La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana 9789878163314

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La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana

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La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana

Susana

Bandieri

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La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana

Susana Bandieri (compiladora) ASOCIACIÓN ARGENTINA HE

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LA HISTORIA ECONÓMICA Y LOS PROCESOS DE

INDEPENDENCIA EN LA AMÉRICA HISPANA

Susana Bandieri (compiladora)

La historia económica y los procesos de independencia en la América

Y ASOCIACION ARGENTINA

A Di HISTORIA ECONOMICA

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Bandieri, Susana La historia economica y los procesos de independencia en la America hispana / Susana Bandieri, compilación de Susana Bandiers. - la ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Prometeo Libros ; Academia Argentina de la Historia, 2022.

Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-816-331-4

1. Historia Económica

1 Bandieri, Susana, comp. ll Título,

CDD 330

O De esta edicion, Prometeo Libros, 2022 Pringles 521 (C1183AED), Buenos Altres, Argenuna

Tel (54-11) 4802-6794 / Fax (54-11) 4864-3297 www prometeoeditorial com

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Prohibida su reproduccion total o parcial Derechos reservados

Índice

Los autores

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11

Economías $ sociedades en tiempos de independencias Presentación general. Susana Bandiert .. ..ooo.cocoo o...

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Comentarios de Tulio Halperin Donghi AA

AENA

35

Comentarios de Heraclio Bonilla ...........oooocoooconcorcrnnccnrcr nor nono 45 Los circuitos mercantiles del “nterior argentino” y sus

transformaciones durante la Guerra de la Independencia (1810 1825). Carlos Sempat Assadouriany Silvia Palomeque . 0...

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...

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Las consecuencias económicas de la Revolución en el Río de la Plata, Roberto Schmil ....oomoo

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71

La Gran Divergencia, Las economías regionales en Argentina después de la Independencia. forge GelmaN....ooooonconmocoron

eoovororoos 105

Entre las vacas y el trigo Algunos apuntes acerca de las consecuencias económicas de la Revolución de Mayo sobre los pobladores de la campaña de Buenos Aires

Daniel Santiili

..

...

.131

Las formas de hacer la guerra en el litoral rioplatense. Raúl O. A

LY

El derrotero de las elites locales entre el eclipse del orden colonial y la formación de la Argentina republicana. Beatriz Bragom............ 215 La doble independencia paraguaya. Aspectos económicos y sociales. Nidra R. Areces coooonnccncanconeranoconan ran ncna ronca no narra narran 239

Buenos para la guerra, malos para la paz: el legado económico de la independencia cn el Perú

Carlos Contreras Carranza

Panorama cconómico de la última Nueva España

.

.

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Luis fáuregur...

.. 269 ..

299

Consecuencias económicas de la independencia en Colombia. Salomón Kalmar aa

Bibliografía

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329

earn ...361

A Blanca Zeberio (Orreta, para todos), Secretaria de la AAHE en el periodo 2006-2008 In memorian

Los autores

Nidia R. Areces, argentina, es doctora en Historia, profesora titular de Historia de América Il en la Facultad de Humanidades y

Artes, investigadora independiente del Consejo de Investigaciones —CIUNR-

y secretaria de Investigaciones del Centro

sobre Diversidad Cultural —CEDCU—

de Estudios

de la Universidad Nacional

de Rosario. Micmbro de número de la Junta de Estudios Históricos de Santa Fc. Autora de numerosas publicaciones referidas a su especialidad, entre las que se destacan la compilación de Poder y sociedad Santa Fe laVieja 1573-1660 (Prohistoria-M. Suárez Ed., 1999/2000),

la coordinación de La América española. Temas

y fuentes (Ed. UNR,

2007), y la autoría del libro Estado y frontera en el Paraguay. Concepción durante el gobierno del Dr. Francia (CEADUC Paraguayos N* 68, Asunción, 2007).

Biblioteca de Estudios

Carlos Sempat Assadouruian, argentino, licenciado y doctor en Historia por la Universidad Nacional de Córdoba (1964, 1970), con formación de posgrado en el Centro de Investigaciones de Historia Americana de la Universidad de Chile, Investigador del Instituto de Estudios Americanistas de la UNC (1961-1967), del Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile (1969-1973) y profesor investigador del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México desde 1975 hasta la fecha, institución donde ha dirigido numerosas

e importantes tesis doctorales.

Ha realizado estancias pos-

doctorales y de investigación en el Fellowship Social Science Rescarch

Council, el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), el Fellowship John Simon Guggenheim Memorial Foundation y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. Ha publicado numerosos libros,

artículos y capitulos de libros, destacándose entre cllas un número importante de artículos producidos en distintos años y reunidos en El

sistema de la economía colonial, Mercado, regiones y espacio económico, siglos XVEXVH (Lima, IEP, 1982) y en Transiciones hacia el sistema colonial

andimo (Lima, IEP-El Colegio de México, 1994). Cabe mencionar el reconocimiento que se le hiciera en el texto de M. Menegus (coord.), Dos décadas de investigación en historia económica comparada de América Latma. Homenaje a Carlos Sempat Assadourran (El Colegio de México-Centro Antropología

de

Investigaciones

Social-Instituto

Universidad /UNAM,

y Estudios

Mora-Centro

Superiores

de Estudios

sobre

en la

1999).

Heraclio Bonilla, peruano, profesor de la Universidad Nacional de Colombia desde 1996. Obtuvo su doctorado cn la especialidad de Historia Económica en la Universidad de París, en 1970, y en Antropología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1977,

Ejerció la docencia como profesor visitante en varias universidades de América Latina, Estados Unidos y Europa. Ha publicado y editado numerosos libros y artículos en revistas especializadas. Sus últimos titulos son: Colombia y Panamá. La metamorfos:s de la nación en el siglo

XX, con Gustavo Montañez (Bogotá, UNC, 2004); El futuro del pasado. Las coordenadas de la configuración de los Andes, dos tomos (Lima, Fondo Editorial del Pedagógico San Marcos/ Inst. de Ciencias y Humanidades, 2005); La trayectoria del desencanto El Perú en la segunda mitad del siglo

XX (Lima, Arteidea Editores, 2006) y la segunda edición de Metáfora y realidad de la Independencia en el Perú (Lima, Fondo Editorial del Pedagógico San Marcos, 2007) Beatriz versidad de Universidad Instituto de

Bragoni, argentina, doctora en Historia por la Un:Buenos Aires, profesora de la Facultad de Derecho de la Nacional de Cuyo e investigadora del CONICET en el Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales del Centro

Científico y Tecnológico de Mendoza (Argentina). Ha sido profesora invitada de varias universidades extranjeras. Ha publicado numerosos

artículos en revistas especializadas del país y del exterior y es autora de Los hijos de la revolución. Familia, negocios y poder en Mendoza en el

siglo XIX (Taurus 1999) obra por la que recibió el Premio Academia Nacional de la Historia (1999-2002), editora de Microanálisrs. Ensayos de historiografía argentina (Prometeo 2004), y ha compilado junto a Sara E

Mata De la colonia a la República. rebehones, insurgenciasy cultura

politica en América del Sur (Prometeo 2009) Carlos Contreras Carranza nació en Lima, Perú, en 1957. Estudio la licenciatura en Historia en la Pontificia Universidad Ca-

tólica del Perú (PUCP); luego hizo la maestría en Historia Andina en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en Quito, y el doctorado en Historia en El Colegio de México Ha trabajado en el Instituto de Estudios Peruanos, en la Universidad

Nacional de San

Marcos y actualmente lo hace en el Departamento de Economía de la PUCP. Ha publicado trabajos acerca de la minería entre los siglos XVII y XIX y un compendio de historia del Perú contemporáneo

(con Marcos Cucto). Su último libro es El aprendizaje del caprtalismo, Estudios de historia económicay social del Perú republicano, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2004.

Raúl

Fradkin,

argentino,

profesor de Historia de América

en la Unwersidad Nacional de Lujan y de Historia Argentina en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado numerosos artículos en revistas y libros especializados y es autor de La historia de una montonera. Bandolerismo y caudilhismo en Buenos Arres, 1826 (Siglo XXI, 2006) y ¡Fusilaron a Dorrego! O como un alzamiento rural cambió el rumbo de la

hustoría (Sudamericana, 2008). Recientemente ha compilado El poder y la vara. Estudios sobre la justicia y la construcción del Estado en el Buenos

Áxres rural (Prometeo, 2007) y ¿Y el pueblo dónde esta? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la

Plata (Prometeo, 2008). Junto a Jorge Gelman preparó la edición de Desafíos al Orden. Politica y sociedades rurales durante la Revolución de

Independencia (Prohistoria, 2008).

Jorge Daniel Gelman, argentino, doctor en Historia por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Paris. Profesor titular de Historia Argentina en la UBA e Investigador del CONICET en el Instituto Ravignan: Fue presidente de la Asociación Argentina de Historia Económica. Entre sus libros se encuentran: Campesinos y estancieros. Una región del Río de la Plata a fines de la epoca colonial (Los

Libros del Riel, 1998); Historia del agro argentino Desde la Conquista hasta fines del siglo XX, (Grijalbo-Mondadori,

2001, con Osvaldo

Barsky); Rosas, estanciero. Gobierno y expansión ganadera (colección *Claves Para Todos”, 2005); De Rivadavia a Rosas. Desigualdad y crecimiento económico (Siglo XXI-UB, 2006, con Daniel Santill1); Rosas bajo fuego

(Sudamericana, 2009), Tulio Halperin Donghi, argentino, doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Se ha desempañado como docente en las Universidades del Litoral, de Buenos Ares, de Oxford y de Cali-

fornia, Berkeley, Entre sus numerosísimas obras se incluyen Historia contemporánea

de América Latma;

Revolución y guerra, la formación

de

una elite dirigente en la Argentina criolla; Un conflicto nacional. moriscos y cristianos viejos en el remo de Valencia; Tradición politica española e 1deología revolucionaria de Mayo, Reforma y disolución de los imperros 1béricos; El espejo de la hustorra, fosé Hernández y sus mundos y Una nación para el desierto argentimo

Luis Jáuregui, mexicano, economista de profesión, doctor en Historia por El Colegio de México. Ha hecho contribuciones al estudio de la historia de las finanzas públicas en América Latina. Se ha desempeñado como profesor-investigador en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México y en el Instituto Mora, del cual es director general desde 2005. Entre sus obras se cuentan. La Real Hacienda de Nueva España (1998); Las contingencias de una larga recuperación. La economia mexicana 1821-1867 (coautoría 2003), y la coordinación del libro De riqueza e mequidad. Las contribuciones directas en América Latina, siglo XIX (2006).

Salomón

Kalmanovitz,

colombiano, actualmente presidente

de la Asociación Colombiana de Historia Económica. Fue miembro

de la Junta Directiva del Banco de la República, el banco central de Colombia, entre 1993 y 2005

Actualmente es Decano de Ciencias

Económico Admmistrativas de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Fue edrtor de “Nueva historia económica de Colombia”, publicada por el periódico Portafolio semanalmente en 2009 que esta ahora siendo editada por Editorial Taurus. Es autor de varios libros que versan sobre economía politica, banca, agricultura e historia, Silvia Raquel

Palomeque,

argentina, licenciada en Historia

(1972) por la Universidad de Córdoba (Argentina) y maestra en Historia con Mención en Historia Andina (1987) en la 1* Maestría en Historia Andina de FLACSO, Quito (Ecuador). En ese pais se desempeñó como profesora-investigadora de la Universidad de Cuenca y de FLACSO-Quito (1976-1984), y en Argentina como investigadora del CONICET desde 1988 y como profesora titular de la cátedra de Historia Americana l en la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba desde 2004. Son conocidas sus investigaciones sobre circuitos mercantiles y mercado interno colonial. Sobre el tema de este libro, se destacan sus artículos “La circulación mercantil en las provincias del interior

argentino entre 1800 y 1810”(Anuario IEHS 1989) y “Circuitos mercantiles de San Juan, Mendoza y San Luis. Relaciones con el “interior argentino”, Chile y el Pacífico sur (1800-1810)”, además del capítulo que escribiera junto a Carlos Sempat Assadourian, “Las relaciones mercantiles de Córdoba, 1800-1830. Desarticulación y desmonctización del mercado interno colonial en el nacimiento del espacio económico nacional”, en M A Imgoin y R Schmmut (Ed ), 2002. Roberto Schmit, argentino, licenciado en Historia, master en Historia Económica y doctor cn Historia, Docente-investigador de la Universidad de Buenos Á1res y de la Universidad Nacional de Ge-

neral Sarmiento, investigador del CONICET.

Es autor de Los límites

del progreso (2008), Ruma y resurrección en tiempos de Guerra (2004) y coautor de La desmtegración de la economia colomal (2003), Asimismo,

ha publicado numerosos articulos en revistas académicas y libros sobre la economía rural, e] comercio y las finanzas en el Río de la Plata en los siglos XVII y XIX, Daniel Santilli, argentino, doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires e investigador del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr, E. Ravignani”, Forma parte de las cátedras de Histo-

ria Argentina | (1776-1862) y Demografía Histórica de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad. Ha publicado diversos artículos sobre demografía, historia económica y política del periodo 1780-1840. Sus últimos artículos publicados han sido “El unanimismo en la campaña

Las actividades políticas en la zona

rural de Buenos Aires entre Rivadavia y Rosas. Quilmes, 1824-1839” (Prohistoria, N” 12, 2008);“De la dependencia colonial a la“Iberación” revolucionaria. La supresión de la reducción de los Quilmes en 1812

a través de sus protagonistas, bencficiados y perjudicados” (Anuario IEHS, N* 23, 2007), y “Entre la eficiencia y la equidad. Los desafios de la reforma fiscal en Buenos Aires. Primera mitad del siglo XIX”, en

colaboración con Jorge Gelman (Revista de Historia Económica

N”

3 Año XXIV. Madrid, 2006). Asimismo, también en colaboración con

Jorge Gelman, ha publicado el libro De Rivadavia a Rosas Desigualdad ) crecimiento económico Buenos Ánres, Siglo XXI, 2006.

Economías

y sociedades en

tiempos de independencias. Presentación general

Susana Bandier:i

En el mes de septiembre de 2008, en ocasión de realizarse las XXI Jornadas de Historia Económica en la Universidad Nacional de Tres de

Febrero, cuando ejercía las funciones de presidenta de la Asociación Argentina de Historia Económica (AAHE) tuve el privilegio de organzar una Mesa Especial destinada al analisis de los “Aspectos económicos y sociales de los procesos de independencia americana”. Participaron

alli —con algunas lamentables pero justificadas deserciones un número importante de prestigiosos colegas especializados en el tema, tanto del país como de otros centros académicos de la América hispana. Contamos

además

con tres comentaristas

de lujo: Tulio

Halperin

Donghi, Heraclio Bonilla y Carlos Sempat Assadourian. La proximidad del bicentenario parecia una excelente excusa para instalar el tema y efectuar una puesta a punto de los avances que en este aspecto se hubieran producido. La idea se completaba con la intención de publicar esta obra —que no es otra cosa que el compendio de las ponencias allí presentadas— y los aportes de los comentaristas, con la sola excepción de Carlos Sempat Assadourian que por motivos altamente entendibles no efectuó sus comentarios de manera escrita. Pero no fue facil llegar a esta instancia,

A principios de aquel año

2008 falleció de manera sorpresiva la secretaria de la AAHE, nuestra

apreciada amiga y colega Blanca Zeberio, Oricta, para todos. Esta inexplicable perdida nos golpeó y fue dificil para la Asociación seguir

avanzando. Pero el mismo recuerdo de la vitalidad y el optimismo que siempre caracterizaron a Orieta nos permitió sobreponernos y

organizar unas jornadas que resultaron, finalmente, muy exitosas. A ella se las tributamos en su momento, así como también ahora le dedicamos este libro... **x*

Casi dos décadas atras, en julio de 1991 se realizaba en la Uniwversidad Carlos 11! de Madrid un seminario sobre “Las consecuencias eco-

nómicas de la independencia de América Latma”, bajo la conducción de Nicolás Sánchez-Albornoz. Eminentes historiadores económicos

de España, Portugal y América participaron del mismo, y sus trabajos

se incluyeron en un texto conjunto editado por Leandro Prados de la Escosura y Samuel Amaral (1993). El objetivo del encuentro era analizar las situaciones del atraso comparativo de América Latina y de los paises de Europa del sur a partir del sostenido fracaso de los procesos de independencia desde el punto de vista económico, los que habrían generado —acorde con la historiografía por entonces domunante— el surgimiento de nuevas repúblicas empobrecidas por las guerras e incapaces de recomponer sus situaciones económicas durante

muchos

años

Los ensayos

reunidos

en esa obra

ir mas allá de esa valoración, que consideraban

pretendían

superficial, res-

catando los beneficios económicos derivados del fin del régimen

monopólico, asi como la relación entre los procesos de independencia y la modernización institucional y sus repercusiones sobre

las metrópolis europeas. Luego de ese volumen colectivo no hubo otros intentos conjuntos, al menos desde la historiografía americana y con divulgación gene-

ralizada, para analizar las consecuencias económicas de los procesos de independencia. $1 bien se avanzó en la investigación de algunas temáticas especificas en cada uno de los espacios involucrados, aun-

que no a un ritmo homogénco, no se retomó la iniciativa de volver a instalar el problema con una mirada comparativa en la historiografía

latinoamericana y mundial. Posiblemente esto se deba —como dice Halperin en sus comentarios incluidos en este mismo texto— al convencimiento generalizado de que resultaba si no imposible al menos complejo buscar en el pasado tan remoto las causas del estancamiento

económico de América Latina y su distanciamiento respecto del desarrollo de los paises del Atlántico Norte. Podría pensarse, además, que el cambio de paradigmas en la construcción del conocimiento

histórico que impregnó la producción hustoriografica de nuestros paises en las últimas décadas del siglo pasado volvió también poco interesantes este tipo de investigaciones.

Por tomar sólo el ejemplo argentino, cabe mencionar que aquellos trabajos pioneros que luego del retorno de la democracia, a mediados de la década de 1980, privilegiaron los estudios económicos de carácter serial para acceder a las realidades pasadas a partir del uso de los instrumentos de la cuantificación, ' tal y como se planteaba entonces en una vasta e influyente literatura producida en otros centros de América Latina, especialmente en México, se vieron tempranamente afectados por el auge que simultáneamente iban adquiriendo la historia

política y los estudios culturales como reflejo de la crisis mundial de paradigmas.

La pretensión de construir una “historia totalizante” parecía haber llegado a su fin, y la separación cada vez más marcada entre historia

económica, social y política alejaba a los historiadores de la visión global del pasado. La primera sufrió especialmente los embates de la ' Fue en esos años que se miciaron los estudios sistemáticos de la población, de

la producción, del comercio, de las series de precios y de los procesos técntcos, que sirueron de base meludible para el posterior desarrollo de la historia económica en ej país, tal y como puede exidenciarse en los trabajos de Carlos Sempat Assadourian, Mario Cerutt1, Juan Carlos Grosso y Juan Carlos Garavaglia, entre otros, que fijaron derroteros para la construcción de una historia

serial en la Argentina (Gelman, 2006: 12)

nueva situación, por cuanto, como parte de la propia crítica al determinismo economicista de que se acusaba a las teorías estructuralistas, se cayó en otra suerte de determinismo que eliminaba la necesidad

de conocer los fundamentos cconómicos de la sociedad (Bandieri, 2006: 392). Fue entonces que la historia económica perdió cl lugar de privilegio que habia ocupado hasta los años 1960 y 1970, convirtiendose en una rama marginal de los estudios históricos que cedió sistemáticamente espacios en los centros académicos y en las temáticas de investigación a favor de una renovación cada vez más acentuada de la historia politica y cultural La situación se profundizó a partir de la instalación de aquellas tcorías del postmodernismo que ponian en duda la posibilidad de alcanzar el conocimiento del pasado si no era a través de las formas discursivas de su representación (Gelman, 2006:10). En consecuencia, los insumos hasta entonces considerados básicos

para los estudios de historia económica, aquellos que podían brindar la posibilidad de mensurar los procesos, sufrieron un marcado descredito que alejó a los historiadores de su práctica. La mueva orientación de las investigaciones, base de la renovación historiográfica en los posteriores años 1990, no se proponía ya como una derivación necesaria

del estudio de la condición económica de la sociedad, pero tampoco se planteaba la necesidad de conocerla (Gelman, 2006:13). Como resultado, la historia económica perdió buena parte de su especificidad sufriendo, por una parte, un importante abandono de la preocupación

por contar con un conocimiento sólido de sus particularidades en el pasado nacional y, por el otro —y esto por cierto como efecto positivo—, un evidente enriquecimiento y complejización de los problemas con la incorporación de nuevas variables cualitativas para el análisis de la sociedad como fueron los estudios de redes, familias, rol del Estado, elites, sectores subalternos, etc. Puede asegurarse, no obstante, que la realización periódica de las

Jornadas de la Asociación Argentina de Historia Económica desde

1979 a la fecha - cada año hasta 1994 y cada dos desde ese año-—, contando

siempre

con la colaboración

de distintas Universidades

nacionales que funcionaron como sede de los encuentros, han asegurado una continuidad que, aunque mediada en sus comienzos por los oscuros tiempos de la dictadura militar, supo encontrar en los últimas tres decadas un espacio de crecimiento, debate y discusión de caracter

pluralista y federal, que nos permite recuperar la esperanza de que la Historia Económica ocupe nuevamente al menos parte de la posición que supo tener en los espacios académicos y en la explicación de los procesos históricos. * kx En cuanto al estudio de la primera mitad del siglo XIX en la Ar-

gentina, los temas relativos al área de la pampa húmeda —y dentro de ellos los referidos a la ctapa tardo-colonial y primeras décadas de la revolución— fucron sin duda los primeros en acusar la renovación

historiográfica en el campo de la historia económica de fines del siglo pasado. La mayor concentración de recursos humanos formados en los centros academicos de la capital nacional ast lo facilitó, como también lo hizo la reinserción de muchos investigadores en las universidades públicas más importantes del area central del país a partir del retorno de la democracia durante la primera mitad de la década de 1980,

Cuando todos creíamos ver en la estructura agraria pampeana de ese periodo a un número

limitado de poderosos terratenientes

que monopolizaban los recursos económicos tierras y ganados y, por extensión, controlaban el poder político, frente a otros sectores subalternos pasibles de ser disciplinados y explotados como fuerza de

trabajo, estas nuevas investigaciones mostraron una amplia diversidad de sujetos sociales en el campo argentino, donde pequeños y medianos propietarios eran parte de un mundo rural antes impensado, y participaban muy activamente del proceso de expansión agraria capitalista, Los trabajos de Garavaglia, Gelman, Fradkin y Mayo, entre

otros, rompieron con la tradicional dicotomía entre estancieros y peones como

únicos protagonistas del espectro social bonacrense 5

A los estudios sobre la gran propiedad se unieron entonces los de las pequeñas y medianas explotaciones, incorporando versiones analíticas

que complejizaron las antiguas miradas neoclásicas c incorporaron nuevas dimensiones sobre la base del accionar de los sujetos y de sus estrategias reproductivas Mientras la visión tradicional del espacio pampeano era profundamente revisada, sus limitaciones y debilidades quedaban al descubierto, no sólo para aquellos que estudiaban el temprano siglo XIX sino también para quienes intentaban desentrañar las complejas caracteristicas del agro contemporaneo (Barsky y

Djenderedjian, 2006). Asimismo, los estudios sobre el accionar de los sectores populares,

tanto los referidos a la plebe urbana porteña (D1 Meglio, 2006) como aquellos otros que mostraban distintos comportamientos y estrategias de subsistencia en los ambitos urbanos y rurales del interior, en especial en las áreas del centro y noroeste argentino (Tell, 2008; Parolo, 2008), comenzaron a alcanzar novedosas e interesantes dimensiones

de investigación. Fue también en estas últimas regiones del pais donde la historiografía económica del periodo colonial y post-colonial co-

menzó a mostrar una presencia más diversificada de sujetos agrarios, que matizaban la tradicional mirada del absoluto dominio aristocrático de los dueños de la tierra (Romano, 2002; Mata, 2006). Los estudios sobre circuitos mercantiles y mercados fueron tam-

bién especialmente provechosos para esas regiones en la misma etapa. Herederos de una fuerte tradición historiográfica de los años 1960 y 1970, quienes se reconocían seguidores de la producción de Carlos Sempat Assadourian abonaban su hipótesis sobre la existencia de un "Ante la imposibilidad, por razones de espacio, de mencionar de manera parti-

cularizada la próodiga producción en temas agrarios referidos al área pampeana en la etapa colomal y en la primera mitad del siglo XIX, nos remitimos a la completa sintesis historiográfica de Fradkin (20064) y al texto de Gelman y Santlh (2006) que resume los resultados obtenidos.

arca económica andina que no reconocía los límites territoriales impuestos por la metrópol, integrándose plenamente a un espacio de mayores dimensiones, regional y mundial. Ese funcionamiento espacial era justamente el que daba sentido a la dimensión regional planteada

por Assadourian (1982), donde los circuitos mercantiles cran, por sobre todo, insumos al servicio de la comprensión de los espacios

económicos internos (Palomeque, 2006a). En la década de 1980 se retomaron fuertemente estos temas pero, con el correr de los años y la ya mencionada crisis de la disciplina, el análisis de la circulación

comercial se redujo, no pocas veces, al estudio del intercambio de bienes, perdiéndose la dimensión regional que caracterizara a 0s0s

estudios pioneros (Bandicr1, 2001a:95). También las investigaciones sobre los mercados, el comercio y los comerciantes, así como sobre los medios de pago, han recibido en los últimos años una nueva y significativa aunque dispar atención, sobre

todo si atendemos a la aparición de sólidos analisis referidos al área del litoral fluvial (Schmit, 2004) y a algunas zonas del interior y, con menor

medida,

al conjunto espacial rioplatense (Irigoin y Schmit,

2002). En estos casos, la novedad más importante radica en la superación de aquella valla del conocimiento que implicaba encerrar el análisis de estos

temas

en los límites de un supuesto

Estado

nacional

formalizado en la etapa inmediatamente posterior a las luchas por la independencia. Los trabajos de Chiaramonte (1997 y otros) fueron, en ese sentido, sumamente esclarecedores, al mostrar la supervivencia de las unidades políticas autónomas y la supremacia de los intereses locales y provinciales por encima de la voluntad de organizar soberanías centralizadas, lo cual también obligó a pensar los efectos de esta realidad de la primera mitad del siglo XIX sobre los distintos espacios económicos rioplatenses y sus vinculos internos y externos (Schmit, 2006:78-79). El mundo indígena, y por ende sus fronteras con la sociedad hispano criolla, fue también tema importante de investigación, aunque

todavía su participación en el proceso revolucionario, por encima de lo que sucedía en las áreas más cercanas al centro porteño, no ha sido plenamente incorporada en la historiografía política y económica del

periodo. * ES

Los trabajos que mtegran este libro retoman en muchos casos esos

temas, en otros intentan acercarse al estado de la cuestion mientras que, la mayoría de las veces, pretenden servir de disparadores para nuevas perspectivas de investigación apenas esbozadas. Comenzamos incluyendo los comentarios de Tulio Halperin

Donghi a los trabajos de Gelman, Fradkan y Santill referidos al ámbito rioplatense, luego los de Heraclio Bonilla a los aportes de Salomón Kalmanovitz de Colombia y Carlos Contreras de Perú, para, finalmente, mmclwr los trabajos referidos primero al ámbito rioplatense, y después a los espacios paraguayo, peruano y colombiano. Pedimos también a Luis Jauregur que nos permitiera incluir su aporte, aun

cuando por razones de salud de último momento no pudo asistir a

las Jornadas, dado que entendíamos que la situación económica de la Nueva España frente a los procesos de la independencia no podía quedar ausente de esta propuesta. Xx kok Si bien es conocida desde antiguo la diferenciación regional que profundizaron las reformas borbónicas y la paulatina pero definitiva

reorientación atlántica de la economia en la porción más austral de los dominios españoles en América cn conjunción con otros factores de indole estructural vinculados a los cambios en la demanda mundial derivados de la revolución industrial—, puede decirse que el

problema se torna eje estructurador de las primeras presentaciones que incluye esta obra, * Puede verse al respecto los trabajos de Varela y Manara (2001), y los aportes de otros autores incluidos en Mandrini y Paz (2003).

Carlos

Sempat Assadourian

y Silvia Palomeque

nos introducen

en el tema a partir de una completa y minuciosa sintesis, realizada sobre la base de su propia producción y la de otros investigadores nacionales y extranjeros, de la compleja e intrincada red de rutas e intercambios comerciales que conectaba durante cl periodo colonial a la antigua Gobernación del Tucuman —integrada por aquellos secto-

res con ocupación colonial de las actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero y Córdoba— con el amplísimo “espacio económico peruano”, que incluía no sólo a los futuros territorios argentinos

sino tambien

a los que luego serlan

parte de Paraguay, Uruguay, Bolivia, Chile, Perú e incluso Ecuador. Este por demás dinámico mercado interno colonial, estructurado alrededor de la actividad minera dominante, no necesariamente se habria visto perjudicado, al menos no de inmedato, por las políticas metropolitanas del final de la colonia. Mientras los ganados seguian siendo demandados por las árcas mineras y los centros del Pacifico,

los tejidos y otras artesanias se colocaban en Paraguay, Buenos Aires y el amplio mercado del litoral fluvial. Pero la escasez de metálico

habria terminado finalmente por afectar al conjunto, mientras Buenos Aires incrementaba los impuestos a los productos locales y distribuía cada vez más masivamente los bienes manufacturados procedentes de Europa en un espacio mercantil que las guerras de independencia, de alto costo para las provincias del interior, volvieron cada vez más reducido, Roberto Schmut une a la sostenida tesis de la fragmentación territorial y a la lenta pero gradual desarticulación y reorientación de los circuitos mercantiles que produjo la revolución, la preocupación por definir más acabadamente en términos espacio-temporales la emergencia de nuevas prácticas mercantiles y su relación con la creciente escasez de metálico y cl déficit fiscal de los nuevos Estados

emergentes. En sintonía con el trabajo anterior, también se sostiene aquí la pervivencia de los antiguos lazos mercantiles y culturales del espacio

colomal sudamericano tras las reformas borbónicas de fines del siglo XVIII, así como se minimiza la incidencia de la temprana orientación

atlántica de la cconomía, que con muchos altibajos recién adquiriria un ritmo exportador sostenido en la decada de 1840, con visibles beneficios para el caso de Buenos Aires, pero también para Entre Rios, Córdoba, Corrientes y Santa Fe. Unida a las vinculaciones múltiples entre las zonas portuarias y las regiones del interior, se habría mantenido hasta avanzado el siglo XIX una orientación mercantil bifronte donde conv ivían econo-

mías orientadas al mercado del Atlántico con otras vinculadas a Chile

y al altiplano boliviano, * Para ponderar más ajustadamente las variables económicas e institucionales presentes en esta situación, Schmut analiza las políticas fiscales de los distintos Estados y la consecuente disponibilidad de recursos frente a la necesidad de organización institucional que implicaba el sostenimiento de las soberanías provinciales, en una situación notablemente agravada por los costos de las guerras de la re-

volución. En sintesis, se refuerza aquí una tesis fundamental que obliga a repensar el supuesto surgimiento de un mercado nacional como resultado inmediato de la independencia, así como a redimensionar la variable temporal del impacto de la liberalización del comercio ultramarino cn la dinámica económica de las nuevas naciones americanas, recuperando la importancia del análisis de las interacciones entre las áreas costeras tanto del océano Atlántico como del Pacífico— y el interior del espacio

económico americano. Pero es un hecho reconocido que se carece de estudios sistemaáticos de base empírica que permitan dimensionar las verdaderas caracteristicas del crecimiento/ estancamiento de las distintas regiones

involucradas cn este proceso. Es en el marco de esa preocupación que

Jorge Gelman se propone analizar, desde el punto de vista cuantitativo * En este sentido, cabe señalar que hemos avanzado con un conjunto importante de autores del norte y del sur del país en el estudio de la persistencia de estas ultimas vinculaciones hasta avanzado el siglo XX en las áreas andinas de producción ganadera marginal con respecto a las zonas de la pampa húmeda (Bandieri, 2001b)

y con las fuentes de que dispone, las profundas divergencias regionales que se visualizan alrededor de los procesos de independencia

y se

profundizan en los años posteriores, cuyos resultados más visibles son el estancamiento en distintos grados de las provincias del interior y el cada vez más evidente desarrollo de Buenos Aires. Su artículo retoma una serie de hipotesis explicativas, vinculadas tanto a la dotación de factores que facilitan la inserción del área bonaerense en la nueva división internacional del trabajo, como a su ubicación privilegiada para aprovechar la intensificación del comercio atlántico y a la capacidad

de recaudación del Estado provincial, pero su aporte mas significativo es sin duda la apertura de una línea imprescindible de investigación

que permita avanzar cn el análisis cuantitativo de la problemática del crecimiento desigual de las regiones.

El trabajo de Daniel Santilli ajusta en esc mismo sentido el foco de observación y se centra en la Provincia de Buenos Aires para puntualizar los cambios que sufre la campaña a partir de la instauración del librecambio. Retoma para ello la ya probada importancia de la temprana producción agricola en los alrededores de la ciudad y su

posterior expansión a tierras de vieja y nueva ocupación, asociada al importante avance de la frontera ganadera en las superficies ganadas al

indio, lo que habría permitido al área bonaerense superar con creces al importante y antiguo stock ganadero de las provincias del litoral fluvial. Pero el centro de atención de su análisis son los cambios pro-

ducidos en la sociedad de la campaña, donde los aportes migratorios, asociados también a los cambios que produce el auge de la economía exportadora,

provocan

aumentos

sustanciales

en la cantidad

y Carac-

teristicas de una población en condiciones de alta movilidad social. Nuevamente se insiste en la escasez de mano de obra y en el peso de

las explotaciones familiares, mostrando un escenario rural diversificado y complejo

para nada compatible con las antiguas interpreta-

ciones historiográficas— donde a los grupos ganaderos dueños de los bienes de capital, favorecidos por y mancomunados

con el Estado

provincial, se suman los pequeños productores de alimentos para la ciudad que, pese a los cambios, lograron subsistir, sobre todo en las tierras de antigua ocupación, no sin la anuencia de las clites que así neutralizaban la movilización de los sectores subalternos y, por ende, el conflicto social. El escenario de guerras recurrentes que inauguró la revolución fue también, como ya se ha dicho, un elemento clave que alteró significativamente la posibilidad de algunas regiones de adecuarse a las nuevas circunstancias económicas, La contribución de Raúl Fradkm hace pie

en esta conocida afirmación para corroborarla empiricamente, pero avanza más allá de la mera y borrosa distinción entre “guerras civiles” y “guerras de la independencia” de que se nutrió nuestra historiografía, para avanzar en el conocimiento de una forma particular de hacer la guerra, una “guerra de recursos” con variados actores y estrategias, donde el aprovisionamiento de las tropas se tornaba en una cuestión

decisiva para el avance de los ejércitos. Esta línea de trabajo, que incorpora las variantes de la historia militar en el estudio de los pro-

cesos de ruptura del orden colonial, no ha tenido en la Argentina un desarrollo importante, más allá de los tempranos y sugestivos aportes de Tulio Halperin Donghx (1982), lo que vuelve al estudio de Fradkin

doblemente interesante. El trabajo se centra especialmente en las provincias del litoral Fluvial, cuya temprana expansión ganadera estaba, al momento de iniciarse el proceso revolucionario, en plena y exitosa adecuación a los cambios en el mercado mundial y a la reorientación atlántica de la economia virreinal. Para probar Jos efectos negativos de la guerra sobre estas economías cn incipiente expansión, Fradkin analiza la magnitud de las fuerzas movilizadas para aproximarse a una estimación tentativa de la demanda de ganados que ello podría suponer. Los resultados son impactantes, de lo cual puede concluirse la importancia de las cada vez más escasas contribuciones voluntarias

y el aumento de las requisas y saqueos indiscriminados —permitidos por la oficialidad para evitar por otra parte las deserciones, el re-

clutamiento compulsivo, la apropiación de caballadas y ganados, y el saqueo de poblados y establecimientos productivos, entre otros, Con excelente criterio, Fradkin va relacionando permanentemente la expoliación que los ejércitos hacían en las áreas que atravesaban con los respaldos que diversos grupos sociales prestaban a posibilidades de “orden” alternativas, como puede ser el mambiesto apoyo de sectores de la Banda Oriental a su incorporación al imperio de Brasil— Nos trasladamos al espacio cuyano con el aporte de Beatriz Bragoni, donde el mterés pasa particularmente por insistir en el estudio del

comportamiento de las elites locales mendocinas en la transición de la

colonia a la república, en el marco de las luchas facciosas y las disputas por el poder que abrió el nuevo orden revolucionario. Estas elites,

alejadas ahora del tradicional mundo del poder capitular, deberán adaptarse, no sin conflictos, a los nuevos modos de hacer política que la revolución y las guerras abrieron en las provincias. Desde visiones mas complejas, que incorporan entre otros el estudio de los lmajes familiares, Bragorm propone incluir nuevas perspectivas de analisis en el estudio de los grupos sociales y políticos que accedieron al poder a lo largo del siglo XIX argentino, donde las clites provinciales y locales no fueron subordinadas pasivas frente al accionar cooptativo y coactivo

del poder central, sino sujetos claves cn el proceso de construcción del Estado nacional argentino. Nidia Areces, por su parte, nos introduce en el no necesariamente bien estudiado y conocido tema de la independencia paraguaya, sobre todo en sus aspectos socioeconómicos. En este caso, donde se produce una temprana ruptura con la metrópol: y con la capital del

virremato, debe prestarse sin duda especial atención a las múltiples vinculaciones existentes entre las elites asunceñas y los comerciantes del litoral rioplatense desde las más antiguas ctapas de la colonia. Tales relaciones se habrian visto afectadas por las medidas de centralización política y económica que implicó la creación del regimen de gobernaciones-intendencias instalado por las reformas borbónicas. El

comercio del tabaco y la yerba mate paraguayos había sido la base de la prosperidad de los grupos asunceños que acrecentaron su poder

en los últimos años de la colonia, pero los mercaderes paraguayos sufrirían a partir de la consolidación de la ciudad puerto de Buenos Aires, ahora capital del nuevo virreinato, una sentida intermediación expoliadora

por parte de los comerciantes

porteños vinculados a

la

exportación. Por otra parte, la inmigración de sujetos vinculados al cambio económico en la peninsula y su adaptación tardía al capitalismo, habria derivado en la instalación de nuevos comerciantes, sobre todo de la zona cantábrica, que desplazaron a los antiguos grupos patricios

y ocuparon el cabildo de Asunción, convirtiendose en los nuevos sectores dominantes del espacio paraguayo. El centro de la tesis de Areces pasa por demostrar cómo la incipiente vocación revolucionaria

del Paraguay, que comienza jurando fidelidad al Consejo de Regencia y prontamente deriva hacia una ruptura independentista que incluye en sus proclamas los preceptos de la revolución francesa, con amplia adhesión popular, no necesariamente se acompaña con el surgimiento de prácticas políticas modernas ni con el desarrollo de una sociedad superadora de las modalidades corporativas del Antiguo Régimen, tal y como lo demuestra el surgimiento en 1814 de la Dictadura Suprema

de Gaspar Rodriguez de Francia. Uno de los debates abiertos en la historiografía peruana cn torno a estos temas se ha dado, a juicio de Carlos Contreras Carranza, alrededor de determinar s1 la tendencia económica en visperas de la independencia puede considerarse de crecimiento o de decadencia. Si bien algunos autores sostienen, en el primero de los casos, que la recuperación de la producción de plata y el incremento de la recau-

dación fiscal fueron síntomas positivos, otros apuntan a los efectos negativos del fin del control monopólico del comercio colonial que ejercía el puerto de Callao a favor de las ciudades de Valparaiso y

Buenos Aires, asi como a la perdida de la riqueza minera del Alto

Perú. Hay coincidencias, sin embargo, en que después de 1809 se

habria iniciado una decadencia económica en el Perú que las guerras de la independencia iniciadas en la decada siguente contribuyeron a

agravar. Una de las hipótesis fuertes de Contreras es que la tardía y en gran parte forzada revolución de independencia peruana, habría provocado la pérdida de legitimidad y fuerza política del nuevo Estado para elaborar un programa económico que fomentara la producción,

apelando en cambio a la disminución de las cargas tributarias con consecuencias diversas sobre los distintos estratos socioeconómicos.

Tambien los efectos de una guerra costosa y prolongada, en este caso como centro de la contrarrevolución de independencia, incidieron en la nueva situación. La minería metálica habria sido, en este marco, la actividad mas afectada, que pronto sufriría un desplazamiento definitivo hacia nuevas explotaciones como el guano —y más tarde el

salitre— que no requerían de ningún esfuerzo transformador ni generaban cfectos multiplicadores sobre la economía general del país. Lima y la región de la costa habrian consolidado a partir de allí su primacia económica y politica, desconectándose de la región serrana del interior, cuyos grupos dominantes quedaron excluidos del control estatal y de la posibilidad de establecer alianzas políticas duraderas, tema que se habría extendido hasta las postrimerias del siglo XIX,

Idéntica preocupación alrededor de los crecimientos desiguales guía el aporte de Luis Jáuregui. Mientras un aparente esplendor pareció instalarse en el Virreinato de Nueva España luego de las reformas borbónicas, su resultado final terminó incrementando el crecimiento económico de la metrópoli y derivó finalmente en el pago de las deudas que España tenía con otros países curopeos, a costa de beneficiar a unas pocas y determinadas áreas del espacio novohispano.

Esto se

habría visto agravado en los últimos años del siglo XVII y primeros del XIX por las crecientes medidas de liberalización comercial que incrementaron la circulación de bienes importados, afectando tanto a las regiones agrícolas como manufactureras. México habria iniciado así su vida independiente en condiciones económicas muy desfavorables,

agravadas por las dimensiones de su territorio, los escasos capitales dispomibles

y las lrmitadas actividades productivas

con relativo y

escaso desarrollo, Para Salomón Kalmanovitz el mayor costo de la independencia

para Colombia fue la pérdida del orden político, que se reflejó en la gran estabilidad presente a lo largo de todo el siglo XIX como resultado de la larga lucha entre liberales y conservadores. Los conflictos frecuentes, la mexistencia de bases para la negociación política y los problemas del funcionamiento institucional habrian impedido la

inversión de capitales y reducido su crecimiento potencial. Tambien en este caso se sostiene que la etapa colonial en cl Virrcinato de Nuera Granada fue un periodo más próspero que lo que en general ha soste-

nido la historiografía tradicional, en tanto que la economía se contrajo durante la primera mitad del siglo XIX a causa de la interrupción del comercio, el escenario de guerras, la decadencia del esclavismo y el estancamiento del comercio internacional, para sólo recuperarse más adelante No obstante, Kalmanovitz rescata algunos beneficios que la nueva república independiente habría gencrado, derivados de la reducción importante de los impuestos y de la modernización de las

instituciones, tanto económicas como políticas, que habrían permitido a largo plazo la conformación plena de una economisa exportadora. El proceso de la independencia habría producido entonces costos y beneficios, lo cual obliga a revisar tanto la visión sesgada que sostiene el atraso económico

de la colonia frente

a los avances de una Colom-

bia republicana y progresista, como aquella otra que sostiene que la independencia fue el principio de un sostenido fracaso histórico, xoxo

En sintesis, parecen estar vigentes todavía las disputas historiográficas alrededor de las situaciones de crecimiento o decadencia en que se encontraban los territorios de la América Hispana al momento de

la independencia. En este sentido, son más las coincidencias de los

autores que aquí vuelcan sus trabajos con respecto a que las medidas políticas

y económicas de la metrópoli en la etapa final de la coloma

no necesariamente habrian provocado un impacto negativo en el corto plazo, aunque si lo habría hecho de manera más definitiva la crisis de los vinculos con la monarquía española producida en la primera década del siglo XIX. En los distintos casos estudiados la escasez de metálico,

el creciente déficit fiscal y la introducción de bienes europeos son los motivos más considerados como causas de las crecientes desigualdades

regionales, cuando las necesidades de recursos —hombres y bienes— de las guerras de la revolución no fueron por cierto un tema menor. Costos y beneficios en materia económica son en suma analizados como los resultados más evidentes de los procesos de independencia en la América Hispana. Los temas no están cerrados. El mayor mérito de esta obra, a

juicio de quien escribe, es justamente mostrar por donde pasan los interrogantes que guían los últimos avances historiográficos en torno

al tema de las economías y sociedades en tiempos de independencia, no ya con la ambición de explicar la realidad actual sino con la más modesta intención, pero no por ello menos importante, de acercarse comprensivamente a las dificultades constitutivas de los respectivos Estados nacionales en el transcurso del largo y conflictivo siglo XIX. *xx*

Por último, un agradecimiento especial a aquellas instituciones que

siempre apoyan económicamente la realización de las Jornadas de la AAHE, cn especial al Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas

y Tecnicas (CONICET) y a la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCYT).A la Universidad Nacional de Tres de Febrero, que brindó su casa para la realización de las XX1 Jornadas en las que se incluyó la Mesa Especial que dio origen a esta obra, A Andrés Regalsky, que coordinó muy exitosamente la organización, y a todos quienes lo asisticron en esa oportunidad, así como a los que

hoy lo hacen como miembros de la Comisión Directiva de la AAHE que preside. También a todos aquellos que acompañaron mi pasada

gestión al frente de ella. A Raúl Carioli y a la Editorial Prometeo, siempre comprometidos con las iniciativas de la Asociación, tanto cn lo que hace a la publicación de esta, su segunda obra, como a la edición de las tesis doctorales que han sido favorecidas con el premio de la Asociación Argentina de Historia Económica.

Por último, el sincero agradecimiento a todos los que participaron de la mesa y, por ende, de este libro, soportando con hidalguia mis

“persecuciones”, y a Lisandro Gallucci, joven y destacado investigador que realizó cl esmerado y dificil trabajo de revisar los originales.

Comentarios de Tulio Halperin Donghi

Las tres ponencias que me ha tocado comentar examinan desde dos angulos distintos esa primera mitad del siglo XIX en que las comarcas de Buenos Aires, el Tucuman

y Cuyo, integradas desde

1776 en el

Virreinato del Rio de la Plata, se metamortosearon en unas Provincias Unidas del Río de la Plata que al promediar el siglo habían logrado ver reconocida su independencia por cl concierto de las naciones pero luego de tres intentos sucesivos no habian aún logrado crear una autoridad común a todas ellas en el marco institucional propio de una república representativa, Era ésta una ambición escasamente original, ya que los otros Estados sucesores de la monarquía hispana estaban en

esas mismas décadas intentando con éxito variable alcanzar esa misma meta, pero pronto se consolidó en ellos un consenso que, ante cl espectáculo de permanentes turbulencias y feroz violencia ofrecido por una región que parecía condenada a oscilar eternamente entre la anar-

quía y la tiranía, se acercaba a concluir que en esas salvajes comarcas se habían agregado a los rasgos negativos de la herencia legada por la colonización española, que compartían con la entera Hispanoamérica, otros aún mas graves que por fortuna le eran exclusivos. Los autores de las presentes ponencias han buscado darse razón de las peculiaridades del camino rioplatense al Estado nacional que inspiraban el horror o la compasión de quienes más allá de sus fronteras

intentaban alcanzar esa misma meta. Raúl Fradkin ha buscado la clave para las frecuentes recaídas en una violencia que, a más de ensañarse en sus victimas más alla de toda medida, se reflejaba en orgias de destrucción de la riqueza colectiva de las que enteras provincias podían

tardar décadas en recuperarse, y la ha encontrado en una manera de hacer la guerra impuesta por la dotación de recursos propia de una

tierra muy rica en ganados y cabalgaduras, menos rica en hombres y desesperadamente pobre en todos los otros que demanda cl esfuerzo

bélico. Por su parte Jorge Gelman, como también Daniel Santilli, examinan las consecuencias que alcanzó en las tierras rioplatenses la coincidencia en el tiempo entre la transición política, institucional e ideológica de por sí traumática que la región debió afrontar junto con las restantes de Hispanoamérica y una modificación tan rápida como

extrema en el equilibrio de recursos, poder e influencia dentro de su propio territorio.

Hasta 1810 las comarcas que lo integraban habían compartido los modestos avances económicos, interrumpidos por no siempre breves retrocesos, que podían esperarse en una región volcada toda ella a satisfacer la demanda del gran centro minero altoperuano, en muy moderado ascenso desde que, a mediados del siglo XVII, había dejado atras una larga etapa de estancamiento" hacia el altiplano potosino se encaminaban tanto los aguardientes y telas del Tucumán y Cuyo como las mulas y ganados de las tierras bajas, por rutas cruzadas en sentido opuesto tanto por el metálico con que las cuencas mineras pagaban esas

mercancias como por el que el fisco regio destinaba a la metrópoli y los mercaderes locales al pago de importaciones ultramarinas practicadas en el marco del regimen de comercio libre imperial introducido por las reformas

borbónicas. Todo

eso

iba a cambiar

vertiginosamente

desde que el último virrey del Río de la Plata abrió su territorio al comercio directo con Gran Bretaña, con lo que vino a vincularlo d1rectamente con el mucho más vigoroso centro dinámico del sistema

económico que entonces comenzaba apenas a expandirse mas allá de sus focos originarios en el Atlántico Norte, pero que en menos de un siglo lograría envolver en sus redes al entero planeta. Mucho antes de que ello ocurriera esa innovación había trastrocado por completo los equilibrios consolidados en los pasados tres siglos en

las tierras meridionales del Virreinato del Río de la Plata; no sólo su centro de gravedad económico y demográfico se desplazó vertigino-

samente del Interior, mejor ubicado para satisfacer las demandas del antiguo centro altoperuano, a la llanura pampeana y el litoral cn los que comenzaba su impetuosa expansión una economía ganadera orientada hacia los mercados ultramarinos que habian venido a reemplazar

con creces al hasta entonces ofrecido por aquél, sino por añadidura dentro de estas últimas la Provincia de Buenos Áires, que encerraba en su territorio el reducido frente costero del que disponía la región

rioplatense para establecer un lazo directo con la economia atlántica y que, tras duplicar en pocos años su territorio gracias al avance de su frontera indigena logró en un par de décadas conquistar una posición absolutamente dominante en la economía de la entera región

rioplatense. Ese desequilibrio creciente, que contribuyó quizá mas que ningún otro factor a agravar los conflictos de la era de turbulencias abierta en 1810 es el que toma por tema Jorge Gelman, mientras por

su parte Damel Santill: concentra su atención en las consecuencias que esa vertiginosa expansión porteña alcanzó sobre el perfil de la sociedad que iba a madurar en su campaña. Pero, aunque los tres autores se han ceñido escrupulosamente a esos tres temas claramente diferenciados, tomando como marco de referencia los enfoques hoy dominantes en la historiografía relativa a cada uno de ellos, eso no impide que hayan venido a encarar en sus trabajos tres aspectos de un único proceso, y por esa razón en más de un punto estos se iluminan recíprocamente. En consecuencia, aunque las consideraciones se referirán a cada uno de esos trabajos en el orden en que aquí han sido mencionados, no podrian dejar de lado lo que estos, considerados en conjunto, sugieren acerca del punto en que se encuentra la exploración de ese proceso como tema historiográfico En “Las formas de hacer la guerra en el litoral rioplatense y el

retorno de un viejo problema: guerras de independencia y guerras civiles” —como llamó Raúl Fradkin inicialmente a su ponencia—, el

titulo mismo

anuncia cuál es el marco

de referencia frente al cual

toma posición cl autor: éste es desde luego cl ofrecido por el debate

en torno al carácter de las guerras libradas en Hispanoamérica a partir de la apertura de la crisis del Antiguo Régimen, que — por un tiempo

aplacado- resurge hoy con nuevos brios, A juicio de este lector, las muy serias objeciones que Fradkin opone a los términos en que ese debate ha venido a plantearse en el presente no podrían estar mejor fundadas, pero mientras es difícil no estar de acuerdo con él cuando reprocha a la caracterización como guerras civiles de los conflictos del

primer ciclo de las revoluciones hispanoamericanas, en que la independencia no había ocupado aún el primer plano entre sus objetivos,

que “su énfasis juridico-político tiende a derivar cn un cuestionamiento al caracter colonial de la dominación imperial”, en suma que retoma en una versión menos tosca las tesis defendidas por Ricardo Levene en “Las Indias no eran colonias”, cs igualmente difícil no preguntarse si cuando cierra sus consideraciones sobre el tema sugiriendo que “el

modo mas adecuado para calificar el ciclo guerrero abierto en 1810 pareciera ser cl de “guerras de la revolución””esa conclusión comienza siquicra a hacer justicia a la excepcional riqueza de sugestiones conte-

nida en el penetrante análisis del modo de hacer la guerra practicado

en el litoral fluvial de las Provincias Unidas que la precede. Este modo es el de la que todos los que participan en ella han convenido en llamar “guerra de recursos”, en que tanto las tropas de reclutamiento

local como

defienden, consumen

las invasoras

de

la comarca

que

aquellas

lo que encuentran sobre el terreno. Dada la

escasa densidad de población que caracteriza a esas tierras litorales

en la etapa pionera de la expansión de su economía pastoril, numér:-

camente el total de tropas enfrentadas puede alcanzar un porcentaje muy alto de las que habitan el territorio con cuyos recursos han de-

cidido sustentarse. El ejemplo que creo más extremo entre los que nos ofrece Fradkin es el del sur santafesino en 1819, cuando 4.000 invasores porteños intentan vivir sobre el terreno en un distrito cuyos

padrones registraban cuatro años antes un total de 5.100 habitantes. Estas cifras hacen parecer menos inverosímiles las descripciones de

ta hambruna que a fines de la década siguiente azotaba al este entrerriano, antes cn la vanguardia de la expansión ganadera, cuyo stock de vacunos después de sufrir por más de una década las consecuencias de la guerra de recursos se encontraba al borde de la extinción.

Á esa primera aproximación a través de las cifras Fradkin agrega un analisis del papel que los ejércitos regulares desempeñaron

la transición hacia este modo

de hacer la guerra,

en

a medida que se

agravaba la suficiencia de los fondos de tesorería a su alcance para costear el abastecimiento y la remuneración de sus tropas. Para ello recurre al testimonio de Belgrano, quien ya en 1810 cra perfectamente consciente de a dónde conducía ese camino, y en 1816 insistía en que la única manera de no seguir avanzando en él era que “a tropa y más

tropa [la acompañase] dinero y más dinero, porque éste es el único medio para mover esta máquina”, ya que no se resignaba a acudir al medio alternatrvo cuando la experiencia había ofrecido amplia contfirmación a su sombrío pronóstico de scis años antes, y en 1819 seguía rehusándosc a arrebatar cl ganado o la caballada de los campos, aunque fuera quizá demasiado tarde para convencer a “nuestros palsanos de

que los militares no somos unas fieras devoradoras de su subsistencia”, tarca que reconocía difícil lucgo de que “nuestra milicia, en la mayor parte, ha sido la autora, con su conducta, de los terribles males que tratamos de cortar”al inducir a la rebelión a las mismas comarcas a las que Belgrano quería seguir creyendo que no habían venido “a causar males sino a cortarlos”. La guerra de recursos termina entonces moldeando a las fuerzas

que en ella se enfrentan, Las que entran a combatir a las que consideran depredadoras de las comarcas que se proclaman ansiosas de liberar, surgen en una multiplicidad de menudos focos que no siempre juzgan

necesario articularse entre sí y cuando lo intentan encuentran dificil

lograrlo; eso hace que para ellos la guerra de recursos sea a la vez

guerra de partidas. Pero esa misma guerra de recursos corroe también

la cohesión de las fuerzas a las que aquéllas combaten y, tanto en las unas como en las otras, esa deriva debe mucho al peso con que en ellas gravitan quienes están en los más bajos grados de sus estructuras

jerárquicas; mientras cn las que reflejan resistencias locales cse rasgo está presente desde su origen mismo, en las que provocan esas mismas resistencias lo acentúa la dificultad de evitar la disgregación de fuerzas militares que deben afrontar adversidades mucho más serias de lo que habían previsto y en las que el entusiasmo por la causa que han sido

convocadas a defender está lejos de ser universal, y se entiende que apenas flaquee la capacidad de las autoridades revolucionarias para costear con recursos centrales las expediciones libertadoras se haga difícil poner límites a las depredaciones de las tropas condenadas a vivir del terreno. Pero la disgregación no amenaza tan sólo a esas fuerzas organizadas, y Fradkin puede ofrecernos aquí un muy sugestivo primer croquis de las lineas de fractura que este estilo de guerra introduce en las sociedades sometidas a sus perentorias demandas. Él mismo se ha encargado

de aclararnos que este primer croquis sólo puede proporcionarnos una visión de bulto, sin embargo suficiente para persuadirnos de que

nos hallamos frente a un proceso por demás complejo, al que por ejemplo (y es un ejemplo particularmente relevante) está lejos de hacer justicia la vision inmediatamente retrospectiva sobre el impacto

que este alcanzó en el equilibrio entre sus distintos niveles y sectores,

anticipada ya en 1817 en un informe anónimo sobre la influencia de Artigas más allá de su Banda

Oriental según el cual al administrar

la guerra de recursos el Jefe de los Pueblos Libres habria reservado

todos sus favores a “la última clase del pueblo” y buscado exclusiva e indiscriminadamente sus víctimas entre los integrantes de “la clase hacendada y pensadora”., Con ello Fradkin va más allá de invitar a encarar por fin de frente la exploración de un rasgo de la experiencia histórica argentina cuya

gravitación nadic que se haya aproximado a la de cualquiera de las siete

décadas que separan a 1880 de 1810 habrá dejado de percibir, pero que quienes nos ocupamos de las primeras de ellas hemos preferido relegar a un segundo plano, para ofrecer un esbozo de carta de ruta para quien quiera emprenderla también para esas décadas del modo mas sistemático con que ha comenzado ya a hacerse para

tas más tardías

Si es éste un anuncio de su propósito de empren-

derla el mismo, habría muchos motivos para celebrarlo, porque

nadie esta mejor preparado para esa tarea que quien al explorar el impacto de esta problemática a través de un episodio concreto cn La historia de una montonera (Eradkin, 2006b) ha ofrecido a los que creemos encontrar un hilo de continuidad entre la adhesión a la causa que en la década de

1810 se llamó de la Patria y la

tributada a la que a partir de 1830 fue conocida como la de la Federación una confirmación brillante de la validez de esa intuición a través de su análisis magistral de esa metamorfosis cuando ésta atravesaba la etapa de crisálida, en una narrativa que logra

sin aparente esfuerzo hacer plena justicia a las complejidades —y las consecuentes ambigúedades— de ese intrincado proceso en un momento

decisivo de su avance.

El título que Jorge Gelman dio a su ponencia (“La Gran Divergencia. Las economías regionales dle la Argentina después de la Independencia”) muestra que, como la de Fradkin y quiza mas aún, tiene como

su primer objetivo hacer apreciar hasta qué punto fueron rápidas y radicales las trasftormaciones introducidas por el proceso para el cual reclama nuestra atención, Como aquella, también debe su inspiración originaria a un debate historiográfico en curso, en su caso al que gira en torno a “cuándo se produce el retraso relativo más importante de las economías de América Latina en relación a las del norte del Atlántico”, Pero el paralelismo que en estos dos aspectos se da entre ambas

permite advertir mejor todo los que en otros quiza más esenciales son las diferencian. Si la de Fradkin encierra los ocasionales titubeos,

pero también la promesa de abrir nuevos y más amplios horizontes, de una exploración en sus primeras etapas, la de Gelman aborda un tema clásico en la historiografía argentina para volcarlo en cl molde también clásico de un balance del estado de la cuestión. Pero no es sólo la mayor madurez historiográfica de la temática

que Gelman aborda en su ponencia la que se refleja en el modo con que ha encarado su tarea: sin duda influyó también aquí el carácter hoy asumido por el debate que le ofreció su punto de partida. Fue Celso Furtado quien abordó primero el problema en torno al cual Gelman

gira, así fuera en el marco de una economia nacional, en su Formagao económica do Brasil, de 1959, y hasta tal punto logró dar en el clavo en el primer golpe que sus conclusiones se vieron pronto confirmadas

para México y desde entonces para otros sectores de Hispanoamérica.

Eran ésos los años del breve auge de la economía del desarrollo, que fueron también los de la etapa más exitosa en la entera historia del capitalismo, y como es habitual en esos momentos de euforia la meta hacia la cual esa nueva sub-disciplina imaginaba que se encaminaba en su avance el proceso de desarrollo económico cra una proyección glorificada y magnificada del presente. Desde entonces esa apuesta sobre el futuro ha sido abundantemente

desmentida

a lo largo de

cinco décadas que han acumulado demasiados cambios de rumbo para que lo que comenzó como una discusión que giraba en torno al futuro tanto o más que al pasado no deba resignarse a admitir que lo que está en debate es tan sólo un tema de historia pasada, en todos los sentidos del término. Pero el estado de la cuestión

que Gelman

nos ofrece termina

siendo mucho más que eso cuando decide centrar su esfuerzo en la

elaboración de una imagen tan cuantificada como lo permiten los datos disponibles de los cambios en el peso relativo de las economías de las

distintas regiones afectadas por esa “Gran Divergencia” en el marco

de la región rioplatense considerada en su conjunto. Porque ocurre que si esos cambios habian atraido la atención de los historiadores por

más de un siglo, lo habían hecho primero tan sólo en la medida en que

estos esperaban que los ayudaran a entender mejor sus repercusiones políticas, y cuando —ya en cl siglo XX— su curiosidad avanzó más allá de ese campo, también en busca de claves para los cambios sufridos por el perfil demográfico y social de las comarcas del Plata. Es ése el estado en que Gelman

encontró

la cuestión y se entiende muy

bien

que estando asi las cosas haya decidido que era ya tiempo de acotar con mayor precisión qué se ha venido discutiendo en ella hasta ahora, para avanzar luego en esa tarea, con resultados que, pese a las ya señaladas limitaciones impuestas por las fuentes disponibles, confirman

plenamente la validez de su estrategia de abordaje. En “Entre las vacas y cl trigo. Algunos apuntes acerca de las consecuencias económicas de la Revolución de Mayo sobre los poblado-

res de la campaña de Buenos Aires”, Daniel Santilli se ha propuesto ofrecer también un balance del estado de la cuestión, en este caso sobre un tema más restringido que el que las dos ponencias anteriores abordaban desde dos angulos diferentes y que abarcaba la entera región rioplatense. Si en el Santilli excede el ámbito porteño declarado en el título es porque, aunque no lo proclame asi, el suyo es un ejercicio de historia comparada que muestra todo lo que este modo

de abordaje puede rendir para iluminar el que sigue siendo su tema principal. El termino de comparación, a ratos explícito pero siempre presente,

lo ofrece

aqui

el este entrerriano,

que

tanto

Santilli

como

Gelman han agregado recientemente a su horimonte de indagaciones, que sirve admirablemente a ese fin en cuanto le permite medir mejor hasta dónde llegan las ramificadas consecuencias que —aún sin tomar en cuenta todo lo que significó para Buenos Aires el legado de su pasada condición de capital virrcinal pudo alcanzar que fuese esa ciudad cl único centro urbano plenamente digno de ese nombre

en la entera llanura pampeana y litoral, una vez desgajada de ésta la Banda Oriental. Como lo demuestra muy persuasivamente Santilli, fue en último término la presencia de esa considerable masa urbana

la que hizo posible que arraigara en la campaña porteña una sociedad

mucho más compleja y diferenciada que las del resto de las planicies rioplatenses, de las que ofrece una imagen tan precisa como el estado actual de nuestros conocimientos lo hace posible. Quiero subrayar aquí esto último, porque la ponencia de Santilli, precisamente puede ofrecer una visión que, gracias a su más limitado horizonte, brinda una imagen más rica en detalles del proceso abordado por todas ellas, refleja un rasgo del momento que hoy atraviesa nuestra historiografía que se advierte menos nítidamente en la más

panorámica de las otras dos Tal como lo atestigua la exhaustiva b1bliografía con la que se cierra, por cierto toda clla inmediatamente relevante al tema, cl avance realizado en este campo en las últimas dos décadas es tan considerable que ha logrado hacer insostenibles las hipotesis explicativas articuladas sobre un material empírico que se revela cada vez más insuficiente pero a la vez en cada una de sus etapas plantea nuevas preguntas que necesitan aún ser despejadas para

que se haga posible reemplazarlas por otras igualmente precisas. Es sin embargo posible vislumbrar la dirección en la que avanza la búsqueda de esas respuestas, y en este aspecto me parece que las ponencias aquí presentadas ofrecen

un indicio particularmente

revelador en

cuanto subrayan la intensidad de las olas de fondo que sacudieron la economía y la sociedad de las tierras bajas rioplatenses. Estoy seguro que, cuando la conciencia de la radicalidad de los cambios introdu-

cidos en este aspecto al abrirse la etapa independiente se haga más plena entre quienes exploran Jos distintos aspectos de la vida de la región, se habrá dado un paso esencial en la búsqueda de una imagen coherente del proceso vivido por ella en los más variados planos de su experiencia colectiva.

Comentarios de Heraclio Bonilla

En ocasión de las XXI Jornadas de la Asociación Argentina de Historia Económica, ture el honor de ser invitado por la profesora Susana Bandieri para comentar las ponencias presentadas por los colegas y amigos profesores Salomón Kalmanovits, de Colombia, y Carlos Contreras, de Perú, cuyos trabajos tratan de las consecuencias económicas de la independencia de España para Colombia y Perú. En realidad, la próxima efeméride del Bicentenario de la Independencia, que muchos paises de la región se aprestan a celebrar en 2010, será la ocasión propicia para que estudios de este tipo scan cada vez más frecuentes, En ese sentido, los textos de Kalmanovitz y de Contreras son apenas el inicio de investigaciones necesarias sobre esta cuestión,

particularmente aquellas que se alejen de los linderos tradicionales de la historia política. En verdad, los estudios sobre las consecuencias económicas de la independencia han sido abordados sobre todo desde la perspectiva de las metrópolis europeas, como lo demuestra un número entero dedicado a este problema por la revista Historia Económica!, y cuya conclusión más o menos genérica es que las consecuencias para las economias

metropolitanas

fucron

mínimas,

En cambio,

estudios

similares pero desde las ex-colonas son muy escasos, siendo cl más conocido cl importante libro editado por Leandro Prados de la Escosura y Samuel Amaral (1993) para el caso de los dominios coloniales de España cn Hispanoamérica.

' Madrid, 1988, año XVI, n* 1,

A nivel formal, estas consecuencias pueden ser estudiadas desde los puntos de vista tanto de los “costos” como de los “beneficios”, en los que los primeros se refieren al pasivo de la separación y los segundos a las ventajas de las mismas. En ese sentido, los principales costos fueron la pérdida demográfica producida por las reiteradas contiendas, la

destrucción de activos fisicos y monetarios, y el drenaje de fuerza de trabajo y de energía animal derivados de su inserción en los ejércitos y en las milicias. Los beneticios, por otra parte, se reficren a la retención por parte de los gobiernos independientes de los excedentes coloniales, tanto públicos como privados, que se remitían a España

cuando eran colonias, y a los cambios institucionales que introdujo la nueva organización. Es tema de debate saber si la libertad de comercio, la migración de capitales de Europa hacia América Latina o la formación de un mercado de tierras deben ser colocados en el activo o en el pasivo de la revolución por la independencia, como lo es igualmente el marco temporal del análisis que se elige. No es lo mismo, por ejemplo, analizar como costos las guerras, en el corto

plazo, que el conjunto del legado colonial que lo trasciende. Es un hecho bien conocido que para casi la mayoría de los paises de la región la primera mitad del siglo XIX fue una media centuria de estancamiento, situación que no es completamente consecuencia de la independencia. Para el caso de México, por ejemplo, el importante libro de Carlos Marichal demuestra con meridiana precisión que las finanzas de la Nueva España, por otra parte la joya del imperio, se

encontraban en bancarrota antes de las guerras. Y si eso fue así en la colonia más próspera, el lector puede conjeturar la situación cn aquellas regiones menos dinámicas del sistema imperial español. Por lo tanto, si cel estancamiento de ese medio siglo obedece a varios factores, cl análisis debe ponderar el papel concreto de la independencia y de sus guerras en la ampliación de esc desastre. La ponencia del profesor Kalmanovitz encierra tres conclusiones importantes. La primera es que en contraste con México, la econo-

mia del Nuevo Reino era próspera por lo menos en la segunda mitad

del siglo XVIII, jalonada sobre todo por la producción aurifera de la región de Antioquia. En segundo lugar, que la independencia y sus secuelas paralizaron cl dinamismo anterior, por lo menos hasta el renacimiento de la economía de exportación sustentada en la producción de café

Finalmente, que la mayor consecuencia negativa fue la

destrucción del orden político que la Corona impuso en su antigua colonia, para generar como consecuencia inestabilidad y caos. Por cierto que, en el análisis de Kalmanovitz, no todo fue negativo en la medida que se obtuvieron algunos logros como la disminución de los impuestos, cl paulatino asentamiento de instituciones liberales y la cancelación de monopolios de todo tipo. Su análisis tiene ademas el cuidado de examinar ese impacto en varias regiones del país, perspectiva absolutamente necesaria en uno tan heterogéneo como fue y es Colombia. Las investigaciones futuras sobre las consecuencias de la mdependencia en Colombia cuentan ahora, con el trabajo de Kalmanovitz, con un marco de referencia imprescindible. Pero esta versión macro requiere, como no puede ser de otra manera, de mvestigaciones muy puntuales que validen o que maticen sus propuestas, en la medida que la visión que ofrecen es muy general, basada sobre estudios igualmente generales y que prescinden del escrutinio puntual de las coordenadas

mas significativas del impacto de la guerra Quis1era ilustrar esta última afirmación, señalando que en el caso de Colombia aspectos sustantivos como las consecuencias demográficas de la guerra son desconocidos, como también la destrucción material o los cambios en el sistema de

tenencia de la tierra que se produjeron en el marco de esa coyuntura de la independencia. Todo ello es motivo de controversia. Igualmente lo es que el ethos imperial fuc un legado de atraso y que el espejo anglosajón constituye el mejor termómetro para medir el desempeño

de la región. Se tuvo lo que se tuvo, y es en ese marco que deben formularse los interrogantes pertinentes.

La ponencia del profesor Carlos Contreras, “Buenos para la guerra, malos para la paz, El legado económico de los libertadores en el Perú”, encierra en su título las principales conclusiones del autor. Al igual que en el caso de Colombia, tambicn la experiencia del Perú post-independiente —es decir entre la plata y el guano, para aludir al conocido libro de Paul Gootenberg—, fue la de un desastre económico.

Pero el ángulo de su análisis es el de la política económica y de las finanzas de los hbertadores, y en ese contexto señala con pertinencia que los cambios mas significativos fueron la abolición de la mita en 1812 y del tributo de los indios en 1854, Caracteriza al proceso de la independencia como una gran revolución anti-fiscal, juicio aplicable tal vez hasta cl gran ciclo de las rebeliones lideradas por los Amaru y los Katari en el entorno de 1780, pero discutible al proceso inmediatamente posterior, en la medida en que las rebeliones del interior de Perú, como las de Huánuco en 1812 y las de Cuzco en 1814, obedecieron a protestas contra la opresión de Lima, como lo demostrara John Fisher en su conocido libro sobre las intendencias Por otra parte, el abrupto salto de la plata al guano le impide examinar con mayor precisión lo ocurrido en regiones importantes como la sierra central y la sierra sur, donde, pese a todo, la plata, anclada en Cerro de Pasco, y las lanas del altiplano andino, permitieron el sustento de economías regionales muy dinámicas en medio del ostracismo Todo pareciera indicar que el angulo de las finanzas públicas “nacionales” constituye un observatorio adecuado pero parcial. Al igual que en el caso de Colombia, y en el de Perú con mayor razón, son aún indispensables investigaciones muy puntuales sobre las consecuencias de la guerra, región por región, y a partir de parámetros cuidadosamente elegidos,

Los circuitos mercantiles del “interior argentino” y sus transformaciones durante la Guerra de la Independencia

(1810-1825)

Carlos Sempat Assadourian y Silvia Palomeque

En las investigaciones sobre las relaciones mercantiles de la antigua Gobernación del Tucumán (¿ona que luego será denominada “provincias del interior” o “interior argentino”)' durante el período colonial, consideramos que esta era una de las tantas zonas integradas al amplio

“espacio económico peruano” que incluia no sólo a los futuras territorios argentinos sino también a los que luego serán parte de Paraguay,

Uruguay, Boln1a, Chile, Perú e mcluso Ecuador (Assadourian, 1982 [1973]) Es decir que desde la perspectiva del análisis de los espacios económicos y la circulación mercantil del periodo colonial, podemos observar que el “interior argentino” integraba el mismo amplio espacio donde —años después— se desarrollarán los enfrentamientos políticos y militares que se denominan como la Guerra de la Independencia, periodo durante el cual se dio la ruptura entre los colonos y su metrópoli. ' Es decar, la parte con ocupación colonial «de las actuales provincias de Jujux, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero y Cordoba.

En este artículo, primero y muy brevemente nos referiremos a los mecanismos

del sistema colonial que

permitían

u organizaban

el drenaje de plata hacia la metrópoli, luego pasaremos a revisar las relaciones mercantiles que se daban dentro del espacio económico peruano y del “interior argentino” en los últimos años del periodo colomal, para luego culminar marcando cuáles fueron los cambios que se dieron en este espacio económico durante los años de la Guerra de la Independencia, Recuperando avances realizados durante las 1n-

vestigaciones anteriores sobre los espacios económicos, los circuitos mercantiles y sus transformaciones trataremos de relacionar estas situaciones y esa guerra de independencia, y reflexionar sobre cómo

pueden haber vivido estos cambios los actores de dichos procesos.

Como con este último objetivo nos estamos alejando de nuestro habitual registro de productos, aforos, destinos, transportes, etc. para centrar nuestra atención cn cómo en situaciones

esas situaciones pudieron

sociales y políticas especificas, trataremos

influir

de suponer

y/ o inferir cómo pueden haber vivido estos cambios los habitantes del

“interior” durante estos años, teniendo en claro que es muy posible que solamente podamos percibir a los integrantes de las elites urbanas, es decir, a los antiguos colonos que pasaron a ser los integrantes del grupo independentista.

El sistema económico colonial y la circulación mercantil en el “espacio peruano”

El espacio económico peruano, que en gran parte se correspondía

o se superponia con el de la jurisdicción del antiguo Virreinato del Perú, se conformó en la decada de 1570 cuando el virrey Toledo logró organizar un sistema económico colonial por el cual este espacio quedo especializado en la monoproducción de minerales de plata destinados al mercado externo colonial, es decir, una producción de plata que tenía que drenar hacia la metrópoli, A partir de esos años, en medio de una

ininterrumpida catástrofe demográfica, las sociedades indigenas fueron

obligadas a subsidiar a la economía española no sólo a través del pago sus tributos simo también de la entrega de trabajadores mitayos (cuota

obligada de trabajadores que tenían que trabajar preferentemente en la actividad mincra y a cambio de salarios subvaluados), al mismo tiempo que parte de sus tierras cran expropiadas para ser reasignadas a empre-

sas españolas cuya producción estaba destinada a abastecer el mercado

interno (Assadourian, 1979). En este sistema colonial sc preveía que el necesario “drenaje” de esta plata se lograría a través de la recaudación de las reales cajas en concepto de impuestos a la producción, circulación y otras actividades (las que afectaban tanto a españoles como a indios), como asi también a través del pago de escasos y valiosos productos importados (esclavos, hicrro,

y los costosos y sobrevaluados textiles) que adquirian principalmente los colonos españoles. Estos productos eran provistos por un sistema monopólico que excluía a otros países curopeos y operaba a través del sistema de flotas y galeones que unían a Cadiz y Sevilla con el Caribe y Centroamérica, desde donde los efectos eran redistribuidos hacia el resto del espacio colonial, Al espacio peruano llegaban vía marítima hasta Lima (cuudad-puerto), centro de exportación de los metales al igual que del ingreso de los efectos importados para ser distribuidos luego en el

resto del espacio, siempre bajo el control de los mercaderes integrados al sistema de abastecimiento monopólico (Haring, 19661947]; Lynch, 1975,

2005; Assadourian,

1982 [1973],

En la colonia, dos importantes centros poblados (Potosi como

centro productivo minero y Lima como ciudad puerto), con grandes requerimientos de alimentos, materias primas, etc, fueron prontamente

abastecidas desde las distintas empresas españolas localizadas en múlt1ples regiones productoras situadas dentro del propio espacio colonial, las que se especializaron en producir algunos efectos particulares, que circulaban a grandes distancias, la mayor parte de ellos hacia cl principal centro minero, otros hacia la ciudad-puerto y el resto entre las distintas regiones.

Este sistema donde se combinaba la monoproducción de plata con

su drenaje a la metrópoli, finalmente derivaba en una funcional escasez de plata en el espacio productor de la misma, ya que la imposibilidad de pago en metálico durante las transacciones internas cra solucionado a través del intercambio por otros efectos, los cuales tendían a ser aquellos productos importados por los mercaderes monopolistas que asi velan facilitada su distribución interna. Es decir que estamos ante un sistema colonial que organizaba y fomentaba la producción de la plata

destinada a drenar hacia la metrópol: y este drenaje terminaba actuando como elemento dinamizador del conjunto regional que denominamos “espacio peruano” (Assadourian, 1982 [1973])). En la reproducción de este sistema colomal se entrecruzaban distintos

conflictos entre grupos con intereses diversos Si dejamos de lado a la población indígena colonizada —cuyos recursos y energías sufrían el constante saqueo que posibilitaba el Funcionamiento de todo el sistema— la magnitud del drenaje de plata y la competencia mterregional generaron constantes tensiones y negociaciones entre los colonos y la metrópoh y entre los distintos intereses regionalcs al interior del espacio colonial, Eran frecuentes las discrepancias sobre las tasas a pagar en concepto

de impuestos, por el alto costo de los productos importados, por el

monopolio ejercido por Lima, por las reglamentaciones que permitían o excluían determinados circuitos o producciones, ete., conflictos que la metrópol: y sus funcionarios lograron controlar y orientar por lo menos hasta la primera mitad del siglo XVII (Lynch,2005). A partir de la segunda mitad de este siglo la situación comienza a modificarse en detrimento de los intereses de una metrópoli que va decayendo en tér-

minos económicos, políticos y militares, y cuyos funcionarios terminan siendo cada vez menos fieles a la corona y más cercanos a los mercaderes y a los colonos (Burkholder ct al, 1984). Á esto se va sumando la cada vez más activa competencia mercantil de los países curopeos excluidos

por el sistema de monopolio comercial español, cuya presencia en los

distintos puertos coloniales encontró escasa resistencia por parte de los

colonos o sus funcionarios, todos ellos interesados en el abastecimiento de efectos europeos a precios más racionales que los que cobran los

mercaderes monopolistas. En este largo periodo, el mermado drenaje de plata que salía en concepto de impuestos y en pago de las importaciones provenientos del debilitado sistema de monopolio comercial se vio incrementado a causa de los pagos en metálico a los contrabandistas, todo lo cual terminó agudizando el proceso de desmonetización del

espacio colonial (Assadourian, 1982 [1972)). A todo lo largo del siglo XVIII la metrópoli intentara recuperar su

antiguo nivel de control sobre sus colonos, primero mfructuosamente y con algunos éxitos a partir de la segunda mitad del siglo, hasta que a partir de la decada de 1770 comenzó a imponer nuevamente su sistema de poder colonial. En general, en todas las colonias, un nuevo cuerpo de funcionarios desplazará a los anteriores poniendo en funcionamiento un exitoso sistema recaudador de incrementados impuestos, cuyos INgresos permitieron gestar una nueva política de reforzamiento

sistemas

defensivos

contra

la amenaza

de los

militar y/ o las intrusiones

de

las potencias extranjeras en el mercado colonial. No sólo se fomentará la producción minera que seguirá siendo la base del drenaje de plata

hacia la metrópoli, sino que también se fomentará la producción de efectos españoles (textiles, vinos, aceites, etc.) asegurandoles un mercado consumidor en las colonias, mientras que en éstas se auspiciara la producción y exportación de productos demandados por la economia española (materias primas como cobre, cueros, lanas de vicuña, tinturas,

etc. y efectos especificos provenientes de zonas tropicales, como azúcar, café, cacao, tabaco, cascarilla, etc.). Podríamos decir entonces que, a la

par del drenaje de plata, se fomentaba la multiplicación de las ventas de productos manufacturados españoles en el mercado colonial al igual que la producción y exportación de materias primas en la colonia (Fisher, 1996; Lavalle, 2002; Lynch, 2005). En el Virreinato del Perú estas medidas sólo podian aplicarse debilitando al principal grupo de poder económico conformado por los

mercaderes monopolistas con sede en Lima y todas sus redes institucionales de poder, Esto se logró a través de reconfiguraciones en la

conformación institucional del espacio, recortando el espacio anterior primero a través de la creación del Virreinato de Nueva Granada y luego con la formación del Virrcinato del Rio de la Plata. Esta última medida implicaba otorgarle a Buenos Árres el control de las monopolistas importaciones de efectos de origen europeo y su distribución sobre el territorio de la nueva jurisdicción (que comprendía Paraguay, el futuro espacio argentino y el fundamental espacio del Alto Perú, especializado en la minería de plata”, a más de asignarle el rol de puerto por el cual tenían que arribar primero todas aquellas naves que circularan rumbo al octano Pacífico a través del Cabo de Hornos. Esta nueva ciudad -puecrto recientemente favorecida por las politicas metropolitanas, punto de

exportación de plata y de importaciones monopolistas coloniales, a diferencia de Lima, también era el centro y puerto de exportación de su

propia producción regional de reciente auge (los cueros y sus derivados) cuyo crecimiento constante comenzaba a reflejar las nuevas demandas curopcas de materias primas. Si pasamos ahora a revisar con más detalle las relaciones mercantiles que se daban al interior de este amplio “espacio económico peruano”

hacía fines del siglo XVIII, mientras comenzamos a enfatizar los circuitos más cercanos a nuestros objetivos de analisis, nos encontramos con que alli no sólo circulaban esos productos de origen europeo que eran ingresados por los comerciantes monopolistas, sino que también había un sinnúmero de intercambios de múltiples productos.

