Historia De La Ugt De España Tomo 1

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AMARO DEL ROSAL Ultimo Secretario Adjunto de La Comisión Ejecutiva

HISTORIA DE LA

U.G.T. DE ESPAÑA 1901-1939 vol. 1

EDICIONES GRIJALBO, S. A. BARCELONA - BUENOS AIRES - MEXICO, D. F. 1977

© 1977, AMARO DEL ROSAL © 1977, EDICIONES GRIJALBO, S. A. Dea y Mata, 98, Barcelona, 14 'Primera edición Reservados todos los derechos PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA ISBN: 84-253-0789-9 (tela) ISBN: 84-253-0790-2 (rústica) Depósito Legal: B. 53.638-1976 Impreso en Márquez, Industrias Gráficas. - Ignacio Iglesias, 26 - Badalona.

ADVERTENCIA AL LECTOR Tanto el presente volumen como su segunda parte —actualmente en prensa— son continuación de la obra LA V I O L E N C I A , E N F E R M E D A D D E L A N A R Q U I S M O : SIGLO X I X que, en realidad, es la Historia de la Unión General de Trabajadores de España durante la pasada centuria. Cualquier referencia al tomo o volumen primero o anterior de la Historia de la U.G.T. (1901-1939) que figure en este texto debe entenderse, pues, que está relacionada con la mencionada obra de Amaro del Rosal LA VIOLENCIA, E N F E R M E D A D D E L A N A R Q U I S M O , recientemente publicada por esta Editorial. E D I C I O N E S G R I J A L B O , S. A.

INDICE DE ESTE VOLUMEN PRIMERO Introducción

1

1.

La U.G.T. contra el, proyecto de Ley de Huelgas ( 1 9 0 2 )

9

2.

VII Congreso de la Unión General de Trabajadores de Espapaña (mayo de 1 9 0 2 )

15

Primeras Conferencias del ( 1 9 0 1 , 1902 y 1 9 0 3 )

17

3.

Secretariado Sindical Internacional

4.

VI Congreso Internacional Socialista (agosto de 1 9 0 4 )

19

5.

La Revolución rusa de 1905

20

6.

Sensibilidad del proletariado madrileño ante el hundimiento del tercer depósito de las aguas del Lozoya

22

VIII Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (mayo de 1 9 0 5 )

24

8.

IV Conferencia Sindical Internacional (junio de 1 9 0 5 )



9.

Huelga general contra la carestía de la vida (julio de 1 9 0 5 ) ...

29

10.

VII Congreso Internacional Socialista y V Conferencia Sindical Internacional (agosto y setiembre de 1 9 0 7 )

31

Nuevo proyecto de Ley sobre coaliciones y huelgas (marzo de 1908)

34

12.

El Primero de Mayo, jornada de lucha y de exaltación de los ideales emancipadores del proletariado ( 1 9 0 8 )

36

13.

IX Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (mayo de 1908)

38

Proyecto de Ley de Represión del terrorismo. — Discurso de Iglesias

41

Contrato de Trabajo.—Comparecencia de Largo Caballero ante la Comisión senatorial (octubre de 1 9 0 8 )

52

7.

11.

14. 15.

VII

16.

La inauguración de la Casa del Pueblo de Madrid, jalón decisivo en la historia del movimiento obrero (noviembre de 1 9 0 8 ) .

57

Acción en favor de los obreros de las minas. — Un manifiesto del Comité nacional del Partido Socialista (enero de 1 9 0 9 ) •••

61

Contra la guerra de Marruecos.—Un manifiesto del Partido Socialista (junio de 1 9 0 9 )

63

19-

La Semana Trágica de Barcelona (julio-agosto de 1 9 0 9 )

67

20.

VI Conferencia Sindical Internacional (setiembre de 1 9 0 9 ) . . .

69

21.

La guerra de Marruecos y sus consecuencias. — Caída del gobierno Maura. — Primera Conjunción republicano-socialista

70

Las luchas del proletariado vasco.—Nueva huelga minera en Vizcaya

73

23.

VIII Congreso Internacional Socialista (setiembre de 1 9 1 0 ) . . .

75

24.

X Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (mayo de 1 9 1 1 )

76

25.

VII Conferencia Sindical Internacional (agosto de 1 9 1 1 )

78

26.

Hacia una huelga general. — Clausura de los Centros obreros (setiembre-noviembre de 1 9 1 1 )

79

Reunión del Buró de la Internacional Socialista (setiembre de 1911) -

81

28.

Muerte de Pablo Lafargue y Laura Marx (noviembre de 1 9 1 1 ) .

83

29.

Suspensión y procesamiento de la Unión General de Trabajadores de España (enero-febrero de 1 9 1 2 )

84

Retirada de los vocales obreros del Instituto de Reformas Sociales (enero de 1 9 1 2 )

89

Otro movimiento nacional de la U.G.T. — Reacción del gobiern o . — Huelga ferroviaria y Ley del «brazalete» (octubre de 1912)

97

Congreso extraordinario de la Internacional Socialista (noviembre de 1 9 1 2 )

104

33.

VIII Conferencia Sindical

1913).

105

34.

XI Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (junio de 1 9 1 4 )

107

Posición de la U.G.T. ante la guerra europea (agosto de 1 9 1 4 ) .

119

17. 18.

22.

27.

30. 31.

32.

35.

Internacional

VIII

(setiembre de

36.

La Unión General de Trabajadores y las grandes cuestiones nacionales.— El problema del hambre ( 1 9 1 5 )

125

37.

La Fundación Cesáreo del Cerro (diciembre de 1 9 1 5 )

126

38.

X I I Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (mayo de 1 9 1 6 )

128

La acción por el abaratamiento de las subsistencias y la huelga ferroviaria (junio-diciembre de 1 9 1 6 )

138

Continúa la agitación en torno a las subsistencias y a la crisis de trabajo (febrero-abril de 1 9 1 7 )

143

41.

Las Juntas Militares de Defensa (junio de 1 9 1 7 )

150

42.

La guerra europea y la situación interior ( 1 9 1 7 )

151

43.

Hacia una huelga general contra el régimen (julio-agosto de 1917)

153

44.

La huelga general revolucionaria de agosto de 1917

157

45.

Campaña nacional en favor de la amnistía. — Su significado revolucionario (octubre de 1917-mayo de 1 9 1 8 )

163

La Revolución rusa y la caída del zarismo. — Creación de la III Internacional y de la Internacional Sindical Roja (octubre de 1917-julio de 1 9 2 1 )

166

X I I I Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (setiembre de 1 9 1 8 ) .:

172

48.

Armisticio y término de la Gran Guerra (noviembre de 1 9 1 8 ) .

179

49-

La Jornada de ocho horas (abril-octubre de 1 9 1 9 )

182

50.

La U.G.T. y los problemas de Cataluña (agosto de 1 9 1 9 )

184

51.

La Unión General de Trabajadores de España y el problema de la unidad sindical (octubre de 1918-diciembre de 1 9 1 9 )

185

X I V Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (junio de 1 9 2 0 )

196

La posguerra y las abortadas revoluciones europeas. — Evolucionistas y revolucionarios

203

54.

El problema de la unidad sindical entre la U.G.T. y la C N . T . — El Pacto de Unidad de acción (julio-setiembre de 1 9 2 0 )

209

55.

La Confederación y la Unión General contra la política represiva del gobierno. — Se ratifica con entusiasmo el Pacto de fusión proletaria (octubre-noviembre de 1 9 2 0 )

221

39. 40.

46.

47.

52. 53.

IX

56.

Congreso extraordinario de la F.S.I. (noviembre de 1 9 2 0 ) . . .

226

57.

La huelga de Riotinto y la acción de solidaridad. — Maniobras de la C.N.T. — Sus consecuencias para la unidad del movimiento obrero (noviembre-diciembre de 1 9 2 0 )

228

58.

Ruptura del Pacto U.G.T.-C.N.T. (diciembre de 1 9 2 0 )

235

59-

Algunas consideraciones sobre el carácter y las tácticas de nuestras dos centrales sindicales

242

60.

Acentuación del terrorismo en Barcelona y Desastre de Annual.

246

61.

XV Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (noviembre de 1 9 2 2 )

249

62.

Los socialistas españoles y la III Internacional

253

63.

La dictadura de Primo de Rivera (setiembre de 1 9 2 3 )

260

64.

Muerte de Pablo Iglesias (9 de diciembre de 1 9 2 5 )

271

65-

Congreso extraordinario de la Unión General de Trabajadores de España (octubre de 1 9 2 7 )

274

Una cuestión de táctica: Posiciones de Largo Caballero y Julián Besteiro en relación con la Asamblea Nacional Consultiva . . . . . .

281

67.

X V I Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (setiembre de 1 9 2 8 )

288

68.

Caída de la dictadura de Primo de Rivera y posiciones de la Unión General de Trabajadores (enero de 1 9 3 0 )

294

En torno al movimiento revolucionario de diciembre de 1930. Algunas notas previas

301

70.

Caída del gobierno Berenguer (febrero de 1 9 3 1 )

308

71.

El fin de la monarquía

72.

Las posiciones de Largo Caballero (documentos)

324

73.

Después de fracasado el movimiento del 15 de diciembre de 1930. — Posiciones de la U.G.T. y del Partido Socialista

327

74.

Proclamación de la República ( 1 4 de abril de 1 9 3 1 )

333

75.

La primera sublevación contra la República ( 1 0 de agosto de 1932)

340

76.

X V I I Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (octubre de 1 9 3 2 )

347

El X V I I Congreso, último Parlamento nacional de la clase obrera española de orientación socialista

354

66.

69-

77.

...

X

316

78.

La nueva Comisión ejecutiva de la U.G.T

369

79-

Hacia el movimiento de octubre de 1934

371

80.

Otras anécdotas madrileñas de la revolución de octubre de 1 9 3 4 .

391

81.

Actividades de la nueva Ejecutiva de la U.G.T. antes del movimiento de octubre ( 1 7 de mayo-28 de setiembre, 1 9 3 4 )

397

82.

La insurrección de octubre de 1 9 3 4

401

83.

Después del movimiento de octubre de 1 9 3 4 (algunos documentos de la U.G.T.)

409

84.

Actividades de la Ejecutiva durante el «Bienio negro» ( 1 9 3 4 ¬ 1936)

419

85.

Indalecio Prieto en París

428

86.

Líneas generales del programa de gobierno del movimiento de octubre

432

87.

Unidad sindical U.G.T.-C.G.T.U

437

88.

Preparando la victoria del Frente Popular

439

89.

El Pacto del Frente Popular y otros importantes documentos (enero-marzo d e 1 9 3 6 )

450

Ultimo Congreso de la C.N.T. antes del 18 de julio de 1 9 3 6 ' . •— Creación del P.S.U. de Cataluña (mayo-junio de 1 9 3 6 )

465

9 1 . Nueva gestión unitaria C.N.T.-U.G.T. después del triunfo del Frente Popular

471

9 2 . Maniobras en torno a la elección de presidente de la República.

474

90.

93.

Azaña, presidente de la República, y Casares Quiroga, presidente del gobierno

477

9 4 . Algunos antecedentes al 18 de julio: Unificación de la juventud. Congreso de la G N . T

481

9 5 . Síntomas del 18 de julio. — Casares Quiroga, el insensato, el irresponsable

486

96.

Ultimo Congreso internacional a que asiste la U.G.T. antes del 18 de julio de 1 9 3 6

XI

489

I N T R O D U C C I Ó N El siglo x i x había finalizado con una gran actividad sindical y política de tipo internacional desarrollada en París aprovechando la gran Exposición Universal de 1 9 0 0 : V Congreso de la Internacional Socialista; Congreso Internacional Corporativo; Primera Conferencia Internacional de Organizaciones Obreras Católicas, celebrada en Aix-la-Chapelle, en la que se creó un secretariado internacional. En esta conferencia participaron organizaciones alemanas, belgas y holandesas. En 1 9 0 1 , en la Conferencia Sindical Internacional de Copenhague, de carácter socialista, se constituye un comité de relaciones sindicales internacionales. En el orden nacional, en 1 8 9 9 se había celebrado el VI Congreso de la U . G . T . ; en él se adoptaron decisiones trascendentales que darían un nuevo rumbo a la vida de la central sindical. En efecto, el acuerdo de trasladar la sede de la Unión, de Barcelona a Madrid, tendría un significado histórico que abriría nuevas perspectivas al desarrollo del movimiento sindical de orientación socialista. La U.G.T. quedaba así enclavada en la capital de España, en su capital oficial, donde estaba concentrado el núcleo socialista más importante del país; pero se desligaba, en cambio, de la capital del proletariado, de la capital y de la región que habían sido la cuna del movimiento obrero. Ese desarraigo de la U.G.T. respecto de Cataluña es un problema que bien merecería se le dedicara un serio y profundo estudio. El hecho es que la Unión General sale de Cataluña y empieza a proyectar su acción desde Madrid a comienzos del siglo X X . El anarquismo, en un nuevo intento de resucitar su organización sindical, había organizado en 1 9 0 0 un congreso en Madrid. El congreso, que se celebró en octubre de dicho año, careció de trascendencia. A partir de 1900, la U.G.T. estaría dirigida por un núcleo de significados socialistas y dirigentes sindicales madrileños del que sólo Antonio García Quejido procedía del grupo de Barcelona, aunque también él fuera madrileño. Pablo Iglesias pasaría a presidir la Unión y Quejido, ya en Madrid, seguiría siendo su secretario general. La integración en la dirección de la Unión de los dos hombres de más prestigio y valía del socialismo y del movimiento sindical pudo haber sido muy fecunda y haber prestado grandes servicios a la causa sindical. No fue así, sin embargo.

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Antonio García Quejido, fundador de la central sindical, fue eliminado de su dirección. La personalidad y el temperamento de Iglesias y de Quejido eran antagónicos. Quejido poseía, sin duda, una preparación ideológica más sólida que la de Iglesias y una mayor capacidad organizadora que éste, pero era de una terca inflexíbilidad en cuanto a la defensa de sus puntos de vista y a las cuestiones que él estimaba de principio. Iglesias era la flexibilidad misma, estaba en posesión de esa prestancia que tan importante es para realizar con éxito la labor de apostolado y de conquista de las masas; se esforzaba por explicar, por convencer; como gallego, era dulce. Quejido, por el contrario, era áspero, taciturno, el auténtico hombre «rata» de la organización; uno de esos militantes del movimiento obrero que dejaron su vida en la «secretaría» y a quienes la historia olvida con frecuencia. Quejido era —según afirmaban con respeto muchos de los que le trataron— hombre de pocos amigos y, como suele decirse, de malas «pulgas». ¿Qué hay de verdad en esta imagen suya? El autor conoció a Quejido ya en sus postrimerías, aquejado de achaques, cuando cerca de Cuatro Caminos, en un pequeño chalet no lejano al que ocupaba Largo Caballero, la sobrina con la que vivía soportaba su mal genio. Lo importante es subrayar que Quejido fue un dirigente sencillo, de honestidad y rectitud acrisoladas ; dotado de un gran espíritu de sacrificio y cuya entrega a la clase obrera, y especialmente a la organización de Artes Gráficas en la que realizó una gran labor, fue tan total como desinteresada. Si bien hay que reconocer que la figura de Iglesias opacó a todas las demás, ello no debe ser óbice para hacer justicia, situándolas en el lugar que les corresponde, a las de José Mesa Lompart, Antonio García Quejido y el doctor Jaime Vera, entre otras. Al margen de esas tres figuras y del pensamiento marxista, de los principios del socialismo revolucionario y científico, existió entonces una corriente política que el autor define o califica de «pabulismo», que se caracterizó por su gran pobreza ideológica y por un culto desmesurado a la personalidad de Iglesias, lo que chocaba con las inquietudes e iniciativas, con las posiciones de corrientes más agresivas y más compenetradas de marxismo. El «paulismo», por su limitada capacidad teórica, frenó el desarrollo político y sindical del movimiento obrero, lo que no puede llevarnos a negar, ni mucho menos, la labor realizada por esos hombres. Lo cierto es que estaban más identificados con el reformismo que con los principios revolucionarios del último decenio del siglo x i x y los dos primeros del XX. Los anteriores juicios, aparte de constituir una opinión personal, están fundados en diferentes conversaciones que el autor ha tenido con diferentes figuras del movimiento obrero que, como Núñez de Arenas, Daniel

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Anguiano, Ramón Lamoneda y otros, trataron personalmente tanto a Iglesias como a Quejido. Núñez de Arenas revisó y corrigió una breve biografía sobre Quejido, que el autor tiene escrita y que aún no ha sido publicada. Algunos de los contemporáneos de la época de Quejido consideraban que éste tenía un carácter intratable. Daniel Anguiano, en cambio, consideraba que era profundamente humano. Cosa lógica ya que, en general, los hombres que viven sincera e intensamente un ideal, los hombres de convicciones profundas son también hondamente humanos. Refiriéndose al carácter de Quejido, Anguiano me contaba la siguiente anécdota: Cierto día, para las diez de la noche, estaba convocada en la Casa del Pueblo una reunión del comité encargado de organizar un acto conmemorativo de la Comuna de París. Poco antes de las diez, y siguiendo su costumbre de puntualidad, Quejido se encontraba en la secretaría en que debía celebrarse la reunión. A las diez y media no había llegado ninguno de los convocados. Molesto por esa falta de seriedad de sus compañeros, Quejido tomó papel y pluma y redactó, más o menos, la siguiente nota: «A las diez cuarenta de la noche del día tal... se reúne la comisión encargada de organizar el acto conmemorativo de la Comuna de París y, no estando presente más que el compañero Quejido, por falta de asistencia de los demás convocados se acuerda suspender la reunión. Firmado: Quejido». Y Quejido, que tenía que trabajar en su oficio al día siguiente, se retiró a su casa. A medida que fueran llegando los demás miembros de la Comisión con su buena hora de retraso, leerían la curiosa acta y con enojo, como es de suponer, exclamarían: « ¡ E s t e Quejido es intratable!...», pero ese Quejido llegaría a su casa y, seguramente, todavía se pondría a trabajar en algún asunto de la organización hasta altas horas de la madrugada, como era su costumbre. Tal era Antonio García Quejido. Tales fueron los hombres que forjaron la Unión General de Trabajadores de España. Hombres honestos, de profundas convicciones, plenos de abnegación, rindiendo culto a la disciplina. Con el nuevo siglo, el movimiento obrero internacional inició nuevos derroteros. En lo político centraría su acción en la doctrina y orientación de la Internacional Socialista, llamada Segunda Internacional; en el orden sindical, en el Secretariado Internacional, ese nuevo organismo nacido en la conferencia celebrada en Copenhague el 21 de agosto de 1 9 0 1 , y que daba continuidad al fracasado Congreso Sindical de París de 1900. Como es sabido, en los diferentes congresos de la Segunda Internacional, una 1

1

1. En Madrid, se habían de Más tarde,

el nuevo equipo de la dirección de la U.G.T., una vez establecida en integran, entre otros, Francisco Largo Caballero y Vicente Barrio, que desempeñar un papel importante en la Unión, sobre todo el primero. Vicente Barrio sustituiría a Quejido.

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AMARO DEL ROSAL

corriente sindical venía poniendo de relieve la necesidad y conveniencia de ir a la constitución de un organismo de dirección sindical de carácter internacional. España no había estado presente ni en el Congreso Sindical de París de 1 9 0 0 , ni en la Conferencia Sindical de Copenhague de 1 9 0 1 ; pero sí en una segunda celebrada en Stuttgart los días 17 y 18 de junio de 1902, mes y pico después del V I I Congreso de la U.G.T., celebrado en Madrid, en el que se designó a Antonio García Quejido para que asistiera a esa Segunda Conferencia Sindical Internacional. A partir de 1901 existirían, en realidad, dos Internacionales: la socialista (política), y el Secretariado sindical (acción económica y social), que se transformaría más tarde en Federación Sindical Internacional ( F . S . I . ) , llamada también «Internacional de Amsterdam», y, por las organizaciones y militantes de otras tendencias sindicales, «Internacional amarilla». La U.G.T. de España participó en el proceso de creación y desarrollo del movimiento sindical internacional que —en la Conferencia de Zurich, de 1 9 1 3 — , desembocaría en la constitución de la F.S.I.; en su reconstrucción en la Conferencia de Berna, de 1 9 1 9 , después del final de la primera guerra mundial (en esta conferencia, la U.G.T. estuvo representada por Francisco Largo Caballero); en la constitución de la Federación Sindical Mundial (F.S.M.) en París, en octubre de 1 9 4 5 , terminada la segunda guerra mundial. Antes de esta fecha, la U.G.T. participó en la Conferencia Obrera Mundial, celebrada en Londres, en febrero de 1 9 4 5 , todavía en plena guerra. Del Comité de los 4 5 , encargado de los trabajos que condujeron a la nueva Internacional, formaba parte Amaro del Rosal. 2

Un año después de la celebración del V I I Congreso de la U.G.T. se produjo un hecho que habría de tener consecuencias altamente negativas en el desarrollo de la Unión General de Trabajadores de España. Antonio García Quejido, su fundador, el forjador de la primera central sindical española, se apartaba de su dirección, de la que ya no volvería a formar parte. La dirección nacional de la U.G.T. perdía al más preclaro de sus militantes sindicales de aquella época; al hombre de integridad y principios intachables; al más sistemático e infatigable organizador con que contaba el movimiento obrero sindical. Fue sustituido por Vicente Barrio, sencillo y honesto militante apegado a la rutina y a los procedimientos burocráticos y administrativos, pero sin dinámica ni concepción revolucionaria. Cuando Antonio García Quejido abandonó la secretaría general de la U.G.T., contaba ésta 301 secciones y 46 5 7 4 cotizantes. A partir de esa separación, Quejido se dedicará por entero a la Federación Nacional de 2. Véase Amaro del Rosal, Los Congresos Obreros Internacionales en glo XX. Ediciones Grijalbo, S. A. Barcelona, 1 9 7 5 .

el si-

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Artes Gráficas y a la Asociación de Madrid del mismo gremio, haciendo de ambas las organizaciones modelo de la U . G . T , Sobre la dimisión de Quejido se especuló y discutió mucho en los medios obreros más importantes de la U.G.T., especialmente en Madrid Quejido era, sin duda, el dirigente sindical de más prestigio del movimiento obrero español. Algunas versiones atribuyeron la separación de Quejido a las intrigas y maniobras que se producían en torno a la designación de delegados a los congresos internacionales, para evitar las cuales él mismo había propuesto que se efectuaran por referéndum entre las secciones de la Unión. Desgraciadamente, esta cuestión ha sido siempre origen de toda dase de «pleitos». Para el mes de julio de 1903 estaba convocada en Dublín la III Conferencia Internacional. La U.G.T. no asistió. Parece ser que ésta fue, entre otras, la causa por la que Quejido desapareció para siempre de la dirección de la U.G.T. En opinión del autor, esta baja significó un serio quebranto para el movimiento obrero ugetista. Resultaba difícil cubrir la vacante de un militante de esas condiciones y prestigio. Otras versiones de la época atribuyen la dimisión a razones de antagonismo y discrepancia entre Iglesias, presidente de la Unión cuando ésta se establece en Madrid, y Quejido, secretario de la misma. Cualquiera que fuera el motivo —el «paulismo» marginó a muchos militantes de gran valía—, lo cierto es que la separación de Quejido frenó el desarrollo de la U.G.T. A partir de entonces, a su secretaría general, puesto clave de toda organización, se le imprimió otra tónica y otro ritmo. 3

Por este segundo volumen de La violencia, enfermedad del anarquismo desfilarán todos los congresos celebrados por la U.G.T. en el siglo X X , así como aquellos acontecimientos nacionales en que participó la Unión, directa o indirectamente sin omitir los esfuerzos realizados en varias ocasiones con el fin de lograr la unificación del proletariado español. Estos propósitos se vieron frustrados en cada caso por el sectarismo y el espíritu de absorción del movimiento anarquista, que tenía bajo su control a la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.), la central sindical que dio continuidad en el siglo XX a las organizaciones sindicales anarquistas del siglo X I X , con todas sus contradicciones y su confusionismo, siguiendo la línea bakummsta y los procedimientos sistemáticos de violencia en torno al mito de la huelga generaL Esta calificación quiere decir que la tendencia sindical de inspiración socialista no aceptara y practicara la huelga como arma de lucha de la clase obrera, pero desde ángulos serios y solventes y no elevándola a la categoría de mito, como lo hacía el anarquismo. 3. Primera Conferencia, Copenhague, 1 9 0 1 ; Segunda, Stuttgart, 1 9 0 2 ; Tercera, Dublín, 1903- España sólo estuvo representada en la de Stuttgart; su delegado fue Antonio García Quejido. i

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La U.G.T. no rehuyó acudir a la huelga, y en su historia están registrados grandes movimientos huelguísticos como no los ofrece la de ninguna otra central, en particular en Asturias y el País vasco. Como ejemplo, señalaremos que, en el movimiento obrero mundial, sólo la U.G.T. de España ofrece el caso de una huelga nacional de campesinos y la participación en tres movimientos revolucionarios nacionales. Otra singularidad del movimiento sindical español de orientación socialista es la de las Casas del Pueblo, sin duda siguiendo el ejemplo de las Bourses du Travail de Francia y de las Maisons du Peufile de Bélgica; pero con la particularidad de que tanto en Francia como en Bélgica es el gobierno el que construye esos edificios y los pone al servicio de las organizaciones obreras, corriendo los poderes públicos con todos los gastos de inversión y mantenimiento, así como con los del personal de orden y vigilancia, dejando en absoluta libertad a las organizaciones para el usufructo de los locales, secretarías y salones de actos que tienen a su disposición. El caso de España ha sido totalmente otro. Las Casas del Pueblo de España, no sólo no tenían el apoyo de los poderes públicos, sino que su creación y su funcionamiento eran obstaculizados por éstos que, con la reacción y los caciques de toda laya, veían en ellas centros tenebrosos a los que había que destruir. En Francia y en Bélgica han gozado y siguen gozando del respeto de las autoridades; en España, de su odio... Pero estos aspectos, con ser interesantes en su contraste, no son los que deseamos subrayar como punto o antecedente histórico, sino otros que dan la significación de lo que, por su origen y naturaleza, han sido las modestas pero magníficas Casas del Pueblo de España. Sin sectarismo y sin pasión podemos afirmar que la historia de cada una de ellas es digna de ser exaltada y respetada, pues son ejemplo de un sacrificio rayano con frecuencia en el heroísmo. No exageraríamos el concepto si dijéramos que las Casas del Pueblo han sido pequeñas, minúsculas universidades de la clase obrera. Vistas y analizadas a una distancia de cuarenta años, y sin dejarse llevar por la pasión ni por el sectarismo, analizando fría y serenamente el papel social desempeñado por esas células en nuestra historia, sólo podrá llegarse a la conclusión de que no representaban —corno pretendía la reacción— la anarquía, ni la violencia, si bien, en determinadas circunstancias y momentos, se vieran obligadas a responder a la violencia con la violencia. En esos modestos centros obreros anidaban las más nobles inquietudes sociales; en ellos se encontraba el pulso político de la clase obrera en cualquier ciudad, pueblo, villa o «burgo» que contara con una de esas Casas del Pueblo, las cuales desempeñaron, además, un papel educativo formidable: en ellas bullía la inquietud por saber; se organizaban cursos

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para enseñar a leer y escribir a los trabajadores analfabetos; en un rincón, se instalaba una pequeña biblioteca; se creaban cuadros artísticos, orfeones... En las Casas del Pueblo latía el ansia de instruirse de la clase obrera, en confusión con su inquietud social por la justicia, la libertad, la democracia y las reivindicaciones económicas de cada gremio. En 1 9 3 0 , en plena dictadura, asistí a un congresillo campesino en Baltanás, provincia de Palencia. Aquellos campesinos, curtidos por el sol de Castilla, de ojos centelleantes, hambrientos de pan y de justicia, después de nuestros trabajos me pedían que, a mi regreso a Madrid, recogiera libros... les enviara libros... Las Casas del Pueblo contribuyeron a apartar de la taberna a los obreros, tarea en la que fueron mucho más eficaces que todas las campañas de la Liga antialcohólica que, por otra parte, tenían en los socialistas a sus mejores propagandistas. Nunca olvidaremos los momentos de emoción vividos cuando se visitaba a los trabajadores y campesinos y se convivía unas horas con ellos en esos pobres a la vez que muy ricos rincones de las modestas Casas del Pueblo de Extremadura, Andalucía, Castilla y demás regiones de la España obrera y campesina, con su ambiente de compañerismo, expresado en un entusiasmo y una fe casi religiosos; en una admiración y un respeto por los dirigentes ; en una pureza de sentimientos del más elevado valor humano. ¡ Cuánta nobleza atesoran las gentes sencillas de nuestro pueblo...! Cada Casa del Pueblo tenía sus propias características; puede decirse que todas estaban animadas de un mismo ideal, pero cada una de ellas y sus hombres eran diferentes también, porque el medio que confrontaba cada centro obrero tenía su propia fisonomía. Las Casas del Pueblo de Andalucía no guardaban semejanza alguna, por ejemplo, con las de Asturias y Vizcaya, ni incluso con las de Castilla, y la de Madrid (Piamonte, 2 y Gravina) podría haber sido considerada como la Universidad Central de la clase obrera, que con las de Oviedo, Mieres, Bilbao, Eibar —donde primero se proclamó la segunda república—, Vigo, Valladolid, Zaragoza, León, Córdoba, Sevilla, Málaga, Jaén y tantas otras que omitimos contribuyeron decisivamente a dar una conciencia democrática a las masas, a elevar la educación cívica de nuestro pueblo en su deseo de superarse y de alcanzar, con toda plenitud, un régimen de libertad y democracia sin renunciar, en el marco de ese régimen, al socialismo. Las nuevas generaciones de la clase obrera no han conocido nuestras viejas Casas del Pueblo, que eran del pueblo y en el pueblo están. Reivindicarlas con orgullo es una de sus misiones, pues con ello reivindicarán una parte sustantiva de nuestra historia obrera, con sus tradiciones y realizaciones del pasado. Esas Casas del Pueblo habían sido construidas con el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio de los trabajadores; fueron y son (allí donde todavía existan) el sudor y la sangre de la clase obrera.

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No olvidaré nunca las imágenes de un domingo de trabajo voluntario en la construcción de la nueva Casa del Pueblo de León. ¡Qué colmena de trabajo! Los albañiles, en su labor de albañilería; los carpinteros, en sus faenas; otros trabajadores que habían logrado medios de transporte, suministrando los materiales. Ese magnífico ejemplo no era un caso singular, se había repetido y se estaba repitiendo a través de toda España, incluida la rural. Así se habían levantado la mayor parte de nuestros centros obreros. Las suscripciones que se abrían con ese fin eran, por sí solas, altamente significativas del espíritu de sacrificio de los trabajadores en su empeño por construir y mantener su Casa del Pueblo. En esas listas aparecían donativos de diez céntimos, de un real, de una peseta. Así, céntimo a céntimo, peseta a peseta, con el trabajo voluntario de sábados, domingos y horas libres en los anocheceres, fueron construidos esos templos sociales donde etan custodiados los estandartes y banderas de las viejas organizaciones de la Unión General de Trabajadores de España, símbolos de los anhelos emancipadores del proletariado imbuido de un profundo instinto revolucionario y de clase, al impulso de sus nobles sentimientos de justicia y libertad. En el presente volumen publicamos fotografías de algunas Casas del Pueblo, desaparecidas unas, otras transformadas, pero unas y otras acusación de presencia. En ellas queremos sublimar el recuerdo de todas las Casas del Pueblo del pasado, de todos los hombres sencillos de esos centros de inquietudes sociales, que tan generosamente ofrecieron su sudor, su sangre, su vida por la causa obrera. Estamos seguros de que, en imagen figurativa, las del fututo se alzarán, mucho más poderosas, sobre las ruinas del pasado. Desde una vieja trinchera de Ja Unión General de Trabajadores de España, el autor rinde homenaje a las Casas del Pueblo y a los hombres que, con el corazón henchido de fe y esperanza en el socialismo, entraron en ellas. Estamos plenamente convencidos de que las generaciones de relevo darán continuidad a su obra. En tus manos, lector, queda este modesto homenaje. Tal vez seas hijo, nieto, bisnieto de uno de la Casa del Pueblo, y un día verás triunfante el ideal por el que ese: antepasado tuyo ofrendó su yida. A.

R.

D.

1 LA ILG.T. C O N T R A EL P R O Y E C T O DE LEY DE HUELGAS

Con motivo de la discusión del proyecto de Ley de Huelgas, el Congreso abrió una información, constituyéndose, a tal efecto, una comisión parlamentaria, como ya dejamos indicado en otro l u g a r . Ante la Comisión comparecieron, el día 17 de marzo de 1 9 0 2 , los compañeros Matías Gómez Latorre y Pablo Iglesias quienes, en nombre de la Unión General de Trabajadores y ante gran número de diputados, presentaron sus informes de los que damos solamente sendos extractos. Matías Gómez Latorre, entre otras cosas, d i j o : 1

, «En nombre del Comité de la Unión General de Trabajadores vengo a manifestar cuál es el criterio de ésta acerca del proyecto de Ley de Huelgas. La Unión que represento, constituida por doscientas veintiséis sociedades y más de 30.000 individuos, protestó del proyecto, acompañándole en la protesta hasta más de quinientas sociedades, contando, las que no forman parte de la Unión. «Podrá la táctica, nos reúne, la creencia

haber entre los trabajadores diferencias, que se basan en en.los procedimientos; pero respecto del asunto que aquí todos están conforme. Entre los trabajadores es unánime de que el proyecto es una desdicha.

«Aunque se nos tache de suspicaces, reconocemos la buena intención que ha guiado al ministro, pero afirmando a la vez que, si la intervención ha sido buena, no ha tenido el ministro fortuna ai desarrollarla. »Ei preámbulo, donde se; expone un criterio expansivo, está en abierta pugna con el articulado, que es todo él una negación del 1. Véase La violencia, enfermedad del anarquismo Barcelona, 1 9 7 6 ) , págs. 3 9 1 y 397.

(Ediciones Grijalbo, S. A.,

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derecho que tienen los trabajadores a abandonar el taller o la fábrica cuando no les satisfacen las condiciones que los patronos establezcan. »E1 proyecto debiera circunscribirse a afirmar la licirud de las huelgas. Para esto bastaba con un par de artículos, pero luego se le han agregado otros que favorecen evidentemente a los patronos; cosa de la cual nos damos por advertidos, porque hoy no se puede engañar a los trabajadores. »La penalidad que se esrablece para los parrónos es cosa que no podemos tomar en serio, porque los hechos nos han demostrado que las penas no tienen aplicación cuando se trata de gente adinerada. »Insisro en reconocer la buena intención del gobierno, que no sólo se sienre arrastrado por las corrientes modernas, sino también por el espíritu de emulación, al considerar que el orro partido, el conservador, acaso ha hecho más que el imperante en esre sentido. »E1 proyecto de Ley de Huelgas que se ha presentado no es enmendable. »Ese proyecto debe desaparecer. No decimos con cuál ni con qué debe ser sustituido, porque eso no es incumbencia nuestra; los hombres políticos que legislan y gobiernan tienen esa obligación y deben cumplirla. Nosotros, ante tai proyecto, preferimos el statu quo, advirtiendo que, con ley o sin ella, los trabajadores continuaremos el movimiento progresivo, que dicho sea sin modestia, causa admiración en el mundo. »Si los gobiernos se empeñan en atajar ese movimiento, que nadie puede detener, culpa suya será si la lucha que debe ser entre hombres pacíficos se convierte en lucha de fieras, lo cual sería sensible. Nosotros estamos dispuestos a cumplir con nuestro deber y lo cumpliremos.» A continuación, Pablo Iglesias se expresó en los siguientes términos: « N o venimos con novedades al acudir a esta información. Sabemos que a la Comisión encargada de dar dictamen sobre este proyecta se le ha de ocurrir más que a nosotros. Nuestro objeto es del convencer a los hombres políticos que lo.~ trabajadores no combaten el proyecto porque sí, sino por tener verdadero fundamento. »E1 proyecto, si ha de responder a la justicia que demandan los trabajadores, no tiene enmienda posible. Es necesario rechazarlo por enrero, si no se quiere lanzar a luchas desesperadas a la clase obrera. »Para unas huelgas se expresa en el proyecto que, si han de ser lícitas, los obreros las anunciarán con cuatro días. Para otras, dice el artículo 1.°: "Que la huelga se haya anunciado a la autoridad con

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quince días de antelación, cuando se trate de obreros que prestan sus servicios en ferrocarriles, tranvías, buques u otros servicios que se utilicen por el público". Y ¿para qué se exige esto? ¿Acaso para buscar una solución de concordia? N o ; se impone ese plazo para favorecer a los patronos y a las empresas poderosas. Si se tratara de hacer justicia, esa diferencia de plazos no debiera existir. ¿ N o es igual para todos el detecho? ¿Por qué el factor o el fogonero no puede hacer lo que el tipógrafo, por ejemplo? Para éste, cuatro días; para aquéllos, quince. ¿A qué responde esto? A que para evitar una huelga de ferrocarriles se necesita más tiempo que para impedir la de una fábrica o taller. »En Madrid, los panaderos han anunciado con antelación sus huelgas, lo que les ha servido, en una ocasión, para que encarcelaran sin motivo a sesenta o setenta obreros de dicho oficio, que el juez puso en libertad al día siguiente de haberlos metido en la cárcel. Los obreros, en sus luchas con los patronos, sufren las consecuencias de una notoria desventaja económica. El patrón no tiene que temer al hambre; podrá sufrir mermas en sus ganancias, pero nunca sentirse espoleado por las más apremiantes necesidades que sufren los trabajadores; por eso, éstos tienen que aprovecharse de las ventajas que las circunstancias y el tiempo les den. »Dice el artículo 2° que las huelgas son ilícitas cuando, por su carácter general, paralicen la vida económica o industrial de toda una población o comarca. Con esto queda anulada toda huelga general. »Si yo, tipógrafo, coincido en una huelga de mi oficio con las de otros, ya no puedo hacerla. Es de derecho para pocos; cuando son muchos, no. Si la huelga, aun siendo general, es pacífica, no debe rechazarse. Todo el mundo reconoce las malas condiciones de la vida en Madrid para los pobres. Si en un día dado nos concentráramos todos para pedir mejoras, nuestra actitud justa sería ilícita, según el proyecto. ¿Que nuestra decisión paralizaba la vida de esta capital? No sería nuestra la culpa. ¿Que se producen conflictos?, pues que las clases directoras estudien la manera de evitarlos. »Se declara también ilícita la huelga cuando se tienda a producir la falta de luz, de agua o de un artículo de primera necesidad en una población. Obreros del gas y de las compañías de electricidad, no reclaméis. Para vosotros no puede haber huelgas. ¿Que os tratan mal? Tendréis que aguantaros, porque hace falta luz. ¿Para qué habéis escogido ese oficio? Los que lo ejercen no tienen medio de mejorar su situación; se les prohibe la defensa. Más justo sería impedir que haya empresas desalmadas que los exploten.

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«Respecto al agua, lo que consigna el proyecto es una suspicacia relacionada con lo que ocurrió en La Coruña. Es difícil que haya huelgas que afecten al servicio del agua. Ha servido esto de pretexto para establecer una medida general. «Cuanto a los obreros del pan, sigue siendo injusto el artículo del proyecto. Si esta ley hubiera regido, los panaderos de Madrid no habrían podido aliviar algo la situación que soportaban. Los obreros del campo están mal retribuidos, sufren vejaciones; pues como el trigp es artículo de primera necesidad, nada pueden hacer tales obreros. Mejor fuera que, en vez de impedirles que defiendan sus intereses, se castigase a los explotadores codiciosos. Ya el señor Dato cometió la injusticia dé descartar de la Ley de Accidentes del Trabajo a los obreros del campo. « ¿ V a n a respetar esto ios obreros? Seguramente que no. Precisamente los obreros del pan figuran entre los más decididos. Muchas veces se les ha metido en la cárcel, y no por eso han decaído sus bríos. «También se declaran ilícitas las huelgas cuando puedan poner en peligro inminente la vida de una O dos personas. Este apartado del artículo es de relleno. Lo mismo se advierte cuando se trata de huelgas que pueden dejar sin asistencia a los enfermos de una población o sin alimentación a los asilados de los establecimientos benéficos. En vez de esto, ¿por qué no se procura el pago corriente de tales servicios? Considérese lo que sucede con las amas de cría, a las cuales se adeudan muchas cantidades sin que ellas piensen muchas veces en abandonar sus cargos. «Los trabajadores, al declararse en huelga, de un modo espontáneo y por humanidad, facilitan los servicios benéficos. Hay más; en las huelgas de ferrocarriles, los obreros han prestado servicios para lo que era de interés general, como los correos. Los panaderos no se han negado a hacer pan para los que ninguna culpa tienen de sus cuitas. Lo que quieren evitar los trabajadores es que, con pretexto de beneficencias y de intereses qué afectan a la generalidad, los patronos triunfen, ayudados por las autoridades. »Y lo mismo digo de lo que afecta a los casos en que la huelga, según el proyecto, puede ser causa inmediata del desarrollo de una epidemia. Los que limpian y riegan las calles no pueden hacer huelgas. »No sé bien qué jornales cobran; pero de fijo son mezquinos. Y dependen del Ayuntamiento o de una empresa en que el Ayuntamiento delega ese servicio. Pues bien; si dejan las escobas y las mangas, pueden ser motivo de la alteración de la salud pública, de

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manera que tienen que sufrir vejaciones y necesidades. La ley les impide moverse, reclamar, mejorar su suerte. Eso no puede ser; a pesar de la ley, apelarán a la huelga en cuanto tengan conciencia de sus intereses. »Se habla de los instigadores, y no los hay. A los que se llama instigadores dé las huelgas, son precisamente los que las refrenan, no por favorecer al capifcJ, sino por saber que cuando las huelgas se planrean mal y se pierden, se infiere daño a los trabajadores. Las huelgas no deben realizarse por actos impulsivos, sino por actos reflexivos. Por lo mismo, arrostramos impopularidades cuando vemos que se intentan de mala manera y nos oponemos a ellas. »No hay tal instigación a las huelgas, y las clases directoras debieran favorecer la organización de los elementos obreros. Los obreros no organizados, los que no piensan en reunir fondos, cuando van a la huelga suelen atacar a las personas y destruir las máquinas. Sus huelgas son inconscientes. En cambio, los que están organizados obran con previsión y dirigen sus esfuerzos a mejorar las condiciones del trabajo. Tratar de destruir la organización obrera es procurar que vuelvan a producirse las huelgas como en los tiempos primitivos de la gran industria. «Hoy no tiene aplicación el artículo 5 5 6 del Código. Debiera suprimirse y dejar lo demás como está. Los que hablan de coacciones son precisamente los que las realizan. Las quieren evitar los patronos, y son ellos quienes las aprovechan. Si no se desisre de este proyecro de ley, en vez de un 80 por 100 de huelgas pacíficas habrá un 40 de tal condición, y el resto revestirá caracteres graves y dañosos para todos. »No queremos luchas crueles y sangrienras, porque con ellas sufrimos todos. Si hubiera medio de modificar el proyecto de Ley de Huelgas, lo propondríamos; pero ese proyecto no tiene corrección posible. Esperamos tranquilos la resolución de este asunto; pero adviniendo que dicho proyecto nace muerro. Nuestra organización quiere vivir hoy legalmenre, mas si a nuestro desarrollo se opusiera un valladar, tendríamos que saltarlo.» La discusión de este proyecto suscitó gran emoción en los medios obreros. La posición de nuestros representantes venía a demostrar a los «abajadores algo verdaderamente esencial, a saber: que en su lucha no sólo el patrono era el enemigo, sino que existía un poder político que se colocaba sistemáticamente al lado de aquél y, que, por lo tanto, una lucha integral, eficiente, contra la burguesía no se podía llevar en el solo terreno económico, desconociendo al Estado y a todo su aparato de represión.

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En honor del proletariado español, hay que decir que la Ley de Huelgas que, como Iglesias afirmó, nació muerta, no ha sido nunca tenida en cuenta por la organización obrera cuando su observancia significaba el antecedente obligado de la derrota para los huelguistas. Los gobiernos tomaron pie en ella para justificar, en determinadas ocasiones, actos represivos y la adopción de medidas de excepción. Una vez más quedó demostrado que, planteada una situación de lucha, el estar fuera o dentro de los textos legales tenía una importancia relativa. Cuando la unión de los trabajadores ha sido efectiva y sus fuerzas poderosas, las consideraciones de tipo jurídico han pasado a segundo plano, y ha vencido el más fuerte.

2 VII CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE T R A B A J A D O R E S DE ESPAÑA

El 14 de mayo de 1 9 0 2 , y en el Centro Obrero de la calle de Relatores n.° 2 4 , de Madrid, se inauguraron las tareas del V I I Congreso de la Unión General de Trabajadores. La concurrencia a las sesiones fue extraordinaria, tanto desde el punto de vista del número de delegados como en cuanto al público que seguía las deliberaciones. Estuvieron directamente representadas más de dos centenares de secciones. Isidoro Acevedo fue elegido presidente del Congreso y Remigio Cabello y Manuel Vigil, vicepresidentes. En nombre del Comité Nacional, García Quejido presentó al congreso el informe de la gestión correspondiente al período transcurrido desde la celebración del congreso anterior, sobre el que tuvo lugar un amplio debate. En él intervinieron numerosos delegados, y la gestión fue aprobada. Seguidamente se pasó a discutir las diversas propuestas de las secciones en relación con diversas cuestiones: Estatutos; condiciones para considerar reglamentarias las huelgas; medidas para obtener la unificación de los salarios; trabajo de los alpargateros en los penales; propaganda entre los «abajadores del campo, etc. Se aprobó, por unanimidad, la gestión del delegado al Congreso Internacional celebrado en París, así como la gesrión económica del Comiré Nacional. Se aceptaron varias reformas a los Estatutos. Para dar una idea de la situación social en el agro español, es curioso señalar que una de las propuesras acepradas recomienda a las secciones de agricultores hagan toda clase de esfuerzos para obrener que se implanre el régimen de pago de los salarios en dinero efectivo, en sustitución de las demás formas de retribución del trabajo. Determina asimismo este acuerdo, que los aparceros sean socorridos y ayudados en sus luchas o incidencias con los dueños de la tierra, siempre que como tales arrendatarios o aparceros cultiven directa-

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mente la tierra y no reúnan otras condiciones que les den carácter de pequeños patronos. En atención a la cantidad de trabajo que pesaba sobre el Comité Nacional, se facultó a éste para nombrar auxiliares retribuidos para el trabajo de la Secretaría. Este acuerdo confirma que, hasta esa fecha, todo el trabajo de secretaría y de orientación se llevaba, por los compañeros que se viene indicando, en horas robadas al descanso. Lo que tiene más mérito, si se considera que entonces la jornada de trabajo no era precisamente la de ocho horas. Se decidió igualmente que la Unión General de Trabajadores estuviese directamente representada en la Segunda Conferencia Sindical Intetnacional convocada en Stuttgart. Se designó a Madrid como sede del Comité Nacional. Después de leídas las comunicaciones y adhesiones recibidas y luego de que intervinieran varios compañeros delegados que informaron sobre las características que presentaba la situación en sus respectivas localidades, el presidente, compañero Acevedo, pronunció un brillante discurso de clausura. En su V I I Congreso, la U.G.T. ponía proa al porvenir ante las nuevas perspecrivas. El interés que despertaron sus debates excedía el marco puramente obrero. La prensa burguesa dio información de las discusiones, y el público que deseaba presenciarlas era tan numeroso que para las sesiones nocturnas, las más concurridas naturalmente, fue preciso utilizar el Teatro Barbieri. El hielo se había roto. Las campañas a base de ironizar sobre el adormecimiento de las masas por los socialistas y el espíritu burgués de éstos al defender la necesidad de constituir fondos de resistencia, se había quebrado ante la serenidad y la perseverancia de un puñado de hombres fuertes por la posesión de una doctrina. Pablo Iglesias fue confirmado como presidente y Antonio García Quejido como secretario general. Matías Gómez, como tesorero. El V i l Congreso de la U.G.T. marca un avance considerable, más que por lo que dicen las cifras, por el interés y simpatía que le testimoniaron los trabajadores de nuestro país. 1

1. En el congreso participaron 93 delegados de 2 2 6 secciones, representando, a 32 7 7 8 cotizantes (La Unión Obrera, Órgano de la U.G.T., marzo de 1 9 0 5 ) .

3 PRIMERAS CONFERENCIAS DEL SECRETARIADO SINDICAL INTERNACIONAL

I CONFERENCIA (1901)

Como se ha señalado en la Introducción, el siglo se inició con una actividad sindical internacional específica y, si se quiere, paralela a la de la Internacional Socialista y en colaboración indirecta con ella. La primera conferencia había tenido lugar en Copenhague, el 21 de agosto de 1 9 0 1 . España no estuvo representada. En esta conferencia predominaron los puntos de vista del sindicalismo alemán, representado por Carlos Legien y se adelantaron los trabajos para ir a una segunda conferencia internacional, con el propósito de que fuera lo más amplia y representativa posible. II CONFERENCIA (1902)

Tal como se acordara en la primera conferencia, la segunda tuvo lugar en Stuttgart, los días 17 y 18 de junio de 1 9 0 2 . España estuvo representada por Antonio García Quejido. En relación con la primera, esta conferencia supuso un avance en el camino a recorrer para alcanzar el objetivo de dotar al proletariado de una Internacional Sindical que, inspirándose en los ptincipios de la Internacional Socialista, abarcara los problemas concretos de tipo social y de reivindicaciones económicas de la clase obrera. Se rechazó la idea de celebrar congresos internacionales, confirmándose el procedimiento de organizar conferencias. Se excluyó la idea de crear un comité internacional, acordándose que la función de relaciones y de coordinación sindical se encargara a una central nacional. La conferencia designó a la central alemana para llevar a la práctica la misión del secretariado. Por ello, su secretario general, Carlos Legien, sería el elemento de máxima responsabilidad hasta la celebración de la III Conferencia. Parte de los delegados estimaban que las cuestiones de carácter general deberían ser examinadas en los Congresos de la Internacional Socialista, lo

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que no daba satisfacción a las delegaciones de influencia anarquista, como la francesa y la holandesa, que pedían la celebración de congresos en plena independencia y ? los cuales se invitaría a todos los países; en ellos serían examinados los problemas de la huelga general y del antimilitarismo. Esa posición se enfrentó a la de las delegaciones que estimaban que las conferencias sólo deberían examinar problemas económicos. La conferencia cerró sus trabajos dejando encomendado a la central alemana y a su secretario, Legien, la responsabilidad del Centro Internacional de Relaciones Sindicales. Por algunos años, esa actividad internacional no escaparía al control e influencia del reformismo alemán, el cual llevaría la iniciativa arrancándosela a los franceses e impidiendo que se apoderaran de ella los ingleses. III CONFERENCIA (1903)

Tuvo lugar el 7 de julio de 1 9 0 3 , en Dublín. España no asistió. Habían sido encargados de su organización los ingleses, pero éstos la sabotearon, mereciendo la protesta de las delegaciones por los defectos de organización. Al no controlarla, no les interesaba. La conferencia designó como secretariado internacional a Carlos Legien, Sassenbach y Kube. Se aprobó establecer una cuota de afiliación y que la sede del secretariado continuara en la central alemana. Volvieron a enfrentarse las dos posiciones: la economista (socialdemócrta), y la de los franceses —Griffuelhes—, con sus posiciones sobre la huelga general y el problema del antimilitarismo que fueron rechazadas, provocándose una situación de violencia. La conferencia se ratificó en la línea «economista», dejando para la Internacional Socialista los problemas generales.

4 V I C O N G R E S O I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA

En el mes de agosto de 1 9 0 4 tuvo lugar, en Amsterdam, el VI Congreso de la Internacional Socialista. No obstante venir celebrándose reuniones internacionales específicamente sindicales, este congreso estuvo integrado por organizaciones políticas y sindicales y otras de tipo cooperativo. El congreso discutió los problemas políticos de carácter general y también aquellos específicos de orden económico que afectaban a las asociaciones obreras, tales como los siguientes: emigración e inmigración; huelga general ; política social y seguros obreros; trusts y paro. El congreso se definió contra el revisionismo y aprobó, entre otras, una importante resolución sobre la huelga general; en ella se advierte a la clase trabajadora para que no se deje impresionar por la propaganda que, en torno a la huelga general, venía realizando el anarquismo. El VI Congreso tomó decisiones de gran interés. Por España estuvieron presentes, participando activamente en sus trabajos, Antonio García Quejido, por la U.G-T-, y Pablo Iglesias, por el Partido Socialista. 1

1.

Véase Amato del Rosal, op. cit.

5 L A R E V O L U C I Ó N R U S A D E 1905

Una de las preocupaciones dominantes de los fundadores de la U.G.T. y del Partido Socialista consistía en relacionar nuestro movimiento con el general europeo. No hay congreso obrero, sobre todo a partir de 1 8 8 9 , al que no acudan delegados españoles. Estos, así como el conjunto de los trabajadores organizados, han mostrado siempre un extraordinario interés por los fenómenos de significación internacional. El movimiento obrero español ha sido formado en la línea del internacionalismo más generoso y puro. Esta facultad de vibración frente a los acontecimientos mundiales, esta gran sensibilidad respecto de lo universal la ha conservado y mantiene viva en su espíritu. Y esto solo basta para explicar el éxito inigualado que ha tenido siempre entre nosotros la manifestación internacional del Primero de Mayo. Nada tiene de particular, pues, que la Revolución rusa de 1905 suscitara en los trabajadores españoles una emoción profunda y que siguieran sus incidencias con verdadero apasionamiento. A través de las informaciones que publicaban los diarios de significación liberal, los trabajadores españoles conocían la situación del pueblo ruso; también estaban al tanto de ello por la literatura a que dio nacimiento la lucha de los elementos avanzados de la burguesía rusa, que se fundían con las •capas más atrasadas de la población para guiarlas en su lucha contra el zarismo. Los numerosos atentados, seguidos de represiones cruentas, la lucha a muerte entre terroristas y autoridades, la estampa de las deportaciones a Siberia y, sobre todo, lo que se llamaba entonces el «misticismo» revolucionario de una juventud presta al sacrificio supremo por la conquista de la libertad, aureolaban todo lo ruso de un halo de simpatía. La crisis de 1905 fue saludada como el primer acto de la liberación del gran pueblo eslavo. Sobre aquel movimiento existe una copiosa bibliografía, e incluso abundan las obras de tipo polémico. No hemos de referir aquellos sucesos que se presentaban a la conciencia de los españoles de modo confuso. Les descon-

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certaba, en particular, que la gran manifestación del pueblo de San Petersburgo fuese dirigida por un clérigo, el famoso pope Gapon, y que se desarrollara llevando en cabeza los iconos sagrados como una expresión de religiosidad sumisa que contrastaba con el vigor de la acción terrorista desarrollada por el partido de la Voluntad del Pueblo. La gran matanza de San Petersburgo ante el palacio Taurida aquel «domingo sangriento», cuyo recuerdo se ha conservado fresco en la conciencia de los trabajadores rusos, estremeció a la opinión mundial. La revolución que siguió al crimen innumerable y que estuvo a punto de derrocar al régimen despótico de los zares fue menos conocida; pero los españoles tuvieron plena conciencia del esfuerzo realizado. La derrota frente a Japón y el alzamiento popular sofocado con tanto trabajo constituían dos hechos fundamentales que iban a determinar, sin duda, el comienzo de una etapa de concesiones por parte del zarismo y de ascensión del movimiento obrero ruso infiltrado entonces por agentes policíacos y por provocadores expertos, entre los cuales el pope Gapon resultaba el más genial. Lo cierto es que la Unión General de Trabajadores acordó organizar una protesta contra la feroz matanza y expresar su simpatía por los que en Rusia luchaban por la desaparición de un sistema feudal incompatible con el grado de progreso a que se había llegado en el resto de Europa. Actos públicos, campañas de prensa, suscripciones y manifestaciones de todas clases probaron que lo mejor del proletariado español sentía como propia la derrota sufrida por los camaradas rusos. En Bilbao, los obreros se pusieron lazos negros y así acudieron en manifestación al consulado ruso, donde hicieron entrega de un escrito dirigido al gobierno de Nicolás II, testimoniándole su repulsa. Presidió aquella manifestación Facundo Perezagua y, como la policía tratara de impedir el acceso al consulado, ello dio lugar a choques con la fuerza pública. La revolución de 1905 ha sido estudiada desde distintos ángulos. Fue ella la que dio nacimiento al primer Soviet de San Petersburgo. En lo que a los trabajadores españoles concierne, debe considerarse que siguieron las incidencias de aquella heroica lucha con singular apasionamiento. Y que en razón de la fuerza e influencia que la U.G.T. y el Partido Socialista tenían entonces en el país, se practicó al máximo la solidaridad con aquellos combatientes de una misma causa.

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6 SENSIBILIDAD DEL PROLETARIADO MADRILEÑO A N T E E L H U N D I M I E N T O D E L T E R C E R D E P O S I T O D E LAS A G U A S DEL L O Z O Y A

El día 8 de abril de 1 9 0 5 , a poco de entrar al trabajo los obreros allí ocupados, se hundió la bóveda de 2 8 . 0 0 0 metros cuadrados de superficie que cubría una de las tres naves en construcción para el nuevo depósito de aguas del Lozoya, que abastecen a Madrid. Entre la masa de escombros quedaron sepultados centenares de víctimas. La causa de esta catástrofe fue, sin duda, la codicia del contratista que, en su afán de lucro, no empleó los materiales apropiados para que fraguaran debidamente las labores de cemento armado, sistema de construcción apenas ensayado hasta entonces en la edificación madrileña. Al ser conocida por el pueblo madrileño la noticia de la terrible catástrofe, la impresión fue enorme y la indignación general cobró cuerpo en una manifestación de protesta. Los que perecieron en el hundimiento fueron trasladados al cementerio con toda rapidez y secretamente, para evitar que las sociedades obreras se hicieran cargo de su inhumación. Estas auxiliaron eficazmente a los heridos, también muy numerosos, y, tomando pie del suceso y del hecho de que se produjera por la sordidez del contratista y la presión de las autoridades, organizaron mítines destinados a poner de relieve los aspectos negativos de un régimen que lo sacrificaba todo en beneficio de un puñado de logreros. Se decidió celebrar una gran manifestación de duelo para llevar coronas a los caídos, pero el gobernador de Madrid denegó el permiso correspondiente, permitiéndose ante los comisionados ciertos excesos de palabra. Posteriormente, y en presencia del ministro de la Gobernación, hubo de retirar los agravios que dirigió a la directiva del Centro Obrero de Madrid, a la que dio toda clase de satisfacciones. Pese a todo, la manifestación al cementerio se verificó, constituyendo un acto emocionante por la enorme

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concurrencia y la profunda serenidad con que el pueblo de Madrid expresó su dolor y su protesta contra los responsables directos del suceso. La suscripción abierta por el Centro Obrero de Madrid en favor de las víctimas ascendió a varios miles de pesetas. Cuando, pasado el tiempo, comparecieron ante los tribunales de Justicia los que ciertamente eran responsables de aquel crimen, se produjo un informe técnico firmado por don José Echegaray, el célebre dramaturgo, ingeniero y ex ministro de Hacienda, en el que se exculpaba a los contratistas atribuyéndose la causa del siniestro a los efectos del sol sobre el cemento. Los inculpados fueron defendidos por Melquíades Alvarez, entonces joven tribuno republicano, que no vaciló en comprometer su popularidad haciéndose cargo de una causa injusta, pero ciertamente remuneradora. Motor de esta campaña de protesta y solidaridad fue el Centro Obrero de Relatores, sede de las organizaciones de la U.G.T.

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VIII CONGRESO DE LA U N I O N G E N E R A L DE T R A B A J A D O R E S DE ESPAÑA

En Madrid, el día 16 de mayo de 1 9 0 5 , inauguró sus tareas el V I I I Congreso de la U.G-T- Asistieron 82 delegados que representaban a más de 4 0 . 0 0 0 cotizantes. Lo presidió Isidoro Acevedo. 1

Constituido el Congreso, su presidente, en elocuentes palabras, pidió que se hiciera constar los sentimientos de dolor de la clase trabajadora española por las víctimas sacrificadas en la horrible hecatombe del tercer depósito de las aguas del Lozoya y de condenación respecto de sus causantes directos. Se hizo extensivo el acuerdo a las víctimas de Villanueva de las Minas y a las que producidas, por aquellos días, en otra catástrofe ocurrida en Asturias, al mismo tiempo que se censuró acremente a las autoridades que, con su neglicencia, hacían posible que hechos de esta naturaleza tuvieran en España carácter endémico. Fue aprobada la gestión del Comité Nacional, así como el informe presentado por la delegación que acudió al Congreso de Amsterdam. Se acordó que los vocales del Instituto de Reformas Sociales pidieran que en la ley regulando el trabajo de la mujer y del niño se consignase la prohibición para las obreras embarazadas de realizar tarea alguna en las semanas anteriores y posteriores al parto. Se trató nuevamente de las condiciones en que deben ser consideradas reglamentarias por la Unión las huelgas declaradas por las secciones. Los acuerdos a este respecto quedaron reflejados en las modificaciones introducidas en los estatutos. Se acordó elevar en una peseta diaria el salario del secretario general

1.

La U.G.T. contaba entonces 373 secciones y 56 9 0 0 afiliados.

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del Comité nacional, eligiéndose para dicho cargo a Vicente Barrio Minguito, así como que la sede de dicho Comité siguiera siendo Madrid. Entre las propuestas urgentes aprobadas figuran las siguientes: 3

— Protestar contra la suspensión y procesamiento de las Sociedades de Obreros Panaderos de Madrid; — Que la Unión General asista a la Conferencia Internacional de uniones nacionales cuya celebración estaba prevista para fecha inmediata ( 2 4 y 25 de junio) en Amsterdam; — Que las secciones de la Unión protesten ante el Parlamento contra la carestía de la vida, y pedirle que se ocupe del abaratamiento de las subsistencias. En previsión de que esta petición no sea atendida, declarar la huelga general en toda España por veinticuatro horas; — Expresar la satisfacción del congreso por la labor realizada por la representación obrera en el Instituto de Reformas Sociales; — Protestar contra la guerra ruso-japonesa, mostrando cuan profunda es la simpatía de los trabajadores españoles por sus compañeros rusos que luchan por derribar la autocracia y conquista! un régimen de libertad. 3

Igualmente se ratificaron acuerdos —tomados en otras asambleas nacionales— contra el impuesto de consumos y el trabajo a destajo; a favor de que se establezcan pensiones para los obreros viejos; que la ley de accidentes del trabajo comprenda a los campesinos que estaban excluidos de sus beneficios, y otros sobre contratos de trabajo, comités paritarios de industria, protección al trabajo de la mujer, establecimiento de la inspección obrera para velar por el cumplimiento de la legislación social, etcétera. La sesión de clausura se celebró en el teatro Barbieri, con discursos de varios delegados y en medio de gran entusiasmo. Las decisiones generales del Congreso fueron las siguientes: a) Inspección, por funcionarios independientes, de las leyes protectoras del trabajo ya dictadas y que se dicten, sin perjuicio de las atribuciones que al mismo objeto competen a las Juntas Locales de Reformas Sociales; 2. En este congreso, Antonio García Quejido quedó eliminado de la dirección de la U.G.T. 3. Véase en el capítulo 8 la adopción por la IV Conferencia Sindical Internacional de una resolución de saludo al pueblo ruso. Como allí se indica a dicha Conferencia asistió una representación de la U.G.T. de España. Véase también Amaro del Rosal, op. cit.

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AMARO DEL ROSAL

b) Reforma de la Ley de accidentes del trabajo, en el sentido que los vocales obreros del Instituto de Reformas Sociales han propuesto en esta Corporación; c) Promulgación de la ley de contrato de trabajo, inspirada en las enmiendas formuladas por los vocales obreros del Instituto de Reformas Sociales; d) Creación de organismos compuestos de obreros y patronos de cada oficio y en cada localidad, para fijar el salario mínimo y la jornada máxima, para contrarrestar principalmente los desastrosos efectos que el trabajo a domicilio produce a los que en él se ocupan, y en especial a las obreras; e) Extensión de las leyes protectoras a los trabajadores a domicilio y de la inspección a los pequeños talleres; f) Respecto al reconocimiento y libre ejercicio del derecho de asociación y reunión obreras; g) Sanción penal para las coacciones patronales en contra del derecho de asociación; h) Intervención inmediata y eficaz para solucionar la crisis agrícola andaluza. Aparte de Barrio, nombrado por el Congreso, fueron elegidos para formar parte de la Comisión ejecutiva, los siguientes compañeros: Pablo Iglesias, presidente Cipriano Rubio, vicepresidente José Maeso, tesorero Antonio López Pujalte, vicetesorero Eduardo Calvo, vicesecretario Várela, Guevara, y Ángel Goicochea, vocales Puede que resulte útil destacar aquí el hecho de que el Congreso mostrara su satisfacción por la labor desarrollada por sus representantes en el Instituto de Reformas Sociales. Muchos lectores ignorarán, sin duda, en qué consistía realmente el funcionamiento de aquella entidad. La agudeza de las luchas sociales en España, el carácter violento que a menudo tomaban hicieron, como ya dijimos, que lo social entrara en la política española cuando todavía el partido obrero no era una fuerza temible. Puede incluso decirse que la legislación social en España era una de las más avanzadas. Lo que ocurría es que el medio social imperante hacía en muchos casos nula esta legislación. Allí donde la organización obrera no tenía fuerza, los patronos no respetaban el precepto legal. De otra parte,

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el sector obrero orientado por los anarquistas era enemigo de que se aprovecharan estas conquistas, a las que no concedía ningún valor, obstinado, primero en ir a la revolución que había de dar todo resuelto al día siguiente del triunfo y, después, en mantenerse fiel al principio anarcosindicalista de la acción directa. La atención concedida a lo social, especialmente por el Partido Conservador, hizo que el Instituto de Reformas Sociales cobrara un gran valor como organismo encargado de presentar ponencias o proyectos que el legislador debería incorporar al Derecho. El lado más fecundo del Instituto no fue seguramente éste de haber constituido el embrión del futuro Ministerio del Trabajo. Sin que nos atrevamos a afirmarlo, casi estamos seguros de que lo más notable de su labor resultó del hecho de que, agrupando representaciones obreras y patronales y encargado del examen de infinidad de cuestiones relacionadas con los trabajadores, en él se producían interesantísimos debates que ponían de relieve las distintas posiciones adoptadas por ambas partes. El diálogo era altamente instructivo y El Socialista reproducía con toda extensión los debates. El valor educativo de estas discusiones, que a veces no eran nada académicas, resultaba enorme, careciendo como carecía entonces la clase obrera de representación parlamentaria, porque en ellas se veía la oposición patronal a cuanto implicase un leve mejoramiento de la clase obrera, así como la pobreza de su razonamientos, determinados por un interés mezquino. Independientemente del trabajo positivo concretado en proyectos que luego pasaban a estudio y resolución del Parlamento, esta contienda de ideas, esta oposición de doctrinas sirvió para aleccionar a muchos obreros y constituyó un notable factor de propaganda. De otra parte, el movimiento sindical español no hacía más que seguir la línea del movimiento obrero internacional y las orientaciones de sus congresos.

8 IV

CONFERENCIA

SINDICAL

INTERNACIONAL

(1905)

En Amsterdam, durante los días 23 y 24 de junio de 1905, tuvo lugar la IV Conferencia Sindical Internacional. Por España asistió Vicente Barrio, que había sustituido a Quejido en la secretaría de la U.G.T. El secretariado ya controlaba a dos millones y medio de afiliados. La actitud conflictiva existente con la organización francesa llevó a ésta a no asistir a la IV Conferencia, la cual volvió a ratificar la posición de estimar que los problemas de la huelga general y el antimilitarismo, añadiendo el de las ocho horas, eran de competencia de la Internacional Socialista. Coincidían con la posición francesa, opuesta a la del secretariado, Noruega, Holanda y Suiza, pero la mayoría apoyaba a aquél. La conferencia adoptó una resolución de saludo al pueblo ruso, en lucha contra el zarismo, y otras de carácter administrativo. Carlos Legien seguía influyendo decisivamente en la marcha del secretariado, esforzándose por apartarlo de toda inquietud revolucionaria, de acuerdo con su posición, consistente en que «la Conferencia tiene como propósito deliberar sobre la forma de estrechar las relaciones entre los sindicatos de todos los países y la introducción de estadísticas sindicales uniformes; sobre la reciprocidad de los socorros en caso de luchas económicas; el examen de todas las cuestiones en relación con la organización obrera..,». Se aprobaron varias resoluciones orientadas por la política de los sindicatos alemanes. En el apartado tercero de una de ellas se decía: «Están excluidas de las deliberaciones todas las cuestiones teóricas, así como las que atañen a las tendencias y a la táctica del movimiento sindical en los diferentes países». Esa declaración definía al secretariado y su política.

9 HUELGA GENERAL CONTRA LA CARESTÍA DE LA V I D A

En presencia del malestar constante de la clase obrera como resultado de la crisis de trabajo y de la carestía de las subsistencias, los organismos directivos se preocuparon reiteradamente de esta situación. Para buscar solución a tal problema, más angustioso cada día, se había nombrado una comisión central encargada de hallar una fórmula eficaz. La Comisión había trabajado por espacio de varios meses, pero sus iniciativas chocaron siempre con los intereses creados y los egoísmos de los especuladores. La protesta iba en aumento a medida que pasaba el tiempo, y el V I I I Congreso de la U.G.T., como hemos visto, decidió declarar la huelga general. Se s e ñ a l ó el 20 de julio de 1905 como el día en que debía declararse el movimiento. ¿Qué alcance había de darse a éste? En una conferencia pronunciada en el Centro Obrero cuatro días antes de la fecha indicada, Pablo Iglesias lo definía así: 1

«Hemos acudido a los alcaldes, a los ministros, a los jefes de gobierno, a los presidentes de las Cámaras, y el resultado ha sido negativo. Sólo buenas palabras hemos hallado, no hechos. Por fin, decidimos acudir al Parlamento en pleno y éste nos ha respondido con un silencio absoluto. ¿Qué debíamos hacer ante esto? ¿Ir a la revolución? No hay aún elementos para ello. ¿Limitarnos a la celebración de mítines de protesta? Era poco. La huelga general en el grado que podemos realizarla es una protesta más fuerte, más enérgica, y por eso la huelga general se ha decidido.»

1. Con fecha 6 cíe julio de 1 9 0 5 , las comisiones ejecutivas de la U.G.T. y del Partido Socialista enviaban a todas sus organizaciones instrucciones para la declaración de la huelga general el día 20, como protesta por no haber atendido el gobierno las peticiones acordadas en el VIII Congreso de la U.G.T.

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AMARO DEL ROSAL

Por su parte, en su manifiesto, la Comisión central decía: «¡ Al paro, pues, el día 2 0 , compañeros! ¡ A hacer ver en ese día con nuestra unidad, con nuestra disciplina, que no aguantamos, que no sufrimos sin protesta los desdenes, los desprecios y la crueldad de los representantes políticos de la clase explotadora, y que nos hallamos dispuestos, en cuanto nuestra organización sea más vigorosa, a conducirnos con ellos con el rigor que exigen su descoco y su inhumanidad.» Y el día 20 de julio se produjo la paralización del trabajo en todas las poblaciones españolas en que estaban organizados los trabajadores, quienes cumplieron su deber admirablemente. La huelga fue, por tanto, un éxito en cuanto probó la extensión que había alcanzado la influencia de la U.G.T. en la opinión obrera y cómo disponía ya de cuadros suficientemente fuertes y resueltos, susceptibles de arrastrar a amplios contingentes de obreros todavía por organizar. Esta magnífica reacción de la clase obrera, llevó al gobierno y a las fuerzas de presión a organizar la contraofensiva, como se verá en el capítulo X I .

10 V I I C O N G R E S O I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA Y V CONFERENCIA SINDICAL INTERNACIONAL

Del 18 al 24 de agosto de 1907 tuvo lugar en Stuttgart, el V I I Congreso internacional Socialista.' Fue un gran congreso, de extraordinaria representatividad. Como en los anteriores, en él tomaron parte los partidos socialistas y las organizaciones sindicales, así como las cooperativas. Por vez primera apareció en ese congreso la organización sindical norteamericana Los Trabajadores Industriales del Mundo ( I . W . W . ) . Contestando a una encuesta abierta por la Internacional, el Partido Socialista Obrero Español había enviado al congreso un interesante documento, en el que fijaba su posición sobre las relaciones entre los partidos socialistas y las organizaciones sindicales. Este tema estaba situado entonces en un primer plano. Firmaba el documento Matiano García Cortés, en nombre del Partido Socialista, y estaba concebido en los siguientes términos: «Primera pregunta: La relación entre nuestro partido y los sindicatos, exceptuando los que están bajo influencia de los republicanos o de los anarquistas, son de excelente amistad. Nuestro amigo Iglesias, que es el presidente del Comité Nacional del Partido Obrero, preside también el Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores de España. «Segunda pregunta: Existe un pequeño número de sindicatos adheridos al partido, la mayor parte de ellos formados por obreros del campo, los cuales pagan sus cotizaciones al Comité Central y gozan de los mismos derechos y tienen los mismos deberes que los demás socialistas. «Tercera pregunta: Nuestros sindicatos, aparte de aquellos que están adheridos al partido, no fuerzan a sus sindicatos a afiliarse al 1.

Véase Amaro del Rosal, op. cit.

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AMARO DEL ROSAL

partido. Por sus reglamentos, los sindicatos son libres de afiliarse al partido que más les plazca. «Cuarta pregunta: Existen muchos casos en que los comités del partido y de los sindicatos, tanto nacionales como locales, actúan de común acuerdo; así, en la manifestación del Primero de Mayo, las protestas contra las violencias del gobierno en las huelgas, las peticiones de mejoras sociales y todas las cuestiones que interesan a la clase obrera en general. «Quinta pregunta: Nuestras asociaciones profesionales se limitan, en general, a hacer propaganda sindical; en algunos casos, sus miembros unen su propaganda a la del Partido Socialista. En casi todos los reglamentos de las agrupaciones socialistas se estipula la obligación para sus miembros de adherirse a su sindicato de oficio. No hay que olvidar que la mayor parte de los sindicatos han sido fundados gracias a la iniciativa y al trabajo de los socialistas. «Mariano García Cortés, secretario.» Las preguntas del cuestionario que la Internacional había enviado a todos los partidos eran las cinco siguientes: »1) »2) »3)

»4)

»5)

¿Qué relación existe entre vuestro partido y los sindicatos profesionales? ¿Los sindicatos profesionales están afiliados a vuestro partido político como grupos? Si los sindicatos no son afiliados directamente, ¿es que los sindicatos están obligados a ser miembros de vuestro partido político? Los comités directivos de la organización política y de los sindicatos ¿tienen asambleas comunes para estudiar las cuestiones que conciernen a ambos? ¿Hacen los sindicatos propaganda socialista entre sus miembros?»

La delegación española de la U.G.T. y del P.S.O. fue muy amplia y estaba integrada por Pablo Iglesias, Emilio Corrales, Mariano García Cortés, Casimiro Muñoz, Rafael García Ormaechea y Antonio Fabra Ribas. El congreso de Stuttgart fue uno de los comicios más importantes de la Internacional, tanto por sus discusiones como por las resoluciones adoptadas. De este congreso salieron las organizaciones internacionales de las juventudes socialistas y de las mujeres. En él participaron los hombres más prestigiosos del socialimo. En el gran mitin de clausura, Clara Zetkin, refiriéndose a la Revolución

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rusa de 1 9 0 5 , expresó: «No podemos terminar mejor este grandioso mitin que saludando a la Revolución rusa como el prólogo de una serie de movimientos destinados a liberar al proletariado de todos los países.» Las palabras de Clara Zetkin fueron una feliz profecía... Aproximadamente un mes después, en setiembre del mismo año, la V Conferencia Sindical Internacional se reunía en Oslo (Noruega). El secretariado contaba en aquella fecha 3 8 0 0 0 0 0 afiliados. El nuevo organismo empezaba a representar una fuerza sindical coordinada de cierta consideración. En esta conferencia estuvieron presentes once países. España no envió delegado y Francia —en conflicto con el secretariado y que aún registraba fuertes influencias anarquistas— se negó a participar. La Federación Americana del Trabajo ( F . A . T . ) desarrollaba sus maniobras en el campo del movimiento obrero internacional en competencia con el movimiento europeo, con el propósito de condicionar y monopolizar su avance y de someterlo a su influencia. Samuel Gompers, su principal dirigente, fue una mentalidad imperialista en sus intenciones sindicales, tanto en relación con Europa como con América Latina. Su política era la de influir en el movimiento internacional y, al mismo tiempo, mantener en una absoluta independencia a la Federación Americana del Trabajo. Fue un abierto enemigo de la unidad internacional de la clase obrera.

11 N U E V O P R O Y E C T O D E L E Y S O B R E COALICIONES Y HUELGAS

Fracasado un anterior proyecto de ley sobre coaliciones y huelgas, el gobierno conservador presentó otro suscrito por el señor La Cierva. Frente a esta tentativa, más reaccionaria aún que la anterior, el Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores publicó, con fecha 26 de marzo de 1 9 0 8 , la siguiente circular: «Compañeros: El gobierno, juzgando sin duda liberales los proyectos de ley que sobre huelgas y coaliciones elaboraron los que le antecedieron, tanto liberales como conservadores, ha presentado uno que deja atrás a aquéllos por su sentido reaccionario. »A lo que se ve, le preocupa la lucha económica y quiere ponerle trabas, siquiera lo haga simulando reconocer el derecho a la huelga. «Posible es que dicho proyecto se convierta en ley sin sufrir la menor modificación en su parte restrictiva; pero salga íntegro del Parlamento o se apruebe alguna enmienda, nuestro deber es combatirlo. Para luchar en el campo económico precisamos disfrutar de verdadera libertad, y todo cuanto a esto se oponga debe merecer nuestra crítica y nuestra protesta. »Por lo tanto, este Comité encarece a las secciones que en asambleas y en mítines combatan ese proyecto, pongan de relieve el fariseísmo de los gobernantes, ya que pretextando favorecer a los trabajadores tratan de dificultar la obra de su mejoramiento, y llamen a sus filas a los obreros que viven alejados de ellas. «Hay que demostrar a los representantes políticos de la clase patronal que los obreros organizados ni se dejan engañar por ellos aceptando como cosa buena lo que es realmente detestable, ni sienten desmayos ni cobardías ante el anuncio de disparatados castigos. «Si la agitación que se produzca al combatir el susodicho proyecto de ley no logra que éste desaparezca o que se corrija profunda-

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mente, servirá al menos para infundir en todos la resolución de no cumplirlo en la parte que impida alcanzar las mejoras que nos propongamos. »A reuniros, pues; a exaltar el sentimiento de unión y solidaridad entre los oprimidos para que ley semejante no pueda regir. «Madrid, 26 de marzo de 1 9 0 8 »Por el Comité: Vicente Barrio, secretario. — Pablo Iglesias, presidente.» (El Socialista, 3 de abril de 1 9 0 8 )

12 E L P R I M E R O D E M A Y O , J O R N A D A D E LUCHA Y D E E X A L T A C I Ó N D E LOS IDEALES E M A N C I P A D O R E S DEL P R O L E T A R I A D O Circular

del

Comité Nacional

de

la

U.G.T.

Desde 1 8 8 9 , la Unión General de Trabajadores de España, en colaboración con el Partido Socialista Obrero Español, prestó gran atención a la llamada «Fiesta del Trabajo», a la conmemoración del Primero de Mayo. A través de toda España celebrábanse cientos y cientos de actos en los locales de las Casas del Pueblo, unos modestos, otros más importantes. Allí donde era posible, organizábanse manifestaciones públicas que recorrían la calle principal hasta el palacio del Gobierno civil o del Ayuntamiento. Después de escuchar los discursos de los hombres más representativos del movimiento sindical y socialista se organizaba el desfile de los trabajadores, finalizando la manifestación en el momento en que una comisión entregaba a las autoridades el pliego de reivindicaciones obreras, entre las que aparecía, en primerísimo lugar, la jornada de ocho horas. Las generaciones pasadas de socialistas y ugetistas vivieron esos días de movilización, de jornadas de emoción que, como en Asturias y Vizcaya, solían terminar en concentraciones populares campestres en las que rebosaba el entusiasmo y la más sana y simpática alegría. La veteranía de nuestros días aún recuerda con emoción esas formidables jornadas del Primero de Mayo que significaron bellas páginas de la historia del movimiento obrero nacional e internacional. En 1 9 0 8 , la situación social y política de España ofrecía un panorama pleno de inquietudes y zozobra. Un año más tarde ocurrirían serios y graves acontecimientos. Pero ciñéndonos a 1 9 0 8 , subrayaremos que, en aquellos momentos, el movimiento obrero confrontaba graves problemas, como anteriormente se ha señalado, entre otros el de la carestía de la vida, el proyecto del gobierno de establecer una legislación reaccionaria contra las huelgas, el del terrorismo y la decisión de la Unión General de Trabaja-

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dores de España de organizar una huelga general de protesta. El Primero de Mayo de 1 9 0 8 , en torno a su movilización, se preparaba a la clase obrera para que estuviera en condiciones de afrontar las luchas que se avecinaban. La circular del Comité Nacional de la Unión que damos a continuación es, en su lenguaje sencillo, una prueba de la preocupación de los dirigentes por la fecha del Primero de Mayo y de la atención que prestaban a su significación revolucioLaria. Unión

General Comité

de Trabajadores Nacional

«Compañeros: Próxima la fecha en que ha de movilizarse el elemento obrero organizado de todo el mundo para reclamar una vez más, entre otras leyes, LA J O R N A D A LEGAL DE O C H O H O R A S , corresponde a todo trabajador consciente procurar que acto tan importante revista la mayor solemnidad. » N o estarían a la altura de su deber las sociedades que forman la Unión General de Trabajadores si no cooperaran con todas sus fuerzas a que la Manifestación del próximo Primero de Mayo en nuestro país alcance proporciones que hagan ver a la clase explotadora que el ejército proletario aumenta en número y en conciencia. »Este Comité confía en que ni una sola sección dejará de cumplir como buena, haciendo todas cuanto puedan para que el Primero de Mayo cese todo trabajo no indispensable y para que acudan a los actos que se celebren los compañeros que a ellos pertenezcan. »A más del fin inmediato que persigue la movilización obrera, tiene ésta una significación elevadísima —el deseo creciente de la clase trabajadora de emanciparse y emancipar a todos los hombres— que nos interesa afirmar y robustecer del modo más vigoroso. «Aprovechen, pues, nuestros compañeros el corto plazo que quede para preparar bien dicha jornada, a fin de que el día que ésta se celebre pueda mostrarse satisfecha la Unión General de Trabajadores de la cooperación que han prestado a la misma. «Madrid, 11 de abril de 1 9 0 8 «Vicente Barrio, secretario «Pablo Iglesias, presidente» (El Socialista, 17 de abril de 1 9 0 8 . ) La campaña de oposición al proyecto de ley sobre coaliciones y huelgas comenzó inmediatamente.

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13 IX CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES DE ESPAÑA El 16 de mayo de 1 9 0 8 , en el Centro Obrero de Madrid, comenzaron las tareas del IX Congreso. El salón de actos fue engalanado con banderas y flores. En el estrado presidencial se emplazó un busto de Carlos Marx. El presidente del Centro, Mariano Galán, abrió la sesión y dio la bienvenida a los delegados de provincias. Después de los trámites reglamentarios, y una vez realizadas las tareas preliminares de constitución de la asamblea, se nombró presidente a Facundo Perezagua y vicepresidente a Manuel Vigil. Antes de entrar en el orden del día, el Comité Nacional presentó la siguiente propuesta: «El Congreso, considerando que los proyectos de ley de Administración local, de coaliciones y huelgas y de reforma de la de 10 de julio de 1 8 9 4 sobre atentados por medio de explosivos son reaccionarios, abiertamente opuestos a los intereses de la clase trabajadora y el último de los tres impropio en absoluto, por la barbarie que encierra, de los tiempos que vivimos, acuerda protestar contra ellos y recomendar a todas las sociedades de la Unión General de Trabajadores y a los demás obreros organizados que, de aprobarlos, no cesen en su campaña contra los mismos hasta que sean derogados.» Brevemente apoyada por Iglesias, la propuesta fue aprobada por aclamación. Seguidamente, y ya en el orden del día del Congreso, Vicente Barrio dio cuenta de la gestión del Comité Nacional que fue aprobada sin discusión. También por unanimidad se aprobó la gestión de Barrio como delegado a la IV Conferencia Internacional de confederaciones nacionales, celebrada en Amsterdam.

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H I S T O R I A D E L A U.G.T.

Asimismo se aprobó la conducta de Iglesias como representante de la Unión en el Congreso Socialista de Stuttgart, donde se tomaron importantes resoluciones en relación con la cuestión colonial, la migración y las relaciones entre los sindicatos y los partidos socialistas. A continuación se acordó establecer una cuota de cinco céntimos para propaganda. Se aprobaron varías propuestas de los delegados y se insistió en reclamar que la Ley de accidentes del trabajo comprendiese en sus beneficios a los obreros agrícolas, finalidad a la que venían dedicando serios esfuerzos los representantes obreros en el Instituto de Reformas Sociales. Se acordó persistir en todo momento en la campaña favorable a la supresión del impuesto de consumos. En este congreso también se acordó que era necesario persistir en la demanda, cerca de los poderes públicos, para que el trabajo en los penales se pagase de acuerdo con las tarifas que regían en la industria libre. Sobre este asunto, y en cuanto a las gestiones realizadas y a los resultados obtenidos, informaron Iglesias, por el Comité Nacional, y Gómez Latorre, por los vocales del Instituto de Reformas Sociales. Una vez más se trató de si procedía o no acordar la creación de una caja especial de fondos para atender regularmente a las huelgas. Se decidió que no. Por no considerarla viable fue desechada la propuesta de que la Unión General tuviera un periódico que fuera su órgano de expresión. Se acordó emprender una campaña de agitación en favor de una ley de contrato de trabajo, interesando asimismo en esta cuestión a la representación obrera en el Instituto de Reformas Sociales. Se abrió un amplio debate sobre una propuesta en que se pedía que la Unión General de Trabajadores estuviera representada en los congresos que celebrara el Partido Socialista, a fin de poder intervenir en las cuestiones de carácter económico y en cuantas fueran encaminadas a obtener leyes beneficiosas para la clase trabajadora que pudieran ser planteadas en las asambleas nacionales del partido. En definitiva, y después de una interesantísima discusión, se resolvió aplazar esta cuestión hasta el próximo Congreso. Se fijó Madrid como sede del Comité Nacional, reeligiéndose secretario a Vicente Barrio. Varios delegados informaron de la situación de sus respectivas localidades y, tras breves palabras de Perezagua se clausuraron las sesiones de este Congreso en medio de vivas entusiastas a la unión de los trabajadores. 1

1. En el congreso 36 6 1 2 cotizantes.

estuvieron

representadas

240

secciones

que

totalizaban

40

AMARO DEL ROSAL

La Comisión ejecutiva quedó integrada de la siguiente manera: Presidente: Pablo Iglesias Vicepresidente: Francisco Largo Caballero Tesorero: José Maeso Vicetesorero: Antonio Rodríguez Secretario general: Vicente Barrio Vicesecretario general: Jerónimo Carnicero. Por segunda vez se plantea en este Congreso el problema de las relaciones entre el partido y los sindicatos. Obsérvese con qué timidez se hace. Se trata de saber si es conveniente que la Unión General esté representada en los congresos del Partido Socialista para intervenir en las cuestiones de carácter económico que en él se planteen, así como en las de orden político que se refieran a la petición de disposiciones de gobierno favorables a la clase obrera. Después de amplísimo debate, se decide aplazar la resolución definitiva. ¿Por qué? Siendo como eran afiliados al Partido Socialista la inmensa mayoría de los delegados al congreso de la Unión, nada más fácil que haber tomado una resolución de acuerdo con la propuesta. Pero en el ánimo de estos compañeros pesaban consideraciones de otra índole y no querían comprometer el desarrollo de la Unión con una decisión que destruyera, siquiera fuese levemente, su neutralidad frente a los partidos políticos. Era una concesión táctica que se hacía en atención a que todavía era muy fuerte entre los obreros españoles la tendencia apolítica. De haberse acordado entonces una mayor compenetración oficial u orgánica entre el partido y la Unión, la posición polémica de los anarquistas se hubiera visto robustecida. Este problema ha existido siempre en todos los países y ha tenido soluciones diversas. Mientras en unos, como Bélgica, se resolvió de plano integrando en el partido obrero a sindicatos y organizaciones políticas, en otros se mantuvo como principio esencial el de la total independencia de las organizaciones obreras. Más que de un problema de principios, se ha tratado siempre de una cuestión de oportunidad. Teóricamente, el problema está resuelto: es indispensable una coincidencia de fines y de acción entre partido y sindicatos. En la práctica, esa coincidencia se ha logrado, según el país, por medios distintos. La originalidad del caso de España reside en el hecho de que siendo independientes los sindicatos y proclamando su neutralidad en el dominio político y confesional, la ligazón orgánica con el partido se ha hecho desde los primeros tiempos confiriendo los cargos directivos de la U.G.T. a casi las mismas personas que los desempeñaban en el partido. En todo caso, la dirección de la U.G.T. ha estado siempre en manos de compañeros socialistas de relieve, lo que ha tenido las consecuencias prácticas que se verá a lo largo de este sencillo relato de hechos.

14 PROYECTO DE L E Y DE REPRESIÓN DEL TERRORISMO. D I S C U R S O D E IGLESIAS De haber practicado la Unión General de Trabajadores un apoliticismo pleno, refugiándose en un economismo absoluro, la mayor parte de los problemas nacionales —que, como es natural, más directamente que a ninguna otra clase afecraban a los trabajadores— se hubieran planteado sin su examen y hubiesen tenido solución, buena o mala, sin que sobre ella ejercieran los obreros asociados la menor influencia. Se ha visto que, desde su nacimiento, jamás la U.G.T. dejó de tomar posición en orden a las cuestiones que la actualidad sometía a la consideración de todos los españoles y que, cualquiera que fuese su fuerza, marcaba siempre su punto de vista especial derivado de los principios que están en la base misma de su existencia. La burguesía española hubiera enconrrado muy cómodo que roda una clase, ganada por una rotal indiferencia en mareria política, se hubiese desenrendido de estas cuestiones y hubiera confinado su acción a la reivindicación direcra, cerca del patrono, de pequeñas mejoras salariales o de jornada laboral. Este esradio había sido definirivamenre superado. Y de la misma manera que no se fiaba el triunfo de la revolución social a una especie de garibaldismo tumultuario y caótico, a un movimiento con musa popular imprecisa y vaga, se comprendía que el progreso del movimiento había de ser el resultado de la acción de cada día. Esta acción exigía el interés más sostenido en orden a rodas las situaciones que la realidad iba creando, y aunque las proresras, las agiraciones o las simples tomas de posición a veces no bastaran para modificar un estado de cosas dado o una decisión gubernamenral, de hecho servían para realizar una propaganda en virtud de la cual se penetraba más profundamenre cada día en esrraros y capas sociales de cuya abulia e indiferencia vivían, a caballo sobre el país, las llamadas clases direcroras.

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Los anarquistas tronaban contra la acción política centrando su campaña de modo especial contra el parlamentarismo, cuando todavía no existía entre nosotros ejemplo vivo de lo que del Parlamento y de la práctica parlamentaria esperaban los partidos obreros. Pero la legislación antiobrera y la necesidad de aboliría, así como otras conductas de gobierno totalmente impopulares, exigían una acción de la clase obrera. Y la protesta formulada en el mitin y en el periódico, la crítica ejercida en la tribuna o en la prensa no dejaban de ser manifestaciones de una acción política evidente. Hasta los mismos atentados personales, cuando apuntaban directamente a una personalidad representativa de una institución tenían un valor político innegable, bien que el atentado personal no resuelva nada ni esté dentro de la táctica del socialismo. La Unión General había protestado en su día contra la insensata declaración de guerra a Estados Unidos. La debilidad de sus medios de expresión hizo que su protesta no tuviera el eco debido en las masas, las cuales fueron arrastradas a solidarizarse con una actitud de catástrofe. Una total ceguera política impidió a los republicanos obtener todo el partido posible de aquel desastre en cuanto, arrastrados por una corriente falsamente patriótica, se solidarizaron, con la excepción gloriosa de Pi y Margall, con sus estúpidos autores. Cuando se redactó el proyecto de administración local, que constituía un ataque directo al sufragio universal y tendía a la consolidación del poder caciquil, la Unión General significó su protesta. Frente al proyecto de Ley de coaliciones y huelgas, específicamente antiobrero, se alzó con toda su fuerza así como contra la llamada ley de jurisdicciones, expresión del pánico que ganó a los políticos liberales, que no vacilaron en poner a los pies de las camarillas militares el poder civil y el Estado español en bloque. Esta tenacidad, esta constancia en participar en todas las manifestaciones esenciales de la vida pública española, su voluntad de presencia y de actuación fueron las que dieron el éxito a la U.G.T. y al Partido Socialista. Fueron además —y ya es hora de decirlo— las que dieron a las masas una educación política que les permitiría, más tarde, realizar acciones decisivas para los destinos del país, de las que ellas, las multitudes así formadas, serían protagonistas esenciales. Don Antonio Maura fue el autor del proyecto de ley de represión del terrorismo que se caracterizaba por su violencia y su sentido reaccionario. En nombre y representación de la clase obrera agrupada en el Partido Socialista y en la Unión General de Trabajadores, Pablo Iglesias acudió al edificio del Congreso de los diputados a informar ante la llamada Comisión del terrorismo. La opinión democrática del país estaba hondamente preocupada por la suerte que correría el proyecto, presumiendo, con razón, que no se instru-

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mentaba éste únicamente con el fin de perseguir a los terroristas y a la clase obrera en general, sino que tendía a asfixiar toda manifestación de propaganda de las ideas avanzadas. Fueron varias y muy destacadas las personalidades que acudieron a informar ante la comisión dicha y la expectación iba en aumento, llegando al paroxismo el día que le correspondió informar a Iglesias. En los alrededores del Palacio del Congreso se congregó una multitud que subrayaba con su presencia su hostilidad al proyecto liberticida. Este informe de Iglesias es uno de los actos políticos de mayor significación que se han producido a lo largo de los cincuenta años de vida de la U.G.T. Se trata de un discurso rotundo, categórico y aun hoy, después de los años transcurridos, conserva la frescura de lo verdaderamente definitivo. Esa pieza oratoria contiene un cuadro exacto de cuál era la situación social en España y, sobre todo, de cuál era el pensamiento dominante en los medios responsables del ugetismo y el socialismo españoles. En ella se ve claramente perfilada la concepción que presidía el trabajo de los directores de nuestro movimiento. Se trataba de educar a la clase obrera, de ir obteniendo mejoras que aliviaran su situación material y elevaran su condición moral. Pero éstos no eran los fines del movimiento. La finalidad no era otra que expropiar revolucionariamente a la burguesía. Y para que la definición no se prestara a interpretaciones casuísticas, se da de la revolución la descripción que la caracteriza como un hecho sangriento y francamente violento. Insistimos en el carácter fundamental de este discurso. Y desde todos los puntos de vista. He aquí su texto íntegro: «Señores de la Comisión: «Traigo aquí la representación del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores, las dos organizaciones que han efectuado en nuestro país la movilización del Primero de Mayo. No os he de decir yo cuáles fueron las fuerzas que tomaron parte en dicho acto; el gobierno debe saberlo, si sus agentes son sinceros y han cumplido con su obligación. «Hago alusión a estas fuerzas, que han protestado contra el proyecto de ley que he de examinar, porque no falta quien diga que aquí se traen solamente opiniones personales y que contra el citado proyecto no se han manifestado elementos de verdadera importancia. «Se ha dicho también que esto es un retablo y que los que aquí vienen son figurillas que mueve la prensa. Es cierto que ésta, con su actitud, ha hecho que la información adquiera gran relieve; pero nosotros no somos figurillas que ni la prensa ni nadie mueve a su antojo. Tenemos bien acreditada nuestra independencia. No hoy, que

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somos ya una fuerza, sino cuando éramos pocos, manteníamos enfrente de esa prensa y enfrente de la inmensa mayoría del país nuestras opiniones, aquello de que estábamos profundamente convencidos, sin importarnos nada ni las rechiflas, ni las críticas, ni los constantes ataques que contra nosotros se dirigían. «Vienen aquí las organizaciones que represento porque son las más interesadas en combatir el proyecto de ley del terrorismo, porque este proyecto va contra los pequeños, contra los pobres, a cuya clase pertenecemos, no contra los ricos ni los influyentes. Si este proyecto es ley no serán suspendidos ni suprimidos los grandes periódicos, ni cerrados los centros o círculos que frecuenten las personas acomodadas, ni perseguidos los individuos que gocen de buena posición social. Con ésos no se atreven los gobiernos. Los periódicos multados o suspendidos serán los pequeños; los círculos cerrados, los de la gente humilde de los partidos populares; las sociedades perseguidas, las de los trabajadores. Ya puede decir y hacer cuanto guste el señor Tressols respecto de ciertas altas personas complicadas, según él, en los sucesos de Barcelona; por mucho que haga, no caerán. Creo, pues, que nuestra presencia en esta información está sobradamente justificada. «La forma en que se ha redactado este proyecto y su mantenimiento ahora no puede menos de hacer pensar que en ciertas esferas se han desatado vientos de locura. Es indudable que en el proyecto objeto de esta información hay algo que va directamente contra la prensa. ¿Es esto juicioso, señores? La prensa actual en nuestro país es órgano, y órgano importante, de la clase que manda, de la clase burguesa, aunque una parte tenga matiz conservador, otra liberal y otra republicano. ¿Y es un gobernante burgués el que arremete contra ella? ¿Y para qué arremete? ¿Para vencerla? No, porque eso es imposible; sólo para irritarla y tenerla enfrente de él. «Veamos ahora si es atinado el mantenimiento de dicho proyecto. En primer lugar, diré que contra el terrorismo no valen las leyes duras ni represivas. Puesto que los señores que han defendido este proyecto de ley no han definido lo que es el terrorismo, vamos a dar por supuesto que lo sea la acometida que, con explosivos, puñal, revólver u otra arma, realizan algunos individuos contra personas significadas o poderosas o contra autoridades altas o bajas. Si el que hace eso es un enajenado, ¿se va a dictar una ley contra todos los ciudadanos por el crimen que cometió un loco? Si los que cometen aquella acción están en su juicio, y la llevan a cabo por consecuencia de la tiranía que sufren, de las ofensas que se infieren a su dignidad, ¿creéis que con leyes de esa índole desaparecerán tales terroristas? ¡Qué han de desaparecer! Para los hombres que dan su vida antes

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que ver pisoreada su dignidad o la de los suyos no valen nada dichas leyes, porque con ellas y sin ellas están siempre dispuestos a hacer lo mismo. Ahí tenéis a los terroristas rusos, la mayor parte de los cuales no son obreros manuales, sino hombres de universidad; ¿tienen alguna eficacia las terribles leyes que contra ellos se dictan? N o ; por .el contrario, cuanto más tremendas son éstas, más fuerte es su acción, mayor el número de sus atentados. Que desaparezca allí la tiranía imperanre, la aurocracia zarista, y el terrorismo desaparecerá. Leyes como ésas, leyes como la que se rrata de hacer aquí son fábricas de terroristas. » ¿ Q u é fue lo que obligó al señor Maura a presentar dicho pro¬ yecto de ley? Lo ocurrido los últimos años en Barcelona, esto es, la frecuente explosión de bombas. Cuando lo presentó se desconocía la causa que produjo aquel terrorismo; unos lo atribuían a los anarquistas, otros a los clericales, otros a los republicanos; pero fijamente no se sabía quiénes eran los terrorisras. Mas el proceso de Rull y sus compañeros ha despejado la incógnira, y hoy ya se puede afirmar que el terrorismo habido en Barcelona los últimos años no era causado por los anarquistas, ni por los republicanos, ni por los otros elementos políticos, sino que constituía la industria de unos cuantos vividores que exploraban la torpeza de las autoridades. ¿Qué correspondía hacer al conocerse esto? Lo lógico, lo justo, que el gobierno hubiera dado el cese al gobernador y el señor Moret hubiere inhabilirado a los gobernadores liberales que precedieron a aquél para ejercer rales cargos, porque hombres que pueden ser juguere de individuos como Rull y comparsa carecen de condiciones para ocupar tales puestos. Y ya que eso no se hiciese, ya que no se quisiera trarar a esos hombres, por la talla política que tienen, como a un inspector o a un policía de ínfima caregoría cuando faltan a su deber, lo que se imponía era rerirar inmediatamente el proyecto. Si desapareció la causa, el efecto debía desaparecer. » Y o suponía que el proyecto no se traería al Congreso, y mi asombro ha sido grande al ver que se ha presentado aquí. Si el terrorismo de Cataluña estaba alimentado inconscientemente por las auroridades, y eso ya se sabe cómo puede evirarse, ¿a qué insistir en este proyecro? ¿ N o es esto perder la cabeza? »E1 juicio que de nuestros gobernantes hagan fuera de España cuantos de esto se enteren debe ser tremendo. »Y paso a examinar el proyecto. El señor presidente me hizo antes

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una indicación para que señalara la enmienda que podría hacerse en el artículo 5.° a fin de que en él no resulten comprendidas ni la propaganda socialista ni las sociedades obreras. Agradezco la indicación, pero no puedo presentar enmiendas, porque este proyecto no es eso lo que necesita, sino que se le rechace en absoluto. Aparte de que no le queremos para nadie, nosotros no solamente estamos comprendidos en el artículo 5.°, sino en el 15.°, según me propongo demostrar. »He de señalar, no obstante, el poco cuidado con que se ha hecho este proyecto cuando se ha redactado en forma tal que resultan comprendidos en él elementos que no se pensaba incluir. »E1 artículo 5.° coge de lleno al Partido Socialista, y por eso lo rechazamos totalmente. Nosotros, los socialistas, aspiramos a transformar la propiedad, a conquistar el poder político, y entendemos que esa conquista y esa transformación no ha de hacerse por medio de la evolución, sino revolucionariamente, como la ha hecho la clase que hoy domina. Nosotros hablamos con mucha claridad a los nuestros, y cuando les decimos que hay que poner la mano sobre la riqueza para transformarla, les hacemos notar que habremos de realizarlo por medio de la revolución, esto es, por la violencia. Y como en la violencia están comprendidos el fusil, el puñal, la dinamita, etc., a nosotros se nos aplicará el artículo 5.° »E1 artículo 15.° comprende a las sociedades obreras y al Partido Socialista. Este artículo se pondrá en vigor cuando se cometa una serie de actos terroristas o sea inminente su comisión. ¿Cómo se sabe que son inminentes los actos terroristas? Esto será un arma tremenda en manos de la burguesía. »E1 gobierno, para aplicar este artículo, tiene que hacerlo en virtud de los informes que reciba de sus agentes, y al gobierno no se le informa bien. Vais a ver un caso típico. «Recientemente se declaró en La Coruña una huelga de tranviarios. Fuimos a ver al señor Maura, le expusimos las justísimas razones que tenían aquellos obreros para declararse en huelga, y le pedimos que respetara su derecho. Y el señor Maura, fundándose en informes que le había dado el gobernador, Jijónos que se trataba de una huelga revolucionaria, y que a ella, si era preciso, opondría la fuerza, prefiriendo, antes de emplear ésta, mantener los procedimientos ya adoptados. Y lejos de respetarse el derecho de aquellos obreros no 1. Cuando terminó de hablar Jardiel, el presidente de la Comisión dijo en voz alta, dirigiéndose a Iglesias, que convendría que indicara la enmienda que podría introducirse en el artículo 5.° para que no estuvieran comprendidas en él las sociedades obreras.

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sólo se facilitó a la empresa artilleros para conducir los tranvías, sino que hasta los coches se encerraban en edificios del Estado. La respuesta del señor Maura obedeció a que le habían dicho que los tranviarios eran gente peligrosa influida por los ácratas y dispuestos a adoptar actitudes de violencia, no siendo exactos tales informes. »Toda huelga de alguna importancia dará pretexto para que se aplique el artículo 1 5 ° . En una huelga general en Vizcaya, por ejemplo, los patronos, que son capaces de todo para reducir a los obreros, pedirán la aplicación de aquél, y si no se les concede, simularán el terrorismo, pues como tienen dinero dispondrán de individuos que se encarguen de colocar unos cuantos explosivos. »En la última huelga minera de esta región se declaró el estado de sitio. E inmediatamente que esto ocurrió, civiles y forales se dedicaron a la caza de los compañeros más activos y, guiados por la lista que les dieran los capataces, fueron casa por casa y a unos prendieron y a otros golpearon y a todos los trataron bárbaramente, al extremo de que la primera semana de estado de sitio la llamaron los obreros, por lo que pasaron en ella, la semana sangrienta. Ya veis si se aprovecharon de un estado que les favorecía. »Pues para hacer más aún, para acabar con la organización obrera, a la que odian a muerte, exigirían que la ley terrorista se aplicase. »Y lo que pasaría en Bilbao sucedería también en Cataluña, en Málaga y en todos aquellos puntos o regiones donde la lucha entre capitalistas y obreros es aguda. «Además, hay que tener en cuenta que la burguesía, lo mismo la que explota que la encargada de defender los intereses de ésta, no tiene escrúpulo ninguno para combatir el movimiento obrero o para engañar a los trabajadores. «Citaré algunos casos. Alcalde ha habido, a la vez patrono, que dispensaba a la sociedad obrera de cumplir los requisitos legales que la ley de Asociaciones marca si le elegía presidente. No ha faltado político, aspirante a diputado, que se ha dirigido a una sociedad obrera y le ha dicho lo siguiente: "Vuestro interés es tener fondos en caja. Pues bien, yo os doy 2 0 0 0 ó 4 0 0 0 pesetas para ella si todos los que la componéis votáis por mí». El artículo 10 de la ley de Asociaciones dice que las sociedades exhibirán el libro-registro de socios cuando la autoridad lo exija, y los alcaldes de los pueblos agrícolas, casi todos ellos patronos, obligan no a que los exhiban, sino a que les lleven dicho libro con el objeto de averiguar quiénes son los asociados, para después apartarlos de la sociedad o perseguirlos. Si de este hecho digo que conozco cien casos, no exagero.

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»Y si el artículo 15.° va contra las sociedades obreras, porque en cuanto éstas mantuvieran una huelga de importancia se les aplicaría aquél, también va contra los socialistas, ya porque somos el alma de esas sociedades, ya porque, como partido, tenemos el deber de ayudarlas en sus campañas de mejoramiento. Si en el cumplimiento de nuestro deber no rehuimos ningún peligro, no hay que decir lo que haríamos viendo perseguidas a las sociedades. « N o ofrece duda alguna que el proyecto de ley del terrorismo alcanza a las sociedades obreras y al Partido Socialista. »Y no me explico bien que los hombres que pretenden pasar por estadistas no vean lo que ocurre ante su vista y traten con leyes como ésa de echar leña al fuego, cuando lo que debieran hacer era preocuparse de suavizar en lo posible las grandes asperezas que la explotación capitalista produce. «Nosotros clasificamos a la clase patronal en tres grupos: los pequeños burgueses, con los cuales los choques de los obreros carecen de importancia; los medianos burgueses, a quienes los gobiernos prestan algún apoyo, y los grandes burgueses o capitalistas, a los que el Estado ayuda incondicionalmente. «Este último grupo, compuesto de verdaderos señores feudales de los tiempos modernos, desprecia al trabajador, se niega a atender sus demandas sin pararse a examinar si son justas y ejerce sobre los obreros una horrible tiranía. Por su despótico proceder, por el odio que con su inicua conducta despierta en los obreros cabe llamarle sembrador del terrorismo. «Este feudalismo industrial es el más terrible y más inhumano que el feudalismo antiguo. El de Vizcaya, compuesto por unos cuantos parvenus, enriquecidos en pocos años, es de los más tiranos. «Cuando la primera huelga minera de Vizcaya, fue allá el general Loma, llamado por aquellos explotadores para someter a los huelguistas, y tales cosas vio que no tuvo reparo en decir que los mineros vivían peor que los cerdos, y en proponer unas bases, que allí se conocen con el nombre de "pacto de Loma", y que en cuanto él salió de Bilbao dejaron de cumplir los patronos, y por el incumplimiento de las cuales los obreros han declarado más de una huelga. «Más tarde hubo otra huelga general, se declaró el estado de sitio, fue allá el general Zappino y, viendo que tenían razón los obreros (reclamaban el pago por semanas o por quincenas y la supresión de las cantinas obligatorias) y que los propietarios no querían entenderse con ellos, díjoles secamente: "Si no se avienen ustedes a tratar con los mineros retiro las tropas". Y al sentirse desamparados de la fuerza cedieron en su orgullo y trataron con los trabajadores. Ya veis

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hasta dónde llega la soberbia de esos patronos. Claro: les duele, siendo ellos poderosos, millonarios, tratar de potencia a potencia con aquellos infelices vestidos de blusa, ceñida al cuerpo una simple faja, y calzando unas malas alpargatas. »La última huelga general estalló por no cumplirse alguna de las reclamaciones anteriores y por recabar los obreros una pequeña mejora. También se declaró el estado de sitio y también fue el general Zappino; pero esta vez no se condujo como la anterior, y un ministro logró terminar la huelga haciendo que el rey interviniera en ella y prometiese a los huelguistas lo que luego no se les cumplió. » D e los humos, de la soberbia que domina a los capitalistas vizcaínos puede dar testimonio el general López Domínguez, a quien no le valió ser jefe de gobierno para que aquellos le respetaran. « ¿ T i e n e algo de particular que conducta tan altanera y proceder tan despótico engendre terroristas? «Corno en Vizcaya, en Málaga, cuya población conoce bien el señor presidente, impera desde hace muchos años el feudalismo industrial. La casa Larios ha cometido verdaderos horrores. En una de las huelgas allí habidas se mostró su soberbia y su poder. No ya Larios, que estaba en París, sino uno de sus representantes iba custodiado como no va el jefe del gobierno, por un guardia civil a caballo a cada lado del coche. El gobernador era un simple criado de aquel representante e iba a tomar órdenes a la fábrica para proceder contra los huelguistas. Por influencia de la "casa" no encontraron los huelguistas local donde reunirse, y del suyo propio fueron echados porque hubo un arquitecto municipal —tristeza causa decirlo— que declaró amenazaba ruina, y aquel local, señor presidente, era el "conventillo", de sólidos pisos y de gruesos muros. «Pero se hizo aún más que eso; se encarceló sin motivo alguno a buen número de obreros, y cuando se buscaba fiadores para sacarlos de la cárcel, se oían contestaciones como ésta: "Si los presos fueran por robo o por dar una puñalada, no tendría inconveniente en ser fiador, pero siendo huelguistas de la casa Larios no me es posible". Y durante los meses que duró la huelga (por cierto en tiempo de liberales) no hubo para los obreros ningún derecho, porque todos fueron atropellados, y el juez y la Audiencia estuvieron al servicio de la "casa", pues a mí me condenaron no por haber cometido delito alguno, sino sólo por ayudar a los huelguistas. »Y mirad un caso típico del terrorista engendrado por el feudalismo industrial. El mismo representante a quien antes me he referido, el señor Jiménez, hombre altanero y déspota en grado sumo, fue requerido varias veces por un obrero para que le proporcionara

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trabajo. Pedíaselo éste diciendo que no tenía pan para sus hijos, y Jiménez le respondió como ya había respondido a otros: "Pues si no tienes pan para ellos, cómetelos". Pero el obrero, al oír semejante contestación, no se comió a sus hijos, sino que mató al que así le ofendiera. »Y este feudalismo industrial existe también en Cataluña y en Asturias. En Mieres, después de perder los obreros una huelga, se les ha perseguido ferozmente, teniendo que emigrar de allí todos los que se habían distinguido algo en la organización obrera y que ocultar su pensamiento los que han logrado entrar en la fábrica. Los propietarios de ésta no han limitado su persecución a los obreros socialistas, sino que la han extendido a las personas que tienen ideas republicanas o liberales, a fin de lograr un dominio más absoluto. »La existencia de este feudalismo industrial y su desarrollo, capaces de crear terroristas que ninguna ley puede extinguir, debiera haber hecho más previsores a nuestros gobernantes para no agravar la situación con el proyecto que aquí han traído y pensar en soluciones de orden muy distinto. »Y voy a terminar. A nosotros nos cuesta trabajo creer que este proyecto de ley se apruebe; mas si se aprobara se nos colocaría, como dijo mi compañero García Cortés, fuera de la legalidad. Cuando se nos ha tachado de gubernamentales y se nos ha criticado por vivir dentro de la ley, hemos dicho que mientras no tuviéramos fuerzas para vencer revolucionariamente y se nos permitiera vivir en la legalidad, nos serviríamos para educar y organizar a nuestros compañeros de trabajo. Mas si ahora nos cerráis ese camino, ni nos amilanaremos, ni nos cruzaremos de brazos; iremos por el otro, seremos terroristas, y estad seguros de que no lo seremos de boquilla, de que daremos la cara. A nosotros no se nos podrá aplicar la frase de Costa. »Ahora una advertencia a la comisión, al gobierno y al Parlamento. Tened en cuenta que la Unión General de Trabajadores está unida a las organizaciones de igual índole de los otros países; que el Partido Socialista Español es una sección del Partido Socialista Internacional; que la lucha que los socialistas rusos libran contra el zarismo está sostenida por los socialistas de todos los países (nosotros les hemos enviado algunos miles de pesetas), y que así como se les ayuda a ellos, se nos ayudará a nosotros, si llega el caso y, por fin, que en Madrid hay 30 0 0 0 obreros asociados, de los cuales más de 24 0 0 0 siguen los mismos procedimientos que nosotros. »Con esto no quiero decir que haya 24 0 0 0 hombres dispuestos a jugarse la vida; pero lo que sí aseguro es que son muchos los deci-

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didos a defender por todos los medios la dignidad de la clase trabajadora.» Después de la condenación que Iglesias hizo del proyecto de ley, éste quedó virtualmente muerto.

15 CONTRATO DE TRABAJO. — COMPARECENCIA DE L A R G O C A B A L L E R O A N T E L A COMISIÓN S E N A T O R I A L

Después de una larga campaña y de haberse ocupado de esta cuestión los congresos de la U.G.T. —como ya se ha dicho—, los representantes de la clase obrera lograron que el Instituto de Reformas Sociales elaborase un proyecto sobre «contrato de trabajo» que el gobierno convirtió en pro yecto de ley, aunque disminuyendo considerablemente su alcance. También se abrió información pública y, en octubre de 1 9 0 8 , el compañero Largo Caballero acudió ante la Comisión del Senado donde pronunció el discurso que sigue: «Señores de la Comisión: » D e tal modo ha mutilado el ministro de la Gobernación el proyecto de Contrato de trabajo hecho por el Instituto de Reformas Sociales, que el Partido Socialista, la Unión General de Trabajadores y las sociedades obreras que eligieron a los vocales del Instituto (en total más de 5 5 0 organizaciones), y en cuyo nombre hablo, han considerado necesario informar, a fin de que la Comisión tenga en cuenta sus observaciones y modifique el proyecto de modo que no sea letra muerta por su ineficacia. »En este proyecto de ley no están comprendidos los obreros agrícolas, los del servicio doméstico y los de navegación, por entender el ministro que deben regularse por leyes distintas, y yo me permito llamar la atención de la Comisión acerca de que el propósito al hacer esta ley no fue ni pudo ser el establecer condiciones especiales para cada una de las industrias o de los oficios, sino establecerlas generales para que luego, en cada caso particular, los obreros y patronos determinen las condiciones que cada especialidad de oficio requiera. » Y a el Instituto de Reformas Sociales, teniendo en cuenta que algunos de los preceptos de carácter genérico no podían ser idénticos

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para todas las industrias, estableció una diferencia entre los obreros industriales y los obreros agrícolas y del servicio doméstico, en el sentido de que la remuneración del trabajo pudiera hacerse para los agrícolas de una manera mixta (en numerario y en especie), y para los del servicio doméstico exigiendo al patrono que al obrero que viva con él le atienda en la alimentación, vestido y trato de una manera adecuada a su posición y conforme al uso del lugar. «Establecida esta diferencia en la ley, ya no hay motivo, a juicio mío, para excluir a dichos obreros de ella y, por tanto, de sus beneficios. «Si así no se hace, si la Comisión no acepta lo que tengo el honor de proponer, resultará que una vez más los obreros más necesitados de protección contra la insaciable avaricia de sus patronos continuarán siendo, en lo referente a la legislación social, la Cenicienta de la clase trabajadora; eso sí, con la eterna promesa de hacer leyes especiales para ellos que nunca se hacen. «En el artículo 2." se dice que "los menores de edad no podrán contratar sin la autorización de sus representantes legales", y "la mujer casada, no separada legalmente o de hecho de su marido, necesitará para contratar y para recibir la remuneración de su trabajo la autorización previa, expresa o tácita, del mismo". Pues bien, yo me permito indicar que para evitar el que cuando el menor de edad no tenga representantes legales, lo que ocurre frecuentemente, o que cuando el marido niegue a su mujer el derecho a contratar se vean imposibilitados de ganarse los medios de vida, puedan en ambos casos solicitarlo del juez municipal. «Se establece en el artículo 5.° que "son cláusulas nulas, y no obligarán a los contratantes, aun cuando se incluyan en el contrato: 1.°, las en que se estipule una jornada excesiva, a juicio del tribunal competente; 2.°, las en que se estipule un jornal que no sea remunerador, a juicio también del tribunal competente". «Como ven los señores de la Comisión es tan ambiguo, tan anodino el precepto, que no puede ofrecer seguridad ninguna a los trabajadores. «Entiende que el máximo de la jornada debe ser consignado, y que debe ser de ocho horas, pues así lo vienen reclamando los trabajadores hace muchos años y, si esto no fuera posible, debe limitarse cuando menos, a fin de evitar las jornadas abusivas; y entiéndase bien que al reclamar nosotros esto no queremos, como dice el ministro en el preámbulo, "una rigidez en la jornada incompatible con la variedad inmensa de la vida". N o ; lo que reclamamos es un máximo, sin perjuicio, como es natural, de que esta jornada sea me-

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ñor en las industrias u oficios donde el trabajo por su intensidad así lo exija. Y esto no puede ser, como se cree, "una traba enervadora de la energía nacional", sino, por el contrario, la base fundamental para que la clase productora, los trabajadores, mejoren moral e intelectualmente y puedan ponerse en condiciones fisiológicas de producir más, relativamente, y mejor. Los mismos patronos, si tienen conciencia de lo que son sus intereses, deben estar conformes con esto, porque no es posible que con obreros extenuados por el exceso de trabajo y la escasa alimentación pueda producirse, ni en cantidad ni en calidad, en las condiciones ventajosas necesarias para concurrir al mercado internacional. «Esto, señores, no es una fantasía nuestra, porque todos los que de estos asuntos se ocupan algo saben perfectamente que en los países donde la jornada es más corta, ya por limitaciones legales parciales, ya por la propia acción económica de los trabajadores, y el trabajo es mejor remunerado, los obreros son más instruidos y más vigorosos, el desarrollo industrial es mayor y, por tanto, dichos países son más poderosos económicamente. »Según la ley, quienes han de determinar si la jornada es excesiva y si el jornal no es remunerador son los tribunales industriales, donde estén constituidos, y donde no, los jueces municipales. Esto no puede ofrecer a los trabajadores grandes garantías, porque en los primeros estarán en minoría y en los segundos, dados los prejuicios que sobre estas cuestiones tienen, en general, y el caciquismo que existe, es seguro que en la mayor parte de los casos no se resolverán los litigios con arreglo a la justicia. »E1 mínimo de salario creo se podría determinar anualmente por los tribunales industriales de acuerdo con las sociedades obreras, ya que es imposible ponerlo en la ley por estar sujeto a las oscilaciones de los precios de los artículos de primera necesidad. »En cuanto a las multas, opino que no deben autorizarse en la ley, porque esto sería seguramente un medio por el cual los patronos rebajarían los salarios, tanto más cuanto que no se determina la aplicación que debe darse al importe de estas multas. «Acerca de lo que prescribe el artículo 6.°, creo que el contrato debe fijarse en todos los talleres y fábricas, aunque no tengan más de cincuenta obreros. «Respecto a las horas extraordinarias que preceptúa el artículo 7.°, opino que no deben trabajarse más que en casos de urgencia o en circunstancias especiales; pero siempre de acuerdo y determinado por las partes contratantes, porque si no, éste sería un medio de eludir la jornada máxima.

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»En el artículo 9-° se establece la condición de que "las partes contratantes podrán rescindir el contrato denunciándolo con ocho días de anticipación o abonando el importe de los jornales de los ocho días". »Si esto se deja en la ley, creo cumplir un deber de conciencia anunciando a los señores de la Comisión que no se cumplirá y, por tanto, no tendrá eficacia ninguna, porque es lo mismo que pedir a la clase trabajadora que renuncie al derecho de huelga en muchos casos, y esto no lo puede hacer; no puede renunciar a hacer uso de la única arma que tiene en el terreno económico para defender sus intereses, arma que emplea no por capricho, sino porque se la impone la existencia de la lucha de clases, la cual no desaparecerá en tanto exista el régimen social presente. Por lo tanto, si el deseo del gobierno es que se haga una ley que tenga alguna eficacia y que no sea una más que figure en el índice de la legislación social y resulte letra muerta, como ha sido el artículo 5 5 6 del Código penal y lo será la ley de huelgas, considero que debe suprimirse ese artículo, imposible de cumplir por los trabajadores, si no es renunciando en lo sucesivo, en muchos casos, a la posibilidad de mejorar sus condiciones morales y económicas. »En este proyecto de ley, en caso de concurrencia de acreedores, los salarios y las indemnizaciones por accidente de los obreros no están garantizados con la preferencia que se merecen, por lo que pido a la Comisión incorpore a este proyecto el artículo 21.° del proyecto hecho por el Instituto de Reformas Sociales. »Otro punto de gran importancia ha suprimido el ministro, y es el que se refiere a las obligaciones del Estado para con sus obreros, en cuanto concierne al contrato. En el proyecto del Instituto se establecía para dichos obreros, entre otras cosas, la jornada de ocho horas, la asistencia por la Beneficencia del Estado o de la provincia en caso de enfermedad grave, no comprendida en la ley de Accidentes, el abono de la mitad del jornal, en estos casos, por término de quince días, la reserva del puesto en el trabajo durante dos meses y un retiro vitalicio para él o para su familia. »Creo, señores, que el gobierno no debe suprimir esto, porque si se promulgan leyes en beneficio de los obreros, el primero en cumplirlas ha de ser él, porque debe ser siempre patrono modelo, porque si no es así, no tendrá fuerza moral ninguna ley social desde el momento que obligue a hacer a los demás patronos lo que él no quiere cumplir como tal. «Además, el Estado debe dar ejemplo en cuanto a mejoras se refiere, adelantándose en conceder a sus obreros las que son constante

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aspiración de los que gastan sus fuerzas en producir la riqueza nacional. »Nada más justo, señores, que si muchos servidores del Estado tienen derecho a un retiro vitalicio, lo tengan también los obreros. «Entiende el ministro que al establecer en la ley condiciones especiales para los contratos que el Estado celebra con sus obreros "invade el poder legislativo la facultad reglamentaria del Ejecutivo", y yo me permito llamar la atención de la Comisión acerca de este error, pues creo que constitucionalmente no existe tal invasión, porque la ley está siempre por encima de toda reglamentación, y además que este mismo gobierno, el conservador, ha aceptado esto en las leyes del descanso en domingo, de accidentes del trabajo y del trabajo de la mujer y el niño, con lo que reconoció que no había tal invasión de poderes. «Pero no es sólo esto, sino que se suprime punto tan importante de la ley, cuando existen en los ministerios de Marina y Guerra informes favorables, suministrados por los directores de los distintos establecimientos que dependen de esos ramos, al retiro de los obreros y a la disminución de la jornada; y conste que esto no lo ignora el ministro por habérselo manifestado una comisión de obreros que representaba a los de las fábricas de Oviedo y Trubia. «Por cierto que el ministro les prometió presentar el proyecto inmediatamente y, en efecto, lo ha presentado, pero suprimiendo lo que a esos obreros favorecía. «Por último, señores, la clase trabajadora organizada ha reclamado en mítines y en congresos que se convirtiera en ley el proyecto redactado por el Instituto de Reformas Sociales, siquiera esto no diera en todo satisfacción a sus deseos. «Creo, por tanto, que el mejor modo de corresponder a las aspiraciones de dicha clase es convertir en ley el proyecto presentado por el Instituto, adicionándole la limitación de la jornada y no imponiendo el que anuncia la suspensión del trabajo con ocho días de anticipación.» En cuanto a su significación, tanto esta oración de Largo Caballero como la anteriormente transcrita de Iglesias son absolutamente constructivas. Una y otra demuestran cómo la acción de la Unión General de Trabajadores de España tenía el doble carácter a que venimos refiriéndonos. Basándose en esa dualidad, los exégetas parciales han podido presentar a la U.G.T. como una organización reformista, cuando en realidad —cosa que no han comprendido o no han querido comprender— ha sido un organismo revolucionario en cuanto a sus fines, y oportunista según los momentos y las situaciones en que debía actuar.

16 L A I N A U G U R A C I Ó N D E L A CASA D E L P U E B L O D E M A D R I D , JALÓN DECISIVO EN LA HISTORIA DEL MOVIMIENTO O B R E R O

Alguien ha dicho que la lepra de los partidos ha sido la falta de dinero. Uno de los motivos que, en efecto, han retrasado la extensión de las ideas socialistas en España y el desarrollo de la organización ugetista ha sido la carencia de medios económicos. Las pobres cuotas de propaganda no podían bastar a una acción de proselitismo que hubiera exigido cantidades cuantiosas. Y uno de los aspectos más emocionantes de nuestro movimiento lo ha constituido el fervor que han puesto, en muchísimos pueblos de España, esos grupos de compañeros que se pasaban todo el año reuniendo dinero para poder llamar a un propagandista conocido que los ilustrase y aleccionara. El problema de los locales fue uno de los que se plantearon con caracteres más angustiosos. Los actos públicos costaban mucho dinero; tanto, que era preciso solicitar del auditorio, a la salida, una contribución voluntaria para los gastos. Pero este problema ofrecía otros aspectos mucho más interesantes. No obstante la igualdad de derechos que la Constitución española concedía a todos los ciudadanos, los grandes locales, por sus precios prohibitivos, estaban prácticamente vedados a los trabajadores y a sus organizaciones, que sólo podían obtenerlos mediante un esfuerzo económico ingente. Y el poder público, si tenía interés en que una gran demostración de masas no se produjera, coaccionaba a los dueños de los locales para que no se los cedieran a las organizaciones obreras a ningún precio. Los trabajadores madrileños aspiraban a sacudirse esta tutela y a disponer no sólo del permiso constitucional de reunirse cuantas veces lo consideraran conveniente, sino de los medios materiales de hacerlo. La erección de una Casa del Pueblo en Madrid, los esfuerzos que la realización de este propósito exigió y los inconvenientes encontrados para llevarlo a cabo darían tema para un libro cuya tesis no podría ser otra

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que la de demostrar que cuando la clase obrera siente entusiasmo por una idea, esa idea es ya una realidad. La Casa del Pueblo de Madrid estaba destinada a albergar a los sindicatos madrileños y a facilitarles secretarías, salas de reunión y un teatro apto para los grandes comicios. A poco de su nacimiento, la organización obrera se domicilia en la calle del Salitre, en una sola habitación alquilada por la más veterana de las entidades obreras en Madrid, el Arte de Imprimir. Más tarde hubo de trasladarse a un local más amplio, en la calle Jardines, donde llegaron a establecerse hasta doce entidades obreras. Pronto resultó exiguo el local, y de allí salieron para orro de la calle de la Bolsa, y de éste al de Relatores, 24. La causa de estos desplazamientos fue siempre el crecimiento de la organización y su lento pero continuo desarrollo. Ese domicilio de Relatores -—el penúltimo de los que conocería la U.G.T.—• fue ya una pequeña Casa del Pueblo. Cuando la U.G.T. entra en posesión de su nuevo domicilio o Casa del Pueblo son ya ciento ocho las sociedades obreras que allí se instalan, con unos 30 0 0 0 cotizantes. Estamos lejos de aquellas mezquinas cifras de los primeros congresos ugetistas. La facilidad que procura un local para los trabajos de organización y propaganda lleva consigo la intensificación de éstos, lo que hizo que pronto surgiera el mismo problema de insuficiencia de espacio, no obstante las obras de ampliación que no dejaban de realizarse. Ubicada la Casa del Pueblo en las calles de Gravina, Góngora y Píamonte, el magnífico inmueble de los trabajadores madrileños se alzó sobre el que fue palacio señorial que tuvo por sucesivos propietarios a los Arión, Uceda, Cheste, Osuna, Frías y Béjar, duque a quien Cervantes dedicara la primera parte de su Don Quijote. El 28 de noviembre de 1 9 0 8 , fecha inaugural de la Casa del Pueblo de Madrid tiene un valor real y simbólico que no es difícil captar. La opinión pública, todas las clases sociales comprendieron la trascendencia del hecho y hubieron de reconocer que estaban en presencia de un movimiento con el que, altos y bajos, tendrían que contar. La vida de la Casa del Pueblo de Madrid está ligada indisolublemente a la de la clase obrera española, e incluso a la historia de España de los últimos decenios. Su inauguración estuvo rodeada de la solemnidad que el acontecimiento merecía, y el traslado dio ocasión a una manifestación que recorrió el espacio urbano existente entre el viejo centro de Relatores y el nuevo palacio de la calle Piamonte. El mismo día 2 8 , por la noche, se celebró el acto inaugural, en el salón grande, y en él hicieron uso de la palabra los siguientes compañeros: Mariano Galán, como presidente de la Casa; Medardo Estrada, socio nú-

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mero 1 del Arte de Imprimir que era, a su vez la sociedad más antigua; Saturnino González, fundador de la Sociedad de Albañiles El Trabajo, entidad que contribuyó con la mayor aportación cuantitativa a la realización del proyecto; Azedo Gnecco, representante del Partido Socialista de Portugal y de la Federación obrera de Lisboa; Francisco Mora, viejo internacionalista; Antonio García Quejido, presidente del Arte de Imprimir, y Pablo Iglesias, presidente de la Unión General de Trabajadores. Se leyeron poesías expresamente escritas para el acto y hubo concierto vocal e instrumental. El lunes por la noche se celebró otro gran acto en el Frontón Central. Lo presidió Galán y, después de actuar el Orfeón socialista, intervinieron los siguientes compañeros: Francisco M o r a ; Eduardo Abreu, delegado de las entidades gráficas de Lisboa; Santa Cecilia, de Salamanca; Felipe Merodio, de B i l b a o ; Manuel Casas, de Valencia; García Cortés, por el Partido Socialista; Azedo Gnecco, portugués, y Pablo Iglesias. Todos los actos estuvieron muy concurridos y en ellos reinó auténtico entusiasmo. Todos tenían conciencia de que se abría una nueva etapa en el movimiento obrero sin el cual no podía intentarse ya en España nada que aspirase a ser verdaderamente perdurable. El ejemplo de Madrid fue seguido por varias poblaciones y, en muchas de ellas, las sociedades obreras llegaron a ser propietarias de su domicilio social. Las Casas del Pueblo ejercieron un influjo saludable en la formación de nuestra clase obrera. El movimiento obrero perdió el carácter nómada que hasta entonces tenía, se afianzó y echó raíces, constituyendo la Casa del Pueblo un factor ciudadano directamente interesado en los problemas locales sobre los que actuó en todas partes con sentido de la conveniencia general y del interés de los desposeídos. Esto aumentó el prestigio y la simpatía de que ya gozaba la organización obrera hasta en medios no típicamente proletarios. La disposición de un local propio estimuló la formación de entidades corales y artísticas, la apertura de bibliotecas, organización de cursos, constitución de tertulias y pequeños clubs que sustrajeron al café y a la taberna considerables contingentes de obreros que vieron así mejorada su condición moral. Por su parte, la Casa del Pueblo, como expresión local que era de todas las organizaciones que en ella convivían, adquirió excepcional importancia y su peso en orden a problemas de subsistencias, de ordenación urbana, etc., es decir, de todos los que directamente o más directamente actúan sobre la vida del individuo, llegó a ser decisivo. Con su actuación llenó una actividad que hubiera sido de realización más difícil de haberse confiado a los sindicatos como tales. Con esto queremos significar que la

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Casa del Pueblo llegó a constituirse una personalidad con cometidos que le eran propios. Y ello no sólo como federación de sociedades obreras destinada a actuar en conflictos huelguísticos, sino como núcleo social especial cuya opinión sobre las cuestiones más diversas, aparentemente alejadas de la lucha de clases, era necesario conocer.

