cobro175, mudando tierra y llevándose el dinero del miserable viejo, que con tanto afán le había adquirido. Él estuvo del pesar algunos días enfermo y en Sevilla fue celebrado el hurto holgándose muchos de que fuese así castigado quien tan pocas amistades sabía hacer con lo que le sobraba176.

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veia A. la penas M (en fe de erratas). Enmiendan B y A. 175 se había puesto en cobro: ‘se había escondido’. 176 El pueblo de Sevilla considera el colosal robo como un acto justamente merecido por el avaro perulero. Este cierre del episodio enfatiza así la moralidad del mismo. Igual mecanismo empleará Castillo en los siguientes hurtos de Rufina. 174

LIBRO II DE LA HIJA DE TRAPAZA Y GARDUÑA DE LAS BOLSAS1

Luego que Rufina dio el salto 2 en la moneda al miserable Marquina, le pareció no aguardar a que con diligencias fuese buscada de la justicia, como lo hizo el agraviado.Y así, la noche siguiente, en dos mulas que buscaron ella y Garay, se fueron a Carmona, ciudad que dista media jornada de Sevilla, quedando concertado que un coche que iba a Madrid, al pasar por aquella ciudad, los llevase, para lo cual dejaron pagados los dos principales lugares dél. En Carmona se apearon en un buen mesón, donde encubierta Rufina determinó aguardar el coche, disponiendo en tanto lo que había de hacer de su persona, señora ya de ocho mil escudos en doblones de cuatro y de a dos; caudal que aquel miserable que con afán, vigilias y ayunos los había granjeado pasando mares y conociendo nuevos y remotos climas, que esto tiene granjeado el que es esclavo de su dinero, de quien la avaricia se apodera, que hubo muy pocos en Sevilla que no se holgasen de su hurto, por verle tan cudioso y tan poco amigo de hacer bien a nadie, que aun con ser interés suyo y en bien de su alma pocas veces lo vieron hacer alguna limosna. Escarmienten en este los avaros, considerando que si Dios les da bienes es para que con ellos aprovechen al prójimo y no sea su ídolo su dinero. Volvamos a nuestra Rufina, que estaba en Carmona esperando el coche en que había concertado irse a Madrid, por parecerle que aque1

guarduña M. A lee por título: «Libro segundo / La garduña de Sevilla / y anzuelo de las bolsas / hija de Trapaza». 2 salto: «Vale asimismo pillaje, robo y botín» (Aut.). Comp., con juego verbal, Guzmán, II, p. 237: «No acabo de resolverme cómo hacerle un salto que no me deje después en el aire».

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lla Corte era un mare magnum donde todos campan y viven, y que ella pasaría mejor que otra con su moneda, si bien adquirida en mala guerra3, que son bienes que pocas veces lucen, granjeados por mal modo. Llegó pues el esperado coche a Carmona, ocupado de seis personas, porque ocho es la tasa de los coches de camino, si ya no excede della la codicia de los cocheros embaulando en ellos otras dos. Venían en el coche un hidalgo anciano con su mujer, un clérigo y dos estudiantes, con un criado del clérigo que era mozo de quince años. Ya sabían los caminantes que en Carmona estaban Rufina y su pedagogo4 Garay para ocupar los dos asientos principales del coche y así se los desembarazaron esotro día a la partida de allí. Mas Garay, que era hombre comedido, no quiso que le tuviesen por grosero y así cedió su lugar a la mujer de aquel hidalgo, que ocupó el lado izquierdo de Rufina, y él se acomodó con su esposo a la proa del coche5. Pues asentado esto para todo el camino, partieron de Carmona un lunes por la mañana. Era esto en el mes de setiembre6, al principio dél, cuando las frutas están en la mejor sazón. Iban todos los caminantes muy contentos con llevar tan buena compañía7, y Rufina y Garay mucho más con la gentil mosca8 que habían pillado al buen Marquina. El hidalgo era hombre entretenido9, el clérigo de excelente humor, los estudiantes no menos agradables, y así no se sentía el 3

adquirida en mala guerra: en contraste con la frase hecha habido en buena guerra. pedagogo: «El ayo que cría el niño» (Cov.), empleado con obvio sentido irónico. Pero también «por extensión se llama a cualquiera que anda siempre con otro y le lleva donde quiere o le dice lo que ha de hacer» (Aut.). 5 La proa era la parte delantera del coche y la popa, la trasera, en cuyos asientos se va de frente y que eran reservados por eso mismo a las personas principales, como lo indica el texto. Particularmente, era lugar preferido de las damas, para poder ser vistas. Comp. Cervantes, El vizcaíno fingido, en Teatro completo, p. 784: «Brígida: ¡Ay, Cristina! No me digas eso, que linda cosa era ir en la popa de un coche, llenándola de parte a parte, dando rostro a quien, y como, y cuando quería». 6 septiembre A. 7 compania M. Enmiendan B y A. 8 mosca: «Llaman en estilo familiar y festivo al dinero» (Aut.). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 286: «Y ya que el diablo le ha dicho a vuesa merced que se acabó la mosca, quiérame sobre prendas». 9 entretenido: «Vale también chistoso, alegre y de genio festivo y placentero; y así del que gasta buen humor, con el cual entretiene y divierte a otros, se dice que es hombre entretenido» (Aut.). 4

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camino hablando en varias cosas, deseando10 cada uno mostrar sus gracias, en particular el clérigo, que dijo ir a la Corte a imprimir dos libros que había compuesto, donde había de sacar licencia11 para darlos a la estampa. Era el hidalgo, que se llamaba Ordóñez, curioso y quiso saber de qué materia trataban. Respondió el licenciado Monsalve, que este nombre tenía el clérigo, que eran de entretenimiento, por ser cosa que más se gastaba en estos tiempos y que el uno intitulaba Camino divertido y el otro Flores de Helicona12. El primero constaba de doce novelas morales, mezcladas de varios versos a propósito, y el de Helicona de rimas que él había escrito estando estudiando leyes en Salamanca; y añadió a esto que si no les fuera molesto les entretuviera con el primero los ratos que hiciera pausa la conversación. Rufina, que era amiga de tales libros y cuantos deste género salían los había de leer, diole deseo de ver el estilo con que escribía el licenciado Monsalve y así le rogó mucho que, si no le era de enfado sacar el libro, estimaría oír dél una novela, porque se prometía que de su buen ingenio sería muy pensada y mejor escrita. —Señora mía —dijo Monsalve—, todo cuanto yo he podido ajustarme a lo que se escribe en estos tiempos lo he hecho. Mi prosa no es afectada de modo que cause enfado a los que la leyeren, ni tampoco tan baja de voces que haga el mismo efeto. Procuro cuanto puedo no cansar con lo prolijo ni desagradar con lo vulgar. Esta prosa que hablo es la que escribo, porque veo que más se admite lo natural que lo afectado y cuidadoso, y es atrevimiento grande escribir en estos tiempos, cuando veo que tan lucidos ingenios sacan a luz partos

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dessendo M. Corrigen errata B y A. licencia: la publicación de un libro exigía un trámite que empezaba por la licencia expedida por el Consejo de Castilla. 12 entretenimiento… Camino divertido… Flores de Helicona: con la palabra entretenimiento se refiere a que su obra es un libro de entretenimiento, término que englobaba la prosa de ficción aurisecular, tanto colecciones de novela corta como las novelas extensas (i.e., el título completo de La pícara Justina es Libro de entrenimiento de la pícara Justina). Camino divertido recuerda títulos como Viaje entretenido (1604) de Agustín de Rojas Villandrando o inclusive El pasajero (1617) de Suárez de Figueroa, textos caracterizados por el carácter misceláneo que les otorgaba su estructura de ‘alivio de caminantes’. Flores de Helicona es título igualmente típico para un libro de poesía (Helicona era la fuente, ubicada en el monte del mismo nombre, cuyas aguas inspiraban a los poetas). Comp. el título Flores de poetas ilustres (1605), la célebre antología de Pedro de Espinosa. 11

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tan admirables cuanto ingeniosos y no solo hombres que profesan saber humanidad; pero en estos tiempos luce y campea con felices aplausos el ingenio de doña María de Zayas y Sotomayor, que con justo título ha merecido el nombre de Sibila de Madrid13, adquirido por sus admirables versos, por su felice ingenio y gran prudencia, habiendo sacado de la estampa un libro de diez novelas que son diez asombros para los que escriben deste género, pues la meditada prosa, el artificio dellas y los versos que interpola es todo tan admirable que acobarda las más valientes plumas de nuestra España. Acompáñala en Madrid doña Ana Caro de Mallén14, dama de nuestra Sevilla, a quien se deben no menores alabanzas, pues con sus dulces y bien pensados versos suspende y deleita a quien los oye y lee. Esto dirán bien los que ha escrito a toda la fiesta que estas carnestolendas se hizo en el Buen Retiro15, palacio nuevo de Su Majestad y décima maravilla del orbe, pues trata della con tanta gala y decoro como mereció tan gran fiesta, prevenida muchos días antes para divertimiento de las majestades católicas. Esto decía el licenciado Monsalve buscando al mismo tiempo en su maleta el libro de las novelas y, habiéndole hallado, con atención y gusto de todos los del coche, los entretuvo con esta novela, que leyó en voz alta y clara voz para divertir el camino. 13 María de Zayas y Sotomayor… Sibila de Madrid: esta mención elogiosa a María de Zayas ha llevado a fechar la redacción de La garduña en los años que pasa Castillo Solórzano en Zaragoza (1635-1640), en cuyos círculos literarios se insertó (aunque no se ha determinado si se conocieron en Aragón o en Madrid). Considérese, además, que se trata de la continuación del Trapaza, publicado precisamente en dicha ciudad en 1637. El epíteto de Sibila es encarecedor de su talento literario, ya que «es nombre que los antiguos dieron a ciertas mujeres sabias, que creyeron tener espíritu divino» (Aut.). 14 Ana Caro de Mallén: esta escritora gozó de la amistad de María de Zayas en Madrid, de allí que se le mencione junto a esta última. Su comedia más famosa es El conde Partinuplés.Vélez de Guevara incluye a la poetisa en el episodio de la academia literaria sevillana de El diablo cojuelo. Ana Caro aparece leyendo una silva al ave fénix y merece el epíteto de «décima musa sevillana» (p. 107). 15 La narración de las festividades mencionada se denomina Contexto de las reales fiestas que se hicieron en el palacio del Buen Retiro a la coronación de Rey de romanos y entrada en Madrid de la señora princesa de Cariñán. En tres discursos (Madrid, Imprenta del Reino, 1637). La referencia a «estas carnestolendas» permitiría datar la redacción, de este episodio al menos, alrededor de aquel año, es decir, próxima a la publicación del Trapaza. Las fiestas en el Buen Retiro se llevaron a cabo

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NOVELA PRIMERA QUIEN TODO LO QUIERE, TODO LO PIERDE Valencia, ciudad insigne de las que tiene nuestra España, madre de nobilísimas familias, centro de claros ingenios y sagrario de cuerpos de gloriosos santos, fue patria de don Alejandro, caballero noble, mozo y de grandes partes, que saliendo de doce años en compañía de un hermano de su padre, que iba por capitán a Flandes, aprobó en aquellos países tan bien que mereció substituir la jineta16 de su tío, por muerte suya, asistiendo en servicio del católico rey Felipe Tercero contra aquellas rebeldes provincias doce años continuamente, mereciendo por sus servicios un hábito de Santiago, con grandes ayudas de costa17. En Amberes asistía en el tiempo que por lo riguroso de los fríos hace pausa la milicia, cuando le vino nueva cómo su padre había pagado la postrer deuda18, por cuya muerte heredaba don Alejandro su mayorazgo; que siendo su primogénito y pudiendo estarse en vida regalada y viciosa, como otros muchos caballeros, quiso, huyendo del ocio blando, antes asistir más en los peligros de la guerra, sirviendo a su rey, que no entre las delicias de su patria dando motivo a que murmurasen dél, consideración que debieran tener muchos que no aspiran19 a más que gozar de sus comodidades en vida libre, si lo son aquellas que desdoran su noble sangre.Viendo pues don Alejandro que entre el 15 y el 24 de febrero de 1637. La descripción sucinta del programa de actividades lo ofrecen Brown y Elliot, 1980, pp. 199-203. Por cierto, Vélez de Guevara presidió la academia burlesca organizada para dicha ocasión, cuyas «actas» han sido editadas recientemente por M. T. Julio (2007), bajo el título de Academia burlesca que se hizo en el Buen Retiro a la Majestad de Filipo Cuarto el Grande, año de 1637. 16 jineta: «Lanza corta con el hierro dorado y una borla por guarnición, que en lo antiguo era insignia y distintivo de los capitanes de infantería» (Aut.). 17 ayudas de costa: «El socorro que se da en dinero, además del salario o estipendio determinado, a la persona que ejerce algún empleo» (Aut.). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 242: «El cierto saca y le da su ayuda de costa, y le ofrece su persona y no ve la hora de huir del que le conoce». Los doce años de servicio no tienen mucho sentido, si recordamos que más bien fue este mismo lapso lo que duró la tregua con las provincias unidas (1609-1621), a menos que se remita los primeros años del reinado de Felipe III, antes de la firma de dicha tregua, aunque no sumen doce años (1599-1609). 18 había pagado la postrer deuda: ‘había fallecido’. 19 aspiraba A.

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por muerte de su padre le importaba ir a dar una vista a su patria Valencia, a poner su hacienda en razón20, pidió licencia al serenísimo archiduque Alberto21, que visto el pedírsela con legítima causa se la dio, honrándole mucho por haberle prometido volver muy presto a servir debajo de su mano cuando otros pensaban que se iba a retirar. Llegó a Valencia, donde fue alegremente recebido22 de sus deudos y amigos. Comenzó a poner en razón las cosas de su hacienda, sin atender a los entretenimientos en que se ocupa la juventud, porque, aunque era soldado, fue dado muy poco al juego, virtud que la ejercen pocos hombres mozos y que se debe estimar en esos tiempos, porque el distraimiento23 del juego es tal que dél nacen mil daños, como se experimentan en lastimosos sucesos que dél han procedido; teatro ha sido Valencia de algunos.Tampoco don Alejandro trataba de amores, no obstante que tenía tan buena ocasión de emplearse con tan hermosas damas como ilustran aquella célebre ciudad. En lo más que se ejercitaba24 este caballero era en hacer mal a caballos25, teniendo cuatro que compró en Andalucía, hermosísimos y de grandes obras. En estos salía en las fiestas de toros que aquella ciudad celebraba a romper algunos rejones, con que se llevaba la fama del mayor toreador de España. Suelen en Valencia cuando comienza la primavera, salir las más familias26 de aquella ciudad a hacer la seda27 fuera della, en amenas alquerías28 que hay cerca, y esta ocupación dura desde principios de abril hasta mediado mayo. Pues como un día saliese don Alejandro al

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poner su hacienda en razón: ‘hacer balance de su patrimonio’, ‘echar cuentas’. arquiduque Alberto: Alberto de Austria, sobrino de Felipe II, casó con la hija de este, Isabel Clara Eugenia. Encargados del gobierno de Flandes, Alberto murió en 1621, el año en que se retomó la guerra, en tanto Isabel conservó el poder hasta su muerte en 1633. 22 recibido A. 23 destraimiento A. 24 exercitiua M. Enmiendan B y A. 25 hacer mal a caballos: ‘adiestrar caballos’, era una ocupación típica de la nobleza de Andalucía. 26 las más familias: ‘la mayoría de las familias’. 27 hacer la seda: la producción de la seda fue introducida en España por los musulmanes y, fuera de territorio andaluz, fue especialmente en Valencia donde se estableció una industria sedera importante. 28 alquerías: «La casa sola en el campo donde mora el labrador con sus criados y tiene los aperos y hato de su labranza» (Aut.). 21

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campo a caballo paseando por la amena y deleitosa huerta de Valencia29, a la parte que llaman del Monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza30, habiendo gastado toda la tarde en pasear por aquellos amenos jardines, gozando del suavísimo olor del azahar que producen tantos naranjos como aquel fértil terreno tiene, al tiempo que el sol dejaba el valenciano horizonte, pasó por una alquería que alindaba con los claros cristales del Turia y oyó dentro tocar una arpa con superior destreza. Detuvo el paso a su caballo, pareciéndole que querían cantar, y estuvo largo rato esperando a esto, mas quien la tocaba, ocupada en hacer diferencias en el sonoro instrumento, no ejecutó lo que muchas veces había emprendido, que era dar la voz al viento. En esto cerró la noche y don Alejandro, pagado31 del ameno sitio, dio su caballo al lacayo y, haciéndole apartar de allí, él atendió solo, debajo de un verde balcón, a ver quién tocaba la arpa; mas a poco rato vio hacer pausa a sus varias diferencias32 y que, mudando de lugar, ocupaba en una silla el lado izquierdo del balcón, a quien servía de espejo el cristalino río. Aquí vio a una dama que con la misma arpa, en más fresco sitio, gozando del viento manso que entonces corría, volvía a su gustoso ejercicio.Y después de haber un rato hecho otras nuevas diferencias, cantó estos versos con dulce y sonora voz33: Parabienes dan las flores a los cristales del Turia de que su rosada Aurora entre celajes34 madruga. Las avecillas alegres, hechas cítaras de pluma en sonorosas capillas35

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29 Recuérdese que así se llama una obra de Castillo Solórzano, Huerta de Valencia (1629). 30 Monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza: monasterio de la orden jerónima ubicado cerca de Segorbe, Castellón. 31 pagado: ‘satisfecho’. 32 diferencias: «En los tañidos de los instrumentos músicos se llaman los diversos modos de tocar un mismo tañido» (Aut.). 33 Se trata de un romance de rima ú-a con romancillo y seguidilla é-o al cierre. 34 zagales B. 35 capillas: «El cuerpo o agregado de varios músicos y ministriles con sus instrumentos, mantenidos y asalariados por alguna iglesia catedral o colegial, convento, príncipe, etc.» (Aut.).

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con motetes36 la saludan. Las fuentecillas risueñas, que entre amenidades cruzan haciendo sierpes de plata más aplauden que mormuran37, cuando Belisa penando, por dar pausa a sus angustias, en su templado instrumento esto canta a quien la escucha: «Vientecillos suaves que corréis ligeros, decilde38 mis ansias a mi ausente dueño,

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que después que en su ausencia sin él me veo, con firmeza esperando vivo muriendo».

La suavidad de la voz y la destreza con que la acompañaba con la arpa suspendieron a don Alejandro de modo que no quisiera que cesara, ni él apartarse de aquel lugar. Dejó la dama su instrumento y poniéndose de pechos en el balcón pudo, aunque era de noche, ver al atento caballero que viendo tan cerca la ocasión no la quiso dejar pasar; y así, llegándose cuanto cerca pudo, la dijo: —Dichosísimo el ausente que merece que tan regalada voz celebre su ausencia. Mucho quisiera saber quién es para darle por alegres nuevas la dicha que tiene. Algún sobresalto mostró la dama, cogiéndola descuidada aquellas razones, mas cobrándose, aunque no conoció por entonces a quien se las decía, le respondió: —No cae sobre suceso de ausencia ni algún cuidado el haber cantado esta letra y así os escusaré la diligencia de dar a ningún ausente nuevas de que es favorecido.

36 motetes: «Breve composición música para cantar en las iglesias que regularmente se forma sobre algunas cláusulas de la Escritura» (Aut.). 37 Así en M y B. murmuran A. 38 decidle A.

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—¿Qué certeza puedo yo tener deso —dijo don Alejandro—, cuando en lo penoso del dejo39 conozco pasión en vuestro pecho? —¿Qué os puede importar tenerla? —dijo ella. —Ya mucho —dijo él—, que no es tan flojo hechizo el de vuestra voz que no haya hecho sus efetos en este oyente y así solicita el cuidado seguridades para vivir en su empleo gustoso. Causole risa a la dama oír esto a don Alejandro y díjole que bien hacen las mujeres que son lisonjeadas en no creer a los hombres, pues nunca les tratan verdad. —¿En qué juzgáis que no son verdaderos? —dijo él. —En que si como vos encarecen sus finezas —replicó ella— habiendo tan poco tiempo que aquí estáis, ¿cómo les deben dar entero crédito? Pues por solemnizarme lo mal que he cantado ponderáis que es hechizo mi voz, haciendo quien la oye mucho con su cortesía en esperarla tres coplas de un tono. —No os arrojéis por el suelo ni despreciéis mi verdad —dijo él— dándole otro nombre. Vuestra voz es singular, los accidentes con que habéis cantado lo serán también, pues es cierto se dirigen a la causa de la letra. Solo le faltó por colmo otra de celos, si no es que viváis tan segura que no os los podrá dar. Mejorose de lugar40 la dama para hablar más de propósito con don Alejandro, aunque no le conocía, por pensar que con algún fundamento lo hablaba tan misterioso y así le dijo: —Si lo que ponderáis el hechizo es tan verdadero como vuestra sospecha, bien puedo afirmarme en que sois de profesión lisonjero y así os suplico, por mi abono lo digo, que la aflicción de una necia melancolía41 no la atribuyáis a pena de ausencia, que nunca he sabido qué es tenerla por nadie ni tampoco la pienso tener. —Diera yo porque eso fuera cierto —dijo él— cuanto poseo. —¿Y es mucho? —dijo ella. —Poco es —replicó él—, respeto del sujeto por quien lo ofrezco, mas lo mismo fuera ser señor del mundo, que todo lo diera por bien empleado.

39 dejo: el sabor final que le ha dejado el poema cantado por la dama, cuyos versos finales son especialmente tristes. 40 del lugar A. 41 melancolica A.

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—Sin duda que hoy me levanté con buen pie —dijo la dama—, pues oigo en mi favor tantos que me dejaran envanecida si pensara que tenía partes42 para sin ser vista enamorar y a fe que a verme de día no aconfirmárades43 lo dicho con tanto afecto. —Con lo oído —dijo él— no me puedo engañar y así por fe presumo que quien en esa gracia es tan consumada lo será también en las demás de que carezco44, por serme poco favorable la noche.Y pues no os digo esto de rayos y esplendores, de que se valen los que halagan con las palabras y lisonjean con los mentidos afectos, creeréis de mí que comienzo a amaros con verdades. —Ahora bien, yo os quiero comenzar a creer si me decís quién sois —dijo ella. —Mereceré primero con mis finezas —replicó él—, para que su valor supla el que me falta en la calidad. —Ahora os tengo por hombre de partes —dijo ella—, pues esa desconfianza tenéis de vos, y habréisme de perdonar, que me llaman para una visita y es fuerza irme, por no dar nota con que me hallen aquí. —¿Pues seréis servida —dijo don Alejandro— de dejaros ver mañana en este puesto a estas horas? —No sé si podré —dijo ella—, mas venid, que eso es merecer, aunque yo no salga. —Yo estaré aquí —replicó el ya aficionado galán—, más fijo que los sillares que sustentan este cielo que os atesora. —Mucho llevo que pensar en eso de encarecer —dijo ella—. Para otra vez venid enmendado de hipérboles, que no soy amiga de oírlos, por tener por fabulosos45 a todos los que en ellos tratan, y más con el conocimiento que tengo de lo poco que valgo. Con esto hizo una gran cortesía y se quitó del balcón, pesándole a don Alejandro que tan presto se ausentase dél, que quedó muy picado, así de su voz como de su entendimiento, y deseaba saber quién fuese con grandes veras. No se apartó la dama menos cuidadosa que el galán, porque luego mandó a un criado suyo que supiese quién era

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partes: ‘dotes personales’. confirmarades A. demas que carezco A. fabulosos: «Mentiroso, incierto y que contiene en sí fábula o ficción» (Aut.).

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y le siguiese hasta saberlo. Hízolo así, no costándole mucho la diligencia, porque a pocos pasos le vio poner a caballo y le conoció, volviendo con el aviso a su ama, que no se holgó poco de saber que fuese don Alejandro, de quien había oído tantas alabanzas y visto hacer tan bizarras suertes en la plaza con los toros. En llegando don Alejandro a su posada, quiso informarse de un vecino suyo quién era la dama con quien había hablado y, dándole las señas del puesto de la alquería, supo dél llamarse doña Isabel, el apellido se calla, dama de grande calidad y partes en aquella ciudad, igualando su hermosura con su grande entendimiento. Fue esta dama hija de don Berenguel Antonio, un bizarro caballero que sirvió en la guerra muchos años y, ya dejadas las armas, se había casado en anciana edad; de quien procedió esta hermosa dama, que entonces se hallaba sin sus padres, heredera de una corta hacienda, porque la de don Berenguel era de una encomienda que la majestad de Felipe Segundo le había dado por premio de sus servicios. Esta dama estaba en compañía de una anciana tía suya que lo más del tiempo estaba enferma y habíase retirado a hacer la seda en aquella alquería. De todo se informó don Alejandro largamente, aunque de lo esencial de las partes de doña Isabel tenía ya bastantes noticias, porque en toda Valencia no se celebraba otra cosa que su claro ingenio y agudo entendimiento, estendiéndose hasta hacer muy lindos versos, gracia que se debe estimar en una dama de las partes referidas. No había visto don Alejandro a esta dama y deseaba, aun antes de haberla hablado, verla y desde que supo ser el dueño de aquella alquería, acrecentósele más este deseo, con el cual procuró algunas veces salir al campo con ganas de toparse otra ocasión como la pasada; pero no tuvo tal dicha por estar la tía de doña Isabel aquellos días enferma y no se apartar de su lado. Bien se pasaron más de quince días, en los cuales doña Isabel pudo, con la mejoría de su tía, hallarse en un velo46 que se daba a una monja en el Monasterio Real de la Zaidía47, que estaba vecino a esta alquería. Hallose en esta fiesta lo más lucido de Valencia, así de caballeros como de damas, y nuestra doña

46 velo: ‘ceremonia de ingreso de una monja’. De tomar el velo, «entrar a ser religiosa» (Aut.). 47 Monasterio Real de la Zaidía: monasterio cistercience cuyo nombre original rezaba Gratia Dei, romanceado Zaidía, próximo a la ciudad de Valencia.

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Isabel fue de embozo48 con una criada suya a ella. Acertó a sentarse en una capilla de la iglesia algo obscura y, viendo don Alejandro no hallarse allí con las demás señoras la que ya le daba cuidado, tuvo sospecha que quizá sería alguna de las que estaban de embozo en la capilla y así se fue a ella con otros dos amigos; y llegándose a la dama les dijo a los amigos: —Agravio hacen estas damas a la señora monja en retirarse de lo que todos gozan, pero atribúyolo a que deben ser poco inclinadas a aquel estado, pues aun no quieren ver cómo se profesa en él. Holgose doña Isabel con la presencia de don Alejandro, a quien ya había visto en la iglesia, y quisiérale menos acompañado que venía, mas disimulando la voz le dijo: —Como no somos las convidadas a esta fiesta no cumplimos con todos los requisitos que hacen las que lo son y en cuanto a retirarnos de carecer dese acto, como se ha visto otras veces no le vemos esta, porque en una basta para saber lo que es la que hubiere de elegir el estado de monja. —Según eso —dijo un amigo de don Alejandro—, ¿vos no seréis de las que le apetecen? —No digo nada hasta ahora, porque eso ha de venir por vocación y yo no la he tenido. —Ya en eso —replicó don Alejandro— nos dais a entender que por lo menos no sois casada, pero que deseáis serlo. —Yo no tengo que dar cuenta —dijo ella— del estado a que me inclino y más a quien está lejos de deudo mío, para que apruebe mi buen propósito. —¿Pues no daréis lugar con declararos —dijo él— para que sepamos cuál camino elegís? —¿Cuál me aconsejárades49 vos? —dijo ella. —El de casaros —volvió don Alejandro, habiéndola ya conocido. —Y si no tengo partes para serlo —dijo ella— ni en la posibilidad ni en la persona, ¿qué he de hacer? —A faltar todo —dijo él—, olvidaros de vos misma, que quien no es para monja ni para casada, debe quedarse neutral, por incapaz. —Podré seguir ese consejo —dijo ella.

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de embozo: con el rostro tapado, para no poder ser identificada. aconsejaredes A.

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—Si vos sois servida —dijo don Alejandro— de descubrir lo que oculta vuestro manto, yo os daré consejo más a propósito. Esto dijo acercándose más a ella, a tiempo que doña Isabel pudo cuidadosamente descubrir uno de sus hermosos ojos, que vieron los dos amigos. —Si esto me ha de costar —dijo ella—, bien me estoy cubierta, aunque por el consejo pudiera atreverme contra mi opinión. —Este atrevimiento —dijo don Alejandro— no la agraviará, que ya hemos visto señales que nos aseguran que podéis elegir el estado del matrimonio, premiando con gran dicha a quien mereciera vuestra mano, y sin ver más me ofrezco a ser el que se dispusiera a tan gustoso empleo. A lo mismo se ofrecieron sus dos amigos, pagados de su donaire y de la muestra que dio de su perfección. —¿Hay dicha como la mía? —dijo la dama—, que por un descuido que he tenido hallé tres pretendientes para mi remedio. Ahora bien, yo quiero tratar dél, pues carezco de quien me le busque. Sepa yo las partes de los que se me ofrecen a elegirme, que conforme a ellas haré elección del que más tuviere. Cada uno, con donairosas burlas, comenzó a exagerar sus partes con ridículos disparates y a deshacer las de sus amigos, conque rieron un rato, entreteniendo el tiempo, aunque no era a propósito el lugar en que tenían esta conversación, porque los templos no son lonjas dellas, sino casas de oración, que así las llamó Cristo. Después de haberles oído el informe en su abono, la dama dijo: —Yo me quedo informada y advertida de lo mucho que merecen caballeros de tantas partes y calidad. Consultaré con mi almohada quién ha de ser el preferido de los tres, aunque si va a decir verdad, yo tengo del uno algo más informe y aun experiencia de que es bien entendido, y este creo que me ha de inclinar que le admita, si no teme que yo tenga otro empleo, que le juzgo receloso. Con esto entendió don Alejandro que por él se decía aquello, por lo que entre los dos había pasado la primera vez que había hablado con doña Isabel. Era hora de irse el acompañamiento de la fiesta y así con otros donaires y chistes se despidieron de la dama, quedándose de los tres el último don Alejandro, el cual le dijo: —Buen pago dais a un fino amante desvelado por vos. No pase el rigor tanto tiempo, si no queréis que muera.

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A que respondió ella: —La disculpa sea una enferma a quien asisto y esto es más verdad que vuestro encarecimiento, mas yo procuraré deshacer la queja cuando más descuidado estéis. No hubo lugar de hablarse más y así se despidió don Alejandro, quedando la dama muy pagada dél y con deseo de hablarle50 muy de espacio. Dentro de pocos días lo procuró en el mismo balcón donde primero se hablaron, porque acudiendo allí don Alejandro, ella salió y se vieron, de cuya conversación don Alejandro quedó muy amartelado y la dama no menos, si bien pudiera no aventurarse a favorecerle por estarle mal, como adelante se dirá.Viendo don Alejandro en doña Isabel tan claro entendimiento y agudeza tan profunda en decir, por quien adquiría fama de muy entendida, el segundo papel que la envió, después de haberla significado su afición por el primero, fue este con estas décimas: Tanto en vos la discreción, Belisa, está acreditada que pienso fue anticipada al uso de la razón. Prodigio de admiración obró el poder celestial51 en vos, mas vuestro caudal, que esta dicha ha poseído, ya ostenta que lo adquirido frisa con lo natural52. Anhelantes discreciones tienen los amagos vagos, pero en vos son los amagos discretas ejecuciones. Almas son vuestras razones guiadas de la prudencia. Cada razón es sentencia que pronuncia vuestro labio; pues de lo discreto y sabio es la fina quintaesencia. 50 51 52

hablarse A. cestial M y B. Enmienda errata A. su natural A.

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El talento más perfecto que presume de saber puede de vos aprender rudimentos de discreto, que lo ceñido y selecto de ese ingenio soberano, gloria del imperio hispano cuando en su Corte faltara, documentos le enseñara de elocuente y cortesano. Si vuestro ingenio sutil la Antigüedad conociera veneraciones le diera en estatuas el gentil. Goce de un eterno abril esa verde adolescencia, que su divina prudencia en nuestra moderna edad es sol que a su claridad no halla humana competencia.

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No sabía doña Isabel que don Alejandro tuviese aquella gracia más de las que tenía, que era hacer versos, y gustó mucho de las décimas, a que respondió con este papel: Alabanza que sobra al sujeto por quien se dice es agravio suyo y descrédito de quien lo escribe, pues el sujeto ponderado, juzgándose ajeno de tanto honor, atribuye el elogio a vituperio y la alabanza a sátira dicha por ironía. Ni me desvanezco tanto que no conozca lisonjas, ni me tengo en tan poco que no se me deba algo de lo escrito. Con lo ajustado me obligárades si con lo excesivo me ofendéis. Con las pocas experiencias que tengo de vuestra condición y trato no me persuado a creer en los versos; si buen celo o demasiado cumplimiento os los han dictado, el tiempo me ha de asegurar la verdad. Con él espero o darme por agradecida o sentirme injuriada.

Tuvo modo la hermosa doña Isabel para que este papel viniese a las manos de su nuevo apasionado don Alejandro, el cual quiso satisfacer a la propuesta queja de su dama con hacer esperar al portador y escribirle este:

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La corta alabanza vuestra fuera el mayor descrédito mío si lo que me sobra de amor no supliera las faltas de lo poeta. Mas por no incurrir en otro delito como ese, quiero que la prosa explique lo que la ruda vena no puede, suplicándoos que no con capa de desconfianza discreta acuséis mis necios afectos, que, si no igualaron a sujeto tan del cielo, ha sido por lo que tienen tan de la tierra que no se remontan53 donde su dueño coloca sus bien dirigidos pensamientos. Bien merezco crédito en lo que digo si conocéis lo que siento y cuando lo queráis ignorar por vuestro recato no podéis, consultándoos al espejo, conociendo que entre muchas vitorias que ganáis de vuestros rendidos soy yo un corto trofeo desa beldad y un humilde captivo54 de vuestra prisión55. Remito a que el examen de la experiencia acredite estas verdades y que dellas conozcáis que os aclamarán dueño mío todo el tiempo que viviere, para que agradecida paguéis buenos deseos, asegurada de no conocer jamás agravios.

Con este papel comenzó la hermosa doña Isabel a tener un poco de más satisfación de don Alejandro, facilitándolo el ser escogido entre los dos amigos suyos. Fuéronse continuando las vistas y menudeando los papeles, conque este amor iba subiendo de punto entre los dos amantes, encargándole mucho la dama el secreto en el galanteo, cosa que obedecía don Alejandro con mucha puntualidad. Era algo estremada en esto doña Isabel, de suerte que si en algún templo vía ser mirada de su galán y entonces estaba acompañado de algún amigo, lo que los dos hablaban juzgaba ser en ofensa suya, revelándole su empleo, y así se lo decía o escribía con tanta certeza como si lo hubiera oído. Llevaba don Alejandro esto con mucha cordura, satisfaciendo sus quejas con la verdad y aplacando su ira, que donde hay amor mayores imposibles se vencen. La mira que llevaba don Alejandro era casarse con esta dama, si bien no tenía hacienda, mas dilataba el hacerlo, deseando salir con una pretensión de una encomienda que pedía por sus servicios y los de su tío en Flandes; y esta dilación que hizo en esto le estuvo después bien, como se dirá adelante. Sucedió pues que todos los recatos que la dama tenía, de que no frecuentase pasear su calle, mirar a sus ventanas, ni acudir de noche a hablarla sino a deshora, dándole ya entrada en su casa, sin exceder lo

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remontaron A. cautivo B y A. pasion B y A.

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que lícitamente se permite, ella misma los profanó desta suerte. El tiempo de carnestolendas se celebra en Valencia mucho con máscaras, disfraces, torneos y saraos56; habíanse hecho algunos donde con disimulo don Alejandro y su dama se hablaron, ofreciéndose danzar juntos, y en los acompañamientos que resultan a la salida destas fiestas, una se hacía de junta de damas en casa de una amiga de doña Isabel, adonde fue convidada con otras damas, y asimismo don Alejandro con otros caballeros. No había sarao, sino esta junta era para juegos entretenidos y bailes alegres. Fue la primera a esta fiesta doña Isabel algo temprano, y dentro de poco espacio acudió también allí otra dama muy bizarra, que envió su madre acompañada de dos escuderos de su casa, haciendo fiel confianza de enviársela a aquella señora donde se hacía la fiesta, por ser muy amiga suya y vecina del barrio. Las dos pues estaban cuando acertó don Alejandro a venir también temprano y solo por aviso que le dio su dama de que así lo hiciese. Recibiéronle las damas muy gustosas y él comenzó a entretenerlas, mientras venían más señoras, con sazonados chistes y alegres cuentos del tiempo. La dama que había venido allí, vecina de aquel barrio, levantose a ver una labor de cañamazo57 de un tapete que cubría un bufete, donde estaban dos bujías alumbrando, y celebrando el buen gusto de los matices y lo nuevo de la labor, hizo levantar a don Alejandro a verla. Había en el bufete recado de escribir y esta dama, cuyo nombre era Laudomia, se comenzó a entretener con la pluma en el blanco papel, haciendo algunos airosos rasgos que escribía con lindo aire. Llegose don Alejandro a ver lo que hacía y celebró en ella aquella gracia con alguna exageración, cosa que oyó su dama, no teniendo pocos celos así de verle tan cerca de doña Laudomia como de que se celebrase lo bien que escribía. Tenía con ella este caballero algún conocimiento por un hermano suyo. Era don Alejandro algo burlón, pues como la viese ocupada en probar la pluma, por burlarla sacósela hacia arriba de la mano, conque 56 máscaras, disfraces, torneos y saraos: actividades todas de índole cortesana. Máscara es «festejo de nobles a caballo, con invención de vestidos y libreas, que se ejecuta de noche con hachas, corriendo parejas» (Aut.). El sarao es «junta de personas de estimación y jerarquía, para festejarse con instrumentos y bailes cortesanos» (Aut.). 57 labor de cañamazo: «La tela de cáñamo labrada de seda de colores y piezas de matices, de que se hacen cubiertas de mesas, de sillas y otras cosas» (Aut.).

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participó su blancura, que la tenía muy grande, de lo negro de la tinta. Ella, sintiendo la burla, con una palmada que le dio en un brazo se limpió de lo teñido de la pluma, afeándole de camino al burlón caballero su acción, a que él respondió que nunca menos lució la tinta que en sus manos; gracia dicha por ironía, por tenerlas, como se ha dicho, muy blancas. Ella, ofendida de la socarronería, le volvió a dar otra palmada en las espaldas. Doña Isabel, que más atendía a esto que a lo que hablaba con la señora de casa, encendida de rabiosos celos, se levantó del estrado donde estaba y yéndose para don Alejandro, sin advertir lo que hacía ni la nota que daba58, alzó la mano y cogiéndole descuidado le dio un gran bofetón en el rostro, con tanta fuerza que le hizo salir sangre de las narices y con ella manchar el cuello. Él, viendo tan intempestivo suceso, lo que hizo fue sacar un lienzo y, limpiándose la sangre, decir a su dama: —No soy yo quien revela secretos tan apriesa. Este ha durado lo que vuesa merced ha querido. Y con esto, haciendo una reverencia, se bajó por la escalera y se fue a su casa. Apenas doña Isabel ejecutó el impulso de su celosa cólera, cuando la pesó estrañamente de lo que había hecho, no tanto por la señora de la casa, que era íntima amiga suya, cuanto por la que fue causa de su cólera y celos. A este tiempo vinieron unas hermanas de la que hacía aquella fiesta, con cuya venida la pesarosa doña Isabel se retiró con su amiga a un aposento, donde viéndose a solas la dijo muy admirada: —¿Qué ha sido esto, señora doña Isabel? Nunca tal imaginara de vuestro recato y modestia. Vuestra acción me ha dicho en breve término lo que en mucho me podíades vos decir.Yo ignoraba este empleo que me habéis celado y así más debo a vuestros celos que a vuestra amistad. ¿Es verdad que os sirve don Alejandro? Que me holgaré con estremo. No la podía responder doña Isabel con la pena que tenía y las lágrimas que bañaban su hermoso rostro, mas después de algún espacio lo que la dijo fue: —Ya que mi necia cólera y desatinados celos os han manifestado lo que yo no he hecho, solo os digo que me sirve don Alejandro con fina voluntad y yo se la pago con otra tan grande. Nunca le vi tan

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la nota que daba: «Desentonar o actuar de manera discordante» (DRAE).

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desmandado a burlarse, irritome la llaneza que tuvo con doña Laudomia; los celos son desatinados y ellos han publicado mi amor con tan acelerada acción. —Pues vamos al remedio —dijo la amiga—, que no es justo que don Alejandro no vuelva a esta fiesta para dar que notar a doña Laudomia, que queda sospechosa de vos. —¿Cómo lo haremos? —dijo la celosa dama. —Fácilmente —replicó la amiga— con que le escribáis un papel. Trujeron recaudo y doña Isabel le escribió estos renglones: Efetos de amor y celos59, aunque manifiesten rigor, no son agravios en el amante, sino favores. Más he hecho yo en aventurar el recato que vos haréis en perder el enojo. Importa a mi reputación que volváis luego a la fiesta, sin muestra de sentimiento, si no queréis que, de hacer lo contrario, le tenga yo tal que por él me vengáis a perder.

Este papel llevó con diligencia un criado a casa de don Alejandro, donde le halló mudándose otro cuello para volver a la fiesta. Holgose con el papel, porque nada como los celos descubren los quilates de la voluntad y así luego obedeció a su dama con más presteza. Entró donde estaban las damas, dejando no poco sospechosa a doña Laudomia, con lo que había visto, de que quería bien a doña Isabel y pesábale algo, porque le parecía bien don Alejandro y no quisiera verle tan bien empleado. Así como el galán se vio en presencia de doña Isabel muy risueño la dijo: —Yo he tratado muy como a templo esta sala y más a vuestro rostro, que por no violar al uno ni osar atreverme al otro, no tomé la venganza que ordena el duelo entre los galanes y damas. Y cuando aquí no volviera, fuera corrido de haber andado tan poco alentado donde me habían dado ocasión de vengarme tan en mi favor. A esto respondió doña Isabel: —Como yo soy tan servidora de mi señora doña Laudomia, tomé muy por mi cuenta su desagravio, haciéndoos aquel favor, bien ajena de que había duelo que disponga venganzas tan en contra de las damas. No pudo sufrir doña Laudomia que ella fuese motivo de su disculpa cuando lo habían sido los celos de su rigor y así le dijo sacudidamente: 59

Efetos de amor, zelos B y A.

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—Nunca pensé que la poca amistad que tenemos se estendía60 a poneros en riesgo de mi defensora cuando no me faltara osadía para vengarme, mas como estaba ajena de celos y poco cargada de agravios, no llegó tan presto la promptitud mía como el enfado vuestro. Yo me huelgo ser la enigma de vuestras interpretaciones para con quien fuéredes servida pasen, que para mí ya yo le tengo dada otra solución bien fácil y que nadie la ignorará. Queríala responder doña Isabel, sentida de su sacudimiento, mas la señora de la casa donde esto pasaba, porque no se encendiese más fuego donde se iba encendiendo lo atajó con hacer que se sentasen en el estrado, que ya iban entrando damas a la fiesta. Aquella noche estuvo muy sazonado don Alejandro, no dejando pocas damas amarteladas dél, entre las cuales era una doña Laudomia, que desde aquel suceso propuso hacer lo posible por sacarle el galán de su dominio a la celosa doña Isabel y así lo cumplió. Todos los favores que gozaba don Alejandro de su dama eran hechos con finísima afición, porque esta dama le quería con grande estremo, si bien fue el ponerla en él delito para un caballero ausente que había llegado con ella a más apretados lances que don Alejandro, valiéndose poco esta dama del recato. De modo que el ausente había sido favorecido con todo estremo y había bastantes causas para que esta dama sustentara aquella fe sin prevaricar della, con descrédito suyo. Llegó este galán, llamado don Fernando Corella, de Madrid, Corte del monarca de las Españas, donde tenía un pleito pendiente con el conde de Concentaina, tío suyo, sobre cierta hacienda cuantiosa y víase en el Consejo Supremo de Aragón. Llegó a Valencia con la última sentencia en su favor y señor de dos mil ducados de renta61. Hallose doña Isabel confusa en el modo de complacer a estos dos caballeros y con no poca duda en cómo se había de portar con entrambos. Hallábase prendada en el honor con don Fernando y en el amor con don Alejandro, porque del primero62 había perdido mucha parte con la ausencia, proprio en las más mujeres no hacer caso sino de lo presente. Entre las dudas que se le ofrecían, consultadas con una criada suya, se resolvió en buscar modo como hablando con el uno 60

estienda A. dos mil ducados de renta: es una renta relativamente humilde, considerando que la renta de un caballero acomodado no baja de tres mil ducados anuales. 62 el primero A. 61

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no perder al otro. De noche daba entrada a don Fernando, dueño de su honor, y al que amaba entretenía con papeles amorosos, negando el dejarse ver como hasta allí, porque no embarazase la entrada al más dichoso, dando a esto por escusa que sus deudos andaban con cuidado y vigilancia espiando su calle; que el mayor servicio que la podía63 hacer era no pasar de día ni de noche por ella hasta asegurar esta sospecha. Don Alejandro, que amaba con todas veras y estaba ignorando el doblez con que le trataba su engañosa dama, creía cuanto le decía y obedecíala en todo. Bien quisiera don Fernando cumplir con la obligación que tenía a doña Isabel, casándose con ella, mas por tener a su madre viva y ver que no gustaba deste empleo, le hacía dilatar el casamiento esperando que sería corta su vida, por la mucha edad que tenía, y así pasaba con su dama gozando sus brazos, y don Alejandro padeciendo con el deseo, engañado con sus papeles. En este tiempo sucedió sobre el juego de la pelota tener don Alejandro un disgusto con un caballero muy calificado de Valencia, quedando las dos partes no muy aseguradas en la amistad, de modo que se esperaba cada día algún mal suceso. Era bizarro don Alejandro y con aquel ardimiento de Flandes le parecía que nadie le buscaría menos que con la espada, llamándole a la campaña. La parte contraria no había salido del disgusto muy descargada y así por entonces no mostró la ponzoña que ocultaba del deseo de vengarse de don Alejandro, y así esperaba ocasión para hacerlo muy a su salvo y buscábala con no poco cuidado y desvelo. Habíase ausentado de Valencia don Fernando y estuvo en un lugar suyo cuatro días. En tanto doña Isabel, como quería bien a don Alejandro, avisole que podía venir a verla a su casa de noche, pero que su venida fuese con mucho recato, de modo que no lo viese nadie, porque importaba mucho a su reputación. Hízolo así el enamorado caballero y guardándose de no venir a hora que diese nota alguna, se vio con su engañosa dama, que astutamente sabía guardar los aires64 a los dos galanes y aprovecharse de las ocasiones. De modo que sin sa63

le podia A. guardar los aires: ‘respetar’, ‘tener consideración’, empleado aquí con ironía. Comp. Justina, II, pp. 370-371: «Muere muy antes una mujer por un atrevido que ofendió su honor, y aun su gusto, que por un comedido que la guarda el aire, que es un no sé qué y sí sé qué raro»; y Gracián, Oráculo manual, p. 197: «Guárdanles los aires, porque el más leve desaire les desazona». 64

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ber el uno del otro su empleo, la servían y la verdad es que, si en su mano estuviera, doña Isabel escogiera por suyo a don Alejandro, mas como tenía don Fernando la mejor joya de su honor, era fuerza, por no quedarse burlada y sin honra, pasar con su empleo hasta que su anciana madre muriese; y temiéndose de que podría faltar a esto no desengañaba a don Alejandro y así sustentaba los dos galanteos. Suceso que pasa en nuestros siglos con muchas, por quien suceden no pocas desdichas. Halló don Alejandro en su dama más afabilidad que otras veces, más agasajos y ternezas con que se prometió verse más del todo favorecido; mas engañole su pensamiento, porque nunca le dejó pasar de lo lícito, temiéndose que con más empeño se quisiese hacer señor de toda su voluntad, que entonces la tenía repartida. Aquellos días que don Fernando estuvo ausente no lo pasó mal, mas volviendo a Valencia, doña Isabel volvió a su recato, dando nuevas escusas, que como amaba don Alejandro pudo creer, si bien no lo pasaba sin recelo y en hábito disfrazado paseaba su calle hasta muy tarde, mas nunca halló a nadie en ella que le pudiese dar cuidado.Y este disfraz que él aplicó para su seguridad le valió para no ser conocido del caballero que le buscaba para ofenderle. La causa de no topar con don Fernando era que, como doña Isabel vivía con aquel cuidado, había prevenido que don Fernando entrase en su casa por la de una amiga suya y esta tenía puerta falsa a otra calle, que no sabía don Alejandro, y de un terrado a otro se paseaba hasta ser de día. Sucedió pues que una noche que don Alejandro venía por la calle abajo de su dama, le comenzaron a seguir por ella su contrario con dos criados suyos. Esto aún sin conocerle; quisiéronse asegurar más si era él, por no emplear las bocas de fuego65 que traían en otro, errando el conocimiento, y así a lo largo le seguían. Habíalos conocido don Alejandro y viéndose entonces sin armas de fuego para defenderse, porque solo estaba con su espada y broquel66, el arbitrio67 que tomó 65 bocas de fuego: la boca de fuego es el extremo del cañón por donde sale el proyectil. El término se usa como sinécdoque de ‘arma de fuego’. Comp. Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 200: «—¿Cuántos eran ellos? —dijo don Quijote. —Cuatro —respondió él—, y con bocas de fuego». 66 broquel: «Escudo pequeño» (Cov.). 67 arbitrio: «Deliberación, elección, disposición y acto facultativo para resolver y obrar» (Aut.). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 237: «Los primeros días

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fue hacer una seña conocida a la puerta de doña Isabel en ocasión que ella había bajado abajo, dejando en su aposento a don Fernando acostado. Asomose a una ventana para ver que quería su segundo galán y conociéndola la dijo que le abriese luego68, porque de no lo hacer corría peligro su vida, porque le venía siguiendo don Garcerán, su contrario, y le hallaba desapercebido69 para su defensa. Presumió la dama que don Alejandro le decía aquello solo porque le abriese y así se rió dél, dándole a entender que lo tenía por ficción, conque don Alejandro la aseguró70 con grandes juramentos haber conocido a don Garcerán y venir con otros dos tras él. Aquí se halló atajada doña Isabel y no menos confusa y la respuesta que le dio fue que una amiga suya había venido a verla a prima noche71 y que la rogó se quedase allí y que así no se atrevía a abrirle. Instaba en que lo hiciese don Alejandro, ponderando su peligro y acusándola de cuán poco le quería, pues en lance tan apretado le negaba entrada en su casa, que no lo hiciera el más estraño. Volvió doña Isabel a decirle que por no dar nota en descrédito de su opinión lo hacía, que en cuanto a su amor bien sabía cuánto le tenía y hacía al cielo testigo de que estaba con grandísima pena de no poder hacerle gusto. A esto replicó don Alejandro diciéndola que pues su amiga estaba arriba, en su aposento, que fácil le era darle entrada para que estuviese en el zaguán de su casa, sin salir dél hasta que pudiese hallar ocasión de irse. Pareciole a doña Isabel que apretaba mucho la dificultad y que esto era con alguna sospecha de haber visto allí a don Fernando y así, por asegurarse, miró bien la calle y descubrió los bultos de los tres que estaban en acecho, por conocer bien a don Alejandro. Comenzole a creer con esto y para ver qué disposición había para admitirle en su casa, le dijo que esperase un instante, vería si podría entrar. Con esto subió arriba y vio que don Fernando, desvelado de haberla visto bajar abajo, la preguntó que cómo no subía a acostarse. A que ella le satisfizo con decirle que hasta dejar a su tía quieta y la criadas de casa tuviese sufrimiento. Dejole y saliose a otra tratan únicamente de obligar a los jugadores con cortesías y lisonjas, dejando a su arbitrio lo que les han de dar por las barajas». 68 luego: ‘de inmediato’. 69 desapercibido A. 70 le aseguro A. 71 prima noche:‘la primera parte de la noche’, «desde las ocho a las once» (Aut.).

