Guía práctica de liturgia [Cuarta edición]
 9788431321468

Table of contents :
Índice

Copyright page
Title page
Presentación
Prólogo
Siglas
Introducción
1.El escenario de la liturgia
2.Vasos sagrados y ornamentos
3.Los Ministerios
4.Las acciones ceremoniales
5.La celebración de la Misa dominical
6.Misa solemne
7.Concelebración
8.El obispo celebra la Misa
9.Otras formasde celebraciones eucarísticas
10.El sacramento de la Eucaristía
11.Adoración eucarística
12.La Liturgia de las Horas
Epílogo
Apéndices
1.Ministros extraordinarios de la Eucaristía
2.Días litúrgicos y otras celebraciones
3.Preparación de los ornamentos
4.El corporal
5.Otras Plegarias eucarísticas
6.Accidentes
7.Velas y lámparas
8.Estipendios de la Misa
9.El lugar del sagrario
10.Oraciones en el momento de revestirse
11.Diagramas
Bibliografía
Índice de materias

Citation preview

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).

Primera edición: 1996 Segunda edición: enero 1998 Tercera edición: diciembre 1998 Cuarta edición: enero 2004 Primera reimpresión: Noviembre 2007

Título original: Ceremonies of the Modern Roman Rite © Copyright 1995 del original: Peter J. Elliott and Ignatius Press, San Francisco Nihil Obstat: Imprimatur: © © © © ©

J. Hart, Diocesan Censor Gerald A. Cudmore, Vicar General Melbourne, 23-XII-1994

Copyright 2004 de la versión española Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA) Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - España Teléfono: +34 948 25 68 50 - Fax: +34 948 25 68 54 e-mail: [email protected]

ISBN 978-84-313-2146-8 Depósito legal: NA 3.289-2008 Nihil Obstat: Imprimatur:

Ildefonso Adeva José Luis Zugasti, Vicario General Pamplona, 28-XI-1996

Traducción: Carlos García, Israel Gil y Mauricio Bravo Imprime: GRÁFICAS ALZATE, S.L. Pol. Comarca 2. Esparza de Galar (Navarra) Printed in Spain – Impreso en España

Guía práctica de liturgia PETER J. ELLIOTT Versión española de EUNSA Cuarta edición

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A. PAMPLONA

A mis hermanos

Presentación

Tengo el honor de presentar este nuevo libro de Mons. Peter Elliott, un experto y fiel colaborador de nuestro Dicasterio. Mons. Elliott tiene una sólida experiencia, no sólo teórica sino también pastoral, como se evidencia en este trabajo, que fue escrito con amor a la Iglesia y fidelidad sacerdotal. La acción litúrgica está en el corazón del ministerio sacerdotal: «El ministro ordenado es como el “icono” de Cristo Sacerdote. Por ser en la Eucaristía donde se manifiesta plenamente el sacramento de la Iglesia, es también en la presidencia de la Eucaristía donde el ministerio del obispo aparece en primer lugar, y en comunión con él, el de los presbíteros y diáconos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1142). Leyendo Ceremonial del Rito Romano Moderno, recordé varios momentos de mi propia experiencia en la Conferencia de los Obispos de Latinoamérica (CELAM), tanto de Secretario y Presidente de la misma, como de Arzobispo de Medellín, Colombia. Recordé especialmente cómo entre los ministros hay un gran deseo y disponibilidad de profundizar en la comprensión de la Liturgia y así gozar de los frutos espirituales y pastorales. En la vida de la Iglesia particular y en la experiencia global de Roma, se obtiene un sentido de cómo la celebración puede ser realizada con dignidad, una noble sencillez y una participación activa. Ésta fue la visión y el ideal del Concilio Vaticano II. Sin embargo, durante mucho tiempo me ha preocupado el hecho de que todavía tenemos por delante problemas en el modo de celebrar la Sagrada Liturgia en el Rito Romano. No siempre se sacan plenamente las riquezas de la Liturgia renovada bajo la luz del Concilio Vaticano II. En algunos lugares se encuentra desorden o innovaciones fundadas en la ignorancia, o en el desprecio de las normas de la celebración católica. A veces, también uno se da cuenta de la falta de sentido de oración y de reverencia durante las celebraciones eucarísticas. 13

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Por tanto, recibo calurosamente este manual práctico como fruto del estudio serio e interés pastoral de Mons. Elliott. Él ofrece un servicio al Clero y a «todos los que están relacionados con los ministerios litúrgicos», en plena sintonía con las necesidades de la Iglesia posconciliar. Es probable que éste sea el primer manual extenso de ceremonias publicado desde el Vaticano II. El lector descubrirá que este libro tiene una finalidad más amplia y un tono más optimista que el de los viejos manuales. El cuidado de los detalles, que es tan notable en la preparación de las celebraciones litúrgicas, está equilibrado con una sensibilidad a las necesidades pastorales. También se observa un importante fondo doctrinal y espiritual a lo largo de toda la obra, que invita al lector a comprender la belleza del orden de las ceremonias dentro de la vida cristiana, de modo que pueda alcanzar y esforzarse por algo mejor. Se podría decir que aquí se describe el ceremonial de la Iglesia de un modo clásico. Mons. Elliott respeta tanto las tradiciones como la renovación litúrgica; guarda fidelidad a las autoridades y a las fuentes oficiales, y ofrece fácil acceso a información difícil de obtener. De este modo, logra que su interpretación de puntos dudosos esté bien razonada, claramente expuesta y que, a veces, ofrezca cierto desafío. En su servicio en nuestro Dicasterio también ha adquirido una visión pastoral amplia por medio de sus relaciones directas con varias naciones y culturas. El lector se irá dando cuenta progresivamente de esto a medida que estudia sus reflexiones sobre la Liturgia. Confío en que este libro, eminentemente práctico, será de una gran ayuda para todos los que están relacionados con los ministerios litúrgicos, y espero verlo publicado en otros idiomas para que la gran familia de la Iglesia también pueda beneficiarse de su amplio y rico contenido. Alfonso Cardenal López Trujillo Presidente del Pontificio Consejo para la Familia

14

Prólogo

Había dos motivos detrás de esta Guía práctica de liturgia: no sólo yo mismo reconocí la necesidad de tal libro, sino que también fui animado por otros a escribirlo. Desde que preparé un extenso manual para ayudantes, Ministro en el Altar (Sidney: E.J. Dwyer, 1980), diversos amigos me han estado pidiendo un libro similar para el Clero. Les agradezco su insistencia así como su consejo y estímulo que han llevado finalmente a la conclusión de este trabajo. En particular, doy gracias al Rev. Denis J. Hart, antiguo Consultor de la Congregación para el Culto Divino y Maestro de Ceremonias de la Archidiócesis de Melbourne. D.J. Hart aplicó su habilidad y experiencia en este campo a través de un estudio exhaustivo de cada capítulo. Otros sacerdotes han realizado sugerencias, aportando advertencias técnicas e indicando áreas que podrían tener un valor práctico. Sin comprometerles en las interpretaciones y opiniones de este libro agradezco sus sugerencias a los Reverendos Pere Tena Garriga, Obispo Auxiliar de Barcelona (Miembro y primer Sub-Secretario de la Congregación para el Culto Divino), Mons. Thomas E. Crane, Mons. Brian Ferme, Mons. François Fleischmann, Mons. Anthony La Femina, Mons. Alan McCormack, Mons. James O’Brien, Kieran Adams, O.P., David Barnes, Robert Borg, Dan Cardelli, Denis Carroll, Don Cave, S.S.S., Michael Enright, Ralph Fitzgerald, Tony Fitzgerald, Geoffrey H. Jarrett, Lucke Joseph, Michael Miller C.B.C., Fernando Rodríguez Velásquez, William Ross, George Rutler, Charles Scicluna, Andrea Spatafora, M.S.F., Peter Stravinskas, John Walshe, Peter M. Waters, Andrew Wise y al Sr. Chris Grady. El trabajo en la Curia ofrece una posición ventajosa para escribir sobre las ceremonias de nuestro rito, tal y como deben ser practicadas hoy en día. Esto también explica las alusiones a la práctica corriente en Roma. No soy un liturgista académico, pero quizá éste no es el tipo de 15

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

libro que a un liturgista de esa clase le gustaría —o desearía— escribir. Dentro de sus límites prácticos, esta guía es fruto de toda una vida de estudio de los ritos de Oriente y de Occidente, y de una investigación de la Historia de la Iglesia y de la Teología Sacramental. A su vez, refleja la experiencia pastoral en las parroquias, en el trabajo entre las distintas culturas étnicas, en el servicio como secretario del obispo y, en años recientes en Roma, algunos compromisos en la formación de futuros sacerdotes, así como encargos en ceremonias litúrgicas. Se ha intentado presentar una comprensión universal de las ceremonias, sin atarse a las costumbres de un país determinado. De todas formas, se han incluido detalles relativos a las distintas prácticas de las naciones representadas por los sacerdotes que me han aconsejado: España, Francia, Inglaterra, Irlanda, Colombia, Estados Unidos, Canadá, Malta y mi Australia. A la luz de las inevitables imperfecciones, agradezco las sugerencias de los lectores para que en futuras ediciones sirva como guía útil y precisa para las ceremonias de nuestro noble Rito. Rev. Mons. Peter J. Elliott Roma, 1994

16

Siglas

CEC CO CIC IGMR PR RR SC

Catecismo de la Iglesia Católica Ceremonial de Obispos Código de Derecho Canónico (Codex Iuris Canonici) Ordenación general del Misal Romano (Institutio Generalis Missale Romanum) Pontifical Romano Ritual Romano Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, Constitución sobre la Sagrada Liturgia

17

Introducción

1. Llevamos más de un cuarto de siglo intentando hacer efectivas las reformas litúrgicas iniciadas por el Concilio Vaticano II. A lo largo de estas décadas, la dimensión ceremonial del Rito Romano ha cambiado y se ha desarrollado. Ha llegado el momento de ofrecer una guía práctica de las ceremonias tal y como la Iglesia quiere que se lleven a cabo. 2. No es éste un manual completo de liturgia, ya que se centra en el ceremonial y, en particular, el de la Misa y en los relacionados directamente con el sacramento de la Eucaristía. Esperamos preparar una continuación de este trabajo que trate sobre las ceremonias sacramentales, los tiempos del Año Litúrgico y los funerales. Tampoco es éste un simple manual de rúbricas, aunque incluye las establecidas en la Ordenación general del Misal Romano (IGMR), que posteriormente fueron clarificadas por el Ceremonial de Obispos (CO). 3. A diferencia de lo que ocurría en los antiguos manuales, en éste hemos hecho un esfuerzo por integrar lo ceremonial o «ritual» con los ideales teológicos, pastorales y culturales. Así, al mismo tiempo que el texto proporciona lo establecido por las normas oficiales, hay un plano secundario de interpretación, explicación, precisión y detalle. El lector puede distinguir lo que es obligatorio y lo oficialmente opcional de los juicios particulares del autor, que normalmente están indicados con expresiones tales como «parece preferible que...». Más aún, se han incluido a pie de página comentarios pastorales y críticos de interés para los que buscan razones de una postura tomada en el texto, o para los que buscan una opinión sobre una cuestión de detalle o de gusto. La evidente mayor libertad en la liturgia moderna puede abarcar a los autores que, hoy en día, proponen procedimientos ceremoniales. 19

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

4. Es importante desarrollar los principios que han guiado e inspirado este trabajo, a saber: la necesidad de que Dios esté en el centro del culto, el valor de la «noble sencillez», la continuidad de nuestra tradición, la fidelidad a la Iglesia y la dimensión pastoral de la liturgia. Pienso que estos son los principios claves de la liturgia que nos pueden ayudar a planificar y ofrecer un buen ceremonial en nuestras iglesias. Dios en el Centro 5. Todo culto debería estar centrado en Dios. Por tanto, la ceremonia debe llevar el pueblo a Dios, ayudándole a convertirse en un adorador en espíritu y en verdad (Juan 4, 23-24). La ceremonia es un medio y no un fin en sí mismo. Pero, como forma externa, es normalmente inseparable del contenido de los sacramentos. En los movimientos, gestos, acciones y signos sagrados, el lenguaje religioso del cuerpo debe «hablar» reverentemente a Dios y de Dios, y así, darle gloria. 6. La reverencia de cada gesto expresa la fe que hay en nosotros. Procede del «asombro y del respeto». Por tanto, la reverencia del celebrante debería transmitir a los fieles un cierto sentido de lo sagrado. Mediante la reverencia afirmamos que aquí, en este lugar, estamos en la presencia de Dios; que estamos aquí inmersos en el supremo acto humano para el que cada uno de nosotros ha sido creado —dar gloria a nuestro Creador y Redentor—; que, aquí, como miembros vivos del Cuerpo de Cristo, somos «un pueblo santo». Hemos sido segregados del mundo para rezar por el mundo, y mediante esa gran oración de Cristo, nos vemos fortalecidos para salir al mundo y transformarlo para Él. Por la reverencia damos gloria a Dios y, a cambio, participamos de su gracia y de su gloria. 7. La reverencia debe expresar la devoción, el corazón puesto en Dios, el corazón indiviso. La devoción personal del celebrante debe ser siempre discreta en el culto público, de modo que mueva al pueblo a rezar. Ellos ven a un hombre cuyos gestos y palabras dicen: «Sólo Dios importa... vayamos todos unidos hacia Él». 8. La majestad de «El que Es» —la divina trascendencia— y la intimidad de la Palabra encarnada —la divina inmanencia— se mantienen unidas por la reverencia y por la devoción. En la celebración de los Sagrados Misterios, no se debería temer una adecuada «transmundanidad» ni el empleo de realidades sensibles: signos, movimientos, colores, sonidos... Lo sobrenatural y lo natural, el espíritu y la materia están integrados por medio de la Encarnación. Por tanto, el culto y la oración del buen cristiano se mantienen fieles a esta unidad de lo visible y lo invisible: 20