"Es muy importante recuperar la serie construida por C Wentzel sobre las importaciones de efectos ultramarinos que eran distribuidas por Buenos Árres, en tanto están en un trabajo inédito, Entre 1800 y 1813 Buenos Arres redistribula un mullón ochocientos mil pesos en Efectos de Castilla fuera de su propia región (Litoral y Paraguay), es decir en el Alto Perú, Chile, Cuyo y provincias del Interior. De este total, 60% aproximadamente 1ba hacia el Alto Perú y Chile quedando sólo 40% para el resto (Wontzcl, 1987)

La intensidad y la importancia de la circulación de productos rca-

lizados dentro del espacio colonial o del £mercado interno colomal”, para fines del siglo XVII podemos describirla como una circulación cuyos fujos dependían principalmente del consumo de los ya numerosos centros mineros andinos con su fuerte oferta de moneda y su gran demanda de productos de todo tipo

Hacia allí iban la mayor parte de

los productos y, en pago de ellos, retornaban importantes cantidades de metales preciosos. Con esta plata se pagaban los gastos, se ahorraba un poco y, principalmente, se pagaban las cada vez más cuantiosas importaciones europeas ingresadas por Buenos Aires, cuyos precios unitarios tendían lentamente a la baja, mientras continuaba el sistema

de monopolio español en cl abastecimiento (Yomaha, 1969; Arcondo, 1992; Punta, 1997, 2001; Tandeter, 1991, 1992; Tandeter et al, 1983, 1984, Milletich, 2000). Ademas de esta fuerte demanda de los centros mineros y relacionándola con el constante crecimiento de la población que se venia dando a lo

largo del siglo XVIII (con la consecuente oferta y demanda de productos varios) (Tándcter, 1991), podemos ordenar la circulación de productos interiores tomando en cuenta los intercambios entre distintas zonas con diferentes recursos ambientales, a los cuales habría que agregar la circulación de la producción artesanal y manufacturera de dispersa localización y consumo. Desde la primera perspectiva, las principales zonas serian: a) zonas con muy buenas pasturas naturales y excesos de ganado que exportaban sus productos hacia zonas escasas de ganado,

b) zonas con población agricola asentada en tierras cálidas, con clima tropical o subtropical, que permitían la producción de azúcar, tabaco, yerba, algodón, cacao, ctc. cuyos productos circulaban hacia todas las 7onas de clima frio y templado,

c) zonas con población asentada en recortadas y cuidadas tierras agrícolas de regadío donde se producían vinos, aguardientes, frutas secas, etc, que circulaban hacia zonas sin agricultura de regadío.

Si nos fijamos en el primer criterio donde relacionamos espacios

con excesos y con necesidades de ganado, nos encontramos con que una amplia /ona productora ubicada hacia cl sur de Charcas era la que abastecía a dos grandes centros de demanda. Estos cran la zona

minera andina (peruana y altopcruana) y toda la costa del océano Pacifico, en la cual inclurmos tambien a Mendoza y San Juan. Era una producción sin competencia externa que constituía el principal rubro de ingreso de toda la economia del entonces llamado Tucumán, en la cual participaban también las provincias litorales y cuyos derivados

alcanzaban incluso al mercado ultramarino. De acuerdo al segundo criterio, cl referido a zonas productoras localizadas en tierras cálidas y húmedas cuyos productos circulaban hacia las zonas frías y templadas, nos encontramos con una amplia zona tropical y subtropical que presentaba lugares puntuales de producción. Una gran concentración de plantaciones de azúcar se daba en los valles y oasis de la costa peruana y luego su producción se dispersaba hacia los valles calidos de la sierra —como eran los del Cuzco y Jujuy— y también hacia las tierras tropicales ubicadas al sur como las del Paraguay. Dentro de estos productos tropicales también tenemos que

considerar al cacao producido en Guayaquil, a la yerba del Paraguay y al tabaco de Guayaquil y Paraguay. Estos son todos centros productivos desde donde se abastecia al resto del espacio del antiguo espacio

peruano y que a fines del siglo XVII cruzaba varias jurisdicciones de los tres nuevos virreinatos. Estos productos, de alto precio, no tenían

competidores externos excepto el azúcar que, en los años finales de la colonia, tuvo que enfrentar la competencia de la importada desde Cuba y de Brasil a través del puerto Los vinos, aguardientes, frutas etc., todos de producción de oasis hacia zonas sin cultivos de regadío

de Buenos Aires. secas, aceitunas, accite de oliva, o valles de regadío, marchaban alcanzando un espacio de distri-

bución similar al de los productos tropicales, aunque sus centros

productivos presentan la caracteristica de ser más frecuentes y estar

más distribuidos en cel espacio. Estos productos —que eran los masmos que los españoles cultivaban en sus tierras de la metrópol: y

que durante años estuvieron protegidos por los altos precios de las importaciones curopeas— hacia fines del siglo XVIII comenzaron a sentir la competencia de sus similares curopcos a medida que iban bajando sus precios Por otra parte, tenemos la producción artesanal y manufacturera cuyos principales productos eran los textiles, En este espacio carac-

terizado por una generalizada producción textil doméstica artesanal, tambien

se

organizaron

importantes

centros

manufactureros

de

producción textil. Durante los siglos XVI y XVII, cuando los textiles europeos eran escasos, caros y de muy alta calidad, en los centros

manufactureros de Quito (obrajes) se tejian paños de lana de alta calidad que se distribuían en el conjunto del espacio, mientras los tejidos de baja calidad se dispersaban en múltiples unidades, La constante y creciente retracción en los precios de los textiles que dio a lo largo del siglo XVII (por una mayor oferta de textiles europeos) terminó arrinconando a la producción textil colonial en aquellos tejidos que sufrieron menos la competencia. Estos son los tejidos artesanales de lana y algodón —los más toscos y baratos— provenientes de unidades

domésticas y que, en el caso del algodón, se producía en las manufacturas de Cochabamba. Todos caminos

estos

productos

tenían

diversos

y sendas, hasta que llegaban

circuitos,

a todos

entrecruzando

los consumidores,

tanto

del campo como de la ciudad, pero siempre con un mayor consumo en las zonas de mayor oferta de dinero, de mayor cantidad de población yen

los

grupos

sociales

con

mayor

acceso

a la moneda.

Producciones y relaciones mercantiles del “interior” a fines del período colonial S1 nos centramos en la zona de la antigua Gobernación del Tucu-

mán, “el Tucumán” o “el interior argentino”, mirando desde el norte

hacia el sur —tal como se miraba desde los núcleos de poder colonial- nos encontramos con que la primera zona estaba conformada

por las tierras altas de la Puna “de Jujuy”, a la cual solemos prestarle poca atención. En la parte norte de esta zona, muy alta (a los 3.500 msnm), la conformación del terreno, las oscilaciones térmicas y cl

tipo de drenaje del agua no facilitaban la agricultura pero sí las vegas donde pastaban los auquénidos, vacunos y ovinos hacia fines del siglo XVII. Más hacia el sur, la tierra se vuelve más árida y casi imposibilita todo cultivo mientras permite un pastoreo sólo de auquénidos. Era una amplia zona con centros de producción minera y ganadera, que se autoabastecia de textiles bastos locales, toda clla demandante de granos, aguardientes y de productos tropicales y cuyas exportaciones ganaderas se orientaban hacia el Alto Perú. Esta zona, sin ciudades en

su territorio, se controlaba desde los centros urbanos de Salta y Jujuy (Madrazo, 1981, Palomeque, 1994). Como espacios con abundante ganado criado en pasturas naturales no sólo debe considerarse a las praderas litorales y porteñas sino también a todas las zonas aptas para el ganado que rodeaba a las ciudades del interior, que estaban conformadas tanto por las tierras

bajas ubicadas al oriente de las mismas como por las tierras del occ1dente, más ásperas, que eran las de las sierras o piedemonte

En estos

espacios el ganado se criaba en pasturas naturales, excepto durante el periodo de engorde antes del consumo en el caso de los vacunos o durante cl potreraje de las mulas en invernada, y en zonas cercanas se ubicaban también los cultivos de temporal. Todas las ciudades

coloniales se fundaron justo en areas donde podía accederse tanto a los productos agrícolas como al ganado. Todas ellas, salvo Santiago del Estero, estaban ubicadas al terminar la zona de montañas, valles, quebradas y sierras desde donde se escurre el agua necesaria para los

cultivos, y al iniciarse la zona llana donde podía desarrollarse mejor cl ganado.

Santiago

del Estero,

si bien estaba

más alejada de las sierras,

también accedía a una importante zona agrícola dentro de la plani-

cie inundable donde está situada. Si dejamos de lado el espacio del

“interior argentino” y nos fijamos en la región vecina de Cuyo, nos encontramos con Mendoza y San Juan, dos ciudades con dificultades para el abastecimiento de carne, ambas ubicadas en medio de oasis de regadío, en plena zona agricola

Hacia el este y al sur de la Puna, en una larga franja que iba desde la Quebrada de Humahuaca hasta Mendoza, se encontraba el amplio espacio caracterizado por su acceso al agua de la cordillera y su manejo en canales de regadío tanto en los valles ubicados hacia el norte

como en los oasis situados hacia el sur. Hacia el norte, la Quebrada de Humahuaca,

con cultivos intensivos de zonas templadas; más

hacia sur, los Valles Calchaquies que a la altura de Salta y Tucumán se especializaban en vinos, aguardientes, frutas y alfalfares, y hacia la

altura de Catamarca y La Rioja seguían los vinos y aguardiente pero con la diferencia que en Catamarca se cultivaban grandes cantidades

de ajíes y algodones

Más al sur aún, los oasis de regadío: San Juan

especializado en aguardientes y Mendoza especializada en vmos. Todos productos de tierras bajo riego a los que no accedían los pobladores de las tierras del piedemonte y de llanura situadas hacia el este, donde se localizaban los centros urbanos. Todos estos productos marchaban hacia ellas, llegando incluso hasta cl litoral y Buenos Axres, Todas estas zonas con agricultura bajo riego, en desigual intensidad, cran demandantes

del ganado vacuno o mular que se daba en las zonas

llanas o del predemonte oriental. En consecuencia, si bien es correcto identificar a las antiguas gobernaciones del Tucumán y de Buenos Aires como zonas especializadas en la producción de ganado destinado al abastecimiento de las tierras altas andinas y sus centros mineros, también tenemos que considerar las demandas de ganado por parte de las zonas con agricultura bajo riego. Esta circulación de ganado se

vuelve importante cuando marcha hacia San Juan y Mendoza*, porque a las demandas propias de estas zonas se les suma la del ganado que * En Mendoza, las zonas aptas para el ganado son las ubicadas hacia el sur, que recién a fines del siglo XVI

lograron ser controladas por los españoles

cruza a Chile para ser procesado y redistribuido a lo largo de la costa pacifica (Palomeque, 1989, 1992, 2006b; Conti, 1989, 2001; Mata, 2000; López, 2003). Los productos tropicales, en cambio, los encontramos en espacios puntuales y con amplio espacio de distribución, como mencionamos antes. La yerba, con localización específica en el Paraguay, desde donde

se abastecía no sólo a Tucumán y a Buenos Aires y el Litoral sino a todo el resto del espacio peruano a través de dos rutas, una que iba por las ciudades interiores hasta llegar a las zonas mineras andima y otra que, luego de atravesar las pampas y la cordillera, iba por Chile

para llegar por vía maritima a Lima (Garavaglia, 1983). El tabaco cra otro de estos productos, con centros de producción autorizados por la corona y prohibida su difusión, al Tucumán llegaba desde Paraguay y Guayaquil mientras que calladamente se iba desarrollando en las

tierras bajas de Salta, Tucumán y también en Catamarca (De Paula Sanz, 1977 [1779]). Otro producto de gran importancia era el azúcar, un producto de alta demanda en el Tucumán donde sólo se encontra-

ban algunos incipientes cultivos en Jujuy. El azúcar que se consumía provenía principalmente de las plantaciones de la costa peruana, que

llegaba como parte de un largo y complejo circuito mercantil, en cl cual también participaba el cacao y el tabaco de Guayaquil, el aún más

lejano añil que venía desde Guatemala, artículos artesanales de Quito, muentras en retorno de los mismos se enviaba la yerba paraguaya, el trigo chileno para Lima y los efectos ganaderos provementes de varias

zonas (De Salas, 1979 [1795?]), Palomeque, 2006b). El algodón, que en el Tucumán se cultivaba sobre todo en Catamarca, se distribuía hacia zonas cercanas como Córdoba y Santiago. Con ese algodón se tejían lienzos en las unidades

domésticas

de Catamarca,

telas que

junto a las de lana provenientes de Córdoba y Santiago, se vendían principalmente cn Buenos Aires, desde donde se las redistribuía a la zona rural circundante, de reciente auge económico debido a la

exportación de sus productos ganaderos al mercado ultramarino. En

este mercado, los lienzos de Catamarca sufrían la competencia de los similares de origen cochabambino (Wentzell, 1985, 1986, 1987; Palomeque, 1989, 2006b). Hacia fines del siglo XVII nos encontramos ante todo un conjunto de relaciones mercantiles interregionales con distintas orientaciones que conformaban un mercado interno colomal cuyo dinamismo, tal

como dijimos en el punto anterior, se vinculaba con la actividad principal del espacio que era la minería, mientras su debilidad pero también su lógica interna se relacionaba con el sistema de importación de efec-

tos europeos monopolizados y el sistema fiscal, los dos mecanismos a través de los cuales “drenaba” el metálico hacia la metrópoli. En este sistema había puertos, rutas, nudos de tránsito y centros de consumo de suma importancia. Por el territorio de la antigua Gobernación del Tucumán, había dos grandes rutas por donde circulaban los productos importantes manejados por los grandes mercaderes, una era la que salía de Buenos Aires hacia Córdoba y desde allí se dirigía al Alto Perú pasando por Santiago, Tucuman, Salta y Jujuy; la otra era la que también partía desde Buenos Aires, pasaba por Rio Cuarto, Mendoza, Chile y después seguía por la costa pacifica. Había una tercera ruta por donde

circulaban productos

de menor

entidad que los efectos europeos, las mulas y la yerba, y que pasaba por zonas con escaso control fiscal. Por allí se desarrollaban circuitos

mercantiles complejos, donde se entremezclaban los productos de las costas del Pacifico, los productos ganaderos, los artesanales, los vinos y aguardientes y el dinero de retorno, todo lo cual circulaba a través del denominado “Caminos del Despoblado”. De estos caminos

hemos relevado uno que era el que ingresaba por Coquimbo / La Se-

rena, pasaba la cordillera para llegar a Jáchal (San Juan), seguía hacia el norte hasta llegar a la Poma en los valles Calchaquics y desde alli subía directamente a la Puna y luego arribar a los centros mineros

(Palomeque, 2006b)

Esta ruta del Despoblado, con varios pasos de

la cordillera que aún no hemos estudiado, cruzaba por toda la zona

de regadío que estaba controlada desde lo lejos, por las autoridades de las ciudades asentadas en la llanura. Era una ruta que recuperaba los antiguos caminos que fueron construidos por el Inca, recorriendo

la zona alta del antiguo Tawantinsuyu en Argentina, cuya población originaria estuvo sublevada hasta 1660, Pasaba por todo un espacio donde el control de los centros urbanos era muy

difícal, hasta llegar

a la puna donde comenzaba el control de los funcionarios de Salta o de Jujuy (Conti, 1989, 2001).

En estos circuitos mercantiles y rutas, había ciudades o conjuntos de ciudades que tomaban mucha importancia. Buenos Aires como capital del virrcinato, con sus funcionarios, también era importante nudo de tránsito y centro de consumo. Punto de exportación de cueros y de introducción de los efectos europeos y esclavos que distribuían en un amplio espacio que llegaba hasta la zona minera andina, el Paraguay, el Intcrior, Cuyo, Santiago de Chile y la costa del Pacifico, en un proceso de franco desplazamiento de los mercaderes limeños. Desde allí se distribuía la yerba del Paraguay hacia el mismo amplio espacio que los efectos europeos, actividad de la cual se había desplazado a los mercaderes vinculados al tránsito por Santa Fe. También

Buenos Aires era zona de consumo

de variados

productos del Interior debido al crecimiento de su población y a los altos salarios que percibían. Mendoza, Santiago de Chile y Valparaiso eran ciudades y puntos nodales de la larga ruta que unia el Atlántico y el Pacífico, con la que se articulaban otras secundarias de las zonas interiores, a través de las cuales se intercambiaban productos provenientes de varias regiones y largas distancias. El trigo chileno más varios efectos de origen ga-

nadero (de ganados de Chile, el Tucumán y Bucnos Aires), yerba del Paraguay, efectos del mercado metropolitano ingresados por Buenos Aires, salían por el puerto de Valparaiso hacia Lima y las costas del Pacifico, desde donde retornaban azúcares, tabaco, cacao, añil, etc, como mencionábamos antes.

Otras ciudades importantes eran Salta y Jujuy. Salta cra reconocida como centro de grandes alfalfares que permitían el descanso y engorde

de las mulas antes de la larga travesía, mientras Jujuy, que presentaba características semejantes, controlaba la 7ona de praderas donde se engordaban los vacunos que marchaban hacia las altas tierras andinas. Salta y Jujuy eran dos ciudades claves en estos nudos mercantiles por su localización y capacidad de control. Eran las dos ciudades que controlaban la unión de dos rutas (la que venía desde Buenos Aires pasando por la cadena de ciudades y la que venia desde el Pacífico

y ensamblaba con la ruta del Despoblado) y también el paso de los productos que circulaban entre las distintas zonas ambientales. La Guerra de la Independencia se irá desarrollando a lo largo de todos los espacios y rutas antes mencionados, su territorialidad se superpone con el espacio mercantil de fines del siglo XVIIL, y dentro

del conjunto de conflictos que se viven desde la antigua Gobernación del Tucuman, fue clave el control de las ciudades y rutas que recién mencionamos

Las relaciones mercantiles durante la Guerra

de la

Independencia

Si bien durante los últimos años colomales la región mas beneficiada por las políticas metropolitanas fue la de Buenos Aires, los intercambios de esa época también habían afectado favorablemente a las provincias del interior en tanto su producción ganadera seguía

yendo hacia las zonas mineras andinas, Chile y las costas del Pacífico y, además, sus tejidos y otros efectos eran demandados desde Paraguay, Buenos Aires y el Litoral Para estos años, la balanza comercial arrojaba un saldo favorable o bastante equilibrado (Palomeque, 1989

193-195;

2006b:281). Si tratamos de ubicarnos en el lugar de la población del “interior” que vivió y participó en esta guerra de independencia, corresponde suponer

que estas relaciones mercantiles

deben

haber

sido vistas

como el principal objetivo a preservar y a recuperar en beneficio de los pobladores del “interior”, ya que mferimos que los combatientes

independentistas sólo luchaban contra el “drenaje” cuyos efectos sólo se consideraban negativos, mientras pretendían modificar y /o destruir el sistema de recaudación fiscal y el monopolio comercial impuesto por la metrópoli sobre la importación de productos europeos; cre-

yendo que en su ausencia se preservarian o mejorarian las relaciones mercantiles interiores vigentes a finales del período colomal. También entendemos que la persecución de estos objetivos comunes a todas las regiones coloniales, permitió que se generara la alianza anticolonial

entre las regiones interiores con el puerto y el litoral en 1810.

Los indicios sobre la crisis y desestructuración que produjo la guerra ya se observó desde el primer momento, pero los grupos independentista deben haber entendido que las relaciones mercantiles estaban pasando por una situación de cr1sis transitoria debido a la guerra, es decir, una situación musual que luego que finalizara la guerra tendría que volver a los antiguos cauces, con el beneficio de la desaparición de los elementos negativos. En los primeros años se perdió el control de los centros mineros y con ello se cortaron abruptamente las exportaciones de mulares y ganados y los retornos habituales de plata, los que no sólo iban al Interior

sino también hacia Buenos Aires y el conjunto del Virrcinato del Rio de la Plata La producción de plata colapsó entre 1812 y 1815 para luego recuperarse pero sólo alcanzando a la mitad de lo que producía a fines del periodo colonial. Una de las consccuencias de esta erisis fueron las cuantiosas deudas que algunos estiman en 700,000$, de difícil cobro en medio de la guerra, que quedaron como pago pendiente para los

productores del Interior. Que sepamos, no hubo un desconocimiento de las deudas desde cl Alto Perú pero en Cordoba, 7ona muy afectada por la crisis, hasta 1835 se continuaban los trámites para el cobro de las mismas El corte en las exportaciones de mulas fue muy abrupto. Del antiguo tráfico, tal como ya lo planteó Halperín Donghi hace años,

solo quedaron algunos envios irregulares, muchos por el camino del Despoblado y con la connivencia de ambas partes. También

se dieron

relaciones puntuales con los centros mineros altoperuanos cuando las tropas de las Provincias Unidades lograban controlar el centro minero

potosino (septiembre de 1810 a junio de 1811, febrero a noviembre de 1813 y abril a noviembre de 1815), periodos en los que vemos que

Salta, Tucuman

y Jujuy se llenaban de efectos importados en tránsito

hacia el norte mientras velozmente ganados posibles, Desde 1815

trataban de exportar todos los

la situación mercantil empeoró porque

ya no sólo se mantuvo la dificultad para exportar mulas sino que se derrumbó definitivamente el monopolio abastecedor desde Buenos Aires hacia la zona minera.

En esc año los ingleses comenzaron

a

abastecer a Potosí directamente desde el Pacifico, dejando fuera del negocio no sólo a los mercaderes provenientes de Buenos Aires sino

también a los de Córdoba, Santiago, Tucumán,

Salta y Jujuy que los

acompañaban secundariamente en esos tráficos.

No sólo se derrumbaron las relaciones con los centros mineros andinos sino que la Guerra de la Independencia también afectó a las relaciones mercantiles que se daban con Chile, la costa del Pacífico y el Paraguay.

Si bien, luego de las batallas dirigidas por San Martín, el comercio con Chile se reanudará, ya no será más un comercio “interno” sino que el mismo será considerado como un comercio con un pais “extranjero” en cuyas fronteras habrá que pagar altos impuestos (25%) que afectarán no sólo a los productos de origen europeo sino también al azucar, el añil, el cacao, es decir a aquellos productos que antiguamente eran parte del mercado interno colonal. Al igual que en el caso de las

mulas, será nuevamente cel camino del Despoblado (el que pasaba por Jachal) el punto a través del cual se mantuvicron los antiguos intercambios, ahora considerados como parte del contrabando. El circuito de las costas del Pacífico, en su zona mas amplia, es decir donde participaban los importantes intercambios de azúcar, yerba, añil, cacao,

trigo, artesanias y efectos ganaderos, todo será muy afectado por los conflictos de la guerra en cl Pacífico que recién culminará hacia 1821

cuando San Martín logre ocupar Lima. Pero luego ya nada será igual, los mercaderes que operaban en los puertos de Valparaiso y Buenos Aires, guiados por criterios mercantiles, comenzarán a importar yerba y azúcar desde Brasil desplazando asi a la yerba del Paraguay y al

azúcar de la costa norte del Perú, situación a la cual Perú respondera incrementando Chile

los impuestos

a las importaciones

provenientes de

El circuito de la yerba en el Interior tendra el mismo destmo

que la yerba en el Pacifico; la elite mercantil de Buenos Aires, buscando el control politico del Paraguay, desarrolló una guerra tarifaria que culminó con el recorte de la distribución de la yerba en el Interior

mientras la rcemplazaban por yerba (y azúcar) brasileña, mientras aplicaban fuertes impuestos a los tabacos paraguayos. Toda una serie de cambios y conflictos tarifarios muy relacionados con los intereses de las distintas elites mercantiles portuarias que culminan desarticulando amplios y antiguos mercados de intercambios regionales. De las antiguas relaciones mercantiles entre el Interior y Chile y las costas del Pacífico, lo que quedó en pié fueron los envios de ganado a través de los pasos cordilleranos pero ya sólo destinados al consumo

de la población chilena de los centros mineros del Norte Chaco. Junto a este ganado marchaba un nuevo producto, el tabaco tarijeño, el que venia siendo cultivado sin permiso cn Catamarca, Tucumán y Salta, que desde 1812 se legaliza y se expande, con grandes envios hacia Chile donde su aroma es muy apreciado. De las amplias relaciones entre alejadas zonas con y sin ganado solo restaban las escasas que se daban por el camino del Despoblado hacia Chile y el Alto Perú y algunos pocos cueros y suelas más que salían hacia Buenos Aires

De las también amplias relaciones de las

zonas tropicales con todo el resto del espacio económico peruano no quedaba casi nada, entró cn crisis la yerba, el cacao, el azúcar peruano

y el tabaco guayaquileño y paraguayo, con la única ventaja para Salta,

Tucumán y Catamarca de convertirse cn exportadores de tabaco hacia el resto del Interior y hacia Chile. Los cultivos de las zonas de regadío, con los importantes vinos mendocinos y aguardientes sanjuaninos, lograron mantenerse en cl] mercado de Buenos Aires por lo menos hasta 1824,* pero en su circulación en la 7ona del interior fueron muy afectados por las políticas impositivas relacionadas con los gastos de guerra Las actividades artesanales textiles, sobre todo las de algodón, estaban en franca crisis ante la exitosa competencia

de los textiles del mercado mundial, mientras los tejidos baratos de lana sufrían una lenta y continua decadencia. Durante la primera década de guerra, ante la mirada desesperada de cierto sector de los actores, se desestructuraron los antiguos sistemas de complementación económica regional del antiguo mercado interno colonzal, sin ninguna ventaja, salvo cn lo referido a la ampliación de las producciones de tabaco, algo más de cueros a exportar por Buenos Aires y el menor valor unitario de las telas europeas que habían irrumpido masivamente en el mercado consumidor constituido por los grupos “populares” desplazando asi a la propia producción interna.

Respecto a otro de los objetivos, que consistía en la desaparición del drenaje de plata a través del cobro de impuestos, s1 bien se habia hecho realidad, es muy posible que no se haya percibido como un hecho positivo en tanto iguales o mayores exacciones se habían impuesto para pagar el costo de la guerra, En contra, casi todo, fundamentalmente la falta de metálico que seguía sin ingresar desde el Alto Perú y que terminó colapsando al

conjunto, Buenos Aires, desde donde se centralizaban las recaudaciones para redistribuirlas de acuerdo a los gastos de la guerra, incrementó de tal forma los impuestos a los vinos, azúcares, aguardientes, tabacos, yerbas, que terminó por ahogar a las economias del Interior Claro * Por las investigaciones de $ Amaral sabemos que a pesar de la competencia de las importanciones europeas, cantidades sigmficativas de ymo mendocmo y

aguardiente sanjuanino se siguen veniendo en cl mercado de Buenos Árres, pero Estas

mvestigaciones

nada

nos

informan

sobre

las oscilaciones

de

sus

precios

está que, respetando los intereses de sus clites mercantiles, a lo único que no incrementó los impuestos fue a las importaciones de efectos

europeos que seguía redistribuyendo por todo el Interior, su único espacio cautivo. * En esta situación, tras una década de guerra, cada vez con más impuestos sobre la circulación de los efectos producidos por las economías regionales, en medio de la crisis económica y monetaria, las alianzas conformadas en 1810

se debilitaron y desde el Interior se

comenzó a rediscutir los terminos del pacto anticolonial en 1820;* pero al terminar la guerra su producción y su comercio estaban tan

desestructurados, que dichos intentos fueron fracasando paulatinamente. El final de la guerra en 1825 debe haber sido visto con mucha expectativa, pero pronto debe haber quedado en claro que aunque todo aparentaba ser igual, todo estaba empobrecido y desestructurado., Sin duda independentistas del interior” deben haber responsabilizado a la escasa producción potosina como causante de los males y quizás también al monopolio porteño sobre los impuestos a los efectos ultramarinos importados. Para 1825 el amplio espacio donde Buenos Aires redistributa los efectos europeos se había reducido al espacio controlado por las ciudades de Cuyo y el Interior de aquellos años (sin las zonas indigenas aún sin conquistar m invadir), mientras que por su puerto se seguian incrementando las exportaciones de cfectos pecuarios donde la par*Al final de la primera década mdependiente, desde 18184 1821, la cantidad de

importaciones ultramarimas redistribuidas por Bucnos Árres se retrajo a la mitad (a novecientos mul pesos) debido a la desaparición del mercado altoperuano y la fuerte retracción del mercado chileno /pacifico. Las provincias de Cuyo, y

“el interior” recibian 69% del total (Wentzel, 1987 11) ” Los conflictos de los años 1820, vistos desde la Historia Económica, siguen siendo una sublevación regional contra las políticas impositivas porteñas, En Córdoba fue notoria la reducción impositiva sobre la importación de vinos, aguardientes, tabacos, azucares, etc. , mientras se multiplicaban los impuestos a los efectos importados, tratando quizas de salvar en algo a las antiguas cconomias regionales (Assadourian y Palomeque, 2003; Tell, 2008)

ticipación de las provincias del interior crecía demasiado lentamente.

De las antiguas relaciones mercantiles de larga distancia, restaron las recortadas relaciones entre /onas con y sin ganado por las cuales se siguió exportando ganado o sus derivados a Chile y Bolivia.” De los efectos de tierras tropicales desapareció el rol articulador del azúcar, del aml, del cacao de la costa pacifica, mientras entró en una

severísima crisis todo el conjunto de la yerba paraguaya, todos ellos con tendencias a ser reemplazados por el abastecimiento brasileño via Buenos Aires. Sólo un cambio favoreció a las tierras abrigadas de

Catamarca, Salta, Jujuy y Tucuman, con su tabaco tarijeño que logró scr muy bien aceptado por los fumadores chilenos, cambio al que muchos años después se le sumará la producción de azúcar. También persisticron

las relaciones entre zonas

con cultivos de regadío

u

oasis con las zonas cercanas desde donde se abastecian de ganados o productos tropicales. En sintesis, ganado y tabaco tarijeño, mientras

crecian las importaciones de productos europeos que, poco a poco, seguian empobreciendo a las artesanías locales. Costos en vidas, desorden de producción, debilitamiento de todos circuitos mercantiles del Interior, esos fueron los resultados puntuales de la Guerra de la Independencia. En medio de toda esta crisis y este gran recorte de los productos circulantes y de sus espacios de circulación, paulatinamente, se fue conformando un nuevo espacio mercantil más restringido. Este espacio siguió siendo abastecido de efectos curopeos por Buenos Aires

que, a su vez, fue el puerto de salida del nuevo tipo de exportaciones ligadas a la ganadería. En su interior continuaron las relaciones entre zonas con cultivos de regadío, zonas ganaderas y zonas de cultivos tropicales pero estos intercambios de media distancia ya no eran parte

del antiguo y amplio mercado interno colonial sino el origen de las relaciones entre un espacio más restringido que será el que conformará el mercado interno nacional. ' Estas relaciones son de muy larga duración y entendemos que sus restos recién terminarán de descstructurarse hacia mediados del siglo XX.

Las consecuencias económicas

de la Revolución

en el Río de la Plata

Roberto Schmit

I- Introducción S1 bien la mayoría de los estudios sobre América Latina acuerdan que

luego de la Revolución

hubo

significativas transformaciones

económicas, aún carecemos de trabajos que den cuenta y respuestas más puntuales sobre la naturaleza y los resultados de aquellos cambios

globales en el corto, mediano y largo plazo. Pero afortunadamente

desde hace tres decadas ha comenzado a despejarse el lento camino de aquel proceso, por lo cual actualmente se está avanzado en el análisis de los varvenes de las transformaciones poscoloniales y en la demolición de las arquitecturas ideológicas que afirmaban la emergencia casi automática y rápida de las economías nacionales, ' Hoy

creo podemos

acordar

que

las principales

consecuencias

inmediatas y de mediano plazo de la Revolución fueron la fragmen-

tación territorial, la lenta desarticulación de los circuitos mercantiles tardo-coloniales y la presencia de nuevas orientaciones económicas en las regiones, la emergencia de nuevas prácticas mercantiles, la exis' Uno de los estudios más recientes que intenta presentar una visión de conjunto es Irigom y Schmut (2002),

tencia de una alta incertidumbre institucional, la escasez de metálico, la emergencia de diversos tipos de monedas y el creciente peso del

déficit fiscal de los nuevos Estados. En base a los problemas mencionados, para el Rio de la Plata es sumamente importante empezar a revaluar qué significó la desintegración

territorial

del

antiguo

virreinato.

Primero

con

el impacto

económico de la pérdida del Alto Perú, la región económica más rica hasta la Revolución. Así como más tarde sucedió con la autonomía de

Paraguay, un mercado importante, y finalmente la creación de Uruguay, la zona que mictalmente en tiempos tardo colontales más habia crecido en la producción de bienes pecuarios dentro de la región, De modo que resulta significativo tener en cuenta en un análisis de

conjunto sobre el espacio económico cómo afectó al mismo tiempo el desmembramiento territorial a la par de la alteración de los vínculos mercantiles y la persistencia de continuos

ciclos de guerras.

Pues

resulta clave conocer mejor cuáles fueron los efectos económicos del financiamiento de la guerra y cómo operaron los actores en un contexto de permanente incertidumbre. Ello es más que relevante porque la inestabilidad política, la guerra, el deficit fiscal, las trabas al comercio y las alteraciones bruscas de las variables económicas, fueron las caracteristicas recurrentes y extendidas a todo el territorio del antiguo virremato desde los comienzos de la Independencia y durante la primera mitad del siglo XIX ? También con la conformación de los nuevos Estados independientes surgió una nueva autonomía fiscal y una multiplicidad de nuevos inte-

reses en las políticas económicas, que desde entonces operaron dentro

de las coyunturas interregionales, pero sujetas a las políticas locales, con sus respectivas competencias

institucionales sobre el territorio.

Es decir, en el seno de la administración de sus propios Impuestos, "Estos tópicos ya estaban presentes, aunque no suficientemente analizados y bajo el marco del espacio nacional, en las obras mas destacadas de las decadas de 1960

y 1970 entre otros por Miron Burgin (1962) y Tuho Halpcrin Donghi (1982)

aranceles y monedas. Por lo cual es significativo saber cómo funcionaron las relaciones de complementariedad

o conflictividad entre

las diferentes políticas y practicas estatales, y cómo se logró vincular aquellas cuestiones con la desaparición o no del circulante metálico y el costo del dinero o el crédito cn la región.

I1- Un punto necesario de partida: la lenta desestructuración del espacio económico colonial Desde la decada de 1980, la publicación de los estudios de Carlos

Sempat Assadourian iluminó los alcances concretos de la integración económica del espacio colonial sudamericano en el siglo XVI y XVII

(Assadourian, 1983). Para esas centurias, a partir de la noción de espacio económico interior, se ha estimado que una porción de la producción de plata boliviana se quedaba y circulaba dentro del mismo, en tanto otra gran parte saldaba las operaciones de los intercambios ultramarinos, dando lugar entonces a un aceitado sistema económico sustentable

en producción

y consumo

de bienes y servicios,

que fluía extraordinariamente integrado, uniendo en sus extremos desde

Guayaquil a Buenos Aires alrededor del pulso de la minería

altopcruana. Asimismo, para fines del siglo XVII, hemos vuclto a preguntarnos sobre la persistencia o supervivencia de aquellas relaciones dentro aquel amplio espacio económico (Tandeter, Milletich y Schmit, 1994).* Por lo cual en otros estudios nos plante4bamos volver a centrarnos en Potosi,

como eje articulador y gran productor «de plata y plaza mercantil de preferencia, para observar desde cl mismo la existencia de dos grandes

interconexiones del altiplano con el Bajo Perú-Lima y con el Rio de la Plata-Buenos Aires. En esa evaluación para el pertodo borbonico de 1780 a 1810 observamos que, pese a la creación del nuevo virremato, ' Del total de importaciones que pagaban alcabala entre 1780 y 1810 la region

de Charcas aportaba 58,9%, Buenos Ares 19,4%, las provincias rioplatenses 6,5%, Arequipa 6%, La Paz 5,9% y Cuzco 3,2%

continuaban vigentes los lazos mercantiles conectados al interior del espacio sudamericano, Pero allí también destacábamos que en térmi-

nos macroeconómicos, había por entonces una mayor intensidad de relaciones entre el centro minero respecto del Bajo Perú —sobre todo de Charcas que en la relación con el Río de la Plata. Por lo cual 76%

del flujo comercial total era aportado desde el Bajo Perú y solamente el restante 24% se vinculaba con el espacio rioplatense. Por lo cual la incidencia del comercio atlántico sobre los mercados altoperuanos era algo menor de lo que se imaginaba tras la ofensiva reformista y comercial

de fines del siglo XVII Pero asimismo, desde una perspectiva más cualitativa, se podía visualizar con mayor precisión la importancia que por entonces tenía la conexión andina con el Río de la Plata, ya que los insumos que llegaban a Potosi desde el puerto bonaerense eran los más críticos para sostener

la actividad minera y la gama alta del mercado de consumo local, pues eran esencialmente productos europeos como el mercurio, el hierro o los efectos de Castilla, que marcaban notablemente el ritmo y evolución global del intercambio En tanto que los productos que 1ban desde el área surandina eran sustancialmente productos de consumo popular (coca, aguardiente, ropa de la tierra y azucar), inscritos en un mercado

de menor poder adquisitivo —de baja densidad, aunque muy voluminoso- y orientados al consumo masivo, dentro de los cuales el Río de la Plata sólo aportaba la yerba matc. Por tanto a la hora de pensar la potencial supervivencia de las re-

laciones virreinales para el siglo XIX, deberíamos tener en cuenta las siguientes caracteristicas preexistentes. En primer lugar, existía un nexo

entre el altiplano y un amplio espacio cercano dentro del cual también

estaba cl actual noroeste argentino (Salta, Jujuy y Tucumán), que cra un lazo mucho más fuerte, de caracter regional, cultural y comercial. Una relación para las condiciones de la epoca de alcance rapido, donde el comercio de mulas y animales vacunos durante la colonia fue el principal dinamizador del circuito. Un vinculo muy intenso que marcó profundamente la vida cotidiana e integró las costumbres y los hábitos

de estas poblaciones, ayudando a configurar un universo compartido de vínculos sociales, pautas de producción y consumo, responsabilidades administrativas y fuertes enlaces familiares. En definitiva, un conjunto de relaciones que iban mucho más allá de lo meramente comercial y

fiscal. Lazo complejo que se cortaría sólo circunstancialmente en varias oportunidades,

pero

que

se reestructuraria reiteradamente

durante

la

primera mitad del siglo XIX.* Asimismo, en segundo término, existía otro tipo de relación entre el eje del aluplano y Buenos Aires, de circuito mas largo, una relación que evolucionaria de otra manera, mucho más

sujeta a la compleja dinámica de las demandas cambiantes de las fuerzas de los mercados. Ella respondía a la coyuntura atlántica y también a la oferta de metales preciosos americanos. Esta concxión sería la más afectada por los sucesos revolucionarios en el mediano y largo plazo durante cl siglo XIX. Creemos entonces que aquel universo de relaciones tardocoloniales

debe ser el punto de partida de una reflexión seria sobre los cambios posrevolucionarios rioplatenses y no postular una historia “al reves”, que tome como punto de inicio el supuesto de la existencia previa del universo de llegada que, recién seria visible claramente luego de 1840 y una realidad concreta después de 1880 en la economía nacional. Por lo cual desde esta premisa debemos preguntarnos: ¿cuál fue el destino de aquella organización económica, de las producciones locales y del comercio regional una vez que desapareció el sistema monopolista y mercantilista colonial que lo organizaba y regulaba?*

También debemos tener en cuenta que aquel proceso no se explica solo mirándolo desde la llegada del libre comercio y desde los puertos, que serían desde la Revolución el nuevo centro de gravedad de las fuerzas económicas ultramarinas, Si bien es claro que en Buenos Árres y en el Litoral hubo una rápida apertura comercial con la llegada de la manufactura industrial británica. No obstante todos * Una sintesis del tema puede encontrarse en Conti (2001). * Esta cuestión fue mur bien planteaba por Antonio Mitre (1986)

esos rasgos no cran totalmente originales de la Revolución, pues ya se velan insinuados claramente durante los últimos años del dominio

borbónico. Sabemos que desde fines de la época tardocolonial, sobre todo desde la década de 1790, con el debilitamiento de los vínculos mercantiles con la metrópoli española comenzó a establecerse una nueva relación entre Hispanoamérica y la economía mundial. Asi, desde 1808, con la caída de la monarquía española producto de las guerras napoleónicas, quedo cas1 eliminado el papel de España como intermediaria entre América y Europa. Desde entonces, por la asociación entre las coronas británica y portuguesa luego de la invasión

de Napolcón, Rio de Janciro sc convirtió en cl centro más importante de la actividad comercial británica y desde allí se expandió hacia cl resto de Sudamérica. Por lo cual, sobre la fenomenal diferencia de productividad de su industria y el poderío de su armada, a partir de 1820 Inglaterra, formal o informalmente, comenzó la captura de los mercados de la América hispana a partir de sus crecientes vínculos mercantiles (Cavieres, 1996 y 2000). Asimismo la Revolución no cambia necesariamente la naturaleza

general de la inserción de la región rioplatense en la economía internacional, pues si bien hubo un cambio significativo de prácticas de relación con el mercado a traves del librecambio, el Río de la Plata siguió siendo siempre una plaza importadora o re-exportadora para un amplio mercado interior de manufacturas curopeas y de exportación

de bienes primarios y metálico. Es decir que la racionalidad de los negocios, para ser rentables, continuo siendo de ida y vuelta entre los puertos y los mercados interiores, dentro de los cuales continuaron resultando puntos vitales las plazas mineras. Quizás, en realidad, lo más significativo fue que a ello se sumó como novedad la merma muy

grande del costo del transporte transoceánico, lo que ayudo junto con el libre comercio a facilitar nuevas rutas para la expansión mercantil y para empujar la rentabilidad de las economías primarias de las nuevas

soberanías (Harley, 1988:851-876). De aquellas conexiones maríti-

mas por el Atlántico fueron desde entonces Rio de Janciro y Buenos Aires los lugares privilegiados, en tanto que en el Pacífico, Valparaiso se ubicaba como lugar estratégico para organizar los nuevos nexos mercantiles con ultramar.? Otra cuestión vital a resolver como resultado de aquellas nuevas orientaciones y practicas comerciales y de la intensidad —y desigualdad— de los intercambios del interior con ultramar fue la desaparición y la desigual acumulación de la moneda escasez de moneda

metálica.? La noción de la

circulante en las economias

posrevolucionarias

resulta un clásico para la explicación del estancamiento económico contemporáneo. Por tanto es necesario preguntarse mejor sobre las relaciones que persisticron entre el metálico boliviano y el Rio de la Plata, que sin duda fue otra cuestión central en un contexto de gran

demanda de moneda metálica que pudiera sostener los complejos intercambios y acumulación luego de la Revolución. MI- La diversidad de orientaciones económicas

y los

circuitos mercantiles Las investigaciones de las últimas décadas han amphado nuestra comprension sobre las transformaciones disimles que experimentaron las

economías y los circuitos mercantiles posrevolucionarios Por un parte las guerras de independencia y los cambios mercantiles sucedidos en cl Litoral del Atlántico y del Pacífico, modificaron las relaciones que habían existido entre el eje comercial del Río de la Plata y el Alto Perú. Desde entonces se fueron incrementando las relaciones con variados mercados

ultramarinos de un conjunto de economías que se iban conectando con más fuerza dentro del nuevo esquema exportador e importador que * Hasta 1860, cl costo del flete transoceanico entre Londres y Buenos Átres, era todavia dos tercios del costo del transporte a las costas chilenas (Scholler,

1951

523-540)

El flete a Buenos Aires y Valparaiso se igualaron alrededor 1868,

cuando para 1850, el costo de transporte a Chile era por lo menos, un 30 por

ciento más altos que a Buenos Árres 7 Para el] caso del Río de la Plata, Halperm Donghu (1972).

dominaba los puertos de Buenos Aires y Valparaiso.” Aquella creciente relación funcionaba en torno a la colocación de productos primarios en

el Atlántico y aprovisionandose de bienes ultramarinos, en su mayoría procedentes de las economías industriales de Europa y Estados Unidos. Por ello sobre todo los porteños defendieron desde 1810, antes de cualquer otra cuestión, la libertad de comercio de su puerto, y al mismo tiempo impidieron que esa libertad se extendiera al Interior, lo que les permitió monopolizar el manejo de aquellos vinculos. En los últimos años hemos podido estudiar cual fue el ritmo de

las actividades mercantiles de aquellas transacciones rioplatenses con ultramar. En ellas hemos observado que las actividades mercantiles sufrieron un primer ciclo de retracción desde la Revolución hasta la mitad de la década de 1820 Pero más tarde iniciaron un largo periodo de crecimiento hasta mitad del siglo XIX, aunque se debe tomar en cuenta que en ese segundo momento hubo diferente intensidad y numerosas oscilaciones, De modo que, por una parte, las actividades mercantiles se vieron afectadas en buena medida por bloqueos comerciales, sobre todo entre 1826-1828 y 1838-1840. Por otro lado, es fundamental señalar que la dinámica de crecimiento de las décadas de 1820-1830

fue moderada, en tanto recién desde el decemo de 1840 las actividades cobrarían un impulso significativo. Asimismo, dentro de aquel panorama gcneral también hemos mostrado que el aporte de las provincias fue muy diferente, siendo el caso más notable de expansión el de Buenos Arres,

que aportaba la mayor parte de los bienes de exportación. Pero junto a éste se encontraba el caso de Entre Ríos, que se convirtió en la segunda economia pecuaria exportadora de la región. Más atrás se incluía el aporte

de Córdoba —donde ya se destacaba la lana— junto a Corrientes y Santa Fe (Rosal, 1993; Rosal y Schmit, 1999; Schmit y Rosal, 1995) Pero al mismo tiempo que los circuitos mercantiles atlánticos crecían también ocurrió una serie de readaptaciones cn las relaciones mercantiles y productivas de las provincias del Interior y de Cuyo. En Tucumán y * Un resumen prehimmar sobre la cuestión se encuentra en Schmit (1998).

Córdoba luego de 1810 la situación cra compleja, pues su intercambio estaba de alguna manera vinculado al mercado atlántico, pero sobre todo

ligaba sus nexos con los mercados chilenos y bolivianos (Assadourian y Palomeque, 2002; Palomeque, 1989; Romano, 1996). Pero, como

Assadourian y Palomeque (2002) han mostrado en su estudio, luego de 1810 Córdoba interrumpió sus exportaciones de mulas al Alto Perú —de unos ciento noventa mil pesos anuales—, con una reaparición posterior del tráfico que será muy tibia, que apenas alcanzando los 3 mil pesos. En tanto las importaciones de productos de ultramar aumentaron 65%, a las que se agregaban la yerba y el tabaco, lo que sumaba unos doscientos ochenta mil pesos anuales. Estos nuevos consumos serán saldados en parte por las exportaciones hacia cl Atlántico de cucros, lanas y cerdas

y por los textiles para el mercado doméstico, pero finalmente dejaban para la región mediterránea un saldo negativo de 121 mil pesos a favor del puerto, En tanto las relaciones de Córdoba con Chile, que en la colonia consistian en importaciones de azúcar, añil y productos de ultramar a cambio de ganado y metalico, se vieron interrumprdas en su aspecto importador en tanto desde 1818 se expanden las exportaciones de ganado vacuno, que dejan unos ocho mil pesos anuales. Las conexiones con Cuyo y La

Rioja, que en la coloma eran de importación de caldos y de exportación de textiles, tenía un déficit de unos veintidos mil pesos, Luego de 1810 éstas se van a incrementar, agregando que la harina llega a treinta mil pesos y se cubría con las ventas a Chile. Asimismo, la importación

de algodón dejaba también un saldo negativo en la colonia de 24 mil pesos, que se reducirán luego de 1810 a 16 mil por la competencia de textiles de ultramar. Entonces, una conclusión importante de todas aquellas alteraciones

es que Córdoba tenía antes de 1810 una balanza favorable de 300 mil pesos anuales, pero luego de la Revolución la misma economía sostenía un intercambio desfavorable. Así, el reacomodamiento poscolonial de esta provincia, que cra eje del espacio económico interior, marca la interrupción de las relaciones con el Alto Perú que habia sido dornmante,

con lo cual desapareció su principal articulación mercantil, En tanto se recuperarán las exportaciones ganaderas y las importaciones del Pacifico

y del Atlántico de azúcar y yerba —desde Valparaiso y Buenos Aires—, en detrimento de un circuito más largo que antes llegaba desde el Perú. Por tanto, bajo aquel nuevo esquema ¿de donde obtendrán cl metálico los cordobeses para saldar la balanza comercial negativa? Las respuestas son una buena pregunta todavía a resolver. En tanto los tucumanos entre

1825 y 1852 continuaban introdu-

ciendo importaciones desde Buenos Aires, pero asimismo mantenían transacciones significativas de interacción entre los diversos puertos, gue se articulaban con los puertos del Pacifico durante las ¿pocas de bloqueos comerciales cn el Rio de la Plata. Por tanto esta economía provincial presentaba cambios coyunturales permanentes según las cir-

cunstancias de beneficios de corto plazo imperantes en las transacciones ultramarinas (Nicolini, 1995).

Pero en los casos de las economías cuyanas y del noroeste (Salta y Jujuy), tras la caida del orden colonial no ocurrió una fuerte desestructuración de sus vinculos económicos con las plazas chilenas y bolivianas.

El comercio salto-jujeño sufrió restricciones iniciales para conectarse con sus mercados tradicionales entre 1810-1825. Pero desde entonces pudieron incrementar sus contactos con los puertos de Arica y Cobija, donde establecerán sus casas comerciales para organizar una extensa red de negocios entre los territorios chilenos, cuyanos y bolivianos. De modo que la introducción de bienes desde el Pacífico permitió al comercio salto-jujeño, desde Cobija, abastecer mercados como Potosi, Oruro, Tupiza y Atacama. Mientras, los productos introducidos desde Arica eran llevados a La Paz. También por ello los productos de la tierra del noroeste

continuaron

yendo

de

sur a norte

hacia

centros

mineros

y urbanos del sur de Bolivia, cuyos requerimientos eran de ganado vacuno, mular y equino que se criaban o engordaban el ganado (Conti, 1989 y 2001).

En aquel esquema comercial la ruta mercantil del puerto de Cobija acelera el comercio que conectaba múltiples circuitos que terminaban

relacionando los puertos chilenos con Mendoza, San Juan, Atacama y Salta, También, desde finales de los años 1830, los comerciantes salteños

utilizaban el puerto de Valparaiso para negociar los efectos de ultramar, a los que agregaban productos nativos como vinos y aguardientes cuyanas. Para el decenio siguiente se incrementaron las operaciones comerciales debido a que la producción de plata boliviana floreció en varias zonas del altiplano en aquellos años De modo que para mitad de siglo las relaciones del noroeste con Chile y el altiplano boliviano estaban en plena

actividad, aunque estas se relacionaban con mercados más dispersos y no tenían la envergadura de los tempos colomales. En el caso cuyano, como ya mencionamos, los lazos mercantiles estaban sólidos cn relación con Chile y con vínculos con el noroeste y también con altibajos con la plaza de Buenos Atres. Allí se unia el tráfico de caldos cuyanos y de

ganado en pie riojano con los tucuyos y lienzos de algodón altoperuano (Bragoni, 2002). De modo que las provincias del actual territorio argentino luego de la Revolución tuvieron por lo menos hasta las décadas de 1870 y 1880 una orientación mercantil múltiple, en la que convivían cconomias más conectadas, a través de Buenos Aires, con el mercado atlántico, con otras constituidas fundamentalmente por una multiplicidad de mercados lo-

cales y regionales más modestos que vinculaban los puertos del Pacífico con las plazas bolivianas y con las regiones de Cuyo y el Noroeste. Por

lo cual debemos responder más integralmente, ¿qué tensiones creó esta situación, porqué y cómo se vincularon aquellos tráficos a traves de las múltiples balanzas comerciales? En primer lugar, las novedades posrevolucionarias habrian afectado sobre todo a aquel circuito colonzal largo y ligado al pulso mercantil ultramarino

que

relacionaba

funcionalmente

a Buenos

Aires y el

Alto Perú. Ello es claro sobre todo en las exportaciones, pero aun debemos conocer mucho más sobre el alcance de las importaciones en el interior de aquellos territorios. No conocemos los resultados

cuantitativos de las balanzas comerciales del puerto ni del Interior, lo cual es fundamental para cvaluar con certeza las transformaciones

ocurridas cn la primera mitad del siglo XIX. En segundo lugar, en el circuito más corto habría sostenido sobre todo un reacomodamiento,

manteniéndose las fluidas relaciones entre el altiplano, el noroeste y Cuyo, agregando a cllo la posibilidad de vincularse al tráfico exterior a través de los puertos del Pacífico, que se ocuparían de aportar los bienes de ultramar y exportar los bienes americanos Sin embargo, entre ambos circuitos habia muchas interconexiones, e incluso en algunas coyunturas bélicas podían modificarse las relaciones, lo que llevaba a algunas economías de intermediación, como las de Tucumán, Salta y Córdoba, a vincularse alternativamente con plazas distantes según las circunstancias institucionales de los mer-

cados. No obstante lo cual para ponderar mejor estos cambios y cl peso de las variables económicas e institucionales, debemos avanzar ineludiblemente en evaluar las balanzas mercantiles, el peso de los aranceles, el uso y las prácticas de medios de pagos y la evolución de los precios

que

experimentaron

los

mercados

rioplatenses.

IV- La inestabilidad institucional y las finanzas públicas También la Revolución y las guerras dependentistas despojaron

al Río de la Plata de los recursos fiscales que ofrecía regularmente el Situado de la plata altoperuana. A partir de entonces se abrió una cuestión crucial para estos territorios, ¿sobre cuales recursos se debían sentar las nuevas bases de las finanzas públicas? Y mucho más conflictivo aún, ¿quiénes sostendrían legítimamente el derecho de percibir los impuestos del nuevo orden institucional msurgente? Las cuentas públicas de la azarosa decada de 1810 muestran que

en medio de las guerras de independencia se produjo por una parte una pérdida de recursos provenientes de Potosi, mientras por otra la dinámica revolucionaria originaba gastos crecientes. En esc contexto la aduana timidamente se fue convirtiendo en el principal proveedor de recursos, proporcionando 46,4% de los ingresos obtenidos entre 1811 y 1815, pero sm poder cubrir obviamente el deficit del erario,

Por ello surgió la necesidad de recurrir a ingresos no genuinos mc-

diante préstamos, en principio a través de contribuciones forzosas y

préstamos que “solicitaba” regularmente la Caja fiscal de Buenos Aires a los capitalistas para cubrir su deficit permanente. A partir de 1820, con la conformación de los Estados provinciales y el fin de las luchas de independencia, la política fiscal fue tomando un rumbo más definido con la promulgación de nuevas leyes y prácticas de recaudación impositiva y aranceles. La nueva matriz del erario público de las provincias tuvo algunos elementos comunes. Las finanzas

casi no gravaron la propiedad ni los ingresos, es decir, nunca hubo impuestos directos significativos. En cambio se acentuó la tendencia iniciada con la Revolución de sustentar los ingresos sobre la base de los recursos que proporcionaba el comercio, es decir que la base fiscal estuvo siempre en las rentas indirectas vinculadas al comercio y a los indices de consumo de bienes. De modo que desde allí quedó establecida una relación muy estrecha entre la evolución de la acti-

vidad mercantil y el nivel de ingreso fiscal. Bajo esas caracteristicas, en un contexto de ventajas mercantiles que tenía Buenos Aires, por el rol de su puerto, marcó una gran diferencia entre los privilegios y capacidad de disponibilidad de recursos entre los porteños y las

restantes provincias rioplatenses (Halperin Donghi,

1982; Irigoin,

2000). En cuanto al gasto público, el grueso de los estudios muestra que el mismo estuvo concentrado en los gastos mulitares y la estructura administrativa

de los Estados

provinciales.

Estas características

son congruentes con las necesidades de la época, en que las nuevas soberanias estaban en plena etapa de gestación de instituciones y de nuevas y crecientes necesidades de defensa del territorio. A ello se

sumaria la inestabilidad en las relaciones políticas interprovinciales, que durante todo el periodo en estudio sostuyo una Confederación de provincias en permanentes enfrentamientos bélicos. Pero más allá de la riqueza o pobreza de las diversas administra-

ciones provinciales, los ingresos genuinos rara vez fueron suficientes

para cubrir los gastos por lo cual los déficits fueron una constante en las cuentas fiscales de la época. Por ello, como veremos más adelante,

una cuestión relevante de la época fue también cómo pudieron en cada provincia sostener el deficit o qué prácticas surgieron en cada caso para subsidiar los gatos públicos. Sin embargo, dentro de aquel contexto general podemos marcar diferencias importantes con relación al grado de regresividad de los impuestos aplicados y en cuanto déficit tolerado en cada situación particular. En ese sentido, una primera diversidad notable fue las que sostuvieron los dos esquemas más extremos de las políticas fiscales, el de Buenos Aires y cl de Corrientes. El “modelo” correntino se basaba en un intento de recaudación creciente de recursos gcnuinos a través de un sistema mercantilista proteccionista que intentaba eliminar el

deficit comercial mediante un estricto control de las importaciones y del gasto público. En el extremo opuesto, los porteños lideraron una política comercial librecambista que les proporcionaría suculentos

ingresos fiscales provenientes de los flujos comerciales de importaciones ultramarinas, a lo que se sumo la emisión creciente de papel moneda inconvertible como forma de financiar cl déficit del gasto público provincial (Chiaramontce, 1987 y 1991).

En Buenos Aires, cl Estado provincial miraba hacía el puerto y la campaña El puerto le brindaba los impuestos, fundamentalmente cobrados a las importaciones que luego consumían en su mayor parte las restantes provincias de la Confederación, Mientras, la /ona rural proporcionaba los bienes de exportación que sostenían en forma creciente el intercambio con ultramar. Dentro del modelo financiero quedó muy marcado el peso abrumador del ingreso de aduana, que a inicios de 1820 cubría 85,99% de los ingresos. De allí en más fluctuaría siempre aportando entre 70 y 80% de la recaudación genuina de recursos, salvo durante los bloqueos al puerto, que hicieron cacr

su aporte a 50%. Durante la década de 1830, ya bajo el liderazgo de Juan Manuel de Rosas, no habría grandes cambios en la política financicra. A pesar del debate que generaron, las leyes de aduana de

1835 solamente modificaron aspectos muy especificos y no alteraron fundamentalmente el perfil librecambista y de financiamiento inflacionario de Buenos Árres, Por su parte, las finanzas correntinas muestran que entre 1821 y

1838 hubo una progresiva eficiencia, al lograr aumentar los ingresos genuinos y mancjar los gastos dentro de los limites impuestos por los montos recaudados. De esa manera lograron mantener el erario sin deficit durante aquel periodo Por entonces, la política de gobierno fue recurrir a los impuestos indirectos como medio de evitar cargar al sector propietario de impuestos y tampoco apeló al endeudamiento. De modo que a través de una tradición proteccionista se buscó fortalecer el mercado provincial protegiendo con aranceles el ingreso de bienes importados y al mismo tiempo expandir sus exportaciones de

yerba, tabaco, cigarros, aguardientes, maderas y bienes pecuarios para sostener el crecimiento de sus balanzas comerciales y de sus ingresos fiscales. De manera que aquí también, con las diferencias señaladas, los ingresos fiscales provenientes del comercio fueron siempre cercanos a 70% del total recaudado. Pero aquel esquema financiero correntino encontró límites bastante estrechos para sostenerse con el correr del tiempo, pues las exportaciones pecuarias no lograron expandirse mucho en el largo plazo, sumando además el fracaso de su política de protección y de colocación creciente de sus exportaciones de yerba, textules y tabaco en los mercados americanos. Asimismo, desde 1839 los esfuerzos del gasto colapsaron a traves del aumento creciente del equipamiento

de sus ejércitos y del fracaso en las guerras federales de la década de 1840, Todo ello echó por tierra las pautas anteriores y abrió una etapa de mayor apertura mercantil y deficit fiscal, que entre 1840 y 1860 fue cubierto con deudas y con el surgimiento de emisiones de

bonos y papel moneda, lo que llevó hacia mitad del siglo a sostener un proceso inflacionario en la provincia (Schaller, 2002).* m

, , , Otro caso para el que contamos con mformación razonable es el de las finanzas

santafesimas, que muestran en sus cuentas generales un llamativo superávit

En Entre Rios tenemos otro ejemplo distinto de cómo

sostener

la fiscalidad pública posrevolucionaria, Alli los ingresos públicos del

Estado muestran que durante la primera mitad del siglo hubo un desempeño que fue variando significativamente a lo largo de las décadas

(Schmit, 2004). En la primera década de administración provincial (1822-1831) los ingresos apenas superaron el millón de pesos, pero esencialmente a costa de un fuerte endeudamiento, que llegaba a 46,7% sobre el total de ingresos. En el decemo siguiente los mgresos totales recaudados

apenas aumentaron,

pero para entonces crecieron bastante

los recursos genuinos, que ya alcanzaron para cubrir más de 86% de los montos recaudados. Finalmente entre 1842 y 1851 las rentas genuinas registraban un importante aumento, superando por entonces un millón y medio de pesos, completándosc solamente con 16,8% de ingresos por préstamos, Esta progresión del ingreso público nos marca tres momentos de las finanzas entrerrianas que están muy ligados con la evolución de las tendencias socio-económicas de su territorio y con las estrategias planteadas por sus administraciones políticas. En los primeros años, de 1821 a 1824, con una economía devastada por las guerras de independencia, los entrerrianos sustentaron sus

finanzas en apoyos provenientes de afuera de la provincia, por lo cual los ingresos se basaron casi por entero en los préstamos, en su mayoría procedentes de Buenos Aires y en menor medida de Santa Fe y Corrientes. En los años sucesivos, hasta 1831, las finanzas sc alimentaron de los permanentes pedidos de suplementos y empréstitos forzosos al comercio y a los capitales locales. A su vez, esos recursos se invirtieron casi por completo en gastos militares de variado tipo, ya sea para equipar tropas o directamente para comprar la adhesión de las mismas a favor Pero detrás de esas cuentas, con ingresos promedios muy bajos, se escondía una política de permanente endeudamiento y subsidios de Buenos Arres. De

modo que esa provincia con magros ingresos a su erario público alcanzaba su super vnvencia fiscal mediante las “asignaciones” y “auxilios” de los favores por toños, lo que le quitaba autonomia a la política de su gobierno y lo ataba a sus

relaciones pro-porteñas Ver Chiaramonte y otros (1993)

del gobierno de turno. Esta situación no fue ajena a la gran crisis de gobernabilidad política terna y de una economía todavía en muy

lenta recuperación. Por ello entre 1821 y 1832 se vivió una época de gran inestabilidad política e institucional, de dependencia del apoyo externo y con permanentes levantamientos internos de los lideres del oriente entrerriano contra los gobiernos pro-porteños de Paraná. El segundo momento estuvo ligado con el comienzo de la estabilidad económica y político-mstitucional fruto del consenso alcanzado por los

gobiernos de Echagúe, que posibilitaron dar comienzo al saneamiento de los gastos militares junto con el ordenamiento y disciplinamiento

de los funcionarios y los empleados de las diferentes instancias de la hacienda pública. En estos años se reforzaron las políticas impositivas sobre las actividades comerciales, se establecieron nuevas receptorías y se incrementaron los empleados del erario provincial. Finalmente a partir de la década de 1840, a pesar de incrementarse el peso de los gastos de las guerras, el erario público se benefició en gran medida por los crecientes ingresos fruto del auge de las actrvidades económicas

y mercantiles, Allí jugó sobre todo un rol muy importante la política de “puertos abiertos” y de actividades de reexportación. En tanto que en los gastos sobresalicron los subsidios que los pobladores prestaron

al Estado a través de “servicios” militares y de abasto, todo lo que posibilitó —pese al aumento de los gastos— sostener con una notable estabilidad las balanzas del fisco. Ello hizo posible que se consolidara una presencia militar más efectiva del Estado y sus funcionarios sobre todo el territorio de la frontera, al mismo tiempo que se fortaleció el liderazgo del “régimen urquicista” sobre las diversas facciones internas y externas de

la provincia.

En tanto, Córdoba y Salta reflejan realidades con una tendencia a acumular déficit y recurrir al endeudamiento como medio relativamente sistemático para sostener los gastos públicos. No obstante ese

deficit, a diferencia de otros casos señalados, no llegó a representar distorsiones tan grandes para las economías locales.

La polrtica fiscal cordobesa muestra camente

del comercio

de importación

ingresos provenientes básiy exportación. Aquellos

se

complementaban con los no tributarios que provenían de las exportaciones, guías y pasaportes. En tanto otra parte provenía de empréstitos y auxilios, que representaban en promedio 19% de los ingresos de la provincia, aunque su importancia creció en momentos de inestabilidad, como en 1831 que llegó a 51% o en 1840 que alcanzó 31% Pero en términos generales a pesar que hubo un claro crecimiento de ingresos genuinos, los mismos no alcanzaron regularmente para solventar los gatos totales, por lo cual debieron tomar crédito local

como una política sistemática de los gobiernos de la época (Romano, 1992). En Salta las finanzas públicas muestran una recurrencia de déficit recurrente pero no abultado, que tuvo sus momentos

más críticos

durante las coyunturas de guerras de 1831-1832 y 1840-1841. Esos deticits fueron cubiertos por los comerciantes locales que fueron los prestamistas habituales del gobierno. Pero en terminos generales hubo

un comportamiento de relativa estabilidad y una expansión de los recursos disponibles durante la decada de 1840, por lo cual en este sentido sería una fiscalidad menos sometida a grandes variaciones Asimismo, al igual que las restantes provincias, los ingresos estaban muy relacionados a los impuestos al comercio —en promedio más de 60%-—, por lo cual seguían una correlación con las actividades mercantales. En tanto los egresos también muestran en el rubro militar

su mayor peso (40%), aunque este en los años 1840 fue declinando su importancia relativa a favor de los gastos administrativos (Paz. y Nakhle, 2004). En resumen, la organización de las finanzas provinciales presentadas aquí muestra que los fondos genuinos fueron muy ex1guos para cubrir los importantes desafios que enfrentaban las nuevas soberanas

surgidas en las provincias. En ese contexto de debilidad fiscal hubo, bajo un esquema más o menos común de recaudar en base a mpuestos indirectos, estrategias y resultados diferentes.

V- Los desequilibrios en las finanzas provinciales comparadas Si en los esquemas generales hubo ciertas similitudes en el diseño

fiscal, sus resultados cuantitativos a mediano y largo plazo fueron diferentes. En primer lugar, las finanzas de Buenos Aires muestran

que sus ingresos (Grafico 1) fueron en la década de 1830 cinco veces superiores a todas las sumas agregadas que se recaudaron en las otras cuatro provincias más importantes del Rio de la Plata.'” En segundo lugar, igualmente significativo fue que solamente los ingresos por deudas en Buenos Aires fueron superiores a todos los ingresos registrados en las otras provincias durante esos veinte años. Este endeudamiento fue basicamente la emisión de papel moneda inconvertible, lo cual trasladó los costos del sostén del Estado a los consumidores vinculados a la plaza mercantil porteña. Gráfico 1

Pesos plata

Ingresos fiscales, 1830-1850

UU DEUDA MI GENUINO

l Buenos Aires

2 Resto de las provincias

'" En la década de 1830 Buenos Aires tenía ingresos por 18,796,410 de pesos y las provincias por 3 867 553. En la década de 1840 los porteños alcanzaron ingresos por 23.530.168 millones y las provincias 5.105 994.

Asimismo, si analizamos los ingresos genuinos (Gráfico 2) observamos

la potencialidad y el peso que tenía la aduana en Buenos

Aires, que recaudó 30 millones en dos décadas, es decir, sejs veces

más que las cuatro restantes provincias.'' También, como se puede ver, esa diferencia se fue incrementando desde el deccnio de 1830 al siguiente

Esos ingresos se componian en gran parte de los 1m-

puestos a las importaciones, que ademas eran ad valorem, por lo cual fueron afectados en los precios por el propio proceso inflacionario de la emisión entonces

del papel moneda

es relevante tomar

porteño.

Dentro

de ese contexto

en cuenta que los consumos

finales de

las importaciones al menos, según las estimaciones cualitativas, 60% eran comprados por las provincias del Litoral o del Interior, por lo cual Buenos Aires se beneficiaba de manera muy notable a costa de los pagos que recibía como intermediaria del espacio rioplatense con ultramar. Esta cuestión también debe ser importante para pensar las

balanzas monetarzas, junto a los pagos de las operaciones comerciales: ¿cuánto dinero metálico dejaron los provincianos en Buenos Aires? Todo ello demuestra una gran asimetría entre los ingresos porteños y las demás provincias. Del mismo modo, los impuestos indiscriminados sobre las importaciones en economías abiertas de libre comercio

fueron los más regresivos porque finalmente gravaron con más fuerza a los productos de gran consumo cotidiano popular, lo que afectó a los sectores más débiles de la sociedad.

Los ingresos genuinos por aduana en Buenos Atres entre 1830 y 1840 fueron

de 30 033 543 pesos plata, es decir 69,3% de todos los ingresos.

Gráfico 2 Ingresos aduana, 1830-50

Pesos plata

35000000 25000000 20000000 15000000

MH 1340-50 Ml 1830-40

1 Buenos Aires

2 Resto provincias

Por otra parte, si tomamos en cuenta el peso y la potencialidad de los ingresos de aduana en Buenos Aires, podemos entender por

qué fue posible sostener el papel moneda inconvertible en grandes volúmenes inéditos, cuando todos los restantes casos fracasaron estrepitosamente.Ya que en relación con los ingresos genuinos de aduana el circulante en papel no superaba en la década de 1830 45% de los ingresos impositivos, y en el decenio siguiente bajó a 25% por el incremento de los ingresos —lo que hacia posible descontar o cancelar en la aduana el papel moneda a valor nominal-, ello explica en gran medida el éxito fiscal y monetario porteño. Finalmente si evaluamos el peso de las deudas públicas, fruto de

los déficits acumulados, resulta claro que en términos relativos las finanzas entrerrianas y salteñas fueron las que a lo largo de las dos decadas presentadas lograron sostener sus gastos tomando menores porcentajes de préstamos —15,5% y 17,4%, respectivamente—, lo que debió afectar menos el crédito local produciendo menores distorsiones económicas. En tanto Buenos Aires y Corrientes llegaban a 20,5% y 21,35%, sobre todo fruto de sus disímiles experiencias de emisión monetaria. Córdoba parece ser la que más recursos tomó en crédito

47,1%

sobre todos los ingresos—, lo cual abre otro interrogante

acerca de cómo aquella economia provincial soportó la demanda de

crédito estatal y al mismo tiempo una balanza comercial deficitaria. Por todo lo señalado resulta evidente que hubo un predominio de una cultura política que no aceptaba otros principios que no fueran los impuestos indirectos, por lo cual el sistema financiero quedaba limitado a esa política de captura de rentas al comercio, estrechando las posibilidades fiscales y acelerando el déficit permanente, lo que

produjo fragilidad e inestabilidad institucional. En ese horizonte, la situación tan diferenciada de recursos materiales deja a las provincias, en relación a Buenos Átres, en una situación de mayor incapacidad para enfrentar tarcas básicas como asegurar el control de su territorio y mantener una estructura de control administrativo

y jurídico sobre sus legítimas soberanías provinciales. A lo cual se debe en agregar los gastos extraordinarios de las guerras recurrentes de aquellas decadas. Por lo cual, como muestra el ejemplo de las finanzas santafesinas,

estos tópicos

deben

ayudar

a rescribir

tabilidad económica pero también ayuda a comprender

la ines-

la historia

política del período. Entonces, ¿cómo denominar a estas experiencias fiscales posrevolucionarias? ¿Hubo un sistema fiscal liberal? Como vimos, siempre se recurrió a impuestos

indirectos regresivos, de manera

que

los

“ciudadanos” no aportaron por 1gual al sostén de la nuera soberania, esto fue una limitación fundamental para el crecimiento material

del Estado lucgo de la independencia. Aquella dimensión tuvo implicancia sobre la inestabilidad político-cstatal y es aun un análisis

poco frecuentado para la formación del Estado en Latinoamérica.

¿Qué consecuencias estructurales marco la inestabilidad fiscal y quién y cómo pagó la deuda pública y los procesos inflacionarios?

Incluso es válido preguntarnos si el Estado nación pudo resolver ese problema en Argentina, o si no es un tópico que aún perdura entre sus clases dirigentes contemporáneas.

VI- Economía, fiscalidad y medios de pago Otra cuestión clave para entender el entramado de las transformaciones posrevolucionarias fue cómo aquellas economías sufrieron importantes modificaciones en las prácticas económicas debido a los

cambios de políticas públicas en los medios de pagos y en el valor de tas monedas. Ambas cuestiones fueron relevantes, ya que funcionaron dentro de un sistema mayor de intercambios en cel cual ya no se con-

taba con suficientes o permanentes aportes metálicos procedentes del Alto Perú. De modo que desde 1820 los intercambios, por el

contrario, involucraron a través de complejas operaciones diferentes practicas monetarias En las áreas costeras del Atlántico, con múltiples tipos de medios de pago en especie y en una diversidad de monedas: metáilicas de oro y plata de muy variadas calidades, y papeles, billetes, bonos y letras muchos de ellos en permanente devaluación. En tanto que las economías del Interior parecen haberse

manejado basicamente con una diversidad de monedas metálicas de calidades diversas y en menor medida papeles que se utilizaron para saldar las transacciones. Pero aún las economías más monetizadas y con mejores calidades

debieron operar en un contexto muy complejo, pues la plaza de Buenos Aires que como vimos fue una de las principales reguladoras de

los negocios—, sufrió desde fines de la década de 1820 un importante proceso inflacionario y de emisión de papel moneda y bonos públicos que alteró los precios relativos de los bienes y de las otras monedas. Del mismo

modo

se debe considerar muy importante la presencia

creciente de la moneda de plata feble (devaluada) de Bolivia al interior de las economías rioplatenses.'”

'? Dentro de los escasos trabajos que analizan cuestiones monetarias y de medios de pago se encuentran: Halperin Donghu (19784), Amaral (1995), Schmn y

Rosal (1999). El tema ha sido analizado de manera integral por María Alejandra Irigoin (2000).

En este sentido ya se había advertido que durante la primera mitad del siglo XIX había “en Buenos Arres un sistema de doble —o más bien

triple— circulación de monedas y valores: el papel moneda para las transacciones internas; el metálico para el atesoramiento y comercio con el

Interior; la carta de Londres para los tráficos internacionales” (Halperin Donghi, 1989:283). Pero resta aún estudiar la lógica y los efectos que tuvieron en el mediano y largo plazo las relaciones y entramados de intercambio entre las economías provinciales, ¿Qué conexiones financieras hubo entre las economías del actual territorio argentino y cómo

fueron evolucionando a lo largo del siglo XIX? ¿Cómo influyeron los cambios cn los precios de las monedas y las diversas estrategias fiscales

en los negocios? ¿Qué lógicas predominaron, a lo largo de las diferentes coyunturas, en los intercambios entre los puertos y el Interior? ¿A cuáles regiones afectó más y quiénes se vieron más beneficiadas? Durante la ¿poca colonial, a pesar de existir una activa minería proveedora de moneda metálica, hubo en las operaciones mercantiles escasez de circulación monetaria que tenia efectos diferenciados en terminos sociales y regionales Asimismo también funcionaron diferentes niveles de circulación de monedas “buenas” y “malas”, lo que permitió que ciertos sectores se beneficiaran de esta situación, tanto en el ambito local como regional. Pero, ¿que ocurrió en el Interior y en el Litoral luego de la Revolución de 1810, cuando las relaciones mercantiles y monetarias coloniales

se fueron transformando? El intercambio mercantil en los negocios rioplatenses en la década revolucionaria nos muestra que los actores económicos, aunque ya estaban inscriptos en una coyuntura de guerras y cambios en los mercados, en términos generales aún no convivian con grandes innovaciones mercantiles y con la proliferación de los nuevos tipos de monedas y sus permanentes cambios en los precios relativos. Lo notable de las operaciones era que aún se realizaban a través de contratos entre los agentes mercantiles, por un periodo estipulado, luego de varios meses de acopio de productos locales y regionales aun precio ya determinado; a cambio

de lo cual los agentes económicos locales recibian generalmente en pago bienes importados y metálico. La forma de operar de los actores mer-

cantiles muestra que la modalidad de los medios de pago era que los comerciantes mayoristas, que operaban en los puertos, del valor de las operaciones de compra de bienes para exportación saldaban 93% con la entrega de bienes importados y sólo 7% restante involucraba saldos en plata metálica.!* En otros casos, donde los negocios funcionaban dentro de los entramados familiares, la srtuación era diferente ya que en esas ocasiones los retornos de plata solían ser bastantes significa-

tivos, llegando incluso en algunos momentos a permitir un retorno del total de los saldos favorables en metálico. '* De modo que había una gama de posibilidades que se presentaba antes de la constitución

de los Estados provinciales y de los cambios que se introdujeron en tas políticas monetarias y fiscales a lo largo de la década de 1820. En el mejor de los casos los comerciantes podían todavía acceder al mercado en momentos de gran demanda de bienes exportables y a traves de agentes propios, pues aún era factible asegurarse una buena tasa de beneficios y sobretodo el retorno de metálico. En tanto que en la peor situación se operaba como dependiente, había un predomino amplio de pago en bienes pero siempre completado

con un porcentaje de metálico. Pero durante la decada de 1820 emergieron nuevos tiempos en los cuales se abrieron paso otros medios de cambio, sustentados cn variados tipos de monedas y papeles, que implicaron la adopción de nuevas práct1cas en relación con la lógica que dominaba en los negocios. Para el Litoral fue relevante que en 1822 el gobierno de Buenos Aires librara curso a la moneda de cobre, la que se agregó a la de oro y plata Esta moneda, acuñada en 1822-1823 y 1827, vendria a facilitar los tratos debido a la escasez de cuartallos de plata y su valor era de diez piezas por real de Archivo del Banco de la Provincia de Buenos Aires, Archivo comercial de Hugo Dallas, legajo 2, carpeta 24

'* Nuestros datos los hemos tomado de Djenderedjian (2000).

plata (un decimo) o cinco piezas por cada medio real. Pero sobre todo fue muy significativo que también en 1822 el Estado de Buenos Aires

creaba el Banco de Descuentos, con la atribución y facultad de emitir

billetes, que salieron al público al cambio de 17 pesos papel por onza de oro. Estos billetes no mantuvieron su convertibilidad ni su paridad en el mercado y en pocos años se fueron transformando en papel moneda depreciado, ya que su respaldo fue casi nulo, pues en 1825 la reserva del Banco era mferior a 10% de la emusión; para finalmente, desde 1826, ya sin ningún respaldo en su valor el papel moneda comenzó a depreciarse

a paso acelerado. Todas aquellas novedades introducidas en los negocios del Plata

trajeron aparejados cambios cn las modalidades de los intercambios. En ellas ya se podían constatar varias novedades propias de allí en adelante,

como el permanente cambio de los precios relativos de los bienes y las monedas, lo cual no permitió que se realizaran más contratos que garantizaran el acopio de productos pecuarios y mucho menos se

fijaran los precios por anticipado. Asimismo, junto al rol de proveedores de bienes al mercado los principales comerciantes porteños se fueron transformando también en capitalistas que proveían de crédito a particulares y sobre todo eran los “habilitadores” que prestaban a los

Estados provinciales. '? Por entonces, de las operaciones registradas por los comerciantes del Litoral se podía encontrar que enviaban hacia los puertos para saldar sus cuentas

19% en bienes pecuarios, otro 19%

en dinero metálico y 62% en letras y bonos emitidos provinciales a valor depreciado. A cambio, los agentes porteños saldaban las cuentas otorgando 29,2% del valor en bienes ultramarinos, 47,2% en papel moneda de Buenos Axres y otro 20% entregando las letras y bonos provinciales a valor nominal, restando 3,6% cobrado por diversas comisiones.