17 ACCIÓN E N F A V O R D E LOS O B R E R O S D E LAS M I N A S Un

Manifiesto

del

Comité

Nacional

del

Partido

Socialista

Persistiendo en su campaña en favor de los trabajadores mineros de toda España, las fuerzas organizadas de la Unión General con el Partido Socialista concretaron su acción en el siguiente manifiesto publicado por el Comité Nacional Partido Socialista: A

todos

los

trabajadores

organizados

«Queridos compañeros: »En el manifiesto que os dirigimos el 15 de noviembre del pasado año os anunciábamos que este Comité se pondría de acuerdo con el de la Unión General de Trabajadores para acordar la fecha en que han de celebrarse las reuniones a favor de nuestros compañeros de las minas, y las reclamaciones que para mejorar el estado de los mineros han de hacerse a los poderes públicos. » Y a lo ha hecho, y la resolución tomada por ambos, y que el Comité de la Unión General ha enviado ya a todas sus secciones, es la siguiente: »1.° Que las reuniones se efectúen el último domingo del mes en que estamos, o sea el 31 de enero; »2.° Que las reclamaciones (que) se voten en dichas reuniones y que se dirigirán al presidente del Congreso de los diputados y al presidente del Consejo de ministros, sean las siguientes: » J O R N A D A D E OCHO H O R A S ; «SALARIO M Í N I M O DE 3,50 P E S E T A S ; «SUPRESIÓN DE AGENTES A R M A D O S ,

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« C U M P L I M I E N T O DE LAS L E Y E S S O B R E E C O N O M A T O S O CANTINAS OBLIGATORIAS, PAGO DE JORNALES Y CREACIÓN DE HOSPITALES; «INSPECCIÓN D E LAS M I N A S P O R LOS I N S P E C T O R E S D E L I N S T I T U T O DE R E F O R M A S SOCIALES Y P O R LOS VOCALES DE LAS J U N T A S LOCALES ; « S U P R E S I Ó N DEL T R A B A J O DE LAS M U J E R E S Y LOS NICOS; « S U P R E S I Ó N D E LAS R E T E N C I O N E S ; « A D O P C I Ó N D E M E D I D A S QUE E V I T E N L O M A S POSIBLE LOS A C C I D E N T E S DE T R A B A J O ; « M E J O R A M I E N T O D E T O D A S LAS C O N D I C I O N E S E N Q U E T R A B A J A N LOS M I N E R O S DE A L M A D É N ; «PENSIONES VITALICIAS, SATISFECHAS P O R LAS COMPAÑÍAS E X P L O T A D O R A S , A LOS M I N E R O S A C C I D E N T A D O S QUE QUEDEN INUTILES; «INSPECCIÓN POR UNA COMISIÓN DEL I N S T I T U T O DE R E F O R M A S SOCIALES, E N L A Q U E F I G U R E U N V O C A L O B R E R O , D E T O D A S LAS M I N A S D E E S P A Ñ A P A R A CONOCER SU ACTUAL SITUACIÓN. «Poco más de tres semanas quedan de tiempo hasta el día en que se verifique el acto nacional que os hemos propuesto. Aprovechadlo bien. Tomad las medidas necesarias para que las reuniones se celebren. Interesad a todos los compañeros para que acudan a ellas. Que juzguen con gran energía vuestros portavoces en las mismas las infamias y los crímenes que con los proletarios mineros cometen quienes los explotan y la pasividad que ante ellos muestran los gobernantes. Y que aclamen unánimemente las asambleas las medidas que han de mejorar la triste situación en que hoy se encuentran aquellos infortunados trabajadores. «Actividad, constancia, compañeros, y el 31 de enero de 1 9 0 9 escribiremos una buena página en la historia del movimiento de nuestra clase. «Madrid, 4 de enero de 1 9 0 9 . «Por el Comité Nacional: Mariano García Cortés, secretario, Pablo Iglesias, presidente.»

18 CONTRA LA GUERRA DE MARRUECOS Un

Manifiesto

del

Partido

Socialista

Puede decirse que la política española ha estado dominada, durante veinte años, por el problema o la serie de problemas que planteaba el comienzo de la guerra de Marruecos y su accidentado desarrollo. Durante dos decenios, la oposición —nos referimos a los republicanos y a cuantos estaban a su izquierda— utilizó las incidencias varias que se produjeron en torno a este hecho para centrar lo más importante de su actividad. La guerra de Marruecos es el resultado de una conjunción de causas de signo diverso. De un lado, la situación actual y la rivalidad de intereses, existente entre los dos grupos imperialistas que se repartían la hegemonía en el continente europeo hizo que España intentase desempeñar un papel en la política internacional de la época que, en cierto modo, le compensase de su derrota frente al imperialismo yanki. Soldada a Francia e Inglaterra, intentó coquetear con Alemania a fin de obtener, en el proyectado reparto de los países susceptibles de convertirse en colonias, algo que paliara el recuerdo de los recientes reveses sufridos en ultramar. El interés dinástico representó un importante papel en esta orientación de España que, simulando hacer una política independiente y propia, no aspiraba, en el fondo, más que a lograr unas cuantas tierras, donde fuera, al solo objeto de dar lustre a la deslucida corona colocada sobre la feble cabeza de Alfonso X I I I . El viaje de este monarca a Berlín y la entrada del kaiser en Vigo ilustran esta finta diplomática que duró lo que duran las rosas. Pronto volvió España a su política tradicional de unión con Francia e Inglaterra, y todo lo que pudo obtener a lo largo de sinuosas transacciones, todavía hoy mal conocidas, fue la faja de tierra que constituyó el Marruecos español. En la polémica entablada posteriormente por los propios acrores de estos hechos, hay quien reprocha a los gobiernos que participaron en el acuerdo no haber obtenido algo más sustancial, y tratan de probar que

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la complicación de la situación era tal y tan aguda la rivalidad de intereses, que una acción inteligente y resuelta hubiera logrado para España concesiones territoriales de mayor entidad que le hubieran permitido sustituir el perdido imperio americano por otro más próximo en el continente africano. A estos factores se unieron otros de índole más prosaica que denunciaban el cínico carácter de la proyectada expedición al norte de África. Se trataba de unos intereses mineros cuya defensa mostró al pueblo español cuál era el verdadero motivo determinante de la aventura, lo que la hizo extraordinariamente impopular. El 28 de junio de 1909 se publicó un vibrante manifiesto contra la guerra que se avecinaba. Los firmaba el Partido Socialista y traducía la opinión que los acontecimientos merecían a la U.G.T. Punto de arranque de una serie de acciones que llenan la actividad pública de la clase obrera española durante tantos años, nos parece conveniente reproducir dicho documento. Decía así: P A R T I D O SOCIALISTA O B R E R O El

Comité

Nacional

a

todos

los

trabajadores

«Compañeros: »E1 gobierno, obligado por compromisos internacionales que la nación desconoce, o movido por el afán de amparar los intereses de unos cuantos plutócratas, ha resuelto enviar a Marruecos 20 0 0 0 hombres. » ¿ Qué significa el envío de esa fuerza a dicho país? Diga lo que quiera el gobierno, significa la guerra con los habitantes de aquel imperio; y como, declarada la guerra, serían pocos 20 0 0 0 hombres para mantenerla, tras de ellos tendrían que ir necesariamente muchos miles más. »Buen modo de mirar por los intereses de la nación. Donosa manera de procurar algún alivio al estado misérrimo en que vive el proletariado español y hasta la penuria que padece la pequeña burguesía. En vez de abaratar las subsistencias —encarecidas, entre otras causas, por las últimas guerras coloniales— y de contener la corriente migratoria mediante el fomento de la producción nacional y la realización de obras públicas, nuestros gobernantes lanzan al país a una lucha desatentada que agrave horriblemente sus hondos males. »Tal enormidad, acrecida por la tremenda injusticia de que a la guerra vayan solamente los hijos de los pobres, los que no han podido librarse de la contribución de sangre por carecer de 1 5 0 0 pesetas,

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no debe ser consentida por la clase obrera consciente ni por los trabajadores que se preocupan algo de sus intereses. »De tener efecto lo acordado por el gobierno, serán los explotados únicamente los que derramen su sangre en el suelo marroquí. «Serán ellos también los que satisfagan los muchos millones que cuesta la guerra. «Serán ellos también los que satisfagan los muchos millones que principalmente las más desastrosas consecuencias que produzca tan desdichada empresa. «Por otra parte, la clase obrera, que lucha hoy no ya por mejorar su suerte, sino también por emanciparse y emancipar a todos los hombres, tiene un alto interés en que el militarismo no alcance en nuestro país mayor preponderancia de la que tiene, y seguramente alcanzaríala si se realizase una campaña guerrera en Marruecos. Lo que ahora le falta, un caudillo capaz de sobreponerse a los hombres civiles, lo tendría entonces porque es África sitio adecuado para que conquisten laureles los militares de los países que se denominan civilizados. «Tan loca es la idea del gobierno de suscitar la guerra con Marruecos que a casi todos los elementos burgueses son contrarios a ella; pero ninguno muestra resolución bastante para impedirla. Somos los trabajadores, son principalmente los obreros socialistas y todos los que luchan contra la clase patronal, los que hemos de oponernos resuelta y enérgicamente a tan descabellado propósito. «Y hemos de oponernos en seguida; hay que emprender inmediatamente una campaña de agitación contra dicha guerra, no perdonando medio alguno. El periódico, la conferencia, el mitin, todo debe emplearse para formar un ambiente que impida al gobierno realizar los planes que abriga. »Las colectividades socialistas están obligadas en primer término a ponerse a la cabeza de esta agitación y a verificar el mayor número de actos contra los aprestos bélicos del gobierno. En las reuniones, a las que se harán calurosos llamamientos a los obreros, no deberán solamente exponerse los enormes daños que al proletariado causará la susodicha guerra, sino que deberá votarse una conclusión condenándola y reclamando al gobierno que no envíe soldados a Marruecos, y de haberlos enviado que los retire de allí. «Correligionarios, obreros todos que no queréis que a vuestra clase se la trate como a un rebaño: a protestar contra el envío de proletarios armados a Marruecos; a obligar al gobierno a que rectifique su conducta; a imponer la paz, conveniente para los intereses

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generales del país y necesaria de todo punto a vuestra obra de redención. «Madrid, 28 de junio de 1 9 0 9 . «Por el Comité nacional: Mariano García Cortés, secretario, Pablo Iglesias, presidente.» La Unión General de Trabajadores de España mantenía igual posición, y sus organizaciones se sumaban con todo entusiasmo a la campaña. La protesta contra la guerra adquirió pronto proporciones extraordinarias. La torpeza del gobierno conservador, que procedió a la movilización de reservistas pese a no ser excesivamente numerosos los contingentes allí enviados, favoreció la agitación. El pueblo de Madrid se opuso, en la estación del Mediodía, a la salida de los soldados y, desde los primeros momentos, el gobierno se vio obligado al empleo de la fuerza. Lo que tuvo como resultado acenruar la oposición popular a lo que tenía todas las apariencias de una aventura descabellada. En todas las ciudades donde la clase obrera disponía de fuerza se declaró la huelga general y el movimiento, pródigo en incidentes, tuvo la virtud de llenar las cárceles de militantes y simpatizantes. La U.G.T., sus organizaciones, de acuerdo con el Partido Socialista, figutó en vanguardia de este movimiento nacional de protesta.

19 LA SEMANA TRAGICA DE BARCELONA

Donde la protesta adquirió mayor virulencia fue en Barcelona. Los embarques de soldados para África, con la repetición de las escenas que se habían producido en los mismos muelles años antes, en ocasión de la salida de reclutas para Cuba —intervención de las damas de la buena sociedad distribuyendo escapularios con el célebre «detente bala»—, procuraron el factor emocional que dio a la repulsa popular los tonos más agudos. Los sucesos cubren los días del 26 de julio al 1." de agosto de 1 9 0 9 , y el número de víctimas fue tan considerable que a este período se le denominó Semana Trágica. Sofocado el movimiento, la reacción española, brillantemente secundada por la reacción catalana, se dispuso a vengar viejos agravios y a explotar una situación que juzgaba definitiva para eliminar cuanto estimaba esencialmente peligroso. Los elementos de una llamada Acción Social, embrión de entidades que han resultado después todavía más temibles, acometieron una labor de delación destinada a purgar la ciudad. Los consejos de guerra coadyuvaron a esta labor con todo entusiasmo. Una de las maniobras montadas con mayor detalle y más clara finalidad fue la que culminó en el fusilamiento de Francisco Ferrer Guardia. La sentencia dictada contra este ciudadano dio lugar a que se creara un problema al gobierno que, al denegar su indulto y solidarizarse con la decisión del consejo de guerra, echó sobre sí la responsabilidad de ese crimen. Tenía interés el gobierno en presentar como caudillo de aquel movimiento a Francisco Ferrer Guardia, cuya significación anarquista era notoria y cuyo nombre anduvo mezclado al de Morral, el autor del atentado de la calle Mayor. Dándole significación anarquista al movimiento, se reducía su alcance inmediato, que no era otro que el de protestar contra la aventura marroquí. El fusilamiento de Ferrer, que se dedicaba en Barcelona a

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actividades pedagógicas sosteniendo la Escuela Moderna, de significación racionalista, constituyó el más patente de los crímenes jurídicos cometidos por los consejos de guerra que entonces funcionaron, y la opinión mundial se sintió horrorizada y condenó vivamente a los autores de aquellos hechos. Se produjeron manifestaciones de protesta frente a todas las embajadas españolas, y el Comité de Bruselas publicó un manifiesto en favor de los trabajadores españoles que surtió excelente efecto. La VI Conferencia Internacional de secretarios de uniones nacionales, celebrada en París en setiembre de 1 9 0 9 y a la que asistió Vicente Barrio en representación de la U.G.T., aprobó una moción de adhesión a la clase obrera de nuestro país y la protesta contra la guerra de Marruecos y la conducta seguida por las autoridades. Se vivían en Europa tiempos en que un crimen político era capaz de determinar un alzamiento de las mejores conciencias y un impulso de generosa solidaridad en las masas, para las que la justicia no era una palabra vacía.

20 VI CONFERENCIA SINDICAL INTERNACIONAL

En París, del 30 de agosto al 1.° de setiempre de 1 9 0 9 , tuvo lugar la VI Conferencia Sindical Internacional, con asistencia de trece países, entre ellos España, que estuvo representada por Vicente Barrio, secretario general de la U.G.T. Francia tomó parte en la conferencia, representada por León Jouhaux. En esta conferencia se acuerda estudiar la posibilidad de crear una Federación Internacional del Trabajo. Gompers asistió a la conferencia aprovechando que hacía «un viaje de estudios por Europa». La conferencia, como se ha consignado en páginas anteriores, registró una protesta por la represión del gobierno español contra los trabajadores y de repulsa de la guerra de Marruecos. 1

1. Véase Amaro del Rosal, op. ctt. 6

21 LA G U E R R A DE M A R R U E C O S Y SUS C O N S E C U E N C I A S . — С А Ю А

DEL G O B I E R N O MAURA. — PRIMERA CONJUNCIÓN REPUBLICANO-SOCIALISTA

Los sucesos de 1 9 0 9 actuaron como un revulsivo sobre la conciencia nacional. No sólo eran sospechosos los orígenes de la guerra y su morivación inmediata —aquella agresión de los moros a unos mineros que fueron dejados como cebo—, sino que la campaña se llevaba, desde el punto de vista militar, de la manera más desasrrosa. El clamor contra la política del gobierno Maura-La Cierva era universal. Esraba en el ambiente la necesidad de aglutinar todas las fuerzas dispuestas a luchar contra aquel equipo sangriento, y ello determinó la formación de una conjunción de los partidos socialistas y republicanos, que presidió don Benito Pérez Galdós. La sola consrirución de este conglomerado anridinástico, que se asignó como finalidad esencial la instauración de la República, determinó el hundimiento del gobierno Maura, que presentó su dimisión en octubre de 1909Los elementos populares habían convocado a una grandiosa manifestación de proresta contra la criminal polírica maurista; pero antes de que se verificara el gobierno juzgó prudenre rendirse y dimitir. No obstante, las manifestaciones convocadas en toda España se celebraron, revistiendo la de Madrid excepcional importancia. Durante todo el trayecto se vitoreó a la Unión General de Trabajadores y a sus hombres. Antes de disolverse el imponente correjo, Sol y Ortega y Pablo Iglesias pronunciaron discursos. Fue entonces cuando surgió en la conciencia popular el grito «¡ Maura, n o ! » que equivalía a un veto. La Conjunción republicano-socialista es uno de los acontecimientos políticos de mayor trascendencia en la vida del proletariado español. Fueron muchos los afiliados a quienes esta decisión, tomada por los organismos superiores, desconcertó, y puede decirse que mientras duró dicho pacto no dejó de existir, dentro del propio Partido Socialista, una fuerte

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corriente de opinión que le era francamente adversa. La explicación que encontramos al suceso es la siguiente: Los fundadores del Partido Socialista y de la U.G.T. se habían asignado, como tarea primordial, crear entre los trabajadores españoles una conciencia de clase. La cosa era tanto más necesaria cuanto que la inmensa mayoría de los obreros de nuestro país estaban ganados por la mística y la demagogia anarquistas o por la adoración a estos o aquellos hombres del republicanismo. El Partido Socialista Obrero Español, que se inspiraba en el pensamiento que a su Partido imbuía Julio Guesde, acometió con extraordinario vigor la rarea de «desrepublicanizar» a los «abajadores de nuestro país. Y en la colección de El Socialista puede comprobarse que no se deja pasar ningún suceso político o social adverso de cualquier país con régimen republicano para hacer patente que, en fin de cuentas, los regímenes burgueses son todos iguales y cómo los obreros no pueden esperar su liberación fuera del triunfo de los ideales que les son propios. Incluso en el área nacional, la campaña conrra los republicanos ocupaba gran parre de la actividad de los líderes socialisras y ugeristas. Por ello, la consrirución de la Conjunción republicano-socialisra significaba un viraje -—como ahora se dice— rrascendenral que desconcertó a muchos miliranres, aferrados a la noción tantas veces reperida de que los lobos no pueden aliarse nunca con los corderos. «Ir del brazo de la burguesía» era algo que esrremecía de espanro a los afiliados sencillos y de buena fe que no esraban preparados para comprender de qué manera la polírica es, por encima de rodo, realismo, oportunidad y senrido de la maniobra. Esra experiencia es válida todavía para nuesrros días. Pablo Iglesias, que había sido el espíritu más intransigente en la materia, hasra el punto de que los republicanos habían levanrado contra él la calumnia insigne de que favorecía voluntariamente a la monarquía con su hosrilidad hacia los partidos republicanos, se convirtió en el defensor a ultranza de la Conjunción. Y es de justicia hacer constar que no sólo militantes sencillos, sino algunos que ya reñían una gran represenración como Largo Caballero, se colocaron, en este problema, en una actitud irreductible. Posición que contrasta con la de realismo político —diríamos oportunismo— que el mencionado dirigente mantendría en circunstancias posteriores. Los defensores de la Conjunción estimaban que el proletariado español estaba suficienremente instruido ya para poder ir a una alianza semejante sin por ello desviarse de sus propios objetivos. Hasta la fecha en que se establece el pacto, el problema de las relaciones con los partidos republicanos había sido planteado varias veces desde el ángulo elecroral. Eran muchos los puestos de concejales y diputados que se perdían por ir

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separados a la lucha electoral los republicanos y los socialistas. Y no obstante reconocerlo así, los congresos se pronunciaban en favor de las candidaturas propias, a los solos fines de establecer bien la diferenciación entre socialistas y republicanos. Esta actitud volvería a prevalecer en las elecciones de 1 9 3 3 , determinando la derrota popular y la victoria de la reacción. Han pasado muchos años y —sin salimos del terreno objetivo en que voluntariamente nos confinamos— ya se puede decir que, si bien no es posible saber cuál hubiera sido el desarrollo del Partido Socialista Obrero Español de haber mantenido su adusta independencia, es indudable que la Conjunción sirvió para transformarlo en una considerable fuerza política. Y que si cuando el pacto languideció los partidos republicanos quedaron quebrantados, este fenómeno no se produjo en el Partido Socialista que, por el contrario, vio crecer sus efectivos y su influencia: por vez primera la clase obrera enviaba al Parlamento a un auténtico representante suyo en la persona de Pablo Iglesias. Por lo que respecta a la U. G. T., ésta se limitó a secundar lo que era política mayoritaria del Partido Socialista, coadyuvante como siempre a su acción con una dedicación plena y absoluta.

22 LAS LUCHAS D E L P R O L E T A R I A D O V A S C O . NUEVA HUELGA MINERA EN VIZCAYA

Los sucesos políticos a que venimos haciendo referencia determinaron la constitución de varios gobiernos liberales e incluso que el rey, asustado por la fuerza que cobraba el movimiento antidinástico, llamase al poder al hombre de significación más radical de que disponía: don José Canalejas. Bajo el gobierno de este político —que afirmaba no sabemos si de manera sincera su voluntad de democratizar la monarquía— fue cuando se produjo una nueva huelga minera en Vizcaya. No hemos reseñado las dos inmediatamente anteriores por no hacer este trabajo excesivamente prolijo y en atención a que los movimientos huelguísticos de Vizcaya y sus trágicas incidencias han sido objeto de estudios especiales e incluso se les dedicó un folleto. Querían los mineros que se diera realidad a lo pactado y especialmente a lo prometido, nada menos que por el propio jefe del Estado, en 1906. Al observar la agitación que reinaba entre los mineros, el señor Canalejas recurrió al procedimiento tradicional de enviar fuertes contingentes del ejército a Vizcaya. Lo que hizo que los patronos se ensoberbecieran y que resultara inevitable el planteamiento de la huelga general en las minas. El conflicto duró dos largos meses. El gobierno se atrincheró en el conocido expediente de atribuir a los obreros fines políticos y no mejoras de tipo económico. El único aspecto político de esta huelga fue el de que, gracias a ella, los obreros aprendieran que no podían fiarse de las promesas de los gobernantes y de cuan poco valor era la palabra de un rey. Fueron numerosas las gestiones realizadas para poner término al conflicto. Fracasaron las intentadas por el ministro de la Gobernación, así

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como las realizadas por el Instituto de Reformas Sociales. Y Canalejas, como un político conservador cualquiera, hubo de recurrir a la suspensión de las garantías constitucionales. Únicamente la firme voluntad de los mineros y la disciplina que mantuvieron en el curso de la huelga lograron dividir a los patronos y vencerlos. El 20 de setiembre st firmaron las bases, de acuerdo con las peticiones obreras. En cuanto a la duración de la jornada de trabajo, ésta se redujo mediante la promulgación de una ley relativa a la legal en las minas. Los trabajadores de toda España, que practicaban cada vez con mayor intensidad la solidaridad con lo< compañeros en lucha, ayudaron con eficacia a los obreros vizcaínos.

23 VIII C O N G R E S O I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA

Del 28 de agosto al 3 de setiembre de 1 9 1 0 tuvo lugar, en Copenhague, el V I I I Congreso Internacional Socialista. Entre los hombres del socialismo internacional aparece una delegación rusa en la que, entre otros, figuraban: Lenin, Plejanov y Alejandra Kollontai. Por España asistían Vicente Barrio, representando a la U.G.T., y Pablo Iglesias, Casimiro Muñoz, Emilio Corrales y Francisco Azarín, por el Partido Socialista Obrero Español. Entre las múltiples y fundamentales cuestiones que examinó, el congreso se ocupó del problema de España en relación con la guerra de Marruecos, de la política de represión del gobierno español contra la clase obrera por su actitud frente a dicha guerra, así como de las condenas a muerte de Francisco Ferrer, Miguel Baró y Clemente García, aprobando la siguiente resolución: 1

«El Congreso Internacional Socialista de Copenhague, ante los acontecimientos trágicos de que España, particularmente Cataluña, ha sido teatro el año último, hace constar su entera simpatía a los camaradas del Partido Socialista Español, a los militantes de Cataluña y a todos los obreros organizados de España que, conforme a las decisiones de la Internacional, opusieron a la aventura colonial marroquí la acción colectiva del proletariado; protesta contra la represión bárbara de que nuestros compañeros de Barcelona y otras poblaciones han sido víctimas y, en particular, contra el asesinato pseudojurídico de Ferrer, y saluda en la elección del compañero Iglesias, primer diputado de la clase obrera por la capital misma de la monarquía, el signo decisivo del despertar de la conciencia de clase entre los trabajadores españoles.» 1.

Véase Amaro del Rosal, op. cit.

24 X CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES DE ESPAÑA En la nueva Casa del Pueblo de Madrid, y durante los días 17 a 21 de mayo de 1 9 1 1 , se celebró el X Congreso de la U.G.T. Pasaban de 90 0 0 0 los obreros representados en esta asamblea y asistieron 1 0 9 delegados, en su inmensa mayoría representando a organizaciones de provincias. Se nombró presidente del congreso a Antonio García Quejido. En la primera de las diez sesiones que empleó el congreso para deliberar sobre las cuestiones contenidas en el orden del día, el Comité Nacional presentó las dos propuestas siguientes: «Primera: El Congreso de la Unión General de Trabajadores, considerando que toda conquista de Marruecos, además de contraria a los principios de justicia, es altamente dañosa a los intereses generales del país, y muy particularmente a los de toda la clase obrera, condena con la mayor energía la conducta que con aquel Imperio está observando el gobierno y pide la rectifiquen. Y de no hacerlo, de pretender sacrificar el interés de la casi totalidad del país a locos propósitos de mezquinas combinaciones y desenfrenadas codicias, las organizaciones obreras que el congreso representa no perdonarán medio alguno para impedir este sacrificio. «Segunda: El Congreso, fiel al principio de solidaridad obrera internacional, acuerda haber visto con profundo disgusto la visita a nuestro país del ex presidente de la República Argentina, señor Figueroa Alcorta, digno émulo del zar de Rusia; protesta contra la bárbara ley de Defensa social elaborada por la clase explotadora de aquella república, y envía un fraternal saludo a todos los proletarios que en la misma luchan por que se respeten las libertades políticas y por la supresión del régimen capitalista.»

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Aprobadas sin discusión y por aclamación estas dos propuestas, el presidente, Quejido, propuso que la asamblea manifestara su simpatía a cuantos obreros luchaban en aquellos momentos mediante la huelga, y muy especialmente a los albañiles madrileños que estaban sosteniendo una dura batalla contra el elemento patronal. La propuesta de la presidencia fue también aprobada entre entusiastas aclamaciones. Ya en el orden del día, se aprobó por unanimidad recomendar a las secciones el establecimiento de la base múltiple como sistema de organización, y que el Comité Nacional aprovechara todas las coyunturas favorables para hacer patente a las organizaciones de Cataluña la bondad de los métodos preconizados por la Unión General de Trabajadores. Igualmente se decidió: hacer presión cerca del gobierno para que el Parlamento aprobara la ley de Contrato de trabajo; que el Congreso se dirigiera al gobierne parí, que se aprobase la ley que prohibe el trabajo nocturno de la mujer; que se modificara la ley de accidentes del trabajo, en cuanto a los derechohabientes y que los beneficios de dicha ley alcanzasen a los agricultores, camareros y cocineros; realizar una activa propaganda contra el trabajo a destajo; pedir la ejecución de obras públicas para atenuar la crisis de trabajo; que el gobierno prohibiera en los penales toda labor ajena a las propias necesidades de éstos, a fin de no crear competencias ruinosas con los obreros de la industria libre. Se tomaron acuerdos relativos a propaganda y prensa, y se resolvieron varias cuestiones de carácter estatutario. Aprobada la gestión del Comité Nacional, como asimismo la de los vocales obreros del Instituto de Reformas Sociales, se reeligió a Barrio para secretario y se acordó que el Comité continuara residiendo en Madrid. Después de este congreso, la Ejecutiva quedó integrada de la siguiente forma: Presidente: Pablo Iglesias Vicepresidente: Francisco Largo Caballero Secretario: Vicente Barrio Vicesecretario: Jerónimo Carnicero Tesorero: José Maeso Vicetesorero: Antonio Rodríguez.

25 VII CONFERENCIA SINDICAL INTERNACIONAL

Durante los días 10 al 12 de agosto de 1 9 1 1 se celebró en Budapesr la V I I Conferencia Sindical Internacional. La conferencia registra un hecho importante: la Federación Americana del Trabajo (F.A.T.) se había adherido al secretariado; formaban ya parte del secretariado veinte países, representando a más de seis millones y medio de afiliados. La afiliación de la F.A.T. estuvo determinada por la presencia en la misma conferencia de una delegación de la Industria Workers of de World ( I . W . W . ) . Como sólo podía formar parte del secretariado una central por país, la I . W . W . no fue admitida en la organización, pero sí la F.A.T. La conferencia dedicó sus trabajos a problemas generales. El problema de la guerra y la paz no formaba parte, por lo visto, de sus preocupaciones. Por España asistió Vicente Barrio.

26 HACIA U N A H U E L G A G E N E R A L . — C L A U S U R A D E LOS C E N T R O S O B R E R O S 1

El 16 de setiembre de 1911 el Comité Nacional de la U . G . T . La reunión estaba determinada por los graves acontecimientos que se venían produciendo en el país, sucesos cuya causa era la irritación que seguía produciendo en los españoles la continuación de la campaña marroquí. De otra parte, la conducta del gobierno Canalejas en relación con los movimientos huelguísticos planteados en la nación, conducta en todo semejante a la de los gobiernos más reaccionarios, hacía precisa una acción vigorosa de la clase obrera que expresase su repulsa a procedimientos que parecía habían sido colocados extramuros de la acción gubernamental. En dicha reunión se acordó, en principio, declarar la huelga general en toda España, y a este efecto se nombró una comisión encargada de elegir el momento oportuno para iniciar el movimiento. El malestar general crecía y el gobierno seudorradical del señor Canalejas no dejaba de emplearse a fondo en la persecución de todo lo que se oponía a sus procedimientos. La prensa era denunciada y recogida de modo sistemático y toda acción contra la guerra de Marruecos era presentada por el gobierno como un ataque dirigido contra el propio gobierno y juzgada como tal. Las cárceles se llenaron de obreros. En Sabadell fue detenido el dirigente Comaposada porque llegaba de Barcelona el mismo día en que se había anunciado la celebración de una manifestación pública contra la guerra. En Madrid, a la salida de la Casa del Pueblo, es detenido y encarcelado Julián Besreiro. El profesor Besteiro, que aún no pertenecía al movimiento obrero, acababa de pronunciar en el domicilio de los trabajadores una conferencia contra la guerra. 1. Días antes, del 8 al 10 de setiembre, en un congreso celebrado en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona, quedaba constituida la Confederación Nacional del Trabajo ( C . N . T . ) .

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AMARO DEL ROSAL

Saborit, dirigente del movimiento juvenil socialista, estaba cumpliendo una condena de varios meses por haber redactado una convocatoria para un mitin organizado por la Juventud Socialista contra la sangría marroquí. El gobierno estaba firmemente resuelto a que cesara esta agitación, y suspendió el mitin convocado por Mora y Largo Caballero en nombre de la organización, a más de procesar a ambos. En esta carrera represiva llegó a suspender otra vez ías garantías constitucionales — ¡ e l señor Canalejas, que había fundamentado todas sus campañas políticas en ataques a los gobernantes que no sabían mantenerse en el poder sin recurrir a estos procedimientos de excepción!— y prohibió que se comentara públicamente el curso de las huelgas planteadas. Frente a semejante conducta, la prensa burguesa de matiz democrático tomó la resolución de suspender su aparición, como protesta contra las limitaciones establecidas. Después de varios días sin periódicos, el gobierno levantó la censura y la prensa reanudó su publicación. En el mes de noviembre de 1 9 1 1 fue clausurada la Casa del Pueblo de Madrid, así como los centros obreros de muchas poblaciones. Anteriormente lo habían sido muchos otros y poco después fueron clausurados todos. Para protestar contra tal situación de abierta tiranía se celebró un mitin en el teatro Barbieri de Madrid. Presidió el acto Reyes, y el primer orador fue el ya viejo Francisco Mora quien manifestó que el acuerdo de huelga general respondía a la necesidad de solidarizarse con los compañeros atropellados y perseguidos en sus derechos más vitales. Le siquieron en el uso de la palabra Vicente Barrio, García Quejido y Pablo Iglesias. El movimiento de huelga general había sido secundado en Madrid, Vizcaya, Málaga y Asturias y constituyó una magnífica manifestación de protesta. El día 26 del mismo mes de noviembre, y organizado por la Comisión administrativa de la Casa del Pueblo de Madrid, se celebró, también en el teatro Barbieri, otro mintin para protestar contra la clausura de los centros obreros y la política de Canalejas. Intervinieron en él Martínez Gil, Caballero y Barrio, quienes, entre constantes manifestaciones de entusiasmo, censuraron la actuación gubernamental. Posteriormente, hubo otros actos convocados con la misma finalidad, tanto en Madrid como en provincias. La orden de levantamiento de la clausura de la Casa del Pueblo madrileña fue dada por las autoridades en la primera quincena del mes de marzo de 1 9 1 2 , después de haber permanecido cerrada durante cuatro meses.

27 R E U N I Ó N D E L B U R Ó D E L A I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA

En setiembre de 1 9 1 1 , e! espectro de la guerra asomaba por todas partes. España, con su guerra de Marruecos, figuraba en vanguardia de una situación internacional que cada vez se presentaba más delicada y preñada de serios peligros. Después del congreso de la Internacional, celebrado en Copenhague en 1 9 1 0 , la situación internacional había ido deteriorándose seriamente. El peligro de guerra amenazaba por todas partes: intervención de España en Marruecos; en 1 9 1 1 , entrada en Fez de fuerzas francesas; en respuesta, un barco de guerra alemán atraca frente al puerto marroquí de Agadir; las relaciones entre Alemania y Francia se vuelven muy tensas. Después, en una conferencia celebrada en Agadir, los imperialistas se ponen de acuerdo: manos libres a Francia en Marruecos y a Alemania en el Congo. Solucionada esa contradicción de intereses colonialistas, surge la crisis de los Balkanes; Italia se apodera de Trípoli, declarando la guerra a Turquía; la Rusia zarista entra en Mongolia; Austria se enfrenta con Servia y se apodera de Bosnia-Herzegovina; Alemania e Inglaterra mantienen relaciones conflictivas, lo mismo sucede entre Francia y Alemania. Europa es un barril de pólvora. La Internacional Socialista se esforzaba por denunciar los peligros de guerra, llamando a la clase obrera a manifestarse y a luchar por la paz. Para examinar una situación tan explosiva, convoca una reunión plenaria de su Buró, que tuvo lugar en la Casa del Pueblo de Zurich los días 23 y 24 de setiembre de 1 9 1 1 , con asistencia de catorce países. España (Iglesias) se excusó. A esta reunión asiste Lenin. La Conferencia felicitó a los países que habían realizado manifestaciones contra la guerra, figurando entre ellos España. Adoptó diversas resoluciones que fueron transmitidas a las secciones de la Internacional. 1

I.

Véase Amaro del Rosal, op. cit.

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AMARO DEL ROSAL

De esta conferencia, la Internacional acude al Congreso extraordinario de Basilea, en noviembre de 1912. Su último Congreso; la primera guerra mundial imperialista que se desencadenará en 1 9 1 4 neutralizará la vida de la Internacional y la llevará a la quiebra. Sus llamamientos a la paz, sus movilizaciones no pudieron evitar la guerra, la matanza de 1 9 1 4 - 1 9 1 8 . El proletariado mundial careció de unidad y fuerza para evitar la primera conflagración mundial. El internacionalismo proletario no había alcanzado una talla internacional, una cohesión que le permitieran enfrentarse con las contradicciones del imperialismo y declarar, de acuerdo con el grito de la Internacional, la ¡ guerra a la guerra!

28 M U E R T E DE PABLO LAFARGUE Y DE LAURA M A R X

Dedicamos unas líneas a la muerte de Pablo Lafargue y de Laura Marx, su esposa, por la relación que ambos tuvieron con el movimiento obrero español, bien que ya nos hayamos ocupado de ellos en nuestro primer volumen, consagrado al siglo X I X . Pablo Lafargue y Laura Marx desaparecen el 26 de noviembre de 1911 en las cercanías de París. Su muerte voluntaria es todo un poema. El movimiento obrero español de orietanción socialista le debe mucho a Pablo Lafargue. En España, se conoce y se inicia el socialismo marxista en el momento de la presencia de Lafargue en Madrid, cuando llega allí huyendo del terror desencadenado por el gobierno francés después de aplastada la gloriosa Comuna de París. Para nosotros, Pablo Lafargue y José Mesa son los pioneros que dieron a conocer en España los principios del socialismo científico y revolucionario de Marx y Engels, es decir, del marxismo. García Quejido, Pablo Iglesias y los demás militantes del socialismo de los primeros tiempos del Partido Socialista Obrero Español y de la U.G.T. continuaron su obra. El movimiento obrero español no ha colocado aún en el lugar que le corresponde la figura de Pablo Lafargue.

29 SUSPENSIÓN Y PROCESAMIENTO DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES

La fobia del señor Canalejas contra la clase obrera llegó a tal extremo que —tras procesar y encarcelar a gran número de destacados militantes del movimiento obrero, de recurrir al apaleamiento de los detenidos y a la clausura de los centros obreros— en el mes de enero de 1912 el fiscal de S.M. comunicaba al Comité nacional de la U.G.T. el siguiente y curioso Auto de procesamiento contra sus dirigentes: «El ilustrísimo señor fiscal de S.M., en escrito fecha catorce de noviembre último, dedujo querella criminal contra Francisco Largo Caballero, José Maeso, Jerónimo Carnicero Escribano y Vicente Barrio Minguito, en concepto de vicepresidente, tesorero, vicesecretario del Comité Nacional y secretario general del mismo, respectivamente, como autores del delito previsto y castigado en el número segundo del artículo ciento noventa y nueve del código Penal, y de cuyo comité es presidente don Pablo Iglesias Posse, diputado a Cortes. «Resultando de las diligencias practicadas encaminadas a comprobar si la referida sociedad "Unión General de Trabajadores" se hallaba inscrita en los gobiernos civiles de esta provincia y en el de Barcelona; que el último, en oficio fecha primero de diciembre, contestó en sentido negativo, apareciendo, no obstante haberse omitido por los fundadores, directores y presidentes de la tal asociación el cumplimiento de lo dispuesto en la ley de treinta de junio de mil ochocientos ochenta y siete, viene funcionando en esta villa con sujeción a unos estatutos modificados en diez y siete, de mayo último, de que no se ha dado cuenta el gobierno civil, celebrando reuniones de las que se extienden actas, siendo la última de las que figuran en el libro correspondiente la de treinta y uno de agosto próximo pasadosuscrita por Jerónimo Carnicero; y en cuya modificación se aconse-

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ja una campaña de agitación para alcanzar determinados fines (>-.;•) que integran la más amplia llamada Unión General de Trabajadores y son las que se expresan en la relación remitida por la Jefatura superior de Policía. «Considerando: que la Asociación denominada Unión General de Trabajadores, compuesta de otras sociedades que designan delegados que la representen en aquélla, que tiene su vida reglamentada por unos estatutos y está regida por un comité que elígese por medio de votaciones en la forma que se expresa en los artículos cincuenta y uno y cincuenta y dos de aquélla, es una sociedad, según el sentido gramatical y jurídico de la palabra, puesto que individuos que representan a otras sociedades se juntan y acompañan para los efectos que los indicados estatutos determinan, acto que tiene su expresión en el verbo recíproco asociarse y, por tanto, está comprendida en la ley de treinta de junio de mil ochocientos ochenta y siete. »Considerando: que no puede alterar el alcance que en el orden legal y en lenguaje usual tiene la palabra asociación la idea que la Unión General de Trabajadores, por estar compuesta de otras sociedades, debe llamarse Federación, ya porque este vocablo tiene igual significado de unión de varios, ya porque los actos que debe realizar tal entidad son los determinados en la citada ley y no exceptuado en su artículo segundo. »Considerando: que en tal concepto la sociedad llamada Unión General de Trabajadores está obligada a cumplir todos los requisitos de la ley que se cita, en el gobierno civil de la provincia donde actúa o tiene su residencia o domicilio, sin que ofrezca duda acerca de este particular el espíritu claro y texto de los artículos tercero, cuarto, quinto, séptimo y duodécimo de la repetida ley, aunque algunas de las sociedades que integran la entidad de que se trata tengan su domicilio en diferentes provincias. »Considerando: que aquella Sociedad funcionaba, en la época a que se refiere la querella del Ministerio fiscal, en la calle de Piamonte, 2, de esta corte sin haber cumplido los preceptos de la ley de Asociaciones por lo que es visto que sus directores y presidente aparecen comprendidos en el artículo ciento noventa y nueve, número segundo del Código penal. «Considerando: Que estos directores y presidentes no son otros que los que forman el Comité que indica el artículo [ilegible] cua-

1. En El Socialista de 26 de enero de 1 9 1 2 , de donde tomamos el «Auto de procesamiento...», figura así: Falta sin duda algo, o el señor fiscal de S. M. redactaba muy mal. 7

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renta y tres de los estatutos de esta asociación con las atribuciones que determina el cincuenta y siete, que en la actualidad son D. Pablo Iglesias, presidente; D. Francisco Largo Caballero, vicepresidente; D. Vicente Barrio Minguito, secretario; D. Jerónimo Carnicero, vicesecretario; D. José Maeso Granados, tesorero, y D. Antonio Rodríguez Cano, vicetesorero. «Considerando: que de lo actuado hasta ahora racionales de criminalidad contra D. Francisco Largo cente Barrio Minguito, D. Jerónimo Carnicero, D. nados, y D. Antonio Rodríguez Cano, respecto a los la declaración que preceptúa el artículo trescientos de la ley de Enjuiciamiento criminal.

aparecen indicios Caballero, D. ViJosé Maeso Graque precede hacer ochenta y cuatro

«Considerando: que dada la índole del delito, pena que en su caso pueda imponer a los inculpados, posición social de los mismos y que tienen domicilio conocido, con motivos bastantes para creer fundamentalmente no tratarán de rehuir la acción de los tribunales y, por lo tanto, procede también acordar su libertad provisional, si previamente constituyen la obligación apud-acta a que se contrae el artículo quinientos treinta de la propia ley. «Considerando: que, según precepto terminante del artículo dieciocho del Código Penal, toda persona responsable criminalmente de un delito o falta lo es también civilmente. «Considerando: que ostentando la investidura de diputado a Cortes el también inculpado D. Pablo Iglesias Posse, debe comunicarse la presente causa al Ministerio fiscal a los efectos del artículo setecientos cincuenta y cinco de la ley procesal. «Considerando: que, según lo dispuesto en el artículo catorce de la citada ley de Asociaciones, por el procesamiento de las personas que forman el Comité de la Unión General de Trabajadores procede la suspensión de ésta, puesto que por el delito de que se trata puede en la sentencia definitiva decretarse la disolución de la misma. «Vistos los artículos citados y el quinientos ochenta y nueve de la mencionada ley de Enjuiciamiento criminal, »Su señoría por ante mí, el secretario, d i j o : Se declara procesados y sujetos a las resultas de la presente causa a D. Francisco Largo Caballero, Vicente Barrio Minguito, Jerónimo Carnicero Escribano, José Maeso Granados y Antonio Rodríguez Cano, con quienes se entiendan las diligencias sucesivas en el modo y forma que la ley previene; hágaseles saber, instruyéndoles de sus derechos para el nombramiento de sus defensores y recíbaseles declaración indagatoria. «Continúen en libertad provisional los referidos procesados, si previamente constituyen obligación apud-acta de comparecer ante este

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juzgado y Superior tribunal que conozca por virtud de la presente causa, los días primero y último de cada mes y cuantos fuere preciso, y fórmese ramo separado con testimonio de este particular. «Reclámense sus antecedentes penales, morales, partida de bautismo, para lo cual expídanse los depachos necesarios. «Requiéraseles para que en el preciso término de veinticuatro horas presten fianza metálica en cantidad de mil pesetas cada uno, o doble en fincas, que, por ahora, se consideran suficientemente para garantizar las responsabilidades pecuniarias que en definitiva pudieran imponérseles y no verificándolo procédase al embargo de bienes de los mismos, suficientes a cubrir la indicada suma, y si careciesen de ellos en todo o en parte, acredítese debidamente su insolvencia, formándose también con testimonio de este particular de proveído ramo separado. «Se decreta la suspensión de la sociedad llamada Unión General de Trabajadores; y para que se lleve a cumplido efecto póngase este particular de proveído en conocimiento del ilustrísimo señor jefe superior de la Policía gubernativa de Madrid. «Y ostentando D. Pablo Iglesias Posse la investidura de diputado a Cortes, comuniqúese este sumario al ilustrísimo señor Fiscal de S.M. a los efectos del artículo setecientos cincuenta y cinco de la ley procesal. «Lo manda y firma S.M.: doy fe. —• Alejandro García del Pozo. — J. María de Antonio. «Y para que sirva a ustedes de cédula de notificación en forma, expido la presente, que firmo en Madrid a diez y seis de enero de mil novecientos doce. — J. María de Antonio.» El pretexto era verdaderamente singular. Apelar a este procedimiento leguleyesco no constituirá nunca una demostración de las dotes de estadista ni de la condición de «radical» de que el señor Canalejas alardeaba. En circular de 23 de febrero de 1912, el Comité nacional de la U.G.T. decía, entre otras cosas, a las secciones y federados lo que sigue: «Compañeros: «Con motivo de la proclamación de la huelga general en el próximo pasado mes de setiembre, el gobierno del señor Canalejas, como ya es sabido de todos, emprendió una campaña de persecución contra las sociedades obreras, cuyas consecuencias aún estamos sufriendo. «No pudiendo el gobierno legalmente perseguir a la Unión General de Trabajadores, porque ésta no había cometido ningún delito, ideó el burdo pretexto de procesar al Comité Nacional, fundado en

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que los estatutos de la Unión no estaban legalizados, y por cuya causa el juez que intervino en el proceso clausuró nuestra secretaría, se incautó de la documentación y lacró sus armarios y el archivo. »Este Comité Nacional, igual que los anteriores, sigue estimando que la Unión General de Trabajadores no es una sociedad y, por consecuencia, sus estatutos no tenían para qué presentarse a la legalización de la autoridad, porque la ley de Asociaciones habla de sociedades de individuos, no de Federaciones de sociedades. »Sin embargo, teniendo en cuenta que de lo que se trataba era de impedir el funcionamiento regular de la Unión General, y no queriendo que el sostenimiento de nuestro justo derecho sirviera de pretexto para mantener en estado normal la buena marcha de la Unión, acordamos legalizar los estatutos. »Estos están en nuestro poder legalizados. »Si desde setiembre hasta aquí la Unión General ha funcionado con alguna irregularidad (por los motivos apuntados), desde hoy vuelve a su funcionamiento normal y las secciones deben seguir sus relaciones con el Comité Nacional en la misma forma que lo venían haciendo antes del mes de setiembre último.»

30 R E T I R A D A D E LOS VOCALES O B R E R O S DEL I N S T I T U T O D E R E F O R M A S SOCIALES

El gobierno Canalejas no cejaba en su acritud de persecución sistemática de los obreros y de sus organizaciones. Tampoco se disponía a cumplir sus compromisos en materia de legislación social, por lo que, el 31 de enero de 1912, la representación obrera en el Instituto de Reformas Sociales hizo público el siguiente documento:

y

A las sociedades a los trabajadores

obreras en general

«Después de maduramente consideradas las actuales circunstancias, tan aflictivas para la clase trabajadora, y de largos y sostenidos debates, los vocales obreros que suscriben han tenido que cumplir el penoso deber de retirarse del Instituto de Reformas Sociales. »E1 deseo de esta representación obrera del organismo central del trabajo hubiera sido dirigirse en previa consulta a todas las sociedades que le honraron con su mandato, solicitar su consejo, pedir el concurso de su fuerza moral; pero los acontecimientos ocurridos, unidos a las circunstancias del presente, superiores a su voluntad y deseos, se han desarrollado de tal suerte que los firmantes, asumiendo, desde luego, toda la responsabilidad que pudiere corresponderles, han adoptado tan sensible resolución, que someten al fallo de sus electores, ya que no cabía espera en cuestiones que, como en la presente, intervienen dos importantes factores: la insistente torpeza de un gobierno que se titula liberal y la vitalidad de la clase trabajadora. »La conducta, la mala conducta política del gobierno como determinante de la retirada de esta representación obrera, se refiere a dos extremos: el primero en cuanto afecta a su desatención con el Instituto de Reformas Sociales, a la desconsideración con sus reclama-

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ciones y acuerdos, al menosprecio en el cumplimiento de la legislación novísima del trabajo; el segundo, a la dureza, injusticia y falta de magnanimidad con que, desde su advenimiento al poder, ha tratado a los trabajadores organizados. »Y no es que nos sorprendamos, aunque nos lamentemos sinceramente de ello. De un gobierno llamado a destiempo, que vive a título precario, a merced del menor contratiempo, sin orientación, en la mayoría de sus componentes, de los más elementales principios de economía social, sin otra norma que las circunstancias, sin más principios doctrinales que la verborrea y el himno de Riego, no se podía esperar otra dirección política. »No ha habido ley alguna que no haya infringido. «Burlada la Constitución del Estado, los derechos individuales y políticos más preciados convertidos en caprichos gubernamentales, perseguida la prensa obrera, recogidos sus periódicos sin previa denuncia, confiscadas las ediciones sin determinación del artículo denunciable, tal ha sido su proceder en lo político. »En lo social, escarnecida descarada y públicamente la ley del descanso ; desorganizadas las Juntas de reformas sociales, constituidas al amparo de la ley, y convertidas en organismos caciquiles; atropelladas las leyes protectoras del trabajo de las mujeres y de los niños; incumplida y puesta toda clase de trabas a la inspección del trabajo; las huelgas, en todos los casos consideradas no como colisiones económicas resultantes de la lucha entre el capital y el trabajo, sino como conflictos de orden público, para cuya resolución sólo es necesaria la intervención de la fuerza armada; la estadística del trabajo, base de los proyectos de la legislación social futura, no ya desatendida e incumplida, sino dada de barato por los diversos ministros que se han sucedido en el ministerio de la Gobernación, a pesar de los constantes requerimientos del Instituto y de la legislación que la regula; los recursos interpuestos, no sólo sin resolver, sino ignorándose el paradero en que se hallen; en suma, lo más absurdo, la mayor anarquía, el más tremendo desbarajuste y desconcierto en todos los departamentos y, especialmente, en la esfera de la administración del Estado encargada del cumplimiento de las leyes del trabajo. »Y no digamos en sus relaciones con la clase trabajadora: su política mal educadora, nefasta y letal; los atropellos, la persecución más sistemática, el encarcelamiento de multitud de inocentes; su detención y trato común con ladrones, homicidas y falsificadores; sus constantes baladronadas y amenazas; la suspensión de la mayoría de las sociedades obreras; la clausura de sus centros; su falta de tino y de sentido jurídico, sustrayendo, mermando la competencia de los

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tribunales de justicia, y abdicando, por debilidad, por agotamiento, en la jefatura de Policía la plenitud de los poderes del Estado. »En este estado de circunstancias, la representación obrera del Instituto hubo de considerar y discutir si visto el incumplimiento de las leyes del trabajo y la desatentada represión con los trabajadores podía continuar desarrollando en aquella corporación la política llamada intervencionista, cuando un gobierno de demócratas desatendía y atropellaba y no daba después la menor satisfacción al Instituto ni a los trabajadores. Y el acuerdo de la retirada, en aquel entonces fue unánime. La abstención se imponía aun por encima de los mejores deseos de templanza; pero la representación obrera antes de verificar aquel acto convino, por el obligado respeto a la persona venerable que les preside, dirigirle el siguiente documento: «"Señor Presidente del Instituto de Reformas Sociales: «"Los vocales obreros del Instituto del que es usted digno presidente, tienen el honor de someter a su justificación e imparcialidad la resolución que necesaria e indefectiblemente deben tomar ante la conducta impolítica del actual gobierno. »"La representación obrera del organismo central creado por el Estado para favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora de las clases obreras, servir de órgano educador de las costumbres sociales, evitar los conflictos violentos e inútiles, y en todo caso suavizar las luchas inevitables, prestó su concurso y en la actualidad sigue coadyuvando en la medida de sus fuerzas al funcionamiento de aquel centro, en la convicción de que los gobiernos facilitarían la gestión del Instituto, ampararían sus legítimas peticiones, estimularían a las autoridades de todos los órdenes y últimamente darían una completa satisfacción a las leyes del trabajo. »"La experiencia les ha demostrado lo contrario. «"Los gobiernos, y muy principalmente el actual, que se adorna con galas y matices liberales, es el que no sólo no cumple sus deberes correspondientes con el Instituto de Reformas Sociales, negándole más o menos encubierramenre los medios para que éste realice su misión, sino también el que más torpemente detiene el movimiento de asociación profesional, persigue con singular encono a la mayoría de las sociedades obreras, clausura sus centros e impide su apertura y normalidad. «"Los que suscriben, desde hace algún tiempo vienen considerando y maduramente han examinado y discutido si en vista de las circunstancias presentes, si en virtud de la desatentada conducta del gobierno, pueden dignamente seguir formando parte de una corporación oficial, sin menoscabo de su seriedad y significación, cuando los actúa-

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les gobernantes, representantes directos del Estado, conculcan los derechos de los trabajadores, desatienden sus reclamaciones, no resuelven los recursos interpuestos; en suma, cuando el Estado, por vía de sus directores, sigue un camino ilegal, antisocial y antihumanitario. » " Y sinceramente han de manifestar a usted, señor presidente, que, en consideración a los motivos expuestos, estiman los firmantes que si pronta y eficazmente no se corrigen las expresadas transgresiones, no pueden ni por un momento más permanecer ni colaborar en el Instituto de Reformas Sociales sin detrimento de su decoro y sin quebranto del buen nombre de sus modestas personalidades. »"Pero antes de realizar una formal y solemne retirada del Insrituto de Reformas Sociales, que llevaría consigo la absrención absoluta y definitiva de esta representación obrera, la de los organismos subordinados y la de todas cuantas asociaciones les eligieron, y que obligaría a unos y otras a negarse en lo sucesivo franca y abiertamente a intervenir directamente en cuanto pudiera suponer una fingida política intervencionista, los que suscriben han acordado dirigirse a su presidente de corporación, exponiendo ante su sereno juicio la actitud en que forzosamenre los coloca el actual gobierno, en el supuesto de que pudiera haber alguna reparación, algún medio legítimo y honroso para el Instituto y para su representación obrera que hubiera de remediar los presentes males. »"No quieren adoptar, señor presidente, los que tienen el honor de dirigirse a usted, medida de tal trascendencia sin previamente someterla a su ilustrado dictamen. »"Esta sensible circunstancia, nos permite reiterar a usted nuestro testimonio de sincera consideración. «"Madrid 2, de Enero de 1912" (Siguen las firmas.) »E1 señor Azcárare, no bien recibida la anrerior exposición, dio conocimiento de la misma al jefe del gobierno, haciéndole norar la trascendencia que para la mejora moral y progresiva de los trabajadores supondría la retirada de los vocales obreros. »E1 señor Canalejas, quizás a consecuencia de esta entrevista, hizo público en el Parlamento la facilidad de legalizar la Unión General de Trabajadores, recienremenre suspendida y procesado su Comité directivo, y la apertura de las Casas del Pueblo clausuradas. »Las gestiones del señor Azcárate continuaron, y primeramente en una reunión celebrada con los compañeros que forman parte del Consejo de dirección, y después con toda la represenración firmante, propuso a los vocales la conveniencia de dilatar la retirada el tiempo preciso para urilizar los recursos legales en vista de los cuales se

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legalizarían en cuatro o seis días la existencia legal de la Unión G e neral de Trabajadores y el funcionamiento de la Casa del Pueblo. »Las razones del señor presidente dieron lugar a que entre los que suscriben se manifestasen dos tendencias numéricamente casi equilibradas: una, irreductible, de inmediata retirada; otra, inspirada en la opinión y fundamentos sustentados por el señor Azcárate, de demorar, de suspender por brevísimo plazo la referida resolución para utilizar al efecto los procedimientos que la ley hubiera de establecer. »Puesta a votación, prevaleció, por mayoría de votos, la retirada incontinenti, y a consecuencia de la misma la necesaria abstención de concurrir a las sesiones del Instituto y a las diversas representaciones que por la corporación ostentan en otros organismos, Ínterin perduren las circunstancias anteriormente relacionadas. »Pero no se limita el acuerdo de esta representación a abstenerse de intervenir en el Instituto, sino que invita a todos los compañeros que formen parte de las Juntas locales y provinciales de reformas sociales de toda España, Juntas municipales del censo y demás representaciones concomitantes a que inmediatamente imiten su conducta retirándose acto continuo de que llegue a su conocimiento este acuerdo. De no ser así, la resolución no produciría todos los resultados que con esta protesta se deben obtener. »La representación obrera del Instituto, al retirarse, debe cumplir no sólo con un deber de conciencia, sino de merecida gratitud con el dignísimo y respetable presidente del Instituto, señor Azcárate, que en ésta y en todas las ocasiones ha puesto su sabiduría, su bondad y su prudencia a favor de la armonía en las deliberaciones, ejecución y cumplimiento de los acuerdos, reclamaciones a los gobiernos y defensa de la alta representación que merecidamente ostentaba, sin otro estímulo ni premio que la satisfacción de su conciencia. «Este deber de gratitud es también extensivo a los dignos señores vocales de las distintas representaciones que, con su corrección, ilustración y a veces ardimiento, han dado a las sesiones un valor inapreciable ; a los competentes jefes de las diversas dependencias, que con verdadero entusiasmo y amor a la clase trabajadora han desarrollado su penosa labor con verdadero celo y contra viento y marea y la remora de los ineptos gobernantes, y a los funcionarios que les están inmediatamente subordinados, que han contribuido con su actividad y capacidad profesional a procurar la consecución de los fines para que se creó el Instituto. »La representación obrera que suscribe quiere hacer patente todo su reconocimiento y efusivo saludo a todos.

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»Madrid, 31 de enero de 1912. — Francisco Mora, Francisco L. Caballero, Victoriano Orosa, Matías Gómez Latorre, Eduardo Alvarez, Santiago Pérez, vocales efectivos. — Modesto Aragonés, Francisco Núñez, José Maeso, Mariano Galán, vocales suplentes.» Modificada en gran parte la actitud del gobierno en relación con los motivos que ocasionaron la retirada de los vocales obreros, éstos, en documento firmado el 24 de octubre de 1912, acordaron restituirse a sus puestos en el Instituto de Reformas Sociales, Juntas locales y demás organismos que habían abandonado.

Los acontecimientos de todo este período tienen un relieve máximo y exigen ciertas explicaciones complementarias que faciliten su interpretación. Son, además, de innegable valor didáctico. La crisis interior, determinada por la voluntad de conquistar un seudoimperio en África, adquirió una gravedad que queda probada por la violencia de la protesta popular y los terribles fallos con que fue sancionada. Esta crisis honda, que se abrió con el envío de las primeras tropas a Marruecos y se enconó con la serie de desastres militares que sirvieron de prólogo a la campaña, determinó un hecho de la mayor trascendencia y que hasta entonces se había considerado la realización imposible: la alianza de la clase obrera con la burguesía republicana, a través de una conjunción pactada para acabar con la monarquía.

La Corona, fundadamente preocupada, echó mano del hombre de sentido más radical de que disponía, el hombre que participó en la campaña por la revisión del proceso de Montjuich y que, en materia religiosa, no ocultaba su opinión favorable a una mayor independencia del poder civil. Era Canalejas el político más popular del régimen. Pero su drama íntimo consistía, seguramente, en que no disponía de ninguna fuerza social que le apoyara. Las organizaciones caciquiles, que eran la base del sistema, se prestaron, por las superiores conveniencias apuntadas, a servirle transitoriamente y con el fin de que obtuviera una mayoría parlamentaria que en modo alguno le era incondicional. Dos fenómenos se produjeron entonces que se han repetido luego en situaciones en cierto modo semejantes: la agitación obrera aumentó, y la política represiva propia de todos los gobiernos se acentuó, con mayor vigor, durante la actuación de éste, que tenía una significación más radical. Con gran frecuencia se ha formulado un reproche a la clase obrera, que

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no ha dejado de producir impresión hasta en nuestros propios medios: el de que, cuando gobierna una situación conservadora o de fuerza, la organización limita la zona de conflictos y no actúa con el vigor que lo hace así que se producen situaciones de gobierno liberales o de signo democrático. Este reproche es sencillamente pueril, y ya se ve que no impresionaba a los directores del movimiento obrero en la época a que venimos refiriéndonos. Tienen los trabajadores objetivos propios que conseguir y, en el caso del gobierno Canalejas, haber frenado la acción obrera para probar que una situación liberal tenía en materia de orden público y de tranquilidad social mayor éxito que una situación conservadora, sólo hubiera servido para dar un éxito franco a los propósitos que se perseguían por la Corona y las fuerzas feudales en que ésta se apoyaba. Es muy importante señalar que no contuvo a los dirigentes de nuestro movimiento el escrúpulo de que por su acción fracasara el más serio intento de democratización que la monarquía haya intentado. Por parte de Pablo Iglesias, los ataques que dirigió en pleno Parlamento a Canalejas sólo tienen par en los que debió sufrir del gran militante socialista el propio don Antonio Maura. Cuanta mayor elasticidad de movimiento se dé a la actuación de los trabajadores, ésta será más extensa, y escandalizarse porque las cosas ocurran así es no comprender nada de lo que es la entraña del movimiento obrero. Si la clase obrera lucha junto a la burguesía radical por establecer regímenes democráticos es precisamente porque ellos son el terreno donde más fácilmente puede moverse, y sólo la inexperiencia política puede aspirar a que, logrado este terreno favorable, los obreros renuncien a maniobrar en él en defensa de lo que son sus reivindicaciones específicas. El caso Canalejas es muy instructivo porque evidencia de qué manera un hombre de significación radical —y la experiencia puede incluso valer para un régimen— cuando se ve frente a problemas graves, a exteriorizaciones de la lucha de clases bien agudas, no vacila en recurrir a los procedimientos más expeditivos para liquidarlas. Y ello, con la esperanza —en el caso Canalejas la cosa aparece clara— de que las clases conservadoras del país, que le miraban con recelo por su pasado, se convenzan de que precisamente por su significación radical está en condiciones de servirlas mejor que nadie y le presten su apoyo. La historia demuestra, y la historia de España sobre todo, que las clases socialmente conservadoras no estiman esta categoría de servidores a los que eliminan en cuanto las circunstancias se lo permiten. No es sólo un ejemplo de España. Ahí está el juego de los laboristas y conservadores ingleses que ilustra bien ese tipo de contradicción. En otros muchos aspectos, es aleccionador el período de vida de la U.G.T. que acabamos de referir casi exclusivamente por medio de documentos oficiales.

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De los hechos reseñados resulta clara la preocupación de la U.G.T. por la situación política y social del país. Se alza contra la guerra y contra el gobierno que se obstina en hacerla. Protesta contra las limitaciones que se oponen a la libertad de expresión del pensamiento y proclama su solidaridad con los huelguistas de toda España, víctimas de la persecución de las autoridades. Y llega a adoptar el acuerdo de ir a la huelga general. Y va. Todo esto, al mismo tiempo que mantiene una política de colaboración con los gobiernos en general, por medio de sus representantes en el Instituto de Reformas Sociales. ¿Podía calificarse esta táctica de oportunismo revolucionario? Aquí está expresada la integridad de la acción obrera que ha sido norma de la U.G.T. Al mismo tiempo que recomienda la constitución de sociedades obreras sobre el principio de la base múltiple destinado a hacer de los sindicatos instituciones que asuman funciones diversas de seguro y mutualidad, con lo que obtiene una adscripción de por vida del simple afiliado a la organización, simultáneamente el congreso de la U.G.T. no vacila en implicar a las secciones en una huelga general de tipo evidentemente político, ni en afrontar la posible disolución de la central obrera. Y esto tiene mérito si se considera que el problema de la huelga general estaba discutiéndose en esa época en el resto del mundo de una manera apasionada. Pues b i e n : cuando en los más importantes países de Europa se estudiaba las ventajas y los inconvenientes tácticos de la huelga general, la U.G.T. había declarado ya en España, con carácter nacional, tres movimientos de esta naturaleza. Mientras se hablaba de la cosa y de sus posibilidades de realización, la cosa se daba entre nosotros con perfecta normalidad. Ahí está una de las singularidades de nuestro movimiento obrero. Un seco doctrinarismo nos llevaría a considerar estas posiciones contradictorias entre sí. Pero no lo eran, porque la práctica de la política intervencionista, de colaboración, no ha impedido a la U.G.T. aprovechar una sola ocasión revolucionaria para implicarse en el movimiento. Y si se han acusado tendencias contrarias a esta participación, ha tenido en sí misma el vigor necesario para arrumbarlas. Esta voluntad de ir al fin por todos los medios, por los reformistas y por los revolucionarios, es la que ha dado originalidad al movimiento español representado y dirigido por la U.G.T.

31 O T R O M O V I M I E N T O N A C I O N A L D E L A U.G.T., REACCIÓN DEL GOBIERNO. H U E L G A F E R R O V I A R I A Y L E Y DEL « B R A Z A L E T E »

La organización de los trabajadores ferroviarios había tropezado siempre con grandes dificultades. Las compañías no querían desprenderse del principio de «ordeno y mando». Las condiciones especiales del trabajo y la seguridad que tenían en su empleo los obreros del carril les hacía refractarios a constituirse en organizaciones de resistencia. De otra parte, las poderosas compañías, que constituían un Estado dentro del propio Estado español, practicaban una política de represalias en virtud de la cual expulsaban a quien se dispusiera a realizar cualquier trabajo previo de propaganda o de organización. Fue precisa una ascensión general de todo el movimiento, y que gracias a él las condiciones de jornada y salario fuera de los ferrocarriles superaran a las que tenían los ferroviarios en general, para que la sindicación de estos obreros Degara a ser una realidad. El autor, ferroviario en los años de su primera juventud, conoció la jornada de 12 horas y la de 24 en el cambio de turno de jornada diurna a nocturna. Con todo, en los primeros tiempos, y para evitar la política de despidos a que aludimos, los cargos de significación, los cuadros —como se dice ahora—, hubieron de reclutarse entre militantes ajenos a las explotaciones ferroviarias. Y el procedimiento seguido para la afiliación de los adheridos tuvo, durante algún tiempo, carácter secreto. Cuando el sector organizado fue verdaderamente numeroso, se constituyó la Federación ferroviaria que presentó a las compañías unas reclamaciones de mejoras. Las negociaciones fueron muy lentas y, como se trataba de un servicio público vital para la existencia del país, se cayó en la tentación de aprovechar la circunstancia que ofrecía aquella petición de mejoras para liquidar una organización que nacía con un vigor y un entusiasmo verdaderamente magníficos. Esto hizo que, no obstante la buena disposición de la organización

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ferroviaria para encontrar un terreno de transacción, no se pudiera llegar a una solución que evitase la lucha. Y la huelga fue inevitable. En el mes de octubre de 1912, la Federación de ferroviarios publicaba el siguiente documento: FEDERACIÓN DE FERROVIARIOS Manifiesto

al y

País, a la Clase Trabajadora en a los Ferroviarios en Particular

General

«El modo especial como el gobierno ha cumplido la palabra solemne que dio a los trabajadores ferroviarios de atender en cinco puntos principales las reclamaciones que teníamos formuladas a las compañías nos hacen dirigirnos al país en general y a la clase trabajadora en particular, para someter a su sereno juicio nuestra conducta y la de los gobernantes. »Sabe el país, y dentro de éste la clase trabajadora a que pertenecemos, que las condiciones de nuestro trabajo era de justicia fuesen mejoradas; que en sentido de mejora presentamos a las compañías unas bases; que a estas bases, con carácter de transigencia y correctamente presentadas, las empresas tuvieron la indelicadeza de no contestar ; que esta indignidad y esta soberbia produjo justamente la irritabilidad de la clase ferroviaria y dio lugar a la declaración de la huelga en todos los ferrocarriles españoles; que tal declaración de huelga fue hecha ajustándose al más exacto cumplimiento de las leyes de nuestro país; que el gobierno, encargado de cumplir y hacer cumplir estas leyes, faltó a ellas de diversos modos y principalmente obligando a los presuntos huelguistas a ponerse como soldados al servicio de las compañías de quienes reclamaban; que el señor Canalejas, como presidente del Consejo de ministros, probando no poseer la serenidad necesaria a todo gobernante conocedor de sus deberes, insultaba descaradamente a la clase ferroviaria alejando toda solución de concordia y produciendo provocadoras excitaciones que quien gobierna, si es hombre sensato y equilibrado, debe evitar, y que no obstante seguir el señor Canalejas esta conducta inconveniente, innecesaria y provocadora procuraba, por mediación del señor Amado, ponerse en comunicación con el Comité nacional de la Federación para dar amigable solución al conflicto. »Lo expuesto y aún algo más sabe el país y con el país nuestros compañeros los trabajadores todos. «Sábese también que no existiendo, como nunca existe por parte de los trabajadores, propósitos de perturbación, sino de mejorar su si-

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tuación, a la mejora y solución del conflicto se llegó con el ofrecimiento del gobierno, que expuesto concretamente quedó en el siguiente párrafo de la carta que el señor Amado dirigió a este Comité nacional, en el que se dice: »"En posteriores conferencias que hasta las primeras horas de la madrugada última he tenido el honor de celebrar con el ilustre jefe del gobierno, he logrado el firme convencimiento de que los proyectos de ley que van a presentar a las Cortes, por lo que afecta a la Federación Nacional de Ferroviarios, contendrán (dentro de los límites que en los actuales momentos en modo alguno pueden fijarse) soluciones referentes a las cuestiones que con el señor ministro de Fomento fueron tratadas por el comité de dicha Federación en la última entrevista que este comité tuvo con el señor Villanueva. Esas cuestiones son las referentes al aumento de sueldos y jornales y a las Cajas de pensiones, al impuesto de utilidades, a la disminución de la jornada de trabajo y a la inamovilidad condicionada de todo el personal." »Y es sabido asimismo que lo que en esta carta del señor Amado se dice "recuerda perfectamente y expresa con toda verdad las manifestaciones" que el señor Canalejas hizo acerca de este asunto al señor Amado, según constan en carta que el presidente del Consejo de ministros dirigió a nuestro mediador. »Y cuando es llegado el momento en que el gobierno nos dé a conocer el cumplimiento de su palabra, dada con la solemnidad de una afirmación escrita y firmada por el propio señor Canalejas, resulta que en el proyecto de ley ofrecido no se contienen absolutamente ninguna de las mejoras que a los trabajadores ferrovarios les fueron prometidas y consignadas; con gran vaguedad se dejan al arbitrio de tribunales amañados, compuestos con abrumadora mayoría con representación de la clase de intereses contrarios a los nuestros. Pero, en cambio, con demasiada claridad y concreción se determina en tales proyectos las penalidades en que los ferroviarios incurriremos si para la defensa de nuestra causa apelamos a la única arma de que los trabajadores disponemos: la huelga. »Es decir, que el gobierno más democrático con que cuenta la monarquía, el que por serlo ha de otorgarnos la más grandes facilidades para conseguir nuestros mejoramientos, cumple la palabra que nos dio de hacernos aquellas cinco concesiones indicadas, presentando una ley a la aprobación de las Cortes en que las mejoras no se nos hacen, en que su concesión se deja a la resolución de un tribunal que no ha de otorgarla, por ser en su mayoría representante de la clase patronal, y en que se nos obliga a aceptar las resoluciones de unos

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arbitros en quienes no podemos tener, no tenemos, absolutamente ninguna confianza. »Y por si ello fuese poco, a fin de someternos brutalmente, inicuamente a la codicia explotadora de las empresas ferroviarias, se nos arranca el derecho de huelga, amenazándonos para ello con concretas penalidades de las que puede evadirse en todo momento una clase trabajadora organizada y consciente de sus deberes. »En modo alguno pudimos suponer hubiese gobierno que llegase en su desaprensiva conducta hasta el extremo de faltar a la palabra dada a 70 0 0 0 ferroviarios, que con lealtad inmerecida y fiados en las promesas de un gobierno abandonaron actitudes dolorosamente necesarias para los trabajadores todos que aspiran a la conquista de mejoras en su situación. »Lo sentimos y no, dicho sea en verdad, principalmente por nosotros, que de sobra sabemos que esta burla, este escarnio que de la honradez y buena fe nuestras se ha hecho sirve para fortalecernos y alentarnos en la lucha antes que para abatirnos y amansarnos. «Hubiéramos deseado que el gobierno, que por ser el más democrático con que cuenta la monarquía debiera tener interés en demostrar que dentro de ésta caben las legítimas aspiraciones de nuestra clase trabajadora, con buenas intenciones y propósitos hubiese procurado conducir por cauces de concordia lo que no se ataja pretendiendo contener violentamente. »No es así, y no seremos nosotros quienes lo deploremos en demasía, pues harto sabemos que las aspiraciones de todos los trabajadores, y dentro de ello su aspiración final, de total emancipación, se realizará por unos o por otros cauces. »A la torpe más que poco digna conducta de un gobierno que faltó a su palabra, la Federación Nacional de Ferroviarios españoles responde afirmando que hará cuanto pueda para impedir la aprobación de una ley que pretende someter a todo el personal ferroviario a las exigencias explotadoras de unas compañías y que trata de arrancar el derecho a la huelga, que es, dentro del actual régimen económico, más que un derecho, una necesidad de la clase trabajadora que satisfará siempre, con ley o contra ley, por imperiosas exigencias de su desenvolvimiento. »Y en esta nuestra actitud de protesta enérgica y decidida, tenemos la seguridad de que nos hallaremos acompañados, también enérgica y decididamente, por toda la clase trabajadora organizada. »Y si se diese el absurdo de que engendro de ley semejante fuese aprobado, nosotros, cumpliendo el deber que nos corresponde, continuaríamos nuestra labor con más fe, con más entusiasmo, con más

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decisión, porque así lo reclamaban los intereses de nuestra clase, que son los de toda la clase trabajadora, en nuestro caso torpe e infamemente sorprendidos por una palabra que se dio con solemnidad y quedó incumplida. »Expuestas quedan nuestra conducta y la del gobierno del señor Canalejas, y expuesta queda nuestra actirud. »En nuestra actirud afirmamos que en más o menos plazo los triunfadores seremos nosorros, porque represenramos la razón y la justicia y porque tenemos la fuerza, de la que usaremos cuando nos convenga, aunque se pretenda aprobar leyes que lo impidan.— El Comité nacional.» (El Socialista, 25 de octubre de 1 9 1 2 . ) Se ve claramente que la Federación Nacional de Ferroviarios trataba de no llegar a lo irreparable. Y ello, más que por ninguna otra consideración, porque comprendía que no siendo una organización curtida, el término desdichado de la huelga conduciría inevitablemente a causarle un serio quebranto. Se fue, no obstante, al movimiento y el señor Canalejas, que había negado el derecho a la huelga a los ferroviarios, los militarizó, a más de llamar a filas a los reservistas de los regimientos de ferrocarriles. A los afectados por la medida se les impuso un distintivo, consistente en un brazalete que indicaba su condición de militares, y, gracias a este artilugio, los huelguistas hubieron de traicionarse a sí mismos. En apoyo de los ferroviarios huelguistas tanto la U.G.T. como el Partido Socialista Obrero, por medio de sus comités nacionales, hicieron una intensa campaña de agitación y solidaridad, sin olvidar la acción de protesta contra el gobierno Canalejas que de tal suerte acentuaba su significación antiobrera. En los anales de las luchas obreras en nuestro país, esta huelga quedó registrada con la denominación de la «huelga del brazalete». En 1 9 1 2 , la organización obrera, como ya se ha visto, había alcanzado cierro grado de plenitud. Zonas hasta entonces impermeables a la acción sindical, como esta de los obreros ferroviarios, tan varia y tan diversa, en la que se encuentra el obrero industrial perfectamente definido junto al peón o el funcionario burocrático entonces hostil a todo lo que fuera fundirse con los Trabajadores manuales, habían sido ganadas por la propaganda y, sobre todo, por la simparía que irradiaba el rrabajo, en el dominio polírico y económico, de la U.G.T. y el Parrido Socialista. La burguesía española vio claramenre que el movimienro obrero había superado su primera edad, y se dio cuenra de que la cosa era tanto más

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grave cuanto que la acción directa contra las empresas iba doblada de una voluntad política, en el sentido de que la clase obrera estaba presente en todos los problemas de la gobernación del Estado y ejercía seriamente una función crítica que si unas veces era verbal, otras, como ya se había demostrado en 1909 y 1 9 1 1 , se traducía en acción y en acción violenta. Se comprende perfectamente la alarma de las clases conservadoras españolas ante este despertar de la conciencia obrera, que llegaba incluso a zonas extensas de una clase media empobrecida y depauperada. De ahí la voluntad del señor Canalejas, respaldado por todo el sector capitalista, de yugular para siempre un movimiento que, si lograba adueñarse de servicios públicos vitales para el país, se convertía automáticamente en arbitro de todas las situaciones. Un fenómeno semejante se había producido en Francia, donde también fue estrangulada una huelga ferroviaria por el procedimiento de movilizar a los huelguistas en edad militar, obligándoles a romper su propio movimiento. El señor Canalejas no es, por tanto, el inventor del procedimiento. Sólo le corresponde la triste gloria de haberlo imitado servilmente. El peligro de que los servicios públicos cayeran en manos de las organizaciones obreras, cuando éstas estaban influidas y en el fondo dirigidas por un partido revolucionario, asustó de tal manera a las clases directoras de nuestro país que todos los juristas se dedicaron a probar, apoyándose en densos tratados, que no era posible conceder el derecho a organizarse a los empleados o funcionarios de los servicios públicos. Hay que reconocer que la ciencia del Derecho ha llegado en este punto a sutilezas maravillosas y todavía en muchos países se debate esta cuestión, que en cada caso encuentra una solución legal de acuerdo no con el vigor de los argumentos doctrinales aducidos por los partidarios o enemigos del reconocimiento de esta clase de derechos a los empleados de esos servicios, sino como resultado de la fuerza organizada que aquéllos tienen y de la voluntad de lucha que los anima. Es curioso destacar la coincidencia de —el apologista de la huelga general en los una vez en el poder, inaugurara la práctica en soldados y que, en España, aplicara por el señor Canalejas, tenido como el hombre y menos temeroso del progreso social.

que en Francia fuese Briand congresos socialistas—• quien, de convertir a los huelguistas vez primera el procedimiento de gobierno menos asustadizo

Precisamente en su periódico, Heraldo de Madrid, es donde mayor atención se consagraba a las cuestiones sociales y en él se inauguró la costumbre, más tarde generalizada en la prensa democrática, de consagrar

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una sección fija a la información de huelgas y a su comentario, confiado éste a la pluma de un especialista. Todo esto demuestra una verdad cuya justedad nos ha sido posible comprobar muchas veces y que es fuente de fricciones y aun de luchas entre los grupos que militan en el sector democrático o de izquierda: que mientras los fines que se persiguen son de orden político y no afectan a la estructura económica de la sociedad, todos los radicalismos son permitidos y aun se establece una pugna por lograr en ellos la más alta marca. Mas tan pronto como en la práctica se plantean los problemas básicos sociales, los verdaderamente fundamentales en cuanto tienden a cambiar un sistema de liberalismo económico o a modificarlo siquiera sea parcialmente, no es infrecuente que sean los políticos más radicales los que muestren una mayor actitud represiva. Y hasta que se complazcan en mostrar cierto virtuosismo en la crueldad. Varias veces se ha visto, en efecto, que en su conducta hay como un prurito de brindar a las clases conservadoras una demostración de una superior capacidad de reacción, con el ánimo de obtener su gracia. Y si insistimos mucho en destacar este hecho es, sencillamente, porque toda insistencia nos parece insuficiente para subrayar su gravedad.

32 CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA INTERNACIONAL SOCIALISTA

Durante los días 24 y 25 de noviembre de 1 9 1 2 tuvo lugar, en Ba¬ silea, un congreso extraordinario de la Internacional Socialista. El clima de las cancillerías europeas era de guerra. El congreso estaba determinado por ese clima y por esa gravedad. El peligro de guerra era inminente. La Internacional denunciaba; el socialismo trataba de despertar una conciencia de paz ante ese peligro, pero las fuerzas del imperialismo y de la guerra estaban en plena ofensiva. La socialdemocracia sería impotente, aparte de sus errores, para impedir la guerra. Fue un congreso muy representativo, con 555 delegados. Por España estuvieron presentes Emilio Corrales y Antonio Fabra Ribas. Se aprobaron numerosas resoluciones. R e sultó ser el último congreso celebrado por la Internacional, pues el proyecto de celebrar el IX en Viena, en agosto de 1 9 1 4 , ya no pudo llevarse a efecto. El asesinato en Sarajevo ( 2 8 de junio de 1 9 1 4 ) del archiduque Francisco Fernando, heredero de Austria, provocó la guerra. El socialismo perdió al gran tribuno francés Jean Jaurés, el más apasionado defensor de la paz, el que con tanta fuerza y emoción había denunciado la guerra y defendido la paz en el Congreso de Basilea. La primera víctima de la primera conflagración mundial fue Jean Jaurés, asesinado en París el 31 de julio de 1 9 1 4 . 1

En las anteriores y breves líneas nos limitamos a dejar constancia de esos dos hechos históricos de gran trascendencia para el devenir histórico de Europa y del socialismo en sus dos vertientes, la sindical y la política. No entra en nuestro trabajo el profundizar en esos dos acontecimientos que, no obstante los años transcurridos, aún tienen hoy todo su valor y aún se proyectan, como experiencia, sobre el movimiento obrero.

1.

Véase Amaro del Rosal, op. cit.

33 VIII

CONFERENCIA

SINDICAL

INTERNACIONAL

Del 10 al 16 de setiembre de 1913 tuvo lugar, en Zurich, la V I I I Conferencia Sindical Internacional. Cuenta entonces el secretariado 8 0 0 0 0 0 0 de afiliados, y asistieron diecisiete delegados, entre ellos uno de Estados Unidos y, por vez primera, como invitado, el secretario de las Trade Unions inglesas; por la U.G.T. asistió Vicente Barrio. 1

Esta conferencia se celebraba a los diez meses del Congreso extraordinario de Basilea, y en el momento más delicado de Europa, cuando mayor era el peligro de guerra. En esta conferencia quedó constituida la Federación Sindical Internacional ( F . S . I . ) . El movimiento sindical, no obstante la gravedad de la situación, fue impermeable a esas realidades. El burocratismo es insensible ante la realidad; es lo menos que podemos decir en nuestro propósito de dejar constancia de los aspectos internacionales, sin proponernos entrar en su análisis. La índole de nuestro trabajo, dedicado fundamentalmente a la cuestión nacional nos libera de ese análisis, pero sí consideramos necesario y útil ir dejando constancia cronológica, como lo venimos haciendo, de ciertos aspectos del movimiento obrero internacional en relación con el español. En el período 1 9 1 4 - 1 9 1 8 , la vida internacional del movimiento obrero se vio seriamente perturbada. Las contradicciones imperialistas se trasladaron desgraciadamente al movimiento obrero. Remitimos al lector a las obras que tratan concretamente de ese período. En su tantas veces mencionado Los Congresos Obreros Internacionales en el Siglo XX, el autor recoge las incidencias registradas durante los cuatro años de guerra en los

1. A partir de 1913 dejaremos de incluir en nuestro trabajo la participación de la Unión General de Trabajadores en los congresos y reuniones sindicales, permitiéndonos remitir al lector a nuestra obra Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XX. Ediciones Grijalbo, S. A. Barcelona, 1975.

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que, tanto la Internacional Socialista como el Secretariado Internacional (ya F.S.I.) marcharon a la deriva, sin timoneles. A este respecto, Lenin escribió un interesante trabajo, La Bancarrota de la II Internacional. En el orden sindical, podríamos decir: «La guerra fue la bancarrota del Secretariado Sindical Internacional».

34 XI CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE T R A B A J A D O R E S DE ESPAÑA

El día 20 de junio de 1 9 1 4 comenzaron, en la Casa del Pueblo de Madrid, las tareas de organización de esta asamblea. La Casa de los trabajadores madrileños fue artísticamente engalanada para recibir a los numerosos delegados forasteros. Este congreso, inauguró sus trabajos con la celebración de un mitin en el Teatro Español, que resultó un importantísimo acto de propaganda en el que hicieron uso de la palabra: León Meana, de Gijón, Manuel Llaneza, del Sindicato minero de Mieres, y Santiago Alvarez, de las organizaciones agrarias —los tres de la organización de Asturias—; Léon Jouhaux, de la Confederation Genérale du Travail, de Francia; Vicente Barrio, y Julián Besteiro. Para presidir las tareas del congreso quedó nombrado Besteiro, y fueron vicepresidentes, Remigio Cabello, Facundo Perezagua y Gómez Latorre. A esta asamblea nacional, además de la presencia de la representación directa la Confederación General del Trabajo de Francia ya mencionada, remitieron fervorosas adhesiones la Confederación hermana de Italia y la Internacional Sindical. En nombre del Comité nacional, Vicente Barrio presentó una propuesta de carácter urgente contra la guerra de Marruecos que, naturalmente, fue aprobada por unanimidad. Igualmente quedó aprobada otra propuesta suscrita por varios delegados pidiendo que el congreso se pronunciara contra la construcción de una segunda escuadra. Dando una prueba más de la sensibilidad del proletariado español en todo lo relativo a la lucha de sus hermanos de clase, cualquiera que sea el país a que pertenezcan, el congreso acordó protestar contra los atropellos 1

1. Asesinado en Gijón, años más tarde, por un anarquista; había asesinado a otro anarquista.

él, a su vez,

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cometidos por el gobierno de Italia contra los trabajadores de aquel país. La amplia gestión del Comité nacional durante el período transcurrido desde el anterior congreso, dio lugar a un debate de gran amplitud y altura, siendo aprobada. Como, por su delicado estado de salud, Pablo Iglesias no pudo asistir a las sesiones, se acordó hacer votos por su completo restablecimiento y que una comisión de delegados acudiera a saludarle. La huelga general de 1911 y el conflicto planteado en las minas de Riotinto fueron dos temas que ocuparon la atención de los delegados durante varias sesiones y dieron lugar a debates apasionados. Se acordó protestar contra la conducta del gobierno en cuanto a la utilización sistemática del ejército y de la fuerza pública como único medio de resolver los conflictos obreros, y saludar a los campesinos andaluces y a los tejedores de Elche por la actitud de dignidad con que mantenían su lucha. El compañero Léon Jouhaux, antes de abandonar el congreso para regresar a su país, dirigió un saludo cordial en nombre de la C.G.T. francesa. Fue contestado por Besteiro, en nombre del congreso, y por Barrio, en representación del Comité nacional. La asamblea hizo objeto de una calurosa despedida al delegado francés. Se aprobó la gestión de Vicente Barrio, delegado a las conferencias sindicales internacionales de Budapest (agosto de 1 9 1 1 ) y Zurich (setiembre de 1 9 1 3 ) , en la última de las cuales el Secretariado Sindical Internacional quedó transformado en Federación Sindical Internacional ( F . S . I . ) , como ya se ha dicho. Se reiteraron las peticiones sobre legislación social, aprobadas en anteriores Congresos, dándoles mayor extensión. Se decidió intensificar la propaganda y apoyo a los trabajadores del campo. Se introdujeron varias modificaciones en los Estatutos y, por unanimidad, Vicente Barrio fue reelegido secretario general. Igualmente se aprobó que el Comité nacional siguiera residiendo en Madrid. Como propuestas urgentes se aprobaron varias; entre ellas, las siguientes: que Vicente Barrio asistiera al Congreso Internacional Socialista, en V i e n a ; pedir la derogación de Ley de Jurisdicciones; protestar ante el gobierno contra la conducta de la Compañía minera de Riotinto, y aprobar la gestión de la representación obrera en el Instituto de Reformas Sociales. Verificada la votación para la elección del Comité nacional, éste quedó constituido del siguiente modo: Presidente, Pablo Iglesias; vicepresidente, Francisco Largo Caballero; secretario, Vicente Barrio; vicesecretario, Daniel Anguiano; voca-

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l e s : Julián Besteiro, Manuel Cordero, José Maeso, Andrés Saborit, Pedro Trillo, Eduardo Torralva Beci y Florentino García. Remigio Cabello, en nombre de la correspondiente ponencia, dio lectura al siguiente dictamen relativo a la guerra de Marruecos: MANIFIESTO CONTRA LA G U E R R A EL PROLETARIADO HACIA LA HUELGA GENERAL Un

llamamiento

a

todos

los

elementos

de

producción

nacionales

AL CONGRESO «Reunida la ponencia que habéis nombrado con el fin de dictaminar sobre la propuesta del Comité nacional de la Unión General de Trabajadores para resolver la actitud que ha de adoptar el proletariado organizado frente al problema de Marruecos, ha acordado, por unanimidad, el siguiente dictamen: »Es evidente que la clase trabajadora no puede permanecer en una actitud de irritación estéril ante la situación en que la coloca la guerra que sostiene España en Marruecos. Por lo tanto, nuestro acuerdo no puede ser en modo alguno un acuerdo pasivo, sino eminentemente activo, conducente a algo que tienda a resolver el magno problema del modo más eficaz y completo que permiten nuestras fuerzas. » N o hacerlo así, satisfacernos con una exteriorización de criterio que no tuviera carácter ejecutivo, sería como cruzarnos de brazos suicidamente ante la inminente catástrofe que se aproxima y caer envueltos en ella no sólo como víctimas, sino también como responsables, puesto que, en determinados momentos, la misma culpa alcanza a los conductores que a los que se han dejado conducir. «Esto no puede hacerlo la clase trabajadora, que tantas muestras de vida y de conciencia ha dado siempre que ha sido preciso. Si no pudiera eximirse de caer como víctima, sabría obrar de modo que no la alcanzara la ignominia de ser responsable. « ¿ S e r á preciso enumerar, poner de relieve los inmensos perjuicios que ocasiona la guerra al proletariado? ¿Presentar una vez más, con todos sus detalles sombríos, el cuadro siniestro de la emigración, de la paralización del trabajo, del encarecimiento de los productos, del porvenir de desolación, porvenir que está empezando ya a ser presente, que amenaza a todos los elementos productores del país? » N o es necesario; a su solo enunciado responde la realidad con más elocuencia que todo cuanto se pudiera decir, y esa realidad está

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en la misma vida, en los hogares, en los diarios sufrimientos, en las incesantes angustias de todos los desheredados. »Pero esta realidad no sólo en nosotros, en los trabajadores, se encarniza; también refleja sus perjuicios en los demás elementos sociales que constituyen la nacionalidad. La clase media, la misma clase capitalista, la burguesía que explota la industria, la que vive del comercio, la que se dedica a la agricultura. Todas las fuerzas económicas de la nación, todo lo que en la nación representa actividad, trabajo, savia, vida propia, está sufriendo una crisis hondísima, una crisis de muerte a causa de la guerra funesta que sostienen elementos a los que no queremos calificar ni determinar por el carácter nacional que pretendemos informe nuestra resolución. »Esta resolución es, desde luego, la de que la campaña de Marruecos termine. Para ello precisa que un elemento esencialmente interesado tome la iniciativa. Este elemento entendemos que debe ser la Unión General de Trabajadores. El carácter de este organismo, que no se tiene que ajustar a los moldes más o menos amplios de una determinada doctrina o de un ideal precisado; que, por consiguiente, le dota de una gran capacidad para servir de centro alrededor del cual giren muchos otros intereses comprometidos en un mismo peligro; este carácter, decimos, reviste a la Unión General de Trabajadores de atribuciones para ponerse al frente de la campaña a que hemos aludido y para acoger a cuantos quieran realizar la empresa patriótica y salvadora de coadyuvar a su éxito. »Esta campaña es de defensa económica; no obedece a fines políticos, no responde a ideales de otra especie que el que hemos apuntado. A ella, pues, deben contribuir todos cuantos elementos están amenazados en su desarrollo, en su existencia misma, por el desastre a que la guerra marroquí nos arrastra. »En virtud de las consideraciones que anteceden, la ponencia acuerda proponer al Congreso: »Que en plazo breve, lo más breve posible, puesto que cuanto más tiempo se deje pasar más nos acercamos al momento de la catástrofe nacional y más inevitable la hacemos, se declare la huelga general en toda España, por veinticuatro horas, huelga a la que se sumen todos los elementos económicos, todas las fuerzas activas, todos los factores de producción del país, fusionados en el pensamiento y en la voluntad de poner término a la guerra que sostiene España en Marruecos. »He aquí el acuerdo. Para llevarlo a la práctica proponemos los siguientes medios: «Solicitar el concurso del Comité nacional del Partido Socialista Obrero y de los elementos de que dispone, para que una representa-

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ción suya forme parte de la comisión ejecutiva que haya de realizar toda la labor preparatoria de la huelga general contra la guerra. »Que esta comisión ejecutiva dirija un manifieso al país explanando esta idea y razonándola y pidiendo la adhesión explícita de todos aquellos elementos a que hemos aludido repetidas veces en el transcurso de este dictamen. »Que el plazo para la declaración de la huelga general propuesta sea sólo aquel que la comisión ejecutiva necesite para organizaría en la forma que hemos venido exponiendo, plazo dentro del cual los delegados a este congreso deberán recomendar a sus organismos que efectúen una intensa campaña de agitación en las localidades donde residan. «Compañeros: Las resoluciones que sometemos a vuestra consideración estimamos que son de una tan honda trascendencia y de una tan inaplazable necesidad que todo comentario y todo encomio de ellas está en su sola enunciación, y toda respuesta no en palabras ni en peroraciones vehementes, sino en estos dos gritos que resumen vuestra decisión: « ¡ G u e r r a a la guerra! »¡ Viva la Paz! «Madrid, Casa del Pueblo, 29 de junio de 1 9 1 4 . La ponencia.» 1

Terminada la lectura de este importante documento, el congreso prorrumpió en manifestaciones de entusiasmo que significaban la aprobación cálida y unánime del punto de vista de la ponencia. Dos meses más tarde estallaría la primera guerra mundial. Terminados los trabajos, Besteiro, como presidente de la asamblea, pronunció un notable discurso recogiendo el ambiente del congreso. Este puso fin a sus tareas entonando los delegados, puestos en pie, La Internacional.

Al llegar al XI Congreso de la Unión General de Trabajadores, es tiempo de pararse a examinar el largo camino recorrido. Los extractos de las actas de esta asamblea nacional no pueden servirnos más que de guión para conocer y representarnos las dimensiones de las fuerzas obreras organizadas y su importancia, en relación con los distintos conglomerados sociales que constituían la España de la época. 1. Fueron designados como comisión ejecutiva encargada de la preparación de la huelga general de veinticuatro horas contra la nefasta guerra de Marruecos, por el Partido Socialista, Pablo Iglesias, Francisco Mora y Daniel Anguiano; por la U.G.T., Vicente Barrio, Francisco Largo Caballero y Eduardo Torralva Beci.

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En junio de 1 9 1 4 , en el umbral de la guerra europea que iba a someter a una prueba de fuego a los hombres y a las ideas, a las organizaciones obreras y a los principios que constituían su médula, la U.G.T. representaba un movimiento en franco crecimiento que no había vacilado en medirse con la clase patronal, ni siquiera con el Estado, cuando se trataba de afirmar su voluntad contraria al despotismo de las grandes empresas y hostil a las aventuras imperialistas. Las compañías ferioviarias, ante cuyo poder los pobres ministros del Estado español representaban bien poco, conocieron el rigor de una organización que, aun siendo bisoña, se incorporaba al resto del proletariado organizado con el más alto espíritu. El gobierno del señor Canalejas, que venía a cometer un gigantesco fraude histórico, a salvar las instituciones monárquicas con todo lo que ellas amparaban, supo igualmente que no se podían realizar tan formidables volatines políticos impunemente y, a su vez, conoció la agresividad y la capacidad combativa de nuestra clase obrera organizada. La poderosa Compañía de Riotinto, empresa inglesa que había hecho de aquella cuenca un nuevo Gibraltar, contempló atónita cómo unas multitudes de esclavos, de las que disponía como si fuesen objetos, eran susceptibles de alzarse en un movimiento huelguístico que tuvo repercusión en todo el mundo por la popularidad del valor internacional de Riotinto, pero más todavía por las características dramáticas que adoptó la resistencia de aquellos obreros, sostenidos con una emoción sin precedente por toda la clase obrera española. El sindicato minero de Asturias, rompiendo el cuadro feudal que en lo político y en lo económico constituían las organizaciones patronales, industriales y bancarias de la región, se alzaba como una fuerza amenazadora, susceptible de disponer, en un momento dado, de la suerte de toda la industria española alimentada con el carbón asturiano. Las secciones, poco numerosas, que constituían la U.G-T. en sus dos primeros decenios, y que reunían en sus filas a obreros, empleados en general por pequeños patronos y artesanos, se completaban ahora con grandes sindicatos de industria que se formaban con los trabajadores ocupados en lo que eran las actividades vitales del país. El suceso era tanto más sorprendente cuanto que, como ocurría, por ejemplo, para varias categorías de obreros ferroviarios, las empresas empleaban una especie de paterna¬ lismo preventivo, constituyendo pensiones y beneficiando a sus agentes con el establecimiento de economatos, etc., política que les daba derecho a suponer que nunca podrían rebelárseles aquellos a quienes explotaban. Este resurgimiento general en el terreno sindical, corría parejas cor)

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el mayor interés que, en el dominio político, mostraban las masas y con la mayor extensión de sus minorías más conscientes. En los concisos extractos de las sesiones de los congresos van apareciendo nuevo nombres; no son ellos más que una parte mínima de los militantes que en provincias y en Madrid galvanizaban con su dedicación de todas las horas el movimiento obrero en pleno período de crecimiento. La misma estructura de la U.G.T. había cambiado ya. Estas variaciones quedan recogidas en esas alteraciones de sus estatutos que se producen en cada congreso. Pero si no podemos referirnos a ellas en detalle, ya es hora de que señalemos el cambio sustancial de concepción que se había operado por aquellas fechas en cuanto a lo que debía ser papel a llenar por la U.G.T.

Seguramente, y como reflejo de las tendencias predominantes en los movimientos obreros inglés, alemán y belga, los fundadores de la U.G.T. defendían la necesidad de constituir importantes fondos de resistencia que permitieran una poderosa firmeza frente a la clase patronal en caso de conflicto. Esta tendencia ha perdurado durante muchos años en nuestro movimiento, sin que pueda decirse que esté ni deba ser liquidada. Derivada de esta concepción, surgió la que figura en la base de la U.G-T., según la cual cuando una sección está en lucha las demás vienen obligadas a entregar una cotización fija destinada a sostener a los huelguistas hasta su triunfo. La huelga debía producirse en determinadas condiciones que se establecían en los estatutos para que pudiera ser considerada reglamentaria, esto es, para que pudiera beneficiar de esta aportación nacional. La huelga de los alpargateros de Elche, primera declarada reglamentaria, terminó con el triunfo completo de los huelguistas y demostró las excelencias del sistema. Tan sonado fue el éxito que, utilizando las facilidades litográficas que existían en aquella región y que permitían la edición en colores de Mundo Obrero de Alicante todos los primeros de mayo, se grabó una alegoría destinada a conmemorar aquel suceso, alegoría que figuraba en los centros obreros de muchos pueblos de España y en la que, sobre una manifestación de huelguistas enmarcada en las célebres palmeras de la ciudad, volaba un pegaso montado por un obrero que derramaba sobre los manifestantes el contenido de un simbólico cuerno de la abundancia. No hay que decir que el pegaso en cuestión representaba a la U.G.T. Los extraordinarios de Mundo Obrero, del Primero de Mayo eran de gran valor. Prácticamente, el sistema no era viable tan pronto como el movimiento obrero adquirió el desarrollo que luego tuvo. Imposible, por ejemplo, aplicarlo a una huelga de grandes contingentes, mineros o ferrovia-

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rios. Imposible, también, que sólo se produjeran las contadísimas huelgas que, dentro de lo estatuido, podrían tener derecho a ser consideradas reglamentarias. El papel de la U.G.T. no podía ser ése y, en cambio, sí le correspondía llenar otro de orientación y coordinación de todos los esfuerzos, que es el que tuvo que cumplir más tarde. La U.G.T. debía constituir la superestructura del movimiento sindical y sus tareas esenciales tenían que definirse, como queda dicho, en orden a la orientación, información, propaganda y relación de los distintos organismos que la integraban. Ya queda indicado con esto qué alta misión le correspondía llenar en relación con los problemas nacionales planteados. Las mismas federaciones nacionales de industria, que venían arrastrando una vida lánguida, iniciaron su evolución y, cambiaran o no de nombre, prácticamente se iban transformando en verdaderos órganos nacionales de industria cuando el grado de concentración de ésta lo permitía. En el XI Congreso figura el profesor Julián Besteiro que, a partir de esa fecha, desempeñaría un papel importante en el Partido Socialista y representativo en la U.G.T. El hecho conviene subrayarlo porque, para muchos, representa el final de una etapa de recelo y prevención mantenida en el seno del movimiento obrero español respecto a los intelectuales. El reproche no era ciertamente justo. En los días duros se habían acercado al movimiento obrero elementos universitarios que no habían podido resistir la prueba. Y ya fuera por necesidades de su propia existencia, ya simplemente porque se trataba de «carreristas», habían terminado por abandonar las filas obreras. En este trabajo no deben citarse nombres, porque esto podría darle cierto carácter vengativo. Verdaderos intelectuales había habido dos, cuyos nombres sí deben ser estampados aquí: Jaime Vera y José Verdes Montenegro. Jaime Vera ha sido una de las más fuertes mentalidades de España. Era hombre de cultura universal y tan profunda que, al enfrentarse con él, se tenía la impresión de estar hablando con una gran figura del Renacimiento. Son muchos los viejos militantes que han lamentado siempre que no se sacara de este hombre todo el partido que pudo y debió sacarse, tanto más cuanto que cuando se solicitó de él una aportación intelectual de importancia siempre se complació en prestarla sin limitaciones. Su no conformismo, su independencia de criterio en lo formal, ya que en lo sustantivo no era fácil que ningún otro militante español pudiera oponérsele, le llevaron a refugiarse en su técnica, en la que siguió siendo maestro aun después de perder la vista. Cuando el movimiento obrero y socialista constituyó una fuerza nacional se incorporaron a él muchos intelectuales o universitarios, algunos, como Besteiro, en plena madurez y procedentes del campo republicano.

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Todos tuvieron una acogida cordial. A Besteiro se le tributó fervorosa. Y casi fue simultánea su adhesión a la causa obrera con su acceso a los cargos más representativos. José Verdes Montenegro no fue hombre tan brillante, pero no ha dejado de llenar un papel importante como divulgador del marxismo. Sólo el hecho de haber traducido el Anti-During en la época en que apareció la primera versión castellana de esta obra fundamental, aparte la aportación propia al estudio de los problemas doctrinales que surgieron entre nosotros, le hacen acreedor a un reconocimiento que no sabemos se le haya guardado siempre. Esta digresión no tiene otro alcance que recoger una impresión muy extendida, al menos durante todo un período histórico de nuestro movimiento, según la cual, para unos, la ausencia de un núcleo intelectual vigoroso en los primeros tiempos del movimiento había sido un mal, ya que hizo posible una cierta pobreza doctrinal de la que siempre ha adolecido, mientras para otros constituyó un bien, puesto que la dirección que le imprimieron los obreros manuales que lo crearon y estructuraron le salvaron de desviaciones pequeñoburguesas, como las que se produjeron en otros países donde la aportación de los no obreros fue considerable. Nuestra opinión al respecto queda expresada en capítulos anteriores. Si fuera obligado pronunciarse en cuanto a la eficacia de los intelectuales en el movimiento sindical, cabría decir que rara vez suelen acoplarse a las realidades obreras de manera absoluta y plena. Y si bien la experiencia demuestra que pueden comprender y captar aspectos del movimiento que escapan a los que dentro de él son sus principales actores, la práctica diaria es para ellos de casi imposible asimilación. Dan mayor rendimiento, evidentemente, en el movimiento político. Siquiera haya que salvar algunas excepciones, como, entre otras, las señaladas.

En el XI Congreso se examinó el período de actuación del Comité nacional transcurrido desde la asamblea anterior. Y los debates fueron ciertamente apasionados. Mas lo cierto es que no puede deducirse de su examen nada que se parezca a una lucha de tendencias. Se discute, a posteriori, si estuvo mal o bien la elección del momento para la huelga general del año once, incluso si su organización fue la que correspondía. Se habla de la conducta del Comité nacional en relación con la huelga de Riotinto; pero ni de lo que dicen los que la atacan, ni de la defensa que de ella se hace, es posible deducir ninguna discrepancia de principio. Se trata de detalles de orden técnico. Y cuando no es esto, la diferencia es de tipo personal. No sería verídico este relato si lo ocultara. O si se

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obstinase en presentar a los hombres que han levantado la U.G.T. como seres perfectos, refractarios a toda pasión de carácter subalterno. La incorporación de nuevos contingentes de afiliados, el súbito surgimiento de organizaciones importantes, como el Sindicato minero de Riotinto dieron personalidad a militantes jóvenes que tenían la acometividad propia de la edad y que, seguramente por ello, incurrieron en faltas y defectos que estaban compensados de sobra por el volumen de la labor hecha y de los riesgos corridos. La pasión se obstinaba a veces en abultar los primeros y en disminuir los segundos. Luchas desarrolladas en el seno de la Juventud Socialista se proyectaron en torno a esta cuestión, puramente sindical, de la huelga de Riotinto. Pero, insistimos, ni con la mejor voluntad del mundo podría verse en estos debates y discusiones, no siempre fraternales, como los que se produjeron en el congreso anterior respecto al desarrollo de la huelga minera de Vizcaya, diferencias serias de carácter ideológico o táctico. 1

La guerra de Marruecos seguía siendo la gran plataforma sobre la que se asentaban todas las campañas de agitación de los partidos populares. La ponencia acordada por el XI Congreso refleja perfectamente la motivación genérica de aquellas campañas que se recrudecían con los periódicos reveses que nos infligían los moros. La monarquía se daba cuenta de esta impopularidad y, sus gobiernos, sin abandonar la empresa, trataban de reducir su extensión. En todo caso, mantenían contingentes de tropas muy escasos, obligándose a las fuerzas destacadas allí a cubrir frentes excesivamente extensos, lo que imponía a las tropas una peligrosa elasticidad. Una acción tan sostenida contra la aventura había ganado a una parte de la burguesía que no consideraba útil la empresa y que comprobaba de qué manera repercutía su desarrollo en las finanzas públicas. Políticos monárquicos señalaban los peligros de esta campaña militar que contuvo el desarrollo económico del país, iniciado poco después de la pérdida de las colonias, campaña que, por ser el resultado de compromisos internacionales cuya naturaleza nunca se ha aclarado, obligaba a dispendios como los de la construcción de la escuadra que, contra toda lógica, se orientaba hacia las unidades blindadas y costosas, en detrimento de las ligeras, de carácter realmente defensivo. Pasaban los años y la oposición nacional a la guerra de Marruecos se fue centrando de manera distinta por las fuerzas que inicialmente participaron en la protesta. En realidad, pocas eran ya las que pedían el abandono de la zona marroquí conquistada. La crítica se concretaba en torno a la manera de llevar la acción militar o la acción política. Sólo la clase 1.

Uno de sus principales dirigentes fue Eladio Fernández Egocheaga.

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obrera, y ello por motivos de principio, por oposición a todo lo que representara imperialismo, sostuvo la necesidad de retirarse del norte de África. ¿Se sentía verdaderamente este postulado? Creemos que sí. La pregunta nos la sugiere, sin embargo, el hecho de que cuando se instauró la república no sabemos que nadie resucitara un slogan, como se dice actualmente, que había llenado dos decenios de acción ininterrumpida.

La presencia de Jouhaux en el congreso de la U.G.T. española constituye otro acontecimiento que debe subrayarse y que marca una época de nuestro movimiento. No era la primera vez que los sindicalistas franceses venían a España. Precisamente, y en relación con la guerra marroquí, se había celebrado unos años antes un mitin en el Frontón Central, en el que tomaron parte Marie y Desmoulins, representantes de la C.G.T. francesa. No se semejaban tanto entonces ambas organizaciones, la C.G-T. y la U.G.T., como después, transcurridos los años y, sobre todo, pasada la primera guerra mundial. Había nacido el movimiento sindicalista francés casi con el siglo y tenía características especiales que no correspondían, más que en parte, al movimiento sindical español ugetista. El sindicalismo francés o anarcosindicalismo, como también se le ha llamado, representa la voluntad de independencia del movimiento sindical frente a todos los partidos, incluso los de carácter obrero. La «Carta de Amiens» —donde un congreso sindical celebrado en aquella ciudad fija los principios rectores del sindicalismo— proclama la absoluta independencia del movimiento. Más tarde le saldrían teóricos, como Sorel y Cornelissen, que crearon la doctrina según la cual el sindicato se basta para todo y constituye, con las instituciones que él es especialmente apto para crear, la célula de la sociedad de productores, es decir, de la sociedad socialista. En el dominio práctico, el movimiento sindicalista desconocía al Estado, y su lucha se desarollaba directamente contra los patronos, prescindiendo de la intervención estatal y condenando la acción parlamentaria. Su internacionalismo era absoluto, y sus métodos de acción comprendían el sabotaje y cuantos actos de violencia pudieran conducir al triunfo. 1

El movimiento adquirió gran fuerza en Francia, y sus tendencias se extendieron por todos los países latinos. Los anarquistas, que estaban re1. Congreso de la C.G.T. francesa, celebrado en Amiens en 1 9 0 5 . (Véase Amaro del Rosal, op. cit.)

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ducidos a cenáculos > grupos de idealistas sin contacto con las masas, comprendieron todo el partido que se podía sacar de la nueva doctrina y se incorporaron a los sindicatos que abrazaban parte de sus métodos de acción, siquiera no aceptasen íntegramente su doctrina. Ya tendremos ocasión de hablar sobre la gran repercusión que esta modalidad de la organización sindical tuvo en España. Por ahora, nos referiremos únicamente a este establecimiento de contacto entre el sindicalismo francés y la U.G.T., que fue bastante rudo en sus primeras manifestaciones (la venida de Marie y Desmoulins) y que se traduciría en una relación más íntima y sincera a medida que pasara el tiempo. La explicación, o una de las explicaciones que tiene el fenómeno, es la de que, con los años y después de haber realizado una serie de huelgas espectaculares, el movimiento francés fue cediendo mucho en virulencia y agresividad. Su fuerza también inició una curva descendente. En España ha sido frecuente interpretar el nacimiento de este movimiento en Francia como la reacción natural de la clase obrera, o de parte de ella, contra el reformismo de los partidos socialistas y el arribismo de varios de sus líderes. En la gran variedad de matices con que se enriquecía el socialismo francés, los había francamente posibilistas. El predominio sistemático concedido a la acción parlamentaria y el abandono en que los socialistas tenían al movimiento sindical, junto con algunas célebres traiciones a cargo de los Millerand, Briand, Viviani, etc., crearon un clima de escepticismo y de disgusto que se tradujo en esta voluntad de romper con todo lo que pareciera o fuese profesionalismo político. No debe olvidarse que socialistas de formación marxista tan completa como Legardelle pasaron el Rubicón, y que, con gran brillantez, formaron en la escuela sindicalista que entiende ser la más fiel a la concepción marxista de la lucha proletaria. Es lo cierto que cuando el sindicalismo llegaba a su más brillante formulación teórica, comenzó a declinar como movimiento. La guerra del catorce acabó con su originalidad y lo redujo prácticamente a un movimiento sindical más. Como el de cualquier otra central sindical. Pero todo esto hemos de verlo al referirnos al hecho cumbre de la guerra europea (antes, incluso, de convertirse en mundial) y de las convulsiones sociales que serían su secuela.

35 P O S I C I Ó N D E L A U.G.T. A N T E L A G U E R R A E U R O P E A

Los partidos socialistas y las organizaciones obreras disponían en el año 1 9 1 4 de fuerzas considerables. Los principales países de Europa contaban en sus parlamentos con fuertes minorías que represenraban al proletariado, y los adherenres de las organizaciones sindicales ascendían a millones. El conocimienro de la situación europea hacía que dichas organizaciones colocaran en el primer plano de sus preocupaciones la de saber cuál había de ser la actitud de la clase obrera y la acción que le correspondía ejercirar conrra la guerra que se acercaba. En los congresos internacionales socialisras, la cuestión había venido siendo examinada con gran reiteración y se habían romado resoluciones en las que se afirmaba la comunidad de intereses de los Trabajadores de los distintos países, y en las que, además, se expresaba la volunrad de hacer todo lo posible para evirar la carásrrofe que se avecinaba. No obsranre esra unanimidad formal, ya se advertía que la cuestión de la guerra pondría a prueba a las Internacionales, y no era muy seguro que la crisis que estaba a la vista pudiera ser superada con éxiro por la socialdemocracia. Como hemos señalado en otro lugar, no nos corresponde reseñar aquí los debares de dichos congresos inrernacionales, ni referirnos en detalle a las distintas tendencias que en ellos se abrían paso. Pero sí nos parece útil recordar que la fracción de izquierda propugnaba que la declaración de guerra fuese seguida, en los países afecrados, por el planreamiento de la huelga general. Dos viejos milirantes del movimiento obrero internacional, Keir Hardie, por Inglaterra, y Eduard Vaillant, veterano de la Comuna, por Francia, sostenían esta propuesta que traducía el espíritu revolucionario y verdaderamente internacionalista de los elementos más radicales del movimiento. Pero la fuerza misma de los partidos socialistas y sus responsabilidades en relación con su propio país hacían que no aceptasen esta orientación sin reservas. Decían que en aquellos países donde el mo-

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vimiento obrero era más fuerte estaba asegurado el éxito de la huelga general, la cual debía ser más intensa precisamente en los establecimientos dedicados a fabricar material de guerra. Con lo que se colocaba a dicho país en situación desventajosa, desde el punto de vista militar, respecto de aquellas otras naciones donde el movimiento huelguístico no pudiera adquirir la misma amplitud. Los representantes de la socialdemocracia alemana sentían repugnancia a adquirir un compromiso semejante. Y ello por motivos de política interior, y también porque su internacionalismo tenía mucho de formal, A pesar de los mítines internacionales en que tomaban parte oradores alemanes e ingleses, no obstante la labor de Jaurés, verdadero apóstol de la paz y del internacionalismo, en las filas del movimiento obrero español se abrigaban serías dudas en cuanto a que, llegado el momento, las secciones de la Internacional mantuvieran una conducta determinada más que por el interés nacional por el interés de clase. Las resoluciones de los congresos —vagas en su redacción, como resultado que eran de penosos trabajos en que sólo se atendía a la confección de textos que conciliaran todas las posiciones— no bastaban a disipar la inquietud que existía, en todos los militantes advertidos, respecto del porvenir de la clase obrera que si bien disponía de una fuerza organizada considerable no estaba madura, ni en la base ni en sus cuadros dirigentes, para resistir una prueba tan grave. El 4 de agosto, es decir, después del asesinato de Jaurés, y luego de haberse declarado oficialmente la guerra, la U.G.T. publicaba el siguiente manifiesto: MANIFIESTO SOBRE LA DECLARACIÓN DE G U E R R A DE INGLATERRA CONTRA ALEMANIA El Comité nacional de la Unión General de Trabajadores a todas las secciones y a los obreros en general: «Estimados compañeros: El azote de la guerra, de una guerra en la que tomarán parte millones de hombres y se emplearán medios de destrucción y de muerte hasta aquí no usados, se cierne sobre Europa, »Si se desencadena, sus horribles efectos se harán sentir, aunque en diverso grado, lo mismo en los pueblos que peleen que en los que sean meros espectadores de la lucha. Esta habrá necesariamente de perturbar la producción y de disminuirla, y las consecuencias de tal trastorno y de tal resta fatalmente han de llegar a todos. «Ante este inhumano peligro, ante una posible matanza de seres

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humanos jamás vista y una destrucción de riqueza sin par en la Historia, ¿qué deben hacer cuantos aman la civilización, quieren el progreso, cuantos deseen ver a los hombres no luchar entre sí, sino redimirlos de toda esclavitud y laborando por el bienestar de todos? Emplear toda su actividad, toda su inteligencia y toda su energía en impedir conflagración tan tremenda. »Pero a quien corresponde hacer esto es, sobre todo, a los trabajadores y más a los trabajadores que tienen conciencia de los intereses de su clase. Ellos serán, principalmente, si la gigantesca tragedia ocurre, los que regarán con su sangre los campos de batalla, convirtiéndolos en vastos cementerios; los que llenarán los hospitales; los que harán vestir luto a legiones de madres y de hermanas; los que dejarán en la orfandad a miles y miles de criaturas, pedazos de su alma; los que acortarán su ración y las de sus pequefiuelos, por los paros que experimentarán y por el encarecimiento de todos los medios de vida; ellos serán, en fin, los que sufran los inenarrables dolores y tormentos que ha de engendrar guerra tan desoladora. »Por tal razón, compañeros, nos dirigimos a vosotros para pediros que, cumpliendo como cumplen y cumplirán los obreros organizados de los otros países, protestéis contra la guerra (sin olvidar la que en Marruecos sostiene nuestro gobierno) y la execréis; propaguéis sentimientos de paz entre todos los ciudadanos, celebrando reuniones públicas y conferencias, y reclaméis de los gobernantes que influyan todo cuanto puedan para que la paz se mantenga entre los pueblos, para que las diferencias entre los mismos se diriman por medios pacíficos y para que, si el odioso y criminal imperialismo y los capitalistas, que sólo daño causan a las naciones, logran que algunas de éstas se enfurezcan y guerreen, nuestro país se mantenga neutral en la belicosa contienda, si bien haciendo gestiones para que cuanto antes termine. «Compañeros: A combatir duramente la guerra; a proclamar los beneficios de la paz; a secundar o a procurar que nos secunden cuantos a la guerra aborrezcan y por el progreso trabajen; en una palabra, a esforzarnos y a realizar los sacrificios que sean precisos para que la Historia de la humanidad no registre el abominable hecho de que se conviertan en fieras para devorarse unos a otros millones de hombres, de hermanos, de compañeros. »¡ Abajo la guerra! »¡ Viva la paz entre todos los pueblos! »¡ Viva el proletariado universal! «Por el Comité nacional: Pablo Iglesias, Vicente Barrio, Francisco Largo Caballero, Daniel Anguiano, Eduardo Torralva, Julián Bes-

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teiro, Andrés Saborit, Pedro Trillo, Florentino García, José Maeso, Manuel Cordero.» El día 1." de agosto de 1914, la U.G.T. había cursado a la Unión Sindical Internacional un telegrama dirigido a su secretario general, Carlos Legien, cuyo texto decía así: «Carlos Legien.—Engelufer 1 5 . - — B e r l í n . — U n i ó n General de Trabajadores España condena indignada la guerra contraria fraternidad pueblos.—Vicente Barrio.» El gobierno Dato no autorizó la celebración de los actos de protesta que se recomendaban en el documento antes transcrito, so pretexto de que España había de observar una estricta neutralidad. El día 7 de agosto, se publicó un nuevo manifiesto, suscrito por los comités del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores, en el que se ratifica la invitación a organizar reuniones, de acuerdo con las directivas dadas. Y, en efecto, fueron muchos los actos que se celebraron.

La guerra de 1 9 1 4 significó un desgarramiento, una perturbación profunda. El equilibrio existente hasta agosto de aquel año no fue restablecido en muchos años; en realidad hay que considerar aquella fecha como la inicial de una gran crisis que no podrá cerrarse hasta que las fuerzas de la paz se impongan frente al imperialismo y las fuerzas reaccionarias fautoras de guerra. A los veintiún años de terminada la primera guerra mundial surgió la segunda, que superó en los horrores a la primera. Aparatosamente, ante la primera guerra mundial, se vino abajo todo el dispositivo pacifista de las Internacionales y, en todos los países, los jefes del movimiento obrero, con muy pocas excepciones, se dispusieron a encontrar argumentos que justificasen el hecho de ponerse al servicio de sus respectivos gobiernos, coligándose con las fuerzas sociales reaccionarias bajo la bandera patriotera, «chovinista», de una alianza sagrada. Es natural que un suceso, o una cadena de sucesos, de esta trascendencia repercutiera en España y que fuesen enjuiciados de modo distinto hasta en sus estratos directivos. El documento de la U.G.T. que hemos reproducido acusa un cierto desconcierto en las ideas y se limita, a vuelta de frases inspiradas por un pacifismo hondamente sentido, a afirmar la voluntad de que España se mantenga neutral en la contienda. El golpe era ciertamente rudo. La catástrofe no por prevista resultaba menos terrible. Se presentía que la clase obrera y el mundo se encon-

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traban frente a un hecho de dimensiones hasta entonces desconocidas y cuyos resultados nadie podía prever ni calcular. Entre la balumba de sucesos, fracasos y restallamientos desconcertantes que se iban produciendo, sólo podían ayudar a orientarse el instinto de clase o un conocimiento doctrinal en orden a los nuevos problemas que la etapa imperialista del capitalismo planteaba, conocimiento del que se carecía en España. El primer gran problema político que permitió una cierta polarización de tendencias en los medios socialistas españoles fue el suscitado por la Conjunción republicano-socialista. La defendió, hasta el último momento, Pablo Iglesias y un grupo de hombres, de relieve en el movimiento, grupo que fue haciéndose cada vez más reducido. La combatió, con gran tenacidad, Largo Caballero que expresaba el punto de vista de un importante sector de militantes que entendían mantenerse fieles al sentido clasista, que era para ellos fundamental y normativo en la acción obrera. En 1 9 3 3 , ante las elecciones generales, Caballero mantuvo la misma posición, con los resultados conocidos. Esas elecciones iniciaban la decadencia de la segunda república. Cuando, andando el tiempo, la guerra fue creando en España diversos problemas y se fueron perfilando sentimientos de simpatía en relación con uno u otro de los grupos beligerantes, Iglesias y aproximadamente el mismo grupo de militantes, más nutrido por cierto en esta ocasión, proclamaron su deseo de ver triunfante al que formaban los aliados. La división que se produjo en la sociedad española —inclinada en lo que en ella había de más reaccionario hacia los imperios centrales y favorable a los aliados en lo que conraba de progresista y liberal— puso la neutralidad de nuestro país en peligro. Y fue entonces cuando Iglesias proclamó en el Parlamento su simpatía por el grupo de potencias de la Entente, agregando que, de estar España en condiciones de poderlo hacer, él no vacilaría en pedir que del lado que estaban sus simpatías se pusiera su fuerza. Tan exaltada aliadofilia no dejó de impresionar a la clase obrera española, y del propio Partido Socialista salieron reparos a esta posición. Vocero de esta disconformidad fue Andrés Saborit. Pero puede decirse que —con contadas excepciones— los mismos elementos que se opusieron a la Conjunción fueron los que no se dejaron arrastrar a posiciones de apoyo a los aliados, considerando que, en el fondo, se trataba de una guerra capitalista y que no era cierto que los aliados y su triunfo representasen el nacimiento de un mundo nuevo. Atrincherándose en el carácter imperialista de la contienda, se negaban a formar entre los incondicionales de los aliados, sin que por ello dejaran de condenar, con la misma violencia, el papel de la socialdemocracia alemana que aparecía entonces formando bloque compacto detrás del k a i s e r y de sus junkers.

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Estas divergencias no se reflejaron en la U.G.T. y quedaron localizadas en el Partido Socialista donde, además, no alcanzaron gran exteriorización. Fue una vez terminada la guerra y, sobre todo, después de la caída del zarismo cuando cobraron agudeza las diferencias y las luchas de tendencias no sólo en España, sino en todos los países. La gran Revolución de octubre de 1917, es un hito en 1¡* historia del socialismo.

36 LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES Y LAS G R A N D E S C U E S T I O N E S N A C I O N A L E S E L PROBLEMA DEL HAMBRE

Sobre esta cuestión la Unión General de Trabajadores venía realizando una labor constante, encaminada a paliar la penosa situación de los trabajadores, agravada por la elevación creciente del precio de las subsistencias. La continuación de la guerra de Marruecos y las repercusiones inevitables de la europea contribuyeron poderosamente a desvalorizar los salarios que cada día tenían menor poder adquisitivo. En el año 1 9 1 5 esta campaña de la U.G.T. cobró mayor vigor y se celebraron numerosos mítines en poblaciones importantes. La tendencia al alza de los precios no se contuvo por ello y, dentro del mismo año 1 9 1 5 , en el mes de noviembre, la U.G.T. publicó un segundo manifiesto invitando a realizar manifestaciones y toda clase de actos públicos al objeto de presionar al gobierno y obligarle a poner mano en el problema. La lucha contra la carestía de la vida era la lucha contra el hambre.

37 LA FUNDACIÓN CESAREO DEL CERRO

Aunque de carácter distinto al de las actividades que venimos refiriendo, nos creemos obligados a dar cuenta en este lugar de la obra (de acuerdo con el orden cronológico que nos hemos impuesto) de un acontecimiento de indudable interés y que no dejó de repercutir en esas actividades ugetistas. El día 21 de diciembre de 1 9 1 5 , una comisión de seis representantes de las directivas de la Casa del Pueblo de Madrid fue invitada a asistir solemnemente, en casa de un notario de la Corte, al acto de apertura del testamento otorgado por un industrial madrileño recientemente fallecido. En el testamento había una cláusula por la que se legaba un millón de pesetas a las sociedades obreras que constituían la Casa del Pueblo madrileña, a condición de que la renta de dicho capital se dedicara a instruir y educar a los hijos de los trabajadores asociados en alguna de las organizaciones domiciliadas en dicho Centro. Don Cesáreo del Cerro y Álamo, que así se llamaba el donante, era un industrial filántropo, viudo y sin hijos, y ese millón de pesetas constituía una pequeña parte de su capital. El testador, que nunca tuvo relaciones con la organización obrera ni trató jamás a ninguno de sus dirigentes, no había estado en ninguna ocasión, que se sepa, en la Casa del Pueblo. Había nacido en Vallecas, hijo de humilde familia, y casi no tenía instrucción cuando muy pequeño debió ponerse a trabajar. La suerte le acompañó en el negocio que montó —fabricación de cortes aparados— y en la base de su fortuna está el haber sido el primero en ver la utilidad que podía obtenerse incorporando la máquina de coser a la fabricación de dichos cortes. Cesáreo del Cerro significaba en el testamento su voluntad opBííaj ns ap uopEjjsmiujpB k noproijdB v\ ua upuu uiapirj as oo anb ap sin contar previamente con Pablo Iglesias, «ya que la opinión y el consejo de éste habrán de ser acertados y benéficos para el interés común de los trabajadores».

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Estos recibieron con gran júbilo la clonación, recogieron con cariño el legado y lo administraron y dirigieron con tal cuidado que, al estallar el movimiento militar, en julio de 1 9 3 6 , la «Fundación Cesáreo del Cerro» era una de las mejores instituciones de su clase, verdadera escuela-modelo y legítimo orgullo de la clase trabajadora madrileña. Allí se daba a los niños, además de enseñanza, desayuno, comida, merienda y ropa escolar. Los alumnos pasaban el día en medio del hermoso jardín de la finca fundacional, que medía cerca de tres hectáreas Los métodos pedagógicos seguidos fueron siempre elogiados por las autoridades en la materia —tanto españolas como extranjeras— que visitaron la institución. Pero si la labor realizada fue notable, la que se proyectaba, destinada a la juventud, de acuerdo siempre con los deseos del fundador, hubiese sido trascendental en el orden educativo, ya que se pensaba facilitarle medios y elementos para la completa formación profesional y moral de esa juventud trabajadora. Por eso estimamos que la aportación de don Cesáreo del Cerro y Álamo y la fe que depositara en Pablo Iglesias, el maestro del proletariado español, fueron verdaderamente apreciables. El espíritu pedagógico que presidió la formación de esta institución y su desarrollo se deben al profesor Julián Besteiro. La «Fundación Cesáreo del Cerro» se hallaba instalada en la barriada de Cuatro Caminos, en una hermosa finca llena de árboles y flores. El legado comprendía, además, la propiedad de la casa número 20 de la calle Carranza. Ese número y esa calle son inseparables de la vida del socialismo español hasta finales de la guerra de 1 9 3 6 . Carranza 20 ha sido para los socialistas españoles lo que Piamonte 2 fue para los ugetistas.