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pieza a fuera, donde se puso a discurrir lo que haría en un lance tan apretado. Por una parte vía tener a don Fernando en su casa y que era hombre de hecho y quien le tenía su honor a cargo, dándola esperanza de satisfacerle; en esto abogaba por él el honor. Por otra parte, el amor que a don Alejandro tenía la estimulaba para que no permitiese que le quitasen enemigos suyos la vida, que podía ser a no darle entrada. Batallaban con la indecisa dama honor y amor, considerando en pro y en contra de sí lo que era obligada a hacer, y al cabo de varios discursos venció el honor, obligándola a no dar entrada a don Alejandro, considerando que de hacerlo se seguían dos daños contra su reputación. El uno, ser sentido de don Fernando y perderse, si le hallaba allí, su remedio; y el otro, que si don Alejandro era seguido de su contrario, viéndole dar entrada en su casa, perdía mucho y era también estorbo para su empleo. Parece que se ajustó a lo más acertado y así bajó a verse con don Alejandro, diciéndole: —Señor mío, sabe amor que quisiera daros entrada no solo en mi casa, pero en mi pecho otra vez, de quien sois dueño. Siendo seguido, como me decís, hallo por inconveniente el que os vean entrar a estas horas, cuando está tan asentada mi opinión por Valencia. Fuera desto, la amiga que tengo por huéspeda está despierta y mujeres somos curiosas; querrá examinar de mi tardanza, con quién me he detenido y aun averiguarlo con la vista, con la llaneza de amiga. Perdonadme que no os admita, asegurándoos que me deja lastimadísima veros ir puesto en tanto riesgo, mas escusando el que tiene mi fama, he querido no aventurarla tan conocidamente si os doy entrada. Mucho sintió don Alejandro este despego en su dama, juzgando de su amor que no le ejecutara, y más en lance tan apretado. De haber visto el desengaño quedó tal, que cuando don Garcerán le acometiera no le pesara, por vengar en él el enojo que contra doña Isabel tenía, o morir a sus manos. Lo que la dijo al despedirse fue: —No creyera, cruel señora, que a ocasión como esta faltara vuestro amor y piedad. En haberme despedido conozco lo poco que de uno y de otro tenéis en mi favor. Toda la opinión que perdiérades, o por parte de vuestra amiga o por asechanzas de mi contrario, se soldaba con tenerme seguro en el empleo que pretendía con vos. Esto no lo habéis mirado, por particulares respetos que convendrán con vuestra razón de estado. La mía siempre ha sido tener méritos para haceros dueño y esposa mía. No lo debe permitir el cielo; pues ataja

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obras de piedad en vos, voyla a buscar en las armas de mi contrario, con presupuesto de no olvidarme del ingrato proceder que conmigo habéis usado. Responderle quería doña Isabel, convencida con lo que le había dicho, para aventurar todo cuanto importaba su opinión y cuando le llamó no fue oída, que ya bajaba por la calle, seguido por don Garcerán, que le había ya conocido y le iba a acometer. Todo esto vio doña Isabel, estando con grandísimo pesar de verle en el peligro que estaba. Mas sucedió mejor que se pensó, porque al llegar don Garcerán a tiro de pistola cerca de don Alejandro, él se había encontrado con don Jaime, amigo suyo, que venía, acompañado de un criado, a acostarse; por esto no fue acometido, que como don Garcerán había hecho paces en público con su enemigo estábale mal que sobre ellas le viesen acometerle y más con armas de fuego.Y así, viendo que aquel lance se había perdido, se volvió, por no ser conocido de los dos, si bien don Alejandro dio cuenta a su amigo de haberle venido hasta allí siguiendo, cosa que le causó admiración, que tan mal guardase su palabra don Garcerán en cosa tan ligera, aunque para él le parecía pesada y juzgaba agravio. Era ya muy tarde y así por esto, como por asegurar de una sospecha que don Alejandro tenía, quiso quedarse allí con don Jaime. Él lo estimó mucho y con esto entraron en su casa y, antes de acostarse, discurrieron los dos en lo pasado, habiéndole dado parte don Alejandro de sus amores con doña Isabel. Tenía don Jaime algunas noticias del empleo antiguo desta dama con don Fernando y sintió mucho que su amigo hubiese puesto su afición en ella, y más para casamiento, y así se lo dijo, conque don Alejandro se persuadió que la causa porque no fue admitido era por tener allá a su primero galán, discurriendo con esto el haberle vedado el hablarla de noche y que esto era después que él había venido de Madrid. Pues comunicado esto con don Jaime, vinieron los dos conformes en que don Fernando estaba en casa desta dama y para saberlo con certeza fiaron de un criado de don Jaime el que lo examinase, quedándose en la calle hasta ser de día.Y por dar en lo cierto, el mismo don Jaime, de lo que pasaba, pusieron de posta otro criado suyo en la otra calle, donde estaba la puerta falsa, por donde don Fernando entraba, y con esta prevención se acostaron, aunque el desvelo de don Alejandro era tanto que no durmió sueño.

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Media hora sería ya de día cuando uno de los dos criados vino a decir a los caballeros cómo había visto salir a don Fernando de la casa de la amiga de doña Isabel, en hábito de noche72, y que a este tiempo a una ventana de las de doña Isabel, que también caía a la otra calle, ella se había puesto a verle salir, a quien había conocido muy bien. Con esto quedó don Alejandro asegurado de su sospecha y sin género de amor para con la engañosa dama. De la vecina no se podía tener sospecha que nadie la galantease, por ser ya mujer de cincuenta años y indiciada73 en que sabía hacer algunas amistades de juntas amorosas. Tal género de mujeres debía ser aborrecida de las gentes, pues con disimulado trato son polilla de las honras, con quien no vive marido, padre o hermano seguro. La noche siguiente pudo el cuidado de don Alejandro ver más a su salvo, de la casa de un conocido suyo, entrar a don Fernando y, para mayor satisfación de su sospecha, se subió al terrado, de donde vio cómo en el de enfrente estuvo este favorecido galán hasta ser avisado que pasase al suyo por la misma doña Isabel. Esa misma tarde quiso la cautelosa dama satisfacer a su quejoso galán, por cumplir con todo y no dejar a nadie en queja y así, con una criada suya de quien fiaba uno y otro empleo, y ella acudía entrambos con solícito tercio por lo que dellos medraba, le envió un papel. Halló a don Alejandro, que acababa de dormir la siesta y estaba en un catre de la India74 echado, mandola entrar y diole el papel, en el cual leyó estas razones: No os encarezco, señor don Alejandro, la pena que tengo, considerando en vos el sentimiento que juzgo tendréis por no haber usado el acto de piedad que pedía vuestro amor y la buena correspondencia de una mujer bien nacida cuando no la moviera el mismo. Mas si consideráis

72 de de noche M. Enmiendan B y A. El hábito de noche, a diferencia del traje citadino diurno, algo más sobrio, solía ser vistoso y colorido. Comp. Liñán y Verdugo, Guía y avisos de forasteros que vienen a la corte, p. 118: «Estaba vestido el muerto con hábito de noche, de color y gala». 73 indiciada: ‘sospechosa’, en este caso de ejercer labores celestinescas. Indiciado «significa también sospechoso y que hay indicios contra él de haber cometido algún delito grave» (Aut.). Comp. Trapaza, pp. 215-216: «Vuesa merced está indiciado de que la hace adulterios». 74 catre de la India: el catre es «cama pequeña con sus pies, que suele tener pilares para colgadura, la cual sirve para dormir y se hace regularmente de palos, que se doblan para poderlos llevar fácilmente en las jornadas y caminos» (Aut.).

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cuán delicado es el honor y cuánto se debe mirar por él, echaréis de ver que, pues no os di acogida en mi casa, estaba a pique de perder mi reputación con la huéspeda que acerté a tener para enfado mío. El sentimiento que me dejastes os dijera bien mi desvelo y yo en este papel si os juzgara tan crédulo como os juzgo enojado. Gracias al cielo que lo dispuso mejor, estorbando vuestro peligro y el mío, pues es cierto que a pasar vos por él no era más mi vida. Suplícoos que el enojo no pase adelante si ha merecido esta satisfación acabar esto con vos. Echaré de ver haber perdido la queja en la respuesta deste.Téngala yo buena, si estimáis mi vida. La vuestra guarde el cielo como deseo. La que bien os quiere.

Notablemente se irritó con este papel don Alejandro y, aunque lo disimuló cuanto pudo, la criada, que no partía los ojos de su semblante mientras leía, lo conoció bien por algunas mudanzas que en él vio. Rogola el ofendido amante que esperase en un alegre jardín que allí cerca estaba mientras respondía y tomando recaudo75 de escribir, aunque dilató el tiempo por hacer borrador del papel, contenía estas razones: Siempre vuestras satisfaciones fueron para mí aumentos de amor, mas esta, aunque no la juzgue por tarda, ha hecho contrario efeto, conociendo venir tan falta de verdad, como lo ha sido siempre vuestra fe. Nunca presumí de mí que fuera bueno para entretener ausencias, ni de vos que pasárades76 con ello adelante, sabiendo la pena que me tenía de costa padecer con deseos y esperar con zozobras. No culpo el no admitirme cuando amenazaban peligros a mi vida y así disculpo la acción, que ejercer tanta piedad con dos sujetos a un mismo tiempo es demasiada caridad. Lo que culpo es que con empeño tan preciso busquéis en mí el voluntario77, aventurando vuestra opinión en la corta duración de un engaño, de que he salido con las diligencias que bastan para saber que un dichoso tiene entrada en vuestra casa, por donde le hacen buen tercio para vuestra correspondencia. Gozalde mil siglos, sirviéndoos de no acordaros más de mí, porque ni soy bueno para llamado, ni dichoso para escogido78.

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recado A. pasaredes A. 77 voluntario: «Usado como substantivo, llaman al soldado que sirve sin sueldo» (Aut.). Don Alejandro se denomina así por galantear a doña Isabel sin obtener nada de ella a cambio, como sí lo está obteniendo su rival. 78 bueno para llamado… dichoso para escogido: la expresión tiene obvias reminiscencias bíblicas (Mateo, XXII, 14). Comp. Donaires, I, fol. 92r: «Acis, ni llamado ni escogido». 76

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Este papel estuvo en breve tiempo en manos de doña Isabel, a la cual halló la criada en casa de la vecina amiga, por donde entraba don Fernando. Recibiole la dama, preguntándola a su sirvienta cómo le había hallado. Ella le dijo que con poco gusto y que así la había recibido careciendo de los agasajos que siempre que la vía la hacía. Alterose doña Isabel, diciendo: —Con lo que me dices me prometo poco gusto con el papel. Abriole y, leyendo en él las razones que se han dicho, quedose con él en la mano, ajena de sí, no sabiendo lo que la había sucedido. Preguntole la amiga qué contenía el papel y ella, para mejor satisfacerla, quiso que él lo dijese, dándosele a leer, por donde conoció la amiga estar descubiertos79 los amores de don Fernando, con pérdida de su reputación, pues sabía ser por su casa la entrada a la de la amiga, pesándola muchísimo de que se hubiese sabido. Doña Isabel estaba con tanta pena de haber visto el papel que no acertaba a hablar y maldecía el punto y hora en que don Alejandro había admitido a su galanteo. Mas un consuelo le quedaba y era conocer en él tan noble condición que, aunque estaba celoso, fiaba de su buen término que no publicaría su correspondencia, cosa poco usada en estos tiempos, donde se dicen aun las cosas que no suceden, ¿qué será las que con verdad pasan? No paró la desgracia de doña Isabel en esto solo que, cuando la fortuna comienza a volver la rueda80 para adversidades, no se cansa en una sola. Sucedió pues que cuando salió la criada de dar el papel de su señora a don Alejandro acertase a verla don Fernando salir de su casa y con el papel en la mano, poca advertencia de las que con poco celo sirven; que mayor la tuviera a hallar las dádivas que acostumbraba recibir del generoso don Alejandro, mas como salió con aquel dis-

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descubierto M y B. Enmienda errata A. la fortuna… volver la rueda: apela a una de las representaciones emblemáticas más difundidas de la Fortuna; «también la pintan meneando una rueda, por la cual unos van subiendo a la cumbre y otros están en ella y otros que van cayendo» (Pedro Mejía, Silva de varia lección, I, p. 794). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 258: «Antes que la fortuna diese vuelta a la rueda de nuestra prosperidad, nos dimos tan buena maña que dejamos con el saco la cueva casi vacía»; y Quevedo, dirigiéndose a la Fortuna, Poesía original completa, núm. 669, vv. 1619: «En tu rueda, arrebatada, / andas siempre de pelea: / mujer que a tantos voltea, / más querrá ser volteada». 80

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gusto de no haberle dado nada, cuidó poco de lo que la importaba encubrir, que fue lo que bastó para engendrar sospecha en don Fernando, el cual la siguió disimuladamente hasta la casa donde doña Isabel estaba.Y hubo aquí otra inadvertencia, que fue dejarse la puerta abierta, hallando con esto don Fernando franca entrada. Subiose arriba, sin ser sentido de nadie y pudo oír leer el papel en alto a la amiga de doña Isabel y después lo que las dos platicaron sobre él, explicando la afligida dama su sentimiento. Con esto y la poca gana que este caballero tenía de cumplir su obligación, que un amor gozado tiene menos fuerza que el que se espera, él halló camino por donde eximirse della y así salió a donde estaban, no causándoles poco alboroto su vista de improviso. Lo que dijo, mirando a la afligida doña Isabel, fue: —Yo juzgué, con las obligaciones que de por medio había entre los dos, ser correspondido con la fe que pedían mis buenos deseos, enderezados al honesto81 fin de matrimonio; mas pues veo, oh ingrata doña Isabel, tu poco recato, admitiendo nuevo empleo, quedo libre para disponer de mí a mi voluntad, pues no fuera razón hacer empleo en quien tan poco mira su honor para vivir toda la vida con escrúpulos y recelos de si me guardan el mío. Con esto volvió las espaldas, dando por bien empleada su diligencia, pues por ella pudo salir de un empeño donde sin gusto de su madre se hallaba. No pudo el valor de doña Isabel resistir este pesar y así, faltándole el aliento, se quedó desmayada en las faldas de su amiga, durándole largo rato el desmayo; pero vuelta dél causó notable lástima las cosas que dijo, lamentándose de su poca dicha, sin saber qué remedio se tener.Víase despedida de don Alejandro, ya sabidor de su empleo primero, despreciada de don Fernando, a quien por su poco recato tenía ofendido, y no discurría qué modo tener para desenojarle, vista la razón que tenía. Allí pasó la tarde ocupada en varios discursos, pero ninguno eficaz para su remedio. Llegó la noche y fuese a su casa, donde la dejaremos por decir lo que don Alejandro hizo. Luego que la criada se fue con el papel, don Alejandro estuvo un rato discurriendo consigo en lo que haría, pues ya hallaba esta puerta cerrada para su empleo y no ser a propósito de su honra el tratar dél. Habíale parecido bien siempre la hermosa doña Laudomia, con

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a honesto A.

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quien le pasó aquel lance de celos con doña Isabel, vía cuán principal era y tener buen dote, y así trató de pedirla por esposa a su padre y hermano, cosa que alcanzó dellos en breve, con mucho gusto suyo, por ser este caballero muy querido de todos en su patria. Hiciéronse las capitulaciones82 y publicose luego por Valencia este casamiento, llegando a oídos de doña Isabel. Juzgad si lo llegaría a sentir con veras y más siendo el empleo con quien ella tenía aborrecimiento desde aquel encuentro que había tenido. Muchas cosas dijo lamentándose, maldiciendo su corta fortuna; pero no son estas nada para lo que le esperaba, porque don Fernando, hallando la ocasión como la podía desear para eximirse de su obligación, no cumpliendo la que a esta dama le debía, trató de casarse con una señora rica y hermosa con quien su madre le instaba que se casase. Hiciéronse también las capitulaciones y aunque fueron con secreto pasó luego la voz por toda Valencia, de modo que llegó la nueva a los oídos de doña Isabel.Tenía esta dama tanta confianza en que don Fernando no había de faltar a su obligación, que pensaba ella que faltaran todas las del mundo y esta no; mas hallose muy burlada, porque si ella, que había de conservar aquel amor, como perdidosa de la joya más preciosa de su honor, tenía tan poco recato hablando a un tiempo con don Alejandro, ¿cómo quería que don Fernando se casara con ella con tan grandes escrúpulos, habiendo de vivir toda la vida con recelos? Ese día que supo la última nueva del casamiento deste caballero no perdonó su enojo su hermoso rostro, pues le maltrató con golpes, ni a su dorado cabello, que esparció parte dél por el suelo; sus ojos eran fuentes que nunca cesaban de llorar. Decía la afligida dama, cuando los penosos sollozos y afligidos suspiros la dejaban: —Desdichada de ti, mujer sin ventura, castigada ingratamente, por firme, por amante y por haber guardado fe a un desleal, a un fementido, a un traidor, pues habiéndole hecho dueño de lo mejor que poseía, niega la deuda y la paga es olvido y mudanza. Escarmienten en mí las inconsideradas y fáciles mujeres que, engañadas de una leve lisonja y de un fingido amor se determinan a perder lo que después no se puede recuperar. Por grande desdicha paso, pues cuando en esta aflicción apetezco lo que otros aborrecen, que es la muerte, no quiere venir a dar fin a mis penas y alivio a mis cuidados.

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capitulaciones: ‘arreglos prenupciales’.

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Visitola aquella amiga por cuya casa don Fernando entraba a la suya y, aunque la procuraba consolar cuanto podía, era tanta su pena, tan grande la causa y tan lejos su remedio, que eran en balde los consuelos, pues estos se fundaban en esperanzas y aquí no las había sino muy largas y fundadas en una muerte, que era en la de la esposa que don Fernando elegía. Poner impedimento en el consorcio era el mejor remedio, mas un empleo tan oculto, sin haber precedido a él cédula83, ni testigos más que una criada, ¿qué fuerza había de tener para impedir la intención de don Fernando, que castigó muy de contado el delito de doña Isabel, para que escarmienten las que se arrojan a dejarse galantear a un tiempo de dos, no advirtiendo cuánto llegan a perder de su fama y opinión, siendo burladas, como se ve en el ejemplo presente? El remedio último que doña Isabel eligió fue resolverse a entrarse monja en el Real Monasterio de la Zaidía y así lo ejecutó de allí a tres días que supo el casamiento capitulado de su riguroso galán. Novedad pareció a Valencia ver tan presta mudanza en esta dama, cuando la juzgaban tan amiga de hallarse en todas fiestas, tan alegre en todas conversaciones y, finalmente tan del siglo84. Atribuyeron todos esto, no a lo que pasó, por estar oculto, sino a que Dios tiene muchos caminos por donde llama a los suyos. Esa señora escogió mejor esposo y así con él vivió contenta lo que duró su vida. Don Fernando nunca tuvo sucesión, sino pleitos, empeños y pesares, no viviendo muy gustoso de su esposa. Solo quien tuvo felicidades con la suya fue don Alejandro, pues le dio Dios hijos y muchos aumentos de hacienda. Aquí tuvo fin la novela, que duró hasta que llegaron al fin de la jornada de aquel día. Alabaron todos al licenciado Monsalve su bien escrita novela, diciéndole Ordóñez: —Si como la muestra que hemos oído es lo demás del libro, desde luego le prometo a vuesa merced que sea bien admitido en todas 83 cédula: «Es un pedazo de papel o pergamino donde se escribe alguna cosa […]. Todo escrito breve se llama cédula» (Cov.). La cédula referida es la cédula de casamiento, que es uno de los ingredientes del conflicto que plantean de ordinario las novelas cortas. Comp. Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 180: «Don Baltasar huyó a Milán, acosado de tres cédulas de casamiento que, a un mismo tiempo, presentaron al Vicario tres diferentes acreedoras de un solo matrimonio». 84 tan del siglo: ‘tan de la vida mundana’, ‘tan frívola’.

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manos y que tenga buen expediente. No le perdonamos a vuesa merced las novelas que faltan, para que así tengamos entretenida jornada. Agradeció Monsalve el favor que Ordóñez y todos le hacían y ofrecioles que cuando faltase materia a la conversación, lo supliría él con leerles otra novela hasta que se acabasen, no causándoles enfado.Todos aceptaron el ofrecimiento muy gustosos, conque habiendo llegado a la posada eligió cada uno aposento, donde se retiraron a cenar y a dormir luego, por haber de madrugar esotro85 día. Por sus jornadas llegaron a la antigua ciudad de Córdoba, una de las principales ciudades de la Andalucía y cabeza que fue del reino en tiempos que España la ocuparon los moros. Su llegada a esta ciudad86 fue al anochecer, pues un tiro de ballesta antes de llegar a sus muros sucedió que habiendo salido dos hidalgos al campo desafiados, el más desgraciado cayó en el suelo, herido de dos estocadas penetrantes, conque el contrario le dejó y se fue a poner en salvo. Pedía el herido confesión a voces, al tiempo que el coche emparejaba con él. Como el licenciado Monsalve era sacerdote y confesor obligole a salir del coche, acompañado de Garay de la señora Rufina, que quiso aquí, sin ser menester, salir a ver el herido. Acudieron a él y a tan buen tiempo Monsalve, que le pudo dar materia para caer sobre ella la forma de la absolución y luego perdió el habla, quedando en brazos de Garay. Volviose Monsalve al coche y llamando a Rufina, no quiso dejar a su Garay solo, con lo cual descortésmente partió el coche y los dejó allí, enviándoles a decir, los que iban en él, adonde se habían de apear, con el mozo del cochero; cosa que sintió mucho Rufina, la cual quedó acompañando a Garay que, viendo aún con sentido al herido, le ayudaba a bien morir, diciéndole se encomendase de corazón muy de veras a nuestro Señor, mas él estaba tal que en sus brazos perdió presto la vida. Confusos se hallaron en ver qué harían de aquel cuerpo, cuando a este tiempo llegó la justicia y como viese al difunto en los brazos de Garay desde lejos y a una mujer allí con ellos, y antes hubiese entendido que habían salido dos hombres desafiados, pensó que Garay era uno de los del desafío, conque le agarraron dos corchetes que acompañaban a un alguacil de la ciudad.Y él les mandó que le llevasen luego a la cárcel, encomendando al alcaide que tuviese mucho cuidado con aquel preso, y él se llevó también a Rufina presa a su casa. 85 86

al otro A. cuidad M. Corrigen B y A.

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Disculpábanse los dos con la verdad, mas el alguacil, que se presumía que por Rufina habían salido al desafío, no hacía caso de sus disculpas, diciendo que como probasen ser así lo que afirmaban saldrían libres. Dejó a Rufina en su casa y fue luego a dar cuenta al corregidor del caso, diciéndole cómo aquel hidalgo había muerto en el campo, y que le había hecho traer a la ciudad y preso al homicida y a una mujer, sobre quien sospechaba había sido el desafío. Mandó que la mujer se la trujesen a su casa y fue hecho al punto. Estaban con el corregidor algunos caballeros y con ellos un ginovés87 rico, gran mercader de por grueso88, que había venido a un negocio suyo. Pues como viesen a Rufina con tan buena cara y talle, todos se pagaron della, en particular el ginovés, que era enamoradizo. Estaba Rufina afligida de ver que se le hiciese aquella extorsión caminando, con que era fuerza si se detenían esotro día perder aquel viaje. Hízole el corregidor con su teniente, que ya había llegado allí, algunas preguntas acerca del desafío y la muerte, y lo que a ellas respondió fue que no sabía nada de aquello, que ella venía de Sevilla caminando para Madrid en un coche, en compañía de otras personas que estaban en la posada, que señaló y la habían avisado, y que vieron pedir confesión a un herido, saliendo del coche a confesarle un clérigo que venía con ellos, un tío suyo anciano y ella. Resolvieron por ser tarde dejar para otro día la información de todo, mandando el teniente que a los del coche se les avisase que no partiesen esotro día de Córdoba, hasta serles ordenada otra cosa. Con esto se volvió Rufina a la casa del alguacil, que se la dieron por cárcel, acompañándola el ginovés aficionado, por ser su casa en la misma calle y cuando no lo fuera hiciera lo mismo, tanto se había pagado de la moza. Al dejarla en casa del alguacil se le ofreció con grandes veras y ella le agradeció el que pensaba era cumplimiento. Con la pena de verse detenida allí, le dio a Rufina una calentura, de modo que fue principio de unas penosas tercianas89. 87

genoves A. ginovés rico, gran mercader de por grueso: víctima favorita de los robos y estafas en la narrativa picaresca. Recuérdese, en particular, que la propia madre de Rufina, Estefanía, casó en Madrid también con mercader genovés. El trato por grueso o en grueso significa «vender las mercaderías por mayor» (Aut.). 89 tercianas: ‘fiebres’. «Especie de calentura intermitente que repite el tercero día, de donde tomó el nombre» (Aut.). Comp. Lazarillo de Tormes, p. 57: «Mas no 88

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El día siguiente examinaron a los del coche y todos dijeron la verdad, conformando con lo que había dicho Rufina, conque dieron a Garay libertad, con más luz de haber sabido quién fue el homicida, porque los que se hallaron al principio del desafío depusieron en esto. Fue luego Garay a verse con Rufina, sintiendo mucho su indisposición. Esforzola a que se animase para ponerse en camino, mas el médico, que fue llamado para verla, la aconsejó que si no quería perder la vida, no se moviese hasta estar libre de su calentura. Con esto fue fuerza partirse el coche con la demás compañía, dejando allí la ropa de Rufina, la cual hubo de pagar al cochero lo que mandó la justicia, que si no fue por entero, fue alguna parte. No se descuidó el ginovés de acudir a ver la forastera a casa del alguacil, a quien comenzó a regalar con mucho cuidado y puntualidad, y era mucho para él, porque podía ser muy bien segunda parte del sevillano Marquina, mas el amor hace de los miserables generosos, como de los pusilánimes alentados. Bien estaría Rufina en la cama quince días, en los cuales no dejó ninguno de tener visita del señor Octavio Filuchi, que así se llamaba el enamorado ginovés, y después de visitarla venía el criado con un regalo, o de dulces o alguna volatería, con que el alguacil y su mujer se daban por contentos, por lo que participaban de todo. Convaleció la dama y, para hacerlo mejor, nuestro ginovés le ofreció un jardín y casa, que estaba en la verde margen del claro Guadalquivir. Aconsejola Garay, a quien llamaba tío, que aceptase el envite, porque había conocido afición en aquel hombre y sabía tener mucho dinero, conque se esperaba otra presa como la de Marquina. Con este consejo Rufina estimó la oferta que le hacía y así se dispuso el pasar allí hasta hallarse con fuerzas para caminar. No quiso el ginovés que se supiese en Córdoba haberla llevado a su quinta, por no dar nota a la ciudad y ocasión a la justicia para visitarle a su casa, y así dispuso, con beneplácito de la dama, que Rufina fingiese partir de la ciudad y proseguir su comenzado camino. Hízose así a prima noche, que trujeron mulas, y ella y Garay con el mozo y dos acémilas con la ropa partieron camino de Madrid, por deslumbrar los ojos de curiosos, y después de haber andado cosa de un cuarto de legua, volvieron a Córdoba y se fueron a la quinta, que estaba a dos

estaba en mi dicha que me durase mucho aquel descanso, porque luego al tercero día me vino la terciana derecha».

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tiros de ballesta de la ciudad. En ella esperaba el señor Otavio90 Filuchi con una muy gran cena. Cenaron alegremente y allí comenzó el amante ginovés91 a mostrar más descubiertamente su amor. Era hombre de más de cuarenta años, buen talle, vestía honestamente y había como dos años que era viudo, y del matrimonio no le quedó ningún hijo, habiendo tenido tres. Su trato era grueso, en todas mercaderías, y a su casa acudían por ellas todos los mercaderes, así de la ciudad de Córdoba como de las convecinas, porque tenía correspondencias en todas partes. Era un poco codicioso y aun si mucho dijéramos hablaríamos con más propiedad92. Era hombre de caudal, porque tendría más de veinte mil escudos y más de cincuenta mil de crédito, fuera de sus tratos93. Era dado a los estudios, por haber estudiado en Pavía y en Bolonia94 con mucho cuidado, antes de haber heredado a un hermano suyo, que por morir en España vino a ella a heredarle, y casose en Córdoba, enamorado de una hija de un mercader de los que compraban de su lonja, y por esta causa se quedó en aquella ciudad. Este sujeto, que ha de ser el asumpto de nuestra narración, es el que amaba a Rufina, el que la ofreció su quinta para convalecer, el que lo hizo con deseo de conquistar su amor y finalmente el que se dispuso a no dejar esta empresa; tanta afición mostró a la hembra. Ella estaba bien advertida por Garay de que el ginovés era ave de quien podía sacar mucha pluma95 y pues la fortuna le había traído aquella 90

Octavio A. ginones M. Enmiendan B y A. 92 propriedad A. 93 veinte mil escudos, cincuenta mil de crédito, fuera de sus tratos: la primera cantidad, lo que el mercader dispone en efectivo, supera los 200 mil reales. Su crédito asciende a más de 500 mil. El total, redondeándolo a 700 mil reales, equivale a más de 63 mil ducados. La cifra corresponde a la renta anual de un duque no muy rico y supera largamente a la renta promedio de un marqués. Nótese que, además, el narrador no toma en cuenta el dinero concerniente a los tratos, es decir, ‘negocios’. 94 Pavía… Bolonia: de ambos centros de enseñanza superior italianos, Bolonia era la única universidad en el extranjero en la que los españoles tenían permitido estudiar, desde el decreto de Felipe II para evitar el ingreso de la heterodoxia religiosa en la península. 95 ave… pluma: ya que pluma es ‘dinero’ y desplumar es ‘robar’. Comp. Guzmán, I, p. 313: «Porque aun pocas expensas, muchas veces hechas, consumen la sustancia, váseles cayendo la pluma pelo a pelo, de donde, quedando sin cañones, los llamaron pelones o pelados». 91

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buena dicha, deseaba no serle ingrata, sino aprovecharse en cuanto pudiese, no dejando pasar ocasión alguna. Por aquella noche no se hizo más que cenar y cada uno se fue a su rancho a dormir, por ser algo tarde. Hizo muestras el ginovés de querer irse a la ciudad, mas sus criados le dijeron no lo hiciese, por no haber seguridad alguna de noche, que era tiempo de levas96 y había soldados traviesos, y a vueltas dellos hijos de vecino que se aprovechan destas ocasiones para robar, por parecerles que a los pobres soldados se les ha de echar la culpa de sus insultos; daño que debía remediar la justicia, teniendo vigilancia de rondar de noche, para averiguar estas dudas y, caso que se averigüen, castigarlas con severo rigor. Quedose al fin allí el ginovés, que no se holgó poco. Aquella noche se le pasó toda en vela, discurriendo cómo podría obligar a la huéspeda que tenía, con menos gasto, a que viniese con su voluntad. Varias trazas daba, pero la más fácil que él sabía quería olvidar, pues alcanzar amores sin liberalidades es un milagro destos tiempos. Vino el día y, habiendo mandado entrar a la convaleciente el almuerzo, la hallaron levantada, cosa que le admiró al ginovés, entrando en su aposento a reñirla aquel exceso y a mirar97 de camino si aquella hermosura de Rufina debía alguna cosa al artificio. Hallola peinándose el cabello, el cual era hermosísimo y de lindo color castaño obscuro. Alabó el ginovés a Dios de haberle dado tan hermosos cabellos y mucho más cuando, partiendo la madeja98 por responderle, vio su rostro tan igual en hermosura99 como cuando se fue a acostar, cosa para enamorar a cualquiera, pues el conocer que su hermosura no tenía nada de mentirosa, sino toda natural y verdadera, que es para el hombre el mayor100 incentivo de amor101. Preciábase Rufina poco en inquirir aguas, afeites, blanduras, mudas y otras cosas semejantes con

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levas: «Recluta de soldados que los reyes y soberanos hacen en sus estados y reinos para aumentar sus tropas o completar los regimientos y compañías» (Aut.). 97 exceso, a mirar A. 98 madeja: «Por semejanza se llama el cabello» (Aut.). Comp. Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 322: «Salió ella a la puerta del mesón con la figura siguiente: descabellada, con la madeja medio castaña y medio cana, llena de liendres y algo corta». 99 en la hermosura A. 100 hombre mayor B y A. 101 Hay anacoluto: falta el verbo que cierre la cláusula.

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que abrevian102 las mujeres con su juventud, viniendo con todo esto la vejez por la posta; agua clara era con lo que se lavaba y sus naturales colores, el perfeto arrebol que traía. Venía pues el ginovés a ver si gustaría de ver su jardín y ella estimó su cuidado y, por no mostrársele desagradecida, así como estaba, sin trenzar el cabello, quiso bajar a él. Acompañola Octavio con mucho gusto, dándola103 el brazo en algunos pasos que había menester su ayuda y ella tomándole.Vio el jardín con particular contento y por ofender ya el sol se volvió a la casa, donde almorzó y después de haber hablado en varias cosas, quiso ver toda la casa. Mostrósela el enamorado ginovés.Teníala bien aliñada de cuadros de pintura de valientes pinceles, de colgaduras de Italia muy lucidas, de escritorios de diferentes hechuras, de camas de pabellones costosos; en efeto, no le faltaba nada para estar con un perfeto y correspondiente aliño104. Después que hubieron visto casi todos los aposentos abrieron uno que era un curioso105 camarín, correspondiente con un oratorio; aquí había muchas láminas de Roma, curiosísimas y de precio, agnusdeyes106 de plata, de madera y de flores de diferentes maneras. El camarín estaba lleno de libros en dorados escaparates puestos. Garay, que era hombre curioso y leído aplicose a ver los libros y comenzó a leer sus títulos. En un retirado escaparate había otros, encuadernados con alguna curiosidad; estaban estos sin títulos.Abrió uno 102

abrevien A. Blanduras son «cierto afeite de que usan las mujeres para perecer más blancas» (Aut.) y las mudas son «afeite o untura que suelen ponerse las mujeres en el rostro» (Aut.). Contra el exceso de maquillaje femenino, ver, por ejemplo, el poema de Quevedo «Hermosa afeitada de demonio» (Poesía original completa, núm. 553). 103 dandole A. 104 Esta decoración suntuosa de las habitaciones es común a las novelas cortesanas. Comp. Lope de Vega, Novelas a Marcia Leonarda, p. 249: «Llevó a Fenisa a un curioso aposento bien adornado de escritorios, libros y pinturas, donde le dijo que se entretuviese mientras escribía». 105 curioso: ‘primoroso’, ‘refinado’. 106 agnusdeyes: el agnusdei era una joya consistente en «unos pedazos de cerca blanca, amasados por el Papa, con polvos de reliquias de santos, a quien sirven y asisten para esto algunos cardenales y prelados. Métese esta cerca entre dos formas, que la una tiene abierta a cincel la forma de un cordero con la inscripción agnusdei y la otra la imagen de Cristo, de Nuestra Señora o de algún santo, con su inscripción y el nombre del pontífice que los hace y bendice» (Aut.). A lee «agnusdeis».

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Garay y vio ser su autor Arnaldo de Vilanova y junto a él estaban Paracelso, Rosino, Alquindo y Raimundo Lulio107. Como el ginovés le viese ocupado en mirar aquellos libros, díjole: —¿Qué es lo que mira tan atento, señor Garay? Él dijo: —Veo aquí una escuela junta de alquimistas y, según la curiosidad con que vuesa merced tiene estos libros, debe de profesar esta ciencia. —Es así —dijo el ginovés—, que algunos ratos me ocupo en estudiar en esos libros. ¿Vuesa merced sabe algo dellos? —Casi toda mi vida —dijo Garay— he gastado con ellos. —Según eso —replicó Octavio—, vuesa merced será gran alquimista. —No le digo a vuesa merced que lo soy —dijo Garay—, dejándolo para más despacio, que trataremos desto; solo sé que, fuera destos libros, no he dejado de leer y estudiar en ningún autor químico y conozco razonablemente al señor Avicena, Alberto Magno, Gilgilides, Jervo, Pitágoras, Los secretos de Calido, el Libro de la alegoría de Merlín, De secreto lapidis y el de Las tres palabras, con otros muchos manuscriptos108 y impresos109.

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Arnaldo de Vilanova… Paracelso, Rosino, Alquindo y Raimundo Lulio: son algunos de los alquimistas más conocidos, al menos por nombre, en la época. El conocimiento alquímico que en este episodio exhibe Castillo Solórzano, por lo visto un completo lego en la materia, le debe muchísimo al discurso XIII (subtitulado «De los alquimistas») de la Plaza universal de todas ciencias y artes de Cristóbal Suárez de Figueroa (publicada en 1615, a su vez versión reducida y traducida de la Piazza universale di tutte le proffesioni del mondo de Tomaso Garzoni), del cual toma fragmentos casi ad pedem literae, como se señalará en nota. Por cierto, las referencias a estos autores alquímicos en libros de entretenimiento siempre incluyen el carácter ininteligible de sus obras. Comp. García, La desordenada codicia de los bienes ajenos, p. 85: «Las fantasías y quimeras de Geber,Arnaldo, Raimundo y otros grandes prometedores, cuya sabiduría consiste en no entenderse»; y Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 126: «Sabed que el no haber acertado a dar el punto a la transmutación de los metales nace de no haber entendido a los grandes filósofos que tratan esta materia sutilísimamente como son Arnaldo de Villanueva, Raimundo Lulio y Gebor, moro de nación, y otros muchos autores que la escriben en cifras por no hacellas comunes a los ignorantes». 108 manuscritos A. 109 Los secretos de Calido es el Liber secretorum Calidis filii Iaziqui, el Libro de la alegoría de Merlín es el Merlini allegoria de Arcano lapidis, De secreto lapidis es el Ignotus autor de Secretis lapidis; el de Las tres palabras es el Liber trium verborum Kallid. Estas

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—Solo los manuscriptos me faltan —dijo el ginovés—, porque los demás ahí están, mas huélgome que vuesa merced profese esta arte química a que yo110 soy tan aficionado. —Bien la sé —dijo Garay, yendo en la malicia de lo que pensaba ejecutar adelante—, mas si le digo una cosa se ha de admirar —y llegándosele al oído le dijo, en voz baja—: mi sobrina, sin ser latina111, sabe tanto como yo, porque lo práctico lo ejecuta con la mayor presteza del mundo y desto ha de ver vuesa merced presto las pruebas. Pero por ahora no la diga nada, que lo sentirá112 mucho. No pudiera Garay haber topado camino para engañar al astuto ginovés como aquel, porque era tanta su codicia que andaba muerto por comenzar a hacer la piedra filosofal113, pensando manar en oro y plata

cuatro obras se hallaban en la colección Auriferae artis, quam chemiam vocat, antiquissimi au-thores, sive Turba philosophorum (Petrum Pernam, Basilea, 1572). Recojo estos datos bibliográficos del erudito trabajo de Rodríguez Guerrero, 2000. Por otra parte, resulta evidente que Castillo ha copiado prácticamente todos los nombres y títulos en el mismo orden en que los presenta Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 67r: «Así se ven discurrir desta profesión tantos libros y tantos autores como Rosino, Alquindo, Morieno, Gilgilides, Jever [en Castillo, Jervo, quizás por metátesis], Pitágoras, Raimundo, Arnaldo, Avicena, Alberto Magno, Aristóteles, el Panteo, el Augurelo, los enigmas de Arisleo, la turba de los filósofos, el libro de las tres palabras, los secretos de Calido, hijo de Jacio, la alegoría de Merlín De secreto lapidis, Racaidito De materia lapidis, Semita Semitae, correctio fatuorum y Aurora consurgens, con otros muchos impresos y manuscriptos». 110 como yo B y A. 111 latina: ‘experta en latín’. 112 santira M. Enmiendan B y A. 113 piedra filosofal: «La materia con que algunos filósofos o alquimistas pretenden hacer oro artificialmente» (Aut.). Comp. Cervantes, Coloquio de los perros, NE, III, p. 317: «A mí no me faltan dos meses para acabar la piedra filosofal, con que se puede hacer plata y oro de las mismas piedras». La burla de Garay consistente en hacerle creer al genovés que elaborará para él la piedra filosofal se encuentra ya, aunque sumamente escueta, en los dos primeros capítulos o «descansos» de la relación tercera del Marcos de Obregón, donde la víctima también es un genovés codicioso (II, pp. 122-131). La sátira contra la necedad de los alquimistas se encuentra en varios pasajes de la obra de Quevedo, especialmente en el Sueño del infierno y en el cuadro XXX de La hora de todos, tal como se hace referencia más adelante. La imagen del alquimista en la literatura aurisecular se confunde a menudo con la del estafador o pícaro, como lo demuestra el sucinto recuento de García Font, 1976, pp. 237-251. Otras veces, especialmente en el discurso satírico, con Quevedo a la cabeza, el alquimista se equipara con el necio.

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con ella, y con tal compañía se dio luego por felicísimo, engaño con que han gastado muchos sus haciendas y perdido sus vidas. Cuando esto le dijo Garay a Octavio, estaba Rufina ocupada mirando algunos libros curiosos de entretenimiento, que de todos tenía allí el ginovés, pero con su divertimiento114 pudo oír algo de la plática, tocante a la química y vio cuán gustoso atendía Octavio a lo que sobre ella le dijo Garay; el cual había estudiado en aquella arte y aun perdido alguna hacienda en investigar la piedra filosofal, tan oculta a todos, pues hasta hoy ninguno con certeza ha sabido dar en el punto desta incierta arte.Y con el desengaño que Garay tenía y poco dinero había conocido su poca certeza y quería desquitarse de lo que perdió en ella con quien no había aún salido deste engaño, que era nuestro ginovés, el cual con lo que le oyó a Garay, habiéndole creído, se juzgó monarca del mundo. Lo que le dijo a Garay fue que tenía prevenido en aquella su quinta cuanto era necesario para comenzar aquella experiencia y así le mostró en un aposento, apartado de la casa, hornachas115, alambiques, redomas y crisoles116, con todos los instrumentos que los químicos usan y gran cantidad de carbón. Para esto halló Garay la mitad hecho para forjar con el ginovés una buena burla y el mayor fundamento era verle presumido de entender aquellos libros y conocer que sabía poco de aquel arte, pues a alcanzar algo de sus principios no pudiera salir bien con su intento. Por entonces no se trató más desto, aunque el ginovés no quisiera dejarlo de la plática. Bajaron a un cuarto bajo de la casa, cuyas ventanas caían a lo más ameno del jardín y allí les tenían prevenida la mesa. Comieron gustosamente y acabada la comida dio lugar Garay para que el ginovés y Rufina se quedasen solos y, fingiendo sueño, fuese a pasar la siesta; en tanto el ginovés se declaró del todo con la dama ofreciéndola117 cuanto tenía y poseía en su servicio. Ella estimó su voluntad y por entonces no le dio más que una leve esperanza, mostrándole afable rostro. Había visto un arpa en el camarín de arriba y pidió que se la baja114 115

divirtimiento A. hornachas: ‘ciertos hornos pequeños’. De fornacha, variante a su vez de hor-

naza. 116 crisoles: «Vaso de cierta tierra arenisca, de la hechura y forma de un medio huevo, en que los plateros funden el oro y la plata y los acendran y acrisolan» (Aut.). 117 ofreciendole B y A.

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sen, que con la música comenzaba ella a hacer su negocio. Gustó mucho el ginovés de oírla que sabía tocar aquel dulce instrumento y al punto mandó bajársele, diciendo que su difunta esposa le tocaba con primor y que había como ocho días que, trayendo a merendar a unos amigos a su quinta, se había encordado118. Vino el arpa y, habiéndola Rufina templado con mucha brevedad, comenzó a mostrar en ella su gran destreza, que con grande primor tocaba aquel instrumento, dejando admirado al ginovés ver lo diestro que tocaba. Ella, para rematarle más, fiada en su buena voz, que como está dicho la tenía excelente, cantó esta letra119: Con lazadas de cristal120 dos risueñas fuentecillas en la amenidad de un prado abrazos se multiplican. La capilla de la aves tales paces solemniza y el murmúreo de las selvas las aplaude y regocija. Lisardo, que mira atento amistad tan bien unida, cuando vive despreciado dijo cantando a su lira: «Ay, qué dulce vida, ay, qué amor suave, ay, qué gusto sin celos, ay, qué firmes paces. Fuentecillas que hacéis amistades, si saliere al prado Belisa, poneos delante porque olvide rigores,

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encordado: de encordar, «poner cuerdas a los instrumentos, como arpa, vihuela y otros» (Aut.). 119 Esta letra para cantar es un romance í-a (vv. 1-12), con seguidillas á-e (vv. 13-23). Los vv. 17-23 han sido reconstruidos. 120 lazadas de cristal: metáfora para describir el ambiente bucólico de las fuentes. Lazada «tómase frecuentemente por lo mismo que lazo» (Aut.).

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que es quietud de las almas unión conforme».

Rematado121 quedó el enamorado Octavio oyendo la suave y regalada voz de Rufina. Le exageró122 su dulzura y juntamente su gran destreza y no era encarecimiento de amor, que en uno y en otro tenía particular gracia. Ella, mostrando colores en el rostro, mintió vergüenza donde no la había y dijo: —Señor Octavio, esto he hecho por divertiros. El celo se me agradezca, que osadía ha sido poner a hacer esto delante de quien tantas voces mejores que la mía habrá oído. —Ninguna puede haber que iguale a la vuestra —dijo Octavio— y así quiero que vuestra modestia no sea ofensa de vos misma. Preciáos, señora, de lo que el cielo con mano tan franca os ha dado y sed agradecida a sus favores, estimándoos mucho y creed que mi aprobación no es la peor de Córdoba, que en mi mocedad también cursé el cantar, mas la lengua no me ayuda para cantar letras españolas; las italianas canté razonablemente y esto a una tiorba123, en que soy algo diestro. Viendo pues que Rufina quería dejar el arpa, la suplicó no lo hiciese y así volvió a asegundar con este romance124: El Betis con sus cristales parias ofrece a las flores porque aumenten la belleza al verde espacio de un bosque. En las copas de los mirtos los pajarillos acordes en su armonía explicaban conceptos de sus amores.

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rematado: ‘cautivo’, ‘atrapado’. La exagero A. 123 tiorba: «Instrumento músico, especie de laúd, algo mayor y con más cuerdas» (Aut.). 124 El romance, de rima ó-e, contiene un romancillo entre vv. 13-16 y los versos finales (vv. 17-23) parecen ser seguidillas que hemos intentado reconstruir. En M, B y A dichos versos se encuentran dispuestos de forma caótica (versos de once y doce sílabas) y hemos tenido que cortarlos. El último verso, insalvable, tiene nueve sílabas. 122

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A favorecer los campos salió de su albergue Clori, envidia de las zagalas, prodigio hermoso del orbe. Las aguas se suspenden, alégranse las flores, los vientecillos calman y así todos conformes, las aves repiten con dulces voces: «Huid, huid, temed, temed, alerta, pastores, que pues Clori en el campo sus plantas pone matarán sus ojos de amores».

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De nuevo volvió a exagerar el ginovés Octavio la gracia de su querida Rufina y ella a estimar el favor que le hacía. Quiso darla lugar para que reposase un rato la siesta y él se subió al cuarto de arriba a hacer lo mismo. Ya Garay había pensado, en el tiempo que le juzgaban durmiendo, por qué parte se le podría hacer a Octavio la herida125 y así, sintiendo que se había subido a reposar, salió de su aposento y se fue al de su fingida sobrina. Diole cuenta de lo que tenía trazado contra Octavio, siendo capa desto la química ciencia, de que tanto se preciaba, ayudándole a desearla saber perfetamente la demasiada e insaciable codicia que tenía y era así que le parecía que sabiendo hacer la piedra filosofal, piélago en que tantos han zozobrado, sería oro cuanto en su casa había y Creso había de ser un pobretón para con él y Midas un mendigo126. Confabuló Garay con Rufina en cosas importantes para que Octavio fuese el paciente y estafado. Diole algunos avisos y también por escrito, porque con lo que le había dicho al ginovés de que era persona científica en aquel arte, la hallase por lo menos sabidora de los requisitos dél y diestra en saber sus términos.

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herida: ‘hurto’. Creso… Midas: ambos paradigmas de la riqueza, a los cuales Octavio pensaba superar largamente. 126

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De todo quedó muy advertida Rufina y para principio127 del engaño, Garay la pidió algunos eslabones de una cadena de oro que antes de partir de Sevilla había comprado. Era grande y hacíanle poca falta docena y media, conque hubo bastante materia para comenzar la empresa. Con estos se fue Garay a la ciudad y en una oficina de un platero liquidó aquel oro y hizo dél una barreta pequeña, con que se volvió a la quinta a verse con Octavio, que había dormido como si no fuera enamorado128, hasta poco después que llegó. Comunicó con Rufina lo que traía pensado y viéndose con el ginovés, comenzaron a hablar en varias cosas, diferentes de aquella materia, todo de propósito, porque Garay iba con ánimo de que él le moviera la plática y era tanta su codicia que no pasó un cuarto de hora sin venir a tratar de la química en ella. Con más espacio comenzó a hablar Garay, como el que había tratado de aquella engañosa facultad y había salido con las manos en la cabeza129, como todos los que la profesan. Admirole a Octavio ver cuán en los términos de todo estaba, porque aunque se preciaba de discípulo de aquella escuela, en lo que le oyó platicar le reconoció más capaz que él y así se lo dijo. Quiso acreditarse Garay con el ginovés y dar principio a su embuste con decirle que fácilmente sacaría, para prueba de lo que sabía, oro de otro metal. Alegrose Otavio y con grandísimo afecto le rogó que lo hiciese. Garay le preguntó si había carbón en la quinta y el ginovés le dijo que sí y mucha cantidad, porque él había querido dar principio a la piedra filosofal. Subieron los dos a donde estaba la oficina que habían antes visto y, viendo en ella Garay hornillos, crisoles, alambiques y otros instrumentos químicos, dijo:

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princio M. Enmiendan B y A. Porque los enamorados no pueden conciliar el sueño, arrobados por el recuerdo de su amada. Comp.Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 297: «Dos horas dormí desvelos (que no perdonan estos a la imaginación aunque todas las potencias toquen a silencio), cuando me divirtió dellos, despertándome una voz al son del que hacía un viento apacible en las hojas». De los enamorados de la pastora Marcela se afirmaba que «cual hay que pasa todas las horas de la noche sentado al pie de alguna encina o peñasco, y allí, sin plegar los llorosos ojos, embebecido y transportado en sus pensamientos, le halló el sol a la mañana» (Don Quijote, I, cap. XII). 129 salido con las manos en la cabeza: es frase hecha. «Volver con las manos en la cabeza, volver descalabrado o maltratado» (Cov.). 128

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—De lo que al presente necesitamos, ya lo tenemos aquí, que es de dos crisoles pequeños. Hizo subir fuego y poniendo un poco de azófar130 a derretir en el uno lo dejó liquidar, de modo que lo vio allí líquido el ginovés. Sacó una cajuela de la faltriquera Garay y della un papel con unos polvos, que dijo ser lo importante para su intento. Echolos en el crisol y sacándole a la claridad de una ventana, con la mayor presteza que pudo, sin que el ginovés lo echase de ver, vació el azófar líquido por ella y en su lugar puso la barreta de oro, que echó y cubriola diciendo al ginovés que importaba estar así media hora. En tanto, hablaron de diversas cosas, todas en orden a desear el ginovés saber hacer la piedra filosofal, porque era tanta su codicia que le parecía que sabiéndola había de ser señor del mundo. Vio Garay ser hora de manifestar su trabajo a los ojos del codicioso y destapando el crisol, sacó su barreta dél, mostrándosela a Octavio que, viendo aquello, quedó loco de contento, si bien dudoso de que aquello fuese oro verdadero y así se lo dijo a Garay, el cual se le dio para que haciéndolo tocar131 a un platero conociese que le trataba verdad. Quiso averiguarla132 Octavio y partiose de la quinta a la ciudad, donde supo ser el oro de veinte y dos quilates, conque volvió gozosísimo. En tanto, Garay no estaba ocioso, porque instruyó a Rufina en todo cuanto había menester para salir con su intento. Comunicaron todos tres la experiencia que se había hecho y Octavio, ya más codicioso que enamorado, quería que otro día se tratase de comenzar a trabajar en la piedra filosofal, prometiendo a Garay grandes ganancias, ofreciéndose él a hacer toda la costa, aunque fuesen diez

130 azófar: también llamado alatón o latón, «el metal rojo u de otro color de oro que resulta de la mezcla o composición artificial del cobre con la calamina o piedra calaminar» (Aut.). Comp. Don Quijote, II, cap. XXI: «Venía el barbero y traía una bacía de azófar». 131 haciéndolo tocar: porque el valor del oro se determina con la piedra de toque, «cierta especie de piedra negra y lisa de que se sirven los contrastes y plateros para reconocer la calidad de los metales y sus quilates, porque tocándolos a ella dejan el color del metal» (Aut.). Comp. Cervantes, El vizcaíno fingido, en Teatro completo, p. 787: «Fío mi honra de vuesa merced, ¿y no le había de fiar la cadena? Vuesa merced la haga tocar y retocar, que yo me voy, y volveré de aquí a media hora». A lee «haciéndole tocar». 132 averiguarlo A.