'5 Cuentas del Agente en Buenos Arres D, Felix Castro, de la Provincia de Entre Rios Archivo Histórico de la Proymcia de Entre Rios (en adelante AHPER) Hacienda, Serie 1, carpeta

13, Legajo 8 y carpeta 9, legajo 26

Entonces, podemos decir que desde 1820 la experiencia acumulada por los diferentes actores ya demostraba que los negocios se movían

de acuerdo con la ley de Gresham, pues en la circulación la moneda “mala” había ido desplazado a la “buena”. De esa manera tanto los comerciantes del Litoral como los porteños procuraron utilizar la moneda metálica solamente para atesorarla, para especular o en el comercio con ultramar Por ello, a lo largo de la década de 1840, los Estados provinciales y los “capitalistas” del Litoral parecen haber in-

tentado recurrir a todas las fuentes alternativas de metálico posibles. Como vimos, junto con las viejas monedas de oro y plata comenzaron

a manejar el peso de cuño boliviano, e incluso todas las otras monedas de baja calidad que se producían en las provincias rioplatenses. Para

entonces, las prácticas de los comerciantes y las medidas del Estado eran muy activas en función de tratar de regular el valor de los diversos medios de pago. Era evidente que la circulación de metálico dentro de las provincias estaba ligada mayormente a los patacones y a la plata de cuño boliviano. De ese modo, hacia mitad del siglo y previo a los primeros intentos de constitución de un nuevo marco institucional, resultaba dificil para los negocios del Litoral estabilizar cn sus mercados los medios de pago, para lo cual se pretendía alcanzar todas las fuentes posibles de ingresos y regulación de las monedas metálicas. Para entonces,

en las cajas fiscales de las provincias y en los mercados había una amphia convnencia de medios de pago que implicaban la presencia

mayoritaria de pagarés, bonos públicos, letras y cn menor medida de moneda boliviana y cortada, macuquina de cordón, pesos fuertes y onzas de oro En tanto en el Interior ya hemos mencionado que los últimos estudios de Assadourian y Palomeque (2003) se plantean la necesidad de repensar las explicaciones que podemos dar a la desmonetización en función de la balanza comercial negativa cordobesa. Pero también el estudio de Nicolini (1995) para Tucumán, otra economía de interme-

diación, nos da pistas acerca de las relaciones entre tráficos mercantiles y monctarios, Aquellos han planteado examinar si sería razonable que

Tucumán, teniendo exportaciones por unos novecientos mil pesos, gran parte de las cuales eran a Bolivía, c importando unos quinientos ochenta mil con ultramar, podría contar con una balanza favorable de cuatrocientos mil pesos, por lo cual alli debería acumularse parte de

los metales acuñados en el Alto Perú. A partir de su estimación del stock monetario tucumano concluyen que las remesas estimadas eran muy modestas y que no guardan relación con los supuestos estimados

por la balanza comercial. Entonces, ¿qué habria sucedido allí, que la balanza no fuera tan favorable”, ¿o se usaban predominantemente alli también otros medios de pago, como bonos, letras, giros o productos, como hemos mostrado en las prácticas de pagos en el Litoral? Por tanto, en base a lo señalado, si tomamos en cuenta las dinámicas

comerciales y fiscales planteadas, ¿sería Buenos Aires la que finalmente acumularia el metálico recogido por el puerto provemente del Interior a través de su balanza comercial favorable con las provincias? VIH- La “revolución

económica”

Como hemos visto, la Revolución en el Rio de la Plata dio por tierra con la orientación mercantilista del comercio colonial, impulsó la fragmentación

territorial del dominio

español

y la consecuente

desarticulación del sistema fiscal y monetario existente durante el virremato

La

resultante

de

aquellas

cuestiones

fueron

las múltiples

orientaciones económicas y mercantiles, la autonomía fiscal y la aparición de diversas monedas en distintas regiones.

En primer lugar nos parece muy claro que debemos abandonar en forma definitiva el supuesto de que tras la Revolución emergía una nueva matriz relativamente unitaria para atender a la economia o a las finanzas, como un resultado automático de la independencia. Asimismo, tampoco es posible postular respuestas mecánicas acerca del impacto de la liberalización del comercio internacional y cl as-

cendente rol de la industria británica en correlación con la dinámica

económica en las naciones americanas, En realidad, se ha considerado este dato como relevante y existente sólo por las caracteristicas del contexto temporal. Como se ha dicho, el mayor peso relativo dado hasta el presente a los estudios sobre el comercio exterior no debe oscurecer la compleja naturaleza de los actores, los negocios y las fuerzas de las interacciones entre los puertos, las economías costeras y el interior del espacio económico americano,

Por lo tanto, sobre un contexto de fragmentación territorial se debe abrir más aquel último campo de relaciones para poner en conexión las diversas esferas interacciones ultramarinas, costeras y del Interior, de modo de apreciar correctamente la profundidad de los cambios o su relativa ausencia Si bien la naturaleza del proceso está indudablemente inscripta dentro de la coyuntura general de la economía atlántica, las transformaciones de las economías “republicanas” micialmente estuvieron marcadas por los incentivos dados por la eliminación del mercantilismo en la organización interna del comercio,

por la baja de los fletes y también por la fragilidad fiscal y el desorden monetario, resultante de la imposibilidad de reestablecer una única autoridad legitima de soberanía dentro de los territorios. Muchas

decadas llevó este proceso hasta la emergencia y consolidación de los Estados nacionales; por tanto fueron aquellos efectos económicos inmediatos y de mediano plazo los que definieron los marcos productivos, las rentabilidades, las conexiones mercantiles,

las coaliciones

políticas y los basamentos institucionales internos. Como hemos dicho, esas transformaciones tendieron a organizar nuevas actividades productivas, constituyeron renovados nexos mercantiles, proporcionaron el marco para adoptar nuevas estrategias empresariales y financieras, cambiaron la escala de la producción y

del comercio, e incidieron en la financiación (o su falta) de la producción de bienes primarios exportables. Pero aquel fue un proceso

más lento que lo supuesto y sostenido con mayor fuerza recién desde

1830 y 1840, cuando fueron bien visibles las mutaciones que experimentaban las economías en el arca rioplatense, Para entonces, las producciones exportadoras y las estrategias fiscales desarrolladas en las zonas costeras estaban creciendo mucho más que las economías del interior de espacio colonial, las antiguas zonas proveedoras del “mercado interno” articulado alrededor de la minería boliviana y de los mercados del Pacifico. Así, por lo menos hasta 1880, a lo largo de las antiguas rutas mercantiles, en el sistema de transporte tradicional, una cadena de poblaciones cumplía cada vez más roles de intermediación en la introducción de manufacturas curopcas desde el Atlántico y el Pacífico hacia el espacio interior, obligando con ello a la transformación productiva de las regiones más distantes. $1 bien el ritmo de esta intermediación

estaba fuertemente afectado por circunstancias estructurales propias de la economía ultramarina y las alternativas domésticas de estos nuevos mercados, creemos que la riqueza se acumulaba cada vez más en los puertos por donde primero entraban las manufacturas a cambio del metal y luego los productos primarios salían para reasegurar cl flujo de intercambio. En última instancia ello beneficiaba a los sectores

mercantiles en los puertos y a sus aparatos estatales, que sobrevivían

en base a las imposiciones que aquel trafico tributaba. Conjuntamente alos negocios mercantiles, las políticas fiscales y monetarias terminaron distribuyendo los costos y beneficios de manera desigual, dando capacidades superlativas a los Estados costeros

Asimismo también surge claramente que los cambios políticos y sobre todo fiscales que dejó la Revolución, afectaron la adecuación de las economías regionales hacia una doble alternativa para los m-

tercambios con ultramar. le modo que la orientación múltiple fue efectivamente el modo en que la fragmentación política y fiscal alteró las condiciones e incentivos para el comercio regional, fundamental mente en cuanto al aprovisionamiento de manufacturas ultramarinas y

—cada vez más— alimentos producidos fuera de la región. Como se ha

dicho, las diferencias a favor de la utilización de la vía atlántica estaban justificadas por los menores costos de transporte transoceánico y por las relativas facilidades del terreno para la posterior reexportación desde el puerto.

Pero las alternativas

a Buenos Aires como

centro

de los nexos ultramarinos también marcaban el ritmo de las vias alternativas para la importación y exportación, como fue Montevideo

para el Litoral, y para la satisfacción de operadores más distantes del Interior, como fucron sucesivamente Valparaíso, Árica o Cobija en el Pacifico. Así, los circuitos comerciales y las redes mercantiles se extendieron por todo el territorio, uniendo lo que la Revolución había legado, pese a los altos costos de transacción que imponía la fragmentación política y los sucesivos impuestos y diferenciales de cambio que ocasionaba la diversidad de monedas en uso derivadas de la fragmentación fiscal. Pero el desmantelamiento del mercantilismo español, unido al atractivo del comercio de importación como fuente de recursos fiscales a gobiernos empobrecidos por la guerra, tuvieron la fuerza de un gran catalizador en la destrucción de las antiguas prácticas mercantiles y la apertura de nuevas y variadas formas de imponer la hegemonía sobre el espacio en competencia por atraer manufacturas e ingresos al tesoro, Una linca de exploración sugerida en aquel sentido es precisamente el grado de autonomía que las provincias pudieron tener en el largo plazo frente al creciente poderio económico, fiscal y militar de los puertos ultramarinos, como el de Buenos Aires. Esa diferen-

cia creciente en el mediano plazo tuvo mucho que ver con el libre comercio, pero sobre todo con las alternativas mercantiles y fiscales, que permitieron una renovada capacidad de gestionar la política de la época, solventados por los impuestos recaudados sobre el comercio de importación en transito y por la acumulación y emisión monetaria que nunca fue prescindible del rol central de puerto de ultramar. Por tanto, sin duda la mayor novedad de este periodo —en la medida

que se fragmento territorialmente cl virreinato— fue la desaparición

de los subsidios fiscales que distribuía la corona española por los cuales

las cajas recaudadoras más ricas sostenían a otras más pobres y a los puertos. La desaparición de aquella redistribución fiscal fue de alguna manera reemplazada luego de la Revolución por una nueva fiscalidad con nítidos desbalances de ingresos a favor de los puertos que se rescrvaron el monopolio del abastecimiento del espacio Interior Así, para

la mayor parte de las nuevas estructuras institucionales que sufrieron los mgentes gastos de la guerra, dieron orígenes a una larga historia de deficits fiscales, al tiempo que se consolido una constante respecto a que los recursos que proporcionaban los impuestos comerciales fueron proporcionados por los consumidores. La acumulación de deudas en

los tesoros provinciales fue delincando en las diferentes provincias una progresiva desigualdad o asimetría en la capacidad de financiar la instalación de aparatos administrativo-gubernamentales y de sostener el orden. Asimismo, el déficit y la toma de crédito permanente por el Estado sin duda afectaron dramáticamente la logica de los negocios y el crecimiento potencial de las economías locales en las decadas pos-revolucionarias. Por cllo, las cuestiones arancelarias, monetarias y comerciales, formaron parte vital de los incentivos o perjuicios económicos que tuvieron los actores económicos y cn el largo plazo

estimo terminaron impactando definitivamente en la disposición al riesgo, la inversión productiva, los márgenes de rentabilidad y en última instancia el exito posible de las diversos tipos de economías rioplatenses.

De modo que los beneficios económicos de las décadas posrevolucionarias no tuvieron una distribución equivalente, Como se dijo, la fragmentación fiscal y la diversidad monetaria constituyeron obstáculos fenomenales que se sumaron a los que ya imponían los altos costos de transporte terrestre, El impacto que los primeros tuvieron

sobre el alcance de las actividades productivas y la distribución del

ingreso fue determinante de la nueva especialización productiva en la exportación de productos mineros —distintos del metálico— o pas-

toriles, luego agricolas, en las zonas templadas cercanas a las costas. De

modo

que aquellos factores potenciales

fueron

marcando

los

márgenes relativos de construcción de un orden rioplatense, que no casualmente estuvieron centrados en los proyectos de articulación político-institucional en torno a las cabeceras del Litoral atlántico y del Pacifico, asi como en los del Altiplano

Pero para terminar de comprender la complejidad de aquel proceso se debe avanzar más, no solamente sobre las dinámicas productivas, sino también y sobre todo respecto de las situaciones provinciales, para conocer mejor los (crecientes) desequilibrios comerciales entre

los puertos y las cconomías del Interior. Parece difícil entender la naturaleza y fervores de las cambiantes coaliciones políticas, internas a cada provincia, y en la Confederación republicana sin una idea de

situación económica de las partes. Sin embargo, algunos ejemplos nos dan pistas para poder estimar este problema. Asi, Tucuman, en el centro del Interior y con un rol de intermediación,

localizada en contacto

pleno con los circuitos de captación de moneda metálica desde Bolrvia, no habría logrado acumular una masa monetaria significativa a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, La explicación posible de esa situa-

ción sería, pese al saldo favorable de la balanza comercial tucumana, sería el uso en gran medida de medios de pago no monetarios que disminuyeron la cantidad de metálico que debió haberse acumulado dentro de la plaza tucumana De modo que los desequilibrios comerciales entre las provincias y el puerto no solo tuvieron efectos estructurales en el largo plazo respecto de las diferentes tasas de crecimiento de la población y de

la producción. Sino que estos llegaron a afectar incluso al equilibrio político en el Rio de la Plata. Por lo cual los diversos grados de conflictividad o afinidad de los patrones y ritmos económicos y fiscales de las provincias nos deben servir para recxaminar

las causas y la

racionalidad que tuvieron las reformas institucionales y los consensos políticos alcanzados en el largo plazo, durante la formación del Estado

nacional, así como los posibles planteos y proyectos alternativos que tenían entre manos los líderes políticos a mitad del siglo XIX,

En las negociaciones políticas de la era decimonónica, en torno de las cuestiones económicas y mercantiles emergían las afinidades “naturales” que comenzaron a articular los territorios productivos

y mercantiles. Pero sin duda la tarea más dificil que dejó abierta la Revolución una vez que desapareció el sistema colonial, fue la de resolver la mestabilidad fiscal y monctarza. Ella fue la última frontera del largo plazo por conquistar dentro del nuevo mapa económico de

los Estados y para qué emisión de conflictiva

nacionales Asi, el acuerdo o el desacuerdo sobre a quien conceder el monopolio del manejo de los impuestos y la dinero y deuda fue el último combate por resolver en la herencia posrevolucionaria.

La Gran Divergencia. Las economías regionales en Argentina después de la

Independencia"

Jorge Gelman

Introducción Según buena parte de la bibliografía reciente es durante el siglo XIX —en especial durante sus tres primeros cuartos— cuando se produce el atraso relativo más importante de las economías de América Latma en

relación con las del norte del Atlántico, ? Las explicaciones para cllo van desde elementos de tipo cultural e institucional, a veces derivados de mancra algo simplista de las condiciones iniciales de la conquista

europea, hasta geográficos, climáticos o referidos a la dotación de Una versión previa de este trabajo se presentó en la sesión “El crecimiento económico de América Latina desde la Independencia” del 1X Congreso de la Asociación Española de Historia Fconómica, Murcia 2008. Agradezco los co-

mentarios recibidos en esa ocasion, asi como en las Jornadas de la Asociación Argentina de Historia Económica, en especial de Carlos Marichal, Lws Bértola,

Ana Incs Moraes, Silvia Palomeque y Tulio Halperin Domgtn, así como la colaboración de Daniel Santillr,

* John Coatsworth (1998) cs uno de los autores que más insistió sobre el peso de esta etapa en el atraso relativo de la región,

factores en esa ctapa.* Sin embargo, los estudios sistemáticos sobre los desempeños de las diversas regiones americanas para este periodo no

abundan y además carecen de una base empírica adecuada, en parte por la falta de documentación o su limitada cobertura y confiabilidad, dada la debilidad de los Estados que se estaban construyendo y la frecuente destrucción de las mismas fuentes documentales en medio

de las guerras de independencia y civiles que agobiaron a casi toda América Latina hasta avanzado el siglo. De todos modos, diversos estudios muestran que es imposible registrar un proceso económico homogéneo en América Latina durante la primera mitad del siglo y que, de hecho, se producen movimientos económicos de signos muy diferentes en las distintas regiones. No sólo entre los países que se estan conformando, sino también entre las regiones al interior de los mismos. En este trabajo nos proponemos abordar esta cuestión para el caso

del territorio argentino, aprovechando una serie de investigaciones que han aportado información nueva de mayor solidez sobre sus distintas regiones. Como se verá, la información disponible muestra que durante la ctapa colonial tardía, la mayoría de los territorios de este amplio espacio se movia en una dirección similar, que en este caso era de crecimiento. Sin embargo, luego de la independencia esa logica común parece desaparecer, haciendo que algunas regiones crezcan de mancra destacada, mientras otras permanecen estancadas o en crisis, produciéndose así un proceso que podemos denominar de divergencias regionales agudas. Luego de mostrar esos procesos, intentaremos aportar algunas hipótesis explicativas, que creemos pueden ser 1mportantes también para otros casos latinoamericanos. Ellas permiten poner en duda ciertas explicaciones en boga últimamente, ) Explicaciones recientes combinan la dotación de factores del momento

de

llegada de los europeos con el desarrollo de cierto tipo de mstituciones que traban o favorecen el crecumiento económico, Por ejemplo, Engerman y Sokoloff (1999) Tambien, con algunos matices,

Acemoglu, Johnson y Robinson (2001).

Una síntesis sobre estos debates en Prados de la Escosura (2006)

Las regiones argentinas entre la colonia y mediados del siglo XIX

Como explicó de manera brillante Carlos Sempat Assadourian hace varias décadas, el motor central de las economias coloniales del “espacio peruano” era la minería de plata desarrollada en Potosí y en otros centros menores, que funcionaba como *polo de arrastre” para el conjunto de las regiones que encontraban en esos mercados un estimulo

para

la producción

mercantil

y una

cierta

especialización

(Assadourian, 1982) Gracias a ello muchas regiones pudieron dedicar menos esfuerzos al autoconsumo y más para abastecer aquel gran mercado minero con algunos bienes que producian más eficientemente,

A la vez, esa limitada especialización generaba circuitos de comercio transversales entre esas mismas regiones que empezaban a demandar a las otras, bienes que antes producían por sí mismas. De esta manera se conformaba un mercado interno colonial de producción y circulación de mercancias que estaba motorizado en primera instancia por el “polo”, cuyos periodos de auge y crisis

afectaban al conjunto del espacio. A su vez, este sector “dominante” se articulaba con la metrópol y con el exterior en general a traves

del intercambio de bienes de alto valor y poco volumen, que eran centralmente la plata (y algo de oro) en el sentido América-Europa y

ropa fina (mas esclavos) en el sentido contrario. Pero ambos circuitos eran compatibles, ya que los mercados mineros no podían ser abastecidos cn sus necesidades de consumo masivo por Europa. No sólo eran compatibles sino que la continuidad del flujo de plata necesitaba de ese mercado interno colonial.

Siguiendo este esquema, la plata americana circulaba por el conjunto del espacio colonial, adonde iba en pago masivo que las regiones enviaban al *palo”, una parte sustantiva de la misma salía, ya sea ta, como, sobre todo, por el comercio que

de los bienes de consumo y sólo en última instancia por la vía impositiva direclos grandes mercaderes de

los puertos y centros administrativos coloniales organizaban vendiendo

“efectos de castilla” y esclavos africanos en todo ese espacio,

Asi, las regiones del actual territorio argentino tendieron bajo la dominación colomal a especializarse en diversos bienes demandados sobre todo en Potosí y las regiones andinas, como las mulas, los tejidos de algodón y de lana, los vinos y aguardientes, etc. Esos bienes cran enviados todos los años al Alto Perú, aunque porciones menores se derivaban hacia otros mercados. Un elemento a destacar en este sentido es que a medida que avanza el siglo XVIII, Buenos Á1res, que termina siendo en 1776 capital de un nuevo virreinato, se convierte en un mercado de relevancia para muchas regiones que tienen dificultades para llegar con sus bienes a Potosi, y encuentran

en esta ciudad una alternativa importante.

El caso

quizás más notable es el de los productos de los viñedos cuyanos, que habían sido desplazados en buena medida de la zona andina por los productores peruanos y van a dirigir partes crecientes de sus envios a Buenos Aires. También dentro de este panorama se debe inclwr un matiz 1mportante en cuanto a la orientación económica de las regiones, que es el de las zonas de nueva ocupación en las planicies del norte de la Banda Oriental del Uruguay y de la actual Provincia de Entre Rios,

cuya colonización se producirá en la última parte del siglo XVIH,

motorizada por la producción de cueros (y algo de sebo y carne salada) para exportar por te excepcionales a finales todas las regiones tienen mercados interiores. Esta

el Atlántico, Pero se trata de casos bastandel XVII en un panorama en el cual casi como norte económico el Potosí u otros lógica funciona también para Buenos Aires,

cuya economia participa de los circuitos de comercio atlántico, pero

que apunta sobre todo hacia el Alto Perú o Chile y Perú, no sólo en la actividad que realizan sus elites mercantiles, sino inclusive en su economia agraria, dedicada a producir mulas en el norte para el Alto Perú o bienes agrícolas y ganaderos para abastecer cl mercado de la ciudad y sólo parcialmente para exportar, Este tipo de orientación económica hace que podamos obser var durante el periodo colonial movimientos económicos bastante simi-

lares cn las distintas regiones rioplatenses, los que dependen en alta medida del comportamiento de los grandes mercados interiores. Obviamente se observan matices, ya que no hay una única razón para esos desempeños económicos. Como se ha explicado en otras obras, a veces frente al mismo estimulo del mercado las regiones reaccionan de manera diversa, ya sea por las estructuras agrarias disímiles que han forjado, por coyunturas o problemas especificos, la aparición de competencia en “su” bien exportador que los desplaza de los mercados centrales, la situación en sus fronteras de guerra, pestes, malas cosechas, sequías, etc.* En este sentido, algo que altera la homogencidad del espacio estudiado a fines de la colonia es el peso que el mercado de Buenos Aires tiene ya para varias regiones del interior, en especial para los caldos cuyanos, que se verán afectados por la llegada de esos mismos productos desde la península con el Comercio Libre desde 1778. Sin embargo, grosso modo, es posible observar una tendencia parecida en las distintas regiones, al menos si observamos algunos datos disponibles para ello.

Una de las pocas fuentes seriadas que nos permiten seguir cl desempeño de las regiones agrarias es la de los diezmos que se cobraban a sus producciones, Si bien es una fuente cuya interpretación es problemática, la mayoría de los estudios que se han hecho para el caso

rioplatense han concluido que reflejan bastante bien el movimiento de la producción.? *Ver una discusión de todo esto en Gelman (1993a:99-112). * Hemos tomado los datos de diezmos sobre todo de los estudios de Ernesto

Maeder (1981), Cristina López (2003), Sara Mata (2000), Luis Alberto Coria (1988), Juan Carlos Garavaglia y María del Rosario Pricto (en prensa), Juan Carlos Garavagha, (1987) y de Samuel Amaral y José María Ghíio (1995). No podemos detallar aquí los debates habidos sobre cómo interpretar los datos

decimales. Es evidente que para mejor justipreciarlos necesitariamos series de precios de las distmtas localidades que nos permitan deflactar unos datos que incluyen una relación entre el volumen de la producción y su valor. Lamenta-

blemente en la mayoria de los casos no disponemos todavía de buenas series de precios

6H

1]

Buenos Aires Nutva ] toral Corri entes

Ea Mendoza”

San Luis

Ez

San Juan

Córdoba”

Catamarca

— Jucumáin

Salta

Es

- Distribución de la masa decimal en todas las regiones: 1788/92 y 1798/02

Jujuy

La Rioja

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nv

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de finales del pe-

en la tutura Provincia de Entre Rios

Juan Carlos Garavaglta (1987). Lo que se denomina 'Nuero Litoral” incluye a Santa Fe y al territorio que controlaba

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Fuente

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15000) 34000

Gráfico 1

riodo colonial.

la evolución de la masa decimal de las regiones del territorio argentino en dos momentos

Se pueden observar en el Gráfico 1 los datos aportados por el trabajo pionero de Gararaglía, que muestra

aca:

Allí se observa que esta etapa está marcada por un crecimiento bastante general del producto agrario, apenas matizado por coyunturas

complicadas para algunas pocas regiones. Si bien es cierto que el peso que ya tiene Buenos Aires en el conjunto de la masa decimal es destacado y que seguramente ello se explica por la aptitud de sus recursos y la capacidad de aprovechar las demandas combinadas de diversos mercados interiores y exteriores, se puede ver que la mayoría de las regiones se mueve en esta etapa en un mismo sentido ascendente. Inclusive, como ya habia advertido Garavaglia, la producción agraria de

la región del Tucumán colomal (que incluye desde Córdoba hasta Jujuy en el noroeste) parece crecer en estos años más que la de Buenos Aires, el Litoral (que aquí suma cl “Nuevo Litoral” y Corrientes) o Cuyo (San Juan, Mendoza y San Luis) * Obviamente no todas las regiones crecen al mismo ritmo y hay estudios que permiten explicar algunas de esas diferencias. Pero el sentido general parece indudable”. Por otra parte, s1 bien el peso de Buenos Ares es ya muy grande en el total, la diferencia con las otras regiones se mantiene limitada. Esto se puede observar en el Cuadro 1, en el que indicamos el peso del diezmo de cada región a finales del siglo XVII! comparado con el de Buenos Ares,

* Las excepciones en esta tendencia de crecimiento son San Luis o Corrientes que se ven afectados por fenómenos puntuales. En el caso correntino parece mflwr la caída de sus envíos de ganado en pre a la zona misionera, que constituía un mercado importante para esta provincia (Macder, 1981) 7 Un caso bien estudiado y sobre el que ha habido debates mteresantes es el de

San Juan y Mendoza

Ambas regiones, como dijimos, se vieron afectadas en el

periodo virreinal cuando se abre el comercio directo con la península, por la

llegada masiva de vinos y aguardientes españoles a Buenos Arres. Sm embargo San Juan, especializada en aguardiente y con algunos mercados alternativos disponibles, sufre menos que Mendoza, especializada en vinos y concentrada en Buenos Árres casí en exclusividad. Ambas recobran dinamismo cuando las guerras

curopcas dificultan la llegada de mercancias por el atlántico Pero en suma en toda la etapa virreinal a San Juan le va bastante mejor que a Mendoza

CUADRO 1 LOS DIEZMOS EN EL RIO DE LA PLATA A FINES DEL SIGLO XVIII Diezmo en pesos

fuertes 1796-1800 promedio anual Buenos Aires Santa Fe Entre Ríos Corrientes

Diezmo comparado al de Buenos Aires

35.000 8.098 1.362

1 0,23 0,04

3.700

0,11

Mendoza

4.670

0,13

San Juan

(6.900)'

(0,20)

San Luis

(3.000)

(0,09)

Córdoba

20.000?

0,57

(6.000)

(0,17)

5.583

0,16

4.469 (4.000) (3.000)

0,13 (0,11) (0,09)

EStára

(3.500)

(0,10)

TOTAL

(72.282)

(2,12)

TOTAL

(109.282)

(3,12)

Catamarca San Miguel Tucumán Salta Jujuy La Rioja

de

Santiago del

Sn Ba le. Fuente del cuadro

1- Ver nota 5

' Señalamos la cifra entre paréntesis cuando no tenemos datos completos para

los años del cuadro

En esos casos tomamos los de años proximos

4 Corresponde al periodo 1800-1803. ? Corresponde al periodo 1798-1801

Si pudiéramos medir el peso de las cconomias urbanas, la diferencia de Buenos Aires con relación al resto aumentaria. Pero, en un sentido contrario, los diezmos no contabilizan la producción artesanal que era mucho más importante en el sector rural del interior que en Buenos Aires.* Sea como sea, ni las distancias eran abismales ni, menos aún, parecen haberse ampliado durante el período colonial de mancra Ñ Agradezco esta observación a Silvia Palomeque

destacada. Inclusive, como ya señalamos, algunas regiones interiores como es el caso de Córdoba, tuvieron un crecimiento agrario que en

cesta

etapa

parece

mas

importante

que

el de

Buenos

Arres.

Ésto

se debe, entre otras cosas, al envión que tuvo la producción minera altoperuana en la segunda mitad del siglo XVIIL, que afectó positivamente a muchas regiones del territorio,

Luego de la revolución las cosas empiezan a cambiar rápidamente, aunque no es facil encontrar datos sistemáticos para todas las provincias durante la primera mitad del siglo XIX. El diezmo ha desaparecido tempranamente en algunas, mientras que allí donde subsiste parece brindar datos menos confiables y no tenemos otras fuentes fiscales comparables,

Con Daniel Santilli hemos podido estudiar de manera comparativa unos censos de riqueza de Córdoba y de Buenos Aires en 1838 y 1839, elaborados por sus gobiernos para poder aplicar impuestos vinculados a las riquezas en momentos de stress fiscal. Estos parecen

brindar una información que comprende el conjunto de los propietarios de esas provincias por encima de un minimo bastante bajo y con información que resulta razonable.*Veamos con algo de detenimiento los sectores rurales de estas dos provincias. Aunque estos datos no indican el producto, como el diezmo, sino la riqueza disponible sobre la que las autoridades de esas provincias intentaban aplicar diversos impuestos,

es evidente que debe

existir una relación estrecha entre

ambos valores. Durante el período virremal se trata sin duda de las dos jurisdicciones más importantes en terminos económicos y demográficos del

territorio rioplatense. Si se observa el tamaño de la población son

muy parecidos en el momento de la creación del virreinato, aunque al llegar a la ruptura revolucionaria, Buenos Aires ha tomado la delantera, entre otras razones por ser receptora de migrantes del interior, de una buena cantidad de peninsulares, así como de esclavos africanos en mayor proporción

que otras regiones.

” Lo que sigue proviene de Gelman y Santlli (2007). Allí se puede ver una descripción y crítica de las fuentes usadas en ambos casos

Asi, en 1778 Córdoba cra todavía el distrito más poblado con 40.203 habitantes según los censos de Carlos III, mientras que Buenos Aires alcanzaba los 37.130 habitantes (Comadrán Ruiz, 1969:80). En el momento de la crisis revolucionaria, la población total de Buenos Aires ya superaba claramente a la de la provincia mediterránea: según el censo de 1813 Córdoba alcanzaba a 71 637 habitantes, mientras Buenos Aires, según el censo de 1815, había llegado a algo más de 90.000 habitantes.'” Si bien, como se observa a traves de los datos demográficos, el dinamismo es bastante mayor en el caso porteño, los datos decimales antes señalados indican un comportamiento saludable de la economia cordobesa en las últimas decadas coloniales, con tasas de crecimiento del producto agrario que en algunos momentos parecen superiores a las de Buenos Aires. Muy distinta habría de ser la situación algunas decadas después, cuando Buenos Arres habia emprendido la expansión ganadera, que le permitió incrementar rapidamente su stock ganadero en las nuevas

tierras conquistadas a los indigenas cn la frontera, sobre todo entre los años 1820 y 1833. Mientras tanto la provincia mediterránea intentaba con grandes dificultades mantener algunos circuitos del comercio interior y ubicarse en el de las exportaciones agropecuarias del puerto. En este circuito, el más dinámico de la época, a comienzos de la decada de 1830 alcanzaba a participar con 7% del total de cueros exportados, cifra que se redujo en la década siguiente hasta 2% del

total. Obviamente de estas exportaciones por el puerto generalmente más de 70%, provenía de la propia Buenos Arres, y '* Con una población urbana de casi 50.000, todavía mayor a la rural, situación

que cambiara en la decada siguiente. Las cifras de Córdoba en Macder (1969) y las de Buenos Arres en Moreno y Mateo (1997).

'! Sobre su participación en el comercio de Buenos Aires se puede consultar Rosal y Schmit (2004). Algunos buenos estudios sobre la economia cordobesa son los de Romano (2002), Sempat Assadourian (1983), Assadourian y Palo meque (2003).

Los censos económicos

realizados en

1838 en el caso cordobés

y en 1839 para Buenos Áires aportan información importante para

comparar las características y tamaños de esas economías. Es necesario tomar estos datos con precaución y realizar estudios posteriores que ratifiquen o rectifiquen lo aquí observado, asi como ampliar cn lo posible el espectro de casos provinciales estudiados. Pero creemos que los resultados obtenidos son lo suficientemente elocuentes como para indicar el sentido de la evolución de ambas economias,

CUADRO 2 POBLACION Y RIQUEZA RURAL EN CORDOBA Y BUENOS AIRES A FINES DE LA DÉCADA DE 1830 ,

Buenos Aires | Relación

Córdoba 1838

Capital tot. rural. $F Población rural Capital per capital

1839

881.269 90.973 9,69

B,A./Cba,

7.663.569 84.685 90.49

8,7 0,9 9,3

Fuente, Gelman y Santilh (2007).

Como

vemos, la riqueza rural bonaerense es casi nueve veces

mayor que la cordobesa, siendo que la cantidad de población es casi igual en ambos casos, inclusive levemente superior cn la provincia mediterránea (distinto sería s1 consideráramos a la población urbana

en la que la porteña se adelanta fuertemente).'” Otro dato que permite corroborar esa enorme diferencia es el stock ganadero de ambas provincias, para los que tenemos cálculos aceptables. Sigwendo el estudio de Silvia Romano para el caso cordobés

y comparando

sus observaciones

con

los datos que obtuvimos

para Buenos Aires, el resultado en cabezas de cada especie ganadera es el siguiente:

12 De esa manera la riqueza agraria per capita provincial en Buenos Aires cacría más que en Córdoba, donde la poblacion urbana sigue siendo relativamente

pequeña. 5in embargo, s1 se agrogara la riqueza urbana en la cuenta, la diferencia volvería a agrandarse a favor de Buenos Aires.

CUADRO 3 STOCK GANADERO DE CORDOBA Y BUENOS AIRES A FINES DE LA DÉCADA DE 1830 Vacunos/bueyes

Córdoba | 165.000

Buenos Aires 2.985.000

Relación B.A./Cba. 18,1

Equinos

56.000

603.000

10,8

Ovinos

350.000

2.327.000

6,7

Fuente, Gelman y Santelli (2007).

Como se puede observar en el rubro ganados, que ocupa entre 60 y 70% del valor de la riqueza rural declarada en ambas provinclas, la diferencia es muy amplia a favor de Buenos Aires, mayor todavía que en los capitales totales. Tomando en cuenta los precios del ganado, que parecen más altos en ese momento en la provincia mediterránea, la variación cn valores se aproximaria a la señalada anteriormente.

¿Esta diferencia que se ha creado entre Córdoba y Buenos Aires,

refleja la del conjunto de las provincias interiores en relación a la futura capital del pais? No es mucho lo que podemos decir por ahora con los datos disponibles, Pero una primera aproximación al tema la pueden brindar

los datos elaborados por los reconocidos estadigrafos de la segunda mitad del siglo XIX, los hermanos Mulhall, para el conjunto de las

provincias argentinas (Mulhall y Mulhall, 1885). Aunque es evidente que estas cifras deben ser consideradas con precaución, se trata de autores con gran prestigio en la época, que recogían su información de las mejores fuentes provistas por las agencias del Estado así como por una red de informantes de todo el país. En el Cuadro 4 volcamos los datos que proveen sobre la riqueza total en cada una de las

provincias argentmas en 1864

Es decir que brindan una información

comparable (en este caso incluyendo también a la riqueza urbana) a la que acabamos de evaluar sobre los sectores rurales de las dos

provincias lideres, pero no es estrictamente comparable a los datos

del diezmo, que miden el producto agrario. Sin embargo, dadas las características de las economías argentinas del momento, esa riqueza debe indicar en alta proporción la salud y el tamaño relativo de esas economíias agrarias.

CUADRO 4 RIQUEZA TOTAL DE LAS PROVINCIAS ARGENTINAS, 1864 Riqueza total de las provincias en millones de pesos oro,

Riqueza comparada a ta de Buenos Aires

año 1864

Buenos Aires

430

1

Santa Fe Entre Ríos Corrientes Mendoza San Juan San Lu1s Córdoba Catamarca Tucumán

32 52 24 23 16 9 29 18 18

0,07 0,12 0,06 0,05 0,04 0,02 0,07 0,04 0,04

Salta

17

0,04

Jujuy

6

0,01

La Rioja Santiago del Estero TOTAL Sin Bs. As. TOTAL

6 15 265 695

0,01 0,03 0,62 1,62

Fuente

Mulhall y Mulhall (1885)

Como

se puede observar, poco después de la unificación del

país bajo la presidencia de Mitre las cosas parecen haber cambiado radicalmente. Como dijimos, los datos de los Mulhall no son sólo

agrarios, sino que abarcan al conjunto de la riqueza de cada provincia. Sin embargo eso no puede por si solo explicar que s1 en 1800 Buenos Aires representaba un tercio del total, en 1864 parece representar casi dos tercios. Todas las provincias sumadas, exceptuando a Buenos Aires, no llegan más que a 62% del tamaño de la riqueza de ésta. La mayor de las otras economías provinciales, la de Entre Rios, que ha

sido la más exitosa en las tres décadas previas, apenas alcanza a 12% de la porteña, pero varias otras apenas a 1%, Córdoba, el caso más destacado, cuyos diezmos en la colonia tardía llegaban a 60% de los porteños, ahora apenas dispone de 7% de la riqueza de la provincia

bonacrense.!* Entonces, en el medio siglo que sigue a la revolución de indepen-

dencia parece haberse generado un verdadero abismo en el tamaño de las economías regionales argentinas. Éste ha favorecido especialmente a la Provincia de Buenos Aires y ha retrasado en relación a ella a todas

las demás, aunque a unas más que a otras, Considerando la masa total decimal para fines de la colonia y la riqueza cn 1864, se puede ver el fantástico crecimiento de Buenos Aires, que el litoral ha logrado mantener e incluso incrementar

un poco su participación en el total, pero que Cuyo y el resto del interior han perdido posiciones. El caso más destacado es el del interior —el antiguo Tucumán colonial— que paso de 43% de la masa decimal a apenas 16% de la riqueza nacional Un verdadero derrumbe que, más allá de la fragilidad de los datos, pone de relieve las grandes dificultades por las que atravesó el territorio interior en las cuatro o cinco primeras decadas que siguen a la revolución de independencia.

13 Según los mismos autores la variacion entre Buenos Áxres y el resto de las

provincias era menor en 1857 (con tamaños cas) Iguales de 185 y 183 millones de pesos fuertes cada uno), y dos decadas después de la fecha analizada, en 1884, la tendencia parece empezar a revertirse ligeramente o al menos se detiene la diferenciación (con 1.135 millones para Buenos Aires y 740 para las provincias, es decir que estas habrian aumentado su participación en la riqueza nacional hasta un 0,66 con respecto a Buenos Aires, frente al 0,62 de 1864).

CUADRO 5 PARTICIPACION DE LAS REGIONES ARGENTINAS EN EL DIEZMO, 1796-1800 Y EN LA RIQUEZA, 1864 Diezmo 1796Riqueza 1864 0, [+]

1800 ($F)

Buenos Aires Litoral

| 35.000 13.160

dl

(millones $ oro)

fa

32 12

430 108

62 15

Cuyo

14.570

13

48

7

Interior

46.552

43

109

16

Total

109.282

100

695

100

Fuentes: cuadros | y 4.

S1 consideramos cn este panorama el tamaño de la población y su

evolución, obtenemos resultados un poco más matizados, dado que en esta etapa las regiones cuyas economías se comportaron más favo-

rablemente, también tuvieron un mayor crecimiento demográfico. Veamos las poblaciones de las regiones recién nvocadas, y con ello el monto del diezmo hacia 1800 y la riqueza hacia 1864 en terminos per capita.

(1969)

Fuentes:

Diezmo per |

63.800 52.200 36.000 165.000 317.000

35.000 13.160 14.570 46.552 109.282

$F

0,55 0,25 0,40 0,28 0,34

apit

F

capita (8)

495.000 353.000 179.000 710,000 1.737.000

1869

o

Población

,

.

Riqueza per

430 108 48 109 695

$ oro

869 306 268 153 400

oro)

1864 (mill. | capita ($

Riqueza

cuadros anteriores Para población cálculos propios a partir de Sanchez Albornoz y Moreno (1968) y Maeder

Bs. Aires Litoral Cuyo Interior Total

1800

1800

$

Diezmo

Población

Población, diezmo y riqueza de las regiones, 1800-1864/69 . Ñ ..

Cuadro 6

S1 tomamos la primera fecha, observamos que en términos per capita, Buenos Aires lleva la delantera al resto del territorio, duplicando prácticamente al interior y aún un poco más al litoral, mientras que no se encuentra tan lejos de Cuyo. En cambio si pasamos a la riqueza per capita en la década de 1860, observamos que la diferencia se agrandó significativamente,

siendo muy

notable

en relación

a Cuyo

y sobre

todo al interior, al que supera en casi seis veces. S1 comparamos entonces la evolución entre los montos absolutos

y per capita entre Buenos Árres y el resto de las regiones notamos un crecimiento relativo algo menos significatix O para la futura capital argentina, pero esto no altera las conclusiones básicas sobre la creciente divergencia de estas economias en el periodo considerado.

Cuadro 7 Diferencias entre Buenos Aires y el resto de las provincias. Producto total y per capita

Bs As/Litoral

Bs As/Cuyo

Bs As/Interior Bs As/Total

1800

1800

1864/69

1864/69

Diezmo total

Diezmo/ capita

Riqueza total

Riqueza/ capita

2,66

2,2

4

9

3,2

1,96 1,62

4 0,62

5,7 2,17

2,4

| 0,75 0,32

1,37

2,8

Fuentes: Cuadro 6

Como se observa en el Cuadro 7, la diferencia entre Buenos Aires y el resto de las regiones crece más entre estos años si consideramos los montos absolutos del diezmo y la riqueza, que si los consideramos en terminos per capita. Pero esto no altera el hecho de que esa diferencia igualmente crece de manera significativa, moderada apenas por un crecimiento demográfico diferencial, que en buena medida es el resultado de migraciones desde las regiones que están sufriendo problemas económicos, hacia el litoral y sobre todo hacía la provincia cuya ciudad principal devino capital del nuevo país. Estos migrantes aspiran a beneficiarse de algún modo del crecimiento sostenido de la

economía porteña o al menos a escapar a los dilemas que les plantea el estancamiento prolongado de las de sus lugares de origen,

Trata-

remos de aportar algunas hipotesis que permitan comprender este proceso. Explicar la gran divergencia Aunque muchos de los datos mostrados en este texto deben ser sometidos a revisión y se necesitan más estudios que ofrezcan infor-

mación ampha y sistemática para las décadas que siguen a la revolución, las tendencias que hemos mostrado difícilmente cambien de manera significativa. Estas tendencias aparecen corroboradas, por otra parte, en un conjunto de monografías para distintos lugares del territorio Mas alla de las diferencias reg1onales existentes durante el periodo

colonial, que tienen que ver con cuestiones geográficas, de oferta de factores, históricos, etc., parece bastante claro que la mayoría de las regiones del territorio rioplatense se mueve bajo el impulso principal de los mercados mineros interiores. Estos a su vez se articulan con los exteriores a través del intercambio de unos pocos bienes de alto

valor y poco volumen. En este contexto, casi todas ellas tienen desempeños económicos bastante similares, aunque están a veces afectadas por razones especificas que les permiten aprovechar mejor o peor las coyunturas de esos mercados interiores. A finales de la colonia se pueden detectar dos clementos nuevos que parecen alterar un poco este equilibrio; por un lado habrá un par de regiones del litoral —Entre

Ríos y el Uruguay que en este ensayo dejamos de lado— que crecen vinculadas a la demanda de derivados pecuarios del mercado atlántico, situación que

no afecta mayormente

a Buenos

Aires que

participa en

este circuito todavía timidamente. El otro es el peso que ya tiene la ciudad de Buenos Aires como mercado de consumo para la produc-

ción de algunas regiones del interior, lo que hace que la llegada por mar de algunos productos en la ctapa virreinal, afecte a esas regiones que pierden así a su principal mercado

Es el caso, como vimos, de

Cuyo y especialmente de Mendoza, para quien la competencia de los vinos españoles es dura aunque intermitente por las guerras que cada

tanto frenan las llegadas por el puerto. Sin embargo, aun con estas excepciones u otras que tienen que ver con problemas puntuales, la mayoría de las economías regionales parece moverse en el mismo sentido, impidiendo que crezcan excesivamente las diferencias entre unas y otras. A] menos no con la rapidez y amplitud con que lo harán lucgo de la revolución. En efecto, lucgo de 1810 las cosas cambian dramáticamente al producirse ritmos de crecimiento muy disímiles en

las regiones, a la vez que un amplio conjunto de provincias permanece estancado o en declive por largos periodos. Nos

parece

muy

difícil explicar estas diferencias en términos

culturales o institucionales, aunque algo diremos luego sobre esto.

Creemos que hay aqui dos o tres elementos clave que pueden explicar el gran distanciamiento entre Buenos Aires y casi todo el interior,

aunque sobre todo el atraso del viejo Tucumán colonial y en menor medida de Cuyo. El litoral, como vimos, también se atrasa en relación a Buenos Aires, pero logra mantener e incluso incrementar algo su participación en relación al total del territorio El primer elemento que parece central es la dotación de factores en ese momento de cambio de paradigma económico. Es bastante evidente que ante una demanda atlántica que promucve la exportación de algunas materias primas y alimentos a cambio de bienes manufac-

turados, con una radical alteración en los terminos de intercambio promovida por la revolución industrial y el crecimiento demográfico del norte del atlántico, serán las regiones capaces de producir esos

bienes las que puedan aprovechar esa mejora en los terminos de intercambio. Para el caso argentino esta oportunidad se dará sobre todo a través de la capacidad de producir ganado vacuno de manera extensiva en las grandes planicies de la zona pampeana y del Ítoral. Sera entonces la posibilidad de acceder a trerra apta para esta actividad en gran cantidad y a bajos precios la clave del proceso expansivo, ante

la escasez de trabajo y de capitales caracteristicos de la época.

Asociado a esto hay un segundo elemento central que es el de la

ubicación geográfica de las regiones que disponen de estos factores, para poder

aprovechar la demanda

del mercado

atlántico. En esta

etapa ha habido un adelanto de los transportes maritimos y Muviales,

que mejora aún más su performance ante los terrestres, y que va a afectar negativamente a muchas regiones del interior argentino. Este no cra un factor que diferenciaba mucho a las regiones del territorio en la etapa colonial, dado que casi todas buscaban proveer de mercancias a las regiones andinas u otros mercados interiores, con costos de transporte terrestre elevados en todos los casos * Esto, que para muchas

regiones significaba una especie de protección natural para

la producción de ciertos bienes destinados a los mercados interiores =y de hecho lo seguirá siendo hasta bien entrado el siglo XIX y el

desarrollo de los ferrocarriles— se convertirá en el temprano siglo XIX cn su condena, al imposibilitarlas de participar en terminos competitivos en los mercados atlánticos. Estos son un motor cada vez más importantc,

mientras que los interiores no lograban

salir

de la crisis que acompaño a la del entero orden colonial. Los datos disponibles sobre los costos de los fletes terrestres comparados con los fluviales y marítimos muestran la enorme diferencia existente entre ellos y el peso que debió significar para las regiones que debian pagar largos recorridos por tierra.'? Esto hacia que los margenes de "* Es evidente que esto constituía un freno a una mayor especialización y al crecimiento en la etapa colonual, pero afectaba a cas1 todas las regiones de manera similar, '? Para el caso argentino tenemos algunos datos ofrecidos por La Gaceta Mercantil del 11 de marzo de 1834 y de la Revista del Plata, n* 4, diciembre de 1853, que indican los costos de transporte por una tonelada por legua de distancia De Salta a Chuquisaca, en Bolivia, era de 1,2 pesos plata. Mendoza a Chile de 0, 3 Bucnos Ares-Mendoza 0, 3

Bucnos Aires-Córdoba era 0,259 Por agua Buenos-Corrientes era 0,06 Por agua Buenos Áires puertos curopeos cra 0,006

Cit en Burgin (1960.161).

ganancia de un productor ganadero de Córdoba, por caso, que buscaba colocar cueros en el comercio exterior del puerto de Bucnos Árres, fueran bastante menores comparados a uno porteño. Esto sin tomar en cuenta todavía la dotación de factores que favorecía ampliamente al segundo en esta etapa.

Cuyo parece estar en este sentido un poco mejor que el resto del interior para aprovechar la demanda ganadera de Chile y del Pacífico, pero la travesía de los Andes sigue siendo muy cara y la dotación de

recursos para producir el ganado demandado allí no es la mejor ante la crisis de su tradicional actividad vitivinicola Es evidente entonces que por su dotación de factores así como por su cercanía a medios de transporte por agua, son las provincias litorales, después de la de Buenos Aires, las que pueden aprovechar la nueva coyuntura larga creada con la apertura mercantil, que permite la plena puesta en marcha de ese motor poderoso que representaba el nuevo comercio atlántico. Mientras tanto aquellas regiones con una dotación de recursos más pobre y sobre todo alejadas de las vías navegables

no lograrán incorporarse plenamente

a estos circuitos,

a la vez que están sufriendo la crisis de los tradicionales mercados interiores,

Un tercer elemento que afecta de manera despareja a las regiones es la guerra. No se trata en este caso de un factor de tipo estructural como los anteriores, pero su profundidad y duración alteró de manera significativa la capacidad de algunas regiones de aprovechar las

oportunidades que ofrecía el nuevo modelo económico. En este sentido se puede señalar que un clemento que permitio el

crecimiento temprano de Buenos Aires fue justamente haber eludido ser el escenario principal de las guerras de independencia y civiles. Obviamente las guerras afectaron a todos los territorios, al menos por los reclutamientos masivos de soldados o los recursos que se debieron destinar a sostenerlas, pero en terminos comparativos pareciera que la antigua capital virremal la sacó barata

Sobre todo si se la compara

con muchos territorios interiores que fueron el escenario de duras

batallas durante largos años, como es el caso de varias provincias del norte argentino que soportaron las peripecias de las luchas con los realistas asentados en cl Alto Perú o en el caso de las luchas civiles las regiones otrora opulentas en ganados de Santa Fe y Entre Ríos —tambien la Banda Oriental—, que llegaron a 1820 cas1 sin animales,

diezmadas por los ejércitos y las batallas de las que fueron escenarios privilegiados.

Las regiones del toral, como vimos, lograron mantener una mejor participación que la mayoria del interior, pero no lograron superar la diferencia generada con Buenos Aires, sobre todo en las decadas

inmediatas a la revolución. Aunque no tenemos datos sistemáticos para Santa Fe, pareciera que llega al final de la década revolucionaria con sus campos exhaustos y recien comienza a recuperar algo de dinamismo en los años 1840 y 1850.'* Pero tendrá que esperar hasta la decada siguiente para alcanzar tasas de crecimiento que le permitan recuperar algo del terreno perdido. En el caso de Entre Rios, sobre la que disponemos de buenos estudios, es claro que el cnorme stock colonial se pierde casi en su totalidad en el curso de las guerras civiles y que recien en la década de 1830 emprende una expansión ganadera

muy dinámica que se convertirá en la de mayor crecimiento relativo en la de 1840 superando incluso en su ritmo a Buenos Áires por un

tiempo (Djenderedjan, 2003b; Schmit, 2004) Estos movimientos desiguales hacen que en el marco de las crecien-

tes exportaciones pecuarias por Buenos Aires a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, se produzcan desplazamientos cn la participación relativa de las distintas provincias rioplatenses. Si entre 1831-35 Entre Rios tiene una participación en las exportaciones de cueros por Buenos

Aires de 7%, igual a la de Córdoba, los cambios en sus desempeños económicos y cl fuerte crecimiento entrerriano la llevan a alcanzar

11% del total en la década de 1840, cuando Córdoba redujo su peso '*Ver al respecto Frid (2007).

relativo a apenas 2%. Pero quizás más importante de destacar, de nuevo, es que durante todo este medio siglo la participación de los

cueros producidos en la propia campaña porteña difícilmente bajaría de 70% (Rosal, 1995; Rosal y Schmit, 2004). De esta manera, pese a su bucna dotación de recursos y el acceso a vías de navegación fluvial, inclusive las provincias del litoral pierden peso frente a Buenos Aires, aunque no tanto como el resto de las provincias interiores que sufren fuertemente

la reestructuración

del modelo

económico

y pierden

posiciones en el conjunto, Finalmente nos parece importante considerar un factor que afectó de manera diversa a las regiones argentinas y que relaciona lo geográfico con lo institucional y las políticas económicas elegidas por los gobiernos de la época. Nos referimos al enorme poder de Buenos Aires por el control de la aduana que concentra cas1 todo el comercio exterior por el Atlántico. Aunque este monopolio se explica en parte por su posición geográfica, la ciudad-puerto logró imponer las condiciones

del ejercicio del comercio

exterior al resto de las

provincias, inclusive a las del litoral, las que podían haber practicado ese comercio de manera directa, pero fucron en general sometidas por Buenos Aires a su intermediación

Como se sabe, la disputa por el

control del comercio exterior y/o cl reparto de sus beneficios recorre buena parte de la historia de los conflictos politicos entre las provin-

cias interiores y las del litoral con Buenos Aires. Uno de los motores principales que impulsó la alianza encabezada por cl gobernador de

Entre Rios que derrocó en 1852 al de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, radicaba en el tema de la “libre navegación de los rios”, es decir la posibilidad de salir c ingresar a las provincias litorales por el sistema fluvial del Parana y el Uruguay sin tener que rendir cuentas a Buenos Aires A esto se sumaba el peso cada vez mayor de la ciudad puerto como mercado consumidor de todo tipo de bienes, con lo cual podía también regular a través de impuestos internos la posibilidad de las provincias de enviar sus productos a ella. De cesta manera, las

políticas aduaneras de Buenos Aires afectaban fuertemente la suerte del resto de las provincias.

E] control de la aduana, por su lado, le otorgaba a Buenos Aires un beneficio suplementario decisivo del cual las otras provincias carecían: una capacidad de recaudación fiscal incomparable. Como es bien sabido, los Ingresos fiscales de Buenos Aires se componían en

altísima proporción —normalmente entre 80% y 90% del total— por los impuestos al comercio exterior, en especial a las importaciones por el puerto, Mientras tanto las otras provincias basaban sus magros

ingresos en impuestos que eran también centralmente al comercio, pero en estos casos al comercio

interior que, como

vimos, habia

menguado en casi todos los casos. Asi si ya a inicios de la decada de 1820 Buenos Aires recauda montos anuales que superan el millón de

pesos plata, cifras que se duplican y triplican en los años siguientes, las provincias que más recaudan del resto del territorio apenas logran superar los 100.000 pesos en sus mejores años. '” Pero las más peque-

ñas o en situación más desventajosa consiguen ingresos que apenas alcanzan 10 o 20 mil pesos anuales. De esta manera la recaudación de Buenos Aires normalmente supera con holgura a la suma de la que realizan todas las otras provincias

juntas. Esto le otorga a la ciudad puerto una cantidad de recursos para mejorar su performance económica —penscmos por ejemplo en las políticas de expansión de sus fronteras que Cordoba no logra emprender todavia en sus feraces tierras del sudeste—, asi como para imponer

sus políticas al conjunto del espacio que permanece formalmente desligado de Buenos Aires en lo político y que sin embargo escapar

cada

vez

menos

a los

d:ktats

de

su hermana

puede

mayor,

7 Las que tienen mejores ingresos como Córdoba oscilan entre los 90 y 140 mil pesos anuales en las décadas de 1830 y 1840, Corrientes entre 33 mul y 150 mil en la de 1820 y entre 100 y 150 mil en la de 1830, o Entre Rios que recauda entre 50 y 130 mil en esas dos decadas

Chiaramonte (1991)

Estas cifras en Romano (2002),

y Schmit (2004) respectivamente

Para cerrar esta conclusión puede

ser útil para pensar

nos parece que el caso rioplatense

otros procesos

latinoamericanos

del

periodo, así como para compararlos entre si. Varios estudios muestran la diversidad de situaciones económicas regionales luego de las revoluciones de independencia, a la vez que resulta bastante claro que las economías

más atadas a los mercados internos declinantes y

con menos chances de insertarse en los mercados atlánticos sufren más esta coyuntura. Aunque

difícilmente podamos

llegar todavía a conclusiones ge-

nerales aceptables, parece posible pensar que en varios casos las ex-

plicaciones para el mejor o peor desempeño cconómico son parecidas a las que acabamos de invocar para el territorio argentino. dl

"Ver por ejemplo el tento de comparación que hicimos en Gelman (2007). Para el caso mexicano, uno de los mejor estudiados, la literatura es muy amplia y tiende a coincidir en esta creciente dix ersidad regional

Entre las vacas y el trigo. Algunos apuntes acerca

de las consecuencias económicas de la Revolución

de Mayo sobre los pobladores de la campaña de

Buenos Aires!'*

Damel Santilli

Introducción: es la economía... El vertiginoso proceso político que culminó con la instauración

de la Primera Junta en Buenos Anres y que prosiguió con el advenimiento de una nueva conformación gubernamental en el Río de la Plata fue consecuencia, pero también realimentó cambios mucho más profundos en la sociedad, que sólo pueden ser percibidos ampliando el lapso en estudio, En cfecto, las oscilaciones bruscas que se pueden observar en la superficie, la política, responden y motivan moximientos

menos

acelerados

en

las capas

no

tan

superficiales

del

mar

* Este trabajo esta desarrollado a partir de reflexiones surgidas de parte de la introducción de mi tesis de doctorado. Agradezco los provechosos comentaros de Tulio Halperin Donghr, asi como los de Mariana Pérez, Gabriel Di Megho

y María Alejandra Fernánde+

de la historia, como la economía. Es ello lo que Braudel llamaba la longue durce, sobre todo refiméndose a los cambios que se producían

en las oscuridades abismales, más abajo aún que los económicos; las profundidades sociales, las mentalidades. Pero no es a esas suaves oscilaciones que nos vamos a referir, sino a la zona intermedia, a la economía. Una serie de modificaciones se estaban produciendo en las formas en que los habitantes de la región denominada Buenos Áxres y su campaña obtenían sus medios de supervivencia

Cambios que podemos rápidamente ubicar mencionando

que se mician con las reformas borbónicas, sobre todo con la creación

del Virrcinato del Río de la Plata. Como es bien sabido, los cambios introducidos por los Borbones en los dominios de la corona española afectaron fuertemente al Río de la Plata, tal vez, junto con Venezuela, los espacios coloniales más transformados. El resultado más notorio de todas estas modificaciones fue haberle

entregado a Buenos Aires la llave legal del Potosi El conjunto del Alto Perú pasó a depender de la ciudad del Plata, rompiéndose los lazos históricos que guardaba para con Lima,” Si en cierto modo la relación entre el puerto y el polo minero ya existía, ahora cra legalizada, y no

sólo eso sino ampliada al someter a este último a la jurisdicción de la primera. De aquí en más, la plata que viajaba desde el norte adquiria el caracter de aporte del tesoro al mantenimiento de la capital virremal, de su ejército y su burocracia, bajo el nombre de Situado, una contribución que, si bien antes existía, ahora se multiplicó. Si desde el punto de vista de la corona y de los posteriores acontecimientos se puede deducir que las reformas fracasaron, porque en definitiva se perdió el Imperio, ello no sucedió motivado en la oposición de las mismas colonias, según acepta la mayor parte de la historiografía reciente (Halperin Donghi, 1985; Chiaramonte,

1989; Guerra, 1994). De todos modos es claro que los efectos y la recepción de estas reformas fueron muy desiguales en el conjunto del El

*

*

*

r

? De todos modos, se mantuvieron ciertas relaciones entre Lima y el Potosi

Imperio español. En el caso aqui tratado sus efectos iniciales parecen haber sido positivos y las reformas parecen haber sido recibidas con

beneplácito, por lo que muy absurdo sería esperar oposición, aunque las propias incapacidades de la estructura imperial y los conflictos europeos, fueron borrando esos beneficios y generando problemas

que se revelaron insolubles (Gelman, 2000). En efecto, entre las regiones que mejor recibieron las reformas se encontraba Buenos Áxres, que como estamos viendo fue ampliamente favorecida con ellas. Desde el punto de vista económico, el crecimiento de la ciudad puerto implicó la conformación de un polo de atracción - salvando las distancias, como lo había sido Potosí—, para la producción de bienes con los que abastecer a esa población urbana en continuo crecimiento. ? El ascenso a la condición de capital virreinal, con la instalación de autoridades y la expansión de la burocracia, operó en el mismo sentido. Asimismo, la legalización de puerto de entrada de todos los productos europeos para tan vasto territorio, incluido el abastecimiento de productos de Castilla a Potosi, incremento la actividad mercantil, tanto la amparada por la ley como la que la inflingía. Por último, convirtió al puerto en la única salida legal para la plata producida en el Alto Perú, pero también para los productos ganaderos que la incipiente revolución industrial europea comenzaba a requerir, aquellos que se producían en su gran mayoría

en todo el litoral, con una participación menor del territorio de la entonces campaña de Buenos Atres. Comenzaba el camino de Buenos Aires como emporio del comercio regional.* * Si Assadourian (1983), devela la centralidad de Potosi como polo dinamizador de un mercado interno que concentra una bucna parte de la producción del

resto del sur de América, la conformación de mercados mucho más pequeños en otras regiones de América alrededor de ciudades importantes no es más que

la continuidad de su hipótesis (Assadourian, 1983, Chiaramonte, 1991) * Para la importancia menor de Buenos Aires como productor de cueros durante

la ctapa ver Garavaglia, (1987)

Para el lugar que ocupaba Buenos Átres en el

comercio internacional, ver Brown (1979).

El abasto de la ciudad pasó entonces a ocupar un lugar preponderante en la producción de la cercana campaña. Las necesidades básicas de alimentos fueron satisfechas por los vecinos radicados en

las cercanias de la ciudad. La investigación que hizo Juan Carlos Garavaglia (1987) ya hace veinte años sobre los diezmos de la campaña de Buenos Arres, y la polemica que mantuvo con Amaral y Ghuo (1990) sobre la validez de las conclusiones mostradas sobre la fuente, han dado por cerrado el caso. En ella se ha demostrado la importancia de la producción agrícola de un primer cinturón alrededor de la ciudad. Este crecimiento y la evolución posterior de la ganadería, en lo que se ha llamado la doble expansión -la de la ganadería y la de la frontera (Halperiín Donghi, 1963 y 1975)-, actuaron como un imán para una importante corriente migratoria desde distintas regiones del entonces virreinato, al punto que se considera a la agricultura de las pampas

como hija de la del interior (Halperin Donghi, 1972). Pero esa expansión no sólo fue ganadera, m tampoco exclusivamente fronteras afuera, como parece sugerir el concepto (Fradkin, 20062) Junto con la ganadería avanzaba la agricultura para el abastecimiento citadino.Y la expansión fronteriza no sólo era avance sobre tierras de los indios sino también hacia las tierras no explotadas al interior de las zonas ocupadas desde antiguo, Lo cierto es que este proceso expansivo retroalimentó la movilidad horizontal de la población. En un principio llenando los espacios vacios fronteras adentro y luego derramándose hacia el sur, más allá del Salado. La inmigración del norte, de las zonas serranas más cercanas como San Luis, y del Litoral, y los hijos de los ya establecidos en las 7onas antiguas vinicron a llenar esos espacios Si la ciudad creció a un ritmo que superó 1,5%

anual, porcentaje más alto que el de varias ciudades latinoamericanas, la campaña duplicaba con holgura esa tasa, llegando a 1gualar la cantidad de habitantes urbanos hacia 1822, para sobrepasarla ya con

claridad en el censo de 1838 (Moreno y Mateo, 1997). Esta constante movilidad también se reflejaba cn movimientos internos dentro del territorio de la campaña e incluso teniendo a la ciudad como plaza

intermedia.*

Si se nos

permite

proponer

una

caracterización

por

etapas de tal migración podríamos decir que si hacia finales del siglo

XVIII el abastecimiento de la ciudad era el motor del constante establecimiento de pequeños productores en la campaña, a partir de la segunda década del siglo XIX se agregará cl avance fronterizo y la expansión ganadera a tal impulso La migración entonces fue la impulsora de una serie de modificaciones perceptibles en diversos ambitos: movilidad horizontal que

respondía a la búsqueda de la estabilidad y, como máxima aspiración, el ascenso social, que en defimtiva es lo que persigue toda gente que se mueve.” Es lo que tal vez explica esa marcha hacia el sur que * Esto podría sugerirse a partir del estudio de Lyman Johnson (1979), quien en su momento verificó que, tomando en cuenta la diferencia entre los regis-

tros parroquiales de bautismo y de defunciones entre 1744 y 1810, es decir estableciendo el crecimiento vegetativo de la población y sumándolos al censo micial de 1744, debería obtenerse como resultado una cantidad de habitantes

menor a la del censo de 1810, mendo la diferencia la migración neta del mtertor; pero el resultado fue mayor en 20 000 habitantes. Es decir que el crecimiento vegetativo fue superior a la diferencia entre censos, Se puede suponer que ese

faltante podría estar de algún modo desparramado en la campaña, lo que sigmfica que la crudad era un punto intermedio en el desplazamiento de los migrantes,

En el momento que Johnson presentó estas cuentas, los estudios demográficos sobre la campaña no estaban siquiera empezando, es más, todavía se suponía una

campaña deshabitada, por lo que no se pudo especular al respecto Es todavía un tema abierto el desarrollo demográfico de la ciudad de Buenos Arres, más allá de algunas aproximaciones parciales Ver Szuchman (1988), D1 Meglio (2006), Díaz (1996, 1998 y 2001) y Masse (2008), entre otros “ Es también un tema pendiente el estudio del ascenso social visto desde los

sectores subalternos, La pregunta sería. ¿todos los grandes segunda mitad del siglo XIX eran importantes capitalistas en si así no lo fuera, ¿cómo fue su proceso de enriquecimiento? dios sobre muchos aspectos de las élites; hay muchos menos

propietarios de la la primera mtad?Y Abundan los estu sobre los sectores

subalternos en general, pero hay muy pocos sobre el ciclo de vida particular

de estos subalternos, sobre todo siguiendo a individuos o familias. Un ejemplo sobre seguimiento particular es Moreno (2005).

mencionamos. Si bien se constata una migración familiar y definitiva, también encontramos un movimiento individual y temporario, para los momentos de mayor necesidad de mano de obra de la campaña.

Y, según dice José Matco (2001) en sus estudios sobre un pago tan característico como Lobos, la migración será cada vez menos familiar y mas solitaria, menos femenina y más masculina. *

Esta movilidad estaba fuertemente condicionada por la transtormación de la campaña de Buenos Aires de proveedora de abastos para la ciudad en productora de cueros y otras materias primas ganaderas para la avanzada de la revolución industrial, es decir para la exportación. Respondiendo a esa demanda, si previamente la ganadería estaba más desarrollada en las llanuras de la banda oriental del Uruguay y en las grandes extensiones de Entre Ríos y Santa Fe, en estas primeras décadas el stock de Buenos Aires crecerá hasta desplazar en importancia a las mencionadas regiones. Según estimaciones basadas en la percepción decimal, el inventario de cabezas de vacunos era de 628.000

en 1796 (Amaral y Ghio, 1990) y 1.000.000 en 1817 (Garavagha, 1999a). Según un censo impositivo de 1839, se podían contabilizar 3.000.000 de cabezas en ese año (Gelman y Santilli, 2006). Precisamente cl estudio del comercio exterior, que demostró cel fenomenal crecimiento de la ganaderia, fue el barómetro que le permitió a la historiografía tradicional suponer que tal actividad era la única de las pampas, la que venía desde el fondo de los trempos, establecida en una tierra que estaba predestinada para ello.? No hacía falta más que estancias, estancieros y peones; era lo único que encontraban en la campaña. El descubrimiento de la demografía histórica vino a trastocar tal determinismo, no sólo había una relación de masculinidad más * Sin embargo esta hipótesis no puede trasladarse automáticamente a otros espacios de la campaña, otra confirmación de la diversidad de la región, dentro

de una alto grado de homogeneidad en lo productivo y dentro también de la tendencia a la umformidad impulsada desde lo institucional,

* Este destino manifiesto, o la mano de la providencia, es lo que veía Bartolome Mitre

y en

lo que

apoyaba

su

construcción

historiográfica

pareja de lo esperado, había familias y había niños cuyos bautismos se registraban en las iglesias de campaña,

De todos modos esta revelación no le resta importancia al fabuloso crecimiento de la explotación del vacuno, pero menoscaba su otrora exclusividad. La monocausalidad ha desaparccido, el crecimiento se debió a la presión externa sumada a las condiciones internas, como

dice Raúl Fradkin (2006a).Y si para ello fue importante la migración, no menos importante fue la inyección de capitales en la nueva actividad

que llevó adelante la elite porteña. En efecto, tal sector social comenzó a invertir en tierras y ganado en el lapso que estamos estudiando, destinando parte de los capitales que con anterioridad utilizaba para el comercio internacional. La hipótesis más firme define que este vuelco responde al desplazamiento de dicho sector a manos de los mercaderes ingleses que pasaron a monopolizar el comercio a gran escala (Halperín Donghi, 1992), así como a la necesidad de invertir sus capitales en bienes que prometian estabilidad y rentabilidad a mediano plazo, ante la inestabilidad monetaria que se inicia a mediados de la década

de 1820 (Irigoin, 2004) Pero también es cierto que tales inversiones no configuraron un vuelco total a la nueva actividad; nunca perdieron sus lazos con el comercio y sobre todo con la renta urbana producida por el alquiler de propiedades en la ciudad, Se discute, sí, la magnitud y el ritmo del traspaso (Hora, 2006; Gelman y Santalli, 2006). El interés por los productos ganaderos fuc el motor de la expansión de la frontera. S1 las expediciones sobre el territorio ubicado mas alla

de la frontera antes de 1810 tenían como objetivo llegar a las Salinas para proveerse de sal, negociando con los indigenas su ingreso, pero también aprovechando la oportunidad para comerciar con ellos, en la decada de 1820 las relaciones con los aborigenes siempre se refieren a la instalación de hacendados mas allá de la frontera delimitada, sea para acordar pacificamente un nuevo establecimiento o para legitimar

una ocupación previa.” La tierra se convirtió en ese entonces en un “Es lo que se desprende del analisis de fuentes documentales de la ¿poca

Com-

parar lo descripto por Pedro Ándres García (1974.77-83) en su Diario acerca

bien mucho más útil que cn años anteriores dado que era necesaria para albergar el crecnmiento de stock vacuno y para retroalimentarlo, Pero, al contrario de lo que podría suponerse a partir de una lectura de la historiografía tradicional, fueron los ganaderos los que se desplazaron hacia las tierras nuevas, más peligrosas por la cercania del indigena. Si los agricultores eran los de menores recursos, tanto

materiales como políticos, estos les bastaron para evitar tener que mudarse a la frontera.** En ello tal vez tuvieron que ver las necesidades de abastecimiento de la crudad, así como las urgencias políticas de las élites, requeridas de legitimación luego de 1810, que podia surgrr, entre otros, de estos sectores sociales.

La apreciación más directa de esta expansión cra, como ya dijimos, el comercio exterior. Si entre 1779 y 1784 se exportaban desde el Río de la Plata cerca de 450.000 cueros (Garavaglia, 1987:16), en la década de 1830 ese volumen llegaba a los 800.000 anuales de promedio (Rosal y Schmit, 2004164), Pero esta expansión se puede considerar fabulosa si se tiene en cuenta que la cifra del primer periodo incluía las exportaciones desde Montevideo y, entre las del puerto de Buenos Aires, se deben descontar las del resto del litoral, lo que le permite estimar a Garavaglia que los originados en la campaña bonaerense no eran más de 40.000 a 50.000. Asimismo, del promedio para la decada de 1830 se debe considerar que la Provincia de Buenos Aires aportaba alrededor de 70%, es decir más de 500.000 cueros. El crecimiento en sesenta años ha decuplicado el volumen, mientras que el stock ha crecido cinco veces en casi el mismo lapso. del objetivo de su expedición, con lo estipulado en el Tratado de Miraflores de 1820, donde se percibe claramente que el objetyvo es ahora la tierra bajo dominio mdigena. Puede consultarse el tratado en Levaggr (2000:178 y 95). ' La contracara de tal situación fue la del oriente entrerriano, donde los desplaados a la frontera, norte en este caso, fueron los pequeños labradores, mientras cerca del puerto de Concepción del Uruguay quedaron los grandes ganaderos,

entre ellos el mayor de todos por lejos, Justo José de Urquiza, mcluyendo no solo estancias sino tambien la industria derivada, los saladeros (Schmit, 2004).

S1a la vez recordamos que la población de la provincia se ha duplicado entre 1797 y 1838, podemos deducir varias conclusiones, que no son nuevas por otro lado. La primera conclusión es que la expansión de la demanda interna por lo menos se duplicó; la segunda es que el crecimiento del stock superó con creces esc aumento de la demanda interna; y tercero, este incremento por encima de la demanda

interna

tuvo como objetivo indudable la exportación. Y todavia en la década siguiente la aceleración del crecimiento sería mayor, llegando a 1,5 millones de unidades producidas en la campaña.

Esto habla de un

aprovechamiento de las condiciones tanto del medio ambiente como de la coyuntura que, si bien generaron una explotación extensiva, la misma estaba apoyada cn una racionalidad empresaria que algunos

autores rescatan (Amaral, 1998).'' La frontera abierta sobre la que se podía avanzar era la que permitia que ese crecimiento extensivo no se detuviera hasta tanto no se llegara al limite de las tierras aptas, línea que no estaba aún a la vista en el lapso que estudiamos.'* Por ello el acceso, si bien no era ilimitado, era relativamente fácil.'* En efecto, de acuerdo con normas escritas y consuetudinarias, existían numerosas formas para asentarse e iniciar

la explotación de una parcela, desde la simple ocupación hasta la ad-

quisición legalizada mediante escritura. Las costumbres dificultaban que se le negara a cualquier paisano cl derecho de asentarse en algún paraje y sembrar un pedazo de tierra para alimentar a su familia y apacentar

sus escasos animales,

como

lo destacaba

el funcionario

del

'! Este mismo criterio de racionalidad empresaria puede aplicarse a los agricultores o aquellos que combinaron

agricultura y ganadería (Djenderedjian,

2008) np

. : En ese sentido, el proceso fronterizo tiene algún, paralelo con el descripto

por Turner (1961) para Estados Unidos.

1% Esta expresión, o la de “oferta prácticamente ¡ilimitada de ticrras” ha generado que otros historiadores, publiquen varios artículos y Libros discutiéndola. Ver Azcuy Ameghino (1994). El mismo texto también en una recopilación del musmo autor (Azcuy Ameghmo, 2002)

gobierno Pedro Andrés Garcia, quien además alentaba la ocupación de todas las tierras del Estado y aún las de los propietarios particulares

que no las explotaran.'* Lo que hoy llamariamos ocupaciones ilegales se combinaban con posesiones permitidas, con permisos precarios,

con pobladores que, de paso, servían de testigos ante una eventual disputa por la propiedad de un terreno, con algún acuerdo de rec1-

procidad entre propietario y ocupante, o el arriendo, escrito o tácito, etc. A ello hay que agregarle ciertas normas usuales que otorgaban

derechos de pastura, de utilización de la leña de los montes, de las aguadas, etc. En muchos sentidos estas facilidades para la ocupación de una parcela se conjugaban perfectamente con la escasez de mano

de obra y con la consecuente necesidad de retener de algún modo

los brazos obtenidos. '* Pero este derecho consuetudinario, no escrito y basado en costum-

bres inveteradas será objeto de atención en el momento que la tierra pase a ser un bien necesario para el mantenimiento y acrecentamiento

del ganado, cuyos productos empezaban a ser codiciados en el mundo, y comience un proceso de apreciación de la misma.'* Si bien estos ocupantes fueron una preocupación constante —por la positiva o por la negativa— para los que se consideraban propietarios, fuc durante la decada de 1820 que se acrecentaron las medidas gubernamentales para establecer un criterio de propiedad absoluta basada en normas escritas. Era lo que el liberalismo dominante en el Estado de Buenos Aires, el de la “feliz experiencia”, proponia para ordenar a su modo las relaciones sociales en la campaña. La exigencia del contrato escrito '* Una selección de los textos de Garcia, en Gelman (1997) 1$ Gelman,

19984

El mismo autor reencuentra este tema en pleno rosismo y

en las estancias del gobernador, 1998h y 1999a '* A partir de la segunda década del siglo XIX el precio de la tierra y el del

ganado comienzan una escalada ascendente en forma más o menos paralela, pero hacia el final del periodo que estamos analizando, el precio del primero de los bienes citados supero al de los animales, que se estancó e mcluso decreció (Garavaglia, 2004)

para arrendar y de una papeleta de conchabo para moverse por la campaña era una de las consecuencias de tales necesidades, También

la ley de enfiteusis puede leerse en ese sentido; la declaración de propiedad por parte del Estado de toda la tierra que no tuvicra dueño o tuviera el antiguo estatus de rcalenga, y la proclamación de que el único modo de acceso a ella es a traves de un contrato con dicho Estado —que obligaba al usufructuario al pago de un canon— trataba de limitar entre otras muchas cosas ese relativamente fácil acceso. Pero esos intentos tuvmeron limitado exito

La enfiteusis generó una concentración de la tierra en pocas manos. Es decir, casi sin capital, un relativamente escaso número de personas obtuvicron la posesión de una inmensa cantidad de ticrra, sobre todo en los nuevos dominios al sur del río Salado. Al margen

de la especulación que generó,'” lo cierto es que la ocupación para hacerse efectiva requería de cabezas de ganado y de hombres que se instalaran

en esos

para la aventura

nuevos

territorios.

Era ese

el capital

necesario

el ganado, capital material, y la mano de obra, que

requería no sólo dincro o bicnes para pagarla sino además relaciones y otras asistencias que ofrecer.

De todos modos, como hemos demostrado en otros trabajos (Gelman y Santilli, 2006), el pequeño productor, trabajando muchas veces en tierras de su pertenencia, era algo más que común cn la campaña a lo largo de todo el periodo en análisis. Incluso a pesar de la alta concentración que generó la expansión sobre las tierras mdigenas.

Es que el problema fundamental era la mano de obra, o mejor dicho su acceso, la llave que explica muchas de las idas y vueltas de la economia y la política en el Río de la Plata. La relativa facilidad para

la posesión de tierras se contraponía a la dificultad para acceder a una fuerza de trabajo más allá de la propia. Es por ello que una buena parte del desarrollo se llevó adelante a partir del trabajo familiar. Las

dificultades para contar con ella estaban desde el inicio de la ocupación '7 El mejor análisis sobre la enfiteusis es el de Infesta (1993)

española: casi no había en estas tierras indios aptos para ser sometidos a encomienda o cualquier otra forma de explotación de la mano de obra.Y los intentos de traerlos desde otros espacios fracasaron.'*A ello

se debe el constante flujo de hombres y mujeres aptos para el trabajo sobre estas tierras, con un doble atractivo: la posibilidad de acceder

a una parcela o conseguir trabajo mejor remunerado que en su lugar de origen y en muchos casos una combinación de los dos Era este un objetivo descado por todos los migrantes, pero que no todos lograban, por cierto, ya que la pampa estaba lejos de ser el paraiso. 19 Si bien las posibilidades eran muchas, sobre la campaña porteña deambulaba una

multitud en esas condiciones. La demanda de trabajadores estaba en primera instancia cn las estancias, pero también los que ya se habian establecido podían requerir mano de obra, ya que en algunos casos habían conseguido acumular como para requerir tales servicios. Pero aquellos que no habían conseguido acumular ofrecían su excedente de mano de obra a los mismos demandantes. Es decir, una competencia

numerosa para obtener y utilizar de la mejor manera el recurso más escaso y necesario para elaborar un buen pasar, el trabajo humano. Es en ese sentido que podemos decir con José Mateo (2001) que el

paisano debía jugar con mucha astucia sus cartas lo mejor que podía, aplicando una estrategia que le permitiera optimizar sus resultados. Se ha comprobado ya que la combinación de trabajo dependiente en los establecimientos más grandes con la explotación familiar de una parcela a veces en el mismo territorio de la estancia, era una '£ La reducción de los indios Quilmes, trasladados desde los valles calchaquies persegula ese objetivo, acceder a fuerza de trabajo Pero parece que a lo largo de los 250 años que existió fueron muy escasos los momentos en que los vecinos de la crudad obtuvieron algún aporte laboral de los reducidos, ya que conseguían mantenerse con el producto de las tierras de la reducción. Ver Santilh (2008b), acerca de la historia y la desaparición de esta institución. "Al respecto, me remito a las narraciones de la época sobre la inseguridad, los

peligros que corrían los deambuladores, asi como a los innumerables trabajos sobre el tópico, desde Fradkin (2006b) a Salvatore (2003)

estrategia bastante extendida a fines de la coloma (Gelman,

Garavagha,

1998a;

19992) Nada autoriza a pensar que la etapa del incremen-

to migratorio, en las primeras décadas del siglo XIX, no tuviera las mismas características. Esta combinación era beneficiosa para ambas

partes ya que el pequeño productor se empleaba en las épocas de horas muertas en su terreno aplicando una estrategia que ya explicó Alexander Chayanoy (1974) para las primeras décadas del siglo XX en Rusia, aunque con un contenido mas relacionado con la autoexplotación que con la conveniencia

Asimismo, la estancia no contaba

con necesidades laborales para todo el año, por lo que las actividades independientes de sus capataces, jornaleros y peones la liberaban de pagar sueldos todo el año, Esta combinación se mantuvo durante todo el periodo en estudio. A la par que estas contrataciones de mano de obra libre, es decir mediante una retribución, convivían modos cocrcitivos de apropiarse

de fuerza de trabajo, menos exitosos de lo que se suponía hasta hace unos años. Ya nos hemos referido a los fracasos de los mmtentos de

reducir indios para tal objeto. Asimismo, según algunas teorías económicas la escasez relativa de trabajo y de la abundancia de tierras debía producir relaciones sociales coactivas; pero no fue esto lo que pasó en el Río de la Plata sino, por lo contrario, generó relaciones salariales con pago mayoritariamente monetario, a pesar de la crónica suficiencia de circulante.*” De todos modos hubo un incremento de la esclavitud hacia finales de la colonia, que seguramente no prosperó dado lo costoso de los esclavos aplicados a un sistema de trabajo que combinaba la escasez con una estacionalidad muy marcada.* Con posterioridad, cuando la economía ganadera permitió margenes mayores como para invertir en esclavos, la situación política mundial ya no fomentaba el comercio humano, además que la elte, imbuida de 1deas liberales, no lo habría convalidado abiertamente (Fradkin y Gelman, 2004). * Una discusión de la teoría en Gelman (1999). * El tema de la escasez, de la oferta y la demanda de mano de obra en el Río de la Plata fue motivo de una recordada polémica ventilada en el n” 2 del Anuario [EHS, allá por 1987

En la década de 1820 las necesidades de mano de obra se hicieron cada vez más imperiosas, dado el vuelco masivo a las actividades rurales, Aparecieron entonces, o se revitalizaron, las normativas sobre

vagos y malentretenidos que penaban la movilidad sin conchabo, a las que ya hemos hecho referencia. Intentos de penalizar las actividades independientes de los trabajadores se pueden encontrar, por ejemplo,

en los escritos del futuro gobernador Rosas (1992). Pero también se acrecentaron las posibilidades de tal autonomia en las nuevas tierras, por lo que el problema no se solucionó. Es más, se multiplicó la conflictividad en la campaña al aparecer un nuevo competidor por la fuerza de trabajo: el Estado necesitado de soldados para la guerra, con el Brasil primero y los conflictos derivados de la lucha facciosa después Estamos ante una economía que necesita hombres que se

muevan, pero que a su vez los estancieros intentan que se fijen como dependientes, por lo menos durante algún tiempo al año. También los migrantes intentan fijarse una vez obtenida una parcela más o menos permanente y más o menos independiente. Ninguna de las partes

tiene la posibilidad de imponer a las otras sus propios objetivos, por lo que la negociación termina siendo necesaria; y como se sabe, en toda negociación todos obtienen parte de lo que se planteaban pre-

viamente, pero ninguno queda totalmente satistecho, Parece ser la segunda mitad de la década de 1820 cl lapso en que se midieron estas fuerzas en pugna, y se dirimieron los conflictos que

acarreaba la imposición de los diferenciados objetivos de cada fuerza.

