Letras del Reino de Chile
 9783964560209

Table of contents :
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
I. Retórica de las cartas de Pedro de Valdivia
II. La carta VIII de Pedro de Valdivia: retórica y representación
III. Poética del exordio en La Araucana
IV. La tópica de la conclusión en Ercilla
V La Araucana de Alonso de Ercilla: unidad y diversidad
VI. Poetización del espacio, espacios de la poesía
VII. Retórica de la conclusión en la poesía hispanoamericana colonial: el caso Ercilla
VIII. Poesía del descubrimiento de América
IX. Ercilla y Cervantes: imágenes en suspenso
X. Edición crítica de Cautiverio feliz
XI. Un inédito de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán
XII. Mezclando la pluma y la espada: poesía y retórica de Cautiverio feliz
XIII. Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán y otros. Poesía del Reino de Chile: siglo XVII
XIV. Bibliografía de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán
XV. Testamentos chilenos de los siglos XVI y XVII y orden estamental
BIBLIOGRAFÍA

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BIBLIOTECA INDIANA Publicaciones del Centro de Estudios Indianos (CEI) Universidad de Navarra Editorial Iberoamericana

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Dirección: Ignacio Arellano y Celsa Carmen García Valdés. Secretario ejecutivo: Juan Manuel Escudero. Coordinadora: Pilar Latasa.

Biblioteca Indiana, 6

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE CEDOMIL GOIC

Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • 2006

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Derechos reservados © Iberoamericana, 2006 Amor de Dios, 1 - E-28014 Madrid Tel.: + 3 4 91 429 35 22 Fax: + 3 4 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2006 Wielandstr. 40 - D-60318 Frankfurt am Main Tel.: + 4 9 69 597 46 17 Fax: + 4 9 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 84-8489-254-9 (Iberoamericana) ISBN 3 - 8 6 5 2 7 - 2 6 9 - X (Vervuert) Depósito Legal: M. 44.818-2006 Cubierta: Juan M. Escudero Ilustración: detalle cartográfico del estrecho de Magallanes (siglo xvri)

Impreso en España por: Imprenta Fareso, S. A. Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

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I.

Retórica de las cartas de Pedro de Valdivia

II.

La carta VIII de Pedro de Valdivia:

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retórica y representación

51

III.

Poética del exordio en La Araucana

69

IV.

La tópica de la conclusión en Ercilla

89

V

La Araucana de Alonso de Ercilla: unidad y diversidad

107

VI.

Poetización del espacio, espacios de la poesía

121

VII.

Retórica de la conclusión en la poesía hispanoamericana colonial: el caso Ercilla

137

VIII. Poesía del descubrimiento de América

147

IX.

Ercilla y Cervantes: imágenes en suspenso

165

X.

Edición crítica de Cautiverio feliz

179

XI.

U n inédito de Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán

185

Mezclando la pluma y la espada: poesía y retórica de Cautiverio feliz

195

XII.

XIII. Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán y otros. Poesía del R e i n o de Chile: siglo XVII

241

XIV. Bibliografía de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán

305

XV.

Testamentos chilenos de los siglos xvi y y orden estamental

BIBLIOGRAFÍA

XVII

315 325

INTRODUCCIÓN EL C O R P U S DE LAS L E T R A S DEL R E I N O DE CHILE

Para comenzar con una síntesis definitoria del corpus, podríamos decir que las letras del reino de Chile comprenden las producidas durante la época de la dominación española del variable territorio de la Nueva Extremadura o Capitanía General y Gobernación de Chile que se extendía inicialmente desde Copiapó, paralelo 27° sur, hasta el Estrecho de Magallanes, paralelo 55° sur, y desde el mar Pacífico hasta más allá de la cordillera de los Andes: Tucumán, San Juan, Mendoza, en una línea oscilante entre los meridianos 72° y 60°. Valdivia y Chiloé dependieron directamente de Lima durante la época del virreinato del Perú; y la creación en el siglo x v m del virreinato del Plata, privó a la gobernación de Chile de las provincias del otro lado de la cordillera de los Andes. La historia de la hispanización comenzó con el descubrimiento del territorio por Diego de Almagro y su frustrada empresa de conquista que no pasó más allá del río Maule y concluyó en la burla de los retornados con el estigma de «los rotos de Chile». La verdadera historia de la hispanización comenzó con la fundación de siete ciudades —La Serena, Santiago, Concepción, Imperial, Los Confines, Villarrica y Valdivia— por Pedro de Valdivia, que trazaban la fisonomía de un país allí donde no existieron antes ciudades ni organización metropolitana, ni poder central y dominante alguno. A partir de entonces, entre destrucciones y reconstrucciones, comienza la hispanización de Chile. Se trata de casi tres siglos marcados por el conocimiento, la evangelización y el derecho, por las variables culturales del renacentismo de mediados del siglo xvi, el manerismo, el siglo barroco, en varios períodos, hasta los rasgos iluministas, neoclásicos e indepen-

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

dentistas de los primeros veinte años del siglo xix. Un reino cuya imagen surge de la creación, del registro y de la reflexión en torno de la lucha continua por consolidar la hispanización de una sociedad nueva y dominar la vecindad violenta y las constantes rebeliones de un pueblo indomable en el sur del país que marca lo que se llamó desde el principio «las guerras de Chile». ¿Cómo definir el corpus de las letras del reino de Chile? En primera aproximación, las letras del reino de Chile son aquellas que se originaron en el territorio y se refieren a él, o tienen relación con él, con su sociedad, su historia, su geografía, sus naturaleza, su creación literaria principalmente, y su cultura. Letras que escritas por españoles o chilenos, personajes vinculados al país —permanente o transitoriamente— tratan de cualquier cosa que sea y fueron producidas o se refieren a cuanto haya ocurrido en relación con él entre 1520 y 1820. Letras editadas o inéditas en un plan abierto al descubrimiento de nuevos documentos o manuscritos o ediciones. Letras del reino de Chile viene a ser todo lo que en lengua escrita u oral trata del país: 1) la escritura poética o literaria, en sentido estricto, de lengua española en manuscritos o escritos publicados: poesía, narrativa, poemas largos y breves, graves y jocosos, dramas, escritos en Chile o que se refieren a él; 2) las cartas, crónicas, historias generales, noticias breves, memoriales, libros de viajes, tratados políticos, religiosos y filosóficos y sus géneros, cauces o tipos discursivos; todo aquello que constituye las disciplinas de la Literatura, Historia, Geografía, Ciencias de la naturaleza, Política, Religión, Moral, Ciencia jurídica o legal referidas a Chile; 3) la tradición oral de poesía popular, romances tradicionales e históricos o noticiosos, romanceros o cancioneros, y cuentos populares y sus registros escritos; 4) todo aquello escrito en latín que se da en la educación, la literatura de narraciones y poemas, tratados filosóficos o religiosos, diarios de viajes misioneros, etc.; 5) la tradición oral de los pueblos indígenas, en versiones transcritas de las lenguas indígenas y sus traducciones y transliteraciones al español; 6) las fiestas, juegos, y artes que emplean o tienen un componente lingüístico o verbal, escrito u oral; 7) todo aquello que se escribe en el tiempo y se refiere al reino de Chile en los escritos de viajeros u hombres de ciencia españoles, criollos o extranjeros, en español o en su lengua de origen, cualquiera que esta sea. Se trata, en fin, de un corpus multilingüe, de su variada tipicidad literaria, genérica y discursiva, de su transtextuali-

INTRODUCCIÓN

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dad, de su contexto político, social, histórico, geográfico, étnico y de su interculturalidad. ¿Quién escribe? Quien escriba será principalmente un español vinculado a la hispanización, inicialmente, será el descubridor o conquistador, el jefe o el soldado; será luego un chileno o criollo educado en Indias; un civil, un sacerdote o un soldado; excepcionalmente, será una mujer, esposa, soldado o religiosa, española o criolla; o un indígena; o bien será un extranjero, escritor, misionero, visitante, viajero o investigador. Primero, un testigo de lo visto y oído. Luego un historiador o tratadista que consulta las obras anteriores para construir la verdad de los hechos, trazar la historia del país, o bien para distanciarse críticamente de su representación previa, discutir los hechos, confirmarlos, modificarlos, o negarlos en definitiva; un militar, un civil o un sacerdote. Un novelista, dramaturgo o poeta, español o de otro origen, inspirado en las guerras de Chile o en un aspecto de su histórica realidad. Más tarde serán viajeros y científicos, españoles, alemanes, ingleses, italianos o franceses, al servicio o no de la corona española. ¿A quien escribe? En cada caso distinto, al Rey, al Príncipe de Asturias, al superior militar o religioso, a un alto funcionario, a un noble distinguido, a la esposa distante, al esposo distante, al confesor. Más tarde, desde los aprontes del iluminismo, escribirá al prudente lector, al público lector que quiera saber de las Indias y de Chile en particular. El destinatario regular de esta literatura es el monarca en el plan del servicio del príncipe, a quien rinde informes, aconseja, critica o denuncia vicios administrativos u otros a la autoridad del rey o del Consejo de Indias, y pide remuneración o premio. ¿Sobre qué escribe? Siguiendo las normas de instrucciones reales o del Consejo de Indias, escribe sobre la tierra, flora y fauna, el hombre, las nuevas fronteras del imperio, de las guerras, de las misiones y sus necesidades y expansión. Sobre engaños y desengaños, sobre postergación de criollos por peninsulares, o de militares por letrados, sobre las causas de las dilatadas guerras de Chile, sobre el servicio personal y la esclavitud de los indios, sobre gobernantes justos e injustos o malos gobernantes. Sobre la bondad y civilidad de los indios. Sobre la cristianización y el Divino imperio. ¿A quién interesa? Interesa al Rey y al buen gobernante, al imperio y al reino entero, a todos los ciudadanos, así como también al poeta o cronista o historiador o tratadista o corresponsal en cada caso.

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

Entonces y ahora, a quienes quieran saber del pasado histórico de Chile: del crecimiento del saber —antropología, etnografía, geografía, ciencias naturales, botánica, zoología, mineralogía—; del d o m i n i o del territorio y de la interminable guerra de Chile, y quieran explicarse o conocer las razones del imperecedero ardor combativo, la estratégica práctica de la rapacidad formalizada; a quienes deban informarse del funcionamiento del estado misionero. La cronología de las Letras del R e i n o de Chile c o m p r e n d e t o d o aquello que se haya escrito en el largo t i e m p o —tres siglos— que corre entre 1520 y 1820. Es decir, desde Pigafetta y el descubrimiento del Estrecho de Magallanes y la primera vuelta al mundo, y 1536, descubrimiento de Chile p o r la expedición de D i e g o de Almagro y la conquista de Pedro de Valdivia y sus cartas, especialmente p o r los cronistas del Perú y los historiadores generales de Indias, y de allí en adelante hasta los años inmediatos y siguientes a la Independencia de 1818. En la literatura crítica referencial, todo aquello que se ocupe del reino de Chile, de la época y de las letras, autores, obras, géneros, manifestaciones varias, escritos o publicados en Europa o en Indias en el amplio sentido señalado, hasta el día de hoy. El corpus básico o fundamental se ordena en el tiempo desde las tempranas cartas de 1545, de Pedro de Valdivia (1500-1553), el c o n quistador de Chile y fundador de Santiago del N u e v o E x t r e m o y del país. T i e n e n entre ellas el relieve más importante las Cartas que Pedro de Valdivia escribió al Emperador, a sus superiores y a funcionarios de la corona. Al lado de ellas destacan las obras de los cronistas contemporáneos del fundador, cuyas relaciones respondían a una adtestatio reí visae, aquellos que José Toribio Medina llamó «actores y escritores», soldados próximos a Valdivia: J e r ó n i m o de Vivar 1 , Crónica copiosa del Reino de Chile-,Alonso de Góngora y Marmolejo 2 (1523-1576), Historia de Chile; y Pedro M a r i ñ o de Lobera 3 (1530-1594), Crónica del Reino de Chile. Los manuscritos inéditos de estas obras fueron publicados por primera vez en el siglo x i x , salvo en el caso de Vivar, de cuyo manuscrito León Pinelo ya traía referencias, pero que sería publicado p o r primera vez

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Santiago, Fondo Histórico J. T. Medina, 1966. Madrid, Memorial Histórico Español, t o m o IV, 1850. Santiago, Colección de Historiadores de Chile, 6, 1865.

INTRODUCCIÓN

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en 1966. A partir de esa fecha, ha pasado a ser la más publicada de las crónicas chilenas. Todos estos autores han sido objeto de ediciones modernas, algunas de ellas recientes, y al menos de Valdivia y Vivar se tienen ediciones críticas. Se debe a la primera parte de La Araucana (1569) de Alonso de Ercilla (1533-1594) no solo la entrada de Chile en el concierto universal de las letras, su publicación precede a toda otra, sino también el establecimiento de las características dominantes de la crónica histórica — q u e la tiene por antecedente muchas veces citado y a la que precede en la relación o descripción de la naturaleza del país, de sus pueblos indígenas, la modalidad de sus guerras, organización y costumbres—; en la cronística ordenación del relato por gobernaciones sucesivas; en el tratado político y moral; en la crítica moral de vicios y virtudes; y la visión religiosa del mundo. Esta última, en su c o m pleja concepción agustiniana como el providencialismo que ve la historia conducida por la mano divina; la historia como campo de batalla de dos ejércitos: divinal e infernal; y la historia como terreno para la salvación del alma, conforma la visión española impuesta a la interpretación y el sentido de los acontecimientos de la conquista y de la colonización y la evangelización de los indios. La Araucana es la matriz de la literatura del reino de Chile y lo será a partir del siglo x i x de la representación de la nacionalidad misma en el concepto de Andrés Bello. El número de sus ediciones, el número y la calidad de sus lectores desde el tiempo de su publicación han significado por sí solos la conversión del poema de Ercilla en un fenómeno excepcional que afecta y beneficia a Chile. El poema no es sin más una herencia de las letras de Chile sino más bien un m o n u m e n to de España y de su cultura imperial. La representación de la singularidad del mundo indígena en el poema en su forma excepcional dignifica y extiende su relación al m u n d o indígena del país y lo sitúa e incorpora en la cartografía del mundo conocido del siglo xvi. U n siglo después del encuentro de españoles y mapuches estos habían asimilado varias dimensiones de la cultura española. La rebelión de Lautaro, quien deja el servicio de Valdivia, monta a caballo y reorganiza a los combatientes en fuga para volver sobre los españoles y derrotarlos. Es una figura simbólica que anticipa la transformación de la sociedad mapuche que se convierte de una comunidad ribereña de cultivos en una comunidad ganadera donde el caballo y los vacunos son de uso uni-

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

versal. Los indios amigos, los parlamentos, las misiones evangelizadoras, el comercio fronterizo, el cautiverio, en las dos direcciones, producen c o m o efecto una asimilación de formas de la vida hispánica por los mapuche al tiempo que la cultura hispánica escrita registra los contactos, cambios, discusiones y materias disputadas en relación a los indios. Ercilla, quien describe el encuentro de españoles e indios c o m o el de dos estados, también prefigura el cuadro consolidado hacia el siglo x v n de Arauco c o m o nación independiente y fronteriza entre el BíoBío y el Toltén. Cuadro que n o se modificaría sino hacia fines del siglo x i x . Ercilla en su gran p o e m a trazó la imagen de Arauco c o m o u n estado aunque era inexistente. El m u n d o indígena se dividió siempre en reducciones, en varios grupos regionales e independientes hasta el siglo XIX. La epopeya histórica adquiere una trascendencia especial c u a n d o genera lo que se puede llamar el doble ciclo de La Araucana en la imitación del p o e m a p o r poetas de diversas regiones de América y su prolongación dentro de la genealogía chilena en poemas que se extenderán por los siglos x v n y x v m . Entre estos, en Chile, los más destacados: Arauco domado4, con una edición corregida 5 , de Pedro d e O ñ a (1570-C.1636); Diego de Santisteban Osorio 6 , La Araucana, Partes IV y V; Purén indómito, de Diego Arias de Saavedra 7 ; el anónimo, La Guerra de Chile8. Todos ellos, menos la de Santisteban Osorio, con ediciones críticas modernas y recientes; y Compendio historial del descubrimiento, conquista y guerras de Chile (Lima, 1630), de Melchor X u f r é del Aguila. Fuera del ciclo, Pedro de O ñ a producirá El temblor de Lima de 160919 y los poemas panegíricos largos El Ignacio de Cantabria10 y El Vasauro11. D e estos últimos existen hoy ediciones críticas y modernas y algunas recientes.

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Lima, Ricardo Turin, 1596. Madrid, Juan de la Cuesta, 1605. 6 Salamanca, Juan y Andrés R e n a u t , 1597. 7 Leipzig, A. Franck, 1862. 8 Santiago, Imprenta Ercilla, 1888. 9 Lima, Francisco del Canto, 1609. 10 Sevilla, Francisco de Lyra, 1639. 11 Santiago, Prensas de la Universidad, 1941. 5

INTRODUCCIÓN

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La crónica y la historia general de los siglos x v n y XVIII c o m i e n zan con u n período de lo que Medina llama de «relaciones cortas» que precede a las manifestaciones más importantes del siglo x v n . Estas últimas tienen los nombres destacados de obras de renovada ambición del criollo P.Alonso de Ovalle (1601-1651) y su Histórica relación del reino de Chile (Roma, 1646), de la cual existe edición crítica reciente, y del español P. Diego de Rosales (1601-1677) y su Historia General de Chile (Valparaíso, 1 8 7 7 - 1 8 7 8 , 3 vols), editada m o d e r n a m e n t e y reeditada, pero carente de una edición crítica, así c o m o falta de estudio cuidadoso. También existen ediciones modernas, pero n o críticas, de Alonso González de Nájera Desengaño y reparo de la Guerra del Reino de Chile (Madrid, 1866); de Jerónimo de Quiroga, Compendio histórico de los más principales sucesos de la conquista y guerras del Reyno de Chile hasta el año de 1656 (Madrid, 1789), y más recientemente se ha publicado Memorias de los sucesos de la guerra de Chileu; de Santiago de Tesillo, Guerras de Chile, causas de su duración (1647 13 ), Epítome chileno, reimpreso por M e dina en edición facsimilar 14 , y Restauración del Estado de Arauco (Lima, 1665). La literatura de viajes cuenta con Reginaldo Lizárraga (15451615), Descripción breve de toda la tierra de Perú, Tucumán, Rio de la Plata y Chile15; Fray Diego de Ocaña (1570-1608), Viaje a Chile (1600 16 ), su crónica de viaje A través de la América del Sur, parcialmente publicada 17 ; y Antonio Vázquez de Espinosa ( f l 6 3 0 ) , carmelita descalzo español, Descripción del reino de Chile (1630 18 ). Entre los tratados singulares de destacados autores debe señalarse las obras del obispo de Santiago, Gaspar de Villarroel 19 (1587-1665), Gobierno eclesiástico pacífico y unión de los dos cuchillos, pontificio y regio. Más allá de la crónicas e historias generales y relaciones diversas existe u n libro singular, Cautiverio feliz20, de Francisco N ú ñ e z de Pineda

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Santiago, Editorial Andrés Bello, 1979. Santiago, Imprenta El Ferrocarril, 1864. Santiago, Imprenta Elzeviriana, 1911. Madrid, NBAE, XV, 1909. Santiago, Editorial Universitaria, 1995. Madrid, Studium, 1969; Madrid, Historia 16, 1987. Santiago, Universidad Blas Cañas, 1986. Madrid, Domingo García Morras, 1656-7, 2 vols. Santiago, Colección de Historiadores de Chile 3, 1863.

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

y Bascuñan (1607-1682), texto complejo de varios libros, en que d o mina el tratado que explica la razón de las guerras dilatadas de Chile, pero que atrae p o r la historia del cautiverio del autor y de su relación con sus captores. D e este libro existe hoy una edición crítica reciente. Fray Juan Barrenechea y Albis (1638-1707), Restauración de la Imperial y conversión de almas infieles), parcialmente publicada en nuestros días (José Anadón, La novela colonial de Barrenechea y Albis2i, que incluye la extensa narración de los amores de Carilab y Rocamila. D e ésta hará una narración breve la literatura misional del Corónicón Sacro-Imperial de Chile (1805), del franciscano español Fray Francisco Javier R a m í r e z (1742-1813), editado también en nuestros días 22 . El relato de Catalina de Erauso (1592-1650), la llamada M o n j a Alférez, Relación verdadera de las grandes hazañas y valerosos hechos que una mujer hizo en veinte y cuatro años que sirvió en el Reyno de Chile y otras partes al Rey nuestro señor, en hábito de soldado (1625), historia que ha sido objeto de numerosas ediciones y se publicará por primera vez en París, en la imprenta de Julio Didot, 1829, para dar lugar enseguida a versiones novelescas hasta el día de hoy. La obra de Francisco Loubayssin de la Marca, caballero gascón, Historia tragi-cómica de don Enrique de Castro (París, Adrián Tessino, a costa de la viuda de Guillermot, 1617), es una verdadera novela histórica de las Indias. A éstas nos hemos referido en «La novela hispanoamericana colonial» 23 . El Siglo XVIII procesa la información existente y reorienta el i n terés hacia el c o n o c i m i e n t o geográfico y de la naturaleza en sus diversas manifestaciones hasta alcanzar el rigor de la ciencia europea en Juan Ignacio Molina. Sus autores destacados, en su mayoría publicados en el siglo xix, son el capitán Pedro de Córdoba y Figueroa (16821751), Historia de Chile14; el jesuita Miguel Olivares (1713-1793), Historia militar, civil y sagrada de lo acaecido en la conquista y pacificación del reino de Chile25; el jesuita Felipe G ó m e z deVidaurre (1713-1793), Historia geográfica, natural y civil del reino de Chile26; el criollo Vicente C a r vallo y Goyeneche (1742-1816), Descripción histórico-geográfica del Reyno

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Santiago, Editorial Universitaria, 1983. Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1994. En Goic, 1982. Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1862. Santiago, Colección de Historiadores de Chile, 26, 1901. Santiago, Colección de Historiadores de Chile, 14-15, 1889.

INTRODUCCIÓN

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de Chile27;y el español José Antonio Pérez García (1721-1814), Historia natural, militar, civil y sagrada del reino de Chile28. El Compendio della storia geográfica, Naturale e civile del Regno del Cili (Bolonia, 1776) del abate Juan Ignacio Molina (1740-1829), que publicó en italiano sin n o m bre de autor, fue seguida años más tarde por otra obra compleja publicada igualmente en italiano del jesuita expulso y traducida posteriorm e n t e al español, Saggio sulla storia naturale del Cili (Bolonia, 1782); y Saggio della storia civile del Cili (Bolonia, 1787) y, además, dos volúmenes de Memorie di storia naturale lette in Bologna nelle ordenanze dell Instituto dall' abate Joan Ignazio Molina, americano, membro dell'Instituto Pontificio (Bolonia, 1821-1822). Molina fue traducido a varios otros idiomas y reconocido p o r las figuras intelectuales de su tiempo que le visitaron y honraron. E n el siglo XVIH, del mismo m o d o destaca la obra de Manuel Lacunza (1731-1801), La Venida del Mesías en Gloria y Majestad (Londres, 1816), tratado milenarista que logró tempranamente varias ediciones y traducciones y su inclusión en el Indice. Por último, debe mencionarse igualmente el libro de viajes en tres volúmenes del C o n d e de Maule, Nicolás de la C r u z (1760-1826), Viaje por España, Francia e Italia (Madrid, 1806). La poesía lírica p u e d e cobrar las composiciones de Ercilla, p o c o divulgadas, las de Pedro de O ñ a , diversas composiciones locales, y las glosas y poemas originales de Pineda y Bascuñan, romances narrativos de hechos noticiosos, y la sátira Descripción de Santiago de Chile (1740) que imita de cerca —cita u n extenso n ú m e r o de estrofas— y adapta a la situación local la sátira de Juan del Valle Caviedes, manuscrito que ha sido objeto de publicaciones recientes. La poesía popular y el romancero tradicional, en el cual M e n é n d e z Pidal destacaba el hallazgo en Chile del romance del C o n d e de Alarcos, ha sido objeto de c o m pilaciones y estudios importantes. En años recientes, los estudios del género, han volcado su interés sobre escritos de mujeres.Y, novedosamente, sobre autobiografías y cartas de monjas que escriben inducidas por sus confesores. La Relación Autobiográfica de Sor Ursula Suárez, ya registrada y leída por José Toribio Medina en 1878, ha sido editada críticamente y estudiada so-

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Santiago, Colección de Historiadores de Chile, 8, 9 y 10, 1875-1876. Santiago, Colección de Historiadores de Chile, 22-23, 1900.

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lamente en nuestros días. O t r o tanto ha ocurrido y ocurrirá c o n el Epistolario de Sor Josefa de los Dolores Peñailillo, cuya primera referencia hizo también Medina en su Historia. Cartas de mujeres en Chile, 1630-1885, se reúnen en la compilación de Sergio Vergara Quiroz 2 9 . El teatro tiene una existencia activa aunque de producción de obras dramáticas originales precaria y sujeta en diversos m o m e n t o s a c e n suras de las autoridades civiles o eclesiásticas. La literatura latina del reino de Chile, está necesitada de estudio. La poesía presenta la publicación de Brete Compendium Hostium Hereticorum Olandesium (Lima, 1645), del P. Diego N ú ñ e z Castaño y las Elegiae, poesías latinas de Juan Ignacio Molina, recopiladas recient e m e n t e y otros textos. El franciscano Fray Alonso Briceño (15901668) es la figura destacada en filosofía, considerado el primero que cultivó la filosofía en América, p o r su Prima pars celebriorum controversiarum itt Primum Sententiarum Ioannis Scoti Doctoris subtilis Theologorum facile Principis (Madrid, 1638-1642), j u n t o al jesuíta de origen catalán Miguel de Viñas, presente en Chile entre 1680 y 1683 y más tarde en 1699, autor de u n tratado de Philosophia scholastica (Genova, 1709). E n latín, igualmente, a las breves noticias y diarios misioneros se agrega la versión latina de Chilidugu sive res chilenses vel Descriptio Status tum Naturalis, tum Civilis, tum moralis Regni populique Chilensis (Münster, 1777) del jesuíta Bernardo Havestadt (1714-1781). Los diarios m i sionales c o m o el de Havestadt dejan en claro la existencia en las reducciones del mapuche de n o m b r e cristiano y de la tienda preparada para el oficio de la misa, al lado del indígena n o cristiano objeto del aleccionamiento misionero y del bautismo de los niños. Considerado así, el espacio geográfico político en que este corpus se enmarca es cerrado y abierto. Importa el desarrollo y las m a n i festaciones o expresiones escritas y orales en Chile, con arraigo territorial del autor y su experiencia, y en el desarraigo del exilio; o bien sin arraigo, con solo la experiencia del viaje o la lectura de los d o c u mentos. Se trata de obras nunca publicadas en Chile, sino en Lima o en España, o en Italia, o en otro lugar, p o r q u e n o h u b o imprenta en Chile hasta 1812. Importarán las ediciones de los manuscritos q u e se han hecho, tarde o temprano, dentro o fuera del país, y, luego, de sus

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Santiago, Editorial Andrés Bello, 1987.

INTRODUCCIÓN

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ediciones críticas, de los estudios bibliográficos, biográficos, históricos y críticos, hechos en el país o fuera de él. Los modos de la literatura del reino de Chile son de géneros varios y de tipos discursivos y cauces diversos, prosa y verso, y van desde la ficción poética: la poesía, del p o e m a largo — L a Araucana y los poemas de su ciclo y muchos otros— hasta el poema breve, a la narrativa, al drama original escaso, entre las bellas letras; pero principalmente en los géneros históricos o de historia verdadera desde las cartas al emperador, las crónicas de gobiernos o series de gobernaciones, la historia general que se remonta a los orígenes y articula el objeto de la historia en el tiempo global, la historia procuradora de fama y m e m o ria, el d o c u m e n t o de lo visto y oído, a la historia documental que se apoya en las precedentes y las extiende en el tiempo, a las narraciones breves, breves noticias, relaciones, memoriales, viajes, diarios. Destacadamente, los tratados políticos y religiosos. Los tratados misceláneos que mezclan el tratado político y moral, el tratado espiritual, con el de consejero de príncipes, o el de regimine principum, la crónica y la autobiografía. Así c o m o también a otras expresiones de la vida cotidiana, la sociedad y la cultura, c o m o son las cartas privadas y los testamentos. Agréguese a ellos las proposiciones de la ciencia: los tempranos libros de viajes y especialmente los viajes de investigación y exploración científicas, diarios y cartas. El diálogo intertextual entre poemas e historias concierta géneros diversos, entre ellos, la relación, la crónica, la historia general, el panegírico, el tratado de regimine principum, el de consejero de príncipes, y otros de carácter político o moral. E n el siglo x v m este se establecerá entre historia, antropología, lingüística y ciencias de la naturaleza, botánica, zoología, mineralogía. Pero la modalización se ve afectada marcadamente por la visión del m u n d o y la dirección atribuida a la historia. Concepciones c o m o la de translatio imperii, la praeparatio evangélica, que ve en la religiosidad de los incas u n anticipó del cristianismo, el providencialismo, la política de Dios. Será decisiva la modificación realizada en la instauración de la guerra defensiva en lugar de la dominación militar e imperial que dejará lugar al estado misionero e impondrá su modalidad a los años siguientes. ¿ Q u é da origen, motiva o causa de inmediato la existencia de estas letras? ¿Por qué se escribe este corpus? Se hace p o r q u e el autor

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está obligado a informar al Rey y a otras autoridades. Por cuanto sus instrucciones le obligan a proporcionar información sobre aspectos puntuales. Porque requiere recursos de la corona o modificación de sus instrucciones y ampliación de sus derechos. Porque quiere dejar memoria de sí. Porque quiere crear un mundo exótico y revelador, cercano y distante a la vez de la nueva realidad conocida para deleitar enseñando. Porque quiere informar al mundo de la singularidad de su universo. Porque quiere informar de faltas y defectos que requerirían de corrección o reforma. Por amor al saber y para dar a conocer algo a quienes no saben. Por amor a la razón y la justicia. Porque debe responder al mandato de su confesor. ¿Para qué escribe? Para dejar memoria y fama de sí, para alabar y servir al Rey y para dar testimonio de los servicios prestados y recibir premio o reconocimiento; para responder a las instrucciones que ordenan dar relación e informar y aumentar el conocimiento de la realidad, para denunciar faltas e injusticias y procurar el castigo o la reparación, para divulgar el conocimiento de la realidad natural y civil y para encantar y dar amenidad a la representación y el conocimiento del mundo, es decir para deleitar y enseñar, conforme a la norma clásica, y para dar expansión al saber del prudente lector o del público lector. En materia de educación, desde los años tempranos de la conquista hubo maestros laicos y especialmente centros de enseñanza de primeras letras y latinidad en las parroquias y en los conventos de franciscanos, mercedarios, agustinos y jesuítas, con establecimientos en Copiapó, La Serena, Valparaíso, Chillán, Valdivia, Quinchao, En los conventos de Santo Domingo, San Agustín, San Francisco se enseñó algunas cátedras de Artes, Lógica, Metafísica, y Teología y se concedieron los grados de Bachiller en Artes, de Licenciado en Artes y de Doctores en Teología. En un medio que carecía de imprenta, existe un número considerable de manuscritos de tratados teológicos, filosóficos y retóricos en latín, no estudiados, y la necesidad de explorar las bibliotecas conventuales en procura de una información más completa. La universidad Pontificia de Santo Tomás, del convento de Santo Domingo, después de prolongadas gestiones que se inician en 1589, y se renuevan en 1610, fue creada, finalmente, en 1617 por bula de Paulo V, y renovada en 1684, por Inocencio XI. A esta universidad pontificia se sumó el Convictorio de San Francisco Javier, que dio lu-

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gar al Colegio Carolino y Máximo de San Miguel después de la expulsión de los jesuitas. En 1738, se instituyó la R e a l y Pontificia Universidad de San Felipe, cuya creación se había buscado desde 1713, con el fin de satisfacer a los estudiantes de Santiago, Buenos Aires, Tucumán y el Paraguay, atendida la enorme distancia que los separaba de Lima y de la Universidad de San Marcos. La Real y Pontificia Universidad de San Felipe fundada en 1738, por decreto real, adquirió el sitio para su construcción en 1743, se nombraron seis examinadores en 1746 y se designó rector perpetuo a Tomás de Azúa el 10 de enero de 1747.Todavía tardó la construcción del edificio de la universidad hasta 1768, en cuya puerta principal llevaba un escudo con una mitad con la efigie del santo patrono y en la otra el escudo de la ciudad con una orla que decía: Academia chilena in urbi Sancti Jacobi. Finalmente, sus aulas se abrirían el 10 de junio de 1756 para estudiantes de las provincias de Buenos Aires, Tucumán y ftraguay. La Universidad de San Felipe funcionó hasta que el decreto de gobierno de 1842 la reformó dando origen a la Universidad de Chile. El laicismo y la hispanofobia heredados del siglo x i x han impedido hasta hoy mismo a la Universidad de Chile, fundada por decreto supremo de 1842, el reconocimiento de su pasado —renuncia a cien años de su historia—, como casa de estudios reformada de la Real y Pontificia Universidad de San Felipe y como establecimiento del estado docente, carácter que su sucesora conservaría hasta el siglo x x . En 1697, se crearon cátedras de lengua araucana en Santiago y Concepción especialmente para la enseñanza de misioneros. En la ciudad de Concepción se creó el Convictorio de San José (1724). En 1775 se abrió un seminario de naturales en el Colegio de San Pablo. En 1797 se fundó la Real Academia de San Luis, de Manuel de Salas (1754-1841) que persistiría en el nuevo espíritu ilustrado hasta 1813, año en que se transformaría en el Instituto Nacional. Entre las manifestaciones culturales se contaban las fiestas religiosas y las fiestas civiles: las juras de fidelidad a un nuevo monarca; los recibimientos de nuevos gobernadores; las justas poéticas, así como j u e gos, danzas y cantos indígenas. Desde temprano se registra información de las manifestaciones orales de la poesía y el canto y la oratoria indígenas —transcritos en crónicas y tratados diversos— que luego darán lugar a la etnoliteratura que reproduce por escrito texto orales y que se verá desarrollada en nuestros días con las publicaciones bilin-

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

gües de poetas mapuche. Rodolfo Lenz y Yolando Pino Saavedra recogieron y transcribieron al español los relatos orales mapuches. Los estudios de las lenguas indígenas comenzaron junto con las misiones con las publicaciones de los padres Luis de Valdivia, Andrés Febres y Bernardo Havestadt. Viajeros que pasaron por Chile en el siglo x v m contribuyeron a la descripción geográfica, etnográfica y natural del país: Amadeo Frezier, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Louis Antoine de Bouganville, James Cook, John Byron, Hipólito Ruiz, José Pavón y José Dombey, Alejandro Malaspina, José de Moraleda, Thadeus Haencke, Jorge Vancouver, entre otros. Los artículos que aquí se recogen fueron escritos entre 1970 y 2005 y se refieren principalmente a las cartas de Pedro de Valdivia y el análisis particular de dos de ellas; a diversos aspectos retóricos y poéticos de La Araucana de Alonso de Ercilla, entre ellos la discusión de la unidad del poema, y a la relación transtextual entre las obras magnas de Ercilla y Cervantes; a Cautiverio feliz, su edición reciente y el manuscrito de la Suma y Epílogo del mismo libro de Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñan y al estudio y compilación de sus poesías originales, traducciones y poesías de otros autores, desprendidas del libro; y, finalmente, a los testamentos chilenos de los siglos xvi y xvn. Estudian las diversas formas —epístola, epopeya, poesía, tratados y testamentos— desde el punto de vista de la poética y la retórica clásicas y renacentistas y de la poética actual, atiende en algunos casos al relieve que alcanza la novedad del asunto y la conciencia del margen, los vectores de la hispanización y la inevitable y fundamental centralidad de las letras del imperio.

12 de octubre de 2005

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30 Se recoge aquí sólo la bibliografía citada en esta introducción dado su carácter específico.

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L E T R A S DEL R E I N O DE CHILE

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INTRODUCCIÓN

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VILLARROEL,

I. R E T Ó R I C A D E LAS CARTAS D E P E D R O D E VALDIVIA

Las cartas de Pedro de Valdivia escritas durante su gestión como gobernador de la Nueva Extremadura abarcan un período que se extiende desde 1540 a 1553. Aunque su número se estima en algo más de treinta1, no se han conservado sino once. Su valor informativo aparece un tanto limitado por cuanto un mismo contenido se repite en varias de ellas, de fechas iguales o distintas, dirigidas a destinatarios diferentes. Aunque estudiadas en varios aspectos significativos por una importante y no poco cuantiosa bibliografía2, falta sobre ellas un estudio que considere las peculiaridades retóricas de su contenido, de su género y estilo y corrija algunas apreciaciones fundadas en rasgos aparentes o en convenciones muchas veces repetidas. Las páginas que siguen tienen el propósito de discutir algunos aspectos relacionados con el género de las cartas escritas por Valdivia y con el arte de su escritura. Es de observar, sin embargo, que las artes de escribir cartas se

1

Ver Medina, 1928, pp. 9 6 5 - 7 1 . «El estudio prolijo de los documentos de la épo-

ca permite establecer que la cartas escritas por Valdivia siendo gobernador de Chile fueron no menos de treinta y una, de las cuales solo o c h o para aquella fecha, aunque, por fortuna, las de más trascendencia histórica, eran conocidas de años atrás. De las que llamamos de importancia secundaria, esto es, las restantes, únicamente se ha podido hasta ahora determinar por referencias las fechas, en muchas veces más o m e nos aproximadas, en que fueron escritas y a las personas a quienes estaban destinadas», p. 965. 2

La bibliografía sobre Valdivia ha sido ampliada hasta la fecha de publicación en

la ed. de J. Eyzaguirre de las Cartas. Después de esa fecha las contribuciones han continuado. Solo queremos destacar las de Rodolfo Oroz, sobre la lengua de Pedro de Valdivia (1959) y las del historiador Sergio Villalobos (1983, tomo I, pp. 1 0 6 - 2 2 7 y ss.), que revisa la visión idealista de Eyzaguirre (1946).

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

refieren a la actividad humanista y a las letras latinas. La carta en lengua vernácula alcanza por el mismo tiempo un desarrollo importante 3 y los manuales o secretarios de cartas abundan al tiempo que las normas cancillerescas establecen líneas de gran rigidez para la redacción de la correspondencia oficial. El fenómeno digno de observación es que las cartas en lengua vernácula alcanzan un plano de excepción con las cartas de Indias, latinas o no. Téngase presente que las Decades de Orbe Novo, de Pedro Mártir de Anghiera o Anglería, tienen la forma de cartas y que la lettera rarísima de Colón es traducción latina de su carta del cuarto viaje que alcanzó especial divulgación por estar escrita en latín. Otro tanto ocurre con la carta Mundus novus de Américo Vespucci. A pesar de ello no se registra rastro alguno de estas cartas en las artes contemporáneas. Si hay, pues, un género que se desarrolla en forma espectacular, a partir de circunstancias nuevas, que sigue y a la vez modifica la normativa existente, son las extraordinarias cartas de Indias que se extienden desde el descubrimiento hasta la conquista 4 . Los años que corresponden a la vida activa del conquistador coinciden con el período del humanismo europeo en el cual se produce la discusión más importante sobre el arte de escribir cartas p o r obra de dos grandes humanistas hermanados entre sí en más de un aspecto. Estos son Erasmo de Rotterdam y el humanista español Juan Luis Vives5. En correspondencia con lo que Burckhardt 6 , después de Jules Michelet, llamó el descubrimiento del hombre y del mundo, crece doblemente la calculada conciencia con que se escriben las cartas y con la que al mismo tiempo se crea la propia personalidad y se proyecta creadoramente, esto es, calculada y conscientemente, el mundo.

3 Ver Guillén, 1986. E n este excelente ensayo se echa de menos la referencia a las cartas del descubrimiento y conquista. 4

Aparte de las compilaciones de cartas del período y de diversas regiones, ver Lockhart y O t t e (1976). 5 Las obras de Erasmo y Vives muchas veces publicadas juntas a partir de 1545, se publicaron inicialmente c o m o De conscribendis epistolis (1522), con más de cien ediciones, y De conscribendis epistolis (Amberes, 1534), con más de dieciséis ediciones en la primera mitad del siglo xvi, respectivamente. Sobre el arte de las cartas de Vives ver H e n d e r s o n (1983a). 6

Ver Burckhart, 1954.

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1 Las artes de escribir cartas, De Ars Conscribendi Epistolis, del R e n a c i m i e n t o se o p o n e n en general al carácter rígidamente preceptivo y formulístico de las Ars dictaminis del medioevo 7 y j u n t o con recuperar la tradición del género epistolar y de su retórica, de D e m e t r i o de Faleron hasta el quattrocento, elaboraron u n arte más libre e i n d e pendiente del apego a la retórica de la oratoria y sus partes. Las distinciones fundamentales afectan p r i m e r a m e n t e a la definición del género, desde Demetrio, c o m o conversación entre personas ausentes 8 ; a la d i s t i n c i ó n d e dos g é n e r o s f u n d a m e n t a l e s desde C i c e r ó n y Liburnius y la tradición retórica: genus negotiale vel severus y genus familiare. La diversidad de las cartas, n o reducible a u n sistema rígido, lleva a considerar lo que quien se dispone a escribir cartas debe tener en cuenta antes de ponerse a hacerlo: 1) quién es el que escribe, 2) a quién escribe, y 3) sobre qué asunto escribe. Considerando en seguida el contenido de las cartas de acuerdo al asunto de que traten, este p u e d e dar lugar a tres clases: 1) las que tratan de aquellas cosas que nos conciernen, 2) las que tratan de las que conciernen a quien escribimos, o a los dos, y 3) las que tratan de lo que concierne a otros. E n relación a las primeras el asunto p u e d e referirse a: 1) el alma, 2) al cuerpo, o 3) a cosas externas o lejanas. Cada u n o de estos c o m prende aspectos parciales o globales de cada esfera. Así el alma: intelecto, m e m o r i a y voluntad, y dentro de cada u n o de ellos sus virtudes o vicios (Vives, 13); el cuerpo: el exterior o la piel, el interior, o el conjunto. Mientras las cosas externas o ajenas comprenden: dinero, vestidos, honor, estado, raza, obras, amigos, enemigos, nación, fama y posteridad (Vives, 14). D e esta manera, las cartas sobre asuntos determinados p u e d e n dar origen a clases o géneros como, por ejemplo, en referencia a las cosas que nos conciernen, en relación a los asuntos externos o ajenos, si la carta hace referencia a los servicios y obras realizadas o n o realizadas o a la buena o mala fortuna, dará lugar a la carta de petición (de dinero, estado, honor, ayuda contra el enemigo), y a cartas de recomendación, si se escriben para u n amigo. Si se refieren

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Ver Murphy, 1974, y Henderson, 1983b. Ver Demetrius, On Style, IV, PP- 223-39. Para lo que sigue mis referencias al texto de Vives corresponden a los números de los parágrafos de De Conscribendis epistolis, ed. C. Fantazzi (1989). 8

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al alma, darán lugar a las cartas de c o n s e j o (referentes al intelecto, la m e m o r i a o la voluntad), o a cartas de conciliación (destinadas a ganar el a f e c t o o la b u e n a voluntad), a cartas d e cortesía (referentes al c u l tivo o f o r t a l e c i m i e n t o de la b u e n a voluntad). Si se refieren al c u e r p o , se t e n d r á cartas de c o n s e j o o d e p e t i c i ó n , referentes a la salud, c u ración, debilidad o fortaleza. A h o r a , e n relación al destinatario se t e n drá la carta panegírica si lo elogiamos, o c o n t a m o s algo sobre él; carta de amistad o j o c o s a , si le d a m o s p l a c e r c u a n d o b r o m e a m o s o c o n t a m o s u n a historia para e n t r e t e n e r l o , o carta d e i n s t r u c c i ó n , e x h o r t a c i ó n , a d m o n i c i ó n , reprobación o censura, felicitación (si nos r e f e r i m o s a cosas q u e le serán provechosas), p u d i e n d o r e f e r i r n o s a todas las cosas del alma, del c u e r p o y cosas extrañas. Así e n relación al alma, p o r e j e m p l o , t e n d r e m o s la carta d e c o n s o l a c i ó n y d e estímulo, q u e se r e m i t e n a los afectos para despertar u n s e n t i m i e n t o o r e p r i m i r u n a e m o c i ó n excesiva. Las cartas q u e involucran a los dos, r e m i t e n t e y destinatario, son las q u e tratan de intereses m u t u o s , n e g o c i o s m u t u o s o c o m p a r t i d o s c o m o e n las cartas comerciales, cartas d e protesta o de invectiva (Vives, 15). Las cartas q u e tratan d e cosas q u e c o n c i e r n e n a otros relatan lo q u e ha sido h e c h o e n casa d e o t r o o e n o t r o país, lo q u e alguien dijo, h i z o o p e n s ó . N a r r a c i o n e s d e este tipo, q u e tratan de los asuntos d e otras personas, se hallan mezcladas e n t o d o t i p o d e cartas y se llaman p o r eso cartas mixtas. Vives sienta b i e n el c r i t e r i o d e su clasificación c u a n d o advierte, finalmente: Porque ¿quién podría incluirlas a todas o perseguirlas individualmente, siendo infinitas en número? Los filósofos tienen razón cuando dicen que el conocimiento no tiene que ver con las cosas particulares desde que son infinitas en número. (Vives, 16)9 E n t r e las partes d e la carta la inicial se refiere a la salutatio, es d e cir a las f o r m a s del saludo y a los adjetivos q u e a c o m p a ñ a n a los n o m bres d e las personas. La preceptiva erasmiana y vivesiana dicta la s e n cillez y falta de afectación c o m o n o r m a a seguir (Vives, 4 5 - 5 7 ) .

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El problema de la clasificación de tipos o géneros de cartas tiene, en Vives, una elaboración más compleja y sistemática que la que alcanzó la carta en la Antigüedad. Ver Thraede, 1970. En español puede verse una buena síntesis de este problema en M u ñ o z Martín (1985).

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D e las partes retóricas es aceptable el exordio mirado c o m o el más difícil porque constituye el p r i m e r e n c u e n t r o con el interlocutor (Vives, 5). D e b e tomar en cuenta quién escribe, a quién se escribe y sobre qué se escribe; quiénes somos para él y quién es él mismo, porque esto deberá proporcionar el t o n o a la carta entera. Al príncipe se ha de escribir c o m o quien recurre a u n refugio, pues n o puede hacer distinción entre los conocidos y los desconocidos; todos los que se han confiado a su cuidado son suficientemente reconocidos (Vives, 7). Del resto de las partes: narratio, petitio, valedictio, que tanto Erasmo c o m o Vives distinguen, Vives se refiere a la inventio en c o n j u n t o con la dispositio y considera que n o hay orden fijo en el cuerpo de una carta y que se debe escribir de acuerdo a las circunstancias y se debe empezar por donde se quiera pensando que n o hay nada más agradable que la simplicidad sin adornos o afectación. Bastaría agregar algunos nexos extraoracionales para referirse a partes previas o ulteriores (Vives, 58). C u a n d o la carta se dirige a la persuasión se necesita más artificio y una vez elegida la manera de ordenar deberá ser sistemáticamente sostenida. En cuanto a la elocutio o dicción una carta es reflejo de la conversación cotidiana y del diálogo continuo y fue inventada con el solo propósito de referir y representar la conversación de quienes están ausentes uno de otro. Por lo tanto su función principal es reproducir tan fielmente como sea posible el tono de la conversación y el hablar familiar. (Vives, 71)

Esta n o r m a se basa en la convicción de que «todo arte tiende a su mayor perfección así c o m o más se acerca a su esencia natural». Este principio fue sostenido antes por Cicerón y Quintiliano e informa los ideales retóricos del Renacimiento que llevan a afirmar a Castiglione 10 este principio de naturalidad para establecer la conversación con el

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Castiglione, II Cortegíano. Junto con representar la significación solar que el Príncipe tiene en la corte, objeto central de amor y adoración del cortesano, que orienta todas sus virtudes al placer de él, destaca como el momento de máxima excelencia la conversación: «la conversación a la que más el cortesano con todas sus fuerzas, ha de atender, para hacerla dulce y agradable, ha de ser la que tuviere con su Príncipe, y puesto que este nombre de "conversación" traiga consigo una cierta significación de igualdad, que parece no poder caber entre señor y servidor, todavía no-

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Príncipe c o m o la instancia ideal que ha de servir de n o r m a al hablar cortesano. También se habla, p o r último, del sobrescrito (superscriptio) o dirección de la carta (Vives, 69-70).

2 Entre las cartas de Valdivia p o d e m o s encontrar géneros m u y distintos de clara y reconocible identificación. La carta I, p o r ejemplo, es una carta de condolencias dirigida a Gonzalo Pizarra con motivo de la m u e r t e de Francisco Pizarra. La carta tiene una salutación de marcas interesantes p o r lo que refleja de las fórmulas de tratamiento practicadas en el Perú. Valdivia trata de «Magnífico señor», «magnífica persona» y de «su señoría» a Gonzalo Pizarra, quien a su vez lo trataba a Valdivia de «Muy magnífico Señor» 11 . La carta es respuesta a la escrita p o r Gonzalo Pizarra dos años antes y manifiesta el dolor p o r la muerte del Marqués, hace su alabanza y la de su muerte digna; y expresa la conformidad y el consuelo en la venganza, tan digna c o m o la de César p o r Octaviano, comparado referida a las letras clásicas que matiza con este rasgo la prosa de Valdivia en este y otros pocos casos; confirma su vasallaje y disposición de servir a su señoría; estima lo o c u r r i d o c o m o u n a pérdida personal; i n f o r m a q u e escribe a su Majestad pidiendo la protección de los hijos del Marqués, «esos h u e r fanitos», «esos señoritos huérfanos»; y que ha hecho que se hagan «honras y cabo de año», cosa que repite más adelante, en m e m o r i a del fallecido. La carta responde («Acá llegó») a la presentación de Gaspar de Orense y J. B. Pastene («También vino») y presenta a su vez al portador Alonso de Monroy. La despedida (valedictio) «A esos señores todos beso las manos», sigue a la petición de informar de su «magnífica persona», la protesta de servicios y de las honras en memoria del Marqués. Entre los datos de interés de esta carta está la advertencia q u e hace

sotros la llamaremos así». D e la significación de este modelo renacentista deriva Menéndez Pidal la identificación del «tipo superior lingüístico de este período». Ver Menéndez Pidal, 1947, p. 60. 11 Ver «Carta de Gonzalo Pizarra al gobernador Pedro de Valdivia dándole cuenta de lo ocurrido en el Perú, y de la muerte de Blasco N ú ñ e z de Vela», en Memorial Histórico Español, 1852, tomo IV, pp. 385-402.Ver la nota de Medina, 1888-1902, t o m o VIII, p. 137. Sobre las formas de tratamiento ver Durand, 1953. El tema dio lugar en el Perú a una literatura que incluye por igual la sátira en verso y en prosa.

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Valdivia a Pizarra sobre su lealtad a Vaca de Castro, el nuevo gobernador 1 2 . O t r o género de carta de fácil identificación es la carta IV, del 5 de septiembre de 1545, de presentación, de que provee Valdivia a A n t o nio de Ulloa mensajero de la carta II, del 4 de septiembre, dirigidas ambas al Emperador. D e esta carta destaca la despedida: S.C.C.M.—Nuestro Señor por largos tiempos guarde su sacratísima persona con la superioridad de la monarchía del universo. Desta cibdad de La Serena, en este Nuevo Extremo, a cinco días de setiembre, 1545.— S.C.C.M., muy humillde subdito y vasallo, que las sacratísimas manos de V.M. besa.—Pedro de Valdivia. Q u e d a aquí m u y en claro, c o m o en el caso de Cortés, que los subditos del rey en todos los extremos del imperio se identificaban con el concepto de la monarchia universalis y c o n ella la conciencia del carácter excepcional de los tiempos que vivían 13 . O t r o tanto p u e d e percibirse en la despedida de la carta VI: Sacratísimo César, Nuestro Señor por largos tiempos guarde la sacratísima persona de VM. con augmento de la cristiandad y monarquía del universo. Desta cibdad de Sanctiago del Nuevo Estremo, ix de julio, 1549. El más humilde subdito y vasallo de vuestra Majestad que sus sacratísimas manos besa.—Pedro de Valdivia. (VI, 83) El sobrescrito de esta última tiene la siguiente Dirección: «Al Sacratísimo e Invictísimo César, Emperador de los R o m a n o s , R e y de Alemaña, de Spaña, de las Dos Sicilias, de Jerusalem, etc., nuestro soberan o señor y monarca» 1 4 . La cubierta señala b a j o la cruz: «Nuevo Extremo.—Chile.—A S. M., de Pedro de Valdivia, de I X de julio de 1549.—Visto.—Para t o d o s . — N o responder—Y a Zayas se t o r n e a escribir lo que se le ha escripto de las conquistas y rancherías» 15 . La car-

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Ver Medina, 1928, pp. 965-71. Ver Menéndez Pidal, 1942. 14 Este sobrescrito puede confirmar la idea y reducir la duda de Elliot (1989. pp. 7 y ss.) sobre la capacidad de los españoles de pensar en términos imperiales. 15 Puede verse en la edición de J. Eyzaguirre, 1955, VI, 76. Esta parte de la carta aparece suprimida en la edición crítica de Mario Ferreccio Podestá, sin explicación alguna. 13

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ta VI, de Santiago, 9 de julio de 1549, la tercera de las seis cartas dirigidas al Emperador que se han conservado, es una carta de excusas, importante porque cifra lo que va a ser la característica dominante de las cartas que se han conservado16. Luego de la salutación va un breve exordio en el cual resume los servicios, «a imitación de mis antepasados», donde se ha hallado y en Indias y provincias de Nueva Extremadura; en la restauración del Perú ante la rebelión de Gonzalo Pizarro, bajo la comisión del Licenciado Pedro de La Gasea que le dio la autoridad de Gobernador y Capitán General del Nuevo Extremo, quien lo favoreció para regresar con nuevos avíos a Chile para mejor y más servir. Queda confiado como el Presidente «habrá hecho relación de todo y yo mismo la di por mis cartas vuestra Majestad de la cibdad de los Reyes» (VI, 81). Cartas estas de las que no se tiene noticias. De Los Reyes aparece solo fechada la carta V dirigida Al Consejo de Indias, el 15 de junio de 1548. La relación sigue el progreso de su viaje al Nuevo Extremo para encontrar, primero, que los indios de Copiapó se han sublevado, y, luego, que La Serena ha sido destruida. «Y como traya presupuesto» se dispuso a reconstruir La Serena por considerarla la llave desta cibdad de Sanctiago, que es la puerta para entrar en la tierra, y porque esta no se me cerrase para el efecto de mi deseo, han sido en demasía los trabajos que he tenido hasta aquí y gastos que he hecho en la sustentación de todo, sin haber habido ningund provecho particular. (VI, 81-82)

Apenas presentadas las provisiones reales en el cabildo, las recibieron y a mí por virtud de ellas por Gobernador y Capitán General de vuestra Majestad, y se pregonaron con el regocijo, solepnidad y abtoridad que se acostumbra y ellos y todo el pueblo pudieron. (VI, 82)

Luego anuncia el envío de Villagra, su Teniente General, para que pase al otro lado de la cordillera de la nieve para poblar, mientras él seguirá adelante intentando poblar una ciudad «donde comienza la

Ver mi artículo, «Retórica y representación: la Carta VIII de Pedro de Valdivia», 1992c.

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grosedad de la gente y tierra». Tierra bien vista por él, así como en demanda de lo mismo han ido a oscuras y a la ventura los de R í o de la Plata. La rebelión indígena y la destrucción de los pueblos y los gastos y trabajos que han traído consigo le dicta una conveniencia más inmediata y urgente que despachar un correo haciendo relación de sus «servicios y pedir mercedes y enviar por mi mujer y casa». Por donde se vuelve a oír la voz del rey que en sus instrucciones ha ordenado a los conquistadores a enviar por sus mujeres (ver X, 182 y XI, 189). Le ha convenido más, de acuerdo a las circunstancias, enviar a su teniente para traer nueva gente con el oro «sacado de mis cuadrillas» que habría destinado a lo primero y pidiendo dinero prestado entre amigos por convenir así a la honra de vuestra Majestad y conservación de su real hacienda, que por estas dos cosas tengo de posponer las propias toda la vida, teniendo delante los ojos la obligación con que nací de cumplir primero con mi rey; y como haya dado vado a esto, que es lo principal, atenderé a lo que me tocare como acesorio. (VI, 83) El argumento es bien claro; un bien superior le obliga a postergar otros bienes. Concluye agregando a la súplica un serio argumento que da relieve a la importancia de la conquista y fuerza suasoria a la protesta de servicio uniendo la prosperidad a la salvación, «pues está a la mano el poderse convertir grandes provincias populatísimas» (VI, 83): a vuestra Majestad suplico sean en este caso acebtas mis excusas, pues van fundadas solo en hacer lo que soy obligado en el servicio de vuestra Majestad; porque aquello en que más pudiere servir estimo ser mi mayor prosperidad y camino de salvación, pues está en la mano el poderse convertir grandes provincias populatísimas de que Nuestro Señor será tan servido y el real patrimonio de vuestra Majestad ampliado. (VI, 83) La fuerza suasoria descansa en el argumento que apela a la conciencia religiosa, el mismo que empleó Las Casas y usaron los franciscanos, cada cual a su manera. En el conquistador la fuerza reside en que el número abundante de habitantes permite dar los premios debidos a los soldados y de esa manera asentar la población y sustentación de la tierra. La carta VII, dirigida a sus apoderados en la corte, dupli-

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ca el contenido de la carta VIII, tal vez la más importante de todas tanto por su extensión como por su contenido, junto con la carta II. La carta IX, es carta de respuesta y cuenta de la correspondencia recibida y enviada. Finalmente, las cartas X y XI, de igual fecha son cartas de información de servicios y presentación de mensajeros que portan, ahora sí, la relación y descripción de la tierra requeridas por la corona. Las cartas duplican su propia significación autodefiniendo su sentido y excluyendo el género que habitualmente se les atribuye.

3 La carta II es la primera de las dirigidas al rey que se conservan, y junto con la carta VIII, las dos misivas de mayor importancia entre las escritas por Valdivia. Ambas son cartas serias, del género mixto de excusas y relación de servicios que habla de intereses comunes que importan y obligan por igual al remitente y a su destinatario. Autorepresentan significativamente a quien escribe, quedan definitivamente condicionadas por la identidad y altura de su destinatario, y se escriben en repuesta al mandato del Príncipe tratando de aquello que se le ha encomendado hacer en las provisiones que ha recibido y aceptado cumplir. En lo que sigue, procederemos a analizar la carta II con algún detalle. Las cartas de Valdivia poseen las partes prescritas. Entre ellas, la primera, después las salutaciones, es el exordio, que no falta nunca en ellas, en el cual de ordinario da cuenta de sí mismo haciendo un breve sumario de sus antecedentes en el servicio del rey. El exordio de la carta al Emperador Carlos V, de La Serena, 4 de septiembre de 1545, resume en breve los cinco años de servicio en el Perú y Chile y anticipa la excusa «y en todo este tiempo no he podido dar cuenta aV.M. de lo que he hecho en ellas, por haberlo gastado en su cesáreo servicio». Se consuela de que el Rey haya sabido de sus servicios por otros, en este caso a través del Marqués Pizarra y luego del Gobernador Vaca de Castro: tengo a muy buena dicha hayan venido a noticia de vuestra majestad mis trabajos por indiretas, primero que las importunaciones de mis cartas. (II, 26)

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Anticipa la súplica de mercedes y se halla merecedor de todas las que le pueda conceder por la voluntad que tiene de servirle. Espera concluir sus trabajos antes de dar la relación a que está obligado, aplazándola e n tanto que los trabajos de pacificar lo poblado m e dan lugar a despachar y enviar larga relación de toda esta tierra, y la q u e t e n g o descubierta e n n o m b r e de vuestra Majestad y la v o y a conquistar y poblar. (II, 2 6 - 2 7 )

El exordio anticipa así el contenido general de la carta c o m o carta de excusas y los argumentos que utilizará para disculparse de n o informar a tiempo y para justificar a la vez, y sin embargo, las m e r cedes o premios a que aspira 17 . La narración q u e sigue se ordena en estricto orden cronológico condensando el discurso los hechos ocurridos en los últimos cinco años, desde abril de 1539 en que recibió la provisión de teniente de Pizarra, hasta 1545 en que escribe. Esta parte de la narratio se caracteriza porque deja u n hiato entre el tiempo del relato y el tiempo de la historia, resumiendo en pocas páginas los acontecimientos de esos años que importan. Comienza por referirse al carácter de tierra infamada que tenía la de Chile y el sentido particular que la empresa que va a realizar tiene para acreditarla c o m o servicio al monarca. Sigue con la descripción de la organización de la empresa de conquista, j u n tando ciento cincuenta hombres de pie y caballo, pasando en el camino todos «grandes trabajos de hambres, guerras con indios y otras malaventuras» (II, 27). C u e n t a c ó m o tardó u n año en llegar al valle del Mapocho. Relata la fundación de Santiago y c ó m o requirió o habló a los indios y c ó m o estos le sirvieron p o r cinco o seis meses y levan-

17 El historiador Sergio Villalobos es de los pocos que insinúa el carácter retórico de las cartas de Valdivia: «Todo, en las cartas se hace vivido y se cubre de e m o ción realzando el batallar del jefe conquistador contra un sinnúmero de dificultades. A través del estilo es imposible descubrir al capitán de voluntad dura y cálculo frío que manejó las situaciones con mano rigurosa. Su acción se ablanda, se hace simpática y se la comprende. N o se puede dejar de estar a su lado y ese era, precisamente, el efecto que buscaba. Así el monarca y las autoridades estarían dispuestos a reconocer sus méritos y darle buenas recompensas».Ver S.Villalobos, 1977, pp. 104-106. Para la gravitación actual de la retórica en las ciencias humanas ver Nelson, Megill y McCloskey, 1987.

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taron las casas de madera y barro de los españoles de acuerdo a la traza que Valdivia les dio. U n importante papel juega en estas cartas la palabra indígena, aspecto que volveremos a considerar más adelante (II, 35, 51) y que debe unirse a la consideración de otras fuentes de información citadas en el texto de la carta (II, 34-36, 36-37, 38) 18 . Dos diferentes informaciones se presentan con este origen, como explicación de los trabajos y de las necesidades prácticas de la conquista y de la consolidación de lo conquistado. La primera se refiere a la noticia de que Mango Inga, señor del Cusco que andaba rebelado del servicio de vuestra Majestad, había enviado a avisar a los caciques della cómo veníamos, y que si querían nos volviésemos como Almagro, que escondiesen todo el oro, ovejas, ropa, lana y algodón y las comidas, porque como nosotros buscábamos esto, no hallándolo, nos tornaríamos. (II, 28) Cosa que los indios hicieron. La réplica valdiviana fue practicar la misma medida en su beneficio: en lo que proveí primeramente fue en tener mucho aviso en la vela, y en encerrar toda la comida posible, porque, ya que hiciesen ruindad, esta no nos faltase; y así hice recoger tanta, que nos bastará para dos años y más, porque había en cantidad. (II, 28) Arrasar la tierra recogiendo y destruyendo las comidas era llamado en aquel tiempo hacer la «guerra galana»19. La consecuencia de esta medida no era otra que causar una hambruna generalizada entre los indios.

18 Fenómeno al que Jakobson (1963) se refiere, en el nivel de la lengua, como índice «testimonial» y R . Barthes, en el análisis del discurso, como «embrayeurs d'écoute».Ver Barthes (1967), quien designa toda mención de fuentes, testimonios y referencias a una recepción que registra otro lado del discurso y lo dice. 19 Ver Juan de Herrera, «Relación de las cosas de Chile», en Memorial Histórico Español, t o m o IV: «La guerra que en Chile se ha de hacer ha de ser guerra galana como dicen, talando las comidas procurar tomarlos por hambre y a manos, y con m u cha pujanza, y hacer de los indios viejos mitimas y pasarlos a esta tierra», p. 418. La consecuencia de esta medida, que no era otra que causar hambruna generalizada, la refiere el Licenciado Santillán en su «Relación». Ver Medina, 1888-1902, t o m o 28.

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Atribuye a los indígenas la información de que el Marqués Pizarra habría sido asesinado p o r el hijo de Almagro. La palabra indígena se transmite de los caciques de Atacama a los de C o p i a p ó y de estos al cacique de Aconcagua y los españoles la sacan de algunos indios t o m a dos «y atormentados». Esta noticia dudosa c o m o era para los españoles, que tenían a los indios por mentirosos, mueve sin embargo al cabildo a elegir gobernador a Valdivia, una medida que se interpreta c o m o el p r i m e r acto político de los conquistadores 2 0 . Más que a la ambición del conquistador, el acto es atribuible a la necesidad sentida p o r los soldados de asegurar los premios a su participación. La elección es rechazada dos veces p o r Valdivia y finalmente aceptada. El traslado del acta del cabildo, del 10 de julio de 1541, que lo n o m b r a acompañará sus cartas al E m p e r a d o r c o m o d o c u m e n t o adjunto. Valdivia dice n o creer a los indios y proponerse construir u n bergantín en Canconcagua (Concón) para informar de sus servicios «como era obligado». C o m o es sabido, Pizarra f u e asesinado el 26 de ese mes y año, lo q u e en Chile n o vino a saberse sino en el mes de septiembre. Ya se ha introducido aquí el p r i m e r segmento de la narratío que nos habla de los desastres, hambres y malaventuras que han limitado su conquista y postergado sus deseos de informar. Todo ello será una manera de p o n derar la magnitud de los servicios prestados y n o inhibirá en m o d o alguno la aspiración al reconocimiento y a los premios por lo realizado con tanto sacrificio. Luego, es decir, hacia el mes de agosto, se alzó la tierra. El bergantín resultará destruido p o r los indios y muertos 18 de veinte hombres que trabajaban en su construcción y vigilaban, solamente dos escaparon con vida. Estando allí, recibió Valdivia noticias de Alonso de M o n r o y de una conjuración de soldados almagristas, por lo cual regresó de inmediato a Santiago. D e los muchos conjurados, ahorcó cinco «que fueron las cabezas, y disimulé con los demás; y c o n esto aseguré la gente» (II, 30). H e aquí, pues, c o m o se acumulan los trabajos que explican el aplazamiento o dilación en responder al monarca. Los desastres siguen. El 15 de septiembre los indios incendian la ciudad de Santiago. Esto significa la destrucción de todas las comidas y la imperiosa necesidad

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Ver Meza Villalobos, 1971, pp. 129-33, y, especialmente, 1983, pp. 88-89, d o n de las razones de este acto son cuidadosamente analizadas.

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de s e m b r a r para alimentarse. Este m o m e n t o alcanza u n p r i m e r relieve d e significativa e l a b o r a c i ó n r e t ó r i c a y d e resonancias ideológicas n o tables c u a n d o el c o n q u i s t a d o r señala a m o d o d e comparado la s e m e j a n z a c o n la E d a d d e O r o d e la situación vivida, semejante, a d e m á s a los rasgos d e la Utopía de T o m á s M o r o e n la alternación de los trabaj o s y el c o m u n i s m o del p r i n c i p i o q u e la o r d e n a , y q u e i n c l u y e a los yanaconas a la par d e los españoles. Los yanaconas a p a r e c e n m e n t a dos, c o m o lo hará d e o r d i n a r i o c o n la v o z «pecezuelas», d i m i n u t i v o afectivo de «piezas», s i n ó n i m o de «yanaconas» o indios de servicio. Es digna d e destacar esta c o m p a r a c i ó n p o r c u a n t o a n i m a desde A m é r i c a u n a d i m e n s i ó n significativa de la ideología renacentista y de Carlos V relacionada c o n la n o c i ó n de renovado21. N o es el signo m e n o s i m p o r t a n t e d e su discurso la utilización d e la frase p o p u l a r q u e designa la adivinación del peligro i n m i n e n t e : C o m o vi las orejas al lobo, parecióme, para perseverar en la tierra y perpetuarla a vuestra Majestad, habíamos de comer del trabajo de nuestras manos, como en la primera edad, procuré de darme a sembrar, y hice de la gente que tenía dos partes, y todos cavábamos, arábamos y sembrábamos en su tiempo, estando siempre armados y los caballos ensillados de día, y una noche hacía cuerpo de guardia la mitad, y por sus cuartos velaban, y lo mesmo la otra, y hechas las sementeras, los unos atendían a la guardia dellas y de la cibdad de la manera dicha, y yo con la otra andaba a la continua ocho y diez leguas a la redonda della, deshaciendo las juntas de indios, do sabía que estaban, que de todas partes nos tenían cercados, y con los cristianos y pecezuelas de nuestro servicio que trujimos del Perú, reedifiqué la cibdad y hecimos nuestras casas, y sembrábamos para nos sustentar, y no fue poco hallar maíz para semilla, y se hobo con harto riesgo, y también hice sembrar las dos almuezas de trigo, y dellas se cogieron aquel años doce hanegas, con que nos hemos ya sementado. (II, 31)

21 La comparación de Valdivia no tiene base en ninguna de las concepciones clásicas de la Edad Dorada, sino en la concepción humanista de la renovatio y en formulaciones críticas anticipadoras de la Utopia de Luciano en su diálogo Saturnalia y en el mismo Moro. El énfasis moralizador que esto implica es sostenido más adelante o en otras cartas por Valdivia para ponderar el oro, no por afán de riqueza sino para consolidar la tierra para beneficio del imperio. Sobre el tema de la renovatio en América ver Cro, 1983.