INTRODUCCIÓN

«...y la Palabra se hizo carne». Éste es el principio de la Encarnación de la «sacramentalidad»: que encontremos a Dios y seamos transformados por Él, aquí y ahora, mediante acciones y signos humanos y tangibles. Noble sencillez 9. Nuestro segundo principio es el carácter distintivo del Rito Romano tal como la Iglesia nos lo ha dado. Este principio puede ser resumido como noble sencillez, frase que recoge una de las intenciones litúrgicas de los Padres del Concilio Vaticano II 1. Esta noble sencillez es la medida del estilo y del sabor presentes en la Ordenación general del Misal Romano. Deberíamos hacer de la noble sencillez un ideal-guía para todas las ceremonias de todas las iglesias. Pero las palabras «noble» y «sencillo» están concebidas para no ser separadas, de manera que sugieran un único ideal. 10. Que el ceremonial deba ser «noble», excluye tanto un modo de actuar improvisado y descuidado, como un ritualismo pretencioso y seguro de sí. La nobleza nos habla de un sentido de la elegancia y el esplendor que puede ser evidente lo mismo en una Misa solemne que en la más sencilla celebración. Nobleza significa ofrecer lo mejor a Dios: la nobleza de las acciones y de los gestos y también la nobleza de los altares, vasos sagrados, ornamentos, etc. En esta nobleza reconocemos la Belleza de Dios, que Él debería ser adorado con belleza y que nuestra naturaleza redimida está orientada a la bienaventuranza. 11. No se encuentra en la rica cultura cristiana, expresada por las directrices de la Iglesia, un miedo a la nobleza en el culto. Mientras que la ostentación mundana no debería ser parte del culto divino, la belleza y el esplendor reflejan el triunfo de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, que celebramos y proclamamos de un modo particular cada domingo. Pero el culto noble siempre refleja la gloria de la Pascua porque es expresión de la nobleza inherente a un pueblo renacido por el Misterio Pascual y, por ello, confiado y alegre en la fe y en la esperanza que comparten. 12. Desgraciadamente, la noble sencillez es a menudo reducida a simpleza que, en la práctica, supone realizar ritos de la forma más cómoda posible, o usar muebles, vasos y ornamentos de poco valor. En defensa de este «minimalismo litúrgico», algunos aducen que deben atender trabajos pastorales más importantes y absorbentes, que ellos no son liturgistas o, incluso, que las materias litúrgicas son triviales. Queremos

1. Cf. Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium (SC), n. 34. una noble sencillez.

21

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

advertir que este libro ha sido preparado para clérigos atareados y para todos aquellos que participan en los diversos ministerios litúrgicos. 13. Esta guía concibe al diácono en la completa realización de su ministerio sacramental y litúrgico. Incluye una descripción del papel de los acólitos, para diócesis donde estén instituidos. Se han incluido detalles para el maestro de ceremonias y para los encargados de la formación de los ayudantes. Se ha tenido en cuenta a los lectores y a los ministros extraordinarios de la Eucaristía y se ha incluido una información práctica que debería ser de utilidad para sacristanes. El indispensable papel del coro, del organista, de los músicos y cantores ha sido incorporado en la descripción de las ceremonias. Por tanto, éste no es un trabajo teórico ni de cuestiones académicas, sino una guía práctica, basada en las necesidades de la Iglesia y en la experiencia probada 2. 14. Una aproximación práctica a la noble sencillez en las ceremonias se logra por medio del cuidado de los detalles: una genuflexión, el comportamiento acorde del pueblo, el conocimiento del objeto requerido para un momento particular del culto, la preparación en la sacristía, etc. Así, se ha hecho un importante esfuerzo por incluir tales detalles tanto en el texto como en los Apéndices. Se han tomado decisiones sobre temas no tan claros, y las opciones y sugerencias expuestas se pueden demostrar en otros planos. 15. Puede parecer que hay demasiados detalles y que a las materias aparentemente triviales se les ha dado una excesiva atención, por ejemplo: en alguno de los Apéndices. Durante la preparación de un manual de ceremonias es preferible equivocarse en este sentido que sembrar la duda y la confusión a los lectores. Un descuido de los detalles lleva a una liturgia incierta y poco clara, desde este punto de vista, ni es noble ni es sencilla. La práctica litúrgica nos muestra cómo los conceptos son correctos y complementarios; nobleza sin sencillez cae en la trivialidad y en lo poco estético. El genio del Rito Romano consiste en su capacidad de combinar el esplendor con un enfoque ordenado de lo esencial del culto. La continuidad de nuestra tradición 16. La continuidad es el tercer principio que nos lleva directamente a un buen ceremonial. Se puede reconocer una continuidad entre las for2. Vid. Prólogo, primer párrafo. Antes de ser publicada esta obra en Estados Unidos, los capítulos sobre la celebración de la Misa fueron utilizados por diáconos para preparar su ordenación presbiteral.

22

INTRODUCCIÓN

mas preconciliares y posconciliares del Rito Romano: la tradición continua y homogénea de la Iglesia 3. Sin embargo, en la práctica, no han sido pocos los problemas que han surgido desde el inicio de la reforma posconciliar. 17. Un buen ceremonial es esencial para la solución de estos problemas, y nos debería llevar de un estilo de culto locuaz a unas celebraciones más reflexivas y piadosas. Un énfasis en la «acción sagrada» libera a la liturgia del didacticismo, de añadir pequeñas homilías, explicaciones e instrucciones. El celebrante que entiende las acciones, los gestos y la palabra como un todo deja a la liturgia que hable por sí misma. No considera la liturgia como el lugar principal para hablar al pueblo. Evita un «estilo presidencial» propio de los medios de comunicación, y no pretende proyectar su personalidad. 18. La estrecha relación que existe entra la música y la ceremonia forma parte de la continuidad de nuestra tradición. La ceremonia es inseparable de la música porque el fiel participa viendo y escuchando a la vez. Las procesiones parecen sin vida cuando no hay una música apropiada. El canto, en una liturgia desprovista de ceremonial, reduce la música litúrgica a una serie de «elementos sueltos», que pueden tener poco o nada que ver con el contenido o los distintos momentos del rito. Sin embargo, es fácil integrar una buena música con las acciones visibles del culto. Una comunidad acostumbrada a un buen ceremonial, normalmente espera una buena música religiosa, y viceversa. Dentro de la Gran Acción de Cristo, las formas musicales —tradicionales y modernas— más delicadas nos ayudan a adorar a Dios y nos conducen a una oración que es, a la vez, comunitaria y personal. 19. ¿Mantener la continuidad con nuestras tradiciones es un proceso de restauración? Deberíamos luchar por retomar la categoría del misterio litúrgico y la paz de tiempos pasados. Asimismo, deberíamos respetar las costumbres y tradiciones elegantes. Pero mantener esa continuidad con nuestras tradiciones va más allá de una simple restauración del pasado. La continuidad siempre encierra un desarrollo. Este desarrollo es, en la liturgia de la Iglesia, un proceso sutil análogo al que se da en la progresiva comprensión de las verdades doctrinales. En este sentido, sería instructivo aplicar a algunas prácticas del culto que han surgido a raíz del Concilio Vaticano II, los criterios del venerable Cardenal John Henry Newman, sobre el auténtico progreso doctrinal. 3. Institutio Generalis Missale Romanum (IGMR), Ordenación general del Misal Romano, n. 1.

23

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

20. Para lograr tal continuidad, en esta guía hemos acudido a las fuentes, en particular a la Ordenación general del Misal Romano. Pero este documento pastoral básico se ha interpretado en diversos sentidos porque carece de la precisión de las viejas rúbricas. Además, como ha ocurrido con los documentos del Concilio, la Ordenación general no siempre se ha estudiado cuidadosamente; en los últimos años se ha consolidado y clarificado con la publicación del Ceremonial de Obispos 4. 21. La liturgia catedralicia de los obispos está llamada a ser el modelo para los ritos celebrados en toda la «Iglesia particular»: la diócesis. Por tanto, la Ordenación general se debe interpretar a la luz del Ceremonial de Obispos 5. Esta guía integra ambas fuentes. El Ceremonial clarifica muchos puntos e incluso recupera procedimientos del pasado que aún son útiles y normativos 6. Algunos de los problemas de las últimas décadas tienen su origen en el olvido de diversos usos y costumbres. 22. Los clérigos y laicos relacionados con los ministerios litúrgicos demandan orientaciones acerca del ceremonial del Rito Romano Moderno. Desean conocer las mejores formas de celebrar la liturgia, para la gloria de Dios y el bien de su pueblo. Cuando el Rito Romano se celebra con un ceremonial rico, buena música, devoción, oraciones y con tiempo para el silencio, entonces el pueblo puede experimentar la continuidad con la tradición viva del culto católico occidental tal y como se ha desarrollado durante siglos. 23. No obstante, en algunos puntos de este trabajo fue necesario volver a procedimientos del rito preconciliar, simplemente porque no había otra opción si se trataba de ofrecer una orientación clara al lector. Se utilizó una autoridad clásica, pero no aparece citada en los pies de página 7. Aquellos que tienen permiso para utilizar el misal de 1962, aprobado por el papa Juan XXIII, deberían remitirse a esa autoridad 8.

4. Ceremoniale Episcoporum ab auctoritate Concilii Vaticani II instauratum et ab auctoritate Ioannis Pauli II publicatum, 1984: citado como Ceremonial de Obispos (CO). 5. Vid. CO, Prefacio II, y nn. 12, 44 y 46. En dos direcciones la IGMR no hay duda de que será revisada ampliamente a la luz de CO. 6. Por ejemplo: CO, Normas generales, notas a pie de página 66, 67 (cómo los acólitos llevan las velas), 72-75 (el uso del incensario), 79 (las manos del celebrante en la epíclesis), 80 (manos unidas) y 81 (cómo hacer la señal de la cruz y cómo bendecir un objeto). 7. Adrian Fortescue, J.B. O’Connell, The Ceremonies of the Roman Rite Described (London: Burns Oates and Washbourne, 1962). 8. Esos capítulos que no han sido incluidos según el rito antiguo, de ninguna manera implican desaprobación de las disposiciones de la Ecclesia Dei. Los sacerdotes que celebren ambas formas en la Misa Romana encontrarán que la piadosa disciplina de la Misa antigua y la sensibilidad pastoral de la nueva se enriquecen mutuamente.

24

INTRODUCCIÓN

24. Además, para evitar expresiones confusas, hemos preferido emplear algunos términos tradicionales al describir los ministerios litúrgicos (p. ej.: el «turiferario») o las partes de la Misa, tales como el Kyrie o el Sanctus. Este respeto por los términos clásicos preserva la tradición y el sentido de nuestra identidad cultural, y de este modo se puede contribuir a una mejor comprensión de nuestras características formas de culto. Fidelidad a la Iglesia 25. El cuarto principio esencial de toda buena liturgia es el de fidelidad a la Iglesia. La fidelidad es mejor entendida en términos de «comunión», que es una concepción de la naturaleza de la Iglesia muy estimada en nuestros días. Día tras día, en todo el mundo, los sacerdotes celebran la Misa de acuerdo con un rito autorizado por el sucesor de san Pedro; por tanto, su formas están determinadas por el Papa y los obispos en comunión con él. Estas formas contienen un significado eclesiástico —la comunión en el Cuerpo de Cristo—. Nuestra fidelidad es, para nuestro pueblo, un signo concreto de la comunión con nuestro obispo y de nuestra comunión con Roma. En este contexto, la fidelidad en la liturgia es una cuestión de caridad, unidad y, en último término, de fe. 26. Como servidores de la Iglesia, cada uno de nosotros debería valorar la sagrada liturgia como algo más grande que nosotros mismos. Puede que la sagrada liturgia sea un trabajo humano, resultado de la labor e ingenio de siglos, pero ese trabajo ha estado inspirado siempre por el Espíritu Santo. Puede que sea el fruto de muchas culturas y, de hecho, es uno de los caminos principales para la transmisión de esas culturas, pero esas culturas fueron transformadas en la bella construcción de la civilización cristiana por el evangelio de Jesucristo. Por este motivo, el evangelio del Verbo Encarnado es la «causa» fundamental de las formas humanas del culto cristiano. En la liturgia encontramos la cima suprema donde la Encarnación transforma la cultura. Tendríamos que ser fieles a las distintas formas de cultura cristiana. 27. A la luz de la Encarnación veneramos y respetamos ciertas acciones familiares y tangibles, palabras, signos y objetos que dan origen al auténtico «culto» «encarnacional»: estos signos y símbolos, de una sacramentalidad más extensa, nos elevan al culto eterno de Jesús, nuestro Sacerdote. Por medio de este culto, los miembros de su Cuerpo, ya en la tierra, participan en la adoración que se da en el corazón de Dios Trino 9.

9. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), nn. 1077-1109.

25

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

28. Examine cada uno su conciencia en lo que se refiere a la fidelidad a este tesoro precioso que la Iglesia nos ofrece. En la Ordenación, la Iglesia confía a cada sacerdote su forma propia de culto, de acuerdo con un rito específico. El sacerdote no deternina las formas ni los contenidos de ese rito 10 que, en la práctica, requiere aceptar unos límites específicos y la autoridad de quien han emanado las normas. Cada sacerdote está también llamado a ser leal a las prácticas y tradiciones del rito específico, romano u oriental, en el que Dios le ha llamado para servir y conducir a su pueblo. 29. La formación en el seminario debería también cultivar, entre los hombres llamados al ministerio sacerdotal, la fidelidad a la liturgia de la Iglesia 11. Esta guía también se ofrece a los seminaristas para ayudarles en la preparación de su sublime servicio en el altar con un espíritu de amor y reverencia a los Sagrados Misterios. 30. La fidelidad también requiere una comprensión de cómo la «liturgia» es una forma de culto distinta de otras formas de culto y oración, comunitarias o personales. Por su misma naturaleza, la liturgia se configura en la forma y en los procedimientos, en la estructura y en los contenidos esenciales. Éste es el nervio del culto litúrgico; aunque son inevitables una cierta previsión y estabilidad. Lo cual puede hacer caer en una rutina aburrida o mecánica, por mucho que hoy esto debería ser lo menos problemático. Dentro del esquema establecido en el rito moderno, hay puntos de flexibilidad pastoral que hemos indicado en este libro. Liturgia pastoral 31. La fidelidad a la Iglesia incluye la fidelidad al pueblo católico. Por esta razón, el quinto principio básico del desarrollo de una buena ceremonia es el interés pastoral por los fieles cristianos. Una liturgia pastoral auténtica sólo puede reconocerse cuando está conformada por los cuatro principios precedentes: —ver a Dios en el centro de la liturgia, —buscar la noble sencillez, —mantener la continuidad con nuestra tradición y —ser fieles a la liturgia de la Iglesia. 10. Código de Derecho Canónico (CIC), cánones 837, 838, 846. Los sacerdotes que cambian la liturgia contradicen lo dicho en el Concilio Vaticano II: Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia, SC, n. 22. 11. Vid. Congregación para la Educación Católica, Instrucción para la formación litúrgica en los seminarios, 3 de junio de 1979, nn. 8-11, 20-27, 45-50, 56-59 y las normas del Apéndice.

26

INTRODUCCIÓN

Estos principios nos invitan a dar a nuestro pueblo lo mejor, de modo que puedan participar en el culto cristiano de acuerdo con una interpretación más espiritual e interiorizada de la «participación activa». Se les debería alentar a ofrecer lo mejor que tienen a Dios en el sacrificio de alabanza y de acción de gracias. Sin embargo, un culto delicado no debe entenderse nunca como un tipo de ministerio unidireccional. Igual que nosotros atendemos ministerialmente al pueblo que alaba a Dios, también ellos ejercen un ministerio para con nosotros, sosteniéndonos y presentándonos ante el Señor con su oración y alabanza. ¿Acaso no ha sido ésta nuestra experiencia común al presidir liturgias bien cuidadas? 32. La liturgia pastoral suscita la pregunta sobre la «creatividad». Hay un lugar para la creatividad y la imaginación en el contexto pastoral. Sin embargo, esta «creatividad» no consiste en inventar novedades o en tratar de entretener al pueblo. La liturgia pastoral tiene una fuente mucho más profunda y una finalidad más clara. Nace de la relación entre Dios Trino y la creación y, desde aquí, se dirige a la santificación y salvación de su pueblo. 33. Por lo tanto, la creatividad litúrgica debería basarse en las necesidades de los fieles. Esta creatividad se configura observando el «sentido de fe» del pueblo, que recibe con gusto y de buena gana las ceremonias bellas, realizadas con reverencia y del modo adecuado. La creatividad litúrgica, tal y como el Concilio Vaticano II alentó, incluye el respeto a los valores humanos y a las devociones populares 12. No debería faltar la sensibilidad por la cultura local, de acuerdo con las directrices del susodicho Concilio sobre una inculturación litúrgica apropiada 13. Por esta razón, es importante escuchar a nuestro pueblo cuando se construye o restaura una Iglesia, para que éste disfrute de un lugar sagrado bello diseñado tanto para la celebración plena del culto, como para la oración y devoción personal. 34. El pastor, cercano a las familias de su comunidad, reconoce la necesidad que el hombre tiene de celebrar sucesos y eventos, momentos y épocas, santos y héroes, penas y alegrías... Sabe sacar partido de la variedad del Año Litúrgico y de la amplia gama de Misas votivas y celebraciones para ocasiones especiales. Dirige al pueblo en la adoración eucarística y en la Bendición. Desea compartir con ellos su propia celebración de la Liturgia de las Horas, cuando sea posible. Estos son unos cuantos ejemplos, incluidos en esta guía, que nos muestran el uso creativo del tesoro cultual que la Iglesia pone a nuestra disposición. 12. Cf. SC, n. 13. 13. Cf. SC, nn. 37-40.

27

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

35. Sin embargo, dicha creatividad pastoral no se basa sólo en las necesidades del pueblo. Está guiada por una visión positiva del potencial creativo del culto comunitario. Con esfuerzo, tiempo y algo de imaginación podemos encauzar los talentos de la comunidad al enriquecimiento de las celebraciones, en el campo de la música y el arte. La creatividad litúrgica nos ayuda a mirar la creación tal y como Dios la contempla: un universo ordenado, bueno y bello en sí mismo; y por tanto, llamado a ser ofrecido al Creador por medio de las acciones del cuerpo, del sonido de la voz y de la armonía de todos los sentidos. Esta verdadera creatividad reafirma la dignidad de nuestra naturaleza, la esencia optimista del catolicismo enraizada en las virtudes de la fe, la esperanza y el amor. 36. La creatividad pastoral se consigue aunando el amor al pueblo y el amor a la liturgia. El amante desea lo mejor para el amado. Este deseo de ofrecer lo mejor lleva a dar a los fieles las más delicadas formas de culto que les haga participar con alegría en el anticipo del Cielo y en la promesa de la vida eterna 14. Así, es fácil sentir el esplendor celestial cuando la Eucaristía se celebra bien y con reverencia. 37. A las puertas del tercer milenio todos estamos llamados a una nueva evangelización. La fuerza evangelizadora del culto no debería ser nunca olvidada o subestimada. Cuando san Agustín entró en éxtasis en Milán ante un canto cristiano o cuando el príncipe pagano del Rus permaneció pasmado ante los gloriosos ritos bizantinos de Santa Sofía o cuando Newman y un incontable número de personas que le siguieron en su camino, fueron atraídos por la inmensa paz y el misterio de la Misa, todos fueron transformados, y con ellos y por ellos, la Iglesia fue transformada. Cuánto mayor podría ser la fuerza evangelizadora del culto, ahora que tenemos las formas litúrgicas más accesibles de nuestro tiempo; cuánto más poderosa puede ser la atracción evangelizadora de estas formas, cuando nuestro ceremonial presenta a los que buscan a Dios con la gracia, el misterio y la belleza de nuestras vivas tradiciones. 38. Ahora ha llegado el momento de desarrollar el esplendor y la gloria contenidos en las vivas tradiciones del culto católico. Es el tiempo de recuperar los tesoros viejos y nuevos. No es necesario que éste sea un esfuerzo artificial y molesto. Los grandes ideales de conseguir un culto bello y piadoso son fácilmente realizables. Donde quiera que estemos llamados a ofrecer un culto, el mismo Espíritu viene a ayudarnos en nuestra debilidad. Por lo tanto, esta guía se ofrece a aquellos que están relacionados con los ministerios litúrgicos con una convicción: que 14. Cf. SC, n. 8.

28

INTRODUCCIÓN

incluso la iglesia más pequeña, con un sacerdote y unos pocos ayudantes y lectores, puede lograr la misma sensación de orden espléndido y agradable solemnidad que se pueda encontrar en una catedral con numerosos ministros. 39. En la celebración reverente, devota y majestuosa de las ceremonias de la Iglesia estamos llamados y dispuestos a unas formas de culto más elevadas. El culto eterno del cielo es el fin y la razón de nuestra creación y redención; hemos sido justificados y santificados para que podamos dar gloria a Dios. Como expresa un himno oriental «procediendo de la gloria a la gloria», vamos avanzando en el tiempo, viajando hacia ese día pascual en el que todos demos gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por toda la eternidad.

29

1. El escenario de la liturgia

40. Toda iglesia se construye para el sacrificio eucarístico, es decir, para albergar un altar y un lugar donde se proclame la palabra de Dios. El templo, por sí mismo, expresa, en su forma y función, la jerarquía de los ministerios dentro del Cuerpo Místico de Cristo y, en este sentido, la catedral es el modelo para todas las demás iglesias 1. A través de los sacramentos de la iniciación cristiana y de las Órdenes sagradas, cada fiel tiene un lugar en la liturgia 2. Por consiguiente, a la hora de describir lo que se requiere para organizar la liturgia, nos ha parecido mejor comenzar por el lugar de la iniciación cristiana que nos introduce en la asamblea eucarística.

El baptisterio 41. Las directrices actuales subrayan la necesidad de que haya un lugar —baptisterio— donde el pueblo pueda participar en la celebración del Bautismo; edificio separado, capilla o lugar diferenciado 3. Es mejor ubicar el baptisterio cerca de la puerta principal, no en un rincón escondido, sino en una posición destacada, por ejemplo: en el centro del ala occidental de la iglesia, como puede verse en algunas iglesias medievales. Cuando sea inevitable colocar la pila bautismal en el presbiterio o cerca de éste, como sucede en algunas iglesias pequeñas, convendría que el área que la rodee quede claramente definida como una zona distinta del presbiterio.

1. Cf. IGMR, n. 257, y especialmente CO, nn. 42-46. 2. Cf. Vaticano II, Lumen gentium, n. 10. 3. Ritual de la iniciación cristiana de adultos, Observaciones generales, n. 25.

31

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

42. La pila bautismal debe ser estable, de material idóneo y distinguirse por su limpieza y estética 4. Sería deseable que la pila contara con la posibilidad de calentar el agua en épocas frías. Dependiendo de la práctica local, algunas iglesias requerirán una pila grande que pueda servir para la inmersión de adultos. Aunque es preferible una fuente de agua corriente, el fluir constante del agua puede distraer si la pila está situada en el presbiterio o cerca del mismo. 43. Excepto durante la Pascua, el cirio pascual permanecerá cerca de la pila bautismal en un candelero o soporte adecuado. Se podría poner una mesa para los objetos bautismales. Cuando se trate de un baptisterio separado, es aconsejable colocar un ambón y, quizá, un armario seguro para dejar los objetos. El lugar donde se guardan los óleos sagrados debe estar cerca del baptisterio. 44. Las pilas de agua bendita situadas a las puertas de la iglesia son signos que recuerdan el lavado bautismal de los fieles 5. El sacristán se encarga de que se limpien y rellenen regularmente.