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mil escudos133. Garay era grande tacaño134 y llevaba ya pensada la burla con grandes fundamentos y a la propuesta del ginovés le dijo estas razones: —Señor Octavio, yo tengo casi sesenta135 años, que es deciros haber pasado lo mejor y más de mi vida. Bien pudiera, con lo poco que sé desta arte, pasar lo que me queda con tanto descanso como un grande de España sin empeño. Esto a costa de muy poco trabajo, porque lo más tengo pasado en mis estudios.Yo carezco de hijos, quien me ha de heredar una razonable hacienda que tengo es Rufina, sobrina mía; con ella y la que heredó de mi hermano, padre suyo, podrá casarse honradamente con tal principal marido como el que perdió, que era de lo noble de la Andalucía, sin buscar más aumentos para ella, siéndome tan fácil el dárselos con lo que habéis visto. El no lo usar lleva cierto intento que os quiero comunicar. En España saben que si no soy yo no hay ahora hombre que sepa la química con más perfección y han llegado las noticias que de mí tienen a oídos de Su Majestad, y así soy buscado con mucho cuidado por varias partes, mas ha sido tanta mi dicha que he podido librarme de ser hallado, dando a entender que me he pasado a Inglaterra. La causa de huir de las muchas honras que Su Majestad me ha de hacer no va fundada en santidad y menosprecio de las cosas del mundo, sino en mi razón de estado, que es no querer honras ni favores con la pensión136 de perder mi libertad para toda la vida y pasarla disgustadamente en un honesto captiverio137.Y declárome con vos más. Su Majestad está hoy con guerras en diferentes partes138, cuyo gasto es tan grande que para socorrer su gente no solo ha menester sus rentas reales y la flota que viene de Indias, sino valerse de la ayuda de sus vasallos; pues si yo 133

diez mil escudos: son más de cien mil reales, una cantidad fuerte, incluso para el millonario genovés. 134 tacaño: «Astuto, pícaro, bellaco y que engaña con sus ardides y embustes» (Aut.). Comp. Cervantes, Viaje del Parnaso, vv. 256-258: «Serás escudo fuerte al grave daño, / que teme Apolo, con ventajas tantas, / que no te espere el escuadrón tacaño». 135 setenta B y A. 136 pensión: ‘tributo’, ‘carga’. 137 cautiverio A. 138 En la década del treinta proseguía la guerra en Flandes, se reanudaba el conflicto con Francia y el Imperio requería la ayuda española para contener a los suecos en Nördlingen (1634). Son años agitados. Curiosamente por esta época se presentan en la Corte algunos extranjeros que ofrecen transmutar materiales viles

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fuese hallado de los que diligentemente y con cuidado me buscan, sabiendo que con mi arte puedo remediar todo esto con mucha facilidad, claro es que en prendiendo mi persona han de dar con ella en una fortaleza que ha de ser cárcel para toda mi vida, pues en ella no tengo de hacer otra cosa que trabajar para siempre para aumentar los tesoros139 de mi rey y darle poder. Y este bien se lo diera yo por una o dos veces, sino que la codicia en los hombres es tal, que no se contentan con lo que tienen, aunque sea mucho, sino que anhelan siempre a tener más. Esta, señor Octavio, es la causa porque ando fugitivo y encubierto y debeisme el haberos revelado lo que no hiciera a mi hermano que hoy fuera vivo, pero de vuestro valor y secreto fío el que os encargo, que no perderéis por mí. Agradeció Octavio a Garay haberse declarado con él con tanta amistad, de la cual se hallaba tan feliz que le parecía le podían envidiar todos los del mundo. Lo que le respondió fue que fundaba su razón de estado bien y que para vivir preso, por temor de que no se pasase a servir a otro rey, la escusaba justamente con andar encubierto. Exagerole cuánto le estimaba y deseaba servir y que no tenía qué le ofrecer más que su hacienda, que della podía servirse desde aquel día como cosa propia suya, pero que lo que le suplicaba era que, pues había comenzado a dar muestra de su habilidad, no se partiese de Córdoba sin dejarle luz della. Esto le ofreció Garay diciéndole que cosa tan preciosa como el oro no se hacía menos que costando oro a los principios y que así le avisaba que había de ser grande el gasto para hacer la piedra filosofal140, que si quería disponerse a que él la hiciese, con partición de la ganancia, que no le estaría mal. El ginovés, que no deseaba otra cosa, le ofreció gastar cuanto tenía en ello y Rufina de ayudarles, porque de la enseñanza de su tío se le entendía a ella algo y aun mucho, replicó Garay. Quedó pues de concierto que de allí a dos días se daría principio141 a la obra, proponiendo que el principio del elixir142 divino —así llaman

en plata para el conde-duque de Olivares, quien se hallaba particularmente interesado en la transmutación del cobre en plata (García Font, 1976, pp. 225-228). 139 tesoreros M. Sigo B y A. 140 fisofal M. Enmiendan B y A. 141 princicipio M. Enmiendan B y A. 142 eligir M y B; elegir A. Opto por la grafía que da Aut., pero cabe señalar que elegir se lee, por ejemplo, en La hora de todos de Quevedo (p. 139). Elexir o

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los químicos al todo de su transmutación— se forma de la congelación del mercurio143 con el napelo, con la horra, con la cicuta, con la lunaria mayor, con la orina, con el excremento del muchacho bermejo, lambicado con los polvos de áloes, con la infusión del opio, con el unto del sapo, con el arsénico y con el salitre o salgema144; y que él lo pensaba hacer con la orina del muchacho bermejo, la cual encomendó a Octavio le buscase con diligencia, que era más a propósito que ninguna cosa. Él se ofreció a buscarla y para principio a la obra dio quinientos escudos a Garay, porque estos dijo haber menester para cosas preciosas que se habían de comprar; y esta liberalidad hizo el ginovés, así por el interés que se le seguía de lo que esperaba poseer como por haber dormido sobre el caso y pensar tratar casamiento con Rufina, pues teniéndola a ella por esposa era cierto tener de su parte a Garay, y que no le faltaría. No quiso dilatar el publicarle su pensamiento, que aquella noche, acabando de cenar, le sacó al jardín y se lo dijo. Pareciole a Garay que iba mejor encaminado su intento por allí y así le estimó su deseo exaelixir, «la substancia más sutil, interna y específica de cada cuerpo, que es como la esencia de él. Puede venir del árabe elexir, que significa fracción por la fuerza de romper los metales disolviéndolos» (Aut.). En lenguaje alquímico, es el nombre de la sustancia misma que transformaba los metales en oro. Comp., con uso figurativo, García, La desordenada codicia de los bienes ajenos, pp. 83-84: «Con este y otros secretos reservados solo a mi discreción, he hallado la piedra filosofal y el verdadero Eleysir vittae, con que convierto el veneno en medecina, el sayal en brocado y la hambre en hartura». 143 de mercurio A. 144 Castillo ha copiado nuevamente un fragmento casi íntegro de Suárez de Figueroa: «Consúmense los desventurados [alquimistas] en buscar recetas, libros y secretos, afanando por percebir la congelación del mercurio con el napelo, con la horra, con la cicuta, con la lunaria mayor, con la urina, con el excremento del muchacho bermejo, lambicado con los polvos de áloes, con la infusión de opio, con el arsénico, con el salitre o salgema, con el graso del sapo» (Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 67v). Por otro lado, esta receta disparatada es tópica en las sátiras contra los alquimistas. Se basa en la idea de que los elementos para producir el metal noble se hallan concentrados en las inmundicias y venenos. El napelo, por ejemplo, es «hierba venenosa que nace entre los berros y que es mortal para los lobos» (Aut.). Comp. Quevedo, Los sueños, pp. 237-241: «Andaban llenos de hornos y crisoles, de lodos, de minerales, de escorias, de cuernos, de estiércol, de sangre humana, de polvos y alambiques […] y en lugar de hacer el estiércol, cabellos sangre humana, cuernos y escoria, oro, hacían del oro estiércol, gastándolo neciamente». Expresa la misma idea en su Prosa festiva completa, p. 435.

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gerándole cuánto ganaba su sobrina en tenerle por dueño suyo; pero que había un inconveniente, que era esperar una dispensación de Roma para poder casarse, porque luego que enviudó Rufina había prometido, con el ansia de perder su esposo, entrarse religiosa y para relajar este voto que se hizo apasionadamente, habían despachado a Roma por dispensa de Su Santidad, y que la jornada a Madrid era a cobrar ciertos réditos de un juro145 que tenía sobre la hacienda de un gran señor, que por poderoso no se le pagaban seis años había; que él le daba su palabra que venida la dispensación se trataría luego del casamiento; que él vía a su sobrina muy inclinada siempre a lo que él la ordenase. Con esto quedó Octavio el más contento hombre del mundo y desde aquella noche fue dueño Garay de cuanto poseía. Comenzose pues a forjar la burla, comprando Garay algunas cosas que él encarecía valer mucho a Octavio y todo era engaño. Previno nuevas hornachas, nuevos crisoles y alambiques, diciendo que los que allí había no eran a propósito. Esto hizo en tanto que nuestro ginovés andaba buscando los orines del muchacho bermejo, que fueron algo dificultosos de hallar, aunque lo consiguió con dineros, que todo lo allanan, porque temiéndose de un hechizo146 la madre del muchacho, quiso que se lo pagasen bien.Todo cuanto Garay dilataba su química cautela147 era para hallar a propósito disposición de dar el salto a Otavio y, para cuando se ofreciese la ocasión, tenía comprados dos valientes rocines a propósito para huir de Córdoba y esos estaban en parte secreta. Compuso las distilaciones148 sobre las hornachas a vista del ginovés, compró alguna alquimia149, bronce y azófar, diferentes sales y otras 145

juro: «Cierta especie de pensión anual que el rey concede a sus vasallos, consignándola en sus rentas reales o en alguna de ellas, ya sea por merced graciosa, perpetua o temporal, para dotación de alguna cosa que se funda o por recompensa de servicios hechos o ya por vía de réditos del capital que se le dio para imponerse» (Aut.). 146 hechicero A. 147 química cautela: ‘estafa con fundamento químico’, ya que cautela es ‘trampa’. 148 destilaciones A. 149 alquimia: ‘oro falso’. «Se llama también el azófar, latón u otro metal dorado, trabajado con el arte de la alquimia» (Aut.). Comp. Cervantes, Rinconete y Cortadillo, NE, I, p. 266: «Quitose, en esto, una cadena de vueltas menudas del cuello, y diósela a Monipodio, que la color y al peso bien vio que no era de alquimia».

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cosas de lo que los químicos usan y, dando fuego a las hornachas, destilaban lo que se les ponía, que no era nada a propósito, sino solo para engañar al que gastaba sin orden, con la espera de lo que había de resultar de allí. En cuanto a amor íbale mejor a Otavio, porque con lo propuesto del casamiento la señora Rufina, por pasar con su engaño adelante, le hacía algunos lícitos favores, en ausencia de Garay, con que Octavio andaba loco y manirroto. Ofreciose venirle a Octavio una letra de cantidad150, que hubo de pagar a veinte días vista, y con esto y alguna quiebra de correspondencias que tenía en partes estranjeras, con que temía faltar de todo punto a su crédito si aquello no se componía en su favor; pero por lo que sucediese valiose del remedio que toman todos los hombres de negocios que quiebran, que es salvar los bienes para después hacer la fuga a su salvo151. Así nuestro ginovés no se dio por quebrado de todo punto, pero iba disponiendo la prevención para si sucediese, que fue lo que le estuvo mejor a nuestra Rufina y a Garay. Ocultó algunos bienes de joyas y dineros Garay, en nombre del ginovés, de quien él ya hacía mucha confianza y la persona que los tenía en depósito estaba avisada que a nadie los entregase, sino a uno de los dos. Sin esto llevose otro tanto a la quinta que, a vista de Rufina, encerró en un secreto lugar que para fracasos como estos tenía fabricado con mucho artificio, sin que nadie diese con ello sino es que lo supiese. Íbase trabajando en la mentida destilación, dándole Garay buenas esperanzas que dentro de veinte días tendría fin aquel trabajo, y vería mucho oro en su casa para reparar aquellas quiebras, siendo más de mil escudos los gastados en adherentes152 químicos, según la cuenta de Garay, no habiendo gastado quinientos reales153. Ofreciósele a Octavio en este tiempo llegarse a Andújar a verse con un correspondiente suyo para tratar con él cómo se sanearían estas quiebras que se esperaban; y encargando a Garay su casa fue dejarle carne al lobo, porque viendo la ocasión como la pudo desear, sin aguardar más, sacó el depósito de 150

letra de cantidad: ‘una letra de valor notable, costosa’. a su salvo: ‘libremente’, ‘sin dificultad’. 152 adherentes: ‘complementos’. 153 quinientos reales: en efecto, diferencia notoria respecto de la cifra aportada por el genovés, ya que los mil escudos aportados representan más de diez mil reales. La cantidad de reales gastada en verdad por Garay apenas alcanza a equivaler poco menos de cincuenta escudos. 151

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aquella casa, lo que era dinero y joyas, y dejó la plata labrada.Y lo que ocultaba la quinta no se quedó en ella y, acomodándolo bien, desampararon Rufina y Garay las hornachas y alambiques, y con su dinero acrisolado hicieron la piedra filosofal a costa del ginovés ausente. Pusiéronse a caballo en ocasión que la gente de Octavio dormía y, tomando el camino de Málaga, que sabía muy bien Garay, caminaron por él toda la noche, con más de seis mil ducados154 en joyas y dineros. Tuvieron advertencia de dejar las hornachas puestas y los crisoles y alambiques armados y todo a punto, y encima de un bufete un papel que escribió Garay en verso, que los sabía hacer, para que con más picazón quedase Octavio. Con esto, como está dicho, se partieron a medianoche en sus rocines, que ya habían traído a la quinta, desviándose del camino real, adonde los dejaremos ir su viaje, ricos y prósperos a costa del paciente, por decir lo que sucedió. Volvió Octavio de Andújar de allí a dos noches, no muy gustoso por no haber negociado como quisiera, porque el agente no halló modo cómo guiar aquellas cosas para prevenir el daño que esperaban por la quiebra de correspondencias155 y caudal; pero lo que a nuestro ginovés le consolaba más era tener en Garay fundadas unas firmes esperanzas de que saldría con su empresa, de modo que todo aquello se remediase y él quedase riquísimo, tan ciego156 le tenía su química o quimera157. Llegó a la quinta, ya de noche, y halló en ella a un criado suyo que en compañía de Garay y Rufina había dejado, que los demás estaban en Córdoba. Este le recibió con un semblante muy triste y hallándose con él arriba, sin ver mudanza en él de semblante, le preguntó con alguna alteración, temiendo que hubiese novedad, por sus huéspedes. Dellos no le pudo dar razón alguna el criado, porque 154 seis mil ducados: la cantidad supera los sesenta y cinco mil reales. Recuérdese que la fortuna del genovés según el narrador rondaba los sesenta mil ducados. 155 correspondencias: «Entre mercaderes y tratantes es el trato de de remitirse unos a otros el dinero, mercaderías y otros géneros» (Aut.). Comp. Guzmán, I, p. 159: «Uno a ganar y muchos a gastar, el tiempo por su parte a apretar, los años caros, las correspondencias pocas y malas». 156 que tan ciego A. 157 química o quimera: aprovecha la paronomasia entre ambos términos y el doble sentido de quimera como ‘fantasía’ y ‘engaño’. Comp. Cervantes, Don Quijote, I, cap. XXV: «¿Que es posible que en cuanto ha que andas conmigo no has echado de ver que todas las cosas de los caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés?».

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no los vio partir de la quinta, que le dejaron durmiendo y cerrado en su aposento, así se lo dijo a su amo, y que por ser fuerte la puerta dél, no la pudo abrir hasta que la hizo pedazos estorbándose en esto hasta mediodía. Buscaron lo que por allí había y hallaron los cofres descerrajados y su dinero menos. No era esto lo que más temía Octavio, sino que hubiese Garay llegado a su depósito. Al entrarse a acostar, poniendo él mismo la luz sobre el bufete, donde estaba el papel, le abrió y vio en él escrito este romance: Alquimistas mentecatos más codiciosos que ricos, que en multiplicar hacienda ponéis todos los sentidos, la piedra filosofal, que tanto habéis pretendido para convertir en oro todo metal menos fino, enseña el doctor Garay en el orbe protoquímico158, que vive ya escarmentado si pecó de motolito159. Este, siguiendo la escuela de Arnaldo, Jervo y Rosino, Paracelso, Morieno160, Raimundo, Avicena, Alquindo, con otros varios autores, que eminentes y eruditos se quemaron las pestañas161

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158 protoquímico: otra palabra jocosa con el prefijo proto-, tan del gusto de Castillo Solórzano. 159 motolito: «Fácil de ser engañado u vencido, por ser poco avisado o falto de experiencia y manejo en lo que se trata» (Aut.). Comp.Tirso de Molina, Don Gil de las calzas verdes, vv. 2210-2213: «Mas tal anda el motolito / por una vuestra vecina, / que es hija de Celestina, / y le gazmió en el garlito». 160 Morieno: se trata de Morienus Romanus. Su obra Liber de compositione alchemiae se incluye en el segundo volumen del Auriferae artis. El «Jervo» del verso anterior debe ser Jever, el mismo que aparece tanto en Suárez de Figueroa como en un pasaje ya citado del Marcos de Obregón. 161 se quemaron las pestañas: Correas recoge «Quemarse las cejas. Por estudiar y trabajar mucho» (núm. 19543). La explicación la da Cov.: «Están [los estudiosos] tan

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por parecer entendidos, desentrañando los senos162 de sus bien pensados libros en el fin de sus estudios supo lo que en el principio. Y así, después de gastar tiempo que dio por perdido, solo el santo desengaño le curó de su delirio. Lo que enseña desta ciencia en que tan docto ha salido es a escapar deste daño y a huir deste peligro. Y porque los anhelantes que siguen su laberinto no se queden sin vejamen les pide atentos oídos. Hombres de cascos163 baldados, ligeros de colodrillo, que para mofa de todos traéis al sesgo el juicio, ¿en qué fundáis la intención? ¿En qué estriba ese capricho que corrupción de materias engendren164 oro subido? ¿Putrefacción de excrementos ha de producir al hijo del sol165 que navega a España,

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embebidos en los libros, que vienen a quemarse el cabello y las cejas en la vela». A lo mismo apunta Espinel en este pasaje: «Le hallé una noche durmiendo sobre un libro y, diciéndole que mirase lo que hacía, que se quemaba las pestañas, respondió que apelaría para el tiempo que le diese otras» (Marcos de Obregón, I, p. 143). 162 senos: seno es «concavidad o hueco» (DRAE). Los sabios alquimistas han buscado extraer, en vano, lo recóndito de sus libros. Comp. Donaires, I, fol. 92v: «Distribuyole Apolo de su archivo, / de los senos más lóbregos y ocultos, / aquella ciencia que con su recibo / hace discretos a los más estultos». 163 cascos: ‘sesos’, ‘el juicio’. Comp. Don Quijote, I, cap. XXI: «¡Ay […] y cómo está vuestra merced lastimado de esos cascos!». 164 engendran A. 165 hijo del sol: el oro. Comp. Guzmán, II, p. 474: «El sol engendra el oro»; Lope de Vega, La Dorotea, p. 94: «El oro es como las mujeres, que todos dicen mal de-

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de donde le inquiere el Indio166? ¿De cicuta ponzoñosa, del opio, veneno impío, ha de formarse un metal del mundo el más pretendido?167 El arsénico y lo graso del oso han de ser principios de generación tan noble?168 ¿No miráis que es desatino? Si a interpretar jerigonzas de vocablos inauditos andáis de autor en autor, ¿no veis, no veis que ellos mismos cuando se dieron al ocio de sus estudios prolijos para desvelo de necios escribieron en guarismo169? Porque a saber ser verdad lo que tanto habéis creído, ¿con lo oscuro no os hicieran escolásticos del limbo170? ¿Lo enigmático y dudoso,

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llas y todos las desean; y al fin es hijo del sol, retrato de su resplandor y vivífica naturaleza»; y, también,Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 27. 166 el Indio: se refiere a la extracción del oro en América, referida metonímicamente. 167 Sustancias venenosas son parte de la receta que emplea Marcos de Obregón para su estafa alquímica: «Dile ciertos dineros para que me trajese ciertas cosas o ciertos simples corrosivos y venenosos —que no los digo porque mi intento no es enseñar a hacer mal—, y con otras cosas que les junté hice unos polvos que muchas veces ruciaba con agua fuerte y, en enjugándose, tornaba a ruciallos; quedaron con un color rubio muy apacible» (Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 128). 168 Comp. Quevedo, Los sueños, pp. 241-242: «¡Y qué bravas las daban sobre entender aquellas palabras tan referidas de todos los autores químicos: “Oh, gracias sean dadas a Dios, que de la materia más vil del mundo permite hacer cosa tan rica”». 169 en guarismo: escribir en guarismo es escribir en números, lo opuesto a escribir en letras o sea en castellano. Comp. Quevedo, Los sueños, p. 160: «Vienen allá a millares, condenándose en castellano y en guarismo». 170 escolásticos del limbo: dado que los alquimistas son expertos en materia tan oscura podrían ser escolásticos o maestros en lo que concierne al limbo, «lugar subterráneo, do no llegan los rayos del sol» (Cov.).

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pretendiendo ser Edipos171, queréis deslobreguecer cayendo en mayor abismo? Si creéis que por verdad afirmaron los antiguos que la química era ciencia importante a los nacidos, ¿no echáis de ver que en el modo de vocablos exquisitos para más desatinaros huyeron del Calepino172? La virtud transmutativa173 llamaron, ved qué delirio, polvo, piedra, cuerno, ungüento, elicir y otros distintos

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171 Edipos: ‘expertos en resolver enigmas’. Edipo, por resolver el enigma planteado por la esfinge, era el arquetipo de esta habilidad. La referencia a este personaje también proviene de Suárez de Figueroa: «Aquí se aprende la práctica vil del Rosiano y Rosino, de Turba, Alfidio y Juanicio, dada solamente en figuras, caracteres, líneas, metáforas, puntos, profecías, similitudes, síncopas y enigmas, a quien sería imposible interpretar Edipo o Esfinge» (Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 67v). 172 Calepino: el diccionario latino compuesto por el italiano Ambrogio Calepinus. Los autores antiguos emplean, para confundir mucho más, términos que no figuran en esta obra, libro de cabecera de los letrados de la época. Quevedo lo refiere para aludir a la oscuridad de la poesía culterana: «Con esto, y con gastar mucho Calepino sin qué ni para qué, serás culto, y lo que escribieres oculto, y lo que hablares lo hablarás a bulto» (Prosa festiva completa, p. 441). El chiste no es original de Castillo, pues ya Suárez de Figueroa, citando los extraños vocablos de la alquimia, los consideraba «tan remotos que dejarían atónitos a Diómedes, al Prisciano y al Calepino, si hubieran de poner en sus obras tales nombres» (Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 68r). 173 virtud transmutativa: es decir, la propiedad de la transmutación de los metales que prometía la alquimia. Comp. Quevedo, La hora de todos, p. 138: «Yo soy filósofo espagírico, alquimista con la gracia de Dios; he alcanzado el secreto de la piedra filosofal, medicina de la vida, y transmutación trascendental, infinitamente multiplicable». Este verso y los siguientes recogen términos mencionados por Suárez de Figueroa: «Aquí se aprende la gramática insulsa de nombres extravagantes, para hacer enloquecer a cualquiera, inventada por el Panteo, nombrando a la virtud transmutativa, polvo, piedra, tierra, ungüento, cabo de cuerno, elicir, quintaesencia, con otros infinitos deste género» (Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 67v).

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nombres, para que la escuela que inquiere transmutativos, dando en temas de locura174 multiplica175 desvaríos. Lo que os manda ejecutar en los términos precisos no veis que echa bernardinas176, pues son sus vocablos mismos denso, raro, ánima, cuerno, volátil, ingenuo177, fijo, formas, materias, pureza, duro, blando, puro, mixto178. Los humos de que se vale son calcantes, litargirios, magnetos, férreos y talcos, celaminas, salcatinos179. A los cuerpos de las sales los llaman nombres de espíritus, hilepingüedo, baurat, tucar, coágulo, vitro180. Al azogue, que es el norte 174

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temas de locura: ‘sus manías’. Tema «significa también aquella especie que se les suele fijar a los locos y en que continuamente están vacilando y hablando» (Aut.). «Cada loco con su tema, porque siempre tienen algún bordoncillo particular y por la mayor parte lo que fue ocasión para perder el juicio» (Cov.). 175 El uso moderno exigiría enmendar por el modo subjuntivo multiplique, pero Keniston (1937, p. 358) advierte de algunos empleos del indicativo en cláusulas de propósito. 176 echa bernardinas: «Bernardinas son unas razones que ni atan ni desatan y no sinificando nada. Pretende el que las dice, con su disimulación, engañar a los que le están oyendo» (Cov.). Comp.Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 469: «Que parece que habláis de veras, y estáis echando bernardinas». 177 ingenio A. 178 Comp. Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 67v: «A los sujetos del arte, ánima y cuerpo, denso y raro, formas y materias, fijos y volátines, duros y blandos, puros y mistos, ocultos y descubiertos». 179 «A los modos que usa la facultad, humos de antimonios, arsénicos, calcantes, ferretos de España, litargirios, marquesitas, metalinas, talcos, magnetos, celaminas» (Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes, fols. 67v-68r). 180 Algunos son términos oscuros propios del lenguaje alquímico. Sobre hilepingüedo, Ruiz Morcuende comenta: «La Hyla arbórea o viridis es el batracio denominado vulgarmente rana de San Antonio. Quiere, por tanto, decir, hilepingüedo,

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en quien fundan sus principios, llaman mercurio, favonio, ecuato, éufrate, unitivo181. A la plata, luna, reina, incineración, lucinio, nigredo, calcinación, hipóstasis femenino182. Y vosotros para usar de aquestas cosas solícitos andáis siempre entre crisoles, bacías, fuelles, hornillos, baños, morteros, cedazos, parrillas, copelas183, vidrios184, alambiques, cazos, ollas, fuego, cazuelas, librillos185; tan tiznados y ahumados, tan quemados y curtidos que parecen en los rostros

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grasa de rana o sapo» (nota a su edición, p. 167). Baurat es el moderno bórax. Vitro, siempre según Ruiz Morcuende, sería el sulfato. Comp. Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 68r: «Aquí se aprende a conocer el cuerpo de los sales con nombres de malos espíritus, siendo llamados bahurath, borace, coágulo, comeristón, hilepingüedo, elebroth, tierra potencial, vidro de Faraón, tíncar, materia prima del arte». 181 Comp. Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 68r: «Aquí se aprende a conocer el azogue, principio desta disciplina, con nombres estrañísimos de ecato, de azoth, de corazón de Saturno, de éufrate, favonio, flegma, mercuria, occidente, blanco de huevo, unción y otros mil epítetos disparatados». 182 Comp. Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 68r: «Aquí se aprende llamar a la perfeta plata calcinación, melancolía, encineración, nigredo, luna fémina». 183 copelas: «Vaso de figura de cono truncado hecho de cenizas de huesos calcinados, y donde se ensayan y purifican los minerales de oro y plata» (DRAE). 184 vidros A. 185 librillos: ‘especie de barreños’. «Vaso de tierra en que las mujeres suelen lavar lienzos y ropa delgada y también se sirven destos vasos en las cocinas» (Cov.). Comp. Suárez de Figueroa, Plaza universal de todas ciencias y artes, fol. 68r: «Aquí se aprende un arte de lambicar el juicio […] con un rompimiento de cabeza entre bacías, alambiques y baños, entre crisoles y hornillos. Aquí se aprende un caos de cosas que buscar, como saquetes, piezas, camisas, cedazos, morteros, fuelles, horquillas, muelles, ollas de vidrio, de barro, fuegos, parrillas, copelas, cadinos».

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a los sulfúreos ministros186. ¡Que el escarmiento en los necios que siguieron tal camino no os libre de mentecatos es de lo que más me admiro! Pues buscando incertidumbres187 apurados de juicio, empeñadas las haciendas y de caudales falidos188, andáis más pobres que andan vagabundos peregrinos, gramáticos y poetas189, entre quien pocos se han visto con caudal y así vosotros, de la razón fugitivos, disipáis todos los vuestros emprendiendo desatinos. Tú, Octavio, con tanto amor como codicia, has venido, confiado en este embuste, a ver vanos tus designios, si bien quien este te escribe bien con el suyo ha cumplido, pues de palabras de viento a sacar moneda vino. ¿Qué piedra filosofal hay de quien se haga oro fino, como de un amoroso engaño y un amoroso cariño? El mío halló su provecho y la moza hizo su oficio, 186

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sulfúreos ministros: ‘los diablos’, porque el sulfuro proviene del azufre, que es el olor infernal. Con el humo producto de sus ensayos, los alquimistas quedan con las caras tiznadas, pudiendo confundirse con los demonios, que se cree son negros. De allí que Vélez de Guevara en El diablo cojuelo hable de aquellos como «los príncipes de la Guinea infernal» (pp. 17-18). 187 invertidumbres M, B y A. Sigo la enmienda de Ruiz Morcuende. 188 fallidos A. Falido es «el que ha quebrado y faltado a su crédito» (Aut.). 189 A propósito de la pobreza señalada, recuérdese que en el Coloquio de los perros, un alquimista comparte sus miserias en el hospital de la Resurrección con un poeta, un arbitrista y un matemático, conformando un cuarteto de pobres necios.

LIBRO II

que es fingir amor en quien estafado della ha sido. Ahí quedan las hornachas, los alambiques y vidrios; la recepta de hacer oro, esa la llevo conmigo. Si te pareciere bien estafa a otro motolito, porque pague con su190 engaño lo que te hemos ofendido; porque cobrar tu moneda con las armas de Filipo191 tus ojos no lo verán por los siglos de los siglos.

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No tardó poco el engañado ginovés en leer los versos satíricos que sus fugitivos huéspedes le dejaron. Luz tuvo de ser ellos los autores del robo, mas no la halló para topar con ellos. Aquella noche la pasó cual puede considerar el discreto letor, de quien se vía en víspera de quebrar y sin remedio de soldar su quiebra, y estafado o robado. No perdió la esperanza así de hallar en Córdoba el depósito intacto como de alcanzar a los robadores de su moneda. Vuelcos daba por la cama y no lo causaba el amor de la tacaña Rufina, que ya se le había quitado con la falta de su moneda, sino el haberla perdido engañado de un embustero socarrón. Allí maldijo los principios de su química, aunque debiera echarlos bendiciones, pues le atajaron con la burla que prosiguiese en su intención. Apenas vio el día cuando, levantándose a toda priesa, fue luego a la ciudad y a la casa del depositario de su hacienda y, preguntándole si había acudido allí Garay, le respondió que sí y se había llevado cuanto en su poder tenía, siguiendo el orden que le había dado de entregárselo si viniese. En poco estuvo el desesperado ginovés de no quedarse allí muerto de pena. Hizo demostraciones de sentimiento tantas que, a no saber la causa, el depositario le tuviera por falto de juicio. Consolole lo mejor que pudo y aconsejole cuanto le importaba, que 190

tu M y B. Sigo A. armas de Filipo: es decir, las armas del rey, «se entiende la moneda, por estar grabadas en ella las armas reales» (Aut.). El avaro genovés no podrá recuperar su inversión. 191

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luego se hiciesen apretadas diligencias en buscar a los delicuentes. Hizo cuantas pudo a costa de su dinero, que le llevaron comisarios despachados con requisitorias por varios caminos, pero el que llevaban192 Garay y Rufina era tan extraordinario193 que no dieron con ellos, y así se volvieron a Córdoba a cobrar los salarios de quien les había despachado, conque fue añadir gasto al robo. Dilatose luego por toda la ciudad, conque a otra letra que le vino al ginovés, hubo de ausentarse por no la aceptar y dar consigo en Génova, con lo que pudo salvar de su moneda y hacienda, dejando a sus acreedores a la luna de Valencia194, sin hallar bienes de que cobrar sus deudas y créditos que le habían dado; paradero ordinario de los que abrazan mucho con poco caudal, fiados en que con la fuga se libran destos lances.

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llevaba M, B y A. extraordinario: ‘inusual’, ‘fuera de lo común’. 194 a la luna de Valencia: dejar a la luna «es lo mismo que dejar en blanco. Díjose por analogía del que halla la pasada cerrada y se queda al sereno; y se suele decir comúnmente a la luna de Valencia» (Aut.). El refrán también aparece en Correas (núm. 374). Comp. Guzmán, II, p. 160: «Con otro, pareciéndome fiel, me pudiera descuidar y dejarme a la luna». 193

LIBRO III1

A largo paso caminaban Garay y Rufina por camino desviado. En cuatro noches no durmieron en poblado, temerosos de que no fuesen2 hallados de la justicia, presumiendo que el ofendido ginovés los había de hacer buscar con cuidado. Al fin ellos desvanecieron sus diligencias con guardarse en disfrazado traje de ocupar el poblado. Garay acudía a él por lo necesario para sustentarse y por ser buen tiempo, que era entonces la primavera, dormían en el campo. Llegaron a un bosque una tarde al ponerse el sol, temerosos de que un nublado muy denso no descargase sobre ellos cantidad de agua y piedra, que eso prometía con dilatados truenos y recios. Con este temor se acogieron a lo más espeso, donde amparándose de las ramas, las tomaron por defensa de una recia agua que el cielo envió envuelta en piedra. Con el mismo temor se valieron del bosque otros que eligieron por amparo otro puesto, cercano al en que estaban los fugitivos Garay y Rufina. El rumor de su plática dio motivo a Garay para que quietamente saliese de donde estaba y, encubierto de las ramas, se puso cerca dellos. Eran tres hombres los que estaban allí y cuando Garay llegó, comenzaba esta plática el uno dellos: —Si esta noche, compañeros míos, no se serena, mal lance podemos esperar en lo que emprendemos, porque a continuar así esta agua, vendrá a ser estorbo de nuestros intentos. —Así es —dijo otro— y el ermitaño de la ermita del cerro se habrá cansado en balde de habernos aguardado para facilitar nuestro robo.

1 Libro tercero / la garduña de Sevilla / y anzuelo de las bolsas / hija de Trapaza A. 2 ‘temerosos de que fuesen’.

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—Único hombre es —dijo el otro— y la capa de su hábito lo es de nuestros latrocinios y ha sido excelente el modo con que ha sabido granjear las voluntades de los que le han dado a su cargo aquella ermita. —Él sabe tan bien fingir con su estudiada hipocresía que engañará a cualquiera —replicó el primero— y así lo ha hecho, acreditándose de virtuoso varón por toda esta tierra, siendo el mayor bellaco facineroso que habita en ella. —Doce años ha que le conozco —dijo el segundo— usar el trato del araño3 y en todo este tiempo ha tenido tanta dicha que nunca puso pie en la cárcel, habiendo otros que al primero hurto son castigados. —Él es el amparo de los de nuestro trato y su ermita, con aquella cueva que ha hecho debajo della, el depósito de nuestros hurtos —dijo otro— y el de antes de ayer fue el más considerable que ha habido en esta tierra, pues pasaron de más de mil y quinientos escudos4 en oro los que le quitamos al tratante en tocino. —No me contento con otros tantos —dijo el que primero había hablado— si la noche se mejora. Con esto trataron del modo como habían de ejecutar el hurto, de que no perdió sílaba Garay. Sabía toda aquella tierra bien y teníala medida a palmos, de modo que conocía razonablemente al ermitaño; si bien le tenía por un santo, no imaginando que tal trato tuviese ni que su ermita fuese receptáculo de ladrones. Volviose5 a su puesto con Rufina, a quien contó cuanto había oído a los ladrones. Estuviéronse quietos, deseando que así lo estuviesen sus dos rocines, porque de ser sentidos esperaban que tendrían mejor medra con sus despojos6 que con el hurto que iban a hacer. Sucedioles bien, estando la fortuna de su parte, porque las cabalgaduras estuvieron quietas, la noche se serenó y los ladrones acudieron a hacer su herida. 3

trato del araño: ‘robo’. mil y quinientos escudos: más de quince mil reales o alrededor de 1.400 ducados. Equivale, por ejemplo, a la mitad del tesoro que almacenaba el avaro Marquina o, más o menos, a la mitad de la renta anual de un caballero (la cual no bajaba de 3.000 ducados). 5 Volviese M. Enmiendan B y A. 6 despojos: el botín de guerra, aquí se refiere a todo el dinero del genovés que cargan consigo Rufina y Garay, el cual supera de largo el robo que planean los ladrones. 4

LIBRO III

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Garay y Rufina, sintiendo que se ausentaban de allí, tomaron el camino de una cercana venta, donde posaron aquella noche y estuvieron en ella esotro día. Allí confirieron Garay y Rufina lo que habían de hacer y se dirá adelante, dándoles motivo a nueva empresa lo que a los tres ladrones habían oído la noche antes. Y así, dispuesto todo, los dos se fueron cerca de la ermita del cerro, donde estaba el hermano Crispín, que así era llamado, siendo ermitaño, y antes Cos-me de Malhagas por mal nombre entre los de su trato. Ensayada estaba Rufina en lo que había de hacer y así a un árbol que estaba al pie de un cerro, cercano a la ermita, fue atada de Garay, y luego comenzó ella en altos gritos a decir: —¿No hay quien favorezca a una desdichada mujer que la quieren quitar la vida? ¡Cielos, doleos de mí y vengad el agravio que se le hace a mi inocencia! Aquí hacía su papel Garay, diciendo: —No tienes que dar voces a quien no te ha de remediar, encomiéndate a Dios el poco tiempo que te queda de vida, que luego que seas atada a este árbol te he de sacar el alma a puñaladas. A los primeros gritos oyó Crispín a la mujer y hallose solo en la ermita, cosa nueva, porque siempre vivía las noches acompañado de la gente non santa7 de su trato.Valiose el bendito de dos escopetas, antes que de amonestaciones, que no son tan eficaces para el miedo entre la gente obstinada, y así bajó al puesto donde estaban Rufina y Garay, disparando una escopeta.Vínole a molde a Garay esto, porque habiendo de hacer su fuga, como tenía concertado con su moza, la hacía con mayor causa, pues se le atribuía a temor de aquella tremenda arma.Y así, poniéndose en su rocín y tomando la rienda al otro a todo correr se ausentó de allí. Bajó Crispín donde a la luz de la clara luna, que entonces comenzaba a salir, vio a Rufina, mintiendo llanto y fingiendo angustia del susto en que se había visto.Y así, para hacer mejor su papel, dijo al llegar el hipócrita ermitaño: —¿Dónde vuelves, enemigo mío, perdiste el miedo al tremendo rumor de la escopeta para acabar mi vida? Aquí me tienes, da fin a ella,

7 gente non santa: ‘criminales’, ‘gente de mal vivir’. La expresión es bíblica (Salmos, XLIII). Comp. Don Quijote, I, cap. XXII: «Señor caballero, cantar en el ansia se dice entre esta gente non santa confesar en el tormento».

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mas lo que te aseguro es que por este delito que cometes, estando inocente de lo que me imputas, te ha de castigar el cielo fieramente. Llegó en esto Crispín y díjola: —No soy, señora, quien habéis pensado, sino quien viene a remediar vuestra pena y ponerse a defender vuestra vida. ¿Dónde está quien pretendía ofenderla? Que depuesto el modesto estilo de mi profesión he venido con estas escopetas a seguir al que os ofende, por parecerme era servicio de nuestro Señor. Esto decía y la desataba del árbol y, habiéndolo hecho, Rufina se arrojó a sus pies, diciendo: —De vos, hermano Crispín —que ya sabía su nombre— me había de venir este milagroso socorro; revelación habréis tenido deste delito que se intentaba hacer, pues con armas ajenas de vuestro hábito habéis acudido al remedio, prevención que os vendría del cielo, para castigar tal maldad. Págueos8 Dios el socorro, que yo soy una flaca mujer que no puedo más que con sumisiones agradeceros este bien que me habéis hecho, debiéndoos no menos que la vida, que estaba expuesta al furor de un hermano mío que mal informado quería quitármela. Pareciole la mujer muy bien al hermano Crispín, que no despreciaba nada que tocase al género femenino, mas como su compostura y modestia habían de sustentar tan introducida hipocresía, abstúvose9 de no decirla mil cariciosas razones y, asido a las aldabas de su mentida santidad10, la dijo: —Hermana mía, no soy tan digno de los favores del cielo como me hace, mas anhelo procurar parecer bueno, siguiendo en esta soledad al Señor, Su Divina Majestad ha permitido que en esta ocasión yo fuese el medio por quien vuestra vida no peligrase, gracias al cielo que todo ha parado en bien. Una celda pobre os puedo ofrecer esta noche y las demás que gustáredes hasta negociar vuestra comodidad, mientras se pasa la ira de vuestro hermano. Esta11 os ofrezco con una

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Pageos M. Enmiendan B y A. actuvose M y B. Sigo A. 10 asido a las aldabas… santidad: asirse o agarrarse a las aldabas es «frase con que se explica el conato o empeño con que alguno porfía en no dejar algún negocio en que se ha metido, sin desconfiar de conseguirle o con que se defiende con tenacidad alguna sentencia en fuerza de alguna razón que al que contiende le parece más firme que todas las que le oponen en contrario» (Aut.). 11 Essa M. Enmiendan B y A. 9

LIBRO III

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voluntad muy sencilla y un amor de prójimo, que este hábito se vistió para ejercer estas caridades. De nuevo le dio Rufina las gracias por el ofrecimiento que le hacía mintiendo lágrimas, que en la mujer es cosa fácil. Aceptó el ofrecimiento que la hacía, por ser lo importante para lograr su intención y así caminaron hacia la ermita, yendo el hermano muy aficionado de Rufina y metido en varios pensamientos. Llegaron a ella con no poco cansancio de la engañosa moza, mintiendo aun más del que tenía. Crispín la esforzaba, llegándose a darla el brazo. Abrió la puerta de su celda y entraron dentro. Para lo exterior tenía una tarima en que fingía dormía, una pobre mesilla, un crucifijo a la cabecera de la cama, una calavera al pie y la disciplina colgada cerca en un clavo. De ver esto se admiró Rufina, arrepintiéndose de haber venido allí, porque la pobreza de la celda y el encogimiento de su dueño parece que contradecían a la información que habían tenido de los tres ladrones en el bosque. Crispín, viéndola notar todo su menaje, le dijo: —Hermanica, parecerale pobre albergue este, con que se prometerá toda descomodidad esta noche, pues no desespere de tenerla, porque ha sido dichosa en no haber hallado aquí quien asista en novenas, que suelen algunas personas devotas tenerlas en esta ermita y así, la providencia de los que cuidan della, tienen alguna ropa para hacer camas aquí. Mentía en esto el hipocritón, porque habiendo preguntado lo primero a Rufina si era de Málaga y díchole que no, con esto se atrevió a fingir que había allí camas para los que tenían novenas y no era así, sino que él, por12 dormir con comodidad y regalo, tenía muy blandos colchones y la ropa necesaria para una regalada cama y aun para dos, por los secretos huéspedes que tenía. Estaba esta ropa, con otras alhajas, en un sótano que él había hecho secretamente, que era la custodia de los bienes que contra la voluntad de sus dueños se traían allí por la gente de rapiña. Rogola que allí se atendiese y el socarrón solícito bajó abajo y subió la ropa, con que se hizo una cama en un retirado aposento, algo apartado del suyo. Cenaron aquella noche algo mejor que Rufina había pensado, porque no faltaron principios de regaladas frutas del tiempo, una sazonada olla y un conejo antes della, que dijo Crispín haberle dejado allí

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para B y A.

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un devoto suyo, a quien debía muchas obligaciones. Rufina, forzando su natural alegre, estuvo muy mesurada en la cena, fingiendo mala gana de cenar, causada de su fingida desdicha. El hermano también mentía el hambre con que estaba, pues para sus buenos alientos era toda aquella cena poca, mas hubo de abstener como Rufina, mas no lo estuvo de mirarla en cuanto la cena duró. Hubo gracias a la postre, como al principio bendición, conque alzados unos pobres aunque limpios manteles, el hermano deseó saber de Rufina la causa de quererla su hermano matar y así la rogó que se la dijese. Ella, por mostrar agradecimiento en esto y reconocer la obligación en que le estaba, le dijo: —Aunque renovar sentimientos ha de ser para mí más aflicción, tiéneme, hermano, tan obligada que sería ingrata a no condescender con lo que me manda y así, prestándome oídos, pasa mi suceso desta suerte. «Yo soy natural de Almería, nacida de padres nobles, pues ha muchos años que en aquella ciudad tuvieron su antiguo origen. No tuvieron de su matrimonio más que a mi hermano y a mí, que es un año mayor que yo. Murieron nuestros padres, dejándonos a mí de quince años, moza y con la cara que veis. Tuve muchos pretendientes para casarse conmigo, mas mi hermano no se pagaba13 de ninguno, poniéndoles defetos14, ya en la sangre o ya en sus personas, conque no llegó a tener efeto ninguno en su pretensión. Bien creo que era la causa desto desear mi hermano que yo me entrase religiosa en un convento de monjas donde estaban dos tías mías y desto tuve premisas por ver lo que yo era rogada dellas que fuese allí religiosa.Yo nunca tuve intento de serlo y así nunca les salí a su pretensión, conque mi hermano no me mostraba muy buen semblante. Acertó a venir de Flandes un hidalgo que había salido de Almería niño y por sus servicios mereció llegar al puesto de capitán de infantería y de allí a capitán de caballos. Quiso dar una vuelta a la patria y así con licencia de su general vino a ella muy lucido de vestidos. Tenía mediana hacienda y muchos réditos caídos della desde el tiempo que había dejado su patria.Viome un dia en una iglesia, preguntó quién era, informáronle bien y lo más cierto es que se aficionó a mí,

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no se pagaba: ‘no se complacía’, ‘no se daba por satisfecho’. defectos A.

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conque me comenzó a galantear y a escribir. Al fin, por abreviar, yo viendo sus finezas, su igualdad en sangre y buenas partes en él, procuré pagarle su afición, de modo que le di entrada en mi casa con pretexto de que sería mi marido. Pudo hacer esto con más seguridad por estar entonces mi hermano enfermo de una larga enfermedad, de que pensó morir. Pluguiera al cielo así fuera, para que no llegara yo a ver lo que ha pasado por mí. Uno de los que me festejaban, envidioso de que un recién venido hubiese sido el admitido15 en mi gracia y tan adelante, dio en seguir sus pasos y pudo su vigilancia llegar a verle entrar en mi casa y salir muy a deshora. Con esto le pareció vengarse de mí, que no le había despreciado, en dar cuenta a mi hermano de lo que pasaba en su casa y así un día que le visitó, hallándose a solas con él, le dijo cuanto había visto. Estaba entonces mi hermano algo más esforzado, pues se comenzaba a levantar y con mediana diligencia pudo certificarse en ver lo que el otro le había dicho. No pudo por entonces vengarse, por su gran flaqueza, mas dejolo estar para mejor ocasión, sintiendo mucho que yo hubiese puesto los ojos en el capitán, porque con cualquiera no sintiera tanto el verme prendada como con él, que con un hermano suyo mayor había tenido muchos disgustos y nunca se llevaron bien. Convaleció mi hermano y, viendo al capitán ausente de Almería, que había ido a la Corte a sus pretensiones, me dijo que me quería traer a Málaga a ver otra tía monja de la orden de San Bernardo.Yo, creyéndole, como estaba ignorando que sabía estas cosas, condescendí con su voluntad, muy gustosa de traer16 tal jornada, porque quería mucho a esta señora y ella me pagaba este amor con muchos regalos que me enviaba. Con esto se dispuso la partida y, viniendo en dos andadores rocines con dos criados, al llegar a este bosque los mandó adelantar a tomar posada y al emparejar con ese sitio donde me hallastes, que era cuando había anochecido, valiéndose de sus fuerzas me apeó y puso en el término que vistes17, donde perdiera la vida infaliblemente si vuestro socorro no llegara en la forma que llegó; porque cuando del trueno de la escopeta temió de tal manera que desamparó el puesto y me dejó atada a aquel árbol. Dios os guarde, que nunca me olvidaré, mientras Dios me diere vida, deste beneficio». 15 16 17

sido admitido B y A. tratar A. viste A.

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Consoló mucho el hermano Crispín a su huéspeda y ofreciola que la ayudaría en cuanto se la ofreciese y, por ser algo tarde, se recogieron a dormir, yendo Crispín lo bastantemente enamorado de Rufina para desear hallar modo como supiese, sin escándalo, su intención. Rufina ocupó la cama que se había hecho para ella y Crispín otra que tenía escondida con muy buena ropa, que no se procuraba tratar mal. Toda aquella noche estuvo desvelado, discurriendo cómo podría manifestar su amor a su huéspeda. Con esto le halló la mañana, anunciándola los pajarillos de los vecinos campos con sus arpadas lenguas18. Levantose y de allí a poco Rufina, la cual, acudiendo a la iglesia de la ermita, que se podía entrar por ella desde la casa del ermitaño, le vio en ella de rodillas. Apenas sintió ruido cuando, dejando su oración, si la hacía, volvió la cabeza a verla; no pudo acabar consigo menos19, tanto la quería desde la pasada noche.También Rufina de su parte se acogió a la hipocresía, estando largo rato de rodillas, más que ella quisiera, porque no era nada devota.Vio acabar de orar a Crispín y así ella también dejó de hacerlo.Vínose para ella el hermano diciendo: —Loado sea el Señor, hermanita en Cristo, y dele tan felices días para el cuerpo y para el alma como yo deseo. Dígame, criatura de Dios, y qué perfeta20, ¿cómo ha pasado la noche? Ella le dijo: —Hermano, con su buen agasajo bien, aunque mi pena no ha permitido que el sueño me diese sosiego. —Es uno de los alimentos mayores que tiene el hombre —dijo Crispín— y así creo que hace tanto como la comida. Encomiéndelo todo a Dios, que su pesar parará en alegría. —Así lo permita su infinita bondad —dijo ella. 18 arpadas lenguas: el epíteto de arpadas para las lenguas de las aves cantoras tuvo gran fortuna para recrear ambientes bucólicos. Si bien se emplea como sinónimo de ‘armoniosas’ y, con tal sentido, ya vulgarizado, lo emplean Castillo Solórzano y sus coetáneos, arpadas apunta al hecho de que las aves que cantan tienen las lenguas sin punta o sea ‘cortadas’ (tal es el sentido del verbo arpar); por lo que originalmente arpadas lenguas fue un elogio a la habilidad de ciertas aves, como el papagayo, para imitar los sonidos humanos pese a tal dificultad anatómica (Lida de Malkiel, 1975, p. 235). Comp. Zayas, La fuerza del amor, Novelas ejemplares y amorosas, p. 358: «Escuchad, bellas aves, / y con arpadas lenguas / ayudaréis mis celos / con dulces cantinelas». 19 no pudo acabar consigo menos: ‘no pudo resistirse’ a ver a Rufina. 20 perfecta A.