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A similar inclinación p o n d e r a d o r a obedece en el plano de los h e chos la disposición de enviar a M o n r o y al Perú en busca de refuerzos. Sin el atractivo del oro, n o sería posible esperar q u e los españoles vinieran a Chile. C o m b i n a d o esto c o n el sentido práctico y la necesidad de eliminar el peso excesivo: determiné, para mover los ánimos de los soldados llevando muestras de la tierra, enviar hasta siete mil pesos que en tanto que estove en el valle de Canconcagua entendiendo en el bergantín los habían sacado los anaconcillas de los cristianos, que eran allí las minas, y me los dieron todos para el común bien; y porque no llevasen carga los caballos, hice seis pares de estriberas para ellos y guarniciones para las espadas y un par de vasos en que bebiesen, y de los estribos de hierro y guarniciones y de otro poco más que entre todos se buscó les hice hacer herraduras hechizas a un herrero que truje con su fragua, con que herraron muy bien los caballos, y llevó cada uno para el suyo otras cuatro y cient clavos, y echándoles la bendición los encomendé a Dios y envié, encargando a mi teniente se acordase siempre en el frangente que quedaba. (II, 32) La expedición fracasará, salvándose solamente M o n r o y y u n soldado. Desde del Perú escribirá el capitán cuya carta aparece c o m o f u e n t e de i n f o r m a c i ó n de Valdivia (II. 34-36). A esta i n f o r m a c i ó n se suma, más adelante, la carta del g o b e r n a d o r Vaca de Castro (II, 36), m e d i a d o r de las noticias de España i n f o r m a n d o de las acciones del rey de Francia contra Carlos V, de la c o n f e d e ración de aquél con el turco, del pregón real de la guerra contra Francia y del reclamo de envío del q u i n t o real (II, 36-37, 38), envío del cual Valdivia se excusará, p o r el m o m e n t o , p o r las razones ya conocidas. Completará sus trabajos construyendo u n cerco a la ciudad q u e le asegurará u n a f o r m a de vida fronteriza q u e habría de durar tres años. Al concluir la relación de los desastrosos tres primeros años de la conquista y f u n d a c i ó n de Santiago, Valdivia proyecta en el plano u n i versal su experiencia particular, o, hablando en t é r m i n o s de la retórica eleva la quaestio finita al plano de la quaestio infinita, c o m o se verá a continuación. El carácter sentencioso de las oraciones, la nobleza del tono, se a c o m p a ñ a n de los tópicos demostrativos de subida p o n deración de lo indecible («y tanta q u e n o lo podría significar»), del sob r e p u j a m i e n t o («más que hombres han de ser»), y de la equitativa dis-

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tribución de las cargas, a lo que se agrega la cita c o m o autoridad, una vez más, del decir de los indios: Los trabajos de la guerra, invictísimo César, puédenlos pasar los h o m bres, porque loor es al soldado morir peleando; pero los del hambre concurriendo con ellos, para los sufrir, más que hombres han de ser: pues tales se han mostrado los vasallos de vuestra Majestad en ambos, debajo de mi protectión, y yo de la de Dios y de vuestra Majestad, por sustentarle esta tierra.Y hasta el último año destos tres que nos simentamos muy bien y tovimos harta comida, pasamos los dos primeros con extrema necesidad, y tanta que no la podría significar; y a muchos de los cristianos les era forzado ir un día a cabar cebolletas para se sustentar aquel y otros dos, y acabadas aquéllas, tornaba a lo mesmo, y las piezas todas de nuestro servicio y hijos con esto se mantenían, y carne no había ninguna; y el cristiano que alcanzaba cincuenta granos de maíz cada día, no se tenía en poco, y el que tenía un puño de trigo, no lo molía, para sacar el salvado. Y desta suerte hemos vivido, y toviéranse por muy contentos los soldados si con esta pasadía los dexara estar en sus casas; pero conveníame tener a la contina treinta o cuarenta de caballo por el campo, invierno y verano y acabadas las mochillas que llevaban, venían aquellos y iban otros. Y así andábamos como trasgos, y los indios nos llamaban zupais22, que así nombran a sus diablos, porque a todas las horas que nos venían a buscar, porque saben venir de noche a pelear, nos hallaban despiertos, armados y, si era menester, a caballo.Y fue tan grande el cuidado que en esto tove todo este tiempo, que con ser pocos nosotros y ellos muchos, los traía alcanzados de cuenta; y para que vuestra Majestad sepa no hemos tomado truchas a bragas enjutas, como dicen, basta esta breve relación. (II, 33-34) U n a segunda parte de la narratio se desarrolla girando hacia la ampliación de la empresa y de la hueste c o n los consiguientes c o m p r o misos y acrecentamiento de sus deudas. Estos nuevos datos se incluyen, nuevamente, para ilustrar los esfuerzos realizados para llevar adelante las tareas de descubrir, conquistar y, particularmente, de poblar y sustentar la tierra. C o m o más próximos a la fecha de la escritura los h e chos que se representan establecen visiblemente una cercanía mayor

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Aquí, como en otros casos, se da la apropiación del mundo mediante la palabra. La comprensión de Valdivia del Supay es casi perfecta. Anterior a la transformación de Supay en el equivalente del Demonio en la visión cristiana. También es muestra de la órbita de influencia del alto Perú, familiar a Valdivia. Ver Duviols, 1971.

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entre el discurso y la historia, dejando marcas de clara inmediatez de lo representado en las formas de la presentificación. En los años 1543 y 1544, recibe, junto con varios refuerzos, la visita de un par de navios y en uno de ellos la de Juan Bautista Pastene, con quien llegaron «las nuevas de Francia y el pregón contra ella, que tengo dicho» (II, 38). El gobernador enviará a Pastene a conocer el Estrecho, c o m o su teniente de mar, mientras envía a Francisco de Villagra y a Francisco de Aguirre al sur del río Maule, a donde se han retirado los indios, para impedir que abandonando estas provincias se refugien en la otra parte. El signo auspicioso que puede comunicar como resultado de su acción es que los indios comienzan a ceder, por fin, y a regresar a sus tierras: Y viéndose tan seguidos y que perseveramos en la tierra, y que han venido navios de gente, tienen quebradas las alas23, y ya de cansados de andar por las nieves y montes como animalias determinan de servir; y el verano pasado comenzaron a hacer sus pueblos, y cada señor de cacique ha dado a sus indios simiente, así de maíz como de trigo, y han sembrado para simentarse y sustentarse; y de hoy en adelante habrá en esta tierra grand abundancia de comida, porque se hacen en el año dos sementeras: que por abril y mayo se cogen los maíces y allí se siembra el trigo, y por diciembre se coge, y torna a sembrar el maíz. (II, 39) H e c h o el recuento de sus deudas y compromisos, un nuevo segmento se orienta hacia la relación de servicios. En él se muestra desprendido de todo otro interés que no sea asegurar la tierra para servicio del rey. Perdonando —«haciendo suelta» (II, 40)— a los soldados sus deudas, por no poder darles los premios justos y merecidos. Escribirá entonces: y haré lo mismo en lo de adelante, que no deseo sino descobrir y poblar tierras a vuestra Majestad, y no otro interese, junto con la honra y mercedes que será servido de me hacer por ello para dejar memoria y fama de mí, y que la gané por la guerra, como un pobre soldado, sirviendo a un tal esclarecido monarca que, poniendo su sacratísima persona cada hora 23

«Quebrar las alas», como más adelante «quebrantándoles siempre la soberbias» (II, 40), refiriéndose en general a los enemigos de la cristiandad, son verdaderas matrices de la acción dominadora del imperio destinada a castigar ejemplarmente la resistencia a su poder. Ver Foucault, 1975.

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en batallas contra el común enemigo de la cristiandad y sus aliados, ha sustentado con su invictísimo brazo y sustenta la honra della y de nuestro Dios, quebrantándoles siempre las soberbias que tienen contra los que honran el nombre de Jesús. (II, 40) A lo que agregará en el mismo tono más adelante: Y por mirar yo lo que a la de vuestra Majestad conviene me voy poco a poco; que aunque he tenido poca gente, si toviera la intención que otros gobernadores, que es no parar hasta topar oro para engordar, yo pudiera con ella haber ido a lo buscar y me bastaba; pero, por convenir al servicio de vuestra majestad, voy con el pie de plomo poblándola y sustentándola.Y si Dios es servido que yo haga este servicio a vuestra Majestad, no será tarde, y donde no, el que viniere después de mí a lo menos halle en buena orden la tierra, porque mi interese no es comprar un palmo della en España, aunque toviese un millón de ducados, sino servir a vuestra Majestad con ellos y que me haga en esta tierra mercedes, y para que dellas después de mis días gocen mis herederos y quede memoria de mí y dellos para adelante. (II, 41-42) Esta declaración es testimonio de su realismo y prueba temprana de lo que se muestra en sus cartas como auténtica concepción del estado como obra de arte. Esto ilustra una clara diferencia entre la conquista de Chile y las de México o del Perú. En estas la conquista del centro metropolitano del imperio determina la caída del imperio entero. En el caso de Chile no había imperio que conquistar ni centro metropolitano alguno. La tarea fundadora consistía, entonces, en crear un estado allí donde no lo había. Precede a esta declaración un m o m e n t o excepcional por las características del estilo, cuya aparente complicación no es extraña a las peculiaridades del modelo de hablar cortesano que sirve de norma para la lengua escrita. Es cierto que la bimembración, la similicadencia, el isocolon, son recursos usuales a la prosa del período 2 4 . Pero si se agrega a ellos la enumeración acumulativa subordinada de varios m i e m bros, con un elemento sustantivo simple o a veces bimembre, que es el complemento directo (gobernador, capitán, padre, amigo, zumétrico, alarife, labrador y gañán, mayoral y rabadán) y un complemento

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Ver Menéndez Pidal, 1947, pp. 65-68.

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de finalidad o de m o d o que incluye uno o más infinitivos en extensión polar de sus términos pleonásticos, se tendrá un momento de excepcional elaboración. Este conjunto dispersa las múltiples funciones desempeñadas en servicio del monarca, y las recoge en una correlación libre e inversa. El despliegue de esta acumulación en una estrategia diseminativo recolectiva o esquema de agregación le da un carácter notablemente simple y complicado a la vez a la elaboración de la prosa valdiviana al rematar la suma de los servicios y disponerse a cambiar el giro de su carta en otra dirección. Concluye con renovada expresividad de la multiplicidad y variedad de servicios prestados a argumentar por la cantidad y la calidad conjuntamente a favor de sus pretensiones. Veo en este uno de los momentos más excepcionales de la prosa hispanoamericana del período. Dice así: Demás desto, en lo que he entendido después que en la tierra entré y los indios se me alzaron, para llevar adelante la intención que tengo de perpetuarla a vuestra Majestad, es en haber sido gobernador en su Real nombre para gobernar a sus vasallos, y a ella con abtoridad, y capitán para los animar en la guerra, y ser el primero a los peligros, porque así convenía; padre para los favorecer con lo que pude y dolerme de sus trabajos, ayudándoselos a pasar como de hijos, y amigo en conversar con ellos; jumétrico en trazar y poblar; alarife en hacer acequias y repartir aguas; labrador y gañán en las sementeras; mayoral y rabadán en hacer criar ganados; y, en fin, poblador, criador, sustentador, conquistador y descubridor. Y por todo esto, si merezco tener de vuestra Majestad el abtoridad que en su Real nombre me ha dado su cabildo y vasallos, y confirmármela de nuevo para con ella hacerle muy mayores servicios, a su cesárea voluntad lo remito. (II, 40-41) U n nuevo gozne discursivo anafórico («Sepa vuestra Majestad», II, 42; 27) hace girar el contenido de la carta hacia la descripción de la tierra. La forma que esta descripción toma es la que el discurso demostrativo dicta para el elogio de la tierra. Reconocibles son las expresiones hiperbólicas (sanísima, riquísimas) y ponderativas (tan/y tan) y los tópicos epidícticos del sobrepujamiento («no la hay mejor en el mundo»), y de la abundancia de la tierra en los tres reinos de la naturaleza. Mientras entre los rasgos de la descripción retórica de la tierra se destaca su condición llana, fértil y salubre. Envía entonces a Monroy al Perú para responder:

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y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quisieren venir a avecindar, que vengan, porque esta tierra es tal, que para poder vivir en ella y perpetuarse no la hay mejor en el mundo; dígolo porque es muy llana, sanísima, de mucho contento; tiene cuatro meses de invierno no más, que en ellos, si no es cuando hace cuarto la luna, que llueve un día o dos, todos los demás hacen tan lindos soles, que no hay para que llegarse al fuego. El verano es templado y corren tan deleitosos aires, que todo el día se puede el hombre andar al sol, que no le es importuno. Es la más abundante de pastos y sementeras, y para darse todo género de ganado y plantas que se puede pintar; mucha y muy linda madera para hacer casas, infinidad otra de leña para el servicio dellas, y las minas riquísimas de oro; y toda la tierra está llena dello, y donde quiera que quisieren sacarlo allí hallarán en qué sembrar y con qué edificar y agua, leña y yerba para sus ganados, que parece la crió Dios a posta para poderlo tener todo a la mano. (II, 43-44) E n esta última observación se encierra el valor de u n signo o i n dicio predictivo de u n a promesa cierta y segura, c o m o tierra señalada p o r Dios. H e m o s visto c ó m o en toda la extensión de la narrado la voz del rey, del g o b e r n a d o r Vaca de Castro, del capitán Alonso de Monroy, se invocan más de una vez. H e m o s visto t a m b i é n c ó m o Valdivia cita las palabras de los indios q u e resuenan renovadamente en esta carta. El c u e r p o y la voz de estos se manifiesta de diversas maneras según se trate de los indios yanaconas o de los promaucaes. Los primeros son m e n t a d o s en la f o r m a diminutiva afectiva «anaconcillas», q u e vuelve a aparecer en referencia a la «demora» o servicio de las minas para la extracción del oro: Eché este verano pasado a las minas las anacondillas que nos servían y nosotros con nuestros caballos les acarreábamos las comidas, por no fatigar a los naturales, hasta que asienten, trabajando estos que tenemos por hermanos, por haberlos hallado en nuestras necesidades por tales, y ellos se huelgan viendo que hacen tanto fructo, y en las mazamorras que han dejado los indios de la tierra donde sacaban oro, han sacado hasta veinte y tres mil castellanos. (II, 43) Los indios promaucaes, p o r su parte, habitantes del n o r t e del río Itata, llamados p o r la antropografía picones o picunches, son los q u e

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Valdivia c o n f r o n t a desde su a r r i b o al valle del C h i l e c o m o rebeldes de u n a sumisión al rey i n i c i a l m e n t e aceptada: Y así he hablado a los caciques y dícholes que sirvan muy bien a los cristianos porque, a no hacerlo, envío ahora a vuestra Majestad y al Perú a que me traigan muchos, y que, venidos, los mataré a todos; que para qué los quiero: que adelante hay tantos como yerbas que sirva a vuestra Majestad y a los cristianos y que, pues son ellos perros y malos contra los que yo traje, no ha de quedar ninguno, y que no les valdrá la ñeve ni enterrarse vivos en la tierra donde salieron; que allí los hallaré; por eso, que vean cómo les va. Y como ellos me conocen y hasta aquí no les he dicho cosa que no haya salido así y héchola yo de la mesma manera, temieron y temen de verdad, y respondieron quieren servir muy bien en todo lo que yo les mandare. Y ni con esto me engañarán que yo dejaré aquí recaudo hasta que venga gente, y después, de seguro lleve toda la que hay; y servirán ellos a la cibdad de Sanctiago con algund tributo a sus amos y con tener tambos en los caminos. (II, 51) D o n d e q u e d a t e s t i m o n i o de dos h e c h o s : u n o , q u e los indios o p taron e n p r i n c i p i o p o r esconderse y e n m o n t a ñ a r s e , para l u e g o acabar p o r hacerse presentes; el otro, q u e e n el p r o y e c t o colonial d e Valdivia está el s o m e t e r a los indios al p a g o d e u n t r i b u t o ya sea a su e n c o m e n d e r o o m e d i a n t e el servicio de u n t a m b o e n los caminos, c o m o m o d o de i n c o r p o r a r l o s a la sociedad naciente. La carta t e r m i n a c o n u n a c o n c l u s i ó n q u e h a c e c o n c o r d a r c o n la petitio y le presta su fuerza final. Se i n t r o d u c e c o n otra f ó r m u l a a n a f ó r i ca d e c o o r d i n a c i ó n y o r g a n i z a c i ó n del discurso: Así que, invictísimo César, el peso desta tierra y de su sustentación y perpetuidad y descubrimiento, y lo mesmo de la de adelante, está en que en estos cinco o seis años no venga a ella de España por el Estrecho de Magallanes capitán proveído por vuestra Majestad, ni de las provincias del Perú, que me perturbe. (II, 46-47) Las dificultades y trabajos, la v o l u n t a d d e servir y c u m p l i r la v o l u n tad real, y la sustentación y s e g u r i d a d d e la tierra llevan finalmente a Valdivia a pedir, c o m o c o n s e c u e n c i a d e lo a n t e r i o r m e n t e d i c h o , las m e r c e d e s a q u e aspira n o sin hacer, al m i s m o t i e m p o , las advertencias, q u e parece c o n v e n i e n t e p o n e r a n t e los ojos del m o n a r c a , esto es, (1) «que e n estos c i n c o o seis a ñ o s n o v e n g a a ella d e E s p a ñ a p o r el

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Estrecho de Magallanes capitán proveído por vuestra Majestad, ni de las provincias del Perú, que me perturbe» (II, 46-47); (2) que si la tierra toda vuestra Majestad fuere servido darla a otra o otras personas en gobierno, sin dejarme a mí parte, o con la que fuere su Real servicio, digo que, siendo cierto mana de su cesáreo albedrío, yo meteré en la posesión della toda, o de aquella parte, a la persona que vuestra Majestad me enviara mandar por una muy breve cédula firmada de su cesárea mano, o de los señores que presiden en el Real Consejo destas sus Indias.Y hasta que vuestra Majestad pueda saber esto y sea servido de me mandar responder, yo manterné la tierra como hasta aquí, con la abtoridad que su Cabildo y pueblo me ha dado: y viendo mandado en contrario desto, lo deporné, y me tornaré un privado soldado y serviré al que viniere nuevamente proveído a estas partes en su sacratísimo nombre, con el ánimo y voluntad que en lo pasado lo he hecho y presente hago a vuestra Majestad». (II, 47-48)

A lo que sigue esta primera advertencia: A vuestra Majestad aquí se lo advierto y suplico, porque, acaso que viniese gente por el estrecho, no pueden traer caballos, que son menester, que es la tierra llana como la palma; pues gente no acostumbrada a los mantenimientos de aca, primero que hagan los estómagos barquinos acedos para se aprovechar dellos, se mueren la mitad, y los indios dan presto con los demás al traste. Y si nos viese litigar sobre la tierra, está tan vedriosa que se quebraría y el juego no se podría tornar a entablar en la vida. (II, 47)

Para luego concluir remitiéndose a las palabras del exordio: Y estas mercedes son las que en principio de mi carta digo que he [de] pedir, en satisfacción de los pequeños servicios que hasta el día de hoy he hecho y de los muy crecidos que deseo hacer toda la vida en acrescentamiento del patrimonio y rentas reales de vuestra católica Majestad. (II, 48)

Seguida de la siguiente y no pequeña advertencia: Advierto a vuestra Majestad de una cosa y suplico muy humilmente por ella, y es, que siendo servido de dar esta tierra a alguna persona que con importunación la pida, por haber hecho servicios y representarlos

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ante su cesáreo acatamiento, sea con condición se obligue a mis acreedores por la suma de los doscientos treinta mil pesos que debo y por los cient [mil] que de nuevo envío a que me obliguen, que también se gastarán, y de los demás que yo hobiere gastado en beneficio de la tierra y para su sustentación, porque hasta ahora no he habido della sino son los siete mili pesos que tomaron los indios de Copoyapo al capitán Alonso de Monroy... (II, 48) Y p o r ú l t i m o (3), para cerrar la conclusión, reafirmando el carácter dilatorio de su respuesta a la d e m a n d a de la relación y descripción de la tierra, insiste: Otra y muchas veces suplico a vuestra Majestad, pues tengo comenzada tal obra, porque no se me haga mala, hasta que yo envíe la relación y discretión de la tierra, y escriba cumplidamente con mensajeros propios y duplicados despachos, y los Cabildos, ni más ni menos, con relación de todo lo por mí y ellos hecho en su Real servicio, y le envíe a pedir mercedes, exenciones y libertades que vuestra Majestad acostumbra dar y merecen los que bien le sirven, sea servido de mandar que no se provea cosa nueva para acá; y estando proveída, se sobresea, porque así conviene al servicio de vuestra Majestad, y para mí será tan grand merced cual no sabría encarecer ni significar, porque no querría que al tiempo que han de ser porV.M. acebtos mis servicios viniese algund traspié, sin querer yo dar causa a ello, por donde se tornase ante su cesáreo acatamiento al contrario. (II, 49) La carta incluye, finalmente, una solicitud de mercedes para los h i j o s huérfanos del Marqués Pizarra (II, 49), y la presentación del p o r tador A n t o n i o del Ulloa (II, 49), correo q u e traicionará su comisión y hará burla del c o n t e n i d o de ella 25 . La reiteración final p o n e en pocas palabras el a r g u m e n t o central de esta carta: Y porque estoy de camino y tan ocupado en lo que digo y no puedo enviar relación de la tierra hasta que tenga de qué darla buena, escribo con él esta carta para que la presente a vuestra Majestad y sepa en el estado en que quedo y mande proveer a lo que suplico. (II, 50)

25 Ver carta VIII para la invectiva contra Ulloa y Aldana que destruyeron esta carta, que, entonces, no llegó nunca a su destinatario.

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Da, en seguida, noticia de la preparación del barco para el envío de los despachos en La Serena en d o n d e firma y fecha la carta resumiendo los días de preparación del viaje en estos términos antes de partir: que será como se vayan los mensajeros y navio esté en orden y presto; y ya lo está, y le despacho, y se parte con el ayuda de Dios y de su bendita Madre, y en la ventura de vuestra Majestad. (II, 50-51) Para concluir describe el contenido del correo incluido: A su inmensa bondad plega me la dé a mí y llegue a salvamento ante su cesáreo acatamiento esta carta y electión y fee de la posesión y mensajero, para que entienda vuestra Majestad cual es mi fin en su Real servicio. (II, 50-51) A esta altura de la carta se muestra el p u n t o en que el tiempo del discurso y de la historia coinciden finalmente. La despedida (valedictio) reza: Y así me parto y vuelvo a ella con la bendición de Dios y de vuestra Majestad, que le suplico me alcance, cuya sacratísima persona por largos tiempos guarde Nuestro Señor con la superioridad y señorío de la cristiandad y monarquía del universo. (II, 51) La virtud que emana de estas cartas c o m o la principal característica del conquistador es la prudentia. Ella encamina la voluntad del c o n quistador de persistir con calculados pasos, en m e d i o de los trabajos y dificultades, los gastos y las deudas, que traen consigo el descubrir, conquistar y poblar; ella orienta la voluntad constante de servir, de ponderar la calidad de la tierra y de crear u n estado allí donde el m u n do le resulta hostil y el h o m b r e resistente. Es la prudencia la que dicta a Valdivia la postergación de otros bienes al bien f u n d a m e n t a l de sustentar y asegurar la tierra. Dilatar la información, repartir indios sin noticia, engañar eventualmente con dolo bueno, es decir, con voluntad de pagar lo prendido engañosamente, cuando son el precio de la supervivencia de su inestable dominio, resultan legitimados p o r el efectivo cumplimiento de su finalidad. E n estos argumentos la narratío proporciona las pruebas y satisface las excusas que el exordio se adelan-

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ta a enunciar, y la conclusión recoge para defender su conducta, y autorizan la petitio para reclamar en consecuencia los premios a que se siente legítimo acreedor. Luminosa prudencia del conquistador. Así parece mostrarlo el discurso de sus cartas y buena parte de su acción conquistadora. Hay que achacar, sin embargo, a una pérdida de esta virtud la m u e r t e funesta de Valdivia cuyas fuerzas, a la hora del ataque a Tucapel p o r los indios, estaban demasiado dispersas en su actividad pobladora y exploradora c o m o para defender lo que tanto había costado construir 2 6 . Parece confirmarse así la visión maquiavélica de la virtud política cuya eficacia real está solo limitada p o r el cincuenta p o r ciento que juega en la historia la fortuna. Porcentaje diferencial que vale también para lo que va del discurso a la historia.

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«El dejó la tierra en muy gran confusión, especialmente en tener la gente muy derramada», ver «Carta de aviso de la muerte de Pedro de Valdivia», Memorial Histórico Español, Tomo IV, p. 415.

II. LA CARTA VIII DE PEDRO DE VALDIVIA: R E T Ó R I C A Y REPRESENTACIÓN

Las llamadas cartas de relación de la conquista de Chile de Pedro de Valdivia1, con responder en parte a lo que su nombre indica, no pertenecen en sentido estricto a ese género epistolográfico. Digamos, previamente, que las cartas de que hablamos se ciñen a las normas contemporáneas del humanismo europeo y muestran los rasgos retóricos preceptuados en el siglo xvi2. Relación se usa corrientemente para designar toda narración de hechos pasados, pero no necesariamente para caracterizar el escrito como respuesta a las demandas reales o de

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Para todo lo referente al texto de las cartas seguimos la numeración hecha por M e d i n a en su edición. Nuestras citas y referencias se harán a la edición de M a r i o Ferreccio (1970). Las ediciones de las cartas disponibles son las de J.T. Medina (1929); la reedición de la anterior con «Introducción» de J. Eyzaguirre, edición que reproduce además las «Anotaciones bibliográficas sobre Pedro de Valdivia, adicionadas y puestas al día por Rafael M e r y Berisso» de V. M . Chiappa, de 1549 a 1929, y la puesta al día, 1929-1954, en pp. 255-304 y 305-29, respectivamente; Cartas con «Introducción» de J. Eyzaguirre, que reproduce el texto y las notas de la de Medina; las cartas también se incluyen en la ed. de F. Esteve Barba de las Crónicas del Reino de Chile (1960, pp. 1-74); las cinco cartas dirigidas al Emperador se recogen en Le Riverend, (s. f.). El t o m o II incluye u n «Estudio final», pp. 601-19, con referencias sobre Valdivia en pp. 617-19. Entre las ediciones más recientes están la de Cartas de J. Delgado (1987) y la edición al cuidado de M . R o j a s M i x (1991), que incluye facsímiles de doce cartas, entre ellas una nueva carta n o publicada antes, y se acompaña de varios estudios. 2 Ver Guillen, 1986. Para la preceptiva renacentista ver Vives, De Conscríbendís Epistolis, ed. C Fantazzi, 1989. La obra fue impresa por primera vez en 1536 y reimpresa al menos diez veces en la primera mitad del siglo. Para destacar la c o n t e m p o raneidad conviene observar que Vives dedica su libro al secretario de cartas de Carlos V, Alonso de Idiáquez, a quien Valdivia incluye entre los destinatarios de su correspondencia. Ver carta III, 72, dirigida a H e r n a n d o Pizarro, La Serena, 4 de septiembre

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otras autoridades para dar cuenta de lo obrado, describir la tierra y justificar gastos. Es más, en el caso de Valdivia, una parte consistente de sus cartas, cuando no una de ellas en su integridad, está destinada a explicar o justificar la dilación para mejor oportunidad del envío de la relación y descripción obligadas. Más allá de esto, es bueno señalar que las cartas de Valdivia incluyen varios géneros epistolográficos diferentes. Y que el hecho de que fueran en su mayor parte respuesta obligada a demandas de la corona no disminuye para nada la conciencia del género que la ilustración de sus partes retóricas y la simple realización de la intención significativa revelan. Así, la primera en la ordenación de Medina es una carta de condolencias a Gonzalo Pizarro. Las cartas II y III, de igual contenido, pero de destinatarios diferentes, son memoriales o relaciones de servicios, que incluyen excusas por no enviar la información a que está obligado. La carta IV es carta de presentación de Antonio de Ulloa, portador de la carta II. La carta V, dirigida al Consejo de Indias, desde Los Reyes, y la carta VI, dirigida al Emperador, un mes más tarde, desde Santiago, que informa primero de la actuación de Valdivia en el Perú, y, luego, de las medidas adoptadas en Santiago a su regreso, son cartas de excusa por no haber enviado hasta entonces una relación minuciosa y completa descripción de la tierra. La carta VII, dirigida «A sus apoderados en la corte», duplica el contenido de la carta VIII, tal vez la más importante de todas tanto por su extensión como por su contenido junto con la carta II. La carta IX, es carta de respuesta y cuenta de la correspondencia recibida y enviada. Finalmente, las cartas X y XI, de igual fecha y del mismo contenido, dirigida la primera al príncipe Felipe y la segunda al emperador, son otra vez cartas de respuesta y de información y presentación de mensajeros que portan, ahora sí, la relación y descripción requeridas. Como puede observarse, y de acuerdo a lo dicho, las cartas proporcionan su propia definición y exclusión del género que hasta ahora se les atribuye. También se puede observar que el vade 1545: «También escribo al limo. Señor Duque de Alba y al muy ilustre señor Comendador mayor de León y al muy magnífico señor Comendador Alonso de Idiáquez». Mientras en la carta VIII, 117, se hace referencia a Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V, quien refrenda la cédula real, dada en Monzón, en 1537, a Francisco Pizarro por la que manda conquistar y poblar la gobernación del N u e v o Toledo y provincia de Chile, que hará posible la designación de Valdivia c o m o teniente gobernador. Ver mi artículo «Retórica de las cartas de Pedro de Valdivia» (1992).

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lor informativo del conjunto de cartas se ve disminuido por el hecho de ser varias de ellas simples duplicados, o cartas con muy leves modificaciones, que tratan de los mismos acontecimientos. Extraviadas o destruidas, faltan entre las cartas de Valdivia dos tercios de las cartas que escribió3. De las que conservamos, buena parte de ellas no llegó jamás a su destino y no llegaron a satisfacer, entonces, su fin informativo4. Cuando llegaron a hacerlo, como acontece con la carta VI, la burocracia anotó en la cubierta del sobrescrito: «Visto.- Para todos.N o responder»5, acaso debido a su breve extensión y por no servir satisfactoriamente ninguno de los requisitos de la información a que estaba obligado el conquistador. Por último, estas cartas se refieren al descubrimiento y a la conquista de Chile, pero encuentran en la dificultad de acabarla el argumento principal para postergar la información requerida. En lo que sigue, nuestro propósito será destacar algunas características de la carta VIII, en que se confirme lo arriba apuntado, y se señalen algunos de sus rasgos más salientes. La carta VIII dirigida «Al Emperador CarlosV», desde «Concepción, el 15 de octubre de 1550», tiene la disposición u orden de las partes que caracteriza a la mayoría de estas cartas. Luego de la salutación con que comienza, hace un breve exordio, seguido de una larga relación, que sirve fundamentalmente de argumento para (1) solicitar la confirmación real como gobernador y pedir mercedes en retribución o premio de lo realizado, (2) justificar la tardanza en informar, (3) acreditar la conquista para extender sus límites más allá de lo provisto, (4) confirmar el obediente cumplimiento de las provisiones y cédulas reales. Partes importantes, y contribuyentes a una misma función suasoria, son también la descripción de la tierra y la etnografía de los indígenas, la formulación de excusas y el anuncio del envío de las relam e r Medina, 1928. 4

A excepción de la carta IX que recibe respuesta del príncipe Felipe, e incluye el acuse de recibo de la X del mismo tenor, fechada enValladolid el 10 de mayo de 1554 — q u e Valdivia, muerto en 1553, no alcanzó a conocer—.Ver Jara y Pinto, 1982. En esa carta Felipe le informa del envío de nuevas cédulas reales y le encarece una vez más el buen tratamiento de los naturales, que incluye el no echarlos a las minas ni sujetarlos al servicio personal, ni cargarlos. 5 Ver Valdivia, Cartas, ed. J. Eyzaguirre, 1955, p. 76. La edición de Ferreccio elimina esta información sin dar explicaciones.

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ciones obligadas. Luego, tiene lugar la extensa variedad de la petición, parte inexcusada e inexcusable de esta correspondencia, que en el caso enumera anafóricamente («Así mismo suplico» / «Así mismo suplico»...) trece peticiones diferentes. También se agrega en ella a manera de conclusión la noticia del envío de la relación, y la presentación del mensajero. Se cierra la carta con la despedida formularia: «Sacra, Católica, Cesárea Majestad, Nuestro Señor por largos tiempos guarde la sacratísima persona de vuestra Majestad, con augmento de mayores reinos y señoríos».Y, luego de la fecha, «El más humilde subdito, criado y vasallo de vuestra Majestad, que sus sacratísimos pies besa». El exordio consta de dos partes; una en la que se identifica como antiguo servidor del R e y en Italia, en la adquisición de Milán, y en la prisión del rey de Francia, bajo Próspero Colonna y el Marqués de Pescara, y en Venezuela 6 y el Perú, hasta ir como teniente de gobernador de Francisco Pizarra a la conquista de Chile, a aquella tierra de la que dice: «donde llegó Almagro y dio la vuelta, por la cual quedó tan mal infamada esta tierra. Y a esta cabsa e porque se olvidase este apellido, nombré a la que él había descubierto e a la que yo podía descubrir hasta el Estrecho de Magallanes, la Nueva Extremadura», y que culminará, finalmente, al fundar Santiago en 1541. La segunda parte del exordio es de excusas. Desde aquel año hasta el día de hoy (entiéndase nueve años después) he procurado e puesto en efecto de dar a vuestra Majestad entera relación e cuenta de la población e conquista de aquesta ciudad y del descubrimiento de la tierra de adelante y de su prosperidad y de los grandes trabajos que he pasado y gastos tan crecidos que he hecho y se me ofrecen de cada día por salir con tan buen propósito adelante. He escripto las veces, con los mensajeros que aquí diré y en qué tiempos, por adver-

6 D e la estancia de Valdivia en Venezuela se sabe poco. Formó parte, con Jerónimo de Alderete, de la expedición de Jerónimo Ortal, primer poblador de Maracapaná. A fines de 1536 participó en la expedición al Meta, en la que se unieron las fuerzas del Ortal y Antonio Cedeño. A la muerte del general Antonio C e d e ñ o se produjeron disensiones en las fuerzas que se habían unido. El castigo de los amotinados fue rápido y duro. El General Pedro de Reinoso, que había sucedido a Cedeño pasó luego de esto a Santo D o m i n g o y es posible que Valdivia pasara con él. Para las escasas informaciones sobre esta etapa de la vida de Valdivia, ver Juan de Castellanos Elegías de varones ilustres de Indias, XII, canto ii; Barros Arana, 1873, pp. 257-61; y Errázuriz, 1911-1912, todavía la obra más completa sobre el conquistador.

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tir que lo que a mí ha sido posible he hecho con aquella fidelidad, diligencia y vasallaje que debo a vuestra a Majestad; e la falta de no haber llegado mis cartas y relaciones ante su cesáreo acatamiento no ha sido mi culpa, sino de algunos de los mensajeros, por haber sido maliciosos y pasar por tierra tan libre, próspera y desasosegada como ha sido el Perú, y a otros tomar los indios en el largo viaje los despachos, y a los demás la muerte. (VIII, 118)7

Más adelante, cuando ha de comenzar la larga lista de sus peticiones volverá sin embargo a anticipar dilaciones «que cuando me den algund vado las ocupaciones tan grandes que al presente tengo por conquistar e poblar, qu'es de más importancia, enviaré probanza por donde coste claramente ser verdad esto» (VIII, 160). Por último, la conclusión, como hemos dicho, anuncia, por fin, «y despacho de allí al capitán Jerónimo de Alderete, criado de vuestra Majestad, e mi lugarteniente de capitán general en esta conquista, con la descripctión de la tierra y relación de toda ella e probanza auténtica a vuestra Majestad de gastos que he gastado y debdas que debo por los hacer y poco provecho que hasta que se acabe de pacificar y asentar; y llevará el duplicado que ahora envío con estos mensajeros dichos» (VIII, 167). Sin embargo, un año después, en la carta IX, se ve obligado a explicar: En el despacho que llevó Alonso de Aguilera, decía en mis cartas que, poblando en las provincias de Arabco, despacharía al capitán Jerónimo de Alderete, criado deV.M., con la discreptión de la tierra y la relación de ella y con el duplicado. Y como testigo de vista que es de los servicios que a vuestra Majestad he hecho, así en estas provincias como en las del Perú, sabría dar muy entera relación. Es su persona tan necesaria e im-

7 Valdivia ofrece el relato indirecto de J. B. Pastene de la suerte corrida por la carta II: «Y que el Antonio de Ulloa determinó de mudar propósito, e dejando de ir a vuestra Majestad a llevar los despachos, los abrió e leyó delante de muchos m a n cebos locos e presumptuosos, como él se declaró allá serlo, y mofando dellos los r o m pió» (VIII, 126). Es de destacar aquí y en otros lugares más adelante, el uso del artículo delante del nombre como expresión despectiva: el Ulloa, el Lorenzo de Aldana, el Aldana, Aldanica, con diminutivo despectivo, como rasgos expresivos del discurso valdiviano. Excepcionalmente en el m u n d o hispánico, el uso del artículo delante del patronímico o sinonímico carece de valor despectivo en la lengua informal del Chile de hoy.

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portante al servicio de vuestra Majestad para en las cosas de acá, que así por esto, como por esperar a poblar en el río de Valdivia, que tengo por cierto es el riñon de la tierra y donde hay oro sobr'ella, hasta qu'esto se haga, se dilata su ida por ocho o diez meses, y a la hora será más a propósito y llevará más claridad de lo que conviene al servicio de vuestra Majestad y yo deseo. (IX, 175) Estará claro, entonces, que o la fortuna o la deslealtad de los h o m bres, o bien la necesidad de poblar y asentar la tierra, se ofrecen como causas de la reiterada dilación. Lo que permanece apenas oculto en estas justificaciones o implícito en ellas es la activa rebeldía y tenacidad belicosa de los indios de las diversas regiones conquistadas, en las cuales se reparte y encomienda para pagar servicios, pero no ha sido siempre posible asentarlas debido a la resistencia indígena. Más relieve alcanza el propósito manifiesto de justificar la dilación por la minuciosa relación de los importantes servicios prestados en los años recientes en Chile y, especialmente, en el Perú, a donde se ha dirigido distrayéndose de su empresa chilena para mejor servir al monarca. Esta narración ocupa dos tercios del total de la carta. Se trata de u n animado relato memorial, uno de los mejores que podemos encontrar en Indias, que ordena cronológicamente diez años de variados acontecimientos, personales y ajenos. Estos acontecimientos se relacionan con la conquista de Chile, con los sucesos del Perú, y con su retorno posterior a Chile para iniciar la campaña del sur que lo llevará a la región de Arauco. El relato reitera la repetida afirmación de su voluntad de servicio del Príncipe: «tenía el obedecer por la prencipal pieza de mi arnés» (VIII, 140), «Y esta manera de servir a vuestra Majestad m e mostraron mis padres y deprendí de los generales a quien he seguido en la profesión que he hecho de la guerra» (VIII, 152). Ilustra esta virtud con apasionada y expresiva reacción ante la noticia del deservicio de Gonzalo Pizarro que le trae Juan Bautista Pastene. Llamo la atención aquí sobre la bimembración y especialmente sobre la gradación sistemática de sustantivos, adjetivos y verbos, y la expresividad afectiva de los adjetivos en este trozo: Díjome más el dicho capitán en su relación, cómo, después de dada la batalla al Visorrey e muértole, se alzó Gonzalo Pizarro con la tierra, diciendo y jurando que si vuestra Majestad no se la daba, que él se la tenía y defendería; y que también tenía usurpado al Nombre de Dios y

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Panamá con una gruesa armada, capitanes e gente. Parecióme tan feo e abominable esto, que atapé los oídos y no amé oirlo y me temblaron las carnes, que un tan suez hombrecillo y poco vasallo hobiese, no dicho pero imaginado, cuanto más intentado, tan abominable traición contra el poder de un tanto y tan católico Monarcha, Rey e señor natural suyo. Sentílo en tanta manera, que echando atrás todas las pérdidas e intereses y trabajos que se me podían recrecer, no estimando cosa más que el servicio de vuestra Majestad me determiné a la hora de ir al Perú, por tener confianza en Dios y en la ventura de vuestra Majestad, que con sola la fee de la fidelidad y obligación que tengo a su cesáreo y real servicio, había de ser instrumento para le abajar de aquella presumtuosa frenesí, cabsada de enfermedad y falta de juicio y superba luciferina. (VIII, 131) N o encuentro otro m o m e n t o semejante en la literatura del períod o q u e alcance c o m o este la adecuación q u e muestra la rítmica bimembración, las gradaciones trimembres de intensidad ascendente y la variedad de la adjetivación disfórica con extremos diminutivos despectivos, en una estrategia de contraposiciones polares guiadas por la implicación de lo más bajo y lo más alto, del servicio o fidelidad y del deservicio o traición, del bien y del mal 8 . N o hay que olvidar aquí que habla u n antiguo apizarrado, ni debe dejarse de advertir que hay también ahora u n nuevo y poderoso argumento que justifica magníficamente la dilación de la relación c o m o el sacrificio de su deber informar en n o m b r e de u n bien más alto. El relato de su participación decisiva en la derrota de la rebelión del Perú es una animada narración de su actuación personal que abunda en el uso del diálogo en términos otra vez consecuentes con las normas de la sermocinatio prescritas p o r la retórica. El lenguaje se adecúa al carácter de los personajes y proporciona grandeza y dignidad a la relación entre Valdivia, el Presidente La Gasea y los jefes militares. El progreso del relato está p u n t u a d o p o r indicaciones cronológicas q u e en el m o m e n t o decisivo adquieren más las formas de los días de la Semana Santa en que la lucha se da. La acción culmina con el triunfo de las fuerzas del rey y el castigo y ajusticiamiento de los rebeldes. Valdivia rinde de la manera siguiente la trascendencia del m o m e n t o :

8 Rasgos todos que corresponden muy bien a lo que Menéndez Pidal considera las características del español en el siglo xvi, en el que destaca la influencia moderadora de los historiadores de las cosas de Indias. Ver Menéndez Pidal, 1947, pp. 64-75.

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Concluido este negocio y presos los prencipales, de que allí se hizo justicia, fui al Presidente en presencia del dicho mariscal y del general Pedro de Hinojosa y de tres obispos e de todos los capitanes e caballeros del ejército, e díjele estas palabras: «Señor y señores, yo soy fuera de la promesa de mi fee e palabra que daba cada día a vuestra señoría e mercedes, e de la que ayer di al mariscal, que rompería los enemigos sin perder treinta hombres»; e a esto respondió el Presidente: «Ah, señor Gobernador! que su Majestad os debe mucho», porque hasta entonces no me había nombrado sino capitán; y el mariscal que harto más había hecho de lo que había dicho. E con esto torné al Presidente el abtoridad que de parte de vuestra Majestad para todo lo dicho me había dado, y a todos los capitanes y gente de guerra rendí las gracias de lo bien que habían obrado en servicio de vuestra Majestad por me haber obedecido con todo amor e voluntad en lo que en su cesáreo nombre les había hasta allí mandado.Y dando gracias a Dios de la merced que nos había fecho, atendimos a nos regocijar, y los jueces a justificar las cabsas de los rebeldes. De lo que serví a vuestra Majestad en esta jornada, el Presidente es hombre de conciencia, a lo que conocí de la integridad de su persona, e verdadero servidor e criado de vuestra Majestad; a la cabsa estoy confiado habrá dado y dará verdadera relación. (VIII, 143-144) Sigue, luego, la narración de su r e t o r n o a Chile, i n t e r r u m p i d o p o r la detención q u e lo lleva nuevamente a Lima, minimizando las razones de su r e t o r n o a la ciudad de los R e y e s antes del regreso definitivo 9 , la celebración de su n o m b r a m i e n t o de G o b e r n a d o r y los preparativos para la expedición al sur, q u e comienza c o n el relato de su caída del caballo que le destrozó u n pie. A partir de este punto, se inicia la narración q u e corresponde al t i e m p o de redacción de la carta en el t o n o siguiente que importa una de las anáforas ordenadoras del relato: Sacra Majestad, procederé a mi relación y conquista, advirtiendo primero, aunque en ella no me alargo, cómo llevaba adelante la instrucción que se me dio en su Cesáreo nombre y el requerimiento que manda vuestra Majestad se haga a los naturales, primero que se les comience la guerra; y de todo estaban avisados los señores desta tierra, e yo cada día obraba en este caso lo que en cumplimiento destos mandamientos soy obligado e convenía. (VIII, 152)

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Ver Barros Arana, 1873.

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Aquí hay ecos notorios de la voz del R e y a la que esta y otras cartas acogen con reiterada mención. Pasemos brevemente a considerar la visión y la voz de los indios tal c o m o se nos aparece en la carta VIII, c o m o parte de la descripción de la nueva tierra de Arauco. Será o p o r t u n o advertir en este p u n t o que Valdivia es el primero en emplear este topónimo, refiriéndose con él al territorio inmediato al río Bío Bío. Los indígenas son siempre designados c o m o indios. Corresponderá a Ercilla la designación de araucanos para sus habitantes 10 (contra lo que piensa Mariano Latorre, Ercilla n o f u e el inventor de la palabra Arauco). La visión de los i n dios da en las cartas de Pedro de Valdivia dos sujetos distintos. El primero se refiere a los indios de servicio el otro, principalmente, a los araucanos. En relación a los primeros, se manifiesta nuevamente en Valdivia una mezcla de su decisión práctica y del afecto involucrado en la necesidad de echar al trabajo de las minas, esto es, a la d e m o ra 11 , p o r nueve meses, a yanaconas e indias para consolidar su empresa. El pathos marca la m e n c i ó n de los yanaconas o piezas con una serie de diminutivos de valor afectivo: anaconcillas, o pececillas. Escribe: trabajé de echar a las minas a las anaconcillas e indias de nuestro servicio que trajimos del Perú, que por ayudarnos lo hacían de buena gana, que no fue pequeño trabajo, que serían hasta quinientas pecezuelas; y con nuestro trabajo les acarreábamos la comida desde la ciudad, qu'está doce leguas dellas, partiendo por medio con ellas lo que teníamos para la sustentación de nuestros hijos e nuestra, que la habíamos sembrado y cogido con nuestras propias manos y trabajo. Todo esto se hacía para poder tornar a enviar mensajeros a vuestra Majestad a dar cuenta y razón de mí y de la tierra, y al Perú a que me trajesen más socorro para entrar a poblarla; porque, no llevando oro, era imposible traer un hombre, y aún con ello no se trabajaría poco cuando se sacasen algunos, según la esención y

10 Dice Ercilla en la «Declaración de algunas cosas de esta obra», glosario con que cierra su poema: «El Estado de Arauco es una provincia pequeña de veinte leguas de largo y siete de ancho poco más o menos, que produce la gente más belicosa que ha habido en las Indias y por eso es llamando el Estado indómito: llámanse los indios dél araucanos, tomando el nombre de la provincia». 11

«Andovieron en las minas nueve meses de demora» (VIII, 121).

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largura que han tenido los españoles en aquellas provincias y fama que había cobrado esta tierra. (VIII, 120-21)12 En relación a los araucanos, hay dos aspectos importantes que considerar. U n o surge de la etnografía, del discurso de alabanza del valor guerrero, del indio de Arauco, comparable pero más aguerrido que el de las regiones precedentes. El otro, de la relación de rebeldías y castigos. Una tercera dimensión la provee la voz del indígena muchas veces invocada por Valdivia en sus cartas con fines retóricos y regularmente calificada de mentirosa. Así y todo se espera la efectividad suasoria del relato de estos sucedidos para los fines del conquistador. La voz de los indios se hace perceptible con las notas permanentes de rebeldía: Y un día por la mañana salieron hasta trescientos indios a pelear con nosotros, diciendo que ya les habíamos dicho lo que queríamos, y que éramos pocos y nos querían matar; dimos en ellos y matamos hasta cuarenta, e los demás huyeron. Aquella misma noche, al cuarto de la prima, dieron sobre nosotros siete o ocho mil indios, y peleamos con ellos más de horas, se nos defendían bravamente cerrados en un escuadrón, como tudescos13. Al fin dieron lado, y matamos muchos dellos y al capitán que los guiaba. Matáronnos dos caballos y hirieron cinco o seis y a otros tantos cristianos», (ver la carta VIII, 122-23) La alabanza de los guerreros de Arauco debiera ilustrar suficientemente las dificultades encontradas por el conquistador y explicar sus dilaciones para informar ya mencionadas; al mismo tiempo comunican a la narración junto con el sobrepujamiento un elevado y sostenido tono épico: La segunda noche, en rendiendo la primera vela, vinieron sobre nosotros una gran cantidad de indios, que pasaban los veinte mil; acometié-

12 Sobre las ordenanzas de minas impuesta por el cabildo de Santiago por iniciativa de Valdivia ver Jara y Pinto, 1982, t. I, pp. 3-11. 13 Esta comparación puede fundarse sobradamente en la experiencia europea de Valdivia. N o es despreciable, sin embargo, comparar la referencia a la antropografía de Tácito, Germania, 6, 4-6.

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ronnos por la una parte, porque la laguna 14 nos defendía de la otra, tres escuadrones bien grandes, con tan gran ímpetu y alarido que parecían hundir la tierra, y comenzaron a pelear de tal manera, que prometo mi fee que ha treinta años que sirvo a Vuestra Majestad y he' peleado contra muchas naciones, y nunca tal tesón de gente he visto jamás en el pelear, como estos indios tuvieron contra nosotros, que en espacio de tres horas no podía entrar con ciento de caballo al un escuadrón, y ya que entrábamos algunas veces, era tanta la gente de armas enastadas e mazas, que no podían los cristianos hacer a sus caballos arrostrar a los indios. Y de esta manera peleamos el tiempo que tengo dicho, e viendo que los caballos no se podían meter entre los indios, arremetían la gente de pie a ellos. Y como fui adentro en su escuadrón y los comenzamos a herir, sintiendo entre sí las espadas, que no andaban perezosas, e la mala obra que les hacían, se desbarataron». (VIII, 154)15 La visión etnográfica (que anticipa las observaciones más numerosas y precisas de J e r ó n i m o de Vivar en su Crónica y Relación copiosa)16, surge nítida, j u n t o c o n la exageración épica, al enfrentarse nueve días más tarde a cuarenta mil indios: Venían en estremo muy desvergonzado, en cuatro escuadrones de la gente más lúcida e bien dispuesta de indios que se ha visto en estas partes, es más bien armada de pescuezos de carneros y ovejas e cueros de lobos marinos, crudíos, de infinitos colores, que era en estremo cosa muy vistosa, y grandes penachos, todos con celadas de aquellos cueros, a manera de bonetes grandes de clérigos, que no hay hacha de armas, por acerada que sea, que haga daño al que las trajere, con mucha flechería y lanzas a veinte e a veinte e cinco palmos, y mazas y garrotes; no pelean con piedras». (VIII, 155) El castigo de los indios rebeldes entrega una d i m e n s i ó n tan clara c o m o cruenta del propósito punitivo y aleccionador de estas acciones,

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H o y día la llamada laguna grande de San Pedro. Sobre la organización militar de los araucanos ver el libro de Jara (1971, cap. III, pp. 44-69), que elabora y resume bien la bibliografía sobre el tema. 16 Tenemos hoy en día varias ediciones de esta obra: Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile, ed. I. A. Leonard, 1966; la ed. de Esteve Barba, 1969; la ed. crítica de Leopoldo Sáez, 1979; la ed. de S. Pinto Vallejos, 1987; la de A. Barral Gómez, 1988 y en una nueva edición de 2001;y un libro que la estudia,el de Orellana Rodríguez, 1988. 15

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más crueles, en realidad, que la visión, suficientemente explícita que nos da Valdivia en su carta del alcance al fin de la batalla del 12 de marzo de 1550: Matáronse hasta mil e quinientos o dos mil indios y alanceáronse otros muchos y prendiéronse algunos de los cuales mandé cortar hasta doscientos las manos y narices, en rebeldía de que muchas veces le había enviado mensajeros y hécholes los requerimientos que vuestra Majestad manda. Después de hecha justicia, estando todos juntos, les torné a hablar, porque había entr'ellos algunos caciques e indios principales, y les dije e declaré cómo aquello se hacía porque los había enviado muchas veces a llamar y requerir con la paz, diciéndoles a lo que vuestra Majestad me enviaba a esta tierra, y habían rescibido el mensaje y no cumplido lo que les mandaba, e lo que más me pareció convenir en cumplimiento de los mandamientos de vuestra Majestad e satisfacción de su real conciencia; y así los envié». (VIII, 156)17 En las cartas de Valdivia, la voz de los indios se escucha muchas veces, pero en ninguna como en este fragmento de la carta VIII, que inspiró más tarde a Ercilla18, modificando el lugar y las circunstancias, pero tanto en Valdivia como en Ercilla sirvió con igual delegación de la verdad del sucedido, para desplegar la creencia hispánica (para decirlo en palabras de Américo Castro) 19 y la común concepción providencialista de la historia. Desde el punto de vista retórico, la fuerza suasoria a que aspira es la del argumento a loco, intentando mostrar que la tierra conquistada es lugar especialmente señalado por Dios. Su

17 El Licenciado Fernando de Santillán, en su Relación (1559) (ver Medina, 18881902, t o m o 28, pp. 284-302), hablando de c ó m o «aquellas crueldades se juzgan y atribuyen a servicios señalados de S.M», dice: «y u n o de los q u e en esto más escándalo tienen concebido, son los de las provincias de Chile, por haberse usado con ellos más crueldades y excesos que con otros ningunos, ansí en la primera entrada que los cristianos entraron en aquella tierra con el adelantado Almagro, c o m o después con Pedro de Valdivia; e asimismo después de la m u e r t e del dicho Valdivia, matando m u c h a suma dellos debajo de paz, e sin darles a entender lo que S. M . manda se les aperciba, aperreando a muchos, y otros q u e m a n d o y encalándolos, cortando pies y manos e narices y tetas, robándoles sus haciendas, estuprándolos sus mujeres e hijas». 18

Ver Alonso de Ercilla, La Araucana, parte I, canto ix. La verosimilitud que p r e o cupa al poeta queda una vez más salvada, c o m o en Valdivia, cuando dice: «no dejaré en efecto de contarlo / pues los indios n o dejan de afirmarlo», I, ix, estrofa 4. 19

Ver Castro, 1958.

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peso argumental, estimulado por la religiosidad barroca, no sería despreciado en el siglo XVII por Alonso de Ovalle20. Dice Valdivia: Y parece nuestro Dios quererse servir de su perpetuación para que sea su culto divino en ella honrado y salga el diablo de donde ha sido venerado tanto tiempo; pues, segund dicen los indios naturales, que el día que vinieron sobre este nuestro fuerte, al tiempo que a los dos de caballos arremetieron con ellos cayó en medio de sus escuadrones un hombre viejo en un caballo blanco e les dijo: «Huid todos, que os matarán estos cristianos», y que fue tanto el espanto que cobraron, que dieron a huir. Dijeron más: que tres días antes, pasando el río de Biubiu para venir sobre nosotros, cayó una cometa entr'ellos, un sábado a mediodía, y deste fuerte donde estamos la vieron muchos cristianos ir para allá con muy mayor resplandor que otras cometas salir, e que, caída, salió della una señora muy hermosa, vestida también de blanco, y que le dijo: «Serví a los cristianos y no vais contra ellos porque son muy valientes y os matarán a todos». E como se fue de entre ellos, vino el diablo, su patrón, y los acabdilló diciéndoles que se juntasen muy gran multitud de gente, y qu'él vernía con ellos, porque, en viendo nosotros tantos juntos, nos caeríamos muertos de miedo; e así siguieron su jornada». (VIII, 157)

Otra mención esta vez sin mediaciones había hecho Valdivia al Apóstol Santiago en la misma carta: Luego hice recoger la comida que había en la comarca e meterla en nuestro fuerte (esta acción es lo que los españoles llaman la «guerra galana»)21 , e comencé a correr la tierra y a conquistarla; y tan buena maña me he dado, con el ayuda de Dios e de Nuestra Señora e del Apóstol Santiago, que se han mostrado favorables y a vista de los indios naturales en esta jornada, como se dirá más adelante, que en cuatro meses traje de paz a toda la tierra que ha de servir a la ciudad que aquí he poblado. (VIII, 156) 22

20

Ver Ovalle, 1969. E n la «Relación de las cosas de Chile, dada por el licenciado Juan de Herrera», que puede leerse en el Memorial Histórico Español, t o m o IV, 1852, pp. 418-19, se escribe: «La guerra que en Chile se ha de hacer ha de ser guerra galana, como dicen; talando las comidas procurar tomarlos por hambre y manos, o con mucha pujanza, y hacer a los indios viejos mitimas y passarlos a esta tierra, porque de otra manera hasta que todos se consuman no se acabará la guerra». 21

22

Se refiere a la ciudad de Concepción.

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

Valdivia c i e r r a esta p a r t e d e su c a r t a e x h i b i e n d o u n a m u e s t r a i n t e r e s a n t e d e la m u t u a a p r o p i a c i ó n del m u n d o p o r la p a l a b r a e n t r e i n d i o s y e s p a ñ o l e s . « L l á m a n n o s a n o s o t r o s ingas, hueques

ingas,

y a nuestros caballos

q u e q u i e r e d e c i r «ovejas d e ingas» ( V I I I , 1 5 7 ) 2 3 . O v e j a s

o c a r n e r o s d e la t i e r r a l l a m a r o n los e s p a ñ o l e s a falta d e m e j o r s e m e j a n z a a l o s a u q u é n i d o s a n d i n o s , e s p e c i a l m e n t e la l l a m a ( A u c h e n i a ma) y el g u a n a c o ( A u c h e n i a huanaco) y la v i c u ñ a ( A u c h e n i a vicunna).

y t a m b i é n la a l p a c a ( A u c h e n i a

llapaco)

L a s e m e j a n z a física e r a la m á s a p r o x i -

m a d a e n las d o s d i r e c c i o n e s , p o r o t r a p a r t e p o d í a n c a r g a r s e los d o s a n i m a l e s , n o así c a b a l g a r s e el u n o , ni t a m p o c o trasquilarse p a r a b e n e ficio

d e la l a n a el o t r o 2 4 .

A c o m p a ñ a n d o los a r g u m e n t o s s u a s o r i o s s e ñ a l a d o s , se a g r e g a la a l a b a n z a d e la t i e r r a , a n t i c i p o d e su d e s c r i p c i ó n r i g u r o s a p o s t e r g a d a , c o m o se h a v i s t o tantas v e c e s , p a r a m e j o r o c a s i ó n . U n a p r i m e r a d e s c r i p c i ó n n o s p o n e n u e v a m e n t e a n t e la a p r o p i a c i ó n d e la r e a l i d a d p o r la p a l a b r a . L a s e m e j a n z a c o n las e s p e c i e s e u r o p e a s c o n o c i d a s p o r el c o n q u i s t a d o r d i c t a los n o m b r e s d e las e n u m e r a d a s e n esta d e s c r i p c i ó n :

23 Ingas, hueques ingas: lo más probable es que se trate de las palabras del mapudungun, la lengua mapuche, huinca/-winki, el español, y consiguientemente hueques huincas/wekes winkas, huanacos españoles. Ver Lenz, 1905-1910, s. v. «huinca» y «chilihueque». Lenz cita este fragmento sin mayor comentario. 2 4 En las cartas X y X I , Valdivia no vacilará en mezclar las voces de indios a la autoridad de astrólogos y cosmógrafos para persuadirse e intentar persuadir de la importancia estratégica del Estrecho de Magallanes, combinando los argumentos personales con los argumentos que se apoyan en el asunto y en la utilidad. Comienza con una sugestiva convergencia epistemológica que concede crédito equivalente a los naturales, a los astrólogos y cosmógrafos: «Por la noticia que de los naturales he habido y por lo que oigo decir y relatar a astrólogos y cosmógrafos, me persuado estoy en paraje donde el servicio de nuestro Dios puede ser muy acrecentado, y visto lo uno e lo otro, hallo por mi cuenta que donde más S.M. y vuestra Alteza (escribe a Felipe, príncipe) el día de hoy pueden ser servidos, es en que se navegue el Estrecho de Magallanes, por tres cabsas, dexadas las demás que se podían dar. La primera porque toda esta tierra y Mar del Sur la terná vuestra Alteza en España y ninguno se atreverá a hacer cosa que no deba; la segunda, que terná muy a la mano toda la contratación de la especería; y la tercera, porque se podrá descubrir e poblar esotra parte del Estrecho que, según estoy informado, es tierra muy bien poblada; y porque en los demás no es razón yo dar parecer, mas de advertir a vuestra Majestad de lo que acá se me alcanza y entiendo, como hombre que tiene la cosa entre manos, no lo doy» PCI, 187, y X , 180, con variante incompleta en relación con la última oración).

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E yo fui a mirar donde había los años pasados determinado de poblar, que es legua e media más atrás del río grande que digo de Biubiu, en un puerto e bahía, el mejor que hay en Indias, y un río grande por un cabo que entra en el mar, de la mejor pesquería del mundo, de mucha sardina, céfalos, tuninas, merluzas, lampreas, lenguados y otros mil géneros de pescados, y por la otra un riachuelo pequeño, que corre todo el año, de muy delgada e clara agua. (VIII, 154) Las formulas de sobrepujamiento: «el mejor que hay en Indias», «de la m e j o r pesquería del mundo», indican, por u n lado, las posibilidades retóricas de la alabanza y del discurso epidíctico o demostrativo; por otro, revelan el sentimiento apasionado p o r persuadir de la bondad de la tierra. Nuevos tópicos demostrativos se perciben en la descripción siguiente de la tierra de Arauco: Certifico a vuestra Majestad que, después que las Indias se comenzaron a descobrir hasta hoy, no se ha descubierto tal tierra a vuestra Majestad: es más poblada que la Nueva España, muy sana, fértilísima e apacible, de muy lindo temple, riquísima de minas de oro, que en ninguna parte se ha dado cata que no se saque; abundante de gente, ganado e mantenimiento; gran noticia, muy cerca, de cantidad de oro sobre la tierra; y en ella no hay otra falta si no es de españoles y caballos; es muy llana, y lo que no lo es, unas costezuelas apacibles; de mucha madera y muy linda. Es tan poblada, que no hay animal salvaje entre la gente, de raposo, lobo y otras sabandijas de esta calidad, y si las hay, les conviene ser domésticas, porque no tiene dónde criar sus hijos si no es entre las casas de los indios y sus sementeras. Tengo esperanza en Nuestro Señor de dar en nombre de vuestra Majestad de comer en ella a más conquistadores que se dio en Nueva España e Perú; digo que haré más repartimientos que hay en ambas partes, e que cada uno tenga muy largo e conforme a su servicios y calidad de persona. (VIII, 156-57) Lo más interesante de esta descripción, aparte de la renovación del sobrepujamiento, esta vez sobre Nueva España y el Perú, y los rasgos positivos e hiperbólicos de la descriptio en relación a los tres reinos de la naturaleza, es la neutralización de los términos disyuntivos («y si n o lo es», «y si las hay») p o r la atenuación de las limitaciones y acrecentamiento del bien elogiado. Por otra parte, se retorna en esta carta a subrayar la significación de la abundante población de la región de Arauco. Esta responde m e j o r a la insistente referencia de otras cartas

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

y de la información histórica e la escasez de indios para repartir y encomendar, y se transforma en promesa de mejores premios para los conquistadores. Pero, como dirigida al Emperador, resuena en esta referencia la utopía franciscana que vinculaba la existencia de grandes masas indígenas a la conversión, como signo del fin de los tiempos, de grandes multitudes a la fe de Cristo 25 . Otra parte fundamental de la carta, que se ordena como consecuencia retórica legitimada por las pruebas acumuladas y los argumentos en uso, es la petición de mercedes y permiso que se extiende por un quinto de sus páginas. N o hay lugar por ahora para analizar aquí estas peticiones. Baste decir que todas ellas se enderezan a la consolidación de su gobernación y de la extensión de sus límites hasta el estrecho de Magallanes, a la petición de premios y mercedes y poderes, entre ellos pide merced de la octava parte del territorio conquistado, poblado y descubierto y por conquistar, poblar o descubrir; un salario de diez mil pesos26, y suelta de deudas con la caja real y nuevas ayudas. Todo ello enfatiza el carácter de memorial de servicios y solicitud de premios de la carta. Las partes que someramente hemos analizado sirven como argumentos para fundamentar mejor lo que se pide y para persuadir al monarca de la importancia de la acción conquistadora y pobladora. En ella el argumento supremo es que todo lo que se hace, que significa la postergación de muchos bienes, se hace en nombre de un bien superior, dictado por la prudencia y la previsión, que habrá de redundar, finalmente, en el engrandecimiento del imperio. Estos argumentos se dan en la doble perspectiva de su práctica retórica y de la concepción imperial y religiosa que desató tanto el proyecto colonial como la acerba crítica de su desarrollo. En ambos planos, el lejano conquistador aspira a mostrarse prudente en su acción para asegurar el éxito de la conquista y fiel a los designios del imperio y de sus recientes vigilancias morales y religiosas, en particu-

25

Dejando de mano la segura distribución de premios para los soldados que esto significaba, no es este el argumento menos importante para persuadir al monarca que emplea Valdivia con miras a la obtención de premios y beneficios y a la confirmación de su cargo. Otra vez debe tenerse presente la cercanía y familiaridad ideológica con su destinatario que parece tener siempre presente Valdivia. D e b o a una incitadora pregunta de Jaime Giordano el acento puesto en esta dimensión utópica. 26 El sueldo que la corona concedió al primer gobernador de Chile no excedió de los dos mil pesos.

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lar en el tratamiento de los indios.Valdivia responde a ambas a la manera del conquistador español cuyas cartas ilustran lo mismo sus patentes creaciones que sus notorias omisiones.

III. POÉTICA DEL E X O R D I O E N LA

ARAUCANA

La interpretación de La Araucana ha corrido una suerte dispar. Para una crítica de muy larga estirpe neoclásica es una obra de algunas virtudes, pero de demasiados defectos1. Para otra crítica, de espíritu nacionalista, es la sorprendente epopeya que acompaña al nacimiento de una nación moderna; epopeya en la cual se encuentran ciertas cosas épicamente significativas y pertinentes y muchas insignificantes e impertinentes 2 . Personalmente, estamos más cerca de los panegiristas del siglo xvi, que hacen la alabanza subida del poema y de su autor, destacando la novedad insólita de la obra y el talento excepcional del narrador y conduciéndolo al primer lugar entre los poetas de su tiempo. Un novelista español de quien algunos hablan y pocos han leído, decía de La Araucana que era una obra que todos debían tener por conocida, pero que por supuesto nadie habría leído 3 . Nos tememos que esta sea una verdad muy cierta. Pese a ello pensamos que la epopeya de Ercilla está todavía viva y es capaz de despertar el interés de las grandes obras. Nuestro propósito inmediato no está orientado a una tarea superior a nuestras fuerzas, sino al modesto empeño de leer la obra con una fidelidad al texto que abra el camino para su existencia verdadera, más allá o más acá de las nieblas que se le han arrojado encima y, desde ya, sin ninguna pasión deformadora, sino mas

1

Para la crítica de Ercilla ver Pierce, 1947 y Alegría, 1954, pp. 1-55. Andrés Bello (1862) es el primero que interpreta el poema como epopeya de la nacionalidad chilena. Entre sus continuadores se cuentan König, 1888, p. 400; ver también su edición de LA, 1888; Galdámez, 1933, pp. 40-53 y su edición de LA, 1933; Lillo, 1928; Undurraga, 1947; Alegría, 1954, conduce sus excesos interpretativos al máximo extremo. 3 Zunzunegui, 1950. p. 165. 2

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bien dejando que la evidente singularidad de la obra se manifieste por sí misma. Para iniciar tarea semejante, hemos creído útil ceñirnos a ciertas cuestiones bien determinadas que, en síntesis, se reducen a la exégesis del 'exordio' en La Araucana. Es característica erciliana la cuidadosa elaboración retórica de las partes del poema. N i n g u n o de los poemas épicos conocidos ha desarrollado o tratado retóricamente sus partes en forma tan completa, ya sean antiguos o modernos, como Ercilla. El poeta español encierra la narración entre un exordio y una conclusión y cada uno de sus cantos en particular consta de las mismas partes retóricas. El exordio, como iniciación del poema, de partes del mismo, de cada canto, o de ciertos momentos destacados como narraciones intercaladas, ocupa un lugar muy significativo en el poema de Ercilla. El primero y más importante es el exordio del poema que ocupa las primeras cinco estrofas del Canto I de la Primera Parte. Luego hay un segundo exordio al comienzo de la Segunda Parte. Los otros exordios son proposiciones sentenciosas con las cuales se inicia cada canto y que sirven de introducción moral al caso de los acontecimientos viene a representar. Cada uno de estos exordios está caracterizado por la enunciación de una sentencia contra vicios o de una alabanza de ciertas virtudes. Este tipo de exordio domina en la introducción de los cantos de la Primera y Tercera partes. Hay también algunos exordios de cantos que constituyen comentario o regulación de la marcha del acontecer y que se refieren al poema mismo, a la determinación de su asunto o a sus dificultades. Estos exordios se ordenan de preferencia en la Segunda Parte del poema. Finalmente, encontramos exordio para narraciones particulares que se encuentran enmarcadas e intercaladas en la narración y que por su singularidad o interés son introducidas con énfasis especial. Así acontece, p. ej., con la Historia de la reina Dido (III, xxxii). La Araucana está así construida con partes retóricas muy definidas y cada uno de sus momentos, la estructura del canto o de las narraciones intercaladas, va debidamente enmarcado. Resulta, en primera aproximación, extraño comprobar que un poema de rasgos tan irregulares en el desarrollo de un plan unitario, según la apreciación crítica ordinaria, tenga la disposición tan regular y, se diría, tan rígida

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c o m o la señalada. Pareciera que una materia extremadamente líquida, quedara encerrada en las paredes sólidas de u n continente férreo. El exordio de La Araucana está constituido p o r las primeras cinco estrofas de la Primera Parte, C a n t o I (I, i). Su f o r m a particularísima conduce naturalmente a que nos detengamos en él para considerar su 'disposición' y cada una de sus partes. Pertenece a la poética clásica la n o r m a de comenzar el poema épico mediante una introducción en la cual el narrador: 1) invoca a las Musas para vencer las dificultades del asunto y sus propias limitaciones humanas; 2) presenta el asunto que va a cantar, y, finalmente, 3) se aboca a narrarlo en u n orden determinado. En el orden propuesto están contenidos los tres m o m e n t o s que la poética clásica enumera como: 1) invocatio, 2) propositio, y 3) narratio. Esta disposición se funda en la tradición homérica y puede encontrarse cifrada en el Ars Poética, de Horacio 4 . La poesía épica latina impone una alteración significativa a tal disposición. Virgilio en el exordio de la Eneida y Lucano en su Farsalía son los grandes innovadores. La disposición virgiliana nos permite reconocer fácilmente el m o d e l o épico del Renacimiento. A ella se ciñen Ariosto y quienes tuvieron ante sus ojos el m o d e l o italiano c o m o Ercilla. En general, la poética renacentista adopta el mismo criterio frente a este aspecto, es decir, se apoya en el m o d e l o virgiliano para la norma moderna 5 . Esta disposición consistía en p o n e r en primer término: 1) la proposición; luego, 2) la invocación, y 3) la narración. El sentido de la n o r m a horaciana era el siguiente: vinculado directamente a la necesidad de ganar la benevolencia del lector, el narrador debía afectar modestia e inferioridad y solicitar ayuda a las Musas para vencer las dificultades del canto, pero también para autorizar la presentación de hechos notables y maravillosos y el dominio perfecto de lo narrado. Se trataba de una cuestión de prudencia p o é tica: n o anunciar primero u n gran asunto para concluir con u n resultado mediocre, sino, mejor, sacar de u n comienzo modesto una narración brillante:

4

Horacio, Ars Poética, w . 136-52. Ver López Pinciano, Philosophia Antigua Poética, ed. A. Carballo Picazo, 1953, epístola XI, vol. III, pp. 181-90. Ver Spingarn, 1924. 5

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LETRAS DEL REINO DE CHILE Nonfumum

ex fulgore, sed ex fumo daré lucem

Horacio, Ars poética, 143. Pero la previa invocación de las Musas importa además dos cosas: una, inspira el tono elevado adecuado a la grandeza del asunto, que una voz humana sola no podría dar (el rapsoda canta como si la voz de las Musas se dirigiera a nosotros a través de él con la solemnidad y dignidad del canto); otra, autoriza por esa vía la omnisciencia que el narrador, abandonado a sus propias fuerzas, no podría alcanzar. Esa omnisciencia es característica esencial del narrador épico 6 . El narrador cumplía igualmente con estas exigencias así pusiera primero la innovación y luego la proposición o primero esta y luego la invocación, como hizo Virgilio. Pero en este último caso, poniendo en primer término la proposición, se da relieve al asunto, a la cualidad del narrador y a la significación personal del asunto como vinculado directamente al interés patrio del narrador 7 . Ahora bien, si se rechaza la invocación a las celestes Musas y esta se dirige a un ser humano se establece una nueva limitación tanto a la elevación del tono épico como al grado de conocimiento del narrador y a la verosimilitud de la narración. Esta modificación fue practicada por Lucano en la Farsalia que invoca al 'divino' Nerón. E n el Renacimiento también se invoca a personas, reyes o dignatarios. En el caso de Ercilla se reconoce esta invocación, enderezada a la persona de Felipe II, con significativas consecuencias narrativas c o m o intentaremos mostrar más adelante 8 . Esta es la afiliación clásica y renacentista de la disposición del exordio en La Araucana. Pasaremos en seguida a analizar de cerca el texto de este exordio para ilustración de lo dicho y de sus rasgos más particulares. ¿Qué se propuso cantar el poeta? ¿Cómo lo enuncia?