38 XII CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES DE ESPAÑA

Como prólogo a sus tareas, el X I I Congreso de la Unión General de Trabajadores comenzó con un mirin, presidido por Llácer —en nombre de la Casa del Pueblo de Madrid— y en el que hicieron uso de la palabra : Vicente Barrio, secretario del Comité nacional ; Luis Estrada, de la Naval de Barcelona ; Pedro Cabo, por los obreros vizcaínos ; Manuel Llaneza, por los mineros asturianos, y Pablo Iglesias. Lo esencial de los discursos se refirió a la situación económica y a las crecientes dificulrades de existencia que conocía en aquel momento la clase obrera española. Al día siguiente de celebrarse esre acto, el 18 de mayo de 1 9 1 6 , comenzaron los trabajos propios del congreso y se nombró presidente del mismo a Lucio Martínez y vicepresidentes a Cabello y a Núñez Tomás. Constituida la asamblea, los delegados comenzaron a pedir explicaciones al Comité nacional respecto de su gestión. Esta quedó aprobada íntegramente. Entre las propuestas presentadas, se aprobó una que tendía a que, de acuerdo con los trabajadores franceses, se hiciera un convenio entre los gobiernos de Francia y España a fin de establecer derechos recíprocos para los obreros que sufrieran incapacidad en accidentes del trabajo. Se produjo un amplio debate sobre las relaciones enrre la U.G.T. y la Confederación Nacional del Trabajo (la anarquista C.N.T.), manteniéndose diversos puntos de vista, pero todos ellos coincidentes en cuanto al deseo, unánimemente compartido, de hacer posible la unidad de los trabajadores españoles en una sola central sindical. Se acordó estimular a todos para que se exigiera el cumplimiento de la ley protectora del trabajo de las mujeres y los niños. Se introdujeron diversas reformas a los Estatutos. Se acordó reclamar del gobierno la inmediata repatriación de todas

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las tropas españolas de Marruecos, y poner fin así a tan desdichada aventura. En el punto relativo a legislación, se trató de la ley del retiro obrero ; de activar la promulgación de las de contrato de trabajo, inspección en las minas y trabajo diurno en la industria panadera; así como de que se ampliara el servicio de inspección, que se estableciera la jornada en las minas y se incluyera en los beneficios de la ley de accidentes a los agricultores, al servicio doméstico, a los pescadores y a los tripulantes de barcos. Seguidamente se entró de lleno en los dos temas más importantes del congreso, que eran el de la crisis de trabajo y el de la carestía de la vida. Sobre ambas cuestiones se discutió ampliamente, previa lectura de la ponencia correspondiente y de un voto particular que se presentó a su dictamen. Este quedó aprobado y sus conclusiones dicen así: «Primero: Reclamar, una vez más, del Parlamento y del gobierno: El abaratamiento de los medios de transporte. El fomento de las obras públicas. La regularización del intercambio de productos, de modo que se garantice eficazmente la satisfacción de todas las necesidades del país. La supresión de los privilegios industriales que vienen a acentuar la crisis nacional presente. La terminación de los gastos improductivos, especialmente de la criminal guerra de Marruecos. »Segundo: Que para preparar al pueblo a la realización de una campaña que tenga por finalidad obtener del Parlamento y del gobierno la adopción de aquellas medidas, se proceda inmediatamente por las organizaciones de la Unión, y por cuantos quieran adherirse a este movimiento, a realizar una labor intensa en su propio seno encaminada a recabar el concurso del mayor número posible de elementos profesionales, para que cada colectividad pueda desarrollar el máximo de fuerza. «Tercero: Que, después de realizada esta labor intensa de las colectividades, se celebren en toda España, y en un mismo día, reuniones y manifestaciones públicas encaminadas a conseguir que se incorpore a nuestra acción el mayor número de elementos posible. «Cuarto: Que se faculte al Comité nacional para que, en el plazo de tres meses, recoja las informaciones que suministren las localidades y regiones respecto al espíritu en ellas

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existente y a los trabajos efectuados para que, en unión de representantes de las varias regiones, que quedarán nombrados por el congreso, decida la conveniencia de organizar en toda la nación un paro general de protesta, que durará un día, señalando la fecha en que ha de realizarse. «Quinto:

Que si verificado el paro general de un día no dieran satisfacción ni el Parlamento ni el gobierno a las legítimas demandas del pueblo, convoque nuevamente el Comité nacional a los representantes de las regiones designados por el congreso y, en unión de ellos, fije la línea de conducta que debe seguirse con arreglo a lo que las circunstancias aconsejen. «Local del congreso, 23 de mayo de 1 9 1 6 . «Julián Besteiro, Remigio Cabello, Luis Estrada, Pedro Cabo y Serafín Uriz.»

Para poner en práctica estos acuerdos se nombró una comisión integrada por representantes de varias regiones, a fin de que dos delegados de cada una de ellas, en unión del Comité nacional, lo llevaran a cabo. Las regiones designadas fueron: Asturias, Galicia, Vascongadas y Navarra, Cataluña, Levante, Andalucía, Extremadura y ambas Castillas; en total, nueve. La comisión a que se refiere el anterior dictamen estaba integrada del modo siguiente: Vascongadas y Navarra, Pedro Cabo y Serafín Uriz; Galicia, José Gómez Osorio y Manuel Suárez; Extremadura, Antonio García Quejido; Andalucía, Florentino García; Levante, Vicente Sánchez y Juan Barceló; Cataluña, Luis Estrada; Asturias, Acevedo y Manuel Llaneza; Castilla la Vieja, Luis Lavín y Remigio Cabello. Esta resolución del X I I Congreso de la Unión General de Trabajadores de España, de mayo de 1916, determinó una intensa campaña a través de todo el país que desembocó en la huelga general de agosto de 1917, una de las acciones de lucha más importantes que registra la historia de nuestro movimiento obrero y del que nos ocuparemos más adelante. Se acordó que la U.G.T. continuase teniendo su sede en Madrid y se eligió el siguiente Comité nacional: Presidente : Vicepresidente : Secretario-tesorero Vicesecretario :

Pablo Iglesias Francisco Largo Caballero Vicente Barrio Daniel Anguiano

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Vocales:

Julián Besteiro Virginia González Modesto Aragonés Eduardo Torralva Beci Andrés Saborit Manuel Cordero y José Maeso. 1

El día 2 4 , después del obligado acto de clausura, se separaron los delegados y se dio por terminado el congreso. Por la somera relación que acabamos de hacer de los trabajos del X I I Congreso, se advierte que la actividad de la clase obrera organizada estuvo absorbida por unos cuantos temas que se repiten de manera constante. El problema de las subsistencias y el del paro obrero constituyen el leitmotiv de las discusiones y del trabajo de la U.G.T. durante muchos años. Tenían estos problemas verdadera importancia y se explica la atención sostenida que se les concedía. En realidad, tales eran los verdaderos problemas de España. A la salida de las guerras coloniales —y cuando lo más esclarecido de la intelectualidad española recomienda como única posibilidad de salvación la liquidación de todos los sueños imperiales, la vuelta al duro trabajo y la concentración de todas las energías en el propio solar—• se inició un cierto resurgimiento que se tradujo en un pasajero saneamiento de las finanzas públicas. Las cargas derivadas de la desdichada guerra de Cuba drenaban una buena parte de los ingresos fiscales y producían una grave crisis de nuestro signo monetario. Los impuestos indirectos cubrían casi íntegramente lo que se pagaba en gastos públicos, siempre en aumento, y cualquier audacia tributaria chocaba con el espirita feudal de nuestras clases conservadoras, para las que el fraude y la ocultación eran algo natural e inocente. No obstante, la acción de los «patriotas doloridos», de la generación que había presenciado el derrumbamiento, tuvo su influencia en la gobernación del Estado e impulsó cierta austeridad financiera que correspondía a nuestra renuncia a representar ningún papel importante en la política internacional. Nuestra abdicación como gran potencia se consumaba y no había más remedio que echar «doble llave el sepulcro del Cid». No le cabía a España otra política que la que Costa, representante ilustre de este patriotismo dolorido a que nos referimos, concretó en su fórmula: «escuela y despensa». Tras la crisis subsecuente a la pérdida de nuestras últimas colonias, pudo intentarse lo que, insistimos, proponía y defendía con cierta clarividencia el sector liberal de nuestra burguesía. 1. Por vez primera aparece el nombre de una mujer en el comité directivo de una central sindical nacional: Virginia González.

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Pero el interés dinástico, de una parte, y la necesidad de mantener y halagar a un ejército que resultaba excesivo para llenar las solas funciones policíacas en que se le empleaba, de otra, hicieron reverdecer el espíritu de conquista y llevaron al país a la guerra africana. Esta lucha estúpida deshizo todas las esperanzas de resurgimiento y consumó la ruina económica del país. Como siempre, los gastos de la aventura, y los no menos terribles generados por la construcción y sostenimiento de una nueva marina de guerra, pesaron sobre las costillas de la clase obrera. Y así, el nivel de vida en los campos y las ciudades de España no dejó de ser nunca realmente miserable. Los esfuerzos de las sociedades obreras aliviaron algo la situación en lo que respecta a jornales, pero esta acción no podía bastar y debía ser reformada por otra de tipo más amplio, destinada a contener el alza del coste de las subsistencias. Esto explica la presión constante que se ejercía sobre los poderes públicos. Del marasmo económico resultante de los factores enunciados se resintió en varias ocasiones ei progreso de la organización obrera española, y ya nos parece llegado el momento de explicar una de las originalidades •que presenta nuestra lucha, en relación con la que mantenían en otros países nuestros hermanos de clase. Si nos fijamos en los períodos de nuestra historia en que los movimientos huelguísticos y las agitaciones de toda clase fueron más agudos y numerosos, comprobaremos que coinciden —fenómeno lógico— con cierto impulso industrial y económico en el país, es decir, con situaciones relativamente boyantes de nuestra economía. Los períodos de depresión económica, de crisis de trabajo y de paralización industrial se caracterizan, por el contrario, por un descenso de la resistencia obrera o del espíritu de ataque de los trabajadores. Las cifras de cotizantes de la U.G.T. sufrían las oscilaciones correspondientes a estas depresiones económicas, y las huelgas, la abundancia de su planteamiento, marcan claramente la salida de la crisis. La observación vale igualmente para los movimientos políticos de que nuestro país ha sido escenario. Y si se trae este problema a colación aquí es por el interés teórico que pueda ofrecer a los estudiosos. En general, se estudian las posibilidades revolucionarias de un país dado en función de la situación económica que conoce. Y se establece el principio de que en situaciones cómodas, de abundancia de trabajo y de cierta facilidad de vida, no hay que pensar en agitaciones serias ni en movimientos de masas profundos. La historia de las luchas sociales en España desmiente esta apreciación que, al parecer, está confirmada por el conocimiento de factores que, con carácter de ley, se dan en todos los países.

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Pero en España, en las épocas de crisis, no sólo decrecía el número de afiliados y de cotizanres, lo que era normal; no sólo disminuían las huelgas de ripo económico, lo que también era natural habida cuenra de la situación del mercado de trabajo en semejantes momentos. Es que las agitaciones y los movimientos de signo proresrarario más agudo, las revueltas en que tan pródigo ha sido nuesrro suelo no se dan duranre las erapas de depresión, cuando el hambre física gana a secrores extensísimos de obreros y campesinos, sino que se producen en momenros de relariva prosperidad. La explicación que se acosrumbra a dar al fenómeno de la pasividad de nuesrra clase obrera en las situaciones de colapso económico es la de que la emigración ha constituido la válvula de escape que ha salvado a España de la revolución en que hubiera debido desembocar, de orro modo, la desesperación de nuesrro prolerariado. Pero esra explicación no vale para dilucidar el otro aspecto del problema, el de que sea en los momentos de cierta holgura cuando se produzcan los movimientos más extensos y de significación más radical, lo mismo si son de carácter polírico que si se refieren a reivindicaciones específicamente económicas. La experiencia española, y aquí radica el inrerés de lo que venimos diciendo, prueba que se pueden producir, y se producen, imporranres movimientos de masas y hasta revolucionarios cuando la situación general del país está, desde el punto de vista económico, en un período ascensional. Por supuesro, no traramos de sentar doctrina; son observaciones de tipo personal al escudriñar en la historia de nuesrro movimiento obrero. Siguiendo el hilo de este relato, nos vamos acercando a convulsiones tremendas que han agitado a la sociedad española, y ya se verá que coinciden con la mayor facilidad de trabajo que, en un momento dado, determinaron en España los pedidos pasados por los países en guerra, favoreciendo nuestras exportaciones con precios altamente beneficiosos. En nuestra opinión, esta peculiaridad española hay que achacarla al hecho de la mayor conciencia de clase que ha tenido, desde siempre, nuestro proletariado y que le hace tender a la acción en las circunstancias más propicias para él, es decir, en la hora mala del patrono, cuando más necesita el esfuerzo de sus trabajadores por las altas utilidades que le están procurando. Las consideraciones de ahorro y de previsión han jugado muy poco entre nosotros, y no es raro que obreros cuyas profesiones son de temporada hayan dejado pasar la que les es propicia sin trabajar, mante¬ niendo una huelga al final de la cual les esperaba la época muerta. Con serios defectos, con terribles defectos, nuestra clase obrera puede enorgullecerse de ser la de espíritu combativo más fuerte y la de mayor capacidad de abnegación. 10

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Otro de los temas fundamentales del X I I Congreso fue el de las relaciones entre las dos centrales obreras españolas. En ese momento, cuando los congresistas examinan el problema, la impresión y el ambiente son excelentes. Se cree posible el establecimiento de acuerdos concretos, con la vista puesta en acciones determinadas. Y no son pocos los que estiman posible una fusión de las dos grandes organizaciones sindicales, la U.G.T. y la C.N.T. No olvidemos que estamos en 1 9 1 6 . Mucho camino llevaba andado la clase trabajadora, que iba adquiriendo una madurez notable. Y como resultado de las experiencias acumuladas, nadie estaba clavado, ni era posible estarlo, en posiciones que la realidad desbordaba. En la U.G.T., las sociedades obreras de resistencia habían ampliado su ángulo de visión, que abarcaba extensiones más vastas de ideal. El espíritu gremial y secamente corporativo había dado paso a concepciones más generales de la lucha, y esas sociedades de resistencia pasaban a ser organizaciones de combate, o especialmente aptas para sostener a las formaciones que lo iniciaran, en este caso el Partido Socialista Obrero Español. Pese a ello, ni la acción de la U.G.T., ni por tanto la del Partido Socialista, habían ganado para su causa a formaciones obreras que seguían adscritas a la influencia anarquista. Pero a su vez estas últimas ya no se mantenían en las posiciones de pureza filosófica en que acostumbraban moverse. La evolución del movimiento anarcosindicalista de Francia influía directamente en la del español. Al producirse la escisión en el seno de la Primera Internacional —como ya se ha dicho en otro lugar—, la fracción aliancista (anarquista) fue la mayoritaria y ejercía una evidente influencia en los medios obreros del país. El primer diario obrero Tierra y Libertad fue anarquista y el esfuerzo editorial de estos elementos, verdaderamente notable si se le compara con el pobrísimo de la minoría fiel a Marx. Esta influencia, como era natural, fue decayendo. Una posición táctica equivocada se paga con el debilitamiento y la pérdida de efectivos. A principios de siglo, puede decirse que existía una considerable organización de grupos anarquistas, una organización sindical en franca decadencia, localizada en algunas regiones españolas, y algunas secciones de oficio dispersas por el resto del país. A más de esto, un ambiente sostenido por el recuerdo de agitaciones históricas en los campos y ciudades de Andalucía. El paralelismo sindical, la existencia muy corriente de dos sociedades de oficio en una misma localidad, daba lugar a conflictos desagradables y sembraba la desorientación entre los trabajadores que no tenían preparación ni, muchas veces, interés para establecer distingos casuísticos, o que así les parecían, entre las distintas doctrinas.

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En el seno mismo de cada sección de oficio no era infrecuente que se produjeran luchas terribles por afirmar la influencia de esta o aquella tendencia. A menudo, estas rivalidades se ventilaban violentamente y se saldaban con víctimas. Como venimos sosteniendo, Barcelona fue siempre la sede del anarquismo y, de allí, su propaganda y su acción irradiaba al resto de España. No obstante haber nacido la U.G.T. en aquella ciudad, los progresos de nuestra organización eran muy penosos, lo fueron siempre, y la influencia del Partido Socialista durante mucho tiempo, casi nula. Los esfuerzos de Quejido y Comaposada, de Amparo Martí y Toribio Reoyo, entre otros, por no citar más nombres que los de quienes debieron soportar el choque más rudo de la hostilidad ambiente, daban fruto, pero muy lentamente, dominado como estaba el proletariado de esta gran ciudad por una tradición bakuninista que no se pudo o no se acertó a vencer. Ni el Partido Socialista ni la U . G T . abordaron seriamente los problemas ideológicos que aclararan las concepciones verdaderas del socialismo frente a las del anarquismo. Este proletariado, además, había de ser presa del mayor alarde demagógico que se haya realizado en nuestro país antes de la aparición del fascismo, a cargo de unas corrientes masónico-republicanas que perturbaron el desarrollo del movimiento obrero. Alejandro Lerroux fue el autor de esta gigantesca mixtificación. De acuerdo con Segismundo Moret, gobernante liberal aterrado por el desarrollo del catalanismo, y aprovechando su posición decidida frente a los responsables de los tormentos de Montjuich, este aventurero político se presentó en Barcelona y, tras una campaña de un radicalismo verbal sin precedente en aquel entonces, consiguió verse seguido de masas obreras que no tenían educación política suficiente para descubrir el engaño. Este hecho tuvo su repercusión natural en todas las ciudades donde existía influencia anarquista y, en mayor o menor grado, se establecieron contactos entre anarquistas y republicanos a quienes no unía, en la generalidad de los casos, más que el odio al marxismo. Aun después de anulada en Barcelona la influencia todopoderosa de Lerroux —personaje lamentable del que nos hemos ocupado en capítulos anteriores—, estas colusiones entre anarquistas y republicanos han perdurado en detrimento del movimiento obrero, el cual debe tener y realizar su política autónoma y no confiarla a comisionados interesados. El abstencionismo político de los anarquistas ha sido magníficamente administrado por los republicanos «radicales» y por la reacción. El anarquismo no forma un cuerpo de doctrina y es muy difícil referirse a él, en el terreno práctico de la actuación y de la lucha, con la esperanza de llegar a conclusiones generales. Seríamos injustos si dejéramos,

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por ejemplo, que todos los anarquistas aprobaron el movimiento seguidista que se produjo en Barcelona como resultado del radicalismo provocador de Lerroux. Dada la independencia que entre sí mantienen o mantenían los distintos grupos, cada uno desarrollaba la acción que estimaba oportuna, derivándose esta espontaneidad en el trabajo de la esencia misma del anarquismo o, cuando menos, de la orientación que entre los anarquistas españoles acertaron a imprimirle las concepciones de Kropotkin, el único anarquista que, en nuestra opinión, ha realizado un serio intento de sistematización de la teoría y la práctica anarquistas. Seguramente existían grupos contrarios a esa inmensa estafa lerrouxista. Lo cierto es que, comenzado el declive de aquella desviación, la organización obrera orientada por los ácratas renace en Barcelona con el concurso de nuevas generaciones de militantes. Los viejos no ven sin cierto recelo el entusiasmo que los jóvenes ponen en la acción sindical, pero se rinden ante su eficacia. El más interesante de ellos fue, sin duda, Salvador Seguí, «el Noi del Sucre». Además, la corriente del sindicalismo francés, que llega a España y que se asimilan estas nuevas generaciones, tiene del anarquismo la violencia en los procedimientos, el apoliticismo, la voluntad revolucionaria, los métodos de acción. Pero el sindicalismo francés descansa esencialmente en la concepción marxista de la lucha de clases, esa lucha de clases que la existencia del sindicato pone de relieve a cada instante y en la que los anarquistas no creen ni pueden creer, puesto que reducen toda la cuestión social a un problema ético y filosófico. Su acción no se dirige especialmente al obrero, sino al hombre que hay que liberar de la coacción estatal para que pueda dar paso a las tendencias innatas que en él viven, favorables a la solidaridad y al apoyo mutuo. Basta que se haga tabla rasa de esas organizaciones que tuercen sus excelentes inclinaciones naturales, para que toda la cuestión quede resuelta. Por ello, la revolución social no puede ser más que un acto destructor. En cuanto se trate de organizaría, de normarla, así que se creen comités o Parlamentos '—según Kropotkin, último ideólogo de nuestros anarquistas—, la revolución se verá frustrada. El compromiso entre el sindicalismo y el anarquismo tenía que ser transitorio ya que no descansaba más que en la similitud de procedimientos. Pero en la doctrina no había componenda posible con un movimiento que era institucional, en el sentido que hacía del taller y de la fábrica la célula de todo un sistema de organización que nada tenía que ver con la masa individual, sino que descansaba en la más estricta disciplina. Los directores del movimiento sindical que renacía en Barcelona con pujanza extraordinaria, seguían llamándose anarquistas, pero no estaban muy seguros de serlo. Por su parte, los sindicalistas, los ganados a la doc-

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trina del sindicalismo, habían de contemporizar con los anarquistas. El resultado fue una serie de luchas intestinas que permiten presentar a la C.N.T., a lo largo de su historia, como una organización que, en materia ideológica, avanza en zigzag. Ni siquiera la decisión del Congreso o de la Comedía ( 1 7 de diciembre de 1 9 1 9 ) , adscribiendo la C.N.T. al comunismo anárquico, constituye "1 acto decisivo que nos permita perfilar su significación, pues si bien el acuerdo dio satisfacción a los anarquistas no es seguro que en sus militantes responsables existiera una plena unanimidad a este respecto. En el mismo congreso se había tomado el acuerdo de ingresar en la Internacional Comunista ( I I I Internacional). Lo cierto es que cuando se celebra el X I I Congreso de la U.G.T., el clima es favorable a una aproximación de las dos centrales. Ya en los sucesos de 1909, en Barcelona, los socialistas habían hecho acto de presencia saliendo por primera vez del campo de la pura propaganda, y militante tan destacado como Fabra Ribas, que entonces representaba en el Partido Socialista la extrema izquierda (naturalmente, fue adversario de la Conjunción republicano-socialista), participó en los hechos que se produjeron junto a los compañeros de Solidaridad Obrera. Fabra Ribas mantuvo con gran fortuna una campaña en favor del «desarme de los odios» que tendía a hacer posible la aproximación y el trabajo en común, en los sindicatos, de anarquistas y socialistas. La acción conjunta en la huelga del año once y la realización de campañas en común fueron lo que dieron pie a considerar que no era una utopía este acercamiento con el que soñaban los elementos más templados de la Confederación, pero que entusiasmaba mucho menos a los anarquistas puros. De todas maneras, es rigurosamente exacto que a nadie pareció nunca fácil llegar a resultados positivos en esta materia y, si bien en la masa de afiliados a la U.G.T. y a la C.N.T. la voluntad unitaria era grande, las minorías dirigentes de ambas organizaciones siempre se representaron el empeño como cuajado de dificultades. Las necesidades de la lucha iban a acelerar el proceso de aproximación, que siempre ha sido transitoria y no exenta de fricciones entre ambas centrales. La historia de esas relaciones entre las dos grandes agrupaciones sindicales llenan, a partir de aquí, un espacio considerable en la actividad del proletariado español que no ha conseguido superar, de verdad, este problema.

39 LA ACCIÓN P O R EL A B A R A T A M I E N T O DE LAS S U B S I S T E N C I A S Y LA H U E L G A F E R R O V I A R I A

En cumplimiento de los acuerdos del X I I Congreso, el Comité de la Unión General de Trabajadores, en circular de 6 de junio, daba cuenta de que habían sido entregadas al gobierno las conclusiones acordadas. Como, a pesar del tiempo transcurrido, las autoridades no habían dado respuesta alguna sobre el particular, el día 1.° de julio de 1 9 1 6 el Comité dirigió otro llamamiento a las organizaciones obreras para que se aprestasen a dar cumplimiento al tercer punto del acuerdo del congreso, que era el relativo a que, en un mismo día, se verificaran en toda España reuniones y manifestaciones públicas. A tal efecto, se señaló la fecha del 16 de julio. El Comité mostraba su confianza en que las secciones seguirían esta consigna, que se les daba en cumplimiento de acuerdos adoptados por ellas mismas. Unas modestas reclamaciones, presentadas a la Compañía de Ferrocarriles del Norte por sus agentes y empleados el 16 de mayo, vinieron a complicar la marcha de los acontecimientos. Ante el conflicto que se avecinaba, y a indicación del gobierno, los ferroviarios se prestaron a la mediación que se les proponía. En efecto, intervino el ministro de Fomento, señor Gasset, y los obreros aceptaron la fórmula que les fue sometida por el ministro. Mas, al ponerla en práctica, la compañía se negó a cumplirla. En realidad, de lo que se trataba era de dar un nuevo golpe a la organización ferroviaria, cuya fuerza seguía creciendo. Con la complicidad del gobierno, implicado en la maniobra, la compañía impuso su voluntad. Pero los obreros del carril estaban dispuestos a defenderse, y el día 11 de julio fueron a la huelga en todas las líneas explotadas por la Compañía del Norte. El gobierno movilizó a los ferroviarios en edad militar, pero los destinados a sufrir la imposición del «brazalete» se negaron a entrar al trabajo y debieron sufrir arresto en prisiones militares. Se ordenó el acuar-

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telamiento de las tropas; se suspendieron las garantías constitucionales; se dispuso la clausura del Parlamento, y se detuvo a infinidad de militantes, entre ellos a Besteiro, Caballero, Barrio, Anguiano y Torralva Beci. Por solidaridad con los ferroviarios, los mineros de Asturias declararon la huelga general en aquella cuenca. La batalla se generalizaba; hasta tal punto que el gobierno Romanones tuvo que dar marcha atrás. Puso el conflicto ferroviario en manos del Instituto de Reformas Sociales, con las debidas garantías para los obreros. Estos volvieron al trabajo el día 18 de julio. Una vez más se demostró que los obreros no vacilaban en comprometer el prestigio de un gobierno de carácter liberal, incluso los afiliados a la U.G.T., creando conflictos que tenían su origen en la satisfacción de sus necesidades vitales. Romanones debió ceder ante la pujanza de la acción obrera y en su actitud influyó también, de modo decisivo, la magnífica de los obreros asturianos. Se puso en libertad a los detenidos; se normalizó la vida en la cuenca minera, y se fueron restableciendo los servicios ferroviarios. El día 21 se levantó el estado de guerra. El 2 9 , el Instituto de Reformas Sociales daba por terminado su encargo, después de redactar unas conclusiones en que se daba satisfacción completa a los obreros de la Compañía del Norte en cuanto a las demandas que tenían presentadas desde el mes de mayo. Restablecida la normalidad constitucional, pero no habiendo mejorado las condiciones de vida para la clase obrera, el Comité de la Unión General, en cumplimiento del mandato recibido, reproducía el día 1.° de octubre de 1 9 1 6 las instrucciones dadas para el 16 de julio, esto es, la celebración en toda España de actos y manifestaciones públicas reclamando del gobierno soluciones para la crisis de trabajo y el abaratamiento de la vida Se debía pedir, además, una amplia amnistía para los condenados por delitos políticos y sociales. Los actos de ese día debían celebrarse de acuerdo con la Confederación Nacional del Trabajo y con su colaboración, como resultado de negociaciones habidas entre los comités nacionales de ambas centrales sindicales, representados por Largo Caballero, Besteiro y Barrio, por la U.G.T., y Salvador Seguí, Ángel Pestaña y Ángel Lacost, por la C.N.T., en reuniones celebradas en Zaragoza. El día 15 de octubre se celebró en Madrid un acto muy importante en el que hicieron uso de la palabra Antonio Lozano y Francisco Jordán, de la C.N.T., y Lucio Martínez, Daniel Anguiano, García Cortés y Vicente Barrio, de la U.G.T. En toda España se verificaron artos análogos. Es la primera acción de unidad importante que en el orden sindical y en

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el plano nacional registra la historia de nuestro movimiento obrero. Ante el silencio de los gobernantes y su pasividad frente a los requerimientos del proletariado, volvieron a reunirse los representantes de las dos centrales sindicales, quienes acordaron que el día 12 de noviembre de 1 9 1 6 se organizaran en toda España manifestaciones públicas y que la de Madrid se desarrollara el día 19, al objeto de que a ella pudieran concurrir delegados regionales de la U.G.T. y de la C N . T . Volvió a movilizarse en toda España la clase obrera en manifestaciones que tuvieron un volumen desusado. El movimiento obrero estaba en presencia de un formidable proceso ascensional. El sábado 18 se celebró un mitin en la Casa del Pueblo de Madrid, en el que tomaron parte Rives Moyano, Vicente Sánchez, Francisco Jordán, por la C.N.T., y Gómez Osorio, Isidoro Acevedo y Osear Pérez Solís, por U.G.T. Al día siguiente, la clase obrera madrileña desfiló en imponente cortejo. Después de la manifestación, los delegados regionales se reunieron con los representantes de los dos comités y acordaron: visitar al jefe del gobierno para hacerle el debido requerimiento, en nombre de todo el pueblo hambriento; informar a la opinión, en un mitin, respecto a la situación del problema, y anunciarle que, si el gobierno se obstinaba en su posición, el día 18 de diciembre se declararía la huelga general. En el mitin —celebrado el 21 de noviembre— hablaron Barceló, Calleja, Cabo, Llaneza, Pérez Solís y Caballero. Y, después de la preparación adecuada, el lunes 18 de diciembre se realizó la jornada prevista, es decir, se declaró una huelga de veinticuatro horas en toda España, huelga que fue un éxito de organización y disciplina. Por la tarde de dicho día, el conde de Romanones, jefe del gobierno, declaraba: « N o he conocido nunca un movimiento huelguista tan extraño. No ha habido población de más de 6 0 0 0 habitantes que haya dejado de sumarse al paro; con la particularidad de que ciudades que apenas tienen contingentes obreros lo han secundado con unanimidad.» La gran movilización, con su éxito total, mostró cómo la unidad de acción de la clase obrera, en torno a objetivos que encuentren un eco en la opinión pública, es la mejor arma de combate con que cuenta el proletariado. El día 23 de diciembre de 1 9 1 6 , en una circular dirigida a todas las organizaciones obreras, el Comité de la U.G.T., después de mostrar su satisfacción por el resultado de la movilización obrera en las diversas eta-

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pas comprendidas en el acuerdo de su último congreso, dirigiéndose al poder público, decía: «Si de estas advertencias y de estas peticiones no se hace caso, el país proseguirá sus actuaciones hasta alcanzar órganos de dirección política nacional que no sean un estorbo, sino un acicate al progreso. Y el éxito pasado, trabajadores todos, es un estímulo para la continuación de nuestra obra conveniente y abnegada. » ¡ A seguir, pues, con sereno entusiasmo, por el camino emprendido !» Así terminaba el año 1 9 1 6 para entrar en el todavía más agitado de 1 9 1 7 . La guerra mundial seguía su curso. La colaboración de la U.G.T. y de la C.N.T. comenzaba bajo los mejores auspicios. El movimiento confederal había alcanzado éxitos considerables y había llevado el poder de los sindicatos que controlaba en Barcelona a extremos que le dieron una popularidad extraordinaria en todo el país. Las huelgas de Barcelona, en cuyo desarrollo se empleaban métodos terriblemente eficaces, terminaban con éxitos indudables que confirieron un poder extraordinario a los sindicatos. Las huelgas generales de Barcelona incluían los servicios públicos más vitales, y la fuerza del movimiento era tal que las medidas reprensivas no producían efecto alguno. Hubo momentos en que el gobierno Romanones debió mandar delegados propios a la cárcel de Barcelona para que parlamentaran con los líderes sindicalistas encarcelados. El abuso de la huelga pasó al orden del día. No obstante esos éxitos innegables, la U.G.T. no aprobaba los procedimientos que se empleaban y seguía fiel a sus principios tácticos. Se enfrentaban dos posiciones. La U.G.T. soportaba el peso de fuertes campañas de difamación y los duros ataques de los sectarios del extremismo y la violencia. Por otra parte, la descomposición del Estado español se agudizaba. Junto a la situación deplorable de la clase obrera, prosperaban los traficantes que, utilizando sus influencias políticas, lograban enviar a los países en guerra, a precio de oro, subsistencias vendidas en otros, con lo cual obtenían pingües beneficios y hacían que el precio de la vida aumentara en proporciones escandalosas. Todo ello, unido a los problemas políticos cada vez más agudos, contribuía a electrizar el ambiente. Con las medidas de orden burocrático adoptadas —tales como la creación de la Junta central de subsistencias, en la que la clase obrera estaba representada por Matías Gómez Latorre y Mariano García Cortés— no se podía acometer la resolución de los problemas existentes, cuyo origen

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estaba en la base misma del sistema. Pero acción e intervenciones sirvieron para probar hasta dónde llegaba la corrupción y hasta qué punto era falsa la preocupación que se exhibía en cuanto a la situación del proletariado y de la clase media española, víctimas de todos los agios. Por otro lado, la marcha de la guerra y, sobre todo, su duración iban dando nacimiento a ideas que no se alumbraron al principio de la contienda. Se asistía, en realidad, a una radicalización extraordinaria del sentimiento político de las masas, y unas cuestiones repercutían en otras dando así nacimiento al estado de espíritu que hizo posible los importantes acontecimientos posteriores.

40 C O N T I N U A LA A G I T A C I Ó N EN T O R N O A LAS S U B S I S T E N C I A S Y LA CRISIS DE T R A B A J O

El día 2 de febrero de 1917, los subsistencias presentaron un escrito dicho organismo, en el que, entre por el Estado de la flota mercante. zadas representaciones de la U.G.T. manifiesto:

vocales obreros en la Junta central de muy documentado, como moción a otras medidas, pedían la incautación El 27 de marzo, firmado por autoriy la C.N.T., se publicó el siguiente

EL PROLETARIADO A N T E LA NACIÓN A

los

Trabajadores

Españoles

y

al

País

en

General

«Tras la labor de protesta constantemente ejercitada por las organizaciones obreras contra los abusos de la administración y las corruptelas de la política que nuestro país padece, la huelga general del 18 de diciembre ultimo, admirable ejemplo de eficacia de la organización y testimonio irrecusable de la capacidad creciente del proletariado español, habría debido producir alguna atenuación, al menos, de los males por todos reconocidos y continuamente denunciados. »Mas, a pesar de nuestras advertencias serenas, de nuestras quejas metódica y reflexivamente fundamentadas y de nuestras protestas, tal vez más prudentes y mesuradas de lo que exige la agudeza de los dolores que el país padece, es lo cierto que cada día que pasa representa para el proletariado una agravación creciente de la miseria ocasionada por la carestía de las subsistencias y por la falta de trabajo. «Ciertamente, si las privaciones a las cuales se ve sometido el pueblo español fuesen una consecuencia necesaria de crisis profundas de la economía mundial, cuya solución no depende de nosotros ni de

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los elementos directores de nuestra vida nacional, nuestras quejas serían absolutamente estériles y nuestras protestas no tendrían otra eficacia que la de imprecaciones más o menos vehementes contra los misteriosos designios de la fatalidad. »Pero ¿habrá algún gobernante español que pueda afirmar en conciencia que las condiciones insoportables de nuestra vida, agravadas sin duda y puestas de relieve por la guerra europea, no son la consecuencia de un régimen tradicional de privilegio, de una orgía constante de ambiciones privadas, de la desenfrenada inmoralidad que encuentra en los organismos públicos el amparo y la defensa que debían prestar a los primordiales intereses de la vida del pueblo? »Las luchas provocadas por la competencia entre los diversos grupos de explotadores de la vida de la nación pueden dispensar al proletariado de hacer la crítica del régimen vergonzoso que padece España. »Las denuncias diarias de la prensa, los abusos que descubren las públicas discusiones de las asambleas, la labor misma de las Cortes, tan estéril para el bien como reveladora de crecientes impurezas, son los folios de un largo y complicado proceso cuya sentencia habrá de ser dictada y cumplida por el pueblo, como juez inapelable. «Todos los días, la prensa ofrece el testimonio de la preocupación de los gobernantes ante las complicaciones de los problemas presentes. ¿ E n qué se gasta su actividad que sus resultados beneficiosos no llegan nunca al pueblo trabajador? Todos esos esfuerzos de los gobernantes, el pueblo sabe bien que se gastan en un empeño imposible de armonizar los intereses privados opuestos, que encuentran en los momentos más angustiosos de la vida nacional la ocasión más propicia para aumentar sus ganancias. »Las empresas de ferrocarriles, las compañías navieras, los mineros, los fabricantes, los ganaderos, los trigueros, los múltiples acaparadores e intermediarios, los trusts que monopolizan los negocios en las grandes poblaciones, los gremios degradados y degradantes, todos representan intereses particulares, que hallan amparo y protección en los poderes públicos, mientras el pueblo emigra o perece. »Y no es posible seguir ya engañando al país con discursos más o menos brillantes, ni con preámbulos de leyes cuyo articulado desmiente las propias ideas proclamadas por los ministros en la Gaceta. »En la presente y crítica situación ya ha visto el pueblo lo que ha quedado de las promesas de reforma de la economía nacional. Continúan las eternas ocultaciones de riqueza, los más llamados al sostenimiento de las cargas públicas siguen sustrayéndose al cumplimiento de ese deber de ciudadanía, los beneficiados con los negocios de la

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guerra ni emplean sus ganancias en el fomento de la riqueza nacional, ni se avienen a entregar parte de sus beneficios al Estado, y el gobierno, débil con los poderosos y altivo con los humildes, lanza a diario contra los obreros a la guardia civil, mientras prepara empréstitos de transformación de la Deuda y ofrece a los capitalistas una colocación lucrativa a sus fondos ociosos, so pretexto de promover obras públicas que jamás se realizan. »Y si de los pomposos ofrecimientos de reformas económicas y de promoción de obras públicas no queda más que el rumor de vanas palabras, ¿para qué ha servido la ley de subsistencias, como no sea para revelar la dependencia vergonzosa en que se halla el gobierno con respecto a las agrupaciones gremiales más conocidas y más odiadas por los consumidores? » ¿ D e qué nos vale formular un día y otro nuestras quejas, y de qué nos sirve el reconocimiento de la justicia de nuestras demandas por los mismos hombres que ocupan el poder, si no logramos nunca vislumbrar el remedio de nuestros males? »La impotencia de los poderes públicos para resolver los problemas vitales de la nación la está proclamando la acción militar en Marruecos, sangrienta y vergonzosa ruina de España, por todos los gobernantes censurada, pero por todos igualmente mantenida. «Después de las prolijas discusiones a que la acción de España en Marruecos ha dado lugar, a nadie se le oculta ya que esta reincidencia de los poderes públicos en los antiguos errores bélicos, militaristas y dinásticos bastaría por sí sola para provocar por parte de la nación la más violenta de las actuaciones contra los causantes de su desgracia. «Estos males, percibidos a diario por el proletariado, han formado en él, tras una larga y dolorosa experiencia, el convencimiento de que las luchas parciales de cada asociación con los patronos, asistidas por la solidaridad de los compañeros de infortunio, no bastan a conjurar los graves peligros que amenazan a los trabajadores. «El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la unificación de sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la explotación, erigida en sistema de gobierno. Y respondiendo a este convencimiento, los representantes de la Unión General de Trabajadores y los de la Confederación Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad: »1.° Que, en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de este documento han hecho de la situación actual y de la actuación de los gobernantes y del Parlamento, no encontrando, a pesar de sus buenos deseos, satisfechas las demandas formuladas por

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el último Congreso de la Unión General de Trabajadores y Asamblea de Valencia, y con el fin de obligar a las clases dominantes a aquellos cambios fundamentales de sistema que garanticen al pueblo el mínimo de las condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras, se impone que el proletariado español emplee la huelga general, sin plazo limitado, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos. »2.° Que a partir de este momento, sin interrumpir su acción constante de reivindicaciones sociales, los organismos proletarios, de acuerdo con sus elementos directivos, procederán a la adopción de todas aquellas medidas que consideren adecuadas al éxito de la huelga general, hallándose preparados para el momento en que haya de comenzar este movimiento. » 3 ° Que los abajo firmantes, debidamente autorizados por los organismos obreros que representan, y en virtud de los poderes que les han sido conferidos por la clase trabajadora, se consideran en el deber de realizar, en relación con las diversas secciones, todos los trabajos conducentes a organizar y encauzar debidamente el movimiento, así como también a determinar la fecha en que debe ponerse en práctica, teniendo en cuenta las condiciones más favorables para el triunfo de nuestros propósitos. «Madrid, 27 de marzo de 1 9 1 7 . »José Gómez Osorio y Manuel Suárez, por la región de Galicia; Salvador Seguí y Ángel Pestaña, por la Confederación Nacional del Trabajo y la Asamblea de Valencia; Ángel Lacort, por la Federación de sociedades obreras de Zaragoza; Juan Barceló y Vicente Sánchez, por la región de Levante; Pedro Cabo, por la de Vizcaya; Manuel Llaneza e Isidoro Acevedo, por la de Asturias; Remigio Cabello y Luis Lavín, por la de Castilla la V i e j a ; Florentino García, por la de Andalucía; Francisco Largo Caballero, Vicente Barrio, Daniel Anguiano, Julián Besteiro, Andrés Saborit, Eduardo Torralva, Modesto Aragonés, Manuel Cordero, Virginia González y José Maeso, por el comité nacional de la Unión General de Trabajadores.» En esa misma fecha, 27 de marzo, en el Teatro de la Casa del Pueblo de Madrid se celebró un importantísimo mitin en el que hicieron uso de la palabra los siguientes oradores: Largo Caballero y Gómez Osorio, en nombre de la región gallega; Vicente Sánchez, por Levante; Ángel Pestaña, por la C.N.T.; Isidoro Acevedo, por Asturias; Ángel Lacort, por Zaragoza; Remigio Cabello, por Castilla la Vieja, y Besteiro, del Comité nacional de la U.G.T.

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Este mitin produjo honda emoción en el país. En la imaginación de todos estaban presentes los acontecimientos revolucionarios de aquellos días, la caída del zarismo ruso y el declive, ya muy acentuado, de la resistencia de los imperialismos alemán y austríaco, por lo que toda alusión a la torpe conducta del gobierno español era subrayada con entusiasmo. La tensión aumentaba y el gobierno Romanones creyó prudente suspender las garantías constitucionales, denunciar el manifiesto que transcribimos y encarcelar a los delegados regionales, así como a los oradores del mitin de la Casa del Pueblo, la cual, una vez más, quedó clausurada. Todos los detenidos pasaron a la cárcel, acusados de delito de excitación a la sedición. Igual suerte corrieron todos los miembros del Comité nacional. Pero estas medidas lejos de contener el descontento lo exacerbaron. En la sesión del Ayuntamiento de Madrid del día 30 de marzo, sesión en la que había de tratarse el problema de las subsistencias, problema que habían suscitado anteriormente los concejales socialistas, se produjo un gran escándalo, pues todos reclamaban la presencia de los encarcelados. El alcalde hubo de comprometerse a gestionar su libertad y se suspendió la sesión municipal en espera del resultado de dicha gestión. Pablo Iglesias no fue encarcelado porque, a causa de su delicado estado de salud, se encontraba en Caldetas, reponiéndose de una operación quirúrgica. La situación en todo el país era realmente difícil. La acción represiva del gobierno iba llegando a todas partes, y los obreros de la Federación minera se consideraron en el caso de formular enérgicas advertencias y anunciar determinadas actuaciones si no se hacía un alto en aquella conducta. Frenó el gobierno sus impulsos y prometió restablecer las garantías constitucionales. El día 3 de abril fueron puestos en libertad los firmantes del manifiesto que se hallaban encarcelados. Los concejales socialistas pudieron, por tanto, continuar su gestión edilicia. Los representantes obreros en la Junta central de subsistencias presentaron su dimisión; otros elementos bien intencionados de aquel organismo siguieron igual conducta y, pocos días después, el gobierno declaraba disuelta la Junta. El día 19 de abril se declaraba el gobierno en crisis y el conde de R o manones era sustituido en la presidencia del Consejo por el señor García Prieto.

La actuación de las organizaciones obreras durante todo este período fue magnífica. Centraron su actividad en torno a una cuestión tan vital

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como la de las subsistencias y la crisis de trabajo, y conquistaron el apoyo de extensas zonas del país que secundaron la acción de las organizaciones proletarias. Al mismo tiempo que ponían toda su fuerza al servicio de esta voluntad de obligar a los poderes públicos a tomar en consideración el problema, participaban en la Junta central de subsistencias, colaborando en su solución. La actuación de la delegación obrera fue excelente. En la Junta se propusieron las únicas medidas eficientes para mejorar las condiciones de vida de las clases modestas. Pero como lesionaban no ya los intereses, en cierto modo sagrados, de minorías privilegiadas en el régimen actual, sino que reducían los fantásticos beneficios que al calor de la guerra europea lograban los grupos oligárquicos, virtualmente dueños del país y de su economía, estaban condenadas a no ser nunca aprobadas. Se obtuvo el resultado, notable entre todos, de que la clase obrera no apareciera como una fuerza de agitación, únicamente apta para la labor perturbadora, sino como una clase con disposición técnica suficiente para examinar las cuestiones económicas más vivas y actuales con criterio constructivo. Quedó demostrado que la miseria de la población en general y la ruina de las clases medias no pesaban nada en la consideración del Estado español de signo monárquico. Sólo contaba la codicia de sus oligarquías, la cual, en las esferas dirigentes, era absolutamente sagrada. Pedían nuestros representantes la incautación por el Estado de la flota mercante. Tal petición parecía a la clase dirigente española tan disparatada como si le hubieran demandado la luna. La marina mercante era buena para que el Estado la subvencionase y le concediera toda clase de primas. Pero, en un momento en que los fletes habían alcanzado cotizaciones de ensueño, pensar que podía ser objeto de incautación estatal, sólo considerarlo, era puro dislate. Las gentes recibieron así una buena lección de lo que en realidad es la ética de la clase dirigente. También contribuyó a aleccionar a los ilusos, o a los voluntariamente ignorantes en cuanto a los sentimientos de las clases conservadoras, la suerte corrida por el proyecto de impuesto sobre los beneficios extraordinarios que su autor, don Santiago Alba, retiró en forma harto sospechosa, aunque escudándose en la oposición que le hicieron los afectados, unos cientos de primates de la industria y las finanzas. Se dio entonces la paradoja de que, con una afluencia de oro considerable (casi todo el atesorado por el Banco de España lo fue en aquella época) y con el surgimiento de grandes fortunas coincidiera el empobrecimiento de nuestra hacienda y el aumento incontenido de los déficits presupuestarios. Toda aquella orgía de dinero que entraba ni se reflejaba en el robustecimiento de las finanzas públicas, ni repercutía en el bienestar general, porque dichas fortunas tenían por base la especulación sobre las materias

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necesarias a la vida de los españoles, materias que les eran susrraídas para dedicarlas a la exportación. Se comprende fácilmente que esta conjunción de factores económicos, políticos y psicológicos crearan el clima necesario para que prosperara toda clase de subversiones.

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41 LAS J U N T A S M I L I T A R E S D E D E F E N S A En la sesión del Congreso del 21 de abril de 1 9 1 7 , el nuevo gobierno, presidido por García Prieto, yerno de Montero Ríos, anunció el levantamiento de la suspensión de las garantías constitucionales. Se autorizó la reapertura de la Casa del Pueblo de Madrid y la de muchos otros centros obreros de provincias clausurados por orden gubernativa. El día 1." de junio comenzó a circular clandestinamente un importantísimo documento, suscrito por unas llamadas Juntas Militares de Defensa; en él se exponían los propósitos que habían determinado este brote de sindicalismo marcial. Dicho documento constituía una acusación contra el rey y los militares palatinos. Con la manifestación pública de este hecho aparecía a la superficie la existencia de una situación gravísima en el ejército, como expresión de toda la corruptela que el régimen monárquico amparaba. El acontecimiento tenía excepcional importancia. Ponía fin a una situación que había hecho perdurable a la monarquía, apoyada esencialmente en un ejército del que había hecho su guardia pretoriana. La guerra de Marruecos, que arruinaba al país, se había convertido en el pretexto para conceder ascensos y recompensas a los militares que iban a ella sin entusiasmo, en busca de mejor sueldo, de la obtención de un grado más o de una gran cruz pensionada. Pero, como no podía menos de ocurrir, el sistema se prestaba a toda clase de indecencias e injusticias. Pretender acabar con el favoritismo fue lo que determinó a los descontentos a agruparse subrepticiamente, quebrantando así el principal puntal en que se apoyaba el régimen. Es natural que la oposición de todas clases aprovechara este nuevo factor y tratara de utilizarlo en la demostración de su tesis contraria a la monarquía. En realidad, se vivía un proceso revolucionario, y lo único que se ignoraba era la concreción que iba a tener. Ella debía ser el resultado de una conjunción de factores y del cruce de fuerzas diversas, e incluso encontradas, coincidentes únicamente en aspectos parciales de la acción.

42 LA G U E R R A EUROPEA Y LA SITUACIÓN I N T E R I O R

La U.G.T. no podía dejar pasar una situación tan rica en posibilidades de acción y el 31 de mayo, en presencia de los sucesos que se producían en España y de las repercusiones que en el desarrollo de la política interior tenía la marcha de la guerra europea, el Comité nacional publicó un llamamiento a las secciones convocándolas a un congreso extraordinario en el que sólo había de tratarse esta cuestión y del que habían de salir las normas de la acción a emprender. Esta asamblea debía celebrarse en Madrid el día 1.° de julio de 1917. En una carta a la U.G.T., Pablo Iglesias proponía que esta central propusiera al gobierno la ruptura de relaciones con Alemania (Acta del 25 de mayo de 1 9 1 7 ) . En ese momento, la situación política y social en el interior de España era de absoluta confusión. Se conocía la posición de las Juntas Militares de Defensa y, como es natural, ya habían sido detenidos los jefes y oficiales que dirigían el movimiento. El gobierno percibió la gravedad de la hora y prohibió toda clase de reuniones y manifestaciones públicas. Mas todo resultó inútil para contener el descontento popular. Y el 1.° de junio se plantea una nueva crisis ministerial que determina la caída de García Prieto y su sustitución por don Eduardo Dato. Restablecido de su enfermedad, y ya de regreso en Madrid, Pablo Igle1

1. A principios de junio de 1917, había quedado constituido un organismo de enlace integrado por Melquíades Alvarez, Lerroux, Largo Caballero (por la U.G.T.), e Iglesias y Besteiro (por el P.S.O.). Este comité actuaba de acuerdo con lo pactado por las organizaciones de izquierda a las que representaba. La base fundamental era la de constituir un gobierno provisional, presidido por Melquíades Alvarez y con Pablo Iglesias como ministro del Trabajo, gobierno que convocaría a Cortes constituyentes para que el país decidiera el régimen que quisiera darse. Virginia González y Besteiro estuvieron contra la participación ministerial. Este proceso fue, en parte, un antecedente del de 1 9 3 0 , con el que guarda una cierta similitud.

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sias hizo unas declaraciones en las que examinaba la situación política y social, de la que hacía responsable directa y personalmente a Alfonso X I I I , quien incluso había logrado que gran parte de los jefes y oficiales del ejército se pronunciasen contra el régimen monárquico. El 22 de junio, el Comité de la U.G.T., ante las dificultades de diverso orden que se presentaban para el desplazamiento de los delegados de provincias que debían venir a hacer patente la verdadera opinión del país, acordó suspender el convocado congreso extraordinario. Durante todo este tiempo el problema militar se coloca en primer plano, y la situación interna del ejército se hace insostenible. Se presiente que el absceso va a reventar. Los periódicos se entregan a comentarios apasionados. El gobierno Dato, en presencia de semejante estado de cosas, recurrió al ordinario arbitrio de suspender las garantías constitucionales en toda España. La censura, más rigurosa que nunca, prohibió hablar de todo lo siguiente : la cuestión militar; los movimientos de tropas; las Juntas de Defensa; las proclamas y manifiestos obreros y las huelgas; el movimiento de buques, y el torpedeo de unidades de nuestra flota mercante por submarinos alemanes. Prácticamente no se autorizaba la más leve actividad, ni el más ligero comentario en relación con las cuestiones que más preocupaban a la opinión.

43 HACIA UNA HUELGA GENERAL C O N T R A EL R É G I M E N

La descomposición del sistema político imperante no dejaba de acentuarse. La situación política era cada día más grave, y los parlamentarios españoles que no estaban incondicionalmente sometidos al rey acordaron reunirse en Barcelona, el día 19 de julio de 1917, para tratar de los problemas palpitantes de la hora, ya que el señor Dato se había negado reiteradamente a reunir las Cortes. Al conocer el gobierno el propósito de celebrar esta asamblea de parlamentarios en Barcelona, la declaró facciosa y manifestó públicamente que en modo alguno autorizaría su reunión. La convocatoria de dicho acto iba firmada por cuarenta y ocho diputados y senadores. A pesar de las amenazas de Dato y Sánchez Guerra, la asamblea de parlamentarios se celebró en Barcelona, bajo la presidencia del opulento industrial de la Luga señor Abadal. El ministro de la Gobernación había anunciado que la reunión se prohibiría por la fuerza y que los parlamentarios que asistieran a ella serían arrojados por el balcón por los agentes de la autoridad. Naturalmente, dicho acto político no estaba desconectado de otros que se proyectaban y organizaban por el resto de las fuerzas de oposición. Previamente, todas las organizaciones políticas democráticas se habían puesto de acuerdo con las dos centrales sindicales (U.G.T. y C.N.T.) a fin de responder unánimemente, con un movimiento general de protesta en todo el país, en cuanto por parte del gobierno se ejerciera la menor violencia con los parlamentarios reunidos al solo objeto de tratar los problemas pendientes. Y la asamblea se celebró, como decíamos, con la presencia de unos setenta parlamentarios y la adhesión de otros quince. Por el momento, el suceso no tuvo otras consecuencias..., La atmósfera estaba cargada de electricidad. En Valencia y su región surgió un chispazo de huega general que duró dos o tres días y, al regresar los obreros al trabajo, la Compañía de Ferrocarriles del Norte de Es-

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paña se negó a admitir al personal. Pasaba nuestro país en aquellos momentos por una situación de protesta sorda, como resultado de la acción gubernamental que no permitía el conocimiento de lo que ocurría, y mucho menos las exteriorizaciones de la general indignación. Sólo veía la luz la verdad oficial, que era una siniestra mentira. Las masas tenían una sensación muy clara de que se las engañaba, y la situación de lucha se fue concretando a medida que pasaban los días. La Compañía del Norte, con sus despidos injustificados, desempeñó un papel de provocación. El gobierno faltó a las promesas hechas a los ferroviarios y, tras laboriosas negociaciones para resolver el conflicto de Valencia, el 3 de agosto la Federación Ferroviaria publicó el siguiente manifiesto: Federación

Nacional

de

Ferroviarios

Españoles

(Sindicato Norte) A LOS F E R R O V I A R I O S Y A LA O P I N I Ó N Cómo

se

provoca

un

conflicto

«Los ferroviarios del Sindicato Norte, que tantas pruebas de cordura y sensatez vienen dando en todo momento, se ven obligados a declarar la huelga en toda la red, con objeto de evitar las múltiples persecuciones y atropellos de que vienen siendo víctimas por una empresa que, en su loco afán de perjudicar a los compañeros que más se distinguen por su amor a la organización, no vacila en los medios a emplear, por indignos y reprobables que sean. «Necesario es que la opinión se dé perfecta cuenta de los motivos que nos impulsan a declarar esta huelga, en evitación de la cual hemos hecho todos los esfuerzos posibles. «Recordamos para ello que los ferroviarios del Norte fuimos a una huelga en julio de 1 9 1 6 , después de una serie de negociaciones en que demostramos nuestra buena disposición de ánimo para llegar a un arreglo, que si no dieron el resultado apetecido fue porque la compañía creyó el momento más oportuno para dar la batalla al sindicato y vencerle, según confesión del entonces ministro de Fomento, señor Gasset. «La fe y entusiasmo que entonces pusimos en la causa que defendíamos coronó nuestros esfuerzos con un lisonjero éxito que, si bien no satisfizo todas nuestras aspiraciones, patentizó de un modo claro la fuerza de nuestra organización y la sinrazón de la compañía reflejada en aquel ruidoso fracaso.

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»A partir de aquella fecha, solapada o descaradamente, la compañía ha venido realizando con los compañeros más distinguidos en la lucha todo género de persecuciones y castigos, tales como despidos, postergaciones, traslados y otros no menos indignos, y sin otro objeto que el de satisfacer sus ideas de venganza. »En este ambiente de injusticias, el malestar del personal iba acentuándose, hasta que una determinación absurda e inconcebible de la compañía hizo rebosar la copa de amargura que desde algún tiempo venía llenándose. «Fue la de conceder ascensos a todo el personal que durante la huelga se quedó prestando servicio, vulnerando así los reglamentos interiores de la compañía, perjudicando en su carrera a aquellos agentes de probidad e inteligencia reconocidas, por el solo hecho de haber sido huelguistas, y causando enormes perjuicios en el buen servicio público que está obligada a prestar. «Estos hechos por sí solos constituían motivo sobrado de queja para que nuestro sindicato, sin más dilaciones, hubiese adoptado una actitud enérgica frente a los desmanes de la compañía; sin embargo, atendiendo el interés general del país, no hemos querido abandonar nuestra actitud serena y tranquila, y reclamamos en repetidas ocasiones la intervención del gobierno para evitar posibles conflictos. Pero, sin duda alguna, la empresa, interpretando nuestra serenidad de ánimo como manifestación de flojedad, lejos de rectificar su línea de conducta, une a la serie de atropellos que venimos relatando el despido de dos fogoneros de Zaragoza y el de otros agentes en diferentes secciones. « Y , por último, corona su obra de persecución y de venganza con el DESPIDO DE CUARENTA Y T R E S COMPAÑEROS DE VALENCIA, so pretexto de que fueron a un movimiento ilegal, movimiento que no iba contra ella dirigido, dándose el caso, una vez más, de sobreponerse en poder al mismo poder público, queriendo con sus ansias persecutorias ir más allá que el propio gobierno en el cumplimiento y amparo de la ley. «Estos son los hechos culminantes, de los cuales tienen conocimiento el poder público, el que, débil seguramente para imponer a la compañía una sanción justa, opta por poner a su disposición el regimiento de Ferrocarriles, acentuando el descontento en el elemento ferroviario y determinando así que nuestro sindicato, satisfecho de haber cumplido con su deber exhortando a la concordia a quienes parece que no la quieren, haya acordado que el día 10 del actual se paralice el trabajo en toda la red del Norte. «Demostrado queda ya por qué vamos a la huelga, sin perjuicio

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de que si a ella llegamos incorporemos a estas reclamaciones el programa de reivindicaciones acordado en nuestros congresos. »Y si la razón de nuestra causa es suficiente para que a la lucha se sumen todos los ferroviarios que no consientan ser objeto de más burlas y persecuciones, no podemos pensar que haya uno solo que deje de hacerlo. «Por eso esperamos que quienes en el movimiento pasado, por causas que no es del caso citar, no cumplieron con el deber de compañerismo responda ahora a nuestro llamamiento, borrando así las diferencias que nos separan y, desde luego, laborando en su propio beneficio. «Ferroviarios: la lucha está planteada, y a nuestro lado tenemos al proletariado español. Cumplamos como buenos trabajadores, que en ello estriba nuestro bienestar. Si vencemos, nuestro sindicato, triunfante, será el lenitivo de nuestras penas y arma poderosísima para conseguir nuestras aspiraciones. Si, por el contrario, desertamos de nuestro puesto de honor, seremos vencidos, y la dignidad que hasta la fecha ha sido nuestra bandera de combate será pisoteada y escarnecida por la empresa. «Luchar y vencer es nuestro lema. » ¡ A luchar! «LA C O M I S I Ó N «Valladolid, 2 de agosto de 1917.» Los oficios de los ferroviarios anunciaban la huelga para el día 10 de agosto. Durante una semana fueron intensas las gestiones realizadas por el ministro de Fomento, vizconde de Eza, y las compañías; pero éstas sometieron al representante del gobierno, y cuantas promesas hacía éste quedaban automáticamente desautorizadas por la empresa. Todo ello contribuía a disminuir más el ya quebrantado prestigio del poder público.

44 L A H U E L G A G E N E R A L R E V O L U C I O N A R I A D E A G O S T O D E 1917

La organización obrera examinó la situación que de manera tan inexplicable se presentaba, y los Comités Nacionales del Partido Socialista y de la U.G.T. acordaron ir a la huelga general de carácter indefinido contra el régimen monárquico, fijándose la fecha de su planteamiento para el 12 de agosto y lanzándose el siguiente manifiesto: «A LOS O B R E R O S Y A LA O P I N I O N P U B L I C A : »Ha llegado el momento de poner en práctica, sin vacilación alguna, los propósitos anunciados por los representantes de la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo en el manifiesto suscrito por estos organismos en el mes de marzo último. «Durante el tiempo transcurrido desde esta fecha hasta el momento actual, la afirmación hecha por el proletariado de demandar, como remedio a los males que padece España, un cambio fundamental de régimen político ha sido corroborada por la actitud que sucesivamente han ido adoptando importantes organismos nacionales, desde la enérgica afirmación de la existencia de las Juntas de Defensa del Arma de Infantería, frente a los intentos de disolución de esos organismos por los poderes públicos, hasta la Asamblea de Parlamentarios celebrada en Barcelona el día 19 de julio y la adhesión a las conclusiones de esa Asamblea de numerosos Ayuntamientos, que dan el público testimonio de las ansias de renovación que existen en todo el país. Durante los días febriles en los cuales se han producido todos estos acontecimientos, el proletariado español ha dado pruebas de serenidad y reflexión, que tal vez hayan sido interpretadas por las oligarquías que detentan el Poder como manifestaciones de falta de

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energía y de incomprensión de la gravedad de las circunstancias actuales. »Si tal idea se han formado los servidores de la monarquía española, se han engañado totalmente. El pueblo, el proletariado español, ha asistido en silencio durante estos últimos meses a un espectáculo vergonzoso, mezcla de incompetencia y repulsiva jactancia, de descarado desprecio de la vida y de los derechos del pueblo e impúdica utilización de las más degradantes mentiras, como supremo recurso del gobierno. Si el proletariado, si el pueblo español todo se resignase a seguir viviendo en esta situación oprobiosa, habría perdido, ante su propia conciencia y ante la conciencia extraña, los nobles rasgos que hacen a las colectividades humanas dignas del respeto y la consideración universales, aun en medio de las más hondas crisis de la vida de los pueblos. «Cerca de medio siglo de corrupción ha llevado a las instituciones políticas españolas a un grado tal de podredumbre que los mismos institutos armados claman contra la injusticia, contra la arbitrariedad y se consideran vejados y engañados por los mismos poderes públicos, que tantos mentidos halagos les han prodigado cuando se trataba solamente de utilizarlos como instrumentos de opresión y de tiranía. Y si esto han hecho los poderes públicos con las clases sociales en cuya adhesión han buscado siempre las firmes garantías de su existencia y dominio, ¿qué no habrán hecho con el pueblo inerme e indefenso bajo un régimen económico de miseria y despilfarro y en un estado cultural mantenido por los oligarcas en el más bajo nivel y sobre el cual la masa ciudadana sólo puede irse paulatinamente elevando merced a ímprobos y perseverantes esfuerzos? «El proletariado español se halla decidido a no asistir ni un momento más, pasivamente, a este intolerable estado de cosas. «La huelga ferroviaria provocada últimamente por este gobierno de consejeros de poderosas compañías, es una prueba más de lo intolerables que son las actuales condiciones de nuestra vida. «Se provoca un conflicto ferroviario por el despido de algunos trabajadores y el gobierno ofrece su mediación y el director de la compañía se aviene a parlamentar con el personal, pero a condición de que no se trate de la cuestión que ha sido precisamente origen del conflicto. Estos recursos vergonzosos, disfrazados en el lenguaje de la decadencia nacional con el nombre de habilidades, los rechaza de una vez para siempre el proletariado español en nombre de la moralidad y del decoro nacionales. , «Pedimos la constitución de un gobierno provisional que asuma los poderes ejecutivo y moderador y prepare, previas las modificacio-

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nes imprescindibles en una legislación viciada, la celebración de elecciones sinceras a unas Cortes constituyentes que aborden, en plena libertad, los problemas fundamentales de la constitución política del país. Mientras no se haya conseguido este objetivo, la organización obrera se halla absolutamente decidida a mantenerse en su actitud de huelga. «Ciudadanos: No somos instrumentos de desorden, como en su impudicia nos llaman con frecuencia los gobernantes que padecemos. Aceptamos una misión de sacrificio por el bien de todos, por la salvación del pueblo español y, solicitamos vuestro concurso. ¡Viva España! «Madrid, 12 de agosto de 1917. Por el Comité nacional de la Unión General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero, vicepresidente, Daniel Anguiano, vicesecretario.—Por el Comité nacional del Partido Socialista: Julián Besteiro, vicepresidente, Andrés Saborit, vicesecretario.» La contraseña para iniciar la lucha en toda España consistía en la publicación, en El Socialista, de un artículo de fondo que debía llevar por título «Cosas veredes...». El diario, como tantas otras veces, fue suspendido y secuestrado por el ministro de la Gobernación. La contraseña del diario había fallado, pero no así las otras, comunicadas por delegados salidos especialmente para las distintas regiones. El lunes 13 de agosto comenzó en toda España la huelga más importante que hasta entonces se había conocido, tanto por los efectivos que iban a entrar en la liza como por la finalidad revolucionaria que se le asignaba. El trabajo quedó totalmente paralizado. Pero la clase trabajadora estaba inerme, y su acción se limitó a asegurar que el paro fuese, como en efecto fue, absolutamente total. En la mayor parte de las capitales se produjeron, no obstante, hechos sangrientos debidos a que el ejército y la fuerza pública disparaban sin contemplaciones sobre cualquier aglomeración o grupo de obreros. Las víctimas fueron numerosas y la represión brutal. Las autoridades cometieron toda clase de excesos. En la barriada de Cuatro Caminos y algunas otras de Madrid fueron situadas ametralladoras y hasta artillería, y el fuego, hecho sin otro objeto que el de aterrorizar a la población, produjo gran número de víctimas. En el interior de la cárcel de Madrid se fusiló 1

I. En Bilbao, por ejemplo, el capitán del ejército Aníbal Boyer se hizo tristemente famoso por la violencia con que cumplió su misión de «guardián del orden» durante los días de la huelga. Pasada ésta compareció ante un tribunal militar y fue condenado a unos años de prisión que, por supuesto, no cumplió.

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a varios reclusos. Los presos ascendieron a varios millares. La vida económica quedó paralizada en todo el país y no se normalizó hasta pasado más de un mes. Al tercero o cuarto día de huelga fue detenido el Comité —del que formaban parte los compañeros Besteiro, Caballero, Anguiano y Saborit—; también fue detenida la compañera Virginia González. Los cuatro primeros fueron condenados a muerte; Virginia, después de una larga incomunicación y no obstante haberse solidarizado ante el juez militar con toda la actuación de sus compañeros, se benefició de un sobreseimiento. Pocas horas antes de la designada para la ejecución de la sentencia de muerte, ésta les fue conmutada por la de cadena perpetua y pasaron a extinguiría al Penal de Cartagena. Otros muchos compañeros fueron igualmente condenados a penas aflictivas. La huelga había terminado, pero los problemas nacionales no sólo seguían vivos, sino que puede decirse que se habían agudizado. 1

El movimiento de agosto de 1917 comporta una serie de lecciones que, de una manera instintiva, dedujeron el proletariado español y algunos de sus dirigentes que en movimientos posteriores aprovecharon aquella experiencia. Lo cierto es que, en torno a aquellos sucesos, no se estableció la crítica fecunda que debió seguirlos. En el congreso de la U.G-T. donde se discutió la gestión del Comité nacional, congreso que luego reseñaremos, los delegados dirigieron críticas de detalle, censuras a la organización del movimiento (cosa fundamental), pero en lo puramente episódico. Cada cual explicó y justificó su conducta individual, pero de la serie de hechos que matizan tan formidable movimiento no se extrajeron las enseñanzas debidas. Desde el punto de vista político quedó claro que, en España, la única fuerza positivamente revolucionaria era la que controlaban y dirigían los trabajadores. El movimiento de los parlamentarios era utilizable como debilitador de las posiciones del régimen, pero no podía ser el que formara una acción revolucionaria, aunque su finalidad quedase contenida en un cambio de la pura estructura del régimen constitucional. Esta verdad es la que ha determinado todo el ulterior proceso de la política española. De otra parte, quedaba probado cuan peligroso resultaba, en aquella fecha, especular con una posible participación del ejército que, presentándose dividido por intereses —si vale la palabra, gremiales—•, no es-

1. Aunque el Comité revolucionario o de dirección del movimiento estaba integrado por Besteiro, Largo Caballero, Torralva Beci, Núñez Tomás, Saborit y Anguiano, sólo fueron acusados y condenados los firmantes del manifiesto.

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taba dispuesto en modo alguno a cooperar a un movimiento en que la fuerza verdaderamente animadora y combatiente la procuraban las organizaciones obreras. Los jefes y oficiales descontentos tenían una formación (la que se les había procurado bajo la Restauración) que no había sido destruida por las injusticias y el favoritismo del rey, ni siquiera aparecía quebrantada por los demás factores de descomposición inherentes a toda guerra prolongada. Las apoyaturas en el ejército había que buscarlas en las clases y, fundamentalmente, en los soldados. En materia de organización aparecía indispensable una centralización absoluta. No se concibe que cuando se está organizando una huelga política que, en el pensamiento de sus directores, debía ser el primer acto de la Revolución política puedan surgir chispazos aislados, como el de la huelga de Valencia —anticipada-—, que estuvieron a punto de comprometer irremediablemente el movimiento. Esta falta no es imputable a la U.G.T., pero aquí estamos examinando el problema en su conjunto. Y por ello decimos que la lección más clara que se desprende de lo ocurrido es la de que sin una centralización absoluta no se puede intentar nada con éxito. Esta noción choca con el criterio anarquista, federalista y partidario de que las fuerzas de la revolución jueguen libremente. Pero agosto de 1917 prueba hasta qué punto es imposible que los sindicatos y las Federaciones atiendan a sus conveniencias particulares o se dejen llevar por motivos temperamentales a situaciones que comprometen los intereses generales de toda la clase obrera. El mismo error había de repetirse más tarde, en octubre de 1 9 3 4 . Centralización y coordinación de todas las fuerzas. Sincronización de todas las actitudes, de todos los gestos; objetivos claros y concretos, todo eso faltó en agosto de 1917 y de ello se resintió un movimiento que, por lo demás, fue verdaderamente espléndido. Otra enseñanza, ésta de tipo más elevado, procuran aquellos sucesos: la de que no basta una huelga general, por extensa y completa que sea, para lograr que la burguesía se rinda. Este aspecto de la cuestión tiene cierto interés teórico. La huelga general y los resultados que de ella puedan obtenerse han constituido tema de amplias discusiones en el movimiento obrero internacional. El mito de la huelga general ha sido el que ha servido para deslumbrar a los trabajadores sujetos a la influencia anarquista. Allí donde estos elementos preponderaban, la huelga general se producía con extraordinaria frecuencia. Con ello, sólo se obtenía el debilitamiento de las organizaciones obreras que, por su empleo constante, mellaban un arma que convenientemente esgrimida constituye un excelente instrumento ofensivo. Cuando en el movimiento obrero europeo se discutía apasionadamente en torno a este problema táctico, España había conocido varias huelgas generales. La de Barcelona a principios de siglo,

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con su secuela de violencias, procuró a Pedro Kropotkin el argumento decisivo en cuanto a su viabilidad. No así respecto a su eficacia. Las más extensas, que paralizaron la vida económica de todo el país, demostraban igualmente una verdad fundamental: que su solo planteamiento no bastaba a desencadenar la revolución, ni siquiera en el caso —como ocurrió en esta de agosto— de que la opinión nacional asistiera con su simpatía a los huelguistas. Aun después de perder todo apoyo popular, el Poder constituido tiene fuerzas considerables para contener y neutralizar los efectos de un movimiento huelguístico puro que no vaya ligado a otras acciones que pudiéramos denominar de estrategia militar, militares. El movimiento de agosto, planteado en la forma en que lo fue, es decir, cuando toda la opinión exigía actos, aun terminado con su derrota accidental y transitoria, aun determinando esta derrota una serie de represalias que paralizaron durante algún tiempo la acción obrera, tenía que multiplicar el poder de las organizaciones que lo lanzaron. Ante la pequeña burguesía radical, la clase obrera apareció desde entonces como la única fuerza de choque existente, la cual disponía, además, de unos dirigentes que no se apartaban del cumplimiento de sus compromisos por ninguna consideración de seguridad personal. Como se señala anteriormente, los cuatro condenados a muerte fueron los dirigentes de la Unión General de Trabajadores de España y del Partido Socialista Obrero Español que firmaron el histórico manifiesto del 12 de agosto de 1 9 1 7 .

45 CAMPAÑA NACIONAL EN FAVOR DE LA AMNISTÍA. SU SIGNIFICADO REVOLUCIONARIO

La victoria del gobierno fue una victoria pírrica. Pronto se dio cuenta de ello. De la prueba de agosto, el señor Dato y lo que estaba en la superestructura del sistema salieron quebrantados. La corriente de simpatía a las fuerzas que habían iniciado la huelga no hacía sino crecer. Por lo que, cuando menos, podía considerarse el movimiento como un éxito de propaganda destinado a robustecer en proporciones desusadas las fuerzas de los aparentemente vencidos. La U.G.T. y el Partido Socialista aparecían, con la C.N.T., como los grupos políticos y sociales del país que no se limitaban a exponer en manifiestos y actos legales su disconformidad con lo exisrenre, sino que llevaban su oposición al rerreno de los hechos. La campaña de menriras que orquestó el gobierno para desacreditar a los hombres que habían sido consecuenres en el cumplimiento de lo que entendían era su deber, se volvió conrra sus aurores al restablecerse la esrricra verdad en cuanto a las conductas. Y la besrialidad de las fuerzas gubernamentales, al ser igualmenre divulgada, hizo aumenrar la aversión popular respecto de procedimientos sencillamenre criminales, empleados para salvar una siruación y un régimen generalmenre odiados. Crece el ambienre favorable y aumentan los efectivos. Y puede decirse que, a parrir de agosto de 1917, la U.G.T. y el Partido Socialista constituyen la fuerza política más influyenre del país. En los Municipios, en las Diputaciones, en el Parlamento, progresa la representación obrera en proporción geométrica. El 19 de ocrubre de 1917 reanuda su publicación El Socialista con un formato harto pobre, pero con una autoridad inigualada. La U.G.T., después de dos meses de suspensión, volvía a funcionar. El día 27 de octubre, el rey sorprende al jefe del gobierno manifestándole que piensa consultar a los políticos. Dato es, pues, despedido vio-

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lentamente por su amo, atento a paliar, en la medida de lo posible, la impopularidad que le asfixia. Y el día 3 de noviembre, después de numerosos cabildeos, se forma un nuevo gobierno presidido por el inefable García Prieto. Antes, durante las consultas evacuadas por el monarca, el señor Sánchez de Toca, entre los puntos del programa que expuso para aceptar el encargo de formar gobierno, incluyó el de la concesión de una amplia amnistía para todos los procesados o condenados con motivo de los sucesos de agosto. En su opinión, expresada a don Alfonso, esa medida era un imperativo ético. Se comprende que, después de esta declaración, no se le permitiera gobernar. Con gran celeridad se recreaba el ambiente anterior al movimiento. En las elecciones municipales celebradas en Madrid el 11 de noviembre, la clase trabajadora, a manera de plebiscito, eligió concejales a los cuatro compañeros del Comité de huelga que cumplían su condena en Cartagena. La campaña en favor de la amnistía cobró vuelos extraordinarios y el 25 de noviembre, convocada por la Casa del Pueblo de Madrid, se celebró una gigantesca manifestación a este fin. El 24 de febrero de 1 9 1 8 se verificaron elecciones de diputados a Cortes y en brillantísimas votaciones triunfaron: Besteiro por Madrid; Caballero, por Barcelona; Anguiano, por Valencia, y Saborit por Oviedo. Pero el Comité de huelga siguió en Cartagena, y en otras cárceles de España continuaron millares de militantes. Paralelamente, los factores de descomposición que estaban en la base del sistema siguieron actuando. Las Juntas de Defensa continuaban funcionando, y el 22 de marzo se produjo una nueva crisis política cuya solución no podía ser otra -—a tal punto había llegado el desorden y el desconcierto en las altas esferas— que la constitución de un ministerio de notables del que debieron formar parte todos los jefes de los grupos monárquicos conservadores y liberales. A este equipo se le denominó gobierno nacional. El 8 de mayo, el Parlamento aprobó la ley de Amnistía que fue inmediatamente aplicada. A su salida del Penal de Cartagena, el Comité de huelga fue objeto de una manifestación de cariño. Los cuatro dirigentes que lo integraban se dirigieron a Madrid y en todas las estaciones del trayecto fueron aclamados. La recepción que les hizo el pueblo madrileño fue emocionante, tanto por la cantidad de participantes como por la espontaneidad con que se produjo, ya que nadie fue convocado a acudir a la estación y se ignoraba la hora de la llegada del tren.

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Muchos millares de trabajadores abandonaron el taller y la obra para vitorearlos, a ellos, al Partido Socialista y a la U.G.T. La multitud les acompañó hasta la Casa del Pueblo, y allí les obligó a pronunciar unas palabras en el salón teatro y, después, desde los balcones. A partir de agosto, la iniciativa y hasta la dirección política de la oposición pasó, de hecho, a manos de la clase obrera.

46 LA R E V O L U C I Ó N R U S A Y LA C A Í D A D E L Z A R I S M O . C R E A C I Ó N D E L A III I N T E R N A C I O N A L C O M U N I S T A Y D E L A INTERNACIONAL SINDICAL R O J A

En diferentes lugares de nuestro trabajo y en forma sistemática, como vendrá observando el lector, venimos registrando cronológicamente aquellos acontecimientos más importantes que guardan alguna relación con nuestro movimiento obrero. La Revolución rusa no fue un simple hecho histórico. Por su trascendencia y dimensión fue el hecho más radical, de mayor profundidad y repercusión social-revolucionaria que hayan conocido los pueblos después de la gran Revolución francesa. En el orden político ha sido el acontecimiento más decisivo para el desarrollo del socialismo, y no en utopías, sino en realidades. No nos proponemos analizar su naturaleza ni sus consecuencias históricas, sino, simplemente, dejar registrado un hecho que concatenamos con algunos de nuestros problemas y, sobre todo, relacionado con nuestra historia obrera en sus dos vertientes: la sindical —ugetista— y la política —socialista—. De este problema, por sí solo, se desprenden infinitas consideraciones que podrían ocupar todo un trabajo dedicado exclusivamente a esta cuestión y que bien podría titularse : «El movimiento obrero español y la Revolución rusa». No es nuestro propósito, como decimos, adentrarnos aquí en este problema. Solamente pretendemos dejar constancia de unas fechas que ofrecen cierta coincidencia o pueden ser identificadas con otras nuestras, sin entrar en el fondo de los hechos. En febrero de 1917 se produce la primera fase de la Revolución rusa; en agosto del mismo año, la clase obrera española vive un movimiento revolucionario en el que, sin duda, palpitaba el aliento de aquella Revolución. La inquietud y las esperanzas que despierta la caída del zarismo y la perspectiva del final de la guerra inundaron al movimiento obrero internacional de fe en el socialismo. España no podía ser impermeable a ese movimiento de euforia y de entusiasmo revolucionario que invadía el mundo obrero.

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En esa situación debemos reconocer que, en el orden sindical, resultaron más influenciadas y ganadas por el fervor revolucionario las masas de la C.N.T. que las de la U.G.T., como veremos más adelante. Tal vez este fenómeno estaba determinado por el hecho de que el Partido Socialista, salvo su ala izquierda, estaba impregnado de concepciones socialdemócratas, y más ganados por el reformismo que por las posiciones revolucionarias sus hombres más representativos, lo que suponía un freno para las masas ugetistas, mientras en las de la C.N.T., desde el primer momento, un número importante de sus dirigentes se inclinaban por la Revolución rusa. No entraremos a examinar la posición del Partido Socialista en relación con este problema; no es nuestra intención. Nos limitaremos a registrar la posición de la U.G.T. en orden a los problemas internacionales. En febrero de 1 9 1 7 , prodúcense los primeros acontecimientos revolucionarios en la Rusia zarista y la desmoralización de sus ejércitos en los frentes de guerra. La profunda crisis arrastra al régimen y se desmorona el despótico y tiránico sistema zarista. Europa y el mundo sintieron una fuerte convulsión. Se implanta un régimen republicano-burgués, haciéndose cargo del gobierno el socialista Kerensky. El nuevo régimen trata de galvanizar la situación y de continuar la guerra que el pueblo repudia. Esta primera fase de la Revolución estimuló a todas las fuerzas revolucionarias del mundo y al movimiento obrero en general, con hondas repercusiones en los frentes, lo que acelera el proceso de paz y la victoria de los aliado» al entrar Estados Unidos en la guerra. El miedo a la revolución generalizada también contribuyó a acelerar el proceso de paz concentrando las fuerzas imperialistas para imponerla. En el proceso de descomposición en que se encontraba Rusia, y que empezaba a corroer también a los imperios centrales, se produce la segunda fase de la Revolución rusa y, en octubre de 1 9 1 7 , toman el poder los bolcheviques y queda instalada la República de los Soviets «de los trabajadores obreros, soldados y campesinos». «Todo el poder para los Soviets.» La primera revolución socialista había triunfado, la clase obrera había alcanzado el poder; quedaba instaurada la dictadura del proletariado. Lenin y Trotski serían las figuras dirigentes de esa gran revolución. Con ella se inicia la instauración del socialismo en la sexta parte del globo. El mundo quedó dividido en dos campos sociales, políticos y económicos totalmente antagónicos: el socialista y el capitalista. El primero marcharía inexorablemente hacia adelante; el otro, en descenso, se agitaría en sus contradicciones, en un proceso histórico irreversible. El socialismo, cubriendo diferentes etapas, superando contradicciones y empujado por las del mundo capitalista, no ha dejado de evolucionar y avanzar. A la Revo-

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lución rusa le siguieron los regímenes socialistas salidos dé la segunda guerra mundial, gracias a la existencia de la Unión Soviética. A partir de octubre de 1 9 1 7 , de ese trascendental acontecimiento, la humanidad confronta dos procesos históricos de una dimensión incalculable. El iniciado en 1 9 1 7 influyó en los grandes problemas de nuestro tiempo y no cesará de influir hasta que el socialismo impere en la tierra. La Revolución rusa llevó a la creación de una nueva Internacional. El 24 de enero de 1 9 1 9 , después de una reunión previa celebrada en enero de 1 9 1 8 , quedaba constituida la III Internacional que significaba una continuidad y una consecuencia lógica de las Conferencias de Zim¬ merwald y Kienthal que encontraban la máxima expresión en la Revolución de octubre de 1917. En el manifiesto de constitución se definían los siguientes objetivos: «que el proletariado debe apropiarse del poder del Estado por la supresión del aparato gubernamental burgués creando un aparato gubernamental proletario... Este aparato debe basarse en la dictadura del proletariado..* La dictadura del proletariado determinará la expropiación inmediata del capital.... que se convertirá en propiedad de la Nación... Socialización de la industria y de la banca... Confiscación de la tierra de los grandes terratenientes... Monopolio del gran comercio...». La cuestión de la dictadura del proletariado fue el gran problema de discordia, de polémica, de discrepancia con los elementos de la socialdemocracia que después de la guerra resucitaron la Segunda Internacional, en pugna con la Tercera. La misma polémica quedó establecida con el anarquismo. La creación de la Internacional Comunista ( I I I Internacional) abrió una nueva etapa en la historia del movimiento socialista y revolucionario del mundo entero que se cierra —para abrirse otras— el 15 de mayo de 1 9 4 3 , cuando su Presidium acuerda la autodisolución de aquélla por conveniencia —es la opinión personal del autor— del Estado soviético, de la Unión Soviética empeñada en la gran lucha contra el nazi-fascismo y en razón a problemas de estrategia bélica y política de Estado entre «los aliados». De 1 9 4 0 a 1 9 4 5 , el problema fundamental para todas las fuerzas progresistas del mundo, es obligado reconocerlo, era el de aplastar al nazi-fascismo, las fuerzas más brutales que ha conocido la humanidad, pero tal vez hubiese sido posible —desde ciertos ángulos del socialismo y de los intereses de la dase obrera mundial y de la revolución— evitar determinadas concesiones ante el imperialismo que determinaban zonas de influencia de acuerdo con problemas de Estado, pero que no interpretaban los intereses del proletariado. Es un problema espinoso, delicado, cuyo punto neurálgico tal vez lo encontraríamos en la Conferencia de Yalta. A treinta años de distancia, la clase obrera española tendría derecho a examinar una cuestión que tan negativamente ha influido en su destino.

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Las relaciones entre Estados socialistas y capitalistas, sus acuerdos, pueden no interpretar, en un momento dado, los intereses de la clase obrera en el contexto del internacionalismo proletario. De ahí que en la época moderna, en nuestro tiempo, el problema de la independencia de la clase obrera, de sus partidos y organizaciones, tenga que ser examinado para ajusfarlo a las nuevas realidades del movimiento obrero. Es posible que sea ésa una de las razones por las cuales, en 1 9 4 3 , la Internacional Comunista, bajo la hegemonía del Estado soviético, constituía un estorbo. La solución parecía simple: en vez de que la Internacional tuviera su sede en Moscú que la estableciera en un país capitalista... Los problemas de la clase obrera del mundo capitalista no son los problemas de la clase obrera del mundo socialista, sin que ello rompa el principio del internacionalismo proletario, principio que, siendo indivisible, no puede tener una aplicación unilateral ni estar condicionado por intereses del Estado. Pero no entra en nuestro ánimo abordar aquí este problema; sin embargo, sí tenemos interés en que quede apuntado. Se trata de una cuestión de vital importancia para la clase obrera española que no ha sido dilucidada históricamente con el realismo de sus consecuencias. La Internacional Comunista tuvo una existencia de 24 años en cuyo período celebró siete congresos internacionales, siendo la antorcha la estrella que guió al proletariado mundial en sus luchas revolucionarias de 1 9 1 9 a 1 9 4 3 . . . ; De la III Internacional surgió la Internacional Sindical R o j a ( I . S . R . ) . El 15 de julio de 1 9 2 0 , la Internacional Comunista convocó una conferencia mundial de representantes de organizaciones sindicales. Ante las posiciones reformistas y reaccionarias de la llamada Internacional de Amsterdam, la Federación Sindical Internacional, reconstituida después de la guerra, venía manejándose la idea de la constitución de una nueva Internacional Sindical. La Unión General de Trabajadores de España participó en esos trabajos. Sus dirigentes estaban mucho más inclinados hacia el movimiento reformista de Amsterdam que hacia el movimiento revolucionario emanado de la Revolución rusa. Es curioso que fueran las masas bajo influencia anarquista las que, en las primeras etapas de la Revolución rusa, se sintieran entusiasmadas con ella. En esa primera conferencia representó a la Confederación Nacional del Trabajo su delegado Ángel Pestaña. En la conferencia se adoptaron diversas resoluciones de tipo orgánico, como la de establecer organizaciones sindicales a base de sindicatos de industria. La cuestión más importante fue la de definirse por la dictadura del proletariado, como condición previa para consolidar y desarrollar una revolución en la que la clase obrera se adueñe del poder. Ese problema era la piedra de toque. La delegación de la C.N.T. lo aceptó. Más tarde vendría la rectificación. Anarquistas y socialdemócratas se en-

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frentarían a esa posición de principio, que ya había sido definida por Carlos Marx, y que es uno de los principios del socialismo científico y revolucionario en el contexto de las teorías marxistas. El problema de la dictadura del proletariado ha definido las posiciones revolucionarias y las reformistas. Las primeras nos ofrecen hechos rangibles en el camino de la revolución, de la emancipación de la clase obrera y de los pueblos; las segundas no ofrecen más que derrotas. Es una constatación histórica innegable. La poderosa socialdemocracia alemana, que estranguló a la más prometedora de las revoluciones, a la que aceleraría en muchos decenios el advenimiento del socialismo, es el más elocuente ejemplo. Esa gran traición está simbolizada en el asesinato de los dos grandes dirigentes socialistas Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht por un gobierno socialdemócrata con un Noske socialista como ministro del Interior. Los asesinos, conocidos, no fueron castigados. La contrapartida de esa traición fue el nazismo. El primer Congreso de la Internacional Sindical Roja tuvo lugar en Moscú, en julio de 1 9 2 1 . Asisrieron 2 2 0 delegados. Por España asistió una numerosa delegación, integrada por un valioso grupo de militantes: V í c tor Colomé, Jesús Ibáñez, Hilario Arlandis y Joaquín Maurín. Esta delegación había sido designada en el Pleno de Regionales, celebrado en Lérida en abril de 1 9 2 1 . Cuatro meses más tarde (agosto), se celebra en Logroño otro Pleno de Regionales que desautoriza a la delegación que asistió al Congreso constitutivo de la Inrernacional Sindical Roja. Estas posiciones contradictorias contribuyeron a dividir al prolerariado nacional e internacionalmente, pues la C.N.T. pasó a formar parte del grupo internacional de organizaciones obreras bajo influencia anarquista que iniciaron los trabajos para reconstituir la Asociación Internacional de Trabajadores ( A . I . T . ) , fundada por Marx y liquidada por los bakuninistas, para darle continuidad con el mismo título bajo orientación anarquista. La Conferencia, celebrada en Zaragoza en junio de 1 9 2 2 , acuerda que la CJST.T. se adhiera al comité organizador de la A.I.T. —que funcionaba en Berlín— participando activamente en todas las gestiones. Formó parte de su dirección V. Orobón Fernández, un honesto militante a quien el autor trató en varias ocasiones cuando, desengañado de falsos espejismos, aceptaba la necesidad de la unidad sindical de la clase obrera española en una sola central. La Internacional Sindical Roja, después de haber celebrado cinco congresos, desapareció en 1 9 3 4 , cuando el avance del fascismo representaba un serio peligro y la necesidad de la unidad de la clase trabajadora, lo mismo en el plano internacional que en el nacional, era una cuestión decisiva para la defensa de sus intereses fundamentales. Para dejar el camino libre a esa unidad desaparece la I.S.R., se liquidan las centrales que

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formaban parte de ella y sus organizaciones se integran en los viejos sindicatos. La medida surtió el mayor efecto en Francia y en España al desaparecer la Confederación General de Trabajadores Unitarios (C.G.T.U.). Pero la unidad con las organizaciones de orientación anarquista no fue posible. En particular en nuestro país, la Asociación Internacional de Trabajadores, la A.I.T., siguió perturbando la unidad del proletariado. Esto nos lleva a recordar su actuación negativa durante el período de dominio bakuninista, en el siglo pasado. Los errores del siglo x i x fueron endosados al siglo XX.

47 XIII CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE T R A B A J A D O R E S DE ESPAÑA

El día 30 de setiembre de 1 9 1 8 , en el salón teatro de la Casa del Pueblo de Madrid, comenzaron los trabajos del X I I I Congreso de la U.G.T. de España. La concurrencia a las sesiones fue extraordinaria. Después de los trámites de organización, quedó constituida la asamblea, eligiéndose para presidirla a Lucio Martínez y como vicepresidentes a Santiago Pérez, Teodomiro Menéndez y José Gómez Osorio. Por manifestación unánime de los reunidos, se hizo constar en acta el sentimiento de la clase trabajadora por la pérdida sufrida con la muerte del sabio doctor Jaime Vera, acaecida el 19 de agosto. El Comité nacional presentó una proposición con el fin de dejar constancia del imborrable recuerdo de la Asamblea hacia los militantes que perecieron víctimas de la represión inicua a que el gobierno había sometido al noble y salvador movimiento del proletariado español, en agosto de 1917. Por esta proposición, que fue naturalmente aprobada, se declaraba el Congreso solidario de cuantos luchan en el mundo por un ideal de emancipación humana mediante la victoria de la democracia sobre el despotismo militar. En ella se declaraba que, a medida que se aproxima la solución del problema militar planteado en Europa, se hace más necesaria la inteligencia del proletariado internacional, para imponer condiciones de paz definitiva. Se aprobó, igualmente, que el Congreso dedicara su más entusiasta saludo a la gran República de los Soviets. El Comité fue dando cuenta de los puntos de su gestión, que resultó aprobada. El presidente informó que acababa de llegar la noticia de que los carteros habían realizado un movimiento de protesta contra los atropellos de que habían sido víctimas por las fuerzas públicas y las vejaciones de que el Estado les hacía objeto. El Congreso acordó ver con simpatía esta actitud de los carteros, que

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suspendieron su trabajo, y desearles un triunfo en sus justas reivindicaciones. El Congreso se ocupó ampliamente de los problemas de enseñanza, especialmente en el aspecto profesional. En este debate pronunció una brillante disertación pedagógica Besteiro y tuvo una intervención notable Andrés Ovejero. Se acordó pedir que, en la ley de Accidentes del Trabajo, se establecieran pensiones en lugar de indemnizaciones y que la enfermedad profesional fuese reconocida. También se pidió el restablecimiento del seguro obligatorio de vejez, a cargo del Estado. Tomando como base el dictamen de la Ponencia sobre unificación de organizaciones, se produjo un amplio debate para decidir si debían fusionarse la U.G.T. y la C N . T . Intervinieron numerosos oradores que expresaron la aspiración general de que dicha fusión llegase a ser una realidad. Consecuencia de las decisiones del Congreso son las comunicaciones cruzadas entre la U.G.T. y la C.N.T., que damos a conocer en el próximo capítulo. Se acordó que una comisión visitase al ministro de la Guerra para reclamar la readmisión de los obreros despedidos de las fábricas de armas y al de Fomento para interesarle la de numerosos ferroviarios que fueron objeto de igual sanción. Esta acción debía ir acompañada de una campaña de agitación por la readmisión de los millares de ferroviarios despedidos con motivo de la huelga de agosto. El Congreso dedicó varias sesiones a debatir la gestión del Comité en dicho movimiento, así como la conducta de algunos dirigentes de organizaciones. Intervinieron numerosos compañeros de las diversas regiones para exponer su actuación o para formular su criterio en orden a la huelga y su desarrollo. El Comité declaró que esperaba tranquilo el juicio de los trabajadores españoles en orden a su gestión. Como resumen de este amplio debate, se presentó una proposición que contiene varios apartados, todos ellos relativos al movimiento, sus antecedentes y consecuencias. Se procedió a la votación por párrafos y la gestión del Comité en la huelga de agosto quedó aprobada por la casi totalidad de los votos del Congreso. Sólo se pronunciaron en contra tres delegados. Seguidamente se pasó a elegir la Comisión ejecutiva que quedó integrada p o r : Pablo Iglesias, presidente; Julián Besteiro, vicepresidente; Francisco Largo Caballero, secretario general; Vicente Barrio, secretario-tesorero;

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AMARO

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Daniel Anguiano, vicesecretario-tesorero; Andrés Saborit y Juan Lamoneda, vocales, Asistieron a este Congreso 1 2 9 delegados representando a 85 0 0 0 cotizantes. Las tareas del Congreso terminaron el día 10 de octubre. 1

La muerte de Jaime Vera fue verdaderamente sentida por el proletariado español que —como suele ocurrir casi siempre— sólo cuando desapareció una personalidad tan vigorosa tuvo conciencia real de lo que le debía. Murió Vera sin haber desempeñado cargos públicos, ciego y casi abandonado. A su casa solía acudir un reducido núcleo de camaradas que escuchaban sus sabias y sencillas palabras en torno a los problemas de la actualidad y que se beneficiaron de sus juicios sobre las cosas y las personas. También —como suele ser frecuente— la masa sabía que Vera era un sabio, pero desconocía su obra. Esta, aunque de parvo volumen, ha sido trascendental por su valor intrínseco. Quienes dirigían entonces el movimiento obrero español incurrieron en la grave responsabilidad de no haber estimulado la producción literaria de Vera y de no haberla divulgado suficientemente. Fue seguramente este desdén, incomprensible para los hombres de la generación que les vio morir, lo que le inclinó más a la práctica de su profesión —que ejercía con competencia extraordinaria, aun después de haber perdido la vista—• que a las actividades propias del militante socialista. Cierto que Vera no era nada indulgente para los dirigentes, a quienes enjuiciaba con una severidad que contrastaba con la dulzura y la inagotable paciencia que tenía para escuchar a los militantes sencillos. Todavía hoy, no sabemos que se haya intentado un esfuerzo editorial serio para reunir la producción de Vera en materia social, producción que cabe en un volumen y que sería actual y útilísima —precisamente por el valor de perennidad inherente a toda obra fundamental— para cuantos en nuestro movimiento tienen la misión de recibir la antorcha y transmitirla a los que han de venir. El entierro de Vera fue una manifestación imponente del dolor de una clase obrera consciente de que en el desaparecido había tenido su defensor más verdaderamente ilustre y más plenamente desinteresado.

Cuando se celebra el X I I I Congreso de la U.G.T., la situación internacional lo domina todo. Se advierte que la resistencia de los imperios cen-

1. En este congreso, se refuerza el papel de la secretaría general y el de su titular. Desde ese puesto, Largo Caballero llevará a la práctica importantes medidas de organización.

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erales cede. Se ha producido la Revolución rusa, respecto de la cual se tienen apreciaciones que van flotando a medida que los acontecimientos se desarrollan o que, respecto a ellos, va llegando a España una información más completa y veraz. Los socialistas estaban divididos, como en la prensa obrera de la época puede comprobarse, en liadófilos exaltados y en internacionalistas más o menos puros. Largo Caballero, Saborit, Lamoneda y Virginia González, que habían actuado contra la Conjunción republicano-socialista, representaban, con otros muchos, la tendencia que denominaremos internacionalista. Iglesias, Anguiano, Besteiro, Torralva Beci y Fabra Ribas eran los que se distinguían más en el mantenimiento de la tesis favorable a vincular las supremas conveniencias de la democracia y de la clase obrera en el triunfo de los aliados. Esta segunda tendencia era la mayoritaria. Además, los que se enfrentaban con ella no acertaban a formular con claridad su posición y, más que nada, lo que hacían era mostrar los fallos que, desde un punto de vista socialista, presentaba la de sus adversarios. El punto de vista aliadófilo, mayoritario como hemos dicho y que tenía defensores tan brillantes como Luis Araquistain e Indalecio Prieto, impidió que el movimiento obrero español desempeñara ningún papel en el proceso de enderezamiento del socialismo internacional, iniciado ya durante la guerra en las conferencias internacionales de Zimmerwald ( 1 9 1 5 ) y Kienthal ( 1 9 1 6 ) , de las que España estuvo ausente. En efecto, si bien en los primeros momentos del conflicto mundial el movimiento obrero y sindical abdicó toda su significación, olvidó todo lo que representaba y se puso a remolque de las burguesías de sus respectivos países, pronto se inició en las minorías más puras y selectas de los propios países en guerra, una reacción con la que se trataba de mostrar el carácter imperialista que tenía la guerra en ambos bandos contendientes. El hijo de Guillermo Liebknecht, Carlos Liebknecht, y Rosa Luxemburgo se alzaron en Alemania contra toda la opinión y fijaron su posición socialista e internacionalista. Su gesto les condujo a una fortaleza por toda la duración del conflicto. En Francia, tres diputados socialistas y varios destacados militantes sindicalistas se opusieron a la corriente patriotera y afirmaron públicamente su fe internacionalista. En la propia Inglaterra, donde el movimiento socialista y tradeunionísta no se ha distinguido nunca por su sindicalismo, George Lansbury, el propio Mac Donald y otros militantes de menor relieve no vacilaron en arrostrar las iras de sus adversarios y sostuvieron puntos de vista contrarios a la guerra imperialista. Fue en los países neutrales donde este movimiento adquirió mayor

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volumen, y hacia ellos se volvieron las miradas de los socialistas de los países beligerantes, con la esperanza de descubrir las actitudes y gestos destinados a restablecer los principios básicos de la lucha de clases, y de ver colocada la defensa de los intereses proletarios en manos distintas de las de los gobiernos imperialistas empeñados en un conflicto que, por lo demás, había sido previsto por las propias organizaciones obreras. Los países escandinavos y Suiza, sus partidos socialistas, especialmente, coadyuvaron a dar cuerpo a este movimiento. Zimmerwald y K i e n t h a l fueron las dos localidades suizas que abrigaron, en sendas conferencias internacionales, a los delegados de los países beligerantes y neutrales, que fueron llamados en la época «peregrinos de la paz». Las minorías de casi todos los partidos socialistas estuvieron allí representadas. Como queda dicho, no acudió a ellas ningún delegado español. Zimmerwald y Kienthal constituyen el punto de partida de un movimiento por la recuperación del socialismo, en favor de la vuelta al marxismo, cuyos resultados han sido bien fecundos. En ambas conferencias, Lenin tuvo una participación muy activa. 1

De lo que ocurría en el interior de los partidos socialistas y de los sindicatos de los países en lucha se sabía realmente poco. Y de los debates habidos en las dos poblaciones suizas mencionadas tardó bastante en llegar a España un eco inconfundible. Por lo demás, los famosos «peregrinos» no estaban totalmente de acuerdo, pues mientras unos acudieron llevados de sus sentimientos pacifistas, impulsados por su humanitarismo, otros comparecieron justamente para tratar de aprovechar la gran colisión imperialista con fines revolucionarios y, denunciando el verdadero carácter de la contienda, dirigir al proletariado hacia la obtención de sus fines específicos. En el fondo, mientras unos trataban de poner simplemente término a la matanza, los otros dirigían su actividad a transformar la guerra de los capitalismos en lucha social de las clases, de acuerdo, además, con todas las previsiones del socialismo clásico. La importancia de la diferencia se vio claramente luego, en el curso de los importantes acontecimientos que se produjeron al término de la guerra. Lenin y Zinoviev, representantes de los bolcheviques, intransigentes denunciadores de los que entonces llamaban social-patriotas, defendieron la segunda de estas concepciones con un rigor del que la historia es testigo. En España, las Juventudes socialistas fueron las únicas que se apropiaron del problema y, en el Congreso de su Federación Nacional, acordaron adherirse a las conclusiones contenidas en el célebre manifiesto de Zimmerwald. Pero su actividad no pasó de ahí. 1.

Amaro del Rosal, op. cu.

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En el Partido Socialista no cobró verdadero cuerpo esta tendencia, aunque hacía serios progresos, sobre todo después de la Revolución de octubre y las resoluciones del X I I I Congreso de la U.G-T. no hacen más que expresar el deseo de compromiso que a unos y otros animaba. Mientras se aprobaba la resolución favorable a la tesis de los aliadófilos, declarando su solidaridad coti cuantos luchaban en el mundo por un ideal de emancipación humana mediante la victoria de la democracia sobre el despotismo militar, se saludaba con entusiasmo a la República de los Soviets. La verdad es qué no se veía claro en unos acontecimientos que venían a crear problemas de orientación y doctrinales para los que se estaba débilmente preparado. La posición que unos y otros adoptaron frente a la Revolución rusa tiene mucha importancia porque constituyó el antecedente de sucesos ulteriores que perturbaron en un grado considerable la vida de las organizaciones españolas. La caída del zarismo fue saludada por los trabajadores españoles con entusiasmo unánime y absoluto. Se le dio la interpretación —vulgar y corriente por aquel entonces— de que representaba el deseo del pueblo ruso de acabar con las intrigas de la Corte que paralizaban, en cierto modo, el valor ofensivo del ejército. El fracaso de la ofensiva ordenada por Kerensky y el mayor conocimiento de la realidad rusa desconcertaron a los exégetas ordinarios, y el trabajo de los bolcheviques de descomposición del ya quebrantado poder militar y favorable a la fraternización entre los soldados rusos y alemanes se estimaba una experiencia peligrosa que sólo podía beneficiar a los germanos. De ahí que, oficialmente, España no figure entre los países neutrales cuyas fuerzas obreras representaron cierto papel en la evolución de los acontecimientos, ya que no dejó de mostrar una desconfianza —que hoy parece inexplicable— en relación con las varias conferencias internacionales que se convocaron durante la guerra y en las que siempre se veía una maniobra germanófila. La Revolución de octubre y el triunfo de los bolcheviques fueron considerados como una victoria efímera y la paz de Brest Litovsky, que aquéllos debieron firmar bajo la bota del general Hoffmann, fue estimada generalmente como una traición, siendo así que estaba dentro de una línea socialista y más aún de una línea estratégica para afianzar la Revolución. En el subconsciente de los socialistas españoles, por lo menos en el de su mayoría, apuntaba la creencia de que la revolución social no era cosa inmediata, su convicción de que acaso ya no sería nunca necesaria como acto violento y catastrófico. En todo caso, se hablaba de ella como de algo lejano, de un suceso que tendría realidad a muchos años vista. La aparición del fenómeno y en el país menos preparado desde el punto de vista industrial, es decir, en el país que más distante estaba de las con-

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diciones objetivas que se habían considerado siempre como imprescindibles para el éxito de una mutación radical y total de las relaciones sociales, no podía ser más que el resultado de condiciones aleatorias y ocasionales cuya inevitable desaparición determinaría el hundimiento y el fracaso de la experiencia. Frente a esta concepción estaban la línea del Partido bolchevique y la garantía de la dictadura del proletariado en el contexto de las teorías del marxismo. La publicación de algunos libros, las conferencias organizadas en la Escuela Nueva en las que hombres, como Leopoldo Alas, aducían el testimonio escrito de personalidades militares francesas como Jacques Sadoul, que vivió la Revolución rusa, hicieron evolucionar el pensamiento de las gentes. Además, en un momento dado, la tendencia internacionalista se constituyó resueltamente en fracción dentro del Partido. Se publicaron folletos y se vino en conocimiento de los términos justos del problema. El semanario La Internacional, magnífica publicación orientada por Fabra Ribas y Manuel Núñez de Arenas, contribuyó decisivamente a esclarecer los problemas de la Revolución rusa y a popularizar las posiciones de la III Internacional 1

Sugestionados por lo que de acción, de hecho violento había en la R e volución de octubre y por el signo radical que la caracterizaba, los elementos anarquistas españoles le testimoniaron, sin previo discernimiento, su entusiasta simpatía. En Madrid publicaron un semanario titulado El Soviet, y no ocultaban su entusiasmo por la fórmula de los Consejos de obreros y soldados. En Gijón (Asturias), bajo el mismo título, la Juventud socialista publicaba otro semanario. Los factores consignados y otros más hicieron que, por un momento, hubiera socialistas y ugetistas que creyeran que la Revolución rusa no era obra de marxistas, sino que se estaba en presencia de un movimiento anarquista. Una vez más quedaba probada la pobreza ideológica de los elementos más representativos del socialismo, que marchaban a remolque de los apóstoles del «reformismo». Lo que no puede negarse es que la Revolución de octubre, aparte de otras importantes consecuencias que entre nosotros tuvo, representó un revulsivo en las conciencias socialistas, que hubieron de disponerse a pensar sobre cuestiones que llamaban a la puena y cuya visita no se esperaba. La Revolución de octubre conmovió a la humanidad entera y abrió al proletariado la más amplia perspectiva histórica. Sus consecuencias serían decisivas para los destinos de los pueblos de Europa y del mundo, así como para el porvenir de la clase obrera. El grupo de izquierda español se agrupó en torno al semanario La Internacional y a la Escuela Nueva. 1.

El hijo del famoso «Clarín».

48 ARMISTICIO Y TERMINO DE LA G R A N GUERRA

El día 11 de noviembre de 1 9 1 8 , se firmó el armisticio que puso fin a las hostilidades entre los dos grupos de potencias implicadas en la guerra intercontinental. Alemania, antes de ser vencida militarmente, se desmoronaba. Los marinos de la escuadra fondeada en Kiel iniciaban un alzamiento revolucionario. La Revolución alemana —en la que creían los bolcheviques rusos que en Brest Litovsk, durante las penosas negociaciones que precedieron a la firma de la paz separada, pasaron un mes tratando de demostrar al pueblo alemán quiénes eran sus verdaderos enemigos y cuáles los fines que éstos perseguían con la prolongación de la guerra— era una realidad que estaba ahí y sobre la que no cabía dudar. La emoción del pueblo español fue extraordinaria y nuestro proletariado siguió con verdadero apasionamiento la sucesión de acontecimientos que caracterizaron aquel período histórico en los países de Europa central. La Casa del Pueblo de Madrid celebró una reunión de Juntas directivas en la que, en medio del mayor entusiasmo, se aprobó la siguiente y curiosa conclusión: «La Casa del Pueblo, en reunión de Juntas directivas celebrada en la noche del 15 de noviembre de 1 9 1 8 , unánimemente acuerda lo siguiente : «Enviar un saludo cordial y efusivo al proletariado universal por la terminación de la guerra, congratulándose al propio tiempo de la derrota sufrida por el ejército alemán ya que ello significa el derrumbamiento de todo poderío militar, sostén de la opresión y de la tiranía. «Hacer constar su firme adhesión y su más viva simpatía hacia los pueblos ruso, alemán y austríaco por la virilidad y entereza de-

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mostradas con sus movimientos revolucionarios, que han conseguido derrocar los viejos regímenes que les llevaron a la ruina e implantar democráticos sistemas de gobierno, genuinamente socialistas, que acabarán para siempre con los privilegios de la realeza, la plutocracia y la aristocracia, y que, haciendo renacer el imperio de la Justicia y de la Razón, borrarán de la Humanidad la lucha de clases que durante tantos siglos ha dividido a los hombres en explotados y explotadores. »Que ante la evolución histórica que estos hechos van introduciendo en todos los países, a cuya influencia no puede ser insensible España, y en la que han de ser más hondas y trascendentales las repercusiones por el descrédito a que ha llegado en ella el régimen monárquico y los políticos defensores de ese régimen, que, influidos por su espíritu reaccionario y más atentos siempre a la prosperidad de sus negocios y de sus privilegios, no se ocuparon jamás de preparar al pueblo para la adaptación a la vida nacional de esas corrientes de civilización y progreso, sumiéndole en cambio en la miseria y en el atraso más abyecto e imposibilitando a España de ocupar el puesto que le corresponde en la Liga de naciones cultas y civilizadas, la Casa del Pueblo de Madrid, asimismo por unanimidad, declara: »Que la clase obrera madrileña, convencida de que la monarquía española es un obstáculo insuperable para el engrandecimiento y progreso de la nación, hace profesión de fe eminentemente revolucionaria y coadyuvará, en la medida de sus fuerzas, al derrocamiento de ese régimen y a la instauración de otro más en armonía con las corrientes modernas y en el que pueda brillar con todo esplendor la soberanía del pueblo. »Que sin perjuicio de apoyar la instauración de cualquier república que reemplace a la monarquía española, como principio obligado para la viabilidad de sus aspiraciones reivindicatorías, no considerará satisfechos los dictados de la Justicia y de la Razón mientras no rija los destinos de España una república social que haga imposible los privilegios capitalistas y la explotación del hombre por el hombre, desiderátum de las aspiraciones proletarias. «Protestar contra la campaña injuriosa que realiza contra la Revolución rusa, que presenta camaradas como hordas de facinerosos, cuando lo hubiera sido por los "bolchevikis", la Rusia de seguiría siendo el ludibrio de Europa.»

la prensa burguesa a aquellos valientes cierto es que si no los zares criminales

Este documento da idea aproximada de la tensión espiritual que existía en nuestra clase obrera en la que los sucesos revolucionarios que se pro-

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dudan sin respiro apenas venían a levantar su moral de lucha en proporciones desconocidas. Este robustecimiento de la combatividad obrera contrastaba con la consternación que se advertía en las demás capas de la sociedad española que, atemorizada, creía ya perfectamente posible una serie de convulsiones que cambiasen radicalmente la fisonomía social del continente. El pánico les llevó a comprender que había llegado la hora de ceder en lo adjetivo, si de verdad se quería salvar lo sustancial, esto es, la perduración del régimen capitalista.

49 L A J O R N A D A D E OCHO H O R A S

Era ésta una aspiración cardinal, dentro de lo concreto e inmediatamente viable, de nuestra clase obrera. Resumía, en gran medida, un ideal obrero que se había conseguido parcialmente por algunos sindicatos en determinadas localidades, pero que aparecía todavía distante para la inmensa mayoría de los que formaban el mundo del trabajo. Los obreros de la edificación de Madrid habían, en efecto, logrado esta reivindicación capital en alta lucha El Instituto de Reformas Sociales recibió el encargo del gobierno de redactar un proyecto estableciendo la jornada legal de ocho horas y cuarenta y ocho semanales, como máxima, para todos los trabajos, a partir del 1.° de octubre de 1 9 1 9 . La situación, o mejor el ambiente, era tal que el gobierno hizo suyo inmediatamente el proyecto, que apareció en la Gaceta en forma de Decreto. Hay que imaginar lo que una ley semejante hubiese tardado en promulgarse y las interminables discusiones a que hubiera dado lugar, de haberse seguido la tramitación parlamentaria. Pero la cosa urgía y las ocho horas se obtuvieron, como decimos, por Decreto que lleva fecha de 3 de abril de 1919. En él se tomaban ciertas precauciones y se preveía la creación de determinados organismos destinados a establecer cierto número de excepciones. Una crisis ministerial puso en peligro la aplicación del Decreto, pero la clase obrera tomó gran interés en que esta conquista no se le escapase de las manos e hizo lo necesario para que, en efecto, el Decreto comenzase a ser aplicado a partir del 1.° de octubre. La realización de esta aspiración llevaba aparejada la demanda de un Estatuto de Trabajo y la creación de los Comités paritarios profesionales que nacieron en nuestro país en aquel momento. El establecimiento de la jornada de ocho horas representó un triunfo sustantivo para nuestra clase obrera. Y justo es reconocer que cuando,

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pasadas las circunstancias que hicieron posible su instauración, la burguesía, por todos los medios, y muy esencialmente por el que le proporcionaba el principio de la excepcionalidad para determinadas industrias, trató de anularla virtualmente, los obreros de nuestro país supieron luchar con resolución para que no se falseara. Prácticamente se vino a demostrar una vez más que allí donde la organización obrera tenía fuerza la legislación social se respetaba, pero en las localidades donde los efectivos sindicales eran flojos no faltaban procedimientos más o menos legales para burlarla. El valor real y simbóico de la obtención de la jornada de ocho horas no fue por ello menor.

50 LA U.G.T. Y LOS P R O B L E M A S DE C A T A L U Ñ A

«Al compañero Juan Duran, Delegado de la Unión General. Sitges. «Estimado compañero: Una de las preocupaciones de la Comisión ejecutiva es las consecuencias del paro provocado por la Federación Patronal. »No tenemos noticias directas de la situación en Barcelona, pues los amigos de allí no nos dicen ni una palabra. Sabemos lo que dicen la Prensa y el gobierno, al cual hemos visitado dos veces, pero no nos fiamos. «Por todo esto le ruego, en nombre de la Comisión ejecutiva, se persone en Barcelona y vea a socialistas y sindicalistas y se informe sobre los siguientes puntos: «Extensión e importancia del paro. Si creen se prolongará mucho. Si se extenderá a otros oficios. Actitud de los obreros. Actitud de la clase patronal. Conducta de las autoridades. Ayuda que se podría prestar por esta Unión General a los obreros en lucha. «La misión que se le encomienda es muy importante, y lo hago porque conozco su aptitud, su actividad e imparcialidad, así como su amor a la causa y a la Unión General de Trabajadores. «Excuso decirle que la urgencia es una de las condiciones indispensables para el éxito de nuestra gestión y que los gastos irán a cargo de la Caja del Comité. «Le ruego, en nombre de la Ejecutiva, acepte el encargo. «Fraternalmente suyo y de la causa obrera, el secretario general. F R A N C I S C O L A R G O C A B A L L E R O . Madrid, 26 de agosto de 1919.» La C.N.T. recibió con el mayor desdén esta acción de solidaridad de la U.G.T.

51 LA U N I O N GENERAL DE T R A B A J A D O R E S DE ESPAÑA Y EL PROBLEMA DE LA U N I D A D SINDICAL

En la coyuntura revolucionaria de 1917 y años sucesivos, hasta el golpe de Estado del general Primo de Rivera —setiembre de 1 9 2 3 — , la U.G.T. realizó esfuerzos por lograr, primero, pactos de unidad de acción para llegar, más tarde, a una posible fusión con la C.N.T. y crear una central sindical única. El movimiento revolucionario de 1917 había sido una buena experiencia, el triunfo de la Revolución rusa animaba al movimiento obrero mundial, y el final de la guerra imperialista era una esperanza, ofrecía grandes posibilidades para que la clase obrera pudiera aprovechar esa crisis y avanzar por el camino de sus reivindicaciones. Todos esos factores actuaban sobre las masas. Su euforia, su entusiasmo, su radicalización, obligaban a los dirigentes a interpretar esos sentimientos de lucha y esos deseos de unidad. Por instinto de clase, los trabajadores saben que en su unidad tienen la mejor garantía para sus luchas reivindicatorías. La dirección de la U.G.T. no podía ser insensible a ese movimiento, a ese sentir de las masas enfervorizadas por los acontecimientos internacionales y, sobre todo, por la gran Revolución rusa y la heroica lucha de su Ejército Rojo defendiéndose de los ejércitos intervencionistas de los imperialistas que trataban de aplastarla. Las luchas del Ejército Rojo eran seguidas por el proletariado mundial con el mayor interés y entusiasmo. Los dirigentes de la U.G.T. — l o subrayamos una vez más— que, con las debidas excepciones, no se caracterizaban, ciertamente, por esas emociones, se veían arrastrados, envueltos en ese ambiente en el que el problema de la unidad aparecía en un primer plano. Ya hemos visto cómo en el X I I I Congreso de la U.G.T. — 1 9 1 8 — , previo un emocionado saludo a la Revolución rusa, se había planteado el problema de la unidad de la clase obrera y aprobado que se realizaran gestiones en ese sentido. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. cumplimentó la decisión de llevar

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a cabo gestiones para una posible unidad con la Confederación Nacional del Trabajo. A ese respecto, del mes de octubre de 1 9 1 8 al de diciembre de I 9 1 9 , entre las dos centrales se cruzó una copiosa correspondencia que, por su importancia y valor histórico, damos a conocer a continuación:

L A U N I O N G E N E R A L DESEA L A U N I F I C A C I Ó N D E LOS OBREROS ORGANIZADOS AL C O M I T É DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL TRABAJO

Barcelona «Estimados compañeros: Entre los diversos problemas que han servido de base de discusión y estudio en el último Congreso de la Unión General de Trabajadores, ha sido uno de ellos el deseo, manifestado por el mismo, de llegar a la unificación de las fuerzas obreras organizadas de la nación, y, en su virtud, se acordó: «Primero. La Unión General desea que las relaciones amistosas establecidas entre este organismo y la Confederación Nacional del Trabajo para afrontar juntos y unidos los problemas de crisis de trabajo, subsistencias y amnistía se reanuden inmediatamente, si es que han sido rotas por algún acuerdo. «Segundo. Facultar al Comité nacional de la Unión para que realice todos los trabajos y gestiones que estime necesarios para preparar el camino de una inteligencia sincera, a fin de llegar cuanto antes a la fusión de todas las fuerzas obreras de España en un solo organismo nacional; y «Tercero. En tanto se hacen las gestiones para alcanzar la fusión deseada, el Congreso recomienda a todas las colectividades obreras eviten toda clase de rozamientos, para que dichas gestiones puedan desenvolverse en un ambiente de fraternidad. »Lo que en cumplimiento de lo acordado y en nombre de la Comisión ejecutiva tengo el gusto de poner en vuestro conocimiento para, si mostraseis vuestra conformidad, dar principio a los trabajos que nos encomendó el Congreso. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera F R A N C I S C O L A R GO C A B A L L E R O , secretario general. 26 de octubre de 1918.»

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AL C O M I T É DE LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES

Madrid «Estimados compañeros: Recibida vuestra carta fecha 29 de octubre pasado, contestamos los extremos en ella contenidos. «Primero. Las relaciones entre el Comité que suscribe y el organismo que representáis no han sido rotas por acuerdo alguno: quien tal hizo fue la Confederación de Cataluña; a tal efecto nos dirigiremos a dicho Comité, hecho lo cual, y con arreglo a los acuerdos que del mismo emanen, os contestaremos concretamente a propósito de ir de acuerdo con vosotros para afrontar los problemas de crisis del trabajo, subsistencias, etc. «Respondiendo a los puntos segundo y tercero de vuestra comunicación, sólo podemos decir, por ahora, que estamos conformes, en principio, con la unificación propuesta en vuestro Congreso; pero para poder concretar necesitamos también de un Congreso de la Confederación, que es el único que sobre tal cuestión puede decidir. «Os saluda fraternalmente por orden del Comité, M. Buenacasa, secretario general. Barcelona, 4 de noviembre de 1918.»

AL C O M I T É DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL T R A B A J O

Barcelona «Estimados compañeros: Acusamos recibo de vuestra grata de fecha 4 del actual y deseamos tengáis completo éxito en vuestras gestiones, tanto cerca del Comité de la Confederación de Cataluña cuanto en las deliberaciones del Congreso de esa Confederación. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera F R A N C I S C O L. CAB A L L E R O , secretario general, Madrid, 6 de noviembre de 1918.» A esta carta no se contestó por sin embargo, la Unión General, al out en el mes de agosto de 1 9 1 9 , carta fecha 26 del mismo mes, las

la Confederación Nacional del Trabajo; declarar la Federación Patronal el lockencomendó a su delegado regional, por gestiones que más adelante se explican.

INVITACIÓN REITERADA AL C O M I T É DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL TRABAJO

«Estimados compañeros: Por el compañero delegado regional de

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AMARO D E L R O S A L

Cataluña, representante de esta Unión General de Trabajadores de España, hemos sabido el resultado de sus gestiones sobre el asunto a él encomendado y que se refería a informarse del estado actual de vuestra lucha contra la clase patronal y la ayuda que este organismo podía prestar a esa Confederación. Como vuestra contestación ha sido que no considerabais hecha la consulta oficialmente, tengo el gusto de deciros que el compañero Juan Duran estaba autorizado por esta Comisión ejecutiva para dichas gestiones, como lo probó con el documento que tuvisteis en vuestro poder, y, por tanto, no podía tener mayor carácter oficial. Pero, para que no tengáis duda alguna, nos permitimos ratificaros lo expuesto por el compañero delegado regional y nos contestéis por escrito lo más pronto que podáis. »Aprovecho la ocasión para recordaros nuestra carta fecha 28 de octubre del próximo pasado año. «Considero inútil exponeros la conveniencia de la unión de todo el proletariado español para contrarrestar la fuerza de la clase patronal y de sus auxiliares los gobiernos, y, además, que la diferencia de criterio ni puede ni debe ser nunca motivo suficiente para mantener la división de ambos organismos. «Por la presente me ratifico en todo lo que decía en mi última carta, contestación a la vuestra fecha 30 del próximo pasado agosto. «Vuestro y de la causa obrera F R A N C I S C O L A R G O C A B A L L E R O , secretario general. Madrid, 6 de setiembre de 1919.»

A

LA C O M I S I Ó N E J E C U T I V A DE LA

UNIÓN GENERAL

DE TRABAJADORES

«Salud. «Estimados compañeros: Es en nuestro poder la vuestra, fecha 6 del que cursa, y hemos de manifestaros que, respecto a vuestros acuerdos en lo que hace referencia a prestarnos ayuda en la lucha que sostenemos hace varios meses con la burguesía de Cataluña o estudiar los medios de hacerlo, agradecemos vuestro interés, aunque ya casi consideramos conjurado el conflicto, lo cual no quita fuerza a vuestras intenciones, pues denota que al fin os habéis dado cuenta de lo cruenta que es aquí la batalla comenzada y aún no terminada. «Respecto al punto que atañe a la unión del proletariado, hemos de ratificarnos en nuestras anteriores manifestaciones, o sea: que mientras este Comité no cuente con la sanción de sus adherentes, bien conseguida en su Congreso o bien por consulta especial, no podemos, con harto sentimiento, decir nada concreto sobre el particular.

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

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«Desearíamos seguir teniendo relación constante con vosotros, pues estamos incondicionalmente a vuestro lado para todo cuanto signifique provecho o utilidad para la causa proletaria. Salud y energías os desea EL C O M I T É . Barcelona, 9 de setiembre de 1 9 1 9 »

AL C O M I T É DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL T R A B A J O

Barcelona «Estimados compañeros: Como os prometí, di cuenta a la Comisión ejecutiva en su día, y aprovechando se reunía el Pleno del Comité nacional lo hice en su sesión de ayer, de vuestra carta de fecha 9 del corriente, el que, después de un detenido examen, con el interés que el asunto merecía y respetando vuestras razones, por las que hoy todavía no podéis resolver sobre la unión de ambos organismos, pero teniendo en cuenta que todo tiempo que pase sin que sea una realidad nuestro deseo ha de repercutir en perjuicio de nuestros ideales, acordó manifestaros lo siguiente: «Primero. Ratificar nuestro anhelo de llegar a la fusión. «Segundo. Ya que esto no sea posible por ahora, en virtud de que vosotros no podéis resolver hasta consultar a los afiliados a esa Confederación, este Comité os invita a celebrar una conferencia de representantes de los dos organismos para tomar acuerdos acerca de los medios más conducentes al logro de la unión o al menos a la permanente cordialidad de relaciones entre la Unión General y la Confederación Nacional del Trabajo. «Tercero. La fecha y sitio para celebrar dicha conferencia podéis determinarlos vosotros, rogándoos que esto se realice dentro del próximo mes de octubre, pues el Pleno nos encomendó la urgencia. «Esperando vuestra contestación es vuestro en la causa obrera, por el Comité nacional F R A N C I S C O L A R G O C A B A L L E R O , secretario general. Madrid, 19 de setiembre de 1919.»

AL C O M I T É NACIONAL DE LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES

«Salud. «Estimados compañeros: En nuestro poder la vuestra, fecha 19 del actual, cuya lectura nos causa viva satisfacción al comprender justas las razones por nosotros aducidas, que impiden de momento realizar lo que es en vosotros un acuerdo ratificado por el Pleno. »En la primera asamblea de Comités y Juntas directivas que ce-

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AMARO D E L R O S A L

lebremos, probablemente esta tarde, daremos cuenta de vuestra carta y trataremos de los puntos 2.° y 3." aue en ella exponéis, y los acuerdos que recaigan se os notificarán inmediatamente. »SaIud y energías os desea, quedando vuestro y de la causa del trabajo, E. Boal. Barcelona, 24 de setiembre de 1 9 1 9 »

AL C O M I T É DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL T R A B A J O

Barcelona «Estimados compañeros: En nuestro poder la vuestra del 24 del actual, que nos ha producido verdadera satisfacción porque nos anunciáis que en breve se ha de tratar por vosotros la tan deseada fusión del proletariado. » D e vuestra grata daremos cuenta a la Ejecutiva en la primera sesión que ésta celebre. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera F R A N C I S C O L A R GO C A B A L L E R O , secretario general. Madrid, 26 de setiembre de 1919.»

NO

H A Y ACUERDO

AL C O M I T É DE LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES

«Salud. «Estimados compañeros: Como os anticipaba, ayer celebramos una asamblea de Comités y Juntas de todos los sindicatos de ésta, y en ella este Comité dio lectura de vuestra carta. »Después de brevísimas aclaraciones por parte de algunos compañeros asambleístas, se acordó por unanimidad absoluta "que, mientras no se celebre el Congreso nacional, no ha lugar al nombramiento de delegados, pues el trabajo que éstos realizasen pudiera resultar nulo, por desconocer completamente el espíritu que animará al Congreso al tratar de la fusión, pero haciendo constar que acepta y desea la fusión de todo el proletariado español". »Cumpliendo nuestros deberes, os comunicamos el acuerdo, deseándoos salud y energías, y quedando siempre a disposiciones de la causa del trabajo, EL C O M I T É . Barcelona, 25 de setiembre de 1919-»

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

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AL COMITÉ DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL T R A B A J O

Barcelona «Estimados compañeros: He dado cuenta a la Comisión ejecutiva del Comité nacional de la Unión General de Trabajadores de la vuestra, fecha 25 del corriente. No procederíamos con lealtad si no os dijéramos que su contenido nos ha causado verdadero pesar, pues nuestra ilusión era, y es, que lo más pronto posible ambos organismos estableciesen corrientes cíe relación armónica, que, si no era la fusión que todos deseamos —y que no se realiza por causas ajenas a la voluntad de la Unión General—, por lo menos sirviera de armisticio en la lucha que existe entre los trabajadores españoles y, además, de preparación a los espíritus para la fusión total. «Tanto más nos ha extrañado vuestra negativa a nombrar vuestros representantes para que, en unión de los de este organismo nacional, tomasen "acuerdos acerca de los medios más conducentes al logro de la unión o al menos a la permanente cordialidad de relaciones entre la Unión General y la Confederación Nacional del Trabajo", cuanto que en otra ocasión no fueron necesarios más trámites que el buen deseo para ir de acuerdo en asuntos concretos. «Sin embargo, ratificamos la nuestra del 19 del presente y esperamos que lo más pronto posible nos digáis cuándo han de comenzar los trabajos previos que os indicamos en los puntos 2.° y 3-° «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera F R A N C I S C O L. CAB A L L E R O , secretario general. Madrid, 29 de setiembre de 1919-»

AL C O M I T É NACIONAL DE LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES

«Salud. «Estimados compañeros: Es en nuestro poder la vuestra, fecha 29 del pasado mes, y con pesar, ¿por qué no decirlo?, vemos que insistís en vuestros puntos de vista mantenidos de una de las anteriores. «Este Comité no tiene facultades ejecutivas en asunto de tanta trascendencia como el que se debate; ahora bien, entendiéndolo así, expusimos vuestros deseos a una Asamblea de Comités y Juntas de todos los sindicatos de Barcelona, celebrada el 24 del pasado, y luego no hicimos más que comunicaros el acuerdo que tomó esta asamblea. «Nuestra organización persigue una finalidad bien definida, como definidos están nuestros medios de lucha; el caso citado por vosotros de lo ocurrido en otra ocasión con motivo de un pacto transí-

AMARO D E L R O S A L

torio, ¿ha de obligarnos a estar o proceder continuamente de aquella forma en que se obró, debido a unas causas que hoy no existen? No, compañeros: esto no lo creemos lógico. «Insistimos en que vosotros cumplís el mandato de un Congreso que os ordenó estas gestiones, porque su voluntad fue la unión del proletariado español en un solo organismo nacional; para entablar estas gestiones, ¿no debemos nosotros tener el mismo mandato? ¿O es que nos vamos a abrogar el pensamiento o sentir de todos nuestros confederados? «Referente al 2.° y 3" puntos, la asamblea local se mostró en absoluto contraria a ellos. ¿Qué hemos de hacerle? ¿Pasar por encima de los acuerdos? Eso, nunca. «Nos ha causado pesar enterarnos de vuestra carta por telegramas publicados en la prensa antes de conocerla oficialmente, así como también hemos visto el acuerdo que os comunicamos, cosa que nos parece poco seria. «Por lo demás, este Comité está animado de los mejores deseos acerca de la unión del proletariado, y mientras celebramos el Congreso podemos seguir nuestras relaciones, si en ello no veis ningún inconveniente. «Salud y energías os desea EL C O M I T É . Barcelona, 2 de octubre de 1919.»