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Fuéronse de allí a una estancia que miraba al campo, donde sentados los dos, quien comenzó la plática fue Crispín, diciendo así: —Cierto que cuando veo a los hombres salir de su quietud y andar en desasosiego por la hermosura de las mujeres, en parte los disculpo porque los afetos21 humanos no pueden dejar de hacer su oficio, que es dejarse llevar de lo que los ojos han visto con delectación suya, teniendo por objeto una de las muestras mayores que nos ha dado la Divina Majestad, para que por ellas rastreemos cuáles serán las celestes beldades de aquellos espíritus angélicos.Yo, desde que dejé el mundo, que fue en edad que aún no conocía malicia, me procuro apartar de ver hermosuras, porque hallo que es para mí grande inconveniente el mirarlas, pues de hacerlo con atención, como he visto con experiencia, resulta el verme inquieto; lazos que pone el demonio para que los que estamos ajenos dél seamos suyos. Todo este periodo22 ha parado en llegaros a decir que el mayor servicio que os he hecho ha sido el admitiros por huéspeda mía, cuando vuestro rostro es el mayor peligro que tienen las almas, pues tiene tantos primores que con ellos las hechiza y enajena. No os admiren estas razones, ajenas deste hábito, que por lo de hombre23 me distraigo24 dél para deciros esto. Quedó con colores de vergüenza el que tenía tan poca y no menos las mostró Rufina, mas como la ocasión la ofrecía cabellos25 y aquella era la que había de darla camino para su pretensión, no quiso perder sus cabellos y así le dijo: —Aunque yo no me incluya en el número de las que pueden con su beldad inquietar a los hombres, le confieso, hermano Crispín, que me conformo con su opinión, que es tan poderosa la fuerza de la hermosura que a mí, con ser mujer, me lleva y deja suspensa cuando ten21

efetos M y B. efectos A. periodo: «Se llama también la cláusula entera y perfecta de la oración» (Aut.); correspondería en la actualidad a un fragmento de discurso. 23 lo hombre A. 24 destraigo A. 25 la ocasión la ofrecía cabellos: la ocasión se representaba como una mujer calva, aunque con un mechón del cual había que prenderse firmemente para no perderla. A esta deidad antigua «pintábanla […] con un copete de cabellos que le caían encima del rostro y todo lo demás de la cabeza sin ningún cabello, dando a entender que si ofrecida la ocasión no le echamos mano de los cabellos con buena diligencia se nos pasa en un momento sin que más se nos vuelva a ofrecer» (Cov.). 22

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go algún bello objeto adelante26 de mis ojos; y así no me admira que los hombres hagan estremos estando enamorados, pues a más les obliga la fuerza de la belleza que aman, ni aun me espanto de que comprehenda aun hasta los que están retirados del mundo, pues no se han purificado de los humanos afectos.Yo estimo en más el hospedaje que me hacéis, pues es con tanta pensión de vuestra inquietud. Quisiera que en mí misma no estuviera la causa, mas lo que podré hacer será dejaros descansar y aliviaros del enfadoso hospedaje mío, si os tiene de costa lo que me significáis pernicioso, que os pago, si no con la misma moneda, a lo menos con lastimarme que dejásedes tan presto el trato de las cosas del mundo por vivir esta soledad; que, aunque es por mejora de vuestro espíritu, todavía hallo en vos partes para que todos las estimaran algún tiempo, teniéndole después para poner en ejecución lo que habéis hecho. A medida de su deseo habló Rufina al hermano Crispín y él, contento con lo que la oía, se atrevió a decirle que su hermosura era tan poderosa con él que desde que entró en su albergue no podía sosegar, amándola tiernamente. Rufina no se esquivó de lo que oía, disculpándole los afectos de hombre; no le desesperó27 de favor, porque la convenía, y así le dejó contentísimo. Fingiose Rufina indispuesta dos días, sin levantarse de la cama, donde fue regalada de su huésped con grandísima puntualidad, que de noche le traían conocidos suyos de los cofadres de Caco28 cuanto podía desear. A mucho se atrevió Rufina, que fue a quedarse a solas con un hombre en una soledad, mas hizo este atrevimiento conociendo en él mucha voluntad y amor; y este, cuando es perfeto29, siempre peca en cobarde, pues no hay ninguno que amando perfectamente se atreva a ofender con osadías a quien ama, así lo hacía Crispín. Lo que estaba en su favor fue el prometerle Rufina que, sabido de su hermano que no estaba en Málaga, le oiría con más gusto30, pero que la pena de no hallarse aun allí segura la tenía desazonada para no atender a los muchos méritos que en él iba conociendo cada día. Con esto pudo tener a Crispín a raya, con esperanzas de verla más propicia en su favor y así la prometió ha26 27 28 29 30

abjeto adelante M y B; objeto delante A. no le desesperó: ‘no le quitó la esperanza’. cofadres de Caco: ‘ladrones’. A lee «cofrades». prospero A. gasto M y B. Enmienda A.

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cer las diligencias posibles con amigos suyos para saber si su hermano estaba en Málaga. Aquella noche los tres camaradas de la garra31, amigos íntimos de Crispín, llegaron a su ermita con un grandioso hurto, que era el que no había tenido efeto la noche que se acogieron al reparo del bosque, de quien Garay oía su plática. Lo que traían eran dos bolsas con lindos doblones en que había más de mil y quinientos escudos32. A estos había Crispín de franquear la entrada en una casa, donde le daban limosna en la ciudad, y aquella noche no tuvo efeto su pretensión por el agua, que le fue estorbo a Crispín33 para ir a la ciudad. Ahora se facilitó más con un muchacho que dejaron dentro, para que a medianoche les abriese las puertas. Estos tres garfios humanos34 se hallaron en la ermita, de quien Crispín ocultó la huéspeda que tenía, y admitiolos a ellos35 en su albergue sin reparar en el recato de su estado, por la gran confianza que ya tenía de Rufina, de quien fiaba que le ayudaría en todo. Dioles de cenar a los tres y sobrecena se trataron varias cosas. Había entre los tres uno que, habiendo dejado sus estudios, se dio a esta pícara y peligrosa vida, no mirando a su sangre y partes, que las tenía buenas. Este siempre era el fomento de las conversaciones y entretenimiento de sus amigos y así le pidió Crispín que, para divertir algo de la noche y no acostarse acabando de cenar, les contase alguna historia o novela, pues tantas había leído. Esto hizo por entretener a Rufina, que toda su plática estaba oyendo desde su aposento, que era otro más adentro de donde los tres estaban, no poco alegre de acabar de haber visto que Crispín era el encubridor de aquella gente tan honrada. Rogado pues el compañero, quiso darles gusto y así dijo desta manera:

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camaradas de la garra: ‘ladrones’. Recuérdese que los doblones son monedas equivalentes a dos escudos. al hermitaño Crispin B y A. garfios humanos: nueva metonimia para ‘ladrones’. estos A.

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NOVELA SEGUNDA EL CONDE DE LAS LEGUMBRES Don Pedro Osorio y Toledo, caballero nobilísimo, nació de ilustres padres en Villafranca del Bierzo, villa antigua que confina con los términos del reino de Galicia. Criose con su hermano mayor, don Fernando Osorio, y con una hermana, llamada doña Constanza, en su patria, mas por faltarle sus padres a los tres lustros de su edad le fue fuerza valerse del camino que toman los hijos segundos, que les están señalados unos cortos alimentos. Y así, siguió la guerra en Flandes, donde por sus heroicas hazañas, hechas en ofensa del rebelde holandés, de alférez, que fue el primero puesto que tuvo, subió al de capitán, donde con mayor fama mereció que el serenísimo archiduque36 Alberto le honrase con Su Majestad para que le diesen el hábito de Alcántara, con futura sucesión de la primera encomienda37 que de aquel militar orden vacase. Con esto continuó su bélico ejercicio hasta que tuvo treguas con el enemigo, formadas por un año. Esto y saber que su hermano mayor era muerto, le obligó a pedir licencia para dar una vuelta por su patria,que dos hijos que había dejado y así mismo su hermana necesitaban de su presencia; los unos de su amparo y ella para tratar de su remedio. Llegó don Pedro a Villafranca a tiempo que su hermana faltaba de allí quince días había, porque una tía suya, hermana de su padre, viuda, se la había llevado consigo a Valladolid, donde entonces estaba la Corte38, determinada esta señora de dejarla su hacienda, después de sus días, para que con ella se casase. Trató luego que llegó don Pedro de componer las cosas tocantes a la hacienda de su difunto hermano y cuando ya las tenía puestas en razón y dejádoles a sus sobrinos en

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archique M. Enmiendan B y A. futura sucesión… primera encomienda: a don Pedro le otorgan el hábito de tan prestigiosa orden militar, pero todavía sin la encomienda correspondiente, es decir, el territorio por el que percibirá una renta vitalicia. Se le ha hecho la promesa de darle la primera que quede disponible o vacante. La encomienda es «una dignidad dotada de renta competente» (Aut.), a la vez que con el mismo nombre se denomina al «lugar, territorio y rentas de la misma dignidad o encomienda y así se dice “vacó la encomienda de Segura, de Cuenca, etc.”» (Aut.). 38 Esta mención a la Corte vallisoletana ubica las acciones de la novela en el periodo de 1601-1606. 37

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compañía de un deudo suyo anciano para que tratase de su crianza, determinaba irse a Valladolid a ver a su hermana. Previniendo estaba su partida, cuando un día que se halló en la plaza de Villafranca, vio que por ella cruzaban, enderezando a un mesón que estaba al fin della, mucha gente que acompañaba a dos literas. En la de delante39 iba un anciano caballero y en la que a esta seguía una dama, cuya hermosura y gentil aliño dejó a cuantos la vieron aficionados y mucho más a don Pedro; porque fue tanto lo que se pagó de verla que, embozado el hábito, fue siguiendo la litera con una suspensión tan grande que no miró la nota que dello podía dar a los que con él estaban.Viola apear a la puerta del mesón y si quedó pagado de su belleza no menos lo fue de su bizarro talle y curioso prendido40. Finalmente, él quedó rematado por su hermosura, conque no se sosegaba hasta saber muy de raíz quién era la que tan prestamente había triunfado de su albedrío y cautivado su libertad. Presto salió deste cuidado para ponerse en otros mayores, porque encontrándose con uno de los criados que la acompañaban, que acertó a salir del mesón a la plaza, le preguntó cortés y agradable le dijese quién era aquel caballero y a dónde41 iba. El criado, que no era menos apacible, le dijo estas razones: —Señor mío, el caballero por quien me preguntáis, que es mi dueño, se llama el marqués Rodolfo. Es un gran señor de Alemania. Su venida a España fue a ser embajador ordinario en la Corte de vuestro rey por la cesárea majestad del emperador. Trae a la hermosa Margarita consigo, hija suya, para casarla con Leopoldo, su sobrino, que asiste en Valladolid. Este caballero es bizarro y de grandes partes, y hallándose en lo mejor de su juventud deseó ver tierras y salió de Alemania con ese intento, acompañado de cuatro criados.Vio a toda Italia, Francia e Inglaterra y paró en España, donde agradado de su temple y pagado de sus hijos ha querido vivir en la Corte, con mucho lucimiento de casa y de criados, siendo muy favorecido de la Majestad Católica y amado de todo lo noble de su Corte, porque su generosidad y agradable condición saben muy bien granjear las vo-

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adelante A. curioso prendido: «Se toma por todo el adorno de las mujeres, especialmente de la cabeza» (Aut.). Un adorno muy refinado, en este caso. 41 y donde A. 40

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luntades de todos. Habíase tratado este casamiento de Leopoldo con la señora Margarita en Alemania y cuando salió el marqués mi dueño con la merced desta embajada42 hízose más esfuerzo en esto, deseando el emperador que tenga efeto. Nuestra venida fue con tan mal temporal que padecimos en el mar una tormenta tan peligrosa que muchas veces nos vimos43 a pique de ser anegados. Entonces el marqués, como tan cristiano caballero, hizo voto si Dios le libraba de aquel peligro, por intercesión del glorioso patrón de las Españas, de quien es muy devoto, de visitar el santuario en que se venera su santísimo cuerpo. Llegamos a Valladolid y, apenas el marqués descansó quince días, en que se capitularon Leopoldo y Margarita, cuando quiso cumplir su promesa viniendo a Santiago. No viene con él Leopoldo porque le pareció no convenir y así se queda en Valladolid a cuidar del despacho de la dispensación44 que se ha de traer de Roma, por ser primos hermanos. Esto es lo que os puedo decir a lo que habéis preguntado. Agradeció don Pedro al criado la relación que le había hecho y ofreciole servirle, si en algo valiese, con que se despidió dél. Esta plática fue ya de noche, paseándose por la plaza, y hacía algo obscuro, de modo que el forastero no pudo notar en don Pedro las señas de su rostro, porque él con cuidado deseó encubrirse dél. Apartose el amartelado caballero, con no poca pena de haber sabido lo del casamiento y que tan adelante estuviese, y así este cuidado, como su amor, no le daban un punto de sosiego. Aquella noche quiso de embozo ver cenar al marqués y a su hija, valiéndose del tercio que le hizo el mesonero45, porque le puso en parte donde a su satisfación dio buen cebo a sus ojos, que fue echar más leña al fuego. Esotro día partió el marqués de allí, sin que don Pedro tornase a ver a su hermosa hija, porque la noche antes había discurrido sobre su penosa inquietud y

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embaxado M. Enmiendan B y A. viamos A. 44 dispensación: permiso emitido por el Papa para efectuar el matrimonio entre primos hermanos. 45 tercio que le hizo el mesonero: el mesonero ayuda a don Pedro dándole un lugar desde el cual poder observar mejor a su dama. Hacer tercio es ‘participar’ o, más precisamente, ‘entrar como tercero’ a una charla o encuentro de dos, en este caso, el marqués y su hija. Comp. Cervantes, Rinconete y Cortadillo, NE, I, p. 225: «Salió en esto un arriero a refrescarse al portal y pidió que quería hacer tercio». 43

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convino para un nuevo capricho que le ocurrió, que no fuese visto46 de día del marqués, de Margarita, ni de ningún criado suyo. El camino de Santiago es áspero, porque todo el reino de Galicia es fragoso y así el marqués caminaba cortas jornadas, conque a don Pedro le pareció que su vuelta no sería en aquellos veinte días, haciéndose la cuenta de descansar en Compostela algunos, para tornarse a poner en camino con más aliento. Dispuso con esto sus cosas y despidiéndose de todos sus conocidos y amigos se vino a Ponferrada, villa más hacia la Corte, cuatro leguas de la que había dejado. Allí se hospedó en un mesón, de donde no salía de día; las noches tomaba el fresco con tanto recato de no tratar con nadie, que con ninguna persona de Ponferrada comunicó, sino con el huésped, de quien se hizo grande amigo y a quien dio parte de sus intentos. Tenía don Pedro un criado que le había servido desde que juntos salieron de Villafranca hasta entonces, en quien don Pedro había conocido mucha fidelidad y amor. A este nunca reservó47 secreto alguno, ni afición que tuviese, de suerte que para con él no había cosa oculta, salvo esta afición de que no le había dado parte. Conocía Feliciano, que así se llamaba este fiel criado, que su dueño andaba con nueva inquietud, que tenía desvelos48, pues lo más de las noches se le pasaban sin dormir, dando vuelcos por la cama suspirando y ignoraba la causa desto. Vía, por otra parte, que en Ponferrada no estaba la causa de sus desvelos, porque a estar allí, o de noche o por el día, no dejara de acudir a su martelo, porque un corazón afligido brevemente descubre su pasión con los que le tratan de cerca, pues las acciones manifiestan su pena y descubren49 la causa della. Todo esto faltaba en don Pedro, si bien no las ansias de su pecho, que en el silencio de la noche no le eran ocultas a Feliciano y como andaba con cuidado de saberlas, costole algunos desvelos examinarlas con los oídos. Un día, no pudiendo sufrir tanto silencio, hallándose solos, le habló Feliciano desta suerte: —Nunca imaginara, señor y dueño mío, que penas que encubres en tu pecho se me celaran50, habiendo siempre sido el archivo de tus 46 47 48 49 50

fuese en ninguna manera visto B y A. se reservo B y A. desvelo B y A. descubre B y A. recelan A.

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secretos y el fomento de tus empleos. Poco me favoreces, pues cuando conozco en ti desasosiegos, inquietud y penas de amor, me las ocultas51. Veote desvelado las noches, retirado los días y siempre con un profundo silencio y una grave melancolía que me tiene puesto en notable cuidado.Tú saliste de tu patria publicando que venías a la Corte; has hecho asiento en esta villa con tanto retiro de que te vean que me trae confuso ver esto y ignorar a qué fin se hace. No ignoro que a los criados solo les es dado servir a sus dueños con puntualidad y amor, obedecer sus órdenes y mandatos y no querer saber dellos más de lo que les preguntan.Yo he seguido hasta ahora este estilo, mas con la licencia que me tomo por la antigüedad de criado tuyo, siempre fiel en tu servicio, me atrevo a preguntarte, ¿qué designio te ha traído aquí? ¿Por qué causa vives con desvelo? Y, ¿qué intentas hacer con estarte en esta posada, retirado de las conversaciones, que es la que muchas veces o las más divierte las penas? ¿Merece más este huésped, conocido de cuatro días, que un criado que te ha servido muchos años? Decláreseme esta enigma, que no es mi consejo tan para desechar que en algunas ocasiones no te has valido dél. Aquí dio fin a su justa querella Feliciano y su amo principio a su satisfación desta suerte: —Feliciano amigo, resistir uno su estrella mal puede, si del cielo está determinado que ha de dominar en él, aunque comúnmente se dice que el sabio tiene dominio sobre ellas.Yo debí de nacer para amar a una beldad que ha rendido mi pecho, ha sujetado mis potencias y puesto en sujeción mi albedrío y así resistirme a lo que los hados disponen será yerro. Déjome llevar de mi afición con conocimiento de que sigo un imposible y que intento una temeridad y por eso me ves imaginativo, desvelado y melancólico, sin sosiego las noches, con silencio los días y padeciendo entre mí muchas penas, nacidas de que amo donde tengo por dudoso el premio de mi amor, con un impedimento que me desmaya la esperanza. Al fin, por no tenerte confuso, yo vi aquella beldad, aquel serafín humano, aquel portento de hermosura que pasó por nuestra patria en compañía del marqués Rodolfo, su padre. Las partes que hay en ella, pues tú las vistes, bien serán disculpa de mi arrojamiento a amarlas. Conózcolas, ámolas, mas hay un estorbo que me impide el pretenderlas. Esta dama, que es su

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ocultais A.

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nombre Margarita, está capitulada52 con un caballero, primo suyo, llamado Leopoldo, de tantas partes que para competidor sobran.Ya amé, ya quise, ya padezco. Retroceder desto téngolo por imposible, hasta probar los vados que en esto hay. Galantearla un caballero pobre como yo cuando la espera esposo, otro galán rico, bien entendido, conocido y con sangre suya, es disparate, porque, ¿de qué suerte introduciré este amor de manera que llegue a recibir un papel mío? Mi sangre no es inferior a la suya, pues la casa de Astorga y de Villafranca honran mi origen noble. En esto no podía53 reparar si mi suerte fuera tal que con más conocimiento me hubiera visto en la Corte. A ella vuelve de su romería y solo tengo de término para comunicarla tres meses, que será lo que tardare en venir la dispensación. He hecho varios discursos54 sobre el introducirme con ella y el que más en mi favor está es fingirme loco y procurar con donaires caerla en gracia en esta villa, para que della me lleve consigo a la Corte. Esto se me ofrece por ahora, aunque sea en desdoro de mi opinión, mas fíome en que en la Corte seré conocido de pocos por haber mucho tiempo que estoy fuera de España. Sin esto, el traje que pienso ponerme ha de ser ridículo y esto me hará ser desconocido de todos y introducido en la casa del marqués, donde no pienso perder tiempo, porque hay también en mi favor saber, de quien me hizo información desta dama, que no admite con mucho gusto el casamiento por ver a su primo muy distraído con mujeres. El comunicar esto con el mesonero me ha estado a cuento, porque él ha de ser el todo de mi introducción, deseando que haga un informe de mi persona muy a favor mío. Con esto sabrás, Feliciano, mi amor, mi pena y mis intentos. Pareciole a Feliciano55 a propósito la traza de su dueño, pues por otra alguna no podía introducirse con su dama y así fueron disponiendo algunas cosas para que tuviese mejor efeto y la primera fue vestirse don Pedro de un hábito ridículo, que era a lo antiguo, con

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capitulada: ‘comprometida’. podian B y A. 54 discursos: ‘razonamientos’, ‘planes’. Discurso como «reflexión sobre algunos principios y conjeturas y sospecha o imaginación que se forma en virtud de ellas sobre alguna cosa» (Aut.). Comp. Cervantes, Coloquio de los perros, NE, III, p. 241: «Viene a ser mayor este milagro en que no solamente hablamos, sino en que hablamos con discurso, como si fuéramos capaces de razón». 55 Pareciole Feliciano B. 53

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follados de paño verde, ropilla de faldas grandes, capa de capilla redonda muy corta y una gorra de Milán verde de terciopelo56. Con este hábito se mudó a otra posada, que era de un hermano del huésped, persona de quien también fiaron el secreto, costándole esto a nuestro don Pedro algunos doblones, de muchos que había traído de Flandes, con algunas ricas joyas de diamantes, ganado todo al juego, en que era muy dichoso. Volvió pues nuestro marqués con su hermosa hija de romería y antes de llegar a Ponferrada, los palos de la litera en que venía se rompieron, de modo que al anciano le fue fuerza ponerse a caballo y llegar así a la villa, donde57 trataron luego de hacer otros para proseguir su viaje. No había en aquel lugar maestro tan diestro que hubiese hecho semejante hacienda y así no se la pudo dar en dos días, pena para58 los caminantes ver esta detención. Posó el marqués en el mesón donde había estado don Pedro por ser el mejor de aquel lugar y esa fue la causa porque él le había dejado y mudado de posada en otra cerca de aquella. Instruido el huésped en lo que le había de decir al marqués para la introdución de su persona, vínole la59 ocasión como la podía desear, porque como es propio de señores ociosos preguntar en ajeno lugar por cosas particulares dél, el marqués, deseoso de saber lo que en Ponferrada había, mandó llamar al huésped. Era muy afable caballero el embajador y habíase visto en España algunas veces, de manera que sabía la lengua della como si fuera nacido en su reino; pues como el huésped estuviese

56 follados… ropilla… capa… gorra de Milán verde de terciopelo: es vestimenta ridícula propia del loco o bufón. El verde era color inherente al traje bufonesco, como lo estudia Márquez Villanueva con numerosos ejemplos (1995, pp. 36-48). La ropilla es «vestidura corta con mangas y brahones, de quienes penden regularmente otras mangas sueltas o perdidas y se viste ajustadamente al medio cuerpo, sobre el jubón» (Aut.). Los follados, en particular, son anticuados, «especie de calzones o calzas que se usaban en lo antiguo muy huecas y arrugadas a manera de fuelles» (Aut.). En Trapaza, don Tomé, viendo una estatua que luce esta prenda, «vituperó el antiguo traje, haciendo gran donaire de los folladillos antiguos y martingala con que estaba» (p. 199). En el trabajo referido, Márquez Villanueva trae a cuento la abufonada vestimenta del caballero Montesinos, la cual incluye «una gorra milanesa negra» (Don Quijote, II, cap. XXIII). 57 adonde A. 58 por B y A. 59 le M. Enmiendan B y A.

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en su presencia le comenzó a preguntar la antigüedad de aquella villa, las casas ilustres que había en ella, el trato de sus vecinos, la hermosura de sus damas y otras mil menudencias a que satisfizo el huésped dando larga cuenta de todo, y entre las cosas memorables que contó de aquella antigua villa quiso poner la de la persona de don Pedro, hablando dél con estas razones60: —Entre muchas cosas de que a vuestra excelencia he dado cuenta tocantes a esta antigua villa, que causan admiración, una que le prevengo sé que le ha de dar notable gusto.A este lugar vino, habrá quince días, un hombre vestido a lo antiguo, de paño verde, y tratado de algunas personas deste lugar le preguntaron quién era. A que respondió que él había salido del río Sil, que baña los muros de aquel lugar, y que era de gran prosapia en Galicia. Hácese llamar señoría, porque se intitula Conde de las Legumbres. Los disparates que dice acerca61 de apoyar su título son ridículos, de modo que a todos hace reír. No sale mucho de la posada en que está, trátase bien y no sabemos de dónde le socorren. Tiene un solo criado que le lleva su peregrino humor y desta manera pasa. Tengo por maravilla no haber venido a visitar a vuestra excelencia, que es muy amigo de comunicarse con forasteros. Diole al marqués mucho gusto lo que su huésped le contaba y rogole que se le trujese62 a su presencia, ayudándole a esto la hermosa Margarita, que estaba presente a esta plática. Obedeció el huésped solícito, porque le importaba traer a don Pedro allí y así salió de su casa a la de su hermano para hacer que viniese, advirtiendo primero al embajador que le había de tratar con muchos honores si quería gozar dél gustoso, porque cuando no hallaba este agasajo se desesperaba. Prometióselo así, conque el huésped fue por don Pedro, el cual vino vestido en la forma que le había dicho al embajador. Extrañole el traje y asimismo a la hermosa Margarita; acompañaba a don Pedro Feliciano, su criado. Saliole el marqués a recibir a la puerta de la pieza donde estaba, diciéndole: 60 La manera de introducir al personaje extravagante recuerda un poco la empleada por Castillo ya en su novela jocosa El culto graduado. Un estudiante noble de paso por la villa de Casarrubios del Monte le pregunta al mesonero que lo hospeda «si habría allí con quien entretenerse un rato» (Tardes entretenidas, p. 271) y este le habla acerca del bachiller metido a poeta como si de una atracción turística se tratase. 61 acca M. Enmiendan B y A. 62 traxese A.

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—Bien sea venida la gala de España y la flor de todos los caballeros della. —No gana vuestra excelencias las albricias —respondió don Pedro— en decirme eso, que muchos han alabado a la naturaleza por lo perfeto que me crió. —Yo seré uno más de los dese voto —replicó el marqués—, que un diamante finísimo a todos parece bien y así, ese talle, con las perfecciones que el cielo puso en él, es agradable objeto de cuantos le miran. Ya don Pedro llegaba a la presencia de Margarita y así, fingiendo aun más suspensión de ver su grande hermosura de la verdadera que tenía, dijo: —Cesen ya las alabanzas a mi perfección, señor marqués, que es tiranizárselas a esta dama. Decidme si es hija vuestra, para que participéis de las alabanzas que la diere, por genitud63 de una beldad que es prodigio de nuestro hemisferio, milagro de la naturaleza y asombro de los vivientes, sí bien dulce y regalado objeto de los ojos, imán de las voluntades y poderosa flecha de Cupido. Juro a fe de conde que en este breve instante que he mirado su beldad, me tiene el alma rendida, que ya no soy mío, ni mi libertad prenda propia de mi alma. —Tantas son vuestras ponderaciones, señor conde —dijo la dama—, que me dejan sospechosa de que se pasan a lisonjas; y introduciros conmigo por ellas viene a ser descrédito vuestro, pues no aconsejaría a galán ninguno que al principio de su empeño mostrase sus defetos, pues es dar recelos de su verdad. —La mía es —dijo el enamorado64 caballero— pura, cándida, limpia y sin mácula de socarronería, como veréis siempre en mí. —Siéntese vuestra señoría —dijo el marqués—, que le queremos muy despacio. —Así pluguiese al Plasmador del orbe —dijo don Pedro sentándose—, mas veo que ha de ser tan breve este contento, tan momentáneo este júbilo, que menos que punto me ha de parecer la corta asistencia que habéis de tener en esta villa, no lugar terrestre, sino cielo hermoso, pues ha merecido que esta deidad ponga sus divinas plantas en él. —Ahora bien —dijo el marqués—, comiéncese vuestra visita con decirnos quién sois, que hablar con caballeros de quien tenemos cor-

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genitud: ‘procreación’, latinismo. enamarado M. Enmiendan B y A.

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tas noticias es darnos causa a ser groseros y cortos en las cortesías que se les deben. —No lo podéis ser —dijo el disfrazado caballero—, mas para que mi amor y deseos de serviros se entablen con fundamento de saber mi origen, dadme atención. «Este reino de Galicia fue gobernado antiguamente por condes y después por reyes. Imperaba Gundemaro65, señor deste reino, el cual quedó viudo del segundo matrimonio, de quien tuvo sucesión a la infanta Teodomira, que reinando después fue llamada la reina Loba. Esta se enamoró de Recaredo el Galán, uno de los ricos hombres de Galicia que siempre siguió la Corte. Era deudo del rey, aunque poco, y muy favorecido suyo, conque pudo tener entrada en el cuarto de la infanta y llegar a merecer sus brazos. De aquella amorosa unión fui yo engendrado y llegado el tiempo de nacer al mundo, era en ocasión que el rey se halló en el cuarto de su hija, diéronla los dolores y como primeriza en esto, no pudo disimularlos en la presencia de su padre. Él se pensó que otro accidente le había sobrevenido. Lleváronla sus criadas a la cama, ignorando el verdadero mal que la fatigaba y a pocas horas se llegó el parto en que me arrojó al mundo, para conocer en él mil desdichas. Cuando me acabó de parir mi madre, que fue en brazos de una criada, tercera de sus amores, salió conmigo a entregarme a un hermano suyo que estaba avisado para esto y al salir del cuarto de la infanta encontrose con el rey, que venía a verla. Temió que curioso quisiese examinar lo que en la falda de la ropa llevaba y así se volvió, por escusar este lance, y atreviose a bajarse al jardín y por una puerta que caía al río Sil me arrojó en él, metido en una cestilla de mimbres, dando cuenta a la infanta cómo me había entregado a su hermano, como estaba dispuesto antes. Sulcando66 iba las cristalinas ondas del claro río, cuando las aguas se dividieron y yo fui sumergido en ellas, y recibido en los brazos del mismo Sil, que cercado de sus hermosas ninfas fui llevado a su cristalino albergue. Bien pensaréis 65

Gundemaro: es nombre de rey godo. Lope de Vega lo vincula con los principios del ilustre apellido de los Guzmán en su novela Guzmán el bravo, contenida en sus Novelas a Marcia Leonarda, p. 289: «Hay competencia entre los escritores de España sobre este apellido [Guzmán], que unos quieren que venga de Alemania y otros que sea de los godos, procedido de este nombre “Gundemaro”». 66 surcando A.

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que esto es poética ficción de las que maquinan67 los poetas, pues creedme que pasó como lo digo. En este oculto albergue fui criado de las ninfas y dotrinado68 del anciano río, que deseó sumamente que yo saliese consumado en todo y para esto puso toda su diligencia en mi enseñanza. Supe tres o cuatro lenguas, en especial la latina, con más cuidado que todas. Bien sería de cuatro lustros cuando amor quiso que su fuego tuviese jurisdición69 en el agua, porque se le diese feudo como absoluto señor de lo terrestre y acuátil. Había entre aquel virgíneo coro de ninfas una de quien el anciano Sil hacía más estimación que de las demás; llamábase Anacarsia. Sus gracias eran superiores, porque su hermosura era singular, aventajando con ella a sus compañeras con el exceso que el délfico planeta70 aventaja en luz a los celestes astros. El tocar todos los instrumentos lo hacía con suma destreza; su entendimiento era superior. En fin, ella era un prodigio en todo. Desta beldad me aficioné de modo que no tuve hora de sosiego después que el niño dios71 hirió mi corazón con las flechas de aquellos hermosos ojos. Era dificultoso el declararme con ella, por haber poco lugar de dejarnos a solas las que habitaban aquel palacio cristalino; pero un día que todas las ninfas asistían en una academia de música y versos, con que entretenían al padre Sil, fingiose enferma la divina Anacarsia, solo a fin de que yo tuviese lugar para hablarla. Estaba avisado de su traza y así me fui a su aposento, donde la hallé en su mullido lecho, afrentando72 con su nieve animada el73 can-

67 maquinan: ‘urden’. El episodio de su nacimiento, en efecto, recoge un motivo tradicional de los libros de caballerías. Amadís de Gaula, tras el parto de su madre Elisena, es echado, recién nacido, a un río. Más tarde, al llegar al mar, el niño es rescatado por Gandales, caballero escocés. La anécdota del accidentado nacimiento, que lleva a que Amadís sea conocido en sus primeros años con el mote de doncel del mar, se cuenta en el primer capítulo del Amadís de Gaula de Garci Rodríguez de Montalvo (1508). 68 doctrinado A. 69 jurisdiccion A. 70 délfico planeta: Apolo, el sol. 71 niño dios: Cupido. 72 afrentado M, B y A. B y A intentan salvar el pasaje leyendo más adelante al candor de las sábanas, aunque sin mucho sentido. Sigo la enmienda de Ruiz Morcuende. 73 al B y A.

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dor de las sábanas y con su hermosura al mismo sol. Turbeme cuando me hallé en su presencia, propio efeto de los que bien quieren, mas cobrándome algo pude en balbucientes razones decirla estas: “Hermosísima ninfa, gloria deste undoso albergue, si pena para las almas que advierten tu hermosura, la mía desde que te vieron mis ojos se ha entregado a servirte, que ya no tengo dominio en ella. Tuya es, por tuya se tiene, trátala como a prenda de quien te la entregó con puro amor y encendida voluntad. He tenido a gran favor que permitieses darme este lugar para hacerte sabidora de mis amorosas pasiones, si tú las remedias como son bien entendidas, dichoso yo, que a tanta dicha he llegado”. Cobrome afición la hermosa Anacarsia y así a mis amorosas razones correspondió con otras, con que me dejó favorecido y con esperanzas de mayores premios, si no lo atajan los pasos del undoso Sil, que como me echase menos en su academia, y juntamente a su hermosa ninfa, acudió luego a su albergue a ver qué hacía y, llegando74 a él con pasos quietos, pudo escuchar toda nuestra amorosa conversación, conque enojado conmigo quiso que no pasase a más mi atrevimiento. Y así cercado el albergue de Anacarsia de claras olas, cubrió la puerta del aposento donde habitaba la ninfa, sacándome a mí dél violentamente y de allí a la ribera del río, de donde oí una voz que me dijo: “Gundemaro, tú eres descendiente de reyes, aunque ha tiempo que dejaron su cetro y le posee otro fuera de su línea. Naciste gentil, tú escogerás la ley que más te ha de convenir, que es la que observa ese reino que fue de tus antecesores. Tu expulsión de mi morada ha sido justa, porque no era razón consentir amores ilícitos con quien me tiene ofrecida su pureza y yo a ella mi amparo y patrocinio. Vive de hoy más en tu reino y cree que deseo tus aumentos mucho y así yo tendré especial cuidado contigo”, dijo y con un remolino alborotó las aguas, quedando de allí a un rato quietas, como si tal cosa no hubiera pasado. La parte donde me hallé fue en una huerta de hortaliza, en un cuadro sembrado de perejil75.Túvelo por buen agüero, porque de aquel

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llegandose A. No hay que descartar alusión escatológica, ya que perejil evoca ‘excremento’. Comp. Góngora, Poesía satírica y burlesca de los Siglos de Oro, núm. 69, vv. 1214: «Casas y pechos todo a la malicia, / lodos con perejil y yerbabuena: / esta es 75

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sitio se derivó mi nombre y así, después que tuve el agua del bautismo, me llamo don Pero Gil76 de Galicia, tomando el apellido del reino que fue de mis padres, que ha cuatrocientos años que murieron, según he sabido por fieles tradiciones. Esto soy, conque me llamo Conde de las Legumbres, estado que he prohijado a mí77, porque un hombre tan ilustre como yo no ha de vivir como particular caballero. Mi origen he dicho, mi prosapia he publicado; si mis partes merecen, oh ilustre marqués, que con ellas me atreva a servir esta prodigiosa hermosura, esta singular belleza y este tiempo de todas las perfecciones, vuestra licencia espero, vuestro beneplácito aguardo. Mi nueva y encendida afición pide que no me le neguéis, pena de contravenir a ello que dé fin a esta vida, en que se pierde el más importante caballero que tiene la Europa y el deudo más honrado que tiene el católico Filipo». Acabó aquí su plática con tantos encarecimientos y tan notables afectos, así de visajes como de significación, que fue mucho no disparar la risa el marqués y su hermosa hija. Feliciano estaba admirado, considerando a cuánto obliga el amor, pues a un caballero de tan gran juicio que en la milicia se tomaba su voto por el primero, haciendo acciones de haberle perdido, se procuraba introducir por juglar78 para galantear aquella dama. Después que el marqués hubo compuéstose, porque la risa de parte de adentro aún no la tenía sosegada, le habló desta suerte: —Señor don Pero Gil79, ilustre y fresco conde de las Legumbres, mucho me he holgado de conocer vuestra persona y saber vuestro pro-

la corte: ¡buena pro les haga!». Lo mismo puede afirmarse sobre el juego verbal Pero Gil / perejil. 76 Pedro Gil A. 77 estado que he prohijado para mí: ‘título que me otorgado a mí mismo’. Prohijar «por translación vale achacar o atribuir a uno alguna cosa que no ha ejecutado» (Aut.). 78 juglar: «El chocarrero que trata y habla siempre de burlas. Traer la vida jugada, andar a mucho peligro» (Cov.). Comp. Don Quijote, II, cap. XXXI: «Hermano, si sois juglar […], guardad vuestras gracias para donde lo parezcan y se os paguen, que de mí no podréis llevar sino una higa». Monique Joly (1982, pp. 316-317) comenta sucintamente esta novela intercalada en función de los diversos términos que empleará Castillo para designar a don Pedro en su faceta bufonesca: «juglar», «hombre de humor», «gracejante», etc. 79 Pedro Gil B y A.

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digioso nacimiento y crianza, y a no certificármele vuestra autoridad, creyera que me contábades ficciones que intentan los autores de los libros de caballerías, pues por fuerza de encantamentos80 vivían los hombres y las mujeres en ellos quinientos años. Debo dar crédito a un caballero tan legumbroso como vos, con la dignidad de conde a cuestas, que acrecienta decoro81 al trato y respeto a la persona. La mía queda desde hoy tan aficionada a vuestras partes, que no perderé vuestra amistad en cuanto la vida me durare y quisiera ser natural destos reinos para estar más cercano a vuestro servicio; pero lo que en ellos asistiere, que será lo que voluntad del César82 dispusiere, eso me tendréis muy prompto a serviros. En cuanto a daros licencia que sirváis a Margarita, desde luego os la doy y a ella licencia para que os admita al galanteo, pues sé cuánto gana en eso; pero ella está capitulada con un primo suyo y despachado por la dispensación a Roma para hacerse luego que venga sus bodas. Eso es un atajo para no pasar adelante con vuestro deseo; no me pesa poco no haberos conocido antes para que, granjeando en vos un yerno tan ilustre, mi casa quedase calificada con sangre de reyes de Galicia. Los más galanteos llevan su fin al matrimonio, esto no puede ser, pues galantear sin este fin ni vos lo querréis ni el esposo que aguarda a Margarita. Aquí nuestro disfrazado caballero hizo grandísimas demostraciones de sentimiento, oyendo lo que el marqués le decía, con que aumentaba la risa a los circunstantes, que ya no podían abstenerse della y mucho más a la hermosa Margarita, lastimándose, igualmente con su padre, de ver en un buen talle y sujeto perdido el juicio con aquella locuras y que tuviese por tan cierto haber nacido quinientos años había y ser aborto del río Sil. Mientras algunos criados de porte ponían dificultades en la relación que les había hecho don Pedro y él estaba allanándoselas, comunicó el marqués con su hija un pensamiento que le había ocurrido, que era llevarse a don Pedro a la Corte; porque sus donaires y singular capricho no era posible sino que les había de entretener mucho, no quitándole el tratarle como hombre principal, informados del criado que lo era y que en el fin de una grave enfermedad quedó con aquel delirio. Vino la hermosa Margarita en 80

encantamientos A. decoro: «Honra, punto, estimación» (Aut.). 82 César: el emperador de Alemania durante los años del traslado de la Corte a Valladolid era Rodolfo II de Habsburgo, tío de Felipe III. 81

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que le llevasen, dejando para otra visita el declararse con él. Don Pero Gil significó al marqués, a la despedida, que ya que su amor no podía aspirar al fin de merecer la mano de su hermosa hija, por lo menos no le quitase la gloria de amarla con amor casto y limpio, que ese ni aun su esposo le tendría por sospechoso. El marqués se lo permitió, diciéndole que a la noche fuese su huésped en la cena, que tenía que comunicarle algunas cosas. Aceptó con mucho gusto don Pedro y despidiose desta visita. Quedaron el marqués y sus criados hablando sobre la persona de don Pedro, admirados de su nuevo capricho y loco tema, y el marqués trató con ellos cómo tenía determinado perdirle que se fuese con él. Acertó hallarse allí el mesonero y díjole: —Dudo mucho que don Pedro Gil haga eso, si es que ha de ser tratado como inferior, porque es puntosísimo y vano; y, caso que se determine, en el modo de caminar también hallo dificultad, porque ir vuestra excelencia en litera y él a caballo dudo mucho que venga en ello. —Para eso daremos un remedio —dijo el marqués— y es que Margarita le mande que la vaya galanteando cerca de su litera, que si prosigue en lo enamorado, no lo podrá rehusar y irá en un macho regalado que traigo conmigo para salir algunos días a caballo, que me canso de la litera, que por ser diferente en el adorno y buen aderezo que lleva de las demás cabalgaduras, no lo despreciará. Esto concertado, cuando anocheció vino don Pedro Gil a la posada del marqués, hallándole muy afable al recebirle.Tomó silla cerca de la hermosa Margarita, que fue para él sumo favor. Hablaron en diversas cosas, hallando el marqués en él un entendimiento muy capaz, si no se descompusiera con algunos donaires disparatados que decía, costándole algún cuidado, para deslumbrar su conocimiento83. Cenaron gustosamente, porque en toda la cena no cesó don Pedro de decir donaires y apodos a los circunstantes, con que los tuvo muy entretenidos84. En levantando los manteles, el marqués habló a don Pedro desta suerte: 83

Recuérdese que la locura era admirada porque si bien había una idea fija absurda, el sujeto se agudizaba. 84 Aunque el humor basado en los donaires y apodos es propio del ambiente palaciego, para el siglo XVII estos son recursos que se identifican mucho más con el bufón y merecen la preocupación de los tratadistas (Chevalier, 1992, pp. 57-59).

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—Señor conde, lástima es que esa persona, adornada con tantas partes de cordura, se malogre en esta pequeña villa y que no participe y se honre della una insigne Corte del rey de España.Ya he sabido que corta posibilidad estorba no estar donde digo, con la autoridad que esa persona merece; pero si se determina por la afición que le he cobrado, estimaré en mucho que vuestra señoría se quisiese dignar de irse conmigo a Valladolid, adonde le tendré en mi casa con el decoro que se debe a quien es, sin que le cueste nada. De estar allí se sigue que a conocidas sus partes halle esposa igual a ellas, de calificada sangre y con riqueza, pues tratará con algunas señoras Margarita que las pueda hacer inclinar a esto. Alcance yo este favor de que vuestra señoría quiera ir conmigo, pues el amor que muestra a Margarita, que es puro y sincero, me asegura que no ha de disgustar a su esperado esposo. A esto que he dicho aguardo tu respuesta, halle yo la que merece mi voluntad y bien nacidos deseos. Notablemente se holgó don Pedro de que hubiese surtido efeto su traza y no menos que yendo por huésped del marqués y cerca de su adorado dueño. Lo que le respondió fue esto: —Señor excelentísimo, sola esa voluntad y amor de vuestra excelencia podían sacarme desta villa, donde determinaba acabar mi vida en sus soledades, pues cuando un conde como yo se halla con obligaciones a que mirar y poca renta con que acudir a ellas, desdicha destos calamitosos tiempos, lo mejor que le puede estar es retirarse donde sea conocido por quien es, aunque ande sin el fausto de criados ni tenga más que un moderado vestido. Yo no saliera desta villa en toda mi vida, mas vuestras instancias pueden mucho, juntamente con esta beldad, que atrae a sí los corazones como el tracio Orfeo85 con su dulce lira las fieras, animales, plantas y piedras montaraces. Vuestro soy desde este día. No quiero advertiros del trato que se le debe a la calidad de mi persona, pues ya os consta mi regia sangre y título que poseo. Ir sirviendo en este camino a la beldad de vuestra hija es para mí uno de los mayores favores que me podéis hacer y así acepto cuanto me ofrecéis con mucho gusto. 85

Según la mitología, Orfeo conmovía con su lira al universo entero. En Cov.: «Un poeta o músico de Tracia, hijo de Apolo y de la ninfa Calíope, el cual dicen haber recibido la lira de Mercurio o según otros de su padre Apolo, con la cual pudo tanto que con tañerla movía las selvas y peñas, refrenaba los ríos y amansaba las fieras».

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Trataron del modo que habían de continuar aquel camino y el marqués allanó con don Pero Gil que había de asistir en él cerca de la litera de su hija, yendo en un macho regalado de su persona, cosa que aceptó don Pedro con mucho contento; y lo quedó el marqués de ver que la fineza de su amor olvidase la comodidad del caminar cuando todos pensaban que escogería litera, como él la llevaba, o que no fuera. Esto concertado, el día siguiente don Pedro puso en la litera a Margarita, gozando de que con su ayuda ella se acomodase, valiéndose de sus brazos y esto le duró desde que salió de Ponferrada hasta que entró en Valladolid. Las cosas que le iba diciendo por el camino, así de ternezas como de donaires, entretuvieron a la hermosa dama mucho, exagerándole a su padre en cada posada a que llegaban lo divertido que había venido aquel día, con don Pero Gil de Galicia. La última jornada que caminaron, quiso don Pedro certificarse de su dama si apetecía el casamiento en que estaba capitulada, y así, buscando conversación a propósito, en que no fuese esto traído por los cabellos, como es ordinario en los afligidos descansar su pena con cualquiera persona que comunican a menudo, aunque conocía el sujeto de don Pero Gil, a la pregunta que le hizo de si tomaba gustosa estado, le respondió: —Señor don Pero Gil, no hay duda sino que en mi primo Leopoldo hay partes para ser amado, mas hallo contra mí una condición en él tan inclinada a tratar con varias mujeres sin reparar en estados, sean altos o bajos, que me quita gran parte del gusto que tengo en este consorcio; lo que no hiciera a haber en él enmienda después que me ha visto en España, pues esto le había de poner freno para que con más veras fuera amado de mí. Dios sabe con el temor que tomo estado, porque quien en los principios halla estos tropiezos, ¿qué puede esperar adelante? La obediencia de mi padre y la convenencia86 para su casa con este casamiento me hace no salir un punto de su gusto.Ya me he determinado; lo que hago es rogar a Dios que mis agasajos le obliguen para [que]87 con el conocimiento dellos él se reforme.

86 87

conveniencia B y A. Sigo enmienda de Ruiz Morcuende.

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No quisiera don Pedro que tan en ello estuviera88 Margarita, sino que tomara esto con menos gusto, para que su introducción89 hallara más esperanza que las que se prometía. Hablola en eso muy a propósito, abonando la parte de su primo, con decirla que podía esperar en él enmienda y propuso entre sí de esforzar cuanto pudiese su pretensión, declarándose con la dama en la primera ocasión que se ofreciese. Con esto llegaron este día a Valladolid, saliéndoles Leopoldo a recibir media jornada antes de su llegada. Fue recibido del marqués y de su prima con mucho gusto, cosa para el disfrazado don Pedro de poco, porque viendo el buen talle y persona de Leopoldo, le causó no pocos celos y hizo titubear en la empresa. El marqués dio a conocer la persona de don Pedro a su sobrino desta suerte: —Conoced, señor sobrino, a este caballero que nos viene desde Galicia favoreciendo, que su persona y partes merecen todo agasajo como yo se le he hecho, bien debido a la real sangre de donde deciende y a ser conde de las Legumbres, estado tan dilatado que en cualquiera parte tiene vasallos que le obedecen. Reparó Leopoldo en don Pedro y así de su traje como de su nombre y título infirió que aquel personaje era hombre de humor90 y que como a gracejante91 le traían consigo. Y así, por convenir en su presencia, con lo que su tío le había dicho, se volvió a don Pedro, a quien dijo: —Mucho me he holgado, señor conde, de conocer a vuestra señoría y mucho más de que venga haciendo este favor al marqués, mi señor, y a mi prima. Con los dos me ofrezco por su servidor y amigo, que basta haber estimado su persona y partes para que yo les92 imite. Agradeció don Pedro el favor que Leopoldo le hacía y así le dijo: —Todo lo que tocare a la hermosa Margarita debo tener en mucha estimación. Esta haré de aquí adelante de vuestra señoría, deseando valer algo para que me ocupéis en vuestro servicio todo el tiempo que el señor embajador gustare que le esté asistiendo en su casa.

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tan en ello estuviera: evoca la expresión muy en ello, ‘estar confiado’, ‘tener algo por cierto y seguro’. 89 introducion A. 90 hombre de humor: ‘bufón’. 91 gracejante: el que emite gracejos, ‘burlas’, ‘donaires’. 92 las B y A.