6 7 8

Ver Kayser, 1954, pp. 323-25. Ver López Pinciano, Philosophía Antigua Poética, pp. 182-85. Ver Curtius, 1955, I, p. 129.

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PROPOSICIÓN

Las dos primeras estrofas del exordio constituyen la proposición. Esta tiene una forma negativa pues comienza p o r enunciar lo que el poeta n o se propone cantar 9 : N o las damas, amor, no gentilezas de caballeros canto enamorados ni las muestras, regalos y ternezas de amorosos afectos y cuidados; 10

Se trata de una réplica en términos negativos de la proposición de Ariosto en el Orlando Furioso11: Le donne, i cavalier, l'arme, gli amori, le cortesie, l'audaci imprese io canto,

I, 1

La proposición negativa separa desde el c o m i e n z o el p o e m a de Ercilla del carácter cortesano que tiene el «romanzo» de Ariosto y p o ne relieve al interés histórico sobre el novelesco de la epopeya italiana. Se trata de u n tópico propio del exordio, del «rechazo de los temas épicos trillados» 12 , q u e sirve para e x p o n e r los motivos que han determinado la creación de la obra. Es más u n procedimiento que una declaración severa c o m o el curso de la narración vendrá a demostrar. En todo caso, el enunciado negativo basado en la proposición del Orlando Furioso delata una deuda y una filiación con el Ariosto que resuena también en otros m o m e n t o s del p o e m a de Ercilla, pero q u e n o gravita en la estructura de la narración. La fórmula negativa prepara la proposición del asunto novedoso que contará «cosas nunca antes dichas» 13 , p o n i e n d o en p r i m e r términ o la hazaña cumplida p o r las armas españolas: 9

Ver Irisarri, 1960, cap. II, pp. 63-64. Se refiere irónicamente al procedimiento del poeta: «Consideremos todo lo que Ercilla iba a dejar en silencio, y veremos que aunque él hubiese escrito más que mil Tostados, no hubiera concluido en su vida de decirnos las cosas sobre las cuales no trataría en su Araucana»; comp. la ed. de La Araucana de Ducamin. 10 Citamos por la ed. de Caillet-Bois, 1945. 11 Citamos por la ed. de 1812, vol. II. 12 Ver Curtius, 1955, I, p. 131. 13 Ver Curtius, 1955, I, p. 131.

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mas el valor, los hechos, las proezas de aquellos españoles esforzados, que a la cerviz de Arauco no domada pusieron duro yugo por la espada,

5

La novedad del asunto es el motivo mismo de la creación. El hecho insólito cumplido por las armas españolas justifica el canto y señala inequívocamente lo que el poeta se propone cantar. Pero la proposición tiene un carácter doble y significativo por el nuevo énfasis que pone en la extrañeza del asunto conforme al tópico mencionado. 2 Cosas diré también harto notables de gente que a ningún rey obedecen, temerarias empresas memorables que celebrarse con razón merecen: raras industrias, términos loables que más los españoles engrandecen: pues no es el vencedor más estimado de aquello en que el vencido es reputado.

10

15

El énfasis en el carácter novedoso pone fuertes notas de exotismo que constituirán una dimensión constante de la narración 14 . El carácter aditivo o complementario que tiene esta segunda proposición es inequívoca en su significación con respecto a la primera y así lo confirman las dos últimas líneas (vv. 15-16): el carácter indómito, el valor, la extrañeza, las costumbres laudables de los araucanos, tratándose de bárbaros e infieles, enriqueciendo la dignidad del enemigo, engrandecen todavía más a los españoles y justifican su memoria heroica. Pero mediante esta redoblada proposición los araucanos conquistan también un lugar en la fama.

1 4 Ver Cristóbal Mosquera de Figueroa, «Elogio» (1585) en ed. La Araucana, ed. F. Grau, 1962, pp. 3-10; comp. Figueiredo, 1953, p. 381; ver Curtius, 1955.

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D e la doble proposición, de relieve dispar, brotan todos los malentendidos, desacuerdos y desbordes interpretativos de la crítica erciliana moderna 1 5 . E n la crítica contemporánea de Ercilla, n o hay confusión sobre el asunto del poema. El lector del siglo xvi n o podía menos que ver u n p o e m a épico español en la obra; en su horizonte histórico n o había otra cosa que la propia realidad imperial. C o m o q u i e r a que sea, hay algo de contradictorio en el doble propósito erciliano y ese algo se proyecta hasta sus últimas consecuencias a lo largo y lo ancho del p o e ma. Es necesario percibir lo insólito que era atraer a la fama —reservada en la epopeya a la política regia y a los monarcas y, a partir del Renacimiento, a los caballeros nobles, y en t o d o caso siempre a individuos—, a todo u n pueblo, esto es a los españoles. Pero m u c h o más insólito era que ese pueblo fuera, c o m o el araucano, u n pueblo de bárbaros indígenas infieles y enemigos 1 6 . Sabemos cuáles son las consecuencias de contar o cantar la fama de dos pueblos enemigos. El narrador se obliga a u n constante acom o d o de los términos de la fama, c o m o anticipa ya la proposición en las dos líneas finales que reducen con su determinación el significado de la fama indígena al transformarla en u n m o d o de incrementar la de los españoles. El mismo autor cree necesarias ciertas explicaciones en su Prólogo del autor17. La explicación se justifica c o m o conciencia de una c o n cepción definida de la historia y de las letras c o m o portadoras y dadoras de fama. La justificación de la fama de los araucanos está m o t i vada p o r la exótica extrañeza que suscita hallar en el último rincón de la tierra u n pueblo bárbaro que muestra tener, por naturaleza, sentido de la libertad y de la justicia y varios otros atributos cuya ilustración se propone más adelante en el p o e m a con variada insistencia. La crítica tradicional ha puesto de relieve la falta de unidad que hay en los propósitos del narrador, que rechaza el tema de a m o r y acaba p o r darle lugar en el poema; que dice ocuparse de las guerras

15

Ver Pierce, 1967, p. 268. Puede compararse esto con lo que acontece en la crónica hispanoamericana con las modificaciones impuestas a la historia, c o m o historia de la fama, por Bernal Díaz y por el Inca Garcilaso. En el caso de este hay la posibilidad de un influjo significativo de La Araucana. 17 Prólogo del autor, pp. 31-33. 16

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de Chile y acaba narrando variadas guerras del imperio; que dice luego ceñirse a la verdad y concluye p o r narrar hechos maravillosos y extraordinarios 18 . Al estudiar las proposiciones de los cantos nos ocuparemos de la personalísima manera de desenvolver la narración y dirigirla por una serie de proposiciones que modifican y completan la proposición inicial del p o e m a y dan cierta condición errática a su desarrollo.

DEDICATORIA

A la proposición sigue la invocación y con ella los tópicos tradicionales del exordio: 3 Suplícoos, gran Felipe, que mirada esta labor, de vos sea recebida, que, de todo favor necesitada, queda con darse a vos favorecida: es relación sin corromper, sacada de la verdad, cortada a su medida; no despreciéis el don, aunque tan pobre, para que autoridad mi veno cobre.

20

Llama la atención aquí que la invocatio esté enderezada a Felipe, es decir, a u n ser h u m a n o y se espere de él el favor o ayuda que se n e cesita. ¿Pero qué favor es este? Lo previamente dado en la invocación a las Musas es alteza de t o n o y omnisciencia. D e u n ser h u m a n o , de conocimiento limitado, n o p u e d e provenir la omnisciencia que está determinada p o r el carácter divino de las Musas. N i siquiera parece posible afirmar que la alteza de t o n o pueda ser comunicada p o r u n hombre, pues esa entonación elocuente se vincula a la teoría de la inspiración en que el poeta se veía poseído p o r el entusiasmo, de origen celeste, que ponía el t o n o que h u m a n a m e n t e le era imposible dar al canto. La verdad es q u e en esta invocación hay una consciente renuncia a las Musas y, p o r consiguiente, a t o d o aquello q u e aleje el 18

Ver Pierce, 1967; Alegría, 1954; Ducamin, en la introducción a su ed. de La

Araucana, p. XLIX.

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p o e m a y su asunto de su dimensión estrictamente h u m a n a y verdadera, tanto en lo que al tono cuanto al grado de conocimiento se refiere. Los versos 13-16 confirman claramente el propósito de r e n u n ciar a la omnisciencia y fundar la verdad poética del asunto en la verdad histórica (verum)19. D e m o d o que esta invocación lleva u n sign o perfectamente consciente y necesario que condiciona definitivam e n t e — a pesar de algunas apariencias señaladas insistentemente p o r la crítica— las relaciones del narrador con lo narrado. El empleo del tópico de la 'dedicatoria' obedece a la necesidad de mover la atención del destinatario (attentum parare) acompañándolo del tópico de la 'falsa modestia' para ganar su benevolencia y hacerlo d ó cil a la novedad del asunto (benevolum, docilem pararé) dando al p o e m a la condición de una ofrenda que le es consagrada 20 . El narrador pide ser oído p o r su alto destinatario c o m o único premio, con la certeza de que el solo h e c h o de aceptarlo le dará el valor que p o r sí mismo, c o m o obra del poeta, n o tiene. La súplica y las fórmulas de modestia que presentan la labor c o m o «de todo favor necesitada» o el d o n «tan pobre» c o n f o r m a n esta intención. La cuarta estrofa justifica la dedicatoria. El tópico toma aquí u n carácter especial: 4 Quiero a señor tan alto dedicarlo, porque este atrevimiento lo sostenga, tomando esta manera de ilustrarlo, para que quien lo viere en más lo tenga: y si esto no bastare a no tacharlo a lo menos confuso se detenga pensando que, pues va a Vos dirigido, que debe de llevar algo escondido. Esta parte de la dedicatoria es singular y presenta dos aspectos i m portantes. Dentro de la poquedad de la obra, c o m o fórmula de la falsa modestia, considera en primer término, que el simple h e c h o de te-

19

Sobre el verismo tradicional de la épica española ver Menéndez Pidal, 1952, pp. 97-117. 20 Ver Curtius, 1955, I, p. 132.

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ner al monarca como destinatario integrado a la narración, como su lector único y específico, sostiene y provee de brillo al poema, lo enriquece y dignifica. Y en segundo término, si el lector común no viere en esto un mérito de su obra al menos se detenga confuso pensando que una razón oculta lleva al poeta a obrar de esta manera. Aparte el sentido inmediato de la expresión, es importante consignar —dejando de mano el ningún interés que la crítica de todos los tiempos puso en estas líneas— que efectivamente se insinúa aquí un propósito velado de cantar algo más que lo señalado en la proposición conocida y principal y que, por tanto, la integración del monarca como lector es significativa porque la narración le está inmediatamente vinculada y no solo dedicada de un modo externo y desprovisto de significación personal. La luz que el destinatario ponga en el poema no provendrá entonces de su persona de destinatario último, sino de la luz propia que resplandece en y se confunde con la del mundo presentado; iluminación del poema es así iluminación del mundo narrativo por la grandeza imperial de Felipe que lo preside. Esto se ve confirmado en los exordios de los cantos que determinan, en rigor, la extensión del asunto representado. En la quinta estrofa, se establece otro tipo de dependencias de la grandeza del príncipe que le alcanza personalmente por haberse criado en su corte:

5 Y haberme en vuestra casa ya criado, que crédito me da por otra parte, hará mi torpe estilo delicado, y lo que va sin orden lleno de arte: así, de tantas cosas animado, la pluma entregaré al furor de Marte; dad orejas, señor, a lo que digo, que soy de parte dello buen testigo.

De esta manera se modifica positivamente el rebajamiento de la propia persona que se correspondía con la dignificación del monarca21, alcanzando su perfección hasta al estilo que el poeta presenta

21

Ver Curtius, 1955, I, p. 128.

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como torpe en otra fórmula de falsa modestia. La irradiación de la casa y corte sobre la perfección de la obra subraya el sentido de la motivación de la invocado. De las dos líneas finales de esta estrofa y de los w . 21-22 de la tercera, merece subrayarse el relieve dado al conocimiento del asunto como originado en la experiencia personal y, en ese sentido, verdadero. Esta forma de conocimiento del narrador desplaza expresamente la omnisciencia épica tradicional y puede considerarse como una de las conquistas más originales y notables del poema de Ercilla. Sobre todo porque resulta de esta novedad una coherencia y unidad notables del m o d o narrativo en cuanto se refiere al carácter verista de la representación, sin exceder las capacidades estrictamente humanas del conocimiento 2 2 . Hasta aquí, los aspectos dominantes del exordio principal con su considerable novedad y sus tópicos retóricos redoblados. ¿Cuáles son ahora las consecuencias concretas de los avisos de este exordio? Su análisis atrae las principales cuestiones de la crítica erciliana. Los soslayaremos, sin embargo, para contestar a la pregunta desde los exordios de partes, cantos y narraciones intercaladas del poema.

S E G U N D O EXORDIO

El comienzo de la Segunda Parte de La Araucana trae un exordio que renueva las partes y los tópicos de dedicación y falsa modestia, aparejando la situación del narrador, que persigue la atención y la benevolencia del lector, a la correspondiente a los acontecimientos, que muestran al narrador y personaje en medio de una tempestad, motivo que sirve de tránsito entre las dos partes del poema:

22

C o m p . la ed. de La Araucana de D u c a m i n . Podrá parecer c o n t r a d i c t o r i o esto en relación al e m p l e o de lo maravilloso r e c o n o c i d o p o r la crítica. N o es así sin e m bargo. El episodio de San Q u i n t í n es i n t r o d u c i d o e n u n sueño y este es u n artificio legitimado p o r la tradición c o m o m e d i o de c o n o c i m i e n t o y revelación. La batalla de Lepanto es vista m e r c e d a las artes del m a g o Fitón, que encuentra su f u n d a m e n t o en la hechicería, practicada p o r los indios, y q u e v i e n e a caracterizarlos culturalmente. Su o r i g e n d e m o n í a c o movía a la censura, pero n o se desconocía su p o d e r revelador.

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Proposición: Salga mi trabajada voz, y rompa el son confuso y mísero lamento con eficacia y fuerza que interrumpa el celeste y terrestre movimiento. La fama con sonora y clara trompa, dando más furia a mi cansado aliento derrame en todo el orbe de la tierra las armas, el furor y nueva guerra. Invocación:

Dadme, oh sacro Señor!, favor, que creo que es lo que más aquí puede ayudarme, pues en tan gran peligro ya no veo sino vuestra fortuna en qué salvarme: mirad donde me ha puesto el buen deseo, favoreced mi voz con escucharme, que luego en bravo mar, viéndoos atento, aplacará su furia y movimiento.

La proposición refuerza el carácter unitario de la Primera Parte y anuncia el asunto de la Segunda como una nueva guerra. La falsa m o destia se presenta c o m o debilidad y cansancio y aspiración a cantar con la fuerza conveniente el asunto señalado. En la invocado vuelve a pedir la atención del príncipe poderoso, extendiendo sus efectos saludables hasta sobre la naturaleza. Destaquemos una vez más que la dignificación del monarca es muy subida y orienta definitivamente el discurso poético.

E X O R D I O DE CADA CANTO

En La Araucana cada canto trae un exordio que preludia de un m o d o particular a cada uno y lo encierra retóricamente con una conclusión. En su mayor parte, estos exordios están constituidos por una proposición sentenciosa o un ejemplo. Esto corresponde en especial a la Primera y a la Tercera Partes. U n a simple enumeración de las sentencias sería la siguiente: sobre Fortuna, I, ii; I, x; II, xxvi; II, xxviii; Codicia, I, iii; Justicia, I, iv; Inadvertencia, I, v; Temor, I, vii; Honor, I, viii; Fe, I, ix; Opinión, I, xi; Opinión de las mujeres enamoradas, I, xiv; Secreto bien guardado, I, xii; Prudencia, I, xiii; Bondades del amor, I,

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xv; Conocimiento del enemigo, II, xvii; Menosprecio errado del enemigo vivo, II, xxiii; Amor patrio, II, xxix; Desafíos, III, xxx; Traición, III, xxxi; Clemencia, III, xxxii;Vicio y virtud, III, xxxiii; Menosprecio del mundo, II, xxxiv; Interés, III, xxxv;Verdad en el mundo, III, xxxvi; Guerra Justa, III, xxxvii; A estas deben sumarse dos exempla: I, vi y I, xi, referidos aVillagra y Rengo, respectivamente; y un emblema del A m o r Tirano, II, xxii. En la Segunda Parte, destaca una serie de exordios que se refieren y modifican diversamente el asunto del poema tal como se había propuesto inicialmente y van revelando el sentido de la insinuación advertida y la consciente dirección de lo narrado en plan de ampliación y acrecentamiento de la novedad del asunto, dentro de los límites de la doble proposición inicial. Así una vez acometida la representación, en un sueño, de la batalla de San Quintín en el escenario europeo, el narrador revela el nuevo sentido que ha adquirido el asunto como representación de la grandeza de Felipe en los extremos de su imperio: ¿Cuál será el atrevido que presuma reducir el valor vuestro y grandeza a término pequeño y breve suma, y a tan humilde estilo tanta alteza? Que aunque por campo próspero la pluma corra con fértil vena y ligereza, tanto el sujeto y la materia arguye que todo lo deshace y disminuye. Y el querer atreverme a tanto creo me será juzgado a desatino, pues llegado a razón, yo mismo veo que salgo de los términos a tino; mas de serviros siempre el gran deseo, que siempre me ha tirado a este camino, quizá adelgazará mi pluma ruda, y la torpeza de la lengua muda. Y así vuestro favor (del cual procede esta mi presunción y atrevimiento) es el que agora pido, y el que puede enriquecer mi pobre entendimiento; que si por vos, Señor, se me concede lo que a nadie negáis, soltaré al viento

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con ánimo la ronca voz medrosa, indigna de contar tan grande cosa, y de vuestra largueza confiado por la justa razón con que lo pido espero que, Señor, seré escuchado, que basta para ser favorecido.

Siguiendo este plan, se propone más adelante el canto de la batalla de Lepanto. En este caso se acompaña el exordio con una invocación a las Musas, la única que encontramos en el poema, y cuyo significado se reduce a proporcionar la elocuencia adecuada a tan alto asunto pues el conocimiento le es proporcionado por otra vía: La sazón, gran Felipe, es ya llegada en que mi voz, de vos favorecida, cante la universal y gran jornada en la ausonias olas definidas; la soberbia otomana derrocada, su marítima fuerza destruida, los varios hados, diferentes suertes, el sangriento destrozo y crudas muertes. Abridme, ¡oh sacras Musas!, vuestra fuente, y dadme nuevo espíritu y aliento, con estilo y lenguaje conveniente a mi arrojado y grande atrevimiento para decir extensa y claramente deste naval conflito el rompimiento y las gentes que están juntas a una debajo deste golpe de fortuna. (II, xxiv)

Se introduce así una nueva ampliación cuyo sentido es la gradual integración del espacio imperial de tal modo que quedan comprendidos todos los extremos del imperio en donde resuene la trompa bélica. El plan extenso no escapa a la preocupación del narrador que luego distraerá el exordio de otro canto para justificar la extensión por la grandeza del asunto: Siempre la brevedad es una cosa con gran razón de todos alabada, y vemos que una plática es gustosa

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cuanto más breve y menos afectada; y aunque sea la prolija provechosa, nos importuna, cansa y nos enfada, que el manjar más sabroso y sazonado os deja, cuando es mucho, empalagado. Pues yo que en un peligro tal me veo, de la larga carrera arrepentido, ¿cómo podré llevar tan gran rodeo, y ser sabroso al gusto y al oído? Pero aunque de agradar es mi deseo, estoy ya dentro en la ocasión metido: que no se puede andar mucho en un paso, ni encerrar gran materia en chico vaso. Cuando a alguno, Señor le pareciere que me voy en el curso deteniendo, el extraño camino considere y que más que una posta voy corriendo. (II, xxvii) Este exordio introduce la segunda visión de la p o m a cristalina del M a g o Fitón en la que transparece el M a p a m u n d i c o n t e m p o r á n e o . La serie de ampliaciones se completa con la inclusión final de la guerra de Portugal introducida p o r una directa proposición: Canto el furor del pueblo castellano con ira justa y pretensión movido, y el derecho del reino lusitano a las sangrientas armas remitido; la paz, la unión, el vínculo cristiano en rabiosa discordia convertido las lanzas de una parte y otra airadas a los parientes pechos arrojadas. (III, xxxvii) La guerra fratricida da origen enseguida a una larga consideración sentenciosa sobre la guerra justa, q u e proporciona u n i d a d jurídica y política a las guerras concitadas en el marco del imperio. Todas tienen p o r igual el carácter de guerras justas y son en este sentido ilustraciones múltiples del m u n d o imperial q u e actualizan los valores políticos q u e porta el i m p e r i o c o m o espacio f u n d a m e n t a l y c o m o estructurante del m u n d o épico. Se da así, mediante los exordia, la regulación metódica y consciente de la ampliación del plan de la guerra de Chile

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a todos los otros m o m e n t o s significativos que, con aquella, ilustran la grandeza política del imperio cristiano. Otras dos ampliaciones experimenta el plan esta vez, en relación al campo indígena; la una, vinculada al tema de amor, rechazado en la proposición principal del exordio del poema; la otra, referida a la proposición secundaria y que reitera el valor exótico y subido de los araucanos. Se trata de desplegar dos paradojas del poema; en cierta medida, todo u n modus operandi del narrador que en sendos exordios, explica, justifica, desarrolla, la novedad del asunto y su extrañeza insólita. En relación al tema de amor, ya la introducción al canto xv y último de la Primera Parte (I, xv) proponía con nostalgia el rechazo del tema, confirmando la proposición principal, pero manifestando al mism o tiempo el temor de producir fastidio p o r la m o n o t o n í a del tema de guerra y su aspereza y de ser infiel a la realidad p o r la visión u n i lateral 23 . E n la Segunda Parte, vuelve sobre ello y con el mismo espíritu regulador y previsor que le hemos conocido, se promete distraer con el tema sus trabajos de guerra a pesar de la grandeza del asunto y de su resonancia inmediata, que constantemente lo aleja de su placer y deseo: hermosas damas, si mi débil canto no comienza a esparcir vuestros loores, si mis bajos versos no levanto a concetos de amor y obras de amores, mi priesa es grande, y que decir hay tanto que a mil desocupados escritores que en ellos trabajasen noche y día, para todos materia y campo habría. aunque apartado a mi pesar me veo desta materia y presupuesto nuevo me sacará al camino el gran deseo que tengo de cumplir con lo que os debo si el adorno y conveniente arreo le faltan, baste la intención que llevo, que es hacer lo que puedo de mi parte, supliendo vos lo que faltare en la arte,

23

Ver Curtius, 1955, I, p. 130.

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mas la gente española, que se queja con causa justa y con razón bastante, dándome mucha priesa, no me deja lugar para que de otras cosas cante. (II, xix) El forcejeo entre promesa y deseo se repite en el exordio del canto siguiente, reiterando el temor del fastidio y la urgencia en que lo pone el asunto bélico, al tiempo que contrapone las ventajas poéticas del tema de amor sobre el de guerra, pretendiendo por cierto mover a benevolencia y a docilidad por la agudeza de las situaciones que le obligan, para su daño como poeta, a volver sobre el trillado asunto. Pero en este canto (II, xx) se le dará la oportunidad de narrar el idilio de Tegualda. La imagen de la esposa fiel que en ella reconoce Ercilla movido a piedad por su dolor, resonará en el exordio del canto siguiente como un comentario exaltado: ¿Quién de amor hizo prueba tan bastante? ¿Quién vio tal muestra y obra tan piadosa como la que tenemos hoy delante desta infelice bárbara hermosa? La fama engrandeciéndola, levante mi baja voz, y en alta y sonorosa dando noticia della, eternamente corra de lengua en lengua y gente en gente. Luego de desarrollar en la octava siguiente la defensa de las mujeres virtuosas frente a la maledicencia, despliega un catálogo clásico de este tipo femenino para mostrar cómo la hermosa Tegualda se iguala a las más grandes figuras femeninas de la antigüedad. En el Canto xxii, expone el emblema de Amor Tirano para expresar la fuerza del amor, que lo subyuga y retiene impidiéndole tornar al asunto guerrero. En cuanto a la novedad y extrañeza de los araucanos hay una insistente justificación de este asunto como revelación de una condición humana natural, cuya rara perfección e inesperado carácter le mueve a la alabanza: Cosa es digna de ser considerada y no pasar por ella fácilmente que gente tan ignota y desviada

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de la frecuencia y trato de otra gente, de innavegables golfos rodeada, alcance lo que así difícilmente alcanzaron por curso de la guerra los más famosos hombres de la tierra. Dejen de encarecer los escritores a los que el arte militar hallaron, ni más celebren ya a los inventores que el duro acero y el metal foijaron, pues los últimos indios moradores del araucano estado así alcanzaron el orden de la guerra y disciplina, que podemos tomar dellos dotrina. ¿Quién les mostró a formar los escuadrones, representar en orden de batalla, levantar caballeros y bastiones, hacer defensas, fosas y murallas, trincheas, nuevos reparos, invenciones y cuanto en uso militar se halla, que todo es un bastante y claro indicio del valor de esa gente y ejercicio? Y sobre todo debe ser loado el silencio en la guerra y obediencia, que nunca fue secreto revelado por dádiva, amenaza ni violencia. (II, xxv) A este exordio se j u n t a otro en q u e la fama es reclamada c o m o justa para estos indígenas extraordinarios en quienes el a m o r de la p a tria tiene fuerza p o c o c o m ú n . C o n s i d e r a n d o una vez más u n catálogo clásico de hombres a quienes obligó el a m o r patrio, estima q u e los araucanos d e b e n tener u n lugar al lado de los más grandes n o m b r e s (II, xxix). El énfasis exótico alcanza su p u n t o culminante al concluir el asunto araucano en el p e n ú l t i m o canto del p o e m a (III, xxxvi). E n el e x o r dio se p r o p o n e la existencia verdadera de la edad dorada y del h o m bre natural lleno de perfecciones míticas: Quien muchas tierras ve, ve muchas cosas que las juzga por fábula la gente: y tanto cuanto son maravillosas, el que menos las cuenta es más prudente;

POÉTICA DEL EXORDIO EN LA

ARAUCANA

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y aunque es bien que se callen las dudosas y no ponerme en riesgo así evidente, digo que la verdad hallé en el suelo, por más que afirmen que es subida al cielo. (III, xxxvi) El viaje del poeta a lo largo del territorio remata en la zona austral en el hallazgo de lo maravilloso en el mundo, poniendo un signo superreal en la verdad narrativa del poema. C o n ello se completa la varia imagen de los indígenas que pueblan el territorio de Chile, al lado y además de los araucanos, y se acentúa el carácter espacial del poema. A los araucanos se había sumado la lista de los promaucaes y de los mapochós y en el extremo sur la de los 'salvajes' del cacique Tunconabala, las greñudas figuras que radicaban lo fabuloso demoníaco en el mundo, y al fin, los Cándidos hombres naturales de Chiloé que renuevan lo maravilloso de la Edad de Oro en la realidad palpable de América.

IV. LA T Ó P I C A D E LA C O N C L U S I Ó N E N E R C I L L A

Desde el p u n t o de vista de la Retórica, La Araucana de Ercilla es u n p o e m a excepcional p o r la manera de incorporar a la epopeya las normas dictadas p o r la oratoria y p o r la original elaboración que dio a sus partes. La obra se inicia con una introducción, que consta de los pasos y de los tópicos requeridos del exordio, despliega su c u e r p o en tres partes y treinta y siete cantos, y finaliza con una conclusión con sus divisiones retóricas bien definidas. Ercilla c o m p o n e cada canto iniciándolo, también con una proposición; narrando el caso propuesto con abundantes elementos retóricamente significativos, y coronándolo, finalmente, con una conclusión breve que suele adoptar diversas formas. El carácter definidamente retórico de muchos m o m e n t o s del p o e m a —-podrían indicarse otros aparte de los señalados— es, con todo, poco frecuente en la poesía épica y en los poemas enunciativos en general. Es característica marcadamente erciliana dar a esta poesía narrativa u n tratamiento retórico novedoso y abundante. En esta ocasión nos detendremos en la conclusión y en la tópica a que ha dado lugar en la poesía de Ercilla. La retórica clásica indicaba que al final del discurso debía constar de tres partes que comprendían: una enumeración (enumeratio) o resumen de los puntos principales de la narración; una amplificación (amplificatio) o empleo de tópicos para conmover al auditorio, y u n llamado a la compasión de los auditores (commiseratioy. Los retóricos clásicos desarrollaron extensamente las partes de la conclusión y la va-

1

Ver Cicerón, Ad Herenníum, X X X , 47: «Conclusiones, quae apud Graecos, epilogi nominantur, tripertitae sunt Nam constant ex enumeratione, amplificatione, et commiseratione». C o m p . Cicerón, De inventione, LII, 98; Quintiliano, De Institutione Oratoria, VI, i.

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

riedad de tópicos que podían emplearse para las partes patéticas, pero la poesía épica, que elaboró variadamente la disposición del exordio y sus tópicos, n o llegó a desarrollar de igual manera la conclusión 2 . Es posible hallar doctrinas sobre el exordio en la Ars Poética de Horacio y en las Poéticas del Renacimiento, pero n o es posible encontrar c o n sideraciones sobre la conclusión. Es sabido que, en general, los grandes poemas épicos clásicos carecen de conclusión. En algunos contados casos se da lugar a u n final abrupto 3 . En la poesía épica de lenguas romances, domina durante la Edad Media el final abrupto que encontramos en la Chanson de Roland: Ci faut la geste que Turoldus declinet Aquí acaba la gesta que refiere Turold4. En el Poema de Mió Cid el Cantar Primero carece de conclusión, pero los cantares Segundo y Tercero traen u n 'final brusco':

2

Ver Curtius, 1955,1, p. 136: «Si en la poesía medieval la tópica del exordio pudo apoyarse por lo común en la retórica, no ocurrió lo mismo con las conclusiones. El final de un discurso debía resumir los puntos principales y dirigirse después a los sentimientos del oyente, es decir, moverlo a indignación o compasión. Estos preceptos no eran aplicables a la poesía, como tampoco a la prosa no oratoria; de ahí que sean relativamente frecuentes las obras sin verdadera conclusión (como la Eneida) o las conclusiones bruscas». 3 Ver Curtius, 1955: «Así, Ovidio termina su Ars amandi (III, 809) con las palabras: "el juego llega a su fin"». Otro ejemplo de final abrupto (Poetae, III, XXV, 732):

... nunc libri terminus adsit huius, et alterius demum repetatur origo. ... la conclusión de este libro sea aquí, y venga luego el comienzo del libro segundo. 4 Ver Curtius, 1955, I, p. 137: «Las fórmulas finales y precisamente las fórmulas "abruptas", tienen en la Edad Media un sentido muy determinado: hacen saber al lector que la obra está concluida; que por lo tanto la tiene ante sí completa. Era grata esta seguridad en una época en que la copia era el único método — m u y inseguro, por cierto— de reproducción. El copista podía verse obligado a abandonar la tarea, podía hacer un viaje, enfermarse, morir. D e muchos poemas medievales n o se nos han conservado mas que fragmentos; en muchos falta la conclusión. La breve fórmula final permitía también al autor incluir su nombre».

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Las coplas deste cantar aquis van acabando. El Criador vos vala contados los sos santos. Así reza el Cantar Segundo. Y el Tercero, después de presentar el acrecentamiento de la honra del Cid y su muerte el día de Pentecostés, concluye Estas son las nuevas del mió Cid el Campeador; en este logar se acaba esta razón. Berceo emplea el tópico antiguo: 'debemos terminar, p o r q u e se hace de noche' 5 al finalizar el prólogo de la Vida de Santa Oria: Avernos en el prologo mucho retardado, sigamos la estoria, esto es aguisado: los días non son grandes, anochezca privado, escrivir en tiniebla es un mester pesado. El motivo se había desarrollado en la poesía bucólica antigua c o n dicionado p o r la situación imaginaria que se desarrollaba en el lapso de u n día y que concluía al ponerse el sol. En la poesía pastoril del Renacimiento, Garcilaso emplea en sus Églogas esta misma fórmula. En la Égloga 1, el lamento de N e m o r o s o concluye así c o m o termina el día: Nunca pusieran fin al triste lloro los pastores, ni fueran acabadas las canciones que solo el monte oía si mirando las nubes coloradas, al tramontar el sol bardadas de oro, no vieran que era ya pasado el día. La sombra se veía venir corriendo apriesa

5

Ver Curtius, 1955: «Solo uno de los tópicos antiguos de la conclusión pasó a la Edad media; "debemos terminar, porque se hace de noche". Esto, claro está, solo conviene a una conversación al aire libre; así la fingida situación del De oratore ciceroniano, que termina (III, Iv, 209) porque el sol poniente exhorta a la brevedad. Así también la fingida situación de la poesía bucólica: el primero, el quinto y el décimo octavo de los idilios de Teócrito; las églogas primera, segunda, sexta, novena y décima de Virgilio y la quinta de Calpurnio terminan con la puesta del sol».

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

Ya por la falda espesa del altísimo monte, y recordando ambos como de sueño, y acabando el fugitivo sol, de luz escaso, su ganado llevando, se fueron recogiendo paso a paso. En el misma Égloga I el lamento de Salicio adopta el tópico del cansancio en la conclusión, tenido por el motivo más natural para dar fin a un poema durante la Edad Media latina y una de la formas más permanentes, como veremos, en la poesía del Renacimiento 6 . Lo que contó tras esto Nemoroso decidlo vos, Piérides; que tanto no puedo yo, ni oso, que siento enflaquecer mi débil canto. AI conmovido narrador se le hace tarea fatigosa e imposible el canto; pide socorro a las Musas, con falsa modestia, para cantar el lamento de Nemoroso que de esta manera aparece intensificado en relación al primero. En la poesía épica del Renacimiento los poemas más notables dan una conclusión definida a los cantos de que se componen. El ejemplo más notables es el Orlando Furioso de Ariosto. Podemos pensar legítimamente que Ercilla siguió de cerca al poeta italiano en este aspecto, pero veremos también que supo imponer novedad y variedad a tópicos que Ariosto empleó en forma menos variada, que dejó de seguirlo en algunos casos y que en otros se condujo con libre origi-

6 Ver Curtius, 1955, I, p. 138: «Garcilaso de la Vega desarrolla el d ú o de su Égloga I en el término de un día; Salicio comienza al salir el sol, y Nemoroso concluye cuando se pone. Herrera criticó este procedimiento, pero la lamentación pastoril que ocupa todo un día hizo fortuna». Debe observarse que las Eglogas II y III adoptan la misma duración, pero no una conclusión definida como la de la I. Curtius no señala que el lamento de Salicio concluye con el tópico del cansancio. C o n respecto a este último Curtius dice, p. 137: «El motivo más natural para poner fin a un poema era en la Edad Media el cansancio. Escribir poesía era tarea fatigosa. Muchas veces los poetas concluyen "para poder estar tranquilos", o se alegran de poder descansar. Cuando el poeta deja caer la pluma, podemos percibir su respiro de alivio; algunas veces pretende que la Musa se ha fatigado; otras, que él tiene los pies cansados».

LA T Ò P I C A DE LA C O N C L U S I Ó N E N ERCILLA

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nalidad. Por su parte, los seguidores de Ercilla, O ñ a c o m o el principal entre ellos, sigue al poeta de La Araucana con originalidad, pero con u n desarrollo menos significativo de los tópicos de la conclusión, en el Arauco Domado. Enumeraremos seguidamente los principales tópicos de la conclusión que p u e d e n hallarse en la poesía épica de Ariosto y Ercilla y del criollo Pedro de O ñ a . 1) T ó p i c o del cansancio: la conclusión es motivada p o r q u e el narrador está cansado, necesita reposo, está falto de fuerzas, de voz o de aliento; aparece u n o de estos motivos o se agrupan varios de ellos. Entre los cuarenta y seis cantos del Orlando Furioso p u e d e hallarse los siguientes ejemplos 7 : Non più, Signor, non più di questo canto; ch'io son giá rauco, e vo'posarmi alquanto. (XIV, 134) Ora non più: ritorni un 'altra volta chi volentier la bella istoria escolta. (XVI, 89) Signor, non più: chè giunto al fin me veggio di questo canto, e riposarmi chieggio. (XXV, 97) Ma lasciate, ch'io mi ripose poi dirò quel che'l Paladin rispose. (XLII, 104) E n el poema de Ercilla este tòpico ocupa u n lugar más importante y presenta una variedad mayor 8 : Decir prometo la cautela extraña de Lautaro después, que ahora me siento flaco, cansado, ronco; y entretanto esforzaré la voz al nuevo canto. (I, xi)

7

Citamos por Ariosto, Orlando Furioso, 1812. El n ú m e r o r o m a n o indica el canto

y el árabe, la estrofa. 8 Citamos por la ed. de Caillet-Bois, 1946. Los números indican la parte y el canto respectivamente. A este tipo del tópico del cansancio pertenecen los ejemplos que se hallan en Os Lusiadas de Luis de Camòes: Apolo e as Musas, que me acompanharam, M e dobrarào a furia concedida, Enquanto eu tomo alento, descansado,

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

Y así seguro desto y confiado m e atrevo a descansar, que estoy cansado. (I, xii) N o s saludó a su m o d o alegremente levantando la voz... Pero la mía que fatigada de cantar se siente, no puede ya llevar un tono tanto, y así es fuerza dar fin en este canto. (II, xvi) Más para proceder parte por parte, según estoy cansado, ya no puedo: en el siguiente y nuevo canto pienso de declararlo todo un extenso. (II, xviii) entre tanto también razón sería, pues que todos descansan y yo canto, dejarlo hasta mañana en este estado, que de reposo estoy necesitado. (II, xx) Mas según el trabajo se m e ofrece que tengo de pasar forzosamente, reposar algún tanto me parece para cobrar aliento suficiente, que la cansada voz m e desfallece y siento ya acabárseme el torrente; más yo me esforzaré si puedo, tanto, que os venga a contestar el otro canto. (II, xxi) Mas por tanta aspereza he discurrido que la fuerza y la voz se m e ha acabado, y así habré de parar, porque m e siento ya sin fuerza, sin voz y sin aliento. (II, xxii)

Por tornar ao trabalho mais folgado. (VII, lxxxvii) N o ' mais, Musa, no'mais, que a lira tenho Destemperada e a voz enrouquecida, E nào do canto, mas de ver que venho Cantar a gente surda e endurecida. O favor com que mais se acende o engenho, Nào no dà a Pàtria, nào, que está metida N o gosto da cobica e na rudeza Dúa austera, apagada e vil tristeza. (X, cxlv)

El resto de los cantos carece de conclusión. Citamos a Camóes, Obras completas, la ed. de 1947, vol.V: Os Lusíadas, tomos I y II.

LA TÓPICA DE LA CONCLUSIÓN EN ERCILLA

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Esta f o r m a del tópico del cansancio es d o m i n a n t e en el A rauco Domado de Pedro de O ñ a . El poeta chileno se esfuerza en dar al t ó pico novedad poética dentro de los rasgos consabidos 9 : Espérelo su nao, que yo no puedo, por no tener costado suficiente la rota navecilla de mi vena menesterosa ya de dar carena. (III, 129) Mas yo, me de la casa del tormento acabo se salir por gran ventura, es bien que a descansar me pare un tanto, pues no es como es de Sísifo mi canto. (IV, 160) Y menos cabe en mí que los alabe, faltándome la voz, el canto, el pecho, si no me presta el cielo para tanto voz nueva, pecho nuevo y nuevo canto. (V, 195) Tan raudo por el mar de armada cuela haciéndole escupir al cielo espuma, que ya por popa deja mano y pluma, sin que mi vuelo tenga con su vela; mas, fuera de ser poco lo que vuela, agora de cargada se embaluma, por donde hasta alijar del peso un tanto mar en través habrá de estarse el canto. (XVIII, 646) C o n este tópico concluyen p o r igual los cantos, I, II, VIII, IX, X , XII, XIII, XIV, XV, X V I . 2) T ó p i c o del cansancio: la conclusión es motivada p o r q u e el n a rrador está cansado y la grandeza del asunto requiere de nuevas f u e r zas. Esta variedad del tópico es privativa de Ercilla y está en directa relación con la conciencia que el narrador de La Araucana tiene de la grandeza imperial, p o r una parte, y de la excepcional condición de los araucanos y de su m u n d o , p o r otra:

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Citamos por la edición de Medina, 1917.

LETRAS DEL REINO DE CHILE

Pero acabar el canto me parece, que a decir tan gran cosa no me atrevo, si no es con nuevo aliento y canto nuevo. (I, i Mas en el bajo tono que ahora llevo no es bien que de tan grave cosa cante, que, cierto, es menester aliento nuevo, lengua más expedita y voz pujante: así medroso desto, no me atrevo a proseguir, Señor, más adelante. En el siguiente y nuevo canto os pido me déis vuestro favor y atento oído. (II, xxiii) Que ni el valor de Ongolmo allí bastaba ni del fuerte Lincoya la pujanza: ni yo basto a contar de una vez tanto, que es fuerza diferirlo al otro canto. (II, xxv) Pero para decir por orden cuanto vi dentro de la gran poma lucida, es, cierto, menester un nuevo canto, y tener la memoria recogida. Así, Señor, os ruego que entretanto que refuerzo la voz enflaquecida, perdonéis si lo dejo en este punto, que no puedo deciros tanto junto. (II, xxvi) Para decir tan grande movimiento y el estrépito bélico y ruido es menester esfuerzo y nuevo aliento, y ser de vos, Señor, favorecido, mas ya que el temerario atrevimiento en este grande golfo me ha metido, ayudado de vos, espero cierto llegar con mi cansada nave al puerto. Que si mi estilo humilde y compostura me suspende la voz amedrentada, la materia promete y me asegura que con gran atención será escuchada: y entre tanto, Señor, será cordura, pues he de comenzar tan gran jornada, recoger el espíritu inquieto hasta que saque fuerzas del sujeto. (III, xxxvi)

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3) Tòpico del cansancio: la conclusión es motivada por el cansancio que gana el narrador debido al largo del canto. Ariosto proporciona un ejemplo curioso de este tópico: el canto concluye porque el narrador tiene la hoja llena por todos lados: Ma primer che più innanzi io la conduca, per non mi dipartir dal mio costume, pinché da tutti i lati ho pieno il foglio finire il canto, e reposar mi voglio. (XXXIII, 128)

En Ercilla muestra los siguientes ejemplos: Paréceme, Señor, que será justo dar fin al largo canto en este paso, porque el deseo del otro mueva el gusto y porque de cantar me siento laso. Suplícoos que al tardar no os dé disgusto pareciéndoos que voy tan paso a paso, que aun de gentes agravio una gran suma, atento a no llevar prolija pluma. (I, iv) Mas ya es razón, pues he cantado tanto dar fin al gran destrozo y largo canto. (II, xix) Le comenzó a decir... Pero entre tanto será bien rematar mi largo canto. (II, xxiv) Mas forzoso me será, según me siento, dividir en dos partes este cuento. (III, xxxii)

En Pedro de Oña aparte del ejemplo ya citado de la conclusión del canto XVIII, puede citarse el siguiente: Van todas a parar do yo me asiento, porque para tirar de un tiro tanto, es chico mi vigor y grande el canto. (II, 95)

4) Conclusión para evitar el fastidio y mover al gusto. Es una manera de manifestar deferencia al auditor o lector y un modo de ganar su benevolencia. Tiene su antecedente definido en Ariosto:

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Ma son giunto a quel segno, il qual s'io passo vi potria la mia istoria esser molesta; ed io vo'piuttosto diferire che v'abbia per lunghezza a fastidiare. (XXIII, 136) Ma prima che le corde rallentate al Canto desugual rendano il suono fin meglio diferirlo a un'altra volta, acciò men sia naioso a chi l'ascolta. (XXIX, 74) Ma saria forse, mentre che dilecta il mio cantar, consiglio utile e sano di finirlo, piuttosto che seguire tanto, che v'annoiasse il troppo dire. (XXXIX, 86) Y en Ercilla: Dijo (si ya escucharlo no os enoja) lo que el canto dirá, vuelta la hoja. (III, xxxiv) Mas si quereis saber quien es la gente y la causa de haber así arribado, no puedo aquí decíroslo al presente, que estoy del gran camino quebrantado; así para sazón más conveniente será bien que lo deje en este estado, porque pueda entre tanto repararme, y os dé menos fastidio el escucharme. (III, xxxv) O ñ a emplea con frecuencia esta fórmula dentro de su m o d o particular: No dice más, que ya el dolor esquivo, queriendo proseguir le cierra el pecho, y si prosigo yo, cerrado el mío, dirán que canto mal y que porfío. (VI, 244) Otros ejemplos, en la conclusión de los cantos VII, X I y XVII. 5) Conclusión que suspende la narración y mueve a la curiosidad p o r lo que sigue. Esta es la fórmula más frecuente y m o n ó t o n a de concluir el canto en el Orlando Furioso. Se trata de differire la narra-

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ción para suscitar el suspenso y el interés p o r lo que se deja y prom e t e para el canto siguiente: Quel che seguí tra questi dui superbi vo' che per l'altro canto si riserbi. (I, 81) Giacque stordita la doncella alquanto, corno io vi seguirò nell'altro canto. (II, 76) Incominciò con umil voce a dire quel ch'io vo'all altro canto differire. (IV, 72) Perchè nuovi accidenti a naceré hanno per disturbarle; de quai le novelle all' altro canto vi farò sentire, s'all'altro canto mi verrete a udire. (IX, 94) Ma chi del canto mio piglia diletto, un'altra volta ad escoltarlo aspetto. (XVIII, 192) Quel che segui, nell'altro canto è chiaro. (XX, 144) Estos finales se repiten en:V, 92;VI, 81; X I X , 108; VII, 80;VIII, 91; XI, 83; XII, 94; XIII, 83; XV, 105; X X I , 72; X X I I , 98; X X V I , 137; X X V I I , 140; X X X , 95; X X X I , 110; X X X I I , 110; XXXIV, 92; XXXV, 80; X X X V I , 84; X X X V I I , 90; XL, 82; XLIII, 199; XLIV, 104; XLV,

117. Ercilla la emplea en los casos siguientes: Como el segundo canto aquí lo expresa. (I, i) Quiero dar fin al canto, porque pueda decir de la codicia lo que queda. (I, ii) Frenó el ímpetu y curso al enemigo según en el siguiente canto digo. (I, vi) Y su embajada será en el otro canto declarada. (I, vii) Y el suceso oiréis en el siguiente canto expreso. (I, x) Mas quien saber el fin desto quisiere al otro canto pido que me espere. (I, v)

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Como veréis prestando atento oído. (I, viii) El que saber el fin desto desea, atentamente el otro canto lea. (II, xxvii) Les dijo libremente cuanto podrá ver quien leyere el otro canto. (II, xxviii) Mas quien el fin deste combate aguarda me perdone si dejo destroncada la historia en este punto, porque creo que así me esperaré con más deseo. (II, xxix) Les dijo punto a punto todo cuanto oirá quien escuchare el otro canto. (III, xxx) Le dijo con sereno y buen semblante lo que dirán mis versos adelante. (III, xxxiii)

En el poema de Ercilla algunas conclusiones constituyen casos excepcionales que sirven para proporcionar relieve a circunstancias narrativas y no repiten su fórmula en otra ocasión aunque participen, como en algunos casos ocurre, de otros tópicos ya revisados: 6) Conclusión por temor a la novedad del asunto: Pero ya la turbada pluma mía que en las cosas de amor nueva se halla confusa, tarda y con temor se mueve, y a pasar adelante no se atreve. (I, xiii)

7) Conclusión que recurre a los tópicos de lo indecible y de la falsa modestia para expresar la grandeza del asunto y la razón para diferirlo para el canto siguiente: ¡Quién fuera de lenguaje tan copioso, que pudiera explicar lo que allí vido! Mas, aunque mi caudal no llegue a tanto. Haré lo que pudiera en otro canto. (II, xvii)

8) Conclusión para tomar consejo ante la duda en la elección del camino que seguirá en la narración:

LA TÓPICA DE LA C O N C L U S I Ó N E N ERCILLA

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Si del asalto y ocasión me alejo dentro della y del fuerte estoy metido; si en este punto y término lo dejo, hago y cumplo muy mal lo prometido: así dudoso el ánimo y perplejo, destos juntos contrarios combatido, lo dejo al otro canto reservado que de consejo estoy necesitado. (III, xxxi) 9) Conclusión que deja a los combatientes con el movimiento de las armas suspendido hasta retomar la narración en el canto siguiente. Cervantes imitó este final de Ercilla en el Quijote, I, VIII y de este lo imitó más tarde Fernández de Lizardi en el Catrín, III: Así los dos guerreros señalados, las inhumanas armas levantando, se vienen a herir... pero el combate quiero que al otro canto se dilate. Ercilla repite el mismo procedimiento en el combate de R e n g o y Tucapel — c a n t o X X I X y final de la segunda parte— y canto X X X , inicial de la tercera parte. Aquí el poeta suspende la pelea durante el tiempo que separa la publicación de estas dos partes entre 1578 y 1589 — o n c e años—, diciendo en la conclusión del canto X X I X : Mas quien el fin deste combate aguarda me perdone si dejo destroncada la historia en este punto, porque creo que así me esperará con más deseo. (Canto XXIX) 10) Conclusión debida al tráfago y ruido que n o dejan oír al canto. O ñ a emplea esta curiosa conclusión: Donde podrá también cesar mi canto, pues ultra de faltarme ya el resuello, mientras hubiere tráfago y ruido no puede ser el canto bien oído. (XVI, 580) En Ariosto y Ercilla se da el caso de que falte la conclusión a alg ú n canto. Esto acontece en el canto XLVI y último del p o e m a de

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Ariosto que deja sin conclusión al poema entero. Ocurre también 1 0 en el canto X V y último de la Primera Parte de La Araucana, dejando abierta la continuación del poema. Para ello simplemente Ercilla retoma la narración de la tempestad en el punto en que la había dejado. A diferencia de Orlando Furioso, que carece de conclusión, La Araucana, posee la conclusión más elaborada desde el punto de vista retórico que conocemos en la poesía del Renacimiento. Su apoyo en la retórica clásica resuelve con acierto un problema que los poetas épicos sistemáticamente rehuyeron y no le impide hacerlo con originalidad y temple de ánimo auténtico. Nadie llegó a imitarlo en este aspecto. La conclusión de La Araucana comienza por ponderar en lo indecible la riqueza y variedad del m u n d o y la grandeza de su contenido y con el tópico del cansancio motivar la coronación del poema. El poeta suspende el canto no porque el asunto se haya empobrecido, sino porque su vena se ha agotado bajo la desdicha, la mala suerte y la inutilidad del esfuerzo. Importan tanto aquí el énfasis puesto en la grandeza imperial de Felipe II —la que ha conferido su unidad a la estructura total del poema— y en su inabarcable o inabarcado espacio, que la invitación al canto épico expresa, como el movimiento tendiente a despertar una actitud compasiva que toman los motivos particulares de su cansancio en el poeta: ¡Quién pudiera deciros tantas cosas, como aquí se me van representando; tanto rumor de trompas sonorosas, tanto estandarte al viento tremolando las prevenidas armas sanguinosas del portugués y castellano bando, el aparato y máquina de guerra las batallas de mar y las de tierra! Veranse entre las armas y fiereza materias de derecho y de justicia,

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Ducamin, en su «Introduction» a La Araucana de Ercilla, p. XLVII, sostiene, basado solo en conjeturas, la indefendible idea de que el canto X V era en la intención del poeta el último de la obra y que parte de él se habría integrado en el canto X X X V I I y último, como hoy lo conocemos.

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ejemplos de clemencia y de grandeza, proterva y contumaz enemicicia, liberal y magnánima largueza que los sacos hinchó de la codicia, y otros matices vivos y colores que felices harán los escritores. Canten de hoy más los que tuvieren vena, y enriquezcan su verso numeroso, pues Felipe les da materia llena y un campo abierto, fértil y espacioso que la ocasión dichosa y suerte buena vale más que el trabajo infrutuoso, trabajo infrutuoso como el mío, que siempre ha dado en seco y en vacío. Luego del tópico del cansancio la conclusión adopta los pasos retóricos clásicos. En primer lugar tenemos la enumeración. La enumeración adopta la forma de una relación de servicios al Príncipe que pone énfasis en la lealtad y servicio personal cerca del monarca y en el acrecentamiento del poder y la gloria del príncipe en lejanas tierras conquistando y manteniendo nuevos mundos. C o m o tal relación esta parte adquiere las características de 'probanza' que Alfonso Reyes señalaba para las crónicas hispanoamericanas y también para el poema de Ercilla 11 : ¡Cuántas tierras corrí, cuántas naciones hacia el helado norte atravesando y en las bajas antárticas regiones el antípoda ignoto conquistando! Climas pasé, mudé constelaciones golfos innavegables navegando,

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Ver Reyes, 1948, p. 77. Señalemos, por último que esta ordenación en la conclusión del motivo del servicio del príncipe no es ajena a la tradición hispánica. Juan de Mena, Laberinto de Fortuna, estrofas 298-300, hace la conclusión del poema, con el tópico del cansancio, y a la vez estrofas hasta el número de días del año. En Camoes, por su parte, el canto X y último tiene a modo de conclusión el tópico del cansancio más una suerte de envío con encomio del servicio del príncipe de los navegantes portugueses y del propio poeta y con invectiva en contra de los cortesanos.

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extendiendo, Señor, vuestra corona hasta casi la austral frígida zona. ¿Qué jornadas también por mar y tierra habéis hecho que deje de seguiros? A Italia, Augusta, a Flandes, a Inglaterra, cuando el reino por rey vino a pediros; de allí el furioso estruendo de la guerra al Pirú me llevó por más serviros, do con suelto furor tantas espadas estaban contra voz desenvainadas. Y el rebelde indiano castigado y el reino a la obediencia reducido, pasé al remoto Arauco, que alterado había del cuello el yugo sacudido, y con prolija guerra sojuzgado, y al odioso dominio sometido, seguí luego adelante las conquistas de las últimas tierras nunca vistas. Enseguida tiene lugar la amplificación q u e posee u n carácter patético. El poeta deja de decir t o d o aquello q u e tiene signos penosos o conmovedores en la relación de sus servicios, lo q u e es u n m o d o de representar las graves penurias padecidas e n el servicio del rey y sus infortunios y de acreditar el m é r i t o de su constante lealtad: Dejo, por no cansaros y ser mios, los inmensos trabajos padecidos, la sed, hambre, calores y los fríos la falta irremediable de vestidos; los montes que pasé, los grandes ríos los yermos despoblados no rompimos, riesgos, peligros, trances y fortunas, que aun son para contadas importunas, ni digo como al fin por acidente del mozo capitán acelerado, fui sacado a la plaza injustamente a ser públicamente degollado; ni la larga prisión impertinente do estuve tan sin culpa molestado, ni mil otras miserias de otra suerte, de comportar más graves que la muerte.

LA TÓPICA DE LA CONCLUSIÓN EN ERCILLA

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Esta parte culmina con la reiteración de la voluntad de servicio del príncipe, pero también con la manifestación de la fatiga de su esperanza de hallar la retribución ansiada para él. C o n esto se completa una situación muy definida en los ideales del renacimiento que da forma cortesana, ética y estética al discurso del poeta. Mirada la totalidad de la obra como servicio del príncipe destaca en este punto de ingratitud del monarca para la magnitud del servicio y, lo que es esencial, para penetrar en el sentido del poema entero que no tiene otro tema que cantar la grandeza imperial de Felipe: Y aunque la voluntad, nunca cansada, está para serviros hoy más viva, desmaya la esperanza quebrantada viéndome proejar siempre agua arriba; hallo que mi cansado barco arriba de la fortuna adversa contrastado lejos del fin y puerto deseado. Al desengaño sigue la formulación de la última parte que c o m porta la 'compasión'. El poeta se consuela con estoica dignidad, repite los motivos de su cansancio y manifiesta una vez más la grandeza del rey: Mas ya que de mi estrella la porfía me tenga así arrojado y abatido, verán al fin que por derecha vía la carrera difícil ha corrido; y aunque más inste la desdicha mía, el premio está en haberle merecido, y las honras consisten, no en tenerlas, sino en solo arribar a merecerlas. Que el disfavor cobarde, que me tiene arrinconado en la miseria suma me suspende la mano y la detiene haciéndome que pare aquí la pluma así doy punto en esto, pues conviene para la grande innumerable suma de vuestros hechos y altos pensamientos otro ingenio, otra voz y otros acentos.

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Esta parte se remata con u n paso c o m p l e m e n t a r i o y m u y significativo q u e p r o p o n e u n contraste entre el desengaño p o r el d e s c o n o cimiento de los servicios del príncipe y la certidumbre de q u e el servicio de Dios con haber sido imperfecto ha de encontrar retribución generosa e inmerecida. Es destacable el temple dolorido del resentim i e n t o del poeta: Y pues del fin y término postrero no puede andar muy lejos ya mi nave, y el tímido y dudoso paradero el más sabio piloto no le sabe, considerando el corto plazo, quiero acabar de vivir antes que acabe el curso incierto de la incierta vida, tantos años errada y destraída. Que aunque esto haya tardado de mi parte y a reducirme a lo postrero aguarde, sé bien que en todo tiempo y toda parte para volverse a dios jamás es tarde, que nunca en su clemencia usó de arte, y así el gran pecador no se acobarde, pues tiene un Dios tan bueno, cuyo oficio es olvidar la ofensa y no el servicio. Y yo que tan sin rienda al mundo he dado el tiempo de mi vida más florido, y siempre por camino despeñado mis vanas esperanzas he seguido, visto ya el poco fruto que he sacado, y lo mucho que a Dios tengo ofendido, conociendo mi error, de aquí adelante será razón que llore y que no cante. U n motivo más para el final resulta ser, de esta manera, la proxim i d a d de la m u e r t e y la previsión del j u i c i o divino que c o n d u c e n a u n c o m p o r t a m i e n t o ascético y a olvidar el canto.

V. LA ARAUCANA DE ALONSO DE ERCILLA: UNIDAD Y DIVERSIDAD

Me propongo en esta oportunidad abordar algunas cuestiones que presumo de interés para una comprensión más adecuada del poema de Alonso de Ercilla, La Araucana. Esta pretensión se basa en la trascendencia alcanzada por el poema de Ercilla en la naciente tradición literaria, poética y cronística, reconocible no solo en los llamados ciclos épicos araucano y cortesiano, sino también en la sátira en términos no menos significativos, comprobable también en la gravitación alcanzada en España que tiene su eco más revelador en el Quijote de Cervantes.Yo encerraría en dos rasgos la característica fundamental de la significación del poema de Ercilla. Por una parte, y en sentido lato, por el uso de la libertad sublime. En relación a estos rasgos, a nuestro modo de ver, hablando de La Araucana, se trata de un poema largo de manerismo singular, en la medida en que sus modalidades de amplificación retórica alcanzan una variedad y abundancia distorsionadora y excesiva; que el proceso de su desarrollo tiende constante y finalmente al desplazamiento del centro o del eje del asunto araucano y de la perspectiva escogida para hacer la excéntrica y articularla como solo una tesela de un mosaico más amplio y definitivamente central. En tal sentido, enfatiza la ruptura de la continuidad, del equilibrio, de la moderación y de la parquedad clásicas. Favorece la mezcla de géneros y estilos y se envanece en la contradicción y la ruptura de las normas convencionales. El gozo creador es manifiesto en el juego de imitación e innovación; tedio y diversión; unidad y variedad; humor y seriedad; conocimiento del mundo y fe; príncipes justo e injusto; servicio del príncipe y expectativa de premios; vida y trasvida. Esta real o aparente dispersión engendra sin embargo una nueva ley del género proveedo-

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ra de unidad y restablecedora del equilibrio de la representación por virtud de la escritura poética. El poema comienza de un modo insólito diciendo no lo que va a cantar sino lo que no va a cantar y lo hace efectuando una clarísima conversión del exordio del Orlando Furioso de Ariosto. La originalidad de este cambio es indisputable, aunque debe estar claro que antes que Ercilla fue Jorge de Montemayor en su Los Siete Libros de la Diana (1559) quien utiliza el recurso de decir no solo lo que se narra sino también lo que no se va a narrar, a pesar de la imposible tarea de decir esto último 1 . Todos ellos son ecos probables de bien determinadas líneas de la retórica del manierismo. El poema de Ercilla canta, en el sentido clásico del género épico, las hazañas memorables de los españoles que sometieron a los indios en las guerras de Arauco; pero canta también la extrañeza singular y admirable del pueblo araucano. Lo hace sin embargo por una razón que beneficia su primer objetivo: «pues no es el vencedor más estimado / de aquello en que el vencido es reputado». D e entrada, tiene el poema una duplicación insólita de sus objetivos. Satisface la necesidad épica de contar cosas nunca antes dichas y constituye, a la vez, una significativa ampliación del género, una innovación que proyectará su originalidad, como hemos dicho, sobre la poesía y la crónica hispanoamericanas. La innovación consiste en cantar atrayendo a la fama a representantes de un mundo bajo comprendido como de bárbaros e infieles. Ercilla en los prólogos «Al lector», de la Primera y de la Segunda partes, se siente movido a justificar esta modificación del género que no canta solo al vencedor sino también al vencido, no solamente al héroe cristiano sino al antihéroe bárbaro y extranjero. Estará claro que para hacerlo Ercilla debe modificar los esquemas de oposiciones binarias, reducir la extrañeza y la extranjería y aproximar a los araucanos a sus semejantes y a la humanidad en general. Esta proposición épica en la cual se afirman los dos polos de la oposición, reduciendo la extrañeza del enemigo y acentuando lo admirable, es un modelo empleado por la literatura manerista en Hispanoamérica bajo la directa sugestión o incitación de Ercilla y su poema (así, por ejemplo, Garcilaso en sus Comentarios reales de los incas).

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Ver Eggebert, 1984, pp. 2 1 9 - 3 6 . Comp. Irisarri, 1960.

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Las consecuencias derivadas de la doble proposición del poema son dos: por una parte dará lugar a la construcción narrativa de la guerra de Arauco en sus series de batallas y períodos diferentes hasta la recuperación de los territorios previamente conquistados; por otra, dará lugar a una amplificación etnográfica del pueblo araucano que comienza con la minuciosa descripción de la organización de los indios en el exordio del poema, e irá desenvolviéndose en la narración de elecciones, batallas, duelos, idilios, asambleas, juegos, muestras militares, mágicas visiones e historias fabulosas. Las guerras de Chile constituyen la unidad de acción del poema, la de una acción que es una y de magnitud. Su desarrollo completo se desenvuelve en dos etapas que se ciñen a la forma de la crónica: primero, la de Nueva Extremadura bajo el gobierno de Pedro de Valdivia, seguido del cambio de fortuna, la muerte, la ruina y sus consecuencias ulteriores, que abarcan toda la primera parte del poema; seguida de la transición de Francisco Villagra, con que se remata la primera parte del poema; y del gobierno de don García Hurtado de Mendoza, que abarca las dos últimas partes del poema. La variedad de los capitanes o gobernadores no afecta a la unidad de acción sino a la significación de los cambios de Fortuna y de mundo. La primera etapa, mezcla de epopeya, de crónica y de tratado moral, traza una curva completa con propósito, proceso para realizarlo y triunfo final. Lo hace sin embargo en los términos negativos de un mundo al revés. Las razón es que habiendo los españoles dominado a los araucanos, que nunca antes habían sido sometidos, la falta de prudencia y la codicia del gobernador Valdivia y de los españoles en general, produce como consecuencia la rebelión de los indios. La Providencia hace de los araucanos los verdugos o instrumentos del castigo que impone a los españoles. La serie de batallas que se desarrolla tiene entonces la forma de castigo cada vez más vergonzoso en cuidadosa graduación. Las batallas de Tucapel, Elicura, Andalicán y Concepción, se suceden con agravada vergüenza de los españoles, marcada especialmente por la figura de un viejo y de doña Mencía de Nidos quienes enrostran su cobardía a los fugitivos. Los indígenas, por su parte, ensoberbecidos por sus victorias amenazan perseguir a los invasores hasta España: «entrar a España pienso fácilmente —dice Caupolicán-— y el gran Emperador invicto Cario, al dominio araucano sujetarlo» (viii, 181). Cuando se va a producir el asalto de La Imperial, una aparición

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celeste, marca el cambio de Fortuna; a la vez, un oráculo indígena confirma malos augurios. De aquí en adelante los españoles intentan tomar la iniciativa en Concepción, primero, y en R í o Claro, luego; para sorprender, finalmente, a Lautaro en Mataquito. Con la derrota y muerte de Lautaro se cierra esta parte. El castigo divino está completo. La gracia ha retornado a los españoles. C o n la restitución de la gracia se completa esta parte y queda corregida la inversión de los roles de los protagonistas. La curva de esta acción se somete a la concepción providencialista que ve a Dios como conductor de la historia, activa las relaciones entre víctimas y verdugos, y crea la atmósfera épica de cercanía entre los hombres y lo divino. La segunda y tercera partes, representan la guerra por la recuperación de las ciudades y los territorios perdidos y el restablecimiento del orden en el mundo. El operador de este acontecimiento es don García Hurtado de Mendoza. En su caracterización se dan todos los rasgos hagiográficos que van a distinguir los panegíricos futuros de don García en la literatura de la época, comenzando con el Arauco Domado de Pedro de Oña. El arribo a Chile de Don García está marcado por los signos celestes y por la perfección, sabiduría y éxito de sus acciones. A partir de este instante, la comprensión de las cosas se ciñe a la interpretación religiosa de la historia como campo de batalla de dos ejércitos: el divino y el infernal. Desde el punto de vista de la crónica de los indios, el ciclo que comienza con la elección —para reemplazar al antiguo gobernante, Ainavillo—, se completa con la muerte de Caupolicán. La narración del asunto araucano se suspende cuando se va a proceder a la elección de su sucesor. Doblemente queda suspendida la acción por el abandono de la perspectiva escogida cuando un conflicto personal del poeta y Don García cancela la imagen perfecta del gobernante virtuoso. El poeta no silenció realmente a don García (acusación de Pedro de Oña, en el Araucano domado), pero dejó incompleta la crónica de su gobierno y lo denostó en términos de «mozo capitán acelerado». Será el estruendo de otra guerra — c o n metalepsis característica del poema— lo que, por tercera o cuarta vez, llevará al poeta a un nuevo asunto. Al concluir el poema, se establecen nuevas formas que confirman el carácter errático de la composición y la cierran con una narración autobiográfica del personaje narrador —cronista ajeno a los hechos en la

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primera parte, cronista de lo visto y lo vivido, memorialista, en las otras dos, autor de una confesión y de un declarado arrepentimiento en la conclusión—. Esta alteración final da lugar a la visión de la historia como terreno de prueba para la salvación del alma. La confesión conduce a la epifanía final reveladora del extravío personal del caballero cristiano y le lleva a dejar el canto por el llanto: Y yo que tan sin rienda al mundo he dado el tiempo de mi vida más florido, y siempre por camino despeñado mis vanas esperanzas he seguido, visto ya el poco fruto que he sacado, y lo mucho que a Dios tengo ofendido, conociendo mi error, de aquí adelante será razón que llore, y que no cante, (xxxvii, 807) Este final reordena en el plano autobiográfico el sentido del poema entero, trazando coherentemente la curva de un extravío que desemboca en el caer en la cuenta del mismo y en la conversión ascética de su conducta. C o n buen tino las versiones resumidas y de interés nacionalista del poema se reducen a la unidad de acción mencionada. Quedan fuera de ellas y de la simpatía de la crítica en general dos agregados de signo diferente pero relacionados. Una es la ya mencionada antropografía de los araucanos: esta se ilustra en actos de valor y fortaleza desusados, duelos descomunales y consejos, fiestas y juegos, aspectos todos que completan la imagen cultural de los araucanos. Las más importantes e inesperadas ampliaciones de dimensión cultural la constituyen los diversos episodios de idilios indígenas que se despliegan desde el final de la primera parte con las escenas de Lautaro y Guacolda, en la segunda con los idilios de Tegualda y Crepino y de Glaura y Cariolán, y en la tercera con la historia de Lauca que dará pretexto —adición de un tema puramente poético— a la historia de la defensa de Dido que hace el poeta narrador para contestar a un soldado. Todas ellas representan una dimensión del pueblo araucano, la fidelidad de las m u jeres, y su presentación se alaba con amplificación extremada de lugares comunes mediante el tópico del sobrepujamiento de mujeres bíblicas y de la antigüedad clásica. En oposición y para mostrar el orgullo bárbaro y la vergüenza de las mujeres de guerreros invictos

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aparece Fresia haciendo desprecio del hijo de Caupolicán a la hora de su derrota. Esta acción como las anteriores, tiene el propósito de trazar la fisiognomía del pueblo araucano. Pudiera parecer dudosa si se piensa que al lado de Ercilla, virtualmente ninguna crónica importante señala que las mujeres acompañarán a los guerreros como Ercilla hace en formas diversas, en el prólogo «Al lector» de la Primera Parte, además de los mencionados idilios. Sin embargo era así y alguna relación independiente lo consigna dando por lo tanto plena verosimilitud a la representación de las mujeres araucanas. Estas mujeres digo que estuvieron en un monte escondidas esperando de la batalla el fin, y cuando vieron que iba de rota el castellano bando, hiriendo el cielo a gritos descendieron, el mujeril temor de sí lanzando; y de ajeno valor y esfuerzo armadas, toman de los ya muertos las espadas. Y a vueltas del estruendo y muchedumbre también en la victoria embebecidas, de medrosas y blandas de costumbre se vuelven temerarias homicidas; no sienten ni les daba pesadumbre los pechos al correr, ni la crecidas barrigas de ocho meses ocupadas, antes corren mejor las más preñadas. Llamábase infelices la postrera, y con ruegos al cielo se volvía, porque a tal coyuntura en la carrera mover más presto el paso no podía. Si las mujeres van desta manera, ¿la bárbara canalla cuál iría? De aquí tuvo principio en esta tierra venir también mujeres a la guerra. Vienen acompañando a sus maridos, y en el dudoso trance están paradas; pero si los contrarios son vencidos, salen a perseguirlos esforzadas; prueban la flaca fuerza en los rendidos y si cortan en ellos sus espadas,

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Haciéndolos morir de mil maneras, que la mujer cruel eslo de veras, (x, 25-56) O t r a amplificación de carácter cultural la constituye el ejercicio de la magia. La hechicería indígena sirve para introducir dos m o m e n t o s diferentes, c o n verosimilitud q u e en nada agravia las creencias y criterios de la época desde la o p i n i ó n vulgar hasta las relecciones de Francisco de Victoria. Las visiones de la magia encuentran eco en las visiones oníricas del poeta q u e en sus desmayos alcanza la c o n t e m p l a c i ó n de la batalla de San Q u i n t í n , en Francia, en la cual participa Felipe, y q u e se da el m i s m o día q u e los araucanos les daban otra en Chile. Esta es justificación del poeta de sincronismo revelador q u e simultanea dos instancias diversas de dos extremos distantes de u n m i s m o imperio. Visión q u e va seguida de la Profecía de España (tópico que Ercilla t o m a de M e n a y q u e heredará Cervantes en la Numancia, vinculado al de la alabanza de los monarcas) y de otras profecías de interés proléptico, es decir de consecuencia ulterior en la narración en las que se mezcla la familia real y el destino personal del poeta. Estas amplificaciones (conocimiento y experiencia mágicas, revelación onírica) son todas de verosimilitud aceptada y n o violentan en m o d o alguno la u n i d a d de estilo de la obra y más bien c o n f i r m a n otra vez el clima épico del p o e m a . El sueño y la magia se convierten en espacios q u e admiten la amplificación más significativa del p o e m a y q u e responden a las d u das más graves que este ha planteado a la crítica m o d e r n a . La pregunta, ahora, es si la narración de las batallas de San Q u i n t í n , de la batalla naval de Lepanto (que el m a g o Fitón le ofrece para dar variedad a la narración de batallas, pues el poeta n o tiene sino c o m bates terrestres) y de la final guerra de sucesión de Portugal, n o vienen a ser agregados impertinentes en relación al asunto araucano. La relación n o debe verse solamente en las indicaciones dadas p o r el poeta para motivar con consideraciones externas o internas del relato, sino más bien en las insinuadas en el exordio. «Quiero a señor tan alto dedicarlo / p o r q u e este atrevimiento lo sostenga, / t o m a n d o esta manera de ilustrarlo, / para q u e quien lo viere en más lo tenga: / y si esto n o bastare a n o tacharlo, / a lo m e n o s confuso se detenga / pesando q u e pues va a Vos dirigido / q u e debe de llevar algo escondido».