Como dijimos ninguna pudo imponer a la otra totalmente sus propósitos. Ni los estancieros pudieron obtener con total sumisión la mano de obra que necesitaban, ru la infinidad de sujetos que pululaban en la campaña pudieron convertirse en pequeños productores independientes, ni el Estado pudo obtener todos los soldados que necesitaba; el empate impuso la negociación, Hacia el final de nuestro periodo las dificultades para acceder a

fuerza de trabajo por parte de los estancieros persistían, habiendo

fracasado otros medios alternativos, más o menos cocrcitivos, para conseguirla, Hasta el mismo gobernador, el paradigma de los estancieros, se vela precisado a lidiar con los jornaleros (Gelman,

1998b

y 1999). La competencia con las necesidades de reclutamiento del Ejército es percibida por los actores, tanto los estancieros como los peones, que aprovechan esa situación para cambiar de espacio conti-

nuamente, desde el conchabo en tareas rurales a la participación en las batallas por la Federación, y viceversa (Salvatore, 1992 y 2003). Esto obligaba a mantener los salarios a un nivel relativamente alto.

Hemos podido comprobar que con ese nivel de salarios en la decada de 1830 y dado el rendimiento del capital poscido por muchos capitalistas alcanzados por la Contribución Directa, una gran parte de ellos debía estar combinando ambas actividades ante lo exiguo de sus bienes. De todos modos, tambien con la misma fuente se puede colegir que a pesar de todos los presagios, la supervivencia en forma más o menos independiente como pequeño productor todavía era

posible (Gelman y Santilli, 2006) Se perfilan entonces en nuestro estudio tres actores sobre el escenario rural que acabamos de describir. Unos scrían los dueños de los

bicnes de capital necesarios para el desarrollo de esta economía, la elite ahora devenida ganadera. El segundo los pequeños productores, los campesinos que habitaban la campaña desde hace ya muchos años y que provean a la ciudad de alimentos, sector que crecía numéricamente por el aporte de las migraciones Y el tercero, el precoz Estado,

al decir de Tulio Halperín Donghi (1992), desarrollándose desde por lo menos las reformas borbónicas y que se consolidaba a partir de la etapa conocida como “feliz experiencia”, Vayamos por partes. Las notorias modificaciones. La elite porteña

Ahora bien, como ya hemos dicho, la elite se vio impelida por las circunstancias a modificar sus patrones de inversión. Si hasta fines de la colonia su principal modo de obtener beneficios era el comercio,

tanto internacional como la atención de las plazas interiores hasta el Potosi, en una fecha que los investigadores estiman no anterior a 1820 comienzan a invertir en la actividad rural. Hace ya tiempo

demostraba Tulio Halpcrin Donghi (1963) que la mudanza al campo, aunque nunca total, comienza cn la década de 1820. Se podria datar en la fundación de Dolores en 1817 el puntapié inicial para que los hacendados se establezcan más al sur del Salado, a la sazón frontera con los indigenas, como el acta de nacimiento del proceso que convertiría a la elite porteña en una de las clases terratenientes más opulentas

del mundo (Halperín Donghi, 1992). En el mismo sentido se define Roy Hora, estudiando las inversiones de quienes serían el modelo de

terrateniente de la pampa, los Anchorena. Las inversiones en ticrras de

los hermanos, Juan José, Nicolás y Tomás se sitúan todas en la decada de 1820, cuando construyen su emporio ganadero (Hora, 2005).

En trabajos efectuados en colaboración con Jorge Gelman, hemos demostrado que ciertamente la década de 1820 debe haber sido la etapa de masivas inversiones rurales de la elite comercial de Buenos Aires. En 1839, del capital sujeto a impuestos de la provincia, 53% estaba invertido en actividades rurales: 33% de todos los capitales incluyendo los urbanos— correspondían al ganado, y 20% a la tierra,

incluyendo a la otorgada en enfiteusis (Gelman y Santilli, 2006: 141). Ello nos hace concluir que hacia esa época la elite porteña ya había concluido su viraje hacia la tierra, la actividad económica más dimámica de la provincia, aunque nunca habia abandonado sus intereses urbanos. Pero, además, podemos decir que su pasaje al ruralismo ha sido una cuestión de supervivencia. La comparación de un listado de ricos comerciantes de 1813 con nuestros listados de 1839, originados ambos en las necesidades recaudatorias del Estado, nos permite comprobar que la mayoría de los incluidos en el primero habian desaparecido del segundo o habian perdido importancia 7 Hemos buscado ademas a sus herederos

2 Sólo habían mantenido

una posición importante en el ranking de capitalistas, aquellos que habían trasladado una buena parte de sus inversiones al campo. Por

ejemplo, Sáenz Valiente había multiplicado por doce su fortuna, por diez Ortiz Basualdo y por veinte Jose María Carreras y sus herederos. Pero lo que es más sintomático es que cl capital comercial de aquellos que pervivieron sólo representaba

1,7% del total de sus inversiones

en 1839. Sí mantenían una porción importante de en propiedades urbanas, que llegaba a 51%, El resto, 47% eran inversiones rurales

(Gelman y Santill1, 2006.152). Sin embargo, el capital comercial ascendía a un importante 10%

del total provincial, o 17,5% si tenemos cn cuenta sólo el urbano. ¿Quiénes cran los posecdores de ese alto porcentaje? Un estudio de los individuos y de las sociedades que aparecen en nuestros listados de Contribución Directa nos muestra que de los nueve comerciantes más ricos, sicte eran de origen anglosajón, a juzgar por sus apellidos, Ocho de ellos dedicaban su capital de modo preponderante al comercio y de ellos cinco eran exclusivamente comerciantes y ni siquiera tenian propiedades urbanas. De ello concluimos que el gran comercio, el comercio internacional, estaba aún en manos de ingleses, o norteamericanos, o de sus descendientes ?* De manera que puede decirse que la pérdida del monopolio del comercio externo, ahora en manos de los ingleses o norteamericanos,

empujó a la elite a virar su principal objeto de inversión

Claro que

si en el comercio internacional encontraban dificultades, el negocio rural era la alternativa porque existia una demanda de productos agropecuarios en el mercado internacional, la que se acentúa a partir de la revolución industrial. Pero no sólo en el mercado internacional; el polo consumidor que era la ciudad de Buenos Aires no debe ser minimizado. Es decir que en segundo lugar, al margen de la crisis suE Bunge,

Huntz, Atkinson, Plower, etc. son algunos de los apellidos encontrados

(Gelman y Santilh, 2006 147) Estudios previos insinuaban que el comercio mgles se habia retirado de Buenos Aires para csa época. Ver Brown (1976)

frida en el sector mercantil, la posibilidad de inversión en el campo se presentaba como rentable, aun a mediano plazo. Por último, pero no

menos importante, hacia 1826 sc agregó a las razones anteriormente explicitadas, la incertidumbre que generó la inconvertibilidad del papel moneda y la consecuente inflación. En ese contexto, los bienes rurales, tanto tierra como ganado, mantenían medianamente su precio y evitaban la pérdida por inflación a la que se exponian manteniendo su capital en papel moneda. ¿Dónde invertian? Según el registro de la Contribución Directa de

1839, nuestro mejor rmrador para el análisis de la distribución regional y personal de la riqueza de la campaña cn la primera mitad del siglo, aquellos que posctan un capital mayor a 160.000 pesos papel - suma que hemos considerado como umbral para situar al contribuyente entre la elite económica del periodo—, distribuían geográficamente su capital de la siguiente forma: Cuadro 1 - Inversiones de la élite por zona - 1839

Sur 11

Categoría $ mas de $ 320 mil

Categorta ? mas de $ 160 mil

Cant 14

Monto — 8681000

Promedio 620071

Cant 39

Monto 8066150

Promedio 229901

Cant 53

Monto 17647150

Promedio 332965

5

3709000

741800

18

3931335 1130000

218408 226000

23 5

7640335 1130000

332188 226000

6

1377300

229550

6

1377300

229550

2

717700 13107700

358850

l

207000 15611785

207000

3 90

924700 28719485

308233

Sur | Cercamas Norte Ocste Total

24

69

Total

Estos noventa integrantes de la elrte con mversiones en la campaña concentraban sus inversiones en el espacio más nuevo de la misma, aquella ganada al indio a partir de 1820, el Sur 11, En porcentajes, cas 60% de estos noventa contribuyentes y mas de 60% de su capital

estaba invertido al sur del Salado. Además, varias de las que figuraban dentro de Sur I, Oeste o Norte, podrían ser consideradas tierras nuevas, ya que se trata de regiones fronterizas como Lobos y Monte,

o Rojas y Salto (15 de los 23 capitalistas eran de esos partidos), es decir podrían ser tierras que no estaban bajo control del virrcinato antes de 1810.

¿Qué quiere decir esta comprobación? Que las inversiones más importantes se están haciendo siguiendo la línca de la expansión de la frontera, en tierras nuevas. Y esto es así por varias razones, algunas de carácter eminentemente práctico, como que se trata de inmensidados especialmente aptas por su magnitud para el desarrollo de una ganaderia de tipo extensiva, las que, una vez expulsados los indios, no tenían dueño ni ocupante alguno, simplemente eran del Estado que las ponía en enfiteusis, Además, aunque tal vez este sea un problema de unos años después, el agotamiento que mostraban las tierras al norte del Salado hacia que el rendimiento por hectárea sea muy bajo, al punto de hacer poco rentable el negocio (Garavaglia, 1998). Por cello era conveniente probar con nuevos suclos, aunque la calidad de los pastos no fuera la adecuada inmediatamente, Todo facil, excesivamente fácil. Pero si estas eran sus ventajas había otros inconvenientes de mayor peso que aquéllas, que se desprenden de la misma situación; precisamente su peligrosidad por la cercanía de los ind1os. El capital invertido bajo la forma de ganado, el más preciado, corría el peligro de ser arrebatado por aquellos. De allí los ingentes esfuerzos del Estado a través del ejército o de sus negociadores, así como de los hacendados por asegurarse la paz y la tranquilidad en esta nueva zona. Este cra el principal problema y el que insumía los mayores esfuerzos de estos aventureros (Ratto, 2003). Pero si esta razón práctica tenía pros y contras, ¿por qué no utilizar las tierras más cercanas, que tenían otras ventajas no menores? Por ejemplo, la distancia con cl puerto, que permitía bajar los costos de flete, uno de los de mayor peso al momento de evaluar la ren-

tabilidad del negocio.” Como ya dijimos, en el momento en que * Burgin (1975 162), demuestra que la mcidencia del Flete en cl trigo destinado a Buenos Árres es cas siete veces mayor que el de los cueros. Se nos podra indicar, con razón, que el ganado en pic no necesita flete en carrctas para ser trasladado, pero si la distancia al puerto es menor, también el costo del arrco es

el oriente entrerriano hará su despegue, unos años después, las tierras cercanas a la ciudad cabecera, Concepción del Uruguay, serán las utilizadas por los ganaderos para alimentar los saladeros enclavados en la costa (Schmit, 2004). Pero esto no pasa en Buenos Arres, donde el desarrollo superlativo de la ganadería se dara al sur del Salado. La cuestión podía ser que las tierras al sur del Salado estaban vacias de “pobladores”, la molesta “polilla de los campos”. Si bien los indigenas ocupaban y transitaban por ellas, la legislación vigente no les reconocía derecho alguno sobre las mismas. Sin embargo, el Estado se vela precisado a aceptar la capacidad militar de los indros y a negociar con ellos, teniendo en cuenta ese poder armado. Una

vez “convencidos” que debían marcharse, no habia otros sujetos de derecho con los que discutir. En cambio, al norte del Salado, los antiguos derechos de los habitantes impedían o dificultaban esa misma implantación. Derechos como cl de uso de la aguada y de los montes, la imposibilidad de negar la utilización de un fragmento de tierra para plantar lo necesario para la supervivencia familrar, la ocupación permitida o no, el arrendamiento, etc., dificultaban la libre dispostción de la tierra al norte del Salado.? Además, estas tierras estaban destinadas desde antaño para el abastecimiento de la ciudad, situación que se fue convirtiendo en decisiva con el crecimiento de la ciudad portuaria. Enviar la producción de cercales y hortalizas a más de 200 Km, habría encarecido esos productos al doble, en razón del costo de

los fletes terrestres (Burgin, 1975:162). Esto sin tener en cuenta las motivaciones políticas que aconsejaban a más de uno de los actores con ambiciones de poder a congraciarse, o al menos mantener los buenos términos, con los pequenos productores que eran principalmente los menor. Asimismo, en el caso de trasladar el ganado en pre, es necesario vender o contratar el matadero para la obtención del cuero para exportar, '% Las evaluaciones acerca del derecho de propiedad en la época y sus conse-

cuencias sociales pueden verse en Fradkin (1997) y Gelman (2005)

abastecedores de la ciudad.**Todas estas cuestiones se ven reflejadas en los inconvenientes que tenían los miembros de la elite para apropiarse

de tierras al norte del Salado, que por algunas razones habían sido prometidas o entregadas a la producción de los pobladores, al punto que debían recurrir a la justicia para expulsarlos, generando juicios que duraron decadas y que muchas veces beneficiaron a los ocupantes

(Banzato y Valencia, 2004).”” Pero también hay que reconocer que en las estancias alejadas de la ciudad se hacia agricultura en condiciones diferentes a las ricas tierras

cercanas a los rios de la Plata o Parana. El objetivo de esa producción era el consumo propio y el abastecimiento de los pueblos que comenzaban a crecer cn la campaña, tales como San Nicolás o Chascomús. Investigaciones recientes indican que esto suponía una adecuación de técnicas agrarias que hasta ahora pasaron inadvertidas para la historiografía tradicional, que supone que la agricultura recién se “moderniza”

en el último tercio del siglo (Djenderedjian, 2008). De modo que si consideramos que la elite rural de 1839 era aquella cuyos integrantes poselan un capital mayor a 160.000 pesos, podemos afirmar que su implantación en el campo se ha producido mayormente al sur del Salado Ese corrimiento se ha realizado aprovechando las ven-

tajas comparativas de la región con respecto a la antigua campaña, pero también para evitar los inconvenientes que generaban las incursiones

en esta última. Desplazar antiguos pobladores, dedicar las superficies a la monoproducción para el mercado externo, mcrementar el desgaste del suelo, etc., eran los obstáculos al norte del Salado. Los pequeños productores

¿Como afecta todo este proceso a los antiguos pobladores de la campaña? Definimos como

antiguos aquellos que ya estaban implan-

'* Sobre el funcionamiento de los mercados porteños, ver Gelman (1993b), Garavaglia (1991 y 1994), Todavía no hay trabajos nuevos sobre este tópico, "Ver también Azcuy Ameghino (2002), aunque su lectura es otra que la que estamos mnsinuando aquí

tados al momento de la revolución, cuyos antecesores habian llegado durante el siglo XVII o tal vez antes, radicados en partidos de antiguo

asentamiento como San Nicolás (Cancdo, 2000) o Quilmes (Santilli, 2000), pero también de más reciente poblamiento como Lobos (Mateo, 2001). Recordemos

algunas precisiones

Los antiguos pobladores de la

campaña se dedicaban indistinta, conjunta o alternativamente a la ganadería y la agricultura en pequeña escala, Se trata de los pastores y

labradores que describ1ó Garavaglia (1999a) y que en nuestros trabajos designamos como campesinos, basándonos en la utilización de la mano de obra familíar.** Excedentes de su producción cran comercializados directamente o, en mayor medida, a través de los diversos mecanismos que el capital mercantil utilizaba para apropiarse de la producción campesina (Chiaramonte, 1991). Esto no implicaba la inexistencia de diferenciaciones internas en cada comunidad, en cada partido; en una

palabra, cada una de las jurisdicciones que se 1ban creando generaba una seric de notables propias de la misma, que convivían con algunas grandes estancias propiedad de miembros de la elite de Buenos Aires o de organizaciones eclesiásticas. Algunas de ellas con mayor diferenciación que otras. Tenemos donde

un importante

sector

el caso bastante bien estudiado de Luján, adquiere

un

peso político importante

a

través del Cabildo local (Marquiegu:, 1990). O el ya citado San Nicolás, donde además se produjeron casos de evidente ascenso social cuyo

corolario fue el blanqueo social de la tez de los ascendidos (Canedo, 2000). Otro ejemplo es Lobos, donde la relativa facilidad de acceso a la tierra y su nueva colonización ha generado una comunidad más

democrática que las más antiguas (Mateo, 2001) Simplificando, en los censos anteriores a 1810 se dibujaba una

compleja sociedad donde se destacaban algunas grandes estancias pertenecientes a la elite porteña o a instituciones eclesiásticas, junto * Sobre la discusión acerca de la utilizacion del concepto campesino, ver Santilli (20084)

a un sector de notables de cada partido, con presencia física cn el mismo, muchas veces labradores, hacendados o comerciantes —tareas a veces combinadas en una misma persona—, y una multitud de pequeñas unidades censales que hacían sus actividades en pequeña escala, ofrecian su fuerza de trabajo en sus tiempos muertos y mantenían una convivencia de utilidad recíproca con sus empleadores, las

grandes estancias o los medianos productores. Ello en un clima de constante movilidad horizontal, como hemos visto más arriba, que se fundamentaba en la competencia por la mano de obra y también cn la posibilidad siempre presente de obtener una pequeña parecla para subvenir a sus necesidades. El aumento demográfico de la ciudad hizo que estos pequeños productores, la inmensa mayoría y el principal aporte al abastecimiento citadino, paulatinamente convirtieran a la producción para el mercado en su actividad más importante, En efecto, los campesinos que producían primordialmente para autoabastecerse y vender algunos productos que no producían, fueron deviniendo en productores que ponían en primer lugar la claboración de frutos que pudicran colocarse en el mercado urbano, sin dejar de utilizar la mano de obra familiar

como principal fuerza de trabajo. Si el intenso laboreo de la tierra en San Isidro tenía desde hacia muchos años destino en el abastecimiento de la ciudad (Garavaglia, 1993), pero para los primeros años del siglo XIX se agregan los labradores de Lobos (Matco, 2001), de la Guardia de Lujan (Andreucci, 1999) y de San José de Flores (Ciliberto, 1999), entre otros,

La acción del precoz Estado

Pero, ¿cómo se manejaba el tercer actor con identidad propia, cl Estado? Los dirigentes habian tomado conciencia desde hacía ya muchos años que eran las necesidades de la ciudad las que marcaban cel

ritmo de la producción de su inmediato hinterland. Así, mientras que la fundación de la ciudad Garay había destinado las tierras al norte de la

misma para la agricultura y las del sur para ganadería, esa decisión fue revisada, claro que después de doscientos años, no bien producida la revolución. En efecto, tan temprano como el 20 de junio de 1811, la

“Junta Provisional Gubernativa del Rio de la Plata a nombre del Señor Don Fernando Séptimo”, mandaba que se “retiren todos los animales que hubiese en las chacras situadas” entre el Puente de Márquez y el Pantano grande,” salvo los necesarios para la agricultura, las vacas lecheras y los caballos para tahonas, los que deberán ser cuidados

durante el día por pastores y cerrados durante la noche

El objetivo

era liberar las tierras para cultivos y no permitir que animales sueltos

arruinaran las sementceras. Pero la reiteración de la legislación unos seis años más tarde indica claramente que estas determinaciones no fueron cumplidas. En efecto, el 13 de mayo de 1817 el Gobernador Intendente de la Provincia de Buenos Aires, Manuel Luis de Oliden, declara como de pan de llevar todas las ticrras “hasta scis leguas en circunferencia al Puente de Barracas”, * Estas medidas con seguridad respondían a irregularidades en el aprovisionamiento de alimentos.Ya con anterioridad a 1810 podemos encontrar testimonios

de los inconvenientes que tenía el Cabildo

para asegurarse la provisión de granos para la ciudad. En 1809, este organismo pidió a los alcaldes de hermandad de varios partidos de la campaña que informaran sobre la cantidad de trigo en existencia en su jurisdicción, incluyendo el nombre del poseedor. El informe del alcalde de Quilmes, que aquí nos ocupa, viene a demostrar que los cultivos, dada la magnitud de las existencias y la de los poseedores, se destinaban al consumo de la ciudad.** Es decrr, el cultivo de trigo % No nos queda claro dónde se situaba el Pantano Grande, aunque suponemos

que era la continuación de la /ona anegadiza que se denominaba cañada de Gaete en cl entonces partido de Quilmes; en todo caso, los damnificados, los

criadores de ganado, lo crtaban como antecedente, pero en 1818 1% Ambos decretos en Archivo Histórico de la Provimcia de Buenos Aires (en adelante AHPBA) C13A1 4-7 n” 29. " AHPBA C13A1 5 n" 19

ya estaba extendido al sur de la ciudad, a pesar de que las normas aún no lo protegían explicitamente,

Lo cierto es que el decreto destinando las tierras al sur del Riachuelo a la agricultura generó disputas, lo que coloca al Estado cn el contro, en el espacio donde se materializan las controversias. Un tiempo despues del decreto de Oliden, el 24 de octubre de 1818, encontramos una presentación de aproximadamente ochenta hacendados y labradores de los partidos de Quilmes y San Vicente para que se derogue

esta norma.

Alegaban que su cumplimiento

significaba

mover sus familias a tierras más al sur juntamente con el ganado, con el consiguiente perjuicio para sus propios sembrados, ya que cllos se dedicaban “tanto a la cría de ganados cuanto al cultivo y sementeras de granos”. Además indicaban que “es bien sabido que no hay terrenos baldios y despoblados desde el otro lado del Riachuelo de los Navtos hasta tocar con las mismas tolderias de los indios pampas al otro lado del Salado” y que los propietarios no les permitirían establecerse en ellos m1 arrendando, ya que los explotaban ellos mismos. * Estos jugosos parrafos nos muestran la polivalencia de las explotaciones, ya que criaban y cultivaban simultaneamente, También hablan de la distribución de la propiedad y del grado de explotación de las

tierras al norte del Salado, lo que por supuesto está exagerado para apoyar sus argumentos. De todos modos, podemos otorgar algún crédito a sus palabras y juzgar que la tierra ya no era tan abundante como unos años atrás, como efecto de la expansión ganadera y el crecimiento del mercado urbano, hechos que tenemos suficientemente probados; debían moverse más allá del Salado, como decían ellos. Y esto es lo que en el fondo estamos tratando de demostrar; que la ganadería a gran escala deberá mudarse al sur del Salado, porque las líncas de fuerza estaban en contra del mantenimiento de la misma cn las cercanías, Estas son en primer lugar las necesidades de abastec-

imiento de la ciudad a buen precio, la resistencia que apoyada en esos ” Ibidem

argumentos podían hacer los propios campesinos —ahora devenidos principalmente agricultores— y por último, pero no menos importante, las necesidades políticas de la elite, en busca de legitimarse en el poder, ” Pero lcamos algo más de la fuente. A más de otras apreciaciones que hoy podrían considerarse politicamente incorrectas, como decir

que se van a ver precisados a “andar como judios errantes, perseguidos y arrojados de todas partes”, o la amenaza velada de dejar la milicia en caso de mudanza, hactan notar que los habitantes de Buenos Aires “hemos sufrido y sufrimos drartamente una general penuria de carne y no de

pan; que estas estancias inmediatas de ambos partidos [Quilmes y San Vicente] que representamos y sus campos adyacentes se han llamado con mucho _fundamento estancias de provisióny sus campos adyacentes a las orillas del Riachuelo el descanso de las haciendas”. Es indudable la alusión en este

fragmento a la sonada cuestión del abastecimiento de carne a la ciudad, en la que se enfrentaron los saladeros y los abastecedores, conflicto que ocupó todo el año 1817 y parte del siguiente (Halperin Donghn, 1963; Montoya, 1956; Giberti, 1986; Garavaglia, 1994), crisis sobre la cual en realidad se montaban, tratando de obtener una resolución

favorable. No encontramos en este legajo ninguna respuesta del Superior Gobierno, más allá de la toma de conocimiento. Al mismo tiempo se produce la repartición de las tierras de la

antigua reducción de los indios Quilmes, disuelta en 1812 por el Primer Triunvirato (Santalli, 2008b). Los terrenos se dividieron en solares de 50 varas de lado, conformado el pucblo a orillas del río de

la Plata, y una 7ona más alejada de la costa donde las parcelas cran de 450 varas de lado, destinadas a chacras según el plano levantado en su momento, donde se consignan '% No es este el de la política en campaña, puede % Plano de los

los beneficiarios de las suertes.**

lugar para ocuparse de la cuestión política. Sobre los efectos la sociedad rural de Quilmes, y por extensión del resto de la verse uno de mas trabajos (Santilh, 2007). terrenos de los Quilmes mandado levantar por orden del Sr

Gobernador Intendente Don Manuel Oliden al Comisionado Juez Comisario

No hemos podido encontrar el decreto que otorgó las tierras, pero deducimos que fueron donadas porque las testamentarias de algunos

beneficiarios así lo citan. Veinte días despues de la queja de los ganaderos se produce la denuncia de uno de los agricultores, una mujer beneficiaria de esa

distribución, Marcela Huertas, *? acerca de que los ganados de Juan Rincón y de Tiburcio Correa —uno de los activos impulsores de la petición reseñada más arriba—, habían invadido sus sementeras destruyéndolas, * hecho que no era más que la rerteración del que

unos días antes habia perjudicado los cultivos de José Ferrari, en ese momento Alcalde de la Hermandad. La autoridad termina reafirmando los decretos de prohibición, argumentando que “el preferente interés en el l fomento, extensión y protección de la agricultura insta imperantemente por medidas que pomiéendola a cubierto

de perjuicios semejantes a los que reclaman varios de estos labradores [los que

habían recibido suertes para chacras en el Partido de Quilmes], puedan progresar al abrigo de un celo empeñado en remover todo cuanto pueda causar desaliento en los que se dedican a ocupación productiva de tantos y grandes brenes a todo pais, pero con particularidad al nuestro” 37 Como se ve, toda

una declaración que trasunta aquello que venimos afirmando. Con posterioridad, otra parcelación de tierras con el mismo crite-

rio se produjo en parte de lo que se denominaba Estanzuela del Estado,

hoy Lomas de Zamora, siempre dentro del Partido de Quilmes. A de Policía Don Felipe Robles y Agrimensor de Proyecto Francisco Mesura en

marzo de 1818 en AGN I-223 * | a denunciante habría sido beneficiaria con un solar de 50 varas de lado, Ella confirma ese dato, pero parece haber recibido una suerte de chacra de 450 varas A]

margen de esta discusión, Marcela

Huerta se declara vecina de la ciu-

dad y de Quilmes, pero también dice tener un “medianero” en la chacra, José

García. Una muestra mas de la complejidad de las relaciones en la campaña de Bucnos Aires 27 Es notorio en los discursos de las autoridades, de los beneficiarios y de los

perjudicados, un espiritu de epoca, que ha valorizado la agricultura de manera de colocarla como la actividad que tracrá “progreso” al país

petición de antiguos pobladores establecidos, el gobierno de Martin Rodriguez otorgó en abril de

1821 un terreno que pertenecía al Estado

y que fue parcelado en treinta chacras de cuatro cuadras de lado. * Esto regularizo la situación de aquellos que ya estaban en posesión de terrenos en el lugar, como había pasado tres años antes con los terrenos de la reducción

Sin embargo,

18 de las parcelas fueron otorgadas a

Tomás Grigera, el famoso alcalde de las quintas de la asonada del 5 y 6 de abril de 1811, y sus descendientes, quienes no figuraban en ningún registro previo en el partido. Tomás era el autor, como ya sabemos, de un manual de agricultura que había sido publicado en 1819, por lo que no es muy dificil

deducir cuál fue el destino de esas tierras (Grigera, 1819). Asimismo, todos los testimonios posteriores que conocemos

(censos, listados,

archivos parroquiales), nos permiten confirmar que la mayoría de los beneficiarios se radicaron en esas parcelas. Por último, con el padrón de 1838 y con censos relacionados con la Contribución Directa, pudimos establecer la actividad casi exclusivamente

agricola

de las chacras de Lomas de Zamora, así como su preferencia por el abastecimiento de la ciudad. En efecto, la cantidad de habitantes por unidad censal, la casi inexistencia de ganado vacuno, la denominación de las parcelas y la permanencia de los primitivos beneficiarios, nos permiten establecer que las chacras producían para la venta en el

mercado de Buenos Aires, como una verdadera colonia de pequeños productores (Santilli, 2001). Algo parecido ha pasado con los terrenos de la ex reducción, cuya superficie total era de una suerte de estancia —alrededor de 2.000 has.

, parcela que cn el siglo XVIII mantenía a menos de 200

individuos que vivían en comunidad. Entonces la población se encontraba estancada desde hacía casi un siglo, lo que prueba lo exiguo “Ver los detalles de la donación en las mensuras del partido de Lomas de Za mora que se encuentran en al Archivo Historico de Geodesia de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, en especial las N* 1, 16, 21, ete

de la extensión utilizada. Sin embargo, una vez “liberada” la tierra, se dividió, como vimos, en setenta y seis suertes de chacras de cuatro

cuadras de lado (450 varas), que termmó albergando muchos más individuos, a tal punto que el censo de 1838 cuenta, sólo en la zona

de chacras, con 616 pobladores * Queremos rescatar entonces los cambios que debieron producirse en las formas de producción, en las técnicas empleadas, como para que un territorio que durante los últimos cien años de la reducción no podía incrementar su productividad y por ende mantener a más personas, podía ahora multiplicar

por más de tres esa capacidad.* Veamos quiénes eran estos beneficiarios de la distribución. En el caso de la ex reducción se trataba en su gran mayoria de personajes que no figuraban en el censo levantado tres años antes: de los 248

adjudicatarios, sólo 63, 25%, ya estaban radicados en cl partido y en su mayoría se trataba de los indios integrantes de la reducción. El resto ha tenido por fuerza que ser de otras jurisdicciones. En el caso de la estanzucla, de los 30 beneficiarios, 18 como vimos eran miembros del clan Grigera, que no estaban en el partido en 1815.* De los restantes, podemos asegurar que uno o dos eran antiguos habitantes, mientras que sobre los demás nos quedan dudas aunque es muy probable que se trate de nuevos. 3% No estamos temendo en cuenta los más de 500 solares que conformaron el

pueblo, en los que vivían otros 274 individuos, pero que, por tratarse «de un zona sermurbanizada, podrían tener alguna actividad no relacionada directamente con la producción del suclo, como artesanos, fleteros, comerciantes, etc. Este cambio

tecnológico,

trabajos previos (Santill, 2001

que nosotros habíamos

imsmuado

en nuestros

y 2008a; Gelman y Santilli, 2006) es el argu-

mento principal cn que se apoya Julio Djenderedjian (2008), para demostrar

la pervivencia y aún el mcremento productivo de la agricultura cn la primera mitad del siglo XIX, época que según la historiografía tradicional había visto el deterioro de los cultivos hasta cas: desaparecer, en espera del retorno de la actividad en el ultimo tercio del siglo. En

1811, el alcalde de las quintas tenía su asentamiento en los suburbios de

la ciudad.

Si tenemos en cuenta que en ambos casos estas tierras han sido entregadas a título gratuito, podemos deducir que no ha hecho falta

capital para este menester, aporte nada despreciable sabiendo que la tierra en la zona, a diferencia del resto de la campaña, era cl com-

ponente principal de la inversión (Gelman y Santilli, 2006). Por lo tanto, pudieron incrementarse

los otros rubros necesarios con menos

dificultades, a saber, animales de trabajo, herramientas y utensilios para la actividad agrícola, y mejoras en la parcela, como la construcción de cercos, la plantación de árboles, etc. Indudablemente era necesaria una inversión, aunque minima, tal vez con alguna utilización comunitaria de algunos bienes. Otra experiencia también construida sobre la gratuidad de las ticrras en la misma jurisdicción, fue la colonia escocesa de Santa Catalina, en la actual zona limitrofe entre los partidos de Lomas de Zamora y Esteban Echeverria. Pero debido a cuestiones económicas y políticas, además de problemas de arraigo o de divergencias tecnológicas, la instalación fracaso y las tierras pasaron a manos privadas de algunos de los colonos (De Paula y Gutiérrez, 1969). Estos casos no hacen más que delinear dos lineas convergentes en la razón y en la acción de Buenos Ares Una es la necesidad de la que se hace cargo el nuevo Estado como antes lo habta hecho el Cabildo—, de proveer al abastecimiento de Buenos Aires y la consecuente preocupación por la generación de una producción agrícola que las doctrinas en boga a principios del siglo XIX consideraban el motor

del progreso y del bienestar para todos. La otra es la de los pequeños productores de Buenos Aires, cuyo escaso capital no les permitia dedicarse a la ganadería, el sector más dinámico de la ctapa abierta

luego de 1810. Sin embargo, su fuerza de trabajo familiar con alguna escasa inversión adicional posibilitaba que se dedicaran a laborar para satisfacer a ese inmenso mercado que era la ciudad portuaria, además de aprovechar el alto costo de su único bien, la mano de obra. Y tercero, evidentemente la ganadería a gran escala se veía precisada

a alojarse más allá del Salado.

Esta preocupación de las autoridades por las tierras para agricultura pervivió más allá de los primeros

gobiernos

revolucionarios,

Tan lejano como el inicio del rosismo se puede colegir ese desvelo en la conformación de una “Comisión creada por superior decreto del 28/2/1831 para averiguar la extensión y situación de los terrenos de pan llevar de propiedad pública”. El resultado fue el informe que preparó el agrimensor Feliciano Chiclana al año siguiente,* en el que se hace un relevamiento

de las parcelas del Estado que

se utilizaban como chacras, en los partidos de Quilmes, San José de Flores, Morón, San Isidro y la zona de Palermo, muy cercana a la ciudad. Se destacan en el informe las variadas formas de acceso a la ticrra que cocxistían en Buenos Aires, desde la donación gu-

bernamental no documentada aún (Lomas de Zamora) a la simple ocupación (Bañado de Palermo), pasando por el arriendo (Flores) o el subarriendo (Morón y San Isidro), además de diversas combinaciones

entre

ellas

Sumamente

interesante

para

lo que

estamos

tratando de demostrar cs la descripción que Chiclana hace de los establecimientos del bañado de Palermo: [Que] tienen su origen de pobladores que ahora sesenta o más años se situaron en esos bañados y comenzaron a hacerlos productivos por un cultivo asiduo, mediante el que han 1do mejorando de condición hasta el día que se hallan poserdos por los actuales propietarios, a quienes han venido despues de repetidos dueños anteriores, así es que, considerando que en aquella época se daban en propiedad al hombre cultu ador e mdustrioso, no sólo los terrenos de esa clase, expuestos a las frecuentes incursiones de nuestro gran Río, sino aún otros fuera de ese peligro en la Provincia, el que suscribe cree que los actuales poseedores, de hecho son propietarios de esos terrenos bajos que han labrado y cultado a costa de los perjuicios que la naturaleza de ellos les ha ocasionado, y como sucesores en derechos a los primeros pobladores; y que esos terrenos ocupados por establecimientos importantes en el día, deben

* Archivo Histórico de Geodesia de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, mensura de Lomas de Zamora n” 29

ser el objeto de una medida general que el

Superror Gobierno renga a bien

adoptar en protección de la justicia de estos poseedores. 13

He aquí el elocuente discurso de la elite liberal-ilustrada de Bue-

nos Aires, cuyos propositos son expuestos claramente, Por un lado,

el firme convencimiento que el cultivo mejora la tierra, la hace más productiva. Por el otro, la idea de que el esfuerzo enaltece al hombre, alienta el progreso.Y la consecuente idea que cllo debe ser apoyado y premiado

por el Estado, como

padre prov idencial. El otorgamiento

de la propiedad no es mas entonces que la consecuencia lógica de este razonamiento Los informes de los técnicos consultados por los dife-rentes gobiernos al respecto insistían, desde Pedro Andrés Garcia en la decada de 1810 a Felipe Senillosa en la de 1830, en ese fomento y cn el otorgamiento de tierras en propiedad en donde ya estaban ocupadas por campesinos, y en otros pagos donde cra factible hacerlo,

Sin embargo está todavía presente, y lo estará por muchos años mas, el antiguo derecho que otorga la posesión y el aprovechamiento y mejoramiento de una parcela, Esto es todavía un fiel reflejo de la

filosofía de Antiguo Régimen, basado en tradiciones de muchisimo arraigo en la peninsula y que se han trasladado a América con la conquista.

En resumen, los campesinos de la campaña de Buenos Aires del siglo XVII han podido sobrevivir a la invasión de la elite en el espacio

que hasta ese momento era su ambito caso exclusivo. Conclusiones

Hemos hecho una breve o tal vez rauda recorrida, por la conformación económica de la campaña de Buenos Árres surgida de la revolución de mayo. Hemos visto las modificaciones que introdujo

el librecambio, quiénes fueron los beneficiarios y quiénes los perjudicados y cómo cada grupo, cada estrato, fue acomodando sus *% Ídem, fojas 3 y 4.

actividades a las exigencias de la situación y sus propias necesida-

des, haciendo un balance y poniendo en juego todas sus fuerzas en el intento de supervivencia, Ello generó cambios y continuidades, adecuaciones y desapariciones, junto con la aparición de nuevos actores,

Si la elite, desplazada del gran comercio internacional por la preponderancia de los mercaderes ingleses, se vio precisada a trasladar parte sus versiones, aquellas que ya no le rendían beneficios en el comercio, a la tierra, no sólo lo hizo por necesidad sino por consecuencia lógica de la lectura de las grandes líneas de la economia atlantica. El

olfato de Juan José Anchorena, tal vez la familia más identificada con todo este proceso, se hacía evidente cuando aconsejaba a su hermano Tomás para que invierta en bienes raices a principios de la decada

de 1820 (Hora, 2005). Muchos los siguieron en ese razonamiento. Pero otros los habían antecedido, como los primitivos habitantes de Dolores, que se habian instalado al sur del Salado incluso antes de la fundación del pueblo, en 1817 (Masciolr, 2004). La producción de cueros y otros productos ganaderos para el mercado externo conquistó un consenso prácticamente unánime cn la sociedad del litoral de la futura Argentina. Nadic se opuso a que la exportación de cueros suplantara a la plata de Potosí como moneda de

cambio para la obtención de productos importados producidos por la

pujante revolución industrial inglesa. La lucha de facciones desatada en la ejemplar provincia como consecuencia del nuevo intento de centralización no invocaba para nada la imposición de un nuevo modelo económico que variara esas condiciones. Lo único que parecía discutirse era el destino de las utilidades que producía la Aduana. Más tarde, los enfrentamientos ni siquiera ponían en duda esa preponderancia de Buenos Árres con respeto a las rentas del comercio externo. Era claro que, salvo para Corrientes que pugnaba por un cierto proteccionismo (Chiaramonte, 1991), la colocación de productos agropecuarios en el exterior era el motor de la economía y por lo tanto había que ponerle las menores cortapisas posibles.

Ante esa realidad

cra esperable

que las tierras más cercanas al

puerto fueran las más requeridas para la crianza del ganado vacuno,

Se supone que deberfamos encontrarnos con la apropiación de csas tierras por esta clite ahora devenida en rural, aunque nunca dejó su

carácter urbano. Máxime si pensamos que pasó a dominar todos los resortes del poder del Estado en ciernes, el de la Provincia de Buenos

Aires, directamente o a traves de sus aliados. Sus personajes más representativos tenían un escaño en la novisima Sala de Representantes, eran los ministros, los militares, etc. Pero no fue asi. Diversas razones concurrieron para que ello no ocurriera. Hemos hecho un recorrido por ellas. El inmenso mercado que cra Buenos Aires necesitaba alimentos que sólo podían producirse a precios convenientes en esas tierras de cercanías. Si bien una parte

de la agricultura se desplazó hacia el interior, al sur y al oeste del

Salado (Djenderedjian, 2008), la mayor parte se siguió obteniendo del inmediato suelo, tanto al norte como al sur y sobre todo al veste de la ciudad.Y ello a pesar de la competencia de las harinas y trigos importados, cuyo ingreso cra ahora relativamente más accesible, dada la profusa generación de divisas por la exportación.

Pero fue una tácita decisión racional de la el1te. Ante una clase baja urbana levantisca, al decir de Halperin Donghi, no era conveniente aumentar el precio de los granos por cultivarlos en territorios alejados, flete que seria más alto que en el caso del ganado. Por otro lado, las tierras de cercanias iban a exigir un esfuerzo adicional para desplazar a los pobladores que ya estaban instalado allí, mientras que las del sur del Salado sólo estaban ocupadas por indios, para lo cual bastaba con un ejército, ahora liberado de las guerras de independencia, o en todo caso unas cuotas minimas de los tremendos beneficios que se obtendrían.* * Nos referimos irónicamente a los razonamientos de la elite que llevaron a

la negociación con los indios del que tuc propulsor Rosas y que concluyó con la estrategia denominada negocio pacifico con los indios, que significaba la O

pl

y

Las pruebas de las dificultades que podía acarrcar desmejorar las condiciones de vida de los sectores subalternos de la zona rural, in-

cluyendo a pequeños productores y peones, fijos y migrantes, fue la exposición de un clima de inseguridad, de soterrada rebelión, que las élites, sobre todo los notables rurales, percibicron, es más sufricron, durante la segunda mitad de la decada de 1820 (Fradkin, 2006b,

González Bernaldo, 1987). En definitiva, para mantener a la plebe urbana aquietada se otorgaban beneficios a la plebe rural...

De modo que los campesmos obtuvieron una relativa ventaja que les permitió mantener su ubicación dentro de las zonas de antigua ocupación, aunque eso no bastaba para sobrevivir. Además, adecuaron bastante rápidamente algunas de las particularidades de su producción a las crecientes necesidades del mercado urbano. Es decir, reemplazaron la principal meta de su producción, la autosubsistencia, por

ta producción para el mercado, En cl caso de Quilmes, que estamos analizando, es notorio en las tierras de la antigua reducción, donde se estableció un grupo de pequeños productores que encontramos en la segunda mitad de la decada de 1830 ocupando en algunos casos dos o mas parcelas denominadas chacras, casi sin ganado y con una alta cantidad de pobladores por unidad. Mas aún en Lomas de Zamora, nuestro otro caso testigo, donde en parcelas del mismo tamaño se han radicado componentes de una misma familia, pero que conservaban,

a ojos del censista, cierta individualidad que les permitía discriminar capital, y en las que convivían un alto número de integrantes. En ambos casos no podemos deducir la relación de los individuos que

convivian con cl jefe de familia, pero dado cl promedio, entre ocho y diez personas, es fácil conjeturar que se trataba de mano de obra adicionada a la familiar Es evidente que estas posibilidades de supervivencia no sólo se

produjeron por razones económicas. Es decir, no bastan las condiciones entrega de equis cantidades de cabeza de ganado para el mantenimiento de los

mismos (Ratto, 1994)

económicas para reproducirlos, no se puede pensar que las necesidades del mercado urbano por sí solas podían lograr semejante resultado, Debemos tener en cuenta otras razones económicas, como la eterna escasez de mano de obra y lo complejo de la relación entre demanda y oferta de fuerza de trabajo. El hecho que hacía que el límite entre pequeño productor y peón especializado era una delicada línea que se cruzaba con un simple paso permitía una ida y vuelta continua en tal sentido. Pero también hay razones extraeconómicas para proveer a la super-

vivencia del sector. El acelerado aprendizaje político que los sectores subalternos hicicron desde la revolución asi lo posibilita. Las neccsidades de legitimación de la clite hicieron de los sectores subalternos en muchas oportunidades los árbitros de sus disputas, los convidados

a las fiestas de sus triunfos y por último a la fuerza de choque en la lucha facciosa (Di Meglio, 2006). Todo ello fue aprehendido por los sectores subalternos, y usado en consecuencia, La capacidad de negociación de estos sectores esta explicando su propia pervivencia, más allá de la mitad del siglo. De modo que la conflictividad social, aquella que se puede vishumbrar en la segunda mitad de la decada de 1820, no había desaparecido, Simplemente la “pax rosista” había logrado esconderla y disimularla, logrando que se exprese en otros ámbitos que no necesariamente eran los de la acción política, la rebelión armada o el malestar generalizado. En definitiva, a pesar de que las condiciones indicaban

que los

grandes beneficiarios de la nueva economía de Buenos Aires, aquellos que se encaramaban en la cúspide de la pirámide de la riqueza, eran los grandes ganaderos y propietarios u ocupantes de extensas porciones

del territorio de la provincia, a despecho de ellos mismos, los menos favorecidos, aquellos que “envuelven en la tierra una fanega o dos de trigo”* pudieron acomodarse a las nuevas condiciones tanto sociales, como políticas o económicas y, por lo menos, sobrevivir. Informe de Pedro Andrés Garcia, fechado en 1811, ct. en Gelman (1997

27).

Las formas de hacer la guerra en el litoral rioplatense

Raúl O Fradkin

Desde fines de 1818 las preocupaciones de Cornelio Saavedra, Delegado

Directorial para la Campaña

de Buenos Ares, estaban

concentradas en una amenaza que estimaba factible e inminente: que pudiera conformarse una coalición entre “anarquistas”, “indios .

y

153

»

at

»”

realistas”,

Sus temores

aumentaron

119

cuando

,



«-

se acrecentaron

.

las ya

reiteradas fugas de “prisioneros realistas” del presidio de Santa Elena y que encontraban refugio entre algunas tribus pampeanas. Más aún cuando le llegaron rumores de que, con el aporte de muchos desertores, amenazaban con transformarse en una montonera en la frontera sur y que una “expedición de Lima” de 4.000 hombres, que tendría apoyo indigena, se dirigía hacia ella.? Semejantes temores tenía Manuel Belgrano, quien consideraba imperioso dilucidar si en realidad los rebeldes santafesinos no eran “agentes de los Españoles” la verdad es que hasta ahora no han querido entrar por ningún partido, J que los promotores de la anarquía solo usan de la palabra porteños para conmover, concediendo toda especie de v1cros a los que los siguen, añada Y. que se han hallado en la división de los tales que atacaron a Bustos, muchas estampitas de Fernando, poniendo la banda a la Virgen de Atocha.* ' Un análisis detallado de esta situación en Fradkan y Ratto (2007)

* M

Belgrano a ] de San Martín, Ranchos, 13 de marzo de 1819 (Belgrano,

2001: 419).



Estos temores no eran nuevos: ya en 1816 las autoridades esperaron también una expedición de reconquista desde la península que fuera

simultánea a una incursión realista-indígena sobre la frontera que vendría a “vengar al Rey de España y a matar a los de Buenos Ayres y a los comandantes de las guardias a cautivarlos”.* O, al menos,

que se produjera una alianza entre “realistas” y “anarquistas”.* La primera alternativa fue un temor recurrente pero nunca se produjo. La segunda tampoco, aunque no fue escasa la colaboración que los “realistas” hallaron en diversas parcialidades de la Arauca-

nia y a través suyo en las pampas (Bechis, 2001; Villar y Jiménez,

2001 y 2003). Y la tercera no pasó de algunos fallidos intentos por “seducir” a Artigas. Sin embargo, recuperar estos temores permite restituir las al-

ternativas que los actores consideraban factibles y corroborar que los límites entre la “guerra de independencia” y la “guerra civil” eran mucho más borrosos y cambiantes para los actores que lo que después resulto para los storiadores, lo que sugiere que esa distinción resulta inadecuada para comprender la dinámica y el entrelazamiento de los antagonismos.? Tan borrosos cran que resulta extremadamente dificultoso hallar diferencias sustantivas en los modos de hacer la guerra entre los diferentes antagonistas: no los había ni en los métodos de

* Comandante José Pellegrini al Gobrerno, Lobos, 8 de mayo de 1816: Archivo General de la Nación (en adelante AGN) X-9-3 2 *M Belgrano a M Ulloa, Tucumán, 18 de octubre de 1816 (Belgrano, 2001: 300-301) * La necesidad de recuperar las perspectivas de los actores en este proceso que

dernó en las independencias de las colonias hispanoamericanas así como de considerar las alternativas que juzgaron posibles y su dinámica ha sido incorporada a los estudios más recientes de la crisis de 1808 pero puede extenderse a las coyunturas posteriores, Entre otros, ver los estudios reunidos por Teran y Serrano (2002), Chust y Serrano (2007) y por Piqueras (2008) en el número 229 de Historia Mexicana

reclutamiento, en las normas que regían a los cuerpos militares y milicianos o en la composición de las tropas.”

Aqui se intentará indagar una dimensión

menos explorada: el

empleo de la “guerra de recursos”, un modo de hacer la guerra que se desplegó con toda intensidad en el litoral rioplatense y que estaba cargado de dilemas e implicancias y era desarrollado por una gama muy variada de actores. Pero indagarlo supone la necesidad de despojarse de la maraña de mitologías en la que ha quedado sumergido, tanto por aquellas que la presentaron

como

la expresión de una

suerte de guerra popular protagonizada por los sectores rurales o las que pretendieron que fue “inventada” por Artigas, Gúcmes o Dorrego. Se trata, entonces, de situar esta forma de hacer la guerra en un contexto más preciso, identificar sus protagonistas y señalar sus implicancias politicas y sociales, cuestiones relevantes a la hora de discutir la naturaleza histórica del ciclo de guerras que desencadenó la revolución Ante todo, porque no fue una característica exclusiva de uno de los bandos ni de una forma especifica de organización armada.

l. Ganados, poblaciones y ejércitos La “guerra de recursos”en el litoral devino tras la primera expansión ganadera que tuvo como centros a la Banda Oriental y Entre Rios y, en menor medida, al sur de Santa Fe y al norte de Buenos Atres. Esa expansión se había desplegado en un contexto de limitada afirmación de los derechos de propiedad y de escasa capacidad de control de una población extremadamente movil y cuando irrumpió la guerra esos

* La incorporación de estas dimensiones de análisis ha sido uno de los resultados más fructíferos de la nueva historia militar para el estudio de las procesos

iberoamericanos de transición del orden colonial al independiente Ver, por ejemplo, Marchena y Chust (2008) y Castro-Izecksohn-Kraay (2004). El notable retraso de la historiogratia argentina al respecto puede advertirse consultando

el reciente balance de Di Meglo (2007)

recursos se estaban valorizando y transformando en cl principal rubro

de exportación (Garavaglia, 2004; Rosal y Schmit, 2004). Sabido es que la población del litoral estaba en franco crecimiento a fines de la colonia y todo indica que así se mantuvo a pesar de las confrontaciones. ' Si la población crecía, la recaudación de los diezmos lo hacía todavía a un ritmo mayor.* Pero su composición mostraba importantes diferencias: mientras en Buenos Aires y la Banda Oriental el diezmo de cuatropca significaban 27%

y 25%

de la recaudación

total, en Santa Fe y Entre Rios llegaba a 78,8% y en Corrientes a 72%.* Sin embargo, parece que en Corrientes estaba agotando sus

posibilidados.'” Registrar estas coyunturas cs importante. Por un lado, porque hace más comprensible la reticencia de la población correntina frente a la expedición que comandara Belgrano al Paraguay y sus notables dificultades para aprovisionarse, aunque fuera atribuida por el comandante al “poco patriotismo que hay entre esos vecinos” y al “ningún crédito que tiene nuestro Gobierno con ellos”.'' Por otro, porque permite entender que inicialmente fuera en la Banda Oriental y en Entre Rios donde se concentrara la lucha por los ganados, al punto que su apropiación parece haber sostenido el notable incremento del

* Por ejemplo, en Corrientes la tasa de crecimiento anual de la población fue del 3,3 entre 1814 y 1820 y del 3,2 entre 1820 y 1833 (Chiaramonte, 1991:61). * Entre los decenios de 1782/92 y 1793/1802 la incidencia de Buenos Arres y de la Banda Oriental en la recaudación se mantuvo estable, en torno a 51% y

30%, respectivamente; mientras que la de Corrientes decrecía de 9% a 5% y aumentaba la de Santa Fe /Entre Ríos de 9% a 14% ( Garavagha,

1987)

* Si Entre Rios (en rigor Paraná) summistraba 34% de los diezmos ganaderos santafesmos, 30% provema de Coronda y 35% de Los Arroyos. Agradezco estos

datos a Juan Carlos Garavaglia

"Hacia 1805 la recaudación correntina llegaba a su punto más bajo y el diezmo de cuatropea era hacia 1808/10 apenas 31% (Djenderedpan, 2004), '!* M. Belgrano a Ángel Fernandez Blanco, Tacuari, 5 de marzo de 1811, (Belgrano, 2001 105)

stock ganadero de Rio Grande do Sul.'? De este modo, no extraña que durante la segunda mitad de la década esa lucha se desplazara al sur santafesino. En contraste, en Buenos Aires la producción agricola

se mantuvo estable hasta fines de esa década (Garavaglia, 1999b:110) y su stock ganadero parece haberse triplicado entre

1810 y 1839,

Mientras tanto no pocos cambios acaecian, entre ellos el colapso de

la tenue recuperación de la cría de mulas en la frontera santafesino/ bonacrense y el desplazamiento de la cría de vacunos del norte al sur configurando dos fronteras bien diferentes: una al norte, estancada y otra, al sur, notablemente dinámica.'* No estamos en condiciones de estimar la demanda de ganado que suponía la movilización de los ejércitos pero podemos intentar algunas conjeturas. Para ello resulta preciso calcular primero la magnitud de las fuerzas movilizadas. La revolución organizó sus primeros ejércitos a partir de los 3 000 milicianos que quedaban movilizados hacia 1810 en Buenos Aires de los 8.000 de 1807 (Halperin Donghi, 1978b). Un año después contaba ya con 7.627 soldados enrolados (5.923 de infantería y 1.704 de caballería) y a mediados de 1815 —cuando el Ejército de los Andes recien comenzaba a organizarse— con 14,000

efectivos de linea Que el esfuerzo reclutador no había alcanzado sus límites lo indica que en 1817 sólo las fuerzas de infantería sumaban

13.743 efectivos. '* '* En Río Grande do Sul el tamaño medio de los rodeos había pasado de 1 176 cabezas entre 1790/1810 y alcanzaba 2.817 cabezas entre 1815/1825, un aumento de 140% atribuido a la apropiación sistemática de ganado de la campaña oriental (Ossorio, 2001) ' Canedo (1993), Garavaglia (1999), Tarragó (1993), Gelman y Santill (2004). % Los datos de 1811 en Gobierno Superior Provisional de las Provincias Unidas del Rio de la Plata, Instrucciones de los Comsarios de Guerra de las Provincias Unidas

del Río de la Plata, Buenos Aires, Imprenta de los Niños Expósitos, 1812 Los datos de 1815 de Carlos de Alvear, Relación de las fuerzas, Río de Janeiro, 27 de junio de 1815, Archivo Artigas (en adelante AA), Tomo XXX, pp. 7-10 y los de 1817 (Di Meglio, 2006:165-166)

¿Cuánto pesaba este esfuerzo sobre los 92,000 habitantes de Buenos Aires? No es facil calcularlo pero debe considerarse que en 1815

la jurisdicción tenía 6.600 efectivos de línca (4.650 de Infanteria, 900 de Artillería y 1.100 de Caballería), 4.000 milicianos en la ciudad y sus arrabales y, al menos, unos mil milicianos activos en la campaña, aunque podían movilizarse otros 4 000 Es decir, por lo menos, 1 1.000 hombres movilizados en su territorio cuando la población era de 92.000 habitantes, de ellos 12% aproximadamente. '*

Ademas estaban los ejércitos en operaciones fuera de la jurisdicción de Buenos Aires, que acrecentaban sus efectivos mientras marchaban alos frentes de lucha. Asi, la cxpedición al Paraguay, que se inició con

200 hombres, llegó a contar con 2.022 efectivos (1.170 de infantería y 852 de caballeria). Tamaña movilización se demostró insuficiente y no sólo por la resistencia paraguaya: también incidieron las tremendas dificultades de abastecimiento —en particular de caballos— que hacian extremadamente lentos sus desplazamientos. '* Los “auxilios” y “donativos” empezaban a menguar y en ello debe haber incidido que el ejército realizaba requisas bastante indiscriminadas. '” '* Hacia 1813 debía prestar servicio 16% de la población masculina adulta de

la campaña de Buenos Árres y del sur santafesino (Garavaglia, 2003-153-187) Podemos agregar que hacia 1816 se estimaba factible movilizar 5 000 milicianos de caballería en la campaña. Balcarce a la Comisión Gubernativa, San Vicente, 27 de juho de 1816. AA, Tomo XXX, pp 151-153 De haber sucedido, los hombres movilizados en Buenos A1res habrían llegado a 15.000, 16,3% de la poblacion '* A fines de 1810 Belgrano comunicaba que su ejército estaba detenido por la falta de caballos y que 1ba a demorar su regreso por la “miseria de estos paises” y la escasez de auxilios AA, Tomo

29 de diciembre de 1810, Tacuari, Belgrano a la Junta,

ll, p. 384

'7 A] menos, José M. Paz anotaba que no recordaba que en las primeras expe-

diciones “se comprase jamás un caballo, disponiéndose de todos sin distinción”. Manuel Belgrano, “Expedición

al Paraguay con notas del Brigadier General don

Jose Maria Paz”, en Senado de la Nación, Brblroteca de Mayo, Tomo grafías, Buenos Aires, 1960, p. 976

Il, Autobio-

Cuando ese ejército fue desplazado a la Banda Oriental la movilización fue todavía mucho mayor. Para mayo de 1811 las fuerzas revolucionarias se componian de 1.100 hombres al mando de Artigas y 1.400 provenientes de Bucnos Aires. '* Pero a fines de 1812 las fuerzas de Buenos Aires llegaban a 3.543 efectivos y las orientales sumaban

3.167, a los que habia que agregar otros 900 que estaban alejados del

frente.'? Por su parte, las autoridades de Montevideo, que en mayo de 1811 movilizaron 1.230 hombres, para setiembre de 1812 contaban con 1.885 efectivos, de los cuales unos mil cien deben haber sido de milicias.” A su vez, entre 1811 y 1814 recibieron refuerzos desde la metrópoli, quizás 4.214 efectivos (Luqui-Lagleyzc, 2006:96).* De este modo, al momento de su capitulación, Montevideo contaba con

5.340 hombres, 3.154 veteranos y 2.186 milicianos.” Se trata de una cuestión importante pues remite a un tema muy poco indagado como es la identificación de las bases sociales del fidelismo montevideano.?* Por su parte, las fuerzas portuguesas en la expedición de 1811 rondaban los 5 000 efectivos De este mado, si contabilizamos unos tres mil efectivos de Buenos Aires, unos cuatro mil orientales, unos cinco mil “realistas” y unos '* Rondeau a la Junta, Mercedes, 11 de mayo de 1811, AA, Tomo IV, p. 384. Rondeau a la Junta, Bajada del Parana, 30 de marzo de 1811, AA, Tomo 1V, pp. 284 y Soler a la Junta, Soriano, 5 de abril de 1811, AA, Tomo IV, p. 289,

* Estado del Ejército de Operaciones del Norte al mando de Sarratea, Arroyo de la China, 21 de setrembre de 1812,

AA, Tomo X, p 176-179,

% Informe de Rondeau, Mercedes, 21 de seuiembre de 1812,

AA, Tomo X, p

171

* Se trataba de una porción significativa de los 10.000 efectivos enviados a América hasta 1814 pero que llegaron con su capacidad de lucha muy menguada. (Marchena Fernández, 2008: 143-220). ” “Estado de la Fuerza Malitar que exastía en la plaza de Montevideo” (1814), en “Colección de los documentos oficiales relativos a la ocupación de la plaza de Montevideo en 23 de junio de 1814”, (Lamas, 1849,108), Y Sobre esta decisiva cuestión ha insistido recientemente Sánchez Gómez (2007) El análisis mas completo en Bentancur (2006)

cinco mil portugueses, estamos hablando de unos diecisiete ml cfectivos movilizados sobre territorio oriental hacia 1814. La situación debe haber sido mucho peor durante la segunda invasión portuguesa, que se inició con cerca de 10,000 hombres y llegó a contar entre 12.000 y 14.000. Era, sin duda, cl mayor ejército movilizado durante toda

la era revolucionaria en el Rio de la Plata ** Para enfrentarla, Artigas contaba para entonces con 8.000 hombres: 1.000 Blandengues, Dragones y libertos de línea, 3.000 milicianos orientales, 2.000 misioneros y 2.000 correntinos (Vazquez, 1953: 186).

La confrontación entraría cn un nivel superior en los años siguientes: cn mayo de 1825 cl Congreso Constituyente dispuso formar un ejército que “por ahora” contaría con 7.620 plazas, es decir, una fuerza armada superior a cualquiera que las Provincias Unidas hubieran movilizado anteriormente.?* En enero de 1826 se autorizó a convocar otros 4 000 hombres, aunque el completo de las plazas establecidas estuvo plagado de dificultades. De este modo, como re-

gistró Tomás de Iriarte (1988: 106-109), el ejército contaba a fines de 1826 con 5.156 hombres (3.116 de caballería, 500 de artillería, 40

¿apadores y 1.500 infantes) y a ellos habría que sumar no menos de 2.000 milicianos orientales, Se habian producido, entonces, al menos dos novedades cruciales: por un lado, cra una fuerza armada de una magnitud mucho mayor que todas las precedentes; por otro, que por % Debe considerarse que su columna principal contaba con 6.000 soldados, mientras que las mayores divisiones orientales no superaban los 1.500 (S1cco,

1952:116-117), Guido, Tomás, “Memoria presentada al Supremo Gobierno de las Provincias Unidas del Rio de la Plata en 1816” (Calvo, 1864:379)

De

Pascual (1864, 42-48) %% Registro Nacional

Provincias Unidas del Río de la Plata. I1bro Primero Años 1825

y 1826, Buenos Arres, Imprenta de los Expósitos, 1826, pp

30-33. En su mo-

mento López sostuvo que se dispuso una movilización de 20 000 hombres y que la campaña mulrtar se inició con unos siete mil (López, 1910:636). Baldrich

calculó que a fines de 1826 el ejercito contaba con scis mil hombres (Baldrich,

1905- 198 208)

primera vez la mayor parte de las tropas (60%) eran de caballería, lo que debe haber acrecentado notoriamente la demanda de caballos,

Nunca antes un ejército —ni colonial ni revolucionario— había tenido tamaña proporción de tropas de caballería y nunca antes la caballería había sido tan importante entre las fuerzas veteranas, Por su parte,

la movilización del ejército imperial también alcanzó una dimensión mucho mayor y llegó a rondar los 20.000 hombres (De Pascual, 1864: 290). Así, la batalla de Ituzaingó resulta paradigmática del nivel

que alcanzó la confrontación: el Ejército Republicano la afrontó con 7.700 efectivos (de los cuales 5.400 eran de caballeria) y el ejército imperial con 6.300 (3.700 de ellos de caballería). Era una batalla donde las fuerzas movilizadas eran superiores a las que confrontaron

en Chacabuco y Maipú y sólo inferiores a las que lo hicieron en Junin y Ayacucho.” No es claro a cuánto ascendía la población oriental en ese momento, pero si a fines del siglo XVIH era estimada en 30.000 personas para 1829 se calculaban 74 000 (Millot-Bertino, 1991). Así, mas allá de la imprecisión de estas cifras, es dudoso que su economia pudiera soportar tamaña exigencia y puede imaginarse lo gravoso que

deben haber sido para la sociedad oriental tanto la confrontación de la decada de 1810 como la que le continuó en la siguiente. Pero centremonos en la invasión de 1816: resulta claro que por su magnitud la insurgencia oriental tuvo que multiplicar la movilización de esclavos, acentuar los mecanismos compulsivos de reclutamiento”? e intentar

atraer

a los desertores. * Pero

el reclutamiento

parece

haber encontrado sus límites y Artigas debió aumentar las exigencias

%% Atlas Histórico- Militar Argentino, Buenos Árres, Colegio Militar de la Nación, 1970. 88, 102 y 113 Agradezco a Ulises Muschuetts por haberme facilitado esta referencia.

7 Artigas al cabildo de Soriano, Potrero, 7 de diciembre de 1816,

XXXI, p. 313.

AA, Tomo

" Cabildo de Coloma a Artigas, Colonia, 12 de diciembre de 1816, AA, Tomo

XXXI, p 326

de ganados, caballos y reclutas a sus aliados del litoral, mientras aumentaba la coerción sobre las poblaciones rurales para desarrollar

la “guerra de recursos”.* En Entre Ríos, a la marcha de las tropas hacia Paraguay o Montevideo debe agregarse las repetidas expediciones enviadas desde Buenos Aires, que contaron con entre cuatrocientos y algo más dee mil efec-

tivos.* Entre 1814 y 1815, al parecer las fuerzas artiguistas en este territorio oscilaron entre mul doscientos y dos mil quinientos hombres, pero lo cierto es que también podían sumar unos dos mil “paragua-

yos”, probablemente indios de las misiones. ** No eran pocos para una población estimada en veinte mil habitantes, pero debe considerarse además que las autoridades directoriales calculaban que disponían de unos cuatro mil soldados de línea y más de 10.000 milicianos reglados entre la Banda Oriental, Entre Rios y Corrientes. ** % Mariano Vera al comandante militar de Rosario Constantino Carbonel, Santa

Fe, 11 de julio de 1816, AA, Tomo XXX, pp. 134-136, Para entonces Artigas le requeria al Gobernador de Corrientes toda la gente capaz de servir en clase de

veteranos y la necesidad de liberar a los esclavos que pudieran servir (Artigas al gobernador de Corrientes, Purificación 10 de enero de 1817, AÁ, Tomo XXXIV, p. 8) y al gobierno santafesmo que le enviara los libertos de las tropas de Buenos Árres que estaban dispersos (Artigas aVera, Purificación, 27 de enero de 1817, AA, Tomo XXXIV, p 25) “A mediados de 1816 se ordenaba a los vecinos de Minas que retirasen los recursos de la zona amenazando que sino lo haría el ejército, Circular de Fruetuoso Rivera,

16 de mayo

de

1817,

AA, Tomo XXXIII, p- 67. Por su parte, se

ordenaba al alcalde de San Carlos que reuntera a los vecinos para conseguir el ganado que necesitaban las tropas: La Calera, 29 de mayo de 1817,

AA, Tomo

XXXIII, p. 74

Y Soler a Director, Canelones, 29 de encro de 1815, AA, Tomo XVII, p.365 * Manuel Marques de Souza a Diego de Souza, Rio Grande, 2 de abril de 1814, AA, Tomo XVIII, pp. 18-19; Relación de las tropas de Blas Basualdo, Concepción del Uruguay,

16 de diciembre de 1814,

AA, Tomo XX, pp.32-34.

*% Guido, Tomas, “Memoria presentada al Supremo Gobierno de las Provincias

Unidas del Rio de la Plata en 1816” (Calvo, 1364: 365).

En Santa Fe, las invasiones directoriales contaron en 1815 con 1,500 efectivos, en 1816 con no menos de 1.000, en 1818 con 2,799 hombres y a de principios de 1819 rondaban los 4.000 efectivos. * De esta manera, eran superiores a las fuerzas enviadas contra Paraguay o Montevideo, semejantes a la dotación cfectiva del Ejercito Auxiliar del

Perú y no eran demasiado menores que las del Ejército de los Andes, con sus 5 100 hombres (Bragoni, 20054) Una segunda estimación es pertinente: dado que la confrontación se concentró en el sur santafesmo debe considerarse que en 1815

tenía 5.100 habitantes empadronados. q

Además deben sumarse las fuerzas que sostenían al gobierno santafesmo: de ellas no hemos hallado una estimación precisa pero incluían no menos de 200 Dragones de la Independencia, un número indeterminado de

milicianos (que no debe haber sido inferior al millar), indios chaqueños (en ningún caso inferior a 500), 800 entrerrianos al mando de Ramirez y 700 correntinos (Fradkin y Ratto, en prensa). De este modo, hacia 1819 confrontaban en territorio santafesmo más de 7,000 hombres mientras la población rondaba las 15.000 personas, es decir, notablemente mas gravosa que en Entre Ríos. ¿Cuántos caballos cran necesarios para movilizar estos ejércitos?

Debe tenerse en cuenta que los ejércitos de Buenos Aires heredaron del ejército imperial el notorio predominio de la infanteria, al menos hasta la guerra con Brasil. De este modo, hacia 1815, los efectivos de caballería representaban alrededor de 22,3% (o 16,6% si se consideran sólo los acantonados en Buenos Aires)

Por el contrario, en

la insurgencia oriental predominaba la caballería, que nunca parece haber sido menor a 50% de los efectivos. ** En consecuencia, la disputa por los caballos definia en buena medida las posibilidades del Direc* Balcarce al Gobierno, Cuartel General de Arroyo Ramayo, del818

AGN, X 10-8

12 de noviembre

3

AGN, X-8-10-4 '* Carlos Alvear, Relación de las fuerzas, Rio de Janeiro, 27 de junio de 1815, AA, Tomo XXX, pp 7 10, Fuerza de las Divisiones al mando de Artigas, Ayut, 21 de julio de 1812,

AA, Tomo

X, pp. 74 75

torio de someterla. Ahora bien, la provisión de caballos había sido un problema irresuelto durante la época colonial y las autoridades habían intentado resolverla descargando las funciones de caballería en

los milicianos que debian prestar servicio con sus propios caballos. Al respecto, debe recordar que uno de los motivos que tornó preferibles alos Blandengues era que aun cuando fueron convertidos en 1784 en una fuerza veterana siguieron obligados a enrolarse con sus propios caballos, a razón de cinco o seis cada uno.* En ello se diferenciaban netamente de los Dragones, cuyos caballos eran provistos por la Real Hacienda y para los cuales a partir de 1780 se dispuso que la reposición quedara a cargo de las “estancias del Rey”.*

Es dudoso

que hayan podido cumphr esta misión y por lo tanto la provisión de caballos siguió dependiendo de la propia tropa entre las milicias y de

los “auxilios” que se imponia a los pobladores de la campaña

Ambas

prácticas fueron retomadas por la revolución. De este modo, por ejemplo, a principios de 1814 se dispuso en la ciudad de Buenos Aires la formación de dos Escuadrones de Caballería Ligera “cn cl que deberá alistarsc toda persona de 16 a 50 años que tenga facultades para uniformarse y mantener Caballo a su costa”, * mientras que Pedro A. García proponía que los milicianos “provinciales” estuvieran obligados a disponer de cuatro caballos y pudieran “cargar armas de su propiedad” (Gelman, 1997:122-124).*" Y Prel Devoto, 1952 36-37 Azara, Felia de, “Informe sobre la nueva constitución de las tropas del Río de la Plata propuesta por el virrey” (Azara, 1847: 100-101), * Aunque el tema no ha sido estudiado cabe consignar que para 1794 la “Estancia del Rey” que existía en la Banda Oriental sólo contaba con 583 caballos (Beverma,

1992: 252 y 431).

*% Gaceta de Buenos Aires, 19 de encro de 1814

Y La obligación de los milicianos de prestar servicio con sus propros caballos se mantuvo por largo tiempo y fue una caracteristica de las fuerzas que comandaron

Rosas y Urquiza

Como es sabido, además, el primero transformó los embargos

de sus opositores en 1839 cn la oportunidad de montar un sistema de estancias

administrado a través de los juzgados de paz para provcer de caballos y ganado al ejército de línea.

Pero, ¿cuántos caballos se necesitaban? Sabemos que las Divisiones Orientales requirieron en 1812 de 6.100 caballos para una movilizar una fuerza de 2.558 hombres, es decir, 2,3 caballos por soldado.*' También sabemos que el Directorio decidió enviar una fuerza de 1.000 hombres en 1814 y previó que contara con 7.000 caballos, es

decir, 7 caballos por soldado.*” La desproporción es tan notoria que es difícil que haya sido estable pero estas referencias permiten estimar que una fuerza de 3,000 efectivos de caballería (que, como vimos, era bastante frecuente) requería para ponerse en campaña de unos

siete mul caballos (o de ¡21.000! s1 tomáramos en consideración las impracticables estimaciones directoriales).** Podemos ampliar nuestra conjetura: si una estancia “típica” de Buenos Aires contaba con 300 equinos, esa fuerza hubiera requerido el stock de caballos de 23 estancias (Garavaglia, 1999b:131), En tales condiciones, apropiarse

de los caballos disponibles, sobre todo de los enemigos o desafectos, era el remedio más rápido y menos costoso. ¿Cuanto ganado se podía consumir? Al comenzar el siglo se cal-

culaba una res cada 60 hombres y hacia 1807 —bajo el impacto de las invasiones inglesas— el cálculo era mucho más generoso: una cada 40. En la decada siguiente se fijó una res cada 50 hombres, aunque habían empezado la movilización con una cada 70. Durante la guerra con Brasil se intentó inicialmente pautar con mayor precisión cl abastecimiento de ganado a las tropas, pero el problema fue persistente. Un ** Campamento de Ayur, 25 de julio de 1812,

AA, Tomo

efectiva del ejército de Sarratea, 1 de junio de 1812,

X, pp. 85-86, Fuerza

AA, Tomo X, p. 21

* Javier de Viana al Gobierno, Buenos Aires, 26 de noviembre de 1814

AA,

Tomo XVII, pp- 149 150 ** Sim embargo, la magnitud de la demanda militar de caballadas sería en la era posrevolucionaria inmensamente mayor Que de su satisfacción dependía la consistencia de la fuerza militar lo testimonian las obsesivas mstrucciones de Rosas a sus subalternos que derivaron hacia 1839 en la conformación de un

auténtico “sector estatal” de la economía ganadera destinado principalmente a la provisión de caballos al ejército (Gelman

Schroeder, 2003

487-520)

ejemplo lo muestra con claridad: en

1835 Rosas consideraba “extraor-

dinariamente desproporcionado”el consumo de carne de las tropas de

campaña y dispuso que se entregara una res cada 50 individuos si era delgada y de una cada 60 si era gorda - siempre y cuando se tratase de tropas en marcha

o de una cada 70 o una cada 80, respectivamente,

cuando fueran tropas acantonadas

** Estas evidencias sugieren que las

decisiones al respecto no estaban definidas sólo por las condiciones económicas

sino también

por las políticas. S1 tomamos

estas refe-

rencias como parametro otra vez para un ejército de 3.000 efectivos,

podemos estimar que habria demandado unas 1 800 reses mensuales, es decir, el equivalente al tamaño medio de una estancia entrerriana

o a dos de Buenos Aires o Colonia ¡por mes! (Djenderejian, 2004). Una conjetura más: ello hubiera significado un consumo anual de 21.600 reses cuando para entonces la ciudad de Buenos Aires consumía 72.000; de este modo, ese ejército consumiría (de estar bien provisto

durante todo un año continuo, algo bastante improbable por cierto) 30% de las reses necesarias para abastecer a la capital

Dejemos las conjeturas: lo que queda claro es que la demanda de caballos y de vacas para mantener a los ejercitos no podía sino amenazar la subsistencia de la población rural y la misma reproducción de

la economía agraria. Si se hubiera satisfecho en forma ordenada y esos consumos hubieran sido pagados, los efectos habrían sido gravosos aunque hasta podrían haber generado algunas oportunidades de rentabilidad para grandes propietarios Ello sucedió, sin duda, en algunas ocasiones, pero es muy dudoso que haya sido lo más frecuente. 2. La “guerra de recursos” y el abastecimiento de los

ejércitos En estas condiciones, la guerra de recursos era, ante todo, un modo de asegurar el aprovisionamiento inmediato de las tropas, una * Registro Oficial del Gobierno de Buenos Awres

Libro decimocuarto Año de 1835,

Buenos Aires, Imprenta de la Independencia,

1835, pp

182-184

cuestión que se tornaba decisiva cuanto más alejadas estuvieran de sus retaguardias y zonas de abastecimiento, y cuanto menos normal fuera

el funcionamiento de ese mercado que era un ejército en operaciones. Los modos en que esto se resolviera tenían una implicancia social y política directa, pues definía sus relaciones con las poblaciones rurales. Dos experiencias lo demuestran con claridad.

Por un lado, la que protagonizaron las expediciones directoriales a Santa Fe. En 1815, las autoridades directoriales instruyeron a su

comandante para que evitara depredaciones y fijaron que los “auxilios” debía “requerirlos por los magistrados, pagarlos en efectivo o en su defecto con documentos”.** Es decir, el orden dependia tanto de una instancia de una mediación política como de la regular remesa de caudales. Sin embargo, un mes después el abastecimiento provenía completamente de la capital y llegaba por vía fluvial.** En tales con-

diciones, Viamonte recomendaba dejar en Santa Fe sólo un piquete del Ejército “por el estado de aniquilación de su Territ.o. con el mayor num.o. de consumidores, tanto que hoy no tendría carne el Exto. pa. su manutención”.*” Esta situación era resultado de diversos factores: las tribus chaqueñas habian reducido la campaña santafesina a tres leguas de la crudad, obligandola a “mendigar de la Vanda Oriental la subsistencia”,** y los “anarquistas” habian retirado el resto del ganado a la otra margen del Paraná.*” Para marzo, el gobernador Tarragona advertía lo que vendría: * Instrucciones a Viamonte,

XXIX, pp 217-219

Buenos Arres,

21 de juho de

1815, AA, Tomo

** El comandante se vio obligado a imponer un duro racionamiento y redujo el rancho a una comida diaria y una galleta. V 1amonte al Director Supremo, Santa Fe,

AA, Tomo XXIX, pp

234 235

“Viamonte a A. Thomas, Santa Fc, 4 de noviembre de 1815

AA, Tomo XXIX,

* Cabildo de Santa Fe a Viamonte, 26 de agosto de 1815,

AA, Tomo XXIX,

pp. 284-285 pp. 245

Y La situación era bien clara: “el ganado que se consume en Santa Fe, la cal, los cueros y demás efectos del Pays, todo viene de alli y sin aquel Punto las

La guerra que nos persuadimos nos harán es la de citrarnos, y quando estamos tan escasos de Caballadas, no dejarán de conseguir mil ventajas desolando las campañas del Rosario, Carcarañal y Coronda Es

Y días después concluía: “La guerra la hacen más de recursos qe de otra cosa”.*' Por eso, antes de su rendición Viamonte imaginó que todavía era factible hacer la guerra contra los “Tártaros Orientales” y proponía arrasar Parana: r

1

. tengo sobrada disposición para llevar la grra. en la pte. orrental con mas deseo qe. si la hiciera a los Peninsulares pr.qe. en mi opinión

éstos nos hacen el mal qe. no son capaces aq.os. medidas del mayor tamaño pide la Causa común y no me detendre en tomarlas luego que barie

un poco el estado actual, He de hacer castigos ejemplares; no he de tener mas lennidad, y nada debe importarnos se transfiera d la pte chusma reunida hoy, y aun qdo

oriental la

contemos alg n miles de hombres menos

[- .] si el mal no se remedia limpiando la tierra de la mala yerva, es más 1 cómodo

meterse

en

un

q Panteón

52

Las prioridades del comandante habían cambiando sustancialmente mientras la “guerra de recursos” mostraba toda su eficacia: aparecía como una estrategia que permitía afianzar la alianza entre “anarquistas” y tribus chaqueñas, reconstituwr el stock ganadero entrerriano, acentuar la hostilidad de la población santafesina frente a las tropas directoriales y forzar al Directorio a descargar sus exigencias sobre el

necesidades de este Pueblo acrecen finito”: Ignacio Alvarez a Director, Santa

Fe, 12 de marzo de 1814, AA,Tomo XIV, pp 148-150, “DéjelosV. estar es Santa Fe a ver que hacen” habia ordenado Artigas al jete de Paraná Euscbio Hereñú, Paysandú,

19 de agosto de 1815, AA, Tomo

XXIX, pp. 237.

“Tarragona al Director, Santa Fe, 4 de marzo de 1816

AA, Tomo XXIX, pp.

322-323

* Tarragona a A Thomas, Santa Fe, 10 de marzo de 1816,

AA, Tomo XXIX,

pp. 329-330 ” Viamonte al Director, 19 de marzo de 1816: Destacado nuestro

AA, Tomo XXIX, pp

336-338

sur santafesino y el norte bonaerense. Puesto al mando de ese ejército Belgrano lo advirtió con claridad y para abril de 1816 describía: . «los dueños están cansados de Patria, y de auxihrosy de servicios, y quieren probar la via de alzamiento, a ver sí les sale mejor. esto en verdad es lo que pasa.”

Su diagnóstico de la situación era preciso: ..se niegan todos, y los ricos más, a dar aulios para el Ejército, ni aún con ofertas de pagar, y s1 se toma el arbitrio de qurtárselos, peor, y más malo Todo es país enemigo para nosotros, mientras no se logre infundir el espíritu de Provincia y sacar a los hombres del estado de ignorancia en que están, de las miras de los que se dicen sus libertadores, y de los que los mueven a satisfaver sus pasiones 23

Al año siguiente las fuerzas directoriales volvieron a invadir Santa

Fe y la cuestión se replanteó de un modo aún más intenso: si en un principio las poblaciones parecen haber aceptado auxiliarlas,** la incursión no tardó en devenir en un saqueo generalizado y en el único modo

de abastecer y remunerar a un ejército sin apoyo gubernamental.* % M. Belgrano a Alvarez Thomas, Rosario, 5 de abril de 1816, (Belgrano, 2001: 291). M

Belgrano a Alvarez Thomas,

Rosario, 8 de abril de

1816, (Belgrano,

2001:294). Destacado nuestro. ” S1 creemos

en las palabras de Díaz Vélez parece que obtuvo

inicialmente

algún tipo de colaboración entre los vecinos del sur, al menos de aquello que no estaban organizando la resistencia armada: “todas las gentes de la Campaña

y el Pueblo de Rosario hasta aqui nos han restvido en los brazos, dandonos todo auxilio y lo mismo harán las demas en adelante a excepción de la reunión qe habia en este destuno” Diaz Velez al Cabriido de Buenos Aires, San Lorenzo, 31

de julio de 1816.