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—¿Que ese bien más tenemos? —replicó Leopoldo93— Yo quedo con esto gozosísimo, pues tan de puertas adentro94 nos viene. —No sé cómo le tendréis por tal —dijo el marqués—, porque el señor don Pero Gil viene muy enamorado de vuestra prima y este conocimiento entró por amor; si bien ya me ha asegurado que, después que supo su empleo, se ha quedado convertido en amor de hermano y con ese viene favoreciéndola. —Así es —dijo don Pedro—, para que no tengáis recelo ninguno, que a no aseguraros desto, pudierais tener alguna inquietud y no solo vos, mas el mismo Narciso95, que con mi gala y entendimiento no hay en el orbe quien compita. —Ese conocimiento me queda —dijo Leopoldo— en lo poco que ha que os he visto y así, fiado en vuestra palabra, me aseguraré lo que sin ella no hiciera. Con esto llegaron a la Corte, donde al apearse el embajador en sus casas halló muchas señoras que estaban aguardando a su hermosa hija. Apeose Margarita en los brazos de su esposo, nueva pena para el enamorado don Pedro, que ya iba sintiendo de veras los celos. Aquella noche hubo una espléndida cena en que cenaron cuantos se hallaron allí a su recibimiento. Fue prevención del galán Leopoldo, comenzando desde este día a mostrar sus finezas. Posaba este caballero dentro de la casa del embajador y también don Pedro, señalándole allí un cuarto muy bueno, como si no viniera en cuenta de juglar, porque de aquel modo quería entretenerse a sí y a la Corte con don Pedro96. Él se fue a acostar después de cena, no poco cuidadoso de verse empeñado en empresa donde hallaba tantas dificultades, dudoso cómo podría salir con ella cuando de por medio había tantos empeños y, el mayor, el ver la resolución de Margarita en obedecer a su padre, aun conociendo la condición de su primo. No le animó mucho su criado Feliciano, antes le reprehendía su determinación, pues se había ex-

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Leopodo M. Enmiendan B y A. tan de puertas adentro: ‘tan de su propio gusto o voluntad’. 95 Narciso: aquí mencionado como arquetipo de la belleza masculina. 96 Este propósito cortesano de explotar al bufón en aras del prestigio social ya está presente en el El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Fernández de Avellaneda. El manchego y su escudero van a parar a Madrid, donde son víctimas de los montajes que les tienden don Álvaro de Tarfe y sus amigos. 94

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puesto a parecer truhán97 en una Corte, por lo que no había de alcanzar. En varios discursos pasaron gran parte de la noche los dos, resolviéndose don Pedro a que, en declarándose con Margarita, si no era della bien admitido, volverse a Galicia. Seis días continuaron las visitas de los caballeros y damas con quien el embajador y su hija se comunicaban, y en todos ellos sazonó sus conversaciones don Pedro con muchos donaires que dijo, cayéndoles a todos en mucha gracia, celebrando cuantas decía, conque corrió la voz por la Corte de que era el más entretenido bufón que en ella había entrado. Aconsejaban algunos al embajador que le llevase a palacio, porque le aseguraban que el rey gustaría mucho98 dél.Vino a oídos de don Pedro y enojose mucho, diciendo que los señores como él, que tenían por dudoso el agasajo debido a su autoridad y sangre que el rey le haría, no habían de ponerse en ocasión de tener después sentimiento de haber andado corto con él. No quiso el embajador disgustarle, viéndole rehusar esto, librando el convencerle para cuando estuviese más sazonado. Habían caído enfermos dos criados de Leopoldo, de quien fiaba sus amorosos empleos y, aunque pudo abstenerse de su condición en tiempo que debía andar ajustado por contentar a Margarita, no miró a esto, sino a seguir su gusto; y así le pareció salir de noche, acompañado de Feliciano, sabiendo que era hombre de buenas manos99 para fiar su seguridad dél. Llevole consigo tres o cuatro noches a una casa donde salía muy a deshora della. Aunque entraba allá Feliciano, no quiso ser curioso en averiguar quién era el dueño de aquella casa hasta la tercera o cuarta noche que asistió allí y así, hallándose con una criada, que deseó seguir el ejemplo de su ama con Feliciano, la preguntó cúya era aquella casa y quién la dama del empleo de Leopoldo.

97

a aparecer truhan A. Truhán: otro sinónimo para ‘bufón’. «El chocarrero burlón, hombre sin vergüenza, sin honra y sin respeto; este tal, con las sobredichas calidades, es admitido en los palacios de los reyes y en las casas de los grandes señores y tiene licencia de decir lo que se le antojare, aunque es verdad que todas sus libertades las viene a pagar con que le maltratan de cien mil maneras y todo lo sufre por su gula y avaricia, que come muy buenos bocados y cuando le parece se retira con mucha hacienda» (Cov.). Comp. Guzmán, I, p. 465: «Y hablando claro, yo era su gracioso, aunque otros me llamaban truhán chocarrero». 98 muho M. Enmienda B y A. 99 hombre de buenas manos: ‘diestro con la espada’.

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Con amor mal se guarda silencio; era criada y con esto está dicho que diría cuanto le fue preguntado. De su información sacó Feliciano que aquella casa era de la tía de su dueño y su hermana la dama que Leopoldo gozaba, con palabra que primero la había dado de casamiento, y proseguía en esto, porque su gran retiro la tenía ignorante del casamiento que Leopoldo tenía capitulado con su prima. Sabido esto por Feliciano, lo trasladó a la noticia de su dueño esotro día, de que don Pedro quedó tan absorto como indignado contra su hermana; si bien este procedimiento de Leopoldo, con quien tanto le tocaba, le esforzó su esperanza viendo que por aquel medio se facilitaba más su empresa. Pues era cierto que, viviendo él y igualando en sangre a Leopoldo, no había de consentir que con otra se casase sino con su hermana, a quien debía su honor. El medio que tomó fue que Feliciano dijese a la criada cómo Leopoldo100 estaba capitulado con su hermosa prima, exagerándole sus partes para que ella diese copia desto a su hermana, aguardando lo que haría sabiendo su agravio. Hízose así como dispuso don Pedro y, a la siguiente noche, que ya doña Blanca, así se llamaba la hermana de don Pedro, tenía sabido esto, tuvo una gran pesadumbre con Leopoldo, si bien él negaba a pie juntillas el estar capitulado ni tratar de casarse con su prima y así procuraba satisfacer a doña Blanca en esto. Ella fingió darse por satisfecha, con pretexto de hacer el día siguiente una apretada diligencia sobre ello, conque despidió a Leopoldo, yendo él muy contento en pensar que quedaba su dama muy satisfecha. Pero fuese con propósito de no volver a verla tan presto, fingiéndose indispuesto. Supo esa misma noche don Pedro de Feliciano todo cuanto había[n] pasado doña Blanca y Leopoldo101, y sintió mucho que su hermana hubiese dadose por satisfecha de quien la trataba con tanto engaño. Quiso que se pasasen dos días, hasta ver qué era lo que su hermana hacía, mandando a Feliciano que estuviese a la mira de todo. Esotro día de la satisfación de Blanca, ella, con rabia de celos, no tuvo sufrimiento para esperar más y quiso saber su agravio de buen original, que fue de la boca del marqués. Tomó un coche y, yendo de

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Lopoldo M. Enmienda B y A. Ruiz Morcuende enmienda este pasaje agregando una preposición: «Había pasado entre doña Blanca y Leopoldo». 101

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embozo, se fue a su casa en tan mala ocasión que, habiendo llegado a los corredores della para hacer llamar al embajador, se encontró con Leopoldo, el cual conociéndola, en breve se le ofreció presumir a lo que venía, que era a dar cuenta al embajador de su casamiento y a mostrarle la cédula102.Y era así como lo imaginaba, que doña Blanca se dio por satisfecha de Leopoldo al cargo que le hacía de casarse con su prima, con ánimo de acudir el día siguiente a saber del embajador todo esto. Recibiola Leopoldo con muchos agasajos, aunque ella no le mostró buen semblante, cosa que acreditó en Leopoldo más su sospecha. Díjola que le importaba hablarla sobre cierta cosa y para eso que sería cómodo puesto un cuarto separado del de su tío. Porfiaba Blanca que antes que la hablase había de estar con el embajador y esto defendía Leopoldo diciéndola que estaba ocupadísimo en ver un pliego que le había venido de Alemania enviado del César. Tanto la persuadió a que le había de hablar antes que ella al embajador, que quiso por entonces Blanca darle gusto a Leopoldo y así el caballero se valió del cuarto de don Pedro, pidiéndole que estuviese allí aquella dama mientras él volvía a hablarla en asegurando a su tío y prima. Como Blanca estaba de embozo, no la conoció don Pedro, aunque se sospechó, por lo que había sabido, que era su hermana.Tampoco Blanca conoció a su hermano, porque el traje que vestía era singular y demás desto traía antojos103, con que se disfrazaba mucho.Acompañó don Pedro a su conocida hermana y dejándola en su aposento cerrada, volvió a buscar a Leopoldo para saber qué determinaba hacer de aquella dama. Él se ocupó un largo rato con su tío y así no pudo salir, conque envió a decir a don Pedro que entretuviese a aquella señora por un rato, diciéndola en disculpa suya que precisa ocupación le estorbaba que no viniese tan presto, pero que no podría tardar. Entró don Pedro en su cuarto, cerrándose por de dentro para verse a solas con la dama. En tanto, Margarita había sabido que su primo había hablado con una embozada en el corredor y pedido a don Pedro que la llevase a su cuarto y, apasionada de los celos, quiso saber quién era, con la ocasión de poderlo hacer muy a su salvo por una puerta que de su cuarto iba al de don Pedro, de que tenía la llave. Hízolo así, abriendo muy quietamente por no ser sentida. Esto fue a

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cédula: ‘documento de compromiso matrimonial’. A, en su tendencia modernizante, lee precisamente «anteojos».

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tiempo que don Pedro entró en su cuarto y pudo hallar sin embozo descuidada a su hermana, que aguardaba a Leopoldo, bien segura que podría ser vista de otro. Luego que la conoció, sin dar lugar a que echase sobre el rostro el manto, la dijo estas razones: —Mujer indigna de la noble sangre que heredaste de tus antecesores y de llamarte hermana mía, ¿es posible que, olvidada de las obligaciones que te corren, confiada en una leve palabra, vengas tan en oprobrio104 tuyo a esta casa a renovar la infamia que has hecho? ¿A rogar a quien te olvida105? ¿A persuadir a quien con falso modo te engaña? Si llevada de tu ciego amor querías este empleo, deudos tenías para comunicarlo con ellos, antes que cegarte y entregar tu honra a quien te ha de tratar con tanto desdén, pues esto se verifica en sus acciones, si bien lo adviertes, pues cuanto más finezas te miente trata de casarse con su prima. ¿Que vivas enamorada, que cuando toda la Corte sabe este empleo, tú sola lo ignores? Si no mirara al lugar adonde estás, con este acero procurara acabar con tu vida, para que fuera escarmiento a otras. ¿Tan ajena vives de la obediencia de nuestra tía que has dado entrada en su casa a Leopoldo? ¿Tú habías de poner en contingencia tu honor, igualándole en sangre y calidad? Dicha ha sido tuya llegar en esta ocasión a esta Corte, aunque en el ridículo traje en que me ves, para procurar con todo cuidado que Leopoldo no burle de ti. Dime, fementida Blanca, lo que hay en este empleo para que se ponga remedio en todo y esto sin desdecir de la verdad, pues se va en ello no menos que la honra y la vida. Estas razones oía la afligida doña Blanca con los ojos puestos en el suelo y vertiendo dellos hermosas perlas, tal se podían llamar a sus lágrimas. Estaba tal la pobre dama que no acertaba a pronunciar razón alguna, mas a persuasión de su hermano, en breves razones, le dijo cómo en una fiesta Leopoldo la vio y, aficionado della, supo su casa, la paseó y envió papeles y, continuando el servirla con amantes finezas, pudo merecer tener entrada en su casa y, dándole palabra de casamiento por cédula que allí traía, firmada de su mano y con testigos, llegó a sus brazos. Finalmente, la dama le dijo a su hermano cuanto había y él, por no afligirla más, la dio buenas esperanzas de que acabaría con106 Leopoldo que le cumpliese la cédula. 104 105 106

oprobio A. aluida M. Enmiendan B y A. acabaría con: ‘persuadiría a’.

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Toda esta plática había escuchado la hermosísima Margarita por la puerta que de su cuarto venía al de don Pedro y admirose estrañamente de que persona calificada como don Pedro, según infería de sus razones no falto de juicio sino muy con él, se hubiese puesto en astillero de juglar, pasando plaza de tal en su casa y en la Corte. Ignoraba la causa de haber hecho de sí aquella transformación, si bien le dio alguna sospecha que ella podía haberla dado; por otra parte, consideraba el doble trato de su primo Leopoldo, pues trataba casamiento con ella habiendo dado cédula y palabra a aquella dama tan principal. Por salir de una y otra duda no quiso estar oculta escuchándoles y así salió de donde estaba, a tiempo que ni doña Blanca tuvo lugar de embozarse ni su hermano de disimular su enojo, pero, cobrándose algo, dijo: —¿Qué celada ha sido esta? Portento de la hermosura, dueño de mi alma y gobierno de mi albedrío, ¿traiciones hacéis con quien halláis descuidado? No dé esa belleza tales sustos107, que será acabar la vida con un gozo, como otras se acaban con un pesar. —No haya disimulos, señor mío —dijo Margarita—, que ya sé que no sois lo que publicáis y que el pesar que os aflige pedía más sentimiento a solas que donaires en público. Mi curiosidad, con una punta de celosa, ha descubierto en vos más fondos de lo que manifestáis y en Leopoldo, mi primo, más cautela de la que me prometían sus mentidas finezas. De una vez quiero salir de la confusión en que estoy, declarándose este enigma vuestro, que así le juzgo, hasta hallar su solución en vos. Mas antes que esto yo sepa, conviene que esta dama, hermana vuestra, se pase a mi cuarto, diciendo vos a Leopoldo que de verle tardar tanto se fue con despecho de aquí, sin ser posible el detenerla, y dejadme después hacer a mí. Llevose consigo a doña Blanca, agasajándola, con la animó a esperar mejor suceso en sus cosas del que se había prometido en el desdén de Leopoldo y la indignación de su hermano. Dejó Margarita a Blanca en compañía de sus criadas y volviose donde estaba don Pedro, el cual, si bien al principio se alteró con su vista y saber que había oído la deshonra de su hermana, se holgó después de que sus celos y curiosidad hubiesen descubierto el rebozo a su disfraz y hallado el desengaño de su primo. Pues con la venida de la hermosa Margarita don Pedro se alegró mucho y así lo manifestó su semblante. Ella le mandó tomar una silla y, haciendo lo mismo, comenzó su plática desta suerte: 107

sucesos A.

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—Estoy metida en tantas confusiones de poco tiempo a esta parte y con tanto pesar del término doblado de mi primo, que vengo a consolarme con vos y a que me descifréis muchas cosas que hallo obscuras para mí. Una es el veros remoto desta Corte, conocido fuera della por hombre falto de talento. Otra que como juglar y hombre de entretenimiento os hayáis introducido en parte donde tenéis prenda y más de tantas partes como la señora doña Blanca, vuestra hermana, debiendo mirar, si sois el que sospecho en la calidad, os afrentáis con daros a conocer por truhán y hombre ridículo, así en el traje que vestís como en los donaires con que entretenéis. El haberos puesto en esto es por gran causa; esa deseo que me digáis, porque yo salga de muchas dudas en que estoy. Calló con esto la bella Margarita y don Pedro para satisfacerla dijo así: —Hermosísima señora, no ignoréis, aunque no lo hayáis experimentado, que amor es poderosa deidad y que como tal, no hay humano sujeto que si se vence de su pasión no busque modos, invente trazas e investigue caminos para remediarla. Este alado dios, a quien han rendido vasallaje cuantos sus poderosas flechas han sentido, hirió con una mi pecho, viendo vuestra divina hermosura cuando pasó por Villafranca, patria mía. Fui informado de quién érades, el estado que esperábades tener, con mucho gusto de vuestro padre, aunque poco vuestro, por conocer la condición de Rodolfo, que verifiqué con oírlo después de vuestra boca. Animome esto, aun estando tan adelante el consorcio, a emprender esta empresa por el camino extraordinario que habéis visto. Pospuse mi autoridad, calidad y noble sangre, haciéndome hombre de humor con la quimera que habéis oído, para que esto me introdujese con vuestro padre y con vos. Ha sido mi dicha tal que pude conseguirlo, si bien vuestro respeto enfrenó en mí el declararme con vos, temiendo que no habíades de darme crédito y ser en tiempo que vuestras bodas están tan adelante. La desdicha de mi hermana y vuestros celos han sido causa de que oigáis de mí que soy don Pedro Osorio y Toledo, caballero calificado y de las dos casas de Villafranca y Astorga. Hónrame el pecho la militar insignia de Alcántara, dada por muchos servicios hechos en la guerra, con esperanzas de encomendar presto108. Mi estado os he dicho, mi atrevimiento también, por lo úl-

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encomendar presto: esto es, recibir la encomienda que se le había prometido a futuro tras la obtención del hábito, tal como se apuntaba al inicio de su histo-

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timo os pido perdón, disculpando amor y vuestra divina beldad. Este yerro ha dado motivo para vuestro desengaño y mi dicha haber sucedido la facilidad de su hermana; quien la tiene a cargo su honor le cumplirá la palabra o yo perderé la vida sobre ello. Admirada dejó a Margarita la relación de su disfrazado amante y, puesta en obligación de favorecer y estimar su fineza, lo cual iba ya haciendo, ofendida como desengañada con el proceder de su primo, lo que le respondió fue: —Señor don Pedro, con leve causa como es mi poca hermosura os dispusistes a empeño tan grande contra vuestra opinión y sangre; yo estimo la fineza, si bien no os disculpo, pues vuestras partes eran dignas de mayor empleo que el mío.Yo he sentido la poca estimación que de mí ha hecho mi primo y así le costará el perderme, si bien creo que quien teniendo tan adelante su boda no desistía de sus gustos, daba a entender con esto que no era el suyo de casarse conmigo. Bien me ha estado el desengaño antes de haber enlazado el nudo que no se puede desatar sino con la muerte. Habré conocido del todo su condición y su poca fineza, como conoceré la vuestra no me olvidando de lo que os debo. A sus pies se arrojara don Pedro a besárselos si Margarita le diera lugar. Agradeció con muchas sumisiones el favor que le hacía y prometía hacer109. Lo que los dos determinaron allí fue lo que adelante se sabrá. Fuese Margarita a agasajar a su huéspeda y a poner en ejecución lo que con don Pedro había110 consultado. El enamorado caballero aguardó a Leopoldo, el cual vino de ahí a media hora que su prima se había retirado de su cuarto, preguntó a don Pedro por la dama de111 que le dejó en guarda y la respuesta que dio fue que viendo su tardanza se había ido, sin bastar persuasiones suyas a detenerla. —Bien me ha estado el tardarme —dijo Leopoldo—, pues ha resultado desto cumplirse mi deseo, que era ver fuera desta casa a esa mujer que ha dado en perseguirme. No he tenido poca dicha en que no se haya encontrado con mi tío, que tuviera muy mal rato con él a hablarle. ria. Encomendar significa «llegar a tener encomienda de orden, de suerte que el que la tiene o consigue se llama comendador» (Aut.). 109 hacerle A. 110 ania M. Enmiendan B y A. 111 le M. Enmiendan B y A.

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Algunas preguntas le hizo don Pedro, con su acostumbrado donaire, para sacarle más, pero Leopoldo no se declaró del todo, si bien para don Pedro ya estaba entendido su pensamiento. Y era tanto el enojo con que estaba de ver el desprecio que hacía de su hermana, que fue mucho abstenerse de manifestarlo con la espada en la mano.Ya Margarita había vuelto a verse con Blanca, de quien más dilatadamente supo sus amores y los verificó la cédula de casamiento que la mostró, dejándola de nuevo admirada el doble proceder de Leopoldo. Envió Margarita a llamar a su padre y teniéndole en su presencia, a solas le dijo: —Siempre fue buena razón de estado en los padres el casar a sus hijas con gusto, pues un empleo que ha de durar toda la vida no es bien que sea sin voluntad. Muchos fían en que las condiciones de los hombres se mudan con la mudanza de estado y son pocas la[s] que con él tienen enmienda.Y así, hace mucho de su parte quien con esta obediencia cierra los ojos a aventurarse y mucho más quien en su empleo tiene vistas premisas de cuán malo ha de ser. Mi obediencia nunca reparó, señor y padre mío, en cumplir con tu mandato, aunque conocí en mi primo Leopoldo condición tan adversa a la mía que ella me estaba prometiendo disgustado empleo. Obedecí conociendo que otros pudieran serme más de gusto, no inferiores en calidad ni riqueza.Vi en ti deseos de que estas bodas se hiciesen, despachose a Roma, después de capitularlas, por la dispensación y cuando en mi primo había de haber más amor y más finezas conmigo, procede con diferente modo, pues ha dado palabra de casamiento a una dama que veréis presto en vuestra presencia. Entonces llamó a doña Blanca, a quien había dejado en su aposento, la cual salió a donde estaba el embajador y su hija. Tomó silla con los dos y prosiguió Margarita, diciendo: —Esta dama es, señor, a quien digo que mi primo dio palabra de casamiento por escrito y con esto le debe su honra. Trae consigo la cédula que le hizo y, queriendo hablarte para darte razón de lo que pasaba en su ofensa, fue vista de Leopoldo, deteniéndola que te viese y encerrándola en el cuarto de nuestro huésped. Esto112 pudo llegar a mi noticia y, con un poco de curiosidad, por la puerta que de mi cuarto va a él pude escuchar una plática en que he sabido todo esto. Salí por esta dama y hela traído a mi cuarto para darte noticia de lo que

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Y esto A.

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me has oído. La calidad desta señora es mucha, porque es Osorio y Toledo, descendiente de dos calificadas casas de España, tiene ánimo de dar cuenta a sus deudos, que los tiene en esta Corte muy nobles, para que estorben mis bodas. Hasta aquí ha llegado el obedecerte como a padre, de aquí en adelante no permitirás que te obedezca, porque antes tomaré un hábito en el más estrecho convento desta Corte, donde acabaré mi vida, que yo sea esposa de mi primo. Quedó el embajador admirado con lo que oía a su hija.Vio la cédula hecha a doña Blanca, convenciole la razón que tenía en poner por ella impedimento a las bodas que de futuro se esperaban y determinó de despedirlas por su parte y aun el sobrino, para que no viviesen juntos desde aquel día. Hizo retirar a las damas; mandó llamar a Leopoldo y, venido a su presencia, le mostró la cédula que hizo a Blanca, diciéndole si conocía aquella letra. Él, turbado y perdido el color, comenzó a negarlo, mas el embajador le dijo que no lo hiciese, porque con muchas cartas suyas le comprobarían ser una misma firma aquella y las otras. Confesó últimamente Leopoldo que, ciego de afición había hecho aquello, pero que no pensaba cumplir la cédula, aunque sobre ello perdiese la vida. Había estado don Pedro oyendo esta plática, encubierto y ya en diferente hábito que el que traía, con un vestido muy lucido y su hábito de Alcántara en la ropilla y capa, y oyendo esta razón de Leopoldo, sin aguardar a más se entró donde estaba y le dijo: —Señor Leopoldo, vos miraréis mejor lo que decís, advirtiendo en la calidad de la que despreciáis, pues con ella os iguala en sangre. Ella es mi hermana y por eso me toca el ampararla113 y defenderla. Si no le114 cumpliéredes la promesa hecha, espada traigo en la cinta y sabré con ella haceros que se la cumpláis o que perdáis la vida. Replicó a esto Leopoldo que ya tenía mirado en aquel particular lo que podía mirar y que amenazas no le habían de forzar a hacer lo que no era de su gusto. Encolerizose don Pedro y desafió a Leopoldo. La pesadumbre se iba encendiendo más, las damas salieron a ser el remedio de todo, pusiéronse en medio de los dos, mandando cerrar las puertas porque no saliesen fuera. Con todo lo que había pasado en la pesadumbre, no había reparado el embajador en la persona de don Pedro, sino que se creyó que había venido tras de su hermana y el

113 114

amparla M. Enmiendan B y A. la A.

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verle con lucido vestido, hábito y sin antojos, que siempre los traía, le hizo desconocer; mas, reparando en él, conoció en que el huésped que tenía como truhán era el que desafiaba a su sobrino. Como Margarita viese que su padre no apartaba los ojos dél con admiración, cayendo en lo que podía ser, le dijo: —Señor, el que miras en diferente hábito es el que poco ha que traía otro bien ridículo. Don Pedro Osorio y Toledo es, que con donaire nos entretenía; apaciguado este disgusto sabrás la causa que le movió a ponerse en esa forma. En nueva admiración quedó el embajador y no dejara de preguntar a su hija le declarase aquello si el ver a los dos caballeros empuñadas las espadas y en vísperas de hacer aquella sala palestra115 de su duelo no se lo estorbara. Comenzó por blandas116 razones a persuadir a su sobrino que no rehusase lo que le había117 de estar tan bien, pues de no lo hacer se seguían tantos pesares y que no se fiase en él; porque vista la poca razón que tenía y la ofensa que a aquella dama hacía, había de ser contra él, ayudando a sus contrarios, hasta hacerle casar.Y que en cuanto a su hija se desengañase, que no sería su esposa, porque ella no se hallaba obligada dél, con las pocas finezas que con ella había hecho. Viose Leopoldo atajado por todos caminos y en víspera de perder la vida, y así hubo de condescender con lo que su tío le decía, dando de nuevo la mano a doña Blanca y abrazando a su hermano, antes desconocido por quien era. Entonces Margarita dijo a su padre cómo, aficionado della don Pedro, se había introducido en su casa con hábito de juglar, cosa en que se hallaba con obligaciones de premiarle aquella fineza, si en ello tenía gusto. Mostrole tener su padre y con su licencia se dieron las manos, llegando don Pedro a ver cumplido su deseo. Las bodas de los dos fueron de allí a quince días, en que asistió lo noble de la Corte. Hízose aquella noche una lucida encamisada118, habiendo ca-

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palestra: «El sitio o lugar donde se lidia o lucha» (Aut.). Es vocablo culterano, tomado del griego, pero admisible dentro del género de la novela corta. Comp. Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 197: «Cubriose en esto la líquida palestra de muchas barcas aventureras». 116 blandas: «Metafóricamente significa lo mismo que lisonjero, halagüeño, suave, agradable» (Aut.). 117 lo que auia B y A. 118 encamisada: «Cierta fiesta que se hacía de noche con hachas por la ciudad, en señal de regocijo, yendo a caballo, sin haber hecho prevención de libreas ni

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rrera pública aquella tarde. El rey honró a estos dos caballeros, conque vivieron en España muy contentos con sus esposas. A todos los oyentes dio gusto la novela de Garcerán, que así se llamaba el que la refirió, divirtiéndose asimismo Rufina, que desde su aposento la había escuchado. Hacía el hermano119 Crispín gran confianza della y así, no escusó que se tratase aquella noche de muchos disignios120 que tenían los compañeros de hurtar en partes donde tenían avisos que había hacienda. Algunos hurtos aprobó Crispín, con autoridad y esperiencia121, y otros reprobó por los inconvenientes que allí les propuso; era el norte de aquella compañía y así ninguno excedía de lo que él ordenaba. Era hora de recogerse y por aquella noche no se hizo partición de lo hurtado, difiriéndolo122 para mejor ocasión, quedando en depósito del ermitaño, que con fidelidad lo guardaba. Recogidos los compañeros, Crispín no lo quiso hacer hasta verse con Rufina y darle las buenas noches. Hallola más gustosa que hasta allí había estado, conque se holgó mucho. Preguntola que qué la había parecido la novela. Díjole que muy bien y que con oír muchas como ella divirtiera su melancolía. —No la tengáis, dueño mío —se atrevió a decirla el falso hipocritón—, que muchos divertimientos destos habéis de tener y aun medras en esta casa, si lo esquivo moderáis. Pareciole a Rufina que era tiempo ya de dejar severidades y tristezas a un lado y desde aquella noche comenzó a hacer mejor rostro al hipócrita, por llevar a efeto el asalto que le pensaba dar. Con esto se fue Crispín a dormir, llevando grande confianza que aquella roca se había de rendir poco a poco, pues lo más estaba hecho, que era echar a un lado la santimonia123 y quitádose la máscara. llevar orden de máscara, por haberse dispuesto repentinamente para no dilatar la demonstración pública y celebración de la felicidad sucedida» (Aut.). 119 hermitaño A. 120 designios B y A. 121 experiencia A. 122 difiriendole A. 123 santimonia: «Lo mismo que santidad. Es voz puramente latina y de poco uso» (Aut.). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, I, p. 155: «Parecieron a dos hermanos, el uno muy colérico y el otro muy reposado y lleno de santimonia».

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Al día siguiente, antes de salir la aurora, ya los oficiales de la garra habían dejado la ermita, yéndose a buscar la vida a costa de pacientes. Crispín había de ir a la ciudad, a pedir la limosna ordinaria y despidiose de Rufina. Ella le encargó hiciese diligencia en saber si su hermano estaba en Málaga, dándole las señas de su rostro y talle, bien diferentes del rostro de Garay. Dejola cerrada el hermano, cosa que a ella se le dio poco, porque desde Córdoba traía hechas llaves maestras forjadas contra el robado ginovés. Quedose sola en la ermita; ya estaban de concierto ella y Garay que, en viendo en Málaga al hermano Crispín, él se viniese a la ermita. Así lo hizo, viniendo en uno de los dos cuartagos124. Fuele abierta la puerta por Rufina y en breve espacio le dio cuenta del trato del ermitaño, de su afición y cómo tenía en aquella ermita lindo dinero junto, hurtado en buena guerra. Deseaba Rufina engañar a Crispín de modo que, en lo que tocaba a moneda, no le quedase un dinero solo y así previno a Garay que luego volviese a la ciudad y le buscase unos polvos conficionados de modo que infundiesen sueño; que estos prevenía para la burla que le pensaba hacer y que desde aquella noche no se le pasase ninguna sin dormir con su cuartago cerca de la ermita, en una parte que le señaló desde una ventana que sojuzgaba toda aquella campaña. Con esta advertencia Garay volvió por la posta a Málaga y le trujo los polvos en breve tiempo, sin que hubiese venido Crispín, porque todo el día ocupaba en juntar su125 limosna y hasta cerca de anochecer no volvía a la ermita.Volvió, pues, siendo alegremente recibido de Rufina, con muchas caricias que fueron para él grandes lisonjas, hallándose cada punto más enamorado de la moza. Mostrole lo que había juntado de la limosna, dado de buena voluntad, y sin esto algunas cosas que él pudo agarrar sin verlo sus dueños, como eran dos jarros de plata y una gargantilla de perlas, descuido de quien las dejó a mal recaudo sin temer las malas manos de Crispín. La gargantilla dio luego a Rufina haciéndosela poner, con que le dijo muchos requiebros; ella le agradeció el presente, conque aquella noche cenaron amigablemente. Haciendo la sobremesa un apuntamiento126 acerca de sus 124

cuartagos: ‘caballos pequeños’. la A. 126 apuntamiento:‘resumen’ para recordarle a Rufina su pretensión. Es término del ámbito jurídico, pero «lo mismo se entiende generalmente, fuera de lo legal, de otros cualesquiera resúmenes y extractos que se forman de otras materias» (Aut.). 125

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amores, no tuvo muy en contra la respuesta, conque libró su dicha en promesas de futuro, que esperaba ver presto cumplidas. Estaba concertado entre los ladrones hacer capítulo127 la noche siguiente y rehusábalo Crispín, porque128 lo hurtado se había hecho carne y sangre en él y así no quisiera que vinieran, aunque se previno de una traza que fue, luego que llegaron, decirles que no parasen allí, porque tenía aviso de la ciudad que la justicia andaba cuidadosa de buscar a un homicida y que, en casos129 de traición, no valían los sagrados130 a los delincuentes, que se temía no viniesen a su ermita, donde fuesen conocidos algunos dellos que los buscaba la justicia. En gente deste porte siempre es creíble cualquier novela131 deste género y así creyeron a su caudillo, y se fueron de la ermita, conque nuestro Crispín quedó a solas en ella con su dama, la cual le había prometido favorecerle aquella noche, conque estaba loco de contento, no viendo ya la hora de verse favorecido de aquella hermosura. Llegose la hora de cenar y tenían bien con qué hacerlo, porque Crispín había traído el día antes mucha caza de volatería132 y la tenía para la cena prevenida, con muy gentil vino, de lo mejor que había en Málaga de que estaba llena una bota. Aderezada la cena con ayuda de Rufina, que en esto se mostró solícita, se puso la mesa y comenzaron los dos a cenar gustosamente. Los brindis se menudeaban, advertida la hembra de gobernar la taza con tal cautela, que Crispín siempre bebió vino que estaba misturado con aquellos polvos que infundían sueño. Bebió el hermano espléndidamente, rematándose con

127 hacer capítulo: ‘reunirse’. De capítulo como «junta de personas unidas en comunidad, con voto decisivo para tratar de las materias tocantes a su régimen y gobierno» (Aut.). 128 rehusaualo Crispin todo lo que podia porque no se hiciese porque B y A. 129 caso A. 130 sagrados: coloquialmente sagrado refiere ‘refugio’, pero en este caso apunta efectivamente al «lugar que sirve de recurso a los delicuentes y que se ha permitido para su refugio, en donde están seguros de la justicia, en los delitos que no exceptúa el derecho» (Aut.), como iglesias y otros lugares donde se llevan a cabo rituales religiosos, como la ermita de Crispín. 131 novela: «Se toma asimismo por ficción o mentira en cualquier materia» (Aut.). 132 volatería: «Conjunto de diversas aves» (Aut.). Recuérdese que la carne de ciertas aves, como la perdiz, por ejemplo, eran tenida por manjar selecto. Crispín le ofrece a Rufina una cena de lujo.

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el postrero brindis la cena, a que se le siguió luego un pesado sueño, tan grande, que Rufina hizo experiencias dél, procurando despertarle con tirarle de las orejas y narices, y era como si tirara de un cuerpo muerto133. Con esta seguridad bajó a la bóveda y de unas arcas que en ella había sacó cuanta moneda ocultaban, que no era poca. Esta puso en unos talegos muy liados con cordeles y los acomodó en unas bizazas134 de cuero en que parte de aquel dinero había sido hurtado a un tratante de ganado mayor y obligado135 de una carnicería136. Hecho esto, Rufina salió al campo y con una seña que hizo acudió Garay a la ermita con brevedad. Díjole Rufina en el estado que estaban las cosas, cargaron con el dinero y las alhajas se dejaron, con no poco sentimiento de los dos, mas a su razón de estado importaba esto, para no ser conocidos por alguna de aquellas piezas y malograr con esto su diligencia137. En breve acomodaron la moneda en el cuartago y los dos se pusieron a caballo, yéndose a Málaga no poco ufanos de habérsela pegado al mayor ladrón de la Europa138 tan a su salvo. Llegaron a Málaga y en la posada de Garay se aposentaron, estando Rufina oculta de los huéspedes aquella noche y esotro día. Sabía Rufina cuándo estaban determinados de tener junta los ladrones con su jefe Crispín, que era para de ahí a cuatro días y previno lo que se dirá adelante, que me llama Crispín, a quien dejamos dormidos. Pasó toda la noche durmiendo139, cerca de la mesa en que había cenado, y ya bien entrado el día despertó, no sabiendo lo que había pasado aquella noche. Llamó a Rufina acordándose que por su mucho sueño había perdido la ocasión que había deseado, de que no poco se lastimaba. Repitió con voces el nombre de la astuta moza, mas fueron en balde. Buscola por toda la casa, la iglesia y bóveda y halló las puertas cerradas, cosa de que se maravilló mucho, conque se

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un cuerpo sin sentido y muerto B y A. bizazas: «Alforjas de cuero de que usan los caminantes para llevar lo necesario para el viaje» (Aut.). 135 obligado: «La persona a cuya cuenta corre abastecer a un pueblo o ciudad de algún género, como nieve, carbón, carne, etc.» (Aut.). 136 carneceria A. 137 dilignecia M. Corrigen B y A. 138 de toda la Europa B y A. Otra muestra del gusto de Castillo por esta hipérbole. 139 dormiendo A. 134

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pensó que le había sucedido a Rufina una desgracia. Buscola de nuevo, mas hallando las arcas abiertas y vacías de la moneda que guardaban, conoció que se la había llevado y que ella era causa de su fuga. Pareciole que por aquel campo estaría, porque no se atrevería a salir con la obscuridad de la noche. Buscola140, pero fue en balde, conque a costa de su sentimiento hubo de tener paciencia, corrido de que a un ladrón tan antiguo como él le hubiese hecho herida una flaca mujer, infiriendo desto que todo cuanto había hecho con él era fingido por robarle. Ese día fue a Málaga, por si acertaba a toparla en la ciudad. Encontró a Garay y como no le conocía Crispín, por no le haber visto, todo fue cansarse. Ya Rufina y Garay tenía prevenida su partida para Castilla, mas no quiso ella partirse sin darle un mal rato al hipócrita ermitaño. Ella sabía el día que habían concertado los ladrones hacer capítulo y justa en la ermita, que quiso aquel mal hombre hacer receptáculo de delincuentes141, digo, su casa o celda, para que fuesen hallados juntos y llevasen el castigo que merecían por sus delitos. Escribió un papel al corregidor, dándole en el razón de dónde y cómo se podían prender y con esto partiéronse de Málaga, deseando parar en Toledo, donde los dejaremos ir su camino por decir que el corregidor, luego que recibió el papel, aguardó a que fuese ya de noche y, yendo con gente142 a la ermita, la cercó y entró dentro, donde halló a Crispín bien descuidado de aquella visita. Buscole la casa, bajó a la bóveda y dio con los compañeros. Halló allí escalas143, ganzúas y llaves maestras, cosas concernientes al rapante ejercicio144. Asimismo, vio en las arcas piezas de plata y alhajas de precio, indicios que manifestaron el trato de aquella virtuosa gente, a quien mandó prender y maniatar fuertemente. Crispín estaba turbado de suerte que no acertaba a hablar a lo que le preguntaban. El corregidor le dijo: —Mal hombre, vil hipócrita, que con capa de santidad ejerces latrocinios, ¿no te bastaban para tu sustento las muchas limosnas que ha140

Buscola todo lo que pudo B y A. linquentes M. Enmiendan B y A. 142 con alguna gente B y A. 143 las escalas B y A. 144 rapante ejercicio: ‘el ejercicio del robo’, aprovechando aquí el participio activo del verbo rapar, en el mismo campo semántico de arañar, pescar, etc., verbos todos asociados con el hurto. 141

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llabas dadas por caritativos pechos, suficientes para tener una muy buena pasada145 en lugar cómodo para servir a Dios146, sino valerte del más infame ejercicio del mundo? Tú has venido a mis manos, dellas saldrás tú y todos tus compañeros para una horca. Con esto los llevaron, donde sustanciada la causa fueron condenados a muerte, porque confesaron muchos delitos, todos culpando a Crispín, que era quien les daba aviso de los hurtos y abría las puertas para hacerlos. Él anduvo tan valeroso en el tormento147 que negó fuertemente, mas con todo no se pudo librar de la sentencia, si bien después se libró de la cárcel. Diéronle en ella unas terribles tercianas148, por donde se dilató en él la ejecución de la justicia, si no la de sus cómplices, que fueron luego ahorcados.Y cuando estaba Crispín para entrarle en la capilla149, en hábito de mujer salió a mediodía de la cárcel150, con no poca admiración de todos y con mucha pesadumbre para el alcaide de la cárcel, que le costó muchos días de prisión, culpándole que con sobornos le había dado libertad, mas él se libró desta acusación dando la persona que le dio los vestidos, que por ello fue a galeras.

145 pasada: «La congrua suficiente para mantenerse y pasar la vida» (Aut.). «Tiene buena pasada. El que tiene hacienda» (Correas, núm. 22255). 146 Dios nuestro Señor B y A. 147 tormento: ‘tortura física habitual para hacer confesar al delincuente’. 148 tercianas: ‘ciertas fiebres’. 149 entrarle en la capilla: ‘a poco de ser ajusticiado’, ya que estar en la capilla es «estar el reo previniéndose en ella para recibir la muerte» (Aut.). 150 La fuga en disfraz femenino se narra ya en la Relación de la cárcel de Sevilla de Cristóbal de Chaves: «Ha habido muchos que se rapan la barba y se ponen copete y salen en hábito de mujeres de la cárcel.Yo he visto azotarlos en la misma manera vestidos siendo descubiertos» (Hernández Alonso y Sanz Alonso, 1999, p. 256). También es treta, aunque fallida, del pícaro de Alfarache, Guzmán, II, p. 488: «Con una navaja me quite la barba y, vestido, tocado y afeitado el rostro, puesto mi blanco y poco de color, ya cuando quiso anochecer, salí por las dos puertas altas de los corredores, que ninguno de los porteros me habló palabra y tenían ambos buena vista, sus ojos claros y sanos».

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Caminando Rufina y Garay por sus jornadas a toda priesa, con gentil moneda, llegaron a la imperial ciudad de Toledo, donde pensaban hacer asiento, llevando Rufina intención de portarse en aquella ciudad con mucha ostentación y para dar más honesta capa a su estancia, fingió que Garay era su padre2. Con esto tomó casa autorizada en buenos barrios; la familia3 era una esclava que compró en Málaga y otra doncella de labor que recibió allí, un pajecillo y un escudero. Ella se puso las reverendas tocas de viuda4 y Garay, vestido honestamente, llamábase don Jerónimo y ella doña Emerenciana. El apellido fue Meneses, diciendo descender de los nobles que ilustran a Portugal. Con todo esto puesto en astillero fue comprando las alhajas convenientes a la casa de una principal viuda; fue visitada de las señoras del barrio, quedando muy pagadas de su agrado y cortesía, conque fue granjeando algunas amigas de las que se pensaron que era oro todo lo que relucía en Rufina, teniendo creído descender de la noble familia de los Meneses. Salió Rufina a la iglesia mayor, adonde fue vista de la juventud ociosa y conocida por dama recién venida a la ciudad, y como era de buena cara presto tuvo aficionados y que la paseaban su calle. Mientras ella se iba informando de los que más adinerados eran para continuar con sus cautelas, la dejaremos y a los penantes en

1 Libro quarto / La garduña de Sevilla / y anzuelo de las bolsas / hija de Trapaza A. 2 Recuérdese que también en Toledo es donde Teresa de Manzanares intenta pasar por una noble dama. El nombre elegido de Emerenciana es igualmente parte de los materiales habituales de Castillo Solórzano. 3 familia: ‘conjunto de criados’. 4 reverendas tocas de viuda: ya se anotó en Teresa de Manzanares el carácter del personaje de la viuda y las valoraciones que recibía.

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su pretensión amorosa, por dar vuelta a Málaga, que dejamos libre de la cárcel al hermano Crispín. Luego que Crispín se vio libre por su buena maña, no paró en Málaga, antes se fue a un bosque que está vecino a la ciudad, donde pasó todo el día y, en viniendo la noche, se acercó a la ermita, habitación que fue suya mientras fue creído de los de Málaga que era buen cristiano. Habían puesto en su lugar a un buen hombre que acudía a pedir por las iglesias para un hospital; este aún no estaba de asiento en la ermita, porque le habían de aderezar primero la casa. Fue, como está dicho, Crispín a ella y en la parte que caía al mediodía, cerca de unas losas, señal que él había puesto para conocer mejor sitio, cavó con una estaca, que en el bosque había hecho, la tierra, de donde desenterró un talego que allí tenía reservado con unos doblones de la demás moneda que de montón se juntaba, que en estas partijas siempre salía mejorado por el oficio de adalid de aquella gente non santa. Con estos doblones, que serían hasta quinientos, se fue a la ciudad de Jaén, adonde tenía un amigo, hombre del trato de la rapiña.Ya él sabía la fuga que había hecho de la cárcel, como antes había sabido su prisión, que le puso en harto cuidado, temoroso de que en el potro no le encartase, que se habían hallado en algunas caravanas de hurtos5 los dos. Holgose este camarada mucho con la presencia de Crispín, el cual iba mal vestido, porque el hábito se le habían quitado por indigno de traerle, y los bajos eran muy trabajosos6. Presto se remedió esto con dar Crispín dineros a su huésped para que le comprase un vestido bueno de color. Este se vistió y ciñó espada, con que parecía otro, habiéndose cortado la barba, que la traía muy larga. En este nuevo hábito asistió algunos días en Jaén el bien intencionado Crispín hasta que se

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caravanas de hurtos: los golpes llevados a cabo. «En la Orden de los caballeros de San Juan llaman caravanas las expediciones o misiones que se hacen para andar en corso en las galeras o el asistir en algún presidio» (Cov.). También podría emplearse en su sentido figurado de «las diligencias que hace uno para lograr una pretensión» (Aut.), en cuyo caso la expresión equivaldría a los ‘planes’ que urden los ladrones. 6 bajos… trabajosos: los bajos, «los vestidos y ropas que traen las mujeres debajo de las sayas o briales, que les sirven para abrigo y reparo de su modestia» (Aut.), que Crispín debía llevar como parte de su disfraz femenino para escapar de la cárcel, tenían muy mal aspecto.

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ofreció hacer un hurto en Andújar y fue de cantidad. Hubo partición dél, fiel y legalmente7, y temiéndose que por las diligencias que hacía el lastimado no fuesen descubiertos los delincuentes, a Crispín le pareció bien poner tierra en medio y no aguardar a verse en otra fiesta como la de Málaga8, de donde no hizo poco en escaparse. Acompañose de un mozo natural de Valencia, persona de buen talle, y con su moneda dieron con sus cuerpos en Toledo, donde no habían estado más que de paso, por lo cual9 estaban ciertos que no serían conocidos. Llamábase el valenciano Jaime y era hijo de un alpargatero de Valencia y por travesuras que había hecho con alguna cantidad de ropa, de que se descuidaron sus dueños, andaba fuera de su patria. Era de edad de veinte y cuatro años, blanco, rubio, de gentil disposición y sobre todo de vivo entendimiento y gran bellaco socarrón. Este mozo se vistió, a costa de los que lo padecían, muy al uso, con galanes vestidos, y un día los dos se fueron a misa a la iglesia mayor, llegando a oírla a una capilla donde acertó a estar Rufina, llamada allí doña Emerenciana. Conociola luego Crispín, de que recibió mucho gusto. Cuanto pudo se encubrió della, por no ser conocido, aunque deso podía estar seguro, porque el haber cortado la barba y mudado de traje le hacían desconocido de quien antes se vio con el hábito de ermitaño. Mostrole a Jaime su compañero a la viuda, la cual le pareció muy bien y aconsejole que la fuese siguiendo, sin ser notado della, hasta saber dónde posaba. Fácil fue saber la casa y de los vecinos de la calle que se llamaba doña Emerenciana de Meneses, venida allí de Badajoz con su padre. Quedó escocido Crispín de la burla desta moza y juró que pues su dicha se la había traído a sus ojos, no se había de ir de aquella ciudad sin desquitarse del hurto con algunas mejoras; para lo cual instruyó a Jaime en lo que había de hacer y lo que se había de fingir para con ella, no descubriéndole quién era. Presto se le ofreció ocasión de re-

7 fiel y legalmente: la expresión es un formulismo de documentos oficiales, como ordenanzas y códigos, que es usada aquí de forma irónica, ya que se trata de criminales. Comp., en empleo bastante similar al original, Don Quijote, II, cap. VII: «Y yo de nuevo me ofrezco a servir a vuestra merced fiel y legalmente, tan bien y mejor que cuantos escuderos han servido a caballeros andantes en los pasados y presentes tiempos». 8 Melaga M. Enmiendan B y A. 9 fiual M. Enmiendan B y A.

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presentar el papel que tanto estaba ensayado entre él y Crispín, y así una tarde, cuando tocaban las oraciones, que era casi de noche, hubo una pendencia en la calle de Rufina, de que salieron dos della muy mal heridos. Apenas la justicia se halló allí haciendo ir a curar los heridos a sus casas y prendiendo a algunos de la calle que no se hallaron en la pendencia10, la dejaron despejada de gente, porque nadie quería por hallarse allí verse puesto en prisión sin tener culpa. En esta ocasión se comenzó la quimera de Crispín y Jaime, que este, instruido11 por el marrajo12 y mal ermitaño en lo que había de hacer, se puso un hábito de Montesa13 en un galán vestido negro y emparejando con la casa de Rufina dejó la capa en manos de Crispín y, sacando la espada se entró en ella, fingiendo ir asustado. Halló la puerta de la escalera abierta y subiéndose por ella llegó hasta la pieza de14 estrado de la señora viuda, en que estaban ella y sus dos criadas. Alborotáronse15 de ver entrar a aquel hombre así, con la espada desnuda, en cuerpo16 y alborotado. Levantose del estrado Rufina y sus criadas y él la dijo: —Si la piedad no falta en esta hermosura que veo, hermosa dama, os suplico que vuestra casa sea mi amparo para ocultarme de la justicia que viene en mi seguimiento, habiéndome conocido por delincuente de una muerte que he hecho en una pendencia que se trató en esta calle. Dio con mi persona en la que está vecina a ella y cayera en sus manos, sin duda alguna, si con valor no me resistiera, hiriendo a dos ministros que venían con el alcalde mayor.Valime de los pies, que con la justicia es respeto y cordura volverle17 las espaldas.

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pendenca M. Enmiendan B y A. iustruido M. Enmiendan B y A. 12 marrajo: «Cauto, astuto, difícil de engañar» (Aut.). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 395: «El padre, que era marrajo, iba y venía en estas cosas». 13 hábito de Montesa: orden de caballería asentada en Valencia, precisamente en la villa de Montesa, fundada por Jaime II de Aragón. Por los años de publicación de La garduña de Sevilla el comendador mayor de la dicha orden militar era don Fernando de Borja, citado por Vélez de Guevara en El diablo cojuelo (1641). 14 del B y A. 15 Alborotose A. 16 en cuerpo: «Andar en cuerpo; estar en cuerpo. Es sin capa sobre el vestido: venir en cuerpo» (Correas, núm. 2480). Comp. Guzmán, I, p. 342: «El sombrero muy galán, bordado y bien aderezado de plumas, un trencillo de piezas de oro esmaltadas de negro, y en cuerpo». 11

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Púseme en fuga y ellos en mi seguimiento. Acerté a ver esta puerta abierta y hice eleción18 desta casa para que sea mi amparo. Suplícoos que si no recibís enfado, yo esté aquí hasta que vea pacífica de gente esta calle y pueda salir; pero si estrañáis verme y os causa algún enfado, aunque sea con riesgo mío, me volveré a salir a la calle, porque más quiero ser preso que descortés con vos. Ya hemos pintado el talle de Jaime, que desde esa noche se ha de llamar con más requisitos.Viole Rufina con atención y, la que estaba ajena de aficionarse, sino solo a la moneda y a ser polilla della, de solo ver a este hombre se le inclinó y así le dijo: —Nunca en las personas de mi calidad ha faltado la piedad y más con quien juzgo, por el buen exterior, la buena sangre que debe de tener. Y así, pesándome de vuestro disgusto, os ofrezco esta casa para que en ella estéis oculto todo lo que fuere menester para deslumbrar a quien os sigue, que no fuera razón dejaros en sus manos pudiendo libraros dellas. Sosegaos, os suplico, que cuando la justicia os busque aquí, yo tengo parte secreta donde os poder esconder. Agradeció19 el joven la merced que le hacía y ella replicó: —Mi estado os dice el recogimiento que debo tener en mi casa, por esto no os la ofrezco por todo el tiempo que fuere necesario hasta componerse vuestras cosas, mas mi padre vendrá, aunque algo tarde, y si él gusta de que asistáis en su cuarto, yo estaré muy contenta. De nuevo le rindió gracias el cauteloso20 mozo por el favor. Ellos, que estaban en esto, llamaron a la puerta con grandes golpes, diciendo que abriesen a la justicia. Alborotáronse todos al principio, mas cobrándose del susto Rufina, tomó por la mano a Jaime y lo llevó a un tocador suyo, donde había cierto tabique doblado que cubría un paño de tapicería, y allí le dejó, diciéndole que tuviese seguridad que no sería hallado. Con esto mandó abrir la puerta. Por ella entró Crispín, que se atrevió a mucho de ser conocido por Rufina, fiado en que el nuevo traje se le deslumbraría.Venía con Crispín otro picarón conocido suyo, traían a fuer de justicia lanterna, vara corta21 y armas de 17

volverla A. eleccion B y A. 19 agredecio M. Enmiendan B y A. 20 cauteloso: ‘tramposo’. 21 vara corta: «Insignia de la jurisdicción [que] traen los ministros de justicia en la mano, por la cual son conocidos y respetados» (Aut.). El disfraz de Crispín es completo. 18

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fuego. Entraron pues a donde estaba la viuda, que los recibió con mucha cortesía, haciéndose de la que ignoraba a qué pudiesen venir. Crispín la saludó cortésmente y dijo: —Aunque sea atrevimiento, señora mía, el daros un poco de enfado, el oficio que ejercemos nos pide hacer las diligencias posibles por cumplir con él. Yo soy mandado del señor corregidor que reconozca las casas deste barrio, por si en ellas hallo un delincuente que andamos buscando. En las vecinas hemos estado y solo falta por ver la vuestra. Perdonad el que se mire toda, que con esto cumplimos con nuestros superiores y nuestras conciencias. —Aunque por mi verdad —dijo Rufina— os pudiérades asegurar tanto como con la experiencia, diciéndoos que aquí no ha entrado nadie, no quiero que tengáis por persona que amparo delincuentes facinorosos, si ese que buscáis lo es, y así os hago la casa franca para que se vea toda, si está en ella el que buscáis. Alumbroles una criada con una bujía y ellos miraron muchas parte de la casa, dejando algo della, porque esto se les atribuyese a cortesía. Esto hecho, con la misma cortesía que entraron se despidieron; habiendo hecho esto a costa de su peligro, porque su compañero apoyase la trama que llevaba urdida. Salió el mentido caballero de donde estaba, mostrando en el rostro alegría de haberse escapado de quien le buscaba y con agradecidas razones comenzó a ponderar el favor que le había hecho la viuda. Ella, que se iba prendando dél mientras más le vía, le significó que si, como su deseo era de servirle, le pudiera ejecutar, que allí fuera servido, mas que aguardase a su padre, que ella acabaría con él que por lo menos aquella noche no le permitiese salir de allí. —Antes os suplico… —dijo Jaime, conociendo ya en ella que se le inclinaba, que le diese licencia para irse, que lo que pensaba hacer era retirarse a un monasterio de religiosos y desde allí avisar en la posada a sus criados que estaba retraído, para que acudiesen allá y esotro día partirse a Sevilla22; porque a su tierra no podía por entonces volver. Pesole a Rufina de ver en él aquella resolución y díjole que le pedía no se determinase a lo que intentaba, por el peligro que le podía venir, que aguardase allí un par de horas. Él se ofreció a obedecerla y,

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El paso de discurso directo a indirecto se hace bruscamente por igual en M, B y A. He agregado los puntos suspensivos para que se sobreentienda.