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En la concepción del imperio cristiano y de la monarquía, el o b jetivo histórico y social de esta es guardar la paz. El buen gobernante, el gobernante virtuoso debe regirse p o r la justicia. N o hay otra guerra tolerable c o n f o r m e a las normas jurídicas y morales elaboradas desde la Edad Media y que se renuevan en los tratados del siglo xvi, que n o sea justa. La teoría de las virtudes del gobernante que se expresa en los tratados de regimiento de príncipes presta fundamento a la c o m prensión de la guerra en este p o e m a c o m o en la de toda la crónica hispanoamericana. Las guerras de Chile son narradas, desde u n comienzo, desde el p u n t o de vista imperial c o m o guerras justas; la rebelión de los indios, c o m o violencia a la fidelidad jurada al monarca, necesitada de justo castigo. La inclusión de los espacios de San Quintín, Lepanto y Portugal se hace en representación de la guerra justa c o m o manifestación del imperio en todos los extremos del universo. La última, específicamente, da lugar en el extenso e x o r d i o del canto X X X V I I a una elaboración de los argumentos jurídicos que f u n d a mentan los reclamos de Felipe a la sucesión del trono de Portugal. D e esta manera las guerras de Chile son puestas en el mismo contexto de las acciones y responsabilidades imperiales en Europa y O r i e n t e e integradas en el c o n j u n t o de una visión política y moral armónica. En suma, mediante la integración de estos episodios políticos se construye u n mosaico de espacios semejantes cuya totalidad es el imperio. Lo que finalmente, a esta luz, canta el poeta es la grandeza del imperio español de Felipe II. Los tópicos de 'pauca e multi', de contar solo mínima parte de u n t o d o inabarcable, que deja mucha materia p o r cantar para que otros canten, ofrecidos en la conclusión del poema, se mezclan con los tópicos de lo inefable y de la excusatio propter infirmitatem, y, especialmente, con el tópico del cansancio. E n su c o n j u n t o nos convencen del intento del poeta y han convencido a los poetas que le siguieron y animaron tópicos semejantes en alabanza de los monarcas. Todo esto es de originalidad considerable y de larga repercusión en los poetas de ambos lados del mar. La disposición descrita equivale a la territorialización del imperio, define el centro, y equipara la posición periférica de Arauco y del asunto de las guerras de Chile a los otros espacios importantes del imperio. Reservándole a aquél la condición de su extrañeza y su carácter admirable. Por último, p o r la vía de oraciones de caciques indígenas, y de Galbarino en particular, y mediante digresiones del poeta, se desplie-

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ga a lo largo de todo el p o e m a una exposición crítica de los vicios de los conquistadores y de sus gobernantes y particularmente, dentro del espíritu lascasiano, de su insaciable codicia y de su extremada crueldad. El poema de Ercilla, n o extraño a la agudización europea de la 'leyenda negra' antiespañola bajo el reinado de Felipe II, salva la grandeza imperial y la justicia del rey, sin callar los vicios de los conquistadores ni dejar de repudiar los excesos de sus crueldades y de sus vicios. Guarda entonces un rasgo m o d e r n o reconocible en el humanismo renacentista mediante el cual la sociedad y la cultura vigentes son confrontadas p o r los principios superiores de la concordia, de la racionalidad, de la comunidad y de la justicia, que ilustran las producciones más altas del humanismo europeo del siglo xvi. Es decir de una sociedad que se refleja a sí misma e intenta corregirse. Llevado por este procedimiento de agregación constante el p o e m a se extiende en la tercera parte en nuevas ampliaciones referidas a la exploración de tierras nuevas. Esta exploración entrega dos espacios desconocidos: u n o perteneciente al cacique Tunconabala q u e representa el tipo de salvaje acreditado en la literatura, pero modificado porque, aparte de su aspecto velludo y fornido, n o aparece caracterizado por la fuerza sino p o r la astucia. La función de este episodio n o parece sino ofrecer el tránsito de una selva selvaggia c o m o rito de pasaje para arribar a otro mundo. Es decir al descubrimiento de la Edad de Oro, d o n d e los mansos y generosos chilotes compensan de su fatiga a los desastrados españoles. El poeta diluye la Edad de Hierro q u e ha fatigado su pluma con su violencia m o n ó t o n a y sangrienta y m a n chado el verde de los prados con el rojo de la sangre y los miembros mutilados, sembrando de horror las estrofas del poema, en la Edad d o rada que se revela c o m o otro m u n d o : La sinceridad bondad y la caricia de la sencilla gente de estas tierras daban bien a entender que la codicia aún no había penetrado aquellas sierras; ni la maldad, el robo, la injusticia (alimento ordinario de las guerras) entrada en esta parte habían hallado ni la ley natural inficionado, (xxxvi, 777)

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Este descubrimiento lleva a decir al poeta: «digo que la verdad hallé en el suelo, / p o r más que afirmen que es subida al cielo» (xxxvi, 774). C o m o la descripción de los araucanos, la de los chilotes, se ofrece para la crítica humanista de la guerra. El señorío que guarda el poeta en relación a su poema ha llevado a J. B. Avalle Arce a hablar del mismo c o m o de una divinidad de seg u n d o grado, u n deus occasionatus. Esta capacidad dominadora se devuelve en su expresión más espectacular en forma de inconsecuencias o contradicciones flagrantes del poeta que dan al p o e m a una disposición erráticamente cambiante y, a la vez, explícitamente consciente. N o se manifiesta solo en las formas de la libertad épica con que rompe la perspectiva de la adtestatio rei visae o de los criterios de evaluación de la información ajena, cuando, por ejemplo, describe circunstancias en las que n o solo n o está presente sino está en la posición remota y contraria. Se manifiesta principalmente en la forma de cambios repentinos que presentan discontinuidades flagrantes en relación a propósitos previamente declarados. Las inconsecuencias más notables y señaladas del poema tienen que ver con promesas incumplidas en la proposición introductoria. En el exordio se sostiene que el p o e m a cantará de cosas verdaderas de las cuales el poeta es testigo o que, cuando n o lo sea, evaluará la información ajena en la parte que n o corresponde a su presencia en Chile. Para reforzar lo cual, obviamente, renuncia a la invocación de las M u sas. Sin embargo el poeta a continuación nos ofrecerá sueños de c o n o cimiento portentoso, sueños proféticos, incluida una 'profecía de España' en que los portavoces son la diosa Belona, diosa mitológica de la guerra, y la R a z ó n , ficción personificada de la ley que rige los grandes destinos humanos. En otro m o m e n t o presentará la visión del Apóstol Santiago, atestiguada p o r los indios. Más tarde nos presentará mágicas revelaciones de lo distante y global en el espacio (Mapamundi) y en el espacio y el a tiempo (el combate de Lepanto) en una visión de futuro, producidas ambas p o r el mago Fitón ante la mirada atónita del poeta. Digamos aquí una vez más que sueños y milagros y mágicas revelaciones, introducidos en La Araucana, n o r o m p e n para la tradición literaria ni para el lector del siglo xvi la verosimilitud de la narración. Desde la Biblia a Freud el sueño aparece cargado de fuerza reveladora abierta a la interpretación. Los milagros e historias de casos fabulosos contados p o r el pueblo, vox pupuli, vox dei, que algunos han

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visto como un rasgo de medievalización de los poemas y crónicas hispanoamericanos, aparecen avalados como verdad del pueblo, dato no despreciado en la folklorización de la historiografía hispanoamericana colonial. La magia, por su parte, podía encontrar en Francisco de Victoria, por ejemplo, la distinción entre su efectividad como experiencia y poder que no se debía ignorar y su condena moral por ser conocimiento diabólico y por tanto repudiable. La introducción de esta variedad de formas de experiencia n o r o m p e entonces la verosimilitud en la medida que corresponde a las creencias ordinarias y no desrealiza el conocimiento ni la experiencia personal. Una inconsecuencia más aparente y de justificación poética y emblemática se da al caracterizar primeramente al pueblo araucano como un pueblo del que se dice: «Venus y Amón aquí no alcanzan parte / solo domina el iracundo Marte» (I, 79-80), mientras a continuación, antes de terminar la primera parte, aparece la materia de amor y más tarde la justificación tardía de su inclusión. Más aun, en la Segunda parte de manera importante, y menos importante en la Tercera parte, se narran series de episodios en que se representan personajes femeninos de esposas y viudas fieles que expresan su desvelo o narran al poeta la historia de su amor o de sus vidas: Guacolda,Tegualda, Glaura, Lauca y Fresia, en esta última como para recuperar la coherencia de la descripción etnográfica inicial. Esta serie describe una curva mediante la cual las mujeres araucanas son caracterizadas con manifiesto sobrepujamiento de las más grandes heroínas bíblicas o clásicas, para ponderar su fidelidad y amor. Estas historias pueden ser vistas como derivaciones secundarias de la caracterización del pueblo araucano hecha en el exordio y dispersas, luego, en otras instancias narrativas. Afirman la humanidad, la delicadeza y la racionalidad de las indias y, por extensión, la del pueblo araucano. Cuando el crítico biográfico ha sugerido la posible alusión a la frustración amorosa del poeta antes de venir a Chile y que habría causado su viaje, está leyendo libremente estos signos étnicos con la misma actitud de Tácito en su Germania. La etnografía no se detiene en lo pintoresco o característico como haría el romántico, sino en el valor ejemplar que adquieren las virtudes del 'otro' para fustigar los vicios o limitaciones de los propios. Esto es parte del tacitismo del poema. La crítica no ha parado mientes, por otra parte, como hemos señalado, en el dato etnográfico que señala que los mapuches se hacían acompañar de mujeres en la guerra y que

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la frecuencia de la aparición de las figuras femeninas en las guerras de Chile se justifica de esta manera. El poeta lo señala así en el prólogo «Al lector» de la Primera Parte, y las representa persiguiendo a los españoles en fuga o viendo luchar y morir a sus maridos, c o m o hemos visto. Es cierto que ello va en ocasiones acompañado del comentario cómico de que «por una viuda que lloraba diez saltaban de alegría», lo que, otra vez, resulta insólito en la epopeya y ofrece u n caso más de contaminación con la épica burlesca de los italianos y tal vez la ruptura más violenta con el género épico tradicional. Ahora bien, la contradicción fundamental que sostiene el p o e m a y que es ideología del poeta p o r encima de toda otra cosa, se simboliza en la oposición del verde y el rojo. La representación de la guerra escoge episodios de brutal y sangriento desarrollo, en que la ferocidad de la lucha alcanza extremos de extraño horror. En ellos las partes m u tiladas de los cuerpos salen disparadas en todas direcciones y la sangre corre en arroyos que manchan la naturaleza indiferente. El espanto acumulado de estos hechos fatiga n o solo al lector sino al poeta mismo. En esta fatiga y hastío justifica el poeta su distracción en historias de amor, de casos mágicos y prodigiosos. Esta apoteosis de la Edad del Hierro es la que conduce al poeta a complacerse al final de haber encontrado la verdad en el suelo, el Paraíso en la tierra. El p o e ta buscador del mito ha creído hallarlo encarnado en el m u n d o de los generosos chilotes. El acceso a este m u n d o está preparado por u n rito de pasaje, p o r el cruce de una selva selvaggia p o r d o n d e los arrojó la malicia de Tunconabala. El abandono del Paraíso encontrado devolverá nuevamente al p o e ta al m u n d o de la violencia y el rigor. Al incurrir en el desacato de D. García es condenado a muerte, y, cancelada esta condena, se le destierra; n o encuentra satisfacción en el Perú; enferma en Panamá; sirve en Europa al R e y sin gratificación o sin sentirse justamente r e m u nerado. Todo ello hará desembocar la vertiente autobiográfica en la ascética decisión de dejar el canto p o r el llanto iluminado finalmente p o r la epifanía que es revelación y transformación interior. Tenemos en La Araucana de Ercilla u n poema épico, u n poema de estilo sublime. Pero un poema de estilo sublime que n o excluye el estilo medio, dulce y amable de los idilios indígenas, mezclado con el serio, las más veces trágico, ni rehuye el estilo bajo correspondiente al tratamiento de indios bárbaros e infieles servidores del D e m o n i o , ene-

LA AURAUCANA

DE ERCILLA: U N I D A D Y DIVERSIDAD

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migos de los españoles, y en tal sentido equiparables si n o peores que los franceses a que el español se o p o n e en San Quintín, o que el turco que combate en Lepanto contra la alianza cristiana o que el p o r tugués que disputa a Felipe su legítimo derecho a la sucesión del trono lusitano. El estilo bajo admite en el poema el tratamiento cómico de ciertos m o m e n t o s de la participación de las mujeres araucanas en la guerra. Tal vez la modificación más insólita que se halla en participación de las mujeres araucanas en la guerra. Tal vez la modificación más insólita que se halla en el poema. Q u e d a r á claro que en la c o n vergencia de los grados de seriedad y de comicidad en el tratamiento de los araucanos el m u n d o se hace ambiguo y la extrañeza se acentúa y se relativiza al mismo tiempo. En atención a los géneros de decir retóricos, el p o e m a concede marcada prioridad al discurso demostrativo c o m o correspondiente a la alabanza y al vituperio y a u n uso variado y extenso de los tópicos correspondientes. Da cabida n o p o c o importante al discurso deliberativo en todo aquellos que critica o disputa el c o m p o r t a m i e n t o de los hombres y sus gobernantes. N i deja de lado el discurso judicial que toma la causa del imperio y defiende el uso justo de la guerra para dirimir las situaciones en las cuales la razón n o ha sido atendida. El exordio del canto X X X V I I , que abre el último canto del poema, es por sí solo una exposición de los argumentos que legitiman los derechos de Felipe al trono portugués. Si nos atenemos ahora a los géneros y modos discursivos, tenemos e p o peya, tragedia y comedia y sátira; biografía, autobiografía, memorias, confesión; historia, crónica, anales; etnografía; idilios, casos; hagiografía, panegírico; tratado de regimine principian, tratado político y tratado moral. Desde el p u n t o de vista de sus determinantes estilísticos el poema se construye sobre la versificación única de la estrofa de octava real y del verso endecasílabo que la caracteriza. Verso al cual Ercilla introduce toda la variedad de sus cláusulas acentuales con indudable maestría que mereció el elogio de sus contemporáneos casi exclusivamente, incapaces de comprender la novedad del poema. E n u n p o e m a de la extensión de La Araucana el esfuerzo constante del poeta consiste en barajar la m o n o t o n í a de estas formas constantes con la variedad posible. Lo mismo acontece con los otros recursos estilísticos, el epíteto, la comparación, la descripción del paisaje, el retrato, los ingentes catálogos de guerreros españoles e indios, etc.

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Para concluir, La Araucana es un poema épico singular, cuya visión del m u n d o —cristiana, providencialista, sujeta a la historia—, deja a los hombres a su libre albedrío, armonizando el destino social y personal e interpretando el sentido del universo en sus diversas fases. Universalidad no excluye particularidad pero impone un orden y una jerarquía capaces de extranjerizar y de reconocer al mismo tiempo al otro como semejante, de rechazar y atraer. Esta ambigüedad marca y distingue al poeta; y, por encima de todo, explica la percepción del otro en términos de lo extraño y admirable que le permiten coparticipar del aura heroica y sublime, y que no tiene comparación en la literatura de la época. La Araucana es una epopeya, una obra de estilo sublime que no rehuye los otros niveles de estilo y que más allá de esto, en una c o m prensión definida y singular del género sublime, admite la inclusión de una enorme variedad de tipos de discurso y géneros de decir y toda la gama imaginable de recursos estilísticos propios de las formas más elevadas. Para quienes se envanecen con la conciencia de vivir hoy en día una época excepcional de la historia de la letras por la real o supuesta libertad con que se utilizan, cuando no se ignoran, las formas preestablecidas y se rompen las aparentes normas de la literatura precedente, el conocimiento de la obra de Ercilla puede ser una lección edificante. La libertad y el genio con que Ercilla, o Cervantes, utilizaron el acervo literario heredado, culto o popular, clásico y vernáculo, debiera sacarlos del engaño.Y debiera llevarnos a todos a la convicción de que al lado de una visión estereotipada de la retórica y de la crítica, había ya en el siglo xvi, y aún mucho antes, una taxonomía razonable y un mirar con visión libre y refrescante, en particular, las admirables obras del género sublime en las cuales se admitía y a las que se caracterizaba por el empleo y la concurrencia de todos los medios literarios. U n a temprana concepción, entonces, de la obra o del estilo total, en la que tradición e innovación se dan la mano. La Araucana de Ercilla lleva a cumplimiento singular esta posibilidad del género, se encierra en él y se escapa, nos trae y nos lleva, nos toma y nos deja, una y mil veces, para entregarnos, finalmente, lo que permanece y unifica lo diverso: la suprema libertad de su canto épico.

VI. P O E T I Z A C I Ó N DEL ESPACIO, ESPACIOS DE LA POESÍA

(LECCIÓN INAUGURAL)

M e propongo, en lo que sigue, tratar dos aspectos conexos del poema de Alonso de Ercilla, La Araucana^, explicar la manera en que afectan a su construcción, y sugerir apenas algunas de sus proyecciones sobre la literatura de la época virreinal.

I U n primer aspecto tiene que ver con el plan extremadamente original de Ercilla al abordar las guerras de Chile articulando el espacio araucano, territorio breve y escaso, en una serie de marcos de referencia cada vez más abarcante que incluye primero que nada Chile; luego, el Perú con el cual la iniciativa de conquista y la administración de Chile están directamente relacionadas y los estarán por los siglos virreinales; mas tarde, Europa y las guerras de religión en la batalla de San Quintín, en el territorio de Francia; en seguida, la confrontación en el oriente de Europa de los dos imperios, turco y español, en la batalla de Lepanto 2 ; y, finalmente, a propósito de las disputas en torno a la sucesión del trono, la guerra de Portugal que emprende Felipe II para asegurar sus reclamados derechos. En un nuevo paso, complementario de este despliegue espacial, el poema presenta la imagen geográfica del mundo conocido a la luz de 1 2

E n t o d o lo que sigue citaré p o r Ercilla, La Araucana, ed. I. Lerner. Ver «Al letor» de la Segunda Parte.

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la p o m a mágica del mago Fitón, descripción cosmográfica hecha con el conocimiento de los nuevos viajes a América, Asia y Oceanía que han modificado el cuadro del conocimiento del h o m b r e y del m u n do en el siglo xvi. En este espacio omniabarcante, j u n t o a la visión de Europa, África y Asia en la tradición de Plinio, d o n d e lo todavía desconocido aparece encubierto p o r nubosidades, se incluye detenidam e n t e España y sus regiones y se indica el lugar del nacimiento de Ercilla; y, con novedad cierta, se enumeran los lugares conocidos de América, pormenorizadamente, de norte a sur, desde la Nueva España hasta Chile. A esto se agrega u n nuevo espacio de grupos humanos, en el plan o indígena. Este dará lugar a la antropología que distingue c o n claridad, n o siempre reconocida. El primero, en indicación breve ordenada en la enumeración de los fracasados intentos de dominar a los araucanos, el poderío de la conquista incaica se extiende a Chile, hasta el río Maule, introducido c o m o marca o el p r i m e r hito de la historia de la resistencia y de la defensa de la soberanía araucana, lo que hace narrable su existencia; historia en que, luego, se suceden las e m presas de conquista de los españoles Diego de Almagro y Pedro de Valdivia y p o r último, García H u r t a d o de M e n d o z a , con suerte diversa. Entre los chilenos se distinguen los promaucaes que habitan el centro del territorio, los llamados picunches y picones, situados al n o r te de los araucanos; los araucanos mismos descritos en una etnografía cuidadosa que da respuesta positiva a los determinantes racionales, p o líticos, morales, educativos y religiosos que confirman su humanidad, frente a las consideraciones de la inferioridad bárbara, infernal, si n o bestial, del h o m b r e americano. N o solo la etnografía compacta de los acontecimientos y el ethos de los personajes, su comportamiento y caracterización activa, confirman lo dicho en bloque con la acción h e roica y el comportamiento hazañoso individual y colectivo, masculin o y femenino, de los araucanos, con notas de p o r t e n t o y de cosa nunca antes vista ni oída ni narrada. Al lado y al sur de estos, están los puelches de los cuales el cacique Tunconabala es u n representante. Estos indios son caracterizados a través de Tunconabala c o n f o r m e a los rasgos conocidos en la literatura del tipo del 'salvaje', es decir de personajes distinguibles por su fuerza descomunal, su gran tamaño físico y la vellosidad de su cuerpo. A estas características, extrañamente, los indios agregan la astucia y en lugar de confrontar a los espa-

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ñoles con su fuerza deciden, con prudencia, aparentar debilidad y miseria y desviarlos por una ruta extraviada y áspera en su camino a las nuevas tierras. Por último, en la zona austral, en el archipiélago chilote, se encuentran los indios mansos y dulces que conducen a Ercilla a la convicción de haber encontrado 'la verdad en la tierra', quiere decir la Edad de Oro, un mundo de concordia enteramente opuesto al hasta aquí conocido en donde no existe la codicia ni el interés mueve a los hombres y donde, de acuerdo al discurso clásico, no hay tuyo ni mío y la generosidad y mansedumbre, la paz y el amor son la ley del universo. Este espacio final constituye, frente al despliegue del mundo épico, de guerras lamentables, fruto de la discordia y la injusticia, y, especialmente, por el macabro espectáculo de cuerpos desmembrados y de la sangre colorada que mancha el verde de la naturaleza, el motivo de la sorprendente desconstrucción del m u n d o épico en la concordia, la perfección moral y limpia de vicios de la edad de oro en América. Este aspecto pone una ambigüedad fundamental en la visión del m u n d o del poema y en su representación épica. En otro plano, en un sentido histórico —cronístico— y político, el poema crea y traza dos momentos que configuran a su vez dos espacios diferentes y contradictorios: uno, el de la gobernación de Pedro de Valdivia cuya codicia y la codicia de sus subordinados son objeto de la condenación del poeta y causa mediata de la destrucción de las ciudades y de la muerte del gobernador. En este espacio se activan los factores negativos y positivos de la ciudad terrena en donde se realiza y cumple el castigo divino de la Providencia: la ira divina, Némesis cristiana, dará lugar al mundo al revés. Convierte a los indios en verdugos, instrumentos de ese castigo, y a los españoles en sus víctimas. Una vez satisfecho el fin perseguido y justo castigo, se cancela la efectividad de la inversión del mundo. En el espíritu de San Agustín, la Providencia maneja los hechos minúsculos y magnos, controla el hado y la fortuna y las fuerzas del bien y del mal. En contraste con la administración de Valdivia, la gobernación de don García Hurtado de Mendoza configura políticamente, en la Segunda y Tercera partes, una acción y un espacio diferentes. Estamos ante el príncipe justo, sabio y fuerte, cuya gestión se caracteriza por la victoria y el triunfo militar, manifiestos en la recuperación de las ciudades, las nuevas fundaciones, y descubrimiento de las nuevas tie-

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rras; y se acompaña de los portentos celestes y terrestres que coinciden como signos de buen augurio con su presencia en Chile. Todo estaría muy bien en el plan de caracterización perfecta del gobernante justo, si no se diera, como se da, la ocasión de probar su debilidad, que afecta directamente al poeta, llevándolo a cancelar la narración de su gestión. La pena injusta, anulando la perfección del gobernante cierra el espacio político. Este espacio se abandona con el destierro y, en consecuencia, el poeta traslada el canto a otro extremo, esta vez el de la autobiografía, que relata su alejamiento de Chile, su paso por el Perú y Panamá y su retorno a Europa. Cabe preguntarse cuál sea el sentido de esta 'poetización del espacio' que oscila o se mueve en la tensión entre dispersión e integración espacial. La crítica ha abordado las cuestiones que esta multiplicidad suscita como la limitación más notable del poema: su falta de unidad, la ausencia de unidad de acción, de la acción que sea una, la ausencia de un héroe. Parece obvio que la expectativa crítica miraba más a la simplicidad o a la unidad numérica, que a la auténtica unidad integral, completa en sí misma de la acción del poema, y que a la cohesión interior, lógica y causal de la acción. El clasicismo ha sido incapaz de abordar la multiplicidad, refugiándose en la simplicidad y en el fragmento aislado. Lo que ahora nos importa destacar es la serie de aspectos que organizan y nos guían en la verificación de que estos espacios se ordenan con sentido y, aunque adversativa y contradictoriamente, de un modo calculado y consciente. N o por ninguna construcción abandonada a la recepción literaria sino por los determinantes característicos de la función o las funciones desempeñadas expresamente por el narrador. Los espacios se comunican principalmente por el tránsito del poeta, este da ciertos pasos, corre, vuelve, se extravía; imágenes todas en que narrar y caminar son equivalentes. Estos movimientos no significan meros movimientos de traslado espacial o geográfico, sino que también significan agregaciones de espacios humanos y de espacios significativamente políticos y de derecho, en donde como las partes al todo esos espacios se suman para configurar el imperio español, en una gestión única y constante en sus rasgos, caracterizada por el despliegue de la guerra justa. En Arauco, en San Quintín de Francia, en Lepanto y en Portugal, el imperio español desarrolla guerras justas, de represión a la promesa jurada e incumplida o rota, al extravío de la

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nación francesa en las guerras de religión, a las asechanzas del i m p e rio turco en la c o n f r o n t a c i ó n de los dos imperios en Lepanto, a los derechos legítimos disputados en la sucesión del trono de Portugal. Si la diversidad espacial o geográfica trabaja en contra de la u n i d a d de lugar, la visión del m u n d o y la concepción política del i m p e r i o p r o porcionan cohesión y sentido a r m ó n i c o m e d i a n t e u n paradigma c o m ú n a todos los espacios. Lo que se poetiza, entonces, con gravedad épica es la imagen activa en varios frentes del i m p e r i o y de su grandeza y, mejor, la grandeza del reinado de Felipe II, destinatario y realm e n t e objeto del poema, q u e se configura c o m o alabanza del m o n a r ca español. Pero n o es ciertamente solo eso. También se poetiza la nueva v i sión del m u n d o y del h o m b r e . La diversidad del m u n d o y su e x t e n sión. La diversidad de los pueblos y su novedosa y exótica condición. Las maneras en que esto se formula son varias y distintas. Por una parte el exordio del p o e m a (I, i), con estilo singular, n o p r o p o n e u n objeto heroico, sino dos. Despista con la proposición negativa que dice, sin consecuencia ulterior verdadera, excluir la materia de a m o r (canto n o esto, sino esto otro), sino p o r q u e dice cantar las proezas de los españoles, pero también las cosas notables de los indios que hacen t o davía más grande la hazaña hispánica (canto esto y también esto). Intriga con la ínsínuatio que acompaña la dedicatoria al monarca, suficientemente clara para quien quiera entenderla: Quiero a señor tan alto dedicarlo, porque este atrevimiento lo sostenga tomando esta manera de ilustrarlo, para que quien lo viere en más lo tenga: y si esto no bastare a no tacharlo, a lo menos confuso se detenga pensando que, pues va a vos dirigido, que debe de llevar algo escondido. (I, i, 4) Otras instancias c o n f i r m a n esta expansión en varias enunciaciones guiadas p o r el tópico de pauca e multí que incluyen el prólogo «Al letor» de la II Parte: «Yo dejo m u c h o y aun lo más principal p o r escribir, para q u e el que quisiere t o m a r trabajo de hacerlo, q u e el m í o lo doy bien empleado, si se recibe c o n la voluntad q u e a todos lo ofrezco».

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O el exordio del canto II, xviii en que la interrogatio formula la i m posibilidad de la cifra: Cuál será el atrevido que pretenda reducir el valor vuestro y grandeza a término pequeño y breve suma y a tan humilde estilo tal alteza. O en el canto II, xix, 1: mi priesa es grande y que decir hay tanto que a mil desocupados escritores que en ello trabajasen noche y día para todos materia y campo habría. En el canto II, xxvii: que no se puede andar mucho en un paso ni encerrar gran materia en chico vaso. (II, xxvii, 2) Más adelante en el mismo canto: Cuando alguno, señor, le pareciere que me voy en el curso deteniendo, el estraño camino considere y que más que una posta voy corriendo. (II, xxvii, 3) Y, cumplido el plan, la conclusión del p o e m a resuelve el sentido insinuado: Cante de hoy más los que tuvieren vena y enriquezcan su verso numeroso pues Felipe les da materia llena y un campo abierto, fértil y espacioso. (III, xxxvii, 65) Y, para que n o queden dudas: Así doy punto en esto pues conviene para la grande innumerable suma

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de vuestros hechos y altos pensamientos otro ingenio, otra voz y otros acentos. (III, xxxvii, 73) Lo que el poeta redondea de este modo es la definición del poema como alabanza del monarca mediante la representación de su poder universal y de su derecho, conforme a la concepción de la guerra justa. El poema mezcla así, como buena parte de la literatura de la época, el panegírico del soberano y la historia con el tratado de regimiento de príncipes y el tratado moral. Escoge hacerlo por la vía de lo múltiple, del desplazamiento del centro del mundo representado, de Arauco a España, de lo abundantemente plural, humanamente diverso, espacialmente disperso y contradictorio, y de su sujeción y armonización por la universalidad del sentido del poder, de la justicia y del imperio. La épica posterior del ciclo erciliano pondrá en práctica, dentro de un marco político local y particularizado, la contrastada representación del mundo en dos gobernaciones sucesivas, una marcada por imperfecciones que conducen a la ruina; la otra, marcada por la presencia renovadora y también perfeccionadora del mundo del nuevo gobernante, aprendida en el poema de Ercilla. Esto conducirá al tratamiento panegírico de la figura a quien directa o indirectamente se dedica el poema como acontece en el Arauco Domado de Pedro de Oña, panegírico de García Hurtado de Mendoza a quien se llega a dar un trato sagrado llamándole por ejemplo «Oh sublime garza, sant García» (Exordio); o en El Vasauro, panegírico del Conde de Chinchón, y también en el Purén indómito de Arias de Saavedra que hace el panegírico del gobernador Francisco de Quiñones y tiene por destinatario del poema a su mujer Grimanesa (el manuscrito ensaya otros destinatarios ilustres dentro del mismo plan panegírico).

II Ahora bien, si nos volvemos a un segundo aspecto, a la consideración de los espacios poéticos es posible hacer varias distinciones. Una se refiere a la esfera de la imaginación que caracteriza al poema. Se trata de una epopeya cristiana caracterizada por su verismo histórico. N o sin una notable originalidad, otro de los factores de perplejidad experimentados por la crítica. El poema mezcla el verismo épico-cris-

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tiano de la epopeya histórica con el verismo etnográfico de la caracterización de los araucanos, que en el caso de las mujeres se contamina de poesía novelesca en los idilios indígenas y la historia de Dido; a estos se agrega la esfera de lo fabuloso en el breve episodio del pez enamorado. Todos ellos se atraen a la esfera histórica p o r su filiación etnográfica, unos describen el atuendo de guerreros indígenas, en una muestra militar; excepcionalmente, en otro caso, viene para responder al juicio de u n soldado en defensa de D i d o (III, xxxii-xxxiii) todo ello a propósito de otra historia, la historia de Lauca, mujer herida p o r u n soldado español, viuda fiel de u n guerrero araucano (III, xxxii, 31-42). La verdadera historia de D i d o sirve propósitos de defensa poética y de conocimiento literario. Todas las otras dimensiones que parecen escapar o escapan aparentemente a la esfera de los histórico, otra vez, sirven en función de la representación histórica del pasado o del presente, ocasionalmente, el futuro de u n espacio remoto, por los medios verosímiles del sueño del poeta [(San Q u i n t í n (II, xvii-xviii), Profecía de España (II, xviii, 29-74) y la hechicería indígena, Fitón, la cueva (II, xxiii, 24-87), la batalla de Lepanto (II, xxiv), la sphera mundi (II, xxvii)]. (Ver Pedro Ciruelo, Francisco de Vitoria, que discurrieron sobre el conocimiento mágico). Todo tiende a servir y disolverse mitigando, en una misma esfera la representación épica, histórica y etnográfica, cuando n o autobiográfica, su extrañeza exótica o su extraordinario portento. Si miramos el poema, ahora, n o ya a la luz de la ley del universo épico-cristiano que lo define, con su providencialismo causal y su carácter histórico y etnográfico, sino a la del tipo de estilo que el p o e ma épico configura, parece de otra manera operarse una paradoja semejante. El poema se integra en u n tipo de estilo y t o n o épico: una visión de mundo, un m o d o de tratamiento y determinantes estilísticos, propios del p o e m a épico de estilo sublime que adopta la f o r m a ambigua del panegírico del soberano, de los españoles y, al m i s m o tiempo, novedosamente, de los indios. Atendida su gravedad (gravitas, deynotes) o su carácter sublime, el p o e m a de Ercilla reviste las características del tipo de Fuerza, sujeto elevado, tratamiento panegírico, elocución diestra y avanzada. Si m i ramos el poema a la luz de la retórica de los tipos de estilo de H e r m ó genes, que sostiene que el tipo de Fuerza a que corresponde el p o e ma épico y el panegírico se caracteriza p o r atraer toda la variedad de

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estilos, aún los más contradictorios, veremos el panegírico como la fuerza unificadora, de los tipos de estilo3. Esto creará, en el nuevo plano, una tensión semejante a la que hemos señalado para la configuración del espacio épico. Es decir el poema quedará marcado por la paradójica y contradictoria tensión del tipo sublime que tiene en el panegírico su factor de integración y en la pluralidad de tipos de estilo restantes el de la dispersión. De los contenidos anteriores, históricos y etnográficos, se derivan múltiples formas que al tiempo que llevan a cabo el panegírico del monarca, trazando la grandeza de su imperio, justo en todos los extremos de su enorme extensión, atraen materias poéticas diferentes, guerra, amor, magia, y nuevos modos de tratamiento y figuras de estilo que sirven a los propósitos anteriores. El canto del valor y las proezas de los españoles y las cosas raras y notables de los araucanos, la alabanza de soberanos y caciques, se mezclan con el denuesto de jefes y soldados viciados por la codicia que denuncia el narrador, con la Aspereza y la Vehemencia, y reiteran los indios (Galbarino, Tunconabala) en sus discursos marcados primero por el Carácter (Hermógenes, 260-69) y luego por la Aspereza (Hermógenes, 255-60) y la Vehemencia (Hermógenes, 260-64). La antropología indígena está servida por el tipo de Carácter, Brillantez, Aspereza y Vehemencia, pero también en el caso de los idilios femeninos, sueños reales y hazañas fabulosas por el tipo Dulce (Hermógenes, 330-39) la Brillantez y el Carácter y ocasionalmente por la Aspereza cuando se habla de las mujeres que acompañan a los guerreros araucanos. Todo lo cual culmina en la Abundancia (Hermógenes, 284-95) y la Plenitud (Hermógenes, 29193) cuando el mundo de españoles e indígenas confrontados, representando en la multiplicidad de sus partes, integra el todo dominador en el panegírico del imperio mundial. La concurrencia de estos estilos se da en forma consciente, dando lugar a frecuentes autorreflexiones y digresiones del narrador sobre el camino escogido, el extravío y los pasos dados, los movimientos de ir y volver —el movimiento de lanzadera de que hablará Arias de Saavedra, para describir los continuos cambios del campo español al araucano—, que caracterizan las frecuentes metalepsis del narrador, los

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Ver Hermógenes.

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saltos de la situación narrativa al m u n d o narrado por advocación generalmente del estruendo de la guerra. El narrador representado, poeta soldado de 20 años en la primera parte, adulto en la segunda y maduro ya en la tercera parte del p o e ma adopta, dominado por el Ethos, en cada parte y en particulares m o mentos de la narración épica, diversos estilos. Diestro y Brillante en el principio. Áspero y Vehemente en la narración del g o b i e r n o de Valdivia, Dulce y lleno de Carácter en la segunda, adquiere en la tercera parte los rasgos de Vehemencia y de la Aspereza y se disuelve en la Solemnidad, Humildad, Esplendor y Dignidad. El panegírico épico da lugar a la ponderación del monarca c o m o santo, poeta, sabio, literato y gobernante justo; hombre superior que provee perfección de estilo; ser a quien los elementos naturales se someten; a quien el poeta invoca para dignificar su estilo c o m o u n rex literatus o c o m o si fuera su Musa; y, por sobre todo, gobernante justo, que gobierna con éxito u n imperio universal. Describe las hazañas de los soldados españoles en encuentros de armas individuales y colectivos. Dignifica al bando español con la aparición, que introduce el estilo Solemne, de una mujer celeste y de u n anciano que espantan a los indios antes de dar la batalla de La Imperial (canto I, ix), la quinta de la serie de ocho batallas de la Primera Parte de los españoles en derrota, y auguran tiempos de desastre para los araucanos. Al mismo tiempo, la aparición celeste señala el pronto retorno de la gracia divina a los españoles. Otros signos, celestes y terrestres, c o m o antes señalamos, se harán visibles al arribo del nuevo gobernador de Chile, indicando su perfección moral y augurando el buen destino de la nueva gobernación, figura o fórmula de tratamiento que adoptará la épica del ciclo araucano posterior. Hace también el panegírico de los héroes araucanos igualmente en sus enfrentamientos individuales y colectivos, sus proezas de fuerza y de valor y sus actos de sabiduría. El p o e m a desarrolla autorreflexivamente consideraciones sobre el cambio y la discontinuidad del estilo épico, ya al final de la I Parte y luego en las Partes I I y I I I , en clara y consciente contradicción con las afirmaciones hechas en la proposición del poema al excluir la m a teria de amor p o r razón de que en el Carácter araucano n o había cabida para ella. Tenemos aquí nuevamente una contradicción del p o e ta que admite el estilo Dulce de las historias de amor indígena al lado

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de la, inicialmente exclusiva y excluyente, materia de guerra. Como ocurre en las otras dimensiones consideradas, en esta también se despliega una tensión entre unidad y dispersión, la manera de reducir la dispersión es haciéndolo por vía de la integración caracterizadora de la etnografía indígena. Las mujeres araucanas son dignas del panegírico y sobrepujan a las más altas figuras femeninas de la tradición bíblica y clásica. N o paran ciertamente aquí las contradicciones de estilo. Me ocuparé en seguida de describir sola y sumariamente, parte de los estilos contrarios al Panegírico. El primero es el del Vituperio de Valdivia, que define además un momento excepcional de la caracterización del conquistador, si se mira al contexto histórico. Ese tratamiento se extiende a los españoles que lo acompañan (I, i, 67-72). La forma general de la Aspereza y Vehemencia adopta el tópico del mundo al revés que representa a los españoles como víctimas del castigo divino y a los indios como verdugos, instrumentos providenciales, de ese castigo del pecado de los españoles. La Aspereza gradúa el extremo de la vergüenza o rebajamiento españoles, llevándolos más allá de la derrota y la muerte, y la destrucción de fuertes y ciudades, a la fuga cobarde de la cuesta de Andalicán, cogidos los peones de las colas de las cabalgaduras, perseguidos por las mujeres indígenas (canto I, vi), y acentuada en la retirada de Concepción en que los más débiles, un anciano y doña Mencía de Nidos (canto I, vii), enrostran su cobardía a los varones que huyen. La serie de derrotas españolas constituye la forma misma del castigo providencial. Cinco derrotas desastradas en vergüenza creciente. En la sexta, asalto a la ciudad de La Imperial (podemos ver la intención del poeta de preservar la ciudad de ese nombre por sus resonancias significativas) el ataque es interrumpido por una doble aparición celeste —que comunica Solemnidad al estilo— y que marca augurios de signo diverso para españoles e indios. En la acción del poema constituye un cambio de fortuna para los españoles en las batallas restantes hasta culminar con la muerte de Lautaro y de todos los indios que le acompañan. De esta manera se restaura el justo orden del mundo en la visión providencial y en la ejecución política de la guerra justa. Cerrado el ciclo del castigo, retornada la gracia a los españoles, finaliza la primera parte del poema. El estilo de Aspereza o Vituperio se desarrolla, por otra parte, para castigar los vicios españoles, en los discursos de Galvarino (II, xxii y

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xxvi) y de Tunconabala (III, xxxv) en ellos se concentra la denuncia 'lascasista' que la crítica ha señalado remitiéndose al menos a los discursos del primero. Debe observarse que estas expresiones indígenas de estilo Áspero y Vehemente en consonancia con el vituperio de la crueldad y de la codicia españolas también ponen notas ambiguas en la visión panegírica, de príncipe justo y virtuoso, del gobernador Hurtado de Mendoza. Lo que es más extraño aún si se advierte que su gobierno se construye como corrección de los vicios del gobierno anterior y como restitución del orden y la justicia en la gobernación de Chile. En el aspecto más paradójico, sin embargo, el tratamiento panegírico de la gobernación y la persona de García Hurtado de Mendoza que se acompaña de la Solemnidad, de fenómenos celestes y terrestres que auguran un gobierno feliz a su llegada a Chile, se interrumpe el panegírico dejando incompleta la crónica de su gobierno como efecto del conflicto personal del personaje narrador con el gobernador. El panegírico cede frente al vituperio o Aspereza con que se castiga al «mozo capitán acelerado» (III, xxxvi, 33-34; xxxvii, 70). Conmutada la pena de muerte por la del destierro, Ercilla abandona la narración del gobierno de García Hurtado de Mendoza junto con abandonar el país y alejarse de América. Otro rasgo de estilo complica tanto al panegírico como el vituperio es la compasión y la piedad que muestra el Carácter del narrador frente a los castigos aplicados a los indígenas, en los casos bien destacados de Galbarino y Caupolicán particularmente. Al panegírico de los araucanos se corresponde en contrario la acrecido soberbia de los indios, contrapuesta a la prudencia de los viejos caciques, soberbia juvenil que piensa conquistar el mundo y la misma España y Carlos V y escalar el cielo (I, canto viii, Caupolicán y Tucapel) Peteguelén, Puchecalco, agorero y Colo Colo llaman a la cordura a los jóvenes guerreros. Los augurios funestos de Puchecalco le costarán la vida a manos de Tucapel, por cuyo desacato delante del cacique, es solo salvado de la ira de Caupolicán por la intervención de Lautaro. La intensa mezcla de estilos en un episodio relativamente reducido habla del ardor bélico y del Carácter y Vehemencia de los araucanos y sirve los propósitos etnográficos de Ercilla. El estilo Dulce corresponde a la materia de amor tratada en la forma de idilios indígenas y a otras historias de mujeres en que a la

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Dulzura suman el Carácter ('Ethos', oratio morata) definido por los rasgos exaltados de amor y fidelidad de esposas y a su dolorosa condición de viudas tristes de las mujeres araucanas. El tipo Dulce invade repentinamente el poema en la Primera Parte, (I, xiii, 43-57 y I, xiv, 3-18), con la escena de Lautaro y Guacolda, historia trágica de sueños premonitorios de muerte. El episodio despierta la conciencia del poeta, fatigado de la materia de guerra, en busca de variedad para superar la monotonía y la crudeza de su asunto. Justificándose en el exordio del último canto de la primera parte, « Q u é cosa puede haber sin amor buena?» (I, iv) y explicándolo como voluntad de tratar más de un estilo para dar variedad a una materia larga y que trata siempre de una misma cosa. El tipo Dulce es anticipado en el canto I, xii como apéndice de la 'profecía de España', donde se muestra a las damas de España y el poeta representa en una miniatura a doña María de Bazán, alusión a la que sería su esposa. Además del mencionado canto xv, de la Primera Parte, se desarrollará extensamente en la Parte Segunda del poema con historias diversas. La de Tegualda y Crepino (II, xx-xxi), historia de doncella fría e indiferente presionada pro su padre para que se case y que cede al vencedor de un agón araucano, pruebas de fuerza, carreras, saltos y lanzamientos, historia que concluye trágicamente con la muerte del guerrero y el llanto de la esposa fiel. La historia de Glaura y Cariolán (II, xxvii-xxviii) es la historia del intento incestuoso de un pariente del padre de la doncella que vive en su casa y la ama, pero cuyo asedio encuentra resistencia y rechazo en Glaura. La repentina presencia de los españoles en el campo indígena mueve a la fuga que expone a la joven a la violación, dos negros la desnudan al tiempo que llega Cariolán, a quien dadas las circunstancias, para proteger su desnudez y pagar la salvación de su honra, toma por esposo, no sin que otra vez deban separarse. La historia termina felizmente en anagnórisis cuando Cariolán se acerca a Ercilla para alertarlo de un ataque de los indios, mientras este escucha la historia de Glaura. Cariolán había sido salvado por Ercilla, luego de la separación se su mujer, que admira su valor e impide que los soldados españoles le maten y lo toma a su servicio. En la Tercera Parte, tiene lugar la historia de Lauca (III, xxxii, 3142), una india herida por un soldado español, que ha perdido a su esposo y que cuenta su triste historia al poeta y narrador.

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Otras tres historias de diverso t o n o se u n e n y separan de las anteriores. La de Fresia (III, xxxiii, 73-83), la esposa ofendida p o r la deshonra del esposo derrotado y prisionero ante quien esta desprecia arroj a n d o a sus pies el hijo que han engendrado, en consecuencia con el espíritu i n d ó m i t o de los araucanos en que el Carácter se u n e a la Vehemencia y a la Aspereza. Otra es la historia de la piel del guerrero Gualemo (II, xxi, 34-39), cuyo padre, Guacol, quitó al m o n s t r u o so caballo marino enamorado de la belleza de su mujer; historia de portento fabuloso en que la Fortaleza se u n e a lo D u l c e y a la B r i llantez. Y, finalmente, la historia de la defensa de D i d o (III, xxxii, 4391-xxxiii, 1-55) que c o m o respuesta a u n soldado que habla mal de la reina, inspirado en la visión de la Eneida, el poeta Ercilla hace c o m o refutación de la historia de la reina D i d o tal c o m o la cuenta Virgilio. La verdadera historia reivindica a Dido. Aquí, la Solemnidad, el Carácter, la Dulzura se u n e n a la Fortaleza para recrear en toda su Grandeza moral la historia de Dido. P u e d e agregarse a todo esto la milagrosa conversión y m u e r t e de Caupolicán (III, xxxiv, 3-36) episodio en el que convergen todos los estilos. En suma, La Araucana de Ercilla es u n p o e m a épico-cristiano cuya ley de representación está guiada p o r el verismo histórico de c o n t e nidos políticos y etnográficos. En ambas dimensiones el p o e m a integra espacios variados en u n o solo, unidos p o r u n factor político dictado p o r la justicia, c o m o virtud suma, del gobernante; cada espacio es entonces el desarrollo y existencia de u n m o m e n t o que repite el mismo paradigma: el de la guerra justa. E n el plano etnográfico, se construye, entre la familiaridad y el exotismo, la historia del pueblo y del estado araucano tenaz defensor de su soberanía y libertad, el Carácter de sus guerreros, de sus mujeres, la variedad de las etnias, ilustran, especialmente, el exotismo admirable y la extrañeza de los pueblos americanos. El dominio de pueblos tan notables n o hace sino acrecentar la grandeza épica del imperio. Entre los factores simbólicos de una integración y totalización de la imagen del m u n d o está la que proporciona la representación de la sphera mundi, la más avanzada visión del m u n d o geográfico conocido. La tensión entre unidad y dispersión, su andadura contradictoria, el desplazamiento del eje de la representación global de Arauco a España. La mezcla de libros: p o e m a épico, historia, tratado moral, libro de sentencias, tratado político de regimiento de príncipes, cosmografía, autobiografía. La tensión de lo

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familiar y lo exótico; la tensión entre los reinos de la discordia y la concordia; el verde manchado por la sangre colorada; la mezcla de tipos de estilo que juegan en el panegírico del monarca, de los españoles, de los indios e indias, en tensión con el vituperio de españoles y de indios. Otras formas, la materia de guerra mezclada con la materia de amor, con todas las variedades de estilo, guiadas por la Abundancia y la Plenitud sirven al m o d o y manera en que se construye la visión total del poema. Todos estos, son rasgos maneristas que se repetirán en la poesía ulterior y alcanzarán a sus obras más representativas, desde la epopeya, a la poesía satírica y demostrativa, a la novela y en especial al Quijote.

VII. R E T Ó R I C A D E LA C O N C L U S I O N E N LA P O E S Í A H I S P A N O A M E R I C A N A C O L O N I A L : EL C A S O E R C I L L A

1. Antes de entrar en nuestro tema demos un breve vistazo a las relaciones de la retórica y la poética con la poesía en Hispanoamérica durante la época colonial. El p r i m e r texto q u e se nos ofrece es el Discurso en loor de la poesía de la llamada Primera Poetisa Anónima, que se publicó c o m o preliminar en la Primera parte del Parnaso Antàrtico1, del poeta sevillano, avecindado en el Perú, D i e g o de Mexía y Fernangil. El texto que ha sido estudiado p o r Alberto Tauro y Antonio C o r n e j o Polar contiene referencias a cada u n o de los miembros de la Academia Antàrtica de Lima, que Tauro completa en lo biográfico. C o r n e j o Polar ha avanzado el estudio de las fuentes poéticas y retóricas de sus conceptos 2 . El segundo texto y el más importante de todos es el Apologético a favor de don Luis de Góngora (1662). Hay ediciones modernas de García Calderón (1925 y 1938), de Luis Nieto (1965) y TamayoVargas (1982). El libro ha sido objeto de variados estudios y de la valoración de Dámaso Alonso en particular en relación al análisis burlesco de Faria de u n famoso verso («cuanto las cumbres áspero cabrío») del poeta cordobés y el isomorfismo señalado por M e d r a n o «en una c o n f o r m i dad de dicciones con el asunto» 3 . La obra misma versa en general y en particular sobre las figurae per ordinem trazando una cuidadosa clasificación de estas figuras en cinco especies del género hipérbaton (anástrofe, histeron proteron, paréntesis, tmesis y sínquesis), ninguna de las cuales corresponde a la dicción gongorina, que solo practicaría la collo1

A. Rodríguez Gamarra, Sevilla, 1608. Ver Tauro, 1948; Cornejo Polar, 1964. 3 Ver Alonso, 1935, p. 191; 1950, pp. 365-69. 2

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catio, y defendiendo en todo aspecto a Góngora de la invectiva de Faria y Souza. A u n q u e considerablemente atrasado en relación al debate en torno a la poesía de Góngora — m e d i o siglo en su primera edición y casi u n o en la segunda—, la obra de Espinosa M e d r a n o destaca p o r su valor intrínseco y demuestra el interés que el m o d e l o del poeta de las Soledades despertaba todavía en la segunda mitad del siglo xvn en la América Hispana. La fuerza innovadora de la poesía de Góngora se había transformado en n o r m a tradicional y dicción poética invariable. Diferencia que cuenta para distinguir a Góngora de los gongoristas y poetas gongóricos, y la innovación manerista de la normatividad barroca de la elocución que lo toma p o r modelo. Es el más estudiado de estos textos aunque todavía dista de tener u n análisis adecuado. Otros textos de m e n o r importancia están constituidos p o r los trabajos del Obispo Bernardo de Balbuena (1562-1627). Fue autor de una Poética, perdida en el asalto de los holandeses a San Juan. N o s han quedado de él dos trabajos menores que son el Compendio apologético en alabanza de la poesía, que aparece en los preliminares de la Grandeza Mexicana (México, 1604) y la Carta al Arcediano que explica la canción incluida en los mismos preliminares. Ambos p u e d e n verse en la edición m o d e r n a hecha p o r Van H o r n e (1930). Balbuena provee además con Grandeza Mexicana u n caso excepcional de poesía descriptiva (iekphrasis o descriptio) y de utilización manerista de la tópica de la conclusión. La duplicación del contenido de la representación se complica al menos en cuatro instancias diferentes para cada u n o de los versos que lo enuncian que incluyen: 1) u n verso de la octava inicial o argumento del poema, 2) su desarrollo en la amplificación del capítulo, 3) la recapitulación correspondiente a la enumeratio de ese canto, y 4) la recapitulación final en el epílogo de lo ya desplegado previam e n t e por tres veces. C o n signo contrario — e l del vituperio—, puede contarse también entre estas obras menores la Invectiva apologética de H e r n a n d o D o m í n guez Camargo (1606-1659), publicada en la obra de Xacinto de Evia. En el cual el propósito retórico es claro en la empresa de castigar una imitación y defender la propia obra frente a la imitación ajena. Este breve capítulo se cierra en el siglo xvm con el Nuevo Luciano o despertador de ingenios obra conservada en tres manuscritos de Francisco Javier Eugenio de Santa C r u z y Espejo, que al parecer circularon extensamente en vida del autor. El manuscrito de Bogotá f u e publi-

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cado solo m o d e r n a m e n t e p o r González Suárez en los Escritos de Espejo (1912). Espinoza Pólit ha h e c h o más recientemente (1943) una edición crítica. M e n é n d e z Pelayo vio en el Nuevo Luciano influencia de Feijoo y de Barbadiño. La obra castiga en u n diálogo satírico los rasgos prominentes de la oratoria, de la prosa y de la poesía barrocas a la luz de u n criterio ilustrado. Después de la del Lunarejo, esta obra es la de mayor importancia en las letras hispanoamericanas coloniales y, aunque m o d e r n a m e n t e editada y con una crítica textual algo avanzada, carece de estudios de importancia. Todas las obras arriba m e n cionada están todavía faltas de u n estudio más completo y cuidadoso. Sus textos n o están críticamente establecidos ni anotados para u n provechoso estudio de su importancia en la historia de la retórica y de la poética en Hispanoamérica, a pesar de las nada despreciables contribuciones existentes hasta ahora. 2. Sentado esto, pasemos a considerar u n objetivo más modesto y reducido, el de analizar los aspectos retóricos de la conclusión en La Araucana de Ercilla. Dedicado el poeta a las armas hasta sus treinta años, ha sido considerado p o r algunos c o m o u n poeta lego en cuya obra n o es posible hallar virtudes retóricas m u y apreciables. Por alguna razón que ignoramos algunos de las mayores obras de poética española de su tiempo n o prestaron atención alguna a las innovaciones del poeta épico que le ofrecía varias cuestiones que la poética italiana n o había despreciado 4 . Entre los más sorprendentes está su omisión total por López Pinciano en su Filosofía antigua poética, cuyo aristotelismo, tal vez, fue razón más que suficiente para eludir el m o n s t r u o inmanejable o inclasificable que Ercilla le proponía a su criterio. Los problemas del héroe del p o e m a y de la falta de unidad del asunto que se transformaron en los caballos de batalla de la crítica hasta n o hace mucho. Las obras que registran su nombre son las siguientes: en atención a su versificación: Miguel Sánchez de Lima (1580), Vicente Espinel (1591), Díaz R e n g i f o (1592), pero n o se presta atención ni a su elocución, ni a su virtud épica ni al género épico. Carvallo, Jiménez Patón, Cascales, lo estiman c o m o versificador. Para el siglo xvn todavía los mejores elogios son los brindados por Cervantes en el Quijote y p o r Lope de Vega en El Laurel de Apolo. Solo Cristóbal Suárez de Figueroa

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Ver Spingarn, 1924 y Weinberg, 1963.

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p o n e el dedo en la llaga a propósito de la falta de héroe del p o e m a al que considera «cuerpo sin cabeza» 5 . 3. Entre los antecedentes de Ercilla hay que contar su educación en la corte al lado del Príncipe de Asturias, el futuro Felipe II. El preceptor del príncipe y de los pajes que le asistían fue el latinista e historiador Juan Cristóbal Calvete de Estrella, a quien el poeta recuerda en el C a n t o IV, estrofa, 70, versos 1-8, de La Araucana. También hace el poeta referencia en su obra al haberse criado en la corte del príncipe, factor del cual cree p o d e r desprender la autoridad poética que le falta, tópicos mezclados de studia et disciplina y nomen entre los t ó picos a persona y de falsa modestia, excusatio propter infirmitatem. Y haberme en vuestra casa yo criado que crédito me da por otra parte, hará mi torpe estilo delicado. Y lo que va sin orden lleno de arte. (Canto I, 5, 1-4) 4. El poeta firmó en su madurez la aprobación de algunas obras de interés para nuestro asunto, aparte de otras obras de poetas españoles 6 . Entre las principales, las Obras de Garcilazo de la Vega con anotaciones de Fernando de Herrera7. También firmó la aprobación de la obra de Juan Díaz R e n g i f o Arte poética española8. La recepción de que gozó Ercilla entre los hombres cultos fue inmensa 9 . Cuestiones que levanta, entre otras, la poesía de Ercilla en relación a la poética y la retórica: a) el orden de las partes del exordio; b) la valoración en la invención de la experiencia individual c o m o superior a la imitación, c) la postulación de la épica política; d) la mezcla de estilos: épico, cómico, pastoril, histórico, político (de regimiento de príncipes), y de géneros de discurso demostrativo, deliberativo, j u d i cial, con inclusionismo e m i n e n t e m e n t e culto; e) incorporación a la fama del enemigo infiel, pero natural y racional, con resonancias de la Germania de Tácito y de su etnografía.

5 Sobre todo este rubro ver los trabajos de Medina en su edición monumental de La Araucana (1910-1918) y Pierce (1961). 6 Ver sobre este particular Medina, 1948, ilustraciones I, pp. 199-232. 7 En Sevilla, por Alonso de la Barrera, 1580. 8 En Salamanca, en casa de Miguel Serrano de Vargas, año, 1592. 9 Ver Chevalier, 1976.

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Aparte del singular uso que hace Ercilla del exordio, del cuidadoso encuadre del poema y de cada canto o narración intercalada o enmarcada, entre un exordio sentencioso y una conclusión. Es de destacar su rasgo retóricamente más interesante, la cuidadosa elaboración de una completa conclusión para el final del poema. Es conocida la afirmación de Curtius sobre la tópica de la conclusión: «Si en la poesía medieval la tópica del exordio pudo apoyarse por lo común en la retórica, no ocurrió lo mismo en las conclusiones. El final de un discurso debía resumir los puntos principales y dirigirse después a los sentimientos del oyente, es decir, moverlo a indignación o a compasión. Estos preceptos no eran aplicables a la poesía, como tampoco a la prosa oratoria; de ahí que sean relativamente frecuentes la obras sin verdadera conclusión, como la Eneida o las conclusiones bruscas. Así Ovidio termina su Ars Amandi (III, 809) con las palabras: «el juego llega a su fin» [Lusus habet ftnem]w. Sobre la inexistencia en la poesía de una adaptación de la peroración retórica del discurso queda algo por decir. Si bien la conclusión se reduciría, en general, al final abrupto y a una serie menguada de tópicos del «cansancio» o de «debemos terminar, porque se hace de noche». La poesía latina y la poesía de la E d a d M e d i a y del Renacimiento mostrarían la misma limitación. Sabemos por otra parte, que Ariosto empleó diversos motivos para la conclusión aparte del «cansancio» para cerrar sus cantos, pero sabemos también que el últim o canto carece de conclusión y deja al mismo tiempo sin conclusión al poema entero. En Os Lusiadas de Camoes, por su parte, los cantos van regularmente cerrados con una conclusión y el poema mism o incluye con una mínima elaboración de tópicos nuevos al lado del ineludible tópico del cansancio. Ercilla es, como hemos mostrado 11 , el primero en hacer un extenso y variado uso de la conclusión y de una serie tan amplia y variada de motivos sin conclusión como Ariosto, parte de ellos inspirados en la imitación del poeta del Orlando Furioso, para cerrar cada uno de sus cantos, cada una de sus partes y cada una de las narraciones enmarcadas. Pero por encima de todo y con una novedad inusitada, provee al poema de una conclusión que

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Curtius, 1955, I, p. 136. Ver Goic 1971 y 1970.

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contiene todas las partes retóricas requeridas para la peroración, tal c o m o se las prescribe en particular en la R e t ó r i c a latina. Si damos, por fin, una mirada al texto de La Araucana se p u e d e ver la conclusión que c o m p r e n d e las últimas once estrofas del canto X X X V I I y final del poema. E n ella se p u e d e n distinguir c o n claridad: enumeratio, amplificatio y conmiseratio, las tres partes que completan la conclusión con sus componentes destinados a resumir la causa y refrescar la memoria y las partes destinadas a alterar los sentimientos de los oyentes con la doble intensidad de los efectos padecidos y de la renunciación final. La forma que toman los tópicos de la conclusión participa en m e dida diversa del carácter tradicional y de la innovación f u e r t e m e n t e singularizadora del p o e m a de Ercilla. En efecto, al comenzar la c o n clusión, el poeta interrumpe el canto y anuncia el final debido al cansancio o al agotamiento de su vena poética (Canten de hoy más los que tuvieren vena); pero n o se reduce a ello, al contrario parece aducir c o m o la causa principal del cese del canto el que su voluntad de servicio del príncipe, pues n o aspira más que a su favor (Canto I, estrofa 3, versos 1-8), ha sido infructuosa y ha dado siempre en seco y en vacío sin lograr el objeto de su deseo. La fortuna adversa y el estado de ánimo son los argumentos usados para justificar el fin del canto. Frustrado, entonces, el poeta deja de cantar. Lo que la estrofa 65, que inicia la conclusión, cumple es señalar la específica orientación parcial de la conclusión. Esta n o resumirá el contenido del poema, sino la vida de servicio del príncipe cumplida p o r el poeta. Antes de entrar en ella, sin embargo, el poeta deja en claro con u n motivo repetido del poema que la materia poética que ofrece la grandeza de Felipe II tiene todavía «un campo abierto, fértil y espacioso». Esto confirma que el objeto central del p o e m a n o es otro que la grandeza imperial de Felipe. Las restricciones parciales que la conclusión p o n e en esta parte confirma aspectos significativos de la estructura del poema: a) el poema canta la grandeza imperial de Felipe II; y resuelve de esta manera la insinuatio del C a n t o I, estrofa 4, w . 5 8; b) el poema se ofrece, primero, c o m o conversación con el príncipe (en términos equivalentes al planteamiento de II Cortegiano de B. de Castiglione; y, enseguida c o m o ofrenda poética en servicio del príncipe, cuyo aspecto útil n o es otro que el de obtener su favor.

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A continuación, al dar lugar a la enumerado n o aparece más síntesis final que la autobiográfica, en u n resumen de los servicios brindados al príncipe en la compañía de sus viajes, c o m o fiel seguidor, y en las campañas de las fuerzas españolas, c o m o conquistador y servidor leal, en el Perú, cuando la rebelión de Francisco H e r n á n d e z Girón, y en Chile, para castigar a los araucanos c o m o consecuencia del primer levantamiento general de los indios de 1553; y en el viaje al descubrimiento y conquista de las tierras nuevas 12 . La amplijicatio abarca las estrofas 69-73, la parte más larga de las tres, que se extiende a cinco estrofas. Su forma, aparentemente una predilección de Ercilla, es negativa (recuérdese el exordio de p r o p o sición doblemente negativa). Consiste en decir que se deja de contar, sin dejar de contar en efecto, las pesadumbres padecidas en el servicio del príncipe y originadas en la aspereza de las regiones exploradas, en la crudeza del clima y en las penurias de necesidades insatisfechas. «Ni digo... / ni la prisión... / ni mi otras miserias...», pero acaba p o r denunciar amargamente c ó m o agravió su honra el gobernador García H u r t a d o de Mendoza 1 3 . Las estrofas 71-73, las últimas de la amplijicatio retoman el tópico del cansancio en forma novedosa: la voluntad de servir es constante, pero la esperanza quebrantada desmaya ante la invencible dificultad que encuentra en alcanzar el favor del príncipe. La imagen de la nave cansada de luchar contra la adversa fortuna «lejos del fin y puerto deseado» cuando está al cabo de una larga y gran jornada, domina esta parte. Está aquí el implícito tópico de trahere vela, propio de la conclusión. El poeta se consuela, finalmente, de obrar j u s t a m e n t e y de merecer el premio sin lograr las honras merecidas. D e todos modos el poeta está arrojado y abatido. La indiferencia de su destinatario le tiene en la miseria suma, es, por último el disfavor cobarde el que le suspende la m a n o y hace que pare aquí la pluma. El poeta para lograr el sentimiento de los oyentes se representa a sí mismo c o m o dolido por la indiferencia del príncipe frente a su ofrenda y homenaje. Otra vez, repite la expresión de su cansancio deteniéndose y dejando el paso a

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Sobre la trascendencia de este viaje a las tierras más remotas ver Canto X X X V I , estrofas 1-31; en ese mismo canto se desarrolla el relato de los viajes de Ercilla de retorno a Europa: estrofas 36-41. 13 Ver canto X X X V I , estrofas 31-34.

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otros poetas para que canten «la grande innumerable suma de vuestros hechos y altos pensamientos». Finalmente, la conmiseratio da lugar a una novedosa modalidad ascética. R e t o m a n d o la imagen de la nave, pero refiriéndola ahora al curso de la vida (y n o ya a la expectativa del favor real) y a la cercanía de la m u e r t e c o m o paradero dudoso, formula el propósito de enmendar su vida y volverse a Dios. El arrepentimiento viene j u n t o con la fe; de que aunque haya esperado el postrer m o m e n t o para hacerlo, «para volverse a Dios jamás es tarde» es sentencia valedera. El carácter misericordioso de la divinidad cuya clemencia es cierta y cuya b o n dad le hace «olvidar la ofensa y n o el servicio», parecen implicar una queja por la indiferencia del príncipe cuya clemencia aparente n o perd o n ó nunca la ofensa involuntaria del servidor (compárese este tópico con el de la carta de Jamaica de Colón). El tópico que cierra la conclusión es otra vez de novedosa elaboración: es hora de llorar y no de cantar. D e llorar el carácter m u n d a n o de su juventud, de llorar el descarriado error cometido al p o n e r la esperanza en otro que n o sea Dios; de llorar lo m u c h o que lo ha ofendido; viendo la falta de f r u tos y conociendo su error y lo m u c h o que ha pecado «de aquí adelante / será razón que llore y que n o cante». R a z ó n necesaria con que termina el p o e m a para el poeta cristiano. LA ARAUCANA,

Canto XXXVII

[Conclusio]

Canten de hoy más los que tuvieren vena y enriquezcan su verso numeroso, pues Felipe les da materia llena y un campo abierto, fértil y espacioso, que la ocasión dichosa y suerte buena vale más que el trabajo infrutuoso, trabajo infrutuoso como el mío que siempre ha dado en seco y en vacío. [ENUMERATIO]

¡Cuántas tierras corrí, cuántas naciones hacia el helado norte atravesando y en las bajas antárticas regiones al antípoda ignoto conquistando! Climas pasé, mudé constelaciones

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Golfos innavegables navegando, estendiendo, Señor, vuestra corona hasta casi la austral frígida zona. ¿Qué jornadas también por mar y tierra habéis hecho que deje de seguiros? A Italia, Augusta, a Flandes, a Inglaterra cuando el reino por rey vino a pediros; de allí el furioso estruendo de la guerra al Pirú me llevó por más serviros, do con suelto furor tantas espadas estaban contra vos desenvainadas. Y el rebelde indiano castigado y el reino a la obediencia reducido, pasé al remoto Arauco que, alterado, había del cuello el yugo sacudido y con prolija guerra sojuzgado, y al odioso dominio sometido, seguí luego adelante las conquistas de las últimas tierras nunca vistas. Dejo por no cansaros y ser míos, los inmensos trabajos padecidos, [AMPLIFICATIO] la falta irremediable de vestidos; los montes que pasé, los grandes ríos, los yermos despoblados no rompidos, riegos, peligros, trances y fortunas que aun son para contados importunos. Ni digo cómo al fin por acídente del mozo capitán acelerado, fui sacado a la plaza injustamente a ser públicamente degollado; ni la larga prisión impertinente do estuve tan sin culpa molestado, ni mil otras miserias de otra suerte de comportar más graves que la muerte. Y aunque la voluntad, nunca cansada, está para serviros hoy más viva, desmaya la esperanza quebrantada viéndome proejar siempre agua arriba, y al cabo de tan larga y gran jornada hallo que mi cansado barco arriba de la adversa fortuna contrastado

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Lejos del fin y puerto deseado. Mas ya que de mi estrella la porfía me tenga así arrojado y abatido, verán al fin que por derecha vía la carrera difícil he corrido; y aunque más inste la desdicha mía, el premio está en haberle merecido y las honras consisten no en tenerlas, sino en solo arribar a merecerlas. Que el disfavor cobarde que me tiene arrinconado en la miseria suma, me suspende la mano y la detiene haciéndome que pare aquí la pluma. Así doy punto en esto pues conviene para la grande innumerable suma de vuestros hechos y altos pensamientos otro ingenio, otra voz y otros acentos. Y pues del fin y término postrero [COMMISERATIO] no puede andar muy lejos ya mi nave y el temido y dudoso paradero el más sabio piloto no le sabe considerando el corto plazo, quiero acabar de vivir antes que acabe el curso incierto de la incierta vida, tantos años errada y destraida. Que aunque esto haya tardado de mi parte 75 y a reducirme a lo postrero aguarde, sé bien que en todo tiempo y toda parte para volverse a Dios jamás es tarde; que su clemencia usó de arte y así el gran pecador no se acobarde, pues que tiene un Dios tan bueno cuyo oficio es olvidar la ofensa y no el servicio. Y yo que tan sin rienda al mundo he dado el tiempo de mi vida más florido y siempre por camino despeñado mis vanas esperanzas he seguido, visto ya el poco fruto que he sacado y lo mucho que a Dios tengo ofendido, conociendo mi error, de aquí adelante, será razón que llore y que no cante.