La nave 45. Se denomina nave al espacio destinado al pueblo en una iglesia con independencia de su diseño. Convendría colocar los asientos para los fieles de modo que el pueblo pueda participar fácilmente en el culto, teniendo a la vista el altar, el ambón y la sede, y puedan ir a comulgar sin dificultad 6. Debería haber suficiente espacio para que los fieles puedan ponerse de pie y arrodillarse cómodamente. Por lo tanto, sea cual sea la distribución de los asientos se debería respetar cuidadosamente el espacio entre ellos. Los asientos deberían tener un reclinatorio confortable 7. 46. El coro y el órgano tienen su lugar propio, que está determinado tanto por su papel en la liturgia como por el fácil acceso de los miembros del coro a la Sagrada Comunión 8. Sería conveniente acudir a un experto a la hora de ubicar el coro, a fin de promover su papel indispensable en

4. Ibid., n. 19. 5. Cf. CO, n. 110. Deberían ser accesibles a los niños. 6. Cf. IGMR, n. 273. 7. Arrodillarse forma parte de nuestra tradición cultual que tiene su fundamento en el Nuevo Testamento (cf. Lucas 22, 41; Hechos 9, 40; 20, 36; 21, 5). Dificultar que el pueblo se arrodille anula un derecho litúrgico del fiel y menoscaba la libertad de su devoción privada en otros momentos. Además, los niños en un grupo familiar no pueden ver cuando todos están de pie. 8. Cf. IGMR, nn. 274, 275.

32

EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

el culto. El Concilio Vaticano II subrayó explícitamente la importancia del órgano en el Rito Romano 9. 47. Sería conveniente que en las iglesias hubiera alguna capilla pero sin multiplicar altares. Las capillas dedicadas a nuestra Señora y a los santos tienen su lugar propio sin detrimento para la liturgia. Por tanto, las imágenes sagradas para la devoción de los fieles no se colocarán de modo permanente en el presbiterio. Convendría restringir el número y disposición de las imágenes sagradas. Dos imágenes del mismo santo no se deben colocar en el mismo edificio 10. Esto último no se aplica necesariamente a las imágenes de nuestra Señora bajo títulos diferentes u otras representaciones de un santo dentro de un grupo de figuras o imágenes. 48. Los confesonarios se encuentran normalmente cerca de la nave para la celebración del sacramento de la Penitencia de acuerdo con el primer y segundo ritos de la reconciliación. En la práctica, estos son cómodos, razonablemente espaciosos e insonorizados, provistos de una silla, un reclinatorio y con una rejilla entre el sacerdote y el penitente, tal y como establece el Código 11. Donde los obispos lo permitan, el confesonario se diseñará de forma que el penitente pueda también escoger la opción de la confesión «cara a cara». 49. Las estaciones del Vía Crucis se colocan normalmente en la nave o en una capilla o zona donde los fieles puedan realizar con facilidad esta devoción. La práctica de agrupar todas las estaciones en un mismo punto resulta desafortunada, porque suprime los significativos movimientos de un lugar a otro que forman parte de esta devoción. Cada estación debe identificarse fácilmente y con exactitud evitando una simbología abstracta. Las estaciones las bendecirá un obispo o sacerdote, pero un conjunto nuevo de estaciones dispuesto en una iglesia que va a ser dedicada queda bendecido por el mismo acto de dedicación, al igual que la pila, la cruz, las estatuas o imágenes, el órgano, las campanas, etc. 12. Las estaciones no deberían confundirse con las doce o cuatro cruces colocadas sobre las paredes de una iglesia dedicada.

El presbiterio 50. El principal lugar sagrado donde se celebran la mayoría de las ceremonias de la liturgia deberá ser espacioso, claramente definido y deli9. 10. 11. 12.

Cf. SC, n. 120. Cf. IGMR, n. 278, significado de las imágenes para la devoción y veneración. Vid. CIC, canon 964 §2. Una cortina es también útil. Vid. CO, n. 864.

33

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

mitado 13. Normalmente, esto se logra mediante escalones, y a través de la forma o estilo de la propia iglesia. Se debe poner mucho cuidado en la elección del número apropiado de escalones de forma que los fieles puedan seguir visualmente la acción sagrada. En algunas iglesias se ha reducido el número de escalones, con la buena intención de involucrar al pueblo en las acciones sagradas, pero esto impide que vean bien las ceremonias. En todos los ritos orientales y occidentales, el presbiterio es el lugar sagrado reservado para las acciones que se desarrollan en el altar, y es un espacio fijo. Es contrario a una sana psicología religiosa cambiar el lugar del presbiterio varias veces en el transcurso de un año o colocar en él sillas para los fieles. El ambón 51. Habrá un ambón o facistol, preferentemente fijo, para la proclamación de la palabra de Dios desde el presbiterio o cerca de él 14. Según la costumbre tradicional de la Iglesia, suele estar en un lugar fijo a la izquierda del altar, en lo que se llamó «lado del Evangelio». No obstante, puede colocarse en un sitio distinto si así lo requiere el diseño particular de alguna iglesia o la liturgia coral de una comunidad religiosa o de un seminario. Debería diseñarse en armonía con el altar y de forma que éste quede siempre en un primer plano. Puede cubrirse con un paño o antipendio digno, del color del día o del tiempo litúrgico, preferiblemente a juego con el frontal del altar. 52. Si es posible, la superficie donde se apoya el libro debería ser regulable, de modo que se adapte a las necesidades de los distintos lectores, incluidos los niños. En muchos casos convendrá poner un micrófono y un pequeño punto de luz. Dentro del ambón puede colocarse una repisa para libros. Alrededor del mismo debe haber espacio suficiente para los ceroferarios y el turiferario, cuando estos acompañan la lectura del Evangelio, así como para el cirio pascual que se coloca próximo al ambón en el Tiempo de Pascua. Convendría que el predicador tuviera a la vista un reloj. 53. El ambón, reservado para la proclamación de la palabra de Dios, no debería utilizarlo el director del coro, un solista o un comentarista 15.

13. Cf. IGMR, n. 258. Debe ser muy espacioso en las catedrales. 14. Cf. IGMR, n. 272. Ambón es el término más tradicional y litúrgico. 15. Cf. IGMR, n. 272, y, más claramente, CO, n. 51.

34

EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

La sede 54. La sede presidencial debe situarse detrás o cerca del altar en un lugar idóneo y a una altura tal que el celebrante pueda ser visto como presidente de la asamblea. Además, debe adecuarse al tamaño y diseño de la iglesia, de forma que presida sin dar la sensación de dominio. Asimismo, debe elegirse una sede digna y bella, en armonía con el estilo de la iglesia y que, al mismo tiempo, sea cómoda para el celebrante. La sede no debe parecer un trono 16. Sin embargo, en una catedral, la cátedra o sede sí es un trono reservado para los obispos, y debe situarse sobre algunos escalones, de modo que pueda verse claramente al obispo cuando preside en su iglesia propia. Si un sacerdote celebra en el altar mayor de una catedral, se pondrá una sede separada 17. 55. A ambos lados de la sede se pueden poner asientos para los diáconos y quizá, en funciones solemnes, para un acólito y para el maestro de ceremonias. Además, se colocarán otros asientos para los concelebrantes. Los ayudantes nunca deberían ocupar estos lugares y, si es posible, no se sentarán de cara al pueblo como si estuvieran presidiendo. Para ellos se dispondrán sillas, taburetes o bancos en el presbiterio 18, preferiblemente cerca de la credencia y en los laterales. En cualquier caso, el presbiterio no debe llenarse de sillas y bancos. 56. Un ayudante sostendrá el libro ante el celebrante cuando éste lea algún texto en la sede. Sólo se pondrá un atril sencillo delante de la sede si la Misa se celebra sin ayudante. La credencia 57. En el Rito Romano la credencia desempeña un papel destacado y práctico, como la mesa de próthesis en el Rito Bizantino. Por lo tanto, sería conveniente que fuese, por lo menos, de tamaño medio y altura normal, con espacio suficiente para los vasos sagrados, las vinajeras, el misal con el atril, las velas procesionales, etc. Convendría cubrirla con un mantel, al menos durante la Misa. Lo mejor es colocar la credencia a la izquierda del altar, según se mira desde la nave, excepto cuando la Misa

16. Vid. IGMR, n. 271. Debe también ser diseñada de modo que la parte posterior de la casulla no quede aplastada cuando se sienta. 17. Cf. CO, n. 47, con otros detalles. 18. Cf. IGMR, 271; CO, n. 50. Los ayudantes no deben sentarse en los peldaños; excepto en el contexto de la liturgia de un abad en su propia comunidad, esta costumbre puede dar una impresión servil o infantil.

35

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

se celebre de cara al altar (vid. n. 61, nota 23) en cuyo caso se sitúa a la derecha. En las ceremonias pontificales conviene utilizar una segunda credencia colocada normalmente a la derecha del altar.

El altar 58. El altar principal de una iglesia debe ser fijo. De acuerdo con la simbología bíblica y la tradición occidental, la mesa del altar debe ser de piedra natural. Sin embargo, a juicio de la Conferencia Episcopal, puede utilizarse otra materia digna y sólida 19. Los altares fijos se dedican solemnemente por un obispo o, excepcionalmente, por un sacerdote delegado. Los altares móviles los bendice un obispo o un sacerdote autorizado 20. El altar se levanta en el eje central del presbiterio 21. 59. Las proporciones de un altar son importantes. Su altura puede ser ligeramente menor a la de tiempos pasados; en la actualidad hay una tendencia a reducir el tamaño del altar para destacar al celebrante, pero no debe olvidarse que el altar no es ni un púlpito ni un objeto funcional. Es en sí un signo de Cristo, por lo que debe diseñarse para ser reverenciado y respetado en todo momento. Un altar pequeño puede ser el apropiado para una capilla pequeña, pero en un iglesia un altar insignificante se debería reemplazar por una mesa amplia y digna de la acción sublime de Cristo Sacerdote. 60. Cuando se dedica un altar nuevo, las reliquias de un santo —no es imprescindible que sea mártir— pueden colocarse bajo la mesa; no se colocan permanentemente sobre el altar ni se sellan en la superficie de la mesa. La reliquia debe ser auténtica y de una parte identificable del cuerpo. Irá guardada en un relicario empotrado o colocado dentro del basamento 22.

19. Cf. CIC, cánones 1235, 1236; IGMR, n. 263; CO, n. 919. La madera o el metal son las opciones más usadas, considerando que el basamento puede ser de piedra o de otro material sólido y adecuado. 20. Cf. CIC, canon 1237 1§; IGMR, n. 265; CO, n. 923. 21. Situarlo en un lado, equilibrándolo con el ambón (ambos en un segundo plano respecto a la sede central), es contrario al IGMR, n. 262; CO, n. 48. La presencia de Cristo en su palabra no es igual a la presencia de Cristo en la Eucaristía. Vid. también CEC, nn. 1182, 1383. 22. Cf. IGMR, n. 266; CO, nn. 866, 921. Las reliquias no deben estar situadas sobre el altar para la veneración de los fieles, sino en algún otro lugar. Sin embargo, parece que los relicarios pueden colocarse sobre el altar durante una celebración particular de la Misa, como es costumbre en Roma en la Misa del Papa en la solemnidad de san Pedro y san Pablo.

36

EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

61. Las gradas que rodean al altar deberían diseñarse de modo que las ceremonias puedan desarrollarse convenientemente y a la vista de todo el pueblo. El misal contempla que la Misa puede celebrarse cara al pueblo o cara al altar 23. Por lo tanto, en un altar exento debe haber espacio suficiente a ambos lados para que el celebrante pueda estar de pie y arrodillarse, así como moverse con holgura alrededor del altar cuando lo inciensa. La tarima se cubrirá, normalmente, con una alfombra de buena calidad. Ornato del altar 62. Para la celebración de la Misa debe ponerse por lo menos un mantel sobre el altar 24. Este mantel no debe confundirse con el frontal de color. En la tradición occidental es de color blanco o similar. Puede añadirse algún adorno de acuerdo con la cultura y costumbre local. También será útil poner debajo del mantel otro más. Será necesario colocar uno de plástico en un altar dedicado recientemente donde se haya vertido mucha cantidad de aceite. El mantel del altar puede quitarse después de la Misa, pero el altar desnudo es un signo distintivo reservado para el Viernes Santo. Es más conveniente cubrir el mantel con un simple cubremantel para mantenerlo limpio en todo momento. 63. Aunque no es obligatorio, el frontal realza la dignidad del altar. Junto con el paño que cae del ambón y el conopeo o velo del sagrario, el frontal define con claridad el tiempo litúrgico mediante el cambio armonioso de todo el conjunto. Dependiendo del diseño del altar, el frontal cae hasta casi tocar el suelo, por lo menos en el frente del altar. Debe ponerse cuidado en que las telas sean de buena calidad y de un diseño noble, de acuerdo con la arquitectura de la iglesia. 64. La cruz debe situarse sobre el altar o junto a él, justo detrás, o suspendida sobre el mismo. El pueblo debe apreciar su relación con el altar. En el contexto de la liturgia romana, por cruz se entiende un crucifijo 25. Una figura de Cristo resucitado no puede considerarse como sustituto de la cruz; sin embargo, hay una amplia gama de figuras entre las que se puede escoger el crucifijo litúrgico.