AA, Tomo XXX, p. 144

% El Cabildo de Santa fe estmaba que durante los 27 días que ocupó la ciudad

el “Exto de Bandalos con sus Caudillos” fueron saqueadas sus 105 pulpertas, una cuarta parte de los almacenes, 47 casas incendiadas, 14 azoteas destruudas, se impuso una contribución de 9000 pesos de la que no se salvaron las mujeres

y los trastes de las casas fueron consumidos como leña. Cabildo de Santa Fe a Vera, 7 de setiembre de 1816,

AA, Tomo XXX, p. 190

Pero sería equivocado atribuir a esta carencia todos problemas, pues la tercera invasión —que sí tuvo firme apoyo del gobierno— afrontó

dilemas semejantes. Así lo advertía su comandante cuando requería precisas instrucciones acerca de cómo tratar a la población de un “territorio hermano en estado de anarquía”. ¿Cómo haría para distinguir entre aquellos cuya “rebeldía y bandalage” estaba acreditada y los “muchos Amigos del Orden”? La solución, para Balcarce, suponia una distinción política que se superponia a otra social: , «la remisión a los Ejércitos de linea en campaña sobre cl enemigo de los de esfera inferior y la transplantación a las mbicias de la nueva Frontera de los de primera clase a la observación de sus Comandantes Milmares y Jueces territoriales. *”

Balcarce, entonces, proponía remedios conocidos: convertir a

los soldados enemigos (los de “esfera inferior”) en soldados propios y confinar en los pueblos de frontera a los de “primera clase”. Era el mismo tratamiento que se habia dado a los prisioneros “realistas”. Una y otra propuesta expresaban que había llegado a la misma conclusión

que Viamonte: el control del territorio dependía de su “limpieza”. Pero dado que su campaña también terminó en un estruendoso fracaso, Balcarce optó por desplegar su propia guerra «de recursos: se retiró arrecando 3.000 vacunos, 400 bueyes, 6.000 ovejas y muchos caballos mientras plancaba apoderarse de 4.000 cabezas con cl obje-

tivo de dejar a Santa Fe sin recursos y de poder mantener su ejército durante un año. * De este modo, las acciones de indios, orientales y directoriales parecen haber extinguido el stock santafesino.*? En estas circunstan-

cias, al Drrector1o sólo le quedaba apelar a la retaguardia bonaerense ” Balcarce al gobierno, Buenos Ares, 28 septiembre 1818. AGN, X-10-8-3 * Balcarce al gobierno, 10 diciembre del 1818 AGN, X-10 8-3 * Por lo menos este cra el registro de las autoridades de la frontera bonacrense que informaban que los ganados y los caballos sólo eran abundantes en

territorio bonacrense: Vedia a Saavedra, Pergamino, 8 de mayo de 1819. AGN, X-11-2-5

y para cllo cambió el gobierno de la campaña creando una Delegación Directorial a cuyo frente puso a Cornelio solución

Saavedra.

sencilla: los saladeros estaban acrecentado

No

era una

notablemente

la demanda de ganado, empujando los precios al alza y amenazando el abasto de la ciudad. Los remedios que Saavedra imaginó —ante todo, descargar la guerra de recursos sobre la frontera de Cordoba con Santa Fe cran completamente inviables.** El abastecimiento y el reclutamiento se transformaron en completamente dependientes del alineamiento político de las poblaciones y la “guerra de recursos” habia devenido en una confrontación con ellas Ahora bien, las palabras de Belgrano aluden también al papel de las milicias y al respecto alcanza con señalar las misiones que tenían

asignadas. Como decia Alvear: Su principal objeto, o el servicio que de ella se espera es retirar el ganado ) Caballada de las costas; suplir de estos al Exto Americano, robar los bagajes A

e incomodar con continuas alarmas al Ex.to Enemigo se

Parecidas eran las misiones

que cumplían

>

otras milicias, las de

Coronda y Rosario, que estaban unidas al Ejército de Observación sobre Santa Fe en 1818 y 1819, Entre directoriales y orientales, entonces, una tarca primordial de los milicianos era llevar adelante la guerra de recursos. *% Años despues recordaría que la Delegacion estaba encargada de auxihar al Ejército de Observación “con gente de la campaña, caballadas, ganado” y organizar al mismo tiempo “la defensa de su frontera y la policía de campaña” Cornelio Saavedra, “Memoria autógrafa” (Buenos Aires, 1” de encro de 1829), en Senado de la Nación, 1960, pp. 1033 1078, Hemos analizado los problemas que afrontaba el Directorio en el gobierno de la campaña en Fradkim, Raul O. y Ratto, Silvia, “Confhictividades superpuestas. La frontera entre Buenos Ares y Santa Fe en la decada de 1810”, en Boletín Amerrcanssta, Barcelona, Año LVIIL,

N” 58, 2008, pp 273-293

9% Para la situación cordobesa pueden consultarse Avrolo (20084 y 2008b), Mensel (2002) y Tell (2008), Capítulo VHI,

"* Carlos Alvear, Relación de las fuerzas, Rio de Janewro, 27 de junio de 1815, AA, Tomo XXX, pp 7 10

Por otro lado, puede considerarse también la experiencia de las tropas lusitanas al invadir la Banda Oriental, Como hemos visto, era

un ejército de considerable magnitud, puesto que si en 1777 había movilizado 4.000 hombres en la frontera sur, en 1811 llevó a territorio oriental 5.000 cfectivos y en 1816 pudo movilizar alrededor de quince mil, En parte, sólo en parte, el abastecimiento de esas tropas era realizado desde el Brasil por vía maritima. Pero la ocupación efectiva y permanente del territorio suponía que el abastecimiento se realizara sobre el terreno. La resolución de esta espinosa cuestión preocupó desde un comien-

zo a las autoridades de Río de Janeiro.Y era lógico, pues la experiencia de la anterior incursión estaba muy fresca y amenazaba la posibilidad de obtener apoyos en la sociedad oriental, Tanto que el mismoVigodet, antes de su rendición, no habia dejado de señalar que una expedición metropolitana estaría completamente imposibilitada de abastecerse, ni siquiera ocupando la campaña oriental que había quedado baldía y devastada por los portugueses:

Ganados y caballada fueron el sebo y objeto de la rapacidad portuguesa, y los tristes restos de una y otra especie, quedaron presa de los insurgentes pa

para alimento su voracidad y servicio de su fuerza armada ta

De este modo, en las instrucciones que recibió Lecor se establecía que en el caso que Montevideo ofreciera resistencia

.ev1itará cuanto pudiese el saqueo de los soldados, sustituyendo este por una contribución de guerra, que la dividirá | uego por la tropa, y lo mismo hará

en todos los otros lugares cuyos habitantes se pusieran en defensa **

Estaba claro que el saqueo era prácticamente inevitable y a lo sumo las autoridades imperiales aspiraban a una suerte de distribución administrada del botín. A su vez, se le indicaba que se debia 6% Gaceta de Buenos Árres, 9 de marzo de 1814. ** Marcos de Aguiar a Carlos Federico Lecor, Río de Janewro, 4 de ¡unio de

1816, “Instrucciones del gobierno de Su Majestad Fidelísima para la ocupación y gobierno del territorio oriental del Uruguay”, (Calvo, 1864

II, 389 404)

. Comprar y pagarse a dwmero y prontamente

todo aquel ganado

o

viveres que los vecinos trajesen roluntariamente a vender al ejército o aquel que el dicho comisario ajustase, declarando adonde deben 1 a recibir el dinero, prohibiendo muy expresamente que se tomen por la fuerza y necesidad a los vecinos pacificos, y que no tomaren el partido contrario.

Las autoridades impertales se manejaban con una lógica que no era muy distinta de las revolucionarias cn este aspecto y el tratamiento

de los distintos sectores de la población dependía de su alineamiento político. Pero hacerlo suponía tanto una completa subordinación y disciplina de la propia tropa, como una instancia de mediación politica local. Por ello estas instrucciones incluian la recomendación de mantener los cabildos, respetar los usos y costumbres, conseguir la colaboración de los curas párrocos y conservar los cuerpos de milicias de las provincias, sin esmerarse mucho por ahora en su disciplima, a fin de no mortificar los hombres y conservando

sus

privilegios.

Esta política tuvo algunos éxitos y en parte ayuda a entender que la invasión, como la posterior proclamación de la Provincia Cisplatina como parte del Imperio del Brasil, contaron con no pocas adhesiones en el territorio oriental.

No

es el único motivo

que

las explica,

pero

es imposible entenderlas sin la incidencia que la guerra de recursos tuvo para cn el entramado social oriental.

3. La “guerra de recursos” y la remuneración

de las

tropas

S1 el abastecimiento afrontaba estos dilemas no eran menores los que traía la remuneración de las tropas, al punto que puede postularse que tanto la disciplina de un ejército como sus relaciones con

las poblaciones, dependían de las remesas de dinero que recibiera. Belgrano se lo advertía al gobierno en abril de 1811: no debía haber dilaciones en las remesas de dinero porque

sin aquel no podremos sostener la multitud congregada por la causa de la Patria pues no estamos todavia sino con la voz del patriotismo, y no pagándoles cometerán excesos, como lo han hecho *”

Como es sabido, entre 1806 y 1810 el gasto militar en salarios se había desbocado y tornado insostenible (Johnson, 1987)

Obviamente,

después se tornó una cuestión cada vez más decisiva, al punto que se ha calculado que las remuneraciones insumian 60% del gasto del

Ejército del Norte (Halperin Donghi, 1971). Sin embargo, una historia completa

y precisa de esta cuestión es aún una tarea pendiente.

A pesar de ello, podemos apuntar algunos datos La remuneración de los veteranos y los milicianos en servicio activo había sido un problema irresuelto en la época colonial y a las demoras y las deducciones se atribuían las deserciones y las dificultades para cubrir las plazas establecidas, al punto que se señalaba que el soldado estaba “acostumbrado a no recibir castigo por sus delitos, por no asistirse puntualmente con el prest*”, formaba complot y se

sublevaba con cualquier pretexto” (Beverina, 1992:238). Hacia la década de 1780 estaba establecido que un soldado de infantería recibiera una mensualidad de ocho pesos y uno de Dragones de nueve pesos. A ello se sumaba una “gratificación” en lugar de la ración de un peso adicional, pero las dificultades fiscales hacian que en la práctica la remuneración de los primeros fuera de cinco pesos y de los segundos de cinco pesos y medio (Beverina, 1992:255). La remuneración de los Blandengues podia llegar a diez pesos pero estaban obligados a sostener de su cuenta los caballos, los aperos, la comida y los unmformes. A partir de las invasiones inglesas, cl monto del sueldo de los $ Belgrano a la Junta, Concepción del Uruguay, 11 y 13 de abril de 1811, AA, Tomo IV, pp. 301-302 y p 305. A fines de 1818 Balcarce consideraba

msuficientes los 8.000 pesos mensuales asignados para sostener las milicias santafesinas unidas a su ejército. Balcarce al Gobierno, 21 de diciembre de

1818, AGN, X-10-8-3.

% Sustantivo desusado ya Parte del sucido del soldado que se entregaba en mano semanal o diariamente (N del E )

milicianos en servicio activo sufrió un aumento considerable y llegó a

catorce pesos mensuales. Estas circunstancias expresaban un momento particularmente favorable para los milicianos y aunque no habrían de perdurar generaban toda una gama de tensiones. Un claro ejemplo

al respecto lo suministran las quejas del comandante del apostadero de Montevideo cuando señalaba que cualquiera de los soldados de los “cuerpos urbanos” de la ciudad cobraba un “exorbitante prest” de 14 pesos mensuales, “viste este como un oficial y esta perfectamente mantenido, sin embargo, al fin de cada mes hay amenazas, disgustos y pasquines sino se les paga”. En cambio, las tropas de marina apenas cobraban tres pesos y seis reales “y a 14 meses que no se les paga,

se ven por consiguiente desnudos, descalzos .. [y] ...me veo en la precisión de darles licencia para que trabajen”.* Ese nivel de remuneraciones no perduraría Es cierto que, en un principio, el gobierno revolucionario asignó a sus tropas un sueldo que oscilaba entre 10 y 12 pesos mensuales. Sin embargo, todo indica que muy pocas veces se cumplió. Además, debe tenerse en cuenta que era una suma nominal, dado que sufría descuentos por las raciones y las prendas, y esos descuentos podían llegar a cinco pesos mensuales,

repitiendo una práctica que había sido típica del ejército colonial. Por otra parte, cuando el haber se cobraba cra generalmente con

grandes demoras y como pago a cuenta.* A ello debe agregarse que *? Oficio de José M- Salazar a Gabriel de Ciscar, Montevideo, 28 de junio de 1810, en Mayo Documental,

Tomo XII, pp

92-93,

8% Por ejemplo, un escuadrón enviado desde la capital a la Banda Oriental no había recibido sus haberes desde octubre de 1810 a octubre de 1811 y desde diciembre de 1811 a marzo de 1812

José Ruiz a Francisco Jose Viana, Rosario,

9 de marzo de 1812, AA, TomoVIII, p. 205. La situación de las tropas “realistas” en Montevideo debe haber sido mucho peor aún

para setembre de 181 3Vigodet

señalaba que “fue indispensable omitir el pagamento de la Tropa reduciendolo al

único objeto de manutención mdividual”, que hacía siete meses que no recibían paga los oficiales, que “a la maestranza se debe un dineral” y que a los oficiales

reción llegados se los aloja en casa de vecinos para que los mantengan: Gaceta de Buenos Aires, 2 y 9 de marzo de 1814.

generalmente el suministro de tabaco, vino y aguardiente no estaba incluido explícitamente en las raciones y al parecer quedaba a decisión

del comandante, lo que —sin duda— debe haber sido causa de más de un forcejeo. Pero quizás ningún descuento haya sido más importante que el que provocaban

los suministros a cuenta, una práctica que

derivaba en una suerte de venta a crédito de antigua data que debe

haber afectado seriamente los niveles salariales y dejaba a soldados a merced de los proveedores del ejército.”

A estas restricciones debe agregarse que las autoridades rebajaron en varias ocasiones el monto del prest, aunque algunas evidencias sugieren que eran decisiones que terminaban tomando los propios comandantes.”” Además, las autoridades porteñas preveían para sus circunstanciales aliados remuneraciones nominales de entre cinco y siete pesos.” Pero lo cierto es que a mediados de 1815 la convocatoria de voluntarios que realizaba el gobierno directorial ofrecía tan solo % Estas prácticas — inseparables del entrela/amento entre el capital mercantil y la estructura militar- eran de antigua data al punto que a partir de ellas los

oficiales del presidio de Buenos Atres habian forjado su mserción en la trama comercial de la ciudad durante el siglo XVI

y también fueron parte del modelo

de acumulación de los grandes comerciantes del XVIM (Gelman, 1985).Y, todo mdica que fueron muy perdurables como bien lo testimonian las criticas que en la década de 1870 hacía se hacian al “sistema de proveeduria”,

"A principios de 1812 Belgrano citaba el reclutamiento de “naturales” dando precisas instrucciones para que se hiciera “haciéndoles ver que vienen a mi lado, que tendrán 11 pesos Y sueldo, y vestuario”.M. Belgrano a Celedomo del Casti-

llo, Rosario, 12 de febrero de 1812 (Belgrano, 2001:138-139) En 1813 se había decidido que un soldado de infantería percibiera una mensualidad de 10 pesos y que uno de artilleria recibiera 11 pesos (Comando en Jete Ejército, 1971: 247) 7 Para las tropas orientales que participaban del primer sitio de Montevideo se había estipulado que los sargentos recibirían 6 pesos, 5 los cabos y 4 los soldados y a fines de 1811 el Gobierno advertía que esas remuneraciones no debian superar los 6 pesos para aquellos que servían con lanza y de 7 pesos para los que lo hacian con fusil. 21 de mayo de 1811, Cuartel de Mercedes, AA, Tomo Y, pp

19-20

scis pesos de enganche. ” El problema tampoco pudo resolverlo Ar-

tigas: sus tropas recibían 3 pesos, al igual que el Ejército del Norte.” Por lo tanto, si en un principio el prest pudo haber sido un factor de atracción para el enganche voluntario, muy difícilmente esta situación se mantuvo dado que la remuneración devino en inferior a las que

ofrecía el mercado de trabajo. Cabe agregar algo más: la interminable serie de quejas y conflictos que estas situaciones generaron parecen haber sido tenidas en cuenta

cuando comenzó a organizarse el ejército para la guerra con Brasil. Por lo pronto, el Congreso fijó remuneraciones uniformes para todas las fuerzas, tratando de impedir la notable dispersión que había exis-

tido en los ejércitos anteriores y quitando la atribución de fijarlas que habían gozado sus comandantes: de este modo, se fijó un sueldo de 14 pesos mensuales para los marineros y de 10 pesos para los soldados de las tres armas de tierra. ”*También en un principio se intentó evitar practicas que habian sido causa de fuerte resistencia en las tropas. asi,

en noviembre de 1825 el Congreso dispuso que “al ejército nacional en la presente campaña no se le hará descuento alguno de su sueldo por razones de rancho”.” Y, más aún, intentó establecer un minucioso reglamento de distribución de raciones que mientras mantemia

fuertes diferencias entre tropa y oficialidad, buscaba uniformar el abastecimiento de los soldados.” Sin embargo, estos propósitos no parecen haberse cumplido, 7 Gaceta de Buenos Atres, 24 de junio de 1815, ** El Cabildo de Montevideo dispuso en 1815 que los soldados de los regimientos de pardos y morenos recibieran tres pesos mensuales mientras que los de otros regimientos recibian 6 pesos: AA

,Tomo XX1V, pp. 272 273. Sn embargo, pa-

reciera que al año siguiente hubo una rebaja generalizada y se fijó en tres pesos para los soldados veteranos y dos pesos y medio para los pardos y morenos 2 Registro Nacional Provincias Unidas del Rio de la Plata Libro Primero, Año de 1825,

pp- 65 66 * Idem, Año de 1826, p. 4

1% Se estableció que las raciones se distriburian según la siguente proporción 4 para el coronel y | desde sargento al soldado. Cada ración se compondrá de

La provisión de los uniformes tampoco era una cuestión sencilla de resolver. No lo había sido en la época colomal y no lo sería en la

revolucionaria. Los Blandengues, por ejemplo, estaban obligados a costearse sus uniformes, y ello suponía una exigencia de tal envergadura que solía eximirse a los soldados milicianos de usarlo, De este modo, en 1793 se limito a los oficiales y sargentos el uso obligatorio

del uniforme, mientras que se autorizaba a los cabos y soldados a prestar

servicio



en

su

traje

de

. » palsanos y

para que los cabos y soldados seam conocidos como milicianos reglados, deberán usar siempre de cucarda encarnada en el sombrero, a excepción de los Blandengues Provinciales, que deberian usar de una cinta de estambre o cerda encarnada y cosida en la copa del sombrero redondo que acostumbran

usar (Beverina, 1992:251)

Las prendas de los uniformes eran de un alto valor dado el nivel adquisitivo de los enrolados y si su robo se hizo harto frecuente tambien parece haberse desarrollado una suerte de canalización hacia el

mercado de venta y empeño.” De cualquier modo, el uniforme fue incorporado por los soldados como un derecho adquirido tanto que la “desnudez” cra invocada frecuentemente como justificativo de la deserción, Al respecto Belgrano tenía pocas dudas: “La deserción está 3 1/2 libra de carne fresca sin minestra y si la incluía de 3 libras. Además se fijó

que habria una asignación de una arroba de sal cada mil raciones. 51 el alimento entregado era de cecina o carne salada en cambio se fijó la ración en 1 Y libra, Para cada ración se consideraban tres onzas de arroz o fariña o de cuatro si tucren

de garbanzos, lentejas, porotos, habas, maíz o “trigo de Chile”. S1 la carne no se podía pesar se estableció que debia calcularse un ternero de dos y medio a tres años cada 100 raciones y si fuera de dos años cada 80 raciones

La ración diaria

compuesta solo de carne fresca debía constar de 3 Y2 libras y ser de 14 st se trataba de cecia, carne salada o charque seco, Idem, pp, 5-10

7 En este sentido es sigmbicativo que a fines de 1811 las autoridades de Buenos Arres fijaran una multa de 200 pesos y la suspensión de la licencia a los pulpe ros que comprasen y recibiesen empeñadas las prendas de los soldados de la guarnición: Gaceta de Buenos Árres, 12 de noviembre de 1811.

entablada como un consiguiente del estado de miseria, desnudez y hambre que padecen, éstos, mis pobres compañeros de armas”.”* La adaptación de los paisanos a los hábitos de la vida militar no era para nada sencilla $ asi lo había advertido Belgrano: V.S. puede mandar se arreglen a cuatro tallas diferentes de hombres, y que todas cuatro sean sobregrandes, anchos y de punta redonda, con concepto a que como todos los soldados por lo general se han criado descalzos, tienen en su talle el pie más grande que el común de los demás hombres que usan siempre calzado,”

En todo caso, algo es evidente: el monto efectivo del sueldo era completamente insuficiente para la manutención de las tropas. Por tanto, debía ser resuclto de otro modo y ello permite considerar un

vector crucial de la “guerra de recursos”: el pillaje y el saqueo debían ser tolerados si los oficiales pretendían contener las deserciones y no perder el control sobre sus tropas. En consecuencia, esta forma de hacer la guerra hace referencia también a las motivaciones de los

soldados y el pillaje y el saqueo pueden ser vistos como instancias de negociación de la autoridad y como mecanismos de construcción de Icaltades y liderazgos. No casualmente cl Ejército de Observación fue sacudido cn mayo

de 1816 por una fallida “revolución” comandada

por los sargentos de varios regimientos que amenazaron con saquear

los caudales del ejército y el pueblo de San Nicolás, “pasarse a la montonera” y marchar a saquear la capital

Meses después, el saqueo

fue una caracteristica distintiva de la incursión que comandaron

Diaz

Velez y Dorrego en la que intervinieron activamente esos mismos regimientos (Fradkin y Ratto, 2008). De esta forma, no extraña que el saqueo se transformara en una forma típica de hacer la guerra y que las autoridades de la frontera bonaerense temieran que los santafesiM

Belgrano a J.M

de Pueyrredón, Unión, 4 de mayo de 1819 (Belgrano,

2001: 439), "MM

Belgrano al Gobernador Intendente de Córdoba, Francisco Viana, Tucu

mán,

12 de encro de 1813, (Belgrano, 2001:195)

nos ejercieran lo que llamaron su “derecho de represalia” e hicieran realidad lo que calificaban como

su “malvado proyecto”: “invitar” a

los indios al pillaje.” 4. La “guerra de recursos” y las intervenciones indígenas

Pero la intervención indigena en esta guerra por los recursos no dependía sólo de las invitaciones y, aunque diferentes parcialidades

establecieron alianzas con los bandos en pugna, lo hicieron con sus propios objetivos. Las situaciones, por cierto, fueron variadas. Grupos

de minuanes y charrúas, que todavía mantenían cierta autonomía en la Banda Oriental y la frontera correntino-entrerriana, no tardaron en aliarse al artiguismo. Á su vez, grupos guaranies adoptaron una

estrategia semejante. Tambien lo hicieron algunas tribus chaqueñas que tenían una larga historia de conflictos con las autoridades san-

tafesinas y correntinas. Y, mucho mas complejo, fuc el alincamiento de las agrupaciones pampeanas en las cuales se estaban produciendo

modificaciones profundas en sus relaciones interétnicas (Djenderedjan, 2001; Ratto, 2008). De este modo,

el enfrentamiento

entre Artigas y Sarratea mcluyó

la disputa por quién sometería a su autoridad Corrientes y Entre Rios Detrás de esta disputa había una cuestión crucial: cl jefe porteño buscaba impedir que los artiguistas se apoderaran del ganado disponible, pues afirmaba que no ha) ya Caballos que montar y es preciso destacar las Partidas a diez y sers y Vesnte leguas de distancia a buscar reses p.a la provisión de las tropas." dd Cipriano Zeballos al gobierno, San Nicolás, 16 de setiembre de 1816

AGN,

Xx-9-3-2 *! Cipriano Zeballos al gobierno, San Nicolás, 19 de diciembre de 1817: AGN, X-9-9-6 * Sarratea acusaba a los artiguistas de saquear todos los pueblos desde Arroyo de la China a Mandisovi y de haber traspasado a la otra banda del Uruguay 30 000 caballos requisados en Gualeguay, Uruguay y la Bajada Sarratca al gobierno,

Sin embargo, también tenía un objetivo más: .. .pacificar los Naturales y hacerlos útiles a la Patria disuadiendolos de las

perjudiciales

sugestiónes

de

los

Orientales

desertores

y

malé:

olos

que

inundan esta Jurisdicción.”

La lucha por la primacía en estas zonas era, entonces, una lucha por ganados y reclutas y, particularmente, por los indios, esos aliados

de Artigas en quienes encontraron los jefes porteños la oposición mas firme, especialmente tras la sublevación del capitán de naturales Domingo Manduré. De esta manera, cuando a principios de 1814 la ruptura con Artigas se hacia definitiva y la oposición se generalizaba por el litoral, al gobierno le resultaba imposible reclutar $naturales”

porque todos habían emigrado a la “reunión de Madure”.* Pero, además, la influencia de Artigas crecía entre las parcialidades chaqueñas y ello alteró por completo la situación santafesina. El indio Manuelito, corregidor de la reducción de San Javier, se pasó a las fuerzas artiguistas con unos cuatrocientos indios “acompañado y tal bez

aconsejado de su Cura Francisco Europco Áspiuru con miras de operar ostilm.te contra esta Ciudad” (Santa Fe), aunque en ese alineamiento influían decididamente los conflictos con las autoridades locales. Sin embargo, para 1816 el gobernador Vera había logrado una alianza con Manuelito, pero era un acuerdo inestable y atravesado por múltiples tensiones Cuando en 1818 López se hizo del gobierno, fue más firme Salto Chico, 23 de junio de 1812,

AA, Tomo

Arroyo de la Chma, 21 de scuembre de 1812,

IX, pp. 6-8 y Sarratca a Artigas, AA, Tomo

X, pp. 182

“ Pablo Areguat al jefe del Ejército, Salto Chico, 9 de diciembre de 1812,AA, Tomo X, p 297

* Hilarión de la Quintana, enviado a someter una revuelta de los milicianos correntinos, se encontró que cstaban liderados por “el indio Mandurc”, capitan de naturales, que se situó del otro lado del río Uruguay y “a favor de la licencia se hizo en poco tiempo de mil a mil doscientos hombres, aunque no todos armados, y hostilizaba diariamente todo lo que era orden”. Hilarión de

la Quintana, “Relación de sus campañas y funciones de guerra”, en Senado de la Nacion, 1960, II, p. 1354. Un análisis actualizado en Frega (2008)

pero aún así estaba lejos de ser gratuita. De este modo, la invasión de Balcarce en 1818 fue concebida como una “entrada general” contra

“los Anarquistas y sus aliados los indios Mocovies y Avipones”.* Además, los cambios que se estaban produciendo entre las parcialidades pampeanas ocurrían en una frontera completamente descstabilizada, habilitaban nuevas y múltiples alianzas en las cuales las disputas por los recursos y el control de los circurtos de intercambio ocupaban un

primer

lugar

y tornaron

completamente

inseguro

el transporte

de mercancias desde la capital hacia Córdoba o Mendoza. No era una situación inédita y a resolverla apuntaron los acuerdos diplomáticos de 1790, pero ahora las autoridades fronterizas se demostraban im-

posibilitadas de repetirlos (Villar y Jiménez, 2003). Dicho en forma simplificada, la estrategia borbónica de acuerdos diplomáticos e intensificación de los lazos comerciales

se deshacía

frente a la intensificación de conflictos que sacudian tanto a la sociedad hispanocriolla como al mundo indigena y las parcialidades se convertían en actores políticos mientras interventan a su modo en la guerra de recursos y la hacían aún más gravosa para las poblaciones

rurales. Sobre todo porque el artiguismo —y sus aliados correntinos y santafesinos— terminaron siendo muy dependientes de esas alianzas y % Díaz Vélez a Posadas, Santa Fc, 10 de diciembre de 1814, AA, Tomo XX, p. 17-18. Francisco Candiot: advertía que “la Indiada son miles, q.e a fuerza de

armas no se sujetan ni se sujetarán” y condenaba las incursiones del “caudillo” Mariano Vera contra los indros reducidos “que hizo azotar la campaña de los vecinos que no lo siguieron en su loca idea” y que al parecer no respondía a ningún plan oficial Candioti al gobrerno, Santa Fe, 20 de encro de 1815, AA, Tomo XX, pp. 128-129

1816,

Alejo Castex a Pueyrredon, Rosario, 23 de agosto de

AA, Tomo XXX, p 170. Artigas a principios de 1817 le decia al gober

nador Vera. “Los Indios no dejarían de ser útiles por acá y s1 no los he invitado hasta el presente ha sido pr creerlos necesarios pa auxiho de Vds

p.o. si han roto

los vinculos de la amistad y ceden en perjuicio de esa Provincia será para mi muy satisfactorio convocarlos y tenerlos a mi lado.” Artigas a Vera, Purificación enero de 1817,

AA, Tomo XXXIV, p. 34

diciembre de 1818,

AGN, X 10 8 3.

Balcarce al gobierno, Coronda, 6 de

tuvieron que tolerar un amplio margen de autonomía a las tribus. No

muy distinta fue la situación de los “realistas”, que después de 1818 encontraron en grupos araucanos aliados tan firmes como autónomos. La dirigencia directorial intentó negociar con los jefes indígenas tratando de sustracrlos del influjo de sus antagonistas pero esos esfuerzos resultaron ineficaces, particularmente en la frontera norte que era

por entonces el epicentro de su ganadería (Ratto, 2003). 5. Guerra de recursos y orden social

La imposición

de auxilios, el reclutamiento

compulsivo,

la

apropiación de caballadas y ganados, el saqueo de establecimientos productivos y poblados, el desplazamiento forzado de poblaciones, fueron parte inseparable de las guerras en el litoral. Eran, a un mismo tiempo, tácticas de combate, métodos de represalia y modos de mantener a las tropas y satisfacer sus demandas. De esta forma, más que la estaba y de la 2005).

tormación de ejércitos reclutados entre bandidos, produciendo era una simultáanca bandolcrización de lucha política, y una proliferación del bandolerismo Esta constatación torna aun más elusiva una cuestión

lo que se la guerra (Fradkin, ya de por

sí ambigua: ¿cuáles fueron las relaciones entre la guerra de recursos y el incremento del bandolerismo? Sabido es que sus enemigos le imputaban a Artigas reclutar sus tropas entre salteadores y cuatreros. No es improbable, pero la iden-

tificación entre “anarquistas” y bandidos resulta extremadamente simphficadora, Por lo pronto, la magnitud de la movilización artiguista no puede explicarse de este modo

y a lo sumo la incorporación de

bandas precxistentes debe haber sido una porción muy reducida de sus fuerzas. En este sentido, conviene recordar que Artigas impuso duras penas para los soldados que robaran* y que las prácticas bandoleras de las tropas estaban lejos de ser exclusivas de sus tropas Mas aún, % Bando de Artigas, 1 de diciembre de 1811, Cuartel de Quebracho,

VI. pp 50-51

AA, Tomo

el “derecho” a apropiarse de los bienes del enemigo fue invocado por

todos los bandos en pugna.** De este modo, el ejercicio de los derechos de propiedad quedó indisolublemente ligado al alineamiento político y al decurso de la situación política. Sin embargo, en cl artiguismo la incidencia de esta estrategia parece haber sido especialmente acusada y algunas observaciones de

los adherentes del gobierno porteño ayudan a comprenderla. Esta evidencia debe tomarse con cuidado, pero pese a su parcialidad no puede descartarse. Por ejemplo, hacia 1812 se denunciaba que “los vecinos o individuos que han seguido al Exto se consideran todos con un derecho a los bienes de los europeos prófugos”. El contenido político y social de esc “derecho” aparece no sólo explicitado sino que

el testimonio indica claramente que el ejercicio de ese derecho no se circunscribía a los bandidos. A su vez, se advertian las implicancias de esta situación: , «todos se consideran autorizados, por haber seguido al Exercito de Árt1gas, p a hacer lo que les da la gana y como en quien los puede contener no ven una fuerza p a ello, miran con desprecio órdenes y cuanto seles dize acerca de esto.**

En otros terminos, el ejercicio de ese “derecho” aseguraba adhesiones pero implicaba un desafío a otras jerarquías. Puede pensarse que la acentuación de esta practica debia traer fuertes tensiones al interior de esta coalición regional. Sin embargo, la dinámica de la confrontación delimitaba los campos Coloma que

Hacia 1814 se informaba desde

La Campaña esta debedida en dos Partidos, o pr nosostros o pr Artigas, en el primer caso los hombres con sus : famibias se acogen al Exército pa encontrar

% Por ejemplo, Alvear dispuso confiscar los bienes de los vecinos que siguieran a Artigas los cuales serian “repartidos” entre los seguidores del gobierno de Montevideo, Bando de Alvear, 11 de octubre de 1814,

Y Mariano Vera a] Estado Mayor, Mercedes, Tomo X, p

189

AA, Tomo

XVII, p. 46

19 de setiembre de 1812, AA,

su existencia, u en el segundo hacen la guerra como su Caudillo, sin lugar yen

continuas carabanas

so

El alincamiento político y militar era, así, un modo de asegurar la misma subsistencia. Sigamos explorando esta evidencia. Poco des-

pués, Juan P. Aguirre habia perdido toda confianza en la población entrerriana:

No debemos engañarnos, estas gentes desean entregarse como aquellos a la sangre y el pillaje y en la especie de guerra que nos hacen solo con una Fuerza enorme los podremos reducir al orden mu

Para 1816 otro observador advertía los efectos de lo que llamaba

“esta especie de guerra”: . Ja licencia concedida a la última clase del Pueblo para el robo y toda clase de crimenes, y la persecución y violencias ejecutadas con la parte hacendada y pensadora, han producido en los primeros el cariño hacia su Gefe y en los segundos el terror, de modo que, aunque por distintos móviles, unos y otros contribuyen a la pronta

ejecución de sus órdenes. Pero había algo más en este registro de la situación y el mismo observador anotaba: Su mfluencia no está Imitada al Pais que le obedece y reconoce, 51 no es que se ha extendido a la Provincia de Buenos AÁrres y muy particularmente a la de Córdoba. En la primera se halla una disposición extraordmaria en las gentes de la Campaña a reunirsele y ayudarle."

Dicho de otro modo, el pillaje y el saqueo no sólo era un modo de remunerar a las tropas reclutadas entre “la última clase del Pueblo”. % José Moldes al Director Supremo, Coloma, 23 de abril de 1814, AA, Tomo

XIV, p 213.

*% Juan Pedro Aguirre a Juan J. Anchorena, Santa Fe, 21 de febrero de 1814, AA, Tomo

XIV, pp. 88-90

*% Informe sobre la influencia de Artigas, sin fecha,

pp 146-147

1817,

AA,

Tomo XXXIII,

A su vez, era un modo extremadamente preciso para identificar cnemigos, construir adhesiones y neutralizar posibles opositores entre “la parte hacendada y pensadora”. ¿Cómo imaginaban las autoridades directoriales que podían enfrentar esta “especie de guerra” que desplegaba ese “Caudillo de Salteadores”? Su conclusión era taxativa: - .todas las ventajas que se logren sobre el enemigo serán infructuosas si el escarmiento no los contiene en los límites de la subordinación y del deber Ellos deben ser tratados como asesinos e incendiarios puesto que en sus ¡ncur92 siones no respetan ni los derechos de la guerra mi los de la humanidad.

En consecuencia, ordenaron que los oficiales, sargentos, cabos y jetes de partida apresados fueran fusilados en el acto y los soldados remitidos del otro lado del Paraná. La confrontación con las poblaciones había adquirido tal intensidad que en 1814 los directoriales pensaban acabar con la oposición entrerriana desplazando

parte de la población a Santa Fe. No sólo

no fue posible sino que poco después imaginaron que el único modo de someter a la disidencia santafesina era enviar a la “chusma” hacia Entre Rios. Estas conclusiones cran el reconocimiento más contun-

dente de que esas poblaciones estaban completamente alienadas de la causa directorial. Era también la demostración del imperio de una concepción que les negaba a los oponentes la condición de oposición política. Más que una “guerra crvil” imaginaban lo que luego habria de llamarse una “guerra de policia”.

Cabe interrogarse ¿hasta que punto fue efectivamente exitosa “esta especie de guerra”? Parece bastante claro que mientras estuvo dirigida

contra precisos cnemigos fue un modo eficaz de obtener adhesiones, canalizar tensiones preexistentes a través de un encuadramiento político, contener el desborde social y obtener los recursos para abastecer y remunerar a las tropas. Sin embargo, no parece haber permitido Gobierno a Soler, Buenos Aires, 7 de diciembre de 1814, pp

215-216

AA, Tomo XVII,

ninguna coordinacion efectiva y menos aún una administración centra-

lizada del botín, por lo que debe conjeturarse que además de permitir el consumo inmediato de las tropas o el enriquecimiento de algunos jefes, difícilmente contribuyera a desarrollar una economía de guerra que pudiera sostener grandes unidades de combate, Si éste fue efectivamente su modo principal de aprovisionamiento y remuneración, inevitablemente sólo hacia viable una “guerra de de partidas”. Era, de alguna manera, el tipo de recursos a los que apelaban los jefes directoriales cuando la remesa de caudales se interrumpía, lo cual solía derivar en un incremento de las deserciones e incluso en la dispersión

de un ejército. Pero, ¿aseguró esta “especie de guerra”la adhesión por el terror de “la parte hacendada y pensadora” como se diagnosticaba? No puede descartarse por completo Sin embargo, si se considera el decurso de las relaciones entre la dirigencia artiguista y los sectores propietarios en la Banda Oriental pareciera que esta situación estuvo

en la base misma de su defección generalizada (Frega, 2002) ” ¿Que sucedía del otro lado del río Uruguay? Aqui, las evidencias de que “esta especie de guerra” derivara en una confrontación social parecen menos claras y más bien parece haberse producido una frag-

mentación del espacio político y la multiplicación de actores de base local encabezados por los grupos con mayor

influjo en cada zona.

Seguramente, debe haber habido propietarios que sufrieron graves pérdidas, ante todo los grandes propietarios residentes en Montevideo, Buenos Aires o Santa Fe. Pero se ha demostrado que otros —e incluso los mayordomos, administradores y capataces—, no dejaron de aprovechar la coyuntura para consolidar su poder local, hacer pmmgúes negocios y obtener ganancias que en dos años rondaban 40%.” De

confirmarse

esta

apreciación, Pp : las É guerras

habrian

contribuido

* En este sentido sigue vigente la explicación de Halperm Donghu (1972).

**Si un observador contemporaneo

probablemente exagerado - calculaba que

las guerras en Entre Rios pudo haber reducido el stock ganadero de 2,500,000 de cabezas a 40 000 en 1823, no fue esa la situación de todos los propietarios

(Djenderedjian, 2002).

-cn Entre Rios pero también en Santa Fe y por que no en Buenos

Aires— a consolidar la emergencia de actores y liderazgos locales sin los cuales ninguna de las fuerzas en pugna podía afirmar su autoridad (Biondmo, 2006; Djenderedjian, 2003a

171-194, Fradkin

y Ratto, 2008). Aún así, no puede excluirse que haya habido una proliferación efectiva de un bandolerismo que podria calificarse de autónomo en la

medida que actuaba desligado de los mandos militares o de los influyentes locales. En este sentido, conviene recordar que las bandas de

salteadores

desarrollo

de

parecen

haberse

la primera

acrecentado

expansión

ganadera

simultáneamente

configurando

al

una

situación endémica que —para decirlo en los clásicos terminos de

Hobsbawm m- se convirtió en epidémica durante la década de 1810. Todas las evidencias apuntan en una misma dirección: la multiplicación del bandolerismo pareciera haber estado estrechamente vinculada al aumento de las deserciones, de modo que las bandas pasaban a realizar por propia cuenta el mismo tipo de acciones que practicaron en las filas. Era, “esa clase de guerra” la que se había convertido en un mecanismo de reproducción ampliada del bandolerismo 6. La naturaleza de la guerra

“Esa especie de guerra...”, “esa clase de guerra...” Quienes la protagonizaban eran conscientes de que libraban una guerra de rasgos peculiares. Peculiar, pero no por ello era considerada una forma ilegítima de hacer la guerra. Por el contrario, intervenir en las acciones

mherentes

a este tipo de guerra era parte principal

de las funciones asignadas a las milicias auxiliares y a las “partidas” de caballería ligera, y este tipo de guerra formaba parte del saber militar disponible. Formaba parte de los escritos de doctrina militar que conocían los altos mandos y cra parte de las conclusiones que se extrajeron de las experiencias contemporáneas en España

y en Rusia.” Por lo tanto, no cra una forma de hacer la guerra que fuera patrimonio exclusivo de uno de los bandos en pugna o de un

tipo especifico de organización armada. Dicho esto no puede dejar de subrayarse una cuestión central: era una forma primordial de desplegar una guerra defensiva, especialmente adecuada para aquellas formaciones que debieran enfrentar las incursiones de ejércitos

poderosos alejados de sus retaguardias de abastecimiento; pero la capacidad efectiva de poder desplegarla dependía completamente de

ta colaboración de la población y de los vínculos políticos entre los

jefes militares y el común de los paisanos. Esta consideración, con todo, no debiera llevar a una lectura épica que opaque el alto grado de coerción que era preciso emplear para desarrollarla,

La cuestión, entonces, es que el predominio de esta forma de hacer la guerra terminaba expresando su naturaleza quizás con mayor precisión que los discursos esgrimidos para legitimarla. De esta manera, al concentrar la atención en esta cuestión lo que se pone de manifiesto es que se trataba de esa multifacética “guerra civil” que desató la revolución desplegada por una variedad de actores con obje-

tivos diferentes. Para los ejércitos (mdependientemente de su filiación política o su denominación) terminó siendo el modo por excelencia para aprovisionarsc, forzar la retirada del enemigo y definir cl alinca-

miento de las poblaciones. De este modo, la llegada de un ejército suponia la imposición de distintas formas de reclutamiento compulsivo El temor a una posible mvasión de Buenos Ares motivó distintos planes de defensa que incluían el uso sistemático de la “guerra de recursos” al respecto, La Cronica Argenta del 29 de noviembre

de

Véase

1816 y el plan de

defensa que propusiera Alvear desde su exilio en Montevideo y que incluia la posibilidad de abandonarla y dejarla arrasada Alvcar, Carlos María de, “Obser-

vaciones sobre la defensa de la provincia de Buenos Átres, amenazada de una invasión española al mando del teniente general don Pablo Morillo, Conde de Cartagena”, Montevideo,

10 de agosto de

1819, en La Revista de Buenos Arres

Historia Americana, Lueratura y Derecho, Tomo VI, Bucnos Aires, 1865, pp

171-191, 320-332

5 29,

y de una amplia gama de “auxilios”, En este sentido no es improbable que esas poblaciones prefirieran negociarlos para impedir el saqueo

generalizado, mitigar sus efectos y, en lo posible, discriminar sobre quienes iba a recaer. No parece aventurado, entonces, suponer que las entregas “voluntarias” no fueran tales sino más bien una estrategia defensiva que además podia ofrecer a los comandantes algún tipo de

apoyatura política local Pero parece claro que pasado cierto límite, a las poblaciones rurales no les quedaban demasiadas alternativas: una era intentar una

política autónoma, oscilante y ambigua, que evitara —en la medida de lo posible— la depredación de su territorio Las depredaciones de los ejércitos aparecen recurrentemente como un factor central que explica los cambios de almeamiento políticos de las poblaciones, Asi había

sucedido en los poblados situados en ambas márgenes del Uruguay en 1811 y volvería a repetirse en 1814, de igual modo que se replicaría en Coronda,

Rosario o Pergamino en los años siguientes. En estas

condiciones, para estas poblaciones evitar un alineamiento defimitivo con alguna de las fuerzas en pugna era una estrategia de supervivencia que buscaba preservar los márgenes de autonomía. Pero era una opción escasamente viable de sostener en el tiempo y entre las pocas opciones que quedaban estaba la de desplegar una guerra de recursos que fuera expresión de una guerra de autodefensa frente a las fuerzas invasoras, Sin embargo, ello no podía impedir su encuadramiento político, y las opciones que tomaron cada uno de los poblados y las facciones en que se dividían, estaban informadas y orientadas por sus apropiaciones de los discursos políticos circulantes y por su evaluación de Jas oportunidades existentes. En definitiva, la misma porosidad de las fronteras entre los bandos en pugna y la frecuencia de los cambios en las alianzas que adoptaban las poblaciones, venia a expresar tanto la composición social, étnica y regional de las formaciones armadas antagónicas, como los márgenes de decisión de las poblaciones y la naturaleza de la guerra.

¿Qué significados tenía para esas poblaciones esta forma especifica de hacer la guerra? Nos parece una pregunta central e insufi-

cientemente atendida. Sin responderla resulta imposible entender qué significaba para cada una de esas poblaciones la “revolución”, el “adio a los tiranos”, la “santa causa”, “el Rey”, la “independencia” o la “soberania particular de los pueblos”. Y la respuesta seguramente

no será univoca. Su faceta especificamente política ha sido muy bien analizada y hace comprensible la generalizada adhesión al principio de la “soberanía particular de los pueblos”. * Pero aqui nos interesó

otra faceta más elusiva, opaca y ambigua: las guerras —, este tipo de guerra en especial implicaba para las poblaciones rurales desafios y exigencias que amenazaban las bases materiales de su orden social

justamente cuando el orden politico se estaba desmoronando. En un contexto de confrontaciones generalizadas, cambiantes, inestables y de resultados imprevisibles, la defensa del territorio y los vinculos de tipo mulitar deben haberse convertido en los lazos que no sólo expresaban sino que estructuraban las relaciones sociales. Ante todo, por la magnitud que adquirieron los enrolamientos Pero, también, porque una de las formas características de la guerra de recursos era la retirada completa de las poblaciones de un territorio

amenazado, La más masiva y emblemática fue, sin duda, el llamado “éxodo oriental” hacia la banda occidental del río Uruguay para resistir la primera invasión portuguesa. Pero hubo otros movimientos similares de menor alcance y envergadura frente a las incursiones de los ejércitos directoriales en Santa Fe y Entre Rios.” Estas movilizaciones reforzaban los lazos militares de las poblaciones y prueba de ello fue la emergencia de una forma especifica de organización armada. los

cuerpos de “emigrados” que luchaban bajo el ala de un ejército a mucha % El mejor análisis al respecto en Frega (2007)

% Un claro ejemplo de ello puede hallarse en las desventuras de Holmberg durante su fallida incursión en territorio entrerriano en 1814. “Parte del coronel Eduardo Holmberg al Director Supremo”, 1814,

AA, Tomo

XIV, pp 259 281

Bajada del Parana,

17 de mayo de

distancia de su lugar de origen pero contaban con tropas y jefes del mismo

origen territorial.”

Si para estas poblaciones —sometidas a crecientes dificultades de abastecimiento,

al aumento

de las cargas, contribuciones,

auxilios

y obligaciones, a las incursiones de fuerzas beligerantes con su secuela de saqueos y desplazamientos forzados—, la guerra era la causa de tamañas dificultades también parece haber sido el único medio efectivo para que unos preservaran sus bienes y otros (muchos más) aseguraran su misma subsistencia. Dicho de otro modo, si la guerra amenazaba el orden social local, afrontarla terminaba siendo el único medio de prescrvarlo. Belgrano observó con lucidez una realidad social que se le presen-

taba cada vez más inmanejable y por eso conviene recuperar el devenir de sus percepciones pues expresa de alguna manera la dinámica de la confrontación. Comenzó su marcha sobre el Paraguay prometiendo

que iba a “dejar libre de los Godos el País de nuestra dependencia, y más alla s1 es posible””” y no dejó de concebir la expedición

como “la conquista de los salvajes paraguayos”. 1 No extraña, por tanto, que ya a fines de 1810 informaba que * ..es mucho el entusiasmo de nuestra gente, pero es de la gente que se ha criado en esa Capital; los demás son casi unos bestias”, '” * Fue una práctica que emplearon todos los bandos. De este modo, los “realistas” de Montevideo contaban con un “Cuerpo de Emigrados de Arroyo de la China” y con un “Tercio de Emigrados de Uruguay” (Fernández, 1977) y el Ejército de Observación sobre Santa Fe con cuerpos de milicianos de Parana, Coronda y

Rosario (Fradkin y Ratto, en prensa y 2008). Algunos de estos cuerpos, como el de “emigrados de Coronda”, se mantuvieron organizados en territorio bonaerense y se mstalaron allí con sus familias (Fradkin, 2001)

” M. Belgrano a

M Moreno, Bajada del Parana, 20 de octubre de 1810 (Bel-

grano, 2001. 85)

1 M. Belgrano a C

Saavedra, Santa Rosa, 31 de encro de 1811 (Belgrano,

2001: 98 99). ' M

Belgrano a €

2001-96)

Saavedra, Candelaria, 16 de diciembre de 1810 (Belgrano,

Si en esta fallida incursión se había topado con una dramática escasez de recursos, para 1816, puesto al mando del ejército sobre Santa Fe, los problemas no eran menores: “A tropa y más tropa, en consecuencia dinero y más dinero, porque éste es el único medio de

hacer mover esta máquina.” !* Sin dinero suficiente, tanto la disciplina del ejército como sus relaciones con la población entraban en tensión y derivaba en una confrontación abierta con ellas. Por cello en

1817 advertía que “los

anarquistas han conseguido cimentar la idea de que no hay necesidad

de Ejército para destruir a los enemugos.”'”” Se trataba del principal desafío de la revolución: sin ejércitos no había revolución pero las poblaciones sc oponían abiertamente a los ejercitos. No extraña que, dos años después, sus dilemas fueran aún

peores: El ganado no aparece y Yo no lo he de arrebatar de los campos, tampoco los caballos que me dice el Delegado Directorial, y mi pienso tocar uno que no sea venido de ese modo, o comprado, en mis principios no entrar a causar males sino cortarlos, como lo voy consagusendo, desengariándose las gentes de que no somos, como los que con sus hechos les habian impulsado a concebir las ideas más perversas de nosotros: desengañémono», nuestra milicia, en la mayor parte, ha sido la autora, con su conducta, de los terribles males que tratamos de cortar '**

Belgrano lo advertía con claridad: buena parte de la población que

inicialmente había adherido a la causa revolucionaria se oponía ahora

abiertamente a sus ejércitos. El dilema era muy claro y era preciso convencer a “nuestros paisanos de que los militares no somos unas fieras devoradoras de su subsistencia”. Su desencanto era inocultable: '* M

Belgrano a 1. Álvarez Thomas, Rosario, 8 de abril de 1816 (Belgrano,

2001: 294), 1% M. Belgrano a San Martín, Tucuman, 26 de setembre de 1817 (Belgrano, 2001: 336

337),

'Y M. Belgrano a 1 Alvarez Thomas,

2001: 437)

Union, 21 de abril de 1819 (Belgrano,

Vs. cuenten que todos se han con vertido en ladrones, y que se debe esupular que se pongan prebostes a que aumbiarán los vecinos honrados para castigar y destruir el robo; de lo contrario, no habrá viviente que pase y todo esto se

convierte en País de salvajes.!"”

Los “salvajes”, entonces, ya no cran para Belgrano sólo los del Paraguay y en esa oposición social cada vez más generalizada residía

el sustrato que permitia la diseminación del “anarquismo”. ¿Qué tipo de guerra era ésta? Jose M. Carrera no tenía dudas: “la ominosa guerra contra Santa Fe” era una “terrible lucha de los déspotas contra los pueblos”

Conviene

detenerse

un

momento

en

su

argumento:

.-Bo hay otro partido que el de defenderse contra la tiranía y éste le siguen ciegamente los habruantes de todas clases, sexos y edades, es tan profunda y terrible la impresión de sus pasadas desgracias, que horrorizados al contemplarlas, resuelven perecer con las armas en la mano antes que sufrirlas

de nuero; es un sentimiento de defensa natural el que les ha dirigido en su marcha [ ..] Aquellos crudadanos verdaderamente heroicos no se han engañado sobre la calidad de sus recursos ni de sus peligros y se resuelven con el conocimiento de los grandes sacrificios que les prepara esta lucha,

pero con la certidumbre de salur trrunfantes en ella, saben que no pueden presentar un ejercito que contenga el de la capital, y se proponen dejarle Íibre el paso y cambiar su situación, pero están decididos del modo que los rusos a abandonar sus fortunas,

sus hogares y familias, a entregar

la cuudad y los campos u las llamas y a esperar de sus esfuerzos cuanto

puede producir la necesidad y la desesperación. cuando Balcarcel haya penetrado hasta su destino, ellos reunirán todas sus fuerzas y las Hevarán hasta Buenos A1res; no harán la guerra de recursos, smo la guerra de la ruma, de la desolación y de la muerte; su conducta sera calculada por

el tamaño de sus males, los hombres que lo hayan perdido todo ¿qué les quedará que respetar?"

15 M. Belgrano a L. Álvarez Thomas, Posta de Candelaria, 7 de abril de 1819 (Belgrano, 2001: 428), 1% “Guerra a Santa Fe y Entre Ríos”, El Hurón, n? [!l, Montevideo, sin fecha. Disponible en www:.historia.uchile c] consulta ctectuada el 27/04/2007.

Eran argumentos que retomaban las experiencias vividas y expre-

saban con claridad el devenir de los discursos políticos. El cotejo de los modos en que Belgrano o Carrera presentaban la situación hacia 1819 muestra la derivación que había tomado la “guerra de recursos”: era mucho más que una táctica militar y adquiría no sólo nuevos y cambiantes sentidos sino que pasaba a designar una confrontación más

vasta, múltiple y contradictoria. De alguna manera, puede ser vista como una suerte de hilo conductor que recorrió y articulo las múltiples confrontaciones que abrió la revolución y llegó a transformarse

en una fragmentada confrontación social, un modo de represalia y de subsistencia o enriquecimiento pero que en todos los casos expresaba la creciente fragmentación política, territorial y social. Pensar esta múltiple guerra civil que emergía de la revolución

y hacerlo a partir de los modos de hacer la guerra permite, entonces, recuperar su extrema continuidad. “Esa clase de guerra” tenía su propia lógica y peculiaridades y ellas hicieron extremadamente borrosa y permeable

la delimitación de los bandos.

La centralidad

que adquirieron los saqueos permite reconocer que de alguna manera estaban regulados por una logica política y podían satisfacer las necesidades

inmediatas de abastecimiento

algunas expectativas de enriquecimiento

haber habilitado una administración

botín y la organización de hacer la guerra, desde esta la naturaleza histórica que La reconstrucción de la es, en

este

sentido,

y remuneración

y hasta

personal,

Pero no parecen

más o menos

centralizada del

una economía de guerra. Las formas de perspectiva, no pueden ser indiferentes a se les atribuya. dinámica histórica de la guerra de recursos

significativa.

No

es un

dato menor

que

no

haya

emergido después del fracaso o el colapso de otros modos de hacer la guerra. Por el contrario, las evidencias indican que estuvo presente desde un comienzo: era “esta guerra de Campo y de robar caballadas”, como la describió de Elio ya a principios de 1811 ¿A Registrar 1% Francisco de Elio a José Posadas, Montevideo, Tomo IV, p. 379

8 de mayo de

1811. AA,

esta evidencia cronológica importa tanto como advertir que en ese comienzo los elegidos para sufrir sus efectos no eran completamente

indiscriminados sino que, al menos desde el bando msurgente, las acciones de saqueo y depredación parecen haberse concentrado muy claramente entre los “españoles europeos” de las campañas. Sabemos que el antagonismo contra los “curopeos” fue un rasgo particularmente acentuado de la movilización de la plebe porteña pero cabe advertir también que muy pronto se pudo registrar que era “mcreíble como

se ha propagado esta antipatía [hacia los “europeos”], especialmente en la casta vil del campo”.*”* Sin embargo, que los sentimientos de las poblaciones no eran homogéneos y tienen una historia que debe aún ser develada. Asi lo sugieren las anotaciones de Alvear hacia 1815: Estas dos Provincias [decia en referencia a la Banda Oriental y Entre Rios] son las más entusiastas por la guerra, y todos sus habitantes d excepción

de una pequeña parte se unirian inmediatam,te a las tropas de Artigas y engrosarian su num.o en caso de invasión. [.. ] En todas las Provincias se encuentran muchos partidarios por la causa del Rey en los naturales del Paris ) las clases pudientes, pero ninguna con la abundancia q.e en la de Cordova,

pues el número de Realitas excede al de Republicanos. En Buenos Arres el pueblo baxo es fanático por la independencia, los vecinos de la campaña son

indiferentes pero fáciles de seguir el impulso q e se les quiera dar."

A ello no podemos dejar de agregar otra cuestión central: el desplazamiento de los resentimientos contra los “españoles europeos” y

los “portugueses” hacia los “porteños”. La historia de los sentimientos colectivos puede iluminar asi las ambiguedades y transformaciones

de la guerra y la revolución. Si un tipo de guerra resulta particularmente elusivo a la identifica-

ción es justamente la “guerra civil”. En buena medida las historiografías 1% Informe presentado por Carlos José Guezzi, 17 de julio de

1810 18 de enero

de 1811. Mayo Documental, Tomo XII, p. 203

'% Carlos Alycar, Relación de las fuerzas, Rio de Janciro, 27 de junio de 1815, AA, Tomo XXX, pp 7 10

hispanoamericanas quedaron apresadas por una idea muy instalada en el sentido común que tiende a clasificar las guerras solo en dos tipos:

o guerras internacionales o guerras civiles (Posada Carbó, 2001). Pero, ¿alcanzan para dar cuenta de la naturaleza del ciclo guerrero que desintegró los imperios ibéricos? Es dudoso que así sea, sin forzar

en demasía las evidencias y simplificar las alternativas en juego. La cuestión, entonces, no se resuelve simplemente sustituyendo la noción de “guerra de independencia” por la de “guerra civil” (Demclas, 2002). Pero lo cierto es que en la experiencia del litoral rroplatense entre muy destacados protagonistas imperaba la idea que se trataba de una “guerra civil” que devino en “guerra de independencia”. Ello os significativo en dos sentidos. Por un lado, porque permite advertir que para los contemporaneos la secuencia histórica era inversa a la

convención historiográfica que terminó por consagrarse. Por otro, y quizas más importante, porque conviene recordar que las autoridades de Montevideo, Rio de Janeiro y Buenos Aires comcidieron en presentar la confrontación de esos primeros años como una “guerra civil”''”

producto de una “revolución”.''' En el Rio de la Plata, la revolución había engendrado

una guerra

civil y ella derivó en una guerra de

independencia. De esta manera, quizás el modo más adecuado para

entender el ciclo guerrero que se abría en 1810 sea interpretarlo como las “guerras de la revolución”. Ello permite precisar una cuestión adicional. Para 1816 la dirigencia directorial había quedado sumida en una aguda contradicción: mientras intentaba legitimarse apelando a la lucha por la “indepen119 Proclamas deVigodet, 18 y 19 de novembre de 1811, 13

AA, TomoVII, pp

11-

Conde de Linhares a Lord Strangtord, 8 de junio de 1811, Rio de Janerro,

AA,TomoW, p. 198. Gobierno de Buenos Arres a Gaspar de Vigodet y al Cabildo de Montevideo, 28 de agosto de 1812,

AA, Tomo VIII, pp. 383-386.

' Intorme de Jose M. Salazar, 10 de diciembre de 1811

AA, TomoVII, p. 19.

Proclama de Diego de Souza a los habitantes de la campaña de Montevideo,

de juho de 1811,

19

AA, Tomo Y, pp. 236-237 y Gobierno a Artigas, 2 de enero

de 1812, AA. TomoVI, p

165

dencia” y convocaba a desplegar “una guerra de revolución” al mismo tiempo

proclamaba

que había llegado el “fin de la revolución”. !??

Pretendía cerrar así el ciclo de “su” revolución. Pero no era una perspectiva unánime y la disputa entre “déspotas” y “anarquistas” —para nombrarla en los terminos que cada bando empleó para designar a sus antagomistas— demostraba que otras revoluciones y otras “independencias” eran posibles Y, por lo tanto, que otra guerra civil podía emerger dentro de la guerra civil. Ella era una de las guerras de la

revolución, como tambien desde esta perspectiva puede considerarse la que enfrentaría en la decada siguiente a las Provincias Unidas con el Imperio de Brasil. Parece entonces más conveniente indagar en esas ambiguedades en lugar de apelar a un discurso histórico que las aplane y anule. La lucha por la “independencia” hizo referencia, primero y sobre todo, a la lucha por la “libertad” y, por tanto, se contraponía a la “tirania” y al “despotismo”.

Se trataba de una invocación que atravesó todos

los discursos políticos de la época e iba a dar lugar a derivaciones especificas y, particularmente, a una: la impugnación del “despotismo militar” que enarboló el artiguismo (Chiaramontc, 1997:381), No cra sólo un recurso retórico sino que expresaba tanto las bases sociales

y regionales de los bandos en pugna, las diferencias entre las formas organizativas de sus fuerzas y la dinámica de los antagonismos. A la inversa, la imputación de “anarquismo” no hacia referencia sólo al desafio de la autoridad del “gobierno superior” sino también a lo que

era percibido como una quiebra del orden jurídico y administrativo y a una seria amenaza sobre cl orden social.

Convertida en una violenta confrontación por territorios, hom-

bres y recursos, la guerra debía orientarse a un objetivo preciso. Para

decir] ecirlo

con

laslas palabras de Sarratca, Sarratea, alal “ext palabras de “exterminio cele ] los

Ivados, malvados

12 Gazeta de Buenos Aires, 25 de setiembre y 31 de agosto de 1816

destruir hta su memoria y hacer a todas las clases del Estado qe se mira por su seguridad”, bra

Era la conclusión más dramática que derivaba de “esta especie de »

guerra”...

./!

1

.

La pretensión que de ella surgía era bien clara: se trataba

“que el terrorismo produzca los efectos que no puede la razón y el

interés de la Sociedad”.!'* La forma de hacer la guerra gestaba así un legado. Podemos, otra vez, recurrir a Belgrano, quien en 1816 preveía alguna de sus consecuencias;

Son terribles, a la verdad, esas conyulsrones que cada vez más deben producir la desunión y la anarquía, porque los hombres acostumbrándose al desorden y el pillaje que trae esa clase de guerra, dificilmente vuelvan a seguir el buen

camino

y

'! Sarratea a Euscbro Valdenegro, Salto Chico, AA, 16 de agosto de 1812, AA, Tomo X, pp

138-139:

1: Gobierno a Soler, Buenos Aires, 7 de diciembre de 1814,

p.216

AA, Tomo XVII,

'> M. Belgrano a Guemes, Tucuman, 3 de octubre de 1816 (Belgrano, 2001 473)

El derrotero de las elites locales entre el eclipse del orden colonial y la formación de la Argentina

republicana'

Beatriz Bragon:

[. En 1812 Nicolás Rodríguez Peña fue comisionado por el Triunvirato a Mendoza para intervenir en el gobierno local después que cl

teniente gobernador Joscph Bolaños fuera destituido por cl Cabildo a raiz del conflicto desatado entre camarillas rivales que incluyó una frustrada rebelión de esclavos Una vez restablecido el orden local, y después de haber puesto al descubierto que los enemigos del nuevo sistema habían mantenido contacto con los conspiradores del movi-

miento de junio en Buenos Aires, Rodriguez Peña optó por desterrar a los cabecillas, entre quienes se incluía al otrora flamante diputado por Mendoza a la Junta Grande, Manuel

puñado de conspicuos locales

Ignacio Molina, junto a un

En una de sus comunicaciones al go-

bierno central cursada a los pocos días de arribar a la ciudad, el líder

' Este trabajo recupera algunas reflexiones ya ofrecidas en Bragom (2004) y Bragon (2006),

revolucionario no dudaba en atribuir la responsabilidad del conflicto a las disputas facciosas.?

Un mes después, y a raiz de la consolidación definitiva del “partido” patriota en las principales posiciones de las magistraturas urbanas, de la campaña circundante y de la frontera, Rodríguez Peña trazó una nutrida descripción de la genealogía del poder local en la que no casualmente ubicaba a “nuestra gloriosa revolución” como punto de inflexión del derrotero político de la crudad. Sin dejar de considerar que la agitación que la había conmovido era tributaria de la desbaratada

conspiración liderada por Martin de Álzaga en la capital, el comisionado del Triunvirato expresaba que “la división que se ha advertido en

este Pucblo, tiene un origen mucho más remoto, y que puede llamarse común a todos los Pueblos reducidos.” Para de inmediato agregar. Divididos en dos o tres familias principales y por lo general opuestas, los

demás vecinos se han unido a aquella [ ..] y considerado como interés de famlia, lo que tal vez no ha sido más que efecto del capricho o de la ambición de sus cabezas. De ahi esta division en que se hallaban los Pueblos antes de nuestra gloriosa revolución, Y que se ha hecho tan sensible despues de ella El espíritu de rivalidad que las dividía fluyendo en la parte que debian tomar en el nuevo orden de cosas ha hecho que declarase opuesta aquella que habia sido adicta en su rival no hubiese abrazado con calor la causa de la Patria, y en este estado se ha expuesto a ser perseguida como enemiga del bien común, y acaso lo ha merecido por la conducta que ha guardado Tal puede ser el cierto origen de la división más no hubiera tomado tanto creces, ni comprometido la seguridad pública, s1 por cualquier causa de que hubiera provenido la oposición, hubiesen sido perseguidos los enemigos de la Patrra *

La descripción de Rodríguez

Peña agregaba más detalles de la

puja a la que se habían visto envueltas las facciones en pugna una vez * AGN — Sala IX

Gobierno de Mendoza, de Rodriguez Peña al gobierno de

Buenos Arres, 18 de agosto de 1812

*AGN - Sala IX Gobicrno de Mendoza, de Rodriguez Peña al gobierno de Buenos Aires, 10 de septiembre de 1812

disparado el proceso revolucionario y que enarbolaba el problema de la sucesión como nudo gordiano del nuevo orden a construir, Á su

juicio, los funcionarios nombrados por el poder central, en lugar de atemperar la competencia entre los clanes o bandos rivales, la habían acrecentado y esta razón requería de algún tipo de arbitraje para garantizar la adhesión al nuevo sistema: Las distintas épocas en tan corto espacio se ha señalado nuestra revolución,

y la poca 1idonerdad de algunos de los Jefes que han sido destinado a los Pueblos Subalternos lejos de promover la unión han producido un efecto absolutamente contrario Asi ha sucedido en esta ciudad. Abatados los ene-

migos del sistema durante el Gbno

de D José Moldes levantaron cabeza

así que fue removido, y continuaron según parece engrosando su número, o

haciéndose más audaces, hasta que D José Bolaños que creyo comprometida su autoridad.

Hasta aquí los argumentos vertidos por Rodríguez Poña reúnen los requisitos basicos de una suerte de dragnóstico oficial —que es también historiográfico— en el cual las familias de las elites no sólo estarian destinadas a ocupar un lugar privilegiado en el nuevo contexto, porque ellas habían servido como base de reclutamiento para los cargos conccjiles, Ahora bien, si esa centralidad no resultaba del todo discutida, la competencia entre facciones o partidos rivales habria de adquiri un sentido distinto a los que habían caracterizado la disputa hasta 1810.

A partir de entonces, y a fuerza de una experiencia politica inédita —por otra parte común a todo el imperio-, si las familias de las elites habrían de de aspirar a heredar el poder vacante, la nueva coyuntura las enfrentaría a un fenómeno radicalmente novedoso para lo cual debian someterse a nuevas reglas de juego que superaban ampliamente el ambito institucional que el antiguo régimen les habia preservado.

El episodio mendocino pone en evidencia claramente los límites concretos de tales aspiraciones; sobre todo cuando se repara en las gestiones realizadas por Rodríguez Peña en la ciudad, que incluyeron, entre otras cosas, la resolución favorable al reclamo corporativo de los jefes milicianos que incluía como requisito basico la distribución

de sueldos y grados para activar recursos a favor de la militarización dirigida desde el centro revolucionario,

En suma, esta brevísima relación de la vida política mendocina en 1812 exhibe un panorama relativamente común al de otras ciudades, pueblos y villas del interior rioplatense en el cual las familias de las elites

locales

han

de

tener

un

papel

protagónico

aunque

de

ningún

modo se trataría de un predominio destinado a ser exclusivo 2. Las páginas que siguen están destinadas a recuperar algunos núcleos interpretativos que en las últimas decadas han contribuido a complojizar la comprensión de la transformación de las elites sociales y políticas como

resultado de la revolución y las guerras de

independencia. Se trata de un recorrido necesariamente parcial que presta particular atención a un conjunto de contribuciones empíricas realizadas sobre diferentes ambitos provinciales y/o regionales en las que concurrieron tradiciones teóricas, enfoques y fuentes de ningún modo idénticos, pero que a pesar de las diferencias contribuyeron a resituar los términos de un debate que permanece abierto, Varios

motivos justifican el recorte propuesto. Como bien lo señaló Gustavo Paz (2007) al introducir el problema en la publicación de un dossuer, el interes por identificar los rasgos sobresalientes de los grupos sociales ubicados en la cúspide del poder social y político de la Argentina decimonónica no había sido un tema ausente entre las preocupaciones de los historiadores y cientistas sociales, Por el contrario, al despuntar los años 1990 contaba ya con una dilatada genealogía en la historiografía

argentina que resultó revitalizada por una rica y variada vertiente de

estudios inspirados la mayoría de las veces en la tradición anglosajona.* Aún aceptando la cficacia de los aportes realizados en la vasta geografía iberoamericana, el interés sobre las elites regionales en el escenario de la Argentina independiente también resultó tributario * La literatura es abundante. Remito tan sólo a algunos textos representativos,

Lomnitz y Perez-Lizaur (1991), Lowenthal Felstiner (1976), Lewm(1987), Brading (1975), Kicza (1986), Kuencssof (1985), Ladd (1984), Lindley (1987).

de otras convergencias temáticas y metodológicas que, si bien recuperaban temas y problemas clásicos de las “historiografías provinciales”, fueron interpelados a través de enfoques, procedimientos y fuentes relativamente novedosos, permitiendo bosquejar una nueva agenda

de trabajo. Las innovaciones a las que aludo pueden sintetizarse brevemente

en algunos núcleos de los que conviene dar cuenta. El primero tiene que ver con la inauguración —si se quiere— de los “estudios de familia”

a raiz de debates suscitados en otras historiografías y que cuajaron entre los cultores de la disciplma por circurtos academicos demasiado diversos como para revisarlos en esta ocasión.? Ese viraje traccionó decididamente el abordaje de las familias de las clites en la longue durée al ofrecer un repertorio de estrategias de investigación que exigía un

tratamiento intensivo de fuentes convencionales y de otras mucho menos exploradas, que permitieron desmantelar las divisiones infranqueables que separaban los comportamientos y lógicas familiares entre el antiguo régimen y la ctapa independiente. Esa novedad introducía dilemas adicionales con relación a las dinámicas y estrategias sociales observadas en el largo plazo. En particular, el análisis del microcosmos familiar ponía de manifiesto aspectos estrictamente vinculados con el “ciclo de la familia” y con asuntos de indole doméstica que invitaban a ser reinterpretados en conexión con los contextos posibles y las estrategias individuales y colectivas que eventualmente podían concurrir en su diseño (Bragoni, 2004b). A mi juicio, ese desplazamiento resultaba particularmente sugestivo para el tema que persigo, no solo porque permitía restituir con mayor rigor analítico y empírico las condiciones y elecciones que convergían en la edificación de los

linajes familiares construidos en las atribuladas décadas que siguieron a la clausura de las guerras de dependencia, sino también porque permitía apreciar el impacto relativo de esas emergencias en el lento * Un ajustado balance de la problemática familiar y las recepciones entre los historiadores argentinos, puede verse en Borxados y Bjerg (2004).

proceso de configuración del nuevo orden político que reemplazó el archipiélago de provincias soberanas por una comunidad política

nacional unificada en las últimas décadas del siglo XIX. Ese segundo

núcleo

de problemas

se presentaba

igualmente

atractivo para el estudio de las clites provinciales por dos cuestiones cruciales: por un lado, porque permitían examinar au ras du sol la trama de relaciones e intercambios asimétricos interregionales que tenian a las familias de las elites o de los grupos de poder locales como

actores relevantes, Por otro, porque permitía matizar —cuando no corregir— algunas imágenes consagradas por la literatura académica que atribuian a las “burgueslas” regionales

comportamientos

casi

mecanicos en la construcción del poder estatal arbitrados la mayoría de las veces sobre la cooptación y/o la coacción. Ese registro analítico —que era también teórico y que seguía el derrotero de la también clásica interpretación propuesta por Oszlak (1997:161)-, si bien habia permitido

identificar los atributos

distintivos de la

formación estatal no habia sido lo suficientemente fértil como para percibir las formas de negociación y conflicto que contribuyeron a la integración de los grupos de poder locales en la conformación de la elite política nacional que afianzaría las bases del Estado nación en las postrimerías del siglo XIX.

Cualquier lector entrenado en la apretada saga de contribuciones empíricas que florecieron en los años 1990, habrá de reconocer que difícilmente pudieron eludir hacer referencia a un conjunto de textos

clásicos que oficiaron de disparadores para verificar o, en cl mejor de los casos, modificar las interpretaciones hasta entonces prevalecientes. Me refiero concretamente al clásico estudio que Tulio Halperin

(1979) había dedicado a la formación de la elite dirigente criolla -cn el cual habia acentuado el factor disruptivo de la revolución en las familias de la elite y señalaba la insuficiencia para hacer de ellas las

bases estables del nuevo poder—, al texto de Susan Socolow (1991) que relevaba las claves del ascenso y del declive de los grandes co-

merciantes del Buenos Árres virremal, y al de Diana Balmor: (1984)

quien avanzaba en la formulación de un esquema modélico que hacía de las “familias de notables” los artífices primordiales de la formación

estatal.* Esa suerte de mapa obligatorio de lecturas habria de oficiar decididamente como marco interpretativo básico para interceptar un puñado de trayectorias familiares ensayadas en una geografía un poco mas vasta a la existente, a los efectos de sumar evidencias empíricas con relación a diferentes problemas

En tal sentido, el estudio de los

grupos de poder locales hincaba la observación en las familias de las elites haciendo de ellas una suerte de retícula explicativa para penetrar

en el complejo entramado que habria de estructurar el “tránsito” entre cl orden colonial y la formación de la Argentina republicana. De esas

incursiones emanaron visiones más complejas en torno al desempeño de los linajes famuliares, aunque generalmente preservaron un criterio clasificatorio clásico que las hacía girar en torno a la economía, la sociedad y desde luego el poder y la política. 3. Siguiendo la huella de sus antecesores, y preocupados por el funcionamiento de la economía entre la metrópoli y las colonias americanas, fueron los historiadores del Buenos Aires tardocolonial quienes ofrecieron nuevas evidencias sobre la fisonomía de los negocios de

quienes se ubicaban en la cúspide del poder de la capital virreina]

En

torno a ello, los trabajos de Gelman y de Moutoukias basados en los papeles personales de Belgrano Per1, brindaron un cuadro eficaz para trabajar las aristas ambivalentes de la elite mercantil y de las ramificaciones del comercio de larga distancia en el mercado interno colonial. Mientras el primero precisó detalles sobre el espectro de operaciones mercantiles y el papel del crédito en la transformación del modesto

inmigrante en gran comerciante en el Río de la Plata tardocolonial (Gelman, 1989 y 1996), Moutoukias optimizó el tratamiento de los vinculos personales como dispositivo del comportamiento económico y social al introducir la noción de reseau al caso de Belgrano Peri, con lo cual

pudo

contextualizar

el papel

de

las familias tardocoloniales

* Menor difusión ganó el texto de S7uchman (1988).

en un esquema de relaciones sociales más amplio que el de los modelos analíticos consagrados, organizados la mayoría de las veces a

través de criterios socioprofesionales (Moutoukias, 1992 y 2000). Ese desplazamiento no resultaba de ninguna manera menor en la medida que, si no negaba el papel de la familia y del parentesco en la vida económica y social de la elite porteña, proponía pensarlas como núcleo de un entramado de personas que incluía a agentes de la burocracia

imperial

cuyas

posiciones

móviles

canalización de relaciones, información y crédito

servían

a la

Asimismo,

la

restitución realizada por Moutoukias introducía una variante adicional en cuanto la operacionalización de la categoría de redes le

permitía identificar un juego de relaciones familiares más amplio que el del modelo

patriarcal consagrado

por la literatura, que

ponía en evidencia el carácter bilateral de las parentelas hispano-

americanas ubicando a las mujeres en roles mucho mas activos a los imaginados, sobre todo en la transmisión de bienes materiales y simbólicos.

Esa advertencia sería más tarde verificada por Boixadós en su

estudio sobre un linaje riojano del siglo XVIII, a partir del cual 1mterrogaba no solo la formación de la fortuna familiar a lo largo de

cinco generaciones sino los canales de su transmisión frente a un regimen plural que habilitaba el uso del lenguaje familiar para cludir

la dispersión patrimonial (Boixadós, 1997 y 2001). A través de ese ejercicio emprendido con herramientas provenientes de la sociología bourdiana y la antropología, Boixadós restituyó la invención de un régimen de heredero único no previsto por la ley pero arbitrado por la custodia moral

de la familia, Esa invención de mayorazgo

la autora explica

como

filiación cognática—

y dada

- que

la ausencia de

herederos varones, fue la que permitió la continuidad del linaje a traves de las mujeres convertidas en portadoras y transmisoras de la “El rol de la moral familiar en la transmisión del patrimonio en los grupos chacare ros pampceanos del siglo XIX fue analizado por Blanca Zeberio (1995 y 2000)

identidad familiar dentro de un sistema de parentesco bilateral. En

consecuencia, la utilización ideológica del parentesco se convertía en dispositivo clave de la constitución y herencia del vínculo de Cochagasta cn el siglo XVIII, Ahora bien, la escasa diferenciación, o en otras palabras cl perfil “polivante” de las elites colomales con capacidad de operar indistintamente en la economía y en la administración, no iban a ser atributos disponibles tan solo de los “sectores dominantes” ubicados en las principales ciudades-puertos americanas integradas al sistema mercantil

español. De ese problema dieron cuenta varios trabajos dedicados a explorar el vinculo entre familia, negocios y poder social en el orden colonial, inspirados en la mayoría de los casos —y con muy pocas variantes— en el influyente modelo balmoriano. De tal modo, el clan de tos Diez de Andino, estudiado por Griselda Tarragó, permitió poner en duda algunas convenciones historiográficas que pendían sobre cl periodo previo a la gran expansión, proponiendo —en contraste con Ezequiel Gallo

que el caso estudiado poco verificaba que “la pobreza

santafesina no era equiparable a la pobreza de sus vecinos” (Tarragó, 1993). La reconstrucción del itinerario familiar a través de una rica documentación depositada en reservorios locales permitía no solo ubrcar el accionar empresario de estos actores en el circuito del mercado interno colonial, sino restiturr la formación de una fami/1a-empresa que modificaba su perfil económico de acuerdo a coyunturas precisas: a través de ella se advertía que la combinación entre comercio y producción pecuaria no era contradictoria a una dinamica mercantil que integraba

intereses pecuarios

en tierras posteriormente

adquiridas a

la consolidación de una red empresaria conformada por “hacendados

mercaderes”. Las evidencias obtenidas sobre las dinámicas y estrategias de las familias de las elites coloniales y sus redes sociales extendidas ponían de manifiesto fisuras y reacomodamientos internos frente a contextos económicos

y administrativos

cambiantes,

que

no

necesariamente

ponían

en riesgo sino que por el contrario ajustaban los términos

del “consenso” colonial entre centros y periferias.* Ellas pusieron en

escena las formas flexibles y variadas a través de las cuales individuos y grupos utilizaban los lazos personales, sean familiares o de parentoscos rituales, con el propósito de acceder a una suerte de mercado de influencias que les permitia mantener o ganar posiciones en diferentes

esferas en la justicia, la economía o la administración. A juicio de Thomas Calvo,” el fenómeno parece haber sido mucho más evidente que en la experiencia ibérica dada la ausencia originaria de cuerpos

intermedios en América al momento de la conquista, otorgando a las camarillas o clanes urbanos un lugar relevante como administradoras

de las formas clientelares que alimentaban todo un juego de complicidades y protecciones con los funcionarios coloniales y penetrar incluso en la misma metropolitanos

con

peninsula. los súbditos

Esos lazos que americanos,

unían los intereses capaces

de

interferir

normas e instituciones, reconocian cn la familia y en el pater familias su núcleo central, sea como realidad o ideal. De tal modo, y frente al esquema interpretativo que hacia de las elites locales americanas un obstáculo en el funcionamiento del poder monárquico, la Iteratura más reciente ha hecho de ellas un dispositivo clave del funcionamiento

y control del orbe imperial (Yun, 2009). El interrogante que surgía entonces se sintetiza de manera sencilla:

en qué medida el quiebre del orden colonial ponia en entredicho los mecanismos del poder social exhibidos por los clanes familiares y la manera en que éstos habían contribuido a la edificación de cadenas de autoridad en el contexto inmediatamente posterior a su clausura.Y el problema invitaba no sólo a volver a mirar cel proceso de renovación de las elites de cara al tembladeral revolucionario sino a detectar en

cuánto esa transformación, que ya Tulio Halperin había indagado "Vease, entre otros, Bertrand (2000) y Zúñiga (2000).