VIII. POESÍA DEL D E S C U B R I M I E N T O D E A M É R I C A

He ahí el futuro saliendo de su herida El pulso de los bosques entonados y proféticos El barco de la gran aventura dominando sus olas La bandera de pájaros que llegan de regiones increíbles

(Vicente Huidobro)

Partiendo de algunas características de la extensa y compleja carta de Cristóbal Colón del cuarto viaje, de Jamaica, 7 de julio de 1503, quisiera tomar pie para considerar el desarrollo del poema largo en la poesía de América deteniéndome en algunos pocos ejemplos importantes. Hay en la carta de Colón dos momentos que me interesa considerar brevemente. U n o externo y otro interno, «nuevas tierras y nuevo cielo», navegando de isla en isla, de puerto en puerto, bajo apremios y desesperanzas y frente a la acechanza de lo desconocido, para llegar finalmente a puerto. El otro, se refiere a un descubrimiento diferente, que acontece como una repentina iluminación de la conciencia a través de la cual se adivina la realidad de las cosas, se esclarece el sentido de un extravío y se lo supera. Se trata de un despertar o de un superar la ceguera de una conciencia anterior. El primero nos asegura, con las insistencias en los verbos andar y descubrir que la actitud mental, la intención del viaje y el programa de acción no consisten sino en avanzar en el conocimiento cada vez más extendido del espacio. D e un espacio que se le ofrece con novedad tal que parece revivir la visión clásica del m u n d o y del hombre natural y sus perfecciones. Se extiende como viaje de exploración del nuevo m u n d o y como convicción creciente de que es un mundo antes no conocido.

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De este viaje quiere hablar el descubridor con el discurso de César 1 , es decir, con la narración personal de sus propios hechos de descubrimiento y conquista, aunque ha de entenderse sin las reticencias impuestas a la instancia narrativa por el autor de los Comentarios. Novedosa conciencia del género de las cartas y del carácter de sus escritos: hacerse el relator personal de los hechos que él mismo había realizado. Lo que constituye el cuerpo de la narración es el viaje, cuyo desarrollo accidentado genera la amplificación natural del relato, de puerto en puerto, de naufragio en naufragio, de descubrimiento en descubrimiento. El descubrimiento interior se manifiesta en un famoso trozo de la carta en que enfermo, náufrago, abrumado por los desastres naturales, resentido por la esquividad del rey y del gobernador Nicolás de Ovando, describe la visión siguiente: «Cansado me adormecí gimiendo. U n a voz muy piadosa oí diciendo: O estulto y tardo a creer y a servir a tu Dios, Dios de todos, ¿qué hizo El más por Moisés o por David, su siervo? Desque naciste, siempre El fue contento, maravillosamente hizo sonar tu nombre en la tierra. Las Indias, que son parte del m u n d o tan rica, te las dio por tuyas; tú las repartistes a donde te plugo, y te dio poder para ello. De los atamientos de la Mar Occéana, que estaban cerrados con cadenas tan fuertes, te dio las llaves; y fuiste obedecido en tantas tierras y de los cristianos cobraste tanta h o n rada fama. ¿Qué hizo El más al tu pueblo de Israel, cuando le sacó de Egipto, ni por David, que de pastor hizo R e y en Judea? Tórnate a El y conoce ya tu yerro: su misericordia es infinita. Tu vejez no impedirá a toda cosa grande. Muchas heredades tiene Él grandíssimas. Abraham pasaba de cien años cuando engendró a Isaac, ni era Sara moza. Tu llamas socorro. Incierto, responde ¿quién te ha afligido tanto y tantas vezes: Dios o el mundo? Los privilegios y promesas que

1

Ver la «Carta al Papa Clemente VI» de febrero, 1502: «Gozara mi ánima y descansara si agora en fin pudiera venir a Vuestra Santidad con mi escriptura, la cual tengo para ello, que en forma de los Comentarios e uso de César, en que he proseguido desde el primero día fasta agora, que se atravesó a que yo aya de haf er en nombre de la Sancta Trinidad viaje nuevo, el cual será a su gloria y honra de la Religión Cristiana» Cristóbal Colón, Textos y documentos completos, ed. C. Várela, p. 311. Más allá de la referencia al propósito de reunir sus diarios o relaciones de viajes, importa subrayar la conciencia colombina del género de su escritura. En adelante, cito por esta edición.

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da Dios no las quebranta, ni dice, después de haber recibido el servicio, que su intención no era ésta y que se entiende de otra manera, ni da martirios por dar color a la fuerza. Él va al pie de la letra: todo lo que El promete cumple con acrecentamiento. Esto es s(u) uso. Dicho tengo lo que tu Criador ha fecho por ti y hace con todos. Ahora — m e dijo— muestra el galardón d' estos afanes y peligros que has pasado sirviendo a otros, yo así amortecido, oí todo, mas no tuve yo respuesta a palabras tan ciertas, salvo llorar por mis yerros. Acabó El de fablar, quienquiera que fuese, diciendo: " N o temas, confía: todas estas tribulaciones están escritas en piedra mármol y no sin causa"» (p. 323). La visión es otro m o d o de amplificación que consiste en la repentina luz que se hace en la conciencia del visionario de su extravío al caer en cuenta de la realidad de verdad. Resume el sentido cierto de lo ocurrido, despierta del error, llora por sus yerros y encuentra finalmente consolación 2 . Intentaremos mostrar que estos dos modos de la amplificación del discurso constituyen también procedimientos básicos de la construcción del poema largo y en los casos en que nos detendremos establecen las condiciones mismas de su posibilidad y desarrollo. U n o consiste en los momentos de un proceso de transformación, o bien en la descripción de un objeto; el otro, en la revelación o descubrimiento de otra realidad que la previamente tenida en cuenta, superación de un estado, de un yerro, de un extravío, o bien de la repentina revelación sin más de lo hasta entonces ignorado. Hacemos, debe observarse, un género del conjunto de los poemas que se sujetan al misterio y a la incitación de la exploración de lo desconocido. La extensión del poema largo perteneciente a este conjunto es variable: comprende por igual un poema dividido en tres partes o tres volúmenes, como La Araucana, u ocho capítulos más un epílogo como la Grandeza Mexicana (o siete cantos, como Altazor, o doce segmentos como «Alturas de Macchu Picchu»); también incluye poemas de 300 o de 3.000 versos, sin aparentes divisiones en partes o capítulos o cantos o segmentos y otras divisiones explícitas. La ausencia de divisiones marcadas en la disposición del poema no significa que no existan o no puedan distinguirse en él las partes o etapas en que

2

Sobre esta carta, ver R . Menéndez Pidal, 1947 y Palm, 1948.

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se narra una acción, o la transformación de u n estado de cosas, o se describen o amplifican los aspectos o partes de objetos determinados. Vamos a considerar desigualmente tres poemas de los siglos xvi y XVII que, a pesar de su indudable diversidad, se asocian por más de u n concepto: La Araucana (1569, 1578,1589), de Ercilla, la Sátira de las cosas que pasan en el Perú. Año de 1598, de Mateo Rosas de O q u e n d o , y la Grandeza Mexicana (1604), de Bernardo de Balbuena. A nuestro m o d o de ver, se trata de poemas largos de manierismo singular, en la medida en que sus modalidades de amplificación retórica alcanzan una variedad y abundancia distorsionadora y excesiva: el proceso de u n desarrollo tiende constante o finalmente al desplazamiento del centro o eje de la perspectiva escogida o central. E n este aspecto, enfatizan la ruptura de la continuidad, del equilibrio, de la moderación y de la parquedad clásicas. Favorecen la mezcla de géneros y estilos y se envanecen en la contradicción y la ruptura de las normas convencionales. El gozo creador es manifiesto en el j u e g o de imitación e innovación; servicio del príncipe y expectativa del premio; conocimiento del m u n d o y fe; vida y trasvida. El p o e m a de Ercilla canta, en el sentido clásico del género épico, las hazañas de los españoles que sometieron a los indios en las g u e rras de Arauco; pero canta también la extrañeza singular del pueblo araucano. Lo hace, sin embargo, p o r una razón que beneficia su primer objetivo: «pues n o es el vencedor más estimado / de aquello en que el vencido es reputado». D e entrada, tiene el p o e m a una duplicación insólita de sus objetivos. Satisface la necesidad épica de contar cosas nunca antes dichas, y constituye, a la vez, una significativa m o dificación del género, una innovación que proyecta extensamente su originalidad sobre la poesía épica, sobre otros géneros poéticos y sobre la crónica hispanoamericana. Las consecuencias derivadas de la doble proposición del poema son dos: p o r una parte, dará lugar a la amplificación narrativa de la guerra de Arauco en sus series de batallas y períodos diferentes, hasta la recuperación de los territorios previamente conquistados: p o r otra, dará lugar a la amplificación etnográfica del pueblo araucano, q u e comienza con la minuciosa descripción de su organización en el exordio del poema, e irá desenvolviéndose en la narración de elecciones, batallas, duelos, idilios, asambleas, juegos, muestras militares, mágicas visiones e historias fabulosas. Las guerras de Chile constituyen la u n i -

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dad de acción del poema, de la acción que es una y de magnitud. Su desarrollo se desenvuelve en dos etapas que se ciñen a la forma de la crónica: primero, la Nueva Extremadura bajo el gobierno de Pedro de Valdivia, el cambio de fortuna, la ruina del conquistador y sus consecuencias, y la restitución final. El proceso abarca toda la primera parte del poema. Luego, en una segunda etapa, el gobierno de D. García Hurtado de Mendoza, la restauración y la conquista de las nuevas tierras, que abarca las dos últimas partes del poema. La variedad de los capitanes o gobernadores no afecta a la unidad de acción sino a la significación de los cambios de Fortuna. La primera etapa, mezcla de epopeya, de crónica y de tratado moral, traza una curva completa con propósito, proceso para llevarlo a cabo y triunfo final. Lo hace, sin embargo, en los términos negativos de un mundo al revés. La razón es que habiendo los españoles dominado a los araucanos, que nunca antes habían sido sometidos, la falta de prudencia y la codicia del gobernador Valdivia y de los españoles en general, es causa de la rebelión de los indios. La Providencia, conductora de la historia, hace de los araucanos los verdugos o instrumentos del castigo que impone a los españoles. La serie de batallas que se desarrolla tiene entonces la forma de un castigo cada vez más vergonzoso en cuidadosa gradación. Las batallas de Tucapel, Elicura, Andalicán y Concepción se suceden con agravada vergüenza de los españoles, marcada especialmente por la figura de un viejo y de doña Mencía de Nidos, quienes enrostran su cobardía a los españoles fugitivos. Los indígenas, por su parte, ensorberbecidos por sus victorias amenazan perseguir a los invasores hasta España: «entrar a España pienso fácilmente —dice Caupolicán— y al gran Emperador invicto Carlos, al dominio araucano sujetarlo» (viii, p. 182). Cuando se va a producir el asalto a La Imperial, una aparición celeste, marca el cambio de fortuna; al mismo tiempo un oráculo indígena confirma malos augurios. De aquí en adelante los españoles intentan tomar la iniciativa en Concepción, primero, y en río Claro, después, para sorprender, finalmente a Lautaro en Mataquito. Con la derrota y muerte de Lautaro se cierra esa parte. El castigo divino está completo. La Gracia ha retornado a los españoles. Con la restitución de la Gracia se completa este proceso y queda corregida la inversión de los roles entre víctimas y verdugos, y crea la atmósfera épica de cercanía entre los hombres y lo divino. La segunda y tercera parte, re-

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presentan la guerra p o r la recuperación de las ciudades y de los territorios perdidos y el restablecimiento del orden en el mundo. El operador de este acontecimiento es D. García H u r t a d o de Mendoza. En su caracterización se dan todos los rasgos hagiográficos que van a distinguir los panegíricos futuros de D o n García en la literatura de la época, comenzando con el Arauco domado (1596) de Pedro de O ñ a . Su arribo a Chile está marcado por los signos celestes y p o r la perfección, sabiduría y éxito de sus acciones. La comprensión de esta parte se ciñe a la interpretación religiosa de la historia c o m o campo de batalla de dos ejércitos: el divino y el infernal. Desde el p u n t o de vista de la crónica, el ciclo se completa, del lado indígena, con la m u e r t e de Caupolicán, la narración se suspende cuando se va a proceder a la elección de su sucesor. D o b l e m e n t e queda suspendida la acción por el abandono de la perspectiva escogida, cuando u n conflicto personal de poeta con D. García cancela la imagen perfecta del gobernante virtuoso, mediante el vituperio del «mozo capitán acelerado». El poeta n o silenció realmente a D. García (acusación de Pedro de O ñ a , en su Arauco domado), pero dejó i n c o m pleta la crónica de su gobierno, y el estruendo de otra guerra — c o n metalepsis característica del poema lo lleva a u n nuevo asunto. Al c o n cluir el poema, se establecen nuevas normas que confirman el carácter errático de la composición y la cierran con una amplificación, autobiográfica esta vez, del personaje narrador —cronista ajeno a los hechos de la primera parte, cronista de lo visto y lo vivido, m e m o rialista, en las otras dos—. Esta amplificación final da lugar a la visión de la historia c o m o terreno de prueba para la salvación del alma. Ella conduce a la epifanía final, reveladora del extravío personal del caballero cristiano y le lleva a dejar el canto p o r el llanto: Y yo que tan sin rienda al mundo he dado el tiempo de mi vida más florido, y siempre por camino despeñado mis vanas esperanzas he seguido, visto ya el poco fruto que he sacado, y lo mucho que a Dios tengo ofendido, conociendo mi error, de aquí adelante será razón que llore, y que no cante (xxxvii, p. 807)3

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Cito por la edición de I. Lerner, 1979.

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C o n buen tino, las versiones resumidas y de interés nacionalista del poema se reducen a la unidad de acción mencionada. Quedan fuera de esas versiones y de la simpatía de la crítica general dos agregados de signo diferente, pero relacionados. U n a es la ya mencionada etnografía de los araucanos: ésta se ilustra en actos de valor y fortaleza desusados, duelos descomunales, asambleas y consejos disputados, fiestas y juegos, aspectos todos que completan la imagen cultural de los araucanos. Sin embargo, las más importantes ampliaciones de dimensión cultural la constituyen los diversos episodios de idilios indígenas que se despliegan desde el final de la primera parte, con las escenas de Lautaro y Guacolda; en la segunda, con los idilios de Tegualda y Crepino y de Glaura y Cariolán: y, en la tercera, con la historia de Lauca, que dará pretexto —inclusión de un tema puramente poético— a la historia y defensa de Dido, que hace el poeta narrador para contestar a un soldado. Todas ellas, representan una dimensión del pueblo araucano, la fidelidad de las mujeres, y su presentación se alaba con uso extremado de lugares comunes, mediante el tópico del sobrepujamiento de mujeres bíblicas y de la antigüedad clásica. En oposición a éstas, y para mostrar el orgullo bárbaro y la vergüenza de las mujeres de guerreros invictos, aparece Fresia haciendo desprecio del hijo de Caupolicán a la hora de su derrota. Esta acción, como las anteriores, tienen el propósito de trazar la fisiognomía del pueblo araucano. Esta caracterización podría parecer dudosa si se piensa que al lado de Ercilla ninguna crónica importante señala que las mujeres acompañan a los guerreros, como Ercilla hace en formas diversas, aparte de los mencionados idilios. Sin embargo, era así y alguna relación lo consigna dando por lo tanto plena verosimilitud a la representación de las mujeres araucanas. Otra amplificación de carácter cultural y lo constituye el ejercicio de la magia; la hechicería indígena sirve para introducir dos momentos diferentes, con verosimilitud que en nada agravia las creencias y criterios de la época, desde la opinión vulgar hasta las Relecciones de Francisco de Vitoria. Las visiones de la magia encuentran eco en las visiones oníricas del poeta, que en sus desmayos alcanza la contemplación de la batalla de San Quintín, en Francia, en la cual participa Felipe, y que se da el mismo día en que los araucanos le daban otra en Chile. Visión que va seguida de la Profecía de España (tópico que Ercilla toma de Juan de Mena y que heredará Cervantes en la Numancia) y de otras profecías

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de interés narrativo proléptico, es decir, de consecuencia ulterior en la narración. Estas amplificaciones son todas de verosimilitud aceptada y no violentan en modo alguno la unidad de estilo de las obras; más bien confirman otra vez el clima épico del poema. El sueño y la magia se convierten en espacios que admiten la expansión más significativa del mundo del poema y que responden a las dudas más graves que éste ha planteado a la crítica moderna. La pregunta es, si la narración de las batallas de San Quintín, la batalla naval de Lepanto (que el mago Fitón le ofrece para dar variedad a la narración de batallas, pues el poeta no presenta sino combates terrestres) y la final guerra de sucesión del Portugal, no vienen a ser agregados impertinentes en relación al asunto araucano. La relación no debe verse en las indicaciones dadas por el poeta para motivarlos con consideraciones externas o internas del relato, sino más bien en las insinuadas en el exordio: «Quiero a señor tan alto dedicarlo / porque este atrevimiento lo sostenga, / tomando esta manera de ilustrarlo, / a lo menos confuso se detenga / pensando que pues va a Vos dirigido / que debe de llevar algo escondido». En la concepción del imperio cristiano y de la monarquía, el objetivo histórico y social de ésta es guardar la paz. El buen gobernante, el gobernante virtuoso, debe regirse por la justicia. N o hay otra guerra tolerable, conforme a las normas jurídicas y morales elaboradas desde la Edad Media, y que se renuevan en los tratados del siglo xvi, que no sea justa. La teoría de las virtudes del gobernante que se expresa en los tratados de regimiento de príncipes, presta fundamento a la comprensión de la guerra en este poema como a la de toda la crónica hispanoamericana. Las guerras de Chile son narradas desde el comienzo, desde el punto de vista del gobernante y su justicia. En su sentido global, las guerras de Chile son interpretadas desde el punto de vista imperial, como guerras justas; la rebelión de los indios se interpreta como violencia a la fidelidad jurada al monarca, necesitada de justo castigo. La inclusión de los espacios de San Quintín, Lepanto y Portugal, se hace en representación de la guerra justa como manifestación del imperio en todos los extremos del universo en que está presente. La última, específicamente, da lugar en el extenso exordio del canto xxxvii, a una elaboración de los argumentos jurídicos que fundamentan los legítimos reclamos de Felipe a la sucesión del trono de Portugal. De esta manera, las guerras de Chile, son puestas en el

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mismo contexto de las acciones y responsabilidades imperiales en Europa y Oriente, y quedan integradas en el c o n j u n t o de una visión política y moral armónica. E n suma, mediante la integración de estos episodios políticos se construye u n mosaico de espacios semejantes cuya totalidad es el imperio. Lo que finalmente, a esta luz, canta el poeta es la grandeza del imperio español de Felipe II. Los tópicos de «pauca e multi», de contar sólo en mínima parte u n todo inabarcable, que deja mucha materia para que otros canten, ofrecidos en la c o n clusión del poema, se mezclan con el tópico de «lo inefable» y de la «excusatio propter infirmítatem» y, especialmente, con el tópico del cansancio, c o m o u n m o d o de ponderar la grandeza del monarca. A m o d o de «commiseratio» se integra en la conclusión la epifanía final del p o e ta. E n su conjunto, nos convencen del intento del poeta épico y han convencido a los poetas que le siguieron y animaron tópicos semejantes en alabanza de los monarcas. Todo esto es de originalidad considerable y de larga repercusión en los poetas de ambos lados del mar. Por último, p o r la vía de oraciones de caciques indígenas y de Galbarino en particular; y por m e dio de digresiones del poeta, se despliega a lo largo de todo el p o e ma una exposición crítica de los vicios de los conquistadores y de sus gobernantes y, particularmente, dentro del espíritu lascasiano, de su incansable codicia y de su extremada crueldad. Llevado p o r esta perspectiva, el p o e m a se extiende en la tercera parte en nuevas ampliaciones conducidas p o r la exploración de tierras nuevas. Esta entrega dos espacios desconocidos: uno, perteneciente al cacique Tunconabala que representa el tipo del «salvaje», acreditado en la literatura, pero modificado porque, aparte de su aspecto velludo y fornido, n o aparece caracterizado por la fuerza sino que p o r la astucia. La f u n c i ó n de este episodio n o parece ofrecer otra cosa que el tránsito de una selva selvaggia, c o m o rito de pasaje para arribar a otro mundo, es decir, éste es el segundo espacio, al descubrimiento de la Edad de Oro, donde los mansos y generosos chilotes compensan la fatiga de su pluma, con su violencia m o n ó t o n a y sangrienta, manchando el verde de los prados con el rojo de la sangre y los miembros mutilados, sembrando de horror las estrofas del poema, en la Edad Dorada que se le revela c o m o otro m u n d o : La sincera bondad y la caricia de la sencilla gente de estas tierras

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daban bien a entender que la codicia aún no había penetrado aquellas sierras; ni la maldad, el robo, la injusticia (alimento ordinario de las guerras entrada en esta parte habrían hallado ni la ley natural inficcionado). (xxxvi, p. 777) Este descubrimiento lleva a decir al poeta: ... digo que la verdad hallé en la suelo, por más que afirmen que es subida al cielo. (xxxvi, p. 774) C o m o la descripción de los araucanos, la de los chilotes, se ofrece para la crítica humanista de la sociedad y de la guerra. Consideremos, ahora, la Sátira a las cosas que pasan en el Perú. Año de 1598, de Mateo Rosas de O q u e n d o 4 . El p o e m a de O q u e n d o prop o n e la consabida mezcla satírica: comienza c o m o testamento y carta, sigue c o m o sermón y acaba c o m o confesión; salta de lo escrito a lo oral, de lo culto a lo popular, de lo serio a lo cómico, de lo sangriento a lo burlesco, de la equívoco a lo unívoco. La sátira se endereza a la población de Lima y vitupera la ciudad maldiciendo de sus infinitos vicios. La enumeración de éstos o de la realidad viciosa de la ciudad se extiende en proceso de amplificación que abarca p o r igual la disposición del discurso y la elocución. Más de una quincena de segmentos cubren los variados aspectos de la d e f o r m e o fingida c o n dición engañosa de Lima. La sátira se dirige principalmente contra las mujeres, doncellas, casadas, enfermas y vírgenes fingidas; contra paseos, comercios, bailes y juegos; contra viejas busconas, viejos libidinosos; contra negros y negras; contra soldados pretensores y pobres y contra amistades fingidas. En u n o de los m o m e n t o s de relieve particular describe una procesión de figuras; entre los tipos locales, destacada la c o n dición engañosa de la tapada limeña. La poesía burlesca y maldiciente postula la oposición entre el centro peninsular (el m u n d o ) y la periferia americana de Lima (arrabal) en términos de vituperio. La experiencia de andaluz en América es la del hechizo de Ulises a manos de Circe. Despertar del hechizo en que vivió diez años le da o p o r t u -

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Cito por la edición de P. Lasarte, 1989.

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nidad para descubrir el verdadero color del mundo limeño, denunciar el engaño y avisar al prudente. Esta realidad social y moral redescubierta se despliega en aspectos, dimensiones o sectores de la sociedad de Lima en 1598. La enumeración es el recurso más socorrido de la amplificación, en forma tan prolongada y abundante que deja un cuadro claro del abigarrado carácter de la ciudad limeña. En ella se dice muchas, infinitas, veces lo que podría decirse de una sola vez en un enunciado de totalidad. «Vengan todos» —dice y parece suficiente— para enseguida enumerar quienes son estos todos, sus destinatarios, a los que alude: ¡Dejen todos su ofisios y vengan luego a escucharme: los casados, sus mujeres, las mujeres, sus ajuares, los poetas, sus consejos, los músicos, sus compases, los indios, sus sementeras, sus libros, los colesiales, las damas, sus ejersisios, sus paseos, los galanes, sus silluetas, las comunes, y sus estrados, los graves! ¡Dejen el gato, las negras, los negros, sus atabales, los pulperos, sus medidas, las pulperas, sus dedales, la justicia, sus corchetes, los corchetes, sus maldades, los alguaciles, su ronda, y la ronda, sus disfraces! ¡Venga todo el pueblo junto, no deje de oírme nadie...! Promete a todos desengaños provechosos y se autorrelata y confiesa el escarmiento en la propia piel de los engaños del Perú, después de diez años de confusión y silencio. Habla por exceso de experiencia, por el desborde de la mentira acumulada, por conocimiento interior de lo que oculta la apariencia engañosa de la ciudad y su gente: contradicciones, falsías, disfraces, m u n d o al revés, en nuevas tiradas

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de enumerativas y anafóricas e interminables amplificaciones de la realidad urbana en sus múltiples aspectos. El exceso distorsionador en su abundancia es ilustración cómica y suficiente de la universal perversión de Lima. El poema también comprende como aspecto central la autocaracterización —amable y burlesca, seria y cómica— del hablante satírico como simple vecino, como picaro, como servidor de los virreyes y como conquistador falso. Esta diversidad de la caracterización o representación de la figura del hablante agrava la ya compleja configuración del poeta, conocida en el poema épico de Ercilla, y la c o m pleta con la contradicción satírica y festival de los serio y lo burlesco en la confesión: Pero no me ayude Dios si va a decir verdades, si mi espada se ha teñido con todos estos viajes, y aunque tengo dies heridas, que todas fueron mortales, confesemos lo que pasa y sean todas claridades no las saqué de la guerra sino de mis liviandades. Batallas he yo tenido recuentros y enemistades, no en la costa del inglés, sino en la de mis comadres. Nunca he sido sentinela, ni fui a guardar el bagaje, ni sé si la retaguardia se pone atrás o adelante, y por mangas yo no entiendo sino las que corta el sastre. Una ves fui en Tucumán debajo del estandarte, atronado de trompetas, de pífanos y atabales, y caminamos tres días unos llanos adelante; fundamos una ciudad, si es ciudad cuatro corrales;

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y cuando el gobernador tubo nombrados alcaldes, hísome Juez Oficial de las hasiendas reales. Juntámonos en cabildo todos los capitulares, y escribimos al Virrey un pliego de disparates, que por franquear el sitio para pueblos y heredades, fuimos con muncho trabajo para romper adelante; que peleamos tres días con veinte mil capaianes; salimos munchos heridos sin haber quien nos curase; que en pago deste servicio nos acudiese y honrace, enviándonos esenciones, franquezas y libertades. Mas pues viene la Cuaresma y tengo que confesarme, yo restituyo la honra a los pobres naturales; que ni ellos se defendieron, ni dieron tales señales; antes nos dieron las tierras con muy buenas voluntades, y partieron con nosotros de sus hasiendas y ajuares; y no me dé Dios salud si se sacó onza de sangre; y en esto de pretensiones si tiene de aprovecharme como a otros valen mentiras válganme a mí las verdades.

Advirtamos que el p e r í o d o de conquista había t e r m i n a d o en 1570. La expedición que conquista La R i o j a f u n d a la ciudad y establece v e cinos y estantes, careciendo definitivamente de los signos hazañosos y heroicos del p e r í o d o anterior. El poeta satiriza el reclamo p r i m e r o de

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los premios por servicios al rey en el plan engañoso, pero luego declara la falsedad y la falta de vuelo heroico de la apropiación del lugar, porque los indios les dieron la bienvenida y les halagaron y trataron generosamente sin que se derramara sangre. Estos gestos vacíos y luego denunciados como tales revelan las posibilidades burlescas e ironizantes de la sátira y las imposibilidades de la conquista de 1598. Pero será en la perspectiva de la sátira como testamento y despedida de la Indias que se revele, más allá de la burla, el chapetonisto euro o hispanocentrista del satírico que se apresta —Ulises en su final retorno de Ática— a regresar al mundo que es su patria andaluza. La confesión ritual se mezcla con la necesidad de decir la verdad. Ser el arrabal del mundo hace de Lima otro objeto del vituperio y de la sátira. El poema es una queja resentida por el hechizo padecido en Lima, una partida feliz y un desengaño. Es también el producto del despertar del hechizo; del descubrir la verdadera condición de la sociedad oculta para el enhechizado, ciego para la realidad, engañado por una ambigüedad que se le revela, una vez despierto, como la de un mundo caótico y doblado de puerco engaño. En este sentido no confiesa sólo la experiencia del engaño y del desengaño, sino que avisa a los justos contra las acechanzas de la ciudad y denuncia a los malos para que el arte de sus trapacerías no sea ignorado. Es despertador que alecciona con ejemplos, con experiencia personal no ajena a las picardías que descubre, y con el propio desengaño maldice la ciudad: Pues ya me desencanté quiero siguir mi viaje, y con fuersa de razón al tiempo de embarcarme, contemplando en la ribera sus desiertos arenales, diré con voses al sielo si al sielo mi vos llegare: ¡oh tierra de confusión, fuego del sielo te abrace; ante Dios te pediré dies años que me usurpaste, y desta joya perdida tengo por paga bastante el bien del conosimiento y la gloria de dejarte!

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Observaremos que satiriza la república de españoles y, a pesar de alguna alusión, rehuye la república de indios. Articula el Perú a España, pero satíricamente lo degrada en arrabal del mundo. El p o e m a Grandeza Mexicana (1604), de Bernardo de Balbuena 5 , tiene la forma de una carta poética en verso, con todas las partes retóricas prescritas p o r la epistolografía. Está escrita, c o n f o r m e a la n o r ma, en tercetos endecasílabos, a los q u e se agrega u n cuarteto en la conclusión de cada capítulo. U n a octava real, el séptimo verso partido en dos, sirve de argumento al p o e m a y ofrece los versos, y partes de versos, que proveerán los argumentos de o c h o capítulos y u n epílogo. Los capítulos de variada extensión derivan del argumento drástico la amplificación en cada u n o de los variados aspectos de la ciudad alabados en la carta (todas son cartas, La Araucana, La Sátira de O q u e n d o , La Grandeza Mexicana). La octava dispone en breve los términos múltiples de una misma cosa: la grandeza mexicana, pero la prop o n e en cifra, en duplicación reducida o disminuida de sus partes o aspectos, y c o m o argumento que se va a desarrollar luego en la carta panegírica de la ciudad de México: «todo en este discurso está cifrado.» Lo que se desata a partir del capitulo primero (I) es una amplificación poética de la frase «De la famosa México el asiento», el p r i m e r verso de la octava. Este capítulo se inicia con una salutación a la destinataria, doña Isabel de Tobar y Guzmán. A ésta sigue u n exordio que incluye la alabanza disminuida o abreviada de la dama, destacando su nacimiento, su ancestro, su calidad superior porque ligada a la noble familia del d u q u e de Lerma, su discreción sin par, sus elevados pensamientos. Todo c o n f o r m e con las normas del retrato p o r q u e la vida en la aldea ha gastado su belleza, o deja de decir lo que debiera p o r la grandeza del sujeto y por la precariedad de su talento poético para hacerle justicia. Luego señala el propósito de alabar la ciudad en obediencia del deseo de la dama: Mándaseme que te escriba algún indicio de que he llegado a esta ciudad famosa, centro de perfección, del mundo el quicio. Su aliento, su grandeza populosa, sus cosas raras, su riqueza y trato,

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Cito por la edición de J. Van Horne, 1930.

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su gente ilustre, su labor pomposa. Al fin un perfectísimo retrato pides de la grandeza mexicana ahora cueste caro, ahora barato. Comienza al margen de la prescripción retórica por situar el «asiento» de la ciudad «Donde nadie creyó que ubiese mundo» en obediencia al mismo principio informativo de Ercilla dictado por el exotismo espacial del mundo americano. Describe el paisaje, las calzadas y puentes, el movimiento de la ciudad, los varios oficios de sus habitantes y la actividad causada por la codicia, en la que ve el motor de la vida práctica. Luego, sigue lo prescrito en la alabanza de ciudades: (II) habla, esquivo, del fundador y del origen histórico de la ciudad desplazando la autoridad antigua por el poder actual; señala las ventajas de la situación y de la fortificación; de sus habitantes; de los edificios públicos, que muestran la magnificencia de los templos; de la utilidad de los mercados y la belleza de unos y otros; elogia el lugar y el constructor; sobrepuja a las grandes ciudades antiguas y modernas, Troya, R o m a , Venecia. En el capítulo tercero (III), pasa a describir «Caballos, calles, trato, cumplimiento», enumerando cabalgaduras de doce colores diversos, con claro indicio cultural; México, libre de guerras, lleva un trato en intercambio con todos los extremos del mundo conocido. El cuarto (IV), encomia las «Letras, virtudes, variedad de oficios», capítulo que contiene el tópico anti-horaciano de la «alabanza de la ciudad y el menosprecio de aldea». El quinto (V) pinta «Regalos, ocasiones del contento». El sexto (VI), eleva a M é x i c o a Paraíso terrestre, «Primauera immortal y sus indicios». El séptimo (VII), describe el «Gouierno ilustre», con exordio que alaba al rey Felipe III. El octavo (VIII), acaba con «Religión y Estado». El Epílogo y Capítulo Vltimo, «Todo en este discurso está cifrado», en miniatura o cifra. C o n una conciencia reflexiva vuelta sobre la disposición del poema dice: «quién alborota en mí nuevos cuidados / Para cifrar lo que cifré primero / Pues todo es cifra y versos limitados?». Luego se propone en el plan de la conclusión retórica y trazar la enumerado, que no es sino síntesis o resumen de lo ya expuesto en la alabanza, que se acompaña del modo de «definición»: (I) «Es México en los mundos de Occidente / una imperial ciudad de gran distrito / sitio, concurso poblazón de gente»; (II) «Es toda un feliz parto de fortuna / y sus armas una águila engrifada / sobre las anchas ojas de una tuna»; (III) «Es

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centro y corazón desta gran bola, / playa donde más alta sube y crece / de sus deleites la soberbia ola»; (IV) «Es ciudad de notable pulid a / y donde se habla el español lenguaje / más puro y con mayor cortesanía»; (V) «Es toda un riquísima aduana / sus plazas una hermosa alcaicería / de sedas, joyas, perlas, oro y grana». Se prolonga luego en redundantes muestras de aspectos ya enunciados. A la enumeración sigue la «amplificación» como parte retórica de la conclusión que se transforma de improviso, creando un nuevo centro, descentrando la perspectiva anterior, en elogio de España; y la «compasión», parte final de la conclusión, se convierte en «envío» que cierra la carta, cambiando el destinatario y ofreciendo el poema (amago de su pobre caudal) como un tributo modesto y ofrenda a la grandeza imperial de España: El mundo que gobiernas y autorizas te alabe, patria dulce, y a tus playas mi humilde cuerpo vuelva, o sus cenizas. Y pues ya al cetro general te ensayas, con que dichosamente el cielo ordena que en triunfal carro de oro por él vayas, entre el menudo aljófar que a su arena y a tu gusto entresaca el indio feo, y por tributo de tus flotas llena, de mi pobre caudal el corto empleo recibe en este amago, do presente conozcas tu grandeza, o mi deseo de celebrarla al mundo eternamente. El desarrollo de la vida urbana explica la preferencia y el sobrepujamiento frente a la vida de aldea. Tiene de paradójico el que se ofrece como pintura de la ciudad a quien va a acogerse al retiro de un convento. Pero sobre todo como pintura de un Paraíso terrestre, hecha por un eclesiástico que prescinde para todo efecto del Paraíso celeste y del juicio religioso. El tema es enteramente profano y desarrolla con insistencia una visión cosmográfica, política y económica donde el interés es el motor de la vida social y de toda actividad h u mana. México es la ciudad terrestre por excelencia, la suma de las perfecciones ideales de la ciudad. El poema mismo no es sino una red de elementos constantes que se repiten y desdoblan una y otra vez en el

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argumento inicial, en el exordio, descripción y conclusión de cada capítulo y en la enumeración final de la conclusión, que recupera separadamente el contenido general de los capítulos y argumentos breves y los catálogos extensos que se dispersara en ellos. Finalmente, con desviación del camino tomado, resitúa la visión desde el centro del poder europeo y mundial de España. La adaptación, en la poesía, de la retórica de la conclusión que cumpliera Ercilla ha rendido frutos originales e innovadores en quienes le imitaron en este aspecto 6 . Cierra con sorpresa, con dislocación de la orientación tomada, con explícita integración de la parte al todo, esta vez en el plan de la alabanza. Los poemas que hemos comentado describen la imagen de una comunidad; trazan los límites amplios de sus espacios, afirman una identidad y trazan una diferencia; variadamente, construyen la imagen de un todo. El historiador se pregunta si el hombre español de América del siglo xvi y de comienzos del XVII tenía conciencia del Imperio. Creemos que la respuesta del poeta es inequívoca: la poesía descubre y crea una imagen del mundo imperial.

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Ver Goic, 1992b, pp. 339-48.

IX. E R C I L L A Y CERVANTES: I M Á G E N E S E N S U S P E N S O

1 La celebración del Cuarto Centenario del Quijote (1605-2005) se ofrece como una oportunidad propicia para volver sobre ciertos aspectos y desarrollar con algún detalle lo que hemos destacado antes en nuestros estudios sobre la retórica de la conclusión y el poema La Araucana de Alonso de Ercilla. Se trata, además, del relieve que alcanza en los siglos xvi y XVII el diálogo de las letras españolas con las letras indianas y la interrelación que mantienen dentro de diversos géneros literarios, en este caso, el poema épico de Ercilla y la novela de Cervantes. En cada caso, se trata de un diálogo constructivo que modifica de forma novedosa y original lo que se lee proyectándolo en el género respectivo en función de sus características propias y del estilo que lo caracteriza: uno épico y trágico y el otro realista y cómico. Se manifiesta, por un lado, como una gama novedosa y variada de tópicos de conclusión, de modos diversos de concluir un canto, ya sea con los tópicos tradicionales de la poesía de terminar el canto por cansancio o porque se hace de noche, o, con un nuevo manejo retórico, para concitar el interés por el canto siguiente mediante la promesa de desarrollar algo nuevo, cambiar de asunto y otros. Entre las modalidades más novedosas de la conclusión en el p o e ma de Ercilla, está la de suspender la acción de los personajes paralizando sus movimientos en una detención brusca — q u e preludia los mecanismos modernos de proyección del cine, vídeo o dvd—, para frenar la acción y para saltar hacia otra cosa, y reanudarla en otro lugar u otro momento.

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En La Araucana (1569, 1578, 1589, 1597) de Alonso de Ercilla se produce este tipo de conclusión dos veces. La suspensión del m o v i m i e n t o y su reanudación, se dan, en p r i m e r lugar, en la relación de los cantos X I V y X V de La Araucana, los cantos finales de la Primera parte del poema y, en segundo lugar, entre los cantos X X I X y X X X , es decir, en la del último canto de la Segunda parte del p o e m a y el primer canto de la Tercera parte. Se mezcla, en cada u n o de ellos al menos dos cosas. La primera, luego de interrumpir dejando en suspenso la narración del duelo, es la necesidad de retomar el hilo roto y reanudar el combate personal entre dos guerreros, en esta ocasión, el de Andrea y R e n g o . Luego de la muerte de Lautaro, en el fuerte de Mataquito, la batalla continúa destacando las acciones de R e n g o y de Andrea que terminan p o r enfrentarse: En esto un gran rumor iba creciendo de espadas, lanzas, grita y vocería, al cual confusamente, no sabiendo la causa, mucha gente allí acudía; y era un gallardo mozo que, esgrimiendo un fornido cuchillo, discurría por medio de las bárbaras espadas, haciendo en armas cosas extremadas. Con un diestro y prestísimo gobierno el pesado cuchillo rodeaba, y a Cron, como si fuera junco tierno, en dos partes de un golpe lo tajaba; tras éste al diestro Pon envía al infierno y tras de Pon a Lauco despachaba, no hallando defensa en armadura, descuartiza, desmiembra y desfigura. Llamábase este Andrea, que en grandeza y proporción de cuerpo era gigante, de estirpe humilde, y su naturaleza era arriba de Génova al levante; pues con aquella fuerza y ligereza a los robustos miembros semejante, el gran cuchillo esgrime de tal suerte que a todos los que alcanza da la muerte. De un tiro a Guaticol por la cintura

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le divide en dos trozos en la arena, y de otro al desdichado Quilacura limpio el derecho muslo le cercena; pues de golpes así desta hechura la gran plaza de muertos deja llena, que su espada a ninguno allí perdona, y unos cuerpos sobre otros amontona. Como la osa valiente perseguida cuando le van monteros dando caza que con rabia, sintiéndose herida, los ñudosos venablos despedaza, y furiosa, impaciente, embravecida, la senda y callejón desembaraza, que los heridos perros lastimados le dan ancho lugar escarmentados, de la misma manera el fiero Andrea cercado de los bárbaros venía pero de tal manera se rodea que gran camino con la espada abría; crece el hervor, la grita y la pelea, tanto que la más gente allí acudía; he aquí a Rengo también ensangrentado que llega a la sazón por aquel lado. Y como dos mastines rodeados de gozques importunos, que en llegando a verse, con los cerros erizados se van el uno al otro regañando, así los dos guerreros señalados, las inhumanas armas levantando, se vienen a herir... Pero el combate quiero que al otro canto se dilate, (canto XIV) Se suspende aquí abruptamente el canto dejando su continuación para el siguiente, aislando de esta manera el encuentro entre R e n g o y Andrea que le sugiere un tratamiento particular, pero dejándolos con las armas levantadas, a punto de darse mutuos golpes, e inmovilizados ambos en esa posición. La segunda novedad, es el atractivo de romper expresa y reflexivamente la monotonía del contenido del género elegido para tratar temas de amor, inquietud que surge de repente, proponiendo un nuevo e

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inesperado asunto, q u e c o n d u c e al poeta a suspender el c a n t o p o r t e m o r a la novedad en la conclusión del canto XIII: Pero ya la turbada pluma mía que en las cosas de amor nueva se halla, confusa, tarda y con temor se mueve y a pasar adelante no se atreve, (canto XIII) Si t o d o motivo importante ha de ser de consecuencia ulterior, este es el m o m e n t o en q u e se introduce inesperadamente, p o r primera vez en el p o e m a , el motivo de amor. El p o e m a relaciona el episodio de Lautaro y Guacolda, del canto XIII, 41-56, y los temores surgidos del sueño del guerrero y de la mujer, q u e sirven de anticipación de la m u e r t e del rebelde araucano y c o n d u c e al poeta a la meditación sobre ello, que abre el canto XIV. El poeta contradice la caracterización del p u e b l o araucano hecha en el e x o r d i o de La Araucana c o m o u n pueblo de guerreros entre cuyos rasgos n o tiene cabida el amor: Venus y Antón aquí no alcanzan parte / solo domina el iracundo Marte. El exordio del canto X V saca ventaja p o r primera vez, destacándolo, del asunto descartado c o m o región de la imaginación en el e x ordio del p o e m a , al caracterizar c o m o señalamos el pueblo araucano, y le lleva a establecer al m i s m o t i e m p o c o n el idilio de Lautaro y Guacolda el motivo importante, q u e encontrará ecos narrativos en la Segunda y Tercera partes, en los cantos en q u e se ocupará en la descripción de los idilios femeninos deTegualda y C r e p i n o (XX, 25-79), Glaura y Cariolán (XXVIII, 1-52), y de Lauca ( X X X I I , 31-42) y (en otro plan, n o ya la nueva caracterización de los araucanos, sino la c o rrección de la historia del personaje e n el p o e m a de Virgilio) la i n clusión de la verdadera historia de D i d o ( X X X I I , 4 4 - 9 1 y X X X I I I , 1-54). El h e r m o s o exordio erciliano m e r e c e ser recordado. ¿Qué cosa puede haber sin amor buena? ¿Qué verso sin amor dará contento? ¿Dónde jamás se ha visto rica vena que no tenga de amor el nacimiento? N o se puede llamar materia llena • la que de amor no tiene el fundamento; los contentos, los gustos, los cuidados, son, si no son de amor, como pintados.

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Amor de un juicio rústico y grosero rompe la dura y áspera corteza, produce ingenio y gusto verdadero y pone cualquier cosa en más fineza. Dante, Ariosto, Petrarca y el Ibero, Amor los trujo a tanta delgadeza que la lengua más rica y más copiosa, si no trata de amor, es desgustosa. Pues yo, de amor desnudo y ornamento, con un inculto ingenio y rudo estilo, ¿cómo he tenido tanto atrevimiento, que me ponga al rigor del crudo filo? Pero mi celo bueno y sano intento, esto me hace a mi añudar el hilo, que ya con el temor cortado había, pensando remediar esta osadía. Quíselo aquí dejar, considerado ser escritura larga y trabajosa por ir a la verdad tan arrimado y haber de tratar siempre de una cosa; que no hay tan dulce estilo y delicado ni pluma tan cortada y sonorosa que en un largo discurso no se estrague ni gusto que un manjar no le empalague. Que si a mi discreción dado me fuera salir al campo y escoger las flores, quizá el cansado gusto removiera la usada variedad de los sabores, pues como otros han hecho, yo pudiera entretejer mil fábulas y amores; mas ya que tan adentro estoy metido, habré de proseguir lo prometido. D e j a n d o este paréntesis, pasará a r e t o m a r c o n reflexión explícita luego el hilo de la acción paralizada, activando el relato de la lucha en el p u n t o en que se había d e t e n i d o la acción: Al lombardo dejé y al araucano donde la guerra andaba más trabada que viene a juntarse mano a mano, la espada alta y la maza levantada.

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de malla está cubierto el italiano, el indio la persona desarmada y así como más suelto y más ligero, en descargar el golpe fue primero. El membrudo italiano, como vido la maza y el rigor con que bajaba alzó el escudo en alto y recogido debajo dél, el golpe reparaba; por medio el fuerte escudo fue rompido y en modo la cabeza le cargaba, que, batiendo los dientes, vio en el suelo las estrellas más mínimas del cielo, (canto X V )

Andrea derriba inconsciente a R e n g o y mata a Crino quien intentaba vengar la aparente muerte de Rengo. La acción de los cantos XIV, 50, XV, 5-30, salta para aclarar su curso en el canto X V I , 40, y se extiende en otro salto hasta el canto XXV, 46-57.

2 A partir del canto XXV, dará comienzo a la igualmente repetida historia de duelos esta vez entre R e n g o y Tucapel. Ercilla empleará el mismo tipo de conclusión —procedimiento que suspende la acción, inmovilizando a los personajes, y la difiere al canto siguiente—, esta vez expresamente para despertar el interés del lector, en los cantos X X I X y final de la Segunda parte y el canto X X X , inicial de la Tercera parte. Aquí el poeta suspende la pelea durante el tiempo que separa la publicación de estas dos partes entre 1578 y 1589, por once años— declarando su intención en la conclusión del canto X X I X : Mas quien el fin deste combate aguarda me perdone si dejo destroncada la historia en este punto, porque creo que así me esperará con más deseo, (canto X X I X )

Repite aquí la motivación de varias otras conclusiones del poema aunque equívocamente pareciera estar implicada en este caso la promesa de la publicación de una tercera parte del poema.

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El canto X X I X y último de la Segunda parte dice en el argumento que lo encabeza: «Entran los araucanos en nuevo consejo; tratan de quemar sus haciendas, pide Tucapel que se cumpla el campo que tiene aplazado con R e n g o ; c o m b a t e n los dos en el estacado brava y animosamente». Efectivamente, las cosas ocurrirán en ese orden: el c o n sejo se reunirá, se propondrá quemar todos los bienes para que nadie se distraiga de la lucha ni tenga otro designio que vivir o morir, matar o quedar muerto, y así se acordará. Tucapel acepta la decisión del consejo en u n discurso vehemente en el que recuerda el desafío de R e n g o a quien, c o m o a Peteguelén, reprocha andar metido en la lucha para rehuir el encuentro con él. Caupolicán debe separarlos cuando R e n g o estalla en ira. El duelo se fija para cuatro días después. Se realizará en u n marco de considerable expectación, rodeado de gran n ú m e r o de indios. Entre las estrofas 28 y 53, se describe el duelo con variedad de acciones, sin recurrir a símiles, pero con el registro testimonial de los presentes, hasta llevarlo a u n climax: Dio Rengo a Tucapel una herida, cogiéndole al soslayo la rodela que, aunque de gruesos cercos guarnecida, entró como si fuera blanda suela. No quedó allí la espada detenida, que gran parte cortó de la escarcela y un doble zaraguél de ñudo grueso, penetrando la carne hasta el hueso. No se vio corazón tan sosegado que no diese en el pecho algún latido viendo la horrenda muestra y rostro airado del impaciente bárbaro ofendido que, el roto escudo lejos arrojado, de un furor infernal ya poseído, de suerte alzó la espada que yo os juro que nadie allí pensó quedar seguro. ¡Guarte, Rengo, que baja, guarda, guarda, con gran rigor y furia acelerada el golpe de la mano más gallarda que jamás gobernó bárbara espada! Mas quien el fin deste combate aguarda me perdone si dejo destroncada

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la historia en este punto, porque creo que así me esperará con más deseo, (canto XXIX) E n el canto X X X , primero de la Tercera parte, el a r g u m e n t o a n u n cia: « C o n t i e n e este canto el fin q u e tuvo el c o m b a t e de Tucapel y R e n g o , asimismo lo que Pran, araucano, pasó con el indio Andresillo, yanacona de los españoles». El exordio moral del canto se endereza al castigo de los duelos en siete estrofas c o n a r g u m e n t o s d e razón, locura, irracionalidad, causa c o m ú n , que parecen justificarlos, mientras n o lo logran las causas vanas: Mas si es el combatir por gallardía, o por jatancia vana o alabanLa, o por mostrar la fuerza y valentía, o por rencor, por odio, o por venganza; si es por declaración de la porfía remitiendo a las armas la probanza, es el combate injusto, es prohibido, aunque esté en la costumbre recebido. Después de castigar m o r a l m e n t e las disputas individuales de soldados del m i s m o bando, dirá r e a n u d a n d o la narración en el c a n t o siguiente de la Tercera parte: Tenemos hoy la prueba aquí en la mano de Rengo y Tucapel, que peleando por solo presunción y orgullo vano como fieras se están despedazando; y con protervia y ánimo inhumano de llegarse a la muerte trabajando, estaban ya los dos tan cerca della cuanto lejos de justa su querella. Digo que los combates, aunque usados, por corrupción del tiempo introducidos, son de todas las leyes condenados y en razón militar no permitidos, Salvo en algunos casos reservados que serán a su tiempo referidos, materia a los soldados importante según lo que veremos adelante. Déjolo aquí indeciso, porque viendo

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el brazo en alto a Tucapel alzado, me culpo, me castigo y me reprehendo de haberle tanto tiempo así dejado; pero a la historia y narración volviendo, me oísteis ya gritar a Rengo airado, que bajaba sobre él la fiera espada por el gallardo brazo gobernada, (canto XXX) Parece claro que el poeta mide el tiempo de la distante publicación como el tiempo de la suspensión del relato y de la acción, aprestándose a retomar el hilo al tiempo que pide excusas por la larga interrupción realizada. Viene a continuación la acción reanimada que concluirá, después de varias estrofas, con el fin de la lucha y con los dos guerreros exhaustos. Caupolicán los hará recoger y cuidar de sus heridas y hacer finalmente las paces. Ercilla con un manejo expreso de la narración y sus saltos y omisiones, juega con la omnisciencia épica abierta y declaradamente con más de una metalepsis, es decir, cruzando del plano de la enunciación al del enunciado, de la narración al m u n d o narrado, movido por su condición de narrador, personaje y testigo: Dejarélos aquí desta manera en su conformidad y ayuntamiento, que me importa volver a la ribera del río que muda nombre en cada asiento, pues ha mucho que falto y ando fuera de nuestro molestado alojamiento, para decir el punto en que se halla después del trance y última batalla. A lo que agrega a continuación, a m o d o de deferencia al Rey, su destinatario: Y aunque poco después, Señor, tuvimos otros muchos rencuentros de importancia no sin costa de sangre y gran trabajo iré, por no cansaros, al atajo. Y pasando en silencio otra batalla sangrienta de ambas partes y reñida,

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que aunque por no ser largo aquí se calla, será de otro escritor encarecida.

3 El Quijote La primera resonancia y crédito del conocimiento de La Araucana de Ercilla en la obra de Cervantes se encontrará en la Parte I, capítulo VI, del Quijote: «El donoso y grande escrutinio que el C u r a y el Barbero hicieron en la librería del Quijote». Esta aparece inmediatam e n t e después del comentario del cura a La Galatea de Cervantes: —Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención: propone algo, y no concluye nada; es menester esperar la segunda parte que promete: quizá con la enmienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entre tanto que estos se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre. —Que me place— respondió el barbero. —Y aquí vienen tres todos juntos: La Araucana, de don Alonso de Ercilla, La Austríada de Juan Rufo, jurado de Córdoba, y El Monserrato de Cristóbal de Virués, poeta valenciano. —Todos esos tres libros —dijo el cura— son los mejores que en verso heroico en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia; guárdense como la más ricas prendas de poesía que tiene España. (I,VI, 86-87) Poco más adelante, El Quijote recogerá la manera de suspender el relato y de retomarlo más tarde en un procedimiento inequívocamente semejante al de Ercilla, con originales agregados. Al narrador se le ha acabado la imaginación o la fuente de información de d o n d e toma su historia, una sabrosa historia preexistente con distintos autores, sin que halle noticia de c ó m o seguir el hilo del relato o d ó n d e encontrar lo que faltaba. Veamos lo que dice el Quijote en los dos últimos párrafos del capítulo VIII de la Primera parte, del primer t o m o : Venía pues, como se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno con la espada en alto, con determinación de abrirle por medio, y el vizcaíno le aguardaba ansimesmo levantada la espada y aforrado con su al-

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mohada, y todos los circunstantes estaban temerosos y colgados de lo que había de suceder de aquellos tamaños golpes con que se amenazaban... Pero está el daño de todo esto en que en este punto y término deja pendiente el autor desta historia esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote, de las que deja referidas. (I, VIII, 103) A lo q u e c o m e n t a enseguida c o n las siguientes reflexiones m e t a narrativas, concluyendo el capítulo c o n la anticipación de la salida a esta dificultad: Bien es verdad que el segundo autor desta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha, que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte. (I, VIII, 104) El planteamiento c ó m i c o se resuelve de la manera más casual pero al m i s m o tiempo realista. El narrador encontrará en el mercado o Alcaná, de Toledo, a u n m u c h a c h o q u e vende u n o s cartapacios entre los cuales se encuentra u n o q u e c o n t i e n e una lámina c o n la representación, justamente, de la imagen de la batalla suspendida entre dos c o m b a t i e n t e s q u e a p a r e c e n c o n sus espadas levantadas, «altas y desnudas». Véase lo q u e dice el Quijote al c o m i e n z o de la Segunda parte, capítulo IX: Dejamos en la primera parte de esta historia —se refiere a ella desde la segunda de las cuatro partes en que esta subdividida la Primera Parte, en el Quijote de 1605— al valeroso vizcaíno y al famoso don Quijote con las espadas altas y desnudas, en guisa de descargar dos furibundos fendientes, tales, que, si en lleno se acertaban, por lo menos se dividirían y fenderían de arriba abajo y abrirían como una granada; y en aquel punto tan dudoso paró y quedó destroncada tan sabrosa historia, sin que nos diese noticia su autor dónde se podría hallar lo que de ella faltaba. (I, IX, 105) El narrador se extiende luego en variadas consideraciones sobre la historia y la manera c ó m o se la conserva, comparándola c o n las n o v e -

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las de caballerías cuyas historias concibe c o m o conocidas de sabios y estudiosos y, en el caso del Quijote, c o m o historia que presume m o d e r na, piensa que sus hechos estarán en la m e m o r i a de la gente de su aldea y de otras circunvecinas, a u n q u e finalmente su deseo de saber se resolverá por azar. Estando yo un día en el Alcalá de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi natural condición tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía y vile con carácteres que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los conocía no los sabía leer, anduve mirando si había algún morisco aljamiado que los leyese, y no me fue muy dificultoso hallar intérprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y más antigua lengua le hallara. En fin, la suerte me deparó uno, que, diciéndole mi deseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió por medio, y, leyendo un poco en él, se comenzó a reír. (I, IX, 107) El capítulo agrega la descripción de la mencionada lámina del p r i m e r cartapacio en que la escena suspendida del combate aparece con detalles —«levantadas las espadas»— y los nombres al pie de cada figura para su identificación, la que incluye c o m o única variante la m e n c i ó n que n o se repetirá en la novela de Sancho Panza c o m o Sancho Zancas: «la barriga grande, el talle corto y las zancas largas y por esto debió de p o n e r n o m b r e de «Panza» y de «Zancas», q u e con estos dos sobrenombres le llama algunas veces la historia» (I, IX, 109). Estaba en el primer cartapacio pintada muy al natural la batalla de don Quijote con el vizcaíno, puestos en la misma postura que la historia cuenta, levantadas las espadas, el uno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la muía del vizcaíno tan al vivo, que estaba mostrando ser de alquiler a tiro de ballesta. (I, IX, 109) E n fin, la novela en su segunda parte, siguiendo la traducción, comienza de esta manera: Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo; tal era el denuedo y continente que tenían. Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno; el cual

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fue dado con tanta fuerza y tanta furia, que a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda y a todas las aventuras de nuestro caballero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su contrario, de modo que, aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran parte de la celada, con la mitad de la oreja, que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho. (I, IX, 110) D o n Quijote replicará a este embate con un violento golpe que acaba con el vizcaíno en el suelo y con la amenaza de su muerte. Ante ello, las señoras del coche intervienen para rogarle que le perdone la vida. A lo cual don Quijote respondió, con mucho entono y gravedad: —Por cierto, fermosas señoras, yo soy muy contento de hacer lo que me pedís, mas ha de ser con una condición y concierto: y es que este caballero me ha de prometer de ir al lugar del Toboso y presentarse de mi parte ante la sin par doña Dulcinea, para que ella haga de él lo que más fuere de su voluntad. (I, IX, 111) Podemos concluir que el suspenso tiene dos formas de darse, similares y diferentes, en Ercilla y Cervantes. Por un lado, dejar una acción en suspenso cortando el relato, inmovilizados los actores, las armas en alto, y paralizada la acción. Lo más cercano a ello es la pintura que los representa, o la imagen detenida del cine en nuestros días. Esta es claramente en Cervantes una lectura cómica del suspenso erciliano destinado esta vez a subrayar la preexistencia de una historia cuyos textos o pretextos le dejan sin la información necesaria para continuar la historia sin deformarla o contarla por su cuenta. Encontrado casualmente el texto arábigo, su traducción por un morisco aljamiado le permite dejar el suspenso o detención y activar el movimiento de sus figuras y la acción del relato. El otro suspenso es el que afecta a la ruptura del estilo de la narración. En el caso de Ercilla, interrumpiendo el relato épico por el idílico o amoroso, hecho con gusto, deseo y nostalgia de la dulzura de ese mundo, para finalmente volver a retomar la región de la imaginación épica no sin fundar en esta anticipación —idilio de Lautaro y Guacolda— los mencionados idilios de las otras dos partes del poema. C o n

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

el agregado de la reflexión sobre la monotonía del asunto guerrero y la necesidad de variar de asunto. Cervantes impondrá entre los términos del Quijote una elaboración especial en referencia a la falta de información que le impide continuar el relato y a la solución que le permitirá continuarlo. Narración y reflexión metanarrativa alcanzan aquí un desarrollo importante que complica la comprensión del nivel de enunciación de la novela multiplicando el número de narradores: el primer narrador, el segundo narrador, el autor morisco, el traductor, otros sabios o estudiosos, y aldeanos comunes. Creemos que debe verse entre el poema y la novela un diálogo efectivo y creador. La reflexión cervantina difiere ciertamente del proyecto de Ercilla, pero es semejante, y su encuadre metanarrativo resulta comparable tanto en la manera cómo irrumpe en el m u n d o y mueve al narrador y le propone nuevas aspiraciones y límites excluyentes. Los estilos dominantes son sin embargo diferentes en ambas obras. Lo que es definidamente épico y trágico en Ercilla es novelesco y cómico en Cervantes.

X. E D I C I Ó N C R Í T I C A D E CAUTIVERIO

FELIZ

La edición crítica de Cautiverio feliz de Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán (1608-1680), nos brinda la oportunidad de celebrar con entusiasmo la esperada publicación después de pasados ciento treinta y ocho años desde la única edición anterior del libro, hecha por Diego Barros Arana, y al cabo de trescientos treinta y ocho años de su composición. La edición, preparada por el Dr. Mario Ferreccio y Raissa Kordic es la primera edición crítica del libro, que contribuye efectivamente a establecer su historia textual. La edición reúne el Cautiverio feliz con el Sumario y epílogo, que el autor concibió como agregados a la edición del libro. El texto base de la edición del Cautiverio feliz es la única copia manuscrita, existente en el Archivo Nacional, fechado en 1663 y 1673 y se acompaña del Sumario y epílogo, manuscrito, datado en 1675, que se conserva en T h e Bodleian Library, de Oxford, y que fuera comentado inicialmente por R o b e r t O ' N e i l (1981) y, más tarde por Goic (1984, 1992a), y editado por O ' N e i l y Anadón (1984). El texto es el más completo que tengamos y permite superar gracias a la existencia y el conocimiento del Sumario el texto parcialmente dañado e ilegible del manuscrito original. Integra, conforme a los deseos del autor, la presentación del Cautiverio feliz precedido por el Sumario y epílogo. Para completar el texto borroso del manuscrito se utiliza parcialmente, pero no se reproduce, para evitar una redundancia, al comienzo de la Suma la copia del capítulo I del Cautiverio. La edición deja sin anotación las variantes sustantivas que proporciona la redacción corregida de 1675 de ese capítulo que se acomoda a la presentación de la Suma y recopilación e introduce el autor de la siguiente manera:

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

EL P R I N C I P I O DESTA RECOPILACIÓN Y BREVE suma, me pareció conveniente, se tuviese con el primer capítulo del libro al pie de la letra sacado para que se reconosca y se entienda que los demás que se le siguen llevan la propia forma y estilo y también porque trata de la adulación y mentira de que deben apartarse con efecto los escritores de historias. Del mismo m o d o se utiliza el otro texto existente que es el manuscrito incompleto de la Recopilación que acompaña el Ms del Cautiverio y que se corresponde con los capítulos del Sumario y van anotados cuidadosamente en esta edición. La edición presenta el texto anotado crítica y filológicamente con u n alto n ú m e r o de referencias i m p o r tantes. La edición incluye la reproducción facsimilar de los dibujos del manuscrito, probablemente de m a n o del mismo amanuense, y de diversas páginas en facsímil, e incluye al final facsímiles de varios índices del manuscrito del libro y del tratado sin transcribirlos. U n estudio de las fuentes del pensamiento político y de la cultura humanística, eclesiástica y bíblica, clásica y moderna, debiera sacar partido de su extensa información. Será de interés realizar más adelante la transcripción de ese índice para el mejor conocimiento de las referencias que acompañan la argumentación del autor. La suerte del libro de Pineda y Bascuñán ha sido singular. Aparte de las noticias proporcionadas p o r historiadores y cronistas de los siglos XVII y XVIII (Rosales, Olivares, Córdova y Figueroa, Carvallo y Goyeneche, José Pérez García), Fray Buenaventura Aránguiz (17661816), sacerdote franciscano, fue el primero que dio noticias, a comienzos del siglo xix, del manuscrito y conoció el estado del original (Fondo Antiguo, vol. X X X V I I ) e intentó una copia o transcripción q u e paró, entre enfermedades, fatigas y censuras, de lo que le pareció p o r m o mentos novelesco y liviano, en u n resumen parcial (Fondo Antiguo, vol. X X X V I I I ) que acompañó de unas 26 décimas de h o m e n a j e poético de la obra. El P. Aránguiz daría lugar más tarde a dos copias parciales del texto (Archivo Nacional, Santiago, colecciones Eyzaguirre, volum e n LXIII y Gay-Morla, vol. II) y planificó sin éxito su publicación. Anadón (1977) reproduce el «Prólogo del transcriptor» que precede su copia o resumen del Cautiverio. N o tuvo éxito en el plan de publicar la obra. U n plan semejante proyectaba p o r los mismos años el General José de San Martín con la publicación de los Comentarios reales del Inca Garcilaso. Se trataba en ambos casos del intento de reanudar,

E D I C I Ó N C R Í T I C A DE CAUTIVERIO

FELIZ

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en el clima de la Independencia de la nación, el hilo roto con el pasad o indígena en el afán de definir una nueva identidad nacional separada del d o m i n i o español. Es bien sabido que Barros Arana editó p o r primera vez el Cautiverio feliz en 1863, que f u e hasta ahora el único texto disponible de la obra. A partir de esa edición, el libro ha sido c o n o c i d o principalmente en f o r m a fragmentaria y reducida a la narración del cautiverio en las versiones resumidas de la obra hechas p o r Amunátegui, Alejandro Vicuña, Ángel C u s t o d i o González y, con otro propósito diferente, p o r Alvaro Jara y Alejandro Lipschutz. La crítica planteó desde t e m p r a n o su desconcierto frente a este libro y ha continuado hasta hoy u n debate sin término. N o vamos a intentar zanjar aquí estas cuestiones. Bastará indicar p o r ahora la variedad de apreciaciones hechas en t o r n o del libro. M e d i n a incluye el estudio del Cautiverio feliz en el capítulo X de la Historia de la Literatura Colonial de Chile, dedicado a C o s t u m b r e s i n dígenas y novelas. La bibliografía nos indica q u e el Cautiverio feliz e n c o n c e p t o de la crítica: Es una novela; es un relato de cautiverio y uno afectado por el síndrome de Estocolmo — u n síndrome en el cual el cautivo suele amar a su guardián—; es un tratado de defensa de los indios; es un tratado de defensa de criollos y beneméritos contra extranjeros, de soldados contra letrados; es un memorial de quejas contra malos gobernantes y denuncia de abusos y daños recibidos y de servicios sin reconocimiento justo; un tratado político militar de cómo explicar las causas de las dilatadas guerras de Chile y cómo terminar con ellas; es un libro de corregimiento de príncipes; es un libro de consejero del príncipe; es un exemplum; es un libro espiritual de cómo conducirse honestamente y vencer la tentación del mal refugiándose en la oración y la fe de Cristo, lo que le lleva incluso a denunciar la conducta licenciosa de los sacerdotes; es un tratado tropológico que hace del cautiverio bajo un amo indio y justo la ilustración literal del tipo del buen pastor que es Cristo, bajo cuyo poder se vive como cautivo feliz y con este tipo se espera que el cautiverio bajo el rey, virrey, gobernador sea una réplica o contratipo equivalente y feliz. N o así si el gobernante es injusto, tirano o abusivo que hará en tal caso del cautiverio un infierno y del gobernante la encarnación del tirano y de la malignidad en el mundo.

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

Digamos que efectivamente es todo eso a la vez, n o exactamente una miscelánea, pero sí u n libro miscelánico, u n libro que es muchos libros. Creo y estimo que se debe festejar con esta publicación la Biblioteca Antigua Chilena, que incluye la obra, presentada c o m o el quinto volumen de la serie iniciada en 1984 con sus dos primeros volúmenes: Diego Arias de Saavedra, Purén Indomito y Sor Ursula Suárez, Relación autobiográfica, a los q u e siguieron más tarde Pedro de O ñ a , Ignacio de Cantabria (1992), el Anónimo, Guerra de Chile (1996), y, p o r último, el Cautiverio feliz (2001). Los tres primeros bajo el alero de la Universidad de Concepción, y los dos últimos bajo el de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. El formato, diagramación y tipografía son variados y en nada se asemejan a los proyectos vencidos de la Colección de Historiadores de Chile ni de la Biblioteca de Escritores de Chile, ni a las colecciones de la BAE, Clásicos Castellanos y la más reciente Biblioteca Clásica de Editorial Crítica, que ofrecen modelos definidos para identificar sin riesgos de confusión los volúmenes de una misma colección. Es la ocasión para celebrar también la contribución importantísima hecha p o r el autor principal de la edición crítica en u n n ú m e r o apreciable de ediciones fuera de la Biblioteca Antigua Chilena. Quiero mencionar algunas publicaciones con las que se relaciona directa o indirectamente el Dr. Mario Ferreccio. La edición de las Cartas de Pedro de Valdivia, y la de la Histórica relación del reino de Chile del P. Alonso de Ovalle, publicada p o r el Instituto de Literatura Chilena, d e cuya edición crítica estuvo a cargo, pero cuyo prólogo a la edición n o se incluyó. La edición, c o m o hemos consignado en otra oportunidad, debe leerse con el estudio del Dr. Ferreccio que recogimos en 1970 1 . E n otro caso, en d o n d e se prescindió de la edición crítica del texto, adoptando la versión de Esteve Barba en la BAE, se debe aceptar la crítica hecha por el Dr. Ferreccio 2 , a la edición de la Historia de Chile de Alonso Góngora Marmolejo, de Alamiro de Avila Martel y dar lugar apenas sea posible a su edición crítica. Permítanme hacer, finalmente, y, para terminar, la siguiente p r o puesta: propongo que en el marco de la celebración del Bicentenario

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Goic, 1970. Ferreccio, 1991.

EDICIÓN CRÍTICA DE CAUTIVERIO

FELIZ

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se dé lugar a que se publiquen en una misma colección la edición crítica de las Cartas de Pedro de Valdivia, la Histórica Relación del Reyno de Chile y los cinco libros de la B A C H sean reeditados en u n f o r m a to, diseño y diagramación semejante; y que, en el futuro, se agregue a ellos la edición crítica de la Historia de Chile de Alonso de Góngora M a r m o l e j o y se continúe con u n programa que incluya una nueva edición crítica de La Araucana y del Arauco domado y el Vasauro de Pedro de O ñ a y los tratados e historias de los siglos xvn y xvm. La capacidad probada del actual Consejo editorial de la colección y de sus directores, la experiencia y las normas definidas de la edición crítica del Dr. Ferreccio y el rigor y la fortaleza juvenil de Rai'ssa Kordic p u e d e n ser una garantía de su feliz realización.

Santiago 6 de diciembre 2002

XI. U N I N É D I T O DE F R A N C I S C O N Ú Ñ E Z D E PINEDA Y B A S C U Ñ Á N

M e propongo hacer algunas breves consideraciones en torno al códice inédito de Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán, existente en la colección Yriarte de la Biblioteca Bodleyana de Oxford, que dio a conocer por primera vez R o b e r t A. McNeil en 1981 1 . N o hemos tenido oportunidad de ver directamente el manuscrito, pero los datos que provee McNeil y el conocimiento del microfilm nos permiten describirlo como un códice de 153 folios escritos por una sola mano con letra del siglo XVII. C o n toda probabilidad copiado por un amanuense. Más claro y mejor conservado que el original. Se trata de un resumen o recopilación de Cautiverio feliz de 1673, publicado por Diego Barros Arana en la Colección de Historiadores de Chile, en 1863 2 . El códice, fechado en 1675, corresponde a un texto completo y a una redacción más avanzada de cuantas conocíamos directa o indirectamente hasta ahora de la recopilación de varios tratados o textos resumidos que se anuncian pero quedan incompletos en el manuscrito de 1673. De éste se conocía varios fragmentos del compendio de Cautiverio feliz, con el título de Recopilación de este libro, y del índice, y nada más, del tratado sobre los medios de poner fin a la guerra de Chile. Se adelantaron a publicarlos Correa Bello [1965] y Anadón [1978], respectivamente. El Ms. de 1675 que nos ocupa trae los textos completos del resumen de Cautiverio feliz y del «tratado» o «epi-

1 2

Chile.