23. Es evidente que, por ejemplo, en la rúbrica el sacerdote debe mirar al pueblo cuando dice: «Orad hermanos...», IGMR, n. 107; CO, 151. Los términos, técnicamente incorrectos, «cara al pueblo» y «cara al altar», son utilizados en este libro sólo por motivos de conveniencia. 24. Cf. IGMR, nn. 79, 268. 25. Bendicional, n. 1068.

37

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

65. Cuando la cruz es procesional, debe ser de grandes proporciones y situarse sobre una peana sólida y segura cerca del altar. Una cruz suspendida sobre el altar no debería ser demasiado grande. Por otra parte, no sería conveniente que una cruz colocada sobre el altar fuese demasiado pequeña. Situada en el centro, no debería ocultar al celebrante si el altar es grande. El crucifijo litúrgico no es, primordialmente, para la devoción personal del celebrante, sino un signo que delante de la asamblea litúrgica anuncia que la Misa es el mismo sacrificio del Calvario. 66. Las velas necesarias para la Misa son: dos, cuatro o seis 26. Para distinguir los días y las celebraciones se varía el número de velas. Una buena costumbre que se ha desarrollado en algunos lugares consiste en utilizar dos para los días feriales o de memoria, cuatro para las fiestas y seis para los domingos, solemnidades u otras celebraciones importantes. El Rito Romano contempla un número impar de velas, siete, sobre el altar, sólo cuando el obispo diocesano celebra en las grandes ocasiones 27. 67. Es costumbre que las velas del altar sean de cera blanca o de color crema 28. No hay obligación de utilizar cera de abeja; sin embargo, sería deseable que las velas del altar fuesen de buena calidad. Los objetos sustitutivos de las velas de cera son normalmente innecesarios como ocurre con las «velas eléctricas» en las que no se da el resplandor de la luz que pasa a través de la cera. Sin embargo, los protectores de cristal pueden ser útiles en un lugar donde haya corrientes de aire, y son siempre necesarios en el exterior. Deberían ser de cristal transparente para evitar que se confundan con las lámparas. 68. La tendencia a reducir el tamaño de las velas y de los candeleros está batiendo en retirada al sentido común y al buen gusto. Los candeleros tradicionales de proporciones adecuadas pueden usarse para la Misa cara al pueblo, ya que no ocultan al celebrante y contribuyen a mejorar la dignidad y proporción del altar. Hay varios modos de disponer las velas sobre el altar o cerca del mismo 29. 69. Habría mucho que decir acerca de los candeleros corrientes que, de modo tan particular, mejoran el aspecto y proporción del altar. Pueden disponerse cerca del altar, y la parte más alta debería nivelarse con la 26. Cf. IGMR, n. 79. 27. Las siete velas procesionales pueden ser llevadas por acólitos o ayudantes en la Misa solemne del obispo, vid. CO, nn. 125, 128. 28. Mientras que la cera sin blanquear todavía se ve en algunos lugares, y es costumbre decorar las velas en algunas culturas, el uso de velas coloreadas resulta vulgar. 29. Una disposición simétrica parece más digna que la moda de agruparlas en un extremo del altar, equilibradas por flores (y, también, tal vez con la cruz) en el otro extremo. No hace falta situar las velas en los extremos o en el borde frontal si el altar es espacioso.

38

EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

superficie de la mesa. Los conjuntos de seis candeleros altos, heredados del pasado, se pueden adaptar para usarlos con luz eléctrica. Sea cual sea el modo de distribuir las velas litúrgicas, estos bellos signos de la luz divina y de la presencia de los ángeles deberían estar visiblemente en relación con el altar, de modo que atraigan al punto central la mirada de la asamblea que participa en el culto. 70. El uso litúrgico de flores se rige por los tiempos litúrgicos y las costumbres locales. No se adornará con flores el altar en Cuaresma, en el día de los fieles difuntos o en los funerales 30. Durante el Adviento es preferible no ponerlas con mucha frecuencia. La presencia o ausencia de flores es un signo eficaz por su contraste. Es mejor evitar el uso de plantas de interior si bien se pueden colocar algunos tiestos con flores. Y también es preferible no utilizar nunca flores artificiales. 71. Para el altar, se elegirá un tipo de micrófono de buena calidad y que quede oculto al pueblo. Los micrófonos grandes desvían la atención que merecen los vasos sagrados e introducen un cierto desorden sobre la mesa, aparte de alterar la clásica norma según la cual nada que no pertenezca al sacrificio eucarístico debe estar sobre el altar. 72. En las grandes solemnidades es una buena costumbre adornar la iglesia con más flores, velas, lámparas, etc. Esto puede enriquecer las celebraciones de tiempos especialmente festivos siempre que estos adornos no distraigan la atención del altar, ni impidan el buen desarrollo de la ceremonia. En la solemnidad de la Epifanía del Señor 31 se puede aumentar la iluminación de la iglesia. Los carteles o pósteres deben ser obras de arte y no telas baratas adornadas con «mensajes» 32.

El sagrario 73. Toda iglesia debe tener ordinariamente un sagrario inamovible, hecho de materia sólida no transparente 33, fijado permanentemente sobre un

30. Cf. CO, nn. 48, 252, 397, 824. «Sobre el altar» lógicamente incluye todo el presbiterio. En Cuaresma parece preferible excluir totalmente las flores dentro de la iglesia. 31. Cf. CO, n. 240. 32. No hay ningún lugar para carteles o pósteres en el presbiterio. Por tanto, la utilización del arte infantil en la liturgia, adaptándolo a sus necesidades, requiere prudencia, buen gusto y elección de la ocasión pastoralmente conveniente. El uso de carteles o de pinturas para decorar el altar y el ambón convierten a las mesas sagradas del sacramento y la palabra en lugares para la exposición del arte infantil o de «mensajes», uso casi nunca conveniente. 33. Cf. CIC, canon 938 §1, §3, restringiendo IGMR, n. 277. En la práctica, un segundo sagrario debería estar disponible para el Jueves Santo.

39

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

altar, o sobre una columna o pilar, o incorporado al retablo, o empotrado en la pared. La Santísima Eucaristía debe reservarse en el sagrario para evitar cualquier peligro de profanación 34. Un sacerdote, un diácono o una persona designada se encargará de custodiar la llave, que debe guardarse en lugar seguro. Esta llave debe ser de material noble. La puerta del sagrario no debe ser transparente, pues supondría dejar siempre expuesta la Eucaristía. El sagrario debe mantenerse limpio y seco. Es costumbre poner un pequeño corporal dentro y recubrir las paredes externas con un tejido rico o con oro. Cuando el sagrario no está situado en el altar o cerca de él, es útil poner delante una mesa o repisa. 74. Sea cual sea la forma del sagrario deberá cubrirse con conopeo u ocultarlo con un velo como señal principal de la presencia real de Cristo 35. El conopeo puede ser blanco o, con preferencia, del color del día o del tiempo litúrgico, pero nunca negro. El velo representa la tienda santa del Señor, especialmente en aquellos sagrarios exentos en los que adopta la forma de conopeo. Así, se manifiesta la paradoja del misterio: la revelación, por velación de la presencia del Emmanuel que acampa entre nosotros. 75. La lámpara que arde perpetuamente junto al sagrario 36 debe estar alimentada con aceite o con cera, nunca con otro combustible; es preferible una llama natural, porque significa tanto ofrenda como luz. No obstante, el obispo puede autorizar el empleo de una lámpara eléctrica por motivos prácticos. 76. La lámpara, que siempre debe estar junto al sagrario, puede colocarse sobre una repisa adosada a la pared o sobre un pedestal, o colgando, que es la forma más digna y tradicional. La lámpara, u otros objetos, no deben ponerse sobre el sagrario o justo delante de la puerta del mismo. La práctica romana estableció un vaso transparente para la lámpara, si bien esta práctica hoy día ha sido sustituida por un vaso de color rojo que resulta más familiar al pueblo. En algunos lugares, se instala una iluminación eléctrica dirigida al sagrario. Esta práctica es muy elogiable, pero en ningún caso sustituye a la lámpara eucarística.

34. Cf. CIC, canon 938 §3. Una «píxide colgante» por encima del altar podría estar «segura e inamovible» con una cadena de acero reforzado. 35. Vid. Juan Pablo II, Inaestimabile donum, 3 de abril de 1980, n. 25, donde se menciona el velo en primer lugar, si bien cabe poner algún otro medio apto establecido por la autoridad competente, distinto de la lámpara. El velo puede diseñarse de modo que deje a la vista la puerta del sagrario, si ésta es especialmente hermosa. 36. Requerido por el CIC, canon 940.

40

EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

77. De conformidad con lo establecido en el Código, el Santísimo Sacramento ha de estar reservado en una parte de la iglesia u oratorio verdaderamente noble, destacada, convenientemente adornada, y apropiada para la oración 37. Este lugar debe ser muy destacado, verdaderamente noble y debidamente decorado 38, si el sagrario está localizado en la capilla del santísimo Sacramento, en el centro del presbiterio de la iglesia o en un altar próximo al presbiterio. Por consiguiente, sería un grave abuso relegar el sagrario a una habitación o a un lugar detrás de la iglesia o de los asientos para el pueblo. No se puede decir que el lugar donde se reserva sea «muy destacado» o «distinguido» si los fieles no lo pueden ver desde la nave o si no lo pueden encontrar fácilmente. 78. El sentir de la Iglesia fue bien expresado por Pablo VI, quien describió el sagrario como el corazón vivo de cada una de nuestras iglesias 39. Por tanto, el espacio que rodea al sagrario debe conducir a la adoración y a la oración personal. A disposición del pueblo debe haber asientos, reclinatorios y libros de espiritualidad y escriturísticos, que les ayuden a adorar a nuestro Señor 40.

La sacristía 79. La sacristía, aunque estrictamente no forma parte del conjunto litúrgico, tiene un papel importante en la preparación del culto y en su digna realización. Según la tradición europea, la sacristía mayor consiste en una especie de capilla que incluso puede tener un altar fijo. Debe ser espaciosa y se situará cerca del presbiterio o de la entrada de la iglesia. Sería deseable que hubiese otra sala cerca de la puerta de entrada a la iglesia 41. 80. El motivo central de la sacristía mayor puede ser un crucifijo o alguna otra imagen sagrada. Habitualmente, los clérigos y los ayudantes veneran esta imagen antes y después de las celebraciones litúrgicas. Debe haber, para información de los celebrantes visitantes, una cartela con los 37. CIC, canon 938 §2, clarificando IGMR n. 276. 38. Inaestimabile donum, n. 24. La idea de que el sagrario situado inmediatamente detrás del altar «distrae» al pueblo es una teoría académica. Por otro lado, un sagrario dispuesto sobre un altar donde el sacerdote celebra de cara al pueblo plantea este problema y, por tanto, parece una forma poco satisfactoria de reservar la Eucaristía. Para una explicación más detallada, vid. Apéndice 9, El lugar del sagrario, nn. 865-91. 39. Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30 de junio de 1968, y vid. CEC, nn. 1378, 1379 y 2691. 40. Tales elementos son esenciales en donde la excelente práctica de la adoración perpetua es parte de la vida de una comunidad parroquial. 41. Vid. CO, n. 53, útil para procesiones y concelebraciones.

41

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

nombres del Papa y del obispo diocesano, y con el título de la iglesia. En la puerta de acceso a la iglesia debe haber una pila de agua bendita. También, junto a esta puerta, puede colgarse una campanilla para avisar al pueblo cuando una procesión vaya a hacer entrada en la iglesia. 81. Al diseñar o renovar una sacristía se deberían tener presentes los siguientes detalles: una mesa o un banco espacioso para extender los ornamentos, armarios y cajones grandes, una caja fuerte para los vasos sagrados y la llave del sagrario, un lavabo con agua caliente y fría, toallas, un lavabo pequeño con desagüe directo a la tierra (sacrarium), un sitio donde guardar el pan y el vino, una estantería para libros litúrgicos, un lugar para los registros sacramentales, otro, fijo, para el «Ordo» o calendario, un reloj, un soporte para la cruz procesional, un sitio para reservar la Eucaristía durante las ceremonias de Pascua, y un armario para los santos óleos, si no se guardan en el baptisterio. 82. En la «sacristía de trabajo» debería haber un lavabo grande con agua caliente y fría, una mesa para planchar y una plancha, un lugar donde recoger una aspiradora, una pulidora y material de limpieza, más un mueble donde almacenar los candeleros, los candelabros, la base del cirio pascual, las figuras del belén y accesorios tales como: velas, lámparas votivas, repuesto para lámparas de aceite o de cera, incienso, carbón y las palmas del año anterior; también sería práctico tener un refrigerador. En la sacristía o cerca de ella, debe haber una zona para guardar y encender los incensarios. Los ayudantes y el coro deberían tener una habitación separada para cambiarse. 83. En la sacristía se tendrán en cuenta los mismos principios de limpieza y de orden que son esenciales en el cuidado de la iglesia 42. Habrá que tener un especial cuidado en la conservación de objetos decorativos, vasos sagrados y ornamentos que hayan sido heredados del pasado, excepto los de escaso valor que no vale la pena reparar o restaurar. Quienes están en la sacristía, antes o después de la celebración litúrgica, deben guardar silencio 43.