"Thomas Calvo,

Comentario a las ponencias de M Bertrand y ] P Zúñiga, Anuario

IEHS n* 15, Tandil, 2000, pp 81 85

para Buenos Aires, había alcanzado a las diminutas aunque no menos decisivas elites del interior, cuyo derrotero era menos conocido y sobre las cuales la literatura academica consideraba que las bases de su poder provenían de los tiempos coloniales. En tal sentido, el examen de un puñado de itincrarios familiares construidos en regiones extrapampeanas en el siglo XIX pusieron en entredicho algunas convenciones importantes

por un lado, dieron

cuenta de la eficacia de la familia y de las relaciones personales para

atemperar e incluso aprovechar los riesgos de la coyuntura; por otro, revelaron la manera en que la mmestabilidad favoreció la emergencia de nuevos clanes familiares poniendo cn entredicho cl “origen” colonial de quienes habrían de enrolarse en la carrera por el poder local. Finalmente, ambas evidencias permitían poner reparos a las interpre-

taciones que les atribuían “mentalidades” y comportamientos poco sensibles a la innovación, Por cierto, no se trataba de un asunto menor,

más aún cuando las señales provenían de áreas o regiones recostadas sobre las fronteras en el temprano siglo XIX, acuciadas por la crisis de independencia que había condenado a las economías interiores a un “aislamiento” crónico por Jos estragos de la guerra, la vigencia de

aduanas interiores y un vetusto sistema de transporte. Justamente cl estudio minucioso de los negocios y la racionalidad empresaria exhibidos por redes de parientes y amngos en regiones tan disimiles como Mendoza o Salta exhibieron no sólo que el escenario posterior a la Revolución fue propicio para la creación de nuevas fortunas familiares, sino tambien que éstas eran tributarias de decisiones estratégicas en las que resultaban tan relevantes las cualidades de los agentes como los contextos en los que operaban (Platt,

1999b)

1996; Bragoni,

1994 y

La reconversión de los grupos propietarios locales también

constituyó un rasgo sobresaliente en Tucumán cuando la inestabilidad

política no parece haber obstaculizado cl desempeño empresario de nativos e inmigrantes en la producción azucarera con posterioridad a 1850 (Herrera, 2007)

En cualquiera de los casos, y aun atendiendo a las especificidades locales, los perfiles familiares

y empresarios reconstruidos sobre la

base de archivos privados, protocolos notariales, sucesiones y correspondencia privada, pusicron en evidencia algunos tópicos comunes que convendría repasar: de un lado, una tendencia a la complementariedad de actividades mercantiles y productivas que hasta entonces habían sido pensadas como esferas en disputa; por otro, y ligado a ella, las estrechas conexiones entre el ámbito rural y cl urbano. Ambas prefiguraban una racionalidad de negocios que reconocía importantes

puntos de contacto con pautas empresariales y biografías económicas ensayadas en otras regiones de las que podían llegar a distanciarse por la escala de negocios que alcanzaban en las desiguales economias que operaban, y no tanto por el marco de referencia. Los estudios disponibles vinieron a confirmar tales apreciaciones al conocerse con

mejor detalle las condiciones y desempeños empresarios exitosos que acompañaron la expansión ganadera en Buenos Aires y en el Litoral, a partir de las cuales fue posible identificar matices en relación al origen, inversiones y desempeño empresarial de quienes habrían de ubicarse

en el “magma de las clases propietarias” argentinas (Schmit, 2004). En cualquiera de sus formas, familia, parientes y friends of friends operaron como herramientas primordiales en el espacio económico del siglo XIX en la medida que si los vinculos personales no eludían de mngún modo conflictos, tensiones ni calculos erróneos, no sólo habilitaban

circuitos informales de intervención en la economía, sino que mejoraban las condiciones de mtermediación comercial y financiera de los

agentes al reducir los costes de transacción y disminuir inseguridades e incertidumbres sujetas a la escasez de circulante, un patrón monctario mixto y un sistema bancario en formación (Bragon1, 2005b). Finalmente las evidencias obtenidas también permitían matizar el peso de otras visiones historiográficas. En especial sobre aquéllas que habian hecho de la clasificación entre “tradición” y “modernidad” el nudo gordiano para interpretar las cualidades del empresariado

argentino.Y si esa conclusión ser vía para cotejar contrastes y analogías

entre los grupos propietarios del interior, también permitia precisar las asimetrías existentes con las edificadas en el área pampeana y evaluar con mayor rigor analítico el impacto del boom agroexportador en las regiones del interior. Este último aspecto se presentaba particularmente atractivo porque pos1bilitaba interpelar las interpretaciones clásicas

que hacian del Estado un nervio central de las pautas de acumulación del empresariado argentino (Sabato, 1987).'" 4. El problema

antes expuesto

permite

avanzar en el segundo

núcleo de preocupaciones en cuanto encierra el dilema de las relaciones entre los grupos propietarios y el poder político en la Argentina decimonónica, en particular del protagonismo que obtuvieron las elites del interior en la edificación del sistema político nacional en la

segunda mitad del siglo XIX. A decir verdad, tampoco aquí n1 el papel de las familias ni: menos aún el de red de relaciones personales en el funcionamiento de la

política cra un asunto ausente de la agenda de los historiadores. Por el contrario, la literatura disponible habia sido prolífera en atribuir a los vínculos familiares y/o personales funciones distorsivas en la

coyuntura abierta con la revolución y más aún con la que seguiría a la clausura de la etapa rosista, para cuando algunos pudieron imaginar que el caudillismo podia ser extirpado de la cultura política nacional casi

por completo, Obviamente no pretendo decir con ello que se negara la centralidad de los

vinculos primarios en la formación de facciones o

grupos políticos locales. Natalio Botana había restituido con maestría buena parte del funcionamiento del orden político argentino entre

1880 y 1916, otorgandoles un lugar predominante en las relaciones verticales y horizontales que vigorizaron el sistema de intercambios entre las elites del interior y cl poder central (Botana, 1979). No obstante, ese abordaje habría de ser interceptado no tanto en relación '" Un balance sobre la genealogía del problema en la historiografía argentina, puede verse en Barbero y Rocch

(2004).

con los resultados últimos de esa vigorosa construcción política que

acompaño la formación de la Argentina moderna, sino ante todo en el virtual reemplazo de los supuestos que dieron curso a estudios de caso realizados la mayoría de las veces a través de fuentes escasamente exploradas y depositadas en reservorios provinciales y locales. También la renovada Instoria política contribuyó decididamente en ese resultado, en especial, al depositar expectativas en el estudio de las variantes locales del proceso de construcción republicana y estatal que siguió

al momento de la independencia, y de las relaciones entre centros y

periferias con el objetivo de develar las dinamicas convergentes en el afianzamiento de la autoridad nacional en detrimento de los poderes provinciales (Sabato, 2007). Como bien se sabe, en la experiencia argentina los enredados conglomerados de personas que dieron forma a los grupos políticos en el siglo XIX habian sido identificados la mayoría de las veces como anticipos, muchas veces detormados, de los partidos de masas o “modernos”, contribuyendo a diseñar una visión del poder y de la

política sujeta a patrones personalistas, cuando no paternalistas, que no sólo habían moldeado la cultura política sino que, además, habia condicionado la eficacia del sistema, Se podria convenir que se trataba

de una imagen tributaria del modelo propuesto por Gino Germani, para quien el “tránsito de la sociedad tradicional a la moderna” requería de etapas de participación o integración política crecientes ligadas a procesos de modernización

económica

en los que

la diversificación

social resultante generalmente se acompañaba de la “pretensión de nuevos estratos de participación en el poder político” (German,

1968)

Ese proceso gradual de participación política —hgado sobre

todo al sufragio daba por supuestos la ruptura de la comunidad local y de los grupos primarios que la vigorizaban, disrupción que se presentaba necesaria en cuanto habilitaba la transferencia de la lealtad personal dada al rey a la lealtad impersonal otorgada al Estado nación.

En tal sentido, el proceso de secularización que traía aparejado la

modernización económica, suponía el reemplazo de los lazos sociales tradicionales anteponiendo en su lugar un nuevo tipo de vínculo

entre sociedad y poder político, en el cual cl ciudadano moderno -entendido como individuo racional y autónomo— se convertía cn sujeto preeminente

del nuevo

escenario, Aunque

Germani

consi-

derara que cualquier régimen necesita para ser duradero consenso activo o pasivo de las masas, la movilización política de los primeros tiempos revolucionarios e independientes, como el posterior ensayo autocrático de Rosas, no funcionaban como indicadores aceptables de

participación política. Á su juicio, los límites de esa experiencia —de la “democracia inorgánica” en los términos utilizados por José Luis Romero-

residían en que las cualidades del perfil del “tipo criollo”

estaban lejos de favorecer la mentada transferencia de lealtad de la comunidad local a una nacional, muy a pesar de que se tratara de una solución democrática impuesta por la “acción de la masa”, de la cual habia emergido el poder de los caudillos y con ellos el de las provin-

cias y el Interior. Ese esquema de poder, sin embargo, había arrojado una paradoja adicional: no sólo porque habia afirmado el peso de la comunidad

restringida incapaz de extender lealtades estables a la

comunidad nacional moderna, sino porque había representado, sobre todo, el exito del centralismo porteño. A juicio del sociólogo italiano, ese escenario se modificaría más tarde, precisamente después de 1853,

cuando las elites dirigentes pusieran en marcha instrumentos decisi-

vos para transformar el país (Gallo y Sigal, 1971:126)

El influyente

registro germaniano habría de ameritar algunas precisiones importantes por parte de Gallo y Sigal, quienes al tomar en consideración las críticas contemporáneas al modelo inspirador del sociólogo italiano, subrayaron que el mentado “tránsito” no suponía que se tratara de “dos tipos históricos concretos sino de definiciones analíticas, cuyo objeto es otorgar un sentido a las acciones de los diferentes grupos

sociales”. En el sentido por ellos asumido —la formación del primer

partido de masas—, si esas categorías tentan algún lugar lo era en la

medida en que reconocían el valor del sistema de conceptos, de un nivel de análisis adoptado provisionalmente por considerarlo un ins-

trumento útil en la definición de indicadores analíticos. La propuesta interpretativa era original: en lugar de dividir al país entre sectores modernos y tradicionales, optaron por interpretar el proceso interacción constante de elementos tradicionales y modernos los grupos o regiones “mas avanzados”. El supuesto explícito no existe una “realidad” totalmente moderna y que, por otra

como aun en es que parte,

los modelos de sociedades modernas actúan como componentes di-

NÁMICOS y sus interacciones con tendencias tradicionales darán como resultado una realidad peculiar. No creo equivocarme al vincular el tópico germaniano con algunos de los presupuestos que acompañaron la revitalización de la historia

politica iberomericana del siglo XIX, dedicada a revisar los avatares de la formación de las naciones emergentes del eclipse imperial y de

los regimenes representativos liberales que estructuraron su diseño desde la Revolución (Guerra, 1992; Annino, 1995; Sabato, 1999). A los efectos de mi argumentación, me interesa especialmente aludir al papel que cumplieron las elites locales y sus redes sociales extendidas en la dmámica del poder del siglo XIX En mi caso, que necesariamente no fuc el de otros, dicho objetivo suponia asumir supuestos validados en otras historiografías y por los antropólogos sociales - sobre todo los vinculados con la escuela de Manchester que habían descentrado

las relaciones informales de la esfera de lo privado, convirtiéndolas en dispositivos de la acción social con capacidad de intervención en la

economía y en la política (Gribaudi, 1998). Esas adopciones libres no eran de ningún modo originales sino que resultaban simultáneas con toda una vertiente de investigaciones dedicadas a examinar las dinámicas prevalecientes en los regimenes liberales europeos del siglo XIX.

Estas investigaciones —que reconocen el texto pionero de Jose Varela Ortega sobre el caso español, y las dedicadas a la experiencia italiana—" La

necesidad de desmitificar algunos tópicos interpretativos de herencia deci-

monónica sobre cl diseño político de regimenes hispanoamericanos y del árca

arrojaron novedades de importancia en torno a la formación de los “regímenes de notables”, asignando un lugar muy distinto a la famila,

al parentesco y a las relaciones personales en la configuración del orden político decimonónico, despegandolas de visiones ligadas a la corrupción y proponiéndolas como dispositivos o principios de influencia social Ahora bien, la remterpretación de los gobiernos de notables en una clave analítica que los despojaba de las visiones man1pulatorias y clientelísticas resultaba también simultánea con otra que, derivada de una visión holística de la sociedad, consideraba el lazo personal en

función a la articulación de jerarquías sociales y políticas propias de comunidades de “tipo antiguo” que, si figuraban en el repertorio de prácticas sociales que vinculaban sociedad y poder de los “notables” en el siglo XIX, lo hacian en la medida en que daban vida a agrupaciones en las cuales la política estaba practicamente ausente. Al respecto, Francois Xavier Guerra aludió al antiguo dilema de los teóricos de la modernización entre la “construcción de la nacionalidad” y el “proceso de individualización, indicandolo como el atributo más importante y el más dificil de obtener de la ciudadanía moderna” (Guerra, 1999:58-59; Guerra, 1988, 1989 y 2000).A su juicio, la individualización tendría que sumar una dimensión política y otra cultural: la primera debería asegurar “la expresión de una voluntad autónoma mamfestada en eliminación

de comportamientos comunitarios de votantes y la expresión libre del sufragro”; la segunda, tal vez la más enfatizada en los estudios inspirados en el modelo guerreriano, daba lugar a una individualización originada cn “sociabilidades asociatnas”. En cualquiera de los casos, la fertilidad de las nuevas formas de analizar

Y

entender

el

desempeño

de

los

“gobiernos

de

notables”

curoatlántica, apuntan a reconocer las contradicciones derivadas del fundamento

indruidualista de la representación liberal y la estructura corporativa de la sociedad. Vease Ánnino y Romanell: (1988) y Romanell (1988 y 1997), El caso español

era considerado en torno al analisis de José Varela Ortega (1977) Tambien puede verse Veiga Alonso (1999)

habría de incidir eficazmente en la interpelación de las sólidas imá-

genes consagradas sobre todo por las historiografías provinciales, que habían hecho de los “gobiernos de familias” u “oligarquias” el resorte clave del funcionamiento del poder decimonónico. En torno a ello, creo oportuno tracr a colación que esa dupla de categorías o de conceptos escasamente integraba el vocabulario político del siglo XIX y

sólo alcanzaría vigor en sus postrimerías, para cuando los regímenes de notables fueran impugnados por parte de los mismos exponentes

que antes los habían dinamizado. En el caso que mejor conozco, esto es, la Mendoza de fines del XIX, la asociación entre “gobiernos de familia” y “oligarquía” aparece expuesta cn 1889 en una editorial de Los Ándes, un periódico adscripto al juarismo, que bregaba por desplazar al candidato oficial de la gobernación provincial, que habría de alentar una conocida revolución provinciana que abrió las puertas a la intervención del gobierno federal de 1889, Medio siglo después, Lucio Funes (1952) ofrecía un relato del pasado político mendocino registrando un esquema de gobernaciones sucesivas que, apoyándose en los vinculos familiares, había conseguido mantener las riendas del poder local entre 1854 y 1918. El antiguo militante de Partidos Un:dos, convertido más tarde en historiador, identificaba a los gobiernos de Mendoza como “gobiernos de familias” definiéndolas como “verdaderas incrustaciones dificiles de eliminar”. Con sus afirmaciones, Funes daba

cuenta del magma de relaciones políticas que había impedido la conformación de un regimen inspirado en los preceptos del liberalismo político al exhibir esa “ley de hierro” a la que habia aludido Michels (2003) en 1915. Convendría precisar alemás que no casualmente esa imagen coaguló en la literatura política e histórica mendocina en las primeras décadas del siglo XX, cuando los grupos políticos locales acusaban el impacto de la crisis de la democracia y del sistema de partidos después de la fractura del poder de los notables o “crvitista” y la eclosión popular de los lencinistas en 1918. En medio de aquel clima político en el que la democracia soportaba tempestades, Funes

llevaba a cabo

-a mi juicio-

una operación

intelectual riesgosa al

transformar una categorla histórica en categoría analítica que desde

entonces sería asumida como dato por la literatura histórica posterior, '? Cabía preguntarse entonces: ¿el poder en las provincias era un atributo exclusivo de reducidos grupos familiares? Una lectura de las investigaciones destinadas a restituur la construcción de poder social y político de las elites del interior argentino han bosquejado

un rico mosaico

de situaciones

provinciales

que

permite matizar o corregir tales convenciones. Si bien la mayoría de

los trayectos analizados enfatizan el papel de la familia como unidad de cooperación de cara al ascenso y reproducción del poder social, los contrastes residen en las condiciones locales y los recursos ins-

trumentados para hacerlo efectivo en el largo plazo y ante contextos

cambiantes. En tal sentido, el ejemplo de los Sanchez Bustamente en Jujuy, estudiado por Gustavo Paz (2003), pone de relieve la manera en que la progresiva incidencia del Estado nacional en la década de 1870 esmeriló las bases del poder farmliar que se habia mantenido casi intacto desde los tiempos coloniales. Ese derrotero no resulta idéntico al exhibido por los clanes familiares y cl sistema de alianzas políticas erigido en Mendoza en la

coyuntura abierta con Pavón, que exigía a las parentelas un persistente juego de arbitrajes internos y externos para acceder y mantener los resortes del poder local (Bragoni, 2007)

En efecto, los casos de los

González y de los Civit pusieron en evidencia que el legado colonial

no había intervenido decididamente en el éxito político obtenido sino que éste había sido tributario de posiciones patrimomales adquiridas

en la primera mitad del XIX, o de estrategias políticas orientadas a ganar el beneplácito del poder central para afirmar sus posiciones en el orden político local. Y esa vía de acceso habría de contribuir a la formación de perfiles políticos profesionales que estarian destinados

a integrar un nuevo mapa a comienzos del siglo XX, cuando la trans"Véase entre otros, Masmi (1966) y Lacoste (1998)

formación agroindustrial distinguicra a las elites políticas del nuevo empresariado nacido de los emporios vitivinicolas de origen inmigran-

te, como resultado de la expansión del mercado interno. A propósito de ello, los estudios que revisaron las interpretaciones que ya había

anticipado Jorge Balán (1978) a finos la década de 1970, prestando atención a la información suminstrada por las empresas vitivinícolas,

han arrojado evidencias sugestivas en relación al papel desempeñado por redes de parientes y amigos en la organización empresaria de los flamantes emporios bodegueros fundados por inmigrantes españoles

en la bisagra de los siglos XIX y XX, al decisivo estimulo oficial en la actividad vitivinicola y a la escasa cuando no nula vinculación con el poder politico— como recurso instituido del desempeño y éxito económico (Bragoni, 1993 y 1999a; Mateu, 2002 y 2003). Con todo, la relativa diferenciación entre elites socioeconómicas y elites políticas en Mendoza como resultado del boom vitivinicola emula en algún

punto la experiencia del cereal cn la Provincia de Santa Fe (Gallo, 2004; Megías, 1996), y se revela como contrapunto de la tucumana donde el proceso de reconversión azucarero al exigir de mayores inversiones de capital, contribuyó a la concentración de la riqueza y el poder provincial en pocas manos.

Sin duda la fisonomía y comportamiento constituyen

un prototipo emblemático

de la clite tucumana

del funcionamiento

e inte-

gración en el aceitado sistema de intercambios, estímulos institucionales y favores políticos que vinculó la economía provincial con el crecimiento

agroexportador,

Esa clave interpretativa que recuperaba

la “teoría del bien primario exportable”, y que había acompañado el

modelo analítico propuesto por Giménez Zapiola (1975), habría de convertirse en llave de acceso para interceptar nuevos abordajes. Al

respecto, Claudia Herrera (2005 y 2007) ha ofrecido evidencias sugestivas de la calculada división de funciones al interior de las familias

de las elites haciendo de cada uno de sus integrantes engranajes cas perfectos del funcionamiento empresarial y político al interior y por

fuera del estricto ambito provincial, De esa asociación intima entre

poder económico y poder político también habría de dar cuenta José Antonio Sanchez Román (2005), al restituir la mancra en que el desarrollo industrial en Tucumán entre 1853 y 1914 dependió de la capacidad de las elites cmpresariales de poner al servicio de la especialización en la producción del dulce sus lazos con el poder político,

sin que éstos representaran un rasgo distintivo del perfil escasamente innovador del empresariado argentino —como lo había supuesto Jorge Sabato—

como

tampoco

se constituyeran

en garantía

para atemperar

los conflictos suscitados a raíz de la creciente complejización social y política provincial. Esa advertencia sobre la cual ya habían intervenido los historiadores económicos,'* sería enfatizada por Roy Hora al momento de

verificar el perfil cambiante de la elite terrateniente pampeana a lo largo del siglo XIX, concluyendo que la inversión rural no había sido determinante en el origen de la expansión ganadera, sino que correspondía ubicarla en las postrimertas del siglo XIX, cuando las señales externas (o del mercado) gravitaran decididamente en el vuelco terrateniente de los grupos propietarios más prósperos del país

(Hora, 2002a, 2002b, 2003 y 2005). Si las biografías económicas de los Anchorena y los Senillosa —como las sucesiones de los más ricos propietarios porteños— ponían en evidencia esa tendencia,'* el caso de Ramón Santamarina aportado por Reguera (1999a y 1999b), exhibió un comportamiento empresario de similar dirección al revelar el progresivo crecimiento del patrimonio en tierras después de haber incursionado con exito en la actividad mercantil.

"Vale recordar que algunas interpretaciones de Jorge Sabato fueron puestas en duda por Fernando Rocchi y Roy Hora en un dossier publicado en Entrepasados en 1996 * Una interpretación diferente sobre la composicion de la riqueza rural entre las elites económicas de Buenos Arres basada cn tuentes fiscales, en Gelman y Santilli (2006).

Con todo, el análisis de las pautas de inversión de los terratenientes

pampeanos venía a verificar lo que Tulio Halperin (1992) había sugerido en un artículo donde había modificado interpretaciones previas;'? además, permitía identificar las escasas cuando no conflictivas relaciones entre cl sector terrateniente y el poder político, y contribuía a

entender las razones que condujeron a la formación de agrupaciones políticas por parte de los productores agropecuarios con aspiraciones de competr en la arena electoral, Esa suerte de diferenciación de esferas y lógicas en las que el capital social o económico no se reproducia

de manera automática en el campo político de la Argentina fimsecular,

habría de convertirse para Leandro Losada (2008) en objeto de indagación especifico. En su caso, la construcción de la distinción social en la elite porteña del novecientos dependió del interés de expulsar la política de una sociabilidad concebida en términos “civilizatorios” a los efectos de crear un estilo de vida y de consumos culturales opuestos a los prevalecientes en decadas anteriores. Sin embargo, esa erradicación, que no siempre fue conseguida, habría de comcidir con transformaciones decisivas en el campo político como resultado del proceso de modernización, la fractura del oficialismo, la profesional-ización de la política y la formación de los partidos de masas.

De cara a esas transformaciones, a los firmes senderos trazados

por los historiadores del “orden conservador” (Alonso, 1998) y al renovado andamiaje conceptual y metodológico en el estudio de las elites políticas, Marcela Ferrari (2008) concentró la atención en la democratización de los elencos políticos y el paulatino proceso de profesionalización

que concurre

en la autonomización

de la esfera

política en tiempos de la “República radical”. Esa lente que desplaza el foco de análisis de las instituciones y partidos al personal político que las integró y sus practicas, ha permitido ilustrar la creciente importancia de la faccionalización como mecanismo de afirmación de ciertas carreras individuales, ya que el conflicto favorecía la autonomia '* Sobre el viraje halperiniano véase especialmente Fradkin (2008)

de ciertos dirigentes respecto de la conducción y colaboraba en ganar espacios de negociación al interior de la estructura partidaria. *

Como

el lector podrá advertir, el repertorio de investigaciones

hoy disponible sobre las elites políticas y sociales en la Argentina del siglo XIX ofrece un marco de referencias mucho más complejo al que teníamos décadas atrás. Se trata de un mapa de lecturas heterogéneo

en el que han concurrido diferentes tradiciones historiográficas, preocupaciones no siempre idénticas y fuentes de naturaleza distinta. Esa variedad de estrategias y procedimientos de investigación no sólo ilustra la fecunda adopción de un utillage conceptual y metodológico

que combinó eficazmente las tradiciones historiográficas nacionales con las provenientes de otras latitudes; también permite identificar una suerte de agenda de trabajo que está a la espera de nuevos abordajes a los efectos no sólo de sumar de evidencias nuevas por provincias o regiones,

sino para precisar y! o corregir visiones no siempre

com-

pletas o acabadas de las transformaciones operadas entre los grupos

sociales y políticos ubicados en la cúspide del poder social en el “largo” siglo XIX argentino. A pesar de ello, el recorrido que cestas páginas han propuesto permite puntualizar algunos núcleos de interés En primer lugar, y tal como lo percibió Rodriguez Peña en 1812 cuando visito Mendoza, la revolución trastocó el funcionamiento de las elites locales extra-

yendolas del recoleto mundillo capitular; ese tópico regularmente enfatizado especialmente por las historiografías provinciales clásicas

parece haber sido matizado cn las últimas décadas después de perseguir las continuidades y las rupturas de las formas de hacer política que les fueron impuestas por la revolución y las guerras Esa nueva lectura permite ubicar un segundo núcleo de problemas que entrende a las elites locales o provinciales como dispositivo clave y activo del proceso de construcción del Estado nacional lo cual ha permitido —como se anticipo— poner algunos reparos a las visiones que enfatizaban el factor

cooptativo y coactivo del poder central frente a las situaciones provinciales, Un tercer nudo concluye este cuadro sin duda incompleto de las

aproximaciones convergentes en el tratamiento de las elites argentinas: este es, el que atiende a los procesos de diferenciación de las elites en relación con los desiguales procesos de modernización económica disparados con el crecimiento agroexportador que estaría destinado a inflexionar decisivamente en la morfología y funcionamiento de las elites provinciales y de la elite porteña.

La doble independencia

paraguaya. Aspectos económicos y sociales!'*

Nidia R. Areces

Introducción El caso paraguayo presenta por cierto una dificultad: la escasez

de trabajos que aborden desde una perspectiva renovadora el proceso de independencia y, en particular, sus aspectos económicos y sociales. La producción sobre este tema está centrada en la actuación de determinados actorcs encarnados como héroes, o en ensayos con consideraciones político-idcológicas

que pretenden

dirimir posi-

ciones antagónicas instalando en el imaginario colectivo una lectura sesgada sobre la emancipación. Con la intención de discutir estas interpretaciones y sin pretender de ninguna manera alcanzar una más concluyente, es que pensamos que para desentrañar la independencia, tiempo histórico donde se agolpan sucesos políticos a los que se hace

necesario hasta cronometrar día por día, no basta con examinar esas cuestiones sino hay que hacerlo en su interrelación con las económicas, sociales y culturales El proceso —con un antes que se remota a "Agradezco los comentarios que a la ponencia origen de este trabajo hiciera el Dr, Carlos Sempat Assadourian, en ocasión de su exposicion en la Mesa Especial A se . : a Aspectos económicos y sociales de los procesos de Independencia Americana en el marco de las XXI Jornadas «le Historia Economica.

fines del siglo XVII! y un después que alcanza a mediados del siglo

siguiente— se visualiza en su complejidad posibilitando así remitirse al conjunto socictal y a los sujetos que de el emergen y que pueden rescatarse a través de los registros históricos. Con este marco referencial, y teniendo en cuenta los debates historiograficos sobre las transformaciones del proceso de independencia,

se rescatan en este trabajo algunas cuestiones, a saber. los efectos de la revolución en la organizacion económico social del cipiente Estado nación, el rol de los distintos sectores sociales, en particular de los subalternos, durante la revolución y la pos-revolución; y finalmente la relación del nuevo Estado con el mercado internacional y su repercusión en la economia paraguaya.

La Gobernación Intendencia del Paraguay, economía y sociedad Durante la colonia, Paraguay tenta a los rios como salida preferencial de sus productos, los que hacian recalada obligada en Santa Fe para dirigirse hacia el interior del espacio sudamericano, alcanzando Buenos Árres para su salida atlántica. Tanto el “puerto preciso” san-

tafesmo como el establecimiento del Virreinato del Rio de la Plata tuvieron como efecto una mayor sujeción de la elite asunceña con los comerciantes del litoral rioplatense involucrados en el comercio interregional y de exportación. Este fenómeno manifestó las contradicciones que encerraba cuando, con la organización de las Gober-

naciones Intendencias y la instrumentación de medidas económicas, el reformismo borbónico pretendió una mayor centralización administrativa y económica, a pesar de la cual los grupos de poder locales, favorecidos por las coyunturas que precedieron a la revolución de 1810 y los precipitados sucesos que le siguicron, aseguraron, disensiones internas mediante, su dominio sobre el espacio paraguayo. Precisamente, las reformas borbónicas levantaron anteriores restricciones beneficiando principalmente a Buenos Aires, a la vez que la

Gobernación Intendencia del Paraguay obtenía algunas ventajas al ser

transportados sus productos río abajo sin recaer sobre ellos anteriores limitaciones. Entre esos productos, la yerba mate y el tabaco eran los que tenían un valor de cambio en el exterior de la provincia y los que la conectaban con diversas regiones del antiguo virreinato peruano, al mismo tiempo que su producción concentraba en la provincia la mayor cantidad de recursos humanos y de capital. La instalación de la Real Renta de Tabacos, Pólvora y Naipes en 1779, que acompañó las mencionadas reformas borbónicas en el Rio de la Plata, provoco que se volcaran a la circulación, en particular en el área de influencia de Asunción, pesos reales contantes y sonantes (Aguirre,

1905:270

y ss.; Demersay,

1867:45).

dinerario provocada por el funcionamiento

La inyección

de

de la mencionada Real

Renta contribuyó a modificar en parte la situación preexistente, ya que la introducción de la moneda metálica no hizo desaparecer el trucque ni las monedas macuquinas. Además de estos medios de cambio, circulaban a comienzos de la revolución el *peso”, el freal” y el cuartillo”, con el aditamento de “corriente”, mientras que el oro y la plata, por su rareza y alto valor intrínseco, eran atesorados y servían de referencia en las transacciones. La escasez de circulante se

mantendrá durante el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia, el que opta, sobre todo por las dificultades de impresión, por resellar monedas de otros países, Antes del establecimiento de la Real Renta, los mercaderes abastecian a los cosecheros de prácticamente todos los insumos y distintos

géneros, estableciendo una cadena de suministros y consiguientes deudas, de resultas de la cual cra cl comerciante el que finalmente salía beneficiado, en particular aquél vinculado con los mercados exteriores. El circuito comercial que se iniciaba en Paraguay teniendo como productos básicos a la yerba y al tabaco fue controlado por Santa Fe

hasta 1779 y, a partir de esa fecha, por Buenos Arres, siendo estos centros los que respectivamente distribuyeron los productos del Alto

Parana en los diversos mercados de consumo. El tabaco no sólo se encaminaba hacia el interior del espacio virremal sino que su salida preferencial era España siendo su destino la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, El consumo y la comercialización de la yerba mate cubrian amplias regiones interiores, teniendo como principal destino a Potosí

y el área andia del Pacifico (Wentzel, 1988.173). El reglamento sobre fletes para la conducción de la yerba del 11 de julio de 1763 estableció que se debian percibir los derechos de la Real Hacienda en el puerto de Asunción fijando, entre otros, el flete de la yerba hasta Santa Fe a cuatro reales del pais por arroba, y el del tabaco a sexs reales, mientras que si las mercancias tenían como destino a Buenos Aires, el azúcar y la yerba pagaban scis reales de flete y el tabaco cuatro reales, * Asimismo, el Bando del Virrey Vértiz de 1780 dispuso, con arreglo a las Reales Cédulas dictadas oportunamente durante el transcurso del siglo XVIII, que todos los carreteros o viajantes de yerba, o con mulas para las denominadas provincias de arriba —Noroeste y el Alto Perú—, debian pagar al Receptor de Arbitrios de la crudad de Santa Fe el derecho correspondiente de tres cuartillos de real, mientras que los respectivos dueños debían pagar cuatro reales por tercio. , En 1799, la yerba estaba pagando el dos por ciento de Ramo de Propios de Asunción y otro dos por ciento de Ramo de Guerra, impuestos no autorizados por el Virrey o por el Gobernador Intendente, lo que infringía las disposiciones vigentes sobre el comercio de los productos paraguayos

En este sentido, el Diputado de Comercio

Gregorio Tadeo de la Cerda informaba que por el Ramo de Guerra se exigían ocho arrobas por millar a los barqueros y que, habiendo un pleito pendiente en grado de apelación sobre dicha exacción, * Archivo Nacional de Asunción (en adelante ANA), Sección Historia (en adelante SII) 133, 11-7

11. Reglamento sobre fletes para la conducción de la yerba,

1763

' Bando del 23-2

1780 del Virrey Vértiz, en Documentos para la Historia del bi-

rremato del Rio de la Plata Tomo 1, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1912,pp 292-293

consideraba a ésta completamente arbitraria. Tiempo atrás se había comenzado pidiendo como derecho algunas libras de pólvora por cada

carga de yerba, para luego fijarse un tercio (ocho arrobas) por carga y, posteriormente, por cada mil arrobas. Los barqueros se resistieron

a pagarlos hasta que se obtuviera dictamen en la presentación judicial que habían realizado. Sin embargo, el Gobernador Intendente dispuso que se depositara la mitad de los derechos, en calidad de fianza, hasta que se produjera cl fallo (Tjarks, 1962:439). La importancia del comercio de yerba para la Gobernación Íntendencia del Paraguay queda ampliamente confirmada con los siguientes datos. Para los años 1788 y 1792, del total del comercio paraguayo que ascendía a 395.108 pesos, correspondían a la yerba, 292,653 pesos, es

decir las tres cuartas partes del total (Azara, 1943 [1847]:204-205).* Las Guías de Aduana, al registrar las exportaciones con un total de 2.700 toneladas de yerba para el año 1800, testifican que la yerba era

el producto preferencial y de mayor salida (Garavaglia, 1983:83-97).* En este comercio se evidenció una apreciable y creciente disminución a partir de 1818, observándose pequeños repuntes en 1832, 1837 y 1838. El tabaco siguió otro camino. Entre 1829 y 1835 se constituyó

en el rubro más importante de las exportaciones paraguayas. Estos cambios seguramente respondían a la transformación de la economía de monocultivo del Paraguay en una economía más equilibrada, la que de esta manera provela a la población, en forma suficiente, de arroz, maiz, mandioca, papa, batata, mani (del que se extraía acerte), trigo, algodón y numerosas variedades de vegetales.

*ANA

SH

197, 1.

*ANA sección Nueva Encuadernación (en adelante NE) 3360

de Guías. Año 1800

Libro del Asiento

-

Yerba mate

Año

(toneladas)

1816

3.624,00

1818

2.568,53

1819

1.369,00

1820

529,55

1829

140,28

1832

325,23

1835

145,97

1837

343,09

1838

352,46

1839

1.839,00

Fuente: White (1984:-141-142 y 276-285). Hay que aclarar que durante el gobicrno de Francia, la yerba y el

tabaco seguian siendo cel medio de pago para permutas en el comercio interno y fronterizo, a pesar de que se dio una disminución del interés en la yerba con la clausura del libre comercio exterior a partir de 1820 y las consiguientes disposiciones que intentaron desmontar la trama

económica de beneficiadores y comerciantes paraguayos y extranjeros. El comercio yerbatero y tabacalero, ligado a otras actividades, habia sido la base de una próspera comunidad comercial que actuaba en Asunción, Estos comerciantes carecían por cierto de los recursos que poseían sus colegas porteños con quienes mantenían lazos de amistad, de parentesco y comerciales, pero su riqueza y su influencia política se acrecentaron en la capital provincial, durante los últimos años del

gobierno colonial. Desarrollaban sus actividades no en un mercado con un ambito nacional consolidado sino que lo hacían en mercados locales y regionales, dentro de un espacio colonial que no era un bloque homogéneo y uniforme, y en donde cada región constituía un

complejo ámbito económico cuya estructura se asentaba sobre uno o más productos dominantes que sostenían los intercambios hacia otras regiones y hacia la metrópoli.

Entre esas regiones se configuraron

diferentes redes para la circulación y desemboque externo regional que diagramaban

de cada sector

circuitos comerciales y variadas

formas de engarce e interdependencia (Assadourian, 1994). Dentro de este esquema, entre la metrópoli y Asunción interfería un tercer

actor que ejercía abusivos controles: la ciudad puerto, ciudad principal, erigida como submetrópoli, Buenos Arres, y especificamente el grupo de comerciantes vinculados a la exportación. Paraguay exportaba a Buenos Aires yerba, tabaco, azúcar y miel, entre otros productos, e importaba de esa ciudad ropa y otros bienes de consumo provenientes sobre todo de Europa. Una larga lista de vecinos paraguayos a lo largo del siglo XVII se proveía en Buenos Aires de los insumos necesarios para operar sus unidades productivas

y practicar repartos de mercancias en los Pueblos de Indios, Estos

vecinos comerciantes —Pedro Nolasco Domecq, Melchor Marin, Tomás Ortega Fernández, José Esteban de Arza y Juan Francisco Decoud— ocupaban cargos concejiles controlando el Cabildo asunceño, ambito

político por excelencia de la provincia.

Los mercaderes

pa-

raguayos se hallaban a merced del credito de sus corresponsales más ricos de Buenos Ares en la medida que por carecer de reservas de capital negociaban con dinero prestado en Buenos Aires a razón de 8% sobre la ganancia en cada transacción comercial

Pero éste era un

obstáculo menor comparado con otros (Lynch, 1962 155). Si bien Paraguay poseía el monopolio natural de la yerba mate que se consumia y comercializaba en el virremato peruano, sobre ella pesaban sisas, alcabalas y arbitrios, como se ha visto. Los productos paraguayos dejaban escasa utilidad en la provincia mientras que, a través de su comercialización, comerciantes y fisco real obtenían una importante via de ingresos. Estos

comerciantes

estaban

mtegrados

al sector

tradicional

que

controlaba el poder en la provincia, el cual había sufrido transformaciones con la incorporación de miembros de una nueva inmigración que se había radicado en Asunción a partir de la década de 1760 como

en otras regiones de América— dedicándose la mayoría al comercio

e invirtiendo algunos de ellos en propiedades rurales. Esta inmigración provenia sobre todo de la zona cantábrica, destacándose entre esta nueva camada los de procedencia vasca, sin olvidar algunos de otros países de Europa como Joseph Coene, uno de los más grandes comerciantes de la provincia, originario de Gante. Este nuevo grupo se hizo del control del Cabildo en la década de 1790 integrándose a la elite a través de distintas estrategias matrimoniales. Una de las respuestas de las familias frente al nuevo patricias criollas grupo fue replegarse al campo, donde preferencialmente se dedicaron a la cria de ganado vacuno (Velázquez, 19664:156 y ss.), defendiendo algunas de ellas el sistema de encomienda —que con sus particularidades se mantuvo

en Paraguay hasta 1806—

frente a la acción abolicionista

desplegada por los gobernadores intendentes. Una de las familias que se adaptó a los nuevos tiempos, la de la Mora, emprendió negocios de importación y exportación que la pusieron a la par con el renovado sector de la elite (Cooney,

1985:202-207)

Durante

los once años de gobierno de Lázaro de Ribera, el grupo recién arribado se vio favorecido por su origen peninsular, gozando del favoritismo oficial al mismo tiempo que aprovechaba su asociación con los comerciantes de Buenos Atres Precisamente fueron estos comerciantes, muchos de ellos integran-

tes del Cabildo, los que, producidos los sucesos de 1810, mantuvicron su lealtad al Consejo de Regencia. Por su parte, bien se comprende

toda la importancia que tenía para los propietarios rurales del Paraguay esta cuestión de la libertad de los tabacos y la consiguiente supresión

del Real Estanco. Nadie va a comprenderlo mejor que el general Vicente A. Cavañas, que en ese entonces era el más rico hacendado del país y el que más tabaco cosechaba aún incluyendo a otros como los Yegros, los Bedoya y los Machaín ( López, 1883:363). Fue con Cavañas

con quien el gencral Manuel Belgrano, jefe del ejército porteño que invadirá la provincia en 1811, negoció su capitulación. En consonancia .

1

.

.

.+

.

4

con las tratativas entabladas, Cavañas dejo retirar las fuerzas invasoras al otro lado del río Paraná posibilitando el regreso a Buenos Aires del

grueso del ejército mientras que se ordenó que algunos oficiales que se hicieron prisioneros fueran remitidos a España vía Montevidco.* La Independencia y las relaciones con Buenos Aires

En el complejo proceso de disolución de este gran conjunto mult1comunitario que era el Imperio español, la mdependencia paraguaya, en comparación con el resto de las colonias americanas, fue un caso precoz de ruptura de vinculos con la metrópoli, España, y con la submetrópoli, Buenos Aires. Una precocidad que no se correspondió con transformaciones en la estructura de la sociedad paraguaya la que, por un largo periodo, mantuvo las características de Antiguo Régimen por lo que, en consonancia con este modelo, experimentó retardos en la adopción de principios y prácticas políticas modernas. La experiencia histórica colonial también hizo, como

en otras

regiones a lo largo de América, que la independencia en esta Gobernación Intendencia del Paraguay adquiricra una forma especifica a pesar de estar encuadradas en las mismas condiciones internacionales predominantes. El vínculo con la metrópoli se rompió abruptamente, impulsado por los acontecimientos de la península, la doble abdicación de Fernando VIT y de su padre Carlos IV en Bayona a favor de Napo-

león el 6 de mayo de 1808, la ocupación del territorio español por el ejercito francés y la sustitución de la autoridad del rey prisionero por

una Junta Suprema Central de gobierno del rcino de España y de las Indias. Frente a ellos, las opciones fucron la insurrección o la lealtad al rey depuesto o a la autoridad que lo sustituia. Paraguay fue una de las colonias que optaron por permanecer leales a la corona.

Una

vez

que

se inició

en

Buenos

Aires

el movimiento

de

* Archivo General de Indias. Gobierno (en adelante AGI). Gobrerno, Buenos Aires, 317

de 1811

N”7. Parte del Virrey del Rio de la Plata, Montevideo,

13 de mayo

mayo de 1810, Asunción no respondió a la convocatoria de la Primera

Junta porteña, la que después de enviar emisarios con el objeto de informar sobre los acontecimientos puso en marcha un plan para arslar al Paraguay, provincia que no reconoció la supremacía que Buenos Aires pretendia imponer

La precipitación de los acontecimientos pro-

vocó inmediatamente interrupciones en cl comercio entre Asunción

y Buenos Aires, situación que se profundizó con el Congreso del 24

de julio de 1810 cuando Paraguay manifestó fidelidad al Consejo de Regencia por ser el “representante legítimo de FernandoVIP” y declaró que “se guarde armonia correspondiente y fraternal amistad con la Junta Provis10nal de Buenos Áxres, suspendiendo todo reconocimiento de su superioridad en

ella”(Molas, 1865-1868 549). Situación apreciada por José María de Salazar, funcionario español de Montevideo quien, en oficio al Secretario de Estado y del Despacho de Marina, le informaba que Buenos Aires habia prohibido todo comercio con Paraguay. Opinaba que estas medidas “rolentas” impuestas a la provincia que proveía a Buenos Aires de yerba mate y tabaco sólo podían producir “efectos favorables a la buena causa”.” Con una antigua metrópoli invadida y cuyas autoridades, de un bando y de otro, buscaban legitimarse y sostenerse en el poder, en determinadas ciudades americanas, como en Buenos Aires y en Asunción, adquirió importancia vital la cuestión de la libertad de comercio acoplada al desfase entre criollos y peninsulares.

El mencionado Congreso a su vez resolvió la creación de una Junta de Guerra con el objetivo de organizar la defensa provincial al mismo tiempo que rervindicaba los derechos americanos en consonancia con la fidelidad al rey. Por hostilidad y reviviendo antiguas competencias con Buenos Aires, Paraguay prefirió continuar dependiendo de España, lo que está indicando que los acontecimientos que en esa provincia se desencadenaron a partir de 1810 no pueden desprenderse de lo que * AGÍ, Gobierno, Buenos Ares, 156. N” 120,f, 81 José María de Salazar al Secretario de Estado y del Despacho de Marma, Montevideo, 10 de agosto de 1810.

estaba sucediendo en Buenos Altres. Se hace interesante observar los

rasgos paradójicos de la independencia paraguaya puesto que comienza con la defensa del monarca depuesto, Fernando VII, y concluye con la proclamación de la soberanía popular, una titularidad con su horizonte de expectativas y experiencias que se comprende sólo en los usos del

lenguaje propios de la época. Desde un comienzo, el movimiento independentista con el que despegó la construcción del Estado nación paraguayo contó con una amplia adhesión popular que se extendió fuera de los ambitos urbanos.

Es dable destacar que Paraguay no fue mvadido por un ejército realista sino por uno organizado por la Junta porteña e integrado en su gran mayoría por efectivos reclutados cn el litoral rioplatense. Para

enfrentarlo, se agruparon los paraguayos en un ejército que todavía tenía mucho de la organización muliciana heredada de la colonia. La invasión porteña acarreó como consecuencia directa que los capitanes-

estancieros que lideraban el ejército paraguayo entraran activamente en la vida política e imprimieran su sello a los acontecimientos que

sobrevendrian Precisamente, la revolución en Asunción fue obra de un grupo de oficiales patricios seguidos de soldados quienes, el 14

de mayo de 1811, reemplazaron por una Junta de Gobierno al Gobernador Intendente Bernardo de Velasco y Huidobro —desacreditado políticamente—, argumentando que de esa manera se evitaba que la provincia fuera entregada a “una Potencia Extranjera”. El Gobernador Velasco, quien había sido designado en setiembre de 1805, perma-

neció en su cargo hasta el 9 de junio de 1811. Habia ascendido a ese puesto por su carrera militar como la mayoría de los gobernadores paraguayos, y durante su gobierno sc había ausentado cn repetidas y prolongadas ocasiones de Asunción —cubriendo funciones inherentes a su cargo en Misiones, Buenos Aires y Montevideo— siendo acusado

por el Cabildo asunceño de “desamparar” la provincia,

La primera fase política del proceso, de mayo de 1810 a junio de 1811, está centrada, como se aprecia, en los cambios locales que se desencadenaron en repercusión de los sucesos porteños y finalizó

cuando una Junta relevó del poder aVelasco y proclamó formalmente la independencia, no sólo respecto de Buenos Aires sino de todo país

extranjero, aplicando la teoria del pactum translationis. En esta etapa inicial, como en otros futuros países iberoamericanos, la Junta de gobierno fue uno de los fundamentos institucionales de la independencia paraguaya. Concentró funciones que antes desarrollaban los cabildos, las audiencias, los virreyes y gobernadores, dando lugar, muy paulatinamente,

a nuevas estructuras estatales. Durante ese contradictorio

proceso, las pugnas entre los distintos grupos, tendencias y facciones, dieron como resultado vacilaciones y retrasos frente a la declaración formal de la independencia, a la definición de la forma de gobierno y a la defensa de los logros que se iban obteniendo. El ejército, otro pilar de los procesos emancipatorios, tuvo una

corta actuación especificamente militar cuando repelió la invasión porteña, pasando a ocupar un primer plano en la palestra política, lo que desembocó en fuertes desequilibrios entre civiles y militares.

La habilidad politica de un letrado como José Gaspar Rodríguez de Francia, progresivamente acomodara el baluarte militar transtormandolo en sostén de la Dictadura. La misión militar que se atribuyeron, cubrió a esos hombres de un manto ideológico que se convertiría cn fuerza emancipadora al hacer de portavoz del “pueblo en armas”. Al sector de la plebe que lo integraba se le negó toda individualización, fue dirigido y manipulado, aunque en algunas ocasiones su voz se despegó de influencias y adquirió autonomia. No se puede encuadrar a estos protagonistas individuales y colectivos bajo un denominador común porque en su actuación incidieron variados elementos, desde el ambito geográfico, la composición social, las coyunturas y los objetivos

políticos, hasta la inserción

al mercado

internacional

que

tenian las colonias en el momento de la separación de la metrópol: y que esta, pese al bloqueo y los cambios experimentados desde fines del siglo XVIII, seguía mediatizando. La segunda fase política comenzo después del golpe de Estado del

14 de mayo de 1811 que estableció la Junta de Gobierno y que declaró

la independencia cl 9 de junio de 1811, mencionando en sus proclamas los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa.

Esta fase, que adquirió un cariz revolucionario y de enfrentamientos facciosos, se extiende hasta el Congreso de octubre de 1814, que estableció cn la República la Dictadura Suprema de Francia. Desde los prolegómenos del proceso de independencia hasta que Francia asumió como dictador actuaban públicamente distintos grupos políticos.

Opina Velázquez que entre 1811 y 1814 se pueden detentar

un conjunto de elementos sintomáticos de un proceso revolucionario “exaltación patriótica, anhelos de libertad, impacto de las ideas generadas por la Revolución Francesa y difundidas en todo el ámbito hispanoamericano, protagonismo de una generación de paraguayos muy jóvenes, concientizados sobre su rol histórico, y creciente par-

ticipación popular” (Velázquez, 1991:93). Uno de esos grupos, el revolucionario-democrático, se caracterizó por su radicalismo social y político, su tenaz oposición al mantenimiento del vinculo colonal con la metrópoli y su resistencia al predominio de Buenos Aires. Á esta facción la apoyaban ncondicionalmente los pequeños y medianos

propietarios rurales, arrendatarios y sectores medios del clero, El liderazgo estaba en manos de Francia que había ganado entre la población un creciente prestigio gracias a su desempeño como funcionario probo,

prestigio incrementado por el ejercicio eficiente y desmmteresado de la práctica forense a partir de la cual consolidó su fama no sólo en

Asunción sino también en el terior de la provincia El grupo liberal-republicano representó un reformismo moderado que excluía cl compromiso con la potencia colonial, En él se reco-

nocian distintos sectores: uno que mantenía su adhesión a Buenos Aires y cuya base de apoyo era muy limitada; otro cuyo proyecto, si bien republicano, no proponia sustanciales modificaciones al orden vigente y que contaba con mas cantidad de adherentes que el anterior, pero la mayoría de sus partidarios se mostraban inquietos frente a la

posibilidad de “una revolución desde abajo”, lo que en los momentos

definitorios los inclinaba a los conservadores. Estos últimos —los es-

pañolistas o leales—, que constituían la expresión política del rechazo militante al levantamiento de los sectores populares y defendían el mantenimiento de los vínculos con la metrópoli, fueron prontamente desplazados de la arena política y sujetos a medidas punitivas de distinta indole, como sucedio en otras ciudades de Hispanoamérica Coincidiendo con la caracterización política precedente, Wisner de Morgenstein distinguió a la sociedad dividida en tres partidos: “El

Nacional”, “El Realsta” y “El Porteño”, afirmando que el primero de ellos, a fines de 1813 ya dominaba la escena politica, habiendo perdido el realista su prestigio y cl porteño a su más reconocido jete, Pedro Somellera, y habiendo desplazado al mencionado Cavañas, caudillo

tabacalero de la Cordillera (Wisner de Morgenstein, 1923:60). El filósofo e historiador paraguayo Adriano Irala Burgos, para establecer las diferencias entre estas facciones, acertadamente utiliza como criterios la adhesión de éstas a España o a Buenos Aires y su interés en modificar o no el orden social, elementos que le permiten carac-

terizar a las ideologías que entran en el juego político de españolista o conservadora, umionista o porteña, liberal republicana o francista (Irala Burgos, 1988:69). El marco referencial es el de una sociedad en la que hasta ese momento detentaban el poder “las cien familias” de antigua prosapia colonial Los Robertson apreciaban que Paraguay tenia “aunque no Duques o Marqueses, si unas clases comparativamente ricas” siendo ellas “quienes recibían y se dividían las ganancias anuales por la producción que habían embarcado” (Robertson y Robertson, 1839:218). Los productores y comerciantes más beneficiados se ubicaban en la cúspide de la pirámide social y de los poderes de decisión, estableciendo con sus seguidores, con su clientela, una relación por cierto asimétrica pero, al mismo tiempo, conveniente a ambos. La interrupción del comercio de yerba mate y tabaco, sobre todo con Buenos Aires, a través del cual esas familias obtenían importantes ventajas, afectó a sus miem-

bros al desarticular las redes de los negocios y alterar las acciones políticas que ellos realizaban esencialmente en forma corporativa.

Se observa que una cuestión aglutinante en estas acciones políticas fue la definición de las relaciones a establecer con Buenos Aires, cn particular en los momentos decisivos del proceso de independencia, cuando el pueblo y la legitimidad de su representación entraban en el escenario político En esa definición de las relaciones con Buenos A1res, una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno independiente paraguayo fue el apresamiento y la expulsión, después de permanecer preso casi cien días, del hasta entonces y ya mencionado Teniente Gobernador Pedro Somellcra. Nacido en San Pedro cn la jurisdicción de Buenos Aires en 1774 y graduado en la Unwversidad de Córdoba, había sido designado en esas funciones por el Virrey del Rio de la Plata Santiago de Liniers en 1807, y había acompañado en su gestión al último Gobernador Intendente Francia, quien era amigo de Somellera, le había expresado con anterioridad que “era menester que cada uno sirviese a su pais; que no hacia falta en el Paraguay” (Somellera, 1883:205), postura frente a porteños, portugueses y otros extranjeros que Francia reafirmará en distintos momentos. En Buenos Aires, Somellera siguió actuando públicamente y ocupó distintos cargos: alcalde de primer voto del Cabildo de esa ciudad, auditor de guerra y asesor del gobierno, al mismo tiempo que difundía la obra de Jeremias Bentham. El caso de Somellera, como el de otros, lleva a pensar que en el proceso político paraguayo se producen situaciones que van afirmando la identidad que se percibía como propia frente a la de “los otros”, sean porteños,

españoles [0] portugueses,

En

titaria, cl manejo de la alteridad le posibilita

esta construcción

1den-

a Francia “imaginar la

nación”, proceso sin duda múltiple y cuyas perspectivas no reducen la formación del Estado y de la Nación sólo a acciones y reacciones de

las élites. Junto a y en competencia con ellas, los “de abajo” no podían dejar de ser incorporados si se estaba pensando en un proyecto que

involucrara a la población en su conjunto. La formación de naciones modernas €» el resultado de intensos conflictos en los cuales los distintos sectores de la población participan con sus propios discursos e ideologías, siendo dificil pero no imposible encontrar rastros en la documentación de los sectores subalternos o suficiente material probatorio que dé cuenta de su participación, Un hecho a rescatar en este proceso que da pautas del comportamiento y definición posicional del futuro Dictador es el siguiente. En agosto de 1811, la primera crisis mostró las diferencias entre los integrantes del gobierno. Francia, sin contar todavía con suficiente base de apoyo, sin control sobre las fuerzas armadas, optó por ret1rarse, Sin embargo, su capacidad y habilidad política habian quedado

suficientemente demostradas (Wisner de Morgenstein, 1923:50), por lo que seria permanentemente

requerido por los otros inte grantes del

gobierno, Fulgencio y Antonio Tomás Yegros, Pedro Juan Cavallero caudillo reconocido por el ejército como jefe triunfante frente a Belgrano y a Velasco—, y Fernando de la Mora —rico propietario de Tapúa con fuertes conexiones comerciales con Asunción, congresal en

1811 y comisionado por la Junta para restablecer Fuerte Borbón en el límite con Brasil-,* quienes pidieron su reincorporación. Sus méritos fucron resaltados de una u otra forma por todos, dada “su buena y acertada dirección en las arduas empresas que hemos tenido entre manos” * Habian pedido también su reintegro los oficiales del Cuartel de Asunción,

acerca de los cuales Francia guardaba justificadas reservas. En la carta dirigida al Cabildo expresaba que el ejército debe estar subordinado al gobierno: “Qué sería de la junta y de la Provincia s1 a cada imstante los Oficrales prevalidos de las armas hubiesen de hacer temblar al Gobierno, para obtener con amenazas en las pretensiones de su arbitrio”. Esta posición la “ANA SH 214, 114, Carta de Fulgencio Yegros, Pedro J. Cavallero y Fernando de la Mora a Francia, 6 08-1811, ANA SH 214, 115. Carta de Antonio Tomas Yegros a Francia en su chacra de Ibiray, 9 8-1811, ANA

SH 214, 116, Carta de

Fernando Cavallcro a Francia, agosto de 1811.

"ANA SH 214, f. 117. Carta del Vocal Pedro ] Cavallero, agosto de 1811

sostendrá durante todo su gobierno. En esa carta, Francia volcaba también sus principios sobre el ordenamiento de la sociedad, en la que debía “haber una jerarquía, en que cada uno se contenga, sin salir de la esfera y facultades que le señalen su puesto y el lugar a que está destmado”. JA

Por lo vista, la imagen de sociedad que tenía acordaba con la de tipo estamental y corporativa de Antiguo Régimen. El fracaso de la revolución realista de setiembre de 1811, la misión Manuel Belgrano-Vicente A. Echevarría enviada por Buenos Aires y la remoción del vocal fray Francisco Xavier Bogarín, con quien Francia tenia serias discrepancias políticas, posibilitaron su reintegro a la Junta, aunque por muy poco tiempo, ya que al agudizarse las contradicciones

entre los distintos grupos políticos, se apartó por

segunda vez el 15 de diciembre, lo que provocó otra crisis.'' Ahora su alejamiento del gobierno duró casi un año, hasta el 16 de noviembre de 1812, tiempo en el cual Francia pidió la reunión de un nuevo

congreso para resolver el problema de la constitución de la Junta. Su reincorporación se concretó con una serie de condiciones: separación

del asesor gubernamental Gregorio de la Cerda, entrega del mando de un batallón y del manejo de la mitad de las armas y municiones de la provincia y convocatoria a un congreso general con el fin de declarar la independencia en forma defimtiva, Un golpe maestro por

cierto, el ejército le respondía y el caudillismo —entendido como el fenómeno donde principalmente bandas armadas y facciones, que no responden a ninguna institución, luchan por el poder, y cuya existencia se verifica en la lucha politica entablada desde 1810— fue sofrenado, lo que desbrozó rápidamente el camino para que Francia se hiciera

del poder (Wisner de Morgenstein, 1923 31). Las familias patricias de los estancieros paraguayos mantuvieron presente un fuerte sentido localista y eran conscientes de “la realidad PANA SH 214, 125-126. Francia al Cabildo, Justicia y Regimiento de Asunción, desde su chacra de Ibiray, 3-9

1811,

'* ANA Colección Doroteo Barciro, Tomo bildo, 15

12-1811

l, p. 206

Oficio de Francia al Ca-

de su provincia-patria”. Gozaban cn la campaña de un reconocido prestigio que generaba la interdependencia sociocconómica de la po-

blación la que a su vez reconocía su autoridad, afirmada por la jefatura militar que en los distritos tenían estos cstancieros entre cuyas funciones recala cl cumplimiento del servicio de defensa y de milicia. Estos

hacendados-jefes militares habían sido considerados peligrosos, mfluyentes y reacios al poder del gobierno por el Gobernador Intendente Lazaro de Ribera y, por otra parte, “sociohngúisticamente identificados

con la masa rural, [quien les confería] una tácita o ya abrerta “autoridad” natural [...] dimensión [que] formaba parte del criollismo rural” (Susmik,

1992:9). El tipo de relaciones establecidas entre “estancieros” y “masa rural” constituía, sin lugar a dudas, el basamento de un caudillismo rural que el Dictador Francia se encargaría de reprinmr. Distintos autores sostienen que son muchos y variados los factores que contribuyen eficazmente a arraigar las idcas localistas en la

nacionalidad paraguaya

¿Cómo actuó Francia con estas reconocidas

“cabezas” locales? Se sabe que digitó la presencia de reconocidos líderes regionales en los Congresos de 1814 y 1816, cuando fue designado Dictador Supremo y Perpetuo respectivamente y que, una vez afirma-

do el regimen, la administración de corte muy centralizado controlaba alos funcionarios regionales, quienes eran designados por su adhesión política. Al reorganizar el cuerpo administrativo y de funcionarios regionales, asalariados y revocables, el régimen de Francia socavó los lugares de poder heredados de la coloma. El reclutamiento preferencial de la nueva camada de funcionarios de la época independiente, en capas de la sociedad antes desplazadas, intentó hacer más dificil la colusión entre los administradores y los admmistrados, y algunas formas de lucro se hicieron imposibles, respondiendo a ello en parte los cambios y traslados que dentro del cuerpo de funcionarios y bajo distintas circunstancias ordeno el Dictador Seguramente este nuevo cuerpo político buscó y utilizó otras o las mismas artimañas para sacar provecho del ejercicio de sus atribuciones, aunque no se registran casos de grandes beneficiados y si de penalidades para los infractores.

En la persecución de sus objetivos, Buenos Arres había enviado representantes en dos misiones diplomáticas: la primera, en 1811, integrada por Manuel Belgrano y Vicente A. Echevarría y la segunda, en 1813, por Nicolás de Herrera, quienes portaban instrucciones de los gobiernos porteños de turno. En las relaciones entre Asunción y Buenos Arres, un hito lo constituyó el tratado de libre comercio del 12

de octubre de 1811 —firmado por la primera delegación—, que invocaba la “umón y común felicidad de ambas Provincias y demás confederadas” y que reconocía la independencia paraguaya. 12 El tratado no sólo fue

transgredido sino que el Triunvirato porteño no aceptó reconocer la

independencia, reclamando a su vez que el Paraguay colaborasc en la asistencia militar y económica del ejército de la Banda Oriental, baluarte del españolismo en el Río de la Plata. La negativa paraguaya se basó en que sus esfuerzos estaban encaminados a la defensa de la frontera norte concepcionera frente a los portugueses. Como resultado, la Asamblea del Año XIII reunida en Buenos A1res tampoco contó con

la concurrencia de una delegación paraguaya, siguiendo la provincia un accionar soberano y autónomo frente a poderes exteriores. Es sintomático que una vez que se malogró cl intento de confe-

deración con Buenos Axres bajo la forma del tratado de alianza, el Paraguay, pueblo que instaló el tema de la confederación rioplatense en términos de la igualdad entre los pueblos, fue cl primero del antiguo virremmato rioplatense en separarse e independizarse. $1 en el modo estamental de representación, Asunción encontró una garantía para conservar la relativa autonomía de que había gozado en los tiempos coloniales y colocarse de igual a igual frente a Buenos Aires, con la implementación

de nuevas modalidades de representación internas

logró separarse de la submetróopoli y constituir un Estado nacional. Pero es interesante observar que mientras frente a Buenos Aires, Paraguay sostenía la teoría representativa tradicional de acuerdo con lo

estipulado por el primer Congreso de junio de 1811, en el interior de "ANA

5H 214, Tratado

del 12 de octubre de 1811, original.

la provincia, durante la siguiente fase política, se operaron profundos cambios en los modos de representación, que consistieron en la reformulación de las bases sobre las cuales se sostenian sus tendencias autónomas y, por consiguiente, los fundamentos de constitución de un Estado independiente que, como otros, se estaba desprendiendo del antiguo virremato rioplatense coadyuvando a su fragmentación. Asi, en el segundo Congreso realizado en octubre de 1813, a traves de una amplia convocatoria se aseguró la incorporacion de representantes de las poblaciones más alejadas del interior y, por consiguiente, la participación política de la campaña. El Congreso contó de esta manera con una importante representación popular que previamente se

había reunido en asamblea en sus comunidades de origen, superando, a partir de esa convocatoria, los mil diputados, según Jos Robertson, siete octavos de los cuales pertenecían a las clases inferiores. $1 todavía antes del Congreso del 30 de setiembre de 1813 se juraba fidelidad

a Fernando VII, y su bandera y escudo flameaban junto a la bandera tricolor, al proclamarse la República y establecerse el Consulado se

dejaron de lado estos simbolos. El Consulado significó una decidida concentración de poder y el comienzo del gobierno personal de Fran-

cia, puesto que Yegros le delegó el ejercicio de las funciones públicas que debia cumplir durante su periodo consular.

La dictadura: economía y sociedad Instaurada la Dictadura Suprema, las relaciones con Buenos Aires

tuvieron otro hito en el Decreto Supremo de 1814, dirigido contra los comerciantes vinculados con Buenos Áires, que regulaba el comercio exterior imponiendo un sistema de licencias, a más de establecer la obligación de obtener una autorización del gobierno para poder exportar los productos locales cuyo precio minimo fijaba cl Estado (Rengger y Longchamp, 1883:151, Vazquez, 1975:254, 555-560).'* '* ANA Ramirez,

SH

223. Decreto

14 6-1829

Supremo,

4 11-1814; ANA

SH

240

Francia a ]

Esta medida estuvo acompañada por la imposición a los comerciantes

porteños de las correspondientes licencias, afirmando el control paraguayo sobre el ingreso de productos y sosteniendo la libre navegación de los rios, Francia afirmaba que cuando la bandera de la República fuera “hbre de navegar hasta el mar"se iba a admitir que vinieran a comerciar y entonces se 1ba a arreglar el comercio según conviniera “de

modo que sea útil a los paraguayos” y no sólo fuera “como hasta aquí para aprovechamiento y beneficio de los extraños”.'* En este sentido, sostuvo con firmeza que las naciones independientes sólo comercian “con quien quieren, cuando y como quieren y les acomoda, cesando cuando no [lo] consideran conveniente por cualquier motivo”. Por ese motivo se amonestó al Comandante de Frontera de Concepción, Francisco Acosta, quien inconsultamente había expresado a los portugueses que el objetivo de la “causa común americana” era el irrestricto tráfico comercial. A manera de orden Francia le comunicó que si alguno le había influido en “semejante respuesta”, conociendo el sentido y significado que se podía dar a tal expresión, lo había hecho sin duda “con profunday alta malicia” y si no, era preciso decir que sería “algún sote, que sin saber lo que esto quiere decir, ha ensartado impertrnentemente un despropósito”. IS

A partir de su designación como Dictador, Francia sólo otorgaría permisos especiales a los que deseaban exportar por vía fluvial los frutos del país y madera, siempre que los dueños de las embarcaciones se comprometieran a regresar con armas y municiones, requerimiento indispensable para lograr no sólo la autarquía económica sino la autonomía política, Esta es una exigencia que Francia se encargó de plantear de manera permanente: . asi Buenos Árres como aquellas otras Provincias han tenido la proporción de proveerse suficientemente de Armas y Municiones porque entre tantos Comerciantes extranjeros no faltan quienes por interés del dinero, o de los frutos,

“ANA Colección Rio Branco (en adelante RB) ] -29, 23, 27 mandante de Pilar, 31-8 1825, '> ANA

1818.

SH

228

Francia al Comandante

de Concepción,

Francia al Co-

F. Acosta,

23-6-

o producciones de nuestra América traigan bastantes artículos de Guerra

que vender; y ojalá, que nosotros pudiésemos lograr igual facilidad, bien que Yo espero, que poco á poco, y con el trempo también lo conseguiremos, á cuyo fin para mas animar d los que puedan hacer esta especie de negocio, he dado á saber, y publicado, que el producto de armas útiles, y municiones permutiré aquí,

que se extraiga en dinero

28

En definitiva, logró imponer el control estatal sobre el comercio exterior que, hasta 1814, había estado principalmente en manos de españoles y porteños. En ese año, un nuevo grupo de comerciantes

santafesinos, ingleses y porteños, dados los precios en alza y los au-

mentos de los costos por flete, “bajara” la yerba a Santa Fe y desde allí especulará con los precios para “entrarla” en Buenos Ares en el

momento propicio (Wentzel, 1988:197-198)

Francia propuso a los

hermanos John y William Robertson, comerciantes y viajeros ingleses que recorrieron y residieron en la región rioplatense entre 1809 y 1820, un intercambio directo con Inglaterra, ofreciendo yerba, caña, azúcar y cigarros a cambio de armas. Sin cmbargo, prontamente sospecho de estos comerciantes y la propuesta no se concretó, expulsando a John, quien se encontraba en Asunción en 1815 Después de la frustrada experiencia con los Robertson, la desconfianza de Francia hacia los extranjeros fue total (Robertson, 1920.204). Pero mayor era su encono contra los porteños quienes, con la aplicación del Reglamento de setiembre de 1812, habian duplicado los gravámenes cobrados por Buenos Aires sobre los productos paraguayos. Buenos Aires formalmente había autorizado cl libre comercio pero, de hecho, exigía el pago de impuestos superior a lo pactado, represaba las cargas paraguayas y bloqueaba el rio, presionando para que el Paraguay aportara para la defensa común. Fue en ese momento cuando Francia privilegió el tabaco, alrededor del cual hizo girar los derechos soberanos de la provincia expresando que ningún pueblo tenía el mismo derecho para establecer ni perpetuar estancos en otro, 1*ANA SH 226, 2. Francia a Ibañez, 31 8 1816

aludiendo a las restricciones que pesaban sobre Paraguay durante la colonia (Areces y Bouvet, 1986-87:447-472). En 1814, los porteños utilizaron la reglamentación sobre la yerba mate como “una de las tantas armas | . | para luchar contra la separación del Paraguay, intentando asi presionarlo para que volviera a la órbita porteña”

(Wentzel, 1988:198). Los asaltos combinados y los enfrentamientos de federales y unitarios en el territorio rioplatense contribuyeron a devastar el comercio paraguayo. Las exportaciones descendicron de 391.233 pesos en 1816, a 291.564 en 1818, a 191.852 en 1819 y a solamente 57.498 en 1820 De la misma manera, las importaciones —como se refleja en los impuestos de importación— cayeron de 83.640 pesos en 1816, a 58.480 en 1818, y a 42.643 en 1819, aumentando temporalmente a 69.647 cn 1820 -debido al desarrollo de la guerra civil durante ese año—, sólo para continuar declmado a

44.346 en 1821 y finalmente alcanzar su punto más bajo de 4.824 en 1822 (White, 1984:83).'” De esa manera, los comerciantes cuyos depósitos se hallaban repletos con la “hierba del Paraguay” y tabaco, veian su capital no sólo improductivo sino decreciendo dia a día, como consecuencia del deterioro que sufrían diariamente sus productos

y cl incremento de los gastos generados por guardarlos (Rengger y Longchamp, 1883:93-94), En 1822, fortalecido en el control del gobierno despues de *la conspiración de 1820”, Francia ordenó el cierre definitivo de los puertos paraguayos a través de los cuales se conectaban con el exterior, Pilar e Itapúa, y de las fronteras con el Imperio y con las provincias del Rio de la Plata. Sólo Itapúa, en 1823, fue habilitado como una vía de comercio legal, una valvula, que el gobierno controlaba. El efecto descado era reducir el contrabando y, por otro lado, obligar a los co17 “Informe de la Comision Britanica sobre el Comercio en el Río de la Plata

dirigido a W Parish, consul general de S M

1824”, cn Informes sobre el Comercio

Exterior de Buenos Aires durante el gobierno de Martín Rodriguez (1978), Estudio preliminar de Enrique M

Barba, Colección de Historia Económica y Social III,

Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1824 40-42

merciantes particulares a no operar sin licencias, a pagar los derechos e impuestos y a respetar los precios que fijaba el Estado, ejerciendo de

esa manera este último un mayor control sobre las transacciones que se realizaban en cl territorio paraguayo. Posteriormente, a partir de 1829, se abrira el puerto de Pilar, con una corriente de intercambio de menor cuantía que Itapúa. Pero, y siguiendo el hilo argumentativo, ¿qué había pasado con el comercio de la yerba mate, de tanta significación en la época colonial y en la primera decada de la independencia? A comienzos de 1820, las producciones paraguayas y correntinas no disponían de un mercado seguro en Buenos Aires, manteniendo entre 1822 y 1827 bajos niveles

en el flujo a esa ciudad, siendo su promedio de 580 arrobas anuales (Schmit, 2002-14-15). A partir de ese momento, sólo de vez en cuando arribaba algún buque a Asunción, limitando aún más la salida de los productos del país, teniendo los comerciantes sus almacenes abarrotados con yerba y el capital no sólo paralizado sino cn diaria disminución, tanto por el deterioro de la mercancia acumulada como por los gastos ocasionados, entre otros, por el almacenaje. La ruina del comercio exterior acuciaba a las comerciantes a buscar ganancias de mala fe y astucia

Sin embargo, en estos no quedaba cortada la ca-

dena sino que el último eslabón eran los chacareros que compraban a crédito a los mercaderes y que eran reducidos al estado de insolvencia

por el bajo precio de los articulos con que debían pagar, por lo que recurrieron también al fraude para librarse de sus deudas (Rengger y Longchamp, 1883:110 y 173) En respuesta a esta situación, desde 1830 Francia buscara dar salida a los productos paraguayos y descongestionar la producción acumulada comprando yerba mate, tabaco y madera a los particulares a precio corriente del país y vendiendolos a precios onerosos en las provincias vecinas (Demersay, 1860-64:228). Intentará con esta medida seguir apoyando a los productores y, en cambio, gravará con una “contribución” a los comerciantes que realizaban el trafico Asunción-Itapúa,

que se había incrementado a partir de 1834, provocando el retiro a la campaña de muchos de esos negociantes “para vivir con más economía”

(Rengger y Longchamp, 1883: 122).'* Ese apoyo al campesinado estará acompañado, en la última década del gobierno de Francia, por una reducción de la alcabala y la abolición del diczmo, reemplazado por la Contribución Fructuaria de verano e invierno, impuesto del cmco

por ciento sobre las cosechas de esas temporadas. En cuanto a los impuestos, durante la administración de la Dictadura estos fueron drasticamente disminuidos, de 222.131 pesos,

el 84 por ciento del ingreso total del gobierno para 1816, bajaron a 31.084, el 16.5 por ciento de las recaudaciones 1984:119) El objetivo no era sólo la reducción de búsqueda de nuevas fuentes de rentas en el marco más equilibrada y diversificada, siendo ésta regulada

en 1840 (White, impuestos, sino la de una cconomia por el Estado. Los

impuestos internos que gravaban la yerba mate eran en ese entonces: la alcabala, el diezmo, los correspondientes al Ramo de Ciudad y al Ramo de Guerra y el estanco (Aguirre, 1905:270).'” El derecho de alcabala consistía en el pago del cuatro por ciento sobre las ventas y permutas de yerba, que fue reducido en 1830 al dos por ciento.” En 1837, Francia suprimió el derecho de alcabala sobre la yerba mate para favorecer su producción. Tanto para su extracción en los montes naturales como para su elaboración, había que superar inconvenientes

y gastos ocasionados sobre todo por el escaso número de trabajadores a los que había que reclutar por todo el territorio. La yerba era entregada en pequeños zurrones y, peor aún, “en granel” debiendo el Estado envasarla en los tercios, con el consiguiente desembolso en cueros y en peones conductores. Habiendo reducido la alcabala al .

,

.

F

.

nf

.,f

uno por ciento, esta no constifula una entrada de significación para las ¡NANA NE 1871. Cuaderno de Contribuciones de los Negociantes, años 1834-

1837. "ANA SH 176, 9,f, 12, El Comandante de la Cordillera sobre Beneficios de la Yerba y defensa de la frontera, 1799

“ANA

5H 219, 14,£.8, NE 2919,1

71,21-7

1832,5H 254,7, f 4.

rentas estatales y, por consiguiente, no justificaba los gastos de envase y transporte, siendo muy pocos o raros los empresarios de consideración

que llegaban a trabajar y sacar la cantidad de yerba correspondiente al pago de un tercio entero de alcabala.” Los receptores del derecho de alcabala otorgaban los permisos para transportar la yerba, con cargo de pagar el impuesto en la Tesorería General de Asunción en

el plazo de tres meses.” El derecho de alcabala, como otros, fue restituido al porcentaje imicial inmediatamente después de la muerte de Francia por el Consulado de CarlosA. López y Roque Alonso en

1841. Otro de los impuestos, el diezmo, que gravaba los productos de la ticrra y era pagado incluso por los changadores, abolido también por Francia en 1837, por ser “innecesaria y gravosa” tanto su recaudación como la venta posterior, fue igualmente restituido

por el segundo Consulado.” El impuesto al Ramo de Guerra se abonaba al sacar la licencia para establecer beneficios El Ramo de Guerra recibía ademas un tercio de toda la yerba elaborada, la cual se destinaba para la tropa de los

presidios y destacamentos de la frontera.” La Junta de Gobierno estableció que el pago de derechos para obtener licencias de explotación de yerbales se acordaba conforme al plazo de tiempo solicitado:

por tres meses pedía tres reales por “cada Cabeza ú Persona”; por cuatro meses correspondía cuatro reales. El fondo recaudado con esos derechos se destinaba a gastos de papel en las Comandancias y también para otros gastos que se hacian con los “infieles” principalmente cuando estos salían en correrías e incursionaban en las poblaciones fronterizas, ?*

"LANA SH 243, 6. Decretos de Erancia sobre recaudación de alcahala, 1836 ANA

NE 2934. Alcabala de Concepción,

"ANA

SH 243,6,f. 6

11-12-1830,

Decretos de Francia sobre recaudación de alcabala,

1836,

“ANA SH 164, 3,f 3 Ramo de Guerra ANA NE 1221. Ibañez a Francia. San Pedro de Ycuamandiyú, 21-3-1817.

Otros impuestos eran el derecho del tercio y del estanco. El pri-

mero era de cuatro reales por cada tercio de sicte arrobas y media,** mientras que el derecho del estanco pesaba sobre las cargas de yerba

trasladadas desde los yerbales hasta Asunción. Era regla general que los compradores pagasen este impuesto. Algunos beneficiadores entregaban una carga de yerba “por vía de estanco”, sin embargo, sólo estaban obligados a pagarlo cuando ellos mismos trasladaban las cargas hasta Asunción. Este impuesto ascendía a ocho libras por carga (dieciséis

arrobas sobre la yerba elaborada y transportada) Durante la colonia, el estanco era recaudado por el Mayordomo de la ciudad de Asunción y vendido en pública almoneda.”” Los dueños de embarcaciones, por su parte, pagaban un impuesto que consistía en ocho arrobas por cada mil del producto que transportaban en sus buques o el equivalente

en plata.* Especificamente, las exportaciones de yerba pagaban real por arroba por derecho de exportación a lo que se sumaba un monto por las guías de traslado para Buenos Aires y otro por el papel sellado abonado cuando se sacaban las licencias.

A manera de síntesis La relación entre las reformas borbónicas aplicadas a la Gobernación

Intendencia

del Paraguay

y la independencia

fue bastante

contradictoria. Si bien dichas reformas introdujeron cambios cn la

economía, su marco de implementación fue bastante complejo y también sus efectos. En principio, las reformas no pueden reducirse al intento de redimensionar el control sobre los territorios coloniales y aumentar los ingresos fiscales, aunque posteriormente coadyuvaron a que se reformularan las relaciones entre Asunción y el litoral y sobre todo con Buenos Aires De todas mancras, fueron estas relaciones entre la ciudad cabecera v la subsidiaria las que imprimieron la tónica del transcurrir de los "*ANA NE 2929,£.

1,18

11-1818,

ANA

5H 140, 10, £ 5, Aguirre (1905

"ANA

NE 3378, f 1

270 y 278), 5H 219,5,f

Enero a diciembre de 1793.

9

primeros tiempos de la independencia paraguaya. Tras haber rechazado

la intervención de Buenos Ares, en Paraguay no se dieron ni guerra

contra la metrópoli ni guerra civil, pues enfrentarse con el ejercito porteño fue dirimir en breve plazo una cuestión aparentemente coyuntural que al mismo tiempo tuvo sus repercusiones en distintos niveles, resigmificando el futuro de las relaciones entre Asunción y

Buenos Aires, cuya definición dividió aún más el ámbito faccional de la política. En cuanto al periodo

de inestabilidad que incluyó las dos fases

señaladas del proceso independentista, el orden político en Paraguay se recuperó en el seno de una sociedad que no había cambiado los parámetros heredados de la colonia. Las rivalidades estériles fueron de corta duración al imponerse la autoridad indiscutible y legitimada de Francia, que se transformó como Dictador en portavoz del “pueblo soberano”. La legitimidad que cn el Antiguo Régimen personificaba el soberano fue reemplazada por la de la nación cuya representatividad estara en Francia. En el ambito político, éste eliminó la competencia en medio de poderes que ofrecían protección a cambio de obediencia: la simple copresencia, jurídicamente no jerarquizada, de muchos grupos políticos al interior de un conglomerado social, comportaba de hecho el riesgo de conflictos de lealtad y, en definitiva, de guerras civiles, lo que, como se ha expresado, no se dio en Paraguay.Y, como es de rigor, el monopolio político fue definido en estrecha conexión con el uso de

la fuerza y sin descuidar el riguroso manejo de los recursos fiscales. Este monopolio fue ejercido con un férreo control político y social en el interior de la provincia y frente a los otros Estados, con las medidas de clausura de las fronteras y de refuerzo de los cuerpos militares, en cl marco de unas fuerzas armadas cn cierta medida privilegiadas por el régimen. Con respecto a las relaciones con los otros paises, en especial los limitrofes, luego de distintas tentativas de vincularse en los términos que consideraba aceptables para una República soberana y ya

consolidada, la Dictadura Suprema y Perpetua controló todo tipo de

vinculación con el exterior a través de las Comandancias de Frontera, que no actuaban sin previa autorización del Dictador,

La respuesta de Paraguay fue aislarse frente a las presiones de sus vecinos y convertirse en una inmensa “chacra”. Éste es el planteo de

Juan Carlos Garavaglia, que en cierta medida tiene coincidencias con la interpretación de Richard White, que se ha mencionado, de la transformación de una economía de monocultivo durante la colonia a una economia equilibrada en tiempos del francismo, potenciando la producción

chacarera y apuntalando

de esa manera

al universo

campesino. Se entiende que el encuadre que le imprime significado

al termino utilizado por este último historiador, está dado por la caracterización que hace del régimen como la “primera revolución radical” en América. Uno de los cuestionamientos que puede hacerse a esta interpretación es si se puede calificar de “revolución radical” a un proceso de la naturaleza descripta. El juego entre el modo experimentado y otro esperado de hacer política proviene de

la voluntad de transformar algo viejo en algo nuevo Si bien Francia no transó con las viejas formas tampoco las modificó radicalmente, prevaleciendo una sociedad tradicional y emmentemente rural y una organización estatal republicana que bajo la forma de una Dictadura

mantuvo las formas básicas del Antiguo Régimen. En este punto, la pregunta a formularse está referida al tránsito a la modernidad, la que evidentemente tardará en expresarse y configurarse en Paraguay. No fue fácil dar lugar al surgimiento de modernizaciones en las pautas sociales y culturales, modeladoras de cambios en la sociedad civil y el Estado, e incorporar las prácticas de la política moderna en una sociedad encerrada sobre sí misma y para nada proclive a aceptar influencias externas. Respecto de las caracteristicas del régimen dictatorial merecen destacarse

algunos

de sus aspectos.