McNeil, 1981, pp. 274-79. N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán, Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

logación breve»; con lo q u e provee nuevos d o c u m e n t o s y permite llenar lagunas menores y algunos vacíos de la información existente en relación a los trabajos de Pineda y Bascuñán. También nos presenta algunos preliminares enteramente nuevos. El códice reúne además otros textos, también nuevos, que n o se enuncian en la portada. Estos son diversas partes en u n libro que es en su totalidad u n resumen, suma, compendio, recopilación, c o m o los llama el autor, pertenecientes al mismo género de los sumarios, epítomes, sinopsis o breviarios en que se reúnen en forma sucinta varios textos o se hace u n resumen breve de lo esencial de una obra extensa siguiendo las normas retóricas de la conclusión o epílogo. Es decir, las de u n tratado de m e n o r extensión que intenta enumerar (Enumerado), p o r una parte, lo más esencial de la materia con el fin de refrescar la m e m o r i a de lo p r i n cipal de la causa expuesta en la obra dilatada; y, p o r otra parte, acentuar ciertos aspectos para conmover al lector con una impresión intensa, y atraer, finalmente, su simpatía. Desde este p u n t o de vista el códice que comentamos debe verse c o m o una parte necesaria y de f u n c i ó n específica con que se remata el original de Cautiverio feliz, para p o n e r al alcance del lector una síntesis del contenido del tratado mayor y facilitar la información con lo esencial de la materia 3 . Los preliminares acentúan este carácter de la recopilación. Por otro lado, debemos agregar que los dos tratados guardan las pertinentes relaciones transtextuales entre el original dilatado y el c o m p e n d i o o suma que crean prospectiva y retrospectivamente conexiones explícitas destinadas a ilustrar el propósito que ha guiado al autor en la reunión de éstos en u n solo libro. Pineda mantiene el control de esta composición multitextual y propone con intención y consecuencia la articulación lógica y la disposición de cada parte. Paso a describir, a continuación, sus principales características. 1. La p r i m e r a p o r t a d a del códice reza así: El Libro/intitulado Cav/tiverio felis y guerras dilatadas del Rey/no de Chille en discursos/verdaderos. Es dirigido /a la S. y R. de/nuestro Rey y Señor/Carlos Se/gundo. / / Danse las causas y /fundamentos que/ha auido para la dilación de/esta guerra; y al fin un tra/tado en que se dan los/medios conuentientes/para el fin de/ella [folio 2r], Q u e d a descrita de esta manera la existencia de dos textos o tratados diferentes que constituyen las partes principales

3

C o m p . con Fernández de Oviedo, 1971.

U N INÉDITO DE FRANSCISCO N Ú Ñ E Z DE PINEDA

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del manuscrito: el Cautiverio feliz y un tratado final en que se dan los medios para terminar la guerra. Cada una de ellas, en variada proporción, lleva sus propios preliminares. Bien se sabe que el manuscrito de 1673 n o trae más preliminares, inexistentes p o r lo demás en el códice de que hablamos, que los versos de Fray Florián de la Sal, u n Soneto en alabanza del autor y de su libro, y dos Décimas de otro religioso anónim o de la Merced. El original carece de dedicatoria y de prólogo, así c o m o de versos dirigidos a su destinatario. 2. A la mencionada portada sigue una décima A la S. y R.M. de/nuestro catho/lico Rey y/S. Don Carl[os] II [folio 3r] sobre los riesgos del libro en alegoría de la barca en procura de p u e r t o y abrigo amenazada de las tormentas y de sus enemigos; y a continuación: 3. U n a dedicatoria a Carlos II que desarrolla el contenido de la décima precedente [folio 3v a 4r]. Hay luego una 4. Segunda portada: Svma y Epilogo de/lo más essencial que contiene el libro in/titulado Cautiuerio feliz y guerras di Hatadas del Reyno/ de Chille, cuios dis/cursos por amior están dirigidos a la S. y R.M. de nuestro Rey y Señor D. Carlos II// Por el mestre de campo general del Reyno /de Chille D. Fran.co de Pineda Bacuñan/Gouernador de Placa de armas /y fortificaciones del puerto de/Valdiuia, en el Perú// Encamina este epilogo al Serenissimo/ y Altisssimo Señor Don Juan de Austra/para que con su amparo y protección/llegue seguro a las Reales manos/y por su medio consiga el fin/que su auctor pretende. / / En el Reyno de Chi/le, sacado del original/fielmente en 19 de/ sept. de 1675 Años [folio 5r]. Esta es la portada del resumen o recopilación del Cautiverio feliz o más exactamente de lo que el autor llama su «suma y epílogo» o «epílogo y compendio» del libro, la primera de las dos partes principales del códice. 5. La portada va seguida de una dedicatoria a D . J u a n de Austria, príncipe de la mar [folios 6r a 8v], c o m o intercesor ante el monarca de las verdades proclamadas por el autor, y de u n 6. Prólogo Al lec/tor [folios 9r a lOr], que pondera el interés g e n eral y el alcance universal del libro. 7. Antes de entrar en el resumen de su historia Pineda y Bascuñán introduce dos textos descriptivos, n o conocidos antes, que obedecen en términos generales a las características de las descripciones geográficas codificadas p o r las « O r d e n a n z a s de d e s c u b r i m i e n t o s » y la «Instrucción y Memoria», de 50 capítulos, de Juan López de Velasco,

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

para describir pueblos de españoles, difundidas en toda América en 1577. Para juzgar de la adecuación a las normas generales de la descripción geográfica puede observarse la semejanza entre éstas y la c o rrespondiente a la Descripción universal de las Indias (1574) 4 , del propio López de Velasco en la parte correspondiente a la descripción g e o gráfica de Chile. Estas partes se llaman: Descripción mani/festatiua de las calida/des de la tierra del/Reyno de Chille, de su /costa y puertos,/succinta y/ breue. [folios 20v a 28r] Ambas descripciones renuevan, p o r otra parte, las descripciones de la tierra hechas por Valdivia, Vivar, (Ercilla), Góngora y M a r m o l e j o y Ovalle, pero es perceptible en ellas la adhesión a las normas impartidas dentro de una redacción que tiene el estilo literario de las crónicas y del autor, sin el despojo enumerativo y telegráfico de las descripciones hechas p o r funcionarios 5 . 8. A estas descripciones siguen cuatro Octavas/que están al pr/incipio del lib/ro dedicado al Rey / Nuestro Señor/Carlos se/gundo/ [folio 28v a 29r], Todas sobre el mismo tema de la Décima anterior, de la barca asaltada por las tormentas y asediada de enemigos, que procura llegar a p u e r t o y encontrar protección y seguro en el monarca al que va dedicado. Son enteramente nuevas y n o hay noticia de ellas en el m a nuscrito de 1673. 9. El c u e r p o del resumen de Cautiverio feliz comienza con la transcripción completa del capítulo I del Discurso 1, que Pineda Bascuñán separa dejándolo a manera de exordio. O r d e n a enseguida la parte autobiográfica, que incluye el original c o m o capítulo II, y que en el n u e vo códice formará el capítulo 1 del Discurso I. Encabeza este exordio con las palabras siguientes El principio de esta/ recopilación i breue/ suma me pareció coueniente se tuuiesse con/el primer cappitulo del Libro al pie de/la letra sacado para que se recopnosca y/se entienda que los demás que/se le siguen lleuan la propia/ forma y estilo, y también/porque se trata de la adulación/y mentira de que deuen/apartarse con/effecto los/escrip/tores/ de historias. Esta introducción se cierra con el siguiente comentario del autor: [folio 34r] Aviendo sacado del volumen deste libro una recopilación y suma de lo más essencial que contiene y remitidola al Serenissimo Señor Don fuan de Austria con la Dedicatoria antecedente y su prefación al lector, me pareció

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Geografía

5

Sobre las descripciones de Chile ver el artículo de Lucía Invernizzi, 1984.

y descripción

universal

de las

Indias.

UN INÉDITO DE FRANSCISCO NÚÑEZ DE PINEDA

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conueniente y aun necessario poner al principio de mis Discursos, que podrá ser que no todos tengan tiempos desembarazados para poder dar vista a todo lo que sus dilatadas líneas comprehenden; hallarán en esta epilogación el Alma del libro y la intención que tuuo el Autor en escriuirle [folios 30r a 33v]. La importancia de este capítulo reside principalmente en lo que su autor dice y también en proveer u n texto completo que llena las lagunas de la versión de Barros Arana debidas a los borrones existentes en el Ms. al comienzo del capítulo. El texto de 1675 muestra sin e m bargo una nueva redacción y en el texto que preparamos para la edición crítica hemos anotado 89 variantes substantivas que cambian y mejoran el texto. C o m o se recordará el capítulo I de Cautiverio feliz está principalmente dedicado a: (1) La crítica de los historiadores que mienten movidos p o r adulación, el interés o el gusto por lo fabuloso, tópico que también preocupó a los «teóricos» de la historia de su tiempo; (2) la ponderación de la escritura que oculta o n o hace inmediatamente claro su sentido para provocar al lector al placer y al estímulo de descubrir la verdad, vista c o m o modalidad y c o m o estilo de la época; lo que Gracián llamaba agudeza p o r ponderación misteriosa; (3) a la verdad c o m o el objeto mismo de la historia, en estricta coincidencia con Luis Cabrera de Córdoba; y (4) al estilo de la historia y el tópico de falsa modestia p o r la pobreza del estilo propio. Los argumentos son extraídos de los escritores antiguos, del Evangelio y de los Padres de la Iglesia 6 . 10. Siguen luego los cinco Discursos resumidos con la historia del cautiverio y sus digresiones, con explícita referencia a las amplifica-

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Ver algunas referencias a la retórica de la historia contemporánea en las obras de Luis Cabrera de Córdoba, De historia para entenderla y escribirla (1611). Jerónimo de Santa Fe, Genio de la historia (1643). Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Obras históricas de Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, ed. C. Sáenz de Santa María, 1969. Baltasar Gracián, El criticón. Crisi IV, El museo del discreto; y Agudeza y arte de ingenio. Disc.VI. D e la agudeza por ponderación misteriosa, y Disc.VII, D e la agudeza por ponderación de dificultad, y para el énfasis definidor de la disciplina que se p o n e en el ser discurso verdadero. Y también a la retórica del siglo xvil de la dificultad docta y de su función de estimular el ingenio y el deseo de descubrir la verdad o la significación tanto en las letras imaginarias como en la historia. Los argumentos de las letras clásicas, bíblicas y cristianas prestan relieve a la deliberación. El debate sobre estos temas hechos en nuestros días por Kermode y Frye (1982), entre otros, destacan el interés permanente de este tema. La parábola del sembrador, aparece como la parábola semiótica por excelencia.

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

ciones del libro original. Esta parte ocupa el mayor número de folios [folios 34r all7r].José Anadón 7 publicó los relictos de la recopilación que sigue al manuscrito de Cautiverio feliz de 1673, en los que faltan los Discursos 1 y 2 y se reproducen fragmentos de los Discursos siguientes, en los que faltan a su vez numerosos capítulos 8 . En el códice de 1675 el texto está completo y presenta algunas pequeñas variantes que acaso hablan de la redacción nueva. C o m o ha señalado Anadón, en la recopilación se encuentran informaciones parcialmente diferentes, al lado de la redundante y de la explícita indicación hecha a cada rato a las amplificaciones de diversos aspectos que se encuentran en la obra original 9 . En el Discurso 4, §16, se copia, autorizada por notario la carta del C o n d e de Alba de Liste que Correa Bello reproduce, sin la autorización notarial, en su estudio sobre Cautiverio felizw. Vale la pena subrayar que la certificación de la carta lleva fecha de 1678, lo que habla una vez más de las numerosas redacciones y revisiones que hizo Pineda y Bascuñán de sus escritos en los últimos veinte o veinticinco años de su vida. El resumen se caracteriza en general por la eliminación de los epigramas con que se traduce las frecuentes citas latinas y de los poemas incluidos en el texto original. Por otra parte, parecen aumentar las citas latinas en un afán notorio de autorizar lo proclamado, con pruebas retóricas, en autoridades clásicas, bíblicas, patrísticas y modernas. Para aquellos ilusionados en encontrar un texto que se remita exclusivamente a contar la historia del cautiverio sin digresiones y confirmar un interés predominante por procurar amenidad o rendir tributo a la ficción, debo advertir que no hay en el resumen confirmación alguna de sus expectativas. Existe una versión más sencilla y continu-

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Anadón, 1978, pp. 31-58 y anejo 2, pp. 85-141. En ella faltan enteramente los Discursos 1 (§1-8) y 2 (§1-6). C o n t i e n e fragmentos de los últimos tres Discursos. Discurso 3 (§§1-7), §1 falta, §2 incompleto, §3, §4, incompletos, faltan § 5 , 6 y 7. Discurso 4, §5, §6 falta §7, §8, incompleto, §9 y §10, faltan, §11, §12, §13, §14 incompleto, §15, §16, menos las certificaciones de la carta del C o n d e de Alba de Liste, §17, §18. Discurso 5 (§1.12), §1, §2, §3, §4 i n c o m pleto; faltan los §6 a §12. 8

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Es válida la conjetura de Barros Arana de que la Recopilación que sigue al Ms. de 1673 era un extracto de la obra, a pesar de las reservas de Anadón, 1977, pp. 21112 y de su insistencia posterior al analizar los relictos de aquella en (1978, p. 49). 10 Correa Bello, 1965, pp. 127-28.

UN INÉDITO DE FRANSCISCO NÚÑEZ DE PINEDA

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ada de los acontecimientos autobiográficos que n o dejan de apuntar digresiones de índole moral o espiritual ni, p o r cierto, a las f u n d a mentales consideraciones políticas que el cautiverio y el trato con los araucanos dictaron a Pineda Bascuñán. Por momentos, las digresiones desplazan por entero el contenido puramente autobiográfico. Entre las informaciones nuevas hay alguna página de sensual admiración por la belleza de la larga cabellera de una moza indígena, de la q u e dice: «solo ponderaré de passo y brevemente la estraordinaria hermosura del cavello que le tenía tan tupido y largo que le daba a los talones quando se destrenzaba y tendía por las espaldas; todo el ondeado, tan limpio y peinado que el mas atento y cuerdo pudiera pervertir los p e n samientos y arrastrar con violencia los sentidos» (Disc. 4, §6 infinisY Para el resto de los hechos o de las digresiones el autor remite al original si se quiere tener u n conocimiento más amplio de lo contado o dicho. Entre otras variantes, el Discurso 5, §8, incluye la extensa Oración, llamada Romance Oración en el original, menos al c o m i e n zo que se halla en el capítulo anterior (Disc. 5, cap. ix, p. 467 y pp. 470-1) compuesta en cuartetas de romance asonantadas en -e-o. Pero se elimina el resto de las composiciones poéticas, que abundan en este discurso, c o m o queda señalado. 11. El R e s u m e n termina con u n Soneto a la Virgen del Populo [folio 117v] que reproduce con variantes en el encabezamiento y en el texto el soneto conque concluye el Disc. 5, cap. xix, p. 505, del libro original 12 . 12. Finalmente, viene la segunda parte importante del libro que contiene el Breve epilogo del tratado /que se sigue sobre los medios que pueden ser/conuenientes y eficzes para el fin ultimo/de esta guerra de Chille, y para la conser/uacion de la paz, que se adquiere deducidos/ de las causas que ha manifestado el/antecedente libro de verdalderos Discursos y uerdades patentes. [folios 118r a 153r]. Constan de diez capítulos. En ellos queda refundido el contenido del índice publicado p o r Sergio Correa Bello en

11 Ver Leal, 1978, pp. 113-40, para una visión que transa entre la historia y la ficción, postulando un género híbrido, luego de revisar la bibliografía sobre el tema. 12 El original de C F tiene el siguiente número de capítulos por cada u n o de los cinco Discursos: Disc. 1 (i-xxi), Disc. 2 (i-xxxi), Disc. 3 (i-xxxv), Disc. 4 (i-xxxviii) y Disc. 5 (i-xxvi): total 151 capítulos; el resumen: Disc. 1 (1-8), Disc. 2 (1-6), Disc. 3 (1-7), Disc. 4 (1-18), Disc. 5 (1-12): total 51 párrafos.

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

1965 13 que constaba de diecisiete. Se eliminan principalmente las referencias directas a los eclesiásticos, entre los ministros y superiores, y las cuestiones referentes a los indios se reducen condensadas en un número menor de capítulos. De la existencia de este tratado tenemos noticias provistas por el mismo Pineda desde 1664 en su cartas a Felipe IV y al virrey del Perú 14 . En su proyección práctica quedan resumidas en este Breve epílogo las observaciones fundamentales del libro político en una síntesis que tiende a aproximar las características generales de la crítica política de los que gobiernan con las particulares circunstancias de Chile y con la experiencia personal del autor. El carácter de esta parte acentúa la función del autor como «consejero» y la representa vivamente en los términos proféticos y en la identificación, una vez más, con la figura de Cristo. El consejero verdaderamente virtuoso debe decir las verdades al príncipe sabiendo que ellas le traerán violencias inevitables y debe hacerlo en toda circunstancia. El epílogo es la recapitulación de los aspectos significativos de la función del consejero y en tal sentido aparece determinada por un rasgo que los libros de regimine principum tenían por complementario de la descripción de las virtudes del príncipe. Para terminar, el códice de 1675 nos confirma en la idea de que el inclusionismo característico de la literatura del siglo XVII permite distinguir en Cautiverio feliz, entre otros, los siguientes libros: 1. El libro político que Meza Villalobos (1958) y Correa Bello (1965) intentaron definir sin llegar a precisar su carácter de regimiento de príncipes que presta su unidad ideológica y tipológica a la obra 15 , en su aspecto general; la ordena en la tradición de la historia jesuítica y la conecta a las significativas y complementarias normas de conducta virtuosa de los consejeros o privados como se formulan en el frecuentemente citado Furio Ceriol y otros 16 . Sus motivos fundamentales son Cristo como modelo del príncipe justo y las virtudes que le deben adornar; entre ellas la justicia en sus diferentes formas, con el

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Correa Bello, 1965. D o c u m e n t o número 4, pp. 131-34. Correa Bello, 1965, pp. 128-30. 15 Sobre esto escribió su tesis doctoral Dennis Pollard, de la Universidad de Michigan, «Rhethoric, Politics and the Kings Justice in Pineda y Bascuñán s Cautiverio feliz, en 1986. 16 Ver Arnoldsson, 1956, pp. 40-44. 14

UN INÉDITO DE FRANSCISCO NÚÑEZ DE PINEDA

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acento puesto sobre la justicia distributiva, que nos anticipa el resentimiento de los beneméritos, en el libro-memorial 1 7 . 2. El libro moral y espiritual que comunica la perspectiva ideológica a la moral ascética, con la exaltación de las virtudes, la procuración de la ayuda divina y el temor constante a las acechanzas del demonio 1 8 . 3. El libro de historia particular, autobiografía verdadera del cautivo y de sus experiencias de capitán español cautivo entre los indios araucanos, que encuentra en los libros anteriores el m é t o d o para dar valor intersubjetivo y autorizar el carácter verdadero de su experiencia (adtestatio rei visae) sobre los yerros de la política de Indias y para p o n e r el f u n d a m e n t o y exponer las causas de las guerras interminables de Chile. Los cronotopos del viaje: el triunfo sobre los obstáculos del mal y de la injusticia; el cautiverio que mira a su redención final, dan forma a la autobiografía ejemplar 1 9 . 4. El libro memorial, escrito para exponer los motivos (fundamentos y causas) para la petición, propuesta y defensa de u n cambio de estilo para gobernar las Indias. Aquí se ordenan las cuestiones capitales que dan referencia concreta a la situación chilena: el incumplimiento de las cédulas reales, los gobernantes codiciosos, la esclavitud de los indios, las paces inestables, las malocas españolas, el desconocimiento de los beneméritos y la ignorancia de su premios y honras: «El R e y manda que se premie y hondre a los beneméritos»; las injusticias que se cometen a causa de la lejanía del R e y ; la postulación del buen natural de los indios y de los malos ejemplos de los españoles, incluidos los eclesiásticos, etc. etc.; y 5. Libro de historia moral de los indios (antropología cultural), de sus costumbres matrimoniales, religiosas, festivales y funerarias, que aspira a definir su verdadero ser ante los que les imputan ser herejes y apóstatas.

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Raquel Chang Rodríguez ha abordado el estudio de este aspecto en términos de maña y enmascaramiento del deseo de poder luego de sus primeros ensayos m o derados: 1975, pp. 657-63; 1978, t o m o III, pp. 1361-70; y 1982. 18 Anadón (1972) considera pintorescos los «escrúpulos ante la mujer» de que habla Imbert; Leal (1978, p. 137) por su parte, dice: «más que escrúpulos mortales entrevemos cierto latente homosexualismo durante su juventud». 19 Entre las lecturas recientes, Leal, 1978. pp. 113-40.

XII. M E Z C L A N D O LA P L U M A Y LA ESPADA: POESÍA Y R E T Ó R I C A D E CAUTIVERIO FELIZ

Nuestro propósito en estas páginas es destacar y describir el lugar que ocupa en la disposición retórica del Cautiverio feliz una variada muestra de poemas, originales unos, otros traducidos y algunos pertenecientes al ingenio de otros autores, oportunamente citados por el narrador del libro. Los poemas se distribuyen en los preliminares y remates del libro y en su cuerpo a lo largo de los cinco discursos y numerosos capítulos de cada uno. Intentamos al mismo tiempo destacar en el plano del sentido del libro de qué manera las poesías proveen nuevas modalidades de significado tropológico que ordenan una serie de aspectos del cautiverio para complicar y enriquecer la significación del libro y de su origen cultural barroco. Dividiremos nuestra exposición de acuerdo a lo dicho y al contenido de las manifestaciones poéticas en poesías originales, traducciones de la lengua latina y del mapudungun, versos trocados, en español, de otro autor, y poemas de otros ingenios. Medina comentó las poesías originales y las traducciones en su Historia de la Literatura Colonial de Chile1 y siguiéndolo en parte lo hizo Menéndez Pelayo, en su Historia de la poesía hispanoamericana2; en nuestros días las ha comentado José Anadón 3 , quien esencialmente comparte los juicios de Menéndez Pelayo.

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1878, I, pp. 309-22. 1958, II, pp. 261-64. 1977, pp. 42-50.

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LETRAS DEL R E I N O D E CHILE

POESÍAS ORIGINALES

Las poesías del Cautiverio feliz se ordenan motivadas por las situaciones en que se encuentra el cautivo y vienen a sumarse a múltiples ejemplos, lugares bíblicos, pruebas y argumentos, y c o m o un agregado que sirve al ornato del discurso. Se trata en muchos casos de p o e mas que p u e d e n leerse además c o m o unidades independientes de valor poético propio. Las poesías originales pueden hallarse unas dentro de la disposición retórica del libro en sus preliminares, con poemas en octavas reales de dedicación al rey Carlos II, y otras en la conclusión, fuera del último capítulo del Discurso final (5.26), a manera de colofón, con versos de intercesión. Dentro de los Discursos y de cada capítulo en que es posible encontrarlas, las poesías acompañan c o m o u n comentario o nuevos argumentos, poéticos éstos, situaciones caracterizadas por la hora y la disposición del ánimo del cautivo. Se trata p o r lo general de textos morales o piadosos, evocados en horas matinales, en el bosque, en soledad o en el ocultamiento ante la amenaza de otros caciques. Se vinculan todos a la situación del cautiverio con ánimo piadoso y meditativo. Algunos de ellos despliegan más de una interpretación alegórica del cautiverio cuyos variados significados arrojan una luz nueva sobre el carácter y los sentidos del libro y de su narración. Entre las poesías originales se cuentan nueve composiciones: u n p o e m a en sexteto-liras, cincos romances y tres sonetos endecasílabos. Se trata de poemas de encomio y de otros elegiacos que lamentan el bien o la felicidad perdidos, y poemas de oración, plegarias enderezadas a distintos fines. Los poemas morales escritos en el estilo clásico establecen el h e c h o o la situación y n o la valoran sino c o m o dolor y consciencia de la inestabilidad de la Fortuna. Luego darán lugar al p o e ta piadoso en consonancia con una dimensión de sus discursos, en que se consuela aceptando la desventura c o m o retribución a la bondad de Cristo y de la Virgen. Esta poesía piadosa le sirve para dar múltiples dimensiones significativas a su libro haciendo uso de la dificultad d o c ta y del concepto que le permite ocultar el sentido para despertar el interés en descubrirlo. Gracián considera éste u n caso de agudeza p o r semejanza y trae en su Agudeza y Arte de Ingenio, en I, Disc, IX, un ejemplo similar de Góngora con desarrollo de la alegoría seguida de su aplicación.

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E l p r i m e r o d e estos t e x t o s o r i g i n a l e s q u e a p a r e c e e n el l i b r o es el « R o m a n c e en agradecimiento a Maulicán». M e n é n d e z Pelayo l o c o n sideró una imitación de u n célebre r o m a n c e de G ó n g o r a q u e n o i d e n tifica. L o s e c o s c o r r e s p o n d e n al r o m a n c e «Entre los sueltos caballos», del p o e t a e s p a ñ o l , e n el q u e el c a u t i v o m o r o d i c e : «Por tu espada y p o r t u trato / m e has c a u t i v a d o d o s veces». E l p o e m a se articula e n la n a r r a c i ó n c o n m o t i v o d e la p r o t e c c i ó n q u e M a u l i c á n b r i n d a al c a u t i v o c u a n d o o t r o s c a c i q u e s i n t e n t a n darle m u e r t e . «Estas r a z o n e s — d i c e P i n e d a — m e o b l i g a r o n a e c h a r m e a sus p i e s y c o n el a g r a d e c i m i e n t o d e b i d o decirle, c o n submisas r a z o n e s y r e n d i m i e n t o s alegres, l o q u e c o n palabras ni r e t ó r i c o s estilos p o d í a el a l m a significarle, y así p r o r r o m p í g o s o s o el s i g u i e n t e r o m a n c e , q u e e n su l e n g u a e s c u c h ó el s e n t i d o d e m i i n t e n t o c o n agrado» (1. 1 1 ) . E s t e p o e m a d e a g r a d e c i m i e n t o p r o p o n e p o r p r i m e r a v e z el s e n t i d o m o r a l d e l ' c a u t i v e r i o f e l i z ' , p r o v e n i e n t e d e la d i g n i d a d y calidad n o b l e d e l s e ñ o r o a m o , g u e r r e r o v a l e r o s o y d i g n o , c u y o s m é r i t o s y b o n d a d le c a u t i v a n e n m e d i o d e sus males; su p r o t e c c i ó n o d e f e n s a a d e m á s d e los e n v i d i o s o s , su p i a d o s o c e l o le gana, le aprisiona, «feliz c a u t i v o e n h a l l a r m e / s u j e t o a tus n o bles prendas». P r o d u c e u n a p a r a d o j a q u e m o d i f i c a la desgracia d e l c a u t i v e r i o h a c i é n d o l o f e l i z p o r la v i r t u d del a m o o señor. E s t e es el s e n t i d o d e la i m a g e n e s c o g i d a , q u e se reiterará l u e g o referida a otras s i t u a c i o n e s d e p e n d i e n t e s del p o d e r o d e d i f e r e n t e s señores. E l p o e m a se e n u n c i a c o m o a g r a d e c i m i e n t o , d e s c r i b e la s i t u a c i ó n real d e l c a u t i v e r i o e f e c t i v o y su f o r t u n a adversa. R e c h a z a la q u e j a p u e s t i e n e e n el c a c i q u e el e s c u d o q u e l o p r o t e g e . P e r o ésta se m o d i f i c a y a c r e c i e n t a c o n la alabanza d e la calidad del s e ñ o r p o r sus v i r t u d e s . L o t i e n e p r e so es cierto, p e r o — « c o n tu p i a d o s o c e l o / m á s v e c e s m e a p r i s i o n a s t e » — su c o m p a s i ó n le g a n a hasta h a c e r f e l i z su c a u t i v e r i o y l l e g a a d e f e n d e r l e f r e n t e a las p o s i b i l i d a d e s d e los e n v i d i o s o s q u e q u i s i e r o n matarlo. C o n c l u y e c o n la m a n i f e s t a c i ó n del d e s e o d e q u e v i v a m u c h o s años a pesar d e los c o b a r d e s q u e se le o p o n e n . Este r o m a n c e e n a g r a d e c i m i e n t o m o d i f i c a c l a r a m e n t e el s e n t i d o literal d e l c a u t i v e r i o f e l i z i n d i c a n d o las r a z o n e s y h a c i e n d o el e l o g i o d e l c a c i q u e g u e r r e r o M a u l i c á n q u i e n j u n t a valor, v i r t u d y cortesía: Cautivo y preso m e tienes por tu esfuerzo, no es dudable; mas con tu piadoso celo más veces me aprisionaste.

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mas podré decir, que he sido feliz cautivo en hallarme sujeto a tus nobles prendas, que son de tu ser esmalte. Vivas, señor, muchos años a pesar de los cobardes que con émulos se oponen a tus acciones nobles. (1.11)

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Emulos significa envidiosos y se refiere a aquellos q u e procuraban su m u e r t e y encontraron u n constante rechazo del cacique Maulicán a sus deseos. R O M A N C E EN AGRADECIMIENTO A M A U L I C Á N , MI AMO, DEBIDO A SUS AGASAJOS Y CORTESES ACCIONES

Estas mal medidas letras que de un pecho ardiente salen, mi agradecimiento ofrece a ti, valeroso Adlante. En la guerra batallando, 5 mal herido en el combate, desmayado y sin sentido, confieso me cautivaste. La fortuna me fue adversa, si bien no quiero quejarme 10 cuando tengo en ti un escudo para mi defensa, grande. En la batalla adquiriste nombre de esforzado Marte, y hoy con tu cortés agrado 15 eternizarás tu sangre. Porque al valor y al esfuerzo que le asiste lo agradable, no ha menester más crisol para mostrar sus quilates. 20 Cautivo y preso me tienes por tu esfuerzo, no es dudable; mas con tu piadoso celo más veces me aprisionaste. Mas podré decir, que he sido 25 feliz cautivo en hallarme

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sujeto a tus nobles prendas, que son de tu ser esmalte. Vivas, señor, muchos años a pesar de los cobardes 30 que con émmulos se oponen a tus acciones nobles. (1.11) En un texto que puede recordarnos una descripción del P. Alonso de Ovalle 4 , como perfección natural que ilustra la grandeza divina, Pineda lo inscribe en el mismo sentido, pero poniendo el acento en el contraste entre la perfección admirable de la naturaleza y la desgraciada condición que padece el desdichado. Introduce el poema de la siguiente manera: «Estando entre estos discursos varios, considerando también el estar ausente de mi padre y de mi casa y de los míos, enternecida el alma y pensativa, ocurrieron al entendimiento los siguientes versos a lo dicho, y a lo deleitable de aquel aposento, que, aunque en prosa y en verso quisiera pintar con arte la amenidad de aquel sitio, no podré darle la perfección que en sí tenía» (1.15: 162) Entre marmóreos riscos, cuya guirnaldas verdes Febo dora de famosos lentiscos, principio cuyo humildemente adora una fuente risueña que por regar sus plantas se despeña, formó naturaleza de brutescos peñascos aposento, con tanta sutileza que suspensión causara al más atento, por ver que sus honduras labran techumbres para sus alturas. Pabellones copados a aquesta cumbre sirven de edificio, con arte originados de dos firmes columnas, que el bullicio de aquel cristal corriente los sublimó por cima de su frente.

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C o m p . Histórica relación del Reyno de Chile, lib. I, cap. vii.

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AI son de sus corrientes, imitadoras lágrimas envía fenicio, viendo ausentes los bienes que en un tiempo haber solía; que siempre el desdichado jamás conoce el bien si no ha pasado.

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(1.15)

El poema está escrito en sexteto-lira; es decir, en una estrofa de seis versos en que alternan versos heptasílabos y endecasílabos, con rima aBaBcC. La empleó Fray Luis de León en sus traducciones de Horacio. El cuadro que traza se corresponde estrictamente con una descripción del capítulo 15 del Discurso 1. Parte de la narratio del cautiverio y ambas se inspiran en la Metamorfosis de Ovidio (viii, 329-38), Silva frequens

trabibus... — d e s c r i p c i ó n d e u n locus amoenus.

La alusión

a Fenicio (Phoenix) compañero de Aquiles, corresponde a la caza del oso de Calidonia enviado por Diana enfurecida; pero el llanto de Phoenix corresponde a Artis amatoriae, I, 337. El poema construye o pinta un espacio natural de portentosa perfección simétrica que j u e ga con las relaciones opuestas de honduras / alturas, fuente risueña / imitadoras lágrimas. En contraste con la perfección del paisaje y m u n do natural, y el equilibrio simétrico de la construcción natural, Fenicio llora lamentándose por el bien perdido. Pineda y Bascuñán emplea estos sexteto-liras para ilustrar con un ejemplo poético la lamentación y contrastar la perfección del m u n d o natural con la imperfección del hombre. Pineda describe el admirable lugar como expresión de la gloria divina —los cielos y la tierra proclaman la grandeza del Creador. Es interesante comprobar que el motivo ovidiano encuentra un equivalente en el paisaje chileno, más allá del simple recurso al locus amoenus para describir un paisaje hermoso. Pineda rescata el motivo de la caverna de simetría perfecta, y lo contrasta distanciándose de la belleza manchada por el uso práctico o vulgar a que la destinan los indios. El m o tivo destacable y epifonémico son los pensamientos tristes que le acompañan en medio de lo ameno y deleitable. Este episodio «de memorias tristes» encuentra su epílogo en el mismo capítulo con la cita y traducción del Salmo 6, que veremos más adelante al ocuparnos de las traducciones. El romance «A la inconstante fortuna» (1.20), en versos octosílabos de rima asonante -a-o, se introduce cuando el cautivo está oculto mientras Maulicán delibera con los caciques encabezados por

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Inailicán, que traman prenderlo engañosamente y darle muerte. «Y estando de pensamientos varios combatido y de penas y aflicciones rodeado, considerando la inconstancia de los tiempos y de los altibajos de nuestra humana vida, se vinieron al entendimiento los siguientes versos». El romance es el ruego o súplica del desdichado para que la rueda de la fortuna se mantenga en movimiento. Así lo manifiestan los versos iniciales que le sirven de modelo: Rueda, fortuna, no pares hasta volver a subirme porque el bien de un desdichado en tu variedad consiste.

La derivación va ilustrando la experiencia del desdichado en sucesivas amplificaciones: primero estuvo en lo más alto y ahora en lo más humilde; entonces, le pareció imposible que llegara al punto más bajo: fue dichoso un tiempo dándosele todo y ahora se le ha quitado todo; la inconstancia de la rueda abate al que merece y premia al que no sirve; tu inconstancia es tu esencia; la esperanza me anima pensando que mientras más me afliges más cerca estoy de la gloria que me impides: ruega finalmente a la rueda que no pare en su daño para alcanzar la breve dicha segura. El romance apunta más allá del tópico de la rueda de la Fortuna, a una situación general que Pineda representa como la situación del reino: un mundo al revés —¡abatiendo al que merece / sublimando al que no sirve!— que es un aspecto central del libro y de su visión histórica y social. El romance se refiere menos al cautiverio que a la situación de permanente injusticia que padece Pineda al tiempo de la escritura de su libro. Disfrutó de la altura creyendo que su bien sería permanente, pero no fue así. El hablante lírico ruega a la Fortuna que no pare y le vuelva a subir a las alturas del bien desde la tierra más humilde en donde lo tiene postrado: A LA INCONSTANTE FORTUNA

Rueda, fortuna, no pares hasta volver a subirme porque el bien de un desdichado en tu variedad consiste. Un tiempo me colocaste con las estrellas más firmes,

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y ahora me tienes puesto en la tierra más humilde. Entonces me vi tan alto, que me pareció imposible ver mis glorias humilladas a los pies de quien las pise. Tan dichoso fui en un tiempo, que me diste lo que quise, y hoy te me muestras contraria, quitándome lo que diste. Tu natural inconstante con varios efectos vive, abatiendo al que merece, sublimando al que no sirve. Si tu inconstancia ignorara quejarme fuera posible, pero es forzoso que ruedes cuando con tu ser te mides. La esperanza me sustenta de ver que cuando me aflijes, tanto más cerca me hallo de la gloria que me impides. Que no pares en mi daño la rueda, quiero pedirte, porque es mi dicha tan corta que presumo ha de estar firme.

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Como el anterior, el romance «Dejadme imaginaciones» suplica: esta vez quiere llorar para aliviar su aflicción, como los versos iniciales consignan: Dejadme imaginaciones, dejadme llorar un rato: veré si llorando puedo dar a mi pena descanso.

La derivación es insistente y redundante y se desarrolla por incrementos hiperbólicos que señalan sus ojos —claras luces, fuentes, anegados, arroyos colmados, avenida, naufragio, vado— la abundancia de su llanto y la liberación de sus penas. Todo lo cura el tiempo. Duplica el sentido de la situación del autor, comparable a Jeremías en la que-

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j a y la aflicción de sus discursos y haciéndose a la paciencia de J o b que será su premio. Magnifica las dimensiones o la intensidad de su pesar c o m o el mar que los tiene anegados o c o m o arroyos colmados —«Para que con sus avenidas / salgan pensamientos varios». Se reconoce a sí mismo en la aflicción y el llanto que la mitiga. Termina en una conclusión: Mas no me admiro lloréis pues con eso halláis descanso, que es propio del afligido mitigar su mal llorando. (5.9)

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La composición queda motivada en el Discurso 5, capítulo 9, c o m o expresión de la angustia que lo domina cuando tratando su rescate encuentra las parcialidades caribes, es decir, salvajes, que desean su muerte. E n su retiro en el bosque donde ora, le acompañaron esos versos y desahogaron su pecho. El afligido ruega que se le deje llorar —quiero llorar— para aliviar el mal que le abruma. Seguido de un comentario sentencioso: ROMANCE

Dejadme imaginaciones, dejadme llorar un rato: veré si llorando puedo dar a mi pena descanso. Dejad que mis claras luces despidan de sí cuidados que tal vez al pecho afligen si quiere disimularlos. Y pues estáis, ojos míos, tan llenos de pena y llanto, desaguad por esas fuentes el mar que os tiene anegados. Dejad que se precipiten esos arroyos colmados, para que con su avenida salgan pensamientos varios. Con valeroso denuedo arrojadlos al naufragio que tal vez al atrevido

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le favorecen los hados. Al prudente sufrimiento se sujetan los contrarios: sufrid, que todo lo vence el tiempo con darles vado, y pues Jeremías fuisteis en lo afligido y llorado, sed Job en tener paciencia, que en ella hallaréis el lauro. Mas no me admiro lloréis pues con eso halláis descanso, que es propio del afligido mitigar su mal llorando. (5.9)

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En los capítulos 9 y 10 del Discurso 5, se construye retóricamente la experiencia piadosa de Pineda, evocando su infancia y el efecto que produjo en él la imagen de la Virgen del Pópulo existente en el c o n vento de Chillán, lo que le va a servir para presentar la visión de la Virgen c o m o intercesora. El poeta construye la imagen del cristiano piadoso cuya devoción se remonta a esos tempranos años. En estos capítulos, se desarrolla una oración en tres m o m e n t o s , acompañados de múltiples amplificaciones, que parte aludiendo al salmo «Superflumina Babylonis» (Psalm. 136) de David, y que rematan en un primer «Romance» (5.9), en busca de consuelo mediante las lágrimas, y en el « R o m a n c e oración» (5.10) cuya importancia deriva de la pluralidad de significados que comienza aquí a construirse en relación al 'cautiverio feliz'. Todo ello es, sin embargo, parte y producto de la amplificación del significado de la oración y de la precariedad del h o m b r e y su dependencia divina. El poema «Romance y oración» (5.10), escrito en romance de rima asonante -e-o, se articula en u n capítulo q u e el cautivo dedica a la oración diciendo: «Acabé mi oración con los siguientes medidos renglones, que a los principios de mi cautiverio a la m e m o r i a ocurriera, con los cuales todos los días solía dar principio a mis devociones, y aquí pondremos fin con ellos a mis súplicas y lastimosos ruegos» (5.10: 375 y ss). Los doce primeros versos actualizan la condición precaria del h o m b r e ante el Señor. Introduce luego el anuncio de la pluralidad de discursos y pensamientos que adquieren relieve en diversos m o m e n t o s o partes. El espíritu del hombre piadoso goza en m e d i o de

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sus tormentos; considera dichosos los que despiertan a este sentido; padece con gusto sus trabajos y adversidades En este feliz destierro; sus tribulaciones han sido un freno que ha encaminado sus pasos; todos esos padecimientos son efectos del amor de Cristo; alaba a Dios como refugio, consuelo, cárcel gustosa y feliz cautiverio; suplica lo guíe a su servicio; pone todas sus obras en el espíritu de Cristo; y concluye suplicando por la sangre de Cristo y por la Virgen que le patrocinen y socorran «Al que os invoca afligido / y al que está cauptivo y preso». Este poema es recogido, por Medina 5 , y debido a su extensión incluido en su Apéndice, junto con otros ejemplos de poesía de otros poetas. El «Romance y Oración» propone diversos —al menos tres— sentidos del cautiverio que enriquecen y complican la significación de las poesías y el sentido del libro. En la Oración es el hablante piadoso quien habla desde la experiencia del destierro y de los trabajos que ha aprendido a soportar en el espíritu de Cristo. Alude a la diversidad de discursos y pensamientos que predominan en su ánimo y en diferentes momentos del poema con autorreflexión sugestiva: Diversos son mis discursos varios son mis pensamientos, y l u c h a n d o u n o s c o n otros

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es la victoria p o r tiempos.

El primero establece la dependencia y precariedad del hombre de contradicción. Luego de la autorreflexión, siguen tres cuartetas en que se formulan sendas sentencias sobre la debilidad de la naturaleza y del espíritu humanos. A ello sigue la declaración paradojal del cautiverio feliz «que atribuláis al que os huye / Porque en vos busque remedio». Varias invocaciones desembocan en el reconocimiento de la sujeción al espíritu de Cristo: «Vos mi feliz cautiverio». El sentido variante lo proporciona, en este caso, el sentido espiritual o anagògico del cautiverio como cautivo de Cristo, de su poder. R e y es el signo supremo del poder y de su dependencia feliz, su refugio, consuelo, cárcel de su gusto y feliz cautiverio:

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Historia, III, 55-60.

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Trabajos y adversidades entre inconstancias del tiempo padezco con mucho gusto en este feliz destierro. En mí las tribulaciones han sido un tirante freno que ha encaminado mis pasos y refrenado mis yerros. Todos son, Señor, favores y de vuestro amor efectos, que atribuláis al que os huye, porque en vos busque el remedio. ¡Oh! Rey de cielo y tierra, ¡oh! piadoso Padre eterno, ¡oh! Señor de lo criado, ¡oh! Dios de Sabaoth inmenso. Vos, Señor, sois mi refugio, Vos sois todo mi consuelo, Vos de mi gusto la cárcel, Vos mi feliz cauptiverio.

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Finalmente, suplica que oriente sus pasos y acepte su vida y sus obras, padecimientos y trabajos, de cristiano observante en retribución de su ayuda y consuelo. Pide, finalmente, la intercesión y consuelo de María en su cautiverio efectivo. Todos estos sentido ordenan con claridad una tipología que repite sus rasgos en diferentes planos. Se trata de la relación del subdito con su señor vista c o m o cautiverio que el señor justo — a m o , gobernador, Rey, Cristo— convierte en feliz cautiverio. El hecho efectivo se m o d i fica, entonces, p o r la ley del a m o r o de la amistad y la justicia, con Maulicán; c o m o subdito del gobernante justo, que respeta las leyes del Rey, en todos los casos de Gobernadores justos del R e i n o de Chile; c o m o súbdito del R e y justo, provisor de las cédulas reales y otras p r o visiones regias, que sirven para distinguir la justicia del R e y de las injusticias de sus malos ministros; y, finalmente, por el feliz cautiverio de Cristo, en el respeto de la ley de Dios y de la virtud cristiana. A u n q u e el libro n o desarrolla expresamente la extensión de la imagen del cautiverio a la interpretación política local ni imperial, el sentido de esa interpretación c o m o Política de Dios, en el sentido quevediano, es-

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tablece los términos equivalentes sin dudar. Es tarea del lector, y del Rey, de acuerdo al «Envío», interpretar los múltiples sentidos del libro y resolver sus alegorías. Las poesías originales del autor p r o p o n e n los términos de las alegorías c o m o apertura a nuevas posibilidades de i n terpretación del libro y de la visión histórica, política, moral y espiritual del tratado. R O M A N C E Y ORACIÓN

Gracias os doy infinitas, señor del impirio cielo, pues permitís que un mal hombre humilde amanezca a veros. En este pequeño bosque, las rodillas por el suelo, los ojos puestos en alto, vuestra grandeza contemplo. Consolado y afligido ante vos, Señor, parezco, afligido con mis culpas, consolado porque os temo. Diversos son mis discursos varios son mis pensamientos, y luchando unos con otros es la victoria por tiempos. La naturaleza flaca está siempre con recelos de los peligros que el alma tiene entre tantos tropiezos. El espíritu se goza en medio de mis tormentos, porque es docta disciplina que encamina a los aviesos. Dichosos son los que alcanzan tener aquestos recuerdos, guiados por vuestra mano para que no andemos ciegos. Trabajos y adversidades entre inconstancias del tiempo padezco con mucho gusto en este feliz destierro. En mi las tribulaciones

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han sido un tirante freno que ha encaminado mis pasos y refrenado mis yerros. Todos son, Señor, favores y de vuestro amor efectos, que atribuláis al que os huye, porque en vos busque el remedio. O h ! R e y de cielo y tierra, oh! piadoso Padre eterno, oh! Señor de lo criado, oh! Dios de Sabaoth inmenso. Vos, Señor, sois mi refugio, Vos sois todo mi consuelo, Vos de mi gusto la cárcel, Vos mi feliz cauptiverio. Lo que os suplico rendido y lo que postrado os ruego, es que encaminéis mis pasos a lo que es servicio vuestro. Q u e si conviene que muera en esta prisión que tengo, la vida que me acompaña, con m u c h o gusto la ofrezco. En vuestras manos, Señor, pongo todos mis aciertos, que nunca tan bien logrados c o m o cuando estáis con ellos. Merezca yo por quien sois lo que por mí no merezco, y por la sangre preciosa de vuestro hijo verdadero. Y por los méritos grandes de María, cuyos pechos fueron de Jesús bendito en su humanidad sustento. Y vos, Purísima Reina, escogida de ab eterno para hija de Dios Padre y para Madre del Verbo. Del Santo Spíritu esposa, de las tres personas templo, corona de lo criado,

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señora del hemisferio, patrocinad al que os llama, socorred con vuestros ruegos al que os invoca afligido, y al que está cauptivo y preso. (5.10)

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Después del final del capítulo 5.26 y del libro, a seguida del soneto acróstico a la Virgen y antes del poema de envío, el autor p o n e «fin y sello a nuestros verdaderos discursos» con el romance «Para un rato». Es éste u n extenso p o e m a escrito en octosílabos de rima asonante ue. El romance desarrolla una alegoría en alabanza de la Virgen. «El asumto que he t o m a d o / ... / es que en semejanzas f u n d e / proporcionando con ellas / las grandezas, las virtudes / de u n cielo en quien su Criador / sus maravillas esculpe». Tal alegoría se relaciona con la retórica cristiana de Fray Luis de Granada, en Introducción al símbolo de la fe, y el dictum «Caeli enarrant gloriam Dei» (Ps. 18). Hablará más adelante de «concepto» en este mismo sentido. Los rasgos alegóricos de la Virgen c o m o M o n t e — q u e remite a la visión nevada de la Cordillera de los Andes— adquiere diversas formas metonímicas redundantes como: cacumen cumbre, escarcha o nieve, agua que lava, nieve pura, nevado monte, trepado monte, firme escala, clara fuente, m o n t e sacrosanto, primer mesa, s u m m o altar, que sintetiza en la siguiente cuarteta haciendo de la montaña el símbolo adecuado de la Virgen en cuanto comunica la tierra, el suelo, con el cielo; el ser humilde o h u m a n o con el m u n d o celestial y divino. El p o e m a se ordena en dos partes redundantes que contienen su exordio y su descriptio y su conclusio. La primera comprende los versos 1-40. En ella se encuentra la proposición del asunto, seguida de una indicación del m o d o alegórico del tratamiento «que en semejanzas funde» y la narratio en que enuncia los términos de la alegoría de la Virgen de las Nieves: cumbre de las sierras, escarcha de los montes nevados, tocada de los rayos del sol divino para generar aguas que limpian, a cuyas aves los cielos les dan canciones para su alabanza. Metapoéticamente define la alegoría o semejanza propuesta. Aquestas es la semejanza que en mi introdusión propuse aqueste es el panegírico que con precisión alude.

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Sigue a continuación, w . 41-84, la descriptio propiamente tal que procede p o r amplificación de la alegoría propuesta, multiplicando en nuevos significantes la semejanza, que resume en los w . 81-84: Todas aquestas proezas finalmente se concluyen con decir que por humilde a ser la más grande sube. El segmento siguiente es una explicación del sentido de la humilitas de la Virgen apoyada en el juicio de San Agustín. A seguida en los w . 85-224, se ordena la narración de los argumentos que sostienen la elevación de la humildad —Magna excelcitudo humilium. Después de esto se ordena la conclusio del poema: Hasta aquí pudo elevarse mi pluma sin que se turbe dando a mis labios aliento porque la voz articule ¿Qué tengo más que deciros de este monte que produce nieves que al suelo reparten aguas de gracia y saludes? Luego, en los vv. 165-98, c o m o parte de la conclusión repite o enumera (enumeratio) los atributos desplegados hasta este p u n t o «Vos sois señora» en una secuencia de diez términos de una definitio. Sigue a ésta la segunda parte de la conclusión, una amplificado, con la súplica de sus favores para quienes la veneran —auditorio, cofrades, refiriéndose a los chilenos y a las amenazas volcánicas—; y una conminación a la alabanza — h i m n o s y laudes— renovada de serafines, patriarcas y vírgenes y el mismo Dios que sobrepujarán sus insuficiencias de p o e ta terrenal: porque el narrar vuestras glorias a mi cortedad no incumbe, pues para sifrar grandezas es corto el mayor volumen.

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La conmiseratio,

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c o n que se cierra la conclusión, suplica amparo r o -

gando su ayuda p o r el fin de la guerra y el triunfo de las «cristianas banderas» frente a los «temidos gandules», «porque el bárbaro no triunfe», c o n la renovación de la falsa modestia: Y a mí perdonad, Señora, la insuficiencia que tuve en querer con torpes labios deciros lo que no supe. Q u i e r e el autor t e r m i n a r de esta manera su libro y así lo expresa en los párrafos finales del capítulo 2 6 y último del Discurso 5, que cierra el v o l u m e n y remata c o n la reiteración del t ó p i c o de falsa m o destia y el final envío en verso: PASA UN RATO

Mas tened, que voy perdido porque ya todos me arguyen que he faltado a mis empeños si a salir de ellos me puse. Q u e si el blanco de mi intento son las glorias que me incumbe cantar de una Madre Virgen reina del sol que nos cubre. El asumpto que he tomado (aunque muy poco discurre en tal ocasión mi ingenio) es que en semejanzas funde; proporcionando con ellas las grandezas, las virtudes de un cielo en quien su Criador sus maravillas esculpe. Digo, pues, que nuestra Diosa es de estas sierras cacumen, cuyas nevadas cabezas en cristales se prorrumpen. La escarcha de aquestos montes con propiedad se atribuye a la Virgen de las Nieves que en su lugar contrapuse. Porque se esparcen sus aguas

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por diversos arcaduces para que todos se laven y nuestras culpas se munden. Los rayos del sol divino con soberana vislumbre hieren sus Cándidos pechos para que sus aguas duren. A las aves que goijean en aquestas scelcitudes los cielos les dan canciones para que su canto emulen. Aquesta es la semejanza que en mi introdución propuse aqueste es el panegírico que con precisión alude. Aquesta es la nieve pura que divinas hebras bruñen, aqueste el trepado [monte] que mi concepto introduce. Aquesta es la firme escala de Jacob, no hay quien [la sube] pues hace que por sus tramos los serafines se crucen. Aquesta es la clara fuente que de la más alta cumbre baja a lavar nuestras culpas para que en blanco se juzguen. Aquesta es la que en visión, mujer vestida de luces vio el amado coronista sin interrupción de nube, el sol, luna y las estrellas su sagrado vientre cubren, y por alta providencia a aquestos desiertos huye. Deja burlado al dragón que juntamente concurre a devorarle su parto entre los dientes que cruje. Aqueste es el monte santo sobre cuyas nieves luce trono del manso cordero

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y el nombre que en él se esculpe. Sólo las vírgenes cantan en cítaras y en aduses a vista de aqueste monte sacrosancto a todas luces. Aqueste es el summo altar a donde en primeras cruces se dio en holocausto el hijo al padre de eternas lumbres. Aquesta es la primer mesa donde el maná se conduce, para que crezca la vida y la muerte se sepulte. Todas aquestas proezas finalmente se concluyen con decir que por humilde a ser la más grande sube. y porque claro se vea que la humildad sobrepuje a todas las perfecciones, narraré, porque me escuchen. Ordena Dios se desprecie al altivo que presume, y a la vista del humilde le dice al profeta: surge. Pregunta el magno doctor, con su acostumbrado numen, que por qué manda se eleve cuando al más mínimo unge. ¿Tan grande era el pequeñuelo, que es menester que se mude de su asiento y se levante para esta antigua costumbre? Sí, responde el santo, y dice con razones que concluyen: magna excelsitudo

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es el texto que prorrumpe! porque la humildad es tanta y de tal marca su cumbre, que no hay profeta que llegue por mucho que se apresure. Q u e a Cristo conforte un ángel

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cuando en sus angustias sude, está bien, pues que la muerte aguarda que le ejecute. Pero, que para ser reina la Virgen santa se excuse, y esforzada de los cielos el mesmo arcángel le ayude! Aquesta es la maravilla, este el portento que arguye a la humildad más brillante quilates de mayor lustre. Hasta aquí pudo elevarse mi pluma sin que se turbe, dando a mis labios aliento porque la voz articule. ¿Qué tengo más que deciros de este monte que produce nieves que al suelo reparten aguas de gracia y saludes? Vos, Señora, sois la escarcha, las perlas que se sacuden para que se rompan hierros de depravadas costumbres. Vos sois, Señora, la escala de Jacob, por donde suben nuestras ofrendas al cielo por aquesos arcaduces. Vos, Señora, sois la fuente que baja de aquesas cumbres para que el alma se lave y entre renglones se juzgue. Vos sois la visión hermosa cubierta de varias luces, vestida del sol y estrellas, sin apariencias de nube; vos el altar soberano donde el Padre de las lumbres ofreció el Hijo holocausto de sus esperadas cruces; vos sois aquel monte santo sobre cuyas altitudes pone su trono el cordero

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y sus grandezas esculpe; vos sois, Señora, la mesa donde el maná se produce; sois por quien muere el dragón y sus fieros dientes cruje; sois el pequeñuelo humilde que el mayor profeta os unge, porque los demás no pueden alcanzar aunque madruguen, sois la que para reinar es menester que os ayude el que a Cristo dio consuelo cuando sin él se presume; sois, al fin, el complemento de las mayores virtudes, pues la humildad será el blanco donde todas se dibujen. Y pues os nombráis piadosa y en vos este nombre luce, tuteladnos como madre cuando reina os constituyen. Mirad con serenos ojos a vuestro auditorio ilustre que fervoroso os celebra si con devoción acude. Vuestros humildes cofrades que a esclavos se os restituyen, ricos efectos ofrecen aunque pobres los murmuren. Debajo de vuestra sombra recogedlos porque huyen del fuego que los abraza por las centellas que escupe. Refrescad con vuestras nieves la nieve que los consume, con ardores del olvido de lo que importa que cuiden. Canten vuestras alabanzas en acordados laúdes los serafines más altos; los ángeles os saluden; los patriarcas os alaben,

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los profetas os anuncien, los apóstoles os sirvan, los mártires os encumbren, los confesores declaren, las vírgenes no se excusen, y el mismo Dios con ventajas himnos y laudes pronuncie. Porque el narrar vuestra gloria a mi cortedad no incumbe, pues para cifrar grandezas es corto el mayor volumen. Amparadnos cual patraña y haced que se desocupen de enemigos las fronteras que a vuestro cargo relucen. Tocad al arma, Señora, no déis lugar que se burlen de las cristianas banderas estos temidos gandules. Haced que las cajas suenen y los clarines retumben, los soldados que disparen los mosquetes y arcabuces. Rompan con vos la batalla, y la victoria asegure vuestro poder soberano porque el bárbaro no triunfe. Y a mí perdonad, Señora, la insuficiencia que tuve en querer con torpes labios deciros lo que no supe. LAUS DEO. (5.26, epílogo)

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El libro contiene también tres sonetos de diversos caracteres, entre ellos uno acróstico. El primero de ellos (2.5), «soneto a la inconstancia del tiempo y a la mudada del traje del autor», según reza una nota al margen refiriéndose a la primera ocasión en que el cautivo cambia su traje de español por el traje indio. Contemplándose así se le hace patente «la poca estabilidad de las cosas humanas» . El soneto de rima ABBA ABBA CDC DCD, tiene por matriz ¿Quién soy yo? (o ¿Soy el que era?) e intenta responder la pregunta desde la experiencia de la in-

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estable felicidad / infelicidad, desde el emblema de la Rueda de la Fortuna. En un principio es la experiencia de la dicha a la que sucede la dicha perdida por un giro de la Rueda de la Fortuna y remata en la conclusión moral diciendo que no hay que confiarse hasta el día de su muerte: SONETOS

¿Soy el dichoso yo, soy por ventura quien debajo del pie tener solía lo más sublime que corona el día, teniendo en poco la mayor altura? ¿Soy quien jamás vio la desventura, por ver que con el cielo competía mi loco pensamiento y que a porfía encumbrarse soñaba sin mesura? Yo soy; mas ya no soy, que el tiempo lo que firme parece al pensamiento, pues vemos que el más alto se le atreve. Ninguno en su vital estribe aliento, ni piense que la gloria se le debe hasta que tenga el fin feliz asiento. (2.5)

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El segundo soneto (5.19), de rima ABBA ABBA CDC DCD, es de acción de gracias a la Virgen con motivo de hallarse finalmente rescatado entre cristianos en el fuerte de Nacimiento. Con él, como en el caso anterior, cierra el capítulo. «Y echaremos el sello a este capítulo con un soneto que en acción de gracias hice luego a la Sacratísima Virgen del Rosario, que por milagrosa la tenían y reverenciaban en aquel fuerte, y quien defendió la gente que tenía dentro, habiéndolo quemado todo el enemigo». La matriz es la efectividad de la intercesión de la Virgen para quien la procura, que puede lograr lo que se creía imposible, como se expresa en el primer cuarteto que le sirve de modelo. La amplificación del segundo cuarteto para quien se encomiende a ella logra descanso y su esperanza, fin dichoso. El primer terceto ilustra esta cuestión infinita con la personal cuestión finita, su caso particular, salvado de la muerte entre los indios. El segundo terceto lo lleva a la acción de gracias por el bien inimaginable y recibido:

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E N ACCIÓN DE GRACIAS A LA VIRGEN SANTÍSIMA, HALLÁNDOME YA RESCATADO ENTRE CRISTIANOS

¿Quién hay, Señora, que valerse quiera de vuestro santo nombre, que no alcance con lágrimas orando al primer lance lo que imposible al tiempo pareciera? ¿Quién hay que en vuestras manos se pusiera, 5 Virgen sagrada, en peligroso trance, que en el mayor trabajo no descanse y su esperanza fin dichoso adquiera? Bien manifiesto está en mi larga suerte, pues que entre tantos bárbaros contrastes 10 quisisteis libertarme de la muerte. Gracias os doy ya fuera de debates, estimando el favor, y si se advierte, jamás imaginado entre rescates. (5.19) El tercer soneto sella el libro seguido del romance «Para un rato». El soneto de rimas ABBA ABBA CDE CDE, es un acróstico que dice SANTISÍMA M A R Í A , habla de Dios y del proceso de la Creación de cielos y tierra conforme a la narración del Génesis, que le sirve de subtexto, contraponiéndolo, en los tercetos al «cielo de María» que lo sobrepuja en beneficios desde el punto de vista de la Inmaculada Concepción, y saludando e invocando a la Virgen en el día que la celebra. Medina 6 malentiende el soneto porque no concede nada a la interpretación alegórica y metafórica. El que es sin fin y fue sin haber sido es el Dios eterno y en el caso el Creador. Los versos siguientes remiten al Génesis, 1, 1-19, como subtexto, y la creación del cielo, la tierra y, al cuarto día, el sol; la creación paradisíaca hace concebir el sol como inmóvil, sin mutación; aunque después, cambiante, hace florecer y verdecer la tierra. Este es el tipo que se propone para la analogía con la Virgen. El cielo de María, de m o d o semejante, da lugar a la glorificación de lo humano al recibir la luz del sol divino, razón por la cual invita a invocar agradecidos el nombre de María.

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Historia,

I, xiii, pp. 316-17.

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A LA VIRGEN SANTISÍMA SEÑORA NUESTRA, EN DÍA DE SU PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN, PARA SELLO Y FIN DE ESTE LIBRO, QUE SEA PARA MAYOR HONRA Y GLORIA SUYA.

Sin fin el que es y fue sin haber sido Al principio crió el voluble cielo; Negó hasta el cuarto día dar al suelo T a n próvido planeta, el sol lucido. Inmóvil por entonces fue tenido, Si después, generoso en su desvelo, I la tierra cambiándole el consuelo, Mostró su campo verde entre florido. A semejanza el cielo de María Mayores glorias cifra para el hombre Al recibir el sol que en sí no cabe. Reconocidos, pues, aqueste día Invoquemos, Señora, vuestro nombre: Ave María, todos digan, Ave. (5.26 in jinis) Los preliminares, p o r su parte, c o n t i e n e n dos p o e m a s y otros dos de otros ingenios que le rinden homenaje. E l primero, una redondilla, que glosa los versos iniciales de los Fastos

de Ovidio, dedica el li-

bro al rey. E n el p o e m a , representa el libro c o m o barca encaminada al p u e r t o del favor real que implora, nave pequeña que lleva en el f o n do verdades que los contrarios rechazan y p o n e n en peligro, p o r tanto, su llegada. [DÉCIMA DEDICATORIA]

Excipe pacato, Caesar Germanice, voltu hoc opus et timidae dirige navis iter (Ovidio, Fasti, I, 3-4) Vuestra majestad, señor y poderoso monarca, encamine esta mi barca al puerto de su favor, mirándola con amor que es pequeña navecilla, y en el fondo de su aquilla lleva verdades patentes, que hoy son grandes delincuentes y corre riesgo en la orilla.

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El segundo es un poema, formado por cuatro octavas reales de rima variable ABABABCC, en el que renueva la imagen del libro / barco o bajel que espera arribar a puerto, venciendo todos los obstáculos del mar y la ribera y del viento tempestuoso; lo ve recoger velas —trahere velas— en puerto seguro, protegido contra la mentira, lugar donde el genio culto es tranquilo, y se promete gozar del favor del mar. Lo invita a no atemorizarse por la historia de ciertos desengaños que, si el tiempo borró de la memoria la justicia de este mundo, una nueva esperanza se abre con los primeros pasos del reinado de Carlos II. Así dice del libro que se encontrará con la grandeza del joven Rey su destinatario eficaz, prometiéndose así el fin final de su libro que es corregir la injusticia y evitar la destrucción del Reino de Chile. Cuenta con que su libro se encontrará con el joven rey Carlos II (1621-1700), que gobernó, luego de la regencia de Mariana de Austria por la minoridad del rey, de 1665 a 1700. Este sabrá interpretar el libro resolviendo sus conceptos, que «llevando por blancos verdaderos, / entre discursos, vínculos y lazos, / los deshará el gran Carlos, el segundo, / para que enmiende el orbe y tiemble el mundo». Esto define el fin político del libro que espera un cambio de la política Real en Chile para resolver las dificultades que le propone. Discursos, vínculos y lazos son materias o aspectos velados del libro que el rey, como destinatario, deberá deshacer, desatar o interpretar para hacer patente su contenido verdadero. El tratado se presenta de esta manera como necesitado de interpretación o de la resolución de sus tipos y alegorías. Este preliminar anticipa el carácter elaborado del libro y de su discurso barroco. Los aspectos aquí señalados se reiterarán y ampliarán en el exordio que constituye el Discurso 1, capítulo 1. DEDICATORIA

Sulcar las ondas que el valor provoca a vela y remo mi bajel procura; su curso teme, y entre fiera roca rompe sus aguas de la peña dura; crece al temor después, que el viento invoca al émulo huracán, que siempre apura al más cauto piloto que, atrevido, goza de la ocasión favorecido. Amaina velas en seguro puerto su ozado intento, del silencio manzo,

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segura protección, asilo cierto contra las olas del mordaz remanzo, adonde el genio culto y más dispierto goza la flor del céfiro descanzo; mas tu tendrás atrevimiento en suma, de Neptuno el favor sobre su espuma. Y no la cierta atemorice historia de ciertos desengaños tu carrera, que si el tiempo borró de la memoria las verdaderas líneas de esta esfera, hoy tu canto cantar podrá victoria a la luz del planeta, que se espera en los primeros pasos de su oriente para que densas nubes las ahuyente. Con la mayor grandeza, en sus primeros, del resplandor luciente, tiernos pasos del monarca mayor, aunque ceveros, te encontrarás sin muchos embarazos, y, llevando por blanco verdaderos, entre discursos, vínculos y lazos, los deshará el gran Carlos, el segundo, para que enmiende el orbe y tiemble el mundo. El envío, que cierra el libro, por su parte, glosa expresamente el motivo del libro / barco a la manera de Ovidio. Pesa aquí la modestia del criollo indiano — e x c u s a d o propter infirmitatem—:

llega el libro

temeroso al juzgado cortesano de varias intenciones que juzga bien y mal en ocasiones, con la esperanza de que el lector cortesano le ayude y admita su modesto escrito en el círculo de su saber concluyendo con la sentencia: «Porque los hombres sabios / no saben con la lengua hacer agravios». ENVÍO

Missus in hanc venio timide liber exsulis urbem; Da placidam fesso, lector amice, manum. (Ovidio, Tristia, III, 1, 1-2) Enviado de mi dueño, que está en remotos reinos desterrado, me pongo en este empeño, llegando temeroso a este juzgado de varias intenciones

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que juzgan bien y mal en ocasiones. El lector cortesano, como amigo de aquel que se desvela, me podrá dar la mano y admitir mis borrones en su escuela, porque los hombres sabios no saben con la lengua hacer agravios. (5.26 in ftnis)

POEMAS DE OTROS INGENIOS

Trae el libro, en sus preliminares un «Soneto en alabanza del autor» del Provincial mercedario de Santiago Fray Florián de la Sal y unas «Décimas» de otro mercedario no identificado. Ambos destacan la unión de la pluma y la espada en el autor y la condición única y sobrepujante de su obra. En diversos capítulos, trae además dos poemas atribuidos a otros ingenios. Estos poemas aparecen motivados o relacionados con cuestiones personales como son el elogio del padre de Pineda, que el autor prefiere que haga otro ingenio que no sea él mismo. El otro es una sátira de letrados en que otro ingenio confirma o amplía lo que el autor ha dicho en la narración. De un caso particular de impunidad sostenida por las autoridades, introduce Pineda a m o d o de ejemplo, «de donde tuvo ocasión de decir los siguientes versos un autor m o d e r n o y de buen celo, trayendo a la memoria lo de más arriba referido». Estos son una sátira de los letrados en la cual se ejercita el vituperio en oportuna cita del capítulo 5 del Discurso 3. Castiga el poema, con el tópico satírico del mundo al revés, las costumbres en uso, sosteniendo que los pobres soldados no tienen que esperar premios porque éstos los obtienen los que saben robar, es decir, en este caso los letrados. C o m o consecuencia de ello e inevitablemente entonces los ejércitos chilenos se ven postrados por la intrusión en el gobierno militar de los letrados (cuyo catálogo incluye a m o d o de amplificación satírica: ... oidores, / relatores y abogados, / porteros y licenciados, / procuradores subtiles, / escribanos y alguaciles, / y solícitos agentes). A éstos, que no sirven al ejército, se premia con rentas y con honores y a éstos, colmo del m u n do al revés, tienen por valientes y a los soldados por viles.

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[SÁTIRA DE LETRADOS]

El que no tiene qué dar, no tiene que pretender, porque no hay más merecer que haber sabido robar. Ya no tienen que esperar premio los pobres soldados; con que se han de ver postrados los ejércitos chilenos, pues en marciales gobiernos se introducen los letrados. Con rentas y con honores estos sólo están premiados. Con que todos son ya oidores, relatores y abogados, porteros y licenciados, procuradores subtiles, escribanos y alguaciles, y solícitos agentes: y a éstos tienen por valientes, y a los soldados por viles. (3.5)

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El otro es u n romance «Al Maestro de C a m p o General Alvaro N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán». Se introduce al comienzo del capítulo final, que sirve de conclusión al libro, al relatar cómo él y su padre fueron a confesar y comulgar al templo de San Francisco, de Chillán, en el que habla admirativamente de su padre y de sus admirables hechos: «sólo repetiré unos versos —entre otros muchos que le hicieron— de un gran ingenio y talento conosido, ilustrado con letras divinas y humanas, viéndole impedido en una cama y que, estando de aquella suerte, aun de su nombre temblaban los enemigos, hizo el siguiente romance» (5.26). La alabanza de los atributos personales se hace en relación con el alma, el cuerpo y los hechos exteriores. Las virtudes alabadas son el origen y las hazañas: Tanto por tus claros hechos, valeroso Alvaro Núñez, cuanto por su noble sangre son los Pinedas ilustres de cuantos venera el tiempo capitanes andaluces,

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tus más comunes hazañas no son ejemplos comunes.

El valor, por sus claros hechos, sus hazañas ejemplares, su experiencia sobrepujante y numerosa que asegura la paz en Chile; a pesar de estar impedido le temen con sólo saber que está vivo; excede o sobrepuja a otros en la fama de su valor; entre los atributos externos están el honor, el nacimiento y su sangre noble, que honra a Sevilla y Chile; en cuanto al cuerpo: aún cuando más impedido, pone temor en los malos sólo saber que está vivo. Su fama sube a lo alto, fue capaz de dominar los trabajos chilenos de la guerra, rayo que combatió castigando y defendiendo la voluntad real; sus numerosos hechos requieren de más espacio, y merecen el premio del Rey; alaba a Sevilla por producir tanto valor que maravilla hasta en los rincones más remotos; concluye invitando a los poetas a cantar sus hechos y a la poesía a aprovechar la ocasión que se le ofrece para saludarlos. A L MAESTRO DE CAMPO GENERAL ALVARO N Ú Ñ E Z DE P I N E D A , A SU GRANDE O P I N I Ó N , Y A LO QUE O B R Ó EN SERVICIO DE S . M . EN ESTA GUERRA DE C H I L E

Tanto por tus claros hechos, valeroso Alvaro Núñez, cuanto por su noble sangre son los Pinedas ilustres de cuantos venera el tiempo capitanes andaluces, tus más comunes hazañas no son ejemplos comunes. A tu dichosa experiencia Chile su paz atribuye, pues no hay juntas con tu nombre que Su Majestad no turbe. Aun cuando más impedido, tanto a tu nobleza acude, que en fee de que vive, mueren los más temidos gandules. Tan aventajadas suertes sólo en tu valor concurren, que como a la suya el fuego, a la quinta esfera suben.