Otras zonas litúrgicas 84. Las capillas que se usen para la celebración de la Misa deben incluir un ambón y una sede presidencial. Además, en iglesias con varios altares, uno de ellos puede reservarse para la celebración de la Misa sin pueblo, 42. Evitar la acumulación de papeles, que deberían archivarse con regularidad. 43. Cf. CO, nn. 37, 38.

42

EL ESCENARIO DE LA LITURGIA

por ejemplo: para sacerdotes visitantes. Los altares que nunca o rara vez se utilizan para celebrar Misa deben tratarse con la misma reverencia y respeto como corresponde a un altar dedicado. Al menos, deberían estar cubiertos con un paño o cubremantel, y sobre ellos sólo se deberán poner ornamentos litúrgicos. En la práctica, estos altares, a menudo, sirven como capillas para la devoción popular 44. No obstante, cuando se erige un altar lateral —donde se celebrará la Santa Misa— en honor de un santo, la imagen de éste no estará justo encima del altar 45. 85. Según la tradición común a Oriente y Occidente, las puertas principales de la iglesia deben tener un diseño noble que represente apropiadamente a Cristo como puerta del Reino que nos introduce en el redil de su rebaño. Convendría disponer una rampa y un pasamanos para que los enfermos y minusválidos puedan acceder a la iglesia. Resulta útil contar con un amplio pórtico en la puerta principal del templo. También puede haber un acceso directo desde el pórtico o desde la misma iglesia a los salones parroquiales. Se pondrá cuidado en mantener esa zona bien separada de la iglesia, y si es necesario se insonorizará. 86. Para una mejor celebración de la liturgia, existirá un lugar apropiado de reunión cerca de la iglesia 46. Según la tradición antigua, este lugar puede ser un atrio, un claustro, un patio, o parte de un jardín o camposanto, o incluso un vestíbulo adecuado, o una iglesia o capilla cercana. Allí, el pueblo se reúne para las procesiones del Domingo de Ramos y del 2 de febrero —día de la Presentación del Señor—. Es esencial tener un lugar adecuado para el rito inicial de la Vigilia Pascual, el cual, puede ser también útil para bodas, funerales y para la procesión del Corpus Christi. 87. Es necesario construir algún tipo de campanario donde poner las campanas que llaman al pueblo a congregarse para el culto en la casa del Señor y que también pueden recordarle el rezo del Ángelus, por la mañana, al mediodía y al anochecer. Según la antigua costumbre de la iglesia latina, las campanas nuevas se bendicen solemnemente antes de colocarse en el campanario 47. Sería conveniente que los que tocan las campanas tengan el adecuado entrenamiento. 44. Con las lámparas votivas eléctricas desaparece el simbolismo del ofrecimiento personal que se da con la llama natural. 45. Vid. CO, n. 921, así se evita la sensación de que esa Misa se ofrece al santo. Pero, como es evidente, no es necesario excluir de un retablo o una vidriera pasajes de la vida de un santo. Si ya existen estas imágenes en los altares laterales no es necesario que se modifiquen. 46. Cf. CO, n. 54. 47. Vid. CO, n. 1023.

43

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

El amor por la casa del Señor 88. El temor a ser considerado como «sacerdote de sacristía» nunca debe llevar a rebajar el cuidado que todo sacerdote y diácono debe tener por el lugar santo 48 donde celebran los misterios divinos y administran los sacramentos para sus feligreses. Este amor por la casa del Señor debe manifestarse en el uso que hacen de la iglesia fuera de los actos de culto público, porque éste es el mejor lugar para la celebración privada de la Liturgia de las Horas, para visitar a Jesús Sacramentado, para mantener nuestra devoción filial a María, para hacer nuestra meditación y para encontrar tiempo para rezar. Estos actos personales son siempre actos eclesiales porque la casa de Dios es el lugar de reunión del pueblo santo, piedras vivas del templo de Dios. 89. Aquí nos podemos mostrar como lo que somos. Aquí podemos anticipar nuestro destino eterno y decir con el salmista ¡Qué amables son tus moradas, oh Señor de los ejércitos! (Salmo 83, 1) y ¡Oh qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor! (Salmo 121, 1). «Cuando los sacerdotes salieron del santuario... todos al mismo tiempo cantaban a una, entre el sonar de las trompetas, los címbalos y los otros instrumentos musicales, y alababan y confesaban a Yahvé: “porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. La casa de Yahvé se llenó de una nube; y no pudieron ya estar allí los sacerdotes para ejercer su ministerio por causa de la nube, porque la gloria de Yahvé llenaba la casa de Dios». (2 Crónicas 5, 11; 5, 13-14)

48. Cf. CIC, cánones 1217, 1218.

44

2. Vasos sagrados y ornamentos

90. La celebración de la Misa se realza siempre utilizando los más bellos vasos, ornamentos y otros objetos. Estos deberían diseñarse conforme a los principios artísticos y culturales de la «noble sencillez» y de la dignidad de los ritos sagrados 1. Los regalos de los artistas de la comunidad, la generosidad del pueblo o de otros donantes pueden ofrecer siempre lo mejor a Dios.

Vasos sagrados 91. El cáliz y la patena los bendice el obispo o el sacerdote según el rito descrito al final del capítulo 9 2. El cáliz debe ser un vaso verdaderamente bello, una obra de arte digna de ser ofrecida. En sí mismo es la expresión más característica de la majestad del sacrificio eucarístico. Si es posible, una iglesia debería tener varios cálices para distintas ocasiones y uno más grande para las concelebraciones 3. 92. Parece preferible la forma tradicional del cáliz: con una copa adecuada, un nudo apropiado y una base muy estable. El cáliz que tiene esta forma no solamente es siempre más fácil de usar, sino que, además, hoy en día es un símbolo eucarístico familiar para el pueblo. Los cálices que parecen objetos seculares pueden asociarse a ideas profanas. Un cáliz es un vaso sagrado reservado exclusivamente para la Eucaristía. 1. Vid. IGMR, n. 287. 2. Cf. CO, n. 986 y referencias. Calix se suele traducir incorrectamente como «copa» en el CO, quizá para favorecer algunas prácticas criticadas en la nota 8. 3. Sin embargo, los cálices que no se usan nunca y no son de ningún clérigo, se deberían restaurar y dar a las iglesias pobres.

45

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

93. Un cáliz de cristal o de cerámica se puede romper con suma facilidad y, por tanto, se excluye, al igual que los de copa de material absorbente o que se deteriore con facilidad 4. Por otra parte, parece sencillo argumentar que el celebrante nunca debería celebrar los Sagrados Misterios con vasos menos dignos que los que él utilizaría en su propia mesa. La «pobreza» artificial de los cálices de madera o de barro parecen expresar por sí mismos una falta de estima por la Eucaristía. Sin embargo, el uso artístico de estos materiales sencillos para otros objetos de culto pueden expresar una «noble sencillez». Lo que siempre ha distinguido a los vasos eucarísticos es que, en parte, se identifica que son vasos sagrados por ser de un material especialmente valioso. Los vasos comunes nunca se usarán para la Eucaristía 5. 94. Normalmente se coloca una cruz en la base del cáliz para indicar el lado por el que el celebrante bebe, simplificando así las abluciones. La tradición de dorar el interior de la copa es muy recomendable y tiene también ventajas prácticas para la limpieza del cáliz 6. Como parte del cuidado de los vasos, el sacerdote vigilará que la copa se vuelva a dorar cuando sea necesario. 95. Hay una mayor libertad en la elección de la forma y del material de la patena, el copón y la píxide. A diferencia del cáliz, pueden hacerse también de otros materiales, según sean más estimados en cada región, por ejemplo: marfil o algunas maderas nobles con tal de que sirvan para el uso sagrado 7. En todo caso, han de tenerse en cuenta los mismos principios de valor y dignidad. Se puede favorecer el uso de una patena grande, pero el sentido común excluye el empleo de una fuente. La patena debería hacerse de un metal fino o de otro material duradero y valioso, de modo que se distinga, claramente, por el arte con que está hecho, de un plato común. Un copón bajo y poco profundo puede sustituir a la patena. De este modo, mientras que aquél puede usarse conjuntamente con la patena, un copón tradicional no sería apropiado para reemplazar la patena principal porque puede parecer como un segundo cáliz. 96. Guiados por san Pablo, un solo pan... un solo cáliz, lo ideal es utilizar un único cáliz y una única patena, especialmente en las concelebraciones. Sin embargo, esto no es siempre posible porque en una concelebración 4. Vid. IGMR, nn. 290, 291. Los vasos de cristal o cerámica son también menos higiénicos y no pueden limpiarse adecuadamente en las abluciones. 5. Inaestimabile donum, n. 16; cestas sencillas y otros vasos utilizados para el uso corriente deben quedar al margen de la celebración sagrada; en este sentido se deben descartar tazas, copas, platos, tazones, etc. 6. Cf. IGMR, n. 294. Los vasos sagrados se deberán lavar regularmente con jabón y agua caliente. 7. IGMR, n. 292.

46

VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

mayor parece preferible usar un conjunto de cálices del mismo diseño situándolos convenientemente sobre el altar; no es necesario colocarlos alrededor del cáliz principal que está sobre el corporal. Tanto desde un punto de vista práctico como simbólico no parece una buena solución litúrgica consagrar el vino en una jarra 8. 97. Lo que se ha dicho a propósito del único cáliz también se aplica a la patena. Lo ideal es que haya una sola patena para «un solo pan». En la práctica, se pueden utilizar otras patenas o copones para las celebraciones mayores. Llegados a este punto, no merece la pena que un indebido literalismo en la interpretación de estas indicaciones pueda conducir a una mentalidad puntillosa. El pueblo no se distrae por el número de vasos sagrados sobre el altar. 98. La píxide que se emplea para llevar la Eucaristía a los enfermos debe tener las proporciones adecuadas y estar diseñada de modo que pueda cerrarse con seguridad y que pueda purificarse fácilmente. Por tradición, se guarda en una pequeña bolsa o cartera forrada de seda, con un cordón o cadena, para que pueda llevarse discretamente alrededor del cuello. 99. La finalidad de la custodia u ostensorio es prolongar el momento de la «exposición» en las elevaciones, y así presentar a nuestro Señor para que su pueblo le adore. La custodia puede adoptar formas diversas, siempre con una media luna dorada o un viril para colocar la Hostia Sagrada durante la exposición, normalmente tendrá una puertecita de cristal. Debería ser un trono glorioso para nuestro Señor, porque el esplendor del vaso contrasta con la simplicidad de la apariencia o especie del pan, mediante el cual se nos presenta para que le adoremos. Una custodia pequeña o insignificante no basta para resaltar la Hostia. Es costumbre cubrir con un velo liviano o una funda blanca la custodia cuando no se utilice. En el sagrario, la Hostia en el viril se guarda en una píxide grande. 100. Los vasos para los santos óleos o crismeras pueden ser de dos formas: los más grandes sirven para guardar los óleos en la iglesia, y los pequeños, para la administración de los sacramentos. Cuando un párroco recibe 8. (a) Las ventajas prácticas están anuladas por el riesgo del derrame de la Preciosa Sangre y de la purificación de la jarra. (b) Cuando se usa con «copas», la jarra acentúa demasiado la dimensión de comida de la Misa y así en el momento de la fracción al verter en los cálices se produce una especie de repetición de la preparación de las ofrendas. La jarra se prefirió en algunas tradiciones de la Reforma protestante que entendía el cáliz como un signo católico del ofrecimiento de un sacrificio. Pese a la existencia de un antiguo precedente, un cáliz de tipo «ponchera» cuyo contenido se vierte en «copas» más pequeñas es arriesgado y ridículo.

47

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

estos óleos de su obispo, tendría que guardarlos con diligencia en lugar decoroso 9. Por tanto, se deben cuidar los óleos no sólo por su seguridad sino también por su significado, guardándolos preferiblemente en un armario o en una urna noble en el baptisterio o en la sacristía. No arde ninguna lámpara ante los óleos. Aunque los vasos pequeños de forma tubular y con tres secciones claramente diferenciadas son muy prácticos, es preferible un vaso más artístico para la celebración litúrgica solemne de los sacramentos en la iglesia.