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dejándole hablando con la criada que había en Toledo recibido, le pidió23 Rufina licencia para acudir a cierta cosa que la24 dejó encargada su padre antes que viniese. Este achaque25 tomó para comunicar con su esclava, que era con quien más se entendía, sus pensamientos. Retirose con ella a otro aposento, adonde la manifestó cuán bien le había parecido aquel caballero y que se le hacía de mal dejarle ir de su casa, a riesgo de que le prendiesen; y que, por otra parte, no sabía si Garay tomaría a bien que quedase allí aquella noche. La esclava era ladina26 y sabía bien lo que había de aconsejarla a su ama. Hablola al gusto, diciéndola: —Señora, en ti sería facilidad27 hacer cualquiera demonstración de amor con este forastero con tan poco trato, pues librar en que Garay le admita en casa por esta noche, dúdolo mucho. Lo que te aconsejo es que, pues esta casa es grande y tiene algunas piezas que no se habitan, que son dos que se baja de tu cuarto a ellas, que allí le hospedes y déjame el cuidado de aderezarle la cama y lo necesario, que yo lo haré con brevedad. Y esto ha de ser sin que llegue a noticia de Garay, que él está de partida para Madrid dentro de dos días y tú quedarás con el que ya amas en casa, dándole, para que no se vaya, a entender que la justicia no se aparta desta calle. Pareciole bien a Rufina el consejo de la esclava y mandola ir a aderezar el aposento que se le señalaba al joven, lo cual hiciese poniendo en la cama limpia y olorosa ropa, de la más delgada que había. Así le obedeció la berberisca, conque Rufina volvió a verse con el galán, diciéndole: —Señor mío, yo sin licencia de mi padre la he tomado en mandaros aposentar en esta casa, donde a sus ojos estéis oculto, como lo deseáis estar a los de la justicia. Teneldo28 por bien y recibid de mí

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pididio M. Enmiendan B y A. le B y A. 25 achaque: ‘excusa’. 26 ladina: ‘astuta’. Según Cov., ladino viene de latino, que sabe la lengua de Roma: «Eran tenidos por discretos y hombres de mucha razón y cuenta, de donde resultó dar este nombre a los que son diestros y solertes en cualquier negocio». Comp. García, La desordenada codicia de los bienes ajenos, p. 59: «Gente plebeya, baja y ladina». 27 felicidad A. 28 Tenedlo A. 24

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este pequeño servicio de que debéis dar gracias por la voluntad con que le hago, deseosa de vuestra quietud. Con mayores exageraciones que las hechas agradeció Jaime el favor que de nuevo se le hacía, contentísimo de ver que aquel peje había dado en la red29 del amor, según las demostraciones manifestaban. Estuvieron los dos hablando en varias pláticas, en que Jaime comenzó a alabar a la viuda su hermosura, lisonja siempre creída de las mujeres; y desto resultó el mostrársele inclinado, conque fue hacerle30 a ella la cama31 para entablar lo que deseaba, que era ver esto y que su hermosura fuese quien estos milagros hacía de un fugitivo y temoroso, un enamorado.Vino luego la esclava, habiendo hecho lo que se le había encargado. Con esto llevó Rufina a Jaime al aposento y, dejándole en él con luz, le dijo que tuviese paciencia en quedarse solo hasta que ella dejase recogido a su padre. Túvolo el galán por bien, encargándola no dejase de volver a verle, porque sin su vista lo pasaría mal aquella noche. —A mí me importa —dijo ella—, porque deseo saber muy de espacio quién sois y el origen de vuestra inquietud. Con esto se despidió dél, mirándole con una ternura de ojos que le alentaron al astuto mancebo para esperar buen fin en su empresa. No era tan viejo Garay que no tuviese sus pocos bríos para desear ser galán de Rufina y tratara32 de casarse con ella, si él no fuera casado. Andaba ausente de su mujer, que la tenía en Madrid, como muchos que o por varios en las condiciones o por enfadados de sus mujeres, las dejan, olvidándose dellas para que, viendo su desprecio y olvido, traten de buscar consuelo con quien más atentos a sus gracias gusten dellas, para ofensa de los que tan poco las estimaron. Había días33 que Garay no sabía de su esposa y presumía que debía de ser muerta, y determinaba dar34 una vuelta35 a Madrid y certificarse desto secretamente para, si era muerta, tratar de casarse con Rufina, re-

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rede A. hazerla B y A. 31 hacerle a ella la cama: «Hacer la cama a un negocio, disponerle y facilitarle» (Cov.). 32 tratar A. 33 había días: ‘hacía mucho tiempo’. 34 de dar A. 35 dar una vuelta: «Vale por ir poco tiempo a algún pueblo o país» (Aut.). 30

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presentándola las obligaciones que le tenía. Con este pensamiento andaba de partida y la tenía concertada de allí a dos días. Dejémosle en esto y volvamos a Rufina, la cual luego que hubo venido Garay, le dio de cenar, escusándose de hacer esto en su compañía por fingirse indispuesta, cosa que él creyó fácilmente. Acabada la cena, era costumbre suya irse luego a la cama a dormir. Aguardó a que lo hiciese así Rufina y, cuando sintió que dormía, mandó a sus criadas a prevenir la cena al encerrado galán, con quien pensaba cenar con mucho gusto. Hízose así con brevedad, conque cenaron los dos regaladamente, yéndose Rufina por puntos declarando con acciones demonstrativas que estaba rematada de amores. Luego que se alzaron los manteles, mientras las criadas cenaban lo que de la mesa había sobrado, que no era poco, pidió a su huésped que le dijese su nombre, patria y a qué había venido a aquella ciudad, y él por darla gusto fingió esta quimera, para la cual le pidió atención, y él dijo así: «Mi patria, hermosa señora, es Valencia, ciudad de las más nobles de España, como os lo habrá dicho la fama que della corre siempre, pues con ella la gana a muchas ciudades en lo noble, en lo rico y en lo afable de su clima y amenidad de sus campañas. Soy allí de la noble y antigua familia de Pertusa, bien conocida en todas partes. Mi nombre es don Jaime Pertusa, a quien nuestro rey, por servicios de mis antepasados, me honró este pecho con la roja cruz de Montesa y la encomienda de Silla36, que es de las mejores de aquella orden. Sin lo que vale, tengo un mayorazgo que de mi padre heredé, que valdrá tres mil ducados de renta37. Nací solo y, con las obligaciones dichas, puse los ojos en doña Blanca Centellas, dama ilustre y de muchas partes, en Valencia, a quien serví con muchas finezas. No me las pagaba con el amor que ellas merecían, siendo desto causa estar esta señora aficionada a un caballero, don Vicente Pujadas. Este fue a mí preferido, conque yo desesperaba de celos. Quiso este caballero quitar delante de sí todo lo que le podía hacer estorbo en su amorosa pretensión y así, una noche que me halló en su calle, acompañado de tres criados me acometió, llevando yo solo uno conmigo. Defendime cuanto pude, mas salí mal herido de la pendencia, de suerte que pensaron que muriera de las heridas.

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Silla se ubica en la provincia de Valencia, cerca del lago de Albufera. tres mil ducados de renta: se considera la renta anual de un caballero acomodado.

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No se pudo averiguar quién había sido el que me hirió, aunque todos los presumían y la justicia, por la fama de ser don Vicente mi competidor, le prendió, mas él probó la cuartada con sus criados, con que fue libre. Convalescí38 de mis heridas y, sentido de ver con la ventaja que mi competidor me había acuchillado, no quise para vengarme guardarle nobles respetos, sino con la misma le acuchillé de modo que él salió más malherido que yo. Hubo personas que me conocieron en la calle y depusieron contra mí, cosa tan nueva en Valencia, porque por este camino raras veces se averigua nada. Fue fuerza ausentarme temiendo el peligro del herido, que le daban poco término de vida, y el mío si sus deudos trataban de vengar su muerte. Salí de Valencia y víneme a esta ciudad, donde ha un mes que estoy; en él he sabido de persona confidente de Valencia, con quien me correspondo, que mi contrario está ya sin peligro y convalesce a toda priesa, y juntamente está capitulado39 con doña Blanca. Desto he tenido más sentimiento que de haber hoy encontrado dos hombres que, pagados de don Vicente, vinieron aquí a matarme por su orden. Acometiéronme en esta calle, herí al uno, pienso que de muerte, conque me escapé de sus manos, con la gente que acudió a meter paz. Hallé vuestra casa para refugio mío, donde ya no temeré el peligro de la justicia, que me pueda prender el cuerpo, siendo presa mi alma de vuestra hermosura, si bien es dulce la prisión y en quien40 yo estaré lo que mi vida durare, como sea con gusto vuestro». Aquí cesó la narración del fingido don Jaime, dejando a Rufina contentísima de ver en aquel caballero partes para ser amado y principios de afición en él con que se prometía ser ya esposa suya. Esto discurrió en breve instante y lo que le respondió fue: —Señor don Jaime Pertusa, mucho me pesa que hayáis conocido a Toledo para disgustos vuestros41. Que con ellos no tengáis intención de volver tan presto a la patria podrá42 estarle bien a quien desea veros en esta ciudad muy asistente y os aseguro que, a poder por mi parte hacerlo, lo emprendiera por todos los caminos que hubiera, aunque entraran aquellos que con pactos fuerzan voluntades. Si es verdad esto, lo 38 39 40 41 42

convaleci A. capitulado: ‘comprometido’. que A. vuestro M. Enmiendan B y A. podria B y A.

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que naturaleza no hizo quisiera que hiciera la industria43. Una voluntad me debéis de poco tiempo a esta parte, que si como es os obligara, me pudiera tener por muy dichosa y fuera el más eficaz hechizo que yo pudiera hacer. No me hizo el cielo tan hermosa como deseara ser en esta ocasión, mas si afectos de amor obligan, yo espero de vos que conozcáis en breve obligaciones que me debéis. —Mil veces —dijo don Jaime— beso la tierra que pisan vuestros chapines, pues aun della, con el favor que de vos recibo, no es digna mi boca. No pienso que os deba nada que no os haya pagado y así no temo pleito de acreedores44. En cuanto a desear forzarme el albedrío, os respondo que es menester poca fuerza para quien le tiene rendido. Y con esto que os digo habréis escusado el valeros de ilícitos medios, cuando vuestra hermosura es el más poderoso hechizo que me enajena de mí por estar en vos. Dichosa la hora en que fui acometido por aquellos asasinos45 de mi patria, pues por un disgusto que en ella tuve hallo en su descuento mil gustos que le consuelan, con los favores que oigo de vuestra divina boca. Deme el cielo vida, que si va mi amor seguro y en bonanza me prometo felicísimo puerto en vuestra gracia. Con ella renuevo alientos y pierdo la memoria de mi patria, pues a donde tengo dicha y gusto allí es la mía. Estas y otras razones amorosas pasaron don Jaime y Rufina, sabiendo el bellacón enamorarla bien y ella dejándose llevar de su engaño. No atendía a otra cosa que a estársele contemplando, perdida de amor. El tiempo se pasaba en estos coloquios amorosos y así, cerca de las dos de la noche, Rufina se retiró a su cuarto, bien pesarosa de hacerlo, y el engañoso mozo se quedó a acostar no poco contento de ver cuán bien había surtido efeto la traza de Crispín. Él estaba con algún cuidado porque en aquel día ni otro no pudo ser avisado de lo que pasaba, por la presencia de Garay. Mas, desde que este se partió a Madrid, con más libertad vivió Rufina enamorada de su huésped.Avisó don Jaime a Crispín con la esclava, escribiéndole un papel de la ma43

industra M. Enmienda B y A. pleito de acreedores: «El que se forma ante juez competente, haciendo renuncia u dejación de bienes para que de ellos se satisfagan los acreedores, según la graduación que les diere el juez» (Aut.); término empleado aquí en sentido figurado para manifestarle a Rufina que los sentimientos de amor son recíprocos y el compromiso es mutuo. 45 asasinos M y B; asesinos A. 44

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nera que andaba favorecido. Con ella le respondió Crispín, dándola otro y en un bolsillo cien doblones46, para que se entretuviese jugando y diese algunos a las criadas, para ir granjeando su voluntad para lo que se ofreciese. Luego ese día que se fue Garay a Madrid, se halló Rufina ocupada con dos visitas, que le vinieron de dos damas vecinas suyas, cosa para ella de grandísimo disgusto, porque en aquella ocasión más estimara que la dejaran sola con su galán que no ser visitada. Luego que las amigas se fueron, se fue al aposento de don Jaime, que así le llamaremos mientras durare el engaño. En él le halló entreteniéndose con una guitarra que la esclava le había dado. Era el joven diestrísimo músico y hacía también versos de buen aire, cosa que lleva el valenciano suelo, pues hay en él admirables músicos y poetas47; de una gracia y otra estaba adornado. En fin, el tal don Jaime se estaba entreteniendo con la guitarra. Llegó Rufina con pasos lentos al aposento, oyendo la dulce armonía de las templadas cuerdas, heridas con diestra mano, y sin ser sentida del joven, le estuvo aguardando, echando de ver que quería cantar este romance con dulce y sonora voz, que la tenía estremada48. ¿Quién pensara que mis males, de quien jamás estoy libre, trocara fortuna en bienes para hacerme más felice? Penas que un tiempo me dio el alado dios de Chipre49, él mismo convierte en glorias

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46 cien doblones: el equivalente a casi doscientos escudos o dos mil reales. Similar cantidad, nada despreciable, es la que toma el viejo Marquina para sobrevivir algún tiempo cuando se cree prófugo de la justicia. 47 El lugar común asociado con Valencia en la época no se aparta demasiado de esta idea.Valencia es «emporio de placeres sensuales», según sintetiza Herrero (1966, p. 304), una ciudad frívola y de regocijo. En particular, recuérdese que Castillo Solórzano vivió sendos periodos en este virreinato (1627-1631, 16341635) y que ambientó en Valencia algunas de sus obras. 48 Se trata de un romance y seguidillas de rima í-e, que incluye una décima aparentemente cortada, de rima consonante, pero que vuelve a la asonancia al final. 49 alado dios de Chipre: ‘Amor’. Comp. Tirso de Molina, Marta la piadosa, vv. 1306-1313: «Y apenas mudas señales / concetos del alma exprimen, / cuando an-

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para que yo las estime. Al bajel de mi esperanza, que el imperio de Anfitrite50 surcó por saladas ondas viendo peligrosas sirtes51, hoy, sin temer huracanes adonde en golfos peligre52, le conduce a alegre puerto una hermosura sublime a quien el alma y potencias53 se le postran y se rinden, si bien tan poca vitoria no es de sus blasones timbre. ¡Oh tú, dueño de mi alma!, pues a conocerte vine, oye a tu Gerardo atenta lo que de su pena dice: «Bellas ninfas del Tajo, decid si vistes54 que se abrase con nieve quien ama firme». A vuestra hermosura apelo, Clori, aunque de exceso paso, por ver que en nieve me abraso y que con fuego me yelo. Nadie me dará consuelo en pena que es tan crecida, mas la que da la herida el remedio no la aplique. «Bellas ninfas del Tajo, decid si vistes55

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tes que por palabras / su gusto el Rey signifique, / dejan ánimos gallardos / regalos del dios de Chipre / que con llamas criminales / abrasa pechos civiles». 50 Anfitrite: una ‘nereida’, una de de las hijas de Nereo. El imperio de Anfitrite es perífrasis para referirse al mar por donde se desliza el bajel del amante. 51 sirtes: «Los bajíos de Berbería, adonde con la inconstancia y movimiento de las arenas van los navíos a peligro de encallar» (Cov.). 52 peligro B y A; no obstante, la rima descarta su validez. 53 potencias: las tres potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad). 54 visteis A. 55 visteis A.

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que se abrase con nieve quien ama firme».

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Nuevas llamas fueron las que abrasaron el tierno pecho de Rufina con oír al fingido don Jaime cantar. Pareciole en estremo su dulce voz, su gran destreza y sobre todo notó en la letra que había cantado, que le pareció haberse hecho por él al suceso pasado. Y era así, que el picarón era bellaco y con unas puntas de poeta56, y con buen natural que tenía en breve hizo de memoria aquella letra para cantársela a Rufina, la cual le57 cantó así como había sentido que ella le escuchaba. Entró la enamorada moza donde el galán estaba haciendo diferentes falsas en la guitarra y díjole: —Señor don Jaime, ¿esa gracia más tenéis? Mucho me huelgo, aunque no me maravillo, porque Valencia cría regaladas y dulces voces. —La mía es muy mala —dijo él—, mas ha cantado esta letra muy gustosa. —Ya veo —dijo Rufina— que la letra es tan moderna que no ha tres días que estaba por hacer. —Así es verdad —dijo don Jaime—, mas ¿qué mucho, si la causa por quien se hizo tiene tanto poder que hará a los troncos tener alma y amarla, qué será a mí, que soy criatura racional y conozco mejor sus partes amándolas? —No seáis lisonjero —dijo ella—, que a saber que lo que decís es cierto, aun pudiérades acordaros mejor deste hospedaje; pero los hombres saben encarecer lo que no sienten y fingir no amando. —En uno y otro os engañáis —dijo él— y así creed de mí que puedo dar por bien tenido el susto de mi pendencia y el peligro de verme preso, a trueque de haber tenido la dicha de conoceros. Lo que os suplico es que me paguéis esta fina voluntad confiando de mí que os amo tiernamente. Con esta le supo decir don Jaime otras amorosas razones a Rufina, de modo que desde aquella tarde le comenzó a favorecer de suerte que el picarón desistió de la empresa comenzada y dio en amar a Rufina. Ella vivía engañada, porque se pensaba que su huésped era el que se había pintado en la relación y lo que más la aseguró esto fue

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puntas de poeta: ‘un poco o algo de poeta’. la A.

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el preguntarla él quién era. No quiso parecerle inferior a sus ojos y así, en breves razones, le dijo cómo descendía de los ilustres caballeros Meneses de Portugal, aunque había nacido en la ciudad de Badajoz. Bien se pensó con esto el pícaro que hurtaba bogas58 y enderezó a casamiento, desengañado de lo que Crispín no quería en su edad desengañarle, que era el conocer los peligros de su trato y cuán a pique andaban, hurtando, de subir a una horca. A este mozo le pareció bien Rufina y mucho más que fuese noble, y trató de enamorarla muy de veras y merecerla por esposa. Lo misma pensaba hacer ella y así, correspondiéndose como finos amantes, Rufina se descuidó y don Jaime se halló favorecido del todo. Quedó Rufina con el temor de que Garay volvería presto allí, como le había prometido.Vio lo que le debía, que estaba en lugar de su padre y que como tal le conocían en Toledo. Echaba de ver también que venido había de sentir mucho que le dejase, aunque ella le pensaba dar algún dinero secretamente y despedirle de sí. Considerolo mejor y, mudando intento, se resolvió irse de Toledo y que la hallase ausente de allí Garay cuando volviese de su jornada, persuadiendo a don Jaime que la llevase a su patria Valencia. Esto determinaba decirle pasados dos o tres días, porque la vuelta de Garay no sería hasta pasados quince, según él había dicho a la partida. En tanto pues que Rufina lo consideraba mejor, pasaban ella y su amante gustosos y él no poco enamorado della, por lo cual determinaba desistir de su primero intento, aunque le pesase a Crispín. Era por tiempo de invierno, en que las noches son largas, y así las entretenían los dos amantes, ya platicando de varias cosas de amores, ya cantando, habiendo también Rufina manifestado la gracia que en esto tenía, conque a dos voces cantaban algunos tonos de los que corrían entonces. Una noche que ya habían cantado y hablado de diferentes materias, deseo Rufina que su galán las entretuviese a ella y a

58 se pensó… hurtaba bogas: «Pensó que hurtaba bogas. Cuando uno compra una cosa por buena y le sale mala» (Correas, núm. 18101). Cov. glosa el refrán así: «Del que metió la mano en el banasto de pescador y tomó unos ruines pececillos. Es la boga un pescado muy sabroso y sano; dícese del que comprando o trocando alguna cosa, tiene opinión de que ha hecho buena compra y engañado al mercader que le hizo la venta». Comp., con la variante comprar bogas, Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 286: «Pidiole la receta del emplasto la comadre, y escribiole una, llena de disparates ridículos, a costa de diez reales, con que imaginó compraba bogas».

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sus criadas con alguna cosa y así le dijo que si sabía alguna novela, para que contándosela las entretuviese una parte de la noche. Era el joven general59 en todo y de buen ingenio, y así, para obedecer a su dama y manifestar que tenía buena prosa en las narraciones, dijo: —Aunque quien es tan entendida como tú, hermosa Emerenciana y dueño mío, le parezca mi prosa vulgar, pareciome60 de ser obediente a tus mandatos, tanto que no dejaré de obedecer a este particular; conque, haciéndolo presto, podrán tener disculpa los yerros que en mí se conocieren. Y así, habiendo oído a un caballero de Valencia bien entendido esta novela, quiero referírtela. Sosegose un rato y comenzó así: NOVELA TERCERA A LO QUE OBLIGA EL HONOR En Sevilla, ciudad insigne, metrópoli de la Andalucía, madre de nobles familias, patria de claros ingenios, erario de los tesoros que envían las Indias occidentales a España, nació don Pedro de Ribera, nobilísimo caballero de la ilustre casa de los duques de Alcalá, tan estimada en aquel reino. Por muerte de sus padres, quedó heredero de cuatro mil ducados de renta61, con que se portaba en Sevilla lucidamente, siendo el primero que en todos los actos públicos se hallaba, señalándose más que todos en su lucimiento y porte. Tenía este caballero un primo hermano en Madrid, asistente en aquella Corte del mayor monarca. Había ido a ella a unos pleitos, de que tuvo buen suceso con sentencia a favor y, pagado de la vivienda de la Corte y trato de sus cortesanos, trocó la asistencia de su patria por la desta ilustre villa.Tuvo en ella amistad con un anciano caballero, cuyo nombre era don Juan de la Cerda, en quien concurrían muchas partes por donde era estimado de todos. Honrábase el pecho con la roja insignia del patrón de las Españas62, a que se le añadía una encomienda de dos mil ducados. 59 general: «La persona que tiene comprehensión e inteligencia de muchas ciencias o artes» (Aut.). 60 Ruiz Morcuende enmienda preciome. 61 cuatro mil ducados de renta: suficiente para vivir holgadamente de acuerdo con su estatus nobiliario. 62 roja insignia del patrón de las Españas: ostentaba el hábito de la prestigiosa Orden de Santiago, que tiene por insignia una cruz roja.

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Era este caballero viudo y de su matrimonio le quedó sola una hija, heredera de cuanto tenía, en quien la naturaleza puso con particular cuidado todo su afecto en hacerla hermosa, con no poca envidia de las damas de Madrid. Pues como el luminoso planeta excede a los lucientes astros que toman dél luz, así esta hermosísima dama, como sol de la hermosura, excedía con ellas a las damas de Madrid. Deseaba don Juan casar a esta señora con persona muy a su satisfación, que la igualase en calidad y hacienda. Bien pudiera don Rodrigo de Ribera, que así se llamaba el primo de don Pedro, de quien primero he hablado, intentar este empleo por su sangre y por la amistad que con don Juan de la Cerda tenía; mas era hijo segundo en su casa y esto le enfrenó a no tratar de emprenderlo, considerando cuán poca hacienda tenía para igualar dote tan aventajado. Lo que hizo fue proponer a su amigo don Juan la persona de su primo que estaba en Sevilla, haciéndole relación así de sus partes como de su mayorazgo. Pareciole bien a don Juan, mas prudentemente63 quiso hacer información desto primero, sospechando que don Rodrigo, con la pasión de deudo, podría haberse alargado en su alabanza y hacienda. Y así, teniendo don Juan un amigo en Sevilla, le escribió luego que se informase de las partes, persona y hacienda de don Pedro de Ribera con toda verdad, porque le importaba no menos que calificar su casa con él y remediar a su hija doña Brianda. En breve tuvo respuesta, en que conformó el amigo con cuanto don Rodrigo había dicho de su pariente y aun se alargó más que él, no excediendo de la verdad en su información. Con ella se halló muy gustoso don Juan y así se vio luego con don Rodrigo y le dijo informase a su primo desto, tratando con él el casamiento de su hija. Hízolo así y don Pedro64 quiso primero que se le enviase un retrato de la dama, para no hacer esto a ciegas, fiándose de su primo que no daría lugar al pintor para que la copiase lisonjeramente, sino con toda verdad y fidelidad. Hízolo así don Rodrigo, conque don Pedro quedó gustosísimo y remitió a su primo que las capitulaciones se hiciesen en tanto que él partía, para lo cual le envió su poder.

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prudemente M. Enmiendan B y A. Juan M, B y A.

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En tanto que don Rodrigo trataba desto con don Pedro y doña Brianda contemplaba en65 otro retrato que don Pedro le había enviado, este caballero hizo lucidas galas y con ellas partió a Madrid. No pudo partir con él su familia, porque quedaron a que se les acabase una lucida librea y con solo un criado partieron en dos mulas, con sola la compañía del mozo de camino66, que en otra no peor que las que llevaban los dos seguía su largo paso; llevando don Pedro no poco deseo de llegar a Madrid por ver a la hermosa doña Brianda, de quien iba aficionadísimo por el retrato, que no le apartaba de su pecho, envuelto en la misma carta con que su primo se le había enviado. Media jornada antes de llegar a Toledo comieron y, mandando don Pedro al mozo de mulas que se adelantase a prevenirles posada en la ciudad, él se quedó entreteniendo sobremesa con unos hidalgos de Orgaz, que era el lugar donde estaba, a los naipes. Perdía y picose, conque el juego duró hasta que le dieron lugar a desquitarse, que fue algo más tarde que quisiera. Púsose a caballo y, informado del camino que había de tomar, comenzaron él y su criado a caminar. Anochecioles a una legua andada y hubieron de proseguirle con la sombra de la noche, que fue más obscura que otras, por estar el cielo nublado y no dar lugar a que las estrellas mostrasen su resplandor, ya que la luna por ser menguante no les podía favorecer. Con esto y ir divertidos erraron el camino de modo que vinieron a dar en unos olivares, media legua antes de llegar a Toledo. Como no sabían el camino, ignorando en la parte que estaban, determinaron, por no alejarse más de Toledo, de apearse en aquel olivar y aguardar allí hasta que el alba con su luz les mostrase el camino. Quitaron las maletas a las mulas y sobre ellas se tendieron debajo de un olivo, que fue el verde pabellón de aquella cama campesina.

65 contemplaba en: ‘adoraba’, ‘reverenciaba’. Aplicado aquí al proceso de enamoramiento, originalmente tenía uso religioso, que es el recogido por Cov.: «Considerar con mucha diligencia y levantamiento de espíritu las cosas altas y escondidas […] como son las cosas celestiales y divinas». Comp. Guzmán, II, p. 486: «Fecha en este tu aposento a las once de la noche, contemplando en ti, bien mío». 66 mozo de camino: o mozo de mulas, como es llamado líneas más abajo, es el que «está destinado para limpiar y cuidar las mulas» (Aut.) del señor y de su criado durante el viaje.

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El cansancio les trujo sueño y así se rindieron a él, que no debieran67, pues cuando más a placer dormían, descuidados de lo que les había de suceder, acertaron a llegar a aquel sitio cuatro hombres con lentos pasos, que el patear de las mulas los llevó a aquel sitio. Estos eran unos ladrones que venían de hacer un hurto, mas no les salió cierto y volvíanse a Toledo. No quisieron perder la ocasión, pues los ofrecía cabellos, y así viendo a los dueños de aquellas mulas durmiendo, convenidos en lo que habían de hacer, se abrazaron dos con cada uno y atándoles las manos atrás, les despojaron de cuanto tenían, exceptándoles68 jubones y calzoncillos de lienzo y, por hacer más brevemente su fuga, hasta las mulas se llevaron. Quedaron amo y criado lamentándose del suceso, culpando el criado a su señor en haberse divertido tan a lo largo al juego, pues por esto les vino aquella desgracia. Haciendo varios discursos sobre ella estuvieron hasta que las aves con su dulce canto comenzaron a hacer salvas a la aurora, que salió agradecida al aplauso que la hacían. Oyeron entonces, cerca de sí, balidos de ganado con que comenzaron a voces a llamar a su pastor, que vino luego a donde estaban y les desató, compadecido de verlos desnudos. Preguntáronle que cuánto había de allí a Toledo y díjoles que media legua corta, pero que si querían ir a un cigarral69 de su dueño, que estaba de allí muy cerca, que él los guiaría, donde fiaba de la piedad de una dama que en él asistía que remediaría su necesidad. Tomaron su consejo y, siguiendo al pastor, los llevó a un cigarral, a quien el cristalino Tajo muraba por una parte.Tenía lucida casa, con altas torres y dorados chapiteles. Llegaron a él y, llamando el pastor, les fue abierta la puerta por un hombre anciano que servía a aquella señora de mayordomo de su hacienda del campo, teniendo a su cargo gobernar la familia de los pastores y beneficiar los esquilmos que

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que no debieran: frase proverbial recogida por Correas (núms. 10153, 19428), proveniente de un romance, convertida en bordoncillo ampliamente usado en la época. Comp. Guzmán, I, p. 163: «Salí, que no debiera, pude bien decir, tarde y con mal»; y Salas Barbadillo, Corrección de vicios, p. 164: «Un mozuelo estudió, que no debiera, / por los pecados de la humana gente, / aquella ciencia que a la parca fiera / la da ministro y hace más potente». 68 exceptuando los A. 69 cigarral: ‘casa de campo en Toledo’. Tirso de Molina recrea el ambiente bucólico y cortesano propio de estas residencias en sus Cigarrales de Toledo (1624).

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del ganado sacaban. Subió el pastor que los guió hasta allí y en breves razones hizo relación a su señora de la desgracia de los forasteros y que se venían a valer della. Mandolos subir, llegando don Pedro a su presencia, con harta vergüenza suya, por venir desnudo; solo se abrigaba con una capa que el pastor le prestó. Hizo relación de su viaje y que iba a Madrid a un pleito, no diciendo quién era, sino solo que era un hidalgo de Sevilla cuyo nombre era Fernán Sánchez de Triviño. Compadeciose doña Vitoria70 de verlos así; en particular a don Pedro, que le pareció bien su persona y, entrándose adentro, de unos baúles que tenía sacó dos vestidos de color que les dio, mandándoles que se vistiesen luego. Hiciéronlo así, conque don Pedro, ya vestido, hizo mejor ostentación de su talle, con que se agradó más dél doña Victoria, no apartando dél sus ojos. Llegose la hora de comer y, sin escrupulizar el hacerlo en su compañía, la dama comió con don Pedro, que no acababa de darla gracias del favor y merced que le hacía. Desta suerte estuvieron dos días en el cigarral, sin declarar la dama lo aficionada que estaba de don Pedro sino con los ojos, que ellos fueron intérpretes de su pena. Bien lo conocía don Pedro y lo comunicaba con su criado, mas no se atrevía a decirla nada, como estaba tan próximo a casarse. El criado le animaba que no perdiese aquella ocasión, pues se la había ofrecido la fortuna, ni fuese cruel con quien se le había mostrado tan piadosa. La soledad del sitio, la hermosura de la dama y el habérsele declarado algo, le obligaron a don Pedro a que correspondiese a su afición; empero la dama no quiso llegar a los brazos si primero no le daba palabra de ser su esposo.Ya don Pedro estaba encendido en su amor, olvidada la dama del retrato y, aconsejándose con su criado sobre lo que debía hacer en esto, él le dijo que no perdiese la ocasión que le ofrecía la fortuna, que podía gozar a aquella dama cumpliendo con ella en darle palabra de esposo y aun cédula, mas que en ella no dijese su nombre, sino el que la71 había dicho. Así lo hizo don Pedro, conque doña Vitoria de Silva, que así se llamaba la dama, dio lugar a que el caballero llegase a los brazos con ella. Desta manera estuvo en el cigarral otros cuatro días y, haciéndola entender que iba a solicitar la sentencia de un pleito que traía en el

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Vitorie M;Vitoria B;Victoria A. le A.

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Consejo de Indias, a que era importante hallarse su persona, alcanzó licencia de doña Vitoria con palabra de que volvería con brevedad a verla. Con esto partió otro día muy de mañana, con muchas lágrimas de la dama, y él fingió con la cubierta de un lienzo en sus ojos que la acompañaba en el llanto. Partió con esto del cigarral72, habiéndole la dama dado mulas y dineros para llegar a Madrid. De contado le vino el castigo por lo que había hecho, pues al entrar en Illescas un machuelo espantadizo dio un brinco, cogiendo a don Pedro descuidado y dio con él en el suelo, desconcertándole una pierna, conque fue menester quedarse en aquella villa curando con un algebrista73 que trujeron de Toledo. Allí le dejaremos por volver a doña Vitoria, que quedaba con la partida de su galán llorosa y con mucha pena. Una criada suya que acudió a componer la cama en que había dormido hallose, que por descuido había dejádose don Pedro, el retrato de la dama con quien iba a casarse envuelto en la carta que con él le envió su primo. Púsolo en manos de su señora y ella, descogiendo74 el papel, vio el retrato, con que la puso en nuevo cuidado y pena, y acrecentole75 uno y otro leer el papel, que decía desta suerte: Primo y señor mío, con esta va el retrato de mi señora doña Brianda de la Cerda, bien y fielmente sacado de su original. Bien creo que su hermosura será para vos estímulo76 que apresure vuestra venida. Su padre don Juan os aguarda con grande alborozo. No dilatéis la jornada, que con esa hermosa copia será grosería. En tanto, dispongo las capitulaciones, en la forma que hemos tratado. Con vuestra vista se firmarán y podéis estar gozosísimo de haber hallado tanta dicha.Vuestro primo, don Rodrigo de Ribera.

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zigaral M. Enmiendan B y A. algebrista: «El cirujano que profesa el arte de componer los huesos y reducirlos a sus lugares proprios, cuando por algún accidente se desencajan y descomponen» (Aut.). Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 209: «Buscando retazos de razones imperfectas, pega unas con otras con más sentidos y dificultades que un algebrista huesos de pierna o brazo quebrado». 74 descogiendo: descoger es «desplegar, extender o soltar lo que está plegado, arrollado u recogido» (Aut.). 75 pena, acrecentole A. 76 estimo M, B y A. Sigo la enmienda de Ruiz Morcuende. 73

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Apenas pudo doña Vitoria acabar de leer el papel y con la pena que de haberle leído recibió la dio un desmayo, estando con él más de media hora en brazos de su criada.Volvió dél dando grandes suspiros y vertiendo muchas lágrimas, quejose del engañador sevillano y mucho más de su facilidad, pues se había determinado a entregar su honor a un hombre que vino a su casa despojado de unos ladrones. Aquel día pasó en solo llorar, mas echando de ver que su reputación corría riesgo, no quiso que se dijese della que un hombre la había burlado y así, con la luz que la había dado la carta de a lo que iba y con quien se casaba, determinó irse a Madrid; pues lo podía hacer mejor que otra por no tener deudo cercano a quien dar cuenta de su intento, sino un hermano en Flandes sirviendo en aquellos ejércitos, donde era capitán de caballos. Dio parte de su intento a Alberto, un criado anciano de su casa que la había criado desde niña y a él le pareció bien, ofreciéndose a acompañarla. Con esto hizo cargar dos carros de labranza de todo lo necesario para el adorno de una casa principal y partieron a Madrid, donde luego que hubieron llegado a aquella insigne villa, se informó Alberto de dónde vivía don Juan de la Cerca y de si el novio que esperaban había venido de Sevilla. Súpolo todo y que don Pedro aún no era llegado a Madrid, cosa que puso en cuidado a doña Vitoria, ignorando la desgracia que le había sucedido en Illescas. Lo primo77 que hizo esta agraviada dama fue alquilar una casa sola que estaba muy cerca de la casa de don Juan de la Cerda. En ella quiso que estuviese Alberto con nombre de que él era el señor della. Luego le mandó que acudiese en casa de don Juan de la Cerda y allí procurase saber si tenían necesidad de una dueña78 para su servicio, que en este traje se quiso mudar por desconocerse mejor a los ojos de don Juan. Hizo la diligencia Alberto con tanto deseo de acertar que tuvo buen efeto, porque doña Brianda no deseaba otra cosa sino hallar una dueña que la sirviese. Como le fue propuesta por Alberto en nombre de hija suya, no sola la recibió en su servicio, pero a él también por su escudero, que tenía agradable presencia y sus blancas canas le autorizaban mucho. Habiendo pues negociado a medida de

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Primero B y A. Primo es «lo mismo que primero» (Aut.). dueña: la criada que no es doncella y que viste las ‘reverendas tocas’ y el monjil recatado, como viuda. 78

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su deseo, volvió con la respuesta a doña Vitoria, de que se mostró muy gustosa y, porque doña Brianda deseaba verla presto, aquel día sacaron79 todo lo necesario para vestirse una viuda moza y se hizo a toda priesa; de suerte que otro día, ya doña Vitoria pudo ir a verse con la que había de ser su dueño, en compañía de Alberto, que hacía el papel de padre, y fueron los dos muy bien recibidos del anciano don Juan de la Cerda y su hermosa hija. No quisiera Vitoria que lo fuera tanto, por no ver muy pagado della al novio que esperaban y, aunque esto la podía enfriar el intento, con la máquina que llevaba pensada no desmayó en él. Supo doña Brianda allí la patria de Alberto, que mudó el nombre en Esteban de Santillana y así le llamaremos con el apellido. Dijo ser de Utrera, cerca de Sevilla, y que allí fue casada su hija con un hidalgo honrado de aquella villa, que trataba en Indias haciendo al Pirú viajes, en uno de los cuales había muerto, dejando tantas deudas que toda su hacienda se había consumido en pagar acreedores y que destas resultas había puesto pleito a uno en el Consejo de Indias, esperando en breve sentencia dél. Como don Juan oyó decir a Santillana ser andaluz, le preguntó si había asistido algún tiempo en Sevilla. Él le dijo que a esa ciudad, como cercana a su patria, iba y venía muchas veces, pero que su hija era quien había tenido alguna asistencia en aquella ciudad. Por entonces no quiso don Juan preguntarles nada de don Pedro de Ribera. Quedose Vitoria por criada de doña Brianda, muy contenta con tenerla en su servicio, a quien fió luego las llaves de todos sus cofres y escritorios, no con poca envidia de las demás criadas que sentían, y con razón, que una de ayer recibida hubiese merecido más que ellas con servicios de algunos años. Santillana dijo tener casa cerca de aquella y mujer, que hubo de hacer este papel Marcela, criada de Vitoria, por lo cual no le dieron aposento dentro de la casa de don Juan. Volvamos a don Pedro de Ribera que, habiendo convalescido80, llegó a Madrid, yendo a apearse a casa de su primo don Rodrigo, que le había tenido cuidado su tardanza. La causa della se la manifestó don Pedro, no reservándole nada de cuanto le había pasado en el cigarral de Vitoria, hasta la palabra que la había dado con nombre supuesto.

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sacaron: ‘proveyeron’, ‘dispusieron’. convalecido B y A.

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Preguntole81 don Rodrigo la calidad de la dama y don Pedro le dijo llamarse doña Vitoria de Silva y ser de lo noble de Toledo. Mostró poco gusto desto don Rodrigo, afeándole la acción de haber burlado y deshonrado a aquella señora de quien podía temerse, porque a saber que venía a casarse a Madrid podía verse en algún peligro si tratase de vengar su ofensa. Hablaron luego en82 doña Brianda y dijo don Pedro cuán enamorado venía del retrato, aunque le había perdido con lo demás que le hurtaron los ladrones cerca de Toledo; pero bien sabía don Pedro que esto no era así, sino que se le había dejado olvidado debajo de la almohada de la cama en el cigarral de Vitoria y no le daba poco cuidado esto. Trató don Rodrigo que, antes que don Pedro viese a su suegro y esposa, se le hiciesen vestidos, así de camino como negros83, y en tanto hubo de estarse retirado. Esto es cosa que con dineros en Madrid se hace brevemente y así, dentro de cuatro días se le hicieron vistosas galas de camino, con que fingiendo ser recién venido, él y su primo don Rodrigo se fueron a casa de don Juan de la Cerda, siendo recibido dél con mucho gusto, por ver en don Pedro tan buen talle. Avisaron a doña Brianda que entraba a su cuarto el que84 había de ser su esposo y ella estaba con sus criadas, que la acababan de vestir. Púsose en su estrado y sus dueñas en una alhombra85, cerca della, adonde entró don Pedro, acompañado de don Juan y don Rodrigo. Estuvo el galán caballero muy gustoso en la visita y muy despejado, sin que se le pudiese notar la primera necedad de los novios86, porque era don

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Y preguntole A. en: ‘sobre’, ‘acerca de’. 83 vestidos, así de camino como negros: mientras el vestido de camino podía caracterizarse por los colores y la riqueza, el traje negro era para la ciudad y denotaba elegancia y nobleza. Este último se impuso por el ejemplo del propio Felipe IV (Defourneaux, 1983, p. 56). 84 qua M. Enmiendan B y A. 85 alfombra A. 86 la primera necedad de los novios: porque tradicionalmente estos empiezan la relación diciendo una torpeza. Comp. Santa Cruz, Floresta española, parte VI, cap. IV, 20, p. 173: «Yéndose uno a desposar, avisole el padrino que parase mientes que la primera palabra que dijese a su esposa fuese avisada, porque los más suelen decir entonces necedad»; y parte VI, cap. IV, 22, pp. 173-174: «Un gran necio iba muy pensativo a desposarse. Dijo uno: —¿Qué va pensando nuestro desposado? Respondió otro que iba cerca de él: —En la primera necedad que ha de decir. 82

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Pedro de claro entendimiento y de galán despejo. Vio en el original de la hermosa doña Brianda haber andado fidelísimo el pincel, pocas veces usado a copiar verdades cuando se han de decir con las colores en empleos87 como estos. Pagose mucho de la hermosura de doña Brianda88 y ella le pagó en esto, pues quedó muy contenta de la persona de don Pedro. Habíanse de asentar algunas cosas acerca deste casamiento que necesitaban de la persona de don Pedro y así, él, don Juan y don Rodrigo se retiraron a otro cuarto, donde se encerraron con un escribano y algunos deudos, que llamaron a hacer las capitulaciones. En tanto, quedó doña Brianda con sus criadas, tratando de la persona de don Pedro, su esperado esposo. Todas la daban sus parabienes de que fuese tan a su gusto; sola Vitoria no la decía nada, cosa que notó su señora. Quedose a solas con ella y díjola: —Doña Teodora —que así dijo llamarse—, ¿por qué, cuando todas mis criadas me dan norabuenas de haber acertado en la elección que he hecho para casarme, estás tú tan callada que siquiera por lisonjearme no las imitas? ¿De qué nace tu silencio? Había de propósito Vitoria hecho aquello para venir después a este lance como vino.Vio la ocasión a medida de su deseo y quiso aprovecharse della, respondiendo a la propuesta de doña Brianda así: —Señora, en la persona del señor don Pedro no hay poner falta ninguna, que es tan perfeto galán que no hay más que desear y así todos confesarán esto. Mi silencio ha nacido de que en Sevilla no conocí otra cosa que este caballero, porque viví en barrios que él frecuentaba mucho. La causa no te la he de negar, porque en esta ocasión no es justo que te trate con engaño quien solo desea servirte y tu quietud, pues vivir sin ella lo que ha de durar la vida más es muerte civil89 que vida gustosa de casada. Alterose con lo que oía doña Brianda y con apretadas amonestaciones rogó a su dueña que le declarase lo obscuro de aquellas razo-

Acudió el primero, diciendo: —En casa llena presto se guisa la cena». Más cuentecillos sobre este lugar común se encuentran en los núms. 36-41 del manuscrito anónimo Motes (Fradejas Lebrero, 2008, pp. 168-169). 87 empleos: ‘matrimonios’. 88 la linda doña Brianda B y A. 89 muerte civil: «Se llama por translación la vida miserable y trabajada con pesadumbres o malos tratamientos, que provienen de causa extrínseca y van poco a

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nes preñadas90 que no entendía. Ella, que se vio a rigor91 de derramar su ponzoña contra don Pedro, tirano de su honor, no fue perezosa en hacerlo y, así, pidiéndola que se fuesen a lugar menos registrado de sus criadas y más solo, se retiraron a un camarín, donde la cauta Vitoria92 dijo así: —No cumpliera yo con el amor que como a señora mía te tengo, si no te hablase con claridad en lo que te importa no menos que tu quietud.Y así, dueño y señora mía, sabrás que don Pedro tuvo amores con una dama de Sevilla muy hermosa y principal, si bien sus padres no la dejaron hacienda con que poder sustentar sus honradas obligaciones. El festejo fue tan apretado que viéndose ella obligada de las muchas finezas, asistencias y regalos de don Pedro, se le rindió con palabra que la dio de casamiento, de que hubo testigos; aunque convino estar este matrimonio clandestino secreto, por entonces vivir don Fernando, padre de don Pedro, que sabía estos amores y había procurado con todas veras apartarlos, no viniendo en que don Pedro se casase con doña Elvira de Monsalve, que así se llama esta señora. De la continuación de su empleo resultaron prendas vivas, que fueron dos hijos y una hija, que hoy están en poder de su madre. Aguardaba don Pedro a que su padre muriese, que vivía con achaques y tenía mucha edad. Sucedió así y cuando doña Elvira se pensó que luego sería esposa de don Pedro y acabarían sus pesares, que los tuvo muchos, de que estoy cierta por vivir en su barrio, él se retiró de verla algunos días, lo cual visto por ella determinó de dar parte deste agravio a dos primos suyos, que lo sintieron tanto que trataron luego de hacer que don Pedro le cumpliese la palabra que la había dado a su prima.Vivía retirado don Pedro en un lugar suyo, cerca de Sevilla, y con cuidado poco consumiendo las fuerzas del sujeto» (Aut.). Comp., en su sentido absolutamente jurídico, Don Quijote, I, cap. XXII: «Va por diez años [a galeras] —replicó la guarda—, que es como muerte cevil». 90 razones preñadas: ‘razones o argumentos que algo ocultaban’, ‘con segunda intención’. El adjetivo preñado «vale también lo que incluye en sí alguna cosa que no se descubre» (Aut.). Comp.Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 114: «Se picó con “La Galeona” […] sobre haber dicho unas palabras preñadas al “Marqués” sin dar causa Su Señoría a ello»; y Remiro de Navarra, Los peligros de Madrid, p. 129: «Don Policarpo, que escuchó todas estas palabras preñadas, malparía por saber si era esta su doña Rutilia». 91 ritor M, B y A. Enmienda de Ruiz Morcuende. 92 Vitotoria M. Enmiendan B y A.

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de guardarse de sus enemigos que, visto que no venía en lo que era razón, trataban de matarle. En este estado le dejé cuando mi padre me trujo de Madrid, donde ha cosa de mes y medio que estoy. Esto es lo que puedo asegurarte del señor don Pedro93 y que no estará seguro en esta Corte, porque los primos de la dama, a quien yo conozco, son caballeros muy calificados y de hecho94, los cuales no dudo que vengan aquí, adonde venguen el agravio de su prima con más seguridad95 que en Sevilla, adonde él vivía recatado dellos. Atenta escuchó doña Brianda la relación que le hizo su dueña acerca de la persona de don Pedro y sintió en estremo que este caballero no viniese de Sevilla tan libre como ella deseara.Acerca del mentido empleo que la encubierta doña Vitoria fingió, le hizo algunas preguntas la afligida96 dama; de si estaba muy enamorado, de si era hermosa doña Elvira y otras muchas circunstancias a que satisfizo con mucho cuidado, llevando la mira a que quedase muy en desgracia suya don Pedro. Con todo, no dando entero crédito doña Brianda a lo que había oído a su dueña, remitió el dar cuenta dello a su padre y que él se informase mejor de todo. Entrose a hablar con él, que ya habían acabado las capitulaciones, y en tanto doña Vitoria se quedó en la primera sala, lugar donde asisten las dueñas. Allí llegó un criado de don Pedro, a quien él había mandado acudir a la estafeta por las cartas que de Sevilla le viniesen y, trayéndole un pliego, preguntó a la dueña por su amo sin haberla conocido, tan disfrazada estaba con las tocas. Ella le dijo estar allá dentro con su señor. —Traíale este pliego —dijo el criado— que en la estafeta de Sevilla le ha venido y estas cartas. —Pues si gustáis —dijo la astuta Vitoria— que yo se le dé, pues que vos no podéis entrar donde él está, yo lo haré por haceros gusto. —Haceisme mucho favor —dijo el criado, conque se fue, dejando el pliego en manos de la dueña.

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Pedre M. Enmiendan B y A. de hecho: hombre de hecho, «el que cumple lo que promete, el hombre de valor y determinado» (Aut.). «Hombre de chapa; hombre de hecho. El esforzado y de valor» (Correas, núm. 11444). Comp. Espinel, Marcos de Obregón, II, p. 105: «Su marido armó sus galeotas con trecientos esclavos, muy hombres de hecho». 95 con seguridad A. 96 afligada M. Enmienda B y A. 94

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Ella lo primero que hizo fue abrir el pliego y dentro dél poner una carta que brevemente escribió, y entrar delante de su señora con el pliego, habiéndole cerrado primero. Ella le preguntó97 que a dónde iba con aquellas cartas.Y ella, no mostrando malicia alguna, la dijo: —Señora, llévolas al señor don Pedro, que se las trae su criado de la estafeta. Como las mujeres son curiosas, Brianda quiso en aquella ocasión serlo, abriendo los pliegos, y en el uno halló la carta que había escrito la dueña, cuya firma era «Doña Elvira de Monsalve». Con lo oído de la relación, púsole deseo de saber lo que la carta contenía, porque ella le había de dar luz de todo mejor.Y así, leyéndola, vio en ella escritas estas razones: Vuestra ausencia y mi poca salud, querido esposo mío, me tienen de manera que acabarán presto con mi vida y más con las nuevas que he tenido de que os vais a casar a esa Corte. No me puedo persuadir a creer tal cosa de quien me tiene dada palabra de esposo y hay de por medio prendas de los dos. No os advierto más de que hay Dios que juzga rectamente y que tengo a mis primos que si saben este desprecio con los hechos de mí, irán a vengar su agravio. El cielo guarde vuestra vida para que conozcáis mi fineza y vuestra obligación.Vuestra esposa, doña Elvira de Monsalve.