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T ú sólo ufano pudiste hollar la difícil cumbre de los trabajos chilenos, que a los más hombres consume; tú sólo ser rayo ardiente en sangrientos avestruces, que sustentados con yerro innumerables incluyen. Tus peregrinas proezas no es menester que pregunten, que son tales que no hay envidioso que las dude. Para contadas es breve el más crecido volumen, pues no hay voz que las publique ni olvido que las oculte. El premio de tus servicios al Supremo R e y incumbe, que quien defiende su ley es bien que a su lado triunfe. Inmortal quede Sevilla pues tanto valor produce, que en el reino más remoto sus maravillas esculpe. En cantar tu invicto brazo heroicos cisnes se ocupen, que no es calva la ocasión aunque cortés la descubre. (5.26)

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Aparte de estos dos autores desconocidos, cita Pineda a Alonso de Ercilla para fundamentar o corroborar los dichos de M a u l i c á n q u e condenan a los antiguos conquistadores por sus crueldades. Ercilla es quien da en su p o e m a la visión más crítica y censurable del conquistador Pedro de Valdivia en toda la épica y la crónica chilena: Crecían los intereses y malicia a costa del sudor y daño ajeno, y la hambrienta y mísera cudicia con libertad paciendo iba sin freno la ley, derecho, fuero y la justicia; que era lo que Valdivia había por bueno,

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LETRAS DEL REINO DE CHILE R e m i s o en graves culpas y piadoso, Y en los casos livianos riguroso. (Ercilla, La Araucana, I, i) (4.15)

Para otros efectos, cita a Camóes y a un autor cuyo texto, sobre el desnudo femenino, modifica en versos trocados, haciendo su postura moralmente más severa.

TRADUCCIONES

Las traducciones de versos o poemas latinos dan lugar a 90 composiciones de variadas formas estróficas, principalmente redondillas octosílabas: 5 en cuartetas de romance; 11 redondillas; 3 quintillas o redondillas de cinco versos; 2 sextillas o redondillas de seis versos; 17 epigramas de redondillas dobles; 23 décimas o espinelas, redondillas de diez versos, las más numerosas. Aparte de éstas, se encuentran 24 sextetos-liras que combinan seis versos alternados de heptasílabos y endecasílabos, y 5 octavas reales. Los autores de los textos citados son Ausonio, Horacio, Juvenal, Lucano, Lucrecio, Marcial, Ovidio, Persio, Plauto, Silio Itálico, Terencio, Tíbulo, además de Eurípides y Sófocles, San Gregorio Nacianceno y los autores modernos Francisco de Andrada y Francisco de Mendoza, y entre los textos más importantes y extensos cita y traduce el Salmo 6. A éstos se suma la traducción de unos versos orales en mapudungun. En relación al pre-texto, Pineda ofrece, además, en un solo caso, en español, unos versos trocados de otro autor hispano no identificado. Los poemas cumplen en el texto una doble función, primero, de amplificación de los argumentos o ejemplos propuestos en variados sentidos y, luego, de ornato. Se trata de poemas escritos en torno de otros poemas, con un subtexto o pre-texto latino, uno español y otro mapudungun que van seguidos de su traducción, una versión nueva que regularmente multiplica las líneas o en el caso español un verso trocado, es decir que modifica, corrige o cambia, el enunciado original. Los textos latinos citados concurren como argumentos iniciales o agregados y a veces finales de la disposición, en la ampliación de los argumentos de las causas presentadas, y juegan naturalmente el rol de

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la auctoritas q u e se d e s p r e n d e d e la a n t i g ü e d a d latina, c u a n d o n o sirven c o m o u n simple e l e m e n t o del o r n a t o de la n a r r a c i ó n . D e a c u e r d o a su c o n t e n i d o se p u e d e n clasificar e n metaliterarios, políticos, morales, religiosos y ornamentales. 1. Metaliterarios. E n t r e los metaliterarios destacan aquellos q u e r e m i t e n a la dificultad docta del discurso y la f u n c i ó n q u e m u e v e a desc u b r i r lo o c u l t o tras el m e n s a j e : Nimitur in vetitum semper cupimusque negata. (Ovidio, Amores, III, iv, 17) En lo que hay dificultad estriba nuestro cuidado, y tras lo oculto y vedado se va nuestra voluntad. (1.1) D e s t a c a n d o l u e g o la legitimidad del uso d e figuras, e j e m p l o s y frases e n los escritos mayores y m e n o r e s . T o d o ello revela la consciencia d e la escritura y sus rasgos barrocos f u n d a m e n t a l e s : Si licet exemplis in parvo grandibus uti (Ovidio, Tristia, I, iii, 25) Son lícitos los disfraces en los escritos mayores, y usar de ejemplos y frases aun en los que son menores. (1.1) Se arriesga P i n e d a e n la c o m p a r a c i ó n c o n el destierro de O v i d i o , cuya causa real p e r m a n e c i ó i n d e t e r m i n a d a , y q u e atribuye a u n a p u b l i cación — « u n librillo fabuloso, liviano y d e s h o n e s t o » — q u e disgusta al César y c o n d e n a al p o e t a al destierro. El r e c o n o c i m i e n t o d e la culpa del p o e t a lo lleva a echar de m e n o s los t i e m p o s e n q u e los príncipes superiores castigaban «los escritos ociosos, fantásticos, q u i m é r i c o s y fabulosos», y p o n í a n la verdad e n su lugar. P u e d e verse e n este m o t i vo d e c o n t r a p o s i c i ó n de la verdad histórica f r e n t e a la fábula u n a t e m p r a n a muestra, e n t e otras, de la Ilustración en el siglo XVII: Illaquidem justa est, nec me meruisse negabo: no andeo nostro fugit ab ore pudor. (Ovidio, Tristia, II, 29-30) N o puedo, César, negarte

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que el castigo que he tenido le tiene bien merecido mi liviano ingenio y arte. Avergonsado por parte me tiene el conocimiento sirva mi arrepentimiento de en tu justicia templarte. (1.1) E s t o d e f i n e c l a r a m e n t e su libro c o m o verdadero, es decir o r i e n t a d o a la verdad y n o a la fábula. El p u n t o se amplifica c o n dos e j e m plos q u e m u e s t r a n c ó m o Cristo rechaza la alabanza y adulación d e u n hipócrita embustero, c o n referencia al evangelio, y al C a r d e n a l T o l e d o e n su c o m e n t a r i o . El caso se amplifica e n las circunstancias actuales a los ministros consejeros q u e en presencia d e sus superiores e n g r a n d e c e n y alaban sus acciones y e n su ausencia las v i t u p e r a n . C o n a b u n dancia d e u n e j e m p l o de Plinio. T o d o ello «supuesto q u e el principal b l a n c o a q u e se e n c a m i n a n mis discursos n o es o t r o q u e hacer las v e r dades patentes;/. Para dar enseguida c o m i e n z o «al Cautiverio feliz de d o n d e sacaremos el f u n d a m e n t o de la dilación d e esta guerra d e Chile, p u e s lo u n o y lo o t r o v i e n e a ser el directo blanco de este libro» (1.1), y otra d i m e n s i ó n metanarrativa es aquella q u e a p u n t a a la c o n v e n i e n cia d e la m e z c l a d e géneros y estilos, j u s t i f i c a n d o así su propia o b r a en la a u t o r i d a d d e O v i d i o : Omne genus scripti gravitate tragaedia vincit: Haec quoque materiam semper amoris habet. (Ovidio, Tristia, II, 381-82) Del gran poeta es opinión que las trágicas memorias son las más graves historias que muestra la descripción, y que entre su narración siempre se mezclan amores, que un jardín con varias flores es a la vista agradable; y así será más loable lo vario en los escritores. (2.13) El resto de las t r a d u c c i o n e s constituyen epigramas o sentencias espirituales, morales sobre vicios y virtudes, o religiosas, o políticas, u n a

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de escatología ovidiana, demostrativas tanto de elogios c o m o vituperios, sobre la inestabilidad de la fortuna y la fuga del tiempo y su carácter variable; otras sobre mujeres, sobre bárbaros, y un elogio de la Virgen y el Salmo 6, además de un verso trocado sobre la mujer y una despedida en mapudungun. Brevemente caracterizaremos estos epigramas. Pineda nos ofrece en ocasiones su traducción en verso seguida o precedida de una traducción literal en prosa. 2. Emblemas. Las sentencias morales tienen un relieve especial por cuanto la visión está marcada por los tópicos y emblemas de la muerte igualadora, prefiguradora de la medieval 'danza de la muerte', de la rueda de la Fortuna y de la inestabilidad de las cosas: Sortitur insignes et irnos; (Horacio, Odas, III. i, 15) Et aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque turres. (Horacio, Odas, I, iv, 13-14). La Parca majestuosa con igual pie palacios atrepella, que la escondida choza, y en los más poderosos hace, mella y al fin con justas leyes iguala a los humildes con los reyes. (2.28) La salud con virtud es la que cuenta: Aetatem Priamique Nestorisque Longam qui putat esse, Marciane, Multum decipiturque falliturque: Non est vivere, sed valere vita. (Marcial, Epigramas, VI, 70, 12-15) Aquel que piensa que vive con edad prolija y larga, siendo la vejez tal carga que sólo de muerte sirve, se engaña, pues no apercibe ni sabe que la salud con vigorosa virtud es la vida más constante:

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que así Marcial elegante lo discantó en su laúd. (2.3)

Tu alegría puede trocarse en tristeza en un momento: Tu quoquejac timeas, et quae tibi laeta videntur Dum loqueris, fieri tristitia posse puta. (Ovidio, Epistulae ex Ponto. IV, iii, 57-58) Recélate con temor y mira que tu contento, puede ser que en un m o m e n t o se trueque en pena y dolor. (5.9)

El tiempo pasa silencioso, sin que nos demos cuenta: Témpora labuntur tacitisque senescimus annis, Et fugiunt freno non remorante dies. (Ovidio, Fasti,Vl, 771-72). Los tiempos se deslizan, los años resbalando se nos pasan, callando nos avisan, y sin freno los días nos aplazan, pues cuando no pensamos al fin de la carrera nos hallamos. (2.23)

La fortuna juega con el hombre: Ludit in humanis divina potestas rebus Et certam praesens vix habet hora fidem. (Ovidio, Epistulae ex Ponto, IV, iii, 49-50) La fortuna poderosa se entretiene con lo humano; quita y pone de su m a n o la suerte más venturosa, y aunque siempre es trabajosa porque no tiene firmeza, el más cuerdo se embelesa en su palabra inconstante, pues n o hay hora ni hay instante que fee tenga su promesa. (2.28)

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La felicidad p e n d e d e u n hilo: Omnia sunt hominum tenui pendentia filo, Et súbito casu, quae valuere ruunt. (Ovidio, Epistulae ex Ponto, IV, iii, 35-36) D e un cordel delicado la más feliz fortuna está pendiente, y lo más levantado se mira por el suelo fácilmente. porque son las desdichas sinónimos muy ciertos de las dichas. (3.21) 3. Políticos. Los epigramas políticos se refieren al g o b e r n a n t e y sus ministros, sus vicios y virtudes y las virtudes y vicios del consejero. La visión h i s t ó r i c o - p o l í t i c a t i e n e p r e s e n t e lo q u e Q u e v e d o l l a m ó la «política d e Dios», es decir u n a c o n f r o n t a c i ó n de v i r t u d e s divinales y de vicios satánicos. Sobre el príncipe justo, Pineda, c o m o e n otros casos, traduce p r i m e ro e n prosa regida p o r u n par de reduplicaciones d e sinónimos: «la v i da del q u e g o b i e r n a y rige es más poderosa a sujetar los h u m a n o s s e n tidos q u e los preceptos y m a n d a t o s rigurosos», para p o n e r e n u n a redondilla lo m i s m o e n palabras propias: Non sic injlectere sensus Humanos edicta valent, quam vita regentis. (Lucano) N o obliga el apremio tanto al subdito desmedido, como el ver que está regido de un superior cuerdo y santo. (5.21) O t r o sobre los deberes del p r í n c i p e j u s t o : Tu civem patremque geras; tu consule cunctis Non tibi; nec tua te moveant sed publica damna. (Claudiano) Tu obligación es traer a cuestas al ciudadano y dar con tiempo la mano al más próximo a caer;

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también debes atender, antes que a tus conveniencias, a las públicas dolencias, cuyo remedio has de ser. (4.28)

Otro, sobre el alcance de la mano del príncipe justo: Sic meus hinc vir adest, ut me custodiat absens. An nescis longas regibus esse manus? (Ovidio, Heroidas, Ep. 17, 165-66) D e tal suerte está presente en su ausencia mi marido, que nunca m e ha parecido estar en mi amparo ausente. Pues ¿No sabes que el prudente monarca justificado alcanza a lo más distado de toda su monarquía, a ser del mérito día y obscura noche al pecado? (4.25)

Sobre privados: Omnia cum posses tanto cum carus amico, Te sentiit nemo posse nocere tamen. (Virgilio, Eneida, II) Siendo él todopoderoso y en la privanza subido, fue de todos bien querido por cortés y generoso. N i n g u n o se halló quejoso de su noble proceder, porque supo complacer al pobre y necesitado con mansedumbre y agrado, que es lo sumo del saber. (4.24)

Sobre consejeros: Haec ego si monitor, monitus prius ipsefuissem In qua debebam forsitam urbe forem.

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(Ovidio, Tristia, III, 10). Si como experimentado hoy sirvo de consejero, hubiera sido primero de otros bien aconsejado no hubiera yo continuado los concursos populares, porque en sus propios azares tropieza el más avisado. (5.2) Contra letrados, escribanos y jueces: Etjudex petit, petit et patronus: Solvas censeo, Sexte, creditori. (Marcial, Epigramas, II, 13) Tengo por más acertado, sexto, que pagues primero al que debes, tu dinero, antes que darlo al letrado, que éste pide adelantado, y el escribano y el juez piden antes y después con voz melosa y suave; y antes que el pleito se acabe te dejarán pez con pez. (4.29) 4. Epigramas morales sobre vicios y pecados. La codicia sirve para establecer el origen remoto de los males de Chile atribuidos a la mezcla de codicia y negligencia en los deberes del gobernante, con una cita de Ercilla (4.15), que creó esta imagen por lo general no repetida por los cronistas del reino de Chile. Epigrama contra los envidiosos en sexteto-lira: Careat succesibus opto (dijo) Quisquís ab eventu Jacta no tanda putat. (Ovidio, Heroides, ii, 85-86) A los emuladores de casos contingentes e impensados, en sus dichas mayores que tengan los sucesos malogrados

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con razón les deseo, porque adquieran el logro de su empleo. (4.32)

La escatologia ovidiana es un caso especial, acostumbrados como estamos a la visión escatològica cristiana, propone como consecuencia de la perversión del presente como un mundo al revés el advenimiento de su ruina en oposición al pasado de justicia y verdad: Terra feret stellas: coelum findetur aratro: unda dabit Jlammas; et dabit ignis aquas: omnia naturae praepostera legibus ibunt; parsque suum mundi nulla tenebit iter. Omnia jam fient, fieri quae posse negabam; et nihil est, de quo non sit habenda fides. (Ovidio, Tristia, I, viii, 3-8) Producirá la tierra astros lucientes; cultivará los cielos el arado; los ríos caudalosos y las fuentes brotarán fuego; y éste a lo trocado. Lo natural, el m u n d o y sus vivientes irán sin ley y por camino errado; con que ya no habrá cosa en lo imposible que no parezca fácil y factible. (5.14)

5. Ornamentales o demostrativas. Diversos epigramas de elogios, vituperios, descripciones de noches, tempestades, y otros poemas destinados a agradar amplifican el efecto sensible del momento correspondiente. Así por ejemplo, el cuadro de una tempestad: Eripiunt subito nubes coelumque diemque teucrorum ex oculis; ponto nox incubai astra, intonuere poli, et crebris micat ignibus aether; praesentemque viris intentant omnia mortem. (Virgilio, Eneida, I, 89-91). Las densas nubes súbito quitaban de nuestra vista el cielo, luz y el día; las lóbregas tinieblas desataban sus tenebrosas lluvias a porfía; los varios elementos contrastaban, y el antàrtico polo despedía

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rayos de f u e g o entre nevadas puntas, i n t i m a n d o la m u e r t e todas juntas. (1.18)

La aparición de Lientur a caballo. Entre los ejemplos introducidos para ornato del discurso e intensificación del m o m e n t o narrado en que el cacique Lientur irrumpe en medio de los que desean la muerte de Pineda haciendo pensar al cautivo que llega para darle muerte cuando será quien le salve. El m o m e n t o corresponde al final del capítulo y guarda el suspenso hasta el comienzo del siguiente. Introduce así la cita y versión castellana de la misma: «Cuando al capitán Lientur (caudillo general de aquel ejército) vi entrar armado desde los pies a la cabeza, sus armas aceradas en el pecho, la espada ancha desnuda, y en la mano un morrión, y celada en la cabesa, sobre un feroz caballo armado de la propia suerte, que por las narices echaba fuego ardiente, espuma por la boca, pateando el suelo con el ruido de las cajas y trompetas: no podía de ninguna suerte estar en un punto sosegado, muy semejante al que en otra ocasión pintó Claudiano: Utque tuis primun sonipes calcaribus arcit, ignescunt patulae nares. (Claudiano)

y Silvio Itálico cantó estas medidas letras al intento: Frenoque teneri, Impatiens crebros expirat naribus ignes. (Silio Itálico, Púnicas, VI, 231-32) D e las espuelas h e r i d o el frisón más alentado n o p u e d e estar sosegado ni en u n lugar detenido; con el f r e n o enfurecido f u e g o sus narices brotan, los estruendos le alborotan y de la guerra el ruido. (1.6)

6. Religiosos. Entre las traducciones de asunto religioso se encuentra posiblemente los mejores ejemplos de esta poesía. U n o de ellos es una alabanza de la Virgen. Pineda escoge un hermoso texto de H u g o Victorino (Sermones, 9) de notable sistema diseminativo recolectivo

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q u e el poeta traduce en silva en la q u e se c o m b i n a n a voluntad versos heptasílabos y endecasílabos rimados y desarrolla más allá de las maestras adopciones de la poesía barroca española en una f o r m a m e n o s cerrada q u e conserva los t é r m i n o s de la dispersión de m o d o s e m e j a n t e al texto latino, pero en el sobrepujamiento, que es la estrategia principal de la cita, Pineda abrevia los términos de la recolección: Sunt pulchrae sylvae, sunt pulchra et litora, est pratum,

pulchrum

in viridi gramina pulchra solo,

sunt pulchrae gemmae,

sunt astra et sidera pulchra,

sunt pulchri flores, est quoque pulchra

dies:

pulchrior es sylvis, Pia Virgo, litore, prato, gramine, gemma,

astris, sidere,fl.re,

die.

(Hugo Victorino) Son las selvas hermosas, hermosos son los prados y riberas, y las flores vistosas hermosísimas son, en primaveras; en lo verde, las gramas son primeras si no son olorosas, y las piedras preciosas hermosas también son, y en sus esferas los astros son hermosos, y eslo el día; mas vos, Virgen María, sois más bella que el sol y las estrellas, pues sólo vuestras huellas exceden la hermosura de los prados, atropellan la flores perdiendo sus colores, y los astros parecen desmayados, porque vos, Virgen pura, el non plus ultra sois de la hermosura. (5.13) El Salmo 6 da lugar a una traducción elogiada p o r M e n é n d e z Pelayo. Se trata de u n r o m a n c e de 44 versos en el que el j u s t o suplica la misericordia divina para q u e lo libre de penurias y de sus e n e migos. El texto alude más al presente del Pineda que escribe y al a b u so sufrido de parte del g o b e r n a d o r Francisco de Meneses q u e d e su cautiverio. Se inscribe en el capítulo 1.16, q u e se cierra c o n él, c u a n d o Maulicán y su huésped se disponen a d o r m i r después de la cena,

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canto y bailes ordinarios. «Este fue el ejercicio y e n t r e t e n i m i e n t o de aquel día hasta que en aquel humilde lecho le dimos fin c o n el sosiego y reposo, representando en él una viva imagen de la muerte, que su m e m o r i a al acostarme m e hizo repetir mis devociones c o n afecto, y acabarlas c o n el salmo sesto del rey profeta, que, rumiando sobre él aquella n o c h e , dolorido y lastimado de mis culpas y pecados c o m e t i dos contra nuestro D i o s y Señor, le traduje p o r la mañana en nuestro castellano idioma de la suerte que mi corta inteligencia pudo p e n e trarle, y c o n él d a r e m o s fin a este c a p i t u l o de la m a n e r a

que

abrochamos las cortinas negras de la n o c h e alabando al S e ñ o r de c i e los y tierras, dándole infinita gracias p o r los beneficios recebidos de su bendita mano» ( 1 . 1 6 ) : Domine, ne in furore tuo arguas me, neque in ira tua, corripias me. Miserere mei, Domine, quoniam injirmus sum. Sanarne, Domine, quoniam conturbata sunt ossa mea et anima me turbata est valde. Sed tu, Domine, usquequo? Convertere, Domine, et eripe animam meam; salvum mefac propter misericordiam tuam. Quoniam non est in morte qui memor sit tui; in inferno autem quis confitebitur tibi? Laboravi in gemitu meo; lavabo per singulas noctes lectum meum, lacrimis meis stratum meum rigabo. Turbatus est a furore oculus meus; inveteravi inter omnes inimicos meos.

Que no me arguyas pido Señor, a tu grandeza, ni en tu rigor airado me pidas larga cuenta. Habe misericordia de mi flaca miseria, sana los huesos duros que con culpas se mezclan. El ánima turbada está con tal violencia, que faltan los sentidos, ¿y tú, Señor, me dejas? Trueca mis pensamientos y líbrame con fuerza, por tu misericordia sáname la conciencia. Porque no hay quien se acuerde de ti en la muerte eterna, ¿y quién en el infierno alabará tu alteza? Trabajando en mi llanto adornaré mis mesas, y al lecho que me ampara daré lágrimas tiernas. Las luces perturbadas con el furor se muestran, que entre mis enemigos

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Discedite a me omnes qui operatnini iniquitatem, quoniam exaudivit Dominus voten Jletus mei. Exaudivit Dominus deprecatonem meam, Dominus Orationem meam suscepit. Erubescant et conturbentur omnes inimici mei, convertantur et erubescant valde velociter. Gloria et Patri et Jilio et Spiritu Sancto sicut erat in prin.o et nunc et semper et in sécula seculorum. Amen.

me envejecieron penas. Los que obráis insolentes quitad de mi presencia, porque el Señor del m u n d o ha escuchado mis quejas. O y ó mis rogativas, admitió mis promesas, porque las oraciones sus sentido penetran. Todos mis enemigos avergonzados sean, conviértanse veloces y ríndanse con fuerza. Gloria demos al Padre y al Hijo de su diestra con el Spiritu Sancto, que para siempre reinan. (1.16)

7. E t n o g r á f i c o . D e s p e d i d a m a p u c h e . E n el D i s c u r s o 5 . 1 2 P i n e d a incluye c o m o ilustración de la poesía m a p u c h e la despedida e n m a p u d u n g u n q u e se le o f r e c i ó c o n letra de Q u i l a l e b o , seguida de la trad u c c i ó n en u n sexteto-lira. Esta d e b e ser u n a d e las p r i m e r a s d e s cripciones d e u n üllkatún, es decir, d e la ocasión c e r e m o n i a l e n q u e se p r o d u c e y canta, e n este caso, u n a despedida. I g u a l m e n t e es acaso la p r i m e r a t r a n s c r i p c i ó n del üll y d e sus características orales, métricas y poéticas y d e u n a versión en español. La i n t r o d u c e d e la siguiente manera: «La española y su hija m e c o g i e r o n d e las m a n o s y llevaron en m e d i o hasta el sitio a d o n d e al son de sus alegres i n s t r u m e n t o s bailab a n y cantaban, y, a su i m i t a c i ó n , los q u e llegamos r e p e t i m o s u n r o m a n s e q u e a m i despedida había c o m p u e s t o , según supe, m i a m i g o y camarada Q u i l a l e b o e n n o m b r e de su hija, que, estando de la m a n o c o n ella, m e d i j o h a b e r sido la c o m p o s t u r a de la letra suya, p o r q u e m i ausencia le era d e g r a n pesar y s e n t i m i e n t o . Y, para q u e se reconosca q u e sus joviales voces, algunos d e sus romances, c o n s t a n d e m e d i d a sílabas, p o n d r é adelante la letra q u e cantaban, c o n divición de sílabas, c o n sus sinalefas, q u e es c o m o sigue»: transcribe allí el t e x t o c o n separ a c i ó n silábica m a r c a d a y c o n t i n ú a : «Esto c a n t a b a n , c o n sus repeticiones y pausas, al son de sus i n s t r u m e n t o s , que, p o r q u e se reconosca son versos m e d i d o s , a i m i t a c i ó n y semejanza d e nuestras líricas e n d e -

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chas, están divididas las sílabas en los antesedentes versos, que vuelvo a ponerlos en lenguaje corriente para que los lenguarases criollos que la entienden más bien c o m p r e h e n d a n y penetren el sentido del romance: Ab cuduam in, ema amotualu gatu, pichi Alvaro emi chalí tuaei mi a gui maya guam mai ta pegue, no el mi. y, para los ayunos del lenguaje, m e pareció explicarlos en castellano idioma, y a su imitación en medida lira, que es c o m o sigue: Muy lastimado tengo y triste el corazón porque me dejas; a despedirme vengo Alvaro, de tu vista, pues te alejas, y a decirte cantando que he de estar en no viéndote llorando». (5.12) 8. Versos trocados. Por último, el autor narra la ocasión en q u e d i s p o n i é n d o s e a t o m a r el b a ñ o matinal e n c o n t r ó u n g r u p o de muchachas que se bañaban desnudas y entre ellas una hermosa mestiza q u e llama su atención moviéndole a confesar su culpa. Luego, antes de introducir los versos que servirán de comentario, hace una descripción de la muchacha y de su experiencia de la tentación, que parangona con el episodio de David y el baño de Betsabé (2 Samuel, 11, 2-5): «Contemplemos u n rato la tentación tan fuerte que en semejante lance el espíritu maligno m e puso p o r delante a una mujer desnuda, blanca y limpia, con unos ojos negros y espaciosos, las pestañas largas, cejas en arco — q u e del C u p i d o dios tiraban flechas—, el cabello tan largo y tan tupido, que le p u d o servir de cobertera, t e n dido p o r delante hasta las piernas y otras particulares circunstancias, que fueron suficientes p o r entonces a arrastrarme los sentidos y el espíritu, que al más atento y justo p u e d e turbar el á n i m o una mujer desnuda, c o m o le sucedió al rey profeta, que vio lavarse a una mujer sin velos, y le llevó n o tan solamente la vista de los ojos, pero t a m bién los afectos íntimos del alma; en cuya ocasión, a este propósito dijo u n curial poeta los siguientes versos:

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

Porque la mujer desnuda cosa delicada es ha de estar entre vidrieras porque el aire no le dé. (3.34) Mas, después de haber experimentado lo que es la m u j e r en carnes, trocara yo los versos de esta suerte: Porque la mujer desnuda cosa perniciosa es, ha de estar entre paredes porque no la puedan ver». (3.34) E n suma, p u e d e verse en más de u n centenar de c o m p o s i c i o n e s varias una dimensión retórica y poética, que de diversa manera se agregan a los argumentos o pruebas q u e a b u n d a n t e m e n t e a c o m p a ñ a n las cuestiones debatidas en el libro y enriquecen sus aspectos. Esto ocurre especialmente c u a n d o las composiciones aparecen puestas al servicio de los múltiples sentidos del tratado. C o n t r i b u y e n así a la c o m p l e j a convergencia de géneros que dialogan e n el libro, en el cual c o n c u rren el tratado político de regimine principum, el de consejeros, el libro moral, piadoso y espiritual, el libro de historia particular y a u t o b i o grafía verdadera del cautivo, el libro m e m o r i a l que e x p o n e los f u n d a m e n t o s y causas para la petición, propuesta y defensa de u n c a m b i o de estilo para g o b e r n a r las Indias y el libro de historia moral de los indios, etnografía o antropografía de sus costumbres. También es legít i m o destacar su valor p o é t i c o propio y la variedad de p r o c e d i m i e n tos adoptados en su presentación; así c o m o su relectura de la tradición clásica y de la poesía española de su tiempo.

XIII. F R A N C I S C O N Ú Ñ E Z D E PINEDA Y B A S C U Ñ Á N Y O T R O S . POESÍA DEL R E I N O D E CHILE: SIGLO XVII

La reciente edición crítica del Cautiverio feliz de Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán ofrece la oportunidad de dar relieve al corpus poético de la poesía lírica del R e i n o de Chile durante el siglo XVII. Porque es el hecho que se nos ofrece un número de poemas que no tiene comparación con lo ordinariamente recogido y que ha sido ignorado o permanecido en la sombra a pesar de los esfuerzos antológicos de José Toribio Medina, Menéndez Pelayo y de otros más recientes. La colección que recogemos del libro incluye poemas originales del autor, sus glosas o comentarios de textos latinos y otros e incorpora además por diversas vías poemas de otros autores. Es de preguntarse, por cierto, cuál es el lugar de estos poemas en el libro. Por una parte, conviene advertir que se trata de un libro miscelánico, de un tratado político moral que tiene varias dimensiones textuales y un sistema retórico de amplificación de los argumentos que denuncian injusticias, vicios y abusos entre los cuales, junto a autoridades de la Iglesia y del Derecho, conforme a una extensa literatura clásica y eclesiástica, antigua y moderna, se suman argumentos poéticos, es decir, citas de autores latinos, principalmente, y otros que dan lugar a glosas o comentarios del narrador que enriquecen y complican la función retórica de esos argumentos. Parte de ellos obedece a las normas retóricas de preliminares con tópicos de dedicatoria y de conclusión y envío. Los poemas originales de N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán incluyen 5 romances, un poema en sexteto-lira, una dedicatoria en octavas reales y tres sonetos en endecasílabos, uno de ellos en acróstico.

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

Las traducciones y glosas alcanzan u n n ú m e r o extenso e incluyen: una traducción del latín del Salmo 6, u n texto en m a p u d u n g u n traducido al español y 91 epigramas que c o m p r e n d e n 90 glosas de textos latinos y una q u e adopta la forma de versos trocados en que el autor invierte el sentido del texto original que cita. Las glosas se distribuyen, p o r una parte, en los preliminares del libro y en sus finales, c o n f o r m e a las normas retóricas de dedicatoria y envío, y en cada u n o de los cinco Discursos c o m o f o r m a de la amplificación de a r g u m e n tos o pruebas particulares, introducidos, p o r lo general, p o r el narrador con indicación de los autores glosados por su n o m b r e o indicando su identidad con una metonimia: el natural poeta, u n trágico poeta, u n m o d e r n o autor. La métrica de estas glosas ofrece una variedad de versos que se extiende de las formas de las décimas de cuatro, cinco, seis, o c h o y diez líneas, a sexteto-liras, romances y octavas reales. La parte más extensa del corpus q u e presentamos está constituido p o r estas glosas o comentarios de textos latinos y en alguna ocasión de textos españoles y u n o en m a p u d u n g u n . E n todos los casos, el texto generalmente breve va seguido inmediatamente de su glosa más extensa en español. El t o n o de la glosa conserva el del original y n o lo altera a la manera de Quevedo. La traducción del Salmo 6 f u e elogiada por M e n é n d e z Pelayo. Los autores latinos citados son: Ausonio, Claudiano, Horacio, H u g o Victorino, Juvenal, Lucano, Lucrecio, Marcial, Ovidio, Persio, Plauto, Propercio, Silio Itálico, Terencio, Tíbulo Virgilio, además de los griegos, Eurípides y Sófocles, San Gregorio Nacianceno, y los versos latinos de los autores m o d e r n o s Francisco de Andrada y Francisco de Mendoza. Para los mismos fines arguméntales se utilizan también en sendos casos citas de Ercilla y de Camóes. C o n u n pretexto o subtexto clásico latino Pineda y Bascuñán logra crear u n texto literario nuevo y n o traducir fielmente sin más. La traducción de u n o o dos versos latinos se multiplica en el texto varias veces más extenso Las glosas p u e d e n clasificarse de acuerdo al carácter del a r g u m e n to en versos: 1. Metaliterarios y retóricos. Estos se extienden a los preliminares y finales con dedicatorias y envíos y m u y especialmente se re-

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fieren a la dificultad docta del discurso y a la mezcla de estilos y su función. 2. Políticos. Epigramas sobre el príncipe justo, su poder universal y sus deberes; sobre privados y consejeros; y contra letrados, escribanos y jueces. 3. Morales. Epigramas sobre vicios y pecados, sobre la muerte, la brevedad de la vida e inestabilidad de las cosas humanas 4. Ornamentales o demostrativos. Epigramas de elogios o vituperios; descripciones de noches y tempestades; o la aparición de Lientur a caballo. 5. Religiosos. El notable poema de H u g o Victorino, un caso de estrategia o sistema diseminativo recolectivo en alabanza de la Virgen; y la traducción del Salmo 6, elogiada por Menéndez Pelayo. 6. Etnográficos. La despedida, transcripción de un üll mapuche, seguidamente traducido al español, enmarcado en el texto del libro en un üllkatún, o ceremonia de despedida. Los poemas de otros autores revelan la existencia de otros ingenios en el Reino que cultivaban la poesía, tampoco incluidos anteriormente en el corpus poético del período. Entre los poemas de otros autores que trae el libro en sus preliminares y finales se cuentan: una sátira de letrados en estricta correspondencia con uno de los argumentos del tratado que explica las causas de las dilatadas guerras de Chile; el panegírico al padre del autor h e cho por otro ingenio. Dos composiciones, una de alabanza del viejo soldado y otra de vituperio que sirven a propósitos retóricos deliberativos y demostrativos por igual. Los preliminares se remiten al libro y a sus méritos y las virtudes del autor: uno, un soneto del Mercedario Fray Florián de la Sal y el otro un poema en dos décimas de otro religioso de la Orden Militar de Nuestra Señora de la Merced. Esta muestra debiera servir al conocimiento y a la conservación de un corpus significativo de la literatura del R e i n o de Chile y contribuir a modificar en medida significativa el estado de la cuestión, junto con otros textos poco conocidos o insuficientemente divulgados de la poesía del período.

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La reciente magnífica edición del Cautiverio feliz de Mario Ferraccio y Ra'issa Kordic debiera estimular además el conocimiento de la cultura clásica y de la cultura eclesiástica del siglo XVII que le prestan las autoridades citadas en la compleja argumentación del tratado. Entre las citas se cuentan las de Aristóteles, Boecio, Cicerón, Plinio, Quintiliano, Séneca, Tácito, Tito Livio, la Vulgata, San Jerónimo, San Agustín, San Ambrosio, San Bernardo, San Basilio, San Crisòstomo, San Gregorio, San Isidoro, Santo Tomás de Aquino, San Pedro Damiano, San Pedro Crisólogo, San Pedro Gregorio, Hugo Cardenal, Rábano Mauro, Dionisio, Tertuliano, el Abulense, Francisco de Mendoza, Nicolás de Lira, Gaspar Sánchez, Gaspar de Villarroel. Modernizamos la ortografía, conservando algunas formas peculiares del siglo XVII y corregimos los textos latinos. En la identificación de las fuentes fue de gran ayuda y agradecemos la colaboración de Antonio Arbea.

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F R A N C I S C O N Ú Ñ E Z D E PINEDA Y B A S C U Ñ Á N I POESIAS O R I G I N A L E S

1 ROMANCE EN AGRADECIMIENTO A MAULICÁN MI AMO, DEBIDO A SUS AGASAJOS Y CORTESES ACCIONES

Estas mal medidas letras que de un pecho ardiente salen, mi agradecimiento ofrece a ti, valeroso Atlante. En la guerra batallando, mal herido en el combate, desmayado y sin sentido, confieso me cautivaste. La fortuna me fue adversa, si bien no quiero quejarme cuando tengo en ti un escudo para mi defensa, grande. En la batalla adquiriste nombre de esforzado Marte, y hoy con tu cortés agrado eternizarás tu sangre. Porque al valor y al esfuerzo que le asiste lo agradable, no ha menester más crisol para mostrar sus quilates. Cautivo y preso me tienes por tu esfuerzo, no es dudable; mas con tu piadoso celo

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más veces me aprisionaste. Mas podré decir, que he sido feliz cautivo en hallarme sujeto a tus nobles prendas, que son de tu ser esmalte. Vivas, señor, muchos años a pesar de los cobardes que con émulos se oponen a tus acciones loables. (1.11)

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2 LIRAS

Entre marmóreos riscos, cuya guirnaldas verdes Febo dora de famosos lentiscos, principio cuyo humildemente adora una fuente risueña que por regar sus plantas se despeña, Formó naturaleza de brutescos peñascos aposento, con tanta sutileza que suspensión causara al más atento, por ver que sus honduras labran techumbres para sus alturas. Pabellones copados a aquesta cumbre sirven de edificio, con arte originados de dos firmes columnas, que el bullicio de aquel cristal corriente los sublimó por cima de su frente. Al son de sus corrientes, imitadoras lágrimas envía fenicio, viendo ausentes los bienes que en un tiempo haber solía; que siempre el desdichado jamás conoce el bien si no ha pasado. (1.15)

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A LA INCONSTANTE FORTUNA

Rueda, Fortuna, no pares hasta volver a subirme porque el bien de un desdichado en tu variedad consiste. U n tiempo me colocaste con las estrellas más firmes, y ahora me tienes puesto en la tierra más humilde. Entonces me vi tan alto, que me pareció imposible ver mis glorias humilladas a los pies de quien las pise. Tan dichoso fui en un tiempo, que me diste lo que quise; y hoy te me muestras contraria, quitándome lo que diste. Tu natural inconstante con varios efectos vive, abatiendo al que merece, sublimando al que no sirve.

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Si tu inconstancia ignorara quejarme fuera posible, pero es forzoso que ruedes cuando con tu ser te mides. La esperanza me sustenta de ver que cuando me aflijes, tanto más cerca me hallo de la gloria que me impides. Q u e no pares en mi daño la rueda, quiero pedirte, porque es mi dicha tan corta que presumo ha de estar firme. (1.20)

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4 ROMANCE

Dejadme, imaginaciones, dejadme llorar un rato: veré si llorando puedo dar a mi pena descanso. Dejad que mis claras luces despidan de sí cuidados que tal vez al pecho afligen si quiere disimularlos. Y pues estáis, ojos míos, tan llenos de pena y llanto, desaguad por esas fuentes el mar que os tiene anegados. Dejad que se precipiten esos arroyos colmados, para que con su avenida salgan pensamientos varios. Con valeroso denuedo arrojadlos al naufragio que tal vez al atrevido le favorecen los hados.

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Al prudente sufrimiento se sujetan los contrarios: sufrid, que todo lo vence el tiempo con darles vado. Y pues Jeremías fuisteis en lo afligido y llorado, sed Job en tener paciencia, que en ella hallaréis el lauro. Mas no me admiro lloréis pues con eso halláis descanso, que es propio del afligido mitigar su mal llorando. (5.9)

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5 ROMANCE Y ORACIÓN

Gracias os doy infinitas, señor del impirio cielo, pues permitís que un mal hombre humilde amanezca a veros. En este pequeño bosque, las rodillas por el suelo, los ojos puestos en alto, vuestra grandeza contemplo. Consolado y afligido ante Vos, Señor, parezco, afligido con mis culpas, consolado porque os temo. Diversos son mis discursos varios son mis pensamientos, y luchando unos con otros es la victoria por tiempos. La naturaleza flaca está siempre con recelos de los peligros que el alma tiene entre tantos tropiezos.

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El espíritu se goza en medio de mis tormentos, porque es docta disciplina que encamina a los aviesos. Dichosos son los que alcanzan tener aquestos recuerdos, guiados por vuestra mano para que no andemos ciegos. Trabajos y adversidades entre inconstancias del tiempo padezco con mucho gusto en este feliz destierro. En mí las tribulaciones han sido un tirante freno

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que ha encaminado mis pasos y refrenado mis yerros. Todos son, Señor, favores y de vuestro amor efectos, que atribuláis al que os huye, porque en vos busque el remedio.

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¡Oh! R e y de cielo y tierra, oh! piadoso Padre eterno, oh! Señor de lo criado, oh! Dios de Sabaoth inmenso. Vos, Señor, sois mi refugio, vos sois t o d o mi consuelo, vos de mi gusto la cárcel, vos mi feliz cauptiverio. Lo que os suplico rendido y lo que postrado os ruego, es que encaminéis mis pasos a lo que es servicio vuestro. Q u e si conviene que muera en esta prisión que tengo, la vida que m e acompaña, con m u c h o gusto la ofrezco. E n vuestras manos, Señor, p o n g o todos mis aciertos, que nunca tan bien logrados c o m o cuando estáis con ellos.

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Merezca yo p o r quien sois lo que p o r mí n o merezco, y p o r la sangre preciosa de vuestro hijo verdadero. Y p o r los méritos grandes de María, cuyos pechos fueron de Jesús bendito en su humanidad sustento. Y Vos, purísima Reina, escogida de ab eterno

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para hija de Dios Padre y para Madre del Verbo. Del Santo Espíritu esposa, de las tres personas templo, corona de lo criado, señora del hemisferio, patrocinad al que os llama, socorred con vuestros ruegos al que os invoca afligido, y al que está cauptivo y preso. (5.10)

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6 PARA U N R A T O

Mas tened, que voy perdido porque ya todos me arguyen que he faltado a mis empeños si a salir de ellos me puse. Que si el blanco de mi intento son las glorias que me incumbe cantar de una Madre Virgen reina del sol que nos cubre. El asumpto que he tomado (aunque muy poco discurre en tal ocasión mi ingenio) es que en semejanzas funde; proporcionando con ellas las grandezas, las virtudes de un cielo en quien su Criador sus maravillas esculpe. Digo, pues, que nuestra Diosa es de estas sierras cacumen, cuyas nevadas cabezas en cristales se prorrumpen.

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La escarcha de aquestos montes con propiedad se atribuye a la Virgen de las Nieves que en su lugar contrapuse. Porque se esparcen sus aguas por diversos arcaduces para que todos se laven y nuestras culpas se munden. Los rayos del sol divino con soberana vislumbre hieren sus Cándidos pechos para que sus aguas duren. A las aves que goijean en aquestas escelcitudes los cielos les dan canciones para que su canto emulen. Aquesta es la semejanza que en mi introdución propuse aqueste es el panegírico que con precisión alude.

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Aquesta es la nieve pura que divinas hebras bruñen, aqueste el trepado [monte] que mi concepto introduce. Aquesta es la firme escala de Jacob, no hay quien [la sube] pues hace que por sus tramos los serafines se crucen. Aquesta es la clara fuente que de la más alta cumbre baja a lavar nuestras culpas para que en blanco se juzguen. Aquesta es la que en visión, mujer vestida de luces vio el amado coronista sin interrupción de nube.

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El sol, luna y las estrellas su sagrado vientre cubren, y por alta providencia a aquestos desiertos huye.

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Deja burlado al dragón que juntamente concurre a devorarle su parto entre los dientes que cruje. Aqueste es el monte santo sobre cuyas nieves luce trono del manso cordero y el nombre que en él se esculpe. Solo las vírgenes cantan en cítaras y en adufes a vista de aqueste monte sacrosancto a todas luces. Aqueste es el summo altar a donde en primeras cruces se dio en holocausto el hijo al padre de eternas lumbres. Aquesta es la primer mesa donde el maná se conduce, para que crezca la vida y la muerte se sepulte.

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Todas aquestas proezas finalmente se concluyen con decir que por humilde a ser la más grande sube. Y porque claro se vea que la humildad sobrepuje a todas las perfecciones, narraré, porque me escuchen. Ordena Dios se desprecie al altivo que presume, y a la vista del humilde le dice al profeta: surge.

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

Pregunta el magno doctor, con su acostumbrado numen, que por qué manda se eleve cuando al más mínimo unge. ¿Tan grande era el pequeñuelo, que es menester que se mude de su asiento y se levante para esta antigua costumbre?

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Sí, responde el santo, y dice con razones que concluyen: \magna excelsitudo

humilium

es el Texto que prorrumpe! Porque la humildad es tanta y de tal marca su cumbre, que no hay profeta que llegue por mucho que se apresure. Que a Cristo conforte un ángel cuando en sus angustias sude, está bien, pues que la muerte aguarda que le ejecute. Pero, que para ser reina la Virgen santa se excuse, y esforzada de los cielos el mesmo arcángel le ayude. Aquesta es la maravilla, este el portento que arguye a la humildad más brillante quilates de mayor lustre.

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Hasta aquí pudo elevarse mi pluma sin que se turbe, dando a mis labios aliento porque la voz articule. ¿Qué tengo más que deciros de este monte que produce nieves que al suelo reparten aguas de gracia y saludes?

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«Vos, Señora, sois la escarcha, las perlas que se sacuden para que se rompan hierros de depravadas costumbres. Vos sois, Señora, la escala de Jacob, por donde suben nuestras ofrendas al cielo por aquesos arcaduces. Vos, Señora, sois la fuente que baja de aquesas cumbres para que el alma se lave y entre renglones se juzgue.

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Vos sois la visión hermosa cubierta de varias luces, vestida del sol y estrellas, sin apariencias de nube; Vos el altar soberano donde el Padre de las lumbres ofreció el Hijo holocausto de sus esperadas cruces; Vos sois aquel monte santo sobre cuyas altitudes pone su trono el cordero y sus grandezas esculpe; Vos sois, Señora, la mesa donde el maná se produce; sois por quien muere el dragón y sus fieros dientes cruje; Sois el pequeñuelo humilde que el mayor profeta os unge, porque los demás no pueden alcanzar aunque madruguen, Sois la que para reinar es menester que os ayude el que a Cristo dio consuelo cuando sin él se presume;

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

Sois, al fin, el complemento de las mayores virtudes, pues la humildad será el blanco donde todas se dibujen. Y pues os nombráis piadosa y en vos este nombre luce, tuteladnos como madre cuando Reina os constituyen. Mirad con serenos ojos a vuestro auditorio ilustre que fervoroso os celebra si con devoción acude. Vuestros humildes cofrades que a esclavos se os restituyen, ricos efectos ofrecen aunque pobres los murmuren.

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Debajo de vuestra sombra recogedlos porque huyen del fuego que los abraza por las centellas que escupe. Refrescad con vuestras nieves la nieve que los consume, con ardores del olvido de lo que importa que cuiden. Canten vuestras alabanzas en acordados laúdes los serafines más altos; los ángeles os saluden; Los patriarcas os alaben, los profetas os anuncien, los apóstoles os sirvan, los mártires os encumbren. Los confesores declaren, las vírgenes no se excusen, y el mismo Dios con ventajas himnos y laudes pronuncie.

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Porque el narrar vuestra gloria a mi cortedad no incumbe, pues para cifrar grandezas es corto el mayor volumen. Amparadnos cual patrona y haced que se desocupen de enemigos las fronteras que a vuestro cargo relucen. Tocad al arma, Señora, no déis lugar que se burlen de las cristianas banderas estos temidos gandules. Haced que las cajas suenen y los clarines retumben, los soldados que disparen los mosquetes y arcabuces. Rompan con vos la batalla, y la victoria asegure vuestro poder soberano porque el bárbaro no triunfe.

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Y a mí perdonad, Señora, la insuficiencia que tuve en querer con torpes labios deciros lo que no supe». (5.26, epílogo)

SONETOS 7

¿Soy el dichoso yo, soy por ventura quien debajo del pie tener solía lo más sublime que corona el día, teniendo en poco la mayor altura? ¿Soy quien jamás vio la desventura, por ver que con el cielo competía mi loco pensamiento y que a porfía encumbrarse soñaba sin mesura?

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

Yo soy, mas ya no soy, que el tiempo mueve lo que firme parece al pensamiento, pues vemos que el más alto se le atreve.

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Ninguno en su vital estribe aliento, ni piense que la gloria se le debe hasta que tenga el fin feliz asiento. (2.5)

8 EN ACCIÓN DE GRACIAS A LA VIRGEN SANTÍSIMA, HALLÁNDOME YA RESCATADO E N T R E CRISTIANOS

¿Quién hay, Señora, que valerse quiera de vuestro santo nombre, que no alcance, con lágrimas orando, al primer lance lo que imposible al tiempo pareciera? ¿Quién hay que en vuestras manos se pusiera, Virgen sagrada, en peligroso trance, que en el mayor trabajo no descanse y su esperanza fin dichoso adquiera? Bien manifiesto está en mi larga suerte, pues que entre tantos bárbaros contrastes quisisteis libertarme de la muerte.

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Gracias os doy ya fuera de debates, estimando el favor, y si se advierte, jamás imaginado entre rescates. (5.19)

9 A LA VIRGEN SANTÍSIMA SEÑORA NUESTRA, EN DÍA DE SU PURA Y LIMPIA CONCEPCIÓN, PARA SELLO Y FIN DE ESTE LIBRO, QUE SEA PARA MAYOR HONRA Y GLORIA SUYA

Sin fin el que es y fue sin haber sido Al principio crió el voluble cielo, Negó hasta el cuarto día dar al suelo T a n próvido planeta, el sol lucido. Inmóvil por entonces fue tenido, Si después, generoso en su desvelo,

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

I la tierra cambiándole el consuelo, Mostró su campo verde entre florido. A semejanza el cielo de María Mayores glorias cifra para el hombre Al recibir el sol que en sí no cabe. Reconocidos, pues, aqueste día Invoquemos, Señora, vuestro nombre: Ave María, todos digan, Ave. (5.26 injinis)

10 DEDICATORIA

Sulcar las ondas que el valor provoca a vela y remo mi bajel procura; su curso teme, y entre fiera roca rompe sus aguas de la peña dura; crece al temor después, que el viento invoca al émulo huracán, que siempre apura al más cauto piloto que, atrevido, goza de la ocasión favorecido. Amaina velas en seguro puerto su osado intento, del silencio manso, segura protección, asilo cierto contra las olas del mordaz remanso, adonde el genio culto y más dispierto goza la flor del céfiro descanso; mas tu tendrás atrevimiento en suma, de N e p t u n o el favor sobre su espuma. Y no la cierta atemorice historia de ciertos desengaños tu carrera, que si el tiempo borró de la memoria las verdaderas líneas de esta esfera, hoy tu canto cantar podrá victoria a la luz del planeta, que se espera en los primeros pasos de su oriente para que densas nubes las ahuyente.

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

Con la mayor grandeza, en sus primeros, de resplandor luciente, tiernos pasos del monarca mayor, aunque severos, te encontrarás sin muchos embarazos, y, llevando por blanco verdaderos, entre discursos, vínculos y lazos, los deshará el gran Carlos, el segundo, para que enmiende el orbe y tiemble el mundo.

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

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II T R A D U C C I O N E S Y GLOSAS

I AUSONIO Gratia quae tarda est ingrata est, gratia. Namque Cum fieri properat, gratia grata magis. (Ausonio, Epigramas Lib. 85, Ex Graeco)

Los beneficios y dones que con presteza se dan, al que los recibe harán que sea grato en sus acciones: porque el dar sin dilaciones es la acción que se agradece, más bien que lo que se ofrece con esperadas razones. (5.20)

II Si bene quid facias facias. Nam cito, factum Gratum erit: ingratum gratia tarda fecit. (Ausonio, Epigramas liber., 86, Ex

Si quieres ser alabado y así mesmo agradecido, no hagas el bien prometido, porque, en siendo dilatado, hace ingrato al más sufrido. (5.20)

Eodem)

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

CLAUDIANO III Tu civem patremque geras; tu consule cunctis Nec tibi; nec tua te moveant sed publica damna. (Claudiano, De Quarto Consullatu Honorii Augusti Panegyricum, C C X C I X )

Tu obligación es traer a cuestas al ciudadano y dar con tiempo la mano al mas próximo a caer; también debes atender, antes que a tus conveniencias, a las públicas dolencias, cuyo remedio has de ser. (4.28)

IV Non sic injlectere sensus Humanos edicta valent, quam vita regentis.

(Claudiano, Cónsul Honorii, IV, 296-97)

N o obliga el apremio tanto al subdito desmedido, como el ver que está regido de un superior cuerdo y santo. (5.21)

V Tale est omne barbarum genus: Pater cum filia, filius cum matre miscetur, soror cumfrate.

(Eurípides) Tal es el barbarismo de la nación egipcia, que hermanos con hermanas se casan y cohabitan las madres con los hijos, los padres con las hijas,

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

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todos viven mezclados como bestias marinas. (4.1)

HORACIO VI Sortitur insignes et irnos.

(Horacio, Odas, III, I, 15) Et aequo pulsat pede pauperum tabernas, Regumque turres.

(Horacio, Odas, I, IV, 13-14). La Parca majestuosa con igual pie palacios atrepella, que la escondida choza, y en los más poderosos hace, mella y al fin con justas leyes iguala a los humildes con los reyes. (2.28)

VII Principibus placuisse viris, non ultima laus est.

(Horacio, Epístolas, I, XVII, 35) N o es la última alabanza que se le puede aplicar el que supo granjear de príncipe la privanza, si con vana confianza no la supo conservar. (4.24)

264

LETRAS DEL REINO DE CHILE

VIII

Hic murus aheneus esto: Nil conscire sibi, nulla palescere culpa. (Horacio, Epístolas, I„ I, 60-61) La conciencia es fuerte muro de aquel que la tiene sana, con imitación cristiana y espíritu limpio y puro; este vivirá seguro de que le salgan colores de vergonzosos errores que de las culpas provienen, y aquellos que no las tienen se aseguran de terrores. (5.26)

JUVENAL IX

Templo quodcumque malum commit[t]itur, ipsi Displicet auctori: prima haec est ultio, quod se Judice, tierno nocens absolvitur, improba quaevis Gratia fallad praetoris vicerit urnam. (Juvenal, Satira, XIII, 1-4) Es tan torpe el pecado y de su natural horrible y feo, que se halla castigado en su propio placer y en su trofeo, y el mesmo que lo hace, de su aparente gusto se desplace. (4.2)

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

265

LUCANO X Stabant in margine siccae Aspides, in mediis sitiebant dispades

undis.

(Lucano, Farsalia, 9, 6 0 9 - 1 0 )

Los áspides ardientes en medio de las ondas abundantes y de claras corrientes, más sedientos se muestran que de antes, que su anhelo sediento compite con la sed del avariento. (1.2)

XI Lacrimas non sponte cadentes Effudit, gemitusque

expressit pectore laeto. (Lucano, Farsalia, I X , 1 0 3 8 - 3 9 )

Lágrimas derrama y vierte sin pena ni algún dolor, y, teniendo alegre el pecho, gime y suspira su voz. (2.30)

XII Illie Pelei proles vesana

Philipi,

felix praedo yacet terrarum. (Lucano, Farsalia, X , 20)

Aquí yace el Macedonio, que, por ser tan buen ladrón de feliz tuvo opinión. (3.13)

266

LETRAS DEL REINO DE CHILE

XIII Ipse, manu sua pila gerens, praecedit

anheli

Militis ora pedes: monstrat tolerare labores, non

jubet.

(Lucano, Farsalia, IX, 587-89) El capitán prudente, siendo el primero en el mayor trabajo, enseñó diligente al más alto soldado y al más bajo, con que obrando advertido mandó, y sin mandar fue obedecido. (4.18)

XIV LUCRECIO Exprimitur

valides extritus viribus ignis,

Et micat iterdum Jlammai fervidus Mutue

ardor,

dum Ínter se rami stirpesque

teruntur.

(Lucrecio, De Natura rerum, V, 1097-99)

Los montes más trepados, de la fuerza del aire combatidos, brotan rayos helados, y de sus propias ramas oprimidos, encontrándose a veces pedernales se vieron sus arneses. (3.2)

MARCIAL XV Ne laudet dignos, laudat Calistratus

omnes:

Cui malus est nemo, quis bonus esse potest?

(Marcial, Epigramas, lib. XII, 80)

Por no alabar al más bueno Calístrato alaba al malo igualmente con el bueno,

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

267

y si en él ninguno es malo, ¿quién ha de poder ser bueno? (4.26)

XVI

Non luget quisquís laudan, Gelia, quaerit: lile dolet vere, qui sine teste dolet.

(Marcial, Epigramas, I, 33, 3-4) N o siente tanto el pesar el que acompañado llora, porque el dolor se minora, teniendo con quien llorar. Mas quien solo ha de pasar sus penas y desconsuelos, con voces rompa los cielos, pues le faltan los amigos que le sirvan de testigos en sus mayores desvelos. (1.17)

XVII

Aetatem Longam Multum Non est

Priami Nestorisque qui putat esse, Martiane, decipiturque falliturque: vivere, sed valere vita.

(Marcial, Epigramas, VI, 70, 12-15) Aquel que piensa que vive con edad prolija y larga, siendo la vejez tal carga que sólo de muerte sirve, se engaña, pues no apercibe ni sabe que la salud con vigorosa virtud es la vida más constante: que así Marcial elegante lo discantó en su laúd. (2.3)

268

LETRAS DEL REINO DE CHILE XVIII Exclamare

libet: crudelis, perfide, praedo,

A nostra pueris parcere disce lupa.

(Marcial, Epigramas, II, 75, 9-10)

¡Ah!, pérfidos, atroces, fementidos, crueles, inhumanos, dejadme daros voces y poner un ejemplo en vuestras manos, de una loba ferina que a perdonar muchachos os inclina. (2.10)

XIX Nullo fata loco possis

excludere:

Cum mors venerit, in medio Tibure Sardinia

est.

(Marcial, Epigramas, IV, 60, 5-6)

Si te viene a ejecutar la muerte en plazo cumplido, aunque estás favorecido delTiburtino lugar, no te puede aprovechar su saludable terreno, porque es el mesmo veneno que en Sardinia se contrata, y si aquí por malo mata, lo propio hace allá por bueno. (3.19)

XX

Ego esse miserum credo, cui placet nemo. (Marcial, Epigramas, V, 28, 9-10)

Tengo por bien desdichado al que jamás dijo bien, ni en su concepto h u b o quien pudiese ser alabado. (4.26)

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

269

XXI

Semper eris pauper, si pauper es, Emiliane; Non dantur opes nunc, nisi divitibus.

(Marcial, Epigramas, V, 81, 1-2) Si eres pobre y desdichado, amigo Emiliano, es cierto que lo has de ser sin acierto en tu miserable estado; que sólo el que está sobrado de ricos bienes y dones, se los dan tan a montones como está experimentado. (4.28)

XXII

Et judex petit, petit et patronus: Solvas censeo, Sexte, creditori.

(Marcial, Epigramas, II, 13.) Tengo por más acertado, Sexto, que pagues primero al que debes, tu dinero, antes que darlo al letrado, que éste pide adelantado, y el escribano y el juez piden antes y después con voz melosa y suave, y antes que el pleito se acabe te dejaran pez con pez. (4.29)

270

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

OVIDIO XXIII

[DÈCIMA DEDICATORIA] Sacra Real Majestad Excipe pacato, Caesar Germanice, voltu hoc opus et timidae dirige navis iter.

(Ovidio, Fasti, I, 3-4) Vuestra majestad, señor y poderoso monarca, encamine esta mi barca al puerto de su favor, mirándola con amor que es pequeña navecilla, y en el fondo de su aquilla lleva verdades patentes, que hoy son grandes delincuentes y corre riesgo en la orilla.

5

10

XXIV Nimitur in vetitum semper cupimusque negata.

(Ovidio, Amores, III, IV, 17) En lo que hay dificultad estriba nuestro cuidado, y tras lo oculto y vedado se va nuestra voluntad. (1.1)

XXV Si licet exemplis in parvo grandibus uti.

(Ovidio, Tristia, I, III, 25) Son lícitos los disfraces en los escritos mayores, y usar de ejemplos y frases aun en los que son menores. (1.1)

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

271

XXVI Illa quidem justa est, nec me meruisse negabo: no andeo nostro fugit ab ore pudor. (Ovidio, Tristia, II, 29-30)

N o puedo, César, negarte que el castigo que he tenido le tiene bien merecido mi liviano ingenio y arte. Avergonsado por parte me tiene el conocimiento sirva mi arrepentimiento de en tu justicia templarte. (1.1)

XXVII Regía (crede mihi) res est subcurrere labsis convenit et tanto, quantus es ipse, viro. (Ovidio, Epist. ex Ponto, II, IX, 11-12)

Es de un pecho generoso dolerse de un lastimado, y el levantar al postrado, de un príncipe majestuoso. (1.11)

XXVIII Doñee erísfelix multos numerabis amicos, Témpora si fuerint nubila, solus eris. Orrea formicae tendunt ad inania numquam, Nullus ad amissas ibit amicus opes. (Ovidio, Tristia, I, IX 5-6 y 9-10)

Cuando fueres poderoso muchos amigos tendrás; mas si te quedas en paz y dejas de ser dichoso, no hallarás algún piadoso

272

LETRAS DEL REINO DE CHILE

que se duela de tu mal; porque si estás sin caudal a todos serás penoso. Las hormigas siempre van a la troje proveída, mas a la que está barrida nunca se encaminarán; a aquestas imitaran los que son amigos falsos, que nunca siguen los pasos del pobre que tiene afán. (1.7)

XXIX Solfugit

et removet sub euntia nubila

coelum,

Et gravis effusis decidit imber aquís.

(Ovidio, Fasti, II, 493-94) El sol apresurado de las nubes huyendo se ha escondido, y el invierno pesado se ha dejado caer tan desmedido, que tiene por el suelo derribados los astros de ese cielo. (1.8)

XXX Et lacrimas cernens in singula verba cadentes, Ore meo lacrimas, auribus illa bibi.

(Ovidio, Tristia, III, v, 13-14) Cuando sus lágrimas vi de sus dos luces pendientes, entre suspiros ardientes con la boca las bebí; sus palabras recebí con apretados oídos,

FRANCISCO N Ú Ñ E Z DE PINEDA Y OTROS

273

y con iguales gemidos los suyos correspondí. (1.10)

XXXI

In pretio pretium Census amicitias;

nunc est, dat census honores, pauper ubique jacet. (Ovidio, Fasti, I, 2 1 7 - 1 8 )

A tiempo habernos llegado que no hay más ser que tener: en él está el merecer y en su valor se ha cifrado ser tenido y respetado, porque el pobre aunque merece, su mérito se escurece y es de todos despreciado. (1.13)

XXXII

Natus es e scopulis, nutritus lacte ferino, Et dicam sílices pectus habere tuum. (Ovidio, Tristia, III, XI, 3 - 4 )

Tu origen y nacimiento de peñascos duros fue, leche de fiera se ve que te dio mantenimiento: de pedernales sin cuento dice que es tu pecho extraño, pues que sólo en hacer daño se ocupa tu entendimiento. (1.6)

274

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

XXXIII Crede mihi, miseris coelestia numina Nec semper laesos et sine fine

parcuní,

premuní.

( O v i d i o , Epistulae

ex Ponto, III, V I , 2 1 - 2 2 )

Siempre por cierto he tenido que los dioses inmortales se lastiman de los males del miserable afligido, dan mano al que esta caído y perdonan al culpado, porque es un fiel abogado el que en sangre es conocido. (1.6)

XXXIV Omne genus scripti gravitate

tragaedia

vincit:

Haec quoque materiam semper amoris

habet.

( O v i d i o , Tristia, II, 3 8 1 - 8 2 )

Del gran poeta es opinión que las trágicas memorias son las más graves historias que muestra la descripción, y que entre su narración siempre se mezclan amores, que un jardín con varias flores es a la vista agradable; y así sera más loable lo vario en los escritores. (2.13)

XXXV Omnia

sunt hominum

tenui pendentia

Et súbito casu, quae valuere

filo,

ruunt.

( O v i d i o , Epistulae

ex Ponto, IV, III, 3 5 - 3 6 )

De un cordel delicado la más feliz fortuna está pendiente,

FRANCISCO N Ú Ñ E Z DE PINEDA Y OTROS

275

y lo más levantado se mira por el suelo fácilmente. porque son las desdichas sinónomos muy ciertos de las dichas. (3.21)

XXXVI

Témpora labuntur tacitisque senescimus annis, Et fugiunt freno non remorante dies.

(Ovidio, Fasti, VI, 771-72). Los tiempos se deslizan, los años resbalando se nos pasan, callando nos avisan, y sin freno los días nos aplazan; pues cuando no pensamos al fin de la carrera nos hallamos. (2.23)

XXXVII

Ludit in humanis divina potestas rebus Et certam praesens vix habet hora fidem.

(Ovidio, Epistulae ex Ponto, IV, III, 49-50) La fortuna poderosa se entretiene con lo humano; quita y pone de su mano la suerte más venturosa, y aunque siempre es trabajosa porque no tiene firmeza, el más cuerdo se embelesa en su palabra inconstante, pues no hay hora ni hay instante que fee tenga su promesa. (2.28)

276

LETRAS DEL REINO DE CHILE

XXXVIII Te tuus iste rigor, positique Et levis egregio pulvis

sitie arti capili

in ore docet. ( O v i d i o , Heroidas,

IV, 7 7 - 7 8 )

En tu desdén y rigor y en tu cabello sin arte está cifrado el dios Marte, a quien se rinde el amor; porque parece mejor el varón y el que es soldado tal vez el rostro empolvado y sin aliño el cabello, que así aparece más bello que un melindroso afeitado. (3.34)

XXXIX Turpe pecus mutilum,

turpis sine gramine

Et sine fronde frutex,

et sine crine caput.

campus,

( O v i d i o , Ars amatoria,

Torpe cosa y fea es ver sin su ropaje al ganado, sin su verde grama el prado, como suele acontecer; al árbol sin florecer y de sus hojas desnudo, sin cabello a un cabezudo que en orejas sólo crece: que más torpe y mal parece que un calvo y un melenudo. (3.34)

III, 2 4 9 - 5 0 )

FRANCISCO N Ú Ñ E Z DE PINEDA Y OTROS

277

XL

Jamque quiescebatit voces hominunque canumque, Lunaque nocturnos alta regebat equos.

(Ovidio, Tristia, I, III, 27-28) Ya que la noche en su sosiego estaba, y las humanas voces suspendidas y el can más vigilante no ladraba; ya que entre las estrellas más lucidas la luna en su carroza se paseaba, ostentando sus luces más crecidas, en nocturnos caballos obsequiosos que regía con pasos presurosos. (4.5)

XLI

Scilicet arma magis quam sidera, Romule, ñoras: Curaque finítimos vincere maior erat.

(Ovidio, Fasti, I, 29-30) Aunque en la esférica ciencia estás R ó m u l o cursado, en las armas has mostrado estar con más experiencia, pues echaste con violencia los enemigos cercanos, venciéndolos por tus manos, que es tu mayor excelencia. (4.34)

XLII

Crede mihi: bene qui latuit, bene vixit, et intra Fortunam debet quisque manere suam.

(Ovidio, Tristia, III, IV, 25-26) Q u é sosegado vivió el que se supo esconder, sin quererse entremeter en lo que no le importó;

278

LETRAS DEL REINO DE CHILE

de su esfera no salió, conservando bien el juicio, por no violentar el quicio de la puerta que cerró. (5.7)

XLIII Neve puellarum lachrymis moveare caveto, Ut Jlerent oculos erudiere suos. (Ovidio, Remedia amoris, 689-90) N o adelantes el discurso a dar crédito bastante a la mujer inconstante que con lágrimas al uso hacerte chanza dispuso, con astucias industriando a sus ojos que, llorando, al suplicio te encaminen: mira que así no te inclinen, que padecerás penando. (5.8)

XLIV Terra feret stellas: coelum findetur aratro: Unda dabit Jlammas; t dabit ignis aquas: Omnia naturae praepostera legibus ibunt; Parsque suum mundi nulla tenebit iter. Omnia jam fient, fieri quae posse negabam; Et nihil est de quo non sit habenda ftdes. (Ovidio, Tristia, I, VIII, 3-8) Producirá la tierra astros lucientes; cultivará los cielos el arado; los ríos caudalosos y las fuentes brotarán fuego; y éste a lo trocado, lo natural, el mundo y sus vivientes irán sin ley y por camino errado,

279

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

con que ya no habrá cosa en lo imposible que no parezca fácil y factible. (5.14)

XLV Quocumque Formaque

adspiceres, luctus gemitusque non taciti funeris

sonabant:

intus erat.

Femina, virque, meo pueri quoque funere Inque domo lacrymas angulus omnis

merent;

habet.

(Ovidio, Tristia, I, III, 21-24) A cualquier parte que el rostro revolvieres con cuidado, no se oirán mas que suspiros, lágrimas tristes y llantos; al m o d o de las exequias de un difunto malogrado, se escuchan fúnebres voces en los rincones del rancho. (5.17)

XLVI Ipse deus nudus, nudos jubet iré ministros, Nec satis ad cursus commoda vestís erat.

(Ovidio, Fasti, II, 287-88) Mandan desnudos los dioses que sus ministros desnudos sigan sus mandatos mudos con ejemplares, sin voces, que son apremios veloces que aprestan la ejecución sin ninguna dilación, porque el más recto mandar del príncipe es el obrar antes él, en la ocasión. (5.21)

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

XLVII Saepe, premente deo,ferst deus alter opetn. Mulciber in Troiam, pro Troia stabat Apollo. Aequa Venus Teucris, Pallas iniqua fuit.

(Ovidio, Tris tía, I, II, 4-6) Oprimido del tirano el dios que nos favorece, otro dios se nos ofrece a tenernos de su mano, contra Troya fue Vulcano, y Apolo su defensor: Venus le dio su favor si Palas le fue contraria, que por mujer siempre es varia, y así lo ha de ser su amor. (4.2)

XLVIII Nec yacet in molli veneranda scientia lecío.

(Ovidio, Metamorfosis, 1) Entre velos corridos, en cama blanda y lechos deliciosos se duermen los sentidos y los discursos se hallan perezosos, sin que la ciencia tenga quien su lugar, ni asiento le prevenga. (4.16)

XLIX Sic meus hinc vir adest, ut me custodiat absens. An nescis longas regibus esse manus?

(Ovidio, Heroidas, 16) D e tal suerte está presente en su ausencia mi marido, que nunca me ha parecido

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

281

estar en mi amparo ausente. Pues ¿no sabes que el prudente monarca justificado alcanza a lo más distado de toda su monarquía, a ser del mérito día y obscura noche al pecado? (4.25)

L

Careat succesibus opto (dijo) Quisquís ab eventufacta no tanda putat. (Ovidio, Epistulae ex Ponto, 2)

A los emuladores de casos contingentes e impensados, en sus dichas mayores que tengan los sucesos malogrados con razón les deseo, porque adquieran el logro de su empleo. (4.37)

LI

Usibus edocto si quidquam credis amico, Vive tibi, et longe nomina magna fuge.