AL C O M I T É DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL T R A B A J O

Barcelona «Estimados amigos: En la sesión que anoche celebró la Comisión ejecutiva del Comité nacional de la Unión General di cuenta de la vuestra fecha 2, y se acordó contestaros lo siguiente: «Primero. Que entendemos no es incompatible aguardar la resolución que sobre la fusión tome vuestro Congreso, con el nombramiento de una Comisión de cada organismo para realizar los trabajos que en la nuestra de fecha 19 del próximo pasado setiembre os indicábamos ; antes al contrario, tenemos la convicción de que esto facilitaría la deseada unión. «Segundo. Que, vista vuestra actitud, no nos consideramos con derecho a insistir más sobre el asunto y creemos haber cumplido con nuestro deber al dejar a salvo nuestra responsabilidad por las consecuencias que la tardanza de la fusión pueda ocasionar al proletariado español y esperaremos a que vosotros nos indiquéis el momento oportuno para reanudar estas gestiones.

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

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«Tercero. Que por nuestra parte continuaremos las relaciones con esa Confederación Nacional, esperando que, para que éstas sean lo cordiales que los intereses de los trabajadores exigen, todos pondremos de nuestra parte el mayor esfuerzo a fin de que sea una realidad el respeto y la consideración entre ambos organismos y los elementos que los componen. «Lo que en nombre de la Comisión ejecutiva tengo el gusto de comunicaros, quedando fraternalmente vuestro y de la causa obrera F R A N C I S C O L A R G O C A B A L L E R O , secretario general. Madrid, 8 de octubre de 1919.»

AL C O M I T É DE LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES

Madrid «Salud. «Estimados compañeros: Es en nuestro poder la última vuestra, fecha 8 del corriente, la cual sometida a la consideración de este Comité, acordó insistir una vez más en sus anteriores manifestaciones. «Creyendo que no es de nuestra incumbencia más que llevar a la práctica los acuerdos de nuestras asambleas, se despide de vosotros, deseándoos salud y energías, EL C O M I T É . Barcelona, 14 de octubre de 1919-»

AL C O M I T É DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL T R A B A J O

Barcelona «Estimados compañeros: Hemos recibido la vuestra del 14 del corriente, de la que acusamos recibo, y esperamos para contestaros a su contenido a que la conozca la Ejecutiva. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera V I C E N T E B A R R I O , secretario administrativo. Madrid, 17 de octubre de 1919-»

A L C O M I T É D E L A CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL T R A B A J O

Barcelona «Estimados compañeros: Anoche se reunió la Comisión ejecutiva y conoció de la vuestra del 14, y después de examinar su contenido, acordó darse por enterada. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera V I C E N T E B A R R I O , secretario administrativo. Madrid, 22 de octubre de 1919.»

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AMARO D E L R O S A L

Como última contestación a la gestión hecha por el Comité nacional a fin de lograr la unión de todo el proletariado español, la Confederación Nacional del Trabajo, en su último Congreso celebrado en diciembre de 1919, aprobaba la siguiente proposición, la cual hizo suya el Comité de la Confederación: 1

PROPOSICIÓN INCIDENTAL «Considerando que las tácticas y el contenido ideológico de la Confederación Nacional del Trabajo y de la Unión General de Trabajadores son diametralmente opuestas y están completamente definidos y, por tanto, no ignorados de nadie, entienden los sindicatos proponentes que no debe irse a la fusión de los dos organismos, sino a la absorción de los elementos que integran la Unión General: «Primero, porque la Confederación representa un número de adheridos tres veces mayor. Segundo, porque siendo, como anteriormente se ha dicho, conocida de todos la táctica seguida por la Confederación y habiendo sido invitados a este Congreso los elementos de la Unión General, al no asistir a él ha demostrado ésta no estar conforme con dicha táctica, y sería inútil la celebración de otro Congreso, ya que ellos no habían de convencernos para adoptar sus métodos de lucha. «Además, los que proponen recaban del Congreso se redacte un manifiesto, dirigido a todos los trabajadores de España, concediéndoles un plazo de tres meses para su ingreso en la Confederación Nacional, declarando amarillos a los que no lo hagan. «Madrid, 13 de diciembre de 1 9 1 9 » Sobra todo comentario. La U.G.T. había realizado el más grande fuerzo para lograr la unidad sindical del proletariado español sentando bases de una central sindical única. La C N . T . malogró esa aspiración la clase obrera, decisiva ayer, hoy y mañana para la mejor defensa de intereses de clase y para su emancipación social.

eslas de sus

Por la correspondencia transcrita queda demostrado con toda claridad que la C N . T . soslayaba el problema con disculpas y argumentos nada convincentes. La posición de la U.G.T. era firme; la de la C.N.T., totalmente negativa. En el fondo no deseaban la unidad, sino que aspiraban a la «li1.

Francisco Largo Caballero: Presente y Futuro de la U.G.T., pág. 132.

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quietación», a la absorción de la U.G.T., como lo demuestra la resolución que adoptaron en su Congreso nacional de 1 9 1 9 y que cierra el presente capítulo. Como se cerró, en ese momento, toda posibilidad de unidad. T a l decisión fue uno de los grandes errores del anarquismo, que era quien decidía los destinos de la C.N.T.

52 X I V CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE T R A B A J A D O R E S DE ESPAÑA El 26 de junio de 1 9 2 0 —en el salón teatro de la Casa del Pueblo de Madrid, cuyo patio de butacas se hallaba completamente lleno de delegados—, dieron comienzo las tareas del X I V Congreso de la U.G.T. En la noche de dicho día, y en honor de los compañeros congresistas, se organizó en el Teatro Español una representación de la obra de Ibsen, Los Enemigos del Pueblo. Al constituirse, el Congreso nombró presidente a Remigio Cabello En el dictamen de la ponencia sobre libertades públicas se proponía, entre otras cosas, que el Congreso protestase contra las agresiones constantes de que eran objeto los ciudadanos por parte de la llamada fuerza pública; se pedía la desaparición del ejército y el armamento general del pueblo. Se trató de si procedía la creación de una oficina de informaciones y estadísticas que pudieran ser base de un Consejo económico de la Unión General de Trabajadores. Después de haber sido expuestas las experiencias y ensayos realizados por alguna Federación, se acordó recomendar que la clase trabajadora se fuese capacirando para que, al hacerse la Revolución, tuviera preparados los órganos de Transformación y de gestión indispensables al éxito de un cambio de tal modo fundamental. La ponencia sobre enseñanza presentó un dictamen en el que se abarcan los diversos aspectos de la educación y la instrucción, de acuerdo con las concepciones modernas propias de la democracia y el laicismo. Estas resoluciones, sobre todo la relariva a la desaparición del ejérciro y el armamento del pueblo, evidenciaban el grado de radicalización en que se enconrraban las masas ugerisras y sus organizaciones. El Congreso era la expresión de un ambienre. Los dictámenes fueron aprobados. AI discutirse la gestión del Comité se produjo un debare por haber asistido una representación de la U.G.T. a la Conferencia de Washington,

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

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conferencia que dio origen a la creación de la Oficina Internacional del Trabajo, en Ginebra, pero este punto, como los demás, también mereció la aprobación de los congresistas. La corriente «anticolaboracionista», de oposición a la línea de la Internacional de Amsterdam, era débil, representaba una minoría, pero sin duda la mejor preparada ideológicamente y en la línea de las tendencias revolucionarias que se desarrollaban en el movimiento obrero internacional. Casi sin discusión, se aprobó el dictamen de la ponencia sobre fusión de las dos sindicales obreras (C.N.T. y U . G . T . ) , en el que, manteniendo la intangibilidad de los ideales comunes a ambas organizaciones y de sus principios básicos, se muestra la mejor disposición para el acuerdo. Esta decisión respondía a la solicitud de unidad sindical que gran cantidad de organizaciones, interpretando el sentimiento unitario de las masas, habían elevado al Congreso. Se produjo un gran debate acerca de si la U.G.T. debía separarse de la Internacional de Amsterdam e incorporarse a la III Internacional de Moscú. La votación recaída dio como resultado, por 1 1 0 9 0 2 votos contra 17 9 1 9 , que debía continuarse en la Internacional de Amsterdam. El reformismo disponía de una mayoría aplastante. La III Internacional había convocado, para el mes de julio de 1 9 2 0 —un mes más tarde del X I V Congreso de la U.G.T.—, una reunión de organizaciones sindicales. De esa convocatoria surgió la Internacional Sindical Roja. Como ya ha quedado dicho, en esa reunión la C.N.T. española estuvo representada por Ángel Pestaña. Por supuesto, la U.G.T. no estuvo presente. Se procedió a la constitución del nuevo Comité, que quedó constituido como sigue: Presidente: Pablo Iglesias; vicepresidente, Julián Besteiro; secretario general, Francisco Largo Caballero; secretario adjunto, Andrés Saborit; tesorero, Vicente Barrio; vocales: Trifón Gómez San José, Luis Fernández, Manuel Cordero, Juan de los Toyos, Francisco Nuñez Tomás y Lucio Martínez. La tendencia de «izquierda» quedaba eliminada, desaparecía de la dirección de la U.G.T. La nueva ejecutiva era un equipo homogéneo en sus concepciones reformistas. Con votos, se había aplastado a la corriente de vanguardia. Entre las proposiciones urgentes aprobadas figura la de que se realicen los trabajos conducentes a la constitución de una federación iberoamericana de trabajadores, organizando a tal fin una conferencia internacional en Madrid, y la de que se pida al gobierno la reanudación de las relaciones con Rusia y el reconocimiento oficial de la República Soviética.

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AMARO D E L R O S A L

FEDERACIÓN IBEROAMERICANA «El Congreso acepta la propuesta del Comité nacional en esta cuestión y se le autoriza para hacer todos los trabajos conducentes a constituir la Federación de Trabajadores Iberoamericanos y a organizar una conferencia en Madrid a la que concurran representaciones de todos los organismos obreros de América (en sus países de origen latino), Portugal y España. »Se establece, no obstante, la condición de que, en el caso de celebrarse la conferencia de trabajadores de los países iberoamericanos, los acuerdos de ella no tengan efectividad hasta ser sancionados por nuestra Internacional. »La propuesta a que se refiere este acuerdo es la siguiente: »La delegación obrera de España en la Conferencia del Trabajo celebrada en Washington ha podido recoger los deseos de los obreros organizados de la América del Sur y de Portugal, también representados en dicha conferencia. Es anhelo en todos estos países establecer con la Unión General de Trabajadores de España relaciones constantes y constituir, si fuera posible, una federación de trabajadores iberoamericanos. »Es evidente que un mayor contacto y hasta el establecer lazos espirituales entre los organismos obreros de las diferentes repúblicas de América y Portugal y la Unión General habría de ser muy beneficioso para los trabajadores de estos países, y mucho más cuando, en lo sucesivo, no podrán actuar los organismos obreros centrales sin tener en cuenta la situación de los pueblos que por su historia sean más afines. «Teniendo esto presente y considerando que así se responde al unánime deseo de los representados en este Congreso, el Comité nacional, con gran satisfacción, propone se autorice al que se nombre para que haga todos los trabajos conducentes a la realización de los propósitos dichos y para, si es posible, organizar una conferencia en Madrid de representantes de todos los organismos obreros de América del Sur, Portugal y España, a fin de tratar de todos los problemas que les sean comunes.» La U.G.T. de España así como el Partido Socialista adquieren una responsabilidad histórica al no haber promovido sistemáticas relaciones fraternales con el movimiento obrero de América Latina, no para inmiscuirse en sus problemas, sino para desarrollar el internacionalismo proletario y cooperar al desarrollo del socialismo en el nuevo mundo, donde residían decenas y decenas de militantes socialistas que, huyendo de las persecu-

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ciernes en España, emigraban a América. En idéntica situación, los anarquistas sí realizaron una acción de proselitismo. Se aprobó igualmente la gestión de los vocales obreros en el Instituto de Reformas Sociales. Discutida ampliamente en el Congreso la reforma de los Estatutos, se establecieron modificaciones fundamentales, entre ellas la importantísima declaración de principios que figura al frente de nuestro programa sindical y que, en rigor, fue de siempre la norma ideal que inspiró los actos de la U.G.T. desde su constitución en el año 1 8 8 8 . He aquí algunas de las decisiones más importantes analizadas por el Congreso, a propuesta del Comité nacional: «a)

Hacer la declaración de que considera como factor principal para el triunfo completo de los ideales del proletariado consciente el formar un solo frente contra su enemigo común, el capitalismo, y por consiguiente que con esta resolución quedan invitados para llevar a cabo la fusión con la Unión General todos los organismos obreros que acepten como principio la lucha de clases. »£>) Que si, persistiendo algunos elementos en el error de mantener una división suicida, la fusión no fuera posible deberá intentarse por lo menos un pacto o compromiso sobre las siguientes bases mínimas: » 1 * Autonomía absoluta para propagar cada organización sus puntos de vista sobre táctica e idealidad, con un respeto recíproco para los que no coincidan con su pensamiento, sin que por ningún motivo se proceda en la defensa de las ideas empleando calumnias o difamaciones. »2. Obligación de actuar mancomunadamente en todos aquellos problemas de interés general para la clase trabajadora.» a

Sobre el problema de las nacionalizaciones: «a)

Que el gobierno presente y el Parlamento apruebe un proyecto de ley para la nacionalización de la tierra, cediendo ésta en usufructo a las sociedades obreras agrícolas, las cuales serán asesoradas por técnicos a fin de realizar una producción racional con arreglo a las necesidades de la nación e intensiva, y el gobierno organizará el crédito agrícola en forma que facilite a dichas sociedades los medios de adquirir los instrumentos de trabajo, como aperos, simientes, abonos, etcétera.

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AMARO DEL R O S A L

»/?)

Que se nacionalicen las grandes industrias: transportes terrestres y marítimos, minas, aguas, fuerza eléctrica, etc. Para la dirección técnica y administrativa de las industrias nacionalizadas se nombrarán organismos autónomos compuestos de técnicos, obreros de la industria y de elementos que por ser consumidores tengan relación con ella.»

En cuanto a la carestía de las subsistencias: ««)

Que el Estado cree organismos autónomos con facultades ejecutivas para tasar y requisar los artículos de primera necesidad de la vida, como son la alimentación, el vestido y las viviendas.

»¿>)

También podrán estos organismos tasar los transportes marítimos y terrestres. Si las disposiciones sobre la tasa no fueran cumplidas, estos organismos, además de hacer efectivas las sanciones acordadas, se incautarán no sólo de los productos, sino de los medios de producción (tierras, fábricas, barcos, casas, ferrocarriles, etc., etcétera).»

»c)

En lo que se refiere a la defensa de las libertades públicas: «a)

»¿)

»c)

Que se legisle en el sentido de que el derecho de reunión, asociación, coalición y libertad de imprenta sea siempre respetado para todos los organismos obreros legalmente constituidos. Que en el caso de supuesta delincuencia, la responsabilidad sea personal, del que cometa el delito; pero nunca podrá hacerse recaer sobre la asociación para clausurar los centros obreros, disolver sociedades y suspender ios derechos individuales. Que el ejército no intervenga en los conflictos sociales ni, so pretexto de tratarse de servicios públicos, pueda sustituir a los huelguistas. Que no sean juzgados los delitos llamados de carácter social por otros tribunales que los de ir. jurisdicción civil.»

Sobre la crisis de trabajo: «El Estado procederá inmediatamente a realizar todas públicas proyectadas (grupos escolares, edificios oficiales, les, carreteras, puertos, canales, repoblación forestal, etc.). obras se aplicará un presupuesto mínimo de 5 0 0 millones,

las obras ferrocarriPara estas los cuales

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serán recaudados estableciendo un impuesto progresivo sobre la renta territorial, sobre la renta global y sobre sucesiones.» Incorporación de intelectuales: «Que el nuevo Comité Nacional solicite, en la forma que crea conveniente, la colaboración individual o colectiva de los trabajadores intelectuales que estén conformes con los principios y táctica de la Unión General, para preparar las reformas económico-sociales inmediatas y los modos de administración del porvenir.» Sobre emigración: na)

»b)

»c)

nd)

Reclamar medidas legislativas que prohiban la intervención en todo lo referente a la emigración a empresas y agentes particulares. Que se creen organismos oficiales con representación de los obreros para facilitar, a los que quieren emigrar, toda clase de datos sobre condiciones de trabajo en otros países y forma de garantía para el cumplimiento de contratos, etcétera. Que en todas las embajadas haya también obreros, nombrados por sus organizaciones, los cuales se ocuparán de velar por que no sean perjudicados los intereses de los trabajadores emigrantes y por que se respeten todos sus derechos. Que la Unión General de Trabajadores acepte la invitación de la Confederación del Trabajo de Italia para que se adhiera y, si es posible, mande representación directa a la conferencia que para tratar el problema de la emigración se celebrará en Genova.»

En relación con la guerra de Marruecos: «Que reclame el desistimiento de toda acción militar en Marruecos y que, si a pesar de tan insistentes peticiones, los gobiernos continúan desatendiéndolas, se aproveche la primera oportunidad que a la organización obrera se le presente para por sí imponer la voluntad nacional.» Sobre el ejército: «Reclamar del Estado la supresión del ejército permanente y pedir el armamento general del pueblo.»

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Problema ferroviario: «Que se reclame del gobierno una disposición obligando a la Compañía del Norte a cumplir el art. 16 publicado por ella en 1.° de enero de 1917 por estar en las mismas condiciones este asunto que el de la gratificación del 8,50 % resuelto por decreto de 17 de julio del mismo año.» Sobre legislación social: b)

»c) t>ch) y>d) y>e) »/)

Reclamar del gobierno se complete el Cuerpo de inspectores del trabajo, debiendo ser una parte de éstos nombrados por las sociedades obreras, a fin de que los haya en todas las provincias. Que la imposición de las multas por infracciones a las leyes sociales y por las obstrucciones al servicio de inspección correrá a cargo de los inspectores del trabajo y su exacción corresponderá al juez de primera instancia. Código minero. Sobre el trabajo a domicilio. Asistencia pública, incluyendo el seguro de maternidad. Trabajo de los niños, según los acuerdos de la Conferencia del Trabajo celebrada en Washington. Que todo el derecho social se extienda a los obreros agrícolas y del comercio.»

En cuanto a los somatenes y la Unión ciudadana: «a)

Que el gobierno, en el plazo de un mes, disuelva todas las organizaciones antedichas. y>b) Que si no lo hicieta, exigir autorice a las organizaciones obreras faciliten a sus individuos las armas y medios de defensa que tolera a los somatenes y Uniones ciudadanas. » c ) Que si tampoco el gobierno accediera a la anterior reclamación, que todas las organizaciones de trabajadores adheridas a este organismo nacional se dispongan, por todos los medios, a repeler toda intervención o agresión por parte de los antedichos elementos.» Y, después de acordar que el Comité resida en Madrid, el día 5 de julio, tras unas palabras del presidente, quedó clausurado el X I V Congreso de la U.G.T. de España al que habían asistido 1 7 0 delegados representando a 4 0 3 secciones con 1 1 9 1 1 2 cotizantes.

53 LA P O S G U E R R A Y LAS A B O R T A D A S R E V O L U C I O N E S EUROPEAS. — EVOLUCIONISTAS Y REVOLUCIONARIOS

El Tratado de Versarles se fue elaborando en medio de una Europa que se retorcía en convulsiones revolucionarias cuyo escenario principal eran los países que habían sido derrotados, pero que no respetaban ni a los propios Estados vencedores. Se había prometido a los pueblos de estos países triunfantes que la guerra introduciría un nuevo orden no sólo en las relaciones entre las naciones, sino en las obligadas entre las clases. Este nuevo orden pugnaba por nacer, pero fuera de los salones de Versalles, en los choques que mantenían las fuerzas revolucionarias del proletariado con las que estaban al servicio de la burguesía. La revolución húngara fue yugulada por los elementos reaccionarios del país, aliados a las tropas de las naciones vencedoras. La revolución bávara, un momento triunfante, resultó a su vez vencida. La revolución alemana fue contenida en su marcha y a lo largo de duras y largas batallas no sólo por los reaccionarios declarados, sino por las fuerzas socialesdemócratas —los Noske y compañía— que aplastaron el movimiento espartaquista para salvar a la reacción. Los países vencedores organizaron toda clase de expediciones contra Rusia que debió batirse sin descanso hasta vencer a los intervencionistas y figurantes a sueldo del capitalismo occidental que aspiraba a cobrar los empréstitos hechos al zar y que la Revolución de octubre declaró cancelados; pero por encima de todo se trataba de aplastar la Revolución. Fracasada la acción militar, se creó en torno a Rusia el célebre cordón sanitario destinado a aislarla y asfixiarla lo que, junto a una gran sequía, determinó un espantoso período de hambre. En esta serie de guerras civiles —que lo eran porque se desarrollaban en el seno de cada país, y a las que daba doblemente ese carácter el hecho de que se batieran entre sí los que habían figurado en los mismos partidos— perecieron militantes de la clase obrera como Carlos Lieb-

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knecht, Rosa Luxemburgo, Kurt Esiner y un crecido número de los que, durante la tormenta, habían tenido el valor de seguir fieles a sus ideas. Se trata de un negro período de luchas sin cuartel que debían repercutir en el seno de cada partido socialista y de cada sindicato, creando divisiones de apreciación verdaderamente profundas. El socialismo pasaba de la teoría a la acción, y es natural que diferencias antes atenuadas aparecieran ahora en todo su relieve. A la salida de la guerra, la socialdemocracia alemana se dividió en tres grandes partidos: el socialdemócrata propiamente dicho, que no se arrepentía de nada y entendía que debía continuar su obra de aniquilamiento del proletariado revolucionario; el independiente, donde aparecían las figuras internacionalmente respetadas de Kautsky, Ledebour y otros, y los espartaquistas, con Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo como jefes, más tarde transformado en Partido Comunista. En Austria, donde la República se titulaba socialista y en la que los estratos directivos del país estaban integrados por afiliados al Partido Socialista, se daba por hecha la revolución y Otto Bauer, ministro de Socialización, estudiaba muy seriamente la manera que era preciso emplear para proceder cuerdamente a las transformaciones esenciales que se imponían. Casi no existía un partido de izquierda susceptible de realizar una oposición seria al partido oficial. Pero aquí no se aprobaba la conducta de la socialdemocracia alemana y la línea política que se recomendaba coincidía con la que en el Reich representaba el Partido Independiente. Por ello se propugnaba una Internacional que no tuviera el sentido radical de la Tercera, nacida en Moscú, ni significase la resurrección de la Segunda, a la que se estimaba irremediablemente muerta. En los países vencidos donde, por el hundimiento de las clases directoras responsables del desastre, la revolución podía tener una significación más avanzada, la clase obrera y sus organizaciones representativas se vieron colocadas contra la pared. O hacían la revolución social, o no la hacían. O se convertían en un factor revolucionario, o debían actuar por la fuerza misma de los hechos como un elemento de la contrarrevolución. Tal fue la línea divisoria que se estableció y que dio por resultado una escisión que no se contuvo en los límites de lo teórico o de lo académico, sino que provocó luchas armadas y crímenes sin cuento. La revolución fue vencida por los que la consideraban prematura, no viable o perjudicial. Y los resultados históricos de esa posición están ahí para que cada uno pueda juzgar, en toda libertad, si hubo acierto o error en aquella postura. Es evidente que todo el período de revueltas que se inicia apenas firmado el armisticio, actuó sobre los creadores del Tratado de Versalles que, del lado de los vencedores, lleva la firma de algún ministro socialista. Y a ello sin duda se debe la declaración, que allí figura, según la cual el

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trabajo no es una mercancía. Para un marxista, en régimen capitalista, nunca puede ser otra cosa. Sin embargo, esta declaración llenó de júbilo a muchos militantes, sobre todo porque era como el preámbulo de cosas más concretas y sustanciosas : nos referimos a la creación de la Oficina Internacional del Trabajo, apéndice social de la Sociedad de Naciones. De esta oficina nació una nueva clase en el movimiento obrero: la burocracia «ginebrina» de la O.I.T. La primera Conferencia del Trabajo con representantes patronales, de los gobiernos y obreros se celebró, en efecto, en Washington —del 29 de octubre al 29 de noviembre de 1 9 1 9 — y a ella acudió el secretario de la U.G.T., Largo Caballero, como delegado; también asistieron Luis Araquistain y Fernando de los Ríos, Como se ha señalado anteriormente, la participación en dicha conferencia se discutió en el X I V Congreso y no por lo que representara desde el punto de vista práctico, sino porque pronunciarse en la materia equivalía a tomar posición respecto de todo el problema, muchos más vasto, de la orientación que debía seguir la U . G . T . : reformismo y colaboración o acción directa revolucionaria. El debate a que se alude era por tanto una discusión de principio. Constituyó una escaramuza de avanzada respecto del básico: el de la separación de la Internacional Sindical de Amsterdam, la actual F.S.I., y la posible incorporación a la Internacional surgida de la Revolución rusa. En realidad, esta cuestión y su resultado en cuanto a la votación, ya estaba prevista. Debía resolverse virtualmente después de examinada en el Congreso del Partido Socialista Obrero Español, congreso del que el partido salió escindido. En él, los partidarios de la Tercera Internacional —al ser puestos en minoría en la votación que siguió a los apasionados debates que se produjeron, donde quedó determinada la orientación de la central sindical— abandonaron el P.S.O.E. para constituir el Partido Comunista. Para la Unión General, aquella división histórica debía representar el quebrantamiento de la unidad que hasta entonces había venido presidiendo su actuación. En el seno del Partido, el problema tenía solución cómoda, porque aquél podía dividirse en dos, y cada grupo quedaba en condiciones de defender sus peculiaridades tácticas. Pero la U.G.T. pasaba a ser una prenda que los que la tenían debían guardar a todo trance, mientras los demás mostraban un gran empeño en conquistarla para sus ideas y someterla a su influencia. La U.G.T., en su mayoría, quedó bajo la influencia del socialismo tradicional. La polémica entre socialistas y comunistas se caracterizó por su sectarismo y aspereza. Las discusiones de prensa, violentísimas, tomaban pie de la evolución de los acontecimientos exteriores casi más que de los su-

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cesos nacionales. La agitación en Italia, el movimiento de ocupación de las fábricas, que parecía destinado a culminar en el triunfo del proletariado de aquel país, excitaba la opinión obrera del nuestro, sobre todo en Cataluña y los movimientos huelguísticos en esta región adquirieron, por las formas que adoptaron en su desarrollo, una tónica de violencia hasta entonces desusada. La experiencia italiana demostró que no bastaba una actuación en el terreno económico, por viva que fuera, para acabar con el poder de la burguesía. Era preciso, de acuerdo con la previsión marxista consignada en tantas resoluciones de congresos, ir al asalto del poder político. Pero cuando esta verdad se hizo luz ya había nacido una fuerza nueva, el fascismo, llamado a Trastornar el fururo inmediato de Europa. La guerra ruso-polaca, que los aliados sostenían del lado de Polonia, tuvo a la clase obrera mundial, sin excluir a la nuestra, en una tensión que llegó al paroxismo cuando los rusos se acercaron a Varsovia. Se presentía que todo el continente iba a verse envuelto en la ola de la revolución, generalizada y ya incontenible. La derrota sufrida por los bolcheviques ante los muros de la capital polaca marca el más alto punto de la •curva ascendente de esta tensión revolucionaria. La fiebre fue remitiendo, las fuerzas de la reacción cobraron ánimos y, no sin sobresaltos, el capitalismo se dispuso a recobrar el equilibrio perdido. El alejamiento del peligro revolucionario influyó en la evolución del problema interior que nuestro movimiento obrero tenía planteado ya con caracteres bien agudos. La posición de los que eran llamados reformistas se consolidó. En la prensa socialista se atacó rudamente a Rusia. Vencida la revolución alemana, pasado el peligro que conoció la burguesía en Francia, donde se produjeron también jornadas violentísimas, con gobiernos socialistas en casi todos los países de Europa, se inició la reconstrucción de las viejas Internacionales socialdemócratas que, condenando todas las dictaduras, incluida la del proletariado, se disponían a apoyar con toda decisión la experiencia democrática que, bajo los auspicios de la Sociedad de Naciones, se iniciaba en el dominio de las relaciones entre los pueblos y, bajo la égida de la Oficina Internacional del Trabajo, en el de las relaciones entre las clases. Un prestigioso socialista francés fue su primer director: Albert Thomas.

Imposible, no obstante, volver al pasado. La marcha al socialismo había comenzado en una u otra forma: con modalidad reformista o gubernamental, o mediante acciones revolucionarias sin precedenre. La Revolución rusa era el motor de la dinámica revolucionaria en el campo internacional. El reconocimiento de esta realidad queda consignado en la declaración de principios —que figura en cabeza de los actuales Estatutos de la

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U.G.T.—, de contenido francamente socialista y revolucionario, cuyo texto es el siguiente:

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS «La Unión General de Trabajadores de España es una institución eminentemente de productores, organizados por grupos afines de oficios y profesiones liberales que, para mantenerse en sólida conexión, respeta la más amplia libertad de pensamiento y táctica de sus componentes, siempre que estén dentro de la orientación revolucionaria de la lucha de clases y tiendan a crear las fuerzas de emancipación integral de la clase obrera, asumiendo algún día la dirección de la producción, el transporte y la distribución en intercambio de la riqueza social.» La idea de crear órganos de gestión para dar eficacia al acto revolucionario es otra demostración de lo que queda dicho. Aplastada en todos los países, con excepción de Rusia, la revolución de signo comunista, se entendía entonces que la mutación deseada era, sin embargo, inevitable. Se creía generalmente, en los medios socialistas y sindicales, que la socialización se haría, pero de manera «normal» y en cierto modo legal, aprovechando las posibilidades que abrían las constituciones democráticas. En Alemania y Austria existían ministerios de Socialización al frente de los cuales estaban teóricos y militantes ilustres. En Francia, donde esta tendencia no aparecía tan avanzada, los sindicatos entendieron que era su obligación preparar técnicamente la evolución que se esperaba. En el movimiento sindicalista se habían enrolado numerosos técnicos. Fueron ellos los que formaron la célebre U.S.T.I.C.A., destinada a normar en proyectos las mutaciones sustanciales que debían dar fisonomía al nuevo Estado. La U.G.T., ¿us dirigentes, fueron ganados para estas tendencias «evolucionistas» frente a la de la «revolución». No era la primera vez que en el seno de la organización obrera española aparecía una idea semejante y de ese carácter, tan aparentemente «constructivo». La idea de las Ghildas u organizaciones de constructores, en el fondo una variante del cooperativismo de producción, había sido defendida, con la competencia en él característica, por Fernando de los Ríos. No rindió nada en el dominio práctico. 1

1. Sigla de una agrupación de técnicos sindicales franceses del período entre las dos guerras, creada con el propósito que se indica en el texto.

de

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Una organización que no dejó de prestigiar nuestro movimiento, la Escuela Nueva, también se había asignado esta misión de prestar una colaboración técnica que debía tmducirse en la elaboración de proyectos destinados a ser defendidos en las Cortes por la minoría socialista. Las afirmaciones de la voluntad transformadora de la U.G.T. y la petición de que fuese reconocida por el Gobierno español la República Soviética acreditan el eclecticismo de la organización y cómo, en la época del X I V Congreso, no se había extinguido en las masas obreras de nuestro país el ardor y el entusiasmo suscitados en ella por la sucesión de acontecimientos que pusieron al capitalismo, en Europa, a dos dedos de su desaparición.

54 E L P R O B L E M A D E L A U N I D A D S I N D I C A L E N T R E L A U.G.T. Y LA C.N.T. — EL PACTO DE U N I D A D DE A C C I Ó N

El ambiente de unidad y revolucionarismo que animaba a las masas obligaba a los dirigentes de la U.G.T. a no permanecer indiferentes ante ese estado de opinión, además de la presión a que estaban sometidos en virtud de los acuerdos de los congresos nacionales. Cumpliendo y tratando de interpretar esos mandatos, y en vista de la sañuda y constante persecución de que eran objeto los trabajadores por parte de las autoridades, la U.G.T. tomó una vez más la iniciativa de nuevas gestiones de unidad con la Confederación Nacional del Trabajo, no obstante la experiencia de lo sucedido en el intento de 1 9 1 8 - 1 9 1 9 , que hemos dejado reseñado en páginas anteriores y que se cerró con un fracaso. A continuación, y en los capítulos siguientes, damos a conocer las comunicaciones cruzadas entre la U.G.T. y la Confederación Nacional del Trabajo, entre el 31 de julio de 1 9 2 0 y el 18 de diciembre del mismo año, así como diversos documentos de ambas centrales sindicales en r e l a ción con los problemas de la fusión, el pacto de unidad de acción y la ruptura del mismo.

LA

UNIÓN GENERAL

INSISTE

EN

SUS

DESEOS

DE

UNIFICACIÓN

A pesar de lo ocurrido, el X I V Congreso acordó continuar las gestiones a fin de llegar a una fusión, y la correspondencia interrumpida siguió en la siguiente forma: «Madrid, 31 de julio de 1 9 2 0 »A1 Comité de la Confederación Nacional del Trabajo. Barcelona. «Estimados compañeros: La Unión General de Trabajadores, en su último Congreso, ha tratado nuevamente del gran problema que más debe preocupar al proletariado español: de su unificación.

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«Cumpliendo los deseos del Congreso, esta Comisión ejecutiva tiene el gusto de transmitiros íntegra la resolución tomada, a fin de que, si lo creéis procedente, designe esa Confederación Nacional dos compañeros de cada una de las organizaciones que en la resolución se indican para que, en unión de los otros dos que la Unión General nombre y de ambos Comités nacionales, se comiencen los trabajos necesarios al objeto de que, lo más pronto posible, sea una realidad la tan deseada unificación de las organizaciones obreras de España. «Esperando vuestra favorable contestación, son vuestros y de la causa obrera Por la Ejecutiva: El secretario general, F R A N C I S C O L A R G O C A B A L L E R O ; por el presidente, F R A N C I S C O N U Ñ E Z TOMAS.» He aquí la resolución adoptada por el Congreso: «Examinadas que han sido por el Congreso las proposiciones insertas en el orden día pertenecientes a distintas Secciones, ha podido apreciar que en todas ellas existe, aunque expresada de diferente forma, el plausible deseo de llegar a la unificación de las fuerzas obreras organizadas. » D e igual modo, las declaraciones y proposiciones hechas por el Comité nacional tendentes las primeras a demostrar el perjuicio que para los trabajadores encierran las divisiones que hoy existen en el campo obrero y a procurar lar segundas la fusión o, cuando menos, la inteligencia para actuar mancomunadamente en todos aquellos problemas de interés general que la burguesía y sus gobiernos nos planteen, demuestran con harta claridad los insuperables deseos que tienen, tanto los elementos directores como los dirigidos de la Unión General de Trabajadores para procurar una solución favorable a la más importante cuestión, quizá, de cuantas tiene planteadas el proletariado español. »Ahora bien, el Congreso estima que esta cuestión requiere, para su pronta y favorable solución, que fatalmente nos conduciría a librar cruentas batallas entre los trabajadores y a proponer algo más que la declaración platónica de querer la fusión; esto es, buscar y facilitar todo género de medios para realizarla. »Por esto y considerando que la división de la clase trabajadora en dos o más organismos nacionales esteriliza los esfuerzos que constantemente viene realizando para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, a la par que contribuye principalmente a que los gobiernos y la clase capitalista puedan impunemente realizar los más grandes atropellos contra la organización obrera, fomentando a su vez los sin-

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dicatos católicos que bajo distintos nombres se crean para amparar y defender los privilegios del capital; «Considerando imposible la emancipación de la dase trabajadora mientras que por incomprensión de las masas o por cualquier otra causa se manrenga una división que arenta exclusivamente contra el interés de la organización obrera, »E1 Congreso acuerda lo siguienre: »1.° El X I V Congreso de la Unión General de Trabajadores, por las razones anreriormente expuestas, declara esencial la fusión en uno solo de todos los organismos obreros que, reconociendo la lucha de dases, se hallen dispuestos a emplear cuantos procedimientos aconsejen las circunstancias para la más fácil y pronra consecución de sus aspiraciones. »2.° Teniendo en cuenta que los faustos sucesos ocurridos en el mundo, y principalmente en Europa, han conrribuido eficazmente a dar un pensamiento más claro y también más uniforme al proletariado español de su problema, como clase explotada, el X I V Congreso de la Unión General dedara que no deben exisrir divergencias en lo que al contenido ideológico de la organización obrera se refiere, como evidentemente lo prueba la declaración de principios que en este Congreso se ha acordado. »3° En lo que a táctica y procedimientos se refiere, el X I V Congreso de la Unión General de Trabajadores declara que la primera debe tener la flexibilidad necesaria para que sea aceptada sin menoscabo por todas las organizaciones obreras. »Los procedimientos de lucha no deben ser objeto de reparo por el Congreso, por cuanto la Unión General de Trabajadores aceptó siempre y acepta ahora los que contribuyan a lograr el triunfo de los trabajadores. »4.° A fin de llevar a la práctica estos nuestros deseos, d X I V Congreso de la Unión General de Trabajadores acuerda el nombramiento de una Comisión donde estén representadas la Confederación y la Unión por sus respectivos Comités y por dos compañeros de cada una de las organizaciones, elegidos por éstas y que a continuación se expresan: «Indusrria textil, Agricultores, Mineros, Transportes, Construcción, Metalúrgicos, Alimentación y Artes Gráficas. »Esta Comisión será la encargada de realizar cuantos trabajos se crean necesarios para llegar entre ambos a una inteligencia en los principios, táctica y procedimientos, y después daborar un proyecto de estatutos que se discutirá por las Secciones respectivas de los organismos.

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»Las enmiendas propuestas se elevarán a los organismos centrales, los cuales las presentarán a la Comisión designada para elaboración de las bases de inteligencia o fusión. »En vista del proyecto de estatutos comunes y de las enmiendas de las Secciones, los organismos nacionales podrán convocar a un Congreso para examinar separadamente las enmiendas y estatutos dichos. »Si los Comités nacionales no creyeran precisa la celebración de los Congresos citados, por no ser el contenido de las enmiendas diferente en esencia del proyecto de estatutos, la Comisión mixta que redactó el primero será la encargada de redactar el proyecto definitivo. »Esta Comisión continuaría dirigiendo el nuevo organismo hasta que, regularizada su marcha, fuera posible la celebración de un Congreso que eligiese definitivamente el Comité o Junta directiva.» «Barcelona, 6 de agosto de 1 9 2 0 »A1 Comité de la Unión General de Trabajadores. Madrid. «Estimados compañeros: Salud. Acusamos recibo de la vuestra, fecha 31 del pasado julio, manifestándoos que este Comité pondrá a la consideración de los delegados de la organización obrera la resolución a tomar en lo que atañe al contenido de vuestra comunicación, sobre cuyo asunto nuestro último Congreso, celebrado en Madrid en diciembre del año pasado, ya tomó acuerdos definitivos. »De haber llegado vuestra carta una semana antes hubiéramos ganado mucho tiempo, pues hace muy pocos días se reunió el Pleno con Delegados de toda la nación. »De todos modos, en el más breve plazo posible procuraremos dar satisfacción a vuestros deseos e inmediatamente os comunicaremos los acuerdos que recaigan. »Os desea salud y energía. Por el Comité.: El secretario general, E. BOAL.» «Madrid, 13 de agosto de 1 9 2 0 »A la Confederación Nacional del Trabajo. Barcelona. «Estimados compañeros: Acusamos recibo de la vuestra de 6 del actual. «Anoche conoció la Ejecutiva de rsta Unión General del contenido de la misma y acordó contestaros que, seguros de interpretar el pensamiento de los trabajadores de toda España, os rogamos que tratéis lo más pronto posible este asunto, y expresamos nuestro más vivo deseo de que sea tomada en consideración nuestra propuesta, que tanto beneficio ha de reportar al proletariado español. »En espera de la vuestra, queda, como siempre, vuestro y de la causa obrera. El secretario general, F R A N C I S C O L. C A B A L L E R O . »

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«Barcelona, 26 de agosto de 1 9 2 0 »A1 Comité de la Unión General de Trabajadores. Madrid. »Estimados compañeros: Salud. Recibida la vuestra, fecha 13 del corriente. Agradecemos las frases que nos dedicáis y nos congratulamos de vuestros deseos favorables a la unión del proletariado español en un solo organismo nacional. »Ahora bien, por duro que pueda parecer nuestro lenguaje, tenemos el deber de hablar con la mayor sinceridad, para evitar los equívocos a que puedan dar lugar cartas sin otro interés determinado que pasar el tiempo. »Este Comité ha examinado el contenido del dictamen de la Ponencia a que se refiere la necesidad de fundir en un solo organismo nacional los dos hoy existentes, así como todos los antecedentes relacionados con el mismo asunto, y en todo ello pretendemos ver una maniobra que salve el compromiso de aparecer ante la clase trabajadora como los únicos que defendéis y proponéis la fusión, y, si ésta no llega a hacerse, que pueda acusársenos a nosotros como los causantes de ello. »Para empezar a tratar nos imponéis condiciones, claro está que acordadas por el Congreso que la Unión General celebró en mayo. Notamos que en vuestros acuerdos hay una contradicción evidente. Votasteis por la fusión al mismo tiempo que acordabais seguir perteneciendo a la Internacional de Amsterdam, sabiendo que nosotros estamos ingresados en la de Moscú, con lo cual es casi inútil intentar una aproximación. «Esto nos lo explicamos nosotros de la siguiente manera: La Unión General de Trabajadores, cuyo Comité no quiere la unión, tiene necesidad de demostrar públicamente ante los trabajadores españoles que cumple los acuerdos de su Congreso y está animado de buenos deseos respecto a este problema. A este efecto hace a la Confederación Nacional del Trabajo proposiciones inaceptables que tiene ésta que rechazar, y en este momento puede decir al proletariado nacional que si la fusión no se hace es porque la Confederación Nacional no se aviene a ello. Perdonadnos si traspasamos el límite de las suposiciones; pero con cuanta mayor franqueza tratemos los asuntos sabremos mejor la posición que cada uno de nosotros ocupa. «Nadie como nosotros desea la unión del proletariado español en un solo organismo nacional, y lo vamos a demostrar. «Estamos dispuestos a nombrar una Comisión de tres individuos para que con otra del mismo número nombrada por vosotros hagan los trabajos necesarios para la celebración de un Congreso nacional, cuya convocatoria iría firmada por la citada Comisión y por los dos

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Comités nacionales al objeto de alcanzar una representación lo más nutrida posible. Las decisiones de este comicio serían tomadas en votación con arreglo al número de federados que lleven en sus credenciales los delegados y los Comités votarían por los que, siéndoles imposible la asistencia, delegaran en ellos su representación. Los acuerdos tendrían un carácter inapelable. «Nosotros exigimos que los que nombréis para esta comisión no sean individuos que ostenten representación parlamentaria, provincial o municipal, ni tampoco que desempeñen cargos que sean de colaboración con el régimen capitalista. «Respecto a la confección de un nuevo reglamento, creemos sencillamente que es un trabajo completamente inútil. Vosotros tenéis uno y nosotros otro. Que la asamblea se decida por el que juzgue mejor. Al fin y al cabo esto no nos interesa grandemente, porque comprendemos que es un trámite puramente burocrático y juzgamos que no puede establecerse un criterio cerrado en la actuación por desconocer a dónde nos pueden llevar las circunstancias que atravesamos. «Por lo expuesto veréis que procedemos noble y sinceramente, como corresponde a la entereza y seriedad de la organización que representamos; esperamos que será bien acogida nuestra proposición pues de otro modo nosotros estamos convencidos de que, sin contar con los Comités, el proletariado, la clase trabajadora en general, llevará a efecto la unión sin tener en cuenta el interés que en determinado sentido puedan tener sus representantes. »Os desea salud y una contestación satisfactoria. Por el Comité de la Confederación Nacional del Trabajo: El secretatio general, E. BOAL.» «Madrid, 3 de setiembre de 1 9 2 0 «Al Comité de la Confederación Nacional del Trabajo. Barcelona. «Estimados compañeros: Recibida la vuestra, fecha 26 de agosto último y dada cuenta en Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de España, después de un estudio detenido, se ha acordado comunicaros lo siguiente: «Consideramos injustas todas vuestras suspicacias sobre la sinceridad de los propósitos de fusión, tanto de la Unión General como de su Comité; sin embargo, no queremos discutirlas, pero sí debemos manifestaros que el medio de comprobar nuestra buena o mala fe en este asunto está en vuestras manos, aceptando nuestra propuesta; otra conducta siempre dará lugar, con fundamento o sin él, a interpretar vuestra actitud según el punto de vista de cada uno. «Afirmáis que nuestro acuerdo de continuar adheridos a la Fe-

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deración Sindical Internacional está en contradicción con nuestra propuesta de fusión, por tener vosotros resuelto pertenecer a la de Moscú. No creemos que esto sea obstáculo para la realización de nuestro propósito de fusión, pues es natural que, en tanto cada organismo mantenga su autonomía e independencia, también sostenga sus simpatías y adhesión a la Internacional que le sea más afecta; peto este particular siempre habría de ser resuelto, en definitiva, por un Congreso nacional de las fuerzas fusionadas, por que no sería justo obligar, a priori, a cualquiera de las dos a renunciar a lo que en ella sea peculiar. »Nos exigía que los compañeros que habrían de representar a la Unión General sean de condición determinada; a eso hemos de contestar que esa sería una imposición inaceptable, porque este organismo nacional, como el vuestro, tiene perfecto derecho a nombrar para esa misión a los compañeros que crea conveniente y le inspiren mayor confianza, pues lo contrario sería tan injusto como si nosotros os quisiéramos imponer la designación de compañeros de determinada tendencia. »Lealmente os decimos que la celebración del Congreso en la forma que nos proponéis, en principio, no la consideramos práctica: tenemos el temor de que una discusión bizantina esterilizará todos nuestros buenos propósitos. Pero como no queremos, ni aparentemente, ser obstáculo a la realización de tan deseada fusión, os ofrecemos que en el momento en que las Secciones nos den cuenta de haber designado a los vocales para el Comité nacional convocaremos a éste para que decida sobre vuestra proposición. »Mas como las circunstancias apremian, por la presión gubernamental y la reacción de la clase burguesa contra los trabajadores organizados, lo cual indica que se aproximan momentos de prueba para todos y, por tanto, que exigirán una acción unificada de la clase trabajadora, tenemos el gusto de proponeros que, en tanto la fusión se pueda realizar, procedamos a lo siguiente: «Primero. Al nombramiento de un Comité de acción, compuesto de nueve individuos: tres de esa Confederación Nacional, tres del Partido Socialista Obrero Español y tres de la Unión General de Trabajadores de España. »Este Comité tendrá atribuciones amplias para señalar la conducta de conjunto que las Secciones de los tres organismos han de seguir para hacer frente a la situación actual, producida por la política de represión de los gobiernos y la conducta reaccionaria de la clase burguesa.

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«Los acuerdos de dicho Comité serán ejecutivos para los tres organismos antedichos. «Segundo. Durante el tiempo que dure esta unión circunstancial habrá un respeto recíproco entre las entidades afiliadas a la Confederación, Partido Socialista y Unión General, procurando que ni en periódicos, hojas o mítines se viertan conceptos ofensivos para cualquiera de ellas, al mismo tiempo que se respetará su derecho de pertenecer al organismo nacional que tengan por conveniente; y «Tercero. Esta unión quedará rota cuando una de las representaciones lo manifieste por escrito. «Esperamos os haréis cargo de las razones que imponen esta unión que tenemos la satisfacción de proponeros, rogándoos la resolváis lo más pronto posible, pues las circunstancias exigen la mayor diligencia. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera. Por la Ejecutiva: F R A N C I S C O L A R G O C A B A L L E R O , secretario general; F R A N C I S CO N U Ñ E Z T O M A S , presidente accidental.»

H A C I A U N P A C T O D E UNIDAD D E A C C I Ó N

El documento anterior surtió un efecto inmediato y práctico. Salvador Seguí, el «Noi del Sucre», desempeñaba un papel decisivo en la organización cenetista a la que le imprimía aires nuevos, un mayor espíritu de realismo, de ponderación y responsabilidad, como veremos a continuación.

SE CONVIENE UN PACTO CIRCUNSTANCIAL

El 2 de setiembre, el mismo día en que la Comisión ejecutiva se reunía para acordar la última contestación, y una vez terminada la sesión, se presentaban en la secretaría de la Unión General los camaradas Salvador Seguí, Salvador Quemades y Evelio Boal, autorizados por la Confederación para proponer a la Unión General un pacto entre las dos entidades, a los efectos que al principio se indican. Las reuniones celebradas no pudieron ser más cordiales, y, sin ninguna discusión, en la primera entrevista, se tomó el acuerdo que se expresa en la siguiente nota: «Reunidas en la Casa del Pueblo de Madrid una representación de la Confederación Nacional del Trabajo con otra de la Unión Ge-

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neral de Trabajadores, han convenido un pacto circunstancial de todas las fuerzas que integran ambos organismos obreros para hacer frente a la actuación reaccionaria y represiva que en España vienen realizando los elementos políticos y patronales. »Las condiciones y circunstancias de este acuerdo entre todas las fuerzas obreras organizadas de la nación, se expondrán en un manifiesto que mañana se dirigirá a la clase trabajadora y a la opinión.» En la segunda reunión, sin debate, se aprobó por unanimidad el manifiesto que a continuación se transcribe.

A TODOS LOS TRABAJADORES

E S P A Ñ O L E S Y A LA O P I N I Ó N P Ú B L I C A

«El problema social, al aparecer las Patronales, a las que informa un espíritu de intransigencia y un deseo de dominio que ellas mismas no tratan de ocultar, ha tomado un carácter completamente distinto al que tenía antes de la actuación pública de dichos organismos. Se ha agudizado de tal manera que, si no acudimos a tiempo a rectificar la trayectoria que parece ha de recorrer, constituirá el desenvolvimiento de las luchas que de él se deriven una actuación de la que todos habremos de avergonzarnos. »A ello ha contribuido poderosamente la acción de los gobiernos, cuya actitud ante los conflictos entre el capitalismo y los trabajadores ha sido la de seguir servilmente los dictados de las Patronales. »Los gobiernos han respondido a todos los requerimientos de la burguesía y se han doblegado a todas las amenazas de sus organizaciones. Han suspendido las garantías constitucionales para clausurar los sindicatos y disolver importantes núcleos obreros; han perseguido encarnizadamente y han retenido en prisión, contra toda justicia y toda ley, a miles de hombres por el solo delito de haberse agrupado para defender su derecho a la vida; han accedido a suspender nuestros órganos en la Prensa en los lugares en que la protesta contra esas arbitrariedades podía constituir un peligro para los intereses bastardos de la camarilla política que se halla sometida a la Patronal; han dictado la vergonzosa disposición de considerar delito de estafa el cobro de cuotas para los sindicatos; han suspendido la ley del J u rado en circunstancias tan absurdas y con tan poco fundamento que en la primera causa en que ha actuado el Tribunal de Derecho el fiscal se consideró obligado a declarar que el Tribunal popular obró siempre con estricta justicia y con una admirable civilidad, y que un Tribunal de magistrados no hubiese podido fallar en forma dis-

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tinta de como la hizo el del pueblo; se ha ensayado, por último, a pretexto de que se trataba de extranjeros, como si los extranjeros no fueran hombres, el sistema de las deportaciones. »Todo eso han ido los gobiernos concediendo a las Patronales. Todo eso y algo más que también va directamente contra los trabajadores, y que por sí sólo habría de obligarnos a realizar una acción que hiciera posible la vida pública de hombres tan apasionados y tan sectarios; los gobernantes han legalizado el armamento de la burguesía y la han dotado de facultades especiales que equivalen a una patente de impunidad para el crimen. «Mientras tanto, las Patronales han venido ejerciendo una presión tan fuerte en las esferas del gobierno, se han mostrado tan insaciables, han adquirido tal influencia en la vida pública, que llegan a constituir una especie de poder moderador clandestino y vergonzoso, a merced del cual están los destinos del país. Su mandato se cumple cuando ordenan que abandone Sánchez de Toca el Poder; su mandato se cumple otra vez cuando piden el cese de Bergamín. «Estos hechos demuestran bien claramente que la única opinión y los únicos intereses que se tienen en cuenta para gobernar, son la opinión y los intereses de la Patronal; pero si alguna duda nos cupiese, esa campaña de odios y de desorden que la Federación Patronal está realizando por toda España la desvanecería por completo, porque los hombres de la Patronal hablan del gobierno como de una cosa que está a su merced, como habla el señor de su criado. Benet lo dijo bien claramente: "No estamos satisfechos de los gobernantes; no queremos pedir; queremos dictar normas de gobierno». «Esta declaración —después de los hechos consumados— nos dice hasta dónde son capaces de llegar los patronos con su violento deseo de dominio y los gobiernos con la enajenación absoluta de su independencia, que les convierte en meros instrumentos de la burguesía. «¿Podemos permanecer impasibles ame esto? ¿Podemos continuar divididos ante esa unión tan estrecha de nuestros enemigos, realizada con fines tan innobles? No. Si hasta hoy ha sido posible que los acontecimientos nos arrastraran y nos vencieran, fue porque entre los trabajadores asociados no hubo la necesaria unidad de acción. «Constituimos los núcleos más importantes de fuerzas organizadas que en la nación existen; disponemos de una potencia que no puede ser contrarrestada por otra alguna, y si, reconociendo esto, nos dejamos vencer y permanecemos sometidos a la voluntad de un puñado de hombres más audaces que reflexivos, llenos de ambición y huérfanos de ideales de justicia, contraeremos ante la opinión la enorme responsabilidad de haber sustraído a los partidos liberales las

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masas en que se apoyaban para defender sus doctrinas y no haber realizado, sin embargo, la obra que tenían derecho a esperar quienes en nosotros depositaron su confianza. »Hemos de cesar, pues, en nuestras discusiones y nuestras luchas. Desde ahora deben cesar en toda España las querellas entre trabajadores organizados, para preocuparse únicamente de consolidar la fuerza del proletariado y hacer frente a la batalla con que nos reta nuestro enemigo común: el capitalismo y sus servidores. »Lo primordial hoy —nuestra desunión ha permitido que a eso se reduzca nuestra actuación actual— es para nosotros, aunque parezca paradójico, conseguir el retorno a la legalidad constitucional. ¡ N o sotros, enemigos declarados de la sociedad burguesa, nos constituiremos en defensores de sus leyes! «Para llegar a tal fin, los Comités de la Unión General de Trabajadores y de la Confederación Nacional del Trabajo han creído de urgente necesidad —mientras se discute el problema de la fusión, cuya complejidad nos obliga a prestarle una minuciosa atención, porque queremos, como es costumbre en nosotros, que venga sancionada por todos nuestros sindicatos y se realice por aquellos procedimientos democráticos que nosotros practicamos— firmar un pacto para oponerse a los avances de la reacción capitalista y declarar que ninguna lucha será eficaz en este sentido si los esfuerzos de ambos organismos no obedecen a un mismo plan y se encauzan en un mismo sentido. «Eso es lo que hemos convenido. Desde hoy, la actuación de todas las organizaciones obreras será homogénea. Irá contra la burguesía. Irá contra el gobierno. Hemos firmado un pacto para cumplir un fin, y a ese fin llegaremos. Estamos seguros de ello. «Ahora nos creemos con derecho a pedir la confianza y el apoyo de todos aquellos hombres que, no comulgando en nuestros credos, sientan, sin embargo, la vergüenza de verse representados por gobiernos serviles y amenazados continuamente por el yugo denigrante de una organización patronal que, desatendiéndose de encauzar debidamente los intereses de la industria nacional, procede, ciega y torpemente, con espíritu egoísta y sectario, sólo con el deseo de aniquilar a las fuerzas obreras, como si eso fuera posible en los tiempos actuales. «Trabajadores españoles: el convenio que acabamos de realizar en nombre de la Confederación Nacional del Trabajo y de la Unión General de Trabajadores es de trascendental importancia en estos momentos. Como decimos más arriba, anhelamos fervientemente la unión del proletariado para una acción común, y hoy esta actuación va dirigida inmediatamente a que en España se restablezca la normalidad

220

AMARO D E L R O S A L

constitucional y sea una realidad el respeto a todas las leyes necesarias para la vida de la organización obrera, sin perjuicio de que hagamos frente a las circunstancias que se nos presenten. Nuestra acción de estos momentos no significa, en modo alguno, que abandonemos aquellos principios ideológicos que nos han de llevar un día a la realización de un régimen social, incompatible con toda tiranía y toda injusticia. «Obreros organizados cumplir vuestro deber. « ¡ V i v a la unión de los trabajadores! «Madrid, 3 de setiembre de 1920. — Por la Unión General de Trabajadores: F R A N C I S C O L A R G O C A B A L L E R O , F R A N C I S C O N U Ñ E Z T O M A S , M A N U E L C O R D E R O , LUIS F E R N A N D E Z , J U A N DE LOS T O Y O S y LUCIO M A R T Í N E Z GIL. — Por la Confederación Nacional del Trabajo: S A L V A D O R S E G U Í , S A L V A D O R Q U E M A D E S y E V E L I O BOAL.» Los elementos de la C.N.T. firmantes del anterior documento representaban una posición que sin duda habría llevado a la unificación del proletariado español. No fue, pues, casual que el gran militante Salvador Seguí y Evelio Boal fueran asesinados al poco tiempo. Por su parte, Salvador Quemades se apartaba de la organización, dejaba Barcelona y se instalaba en Madrid. La impresión que en la opinión pública produjo la publicación de este documento fue profunda. Entre la clase obrera de Cataluña también fue grande el entusiasmo. En Barcelona comenzaron a producirse actos de terrorismo e hicieron explosión varias bombas que causaron numerosas víctimas. En la campaña de actos públicos que se iban organizando como protesta contra la conducta del gobierno, las autoridades negaban la necesaria autorización.

55 LA

CONFEDERACIÓN

CONTRA

Y LA

UNION

LA POLÍTICA REPRESIVA

GENERAL

DEL GOBIERNO

S E R A T I F I C A CON E N T U S I A S M O E L P A C T O D E F U S I Ó N P R O L E T A R I A

En presencia de semejante situación se celebró en Barcelona una reunión conjunta de las dos centrales sindicales; en representación de la U.G.T. acudieron Besteiro, Caballero y Saborit, quienes fueron recibidos con gran entusiasmo por el proletariado de la capital de Cataluña. Como resultado de la reunión celebrada se publicó la siguiente nota: «A todas las organizaciones obreras de España: «Reunidas las representaciones de la Confederación Nacional del Trabajo y de la Unión General de Trabajadores en la ciudad de Barcelona, con el fin de determinar la conducta a seguir en estos momentos por la organización obrera española, en cumplimiento del pacto realizado en Madrid por ambos organismos nacionales, después de un breve cambio de impresiones y en medio de la mayor cordialidad acuerdan lo siguiente: «Primero. Hacer pública su satisfacción por el entusiasmo con que ha sido acogido por la clase trabajadora el compromiso contraído entre la Unión General y la Confederación el día 3 del corriente mes; ratificar su propósito de que esta unión circunstancial sea la base para constituir algún día un solo y fuerte organismo nacional del proletariado español, y reiterar la necesidad de que cesen en toda España las querellas entre los trabajadores organizados, considerando todo acto de hostilidad como contrario a sus intereses y como una colaboración inconsciente a la obra represiva del gobierno. «Segundo. Protestar contra la suspensión de las reuniones que habían de celebrarse para combatir la elevación de las tarifas ferroviarias y para condenar la conducta reaccionaria del gobierno, apre-

222

AMARO D E L R O S A L

ciando esta medida arbitraria como una acentuación represiva de la política gubernamental. «Tercero. Que como punto inicial de la campaña que estos trabajadores han de realizar hasta obtener el restablecimiento de la normalidad constitucional y el absoluto respeto a sus derechos, el próximo domingo, día 28 del corriente, se celebrarán en toda España reuniones públicas en las cuales los oradores se atendrán al espíritu del manifiesto firmado en Madrid por las dos representaciones nacionales, y a cuyo efecto estas organizaciones designarán los elementos de ambas entidades que en su nombre hagan uso de la palabra; y «Cuarto. no,

la

Declarar que, cualquiera que sea la conducta del gobier-

clase

trabajadora

organizada

no

renunciará

a

continuar

laborando unida con la mayor firmeza para reivindicar los derechos de los oprimidos, y que si el Poder público insiste en su obstinada persecución

contra

las

organizaciones

obreras,

suspendiéndose

las

reuniones proyectadas con pretexto de las atribuciones concedidas por una prolongada y arbitraria suspensión de garantías constitucionales, los trabajadores lo considerarán como una provocación con el fin de obligarles a actuar fuera de las normas jurídicas y legales y, por tanto, declinarán toda la responsabilidad que, por consecuencia de la conducta arbitraria del gobierno, pueda producirse.»

Como consecuencia de este acuerdo se celebraron varios mítines, en los que tomaron parte representantes de los dos organismos nacionales. Entre las capitales que celebraron reuniones se contaban Madrid, Bilbao, Valencia y Barcelona. Al de esta última capital asistió el compañero Besteiro, al cual se le hicieron algunas sugerencias de interés, entre las cuales está la siguiente: «Que los compañeros que están al frente de la Unión General, para facilitar la fusión, dejasen los cargos políticos», a lo cual contestó Basteiro que, «aun no teniendo personalmente apego a los cargos, creía que eran necesarias las representaciones políticas, como socialistas que son; pero que, aun admitiendo la conveniencia de la división del trabajo de modo que no estén acumulados los cargos políticos y los directivos de la organización en la misma persona, les llamaba la atención de que eso podría resultar prácticamente imposible y que meditasen acerca de la importancia que pudiera tener el que insistieran en esa petición. El, por su parte, lo transmitiría fielmente a la Comisión ejecutiva, pero reiteraba la necesidad de

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

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que ellos examinasen bien la conveniencia de no insistir en su punto de vista». 1

CONTINÚAN LAS G E S T I O N E S

Con el fin de precisar el pacto, la U.G.T. enviaba a la C.N.T. la siguiente comunicación: «Madrid, 8 de octubre de 1 8 2 0 . — Al Comité de la Confederación Nacional del Trabajo. Barcelona. «Estimados compañeros: En la última sesión que ha celebrado la Ejecutiva, en el día de ayer, el compañero Besteiro nos informó de la conversación tenida con vosotros y en la que le hablasteis, entre otras cosas, de una reunión de los dos Comités nacionales: «A este efecto nos permitimos recordaros que el objetivo del pacto no ha sido logrado todavía, por cuanto continuaban suspendidas las garantías y no hay libertad de palabra ni de asociación. «No obstante esto, si vosotros consideráis que el objetivo del pacto celebrado entre la Confederación y la Unión General debe ser ampliado o modificado, convendría nos lo expusieseis oficialmente, con objeto de que no se pueda interpretar con error vuestro pensamiento, y al mismo tiempo, con el propósito de poder informar a los delegados que han de integrar nuestro Comité nacional, os rogamos que nos comuniquéis por escrito vuestro deseo acerca de lo que pensáis sobre el particular..., «Fácil os ha de ser daros cuenta de que, por nuestra parte, tenemos que poner en conocimiento de nuestros delegados regionales lo que nos propongáis, y en esta transmisión de pensamiento podíamos incurrir involuntariamente en error; por este motivo os rogamos que nos lo remitáis en esta forma. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera. Por la Ejecutiva: El secretario, F R A N C I S C O L A R G O CABALLERO.» La C.N.T. dejó de contestar algunas de las comunicaciones de la Unión General de Trabajadores y el 22 de octubre enviaba la siguiente comunicación : 1. Algunas de las notas en relación con esta cuestión están tomadas del trabajo del secretario general de la U . G . T . , en aquel período, Francisco Largo Caballero, que aparecen en su libro Presente y Futuro de la Unión- General de Trabajadores de Españ-a, asi como de los archivos de la U . G . T .

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AMARO D E L R O S A L

«Barcelona, 22 de octubre de 1 9 2 0 . — Al Comité de la Unión General de Trabajadores. «Salud. «Estimados compañeros: Ayer noche se reunió este Comité, y, examinadas las vuestras, estamos de completo acuerdo en que el objetivo del pacto no está conseguido. Sin embargo, para darle un nuevo carácter o una nueva orientación a seguir en la actuación futura, como convinimos en Madrid, caso de que no dieran resultado los mítines, estimamos de necesidad consultar a todas las regiones lo cual ya hemos hecho, y la semana próxima celebraremos en Tarragona una asamblea nacional, cuyos acuerdos os comunicaremos inmediatamente por escrito y nos pondremos ambos en contacto para determinar la trayectoria a seguir. «Creemos no estaría de más que vosotros hicierais lo mismo para ganar tiempo. «En espera de la vuestra, os desea salud y energía. Por el Comité: E. BOAL.» Contestando a una pregunta hecha, por el Comité de la Unión General al ministro de la Gobernación, señor Bugallal, éste envió una carta al profesor Besteiro comunicándole que había dado órdenes para que se autorizara la celebración de los mítines del domingo, 26 de setiembre. En vista de ciertas declaraciones hechas públicas por destacados miembros de la C.N.T., la Comisión ejecutiva hacía pública con fecha 29 de octubre, la siguiente nota: «La Comisión ejecutiva ha leído las opiniones de los sindicalistas Seguí y Quemades sobre lo que ellos consideraban ha de ser la proyectada fusión de la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo y respetando la opinión ajena, declara: «Que no siendo los juicios expuestos por dichos camaradas sobre la finalidad del pacto, sino acerca de asunto tan delicado y trascendental como el de la fusión del proletariado español y siendo estas manifestaciones exclusivamente de carácter particular y, por tanto, sin el valor efectivo que tendrían las que oficialmeate ha de hacer muy pronto, seguramente, el órgano oficial de la Confederación, considera improcedente hacer ahora ninguna declaración oficial sobre este asunto hasta conocer el pensamiento del organismo que realmente está autorizado para proponer las bases sobre las cuales debe realizarse la tan deseada unificación de fuerzas proletarias. Al mismo tiempo ratifica su propósito de seguir trabajando por la consolidación del pacto hecho y para que éste tenga la eficacia que la clase trabajadora reclama.»

H I S T O R I A DE LA U.G.T.

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Como la represión gubernativa continuaba en varias provincias, ante tal situación la U.G.T. celebró una reunión extraordinaria aprobando una resolución contra la política del gobierno, que apareció en El Socialista del día 27 de noviembre de 1 9 2 0 , en los siguientes términos: «Reunida anoche, en sesión extraordinaria, la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores para examinar la situación creada por el gobierno con los atropellos y arbitrariedades que viene cometiendo en toda España, pero principalmente en Barcelona y Zaragoza, acordó: «Primero. F O R M U L A R S U M A S E N É R G I C A P R O T E S T A C O N T R A ESA C O N D U C T A D E L G O B I E R N O ; «Segundo. E X C I T A R , P O R M E D I O D E L A P R E S E N T E N O T A , A T O D A S LAS O R G A N I Z A C I O N E S A D H E R I D A S A LA U N I O N G E N E R A L A Q U E H A G A N LO M I S M O ; y «Tercero. A U N N O H A B I E N D O R E C I B I D O D E L C O M I T É DE LA CONFEDERACIÓN NACIONAL DEL T R A B A J O COMUNICADO ALGUNO E X P O N I E N D O A LA UNION GENERAL LA SITUACIÓN E X A C T A DE BARCELONA, LA COMISIÓN EJECUTIVA RESOLVIÓ DIRIGIRSE A DICHA REPRESENTACIÓN P I D I É N D O L E ESOS D A T O S , Y , S O B R E T O D O , P A R A P O N E R S E D E A C U E R D O E N C U A N T O A L A ACCIÓN C O N J U N T A Q U E D E B E N DESARROLLAR AMBOS ORGANISMOS, A FIN DE A T A J A R EL DESBORDAMIENTO DE ATROPELLOS Y ARBITRARIEDADES DEL GOBIERNO Y O B T E N E R LA L I B E R T A D D E T O D O S LOS PRESOS G U B E R N A T I V O S . «Madrid, 27 de noviembre de 1 9 2 0 . «Por la Comisión ejecutiva: A N D R É S S A B O R I T , secretario adjunto; P A B L O IGLESIAS, presidente.»

56 C O N G R E S O E X T R A O R D I N A R I O D E L A F.S.I.

Coincidiendo con esta situación, la Federación Sindical Internacional celebró en Londres un Congreso extraordinario de ripo económico al que, en representación de la sección española, acudieron Besteiro y Caballero ( 2 2 de noviembre de 1 9 2 0 ) . Besteiro intervino para informar a los delegados inrernacionales de la situación del proletariado en nuestro país, donde desde hacía dos años y medio se venían practicando contra los rrabajadores roda clase de salvajes atropellos. Como resultado de esta información, la Internacional Sindical acordó enviar al señor Daro la siguiente carta: «El Congreso sindical internacional celebrado en Londres, puesto al corriente de la situación en que se encuentra el movimiento sindical en España, ha encargado al Bureau Internacional que se dirija, por mediación de usted, al gobierno español para hacerle saber su protesta contra la violación sistemática de las libertades y de los derechos sindicales. »E1 Bureau Sindical Internacional se permite recordar al gobierno de Madrid que se ha adherido al rítulo X I I I del Tratado de Versalles por el que se declara solemnemente el reconocimiento de la organización sindicalisra; que ese gobierno ha estado representado en la Confederación de su delegado, el vizconde de Eza, se ha adherido a la Convención Internacional que ratifica y da fuerza de aplicación al principio de libertad y de derecho del rrabajo, reclamados por el Trarado de Versalles y por el Pacro de la Sociedad de Naciones, que el gobierno español riene su delegado en el Consejo de Administración de la Oficina Internacional del Trabajo, el vizconde Eza, y que la misión principal de este organismo es velar por el respeto y cumplimiento de los Trarados y la aplicación de las Convenciones Inrernacionales.

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

227

»Por la presente, el Bureau Sindical Internacional pide a usted que intervenga cerca de su gobierno para que cese la persecución de que son víctimas los trabajadores españoles sindicados, para que sea respetado el derecho de organización y de defensa obrera. «El Bureau Sindical Internacional se permite esperar que no vendrá ya de España un ejemplc de desprecio a los principios aceptados por la palabra dada y que la lealtad y las consideraciones de humanidad seguirán siendo la conducta de los hombres. »E1 Bureau Sindical Internacional espera de usted la respuesta que le dé la seguridad de que el derecho de las organizaciones sindicalistas españolas será restablecido y que nuestros cantaradas, nuestros hermanos de lucha, no serán ya perseguidos. »En esta esperanza, sírvase recibir, señor ministro, la expresión de nuestros distinguidos sentimientos. — Firmado: L. J O U H A U X , presidente; F E R M Í N O U D E G E E S T , secretario.»

57 LA HUELGA DE R I O T I N T O Y LA ACCIÓN DE SOLIDARIDAD. M A N I O B R A S DE LA C.N.T. — SUS C O N S E C U E N C I A S P A R A LA U N I D A D DEL MOVIMIENTO O B R E R O

La huelga de Riotinto contra la despótica empresa inglesa, representó una gran batalla en la que la clase obrera se vio obligada a responder al desafío de la compañía. El 15 de noviembre de 1 9 2 0 se desplazaron a Madrid los dirigentes de la C.N.T. Salvador Seguí, González y Albert personándose en la secretaría de la U.G.T. para dar a conocer el acuerdo adoptado por su Central en el sentido d e : «Ratificar el pacto y ponerse de acuerdo con la Unión General de Trabajadores de España para buscar la forma de dar término a la huelga de Riotinto.» En relación con este propósito de huelga, la Confederación Nacional del Trabajo envió a la Unión General de Trabajadores de España las siguientes comunicaciones: «Barcelona, 24 de noviembre de 1 9 2 0 . — Al Comité de la Unión General de Trabajadores. Madrid. «Estimados compañeros: Salud. Por la Prensa estaréis enterados de la nueva represión de que se nos hace víctimas. Ante tales hechos, hemos de organizar una protesta seria y enérgica que tienda a demostrar la vitalidad de la clase trabajadora organizada, y, al efecto, mañana irá al paro general el ramo de ta alimentación; más tarde, servicios públicos; luego, el de transportes, y así sucesivamente hasta el final, que tratamos de evitar; y todo ello para ver si se soluciona la situación general de España, sobre todo Riotinto, Zaragoza y Barcelo-

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

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na o Cataluña, y se pone en libertad a todos los detenidos por orden gubernativa y se restablece la ley de Asociación. »En las provincias que podamos extender el paro escalonadamente, así lo haremos, pues no podemos realizar, en las circunstancias presentes, una batalla definitiva, que no conviene a la organización, y deseábamos nosotros que, si estáis identificados con nuestra manera de apreciar el momento actual, nos ayudaréis secundando el movimiento en todas las capitales, y sobre todo en las minas de carbón y en el de transportes, con los ferroviarios. »En espera de que toméis buena nota de ésta, queda vuestro y de la causa, deseándoos salud y energía, EL COMITÉ.» (Hay un sello que dice Confederación Nacional del Trabajo.) Cuando la Comisión ejecutiva de la U.G.T. iba a contestar a la comunicación anterior, recibe otra concebida en los siguientes términos: «Barcelona, 26 de noviembre de 1 9 2 0 . — Al Comité de la Unión General de Trabajadores. «Salud. «Estimados compañeros: Debido a ciertos trabajos que se hacen, han sido revocados los acuerdos que con fecha 24 os comunicábamos y, en su lugar, publicar un manifiesto aconsejando a nuestros federados que hagan una producción en toda España de un 50 por 1 0 0 menos en la labor diaria. En Cataluña ya se hace. A más, poner en movimiento, por si hace falta utilizarlos, los ramos de alimentación, transportes y servicios públicos. Si esto no diera el resultado que se persigue, ya diremos nuestra última palabra. «En espera de la vuestra, os desea salud y energía. EL COMITÉ.» (Hay un sello que dice Confederación Nacional del Trabajo.) Es necesario señalar aquí que, en torno a la huelga de Riotinto, la C.N.T. desplegó toda clase de maniobras. En su libro El movimiento obrero español. Historia y crítica (1886-1926), Manuel Buenacasa escribe (pág. 9 8 ) : «Convencidos nosotros de la mala fe de los dirigentes socialistas, quisimos ponerles a prueba llevando a las cláusulas del pacto una más: la solución en común de la huelga de Riotinto». Y más adelante añade: «El pleno de Barcelona había insinuado poner a prueba la buena fe de las gentes de la U.G.T. proponiéndoles una huelga nacional de mineros, luego la de ferroviarios y así sucesivamente hasta llegar a una huelga nacional, ante cuyo anuncio era de prever que la empresa de Riotinto cedería a las demandas de sus obreros..,». Ahora bien, la C.N.T. no tenía organizaciones importantes ni en mineros, ni en ferroviarios. ¿ Dónde estaba 16

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AMARO D E L R O S A L

la mala fe...? Se trataba, pura y simplemente, de una acción más de provocación. Veamos sus resultados inmediatos.

L A C.N.T. P R E C I P I T A Y PROVOCA UN M O V I M I E N T O NACIONAL AL MARGEN D E L P A C T O CON LA U.G.T.

Como consecuencia de las dos cartas anteriores, de la C.N.T., sin tener en cuenta para nada a la U.G.T., la Confederación Nacional del Trabajo, por sí y ante sí, había declarado la huelga general en toda España por tiempo indefinido, hasta la liberación de los presos. En esa situación de confusionismo, la Comisión ejecutiva de la U.G-T. tuvo conocimiento de que un delegado de la C.N.T. —Albert— había llegado a Madrid con el propósito de ponerse en relaciones con la Ejecutiva e informarle sobre la huelga. Antes de cumplir su misión, el delegado fue detenido, y el secretario general de la Unión, Largo Caballero, realizó las gestiones pertinentes para ponerse en contacto con Albert, lográndolo. En la entrevista con Caballero, el delegado de la C.N.T. confirmó que ésta había decretado la huelga general en toda España; que el movimiento tenía carácter indefinido con el fin de obtener la liberación de los presos. La C.N.T. había enviado delegados a provincias con esas instrucciones y él tenía la misión de ponerse en relación con la U.G.T. para examinar la posibilidad de que ésta secundara el movimiento. El representante de la C.N.T. hizo constar que sus pretensiones no eran una exigencia, que se trataba de una recomendación. Si la U.G.T. no estaba preparada para secundar el movimiento con carácter nacional que lo hiciera escalonadamente. Al día siguiente de la entrevista Caballero-Albert se presentó en la secretaría de la U.G.T. otro delegado de la C.N.T. —Antonio Ciará— autorizado para resolver con la Ejecutiva lo concerniente al contenido de las cartas de 24 y 26 de noviembre. Sobre su misión concreta ante la Unión afirmó que consistía en obtener una contestación sobre la decisión que tomaría la Unión en cuanto a la declaración de huelga general. La Comisión ejecutiva en reunión inmediata elaboró un documento, que entregó al delegado de la C.N.T., concebido en los siguientes términos : «Madrid, 9 de diciembre de 1 9 2 0 . — Al Comité de la Confederación Nacional del Trabajo. Barcelona. «Queridos compañeros. Esta Comisión ejecutiva se ha informado de vuestras cartas del 24 y 26 del pasado. «Esperábamos nos dijeseis cuál era vuestra última palabra, según

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

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indicabais en la vuestra del 26, cuando tuvimos conocimiento de que un compañero, representante de esa Confederación, había llegado a Madrid con el encargo de hablar con nosotros en nombre vuestro. »Por haber sido detenido el compañero Albert, no hemos podido hablar con él hasta hoy, que lo hemos hecho en la cárcel. «También hemos hablado posteriormente con el compañero Antonio Ciará. «Dichos camaradas nos han comunicado que habéis acordado la huelga indefinida, como protesta contra los atropellos del gobierno, y que venían a decirnos que si podíamos secundar el movimiento lo hiciésemos, y si esto no fuera posible inmediatamente, por no estar preparados, que viéramos si escalonadamente podíamos hacerlo. «Con toda esta información nos hemos reunido hoy para estudiar la situación, y el acuerdo tomado es el siguiente: »Es de lamentar que hayáis tomado la resolución del lanzamiento de una huelga general indefinida sin haber tratado antes con nosotros. »Si hubiésemos sido previamente consultados, en este caso hubiéramos manifestado nuestra opinión, consistente en que, dado el actual momento de crisis industrial y el carácter de mera protesta de la huelga general, no ofrece perspectivas de éxito y, en cambio, sí la ofrece de una gran represión para la clase obrera. »De aceptarla, hubiésemos procurado que su organización fuese lo más perfecta posible, como garantía de su eficacia. «Una vez lanzada la huelga por la Confederación Nacional del Trabajo, creemos que la unificación necesaria del movimiento es imposible ya, y estamos convencidos de que ni para los elementos que ya están en lucha ni para los que hubieran de ir a ella sería conveniente la extensión del movimiento. «Por estas razones expuestas, sentimos mucho no poder ofreceros extender el paro que habéis iniciado y que creemos deberíais suspender para evitar que, por consecuencia del mismo, cometan las autoridades nuevos brutales atropellos. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera. Por la Ejecutiva: El secretario general, F R A N C I S C O L A R G O C A B A L L E R O . »

R E P E R C U S I O N E S DE LA HUELGA DE LA CN.T.

En algunos centros obreros de Madrid la huelga de la C N . T . fue secundada, lo que llevó a una reunión de las juntas directivas de la Casa

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AMARO D E L R O S A L

del Pueblo en la que, entre otros asuntos de carácter general, se examinó el de la huelga aprobándose, a ese respecto, la siguiente resolución: «La Asamblea de directivas de la Casa del Pueblo de Madrid acuerda declarar el paro general en señal de protesta. El Consejo de dirección se pondrá al habla con el Comité ejecutivo de la Unión General de Trabajadores para pedirle que ésta, de acuerdo con la Confederación y con carácter urgente, organice el paro general en España en el momento oportuno.» La Casa del Pueblo de Madrid cobijaba a organizaciones que figuraban en la izquierda del movimiento obrero, como las de la Madera, Dependientes de comercio, Artes gráficas y otras. La decisión de las Juntas directivas creaba a la Comisión ejecutiva de la U.G.T. una situación difícil. La oposición sindical con la que se enfrentaba se aprovechaba de la situación. La directiva de la Casa del Pueblo solicitó de la Ejecutiva una entrevista, pero ésta, por estimar que la decisión de las juntas directivas revestía una gran importancia, provocó una reunión con representantes del Partido Socialista, el Consejo de dirección de la Casa del Pueblo y las directivas que habían aprobado la resolución. Y después de exponerse diferentes punttos de vista, finalmente se aprobó la siguiente nota que fue entregada al representante de la Confederación: «Reunidos en la Casa del Pueblo los representantes de la misma con las representaciones de la Unión General de Trabajadores y la del Partido Socialista, examinaron el acuerdo de las Juntas directivas, que consiste en sugerir a la Unión General la conveniencia de que declare, conjuntamente con la Confederación Nacional del Trabajo, la huelga general en toda España, como protesta contra la acción persecutoria de que es objeto la clase trabajadora por parte del gobierno. «Después de un cambio de impresiones en el que, además de las representaciones citadas, tomaron parte delegados de organizaciones importantes, se acordó aplazar la resolución definitiva en orden a lo propuesto por las entidades madrileñas y estudiar, en unión de la Confederación Nacional del Trabajo, el carácter y la forma que ha de tener la protesta contra los gobernantes actuales.» Esta decisión no dio satisfacción a ciertos gremios más afines a la posición extremista de la C.N.T. que a la «reformista» —llamémosla así— de sus dirigentes ugetistas. La C.N.T. había obrado con ligereza e incorrectamente, pero su decisión interpretaba el sentimiento de las masas. Su

H I S T O R I A D E L A U.G.T.

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actitud creó una situación difícil a la Ejecutiva de la U.G.T. lo que tuvo una repercusión negativa en el problema de la unidad. En el momento en que se estaba celebrando la reunión a que anteriormente nos referimos, hizo acto de presencia una comisión del Sindicato de la Madera para dar a conocer que habían tomado el acuerdo de ir a la huelga el lunes siguiente. L O J reunidos mostraron su desacuerdo con esa decisión por considerar perjudicial que las organizaciones de la Unión procedieran aisladamente. El Sindicato de la Madera mantuvo en firme su posición y tal como lo había acordado, el lunes fue al paro, propagando en otros gremios la necesidad de secundar la huelga. La actitud del Sindicato de la Madera llevó a una reunión del Consejo de dirección de la Casa del Pueblo, Ejecutivas del Partido y de la Unión y de los presidentes de las sociedades de la Casa del Pueblo. En esta asamblea fue condenado el Sindicato de la Madera, aprobándose la siguiente nota: «Reunidos los representantes de las sociedades Sindicato Metalúrgico, escultores, decoradores, embaldosadores, zapateros y guarnecedores, camareros, estuquistas, pintores, libreros, litógrafos, impresores, encuadernadores, fontanería y alcantarillas, constructores de carros, portlandistas, obreros municipales, fundidores tipógrafos, peones en general, cordoneros, cortadores de calzado, artículos de piel, cocheros y conductores de automóviles, ferroviarios, tejeros, repartidores de periódicos, constructores de carruajes, biseladores de luna y Sindicato de obreros y empleados de tiendas de cristal, Sindicato de la Alimentación, cigarreras y tabaqueros, marmolistas, vidrieros y fontaneros, gas y electricidad, carpinteros de armar, dependientes de pescaderías, Arte de imprimir, relojeros, constructores de sobres, dependencias de teatro, dependientes de comercio, albañiles, Sindicatos de Artes blancas, Comisión ejecutiva del Partido Socialista, Consejo de dirección de la Casa del Pueblo y Unión General de Trabajadores ratifican en un todo el acuerdo expresado en la nota del pasado sábado y que se hizo pública en la prensa del domingo 5 del corriente, y, en su consecuencia, reiteran a todos sus afiliados no abandonen el trabajo en tanto no reciban las órdenes expresas de sus Juntas directivas. Madrid, 6 de diciembre de 1920.»

Este problema creó una situación conflictiva entre la dirección de la Casa del Pueblo y varias de sus organizaciones, situación que se arrastró durante varios años en el movimiento obrero madrileño perjudicando seriamente su desarrollo.

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AMARO D E L R O S A L

L A P O S I C I Ó N D E L A C.N.T. CREA UNA S I T U A C I Ó N D I F Í C I L

A LA E J E C U T I V A DE LA U.G.T.

La radicalización del movimiento obrero se veía más interpretada en la C.N.T. que en la U.G.T. La primera había aceptado la Revolución rusa con el mayor entusiasmo, en aquel momento se sentía más identificada con la gran Revolución de octubre que los dirigentes de la U.G.T. que seguían la línea del reformismo de Amsterdam. Los dirigentes de la U.G.T. se enfrentaban con una rebelión de organizaciones y en cierto divorcio con las masas. A una ofensiva de las masas respondían con una defensiva de freno. Las reuniones de la Casa del Pueblo de Madrid coincidían con la presencia en la capital de España de representantes de la Confederación Nacional del Trabajo. La Comisión Ejecutiva volvió a reunir a las directivas de la Casa del Pueblo y a la Ejecutiva del Partido Socialista, para reiterarles que el acuerdo de la Unión se ratificaba en su postura, no considerando conveniente secundar la huelga por estimarla perjudicial para los intereses de los trabajadores. ¿Era una posición justa? Aun reconociendo que el proceder de la C.N.T. no había sido correcto de acuerdo con las realidades, tal vez resultara indispensable unirse al movimiento. Las masas no saben de sutilezas. En estos mismos días se habían presentado en Madrid delegados de las organizaciones de Bilbao, Oviedo, Valencia y Zaragoza pidiendo instrucciones con el fin de saber qué conducta debían adoptar. La Ejecutiva reiteró su posición de que no se secundara la huelga. En torno a esta huelga declarada por la C.N.T. sin consultar con la U.G.T., no obstante el pacto de unidad de acción que existía entre las dos centrales y las cordiales relaciones que se habían establecido, se produjeron situaciones conflictivas que llevaron al fracaso y a que se frustrara una vez más la idea de la unidad de la clase obrera. Por otro lado la imposición nunca llevará a la unidad.

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58 R U P T U R A D E L P A C T O U.G.T. - C.N.T. Después de la incómoda posición creada como consecuencia de la huelga, era obvio que los elementos de la C.N.T. no harían nada por consolidar el pacto ni por superar las dificultades. Los dirigentes de la U.G.T. tampoco. (Para nosotros la responsabilidad se localiza en los elementos de la C.N.T., si bien reconocemos, al mismo tiempo, la terquedad y falta de flexibilidad de la dirección de la U . G . T . ) Una vez más, una situación difícil y en presencia de una batalla política, coincidía con una actitud, directa o indirectamente provocativa de los elementos anarquistas. Dando continuidad a la situación, la Confederación Nacional del Trabajo enviaba a la Unión la siguiente comunicación: Barcelona, 8 de diciembre de 1 9 2 0 A la Comisión de la Unión General de Trabajadores «Salud. «Estimados compañeros: Vuestra actitud nos causa extrañeza. Claro está que no tenemos más referencias que las de la Prensa públic a ; pero, si éstas son ciertas, demuestran que vosotros no sólo no habéis hecho nada por secundar la orden de huelga que a las diferentes regiones hemos enviado, sino que os habéis opuesto en algunas poblaciones, como Madrid y Bilbao, por ejemplo, a que prosperaran los actos de protesta que habíamos organizado para oponer un dique a la represión canallesca y cobarde del actual gabinete. «Para formar un juicio exacto de la situación en que nos encontramos, esperamos carta vuestra. Nosotros, vencedores o vencidos, seguiremos siempre y con el mismo entusiasmo laborando por el triunfo de las aspiraciones proletarias; pero jamás colaboraremos con los parásitos y burócratas al sostenimiento del inicuo y oprobioso régimen burgués. En espera de la vuesta, os desea salud y energía EL COMITÉ.»

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A la anterior ra&lhumorada comunicación amparada simplemente en su firma por «El Comité», contestó la Comisión ejecutiva con otra carta, tan poco alentadora como la de la C.N.T. El lenguaje entraba en un clima de franca frialdad. Madrid, 17 de diciembre de 1 9 2 0 Al Comité de la Confederación Nacional del Trabajo. Barcelona «Estimados compañeros: Dada cuenta a la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de vuestra carta fecha 8 del corriente, se acordó manifestaros que lo hecho por nosotros en esta huelga, cuando se nos ha consultado por Madrid, Bilbao, Asturias y otras localidades, fue manifestar que no aconsejábamos secundasen el paro por las razones que os exponíamos en la nuestra del día 9 y que entregamos en propia mano al segundo delegado que mandasteis. »Pero si no hubieseis recibido dicha carta, os adjunto copia de la misma, a cuyo contenido debéis ateneros para juzgar. »Salud y acierto. El secreto general, F R A N C I S C O L A R G O CABALLERO. La Confederación reaccionó enviando a sus organizaciones y comités regionales a la siguiente circular: Al Comité de la Confederación Regional «Salud. «Estimados compañeros: De varias regiones hemos recibido desconsoladoras noticias referentes a la poca sinceridad con que la Unión General de Trabajadores ha cumplido el pacto que con este organismo nacional había celebrado y que no tenía otro objeto que tratar de evitar las deportaciones de militantes obreros y oponer un dique de contención a la desenfrenada política de represión y encanallamiento del actual ministerio y sus mandatarios. «Entendiendo este Comité nacional ante el fracaso, ¿por qué hemos de negarlo?, de la huelga general acordada por nosotros, de acuerdo con la organización obrera de Cataluña, en todas, pocas por fortuna, las poblaciones en que la Unión General goza de alguna influencia, en reunión celebrada anoche por nosotros, determinamos dar por roto el pacto, que, según todas las apariencias que los hechos más tarde acaecidos nos van demostrando, no tendía, por su parte, más que a envolvernos en las redes perniciosas de la política. Sin embargo, para hacer público este rompimiento, esperamos vuestra opinión en sentido rotundamente afirmativo o negativo, y si podéis consultar a las Federaciones locales y comarcales, tanto mejor. Nuestra organi-

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zación ha respondido, como siempre, brillante y valerosamente a nuestro llamamiento en pro de la solidaridad que debemos a nuestros presos y deportados. Aragón es un espejo en el cual debemos estudiar nuestros movimientos futuros. Cuando recibamos vuestra contestación, redactaremos un nuevo manifiesto, dando cuenta de todo, en el cual pondremos de relieve, una vez más, las malas artes con que los políticos de todos los matices tratan de explotar la buena fe del pueblo productor. No olvidéis que esto ha de hacerse antes del día 19, fecha fijada para la celebración de las elecciones. »Salud y energía os desea, por la C.N.T., EL COMITÉ.» A los pocos días, la Confederación Nacional del Trabajo lanzaba un manifiesto. Tenía prisa, como señala en su comunicación anterior; consideraba que ese documento debería aparecer antes de las elecciones que estaban fijadas para el día 19- Curioso propósito y coincidencia que sin duda agradecería la reacción. ¿Por qué mezclar este problema con las elecciones? He aquí el texto del documento :

A T O D O S LOS T R A B A J A D O R E S ESPAÑOLES «La situación en que nos encontramos nos obliga a poner de relieve ante toda la clase obrera de España la traición manifiesta que la Unión General de Trabajadores ha cometido en momentos en que una actitud decidida y enérgica podía haber dado al traste con la represión gubernamental que hace dos años estamos sufriendo los que militamos en las vanguardias del obrerismo revolucionario. El Partido Socialista, cuya influencia en la citada Unión es bien manifiesta, ha preferido anteponer los intereses políticos de partido a una actuación de conjunto que respondiera al momento. La protesta no ha alcanzado toda su intensidad porque los directores del organismo reformista, ante las promesas del gobierno datista, ha preferido colaborar con el régimen burgués y oponerse a nuestra acción. »Ante tales hechos, nosotros, con la aquiescencia de los Comités regionales que hasta ahora han llegado a nuestro poder, damos por deshecho un pacto, que el mantenerlo un día más sería una deshonra, un borrón en nuestra inmaculada historia societaria. Hemos dirigido una carta al Comité ejecutivo del Partido Socialista y en ella le rogábamos nos diera cuenta de los nombres de significados sindicalistas que habían pretendido una inteligencia con él para fines electorales. El no haber obtenido respuestas nos da derecho a suponer que la

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Unión, al aceptar el pacto, lo hizo atenta solamente a la idea de envolvernos en las perniciosas redes de la política. »Con esta fecha recurrimos al proletariado internacional para que nos preste apoyo en la lucha que con la España inquisitorial y política mantenemos. En estas notas, que más tarde aclararemos convenientemente, reafirmamos nuestro credo antiparlamentario y pedimos a todos los obreros que no voten, que no ayuden a elaborar la cadena que apretará nuestras gargantas, aunque ésta sea dorada, como las que presentan republicanos, radicales y socialistas. »Por la Confederación Nacional del Trabajo, EL C O M I T É . » El envolver el problema de la huelga y sus derivaciones con el problema de las elecciones es altamente sospechoso y ofrece una muy íntima relación con otros momentos en que el apoliticismo ha tenido una extraña explicación. Ante una situación de terror —una huelga precipitada sin consultar con el pactante, la U.G.T.—, los dirigentes de la C.N.T., escudándose en la firma «El Comité», terminan por fijar, una vez más, ante unas elecciones, su posición de ataque brutal contra el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores de España para exhortar —como reiteración utilizada en cada momento político difícil— a todos los obreros «que no voten, que no ayuden a elaborar la cadena que apretará nuestras gargantas, aunque ésta sea dorada, como los que presentan republicanos, radicales y socialistas»... ¡Qué bonitas frases! ¡Qué raros designios! Cambó y Lerroux, en Cataluña, se sentían anarquistas... Pero triunfarían sus candidaturas. En coyunturas como ésa, nada fue más político que el apoliticismo de los anarquistas, gracias al cual, por ejemplo, en un feudo anarquista como Gijón, tenía asegurada su elección el conde de Revillagigedo. La Unión General de Trabajadores, como era natural, no podía silenciar su posición y contestó al manifiesto de la C.N.T. —de su Comité— con el siguiente documento, bien discreto por cierto, dirigido a los trabajadores españoles:

A T O D O S LOS O B R E R O S ESPAÑOLES «Compañeros: El Comité de la Confederación Nacional del Trabajo, después de ofender a nuestra organización y al Partido Socialista con viles calumnias, declara roto el pacto que hizo con este Comité en el mes de setiembre último. » N o vamos a contestar extensamente a la hoja en que eso se hace. Lo efectuaremos otro día. Por hoy nos interesa decir lo siguiente: »Que la Unión General de Trabajadores ha cumplido con toda

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lealtad dicho pacto y que el Partido Socialista ha contribuido con sumo interés a su cumplimiento. «Que creemos que no fueron con sinceridad a él los que ahora lo rompen, atribuyendo a un acto nuestro el resultado que necesariamente había de tener una iniciativa tomada por ellos. »Que deploramos la ruptura del referido pacto, porque debilitará la potencia de la organización obrera en nuestro país, y que pondremos especial empeño en evitar que las relaciones de unos y otros trabajadores organizados adquieran características que a todos perjudiquen. »Que al aconsejar este Comité a sus representados que no secundaran la huelga general iniciada por el de la Confederación, no ha traicionado los intereses del proletariado español ni faltado al pacto que suscribió. Lo que sí ha hecho ha sido evitar que la clase trabajadora militante sufriera un tremendo fracaso, con hondo quebranto para su organización y grave daño para muchos de sus individuos. »Y que ni los hombres de la Unión General, a quienes representamos, ni los del Partido Socialista, a los que conocemos perfectamente, tienen madera a propósito para entenderse, en perjuicio de los trabajadores, con gobiernos datistas o no datistas. «Ponemos punto a estas líneas señalando el anómalo hecho de que, estando en la cárcel y en el destierro gran número de sindicalistas, quienes ostentan la representación de éstos den a los proletarios un consejo de carácter electoral, que se abstengan de votar, favorable, en primer término, al gobierno que trata a aquéllos y a otros trabajadores tan canallescamente. «Madrid, 18 de diciembre de 1920.—Por la ejecutiva: El presidente, Pablo Iglesias; el secretario general, Francisco Largo Caballero.» Pero dejemos la palabra a C a b a l l e r o :

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«Después se publicó un manifiesto dando cuenta de lo ocurrido, del cual se hizo una tirada de cien mil ejemplares que fueron repartidos por las principales poblaciones de España.» Reunido el Pleno del Comité nacional y tratado el punto de las relaciones entre la Unión y la Confederación, se tomó el siguiente acuerdo por unanimidad: «Primero. 1.

Aprobar la conducta seguida por la Comisión ejecu-

Francisco Largo Caballero, Presente y futuro de la Unión General de Tra-

bajadores de España.

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tiva en todo lo actuado respecto al pacto que la Confederación del Trabajo rompió recientemente. «Segundo. Declarar que la Comisión ejecutiva dejó cumplido en estas gestiones el plausible acuerdo del último Congreso de la Unión General, encaminado a conseguir la fusión de los organismos obreros españoles reconocedores de la lucha de clases, e, igualmente, afirmar que, ante la actitud tomada por la Confederación del Trabajo, de violenta e injusta hostilidad hacia la Unión, no procede, de momento, que se entablen cerca de aquélla nuevas negociaciones para concertar fusiones, notoriamente imposibles en las actuales circunstancias, ni para sellar pactos que, observados leal y honradamente por la Unión, pretenden aprovecharlos ciertos grupos anónimos e irresponsables para arrastrarla a movimientos en cuya iniciativa ni se escucha siquiera su criterio, como aconteció en el reciente intento de huelga general, decretada sin consultar la voluntad de la Unión. «Tercero. Declarar asimismo que, en virtud de la ruptura del pacto, las organizaciones de la Unión General deben moverse con máxima libertad, no sólo para preconizar las ventajas, cada día más contrastadas por la realidad, de la táctica y los procedimientos de lucha usuales en la Unión, sino también para defender su vida y su progreso contra los ataques de quienes pretendan quebrantarlo por medio de la injuria y del terror, utilizando la acción de núcleos perturbadores incrustados en las mismas colectividades.»

«Ahí quedan los pormenores sobre este particular del movimiento obrero español, con toda exactitud relatados. Que en su día la Historia juzgue con imparcialidad a los culpables de las luchas intestinas entre organismos que debieran, a pesar de sus diferencias de ideología, mantener las relaciones cordiales indispensables entre los que tienen intereses comunes que defenter.»

En una situación objetivamente revoluconaria, unos cuadros dirigentes carecían de teoría revolucionaria; otros, estaban sobrados de teorías reformistas, socialdemócratas en el sentido peyorativo del término. Las viejas querellas de anarquismo y marxismo, que arrancan de la Primera Internacional, no habían sido superadas e incluso se mantienen en ciertos medios hasta nuestros días. Es el veneno que ha corroído al movimiento obrero español, sin que las experiencias históricas hayan sido capaces de neutralizarlo. Para comprobar este hecho negativo, bastaría leer toda la

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producción literaria del anarcosindicalismo, de los cuadros de la C.N.T., aparecido hasta nuestros mismos días. En la forma que venimos relatando terminó la experiencia más solemne de colaboración intentada entre la U.G.T. y la C.N.T. El acuerdo tuvo una breve vida, su rompimiento fue, durante algún tiempo, tema de discusiones apasionadas y de no pocas violencias.

59 ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL CARÁCTER Y LAS T Á C T I C A S DE N U E S T R A S D O S C E N T R A L E S SINDICALES

Después de los acontecimientos que ha atravesado España, resulta indiscreto formular algunas consideraciones que ilustren al lector sobre aspectos fundamentales del movimiento obrero español, esta vez referidos de modo más especial a la Confederación Nacional del Trabajo. El pacto nació sin un esclarecimiento serio del alcance y significación de problema tan importante y trascendental como el de la unidad, que no bastaba fuera sentida por las masas, sino que era necesario que éstas se identificaran con ella y la comprendieran en todo su significado. Se había dejado pasar la gran ocasión para llegar a un esclarecimiento de las diferencias que separaban a las dos centrales y realizar el esfuerzo necesario por crear el clima en que, si no la fusión, por lo menos la convivencia y una unidad de acción, como primera etapa, hubieran sido posibles. La C.N.T. había conseguido una fuerza extraordinaria y un influjo cierto en las masas obreras españolas en el período eufórico de la guerra y de la posguerra. Ese poderío y esa influencia, ganados en movimientos formidables que realizó, sobre todo en Barcelona, embriagaron un poco a los que eran actores principales de aquellos triunfos y, en el Congreso de la Comedia, como queda registrado en páginas anteriores, la C.N.T. no sólo proclamó su adscripción al comunismo libertario, sino que, en materia de relaciones con la U.G.T., decidió su absorción pura y simple, emplazando a las masas ugetistas ante este falso dilema: o ingresaban en la C.N.T. o serían «amarillos»... Pero independientemente de estos motivos existían otros de carácter igualmente fundamental que quitaron al pacto gran parte de su eficacia La verdad era que en los medios ugetistas no se estaba de acuerdo, en modo alguno, con los procedimientos de lucha que empleaban los cenetistas. Las formas de organización sindical no eran de ninguna manera con-

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cordantes. No sólo por la estructura formal (sindicato único de industria) que probablemente suponía un progreso — l a U.G.T. estaba estructurándose a base de Federaciones de industria—, sino por las prácticas y la concepción dominante que eran en todo opuestas a las de las secciones de la Unión. El movimiento cenetista estaba imbuido de las ideas y principios de acción directa sorelianos mezclados con toda la vieja ideología ácrata, anarcosindicalista. Los sindicatos de la U.G.T. estaban organizados democráticamente y, en su orientación y dirección, la masa tenía un papel que llenar y lo llenaba. Esta noción democrática estaba mucho más diluida en los sindicatos cenetistas, en los que la dirección aparecía mucho más centralizada y dependiendo, más que de la decisión de la mayoría de los afiliados, de la voluntad de grupos de militantes, de los llamados «grupos específicos». La escrupulosidad con que se llevaban las cuentas en los sindicatos ugetistas era desconocida en la C.N.T. De otra parte, las especiales modalidades de la lucha que mantenían hacía imposible cualquier clase de control y, desde luego, esa cuestión había de tener un alcance secundario. La cotización no era normal, regular ni estaba sujeta a verificación. No correspondía en modo alguno a la concepción ugetista de la caja de resistencia. Las necesidades de la lucha imponían la cuantía y la forma de cotizar. La manera compulsiva no era rara. Ese medio «incontrolado» era campo fácil para el desarrollo de la provocación que tanto perturbó a las organizaciones y movimientos del anarcosindicalismo. En cuestión de métodos de combate, la C.N.T. no se paraba ante ningún procedimiento por violento que pareciera y esto fue precisamente lo que determinó su momentánea gran eficacia y los éxitos de los primeros tiempos. Mas este exceso de eficacia había de generar la obligada contrapartida: el terror gubernamental y patronal y, a su servicio, la acción criminal de los provocadores y asesinos a sueldo, el pistolerismo. No era en modo alguno posible que la clase patronal, dueña del Estado burgués, permitiera la serie de agresiones que se produjeron en Barcelona sin que se lanzara a una respuesta igualmente violenta. Y allí donde no podía llegar la acción legal ni la coercitiva del Estado, tenía que llegar la de otros elementos estipendiados, dedicados a la caza de militantes obreros. Dos órdenes de motivos hacían que esta modalidad de lucha repugnara a los elementos directivos de la U.G.T. Uno, el sentido democrático que, en su entender, debe imperar en la organización obrera, sentido democrático que arranca de la concepción de que el movimiento obrero no es realmente fuerte más que cuando logra hacer intervenir en la lucha y soldar a sus contigencias al mayor número de trabajadores: la acción de masas. La táctica de confiar a la acción del grupo la resolución de los

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problemas que interesan a todos, no es la buena. Porque la emancipación social no puede ser el resultado de la acción individual o de un núcleo reducido de militantes, por abnegados y heroicos que sean, sino el producto de la aportación y el esfeurzo de toda la clase obrera, siquiera sean sus minorías más preparadas las que asuman el papel rector. Con aquella posición, cuya lineación anarquista es bien clara, se condenaba a la masa a un papel pasivo, se la educaba en la confianza de que no debía pensar ni actuar, ya que el grupo haría lo necesario para convencer al patrono, aterrorizarlo o suprimirlo. Y así, cuando llegara el momento de la acción general, como llegó, faltó la asistencia multitudinaria que es, por lo menos dentro de la ideología que preside la conducta de la U.G.T., el factor verdaderamente revolucionario y decisivo de la lucha. El otro motivo venía derivado de la repugnancia que siempre se ha sentido en los medios ugetistas por la acción violenta de tipo individual. Obedece esta repugnancia indudablemente a motivos sentimentales en unos y, en otros, a razones tácticas fundamentales. El socialismo rechaza, por principio, la acción personal. Si se ha rechazado el atentado político, la propaganda por el hecho, con mayor motivo ha de repudiarse una acción terrorista que tiene por blanco este o aquel patrono, este o aquel burgués. Recordando a Nelson, puede decirse en esta ocasión que no es a la arboladura a la que hay que apuntar, sino a los cascos. No es al patrono aislado, sino al sistema patronal al que hay que combatir. No es al burgués tirano y déspota al que hay que abatir, sino a todo un sistema tiránico y burgués. Y esto, sólo se le puede derribar por una acción revolucionaria de masas, de toda la clase obrera, cuyo objetivo debe ser la conquista del Poder. Estando el Poder intacto en manos de la burguesía, todo el aparato del Estado había de acudir en su auxilio. Y el aparato del Estado no es sólo la fuerza pública. Tiene resortes sutiles que desempeñan un papel importante en situaciones como las que conocía Cataluña. Los asesinos de la patronal, que actuaron principalmente en Barcelona, gozaban de la inmensa ventaja de tener asegurada la más absoluta impunidad. En los medios ugetistas se advirtió, desde los primeros momentos, que la guerra civil de las clases, la lucha sindical degeneraría, en virtud de aquella táctica, en una caza del hombre, en una contienda que, si no se desarrollara en el marco de una urbe importante, merecería el calificativo de selvática. Dentro de la C.N.T. —sería una gran injusticia no proclamarlo— existía un estado mayor dirigente contrario a determinados métodos de acción. Pero es lo cierto que sólo transitoriamente hacía prosperar su criterio, ahogado, en la generalidad de los casos, por otras fuerzas, las de los «grupos específicos», que eran alma de la Confederación, pero que la llevaron

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a verdaderos callejones sin salida. La C.N.T. acusaba a la U.G.T. de estar monopolizada por el Partido Socialista, afirmación que no corresponde totalmente a la realidad. Una cosa es la coincidencia, en líneas generales, a unas posiciones de principio, y otra estar bajo una dependencia. Sin embargo, las masas de la C.N.T. estaban no ya bajo la dependencia, sino bajo la dictadura de los «grupos específicos», hasta por el terrorismo. En la U.G.T. jamás fue principio la coacción terrorista.

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60 ACENTUACIÓN DEL T E R R O R I S M O EN BARCELONA Y DESASTRE DE ANNUAL

El fenómeno social que se producía en diversos lugares españoles era muy variado en sus manifestaciones, pero en Cataluña se caracterizaba de manera especial con el nombre de terrorismo. Unas veces la bomba, otras, la pistola, la verdad es que en Barcelona eran diarios los atentados y no dejaba de crecer el número de víctimas. La prolongación de estos hechos y los objetivos a menudo alcanzados por los terroristas llegaron a hacer surgir la sospecha, que luego fue convencimiento en el alma popular, de que tales atentados eran la obra de una organización clandestina y que, por el momento de su aparición lo mismo que por el modo de producirse, no podían ser sino obra de los enemigos de la clase obrera organizada. Las calles de Barcelona fueron teatro de espantoso número de crímenes. Entre los que más sublevaron la conciencia popular figuran los asesinatos de Francisco Layret, Salvador Seguí, Evelio B o a l . . En estas ejecuciones, ordenadas por quienes ejercían autoridad y amparadas por quienes tenían la máxima autoridad, lo más repugnante era el sadismo frío que las presidía. El mismo Ángel Pestaña fue agredido, aunque no mortalmente, y cuando iba a salir curado del hospital, le estaban esperando nuevamente los asesinos apostados a la puerta del establecimiento benéfico. Fue Indalecio Prieto quien, ayudado por los demás diputados socialistas, denunció en el Parlamento lo que se pretendía hacer con Pestaña y con otros compañeros sindicalistas. Y fue el mismo Prieto quien informó al país, a través del Congreso, de que el pistolerismo, organizado en Barcelona desde arriba, ya no asesinaba a los obreros por las calles ni los encerraba en las cárceles, sino que —para no dejar huella del crimen— arrojaba los cadáveres al mar. La denuncia sacudió a la opinión pública. Los pistoleros se consideraban tan eficazmente amparados que no vacilaron en ir a buscar a Prieto al propio recinto del Congreso para matarlo por

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sorpresa. Fue un verdadero milagro que saliera ileso de aquel atentado. En las cárceles se amontonaban los trabajadores, y los gobernantes daban la impresión de haber perdido todo poder y toda influencia sobre las autoridades que debían estarles subordinadas, pero que procedían al dictado de las asociaciones patronales. A tal punto llegó la locura de dichas autoridades que, habiendo llegado a conocimiento de las comisiones ejecutivas del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores noticias de que se fraguaban las más terribles maquinaciones contra los compañeros presos en Barcelona y Mahón, dichos organismos acordaron dirigir al país el dramático llamamiento que sigue:

EL

PARTIDO SOCIALISTA Y LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES A L O S O B R E R O S Y A CUANTOS H O M B R E S TENGAN C O N C I E N C I A DE LA D I G N I D A D HUMANA

«El Partido Socialista y la Unión General no pueden callar, porque no deben hacerlo: su historia, significación y responsabilidad se lo vedan. No era a ellos, sin duda alguna, sino a aquellas fuerzas políticas que tienen como misión histórica defender las libertades más elementales a quienes correspondía de un modo especial el requerir un día y otro a la conciencia del país para que no se dejase envilecer civilmente viendo cómo por satisfacer ansias de venganza se escogen en calidad de rehenes a Hombres de una determinada significación ideal. »Mas, entre tanto, formulamos ante la clase trabajadora y el país nuestra protesta viva y angustiosa, aún más acerba y desesperante que lo hizo la representación del Partido Socialista en las Cortes, porque en estos días se fraguan maquinaciones siniestras en Barcelona y Mahón contra hombres a quienes hasta ahora se les guarda en los calabozos, s í ; pero a los que se nos asegura se les echará para que puedan caer bajo la acción de la banda de pistoleros irresponsables. »A cuantos individuos y entidades se estimen obligados a la defensa del leve patrimonio civil existente en nuestro país; a los periódicos que se consideren insolidarios con la conducta del Poder público en Cataluña y obligados a defender el respeto al derecho humano; a los Ateneos y Centros de cultura, que jamás permanecieron mudos en los momentos dramáticos de nuestra vida política; a los escritores que tengan conciencia de su responsabilidad; a los profesores ; a la masa trabajadora y a la masa ciudadana les requerimos para que levanten el espíritu protestarlo del país y ejerzan presión

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sobre el Poder, a fin de que éste devuelva a España sus escasas libertades y no lleguen a perpetrarse los crímenes que se incuban. » ¿ E s que los partidos políticos de izquierda hacen dejación plena de su obligación primaria, la de exigir de un modo efectivo a los gobiernos con quienes turnan y a la institución a la cual amparan el respeto a la vida? ¿Es que en estos momentos en que se nos denuncia que se preparan nuevas ejecuciones de rehenes, y nosotros, a nuestra vez, lo denunciamos ante España, esos partidos van a callar? ¿Qué sentido real sería en este caso el del liberalismo español? Aguardamos las acciones de esos partidos. «Madrid, 8 de julio de 1 9 2 1 . — Por el Partido Socialista Obrero y la Unión General de Trabajadores: Pablo Iglesias Posse, Julián Besteiro Fernández, Indalecio Prieto Tuero, Toribio Pascual Palacios, Fernando de los Ríos Urruti, Antonio Fernández Quer, Fermín Blázquez Nieto, Francisco Núñez Tomás, Andrés Saborit Colomer, Manuel Cordero López, Lucio Martínez Gil, Vicente Barrio Minguito y Francisco Largo Caballero. »La representación de los dos organismos dichos os recomienda protestéis contra esos hechos en mítines, hojas, prensa, telegramas, etcétera. »Hay que evidenciar ante el gobierno nuestra protesta, y esperamos que todo el proletariado organizado la secundará. Por el Partido Socialista: Andrés Saborit, secretario. Por la Unión General: Francisco L Caballero, secretario general.» Mientras en la Península los gobernantes aplicaban los métodos que Martínez Anido actualizó en Barcelona —la tristemente famosa «ley de fugas»—, las tropas españolas sufrían en Marruecos un enorme desastre que provocó el hundimiento de la Comandancia militar de Melilla. Muchos miles de soldados españoles recibieron una muerte horrible y aún fue mayor el número de los que debieron sufrir un terrible cautiverio. Este desastroso suceso provocó una enorme sensación que se concretó en una intensa campaña para exigir responsabilidades, responsabilidades que más tarde tomarían cuerpo en el célebre expediente Picasso.

61 XV CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES DE ESPAÑA

El sábado 18 de noviembre de 1922 comenzaban las tareas del XV Congreso de la U.G.T. A él asistía mayor número de delegados y en él estaban representados más trabajadores que nunca. El salón teatro de la Casa del Pueblo fue el local utilizado. Durante todas las sesiones, la concurrencia a los debates fue realmente extraordinaria. En nombre de la Federación Sindical Internacional concurría a esta asamblea León Jouhaux y Fermín Oudegeest. Se recibieron también cordiales mensajes de saludo de las centrales sindicales de Alemania, Bélgica, India, Italia, Francia, Holanda y otras. Se nombró presidente del congreso a Remigio Cabello, y vicepresidentes a Teodomiro Menéndez y José Gómez Osorio. Desde que comenzaron los trabajos preliminares de constitución del congreso, pudo comprobarse la existencia de un fuerte ambiente de pasión, determinado por la presencia de un grupo de delegados comunistas que aspiraban a fijar su posición dentro de la asamblea y a defender sus puntos de vista en la línea de nuevas corrientes políticas y sindicales en el movimiento obrero internacional, conducta determinada, en gran parte, por la revolución rusa. La rivalidad de estos delegados con los socialistas se había acentuado. No obstante haber sido todos camaradas de partido, los militantes socialistas y comunistas no hacían entonces sino marcar el odio que los dividía y, así, fueron constantes los incidentes que, a lo largo de los trabajos del congreso, se produjeron. La escisión en el Partido Socialista, con la constitución de un partido comunista, repercutía en el movimiento sindical con gran violencia, lo que nos lleva a sostener, una vez más, que la demagogia y el sectarismo han sido y son las dos enfermedades más graves en el movimiento obrero, sin dejar de reconocer que también lo son de otras corporaciones.

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En las sesiones del congreso del Partido Socialista donde se discutió el problema de las Internacionales —asamblea que terminó con la división del Partido Socialista y la constitución del Partido Comunista— se autorizaba la entrada al público. Y es de justicia reconocer que los oradores estuvieron sometidos en varias ocasiones a la coacción de una asistencia que exteriorizaba apasionadamente sus simpatías por los que representaban la tendencia favorable a la Tercera Internacional. Esta realidad hizo que los organizadores del XV Congreso de la U.G.T. adoptaran una serie de medidas para garantizar la celebración del mismo sin ninguna clase de presiones. Entre esas medidas figuraba la de disponer y situar en el local grupos de socialistas probados, convenientemente equipados y cuya misión era neutralizar, por los medios que fuera, cualquier acción intentada por los espectadores. El presidente, Remigio Cabello, aludió a estas medidas como advertencia que debía ser tenida en cuenta por quienes intentaran perturbar el orden. Pablo Iglesias, que se hallaba enfermo, no pudo asistir a las deliberaciones de la asamblea. Esta acordó dirigir un fraternal saludo al «abuelo», al mismo tiempo que le expresaba su deseo de verle pronto restablecido. También se tributó un cordial recuerdo a cuantos sufrían prisión o persecución y se decidió hacer lo posible por obtener su libertad. Igualmente se hizo constar el sentimiento de los delegados por las víctimas caídas en Barcelona a consecuencia del terror reaccionario allí desplegado por patronos y autoridades. El congreso protestó contra la disposición gubernativa relativa al régimen de sindicación obligatoria, por considerarla atentatoria a los intereses de la clase trabajadora. Igualmente se protestó contra el propósito del gobierno de prohibir a los funcionarios el derecho de huelga. Los reunidos hicieron constar su más enérgica protesta contra los repetidos atropellos a los más elementales principios de humanidad, cometidos en Italia apenas implantado el fascismo musoliniano, y expresó su solidaridad con el proletariado italiano, víctima de los más atroces crímenes. La clase obrera española, afirmando su tradición pacifista, condenó en su congreso las luchas entre los diversos pueblos e hizo votos por la paz mundial. En su repulsa quedaba, por supuesto, incluida la guerra que la monarquía española imponía al pueblo marroquí. Manifestaron asimismo los reunidos su propósito de exigir las responsabilidades que se derivaran del expediente Picasso en la catástrofe de Marruecos.

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Fue también aprobado el envío de un saludo cordial a la República de los Soviets. Tomados los acuerdos que se reseñan, se produjo en la sala un lamentable incidente. El día 22 se celebraba la cuarta sesión de este importante comicio. Se había acordado, por gran mayoría, que la U.G.T. enviase cuatro representantes al Congreso Internacional de la Paz, que estaba convocado en La Haya. A continuación, Teodomiro Menéndez se adelantó al proscenio para hacer al congreso la presentación de Oudegeest y Jouhaux, representantes de la Federación Sindical Internacional, que fueron recibidos con grandes aplausos por la mayoría de los delegados. En este momento, desde las localidades altas del teatro alguien arrojó unas octavillas, lo que dio lugar a que el servicio de orden establecido se movilizara en el acto, y que los compañeros encargados del mismo se arrojaran sobre los que creían actores del hecho. Se produjo un choque violentísimo durante el cual sonaron varios disparos de arma de fuego. Durante varios minutos reinó en la sala la natural confusión. Una vez restablecida la calma, se vino en conocimiento de que, en el lugar reservado al público, había un muerto y tres heridos. El obrero muerto se llamaba José González Portillo, militante del Sindicato de albañiles. Teodomiro Menéndez, que en ese momento estaba en el uso de la palabra, pronunció unas palabras llenas de patetismo, destinadas a condenar el hecho y a sus autores. Besteiro, a su vez, recordó las amarguras que el proletariado español venía sufriendo en los últimos años y expresó su confianza de que se hubiera logrado alcanzar el final de la tragedia. Después de una ovación a Jouhaux y a Oudegeest, se acordó levantar la sesión en señal de protesta y continuar los trabajos por la tarde. Así se hizo. En la quinta sesión se manifestó, de modo unánime, el sentimiento de protesta por el suceso que hemos referido y se consagró un elogio a las condiciones de militante de González Portillo. Algo penoso y lamentable que no hizo más que ahondar discrepancias y envenenar las relaciones entre las organizaciones de la Casa del Pueblo de Madrid. Caballero informó del proceso de formación del pacto con la C.N.T., de sus vicisitudes y de su ruptura. Y en éste, como en los demás puntos, quedó aprobada la gestión del Comité. Seguidamente, los delegados de la Internacional pronunciaron interesantes discursos que fueron premiados con sendas ovaciones. A ambos parlamentos contestó Besteiro. Elegida la Ejecutiva, quedó constituida por los siguientes compañeros: 1

1.

Véanse capítulos anteriores, en particular del 54 al 5 9 .

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Presidente, Pablo Iglesias; vicepresidente, Julián Besteiro; secretario, Francisco Largo Caballero; secretario adjunto, Andrés Saborit; tesorero-contador, Vicente Barrio; vocales: Antonio Fabra Ribas, Manuel Cordero, Lucio Martínez Gil, Francisco Núñez Tomás, Trifón Gómez y Luis Fernández Martínez. Los representantes de la fracción enemiga de la Internacional de Amsterdam quedaban eliminados de la dirección de la U.G.T. Al terminar la asamblea, se habían aprobado diversas ponencias en orden a los problemas políticos y sociales que planteaba la actualidad. Los trabajos del congreso terminaron con un elocuente discurso de Teodomiro Menéndez.

62 LOS SOCIALISTAS ESPAÑOLES Y LA III INTERNACIONAL

En 1922, cuando se celebra el XV Congreso de la Unión General de Trabajadores, la situación revolucionaria había cedido mucho en el Continente. Los ejércitos soviéticos, si bien habían conseguido vencer a Wrangel en Crimea arrojándolo al mar Negro, sufrieron una terrible derrota ante los muros de Varsovia. En consecuencia, se vieron obligados a aceptar una paz que les desposeía de extensos territorios en favor de Polonia, a la sazón potencia mimada del imperialismo franco-inglés. En todos los países, los elementos reformistas del movimiento obrero levantaron la cabeza y se fueron desposeyendo de la fraseología revolucionaria que, obligados por las circunstancias, hubieron de adoptar un momento. El saludo del XV Congreso de la U.G.T. a la República de los Soviets es la última de estas concesiones. Ya en la fecha de su celebración, la hostilidad a la República soviética era bien marcada. Ni los hombres ni los métodos, ni las doctrinas se aceptaban ya en los estratos dirigentes del Partido Socialista español y de la Unión General de Trabajadores de España. Se olvidaba, en cambio, la conducta de la socialdemocracia alemana y se le abría un nuevo crédito de confianza. Cuando el Partido Socialista alemán se adhería a la Internacional «dos y media», o Internacional de Viena, estaba bien claro que los acontecimientos llevarían —en Alemania— a la fusión de socialdemócratas e independientes, es decir, a la reconstrucción del viejo partido, como si nada hubiera pasado. Y que, en el plano internacional, había de darse igual fenómeno. Resultaba inútil que los viejos socialistas se rasgaran las vestiduras y dijeran que no marcharían nunca junto a Noske, Ebert y Sheidemman, los cínicos verdugos de la revolución proletaria y responsables de los asesinatos de Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht. Los acontecimientos tienen su lógica, y la posición hostil de esos socialistas a la Tercera Internacional debía conducir fatalmente a aproximarlos a los que fueron —y esto no es más que el reconocimiento de un hecho histórico— dele-

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gados de las fuerzas de la reacción especialmente comisionados para cometer un crimen del que jamás se han arrepentido ni mostrado pesarosos siquiera. Los dirigentes de la Tercera Internacional, y Lenin como su principal figura querían que este organismo estuviera integrado por partidos revolucionarios y que éstos fuesen purgados de todas las personalidades reformistas que en ellos bullían. Las célebres «21 condiciones» para el ingreso no podían ser aceptadas, en modo alguno, por quienes tenían una formación socialdemócrata. En partidos como el español, donde la educación sentimental era casi la única recibida, partido en el que existían lazos de amistad entrañable y admiraciones cordiales hacia los militantes más distinguidos, no podía prosperar una concepción seca de la lucha que aspiraba a colocar extramuros de la organización a los hombres que no tuvieran la formación, el temple, el espíritu de disciplina que se consideraba necesario para formar en las filas del comunismo internacional. Esta posición de exclusión de los líderes que durante la guerra europea no habían mantenido una posición secamente marxista, correspondiente a la adoptada por la izquierda de Zimmerwald, determinó la escisión de partidos como el francés, que consideraban una terrible injusticia que se expulsara de la familia socialista a Juan Longuet, por ejemplo, nieto de Marx y hombre que, durante la guerra, se mantuvo alejado de los excesos patrióticos de sus correligionarios y aun creó un movimiento —que resultó mayoritario en el partido francés— de distanciamiento de las concepciones chovinistas predominantes. Hombres del sindicalismo francés como Merrehim y Burderon, que asistieron a las reuniones de Zimmerwald y Kienthal y a los que el proletariado de su país colocaba en la cima de su estimación precisamente por haber tenido el coraje de afirmar su pacifismo, se convertían en enemigos del poder soviético que trataba de llevar su obra de enderezamiento del socialismo hasta sus límites extremos. No hay que decir cuál sería la posición de los sindicalistas que, como Jouhaux, desde que sonó el clarín de la guerra se convirtieron en partidarios de una unión sagrada que iba desde los sindicalistas hasta el cardenal-arzobisjo de París. La Internacional Comunista, en sus largas tesis, justificaba o trataba de justificar esta concepción del movimiento socialista que era la que, en su opinión, correspondía a la etapa en que el equilibrio capitalista había sido definitivamente roto. Los problemas de la lucha de clases devenían de una agudeza hasta entonces desconocida. No había sitio para la lucha por las reformas y las pequeñas conquistas. La época que se abría era la de la revolución social. Y para su éxito, lo primero que debía lograrse era sustraer al proletariado a la influencia de los viejos jefes reformistas que —como se había demostrado en Alemania—, llegado el caso de optar por

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la violencia, se decidían siempre a emplearla contra los revolucionarios y en defensa de la burguesía. Esto no obstante, ¿fueron correctas, realistas, las «21 condiciones»? ¿No pecaron de sectarias? Para el autor, pecaron de sectarias. No tuvieron en cuenta las características y realidades de cada movimiento obrero. Fue un patrón con el que se quiso medir a todos por el mismo rasero. El Partido Socialista español había enviado a Moscú a Fernando de los Ríos y Daniel Anguiano para que se informaran de la situación. De los Ríos conversó ampliamente con Bujarin, a quien confesó que él era reformista. Los comisionados hablaron también con Lenin. El libro escrito por Fernando de los Ríos resulta muy interesante porque refleja la situación dolorosa que atrevasaba el pueblo ruso en cuanto a posibilidades de subsistencia, pero no contribuye más que en una reducida medida a esclarecer los problemas teóricos planteados en aquel momento. Sirvió, eso sí, para que cuantos imaginaban que la revolución social había creado condiciones de vida cómoda por el solo hecho de haberse producido, se desencantaran al venir en conocimiento de que los problemas que suscitaba en los terrenos de la producción y del consumo solo muy lentamente, y a costa de penosos esfuerzos, podrían ser superados. Pero quien hablaba de eso con más rudeza y quien más crudamente explicaba las dificultades existentes era el propio Lenin. Ahora bien, sobre estas dificultades de alimentación se especuló con insistencia para neutralizar y destruir la simpatía que el hecho ruso provocara en las masas, pudiéndose afirmar que, en España, en los congresos donde se debatió esta cuestión, el aspecto doctrinal casi no fue rozado; fueron los de la alimentación y otros de carácter sentimental que ya hemos reseñado los que desempeñaron un mayor papel en las discusiones. Únicamente la noción de la dictadura del proletariado se examinó, aunque de manera no muy profunda, debido a que no se había divulgado aún la literatura que después ha circulado con profusión y que ha esclarecido los términos justos en que la cuestión se planteaba por los bolcheviques y las objeciones que Kautsky y los que formaban en la escuela reformista le oponían. Por su parte, los anarquistas, que se habían adherido a la Tercera Internacional y enviado a Ángel Pestaña a Moscú, se iban dando cuenta de que aquel movimiento no correspondía a las premisas que deben caracterizar todo movimiento revolucionario de tipo ácrata. La idea del Estado proletario «que ya no es un Estado» y la subsistencia de un aparato coercitivo, de un ejército y una policía, todo ello reforzado por la noción del proletariado que ejerce su dictadura por medio de los Consejos o, cuando la vida de éstos languidece, a través del partido, no podía satisfacer a los ácratas españoles ni al movimiento que dirigían. Nada de lo que en Rusia se producía caía dentro de su esquema de la revolución.