Objetos litúrgicos 101. El libro de los Evangelios o evangeliario, elemento principal de la liturgia de la palabra, figura en primer lugar entre los objetos litúrgicos después del cáliz y la patena. Esta antigua tradición resulta obvia en los ritos orientales, y se mantiene y realza en el Rito Romano Moderno 10. Debido a que este libro es un signo visible de Jesucristo, Palabra de Dios, debe ser cuidadosamente guardado y encuadernado con cubiertas ricamente decoradas. Estas cubiertas pueden hacerse con metales preciosos (incluso con joyas y esmaltes), telas ricas o bordados artísticos. Resulta conveniente contar con un juego de diferentes cubiertas para las distintas ocasiones o tiempos litúrgicos. 102. Al comienzo de la Misa, el evangeliario se lleva en procesión y se entroniza en el centro del altar. Al término de la Misa se guarda. En algunas iglesias suelen dejarse leccionarios o una Biblia en el ambón o cerca de él, como símbolo, y para uso de los fieles. 103. Los libros litúrgicos para la celebración de la Misa son: el misal romano («sacramentario») y el leccionario. El misal puede incluir un volumen separado más pequeño que se utiliza cuando el celebrante está en la sede y el ayudante se lo sostiene. Los leccionarios se presentan en varios volúmenes separados. El Ritual Romano y el Pontifical Romano contienen los ritos para la celebración de los sacramentos, publicados en volúmenes separados. También se utiliza un libro para la oración de los fieles. Todos los libros litúrgicos, especialmente los que van sobre el altar, deben estar bien encuadernados 11.

9. CIC, canon 847 §2. 10. Siempre se ha utilizado en las Misas solemnes en Occidente, pero desapareció en las Misas sencillas con la introducción de un Misal de un solo volumen que incluye todos los Evangelios. A menudo sólo las iglesias mayores poseen un único evangeliario. Hoy día toda iglesia debería tener uno propio. 11. Vid. CO, n. 115. No se deberían utilizar nunca carpetas.

48

VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

104. Las vinajeras suelen ser de cristal o vidrio para que el sacerdote, el diácono o el ayudante puedan identificar inmediatamente el vino. Las de metal crean problemas cuando el ácido del vino reacciona con el metal. Vasos más grandes como las nobles jarras, de cristal no emplomado, son necesarias para concelebraciones o cuando se da la Comunión bajo las dos especies. Las vinajeras valiosas se pueden reservar para celebraciones importantes. 105. Aparte de las vinajeras, un aguamanil separado y un lavabo, que debe ser grande, los utiliza el celebrante para lavarse las manos y no sólo las yemas de los dedos. Son de cristal o cerámica. Por tradición, el aguamanil 12 y el lavabo de metal precioso se reservan para obispos o prelados. El aguamanil y el lavabo pontifical deberían ser una buena obra de arte. 106. Cerca del sagrario (sobre el altar donde se reserva el Santísimo, en una repisa, o en una mesa pequeña) debe haber un recipiente cubierto, lleno de agua limpia, junto con un purificador (manutergio) para el lavado de los dedos de quienes distribuyen la Sagrada Comunión. Es costumbre, en muchos lugares, colocar dos velas cerca del sagrario cuando está situado en un lugar distinto del presbiterio. Se encienden cuando se abre el sagrario. 107. Un acetre para el agua bendita y un hisopo grandes son más fáciles de usar y limpiar. El agua puede bendecirse en este vaso en el rito de la bendición y aspersión al inicio de la Misa dominical. Un recipiente suficientemente profundo y con un asa móvil es más apropiado. El hisopo puede tener la forma de un cepillo o de una bola perforada, quizá conteniendo una esponja. El hisopo de bolsillo, conveniente en determinadas situaciones pastorales, no es apropiado para las celebraciones en una iglesia. 108. El incensario parece que funciona mejor cuando se adapta a las líneas tradicionales, a saber: colgando de cuatro cadenas, la tapa levantada por la cadena central y asegurada por una anilla. Los incensarios con una sola cadena no son tan fáciles de usar como parece a primera vista. En Occidente, las cadenas suelen ser de un metro de longitud, de modo que el incensario pueda balancearse de un lado a otro con una sola mano en las procesiones. El incensario debe ser a la vez práctico y artístico, con amplias aberturas para el humo y con un recipiente seguro y extraíble para el carbón. Se debe limpiar con cuidado y regularmente. 12. Un «aguamanil» es un vaso noble, no una mera jarra, como traduce CO, n. 125.

49

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

109. La naveta del incienso debería diseñarse de modo conveniente para contener el incienso, con una tapa con bisagra y una cucharita práctica. El acetre, el incensario y la naveta pueden ser del mismo metal y diseñarse con el mismo estilo, haciendo juego. 110. Los ciriales que llevan los ayudantes deben ser altos, no muy pesados y, preferiblemente, diseñados con un plato grande para recoger la cera que cae, con una base y una empuñadura para que se puedan llevar con elegancia y seguridad. Durante la Misa, estas velas se dejan en la credencia y permanecen encendidas durante la celebración. En algunos lugares, las velas del altar se utilizan para las procesiones; sin embargo, esta práctica no parece siempre conveniente o deseable. Los ciriales deben estar a juego con la cruz procesional tanto en el material como en el diseño. 111. De acuerdo con la práctica romana y una costumbre bastante extendida, pueden utilizarse —según la ocasión— dos, cuatro o seis hachones en la Misa solemne, durante la Plegaria eucarística. Los portadores de los hachones los llevan ante el altar y permanecen arrodillados con ellos, hasta el final de la doxología de la Plegaria eucarística. El hachón era en su origen un grupo de tres o cuatro velas largas unidas entre sí, como todavía puede verse en las basílicas mayores de Roma. En la práctica actual, el hachón es un candelero procesional largo, sin base, de madera o metal. 112. Normalmente, se necesita un atril o un cojín adecuado y digno para el misal. Es preferible utilizar uno que se pueda ajustar en distintos ángulos y así adecuarse a cada sacerdote 13. Un paño del color litúrgico apropiado puede cubrir el atril el cual nunca permanecerá sobre el altar cuando no se esté celebrando Misa, ni se deja en el altar durante la Misa con pueblo, hasta la preparación de las ofrendas. 113. La campanilla que se toca en las elevaciones puede dejarse en la credencia o en un peldaño 14. Según la costumbre local, se utilizan diferentes tipos de campanilla, incluso un conjunto de campanillas. Si el sonido es agradable y los ayudantes ensayan para tocarla con reverencia y sensibilidad, la campanilla acentúa y realza los momentos solemnes de la acción sagrada 15. En algunos lugares, lo normal es tocar una campana de la iglesia en las elevaciones. 13. No todos los sacerdotes pueden leer con facilidad un libro que está en una posción plana sobre el altar. 14. Contrariamente a la impresión difundida, se puede utilizar todavía la campanilla, vid. IGMR, n. 109. Se utiliza en las basílicas romanas. 15. También tiene un efecto positivo de advertencia cuando hay niños pequeños o turistas recorriendo la iglesia durante la Misa.

50

VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

114. La bandeja de la comunión es necesaria cuando la Eucaristía se administra por intinción porque si no pueden caer gotas de la Preciosa Sangre 16. Todavía se utiliza en algunas iglesias cuando se distribuye la Sagrada Comunión. Se debe dejar en la credencia durante la Misa.

Los lienzos 115. El corporal debe emplearse siempre en la celebración de la Misa 17. Su forma es cuadrada de modo que para guardarlo pueda plegarse habitualmente en nueve secciones. Debe ser de lino blanco o de un tejido similar también blanco y de la mejor calidad. En las concelebraciones se puede utilizar un corporal mayor. Es preferible que no lleve adornos, para significar mejor la asociación que tradicionalmente se ha hecho con el santo sudario. No obstante, se suele poner una cruz en el centro del lado más próximo al celebrante. También puede guardarse un corporal en una carpeta cerca del sagrario (Vid. apéndice 4, El corporal). 116. El purificador o manutergio se suele plegar longitudinalmente, en tres partes, para utilizarlo a modo de toalla en la limpieza de los vasos sagrados. No se debe adornar en exceso y debería ser de lino blanco o de otro tejido absorbente. 117. La palia es opcional. Confeccionada de lino o tela almidonada que recubre una cartulina o madera. Conviene emplearla en épocas del año en las que el polvo y los insectos son más frecuentes, o en lugares en los que podría caer alguna cosa dentro del cáliz, por ejemplo: en una Misa celebrada al aire libre. La parte superior de la palia se puede adornar ricamente. 118. El cubrecáliz se debe utilizar en la Misa 18. La tela y el color normalmente hacen juego con los ornamentos, aunque puede ser siempre blanco. Una forma de subrayar la transición de la liturgia de la palabra a la liturgia eucarística es poner el cubrecáliz durante la liturgia de la palabra y quitarlo en el ofertorio, cuando el altar y las ofrendas están preparados. Salvo que se ponga debajo una palia, lo normal es que el cubrecáliz no caiga con elegancia. Aunque ya no es necesario, el uso de la carpeta de corporales tiene ventajas ya que mantiene limpio el corporal que es usado frecuentemente por los ayudantes y otros ministros.

16. Vid. IGMR, nn. 80 c, 246 b y 247 b; CO, n. 125. Sería conveniente que el ayudante ensaye cómo sujetarla. 17. Cf. CIC, canon 932 §2. 18. No es opcional en CO, n. 125 a, aclarando IGMR, n. 80 c.

51

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

119. La toalla para el lavatorio de las manos del celebrante debe ser absorbente y amplia.

Los ornamentos litúrgicos 120. En la Misa, el celebrante o el celebrante principal lleva al menos la casulla sobre el alba y la estola. Si es posible, todos los concelebrantes deben llevar casullas —preferiblemente haciendo juego— sobre el alba y la estola 19. 121. Aunque el amito es facultativo, tiene cierto valor higiénico y práctico, en especial cuando varios sacerdotes usan el mismo alba: absorbe la transpiración y es más fácil de lavar. En algunos sitios, por costumbre local, se atan unas «cintas» al amito, haciendo juego, por lo general, con el color de los ornamentos. 122. El alba debe ser amplia y, preferiblemente, a medida del sacerdote que la vaya a utilizar. La lleve o no sobre la sotana, le debe llegar hasta los tobillos y muñecas. Cuando el alba se diseña con un cuello que reemplaza al amito, este cuello debe cubrir el vestido cotidiano del sacerdote. A ser posible, no debería parecerse al amito monástico que cubre la capucha de monjes y frailes. Cuando el alba está adornada con bordados y encajes, estos deben ser de buena calidad. 123. Salvo que el alba esté hecha a medida, debe utilizarse un cíngulo blanco o del mismo color de los ornamentos. Una banda estrecha de tela puede reemplazar al cíngulo. 124. Los sacerdotes llevan la estola alrededor del cuello y colgando por igual por delante 20. El diácono lleva la estola cruzada desde el hombro izquierdo hasta la parte derecha de la cintura, donde se sujeta de forma conveniente. Al ser la estola símbolo de autoridad de la función sacramental y de la función de enseñar, sólo la llevan obispos, presbíteros y diáconos. Las estolas que se utilizan para predicar o para administrar algún sacramento son normalmente más ricas que las que se llevan debajo de la casulla. 125. La casulla se lleva sobre el alba y la estola 21. La belleza y dignidad de la vestidura eucarística más visible es esencial en la liturgia. El estilo 19. Vid. IGMR, nn. 81 a 161, 299, notar CIC, canon 929: en la celebración y administración de la Eucaristía los sacerdotes y diáconos deben llevar las sagrados ornamentos prescritos por las rúbricas. 20. Cf. IGMR, n. 302; en lugares sensibles a la estética, cruzar la estola se puede tolerar cuando las vestiduras «romanas» se llevan en la Misa de cara al pueblo. 21. Vid. IGMR, n. 299; CO, nn. 66, 126.