(Ovidio, Tristia, III, IV, 3-4) A un buen experto amigo si dar crédito quieres, como cuerdo, vive en ti sin testigo, te aconseja celoso y con acuerdo, y que mires de lejos los más altos renombres por bosquejos. (5.2)

282

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

LII Haec ego si monitor, monitus prius ipsefuissem In qua debebam forsitan urbeforem.

(Ovidio, Tristia, III,"IV,13-14) Si como experimentado hoy sirvo de consejero, hubiera sido primero de otros bien aconsejado no hubiera yo continuado los concursos populares, porque en sus propios azares tropieza el más avisado. (5.2)

LUI Sum quoque, Care, tuis defensus viribus absens: Seis Carum veri nominis esse loco.

(Ovidio, Tristia, III,V, 17-18) Ausente y desterrado, con vuestro esfuerzo estoy bien amparado; y así, Caro, has sabido ser de todos amado y bien querido, en el lugar primero del nombre de amistad más verdadero. (5.5)

LIV Tu quoque fac timeas, et quae tibi laeta videatur Dum loqueris, fteri tristitia posse puta.

(Ovidio, Ep. ex Ponto, IV, III, 57-58) Recélate con temor y mira que tu contento, puede ser que en un m o m e n t o se trueque en pena y dolor. (5.9)

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

283

LV Sic acceptissima

semper

Muñera sunt Auctor quae preciossa facit.

(Ovidio, Heroidas, XVII, 71-72) Siempre los dones colmados son agradables y aceptos, y el Autor de los efectos los hace más apreciados con liberales afectos. (5.15)

LVI Verba quis auderet coram sene digna rubore Dicere? censuram tonga senecta

dabat.

(Ovidio, Fasti, V, 69-70) ¿Quién con osado pensar en presencia del anciano pareció descortesano ni supo atrevido hablar? Porque sólo el censurar las acciones juveniles toca a los años seniles cursados en industriar. (5.16)

LVII Ter limen tetigi (dijo); ter sum revocatus; et ipse Indulgens

animo pes mihi tardus erat.

(Ovidio, Tristia, I, III, 55-56) Tres veces toqué el umbral con los pies torpes y tardos, y otras tantas mis cuidados me volvieron del portal. (5.17)

284

LETRAS DEL REINO DE CHILE

LVIII Saepe vale dicto, rursus sum multa Et quasi discedens oscula summa

locutus, dedi.

(Ovidio, Tristia, I, III, 57-58) Despedido y saludado con varias repeticiones, me volvieron mis pasiones a principiar lo acabado: hablé tan desconcertado muchas cosas sin saber, que no me supe entender porque me hallaba turbado. (5.17)

LIX Iuppiter oranti surdas si praebeat

auris,

victima pro templo cur cadat icta Iovis?; Si pacem nullam pontus irrita Neptuno

mihi praestet

eunti,

cur ego tura feram?

(Ovidio, Ep. Ex Ponto, II, IX, 25-28) Si excusa Júpiter dar prestos oídos al orante, ¿por qué ha de ofrecer constante sacrificios en su altar? Y si N e p t u n o en el mar no le pone en salvamento, ¿por qué sin merecimiento víctimas ha de gozar? (5.15)

LX Missus in hanc venio timide liber exsulis Da placidam fesso, lector amice,

urbem;

manum.

(Ovidio, Tristia, III, I, 1-2)

Enviado de mi dueño, que está en remotos reinos desterrado,

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

285

me pongo en este empeño, llegando temeroso a este juzgado de varias intenciones que juzgan bien y mal en ocasiones. el lector cortesano, como amigo de aquel que se desvela, me podrá dar la mano y admitir mis borrones en su escuela, porque los hombres sabios no saben con la lengua hacer agravios. (5.26)

LXI PLAUTO Nam rex Seleucus me opere oravit máximo, Ut sibi latrones cogerem et conscriberen.

(Plauto, Miles gloriosas, Act. 2, esc. 275-76) El ruego del superior viene a ser más que mandato, por lo cual nos dice Plauto que le rogó su señor el Seleuco emperador, que para sí recogiese los ladrones que pudiese, que de esta suerte el soldado fue antiguamente llamado, cualquiera que sueldo hubiese. (2.7)

LXII PROPERCIO Navita de ventis, de tauris narrat arator, Enumerat miles vulnera, pastor oves.

(Propercio, Elegías, II, 1, 43-44) Los marineros traten y el piloto de lo que está a su cargo, y de los vientos; el labrador registre si está roto

286

LETRAS DEL REINO DE CHILE

el arado, y los bueyes sin alientos; el soldado descubra el pecho roto y cuente sus heridas y portentos; el pastor apaciente su ganado; que así estará todo concertado. (5.7)

LXIII SILIO ITALICO Frenoque

teneri,

Impatiens

crebros expirât naribus ignés.

(Silio Italico, Punica, VI, 231-32) De las espuelas herido, el frisón mas alentado no puede estar sosegado ni en un lugar detenido; con el freno enfurecido fuego sus narices brotan, los estruendos le alborotan y de la guerra el ruido. (1.6)

LXIV Subitis horrescit túrbida

nimbis

Tempestas, ruptoque polo micat igneus aether.

(Silio Itálico, Púnica, I, 134-35) La tempestad deshecha, horrible, tenebrosa y desusada violentos rayos echa, y la tórrido zona destemplada abrasa el firmamento, rasgándose los polos con el viento. (2.18)

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

287

LXV TERENCIO Postremo imperavi agomet mihi Omnia assentari: is quaestus nunc est uberrimus.

(Terencio, Eunuchus, 252-53)

Mandé yo imperiosamente a mí mesmo que adulase, porque del fruto gozase; que en este tiempo es corriente y le juzgo conveniente, aunque en otro fuese vicio, pues se ha trocado en oficio de los más calificados, dando ser a los privados y aún a los locos jüicio. (1.20)

LXVI TIBULO Luce sacra requiescat humus, requiescat arator, Et, grave suspenso vomere, cesset opus; Solvite vincla jugis; nunc ac praesepia debent Plena coronato stare boves capite. Omnia sint operata deo: non audeat ulla Laniftcam pensis impossuise manum.

(Tibulo, Elegías, II, I, 5-10)

En el sagrado día el h u m o pare, descanse el labrador, cuelgue el arado, desate el lazo al yugo, el buey no are, asista en el pesebre bien colmado; encamínese a Dios lo que se obrare: ninguno ejerza oficio tareado, ni se atreva a poner la mano en cosa que parezca (aunque leve) trabajosa. (3.21)

288

LETRAS DEL REINO DE CHILE

LXVII Non ego si merui dubitem procumbere Et dare sacratis oscula

templis,

liminibus;

Non ego telurem dubitem perrepere Et miserum sancto tundere post

suplex,

caput.

(Tíbulo, Elegías, I, II, 83-86) Los postes abrazaban de sus templos los barbaros contritos, y sus labios besaban los umbrales, juzgándolos benditos, y en sus quicios sagrados las cabezas se herían humillados. (5.19)

LXVIII Vos quoque abesse procul, jubeo, discedite ab aris, Queis tullit externa gaudia nocte Venus.

(Tibulo, Elegías, II, 1,11-12) Haec sanctae ut poseas Tiberino in gurgite Mane caput bis terque noctem jlumine

mergis;

purgas.

(Persio, Satirae, II, 15-16) Vosotros que en torpe gusto esta noche habéis pasado, apartaos de lo sagrado porque causáis gran disgusto; tampoco es razón ni es justo que al simulacro divino llegue por ningún camino el que manchado estuviere, menos que a lavarse fuere al corriente Tiberino. (4.10)

289

F R A N C I S C O N Ú Ñ E Z DE PINEDA Y O T R O S

LXIX Nutic, Dea,

nunc succurrere tnihi, narn posse

Pieta docet templis

multa

tabela

mederi

tuis.

(Tíbulo, Elegías, I, III, 25-26)

Si el bosquejo en la tablilla de vuestra imagen nos muestra el ser, bella diosa, vuestra para obrar con maravilla, sacadme, os ruego, a la orilla de mi tempestuoso mar, que bien me podéis librar del tormento que padezco, y aunque yo no lo merezco bien os lo podré rogar. (3.32)

VIRGILIO LXX Effusis imbribus Tempestas Ardua

atra

sine more furit,

tronituque

terrarum et campi, ruit aethere

Turbidus

imber aqua densisque

tremescunt toto

nigerrimus

Austris.

(Virgilio, Eneida, V, 693-96)

Rasgado esta el firmamento despidiendo espesos rayos, y la tierra con desmayos tiembla oprimida del viento. Los astros están sin tiento, y el temporal sin medida con una furia atrevida el campo fértil abrasa, sin dejar choza ni casa por oculta o escondida. (1.9)

290

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

LXXI Eripiunt subito nubes coelumque diemque Teucrorum ex oculis; ponto nox incubai astra. Intonuere poli, et crebris micat ignibus aether; Praesentemque viris intentant omnia mortem. (Virgilio, Eneida, I, 89-91) Las densas n u b e s súbito q u i t a b a n d e nuestra vista el cielo, luz y el día; las lóbregas tinieblas desataban sus tenebrosas lluvias a porfía; los varios e l e m e n t o s contrastaban, y el antàrtico p o l o despedía rayos d e f u e g o entre nevadas puntas, i n t i m a n d o la m u e r t e todas j u n t a s . (1.18)

LXXII Nocturnosque ciet manes mugiré videbis, Sub pedibus terram. (Virgilio, Eneida, IV, 490-91) Los m á g i c o s suscitan cadáveres ya fríos sepultados, p o r q u e así se acreditan sus vanos artificios encantados, y h a c e n q u e sean patentes los f u t u r o s q u e f u e r o n c o n t i n g e n t e s . (2.19)

LXXIII Quam Troius Heros Ut primum juxta stetit agnovitque per umbram Obscuram, quale primo qui surgere mense Aut videt, aut vidisse putat per nubila lunam. (Virgilio, Eneida, VI, 451-54). P o r las sombras obscuras el h é r o e c o n o c i ó la suscitada,

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como entre las roturas del cielo y sus celajes asomada, suele la luna verse y entre confusas dudas conocerse. (2.19)

LXXIV

In ripa gelideque sub aetheris axe procubuit Aeneas, seramque dedit per membra quietem.

(Virgilio, Eneida, VIII, 28-30) Al que importa no dormir aunque el sueño le combata, tenga en memoria al pirata que le viene a combatir: procure en esto seguir al troyano valeroso, que dado al leve reposo en las riberas del río, no tuvo más que al rocío por su capa y su rebozo. (4.6) LXXV

Una salus victis (dijo), nullam sperare salutem.

(Virgilio, Eneida, II, 354) Los vencidos y opresos no tienen más salud que no esperarla, y en los casos adversos con resuelto valor solicitarla, que tal vez el perdido la adquirió por constante y atrevido. (4.13)

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LETRAS DEL REINO DE CHILE LXXVI Per noctem plurima volvens. (Virgilio, Eneida, I, 3 0 5 )

Enseña el gran capitán a los soldados constantes ser, sin dormir, vigilantes, que así seguros están; y el troyano con afán se muestra estar desvelado, dando vueltas al cuidado en las noches de tormenta, que así el general alienta al mas mínimo soldado. (4.16)

LXXVI I Mutemus clypeos, Danaumque insignia nobis Aptemus: dolus an virtus, quis in hoste requirat? (Virgilio, Eneida, II, 3 8 9 - 9 0 )

Los escudos troquemos, y las armas e insignias del contrario con astucia mudemos, para que el enemigo se halle vario, que en él, ¿quién hay que entienda hallar virtud o engaño que no ofenda? (5.1)

LXXVIII Cura tibi divum effigies ac templa tueri; Bella viri pacemque gerant. (Virgilio, Eneida, V I I , 4 4 3 - 4 4 )

De los santos ten cuidado y de lo templos también, que ese oficio te está dado;

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y deja la guerra a quien le toca como soldado. (5.7)

LXXIX

Omnia cum posses tanto cum carus amico, Te sentiit nemo posse nocere tamen.

(Virgilio, Eneida, 2) Siendo él todopoderoso y en la privanza subido, fue de todos bien querido por cortés y generoso, ninguno se halló quejoso de su noble proceder, porque supo complacer al pobre y necesitado con mansedumbre y agrado, que es lo sumo del saber. (4.24)

LXXX

Corripiens manibus cinerem nigramque favilam, Inspersit capiti et faciem foedavit honestam. (Virgilio, Illiad de Achilles, 18)

Cogiendo la ceniza y el polvo delicado con las manos, la cabeza matiza, y con extraños modos e inhumanos, el rostro más honesto lo deja deslustrado y descompuesto. (5.3)

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LETRAS DEL REINO DE CHILE LXXXI Jura silent, mutaeque tacent sine vindice leges. (Anónimo, Epicedion Drusi, 185)

Los derechos se tuercen, y oprimidos del poderoso, callan; las leyes enmudecen porque en nocturnas confusiones se hallan, estando la justicia en manos del poder y la malicia. (1.13)

LXXXII Quam melius medici, qui quo nihil ante priora Profecisse vident, adhibent contraria, leges Decepti medicas artemque valere jubentes.

El médico prudente trueca las medicinas, si el arte no aprovecha cuando con él se aplican. (4.37)

LXXXI II Rustica gens est óptima jlens, et pésima gaudens; Ungentem pungit, pungentem rusticus unget. ( U n m o d e r n o autor)

Afligida y apretada esta bárbara nación, es buena su condición, muy humilde y sosegada; mas en viéndose ensalzada con agasajos y honores, muestra luego sus rigores, hiriendo al que no le hiere; y el que la maltrata adquiere lo que no hicieron favores. (4.13)

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

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LXXXIV Prius vel sydera Terram subibunt, Quam

ierra vel scandet

molis a me extorqueatur

polum,

vox

tibi.

(Un trágico poeta)

Antes saldrán de su asiento esos polos celestiales, y sus cursos naturales quedarán sin movimiento; antes la tierra en el viento tendrá fijo su lugar, que yo te pueda adular ni decir lo que no siento. (5.3)

LXXXV SAN GREGORIO NACIANCENO Protinus, extinto, subeunt mala cuneta,

pudore.

(S. Gregorio Nacianceno in Carminibus)

Extinguido el recato y rasgados los velos vergonzosos, los vicios de barato se entrometen con pasos licenciosos, desterrando del puesto la virtud, la vergüenza y lo compuesto. (4.18)

LXXXVI Ne praesente viro, vel eodern absente, Des operam, inque tuis agites convivia

Lyaeo tectis:

Forte queat venter rabidos compescere motus Dum

modico gaudet

victu.

(Gregorio Nacianceno, Orat. 38)

Ausente o presente Elicio, tu consorte verdadero, no des lugar al parlero

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LETRAS DEL REINO DE CHILE

que en tu casa note el vicio que trae consigo el bullicio de los festejos livianos: refrena excesos mundanos con sobriedad y templanza, que de esa suerte se alcanza victoria de impulsos vanos. (5.12)

LXXXVII HUGO VICTORINO Sunt pulchrae sylvae, sunt pulchra et litora, Est pratum,

pulchrum

in viridi gramina pulchra solo,

Sunt pulchrae gemmae, sunt astra et sidera pulchra, Sunt pulchri flores, est quoque pulchra dies: Pulchrior es sylvis, Pia Virgo, litore, prato, Gramine, gemma,

astris, sidere, flore, die.

(Hugo Victorino) Son las selvas hermosas, hermosos son los prados y riberas, y las flores vistosas hermosísimas son, en primaveras; en lo verde, las gramas son primeras si no son olorosas, y las piedras preciosas hermosas también son, y en sus esferas los astros son hermosos, y eslo el día; mas vos, Virgen María, sois mas bella que el sol y las estrellas, pues sólo vuestras huellas exceden la hermosura de los prados, atropellan la flores perdiendo sus colores, y los astros parecen desmayados, porque vos, Virgen pura, el non plus ultra sois de la hermosura. (5.13)

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

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LXXXVIII FRANCISCO DE ANDRADA

Quam bene, dum caput est salvum, salva omnia membra! Ergo, ut vitatis, membra, fovete caput. (Andrada) Si está la cabeza lesa los miembros lo han de sentir: miembros, si queréis vivir, fomentad vuestra cabeza. (3.33)

LXXXIX FRANCISCO DE MENDOZA

Accipitrem milvi pulsurum bella columbae Accipiunt regem, qui magis hoste nocet. (lib. 1, reg. 8, v. 18., n. 1, t. 2, in Expositio liber) Eligieron al azor las palomas por su rey, sin saber que no hay más ley que el gusto del superior. Nómbranle por defensor contra el enemigo alano, y él viene a ser más tirano y su adversario mayor. (5.26)

XC SALMO 6

Domine, ne infurore tuo arguas me, neque in ira tua, corripias me. Miserere mei, Domine, quoniam infirmus sum. Saname, Domine,

Que no me arguyas pido Señor, a tu grandeza, ni en tu rigor airado me pidas larga cuenta. Habe misericordia de mi flaca miseria, sana los huesos duros

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

quoniam conturbata sunt ossa mea et anima

me

turbata est valde. Sed tu, Domine, Convertere,

usquequo?

Domine,

et eripe animam salvum

meam;

me fac

propter misericordiam Quoniam

tuam.

non est in morte

qui memor sit tui; in inferno

autem

quis confitebitur

tibi?

Laboravi in gemitu

meo;

lavabo per singulas nodes ledum lacrimis meis stratum meum rigabo. Turbatus est a furore oculus meus; inveteravi inter omnes inimicos meos. Discedite a me omnes qui operamini

iniquitatem,

quoniam exaudivit

Dominus

vocenfletus

mei.

Exaudivit

Dominus

deprecatonem

meam,

Dominus Orationem

meam

suscepit.

Erubescant et

conturbentur

omnes inimid

mei,

convertantur et erubescant valde velociter. Gloria et Patri et filio

meum,

que con culpas se [mezclan. El ánima turbada está con tal violencia, que faltan los sentidos, ¿y tú, Señor, me dejas? Trueca mis pensamientos y líbrame con fuerza, por tu misericordia sáname la conciencia. Porque no hay quien [se acuerde de ti en la muerte [eterna, ¿y quién en el infierno alabará tu alteza? Trabajando en mi llanto adornaré mis mesas, y al lecho que me [ampara daré lágrimas tiernas. Las luces perturbadas con el furor se muestran, que entre mis enemigos me envejecieron penas. Los que obráis insolentes quitad de mi presencia, porque el Señor del [mundo ha escuchado mis quejas, y a mis rogativas, admitió mis promesas, porque las oraciones sus sentidos penetran. Todos mis enemigos avergonzados sean, conviértanse veloces y ríndanse con fuerza.

FRANCISCO N Ú Ñ E Z DE PINEDA Y OTROS

et Spiritu

Sancto

sicut erat in prin.o et nunc et semper et in sécula seculorum.

Amen.

Gloria demos al Padre y al Hijo de su diestra con el Espíritu Sancto, que para siempre reinan (1.15)

XCI VERSOS TROCADOS

Porque la mujer desnuda cosa delicada es ha de estar entre vidrieras porque el aire no le dé. Porque la mujer desnuda cosa perniciosa es, ha de estar entre paredes porque no la puedan ver. (3.34)

XCII MAPUDUNGUN Abcuduam

in, ema

amotualu gatu, pichi Alvaro

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emi

chali tuaei mi a güi maya guam mai ta peqgue, no el mi.

Muy lastimado tengo y triste el corazón porque me dejas; a despedirme vengo Alvaro, de tu vista, pues te alejas, y a decirte cantando que he de estar en no viéndote llorando. (5.12)

LETRAS DEL REINO DE CHILE

III POESÍAS DE O T R O S INGENIOS

1 [SÁTIRA DE LETRADOS] El que no tiene qué dar, no tiene que pretender, porque no hay más merecer que haber sabido robar. Ya no tienen que esperar premio los pobres soldados; con que se han de ver postrados los ejércitos chilenos, pues en marciales gobiernos se introducen los letrados: con rentas y con honores estos sólo están premiados. C o n que todos son ya oidores, relatores y abogados, porteros y licenciados, procuradores subtiles, escribanos y alguaciles, y solícitos agentes, y a éstos tienen por valientes, y a los soldados por viles.

(3.5) 2 AL MAESTRO DE CAMPO GENERAL ALVARO NÚÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑÁN Tanto por tus claros hechos, valeroso Alvaro Núñez,

FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA Y OTROS

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cuanto por su noble sangre son los Pinedas ilustres. De cuantos venera el tiempo capitanes andaluces, tus más comunes hazañas no son ejemplos comunes. A tu dichosa experiencia Chile su paz atribuye, pues no hay juntas, con tu nombre, que Su Majestad no turbe. Aun cuando más impedido, tanto a tu nobleza acude, que en fee de que vive, mueren los más temidos gandules. Tan aventajadas suertes sólo en tu valor concurren, que como a la suya el fuego, a la quinta esfera suben.

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Tú sólo ufano pudiste hollar la difícil cumbre de los trabajos chilenos, que a los más hombres consume; Tú sólo ser, rayo ardiente en sangrientos avestruces, que sustentados con yerro innumerables incluyen. Tus peregrinas proezas no es menester que pregunten, que son tales que no hay envidioso que las dude. Para contarlas es breve el más crecido volumen, pues no hay voz que las publique ni olvido que las oculte. El premio de tus servicios al Supremo Rey incumbe,

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LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

que quien defiende su fee es bien que a su lado triunfe. Inmortal quede Sevilla pues tanto valor produce, que en el reino más remoto sus maravillas esculpe. En cantar tu invicto brazo heroicos cisnes se ocupen, que no es calva la ocasión aunque cortés la descubre. (5.26)

3 FRAY FLORIÁN DE LA SAL SONETO EN ALABANZA DEL AUTOR Y DE SU LIBRO

Ninguno, como vos, Marte elocuente, unir supo tan bien las facultades: con la plumas monstrando suavidades, con la espada mesclando lo prudente. En vos, de Chile capitán valiente, estas sólo se han visto calidades: con la pluma escribir divinidades, con la lanza matar bárbara gente. C o n estas armas de Minervas y Palas, sólo vos, Bascuñán, habéis podido defender vuestra patria con alientos; y más, si lo ligero de sus alas llegaren por su dicha al regio nido, que entonces lucirán los documentos en vos, de Chile capitán valiente. (Preliminares)

FRANCISCO N Ú Ñ E Z DE PINEDA Y OTROS

4 DE U N RELIGIOSO DE LA O R D E N MILITAR DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

Vibrar la lanza en la guerra con denodado valor, dando al bárbaro temor, alborotada la tierra, es acción que en vos se encierra, con opinión aprobada, adquirida y heredada de vuestros progenitores, que fueron conquistadores de esta nación obstinada. N o es esto lo que me admira, sino es que esté reluciendo, entre el militar estruendo, la pluma que letras gira, con imitación de lira, en la sagrada escriptura y en decir la verdad pura: que sólo el gran capitán don Francisco Bascuñán puede escribir con lisura. (Preliminares)

XIV. B I B L I O G R A F Í A D E F R A N C I S C O DE PINEDA Y

NÚÑEZ

BASCUÑÁN

BIBLIOGRAFÍA PRIMARIA Manuscritos Cautiverio, fe / lis, D e l M ° de C a m p o / General / D. Francisco Nuñes de / Pineda.? Y rason / Individual délas guer / ras del / R e y n o de Chille / C o m p u e s t o / Por el mismo y de / dicado Al R e y N.S. / D n Carlos Segundo / que Dios gde ms. años / Para gloria nuestra. [ 1 6 6 3 - 1 6 7 3 ] E L L I B R O / INTITVLADO CAV / TIVERIO FELIS,Y / guerras dilatadas del R e y / no de Chille en discursos / verdaderos. Es dirigido / a la S . R . M . de / nsro Catholico / R e y . y Señor / Carlos Se / gundo // Danse las causas, y / fundamentos que / ha auido, para la dilación de / esta guerra: y al fin un tra / tado en que se dan los / medios conuenientes / para el fin de / ella [1675] S V M A Y E P I L O G O D E / délo mas essencial que contiene el libro in / titulado Cautiverio feliz, y guerras di- / latadas del R e y n o de Chille, cuios diseur- / sos por maior están dirigidos a la S. y R . / M . de nuestro R e y y Señor D. Carlos. II. Por el Maestro de campo general del R e y n o / de Chille D. Fran.co de Pineda Bascuñan / Gouernador delà Plaça de armas / y fortificaciones del Puerto de / Valdiuia, en el P e r ú . ~ . // Encamina este epílogo al Sereníssimo, / y Altíssimo Señor D o n Juan de Austria / para que con su amparo y protección / Llegue seguro a las Reales manos / y por su medio consiga el fin / que su autor pretende // E n el R e y n o de Chil / le sacado del original / fielmente en 19 de / septe de 0 6 7 5 Años

306

LETRAS DEL REINO DE CHILE

Ediciones Cautiverio feliz y razón de las guerras dilatadas de Chile, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1863. Cautiverio feliz, edición crítica de M . Ferreccio Podestá y R . Kordic R i q u e l me, estudio preliminar de C. Goic, Santiago, Seminario de Filología Hispánica. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile, 2001, 2 vols. Suma y epílogo de lo más esencial que contiene el libro intitulado Cautiverio feliz, y guerras dilatadas de Chile, estudio preliminar J. Anadón, prólogo y transcripción R . A. McNeil, Santiago, Sociedad Chilena de Historia y G e o grafía y Ediciones Universidad Católica, 1984.

Ediciones

abreviadas

SEGUEL, G., Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, la vida, la poesía y las opiniones de un chileno en la colonia, Santiago, Ediciones Ercilla, 1940. Bascuñán, el cautivo, ed. A. Vicuña, Santiago, Nascimento, 1948. El Cautiverio feliz de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, ed. A. C. González, Santiago, Zig-Zag, 1948. Cautiverio feliz, ed. A. Lipschutz, Santiago, Editorial Universitaria, 1973.

BIBLIOGRAFÍA SECUNDARIA

Libros ALONE, Memorialistas chilenos, Santiago, Zig-Zag, 1960. AMUNÁTEGUI, M . L., Ensayos biográficos, Santiago, Imprenta Nacional, 1896. — Los precursores de la Independencia de Chile, Santiago, Imprenta Barcelona, 1910. AMUNÁTEGUI SOLAR, D., Bosquejo histórico de la literatura chilena. Período colonial, Santiago, Imprenta universitaria, 1918. ANADÓN, J., Pineda y Bascuñán, defensor del araucano, Santiago, Editorial Universitaria, 1977. El estudio monográfico más importante sobre el autor. — Prosistas coloniales del siglo XVII: Rosales y Pineda y Bascuñán, Santiago, Seminario de Filología Hispánica, 1978. — Historiografía literaria de América colonial, Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1988.

BIBLIOGRAFÍA DE FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA

307

Consideraciones del Cautiverio feliz y otras obras, desde un punto de vista actual, como especies de relato testimonial y del mismo como expresión del Stockholm syndrome. B A R R O S ARANA, D . , Historia jeneral de Chile, Santiago, R a f a e l Jover editor, 1885. C O R R E A BELLO, S., Cautiverio feliz en la vida política chilena del siglo XVII, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1965. Primer estudio que establece el carácter de tratado y memorial del Cautiverio. Ordena los datos histórico-biográficos y documentos referentes al autor. DÓLZ-BLACKBURN, I., Origen y desarrollo de la poesía tradicinal y popular chilena desde la Conquista hasta el presente, Santiago, Editorial Nascimento, 1984. Breve indicación de algunos aspectos de la poesía en el Cautiverio feliz. ESTEVE B A R B A , F., Historiografía indiana, Madrid, Gredos, 1964. EYZAGUIRRE, J. I.V., Historia eclesiástica, política y literaria de Chile, Valparaíso, Imprenta del C o m e r c i o , 1850. — Histoire écclesiastique, politique et littéraire du Chili, trad. L. Poillon, Lille, L. Lefort, 1855. HERNÁNDEZ DE ROSS, N., Textos y contextos en torno al tema de la espada y la cruz en tres crónicas novelescas: «Cautiverio feliz», «El Carnero», «Infortunios de Alonso Ramírez», N e w York, Peter Lang, 1996. HERREN, R . , Indios carapálidas, B u e n o s Aires, Editorial Planeta Argentina, 1992. MEDINA, J.T., Historia de la literatura colonial de Chile, Santiago, Imprenta de la Librería del Mercurio, 1878. M E N É N D E Z PELAYO, PA., Antología de poesía hispanoamericana, Madrid,Tipografía de la «Revista de América», 1928. — Historia de la poesía hispanoamericana, Santander, Aldus, 1948, t o m o s X X V I I - X X V I I I de la edición nacional de las Obras completas. M E Z A VILLALOBOS, N., La conciencia política chilena durante la monarquía, Santiago, Instituto de Investigaciones Histórico-Culturales. Universidad de Chile, 1958. MORA, C . de, Escritura e identidad criollas. Modalidades discursivas en la prosa hispanoamericana del siglo XVII, A m s t e r d a m / N u e v a Y o r k , R o d o p i Editions, 2002. OPERÉ, E, Historias de la frontera: el cautiverio en la América hispánica, México, F o n d o de Cultura E c o n ó m i c a , 2001. OVALLE, A. de, Histórica relación del Reino de Chile, Santiago, Instituto de Literatura Chilena, 1969. PICÓN SALAS, M . , De la Conquista a la Independencia. Historia Cultural de América, México, FCE, 1950. Pone el Cautiverio feliz entre los grandes libros en prosa del siglo xvii que evaden la prohibición de escribir novelas disimulando la narración entre reflexiones morales, citas del Evangelio, historias milagreras y literatura patrística.

308

LETRAS DEL REINO DE CHILE

ROSALES, D. de, Historia General del Reino de Chile, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1989. T R I V I Ñ O S , G . , La polilla de la guerra en el Reino de Chile, Santiago, Editorial La N o r i a , 1994. VEGA, M . A., Literatura de la conquista y de la colonia, Santiago, Nascimento, 1954, pp. 120-21. VILLALOBOS, S., Historia del pueblo chileno, Santiago, Editorial Universitaria, 2000. Considera el Cautiverio feliz como una crónica crítica de la administración y defensora de los indios, destaca los fines políticos de la obra al exponer los errores de la lucha y los agravios sufridos por los indígenas y la postergación de los beneméritos; destaca en el relato las atenciones recibidas de sus captores y la impresión que las costumbres de los indios y el paisaje causan al cautivo.

Artículos AGUIRRE,V, «El Cautiverio feliz de Bascuñán», La Estrella de Chile, VI, 1873, pp. 582-98. A N A D Ó N , J . , «LOS últimos años de Pineda y Bascuñán», Caravelle. Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Bresiliene, X X , 1973, pp. 99-116. — «Fray Buenaventura Aránguiz y el Cautiverio feliz», Atenea, 435, 1977, pp. 7-16. — «Estudio preliminar», en Suma y epilogo de lo más esencial que contiene el libro intitulado Cautiverio feliz, y guerras dilatadas de Chile, Santiago, Sociedad Chilena de Historia y Geografía y Ediciones Universidad Católica, 1984, pp. 13-49. ARÁNGUIZ, Fr. B., «Prólogo del transcriptor», Atenea, 435, 1977, pp. 12-16. Reproducido como apéndice en el artículo de José Anadón. B A R R O S A R A N A , D . , «Bascuñán i el Cautiverio feliz», Revista de Santiago, V, 1850, pp. 365-72; repr. e n Estudios histórico-bibliográficos, Santiago, Imprenta Nacional, 1910, pp. 283-91. — « D o n Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán i el Cautiverio feliz», i n troducción a la edición de F N P B , Cautiverio feliz y razón de las guerras dilatadas de Chile, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1863, pp. i-vii; repr. en Estudios histórico-bibliográficos, Santiago, Imprenta Nacional, 1910, pp. 293-302. BAUER, R . , «Creóle Identities in C o l o n i a l Space: T h e Narratives o f M a r y W h i t e R o w l a n d s o n a n d Francisco N ú ñ e z de P i n e d a y Bascuñán», American Literature: A Journal of Literary History, Criticism, and Bibliography, 69, 4, 1997, pp. 665-95. Comparación de dos narraciones de cautivos desde sus diferentes lugares de enunciación como retorno a «Europa» a través del exorcismo de los aspectos «ame-

BIBLIOGRAFÍA DE FRANCISCO NÚÑEZ DE PINEDA

309

ricanos» de sus identidades criollas y como reescrituras del viaje americano de sus antepasados hacia el Nuevo M u n d o . — «Imperial History, Captivity, and C r e ó l e Identity in Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñans Cautiverio feliz»,

Colonial Latin American Review, 7, 1,

1998, pp. 5 9 - 8 2 . Concibe la obra como escrita en la coyuntura de la rebelión de 1655 y el cambio de relación entre el centro y la periferia y el patriotismo local que genera. La dimensión testimonial define en ese contexto una voz criolla, da nuevo sentido al relato de cautivos y ofrece una visión de la conquista desde el punto de vista colonial. CASTILLO SÁNCHEZ, F. I., «¿El Cautiverio feliz primera novela chilena?», e n Actas Hispanistas,

de Francisco N ú ñ e z de Pineda,

del X Congreso

de la Asociación

de

ed. A.Vilanova, J. M . Bricall, E. L. Rivers, Barcelona, P r o m o -

ciones y Publicaciones Universitarias, 1992, vol. III, pp. 5 2 9 - 3 5 . Trabajo que intenta definir el libro como novela sin considerar el estado de la cuestión. — «El discurso e n el Cautiverio Internacional de Hispanistas,

feliz

(1673)», e n Actas

Irvine-92,

Asociación

ed.J.Villegas, Irvine, University o f California,

1994, vol. V, pp. 2 2 7 - 3 4 . Esquemático análisis del discurso desde el punto de vista de las partes retóricas del libro. CASTILLO SANDOVAL, R . , «Disfraces ajenos, propios espejos: Los araucanos d e Pineda y Bascuñán e n su Cautiverio feliz», sujeto colonial en la cultura latinoamericana,

e n Crítica y descolonización:

el

ed. B. G o n z á l e z Stephan y L.

Costigan, Caracas, Fuentes para la Historia de Venezuela, 1992, pp. 2 2 9 43. Sostiene que el autor describe al araucano identificándose con él para luego distanciarse, igualándolo al español para luego horrorizarse de su barbarie, disfrazándolo de guerrero ideal para apropiarse de sus virtudes y luego desecharlo. Extiende estas modalidades a la dudosa identidad de la nación chilena. CHANG RODRÍGUEZ, R . , «El Cautiverio

Feliz y la narrativa histórico-literaria

e n Indias», e n xvu Congreso del Instituto Internacional de Literatura

Iberoame-

ricana. El Barroco en América, Madrid, Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de C o o p e r a c i ó n . Universidad C o m p l u t e n s e , 1978, pp. 1 3 6 1 - 7 0 . — «El propósito del Cautiverio feliz y la crítica», Cuadernos

Hispanoamericanos,

2 9 7 , 1975, pp. 6 5 7 - 6 3 . Revisa sumariamente la bibliografía sobre el autor y considera el propósito principal el hacer un discurso verdadero y el uso de ejemplos para sustentar su tesis y darle versosimilitud. El cautiverio es el marco general para encuadrar en la experiencia personal el conflicto chileno. Define el libro por su intención y estructura como relación política en forma de tratado y memorial.

L E T R A S DEL R E I N O DE CHILE

310

— «Conocimiento, poder y escritura en el Cautiverio feliz», en Violencia y subversión en la prosa colonial hispanoamericana de los siglos xvi y XVII, Madrid, José Porrúa Turanzas, 1982. C o n s i d e r a el propósito de la obra el mostrar el c o n o c i m i e n t o del a u t o r e x p r e sada e n su biografía y los c o n t e n i d o s de historia de Chile, sagrada y latina c o m o f o r m a s del p o d e r necesario para rescatar su a u t o r i d a d y servir las a m b i c i o n e s del autor.

CONCHA, J., «Requiem por el buen cautivo», Hispamérica, 45, 1986, pp. 3-15. ELÍAS DE TEJADA, F., «Rey y jueces en el pensamiento político del Chile hispánico: Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán», Speiro, 52, 1976, pp. 3952. FELIÚ CRUZ, G., «El tercer estudio: La crítica histórica al libro de Bascuñán», en Barros Arana, historiador, Santiago, Editorial Universitaria, 1959. GARROTE BERNAL, G., «El Cautiverio feliz de N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán, entre la crónica de Indias y la doctrina político-moral», Analecta Malacitana, 13, 1, 1990, pp. 49-68. Goic, C., «La novela hispanoamericana colonial», en Historia de la literatura Hispanoamericana, ed. L. I. Madrigal, Madrid, Cátedra, 1982, vol. I, pp. 36975. — «Un inédito de Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán», en Los mitos degradados, Amsterdam, R o d o p i Editions, 1992, pp. 349-57. D e s c r i p c i ó n del M s del S u m a r i o y Epílogo existente en la Biblioteca Bodleyana de Oxford.

— «Mezclando la espada con la pluma», estudio preliminar a F. N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán, Cautiverio feliz, Santiago, Seminario de Filología Hispánica. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile, 2002, pp. 11-52. Análisis del lugar q u e la poesía tiene e n el libro, sus características y variedades y e s p e c i a l m e n t e el s e n t i d o t r o p o l ó g i c o q u e sirve para ilustrar el s e n t i d o del Cautiverio feliz c o m o obra q u e e x t i e n d e la i m a g e n del cautivo feliz d e Cristo, al cautivo del p r í n c i p e j u s t o y d e sus ministros o representantes, y a su c a u t i v e r i o b a j o el cacique q u e lo protege.

INVERNIZZI, S. C., L., «Antecedentes del discurso testimonial en Chile.Textos historiográficos de los siglos xvi y XVII», en La invención de la memoria (Actas), ed. J. Narváez, Santiago, Pehuén, 1988, pp. 57-70. — «Recursos de la argumentación judicial-deliberativa en el Cautiverio feliz de Pineda y Bascuñán», Revista Chilena de Literatura, 43, 1993, pp. 5-30. — «La Conquista de Chile en textos de los Siglos xvi y XVII: "Los trabajos de la guerra" y "Los trabajos del hambre", en Estudios coloniales, I, ed. J. Retamal Avila, Santiago, Universidad Andrés Bello, R I L Editores, 2000, pp. 7-27. JARA, A., «Pineda y Bascuñán, hombre de su tiempo», Boletín de la Academia Chilena de la Historia, 51, segundo semestre de 1954, pp. 77-85.

BIBLIOGRAFÍA DE FRANCISCO N Ú Ñ E Z DE PINEDA

311

Transcribe tres d o c u m e n t o s , dos escrituras de venta y u n a certificación de la esclavitud de u n indio, de Pineda y Bascuñán.

«The Happy Captivity of Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán», Vanderbilt Studies in the Humaníties, 1, 1951, pp. 161-73.

LANCASTER, M . ,

Artículo q u e resume la narración del Cautiverio feliz

y los aspectos biográficos

del a u t o r y s e c u n d a r i a m e n t e destaca la crítica a los españoles, el g o b i e r n o y los abusos d e la e n c o m i e n d a .

«Las visiones condicionadas de Falcón y Pineda: dos cautivos europeos ante la sociedad araucana», en Visión de los otros y visión de st mismos, F. Pino y C. Lázaro, coords., Madrid, CSIC, 1995, pp. 127-39. LEAL, L . , «El Cautiverio feliz y la crónica novelesca», en Chang-Rodríguez, R . , Prosa hispanoamericana virreinal, Barcelona, Hispam, 1978, pp. 113-40. M A T T H E I , M . , «El Cautiverio feliz de N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán: claves, enigmas e interpretaciones», Anuario de Historia de la Iglesia en Chile, 22, 2004, pp. 9-17. L Á Z A R O AVILA, C . ,

Destaca los aspectos formativos, cultura y nacionalidad, en el autor de Cautiverio feliz, su condición criolla y la complejidad y desigualdad de las partes de la obra.

MCNEIL, R . A., «A " H a p p y C a p t i v i t y " in the Bodleian: A C h i l e a n M a n u s c r i p t

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— «Prólogo y transcripción» a N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán, F., Suma y epílogo de lo más esencial que contiene el libro intitulado Cautiverio feliz, y guerras dilatadas de Chile, Santiago, Sociedad Chilena de Historia y Geografía y Ediciones Universidad Católica, 1984, pp. 51-54. M E L É N D E Z , C., La novela indianista en Hispanoamérica, San Juan, P. R . , Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, 1961. MORA, C . de, «Dimensiones de la prosa barroca en Iberoamérica», Anales de

Literatura Hispanoamericana, 28, 1, 1999, pp. 283-95. Destaca la i m p o r t a n c i a de las f o r m a s discursivas o poéticas adoptadas p o r el B a r r o c o de Indias y la aproximación a diversas dimensiones históricas y literarias en textos del siglo xvn c o m o el Cautiverio feliz, m a r c a n d o la convergencia d e d i versos cauces, d e los e l e m e n t o s autorreflexivos, digresiones, anticipaciones, discursivos y poéticos, las técnicas narrativas que r o m p e n la linealidad, c o n apoyo en la f o r m a c i ó n latina y retórica, y acercan las nuevas f o r m a s a la de la novella y del exemplum en su doble orientación: religioso m o r a l y d e burla y diversión.

— «El estatuto del exemplum en el Cautiverio feliz», Anales de Literatura Chilena, 1, 2000, pp. 13-19. D e t e n i d o desarrollo del estatuto del exemplum

en el libro al lado d e su c o m -

pleja estructura en la q u e convergen otras f o r m a s discursivas.

D., «The King's Justice in Pineda y Bascuñán's Cautiverio feliz», Dispositio, 11, 28-29, 1986, pp. 113-35.

POLLARD,

312

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

D e t e n i d o análisis de las virtudes del p r í n c i p e j u s t o y de sus ministros y de la exaltación de los militares, c o m o e l e m e n t o s constituyentes de u n a visión u t ó p i c a en el Cautiverio feliz y c o m o factores q u e caracterizan el libro c o m o tratado de regimine principum y lo v i n c u l a n a la tradición del u t o p i s m o . —

«El c a s o d e l e s p a ñ o l b u e n o versus el e s p a ñ o l m a l o e n el Cautiverio P i n e d a y B a s c u ñ á n » , Anales

de Literatura

Chilena,

feliz



2, 2 0 0 1 , pp. 2 7 9 - 8 6 .

Precisiones sobre la índole del libro q u e más q u e u n tratado t e ó r i c o es u n discurso al servicio d e y en defensa de la agenda personal del autor. E n sus n u m e rosos c o m p o n e n t e s es más f o r m u l a i c o q u e m i m é t i c o , i m i t a n d o la realidad solo c o m o f u e n t e d e exempla para las discusiones políticas y morales, atrayendo u n a variedad de f o r m a s subordinadas a u n a estructura y u n propósito. P R I E T O DEL R Í O , L . F., «El t r a n s c r i p t o r d e l Cautiverio

feliz»,

El

Independiente,

3, 349, 1875. Q i u , Y . , «El p r o p ó s i t o e n m a s c a r a d o : P i n e d a y B a s c u ñ á n y el Cautiverio

feliz»,

Mester, 2 3 , 2 , 1 9 9 4 , p p . 1 0 1 - 1 1 . Análisis del pacto autobiográfico c o m o guiado p o r el reclamo criollo contra el p o d e r y el abuso de los españoles forasteros más q u e p o r la defensa de los indios, cerca de la posición de C h a n g . RODRÍGUEZ, E M . , «Los b á r b a r o s e n el R e i n o d e C h i l e h a c e n g a n c h i l l o » , Acta Literaria,

26, 2 0 0 1 , pp. 7 - 2 7 .

E l a b o r a d o análisis del p o d e r español para hacer la g u e r r a o dar o n o rostro al indígena, u n despotismo q u e ilustra dos m o d o s diferentes d e hacer: el español y el bárbaro, en el c o n t e x t o de crónicas y otros escritos del siglo XVII. —

«Azar, p o r m e n o r , s e d u c c i ó n y p o d e r e n Cautiverio de Literatura,

feliz»,

Revista

Chilena

61, n o v i e m b r e 2 0 0 2 , pp. 3 9 - 6 0 .

SÁNCHEZ, L . A V Proceso y contenido

de la novela,

Madrid, Gredos, 1953.

Breves consideraciones sobre el Cautiverio feliz c o m o protonovela en los cronistas coloniales y a n t e c e d e n t e de la novela histórica y de la visión del indio. —

Escritores

representativos

de América,

Madrid, Gredos, 1957.

SANHUEZA, B . E . , «Valores d e l p u e b l o c h i l e n o e n la o b r a d e P i n e d a y B a s c u ñ a n » , Meridiano,

2, 1 9 7 4 , p p . 1 3 2 - 4 7 .

Artículo q u e p o n d e r a las virtudes de los araucanos destacadas p o r el N ú ñ e z de P i n e d a en su libro c o m o parte de su experiencia c o m o cautivo en m a n o s d e sus protectores. SORIANO, R . , «El Cautiverio cuadro de costumbres,

feliz

de Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñán:

ficción

n o v e l e s c a , y c r í t i c a d e la g u e r r a d e A r a u c o

y d e los f u n c i o n a r i o s d e l R e i n o d e C h i l e » , Anuario

de Estudios

Americanos,

44, 1987, pp. 3-21. P o r m e n o r i z a d a revisión de la historia política de Chile, las guerras ofensivas y defensivas y las paces, y de la crítica de la obra y definición de su carácter de tratado, e j e m p l o de crítica política de q u i e n es testigo directo y c a n t o r g e n e r o s o de los derechos de los indios. TRIVIÑOS, G . , « ' P u n c t u m ' y ' c o m ú n p a r e c e r ' e n el Cautiverio Apocalipsis

y Utopías.

Fines

de siglo en la literatura

feliz»,

latinoamericana,

en

Crisis,

XXXII

BIBLIOGRAFÍA DE F R A N C I S C O N Ú Ñ E Z DE PINEDA

313

Congreso del IILI, ed. R . Cánovas y R . Hozven, Santiago, Universidad Católica de Chile, 2000, pp. 494-98. — «"No os olvidéis de nosotros": martirio y fineza en el Cautiverio feliz», Acta Literaria, 25, 2000, pp. 81-100. E s t u d i o de diversos ejemplos q u e prestan f u n d a m e n t o a la a r g u m e n t a c i ó n del a u t o r del Cautiverio q u e d e f i e n d e a los indios de injusticias y juicios negativos en contraposición a otras obras q u e los consideran bárbaros, crueles y feroces.

VALVERDE, C., «Modelos masculinos en el Cautiverio feliz: nostalgia medieval en u n presente degradado», ALPHA: Revista de Artes, Letras y Filosofía, 14, 1998, pp. 61-76.

Tesis doctorales CASTILLO SANDOVAL, R . , Cautelosas simulaciones: Pineda y Bascuñán y su «Cautiverio feliz», Dissertation Abstracts International, 1992 Nov., 53, 5, 1533A. CLEVENGER, D. H., A Comparative Study of the Frontier in the Literatures of Spanish America and the United States, Indiana University, 1974, Dissertation Abstracts International, 1974, n u m . 34, 7742A. C o n t i e n e un capítulo sobre «The Wilderness E x p e r i e n c e : M a r y Rowlandson's Captivity and Francisco N ú ñ e z de Pineda y Bascuñan's Cautiverio feliz». HERNÁNDEZ DE ROSS, N. F., Textos y contextos en torno al tema de la espada y la cruz en tres crónicas novelescas («Cautiverio feliz»; «El Carnero»; «Infortunios de Alonso Ramirez»), Dissertation Abstracts International, 1993 Aug., 54, 2, 542A. POLLARD, D. D., Rhetoric, Politics and the King's Justice in Pineda y Bascuñan's Cautiverio feliz, Dissertation Abstracts International, 1986 Sept., 47, 3, 923A. VOIGT, L. B., Sites of Captivity in Colonial Latin American Writing: «La Florida del Inca», «Cautiverio feliz», «Caramuru», DAI Section A T h e Humanities and Social Sciences, 2001, Aug. 62, num. 2, pp. 592-93.

XV. T E S T A M E N T O S C H I L E N O S D E LOS SIGLOS X V I Y X V I I Y O R D E N ESTAMENTAL

La colección de Testamentos chilenos del siglo xvi y xvu contiene más de sesenta documentos que incluyen lo que en ellos se llama generalmente «cartas» o «cartas de testamento» propiamente tales, cinco «cartas de poder para testar», una «carta de perdón», una «carta de donación», varias «licencias para testar», dos «codicilos» o «codicilios», que son cláusulas agregadas a disposiciones previas, y una «memoria», última voluntad firmada por el confesor de la testadora, hecha por no tener ésta medios para pagar escribano. Estos testamentos reflejan el régimen de derecho español y la cultura hispano cristiana que la sociedad chilena, como la sociedad indiana, había asimilado durante los siglos xvi y XVII. Españoles y criollos, hidalgos ricos y artesanos pobres, hombres y mujeres, sacerdotes, m o n jas y seglares, indios, mulatos y negros libres confirman su fe. Los testadores se llaman vecino feudatario, encomendero, vecino morador; buena parte de las mujeres son viudas, a veces dos veces viudas; hay hijas legítimas y naturales; un sacerdote fue padre de un hijo antes de profesar; una mujer fue monja luego de enviudar y criar sus hijos. Una norma particular queda ilustrada en los testamentos de novicias que van a profesar. C o m o señala el historiador Mario Góngora, en los testamentos se refleja el orden hispano estamental del caballero y las pautas de la vida noble y su cultura admiradas y envidiadas por los testadores de la más variada condición: Los testamentos son tal vez los mejores documentos de esas normas estamentales, además de serlo de la religiosidad popular bajo-medieval y barroca. En esas escrituras se expresa patentemente el sentido ceremonial

LETRAS DEL REINO DE CHILE

316

de la muerte, el anhelo de la esplendidez en las misas y en los aniversarios; la liberalidad postuma manifestada en mandas de beneficencia a indios, negros y criados españoles, a veces la emancipación de esclavos, que proseguirá en el siglo siguiente; el afán de conservar su nombre dentro de la iglesia a través de capellanías y memorias; en la política «dinástica» de mejorar a algunos hijos, y a los primogénitos, para que retuvieran los bienes raíces sin partirlos, y a las hijas dotadas demasiado liberalmente al casarse (esplendidez prestigiosa a la que seguía muchas veces la parsimonia en la entrega de la dote, causa de muchos pleitos con los yernos). En fin, en los testamentos se revela muy fuertemente el sentido —noble y campesino a la vez— de la hospitalidad, que llega muchas veces a la constitución de clientelas de criados, huérfanos acogidos, hijos naturales. Son innumerables los testamentos que otorgan mandas a esta clientela doméstica o que ordenan a los herederos seguir dándoles hospitalidad1. En las diversas cláusulas del testamento se refleja el status socioeconómico en la enumeración de los bienes inmuebles y muebles testados. Pero también la organización social y especialmente religiosa, las ceremonias fúnebres y acompañamientos que ordenan el m u n d o social. Entre los elementos más importantes y característicos está la variedad de la cultura religiosa en relación a la muerte, su anticipación, la protestación de la fe, y las mandas relacionadas con las exequias, las sepulturas en los templos, las celebraciones de cabo de año, el establecimiento de capellanías en el caso de los pudientes, y de la participación en los funerales, en el caso de los cofrades o hermanos, de las cofradías de hombres y mujeres, españoles, criollos, indios, mulatos, y negros. Del conjunto de testamentos aquí recogidos, se desprende la existencia y actividad de varias cofradías santiaguinas que nos dan una imagen de la conformación social de las ceremonias religiosas en diversos actos, como procesiones en las fiestas del año litúrgico y de diversas conmemoraciones, y en acompañamientos de los funerales de sus hermanos o hermanas, cofrades o cofradas. Entre las mencionadas en los testamentos se cuentan: la Cofradía de Nuestra Señora de Copacabana, de la iglesia del convento de San Francisco, por una hermana india; la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen de la Iglesia

1

Góngora, 1970, p.128.

TESTAMENTOS CHILENOS

317

de San Juan de Dios, por una hermana; la Cofradía de Nuestra Señora de la Candelaria de la Iglesia del convento de San Agustín de la que son cofradas doña Catalina de Villarroel, María de Madureira, hija natural, Bartola Mendoza, parda libre, Bartola, mulata libre; la Cofradía de la iglesia de San Agustín, u n mulato; la Cofradía de Santo Tomás Villanueva, de la iglesia del convento de San Agustín, una hermana; la Cofradía de San Nicolás de la Penitencia, del convento de San Agustín; la Cofradía del convento de San Francisco que manda una testadora «por haber sido veinticuatro de ella mi marido» para ser enterrada en la Bóveda de la Soledad; la Cofradía de Jesús Nazareno, del convento de Nuestra Señora de las Mercedes, una hermana; y una fuera de Santiago: la Cofradía de la iglesia del convento de la Virgen de las M e r cedes de Chimbarongo. El testamento c o m o texto y superestructura constituye u n d o c u m e n t o sujeto a una fórmula o matriz textual y a u n orden y desarrollo del discurso bien determinados, aunque admite de u n o a otro escribano algunas variantes. El historiador Alvaro Jara, en su «Presentación» de los dos volúmenes de Protocolos de los escribanos de Santiago2, alude a los facsímiles impresos de esos formularios, que reproduce en la obra, y considera que «con la utilización de los formularios impresos, el escribano se anticipaba a los deseos y necesidades de sus clientes, ganaba tiempo al igual que sus apremiados parroquianos» (21-22). Así el testamento va encabezado por una invocación y protestación que en su forma más simple y concisa es: «In Dei nomine. En el n o m bre de Dios». En otros casos aparece más elaborada: «En n o m b r e de la santísima Trinidad, Padre e H i j o y Espíritu Santo, que son tres p e r sonas y u n solo Dios verdadero». La fórmula más característica y diferencial del c u e r p o del testam e n t o es el protocolo inicial de notificación o protestación, «sciant omnes: Sepan cuantos esta carta vieren c o m o yo»; o bien: «Sepan cuantos esta carta de testamento, última y postrimera voluntad vieren c o m o yo [seguida de la identificación del testador: nombre, vecino e n c o m e n dero de indios, residente en, hijo legítimo / natural, de padres n a t u rales de] estando c o m o estoy e n f e r m o del cuerpo y en mi buen juicio y entendimiento natural, tal cual nuestro Señor ha sido servido de m e dar, y t e m i é n d o m e de la m u e r t e que es cosa natural, y deseando p o -

2

Jara y Mellafe, 1996.

318

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

ner mi ánima en carrera de salvación, otorgo y conozco por esta presente carta que hago y ordeno éste mi testamento, última y postrimera voluntad, en la forma y manera siguiente». En los testamentos de la escribanía de Manuel de Cabezón la protestación es más extensa: «estando como estoy gravemente enferma de la enfermedad que Dios, nuestro Señor, ha sido servido darme, pero en mi entero juicio y sana memoria natural, y creyendo como firmemente creo en el alto y divino misterio de la santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero, y en todo lo demás que cree y enseña nuestra santa madre Iglesia católica romana, debajo de cuya fee y creencia he vivido y protesto vivir y morir como católica y fiel cristiana, deseosa de poner mi alma en carrera de salvación, interponiendo para ello por mis intercesores y abogados a la bendita y siempre Virgen María, Madre de Dios y Señora Nuestra, y al bendicto ángel de mi guarda, y a los santos apóstoles san Pedro y san Pablo, y a todos los santos y santas de la corte celestial para que sean mis intercesores y abogados ante la divina presencia, quiera perdonar mis graves culpas y pecados; y debajo desta divina protestación e invocación, hago y ordeno mi testamento, en que se cumple mi última y postrimera voluntad, en la forma y manera siguiente». Aunque la mayoría escribe su testamento por razón de enfermedad grave y anticipación de la muerte, dos de las testadoras, al menos, lo hacen en perfecto estado de salud: «estando como estoy en mi entero juicio y cumplida memoria, temiéndome de la muerte qu'es cosa natural, creyendo como católica cristiana todo aquello que tiene la santa madre Iglesia de Roma, deseando poner mi ánima en camino de salvación»; doña Isabel de Acurcio lo hace porque se dispone a partir en un viaje riesgoso, y las jóvenes monjas novicias ciñéndose obedientes a las normas establecidas para quienes están próximas a profesar. Prosigue luego el cuerpo del testamento con la encomendación y protestación: «Primeramente, encomiendo mi ánima a Dios, nuestro Señor, que la crió y redimió con su preciosa sangre, y el cuerpo a la tierra para do fue formado, creyendo como firmemente creo todo aquello que tiene y cree la santa fe católica de Roma, tomando como tomo por mi abogada e intercesora a la gloriosa siempre Virgen, Madre de Dios, para que ruegue a su Hijo precioso, nuestro Señor Jesucristo,

TESTAMENTOS CHILENOS

319

con todos los santos y santas de la corte del Cielo, rueguen por mí, pecador, sea servido de llevarme a su santa gloria». Algunos testamentos de indios y otros, así también en el de Isabel de Acurcio, agregan en esta sección: «y revoco y anulo todo aquello que el demonio, enemigo de la naturaleza humana, me hiciere hacer o decir contra nuestra santa fe católica y lo que en esta escriptura de testamento contenido, el cual hago y ordeno en la forma y manera siguiente».Vienen a continuación las disposiciones enumeradas en sus variados ítemes con cláusulas declarativas, mandas, legados y otras. La fórmula iterativa, «Iten. Mando», sirve para introducir las diferentes cláusulas de mandas que enumeran primero instrucciones para los funerales. Aquí en atención a la riqueza del testador o a la pertenencia a una cofradía se ordena cruz alta: «[Mando] acompañe mi cuerpo el cura de la santa iglesia de esta ciudad con cruz alta y se pague lo acostumbrado de mis bienes»; una parda libre: «la cruz alta, cura y sacristán de la perroquia... misa cantada de cuerpo presente y cuatro rezadas»; otras agregan: «y se doblen las campanas»; o bien: «quiero y es mi voluntad que sea acompañado mi cuerpo con cruz alta y pompa muy moderada, teniendo más en cuenta el provecho de mi ánima que a la vanidad del mundo, y se diga por mi ánima una misa de requien cantada y vigilia y responso sobre mi sepultura» [18]. El Maese de Campo Juan de Quiroga y Losada: «Mando que mi cuerpo sea sepultado en el convento de Nuestra Señora de las Mercedes desta ciudad, en la capilla mayor della, de que soy patrón, y con el hábito de la dicha orden, y el tal día me acompañen mi cuerpo el cura y el sacristán de la iglesia mayor con cruz alta, y ansimesmo el demás acompañamiento que a mis albaceas les pareciere, a cuya electión lo dejo». Así doña Mariana de Balcasar y Escobar, mujer del general Luis de las Cuevas dice: «Y en cuanto a la pompa y acompañamiento de mi cuerpo y entierro, sea con mucha llanesa y a la voluntad del dicho Luis Cuevas, mi marido». Mas adelante agrega una cláusula: «Iten. Mando se digan por mis indios e indias difuntas de mi servicio e por las personas a quien tengo más obligación otras diez misas rezadas». Y otras generosas mandas a sus indias de servicio. En el caso de cofrades mulatos: «mando que, si fuere servido de me llevar de esta vida, sea mi cuerpo sepultado en el convento de la iglesia de el señor San Agustín, donde soy cofrade, y pido por amor

320

LETRAS DEL R E I N O DE CHILE

de Dios a los religiosos de el dicho convento y cofrades de la dicha cofradía hagan conmigo como tienen obligación, y acompañen mi cuerpo el cura y sacristán de la catedral de esta ciudad con cruz alta, y se pague de mis bienes y la limosna de ello; otros mandan: cruz alta, capa de coro». En otros casos, la ceremonia agrega compañía a lo anterior: «se enterró en la iglesia del convento del señor San Agustín como cofrada de Nuestra Señora de la Candelaria, y aquel día fue acompañado su cuerpo del cura y sacristán desta sancta iglesia catedral con cruz alta y doble de campanas, seis clérigos sacerdotes con sobrepellices, que todos dijeron misa resada, y por los religiosos de dicho convento se le dijo una misa cantada de cuerpo presente con su vigilia, diácono y subdiácono, responso y más seis acompañados del orden del señor Sancto Domingo que dijeron otras tantas misas resadas y de todo pagué la limosna acostumbrada, como fue la voluntad y me comunicó la dicha difunta». Sin embargo, en casos de humildad, pobreza u origen modesto se ordena cruz baja y se someten a mínimas compañías: «[Mando] que entierren mi cuerpo con la cruz baja y le acompañe el cura y sacristán de la iglesia mayor desta ciudad; o bien: con cruz baja, como a pobre, y se les pague la limosna de mis bienes; o bien: Mando que el día de mi entierro acompañe mi cuerpo el cura y sacristán de la catedral y se pague la limosna como pobre». Una decena de ellas omiten la referencia a la cruz. Mariana de Balcazar, mujer de vecino encomendero de Santiago: «y mando que me entierren y muera con el hábito del señor san Francisco. Y en cuanto a la pompa y acompañamiento de mi cuerpo y entierro, sea con mucha llaneza y a la voluntad del dicho Luis de Cuevas, mi marido». Bárbola de Oropesa, viuda del cacique de Macul: «Mando que mi cuerpo se entierre en la iglesia mayor desta ciudad, en el arco de los pobres. Y en cuanto a las misas de cuerpo presente y acompañamiento de mi entierro, sea la voluntad de mis albaceas, que por ser pobre no dejo mandado nada». Otra, de Antonio de Bocanegra: «Mando que cuando la voluntad de Dios, nuestro Señor, fuere servida de llevar desta presente vida, mi cuerpo sea enterrado en el convento del señor San Agustín desta dicha ciudad, con acompañamiento honestísimo que ser pueda, porque me hallo de presente muy pobre, y en particular con el torromoto que sobrevino a ella, con que bien

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es verdad que Dios, nuestro Señor, conmigo, primero que con otro ninguno, usó de darme en qué vivir, cuyo agradecimiento estoy reconociendo». Catalina Flores, p o r su parte, manda: «es mi voluntad que sea e n terrado en la iglesia del convento de Nuestra Señora de las Mercedes, en la parte y lugar que a mis albaceas les pareciere y, atento a que soy sumamente pobre, les pido p o r la pasión de Dios lo hagan de limosna, pues muero sin dejar bienes algunos y siempre he vivido del bien que m e han h e c h o personas cristianas». Se suman luego declaraciones y mandas referentes a bienes raíces, bienes inmuebles y muebles de acuerdo a la condición socio-económica del testador. Ellos permiten conocer de los bienes del estamento de encomenderos y estancieros, y de artesanos e indios y algo de los ajustes que comenzaron a ordenarse en la delimitación de las tierras n o sin descontento de algunos, la explotación de viñas y rebaños de animales. Del mismo m o d o , los bienes con que se amoblaban las moradas, camas, pabellones, cujas, sillas, asientos varios, cajas de Chiloé, objetos de arte religioso, cuadros, esculturas, imágenes sagradas, objetos de carácter ornamental, joyas, servicio de plata de mesa, t e m bladeras, herramientas y objetos de aseo. Pero, especialmente, ropas, vestidos ricos o sencillos, españoles e indios, Mellas y aejos, lienzos de algodón de los j u n e s y otros. El c u e r p o del testamento se cierra c o n la designación de los albaceas: «Y para cumplir e pagar éste mi testamento, dejo y n o m b r o p o r mis albaceas y tutor y curador de la dicha doña Teresa y doña Catalina al licenciado Fernando Talaverano de Gallegos, teniente general deste reino, y al licenciado Francisco Pastene y a doña Isabel de Cáceres y a doña Juana de la Cueva, hermana de las [dichas] mis hijas, a todas cuatro juntamente y a cada u n o y cualquier dellos in solidum para que cumplan lo en él contenido». A ello sigue la revocación final o escatocolo: «y revoco y doy p o r ningunos todos e cualesquier testamentos, poderes y cobdicilos q u e haya fecho para que n o valgan en juicio ni fuera dél, salvo éste q u e agora otorgo, el cual quiero que valga p o r mi testamento o cobdicilo o p o r aquello que mejor haya lugar de derecho». E n la suscripción (suscriptio), el d o c u m e n t o da t e s t i m o n i o de quienes lo firmaron o suscribieron c o m o testigos y queda fechado: «en testimonio de lo cual otorgué la presente carta ante'l presente es-

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cribano público y testigos yuso descritos, qu'es fecha y otorgada en la ciudad de Santiago, en veinte y siete días del mes de hebrero de mil y seiscientos y cinco años». Finalmente, se registran las firmas del testador o testadora, de los testigos y del escribano público: «lo firmó aquí de su nombre». Entre los testadores firmantes de estos testamentos se cuentan: el sacerdote Pedro de Gálvez, Hernando C o r n e j o Moyano, natural de Potosí y vecino de Santiago, Antonio de Bocanegra, escribano originario de Lima, residente en Santiago, Fray Pedro Guajardo, agustino; d o n A n t o n i o Jaraquemada, vecino feudatario; el sargento mayor Jerónimo del Pozo y Silva, en nombre de la mulata difunta Bartola, D o m i n g o de la Arraigada, vecino morador; Juan Agurto Gaztañaga, peruano de Loja. Firman solamente cuatro mujeres: Catalina de Sigura, novicia; Isabel de Villagra, doña Catalina Márquez de Estrada, doña Ignacia de Amasa Lisperguer, que saben firmar y, como otra excepción, doña Isabel de Acurcio: «y a la otorgante desta carta, que yo el escribano doy fee que conozco, lo firmó aquí de su nombre». En algunos casos como el de Isabel Núñez, sevillana, se señala que no lo hizo «porque no pudo». Este aspecto pone una diferencia estamental bien definida. La mayor parte de las mujeres no sabía firmar y así se indica: «No lo firmó porque no supo». En el caso de Ursula Suárez, el documento señala que «No firmó porque dijo no saber, y a su ruego lo firmó un testigo». El historiador Armando de R a m ó n se refirió a este caso señalando que el testamento se habría hecho en ausencia de la novicia razón por la cual el escribano señala su inhabilidad para justificar la firma de un testigo 3 . Sor Ursula, sin embargo, da testimonio en su Relación Autobiográfica de su temprana habilidad para leer y escribir: «y leía de seis años que era un primor» (112). Antes de profesar, enseñó a leer a las novicias (157) y leía a los negros que fabricaban adobes para la construcción del convento (231-32) y se resistió a firmar sin leerla —«Primero he de lerla, que no he de firmar a siegas»—, junto con otras definidoras, una carta de la abadesa (162). Entre 1593 y 1697, se puede hallar no menos de catorce escribanías de Santiago donde estos testamentos fueron autorizados. En cien años, aparecen doce escribanos públicos, dos de ellos escribanos reales

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De Ramón, pp. 45, 78.

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y de cabildo; cuatro de ellos escribanos públicos y de cabildo y el resto escribanos públicos, un testamento aparece sin firma de escribano, uno de notario público, una memoria firmada por un cura vicario. Los de acción más prolongada pertenecen a la familia Toro Mazóte, en la que Ginés de Toro Mazóte, el mozo, aparece como testigo en documentos firmados por el padre y se hace perceptible más adelante como hombre rico. Diez de estos documentos aparecen firmados por Ginés de Toro Mazóte, escribano real, público y de cabildo (1593-1605); tres por Melchor Fernández, escribano público (1596-1602); seis por Miguel Jerónimo Venegas, escribano público (1600-1604); uno por Jerónimo de Salvatierra, notario público (1604); dos por Diego Rutal, escribano público (1610-1613); dos por Juan Rosa de Narváez, escribano público y de cabildo (1610); siete por Manuel de Toro Mazóte, escribano real, público y de cabildo (1613-1651); nueve por Josefe Alvarez de Toledo, escribano público (1647-1664); tres por Juan Donoso Pajuelo, escribano público (1617-1620); uno por Fernando de Palacios, escribano público (1649); uno por Matías de Ugas, escribano público y de cabildo (1680); doce por Miguel de la Mata, notario público (1684); doce por Manuel de Cabezón, escribano público (1683-1697); una licencia por Francisco Javier Rodríguez, notario público (1696); uno por don Martín de Oyarsun Latarcer, cura vicario (1670-1671); y uno (1655) aparece enteramente redactado, con testigos, pero sin firma de escribano. El formulario notarial testamentario con su rigidez armoniza y diversifica, provoca con el mismo o similar discurso escrito la respuesta oral, inmediatamente transcrita, en ocasiones en su viva autocorrección, amplificación o complemento que ante testigos se escribe y confirma la última voluntad del testador. Quien escribe las vivas palabras del testador es el escriba o el notario, cuando el testamento no ha sido redactado por mano del testador. Pero son las palabras de éste las que hablan en el testamento. La pregunta ¿a quién habla? admite varias respuestas: habla a sus legatarios, a sus albaceas, a sus testigos, al escribano y en su presencia inmediata y oculta al escriba. Habla, en sentido más universal y para múltiples propósitos legales o de derecho, a todos aquellos que lo lean: «Sepan cuantos esta carta de testamento vieren». ¿De qué habla? es lo que singulariza el testamento como discurso. Habla de la última voluntad del testador y de la situación en que dicta su testamento —el temor, la enfermedad, la cercanía de la

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muerte, del viaje o de la profesión religiosa—, de su origen y situación, y de su fe y de su preparación para la muerte. Habla del alma, del cuerpo, de su funeral y su sepultura. Encomendándose a Dios, hace primero sus mandas pías y luego las mundanales con declaración de bienes y legados; revoca todo documento contrario al actual, nombra herederos y albaceas, y firma ante los testigos y el escribano. Si bien suele decirse que el testamento es una confesión pública, debe advertirse que en atención a su última voluntad y la proximidad de la muerte el testador se inclina a confesar o reconocer lo hasta entonces no reconocido o no sabido a un círculo próximo y privado, solo abierto al medio familiar, a la ejecución del testamento y a la posible disputa legal. La sociedad chilena barroca está marcada por la unidad asimilada de su visión religiosa del mundo, sin las modificaciones del mundo hispano postridentino, por el derecho indiano y por la singularidad del orden estamental en lenta transformación.

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— Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile, ed. S. Pinto Vallejos, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1987. — Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile, ed. A. Barral G ó m e z , Madrid, Historia 16, 1988. — Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile, ed. A. Barral G ó m e z , Madrid, Dastin Historia, 2001. VIVES, J. L., De Conscribendis epistolis, ed. C . Fantazzi, Leiden, N e w York, Koln, E . J . Brill, 1989. WEINBERG,.B., A History of the Literary Criticism in the Italian Renaissance, C h i cago, University of C h i c a g o Press, 1963. ZUNZUNEGUI, J. A. de, La Ulcera: novela de humor, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1950.

Tomos de la Biblioteca Indiana

1 Ignacio Arellano, Eduardo Godoy (eds.): Temas del Barroco hispánico. 312 p. ISBN 84-8489-158-5 2 Andrés Eichmann Oehrli: Letras humanas y divinas de la muy noble Ciudad de la Plata (Bolivia). 320 p. ISBN 84-8489-175-5 3 Jorge Eduardo Arellano: Rubén Darío. Don Quijote no debe ni puede morir (páginas cervantinas). 102 p. ISBN 84-8489-207-7 4 Ignacio Arellano y Andrés Eichmann (eds.): Entremeses, loas y coloquios de Potosí (colección del convento de Santa Teresa). 500 p. ISBN 84-8489-204-2 5 Rai'ssa Kordic (ed.): Testamentos coloniales chilenos. 360 p. ISBN 84-8489-227-1