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Por si esto fuera poco, el gobierno de los Soviets iba a la mano a cuantos, apoyándose en los sentimientos pequeño-burgueses de los campesinos acomodados, querían prolongar el estado de subversión y de inquietud en los campos, ya agitados por la aparición constante de brotes contrarrevolucionarios. Se produjo entonces el fenómeno de que fuera en los medios intelectuales del Partido Socialista y de la U.G.T. donde mejor se comprendiera el fenómeno ruso y que los partidarios de lo que la Tercera Internacional representaba se reclutasen en gran proporción dentro de estos medios. Pero esta simpatía era, en la generalidad de los casos, puramente intelectual. Iba contra los sentimientos más profundos de estos elementos, cuya formación no era, en modo alguno, la adecuada para transformarlos en los militantes abnegados y dispuestos a todos los sacrificios que las modalidades de la acción derivada de la aceptación de los principios de la Internacional de Moscú exigían. La revista España, dirigida por Luis Araquistain, había consagrado al hecho ruso una gran atención, y su director le testimonió gran simpatía. Otra revista que llegó a tener gran influencia en los medios obreros, La Internacional, fundada por Fabra Ribas, pero dirigida en el momento a que nos referimos por Manuel Núñez de Arenas, se colocó resueltamente al lado de los partidarios de la Tercera Internacional y animó el movimiento de «Amigos de la III Internacional», movimiento similar a otro que se desarrollaba en Francia. Este, en cuanto grupo o fracción, mantenía un semanario, Nuestra Palabra, cuya aparición estuvo determinada por la necesidad de centrar el pensamiento socialista en orden a la guerra. Se editaron muchos libros y se aprendió a conocer de cuestiones cuya existencia, en el plano teórico o científico, sólo conocían unas cuantas personas. En suma, las necesidades de la polémica a que se entregaron comunistas y socialistas elevaron el nivel de la cultura socialista en España a cotas desconocidas, hecho del que no se ha beneficiado esencialmente la nueva generación. Pero en el XV Congreso de la Unión General actuaron otros factores distintos de los del conocimiento, que indicamos ligeramente al comienzo de estas notas, y que fueron los que colocaron detrás de los socialistas, cuando ya se había creado el Partido Comunista, a la mayor parte de la organización obrera. Los personalismos desempeñaron, desde luego, un papel mucho más importante en el devenir de nuestro movimiento obrero que los problemas ideológicos y doctrinales. El sentido unitario de la masa ugetista ha sido siempre muy fuerte. Por la bondad de sentimientos que es su tónica general, ha estimado siempre que los obreros deben permanecer unidos. Los divisionistas han gozado en todo tiempo de su enemiga. Puestos en minoría los comunistas

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en el Congreso del Partido Socialista (aunque por procedimientos que han dado lugar a muchos comentarios: en un congreso anterior habían sido mayoritarios), fueron ellos los que debieron separarse para constituir un grupo político autónomo. Esto constituyó para los comunistas una seria desventaja que los socialistas no podían dejar de explotar. Así, se les presentó como los divisionistas de un partido de tanta tradición como el socialista, como autores de escisión en todas partes. Y esta campaña, llevada con brío, generó en las gentes sencillas una odiosidad respecto de estos elementos que perduró muchos años y de la que aún subsisten reminiscencias en lo que queda —bien poco, por cierto— de aquella generación. En el XV Congreso debía discutirse, por segunda vez, el problema de las Internacionales. Acudían a él Oudegeest, cuyo nombre no decía gran cosa a la generalidad de los militantes españoles, y Jouhaux que sí era conocido por sus antecedentes anarquistas y por el importante papel que había desempeñado en el seno del sindicalismo revolucionario en la anteguerra y el todavía más importante que le correspondió desempeñar durante la guerra y la posguerra, ya en posición francamente reformista. Atacado por las corrientes de izquierda que se alumbraron en Francia como en los demás países a la salida de la guerra, su patrioterismo y su enemiga a Rusia y a la acción revolucionaria de aquella época le hacían una de las personalidades más estimadas en los medios gubernamentales franceses y de las más aborrecidas en los revolucionarios. La polémica entre los franceses era tan agria que se veía que no podría quedar localizada en el solo Partido Socialista, sino que trascendería a los sindicatos, como ocurrió en realidad, y como fue el caso de España. Aquí, con la vieja posición se quedó Pablo Iglesias; con las nuevas tendencias se había ido Antonio García Quejido. Fue la presencia de Jouhaux lo que indujo seguramente a la tendencia comunista a preparar las octavillas que dieron lugar al incidente con el que prácticamente terminó el congreso. Los elementos reformistas, que integraban ya exclusivamente el Partido Socialista, habían venido soportando durante mucho tiempo la actitud hostil del público que solía acudir a los actos de la Casa del Pueblo. Es verdad que habían pasado muy malos ratos y que la escisión les llenó de un sentimiento de rencor. Cuando se llega a situaciones tan tirantes no es extraño que, en ellas, se intercambien insultos y se recurra a procedimientos polémicos que el militante sereno, el espectador desapasionado repudian. Tal ocurrió también en España. Y no otra cosa lo que obligó a montar un servicio de orden para el XV Congreso con consignas sin duda muy severas. Se produjo una riña tumultuaria —reseñada en el capítulo anterior en la forma que refieren varios actores de aquellos sucesos—, y los socialistas aprovecharon el hecho de que la víctima perteneciera a su

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partido para aumentar la odiosidad que proyectaban, que venían proyectando sobre los comunistas desde que se produjeron la división. Mucho dolor debió producirles la pérdida del compañero González Portillo, pero la verdad histórica obliga a reconocer que, en aquella exteriorización prolongada y sostenida de ese pesar, hubo bastante de maniobra política y de exhibicionismo, hubo la indudable explotación de un hecho lamentable, de una actitud injustificable. En minoría reducida dentro de la U.G.T., los comunistas, es decir, los ex socialistas españoles, hubieron de sufrir durante muchos años las repercusiones de aquel desdichado suceso. Prácticamente, a partir del XV Congreso, la dirección de la U.G.T. ha sido una dirección socialista a sentido único, es decir, reformista. Hasta que otros sucesos y el crecimiento de otras tendencias con otros elementos y otros hombres alteraran esa unilateralidad de orientación, sobre todo a partir del movimiento revolucionario de 1930 y de la implantación de la segunda república. En este punto, es posible que convenga insistir sobre algo que permita conocer más a fondo las características de nuestras organizaciones obreras y políticas, y explique por qué habían de venirle, en cierto modo, anchos algunos problemas sobre los que debió tomar posición, y ello por consideraciones que podríamos estimar subalternas. En primer lugar, existía cierta anfibología en lo que respecta a sindicatos y partido. En muchos pueblos de España, la Agrupación Socialista era la que asumía funciones de dirección y de responsabilidad sindical, es decir, la que llevaba la lucha contra el patrono. Por el contrario, en el seno del partido que, en la época de la escisión, es decir, en su época de mayor desarrollo hasta entonces, sólo contaba cincuenta mil afiliados, existía un considerable núcleo de organizaciones obreras. Y lo que todavía era más grave: estas entidades obreras eran, en su casi totalidad, de agricultores. Si el Partido Socialista lo hubieran formado exclusivamente agrupaciones socialistas, esto hubiese permitido pensar en una superior capacitación de todo él, desde el punto de vista político, y hubiese dado mayor valor a sus acuerdos en relación con las decisivas cuestiones de orientación que, durante la guerra y sobre todo después de ella, hubieron de ser sometidas a su consideración. Todavía, si los sindicatos adheridos al Partido lo hubieran sido de obreros industriales, en los que su experiencia de la lucha de clases permite suponer un mayor desarrollo político, la cosa no hubiese tenido nada de particular. Pero la realidad era que las entidades de agricultores se inscribían en el Partido Socialista, sin que nunca se haya explicado de modo satisfactorio esta preferencia, y su nivel político era —como cualquier conocedor de la situación del campo español puede suponer— sumamente bajo.

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Lo grave es que la aportación numérica de estas organizaciones de campesinos era muy importante, que abandonaban en general el cumplimiento de sus obligaciones económicas (pago de las cotizaciones) y que sólo en el momento de votar, es decir, cuando se iba a resolver la vida misma del partido, su orientación ideológica, se pusieron en condiciones de participar en la decisión, a. través de delegados indirectos, con domicilio en Madrid. Esto fue lo que falsificó la realidad del congreso de los socialistas españoles que rechazó el ingreso en la III Internacional, rectificando la decisión de un congreso anterior. Esto quiere decir que el valor que se debe conceder a aquella resolución tan importante, como expresión de los verdaderos sentimientos de la clase obrera española, no es el que se colige de los votos obtenidos. Una apreciación más correcta puede lograrse diciendo que la mayoría de los líderes sindicales era contraria a la Tercera Internacional. Que, en el partido, la parte más intelectualmente inquieta y gran número de militantes fieles al espíritu de la lucha de clases estaban por la Internacional Comunista. Pero que contra ella se alzaban los líderes que se amparaban en el prestigio de Pablo Iglesias, quienes —con la influencia que ejercían a través de los núcleos dirigentes de los sindicatos, también en su mayor parte integrados por reformistas contrarios a Moscú— colocaron a la U.G.T. de España frente a la III Internacional. La persecución del Poder público y los propios errores de actuación hicieron que, durante algunos años, el Partido Comunista fuese un grupo reducido que mantuvo su bandera y sus principios contra la general hostilidad, y que se embarcó en acciones desproporcionadas a sus fuerzas. Una serie de crisis internas contribuyeron a su debilitamiento constante. Hasta que el progreso político general del país y el ensayo de otras experiencias creó las condiciones objetivas de su desarrollo, que ya se habían dado en otros países con fuertes minorías socialistas y gobiernos de esta significación, pero que en España permanecían todavía inéditas.

63 LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA

De la ruptura del pacto entre la U.G.T. y la C.N.T., así como de la escisión comunista resultó un debilitamiento transitorio del proletariado español. Y ello en momentos políticos interesantísimos, creados por las derivaciones que, sobre la conciencia nacional, hubo de tener el desastre militar de Marruecos. La derrota de Annual, el hundimiento de la Comandancia de Melilla debido en su causa inmediatamente determinante a una intervención del monarca cerca de Fernández Silvestre, militar de su entera confianza, constituía un suceso que venía a dar realidad a todas las previsiones hechas respecto al final que la aventura había de tener. Pero la situación de división y de rencor en que se encontraba la clase obrera no permitía pensar en ninguna acción fuerte que hubiese derribado un Estado en franca quiebra y unas instituciones en liquidación. De otra parte, la C.N.T. estaba embarcada en una acción terrible, en una lucha en la que había de defenderse del pistolerismo oficial acudiendo al propio terror, sin poder lanzar la acción de masas que hubiera salvado a sus militantes destacados de martirios que adquirían proporciones dramáticas. La acción del Partido Socialista y de la U.G.T. debió reducirse a tomar posición frente a los sucesos que se producían y a protestar con la energía que podía y mediante el empleo de los medios de que disponía. Uno de los instrumentos cuya eficacia se acreditó en aquellos días fue la minoría parlamentaria, que centró sus ataques contra la monarquía, el gobierno y las autoridades que aplicaban en la resolución de los conflictos obreros métodos coloniales, en la aceptación más peyorativa de la palabra. Indalecio Prieto llevó el combate con una energía y acierto extraordinarios y se logró formar una comisión de veintiún parlamentarios destinada a depurar las responsabilidades por lo ocurrido en Marruecos. En esa

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Comisión figuraban Julián Besteiro, Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos, mandatarios tanto de la U.G-T. como del Partido Socialista, quienes, a la vista del expediente incoado por el general Picasso, encontraron base más que suficiente para formular una acusación concreta contra Alfonso XIII y sus servidores. Para mantener viva la protesta contra la guerra de Marruecos, todavía el 6 de setiembre la U.G.T. y el Partido Socialista publicaban un manifiesto requiriendo a sus organizaciones a que preparasen mítines y manifestaciones públicas con el fin de levantar a la opinión pública al objetto de obtener, de una vez por todas, el fin de la aventura marroquí. Todavía el día 12 por la noche, ya en plena tormenta, se celebraba en Madrid, ante numeroso auditorio, un importante mitin contra la guerra. Pocas horas después se hacía publico en España entera que, en Barcelona, y dirigido por Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, se realizaba un movimiento subversivo contra el gobierno, cuya finalidad no podía ser otra que la de salvar al rey de la difícil situación en que le habían colocado los acontecimientos de África y sus inevitables repercusiones. El día 13 de setiembre de 1923 daba comienzo un régimen de dictadura militar bajo el mando supremo del general don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja. Se dijo entonces que el rey acababa de ser perjuro a la Constitución, que la conculcaba de la manera más descarada. En presencia de este suceso cardinal en la vida política española, el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores hacían público, el 14 de setiembre, el siguiente documento: EL PARTIDO SOCIALISTA Y LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES EXPONEN SU ACTITUD ANTE LA OPINIÓN PUBLICA EN RELACIÓN CON EL GOLPE DE ESTADO «Reunidas conjuntamente las Comisiones ejecutivas del Partido Socialista Obrero y de la Unión General de Trabajadores al enterarse de los acontecimientos iniciados en Barcelona esta madrugada, acordaron dirigirse a sus afiliados, a los elementos simpatizantes y, en general, a la opinión pública, para explicar su actitud sin veladuras, porque ponerlas equivaldría a ocultar el pensamiento con disfraces poco gallardos en el momento de aparecer mansamente vencedora una sedición militar. »Pocas son las noticias que cuando deliberamos hemos podido recoger de la rebelión; pero aun siendo pocas bastan (y más si se las 18

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relaciona con los antecedentes de quienes la han provocado) para descubrir el verdadero carácter de tan singular movimiento. »Altos jerarcas del ejército, sacando a la calle las tropas, por la ley sumisa a su mando, han sustituido violentamente con subordinados suyos a las autoridades civiles tras la publicación de un manifiesto (cuyo texto íntegro desconocemos), en el cual, a través de reiteradas y calurosas manifestaciones de adhesión al trono, se exige el relevo de los hombres que ocupan el gobierno de España. «Ningún vínculo de solidaridad, ni siquiera de simpatía política, nos liga con los gobernantes. Al contrario: merecen de nosotros los más duros reproches por haber incumplido desde el Poder cuantas ofertas hicieron antes de escalarle, y en singular aquellas por las cuales pudo abrigar el país la esperanza de ver, si no resuelto, por lo menos decrecido en su dolor el problema de Marruecos, devorador insaciable de todas las energías nacionales. Precisamente las vacilaciones advertidas en el gobierno y las conductas contradictorias revelaron bien pronto que carecía de fortaleza para resistir las presiones contrarias a lo que la concentración liberal dijo ser su criterio. »Esas presiones, hasta ahora actuantes en la sombra, son las que han' salido descaradamente a la luz de la calle. El pueblo se encuentra hoy ante una rebelión militar que, en síntesis (dejando aparte motivos muy secundarios ante la magnitud de la desastrosa aventura de Marruecos), pretende intensificar una acción guerrera que en catorce años de desarrollo sólo ha cosechado enormes y sangrientos desaciertos. »Lo que España repudia es lo que, a lo visto, precisamente quieren imponer los generales sediciosos. El pueblo, pues, no debe secundarles. La actitud de la masa trabajadora, a quien con preferencia y por nuestra representación nos dirigimos, debe consistir no en agrandar, sino, por el contrario, en aislar esa sedición, que, capitaneada por generales palatinos, habrá podido sorprender de modo muy relativo en la esfera del gobierno, pero habrá causado extrañeza en el palacio de Miramar. »Hablan los caudillos, directores de tan insólito movimiento, de su propósito de regenerar al país extinguiendo las lacras de nuestra vida pública, entre cuyas inmoralidades destaca la acción corruptora del favoritismo. ¿Con qué autoridad pueden expresarse así quienes llegaron a la cumbre no por méritos propios, sino empujados por el favor político, siempre propicio a las sugestiones reales? »Corren lentamente las horas del día de hoy sin que se haga frente a la sedición nacida en vísperas de reunirse las Cortes y cuando éstas habían de enjuiciar las responsabilidades políticas contraídas por los servicios del régimen en la hecatombe de Annual.

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»E1 gobierno, habiendo requerido con urgencia la venida del monarca a Madrid para someterle el problema, aguarda, paciente, que se emprenda un viaje, de lentitud inadecuada a la gravedad de las circunstancias, y a cuyo final está la opción entre el respeto a la Constitución jurada o la adhesión, quizá complaciente, a los sublevados, según se hayan desenvuelto los sucesos en el prolongadísimo y deliberado intervalo. »E1 pueblo español, y especialmente la clase obrera que tan dolorosa experiencia ha adquirido del proceder de las altas jerarquías militares, no debe prestar aliento a esta sublevación, preparada y dirigida por un grupo de generales que pueden ostentar, como emblema, el favor y el fracaso enlazados, y no debe tomar iniciativas sin recibir las instrucciones de los Comités del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores, que, conscientes de su responsabilidad, no habrán de ocultar su opinión, cualesquiera que sean las circunstancias. «Madrid, 13 de setiembre de 1923. »Por el Partido Socialista: Francisco Núñez Tomás, vicesecretario; Pablo Iglesias, presidente. Por la Unión General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero, secretario general; Julián Besteiro, vicepresidente.» Al día siguiente al de la publicación del anterior documento, los dirigentes de los citados organismos ratificaban sus acuerdos y entregaban a la prensa la siguiente nota oficiosa: «Reunidos los Comités ejecutivos del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores para apreciar las circunstancias creadas por el movimiento militar triunfante al recibir del monarca el encargo de regir los destinos de la nación, resuelven: »1.° Ratificarse en los acuerdos publicados el día 13. »2.° Reiterar a la clase trabajadora la necesidad de abstenerse de tomar cualquier iniciativa a que pudiera ser invitada por impacientes de buena fe o por elementos que aspiran, con apariencias engañosas, a lanzar al proletariado a movimientos estériles que puedan dar pretexto a represiones que ansia para su provecho la reacción. »3.° Hacer constar nuevamente que estos Comités proceden con independencia de toda otra organización ajena al Partido Socialista y a la Unión General de Trabajadores, y recaban para sí exclusivamente la responsabilidad de las instrucciones que en este momento dan a sus afiliados y simpatizantes,

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así como recabarán las que puedan dar en circunstancias distintas, si éstas les aconsejasen variar de conducta. »15 de setiembre de 1923»Por el Partido Socialista: Andrés Saborit, secretario. Por la Unión General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero, secretario.» «Por los Comités ejecutivos del Partido Socialista y de la Unión General ha sido examinado el manifiesto que el Directorio Militar ha dirigido a los trabajadores españoles. »La libertad que para exponer el pensamiento ha establecido el régimen actual impide a los expresados organismos obreros señalar los errores de apreciación de la realidad y la discrepancia doctrinal acerca del contenido de dicho documento. »Por tanto, se limitan dichas Comisiones ejecutivas a afirmar una vez más su convicción de que cualquier intento de menoscabar los derechos consagrados ya por la legislación del trabajo, derechos modestos, pero producto de una labor perseverante del proletariado, e incluidos algunos de ellos en convenios internacionales, tendrían la consecuencia de producir en la vida del país nuevas complicaciones, de alcance difícil de prever, y cuya inmediata repercusión ahondaría mucho más las causas de la crisis por que atraviesa la economía nacional.» En los anteriores documentos públicos, la Unión General de Trabajadores de España y el Partido Socialista fijan la posición que conjuntamente adoptaron desde los primeros momentos en relación con el golpe de Estado del general Primo de Rivera. La Agrupación comunista madrileña, la Federación de la CN.T. y la de los grupos anarquitas publican un manifiesto el día 13, constituyéndose en «Comité de acción contra la guerra y la dictadura» e invitando a organizar «la unidad de acción que incumbe a la clase obrera emprender urgentemente». En dicho documento, entre otras cosas, se decía: «Los representantes de las organizaciones obreras arriba mencionadas consideran que la necesidad de la defensa obliga a los obreros a olvidar temporalmente las diferencias ideológicas o tácticas que les separan. Por consiguiente, van a dirigirse a los Comités nacionales de la U.G.T., del P.S.O.E. llamándoles a organizar en común la lucha por la defensa de los derechos respetados inclusive en los períodos de más brutal represión..^ »En esta hora, cuando se afirma la cobardía general, y cuando el poder civil abandona sin lucha su puesto al poder militar, la clase

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obrera debe hacer sentir su presencia y no dejarse pisotear por hombres que quieren trasgredir todas las formas del derecho actual, de los privilegios adquiridos en el curso de largas y encarnizadas luchas.» Que sepamos, el problema no fue planteado formalmente a los organismos de dirección de la U.G.T. y del P.S., sino que solamente aparecía en el documento suscrito por las organizaciones integrantes del mencionado Comité. De todas formas, tanto la comisión ejecutiva de la U.G.T. como la del P.S. no se hicieron eco del llamamiento y el comité de acción contra la guerra y la dictadura desapareció «sin pena ni gloria». El problema era demasiado serio y trascendental como para que los organismos nacionales y los elementos más representativos de la democracia le hubiesen concedido la importancia que merecía. Frente al golpe de Estado no se encontró más que el silencio y la cobardía. Las oligarquías caciquiles —que, dueñas de la tierra, eran dueñas de los hombres— y un sistema político que sólo parecía democrático en cuanto teóricamente concedía a cada hombre un voto, voto que se obtenía por la amenaza o por la corrupción, cuando no se le sustituía en los propios gobiernos civiles según directivas del gobierno de turno, resistían todos los embates de las formaciones progresivas del país, gracias al aparato de represión que integraban, con una magistratura dócil, las fuerzas de la guardia civil y de un ejército que no podía ser en absoluto impermeable al clamor popular. Este vinculaba en la monarquía la responsabilidad de los desastres nacionales. Pero ya se había demostrado que la fuerza animadora, la única de verdad dispuesta a asumir la dirección de cualquier movimiento que tuviera por finalidad el cambio de régimen, era la clase obrera, cuyo crecimiento y capacitación contrastaban con lo caótico de sus actuaciones anteriores, cuando sólo estuvo guiada por un poderoso sentimiento de rebeldía. La burguesía española, su parte más inteligente y esclarecida, trató de resolver el problema democratizando el sistema, haciendo de la monarquía una república coronada, purificando las costumbres políticas, saneamiento que debía tener como punto de partida la destrucción de la base caciquil en que descansaba el régimen. Estos intentos se dieron en las filas liberales y conservadoras. Pero los partidos políticos no tenían fuerza bastante para acabar con una organización ya probada como especialmente apta para lograr el dominio de los hombres y su supeditación condicional. Esta supeditación en lo político representaba, en lo económico, salarios de hambre y jornadas ilimitadas en el campo. Todas las buenas intenciones estaban por tanto condenadas a estrellarse contra una realidad social poderosa que sólo una revolución podría modificar. Esta repugnaba por hacer ano de presencia, pero siempre se quedaba a mitad de camino. El movimiento de

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agosto de 1917 fue, en realidad, una revolución detenida a mitad de camino. Cuando llegó la dictadura militar, todo el mundo sabía que había que cortar el nudo por alguna parte. Los republicanos esperaban secretamente que lo hiciera algún militar. Precisamente por entonces bullía uno, el general Aguilera, cuyas intenciones no parecían claras, pero que no ocultaba su propósito de acabar con todo, siquiera se ignorase para qué. Los partidos de izquierda veían, no sin placer, que esta descomposición en el ejército, el cual venía siendo la fuerza incondicional del régimen, cobraba cuerpo. Pero es lo cierto que si —como entonces se decía— el poder estaba en la calle, ningún grupo popular estaba en condiciones de realizar el gesto de recogerlo. Y ello, por diversas razones. Los partidos republicanos eran todavía sobradamente débiles como para acometer por su cuenta una experiencia preñada de peligros. La clase obrera conocía un momento de franca debilidad. Las fuerzas de la C.N.T., que llegaron a ser muy poderosas, se consumían en una lucha terrorista de la que alternativamente eran actores y víctimas. Las acciones de masas resultaban imposibles, y las de los grupos aislados no podían contrarrestar las que se organizaban por formaciones de asesinos dirigidos desde los centros oficiales. El Partido Socialista y la U.G.T. atravesaban la crisis resultante de la escisión, debían entretenerse en su autodefensa o en el ataque a los núcleos comunistas muy activos que, para probar su dedicación a la clase obrera y su valor combativo, se embarcaban en acciones ambiciosas que no correspondían ni a la fuerza reducida de sus efectivos ni al ambiente que les rodeaba. En una palabra, en las filas del proletariado, y por unos u otros motivos, existía una especie de laxitud que le invalidaba para empresa tan seria como la de asumir el Poder. La acción parlamentaria de los socialistas contribuía a acrecentar el disgusto general hacia lo estatuido y reforzaba la agitación. Pero no se sabía cuál había de ser la fuerza destinada a cosechar aquel refuerzo ni a heredar una situación que se venía abajo. El momento en que se produjo el advenimiento de la dictadura militar fue uno de los de mayor descomposición del Estado, de los de máximo debilitamiento de los resortes del Poder que haya conocido España. Los partidos de gobierno no eran, como es sabido, partidos de masas. Ni siquiera de opinión. Se trataba de conglomerados de personas socialmente importantes que tenían en el país, sobre todo en sus zonas agrícolas, intereses cuantiosos. Dueños de la tierra, estos elementos, que recibían del Poder público una especie de autoridad delegada, llegadas las elecciones se la conferían a su vez a las taifas que se turnaban en la gobernación del país.

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A la entidad política que en España le daban fisonomía de Estado la cosa perdurable y orgánica que eran la guardia civil y el ejército, donde, después de las convulsiones que precedieron a la Restauración, los cuadros de oficiales habían sido purgados de todo lo que pudiera ser sospechoso de republicanismo. Las academias militares —que venían nutriéndose, en general, de jóvenes salidos de los «Luises»— y la monarquía cultivaban en el ejército un prusianismo formal. Examinados a distancia aquellos sucesos, hay que convenir en que, siendo su salida normal la revolucionaria, no la podía tener porque nadie pensó seriamente en dársela, Y no se pensó, fuera de otros factores de carácter más permanente, por la fatiga y el decrecimiento de entusiasmo que se había producido después de la serie de acontecimientos que habían elevado al paroxismo la tensión de las masas y que no desembocó en ningún éxito notable. Esta depresión general hizo posible el golpe de mano de Primo de Rivera y no hubiera sido sino vana ilusión pensar que el gobierno García Prieto intentara algo para vencerlo. La única oposición seria con que pudo contar era la de la clase obrera. Pero ésta no estaba en condiciones seguramente de iniciarla cuando se limitó a recomendar que no se favoreciera la extensión de la sedición cuyo carácter se descubrió desde los primeros momentos. Esta posición —muy consustancial con ciertos dirigentes—, que pareció en 1917, en 1923, en 1930 y hasta en el propio movimiento de 1934, podría expresarse con el conocido «amagar y no dar...,». El Pattido Comunista, contra el que se apuntaba directamente en el manifiesto programa de la sedición —el famoso fantasma a que alude el Manifiesto comunista—, creyó que aquél era un buen momento para intentar en España una acción de «frente único», de acuerdo con la táctica cuyas líneas generales habían sido establecidas en el III Congreso de la Internacional Comunista, seguramente uno de los más importante de los celebrados por este organismo. En ese congreso se presentaron informes magníficos en los que se estudiaban las tendencias que se manifestaban en la economía mundial a los fines de determinar si, en efecto, el capitalismo había encontrado o no el equilibrio perdido. Estábamos en 1923. Y aunque en las resoluciones se llegaba a establecer que la crisis tenía carácter permanente, se admitía la posibilidad de que las fuerzas revolucionarias hubieran decrecido y todo el sistema gozara de un período de respiro. La táctica para este período no podría ser la misma preconizada para el inmediatamente anterior, de exacerbación de la crisis. Por ello se recomendaba a los comunistas que se implicaran en la lucha que el proletariado debe mantener por sus reivindicaciones inmediatas y que, para lograrlas, se alinearan con los obreros de todas las tendencias, incluso con los que militaban en el movimiento sindical cristiano.

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AI producirse el movimiento militar, repetimos, los comunistas se dirigieron a la U.G.T. proponiéndole una acción conjunta contra la dictadura que llegaba. El gesto fue desestimado y los dirigentes de nuestra central sindical consideraron agriamente la propuesta. En realidad, los comunistas tenían poca fuerza en aquel momento. Sus efectivos eran reducidos y en las localidades donde disponían de prestigio, como Bilbao, se habían lanzado a movimientos que, por merecer la oposición de los obreros socialistas y de las organizaciones que éstas controlaban, tuvieron penosas derivaciones. Tales fueron, entre otros, la huelga de mineros de Vizcaya y la general decretada después y que se saldó con la clausura de la Casa del Pueblo y no pocas víctimas. Fue durante los sucesos a que dio lugar este último movimiento cuando el gran orador del Partido Comunista, Osear Pérez Solís, ex capitán de artillería, recibió el balazo que tuvo la virtud de mostrarle «su» camino de Damasco. Se convirtió a la religión católica después de una larga polémica con el padte Gafo, un inteligente fraile ovetense que logró conquistar al fogoso capitán vallisoletano. La situación psicológica, muy tirante, tampoco favorecía aquella aproximación. Un mes antes había muerto la compañera Virginia González —que había formado parte de la dirección de la U.G.T. y pasado del Partido Socialista al Partido Comunista cuando la escisión— y sólo los obreros socialistas estuvieron a la altura del momento sumándose a la manifestación de duelo que fue su entierro. Los dirigentes —ganados por un rencor que, pasados los años, ha de parecer por lo menos extraño— se abstuvieron de toda expresión de sentimiento privada o pública. Lo que no impidió que, ante la Casa del Pueblo, su cadáver recibiera el testimonio emocionado de los trabajadores. Estos, sobre lo contingente y lo adventicio, saben colocar siempre lo que hay de eterno y de verdaderamente elevado en nuestro movimiento. Virginia González fue, sin duda, la primera mujer que figuró en la dirección nacional de una central sindical y, como tal, participó en el movimiento revolucionario de 1917. Vivió, como emigrada, una temporada en Argentina, colaborando en el desarrollo del socialismo en aquel país. La formación del Directorio militar, por lo que en el manifiesto que condesaba sus propósitos podía deducirse, representaba el aplastamiento de lo que quedaba de Partido Comunista, la liquidación de la CN.T. y la persecución de los movimientos regionales autónomos, salvándose el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores de España, lo que se debió, en opinión del autor, tanto a su orientación socialdemócrata, de actitud violenta contra el comunismo, la CN.T. y la Unión Soviética como a su posición colaboracionista. Con ese cartel, el dictador no sólo respetaba a las dos entidades mencionadas, sino que incluso abrigaba la esperanza de incorporar a alguno de sus hombres al directorio. Lo que hubiese conse-

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guido de una fracción, de no haberse opuesto a ello la otra, la que consideramos desempeñó un papel de oportunismo con cierta explicación revolucionaria que hoy nos parece estuvo justificada. Hay que convenir en que esa táctica permitió contar, en 1930, con ambas organizaciones para la lucha contra la monarquía y por el advenimiento de la república. ¿Hubiese sido posible ese acontecimiento sin la existencia de la U.G.T. y del Partido Socialista? Este problema merecerá un análisis más profundo cuando estudiemos la persinalidad de Francisco Largo Caballero, alma de la U.G.T., como secretario general de la misma y el dirigente de mayor intuición de clase, capaz de representar ese papel táctico de un oportunista revolucionario en el período de la dictadura, conjugándolo con su actividad revolucionaria. ¿Cuáles eran sus intenciones respecto a la U.G.T. y al PartidoSocialista? Corresponde a la Historia juzgar si la posición del movimiento obrerorepresentado por el Partido Socialista y la U.G.T. fue o no acertada. Después de muchas lecciones de la historia, nos permitimos considerar que fue de un oportunismo positivo. Desde luego, esta etapa ha sido la que más motivo dio a la discusión dentro y fuera de los organismos dichos. Vino Primo de Rivera a gobernar por tres meses. Este fue el plazo inicial que se asignó. Permaneció en el Poder más de seis años. Se propuso salvar a España, cosa un tanto ambiciosa, y a su salida dejó en carne viva una serie de problemas de los que se han resentido todas las situaciones que le sucedieron. Anunció que acabaría con el problema de los regionalismos, y también que destrozaría a los partidos del régimen. En realidad, esta última fue la única promesa que hizo realidad. Todo lo demás, asfixiado y domeñado un momento, volvió a resurgir con mayor ímpetu. Los partidos de la monarquía perecieron definitivamente a sus manos, pero no los de la clase obrera De todas las consignas del manifiesto, la más popular, la que más quebrantó la resistencia de principio y activa que pudo o debió oponérsele, fue la de que las viejas organizaciones oligárquicas debían desaparecer. Los efectos de esta consigna se reflejaron en la posición de la U.G.T. y del Partido Socialista que continuaron viviendo, celebrando los ataques que la dictadura dirigía a los viejos políticos. Tampoco esta posición fue unánimemente compartida dentro de las filas socialistas y ugetistas. En realidad, en los primeros tiempos, los dirigentes de la organización obrera ugetista, con algunas excepciones, abrieron un crédito de confianza a Primo de Rivera. Perdió este crédito, pero la justicia obliga a reconocer que no le fue retirado sin que en el seno de la U.G.T. y del Partido Socialista se produjeran luchas enconadas. A la cabeza del combate contra la dictadura y

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contra los que en el campo obrero no le significaban una oposición activa, se colocó Indalecio Prieto quien, a lo largo de aquella campaña, alcanzó el cénit de su prestigio y de su eficacia como combatiente de la democracia. Indalecio Prieto ha sido uno de los hombres más contradictorios en el movimiento obrero. El autor le ha definido siempre como «el más republicano y el menos socialista de todos los socialistas». Llamándose socialista, nunca ocultó su desprecio por el marxismo. Habría sido un formidable líder en un partido radical-socialista, al estilo del francés, en el que se agrupara una zona de la burguesía más o menos radical y progresista. Pero siempre en el cuadro de instituciones democrático-burguesas.

64 MUERTE DE PABLO IGLESIAS

El día 9 de diciembre de 1925, a consecuencia de un ataque de uremia, fue vencida definitivamente aquella energía sin igual que, durante setenta y cinco años, fue creando la figura entre nosotros de máximo relieve histórico que se llamó Pablo Iglesias. Ante su cadáver pudo decir Julián Besteiro: «Hoy, en el silencio y soledad de nuestra tristeza, contemplamos esa imagen del amigo, el compañero y del maestro, como una joya de valor inapreciable, hecha de trasparencia y de diafanidad, pero también de resistencia invencible. La muerte no nos separa de Iglesias. La imagen de su vida de ternura, de amor y de firmeza queda definitivamente incorporada al tesoro moral de nuestra conciencia de hombres libres, demócratas, obreros del ideal inmortal del socialismo». Y era verdad. Porque Iglesias murió, pero su obra quedaba y su esfuerzo había cuajado en algo tan magnífico como la creación de una fuerza destinada a dar realidad a la aspiración, varias veces milenaria, de dar la emancipación a los hombres esclavizados. Con igual justicia pudo decirse por uno de sus biógrafos: «No hay momento en la actuación de los trabajadores de nuestro país en el que no figure Pablo Iglesias como inspirador, como organizador o como ejecutante de la voluntad de sus compañeros. Iglesias ha sido el alma, el verbo y la acción de cuanto en España han hecho los trabajadores, tanto en el orden económico como en el orden político». El Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores deben a su perseverancia y a su tesón mucho de lo que son.: organizaciones, es decir, masas de hombres, su fuerza es la suma de numerosas aportaciones y de infinitos esfuerzos. Pero Iglesias simboliza con justicia el trabajo global y la voluntad multitudinaria. El proclamarlo, en nada disminuye el mérito insigne de otros ilustres obreros de nuestro movimiento que lo prestigiaron con su capacidad, con su honradez y con su plena dedicación a la

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causa común. Y en el orden sindical aparece, como primera figura, Antonio García Quejido, fundador y organizar de la U.G.T. en tierras de Cataluña. Al extenderse la noticia de su muerte por toda España, se produjo en el país una enorme emoción. Inmediatamente comenzaron a recibirse en Madrid mensajes y requerimientos de entidades que deseaban rendir a sus restos el último homenaje. Por ello, aun cuando falleció un miércoles, el entierro no pudo celebrarse hasta el domingo, día 13 de diciembre. Se embalsamó su cadáver y quedó expuesto en uno de los salones de la Casa del Pueblo de Madrid, por donde desfilaron decenas de millares de ciudadanos que querían dar el último adiós al «Abuelo». Cientos de coronas le fueron dedicadas de España entera y algunas del extranjero. Al entierro, que fue la más impresionante manifestación de duelo que ha presenciado Madrid, concurrió una muchedumbre incalculable. En ella no sólo figuraban obreros, sino elementos de todas las clases sociales con espíritu liberal que se incorporaron en formación compacta y desfilaron desde la calle de Piamonte, por la de Alcalá, hasta el cementerio civil. Constituyó el entierro una demostración de fuerza que sorprendió por su magnitud a los propios gobernantes de la dictadura. La lógica más elemental debió llevarles a la conclusión de que toda aquella masa humana le era hostil. En el cementerio civil descansan los restos del gran camarada de todos, en un hermoso mausoleo obra del arquitecto cordobés Francisco Azorín, hoy en la emigración, y del extraordinario escultor y ciudadano sin reproche Emiliano Barral, muerto en la defensa de Madrid, en 1936. Hay biografías muy completas de Iglesias y no nos corresponde aquí intentar otra. Diremos —porque ello cae dentro de nuestro plan de narradores de la vida de la U.G.T. y de sus hombres— que, por su prestigio dentro del movimiento obrero y socialista, Iglesias representó un factor aglutinante de la tendencia clásica del tipo de socialismo que encarnaba «el pablismo», lo que hizo que todos contemplaran siempre con temor la contingencia de su desaparición. Era corriente decir que mientras viviera Iglesias la unidad del Partido Socialista, de ese partido, estaba asegurada. Incluso estaba garantizada su unidad de acción. Ir contra el partido de Iglesias era ir contra un bloque que no podría nunca quebrarse. Fue impermeable a acontecimientos históricos de alcance universal y a evoluciones del pensamiento socialista impuestos por la propia dialéctica del socialismo. Fue preciso el cataclismo de la guerra y la serie de convulsiones que la acompañaron para que resultase posible el hecho de una división histórica determinada, en lo fundamental, por motivos históricos, como sucedió en los demás países.

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De Iglesias se separaron Quejido, Perezagua, Acevedo, Virginia González y muchos y muy destacados militantes socialistas más. Y es evidente que el hecho de que Iglesias no compartiera el punto de vista de los que se fueron constituyó, para ellos y para el Partido que formaron, un serio hándicap. Las masas seguían la imagen de Iglesias, no sus posiciones ideológicas. Y puesto que él no participaba de la posición comunista, es que ésta no era la acertada. A ese aspecto de la cuestión, entre otros, es a lo que venimos llamando «pablismo». En nuestro movimiento, los factores sentimentales han desempeñado un gran papel y este argumento de no herir a Iglesias, contribuyendo a debilitar el Partido que él fundara, actuó en la época con gran eficacia. Sobrevenida su muerte, después del esclarecimiento de posiciones a que dio lugar la polémica sobre las Internacionales y luego de haberse autoeliminado la tendencia izquierdista, el problema de la unidad de dirección, que la desaparición de Iglesias pudo crear, no existía. Por lo menos, aparecía muy atenuado. Por otra parte, el crecimiento y desarrollo de la figura de Besteiro, militante menos antiguo, sin espíritu de clase, pero de prestigio creciente, daba resuelto el conflicto de la sucesión de Iglesias en la presidencia del Partido y de la U.G.T. No se sabía, sin embargo, si podría llenar la misión contemporizadora que Pablo Iglesias había venido llenando y en un momento en que, frente a la conducta a seguir respecto a la dictadura militar, se alumbraban ya serias divergencias. Pero Besteiro no se distinguía ciertamente por la humildad, la sencillez y la modestia que caracterizaban a Iglesias —sin que ello disminuyera en nada la integridad de aquél—, ni tampoco por la energía de carácter, exenta de toda soberbia, del «abuelo». Condiciones todas éstas más que suficientes para explicar que las masas le siguieran, se sintieran atraídas por él. Pablo Iglesias es una figura que rebasa a su partido y está por encima de cualquier problema de tendencia La verdad es que, en el corazón de la clase obrera, no podía ser sustituido por ningún otro militante. Había una mística «pablista». Y eso aun cuando los acontecimientos y las situaciones que el mundo conocía no pudieran ser abarcadas por él con la justedad con que lo fueron aquellas en que debió conocer lo más dilatado y duro de su combate.

65 CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES DE ESPAÑA

La dictadura, que sólo se asignara tres meses de vida, iba a entrar en el cuarto año de su existencia. Los asesores del dictador, realmente interesados en la prolongación de una experiencia que en Italia se eternizaba, pensaron en hacerla durar por modo indefinido. A estos fines, y parodiando a Mussolini, Primo de Rivera ideó la constitución de una Asamblea consultiva destinada a sustituir, en alguna medida, al régimen parlamentario y en la que debían tener representación todas o casi todas las fuerzas sociales del país. Es evidente que en ella no podían faltar los delegados de los obreros. Y pensó en que al organismo en proyecto acudieran representantes de la U.G.T. que, además, tenían una clara significación socialista. Es evidente que esta esperanza, la de contar con elementos representativos de la organización obrera que, con su actuación, prestigiaran la Asamblea y, en cierto modo, sancionaran la violación permanente y flagrante de la Constitución, se la hizo concebir al dictador la posición de nuestra central obrera y del Partido Socialista en aquel momento. La campaña contra los viejos políticos hostiles a la dictadura, a cargo de nuestros compañeros, podía interpretarse como un apoyo implícito a la situación creada. Por otra parte, la utilización a fondo de los decretos creando un nuevo derecho social también contribuía, seguramente, a este error de visión. Algunos contactos establecidos con el dictador en torno a problemas concretos, como el de la mina San Vicente, que explotaba el Sindicato Minero Asturiano, y las visitas a la Casa del Pueblo de Madrid de algún general con funciones de mando —el duque de Tetuán—, alentaron el propósito de encadenar a nuestra organización al carro de la dictadura. Así que se hizo público el propósito dictatorial, las organizaciones sindicales de Palma de Mallorca solicitaron del Comité de la Unión General

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de Trabajadores que dicha cuestión, la de la aceptación de los puestos ofrecidos en la Asamblea Nacional, se resolviera en un Congreso convocado al efecto. El Comité nacional, con arreglo a los Estatutos, verificó el oportuno referéndum y, por mayoría considerable de votos, se acordó lo que proponía Palma de Mallorca. En vista de esta decisión de las secciones, el Comité nacional, en sesión de 1 de noviembre de 1926, acordaba convocar un congreso extraordinario en cuanto se conociera el texto del decreto constituyente de dicha Asamblea. El día 6 de octubre de 1927 se reunía la Unión General de Trabajadores en congreso extraordinario, en Madrid, con el solo objeto de tratar si la clase trabajadora debía o no acudir con sus representantes a la Asamblea nacional consultiva convocada por el gobierno de la dictadura. El cargo de asambleísta no era por elección de las propias organizaciones, sino que se obtenía por especial designación del dictador. La convocatoria del Congreso de la Unión produjo en todo el país gran expectación, pues la participación obrera tenía, para la vida de la dictadura, toda la trascendencia que arriba hemos señalado. A pesar de las difíciles circunstancias económicas por las que atravesaba el país y de la situación de penuria en que se hallaban muchas entidades obreras, el número de delegados llegados de provincias fue de cuatrocientos, cifra nunca alcanzada hasta entonces. En el local donde se celebró el congreso, el cual debió verificarse, por disposición gubernativa, en el domicilio social de la U.G.T., sólo se permitió la entrada a los delegados. En medio de un gran silencio y de una enorme expectación, Besteiro pronunció un breve discurso en el que comenzó recordando que, en virtud de las circunstancias, desde hacía cinco años la U.G.T. no podía celebrar sus asambleas nacionales. La causa excepcional que hacía necesaria la reunión que se celebraba estaba en el ánimo de todos. «Vamos a deliberar —dijo— y, como siempre, deseamos hacerlo en voz alta, como hombres conscientes que somos y demostraremos que nos preocupamos por los problemas que nos interesan. Nosotros lo decimos todo, nada callamos; pero lo decimos sobria^ firmemente, y ésa ha de ser nuestra norma en estos momentos, sin desplantes ni gallardías. El mayor heroísmo es el de aquel que todos los días cumple con su deber.» Las palabras de Besteiro fueron premiadas con una ovación cerrada. Se nombró presidente del Congreso a Teodomiro Menéndez, de la delegación asturiana, y vicepresidente a Indalecio Prieto, de la de Vizcaya. Los dos líderes más activos en la oposición a que las organizaciones obreras participaran en la Asamblea nacional de la dictadura. Seguidamente se pasó a nombrar la Comisión que debía dictaminar

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acerca del único punto del orden del día. Verificada la votación resultaron elegidos los siguientes delegados: Indalecio Prieto, Anastasio de Gracia, Teodomiro Menéndez, Remigio Cabello, Ángel Lacort, Ramón González Peña, Juan de los Toyos, Manuel Llaneza, Manuel Muiño, Pascual Tomás y Rafael Henche. Reanudadas las tareas del congreso al día siguiente, y después de despachar las credenciales de numerosos delegados que no tenían entregadas todavía sus actas, el presidente anunció que se ponía a debate el dictamen redactado, que estaba concebido en los siguientes términos: «La ponencia que suscribe, después de examinar las opiniones formuladas en el seno del Comité nacional, coincidiendo en cuanto a la resolución a adoptar, y luego de oír los pareceres, también inspirados en la misma coincidencia, de cuantos delegados han comparecido a exponerlos, por acuerdo de todos sus miembros, y esperando obtener asimismo la unanimidad de los congresistas, propone el congreso se sirva declarar: «Que no ha lugar a que se acepten por afiliados a la Unión General de Trabajadores puestos en la Asamblea nacional creada por el real decreto de 12 de setiembre último, y que, a la vez, lamenta que el carecer de una libertad indispensable, a cuya plenitud aspira, le impida razonar debidamente ante la opinión pública su resolución. »Casa del Pueblo de Madrid, 7 de octubre de 1927. Remigio Cabello, Indalecio Prieto, Teodomiro Menéndez, Manuel Llaneza, Pascual Tomás, Ramón González Peña, Manuel Muiño, Anastasio de Gracia, Ángel Lacort, Juan de los Toyos, Rafael Henche.» El camarada Juan de los Toyos, como secretario de la Ponencia, dio lectura al dictamen. Su texto, como puede apreciarse, se limitaba a decir «que no ha lugar a que se acepten por afiliados a la Unión General de Trabajadores puestos en la Asamblea nacional creada por real decreto •de 12 de setiembre» (de 1927) y a lamentarse de la falta de libertad. Abierto el debate no hubo nadie que pidiera la palabra. El presidente repitió la pregunta de si había alguien que quisiera impugnar el dictamen, y éste quedó aprobado por unanimidad y sin discusión. Era obvio que en el congreso estaba representada la tendencia partidaria de la participación; pero, ante la opinión mayoritaria de la oposición, se inclinó dando sus votos a esa mayoría. Teodomiro Menéndez volvió a usar de la palabra para decir que esperaba de los gobernantes de la dictadura que, después de conocer la resolución adoptada, se percatarían de su importancia y significación.

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El congreso dio por terminadas sus tareas en medio de profunda emoción. También el Partido Socialista celebró congreso extraordinario el día 8 de octubre, y el acuerdo, asimismo unánime, fue de que ningún afiliado podría formar parte de la Asamblea nacional consultiva. No obstante, el gobierno de la dictadura, cuando hizo los nombramientos de los asambleístas, y a título de representantes corporativos, incluyó cinco nombres de camaradas nuestros: Fernando de los Ríos, Manuel Llaneza, Francisco Núñez Tomás, Santiago Pérez Infante y Lucio Martínez Gil, los cuales, como era natural, no aceptaron tal distinción. Manuel Llaneza, el líder del Sindicato minero asturiano, había sido invitado por el dictador en cierta ocasión para que se hiciera cargo del Ministerio del Trabajo. Pero la Asamblea se constituyó y estuvo actuando algunos meses, aun cuando fue uno de los más sonados fracasos de la dictadura primorriverista. La posición abstencionista de una parte de la U.G.T. y del P.S. —mayoritaria— fue correcta: no entraba en el juego del oportunismo revolucionario. La tendencia colaboracionista, por principio, había estado de acuerdo, como estuvo en desacuerdo con los movimientos revolucionarios de 1930 y 1934. La unanimidad mostrada por el congreso de la U.G.T. prueba hasta qué punto era una realidad en la práctica, y no sólo en la teoría, la organización democrática de nuestra central sindical. La tendencia que se sabe minoritaria por anticipado, se inclina ante la mayoría. No puede ocultarse, ni hay ningún motivo para hacerlo, que durante los tres primeros años de sistema dictatorial, se produjo un cierto divorcio entre los dirigentes y la masa de los afiliados. El sentimiento de hostilidad a la dictadura ganaba a capas sociales que no eran exclusivamente proletarias. Dentro de las organizaciones obreras, la C.N.T. y el Partido Comunista habían definido su actitud contraria a la experiencia fascista que se realizaba en nuestro país y aguantaban las consecuencias de esta actitud. En cierto modo, el Partido Socialista y la U.G.T. se habían acomodado a la situación que, con algunas limitaciones, respetaba a sus cuadros y les permitía cierta actividad. La creación de los Comités paritarios y ciertas posibilidades de tipo social eran utilizadas, en la medida de lo posible, para no perder el contacto con las secciones. ¿Estaba esto dentro de la línea del oportunismo revolucionario, como señalamos anteriormente? Para el autor, en la persona de Largo Caballero, sí. Ha sido el dirigente más combatido, lo fue sañudamente entonces y lo sería luego; sin embargo, a nuestro juicio, era el único dirigente que, llevado de su gran instinto de clase, hacía el juego del oportunismo compatibilizándolo con la acción de 19

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clase. Colaboraba, pero al mismo tiempo participaba en los movimientos revolucionarios. Contrariamente a los elementos de la tendencia besteirista, no hizo nunca la apología de los Comités paritarios, de la organización corporativa. Dirigente hubo que recorrió media España cantando las excelencias de los Comités paritarios. Para ellos la organización corporativa era un fin. En Cataluña florecían los sindicatos libres, creación de Martínez Anido, ministro de la Gobernación ahora en el equipo dictatorial. La masa de afiliados aspiraba a que la U.G.T. centrara su actividad contra el sistema, lo deseaba sinceramente. Pero algunos de sus dirigentes se resistían mediante expedientes que sería largo referir, siquiera, en teoría, afirmaran siempre sus convicciones democráticas y republicanas. La práctica de una política intervencionista que había dado resultado durante la época de la monarquía constitucional, parecía ahora como una apoyatura moral a la dictadura. Esta política hizo crisis con motivo de la convocatoria de la Asamblea consultiva, así que se conoció la intención de Primo de Rivera de implicar en ella a la U.G.T. Indalecio Prieto no ocultó nunca su hostilidad al régimen militar y pasó a la acción. Lo primero que había que hacer era conquistar al Partido Socialista y a la U.G.T. que, en su opinión, debían salir de aquella postura menos que inhibitoria. Esto dio lugar a una correspondencia entre Prieto y Largo Caballero, que circuló clandestinamente, en la que se precisan con toda claridad algunas diferencias. Caballero personificaba a la intuición de clase; Prieto, no. Las posiciones de Caballero, con todos sus errores, tenían un fondo de clase y, por lo mismo, revolucionario, en tanto que las de Prieto eran expresión del pensamiento radical burgués. Caballero sentía a la clase obrera; Prieto, no. Esto determinaba imágenes falsas. Los dirigentes del Partido Socialista y de la U.G.T. —unos por principio; otros por estrategia, en razón de unas circunstancias especiales— entendían que la clase obrera no debía estar ausente de ninguno de los organismos donde su labor pudiera ejercerse libremente, allí donde, cuando menos, estuviera en condiciones de realizar una función crítica. En los medios socialistas y ugetistas siempre se había considerado como un gran mal la posición anarquista, negativa, que consiste en ignorar la existencia de todos los organismos oficiales y que supone la renuncia a un debate con los adversarios de la clase obrera, debate cuya repercusión en el dominio de la propaganda es siempre eficaz. Por otra parte, los adversarios de esta colaboración tácita entendían que la presencia de los representantes socialistas en la Asamblea consultiva daba a ésta un prestigio que de otro modo no tendría y contribuían a apuntalar la dictadura. A su entender, todas las modificaciones introducidas en el derecho social valían menos que la pérdida de la libertad política. Esta había que reconquistarla con

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carácter previo, derribando a la dictadura. Esta batalla, en el interior de la organización obrera, la ganaron los que se oponían —en este caso, correctamente— a participar en la Asamblea nacional. No en el Congreso de la U.G.T., sino en el referéndum en que se resolvió la celebración del congreso. La cuestión quedó juzgada entonces y por ello no se produjo ninguna clase de discusión en el congreso. Creemos que, unánimemente o casi, los dirigentes socialistas, que lo eran a la vez de la U.G.T., comprendieron que la etapa expectante estaba superada y que era necesario embarcarse en una acción favorable a la caída de la dictadura Desde luego, el más refractario a esta modificación de posición fue Besteiro, que con verdadera obstinación, con obstinación de convencido, mantuvo la contraria a la generalmente dominante. A esta actitud suya de entonces habrá que añadir la que asumió con relación a los movimientos revolucionarios de 1930 y 1934, así como su implicación en el golpe de Casado, en 1939Después del movimiento de 1917 se situó siempre, y con él sus adeptos, frente a los movimientos revolucionarios, explicando sus posiciones con la erudición del austro-marxismo y del socialismo alemán, tan especial que aplastó una prometedora revolución que, triunfante, habría acelerado el advenimiento del socialismo en Europa en bastantes decenios. El problema político planteado se iba haciendo cada vez más agudo. La burguesía española contemplaba con cierto asombro la orgía administrativa a que se entregaban los dictadores y las prácticas poco recomendables que se abrían paso en la resolución de expedientes y contratas. La política de monopolios, que se anunciaba como una «trouvaille» salvadora, si complacía a un sector bancario, disgustaba a otro. Los partidos monárquicos deshechos y, sobre todo, hundidos en el deshonor y objeto constante de las más graves acusaciones, trataban de defenderse y de restaurar un régimen constitucional al que habían jurado fidelidad juntamente con el rey. En el propio ejército, las genialidades interesadas de Primo de Rivera no caían bien, y el malestar era tan notorio que dio lugar a una serie de graves sucesos destinados a minar la fuerza de una situación que ya no se apoyaba más que en un sector de las instituciones armadas. Pero sobre todo estos aspectos serios que hacían presumir el ocaso de la dictaduta y su descrédito en razón de su gestión francamente inmoral, pribaba uno que era fundamental. Primo de Rivera había destruido un sistema que, con todos sus defectos, servía a las clases dirigentes para perpetuar su dominación. No acertaba, en cambio, a sustituirlo con ningún otro. Estas clases dirigentes miraban el porvenir con verdadero pánico, inciertas en cuanto a la salida que pudiera tener el sistema despótico establecido. Sin partidos de gobierno organizados, hundidos y desacreditados todos ellos, el término de la dictadura militar podía significar el del régimen que la había hecho posible y amparado. El mantenimiento de la

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monarquía tenía para ellos un valor de símbolo y constituía, a la vez, la garantía de que no se producirían cambios profundos. Mientras en la cima del Estado estuviera la figura de un rey, las demás instituciones sociales, fundamentales en el sistema capitalista, estaban aseguradas. Se admitía la posibilidad del destronamiento del rey, pero se trabajaba al mismo tiempo para encontrarle un sustituto. Comprendiendo que la cosa urgía, se anudaron diversas conspiraciones con resultados varios. Aunque fracasadas, sirvieron para debilitar la situación y para estimular la iniciación de otros movimientos que liarían fatal su derrumbamiento. Los republicanos y un sector socialista se embarcaban, en general, en esta clase de acciones conspirativas considerando que lo que urgía, lo principal, era derribar la dictadura y sus complementos civiles, descontando sin duda que el derrocamiento del régimen constituiría una segunda etapa, más fácil de recorrer. Pero es lo cierto que la tendencia que ejercía la dirección de la U.G.T. y el Partido Socialista se mantenía ausente de toda esta actividad, encastillada en su idea de que las fuerzas proletarias sólo podían implicarse en movimientos que tuvieran por objetivo único la instauración de la República. Y que Indalecio Prieto y los que con él compartían una acción conspirativa eran mantenidos fuera de la directiva del partido. De todas maneras, el Congreso extraordinario significó un serio enderezamiento de la posición ugetista que, de otro modo, habría quedado comprometida a los ojos del propio proletariado español. Esa posición la salvaron Largo Caballero, Prieto, Teodomiro Menéndez y cuantos estaban de acuerdo con su actitud.

66 UNA CUESTIÓN DE

TÁCTICA

P O S I C I O N E S DE LARGO CABALLERO Y J U L I Á N B E S T E I R O EN RELACIÓN CON LA ASAMBLEA NACIONAL CONSULTIVA

La tan discutida personalidad de Julián Besteiro, puesta en estos tiempos en primer plano como la de uno de los hombres representativos del socialismo español y del movimiento obrero, merece que dejemos constancia en nuestro trabajo de un documento tan interesante como el que elaboró tratando de justificar su posición en favor de aceptar puestos en la Asamblea nacional consultiva creada por Primo de Rivera en 1927. Este documento de Besteiro y su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas definen perfectamente, para el autor de este trabajo, su mentalidad antisocialista. En otro lugar, ya hemos dicho que Besteiro podría ser un krausista, pero no un socialista. En la reunión del Comité nacional del 13 de agosto de 1929, el problema de la Asamblea nacional consultiva volvió a discutirse, con motivo de una disposición que establecía la ampliación del organismo, lo que dio lugar a que, una vez más, se enfrentaran las mismas posiciones que en el Congreso extraordinario de 1927He aquí la posición de Largo Caballero: «Convencido como el que más de que la Unión General de Trabajadores de España, cumpliendo los preceptos estatutarios, debe procurar no estar ausente allí donde se trate cualesquiera de los problemas nacionales que hoy agitan la conciencia del país, he examinado con el interés debido el decreto ampliando la Asamblea nacional. Véome obligado a declarar que del examen realizado he sacado la firme convicción de que el Comité nacional no puede aceptar la invitación que se nos hace para formar parte de dicha Asamblea, aunque sólo se trate de discutir el anteproyecto de Constitución y leyes complemen-

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tarias, sin faltar al deseo expresado por la Unión General en su congreso extraordinario celebrado en Madrid el día 7 de octubre de 1927. El acuerdo del Congreso dice así: »"Que no ha lugar a que se acepten por afiliados a la Unión General de Trabajadores puestos en la Asamblea nacional creada por real decreto de 12 de setiembte último, y que, a la vez, lamenta que el carecer de una libertad indispensable, a cuya plenitud aspira, le impida razonar debidamente ante la opinión pública su resolución." »Podrá argüirse que el decreto de ampliación de la Asamblea resuelve ciertas cuestiones de procedimiento que el de constitución no lo hacía; por ejemplo: invitación nominal y directa a la Unión General de Trabajadores, y permitir a ésta que elija libremente sus representantes ; y hasta podrá afirmarse que se va a informar sobre una sola cuestión y que ésta es de suma importancia, por tratarse del Código fundamental del Estado. Es cierto; pero no debe olvidarse que en las reuniones del Comité nacional, previas al congreso extraordinario, se trataron dichas cuestiones, resultando de las deliberaciones res paonencias. En una se fundamentaba la no aceptación en que no se permitía a la Unión elegir sus representantes libremente; en la segunda, en que no había sido invitada directamente, y en la tercera, en que la constitución de la Asamblea significaba el propósito de legitimar y de prolongar indefinidamente el régimen de excepción inaugurado con el golpe de Estado del 13 de setiembre de 1923. Sin embargo, el Congreso no fundamentó su acuerdo en ninguno de los puntos primeros; pero sí se lamentaba de "carecer de la libertad indispensable para razonar ante la opinión pública su resolución», lo cual hace suponer que estaba más conforme con la tercera ponencia que con las otras dos. »En cuanto a la importancia del asunto sobre el cual ha de informarse, es innegable; pero hay que tener presente que el congreso extraordinario conocía de antemano el decreto de constitución de la Asamblea, y que en él ya se decía que una de las secciones dictaminaría acerca de las leyes constitucionales, y, sin embargo, acordó no ir. «Por todo lo dicho, es lógico interpretar el acuerdo del congreso extraordinario en el sentido de que se inspiró, principalmente, no en motivos de simple procedimiento, sino en otros mucho más fundamentales. Por eso, a juicio del que suscribe, el Comité nacional no tiene otro camino en el caso actual que atenerse a lo ya acordado.» Después de esas consideraciones, Caballero terminaba proponiendo al Comité nacional la siguiente resolución que fue aprobada:

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«Reunido el Comité nacional de la Unión General de Trabajadores de España, ha examinado con la atención que merece el decreto-ley de 26 de julio último, por el cual se concede a este organismo el derecho a designar libremente cinco representantes para formar parte de la Asamblea nacional consultiva, y visto el acuerdo tomado por unanimidad en el congreso extraordinario celebrado en Madrid el 7 de octubre de 1927, en el que se dice: "Que no ha lugar a que se acepten por afiliados a la Unión General de Trabajadores puestos en la Asamblea nacional consultiva", y considerando que no está en sus atribuciones derogar dicho acuerdo, resuelve atenerse al mismo y, por tanto, no designar ningún representante para la tan repetida Asamblea.» A continuación damos a conocer el amplio escrito de Besteiro, pleno de consideraciones justificativas de su posición. Para él, el problema de la abstención carecía de razón y fundamento, tratando de convencer que el de la «participación» se apoyaba en principios y en una verdadera táctica socialista. Olvidaba que el movimiento obrero internacional ofrecía alguna lección al respecto, y que una de estas interesantes lecciones venía de la socialdemocracia rusa, cuando se negó a colaborar, en un momento dado, en la Duma zarista. El escrito de Besteiro decía así: «Después de escuchadas las razones expuestas por la mayoría de mis compañeros de la Comisión ejecutiva, y después de haber reflexionado acerca de ellas, me ratifico en el criterio que ante ellos expuse, y reitero ante el Comité nacional mi opinión favorable a ocupar los puestos que la ampliación de la Asamblea nacional reserva a cinco representantes elegidos por la Unión General de Trabajadores. »No es éste un criterio improvisado ahora por mí. Es el mismo criterio que sustenté en el Comité nacional que precedió al último congreso extraordinario. «Entonces hacía yo depender mi negativa a acudir a la Asamblea, única y exclusivamente, de la circunstancia de que a la Unión General se le negaba la posibilidad de elegir libremente a sus representantes. »En aquel Comité nacional fue esa proposición mía la que obtuvo mayor número de votos; y si en el congreso extraordinario y después en el ordinario no se discutieron esas diferencias de matices fue bien a pesar mío, pues siempre he considerado que estas discusiones, así como las que versan acerca del contenido de la futura Constitución,

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lejos de evitarse, deben promoverse y fomentarse por considerarlas de una necesidad ineludible para la democracia española. «Hoy, como ayer y como siempre que se han planteado estos problemas ante la Unión General de Trabajadores y ante el Partido Socialista, pienso que la táctica de retraimiento y de abstención es una táctica errónea, que ha producido siempre resultados fatales para la democracia, y pienso además que quizás el mayor de los méritos contraídos ante el país por la Unión General de Trabajadores y por el Partido Socialista consiste en haber luchado denodada y tenazmente contra ese error y en haber llevado a los organismos públicos más ilegítimamente formados y más corrompidos la voz sincera y enérgica de los verdaderos representantes de la clase trabajadora, apoyados por la organización y controlados por ella. «Casi desde la aparición de la dictadura vengo manteniendo constantemente un criterio de intervención, frente a las críticas fáciles de los abstencionistas y frente a las calumnias que, no ahora, sino siempre, en la historia de nuestras organizaciones, se han dirigido a los militantes más firmes en el mantenimiento de nuestros principios, ciertamente coa las mayores molestias y aun riesgos para nuestros camaradas; pero, a la larga, sin provecho alguno para la causa de nuestros adversarios. «Se comprende fácilmente que el tesón que yo he puesto durante la vida de la dictadura en mantener este criterio de acción y de intervención no ha estado inspirado en el deseo de conservar unas cuantas concejalías corporativas, ni una representación en el Consejo de Estado acerca de cuya eficacia era muy natural formular todo género de reservas. «Mi empeño ha estado fundado en el convencimiento, acertado o erróneo, de que con ello defendía un principio esencial de táctica que ha dado a la Unión General de Trabajadores y al Partido Socialista, antes y después de la dictadura, no sólo una fuerza material respetable, sino un prestigio muy superior, por fortuna, a su fuerza material. «Hoy, cuando llega nuevamente la ocasión de decidirse por un criterio de abstención o por un criterio de intervención, y precisamente en un caso de mayor trascendencia y de más grande responsabilidad que los anteriores, no encuentro motivo alguno que pueda justificar un cambio de actitud por mi parte. Si hubiese de creer justificado este cambio, no seria sino mediante la previa confesión de que mi posición durante la dictadura ha sido una posición falsa y equivocada, cosa que estoy muy lejos de creer. «Podré engañarme; pero yo estoy plenamente convencido de que

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todos los argumentos que se emplean en pro del retraimiento, en este caso como en todos, no son otra cosa que sofismas con que fácilmente encubrimos nuestra tendencia a cerrar los ojos ante las realidades ingratas y a esquivar los problemas hondos de difícil solución; pero, con esa abstención, con esa inhibición, con ese cerrar los ojos y meter la cabeza bajo el ala, no suprimimos las realidades ingratas, ni eliminamos los problemas hondos y difíciles. Al contrario, los problemas se agudizan y las realidades se vengan de nuestra falta de una manera brutal y tal vez trágica. »Se habla de colaboración y de participación en las responsabilidades de la dictadura. »Pues bien, yo digo que no hay mayor colaboración con la dictadura, ni mayor participación en sus responsabilidades que la que puede resultar de la adopción del criterio abstencionista. »La dictadura es una ficción política que pretende salvar de un peligro inminente a otra ficción política aún mayor: la monarquía española restaurada. En esta inmensa ficción de la restauración monárquica hay que reconocer que las masas populares han cooperado y colaborado eficazmente, manteniendo otra ficción demagógica: el radicalismo abstencionista y apolítico. »En medio de este ambiente de falsedad, es la gloria de la Unión General y del Partido Socialista el haber puesto ante los ojos de los ciudadanos las realidades palpitantes de la vida nacional. »Sin la actuación de nuestros camaradas, sin la obra de nuestros representantes en el Parlamento y en la Comisión de Responsabilidades, hoy no habría en España dictadura. La existencia de la dictadura no puede ni debe, sin embargo, hacernos renegar de nuestro pasado, ni los gestos del gobierno dictatorial deben desviarnos de nuestro camino. »Ya sé yo que si la Unión General de Trabajadores acuerda abstenerse de enviar sus representantes a la Asamblea nacional, su resolución cosechará por el pronto no pocos plácemes y aprobaciones. «Tampoco se me oculta que, aun en el caso de que mi opinión sea acertada, el acuerdo contrario del Comité de la Unión General no ha de ser un obstáculo para el desenvolvimiento progresivo de este organismo, así como para los avances del Partido Socialista; pero los militantes a quienes se nos ha confiado una misión directiva estamos en la obligación de conservar íntegra la virtud de los principios, de la cual depende, en último término, la fuerza material; así como estamos también obligados a prever posibles complicaciones y dificultades que pueden presentarse en lo futuro si, ofuscados por los obs-

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táculos del momento, perdemos de vista los horizontes amplios que debe abarcar nuestra actuación. «Porque una cosa es indudable: la adopción del criterio abstencionista no supone otra cosa, al menos por el momento, que la inacción y, en cierto modo, la indiferencia y la impotencia ante un problema vital para el país y vitalísimo para la clase trabajadora. »E1 caso se ha repetido con frecuencia en la historia de nuestro pueblo. La democracia, falta tal vez de preparación y de hábitos de civismo, se inhibe ante los problemas reales que la vida nacional plantea; los problemas entonces se resuelven indefectiblemente según las conveniencias y los deseos de los elementos reaccionarios. Al pueblo no le queda después más que la ilusoria satisfacción de haber conservado una especie de virginidad impoluta Cuanto más absoluta es la inacción, menos riesgos hay, ciertamente, de contaminaciones; pero ¿vale la pena conservar esa reputación y ese tesoro virginales a costa de una infecundidad más o menos resignada? Yo creo que no, lo mismo en éste que en cualquier caso análogo que pudiera presentarse. »Esta es mi opinión sincera, que quisiera haber acertado a exponer más brevemente. »Sólo me resta añadir, para terminar, que si esta opinión mía hubiese sido la predominante, no hubiese considerado al Comité nacional con facultades para decidir por sí la cuestión, sino simplemente para formular y exponer su juicio a la consideración de las organizaciones y dejando que la masa decidiera, a ser posible, mediante la convocatoria de un congreso extraordinario. «Madrid, 12 de agosto de 1929.» El documento anterior es la expresión no sólo de una posición de Besteiro en relación con el problema concreto de la Asamblea nacional consultiva, sino que, a la vez, es un exponente de su pensamiento político, el cual tendría sus manifestaciones negativas posteriormente. Cuando afirma que «la adopción del criterio abstencionista no supone otra cosa, al menos por el momento, que la inacción y, en cierto modo, la indiferencia y la impotencia ante un problema vital para el país y vitalísimo para la clase trabajadora...», está acusando a los abstencionistas de caer en la inacción, en la indiferencia, en el inmovilismo. Su posición, en ese momento, se compadece mal con su indiferencia, su abstencionismo ante el movimiento de 1930; con su posición de no participar en el gobierno revolucionario; con su actitud frente al movimiento revolucionario de 1934 y, más tarde —como para cerrar con broche de oro su conducta política— con su participación, con el ofrecimiento de su personalidad,

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su historia y su nombre al golpe del coronel Casado de marzo de 1939 que liquidó, de la forma más indigna, la vida de la República. Antes, ya se había abstenido de toda labor en la lucha de 1936-1939. ¿Cómo podían explicarse esas contradicciones políticas...? De seguro que en sus tristes reflexiones, en la cárcel de Carmona, más de una vez habrá considerado —si su orgullo se lo permitía— que el fascismo era algo más que un ruido de ratones en una casa vieja... Por nuestra parte, nos ha parecido de interés dejar constancia de unos documentos que ilustran perfectamente uno de los problemas que en su día, durante la dictadura de Primo de Rivera, apasionaron a las organizaciones obreras de signo socialista. En ese mismo Comité nacional fue examinado el «Anteproyecto de Constitución de la monarquía española», aprobado por la sección primera de la Asamblea nacional. El Comité nacional elaboró un amplio documento —en el que, entre otros, participó Besteiro— que rechazaba ese anteproyecto fundándose en interesantes argumentos de tipo jurídico e histórico. El documento finalizaba con el siguiente párrafo: «Y si, a pesar de todo, acaba usurpando el título de ley fundamental de la nación, en vez de titularse ley-muralla de un absolutismo asiático, ni el Partido Socialista, ni la Unión General de Trabajadores serán responsables de la inadmisible situación de incapacidad política en que se les coloca, ni de las circunstancias especiales que forzosamente han de crearse para entrar, por todos los medios, en la ciudadela amurallada del Estado absoluto...» (13 de agosto de 1929.) Firmaban el documento Largo Caballero, como secretario de la U.G.T., Andrés Saborit, como secretario del Partido Socialista, y Julián Besteiro, como presidente de ambos organismos.

67 X V I CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES DE ESPAÑA El 16 de setiembre de 1928, bajo la dictadura militar, comenzaron las tareas de esta importante asamblea. El último congreso ordinario había tenido lugar en noviembre de 1922, seis años antes. Estaban directamente representados 139 659 trabajadores cotizantes en las secciones de la Unión y acudieron 590 delegados, designados por 679 entidades obreras afiliadas. En el XV Congreso estuvieron representadas 1 198 secciones con 208 170 afiliados. Desde 1922, pues, la U.G.T. no se había reunido ordinariamente en congreso. La organización se presentaba con sus cuadros fortalecidos, y en franco crecimiento en cuanto a número de secciones adheridas, no obstante las expulsiones decretadas en 1922. La asamblea se verificó en el teatro de la Casa del Pueblo de Madrid. Como presidente del Comité nacional, Besteiro saludó a los congresistas en breves y severas palabras. Para presidir las sesiones se nombró a Remigio Cabello. Anastasio de Gracia fue elegido vicepresidente. Como delegados extranjeros asistían: Jouhaux, por la C.G-T. francesa y por la Internacional Sindical; Bondas, por la Oficina Internacional del Trabajo, de Ginebra; Conrado Gorni, de Suiza, y Schaeffer, de Alemania. La gestión de la Comisión ejecutiva en el período pasado fue aprobada por 113 530 votos, contra 4 986 y 1 087 abstenciones. Se recibieron numerosos mensajes de salado y solidaridad del extranjero. El problema del frente único dio lugar a un extenso debate, sin que se llegara a resultado práctico alguno. La quinta sesión del congreso resultó muy solemne, pues estuvo dedicada a la intervención de los delegados extranjeros. Hablaron, en nombre de todos, Bondas y Jouhaux, siendo contestados por Besteiro, en nombre del Comité nacional.

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Por la casi totalidad de los votos del congreso, se acordó la permanencia en el Consejo del Estado del representante obrero Francisco Largo Caballero. Igualmente fue aprobada la ponencia sobre libertades públicas y frente único. Las demás ponencias fueron presentando sus dictámenes y se aprobaron los relativos a legislación social, industria ferroviaria, crisis de trabajo, seguros sociales, etc. Asimismo se aprobó la gestión internacional realizada en los congresos de Viena, Londres, París, La Haya, Oxford y Ginebra, así como la de los representantes obreros en los organismos nacionales, como Consejo de Trabajo y otros cuerpos consultivos. En las modificaciones estatutarias se aceptaron varias que —a base de los trabajos preparatorios realizados ya por el Comité nacional en cumplimiento de acuerdos de congresos anteriores— conferían una nueva estructura al organismo nacional. Anastasio de Gracia pronunció el discurso de clausura de esta importante asamblea. Como Comisión ejecutiva resultó elegida la siguiente: Presidente, Julián Besteiro; vicepresidente, Andrés Saborit; secretario general, Francisco Largo Caballero; secretario-tesorero, Wenceslao Carrillo; vocales: Trifón Gómez, Anastasio de Gracia, Manuel Cordero, Lucio Martínez, Enrique de Santiago, Rafael Henche y Andrés Gana.

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS ACUERDOS MÁS IMPORTANTES DEL CONGRESO

El X V I Congreso aprobó los estatutos de la nueva Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra, que llegó a ser una de las organizaciones nacionales de campesinos más importantes del movimiento obrero internacional. La represión del fascismo italiano contra la clase obrera de aquel país mereció la atención del congreso, que votó una resolución de protesta, y de solidaridad con la Confederazione Genérale del Lavoro. Sobre el problema sindical internacional, el congreso votó una resolución de franca factura antiunitaria y rabiosamente reformista. Decía en su apartado: «Que la Unión General de Trabajadores, que puede enorgullecerse de haber contribuido a la fundación y a la organización de la Federación Sindical Internacional, debe permanecer afiliada a la misma.»

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En el apartado III de esta resolución, se reiteraba el proyecto de creación de la Federación Obrera Iberoamericana, afiliada a la Internacional de Amsterdam. En su apartado IV, se hacía un canto entusiasta a la Organización Internacional del Trabajo para que, en un futuro próximo, llegara a ser un verdadero Parlamento internacional del trabajo. Ninguna otra Central forjó tan grandes ilusiones. Este clima «ilusionante» tenía como envenenado, en aquellos momentos, al propio Caballero. Pero donde la resolución ponía de relieve un espíritu antiunitario rayano en lo sectario y aun en lo vengarivo es en su V y último apartado, cuando dice que «Con objeto de impedir que las discusiones acerca de la Federación Sindical puedan ser provocadas y explotadas por determinados elementos, la cuestión de la Internacional no figure en el orden del día de los tres próximos congresos ordinarios, a menos que lo soliciten expresamente la mitad más uno de los afiliados a la Unión General de Trabajadores o que lo proponga el Comité nacional de ésta.» La arbitraria y sectaria resolución se comenta por sí sola. Su sentido antiunitario salta a la vista. En aquellos momentos, la Internacional Comunista y la Internacional Sindical Roja clamaban por un frente único del proletariado que cerrara el paso al fascismo y a la guerra. Las resoluciones del Congreso, muy amplias, estaban impregnadas de reformismo, pero esencialmente de subjetivismo, y también influenciadas por las querellas y problemas determinados por las violentas polémicas entre las tendencias socialistas y comunistas, polémicas derivadas de la escisión, así como por los hechos de violencia del congreso anterior. En el XVI Congreso se reflejaba el odio, la pasión negativa que había producido la escisión en el Partido Socialista, y algunos hechos lamentables y trágicos producidos en torno a la escisión. En esa línea anticomunista el congreso se manifestó unido. Su resolución sobre el «frente único» está dentro de la misma orientación antiunitaria. De hecho, fueron resoluciones contradictorias. En una, se protestaba contra el fascismo italiano, se reconocía la brutal represión de ese régimen contra la clase obrera; se proclamaba el peligro de esa reaccionaria filosofía de la violencia y, por otro lado, se apuntaban resoluciones abiertamente antiunitarias. En la resolución contra la guerra se decía, en su primer párrafo: «El régimen de falacia en que perpetuamente vive la sociedad capitalista, nos obliga, como proletariado organizado, a estar siempre dispuestos a hacer frente al peligro constante que amenaza a la Humanidad». Este párrafo, de factura besteiriana, no guarda relación con las posiciones tan radicales contra la unidad del proletariado, tanto en el campo nacional como en el internacional. ¿Cómo

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haría frente el proletariado, sin unidad, al fascismo y al peligro de guerra...? Besteiro lo explicaría —en 1933— en un Comité nacional de la U.G.T. cuando, en réplica a una exposición del autor de este trabajo, mafestó: «El fascismo es el ruido de ratones en una casa vieja que asusta a los pusilánimes...» En relación con el frente único fue aprobada otra resolución con la misma orientación de desconfianza, de reservas, plena de subjetivismo; sus apartados primero y segundo decían: «Primero. Que por parte de la U.G-T. existen los mismos fervientes deseos de fusión que siempre demostró, exigiendo únicamente para llegar a ésta el que por parte de la Confederación Nacional del Trabajo existan iguales y sinceros propósitos. «Segundo. Que no existiendo, a juicio del congreso, esos sinceros propósitos en los elementos integrantes de la Confederación, estima, por el momento, estéril todo intento de fusión con ella.» El congreso, desarrollado en plena dictadura, parecía condicionado por preocupaciones tales como: no disgustar al dictador; que se pudiera decir que, al afirmarse tan abiertamente por la línea del reformismo internacional y veladamente contra la unidad de la clase obrera, no representaba ningún peligro; que había de complacer a la dictadura y no a la clase obrera. Fue, en el fondo, un congreso manipulado por la simple y vulgar fórmula de Juan Palomo: «Yo me lo guiso, yo me lo como.» Algunas organizaciones de vanguardia habían sido expulsadas o marginadas; otras, no podían expresar sus opiniones. El X V I Congreso de la U.G.T., en plena dictadura, no es un orgullo para la historia del movimiento obrero. La irritación política que produjo la escisión; la situación conflictiva en el seno del movimiento obrero internacional, determinada por la existencia de las diferentes Internacionales, la violencia de la polémica entre socialistas y comunistas en el seno de los sindicatos, todo esto se proyectaba sobre el X V I Congreso, y consecuencia de ello fueron sus resoluciones. Estas posiciones contradictorias son peculiares en nuestro movimiento obrero de tendencia socialista. Parecen inexplicables, pero están dentro de una cierta lógica que ya hemos apuntado en capítulos anteriores. El Partido Socialista se caracterizó por una gran debilidad ideológica, por una falta de teoría revolucionaria, no otra es la causa de sus paradojas, de sus contradicciones. La U.G.T. no ha hecho más que registrar las consecuencias de esas fallas. No obstante, en este congreso se observó la presencia de un numeroso

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contingente de delegados jóvenes. Se incorporaba a la lucha una nueva .generación. Ya habían desaparecido muchos de la vieja guardia y al nombre de Iglesias había que unir los de Antonio García Quejido (muerto en 1927), Vicente Barrio, José María Suárez, Toribio Pascual, José Calleja y muchos otros. Unos desaparecían dentro de la ortodoxia oficial socialista; otros, fuera de ella. Pero todo el mundo tenía entonces la impresión de que en todas estas cosas había mucho de transitorio y circunstancial y que lo de menos, considerándolo bien, era la solemnidad de los funerales tan pronto como se trataba de fijar para la Historia la fisonomía del personaje caído. Antonio García Quejido, por ejemplo, ha sido una de las personalidades más fuertes de nuestro movimiento al que rindió servicios extraordinarios. Obrero tipógrafo en la época en que esta profesión era un arte, su ilustración era vastísima y su inquietud cultural verdaderamente notable. Dotado de un agudo sentido crítico que no desarmaba ante los propios defectos, era un constante insatisfecho en cuanto al progreso de la organización, y a veces le ganaba el pesimismo resultante de un avance que estimaba excesivamente lento. Al morir, consideraba al movimiento obrero español en plena formación; «el gigante está en la cuna», y ello no sólo en cuanto a fuerza, sino en relación con su capacitación. Esta posición frente al mundo exterior le llevó a estudiar sin descanso, y puede asegurarse que el único de los obreros manuales fundadores del socialismo en nuestro país que sintió de verdad la inquietud científica fue García Quejido. Convertido en editor de El Capital, publicó a su vez la primera revista teórica en lengua española, La Nueva Era, donde dio a conocer un extenso ensayo sobre cuestión tan debatida como la de la formulación de la teoría del valor de Marx. Sus intervenciones en los mítines se recordarán siempre. Orador de un aticismo y una pulcritud exageradas —si es que en esto cabe exageración—, sabía enfocar las cuestiones con extraordinaria claridad y con una amenidad que no ha tenido rival en nuestros medios. A lo largo de su argumentación, la ironía saltaba fresca y espontánea, lo que quiere decir que era captada y gustada inmediatamente por un auditorio que le seguía siempre sin sentir un momento de fatiga. Los anarquistas españoles le hicieron blanco predilecto de sus ataques. Quejido se vengaba de ellos de manera elegante, incruenta, poniendo al descubierto los fallos de su doctrina. El mérito esencial de Quejido, fuera de los indicados, era su espíritu organizador. Si en la tribuna propendía a lo magistral y, huyendo de los efectos fáciles, tiraba a convencer razonando, en el trabajo menos brillante de la secretaría era el hombre de imaginación y de iniciativa que, en la realización de lo ideado, ponía las excelencias de un método y un sistema que le eran propios. Ese método y ese sistema son los adoptados por la U.G.T., los que han prevalecido en su desarrollo, de

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manera tal que puede decirse que el hombre que ha dado a nuestro organismo la tónica de seriedad, de orden interior, de respeto a los acuerdos tomados, de fidelidad a las decisiones de la mayoría ha sido Antonio García Quejido. Muy breves temporadas de su vida estuvo Quejido alejado del taller. Lo que ha constituido una circunstancia lamentable, ya que un hombre tan extraordinariamente dotado debió tener la posibilidad de estudiar fuera de las horas que la imprenta le dejaba libre. El movimiento obrero debió beneficiarse del trabajo íntegro de este gran obrero del socialismo. En el ocaso de su vida se produjo la escisión socialista. Pasó a formar parte del Partido Comunista. A los ojos de sus antiguos correligionarios, esto constituyó un demérito. La historia juzgará. En cuanto a él, entendí que en esta posición no hacía otra cosa que seguir fiel a doctrinas que habían sido las de toda su vida. Afectado de la enfermedad que debía acabar con su energía, Quejido no aportó al Partido Comunista una actividad de que ya no era capaz. Podemos decir, sin embargo, que fue esta época de su vida —en la que debió gustar muchas amarguras— una de las de mayor lucidez en cuanto al juicio de las situaciones presentes y por venir. Fue, también, una de las de mayor entusiasmo íntimo. Quejido estaba seguro de que el momento de la batalla final estaba, ahora de verdad, históricamente próximo. Más modesto, Vicente Barrio Minguito fue también un buen artesano de la U.G.T. Obrero fontanero, tenía evidentes condiciones de orador y fue un buen propagandista. A su esfuerzo se debe, en parte, el rápido progreso que logró la organización ferroviaria. Secretario de la U.G.T. durante muchos años, llegó un momento en que hubo de ser reemplazado —la importancia de la organización así lo exigía— por Francisco Largo Caballero. La verdad histórica obliga a consignar aquí que esta determinación hirió a Barrio en su amor propio (antes había sido herido Quejido). Pero supo superar esta crisis y prestó al nuevo secretario una colaboración decidida y sin reticencias. Vicente Barrio gozó de la estimación general y su desaparición fue muy sentida por cuantos le conocían y sabían la importancia del esfuerzo que realizó en los muchos años en que el trabajo de la U.G.T. debió descansar casi únicamente sobre sus espaldas.

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68 CAÍDA DE LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA Y POSICIONES DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES

Más de seis años duró la dictadura de Primo de Rivera, período histórico que se caracteriza por una política de desprecio a todo lo que hay de sustantivo en la persona humana. Nos refererimos someramente a este acontecimiento —su reseña es obligada en nuestro trabajo—, pues aunque para las nuevas generaciones carezca de interés, fue un período cargado de significación histórica que no puede ser olvidado. El hecho de que la dictadura, con la esperanza de atraerse a los elementos obreros, o simplemente de ocultar los otros aspectos de su política, tratase a la U.G.T. con cierta tolerancia no puede, en modo alguno, atenuar nuestro juicio sobre aquella etapa de «los seis años indignos», ni entibiar nuestra resuelta condenación de aquella experiencia. Es verdad que más tarde todo fue superado. Muchos de sus enemigos, transcurridos pocos años, añorarían aquella dictadura, siguiendo el adagio que dice: «Otro vendrá que bueno me hará...,». Contra lo que se ha sostenido alguna vez en nuestros medios, la dictadura fue cruel. Porque es cruel someter a befa y escarnio a quien previamente se priva de todo medio de defensa. Porque es cruel llenar las cárceles de presos gubernativos que en esa situación debieron permanecer años enteros. Como lo es igualmente arrebatar a los trabajadores su libertad sindical montando organizaciones, llamadas libres, destinadas a sustituir a las disueltas, a cuyos jefes se asesinaba: sindicatos policíacos a los que había que pertener por el terror. Crueldad hubo en la provocación de complots y en la ejecución de las víctimas de esas mismas maquinaciones que tenían por creador a la siniestra figura de Martínez Anido, que había hecho escuela en el período de terror más sangriento que Barcelona conociera bajo su dirección. Crueldad y dolor, humillaciones sin cuento, persecuciones y terror. Esto es lo que, junto a una inmoralidad hasta aquella fecha sin precedente, caracterizó a la dictadura. Los que pasaban por los

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Consejos de guerra o simplemente por los cuarteles de la guardia civil pueden decir si la dictadura resultó tan patriarcal como luego, contra toda verdad/se ha dicho. El terror en Asturias lo personificó el entonces capitán de la guardia civil Lisardo Doval. La acción ofensiva de aquel régimen lo fue en razón directa a la resistencia que encontró. Cuando la hostilidad universal a su régimen se concretó en actos, él los reprimió, y si no llegó más lejos fue porque el terror, en un momento dado de una situación, constituye un arma de imposible empleo. No sabemos si, a una distancia histórica de medio siglo, sería correcto distinguir la personalidad del general Miguel Primo de Rivera de la del también general Severiano Martínez Anido, al que si se le llamara hiena sería el nombre que mejor le cuadrara, calificativo que, sin embargo, no sería apropiado para el dictador. Amnistiados los responsables de Annual y estabilizado el nuevo frente en Marruecos, la razón fundamental del golpe de Estado había desaparecido. Los demás problemas habían sido agravados y en el régimen existente no encontraban satisfacción más que los que vivían al amparo de la situación. Con una apariencia de Estado fuerte, la verdad era que no se había conocido una situación de mayor caos, ni de más completa inestabilidad política. Elementos conservadores así lo sentían y, alarmados ante el porvenir incierto que se presentía, se lanzaron a conspirar, preocupados por salvar las instituciones que estaban en la cima de la estructura social. No nos corresponde hacer aquí la historia de cuantos movimientos subversivos se proyectaron y se realizaron, con resultado adverso en cuanto que no triunfaron, pero positivo en razón del debilitamiento cada vez más acentuado que producían en el despótico sistema imperante, sin referirnos a los aislados que se produjeron, de carácter directa o indirectamente anarquista, que nunca fue aclarado si habían sido o no maquinaciones debidas a la provocación. La llamada «sanjuanada», en la que aparecía implicado el general Weyler, y el conflicto de los artilleros fueron movimientos o estados conflictivos serios. El rey llegó a comprender cuan seria resultaría su situación en todos los casos, pero mucho más si aquel estado de cosas se prolongaba hasta el momento en que un alzamiento triunfante le pusiera término. La conspiración estaba en todas partes. La burguesía ya no tenía confianza en un régimen que no garantizaba sus intereses; en el plano internacional, tam1

1. Doval, ya comandante, habría de distinguirse, en los años treinta, en la represión del movimiento de octubre y durante nuestra guerra civil continuaría su triste historia de hombre cruel y sanguinario en los «Servicios especiales» del Cuartel general de Franco. Según el historiador Guillermo Cabanellas «después de terminada la guerra fue procesado por hechos definidos en el Código Penal»... y murió en el extranjero.

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bien se conspiraba en los medios financieros manteniendo una guerra fría contra la peseta. París, Washington y Londres no eran indiferentes a una situación que les preocupaba no por interés hacia el pueblo español, por supuesto, sino por la defensa de sus intereses en España y el miedo a una salida revolucionaria. En la madrugada del 26 de enero de 1930, en un momento de impulso incontenible del que no podía volverse atrás, Primo de Rivera se creyó con poder bastante para imponerse al rey. A este efecto, trató de convocar una reunión de los mandos superiores del ejército, la marina y los institutos armados recabando su adhesión para seguir «gobernando» a España como dictador. Todos los consultados contestaron testimoniando su lealtad al rey y a la Constitución ( ¡ ) . Inmediatamente fue llamado a palacio donde se le significó la real desaprobación de su temeraria gestión. Hubo de dimitir. Alfonso XIII le «borboneaba», como en 1923 había «borboneado» a todos sus consejeros políticos y al propio gobierno. La guarnición de Barcelona no respondió a un requerimiento del dictador, tendente a reeditar el golpe de Estado de setiembre de 1923. Ante esa situación, el general-dictador tomó el camino del exilio saliendo para París, estación de destino de muchos dictadores en derrota. Esta situación abría una nueva etapa política que se sabía cómo empezaba, pero que resultaba difícil pronosticar cómo terminaría. En la mañana del 29 de enero, los dirigentes de la U.G.T. harían constar su posición en los siguientes términos: «El 13 de setiembre de 1923, ante el hecho consumado, dijimos cuanto creíamos adecuado para situar las fuerzas de la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista frente a la situación creada. De la línea de conducta que nos hemos trazado no nos hemos separado un momento. Y así seguimos. En donde estábamos estamos. Sin vacilaciones ni claudicaciones. Dispuestos a seguir nuestro camino hasta el final. Con esta crisis, ¿vamos hacia el final de la anormalidad constitucional? ¿Recobrará el país sus prerrogativas? Lo deseamos. Lo desea sinceramente todo el país. Pero esto no es suficiente para satisfacer nuestras inquietudes. Esperamos tranquilos y con sano optimismo, pensando en la salvación del país, la hora definitiva para que España emprenda un camino seguro hacia nuestros ideales. España espera de esta hora histórica que se le den aquellas instituciones que están en consonancia con la vida moderna y con los pensamientos democráticos del mundo.» 4.-Esta afirmación aparece en el instante de iniciarse la crisis; ésta tardó dos días en resolverse, con el encargo dado al general Dámaso Berenguer

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de formar gobierno. Fueron días de impaciencia, de nerviosismo e incertidumbre nacionales que sorprendieron a las fuerzas democráticas de la izquierda republicana sin organización, sin partidos. Sólo la U.G.T. y el P.S.O.E. estaban organizados. Bajo la presidencia del general Berenguer se constituyó un gobierno cuya finalidad era ir al restablecimiento de la normalidad constitucional. Se iba a probar si, realmente, era posible restaurar un sistema cuya quiebra había quedado evidenciada de modo harto elocuente. Y, paradójicamente, le correspondía intentarlo al general que, en el expediente Picasso, aparecía como el máximo responsable del desastre de Annual. Todo esto significaba que el proceso revolucionario se agudizaba y que las reservas del régimen se habían agotado o destruido. La caída de la dictadura se produjo, por tanto, en medio de una especie de inhibición de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista. Cuantas veces se intentaba lograr el apoyo de estos organismos para movimientos de tipo conspirativo, ¡a contestación que se recibía era negativa. Algunos directivos socialistas y ugetistas, representantes de una tendencia que se enfrentaba a toda acción revolucionaria, no estaban dispuestos a implicar en ningún movimiento de este carácter a la clase obrera si el mismo no tenía por finalidad esencial el derrocamiento de la monarquía. Esta posición debilitaba sensiblemente al frente antidictatorial, en el que figuraban muchos elementos —en aquel momento muy valiosos— que asignaban como meta a la subversión proyectada la convocatoria de unas Cortes Constituyentes, encargadas de determinar cuál habría de ser, en el porvenir, el régimen político de España. Es un hecho histórico incontrovertible que la caída de la dictadura se produjo con la obtención oficial de la dirección de las dos organizaciones dichas. Esta posición había determinado en los órganos directivos del Partido Socialista una honda crisis que se reflejaba en la dirección de la U.G.T. Y hay que proclamar que ella tuvo su repercusión en las masas. Largo Caballero, Indalecio Prieto, Teodomiro Menéndez, Fernando de los Ríos y otros muchos socialistas y ugetistas estaban contra la adopción de aquella postura (cuyo representante principal era Besteiro), que juzgaban incomprensible, y actuaban contra la dictadura en la medida en que podían. Indalecio Prieto, Caballero y Fernando de los Ríos llevaban el peso de la campaña e intervenían en la acción contra Primo de Rivera con toda resolución. Esta posición de los discrepantes salvó entonces al Partido Socialista y a la U.G.T. de un serio descrédito. Gracias a los elementos aludidos no se produjo algo equivalente a una catástrofe, a saber, que las fuerzas obreras de la U.G.T. y del Partido Socialista hubieran sido las únicas que, dentro del sector popular, no actuaran de manera clara y decidida contra un sistema dictatorial.

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Constituido el gobierno del general Dámaso Berenguer el mismo día de la dimisión de Primo de Rivera (30 de enero de 1930), la Unión General de Trabajadores de España y el Partido Socialista lanzaban, a las pocas horas, el siguiente documento:

A LAS AGRUPACIONES SOCIALISTAS Y SOCIEDADES OBRERAS

«Otra vez, acontecimientos verdaderamente sintomáticos del estado de anormalidad política en que vivimos obligan a las Comisiones ejecutivas de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista a deliberar unidas y dirigirse a los afiliados a ambos organismos y a la opinión general para que sean conocidos, con la mayor diafanidad posible, el juicio que nos merece la situación presente y la actitud que por unanimidad adoptamos ante ella »Nos encontramos nuevamente frente a un gobierno nacido en la sombra, engendrado por la intriga, nombrado arbitrariamente por poderes que no encarnan la voluntad del país. »E1 gobierno presidido por el general Berenguer no difiere esencialmente del presidido por el general Primo de Rivera, ni por su origen, ni por su significación, ni por las posibilidades con que cuente para llegar al logro de sus propósitos. »Es cierto que el gobierno del general Berenguer viene precedido de vagos anuncios de restablecimiento de la normalidad constitucional y de restauración de las libertades públicas suspendidas pot la dictadura. La experiencia nos ha hecho, sin embargo, justamente desconfiados, no ya respecto a las promesas vagas, sino incluso respecto de los compromisos más solemnes de liberalización del régimen político. »No necesitamos remontarnos mucho en la historia de la monarquía española para fundamentar nuestra desconfianza. Basta recordar a nuestros conciudadanos el programa ostentoso de reformas liberales y democráticas con que se inauguró el actual reinado y seguir el curso de la evolución de la política española hasta el crítico momento actual, para que quede completamente justificado nuestro desdén ante este nuevo y burlesco intento de desviar la atención de las gentes de los problemas efectivos de la política española entreteniéndola con ficciones harto conocidas aun por la parte más ingenua y falta de perspicacia de la opinión pública. »La conciencia política del país ha llegado a un grado de madurez que sin duda no sospechan los hombres acostumbrados a ejercer poderes incompatibles con el desarrollo de los mejores impulsos de la vida nacional. De otro modo no podría explicarse que, para la repre-

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sentación de este nuevo episodio de ficción, se eligiese un hombre como el general Berenguer, que evoca en el espíritu de los españoles todas las causas trágicas del golpe de Estado de 13 de setiembre de 1923 y los fundamentos más hondos y más serios de la grave crisis política por la cual está atravesando la nación. »E1 general Berenguer, elegido como lo fue el general Primo de Rivera, es el símbolo de la España que declina en un penoso proceso de descomposición. «Frente a esa España hay otra España llena de vitalidad, con la cual nos hallamos plenamente identificados, y en la cual depositamos toda nuestra fe y toda nuestra confianza. »La vieja España de personalismos egoístas, de ausencia de sentido social y de responsabilidad individual y colectiva; la España tradicional de despotismo, de titania, de ignorancia, de arbitrariedades y falta de conciencia en el ejercicio del Poder; la España de protocolo, de jerarquía hereditaria y de desprecio de las virtudes popúlales, toda esa España, simbolizada en sus instituciones históricas, ha llegado a ser el único elemento de perturbación y de desorden que intranquiliza la vida del país. «Hasta en nombre del orden y de la seguridad hay que fortalecer en nuestro pueblo esta conciencia política, sedimentada ya en claros y firmes convencimientos republicanos que tienen nuestra adhesión más fervorosa. »La significación en la vida económica y social de nuestras organizaciones es bien conocida; nuestra actuación ante las necesidades inmediatas de la vida política no tiene por qué desviarse de la línea de conducta observada hasta aquí. Nosotros, en ningún caso nos retiramos al Aventino. Actuaremos en la medida en que lo permitan nuestras fuerzas y las circunstancias exteriores. Si se restablecieran, más o menos parcialmente, las libertades suspendidas, las utilizaríamos como medios de lucha; y, en todo caso, procuraremos desarrollar nuestra actuación allí donde nuestros correligionarios o el voto de los conciudadanos nos envíen con una representación legítima. «Advertimos a nuestras organizaciones y a nuestros afiliados que, si hemos pasado por momentos difíciles, no excluimos la posibilidad de que pasemos por otros tan difíciles o más que los anteriores. Pero, sean cualesquiera las circunstancias, y con tanto más apremio cuanto mayores sean su confusión y complejidad, les encarecemos nuevamente la necesidad de no atender sino las indicaciones que procedan de los organismos centrales de la Unión General y del Partido Socialista. «Frente a los elementos de perturbación que, en su desesperada agonía, quieren introducir en la vida española las instituciones cadu-

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cas, nosotros, apoyados en nuestra solidaridad ideal, en la firmeza de nuestra organización y en nuestra disciplina interna, aportamos a la nación un elemento de fuerza democrático, y metódico y ordenado progreso que corresponde exactamente a las exigencias de la vida del país y que nos asegura, con la nueva España libertada de preocupaciones y de pesadillas monárquicas, un triunfo completo que no debe ser malogrado con impaciencias ni irreflexiones, sino asegurado mediante un trabajo sereno, perseverante y tenaz. »Por la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista Obrero Español: El presidente de ambos organismos, JULIÁN BESTEIRO; FRANCISCO LARGO CABALLERO, secretario de la Unión General de Trabajadores; ANDRÉS SABORIT, secretario del Partido Socialista Obrero Español.» Las firmas que suscribían el manifiesto eran bien significativas. En el momento de su publicación y con bastante anterioridad, ya se estaba fraguando el movimiento revolucionario que estallaría en diciembre siguiendo las bases que se habían concretado el mes de agosto anterior, en el famoso «Pacto de San Sebastián». Besteiro y Saborit, como es sabido, estuvieron contra la participación en esa acción revolucionaria; por el contrario, Largo Caballero sería —era— el elemento representativo de la clase obrera en ese proceso revolucionario y uno de sus principales animadores. Esas contradicciones —que se manifestaban frecuentemente entre elementos directivos de la Unión General de Trabajadores de España y del Partido Socialista— han sido nefastas para la clase obrera española.

69 EN TORNO AL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DE DICIEMBRE DE 1930. — ALGUNAS NOTAS PREVIAS

El 17 de agosto de 1930, aniversario de la huelga revolucionaria de 1917, reuníase en el Centro Republicano de San Sebastián un grupo de personalidades republicanas y representantes de los partidos nacionales y organizaciones regionales de Euzkadi, Cataluña y Galicia. Entre los reunidos, y a título personal, estaban los socialistas Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos. En esa reunión se designó un Comité revolucionario ejecutivoformado por Niceto Alcalá Zamora, Miguel Maura, Indalecio Prieto, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Alvaro de Albornoz y Fernando de los Ríos. El Comité acordó reunirse en el Ateneo de Madrid y fijar la fecha del 28 de octubre para lanzarse a un movimiento nacional revolucionario que acabara con la dictadura y la monarquía, estableciendo un régimen republicano: la República. Este movimiento quedaría plasmado en el llamado Pacto de San Sebastián. En una reunión del Comité revolucionario ejecutivo con los representantes del P.S.O. y de la U.G.T., Besteiro, Cordero y Saborit, previa una decisión de las ejecutivas de esas organizaciones, se llegó al acuerdo de que ambas apoyarían el movimiento revolucionario que organizaba el Comité. Los representantes obreros condicionaron su participación en el sentido de que la huelga general se iniciaría una vez que las tropas sublevadas en favor de la República estuvieran en la calle. Esa condición reflejaba bien la desconfianza y el sentimiento profundamente antimovimiento de esos tres representantes, si bien Cordero mantendría más tarde una posición favorable a la de Largo Caballero, es decir, la de apoyar incondicionalmente el movimiento. En la reunión de la Comisión ejecutiva del P.S.O. del 20 de octubre se acordó aceptar la participación en el gobierno provisional de la República con tres ministros. Esta decisión se tomó por ocho votos contra seis. Fue defendida por Largo Caballero y combatida por Besteiro. Los

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tres candidatos designados para formar parte del gobierno fueron: Fernando de los Ríos, Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto. Cuando Besteiro, en su calidad de presidente de ambas ejecutivas, pregunta a Alcalá Zamora y a Manuel Azaña: «¿Qué piden, qué desean del movimiento obrero?», éstos le contestaron: «Que los militares desean que, una vez el ejército en la calle, el pueblo les ayude, ya que no quieren que el movimiento parezca una cuartelada». La Ejecutiva de la U.G.T., presidida por Besteiro, se mostró conforme con las decisiones del P.S.O. y se acordó prestar su apoyo al movimiento, pero sin fe, sin entusiasmo, sin convicción, forzados por la presión de las masas y obligados por las circunstancias y la actitud decidida de la fracción o tendencia de Largo Caballero. La C.N.T., de acuerdo con la reunión celebrada en Barcelona el 29 de octubre por Ángel Galarza y Miguel Maura, representantes del Comité revolucionario, con los delegados de la central sindical Juan Peiró y Pedro Massoni, acordaba, a su vez, participar en el movimiento, decisión ratificada en el Pleno de regionales del 17 de noviembre. Si una parte de la dirección de la U.G.T. aceptaba el movimiento con indiferencia y frialdad, a los elementos de la C.N.T. les ocurría otro tanto. He ahí, entre otras, una de las razones por las que la clase obrera no desempeñó el papel que debía haber desempeñado en aquellos acontecimientos históricos. A este respecto, y a modo de inciso, el autor recordará siempre una interesante conversación mantenida con Largo Caballero en París, a su regreso de un campo de concentración de Alemania en 1945, cuando Caballero afirmaba: «Con la clase obrera unida, no temo nada; con la clase obrera desunida, lo temo todo». Esa formulación, tan esquemática y concreta, se desprende de 1917, de 1930, de 1934 y de 1974: es la gran lección histórica permanente, el legado de las experiencias del pasado, y es válida para el presente, si de verdad queremos un futuro mejor y luchamos por éL Caballero fue consecuente con ella; Besteiro, por el contrario, después de 1917, fue contrario a toda acción revolucionaria, escondiendo su posición en una falta dialéctica académica con marbete de apariencia socialista. El Comité revolucionario, después de haber fijado varias fechas, había decidido que el movimiento revolucionario se declararía el-15 de diciembre. Como es sabido, los capitanes Fermín Galán y García Hernández anticiparon la fecha, y el 12 de diciembre se produce la sublevación de la guarnición de Jaca. La sublevación fracasa y, al mismo tiempo, contribuye a desorganizar el movimiento general. La acción heroica de los sublevados de Jaca frustra, en gran parte, el movimiento nacional y lleva al gobierno a una violenta acción represiva. Inconscientemente, el movimiento aislado de Jaca ayudó al gobierno. Fermín Galán y García Hernández son fusilados;

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parte de los miembros del Comité revolucionario, así como centenares de republicanos en toda España, son encarcelados. Unos días más tarde, Largo Caballero y Fernando de los Ríos, buscados por la policía, se presentan al juez y son encarcelados a su vez. Prieto había logrado llegar a París. Al movimiento de 1917 se le anticipó la huelga de ferroviarios de Valencia; al de 1930, el de Jaca; al de 1934, la huelga de campesinos y, en Madrid, las de la construcción y Artes gráficas. Los tres movimientos, históricamente y de un modo consciente o inconsciente conocieron acciones anticipadas que contribuyeron a sus respectivos fracasos. Del primero de éstos, 1917, se vanagloriaría Sánchez Guerra; del segundo, 1930, el general Berenguer; del tercero, 1934, Salazar Alonso. La anticipación de 1917 la aprovechó Sánchez Guerra, a la sazón ministro de la Gobernación, frente al ministro de Fomento, vizconde de Eza, que había solucionado el conflicto de los ferroviarios de Valencia, pero el de la Gobernación se opuso para utilizarlo como provocación. En la de 1930 jugaron otros factores, y en la de 1934 fue el radical lerrouxista Salazar Alonso, ministro de la Gobernación, quien se opuso a la solución de la huelga de campesinos y de los conflictos de Artes gráficas y la construcción, imponiendo a los patronos que rechazaran toda solución para así debilitar la preparación del movimiento revolucionario de octubre. Dejemos constancia aquí de que la Comisión ejecutiva de la U.G.T. estuvo en contra de que se declarara la huelga de campesinos así como de los conflictos de Artes gráficas y la construcción, este último, manejado por elementos de la C.N.T. que arrastraron a las organizaciones ugetistas. El grupo dirigente de la U.G.T. de la Casa del Pueblo saboteó, en 1930, la orden de huelga general. Esta falla en Madrid, pero que se desarrolla con fuerza en varias capitales, sobre todo en el Norte. Al no producirse la huelga en Madrid, los aviadores sublevados —entre ellos Ramón Franco, hermano del general—, que volaban sobre la capital con su cargamento de bombas, ponen rumbo a Portugal. Organizaciones de la C.N.T. participan en los movimientos de provincias, pero sin orden ni dirección nacional. Las masas van delante de los dirigentes. En el acto conmemorativo del V aniversario de la muerte de Pablo Iglesias, que se celebraba el 14 de diciembre en el Teatro Alcázar, Largo Caballero daba instrucciones concretas para que el día 15 se declarara la huelga, sin condicionarla a la salida de los militares. En las actas del XVII Congreso, aparece claramente dónde está la responsabilidad de que esto no ocurriera. La polémica entre Wenceslao Carrillo y Trifón Gómez es sobradamente elocuente. La condición de que se declararía la huelga cuando el ejército saliera a la calle, la 1

1. Véase M. Tuñon de Lara, La España del siglo XX y El Movimiento Obrero en la Historia de España (Taurus).

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consigna de que del cuartel de la Montaña debería surgir un cohete como señal para la huelga habían dejado de operar ante instrucciones como las de Caballero que establecían que la huelga debería producirse sin ninguna condición previa. Por otra parte, en Madrid, un núcleo de los militares comprometidos, cumpliendo su palabra, se habían apoderado de Cuatro Vientos, estaban en la calle, y aviones militares volaban sobre Madrid. Trifón Gómez, presidente de la Casa del Pueblo de Madrid, actuando como secretario general de la U.G.T., en su polémica con Wenceslao Carrillo en una de las sesiones del XVII Congreso de la U.G.T., se pregunta: «¿Por qué no hubo huelga general en Madrid?». «Y yo contesto —prosigue— que hasta ahora no conozco quiénes estaban encargados de organizar la huelga general y menos de dar las órdenes para que la huelga se produjese...» Es ésta una declaración insólita de Trifón Gómez a la que Wenceslao Carrillo dio una contestación concreta En cada período posrevolucionario de los diferentes movimientos se han registrado toda clase de críticas y polémicas entre las dos corrientes tradicionales que se manifestaron en esos momentos: los que estaban de acuerdo con ir al movimiento y los que se oponían a él. Como por lo general y momentáneamente se pierde, los que figuran en la oposición aparecen como ganadores; «Ya lo decíamos nosotros...», «Nosotros opinábamos que...», «Era una locura...,», etc. La verdad histórica, por supuesto, no es ésa A través de esos movimientos, de esas derrotas transitorias, de esos esfuerzos y sacrificios es como ha ido forjando el proletariado sus victorias; gracias a los que «perdieron» y no a los que «ganaron», porque —como se dice en algún lugar del Quijote—: «En la derrota llevan la victoria». Naturalmente, nos referimos a movimientos revolucionarios de carácter nacional y no a acciones parciales, de las que nuestro movimiento obrero es tan rico que posiblemente no le supere ningún otro. Esas polémicas se suscitaron, en tono que llegó a ser violento, en torno a la huelga revolucionaria de 1917, al movimiento de 1930 y, más tarde, al de 1934. En este último, la masonería desempeñó importante papel en su actitud de oposición. No es nuestro propósito profundizar en estos aspectos que, si bien tienen un gran interés histórico, corresponde analizarlos desde el campo político (Partido Socialista) más que desde el sindical, pues en estos casos la U.G.T. siguió la orientación de posiciones animadas por una tendencia del Partido Socialista. Este influenciaba también a la U.G.T. a través de sus direcciones, al confundirse éstas tanto a nivel nacional como en el plano regional: las mismas personas, prácticamente, formaban en unas y otras. El mosaico de tendencias existente en Madrid se trasladaba a provincias con un mimetismo negativo que envolvería a todos por ese contagio de la enfermedad del caudillaje, tan circunstancial

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con el republicanismo y, en general, vicio muy extendido en nuestro país. Muerto Iglesias se rompe la política de equilibrio que se mantenía en el P.S. y las tendencias se desatan en un juego de contradicciones. Sucesivamente en el tiempo, se presenta así: Caballero, frente a Besteiro; Besteiro, frente a todos; Ptieto y Teodomiro Menéndez, frente a todos; Caballero, frente a todos; Caballero y Prieto, frente a todos; Prieto y Negrín, frente a Caballero; Prieto, Caballero y Araquistain, frente a Negrín; Caballero, Prieto, Besteiro, Araquistain unidos, frente a Negrín; Caballero (1945), de nuevo frente a todos, considera que la unidad de clase obrera es inseparable de la acción por la reconquista de la República; que no queda más remedio que prepararse... No reniega de 1917, ni de 1930, ni de 1934 y, olvidando todos los viejos agravios —dice—, es necesario empezar... Los Prieto, Saborit, Trifón Gómez y otros de su generación empiezan a correr la versión, la infamia: Caballero está loco, está de nuevo con la juventud y con la manía de la unidad... Con esa manía, que es la mayor prueba de fidelidad a la clase obrera, se fue al descanso eterno; con sus errores —sólo los que actúan los tienen— y aciertos, a los 70 años acariciaba de nuevo la idea de un movimiento revolucionario. ¡Qué gran figura la de Caballero, este simple y modesto militante! La carencia de un bagaje ideológico, del dominio de la teoría le llevó a posiciones erróneas, pero siempre con fidelidad a la clase obrera, siempre guiado por su instinto de clase y su buena fe. En diferentes publicaciones se han dado a conocer —y en las actas de la U.G.T., próximas a publicarse, aparecerán oficialmente precisadas —las posiciones de cada tendencia, de cada hombre ante cada situación y cada problema. Siguiendo nuestro propósito de dejar constancia de aquellas cuestiones que tuvieron una mayor resonancia y que representaron estados conflictivos y posiciones contrarias en las direcciones de la U.G-T. y el Partido Socialista, nos limitaremos aquí a recordar actitudes que por sí solas explican las posiciones políticas mantenidas en cada aso. El X V I Congreso de la U.G.T., celebrado en Madrid a partir del 16 de setiembre de 1928, había designado la siguiente Comisión ejecutiva: Besteiro, Saborit, Largo Caballero, Wenceslao Carrillo, Trifón Gómez, Anastasio de Gracia, Manuel Cordero, Lucio Martínez, Enrique de Santiago, Rafael Henche y Andrés Gana. Repetimos estos nombres por el papel que algunos de ellos desempeñaron en relación con el movimiento de diciembre de 1930 y meses siguientes, como se verá más adelante. El 14 de febrero de 1931, el gobierno puente del general Berenguer no 1

1,. En el pleno del Comité nacional de febrero de 1 9 3 2 , Besteiro, Saborit, Lucio Martínez Gil y Trifón Gómez dimitirían de la Comisión ejecutiva de la U.G.T.

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puede superar la crisis ni las consecuencias del movimiento de diciembre de 1930 y se ve obligado a dimitir. Una formidable reacción popular, un estado nacional de protesta contra el gobierno al mismo tiempo que de simpatía hacia las figuras de Galán y García Hernández, el prestigio del Comité revolucionario encarcelado invaden el ámbito nacional, ganando para ese movimiento de opinión no sólo a la clase obrera, sino a una considerable parte de la pequeña burguesía y de los intelectuales. Pocas veces se ha conseguido en nuestro país galvanizar un estado de opinión nacional como es logrado después del movimiento de diciembre y del fusilamiento de Galán y García Hernández. El 19 de febrero de 1931, el almirante Aznar forma un nuevo gobierno. Los comités nacionales de la U.G.T. y del P.S.O.E. se reúnen el día 22 para examinar la situación. La tendencia besteirista mantiene la posición de retirar del Comité revolucionario a los representantes de la organización. El movimiento de diciembre seguía proyectándose sobre las masas y, desde la cárcel Modelo de Madrid, el Comité revolucionario simbolizaba la lucha y la República. La iniciativa estaba en sus manos y la clase obrera, sin unidad de acción y debilitada por esa falta de teoría revolucionaria de unidad ideológica, era utilizada por la pequeña burguesía en tanto convenía a su política. Son curiosas las contradicciones. En opinión del autor, la participación en el movimiento y en el gobierno de las organizaciones obreras, era correcta, a cambio de ofrecer una garantía de clase para los intereses del proletariado, de no ser una colaboración «seguidista», sometida, hipotecada a la burguesía. De no haber esa garantía, la colaboración, a la larga, sería negativa y esto no quería decir, como lo parece, que los enemigos de la colaboración tuvieran razón. No; sus argumentos, de apariencia «clasista», eran falsos. A ellos se debe, a su actitud y conducta, la debilidad de la política de colaboración; que no se le haya imprimido un mayor contenido de clase; otra profundidad y dimensión social. En la reunión de los comités nacionales del P.S.O.E. y la U.G.T. se abre la polémica entre partidarios y enemigos de la colaboración con el Comité revolucionario. Se acuerda seguir colaborando por mayoría de treinta y cinco votos a favor, doce en contra y cinco abstenciones. De los elementos de las comisiones ejecutivas de la U.G.T. y del P.S.O.E. que recordamos en una de los párrafos anteriores, votan por la colaboración: W. Carrillo, Caballero, De los Ríos, Enrique de Santiago, A. Ovejero, Rafael Henche y Andrés Gana. Caballero, que encabezaba esa posición, no vota, y Cordero, que votaría en contra más tarde, se adhiere a la posición de Caballero. En contra: Besteiro, Saborit, Anastasio de Grana, Martínez Gil, Aníbal Sánchez y Trifón Gómez. Por mayoría, la U.G.T. está de acuerdo en seguir colaborando con el Comité revolucionario, manteniéndose en oposición Besteiro, Saborit, Trifón Gómez y Lucio Martínez Gil, a los

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que se unen Andrés Ovejero y Aníbal Sánchez, de la Ejecutiva del Partido Socialista. El grupo presenta la dimisión. El conjunto del Comité nacional, por mayoría, refuerza la posición de Caballero y Largo Caballero, Fernando de los Ríos y Prieto, siguen designados para formar parte del gobierno provisional. Wenceslao Carrillo define ambas posiciones simplificándolas en la fórmula: los que creen y los que no creen en el movimiento. Pero esa simple definición era falsa. La verdadera correspondía a una motivación más profunda: los que tenían un sentido de clase y revolucionario y los que carecían de esas dos convicciones. El Comité nacional de la U.G.T., reunido con el del P.S.O.E. el 3 de febrero de 1931, había decidido abstenerse de votar en las elecciones convocadas por el gobierno del general Berenguer —elecciones que fueron anuladas—; por contra, ambas organizaciones aceptaron acudir a la consulta electoral convocada por el nuevo gobierno del almirante Aznar para el 12 de abril de 1931. Dada la situación de la opinión pública, esta convocatoria de elecciones municipales significaba un referéndum, un verdadero plebiscito: por la Monarquía o por la República. Y fue la República la vencedora. El 14 de abril quedaba proclamada la segunda República, casi sesenta años después de la primera. A la U.G.T. y al Partido Socialista, a su tendencia revolucionaria, corresponde la parte fundamental de esa victoria que marcó una fecha y abrió una etapa nueva en la historia de España. En ello nada tuvieron que ver «los que no creían» en el movimiento, los que estuvieron frente a él, los que se «olvidaron» de ordenar a huelga general en diciembre de 1930. Para la clase obrera, la lección era clara: sólo la unidad y la acción la lleva hacia los objetivos que, en su lucha revolucionaria, persigue en cada momento histórico determinado y en la acción de cada día. En el carro de la victoria se subieron todos los que no creían en ella; la clase obrera se quedó en tierra. Una lección que hace recordar que «la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos». Claro está que este apotegma tiene más de un siglo y que, en nuestros días, el contexto de la sociedad es mucho más complicado.

70 CAÍDA DEL GOBIERNO BERENGUER

A la caída del gobierno Berenguer, las ejecutivas de la U.G.T. y del Partido Socialista, publicaban la siguiente nota: «Las Comisiones ejecutivas del Partido Socialista Obrero y de la Unión General de Trabajadores se han reunido para deliberar conjuntamente acerca de la situación política resultante de la dimisión presentada por el gobierno del general Berenguer. «Ambas Comisiones ejecutivas concuerdan unánimemente en la reiteración de la necesidad de poner un término a la crisis profunda por que atraviesa la vida nacional, abriendo un cauce amplio al desarrollo de la democracia en un régimen nuevo que no puede aspirar a una vida normal sino rompiendo decididamente con el pasado y emprendiendo resueltamente la obra de la nueva estructuración del país, bajo la forma de gobierno republicano. «Consideran igualmente los representantes de ambas Comisiones ejecutivas que, a medida que va progresando este proceso constituyente que está realizando la nación española, y conforme se acentúa la complejidad de los problemas que los ciudadanos, en una acción conjunta, tienen que resolver, es más necesario que, sobre todo los elementos democráticos más conscientes, como son los afiliados a nuestras organizaciones, sepan conservar, no solamente el calor de la emoción, sino la serenidad de espíritu y la reflexión necesaria a fin de sacar de las circunstancias las consecuencias más útiles posibles para la libertad popular y para el porvenir de la clase trabajadora y del Socialismo. «Nada más fácil, en momentos de confusión y de excitación de las pasiones, que ser víctimas de sugestiones interesadas que pueden provocar actitudes y resoluciones estériles, capaces de frustrar las esperanzas legítimamente fundadas en las ocasiones más favorables.

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»Por esta razón es de primordial necesidad que todos los afiliados al Partido Socialista y a la Unión General de Trabajadores se abstengan de seguir más indicaciones que las que provengan de estos organismos directivos, que vigilan atentamente los acontecimientos para tomar en cada caso las resoluciones necesarias, que deberán ser observadas con la más estricta disciplina. »Por el Partido Socialista Obrero, Andrés Saborit, secretario; por la Unión General de Trabajadores, Wenceslao Carrillo, secretariotesorero; por ambos organismos, Julián Besteiro, presidente. Madrid, 14 de febrero de 1931.» Ante discrepancias de interpretación sobre los acuerdos de los Comités nacionales, éstos se reunieron nuevamente el 21 de febrero de 1931, acordando que las dos ejecutivas, separadamente, ya que mantenían puntos de vista contrarios, elaboraran cada una de ellas un dictamen que sirviera de base. He aquí el de la fracción caballerista: «Los Comités nacionales del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores, reunidos conjuntamente para fijar la actitud de ambos organismos en relación con la situación política actual, recogiendo lo que estiman anhelo de la opinión socialista, obrera y democrática del país, acuerdan: Que no habiendo variado las circunstancias que aconsejaron a las Comisiones ejecutivas la necesidad de entablar relaciones con los elementos antimonárquicos, encaminadas a una acción común, tendente a conseguir un cambio de régimen, ratifican la conveniencia de continuar la misma acción, a cuyo efecto encargan a las Comisiones ejecutivas la designación de persona o personas que, unidas a las elegidas por los demás partidos antimonárquicos, se encarguen de los trabajos que nos conduzcan al fin deseado. »La representación que las ejecutivas de nuestros organismos designen está obligada a someter a examen y resolución de las mismas cuantas cuestiones se planteen en orden a la acción a realizar, y en caso de que hubieran de adoptarse medidas de gravedad, a ser posible serán convocados los Comités nacionales para que resuelvan en definitiva. «Madrid, 22 de febrero de 1931. Wenceslao Carrillo, Enrique de Santiago, Andrés Gana, Rafael Henche y Anastasio de Gracia.» A continuación aparece el correspondiente a la fracción besteirista: «Los Plenos reunidos de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista Obrero Español declaran que las Comisiones ejecu21

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tivas de ambos organismos han interpretado debidamente el acuerdo adoptado en la última reunión de los Comités nacionales pata determinar la orientación política que deben seguir. Por consiguiente, estiman que es firme y válida su resolución, adoptada por ocho votos en pro y tres en contra, de no nombrar un representante en el Comité revolucionario, integrado por elementos ajenos a nuestras organizaciones, sin perjuicio de mantenerse en relación con dicho Comité por medio del presidente de nuestras dos Comisiones ejecutivas para las acciones coadyuvantes que se estimen necesarias, a fin de lograr el triunfo de la República. Julián Besteiro, Lucio Martínez, Andrés Ovejero, Aníbal Sánchez, Andrés Saborit, Trifón Gómez y Manuel Cordero.» Discutidos los dos dictámenes, se aprueba el de la tendencia de Caballero por 34 votos a favor, 14 en contra y 5 abstenciones. El resultado de la votación lleva a la dimisión de Julián Besteiro, Andrés Saborit, Lucio Martínez, Andrés Ovejero, Trifón Gómez y Aníbal Sánchez. Ante la proximidad de la celebración del XVIII Congreso, la ejecutiva de la U.G.T. no considera oportuno cubrir las vacantes. El 16 de mayo de 1932 y bajo la dirección de la Comisión ejecutiva, tiene lugar, en la Casa del Pueblo de Madrid, un Comité nacional integrado solamente por elementos de la fracción caballerista. Lo importante de este Comité nacional fue ratificar el acuerdo de mantener la coalición con los partidos republicanos en las condiciones pactadas con motivo de las elecciones de abril que habían determinado el establecimiento de la república. En el agitado periodo 1929-1935, las tendencias que se debatían en el seno de los elementos de las direcciones —tanto de la Unión General de Trabajadores de España como del Partido Socialista— han sido de funestas consecuencias para nuestra clase trabajadora. No contribuyeron en nada a fortalecer su moral de lucha, interpretando las realidades que vivían, tan cambiantes, tan decisivas para la clase obrera después de haber vivido sojuzgada por una dictadura durante casi siete años. ¡Qué pequeños problemas, qué esfuerzos y gasto de energías en cuestiones determinadas muchas veces no por discrepancias ideológicas, sino por la soberbia y los personalismos! A este respecto, los documentos insertados en páginas anteriores son bien elocuentes. Podríamos incorporar otros que siguen la misma línea: la línea de la falta de una teoría revolucionaria y una orientación segura y firme en el campo ideológico; de una profunda visión de los problemas fundamentales de España y, en relación con ellos, la posición, el papel histórico que a su clase obrera le correspondía desempeñar. Ese turbulento período puso de relieve que al oportunismo practicado por la Unión y el P.S.O.E., y al que puede concedérsele una intención, una

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interpretación revolucionarias siguiendo la trayectoria de Caballero y no la de Besteiro, le faltó visión, no comprendió que la caída de la dictadura era faltal, que había que prepararse y estar preparado para ese acontecimiento que ofrecería una gran coyuntura histórica, como así sucedió. Pero no hubo capacidad de maniobra, unidad de criterio y de acción; no se supo qué era lo que correspondía hacer ante esa conyuntura, ni cómo había que hacerlo. La solución fácil fue ponerse a las órdenes de la pequeña burguesía y marchar a remolque de ella, sembrando en el huerto del vecino. El desarrollo de la revolución democrático-burguesa —etapa histórica en que desembocaría la caída de la dictadura y la implantación de la república— no podía descansar ni estar garantizada por el equipo de la pequeña burguesía llevado al Poder por la clase obrera y sostenido por la U.G.T., el Partido Socialista y las Juventudes socialistas. Si insistimos machaconamente en estos conceptos es porque —no obstante los cuarenta y cinco años transcurridos, dentro de otro cuadro histórico, por supuesto— los aspectos fundamentales que se confrontan hoy en la compleja siruación política, social y económica del país guardan cierta semejanza con los vividos en aquel período. Las lecciones de éste son, por lo tanto y en muchos aspectos, de un valor inestimable para hoy y para la perspectiva que se abre o que está definida ante nuestros ojos. «¡Decíamos ayer!...» A continuación vamos a dar un resumen de un grupo de documentos producidos por la Unión General y otros conjuntamente por ésta y el P.S.O.E. para que quede constancia de ellos, y el lector interesado en los problemas de la historia del movimiento obrero de tendencia socialista tenga una referencia documentaría más amplia sobre las cuestiones de que venimos tratando. Los originales se conservan en los archivos de la U.G.T. y en su mayor parte fueron publicados en la memoria de su XVII Congreso, el de 1932, último celebrado por nuestra gran central sindical.

REFERENCIA DOCUMENTAL

(1930-1932) Diciembre de 1930. Circular suscrita por la Unión General y el Partido Socialista sobre el movimiento del 15 de diciembre. La firman Saborit, por el Partido Socialista, y Besteiro y Carrillo, por la Unión General de Trabajadores. 21 de marzo de 1931. Circular caracterizando la importancia política de las elecciones del 12 de abril, llamando a la clase obrera a votar. «¡Trabajadores —se decía en su último párrafo— luchad sin tregua ni descanso porque el día 12 de abril salgan triunfantes de las urnas la amnistía y la causa de la República!» Firmaban: Manuel Cordero, W. Carrillo,

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Rafael Henche, Anastasio de Gracia, Andrés Gana y Enrique de Santiago. 11 de mayo de 1931. Los sucesos que en esos días se produjeron en Madrid —quema de conventos, asaltos, incendios de edificios, intento de asalto al edificio del ABC—- y que se extendieron a algunas otras ciudades de España, habían provocado una reunión conjunta de las ejecutivas de los dos organismos, U.G.T. y P.S.O.E., que caracterizaron esos hechos como verdaderas maniobras de provocación que arrastraran a una huelga. De esa reunión salió un documento con fecha 11 de mayo de 1931 que, entre otras cosas, decía: «...Que el intento de huelga era instigado por elementos irresponsables, cuyos propósitos no es fácil determinar y menos justificar, tomando como pretexto los sucesos ocurridos ayer... La finalidad oculta de la huelga no podía ser otra que la de dificultar la obra de consolidación de la república...; Al mismo tiempo las ejecutivas hacen constar su deseo expreso de que se castiguen, con el rigor que las circunstancias y la seguridad del régimen exigen, las provocaciones de los elementos que, llamándose guardadores del orden, provocan el desorden con manifiesto insulto a la república naciente y a la voluntad popular..., Al trabajo, pues, compañeros y ciudadanos, en la seguridad de que nuestros anhelos de justicia serán satisfechos inmediatamente. . Firman el documento: Remigio Cabello, Manuel Cordero, Manuel Albar, Wenceslao Carrillo, Enrique de Santiago, Andrés Gana, Rafael Henche, Francisco Azorín, Anastasio de Gracia, Manuel Vigil y Antonio Fernández Quer. En la misma fecha se precisa en otro documento una nueva adhesión al gobierno para defender la república; en él se concretan los siguientes puntos: «Las resoluciones que tenía adoptadas el gobierno al hacerle la visita de que hablábamos en nuestra nota anterior, son las siguientes: «Inmediata prisión del general Berenguer. «Nueva querella contra el mismo ante el Supremo civil, por indicios de falsedad que aparecen en un expediente a favor del aviador señor Ansaldo. «Castigo de los que hubieran facilitado la impunidad de dicho general Berenguer. «Prisión de los elementos monárquicos alborotadores, cuya lista nominal y de sus centros clausurados se publicará.

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«Inmediata presentación de querella, comenzada a redactar desde los primeros días del gobierno, por los atropellos y delitos en general de la dictadura. «Querella por las arbitrariedades contra el Ateneo en época del gobierno Betenguer-Matos. «Reducción del fuero militar a sus límites naturales y consiguiente disolución y supresión del Consejo Supremo de Guerra y Marina. »E1 gobierno, que ha adoptado esos acuerdos respondiendo a su programa previo, se cree con derecho a que el Partido Socialista, las organizaciones obreras, los partidos republicanos y el pueblo en general le asistan en la misión de defender la república, para desarrollar serenamente su propósito de adoptar resoluciones de carácter político y social que pongan a España en camino de franca renovación. «Cumplimos, pues, nuestro deber ofreciéndole resueltamente esa asistencia, en la seguridad de que el gobierno continuará correspondiendo a los anhelos populares. «Madrid, 11 de mayo de 1931. Por las Comisiones ejecutivas del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores: Remigio Cabello, Manuel Cordero, Manuel Albar, "Wenceslao Carrillo, Enrique de Santiago, Andrés Gana, Rafael Henche, Francisco Azorín, Anastasio de Gracia, Manuel Vigil y Antonio Fernández Quer.» 12 de mayo de 1931. Insistiendo en la posición adoptada por los organismos con motivo de los sucesos del 10 de mayo y la huelga, con fecha 12 de mayo las dos ejecutivas vuelven a publicar otro documento insistiendo en su llamamiento a la disciplina y denunciando la acción de los provocadores: «...Una lección elocuente se deriva de los hechos ocurridos y cuya gravedad no queremos ocultar. Y esta lección es la necesidad de proceder con la mayor energía contra los elementos que embozada o descaradamente tratan de restaurar el antiguo régimen o de crear dificultades a la consolidación del que el pueblo, libremente, ha escogido... En la lucha enérgica y confiada contra esos elementos facciosos, el gobierno ha de encontrar el apoyo decidido y desinteresado de la opinión general y muy particularmente del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores.» Firman: Remigio Cabello, Manuel Cordero, Manuel Albar. W. Carrillo, Enrique de Santiago, Andrés Gana, Rafael Henche, Francisco Azorín, Anastasio de Gracia, Manuel Vigil y Antonio Fernández Quer.