Con haber leído esta carta, confirmó doña Brianda por verdad cuanto la había dicho su vengativa dueña. Salió su padre en aquella ocasión, a quien dio cuenta de lo que sabía acerca de don Pedro, mostrándole juntamente la carta de la fingida doña Elvira. Quedó el viejo admirado y haciéndose cruces de ver que un caballero de tan ilustre sangre hubiese tratado con engaño a aquella señora con hijos de los dos y que con esto se viniese a casar con su hija. Reservó el darle cuenta de que sabía esto hasta informarse mejor de un caballero de Sevilla amigo suyo, a quien fue luego a buscar. Apenas don Juan se salió de casa, cuando don Pedro, acompañado de su criado, volvió a ella, que habiéndole dicho cómo el pliego de Sevilla y las cartas se las había dado a la dueña, venía a cobrarlas della, puesto que no se las había enviado a la posada de su primo. Hallose a doña Brianda en la primera sala, de quien su padre se había apartado, y díjola: 97

Ella pregunto A.

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—Con menos ocasión, dueño mío, pudiera volver a veros, cosa tan del interés mío, mas en esta me disculpa el volver por unas cartas de Sevilla que mi criado dejó en poder desa señora criada vuestra. —Ella98 se pensó —dijo Brianda— que vos estábades con mi padre y os las entró a dar. Encontró conmigo y yo, sabiendo della a lo que iba, se las tomé con un poco de curiosidad y recelo, por temer que en Sevilla caballeros de vuestra edad no vivirán sin empleo. Esta curiosidad me ha salido a la cara99, si bien puedo agradecer el desengaño venido tan antes de mi empleo, que peor fuera después de haberle hecho aquí. He visto esa carta que leeréis de quien vos conocéis tan bien. Para mí bastaba, sin otra información que he tenido, para no tratar de admitir desde hoy la plática de casarme con vos. De la carta sabréis lo que no ignoráis y quedad con Dios, que no os quiero cansar. Quedose don Pedro con la carta en la mano, atónito, sin saber lo que le había sucedido. Leyó la carta y vio en ella que algún pecho envidioso de su dicha se la quería barajar100 por aquel camino, fingiendo aquella quimera. Vio a la dueña allí y, sin reparar mucho en ella, la dijo: —Señora mía, ¿qué embustes son estos que contra mí se han ordenado? ¿Yo tengo dama en Sevilla y deste nombre? ¿Yo hijos en ella con palabra de marido? Si no es mentira la mayor que ha formado el embeleco, yo quiero perder mi cabeza. —Por mí —dijo la dueña—, yo creo vuestra satisfación. Mi señora es bien que la crea, porque está tal que dudo mucho que permita pasar adelante en este matrimonio; porque a mí me consta que ha dado a su padre cuenta de todo esto y que él va a hacer información dello con un caballero de Sevilla que está aquí, muy amigo suyo. 98

Esta B y A. me ha salido a la cara: salir a la cara «metafóricamente vale suceder mal o vergonzosamente alguna cosa, de suerte que causa al sujeto daño o vergüenza» (Aut.). «Salir a la cara. Lo que al gallarín» y «Salir al gallarín. Por costar pérdida y pesadumbre» (Correas, núms. 20616, 20622). Comp. Guzmán, II, pp. 196-197: «Este consejo que tan mal y a la cara nos ha salido, deseando cobrar esta deuda». 100 barajar:‘estropear’,‘confundir’. «Decimos haberse barajado un negocio cuando le han confundido sin poderse averiguar la verdad» (Cov.). «Barajarlo. Por confundirlo» (Correas, núm. 3382). Comp. Estebanillo, II, pp. 338-339: «Quiso mi desgracia, por barajarme el gusto que traía de la buena merienda, que a una legua de Tafalla […] di una caída de la mula abajo». 99

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—Yo me huelgo deso —dijo don Pedro—, pues conocerá que eso es mentira y que tal dama como esa doña Elvira no la hay en Sevilla; pero a vos, señora, os suplico me digáis si priváis101 mucho con mi señora doña Brianda. —Soy a quien más favorece —dijo ella. —Pues siendo así —replicó don Pedro—, bien podréis acabar con ella que oiga mi satisfación. —Mucho dudo que ella os hable más, que la vi muy indignada contra vos y es persona que cuando se enoja, informada primero de la razón, no pierde el odio que cobra en muchos días. —Pues si vos priváis tanto con ella —dijo él—, bien creo que podréis ablandarla con ruego, representándola lo que la amo y estimo. —En mi mano está eso —dijo la dueña—, pero ¿qué me daréis porque alcance con mi señora que haga eso? —Cuanto me pidáis —dijo él—, si es que reparáis en interés, que mi condición es liberal y no reparo en servir a quien me favorece. —Moza soy como veis —dijo la dueña— y no tengo perdidas las esperanzas de casarme. Lo que me falta para conseguir eso es tener algún dote; en vuestra liberalidad fio que sirviéndoos me favoreceréis. —Porque veáis cuánto deseo mi gusto haced lo que os tengo rogado —dijo él—, que yo os prometo quinientos escudos102 para ayuda a remediaros y para que estéis más segura de que lo cumpliré, traed recaudo de escribir, que dellos os quiero hacer luego una cédula. Quiso ver doña Victoria en qué paraba aquello y así, en breve trujo papel, tintero y pluma, y púsoselo en un bufete para que hiciese la cédula que le prometía. Don Pedro anduvo tan galante que hizo una firma en blanco, haciendo confianza de la dueña, para que sobre ella pusiese la cantidad nombrada. Pareciole a ella venirle aquello de perlas para afirmar más su intención y, agradeciéndole a don Pedro el favor que la hacía, le prometió serle103 muy fiel tercera con su señora, de quien podía esperar muy presto estar en su gracia. Así se lo pensó el amante caballero, conque se despidió della. 101 priváis: ejercer como privada, es decir, gozar del aprecio de su señora y tener, por ende, influencia sobre ella. 102 quinientos escudos: más de cinco mil reales. Para dote es sumamente humilde, no alcanza los quinientos ducados. Recuérdese, por ejemplo, que el francés buhonero que se casa con la gallega Catuja, moza de mesón, en el capítulo II de Teresa de Manzanares aporta cuatro mil reales para su boda. 103 ser A.

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Entró en este tiempo Alberto, a quien doña Victoria dio cuenta de lo que pasaba, admirándose de que tan adelante estuviese el enredo para estorbar el casamiento. Díjole la dama que sobre la firma de don Pedro escribiese una cédula de casamiento que él la hacía, poniendo la fecha desde el tiempo que estuvo en el cigarral y con testigos. Así lo hizo luego Alberto, procurando asimilar cuanto pudo la letra de la firma de don Pedro, que era diestro en hacer aquello, por ser grande escribano. Aquel día don Juan de la Cerda no halló al caballero sevillano en su posada y remitió el verse con él el día siguiente. Esa tarde doña Vitoria supo de doña Brianda que por ninguna cosa trataba104 del casamiento, aunque se quedase sin casar; y de camino descubriose a su dueña diciéndola cómo antes que tratara deste empleo era servida de un caballero muy calificado, llamado don Sancho de Leiva, a quien había comenzado a favorecer con veras, por tenerle amor, mas que la instancia que su padre le hacía en que viniese a casarse con don Pedro la había obligado a serle obediente, pero que ahora que había sabido el trato doble de don Pedro, pensaba volver a favorecer de nuevo a don Sancho. Holgose mucho doña Vitoria de saber esto, porque desde luego se prometió buen suceso en su comenzada empresa y para más asegurarla dispuso la voluntad de doña Brianda a que favoreciese a don Sancho. —Téngole muy enojado —dijo ella—, mas si yo le enviase un papel, no dudo que el enojo se le pasase y volviese a servirme. Ofreciose a la fingida dueña de llevársele, como la mandase poner el coche, informándose de dónde posaba105. No se holgó poco doña Brianda de ver cuán solícita hallaba a su dueña en servirla y más en aquello que era tan de su gusto.Y así, para tenerle, la mandó que esa tarde fuese en el coche a verse con don Sancho, escribiendo un papel para él que le dio. No lo dijo a lerda ni descuidada y así Vitoria se fue, no a la posada deste caballero, sino a la casa que había alquilado, mandando volver el cochero a casa de Brianda, diciéndole que desde allí se iría ella a pie a casa, en compañía de Santillana, su fingido padre. Desde aquella casa escribió dos papeles. Uno, a don Juan de la Cerda, enviándole a llamar; y otro, a don Sancho, haciendo lo mis-

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tritaria M. Enmiendan B y A. posoba M. Enmiendan B y A.

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mo y dándoles las señas de la casa a que habían de acudir. En tanto que los papeles se106 daban, ella se vistió un galán vestido y, como dama, dejados los hábitos de dueña, esperó estas visitas en su estrado, acompañada de su criada. No tardó mucho en venir don Sancho de Leiva, ignorando de quién era llamado, por no conocer al dueño del papel que había recibido. Apenas había tomado asiento y hablado con doña Vitoria algunas palabras de cumplimiento, cuando esta dama fue avisada que don Juan de la Cerda se acababa de apear de su coche y subía a visitarla. Ella, viendo esto, dijo a don Sancho: —Señor mío, a mí me es fuerza hablar a este caballero que viene a solas, pero no que se os vede a vos el saber la plática que con él tratare. Suplícoos que os retiréis a esa alcoba y detrás desa cortina estéis atento a cuanto hablaremos, que todo ha de redundar en gusto vuestro. Obedeció don Sancho, confuso de no saber en qué había de parar aquella prevención. Entró don Juan y, habiendo tomado silla, doña Vitoria le habló desta suerte: —Confuso juzgo, señor don Juan, que vendréis, enviado a llamar por un papel de persona que no conocéis y de haber venido a esta casa, cuyo dueño tampoco habéis visto. Pues porque salgáis de confusiones, yo os quiero decir quién soy. «Mi patria es la imperial ciudad de Toledo, nací segunda hija en la casa de mis padres, porque un hermano mío es el heredero della. Nuestro apellido es Silva, que con esto no tengo más que deciros sobre mi calidad, y sabed107 que mi padre y mi hermano el uno tuvo el hábito de Santiago y el otro tiene el de Alcántara, con que se108 fue a servir a Su Majestad a los Estados de Flandes, donde es capitán de caballos. Dejome en Toledo, en compañía de una tía anciana, que dentro de pocos días murió y por su muerte me retiré a un cigarral que tengo cerca de Toledo, donde asistía entretenida en la administración de mi hacienda, que consiste [en] ganados y labranza. Aquí pasaba la vida quietamente, entreteniéndome el campo y no conociendo al amor, hasta que una mañana un pastor mío me trujo dos hombres a casa, desnudos de toda su ropa, a quien unos ladrones habían despojado della. 106 107 108

le A. saber M y B. Enmienda A. le A.

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Compadecime dellos, en particular del más principal, y de dos baúles de vestidos que dejó mi hermano les saqué dos, que se pusieron agradeciéndome la piedad, si bien el principal dellos no la tuvo de mí después. Sus lisonjas, cortesano estilo y caricias que me supo hacer en cuatro días que allí le tuve huésped, me inclinaron de modo que ya no era dueño de mí. El trato continuado obligó a creerle que me amaba, conque declaradamente le amé109. Finalmente, con cédula que me hizo de casamiento pudo llegar a mis brazos y, significándome que venía a un pleito cuantioso en que le importaba asistir al salir sentencia dél, me pidió licencia para llegarse a Madrid, ofreciéndome volver muy presto. Esto, con tales afectos de amor que a otra que le tuviera menos voluntad que yo la engañara. Dile cuanto hubo menester para esta asistencia y con esto partió de mis ojos, con harto sentimiento mío. Por un retrato y una carta que se dejó debajo de la almohada de la cama he sabido que viene a casarse a esta Corte y no menos que con el prodigio de la hermosura110, mi señora doña Brianda de la Cerda, vuestra hija. Como el honor es la prenda de más estima, viendo el proceder de don Pedro me determiné a venir a esta Corte y valerme de personas de prendas111, que en ella fueron amigos de mi difunto padre, para que con su favor estorben este casamiento. Pareciome que la primera diligencia era haceros sabidor112 de mi deshonra y mal término de don Pedro, para que conocido lo uno y lo otro no os determinéis a hacer el empleo, que está capitulado según he sabido. Yo tengo de seguir mi justicia con esta cédula y los testigos que tengo. Pasad los ojos por ella y ved si me sobra la razón para molestar a don Pedro que cumpla lo que promete113». Admirado dejó a don Juan de la Cerda lo que oía de doña Vitoria y con lo informado conoció de la condición de don Pedro ser vo-

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la ame A. hersura M. Enmiendan B y A. 111 prendas: «Se llaman las buenas partes, cualidades o perfecciones, así del cuerpo como del alma, con que la naturaleza adorna algún sujeto y así se dice que es hombre de prendas o tiene buenas prendas» (Aut.). Comp., con juego dilógico, Quevedo, Prosa festiva completa, p. 293: «Vuesa merced me crea que yo no soy hombre de prendas, y que estoy arrepentido de lo que he dado sobre vuesa merced». 112 sabidos M y B. Enmienda A. 113 premete M. Enmiendan B y A. 110

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luntarioso114 y amigo de gozar cuanto se le ofrecía, con el ejemplar que tenía de lo de Sevilla. Y así determinó que el casamiento de su hija no pasase adelante. Descogió el papel que le dio Vitoria y en él vio escritas estas razones: Digo yo, don Pedro de Ribera, vecino de la ciudad de Sevilla115, que por esta cédula firmada de mi nombre, me otorgo esposo de mi señora doña Vitoria de Silva, natural de Toledo, a la cual le cumpliré esta palabra cada y cuando que por esta mi cédula me sea pedida.Testigos, Alberto y Marcela, criados de su casa. Don Pedro de Ribera116.

Habiendo leído la cédula y reparado bien en ella, le dijo don Juan: —Pésame mucho, señora mía, que don Pedro haya procedido con vos, teniendo tan noble sangre, con trato tan doblado, pues cuando os hizo esta cédula venía a ser esposo de Brianda, mi hija. Lo que yo puedo hacer de mi parte es que, con este advertimiento, no pisará más los umbrales de mi casa, ni hablaré más en el casamiento, porque no fuera bien empeñarme a hacerle cuando vuestra contradición con tanta justicia me le puede barajar. Seguid vuestro intento y no le dejéis hasta salir con él al cabo, pues os importa no menos que el honor; y en lo que fuere de mi parte para conseguir vuestra pretensión, yo os ofrezco mi favor, que amigos tengo aquí que podré valerme dellos, cuando no por mi persona, para que os ayuden. Agradeciole Vitoria la merced que la hacía, vertiendo algunas lágrimas, con que dispuso mejor el pecho el anciano don Juan para ayudarla en cuanto pudiese. La cédula se llevó para mostrársela y que fuese quien con más verdad le hiciese reconocer su delito. Con esto se despidió de Vitoria, diciendo que presto la volvería a ver, volviéndole la cédula y ratificando, al salirse de la visita, el que la había de ayudar, como lo vería por experiencia. Con esto se fue, dando lugar a que don Sancho de Leiva saliese del lugar en que estaba retirado. Tomó asiento y doña Vitoria le dijo: —Ya, señor don Sancho, si habéis estado atento a la plática que tuve con don Juan, habréis entendido mi suceso y cómo don Pedro, 114 voluntarioso: «El que quiere hacer siempre su propia voluntad» (Aut.), o sea ‘caprichoso’. 115 ciudad Seuilla M. Enmiendan B y A. 116 Don Pedro de la Cerda M, B y A.

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por esta causa no será marido de la hermosa doña Brianda. Ella me envía a que os diga de su parte que violencia de su padre la obligaba a hacer este empleo muy contra su gusto y que ha tenido a dicha suma ofrecerse ocasión de que se deje, para volver a favoreceros. Esto veréis escrito de su mano en este papel que os envía. Diosele y, con su licencia, don Sancho le leyó el hombre más contento del mundo por ver con aquello resucitar su muerta esperanza. Prosiguió doña Vitoria su plática, diciendo: —Ahora, señor don Sancho, os juzgo vacilante en discurrir con vos mismo cómo este papel pudo llegar a mis manos. Dudoso es el enigma a no daros la solución dél.Ya sabéis, pues sois enamorado, que amor es padre de muchas transformaciones y que por él todas cuantas tiene Ovidio se ejecutaron117. Según esto, quien amaba como yo a don Pedro y, de más a más118, tenía de mí las prendas que sabéis, bien creerá que por restaurar mi honor y cumplir con mi afición habré hecho cuanto pueda por mi parte.Yo vine a esta Corte con intento de entrar en servicio de doña Brianda y lo he conseguido, pues aunque me veis en esta casa, que corre su alquiler por mi cuenta, estoy en la suya sirviéndola de dueña, hábito que escogí por encubrirme mejor a los ojos de don Pedro y hacer cuanto pudiese con doña Brianda que le aborreciese.Ya le tengo hecha la cama119 para que su casamiento no pase adelante, deseando que el vuestro tenga efeto.Y así, ved qué me mandáis que diga a vuestra dama, porque de aquí en el traje que os he dicho tengo que volver a su casa, que hago gran falta en ella. Si gustáredes de escribir, ahí tenéis todo recaudo. Eso me parece que será lo más acertado, porque vea Brianda que yo he hecho su120 mandato con puntualidad. El secreto que sabéis en lo que toca a mi disfraz habéis de guardar, que me importa no menos que conseguir mi intento. De vos fío que lo haréis como de quien sois puedo esperar.

117 Se refiere a las Metamorfosis de Ovidio, cuya traducción española tenía por título Las transformaciones. Comp. Alcalá Yáñez, Alonso, mozo de muchos amos, p. 245: «El bueno de mi amo hacía de mí más transformaciones que un Ovidio». 118 de más a más: «Frase adverbial que se usa para significar el aumento que se da alguna cosa. Es del estilo familiar» (Aut.). Comp. Estebanillo, II, p. 119: «Llevaba de más a más otros tres criados». 119 hecha la cama: ‘dispuesto el negocio’. 120 sn M. Enmiendan B y A.

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Grande admiración le causó a don Sancho lo que oía a doña121 Vitoria. Alabó su valor y agradeció la merced de haber sido tercera de sus amores, pidiendo al cielo le diese vida para servirla aquel favor. Prometió guardarla el secreto hasta que fuese su voluntad de que le revelase.Y por hacérsele tarde a doña Vitoria escribió122 un papel a su dama muy amoroso, estimando el favor que le hacía y prometiéndola serle firme amante en cuanto tuviese vida. Con esto se despidió de Vitoria, a quien dejaremos desnudándose el vestido de dama para vestirse el de dueña, con que había de volver a verse con doña Brianda, por decir lo que halló don Juan de la Cerda en su casa. Sentido don Pedro de Ribera de ver la mala información que le habían hecho a la que esperaba por esposa, dio cuenta de todo a su primo don Rodrigo y los dos fueron a casa de don Juan de la Cerda. No estaba entonces en casa y así preguntaron por doña Brianda, que salió a recibir su visita en pie, porque fuese más breve, que no tenía mucho gusto de ver a don Pedro con lo que sabía dél. El penante caballero comenzó a satisfacerla con mil salvas123, juramentos de que en su vida conocido a tal señora en Sevilla como la que escribía aquel papel y que algún invidioso124 de su dicha se la quería barajar por aquel camino; que se informase bien don Juan, su señor, y que si hallase esto por verdad, quería perder el bien de merecer su mano. Salva fue esta que hizo dudar a Brianda si era embeleco el que había sabido; libraba en la diligencia de su padre el saber la verdad con más certeza.Y así, lo que les respondió a los dos primos fue que ella no era dueño de su voluntad, por haberla subordinado al gusto de su padre, que por sí no podía responderles ni desistir de la mala presunción125 que contra don Pedro tenía; que su padre vendría presto y dispondría126 según la información le hubiesen hecho. En esto estaban cuando don Juan entró, que venía de verse con Vitoria. En breve le hizo don Rodrigo relación de lo que estaban127

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dona M. Enmiendan B y A. esctiuio M. Enmiendan B y A. 123 con mil salvas: ‘con muchos juramentos de fidelidad’. Salva es «juramento, promesa solemne, palabra de seguro» (DRAE). 124 envidioso A. 125 presumpcion A. 126 dispondra M. Más adecuada me parece la lectura de B y A. 127 estaba A. 122

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tratando y de la queja de su primo y cómo se ofrecía a que con apretada información se supiese si aquello que habían escrito dél era verdad o engaño. Tomaron todos asiento y don Juan respondió así: —Señores míos, yo he salido de casa con intento de averiguar con amigos de Sevilla la verdad de lo que a don Pedro se le imputa y no los he hallado, pero cuando los hallara pudiera ser que no hubiera llegado a su noticia este empleo, que Sevilla es gran ciudad y hay barrios tan distantes unos de otros que es como estar en dos lugares separados. Lo que yo acabo de averiguar en este punto es que don Pedro ha dado palabra de esposo a una dama de Toledo de quien fue huésped en un cigarral suyo cuando le despojaron ladrones y, demás desto, tiene a cargo su honor. Esto lo dice la misma dama, de quien fui enviado a llamar y lo confirma esta cédula firmada de su nombre, que no podrá negar128, pues todos conocemos su letra. Puso la cédula en manos de don Rodrigo y luego en la de don Pedro sin fiársela dellas, conque el uno y otro quedaron absortos y don Pedro descubrió en su turbación su delito, si bien juraba no haber dado tal cédula con nombre suyo, sino con otro supuesto. Como don Rodrigo sabía el caso, era quien más afeaba la culpa del primo, por donde don Juan le dijo así: —Señor don Pedro, hasta llegar un hombre mozo a conseguir su gusto y más si está enamorado, hará cualquier cosa.Vencioos amor y no me espanto que os arrojásedes a ser causa del deshonor de aquella dama, no reparando en ser principal y de tan ilustre sangre y que, a la larga o a la corta, dando cuenta a sus deudos de la ofensa habían de vengarle. Admirome de que viniendo a casaros con Brianda tan enamorado como por carta significastes129, hubiese lugar en vuestro pecho para admitir otro amor en él, mas debió de ser apetito, pues tan olvidado de aquel empleo tratábades el segundo. Pues, señor mío, si como caballero deseáis proceder, que no lo dudaré de quien sois, lo que os importa es cumplir con esta obligación o habrá quien os haga que la cumpláis, que no está esa dama tan desnuda de favor como la juzgastes130. Ella ha venido a Madrid a emprender por cuantos caminos haya recuperar su pérdida. Halo de hacer y todos han de favorecer su causa, viendo la justicia

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pues no pueda negar B. A lee «pues no puede negar». significasteis A. juzgasteis A.

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que tiene. Mi consejo es que no deis lugar a que de vos se hable en Madrid mal; cumplid con lo que debéis y no os ciegue el amor de Brianda, porque antes la encerraré entre cuatro paredes y que allí acabe su vida, que no que131 se case con vos. Levantose con esto de la silla en que estaba y enojado se entró en otra pieza. Lo mismo hizo doña Brianda, conque los dos primos, confusos y sin hablarse palabra, se fueron a su posada, adonde don Rodrigo dio a su primo una grande fraterna132, afeándole su doblado trato. No tenía don Pedro disculpa alguna que dar, solo dudaba cómo aquella cédula se había hecho firmada con su nombre, pues él no la había hecho sino la del nombre supuesto. Dejémoslos en esta confusión, haciendo varios discursos133 y volvamos a la fingida dueña, que acudió a casa de don Pedro y llevó el papel de don Sancho a Brianda, holgándose mucho con él, porque temía que don Sancho, enojado de verla casar, no volvería a verla más. Contole Brianda cómo había estado allí don Pedro con su primo don Rodrigo y lo que pasaron con su padre y cómo les había despedido del casamiento con otro lance que se había descubierto, de haber don Pedro dado palabra de casamiento por cédula a una dama de Toledo, la cual venía siguiéndole para estorbar su empleo. Hízose Vitoria desentendida del caso y comenzó a decir abominaciones de don Pedro. En esto le vino a doña Brianda un recaudo de una prima suya en que la convidaba aquella noche para un particular134 de una comedia que se hacía en su casa, a que respondió que iría allá. Ofreciósele a Vitoria luego una traza con que tuvieron fin estas cosas, porque se le logró135 como quiso, y es que dijo a doña Brianda que si gustaba de verse con don Sancho aquella noche en parte se-

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que no B y A. fraterna: «Corrección y reprehensión áspera. Es término usado por antítesis y tomado de la corrección fraterna, que es suave y amorosa, como entre hermanos» (Aut.). Comp. Guzmán, I, p. 370: «Diéronle una fraterna y echáronlo de allí». 133 discurso M. Enmiendan B y A. 134 particular: «La comedia que se representa por los farsantes fuera del teatro público» (Aut.). «Lo más frecuente es que estas particulares se ofrecieran sin tramoyas ni decorado; más rudimientarias que en los corrales, pero suficientes como forma de separación y distinción social» (Díez Borque, 1978, p. 165). 135 lo logro B. 132

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gura, mientras se hacía el particular, podía, porque la casa de su padre estaba franca para todo. Quería bien la dama a don Sancho y deseaba satisfacerle a la queja que había tenido della y así aceptó el envite de su dueña, la cual, llamando a Alberto, le136 dio un papel para don Sancho, en que le llamaba que acudiese a las ocho de la noche a la casa de doña Vitoria y con este llevó otro para don Pedro de Ribera, haciéndole saber cómo doña Brianda, no obstante lo que había pasado delante della y el enojo de su padre, se determinaba a darle la mano de esposa, viéndose aquella noche en una casa de quien el escudero daría las señas, que no faltase a las nueve de la noche. No fue perezoso Alberto en dar los dos papeles, que entrambos hicieron harta novedad en los que los recibieron y más en don Pedro, pues de despedido se vía llamar a ser favorecido con la mano de doña Brianda, de quien era intercesora su dueña y a quien debía esta obligación, dando por bien empleado el donativo que la había ofrecido. Previniéronse los dos galanes y en tanto doña Brianda y su dueña se pusieron en el coche, dejando a don Juan de la Cerda para acostarse, y se fueron a la casa de Vitoria, que pasaba por de Santillana, nombre supuesto de Alberto. Llegando a ella fueron recibidos de Marcela, criada de Vitoria, que hacía papel de su madrastra. Allí dejaron los mantos y aguardaron a la hora concertada para don Sancho. En tanto que esta se llegaba, Vitoria escribió con Santillana o Alberto un papel a don Juan que contenía estas razones: Mi señora doña Brianda, en lugar de ir al particular que se hace en casa de su prima, se ha venido a la casa de mi padre, con intento de dar allí la mano a don Pedro, no obstante vuestra resolución. Lo que os aviso es que remediéis este daño, conque salgo de mi obligación dándoos este advertimiento.

Con este billete se fue Santillana advertido que dadas las nueve y media no se le diese a don Juan137; así lo hizo. Mientras esto se disponía, don Sancho no se descuidó de acudir a donde era llamado. Hizo una seña y fue abierto, conque se halló muy presto en presencia de su dama, donde todas sus quejas se satisficieron138 y Vitoria los dejó solos en un 136 137 138

la A. Pedro M, B y A. satisfacieron M, B y A.

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aposento, que cerró tras de sí. Llegose la hora de las nueve en que don Pedro, cuidadoso, acudió a la casa de quien le habían dado las señas bastantes para no errarla y haciendo también la seña le abrieron.Viose con Vitoria, la cual le entró en un aposento sin luz, diciéndole que importaba no se mover ni hacer ruido allí, porque en breve vendría su señora a estar con él. Él lo prometió, conque estuvo aguardando el tiempo que Vitoria se ocupó en quitarse las tocas y monjil y vestirse de gala. Hecho esto, se fue al aposento, donde hablando en baja voz pudo engañar a don Pedro y darle lugar a que se diese por favorecido. Dejémoslos así y volvamos a don Juan, que, al tiempo que se comenzaba a desnudar, llegó Alberto y le dio el papel de su señora. Alborotose el anciano caballero y saliendo de casa acompañado de Alberto fueron a la del corregidor, que era muy cerca, a quien el afligido viejo dio cuenta de lo que pasaba. El corregidor era amigo suyo y así, acompañado de sus ministros, fueron los dos a la casa de Alberto, donde llamando a grandes golpes fueron abiertos. Llevaban de propósito lanterna139 y una hacha por lo que sucediese, que fue bien menester, porque hallaron toda la casa a escuras. Encendieron el hacha y, alumbrando un criado con ella, fueron por todos los aposentos de la casa mirándolos. En uno hallaron a don Sancho y a doña Brianda y, preguntándoles el corregidor qué hacían allí, respondió don Sancho que estar con su esposa y ella confirmó lo mismo. Quiso don Juan sacar la espada contra ellos, mas el corregidor le reportó advirtiéndole que su hija no asistía allí con quien pensaba, que aquel caballero era don Sancho de Leiva, bien conocido en la Corte por su mucha calidad. Tuvo por bien don Juan de la Cerda este casamiento, a trueco de no ver a su hija empleada en don Pedro, a quien quería mal desde que supo sus enredos. Pasaron luego a otro aposento, que hallaron cerrado, y queriendo derribar la puerta dél, abrió por de dentro don Pedro, saliendo a donde estaban, el cual les dijo que él estaba allí con doña Brianda, su esposa y que por gusto suyo había sido venido a aquella casa a desposarse con ella. A estas razones salió del aposento doña Vitoria diciendo: —Engañado estáis, señor don Pedro, que no soy quien pensáis, sino doña Vitoria de Silva, a quien debéis su honor y él me ha obligado a ponerme en servicio de la señora doña Brianda, sirviéndola de dueña.

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linterna A.

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Reconociola don Juan de la Cerda con más atención y asimismo su hermosa hija y viendo todos el disfraz que había hecho para recuperar su honor, le hicieron cargo dello a don Pedro, el cual hallándose convencido de todos, de nuevo ratificó la palabra dada. Lo mismo hicieron don Sancho y su dama, reservando hacerse las bodas para de allí a ocho días, de quien fueron padrinos dos grandes de España con sus mujeres.Vivieron contentos los cuatro novios, teniendo después hijos que fueron el consuelo y alegría de sus padres.

Mucho gusto dio la bien referida novela de don Jaime a Rufina y a sus criadas, siendo ella otro eslabón más en que se iba encadenando la voluntad de Rufina y así le favorecía con más caricias. Pareciole al joven que ya tenía conquistada su voluntad y que no había más que querer y así se la pagaba, determinando desistir del intento que traía de robarla y deseaba hallar ocasión para decírsele. Ofreciósela buena Rufina, porque como ella creyese ser don Jaime el mismo que en su relación había dicho, le dijo cómo su intención era, antes que su padre volviese de Madrid, irse de su casa llevándose lo más precioso della y que se podían ir a Valencia, pues allí era poderoso y de tal sangre que tendría su padre por bien este casamiento.Aquí fue fuerza el mozo descubrir la tramoya que había fabricado para rendir a Rufina y, porque no viviese en más engaño, le dijo así: —Dueño y bien mío, conociendo vuestra voluntad en favorecerme, os quiero tratar con claridad, hablando lisamente con vos en lo que hasta aquí no habéis sabido y perdonadme, que amor solo puede disculpar mi delito. No lo ha sido el amaros, porque claro es que no está en vuestra mano resistir que no os amen los que ven vuestra divina hermosura.Yo la he visto y, vencido de su poder, rendí mi albedrío y tres potencias a vuestra beldad; vitoria que conseguiréis muy fácilmente140 de otros más rebeldes pechos que el mío. Luego que miró la luz de esos dos soles141, se rindió por esclavo suyo y lo confesaré siempre. Este preámbulo he anticipado a lo que os pienso decir142 para que él disculpe mi yerro y dore mi delito143.Yo no soy el que mi relación os ha dicho, si bien soy nacido en Valencia, pero de padres hu-

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con conseguireys muy falcilmente M. Enmiendan B y A. soles: ‘ojos’. Metáfora igualmente tópica. 142 dedecir M. Enmiendan B y A. 143 dore mi delito:‘reduzca mi falta’. «Dorar una cosa, darle buen sentido» (Cov.). 141

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mildes, gente honrada y limpia144. El mío pasaba su vida honestamente, valiéndose del trabajo de sus manos, que con esto os he dicho que fue oficial en el ministerio de alpargatero. Nací con altos pensamientos, que no queriendo abatirme a ejercer aquel mecánico oficio, me vine a Castilla, habiendo estado primo en la Andalucía y he tenido suerte, que con mi honrado proceder nunca me faltaron amigos ni dineros. Llegué a esta ciudad en compañía de un hombre llamado Crispín, que en Málaga estuvo preso por no sé qué delito que él no me ha querido confesar. He sido deste hombre obligado, con haberme hecho la costa145 del camino y prestádome dineros, como conoció en mí buena voluntad y deseos de ser su amigo. Habiéndome granjeado esto con buenas obras, un día se declaró conmigo, aconsejándome que procurase introducirme en vuestra casa para que él después se introdujese en ella. Al fin a que esto se dirigió fue a que, sabiendo que tenéis mucho dinero, os robásemos, que con esto que oí en su boca acabé de creer lo que me presumía, que era haber estado preso por ladrón en Málaga. Con este pensamiento fingimos una pendencia. Me retiré a vuestra casa, donde he hallado tanto favor en vos y tanto agasajo en vuestras caricias que ellas frustrarán el intento146 de Crispín, porque desde hoy que os doy cuenta desta máquina, trataré de hacerle a él el tiro147 en la moneda que trae para castigo suyo, no permitiendo el cielo que a quien tanto me ha favorecido dé ingrato pago con ofensas.Yo os he descubierto mi pecho, ahora disponed de mí lo que fuéredes servida, que no tengo que consentir que se os haga daño, aunque yo desdiga de la calidad que os había fingido. Admirada quedó Rufina de lo que oía a su galán, considerando la mala intención de Crispín que, habiéndola en Toledo conocido, trataba de vengar el hurto que le había hecho en Málaga y estaba con temor de si Crispín le había dicho a Jaime quién era y su proceder. Esto de haberse declarado en decir quién era, dando por fabulosa la relación que la había hecho, la obligó para declararse también con él. 144 limpia: libre de cualquier mezcla con sangre de moros o judíos. Apela a la limpieza de sangre de la que se vanagloriaban los villanos. 145 hecho la costa: ‘pagado los gastos’. 146 intengo M. Enmiendan B y A. 147 tiro: «Significa también hurto y así se dice a fulano le hicieron un tiro de cien doblones» (Aut.). Comp. Guzmán, I, p. 438: «Flojos, haraganes, descuidados, que por ser tales holgaba de hacerles tiros».

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Y así en breves razones, se desdijo de su primer informe, declarándole su origen y quién fueron sus padres, con lo sucedido hasta haber llegado a Toledo, cosa que había ocultado hasta aquel punto; mas el amor y el vino hacen hablar más de lo necesario. Cuadrole al mozuelo que Rufina fuese igual suya y así, siendo más conforme la unión, trataron de casarse y dejar a Toledo por Madrid, pero que esto había de ser, decía Rufina, habiéndose vengado primero de Crispín, que estaba indignada contra él por la máquina que levantaba en su ofensa. Ofreciola Jaime que le dejase a él hacer, que con la capa de amistad entraría su engaño, no solo para dejarle sin moneda, mas para asegurarse dél cuando intentase vengarse del araño, porque había de dejarle en la cárcel de Toledo.Y así esa misma noche salió de casa de Rufina para verse con Crispín, a quien halló en su posada, bien desconfiado de verle. Holgose mucho con la presencia de su compañero, el cual le dio cuenta de cómo estaba introducido con Rufina y que la tenía medio inclinada a favorecerle; pero que lo que le importaba para asegurarla más era tener algún dinero que gastar con ella y sus criadas para que, obligada con esto, hiciese más confianza dél y creyese que la amaba. En esto fue estafado Crispín con toda su antigüedad de ladrón, pues para que hiciese ostentación de lo que había fingido le dio cien ducados en oro que gastase a su albedrío, esperando dellos otros tres tantos148 de logro. Sacolos de un talego donde tenía más de quinientos doblones149, habidos en buena guerra. Echó toda su vista Jaime al lugar que escondía aquella amarilla moneda y juró de dejar al talego sin opilación della150; como lo cumplió muy presto, pues viendo que Crispín salía a dar dos perdices y un conejo a la huéspeda para que los asase para cenar con su camarada, él en tanto se llegó a una maletilla, 148 otros tres tantos: es decir que espera obtener el triple de lo que le ha dado, trecientos ducados. Tanto es «cantidad cierta o número determinado de una cosa» (Aut.), que en este caso se refiere a los cien ducados invertidos en Jaime. 149 quinientos doblones: son casi mil escudos o más de diez mil reales. 150 amarilla moneda… opilación della: forma ingeniosa de expresar que Jaime va a robarle a Crispín. Los doblones, por ser de oro, son la amarilla moneda, cuyo color era el síntoma de la enfermedad llamada opilación, «enfermedad ordinaria y particular de doncellas y de gente que hace poco ejercicio» (Cov.). El joven va a ‘curar’ al talego, llevándose consigo el dinero, dejando a Crispín sin esa opilación que sufren sus monedas. Comp.Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 81: «Esotra es la Avaricia, que está opilada de oro y no quiere tomar el acero [el remedio] porque es más bajo metal».

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depósito de aquella moneda, y haciendo saltar la chaveta151 del candado que la cerraba, como diestro en aquel oficio, la abrió y della sacó el talego preñado de doblones para que tuviese su parto en diferente lugar que el dueño se había pensado. Cenaron muy a su placer y Jaime se despidió de Crispín, dándole buenas esperanzas que brevemente vería conseguido su deseo. Con esto se volvió a casa de su Rufina, que fue della bien recibido. Diola cuenta de lo que había pasado con Crispín y de cómo había pagado con su dinero el atrevimiento de intentar robarla. Mostrola152 los doblones a solas, con que la alegró la vista, que era muy aficionada a moneda y más si era en oro. Díjola Jaime cuánto importaba salir luego de Toledo, antes que Crispín hallase menos153 su dinero, mas a esto dio una salida buena Rufina, no obstante que se aprovechó del consejo de su galán, en cuanto a la fuga. Esta fue valerse del arbitrio de Málaga, dando aviso a un alguacil muy gran perseguidor de ladrones cómo Crispín estaba en Toledo, no le ocultando la posada y señas del tal arañuelo de las haciendas154. Después de haber escrito el papel que avisaba desto, trataron de su partida en ocasión que hallaron dos carros que partían luego a Madrid, en que cargaron toda su ropa y demás bienes, y con sola la esclava que les sirviese se fueron a la Corte, piélago que admite todo peje, adonde determinaba Rufina estar encubierta hasta saber de Garay. Dejémoslos poniendo su casa y volvamos a lo que resultó del papel que recibió el alguacil, el cual no hubo acabado de leerle, cuando puso en ejecución el aviso que en él se le daba; porque llamando corchetes fue acompañado dellos esa noche después del aviso y, llegando a la posada donde Crispín estaba con más esperanzas que un judío155 de que Jaime le había de dar entrada en casa de Rufina para 151 chaveta: «Pestillo pequeño o pasadorcillo, con una hoja levantada, la cual comprimiéndose en la abrazadera, le sirve de muelle para que esté firme» (Aut.). 152 mostrala M. Enmiendan B y A. 153 hallase menos: ‘echase de menos’, aunque hallar menos es la forma tradicional castellana. Comp. Guzmán, I, p. 477: «Que como la hallasen menos y llamándola no respondiese a sus padres, alborotados dello salieron a buscarla». 154 arañuelo de las haciendas: ‘ladrón’. Arañuelo es «red muy delgada con que se cazan pájaros. Díjose así por la semejanza que tiene con la tela que hace la araña para prender las moscas» (Aut.). 155 con más esperanzas que un judío: la comparación obedece a que los judíos todavía esperan al Mesías, de allí, por ejemplo, el nombre del personaje folclórico Juan

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hacerle señor de su moneda, fue cogido en su aposento y puesto en la cárcel. Había poco que un juez de Málaga le buscaba en Toledo y, no hallándole, dejó a este alguacil las señas de su rostro, por las cuales fue luego conocido del que le fue a prender. Lleváronle a la cárcel y toda su ropa se guardó, en la cual iba, a su entender, la moneda en oro que le había pillado Jaime, que nunca la había echado menos, siendo esto favorable para los dos amantes. Lo que resultó de la prisión de Crispín fue que poniéndole a caballo en aquel tremendo potro de madera fue muy mal jinete en él, hablando lo suyo y lo ajeno, conque, substanciada la causa, le sentenciaron a muerte de horca para que en ella hiciese cabriolas156 delante de todo un pueblo. Y no fue poca misericordia de Dios venir a parar en esto, arrepentido de sus pecados, porque aunque es este el paradero de todos los de su oficio, las más veces mueren de muertes súbitas, a la violencia de una escopeta o al rigor de una espada. Ahorcaron a Crispín y del tiempo que fue ermitaño le quedó morir buen predicador en el patíbulo157. Bien echó de ver que aquel castigo le había venido por Jaime, mas como buen cristiano le perdonó a la hora de su muerte. Rufina y su amante, escondidos de los ojos de Garay, a lo menos ella, vivían en Madrid casados, porque luego que llegaron se hizo la boda. Garay había pasado a Alcalá, donde le habían dicho que estaba su mujer y no la hallando allí comenzó a acompañarse de gente de araño158 y así tuvo la medra, porque siendo hallados en un hurto, todos pasaron por la pena de azotes y seis años de galeras. Fue llevado

de Espera en Dios, el judío errante. Comp. Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, p. 284: «Había conocido dél la Santa Inquisición de Barcelona, por haber usado de la esperanza más de lo que fuera justo, aguardando la venida del Mesías». 156 Las cabriolas son las que da el condenado mientras agoniza en la plaza. Dar cabriolas o hacer cabriolas equivale a ‘ser ahorcado’. Comp. Barrionuevo, Avisos, II, p. 96: «El que mató la mujer y echó en el pozo, y a la sobrina en la cerca del campo, hizo anteayer cabriolas en la horca». 157 Era al parecer gesto frecuente de los ajusticiados. Comp. Guzmán, I, «Declaración…», p. 113: «Pues aun vemos a muchos ignorantes justiciados, que habiendo de ocuparlo [el tiempo] en sola su salvación, divertirse della por estudiar un sermoncito para en la escalera»; Salas Barbadillo, El gallardo Escarramán, vv. 2386-2390: «Rinconete: ¿No te piensas recoger / a estudiar un sermoncito / para el pueblo? Bien sabrás / hacer esto y mucho más / con buen ánimo y buen grito» (Di Pinto, 2005, p. 156). 158 gente de araño: ‘ladrones’.

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a Toledo159 en la cadena y allí, entendiendo que estaba Rufina, la escribió un papel en que la pedía que, pues por su industria había granjeado lo que tenía, se doliese de su trabajo y le sacase dél, redimiéndole de las galeras con dar un esclavo en su lugar, que esto se hacía cada día160. El portador del papel buscó a Rufina en la calle donde le dijeron, mas luego supo de los vecinos de su casa su mudanza, conque el buen Garay, cargado de hierros, de años y de trabajos fue a ser batanador161 del agua y criado de Su Majestad con otros muchos que no pretendieron aquel cargo. Volvamos a Jaime, que campaba en Madrid lucidamente. Presto se acompañó de buena gente, toda amiga de transportaciones162 sin ser culta, porque estas eran de alhajas y moneda. Hiciéronse algunos hurtos rateros163 con tanta cautela que no se pudo hacer averiguación de los delincuentes, conque ellos andaban más alentados y ociosos en buscar dónde emplear164 las garras. Había hecho un autor de comedias que asistía en Madrid una lucidísima compañía, de lo mejor que había en España. Esto alentado de un poderoso príncipe que con el ejemplar que otros dieron antes que hacían esto quiso imitarles, aun con más afecto, no sé si de piadoso en amparar a pobres o llevado de otra causa. Al fin él tomó muy por165 su cuenta, a costa de su dinero, el amparo deste autor y, para

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llevado Toledo M. Enmiendan B y A. «Un condenado que dispusiera de dinero podía, aunque tuviese una pena muy larga, ser indultado al cabo de unos pocos años, si con lo entregado era posible pagar un sustituto. Otra posibilidad para librarse de esta pena era ser discapacitado, así que la autolesión fue la salida para algunos» (García Cárcel et al., 2004b, p. 109). 161 batanador: término jocoso para aludir al remado del galeote. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 849, vv. 93-96: «Para batidor del agua / dicen que me llevarán, / y a ser de tanta sardina / sacudidor y batán». 162 Probable dilogía de transportaciones por ‘robos’ (sacar objetos de un lugar y llevarlos a otro) y transportaciones por ‘transponer’ o ‘trasladar’ elementos sintácticos, o sea practicar el hipérbaton, siguiendo el estilo culto o gongorino. 163 hurtos rateros: ‘robos pequeños’, ‘de baja cuantía’. Ratero «se dice del ladrón que hurta cosas de poco valor u de las faltriqueras» (Aut.). Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 540, vv. 12-14: «Fue Judas gran ministro, no ratero: / las migajas dejó, porque atendía / a embolsarse su dueño todo entero». 164 emplar M. Enmiendan B y A. 165 tomo por A. 160

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principio de año, le granjeó los mayores cómicos que entonces había, de manera que tenía dobles los personajes166. Esto hizo con intención de que sin ayuda de otro autor tuviese la fiesta del Corpus de Madrid, cosa que no se había visto hasta allí167. Comprole comedias que le escribieron los mejores poetas de la Corte, siendo deste señor pagados y rogados de modo que les alentó a escribir cortado168 para esta grandiosa compañía, conque otra que estaba en Madrid, viendo ser sin fruto su competencia, desistió de la Corte y se fue a Toledo, donde tomó la fiesta de aquella imperial ciudad. Quedándose pues este flamante autor en la Corte, la villa le dio la fiesta del Corpus y para lucirse de galas adelantó toda la paga, que fueron dos mil escudos en plata169. Así se sacó en condición170, con haber entonces tanta esterilidad della, pero171 fue negociación de apasionados de la compañía172. Llevose el dinero el autor a su posada, que depositó en un cofre de su aposento. Tuvo aviso desto la cuadrilla de Jaime y, queriendo hacerse dueño de aquella moneda, no supieron cómo harían el hurto, discurriendo con varios caprichos. Remitiéronse al parecer de Jaime, que le habían hallado bueno en algunas ocasiones y él reservó para otro día el dársele, por pensarlo más despacio. Aquella noche se retiró con su esposa, a quien dio parte de lo que traía entre manos él y sus amigos, dudoso de cómo emprenderían 166 Gracias al dinero del mecenas, el autor ha logrado convocar tal cantidad de actores o cómicos que tiene duplicados los roles (dos barbas, dos graciosos, etc.). La fiesta del Corpus se celebraba en la Corte con montajes teatrales tan rentables que provocaban una reñida competencia entre los empresarios (los «autores de comedias»); inclusive existía un premio de cien ducados para la mejor compañía (Díez Borque, 1978, pp. 41-44). 167 El narrador resalta este hecho dado que «el ayuntamiento solía escoger, cada año, para el Corpus, a las dos compañías más calificadas y mejor dotadas» (Díez Borque, 1978, p. 46). Monopolizar la representación del Corpus madrileño significaría una hazaña para el empresario teatral de la época. 168 escribir cortado: ‘escribir a medida’. 169 dos mil escudos en plata: algo más de veinte mil reales no en vellón, como suele acuñarse debido a la crisis inflacionaria, sino en el metal precioso señalado. 170 en condición: ‘en buen estado’, ‘con todo lo necesario’. 171 y pero M y B. Enmienda A. 172 Se entiende que, dada la escasez del metal (la esterilidad della se refiere a las bajas remesas americanas), es difícil, en principio, lograr reunir la cifra indicada más arriba en plata auténtica y no en simple vellón; por lo que es necesario que cierta gente, los apasionados o seguidores, agencie el dinero.

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aquella hazaña. Ella, que era viva de ingenio, le dio el modo como consiguiese lo que deseaba con el aparejo que tenía de ser poeta. Trazaron el hurto y a la mañana Jaime lo comunicó con sus camaradas, que les pareció muy bien la traza; no se dice reservándolo para la ejecución de la empresa. Vistiose otro día Jaime de estudiante, comprando de los roperos de viejo una loba muy traída y aun manchada, requisito de poetas173. Con ella casó un manteo de bayeta muy raída, calzose antojos grandes y con sombrero de grande falda se previno de lo que era menester para lo que intentaba, costándole dos noches de desvelo. Otro día se apareció en el mentidero174, en ocasión que la compañía holgaba por causa de unas tramoyas175 que se hacían para una comedia de tres poetas en el corral del Príncipe176. Halló allí al autor y llegándose a él con mucho comedimiento, después de haberle preguntado por su salud, le dijo así: —Yo, señor autor, por la gracia de Dios soy poeta, si no lo ha vuesa merced por enojo. Era socarrón el autor y acostumbrado a verse muchas veces con semejantes figuras177, y respondiole: —Séalo vuesa merced muchos años, que no me enojaré por eso.

173 Se refiere a la pobreza y la suciedad típicas de los poetas, como ya se anotó en otra parte. La loba es la prenda propia de eclesiásticos y estudiantes. La burla que viene a continuación, con su final a golpes, posee cariz entremesil. 174 mentidero: «El sitio o lugar donde se junta la gente ociosa a conversación. Llamose así porque regularmente se cuentan en él fábulas y mentiras» (Aut.). En Madrid, el mentidero más famoso era el de las gradas de San Felipe. No obstante, en particular «en la calle del León —donde después de Cervantes vivieron Lope de Vega y Calderón—, el mentidero de los comediantes reúne no solo a gentes de teatro, sino también a escritores y poetas; allí se destrozan verbalmente las obras de los autores rivales, y se forjan ingeniosos o sangrientos epigramas que muy pronto repetirá toda la ciudad» (Defourneaux, 1983, p. 68). 175 tramoyas: ‘cierto aparato teatral’. 176 corral del Príncipe: a partir de 1600, uno de los dos corrales de comedias de Madrid, ubicado en la calle del mismo nombre. El otro era el corral de la Cruz, cuyo nombre también se deriva de la calle donde había sido erigido. Solo en 1640 se inagura un tercer corral, el Coliseo del Buen Retiro (Díez Borque, 1978, pp. 3-9). 177 figuras: ‘personajes extravagantes’. En efecto, el mal poeta es una de las figuras más satirizadas en la literatura de la época.