En particular el referido a la

política social, teniendo como referente a una sociedad que Francia

concebía bajo un orden estamental y organizada de tal manera que

—como expresaba el Dictador— “cada uno se conten ga, sin salr de la esfera y facultades que le señalen su puestoy el lugar a que está destinado”,” Al no

forzar la maquinaria fisca] y buscar obtener los recursos del Estado por otras vias, las implicancias que aparejó este tipo de política fueron ventajosas para el conjunto de la población que se movía dentro de esos parametros. Al mismo

tiempo, el régimen sostenía que se debía

beneficiar a una mayoría, para lo cual se propuso minar los antiguos privilegios de los grupos de poder tradicionales, eliminando cualquier tipo de oposición contestataria, Para llevarlo a cabo, y como Dictador Supremo y Perpetuo, Francia ocupó en muy corto plazo un lugar indiscutible en la toma de decisiones y medidas públicas, legitimando y sosteniendo su derecho a mandar y su autoridad en una república soberana e independiente.

"ANA SH 214, 125 126 Carta de Francia al Cabildo, Justicia y Regimiento de Asunción, desde su chacra de Ibiray, 3 de setiembre de 1811

Buenos para la guerra, malos para la paz: el legado económico de la independencia en el Perú

Carlos Contreras Carranza

En este trabajo evaluaremos cel significado económico que tuvo para el Perú la revolución de Independencia, ocurrida en el país entre 1820, cuando el ejército de San Martin desembarcó en Paracas, y 1824,

cuando el ejército realista dirigido por el vwrey José de La Serna, fue derrotado en Ayacucho

Los desórdenes económicos motivados por la

Independencia afectaron al Perú, sin embargo, desde 1809, cuando el virrey del Perú debió despachar tropas para sofocar los focos rebeldes surgidos en las regiones vecinas, como el Alto Perú y Quito, Un adelanto de nuestra conclusión es que la pérdida de legitimidad y fuerza

política que el Estado independiente sufrió, como consecuencia de un movimiento de independencia no gestado internamente, lo privó de capacidad para ejercer un liderazgo en el terreno del fomento de la producción. De otro lado, los primeros dirigentes del nuevo Estado parecieron entender que el bienestar y el fomento económico debian conseguirse, principalmente, disminuyendo la carga tributaria; medida que tuvo efectos diferenciados según los sectores económicos y según

tomemos en cuenta el corto y largo plazo: alivio para la sociedad de subsistencia del interior y, en general, para todos los sectores, en cl

corto plazo, pero encarecimiento del costo del trabajo e incapacidad para mejorar la infraestructura pública para las actividades cconóm:cas, en el largo plazo. En la decada de 1770 ocurrieron ciertos hechos importantes para el desempeño económico del país. Se creó el Virreinato del Río de La Plata, con la consiguiente separación del Alto Perú del control político de Lima.' También ocurrió la consolidación de los espacios vecinos, de la Capitanía General de Chile y de la Audiencia de Quito, como espacios económicos autónomos Las fronteras del espacio peruano, definidas como cel territorio controlado politicamente por Lima, quedaron asi más reducidas, lo que limitaba los trasvases de

excedentes fiscales entre unas regiones y otras, perjudicando en un balance neto a Lima.? También se centralizó la administración tribu-

taria, abandonandose su concesión a particulares y, poco después, se racionalizó la organización estatal, con la implantación del sistema

de intendencias. * De otro lado, tres fuerzas afectaron a la economía peruana en el medio siglo que antecedio a la Independencia. La primera fueron las reformas politicas y el propio desarrollo de plazas portuarias y rutas

de transporte alternativas, que hicieron perder a la capital del virreinato —y su puerto, Callao— sus privilegios monopolistas sobre el comercio sudamericano, que habia detentado por casi dos siglos.* Con ' El Alto Perú volvió, sin embargo, a depender del virreinato peruano hacia 1810, para volver a separarse en 1825, tras su liberación de las fuerzas realistas por obra del ejército de Sucre. * El concepto de “espacio peruano”, usado por Carlos Sempat Assadourian (1982) para los siglos XVI-XVII era más amplio, puesto que incluía el actual

norocste argentmo, Chile y la Audiencia de Quito. En el siglo XVIII, este espacio

claramente se redujo, aproximándose a las fronteras del Perú actual Sobre los trasvascs fiscales, y er lrigoin y Grafe (2008).

* Sobre las reformas borbónicas en el Perú, véase entre otros trabajos Fisher (2000), Brown (2008) y O”Phelan (1999).

* Cierto es que desde cl siglo XVII este monopolio estaba ya resquebrajándose, como señalaron Malamud (1986) y Suárez (2001).

ello se perdio un excedente comercial que pudo haber sido gastado o invertido en la economía peruana. La segunda, fue el crecimiento demográfico del país, apuntalado principalmente por la recuperación de la población nativa y el arribo de nuevos contingentes migratorios desde España y África. La tercera, las reformas económicas de la administración borbónica, en materia de ampliación del mercado,

crecimiento de la producción y aumento de la presión fiscal. Aunque la primera fue un vector de signo negativo, en el sentido de que hizo dismmuir las rentas del espacio virreinal, las otras dos fueron posttivas

(aunque hay más discusión respecto al papel de la presión fiscal). El saldo final de tales fuerzas no está todavía claro para la historiografía, puesto que uno de los puntos en debate de los últimos años ha sido determinar cuál era la tendencia económica en el Perú, en vísperas

de la Independencia: ¿crecimiento o decadencia? Quienes sostuvieron la tesis de una economía en declive, apuntaron hechos como el desplazamiento del comercio de Callao por los puertos de Valparaíso y Buenos Árres, asi como la pérdida de la riqueza minera del Alto Perú, que pasó al nuevo Virreinato del Rio de la Plata (Bonilla y Spaldimg, 1972; Cespedes del Castillo, 1946) ; Mientras que los que defendieron la primera, mostraron como pruebas la vigorosa recuperacion de la producción de plata cn el bajo Perú y el incremento de la recaudación fiscal (Fischer, 2000; Quiroz, 1993a). Unos y otros concuerdan, empero, en que después de 1800 se inició una decadencia, que las guerras de la independencia iniciadas en la decada siguiente, contribuyeron a agravar. Los motivos de este cambio de ciclo hacia 1800 no son todavía claros. Epidemias que interrumpieron el crecimiento demográfico, perturbaciones por las guerras europeas y fallas en el circuito fmanciero local se habrian conjuntado para interrumpir una tendencia hasta > También puede recurrirse al testimomo de Alexander de Humboldt, quien estuvo en Lima a finales del año 1802 e inicios de 1803: “es crerto también que

esta capital [Lima] ha decaido con cl aumento de Buenos Aires, Santiago de Chile y Arequipa ” (Humboldt, 1991-86)

entonces ascendente.* A partir de 1809 el virreinato peruano estuvo

en guerra contra los movimientos, primero juntistas y después francamente emancipadores surgidos en Sudamérica. El virrey Abascal debió reforzar el ejército local con nuevos reclutamientos y con regimien-

tos venidos de la península y aumentar, desde luego, el presupuesto militar a fin de poder mantener victoriosos los frentes del Alto Perú,

Chile y Quito. Por su papel de cabeza —mas hustórica que real a esas alturas— de la periferia sudamericana y su heterogénea composición

social, Lima, y en general todo el virreinato peruano, destacaba por su apego a la monarquía española y su consiguiente renuencia a una aventura autonomusta.?

Su postura fidelista y su actuación como centro de la contrarrevolución de independencia hizo que para el Perú la guerra fuesc costosa y asaz prolongada se pueden contar drecisiete años entre 1809, cuando el virrey Abascal debió enfrentar los ataques de los patriotas en dos frentes —el del Alto Perú, contra los del Río de La Plata, y el de Quito—, y 1826, cuando se rindió el último fortin realista en el puerto de Callao; su suelo fue, además, el escenario de la “batalla final” entre los partidarios de la independencia y las fuerzas realistas en Sudamérica. La independencia tuvo un costo elevado para el Perú, porque no solo * Enrique Tandeter (1991), menciona lo de las epidemias en los primeros años del siglo XIX en el Alto Perú, Quiroz (1993b: 154 y 172) lo de las guerras en Europa y los problemas del crédito "Viene a cuento la ya famosa reflexión de Humboldt criticando el poco nacto-

nalismo de los limeños

“En Lima mismo no he aprendido nada del Perú Alli

nunca se trata de algún objeto relativo a la felicidad pública del remo, Lima está más separada del Perú que Londres, y aunque en ninguna parte de la América española se peca por demasiado patriotismo, no conozco otra en la cual este

sentimiento sea más apagado Un cgolsmo frio gobierna a todos, y lo que no sufre uno mismo, no da cuidado a otro.” (Humboldt, 1991.87). Los movimientos que la historiografía peruana de indole patriótica ha bautizado como “precursores” (desde el de Túpac Amaru Il hasta el de los hermanos Angulo y Pumacahua) fueron rebeliones mas bien de indole anticentralista. Ver Fisher (1979a) y Walker (1999)

tuvo que pagar la suya. Por ello, la destrucción de fuerzas productivas fue, presumiblemente, mayor que en otros lugares. Se perdió la flota naviera de los comerciantes de Callao, las existencias de mulas de las haciendas y los centros mineros, y muchos esclavos de las plantaciones, que fugaron o resultaron enrolados en los ejércitos a cambio de su libertad * El centro minero de Cerro de Pasco, la principal plaza productora de metales del virreinato, cambió de manos por lo menos tres veces entre 1820 y 1824, sufriendo en cada una de estas alternancias la expropiación de sus animales de carga, el saqueo de la pólvora y de sus caudales, la fuga o leva de sus operarios y la destrucción de sus máquinas de vapor para cl desagie de los socavones, con el

consiguiente anegamiento de sus labores (Fisher, 1977). Algo similar ocurrió con Lima, viéndose su elite económica sujeta a expropiaciones y “donativos forzosos” en cada nueva entrada. Emigraron capitales, ya a la ex metrópoli, junto con los colonos españoles que optaron por retornar a la peninsula —s1 es que tuvieron esa opción—, ya hacia los países vecinos de donde provenian los libertadores, una vez que cobraron sus salarios.Y, por supuesto, se perdieron muchos hombres, Podría estimarse en unos veinte mil los efectivos

sumados de los ejércitos de las fuerzas patriotas y realistas a lo largo de esos años. Conteniendo todo el Perú alrededor de un millón y medio de habitantes, se trataba de casi 3% de la población masculma

y aproximadamente el doble si tomáramos en cuenta solamente a la de edad económicamente activa. Aun cuando no todos perecieron en la guerra, estuvieron alejados de la producción durante todos esos años. Solamente en el sitio de la fortaleza de Callao, entre 1824 y 1826, perdieron la vida 4. 300 personas, según el cálculo de un observador; casi todas ellas por hambre y enfermedades. Crisis agrarias por falta * Muchos de los navios con que los comerciantes de Lima dominaban la carrera

del Pacifico fueron apresados por la escuadra de Lord Cocherane, so color de pertenecer a comerciantes realistas. Ver Flores Galindo (1984), Segun el censo de 1812, los esclavos en el virreinato eran 40,337, mientras que cuando sucedió la manumisión de 1855 solo quedaban 26 mil.

de mano de obra, capital y animales, y altos precios de los bienes que se traían de otras regiones, por causa del bloqueo naval y terrestre, provocaron un clima propicio al avance de las epidemias. De acuerdo a la historiadora Susy Sánchez, “más individuos perdían la vida en su lucha contra los agentes patógenos, que en los enfrentamientos con

el ejercito contrario” (2001 :260; también Anna, 2003). Entre las pérdidas humanas también habría que contar la del “capital humano” que representó la muerte o emigración de varios miles de peninsulares, que era la población mejor educada, con mayor recorrido empresarial, un mayor compromiso con el comercio y la única con experiencia administrativa de gobicrno.” En las décadas de la post independencia el vacio en estos renglones fue clamoroso.'” Las minas y haciendas expropiadas a los españoles o criollos fidelistas fueron

entregadas a Jos jefes militares patriotas,

a modo de recompensa

o como parte de pago de sus honorarios. Como estos carecían del conocimiento y la experiencia necesarios para admunistrarlas, se comprende que la producción agricola y minera se resmtiera en los años

de la post independencia, hasta que cl juego del mercado derolviera dichos recursos a las manos de más eficientes empresarios (Deustua, 1986:119-124). Pero este mercado era lento y sinuoso como el caballo ” La cifra mas rerterada en la bibliografía es la que proporcionó el propio Monteagudo.

de diez mil penmsulares

existentes en Lima en el momento

del desembarco de San Martin en Pisco (setiembre de 1820), solo quedaban seiscientos en 1822, cuando dejó el país, Pero hace falta una investigación más precisa sobre el tema de la expulsión o emigración de los españoles del Peru. Algunos avances pueden verse en Ánna (2000). '" Hasta la segunda mitad del siglo XIX se hizo evidente la falta de población altabeta en el país para llenar los cargos judiciales, fiscales y de gobierno pre vistos en la organización admunistrativa de la nación Según el censo de 1876, el primero del periodo mdependiente en consignar este dato, el nivel de al-

tabctización alcanzaba solamente a 17%. Este porcentaje estaba, empero, mal repartido, de modo que habia regiones enteras donde era muy dificil encontrar

personas con las calificaciones necesarias para desempeñas los cargos previstos en la Constitución

del malo. La anarquía política de las décadas de la post independencia —entre 1826 y 1845 hubo en el Perú una vemtena de hombres que con

distinto titulo (Presidente Constitucional, Presidente del Consejo de Estado, Presidente del Consejo de Gobierno, Presidente de la Junta de Gobicrno, Supremo Dictador, Jefe Supremo de la República, Presidente Provisorio, Jefe Supremo Provisorio, etc ) ejercieron la dirección del Estado— tampoco ay udó al restablecimiento de la producción, porque al dirimirse las contiendas y alternancias políticas por la via de las armas, hubo una prolongación del estado de guerra por lo

menos hasta la “pax castillista” de 1845-1851 (McEvoy, 1997). Así, no debería sorprender que en los años inmediatos a la independencia el país haya sufrido caídas en la producción y en el nivel de vida. Lo que puede alarmar es que tales trastornos hayan continuado por un cuarto de siglo o más, como lo planteara en 1842 el sacerdote e ideólogo Bartolomé Herrera.'' Además, hay muchos casos en la historia en que las guerras, en el largo plazo, han tenido efectos benéficos para el crecimiento económico '* Es usual que durante ellas se aceleren los inventos, las fabricas produzcan a plena capacidad y los desórdenes económicos, financieros y fiscales que son ordinarios en los conflictos belicos prolongados provoquen una redistribución del '* En su “Oración Fúnebre” con ocasión del sepelio del presidente Gamarra, en 1842, veinte años después de la Independencia. “Después de! fuerte sacudr miento que sufrió nuestra sociedad al desmembrarse de la vasta monarquía de que cra parte, fue mevitable se experimentaran desconcierto 1 desgracias, hasta

fijar el nuevo centro de orden, la autoridad que debía reemplazar al Soberano Español

Pero establecida una vez esta autoridad; distribuidos los poderes polí-

ticos, fijadas las garantías de los ciudadanos, saludada la joyen republica por los remos de Europa, que vieron llenos de esperanza su opulencia y sus encantos,

¿por qué expermentamos tanto mal? ¿Por qué nos hemos 1do hundiendo en un abismo” (Bartolomé Herrera, “Oración fúnebre en las exequias celebradas el día 4 de Enero de 1842 en la Iglesia Catedral de Lima por cl alma de $. E. el Generalísimo Presidente de la República D. Agustin Gamarra”, cn Herrera,

1929 1930, t 1, pp. 14 34) '* La Guerra de Secesión en Estados Unidos, por ejemplo

dinero y los recursos, que sucle beneficiar a los más capaces para los

negocios o a los más emprendedores. ¿Por qué esto no sucedió con la Guerra de la Independencia en cl Perú o en Iberoamérica entera? El problema de las guerras anticoloniales en cl mundo parece ser que, si bien ganaron los “buenos” en la política-, dichos ganadores eran en cambio los “malos” en cuanto atañía a la administración y conducción de la economía. Como varios autores ya lo han apuntado, la población del virreinato peruano padecía fuertes escisiones entre sus diferentes grupos raciales

y regionales. Aunque esta fue una caracteristica hasta cierto de toda Iberoamérica, el hecho cra ahí más acusado, como dejaron constancia varios observadores europeos. Ellas volvieron a los hombres del Perú conservadores en materia de gobierno, a la vez que propiciaban que

ningún personaje o grupo gobernante local pueda aspirar a tener un grado de legitimidad superior al del rey de España —que por lo menos tenía la ventaja de la historia

para mantener unida y, más aún, para

dirigir una sociedad tan desigual. Sin embargo, tampoco era posible ir contra la corriente hacia 1821, cuando por el sur y por el norte incluyendo

a Meéxico—

se sumaron

todos a la ola libertadora, De

modo que como mamifestaron Bonilla y Spaldimg (1972) en su ya clásico ensayo, a la clite peruana no le quedó más que acomodarse a una situación, como la separación de España, que no había clegido, pero estaba ya dada '” Una independencia tardía y forzada conllevaba un mal presagio

para la evolución económica y social de la nueva nación. Las mejores oportunidades que abría la nueva situación podrian estar ya tomadas por otras naciones, mientras la falta de convicción interna por la decisión impuesta podía reflejarse en la desconfianza de los potenciales inversionistas y hombres de negocios hacia el país

En cierta forma,

'* Una opimión diferente es la de Scarlett O'Phelan (1985), para quien los peruanos si estaban por la independencia y lucharon por ella, pero fuera de los actuales límites del país; por ejemplo, en el Alto Peru y en Quito

estos presagios se cumplicron:

Buenos Atres y Valparaiso, plazas

portuarias cuyas elites se adelantaron a la de Lima-Callao en materia

de emancipación, terminaron de inclinar en su favor el papel de eje redistribuidor de las mercancias curopeas en la América andina, dejando a la plaza de Callao, sin mercado, sin barcos y casi también sin

comerciantes.'* El arribo de comerciantes de otras naciones europeas fue pequeño y no compenso este vacio; además, porque operaban con distintas modalidades, poco conectadas a los sectores productivos

como la minería (Halperin Donghi, 1997).*? Pero en el largo plazo ese pecado de nacimiento podía ser compensado con enérgicas políticas desplegadas por el nuevo Estado. En los años previos algunos investigadores han aportado ideas valiosas acerca de la política aplicada por el Estado peruano en sus primeros decenios. Alfonso Quiroz postuló, por ejemplo, que esta

perjudicó el desenvolvimiento económico, al desproteger al sector munero, que habia sido el eje del modelo económico colonial, asi como al destruir el sistema de crédito, tanto público como privado, heredado

de la época virremal (1993a y 1993b). Paul Gootenberg estudió los esfuerzos del Estado peruano por recomponer a partir de 1821 unas finanzas que le permitieran sobrevivir como nación libre y soberana. Las medidas de emergencia que debió tomar entonces, terminaron, empero, condicionando el desarrollo posterior. Venta de privilegios, de descuentos en los derechos de aduana y de un acceso privilegiado a los negocios del Estado, como por ejemplo la recaudación de impuestos, crearon un tramado de relaciones ambiguas entre la elite del país y las finanzas públicas nada auspicioso para el progreso económico y

social (Gootenberg, 1997). La política de comercio exterior se volvió imprevisible y con tendencia al proteccionismo hasta mediados del * No hay cálculos sobre lo sucedido en otras ciudades peruanas, como Arequipa

y Cuzco, que albergaban también un gran número de españoles, meluso mayor que el de Lima, pero debieron sufrir también la emigración de sus familias.

' Sabre el corto numero de casas comerciales asentadas en Lima en la post dependencia, ver Mathew (1981)

siglo (Gootenberg, 1997), Pero un proteccionismo esteril, porque la avalancha inicial de importaciones y el contrabando terminaron hun-

diendo la industria textil representada por los arcaicos obrajes.'* Sus trabajos criticaron los enfoques anteriores, que interpretaron

la Independencia como un simple hecho político, que en el terreno de lo económico no hizo más que facilitar la transición de una dominación colonial formal ya decadente, a una dominación neocolonial —el “mperialismo

informal” de Gallagher

y Robinson—

pujante

y

renovadora. La Independencia, para estos enfoques, había significado

para el Perú, dejar de ser una colonia española para convertirse en una neocolonia británica. Desmembrarse de una metrópoli atrasada y segundona, para pasar a servir a una más adelantada y poderosa, podía todavía parecer un buen negocio, pero no ayudaba, sino lo contrario,

a forjar un “desarrollo nacional”.'” Según Quiroz y Gootenberg, la Independencia sí trajo cambios económicos importantes, El nuevo Estado independiente planteó otras prioridades en materia de fomento económico, introdujo otras prácticas e instituciones y el mismo hecho de ser una nación con gobierno, leyes y moneda propios permitiría al país replantear sus relaciones económicas con el resto del mundo. q En sintonía con estos nuevos planteamientos veamos cuáles fueron

estos cambios, tomando como referencia el medio siglo que siguió a la Independencia. '* José Domingo Choquehuanca expresó hacia 1845 una opmion dominante en la época: “Las importaciones de los efectos de Europa son muy

desfavorables

al pais; porque consumiendo el Perú más mercaderías extranjeras que las que produce, tocará mfaliblemente a su uluma ruma. La industria fabril que consistia en tejidos de lana, algodón y otras manufacturas de diversas materias está

enteramente destruida; por la concurrencia de mercaderías extranjeras, que han reemplazado aquellas especies.” (Choquehuanca, 1949 44-45) 17 En esta línca, véase los trabajos de ErnestoYepes del Castillo, Heraclio Bonilla, Alberto Flores-Galindo (AA.VW, Nueva instoria general del Perú. .., 1980),

'* Gootenberg (1989) discute la tesis de la transición “suave” de una situación colorual a una neocolomal, con ocasión de la independencia

Los cuadros siguientes nos muestran la evolución demográfica, comercial y fiscal de Perú en el lapso que media entre las décadas finales del siglo XVIII y las mismas décadas del XIX. El Cuadro 1 muestra que a pesar del desorden político y el estancamiento económico que significó la revolución de Independencia en la primera mitad del siglo XIX, el pais continuó el proceso de recuperación demográfica mictado en la época colomal tardía. La notable diferencia entre las tasas de incremento anual entre los períodos 1791-1827 y 1827-1876 debe tomarse, ciertamente, como solo referencial, dada la fragilidad de las cifras —sobre todo la del “censo” de 1827—, pero en cualquier caso estaría expresando cl efecto de la prolongada guerra de independencra. La tasa de incremento anual de 1.18 por ciento entre 1827-1876 puede considerarse alta en el contexto de una economia preindustrial

y con solamente un pequeño flujo inmigratorio (representado principalmente por el de los coolíes chinos, que vinieron a reemplazar a

los antiguos esclavos africanos)

Ñ

1.516,693 2.699,106

1827

1876 58

62

58

0.92

1.18

0.56

dato previo

101,156

54,902*

50,688

z Lima

| Ciudad de

Ñ

9

9.1

10.5

26.6

o esclavos A en Lima

“% de negros

previo

0.80

1.34

0.20

respecto del dato

to anual de Lima

Tasa de crecimien-

Fuente: Para todo el Perú, Gootenberg (1995)

Para Lima, Cosamalon (2005) y Hartin (1983).

* Este dato corresponde según la fuente al periodo 1827-1836. El cálculo en la últuma columna se ha hecho sobre la base de asignar el dato para 1831.

17911876

1.239,197

genas

total total respecto del

% de indí- | anual de la población

Población

1791

Años

Tasa de crecimiento

Cuadro 1 Evolución de la población de Perú, 1791-1876

Gootenberg destacó en el estudio que hemos utilizado como fuente para estas cifras, el hecho de la gran estabilidad alcanzada por la población indígena durante la post independencia. De haber constituido el noventa por ciento de la población total del país hacia 1600, su proporción decreció a medida que aumentaba la cantidad de

españoles, mestizos y esclavos africanos. Durante el siglo XIX este decrecimiento se detuvo, para reniciarse en el XX, cuando los indigenas “puros” menguaron, constituyendo en el censo de 1940 ya solamente 46%.'” Dicha estabilidad —sino indianización de la población, como

la llamo anteriormente George Kubler (1952)— expresaría un cierto alivio para los indígenas respecto de la presión ejercida anteriormente por el Estado colonial. Dos hechos resaltantes de esto fueron la abolición de la mita en 1812 y de la contribución de indígenas en 1854,

sobre la que luego volveremos. También pudo influir que desde el siglo XVIII cl hierro se volvió más barato en Perú y penetró hasta la

región serrana, mejorando el instrumental agrícola de los campesinos para roturar sus tierras. También el comercio de mulas, que era otro

insumo importante en la economia campesina, mejoró su desempeño durante el siglo XVIII (Sánchez Albornoz, 1965).* El crecimiento de la población indígena, que se duplicó entre 1791-1876, podria estar expresando asi un incremento de la productividad de sus actividades agrarias.

La evolución de la población de Lima refleja todavía mas claramente la “herida” de la Independencia

En el lapso corrido entre 1790 y

1836 su número permaneció prácticamente estancado en poco mas de cincuenta mil habitantes, recuperándose rápidamente después, Tal

'* En este censo fue evidente, sin embargo, el sesgo gubernamental para mflar la población blanca-mestiza (la que fue presentada en paquete), con la final:

dad de exhibir un componente demográfico y una sociedad y economia más “emailizadas”, 2% En el siglo XIX el comercio prosiguió, aunque con menor ritmo (Conti,

1989)

vez aquí también el XIX fue el único siglo en el que Lima creció más lentamente que la población del resto del pais.

El cuadro siguiente muestra algunos indicadores de la marcha económica del país durante la transición de la independencia, comenzando con la producción de plata, que a lo largo de todo el periodo colonial fuera, con mucha

virreinato

distancia, el principal sector de exportación

del

Después de la independencia su desempeño decayó y su

papel como nexo del pais con el mercado mundial fue reemplazado por el guano.

Cuadro 2 Producción de plata, comercio exterior y recaudación fiscal en Perú, 1780-18699 Producción | Exportaciones | Importaciones | Recaudación de plata Décadas | (promedio anual, to-

totales (pro-

| totales (pro-

| fiscal (pro-

| medio anual,

| medio anual,

| medio anual,

| miltones de

miltones de

millones de

neladas) 1780-89 | 83.7

pesos) 11,2

pesos) 8.1

pesos) 5.8

1790-99 | 125,1

7.1

4.5

5.4

1800-09

| **112.5

6.8

3.9

5.9

1810-19

| 92.6

75

3.9

n.d.

1820-29 | 36.4

4.4

4.2

3.9

1830-39 | 84.6

5.7 (3.8)

6.4 (4.3)

3.3 (2.2)

1840-49 | 99.6 1850-59 | 77.0

6.0 (4.0) 12.0 (8.0)

5.0 (3.4) 10.6 (7.1)

5.6 (3.8) 13.7 (9.2)

1860-69 | 80.0

29.8 (20.0)

2p

| 16.0 (10.9)

28.2 (18.9)

ara una correcta cvaluación de este cuadro hemos deflatado los valores calcu-

lados en millones de pesos en un tercio, a partir de la decada de 1830, cuando comenzo la difusión de la moneda feble boliviana, a fin de descontar la devaluación de la moneda republicana en relación a la moneda española usada hasta

1820. Ver Cisneros (1939: 17)

Estas cifras deflatadas van entre paréntesis.

22 Para el caso de esta columna, de producción de plata, a partir de esta década los datos corresponden a 1801-1810, 1811-1820 y así sucesivamente.

Fuentes: Para la producción de plata, Jiménez (1924). Para las exportaciones e importaciones: Parrón (1995), Cisneros (1939), Gootenberg (1997) y la revista Economista Peruano, año VI, vol. XII, Lima, 1921. Para la recaudación

fiscal: Tantaleán (1983). Gráfico 1 Producción de plata en el Perú

140

1780 -89

1790 49

1600

09

1810 19

1820-29 Décadas

1830 -39

1840 -49

1850 -59

1860 $9

por año

Millones de pesos

Gráfico 2 Comercio exterior e ingresos fiscales del Perú, 1780-1870: valores deflatados

————

Exportaciones

-————

Importaciones

Ingresos fiscales 17801789

179099

180009

181019

182029

183039

184049

185059

186069

Décadas

El comercio del guano permitió, a su vez, el crecimiento de los

ingresos fiscales (nótese en el último gráfico la fuerte correlación entre las exportaciones y estos ingresos), que no tenían tanto que

ver con la economía interna (nótese el rezago de las importaciones respecto del ingreso fiscal). La situación esbozada representa un

esquema típico en la transición de la independencia hispanoamer!:-

cana. contracción y/o estancamiento en la producción con y tras la crisis de la independencia, seguida de una recuperación en la segunda mitad del siglo XIX. Pero se distingue en que la recuperación es mas precoz que en otras naciones latinoamericanas: en la decada de 1850, salvo en la producción argentifera, las cifras ya superan a las de antes de la independencia.” Por otro lado, la recuperación no se consiguió relanzando el mismo producto principal de exportación

de la era colonial, como cra la plata, sino sobre un producto nuevo como el guano. Aunque en el fondo se trató de divergencias que no cuestionaban

el modelo económico colonial en su conjunto, ellas tuvieron algunas consecuencias interesantes. La precocidad de la recuperación permitió al país una cierta ostabilización política antes de 1850 y esquivar la

contraofensiva conservadora, monarquista y restauradora que hubo en otros paises latinoamericanos, como México o Ecuador. En los años de 1860 el velos crecimiento de las finanzas públicas permitió acallar los llamados nostálgicos de patriotas arrepentidos como José de la Riva Aguero

el celebre “Pruvonena”- , enfrentar con algún éxito

a la escuadra española que con afán de reconquista se presentó en el Pacifico sudamericano entre 1864-1866 y hasta promover programas

liberales plasmados en reformas como la abolición del tributo indigena y la esclavitud, y la instauración del voto analfabeto. El cambio de la tendencia económica comenzó a gestarse cn la década de 1840 gracias a la explotación del guano de las islas, al que pronto se sumo el salitre del desierto de las provincias del sur, Ambos eran abonos para la agricultura y el éxito de su exportación ”! No obstante, habría que considerar que si deflatáramos las cifras con la regla mdicada en la nota planteada al pic del cuadro y ss consideráramos asimismo un deflator demográfico, de modo

que obtengamos

un valor constante por

habitante, los records coloniales no se habrian recuperado sino hasta la década siguiente y, en el caso de las importaciones, m siquiera entonces

fue tan completo y rápido que ni los hombres de negocios ni el Es-

tado tuvieron ánimo ni necesidad de ocuparse en la restauración de los campamentos muneros del interior, Una suerte de “enfermedad

holandesa” sc instauró en la cconomía peruana a raiz del exito de la exportación de fertilizantes. La minería metálica fue en verdad uno de los sectores que peor

sorteó la transición de la independencia, como lo revela el mismo Cuadro 2, Hasta que terminó el siglo XIX no se descubrieron cam-

pamentos nuevos de alguna importancia, mientras los heredados del régimen virremal (Cerro de Pasco, Hualgayoc) languidecieron hasta caer en el práctico abandono (Huancavelica). Esta decadencia de la minería fue tan marcada que ha llevado a algunos historiadores a plantear que su auge durante el periodo colonial obedeció solamente a que ella absorbía los excedentes de otros sectores económicos, en

virtud de las presiones políticas ejercidas por el Estado colonial.” Desprovista de las coacciones extraeconómicas en su favor, la minería se derrumbó; sin trabajo forzado, sin insumos a crédito —con tasas de interés iguales a cero y cuyos principales en ocasiones n1 siquiera llegaban a cobrarse— y sin un sistema de administración y transporte

que garantizase al productor minero la dotación de los insumos necesarios para producir la plata, todo ello provisto gracias al Estado, la economia minera quedó condenada durante la post independencia a una penosa subsistencia. Y la que subsistió fue precisamente la minería indígena, la de los célebres “pallaqueros”, “capchas” o “humaches” de los asientos mineros andinos, quienes aunque carecían de capital, contaban con la red de relaciones de parentesco y conocimiento local

que les permitía proveerse de insumos y mano de obra sin el auxilio del Estado.”* ¿Podría ser esta la explicación de la fortaleza demográfica indigena? ¿El crecimiento del consumo campesino fue cel premio ” Para México, Coatsworth (1990), Para Perú, Contreras (1988 y 1995), % Para el caso de Huancavelica, Contreras y Díaz (2008)

(2001)

Ver también Chocano

obtenido por abdicar de la “protección” al sector minero, dejándolo que compitiera por los recursos?” La “frialdad exótica” frente a la minería, como hacia 1848 denominó un observador del Cerro de Pasco a la actitud del Estado peruano respecto de este sector, sin embargo, no deja de ser interesante de

ser estudiada.” Una vez que se consolidaron las exportaciones de guano hacia 1850, se entiende que el Estado peruano no concentrase su preocupación en cuanto a política de fomento en la recuperación de los centros mineros, pero en el primer cuarto de siglo que siguió

a la independencia ¿no debería el Estado haber desarrollado una más activa, casi desesperada, estrategia a favor de la minería? Como recuerda Magdalena Chocano, algunas medidas ocurrieron: intentos de reemplazar la abolida mita con presidiarios, exoneración del pago del tributo indígena a los operarios de minas y reducción del impuesto sobre la producción, pero, a más de las contramarchas que tuvieron,

resultaron poco eficaces (Chocano, 2001: 195).* Recién en 1877 hubo una modificación parcial de la legislación borbónica, que abrió a los 24 Esta perspectiva ha sido explorada para el caso boliviano por Tristan Platt

(1986) % La cita completa del corresponsal del diario £l Comercio (Luma, 29 de abril de 1848) dice: “Ese mineral [del Cerro de Pasco], fuente de la riqueza peruana, progresivamente camina hacia su ruma, sin que hay a una mano protectora que en su próxima e infalible caída lo contenga. El Gobierno, que se halla en el sagrado

deber de propender a su engrandecimiento, por cifrarse en éste la ventura del Perú, permanece con una frialdad exótica; [. .] Aun el Congreso que reunía la suma del poder se desentiende de este yacimiento mineral eircunseribiendo sus tarcas legislativas á la concesión de montepios [. ]. Sobre la falta de interés del Estado por el fomento de la minería, ver también Choquehuanca. “La minería principal industria de la riqueza peruana ha sido del todo desatendida,

sin embargo de sus antiguos privilegios: sin capitalistas, desprovista de azogues y asi mismo de otros artículos para la explotación y beneficio de los minerales, esta en el mayor atraso, | ]”(Choquehuanca, 1949:45) ** Chocano recuerda tambien la cantidad de propuestas y pedidos que hubo para rcinstaurar un banco

de rescates para los mineros,

proyectos se llegase a concretar

sin que ninguno

de estos

extranjeros la posibilidad de ser titulares de la propiedad minera e instituyó un registro unificado de los denuncios vigentes que facilitó

su flujo entre los empresarios, pero un nuevo código de minería no fue aprobado hasta 1900, cuando la bonanza del guano y el salitre había pasado. ¿Cómo explicar entonces la desatención de la minería

de la plata durante las primeras decadas de la república? ¿Mero afán de contradecir la política colonral heredada? ¿Mera desorganización? Es difícil pensar que se haya tratado simplemente del triunfo de políticas

pro indigenistas o pro campesinas, La respuesta a esa macción, que por lo demás no fue compensada

con una actitud de fomento en otros sectores,” tuvo que ver con la adopción de una política fiscal de equilibrio de bajo nivel en la post independencia. Hasta que advino la fiebre del guano los peruanos

parecieron pensar que una de las gratificaciones que traía la separación del imperio español era un alivio de la presión tributaria. Si alguna fuente de desafección con la monarquía española habian tenido los peruanos en el medio siglo previo a la independencia, esa habia sido lo que consideraron una carga fiscal agobiante. ** El mayor celo en el cobro del tributo campesino, la ampliación de su cobertura a nuevas clases, la elevación de la alcabala hasta llegar a 7% en 1815, con la inclusión de productos de la agricultura tradicional indígena y la introducción

del impuesto al aguardiente, junto con otras nuevas gabelas, fucron medidas que si bien consiguieron elevar la recaudación tributaria y desde 1809 ayudaron a financiar la defensa imperial, representaron en cierto sentido una victoria pirrica (O”Phelan, 1982:113-128; Contreras, 2001:199-235), En una Memor1a sobre la pacificación de la " Las decadentes exportaciones de plata fueron complementadas en el periodo

1825-1845, por productos agricolas y ganaderos como el algodón, las lanas, cl azúcar y la cascarilla o quina, pero en niveles mediocres, de modo que la plata

siguió representando mas de dos tercios de las cxportaciones Ver Gootenberg (1997:320),

% Véase por ejemplo para el caso de Arequipa el estudio de Kendall Brown

(2008).

América Meridional que Manuel

Lorenzo Vidaurre ofreció al rey de

España en 1817, le presentaba un cuadro expresivo de “los males de la guerra” en el que representaba elocuentemente el malestar de los peruanos al ver que el premio a su fidelidad no era otro que las

exaccionces fiscales sin freno. Dijo asi: Están du 1didas las Américas en dos partes y pueblos rebeldes

Pueblos que se mantienen leales

Para sugetar d estos, se carga de pensiones d aquellos,

y su lealtad les trae como consecuencia el castigo en la ruma de sus propiedades, en el hambre que sufren y en las vejaciones que continuamente

se les causa para extraerles la ultima gota de sangre de sus venas ¿Y no es regular que esta conducta les haga unirse d los que juraron independencia

como un medio de felicidad común? ¿El ejemplo y la suerte de aquellos que sacudido el yugo han sabido sostenerse, no alegrará la imagmación ofendida

por tantos padecimientos? $1 esta umión se realiza, ¿qué serd de la España?

(Vidaurre, 1929 18). Vista así, la independencia en el Perú, podría entenderse como una gran revolución antifiscal, estallada por tratar de contener la ola emancipadora de las regiones vecinas extrayendo los recursos de la población local. Aunque en curso de crecimiento desde algunas decadas atras, la economia peruana no tolero la sangría de excedentes y terminó sumándose a la ola emancipadora. Una consecuencia de que tal haya sido uno de los factores que

a última hora inclinó a los peruanos por la independencia, fue la tendencia a conseguir la legitimidad del nuevo Estado rebajando o

eliminando las cargas fiscales colomales.Ya el general San Martin se inició en el Protectorado que instauró en Lima en 1821 eliminando la contribución de indígenas y castas, aunque hubo de ser repuesta en 1826 una vez derrotados los realistas y apremiando las urgencias económicas del Estado. Cayó también la alcabala, subsistiendo solo

para la compraventa de inmuebles, y el diezmo minero fue rebajado antes de que termine la década de 1820 a sólo 3%.>” Asi, los casi seis ” A los productores mineros no se les concedió, sin embargo, la libertad de exportación que reclamaban

Unicamente podía exportarse plata u oro amone £.

r

millones de pesos recaudados por el Estado hacia 1800, se redujeron a poco más de tres millones, tres décadas después. En esta disminución también mfluyó el hecho de que en el sistema de transferencias entre los distintos territorios coloniales hispanoamericanos que hubo antes de la independencia, el virreinato de Lima resultaba ganancioso. Con la dependencia se perdió desde luego esa renta (Graffe e Irigom, 2006). La única imposición que podía tener aliados internos, y en ese sentido una legitimidad social, eran los derechos de las aduanas, que por ello se convirtieron en un soporte importante

del Estado

de los ingresos

Los intereses de los productores locales, combinados

con cierta xenofobia a la presencia extranjera —herencia del propio régimen colonial— y el afán de maximizar Jos ingresos fiscales lle-

varon a la instauración de tarifas de aduana elevadas (Gootenberg, 1997). El fuerte prestigio social del que gozaban las indumentarias, los muebles y las bebidas importadas hacía que la demanda actuara nelásticamente frente a su precio dentro del pequeño sector blanco y mestizo integrado al consumo de mercado, por lo que las urgencias fiscales no abonaron a favor de aranceles más liberales, como en otras partes del mundo. También hubo una resistencia a reconocer la deuda del Estado colonial, representada por catorce millones de pesos con particulares y 7,7 millones por las deudas del Tribunal del Consulado, que recibía depósitos de los particulares para ser invertidos en títulos de la deuda

pública o juros reales, De acuerdo a la opimón de algunos dirigentes del nuevo Estado, dicha deuda debía ser repudiada, por pertenecer a instituciones españolas, sujetos españoles o a emigrados que, por ello, podría considerarse que habían perdido sus derechos. Aunque en el dados. Como las Casas de Moneda eran monopolios controlados por el Estado,

este aprovechaba de sacarles abu una ganancia, a la que naturalmente el gobierno no quería renunciar. * “Memoria del señor Mimstro de Hacienda don José de Morales y Ugalde”, en Dancuart y Rodriguez (1902-1926

114-132)

Congreso hubo quienes pugnaron por el reconocimiento de la deuda

con los residentes locales, en los hechos la deuda fue desconocida hasta la consolidación de 1850, cuando su reconocimiento dio paso a una

escandalosa especulación y corrupción (Quiroz, 1993b). La racionalidad económica pre o no capitalista de la mayor parte de la población hacía que el alivio en la presión fiscal no se trasladase a un mayor consumo, sino a una menor producción. Desaparecida la contribución indígena, por ejemplo, las haciendas y minas de la sierra

dejaron de contar con el concurso laboral indigena, lo que empeoró más las posibilidades de recuperación de la minería, El menor gasto

público que resultaba de la más reducida recaudación era consistente, por otro lado, con la mayor debilidad del Estado y su falta de personal. Durante el período 1826-1848, el gasto militar representaba la mitad o poco más del total, cl personal de Hacienda consumía 20%, mientras que cl aparato de gobierno y representación política del Estado, la administración de justicia y demás ramos, cran responsables de menos

de un tercio del total de gasto.” La bonanza del guano un cuarto de siglo después de la Independencia fue hasta cierto punto el factor responsable de la decadencia de la minería metálica y, con ello, hubo un cambio en relación a la tradicional economía de exportación de metales preciosos que caracterizó al Perú colonial. Dicho cambio tuvo algunas consecuencias importantes. Lima y la región de la costa pudieron consolidar su primacía económica y política, desconectándose de la región serrana. En la época virreinal funcionó una especie de reparto de funciones que volvía complementarias

a ambas regiones: en la sierra se pro-

ducia el bien exportable, mientras la costa era la que organizaba su comercio y el de retorno. Ahora el Estado limeño no necesitaba de la sierra para mantener activo el comercio exterior y así pudo montar un régimen fiscal ferreamente centralista, al concentrar las ganancias del guano. También pudo excluir a los grupos de poder serrano del control del Estado 3 La estructura del gasto público puede verse en Tantalcán (1983, ancxos)

El acceso a los yacimientos del producto de exportación no mostró un cambio entre el Estado colonial y el republicano, Si aquel concedía

la “matrícula” a los mincros que fueran españoles o confiables para el Estado y se aviniesen a ser buenos contribuyentes al tesoro, éste

adjudicó los contratos de consignación del mismos criterios. La única diferencia fue abrió —tras mucha resistencia y debates— tranjeros, lo que ciertamente aumentó los

guano virtualmente con los que el Estado republicano la concesión a agentes exingresos fiscales, aunque al

costo de perder el apoyo de la oligarquía económica local. Como un

efecto colateral de esto, desapareció la mediación de los comerciantes

locales que, durante el periodo colonial, aviaban a los productores del bien de exportación. El financiamiento de las operaciones de extracción de guano era realizado ahora por casas comerciales europeas,

degradando a la elite económica local, que así perdía una función que antaño habia sido clave. La pérdida de esa clite comercial que antaño controló el comercio ultramarino del país y mantenía asimismo un control financiero de las exportaciones, fue uno de los hechos mas importantes tras la Independencia del Perú. Los nuevos comerciantes peruanos surgidos con la república hubieron de dedicarse a rubros

nuevos, como la importación de peones asiáticos, asi el caso de Domingo Elías, o convertirse a la burocracia, ingresando a la arena política como en el de Manuel Pardo. Un claro resultado negativo para el desarrollo económico fue que, a diferencia de la plata, el guano no necesitaba ser transformado para su exportación y ni siquiera requería ser transportado hacia los puertos, por hallarse al lado mismo del mar.* Asi, no transmitió ningún impulso hacia el resto de la economia mediante la compra de insumos y la construcción de una infraestructura de energía o transporte, como había ocurrido con la minería colonial. En verdad el guano sirvió para acentuar la tendencia abolicionista en materia fiscal y ayudó a perfeccionar o, mejor dicho aún, simplifi*” Sobre la economía del guano, ver Shane Hunt (1984)

car, más que cambiar, el sistema fiscal heredado del pasado colonial. En efecto, la economía peruana colonial había girado alrededor de

un sector de exportación (la plata) de) cual el Estado obtenía directamente algunas entradas —el diezmo minero y los derechos de amonedación menes

c indirectamente muchas más, a travós de los gravá-

sobre el comercio

ultramarino

que

se hacia

posible

en virtud

de las exportaciones mineras, y del tributo sobre los campesinos. Algunas transacciones internas respondían también al impulso de la

producción minera, que compraba bienes como la sal, mulas, llamas, mercurio, tejidos, cueros, sebo y pólvora Los colonos españoles habían organizado una red de caminos, puertos y ciudades interiores que permitían las tareas de abastecimiento y admimstración de las minas. En el último siglo colomal surgieron algunas exportaciones complementarias en virtud del programa borbónico para potenciar la explotación de los recursos naturales de las colonias (azúcar, tabaco,

cascarilla, lanas). La “modernización” o progreso de las colonias era entendida entonces como la progresiva incorporación de la población del sector de autosubsistencia los campesinos de las comunidades andinas y costeñas— al sector exportador.

Lo que comenzaba a ocurrir

ya en el caso de las plantaciones cacaoteras en la costa ecuatoriana y las de tabaco en el norte peruano. Con el auge guanero todo ello se simplificó. Los yacimientos se

concentraban en unas cuantas islas pegadas a la costa y las complicaciones para dotarlos de insumos y abastecimientos eran menores. El Estado optó por convertir el negocio en un estanco, transformandolo

en su fuente de recursos económicos y dejando a los particulares que después reemplazó mayormente por casas de negocios extranjeras—) en el rol de consignatarios o contratistas. Cuando el salitre apareció y comenzó a competir con el guano en el mercado internacional, no fue una sorpresa que el Estado intentara extender para el primero el mismo sistema que el del guano. Sin embargo, ahora hubo mtereses internacionales en Juego y el proceso de estatización se complicó, hasta llegar en 1879 a la conocida guerra del salrtre con Bolivia y Chile.

En el sistema colonial español, cuando una repartición tenía superávits fiscales los transfería hacia otras reparticiones menos afortuna-

das o más necesitadas. La novedad de la independencia en el Perú de 1850 hacía que no tuviese que transferir su renta guancra con nadic. Presionados por las ganancias del crario, los peruanos debieron de-

sarrollar mejor el Estado y se vieron urgidos a pensar en programas para el progreso económico. Al revés de lo ordinario, no ocurría que los hombres (públicos y privados) concibiesen planes de desarrollo

económico (nacional y personal) y que la necesidad de plasmarlos los empujase a la aplicación de reformas fiscales y financieras que dotasen al Estado y a las empresas privadas de los recursos necesarios para acondicionar cl territorio y las organizaciones. El dincro fue el que vino primero y hubo que organizar un Estado para gastarlo. Como esto tomó su tiempo, primó la rebatiña en forma de empleos y pensiones de privilegios —para no mencionar formas menos pudorosas— y en un segundo momento, hacia finales de la decada de 1860, la idea de los ferrocarriles para reenganchar a la región serrana a la vida nacional. En la decada anterior fueron abolidos el impuesto de capitación

a los campesinos, el diezmo agrario y el impuesto de 3% a los productores mineros, al tiempo que las restantes “contribuciones”—a la propiedad territorial y a las ganancias del comercio y la industria— permanecieron congeladas en los mismos valores de antes de la bonanza del guano.* Esta razz1a abolicionista, sumada a la anterior extinción de las alcabalas para el comercio interior, aunque pudo

servir para que la población apreciase mejor las bondades de la libertad republicana en comparación con el “opresivo” colonialismo borbónico, desvinculó a la economía y la sociedad internas de la marcha financiera del Estado.** Parafrascando a Heraclio Bonilla * Para los mineros, subsistió únicamente un impuesto de 3% a la exportación de oro en pasta (no amonedado) * Paul Gootenberg (1997) se ha referido asi al “Leviatán guanero”, para carac-

terizar al Estado peruano, cuya autosuficiencia en sus finanzas lo alejaba de una saludable comunicación con los intereses económicos locales

(1981), diríamos que se trató de un Estado cada vez más rico a condición de ser cada vez menos nacional.

Otra consecuencia de la independencia fue la ruptura de los vínculos comerciales con las naciones hispanoamericanas, que pasaron a ser reemplazadas por un mayor comercio con el continente europeo. En el periodo 1780-1819 los mercados hispanoamericanos —entre los que destacaban Chile, el Alto Perú y Buenos Aires— representaron en promedio 52% del destino de las exportaciones del Perú y 43%

del lugar de origen de sus importaciones (Parrón, 1995). Se trataba fundamentalmente de bienes agropecuarios, como azúcar, lanas, tr1go, mulas, scbo, algodón y tabaco, que se caracterizaban por ocupar a una masa importante de trabajadores, a diferencia de la minería, que a finales del periodo colomal tan solo empleaba a unos nueve mil hombres en el Perú (Fisher, 1979b:197). Para 1860, en cambio, sólo 21% del lugar de origen de las importaciones peruanas correspondía a paises latinoamericanos.* No se tiene el dato correspondiente al lugar de destino de las exportaciones para dicho año, pero puesto que estas estuvieron dominadas por el guano y el salitre, que se dirigían mayoritariamente a los países europeos, se puede deducir que las naciones latinoamericanas representarían un lugar aún más reducido

en dicho tráfico. * * Dato construido a partir de las cifras dadas por Jorge Basadre (1968 352-353) El siguiente año para el que se cuenta con cifras desagregadas del comercio exterior es

1877, representando

el mercado

hispanoamericano

18,7% del

destimo de las exportaciones peruanas y 13,8% del origen de las importaciones (Dirección de Estadistica, Estadística Comercial de la República del Perú en 1877.

Lima 1878, el dato cs cortesia de Fernando Diaz). Es decir, la tendencia se habría acentuado * Heracho Bomlla (1981.22) ofrece cifras de las exportaciones para Gran

Bretaña y Francia, que cotejandolas con el total de exportaciones peruanas dadas por otras fuentes —como las referidas en el Cuadro 2—, permite ver que

las exportaciones a solo esas dos naciones, representaban mas de 30% de las exportaci ones

totalcs.

La independencia

desarticuló

la zona de comercio

protegido y

preferente que constituyó el imperio español en América, Para ello

colaboraron la distinta legislación aduanera y fiscal adoptada por las nuevas naciones, la fragmentación monetaria del peso español y la

penetración comercial directa de las antiguas naciones “extranjeras”, como Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos * Las palabras de Luis Benjamin Cisneros en un estudio de 1866 sobre las transformaciones de la economía

peruana en la post independencia resumen

bien la

consciencia que ya entonces se cobró de esta pérdida: Lo que debe lamentarse es que los acontecimientos históricos no hayan

permitido a las antiguas colonias españolas estudrar, oportunamente y en común, al emanciparse, el ssstema que debreron inaugurar en sus relaciones comerciales con los demás paises del globo. Esto las habría conducido a una mayor umdad en su legislación comercial y a que los favores concedidos a

otras naciones tuviesen una aphcación particular y más eficaz para sus propios intereses (Cisneros, 1939: 63)

Se quejaba de cómo un asunto tan sencillo, como los permisos de

navegación a navios extranjeros, terminaban perjudicando el tráfico interamericano, favoreciendo el intercontinental. Aunque quizás coherentes para cl destino de una colonia surtidora de metales preciosos, ni el territorio ni la población del Perú parecian, al día sigwmente de la independencia, idóneos para el desarrollo

de una economía basada en la producción y el intercambio comercial internos. El problema no solo era la falta de caminos o vías naturales para la comunicación, sino la misma dificultad para construirlos. El drama no era solo la pobreza de medios de los pobladores, sino su carencia de apetitos de consumo. Probablemente las idas y vueltas de la política económica de nuestras repúblicas cn el tiempo de la post independencia y las mismas guerras civiles e internacionales, fucron el precio del gran acomodo que debió hacerse en la transición de colonia monárquica a república independiente. * Sobre la fragmentación monetaria, ver [rigoin (2008)

Resumuré las consecuencias de largo plazo de la independencia, en; decadencia de la minería de la plata y su reemplazo por la minería no metálica del guano y el salitre; descenso de la presión tributaria, no sólo por la falta de organización y legitimidad del nuevo Estado, sino por la falta de consenso en torno a proyectos a desarrollar;* y reorientación del comercio exterior, reemplazando el intercambio con las antiguas reparticiones coloniales vecinas, por el comercio directo con las pujantes naciones del hemisferio norte. Ello influyo, a su vez, en la marginación de la región serrana de la vida nacional, la desconexión entre el Perú de la costa y el del interior, en el marcado centralismo de las finanzas públicas y cn la dificultad para establecer alianzas políticas duraderas. La guerra del salitre, casi en las postrimerías del siglo XIX, trajo

violentamente abajo el modelo de fiscalidad hacia fuera de la era del guano y obligó a volver la mirada a las antaño olvidadas minas de la sierra y a los campos de cultivo de la agricultura nacional. Sobre la base de un diversificado abanico de exportaciones de productos agricolas y mineros, la economía se recuperaría a partir de 1895, en lo que podría considerarse un relanzamiento del programa borbónico de desarrollo. Impuesta o conseguida, la Independencia cambió la relación entre el Estado y la sociedad

El Estado colonial sabía lo que tenia que hacer-

mantener la paz política y social dentro del virremato, acreciendo, si posible, los vínculos y provechos que este podia dar al imperio. Para ello contaba con autoridades seleccionadas por la metrópoli y removidas de acuerdo a sus rendimientos. El Estado republicano supuestamente debía recoger las aspiraciones mayoritarias o el proyecto que alcanzara mayor consenso entre la población. Pero con aspiraciones encontradas y mal comunicadas entre la población, fue comprensible que con frecuencia quedara desorientado y sometido a * Sobre las ideas económicas en el Perú de la post independencia, ver Gootenberg (1998).

las fuerzas sociales y políticas, internas y externas, que lo controlaran., Es difícil encontrar un “programa” de desarrollo económico entre los

documentos del Estado post independiente. Las ideas “proteccionistas” del caudillo San Román hacia 1833, presentadas por Flora Tristán en sus Peregrinaciones de una paria, probablemente no fueron más que una

imaginación de ella (Tristan, 1946: 350-351). Recien en la decada de 1860 asomarian propuestas para desarrollar un mercado interno, sobre la base de unir el territorio con vias ferroviarias. Pero sin la claridad necesaria en torno a cuáles debian ser las regiones a comunicar

La

cuestión del salitre y la crisis de la decada siguiente, postergaron esos

esfuerzos hasta cl final del siglo, cuando reción se alcanzó a plantear un programa de desarrollo nacional,

Panorama

económico

última Nueva

de la

España

Luis Jáuregin

A inicios del siglo XIX, Nueva España vivia en un aparente esplendor económico y cultural que resultó de las Reformas Borbónicas.

Se considera “aparente” porque en realidad los últimos años previos a las guerras de independencia experimentaron las consecuencias de cambios en la estrategia imperial que fueron orientados a maximi-

rar el crecimiento económico de la metrópoli a costa de beneficiar a unos cuantos y generar fuertes desigualdades. El asunto era tan evidente que fue comentado en la época por cl científico viajero Alexander Humboldt en su muy popular Ensayo político sobre el Rerno de la Nueva España Según los conteos de almas realizados en aquella ¿poca como parte de la estrategia imperial de mayor

control sobre los habitantes del

imperio, la población de Nueva España en 1803 era de 5,1 millones de personas (6,1 millones en 1810), un notorio aumento de un millón de habitantes con respecto a la década anterior. Étnicamente, la población se distribuía de la siguiente manera:

Composición de ta población de Nueva España Por grupos étnicos (1810) Absoluto

Porcentaje

Total

6 122 345

100

Indios

3 676 281

59

1 338 706 | 1097 928

22 18

Castas Españoles y criollos Fuente, Malvido (2006-123-144)

La mayoria de la población novohuspana se hallaba asentada en la

intendencia de México (26%); la seguta muy de lejos la de Guadalajara con 8,4% de los habitantes. En la peninsula de Yucatán se asentaba medio millón de personas y en el extenso norte se contaban apenas poco menos de 350 mil personas “cxvilizadas”. Hacia fines del siglo XVIII e inicios del XIX Nueva España cra una sociedad equilibrada en términos de género y, según los análisis de los datos estadísticos de la época, 60% de la población era menor de 25 años. La mayor parte de esta demografía era de raza india pero crecia

con fuerza el grupo denominado “castas” (mestizos) magistralmente descrito por los cuadros de la epoca, La estructura de clases consistía de un grupo extremadamente rico y poderoso de españoles y criollos que si bien en ocasiones se quejaba de algunas politicas especificas de la Corona, era el principal beneficiario del sistema colonial Al lado de otros grupos, la elite novohispana residía en las ciudades, villas y reales de minas, aunque tenian propiedades rurales, Esta clase se relacionaba con el centro de poder, formaba parte de redes económicas, políticas y sociales a nivel virremal e imperial y contaba con la información necesaria para

generar grandes ganancias a costa del resto de la población.

Debajo de esta clase había un grupo de personas no totalmente pobres pero que no contaban con acceso al capital ni a las relaciones de

los más acaudalados. Este conglomerado de rancheros, curas, pequeños comerciantes, arrieros, artesanos, profesionistas y los miembros más acomodados de las comunidades indígenas, se hallaban muy vulnerables ante las crisis económicas y políticas. El estrato más bajo de la sociedad novohispana consistía de campesinos indigenas, mestizos, trabajadores de haciendas y grupos marginales urbanos, en donde también se hallaban algunos españoles y criollos Como muestran los datos, el grueso de la población novohispana en visperas de la guerra de independencia era indigena. A pesar de la imagen que se tiene de que vivian aislados y sólo ocupados de, por

ejemplo, el ciclo agrícola, en realidad los pueblos remotos mantenían relaciones con la cultura política dominante, la estructura de clascs y la economía novohispana. Aunque había muchas excepciones, los indios vivían en lo que se conocia como “pueblos” o “repúblicas de indios” divididas en pueblos

mayores (cabecera) y menores (sujetos). Ahi desarrollaban sus actividades religiosas y politicas. El sostenimiento de sus vidas se basaba en el

trabajo en las propiedades comunales, en actividades complementarias principalmente manufactureras, financiadas por los comerciantes— y en prestar sus servicios en alguna hacienda o para algún arrendatario de tierras. Los indios de los pueblos cran gobernados por sus propias autoridades electas por ellos mismos desde hacía cuando menos dos siglos. Habia también un mandatario nombrado por la Corona;

este personaje era el subdelegado, apoyado por sus tenientes en los pueblos que lo requirieran. Una parte de la vida del indigena en los pueblos transcurría entre pleitos con otros indigenas o con quienes arrendaban las tierras del común y no pagaban su renta. En última instancia, estos pleitos los dirimian las autoridados virreinales o incluso las de España, pues los indios (hombres y mujeres) cran muy hábiles al momento de defender sus intereses. También cuidaban con celo

su cultura y tradiciones, situación que debió tornarse muy compleja en aquellos años ante el crecimiento demográfico y el cambio en la

economia, evidente en la política de la Corona en exceso apegada a

los intereses económicos y cada vez más descuidada en el manejo de sus relaciones con indios y castas. Los indígenas novohispanos se percataban de la forma en que el sistema político y económico, ejercido por agentes locales de la Corona, beneficiaba a miembros especificos de la elite económica colonial Y s1

bien la Corona controlaba a sus funcionarios, con frecuencia miraba para otro lado cuando buscaban fuentes locales de ingreso adicional, Un caso de esto era cuando el funcionario local, él mismo comerciante o coludido con otros, adelantaba capital

o productos a los indios y a

las castas, una actividad conocida como “habilitación”, “repartimiento” o“avio”, a cambio del derecho exclusivo de adquirir sus producciones

agricolas y manufactureras (principalmente textiles)

Una queja co-

mún de los indios y los campesinos era que recibían un precio reducido por sus producciones, o que pagaban precios excesivos por los bienes que recibían a cambio Este sistema de crédito, controlado por los ricos comerciantes de las ciudades de México, Veracruz y Guadalajara, en ocasiones alcanzaba dimensiones internacionales, cuando se trataba de productos como el valioso tte de la grana cochinilla. Los poco más de 4 mil pueblos de indios en Nueva España poseían grandes extensiones de tierra, conocidas como “de comunidad” y

“de cofradía”, cuyas producciones generaban recursos importantes para sus habitantes

Otro agravio de muchas comunidades indigenas

resultaba del hecho que desde las últimas décadas del siglo XVII las autoridades las habian obligado a invertir tales recursos en actividades “más productivas”, tales como prestarle a la Corona para la atención de sus urgencias bélicas, Por otro lado, si bien más controlada, la población en las ciudades también mostraba creciente descontento en los primeros años del siglo, en parte como resultado de las reformas urbanas de finales del siglo XVIII. En la ciudad de México, los mandatarios novohispanos se

habían empeñado en embellecerla a costa de impuestos muy elevados

y en contra de las disposiciones de la propia Corona. Este “embellecimiento urbano”, que también incluyó algunas obras de sanidad, resultó empero benéfico para una parte, la más céntrica, de la ciudad; lo mismo sucedió cn el caso de Guadalajara. Lo que más destaca de estas reformas fue la habilitación de espacios públicos baños, cafés, teatros, fuentes de provisión de agua—en donde la población ntercambiaba ideas, algunas en contra del régimen. Al respecto, vale comentar que no sólo los más pobres se vieron afectados por las medidas del gobierno virremal, pues muchos criollos guardaban resentimiento en contra de los peninsulares que desde hacia varios años llegaron a ocupar cargos en el gobierno, iglesia y ejército novohispanos, desplazando a los nativos de cstas oportunidades de ingreso y prestigio. No era la primera ocasión que la población novohispana sentía agravio en contra de las autoridades del espacio colonial. Prácticamente durante los trescientos años previos habia habido algún tipo de descontento, muy similar al que se observa en la decada de 1810, Por lo mismo, no puede atirmarse que este descontento fuera el origen exclusivo de la rebelión insurgente de 1810; fueron muchos elementos, de los cuales el que más destaca es sin duda la crisis de orden político en la propia metrópoli. 1800-1808: Las condiciones físicas y financieras

La Nueva España inicia el siglo XIX con condiciones económicas desfavorables respecto al resto del mundo

noratlántico de aquellos

años, En el ámbito de la tecnología, los escasos adelantos se dicron, por una parte, en la actividad minera, como consecuencia de una política de la Corona española de fomentar a este sector que aportaba fuertes impuestos al Estado. Años antes, cn las minas de Real del Monte y otras se había intentado resolver el problema más urgente —cl desague de las minas— mediante la aplicación de una máquina europea de columna de agua; incluso se llegó a pensar en la fabricación local de dicha tecnología. Según Humboldt, la idea fracasó por el temor

de los mineros a que se clevaran sus gastos y consecuentemente se

redujeran sus beneficios, De hecho, el sabio alemán señala que muchos mineros estaban conscientes de lo atrasado de su tecnología pero tales innovaciones cran inaplicables en un pucblo que, según él, no gustaba

de las novedades. En Guanajuato, cuya mina La Valenciana era la mas productiva del espacio colonial, se aplicó con exito la pólvora para abrir los grandes tiros por la vía de la explosiones subterráneas Así, la manera como daban ganancias las pocas pero muy grandes minas era principalmente a través del empleo de la mano de obra. Las manufacturas textiles de algodón eran muy destacadas y se distribuían desde Puebla hacia el interior del virrcinato. Se realizaban a través del sistema de trabajo a domicilio, financiado por los grandes comerciantes/ capitalistas del espacio colomal. Los gremios tenian solamente una importancia relativa. Con nulas innovaciones tecnoló-

gicas, el trabajo textil novohispano se orientó a abastecer el mercado nacional

en

tiempos

de

fuerte

competencia

con

telas

extranjeras,

mercado que se vio articulado por la demanda generada por la minería y la expansión de las ciudades. Si bien los grandes centros productores fueron la ciudad de México, Puebla, Guadalajara y Oaxaca, debe destacarse la zona del Bajío que, en parte gracias a la minería, para inicios del siglo XIX contaba ya con una red de caminos y capitales que multiplicaron la presencia de obrajes y tejedores individuales

que combinaban su labor agricola con el ancestral oficio del trabajo manual del algodón y la lana. A diferencia de Puebla, el Bajio producía cas en 1gual proporción telas de algodón y de lana, dependiendo de la disponibilidad de materia prima, Son contados los casos de innovaciones tecnológicas en la Nueva España de la primera decada del siglo XIX: alguna mina utilizó técnicas novedosas de desague; otro obraje en la ciudad de México aplicaba estampados con instrumentos especializados y costosos; la construc-

ción de caminos y puentes hacia uso de algunas mejoras. En general, el progreso tecnológico era escaso por lo que los otros factores de la

producción se desempeñaban con muy baja productividad respecto a la de países como Francia, Inglaterra y Estados Unidos, que produclan con las últimas novedades en términos de máquinas y productos químicos, asi como en un ambiente de mayor libertad económica. Esto se agravaba ante el hecho de que desde 1789 Nueva España habia ingresado a un esquema de libre comercio relativo y en 1797, debido a las dificultades bélicas de España en el continente europeo, se habia declarado el comercio con naciones neutrales al conflicto. Esta apertura, particularmente fuerte despues de la Paz de Amiens y de nuevo incrementada después de 1807, asi como el relativo progreso tecnológico de otras naciones atlánticas, dio como resultado que cn muy poco tiempo cl espacio colontal novohispano se viera inundado

de productos extranjeros. Los primeros años del siglo XIX muestran una economia que viene en deterioro desde las últimas décadas del siglo anterior. En las zonas más productivas el crecimiento poblacional mermoó tanto

las condiciones agrícolas como manufactureras. En el Bajio y en la provincia de Guadalajara las tierras comenzaron a dedicarse más al cultivo de productos que demandaba la creciente población urbana, con detrimento de la siembra del maíz que cada vez se cultivaba mas

en tierras de bajo rendimiento. Estas siembras las realizaban para su subsistencia los indios, mestizos, mulatos y algunos españoles pobres. Como ello no les alcanzaba debian prestar servicio al trabajo de la hacienda y como aun esto era insuficiente, debían dedicar largas horas a la manufactura de textiles de algodón, encargada a sus domicilios por los ricos mercaderes y financistas. Conforme se fue abriendo la economia novohuspana, estos textiles debieron competir cada vez más con sus similares, más baratos, provenientes de Cataluña y otras partes de Europa y Estados Unidos. Como resultado de la escasez de moneda y de instituciones financieras, en los primeros años del siglo XIX muchas de las relaciones

entre los agentes económicos novohispanos involucraban algún tipo

de crédito o deuda. Aunque ilegal, el repartimiento de mercancias cra

una forma de crédito. Los trabajadores de las haciendas debían a la tienda de raya; los grandes mercaderes de la ciudad de México, Guadalajara y Veracruz proporcionaban a crédito mercancias domésticas e importadas a comerciantes locales que a su vez vendían al consumidor utilizando alguna forma de crédito. Aunque sin duda no fue la primera vez, en los años previos a la rebelión de independencia

las relaciones entre consumidores/

deudores y tenderos/acreedores se hicieron cada vez más tensas, particularmente como resultado del incremento de los precios de productos agrícolas que cn parte se explica por la crisis agrícola de 1808-1810. Al parecer resultado de un adelantamiento de las lluvias, lo que provocó un periodo pluvial más corto, el alza de los

precios fue una causa del empobrecimiento en el campo; de mayor delincuencia e incluso de crecidas tensiones sociales y odio indigena hacia los gachupines y hacia los blancos en general. Esta situación, no inusitada en el periodo colonial, ponía de cualquier forma nerviosas a las autoridades virreinales en momentos de dificultades políticas e internacionales a nivel imperial,

Desde la perspectiva de la población no indigena, los años prece-

dentes al inicio de la revuelta del padre Hidalgo muestran en el Bajío, sede de la “segunda elite” - despues de la radicada en la ciudad de Mexico—, una polarización social motivada por el progreso minero de finales del siglo XVHL, que se convirtió, según gusto de los peninsulares y algunas familias criollas, en poseedora de las mejores tierras, que representaban menor riesgo que la actividad extractiva. Esta situación

no sólo provocó el desplazamiento de las clases sociales indigenas y castas; también generó una “elite marginal”, como la de San Miguel el Grande donde vivían los hermanos Aldama y la familia Allende. Una parte de esta “clitc marginal” se vio afectada por la cédula de Consolidación de Vales Reales de 1804. Esta disposición de la corona

española pretendió que la iglesia de Nueva España cobrara los capitales

que tenia prestados a diversas unidades de producción

y colectara

los dineros que destinaba a capellanías y obras pías y los aplicara al

mercado de deudas de la metrópoli a fin de evitar la fluctuación del precio de los llamados “vales reales”. La Consolidación de Vales Reales intensificó aún más la crisis económica que vivía el virremato. Disminuyó la disponibilidad de

crédito para el trabajo de muchas unidades de producción, sobre todo en la agricultura; muchas actividades quebraron o tuvieron que

trabajar en condiciones muy precarias, y se hizo cas! imposible el establecimiento de nuevas empresas, Como se obligaba a la Iglesia a prestarle a la Corona los fondos que tenía para el sostenimiento de curas y capellanes, éstos se vieron reducidos a la miseria y con ello cayeron en la pobreza sus entenados, muchos de ellos huérfanos, viudas, ancianos y pobres. Las personas que le debían a la iglesia por préstamos contraídos con anterioridad, la mayoría de ellos para el trabajo de minas, haciendas, ranchos y obrajes, debieron pagar sus deudas, y como no tenían el efectivo para ello perdieron sus patrimonios por la vía de la venta o del embargo. Hombres ricos como el Marqués de San Miguel de Aguayo

cayeron en bancarrota; el rico comerciante Gabriel de Yermo debió pagar una fuerte cantidad que si bien no lo llevó a la quiebra, años después, con la escasez de fondos crediticios, lo enfrentó a fuertes dificultades financieras La aplicación del decreto de Consolidación de Vales Reales fue uno de muchos motivos de la insurrección del padre Hidalgo, pues se venia a sumar a una serie de exacciones que sufría la Nueva España

desde los últimos años del siglo XVIII, De manera mjusta, pues no se consideraba la capacidad de pago de las personas, se cobraban los dineros de la consolidación; mientras los colectores se conducían con prepotencia y falta de consideración. La Consolidación de Vales Reales generó muchas protestas por

parte de diversos sectores de la población novohispana. Son cono-

cidas las representaciones del obispo de Michoacán Manucl Abad y Queipo, quien defendió la postura de labradores y comerciantes;

del corregidor de Querétaro, Migue) Dominguez, quien apoyó a los mineros, y de los regidores del ayuntamiento de México, Francisco Primo Verdad y Juan Francisco de Azcárate, que defendicron a esta

corporación y que, ante la abdicación del monarca en 1808, propusieron un plan autonomista para el virreinato. Los autores de estos escritos tuvieron destinos diversos. Abad y Queipo, amigo del cura Hidalgo, desaprobo su levantamiento en contra del orden colomal y años después fue acérrimo defensor de la Corona Miguel Dominguez fue removido de su cargo pero fue restituido gracias a una orden real. Los dos regidores del ayuntamiento de México se enfrentaron en 1808 al golpe de Estado de Gabriel

de Yermo en contra del virrey

Iturrigaray (coludido con los autonomistas por conveniencia política). El resultado de este acontecimiento fue la remoción de Iturrigaray y la prisión de los dos regidores. Aunque el Virreinato de Nueva España fue el que más aportó para la consolidación, la cantidad no fue suficiente para hacer frente a las deudas de la Corona ante banqueros europeos. Empero, cello no fue

obstáculo para que continuara el despojo del ahorro de aquella economía. En 1803, España firma con Napoleón el' Tratado de Subsidios, mediante el cual debía aportar una cantidad anual. Este compromiso fue “triangulado” con la tesorería de México, de forma que a fin de cuentas el tratado fue pagado por las tesorerías mexicanas.

Este mal

negocio de la corona española significó no sólo su bancarrota, sino una exportación neta de capitales del virremato con impactos en su capacidad económica futura.

En vista de que el virrcinato novohispano dependía fuertemente de insumos importados, particularmente para la actividad minera, y que los puertos españoles estaban bloqueados, en la primera década del siglo XIX se debió recurrir cada vez mas al llamado “comercio

neutral”. Surgido de los años de las guerras imperiales en los últimos

años del siglo XVIII, el comercio neutral fue una excelente oportunidad de negocios para un grupo de empresarios españoles de entre

los que destaca sin duda la Casa Gordon y Murphy. Con el privilegio otorgado por la Corona, estos empresarios se enriquecieron de

manera considerable mediante la contratación de barcos, sobre todo norteamericanos, para la exportación de los caudales acopiados por la Consolidación, el transporte de productos novohispanos exportados por el puerto de Veracruz (plata, cochimlla, azucar) y la importación

de una muriada de bienes extranjeros baratos. En materia de número de barcos y valor de las mercancias, el comercio neutral fue particularmente intenso después de 1808. Entre muchos otros, el comercio neutral de finales de la primera década del siglo XIX fue un elemento importante para determinar las condiciones económicas de México en las décadas posteriores. El impacto

inicial de la guerra de independencia

El padre Hidalgo, al igual que Allende y Aldama, formaba parte de esa “elite marginal” que desde varios años venía padeciendo grandes dificultades y frustraciones económicas.

Esto contrastaba con

las familias más ricas del Bajío, terratenientes beneficiados por la acumulación de fortunas generadas en el comercio y la minería. Un ejemplo de las dificultades que enfrentaron estas “elites marginales” fue precisamente el del padre Hidalgo, quien durante algunos meses vio embargada su única hacienda por no poder pagar las deudas generadas por la consolidación de 1804. La insurrección de Hidalgo se planeó para iniciarse en diciembre

de 1810, cuando se hubiera levantado la cosecha de aquel año que en el Bajto se había regularizado. Sin embargo, como fue descubierta la conspiración, cl cura de Dolores optó por adelantar su llamado a la revuelta en contra de los españoles y a favor del rey cautivo y de la iglesia. Del primer alzamiento en el pueblo de Dolores, los aun pocos rebeldes se desplazaron a San Miguel, donde iniciaron el saqueo de

haciendas. A su llegada a Celaya, cuando fracasaron las conversaciones para la entrega pacífica de la plaza, los insurrectos entraron y capturaron aquella ciudad. Las elites locales no pudieron combatir a los rebeldes pero tampoco los apoyaron.

Con rapidez, el movimiento de Hidalgo se extendió por el Bajío, llegó a Guanajuato y saqueó la Alhóndiga de Granaditas, en donde el intendente Riaño se había guarecido con los españoles y caudales de la región. Con el saqueo de fuertes cantidades de plata y asesinato de

muchos hombres ricos se resquebrajó

el sistema crediticio que sostenía

a la actividad minera, agricola e mdustrial. Igual de grave fue que con la rebelión se cortó el abastecimiento norteño de muchos insumos

que utilizaba la rica 7ona del Bajio. En pocas semanas los obrajes de Querétaro se vieron desabastecidos de la lana proveniente del norte novohispano. Hacia la otra dirección, el abastecimiento de dinero, viveres y manufacturas a ciudades lejanas como Saltillo, Monterrey, Durango o Chihuahua se vio también interrumpido. Las dimensiones del saqueo a todo tipo de unidades económicas se incrementaron cuando a finales de octubre otros pueblos de Guanajuato, Michoacan, la zona de Toluca y hasta Pucbla y Veracruz sc unieron al movimiento.

El colapso mincro del Bajio y otras zonas se dio durante prácticamente todo el periodo de la guerra de independencia. Una causa fue precisamente este levantamiento. Sin embargo, el hecho de que la minería de aquellos años estuviera concentrada en tan pocas manos beneficiadas por la acción del gobierno, en especial la provisión del

azogue, tan importante para convertir el óxido de plata en metal, hizo a la actividad muy vulnerable a la descomposición social, Puede afirmarse, por lo tanto, que la mmería decayó por la guerra, pero de tiempo atrás presentaba serios problemas que hoy llamariamos “estructurales”. En octubre de 1810 los insurgentes marcharon hacia Valladolid, donde cundía el pánico ante la noticia de que no sólo saqueaban sino

que también ejecutaban gachupines; fue así que algunos distinguidos

europeos salicron de la ciudad con rumbo a la capital virrcinal, Entre estos se hallaba el obispo Abad y Queipo quien, con no pocas dificultades, llegó a su destino. A la llegada de los insurgentes se entablaron pláticas con los representantes del ayuntamiento. Estos apuntaron que en la ciudad vivían españoles casados con criollas, pero la respuesta fue que todos serían arrestados. A mediados del mes los rebeldes ingresaron en la ciudad y, con el pesar de los jefes de la insurrección, la tropa se dio al saqueo e incendio de varias casas. El efecto económico de estas acciones fue el abandono y pobreza de la crudad, el cual duró hasta después de consumada la independencia. Otras partes de las 7onas de guerra experimentaron un fuerte colapso económico. En el caso de la intendencia de Valladolid ninguna ciudad escapó a las ocupaciones de insurgentes que saqueaban y quemaban, y de realistas que llegaron a destruir como castigo por unirse a la causa rebelde. El asunto fue más grave en el campo, incluso después que terminara la rebelión de Hidalgo. Y es que lo que los ejércitos guerrilleros no destruyeron, los realistas lo arrasaron en búsqueda de comida, caballos, armas; dejando destruida tras su marcha toda posibilidad de que el enemigo pudiera aprovechar aquellas tierras. En

el caso de la intendencia vallisoletana, múltiples fuentes judiciales de años posteriores a la guerra muestran cómo se redujo o eliminó toda posibilidad de recuperar la actividad económica animales, semillas, obras de irrigación, herramientas, libros de cuentas, cercos, molinos,

etcétera.; todo sufrió merma o fue completamente destruido. Cuando se restableció una aparente normalidad, muchos propietarios habían abandonado sus tierras, dejandolas a aparceros y arrendatarios, que las dedicaron fundamentalmente a su propia subsistencia. Esta situación

contrasta con lo que sucedió en la provincia de Guadalajara, en donde prevalecicron las grandes unidades familiares agricolas. No todas las unidades de producción fueron destruidas. En los años previos a la insurrección, las grandes haciendas del norte, tan cercanas

como la zona de León y San Luis Potosí, no mostraron la explotación

generalizada que se dio en el caso del Bajío central, Muchas personas continuaban viviendo adentro de estas grandes haciendas, recibiendo su pago y sus raciones semanales de maíz, Cuando Hidalgo, después de su triunfo en el Monte de las Cruces y de su decisión de no entrar a la ciudad de México,

marchó

hacia Querétaro,

los milicianos de

estas haciendas norteñas, sobre todo de San Luis Potosi, fueron los que inflingieron la primera derrota a las tropas msurgentes.

El fracaso de Aculco determmo la marcha hacia Guadalajara, en donde desde inicios de la insurrección se venía gestando un apoyo importante a la causa. Esto respondía a que, pese a que antes de la

insurrección la situación de Guadalajara cra similar a la del Bajío, se venía dando una cuestión que la hacía única: en la intendencia de Nueva Galicia había muchos pueblos terratenientes y haciendas con grandes poblaciones residentes. Ambas instituciones se disputaban recursos cada vez más escasos, lo que llevó a la comercialización tanto de estos como de la mano de obra de los pueblos. Parte de esta mano de obra se desplazó a la ciudad de Guadalajara para dedicarse a las labores artesanales. La inestabilidad económica que representaba este cambio, y viejos Irtig1os de tierras entre haciendas y pueblos, fue

campo fértil para la insurrección. Pesa a que fue cn Guadalajara que Hidalgo propuso las reformas sociales más destacadas y que ingresó a la ciudad con fuerte apoyo, pronto fue traicionado y en lugar de mantener la legalidad permitió que la turba también se diera al saqueo. Como ya se tenía una idea de lo que los rebeldes eran capaces, muchas familias españolas huyeron hacia el puerto de San Blas, Aun así, la falta de colaboracion por parte de la población tapatía fue la ocasión para que Hidalgo realizara el mayor número de ejecuciones, La falta de un plan militar significó la derrota de los insurgentes en la Batalla de Calderón, en enero de 1811. Además, las plazas ganadas

por las tropas rebeldes se perdían por la falta de previsión sobre cómo

mantener tales posiciones. Despues de la derrota en Guadalajara, un buen número

de tropas rebeldes se dispersó y los caudillos se des-

plazaron a Zacatecas. El ayuntamiento de esta ciudad contaba con elementos adeptos a la insurgencia, al igual que existian al interior de algunas órdenes monasticas

Sin embargo, el principal apoyo que hallaron los insur-

gentes consistió, como en otras partes, en los operarios de las minas, artesanos —que de tiempo atrás venian enfrentándose a periodos de desempleo- y vagos. En cl campo, que en una parte de la intendencra experimentaba una situación similar a la del Bajio, la msurgencia también recibió cierto apoyo, pero en general puede afirmarse que, debido a la falta de organización del movimiento, la deserción fue alta y la mayoría de las poblaciones que 1ban siendo ocupadas pronto quedaron expuestas a las fuerzas realistas, Puede afirmarse que cn Zacatecas el declnante movimiento de Hidalgo no logró desmantelar

las estructuras que impuso el dominio español. Pronto regresaron los peninsulares que habían huido de la ciudad, que consolidó su elite formada por éstos y por los criollos. En parte gracias a su postura ambigua frente a la insurgencia, Zacatecas no

experimentó

la catastrofe

minera

que

se vio en el Bajio.