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14 de julio de 1931- La Comisión ejecutiva de la U.G.T. fija su posición contra la huelga de la Telefónica y la CN.T., promotora de ese extraño conflicto que representó una de las primeras provocaciones contra el nuevo régimen. De ese problema nos ocuparemos en otro lugar de nuestro trabajo. 12 de agosto de 1931. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. fija su posición contra los procedimientos de violencia que se están aplicando en relación con los hombres y organizaciones de la U.G.T., extendiendo su protesta al Partido Comunista y a los elementos faístas de la CN.T. Pide que cese la violencia y ataca muy duramente al anarcosindicalismo. Es una nota muy dura. 6 de enero de 1932. Una nota contra la actuación de la fuerza pública, sucesos de Castilblanco y Arnedo. «Los sucesos de Castilblanco —dice la nota—, dolorosos, impresionantes, tienen estremecida a la opinión pública. .. La clase obrera de nuestro país contribuyó a hacer la revolución y no puede pagarse su sacrificio generoso con ingratitudes...» 21 de enero de 1932. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. publica una nota contra la declaración de una huelga general para el día 25. Llama como siempre a la disciplina. «Elementos cuya insolvencia sindical y política está suficientemente acreditada —se dice en el documento— se vienen dedicando desde hace algunos días a circular la noticia de que el día 25 del corriente se producirá en nuestro país una huelga general, cuyos móviles son completamente desconocidos...» Animaban el movimiento de huelga los elementos anarquistas de la CN.T. apoyándose en los trabajadores de la construcción. 13 de marzo de 1932. Documento en favor de la amnistía y contra la pena de muerte, que afectaba fundamentalmente a los incursos en el movimiento anarquista de diciembre. «Que por todos los ámbitos del país no se oiga más que un solo grito: ¡Amnistía! ¡Amnistía!» Por las dos organizaciones firmaban: Manuel Cordero, Wenceslao Carrillo, Anastasio de Gracia, Rafael Henche, Andrés Gana y Enrique de Santiago. 14 de abril de 1932. Como conmemoración del primer año de la República, la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista publican un documento de adhesión al régimen. A la república le crea ya dificultades el anarquismo, pero tal vez el problema más importante, aunque parezca paradójico, sea la sumisa colaboración de los dirigentes de las dos organizaciones de la clase obrera que le daban sustento y que vivían en el campo de las más irresponsables ilusiones. Se hace un llamamiento a la disciplina: que nadie se mueva, que no se actúe en ningún caso al margen de los organismos superiores. En una reunión conjunta de las dos ejecutivas, para «examinar la situación política creada por los últimos acontecimientos, en la cual se condena un espléndido rejuvenecimiento de

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la sensibilidad civil de España», se toman unos acuerdos de los que nos limitaremos a subrayar algunos párrafos: «...Prestar todo su apoyo al naciente régimen republicano... oponerse con la energía que las circunstancias demandan a cualquier intento encaminado a obstaculizar el normal desarrollo de la república que empieza. «...Disciplina, atención vigilante... En ningún caso se tomarán en consideración las sugerencias que pudieran deslizarse entre los afiliados al Partido Socialista y a la Unión General de Trabajadores con el propósito de crear desórdenes, que perjudicarían al régimen cuya principal defensa nos está encomendada... »...Nos es necesario que la república española nazca rodeada de los máximos prestigios...» Firman el documento de adhesión, por el Partido Socialista, Remigio Cabello —fusilado en Valladolid— y Manuel Albar; por la Unión General, Manuel Cordero —muerto en Argentina—, Francisco Largo Caballero —ministro y secretario general de la U.G.T., muerto en París en 1945 al regresar de un campo de concentración de la Alemania nazi. Ambas organizaciones rechazaban «democráticamente» las sugerencias, todo consejo de los afiliados. Para el autor, huelgan los comentarios. 22 de abril de 1932. La República había declarado fiesta nacional la fecha del Primero de Mayo. El P.S.O.E. y la U.G.T. lanzaron un llamamiento exhortando a que se organice la fiesta con la mayor solemnidad y movilización de masas. Terminaba con las consignas de: «Contra el imperialismo y la tiranía Por la democracia y la semana de 40 horas, por la república española». Firmaban el documento: Manuel Albar, Remigio Cabello, Enrique de Santiago y Manuel Cordero. 2 de junio de 1932. El anarquismo prodigaba sus actos de violencia. Explotaban bombas por todas partes. La dinamita estaba acumulada. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. sale al paso de esa campaña de violencia y terror con un amplio documento, fijando su posición: «No se puede negar que los últimos acontecimientos producidos por los anarcosindicalistas inquietaron mucho a la opinión del país —se dice en el documento—. Esa táctica de violencia ciega y estúpida, lejos de favorecer al proletariado lo perjudica en grado máxmo...». 8 de junio de 1932. Las organizaciones que habían sido expulsadas de la U.G.T. en el Congreso de 1928 pugnaban por restaurar la unidad y convocaban a un Congreso de unidad. Su llamamiento no tuvo resonancia. La Ejecutiva de la Unión General se enfrentó a la iniciativa recomendando a sus secciones que no acudietan al congreso. Los dirigentes de la U.G.T. eran impermeables al lenguaje de la unidad.

71 EL FIN DE LA MONARQUÍA

En el derrocamiento de la monarquía, la U.G.T. y el Partido Socialista, sus masas, la tendencia que había aceptado la responsabilidad de participar en un movimiento revolucionario, desempeñaron un papel fundamental. La oposición a la dictadura había puesto en marcha fuerzas que resultaba difícil contener. Iniciado el impulso, resultaba imposible reducirlo a los términos que muchos hubieran deseado y ya se veía que la crisis —abierta en fecha imposible de determinar, ya que se trataba de todo un ciclo histórico de fracasos y descomposición— conocía a la salida de la dictadura su cresta más alta. La monarquía, que se había complacido en liquidar los partidos en que se apoyaba, estimulando en esta acción a Primo de Rivera, no encontraba ya la adhesión que descontaba en los viejos políticos. Estos, aun estando de acuerdo en la necesidad de que el sistema continuara, discrepaban en cuanto a la persona que había de encarnarlo. Desde luego, juzgaban imposible la continuación de un monarca que aparecía no sólo como perjuro, sino como más que probable cómplice interesado en algunos de los negocios planeados y realizados en la época en que la opinión pública no tenía ningún derecho a exteriorizarse y cuando toda actitud crítica era objeto de sanción brutal. En muchas e importantes capas de la burguesía comenzaba ya a creerse que el monarca y la propia institución —que lógicamente habría de seguir en manos ineptas en caso de una abdicación— constituían no ya un elemento de ponderación y de orden, sino fuente inagotable de conflictos. Las posibilidades de una solución republicana se multiplicaban y del lado de la democracia y del republicanismo cayeron personalidades como Alcalá Zamora y don Miguel Maura quienes entendían que lo conservador era eliminar el régimen fracasado y sustituirlo por uno de signo republicano, destinado a satisfacer los anhelos políticos de la opinión y a inaugurar en el domonio social una política pro-

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gresiva y de reformas que desarmara la revolución social amenazante. Las fuerzas antidictatoriales se disgregaban en este punto, pero la dictadura y los episodios a que dio lugar la lucha por su derrocamiento habían tenido la virtud de incorporar a la lucha política a las masas del país que sentían por las cuestiones públicas un apasionamiento sin precedente. En un ambiente de pasión exaltada y frente a las fuerzas jóvenes que llegaban, poco podían los escrúpulos jurídicos de los constitucionalistas que aceptaban la república si así lo determinaban unas Cortes que tuvieran carácter constituyente, pero que no podían admitir que se recurriera a un hecho de fuerza. Los partidos republicanos rehacían sus cuadros, multiplicaban sus efectivos, se constituían democráticamente y formulaban sus preguntas de renovación, dispuestos a iniciar el asalto a la monarquía. Por su parte, las agrupaciones y los partidos obreros —utilizando las posibilidades de propaganda y agitación que el restablecimiento de las libertades públicas les concedía— reforzaban sus efectivos en proporción considerable. En estas condiciones, los esfuerzos que se hacían para salvar al régimen estaban previamente condenados al fracaso. El dilema que se planteaba a Berenguer era o dejar jugar libremente la voluntad nacional, con lo que el hundimiento del régimen estaba asegurado, o restablecer una situación de fuerza, parecida a la que existía bajo la dictadura, cosa ya excesivamente aventurada dada la situación psicológica que se había producido dentro de los órganos coactivos del propio Estado español. Berenguer se decidió por una fórmula de compromiso consistente en llegar a unas elecciones luego de haber dejado sedimentar las pasiones, es decir, cuando la fiebre republicana hubiera remitido y, mientras ese momento llegaba, practicar en la calle una política de violencia que diese la impresión de que el Poder todavía lo era. De esta misión represiva encargó a otro general formado en la acción colonial, endurecido en el castigo de los cabileños, el general Mola, quien desplegó contra los estudiantes y, en general, contra los elementos izquierdistas, su prodigiosa capacidad de represión. Todo fue inútil, sin embargo: nada podía ya salvar a la monarquía. Se había alcanzado un punto en el que esta actuación violenta sólo podía generar una mayor exacerbación revolucionaria. Y, en efecto, comenzaron a anudarse acciones preparatorias de un movimiento revolucionario que había de tener una franca significación republicana. Los elementos directivos de la U.G.T. —como ya queda consignado en páginas anteriores— se encontraron así con la necesidad de afrontar, en una posición forzada, un problema político en su modalidad más grave: la de un alzamiento general.

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Esta vez no era posible sustraerse a la acción so pretexto de que, si bien se quería derribar la dictadura, ello era para mantener la monarquía. Las fuerzas que requerían el auxilio de la U.G.T. y del Partido Socialista les convidaban a participar en una revolución de carácter político cuyo objetivo inmediato era la instauración de la república. Todo el problema, por tanto, residía en saber y decidir las siguientes cuestiones: si había de permanecerse fiel a lo tantas veces dicho; si las fuerzas que demandaban esta alianza eran solventes, y si el agolpamiento de todas ellas permitía intentar la consecución de una finalidad tan ambiciosa. En una palabra, se trataba de una pura cuestión de técnica insurreccional y revolucionaria. Sin embargo, muchas veces se mezclan los aspectos de una cuestión y no se llega a descubrir si los reparos que se ponen son resultado de la estimación de las fuerzas llamadas a participar en un movimiento y que se estiman insuficientes, o vienen derivados simplemente de más altas consideraciones, dejando a un lado los eufemismos del «creer o no creer». Es lo cierto que, entre los dirigentes de la U.G.T. y del P.S., no faltaron actitudes francamente reacias a la participación en lo que se preparaba. Algunos, recordando sin duda las posiciones adoptadas respecto de los republicanos y de los regímenes de ese carácter en los primeros años de actuación del Partido Socialista, se preguntaban si valía la pena arriesgar lo que era preciso poner en juego al solo objeto de instaurar un régimen republicano burgués cuyo triunfo no representaba ni podía representar el de la clase trabajadora. Ya con anterioridad, los sustentadores de una aparente posición de clase consideraban que no merecía la pena el objetivo de luchar contra la dictadura dejando en pie a la monarquía; ahora, que había que pensar si valía la pena derribar la monarquía para establecer un régimen republicano burgués... En esa línea nunca estaba justificada la lucha. Esta posición «clasista» podía parecer de izquierda si no fuera porque ocultaba una evidente repugnancia a la acción. Además, se recordaba lo ocurrido en agosto de 1917, cuando la clase obrera quedó sola en la arena política y debió sufrir todos los golpes del adversario. El movimiento de agosto no había sido sometido a un análisis y una autocrítica rigurosos. Se intuía una realidad, luego plenamente confirmada, según la cual el papel fundamental le correspondía llenarlo a la clase obrera, aunque sin marginar a otras fuerzas, ya que, en el campo burgués, la única aportación verdaderamente preciosa sería la que procuraran los oficiales comprometidos. Pero éstos no lo estaban más que en reducido número y la posición del ejército continuaba siendo una incógnita. La suma de estas consideraciones de principio y de carácter práctico hacía que algunos dirigentes sindicales y socialistas vieran, sin ningún entusiasmo, la dirección que

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tomaba un problema que ganaba a la base de la organización obrera y al que ellos se negaban a incorporarse. Por el contrario, todos los que habían participado en la lucha contra la dictadura, y hasta algunos que no tomaron parte en ella, comprendieron la realidad del momento y todo el partido que de ella podía obtenerse. Y así se logró la participación formal de la dirección de la U.G.T. en el movimiento proyectado; pero, sin entusiasmo ni fe, los más fueron arrastrados por el estado de opinión de las masas y por compromisos formales. Digamos que fue esta posición contraria a la acción revolucionaria lo que llevó a excluir de la lista del gobierno provisional, formado ya antes de que el movimiento se iniciara, a Julián Besteiro. Largo Caballero, por el contrario, sostuvo la necesidad de la participación y la de establecer, en el que había de ser programa del gobierno revolucionario, los puntos que la clase obrera consideraba como de realización esencial e inmediata. El Comité revolucionario, más tarde gobierno provisional de la Segunda república, publicaba el siguiente manifiesto dirígido a la nación: «¡Españoles! Surge de las entrañas sociales un profundo clamor popular que demanda justicia y un impulso que nos mueve a procurarla. Puestas sus esperanzas en la República, el pueblo está ya en medio de la calle. Para servirle hemos querido tramitar la demanda por los procedimientos de la ley, y se nos ha cerrado el camino. Cuando pedíamos justicia, se nos arrebató la libertad; cuando hemos pedido libertad, se nos ha ofrecido como concesión unas Cortes amañadas como las que fueron barridas, resultado de un sufragio falsificado, convocadas por un gobierno de dictadura, instrumento de un rey que ha violado la Constitución, realizadas con la colaboración de un caciquismo omnipotente. Se trata de salvar un régimen que nos ha conducido al deshonor como Estado, a la impotencia como Nación y a la anarquía como sociedad. Se trata de salvar a un rey que cimenta su trono sobre las catástrofes de Cavite y de Santiago de Cuba, sobre las osamentas de Monte Arruit y de Annual; que ha convertido su cetro en vara de medir y que cotiza el prestigio de su majestad en acciones liberadas. Se trata, por los hombres del pasado y del presente, de una cruzada contra los hombres del porvenir para estorbar la acción de la justicia popular, que reclama enérgicamente las responsabilidades históricas. No hay atentado que no se haya cometido, abuso que no se haya perpetrado, inmoralidad que no haya trascendido a todos los órdenes de la administración pública, para el provecho ilícito o para el despilfarro escandaloso. La fuerza ha sustituido al derecho; la arbitrariedad, a la Ley; la licencia a la disciplina. La

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violencia se ha erigido en autoridad, y la obediencia se ha rebajado a la sumisión. La incapacidad se impone donde la competencia se inhibe. La jactancia hace veces de valor, y de honor la desvergüenza. Hemos llegado, por el despeñadero de esta agravación, al pantano de la ignominia presente. Para salvarse y redimirse, no le queda al país otro camino que el de la Revolución. »Ni los braceros del campo, ni los propietarios de la tierra, ni los patronos, ni los obreros, ni los capitalistas que trabajan, ni los trabajadores ocupados o en huelga forzosa, ni el productor, ni el contribuyente, ni el industrial, ni el comerciante, ni el profesional, ni el artesano, ni los empleados, ni los militares, ni los eclesiásticos... nadie siente la interior satisfacción, la tranquilidad de una vida pública jurídicamente ordenada, la seguridad de un patrimonio legítimamente adquirido, la inviolabilidad del hogar sagrado, la plenitud de vivir en el seno de una nación civilizada. De todo este desastre brota espontánea la rebeldía de las almas que viven sin esperanza, y se derrama sobre los pueblos que viven sin libertad. Y así se prepara la hecatombe de un Estado que carece de justicia y de una Nación que carece de ley y de autoridad. El pueblo está ya en medio de la calle y en marcha hacia la República. No nos apasiona la emoción de la violencia culminante en el dramatismo de una revolución; pero el dolor del pueblo y las angustias del país nos emocionan profundamente. La revolución será siempre un crimen o una locura dondequiera que prevalezca la justicia y el derecho, pero es derecho y es justicia donde prevalezca la tiranía. Sin la asistencia de la opinión y la solidaridad del pueblo, nosotros no nos moveríamos a provocar y dirigir la revolución. Con ella salimos a colocarnos en el puesto de la responsabilidad, inminencia de un levantamiento nacional que llama a todos los españoles. Seguros estamos de que para sumar a los nuestros sus contingentes se abrirán las puertas de los talleres, de las fábricas, de los despachos, de las universidades, hasta de los cuarteles, porque en esta hora suprema todos los soldados, ciudadanos libres son, y todos los ciudadanos, soldados serán de la Revolución al servicio de la Patria y de la República. «Venimos a derribar la fortaleza en que se ha encastillado el poder personal, a meter la monarquía en los archivos de la Historia y a establecer la República sobre la base de la soberanía nacional, representada en una Asamblea constituyente. De ella saldrá la España del porvenir y un nuevo Estatuto, inspirado en la conciencia universal, que cree para todos los pueblos un derecho nuevo, ungido de aspiraciones a la igualdad económica y a la justicia social. «Entretanto, nosotros, conscientes de nuestra misión y de nuestra

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responsabilidad, asumimos las funciones del Poder público con carácter de Gobierno provisional. » ¡ Viva España con honra! ¡ Viva la República! »N. Alcalá Zamora, Indalecio Prieto, Manuel Azaña, A. Lerroux, Miguel Maura, Fernando de los Ríos, Santiago Casares Quiroga, Marcelino Domingo, Nicolau d'Olwer, Diego Martínez Barrio, Francisco L. Caballero, Alvaro de Albornoz.» El momento era de tal emoción que incluso las fuerzas que no se comprometieron de una manera expresa a cooperar al movimiento —su ayuda se consideraba comprometedora—, se dispusieron a sostenerlo y ayudarlo. Sin duda esperaban, como era lógico, que al calor de la conmoción que se iba a producir, avanzarían en la estimación general de la clase obrera y que llegarían a crearse situaciones que les fueran favorables. Los trabajos de preparación del movimiento se realizaban en un ambiente de fiebre y casi públicamente. Se había fijado una fecha del mes de diciembre cuando, al grito de ¡Viva la República!, la guarnición de Jaca se adelantó, tratando de marchar hacia Huesca y Zaragoza. En el camino, la columna fue sorprendida por las fuerzas gubernamentales y derrotada. Los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández fueron condenados a muerte y fusilados. Su sangre fue la semilla de la que nacería la segunda república española. No estaban las cosas dispuestas en Madrid para esa fecha y se produjo un movimiento de flotación que hizo que a los militares sublevados en Cuatro Vientos —entre ellos, el general Queipo de Llano y los aviadores Ramón Franco e Ignacio Hidalgo de Cisneros— no se les sumaran los que debían secundar el golpe en el casco urbano y que a los responsables de la Ejecutiva de la Casa del Pueblo «se les olvidara» declarar la huelga general y no cumplieran con su misión, como estaba convenido. Esa directiva estaba en manos de elementos de la tendencia besteirista y aún coleaba por Francia, al tiempo de redactar estas líneas, el responsable del «olvido». Esta falta de sincronización condujo al fracaso y dio lugar a que se criticara la actuación de varios dirigentes sindicales a quienes se trató de responsabilizar. Desde luego, la organización obrera de Madrid fue objeto de censuras y algunas conductas se vieron seriamente criticadas. Es lo cierto que en la capital no se produjo nada que representara apoyo a los sublevados de Jaca y Cuatro Vientos que sufrieron una derrota por parte de las fuerzas gubernamentales y debieron dispersarse ante la acción de 1

1. Tratábase de la agrupación comunista de Madrid, bastante importante, así como de otras de provincias.

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Berenguer. Esta culminó, como venimos diciendo, en el martirio de Galán y García Hernández, lo que acabó de exaltar la especie de mística política que en aquellos momentos había ganado a la casi generalidad de la sociedad española. Galán y García Hernández pasaron a ser el símbolo de la República. La monarquía murió ahogada en su generosa sangre. Los miembros del Comité revolucionario fueron detenidos y recogido el manifiesto lanzado a la opinión. Las visitas a la cárcel Modelo de Madrid, durante el tiempo en que estuvieron presos en ella los encartados en aquel proceso, tuvieron el valor de un plebiscito. En la cárcel estaba la dirección del movimiento. La vista de la causa que juzgaba a los miembros del Comité revolucionario constituyó una serie de acusaciones contra el régimen monárquico y la expresión más clara de cómo era ya inevitable su caída. La sustitución del general Berenguer por el almirante Aznar al frente del gobierno, destinada a dar satisfacción a una opinión enardecida por el hecho de que quien aparecía como responsable más directo del desastre de Annual se atreviera a cometer el crimen inútil que fue la ejecución de Galán y García Hernández, estaba destinada a precipitar los acontecimientos. El nuevo jefe del gobierno anunció elecciones municipales para el día 12 de abril de 1931, y monárquicos y reaccionarios, seguros de sus organizaciones caciquiles, declararon que ellos daban a aquella consulta carácter de plebiscito, sacándola de su significación administrativa. Los elementos revolucionarios aceptaron el reto. Y las elecciones les dieron el triunfo en casi todo el país. Durante los días 13 y 14 de abril se recibieron en Madrid, de toda España, noticias del resultado electoral y de cómo iba proclamándose la república en distintas localidades españolas. El día 14, al anochecer, terminaba el plazo concedido a la monarquía, y el rey salió protegido hacia Cartagena donde embarcaba en un buque de guerra para el extranjero. El gobierno del almirante Aznar entregó el Poder al Comité revolucionario que, desde aquel momento, quedó constituido en gobierno provisional de la república y cuya formación fue la que sigue: Presidencia, Estado, Gracia y Justicia, Gobernación, Hacienda, Fomento, Instrucción, Ejército,

Niceto Alcalá-Zamora Alejandro Lerroux Fernando de los Ríos Miguel Maura Indalecio Prieto Alvaro de Albornoz Marcelino Domingo Manuel Azaña

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Marina, Economía, Trabajo,

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Santiago Casares Quiroga Diego Martínez Barrio Francisco Largo Caballero.

Poco después se creaba el Ministerio de Comunicaciones, al que pasaba Martínez Barrio y a Economía se incorporaba Luis Nicolau d'Olwer, en representación de Cataluña. El autor formó parte de una Comisión de la Federación Nacional de Banca —trabajadores— que visitó al nuevo ministro de Economía para plantearle la necesidad de crear un Banco Nacional de Crédito Agrícola en el que descansara la estructura de una seria y radical reforma agraria, uno de los problemas fundamentales de España que la república tenía que resolver. En el gobierno del naciente régimen de un país eminentemente agrario —1931— no figuraba un Ministerio de Agricultura, lo que puede tener una explicación con cierta lógica si se tiene en cuenta que ese gobierno provisional y revolucionario lo presidía el ex monárquico y viejo ministro de la monarquía Niceto Alcalá-Zamora, abogado ilustre, pero por encima de todo gran terrateniente. Consecuencia: no hubo Banco Agrícola ni reforma agraria. El problema sigue sin solucionar. No se resolverá con saliva, sino con hechos. Y no dependerá del duque del Infantado. Sin derramamiento de sangre, de la manera más normal y jurídica, en forma francamente plebiscitaria, España transformaba un régimen varias veces secular, que sólo había conocido una breve solución de continuidad: la que estableció el triunfo de la Primera república. Como entonces —1931— se dijo, «una monarquía milenaria se derrumbaba sin violencias, mediante el ejercicio sereno del derecho de sufragio». Era la más noble demostración de las ventajas de la democracia y de la capacitación ciudadana. Nada de golpes de fuerza, ni de colaboraciones que luego se pagan caras. Bastaba la presencia de un pueblo capaz, digno y dispuesto a hacer valer su derecho... Estas y otras bellas cosas se dijeron por aquellos días. Y, sin embargo, la belleza de las jornadas del 14 de abril de 1931 se ensombrecerían, a partir de julio de 1936, con las páginas negras, tristes y dramáticas de la guerra civil. La ciencia médica ha destruido el dicho de que «no hay parto sin dolor»; sin embargo, los partos de la historia de los pueblos han sido con dolor y seguirán siéndolo, la ciencia difícilmente podrá evitarlo.

72 LAS POSICIONES DE L A R G O CABALLERO DOCUMENTOS

Como ya se señaló, las dos organizaciones obrera — U . G . T . y P.S.O.E.— habían designado como Comisión de enlace con el Comité revolucionario —Alcalá-Zamora y Azaña, especialmente— a Besteiro y Caballero, quienes deberían recibir a los mencionados dirigentes republicanos. Fernando de los Ríos propuso un plan de reivindicaciones que sería presentado al Comité y que, en varios puntos de interés para la clase obrera, fue ampliado por Largo Caballero con el fin de que fuesen examinados por los dirigentes del movimiento. A la Comisión que recibiría a Alcalá-Zamora y Azaña se incorporó Fernando de los Ríos. En el seno de la Comisión, Largo Caballero propuso las instrucciones que deberían cursarse a las secciones de la Unión y del Partido y que .abarcaban los siguientes puntos, que fueron aprobados: «1.° Preparación del movimiento y fecha aproximada en que podría declararse. »2.° Si, como se esperaba, el movimiento se producía, la organización obrera se sumaría a él, declarando la huelga general donde los militares lo iniciaran y allí donde esto no ocurriera, para evitar el envío de tropas a otras localidades. »3.° Que las organizaciones obreras, donde el movimiento revolucionario se produjera, procurasen que no se cometieran actos que pudieran deshonrar la revolución, como incendios, robos o asesinatos. »4.° Que las organizaciones obreras y socialistas se pusieran de acuerdo con los elementos republicanos de su localidad respectiva. »5.° Que, caso de que se repartiesen armas, nuestros compañeros procurasen controlar el reparto, a fin de evitar que pudieran caer en manos de elementos sospechosos.

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»6.° Que de ninguna manera se obedecieran otras órdenes que las dimanantes de la Unión y del Partido. »7.° La contraseña que había de darse a las organizaciones para la iniciación del movimiento. Se verificó la entrevista y los delegados del Comitté revolucionario ofrecieron una amplia información sobre la marcha de la organización del movimiento, reiterando la solicitud de que la Unión y el Partido Socialista formaran parte del Comité, y que sus representantes pasarían a integrar el gobierno provisional en caso de triunfar. Los comisionados trasladaron a las Comisiones ejecutivas los resultados de su gestión. Caballero propuso que se designaran tres representantes ante el Comité revolucionario, coincidiendo con un deseo expresado por Alcalá-Zamora. Caballero y Fernando de los Ríos defendieron la participación en el Comité revolucionario y en el gobierno. Besteiro y Saborit sostenían el criterio contrario. Caballero defendió su punto de vista en los siguientes términos: «En un movimiento como el que se prepara, es indudable que la clase trabajadora ha de participar en un plano principal. Si ha de realizar el sacrificio, justo es que tenga una compensación. Caso de que la revolución triunfe sin una intervención directa por nuestra parte y el gobierno quede en manos de los republicanos, no es fácil que nosotros podamos imponer nuestras reivindicaciones como si fuéramos parte integrante del gobierno provisional. Naturalmente que nosotros, caso de ser aceptada mi proposición, recabaríamos nuestra libertad para convocar en un plazo breve un Congreso que ratificare o rectificase lo que nosotros hubiéramos querido hacer. Es decir, nuestra intervención en el gobierno provisional quedaría supeditada a lo que un Congreso extraordinario resolviera. »Por otra parte, nuestra intervención en el Comité revolucionario nos permitiría fiscalizar, controlar todos los preparativos del movimiento y reconocer a cuantos en él hayan de intervenir, para que podamos saber, en todo momento, si la empresa en que nos comprometemos ofrece garantías a nuestras organizaciones.» La anterior posición fue defendida por De los Ríos y Cordero. Saborit se manifestó contrario a formar parte en el gobierno provisional, pero aceptaba participar en el movimiento. Besteiro sostenía igual actitud. En torno a estas posiciones desarrolláronse las discusiones en las reuniones de los comités nacionales y comisiones ejecutivas. Fue aprobada la línea establecida por la posición de Caballero: participar en el Comité revo22

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lucionario y en un posible gobierno aceptando las carteras de Justicia, Fomento y Trabajo a cargo de los delegados en el Comité revolucionario, Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero. Este había propuesto a Manuel Llaneza, que sólo obtuvo un voto. Los tres designados ostentarían la representación de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista. Como última decisión, se aprobó que Saborit, secretario del Partido Socialista, y Caballero, secretario de la U.G.T., designasen a varios compañeros de confianza con el fin de que trasmitieran las instrucciones pertinentes a los organismos del Partido y de la Unión. Así quedó concretada la gran responsabilidad de las dos organizaciones que serían la base fundamental del movimiento. Dejamos constancia de la posición de Caballero, el hombre clave de ese movimiento en el campo obrero.

73 DESPUÉS DE FRACASADO EL MOVIMIENTO DEL 15 DE DICIEMBRE DE 1930 POSICIONES DE LA

U.G.T.

Y DEL PARTIDO SOCIALISTA

Fracasada la huelga y ante la brutal represión del gobierno, la Unión General y el Partido Socialista lanzaron a las secciones el siguiente documento : «22 de diciembre de 1930. »A las Secciones de la Unión General de Trabajadores de España y a las Agrupaciones Socialistas. »Estimados compañeros: »Las Comisiones ejecutivas de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista han tenido conocimiento de que en la casi totalidad de las ciudades y pueblos de España se ha producido la huelga general en los primeros días de la semana última. Asimismo han sabido que con motivo de esta huelga han sido detenidos un buen número de compañeros y se han producido otros hechos, de los cuales esperamos nos informéis con el mayor número de detalles posible. »Las citadas Comisiones ejecutivas, reunidas conjuntamente, han estimado necesario conocer la situación de cada una de sus respectivas secciones después de la huelga, y al efecto os agradeceremos que a la mayor brevedad nos informéis de todo cuanto pueda tener algún interés, señalando el número de compañeros detenidos pertenecientes a nuestros organismos, con expresión de nombres y apellidos y organización a que cada uno pertenece. «Aun cuando no lo consideramos indispensable, os recomendamos con todo interés que atendáis en la medida de lo posible a los compañeros presos. Es de todo punto necesario que no queden aban-

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donados. A este fin debéis proceder a votar cantidades sin perjuicio de que nosotros podamos ayudaros. »No dejéis de escribirnos a la mayor brevedad, para que, con conocimiento de la realidad de la situación, podamos nosotros tomar los acuerdos pertinentes. «Quedamos cordialmente vuestros y de la causa. Por la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores: Wenceslao Carrillo, secretario-tesorero. Por la Comisión ejecutiva del Partido Socialista: Andrés Saborit, secretario. Julián Besteiro, presidente de ambos organismos.» En el Pleno nacional del 3 de febrero de 1931 se dio lectura a la siguiente carta del compañero Caballero, escrita en la cárcel: «A las Comisiones ejecutivas de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista Obrero Español: «Estimados compañeros: «Según informes que llegan a mí, el Supremo de Guerra y Marina tiene el propósito de celebrar el Consejo dentro de la primera decena del próximo mes de febrero. »Como sabéis, el presidente del Consejo de ministros, en sus notas oficiosas y en las informaciones que dio a la prensa española y extranjera, con malévola intención ha dicho siempre que el movimiento de diciembre último ha sido comunista, presentando como prueba el que ni la Unión ni el Partido habían intervenido en él y que nosotros, los tres encartados, especialmente yo, habíamos intervenido como unos señores particulares. »Considero necesario reivindicar para nuestros organismos el honor que les corresponde, ante el país y la Historia, por su intervención, para lo cual el momento preciso sería en el Consejo de guerra, donde yo, con la autoridad que da el cargo de secretario de la Unión, declarase de manera terminante que nuestras firmas las pusimos en el manifiesto con la autorización del Partido y de la Unión, y que esto no se habría hecho si el propósito hubiera sido el realizar un movimiento comunista. «Haciéndolo así no creo haya graves peligros, y de una vez se destruiría la leyenda urdida por el gobierno, con el fin de colocarnos a los socialistas en situación equívoca ante la nación. «Os ruego lo examinéis con todo interés y me deis la contestación que creáis más conveniente, a fin de ajustar a ella mi conducta. »Vuestro y del Socialismo, Francisco L. Caballero. Cárcel Modelo, 29 de enero de 1931»

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El Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores le contestaron con la siguiente comunicación: «Estimado camarada: «Enterados de su carta fecha 29 del presente, tenemos el gusto de comunicarle que, a nuestro parecer, es usted quien debe juzgar en el momento del Consejo de guerra cuál es la actitud más conveniente para la defensa personal de los procesados y de los intereses de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista. Dado que usted conoce tan bien como nosotros los acuerdos recaídos en las Comisiones ejecutivas y las razones por las cuales fueron adoptados, creemos que trazarle una línea de conducta previa sería coartar la necesaria libertad de movimiento de que deben ustedes disfrutar para su defensa. «Deseándole la mayor fortuna, quedan suyos y del Socialismo. Por la Unión General de Trabajadores, el secretario-tesorero Wenceslao Carrillo. Por el Partido Socialista, el secretario Andrés Saborit. El presidente, Julián Besteiro.

POSICIONES DISCREPANTES

En ese mismo Comité nacional aparecieron con más fuerza las discrepancias que ya se habían manifestado antes de que surgiera el movimiento. Como consecuencia de esas discrepancias y de las manifestaciones de algunos miembros de las Comisiones ejecutivas, fue presentada al Pleno la siguiente proposición: «En Asamblea de los Comités nacionales del Partido Socialista y de la Unión General de Trabajadores, se da cuenta de la importancia que entrañan las manifestaciones expuestas anoche por el camarada Besteiro, presidente de ambos organismos. Expresa también su vehemente deseo de que se mantenga la unidad y la disciplina necesarias para una actuación de conjunto entre la Unión y el Partido, y deja a las Comisiones ejecutivas el encargo de convocar, cuando sea oportuno y conveniente, a los Comités nacionales conjuntamente o, mejor, a los Congresos, con carácter extraordinario, para resolver como proceda este problema. E. Botana, Manuel Suárez, Narciso Suárez, Luis Labín y Agustín Marcos.» Para examinar la anterior proposición se nombra una Ponencia, la cual emite el siguiente dictamen:

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«La Ponencia designada por los Comités nacionales del Partido y de la Unión General de Trabajadores para fijar la actitud de ambos organismos en relación con la situación política actual, recogiendo lo que estima deseo de todos que es formular de manera clara el propósito de responder plenamente a las exigencias de la opinión socialista obrera y democrática del país, propone: »Que no habiendo variado las circunstancias determinantes de la resolución que al mismo respecto adoptó el Comité nacional del Partido en su última reunión, debe ser ratificada aquélla; continuando, por tanto, la relación con los elementos antimonárquicos y cumpliendo los compromisos contraídos por las ejecutivas, dirigidos a una acción común contra el actual régimen político. »La Ponencia cree que la forma concreta de las relaciones con los elementos citados, así como también el examen de las posibilidades de acción que puedan ser ofrecidas en cualquier instante, corresponden a las Comisiones ejecutivas, las que harán cumplir a todos los efectos la más estricta disciplina. No obstante, si, como consecuencia de esa acción hubieran de ser tomadas resoluciones de gravedad, las ejecutivas procederán a la convocatoria de los Comités nacionales y resolverán lo que estimen conveniente. «Madrid, Casa del Pueblo, 4 de febrero de 1931. Remigio Cabello, Enrique Botana, Ángel Lacort, Felipe Pretel y Wenceslao Carrillo.» Besteiro y Saborit se oponen al dictamen de la Ponencia, que con modificaciones queda aprobada en los siguientes términos: «La Ponencia designada por los Comités nacionales del Partido y de la Unión General de Trabajadores para fijar la actitud de ambos organismos en relación con la situación política actual, recogiendo lo que estima deseos de todos que es formular de una manera clara el propósito de responder plenamente a las exigencias de la opinión socialista, obrera y democrática del país, propone: que no habiendo variado las circunstancias determinantes de la resolución que al mismo respecto adoptó el Comité nacional del Partido Socialista en su última reunión, debe ser ratificada aquélla, continuando la relación con los elementos antimonárquicos, encaminada a una acción común contra el actual régimen político. »La Ponencia cree que la forma concreta de las relaciones con los elementos citados, así como también el examen de las posibilidades de acción que puedan ser ofrecidas en cualquier instante corresponden a las Comisiones ejecutivas, las que harán cumplir a todos los efectos la más estricta disciplina. No obstante, si, como consecuencia

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de esa acción, hubieran de ser tomadas resoluciones de gravedad, las ejecutivas procederán a la convocatoria de los Comités nacionales que resolverán lo que estimen conveniente.» El problema de las elecciones convocadas por el general Berenguer fue motivo de serias discusiones. El grupo Besteiro era partidario de participar en la campaña electoral; el de Caballero, con Fernando de los Ríos y parte de los elementos de las Comisiones ejecutivas, contrario a tal participación. Desde la cárcel Modelo, Largo Caballero y Fernando de los Ríos enviaron su opinión en el siguiente documento: «Estimados camaradas: »La carta fecha 27 del corriente nos fue entregada ayer 20. Los términos en que está concebida no son lo bastante concretos como para que contestemos nosotros a las varias cuestiones que en torno a la lucha electoral hay planteadas, pero he aquí nuestro criterio con respecto a la que juzgamos central y primaria. »¿Cuál debe ser la actitud del Partido Socialista ante unas posibles elecciones ordinarias? »La opinión de los firmantes es que el Partido, por sí y ante sí, sin necesidad de aguardar la decisión de nadie, debe sostener públicamente el retraimiento y defender esa línea de conducta en el seno de cuantas reuniones se provoquen para conocer su modo de enjuiciar el presente. Aboga esta decisión excepcional en la historia del Partido la situación, excepcional a su vez, en que se encuentra la vida política del país. Partimos nosotros de un hecho y es el de que existe una revolución en marcha, en la cual están actuando el Partido y las organizaciones obreras de la Unión; estimamos que precisa fortalecer la cohesión interna de los elementos que aportan a la lucha el Partido y la Unión, y que eso no se logra sino vigorizando la conciencia del objetivo a alcanzar, concentrando la atención y la voluntad en el deseo concreto. »En consecuencia, ir a la lucha electoral para elecciones ordinarias en las circunstancias actuales sería desviar la conciencia nacional de su justificado afán republicano y debilitar la revolución, por intercalar un propósito que sangra sus energías políticas. Para el Partido juzgamos que sería un grave error no sostener el retraimiento, porque el Parlamento ordinario, por lo mismo que nace para silenciar las más hondas cuestiones políticas del país, puede proyectar sobre las fuerzas de oposición que allí vayan el apelativo de fuerzas que sirven para cubrir, con apariencias de legalidad, los actos de un Poder

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contra el cual está precisamente entablada la lucha revolucionaria, y en este instante más que en ningún otro de su historia, el Partido debe rodear de un ambiente de diafanidad su personal proceder. »Si a pesar del Partido prevaleciese entre las fuerzas de izquierda un parecer distinto al nuestro, podíamos ir a la lucha habiendo salvado toda responsabilidad. »De usted y del Socialismo, F. Largo Caballero y Fernando de los Ríos.» Hasta aquí quedan registrados los problemas más importantes suscitados en torno al movimiento de diciembre de 1930 y hasta la implantación de la República en abril de 1931.

74 PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA

Nació la República limpia, honesta y libre de toda hipoteca en eí interior y en el exterior. Sin caudillos militares, aunque con colaboraciones militares. Paradojas de nuestra historia: el general Sanjurjo, a la sazón director general de la Guardia civil, acató la República y se puso a sus órdenes; apenas un año más tarde, se sublevaría contra ella. Condenada a muerte e indultado, es amnistiado después por la coalición radical-cedista en el Poder. Esta trayectoria le designa como jefe indiscutible de la sublevación de julio de 1936; pero muere carbonizado, como es sabido, en la avioneta que debería trasladarle de Estoril a Burgos para ponerse al frente de la insurrección. No obstante esa paradoja y esas contradicciones, con él los acontecimientos habrían tomado seguramente otro sesgo. Queipa de Llano, el general que más directamente colaborara para el advenimiento de la República, a los tres años de instaurada ésta se transformará en su mayor enemigo. Traída por el pueblo y con la intervención directa de la clase trabajadora, es por eso, sin duda, por lo que al redactar su carta constitutiva, hubo de hacerse constar en su texto que España era «una República de trabajadores de todas clases...», así como que renunciaba a la guerra... (menos a la guerra entre los propios españoles..., por lo visto). Esa preocupación por la carta constitucional, porque fuera bella y superara a todas las conocidas, ocultaba una huida ante los problemas fundamentales que, en su mayor parte, escaparon a unos constituyentes que no acertaron a ver dónde estaba la causa determinante de las desgracias de la República, del pueblo español. Nació y murió la República sin resolver el problema de la Reforma agraria. He ahí uno de esos problemas fundamentales a que nos referíamos. El primer homenaje que rindió el pueblo republicano fue el dedicado a Pablo Iglesias. El domingo 19 de abril se verificó en Madrid una inmensa manifestación al cementerio civil, ante la tumba del «Abuelo». A fines del mismo mes, y también en Madrid, se celebró la reunión

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del Consejo general de la Federación Sindical Sindical Internacional. La feliz circunstancia de la instauración de la República hizo que esta reunión cobrara mayor importancia y trascendencia. Los camaradas de todos los países que acudieron al Consejo pudieron apreciar directamente la situación de España, y marcharon muy complacidos de lo que vieron y de las atenciones de que fueron objeto. El día 28 de junio se celebraron las elecciones para la Cámara Constituyente. En ellas, la candidatura republicano-socialista obtuvo un triunfo absoluto. El 4 de julio de 1931 comenzaron sus tareas las Cortes y Julián Besteiro es elegido para presidirlas. Unas Cortes rebosantes de juridicidad; una Tribuna de exposiciones elocuentes, pero vacías de contenido popular, de realismo político, de objetivos, y de coraje para alcanzar éstos destruyendo los fundamentos del viejo régimen. Las Cortes fueron un monumento de huera fraseología. A más de cuarenta años de distancia, el recordarlas produce indignación por su infantilismo, por su mediocridad política ante los problemas fundamentales de España. ¡Qué caro pagó el pueblo las debilidades y errores de la República! Y tanto el Partido Socialista como la U.G.T. están implicados en esa gran responsabilidad histórica. Contaba la clase obrera, en el primer momento, 113 diputados; posteriormente, en virtud de resultados logrados en elecciones parciales tuvo algunos más. El 9 de diciembre quedaba promulgada la Constitución, y don Niceto Alcalá-Zamora era nombrado presidente de la República. Se abría para España un nuevo período lleno de posibilidades y de incógnitas. Las posibilidades no se aprovecharon; las incógnitas fueron dramáticas: algunos historiadores las cifran en un millón de muertos. La instauración de la segunda República española constituye un suceso político de primera magnitud. Su repercusión internacional fue enorme. Ahogada en sangre la revolución en Hungría y Alemania, a partir de aquel momento Europa no hacía sino retroceder, lo mismo en el dominio social que en el político. Las fuerzas de la burguesía se fueron agrupando en todos los países y los partidos socialistas, que habían coadyuvado a frenar la ascensión revolucionaria, tuvieron que colocarse en todas partes a la defensiva. Pasados los primeros momentos de estupor, el capitalismo —seguro de que podía contar con el apoyo de todas las fuerzas democráticas obreras, como se había visto en las duras experiencias vividas— pasó a la ofensiva y no se dieron más batallas que las que tenían por escenario a la Oficina Internacional del Trabajo, en Ginebra, batallas incruentas en que se obtenían acuerdos y recomendaciones destinadas a estimular la promulgación en todos los países de una más amplia legislación obrera.

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En algunos, como Italia, la ofensiva capitalista adoptaba formas más audaces y, explotando la desilusión de las masas campesinas y de las clases medias, edificaba una siniestra demagogia creando un movimiento cuya finalidad, ateniéndose a las palabras, podía desorientar, pero que, si se estaba atento a los hechos, aparecía con claridad meridiana. Este movimiento centra todas sus actividades en la destrucción de los sindicatos y formaciones obreras de todos los matices y, proclamando el fracaso de la democracia y del liberalismo, tendía a instaurar una dictadura de clase, de la clase capitalista. En todas partes, los partidos socialistas cuidaron de significar su total distanciamiento de las dictaduras, proletarias o fascistas, y esta defensa de la democracia amenazada a la salida de una guerra en que salieron triunfantes las naciones democráticas fue la bandera que aquéllos enarbolaron con suerte varia. Lo cierto es que el fenómeno de las dictaduras ganó a varios países de la cuenca mediterránea, con lo que muchos consideraron el suceso propio del temperamento de los pueblos asentados en su ribera. Se extendió luego a otros países de la Europa oriental y, prácticamente, el movimiento triunfante no dejaba de hacer progresos en todo el continente. Los demócratas burgueses le dieron interpretaciones distintas y, en general, se inclinaron a la de tipo psicológico. También se sostuvo que era un acontecimiento únicamente viable en países agrícolas, pero de imposible realización en los de marcada importancia industrial. Todas estas interpretaciones están recogidas en el libro de Cambó, Las Dictaduras, y han servido en todas partes, incluso en España, para desposeer al fenómeno fascista del carácter de clase que es su distintivo esencial. Con lo que se hicieron posibles todas las derrotas que el proletariado ha sufrido en los últimos años. La instauración de la República española tuvo una repercusión internacional considerable. Fue España el primer país que encontraba energías suficientes para sacudirse una dictadura militar. Además, en un impulso magnífico, se daba un régimen plenamente democrático sin recurrir al expediente de la revolución. Todo había pasado, en realidad, como en una fiesta cívica Sin embargo... Se demostraba a los revolucionarios —que aparecían como hombres sedientos de tragedia— la inutilidad de su concepción, y de qué manera, dentro del cuadro de la legalidad, sin trastornos ni convulsiones, eran posibles mutaciones tan trascendentales como la que el mundo contemplaba atónito. El caso de España fue, por tanto, aducido como prueba del declive que conocían las dictaduras y del futuro que, de manera brillante, se iniciaba para la democracia. Porque fueron muchos los que, en efecto, consideraron el hecho español como el destinado a marcar la era de li-

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quidación de los sistemas fascistas que, por lo mismo que no se apoyaban en ningún principio clásico del derecho, a todos los buenos demócratas parecían monstruosos y faltos de perdurabilidad. Y fue también explotado contra los que estimaban, y de esto hacían la base de su propaganda, que el proletariado no podía en modo alguno renunciar a la revolución. Los delegados de la Internacional Sindical se vieron confortados con el espectáculo que ofrecía el pueblo español orgulloso, legítimamente orgulloso de su victoria. Y la fórmula de unión de todos los partidos democráticos, de la formación de un frente popular que comprendiera todas las fuerzas democráticas y obreras, recibió un gran impulso. La victoria electoral del Frente popular francés sería debida, en gran parte, a la influencia que irradiaba el hecho español, que tenía todo el valor de un ejemplo. En realidad, los que dirigían el movimiento republicano español habían tomado todas las medidas para darle un carácter templado y conservador. Ante las clases dirigentes se habían comprometido a no rebasar apenas, en materia de reformas, el marco político. En cuanto a las sociales, Largo Caballero había conseguido la garantía de sus compañeros de Comité revolucionario de que serían llevados a la Gaceta una serie de proyectos que resumían lo que venían siendo aspiraciones de la U.G.T., expresadas en sus congresos. Entre ellas figuraba la del control obrero, que no logró prosperar en los años que vivió la República. Fue la etapa de las falsas ilusiones. Esta limitación programática, conocida y ratificada en los actos públicos por los republicanos más conspicuos, es la que logró que disminuyeran las resistencias que hubieran podido oponerse al advenimiento de la República y lo que hizo que las fuerzas conservadoras se mostraran respetuosas con la voluntad popular expresada en las urnas. Jerarcas del ejército, como el general Sanjurjo, que en aquellos momentos mandaba la Guardia civil, se mostraron propicios al cambio de poderes y seguramente negaron el concurso de la fuerza a los que un momento soñaron con liquidar el movimiento popular por el empleo de las armas. La burguesía española, o una gran parte de ella, entendía que más valía un régimen republicano como el francés, todo él hecho de orden y de respeto a la propiedad, que una monarquía que generaba una serie de conflictos y mantenía al país en constante intranquilidad. Pero al ver al pueblo en la calle, se asustó. Por incruento que fuera el cambio no dejaba de ser cierto que éste resultaba de gran profundidad. Habían intervenido en él, como factor determinante, desde luego como uno de los principales factores, las fuerzas obreras. Y el problema que se planteaba a la burguesía era el de saber si estas fuerzas obreras implicadas de modo oficial en la lucha por la República serían, junto a las pequeñoburguesas más radicales agrupadas en los partidos republicanos, capaces

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de rebasar los límites de una república condicionada para aprovechar las circunstancias y desarrollar la revolución democrático-burguesa a etapas más audaces y socialmente más avanzadas. Estos temores nacían del hecho de que, prácticamente, las fuerzas socialmente conservadoras del país, que estaban intactas y contra las que no se pensaba iniciar desde el Poder una acción de desfonde, carecían de organización propia luego de haber sido destruida la tradicional que tenían montada, al calor del régimen monárquico, por Primo de Rivera, Se sentían inermes y desamparadas ante la marea ascensional que suponía la intervención en las cuestiones públicas de masas extensas de trabajadores, intelectuales y campesinos que hasta ese momento habían mostrado una total indiferencia en materia política. ¿Fue posible ese avance en una línea de garantía y consolidación del nuevo régimen? Tenían la sensación, y la cosa era cierta, de que estaban prácticamente a merced de las fuerzas obreras que podían, si querían, llevar su acción a sus últimos extremos, es decir, hasta la revolución social. Ese avance, en esa coyuntura histórica, ¿habría sido posible? Las debilidades de la República en su primera etapa, ¿no fueron la causa determinante de su propia tragedia?... No era la intención del Partido Socialista ni la de los dirigentes de la U.G.T. interpretar la coyuntura de 1931 en su sentido revolucionario. Vieron perfectamente que la ocasión era única para hacer triunfar un movimiento de esa significación, que hubiera o no tenido porvenir. Pero ni por un momento sintieron la tentación de marchar por esa vía. Se conformaron con el número de diputados obtenidos en las elecciones y que ya hemos mencionado, pero hubieran podido tener más de haberles movido la ambición de echar sobre sí mayores responsabilidades. En realidad, dedicados a tutelar a los partidos republicanos, proclamaron públicamente su deseo de verlos robustos y poderosos para entonces, restablecido el adecuado equilibrio, poder desligarse de las responsabilidades del Poder y pasar a la oposición parlamentaria. Filosofía de Prieto y Besteiro y, en definitiva, falta de fe en la clase obrera y exceso de confianza en la burguesía. Este punto de vista se encuentra sostenido, con reiteración, en los editoriales de El Socialista. En los dos primeros años de república se produjeron bastantes sucesos de carácter social que fueron vigorosamente reprimidos. Los elementos de la C.N.T. creyeron llegada la hora de iniciar acciones revolucionarias o de suscitar huelgas de carácter violento que pusieron a prueba la disposición del nuevo Estado. Los desórdenes y los actos de violencia fueron numerosos y el gobierno de la República dio la medida de la capacidad represiva del nuevo régimen. Con ello, éste iba definiendo su carácter y poniendo retrancas al desarrollo de la propia re-

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volución democrático-burguesa. Al frenar a la clase obrera se facilitaba el desarrollo de la reacción. Dentro de la burguesía liberal, tres figuras representativas, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y Marañón, habían sostenido que la República española no era una república socialista ni una república burguesa. No se sabía ciertamente qué cosa podía ser. Empezaban por no saberlo los republicanos. Fueron nefastas dos de sus figuras: Lerroux y Martínez Barrio; el primero, hijuela del anarquismo; el segundo, de la masonería. Pero en la conducta seguida frente a los disturbios y las huelgas que se produjeron en los dos primeros años, el régimen hubo de definirse casi a diario. La posición del gobierno estaba determinada por su deseo de mostrar que la República, cuando menos en el ánimo de sus creadores, era una república de orden y burguesa, y que las fuerzas conservadoras debían incorporarse a ella porque el sistema republicano no era incompatible con un Poder fuerte, como se trataba de demostrar. Varios partidos republicanos se brindaron a organizar esas fuerzas conservadoras. El partido de don Miguel Maura y el de don Niceto AlcaláZamora parecían los destinados a cumplir esa función. Pero la verdad es que este esquema de distribución de las fuerzas de la República, acordado entre los jefes de los distintos partidos y trazado a priori, no satisfizo a los interesados, quienes acometieron la labor de crear nuevos partidos en los que la cuestión del régimen quedaba voluntariamente en la sombra. Al mismo tiempo, decidieron apoyar al del señor Lerroux que se convirtió en el campeón de toda la reacción. Precisamente, al del jefe republicano a quienes todos los demás habían decidido eliminar de la política española y a quien, por el contrario, facilitaron la misión de ser el gran traidor. En las discusiones del Acta constitucional se precisaron ya las posiciones y se vio que, dentro de los partidos que habían cooperado al cambio de régimen, las discrepancias eran hondas. La rivalidad de clase hizo allí acto de presencia. Y hubieron de definirse rápidamente, dentro del conglomerado republicano-socialista, tanto los que en la mutación operada sólo veían un simple cambio de estructura, como los que consideraban que era el primer acto de una serie de alteraciones fundamentales, destinadas a modificar la fisonomía social del país. A la vista de la experiencia vivida, cabe preguntarse si no habrá sido un error comulgar en la apreciación, muy extendida, según la cual la república democrática es para el socialismo el régimen al final de cuya evolución lógica está la sociedad sin clases. Dicho de otro modo: que el socialismo no es más que la democracia llevada a sus últimas consecuencias. Y si no hubiera sido posición más acertada lanzarse, puesto que pudo hacerse y con un gasto mínimo, a la que para muchos era una aventura: la tarea de dar realidad inmediata y viva a la finalidad fundamental que figura

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en cabeza de los estatutos de la Unión General de Trabajadores de España. Pero entre estos dos polos se mueven, en todas partes, las tendencias que matizan y dividen el movimiento obrero universal. Y aunque la historia, para la clase obrera, tenga definido ese problema, no bastan las razones ni las lecciones históricas. Lo que decide es la acción.

75 LA PRIMERA SUBLEVACIÓN CONTRA LA REPÚBLICA (10 de agosto de 1932)

Las debilidades del nuevo régimen —preocupado durante más de un año en elaborar la más avanzada y bonita Carta constitucional conocida, con la oculta ambición de dejar chiquita incluso a la de Weimar, pero olvidando los problemas urgentes y fundamentales del país— permitieron el desarrollo de las acciones conspirativas con toda tranquilidad: el blabla-bla de las Cortes cubría la acción de los reaccionarios. Así se explica este movimiento sedicioso del 10 de agosto de 1932 en el que estaban complicados varios generales, entre ellos el propio jefe del Estado Mayor, bastantes jefes y oficiales del ejército, los más recalcitrantes monárquicos y aristócratas, grandes terratenientes, un grupo de elementos de las altas finanzas —Juan March, entre otros—, con ramificaciones importantes en el propio aparato del Estado republicano, especialmente en el cuerpo de policía, movimiento que estuvo a punto de liquidar la República a poco más de un año de su instauración. Como jefe de esa conspiración aparecía el general Sanjurjo, el mismo que el 14 de abril, siendo director general de la Guardia civil, acataba la voluntad nacional expresada en unas elecciones, de claro significado republicano y de repudio a la monarquía. En esta conjura a la luz del día, entre algunos más, estaban los generales Miguel Ponce, Barrera, Calvalcanti, Fernández Pérez, González Carrasco, Villegas, Orgaz, Varela, Jorge Vigón, Goded y, con ellos, el núcleo de aristócratas y nobles dueños de la mayor parte de las tierras de España. Esto lo sabía el gobierno. Los grandes terratenientes seguían con sus tierras y, además, conspiraban; los generales habían aceptado la República y conspiraban también contra ella; los grupos financieros de presión la habían acatado y, al mismo tiempo, la saboteaban; altos funcionarios del viejo régimen hacían otro tanto. «Los que hacen una revolución a medias —decía Saint-Just— cavan su propia tumba.»

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El movimiento fue aplastado, pero podría afirmarse que no por el gobierno, sino por la fuerza, por la presión de las masas, por la influencia democrática que aún influía en una parte importante de las fuerzas de orden público, reforzadas por la acción de la clase obrera, sobre todo en Sevilla —foco del movimiento— que reaccionó con toda rapidez y violencia declarando una huelga general que aplastó la sublevación en su propio centro. Esta acción desmoralizó a aquella parte del ejército que estaba inclinada a levantarse contra la República. La reacción del proletariado sevillano se debió a la dirección de los elementos comunistas y de la C.N.T. de Sevilla que estaba bajo el control de nuevas corrientes renovadoras que determinaron la creación de un llamado Comité de Reconstrucción de la C.N.T. que, afortunadamente, escapaba a la influencia de la F.A.I. De ese grupo sindicalista formaban parte militantes que más tarde serían elementos valiosos del Partido Comunista de España, como José Díaz, Mije, Barneto, Adame y otros que del anarquismo evolucionaban hacia el marxismo. Como sobre este hecho se ha escrito ampliamente en todos los trabajos publicados en relación con la vida y vicisitudes de la segunda República no es necesario, creemos, repetir aquí cómo se desarrollaron los acontecimientos. A nosotros, dentro de esa línea cronológica que venimos siguiendo, nos interesa dejar constancia del hecho solamente en dos aspectos: el de la colaboración socialista en el gobierno y el de la posición de insensibilidad e indiferencia del XVII Congreso de la U.G.T. ante la sublevación. El Partido Socialista, envolviendo en su actitud a la U.G.T., tuvo una posición claudicante y de pasividad en los momentos del movimiento del 10 de agosto. Si en el primer período de la República reveló sus debilidades, sus vacilaciones, sus errores, sus grandes responsabilidades —y nos estamos refiriendo al comprendido entre el 14 de abril de 1931 y el 10 de agosto de 1932—, a partir de esta última fecha esa cadena de errores y debilidades no sólo se ratifica, sino que a ella vienen a sumarse otros de mayor gravedad y trascendencia. Después del 14 de abril de 1931, los acontecimientos del 10 de agosto de 1932 representaron una formidable coyuntura para imponer un salto en el desarrollo de la revolución democrática y corregir los errores de la etapa anterior. Para lograrlo no había más que apoyarse en las masas, en su movilización, aprovechar la riqueza de su entusiasmo, de su euforia revolucionaria reproducida en torno a la victoria sobre los sublevados. El Partido Socialista y la U.G.T., buscando una coincidencia seria y solvente con los elementos más responsables de la C.N.T. y de las demás fuerzas auténticamente republicanas, y en primer lugar con el partido de clase afín, el Partido Comunista, apoyándose en las masas, en la formidable reacción de las fuerzas democráticas ante el fracasado movimiento, pudieron 23

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nuestros. Al contrario, hay que mantenerse en pie de guerra por si llegara el momento de vernos obligados a dar una lección provechosa a los militares monarquizantes y a los señoritos reaccionarios a quienes la República empieza a hacer la justicia que se merecen. »Pero nuestros enemigos no están sólo en las filas de la extrema derecha. Contra nuestra organización se desatan, también, las iras de los extremistas de la izquierda, los cuales, aprovechándose de la lamentable situación que crea la crisis de trabajo —en cuyo problema pone el gobierno todo el interés que las circunstancias le permiten—, pretenden influir en el ánimo de sus trabajadores para lanzarles a movimientos huelguísticos en los cuales sólo sacrificios pueden cosechar. »Para justificar esta clase de movimientos cualquier pretexto es bueno para los extremistas de la C.N.T. Ahora esgrimen el tópico de la Ley de asociaciones y el indulto del ex general Sanjurjo. Pero lo cierto es que, a sabiendas de que ninguna labor útil realizan, producen estados de agitación y desorden que únicamente a los enemigos de la democracia aprovechan. De que esto es cierto tenéis buena prueba en la conducta que ante estos movimientos observa la prensa de la derecha. Antes del advenimiento de la República, una huelga decretada por una de nuestras secciones era duramente condenada por esa prensa reaccionaria. Ahora, huelgas en las cuales se emplea la violencia son acogidas con silencio o con elogio. ¡Como que existe una coincidencia entre unos y otros elementos! »Es preciso, pues, que nuestras secciones no se dejen sorprender por los unos ni los otros. Deben alejarse de todo movimiento que no corresponda a mandatos de esta Comisión ejecutiva, que permanece alerta para orientar a sus secciones en cada momento. »¡Sólo nuestras instrucciones deben ser seguidas! «Queremos aprovechar esta circular para recomendaros que no os comprometáis en campañas contra la guerra que no sean organizadas de acuerdo con nosotros. La Unión General está de acuerdo con las Internacionales sindical y socialista y realiza una campaña de carácter internacional mucho más eficaz que la que pretenden realizar esos comités que se están constituyendo por anarcosindicalistas y comunistas, en los que quieren envolver a nuestras organizaciones a fin de aprovecharlas en la acción que sólo a ellos —y ellos sabrán por qué— puede convenir. »¡Disciplina! ¡Serenidad! Hoy más que nunca necesitan nuestras secciones de estas cualidades, si no quieren servir de instrumento a nuestros enemigos de la extrema derecha y de la extrema izquierda. »Hay que afianzar la República para poder continuar nuestro camino hacia la implantación de la República Social.

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«Quedamos cordialmente vuestros y de la causa obrera, »Por la Comisión ejecutiva el secretario-tesorero, Wenceslao Carrillo.» El documento que dejamos transcrito literalmente evidencia por sí solo la estrechez política para interpretar aquella realidad nacional. No hace falta que insistamos en su contenido, en sus infantiles enfoques, en su falta de perspectiva política, en su —digámoslo claramente— irresponsabilidad. No nos duelen prendas al dejar constancia de un hecho que registramos en nuestro trabajo únicamente con objeto de que una experiencia negativa de esa trascendencia y esa naturaleza no se olvide, se tenga siempre presente, y también con el fin de subrayar que la política de una colaboración circunstancial y obligada de la clase obrera, en un momento determinado, con fuerzas de la burguesía, debe tener muy en cuenta el contexto de la realidad histórica que impuso esa alianza, pero que ello no debe implicar que se rebase la frontera de ese realismo para enfrentarse a los intereses de la clase obrera. Es lo menos que podemos decir —y podríamos decir mucho— de lo que fue esa «colaboración» a que venimos refiriéndonos. En éstos y otros errores tácticos, concatenados, están las causas que determinaron la tragedia en que el Partido Socialista tiene una gran responsabilidad por haber implicado en ella a la Unión General de Trabajadores de España. Naturalmente, no descartamos la del anarquismo con sus movimientos demenciales. Bastaría decir que su conducta respecto de la segunda República fue muy similar a la que observó en la primera. En los dos casos fue «causa» de muchos de los acontecimientos producidos y con frecuencia, «efecto». Frente a su irresponsabilidad manifiesta, el socialismo exageró su responsabilidad y su ponderación, rebasando los límites de una y otra en un sentido negativo. Ante una oportunidad que brindaba a las masas grandes posibilidades, como fue el 10 de agosto de 1932, a la Comisión ejecutiva de la U.G.T. no se le ocurrió más que «calmar» a las masas, ahogar y condicionar su fervor democrático y revolucionario, ponerla a la defensiva, sembrar la desconfianza y aumentar las discordias en torno al problema de la unidad, justamente la base en que podía descansar la defensa y consolidación de la República. Temer la unidad, frenar la unidad era ayudar al enemigo. Las últimas líneas del documento son bien elocuentes por lo ingenuas: «Hay que afianzar la república para poder continuar nuestro camino hacia la implantación de la República Social». ¿Qué camino estaba siguiendo la U.G.T.? ¿Era así como se afianzaba la república? ¿Era ése el camino de la República Social o el de julio de 1936?... Besteiro presidía la U.G.T. Ese documento estaba en su ya aludida línea de que «con las instituciones

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democráticas que nos hemos dado tenemos bastante para defender la República». La historia ya respondió a todas esas interrogantes. El 14 de abril fue una gran promesa para la edificación de una nueva España; el 10 de agosto, otra. Ambas fueron desaprovechadas. El 16 de febrero de 1936 abriría una nueva perspectiva que también se malogró. El pueblo español, con generosidad y los mayores sacrificios siempre que se le llamó a la lucha, cosechaba victorias, pero sus clases dirigentes no fueron capaces de administrarlas.

76 XVII CONGRESO DE LA UNION GENERAL DE TRABAJADORES DE ESPAÑA

Fue éste el primero y último congreso que la U.G.T. celebraría dentro del régimen republicano, y tuvo lugar durante los días 14 a 22 de octubre de 1932. La clase obrera registraba ya grandes desilusiones respecto del nuevo régimen. La política de colaboración del Partido Socialista prologaba su crisis. La expectación que produjo la celebración de esta magna asamblea fue extraordinaria. Además, justificada, ya que en ella habían de tratarse importantes problemas de carácter nacional y debía examinarse una gestión de profunda trascendencia para la vida del país: la colaboración en el gobierno y la anterior conducta de la Ejecutiva, presidida por Besteiro 1

1. D e l 6 al 13 de octubre de 1 9 3 2 se había celebrado el XIII Congreso del Partido Socialista. Este, en virtud del acuerdo del Congreso extraordinario celebrado el 10 de julio de 1 9 3 1 , decidía que el cese de la colaboración sería adoptado, llegado el caso, por el Comité nacional después de escuchar a la minoría parlamentaria. En el Congreso extraordinario, Besteiro y su grupo habían planteado de nuevo la no colaboración, siendo derrotados por 10 6 0 7 votos contra 8 3 6 2 . En el Congreso de octubre volvió a plantearse el problema, confirmándose la decisión de 1 9 3 1 . Se designó una nueva Ejecutiva, mayoritaria de la tendencia de Caballero. A partir de entonces, entre la Ejecutiva de la U . G . T . — B e s t e i r o — y la del partido — C a b a l l e r o — existiría un divorcio político que sería liquidado ante la preparación de un nuevo movimiento nacional revolucionario — e l de 1 9 3 4 — que la Ejecutiva de la U . G . T . no aceptaba, viéndose obligada a dimitir. Desde ese momento, la U . G . T . y el partido y las juventudes socialistas quedaban identificados en su propósito revolucionario frente a la reacción y al avance del fascismo. En ese período se organizó la revolución de octubre de 1 9 3 4 . Largo Caballero, que había participado en el movimiento de 1917, en el de 1 9 3 0 y en el de 1 9 3 4 , en 1 9 4 5 , a los 70 años, estimaba necesaria e indispensable, como cuestión previa, la unidad de la clase obrera para que sirviera de base y garantía a un movimiento serio y solvente que, aprovechando las circunstancias internacionales, restableciera la República. El movimiento internacional social demócrata-sindical no ofrece una figura como la de Largo Caballero; el nacional, tampoco.

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y actuando de secretario de ella Trifón Gómez, en el movimiento de diciembre de 1930. A las filas de la U.G.T. habían acudido muchísimos millares de trabajadores de las llamadas profesiones liberales. Las luchas a que el derrocamiento de la monarquía y la instauración de la república había dado lugar actuaron de revulsivo en la conciencia popular, y eran numerosísimos los contingentes que tomaban puesto al lado de los viejos luchadores. En realidad, había afluencia de obreros y de intelectuales, ganados éstos por aquel entusiasmo. Las organizaciones campesinas registraban el más alto nivel de organización, manejadas por el archirreformista y masón Lucio Martínez Gil. Los campesinos españoles dirigidos por un «gran Oriente» es otra de las paradojas de la época. En el Congreso estuvieron presentes 2 271 secciones con 1 574 delegados en representación de 486 399 cotizantes. En aquella fecha se estimaba que el número de afiliados rebasaba el millón. Manuel Cordero, en su discurso de apertura, decía a este respecto: «Hemos crecido extraordinariamente. La Unión General de Trabajadores tiene más de un millón de cotizantes. Si nosotros siguiésemos la costumbre de otros elementos, podríamos aumentar estas cifras bastante porque tenemos el convencimiento de que, en estos instantes, el número de adheridos a la Unión General de Trabajadores no es sólo de un millón, sino seguramente de millón y medio». El salón-teatro de la Casa del Pueblo resultaba ya insuficiente y las sesiones debieron celebrarse en el Teatro Fuencarral, en la calle del mismo nombre, en el núm. 93, de la cual se establecería poco después la última Comisión ejecutiva de la U.G.T., al abandonar el lujoso hotelito de Fernández de la Hoz 51, en el que la había instalado la Ejecutiva anterior, presidida por Besteiro, cuando esa Ejecutiva, por estimarlas insuficientes, dejó las secretarías de la Casa del Pueblo. Al hacerse cargo la nueva Ejecutiva —presidida por Anastasio de Gracia y de la que era secretario general Francisco Largo Caballero —éste, en una de las primeras sesiones, «planteó «la necesidad de salir de aquel hotel o chalet en el que los obreros y delegaciones campesinas no se atrevían a entrar...». Y así fue como se salió inmediatamente de aquel local lujoso y caro de un barrio aristocrático. Es un detalle, cierto, pero tenía su significación de dase... A este Congreso acudieron representaciones directas de organizaciones sindicales de los siguientes países: Checoslovaquia, Suecia, Inglaterra, Alemania, Bélgica, Francia, Holanda, Suiza, Dinamarca, así como de la Federación Sindical Internacional y de la Oficina Internacional del Trabajo, de Ginebra y numerosas representaciones de secretariados internacionales. El movimiento obrero español estaba en un primer plano en el

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campo internacional. Fue, sin duda, el congreso más interesante de la U.G.T. Se nombró presidente a Anastasio de Gracia y secretarios a Pascual Tomás y Mariano Rojo. El Congreso se desarrolló a base de diecinueve ponencias. El XVII Congreso, después de liquidar los conflictivos problemas de la colaboración gubernamental y de la participación en el movimiento de diciembre de 1930, entró en el trabajo de las ponencias. Fue un congreso de una gran estructura que, como hemos dicho, descansó en diecinueve ponencias, todas ellas de gran importancia, que abarcaban los problemas fundamentales del país en todos los órdenes, el congreso más representativo de la clase obrera española. Esta ponía de relieve su pujanza, su vitalidad, sus inquietudes y preocupaciones por los problemas vitales de la nación. Ningún otro congreso había mostrado tal capacidad de estudio, ni abarcado con tanta amplitud los problemas nacionales. El congreso estaba dentro de la dinámica de la primera etapa de la segunda república en su proceso democrático y de renovación. Las ponencias establecidas fueron las siguientes: — — — — — — — — — — — — — — — — — — —

Comisión revisora de cuentas Reforma de estatutos Orientación sindical Educación general y educación del militante Seguros sociales Plan de obras públicas Transportes Política financiera Industria y comercio Administración pública Economía agraria Industrias pesqueras y transportes marítimos Paro forzoso Política sanitaria Peticiones a los poderes públicos Legislación social Conflictos Industria cinematográfica Varios.

Cada ponencia, integrada por cinco miembros, elaboró un serio dictamen. Todos ellos, después de discutidos, fueron aprobados. En su empeño constructivo por interpretar los problemas de interés general y ofrecerle a

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la república esa aportación de la clase obrera, el congreso realizó un gran esfuerzo; pero los hombres más significativos del republicanismo fueron impermeables a los sentimientos de las masas populares, de las clases, gracias a las cuales la república había sido posible. Cuando se celebraba el XVII Congreso ya los republicanos maniobraban para entrar por otra vía y desviar a la república de su marcha social y progresista. Ya se oía en la cercanía el desdichado eslogan de Martínez Barrio: «La república para los republicanos...». Se discutió la gestión del Comité que dio lugar a amplio debate. Por 581 voros contra 42 fue aprobada dicha gestión. Se eligió Comisión ejecutiva y resultaron triunfantes los siguientes: Presidente, Julián Besteiro; vicepresidente, Andrés Saborit; secretario, Francisco Largo Caballero; secretario adjunto, Trifón Gómez; tesorero, Rafael Henche; vocales: Lucio Martínez Gil, Anastasio de Gracia, Antonio Muñoz Giraldós, Antonio Septién, Celestino García y Pascual Tomás. Había dos candidaturas en lucha y en ambas figuraba, como secretario, Francisco Largo Caballero. Conocido el resultado de la votación, el presidente dio lectura a una carta de Largo Caballero (no se hallaba presente a causa de enfermedad) en la que decía que renunciaba al cargo de secretario por la forma en que se había producido la elección, ya que había sido derrotada una candidatura y había resultado triunfante otra de compañeros cuya colaboración creía difícil dentro de una Ejecutiva por la diferencia de criterios que en ellos existía. La imagen del congreso fue falsificada por una votación masiva de organizaciones campesinas que normalizaron sus cotizaciones en el mismo congreso, a través de delegaciones indirectas. Juego «democrático» muy conocido. Besteiro, en un discurso académico, deslumbre a ciertas delegaciones de las nuevas organizaciones de la clase media y logró sus votos. Entre ellos, el de la Federación de Banca que, al poco tiempo, rectificaba su error y fue una de las primeras federaciones que figuró en la oposición al equipo de Besteiro-Trifón Gómez. En vista de la renuncia presentada por Largo Caballero, otros compañeros elegidos presentaron también sus dimisiones. Intervino la Ejecutiva sosteniendo el punto de vista de que debía mantenerse la elección y el congreso, después de hablar varios delegados, acordó por unanimidad mantener la votación recaída. La tendencia besteirista se impuso. Después de un elocuente discurso del presidente de la Mesa, se clausuró esta asamblea en medio de fervorosos vivas a la Unión General de Trabajadores. Los delegados, puestos en pie, cantaron la Internacional. Bajas maniobras frustraron lo que pudo haber sido un gran congreso.

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Después del congreso quedaba emplazada la lucha entre la fracción de Besteiro y la de Largo Caballero. Esta última, con todos los errores que se quiera, simbolizaba una posición de clase; la otra, la posición de un bonito lenguaje «académico» y el más refinado reformismo. Como se señala anteriormente, este congreso fue de una gran amplitud en sus trabajos, pero el problema que nos importa subrayar es el ideológico por las consecuencias que tuvo para la historia de la U.G.T. y del movimiento obrero. Nos referimos al problema de la huelga de diciembre de 1930. Ya se indicó que la votación que designó a la nueva Ejecutiva que aparece en páginas anteriores no era un reflejo correcto de la composición del congreso, y mucho menos del sentimiento de las masas. Todo se debió a un voto masivo instrumentado por la Federación de la Tierra, bajo la dirección de Lucio Martínez, y por el hecho de que algunas delegaciones que representaban a nuevas organizaciones de las clases liberales, por primera vez presentes en un congreso de la U.G.T, fueron deslumbradas por un discurso «académico» del profesor Besteiro en el que, con su fraseología, deslumbró a muchas de las delegaciones de organizaciones bisoñas. Pronto saldrían de su error, pues, sin que transcurriera mucho tiempo, iban a figurar en el grupo de veteranas federaciones que lucharon contra la dirección de la U.G.T. hasta que, meses más tarde, lograran su dimisión y que Largo Caballero se hiciera cargo de la secretaría general con una nueva comisión ejecutiva.

Algunas incidencias del Congreso En el congreso del Partido Socialista, como señalamos en otro lugar, triunfó la posición de Largo Caballero, considerada de izquierdas, la de los que habían estado por el movimiento de 1930 y por la participación gubernamental, mientras en el de la U.G.T. triunfaba la tendencia de derechas, la de los que habían estado contra el movimiento y la participación en el gobierno; en pocas palabras, la tendencia de los que habían saboteado la huelga general de diciembre. Esta situación agudizó las contradicciones ideológicas entre el P.S.O.E. y la U.G.T. El congreso de la U.G.T. había designado como secretario general a Francisco Largo Caballero en el conjunto de una Comisión ejecutiva en que la mayoría significaba la negación de su posición política. Antes de terminar sus trabajos, el congreso recibió una comunicación de Caballero no aceptando su designación y justificando políticamente su actitud. He aquí su texto: «A la Mesa del XVII Congreso de la Unión General de Trabajadores.

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«Estimados compañeros: «Acabo de informarme del resultado de la votación efectuada por ese Congreso para elegir la nueva Comisión ejecutiva. Agradezco profundamente a los compañeros el honor de haberme designado para ocupar el cargo de secretario; pero me apresuro a manifestaros que no puedo aceptar esa elección en la forma en que se ha producido. «Esperaba yo que el congreso hiciera una apreciación clara de la actuación de cuantos intervinimos en el pasado período revolucionario, apreciación que se reflejaría necesariamente en la provisión de los cargos de la Ejecutiva. »Sin embargo, de vuestra votación resultan elegidos compañeros que, por haber discrepado del criterio que manteníamos otros, dimitieron sus cargos y han sostenido hasta el último instante sus opiniones contrarias a la nuestra. Ello me da a entender que, en cierto modo, el congreso no aprueba mi gestión anterior; y, además, creo obligatorio haceros notar lo difícil que resultaría la colaboración dentro de una misma Ejecutiva de elementos con criterios tan dispares. Por todo lo cual, y antes de que el congreso dé por terminadas sus tareas, os comunico mi resolución irrevocable de declinar el nombramiento con que queréis honrarme. Vuestro y de la causa obrera, Francisco Largo Caballero. Madrid, 22 de octubre de 1932.» A continuación, Rafael Henche, que aparecía elegido tesorero con una brillante votación, se solidarizaba con Caballero, así como Pascual Tomás y Anastasio de Gracia. De la Ejecutiva designada por el congreso dimitían cuatro miembros para quedar solamente los de la tendencia de Besteiro. Largo Caballero había obtenido la votación más alta: 479 421 votos, de 486 399 representados en el congreso. Manuel Cordero para presidente, con 194 798 votos frente a 291 601 en favor de Besteiro y, para secretario adjunto, Trifón Gómez, 218 202 votos, frente a Wenceslao Carrillo con 180 938. El que Caballero figurara en la candidatura de la tendencia de Besteiro confundió a muchas delegaciones; el resultado, no obstante, sería el mismo. La Federación de la Tierra había fabricado los resultados. ¿Fue una maniobra el que incluyeran a Caballero a sabiendas de que no aceptaría y en ese caso quedaría Trifón Gómez actuando de secretario general? Así lo interpretaron bastantes delegaciones. En efecto, la vacante del secretario general —Caballero— no se cubrió, y como tal actuó Trifón Gómez y el grupo «caballerista» quedó marginado. Esta situación creó un serio problema, el divorcio se produjo entre la dirección del Partido Socialista, bajo la presidencia de Caballero y con Enrique de Francisco como secretario general, y la U.G.T., bajo la presidencia de Besteiro, con Andrés Saborit de vicepresidente y actuando de secreta-

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rio general Trifón Gómez. Entre los vocales figuraba Lucio Martínez Gil, secretario general de la poderosa Federación de la Tierra. Esa situación mantuvo en un permanente estado conflictivo las relaciones de la dirección de la U.G.T. y la del Partido Socialista, con la particularidad de que esta última interpretaba el sentimiento de las masas y animaba su proceso de radicalización, mientras la dirección de la U.G.T. aparecía enfrentada a las masas y a su evolución revolucionaria. El conflicto se resolvería un año más tarde.

77 EL XVII CONGRESO, ULTIMO PARLAMENTO NACIONAL DE LA CLASE OBRERA ESPAÑOLA DE ORIENTACIÓN SOCIALISTA

En el Congreso de 1932 —la fecha es muy importante: estamos a una distancia de cuarenta y cuatro años— estaba representado un conjunto de federaciones y organismos nacionales de las profesiones liberales que ninguna otra central nacional, en todo el movimiento obrero internacional, podía ofrecer —ni siquiera las más vetetanas y avanzadas, como pudieran serlo las centrales sindicales inglesa o francesa—. De más de 40 organismos nacionales, cerca de la mitad eran de profesiones liberales. En efecto, en la U.G.T. figuraban, entre otras —además de las tradicionales profesiones obreras—, las siguientes de tipo liberal: un Sindicato Nacional de Médicos; un Sindicato Nacional de Abogados; una Federación Nacional de Empleados de Banca que agrupaba el 80 % del censo profesional, cuando en Francia la C.G.T., en 1946, después de la liberación, a los sindicatos de bancarios no pertenecían ni el 40 % del censo profesional; una Federación Nacional de Empleados de Farmacia; una Federación Nacional de Empleados de Oficina; un Sindicato Nacional de Empleados de Seguros; un Sindicato Nacional de Teléfonos, otro de Telegrafistas y otro de radiotelegrafistas; una fuerte Federación Nacional de la Enseñanza; una Federación Nacional de Empleados y Obreros Municipales; un sindicato de profesiones y oficios varios, y otras diferentes organizaciones que encuadraban a la mayor parte de los funcionarios públicos. En el Congreso de 1932 puede decirse que estaban representadas todas las manifestaciones del mundo del trabajo, tanto de las profesiones manuales como liberales. Este flujo de nuevas masas hacia la organización sindical desbordó un tanto al aparato dirigente de la Unión, a su continente y a su contenido. El gran error del Congreso de 1932, como señalamos en capítulos anteriores, fue la designación de una Comisión ejecutiva que era la nega-

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ción de las inquietudes que en aquellos momentos confrontaban la clase obrera y sus organizaciones, que conocían un formidable proceso ascensional de radicalización y de toma de conciencia de las masas. Jamás el proletariado español había vivido un momento tan cargado de posibilidades y esperanzas, pero al mismo tiempo se desarrollaban maniobras contra la república. Estas encontraban una magnífica ayuda en las acciones de violencia desatadas por la Confederación Nacional del Trabajo, bajo la inspiración y la dirección de los núcleos anarquistas agrupados en la Federación Anarquista Ibérica (F.A.I.), constituida en Valencia en 1927. Si, en nuestra opinión, el movimiento sindical ugetista registró en cierto modo la influencia negativa de la política reformista del Partido Socialista, la C.N.T. registró sistemáticamente las consecuencias negativas de la dirección de los núcleos anarquistas y de su táctica irreflexiva, sectaria y de violencia que representa en su historia una verdadera cadena de sacrificios y de fracasos, sin que sirvieran para nada las trágicas experiencias del siglo XIX. M. García Venero, historiador del movimiento obrero tan inclinado y parcial hacia el anarquismo en sus enfoques, bien que los haya hecho desde el campo del movimiento falangista, lo reconoce claramente cuando afirma: 1

«La supervivencia de los ideales y tácticas de la Alianza de la Democracia Socialista ha temperado a la «gens» española, fuertemente matizados por ella, es sensacional. «Parece increíble que en Cataluña y Andalucía —singularmente—y transcurridas tres generaciones, subsistiera aquella marca bakuninista. Las intentonas sangrientas del Alto Iiobregat, de Casas Viejas y del resto de Andalucía, la general de enero de 1933, las de Aragón, reproducían incluso el sentimiento comunal, cantonalista, de 1873«... Los núcleos capitales, Cataluña, Aragón, Andalucía y Levante, siguieron bajo el dominio de la nueva Alianza de la Democracia Socialista: la Federación Anarquista Ibérica.» 3

Los años 1932 y 1933 fueron años de numerosas agitaciones sociales que creaban situaciones difíciles a la U.G.T. por su posición de compromisos con la política de colaboración gubernamental del Partido Socialista, sosteniendo en el Ministerio del Trabajo nada menos que al secretario ge1. M. García Venero, Historia de las Internacionales de España, tomo II, página 4 5 8 . 2. En ningún caso dejamos de tener en cuenta el fenómeno negativo de la impaciencia, factor determinante de muchos acontecimientos de violencia y desilusiones no justificadas.

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neral de la Unión, Largo Caballero, el hombre más significado del movimiento sindical ugetista. La reacción le consideró su enemigo principal por la legislación social que había llevado a cabo la Gaceta en el primer período de la república, sin salirse de las normas y principios de la Oficina Internacional del Trabajo. Los anarquistas coincidían en esa oposición y se sumaban a la campaña reaccionaria, quedando aislados los ugetistas en su lucha por la defensa de la legislación social de la república. También eran los que sufrían las consecuencias del peso de la represión. A mediados de 1932 empezaban a ponerse de relieve las debilidades del nuevo régimen que desilusionaba a la clase obrera y a las fuerzas populares, al no ver plasmadas en realidades sus legítimas aspiraciones, las promesas de la república. Las masas de la U.G.T. también registran las desilusiones y las impaciencias, pero con un mayor sentimiento, pues no pueden olvidar que en el gobierno figuran tres ministros socialistas. Se radicalizan y se enfrentan a la política de retranca que mantiene la Comisión ejecutiva de la Unión y con la actitud de «apaciguamiento» de sus dirigentes nacionales y de todos los niveles. Esta posición de la dirección de la U.G.T. ha sido muy negativa al defender y apoyar sistemáticamente al gobierno por el solo hecho de contar con ministros del Partido Socialista, enfrentándose a las posiciones reivindicativas, plenamente justificadas, de la clase obrera. Tal fue el caso, entre otros, de los ferroviarios, de quienes por estar Prieto en el Ministerio de Obras Públicas, se pretendía renunciaran a sus aspiraciones de mejora social y económica, y hasta se les amenazaba con la Guardia civil si declaraban la huelga. De esa política negativa se aprovechaba el anarquismo que canalizaba ese descontento, lo que le permitía llevar a la práctica todos los movimientos descabellados que realizó en ese período y que tanto contribuyeron a debilitar la república y a crear las condiciones objetivas que determinaron su gran crisis, la que desembocaría, más tarde, en los graves acontecimientos que están en la mente de todos. El anarquismo había desempeñado el mismo papel negativo en la primera república. Entre su conducta de entonces y la de 1932 existe una similitud de hechos asombrosa. En los primeros años de la república se incorporó a la U.G.T. una gran masa de profesiones liberales que, durante la monarquía, habían vivido al margen de toda organización sindical. No obstante, esas nuevas masas llegaban al sindicalismo con una preparación intelectual, con concepciones sociales de avanzada, lo que irritaba a los viejos cuadros ugetistas apegados a la tradición y a un principio de escalafón sindical y político. Frente a las posturas políticas progresistas de esa nueva generación, los viejos militantes no tenían más argumento que el de su «veteranía» y, cuando se veían acosados por la dialéctica ideológica, acudían a la acusación de «advenedizos, cuando ustedes mamaban ya estábamos nosotros cansados

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de luchar.,...» o «no vengan ustedes a darnos lecciones...». En algunos elementos y medios había un cierto odio hacia los que los «viejos» llamaban «señoritos de corbata». Esa estrechez de concepción, ese tradicionalismo, fue un aspecto muy negativo en el movimiento obrero y tiene su antecedente en los primeros tiempos del Partido Socialista, cuando se negaba la personalidad de los elementos intelectuales que se acercaban o trataban de ingresar en el partido. En el caso del doctor Jaime Vera hay algo de este problema, la discusión en torno al problema del nombre del partido, si debía llamársele o no «obrero». Esa avalancha de masas de las profesiones liberales que absorbió la U.G.T. creó una nueva situación en su seno, en sus centros, en sus Casas del Pueblo, en su propio Comité nacional. Ha sido un problema nacional, consecuencia de un proceso de crecimiento determinado por el final de una dictadura y la implantación del nuevo régimen republicano, fenómeno natural y lógico que algunos viejos dirigentes no sólo no supieron comprender, sino que se enfrentaron a él. De otra parte, esa nueva masa de militantes reforzaba las tendencias de izquierda en el seno del movimiento sindical nacional, y las corrientes en contra de las claudicaciones de la República y de la política socialista de colaboración. Con algunas excepciones, los dirigentes de la U.G.T. se solidarizaban con el Partido Socialista en la política colaboracionista, haciendo el papel de bomberos; apagando las inquietudes revolucionarias de la clase obrera que se desarrollaban justamente al calor del nuevo régimen y que, creyendo en sus promesas, habían entrado en el proceso de radicalización. Fue un despertar, después de seis años y pico de dictadura, que no supieron canalizar revolucionariamente ni el Partido Socialista, ni la U.G.T. La obra legislativa de Largo Caballero, dentro de la línea y principios generales de la Oficina Internacional del Trabajo, representaba, sin duda, un serio avance, una base de legislación social de lo más avanzado en relación con la existente en otros países, pero dadas las debilidades del régimen, el cerrilismo de las fuerzas patronales y de la reacción, resultaba inoperante. En muchos casos, por no decir en todos, ni la reconocían ni la aplicaban. Empeoró esta situación al desaparecer Caballero del Ministerio del Trabajo para ser el blanco de los más brutales ataques de la reacción, de los terratenientes y fuerzas patronales, a quienes se unieron los elementos de la propia mayoría parlamentaria, con el nefasto Lerroux y sus huestes a la cabeza, así como otras representaciones de la pequeña burguesía y, para ser consecuentes con su trayectoria, los dirigentes de la Confederación Nacional del Trabajo, el anarquismo. Todas esas fuerzas, con sus órganos de expresión, representaron un frente único conrra la legislación de la república y su autor, Largo Caballero. 24

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El año 1933, en el orden internacional, tiene un mal comienzo. El nazismo sube al poder en Alemania en el mes de enero. Hitler, el líder ridiculizado por la poderosa socialdemocracia alemana, termina destruyéndola e implantando su régimen sangriento. Esta pagaba cara su traición a la revolución de 1919, pero lo grave es que también sufrirían las consecuencias de esa conducta todas las fuerzas proletarias alemanas y del mundo, porque Hitler, el régimen nazi, aliado con el fascismo italiano de Mussolini, sería la segunda guerra mundial. En el mes de febrero, prodúcese la sublevación del proletariado austríaco contra el fascismo que es aplastada. Los obreros de Viena, que lucharon heroicamente en sus centros y concentraciones urbanas, son derrotados bajo la acción brutal de fuerzas que convierten en escombros sus centros de resistencia, sometidos a salvajes bombardeos. El nazismo se instaura en Austria. Francia vive, el mes de enero, una seria intentona fascista. En España se envalentonan las fuerzas de avanzada de la reacción, que encuentran apoyo material e ideológico en el nazifascismo. La derrota de la socialdemocracia alemana y austríaca brinda a la clase obrera una experiencia que ésta tiene muy presente para no caer en sus errores. El problema de la unidad, que de siempre es ley fundamental para el proletariado, en esos momentos, ante una perspectiva preñada de amenazas, constituía un problema imperativo. La falta de unidad iría liquidando poco a poco al movimiento obrero en ese proceso de recesión, iniciado en Italia con el fascismo y que, con el triunfo de Hitler, se enseñoreó de Europa, hasta que el imperialismo, con su juego de contradicciones fundamentales, desencadenaría la guerra, la implicación en ella, en su segunda fase, de la Unión Soviética y, en una tercera, de Estados Unidos para determinar una conjunción de fuerzas internacionales que, sostenidas por los sentimientos progresistas de libertad y democracia de los pueblos, aplastarían a las más brutales y reaccionarias fuerzas que haya conocido la humanidad: el Eje nazifascista Roma-Berlín-Tokio, cubierto con la falsa y sucia bandera del anticomunismo. El hundimiento de la socialdemocracia alemana, el baluarte de la II Internacional y del socialismo reformista, causó profunda impresión en los medios socialistas españoles de izquierda y, entre ellos, en Largo Caballero que, formando aún parte del gobierno como Ministro del Trabajo, empezaba a sacar consecuencias negativas de la política de colaboración. Contribuyó a su evolución el tener a su lado, como uno de sus principales colaboradores, a Luis Araquistain, figura que influyó de una manera decisiva en varias épocas de la vida política de Largo Caballero. De otra parte, por su gran capacidad intelectual, por su conocimiento del marxismo y por haber vivido varios años en Alemania, Araquistain conocía perfectamente su movimiento obrero socialista. En una conferencia

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dada en esta época en la Casa del Pueblo de Madrid, fue él quien lanzó la famosa fórmula «La socialdemocracia alemana ha muerto. ¡Bien muerta está!». Mas lo importante no era reconocer la muerte de la socialdemocracia alemana, cuna y escuela del reformismo socialista, sino extraer de esa «muerte» las experiencias que pusieran al descubierto, ante él movimiento obrero internacional, «el porqué de esa liquidación» que tan cara le costaba. Alemania dio al movimiento obrero los grandes fundadores del socialismo científico, Marx y Engels, pero también los revisionistas del marxismo que hicieron escuela, Bernstein y Kautsky. Fueron fieles hijos de la clase obrera alemana, y dio también al socialismo los dos Liebknecht —padre e hijo—. El hijo Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo (de origen polaco) fueron asesinados por un gobierno al que pertenecían los socialdemócratas Ebert, Noske y Scheidemann, en 1919- Una figura venerable de la socialdemocracia alemana fue Augusto Bebel y, como mujer, además de Rosa Luxenburgo, Clara Zetkin. En el orden sindical, el movimiento obrero alemán ofrece la figura de Fernando Lassalle —no marxista—, a quien más tarde daría continuidad Carlos Legien, socialdemócrata y reformista. El caso es que Araquistain, como en otras ocasiones que comentaremos en capítulos sucesivos, influyó en Caballero para que, con sus desilusiones de la colaboración, se definiera por una polírica revolucionaria que condujera a una «república social». Detrás de las nuevas posiciones de Caballero, poco antes de dejar la colaboración y después de ella, estaba el pensamiento de Araquistain reforzado en algunos momentos por el de Alvarez del Vayo. Araquistain y Vayo eran concuñados. Con su carácter violento, Araquistain llevaba sus antagonismos familiares a la política, lo que debilitó, en más de una ocasión, las relaciones de Alvarez del Vayo con Caballero. A Vayo le caracterizaba la buena fe, la nobleza, la sinceridad de su pensamiento y sus posiciones. Araquistain era todo lo contrario: mantenía actitudes de violenta intransigencia que no estaban determinadas por un contenido político, sino por motivos personales; para Araquistain lo personal estaba en un primer plano. En un momento dado defendía con violenta agresividad una posición, lo que no sería óbice para que, en otra ocasión, defendiera lo contrario con la misma agresividad. Para los dos casos tenía que esgrimir algún argumento de su marxismo personal. Su desprecio por todo lo que «no fuera Araquistain», era absoluto. Sin duda era un gran valor, pero le cegaba la pasión. A una situación internacional grave correspondía una situación nacional que se debatía en contradicciones políticas que cada vez inclinaban más a la república, por sus propias debilidades, hacia el campo de la reac-

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ción. La negligencia de la política de colaboración del socialismo contribuyó a ese deslizamiento. El XIII Congreso del Partido Socialista había tenido lugar en Madrid del 6 al 13 de octubre de 1932. Caballero, ya en una posición de izquierda, es nombrado presidente y De Francisco, secretario. La nueva Comisión ejecutiva responde a la posición caballerista. La política de colaboración esraba totalmente deteriorada, se mantenía prendida con alfileres. Los radicales, con su jefe Lerroux a la cabeza, eran ya el caballo de Troya que contribuiría al hundimiento del nuevo régimen. En el Congreso se debatió el problema de la colaboración y se ratificó como medida táctica y estratégica, aunque sin esperar nada positivo de ella. Se trataba, en el fondo, de mantener una situación preparándose para otra. Del colaboracionismo se iría al radicalismo, guiados por la idea de que era necesario prepararse para un enfrentamiento con la reacción, a fin de recuperar la república y darle un sentido «social». «A nosotros —se decía— no nos pasará lo que a la socialdemocracia alemana y austríaca... No entregaremos la república sin lucha.» Al día siguiente de la clausura del Congreso del P.S.O.E. se iniciaba el XVII de la U.G.T. (del 14 al 22 de octubre), comicio turbulento, como queda señalado en capítulos anteriores, que se dedicó, fundamentalmente, a la crítica de lo sucedido en el movimiento revolucionario de diciembre de 1930, pero que pasó por alto el reaccionario de agosto de 1932, dos meses antes del Congreso, y fue igualmente insensible a la grave situación nacional que se vivía en aquellos momentos. No parecía sino que, por el hecho de haber sido aplastado el movimiento del general Sanjurjo, todo hubiera quedado solucionado y que la democracia y el socialismo pudieran dormir tranquilos. Al parecer la república no corría peligro. El Congreso aprobó la política colaboracionista y designó una Ejecutiva «anticolaboracionista», «anticaballerista» que no participaba en nada de la idea, de la realidad de prepararse para hacer frente al avance de la reacción y de llegar incluso a la violencia para defender la república. Es una singular paradoja. El Congreso mostró serias inquietudes por la situación y por la república. A partir de ese momento, la ejecutiva de la U.G.T. y del partido marcharían por caminos diferentes. Esa contradicción tenía que liquidarse. No había más que un camino. La Comisión ejecutiva del P.S.O.E. bombardeaba a la de la U.G.T. que se mantenía a la defensiva, sin contar con el respaldo de las masas que cada día elevaban más su grado de radicalización y de desilusión hacia la república y sus hombres republicanos. . -.; En ese período complicado y grave, como en todas las épocas semejantes, no faltó la colaboración del anarquismo. En enero de 1933, repitiendo otro del mismo mes del año anterior, la C.N.T. desencadena un

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movimiento loco de huelga nacional, con sus notas de violencia, que tiene repercusiones en Zaragoza, Murcia, Sevilla, Jerez, Alcalá, Utrera, Sanlúcar y pequeños pueblos que, como en otros momentos, declaran instaurado el «comunismo libertario». Se queman los títulos de la propiedad, se instalan en los pequeños ayuntamientos y, terminada «su revolución social», ya no saben qué hacer hasta que llega la Guardia civil..., En esa acción se inscribe el triste y lamentable episodio de Casas Viejas, del que se hizo cargo la reacción para pregonarlo a los cuatro vientos, llevada de sus «sensibles y humanitarios sentimientos». No somos defensores de las llamadas fuerzas del orden público que durante la república cometieron arbitrariedades y atropellos dignos del viejo régimen, pero tampoco se pueden suscribir las maniobras y ataques de los enemigos del nuevo régimen. Eso es todo. En el episodio mencionado, la represión era condenable, pero también lo era la conducta sectaria y de violencia del anarquismo promotor de esos dramáticos acontecimientos y determinante de sus consecuencias. El 14 de junio se produce la primera crisis del gobierno Azaña. El tándem Lerroux-Martínez Barrio polariza las posiciones reaccionarias en el campo del nuevo régimen contra las fuerzas auténticamente republicanas y los socialistas. Aún no están suficientemente maduras las condiciones para que esas fuerzas de regresión social alcancen el poder, y el presidente Alcalá-Zamora, contra su voluntad, tuvo que encargar de nuevo a Azaña la formación del nuevo gobierno, con la continuación de los socialistas en su equipo. Las luchas Azaña-Lerroux, Alcalá-Zamora-Azaña, estaban abiertas. Lerroux tendría el apoyo de la reacción y del anarquismo; Azaña contaría con el apoyo del Partido Socialista y de la U.G.T. e igualmente con el del gobierno autónomo de Cataluña. En el campo obrero socialista se debaten tres corrientes o posiciones: la de Largo Caballero-Araquistain; la de Besteiro, y la centrista de Prieto, a quien, como recordará el lector, hemos definido en otro lugar como el más republicano de todos los republicanos y el menos socialista de todos los socialistas. El 8 de setiembre se produce una nueva crisis del gobierno Azaña. Madurada la situación, Alcalá-Zamora entrega el Poder a Lerroux. La reacción alcanza su primer objetivo, gracias a su testaferro Lerroux y su camarilla. Los socialistas son eliminados del Poder. La república ya es de los republicanos, como pedía Martínez Barrio. La experiencia colaboracionista daba fin a los dos años y medio de existencia. La tendencia radical del caballerismo va ganando a las masas y se pone al frente de un estado de opinión revolucionario como jamás se había conocido. El autor ha creído siempre en la sinceridad de la evolución de Largo Caballero, guiado por su instinto de clase.

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El nuevo gobierno Lerroux tiene una efímera existencia —del 12 de setiembre al 3 de octubre—; le sustituye su lugarteniente Martínez Barrio, quien más tatde romperá con su jefe. Martínez Barrio forma su gobierno el 8 de octubre y disuelve las Cortes, convocando a elecciones para el 19 de noviembre. Es el sepulturero de la república de la que su antiguo jefe, Lerroux, es el enterrador. Todo lo sucedido después no son más que los efectos de la nefasta política de estos dos personajes, de acuerdo con el presidente de la República. En el período de su gobierno, el banquero Juan March que se encontraba internado, con toda clase de comodidades, en la cárcel de Madrid, es trasladado a la de Alcalá de Henares, de la que a los pocos días huye tranquilamente a Gibraltar y de allí se traslada a Inglaterra para seguir siendo, con toda libertad, el banquero, de las conspiraciones. Es el ministro de Justicia, Botella Asensi, quien había ordenado ese traslado del preso. José Carner, ministro de Hacienda en el primer gobierno de la república había dicho: «O la república acaba con Juan March o Juan March acabará con la república...». March, en efecto, contribuyó poderosamente a la liquidación de la segunda república... El misterio de su liberación está muy claro. Con el gobierno Martínez Barrio se abre un período electoral cargado de pasión. La reacción está a la ofensiva. La radicalización de las masas del Partido Socialista se acentúa, ganando, inclusive, a fuerzas de la pequeña burguesía, así como a minorías de las fuerzas de orden público. Las masas de la C.N.T. no son indiferentes a ese proceso. En Asturias, la Confederación Regional de Asturias, Palencia y León forma la primera Alianza obrera con las fuerzas ugetistas, socialistas y comunistas, enfrentándose a las orientaciones de la F.A.I. y de la dirección nacional de la C.N.T.; en realidad se coloca al margen de los organismos superiores. Ante la batalla electotal, en el Partido Socialista se debaten dos posiciones: la de los que, Prieto-Besteiro-Trifón Gómez-Saborit, quieren restablecer una conjunción con las fuerzas auténticamente republicanas, y la de los que, Caballero-Araquistain, desilusionados por la traición de los falsos republicanos, no quieren repetir la historia de la conjunción, considerando más conveniente ir solos a la lucha electoral, sin ningún compromiso con los partidos de la pequeña burguesía radical —clase contra clase—, como decía un dirigente de la U.G.T. Esta posición, mantenida por Caballero, Araquistain, Vayo y otros elementos de la izquierda, era aceptada por las nuevas corrientes del movimiento obrero socialista. Nada de conjunción y en esas condiciones se fue a la lucha y se alcanzó una derrota que fue el antecedente a la etapa del bienio negro. Prieto y los que defendían la necesidad de una nueva conjunción, así como aquella parte sana del republicanismo que influía Manuel Azaña,

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tenían razón. En Málaga hubo unidad de las fuerzas de todos los partidos de izquierda y éstos triunfaron, saliendo victorioso, entre otros, el doctor Bolívar, candidato del Partido Comunista; en Bilbao hubo unidad local y triunfaron las izquierdas, entre los vencedores figuraban Indalecio Prieto y Manuel Azafia... Esos ejemplos demosrraban que con unidad, con la conjunción, hubiesen triunfado las izquierdas y no las derechas. Se demostró, una vez más, que las posiciones «pasionales» son negativas. No se aceptó la conjunción porque la defendían Prieto-Besteiro-Trifón GómezSaborit, quienes lo hacían, evidentemente, por su ideología reformista y reaccionaria; pero Caballero y los caballeristas debieron aceptarla por realismo, por oportunismo revolucionario, por una correcta interpretación de clase y de la realidad política imperante. En política, es sabido que el realismo es la ley fundamental. Y por muy tozudo que uno sea, la realidad lo es mucho más. Al triunfo de la derecha contribuyó poderosamente el anarquismo, la C.N.T., con su furiosa y violenta campaña llamando a los trabajadores a que se abstuvieran de votar. En Sevilla, la campaña abstencionista fue particularmente intensa, desplegándose una grande y costosa propaganda. Llegaron a aparecer carteles en los que se pedía que Caballero fuese colgado. ¿Quién pagaba esa campaña que tanto favoreció a Gil Robles y que tanto agradecieron éste y su agrupación, la C.E.D.A.? La huelga general de la Telefónica, que había sido uno de los conflictos serios en el primer período de la república, estuvo dirigida por el líder anarquista madrileño Alvarez Sotomayor. A él se deben los actos terroristas realizados contra la poderosa empresa norteamericana. Más tarde, ese dirigente se descubriría como un vulgar provocador al servicio de los intereses de la propia compañía y de los grupos de choque de la reacción. La compañía telefónica —filial de la I.T.T. norteamericana— gozaba de un beneficioso monopolio concedido por la monarquía en condiciones onerosas para el país. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. fijó su posición respecto a este conflicto en una nota de fecha de 14 de julio de 1931, criticando severamente la actitud de los anarquistas y de la C.N.T. que, apoyados en un reducido número de afiliados, habían provocado el extraño conflicto con sus sospechosas aspiraciones. Era propósito de la república ir a la nacionalización de los servicios telefónicos, propósito que representaba una inmensa indemnización tras la cual estaba la embajada de Estados Unidos. ¿Quién manejó la huelga telefónica y qué fines se perseguían con ella?... La U.G.T. se enfrentó a ese raro conflicto, que sólo Sotomayor podría explicar. Los cuantiosos gastos de la huelga, el dinamitar postes, el sabotaje que se desarrolló en las instalaciones no le costaba nada a la empresa, se cargaba a la cuenta que, de ser nacionalizada, pagaría el Estado español. La :

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Telefónica no fue nacionalizada. Este breve relato, que parece «que no viene a cuento», es un simple ejemplo, elocuente y aleccionador. El dinero corrió en Sevilla en las elecciones de 1933. En las cuentas de la C.E.D.A., entre otras, estaban las contrapartidas. En el congreso del 2 de junio de la C.N.T. se había ratificado una posición clásica del anarquismo: «Estamos frente a las Constituyentes, como estamos frente a todo Poder que nos oprima. Seguimos en guerra abierta contra el Estado.» La lucha por la abstención política, el «no votar», fue el arma poderosa del anarquismo contra las fuerzas democráticas y progresistas; el procedimiento de ayuda directa más eficaz a la reacción y al terrorismo. Gracias a esa conducta, en Sevilla, así como en aquellos otros lugares en que la C.N.T. tenía un marcado predominio, triunfó la candidatura de Gil Robles. Por su parte, Martínez Barrio, Emiliano Iglesias, Salazar Alonso y sus congéneres contaban con sus viejos amigos, los campeones denodados del apoliticismo y del «no votar». Sucia etiqueta enmascarada tras una grosera demagogia y una fraseología pseudorrevolucionaria. Táctica y procedimientos que ya no reconocía el movimiento obrero del otro lado de los Pirineos. El 29 de mayo de 1932 se declaraba un movimiento nacional de protesta, acordado por un Pleno de regionales de la C.N.T.; el 8 de enero de 1933, el movimiento revolucionario al que aludimos en páginas anteriores. La señal de su iniciación fue la explosión de potentes bombas en la jefatura de policía de Barcelona. El movimiento descansaba en gtupos de defensa integrados por elementos anarquistas bajo la disciplina de la F.A.I. Como en todos sus movimientos, allí donde existía una influencia anarquista desarrolláronse los consabidos actos de violencia; en los pequeños pueblos, dominados por algunas horas, consumáronse los clásicos incendios de las oficinas de los municipios, de las del Registro, se estableció el «comunismo libertario»... Fracasado el movimiento, los propios anarquistas reconocieron que el pueblo se había mostrado indiferente. En los pueblos en que lograron una breve dominación «los revolucionarios proclaman el comunismo libertario desde el ayuntamiento, convertido en comuna libre». Se iza la bandera rojinegra; los archivos de la propiedad son quemados en la plaza pública, ante grupos de curiosos; se hace público un bando o pregón declarando suprimida la moneda, la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre... He ahí repeticiones históricas de lo que sucedía, el siglo pasado, en torno a la primera república. El fantasma de la Alianza y de Bakunin estaba presente y actuando en torno a la segunda república. Después de las elecciones del 19 de noviembre de 1933, ya tenemos 1

1.

Véase José Peirats, La C.N.T. en la Revolución española, T o m o I, pág. 5 4 .

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a una reacción de nuevo tipo en el Poder. Martínez Barrio dimite en diciembre y Lerroux, con el apoyo de la C.E.D.A., toma el Poder el 15 de diciembre, pero antes la C.N.T. había lanzado, el 8 de diciembre, su nuevo movimiento nacional revolucionario, bajo la consigna de «Frente a las urnas, la revolución». Con su política de abstención, de «no votar» había ayudado, poco más de un mes antes, al triunfo de la reacción, para después de un resultado que ellos mismos posibilitaron, lanzarse a un movimiento igual al de 1932 y al de enero de 1933 y con idénticos resultados: violencia y comunismo libertario. Aplastado por el equipo de Martínez Barrio, su amigo, pasa de nuevo a ocupar el Poder el «político anarquista» y «Emperador del Paralelo» Alejandro Lerroux, con otro célebre personaje que de antiguo gozaba de las simpatías del anarquismo: Salazar Alonso. Así termina ese año 1933 para entrar en el menos turbulento de 1934. Pero antes de finalizar el año 1933 prodúcese un hecho que había de contribuir muy decisivamente al desarrollo de los acontecimientos en el curso de 1934. La lucha ideológica entre las direcciones del Partido Socialista y de la U.G.T. alcanzaba su punto más álgido. Las dos tendencias Caballero-Prieto y Besteiro-Trifón Gómez-Saborit están enfrentadas. La de Largo Caballero defiende su posición de que, ante el avance de la reacción y la traición de sectores del republicanismo, no queda más remedio que prepararse para la defensa de la república. Los besteiristas sostienen que «las instituciones creadas por la república eran suficiente garantía para defenderla». Están contra todo movimiento que tienda a la lucha para la defensa de las instituciones democráticas. No consideran que estén en peligro. La reacción, las autoridades, la prensa, hacen guiños a la tendencia besteirista. Concentran todo su odio en Largo Caballero y desatan una lucha a muerte contra él y contra todo lo que en aquellos momentos representaba. La Ejecutiva de la U.G.T. —Besteiro— es bien vista; la del P.S.O.E. —Caballero— es el enemigo número uno de la reacción y, triste es consignarlo, de la F.A.I. y de aquella parte de la C.N.T. que estaba bajo su total control. Mas el proceso revolucionario se exrendía cada cada vez más por todo el país y penetraba en las propias masas de la C.N.T., como lo demostraba la existencia de la Alianza establecida en Asturias y las posiciones de viejos dirigentes cenetistas que no estaban hipotecados por la organización específica anarquista de la F.A.I. El autor recuerda, por ejemplo, las múltiples entrevistas de Juan López —como elemento dirigente de las organizaciones de la C.N.T. de Levante— con Largo Caballero, en el curso de los primeros meses de 1934. En páginas anteriores ya hemos señalado que jamás se había conocido en España un estado de ánimo nacional revolucionario tan generalizado, que abarcara, con más o menos intensidad, a todas las capas sociales y que tan profundamente hubiese penetrado en las propias instituciones del Estado. La publicación de un

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periódico clandestino, editado por un grupo de oficiales de la Guardia civil, titulado La Gaceta de la Revolución, contaba con enormes simpatías en el seno del Instituto. Ese grupo tuvo un comportamiento y una lealtad para con la verdadera causa republicana verdaderamente admirables. Sólo hubo la excepción de un comandante. En los archivos personales del general Cabanellas podrían encontrarse antecedentes de ese patriótico grupo. Las direcciones de un grupo de federaciones nacionales de industria de la U.G.T., las más importantes por su volumen y significación, coincidían con la posición política del Partido Socialista y de su presidente, Largo Caballero. Llevaban una lucha sistemática en el Comité nacional por conseguir que la U.G.T. se solidarizara con la posición del partido y decidiera participar en la preparación de los dispositivos de lucha y defensa de la república frente a sus enemigos. La Ejecutiva contaba con una ligera mayoría en el Comité nacional, contando sus propios votos; pero éstos se fueron reduciendo a medida que las moderaciones con que contaba fueron eliminando a sus dirigentes besteiristas, o dando mandatos a sus representantes en el Comité nacional para que se sumaran a la posición de Caballero. En los primeros días de 1933 se celebró un Comité nacional de la U.G.T. en el que una propuesta concreta de ir a una inteligencia con el Partido Socialista y otras agrupaciones para la organización de un movimiento nacional que defendiera la república e impidiera que sus enemigos se apoderaran de ella, fue motivo de apasionadas discusiones y, puesta a votación, fue rechazada por escasos votos de diferencia. El gobierno lerrouxista y su ministro de la Gobernación, Salazar Alonso, continuaban realizando toda clase de tropelías contra las organizaciones obreras y su prensa, contra los ayuntamientos republicanos y, desde el Ministerio del Trabajo, desmontando toda la legislación social que la república había promulgado. La clase obrera no podía permanecer indiferente ante tanto atropello e injusticia. Los trabajadores del campo soportaban el peso de la represión: «Que la república os dé de comer», les decían los terratenientes o sus administradores. Por otra parte, la evasión de capitales había sido cuantiosa, una verdadera sangría para la economía nacional; la aristocracia, la parte más reaccionaria —o cavernícola, como se la llamaba— se había instalado en Francia y Portugal. El grupo de miembros del Comité nacional que formaban la oposición a la Comisión ejecutiva de la U.G.T. solicitó una reunión de aquel órgano de dirección, la cual tuvo lugar el 27 de enero; en ella se planteó de nuevo el problema de la situación general por que atravesaba la clase obrera y la necesidad de salir al paso a la política reaccionaria del gobierno, criticándose severamente la actitud de pasividad de la Ejecutiva y su posición. Puesta a votación, en ese momento recibió la mayoría de los votos. Suspendidas por un momento las deliberaciones del Comité na-

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cional, al reanudarse sus trabajos, la presidencia (Besreiro) anunció que desde aquel momento la Ejecutiva estaba dimitida. El grupo besteirista quedaba eliminado de la dirección de la U.G.T. para siempre. El error del XVII Congreso, mejor dicho, la maniobra apoyada por la votación masiva de la Federación de la Tierra manejada por Lucio Martínez Gil, se había liquidado. La unidad entre el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores quedaba restablecida, y a ella se unía la Federación Nacional de Juventudes Socialistas, lo que no negaba la libertad e independencia ni la propia personalidad de cada una de esas organizaciones. Se trataba de un principio de unidad en defensa de la república, pero de una república de contenido social, progresista, auténticamente democrática y respetuosa de la Constitución, no de la república de la reacción. Fue nombrada una nueva Comisión ejecutiva integrada por Anastasio de Gracia, presidente; José Díaz Alor, vicepresidente; Largo Caballero, secretario general; Pascual Tomás, secretario adjunto; Felipe Pretel, tesorero; vocales: Ricardo Zabalza, Manuel Lois, Mariano Muñoz, Amaro Rosal, Carlos Hernández y Antonio Genova. Besteiro, Trifón Gómez, Andrés Saborir y Lucio Martínez Gil, los elementos más representativos del reformismo, quedaban eliminados de la dirección de la Unión General de Trabajadores de España. Previamente lo habían sido de sus federaciones nacionales, salvo Besteiro que nunca había sido dirigente de una federación nacional. La crisis de dirección de la U.G.T. y su solución tuvieron gran eco en la opinión nacional. La reacción registraba el golpe; Caballero, que ya presidía el Partido Socialista, pasaba a ejercer la función de secretario general de la Unión General de Trabajadores, puesto para el que había sido designado, casi por unanimidad, en el Congreso de 1932, pero que se había negado a aceptar para no tener que colaborar con el equipo Besteiro. El Comité nacional le confirmaba de nuevo en su puesto, desde el que dirigiría la U.G.T. con un equipo homogéneo, identificado con las posiciones políticas sustentadas por el Partido Socialista. Quedaba restablecida la posibilidad de una acción conjunta entre la U.G.T. y el Partido Socialista, incluyendo a las Juventudes Socialistas, que venían siendo la vanguardia del movimiento revolucionario, animando las posiciones de Caballero y contribuyendo decisivamente no sólo a la radicalización política de las masas, sino también a la del propio movimiento sindical que contaba con una nueva generación de jóvenes dirigentes. La incorporación de Caballero a la Unión General supuso un gran refuerzo moral para el movimiento obrero de avanzada que estaba de acuerdo con el propósito de defender la república y de prepararse para ello. Los ejemplos de Alemania y Austria, así como la intentona de París, influían poderosamente en las nuevas y renovadoras corrientes del movimiento obre-

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ro de tendencia socialista, atrayendo a esa gran movilización de opinión a amplias masas de la C.N.T. y a valiosos dirigentes de esa central, hastiados del verbalismo y la demagogia del faísmo y de su sistemática táctica de provocación y violencia. Por otra parte, las corrientes de unidad entre socialistas y comunistas registraban también coincidencias y serios avances. Las consignas de una central sindical única, de un fuerte partido único de la clase obrera, de una poderosa organización nacional de la juventud revolucionaria de tendencia marxista prendían en las masas que, después de analizar las causas de sus derrotas, empezaban a comprender que ese movimiento de unificación no sólo era indispensable, sino que constituía la cuestión previa para la lucha y para la victoria.

78 LA NUEVA COMISIÓN EJECUTIVA DE LA U.G.T.

En cuanto tomó posesión de sus cargos y después de una primera reunión que finalizó con un ágape fraternal en un merendero de la Dehesa de la Villa, la nueva Comisión ejecutiva inició los trabajos de entendimiento con las ejecutivas del Partido Socialista y de las Juventudes Socialistas. El segundo problema —de poca importancia, pero de un significado muy particular— fue el de cambiar el domicilio social de la Central, sacándola del hotelito de Fernández de la Hoz 51 para volver a establecerla en la Casa del Pueblo, Piamonte 2. A ningún miembro de la Ejecutiva le parecía bien el aristocrático domicilio de Fernández de la Hoz. Las comisiones obreras que tenían que acudir al local de su Central sindical, salían de éste mal impresionadas. Aquello no era un trozo de Casa del Pueblo. No fue posible instalarse de nuevo en la Casa del Pueblo y, después de bastantes gestiones, se encontró un local adecuado en Fuencarral 93, casi esquina a Palma, donde se instalaron todos los servicios de la Unión General de Trabajadores de España. El nuevo local, en el popular barrio de Maravillas, estaba a pocos metros del Hospicio, donde había transcurrido la infancia de Pablo Iglesias. Ese local se mantuvo hasta el año 1939. Allí estaban depositados parte de sus archivos; otros, en el domicilio de Valencia, y el resto, en el de Barcelona, salvo una partida que fue evacuada a una masía cercana a la frontera y que, ante la imposibilidad de pasarla a Francia, el responsable de esa misión y de su custodia, destruyó. Para seguir la pista de los archivos de la U.G.T. se tendrá que partir, como antecedente, de los locales que hasta el final de la guerra tuvo la Unión General de Trabajadores de España, a saber: Fuencarral 93, en Madrid; Luis Vives 7, en Valencia; Avenida 14 de Abril 373, en Barcelona. ¿Será posible encontrar algún día los archivos de nuestra U.G.T, una de las centrales sindicales más antiguas del movimiento obrero internacional? Nos gustaría consagrar parte de nuestra vida a este —para uno— apasionante quehacer, pero para no-

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sotros tal vez sea ya tarde. Es tarea que, sin perder tiempo, le corresponde realizar a la nueva generación de historiadores del movimiento obrero. Vale la pena hacer algo para que no se pierda. De ahora en adelante no entraremos en los detalles administrativos ni de gestión ordinaria de la nueva Comisión ejecutiva. Los años 1934 a 1936 y, después, los de 1936 a 1939 están tan cargados de contenido político, de inquietudes, de problemas de gran trascendencia histórica que las cuestiones de rutina, de gestión, carecen de importancia. Ese período fue único en la historia de nuestro país y, por lo mismo, también lo fue para los destinos de la clase obrera. Fueron etapas de grandes inquietudes y de turbulencia permanente que no permitieron que las organizaciones obreras pudieran vivir tranquilas un solo momento. Los elementos claudicantes del republicanismo se confundían cada vez más con las fuerzas reaccionarias. La II república iba vaciándose de su contenido democrático, social y progresista; la clase obrera no podía ser indiferente a ese proceso que, como en Alemania, terminaría liquidando todas sus libertades y conquistas sociales. Para el proletariado era un imperativo histórico defender la república, pero con su contenido social de libertad y democracia, de progreso. El «revanchismo», el sectarismo de las clases pudientes, su cerrilismo e intransigencia emplazaban a la lucha. Cerrados todos los caminos, hubo de acudirse al de la lucha y el sacrificio en defensa de principios de justicia social, de mejores condiciones de vida y de leyes sociales elementales que las clases dirigentes de otros países, desde hacía muchos años, ni siquiera discutían, por ser derechos y principios consagrados en sus constituciones y en sus leyes fundamentales.

79 HACIA EL MOVIMIENTO DE OCTUBRE DE 1934

El Comité nacional de la U.G.T. se había comprometido con el Partido Socialista a salir al paso de la política de provocación del gobierno y en defensa de la república. Esa discusión, como se recordará, es la que lleva a dimitir al equipo besteirista. Al poco tiempo, la Comisión ejecutiva del Partido Socialista lanza la iniciativa de celebrar una reunión conjunta con las direcciones de la U.G.T. y de las Juventudes socialistas, reunión que tuvo lugar en Carranza 20. Asistieron en pleno las tres direcciones. El único punto a examinar era la situación política; los peligros en que se encontraba el régimen republicano y la necesidad de desarrollar una acción nacional que tendiera a la recuperación de la auténtica república, desalojando del Poder a sus enemigos. Cortar el avance de las fuerzas reaccionarias hacia el fascismo; evitar que en España sucediera lo ocurrido en Italia, Alemania y Austria; garantizar a la clase obrera y a los campesinos sus conquistas y sus derechos en un régimen republicano y democrático, en el que pudieran desarrollar sus legítimas aspiraciones sociales. Eran bien conocidos los acuerdos a que agrupaciones de extrema derecha habían llegado con Hitler y Mussolini. Fue una reunión en la que se analizó exhaustivamente la situación social, política y económica que confrontaba España en aquellos momentos. Las tres figuras más relevantes de la reunión eran, sin duda, Largo Caballero, Prieto y Fernando de los Ríos. Otros de los asistentes fueron: Anastasio de Gracia, presidente de la U.G.T.; Enrique de Francisco, secretario general del P.S.O.E., y Carlos Hernández y Santiago Camilo, presidente y secretario general, respectivamente, de las Juventudes Socialistas. Caballero asistía en su doble calidad de secretario general de la U.G.T. y presidente del Partido Socialista. Como decimos, estaban presentes todos los miembros de las Ejecutivas de cada organización. Presidió Largo Caballero. Ante la gravedad de la situación y los peligros que corría la república

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en manos de incapaces, traidores y enemigos, las tres organizaciones estuvieron de acuerdo en ir a un movimiento de movilización nacional de la opinión pública. La opinión de ir a la creación de órganos de autodefensa que, al mismo tiempo, fuesen defensores de la república, es decir, a la creación de milicias republicanas, fue unánime. Se aprobó, en principio, la organización de un dispositivo que estuviera en condiciones de salir en defensa de la república si su más alta magistratura, vulnerando sus deberes para con la Constitución, terminara entregando el Poder a sus enemigos, a quienes por no haber aceptado ni jurado la Carta constitucional, no podían ser sus gobernantes. Largo Caballero fue investido del más amplio voto de confianza para desarrollar, con las colaboraciones que estimara necesarias, todos los trabajos para la organización del movimiento. A partir de ese momento y a las órdenes de un comité nacional, funcionaron varias comisiones: de organización, económica, militar, así como una secretaría y una tesorería. Se acordó establecer «comités de enlace» para el solo objeto del movimiento de carácter provincial y local, integrados por un representante de cada una de las tres organizaciones. Los tres elementos integrantes de cada comité de enlace se identificarían por un número. Algunos comités, sin embargo, estuvieron integrados por mayor número de elementos. Aquellos diputados socialistas que estaban de acuerdo con la organización del movimiento servirían de elementos de enlace con las provincias, para la transmisión de instrucciones y otros servicios especiales. La organización de las milicias descansaría en una estructura simple: secciones de diez individuos, escuadras de veinticinco y compañías de cien, estableciéndose los sectores que la importancia del pueblo o ciudad aconsejara. Cada sector tendría asignados sus propios objetivos. Esta organización era independiente de la específica de militares profesionales que participaban en el movimiento y de aquellos elementos o grupos especiales que tenían asignadas acciones concretas y delicadas, así como servicios y relaciones de tipo confidencial y reservado. Estas últimas actividades, por sí solas, merecerían que se les dedicara una historia y en ella sería figura principalísima Indalecio Prieto. Sus enlaces y servicios de información eran formidables. El autor de este trabajo describirá, con cierta discreción y las obligadas limitaciones, los hechos en que, directa o indirectamente, tuvo una participación personal, y esto lo hará con ciertas consideraciones y respeto, personal y no político, hacia muchas de las personas aludidas. El «tabú» de «personalidad» queda eliminado. Acudirá a señalar nombres en aquellos casos en que no haya inconveniente ya que, no obstante los años transcurridos, en la lucha revolucionaria existen aspectos singulares que, por consideraciones especiales y por respeto a los actores, deben quedar en silencio.

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La Comisión ejecutiva de la U.G.T. llevaba adelante la vida normal de la organización. Invariablemente, reunión todos los jueves, lectura de la correspondencia, altas y bajas, problemas de tesorería, gestiones ante los organismos oficiales en representación de las organizaciones obreras, etcétera. En apariencia, todo seguía su curso normal; pero paralelamente a la labor de rutina y trámite de la Comisión ejecutiva, había el trabajo febril de la preparación del movimiento, labor a la que Caballero estaba totalmente dedicado. Coordinando a los elementos de colaboración de la U.G.T., del Partido Socialista, de las Juventudes y a los diputados; recibiendo comisiones, llevaba adelante un trabajo clandestino abrumador. Establecidas las claves, iban siendo convocados los comités de enlace provinciales; con ellos se precisaban los objetivos del movimiento y se establecían las consignas de cada provincia, de acuerdo con sus propias características. A su vez, los comités de enlace provinciales deberían examinar con los comités locales todos y cada uno de los problemas que les afectaban y que tenían asignados. En poco tiempo quedaron organizados todos los comités de enlace; éstos tenían sus propias claves y la especial que funcionaría en el momento de ordenar el movimiento. El trabajo de fichas de las milicias, de los comités de enlace de todo el país, fue una ímproba labor, metódica y sistemática, que estuvo a cargo de un modesto y abnegado militante, Luis Menéndez, viejo dirigente del Sindicato del Transporte de Madrid. Las autoridades jamás conocieron el aparato de organización del movimiento de octubre. El director general de Seguridad de aquella época, el capitán Santiago, lo reconocería con frecuencia cuando el destino nos unió en la desgracia y en el exilio y tuvimos ocasión de recordar las luchas del pasado. En el orden militar se establecieron objetivos, instrucciones para la fabricación de diferentes tipos de bombas, la adquisición de armas por los propios medios de cada comité provincial o local y el suministro que pudiera hacer el comité nacional. Oficiales de probada fe republicana eran los instructores de las milicias, y entre los que prestaron una mayor colaboración en Madrid estaba el teniente de Artillería Gabriel Vidal Ubeda —el rubio—, hijo de un pundonoroso artillero que siendo teniente coronel ejerció el cargo de ayudante del presidente de la república. En el orden económico se desarrolló una suscripción nacional que —dado el ambiente, el entusiasmo extraordinario que existía en el movimiento obrero y en todas las organizaciones integrantes de los comités de enlace— alcanzó en poco tiempo sumas considerables. Cada comité convocado a Madrid era portador de las aportaciones que había obtenido. Las federaciones nacionales de Industria se las arreglaron para encontrar fórmulas que les permitieron contribuir con sumas de consideración al «fondo revolucionario» 25

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destinado, principalmente, a la adquisición de armas y a sufragar los gastos de organización. Jamás una suscripción en nuestro movimiento obrero había alcanzado éxito semejante. Esos fondos estaban concentrados en un solo lugar y sólo dos personas podían disponer de ellos para la utilización, debidamente justificada, de las necesidades del movimiento. Por supuesto, no se encontraban en un banco. El procedimiento era simple. Se adquirió una pequeña caja fuerte con dos tipos de cerradura y dos llaves. Una estaba en poder del depositario y la otra en poder del tesorero de la U.G.T., Felipe PreteL Esas dos personas fueron tesorero y cajero-depositario de los medios que financiaron el movimiento de octubre. El tesorero murió en Chile; el depositario, en México. Hubo un depositario accidental, una figura ilustre de la medicina española, fallecido también en México. Las actividades del P.S.O.E., de la U.G.T. y de las Juventudes en 1934 estuvieron dedicadas totalmente a la preparación y organización del movimiento, al mismo tiempo que las fuerzas más agresivas de la reacción se preparaban, a su vez, para dar el golpe de gracia a la república, con el apoyo declarado de una buena parte de los elementos oficiales que formaban parte de una política de conspiración. La preparación del movimiento de octubre significaba una acción defensiva frente a la ofensiva de la reacción. El movimiento tuvo en su preparación serios tropiezos: entre otros, un descubrimiento de armas en la Casa del Pueblo; el descubrimiento de un local en el que Gabriel Morón —dirigente obrero andaluz, ex diputado de las Constituyentes— estaba encerrado con otros compañeros dedicados a la fabricación de bombas; el descubrimiento de un traslado de armas, destinadas a la provincia de Jaén, que realizaba el diputado Lozano. Estos hechos convencieron al gobierno de la preparación de un movimiento revolucionario al que, desde ese momento, le prestó una gran atención para alimentar e instigar problemas de provocación. En otro lugar de este trabajo ya hemos señalado que, en torno a cada movimiento nacional revolucionario, la provocación ha desempeñado un papel de primer orden y casi pudiéramos decir que decisivo. A este hecho, y en relación con el de 1934, tenemos que añadir un elemento más, muy importante y nuevo: si el movimiento de 1917 y el de 1930 contaron con el apoyo de la masonería, el de 1934, por el contrario, tuvo su oposición. Una oposición muy sutil, no abierta. Fue una táctica de «desgaste», de obstaculización, de desarme, sin batalla. Era natural, el movimiento de octubre tenía un significado revolucionario de avanzada, la masonería estaba al lado de la burguesía, más o menos progresista, pero al fin y al cabo burguesía. No estaba de acuerdo con la política de represión de la república, pero tampoco con Largo Caballero ni con un movimiento de clase. Creía en una situación de equili-

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brio, imposible. Se cruzaban y entrecruzaban personalidades. Caballero y Alcalá-Zamora habían vivido la conspiración conrra la monarquía y en favor de la república. En octubre de 1934, Caballero conspiraba contra una república abocada a la reacción y de la que Alcalá-Zamora era presidente. Los sucesos más graves que entorpecieron la preparación del movimiento fueron, sin duda, los siguientes: la huelga nacional de campesinos; el torpe trasiego de armas, de madrugada, en la Ciudad universitaria; el alijo del vapor Turquesa. Las huelgas de la Construcción, de Metalúrgicos y de Artes Gráficas de Madrid también contribuyeron a perturbar los trabajos preparatorios del movimiento y a debilitar su potencial revolucionario. En los conflictos de Madrid, sobre todo en el de la construcción, estaba implicada la acción cenetista. De todas formas y a pesar de esos contratiempos, si se hubiese contado con dos meses más de margen, los resultados hubieran sido muy otros. No pudieron darse por Terminados trabajos de la máxima importancia y cuya eficacia estaba descontada. No fue así. Por lo que no debemos olvidar nunca que si la revolución tiene su dialéctica, sus leyes, la reacción, la contrarrevolución también las tiene. En ese problema de velocidad están, en muchos casos, la victoria o la derrota. Como ya hemos señalado anteriormente, el año 1934 arrastra las consecuencias negativas, entre otras, del movimiento anarquista del 8 de diciembre y la victoria de la reacción en las elecciones del 19 de noviembre, gracias, en gran parte, a la intensa labor de la C.N.T. propugnando la abstención, el famoso «no votar». A esto, naturalmente, añadamos el error de no haber ido a la lucha electoral en una nueva conjunción de fuerzas auténticamente republicanas y al hecho de que la mujer, por vez primera, ejercía el derecho al voto que le había concedido la república. «La huelga electoral declarada por la C.N.T. —escribe José Peirats —• tocó en lo más vivo los sentimientos del proletariado. La campaña fue intensa, se mantuvo durante todo el período electoral y culminó en el mitin monstruo de la plaza de toros Monumental de Barcelona, en el que los oradores confederales Benito Pabón, Domingo Germinal, Buenaventura Durruti y Orobón Fernández desmenuzaron esta consigna: "Frente a las urnas, la revolución social".» El anarquismo colaboró activamente para que la reacción lograra la victoria electoral y luego respondieron a la derrota que ellos posibilitaron con el movimiento revolucionario del 8 de enero. La C.N.T., sus movimientos, sus actitudes fueron una permanente perturbación para la preparación del movimiento revolucionario. Podría de1

1.