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—El fundamento de mis letras —dijo Jaime— estriba en haber sido artista en Irache, donde soy graduado de bachiller, con no pocos aplausos de mi nación, que soy vizcaíno178, para servir a Dios y a vuesa merced. Mi patria es Orduña, nacido de la mejor sangre de aquella antigua villa. Mi nombre es bachiller Domingo Joancho, bien conocido en toda Vizcaya. Allí, no desestimando el bien que el cielo me ha hecho con la gracia gratisdata179 de ser poeta, he cursado la poesía hasta venir a dar en hacer comedias. He trabajado algunas con no pocos desvelos, no destas que corren en estos tiempos, porque son muy extraordinarias las que tengo escritas, que serán hasta doce. Víneme a esta Corte, donde hay tan lucidos ingenios, para aprender dellos y manifestar mi gracia. Ha sido mi suerte tan buena que hallé aquí a vuesa merced con la más lucida compañía que hay en España, en quien deseo emplear cuanto traigo; esto hallando gusto en vuesa merced para ponerme siquiera media docena de comedias mías que, en cuanto al precio dellas, no nos desconcertaremos180. Dígame vuesa merced su sentir acerca de mi proposición. Era este autor diferente de otros, que en llegándoles cualquier poeta a dar una comedia, huyen del tal, si no es de los clásicos181, y aun no quieren oírla, como si Dios que dio ingenios a aquellos que están acreditados con ellos limitara su poder y no le diera a otros muchos con mucha más claridad.Vuelvo a decir que este autor era muy jovial

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vizcaíno: sobre los vascos o vizcaínos caía la tacha de ser cortos de ingenio, por lo que pretender ser poeta siendo vizcaíno es un despropósito jocoso. Salas Barbadillo, quejándose de la abundancia de poetas en Castilla, propone «que se pudieran hacer a sus tiempos sacas de ellos para Vizcaya, atento a ser tierra que no los lleva y que para tenellos es fuerza que los traiga de fuera del reino» (La hija de Celestina, PF, pp. 134-135). Más referencias sobre la ineptitud intelectual de los vizcaínos en Herrero, 1966, pp. 258-267. 179 gratisdata: ‘otorgada por la gracia de Dios’, «sin méritos ni proporción de parte nuestra» (Aut.). Es término teológico empleado aquí con fines jocosos. Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 843, vv. 93-94: «¿Quién tiene corcova infusa / y burujón gratis dato?». 180 desconcertamos M y B. Sigo la lectura de A. 181 clásicos: ha de aplicarse a los autores canónicos y reconocidos de la época. Castillo los nombra y elogia en Trapaza, pp. 264-265: «Un fénix de la poesía, Fr. Lope de Vega Carpio, don Mescua, don Pedro Calderón, don Montalbán, un dotor Godínez, Gaspar de Ávila, don Antonio Coello, don Francisco de Rojas y otros insignes poetas que aplaude nuestra España en sus escritos, en particular

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y, el tiempo que no se hallaba ocupado, gustaba de toparse con estas aventuras y así quiso ver qué títulos eran los de las comedias que traía, porque ellos informasen del ingenio de su autor. Preguntole que cómo se intitulaban las que tenía escritas. Entonces el fingido Jaime, que hacía aquel papel con mucha socarronería, sacó una memoria dellas182 y leyósela al autor, diciendo: MEMORIA DE LAS COMEDIAS que el bachiller Domingo Joancho, poeta vizcaíno, ha escrito en este año en que al presente vive, cuyos títulos son estos183: La infanta descarriada El tenga tenga Ahí me las den todas Escarpines en Asturias El Lucifer de Sayago La Gandaya El roto para vestir No me los ame nadie Tárraga, por aquí van a Málaga Los lamparones en Francia Turrones donde no hay muelas La señoresa de Vizcaya184

aquel divino ingenio del maestro Tirso de Molina, cuyas obras y comedias merecen eternas alabanzas, a pesar del tiempo». Se ha desgajado de esta declaración en la Garduña de Sevilla, proveniente de boca de uno de sus personajes, la propia postura de nuestro autor ante el teatro y su intento, fracasado, de participar en él. Una opinión más extensa y razonada del desdén de los autores por los poetas cómicos no conocidos en Trapaza, pp. 261-265. 182 memoria: «Una especie de inventario sin formalidad» (Aut.). Listas como la que se inserta a continuación eran más o menos frecuentes entre los autores reputados, con Lope de Vega a la cabeza, para evitar que comedias ajenas se vendiesen como suyas. Lope introduce una lista similar al final de El peregrino en su patria (1604). Esta escena ya la había ensayado Castillo Solórzano en la novela El culto graduado, donde se introduce también una lista de comedias de título jocoso y el personaje es igual de desatinado, aunque a diferencia de Jaime, que ejecuta un papel en aras de un robo, aquel era un auténtico y desquiciado figura. 183 son estos que se siguen B y A. 184 Algunos de estos títulos provocantes a risa merecen comentario. Unos cuantos recogen bordoncillos, que Quevedo consideraría vulgares: Ahí me las den to-

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—Estas son las doce comedias que tengo escritas y de todas ellas no quisiera que otra se representara más presto que la última, por ser cosa de la patria. Es una comedia de gran migajón185 y casazo186 para alborotar diez cortes y pondérola con decir que me ha costado inmenso trabajo hacerla. Mucho hizo el autor en disimular los golpes de risa que le vinieron oyendo los títulos de las comedias y quisiera tener más espacio para gozar del entretenimiento del poeta vizcaíno. Lo que le dijo fue: —Señor mío, mucho me he holgado de conocer a vuesa merced, aunque hasta ahora no sabía su nombre, justo es que se manifieste en esta insigne Corte de España. Lo que por mi parte puedo hacer es el oírle con toda mi compañía la comedia de quien tiene más satisfación y esa, a fuer de poeta nuevo, se me ha de dar de gracia, que es cosa esta usada. Las demás que me contentaren pagaré a como nos concertemos, que tanto me podrá satisfacer que haga un empleo para todo mi año, aunque me empeñe. Esta noche habrá lugar de leer en mi posada. Al anochecer vendrá vuesa merced y nos manifestará sus gracias en la comedia que quisiere. —Esta de La señoresa de Vizcaya he de leer primero —dijo él—, que es la que ha de ser apoyo de mi fama. —He reparado —dijo el autor— en que la llame vuesa merced señoresa pudiendo llamarla señora, que es vocablo más usado. das, El tenga tenga o Tárraga, por aquí van a Málaga, donde Tárraga es el nombre de un baile popular (Di Pinto, 2005, p. 33); otros, como La infanta descarriada o El Lucifer de Sayago, prometen, por su grandilocuencia, mero espectáculo y poca sustancia. Otros, simplemente, manifiestan bobería referida a lugares comunes: Escarpines en Asturias es un chiste basado en que los escarpines forman parte de la indumentaria rústica que caracterizaba a los asturianos (más tachas de estos, próximas a las de los gallegos, en Herrero, 1966, pp. 236-246); como sustantivo común, gandaya es «ociosidad y bribonería» (Aut.), aunque aquí, por la mayúscula inicial, parece funcionar como topónimo, cual si fuera otro de los nombres para el país de Jauja o la Cucaña, otro paraíso para los ociosos; Los lamparones en Francia remite a la creencia de que el rey de Francia curaba estas ulceraciones solo tocándolas. Es interesante, asimismo, que se trate de una docena de obras, ya que dicha cantidad suele constituir una «parte» de comedias para la imprenta. 185 migajón: «Translaticiamente significa la substancia y virtud interior de alguna cosa» (Aut.). El poeta elogia, neciamente, su propia obra. 186 casazo: aumentativo con fines despectivos de caso, es decir, ‘asunto’ o ‘tema’ de la comedia. Más sobre el empleo del aumentativo en la lengua poética burlesca en Arellano, 1984, pp. 178-179.

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—Así es —dijo187 el fingido poeta—, pero como simboliza tanto la cadencia de señoresa con princesa, duquesa, marquesa, condesa, baronesa, etcétera, así la llamo señoresa y es cosa de novedad, que como vuesa merced mejor sabe el tiempo no está para otra cosa, sino para oír novedades, que lo común y trivial hasta los rústicos no se dignan de oírlo. Cada instante se pagaba el autor del disimulado poeta, que con no poco artificio hablaba de aquel modo con él. Prevínole que no faltase a la hora dicha, conque se despidió dél. Jaime dio luego cuenta a su cuadrilla de cómo había negociado con el autor audiencia, ofreciendo que por su parte le entretendría de modo que pudiesen hacer el hurto; valiéronse de llaves y ganzúas, hurones de las arcas188. Llegada la noche acudió a casa del autor el disfrazado poeta a leer su obra.Ya el autor tenía hecha relación a su compañía del sujeto que aguardaba y que tendrían con él alegre noche, conque no faltó persona della.Y en la sala de los ensayos aguardaban todos al poeta, que vino muy disimulado. Recibiéronle todos con corteses agasajos, haciéndole sentar en una silla, delante de la cual estaba un bufete189 con dos bujías y sacando su comedia encuadernada lucidamente190, viendo al auditorio con quieto silencio leyó así: COMEDIA FAMOSA DE LA SEÑORESA DE VIZCAYA, hecha por el bachiller Domingo Joancho, poeta vizcaíno Son las personas que hablan en ella las siguientes:

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dixo es, dixo M, B. Enmienda A. hurones de las arcas: llaves y ganzúas son como los hurones porque descubren lo que está oculto, tal como estos animales hacen al capturar conejos y zorras. Hurón «por semejanza se llama la persona que averigua y descubre lo escondido y secreto» (Aut.). 189 bufete: ‘especie de escritorio’. El episodio del poeta que escribe una comedia plagada de absurdos es tópico en la narrativa áurea. Comp. Cervantes, Coloquio de los perros, NE, III, pp. 311-312;Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, pp. 47-52; y Quevedo, Buscón, pp. 111-113. Más sobre el tema del «mal poeta de comedias» en Sobejano, 1973. 190 luzidamiente M. Enmiendan B y A. 188

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DON OCHOA191, caballero DON GARNICA, caballero GOYENECHE CUCHARÓN, su lacayo

—Tenga vuesa merced —dijo el autor—, ¿no le basta al lacayo un nombre? —No, señor —dijo Jaime—, que el primero es su apellido y el segundo muy conforme a la propiedad de lo que representa, pues como el cucharón revuelve los guisados, este revuelve la maraña de la comedia. —Pase vuesa merced adelante —dijo el autor. Prosiguió diciendo: GRACEJELINDA, señoresa de Vizcaya, nombre muy propio para las gracias que dice GARIBAYA192, GAMBOINA, criadas suyas LORDUY, escudero viejo ARANCIBIA, mayordomo Una herrería

—Pare vuesa merced, por amor de Dios —dijo el autor—. ¿Esa herrería ha de hablar? —No, señor —dijo el poeta—, pero estase herre herre allí193, que es necesaria en la comedia. 191

Ocha M y B. Enmienda A. Garibaya: versión femenina de Garibay, apellido casi sinónimo de ‘vizcaíno’. Comp. Lope de Vega, La Dorotea, p. 366: «Garibay aquí se toma aquí por vizcaíno, como Roma pro Romanis y Ceres por el trigo». 193 estase herre herre allí: juega con el sentido del verbo herrar (lo que se haría normalmente en la herrería) y la frase hecha erre que erre, «modo adverbial con que se explica el tesón, porfía y empeño que se tiene en alguna materia y vale lo mismo que terca y porfiadamente» (Aut.). «Sale tomar el nombre erre solo a muchos propósitos denotando firmeza, constancia y firmeza, y porfía afirmando o negando; con ejemplos se hará más claro: Erre Erre dice Erre de no; a llamarle y él erre: el que está duro en sus trece: Estoy erre todos los días en la lición: asisto con puntualidad; fulano siempre dice erre erre al oficio, que es sin faltar de él día» (Correas, núm. 9238). Comp. Quevedo, Poesía original completa, núm. 759, vv. 5-8: «Este, que, doctor tudesco, / si no en batallas, en juntas, / erre a erre peleaba / con récipes de la pluma». 192

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—Pues no se ponga —dijo el autor— entre los personajes della. —Así será —dijo el bachiller. Trece vasallos de la señoresa

—¿Trece? —replicó el cómico— ¿No se puede reducir a menor número? —No, señor —dijo el poeta—, porque estos son de trece casas solariegas194 y cada uno en su nombre da el voto para casarse esta señora y, a faltar una, era hacer un desprecio de una familia honrada.Yo voy muy legal con la historia de Vizcaya y no querría faltar un átamo195 de lo que dice. —Pues eso se me hace fuerte cosa, llenar la comedia de tanta gente —dijo el autor—, que no tengo yo tanta. —Alquílela vuesa merced —dijo el poeta—, que para una comedia como esta no hará mucho. —¿Hay más gente? —dijo el autor. —Sí hay —dijo el poeta fingido. Ítem, siete doncellas, que hacen un sarao a su señora a la entrada196 de Vizcaya

—Vuesa merced traza una comedia —dijo el autor— con cosas exquisitas197. ¿Dónde quiere vuesa merced que busquemos siete doncellas y más en esta Corte198? 194 casas solariegas: casas de familias hidalgas, ya que solar es «el suelo de la casa antigua de donde decienden hombres nobles» (Cov.). Solariego «se suele tomar por antiguo y noble» (Aut.). 195 Así en M, B y A. La vacilación vocálica está presente en otros testimonios de la época. Comp. Maluenda, «Romance a la boca de Lisdaura», Cozquilla del gusto, I, vv. 17-20: «Esétera es del donaire, / átamo de la beldad / acreditada en lo menos, / para que se estime más». 196 entrata M, B y A. El sarao es «junta de personas de estimación y jerarquía, para festejarse con instrumentos y bailes cortesanos. Tómase por el mismo baile o danza entre muchos» (Aut.). En este último sentido de ‘danza’ es que se emplea en la comedia. Comp. Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo, pp. 307-308: «Danzamos los dos, y entre las mudanzas del sarao experimenté las de mi libertad». 197 exquisitas: ‘singulares’, ‘raras’. 198 La corrupción moral de Madrid hace imposible que se encuentren vírgenes en estos tiempos. Comp. Quevedo, Prosa festiva completa, p. 160: «Ítem, mo-

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—Señor, no hay medra sin costa —dijo el poeta—. Doncellas habrá de anillo199.Ya que no las haya en propiedad200, que sean para representar y estas suplirán la falta de las verdaderas, aunque si se hallasen sería más propia201 la comedia. —Con eso me ha dejado vuesa merced consolado —dijo el autor— y toda esa cantidad tengo en mi compañía, aunque me valga de las mujeres que no pisan tablado.Vaya vuesa merced comenzando los versos. —Así lo haré —dijo el poeta. Salen en la primera scena DON OCHOA, galán primero, y GOYENECHE CUCHARÓN, su lacayo, de camino entrambos, con botas y espuelas, fieltros y quitasoles.

—Pues si fieltros, ¿para qué quitasoles? —dijo el autor202. —Mal sabe vuesa merced —dijo el poeta— lo que es temple de Vizcaya. En verano, señor mío, hay unos aguaceros que parece que se abren los cielos de agua y es recísima y luego sale un sol que derrite los sesos. —Bien lo creo —dijo el autor—, ahora diga vuesa merced. Sosegose el poeta y con buena gracia comenzó así203:

vidos a piedad de los ruegos de nuestros vasallos, damos licencia para que haya doncellas». 199 Doncellas… de anillo: ‘doncellas solo de título’ y en ese sentido ‘artificiales’. Viene de la expresión obispo de anillo, «el que nombran algunos obispos o arzobispos para que los ayuden a cumplir con la carga de pastor, ya sea por su mucha ancianidad o estar enfermo o por ser tan basto el territorio que por sí solo no puede acudir personalmente a hacer en él las funciones que le toca» (Aut.), es decir, con título pero sin jurisdicción. Es chiste tópico, comp. Jacinto Alonso Maluenda y su poesía jocosa, núm. T 6, vv. 37-40: «Huye siempre de doncellas, / porque hay algunas de anillo, / y te harán pagar a ti, / aquello que no has comido»; Quevedo, motejando cornudos dice que estos son «maridos de anillo, como obispos, y que no menos merecen mitra» (Prosa festiva completa, p. 265). 200 propiedad B. 201 propria B. 202 La extrañeza del autor obedece a que fieltro «se llama también el capote o sobretodo que se hace para defensa del agua, nieve o mal tiempo» (Aut.), que no se correspondería con la circunstancia en que se usan quitasoles. 203 El fragmento de comedia se encuentra en quintillas, pero con muchos versos irregulares de nueve y diez sílabas.

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LA GARDUÑA DE SEVILLA

OCHOA

CUCHARÓN

Goyeneche Cucharón, esta es Vizcaya la bella y este su primer mojón204 y aquello que me vuelve a ella es afición, afición, afición. Esta es del país la raya sin que le falte una pizca hasta donde el mar se esplaya. Y por una haya bizca le dieron el nombre de Vizcaya.

OCHOA

La señoresa del país es Gracejelinda hermosa, el dueño suyo y de mis potencias.

CUCHARÓN

Es una rosa desde Sansueña hasta París.

205

OCHOA

204

Mi competidor Garnica entiende hacerme la mueca206, mas si este ingenio se aplica a atajarle en todo cuanto pica207, yo estorbaré en lo que peca. De amor la cruel borrasca pasé y su furia diablesca con la boca de tarasca208; favores que della pesca

5

10

15

20

mojón: «La señal que se pone para dividir los términos, lindes y caminos» (Aut.). Comp. Jacinto Alonso Maluenda y su poesía jocosa, núm.T 16, vv. 25-28: «Los chapines son mojones / cuando calzados dividen / todo el término que hay / entre el aire y tierra firme». 205 En M, B y A no hay este cambio de locutor. Sigo a Ruiz Morcuende. 206 hacerme la mueca: ‘burlarse de mí’. Mueca «díjose de la voz antigua Moca, que significa burla» (Aut.). 207 pica:‘pretende’,‘intenta’, pero también puede significar ‘coito’. Comp. Poesía erótica, núm. 141, vv. 21-24: «Él se abrasa de picado / y solo picarla espera, / porque si una vez la pica / es imposible que pierda». 208 boca de tarasca: la tarasca es la serpiente monstruosa que en la fiesta del Corpus se sacaba a la calle y engullía caperuzas. Aquí boca de tarasca parece aludir a la dama como ‘voraz’, aunque también puede señalar su fealdad. Comp. Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, p. 31: «Una doncella tarasca, fea, pobre y necia».

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LIBRO IIII

los masca y aun los remasca209. Aquí vengo revenido y reconvenido más, que el amor mucho me ha rendido. CUCHARÓN

De tu fineza tendrás en premio… ¿Qué?

OCHOA

Celos y aun olvido.

CUCHARÓN

30

210

OCHOA

Mucho mi astucia machucha en buscar favor acecha para gozar desta trucha211.

CUCHARÓN

Pero muy poquito aprovecha, que no has de verte en la lucha.

OCHOA

25

Este es el palacio, aquel estuche que fiel me guarda más que un alentado lebrel la vizcaína alabarda212 de mi dama, que asiste en él. Llama a la vela213.

35

40

¡Ah, candil!

CUCHARÓN ¡Oh, vela!

209

Los versos, aunque algo confusos, parecen señalar el hecho de que el galán que compite con Ochoa ya ha obtenido algunos «favores» (de allí que se hable versos más arriba de que pica y peca) y que se regocija por ellos («los masca y aun los remasca»). 210 machucha: ‘experta’. Machucho es «maduro, sosegado y juicioso» (Aut.). 211 trucha:‘mujer de mal vivir’,‘prostituta’, con lo que denigra a la dama. Comp. Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, p. 306: «Pero puede creer que, si llegamos a Alcalá, le tengo de servir allí, como lo verá por la obra, con un par de truchas que no pasen de los catorce, lindas a mil maravillas y no de mucha costa». 212 alabarda: «Arma enastada de punta para picar y cuchilla para cortar» (Cov.). 213 vela: «La centinela o guardia que se pone por la noche en los ejércitos o plazas» (Aut.). Comp. Cristóbal de Chaves, Relación de la cárcel de Sevilla: «Y como si fuese una fortaleza a voces hasta que amanece por su repartimiento a los que la han de hacer dicen: “Vela, vela, hola” y lo mesmo responden los demás» (Hernández Alonso y Sanz Alonso, 1999, p. 234). La dilogía con la fuente de luz permite el chiste de Cucharón en el verso siguiente.

642

LA GARDUÑA DE SEVILLA

Aquí sale uno de los trece, que se llama CHAVARRÍA214, con un candil en la frente, y dice desde lo alto de un castillo que ha de estar formado en el tablado. CHAVARRÍA

¿Quién, pesia tal, viene pasado el abril a llamar con furia tal? ¿Es acaso corchete o alguacil?

OCHOA

No soy corchete ni broche, sino un hombre que despacha cuanto topa a troche y a moche215.

CHAVARRÍA

Pues no se me da una hilacha desde el punto del alba hasta la noche.

CUCHARÓN

Tu cólera aquí se aplaque, aunque este mozo contra ti peque.

OCHOA

¡Oh, pesia a su badulaque216, quién se volviera alfaneque217 para castigar a este traquebarraque.

45

50

55

Consideró el auditorio que si con estos versos continuaba el referir una larga comedia de quince pliegos218, que sería darles a cada uno

214

Chavaria M, B y A. Sigo enmienda de Ruiz Morcuende. a troche y a moche: «A trochi mochi. Cuando se hace, hacía o hizo algo mal y sin atención» (Correas, núm. 1023). Comp. Cervantes, La elección de los alcaldes de Daganzo, en Teatro completo, vv. 10-12: «“Quiera o no quiera el cielo”; por San Junco, / que, como presomís de resabido, / os arrojáis a trochemoche en todo». 216 badulaque: ‘afeite femenino’. Comp. Estebanillo, I, p. 209: «Tuve, en virtud destos badulaques, conociencia con sus reinas fingidas y príncipes de a dos horas, y como en ellas no reina la avaricia ni aun han conocido a la miseria, yo cargaba de reales y ellas de piedra pomes». 217 alfaneque: «Ave de rapiña, especie de halcón, de color blanquecino, con pintas pardas; sirven amansados para la caza de la cetrería y son muy diestros en apresar perdices, torzuelos, conejos, liebres y alcaravanes» (Aut.). Nótese el abuso de la rima cacofónica, otro notable recurso cómico. De hecho, todo el fragmento ofrecido se ciñe a las características de la denominada comedia burlesca. La rima del verso siguiente está construida en base a la onomatopeya y recoge la modalidad, propia del registro jocos, de la rima cacofónica. 218 quince pliegos: sumamente extensa, considerando que el promedio es de tres pliegos (un pliego por jornada). Quince pliegos representarían más o menos cinco comedias, es decir, alrededor de quince mil versos. 215

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un tabardillo219. Y así, con un murmureo sordo comenzó a alterar el silencio. No deseaba otra cosa el fingido bachiller, pero dando un golpe en el bufete, con que hizo temblar las dos bujías, dijo en alta voz: —¡Señores, tacete, tacete220! No entendía el lego auditorio el latín y así se comenzó a alterar más, hasta matar las luces. Desenvainaron luego botas de camino, talegazos de arena y en forma de culebra de cárcel221 se vio una confusión en aquella sala de donde salió el poeta maltratado y perdida su comedia. Harto le pesó después de haberse puesto en aquel lance, por donde juzgó a los peligros que se ponen los poetas pésimos que se atreven a leer sus comedias a gente maleante y fisgona222, reservando los comedidos, para que cada uno piense serlo él. Lo que resultó de la culebra fue que la cuadrilla de Jaime, que eran tres buenas lanzas223, no se descuidó, porque con su buena maña dejaron al autor sin el dinero de las fiestas. Llevose en casa de Jaime, adonde se partió, dándole a él, de conformidad y por tener parte en la traza su esposa, docientos escudos más. 219 tabardillo: «Enfermedad peligrosa que consiste en una fiebre maligna, que arroja al exterior unas manchas pequeñas como picaduras de pulga y a veces granillos de diferentes colores» (Aut.). Comp. Jacinto Alonso Maluenda y su poesía jocosa, núm. B 27, vv. 5-8: «Que en el estafar / nadie te igualó, / que es tabardillo / tu pedir veloz». 220 tacete, tacete: ‘cállense’, ‘apacígüense’. Emplea el latín nuevamente para presumir o pasar por culto. 221 culebra de cárcel: la culebra era martirio de azotes dado a los novatos entre reos y criados. Comp. Guzmán, I, p. 309: «Cuando en casa no había quehacer, dábanme los bellacos de los mozos y pajes mucho del sartenazo, culebras y pesadillas; echábanme libramientos, ahogándome a humazos». Cuando Pablos está en la cárcel, «lo primero que nos fue notificado fue dar para la limpieza —y no de la Virgen sin mancilla—, so pena de culebrazo fino» (Buscón, p. 196). En la Relación de la cárcel de Sevilla de Cristóbal de Chaves: «Y el que se duerme lleva culebra, que es lo mesmo que rebenque o pretina» (Hernández Alonso y Sanz Alonso, 1999, p. 234). Aquí parece indicar simplemente ‘paliza en la oscuridad’, como en una situación similar, solo que entre mendigos y representantes de la justicia, de El diablo cojuelo, p. 116: «Y haciéndose los demás pobres y pobras de su parte, y apagando las luces, comenzaron con los asientos y con las muletas y bordones a zamarrealle a él y a sus corchetes a escuras, tocándoles los ciegos la gaita zamorana y los demás instrumentos, a cuyo son no se oían los unos a los otros, acabando la culebra con el día y con desaparecerse los apaleados». 222 fisgona: ‘de burlas’, porque hace fisgas o mofas. 223 lanzas: metonimia por ‘valientes’ o ‘bravos’.

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LA GARDUÑA DE SEVILLA

El siguiente224 día, que el autor quiso comenzar a sacar galas, acudiendo a su dinero vio el cofre abierto y que faltaba dél el dinero. Quedó del susto sin sentido. Preguntola a su mujer que quién había entrado allí y no supo darle razón alguna. Hizo luego varias diligencias, dando cuenta a la justicia.Visitaron las calles vecinas al mentidero y fue sin provecho. Fue lastimado el autor a dar a su protector cuenta del suceso, mas el príncipe entendiendo que era estafa no le creyó. Cayó malo de pesadumbre, conque se le fue creyendo la mala burla, atribuyendo a tener parte en ella el poeta, el cual fue buscado con mucho cuidado, mas no pareció, que él se supo guardar y sus compañeros. Con esto fue condenado el príncipe a darle la hurtada cantidad, que estas generosidades han de hacer los que nacieron con más prerrogativas que otros. Al fin el autor convaleció en breve, con la restauración de su dinero, a costa de la generosa mano que lo suplió. Con todo no cesaban los alguaciles de hacer averiguaciones del hurto y de buscar al poeta; lo cual, sabido de Jaime, dando cuenta dello a su esposa, le aconsejó225 que dejasen a Madrid, pues tenían dinero con que poder pasar en otra parte tomando algún trato226. Siguió su parecer el mancebo y así, dejando a Madrid, se fueron a Aragón, donde en su metrópoli, la insigne ciudad de Zaragoza227, tomaron casa y en ella pusieron tienda de mercaderías de seda, ocupándose algún tiempo en esto. Donde los dejaremos, remitiendo a segunda parte el salir de aquí, en la cual ofrezco más sazonadas burlas y ingeniosas estafas por la señora garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas228. FIN

224

siguente M. Enmiendan B y A. Anacoluto: el sujeto es su esposa (Rufina). 226 trato: ‘negocio’. 227 Zaragoza: recuérdese que Castillo vive en la ciudad en la segunda mitad de la década del treinta y que se fecha la redacción de La garduña en años inmediatos al Trapaza, cuando el autor todavía puede que se hallase en la capital aragonesa. 228 Fórmula de cierre reiterada en Castillo, que en este caso no parece haber cumplido. Después de la publicación de La garduña solo se cuenta con La quinta de Laura y Sala de recreación (ambos de 1649). 225

ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS ANOTADOS

a pique de perder 272 a sombra de tejado 476 a toda rienda 464 a troche y a moche 642 abrir el ojo 434 acabar con 185, 572 Academia de Madrid 302 accesión 347 accidente 401 acciones 215 achaque, con 390, 439, 591 acogerse 312 actrices, cortejadas por nobles 342 ad invicem 356 aderezo del rostro 197 adherentes 217, 528 admitir 184 adquirir en mala guerra 480 afear 226 Agar 415 agencia 439 agnusdeyes 515 agua fuerte 307 agudo 366 ahorcado, predicador 629 ajos y vino 185 ajuar 196, 388 «Al atrevido favorece el hado» 311 alabarda 641 alamares 395 albanega, falta de 184

albéitar 366 Alberto, archiduque 584 albornoz 324 «Al cabo de los años mil vuelven las aguas por do solían ir» 409 Alcaicería 377 Alcázar de Sevilla 376 Aldonza 194 Alejandro 463 alfaneque 642 algebrista 605 alguacil 226 alhajas 205, 431 aljamía 324 almalafa 323 almarados 366 almilla 323 almoneda 431 alpargates 324 alquerías 484 alquicel 323 alquimia 527 alquimistas, pobres 536 Alquindo 516 alquitara 307 alzar la mano 301 amante 369, 419, 462 amartelado 198, 235 amistad 207 amolador 311 amonestaciones 203

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PICARESCA FEMENINA

amores 194 anacoreta diente 300 anagnórisis 335 Anarda 299 andar todas las estaciones 219 Anfitrite 597 anjeo 324 anotomía 298 antiesculapios 351 antojos 333, 411 antuvión, de 366 anudado 237 aparador 391 aparato 346 apasionados 631 apoplejía 206 aprehendido 406 apretar 396 apuntamiento 580 araño 188 arañuelo de las haciendas 628 arbitrio 500 arbitrista 207 archibarbado de réquiem 316 Argos 462 armas de Filipo 537 armas reales en acuñada moneda 227 armenio bribón 319 arpadas lenguas 546 arracadas 213 arras 451 arrequives 218 arrimar 382 arriscada 252 asegundar 467 asegurar la campaña 251 asientos 378 asir de la barba 383 asirse a las aldabas 542 asistente 372 asperges 354 astillero, en 307, 383

atajarse 221 átamo 638 Atlante 382 autor de comedias 230, 309, 339 autorizada 389 avestruz 297 Avicena de poquito 217 ayuda 317, 348 ayuda de vecinos 216 ayudas de costa 483 azacán 453 azófar 523 azogue 182, 299 bachillería 209 badulaque 642 baile de la capona 198 bajos 586 baño 329 barajar 613 baratillo 299 barato 403, 437 barbacacho 315 barreado 474 barreno 443 barrios de San Sebastián 409 barrios de Santa Bárbara 415 barrios del Duque 367 basquiña 196, 462 batanador 630 batería 216, 456 baurat 535 bayeta 196 beata 387 beber los aires 368 beneficios simples 389 Berenguel 416 Berenguela 259 besar la tierra 330 billete 216 bizarra 231 bizazas 582

ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS

blanco, en 250 blandas 578 blandura 246, 515 boca de tarasca 640 boca Tebaida 300 bocas de fuego 500 bodegón de vestidos 195 bogavante 430 bohonero 199 Bolonia 513 boquimuelles 208 borrico 311 bozal 190 bravo 392 brocárdico 216 broquel 224, 500 buen compás de pies 382 buen humor 433 Buen Retiro, fiesta en 482 buen siglo haya 194 buena labia 204 buena muerte 436 bufete 432, 636 Burgos, caballero de 241 Burgos, montañas de 458 burlas, de 255 buscona 181 cabe de paleta 215 cabo, al 225 cabriolas 629 Cacabelos 183 cachetes 300 Caco, cofadres de 548 calabriada 184 calaveras en vida 234 Calepino 533 caletres 364 calle de Cantarranas 229 calle de Francos 372, 439 calle de Majadericos 204 calle Mayor de Madrid 372

calvo, no se descubre 314 calza 199 calzoncillos 266 camaradas de la garra 549 campo de Tablada 441 Cancillería 178 capa de mayores insultos 430 capa terciada 199 capacete 315 Capadocia 303 capilla, estar en 584 capillas 485 capitulaciones 461, 508 capitulado,a 555, 594 capón 290 capón garitero 292 capón, de pies grandes 305 capotes 244 capotillo 454 carácter 205 caracteres de pliegues 298 caravanas de hurtos 586 cargado 237 Caro de Mallén, Ana 482 casa 388 casa a la malicia 227 casa con dos puertas 389 Casa de Contratación 371 casamentero 369 casas de la gula 444 casas solariegas 638 casazo 635 casco (‘cuenca de ojo’) 299 cascos (‘sesos’) 531 casquete 315 castrapuercos 341 catre de la India 504 cautela 181, 429 cauteloso 589 Cava de San Francisco 193 Cebadilla 208 ceceo 405

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PICARESCA FEMENINA

cédula 509, 571 celos 291 cenefas 440 cerdosísima 316 ceros 293 cerrar el puño 218 César 563 chanzonetas 187 chapines 462 chaveta 628 chilladores 311 chinelas 213 Chipre, dios de 596 chusma 432 chuzos 453 Cicerón 467 ciclán 291 ciego dios 218 cientos 244, 325 cifras 277 cigarral 603 cintas 213 circuncidar 218 cirujano 276, 459 civil 245, 282 civil y miserable 420 clásicos, dramaturgos 633 clavo 306 clistel 348 coche 370 cohetes, mangas de 362 cojinete 266 colación 201 colgaduras 457 comadres 290 comedia burlesca (títulos varios: Ahí me las den todas, El tenga tenga, Tárraga por aquí van a Málaga, La infanta descarriada, El Lucifer de Sayago, Escarpines en Asturias, La Gandaya, Los lamparones en Francia) 634

comer la corteza del pan de la boda 248 cómitre 433 como 471 comunicar con la almohada 294 con perdón 291 concerniente 196 condenar a rasura 227 condición, en 631 conocimiento 211 Consejos 200 conservas 386 consorcio 202, 210 contemplar en 602 contingentes 430 conturbada 260 conversación 211, 344 copelas 535 copete 232 corchete 226 corcovado 235 cordelejo 418 cornudo, hábitos de 342 coros, a dos 395 corral de comedias 338 corral del Príncipe 632 correr 321 correspondencias 529 corrido 236 cortado 400 cortapisa 216 cortesana 188, 373 crepusculante 297 Creso 521 crespo 220 criados de espada 368 crisoles 518 cristales 222 crítica condición 428 Cruz de Ferro 192 cuadra 457

ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS

cuadros 465 cualque 399 cuartago 282, 580 cuartillo 364 cubrir la cabeza 248 cuerpo, en 588 cuidado 405 cuidadosos 348 culebra de cárcel 643 culta, vieja 295 culto 295, 312, 392 curarse en salud 233 curiosidad 177, 229 curioso 213, 286, 301, 457, 515 «Dádivas quebrantan peñas» 216 damas de corte 410 damas de placer 225 danza de amor 217 dar a las a la hormiga para volar 416 dar al diablo 252 dar con el juicio por esas paredes 207 dar en lo vivo 238 dar jabón 413 dar matraca 236 dar nota 496 dar recaudo 189 dar un tiento 214 dar una mano 345 dar una vuelta 592 darse las manos 242 data 188 «De los escarmentados se hacen los arteros» 192 «Dellas me dejó mi padre, dellas me ganara yo» 182 de marca mayor 181 de más a más 619 de por junto 199 De secreto lapidis 516 de tres suelas 290 debe…ha de haber 292

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decoro 563 dejar a la luna de Valencia 538 dejo 301, 487 délfico planeta 220, 560 Demóstenes 467 Deo volente 319 derecho 245 derretido 201 desabrirse 343 desafuciado 211 descoger 605 descubrir la hilaza 305 desempeño 208, 378 desesperar 548 deshacerse 254 desmán 241 desnuda 438 despejo 197 despojo 185, 540 destroncado 290 devoción de monjas 234 diestro en la hoja 225 diferencias 485 dilatado 260 diputado 197, 259 discantillo 187 disciplina 261 discurso 411, 555 disfraz 238 dispensación 279, 552 dispensero 200 distraimientos 436 divertido 272 divertimiento 379 divertir 412 doblada la hoja 399 doblones (diversas cantidades) 313, 396, 473, 596, 627 documentos 186 don, manía del 247 donaires 187 doncella en cabello 184

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PICARESCA FEMENINA

doncellas de anillo 639 dorar el delito 625 ducados (diversas cantidades) 255, 279, 305, 333, 367, 368, 389, 412, 473, 498, 529, 593, 600 «¡Ducho a demo el home!» 191 duelos, prohibidos 274 dueña 188, 606 dueño 219, 306 echar bernardinas 534 echar el provecho a la bolsa 232 echar menos 262, 462 edificado 399 Edipo 533 ejecuciones 367 «El dinero busca el dinero» 437 elixir 525 embajador 289 embozado 251, 288 embozar 224 embozo 411, 490 embrión, en 297 empeño (‘favorecedor’) 367 empeño 378 empleada 344 empleo (diversos matices) 181, 241, 279, 609 emprender 184 emulación 391 émulos 261 en 608 enamorado, no duerme 522 encamisada 578 encarnizado 397 encomendar 574 encomienda 550 enconado 301 encono 301 encordado 519 Eneida 356 engañar con la verdad 254

ensalada de todas yerbas 393 enternecer 280 entretener 461 entretenido 415, 480 entretenimiento 435 entretenimiento, libro de 481 envite 245 escabechar 244 escaramuzado 361 escoger lo peor 220 escolásticos del limbo 532 escribir 245 escribir cortado 631 escritorillo de Alemania 257 escudero 373 escudos (diversas cantidades) 207, 208, 232, 265, 340, 345, 396, 399, 403, 419, 445, 469, 474, 513, 524, 540, 614, 631 esotro día 188 espalder 432 especie, en 218 espejo 256 estacada, en la 396 estada 457 estafeta 243 estameña parda 196 estarse herre herre allí 637 estofada 337 estofar 475 estomagada 241 estrado 237 estragada 291 estrago 380 estudiante, pobre 221 estudiante, vestido de 475 estudiar 261 eterno ganapán 238 ex corpore suo expelet 357 exquisita 473, 638 extraños 273 extraordinario 538

ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS

fabulosos 488 facción 252 facinorosa 266 faldas en cinta 191 faldellín de cotonía 267 falido 536 falsas 465 faltas 234 familia 200, 452, 585 fantasma 400 faraonas 300 farsante 386 fatigado 401 favorecer 250 fénix 219, 300 ferias 213 Fernán González 258 festear 342 festejo 381 fiel y legalmente 587 fieltro 639 figones 444 figura 403, 632 filatería 218 fimbria ventris 362 finca 410 fisgas 418 fisgona 643 flaco 277 flor de Clicie 223 florecilla 390 Florinda 325 flota del Pirú 264 follados 556 fornacha 307 fortuna 330, 506 frasis, transpositor de 297 fraterna 622 frisón 206 Fúcares 261 fuego 245

gabachos 199 galas 346 galera, condena 433, 630 galera, vida en 431 Galicia 183 gallego, tinto en 183 garduña 429 garduña racional 181 garfios humanos 549 Garibaya 637 garito, ley tirana del 293 garlito 304 garrotillo 363 garzonería 398, 435 garzonía 227 gasto 292 Gelves, viuda de 364 gémina 299 Genebra 360 general 600 genitud 558 genoveses 410 gente de araño 629 gente honrada y limpia 626 gente non santa 541 gentilhombre 190 Ginés 350 glosa de dos redondillas 237 Godoy 287 gollete 363 gomia 192 gorguerán 301 gorra de Milán 556 gozque 246 gracejante 567 Gradas 435 Gran Señor 328 grande de España 199 gratisdata 633 griego 310 grueso, de por 511 gualdrapa 200

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PICARESCA FEMENINA

guardar el primer decoro 381 guardar los aires 499 guardas 253 guardoso 438 guarismo, en 532 guarnición 195, 217 Gundemaro 559 haber días 592 haber en buena guerra 453 hábito de Cristus 430 hábito de Montesa 588 hábito de noche 504 hábito largo 389 hacer 315 hacer buen estómago 215 hacer capítulo 581 hacer chacota 243 hacer la cama 592, 619 hacer la costa 626 hacer la mueca 640 hacer la seda 484 hacer mal a caballos 273, 484 hacer suertes 408 hacer tercio 552 hacer tocar 523 hacer ventana 214 hacerse rajas 319 haces, de a dos 238 hallar menos 628 hecha un león 263 hecho mona 239 Helicona 236 herida 464, 521 hermana del mayor planeta 268 hermanas, las nueve 220 hidalgo de la Montaña 332, 452 hijo de familias 221, 394 hilapingüedo 534 hoja 267 hojas de enea y espadañas 269 holgones 443

hombre de buen estómago 202 hombre de buenas manos 385, 569 hombre de hecho 611 hombre de humor 236, 567 hombre de un negocio 385 hombre de verdad 438 honoríficamente 398 hornachas 518 Hospital de la Latina 425 humanarse 212 humor 188 hurones de las arcas 636 hurtar bogas 599 hurtos rateros 630 idiotas 361 Iglesia de la Vitoria 231 Iglesia de San Agustín 374 iglesia mayor 439 imperio 474 imposible 417 in facie Ecclesiae 435, 334 in utroque 359 In verrem 356 índex 246 indiano, miserable 279 Indias, sonar 413 indiciada 504 Indio 532 industria 229 industriados 250 ingenio 245 ingenio tan lego 179 ingenio, tenerlo vivo a dietas 218 inmoble 471 inteligencia 243 ir a la mano 329 jácara 187 jamugas 454 jaquetilla 324 jera 206

ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS

Jerusalén triunfante 271 jineta 483 jiringal pistolete 317 jubileo 262 jubón 196 judío, esperanzas de 628 juego, vicio del 435 juglar 562 juro 527 la medalla de la enojada 376 labor 459 labor de cañamazo 495 labrar 206 ladina 591 lágrimas, de pícara 442 lágrimas, dejar con 415 lama 394 lanzas 643 lapidario 307 las más familias 484 Las tres palabras 516 latina 517 Laura 291 Laura de Petrarca 221 lazadas de cristal 519 lebreles 298 legacía 238 lejas 319 Lesmes, doctor 318 letra (comercio) 265, 376 letra (poema para cantar) 223, 466, 519 letra de cantidad 528 levas 514 ley 328 liberal proceder 204 librea 198 librillos 535 Libro de la alegoría de Merlín 516 licencia 287, 481 lienzo 397

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ligas 213 limas sordas 431 lince 297 lindo 392 líquida lebrada 259 lis 201 livianas 381 liviandad 226 llamado y escogido 505 lo de a veinticinco ducados la onza 390 loba 475, 632 lobanillos 360 «Lo mal ganado ni llega a colmo ni se conserva» 409 Lonja 371, 465 «Los duelos con pan son menos» 191 Los secretos de Calido 516 luego 201, 501 lugar 191 Lulio, Raimundo 516 lustro 186 machucha 641 madeja 514 madero, pedazo del sacrosanto 335 madre, mal de 317, 362 Madrid 192, 229 maestresala 261 maestro de tonos 235 mala vida 436 malilla 181 mandar 242 mandarse 242 manos en el seno 188 mantellina, gala de 219 mantellina, sirviente de 195 manteo 195, 449 manto de anascote 255, 286 Manzanares, lavanderas en el río 198 máquina (‘abundancia’) 193 máquina (‘treta’) 181, 201, 207, 295, 328, 336, 471

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PICARESCA FEMENINA

maquinar (‘urdir’) 322, 560 maragatos 184 marcar a la más cursada 390 margenar 448 marina 281 marrajo 588 Marte 288 martelo 192, 256 mártir 247 máscara 381, 495 Mascareñas 333 «Más es el ruido que las nueces» 294 Matanga 350 matices 440 Matusalén 278, 298 mayor hermosura de Europa 281 mayorazgo 282 medianera 241 medias 213 médico 276 médico valentón 225 médico, esgrimista 359 médico, montura de 359 médicos, habla de 356 melón de agua 317 memoria 634 mentidero 632 mentido 414 mesa de trucos 273 mesón 186 mesones de la Sangre 408 metrificado arenque 297 Midas 463, 521 migajón 635 Mirandas de Asturias 412 miseria 370 mojón 640 mollar 231 mollera 311 mona 353 Monasterio de Nuestra Señora de la Esperanza 485

Monasterio Real de la Zaidía 489 mondar nísperos 365 mondonguero 355 moneda, amarilla 627 monjil grosero 255 moños 232 montantes 358 morbo 357 Morieno 530 Morrazos, Payo de 183 Morriño, Dominga 183 Mortaja 358 mortal 397 mosca 480 mostachos 392 mostrar dientes 240 motetes 486 motolito 530 mozo de camino 602 mozo de hato 384 mudas 515 muerte civil 609 muerte de boj 268 mujer, lágrimas de 358 mujeres comunes y de precio 344 mula de alquileres 354 mula para rúa 187 músico, se hace de rogar 302 músicos, cobardes 225 muy en ello 303, 567 «Nadie diga mal del día hasta que pase» 371 napelo 526 Narciso 287, 568 naturales 429 nave capitana 432 navidades 298 negra honra 249 ninfa 189 ninfa cecial 297 niño dios 560

ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS

Niseno, fray Diego 424 no ahorrarse con su padre 260 no estar más en la mano 393 No haber estaca en la pared 436 no poder acabar consigo menos 546 no solo no 447 norte 471 novedades, gusto femenino por 231 novela 581 novios, primera necedad de 608 nuevo, de 197 obligado 582 obras 215 ocasión, ofrece cabellos 547 «Ojos que nos vieron ir no nos verán más en él» 418 Olimpia 190 onza 359 opilación 627 opinión 241, 243, 431 oraciones 325 Orden de la Cartuja 282 Órdenes de la Merced o la Trinidad 328 ordinario 265, 285 Orfeo 565 órganos de faltriquera 294 orina, examen de 347 Ozmín 310 pabellón de la India 457 paciencia 246, 313 pagado 485 pagar la postrer deuda 483 pagarse 544 pagarse de su mano 418 Paladión 235 palestra 578 papaces 328 papeles 211 Paracelso 516

parador de carros 285 pares 360 parias 273 partes 219, 488 partesanas 453 particular 622 partido 321, 340, 434, 305 partija 233 párvulo jovenete 298 pasada 584 pasamanos 395 pasante 210 pasar plaza 231 pasión 296, 314 paso 338 pasos de garganta 224, 466 Pavía 513 pedagogo 480 pelicranio 361 pelo, otro 195, 234 pena (‘castigo’) 209 pena (‘cuita amorosa’) 186, 222 penante 432 penar 391 pensión 246, 271, 524 perder 293 perdiz 196 perejil 561 pergamino 292 periodo 547 perlado 451 pero 369 perra 416 perrillo 471 perro muerto 225, 439 perulero 367 pescar 312 pesos ensayados 414 peste 352 picada (‘incitada’) 396 picado (‘seducido’) 289 picado (‘resentido’) 274, 418

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PICARESCA FEMENINA

picar (‘coito’) 640 picarse 411 piedra filosofal 517 Pierres 200 pies grandes 185 pique 244 Piruétano 310 pistoletes 365 Plaza de la Cebada 197, 411 Plaza de Zocodover 389 «¡Plegue a Dios que te anegues, nave enemiga!» 190 pleito de acreedores 595 pliegos, quince 642 pluma 513 poeta, pobre 211, 632 poeta, puntas de 598 pomo 394 poner de vuelta y memoria 345 poner en costa 247 poner en estado 243 poner en razón 484 poner las manos 343 ponerse en cobro 416, 477 popa 480 portamanteo 266 potencias 219, 597 potreros 318 potro 220 prático 323 prendas 617 prendido 551 presencia 332 prima noche 501 primer papel 339 primera 245 privada 261 privar 614 proa 480 prohijar 562 prometer 202 protestar 246

protoidiotas 364 protoquímico 530 Provincia 200 pruebas de limpieza 293 Puerta de Carmona 373 Puerta de la Vega 201 puerto de Santa María 431 puerto del Rabanal 189 puesto que 473 pullas 187 pulmónicamente 355 punta 275 punta de acíbar 271 que non debieran 603 quemarse las pestañas 530 quien 277 quien es, deberse a 456 quimera 324 química cautela 527 química o quimera 529 Quiñones, Hernando de 438 quitasoles 639 raído 293 rancho 434 rapante ejercicio 583 rastro 348 ratiños 184 razón 257 razón de estado 259 razonado 302, 392 razones preñadas 610 Real Chancillería de Granada 342 reales (diversas cantidades) 189, 202, 232, 306, 315, 375, 413, 528 Rebenque 350 rebozo 325 recaudo 211, 386 recibo 292 récipe 365 recordar 458

ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS

recuestada 211 red barredera 437 Red de San Luis 227 refino 187 regocijo 381 religión 230 reliquias 441 rematado 457, 520 remediar 249 remisión 352 renegar 329 renes 355 renta 246 requies 356 resabios 360 resina 362 resmas 220 resto 245 retraídos 439 reverendas 353 reverendas tocas 585 Ribete 350 riñonicida 355 riza 444 robre 266 roja insignia del patrón de las Españas 600 rollo 362 ropilla 199 ropilla 556 Rosino 516 rotura 343 Rozas, las 193 ruciada 253 ruciente 301 rugas 308 rugir seda 456 sacar 293, 607 sacar por el vicario 462 saco 282 sacudimiento 240

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sagrado 179, 581 salir a la cara 613 salir con las manos en la cabeza 522 Salomón 215 salto 479 salva 620 salvo, a su 528 sambenito 289 santidad 284 santimonia 579 santos, patronazgos diversos (San Adrián, San Antonio Abad, San Antonio de Padua, Santa Apolonia, San Blas, San Crispín, San Dionisio, San Erasmo, San Gregorio, Santa Lucía, San Nicolás de Bari, San Vicente) 258 Sara 299 sarao 495, 638 sardesco 454 sátira 239 satisfacción 240 Saturno 288 saya 185 secreto 214 sellos 292 señora de horca y cuchillo 464 senos 531 seora 201, 382 serafinidad 219 seta hereje 296 Sevilla 370, 432 Sibila de Madrid 482 Sierra Morena 266 siglo 272 siglo, tan del 509 silbatos 341 Silla, encomienda de 593 sino 367 sirte 597 sisado 303 sol, hijo del 531

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PICARESCA FEMENINA

solemnizar 188, 449 soles 625 sombrerete 286 sorber caldo 191 suelas, de tres 309 sueldos de actores 339, 343 sufragáneas 288 sujeto 475 sulfúreos ministros 536 superchería 253 tabardillo 643 tabas 298 tabí 395 tacaño 524 tacete, tacete 643 taco 274 tafetán doble 217 tahúr del vocablo 390 tal vez 184 Talavera 311 talegazos 367 tan de puertas adentro 568 tanto 627 tarasca 298 teatros 347 Tebaida 356 tela, en la 227 tema 347 temas de locura 534 temer + negación 262, 539 temor a Dios 272 tener buen lado 195 tener buena cuenta 432 tener sus humos 381 teniente de baile 179 tercero 235 tercianas 511, 584 tercios 407 textos 211 tiorba 520 tiranizar 198,222

tirar 278 tiro 626 título 199 toalla de Nápoles 440 tocarse 230 tocas 214 tocas largas 255 Toledo, mujeres de 392 tollecer 362 Tolú, mona de 237 tomar 348 tormento 472, 584 Torote, guijarro de 318 torrente 353 torzón 363 tósigo 235 trabajo 190, 431 traído 197 tramoya (‘aparato teatral’) 346, 632 tramoya (‘trampa’) 390, 470 transformación 247, 619 tránsito 398 transportaciones 630 transportín 269, 407 traspillar 397 traspuesto 226 trato 292, 419, 644 trato del araño 540 trena 199 tres 245 trucha 641 Truchado 350 truhán 569 tú 383 tudillos 348 «Una es ninguna» 256 uno 293 vaca 196 váguido 352 Vale 180, 428

ÍNDICE DE VOCES Y CONCEPTOS

Valencia 596 valentía, dado a la 444 valiente 252 valona 196, 213 vaqueta 259 vaqueta de Moscovia 457 vara corta 589 varonil mujer 281 vecino de pared en medio 411 veintidoseno 199, 351 vejamen 365 vela 641 velado 243 velar 243 velo 489 venganza femenina 253 ventana, amiga de la 436 ventores 410, 443 ventosas 361 ventrícula playa 355 verdad, de 285 verde 273, 440 verdor 224, 436 verdugo 311 vestido de camino 434, 608 vestido negro 608 vez de agua 455 viandantes 335 Vilanova, Arnaldo de 516 villanía 276

Vireno 190 virgen 247 virote de Cupido 185 virtud transmutativa 533 vitro 535 viuda, disfraz de 255 vizcaíno 633 voarcé 382 voasté 201 volante 324 volatería 581 volúmines 426 voluntario 505 voluntarioso 618 volverse marzo 250 vos 383 vueltecilla de cadena 337 vuesa merced 383 zahareña 236 zahoríes 289 zalea 306, 316 zancajos 354 zapatillas 213 zapatos 191 zarandaja 226 Zayas, María de 482 Zoílos 180 zorra 206

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