La

producción se detuvo los meses que los insurgentes ocuparon esa zona, pero cuando ésta regresó a manos realistas la situación se normalizó

y, más importante, no experimento la destrucción de sus sistemas de crédito y producción; a lo más se experimentaron problemas de abasto de insumos mineros provocados por la inseguridad de las comunicaciones Asi, las minas cercanas a la capital, asi como las de Fresnillo y Sombrerete

continuaron

produciendo

durante

el periodo,

aunque

no con las dimensiones previas a la guerra, Un clemento importante

para el estimulo de la producción zacatecana fue el establecimiento de la Casa de Moneda local, lo que facilitó la conversión de las barras de plata en moneda.

Las condiciones favorables de la minería zacatecana continuaron y en 1819

las autoridades de la intendencia se mostraban optimistas

respecto de la recuperación de la agricultura y el comercio. Cierto es que se nota un decaimiento en los años 1820 y 1821,

pero la recu-

peración vino después para no decaer en los siguientes lustros. Una prueba palpable de que Zacatecas mantenía una economía próspera fue la gran cantidad de recursos que obtuvo su tesoreria; recursos que, contra los deseos de las autoridades en la ciudad de México, fueron destinados a la formación de milicias locales y al apoyo a las

provincias del lejano norte. Ciudades y caminos Los años que van de 1810 a 1821 no fueron estrictamente de devastación económica pero sí lo suficientemente graves como para determinar las difíciles condiciones materiales de las primeras décadas del México independiente. En el ámbito de la agricultura, la situación

fuc despareja. El Bajio y occidente experimentaron fuertes perdidas de cosechas, con cl consecuente desabastecimiento e incremento de los precios. En el sur, especificamente en Oaxaca, aunque también en Puebla y Valladolid, todavía en 1814 y 1815 continuaban las dificiles condiciones de producción como resultado del saqueo, del abandono de unidades de producción por parte de empresarios y trabajadores, asi como de las dificultades del comercio y del transporte. Por otro lado, aunque para 1818 se había logrado la pacificación de una parte

importante del virremato, el llamado “jardin de la Nueva España” (Michoacán) continuaba siendo una tierra “arruinada” en donde los precios alcanzaban magnitudes estratosféricas. La Tierra Caliente de esta provincia, misma que vio nacer el Plan de Apatzingán, mostraba en 1820 una situación de destrucción. Las ciudades del centro de México fueron afectadas fuertemente por la difícil situación económica El efecto sin embargo no fue igual en todas, aunque un elemento importante a señalar es que, ante la

inseguridad, una parte de la población del campo se desplazó hacia los centros urbanos, lo que provocó dificultades para su abasto, Igualmente, las tropas realistas incendiaban ranchos y otras unidades es pos de una estrategia de “congregar” en las ciudades o pueblos a los insurrectos. S1 bien los insurgentes no llegaron a la ciudad de México, las tropas comandadas por los Villagrán en la zona de Huichapan, Osorno desde el oriente, el padre Cañas desde Querétaro, Villa del Carbón, Tepexi del Río, Chapa de Mota y Xilotepec, y Morelos en el sur, interccptaban viveres y plata destinados a la urbe. Artículos tan necesarios como el

carbón, aves, zacate, verduras, leña, panocha y miel ya no eran provistos por los indios porque los hacendados ya no hacían tratos con ellos, o los hacían a precios muy reducidos. Los antiguos monopolios de la carne, producto muy consumido en la ciudad de México, pronto se vieron rebasados por tratantes individuales que además abastecian animales enfermos. En general se dio un acaparamiento de productos

e incluso no faltaron las confiscaciones militares de lo que ingresaba a la ciudad. Inútilmente, las autoridades virreinales y de la ciudad dictaron bandos para reforzar garitas y disciplinar a los soldados y policias. La epidemia de 1813 en muchos sentidos se debio a la escasa alimentación de las clases más necesitadas. La ciudad de Guadalajara no sufrió el desabasto de la capital virre1-

nal, a juzgar por el comportamiento de los precios de la carne. Aun cuando años antes la ciudad de occidente venía experimentando un fuerte repunte en la demanda por el crecimiento demográfico, éste fue atendido de manera muy eficaz por las producciones ampliadas de su hinterland agrario. Por otro lado, después de 1812 Guadalajara vivió un fuerte proceso de mercantilización de su espacio con motivo de la llegada de los “panameños”, comerciantes sudamericanos que trajeron capitales y que modificaron el panorama económico del occidente novohispano.

No

menos

importante

fue el repunte

de la importancia

del puerto de San Blas como resultado de la ocupación de Acapulco por parte de las tropas de Morelos entre 1812 y 1815.

Una explicación de la caída en la producción que provocó la guerra de independencia es la que resultaba de la insurrección de los brazos

que trabajaban cl campo, las minas y las manufacturas. Después, sobre todo cn las 7onas más fértiles del Bajio y Michoacán, la crisis se dio por la “movilización” que se hizo de estos mismos brazos para apuntalar

el esfuerzo

contrainsurgente

Debe

considerarse

también

que en algunas partes de Nueva España, especificamente la zona de la Huasteca, la sequía continuó hasta 1811, Grave como era todo esto, en la coyuntura quizá lo haya sido más la interrupción del comercio

por la inseguridad de los caminos. Los insurgentes que pretendían derrocar al gobierno de Nueva España se enfrentaban militarmente a un enemigo muy poderoso, Por ello recurrían a una importante cantidad de rebeldes. Sin embargo, cuando no era posible movilizar a un gran contingente de hombres, como ocurrió en el caso del actual estado de Morelos y en Oaxaca, se practicaba la guerra de guerrillas. Ante el poder de las tropas realistas, Morelos recurrió a este tipo de lucha, que continuó con otros caudillos hasta finales de la decada. El comercio, el cobro de impuestos y el correo se vieron reducidos por las guerrillas, el bandidaje —tan común desde años atrás—, la ocupación de haciendas y ranchos, y la

utilización de las mejores bestias de carga para actividades militares. La inseguridad de los caminos provocó que tanto militares como insurgentes “vendieran” protección al mejor postor; por ejemplo, se tiene

testimonio

que

los

comerciantes

de Veracruz

pagaban

sumas

exorbitantes para ganar salvoconducto a sus mercancias. El costo de tal transacción excluía a los pequeños y medianos comerciantes que por lo general funcionaban con crédito,

Una solución al problema de la inseguridad en los caminos fue el establecimiento de convoyes. Si bien este sistema funciono, se sabe que los comerciantes jarochos continuaron pagando a los rebeldes para poder ingresar o extraer mercancias del puerto de Veracruz. Por otro lado, aparte de su costo, el sistema de convoyes tuvo consecuencias

sobre la economía novohispana pues, aparte del efecto que eventualmente pudieran haber tenido las incursiones insurgentes posteriores

a 1815, todo lo que no formaba parte de uno de estos grandes grupos de mulas y carretas cra confiscado por el comandante en turno, La mercancía capturada de forma ilegal se comerciaba al interior del espacio colonal, lo que llevó al surgimiento de un nuevo grupo, “el militar mercader”, lo que en algunos casos significó un estímulo a las economías locales. Caso de ejemplo fue el surgimiento de ferias

ilegales donde se vendían estas mercancías, como las que aparecieron en Puebla y Orizaba, o la “conversión” experimentada en Querétaro, que pasó de la fabricación de telas a la confección de uniformes, Fue común que durante la guerra estos y otros productos fueran regular-

mente abastecidos a los campamentos insurgentes y realistas. A pesar de esto último, puede afirmarse que en general la situación de guerra que se vivía en el centro de Nueva España, en la ¿ona que

ahora es el estado de Guerrero, en la Huasteca, y en el sur afectaba la economia de las ciudades pues se redujo considerablemente la llegada de productos a estos centros de consumo, La ciudad de México era el mercado de consumo más grande de Nueva España, exigla grandes cantidades de alimentos, más aun como resultado de los movimientos migratorios ocasionados por la guerra. La capital virreinal se abastecia de todas las regiones e incluso del exterior, pero el abasto más ponderado venia de sus zonas aledañas, regenteadas por comerciantes y

abastecedores de gran poder económico y politico. Principalmente

por esta razón, la guerra de independencia puso en evidencia la vulnerabilidad de este espacio urbano.

Aunque nunca cayeron en manos de los insurgentes, las ciudades de México y Pucbla se vicron afectadas por la conflagración. La escasez provocada por aspectos institucionales como la especulación y la concentración de la actividad comercial, la interrupción de los caminos y el repunte en la demanda por la migración hacia las ciudades, provocaron una incontrolable alza de precios que, al menos en el caso

del maíz y el trigo, se venía a agregar a una tendencia creciente desde finales del siglo XVIII. Para el resto del espacio colonial, los precios de los productos comportan un crecimiento que podría entenderse en parte como resultado de la guerra y su impacto sobre las 7onas agricolas y la producción del producto “lider”: cl maiz, Este periodo de precios altos no es, empero, particular de Nueva España toda vez que al parecer el precio de los alimentos mostró un repunte importante en todas las economias atlánticas de la época.

Minería Por la razón que fucra, el aumento de los precios impactó fuertemente a la minería, la principal actividad exportadora, en tanto que

hizo poco redituable la explotación de yacimientos de baja ley, de los cuales había muchos en Nueva España. Grave como era esto, no fue el peor golpe que sufrió la minería en el periodo. Lo que más afectó

a esta actividad fue la desorganización del capital y del trabajo. En el caso del capital, el efecto se dio por el colapso del sistema de crédito; cn palabras llanas, los dueños del capital perdieron la confianza de que la actividad minera rindiera utilidades, En el caso del factor

trabajo, los hombres que no se unieron al levantamiento huyeron de la violencia o fueron reclutados por los dueños de las minas para combatir

a los insurgentes

Tal y como sucedió con otras actividades económicas, y a pesar de los problemas señalados, la minería novohispana se sostuvo durante los años de la guerra de independencia, aunque en menor escala que antes, Se dieron los casos de Taxco y Zacatecas, cuyas actividades mineras no se vieron afectadas por la insurgencia. Lo mismo sucedió en los minerales norteños de Cosalá y Durango. En los primeros dos casos,

la actividad productiva se redujo como consecuencia de los costos; en los segundos, la situación permaneció como antes de la guerra, aunque es seguro obtuvieran sus insumos por la vía del contrabando. Otra de las razones por las que la minería se sostuvo durante la guerra se

debió a la labor de buscones y regatones que, en una escala pequeña, trabajaban y comerciaban con el mineral,

En los siglos anteriores, la minería novohispana creció en parte por el llamado sistema de “rescates”. La conformación de esta forma de crédito, realizada por grandes comerciantes de la ciudad de México con sus agentes en los reales mineros, se dio en parte por el

monopolio de amonedación que durante dos siglos y medio ejerció la Casa de Moneda de la ciudad de México, Asi, a cambio de plata en Imgotes, la ceca de México proporcionaba moneda fraccionaria de plata a los mineros y comerciantes grandes y pequeños A pesar de este mecanismo, en Nueva España siempre escaseó este tipo de moneda. Es probable que la persona común realizara transacciones por la vía del trueque, como sucedía en las haciendas y otras unidades, en donde

un trabajador intercambiaba su mano de obra por productos. En los pueblos, villas y ciudades, si la persona acudía a alguna tienda, que en la época se llamaban “pulperias”, utilizaba los llamados “tlacos”,

seudo monedas (de cuero o madera) expedidas por la propia pulpería o por un conjunto de ellas como medio para facilitar la venta de sus productos. El problema de la escasez de moneda se agravó después del inicio

de la insurrección de 1810. Fue por este motivo que varias ciudades del espacio colonial solicitaron la apertura de casas de moneda locales. Con o sin anuencia de las autoridades, entre 1811 y 1814 se abrieron casas de moneda en Chihuahua, Durango, Sombrerete, Guadalajara y Zacatecas. En vista de que la Casa de Moneda de México perdió autoridad

sobre estos establecimientos, presentó diversas quejas aduciendo no sólo que los mineros se verían perjudicados al recibir menos moneda por sus extracciones, sino que la medida de crear cecas provinciales fortalecería el poder de los grupos económicos regionales. Es que la moneda fraccionaria era imprescindible para el comercio y ello

justificaba la postura de las provincias que la solicitaron para sus tran-

sacciones; los bandos insurgentes también emprendieron una política de fabricación de monedas, el gobierno virreinal acuñó unas cuantas monedas de cobre, e incluso no faltó quien recurriera a la muy lucrativa falsificación y acuñación clandestina. Yucatán, que por no contar con minas desde hacía muchos años recibía de la ciudad de México una cantidad en plata denominada “situado”, planeo la fabricación de moneda de cobre. Ante el fracaso del proyecto, se procedió al comercio exterior como forma de obtener dinero contante. La apertura de casas de moneda provinciales respondió también a la necesidad que tenian los grupos económicos locales de reducir la hegemonía de la ciudad de México. Sin embargo, cuando terminó la etapa mas violenta de la guerra, en 1816 y 1817 se clausuraron las casas de moneda locales con el pretexto de que las monedas fabricadas eran

defectuosas. Sólo se dejó abierta la Casa de Moneda de Durango, debido a la distancia que la separaba de la capital. Aun así, ante la escasez de insumos, no se pudo solucionar el problema de la falta de moneda en ésta y otras regiones norteñas, por lo que continuó dismmuyendo la producción y consecuentemente la actividad mercantil Las monedas de las casas provinciales eran, efectivamente, imperfectas, pero contenían más plata que las fabricadas en la casa de México, Fue por esta razón que estas acuñaciones fueron demandadas por el comercio exterior. De hecho, las monedas fabricadas cn estos ingenios fueron casi todas extraídas del espacio colonial. Este numerario sirvió para dotar de insumos a la minería provincial, que pronto descubrió que para proveerse de azogue y otros productos era innecesario, costoso e seguro el sistema de importación por el puerto de Veracruz. Fue por tal motivo que se diseño el transporte de insumos mineros desde Veracruz a Altamira y de ahi a San Luis Potosí,

desde donde se distribuía al norte y occidente del virreinato Aun así, el costo del azogue se incrementó considerablemente, en particular con motivo de la enorme distancia que debía recorrer, a la escasez de mulas y a la muerte de muchos arrieros provocada por la epidemia de 1813 en Altamira y Tampico,

Comercio exterior Aunque la ruta de introducción de azogue y otros productos por Altamira hacia San Luis era legal, la extracción de plata por este conducto se consideraba contrabando. De hecho, según la ley sólo se podía extraer metal por el puerto de Veracruz. Se sabe, sin embargo, que mucha plata en lingotes salió por puertos como Altamira o Tampico, Esto resulta de una caracteristica del sistema imperial que se venía agravando desde finales del siglo XVIII y que consistía en leyes e instituciones sumamente rígidas que hacían muy onerosa la actividad del comercio exterior y, consecuentemente, muy atractivo el contrabando. Aun así, las cifras oficiales muestran que durante la guerra de ndependencia, después de 1812, el comercio exterior por Veracruz se mantenia como en los primeros años 1790, Sin embargo, los datos del comercio exterior deben compararse con el tamaño de la economía.

Aunque no se tienc toda la imagen (mucho menos cifras), se puede afirmar que en los últimos diez años de la dominación española cl comercio exterior representó una proporción mayor de la economía, si bien no porque creciera sino porque se redujo la actividad económica. Deben comentarse, empero, los componentes del comercio exterior durante la guerra de independencia, Las cifras oficiales, que sólo registran cl movimiento por Veracruz, muestran que después de una larga etapa de superávit comercial, en los últimos scis años del pertodo colomal la balanza comercial novohispana mostró un déficit, Las importaciones se incrementaron sustancialmente. Éstas casi siempre provinicron de España, desde donde los europeos, más que la propia

metrópoli, introdujeron todo tipo de mercancias al territorio novohispano. La penetración de productos al espacio colonial también creció por el comercio neutral y la reexportación, legal a partir de 1808, originada en otros puertos americanos, particularmente La Habana. Por su parte, desde Veracruz disminuyeron las únicas exportaciones

novohispanas, plata y grana cochinilla, sin duda por el contrabando pero también por la apertura de otros puertos al comercio exterior, Tal fue el caso de Tampico, que se legalizó en 1817. La apertura de la aduana tampiqueña fue muy impugnada por el Consulado de Veracruz, que obtenía grandes ganancias de la disposición de que toda mercancia que llegara a costas novohispanas debía

pasar primero por el puerto de Veracruz. Tal situación habia sido precisamente uno de los reclamos, casi autonomistas respecto a Madrid y la ciudad de Mexico, del grupo político de la peninsula de Yucatán, sobre todo del puerto de Campeche En 1814, este grupo elaboró y aprobó su propio reglamento de comercio que permitía la importación de lo que más requería (por ejemplo, haria), asi como de un conjunto

de productos extranjeros enviados desde La Habana. El reglamento yucateco fue aprobado por la Corona española en 1817. El resultado de la apertura de Tampico, así como el reglamento de comercio yucateco, fueron causas del enorme incremento en el contrabando Esta situación fue impugnada por el Consulado de Veracruz, que reiteradamente había advertido sobre las consecuencias de legalizar más puertos de entrada

a Nueva España. La queja del

Consulado respondía a las medidas adoptadas por las autoridades v1rreinales que permitieron la llegada de barcos no españoles a muchos puertos americanos, excepto Veracruz. El Consulado del puerto no estaba en contra del comercio libre pues obser vaba la enorme escasez de productos que en esos años experimentaba el espacio colonial, lo que deseaba era ser participe de dicho comercio Además de las quejas de la corporación, un hecho era incontestable: la población novohuspana con recursos se había acostumbrado a las manufacturas curopeas y norteamericanas: telas, papel, hierro, licores, especias, ctcctera., aunque el grueso de la población, la más pobre, vivía de sus propias producciones o adquiría productos desechados por las clases pudientes Ante este hecho, y dada la imposibilidad de establecer minimas medidas de control, las autoridades metropolitanas

y virremales, sin considerar los efectos económicos, permiticron la entrada de cualquier producto extranjero; de ahí que se aceptara el comercio neutral (que repuntó en 1817-1818 y 1820) o de plano se mirara para cl otro lado. El erario novohispano

Los años de la guerra de independencia novohispana presenciaron un cambio legal que condicionó en muchos sentidos su economía, reformas que en muchas ocasiones se dieron sólo en el papel pero

que en otras llegaron a aplicarse. Esta afirmación es particularmente certera para el caso de la fiscalidad. Casi desde el inicio del periodo aquí estudiado, ésta se fue construyendo con la idea liberal de que todos los habitantes pagaran los mismos impuestos. Los primeros indicios de que la situación tributaria novohispana se modificaría se dieron en el ambito del tributo, cl impuesto que pagaban indros, castas y mulatos. Justo antes de que iniciara la rebelión de Hidalgo en 1810, el virrey Venegas, por cuestiones políticas más que distributivas, ordenó la eliminación del tributo de indios; y poco tiempo después lo extendió a los otros dos grupos sociales. En

la misma disposición se determinó que los indios pagarían la alcabala, un impuesto del que se hallaban exentos desde su creación a finales del siglo XVI En 1815, con el restablecimiento del gobierno absolutista en España, volvió a aparecer el “tributo de indios”. Con ese nombre fue definitivamente eliminado en 1820, cuando de nuevo entró en vigencia el Iiberalismo de la Constitución de 1812. Las medidas del virrey Venegas no fueron obstáculo para que se

diera el levantamiento del padre Hidalgo. Si se considera que tanto el cura de Dolores como Morelos pretendían reducir la presión fiscal que experimentaba la sociedad novohispana desde finales del siglo XVIII, resulta lógico el decreto de abolición del tributo y la esclavitud publicado por Hidalgo un mes después del grito de Dolores. En este mismo decreto se señala la necesidad de eliminar la alcabala, pero

por las atenciones de la guerra sólo se redujo y se aplicó a todos por igual, También se climiaban los monopolios que, como en el caso

del tabaco, vendían un producto caro y malo. Lo más importante del decreto de Hidalgo es que apuntaba al principio de igualdad fiscal; es decir, que todos debían pagar impuestos. La novedad es que las cargas debían ser menores a las aplicadas por el

oprobioso sistema fiscal

virreinal. En 1811 la Junta de Zitácuaro buscó

establecer un plan general de impuestos, idénticos a los que desde siempre aplicara la real hacienda, pero eliminando o reduciendo los

más injustos y pesados para la población pobre Por supuesto, las realidades de la guerra hicieron imposible el logro de este ideal insurgente. En cambio, cl gobierno rebelde sobrevivió hasta 1814 con las llamadas “fincas nacionales”, haciendas y ranchos confiscados a los enemigos

(españoles o criollos). Estas tierras fueron administradas de manera directa o por arrendamiento con el objeto de hacerlas productivas. Como se requerían hombres para trabajar las tierras, se recurrió al arrendamiento e incluso a la utilización de presidiarios. En cualquier caso, la administración de las fincas nacionales fue muy productiva para las arcas insurgentes, lo que demuestra que, al menos hasta la muerte de Morelos a fines de 1815, los rebeldes lograron establecer un gobierno con sus propios medios económicos e incluso hasta con un sistema fiscal en ciernes. Entretanto, en los últimos años de la dominación española la hacienda del rey pasó por momentos dificiles

El de 1809 fue el año de

mayor recaudación bruta en la historia de la real hacienda de Nueva España. A partir de entonces los ingresos se redujeron considerablemente hasta llegar a ser un tercio de lo que fueron en aquel año,Y es que el centro del virreinato, la Zona que más contribuía al erario, fue escenario de la parte mas violenta de la guerra; cuando esta ctapa termino, sufrió numerosas incursiones guerrilleras, inseguridad en sus

caminos y un relajamiento generalizado en el pago de los impuestos. Este último aspecto en parte se explica por el llamado Plan Calleja.

Desde fines de 1810 el movimiento insurgente se había extendido

a provincias como Puebla, Oaxaca y Veracruz, El ejército virreinal pronto mostró su incapacidad para defender tan diversas posiciones, para desplazarse con facilidad y para defenderse de las emboscadas en los caminos, Fue entonces que a mediados de 1811 el comandante multar, Felix Calleja, planeó que los pueblos, villas y ranchos formaran sus propios “cuerpos de patriotas”. Estas milicias requerían de dinero para salarios, armas y caballos. El recurso se generó con la creación de impuestos extraordmarios (en dincro y en especie) al interror de cada localidad. Ante este nuevo gravamen, la población evadió el pago de impuestos destinados para el centro virrcinal o imperial. En el nivel

provincial, el Plan Calleja y en general la inseguridad para personas y valores que se generó en los caminos del espacio virreinal fueron la

excusa para que las autoridades locales y provinciales dejaran de enviar sus excedentes a la ciudad de México o a las tesorerias deficitarias. La caida de los ingresos del erario novohispano resultaba grave puesto que de las tesorerías mexicanas dependían en buena parte las posesiones españolas cn el Caribe, la península de Yucatán y cl extenso norte que colindaba con Estados Unidos, entonces en guerra con Gran Bretaña, pero a partir de 1815 fortalecidos y con ambiciones de expansión territorial. Para hacer frente a estos gastos y a las necesidades de la metrópoli que entre 1808 y 1814 se hallaba invadida por Napoleón, las autoridades virreinales se vieron obligadas a aplicar nuevos impuestos generales para la población

Por una parte, se in-

crementaron las tasas de alcabala, primero en 1811, despues en 1816. Ambas alzas proporcionaron recursos que sin duda fueron insuficientes y generaron enorme descontento entre la población, Ante la disminución de ingresos y el aumento de los gastos, sobre todo militares, las autoridades virreinales debicron recurrir a pedir prestado hacia el interior del espacio colonial, El expediente no era nuevo

cuando un Estado se halla en urgencias, la forma más rápida

de conseguir dinero es pedir prestado a los ricos (y a veces hasta a

los pobres) del país gobernado. En los meses inmediatamente posteriores al micio de la rebelión, se colectaron préstamos para socorrer

a la península en su lucha contra el ejército francés. Las solicitudes provenientes de España siempre venían acompañadas de un sentido de urgencia y conminaban a los novohispanos a hacer acopio de sus riquezas, a deshacerse de lo superfluo y a asociarse para el acopio de la mayor cantidad de recursos A pesar del duro golpe que significó la Real Cédula de Consolidación de Vales Reales, se utilizo a la Iglesia para la obtención de estos recursos extraordinarios, Fue este apoyo el que en parte permitió que la Real Hacienda de Nueva España echara

mano de “ahorros” de los novohispanos, como lo cran las cajas de comunidad de los indios, los montepios civiles, los recursos de los ayuntamientos, las herencias en litigio, etcétera. Además de la Iglesia, los consulados de México, Veracruz y Guadalajara, el Tribunal de Minería, hacendados y burócratas fueron aliados importantes en la labor de obtener recursos prestados ya fuera para la península, hasta 1811, ya para el propio virremato. Estos miembros de la elite novohispana sc organizaban cn cuerpos ad hoc que decidían cómo se obtendría el préstamo entre la población, sobre todo de los grandes centros mercantiles, y cuáles serían los impuestos que serían hipotecados para el pago de los réditos. Tal situación hizo crisis en los últimos años del periodo colonial pues las autoridades hacendarias dejaron de pagar los réditos, lo que no sólo provocó descontento sino el temor de los capitalistas de que sus riquezas se vieran aún más

mermadas. Esto fue un motivo más para la fuerte fuga de capitales que se dio en aquellos años, que en muchos sentidos limitó la recuperación económica de las decadas posteriores. Los miembros de la clase económica alta que permanecieron en el virreinato pronto se unirian al movimiento de Iturbide, el que consumo la independencia en 1821, En 1813 el nuevo virrey, Felix María Calleja, comunicaba a las autoridades en España que el erario se hallaba totalmente exhausto,

en deuda y sin crédito, Esta situación resultaba, decía el virrey, de la interrupción de los caminos, de la paralización de la agricultura, la industria, e] comercio y las minas. Además, la ciudad de México no contaba con los recursos de la Casa de Moneda pues se habían abierto establecimientos de este tipo en otras 7onas del virreinato, Fue cn esc momento tan dificil para Nueva España que en el nivel impertal se implementaron las reformas emanadas de la constitución de 1812. Destacan en este sentido las reformas fiscales, especificamente la contribución directa de noviembre de 1813 que en Nueva España se

denominó “contribución extraordiaria de guerra”

Este gravamen,

muy parecido al impuesto sobre la renta de hoy cn día, fue recibido con beneplácito por las autoridades virreinales que vicron la opor-

tunidad de mejorar la condición del tesoro. Sin embargo, muchos ayuntamientos y diputaciones provinciales, entonces representantes

de los contribuyentes novohispanos, rechazaron la nueva carga con el argumento de que sólo las cortes en España, y no el virrey en Nueva

España (figura política que había desaparecido de la legislación liberal) podían aplicar impuestos a la población. El problema se vino a resolver cuando cayó el régimen liberal en España. La restauración del absolutismo en 1814 permitió al virrey

Calleja aplicar, con nombre distinto, las contribuciones directas. En 1816-1817 practicamente todas las regiones novohispanas pagaron contribuciones directas, pero no fueron suficientes para aliviar la penuria del erario Lo que sí se puede afirmar es que para cuando México se independizó la población ya conocia los impuestos directos y su idea liberal de igualdad, uniformidad y proporcionalidad, Que por

cuestiones

recaudatorias

se tergiversara

este

ideal,

es un hecho

común en sociedades tan desiguales como la novohispana y posteriormente la mexicana. En todo caso, la aplicación de un impuesto nuevo que venía a agregarse a las sobretasas de alcabala y a otras cargas generales y locales, generó mucho descontento entre toda la población. En 1810 se

rebelaron los campesinos, indios y mestizos pobres. En el transcurso de esa década, la población se educó en una incipiente democracia, tuvo mayor conciencia de las oportunidades que brindaba su propio espacio regional y debió reconocer que los más desposeídos tenian reclamos y que en ocasiones los expresaban con violencia. Por otro lado, la militarización del espacio colomal, imputable en buena medida al Plan Calleja, dio forma a los cuerpos que, pocos años después, llevarían a la consumación de la independencia, ES

Después de once años de guerra, México inició su vida independiente en condiciones económicas muy desfavorables. Hcredaba un territorio enorme: la antigua Nueva España con las Provincias Internas del Norte, la peninsula de Yucatan y, por algunos meses, la capitania

de Guatemala. Tenía una población reducida y concentrada en la zona central del país; una economía basada fundamentalmente en la agricultura, mucha de subsistencia; y una actividad minera que requería de fuertes inversiones para rescatarla del abandono. Además, disponía de pocos capitales con qué echar a andar csta y otras actividades manufactureras, asi como instituciones viejas y poco orientadas al crecimiento

económico y a la defensa de los derechos de propiedad, mientras que diversos grupos regionales reclamaban las posiciones logradas durante la guerra, Las naciones europeas no reconocian la independencia del nuevo pais y España amenazaba con la reconquista

Consecuencias

económicas

de la independencia

en

Colombia'

Salomón Kalmanovitz

El Virremato de Nueva Granada logró un notable crecimiento económico durante la segunda mitad del siglo XVII, que se frenó desde 1808 con el colapso de España a causa de la invasión y la guerra contra las fuerzas de Napoleón. El crecimiento luego se torno negatno debido a la interrupción del comercio, las cruentas guerras de Independencia, la decadencia del esclavismo y el estancamiento del comercio 1nternacional, hasta 1850. La mexperta burocracia criolla que remplazó a la de la Corona no tenía capacidad para solucionar los problemas, de modo que la Independencia inauguró un largo proceso de inestabilidad política que resultó muy costoso para la sociedad, aunque se iniciaron una seric de reformas fiscales y legales que empezaron a modernizar

la economia de la nueva república independiente.

El proceso de Independencia produjo entonces costos y beneficios, en contra de la visión sesgada y unilateral de los criollos de la época y de los historiadores tradicionales, para quienes la Colonia fue un periodo de atraso económico y de oprobio político, y la emancipación ' Este ensayo es un subproducto de la investigación “El imgreso nacional de Colombxa en el siglo XIX”, para la cual he contado con la asistencia de Edw an López Rivera, a quien agradezco la elaboración de las series estadísticas y sus comentarios,

el preambulo de una historia republicana lincal y progresista (Ocampo López, 2007:201). De acuerdo con otros autores, la Independencia, en cambio, no dio lugar a nada nuevo y el sistema político que se construyó cambió poco y constituyó un prolongado fracaso histórico (Tovar, 2007a: 218). En este trabajo nos proponemos demostrar que la Colonia fue un

periodo más próspero de lo que supone la literatura tradicional y que la economía se contrajo durante la primera mitad del siglo XIX para recuperarse más adelante. Además, que los criollos no tenían una experiencia de gobierno proto-nacional que les permitiera reorganizar

el orden político colonial después de la emancipación y que, a pesar de estar profundamente divididos con respecto a la forma de organización que debía adoptar la república, modernizaron tortuosamente las instituciones políticas y legales heredadas. La república fue surgiendo difícilmente a partir de su legado absolutista

y confesional

Los beneficios, que fueron menos tangibles

al comienzo y se fueron asentando con el tiempo, integraban los siguientes elementos: una reducción apreciable de los impuestos, incluida la eliminación del diezmo eclesiástico; una modernización de las constituciones y del código civil; la liberación de los esclavos; la profundización de un mercado de tierras; la modernización de la legislación comercial, bancaria, de sociedades y de pesas y medidas; la abolición del monopolio del comercio, de los estancos y del crédito, que era detentado por la Iglesia, lo que hizo posible la aparición de bancos modernos y privados. Pero el establecimiento de un sistema político menos conflictivo que el que existió durante el siglo XIX, sólo fue posible, y no del todo, después de la muy cruenta guerra de los mil días, ya en el siglo XX. La globalización no estaba madura en el tiempo de la Independencia y cuando se desató con gran fuerza, después de 1850, Colombia estaba demasiado ensimismada en sus conflictos internos y encerrada dentro

de su escarpada geografía para tomar plena ventaja de la expansión

del comercio mundial, aunque esos dos hechos se combinaron y reforzaron intrínsecamente: el conflicto político impidió el progreso

económico y el fortalecimiento del Estado, de modo que los recursos se destinaban a la guerra y no a la construcción de una infraestructura que derrotara a la geografía, algo que sí se pudo acometer con éxito en el siglo XX. No obstante, Colombia alcanzó a beneficiarse de un

comercio creciente, bastante volátil por cierto, en la segunda mitad del siglo XIX, que contribuyó a reanudar el crecimiento económico

sobre una base más amplia que la que era permisible bajo la egida del imperio español y sus arcarcas relaciones de castas y corporaciones. Ademas de esta introducción, cl ensayo consta de una sección sobre los antecedentes económicos de la Independencia y una sobre las constituciones localistas hasta la constitución de la Gran Colombia en 1821. La tercera sección examina el desmonte de la estructura económica colonial y la cuarta discute los costos y beneficios de la Independencia en terminos económicos y políticos. Termmo con una bre

e conclusión

Antecedentes: auge colonial y excesos tributarios

La organización económica de la sociedad colonial era ineficiente y se basaba en el monopolio público y privado de la producción y del

comercio La sociedad era jerarquica y se asentaba en el concepto de castas separadas, que convertía a la pureza de la sangre en la principal barrera de entrada a la cúspide, es decir, a los cabildos, a los colegios mayores, a los consulados de comerciantes, a la curia mayor y a la alta oficialidad del ejército (Garrido, 1993-30-31). La mayor parte de la población disfrutaba de pocas libertades: los mestizos vivían en las haciendas como dependientes y peones o en las fronteras del territorio como colonos, con escasos o inciertos derechos de propiedad; los indigenas eran considerados menores de edad y los esclavos se

mantenían en un regimen de trabajo relativamente laxo, alejado del mercado mundial.

La ineficiencia de la organización económica colomal no hacía imposible el crecimiento económico, En contra de la idea de que la opresión colonial impedía todo progreso económico, que la historiografía tradicional comparte con los criollos de esa época, en el Virrcinato de Nueva Granada se desarrolló la minería del oro, un sector muy dinámico que creció 2,5% anual entre 1750 y 1800, tasa notable para

una economia precapitalista, que lo convirtió en el sector lider de la economia colonial. Las necesidades de la actividad minera jalonaban la producción agricola, ganadera y artesanal de muchas regiones del virreinato. La política borbónica de reducción de los impuestos a la minería y los subsidios a sus insumos contribuyó al auge de esta actividad. Las crecientes necesidades de los mineros del Cauca, del Choco y de Antioquia eran atendidas por la agricultura del valle del rio

Cauca y de la sabana cundiboyacense, y por las artesanias, incluyendo “ropas de la tierra”, de Santander y de Nariño, algo que demuestran los

datos sobre el comercio intrarregional (Twinan, 1988:49). Un cálculo aproximado del crecimiento del producto colonial entre

1750 y 1800

da como resultado una tasa de 1,2% anual, 0,3% correspondiente a la productividad derivada de una mayor división y especialización del trabajo de las diferentes regiones geográficas del virremato y 0,9% anual asociado al crecimiento demográfico, correspondiente al periodo entre los censos de 1778 y 1825, resultado que extrapolamos hacia

atrás (Kalmanovitz, 2006:176). Como ya se dio, los Borbones incentivaron el auge minero con la reducción de los impuestos a la producción de oro, que pasaron de cerca de 22% del oro extraido, sumando el quinto y el requinto, a 3% aproximadamente. Esa política de fomento fue acompañada de un enorme aumento de la tributación a otras actividades, incluidos los diezmos y los márgenes de los monopolios o estancos, lo que llevó a que los criollos se sintieran atropellados y explotados, con

justa razón. El Grafico 1 muestra que en 1760 los impuestos podian llegar a 3% del PIB, mientras que en 1800 eran cercanos a 10%, a lo

que se debe sumar 1,2% por los diezmos. La inconformidad de los criollos fue aún mayor cuando la Corona los excluyó de las posiciones de mando a las que antes tenian acceso y suspendió la venta de cargos. Se extendió entonces cl sentimiento de que la corona había renegado del pacto colonial, que implícitamente la comprometía a consultar los impuestos con los criollos, a permitirles que los evadiera y a aceptar

su participación en el gobierno colonial (Phelan, 1982 4). Como resultado, algunos criollos se apoyaron en la teoría legal escolástica que suponía la existencia de un pacto tácito entre el rey y sus pueblos, mientras que los criollos conservadores se opusieron a las visiones más modernas provenientes de la revolución norteamericana y de la francesa. Por otra parte, muchos intelectuales criollos bebieron de las

fuentes de la Ilustración y de la economía política (Silva, 1993 399 y ss.), e hicieron ejercicios constitucionales modernos, que absorbian algunas enseñanzas importantes de la revolución norteamericana, así

como de la francesa, especialmente en su fase termidoriana (Urueña Cervera, 2007: 62 y 85). Gráfico 1 Participación de los impuestos en el PIB, 1765-1870

(Porcentaje) 12 10 >

1

o

hn

hh

Dm

8 q

1760 Fuente

1780

1800

1820

1840

Kalmanovtz (2006) y Kalmanovits y López (2007)

1860

Aunque

los Borbones

incentivaron

cl libre comercio

entre

los

virreimatos, nunca lograron consolidarlo. La Corona también trató de limitar el poder de los consulados o gremios de los comercian-

tes de Cadiz y Sevilla sobre el comercio con la metrópoli, y el del que ejercía el consulado de Cartagena sobre la distribución de las mercancias de ultramar en el interior de la colonia, pero no promovió una apertura a fondo ni propició una mayor competencia. La Corona otorgaba monopolios para simplificar el recaudo de los

tributos, pues no tenía un interés especial en aumentar el comercio n1 la riqueza de sus colonias, sólo le interesaba fomentar la mineria de metales preciosos. Los criollos comenzaron a cuestionar la falta de libertad económica

y en particular los monopolios de comercio, siguiendo el ejemplo de los colonos angloamericanos, que disfrutaban de un libre comercio entre las trece colonias y se habían independizado de Inglaterra en 1776. Mientras en las colonias angloamertcanas la política comercial contribuyó a crear un mercado interno de crecientes proporciones,

y entre ellas e Inglaterra, que permitió cl surgimiento de una burguesía comercial rica en Norteamérica, en la América hispana surgia penosamente una burguesía comercial a la sombra de los consulados

y atendiendo fundamentalmente al comercio interior. Los criollos sentían más agudamente sus carencias cuando los ingleses y holandeses los surtían de bienes más baratos y de mejor calidad

desde Jamaica y Curazao que los que entregaba el monopolio de la Corona y podían exportar a través de ellos el oro que contrabandeaban de las minas, algunas materias primas y artesanías que los españoles prohibian comerciar, Surgió una burguesía comercial relativamente

debil, anclada en los privilegios del consulado de Cartagena, que también recurria al contrabando, que llegaba a 15% del comercio legal (Mcisel, 2005:4), y que atendía e] comercio entre las regiones auriferas y zonas productoras de alimentos, artesanias y ropas de la

tierra, entre la que se destacaron los arrieros antioqueños.

Con todo, la Nueva Granada no era una colonia especialmente rica hacia 1800, Se ha calculado que su producto por habitante era

de 27,4 pesos plata (Kalmanovitz, 2006:167), contra los 41,6 al que llegaba cl de Nueva España (Salvucci, 1999:261), la joya de las colonias españolas, Mientras que la Nueva Granada exportaba un equivalente a 2 millones de pesos plata a finales del siglo XVIII, Nueva España

exportaba

18 millones de pesos y Perú, incluyendo a Potosi, unos

ocho millones. El movimiento por la Independencia se puede entender como la

aspiración al auto-gobierno de los criollos que querian entrar a un mundo que se industrializaba, requería materias primas y prometía una gran prosperidad, Pero, en fin de cuentas, no sería un proceso facil puesto que el legado hispánico sería defendido por otros grupos de la sociedad criolla, que no sólo incluían a los que se aferraban a sus privilegios, a la herencia cultural y a la religión, sino también a los indigenas que habían sido protegidos por la Corona de los abusos de los criollos, con instituciones como el resguardo, el cabildo indigena y el derecho indiano que los criollos se aprestaban a desmontar. Los liberales que surgieron en el seno de la sociedad post-independiente pensaban que habia que erradicar lo que los españoles habían

sembrado: las relaciones sociales de servidumbre —especialmente paternalistas con los indígenas- y de esclavitud, un sistema de castas que consagraba la desigualdad frente a la ley, una tributación excesiva, un sistema de crédito monopolizado

por la Iglesia y Unas normas

legales arcaicas que impedían la movilidad de la tierra y de la mano de obra. Pensaban que se necesitaba abrir la economía al comercio

internacional, liquidar los consulados y modernizar sus códigos para poder prosperar. Las transacciones de tierras cran escasas porque la propiedad estaba reglamentada por leyes que protegían los mayora?-

gos, mientras que los censos (préstamos hipotecarios) y las capellanías (propiedades cedidas para financiar con sus rentas los rezos por las almas de los muertos) mantenían parte de la propiedad inmueble

por fuera de los circuitos comerciales; las heredades de la Iglesia, a su vez, sustraían otra extensión importante de las tierras de su uso más productivo. Los conservadores, por el contrario, pretendían mantener el legado hispánico, religioso y legal, cultivar la lengua materna y mantener sometida a la población mestiza, indigena y esclava que, tentada por los liberales, se alzaría —según ellos— en rebelión y liquidaría la civilización que se había heredado de España. Unos y otros se identificarían con el federalismo, en cuanto les daba mayores oportunidades para asentar o defender sus políticas. En últimas, los criollos de ambos bandos prescrvaban la desigualdad en cl acceso a los recursos productivos de la sociedad colonial, y la modernización liberal la agravaría en el caso de la tierra y aun en el de la tributación. Los costos de la Independencia fueron muy altos, siendo el mayor de ellos la pérdida del orden politico que sostuvo el imperio español de ultramar durante mas de tres siglos. La sociedad republicana fue cambiando lentamente y logró cierta prosperidad cn la segunda mitad del siglo. La disminución del tamaño

del Estado llevó a que

el excedente económico quedara totalmente en manos de los crio-

llos, pero ese Estado excesivamente pequeño y mal administrado (Bushnell,

1966:54), junto a los frecuentes cambios de las normas

constitucionales y legales, fueron una de las causas de su fracaso en la

provisión de bienes públicos, en particular educación e higiene, pero también de vías de transporte en un país taponado por la geografía y que concentraba la mano de obra —y por tanto la producción— en las

tierras altas, lejanas de las costas Mientras que los países situados en la frontera del imperio español que lograron la independencia sin guerras externas

como Argentina

y Chile, o más cerca de Colombia, Costa Rica—, muy pronto pudieron establecer regímenes liberales abiertos al comercio y conocieron una

mayor estabilidad política y constitucional, los que vivieron intensa-

mente el conflicto tardaron más en alcanzar alguna estabilidad política y economias abiertas, “Los obstáculos institucionales al crecimiento

económico (...] fueron mayores en las zonas de población autóctona estable, donde quedaron encarnados en un “pacto” colonial entre

España y la clite colonial”, anota John Coatsworth (1998) sobre la América colonizada por Iberia

En Colombia los cambios constitu-

cionales fueron muy frecuentes durante el siglo XIX* entre 1830y 1916 tuvo nueve nuevas constituciones, mientras que los países del cono sur tuvieron una sola, Pero hubo paises más inestables todavia: Venezuela y Ecuador

promulgaron

doce

constituciones durante el

mismo período (Dye, 2006:178-179). De las constituciones localistas a la Gran Colombia

El secuestro del rey de España por Napoleón desató la anarquía en casi todas las colonias 1béricas. Surgieron iniciativas constitucionales

en villas y provincias, y el gobierno provisional instaurado por las Cortes de Cadiz ofreció amplia representación a los criollos, súbditos de los virreinatos de ultramar, La constitución aprobada en Cadiz en 1812 propuso una monarquía parlamentaria. La Carta era progresiva €

incluyente porque estableció el voto universal masculino sin requisito de propiedad ni de educación o sin exigir que fueran propietarios, lo que incluía a criollos blancos, mestizos e indigenas —aunque excluyó expresamente a los esclavos— y estableció gobiernos provinciales y

ayuntamientos de origen popular (Rodríguez, 2005:168). La Nueva Granada no envió delegados, por lo cual la influencia de la constitución gaditana fue limitada en este territorio, mientras que la restauración del rey Fernando VII al poder en 1814, le permitió abolir las Cortes y desconocer la constitución liberal de Cadiz. En la Nueva Granada, la influencia de las constituciones de las colonias norteamericanas se puso de manifiesto en el pronuncia-

miento constitucional de Cartagena (Urueña Cervera, 2004). En contraposición, la constitución de Cundinamarca de

1811

propuso

una monarquía constitucional que reflejaba la actitud excluyente de los criollos frente a los de que denominaban “castas” y el temor

a

perder el dominio sobre cl orden político legado por España. Otras iniciativas más federalistas, como las que propuso Camilo Torres bajo la influencia del constitucionalismo angloamericano para conformar las provincias unidas, llevaron a guerras intestinas que facilitaron la reconquista española de 1817. La historiografía tradicional califica a este periodo como el de la

“patria boba”, pero el conflicto no provenía de la estupidez humana sino de la inexistencia de gobiernos proto-nacionales en todas las colonias españolas. La monarquía poco dependia de las cortes o parlamentos regionalcs españoles y las debilitó, y dio aún menos representación a los criollos ricos de sus colonias. En cambio, las asambleas de las trece colonias angloamericanas legislaban sobre impuestos y disponian de recursos suficientes para invertir en educación e infraestructura.

Dada

esta experiencia,

se les facilitó entrar en una

negociación compleja despues de su guerra de independencia que culminó en una confederación dotada de una constitución eficiente y legítima que perdura hasta cl día de hoy. Durante los años posteriores a la Independencia, en los paises

liberados por los ejércitos comandados por Simón Bolívar hubo una pugna entre los partidarios de una forma de gobierno centralista, que concentraban el poder en la presidencia vitalicia del general —quien

además podía nombrar a su sucesor— y excluian del ejercicio de la ciudadanía a los que no tenían propiedades o no sabian leer y escribir, y los partidarios de una forma de gobierno más liberal con reglas menos

restrictivas de participación política. La Gran

Colombia

se

fundo en Cúcuta en 1821, con la proclamación de una constitución que debilitaba las aspiraciones dictatoriales del libertador. En el caso de Colombia, la lucha terminó zanjandose a favor de los republicanos santanderistas, que vencieron a los partidarios de Bolivar (1826-1828),

y tomó el nombre de República de la Nueva Granada despues de la

disolución de la Gran Colombia en 1832, dando al traste con otro de los sueños del caudillo: el de ser el conductor de un gran imperio americano (Rodriguez, 2005:407-408).

La estructura económica después de la independencia La guerra de liberación de la Nueva Granada, combinada con los enfrentamientos sociales, causó grandes costos económicos: perdida de vidas, fuga de capitales, destrucción de activos productivos, reses, mulas y caballos,

y aumento de la criminalidad en la forma robos,

abigeato, atracos y asesinatos (Bushnell, 1966:64-65). “En 18251826 los gastos militares seguían absorbiendo tres cuartas partes de

los ingresos del Estado

El conflicto fue destructivo y dejó muchas

haciendas en ruinas, victimas de la confiscación y el saqueo durante las

guerras y las venganzas personales después de ella” (Lynch, 2006:2 14). Los chapetones ricos sacaron los capitales que tenian vertidos en el país o al menos la parte que pudieron hacer líquida en medio de la contienda. Aunque es difícil de probar, la guerra redujo la población en la Nueva Granada, aunque no tanto como en Venezuela, que debió perder cerca de la tercera parte en la cruenta contienda. Hubo además cambios importantes en la distribución de la propiedad agraria debido a la confiscación de las propiedades de los realistas y, más adelante, por el reparto de tierras entre las tropas de los ejércitos libertadores. Los soldados recibieron vales que eventualmente cambiarian por tierras, pero los caudillos y altos oficiales

se los compraban por una fracción de su valor. “Una nuera elite de terratenientes, recompensada con propiedades secuestradas o tierras

de la nación, se unió a los propietarios de la colonia y en algunos casos los remplazó. Los soldados que no habian recibido lo que se les debía se quejaron con amargura del funcionamiento de las comisiones de tierras” (Lynch, 2006: 212). Hubo otros efectos sociales y económicos, como el colapso de la esclavitud, la recesión en las zonas mineras que dependían de ella —el

Cauca y el Chocó— y la desarticulación de las haciendas de Popayán

y del Valle del Cauca, Aumentó el cimarronaje, lo que ocasionó pérdidas a los dueños de esclavos, amenazó la seguridad de sus bienes y redujo la capacidad para pagar sus deudas a la Iglesia. La costa atlántica sufrió aún más: la liberación de los esclavos también la perjudicó y,

además, se esfumaron los recursos para los gastos militares y la cons-

trucción en Cartagena, que jalonaban el alto ritmo de la actividad económica de la región. Mersel (2005) calcula que el situado de Cartagena era de 1,500,000 pesos, más de 6% del PIB de la Nueva Granada. La reconquista fue especialmente cruenta en lo que hoy es el Departamento de Bolívar, mermó su población y arrasó buena parte de su agricultura, su ganadería y sus mulas (Earle,

2000.63). En consecuencia, la región costera involucionó durante la mayor parte del siglo XIX y sólo empezaría a recuperarse en el siglo XX. La población de Cartagena pasó de 17.600 habitantes en

1809 a 9.896 en 1851 (Calvo, 2002:197)

“Cartagena perdio [...]

su condición de puerto único para el comercio exterior y perdió también abruptamente cl situado, los dos pilares de su economía al final de la colonia” (Calvo, 2002:190). Fueron surgiendo puertos alternos como Barranquilla y Santa Marta, que le restaron actividad económica de Cartagena. Las guerras de independencia y los cambios cn cl régimen de esclavitud también desarticularon la munería y las plantaciones en el Cauca. Lo que habia sido un sector lider en la última fase de la Coloma

y había jalonado la producción agrícola y artesanal, pasó a ser un sector rezagado que dependía de la minería de aluvión, principalmente cn la región antioqueña,

Gráfico 2 Producción

de oro 1704-1904

Miles de pesos plata

4 000 3500 3 000 2 500 2.000 1.500 1.000 500 10)

Y

1704 Fuente

1729

y

1754

y

1779

Y

1804

Kalmanovitz (2006) y Kalmanovits

Y

Y

y

Y

1829

1854

1879

1904

y López (2007)

Hay también evidencias de algún grado de desurbanización en todo el país: Bogotá perdió población entre 1825 y 1850, asi como

los diez municipios principales, que en conjunto perdicron 2% de su participación en la población total (Ocampo, 1984a) Las estadísticas de precios son muy imperfectas. Pardo presenta un índice ascendente de precios de los alimentos entre 1780 y 1800, que debe reflejar un auge económico generalizado (Pardo, 1972). Los índices de precios luego caen e insinúan una deflación generalizada entre 1825 y 1850 (Gráfico 3). Lo más plausible es que se trate de una

baja sensible de la demanda, que antes era impulsada por la minería del oro y el gasto público en Cartagena, Popayan y Bogota, lo que reduce los precios de los alimentos. Los dos indices reflejan el mismo fenómeno pero es más aguda la caída cn el índice de Urrutia que en el de Pardo, Ambos índices informan que hay una recuperación de los precios de los alimentos a partir de 1850, cuando la economía está en auge exportador; productos como el tabaco, cl añil y la quina, café y sombreros, tenían un alto impacto sobre la demanda de una economía muy pequeña.

Gráfico 3 Índices de precios 1825-1860, base 1878 80 70 60 50

Urrutia Ruiz 40

.

30 . 20

...

. E

E

2 s

10

tt.

.

.

A

OS

Pardo Pardo

0

1825

y

7

7

1830

1835

1840

1845

1850

1855

1860

Fuente. Urrutia, 2007.

El sector exportador se resintió con la pérdida del comercio centrado en Cadiz y el debilitamiento de los consulados locales; por lo demás, no se ampliaron los mercados internacionales de materias primas en una Europa en guerra y autocentrada hasta 1850. En la decada de 1820 cayeron los precios del cafe y del cacao, en perjuicio de las haciendas de la capitanía de Venezucla y de Cúcuta. Ocampo estima que entre 1803 y 1850 la caída de las exportaciones per cápita

fue de 42% (Gráfico 4). En verdad, había poco que exportar, aparte del oro, el producto de mayor valor entre los que se enviaban a España. El Cauca, que concentraba gran parte del poder político y económico colonial, inició un proceso de segura decadencia económica aunque

tardo en mamfestarse— y de pérdida de influencia politica en la nueva república. La minería de Antioquia, que se venía ampliando al final del siglo XVIII, siguió produciendo con base en el mazamorrco libre y más adelante implantaría una minería empresarial mecanizada, que compensó las pérdidas de otras regiones y contribuyó a una producción nacional relativamente estable, como se aprecia en el Gráfico 2.

Según Vicente Restrepo, la producción de oro de Antioquia cn

el siglo XIX (137 millones de pesos) duplicó a la del siglo XVII (64 millones de pesos), mientras que la del Cauca sin Chocó pasó de 38 millones de pesos en el siglo XVII a 37 millones en el XIX

(Restrepo, 1952:71 y 104). La provincia de Pasto, que se inclinó por la causa realista, terminó arrumada: “quedó destruida, con su pobla-

ción diezmada y, en términos políticos, condicionada para iniciar su vida republicana por la invasión y la ocupación, como un territorio

enemigo bajo el mando de jefes hostiles plenamente autorizados para castigarla y sojuzgarla” (Montenegro, 2002:33). Más adelante fue gobernada por José María Obando, uno de los cuatro supremos, que se rebelaron cn el sur en 1840 contra cl gobierno central e iniciaron una guerra que duró dos años y que volvió a destruir vidas y activos,

bajo los estertores del esclavismo. Con el deterioro de la esclavitud, las haciendas del Cauca convirtieron a muchos de sus esclavos en concertados campesinos, sometidos todavía a relaciones de servidumbre, pese a la gran resistencia y a la rebclión abierta; otros se fugaron hacia la frontera agrícola (Mina, 1975:50-51). La economía regional también involucionó hasta que se abrió el camino a Buenaventura en 1865, cuando comenzaron a llegar

capital y algunos inmigrantes, y se estableció un creciente número de asalariados cn cl Valle del Cauca, más no en Popayán.

Gráfico 4 Índice de exportaciones reales por habitante, base 1803 180 160

>

140



120

3

100

+

0 1800

Fuente. Ocampo,

Y

7

Y

Y

1820

1840

1860

1880

1900

1984b

Los españoles permitieron que en Antioquía y Santander se asenta-

ran campesinos pobres españoles, que hicieron a esas regiones relativamente más democráticas y prósperas que las de los enclaves blancos entre pueblos indígenas sometidos o esclavos (la Costa, la sabana cundiboyacense, el Cauca y Nariño). Santander era particularmente rico durante la Colonia, pues combinaba una pequeña agricultura de tabaco, fique y algodón, con talleres artesanales domésticos que elaboraban *ropas de la tierra” y otros productos,

Francisco Silves-

tre observó en 1789 que en Vélez y el Socorro “el comercio de sus efectos y frutos es el más considerable del Reyno de Sta. Fe y como esta provincia es la más poblada de él y sus temperamentos

varios

y fertiles” es mayor la riqueza de la provincia (Silvestre, 1968:73). Pero mientras que Antioquia se expandió con su mineria de base y su colonización hasta las haciendas del Valle del Cauca, Santander estaba rodcada de tierras poco fértiles y no podía colonizar las del Magdalena

medio, donde asolaban el paludismo y las fiebres, ni las del oriente infértil, Existe la hipótesis de que el crecimiento y abaratamiento de las importaciones de textiles ingleses que competían con los suyos,

llevó a su involución económica en el siglo XIX, pero evidencias de un estudio sobre el contrabando de Muriel Laurent no lo confirman

(Laurent, 2008). En 1868, Medardo Rivas decía que en suelo santandercano“la población iba mal vestida, estaba mal alimentada y carecía de techo, Los campesmos ignorantes, habitantes de chozas endebles,

ganaban menos de dos reales al día” (Johnson, 1984:227). Una de las regiones poco afectadas por las guerras fue la sabana de Bogotá, que “estaba bien cultivada: los agricultores conseguían dos cosechas al año y, gracias a un buen sistema de riego, obtenían una excelente producción de trigo, cebada y alfalfa. Sin embargo, los arados, escarificadores y demás herramientas para la agricultura cran primitivos, y la dependencia de la quincallería importada cra todavía considerable” (Lynch, 2006:215). Cuadro

1

Crecimiento demográfico,

1778-1835

(Porcentaje) Provincias

Crecimiento anual

Boyacá

1,15

Cauca

1,04

Magdalena Cundinamarca Total

0,61 1,76 1,22

Fuente Tovar (2007b: 102) El crecimiento demográfico es uno de los pocos indicadores del

desarrollo económico regional durante el siglo XIX. El Cuadro

1

muestra la tasa de crecimiento anual intercensal entre 1778 y 1835 de la población de las grandes provincias del Virreinato de Nueva Granada, donde Cundinamarca incluye a Antioquia y la provincia del Cauca a lo que se denominó gran Caldas Aunque hay fallas protuberantes en los censos, sobre todo en el de 1835, las cifras indican que Cundinamarca tuvo un crecimiento más elevado que las demás, debido

quizá la expansión demográfica que ya había comenzado en Antioquia

y que se profundizó en el período 1835-1898, como muestran los

datos ajustados por Flórez y Romero con una mayor descomposición por departamentos (Cuadro 2). Es notorio cl bajo crecimiento de la costa atlántica, aunque allí también fue dificil contar la población durante este pertodo. Cuadro 2 Evolución de la población por estados, 1835-1898

(Porcentaje)

Fuente

Estado

Crecimiento anual

Antioquia

2,18

Bolívar

1,20

Boyacá

1,38

Cauca

2,14

Cundinamarca

1,44

Magdalena

1,25

Santander Tolima

1,18 1,41

Total

1,56

Florez y Romero (2007)

El crecimiento de la población total entre el censo colonial de 1778

y el de 1835 fue de 1,22% anual, y de 34 puntos decimales más cn el

periodo de 1835-1898, lo que sugiere una mejoría en las condiciones de vida de la población colombiana. Entre 1835 y 1898, la tasa de crecimiento en Antioquia (2,18%

anual) casi duplica a la de Santander (1,18% anual), lo que refleja unas mejores condiciones de nutrición, salud y educación que elevan

la super vivencia de los infantes y la tasa de natalidad, mientras que la tasa de mortalidad disminuye debido a la mejor salubridad. Santander fuc golpeada por las guerras civiles que generalmente se iniciaban en su territorio y por el deterioro de su actividad artesanal y agrícola,

más asociado con el declive general y de la minería mencionado. Sin embargo,

entre

1835

y 1851, tuvo una mayor

tasa de crecimiento

demográfico, de 2% anual, que luego decayó fuertemente; hay que destacar que en las provincias del norte de Santander, Cúcuta y Pamplona, hubo una expansión exportadora y demográfica notable en la segunda mitad del siglo XIX que empeoró la situación de sus provincias

del sur (Johnson, 1984:265)

La alta tasa del Cauca (2, 14% anual) fue

también un reflejo de la colonización antioqueña porque gran parte

de los actuales Risaralda y Quindío pertenecían al Gran Cauca, y los colonos llegaron a ocupar varios municipios del norte del valle del rio Cauca como Sevilla, Cartago y Buga.

Los departamentos de la costa, Bolívar y Magdalena, también tu-

vieron bajos crecimientos demográficos relativos —de 1,2% anual—, mientras que Cundinamarca, Boyaca y Tolima tuvieron niveles intermedios, de 1,4% anual. La población de Colombia creció entre 1,6% y 1,8% anual durante el siglo XIX, lo cual supera ampliamente el promedio de 1,1% anual para México y Perú (Maddison, 1995), anomalía que se explica en lo fundamental por el avanzado mestizaje que ya existía para cuando se hizo el censo de población de 1778, y

al empuje demográfico de la colonización antioqueña. El desarrollo del Chocó durante la Colonia es típico de una ocupación de blancos que martirizaron a los indígenas y después los remplazaron por esclavos, que llegaron a ser un poco más de 7.000

y produjeron una buena cantidad de oro. Los blancos no habitaban de manera permanente el difícil hábitat selvático y por ello no hubo una organización municipal adecuada. Se dio allí “la presencia de instituciones

extractivas

con

relaciones

muy

verticales

y una

elite

económica poco interesada en la construcción de capital social de la región” (Bonet, 2007:12). Este patrón no cambió mucho en el siglo XIX, aunque la esclavitud se acabó, como en el resto del país, hacia 1850, y los antiguos esclavos se dispersaron a lo largo de los ríos para dedicarse a la pesca ya la agricultura,

El alto crecimiento demográfico de Colombia refleja una amplia oferta de tierras fértiles que bien podían ocupar los hijos de los arrendatarios, vivientes y aparceros de las haciendas, que disponían de grandes territorios sin explotar dentro de sus linderos, o colonos que se aventuraban hacia la frontera agrícola, todavía no ocupada efectivamente por los terratenientes. Lo cierto es que uno de los efectos

de la Independencia y de la república organizada por los criollos fue una mayor

concentración

de la propiedad

de la tierra con la

reducción de las tierras de resguardo, la liquidación de la propiedad comunitaria, incluidos los ejidos, y la titulación de baldíos a favor de militares, empresarios y agiotistas que poscían deuda pública respaldada por las tierras del Estado. Con las tierras de la Iglesia pasó lo contrario: hubo una democratización efectiva por el sólo hecho de que pasaron de una sola corporación propietaria a manos de 4.024 personas (Jaramillo y Meisel, 2007), a pesar de la creencia convencional de que la desamortización reconcentró la propiedad en manos privadas.

La modernización fiscal, bancaria y legislativa La nueva república acometió importantes tareas de moderniza-

ción a lo largo del siglo XIX. Quizás el logro más importante de la Independencia fue la liquidación legal del sistema de castas que daba privilegios explícitos a los cristianos viejos. Todos los habitantes de la Nuera

Granada

eran presuntamente

iguales ante la ley, aunque

culturalmente siguió primando —y aún no ha acabado de hacerlo— la supremacia de los blancos frente a los demás. Indígenas y negros en-

traron en una senda de liberación que tardó mucho en concretarse, aunque fue real. Asimismo, los pardos podían aspirar a la propiedad con su participación cn las guerras y en cl desorden que las acompaño, aunque más ganaron los caudillos y los oficiales Los impuestos se simplificaron y redujeron (Jaramillo, Meisel y Urrutia, 1997). Se abolicron las formas colectivas y obsoletas de

propiedad de la tierra —cl mayorazgo y las manos muertas en poder de la Iglesia, los ejidos y propiedades comunitarias de los indígenas, que despertaría su resistencia en algunos territorios—, y se liquidó cl muy racionado sistema de crédito eclesiástico a favor de la banca libre, que se pudo desarrollar con fuerza a partir de 1870.

En 1853 se introdujo el moderno código napoleónico de comercio que remplazó a las Ordenanzas de Bilbao; además se sustituyó el contradictorio y confuso sistema de medidas español por el sistema mctrico decimal. Por último, se liquidaron o debilitaron los fueros corporativos —el del consulado, el eclesiástico y el de los militares— y se camino en dirección de la igualdad ante la ley, aunque estaba

lejos de alcanzarse. El mayor beneficio inmediato de la Independencia fue la reducción

de los impuestos y diezmos, que se redujeron de 11,2% del PIB a cerca de 5%, una de las grandes ganancias que cosecharon los criollos, El

hecho de trasladar al sector privado algo más de 7,5 puntos del PIB, que sostenían a la administración colonial, la defensa de Cartagena y el culto de la Iglesia, debió tener un impacto apreciable sobre el consumo de los criollos. La inversión, sin embargo, no sería vigorosa hasta que se liberaran las trabas al comercio exterior, en particular el estanco del tabaco, que siguió siendo de las rentas más altas del nuevo Estado republicano y que éste se resistía a soltar por no contar con Ingresos sustitutos.

El Gráfico 5 muestra que el gasto público aumentó desde comienzos del siglo XIX y durante todo el periodo de la guerra hasta 1822, y que luego se presentó un colapso del gasto del gobierno central, que en los años del federalismo osciló entre 2% y 4% del PIB, aunque paralelamente se amplió cl gasto de los gobiernos de los estados soberanos y de los municipios. En 1860, por ejemplo, los estados soberanos recaudaban 3,2% del PIB contra sólo 2 % del gobierno

central (Cuadro 3).

Gráfico 5 Gastos del gobierno como

proporción del PIB

(Porcentaje)

IS

1

LS

1800 Fuente

1815

Y

1830

U

1845

Y

1860

1875

1890

1905

Kalmanovitz y López (2007)

Cuadro 3 Ingresos fiscales 1810-1860

(Porcentaje y miles de pesos plata) Rubro

1810

1837

1850

1860

Monopolios

34,7

37,6

530

34.0

Comercio exterior

7,8

3351

24,0

52,0

Comercio y producción

7,5

12,6

8,0

Minería

9,3

6,4

4,0

Diezmos

4,1 1,9 2.453

0,4 2.381

2.278

1.172

9,5

6,9

5,3

2,0

6,9

1,9 qe

3,2 5,2

Tributo Indígena Recaudo gobierno central Participación en el PIB

Estados soberanos en el PIB Carga total del Estado en el PIB Puente, Kalmanovits y López (2007).

9,5

Los primeros

gobiernos

criollos

consiguicron

financiamiento

inglés para la guerra de liberación pero no fueron capaces de pagar

la deuda, de modo que se les cerró el crédito externo durante el resto del siglo XIX. En cada conflicto interno era frecuente que se recurricra a préstamos forzosos y a veces voluntarios, o a las requisas de reses y cosechas para alimentar a la soldadesca a cambio de bonos o vales de deuda pública que eran descontados a favor de agiotistas y banqueros con la suficiente influencia política para hacerlos valer

(Deas, 2007). En general, el desorden tiscal incentivo la depredación de los derechos de propiedad de los hombres ricos de la época (Rojas, 2007),

incluidas las propiedades de la Iglesia, y la guerra abría además la posibilidad de que las guerrillas de uno u otro partido también usur-

paran la propiedad del prójimo, lo que propició la fuga de capitales o el testaferrato para ocultar las riquezas de los ciudadanos, y en todo caso frenaba la inversión de esos recursos, de haber existido un medio que garantizara

su protección.

Los impuestos que pagaban los colombianos a los gobiernos de la nación y de los estados en 1870 eran muy bajos, como muestra el Cuadro 4,

Cuadro 4 Rentas por habitante, estados soberanos y gobierno central, 1870

(Pesos oro) Estado

Rentas por habitante

Antioquia Bolívar Magdalena

0,94 1,03 0,81

Boyacá Cundinamarca

0,22 0,81

Panamá

1,35

Estado Santander

Rentas por habitante 0,43

Tolima

0,50

Cauca

0,59

Total estados soberanos

0,67

Gobierno central

0,97

Gobierno consolidado

1,64

Fuente: Junguito (2007)

Panama era el estado soberano que tenia mayor recaudo debido a que comunicaba el ocste y el este de Estados Unidos por medio de su

ferrocarril, y por ello era una región de intensa actividad comercial y urbanística, El recaudo de Bolivar

y Magdalena se beneficiaba de

los grav amenes al comercio que pasaba por Barranquilla, Cartagena

y Santa Marta. Antioquia tenía unas finanzas estables basadas cn su creciente riqueza minera y agricola. Boyacá era el estado de la Unión que menos recaudaba, seguido en orden ascendente por Santander, Tolima y Cauca. Cundinamarca era relativamente rico porque albergaba a la capital, que se recuperó demográficamente entre 1850 y 1870, y porque poseía una agricultura y una ganaderia

prósperas. La estructura económica colonial cambió entonces profundamente durante la república: las tres provincias más prósperas antes de la Independencia —Cartagena, Santander y el Cauca— se empobrecieron, mientras que Antioquia y Cundinamarca continua-

ron enriqueciéndose y Panamá despegaba, impulsada por el intenso comercio que atravesaba su territorio, las demás se mantuvieron en su retraso

ancestral.

Costos y beneficios de la independencia

Después de la Independencia, los resultados en términos de crecimiento fueron desalentadores. El PIB por habitante descendió en 17% hasta 1850, a una tasa de -0,3% anual, Sin embargo, la inserción en el mercado mundial a través de las exportaciones de

tabaco, añil, índigo, cueros y café en la segunda mitad del siglo

XIX produjo un auge importante; a éste se sumó la expansión ganadera propiciada por la introducción de los pastos Pará y Guinea desde

1840 y algunas mejoras en las vías de transporte —caminos

y ferrocarriles y la navegación a vapor por el río Magdalcna

que

permitieron que en 1860 se recuperara nn el del producto per cápita

de sesenta años antes. Entre 1850 y 1885, el PIB por habitante creció a una tasa de 0,5% anual, con alguna contribución de una banca dinámica a partir de 1870; el crecimiento se revirtió con la Regeneración

1885 y 1905.

y el PIB cayó a una tasa de -0.5%

anual

entre

Gráfico 6 PIB por habitante 1765-1905, (pesos plata) 36 Primera

34

»

32

>

30

>

28

]

globalización

Auge colonial

Receso republicano

26 »

24 1765

Receso conservador

Y

Y

1815

1865

Fuente. Kalmanovitz y López (2007).

La comparación del desarrollo económico colombiano con el de otros países latinoamericanos y el de Estados Unidos no favorece a Colombia, como muestra el cuadro 4, especialmente hasta

1850; y

aunque ]legó tarde a la globalización, en pleno siglo XX, luego tuvo bastante exito.

Cuadro 4 PIB por habitante en algunas economías del Nuevo Mundo

(Dólares de 1985) País

1800

1850

1913

1989

Colombia Argentina

312 n.d,

262 874

652 2387

4,100 6,093

Brasil

738

901

700

4,241

México

450

317

1,104

4,170

Estados Unidos Chile

807 n.d.

1,394 484

4,854 1,685

17,576 5,355

Fuente Engerman y Sokoloff (1999:318). Para Colombxa, los cálculos de 1800 y 1850 son del autor y el de 1913 es de Coatsworth (1998), Los de Engerman

y SokolofF para 1989 se ajustaron usando las proporciones entre Colombia y Argentina y México de 1992 que calculó Maddison (1995:24),

Con respecto a Estados Unidos, el PIB por habitante de Colombia era de 39% en 1800, 19% en 1850 y apenas 13% en 1913, a aunque

esa proporción algo se ha recuperado a finales del siglo XX, cuando llega a 23%. Los otros paises latinoamericanos de la muestra muestran un mayor desarrollo que el de Colombia, especialmente a la altura de 1850, cuando Argentina tenia un ingreso por habitante 3,3 veces superior, Brasil algo similar y Chile duplicaba cl nivel colombiano. En 1850, Colombia estaba cerca de México, que sufrió intensas guerras civiles y dos invasiones externas Sim embargo en el curso del tiempo, especialmente en el siglo XX, las diferencias se han acortado, pero no sustancialmente. El debate sobre los costos y beneficios de la Independencia se ha dado en torno a evidencias para México y la Nueva Granada de que la última fase del imperio español en ultramar fue próspera y que la

Independencia produjo una grave contracción económica que sólo superaron los países que entraron primero a la globalización, hacia 1860, y México sólo con el porfiriato (1870-1910). El trabajo de

Dobado y Marrero sobre México msinúa que su desarrollo económico fue rápido y “normal” en el siglo XVI

y que habría seguido asi de no

ser por la Independencia (Dobado y Marrero, 2006). Ellos suponen implícitamente que el desarrollo capitalista no exigía cambios cn la estructura política y económica de la sociedad mexicana, algo que fue necesario incluso en España, que tambien padeció los problemas de unas reformas liberales incompletas que castigaron su desarrollo de largo plazo.

Leandro Prados hace un ejercicio contrafactual sin la revolución de la independencia, suponiendo que el crecimiento económico observado en el siglo XVII se habría mantenido malterado en el largo plazo. Supone que el choque independentista que lo interrumpe es temporal y que los paises iberoamericanos recuperan su crecimiento mas adelante Prados aduce que la comparación con Estados Unidos, como la que elaboran Engerman y Sokoloff o Coatsworth, no es valida porque pone al continente ibérico americano a competir con el líder mundial del crecimiento económico. Sin embargo, si se compara America Lata con el África, que también surge de la opresión colonial de otras potencias curopcas, Prados deduce que a los países con legado

hispánico les va bastante bien (Prados de la Escosura, 2006:470).' En nuestra interpretación, España sembró relaciones sociales arcaicas, serviles y esclavistas en el continente y además legó un sistema político absolutista, todos ellos factores retardatarios que dificultaron la instauración de la igualdad ante la ley y la división y la separación de poderes, característicos de la democracia hberal en Occidente. El crecimiento económico no era imposible en esas condiciones pero se veía obstaculizado por las instituciones que monopolizaban cl comercio y la producción

e imponían

tributos excesivos a los súbditos

El

* La comparación es además forzada porque el continente africano sufrió du-

rante dos siglos una pérdida sistemática de su población más joven y productiva que fuera esclavizada por los portugueses, los ingleses y los franceses, algo que ayudo al poblamiento de América, de tal modo que sus sendas de desarrollo serían muy distintas. Cfr Nunn (2005)

sector público asfixiaba al sector privado, para decirlo en términos modernos, con excepción de los sectores que se beneficiaban con las exenciones y los que evadían las innumerables regulaciones de la Corona, que no eran pocas. Las luchas del siglo XIX cn Colombia y en casi toda Amcrica hispana

fueron un reflejo de los intereses de los criollos que pretendían avanzar en dirección de la libertad económica y política, separar a la Iglesia del Estado y establecer el federalismo contra los que se empeñaban en defender el legado político y religioso hispanico y su tradición de

centralismo político,

Un ejercicio contrafactual distinto al que hizo Leandro Prados sería buscar el momento más cercano posible a la revolución democrática en las los un

España y en América: la asamblea constituyente en que se erigieron cortes de Cádiz en 1812, cuando Fernando VII era prisionero de franceses. Se podría suponer entonces que las cortes organizan ejército con los tributos y préstamos de los hombres ricos de

España, que combate y derrota a los franceses, derroca a Fernando VII, y designan un rey al que puedan someter, Luego se proclama la república, se separa la Iglesia del Estado, se liquida la inquisición, se

reparten las tierras de los nobles, se establece una justicia independiente y se manticne un nivel de tributación suficiente para construir infraestructura y financiar la educación universal.

El ejercicio contrafactual continúa en los territorios ultramarmos: el ejército español triunfa en una reconquista democrática, se establecen asambleas locales que nombran sendos virreyes y se replican las reformas adoptadas cn la metrópoh para contrarrestar la anarquía

que estaba asolando las colonas recién liberadas y así se instaura un orden político de consenso. España y sus colonias prosperan, crean un mercado común y luego Estados Unidos de Iberia. Eventualmente, estos Estados Unidos ibéricos encuentran inconveniente su vinculo

con la metrópoli y proclaman su independencia, consolidan sus instituciones democráticas y navegan en paz hacia la prosperidad. La

economía Horece y en 1950 tenemos un ingreso por habitante más alto que el de Estados Unidos de Norteamérica

Sin embargo, la restauración de Fernando VII en el trono español enticrra la constitución de Cádiz y también nuestro ejercicio contrafactual. España y sus colonias padecieron trabas para establecer democracias liberales y también para lograr un buen crecimiento

económico, aunque España tuvo un comportamiento aceptable en la segunda mitad del siglo XIX; no obstante hacia la mitad del siglo XX su producto por habitante era inferior al de los paises del cono sur e igual

al de México (Gómez Galvarriato y Silva Castañeda, 2007:785). Aquií se evidencia una diferencia conceptual fundamental entre

nuestro enfoque y los de Dobado y Marrero (2006) y Prados de la Escosura (2006): la economia no procede linealmente, siguiendo una trayectoria de largo plazo inducida por factores técnicos, demográficos, geográficos o de distribución de los factores, que se puede estimar y explicar con métodos econométricos, sino que está incrustada dentro

de un sistema político y social que trene fuerte injerencia sobre ella Ni España ni sus colonias podían prosperar más allá de cierto punto sin liquidar los monopolios públicos y privados que limitaban el comercio

y la producción; debian también suprimir los odiosos privilegios de

las corporaciones (gremios, Ejército e Iglesia), liberar los mercados de mano de obra y de tierras, y separar al Estado de la religión. La Iglesia, en particular, se oponía a la democracia hberal, impedía el surgimiento de un sistema financiero privado, obstaculizaba la universalización de la educación y de su contenido cientifico, y sumergía al pueblo en la superstición. De modo que el crecimiento económico es distinto en una sociedad organizada con base en la servidumbre y la

esclavitud, en el absolutismo y los monopolios políticos y religiosos, que la de una sociedad basada cn la igualdad de sus ciudadanos y que ofrece libertades políticas y económicas que ciertamente aceleran

el crecimiento. Este queda sujeto entonces a la transición entre los dos tipos de sociedad, a los vaivenes de los conflictos políticos y a los

cambios de las reglas de juego, mientras que el propio crecimiento puede incidir en la calidad de las instituciones,

A manera de conclusión La razón obvia para el deterioro económico de las colonias españolas fue la pérdida del orden político que la Corona supo mantener durante más de tres siglos, que fue dificilmente reconstruido durante el siglo XIX.

La inestabilidad de las exportaciones

colombianas

quizá también contribuyó a la involución política y a la caida de los regimenes liberales, como insinúa la comparación con la trayectoria diferente de los países del cono sur, que consolidaron gobiernos liberales respaldados por una gran prosperidad exportadora, que también desfallecieron cuando ésta se agotó. La herencia hispánica tuvo un fuerte peso en el desarrollo constitucional y legal del pais por cuanto legó un sistema de creencias

compartidas que orientó el diseño de las reglas de juego mediante las que se organizó tortuosamente la república. La endémica debilidad del Estado republicano nunca pudo poner límites estrictos a la revuelta porque pasó de los extremos democráticos de los liberales radicales

a los muy represivos de los conservadores, cuando se asentaron en el

poder. Los conservadores crejan que era justo transgredir el orden constitucional s1 se atacaba a la Iglesra. El principal costo de la Independencia fue la pérdida del orden político que tardó casi un siglo en restaurarse, mientras que su mayor beneficio fue la gran reducción de la carga tributaria y la instauración de regulaciones modernas que remplazaran a las que se heredaron

de España, en particular el sistema de castas, que se debilitó pero se mantuvo en las entrañas del nuevo país. Sin embargo, esc beneficio quizá también tuvo efectos perjudiciales: la carga tributaria resultó tan pequeña que el Estado fue incapaz de establecer un orden politico que le permitiera monopolizar los medios de violencia. Ese Estado era, además, msuficiente para proporcionar a la población bienes

públicos de infracstructura, educación e higiene que aumentaran la

productividad y redujeran los costos de transporte, La desigualdad ante la ley, que da lugar a tratamientos distintos según la posición social, corporativa o de casta, resultaba de un sistema político que conservaba derechos ancestrales de pueblos, gremios, razas, monopolios e individuos que los criollos más conser-

vadores también buscaron preservar dentro de la república Frente a ellos, los liberales trataron afanosamente de establecer un nuevo orden político, mediante el ensayo y el error. La población mestiza y negra obtuvo alguna representación y ciertos derechos, pues en los enfrentamientos políticos se recurría a las masas de artesanos,

indigenas o esclavos. Más adelante, las reformas fiscales y legales buscaron promover

un desarrollo económico basado en el comercio internacional que se fue asentando con marcada volatilidad, aunque la minería del oro y después de la plata aportaron una cantidad minima de exportaciones durante todo el siglo XIX, hasta que el cultivo cafetero en el occi-

dente del país se insertó sólidamente en la economía mundial. Con la integración a la globalización, emergieron empresas y bancos que serían cl germen del capitalismo que sólo se desarrollaría a un alto ritmo en el siglo XX. En suma, el costo de la independencia fue la pérdida del orden

político, que se reflejó en la estabilidad de las reglas de juego que caracterizaron al siglo XIX colombiano, como resultado de la larga lucha entre liberales y conservadores. Los conflictos frecuentes alimentaron la depredación de los derechos de propiedad de quienes cran

victimas de los prestamos forzosos o de las expropiaciones ejecutadas por el mismo Estado, o por individuos y grupos que aprovechaban los desórdenes para apropiarse de los activos de los ciudadanos más pudientes, Los conflictos dicron lugar a fugas de capital y al testaferrato para ocultar los bienes al Estado, con lo que éste bloqueó la inversión

en el país y redujo su crecimiento potencial.

Las luchas entre los partidos, a su vez, tendían a explotar con violencia pues se carecía de un escenario para resolver las disputas y para la negociación política, como el que conforman los diversos niveles de un régimen parlamentario y un sistema de justicia independiente que, entre otras cosas, garantiza elecciones justas. Al no lograr construir y perfeccionar estas instituciones, Colombia perdió el siglo XIX para su crecimiento económico

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En

septiembre

de 2008,

en ocasión

de realizarse las XX!

Jornadas de Historia Económica en la Umversidad Nacional de Tres de Febrero, se organizó una Mesa Especial sobre los “Aspectos economicos y sociales de los procesos de mdependencia americana”. Participaron allí un número importante de acreditados colegas, tanto del país como de otras centros académicos de la América hispana, a los que se sumaron tres prestigiosos comentaristas: Tulio Halperm Dongh;, Heraclio Bonilla y Carlos Sempat Assadourian. La proximidad del bicentenario parecía una excelente excusa para instalar la cuestión y efectuar una puesta a punto de los avances que en este aspecto se hubieran producido. La

idea se completaba con la intencion de publicar esta obra cuyo mayor mérito es mostrar los nlterrogantes que guían los ultimos avances de los historiadores económicos en torno al tema, con la intención de acercarse comprensivamente a

ES |

las dificultades constitutivas de los Estados americanos en el transcurso del largo y conflictivo siglo XIX.

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