José Peirats, La C.N.T. en la

Revolución española,

pág.

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cirse que el problema era fácil: con que la U.G.T., el Comité nacional de enlace revolucionario requiriera a la CN.T. para participar en el mismo, la cosa podría estar resuelta. Esa posición parece lógica. Las realidades eran otras. Los hombres de la U.G.T. y del P.S.O.E. soportaban en ese período la más feroz campaña de acusaciones del anarquismo. En su famosa «huelga general», como ya se ha señalado, llegaron a presentar a Caballero, en un cartel de «No votar», como candidato a la horca..., Su prensa estaba dedicada a difamar al socialismo y a sus hombres, mientras los viejos principios bakuninistas del apoliticismo alcanzaban su máximo grado de violencia en la expresión. Sólo se registraba la excepción de la Confederación Regional de Asturias y algunos elementos de Levante que evolucionaron hacia el grupo de los Treinta. Los dirigentes faístas, allí donde predominaban, mantenían su intransigente violencia contra todo. No parecía sino que —conscientes de que se preparaba un movimiento revolucionario— ellos tenían la misión, en nombre del sacro principio del apoliticismo y como enemigos del Estado, de hacer todo lo posible por perturbarlo e impedir su triunfo. Para los hombres del movimiento, éste se definía así: frente al avance de la reacción hacia el fascismo y el aplastamiento de la república, es necesaria la unidad de la clase obrera y de todas las fuerzas progresistas para cerrar el paso al fascismo, recuperar la república imponiendo que su desarrollo social garantice los intereses del proletariado. Para el anarquismo, el problema era muy simple: frente a la lucha electoral, «la huelga electoral»; frente a las urnas, una pez ayudado el triunfo electoral de la reacción, la revolución social; en la Revolución Social, quema de documentos y establecimiento del comunismo libertario, secuela de todos sus movimientos, lo mismo en el siglo x i x que en el siglo xx. No era posible la alianza con el anarquismo —CN.T.—. En febrero de 1934 —ya estaba en marcha la preparación del movimiento—, la CN.T. celebra un Pleno nacional de Regionales. Sólo la Regional de Asturias tiene una posición unitaria, inspirada por la lógica y el sentido común revolucionario: «Se argüirá que ambas centrales, CN.T. y U.G.T. —mantenían los asturianos—, acuciadas por el riesgo y sin necesidad de una previa alianza, se encontrarán en la calle, en la mina, en la fábrica y en el taller y que ahí aunarán sus esfuerzos para derrotar al adversario. El argumento es pueril. En las luchas sociales, como en las otras guerras, el éxito es casi siempre de aquellas fuerzas que previamente integraron y organizaron sus cuadros». He ahí una gran verdad. La CN.T, en Asturias, contaba con elementos responsables y valiosos, entre ellos José María Martínez. Su visión, en febrero de 1934, correspondía a una correcta interpretación de las realidades del momento, pero tropezaba con el sectarismo de las Re-

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gionales catalana y del Centro; es decir, con el faísmo clásico. La Regional asturiana recabó su libertad de acción en este caso y llegó a una alianza con la U.G.T., lo que determinaría, más tarde, uno de los ejemplos más interesantes en la historia de nuestro movimiento obrero, bajo el lema U.H.P., «Unión de Hermanos Proletarios». En este hermoso ejemplo hubo una excepción: la Federación local langreana, de La Felguera, en manos de «anarquistas puros», pero llegado el movimiento de octubre se incorporó a él con todo entusiasmo. He aquí el primer documento de alianza del mes de marzo, que tanta significación habría de tener en el movimiento revolucionario de octubre de 1934: «Las organizaciones que suscriben, U.G.T. y C.N.T., convienen entre sí en reconocer que frente a la situación económico-política del régimen burgués en España se impone la acción mancomunada de todos los sectores obreros, con el exclusivo objeto de promover y llevar a cabo la revolución social. A tal fin, cada organización de las que suscriben queda comprometida a cumplir el compromiso fijado en este pacto, bajo las condiciones siguientes: «Primera. — Las organizaciones firmantes de este pacto trabajarán de común acuerdo hasta conseguir el triunfo de la revolución social en España, estableciendo un régimen de igualdad económica, política y social fundado sobre los principios socialistas federalistas. «Segunda.—Para la consecución de este fin se constituirá en Oviedo un Comité ejecutivo, en representación de todas las organizaciones adheridas a este pacto, el cual actuará de acuerdo con otro nacional y del mismo carácter para los efectos de la acción general en toda España. «Tercera. — Como consecuencia lógica de las condiciones primera y segunda de este pacto, queda entendido que la constitución del Comité nacional en premisa indispensable (en caso de que los acontecimientos se desenvuelvan normalmente) para emprender toda acción relacionada con el objetivo de este pacto, por cuanto el mismo trata y pretende la realización de un hecho nacional. El Comité nacional que ha de constituirse será el único que autorizadamente podrá ordenar al que quede en Oviedo los movimientos a emprender en relación con el general en toda España. «Cuarta. — Se constituirá en toda Asturias un comité de cada localidad, cuya composición deberá estar integrada por delegaciones de cada una de las organizaciones firmantes de este pacto y aquellas otras que, adhiriéndose, sean admitidas en el Comité ejecutivo. «Quinta. — A partir de la fecha en que este pacto sea firmado, cesarán todas las campañas de propaganda que pudieran entorpecer o

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agriar relaciones entre las partes aliadas, sin que esto signifique dejación de la labor serena y razonada de las diversas doctrinas preconizadas por los sectores que integran la Alianza Revolucionaria, conservando, a tal fin, su independencia colectiva. »Sexta,— El Comité ejecutivo elaborará un plan de acción que, mediante el esfuerzo revolucionario del proletariado, asegure el triunfo de la revolución en sus diversos aspectos, y consolidándola según las normas del convenio establecido. «Séptima. — Serán cláusulas adicionales al presente pacto todos los acuerdos del Comité ejecutivo cuyo cumplimiento es obligatorio para todas las organizaciones representadas, siendo estos acuerdos de obligada vigencia tanto en el período preparatorio de la revolución como después de triunfar. Sobreentendiéndose que las resoluciones del referido Comité ejecutivo se inspirarán en el contenido de este pacto. «Octava. — El compromiso contraído por las organizaciones que suscriben terminará en el momento en que haya sido implantado el régimen señalado en el apartado primero con sus órganos propios elegidos voluntariamente pot la clase trabajadora y por el procedimiento que haya preceptuado la obra dimanante de este pacto. «Novena. — Considerando que este pacto constituye un acuerdo de organizaciones de la clase trabajadora para coordinar su acción contra el régimen burgués y abolirlo, aquellas organizaciones que tuvieran relación orgánica con partidos burgueses las romperán automáticamente para consagrarse exclusivamente a la consecución de los fines que determina el presente pacto. «Décima. — De esta Alianza Revolucionaria forma parte, por estar previamente de acuerdo, la Federación Socialista Asturiana. »28 de marzo de 1934.» En ese Pleno nacional de febrero, los dirigentes cenetistas, en su mayoría antialiancistas, se aprobó una curiosa resolución, inspirada en la mala fe y envolviendo una grosera actitud de maniobra, como podrá comprobarse con su lectura: «Causas ajenas a la organización confederal impidieron a ésta dirigirse antes a la clase trabajadora como hubiera sido su deseo. Reunido el Pleno nacional con las representaciones de todas las Regionales, estudió detenidamente la situación política y social de España, constatando que tanto las libertades individuales como los derechos ciudadanos se encuentran en la actualidad restringidos y conculcados como en los peores tiempos de la monarquía. Los daños de la represión consecutiva por parte de los elementos republicanos y socialistas que

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han gobernado el país, han dado razón a lo propagado por la Confederación Nacional del Trabajo, en el sentido de que la república, como todos los regímenes conservadores y democráticos, no puede dar satisfacción a las necesidades y aspiraciones de la clase trabajadora. »Y considerando que la conducta de la República española tiende a conducir al país a la implantación del fascismo, el Pleno determina marcar la posición de la organización, demostrando a través de ella a la clase «abajadora que la Confederación Nacional del Trabajo, respondiendo a su trayectoria revolucionaria, y atenta a las manifestaciones de los organismos representativos de la U.G.T., está dispuesta, como siempre, a contribuir con todas sus fuerzas a todo movimiento revolucionario que tienda a la manumisión de toda pero toda, la clase trabajadora, sin que esta manifestación harto conocida implique compromiso o pacto con fuerzas o partidos políticos. »Por lo tanto, la Confederación Nacional del Trabajo emplaza a la U.G.T. a que manifieste clara y públicamente cuáles son sus aspiraciones revolucionarias. Pero téngase en cuenta que al hablar de revolución no debe hacerse creyendo que se va a un simple cambio de poderes como el del 14 de abril, sino a la supresión total del capitalismo y del Estado. — Andalucía, Centro, Galicia, Cataluña, Baleares, Norte, Asturias, Levante, Aragón, Rioja y Navarra y Comité nacional. «Barcelona, 13 de febrero de 1934.» En efecto, como se desprende del documento, el Pleno tenía cabal conocimiento de que el Partido Socialista, las Juventudes y la U.G.T. preparaban un movimiento revolucionario. En su resolución tratan de emplazar a la U.G.T. a un movimiento en el que participará la C.N.T., pero que en ese pacto no figurarán fuerzas o partidos políticos... ¿De qué se trataba? Sabían sobradamente que el Partido Socialista estaba vinculado a la U.G.T. en la responsabilidad del movimiento que se organizaba, y la C.N.T. salía al paso para evitar esa unidad de acción; la acción revolucionaria de esa preparación, como comprenderá cualquier revolucionario, tenía algo de pública y mucho de «clandestina», como es natural; en el último párrafo del documento, con poca discreción, se pide a la U.G.T. que manifieste clara y públicamente sus aspiraciones revolucionarias. La situación de España en aquellos momentos, sus realidades sociales, políticas y económicas era obvio que no determinaban una acción revolucionaria para «la supresión total del capitalismo y del Estado...». Se trataba de una posición, de un papel demagógico del anarquismo en un momento difícil, sostenidos en nombre de un revolucionarismo verbalista que no hacía más que ayudar a la contrarrevolución... En el período de preparación del movimiento, independiente de la ac-

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titud de la Regional de Asturias, entre los cenetistas de Levante se desarrollaba una corriente de acercamiento a la U.G.T. y de identificación con el movimiento. Estaba representada por Juan López, quien se desplazó a Madrid en varias ocasiones para entrevistarse con Largo Caballero y demás elementos de la Unión General. Estas reuniones tuvieron lugar en Fuencarral 93. Los antagonismos entre el movimiento ugetista y cenetista en Levante se iban empequeñeciendo y creando las condiciones para el establecimiento de una segunda Alianza obrera de parecidas características a la asturiana. Los acontecimientos se aceleraron, malográndose esa esperanza. Quedamos, pues, en que la CJN.T. —por sus conocidas paradojas, por su sectarismo y su sometimiento a los grupos de la F.A.I., caracterizados por su política de violencia y rabiosa intransigencia— fue un factor de perturbación permanente a la preparación del movimiento de octubre. Con el apoyo del gobierno, la reacción insolente avanzaba en su obra de desmontar el contenido social y democrático de la república. Gil Robles proclamaba el 7 de abril: «Vamos a conquistar el Poder». Volviendo al problema de las armas, una madrugada, fuerzas de la Guardia civil de patrulla en la zona de la Ciudad universitaria sorprenden una camioneta sin luces que, al darle el alto, es abandonada huyendo el conductor y sus acompañantes. La camioneta transportaba un importante cargamento de armas, entre ellas varios lanzallamas. Otra advertencia al gobierno de que las cosas iban en serio. El 28 de abril se resuelve la dimisión del gobierno Lerroux, siendo sustituido por su correligionario Ricardo Samper, siguiendo en Gobernación Salazar Alonso que daría continuidad a su política de represión y lucha contra las organizaciones obreras y los ayuntamientos republicanosocialistas. Cuenta el gobierno con el apoyo de la reacción. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. sigue su vida normal de gestión, a la vez que, con el Partido Socialista y las Juventudes, dedica todo su esfuerzo a la organización y reforzamiento de los comités de enlace, a dotar de medios defensivos a la organización revolucionaria y a la preparación de las milicias obreras. La creación de la Alianza Obrera en Asturias representa un antecedente muy positivo. Desde ese momento se anima la corriente de que se constituyan Alianzas obreras que integren a todas las organizaciones que estén de acuerdo con el movimiento revolucionario superando los comités de enlace (comités revolucionarios) que venían actuando y que eran la base del movimiento. El Comité de enlace de Asturias había precisado con el Comité nacional los objetivos de la Alianza obrera de aquella región. Como se señaló anteriormente, el Comité nacional de la C.N.T., antialiancista, mostró su disconformidad con la posición de su organización de Asturias.

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En el seno de la Comisión ejecutiva venía discutiéndose un serio problema. La política represiva del gobierno afectaba seriamente los problemas de los campesinos. En el campo cundía la desesperación. El propia gobierno desmontaba y se mofaba de la legislación votada por la república, que prestaba cierto apoyo a las organizaciones campesinas. Los terratenientes y propietarios, en una política de odio y venganza, provocaban el paro, dejaban de cultivar las tierras —«que os dé de comer la república»—, no cumplían los contratos, los centros obreros eran cerrados, en una palabra, la política represiva se cebaba en los trabajadores del campo. La reacción natural de los trabajadores determinaba en el campo un ambiente social explosivo que ciertamente resultaba difícil contener. La Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra había eliminado a su secretario general Lucio Martínez Gil, que fue sustituido por un joven dirigente navarro, Ricardo Zabalza, diputado y maestro de escuela, muy compenetrado con los problemas del campo. Figuraba en el grupo de dirigentes nacionales que, de acuerdo con la posición de Caballero, apoyaban y formaban parte de los elementos responsables del movimiento revolucionario en preparación. Estaba, en lo personal, muy influenciado por el radicalismo temperamental de Margarita Nelken, también diputado socialista por la provincia de Badajoz y fuertemente impresionada por la situación de los campesinos de aquella provincia, los cuales, como los del resto de la España agrícola y campesina, sufrían las consecuencias de una represión desenfrenada. La Federación nacional no veía más solución que ir a la preparación de una huelga general que se declararía aprovechando la época de la recolección del trigo. Desde mayo se discutía este grave problema en la Comisión ejecutiva de la U.G.T., de la que formaba parte Zabalza. Este fue un grave problema, un serio contratiempo para la preparación del movimiento revolucionario. Desde Gobernación, Salazar Alonso incitaba una política de provocación premeditada que tenía por objeto debilitar el movimiento revolucionario. Por otra parte, la situación de los campesinos era insostenible. En orden a este problema se dividió la opinión en la Ejecutiva. Sólo Zabalza defendía la posición concreta de provocar una huelga nacional campesina y que ésta tuviera la solidaridad de los trabajadores industriales. Este enfoque era la revolución. No puede concebirse una huelga nacional de los trabajadores del campo con la solidaridad del proletariado industrial que no signifique una verdadera revolución, más en la situación de tensión revolucionaria en que se encontraba España en aquellos momentos. La preparación del movimiento revolucionario nacional no estaba lo suficientemente desarrollada. Los comités de enlace de las provincias agrí-

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colas llevaban un cierto grado de organización con los comités locales, se había realizado algún reparto de armas y se habían cursado instrucciones para la fabricación de bombas, movimientos de concentración de elementos de defensa y definido objetivos, etc., pero esa labor estaba en pleno desarrollo y otros proyectos, en embrión. Aún no había sido desarrollado plenamente, y en especial, un importante plan que tenía por base a los grupos de la Guardia civil y de Asalto que habría sido casi decisivo y que no desempeñó, ni pudo desempeñar su papel en el movimiento de octubre. De haberlo hecho, el gobierno Lerroux-Gil Robles habría sido hecho prisionero a la media hora de haberse instalado en Gobernación. Eso sin la menor duda. Al mismo tiempo la Radio estaría en poder del movimiento. El lanzar a los campesinos y con ellos, por solidaridad, a los trabajadores industriales a la huelga general no podía tener otra interpretación que la de que se trataba de lanzarse al movimiento general revolucionario. En la Ejecutiva, la mayoría se oponía a ese plan. Largo Caballero, como fórmula intermedia, proponía estudiar una táctica de declaración simple de huelgas de campesinos, escalonadas de acuerdo con el calendario de la recolección de las cosechas, y que esra operación no se realizara en iguales fechas en las diferentes provincias o regiones. La Federación de la Tierra no aceptaba más fórmula que la de huelga general. No hubo acuerdo. La mayoría hizo constar su posición, su desacuerdo, dejando a la responsabilidad de la federación interesada las consecuencias de su conducta. En ese momento, la preparación del movimiento revolucionario, en su primera etapa, recibía un serio golpe. Los campesinos, de llevarlos a la huelga, no podrían cumplir su misión en el momento del movimiento. Así sucedió. El movimiento revolucionario, dada la política del gobierno y de la reacción, era fatal. No había otra salida. El supeditar las cuestiones parciales a ese problema era obligado. El gobierno animaba las huelgas con su política de provocación. Esta interpretación de su nefasta conducta la confirmó Salazar Alonso en una serie de artículos que aparecieron en el diario Informaciones. La Ejecutiva era consciente de ello, de ahí sus posiciones y el enfoque del problema de la huelga campesina, desde otros ángulos, así como de las de la Construcción y Artes Gráficas de Madrid. El gobierno, preocupado por encima de todo del movimiento revolucionario, agradeció la colaboración que se le prestaba con esos conflictos parciales. ¿Fallaba, en este caso, el principio revolucionario clásico de que las luchas parciales son el antecedente positivo para una acción de carácter general? En nuestra opinión, sí, sin que pensemos que la preparación de una revolución es un problema mecánico. Depende de muchas circunstancias y factores que tienen que ser conjugados. En general, el principio es correcto; las cosas cambian cuando se está dentro de un período concreto de preparación de una revolución.

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El 5 de junio se declaró la huelga general campesina. Los campesinos se lanzaron a la lucha con todo entusiasmo. Independientemente de las consideraciones que acabamos de hacer, esta huelga ha sido única en la historia de nuestras luchas y lo es también, sin exagerar, en la historia del movimiento obrero internacional. La ascensión del movimiento revolucionario era paralela a la de la represión gubernamental. El gobierno reprimió con una gran violencia la huelga campesina, acudiendo a procedimientos represivos jamás utilizados. El gobierno consideró como servicio público la recolección de la cosecha, suspendió los derechos de reunión, estableció la censura, realizó detenciones por centenares, clausuró centros obreros, aplicó un procedimiento de trasiego forzado de campesinos de una provincia a otra, en trenes especiales. En fin, atropellando todos los derechos, desarrolló toda clase de medidas represivas con el fin de desmontar la huelga y desbaratar las organizaciones campesinas que quedarían inutilizadas, incapacitadas, para cumplir sus compromisos y misión en un posible movimiento revolucionario. No obstante esa represión, la huelga fue casi total en las provincias agrícolas más importantes, como Cáceres, Badajoz, Ciudad Real, Jaén, Granada, Toledo, Córdoba. La huelga campesina, como hemos señalado anteriormente, perturbó extraordinariamente los trabajos preparatorios del movimiento revolucionario. Centros obreros clausurados, cientos de detenciones; de los elementos de defensa que se habían acopiado, algunos fueron utilizados, pero destruidos los más ante el temor de que fuesen descubiertos en el período de acción represiva desencadenada por el gobierno. El ministro de la Gobernación, Salazar Alonso, había ganado una batalla. El Comité de enlace nacional, las comisiones ejecutivas de las tres organizaciones implicadas en la preparación del movimiento continuaban aceleradamente su labor de organización en todas las direcciones, pero la reacción también desarrollaba intensamente su labor con el apoyo y la colaboración del equipo gubernamental. Era un problema de velocidad. El mes de setiembre fue fatal. Se descubre el alijo de armas del Turquesa, en San Esteban de Pravia. La organización de la operación del Turquesa había sido algo extraordinario, único. Digna de formar parte de una antología de hechos conspirativos y revolucionarios de lo más apasionante. Como es natural, toda preparación de un movimiento revolucionario lleva en sí la necesidad de adquisición de armas. En el movimiento de 1930 se trató de las famosas pistolas «Cesar», que no servían para nada. En el caso del movimiento de octubre, las cosas fueron más serias. Hubo dos adquisiciones muy importantes: las armas que se embarcaron en el Tur-

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quesa y otras compradas a un grupo portugués. Aparte estaban las que se adquirían a una fábrica francesa —pistolas—, más las que se lograron de fabricación nacional. Enriquecían el arsenal, a precios razonables, más de un comisario de policía. Hasta un diputado fue vendedor de dos fusiles que se trasladaron tranquilamente, en pleno día, de su domicilio al lugar que se les tenía destinado, envueltos y disimulados en el interior de dos juegos de esquíes. Pero volvamos al Turquesa, a esa rocambolesca historia. Se sabía que existía una importante partida de armas, fusiles, rifles, pistolas, ametralladoras, con una cantidad muy considerable de municiones, depositada en el arsenal de Cádiz, «La Carraca», y bloqueada porque la empresa que la había encargado para una operación de exportación, no había realizado una parte del pago. La venta la realizaba alguna de las industrias en que estaba implicado el industrial bilbaíno Horacio Echevarrieta. Se trataba, pues, de liquidar esa cuenta y de adquirir así esa partida de armas. Indalecio Prieto era un gran amigo de Echevarrieta. Prieto fue el organizador de la fabulosa historia del Turquesa, pero el pobre Echevarrieta —que iría a parar a la cárcel por ese asunto— no tenía la menor idea de todo aquel embrollo ni le alcanzaba la menor responsabilidad. El magistrado señor Alarcón, que llevaba el proceso del alijo de armas, no fue capaz de deshacer el ovillo teniendo en sus manos la madeja. Reaccionario cien por cien no dio más que palos de ciego. 2

1. Estos demócratas portugueses, entre ellos el señor D o s Santos, que había sido presidente del gobierno de Portugal antes de la dictadura, estaban refugiados en España. 2. Para q u e lo que llamamos «Operación Turquesa» adquiera toda su fantasía, es necesario conocer los siguientes h e c h o s : que las armas procedían del «Consorcio de Industrias Militares», con oficinas en Serrano 9, el presidente de cuyo Consejo de Administración era nada menos que el general A b i l i o Barbero Saldaña y u n o de los consejeros el general Joaquín Fanjul Goñi, diputado y uno de los elementos más activos en la lucha contra la república, estando integrado además ese Consejo de administración por los coroneles directores de las fábricas de armas; que el gerente del Consorcio era el general G ó m e z López, tibio republicano en los primeros momentos del nuevo régimen y más tarde antirrepublicano; que el control de embarque y expedición de las armas estuvo a cargo de un oficial de artillería de la Fábrica de Toledo y del general López Pinto, destacado reaccionario que ostentaba el cargo de gobernador militar de Cádiz y tenía bajo su autoridad el arsenal instalado en el castillo de la Carraca. A este equipo debemos incorporar al ultramontano almirante Carranza, que fue quien vendió el turquesa al «agente de compras abisinio». A todo esto, como colofón, cabe añadir que este equipo, guiñándose el ojo, creía que las armas eran para una organización de derechas, ultrarreaccionaria, por supuesto, que soñaba y preparaba un m o v i m i e n t o que destruyera la república. En gran confidencia, el general López decía un día a unos correligionarios de su m i s m o cuerpo: «Esto va a liquidarse p r o n t o . . . Las cosas van en serio... Yo s é . . . » . Y las cosas fueron en

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En primer lugar, era necesario comprar un barco, tener cliente para esas armas y los medios financieros para adquirirlas, de acuerdo y bajo el control del propio gobierno español. Así se hizo. Prieto puso en juego todo un equipo de elementos, cada uno de los cuales, sin saber unos de otros e ignorando de qué se trataba, representó el papel que le correspondía, salvo tres de los colaboradores con que se contaba. El primer paso fue el de montar el dispositivo de compra de esa partida de armamento. Con su gran imaginación y capacidad de maniobra, Prieto lo logró fácilmente. Un viejo correligionario francés, diputado socialista que había sido director en Madrid de una gran compañía de seguros, sería el «representante» del gobierno de Abisinia que venía a España interesado en la compra de esa partida de armas. Ese problema quedó fácilmente resuelto. Ya está en Madrid el agente de compras y formaliza la adquisición. La segunda cuestión consistía en lograr un barco para el transporte de las armas. El almirante Carranza, uno de los diputados más violentos y reaccionarios del Parlamento, tenía un barco en venta —no recordamos el nombre—: nada más lógico y oportuno que ese diputado ultramontano fuese el que suministrara el barco que transportaría l?s armas con destino a un puerto de Abisina, pero que en realidad, una vez en alta mar, se dirigiría a un puerto español. Y así fue. Eladio Fernández Egocheaga —el líder de aquella famosa huelga de Riotinto (1920) que inspirara a Concha Espina su obra El metal de los muertos—, en aquellos momentos secretario general de las asociaciones y cooperativas de pescadores de España, estaba en relaciones con todos los armadores. Trató y resolvió con el cavernícola Carranza la compra del barco que tenía en venta y que le interesaba al gobierno de Abisinia. Ya tenemos vendedor; ya tenemos barco. Sólo falta la tripulación, problema fácil para Prieto. Un capitán de marina mercante de Bilbao es el encargado de buscar una tripulación de su absoluta confianza, él será el capitán del Turquesa. Ya está listo el serio, pero no en octubre, ni con el Turquesa. ¿Quién engañó a quién? La del Turquesa fue una jugada genial. El capitalista bilbaíno Horacio Echevarrieta y el ex presidente del gobierno de la república portuguesa, D o s Santos (con él estaba un comandante del ejército portugués llamado Alejandrino), refugiado en España, fueron implicados en este a l i j o ; ni uno ni otro sabían una palabra del lío. Detenidos injustamente, fueron huéspedes del Hotel Modelo, vulgo cárcel de la Moncloa. A ú n vemos la imagen de estas víctimas inocentes paseándose en las mañanas por el patio de la 5." galería, con una manta sobre los hombros y envueltos en sus bufandas de lana, preguntándose, seguramente, «¿por qué estamos a q u í ; quién nos metió en este l í o ? . . . » . No lejos de ellos paseaban también algunos de los verdaderos autores. Lo curioso del caso era que, a veces, se veía en amigable charla a Echevarrieta. D o s Santos, Largo Caballero y otros elementos, en un rincón bien asoleado de esa 5. galería. Estampas de una revolución... a

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barco en Cádiz. La operación de compra del lote de armas ya está hecha; las letras de cambio aceptadas por el señor Echevarrieta han sido pagadas. Se acuerda el día de embarque y un oficial artillero de la fábrica de armas de Toledo, llegado de Madrid, con el general López Pinto, responsable militar del castillo controlaron el movimiento de esas armas hasta quedar depositadas en el barco, cerciorándose de que éste partiera rumbo a la lejana Abisinia. Todo esto sucedía en los últimos días de agosto y primeros de setiembre. El comprador, misión cumplida, regresa a París. Ya está el barco en alta mar y es cuando surge el gran problema. ¿Dónde desembarcar el cargamento? El capitán tiene la orden de mantenerse discretamente en alta mar hasta recibir la orden del lugar de desembarco. Encontrar el lugar de desembarco fue difícil. Primeramente se pensó en efectuar varias operaciones de desembarco por las costas de Andalucía, contando con buenas colaboraciones en el cuerpo de carabineros. Había una fórmula para hacerlo en las cercanías de Algeciras. Se hicieron trabajos en ese sentido, se inspeccionaron los lugares, pero no se consideró conveniente. Prieto proponía un desembarco en un muelle privado de Bilbao y ocultar el cargamento en un gran depósito de carbón y de allí ir trasladando las armas a los lugares de destino. Tampoco fue aceptada la fórmula. En espera de órdenes, el Turquesa pasaba sus días navegando por la zona que tenía asignada. La operación estaba varada; el barco, no. Como hemos señalado anteriormente, la personalidad de Prieto era un tanto desconcertante. Lo que hacía magistralmenre por un lado, lo destruía por otro. Conforme con el movimiento desde el primer momento, realizó un trabajo extraordinario en relación con los aspectos más delicados de su organización que estaban bajo su control, entre ellos las relaciones militares de más alto nivel y lo que pudiéramos llamar un servicio de espionaje y contraespionaje que llevaba con la mayor eficacia. Si la labor de información del gobierno estaba bien organizada, la de Prieto lo estaba mejor, sin duda, por lo menos en sus rendimientos. Podríamos demostrarlo con relatos concretos verdaderamente peliculescos. En lo que se refería concretamente al movimiento, Prieto jugaba con los servicios policíacos secretos exactamente como el ratón con el gato. Y esta afirmación no es el autor quien la hace, sino el capitán Santiago, director general de Seguridad en aquel período. «Nunca pude descubrir la fuente de información que Prieto tenía en el principal organismo de seguridad —me confesaba un día siendo él funcionario del gobierno republicano en el exilio—; su servicio de información era superior al del gobierno.» Lo que queríamos señalar es que, habiendo sido Prieto uno de los elementos fundamentales en la organización del movimiento en s u s primeras etapas, más tarde empezó, si no a ser un enemigo suyo declarado, por lo menos a mostrarse bastante escéptico y debilitado en su entusiasmo,

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por lo que recibió algunas críticas y, sobre todo, una de Renovación, el periódico de las Juventudes, que le dedicó un artículo poco agradable para él. Esro le sacó de quicio y, en uno de sus arranques personales, resolvió precipitadamente la solución del problema del Turquesa, poniéndose de acuerdo con el comité asturiano —Ramón González Peña, Amador Fernández y Berlamino Tomás— para realizar el desembarco del Turquesa en San Esteban de Pravia. ¿Por qué ese escepticismo de Prieto? Sin duda, en esa política o juego de equilibrio a que aludimos anteriormente, Prieto ya conocía «la trampa» y el desenlace; ya sabía anticipadamente de qué lado caería la balanza, es decir, conocía las intenciones del presidente de la república; no confiaba en él ni en la revolución, lo contrario de Caballero, que seguía creyendo en Alcalá-Zamora, pero, por si acaso, preparaba el movimiento. Ramón González Peña, que basculaba del más elevado optimismo y estado eufórico al mayor pesimismo, estimaba que siendo ellos «los amos de Asturias» no había el menor inconveniente y resultaba fácil y sin ningún peligro realizar el desembarco en las inmediaciones de San Esteban de Pravia. Peña era presidente de la Diputación y los camiones de esta corporación, con algunos otros, asegurarían el transporte. Y con las complicidades logradas, quedó organizado el desembarco. En ningún caso era aconsejable un desembarco masivo. Por lo peligroso y, por otra parte, porque tenía que ser planeado. Sólo la reacción impulsiva de Prieto lo dispuso así. En Asturias no hacían falta armas —les sobraban—, sino municiones; en el resto de España hacían falta las dos cosas. Se trataba, por lógica, de hacer desembarcos parciales en diferentes lugares, lo que haría más fácil las operaciones y no ponía en peligro todo el cargamento. El querer demostrar Prieto a la Juventud que él era capaz de rodo le llevó a la precipitación que destruyó la formidable y genial operación del Turquesa que él había instrumentado con tanto talento como audacia. El 11 de setiembre, al descubrirse el alijo de armas del Turquesa, el movimiento de octubre recibía un golpe mortal. La reacción aceleró sus maniobras. En su preparación material el movimiento fue perdiendo la casi totalidad de sus elementos básicos. El gobierno vivía en una continua alerta, y estrechaba cada vez más la vigilancia sobre los elementos del movimiento, sin proceder a detenciones. La impresión del autor es que el Poder público —el gobierno— no quería dar un golpe definitivo, deseaba que el conflicto estallara. Su táctica fue la de ir liquidando, poco a poco, las bases materiales de la conspiración, seguir paso a paso sus movimientos, mantener un tipo de equilibrio que estaba impuesto por una ponderación de influencias y un cierto tipo de consideraciones personales muy curiosas. El presidente de la república, Alcalá-Zamora, sentía respeto y estimación personal por Largo Caballero quien, a su vez, tenía los mismos sentimien-

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tos personales hacia Alcalá-Zamora. Prieto ejercía una influencia personal en los medios oficiales, entre personalidades importantes del gobierno, y hasta entre los medios de la propia policía y algunos significados militares; incluso en altas esferas de las finanzas contaba con buenos amigos. El recuerdo de los trabajos conspiratorios del movimiento de diciembre de 1930 y los días de cárcel del Comité revolucionario estaba muy cercano, y muchos de los hombres de aquel movimiento se confundían con los que preparaban el de 1934. ¿Qué sucedía? El autor, después de los hechos que relataremos más adelante, llegó a la conclusión de que existía algo así como un statu quo, un «amagar y no dar» por un lado; por el otro, un guiño como diciendo «no se preocupen, estamos desgastando a la C.E.D.A., a la reacción». ¿Quién engañó a quién? Para el autor, el que engañó y jugó con la buena fe y una cierta inocencia de Largo Caballero fue el presidente de la república. Las fuerzas de presión en juego rompieron ese equilibrio e inclinaron la balanza hacia la prueba de fuerza, en la seguridad de que ya tenían ganada la partida. Prieto se consideraba vencido antes de la lucha. De ahí su desmoralización y su pérdida de fe; Caballero seguía creyendo que el presidente de la república no accedería a que entraran en el gobierno las fuerzas que no habían aceptado la Constitución, ni las personalidades que arrastraban un voto de censura del Parlamento cuando fue derrotado el gobierno Lerroux. Estamos todavía en el mes de setiembre. No obstante la catástrofe del alijo de armas del Turquesa, el dispositivo del movimiento seguía adelante. Las armas adquiridas al grupo revolucionario portugués, así como otros depósitos, estaban a salvo. En Asturias, el problema estaba resuelto. Sólo se resentían de falta de municiones. En el País Vasco, la situación era bastante positiva. A Madrid habían llegado con éxito algunas partidas importantes y la organización de la milicia, así como la de los grupos de guardias de Asalto y de la Guardia civil implicados en el movimiento, estaban consolidándose. En la importación de armas de Francia desempeñó un papel importante el militante ugetista de San Sebastián Luis Iglesias, concejal de aquel ayuntamiento. Se trataba de un magnífico y honesto militante socialista. No sólo organizaba su introducción, sino que las hacía llegar ingeniosamente a su destino con toda seguridad, gracias a sus hábiles procedimientos. En esta labor de meses y de un gran volumen no hubo el más ligero contratiempo. Un día, a las 10 de la mañana y en plena carrera de San Jerónimo, se descargaba todo un camión de cajas de armas que quedaban depositadas en una pensión que existía en uno de los pisos del edificio en que estaba la cervecería «La Polar», lugar de reunión de los grupos de conspiración de 1930 —de los que formaba parte un comandante de aviación llamado Ramón Franco...— y ahora de los conspiradores de 1934. En el fondo de la cervecería había un salón,

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una de cuyas paredes estaba adornada con un gran Jesús del Gran Poder, el Cristo que dio nombre al gigantesco (para la época) hidroavión que llevara un día a Ramón Franco a Buenos Aires. En 1930, sublevado contra la monarquía, Ramón Franco voló sobre Madrid; en 1936, sublevado contra la república, volaría de nuevo sobre Madrid, esta vez con orden de bombardear «La Polar». Misión realizada con tanta precisión y pericia que, en efecto, la bomba cayó exactamente sobre el edificio de «La Polar» destruyéndolo totalmente, sin afectar en nada a otros edificios. «La Polar» era verdaderamente un centro de reunión y conspiración de masones, socialistas y comunistas. Su destrucción significaba un gran objetivo para un espíritu de venganza. En el mes de setiembre, el Partido Comunista, en su pleno del Comité central de los días 11 y 12, decide incorporarse a las Alianzas obreras. Esta decisión representó una aportación valiosa, no tanto por la fuerza que el P.C. representaba como por el efecto moral que imprimía al movimiento y la moral que inyectaba a las masas. En opinión del autor, si esa decisión se hubiese tomado en las reuniones del partido del mes de junio, la aportación y las consecuencias habrían tenido, sin duda, resultados y trascendencia mayores. Cuando el Partido Comunista se incorpora a las Alianzas la reacción ya estaba a punto de cubrir una nueva etapa para instalarse en el Poder. La velocidad de maniobra de la reacción era mayor que la del movimiento; éste no había cuajado todavía su organización, ni había ultimado los objetivos fundamentales de la lucha. Sólo Asturias ofrecía un serio avance. Con la incorporación del Partido Comunista, la situación en aquella provincia era plenamente satisfactoria. La dirección nacional de la C.N.T. continuaba a la expectativa, como si temiera el triunfo del movimiento, considerándose en reserva para lanzarse a una segunda vuelta de la lucha y llevar así las aguas a su molino, el molino de su conocido «comunismo libertario». Únicamente en Asturias actuaba en el seno de la Alianza, fundida con las demás fuerzas y de acuerdo con los objetivos comunes que se perseguían. El 4 de octubre, por fin, la reacción lanza su reto: el gobierno Samper dimite. En el Madrid político, la agitación y la inquietud son enormes. ¿Transigirá el presidente de la república con la C.E.D.A. que no acepta la Constitución? ¿Pondrá ese presidente los destinos del nuevo régimen en manos de sus enemigos, llevados de la mano por sus propios traidores? La consigna para la declaración de la huelga general y el desarrollo del movimiento revolucionario se daría en el momento en que el presidente implicara en el gobierno a la CE.D.A. La crisis se tramitaba en el mayor secreto. El presidente de la república conocía la posición de los partidos auténticamente republicanos, contrarios a la entrada en el gobierno de la 26

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organización reaccionaria que no había acatado la legalidad republicana. Fueron momentos de gran nerviosidad en los partidos políticos y organizaciones obreras, en las redacciones de los periódicos, en todos los círculos políticos. Se vivían horas decisivas. El porvenir de España estaba en juego.

80 OTRAS ANÉCDOTAS MADRILEÑAS DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE DE 1934

La introducción de armas desde Francia se efectuaba por la zona de Hendaya y se concentraba en San Sebastián. En otro lugar señalamos el papel desempeñado por el militante socialista y concejal de aquel ayuntamiento Luis Iglesias —a quien ya nos hemos referido— con la colaboración, entre otros elementos, de su magnífica compañera. Era Iglesias un hombre de pocas palabras, pero serio y responsable a carta cabal. Uno de esos militantes sencillos, de arraigadas convicciones, capaz de darlo todo por el ideal en la forma más sincera, apasionada y desinteresada. Bajo su control y dirección, almacenábanse en San Sebastián las partidas de armas, tanto las importadas como las que se obtenían de fabricación nacional. Cuando las cantidades eran importantes se procedía a su expedición a Madrid y otros lugares. Iglesias se las ingeniaba para que esos transportes se realizaran con la mayor garantia y seguridad. En efecto, jamás se malogró una expedición ni las autoridades descubrieron las maniobras. Ya hemos relatado cómo una mañana, en plena carrera de San Jerónimo, se descargaba un camión con un cargamento de, en apariencia, «cajas de conservas», pero en realidad llenas de armas. La misma noche de aquel día quedaban distribuidas. En otra ocasión se organizó un traslado de San Sebastián a Madrid de unas pesadas maletas conteniendo una buena cantidad de pistolas; pero en aquella ocasión por un procedimiento directo. Se confió la misión al compañero Luis P. García Lago, secretario de la Federación de Banca. Para ello se desplazó a San Sebastián un viernes del mes de agosto o setiembre, con la indicación de enconrrarse en un lugar determinado con Luis Iglesias. Allí recibiría las maletas y en el rápido de la noche, en coche-cama —ese tipo de trabajo no puede hacerse en tercera—, regresaría a Madrid con su alijo. Todo había salido bien, menos el hecho inesperado de un movimiento huelguístico por sorpresa en Madrid, que llevó a las autori-

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dades a tomar serias medidas de control en las estaciones y en las entradas por carretera. En ambos lugares esraban actuando grupos de la Guardia civil a las órdenes de oficiales. El gobierno desarrollaba una acción de persecución y vigilancia extremas, pues como dicen los franceces, tenía «la pulga en la oreja». García Lago, que desconocía la situación, viajaba tranquilamente hacia la capital. De haber llegado a Madrid directamente, el descubrimiento del alijo habría sido fatal. En la estación del Norre se revisaban todos los equipajes. Con toda urgencia se tomaron medidas para evitarlo. En Cercedilla, recuperando su salud bastante quebrantada, se encontraba el compañero Francisco Mazariegos, el líder de los bancarios gallegos y de las organizaciones ugetistas de La Coruña. Un magnífico militante que, por su lealtad a la causa, sería fusilado en los primeros días de julio de 1936 con su compañera, la maestra de Monelos. Aprovechando la estancia de Mazariegos en la sierra, salimos de madrugada en el coche de un taxista de confianza a Cercedilla a esperar la llegada del rápido de Hendaya. Otro compañero se desplazó, creo que a San Rafael, para subir al tren y localizar en su departamento a García Lago, advertirle de la situación con el fin de preparar el equipaje y descender con su cargamento en Cercedilla. Y así se hizo. Una vez las maletas en el taxi, nos fuimos al hotel a recoger al compañero Mazariegos. Con su palidez natural y sin afeitar entra en el taxi envuelto en unas mantas y así, con toda la apariencia de un enfermo grave —era en realidad un enfermo—, salimos rumbo a Madrid. A la entrada nos detiene una patrulla de control de la Guardia civil. Al pedirnos los papeles de identificación y proceder al registro del auto, les decimos que venimos de Cercedilla y que llevamos a un enfermo grave a un sanatorio. Al ver la cara de Mazariegos, sin más, nos dejaron continuar. Así entró a Madrid esa partida de armas que había viajado en coche-cama. Las pistolas llegaron a su lugar de destino sin más contratiempos, atravesando un Madrid en huelga general, pero no se volvió a repetir el procedimiento; los de Luis Iglesias eran más originales y seguros.

Al diputado socialista Rodríguez Vera, funcionario de comunicaciones, aprovechando su inmunidad parlamentaria y la circunstancia de que poseía coche, se le había encomendado, en otra ocasión, un viaje a San Sebastián para realizar un nuevo transporte de armas con destino a Madrid. La operación se efectuó sin ningún contratiempo y las armas quedaron almacenadas en su garaje. Con reiteración nos pedía que les buscáramos otro refugio. Tenía impaciencia por liberarse de ellas. Se organizó la evacuación de una primera partida. El único enlace para entendernos con él

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era el doctor O. también diputado socialista y además espiritista y masón, y el lugar de cita sería el café La Granja del Henar, en la calle Alcalá. Esa primera operación se prepara con dos días de anticipación. Nos ponemos de acuerdo con el compañero Frade, empleado del Banco Bilbao, que poseía coche; se trataba de un militante entusiasta y leal. A las nueve de la noche del día señalado estaríamos los dos a la entrada del Retiro por la célebre cuesta de Moyano. Un lugar sin ningún tránsito y en plena oscuridad. Minutos antes de la hora precisada, allí estábamos Frade y el autor de este trabajo. Detenernos y llegar una moto con sidecar con tres policías en civil fue todo uno. Cuando nos estaban interrogando apareció el coche de Rodríguez Vera quien, dándose cuenta de lo que sucedía, siguió sin detenerse, regresando a su domicilio de la Guindalera. Salimos del paso con la policía diciendo que nos encontrábamos allí esperando a unas muchachas. Regresamos al centro y nos metimos en un café a comentar lo sucedido, llegando a la conclusión de que había sido una «casualidad». No había tal casualidad. Las informaciones de Indalecio Prieto eran muy eficientes, pero las de la policía y las que recibía el capitán Santiago, director general de Seguridad, no lo eran menos en muchos casos. Se montó de nuevo la operación siguiendo el mismo enlace, pero esta vez con mayor audacia. El diputado Rodríguez Vera dejaría su coche en la calle Zorrilla, cerca de las Cortes, a las siete en punto de la tarde, en pleno tráfico y ajetreo de las calles céntricas y sobre todo en la de Sevilla; un taxi nos situaría junto a su coche y en unos momentos se trasladarían los paquetes de su auto al nuestro. Así se hizo. Cuando arrancábamos, tres policías, alocados, corrían a pie por las aceras tras nuestro coche. Nos merimos por la calle Sevilla, el chófer dio varias vueltas en torno a la Puerta del Sol para dejarnos en la calle Echegaray, en una estrecha casa contigua a la que había habitado Jaime Vera, y en unos momentos los paquetes quedaron depositados en un departamento que teníamos a nuestra disposición en aquel edificio particular. Con su zigzag, el taxista había ganado la partida a la policía. El capitán Santiago, de la hermandad masónica, sabía que el diputado Rodríguez Vera tenía ese depósito de armas en su garaje; Rodríguez Vera también era masón. Parecía como si la policía tuviera instrucciones de «no perjudicar» al diputado, sino de agarrarnos a nosotros, «los caballeristas». A Rodríguez Vera le mordía la impaciencia y el miedo, pues sospechaba que la policía sabía del depósito de armas de su garaje, y nos apremiaba para evacuarlas. Por el mismo conducto, a los pocos días, se montó una nueva operación en la que participaba el mencionado Frade con su coche. Por el mismo conducto y enlace se notificó a Rodríguez Vera el lugar, día y hora

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exacta de la nueva cita. El lugar eran los jardines del paseo de la Florida, del lado de la estación del Norte, delante de la sidrería «Casa Mingo». Nos situamos en la taberna, el autor y Luis Taracido, acompañados de nuestras respectivas novias, para despistar. Minutos antes de la hora de la cita notamos que el lugar está vigilado por la policía; cuando llega Rodríguez Vera se da cuenta de que no estábamos en el lugar convenido, no se detiene y sigue, alejándose por la carretera de La Coruña, y en un lugar apartado de las afueras de Madrid, quién sabe dónde, se deshace de los paquetes. Cuando establecimos nuevo contacto con él, nos informó de que, en efecto, se había dado cuenta de la vigilancia policíaca cuando llegó al lugar señalado para hacernos cargo de las armas. Nunca se supo por quién fueron halladas. ¿Qué sucedía? Para el autor, éste y otros hechos en torno al movimiento de octubre nunca estuvieron claros. El doctor O., como dejamos dicho, también era masón. Le consideraré siempre hombre leal, algo inocente y despistado, pero de buena fe. Estaba implicado en el movimiento, formaba parte del grupo de diputados «caballeristas». Alguna noches aparecía en una tertulia de diputados que se reunían en el café La Granja, de la que no formaba parte Rodríguez Vera. Llevado de su confianza, posiblemente trasladaba la consigna a uno de sus «hermanos» de masonería, para que éste se la comunicara a Rodríguez Vera; pero el intermediario, al mismo tiempo, tal vez advertía de ello a su otro «hermano», el capitán Santiago, director general de Seguridad. En ese juego del ratón y el gato pudimos salvar una parte del armamento, el resto, Rodríguez Vera, sin más, se encargó de deshacerse de él; la partida que ya hemos dicho en un descampado a lo largo de la carretera de La Coruña; el resto, entre los pinos de una barranca de la sierra de Guadarrama, según nos informó. En otro lugar de nuestro trabajo hemos consignado que la preparación del movimiento de octubre contó con el sabotaje de la masonería y cómo ésta se aprovechaba de la inexperiencia revolucionaria de sus actores. El doctor O. tenía como confidente e íntimo amigo otro diputado socialista, también masón y espiritista. Los dos duermen el sueño eterno en tierra azteca. El autor desconoce la suerte que, en la terrible y trágica tormenta de los años 1936-1939 y siguientes hayan corrido Rodríguez Vera y Frade. El capitán Santiago duerme también arropado por la tierra mexicana. ¡Qué buena historia pudo haber escrito sobre el movimiento de octubre! Pero como buen capitán de la Guardia civil se .llevó a la tumba los secretos profesionales. Era inspector general de la Guardia civil, el general Miguel Cabanellas —que anteriormente ocupara la dirección general de dicho Instituto—connotado masón. Uno de sus hijos, abogado, era líder de las Juventudes socialistas y «caballerista» furibundo.

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Son muchas las anécdotas que podríamos relatar. Nos limitamos a las dos anteriores y una más en la que el que perdió la partida fue el capitán Santiago, hijo del general de la Guardia civil, Santiago. Habíamos comprado una partida especial de armas automáticas al grupo revolucionario de refugiados portugueses dirigidos por el ex presidente del gobierno Dos Santos. Estas armas se hallaban depositadas, de mucho tiempo atrás, en un hotelito de la que entonces era Dehesa de la Villa, no lejos del domicilio de Largo Caballero. Estaban pagadas; pero, en tanto no se encontraba un lugar seguro para almacenarlas, pedimos a nuestros amigos que las conservaran por algún tiempo en el mismo escondite. Nos servía de enlace con los portugueses el propio chófer del señor Dos Santos, un militante socialista madrileño, de una discreción a toda prueba, llamado Manuel Conchesu. Con Felipe Pretel y con el autor de este trabajo participó en misiones y tareas delicadas, entre otras en la guarda y custodia de depósitos de armas; en la de los famosos uniformes de la Guardia civil y de Asalto, organizando con la mayor discreción, allá por la calle de Fernández de los Ríos, un garaje que sirvió de base a muchas operaciones que burlaron la acción policíaca. El capitán Santiago conocía la existencia de ese depósito de armas; éstas habían sido adquiridas por los portugueses con la complicidad de organismos oficiales, al implantarse la república y contar los refugiados lusitanos con la simpatía y el apoyo de las autoridades del nuevo régimen. Lo que el director general de Seguridad no supo, hasta última hora, fue que los portugueses se las hubieran vendido al comité revolucionario del movimiento de octubre. A medida que ésre avanzaba en su preparación, la represión se acentuaba. La dirección general de Seguridad consideró llegado el momento de dar el «golpe» a los portugueses y a nuestro depósito de armas. Pero en este caso, en nuestro frente, no intervinieron directa ni indirectamente los agentes de la masonería. Bien que se moviera entre muchos masones, Indalecio Prieto no era masón; se reía de ellos, de sus ritos, de su mandil y su espada... Es el caso que, a través de sus servicios de información, Prieto recibe un domingo la confidencia de que al amanecer del día siguiente —no podemos precisar la fecha, sin duda en el mes de setiembre— la policía allanaría el hotelito, descubriría las armas y cargaría con los dos o tres portugueses que pernoctaban en la finca, a los que ciertamente no les pasaría nada, pero nosotros perderíamos un importante depósito de armas automáticas, uno más. Como día festivo, resultaba difícil establecer contactos. El autor se comunicaba con Prieto y Prieto con él, en las horas de trabajo en el Banco Urquijo, bajo el nombre de «Ríos». Prieto establecía las claves de nombres utilizando uno que le recordara el real. Al autor le puso «Ríos». Ese domingo no podía comunicarse con «Ríos», pero

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logró hacerlo con J.D.A. quien sí podía localizar a «Ríos». Cuando en las primeras horas de ese domingo establecemos el contacto para examinar la confidencia de Prieto, el problema que se nos plantea es nada menos que organizar para ese mismo día la evacuación inmediata del depósito de armas de los portugueses; ponerlas a salvo. Nos trasladamos inmediatamente a la Casa del Pueblo para obtener cinco taxis con chóferes de absoluta confianza, los cuales nos fueron facilitados por elementos dirigentes del Sindicato de Transportes urbanos, chóferes que fueron citados, a diferentes horas, en la residencia de los portugueses. Allí se harían cargo de una parte del armamento, el cual, para mayor dificultad, no estaba empacado, sino en unidades sueltas. A medida que iban siendo los taxis cargados, se determinó (no teníamos aún lugar de destino) que hasta nueva orden se situaran en los siguientes lugares: uno, en la entrada de un importante sanatorio que había entonces en la Guindalera; otro, frente al Hospital general de la calle San Bernardo; otro, frente al Hospital de San Carlos; otro, en la plaza de Atocha. Por cierto que en este último, en su asiento trasero, había unas armas largas mal cubiertas con la bata de servicio del chófer que dejaba ver la punta de alguna de ellas. En esos lugares estuvieron los taxis hasta la caída de la noche, hora en que fue posible encontrar un lugar de emergencia para que pudieran quedar depositadas. Por ser domingo tropezamos con toda clase de dificultades, pero al fin se logró solucionar el problema. El estudiante Pedrito de Buen, entusiasta elemento del movimiento, nos sacó del atolladero. Tanto su padre, el profesor Rafael de Buen, como su madre, de la familia propietaria de las famosas bodegas Marqués del Riscal, eran unos magníficos militantes socialistas y colaboraban activamente en la preparación del movimiento. Tenían hacia la Moncloa un pequeño hotelito, con un jardín en el que podían entrar hasta tres coches. Planteado el problema a los De Buen, nos ofrecieron su ayuda y solidaridad con todo entusiasmo. Y allí fueron llegando, durante la noche y espaciadamente, los taxis que, al dejar su cargamento en el garaje, convirtieron éste en un verdadero arsenal. Los servicios de información de Prieto habían trabajado bien, y el capitán Santiago había perdido la partida. Sus «hermanos» masones le habían fallado en este caso. Las armas nunca fueron descubiertas y en su día se distribuyeron entre las milicias. La policía jamás descubrió la trama de estas operaciones. El lunes siguiente, cuando la policía se disponía a cobrar su presa, ésta había volado. He ahí algunas anécdotas sobre la preparación del movimiento revolucionario del octubre rojo de 1934. En el archivo quedan muchas otras, desde luego.

81 ACTIVIDADES DE LA NUEVA EJECUTIVA DE LA U.G.T. ANTES DEL MOVIMIENTO DE OCTUBRE (17 de mayo-28 de setiembre de 1934)

Como se ha señalado, la U.G.T. —su nueva Comisión ejecutiva— desarrollaba paralelamente dos tipos de actividades: las de rutina y las que correspondían a la preparación del movimiento revolucionario, a las que dedicaba toda su atención. Igual les sucedía a las ejecutivas del Partido Socialista y de las Juventudes. El gobierno acentuaba su política represiva: suspensión de la prensa obrera, detenciones, cierre de centros obreros, destitución de ayuntamientos de elección popular y designación de otros por orden gubernativa. Desde el Ministerio del Trabajo, los expedientes y conflictos se fallaban sistemáticamente a favor de los patronos, y en el Ministerio de la Guerra se cambiaban los mandos militares republicanos por elementos reaccionarios. Despidos obreros arbitrarios; caprichosos lanzamientos al paro de centenares de trabajadores; atentados contra los elementos republicanos y socialistas de oposición al gobierno, etcétera. Tal era el clima político-social de aquellos días. Del 17 de mayo al 28 de setiembre, la Comisión ejecutiva de la U.G.T. celebró diecinueve reuniones ordinarias, más otras de carácter extraordinario. A continuación haremos una síntesis de esas reuniones, destacando solamente los puntos más importantes tratados en ellas y que, directa o indirectamente, guarden relación con aquella situación. En la del 17 de mayo, el punto más importante de los tratados fue el de la represión. El presidente de la Casa del Pueblo de Bilbao informaba telegráficamente de la clausura de centros obreros en aquella provincia: Portugalete, Baracaldo, Sestao, Santurce. Ortuella, San Julián de Musques, Purcheta. Como asunto político, de orden sindical, el secretariado de la U.G.T. de Cataluña enviaba una comunicación informando de la labor que realizaban los enemigos de la U.G.T., acompañada de un ejemplar

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de un manifiesto en el que se propugnaba la constitución de una organización sindical, exclusivamente catalanista, que no mantuviera relaciones con el resto de la organización obrera de España. En esta reunión se acuerda que la Ejecutiva de la Unión vuelva a instalarse en la Casa del Pueblo de Madrid, Piamonte 2. La reunión siguiente —24 del mismo mes— trató el problema de los campesinos y la posibilidad de tener que ir a una huelga general. «Si la huelga de campesinos se produce, la responsabilidad será del gobierno», se afirmaba. La Ejecutiva, en su declaración, precisaba: «Se examinan diversos aspectos de tan importante problema y se acuerda hacer constar que, si la huelga se produce, será responsable de ella y de sus derivaciones el gobierno, quien puede evitarla simplemente con que el Consejo de ministros acuerde poner en vigor el artículo 13 de la Ley de Colocación obrera». El 31 de mayo vuelve a sesionar la Comisión ejecutiva. En Vizcaya siguen clausuradas las Casas del Pueblo, habiendo resultado inútiles todas las gestiones realizadas para que se permitiera su normal actuación. Se acuerda protestar contra un decreto de represión, obra del Ministerio de la Gobernación, aparecido en la Gaceta del día 30. La Ejecutiva vuelve a reunirse el 7 de junio, cuando la huelga de campesinos está en pleno desarrollo. Como se explica en otro capítulo de este trabajo, el movimiento fue decretado en contra de la opinión de la Comisión Ejecutiva de la U.G.T. Por su delicadeza, el problema se trataba con la mayor ponderación y discreción, dada la discrepancia de opinión existente entre la Federación nacional de la Tierra y la Ejecutiva. En la siguiente reunión (14 del mismo mes) vuelve a discutirse el problema de la huelga de campesinos y de las gestiones realizadas con las autoridades y con los ministros del Trabajo y de Agricultura, tendientes a buscar una solución. Habiendo resultado infructuosas todas las gestiones, se vuelve a examinar el problema de las maniobras que vienen desarrollándose en Cataluña para dividir el movimiento obrero «por un designio divisionista que persigue el capitalismo de nuestro país», por lo que «la Ejecutiva declara su absoluta solidaridad con los rabassaires y con los trabajadores de la región catalana en general». Por ser el aniversario de la muerte de Antonio García Quejido, se acuerda depositar una corona de flores en su tumba. En la reunión del 20 de junio, el secretario general de la Federación de la Tierra, Ricardo Zabalza, da lectura a un proyecto de manifiesto que la Federación va a dar a la publicidad. La Comisión ejecutiva acuerda dirigirse a todas sus organizaciones, pidiéndoles que contribuyan a una suscripción nacional para atender a los campesinos presos y procesados a consecuencia de la huelga. La ayuda se organizará de acuerdo con la Federación. Por mucho que se examinen las consecuencias de la huelga nacional

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de campesinos, nunca será suficiente. Esa experiencia requeriría un gran análisis, desde un punto de vista revolucionario. En la sesión del día 28 de junio volvió a ser examinado. Se acusa recibo de importantes donativos de las federaciones nacionales con destino a la suscripción en favor de los campesinos. La Federación de Juventudes Socialistas plantea en un documento su disconformidad en relación con la huelga de campesinos y la Comisión ejecutiva le contesta que su posición y afirmaciones no corresponden a la realidad de lo ocurrido. La Federación nacional de Trabajadores de la Tierra se propone constituir comisiones provinciales y locales para ocuparse del socorro a los presos con motivo de la huelga. La Ejecutiva acuerda apoyar a esos organismos de ayuda. La política de atropellos y de represión del gobierno seguía desarrollándose a través de todo el país. La Federación provincial de Lugo informa de detenciones de trabajadores, de la clausura de la Casa del Pueblo de Sober, por una maniobra del secretario de aquel ayuntamiento, destituido al advenimiento de la república y repuesto ahora por el gobierno Samper. Finalmente, en esta sesión, se examina el importante problema de ir a la celebración del XVIII Congreso nacional ordinario de la U.G.T., problema que será planteado en la primera reunión del Comité nacional. La reunión del 5 de julio trató puras cuestiones de trámite. El solo problema de significación política fue el de una invitación para participat en un mitin que para el día 14 de julio se organizaba en el Stadium Metropolitano, contra la guerra y el fascismo, y del que aparecían como patrocinadores las Juventudes Socialistas y el Partido Comunista. La Unión General de Trabajadores eludió la invitación. En su sesión del 12 de julio, la Comisión ejecutiva despachó cuestiones de trámite y de nuevo el problema de los presos como consecuencia de la huelga de campesinos. Dará una idea de este problema la sola situación en la provincia de Jaén. Para era fecha se habían visto ya causas contra 245 campesinos; de ellos, 98 fueron absueltos; de 84 fueron sobreseídas sus causas; los restantes fueron condenados a penas de un año y ocho meses y multas de 250 pesetas. La cárcel de Jaén, con capacidad para ciento cincuenta reclusos, albergaba seiscientos treinta y cinco. En las reuniones de la Ejecutiva correspondientes a los días 19 y 26 de julio y 2 y 9 de agosto se despachan asuntos de trámite y problemas de solidaridad relacionados con los campesinos presos en las provincias de Palencia, Alicante y Badajoz. Solamente en el pueblo de Yecla estaban en prisión 80 campesinos. La política represiva se hace más violenta. La preparación del movimiento revolucionario sigue su proceso. La reunión de la Ejecutiva del día 16 de agosto da lugar a una breve nota, al parecer sin importancia, pero que estaba relacionada con el movimiento. «La Comisión ejecutiva

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nombra a Manuel Lois para que, en unión de un representante de la Ejecutiva del Partido Socialista, otro de la Federación de Juventudes y otro de la minoría parlamentaria socialista formen una comisión encargada de organizar la propaganda.» En la reunión del 23 de agosto se leen unas resoluciones del Comité nacional de Trabajadores de la Construcción en las que se pide que la Ejecutiva difiera el Congreso nacional de la U.G.T. tanto tiempo como lo aconsejen las circunstancias políticas en que se encuentra España. La reunión del 30 de agosto fue de puro trámite; en la del 6 de setiembre se rechaza una iniciativa de una Conferencia nacional sindical titulada de «unidad sindical», aconsejando a las organizaciones que hayan recibido la invitación que se abstengan de asistir. La Comisión ejecutiva se reúne el 20 de setiembre. Es la penúltima reunión antes del movimiento de octubre. La única cuestión de interés tratada concierne al hecho de que Pascual Tomás, vicesecretario, se encuentra en la cárcel como consecuencia del hallazgo de armas en la Casa del Pueblo de Madrid. El 28 de setiembre tuvo lugar la última reunión de Comisión ejecutiva anterior al movimiento de octubre. Con esta reunión se cierra el período de la Ejecutiva que, por las razones que ya conoce el lector, sustituyó a la de Besteiro. Cuando se celebra esta reunión, la situación política ya había alcanzado el más alto grado de gravedad. La represión, también. El Comité revolucionario se abocaba a graves decisiones. Sus reuniones son clandestinas y sus acuerdos no figuran, por supuesto, en la formal literatura de unas actas. Recuerde el lector otro capítulo de este trabajo en el que se da cuenta de que el Comité central del Partido Comunista, en su pleno nacional del 11 y 12 de setiembre, había acordado ingresar en las Alianzas obreras. Como se observará, en las reuniones de la Comisión ejecutiva de la U.G.T. no aparece para nada el problema de las Alianzas. En esta última reunión, se trata de nuevo del problema de los presos y se votan cantidades de ayuda. A las organizaciones obreras de El Pardo «se les aconseja que aplacen el acto que tenían proyectado, dada la situación de anormalidad existente». Esta insignificante decisión era bien elocuente. Siete días más tarde estallaría el movimiento revolucionario más importante que había conocido España.

82 LA INSURRECCIÓN DE OCTUBRE DE 1934

Por fin, el presidente de la república se decide a jugar su carta. Entrega el Poder a Lerroux y a la C.E.D.A.; pero la noticia oficial no se conoce hasta transcurridas unas horas. Las suficientes para que el nuevo grupo gobernante declare, por sorpresa, el Estado de guerra y envíe delegados especiales a provincias, sobre todo a aquellas en que el movimiento tiene una mayor base; entre ellas estaba León. Los elementos de dirección del movimiento estaban concentrados y en reunión permanente en Carranza 20. A las diez de la noche del día 3 aún no se tenía la certeza de la solución de la crisis. A eso de las once de la noche llegan a Carranza el periodista José M. Aguirre y Carlos Baraibar; traían la noticia confidencial, pero de toda certeza, de que el nuevo gobierno estaba ya formado, con participación de la C.E.D.A. Se encontraban presentes —entre otros— Caballero, Prieto, Zugazagoitia, Carrillo, un militar cuyo nombre no recordamos... Escuchada la información se produjo un gran silencio. Caballero y Prieto estaban de pie. Se disponían a retirarse cuando llegaron los dos informantes. Con los sombreros en la mano, parecían interrogarse mutuamente como si quisieran preguntar: ¿Qué hacemos? Alguien rompió el silencio diciendo que tenía que lanzarse la orden de huelga y de comienzo del movimiento. Siguió el silencio. Caballero hizo una declaración, que es la que el autor considera que explica la confianza que tuvo en Alcalá-Zamora hasta el último momento. Con cierta solemnidad, dijo: «Hasta que no lo vea en la Gaceta, no lo creo...». En este momento, unos militares que llegan de Cuatro Vientos confirman la declaración del Estado de guerra y la formación del nuevo gobierno con la C.E.D.A.; las medidas que, con toda urgencia, se están tomando en el Ministerio de la Guerra no ofrecen la menor duda. El presidente de la república acababa de ponerse al margen de la Constitución que tenía el deber fundamental de defender. En aquel momento se acuerda lanzar las consignas para la declaración de la huelga general y del movimiento, mia

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sión que correspondía al secretario general del Partido Socialista, Enrique de Francisco, quien pasa un mal rato. De tan escondidas como tiene las correspondientes octavillas, de momento no recuerda dónde están. Sólo fue un momento de vacilación. Las órdenes fueron cursadas. A los pocos momentos, el autor, con Carrillo, se encontraba en la Puerta del Sol. Era algo más de las once de la noche. Se observaba un tráfico desusado de coches y ciclistas, sobre todo a esas horas. Junto a nosotros paró un auto con unos suboficiales y sargentos dentro; al reconocernos se habían detenido y bajó uno de ellos para decirnos: «Todo está perdido. Han declarado el Estado de guerra y nos están concentrando en nuestros cuarteles, ya no podremos hacer nada». Una de las medidas urgentes adoptadas había sido concentrar en los cuarteles a todas las clases, jefes y oficiales antes de la proclamación del Estado de guerra. Al mismo tiempo, delegados especiales habían salido para provincias. Los militares comprometidos, sobre todo clases de tropa y oficiales, habían puesto como condición que el movimiento tenía que declararse antes de que se produjera el Estado de guerra, es decir, llevar la iniciativa y obrar por sorpresa. De no darse esa circunstancia, ellos no podrían hacer nada. Pero ni se llevó la iniciativa ni fue posible la sorpresa. El gobierno se había adelantado. El dispositivo militar del movimiento quedó, pues, inoperante, neutralizado. En los cuarteles mandaban los jefes y no las clases. Los militares de graduación comprometidos no podían cumplir su misión. Por vez primera se había logrado contar con una penetración muy seria en los cuarteles, a base de la asociación de suboficiales y sargentos que, en período normal y sobre todo los sábados y domingos, eran los amos de los cuarteles. El gobierno precipitó los acontecimientos y obró con toda diligencia. Ese exceso de confianza de algunos dirigentes en el presidente de la república fue negativo y catastrófico. El Partido Comunista había propuesto que se declarara la huelga general en el momento mismo de la dimisión de Samper. Bien que aún no se hubieran logrado ciertos aspectos de organización, la declaración del movimiento en ese momento, llevando la iniciativa, habría modificado radicalmente, sin duda alguna, los resultados de la acción y de la lucha. El presidente de la república no hubiese podido hacer su juego y, en esas circunstancias, el Poder no habría ido a dar a Lerroux y la C.E.D.A. El curso de los acontecimientos habría sido otro. Así y todo, a través del país se desarrolla la huelga con sus luchas; se registra el triunfo de Asturias, y el gobierno autónomo de Cataluña proclama el Estado catalán dentro de la República federal española. Aplastado el movimiento, la represión se inicia y da comienzo el famoso período conocido como el «bienio negro». Sobre el movimiento de octubre se ha escrito mucho, pero podríamos

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añadir mucho más. Los relatos publicados adolecen de defectos de información; muchos de los sucesos narrados, de los aspectos de organización y desarrollo del movimiento más importante en la historia de las luchas de la clase obrera española, o permanecen inéditos y son aún desconocidos el día de hoy, o han sido burdamente tergiversados. Nos limitaremos a dejar constancia de algunos hechos, no todos, en los que tuvimos participación directa o indirecta, omitiendo otros que, por el momento, estimamos prudente mantener en silencio. La Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de España fue detenida en casi su totalidad; de la del Partido Socialista, lo fueron su secretario general, Enrique de Francisco, y su presidente, Largo Caballero, a la vez secretario general de la U.G.T. y máximo dirigente del movimiento. De las Juventudes socialistas, parte de su Ejecutiva, entre ellos su presidente, a la vez vocal de la Ejecutiva de la U.G.T., Carlos Hernández, y Santiago Carrillo, su secretario general. La represión fue feroz, en particular en Asturias, como es bien sabido. La inmensa mayoría de los dirigentes del movimiento fueron detenidos. No en balde, Octubre fue el hecho revolucionario más amplio y profundo de la historia de nuestro movimiento obrero y la gesta asturiana pudo ser comparada —y lo fue— a la Comuna de París. El aparato represivo llevó a cabo un trabajo selectivo bien organizado. En la dirección general de Seguridad, en las dependencias provinciales y locales de Orden público se seleccionaba a los detenidos, todo el peso de la represión cayó sobre «los caballeristas y comunistas», los que se declaraban besteiristas, los conocidos como afines a esa tendencia eran liberados y, en la mayoría de los casos, ni siquiera fueron molestados. La C.N.T., salvo en Asturias y algunos otros casos aislados, quedó a la expectativa. Ellos mismos lo reconocieron en publicaciones posteriores. En general, allí donde tenían dominio, no pasó nada. En Barcelona, su feudo, no sólo quedó a la expectativa, sino que por la Radio de Capitanía general se leyó su llamamiento para que los trabajadores que se habían sumado a la huelga se reintegraran al trabajo. En ese momento y por varios días, la lucha se mantenía en Asturias y en ella participaban, en el seno de la Alianza, los cenetistas. En esa lucha cayó el prestigioso dirigente gijonés de la C.N.T. José M." Martínez, uno de los defensores sinceros de la unidad. Es curiosa esa actitud que ofrecen los anarquistas en cada período crítico de la historia del movimiento obrero. Ya hemos señalado, como una actitud de excepción, que el dirigente cenetista levantino Juan López había visitado varias veces, en el Comité nacional de enlace, a Largo Caballero y otros dirigentes ugetistas. En lo personal estaba de acuerdo con el movimiento y prometía defender esa posición en los organismos cenetis-

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tas. Las entrevistas fueron siempre en Fuencarral 93, pero llegado el momento no plasmaron en realidades en aquella Regional. El Comité nacional de la C.N.T., si no recordamos mal, radicaba en Zaragoza. Debemos dejar constancia de un hecho muy importante en relación con su posición ante el movimiento de octubre. El autor de este trabajo, fue interlocutor del hecho que vamos a relatar y que, posiblemente, algún elemento de la C.N.T. actual podría recordar y corroborar. Es un detalle interesante para la historia. En las primeras horas del movimiento, tal vez el mismo día 4, el autor cumplía la misión de estar en la calle y en contacto directo con el Comité revolucionario, en el lugar donde éste así como la Comisión ejecutiva se encontraban concentrados. Al frente del grupo estaba Largo Caballero. Uno de mis enlaces con los grupos de acción, no sé por qué relación o conducto, me hizo saber que un delegado del Comité nacional de la C.N.T. deseaba establecer contacto urgente con Largo Caballero. De inmediato, por medio de nuestro propio enlace, se concertó una entrevista con el delegado, la cual tuvo lugar con el que esto escribe a la entrada del hospital que se encuentra o se encontraba al final de la calle San Bernardo, a las once de la mañana. Debía ser el día 6. Llegó este emisario acompañado de otro individuo; yo acudí con el compañero que nos había servido de enlace. El propósito del delegado del Comité nacional de la C.N.T. era entrevistarse con Caballero, que ya estaba advertido del problema por mí; le dije que no era posible la entrevista, pero que tenía instrucciones suyas de recibir su mensaje y trasladárselo inmediatamente. En efecto, me planteó el problema en los siguientes términos: «La C.N.T. está dispuesta a incorporarse al movimiento, pero desea tener una garantía en orden a los siguientes problemas: 1.° que no se implantará la dictadura del proletariado; 2.° que no se constituirá un ejército regular, y 3° que no pasará en España lo sucedido en Rusia con los anarquistas». Quedé un tanto perplejo al oír semejante planteamiento, y le hice ver que todo eso no estaba en discusión; que se trataba de cerrar el paso a la reacción y de recuperar las libertades en peligro, y que lo urgente y decisivo era la lucha. Quedamos en vernos la misma tarde en los jardines de la entrada al Museo del Prado. Me dijo, al separarnos, que el Comité nacional de la C.N.T. estaba reunido, pendiente de su gestión; que tenía la clave para trasladar en el acto el resultado de su misión. El nombre de este compañero escapa a mi memoria, quiero recordar que era algo así como Acín o Asín, pero no puedo precisarlo. Compañeros supervivientes de la C.N.T. de aquella época podrían esclarecer el problema. Mis notas sobre el movimiento de octubre estaban depositadas, con otros materiales, en París, en casa de un hermano del compañero Ogier Preticeille, que las destruyó durante la ocupación alemana.

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Inmediatamente establecí contacto con Largo Caballero y le trasladé el mensaje del representante del Comité nacional de la C.N.T. Al terminar mi información, me miró con cara de asombro y exclamó: « ¡ A estas alturas venir con esos problemas!». Hizo unos comentarios y me encomendó dijera a ese delegado que ninguna de las cuestiones planteadas estaba en el programa del movimiento, ni eran problemas en discusión; que le podíamos asegurar que lo que estaba en juego era la lucha contra la reacción y el avance del fascismo, la recuperación de la república y las libertades como cuestión previa para lograr una «república social»; que lo que tenía que hacer la CN.T. era sumarse al movimiento si no quería adquirir una gran responsabilidad ante el proletariado. El concepto de «república social» era el término usado. En síntesis, ésa fue la respuesta de Largo Caballero. En la tarde, como estaba convenido, nos encontramos en los jardines del Museo del Prado. Le trasladé la contestación de Caballero. Hicimos algunos comentarios y, como si se mostrase de acuerdo conmigo, sacó un papel del bolsillo y me dijo: «Ahora mismo voy a correos a poner el telegrama en clave al Comité nacional para que declare la huelga». Trasladé a Caballero el final de la gestión. Ni se inmutó al oírlo. Pienso que no creía en la declaración de huelga por la CN.T. Y, en efecto, la huelga no fue declarada. Ojalá viva el compañero cenetista que realizó esa misión y pudiera leer estas páginas. Repetimos que sería interesante para la historia la corroboración de lo que dejamos relatado. Por nuestra parte, afirmamos solemnemente que responde rigurosamente a los hechos y a la verdad. Tenemos algunos testimonios de fuentes cenetistas y de otras simpatizantes que contribuyen a explicar la actitud de la CN.T. En su Historia de las Internacionales en España, Maximiano García Venero dedica un párrafo bien elocuente a esta cuestión: «Aquel 4 de octubre —se refiere a Barcelona—, la Alianza requirió otra vez a la CN.T. para que se adhiriese al Comité revolucionario. El matiz es importante —añade— por los hechos posteriores. La Confederación se n e g ó ^ » . Más adelante insiste: «El día 5 se declaró en Barcelona la huelga general La Confederación adoptó una actitud expectativa y la secundó...». No la secundó, afirmamos nosotros, no pudo impedirla, que no es lo mismo. Las masas, al margen de ella, estaban en la calle. La CN.T. no quiere saber nada del movimiento ni de la Alianza, actuará por su propia cuenta. El honesto dirigente cenetista V. Orobón Fernández, partidario de la unidad y de la alianza, en interesante artículo había escrito: «Situarse frente a la unidad, es situarse frente a la revolución»; pero para los «faístas» —anarquistas puros— eso no contaba. 1

2

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1.

Op. cit., Tomo II, pág. 485 y ss.

2.

Véase José Peirats, La CN.T. en la Revolución Española.

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En Barcelona, la C.N.T., desentendiéndose de todas las demás fuerzas y al margen de toda realidad, lanza el día 6 un documento que no llevaba en sí más que la confusión. En él, entre otras formulaciones, figuraba la siguiente: «El movimiento producido esta mañana debe adquirir los caracteres de gesta popular, por la acción proletaria, sin admisión de protecciones de la fuerza pública, que debiera avergonzar a quienes la admiten y reclaman. La CN.T., sometida desde hace tiempo a una represión encarnizada, no puede continuar más tiempo en el reducido espacio que le marcan sus opresores. Reclamamos el derecho a intervenir en esta lucha y nos lo tomamos. Somos la mayor garantía de barrera al fascismo, y quienes pretenden negarnos este derecho facilitarán las maniobras fascistas al intentar impedir nuestra actuación. Concentraremos, pues, todas nuestras fuerzas, preparándonos para las luchas que se avecinan. «Consignas de la Confederación regional catalana en los momentos actuales: 1." Apertura inmediata de nuestros sindicatos y concentración de los trabajadores en los locales. 2." Manifestación de nuestros principios antifascistas y libertarios frente a todos los principios autoritarios. 3.° Entran en funciones los comités de barriada, que serán los encargados de transmitir las consignas precisas en el curso de los acontecimientos. 4.° Todos los sindicatos de la región deberán estrechar las relaciones con este Comité que orientará el movimiento, coordinando las fuerzas en la lucha. »Hoy más que nunca debemos prestarnos a demostrar el espíritu revolucionario y anárquico de nuestros sindicatos. »¡Por la CN.T.! ¡Por el Comunismo Libertario! —Los Comités regional y local de Barcelona. «Barcelona, 6 de octubre de 1934.» Evidenciando lo que fue la conducta de los dirigentes de la CN.T. llevados de su sectarismo, Ricardo Sanz, uno de esos dirigentes y conspicuo faísta, refiriéndose al movimiento de octubre y después de exaltar la gesta asturiana, dice lo siguiente: «En Cataluña era el gobierno de la Generalidad el que se enfrentaba con el Poder central por rivalidades políticas. La Regional catalana de la CN.T. permanecía ausente de toda realidad política y por tanto se mantenía al margen de la querella entre políticos. Enterado el Comité Nacional de la CN.T. —añade— que los políticos de izquierda preparaban un movimiento insurreccional contra la forma de gobierno empleada por las derechas en el Poder, cursó las oportunas instrucciones de la conducta a seguir que, según dicho Comité nacional es-

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taría en relación con la marcha y desarrollo de los acontecimientos. Permanecer todos movilizados con todos los elementos de combate a nuestro alcance, pero que ninguna Regional intervenga colectivamente sin previo aviso del Comité nacional. La cosa era pues concluyente. La C.N.T., como siempre, se pondría en acción cuando lo creyera oportuno y necesario...». He ahí expresiones que sitúan bien claramente la posición de los dirigentes cenetistas de la Regional catalana, del Centro y de su Comité nacional, pues la de Asturias, León y Palencia se mantuvo en el seno de las Alianzas y en la lucha hasta el 18 de octubre, mientras las otras regionales la dejaban en la estacada. «El caso de Asturias —dice Ricardo Sanz— estuvo a punto de repetirse en Cataluña, a pesar de que el Comité regional de la C.N.T. vivía alerta para evitarlo. El resultado definitivo de ello —sigue más adelante—, lo hubiéramos visto a continuación, pero el absurdo se habría consumado sin que nadie, absolutamente nadie, lo hubiese podido evitar y por tanto, en Cataluña, la C.N.T. en aquellos momentos no estaba en buenas relaciones con el gobierno de la Generalidad y en cuanto a Alianzas obreras no había necesidad de hacerlas con nadie, pues en la C.N.T. se resumía todo.-» (La cursiva es nuestra.) Según Ricardo Sanz, la C.N.T. lo resumía todo. El fenómeno de la CN.T., por el contrario, es que no resumió nada. La incorporación de Cataluña al movimiento pudo haber sido decisiva. El papel no desempeñado por la C.N.T. adquiere una máxima importancia. Por eso le dedicamos un mayor espacio y prestamos especial atención a lo escrito por Ricardo Sanz, uno de los dirigentes máximos de esa central en Cataluña en los históricos días de octubre. Sus declaraciones no tienen desperdicio, aclaran y confirman cuanto venimos exponiendo. En todas las publicaciones del anarquismo, lo mismo en las del siglo pasado que en las de éste, se ponen de relieve los viejos resabios aliancistas de Bakunin contra el socialismo, y la exaltación sistemática y sectaria del apoliticismo. El odio del anarquismo hacia el Partido Socialista y la U.G-Tse pone de relieve sistemáticamente en todas las publicaciones anarquistas, tanto en las aparecidas en el pasado como en las de estos últimos tiempos, presentando falsas imágenes y acudiendo a argumentos carentes de sentido de responsabilidad, pero cargados de pasión, de falsas y mal intencionada» interpretaciones. «Viendo el desenlace final de dicho movimiento y la nula participación que en el mismo tuvo la U.G.T. en el plano nacional, no podemos por menos que pensar que quizás hubo alguna poderosa razón que jamás pusieron en claro los promotores de la matanza que les obligó a apechugar 1

2

1.

Ricardo Sanz, El Sindicato y la Política, pág. 253.

2.

Ibidem, pág. 254.

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con el movimiento una vez éste en la calle.» Se refiere a Asturias. Así se escribe la historia. Más adelante hace la afirmación de que no hubo manera de establecer contacto con el fantasma llamado «Comité revolucionario». En páginas anteriores hemos demostrado cómo al Comité nacional de la C.N.T. le fue posible ponerse en relación con el Comité revolucionario, pero esto es secundario, en este caso. El Comité regional de Cataluña estaba en relación directa con la Alianza de Barcelona. «El Comité regional de la C.N.T. —declara en su libro R. Sanz— se mantenía a la expectativa, tal como había recomendado el Comité nacional confederal.» Su secretario, Francisco Ascaso, estaba en relación permanente con todas las comarcales catalanas por mediación de enlaces y, sobre todo, por vía telefónica. Con Ascaso formaban parte del Comité regional, entre otros, Patricio Navarro y Ricardo Sanz. El tantas veces citado dirigente cenetista reconoce que en toda Cataluña se produjo la huelga, al margen de la dirección de la C.N.T., y que a ella se sumaron sus fuerzas. Los sindicatos de Barcelona y otras localidades, según Sanz, fueron a la huelga espontáneamente. «En otras localidades de Cataluña —reconoce—, el paro era completo, esperando los militantes las órdenes de su Comité Nacional...» Las masas iban delante de los dirigentes anarquistas, mientras éstos, atrás, estaban a la expectativa... El Comité regional «liquidó» la situación redactando una nota en que recomendaba a los trabajadores reintegrarse al trabajo: el Comité regional de Cataluña que había estado reunido permanentemente durante todo el movimiento —se declara en ella— llegado ese momento tomaba las medidas pertinentes. Conociendo la impetuosidad revolucionaria de sus militantes, el Comité regional redactó una breve nota a la que un compañero de dicho Comité, Patricio Navarro, dio lectura desde los micrófonos de Radio Barcelona. En la nota se aconsejaba a los militantes de la GN.T. que no obedecieran ninguna consigna que no proviniera de su propia organización, por lo que el Comité regional confederal recomendaba a todos sus afiliados que permanecieran en sus sitios a la expectativa.... Así cerró el «faísmo» cenetista su aposición impetuosa» en el movimiento de octubre en Cataluña y otros lugares de España. 2

1.

Ricardo Sauz, op. cit., pág. 256.

2.

Ibidem., pág. 258.

83 DESPUÉS DEL MOVIMIENTO DE OCTUBRE DE 1934 (ALGUNOS DOCUMENTOS DE LA U.G.T.)

A continuación damos a conocer algunos documentos producidos por la Unión General de Trabajadores de España durante el famoso «bienio negro» —1934-1936—, con el fin de que queden registrados y sirvan de elemento de juicio sobre los problemas suscitados en ese período y que son antecedentes de los acontecimientos de 1936 a 1939En enero de 1935, en el momento de las mayores dificultades, la Comisión ejecutiva, actuando clandestinamente desde la cárcel Modelo, lanza la primera circular de este período: «A LAS SECCIONES

«Estimados camaradas: La actitud adoptada por el Poder público contra la clase trabajadora organizada por la protesta hecha por los trabajadores contra la política fascistizante, y que tuvo su iniciación el 5 de octubre pasado, ha impedido que la Comisión ejecutiva pudiera mantener el normal contacto con todas y cada una de nuestras filiales. »E1 silencio a que nos vimos obligados cesa, por cuanto la Unión General de Trabajadores no fue anulada por ninguna disposición judicial, y ante la gravedad de los sufrimientos soportados por la clase obrera a partir del 5 de octubre urge la pronta inteligencia de nuestras secciones con esta central para reanudar nuestros trabajos de organización y lucha. »Para ello, en todas las localidades donde las organizaciones nuestras estén clausuradas o suspendidas, o donde además sus elementos directivos se encuentren sufriendo prisión, deberán los compañeros de mayor entusiasmo ponerse en inteligencia con nosotros para enviarnos

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una información de la situación actual y el cuestionario que se adjunta. »Los datos que precisamos servirán para demostrar a la opinión la verdad de los hechos ocurridos y la magnitud a que llegó la crueldad de las autoridades para con los trabajadores. Los camaradas que nos remitan estos datos del cuestionario procurarán buscar los informes necesarios, a más de los que posean, recurriendo a personas que respondan por su seriedad de la veracidad de los mismos. »En el orden sindical se procurará que en el plazo más breve posible se normalice la vida de la organización y el cumplimiento de los contratos de trabajo, para hacer frente a la clase patronal de mala fe, demostrándole que no estamos dispuestos a soportar la vulneración de nuestras conquistas de clase, sino, por el contrario, dentro de nuestros propósitos está dar nuevo impulso a demandas reivindicativas a tono con un nivel decoroso de existencia. «Esperamos, por tanto, que esta circular será cumplimentada con celo y cariño por todos los elementos directivos de nuestras organizaciones. »Cordialmente vuestros. »Madrid, enero de 1935. Por la Comisión ejecutiva: Anastasio de Gracia, presidente.» A fin de obtener las más precisas informaciones sobre la represión, se envió a las secciones el siguiente cuestionario, que es al que se alude en la circular anterior:

DATOS SOBRE LA REPRESIÓN DEL MOVIMIENTO DE OCTUBRE DE 1934

Localidad ...... Sociedad . . . . . . ¿Qué número de personas fueron muertas por la fuerza pública en esa localidad? ¿Qué número de compañeros o simpatizantes fueron procesados en esa localidad? ¿Qué número de compañeros o simpatizantes han sido deportados de esa localidad? ¿Qué número de compañeros o simpatizantes fueron multados? ¿A cuánto asciende el total de las cantidades impuestas por multas? ¿Qué rebaja aproximada por día sufrieron los jornales? ¿Qué aumento se impuso por los patronos y por día a la jornada?

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¿A qué industrias u oficios afectaron estas vulneraciones? , de de 193... Estos datos deben estar en poder de la Unión General de Trabajadores antes del mes de marzo de 1935. Remítase hasta nuevo aviso toda la correspondencia a Anastasio de Gracia, San Lucas, 11, primero izquierda. Madrid. A esta circular han contestado hasta la fecha 240 organizaciones. El resto no ha podido cumplir este deber informativo por tener cerrados sus locales. Saliendo al paso de ciertas maniobras de los elementos de la propia Unión que se habían venido manifestando y habían actuado indirectamente contra el movimiento de octubre aprovechándose de una situación difícil y de excepción, la Comisión ejecutiva se vio obligada a enviar a todas las secciones la siguiente circular: «A LAS SECCIONES

»Estimados compañeros: En la secretaría de la Unión General de Trabajadores se han recibido cartas de algunas secciones en las que se nos informa de visitas muy recientes realizadas por compañeros conocidos en el movimiento obrero español. »Esta Comisión ejecutiva denuncia que, a excepción de las visitas que pueda efectuar alguno de sus miembros o, como en otras ocasiones recientes, compañeros pertenecientes a ejecutivas de Federaciones nacionales, ningún compañero ha llevado poder ni representación de la Unión General de Trabajadores. En lo sucesivo, quienes representen a nuestro organismo central irán provistos de la correspondiente credencial, con el fin de garantizar su gestión y evitar toda clase de intromisiones. »Desconocemos, pues, en absoluto la finalidad de esos viajes, en cuya organización no tenemos la menor parte, directa ni indirectamente, y por si se diera el caso de que vosotros hubieseis recibido a determinados camaradas o tuvieseis ocasión de ser visitados más tarde, nos parece necesario haceros algunas recomendaciones. »Es la primera que ninguna de las sociedades adheridas a la Unión General tiene el deber de informar a cualquier compañero que lo solicite respecto de cosa tan importante como los motivos que tuvo la clase obrera de nuestro país para exteriorizar su sentimiento contra el modo de resolver la crisis de octubre pasado. Corresponde a los organismos responsables explicar ante los congresos respectivos cuáles fueron las razones que pesaron en sus decisiones después de com-

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probar hasta dónde son capaces de llegar los enemigos de la clase obrera, cualquiera que sea la filiación política donde se agrupan. Oídas las explicaciones que tenemos el deber de dar, todos estaremos en la mejor situación para emitir parecer y voto en el sentido que demanda nuestro convencimiento. «Mientras llega ese momento, que, como todos sabemos, no depende de nuestra voluntad, la obligación moral de todas las sociedades adheridas a la Unión consiste en aprovechar las escasas posibilidades de acción de que dispongan en cada provincia para rehacer la vida sindical en la proporción que ésta haya sentido los efectos persecutorios consiguientes al movimiento de octubre pasado. «Entre las cosas que ahora deben llamar la atención de los elementos directivos, nos parece que deben figurar, como mínimo: «Normalizar la recaudación de cuotas con tanta urgencia como aconsejan las necesidades generales. «Conocer en qué medidas es posible celebrar actos de propaganda en aquellas provincias donde lo consienta la situación constitucional en que se encuentren. «Intensificar la recaudación de dinero para atender con la mayor urgencia las necesidades de los camaradas presos, en cualquiera situación en que ellos se encuentren. «Escribir con más frecuencia que hasta ahora a la secretaría provisional de la Unión, o a la de las .Federaciones nacionales correspondientes, pidiendo consejo, si lo necesitan, o informando de aquello que, a juicio suyo, sea digno de conocerse. «Consagrados a esta misión, adelantaremos bastante más que si nos entregamos a una crítica prematura de cuanto ha ocurrido en las organizaciones durante el movimiento. Sobre el serio inconveniente de la esterilidad de este trabajo, existen riesgos de alguna importancia, a los que sólo es posible hacerle frente si permanecemos tan unidos como siempre bajo la enseña de la Unión General de Trabajadores. «Madrid, abril de 1935. El presidente, Anastasio de Gracia.» La política represiva del gobierno, el mantenimiento de las medidas de excepción —suspensión de libertades, cierre de las Casas del Pueblo y centros obreros, detenciones arbitrarias, más de 30.000 presos políticos en las cárceles—, impedían que la clase obrera pudiera celebrar normalmente la Fiesta del Trabajo del Primero de Mayo de 1935. Las ejecutivas de la U.G.T. y del Partido Socialista publicaron el siguiente documento:

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SOCIALISTAS Y ORGANIZACIONES

AFECTAS A LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES

«Estimados camaradas: Próxima la fecha del Primero de Mayo, y ante la imposibilidad de expresar con claridad en un manifiesto nuestro pensamiento, interesa a estas comisiones ejecutivas dar normas concretas a todas sus Agrupaciones y organizaciones sindicales para que nuestra fiesta tradicional tenga en toda España el esplendor con que la dase trabajadora ha sabido revestir este acto y la eficacia y significado que la actual situación política requiere. «Difíciles son los momentos que atraviesa el proletariado español y grandes las dificultades a vencer y el esfuerzo a realizar para que las organizaciones obreras puedan desenvolverse dentro de la ley con la holgura y libertad a que su historia, llena de sacrificios y luchas, les da derecho; pero sean cuales fueren las circunstancias de opresión en que nos encontremos, nuestras aspiraciones han de ser las mismas que otros años e igual nuestra conducta. «Como normas a seguir en fecha para nosotros de tantos recuerdos y esperanzas, os indicamos las siguientes: «PRIMERA. En todas las localidades donde existan organizaciones afectas al Partido Socialista o a la Unión General de Trabajadores se solicitará de la autoridad competente permiso para celebrar una manifestaron, que, caso de ser autorizada, habrá de recorrer, como otros años, dentro del mayor orden, las calles principales de cada pueblo. «SEGUNDA. Para este mismo día se solicitará también permiso para celebrar conferencias o cualquier otra clase de actos donde pueda exponerse públicamente nuestro ideario. «TERCERA. Las circunstancias presentes aconsejan que, al elevar a los Poderes públicos aquellas peticiones que constituyan los deseos o reivindicaciones inmediatas de la clase trabajadora, concretemos éstos en los siguientes: «Amnistía para los presos políticos y sociales. «Abolición de la pena de muerte. «Libertad de prensa, reunión, manifestación, huelga y, en general, restablecimiento de todas las garantías constitucionales. «Apertura de las Casas del Pueblo. «Exacto cumplimiento de la legislación obrera. «Reposición de los obreros despedidos como consecuencia del movimiento de octubre.

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«Solución justa y rápida de la crisis del trabajo. «Reposición de los Ayuntamientos que libremente eligió el pueblo. «Estas conclusiones se elevarán, por conducto de las autoridades, al presidente del Consejo de ministros. «Toda la España trabajadora debe manifestarse contra la guerra y el fascismo, contra la reacción en todas sus manifestaciones. «CUARTA Cuantas reuniones celebréis el Primero de Mayo, además de la finalidad principal de propaganda, han de servir para abrir cuestaciones y recordar a los asistentes que todavía tenemos varios millares de compañeros encarcelados y que no han prescrito nuestros deberes de solidaridad para con ellos. Hoy más que nunca hemos de imponernos como ineludible obligación el que las familias de los que heroicamente lucharon y cayeron por un ideal no se vean en la miseria y el desamparo por no encontrar la ayuda necesaria en sus hermanos de clase y sufrimientos. Todo lo recaudado por vosotros en colectas abiertas en ese día debe remitirse a la compañera María Lejárraga de Martínez Sierra, Valencia 9, hotel, Chamartín de la Rosa (Madrid). »¡ Camaradas! La fecha del Primero de Mayo debe guiar a todos a estrechar los lazos :on los demás compañeros y a que la cordialidad entre nuestras obligaciones y las de otros partidos proletarios sea mayor y más firme. Una vez más hemos de demostrar en este día nuestro espíritu de solidaridad para con todos los trabajadores y la fe inquebrantable en el triunfo de la causa que defendemos. «Por la Comisión ejecutiva del Partido Socialista: El vicesecretario, J. S. Vidarte. Por la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores: El presidente, Ar.astasio de Gracia.» El problema de los presos y de la amnistía apasionaba al conjunto de la clase obrera y a la opinión pública nacional. A esta cuestión prestaba la U.G.T. una gran atención. En el mes de junio, las comisiones ejecutivas del P.S.O.E. y de la U.G.T. publicaban el siguiente documento: «EN FAVOR DE LOS PRESOS Y PERSEGUIDOS

«Estimados compañeros: En reunión celebrada conjuntamente por las comisiones ejecutivas de los organismos nacionales arriba mencionados, se acordó dirigiros la presente comunicación, a la que creemos habréis de prestar toda la atención que merece. «La represión llevada a efecto desde el Poder por los elementos

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radicales y cedistas, que por su ensañamiento y su crueldad obliga a sospechar que es hija del miedo y de la venganza, móviles que deben permanecer siempre alejados de cuantos tengan la pretensión de gobernar un país, ha enterrado en vida a cientos de trabajadores bajo el peso de condenas que solamente imponen los tribunales burgueses a los más empedernidos criminales. «Cientos —decimos— de camaradas nuestros pueblan ya los presidios y cárceles españolas, y otros muchos esperan que les sean también acordadas condenas del mismo linaje y magnitud para ir a aumentar el número de los forzados a vivir apartados del contacto con la sociedad y a convertirse poco menos que en piltrafas humanas, como resultado natural de un régimen penitenciario tan absurdo e inhumano como la propia sociedad que lo mantiene. «Esos hombres, esos camaradas nuestros, víctimas en todas sus actividades del sistema capitalista, no pueden ser considerados por las gentes que posean una conciencia limpia, muchísimo menos por nonosotros, como vulgares delincuentes. Para nosotros, especialmente, no pueden merecer otra consideración que la de cuantos, en cumplimiento de su deber dimanado de convicciones sustentadas con honradez y firmeza, dedicaron a defenderlas los afanes de su vida para acabar entregando en aras del ideal cuanto poseían: la libertad, el cuidado de la familia, la vida misma. «Cuando los propios hombres que simbolizan las instituciones del país han proclamado la santidad del derecho de rebelarse contra todo régimen de tiranía y opresión y han puesto en práctica ese derecho, ¿cómo hemos de considerar nosotros justas ni humanas las sentencias recaídas contra aquellos de los nuestros que en lucha contra la opresión y la tiranía son hoy víctimas de aquellos que olvidaron sus postulados? «Es preciso sacar a esas víctimas de su situación actual. Es necesario restablecer la verdadera justicia. Es preciso restituir a la sociedad a aquellos que, al fin y a la postre, son sus mejores defensores. «Para lograrlo solamente disponemos de un medio: obtener una amplia amnistía para todos los condenados por delitos de carácter político o social. «Por esto recomendamos que, a partir de este instante, todas las organizaciones del Partido y de la Unión General de Trabajadores organicen actos públicos, hagan campañas en sus periódicos o por medio de hojas impresas, organicen manifestaciones donde sean consentidas, fijen carteles murales, estampen al dorso de las cartas leyendas y cuantas iniciativas se les ocurran para hacer que la aten-

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ción de las gentes y de los Poderes públicos se fije fuertemente en pro de la ley de amnistía. «Sobre todas las preocupaciones de la clase trabajadora, ésta debe ocupar el primer plano, y hasta lograr la liberación de nuestros compañeros no debe cejarse ni un día, ni un minuto, de formular la reclamación de amnistía. «Esperamos que pondréis vuestra máxima atención en el cumplimiento de este deber primordial y nos reiteramos vuestros y de la causa obrera y socialista. «Madrid, 4 de junio de 1935. Por la Comisión ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español: El presidente, Francisco Largo Caballero. El secretario, E. de Francisco. Por la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de España: El presidente, Anastasio de Gracia. El secretario, Francisco Largo Caballero.» En cuanto a los Comités de enlace y a las Alianzas, la Comisión ejecutiva de la U.G.T. precisó su posición en el documento que damos a continuación : «Estimados compañeros: Habiendo surgido en algunas secciones la duda respecto a la conducta a seguir en relación con las Alianzas obreras, nos permitimos recordaros que sobre este particular la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista tienen tomados los siguientes acuerdos: «Normas por que se rige el Comité de enlace compuesto de representaciones de la Confederación General del Trabajo Unitaria; Partido Comunista, Unión General de Trabajadores de España y Partido Socialista: «Ninguna propuesta se llevará a ejecución sin la aprobación de ambos partidos y organizaciones sindicales. «Para la campaña a realizar se crearán Comités de enlace en todas las capitales de provincias donde hayan organizaciones sindicales y políticas de ambos partidos y de la Confederación General del Trabajo Unitaria y Unión General de Trabajadores. «Constituirán los puntos principales e inmediatos de la campaña nacional e internacional: »1.° Ayuda a los presos y perseguidos. Lucha por la libertad de los presos y por una amnistía. Campaña nacional e internacional en favor de todos los presos, simbolizada en Largo Caballero, González Peña, Teodomiro Menéndez, Juan Manso y Simón Díaz. Lucha contra los malos tratos y crueldad a los obreros revolucionarios. »2.° Lucha por la reapertura de los centros obreros y Casas del

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Pueblo clausuradas. Campaña por el reconocimiento de todas las libertades del pueblo trabajador. »3.° Lucha por reconquistar todas las mejoras sociales que le han sido arrebatadas a la clase obrera. »4.° Propaganda y lucha contra las organizaciones y sindicatos fascistas. »De igual forma, hay algunas organizaciones obreras que plantean la conveniencia de llegar a la fusión del proletariado en una sola central sindical. Por lo que a nosotros respecta, nada podemos hacer mientras sobre ello no se pronuncie un congreso; pero, en tanto éste llega, estimamos que puede irse realizando mediante el ingreso en nuestras Secciones locales de todos aquellos que sean partidarios de la fusión. »Os rogamos que informéis a vuestras secciones de estos acuerdos, recomendándoles se atengan a los mismos tantas veces como se les planteen cuestiones de las implicadas en ellos. «Fraternalmente vuestro y de la causa obrera. «Madrid, 15 de junio de 1935. Por la Comisión ejecutiva: El secretario general, Francisco Largo Caballero.» Manifestándose en contra de la pena de muerte y en defensa de los trabajadores condenados, con ocasión de los sucesos de octubre, el P.S.O.E. y la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores publicaron el siguiente documento: «Estimados camaradas: El Consejo de guerra que ha juzgado a los camaradas procesados como consecuencia de los sucesos acaecidos en Turón durante el mes de octubre ha dictado cuatro penas de muerte. «Según nuestras referencias, la sentencia pasará a estudio e informe del Tribunal Supremo y, por último, resolverá sobre su ejecución el Consejo de ministros. «Enemigos de la pena de muerte, creemos cumplir un deber al dirigirnos a todas nuestras agrupaciones y organizaciones obreras para pediros que con toda urgencia nos secundéis en la campaña que es necesario realizar en evitación de que los compañeros sentenciados a la última pena puedan ser ejecutados. «Sin perder tiempo interesa que todas nuestras agrupaciones y organizaciones obreras dirijan, con la dignidad que corresponde a las actuales circunstancias, telegramas al presidente de la república y al presidente del Consejo de ministros solicitando el indulto de los reos de Turón. Sería también muy conveniente se recogieran en

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cada pueblo las firmas de cuantas personas piensen como nosotros, remitiéndonos a Carranza 20 los pliegos correspondientes para ser entregados en la secretaría del señor presidente de la república. »De nuevo os encarecemos la mayor rapidez en el cumplimiento de estas instrucciones. La vida de cuatro camaradas está en peligro, y tenemos el deber de acudir en su ayuda, movilizando para ello a todos los que crean que no sólo por piedad, sino por el espíritu que inspiró la república, no puede llevarse a cabo ni una sola ejecución más. «Madrid, 24 de junio de 1935. Por la Comisión ejecutiva del Partido Socialista: E. de Francisco, secretario. Por la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero, secretario.» »Texto que puede servir para los telegramas (de madrugada y dos direcciones): «Recogiendo sentir unánime trabajadores esta localidad, pedimos vuecencia evite nuevas ejecuciones al cumplimentar sentencia dictada con motivo sucesos Turón.» Organizadas por la Comisión ejecutiva desde la cárcel, tuvieron lugar en el exterior cinco reuniones del Comité nacional, presididas por Anastasio de Gracia y los vocales que se encontraban en libertad: Mariano Muñoz, Ricardo Zabalza, Manuel Lois y Antonio Genova. El resto de los miembros seguían en prisión. Un Comité nacional tuvo lugar el 29 de julio de 1935; otro, el 17 de agosto, y un tercero, el 11 de diciembre. A este último asistió Largo Caballero, liberado poco antes, continuando en prisión Díaz Alor, Pascual Tomás, Felipe PreteL, Amaro Rosal y Carlos Hernández. En el celebrado el 11 de diciembre ya fue suscitado el problema de un frente nacional electoral del que nos ocuparemos en el capítulo dedicado al Frente Popular Consideramos de interés dejar constancia de cómo, en pleno «bienio negro», la U.G.T., salvando todas las dificultades, mantuvo en pie su organización y el funcionamiento de su Comisión ejecutiva y de su Comité nacional y cómo —no obstante la derrota transitoria de octubre— sus efectivos no sólo se mantuvieron, sino que fueron incrementados, así como su prestigio y autoridad ante la clase obrera española. El principio de que las derrotas deben transformarse en victorias se cumplía una vez más.

84 ACTIVIDADES DE LA EJECUTIVA DURANTE EL «BIENIO NEGRO» (1934-1936)

No obstante la represión desencadenada por los sucesos derivados del movimiento de octubre, las detenciones, el cierre casi general de todos los centros obreros, entre ellos la Casa del Pueblo de Madrid, las perquisiciones en los domicilios sociales de las organizaciones, la Unión General de Trabajadores de España se mantuvo en pie. El gobernador de Asturias, Velardo, había declarado que destruiría a las organizaciones obreras para siempre. En su trabajo de dirección, la Comisión ejecutiva no conoció más interrupción que la que va de su última reunión del 28 de setiembre —antes del movimiento— a la del 17 de noviembre, después del movimiento, es decir, cincuenta días de perturbación. Las nuevas reuniones de la dirección de la U.G.T. serían aseguradas en un domicilio muy particular: la cárcel Modelo de Madrid, en la Moncloa. Toda la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de España estaba en la cárcel, con la sola excepción de su presidente, Anastasio de Gracia, y del vocal Manuel Lois. En una celda de la 5. galería se celebró esa primera reunión, presidida por José Díaz Alor, vicepresidente, informando de los asuntos a tratar Largo Caballero, como secretario general, y actuando como secretario de actas Wenceslao Carrillo. Estaban presentes todos los miembros de la Ejecutiva incluido el secretario adjunto, Pascual Tomás, que ya se encontraba en prisión antes del movimiento, así como Wenceslao Carrillo, en su calidad de funcionario de la Comisión ejecutiva. El problema más urgente, como es natural, fue el examen de la situación general de la organización y las consecuencias del movimiento revolucionario. Las primeras medidas adoptadas fueron de organización. 1

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1. Véase «Memoria de la Comisión ejecutiva» en el Boletín de la Unión General de Trabajadores de España, n.° 70.

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Desde ese momento y como de costumbre, la Ejecutiva se reuniría todos los jueves por la mañana, levantándose la correspondiente acta. Al día siguiente, el presidente (en libertad), Anastasio de Gracia, visitaría al secretario, Largo Caballero, y recibiría el borrador del acta y las instrucciones derivadas de la reunión, documentos que examinaría con el vocal Manuel Lois para incorporar su conformidad o reparos a las decisiones aprobadas en la Modelo y llevar a la práctica esos acuerdos. Así quedó establecido. Los funcionarios de la Ejecutiva continuaban su trabajo administrativo en domicilios particulares, y harían llegar a la cárcel la correspondencia, los mensajes, los asuntos que recibieran en las direcciones reservadas que se habían establecido, en tanto se levantara la clausura de los domicilios sociales. Las otras decisiones importantes fueron dos. El envío inmediato de delegados especiales a través de todo el país, utilizando a los diputados y dirigentes que gozaran de libertad, fue la primera. El otro acuerdo consistía en que los ejecutivos en libertad se reuniesen con toda urgencia con las direcciones de las federaciones nacionales para coordinar la acción de defensa y normalización de la vida de las organizaciones en una semiclandestinidad, al mismo tiempo que, de acuerdo con un cuestionario que les facilitaría la Ejecutiva, informaran de todo lo sucedido en cada Federación en relación con el movimiento de octubre. Finalmente, se examinó el problema de la represión y de los presos, adoptándose medidas encaminadas al montaje de un aparato de ayuda y solidaridad y del envío de emisarios especiales, diputados y abogados, que visitaran las cárceles y que informaran de la situación y problemas jurídicos de los presos para organizar la campaña de su defensa. La vida orgánica de la U.G.T. quedaba restablecida. Las federaciones nacionales volvían a relacionarse con las nuevas direcciones reservadas, asegurándose así la continuidad dirigente entre la Ejecutiva y sus organizaciones nacionales y de base. Los delegados salieron inmediatamente para las diferentes provincias siendo portadores de las instrucciones de La Comisión Ejecutiva y debidamente acreditados para que pudieran recabar toda dase de informaciones. Esa labor consolidó una situación y normalizó las relaciones. Cada delegado elaboró un amplio informe de la zona visitada, informe que sirvió a la Ejecutiva para hacerse una idea cabal de la situación general de la organización después de la insurrección de octubre. La gestión anormal de la Ejecutiva no podía hacerse pública, ni sus reuniones, ni sus decisiones. La labor, tanto en el interior de la cárcel como en el exterior, era clandestina; pero puede decirse que la organización se desarrollaba con los más óptimos resultados, extendiéndose su acción y gestiones al campo internacional a través de la Federación Sindical Internacional, de la Internacional Socialista y de algunas centrales nacionales

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amigas, especialmente de la francesa, Confederación General del Trabajo. Esa labor se centraba en los problemas de solidaridad hacia los presos y de mantenimiento de la protesta internacional contra la represión, los malos tratos y las torturas a que eran sometidos los presos y detenidos, de los que fue un ejemplo el caso del periodista Javier Bueno, director de Avance de Oviedo, brutalmente torturado. Las pruebas fotográficas de esas torturas y del estado físico en que quedó este compañero, después de su paso por comisarías de policía y cuartelillos de la Guardia civil, recorrieron el mundo entero. La defensa de más de veinte condenados a muerte —entre ellos el miembro del Comité nacional de la U.G.T. y secretario general del Sindicato Minero de Asturias, Ramón González Peña, símbolo de la insurrección asturiana, y el obrero metalúrgico de Trubia, Juan José Manso—, así como la campaña por la libertad de Largo Caballero y demás presos políticos y sociales, tuvo gran eco en todo el mundo. Del período octubre de 1934 a febrero de 1936 —triunfo del Frente Popular— haremos una síntesis de lo que fueron las decisiones de la Ejecutiva en sus aspectos generales, sin total precisión de fechas, sino simplemente por materias y en orden más o menos cronológico, a partir de esa primera reunión suya, en la cárcel Modelo de Madrid, del 17 de noviembre de 1934. Se constituye, inmediatamente después del movimiento, una Comisión pro-presos, integrada por representantes del Partido Socialista, de la Unión General de Trabajadores de España y de ía Federación Nacional de Juventudes Socialistas, a la que se incorporan las compañeras Isabel de Palencia y María Lejárraga, abriéndose una suscripción nacional que la U.G.T. inicia con cinco mil pesetas. Las aportaciones de las organizaciones fueron muy generosas. En lo sucesivo, esa comisión se encargaría de los problemas de ayuda y defensa de los presos. Los primeros informes recibidos por la Ejecutiva sobre el movimiento son los de Toledo, Murcia, Alicante, Avila, Jaén, Salamanca, Palencia, Linares, Córdoba, "Vecla y Málaga. Se acuerda iniciar relaciones de acción conjunta con la Confederación General del Trabajo Unitaria, de acuerdo con los siguientes puntos: libertad de los presos y ayuda económica y jurídica a los mismos; reapertura de los centros obreros; plena legalidad para la acción de los sindicatos. El 13 de diciembre, las secretarías de diecinueve federaciones nacionales de industria entregan a la Ejecutiva amplios informes de sus respectivas organizaciones. La Ejecutiva aprueba el balance de cuentas presentado por la Tesorería y vota nuevas cantidades a favor de la Comisión pro-presos. Los albañiles de Madrid entregan una primera aportación de cinco mil pesetas. 9St

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La Comisión ejecutiva designa al compañero presidente, Anastasio de Gracia, para que visite al ministro del Trabajo y gestione la readmisión de los obreros despedidos de la Federación del Agua, Gas y Electricidad. Los abogados y diputados socialistas, a petición de la Ejecutica, elaboran un documentado estudio demostrando la ilegalidad jurídica de la clausura de las Casas del Pueblo y demás centros obreros, que es presentado al ministro de la Gobernación. La minoría parlamentaria entrega a la Comisión pro-presos tres mil quinientas ochenta pesetas y la Federación Sindical Internacional, por intermedio de Alvarez del Vayo, diez mil. Se designa a Anastasio de Gracia para que, en su calidad de diputado y presidente de la U.G.T., haga una visita a los presos de Asturias. La F.S.I. anuncia el envío a España de una delegación para informarse directamente de la situación sindical y política del país. Cumplida esta misión, Walter Schevenels, su secretario, celebra una reunión con los representantes de las federaciones nacionales. Se acuerda enviar una comunicación al Partido Comunista haciéndole ver la conveniencia de que desaparezcan los ataques y campañas contra elementos socialistas y de nuestra organización sindical. Anastasio de Gracia informa sobre los presos de Asturias y Alicante. Se examinan informes de las provincias de Navarra y Murcia así como de la villa de Jaca. Se votan nuevas cantidades para la Comisión pro-presos. Se designa al abogado y diputado socialista Jerónimo Bugeda para que visite a los presos y organizaciones de Zaragoza. La Ejecutiva conoce las circulares que la F.S.I. ha dirigido a todas las centrales nacionales que la integran rogándoles intensifiquen su campaña en favor del indulto de los condenados a muerte españoles. Ante la política de represión social del Ministerio del Trabajo, se acuerda que los vocales obreros integrantes del Consejo del Trabajo formulen una enérgica protesta contra el proyecto del ministro que trata de modificar la Ley de Jurados mixtos. La Ejecutiva de la LTnión se adhiere a la Liga antinazi para la protección de los derechos humanos, de Londres. Acuerda la realización de una campaña, en torno al Primero de Mayo, dedicada a recaudar fondos a favor de los presos. Siguiendo su política de frenar las corrientes de unidad, y temerosa de perder el control, la Ejecutiva acuerda, una vez más, «que en los actos de propaganda que se organicen no intervengan más que oradores del Partido y de la Unión». Alvarez del Vayo es designado para que tome parte en diversos actos en la provincia de Almería. La Ejecutiva, con el Partido Socialista, elabora la lista de los oradores que tomarán parte en los actos del Primero de Mayo. Con la presencia de Manuel Lois, vocal de la Ejecutiva de la U.G.T., se celebran actos en Mahón, Ciudadela, Villa Carlos, San Cristóbal Mer-

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cadal y Alayor. Han sido suspendido por las autoridades los actos de Zaragoza, Burgos, Vitoria, Yecla, Segovia, Cadalso de los Vidrios, Cuenca, Orense, Ponferrada, Haro, Jaén, Murcia y Ubeda. Dadas las circunstancias imperantes, la U.G.T. no puede asistir al Consejo general de la F.S.I. que tiene lugar en Copenhague el 21 de mayo. En Cataluña, el paro fue casi absoluto el Primero de Mayo. Se designa al presidente, Anastasio de Gracia, para que se desplace a Asturias y, de acuerdo con los elementos en libertad del Sindicato Minero asturiano, Amador Fernández y Belarmino Tomás, exiliados en París y Bélgica, realice las gestiones y trabajos pertinentes para su organización. Por seguir preso en la cárcel de Madrid, Largo Caballero no puede asistir a la reunión del Consejo de administración de la O.I.T. que tiene lugar en Ginebra el 31 de mayo. El gobierno había tomado la decisión de que, en la Conferencia Internacional del Trabajo, que tendría lugar en Ginebra en el mes de junio de 1935, no figurara representación obrera de la U.G.T. La Ejecutiva acuerda denunciar esta actitud del gobierno ante la O.I.T. y la Federación Sindical Internacional. En plena Conferencia y con el apoyo de todas las representaciones obreras, la F.S.I. promueve una protesta. En el mes de junio de 1935, los centros obreros y Casas del Pueblo continuaban cerrados y los despidos de trabajadores se mantenían por centenares. Todas las gestiones para su readmisión tropezaban con la intransigencia del gobierno, los patronos y las empresas. En muchos casos, la intransigencia gubernamental era superior a la de muchos patronos y empresarios. La Compañía minera de Peñarroya mantenía el despido de doscientos trabajadores, entre ellos los más significados de la organización. El despido de los dirigentes ha sido siempre norma en la política de represalias. En Banca, por ejemplo, fueron despedidos más de cuatrocientos dirigentes. Las gestiones de tipo general ante el Ministerio del Trabajo por la readmisión de los despedidos resultaban totalmente infructuosas. El sentimiento de unidad seguía en ascenso. Las masas iban tomando conciencia de su valor decisivo. En el seno de la Comisión ejecutiva, aunque débilmente se manifestaban dos posiciones: la de los que estaban conformes con impulsar ese sentimiento y canalizarlo sin condiciones ni temor, y la de quienes, estando en la formal de acuerdo con la unidad, deseaban controlar ese movimiento, temerosos de que se desbordara y escapara a su control. Esta segunda posición era la de Caballero con algunos otros elementos. Unidad, sí, pero ¡cuidado! No perdamos el control, nosotros, de ese proceso. Temor a la audacia, a la dinámica de los demás. Esa indecisión, ese temor, esa falta de audacia para ponerse resueltamente al frente de ese movimiento, de ese sentimiento de las masas, fue una ac-

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titud, una posición negativa que impidió el desarrollo realmente arrollador del proceso unitario. El temor a las masas, el intento de condicionar su entusiasmo unitario, su euforia, sus esperanzas y su fe en la unidad fueron actitudes altamente negativas, del mismo modo que hubiera sido extraordinariamente positivo canalizar ese movimiento para obtener de él grandes rendimientos y una máxima eficacia en la lucha y defensa de los intereses de la clase obrera. En esa oposición al proceso unitario desempeñó importante papel —y es de justicia consignarlo aquí— la presión que las organizaciones agrupadas en la Casa del Pueblo de Madrid ejercían sobre la Ejecutiva de la U.G.T. La Junta Administrativa de aquélla se dirige a la Comisión ejecutiva pidiéndole que fije su posición ante el momento político que vive España, al tiempo que solicita de ella se defina de nuevo respecto de con qué elementos pueden celebrarse conjuntamente actos de propaganda. De acuerdo con la posición de los que querían controlar la «unidad», la Ejecutiva reitera su posición mecánica, cerrada a toda evolución: los actos públicos deberán celebrarse exclusivamente con la intervención de representantes de la Unión General y del Partido Socialista. En el Congreso de la U.G.T., de Baleares, en el que toma parte el representante de la Ejecutiva Manuel Lois, se da la orientación de que se adopte la resolución siguiente: «Todo lo que se relacione con la unificación y organización se ajustará en un todo a los preceptos de la Unión...». Posiciones como ésta, aunque no interpretaran el sentimiento de las masas ni su voluntad, prosperaban por disciplina, por el respeto y el profundo cariño de los militantes a su Unión General de Trabajadores. Para el autor, esta actitud representaba un «abuso político». El secretariado de la U.G.T. de Cataluña informaba de que, pese a seguir cerrados los locales de los centros obreros y Casas del Pueblo, se seguía desarrollando una intensa propaganda con buenos resultados. De acuerdo con la Ejecutiva del P.S.O.E., la de la Unión General procede al envío a todas sus organizaciones de un documento circular por el que las invita a que procuren la celebración de manifestaciones y actos públicos en favor de la amnistía y de la normalización de los sindicatos. El ministro del Trabajo envía al grupo obrero del Consejo del Trabajo un proyecto de reforma de la Ley de Jurados mixtos. La Ejecutiva instruye al grupo obrero en el sentido de que no acepte la discusión sobre ese particular, sosteniendo la intangibilidad de la ley, aprobada por las Cortes constituyentes. Alvarez del Vayo es designado para que, en representación de la U.G.T., tome parte en diversos actos y establezca contacto con las organizaciones de Mondragón, San Sebastián, Tolosa, Irún y Eibar. La Federación Sindical Internacional comunica que informará al grupo obrero de la Conferencia Internacional del Trabajo de la ausencia de la delegación española, por disposición arbitraria del gobierno.

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En un viaje de información a Asturias, el presidente de la U.G.T., Anastasio de Gracia, comprueba que todas las denuncias propaladas sobre los excesos de la represión son ciertas. Por la gravedad de los hechos, se acuerda visitar a los ministros interesados, denunciando la situación y reclamando el cese inmediato de las formas bárbaras de represión y tortura a que siguen siendo sometidos los presos, y del régimen que impera en las cárceles. Al hacerse cargo de su domicilio de Fuencarral 93, la Ejecutiva comprueba la desaparición de mil carpetas de documentación (17 de enero de 1935). La Federación Sindical Internacional se dirige al presidente de la república —Alcalá-Zamora— solicitando el indulto de los condenados a muerte de Turón. La Ejecutiva conoce la circular que el Partido Socialista ha enviado a sus secciones protestando por el artículo que Andrés Saborit ha publicado en Democracia, semanario del que es director, artículo en el que se ataca al Partido Socialista y a la Unión General de Trabajadores. La Ejecutiva hace suya la protesta (julio de 1935). El problema de la unidad seguía acentuándose entre las masas. En Valencia, el secretario de la Unión intentaba organizar la Alianza obrera y anunciaba, para el 18 de julio, un gran acto en el que tomarían parte representantes de diversas tendencias obreras. Inspirada en la posición a la que, una vez más, llamaremos de los «controladores», la Comisión ejecutiva acuerda reiterar nuevamente los acuerdos adoptados a este respecto, consistentes en que se mantengan buenas relaciones con todas las organizaciones afines a nuestros postulados, pero sin tomar parte conjuntamente en actos de propaganda, ni confundir con nadie el sentido de su propia propaganda. Se recuerda a los organizadores que, ya en el año 1934, se les había recomendado que no celebraran actos de propaganda conjuntamente con elementos ajenos a la disciplina de la Unión General. La terquedad en el error ha sido, en demasiadas ocasiones, una de las características de los dirigentes sindicales ugetistas. El Comité de refugiados españoles en París informa de las dificultades económicas por que éstos atraviesan. Se acuerda ponerse en relación con la F.S.I. a este respecto. La Ejecutiva desaprueba la conducta del dirigente ugetista de Valencia Molina Conejero quien, haciendo caso omiso de las indicaciones que le han sido hechas, sigue tomando parte en actos públicos donde intervienen representantes de distintas tendencias obreristas. La Comisión ejecutiva se adhiere a la propuesta de la F.S.I. de reunir en París, el 10 de setiembre de 1935, al Comité Internacional de Mujeres, lamentando no estar en condiciones de enviar una delegación. El juzgado 17 sigue un proceso contra los firmantes de la circular que la Unión

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General de Trabajadores y el Partido Socialista han dirigido a las organizaciones pidiéndoles que soliciten de los Poderes públicos una amnistía para los presos y desterrados políticos y sociales. La Comisión ejecutiva envía su adhesión al Comité Internacional para la defensa del pueblo de Etiopía, organismo reunido en París el 3 de setiembre. Se acuerda ponerse en contacto con el P.S.O.E. para lanzar un documento contra la guerra. Como delegado de la U.G.T., Anastasio de Gracia asiste al Congreso de la C.G.T. francesa, celebrado el 28 de agosto, en París, y al de la Confederación General del Trabajo Unitaria, de Francia, celebrado al mismo tiempo. En esos dos congresos se trató el problema de la unidad sindical en Francia. La unificación de las dos centrales quedó realizada en el seno de la C.G.T. La Ejecutiva recibe informaciones confidenciales sobre los manejos y maniobras que viene realizando la C.E.D.A. Ante el empuje y radicalización de las masas y el desarrollo de un poderoso movimiento de opinión pública en favor de la amnistía, contra el gobierno y su política de represión, las fuerzas reaccionarias conspiran para provocar un golpe de Estado. El fracaso momentáneo de octubre se va transformando en un movimiento envolvente que lleva en sí la victoria, lo que tiene aterrorizada a la reacción y al gobierno. Siguiendo el plan de propaganda, Ricardo Zabalza es designado para intervenir en Puertollano; Eusebio González, en Ceuta; Romero Solano, en varios lugares de la provincia de Ciudad Real; Juan Simeón Vidarte, en Pozoblanco; Matilde de la Torre, en Vivero; Alvarez del Vayo, en Monóvar; Veneranda García Manzano, en San Claudio. La Editorial Carlos Marx, de Barcelona, informa a la Ejecutiva de los propósitos que le animan al constituirse. Se le contesta felicitándola y deseándole mucho éxito en la divulgación de las ideas socialistas. En este capítulo hemos recogido parte de aquellos problemas más importantes que fueron examinados por la Comisión ejecutiva, en el período del «bienio negro», actuando clandestinamente desde la cárcel Modelo de Madrid hasta el triunfo del Frente Popular, el 16 de febrero de 1936. Como se desprende de las anteriores notas, los problemas fundamentales eran el de los presos y el de la lucha por la amnistía, es decir, las consecuencias de la revolución de octubre. Ambas cuestiones apasionaban a la opinión pública nacional e internacional. Julio Alvarez del Vayo desempeñó un gran papel en la movilización de la opinión y la solidaridad internacionales, desplazándose a Francia, Suiza, Inglaterra y la Unión Soviética. Nacionalmente, también desempeñó un papel importante. El Comité pro-presos fue no sólo un organismo decisivo de solidaridad, sino también de acción. En realidad desempeñó un papel político —con la colaboración del grupo de diputados y abogados socialistas y en el ámbito

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de las relaciones internacionales—, de inapreciable valor. Tres mujeres socialistas reforzaron esa acción: Isabel de Patencia, María Lejárraga y Matilde de la Torre. La entrada de una representación del Partido Comunista en el organismo de ayuda significó un gran reforzamiento. Los sindicatos soviéticos votaron una primera ayuda de un millón de pesetas. La Federación de Tabaqueros, independiente en aquellos momentos de las centrales sindicales, con su secretario general Severino Chacón, prestó una gran colaboración a la labor de solidaridad. José Díaz, Dolores Ibárruri, Antonio Mije y otros dirigentes del Partido Comunista se confundieron en esa labor de conjunto que tan decisiva importante habría de tener para el desarrollo de los acontecimientos y para la victoria del Frente Popular, en febrero de 1936. Para los días 20, 21 y 22 de julio de 1936 estaba convocado un interesante Comité nacional ordinario en el que habían de examinarse todos los problemas anteriores y posteriores al movimiento de octubre, presentados por la Comisión ejecutiva en una amplia y detallada Memoria. El orden del día establecido era el siguiente: 1

«1.° »2.° »3-° »4.° »5.° »6.°

»7.° »8.°

Lectura de las actas de reuniones anteriores. Gestión de la Comisión ejecutiva (Memoria). Proyecto de reforma de los Estatutos. Fecha en que debe celebrarse el Congreso nacional ordinario. Gestión de los vocales obreros en el Consejo del Trabajo. Gestión de los representantes de la U.G-T. en la reunión del Consejo general de la Federación Sindical Internacional, en Londres, y en el Congreso Internacional de la F.S.L Gestión de la representación de la U.G.T. en la Conferencia Internacional del Trabajo. Preguntas y proposiciones de los delegados.»

Ni el Comité ni el Congreso tuvieron lugar. En ese proyectado Comité nacional iba a examinarse un problema de la máxima importancia: un proyecto de reforma radical de los Estatutos de la Unión, que entrañaba una modificación fundamental de su estructura. Por mandato de la Comisión ejecutiva, para ese estudio habían sido designados Carlos Hernández y Amaro Rosal. Presentado a la Ejecutiva, había sido aprobado para ser sometido al Comité nacional y al Congreso. Fue el último proyecto de reorganización sobre nuevas bases de la Unión General de Trabajadores de España. 2

1. Véase Boletín de la Unión General de Trabajadores de España, n.° 70. Madrid, mayo-junio de 1936. 2. Ibidem.

85 INDALECIO PRIETO EN PARIS

Con la suerte de siempre, después del movimiento de octubre Indalecio Prieto logra llegar a París, sin necesidad de tener que burlar la acción de la policía, sino más bien con la complicidad de altos funcionarios de ésta que sentían por él una gran admiración y estima. Aparecer en la capital de Francia y comenzar los juegos de intriga a que tan dado era, fue todo uno. Participante en la organización del movimiento, principal autor de la fabulosa historia del Turquesa, a la que ya nos hemos referido, nada más instalarse en París se revuelve contra el movimiento, renegando de él, sintiéndose más identificado con sus detractores, con los que habían sido enemigos de la insurrección, que con los actores de ella. Las cartas que enviaba a España eran desmoralizadoras; sus actividades entre los refugiados, también Sus «enlaces» empezaron a ser más activos con sus amigos republicanos que con sus camaradas de partido. Para él, como en otras ocasiones —el 14 de abril, por ejemplo—, el Partido Socialista, la clase obrera deberían ponerse una vez más al servicio de la pequeña burguesía, con la misión de ayudarla a conquistar el Poder, pero sin exigir nada, para no «asustar» a la gran burguesía y garantizar así una salida tranquila y sin violencia a la situación. Le asustaba el estado de ánimo de la opinión pública, la corriente de unidad de la clase obrera, el movimiento de oposición avasalladora contra el gobierno y contra el presidente de la república. Prieto era consecuente con su posición anterior y posterior al establecimiento de la segunda república. No era extraño. En sus charlas en la tertulia del café Riesgo, no perdía ocasión para blasonar de su «antimarxismo» y bromear a costa de las barbas de Carlos Marx, declarando que jamás leería El Capital. A tal extremo llevaba su preocupación por «ayudar» a la burguesía radical que, llegado el momento de las elecciones de febrero, propugnaba —desde Francia— que el Partido Socialista fuese muy modesto en la presentación de candidatos con el fin de apoyar a los republicanos y volcarse

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en la ayuda a éstos. Sostenía la tesis de que un triunfo abrumador del Partido Socialista provocaría, automáticamente, el golpe de Estado. Ave de mal agüero, con frecuencia acertaba en los «efectos» que se registraban, pero nunca se adentraba en las causas de los mismos, ni las atacaba. Para mejor cumplir su misión de aupar al republicanismo «decente», en el período electoral —de finales de enero a 16 de febrero— cruzó tranquilamente la frontera, y el oficialmente exiliado en París estaba refugiado en su piso de Madrid, Carranza 2 0 , y la policía sin enterarse... Desde su escondite, dirigía la campaña electoral y las maniobras contra Largo Caballero. Y el triunfo del 16 de febrero, debido en gran parte a Caballero y a la derrota de octubre, significó que a los republicanos se les sirviera el Poder en bandeja, para que lo perdieran en julio. El artífice de esa política fue Indalecio Prieto. Dimitido Caballero, a finales de 1 9 3 5 , de la presidencia del partido, la influencia de Prieto en la dirección de éste vuelve a ser decisiva. Ahí le tenemos de nuevo frente a Caballero, y al Partido Socialista frente a las posiciones de Caballero en la Unión General de Trabajadores de España. En esta situación, aparece el semanario Claridad, frente a Democracia y El Socialista. Ese semanario, siguiendo las orientaciones de Largo Caballero, desempeñó un papel indudable de animador del proceso de radicalización del movimiento socialista y sindical y de unidad de la clase obrera, en su calidad de portavoz de la llamada tendencia «caballerista». Fueron principales forjadores del semanario —más tarde diario de la noche y portavoz de la U.G.T.— Luis Araquistain, Carlos Baraibar y Amaro Rosal. Las campañas y polémicas entre Claridad y El Socialista y Democracia fueron de una violencia grande. El último director de Claridad fue Javier Bueno, fusilado en 1939. Desde el exilio y desde Carranza 2 0 , Prieto actuó intensamente. La Comisión ejecutiva había tratado de contrarrestar su labor cuando se encontraba en París, aprovechando la circunstancia de que la Federación Sindical Internacional había tomado el acuerdo de enviar un delegado a recorrer América Latina, con la misión de realizar una campaña de propaganda que, además de dar a conocer a la F.S.I. en aquel continente, tuviera la finalidad de recaudar fondos con destino a las víctimas de la represión de octubre. La Internacional solicitaba de la Unión General la designación de un compañero de prestigio y conocimientos sindicales para realizar esa labor. Los gastos serían por cuenta de la F.S.I. En su reunión del 21 de febrero de 1935 —en la cárcel—, la Comisión ejecutiva acordó designar para esa misión a Indalecio Prieto. Con fecha 16 de marzo, la Internacional rechazaba la propuesta. «Aun reconociendo —decía en su carta— las grandes cualidades del camarada Prieto, por el cual todos los miembros del Ejecutivo sienten la más grande simpatía y la

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más sincera estima, creemos que no nos es posible designar, como representante de la F.S.I. y de la Unión General de Trabajadores de España, al camarada Prieto, por no considerarlo calificado para representar al movimiento sindical, sea de España o sea de la Internacional. El Ejecutivo no duda de que vosotros reconoceréis lo bien fundado de este punto de vista. En efecto, el camarada que vosotros proponéis no puede ser considerado más que como líder del partido político, y el Ejecutivo desea un camarada cuya actividad se desenvuelva, efectivamente, en el terreno de la acción sindical para enviarlo a América Latina...» La F.S.I. mantenía su propuesta y pedía a la Comisión ejecutiva que examinara de nuevo la cuestión y propusiera otro candidato. Con cierto desagrado por la actitud de la F.S.I., la Comisión ejecutiva mantuvo la candidatura de Prieto, y la Internacional, a su vez, reiteró y afirmó su posición oponiéndose a su designación, pero manteniendo el propósito de enviar esa delegación y que el designado fuese un miembro de la U.G.T. En su contestación de rechazo, el secretario general de la F.S.I., Walter Schevenels, decía: «...Sin embargo, yo tengo que deciros, con la mayor amistad, que el Ejecutivo ha estado unánime en considerar que, cualesquiera que sean las grandes cualidades de orador y la gran reputación de dirigente político del camarada Prieto, carece totalmente de la experiencia y de la autoridad de un militante sindical, y que, en consecuencia, no es posible confiarle esa misión, cuyos riesgos financieros son por completo afrontados por la F.S.I.». Esta comunicación fue contestada por la Comisión ejecutiva en términos de terquedad, manteniendo el nombre de Indalecio Prieto con otro sin embargo. Y así, en su contestación a la F.S.I., la Ejecutiva de la U.G.T. decía: «Sin embargo, como sois vosotros los encargados de resolver, nos vemos en la necesidad de manifestaros que, dadas las circunstancias que estamos atravesando, el trabajo que pesa sobre los compañeros de valía que se encuentran en libertad y el que ha de pesar cuando se normalice la situación, no nos es posible ofreceros otro candidato...». Con fecha 1.° de julio de 1935, el Comité ejecutivo de la F.S.I. comunicaba haber resuelto «dejar para mejor ocasión el viaje de la delegación a América». La opinión del autor de este trabajo, miembro en aquel momento de la Comisión ejecutiva, es que Prieto estaba de acuerdo con la Internacional; -que no tenía ningún deseo de cumplir esa misión abandonando su agradable y simpática trinchera política e intrigante de París. La terquedad de la posición de la Comisión ejecutiva y la maniobra de Prieto privaron a la clase obrera española de una campaña de solidaridad del movimiento obrero latinoamericano para con el movimiento insurreccional de octubre, que de tantas simpatías gozaba en todo el mundo. Se malogró una campaña política que habría sido muy eficaz y una cooperación económica

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que, sin duda, hubiera sido importante dado el ambiente de simpatía del proletariado de Argentina, Chile, Uruguay, México y otras repúblicas latinoamericanas hacia los trabajadores españoles. En algún lugar de nuestro trabajo hemos dicho que la política de personalismo y de intriga —heredada del republicanismo— había sido nefasta para el movimiento obrero español, impidiendo toda política de continuidad y la consolidación de dirigentes, fenómeno que no se registra en otras centrales nacionales del movimiento obrero internacional. Pongamos como ejemplo a la Confederación General del Trabajo francesa. Si pusiéramos en los dos platillos de una balanza lo positivo y lo negativo de muchos de sus dirigentes sindicales, el platillo de lo negativo caería con tanta fuerza que haría un agujero en el suelo. Sin embargo, hay que ser objetivos, si pusiéramos en esa misma balanza, en uno de sus platillos, el peso del sacrificio, del heroísmo, de las luchas sociales, en su conjunto, del proletariado español, su acción revolucionaria y sindical, y en el otro platillo los mismos aspectos del movimiento sindical internacional, nuestro platillo caería con tanta fuerza que el otro saltaría muy alto. Pero, a pesar de todo, el peso de nuestra balanza es negativo y de ello son responsables el anarquismo y los «Prietos y compañía». ¿Por qué se malogró la victoria del 16 de febrero, prologada con el sacrificio de octubre y sus 30 000 presos políticos y sociales?

86 LINEAS GENERALES DEL PROGRAMA DE GOBIERNO DEL MOVIMIENTO DE OCTUBRE

Cuando el Partido Socialista, presidido por Francisco Largo Caballero y con el apoyo de las Juventudes socialistas, acuerda la preparación de un movimiento revolucionario, la Unión General de Trabajadores, su Comisión ejecutiva, presidida por Julián Besteiro, se pronuncia, como es sabido, contra ese propósito. El equipo dirigente de la U.G.T. —BesteiroTrifón Gómez-Saborit y los demás— no creía en el peligro fascista, subestimaba el proceso de desarrollo de las fuerzas reaccionarias de nuestro país en esa orientación y no valoraba debidamente el ejemplo de ese mismo proceso, tan amenazador, en el campo internacional: Alemania, Italia, Austria y países del centro de Europa. Por otra parte, consideraba, como hemos señalado en otro lugar, que la república estaba garantizada con las propias instituciones que se había dado. En el Comité nacional de la Unión General se debatían las dos tendencias: un grupo minoritario de federaciones que estaba de acuerdo con la posición del P.S.O.E. (Largo Caballero, en ese momento), y el que apoyaba la actitud de la Ejecutiva ugetista, representada por el grupo Besteiro. En esa lucha, Besteiro llegó a exigir al partido que definiera en un documento el programa, los objetivos del movimiento. Fue encargado Prieto para, con la colaboración del propio Besteiro, elaborar el programa. La Ejecutiva de la Unión General quedó en minoría en el Comité nacional del 27 de enero de 1934. El grupo Besteiro dimite y Largo Caballero que, al mismo tiempo, preside el P.S.O.E., toma las riendas de la U.G.T. La vía quedaba expedita para la organización del movimiento revolucionario. Prieto elaboró un proyecto de programa, unas bases, unas líneas generales, en cuya formalización no sabemos en qué medida participó Besteiro. Nuestra opinión es que en ninguna, pues ya desde el primer momento había mostrado su interés por que se propugnara la creación de una Cámara corporativa consultiva, a lo que Caballero, Prieto y todos los

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elementos partidarios del movimiento eran totalmente opuestos. Con su posición, Besteiro no hacía más que reiterar la que había sostenido en 1928, apoyando el proyecto y la Ley de la Cámara consultiva, creada por la dictadura de Primo de Rivera, cuestión que, ya en aquella época, provocó una aguda polémica en el seno del Partido Socialista entre los partidarios de formar parte de ella —Besteiro y Cía.— y los opuestos a esa participación —Caballero, Prieto y otros—, polémica que un Congreso extraordinario resolvió en contra de la posición de los besteiristas. El esbozo del programa, que vio la luz pública en El Liberal de Bilbao del 11 de enero de 1936, cuatro días antes de ser publicado el programa del Frente Popular, no fue examinado oficialmente ni discutido por las organizaciones. La Comisión ejecutiva de la Unión General de Transportes —de la que formaba parte el autor de este trabajo y parte del grupo de ejecutivos en prisión— en ningún momento, como decíamos, había examinado oficialmente el documento. Su publicación, en momento tan oportuno, se debió, en nuestra opinión, a uno de esos pruritos periodísticos de Prieto, no exentos de intenciones políticas y maniobreras. Frente al programa del Frente Popular y para especulaciones comparativas, su periódico, El Liberal de Bilbao, publicaba el programa de gobierno del movimiento de octubre, del que Indalecio Prieto era autor, personalmente. Y ya que escribimos sobre el programa de gobierno de aquel movimiento, recordaremos que, pocas horas antes de su desencadenamiento, el grupo de dirigentes que constituiría el gobierno provisional, con otros colaboradores, se reunían —nos reuníamos— en un restaurante cercano a las Cortes —he olvidado su nombre—, en uno de sus salones reservados del primer piso. Entre los reunidos podemos precisar los nombres de algunos de los que figuraban en el gobierno provisional: Largo Caballero, Luis Arasquistain, Julio Alvarez del Vayo, Enrique de Francisco y Amador Fernández. De los «ministrables» no estaban presentes Prieto y Wenceslao Carrillo (éste se encontraba en la cárcel). Creo que en el grupo de los futuros ministros figuraban también Rodolfo Llopis y Ángel Galarza. Y si mi memoria no me falla, creo recordar que entre otros más, asistían al ágape Santiago Carrillo, Díaz Alor, Felipe Pretel —éste seguro— y Carlos Hernández. A continuación damos a conocer el programa de Prieto, tomado del libro Historia de las Internacionales en España 1914-1936 del historiador Maximiano García Venero. 1

1.

Ediciones del Movimiento, Madrid.

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«1.° Todas las tierras de España se declaran de la propiedad del Estado, suprimiéndose, de consiguiente, el pago de renta a particulares, renta que en todo caso habría de percibir el Estado, los Municipios o aquellas otras comunidades o corporaciones de carácter público en quienes delegara el Estado sus derechos. En aquellas zonas donde la propiedad agrícola tenga carácter minifundista, las tierras seguirán en posición de quienes actualmente las cultivan, mediante el pago del canon que se estableciese conforme a la estructura económica que queda apuntada. En las zonas donde la propiedad agrícola tiene predominante el carácter de latifundio, se procurará el establecimiento de explotaciones colectivas, bien a cargo del Estado, de los Municipios o de las comunidades de campesinos que al efecto se constituyan, debiendo el Estado asumir, por medio de su personal facultativo, la dirección técnica de estas explotaciones colectivas. »2.° Radicando el porvenir de la agricultura española en el aprovechamiento de todos los regadíos, que permitirán vivir a costa de la tierra a un número de familias muy superior al de las que actualmente se consagran a la labor campesina, y siendo insuficientes las consignaciones del Presupuesto ordinario del Estado pueden ser destinadas a las obras hidráulicas para que éstas lleven-aquel ritmo acelerado que resulta, más que conveniente, indispensable, se procederá a la captación de la mayor parte posible del ahorro nacional para, asegurándole un interés prudencial, invertirlo en la pronta realización de esas obras hidráulicas, con lo cual se facilitaría, de momento, trabajo a bastantes millares de obreros y quedaría garantizado el próximo asentamiento, en excelente condiciones, de una masa considerable de labradores. »Esta operación podría realizarse mediante un consorcio entre el Estado, la entidad federativa de las Cajas de Ahorro y la Banca oficial, quedando en hipoteca las tierras regables que, como las demás, y en virtud de lo propuesto en el artículo primero de este programa, habrán de ser objeto de incautación por parte del Estado. »3-° Reforma radical de la enseñanza pública, modificando la organización de la enseñanza superior de manera que a ella no tengan acceso sino aquellos alumnos que hubiesen demostrado en la enseñanza primaria y en la secundaria un grado de capacitación plenamente demostrativo de que habría de ser para ellos enteramente provechosa la permanencia en las universidades y escuelas especiales. La realización de esta idea se verificaría encargándose el Estado de modo total del sostenimiento de aquellos alumnos que ya en la escuela de primeras letras evidenciaran condiciones excepcionales de talento, que, observadas por el respectivo maestro, fueran comprobadas

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por Juntas pedagógicas que se encargaran del traslado de estos niños a centros de enseñanza primaria que, mediante una organización especial, aprovecharan mejor las excepcionales condiciones de los alumnos. Idéntico procedimiento se seguiría con ellos en la enseñanza secundaria. »De esta forma, la Universidad tendría cerrado el acceso a quienes actualmente pululan en ella sin más méritos que los procedentes de su situación económica privilegiada, llegando únicamente hasta su recinto los que acreditasen la capacidad suficiente para evitar la esterilización del esfuerzo universitario. Señalados los cupos convenientes de licenciados de todas las Facultades y titulados de las escuelas especiales habrá de limitarse el número de estos centros, derivando el esfuerzo económico del Estado, que así quedará sobrante, a la creación de escuelas profesionales que perfeccionarán los conocimientos técnicos de los obreros y aumentarán su cultura general. »4.° No existiendo en España una religión disidente de potencia bastante para mantener en su rivalidad con la Iglesia católica el mínimum de libertades de conciencia exigible en un pueblo civilizado, y siendo notorio el afán bárbaramente intransigente de los católicos españoles, que conduciría al mantenimiento del fanatismo religioso, pese a la separación de la Iglesia y el Estado y de las débiles leyes laicas hasta ahora votadas por la república, procede la disolución de todas las órdenes religiosas y la incautación de sus bienes, más la expulsión del territorio nacional de los miembros de aquellas que por su pasada actuación se considerasen más peligrosas para las nuevas instituciones. »5-° Disolución del ejército y reorganización inmediata del mismo a base de la reducción de sus contingentes, de la separación de todos sus generales, jefes y oficiales, sin más excepción que aquellos que hubieren revelado sin tibieza su adhesión al régimen, y dando paso, incluso a los más relevantes puestos de mando, en forma democrática, a quienes, a partir de su ingreso en filas, como soldados, demostraran las necesarias condiciones de capacidad, haciendo, en suma, que, según frase de Napoleón, "pueda ir en la mochila de cualquier soldado el bastón de mariscal". »6.° Disolución de la guardia civil y reorganización de todos los Institutos armados al servicio del Estado sobre las mismas bases democráticas diseñadas para reformar el ejército, y con la condición indispensable de una verdadera adhesión leal al nuevo régimen. Núcleo principal de estos Institutos serán unas Milicias reclutadas exclusivamente o preponderantemente entre los afiliados a las Organizaciones que realicen la transformación apuntada en este programa.

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»7.° Modificación esencial de todos los órganos de la Administración pública, a base de una mayor flexibilidad y eficiencia de los mismos, de un riguroso cumplimiento de los deberes por parte de los funcionarios, de una revista implacable de las condiciones de capacidad de los mismos, y de una separación de aquellos que por su desafección al régimen lo sabotearan de una u otra forma. »8.° No siendo conveniente realizar, de momento, en la mayor parte de la industria española modificaciones esencialmente socializadoras que ofrecieran, por su complejidad, los peligros de un fracaso ante la circunstancia de la debilidad incipiente de nuestra industria, el programa en este aspecto quedará limitado a una serie de medidas encaminadas al mejoramiento moral y material de los trabajadores industriales, cuidando de su dignificación e independencia, y ofreciéndoles los medios de controlar la marcha de aquellas organizaciones industriales a cuyo servicio están adscritos. »9.° Reforma de nuestro sistema tributario, partiendo de la base de la actuación de las cuotas en el impuesto de la renta y en las transmisiones hereditarias. »10.° Todas las medidas derivadas de los puntos iniciados en este programa serán implantadas rápidamente mediante decretos, para los cuales, en su día, se habrá de solicitar la convalidación de los órganos legislativos que libremente se diera el pueblo, y estimando que este programa revolucionario no obtendría el asentimiento de quien ahora desempeña la presidencia de la república, procederá la cesación de éste en sus funciones.» Lamentamos no tener a mano otra fuente de información para comparar el texto que dejamos transcrito, pues en algunos casos hemos observado que los autores de libros en la copia de documentos, omiten parte de los textos, lo que bien puede obedecer a error o negligencia, pero puede también esconder determinada intención política. Dados los años transcurridos, hemos olvidado, en detalle, el documento que informalmente conocimos en su día. Confiamos en que García Venero lo haya trasladado respetando íntegramente el texto publicado en El Liberal, conformándose con las apostillas que, cargadas de intención, le dedica en su obra.

87 UNIDAD SINDICAL U.G.T.-C.G.T.U.

Después de octubre de 1934, como venimos señalando, las corrientes unitarias se desarrollaban a través de todo el país. La represión brutal a que había sido sometida la clase obrera, el ambiente formidable de unidad que se vivía en cárceles y prisiones, animaban ese ambiente unitario que ganaba a las masas. Por otra parte, los acuerdos del VII Congreso de la Internacional Comunista y del de la Internacional Sindical Roja reforzarían, más tarde, esas corrientes unitarias, acercando a socialistas y comunistas. La Confederación General del Trabajo Unitaria (C.G.T.U.) se dirigió a la Unión General de Trabajadores de España proponiéndole una acción conjunta para contener la ofensiva del gobierno contra el movimiento sindical. Con ese mismo objetivo, una comisión de dicha central —en la que figuraba Z a p i r a i n — h a b í a visitado a Manuel Lois, miembro de la Ejecutiva de la Unión General. En la reunión de la Ejecutiva del 24 de noviembre de 1 9 3 4 —en la cárcel— fue examinado el problema. Caballero había recibido igualmente la visita de otra delegación que le trasladó el deseo de la C.G.T.U. de ingresar en la U.G.T. La Ejecutiva acordó entrar en relaciones con dicha central, y ésta envió a la U.G.T. una comunicación que fue examinada en la reunión de Ejecutiva del 6 de diciembre y en la que le planteaba las bases para una acción conjunta. La posición de la GG.T.U. se concretaba en los siguientes puntos: 1." 2." 3.°

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Libertad de los presos y organización de su ayuda económica y sindical. Reapertura de los centros obreros y Casas del Pueblo clausurados. Plena legalidad de las sindicales con derecho de reunión, manifestación y huelga.

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4.°

Contra la disolución de los sindicatos y revocación de la sentencia del Tribunal del Supremo contra cuarenta y cinco sindicatos de Madrid. 5.° Lucha por la jornada de 44 horas para los obreros metalúrgicos. 6. Campaña de ayuda a favor de los obreros mineros de Asturias. a

Para el desarrollo de ese plan se aprobó la constitución de Comités de enlace en aquellas localidades en que existieran organizaciones de las dos centrales. Se aprobó un plan general para ser desarrollado nacionalmente y, en parte, en el extranjero. Dicho plan comprendía los siguientes puntos: «1.° Ayuda a los presos y perseguidos. Lucha por la libertad de los presos y por una amnistía. Campaña nacional e internacional en favor de todos los presos, simbolizada en Largo Caballero, González Peña, Teodomiro Menéndez, Juan José Manso y Simón Díaz. Lucha contra los malos tratos y crueldades a los obreros revolucionarios. »2.° Lucha por la reapertura de centros obreros y Casas del Pueblo clausurados. Campaña por el reconocimiento de todas las libertades del pueblo trabajador. »3.° Lucha por reconquistar todas las mejoras sociales que le han sido arrebatadas a la clase obrera. »4.° Propaganda y lucha contra las organizaciones y sindicatos fascistas.»

88 PREPARANDO LA VICTORIA DEL FRENTE POPULAR

En torno a la victoria del Frente Popular y a su constitución deseamos dejar constancia de algunos antecedentes que preludiaron esos dos hechos trascendentales, desarrollados bajo la presión del peligro de un golpe de Estado y de la radicalización de las masas empujadas por la fuerza de inercia —aunque parezca una paradoja— de la derrota de octubre y sus consecuencias, muy especialmente las represalias y la permanencia en las cárceles de cerca de 30 000 presos político-sociales. Se estaba en presencia de un proceso similar, en muchos aspectos, al vivido en los meses anteriores a octubre de 1934. En mayo de 1935 se había formado un nuevo gobierno Lerroux. En él, la C.E.D.A., con Gil Robles, accede al Ministerio de la Guerra; el general Franco es nombrado jefe del Estado Mayor Central; Fanjul, subsecretario de Guerra, y Goded, director general de Aeronáutica. Un equipo histórico. Ante la nueva situación, el Partido Comunista lanza la idea de ir a la creación de un Bloque Popular Antifascista, que aglutine a todas las fuerzas nacionales demócratas y antifascistas. No prospera. Un mes más tarde, logra un instrumento limitado de unidad, al integrar en un Comité de unidad —un tipo de bloque— a las siguientes organizaciones: Partido Comunista, Juventudes comunistas, Partido Republicano Federal, Izquierda Republicana Socialista, Juventud de Izquierda Republicana, Confederación General del Trabajo Unitaria y Federación Nacional de Trabajadores Tabaqueros. Era un paso, pero resultaba evidente que las organizaciones políticas y sindicales fundamentales estaban ausentes. El 2 de junio de 1935, el Partido Comunista celebra un gran acto en el Monumental Cinema en el que José Díaz, con posiciones en general correctas, y que podía hacer suyas la tendencia «caballerista», reivindica el movimiento de octubre. Largo Caballero y los «caballeristas» vieron con desagrado esa declaración, el enfoque que a ese problema daba el secre-

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tario general del citado partido, creando una situación molesta a las direcciones de la U.G.T. y de la Federación de Juventudes Socialistas en aquel momento. Largo Caballero había definido una posición y una actitud a ese respecto, aprobada por los dirigentes del movimiento, entre ellos Prieto, quien más tarde, desde París, ya en posición intrigante y contraria al movimiento, en sus maniobras lanzó contra Largo Caballero la acusación de no haberse hecho responsable del movimiento. ¿Era correcto que a esas alturas —junio de 1 9 3 5 — , ante la necesidad de salvar todos los obstáculos para lograr la unidad, el Partido Comunista, coincidiendo con la maniobra de Prieto, creara una situación conflictiva que no aportaba nada positivo? En nuestra opinión, el planteamiento no fue oportuno y estaba en contradicción con la política de unidad. No desconocemos los argumentos clásicos que, en defensa de esa posición de reivindicar el movimiento, pudieran esgrimirse, pero en este caso concreto no era ésa la cuestión. La demagogia es pocas veces positiva, mientras que los análisis políticos realistas lo son siempre, así como hay oportunismos revolucionarios positivos y los hay negativos. En este caso fue negativo. 1

En julio de 1935 tuvo lugar el VII Congreso de la Internacional Comunista. En él, su secretario general, George Dimitrov, después de un examen de la situación internacional, de los peligros y amenazas que pesaban sobre el proletariado, sobre todas las fuerzas democráticas como consecuencia del avance del nazifascismo y de su política de agresión y de guerra, lanzó la famosa consigna de la creación de Frentes populares antifascistas, así como la de reunificación de los movimientos nacionales sindicales: unidad sindical con todas las organizaciones. Este viraje y esta posición de la Internacional Comunista y de la Internacional Sindical Roja significaron una valiosa aportación al proceso unitario del proletariado. Lástima que, en nuestro país, el anarquismo no lo comprendiera. Para la dirección de la U.G.T. y su tendencia «caballerista» fue una gran ayuda, pues desde ese momento el Partido Comunista encontraría condiciones objetivas mucho más favorables para el entendimiento con la Unión General y, aunque forzadas, con la dirección del P.S.O.E., en pugna con las posiciones de Largo Caballero. Tanto la Comisión ejecutiva de la U.G.T. como las organizaciones políticas no vivían más que para la atención de la situación política y de las maniobras de la reacción, la cual buscaba los medios y esperaba el momento propicio para asaltar el Poder por medio de un golpe de Estado. Al gobierno Lerroux, dimitido en el mes de setiembre (el 1 9 ) como consecuencia de una de sus inmoralidades —el famoso escándalo del «estraperlo»—, le sucedía el 29 de setiembre el de Joaquín Chapaprieta, en el 1.

Véase, Francisco Largo Caballero, Mis Recuerdos. México. Editores Unidos.

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que el propio Lerroux figuraba en el Ministerio de Estado, continuando en el de la Guerra José M. Gil Robles. La amenaza del alzamiento era constante. Los rumores no dejaban un momento de tranquilidad. La Ejecutiva de la Unión, la mitad de cuyos miembros está en la cárcel y la otra mitad en libertad, se veía obligada a dedicar la mayor parte de su tiempo al problema político, a la acción por la defensa de los presos, la amnistía y la cuestión de la unidad, dejando relegados los problemas de tipo administrativo. Los elementos republicanos de izquierda más progresistas, no implicados en las maniobras que inspiraba el presidente Alcalá-Zamora, venían desarrollando su labor a la que, en este caso, no era ajena cierta ingerencia de determinados elementos de la masonería. El 12 de noviembre, la Comisión ejecutiva de la Unión General recibía una invitación de la del P.S.O.E. para informarle de un importante asunto sobre el cual debería fijar su posición. La Ejecutiva de la U.G.T. designó a los vocales Manuel Lois y Antonio Genova para que acudieran a la cita del partido. En la reunión de la Ejecutiva del día 23, los dos delegados informaron de su gestión. Se trataba de un proyecto de propuestas que el Partido Socialista —posición prietoísta— sometía a la consideración de la Unión General de Trabajadores, del Partido Comunista y de la Confederación General del Trabajo Unitaria. He aquí las propuestas: a

«La Comisión ejecutiva del Partido Socialista considera conveniente exponer su opinión sobre los puntos que, a su juicio, deben constituir el índice de nuestras aspiraciones para la formalización de un programa que sirva de base para una coalición electoral con los organismos de carácter obrero y los partidos republicanos de izquierda. »A tal propósito, dividen el referido índice en dos partes: una, comprensiva de las resoluciones a adoptar antes de verificarse la consulta ai cuerpo electoral, muy especialmente si en el gobierno que haya de convocarla tiene representación alguno de los partidos republicanos aludidos. La otra parte, como deberes a cumplir por el gobierno y las nuevas Cortes en el período posterior a las elecciones. »Las resoluciones a adoptar antes de las elecciones estimamos que deben ser: » 1 * Restablecimiento absoluto de las garantías constitucionales con la máxima rapidez. » 2 . Indulto total de las organizaciones obreras disueltas a virtud de sentencia judicial como consecuencia de los sucesos de octubre. »3- Que la fecha de convocatoria de las elecciones se retrase a

a

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cuanto la ley permita, para que la verdadera normalidad quede restablecida de hecho. » 4 . Libertad inmediata de todos los presos no sometidos a proceso. «Libertad provisional o prisión atenuada de los sometidos a proceso por hechos relacionados con el movimiento revolucionario de octubre. »Sustanciación rápida de todos los procesos en tramitación relacionados con los mismos hechos. » 5 . Reposición de los Ayuntamientos elegidos por sufragio el 12 de abril de 1 9 3 1 . Las vacantes que se hubieren producido por fallecimiento de los titulares o por aplicación de condena de los Tribunales serán cubiertas por los representantes que elijan sus respectivos partidos. a

a

a

» 6 . Compromiso formal de que se adoptarán todas las medidas necesarias para que ni los gobernadores, ni sus delegados, ni la fuerza pública, ni ninguna autoridad dependiente del gobierno intervenga o pueda influir en la contienda electoral. »Las actas de los escrutinios serán entregadas con toda clase de garantías a las Juntas del Censo. »Se fijará un período extraordinario para rectificación del Censo electoral, para que puedan reclamar su inclusión todos los ciudadanos que por unas u otras causas hayan sido excluidos o no figuren en él. »Si la adopción del carnet electoral no está rodeada de plenas garantías para que no constituya un privilegio o un medio de eliminación de cierto número de electores, dejarla en suspenso hasta que el procedimiento pueda ofrecer tales garantías.»

MEDIDAS DEL GOBIERNO Y LEGISLATIVAS POSELECTORAL a

« 1 . Concesión de un amplia amnistía para todos los condenados por delitos de carácter político o social. »En esta ley serán incluidos, para que puedan acogerse a sus beneficios, los casos siguientes: »a) Los condenados por delitos cometidos con ocasión de la huelga de campesinos del mes de junio de 1934. y>b) Los condenados por delitos del mismo carácter a quienes no alcanzaron los preceptos de la ley votada por las Cortes en 1934. »c) Los condenados por delitos clasificados como comunes cometidos con ocasión del movimiento revolucionario de octubre. »d) Los condenados por delitos cometidos individualmente en

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defensa de sus ideales o por oposición a medidas arbitrarias del gobierno. y>e) Los condenados por delitos penados en la ley de Explosivos. »2. Promulgación de una ley concediendo pensiones vitalicias a las familias de los obreros muertos por los excesos cometidos por la fuerza pública en la represión del movimiento de octubre, y nombramiento de una Comisión depuradora de los hechos ocurridos e imposición de las sanciones civiles y penales en que los autores hayan incurrido. a

» 3 . Restablecimiento absoluto de todas las leyes de carácter social promulgadas por las Cortes constituyentes, y aprobación de: y>a) Ley de Control obrero cuyo proyecto fue presentado a las Constituyentes por el gobierno republicano-socialista. y>b) Ley anulando en su totalidad las promulgadas por el último Parlamento. y>c) Ley estableciendo sanciones penales para los patronos que vulneren las leyes de carácter social y los acuerdos adoptados por los organismos encargados de su aplicación y vigilancia. y¡d) Ratificación por el Parlamento de todos los convenios aprobados por la Oficina Internacional del Trabajo. a

» 4 . Nacionalización de la Banca y adopción de medidas contra la evasión de capitales. a

» 5 . Nacionalización de la tierra (con excepción de la pequeña propiedad, siempre que sea trabajada por sus dueños), entregándola en usufructo a las sociedades obreras para su explotación colectiva. Y como complemento necesario: »a) Expropiación de los útiles, aperos y ganado de labranza que a la sazón posean los dueños de las tierras nacionalizadas, y que pasarán con éstas a poder de las sociedades obreras en las condiciones que se fijen. »¿>) Fijación de un canon de contribución a pagar por las sociedades usufructuarias, en relación con la capacidad productiva de la tierra, sustituyendo y anulando toda otra obligación contributiva. y>c) a

Desarrollo de un extenso plan de política hidráulica.

»6. Urbanización de la población rural, dotándola de los medios sanitarios y culturales indispensables y creando rápidamente los medios de comunicación y transporte entre la ciudad y los pueblos que creen y afirmen la solidaridad entre sus intereses. » 7 . Transformación profunda y radical de todos los institutos armados, modificando la composición, funcionamiento y atribuciones de los mismos. Designando para el mando a los hombres civiles o milia

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tares que mejor puedan interpretar la función que les está encomendada. » 8 . Creación de una milicia civil armada, integrada por republicanos y socialistas seleccionados y propuestos por los respectivos partidos. «9. Reforma de la organización judicial y de su funcionamiento. »E1 ciudadano que fuere detenido será inmediatamente entregado al juez correspondiente; prohibiéndose a los funcionarios de policía o de la fuerza pública someterlos a interrogatorios que en ningún caso habrán de tener validez. Tampoco podrán permanecer en las comisarías, cuartelillos o dependencias de la dirección general de Seguridad en calidad de detenidos. «Transformación total del régimen de prisiones en todos sus grados y abolición inmediata de la pena de muerte. «Limitación jurisdiccional del Código de justicia castrense a los delitos netamente militares. »10.* Reforma de la Administración pública en todas sus esferas. » 1 1 * Nombramiento del embajador de España en la U.R.S.S. y formalización con este país de un tratado comercial. »12. Continuación de la política autonomista, restableciendo en toda su integridad el Estatuto de Cataluña aprobado por las Constituyentes y sometiendo a discusión y aprobación de las Cortes los que presenten las demás regiones, en su significado de reconocimiento de su propia personalidad dentro de la unidad nacional. «Consideran los firmantes que las precedentes conclusiones no deben ser entregadas para su examen a las representaciones de los partidos republicanos hasta que hayan sido conocidas y aprobadas por los Comités nacionales del Partido Socialista, Unión General de Trabajadores, Federación Nacional de Juventudes Socialistas; Partido Comunista y Confederación General del Trabajo Unitaria.» a

a

a

De acuerdo con esa propuesta, la Ejecutiva decide reunir al Comité nacional para que examine el problema, así como el de la fusión en la U.G.T. de las organizaciones que integraban la C.G.T.U. La situación política se complicaba. Era evidente que el gobierno de Joaquín Chapaprieta, constituido el 29 de setiembre, no podía durar mucho; se trataba de un equipo transitorio. No cabe duda que Prieto, siempre tan bien informado, conocía los manejos masónicos. Ese conocimiento normaba su conducta en la Ejecutiva del Partido Socialista. Ya estuviera «emigrado» en París ya viviera en Carranza 20, en Madrid —era igual—, llevaba al día sus maniobras. De ahí el programa que el P.S.O.E.

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presentaba a las organizaciones preparándose ante las elecciones que se avecinaban, que Prieto avizoraba y trataba de condicionar. Su primera conclusión trataba, y lo logró en muchos casos, de que no se proclamase candidatos a los que estuvieran condenados por el movimiento de octubre. En efecto, el 10 de diciembre, el gobierno Chapaprieta se declaraba en crisis y se abrían las consultas. La C.E.D.A., mostrándose violenta e intransigente, exigía el Poder o la disolución de las Cortes. El día 14 quedaba formado el gobierno-puente de Manuel Pórtela Valladares como presidente y ministro de la Gobernación, con exclusión total de la C.E.D.A. En aquellos casi dramáticos momentos, el golpe de Estado se proponía e intentaba por todas partes. Los presos políticos y sociales del movimiento de octubre vivieron días angustiosos ante ese temor. El nuevo gobierno disuelve las Cortes y convoca a elecciones para el día 16 de febrero. Los elementos reaccionarios de la conspiración trabajan intensamente para impedir esa consulta democrática, mediante medidas arbitrarias o de dictadura que sugieren al presidente del gobierno. Ya está abierto el período electoral. Las maniobras se desarrollan en todas direcciones. Prieto no es el menos activo. El 21 de diciembre, el vicesecretario del P.S.O.E., Juan Simeón Vidarte, informa a la Ejecutiva de la U.G.T. que el Partido Socialista le había designado, junto con Manuel Cordero, para llevar a cabo las negociaciones para la fijación de un programa que sirviera de base para la coalición electoral. En la información se decía: «Considera conveniente la Comisión ejecutiva que las incidencias que se originen durante la discusión del pacto electoral sean conocidas con absoluta exactitud por la Unión General de Trabajadores, para que, en todo momento, el acuerdo entre este organismo y nuestro Partido sea perfecto. Por ello, nos permitimos solicitar de vosotros designéis una representación que, en unión nuestra, inicie las negociaciones con los partidos republicanos, con la urgencia que el momento político requiere.»

Por la Comisión ejecutiva de la U.G.T. se designaba a Francisco Largo Caballero para que integrara esa Comisión electoral. En su calidad de secretario general de la Unión General de Trabajadores, Caballero enviaba a los ejecutivos todavía en la cárcel la siguiente carta: «Compañero Díaz Alor y demás camaradas presos de la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de España. «Estimados compañeros: Me creo en el deber de informaros de los

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incidentes ocurridos en las reuniones de los partidos y entidades que, hasta hoy, componen el bloque electoral de izquierdas. «Conocido mi nombramiento para representar a la Unión General de Trabajadores, indiqué al compañero Vidarte la conveniencia de celebrar una reunión conjunta con todos los representantes de los organismos obreros que habían sido invitados a formar parte de la coalición electoral. La reunión se celebró el lunes 30 de diciembre último, a la cual asistimos: Partido Socialista, Unión General de Trabajadores, Juventudes Socialistas, Partido Comunista, Confederación General del Trabajo Unitaria y, además, el compañero Pestaña en representación del Partido Sindicalista. Vidarte y Cordero nos informaron del cambio de impresiones tenidas por ellos con los representantes de los partidos republicanos: Izquierda Republicana, Unión Republicana y Partido Nacional Republicano. Estos señores habían prometido contestar por escrito a las bases que se le habían presentado, indicando, al mismo tiempo, la conveniencia de limitar las conversaciones, a fin de elaborar un programa entre ellos y el Partido Socialista solamente. A todos nos pareció improcedente esta limitación y encargamos a Vidarte y Cordero que así lo hicieran saber a los republicanos, a los cuales habrían de ver por la tarde. «Al día siguiente, martes 3 1 , celebramos otra reunión, en la que Vidarte dio lectura del escrito de los republicanos que adjunto os remito, rogándoos que me lo devolváis en seguida, con objeto de dar cuenta de él a los demás compañeros de Ejecutiva. »La impresión causada con la lectura del documento fue verdaderamente desagradable, pues, como veréis, no aceptan casi nada de lo por nosotros propuesto; pero, en cambio, nos proponen que aceptemos las leyes represivas. Acordamos reunimos nuevamente el jueves 2 del corriente, después de estudiar el documento de los republicanos, para lo cual se repartirían copias a todos. Antes de retirarnos, Vidarte nos comunicó que los republicanos aceptaban tratar con los individuos que el sector obrero designase, siempre a base de no ser excesivo el número. »E1 jueves 2 del corriente celebróse otra reunión, en la cual, después de examinar los puntos principales que habríamos de defender con mayor interés, pero siempre con el propósito de llegar rápidamente a un acuerdo, se designaron los representantes del grupo obrero, uno por cada partido o entidad. Total, cinco. Los republicanos son tres. Hay que tener presente que no se va a resolver nada por votos. »A1 día siguiente, viernes 3 del mes actual, nos reunimos todos en el local de Izquierda Republicana. Con la natural sorpresa nuestra,

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se nos planteó por los representantes de los partidos republicanos la siguiente cuestión: »"Los republicanos no tenían poderes para tratar con otros elementos que no fueran representantes del Partido Socialista." »Se les hizo las consideraciones del caso y ofrecieron consultar con sus jefes y darnos cuenta del resultado. Nos retiramos sin hacer nada práctico sobre el programa electoral. »E1 sábado 4 pregunté por teléfono a Vidarte si se celebraba reunión, contestándome que no, porque el señor Sacristán le había manifestado el deseo de hablarle, pero no por teléfono, sino directamente. Me ofreció comunicarme lo que hubiera por la tarde, cosa que hizo, diciéndome, en síntesis, lo siguiente: »"Que los republicanos habían acordado no tratar más que con el Partido Socialista." «Entonces, Vidarte y Cordero les manifestaron que no aceptarían nunca la exclusión de la Unión General de Trabajadores. Los representantes de los republicanos dijeron que consultarían con sus jefes nuevamente y que darían una contestación definitiva. La contestación fue: »"Que después de haberlo examinado detenidamente, no se oponían a que asistiese la representación de la Unión General de Trabajadores; pero no otras." »En vista de esto he propuesto a Vidarte que nos reunamos los del bloque obrero mañana, lunes, a las diez de la mañana, con objeto de cambiar impresiones y resolver lo más conveniente. A los demás compañeros de Ejecutiva los convocaré para el martes. Conviene que den ustedes su opinión por escrito, entregándola a Pablo, mañana lunes. »De lo sucedido resulta lo siguiente: Los republicanos no quieren tratar nada más que con la representación del Partido Socialista, ni permiten que haya en la Comisión otra representación republicana que la de los tres partidos Izquierda Republicana, Unión Republicana y Partido Nacional Republicano. Si han aceptado a última hora a la Unión General de Trabajadores ha sido presionados por el Partido Socialista. En estas condiciones se puede despertar recelos y desconfianzas que perjudiquen a la coalición, poniendo en peligro el éxito de la lucha. La opinión de la clase trabajadora es coaligarse con todos los elementos obreros y republicanos de izquierda que no tengan responsabilidad en la represión. ¿Puede hacerse la exclusión de ningún sector ni aun para hacer el programa? Yo creo que no. No se trata de dar con la coalición la hegemonía a tal o cual partido republicano, sino de aunar todas las fuerzas de izquierda para triunfar en la lucha

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»Por otra parte, creo que no sería conveniente romper la solidaridad con los demás sectores obreros. «Teniendo en cuenta todo lo expuesto, mi opinión es: »1.° Insistir en que en la Comisión deben estar representados los elementos que estén conformes con la coalición, obreros o republicanos. »2.° En el caso de no ser aceptado, dejar al Partido Socialista que sea el que trate en nombre de todos, salvando nuestra responsabilidad por las consecuencias que ese exclusivismo pueda producir. »3.° Que en el caso de acordar que asista la Unión General de Trabajadores, con exclusión de los demás sectores obreros, se proceda a nombrar a otro representante, pues yo no quiero compartir la responsabilidad de lo que suceda, ni quiero ser obstáculo para la marcha de las negociaciones. «Vuestro y de la causa obrera, Francisco Largo Caballero (firmado). 5-1-1936.» Al documento-carta en la que Caballero denunciaba la posición de los partidos republicanos con su bien acreditada miopía política característica, los ejecutivos en prisión contestaron con la siguiente carta: «A la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores: Reunidos con carácter extraordinario los compañeros presos que forman parte de la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores para conocer y examinar las limitaciones impuestas por los representantes de los partidos republicanos al número de delegaciones de partidos obreros y centrales sindicales que han de integrar la Comisión electoral, adoptaron por unanimidad los siguientes acuerdos: »1.° Insistir en que la Comisión Electoral debe estar integrada por representantes de los partidos republicanos no responsables de la represión de octubre y los partidos Socialista y Comunista, Federación Nacional de Juventudes Socialistas, Unión General de Trabajadores y Confederación General del Trabajo Unitaria y Partido Sindicalista (Pestaña). »2.° En el caso de no ser aceptado, dejar al Partido Socialista que sea el que trate en nombre de todos, salvando nuestra responsabilidad por las consecuencias que ese exclusivismo pueda producir. »3.° La Comisión ejecutiva ratifica en un todo los puntos programáticos que para la alianza electoral aprobó el Comité nacional de la Unión General de Trabajadores. «Cárcel Modelo de Madrid, 5 de enero de 1936. Amaro del Rosal, Felipe Pretel, Carlos Hernández, Pascual Tomás y José Díaz Alor.»

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Resultaba verdaderamente paradójico, pero era una realidad, que los republicanos que habían perdido la república, que sólo podían recuperarla gracias a la clase obrera y a su sacrificio en el movimiento de octubre, le negaran ahora a ésta toda personalidad, trataran de marginarla ante la lucha electoral del 16 de febrero, creando dificultades y obstáculos en el camino de una lucha política que se presentaba como decisiva. Después de toda clase de gestiones, de discusiones sin cuento, y gracias al empeño y tesón de Largo Caballero defendiendo, intransigentemente, la posición unitaria de la Unión General de Trabajadores y contando con el apoyo decidido del Partido Comunista y de las Juventudes, fue aprobado, definitivamente, el Pacto del Frente Popular.

89 EL PACTO DEL FRENTE POPULAR ESPAÑOL Y OTROS IMPORTANTES DOCUMENTOS (Enero-marzo

de

1936)

Los partidos republicanos Izquierda Republicana, Unión Republicana y el Partido Socialista, en representación del mismo y de la Unión General de Trabajadores, Federación Nacional de Juventudes Socialistas, Partido Comunista, Partido Sindicalista y Partido Obrero de Unificación Marxista, sin perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas, han llegado a comprometer un plan político común que sirva de fundamento y cartel a la coalición de sus respectivas fuerzas en la inmediata contienda electoral, y de norma de gobierno que habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda, con el apoyo de sus fuerzas obreras, en el caso de victoria. Declaran ante la opinión pública las bases y los límites de su coincidencia política. Y además las ofrecen a la consideración de las restantes organizaciones republicanas u obreras, por si estiman conveniente a los intereses nacionales de la República venir a integrar, en tales condiciones, el bloque de izquierdas que debe luchar frente a la reacción en las elecciones generales de diputados a Cortes.

I Como supuesto indispensable de paz pública, los partidos coligados se comprometen: 1. A conceder por ley una amplia amnistía de los delitos políticosociales cometidos posteriormente a noviembre de 1933, aunque no hubieran sido considerados como tales por los Tribunales. Alcanzará también a aquellos de igual carácter no comprendidos en la ley de 24 de abril de 1934. Se revisarán, con arreglo a la ley. las sentencias pronunciadas en

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aplicación indebida de la de Vagos por motivos de carácter político; hasta tanto que se habiliten las instituciones que en dicha ley se prescriben, se restringirá la aplicación de la misma y se impedirá que en lo sucesivo se utilice para perseguir ideas o actuaciones políticas. 2. Los funcionarios y empleados públicos que hayan sido objeto de suspensión, traslado o separación, acordados sin garantía de expediente o por motivo de persecución política, serán repuestos en sus destinos. El gobierno tomará las medidas necesarias para que sean readmitidos, en sus respectivos puestos, los obreros que hubiesen sido despedidos por sus ideas o con motivo de huelgas políticas en todas las corporaciones públicas, en las empresas gestoras de servicios públicos y en todas aquellas en las que el Estado tenga vínculo directo. Por lo que se refiere a las empresas de carácter privado, el Ministerio del Trabajo adoptará las disposiciones conducentes a la discriminación de todos los casos de despido que hubieran sido fundados en un morivo político-social y que serán sometidos a los Jurados mixtos para que éstos amparen en su derecho, con arreglo a la legislación anterior a noviembre de 1 9 3 3 , a quienes hubieran sido indebidamente eliminados. 3. Se promulgará una ley concediendo a las familias de las víctimas producidas por las fuerzas revolucionarias o por actos ilegales de la autoridad y la fuerza pública en la represión, la adecuada reparación del daño inferido a las personas.

II En defensa de la libertad y de la justicia, como misión esencial del Estado republicano y de su régimen constitucional, los partidos coligados: 1. Restablecerán el imperio de la Constitución. Serán reclamadas las transgresiones cometidas contra la ley fundamental. La ley orgánica del Tribunal de Garantías habrá de ser objeto de reforma, a fin de impedir que la defensa de la Constitución resulte encomendada a conciencias formadas en una convicción o en un interés contrarios a la salud del régimen. 2. Se procederá a dictar las leyes orgánicas prometidas por la Constitución, que son necesarias para su normal funcionamiento, y especialmente las leyes Provincial y Municipal, que deberán inspirarse en el respeto más riguroso a los principios declarados en aquélla. Se procederá por las Cortes a la reforma de su reglamento, modificando la estructura y funciones de las Comisiones parlamentarias, a cuyo cargo correrá, con el auxilio de los organismos técnicos a ella incorporados, el trámite formativo de las leyes. 3.

Se declara en todo su vigor el principio de autoridad; pero se

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compromete su ejercicio sin mengua de las razones de libertad y justicia. Se revisará la ley de Orden público para que, sin perder nada de su eficacia defensiva, garantice mejor al ciudadano contra la arbitrariedad del Poder; adoptándose también las medidas necesarias para evitar las prórrogas abusivas de los estados de excepción. 4. Se organizará una justicia libre de los viejos motivos de jerarquía social, privilegio económico y posición política. La justicia, una vez reorganizada, será dotada de las condiciones de independencia que promete la Constitución. Se simplificarán los procedimientos en lo civil; se imprimirá mayor rapidez al recurso ante los Tribunales contencioso-administrativos, ampliando su competencia, y se rodeará de mayores garantías al inculpado en lo criminal. Se limitarán los fueros especiales, singularmente el castrense, a delitos netamente militares. Y se humanizará el régimen de prisiones, aboliendo malos tratos e incomunicaciones no decretadas judicialmente. 5. Los casos de violencia de los agentes de la fuerza pública acaecidos bajo el mando de los gobiernos reaccionarios, aconsejan llevar a cabo la investigación de responsabilidades concretas hasta el esclarecimiento de la culpa individual y su castigo. Se procederá a encuadrar las funciones de cada Instituto dentro de los fines de su respectivo reglamento; serán seleccionados sus mandos y se sancionará con la separación del servicio a todo agente que haya incurrido en malos tratos o parcialidad política. El Cuerpo de vigilancia se reorganizará con funcionarios aptos y de cumplida lealtad al régimen. 6. Se revisarán las normas de disciplina de los funcionarios, estableciendo sanciones graves para toda negligencia o abuso en favor de intereses políticos o en daño del Tesoro público.

m Los republicanos no aceptan el principio de la nacionalización de la tierra y su entrega gratuita a los campesinos, solicitada por los delegados del Partido Socialista. Consideran convenientes las siguientes medidas, que se proponen la redención del campesino y del cultivador medio y pequeño, no sólo por ser obra de justicia, sino porque constituyen la base más firme de reconstrucción económica nacional. 1. Como medidas de auxilio al cultivador directo: — Rebaja de impuestos y tributos. — Represión especial de la usura. — Disminución de rentas abusivas. — Intensificación del Crédito agrícola.

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— Revaloración de los productos de la tierra, especialmente del trigo y demás cereales, adoptando medidas para la eliminación del intermediario y para evitar la confabulación de los harineros. — Estímulo del comercio de exportación de productos agrícolas. Como medidas para mejorar las condiciones de la producción agrícola: — Se organizarán enseñanzas agrícolas y se facilitarán auxilios técnicos por el Estado. — Se trazarán planes de sustitución de cultivos e implantación de otros nuevos con la ayuda técnica y económica de la Administración pública. — Fomento de los pastos, ganadería y repoblación forestal. — Obras hidráulicas y obras de puesta en riego y transformación de terrenos para regadío. •— Caminos y construcciones rurales. Como medidas para la reforma de la propiedad de la tierra: — Derogarán, inmediatamente, la vigente ley de Arrendamientos. — Revisarán los desahucios practicados. — Consolidarán en la propiedad, previa liquidación, a los arrendatarios antiguos o pequeños. — Dictarán nueva ley de Arrendamientos que asegure: la estabilidad en la tierra; la medicidad en la renta, susceptible de revisión; la prohibición del subarriendo y sus formas encubiertas; la indemnización de mejoras útiles y necesarias llevadas a cabo por el arrendatario, haciéndose efectiva antes de que el cultivador abandone el predio, y el acceso a la propiedad de la tierra que se viniera cultivando durante cierto tiempo. — Estimularán las formas de cooperación y fomentarán las explotaciones colectivas. — Llevarán a cabo una política de asentamiento de familias campesinas, dotándolas de los auxilios técnicos y financieros precisos. —, Dictarán normas para el rescate de bienes comunales. —• Derogarán la ley que acordó la devolución y el pago de las fincas de la nobleza.

IV Nuestra industria no se podrá levantar de la depresión en que se encuentra si no se procede a ordenar todo el complejo sistema de protec30

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dones que el Estado dispensa, según criterio estricto de coordinada subordinación al interés general de la economía. En consecuencia procede: 1. Dictar una ley o sistema de leyes que fije las bases de la protección a la industria, comprendiendo las arancelarias, exenciones fiscales, métodos de coordinación, regulación de mercados y demás medios de auxilio que el Estado dispense en interés de la producción nacional, promoviendo el saneamiento financiero de las industrias, a fin de aligerar las cargas de especulación que, gravando su rentabilidad, entorpecen su desenvolvimiento. 2. Crear instituciones de investigación económica y técnica, donde no sólo el Estado pueda adquirir elementos para su dirección política, sino también los empresarios para mejor regir sus iniciativas. 3. Adoptar aquellas medidas necesarias de especial protección a la pequeña industria y al pequeño comercio. 4. Levantar la actividad de nuestras industrias fundamentales, mediante un plan de obras públicas a que luego se alude, urbanizaciones y saneamiento de la población rural, en el que se calcularán de antemano los materiales que se han de consumir y sus precios, a fin de asegurar la rentabilidad de estas obras. V Los republicanos consideran la obra pública no sólo como modo de realizar los servicios habituales del Estado o como mero método circunstancial e imperfecto de atender al paro, sino como medio potente para encauzar el ahorro hacia las más poderosas fuentes de riqueza y progreso, desatendidas por la iniciativa de los empresarios. 1. Se llevarán a cabo grandes planes de construcciones de viviendas urbanas y rurales, servicios coooperativos y comunales, puertos, vías de comunicación, obras de riego e implantación de regadío y transformación de terrenos. 2. Para llevarlas a cabo se procederá a una ordenación legislativa y administrativa que garantice la utilidad de la obra, su buena administración y la contribución a la misma de los intereses privados directamente favorecidos. Los republicanos no aceptan el subsidio de paro solicitado por la representación obrera. Entienden que las medidas de política agraria, las que se han de llevar a cabo en el ramo de la industria, las obras públicas y, en suma, todo el plan de reconstrucción nacional, han de cumplir no sólo su finalidad propia, sino también el cometido esencial de absorber el paro.

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VI La Hacienda y la Banca tienen que estar al servicio del empeño de reconstrucción nacional, sin desconocer que fuerzas tan sutiles como la del crédito no se pueden forzar por métodos de coacción, ni estimular fuera del campo seguro de aplicaciones provechosas y empleo remunerador. No aceptan los partidos republicanos las medidas de nacionalización de la banca propuestas por los partidos obreros; conocen, sin embargo, que nuestro sistema bancario requiere ciertos perfeccionamientos, si ha de cumplir la misión que le está encomendada en la reconstrucción económica de España. Como mera enumeración ejemplar señalamos las siguientes medidas: 1. Dirigir el Banco de España de modo que cumpla su función de regular el crédito, conforme exija el interés de nuestra economía, perdiendo su carácter de concurrente de los bancos y liquidando sus inmovilizaciones. 2. Someter a la banca privada a reglas de ordenación que favorezcan su liquidez sobre los principios clásicos que ha puesto de nuevo en relieve la experiencia de las últimas crisis, a fin de afirmar la garanda de los depositantes y el servicio de las necesidades financieras de la política de reconstrucción económica que aquí se promete. 3. Mejorar el funcionamiento de las cajas de ahorro para que cumplan su papel en la creación de capitales, dictando también aquellas medidas necesarias para proteger el ahorro privado y de responsabilidad de los promotores y gestores de toda clase de compañías. Respecto a la Hacienda, se comprometen a llevar a cabo una reforma fiscal dirigida a la mayor flexibilidad de los tributos y a la más equitativa distribución de las cargas públicas, evitando el empleo abusivo del crédito público en finalidades de consumo. 1. Se revisará a fondo la tributación directa, detenida en su desarrollo normal, reorganizándola sobre bases progresivas. 2. Se reformará la tributación indirecta, buscando la coordinación del gasto privado con el gravamen del consumo. 3. Se perfeccionará la administración fiscal, para que sirva de instrumento eficaz a la nueva política tributaria.

VII La república que conciben los partidos republicanos no es una república dirigida por motivos sociales o económicos de clase, sino régimen de libertad democrática impulsado por motivos de interés público y pro-

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greso social. Pero, precisamente por esa decidida razón, la política republicana tiene el deber de elevar las condiciones morales y materiales de los trabajadores hasta el límite máximo que permita el interés general de la producción, sin reparar, fuera de este tope, en cuantos sacrificios hayan de imponerse a todos los privilegios sociales y económicos. No aceptan los partidos republicanos el control obrero solicitado por la representación del Partido Socialista. Convienen en: 1. Restablecer la legislación social en la pureza de sus principios, para lo cual dictarán las disposiciones necesarias a fin de dejar sin efecto aquellas que desvirtúen su recto sentido de justicia; revisando las sanciones establecidas con objeto de asegurar el más leal cumplimiento de las leyes sociales. 2. Reorganizar la jurisdicción de trabajo en condiciones de independencia, a fin no sólo de que las partes interesadas adquieran conciencia de la imparcialidad de sus resoluciones, sino también para que en ningún caso los motivos de interés general de la producción queden sin la valoración debida. 3. Rectificar el proceso de derrumbamiento de los salarios del campo, verdaderos salarios de hambre, fijando salarios mínimos, a fin de asegurar a todo trabajador una existencia digna y creando el delito de envilecimiento del salario, perseguible de oficio ante los Tribunales. Aunque la política de reconstrucción económica debe conducir a la absorción del paro, es menester, además, organizar administrativa y técnicamente la lucha, estableciendo los servicios que sean necesarios de estadística, clasificación, oficinas de colocación y Bolsas de trabajo, y preocupándose de modo especial del paro en la juventud, sin olvidar tampoco las instituciones de previsión y seguro que, prometidas por la Constitución, deben ponerse a ensayo sobre bases de tipo social. Los republicanos han de dedicar a la asistencia pública, beneficencia y sanidad la atención que merecen en todo pueblo civilizado, sin regatear sacrificios. Unificarán, bajo la dirección del Estado, las diversas instituciones de fundación privada, totalizando sus recursos, sin perjuicio del respeto a la voluntad del fundador.

VIII La república tiene que considerar la enseñanza como tributo indeclinable del Estado, con su superior empeño de conseguir en la suma de sus ciudadanos el mayor grado de conocimientos y, por consiguiente, el más amplio nivel moral, por encima de razones confesionales y de clase social: 1. Impulsarán con el ritmo de los primeros años de la república, la

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creación de escuelas de primera enseñanza, estableciendo cantinas, roperos, colonias escolares y demás instituciones complementarias. Se ha de someter a la enseñanza privada a vigilancia, en interés de la cultuta, análoga a la que se ejercite cerca de las escuelas públicas. 2. Implantarán las enseñanzas medias y profesionales que sean necesarias para dar instrucción a todos los ciudadanos en condición de recibirla en estos grados. 3. Concentrarán las enseñanzas universitarias y superiores para que puedan ser debidamente servidas. 4. Pondrán en ejecución los métodos necesarios para asegurar el acceso a la enseñanza media y superior a la juventud obrera y, en general, a los estudiantes seleccionados por su capacidad. Los partidos coligados repondrán en su vigor la legislación autonómica votada por las Cortes constituyentes, y desarrollarán los principios autonómicos consignados en la Constitución. Se orientará la política internacional en un sentido de adhesión a los principios y métodos de la Sociedad de Naciones. Madrid, 15 de enero de 1936. Por Izquierda Republicana: Amos Salvador y Carreras. Por Unión Republicana: Bernardo Giner de los Ríos. Por el Partido Socialista: Juan Simeón Vidarte y Manuel Cordero. Por la Unión General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero. Por el Partido Comunista: Vicente Uribe. Por la Federación Nacional de Juventudes Socialistas: José Cazorla. Por el Partido Sindicalista: Ángel Pestaña. Por el Partido Obrero de Unificación Marxista: Juan Andrade. El instrumento de unidad, de lucha electoral, de victoria, quedaba establecido. La C.N.T. y el faísmo —sus dirigentes, no las masas— ante un estado de opinión arrollador en favor de los presos y de acuerdo con la utilización de las elecciones para lograr una victoria en contra de la reacción, acudieron una vez más a su apoliticismo, a su «no votar», pero en forma débil y vergonzante. Las masas estaban dispuestas a votar y votaron. El día 9 de enero, el secretario de la CN.T. Regional de Cataluña convocaba una conferencia regional en el cine Meridiana de Barcelona para el 25 del mismo mes. El temario sería el siguiente: «1.° ¿Cuál debe ser la posición de la CN.T. en el aspecto de alianza con instituciones que, sin sernos afines, tengan un matiz obrerista? 2.° ¿Qué actitud concreta y definitiva debe adoptar la CN.T. ante el momento electoral?». En la conferencia hay una fuerte tendencia favorable a votar. Los 30 000 presos, entre ellos bastantes de la C.N.T., pesaban mucho. El faísmo, los anarquistas puros se ven enfrentados a un serio problema. Atacan a la Regional por haber organizado la Conferencia. En su auxilio acude el fantasma de la A.I.T., con un largo y sectario documento de clásica factura bakuninista,

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abogando por los sacrosantos principios del apoliticismo. Firma el documento «el secretariado», a secas. A él pertenecía algún que otro anarquista puro, español. El que la GN.T. española votara constituía un precedente grave para el anarquismo internacional. Recordaba la A.I.T. la posición de la C.N.T. en las elecciones de 1933 y su éxito abstencionista. Terminaba el documento: «El caso de conciencia ante el cual se encuentran los militantes y adherentes de nuestra central española debe ser rápida y categóricamente resuelta; sin ningún oportunismo, sin ningún compromiso, sin ninguna desviación: No Votar». Los resultados de la unidad, no obstante la actitud de la C.N.T., quedarán registrados el 16 de febrero, de 453 diputados, el Frente Popular obtenía 257. Frente a esas cifras, la reacción trató de imponer el golpe de fuerza. La impidió, de acuerdo con ciertas circunstancias, Manuel Pórtela Valladares, presidente del gobierno y ministro de la Gobernación, quien terminaría sus días en un rincón de Francia, como simple refugiado. Después de las elecciones, los presos y represaliados de octubre fueron liberados y repuestos en sus lugares de trabajo. Bella victoria de una unidad a la que contribuyeron con su voto, en contra de sus dirigentes, muchos militantes de la GN.T. Una vez conocidos los resultados de las elecciones, el gobierno Pórtela dimite. El día 19 de febrero, Azaña forma un nuevo gobierno integrado exclusivamente por republicanos. Las maniobras de Prieto, su posición política de «no asustar», que gobiernen la república los republicanos, se impone. Una nueva coyuntura que se escapa y cuya responsabilidad incumbe al P.S.O.E. —bajo el control de Prieto— y a los republicanos «auténticos». Los republicanos tradicionales, el lerrouxismo y sus comparsas habían hundido la república en 1 9 3 4 ; recuperada ésta en febrero de 1 9 3 6 , los republicanos «puros», «auténticos», los «azañistas», los Casares Quiroga, ayudados siempre por los que —en nombre del socialismo— consideraban que la república debían dirigirla y administrarla esos republicanos y que a la clase obrera no le correspondía más que estar a sus órdenes, a su servicio, se encargarían de iniciar un nuevo y más prolongado hundimiento del régimen del 14 de abril. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. estimaba, frente a la del Partido Socialista, que no bastaba haber ganado las elecciones, que era necesaria una política de vigilancia, de control, para que el programa del Frente Popular se cumpliera. La clase obrera no veía garantizados sus intereses en el gobierno que había salido de la victoria del 16 de febrero. ¿Por qué no se constituyó un gobierno del Frente Popular, en el que estuviesen representadas todas las organizaciones que habían integrado el instrumento de la victoria?... El Partido Socialista pudo lograrlo, sin perder tiempo, en los primeros momentos del triunfo electoral. Ese gobierno, con el res-

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paldo de las grandes masas, de una opinión pública enfervorizada, habría consolidado una situación nueva, eliminando los peligros que amenazaban a las instituciones, al régimen, a la democracia, abriendo una nueva era para el desarrollo de nuestra revolución democrático-burguesa. Una vez más se hicieron las cosas a medias. En este caso, la victoria frustrada determinó la tragedia. El 16 de febrero pudo evitar el 18 de julio. En la reunión de la Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores del 5 de marzo de 1 9 3 6 se acordó dirigirse al P.S.O.E., al Partido Comunista y a la Federación de Juventudes Socialistas, como organizaciones afines, proponiéndoles la constitución de un Comité formado por representantes de los grupos obreros que habían firmado el programa electoral del Frente Popular y cuya finalidad consistiría en impulsar el cumplimiento de dicho programa. La U.G.T. designaba a Largo Caballero y a Amaro Rosal para representarla en dicho Comité. La Ejecutiva del P.S.O.E. contestó al requerimiento de la Unión General con la siguiente comunicación, de inspiración claramente «prietista»: «Estimados compañeros: La Comisión ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español ha examinado atentamente la carta del 6 del mes actual que en vuestro nombre suscribe el compañero Francisco Largo Caballero, y en la cual nos invitáis a "constituir un organismo de enlace, compuesto por dos representaciones de cada uno de los grupos obreros que han formado el Frente Popular de izquierdas en las últimas elecciones, a fin de unificar la acción de todos a los efectos del cumplimiento del programa electoral", añadiendo que os dirigís también al Partido Comunista y a la Federación de Juventudes Socialistas para que cada cual designe dos camaradas que hayan de formar, con vuestros representantes y los nuestros, el referido organismo. »E1 cumplimiento del programa del Frente Popular es empresa esencialmente parlamentaria, tanto por lo que se refiere a la aprobación de las leyes que han de recoger los puntos pactados como por cuanto respecta a la forma en que el gobierno las aplique. De consiguiente, y en lo que al Partido Socialista afecta, tal labor compete de modo exclusivo a la minoría que le representa en las Cortes. »La autonomía en que, según la Organización general del Partido, debe desenvolver su acción el grupo parlamentario socialista nos veda inmiscuirnos en su gestión. No se ha extinguido aún el eco de la polémica suscitada por el reciente acuerdo de nuestro Comité nacional, favorable a que la Comisión ejecutiva del Partido Socialista señale normas de conducta a la minoría parlamentaria cuando ésta las solicite. Y en esa polémica, acompañada de ciertas dimisiones, se ha eviden-

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ciado por parte de un sector de nuestro Partido el vivo deseo de que mientras la Organización no se reforme se interprete esa parte de ella de modo marcadamente restrictivo, sosteniendo los disconformes con dicho acuerdo que la Comisión ejecutiva ha de permanecer, incluso en los casos de voluntaria consulta, absolutamente inhibida de la gestión de la minoría. Ahora se nos invita a atrevimientos muchísimo mayores que el de dicha resolución, si algún atrevimiento significaba esta orden a la forma de interpretar nuestros estatutos. »La Ejecutiva del Partido Socialista no puede, pues, intervenir en la dirección de la minoría, ni mucho menos admitir que representaciones extrañas al Partido se inmiscuyan en ella, y a ello equivaldría prácticamente la acción conjunta que nos proponéis, ya que siendo el cumplimiento del programa del Frente Popular, como antes decimos, función esencialmente parlamentaria, el organismo proyectado, para realizar eficazmente la finalidad que concreta y exclusivamente le señaláis, se dedicaría a guiar a las representaciones parlamentarias de los respectivos sectores, dándoles mandatos y sugiriéndoles actitudes. »En cambio, entendemos que la proximidad de las elecciones municipales, ya señaladas para el 12 de abril, y quizá también la de alguna otra contienda electoral, aconsejar que subsista el Frente Popular sin exclusión de ninguno de los elementos que lo constituyeron en vísperas de las elecciones legislativas y con organismos rectores idénticos a los que lo dirigieron en la mencionada lucha; pero absteniéndose éstos en absoluto de cuanto con la acción parlamentaria se relacione. »Si estimáis acertada la orientación que señalamos, transmitiríamos con sumo gusto la correspondiente consulta a nuestro Comité nacional, que es quien tiene facultades para adoptar acuerdos definitivos en la materia. »Cordialmente vuestros y de la causa socialista. Por la Comisión ejecutiva: El vicesecretario, Juan S. Vidarte.»

Esa contestación, el P.S.O.E. era consecuente con las concepciones de Prieto: la clase obrera no tiene nada que hacer en la labor del gobierno. Que ayude a la burguesía.... que no la asuste. El parlamento solucionará los problemas sin necesidad de que se moleste a los señores diputados. A propuesta del diputado socialista Luis Araquistain, las Cortes constituyentes de 1 9 3 1 habían definido en la constitución: «España es una república de trabajadores de todas clases...». El Frente Popular, que había sido bueno para lograr la victoria de febrero, podría serlo, según el Partido Socialista Obrero Español, para obtener otra en unas proyectadas elecciones

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municipales para el 12 de abril y «quizá también la de alguna otra contienda electoral...». . A ese lamentable documento, la Ejecutiva de la U.G.T. contestó con la siguiente carta: «Estimados compañeros: La Comisión ejecutiva de la Unión General de Trabajadores de España, en sesión de hoy, ha examinado vuestra carta contestando a la suya del 6. »Ha observado la representación de este organismo nacional la falta de congruencia entre lo que decís y el problema planteado con su propuesta de una acción conjunta de todos los sectores obreros firmantes del programa del Frente Popular, a los efectos de su más rápido cumplimiento. Más que un razonamiento frente a lo que os proponemos, exteriorizáis resentimientos por hechos en cuyo origen y desarrollo la Unión General de Trabajadores no ha tenido intervención alguna y, por tanto, lo considera impertinente al caso. Además, nos extraña que la representación del Partido Socialista Obrero Español recurra a pretextos de esa naturaleza para negarse a cooperar con los demás trabajadores organizados a una acción que tienda a hacer eficaz el triunfo logrado el 16 de febrero. Nos interesa hacer constar que ni el espíritu ni la letra de nuestra proposición tienden a mermar en lo más mínimo la autonomía de ninguna de las minorías o grupos parlamentarios del Frente Popular, los cuales, en todo caso, pueden tomar los acuerdos que consideren convenientes, con su exclusiva responsabilidad; pero esto no impide el que los partidos y entidades obreras firmantes del programa vigilen e influyan desde el mitin, la manifestación pública, la promesa, etc., al objeto de que el gobierno cumpla el compromiso contraído en la última lucha electoral. A esta obligación no ha renunciado, ni renunciará la Unión General de Trabajadores de España. «Rechazamos en absoluto la aseveración de que el cumplimiento del repetido programa, así como la forma en que el gobierno lo aplique debe ser misión exclusiva de la representación parlamentaria. Las entidades obreras que, como tales, firmaron el pacto no sólo tienen, a nuestro juicio, el derecho, sino el deber de vigilar e influir sobre el momento y modo de cumplirlo. Otra cosa sería desertar de la obligación impuesta por la representación que ostentan de la clase trabajadora. Que esto debe ser así lo demuestra el hecho de que gracias a la actuación común de los trabajadores han podido ser resueltos importantes aspeaos del programa antes de la reunión de las Cortes. Este deber no lo abandonará la Unión General de Trabajadores y suponemos que nadie pretenderá exigírselo.

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«Además existen en el compromiso varias cuestiones que caen fuera de la órbka parlamentaria y que han de ser resueltas por la intervención directa y exclusiva de las organizaciones obreras. »Por todo lo dicho, comprenderéis que la representación de este organismo obrero nacional, lamentando vuestra negativa a intervenir en una acción conjunta del proletariado a los efectos dichos, procurará la unión con todos los demás trabajadores que estén conformes con su criterio para seguir trabajando en pro de que rápidamente sean todas las condiciones del pacto firmado. »En cuanto a que el Frente Popular subsista para las próximas • luchas electorales, en lo que a la Unión General de Trabajadores se refiere entendemos, dado el carácter y variedad de aspectos que esas luchas han de tener en las diferentes localidades de España, que no puede adherirse, sin que por ello dejen de hacerse las coaliciones necesarias con otros partidos políticos afines. «Cordialmente vuestros y de la causa obrera. Por la Comisión ejecutiva, Francisco L. Caballero (secretario general).» El Partido Comunista, por su parte, contestó a la U.G.T. con la siguiente comunicación: t

«Estimados camaradas: Obra en nuestro poder la vuestra de fecha 6 del corriente relacionada con la resolución de esa Comisión ejecutiva sobre la conveniencia de constituir un organismo de enlace entre los partidos y organizaciones obreras que componen el Frente Popular, a fin de unificar y coordinar su acción. »En contestación a la vuestra, nos es grato comunicaros que este Comité central está plenamente identificado con la apreciación y opinión de esa Comisión ejecutiva sobre el particular y ha designado a los camaradas José Díaz y Vicente Uribe para que representen a nuestro partido en el mencionado organismo de enlace. «Recibid, camaradas, cordiales saludos comunistas. Por el Comité central del Partido Comunista de España, José Díaz, secretario general.» En cuanto a la Federación Nacional de Juventudes Socialistas de España designó a los camaradas Santiago Carrillo y Carlos Hernández. Saboteada la proposición por el Partido Socialista, que contaba con el apoyo de los republicanos identificados con esa posición antiobrera, el Comité propuesto no pudo ser una realidad. En manos de los republicanos, el programa del Frente Popular se convirtió desde el principio en un

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simple programa, prácticamente en papel mojado. Si olvidando que el socialismo científico, las teorías del marxismo nos dan una explicación lo suficientemente clara de los fenómenos políticos, sociales y económicos del mundo social en que vivimos y de las contradicciones clave que contempla la sociedad, nos dejáramos llevar por el simplismo debemos reconocer que, ante los ejemplos y sucesos señalados cuyas consecuencias ha padecido nuestra clase obrera, posiblemente —y aunque sin razón histórica, desde luego— nos sentiríamos inclinados a exclamar: «Tiene razón el anarquismo». Pero no. A pesar de todo, el anarquismo no ha tenido, ni tiene razón. En cuanto al problema de las Alianzas, la Conferencia Regional de la C.N.T. del 25 de enero de 1936 (Barcelona) aprobaba una resolución, confusa como siempre, con la que trataba de envolver a la U.G.T. El documento decía así:

«Las delegaciones que forman la Ponencia, dándonos cuenta del encargo que nos confió la Conferencia regional de sindicatos, hemos hecho el estudio lo más concienzudo posible para encontrar en la redacción del presente dictamen la fórmula que concrete las aspiraciones revolucionarias y libertarias que informan a la C.N.T. »Por los acuerdos traídos y expresados por los delegados se ha puesto de manifiesto, se ha evidenciado palpablemente el ferviente deseo de estar a la altura y a tono con las circunstancias prerrevolucionarias que vive desde hace mucho tiempo el proletariado español. Así, pues, esta Ponencia hace constar que la organización de Cataluña, por gran mayoría, por coincidencia casi unánime, acepta en principio un proyecto de pacto, desde el punto de vista exclusivamente revolucionario, con la Unión General de Trabajadores. Las bases fundamentales para el proyecto de pacto son las siguientes: «Primera. Reconocimiento por la U.G.T. de que solamente por la acción revolucionaria es posible la emancipación de los trabajadores. Sobreentendiéndose que al aceptar este pacto tiene que romper toda colaboración política y parlamentaria con el régimen burgués. «Segunda. Para que sea efectiva la revolución social, hay que destruir completamente el actual régimen social que regula la vida económica y política de España. «Tercera. El nuevo régimen de convivencia nacido del triunfo de la revolución será regulado por la voluntad expresa de los trabajadores reunidos públicamente, con completa y absoluta libertad de expresión por parte de todos. «Cuarta. Pata la defensa del nuevo régimen social es imprescin-

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dible la unidad de todos los esfuerzos, prescindiendo del interés particular de cada tendencia. «Considerando que el problema planteado, motivo de este dictamen, es de incumbencia nacional, entendemos que la Regional catalana debe proponer al Comité nacional la celebración de una Conferencia nacional de sindicatos, en la cual, además de todas aquellas cuestiones que afectan al organismo confederal, se ponga en el orden del día y en lugar preferente el siguiente punto: "¿Es conveniente la proposición de un pacto con la Unión General de Trabajadores, desde el punto de vista exclusivamente revolucionario? En caso afirmativo, modo de efectuarlo". »La Conferencia de sindicatos entiende que la Conferencia nacional debe celebrarse el próximo mes de abril. Caso de que por graves circunstancias no pudiera tener lugar la Conferencia nacional propuesta, se verificará la consulta por referéndum de los sindicatos. »La Conferencia regional de sindicatos hace un requerimiento a todas las organizaciones autónomas para que, de acuerdo con sus orientaciones ideológicas y tácticas, ingresen en una de las dos centrales sindicales: C.N.T. o U.G.T. «Por el Sindicato Fabril de Badalona, Joaquín Pujol; por San Feliu de Guíxols, Francisco Isgleas; por el Sindicato de Blanes, Ramón Domínguez; por Espectáculos Públicos de Barcelona, Jacinto Teryho; por Construcción de Barcelona, Mariano R. Vázquez.» Esa era la posición de la C.N.T., el 25 de enero, a los diez días de haberse firmado el pacto del Frente Popular y tres semanas antes de la victoria del 16 de febrero. Las nuevas generaciones proletarias, si no quieren tropezar en los mismos errores del pasado, no deben olvidar éstas y otras experiencias, éstas y otras lecciones que sus antecesores en el movimiento obrero —hablamos, ya se entiende, de movimiento obrero genuino, auténtico— vivieron y recibieron a lo largo de su historia.

90 ULTIMO CONGRESO DE LA C.N.T. ANTES DEL 18 DE JULIO DE 1 9 3 6

CREACIÓN DEL P.S.U.C.

El 1." de mayo de 1 9 3 6 tiene lugar, en Zaragoza, el último congreso de la C.N.T. anterior a la sublevación del 18 de julio. Como es sabido, el momento era difícil y estaba cargado de peligros. A este congreso asisten las organizaciones que habían sido expulsadas y estaban bajo la influencia de los «treintistas». ¿Fue un congreso más del anarquismo? No; tuvo algo singular: se reconoció en él la gravedad de la situación; sin embargo, se jugó una vez más al lirismo, a la fraseología, a las formulaciones de mediados del siglo x i x . Entre otras cosas, los participantes trataron de definir, de una vez por todas, «lo que era el comunismo libertario». Se reintegraron a la C.N.T. sus organizaciones de oposición. Hecho positivo. En la ponencia «Análisis de actividades», refiriéndose al movimiento de octubre, se decía: «Octubre pudo ser un movimiento que derivase en sentido libertario. La fuerza pública estaba desmoralizada. En Asturias, nuestros compañeros ocupaban una posición predominante conquistada con las armas en la mano. Se dirá que octubre era una revolución política. Pero ¿no hemos dicho que los anarquistas estamos siempre ojo avizor para intervenir en todo hecho subversivo y encauzarlo en lo posible hacia nuestras aspiraciones?^..» Como recordará el lector, la actitud de la C.N.T. en relación con el movimiento de octubre fue «permanecer a la expectativa», y ordenar la vuelta al trabajo en Cataluña, por ejemplo, cuando aún se seguía luchando en Asturias...

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En cuanto a las Alianzas, el congreso insiste y reitera la posición que había adoptado la organización en su Conferencia de Barcelona de enero de 1936, acordando un nuevo dictamen que decía: «Considerando que es ferviente deseo de la clase trabajadora española el derrocamiento del régimen político y social existente, y considerando que la U.G.T. y la C.N.T. aglutinan y controlan en su seno a la totalidad de los trabajadores organizados en España, esta Ponencia entiende: »Que la Confederación Nacional del Trabajo de España debe dirigirse oficial y públicamente a la U.G.T. emplazándola para la aceptación de un pacto revolucionario bajo las siguientes bases fundamentales : » l . La U.G.T., al firmar el Pacto de Alianza revolucionaria, reconoce explícitamente el fracaso del sistema de colaboración política y parlamentaria. Como consecuencia lógica de dicho reconocimiento, dejará de prestar toda clase de colaboración política y parlamentaria al actual régimen imperante. » 2 . Para que sea una realidad efectiva la revolución social, hay que destruir completamente el régimen político y social que regula la vida del país. »3." La nueva regularización de convivencia, nacida del hecho revolucionario, será determinada por la libre elección de los trabajadores reunidos libremente. »4. Para la defensa del nuevo régimen social es imprescindible la unidad de acción, prescindiendo del interés particular de cada tendencia. Solamente defendiendo el conjunto será posible la defensa de la revolución de los ataques del capitalismo nacional y extranjero. » 5 . La aprobación del presente dictamen significa que el Comité nacional queda implícitamente encargado, si la U.G.T. acepta el pacto, de entrar en relaciones con la misma, con el objeto de regularizar la buena marcha del pacto, ateniéndose a los acuerdos arriba expresados y a los ya existentes en el seno de la C.N.T. en materia revolucionaria. «Artículo Adicional. Estas bases representan el sentido mayoritario de la C.N.T. y tienen un carácter provisional, y deberán servir para que pueda tener lugar una entente con la U.G.T. cuando este organismo, reunido en congreso nacional de sindicatos, formule por su parte las bases que crea conveniente para la realización de la Alianza Obrera Revolucionaria. Al efecto, se nombrarán dos Comités nacionales de enlace, los cuales, procurando concretar los puntos de vista de ambas centrales sindicales, elaborarán una Ponencia de cona

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junto, que será sometida a discusión y referéndum de los sindicatos de ambas Centrales. El resultado de este referéndum será aceptado como acuerdo definitivo, siempre que sea la expresión de la mayoría, representada, por lo menos, por el setenta y cinco por ciento de votos de ambas centrales sindicales.» Fue un congreso rico en largas resoluciones, como los de los mejores tiempos del aliancismo en el siglo pasado a los que, sin embargo, superó en utopías, en lirismo, en fraseología, en formulaciones «teóricas» del máximo confusionismo fuera de toda realidad. Se abordaron todos los problemas, hasta los más raros. «La C.N.T. ante la reforma agraria», un buen título desarrollado en términos «libertarios», tan libres que ocupa un texto de tres apretadas páginas con las más curiosos concepciones. La ponencia más interesante y curiosa fue, sin duda, la que trataba de definir «el concepto confederal del comunismo libertario». Algo extraordinario, fruto, en gran parte, del doctor Isaac Puente. No tiene desperdicio. Para amenizar un poco esta parte de nuestro trabajo, recogeremos simplemente unas cuantas formulaciones. No vale la pena entrar en tan extenso como «sesudo» esfuerzo anarquista. Los temas del dictamen son bien elocuentes: «Concepto constructivo de la Revolución». «Organización de la nueva Sociedad después del hecho revolucionario». «Las primeras medidas de la Revolución». «Plan de organización de los Productores». «Las Comunas Libertarias y su funcionamiento». «Relaciones e intercambio de productos». «Deberes del individuo para con la colectividad y concepto de la justicia distributiva». «La cuestión religiosa». «De la pedagogía, del arte, de la ciencia, de la libre experimentación». «La familia y las relaciones sexuales». «Defensa de la Revolución». El lector podrá darse cuenta de la factura de ese dictamen, que no se elaboró en el siglo pasado, en los tiempos del socialismo utópico, de las concepciones demenciales de los apóstoles ácratas, sino en España y en mayo de 1936. Dentro del texto del tema «La familia y las relaciones sexuales», puede leerse: «El Comunismo Libertario proclama el amor libre, sin más regulación que la voluntad del hombre y de la mujer, garantizando a los hijos la salvaguardia de la colectividad y salvando a ésta de las aberraciones humanas por la aplicación de los principios biológico-eugénicos. «Asimismo, por medio de una buena educación sexual, empezada en la escuela, tenderá a la selección de la especie, de acuerdo con las finalidades de la eugenesia, de manera que las parejas humanas procreen conscientemente, pensando en producir hijos sanos y hermosos.

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«Sobre los problemas de índole moral que puede plantear el amor en la sociedad comunista libertaria, como son los que hallen su origen en las contrariedades amorosas, la comunidad y la libertad no tienen más que dos caminos para que las relaciones humanas y sexuales se desarrollen normalmente. Para el que quisiera amor a la fuerza o bestialmente, si no bastara el consejo ni el respeto al derecho individual, habría que recurrirse a la ausencia. Para muchas enfermedades se recomienda el cambio de agua y de aire. Para la enfermedad del amor, que es enfermedad al convertirse en tenacidad y ceguera, habrá de recomendarse el cambio de Comuna, sacando al enfermo del medio que le ciega y enloquece, aunque no es presumible que estas exasperaciones se produzcan en un ambiente de libertad sexual.»

El «histórico» dictamen termina así: «Que todo el que se sienta con inteligencia y con arrestos y capacidad, mejore nuestra obra-..-.» El Congreso de Zaragoza de mayo de 1 9 3 6 fue un congreso más del anarquismo. Es todo lo que puede decirse de él. En tanto el anarquismo divagaba, en el continente nacional se habían producido más de 4 0 0 huelgas; en las luchas habían caído decenas de trabajadores; el fascismo había perpetrado un sinnúmero de atentados, entre ellos los que sufrieron Largo Caballero, Ortega y Gasset, Jiménez de Asúa; estaba próximo el asesinato del capitán Faraudo y se preparaba, tal vez, el del teniente Castillo... Las milicias fascistas provocaban por todas partes. La reacción se disponía aceleradamente a desencadenar en toda España su movimiento subversivo. El Congreso de Zaragoza ha sido la más exaltada manifestación de demencia política. Días antes del 18 de julio, el 26 de junio, las organizaciones políticas obreras de Cataluña realizan la unidad. La Federación Catalana del P.S.O.E., la del Partido Comunista, la Unión Socialista y el Partido Catalán Proletario acuerdan unificarse y construir el Partido Socialista Unificado de Cataluña (P.S.U.C.). Antes de la fusión, Rafael Vidiella era el delegado de Cataluña, del P.S.O.E., ante el Comité nacional. A las pocas horas de realizada la unificación, hace un viaje a Madrid donde visita al grupo editor de Claridad, y le explica lo sucedido, al mismo tiempo que le informa de haber puesto en conocimiento del Comité nacional del P.S.O.E. las decisiones aprobadas y la constitución del nuevo partido en el que se han integrado las organizaciones del Partido Socialista en Cataluña. Claridad defendió la unificación. Registraremos, simplemente, que Largo Caballero

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no discutió, ni hizo objeciones al problema de fondo, sino sólo a diferentes aspectos formales. Consideraba •—y así se lo hizo saber a Vidiella, según éste nos informó— que, en su opinión personal, el representante del Comité nacional del P.S.O.E. no debía haber adquirido tal responsabilidad sin que un problema de esa importancia y naturaleza fuera previamente examinado por dicho Comité nacional e incluso por un congreso; que la decisión tomada por el nuevo partido de ingresar en la III Internacional la consideraba precipitada y complicaba toda futura gestión de unidad entre el P.S.O.E., que pertenecía a la II Internacional, y el Partido Comunista, integrado en la III. Vidiella había visitado a Caballero en Fuencarral 93 —no se olvide que Caballero no formaba parte de la dirección del P.S.O.E.— para informarle oficiosamente de lo sucedido. Entre las observaciones que Caballero le hizo figuraba ésta, en forma de pregunta: «¿Qué prisa tenían por ese ingreso en la III Internacional?». La sublevación creó una situación nueva y estos problemas pasaron a segundo plano. No hubo tiempo para discutirlos. Las exigencias de la lucha opacaron muchos problemas. Claridad desdeñó los aspectos formales y estuvo de acuerdo, tanto con la unidad de las Juventudes como con la unificación de las organizaciones políticas catalanas de signo marxista. Esos dos hechos estaban en la línea de las consignas fundamentales de la tendencia caballerista, de las que Caballero había sido exponente. En más de una ocasión se había planteado la necesidad de lograr la unificación de la juventud revolucionaria en una sola organización; de luchar por el partido único del proletariado y por la unidad de la clase obrera en una sola central sindical. Los dos hechos de unidad realizados, dejando a un lado aspeaos formales, estaban dentro de esa orientación. En cuanto a lo de definirse por la III Internacional, tal vez hubiese sido aconsejable que, momentáneamente, el nuevo partido quedara al margen de las dos Internacionales y así, con su ejemplo, habría sido un instrumento de unidad capacitado para ejercer mayor influencia en el seno de las masas del P.S.O.E. y hubiera acaso contribuido decisivamente en el logro de la unificación del socialismo revolucionario español. De todas formas, la guerra lo trastornó todo. La unificación política del proletariado catalán en un solo partido fue, sin duda, un hecho de gran significación histórica. Gracias a esa unidad política, el movimiento sindical ugetista conoció un formidable desarrollo. En Cataluña, como es sabido, se había constituido la U.G.T. en 1 8 8 8 sin que jamás hubiese podido desarrollarse ni superar la acción negativa del anarquismo. La constitución del P.S.U.C. determinó que, por vez primera, existiera en Cataluña un poderoso movimiento sindical de signo socialista, que, en el curso de la guerra, lograría destruir la hegemonía perni31

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ciosa que el anarquismo venía ejerciendo sobre el proletariado catalán desde mediados del siglo pasado. La creación del P.S.U.C., esa experiencia de unidad, ofrece una magnífica y positiva lección en la historia del movimiento obrero.

91 NUEVA GESTIÓN UNITARIA CN.T.-U.GT. DESPUÉS DEL TRIUNFO DEL FRENTE POPULAR

Con fecha 18 de mayo de 1936, la Confederación Nacional del Trabajo, dando cumplimiento a un acuerdo de su Congreso del primero de mayo, enviaba a la Comisión ejecutiva de la U.G.T. la siguiente comunicación:

A LA COMISIÓN EJECUTIVA DE LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES »Estimados camaradas: Salud. «Habiéndose discutido en nuestro Congreso extraordinario un tema sobre alianza revolucionaria y habiendo recaído un acuerdo en principio que afecta a la organización que representáis, lo ponemos en vuestro conocimiento para los efectos consiguientes. Dice así: •¡¡Segundo Congreso extraordinario de la Confederación Nacional del Trabajo de España celebrado en Zaragoza el 1." de mayo y días sucesivos. Dictamen que la Ponencia nombrada para el cuarto punto del orden del día, "Alianza Revolucionaria", somete a la consideración del Congreso. »Desde el asalto al Poder por el general Primo de Rivera, el proletariado español vive en latente inquietud revolucionaria. Durante el período dictatorial fueron innumerables los intentos de revuelta del pueblo, determinando que las altas esferas políticas del país se preocupasen por canalizar el sentimiento revolucionario de los trabajadores por los senderos conformistas de la democracia, lo que fue posible al conseguir que organismos obreros ugetistas se enrolasen en la convocatoria de elecciones que determinó el triunfo político de la República. »A1 derrumbarse la monarquía, la Unión General de Trabajadores

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y el partido que le sirve de orientador han sido fieles servidores de la democracia republicana, pudiendo constatar por propia experiencia la inutilidad de la colaboración política y parlamentaria. Merced a esta colaboración, el proletariado en general, al sentirse dividido, perdió parte del valor revolucionario que en otros momentos le caracterizó. El hecho de Asturias demuestra que, recobrado ese sentido de su propio valor revolucionario, el proletariado es algo imposible de hundir en el fracaso. «Analizado, pues, todo el período revolucionario que ha vivido y está viviendo España, esta Ponencia ve la ineludible necesidad de unificar, en el hecho revolucionario, a las dos organizaciones: Unión General de Trabajadores y Confederación Nacional del Trabajo. «Por lo expuesto, recogiendo el sentir de los acuerdos generales de los Sindicatos afectos a la Confederación, hemos acordado someter al Congreso el siguiente dictamen: «"Considerando que es ferviente deseo de la clase obrera española el derrocamiento del régimen político y social existente, y considerando que la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo aglutinan y controlan en su seno a la totalidad de los trabajadores organizados en España, esta Ponencia entiende: «"Que la Confederación Nacional del Trabajo de España debe dirigirse oficial y públicamente a la Unión General de Trabajadores emplazándola para la aceptación de un pacto revolucionario sobre las siguientes bases fundamentales: »"l. La Unión General de Trabajadores, al firmar el pacto de Alianza revolucionaria, reconoce explícitamente el fracaso del sistema de colaboración política y parlamentaria. Como consecuencia lógica de dicho reconocimiento, dejará de prestar toda colaboración al actual régimen imperante. »"2." Para que sea una realidad efectiva la revolución social hay que destruir completamente el régimen político y social que regula la vida del país. »"3. La nueva regulación de convivencia, nacida del hecho revolucionario, será determinada por la libre elección de los trabajadores reunidos libremente. »"4. Para la defensa del nuevo régimen social es imprescindible la unidad de acción, prescindiendo del interés particular de cada tendencia. Solamente defendiendo el conjunto será posible la defensa de la revolución de los ataques del capitalismo nacional y extranjero. »"5." La aprobación del presente dictamen significa que el Comité nacional queda implícitamente encargado, si la Unión General de Trabajadores acepta el pacto, de entrar en relación con la misma a

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con objeto de regularizar la buena marcha del pacto, ateniéndose a los acuerdos arriba expresados y a los ya existentes en materia revolucionaria en el seno de la Confederación Nacional del Trabajo." «Sometido al Congreso el presente dictamen, y después de amplia discusión, lo amplió adicionándole el siguiente: «"Artículo adicional. Estas bases representan el sentido mayorista de la Confederación Nacional de Trabajo y tienen carácter provisional, y deberán servir para que pueda tener una entente con la Unión General de Trabajadores cuando este organismo, reunido en Congreso nacional de sindicatos, formule por su parte las bases que crea convenientes para la realización de la Alianza Obrera Revolucionaria. Al efecto se nombrarán dos comités nacionales de enlace, los cuales, procurando concretar los puntos de vista de ambas centrales sindicales, elaborarán una ponencia de conjunto, que será sometida a discusión y referéndum de ambas centrales." «El resultado de este referéndum será aceptado como acuerdo definitivo, siempre que sea la expresión de la mayoría, representada, por lo menos, por el setenta y cinco por ciento de cuotas de ambas centrales sindicales. «Por lo tanto, todas las relaciones que se entablen en tal sentido serán refrendadas por los organismos sindicales. «Haciendo sinceros votos para que la Alianza revolucionaria sea un hecho inmediato, somos vuestros y de la causa proletaria. Por el Comité nacional: El secretario, Horacio M. Prieto.» La Ejecutiva acordó contestar que, en principio, aceptaba examinar la proposición; pero, como ellos mismos indicaban, tendría que resolver sobre ella el Congreso de nuestra central sindical. La Comisión Ejecutiva se dio por enterada de la carta contestando que, como la propia C.N.T. reconocía, sería el próximo Congreso de la Unión General quien decidiría sobre el particular. Ese Congreso nunca se celebró. La unidad se estableció en plena guerra. Buena lección para todos.

92 MANIOBRAS EN TORNO A LA ELECCIÓN DE PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

La elección de presidente de la República dio también lugar a determinadas maniobras. Nos concretamos a dar a conocer lo que a este respecto aparece en la «Memoria» de la U.G.T., publicada en su Boletín № 70, correspondiente a los meses de mayo-junio de 1 9 3 6 . He aquí la posición de la Unión General de Trabajadores en orden a este problema: «Con fecha 11 de abril, la Ejecutiva del Partido informó a la de la Unión General de Trabajadores de que en una reunión de los partidos republicanos de izquierda, a la que asistió la representación del Partido en el Frente Popular, proponían aquéllos que se mantuviera la proposición de candidaturas que se estableció para las elecciones de diputados a Cortes para las de compromisarios. A estos efectos era preciso publicar un manifiesto, y la Ejecutiva del Partido consultaba si la de la Unión estaba dispuesta a suscribirlo. Se contestó que no habiendo tenido intervención en la distribución de candidatos para diputados ni para concejales, estimaba la Ejecutiva que no se consideraba obligada a intervenir en la designación de compromisarios. En su consecuencia, entendía que no había motivo para que ella firmara el manifiesto de los partidos del Frente Popular. »En la misma comunicación se hacía constar que habían sido designados los compañeros Pascual Tomás y Manuel Lois para intervenir "en las discusiones preliminares que habían de originarse antes de que pueda someterse a los partidos firmantes del pacto el nombre del candidato a la presidencia de la República". Estos nombramientos se hicieron respondiendo a lo solicitado por la Ejecutiva del Partido. »En la reunión del 7 de mayo, examinando este mismo asunto, la Ejecutiva tomó el acuerdo de hacer público lo siguiente: »"1.° Protestar de que, a pesar de haber sido requerida la Unión

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General de Trabajadores por carta del día 11 de abril último por la Ejecutiva del Partido Socialista 'para designar una representación que intervenga en las discusiones preliminares que habrán de originarse antes de que pueda someterse a los partidos firmantes del parto el nombre del candidato a la presidencia de la República', y haber sido designados a estos efectos los compañeros Pascual Tomás y Manuel Lois, no se haya contado con dicha representación en ninguna de las tramitaciones que se han seguido para la designación del candidato a la presidencia de la República, y »"2.° La Unión General de Trabajadores recuerda a todos los componentes del Frente Popular que ella fue una de las organizaciones, la más potente, que ha firmado el programa electoral, conviniéndose entonces que, 'sin perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas, han llegado a comprometer un plan político común que sirva de fundamento y cartel a la coalición de sus respectivas fuerzas en la inmediata contienda electoral y de norma de gobierno que habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda, con el apoyo de las fuerzas obreras en el caso de victoria'; es decir, que habría de ser ejecutado por un gobierno formado exclusivamente por republicanos, pues de haberse apuntado la posibilidad de que en el gobierno entraran representantes del Partido Socialista, la Unión General hubiera exigido la inclusión en el programa de otras reivindicaciones obreras que, de no ser admitidas, la hubieran obligado a no firmar el pacto. Si ahora se intentase cambiar la fisonomía del Gobierno, dando entrada en él a elementos no republicanos de los que forman el Frente Popular, la Unión General de Trabajadores estimará que este hecho significa la ruptura del compromiso y se considerará en libertad para actuar de acuerdo con la orientación que reclamen los intereses de la clase trabajadora que representa."» Como queda reflejado en la nota anterior, un poco confusa, la U.G.T. había establecido la condición de que, si se obtenía una victoria el 16 de febrero, el programa de coalición electoral «sería ejecutado por un gobierno formado exclusivamente por republicanos». La posición discrepante entre las direcciones del P.S.O.E. y la U.G.T., concretamente entre Prieto y Caballero, llevaba a esas actitudes tan faltas de lógica y nada positivas para el movimiento obrero. Como a Caballero se le había escapado la dirección del Partido, se parapetaba en la Unión para hacer prevalecer sus puntos de vista. Existía —se decía— el «peligro» de un gobierno socialista-republicano, o republicano-socialista, si se ganaban las elecciones. Era necesario conjurar, por anticipado, ese «peligro». Con esa fórmula, la tendencia «caballerista» impedía el juego político de Prieto y los

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republicanos, y se confiaba a los republicanos el compromiso de cumplir y desarrollar el programa del Frente Popular, ofreciéndoles la ayuda de la dase obrera que se le negaba a Prieto. Se trataba de una táctica, en la estrategia inspirada por Araquistain, de dejar que se «gastaran» los republicanos y el «prietismo» para después recoger en bandeja el Poder. El resabio de la primera experiencia de colaboración en 1 9 3 1 - 1 9 3 2 , que arrastraba Caballero, al que se añadían ahora los ingredientes de rencor que aportaba Araquistain, era lo que determinaba es posición que aceptábamos por seguidismo todos los elementos de dirección, bajo la influencia del llamado «caballerismo». Los consejeros políticos más escuchados por Caballero, en aquellos momentos, Araquistain y Baraibar, eran impermeables a todo realismo, a toda objetividad. Una vez más, los «personalismos» se situaron por encima de una política de principios. Una lección más para nuestra historia.

93 AZAÑA, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, Y CASARES QUIROGA, JEFE DEL GOBIERNO

UNA GRAN RESPONSABILIDAD DE Claridad

La designación de Manuel Azaña como presidente de la República llevó a la creación de un nuevo gobierno. En torno a este problema se desarrollaron toda clase de maniobras, cabildeos y maquinaciones. Al calor de la victoria resultaba fácil una fórmula que garantizara el porvenir de la República. La lucha en el seno del Partido Socialista era feroz entre la tendencia Caballero-Araquistain-Baraibar y la tendencia Prieto-Peña-De los Ríos-Zugazagoitia-Albar; entre Claridad-Democracia y El Socialista. El grupo Besteiro-Saborit-Trifón «ni quitaba ni ponía rey; pero ayudaba a su señor»; en ese momento, el «señor» era Prieto, la posición política de Prieto y de la Comisión ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español. Debemos reconocer que esas querellas no estaban a la altura de las circunstancias ni de la hora histórica que vivía España. Faltó frialdad, ponderación, perspectiva política. El nuevo presidente de la República abrió las consultas y encargó a Indalecio Prieto de formar gobierno. En su libro Cartas a un escultor, Prieto ha escrito que cuando el presidente le designa para formar gobierno, «era a sabiendas de que no podía, no debía aceptar». Esa explicación y disculpa no corresponde a la realidad. En este problema radica una grao responsabilidad histórica. De haberse dado otra solución política al problema, los acontecimientos a partir de ese momento habrían tomado otro rumbo. Al grupo «caballerista» a la posición de Claridad, les corresponde una gran responsabilidad en el desarrollo de los acontecimientos. De que Prieto estaba dispuesto a formar gobierno no cabe la menor duda; el presidente de la República quería entregarle el Poder, era el candidato idóneo, el que contaba con mayores posibilidades, dentro de las dificultades del momento porque atravesaba la política nacional, para dar

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una salida a la situación. Para los republicanos, era el mejor «republicano». A Prieto debió facilitársele la formación del gobierno. ¿Qué sucedió? En una reunión en el domicilio de Claridad, Narváez 72, en la que estaban, entre otros, Araquistain, Baraibar, el capitán Hernández, Preteceille, quiero recordar que C. Hernández, José M. Aguirre y otros cuyos nombres olvidé, se examinó el problema de la crisis, y tanto Araquistain como Baraibar sostuvieron enfáticamente que el hombre fuerte, el candidato ideal en aquellos momentos era Santiago Casares Quiroga. Y ese candidato fue patrocinado por Claridad; ese candidato y sus bondades fueron exaltadas ante Largo Caballero. Desde ese momento, Santiago Casares fue el candidato de los «caballeristas» y de Claridad; mientras, la campaña contra Prieto arreciaba. Por otro lado, Caballero, como presidente del grupo parlamentario socialista, contaba con la mayoría del mismo y lograba una resolución, en virtud de la cual el grupo parlamentario negaba su apoyo a Prieto. ¿Fue correcta esa posición? El autor de este trabajo, implicado en el problema —y no le duelen prendas—, estima -que los hechos han demostrado que no. Fue un grave error. Un gobierno socialista con republicanos, y de ser posible con comunistas, siempre hubiera sido una mayor garantía para el cumplimiento del programa del Frente Popular. Prieto, posiblemente, habría intentado implicar en su gobierno algún elemento de la tendencia «caballerista», pero el odio y la pasión cerraron los caminos del diálogo. Una vez más, el sectarismo, nuestra gran enfermedad, se situaba en primer plano y, si Prieto no tenía esas intenciones, hubiera sido correcto luchar por imponérselas, por exigirle un gobierno de unidad, con la obligación de cumplir el programa del Frente Popular y de desmontar el aparato de la sublevación. Con esa posición antiprietista, se le liberó de una gran responsabilidad. Un estado pasional ciego se impuso a toda interpretación y análisis político de las realidades. El presidente había aceptado esa posición. Ese clima lo determinaban especialmente, con su proceder, con su terquedad, su odio y sus personalismos, Araquistain y Baraibar, trasladando su estado de ánimo y su actitud, esa cadena de aspectos negativos, a Largo Caballero —quien, por mucho que lo negara, era un hombre profundamente impresionable e influenciable—, y con él a todos los «caballeristas». Cuando se discutía en esa reunión el problema, Araquistain —en uno de esos momentos de furor que le caracterizaban y en los que, del gran intelectual que sin duda era, pasaba a ser un energúmeno que perdía el sentido de la ecuanimidad—, refiriéndose z Prieto, exclamaba: «¡ Hay que matarlo!, ¡ hay que matarlo! », textual y rigurosamente cierto. Ese odio contra Prieto quedó relegado cuando, a partir de finales de 1 9 3 8 , con la misma pasión, lo traslada al doctor Negrín. Es verdad que fue el propio Araquistain quien nos decía un día, en el bar del sótano del Hotel Savoy, en el paseo del Prado, «que en política a

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había que desayunar comiéndose los sapos...». Para los griegos, la política tenía otro sentido, otra definición. Aquí, los problemas personales estaban por encima de los principios. Otro de los reunidos había exclamado : «Prieto en el Poder será el Noske de la revolución española». Igual declaración surgió en una reunión de la Comisión ejecutiva de la Unión General, con ocasión de discutirse en ella un problema que relataremos más adelante. Cuando al día siguiente bajaba con Enrique Puente, presidente de las Juventudes Socialistas de Madrid, en un tranvía por la calle Fuencarral, hacía la Puerta del Sol, para descender a la altura de la Casa del Pueblo, y comentaba con él lo sucedido en la redacción de Claridad y las exclamaciones de Araquistain, después de escucharme, se vuelve hacia mí riéndose —siempre tenía la sonrisa en los labios— y me suelta a bocajarro: «¡Pues nos lo cargamos!...», y continuamos conversando hasta Piamonte 6. Por supuesto, había sido una exclamación irreflexiva. No era concebible tal cosa. A esos extremos conducían los odios de un Araquistain. Puente figuraba en el grupo «caballerista»; más tarde, durante la guerra, fue el comandante-jefe de la «Motorizada» de carabineros, hombre de la máxima confianza de Negrín y del ministro de Hacienda, Francisco Méndez Aspe, quienes en 1 9 3 9 le confiaron la responsabilidad, custodia y guardia, con un grupo de hombres, en El Vita, el barco que trasladó a México los recursos que deberían garantizar la creación de fuentes de trabajo que absorbieran a los 40 000 refugiados que el gobierno Negrín había convenido con el general Lázaro Cárdenas evacuar de Francia a México. Puente llega al puerto mexicano de Veracruz y, en vez de entregar el barco a los representantes legales del gobierno Negrín, se lo entrega a Prieto. Ese hecho trastornó profundamente a la emigración y el plan y programa establecidos entre Negrín y el general Cárdenas. La definición de la política que nos había hecho Araquistain, tenía bastante de realidad, allí donde fallaban o fallan los principios. De El Vita —ese otro barco que podemos unir al Twquesa, y del que se dice había sido anteriormente un yate de Alfonso XIII— escribiremos, si el destino nos da tiempo para ello, en el volumen consagrado a la Unión General de Trabajadores en la emigración. Volviendo al tema Casares Quiroga-Prieto, diremos que nuestra intención, con plena responsabilidad, es dejar constancia de que la lucha del «caballerismo» contra Prieto y en favor de la designación de Santiago Casares Quiroga para sustituir a Azaña en la presidencia del gobierno, se fraguó en Claridad con el apoyo de los «caballeristas» y de la mayoría del grupo parlamentario socialista. En la colección de Claridad puede encontrarse la prueba de ello. Los artífices de esa maniobra, cubriéndose con la figura de Largo Caballero, aprovechándose de ella, fueron, como ya hemos señalado, Luis Araquistain y Carlos Baraibar.

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El autor de este trabajó, en una reacción de autocrítica, no se considera liberado de la parte de responsabilidad que pudiera alcanzarle, pues en aquellos momentos formaba parte de la Comisión ejecutiva de la U.G.T., ostentaba el cargo de Consejero-delegado de Claridad, militaba en el grupo de vanguardia del «caballerismo» y tomó parte en la reunión que comentamos. Es una declaración hecha en conciencia. Santiago Casares Quiroga, con toda la buena fe que se quiera, fue uno de los hombres más funestos en la segunda etapa de la República. Por sus debilidades y negligencias puede ser considerado como el responsable fundamental de las causas que nos condujeron al 18 de julio. El 18 de julio no era inevitable. El, teniendo en sus manos la presidencia del gobierno y el Ministerio de la Guerra, hizo que fuera fatal.

94 ALGUNOS ANTECEDENTES AL 18 DE JULIO UNIFICACIÓN DE LA JUVENTUD. CONGRESO DE LA C.N.T.

En Madrid, cada noche, la Casa del Pueblo era un hormiguero humano; lo mismo sucedía en los diferentes círculos socialistas, como los del Sur, del Norte, de Cuatro Caminos. En los domicilios de aquellas organizaciones que no estaban cobijadas en Piamonte 2, se vivían las mismas actividades. Otro tanto ocurría en provincias. En esa zozobra, se nombraban comisiones que vigilaban las cercanías de los cuarteles, como si eso pudiera conjurar el peligro, mientras el ministro de la Guerra dormía tranquilo. Como en la fábula del lobo, tanto se sistematizó la alerta, las concentraciones y vigilancias, que llegó el cansancio y con él un poco de incredulidad, hasta que el lobo apareció de verdad, sorprendiendo a los incrédulos y encontrando fatigados a la guardia y a los centinelas. «¡Que salgan de una vez!», era la exclamación general. Y salieron. La Comisión ejecutiva de la U.G.T. vivía esos momentos de inquietud, a la vez que desarrollaba sus labores ejecutivas y de gestión. Se veía obligada a gastar la mayor parte de su tiempo y de sus energías en gestiones para que se aplicara la disposición de readmisión de los despedidos; en lograr que se evacuaran los problemas pendientes de solución en el Ministerio del Trabajo; en que las arbitrariedades que se habían cometido en provincias durante el «bienio negro» fueran corregidas. Junto a esa labor típicamente burocrática, estaba la recepción de denuncias constantes, permanentes, sobre las maniobras de la reacción, las confidencias relativas a la conspiración que le trasladaban las organizaciones y que la Comisión ejecutiva ponía en conocimiento del gobierno con los conocidos resultados: la indiferencia. El proceso de radicalización de las masas proseguía; el de su unidad, también. Uno determinaba el otro. El 1.° de abril de 1 9 3 6 se había realizado la unificación de las juventudes socialistas y comunistas. Las dos fi-

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guras principales de ese hecho, con la participación de sus correspondientes elementos de colaboración, fueron Santiago Carrillo, por las Juventudes Socialistas, y Trifón Medrano, por las Juventudes Comunistas. Amparando ese movimiento estaban Claridad, la tendencia «caballerista» y el Partido Comunista, volcándose este último con el mayor entusiasmo en ese primer ejemplo de unidad del que salieron las Juventudes Socialistas Unificadas (J.S.U.). El Partido Socialista se manifestaba con más tibieza; en el fondo estaba en desacuerdo. Dentro de él manifestábanse las tres corrientes: las de Prieto y Besteiro, en contra; la de Caballero, en favor, pero consignemos que la conformidad de Largo Caballero, su acuerdo, eran un poco forzados, impuestos y obligados por el proceso de radicalización y el sentimiento de unidad que había prendido en las masas; con reservas en el fondo, y con temor al famoso «desbordamiento». Más tarde se manifestaría en desacuerdo total. Cuando meses después, la Comisión ejecutiva de la J.S.U., en plena guerra, adoptó la resolución de ingresar en bloque en el Partido Comunista de España, Caballero recibió uno de los mayores disgustos de su vida. Comentando y analizando este hecho, el autor de este trabajo fue testigo de ver a Caballero hacer consideraciones de desagrado, plenas de emoción, que le hicieron lagrimear. Para él, ese acto era totalmente negativo e inoportuno. ¿Lo fue, en realidad? Tanto decir «esta noche es el golpe», y así durante casi los cinco meses que separan el triunfo del Frente Popular ( 1 6 de febrero) del 18 de julio, que tal parece como si esa idea obsesionante insensibilizara a los mismos que la repetían a diario y vivían con la gran preocupación del esperado acontecimiento, sin que aludamos, por supuesto, al gobierno ni a las autoridades. Estas se mantuvieron «insensibilizadas», sordas e inconmovibles desde el primer momento de su instalación en el Poder, imbuidas del optimismo enfermizo, de la irresponsabilidad de su presidente, Santiago Casares Quiroga. ¿Cómo pudo suceder que un problema tan grave, sistemáticamente denunciado, escandalosamente conocido y advertido, lograra desarrollarse tranquilamente y llegara a sus últimas consecuencias?... Las complicidades fueron muchas, indudablemente; pero las negligencias, sin duda, fueron aún mayores. Enjuiciando los hechos con severidad, habría que fijar responsabilidades al margen de la conocida y criticada negligencia del gobierno y de los gobernadores civiles. Las direcciones políticas y sindicales no escapan, no están liberadas de una gran parte, posiblemente la fundamental, de responsabilidad, como se desprende de algunos de los hechos que hemos venido señalando, pero que, al acercarnos a la fecha del 18 de julio, deseamos concretar y subrayar con más fuerza. Tal vez sea justo hacer la salvedad del Partido Comunista que, con reiteración, venía denunciando públicamente los peligros de un movi-

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miento, por lo que su prensa sufría las consecuencias de la censura y hasta de la represión. Lo grave, lo irresponsable, fue el desdén, la subestimación con que las demás organizaciones acogían los llamamientos del Partido Comunista. La Ejecutiva de la U.G.T., como se recordará, había propuesto la creación de un organismo integrado por las organizaciones obreras encuadradas en el Frente Popular, con el fin de vigilar y presionar para que el gobierno cumpliera sus compromisos. El Partido Socialista, de acuerdo con los republicanos implicados en el gobierno, se opuso a ello. El papel que ese organismo hubiera podido desempeñar habría sido decisivo. Como siempre, Prieto estaba bien informado de lo que se tramaba, hacía denuncias, advertía de los peligros. ¿Por qué no salió del marco de las denuncias, de las advertencias, de las lamentaciones y actuó?... Tenía el control de la Comisión ejecutiva del P.S.O.E. ¿Por qué no pasaba de las informaciones a la acción, contribuyendo a instrumentar esa política de contención y de ofensiva que la unidad del movimiento obrero pudo garantizar?... Se limitaba a denunciar en tertulia los hechos, sin actuar como dirigente «máximo», en aquellos momentos en que la dirección del P.S.O.E estaba en sus manos y en que podía aprovechar como bandera la figura de Ramón González Peña, héroe del movimiento de octubre en Asturias. Había confiado a los republicanos la defensa de la República —después de que ésta fuera reconquistada por la clase obrera— así como la aplicación del programa del Frente Popular. No fue inocencia política; fue traición. Por su parte, ante la gravedad de la situación, la Comisión ejecutiva de la U.G.T. no se enfrentó a las posiciones infantiles, líricas, carentes de realismo de la C.N.T. en su Congreso del 1." de mayo, en Zaragoza, para emplazarla ante las realidades, con toda audacia, obligándola a discutir seriamente el problema fundamental de la unidad, a sacar a la calle esa discusión de cara a las masas, advirtiendo a éstas, implicándolas, con el fin de que contribuyeran a lograr un pacto de unidad y de defensa que obligara al gobierno a actuar y a la reacción a retroceder. Le daban motivo y ocasión para ello el haber sido involucrada en algunas de las resoluciones del citado congreso. La carta del Comité nacional de la C.N.T. del 18 de mayo, transcrita en páginas anteriores, es de un contenido discutible, cierto; sin embargo, es la expresión del deseo positivo de ir a un pacto de unidad con la U.G.T. El argumento de que ese propósito encerraba una maniobra no era válido. Se trataba de hacerse eco de esa manifestación unitaria, de entrar de lleno en su análisis y discusión, no entre bastidores, sino de cara a la clase obrera, divulgando el problema, haciendo a la clase obrera partícipe del examen de una cuestión tan vital para sus intereses fundamentales. Movilizar, movilizar a las masas, crear un estado nacional de opinión aler-

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tando a esas masas sobre los peligros que les acechaban. He ahí, entre otros, el deber en aquellos momentos. Una vez desarrollado un dinámico movimiento de unidad no se hubiese dado, pongamos por ejemplo, el caso de Zaragoza, en el que tanto tuvo que ver la C.N.T. ¿Qué pasó en Zaragoza el 18 de julio? Dejar la propuesta de la C.N.T. para el examen de un futuro congreso era rehuir la cuestión, meter la cabeza bajo el ala. ¿Cómo la Ejecutiva de la Unión pudo dejarse llevar por consideraciones subjetivas y no aceptar con toda audacia el emplazamiento de la C.N.T.? ¿Cómo fue posible que suspicacias subjetivas se situaran por encima de una perspicacia política objetiva y positiva? El formulismo de dejar para un congreso el examen del problema de la unidad resultaba inaceptable; pero, en último término, también era posible convocar un congreso extraordinario. ¿Se jugaba con el problema de la unidad? Sí, se jugaba. Con una posición firme y audaz, la Unión General de Trabajadores hubiera tenido el apoyo decidido de las masas «caballeristas», del Partido Comunista y de las Juventudes, y con esa fuerza habría podido lograr el pacto con la C.N.T., lo que determinaría a la Ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español a rectificar su negativa política antiunitaria. He ahí responsabilidades que nos afectan. En uno de los momentos más graves de nuestra historia, cuando celebraba su Congreso de Zaragoza, la C.N.T. acudió una vez más al lirismo, a las divagaciones utópicas; después, se limitó a cumplir burocráticamente el acuerdo de dicho congreso de dirigirse a la U.G.T. invitándola, con condiciones que de antemano sabía no eran admisibles, a la constitución de un «Pacto revolucionario». Todo eso, para la CN.T. no era posiblemente más que un juego táctico, de maniobra; no obstante, la U.G.T. debió aceptarlo con todas sus consecuencias y luchar por transformar la maniobra en un problema positivo, serio, solvente, de cara a las organizaciones y a las masas. En el campo sindical, tan irresponsables hemos sido unos como otros. No vale la pena andar ahora midiendo el grado de responsabilidad de cada entidad. Podría decirse que la responsabilidad, en este caso, es indivisible. El análisis de cada hecho pone de relieve ese grado de responsabilidad. La actitud de los partidos fue otra cosa. Dejando a un lado a los de la pequeña burguesía, concretándonos al campo del proletariado, la responsabilidad, en la medida que sea, recae enteramente en la Ejecutiva del P.S.O.E. y en quien era su inspirador político en aquellos momentos decisivos. Las masas del Partido Socialista, en su mayoría, estaban al margen, ignoraban las maniobras y contradicciones en que se debatían sus organismos nacionales políticos y sindicales en la capital de España. ¿En qué

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medida están presentes esta lección y esta experiencia en 1976? El futuro contestará la interrogante. El peligro de caer en los mismos errores es una amenaza; está dentro de los ejemplos negativos que nos ofrece nuestra historia. Se dice que nadie escarmienta en cabeza ajena; lo extraordinario es que nosotros tampoco escarmentaremos en la propia.

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95 SÍNTOMAS DEL 18 DE JULIO CASARES QUIROGA, EL INSENSATO, EL IRRESPONSABLE

Constituido el gobierno Casares Quiroga exclusivamente con republicanos, el Partido Socialista Obrero Español, su Comisión ejecutiva, le da su apoyo, y el grupo parlamentario, también. Desde ese momento no se volvió a vivir un instante de tranquilidad política. Las confidencias en relación con la preparación de un movimiento llegaban de todas partes y por todos los conductos. Una noche sí y otra no, el golpe era anunciado. Las organizaciones obreras permanecían en guardia permanente. Prieto poseía la mejor información al respecto. Por todos los rincones se conspiraba contra la República. Pero Casares Quiroga se consideraba tan seguro y tan fuerte que rechazaba cuantas informaciones se lo hacían llegar denunciando las actividades de los conspiradores. Son bien conocidos sus desplantes. Ni una sola obra que trate de la vida de la segunda República olvida consignar «anécdotas» de sus altanerías. Por eso el autor de este trabajo dará a conocer una sola, vivida personalmente, y que puede añadirse a las conocidas. A cual más insensata e irresponsable. Poco antes del 18 de julio —no podemos precisar la fecha— se presentó en la redacción de Claridad una delegación del Frente Popular de Ceuta, integrada por un representante de cada partido y organización. Venían con el propósito de denunciar al gobierno lo que sucedía en aquella plaza del protectorado. Deseaban que nuestro periódico se hiciera eco de las denuncias y que, además, se les gestionara una entrevista con el presidente del Consejo y ministro de la Guerra, Casares Quiroga. Baraibar toma el teléfono y la visita queda concertada en el acto. Acompañamos a la delegación Edmundo Domínguez Aragonés, secretario de la Federación de la Construcción y creo que, en aquel momento, también de la Casa del Pueblo, y el autor de este trabajo. Llegamos a la presidencia del Consejo, en la Castellana, a eso de las

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once de la mañana. Casares nos recibe inmediatamente. Se encontraba tumbado en un sillón, con cara de pocos amigos. «¿ Qué pasa?», nos pregunta. Edmundo Domínguez presenta a la delegación y le adelanta el objeto de la visita. Uno de los delegados inicia la información, denunciándole que la situación de los republicanos en Ceuta es muy difícil; que los elementos reaccionarios les hacían la vida imposible; que estaban en franca sublevación. Precisa algunos hechos: Que en el «Cañonero Dato», fondeado en aquel puerto, se había celebrado una fiesta presidida por un gran retrato de Alfonso XIII, en la que se vitoreó al ex rey y se dieron mueras a la República; que el capitán que había asesinado al periodista Sirval en Oviedo, en 1 9 3 4 , acompañado de otros oficiales del Tercio, había encontrado a la salida de un establecimiento al presidente de las Juventudes Socialistas de Tetuán y le había dado una fenomenal paliza; que varias banderas del Tercio realizaban ejercicios tácticos teniendo como supuesto una sublevación comunista en la Península y que a esas tropas se les daba como ejercicio el embarco y desembarco para contribuir a su aplastamiento; que en los cuartos de banderas se conspiraba abiertamente y que los oficiales republicanos estaban aterrorizados... Pedían los comisionados una investigación y medidas que terminaran con tales provocaciones. Después de escuchar esa información, Casares Quiroga avanza hacia su mesa de despacho y, cogiendo un paquete de telegramas, viene hacia nosotros agitándolos y diciendo: «Aquí tengo la adhesión de todos los capitanes generales... No se preocupen, no pasará nada... Estoy deseando que esos cobardes salgan a la calle que a escobazos, con unos cuantos guardias de asalto, los meto en los cuarteles...». Nos miramos perplejos unos a otros. Intentamos insistir y no nos dejó; poco a poco, nos fue llevando hacia la puerta de salida. «Regresen tranquilos a Ceuta, no pasa nada...» Una vez en la calle, el comentario fue unánime: «Estamos perdidos». Cuando llegamos a Claridad y dimos cuenta de nuestra gestión a Baraibar, éste se quedó tan tranquilo. Para él, Casares Quiroga era «el hombre fuerte». Ni que decir tiene que los miembros de esa delegación ceutí figuraron entre las primeras víctimas del alzamiento. Un jueves, poco antes de la reunión de Comisión Ejecutiva de la U.G.T., se recibe una invitación urgente de la Ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español para que enviáramos una delegación con el fin de informar de un problema urgente y de la máxima gravedad. En plena reunión se examina la invitación. Como cuestión previa, se plantea si se debe acudir o no (presidía José Díaz Alor). Largo Caballero está pensativo y cabizbajo. Propone que todos los compañeros opinen sobre el particular. Casi todos se manifiestan en contra de que se asista, pues se trata, sin duda —argumentaban—, de uno de esos cuentos truculentos de Prieto sobre el peligro de una sublevación, de un golpe de Estado; lo que Prieto quiere

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es el Poder. En esta reunión fue cuando uno de los miembros de la Comisión ejecutiva dijo: «Lo que busca Prieto es ser el Noske de la revolución española». Llegado mi turno, me limité a decir: «Estamos adquiriendo una gran responsabilidad con nuestra actitud. Supongamos, por un momento, "que no se trata de un cuento"... ¿Qué pierde la Comisión ejecutiva por enviar un delegado?.... Felipe Pretel se suma a mi posición y creo que también Pascual Tomás. Díaz Alor, con enojo, creyendo interpretar el pensamiento de Caballero, dice: «Ya está suficiente discutido el tema y se pone a votación». Por mayoría, se acuerda no asistir. Caballero no había abierto la boca ni votado. Después de la votación sigue pensativo y, de pronto, rompe su silencio diciendo: «Bueno, compañeros, el caso es que pudiera tratarse de algo grave. Sería una gran responsabilidad para el día de mañana nuestra decisión de no asistir a una llamada del Partido..,». Los ejecutivos, con cara de extrañeza, empiezan a mirarse unos a otros. Dio salida a aquella embarazosa situación el que presidía, diciendo: «Bueno, después de oídas las palabras del compañero Caballero, yo creo que, interpretando el sentir de todos, \nos revotamos ! . . . » . Esta escena, con lo sucedido y la mención del verbo «revotar», apareció en Claridad, en un artículo del autor de este trabajo. Se designó a Manuel Lois para que acudiera a la reunión. Asistió y, en efecto, se trataba de advertir a la Comisión ejecutiva de la U.G.T. de la gravedad de la situación y, según las informaciones de Prieto, de la inminencia de una sublevación.

96 ULTIMO CONGRESO INTERNACIONAL A QUE ASISTE LA U.G.T. ANTES DEL 18 DE JULIO DE 1 9 3 6

La Federación Sindical Internacional había convocado su VII Congreso para la primera decena del mes de julio de 1936, en Londres. Llevaba una agenda cargada de derrotas: Alemania, Austria, Europa central... España ofrecía una situación singular: la revolución de octubre y el triunfo del Frente Popular. Dos años de lucha heroica. Los representantes de la clase obrera española, sin jactancia, podían hablar alto. La Ejecutiva de la U.G.T. acuerda enviar una amplia delegación al Congreso de la F.S.I., invitando a las federaciones nacionales a que procuraran designar representantes que se incorporaran a la delegación generail. Fue, sin duda, la delegación más numerosa y representativa que jamás asistiera a un congreso sindical internacional. Presidida por Francisco Largo Caballero, la integraban, entre otros, Julio Alvarez del Vayo, Wenceslao Carrillo, Ramón González Peña, Carlos Hernández, Luis Delage, Martínez Cartón, Claudina García, Belarmino Tomás, Amaro Rosal, además de los miembros de la Comisión ejecutiva Felipe Pretel, Pascual Tomás, José Díaz Alor y otros. Por vez primera figuraban en la delegación dos miembros de significación comunista, Delage y Cartón, de las federaciones de Banca y Artes Gráficas. La delegación fue recibida con gran respeto y consideración por el Congreso. El movimiento obrero internacional había seguido con gran atención el movimiento revolucionario de 1934. La delegación representaba una insurrección derrotada; pero, en contrapartida, la victoria del 16 de febrero a la que la U.G.T. había ofrecido la mayor contribución. Caballero expuso ante el Congreso lo que la participación de nuestra central había significado en los dos acontecimientos, al mismo tiempo que anticipaba que no sería extraño que, ante las amenazas de las fuerzas fascistas, el proletariado español se viera obligado a defender de nuevo la libertad y la democracia con las armas en la mano,

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En Londres se celebró un gran mitin en el que el principal orador fue Largo Caballero. Reinó en el acto un gran entusiasmo. El movimiento obrero español estaba en un primer plano en los medios internacionales. Nuestra delegación formó parte del grupo de centrales nacionales que se mostraron conformes con el ingreso de los sindicatos soviéticos en la F.S.I. y lo defendieron. Estas centrales defensoras de la unidad fueron las de Francia, Noruega, Checoslovaquia, México y España. Finalizado el Congreso, la delegación regresaba a España; tenía el propósito de quedarse en París el día 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla y fiesta nacional. El autor de este trabajo enviaba diariamente por teléfono una crónica a Claridad. Con el propósito de hablar con Madrid y transmitir la crónica diaria, el 13 por la mañana, acompañado de Carlos Hernández, nos dirigimos a una oficina de teléfonos cercana a la estación del Quai D'Orsay, de París. Lograda la comunicación con el periódico, hubo un momento de «suspense». La redacción de Claridad llevaba toda la mañana tratando de comunicarse con Caballero, con la delegación, sin lograrlo. Madrid, España vivían horas de angustia... De golpe nos dieron dos tremendas noticias: el teniente Castillo, un oficial republicano que gozaba de un gran prestigio en el cuerpo de Asalto, había sido asesinado; el cadáver de Calvo Sotelo había aparecido en la madrugada en el cementerio del Este. Ya no transmitimos nuestra crónica. Esas dos noticias eran la crónica más triste y más dramática para España. Regresamos rápidamente al hotel —situado en una pequeña callejuela, junto al Théátre Royal—; en él estaba una parte de la delegación, con Caballero y Alvarez del Vayo. Les dimos a conocer las noticias. Fue un momento de gran emoción. Nadie hablaba, todos comprendíamos la gravedad de la situación. Vayo anticipó: «Tenemos que salir inmediatamente, esta misma noche». Y ese mismo día en el tren de la tarde, salíamos para Hendaya, renunciando a la fiesta del 14 de julio en París. España vivía los primeros momentos de la que sería una gran tragedia. Informes posteriores nos dieron a conocer que en Valladolid —al paso de nuestro tren— se había discutido si nos detenían o no. Hubo vacilación y nos dejaron continuar. A esa vacilación debemos la vida. Nuestro tren fue uno de los últimos que circularon entre Hendaya y Madrid. En Marruecos, la sublevación ya estaba en marcha. El lamentable suceso del asesinato de Calvo Sotelo fue el pretexto para el levantamiento, pero no la causa; el movimiento ya estaba decidido y planeado. El día 1 1 , el avión inglés que movilizaría a elementos comprometidos hacia Tetuán estaba ya preparado; esto es bien conocido. La acción contra Calvo Sotelo había sido fruto de una reacción de incontenible indignación, un acto vindicativo por el asesinato del teniente de Asalto, Castillo, que seguía al

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del capitán Faraudo. El 18 de julio se enfrentaban lo que la reacción ha llamado las dos Españas. Para nosotros nunca ha existido más que una. Cientos, miles de libros se han escrito y se siguen y seguirán escribiendo sobre lo que fue esa terrible guerra de tres años. No es nuestro propósito escribir uno más. Nos limitaremos a dejar constancia de hechos no conocidos y a subrayar la posición de la U.G.T. y de sus organizaciones en ese dramático período de la historia del movimiento obrero y de España. Deseamos, modestamente, aportar materiales para la Historia.

Este vol. 1 de la «HISTORIA DE LA U.G.T.» publicado por EDICIONES GRIJALBO, S. A. terminóse de imprimir en los talleres de Gráficas Márquez, de Badalona, el día 28 de enero de 1 9 7 7