52

VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

de las casullas ha evolucionado considerablemente a lo largo de los siglos, cada estilo ha aportado su propio modo de ser al arte y culto católicos. Se debe respetar cada uno de estos «diseños» porque no se puede hablar de un «estilo correcto» de casullas, aunque la arquitectura de una iglesia puede favorecer un determinado estilo. Su belleza característica se deriva más del material y de la forma de toda la ropa que de su decoración 22. Se debe prestar atención a la calidad de la tela y a la manufactura de los ornamentos sacerdotales que son comunes a todos los ritos de Occidente y a la mayoría de los de Oriente. 126. Tradicionalmente, una casulla se ha visto como representación de la caridad de Cristo, que cubre todas las cosas (Col. 3, 14). En el marco de la celebración del sacrifico eucarístico, este símbolo de caridad debe preceder al símbolo de autoridad. Por tanto, no parece apropiado que la estola se lleve sobre la casulla 23. 127. La dalmática del diácono debe ser normalmente de la misma tela que la casulla del celebrante. Al ser el ornamento propio del diácono, éste no debería aceptar siempre la segunda opción, es decir, llevar sólo el alba y la estola 24. En iglesias donde hay varios diáconos, por lo menos se deberían tener dos dalmáticas por cada juego de casullas para la Misa solemne. En las catedrales se necesitarían más porque cuando el obispo preside solemnemente debería ser ayudado por, al menos, tres diáconos 25. 128. La capa pluvial se lleva en las celebraciones solemnes de los sacramentos fuera de la Misa, en la celebración cantada de Laudes y Vísperas en la Liturgia de las Horas, así como en determinadas procesiones y en la bendición eucarística con la custodia. Descanse o no la capa sobre los hombros, es preferible que su forma sea la de un amplio semicírculo, de ordinario con capuchón y atada por delante con una cinta de tela o con un broche. Aunque no se considera como parte de las insignias episcopales, la tradición reserva para el Obispo en su propia diócesis, un broche rico y trabajado con cierta filigrana.

22. Vid. IGMR, n. 306. 23. Sin embargo, se ha otorgado una concesión en algunos países para el uso de la estola sobre un «alba-casulla» cuando la Misa no se celebre en la iglesia. En Misas concelebradas, este ornamento amplio puede usarse en cualquier caso por los concelebrantes, pero nunca por el celebrante principal. Por ser éste un ornamento híbrido parece ser indigno y seguramente no es necesario ni conveniente. La estola escapular es sólo una invención extravagante. 24. Vid. IGMR, n. 300; CO, n. 67. 25. Vid. CO, n. 26. Un diácono ayuda en el altar y los otros dos al obispo en la cátedra.

53

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

129. El velo humeral, blanco, se pone sobre los hombros cuando se lleva la Eucaristía en procesión o cuando se da la bendición eucarístíca 26. Puede hacer juego con la capa o, por conveniencia, puede ser de una tela más ligera. Se abrocha o se ata con unas cintas. Debe ser de proporciones amplias.

Los colores litúrgicos 130. El blanco se viste en solemnidades y fiestas de nuestro Señor y nuestra Señora, en tiempos litúrgicos festivos y en días específicos 27. En la práctica, el color marfil, crema o un color similar pueden reemplazar al blanco, pero asegurándose de que no sea gris, que no se asocia a lo festivo. El paño dorado o plateado puede reemplazar también al blanco. Excepto donde lo permite el privilegio español, el color azul no se utiliza para nuestra Señora, si bien se pueden utilizar ropas blancas adornadas con azul para sus fiestas. Cuando el blanco se usa en funerales, puede ser apropiado tener un juego de ornamentos sencillos y distintos guardados aparte sólo para este propósito, con un paño mortuorio a juego. 131. El rojo se utiliza el día de Pentecostés, el Domingo de Ramos, Viernes Santo, Misas votivas del Espíritu Santo, de la Preciosísima Sangre y de la Pasión del Señor, en fiestas de los apóstoles y de los evangelistas y en las fiestas de los mártires 28. Es preferible escoger un rojo brillante en vez de un tono indefinido más oscuro. 132. El «violeta» se usa para la Cuaresma y el Adviento y puede elegirse para el día de todos los fieles difuntos, funerales y Misas de réquiem 29. En la tradición romana clásica se utiliza un «rojo-morado» para el violeta. 133. El verde se utiliza en el Tiempo Ordinario, y en las ferias 30. Parece preferible un verde claro y alegre a un verde apagado. 134. El rosa puede usarse en el tercer Domingo de Adviento y para el cuarto Domingo de Cuaresma 31. Hay que tener cuidado para que este color fino no quede reducido a un color rosa afeminado. 26. Un velo humeral rojo se puede usar el Viernes Santo cuando la Eucaristía se traslade al altar, cf. CO, n. 315 d. 27. Cf. IGMR, n. 308 a, y como se señala para las misas votivas. 28. IGMR, n. 308 b. No para el nacimiento de san Juan Bautista, el 24 de junio, ni para san Juan apóstol, el 27 de diciembre. 29. Cf. IGMR, n. 308 d. 30. IGMR, n. 308 c. 31. IGMR, n. 308 f.

54

VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

135. El negro puede usarse el día de todos los fieles difuntos, en los funerales y Misas de réquiem 32. Toda sacristía debe tener ornamentos de este color para los sacerdotes que deseen utilizarlas 33. 136. Si se dispone de un conjunto de ornamentos particularmente noble o precioso, puede utilizarse para ocasiones especiales, incluso cuando no son del color del día o de la celebración 34.

El hábito coral 137. Debe hacerse una clara distinción entre el hábito coral y los ornamentos eucarísticos, no sólo en la Liturgia de las Horas, sino también para distinguir en la Misa al clero sentado en el coro, de los que concelebran. Como hábito coral es preferible la sotana y la sobrepelliz antes que el alba 35. El clero regular viste su hábito religioso de acuerdo con su regla. Los canónigos visten su hábito coral para el caso 36. Los capellanes y prelados de honor de Su Santidad visten la sotana de su rango con un fajín morado de seda y una sobrepelliz. Hoy en día son pocos los altos prelados que visten roquete y mantelete 37. Birreta o bonete es la parte del hábito coral que llevan los monseñores y que, en algunas iglesias, lo utilizan habitualmente todos los clérigos en el coro 38. 138. Los sacerdotes y diáconos que asisten a Laudes o Vísperas solemnes pueden llevar la capa pluvial y la estola sobre la sobrepelliz o el alba. Los diáconos pueden llevar el alba, la estola y la dalmática 39. Los clérigos y los ayudantes no entran en el presbiterio o en el coro durante las funciones sagradas a no ser que lleven ornamentos, alba o hábito coral 40.

32. IGMR, n. 308 e. 33. Ningún sacerdote puede impedir ni prohibir a otro sacerdote las opciones permitidas por nuestro rito. 34. Cf. IGMR, n. 309. Es un interesante retorno a la práctica medieval, cuando se hacía un uso flexible de colores variados según las costumbres locales. 35. Como en CO, n. 66. 36. Vid. CO, n. 1210, relativo a las formas apropiadas de la muceta. 37. Para más detalles, vid. CO, nn. 1206-1209. 38. Cf. CO, nn. 1207, 1208. Se usa en las principales basílicas de Roma; sin embargo, la práctica de llevarlo en la mano y no usarlo nunca, parece superflua e inconveniente. 39. CO, n. 192, vid. capítulo 12, la Liturgia de las Horas. 40. Cf. CO, n. 50. En las Ordenaciones, los sacerdotes sin ornamentos litúrgicos no deben imponer las manos, (Congregación para el culto divino, Liturgicae instaurationes, 5 de septiembre de 1970, n. 8 c.).

55

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Las ropas de los obispos 139. En la Misa, además de los ornamentos sacerdotales, el obispo puede utilizar cualquiera de las dos clases de mitra: adornada, o simple, dependiendo de la ocasión. El solideo se usa debajo de la mitra. Ésta se usa en todas las Misas solemnes y en las ceremonias importantes, tales como la celebración pública de los sacramentos. El ceremonial de la Misa del obispo se encuentra en el capítulo 8. 140. Cuando el obispo celebra una Misa solemne en una ocasión importante, viste la dalmática pontifical debajo de la casulla 41. Esta dalmática ligera es blanca o preferiblemente del mismo color que los ornamentos. Puesto que es señal de la plenitud del Orden —inherente en todo obispo— se viste en las Ordenaciones y en otros eventos importantes de la vida de la iglesia particular. Además, lleva la cruz pectoral debajo de la casulla 42. El báculo de pastor lo utiliza sólo el ordinario, o el obispo a quien éste haya concedido tal derecho. En ocasiones importantes, el metropolitano viste el palio sobre la casulla. El obispo lleva sobre las rodillas un paño de lino (en la práctica común, un amito) cuando unge con los santos óleos 43. 141. El hábito coral de los obispos y cardenales es el alzacuello, la sotana, el fajín de seda y los calcetines del color apropiado, además de un roquete, la muceta, la cruz pectoral con un cordón apropiado de seda y oro, el anillo, el solideo y la birreta 44. En ocasiones solemnes en su diócesis, en lugar de la muceta, el ordinario puede vestir la capa magna con su correspondiente mantelete rojo de seda 45. 142. Los ornamentos y lienzos eucarísticos nuevos se bendicen antes de utilizarse. Las capas pluviales y los manteletes del coro pueden bendecirse.

La materia de los sacramentos 143. Por muy hermosos que sean los vasos y los ornamentos que reservamos para las celebraciones litúrgicas, la materia usada para los sacramentos es una responsabilidad que atañe fundamentalmente al celebrante. Los 41. Cf. CO, n. 126. El obispo también lleva la dalmática cuando es ordenado; vid. CO, n. 567. 42. Cf. CO, n. 61. La práctica europea posconciliar de vestir la cruz sobre la casulla es una vuelta a las costumbres medievales tardías. No obstante, parece surgir de la concelebración, donde la cruz pectoral distingue a los obispos que están en el altar. 43. Puede ser utilizado para el lavado de los pies el Jueves Santo, cf. CO, n. 301. Los guantes no se mencionan en el Ceremonial, pero en algunos lugares es costumbre tenerlos. 44. Vid. CO, nn. 63, 1199-1202, 1205. 45. Cf. CO, n. 1200. El mismo privilegio tiene un cardenal fuera de Roma, y un metropolitano y el nuncio apostólico dentro de su territorio.

56

VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

principios que regulan la materia de la Eucaristía son simples. Sólo surgen problemas cuando se introducen modificaciones. 144. El pan para la Eucaristía, en el Rito Romano, es de trigo, y ácimo 46. Debería prepararse con harina de trigo lo más natural posible mezclada con agua pura, y cocerse cuidadosamente para que resulte agradable, ni muy cocido ni poco hecho. 145. Sería prudente utilizar siempre pan preparado por profesionales que observan las leyes y costumbres de la Iglesia, mejor que dejar que otros cocinen el pan de acuerdo con una «receta». Se puede usar harina de trigo integral para remarcar el signo de alimento, pero no la harina basta de pan integral que tiene el grano todavía poco molido. Sin embargo, la adición de otra clase de harina, colorantes, manteca, aceite, azúcar, sal, miel, etc., hacen que la materia sea inválida o, cuando menos, dudosa. Ningún sacerdote puede utilizar materia dudosa para la Eucaristía. El énfasis puesto en el signo de alimento en la Ordenación general se refiere a la composición del pan 47, y debería interpretarse según cada entorno cultural. Muchas culturas están familiarizadas con el pan blanco como alimento habitual. 146. Siempre se requiere que la hostia tenga la forma redonda tradicional 48, como símbolo de unidad y perfección. La forma grande puede tener las dimensiones tradicionales, variando ligeramente de un país a otro (a modo de ejemplo, en Roma suele ser de 7 cm de diámetro, aproximadamente). La hostia también se debe adaptar al viril de la custodia. Es frecuente que tenga algún símbolo sagrado, una marca para facilitar la fracción y una sección en el lado izquierdo para conformar el fragmento que se depositará en el cáliz. Estas «obleas» deben tener una textura más sólida que en el pasado. 147. Una hostia más grande para ser partida en varios fragmentos deberá medir un diámetro que oscile entre los 15 y los 20 cm, dependiendo del número de partes y teniendo en cuenta las dimensiones de la patena grande. Tal hostia debería marcarse antes de la Misa para que pueda romperse fácilmente en la fracción. Sin embargo, no debe tener dimensiones exageradas, que podrían causar inconvenientes tan ridículos como obvios. En determinadas ocasiones será preferible utilizar varias hostias grandes. 148. En el caso de las hostias para el pueblo, parece preferible que tengan una textura sólida y unas proporciones razonables (a modo de ejemplo, 46. CIC, cánones 924 §2, 926; IGMR, n. 282. 47. Cf. Inaestimabile donum, n. 8. 48. Cf. IGMR, n. 283, «forma tradita confectus», vid. Inaestimabile donum, n. 8.

57

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

en Roma es de 3,5 cm de diámetro), y no, como sucede en algunos lugares, de sólo 2 cm. En algunos sitios, estas hostias se preparan con el borde sellado para solucionar el problema de los fragmentos cuando la Eucaristía se da en la mano. 149. El pan de la Eucaristía debe ser siempre reciente. Esto se favorece si el pueblo recibe las hostias que han sido consagradas en la Misa en la que ha participado. Además, se debería poner un cuidado especial en renovarlas en el sagrario por lo menos cada dos semanas, aunque sería preferible más frecuentemente 49. Según el Rito Romano, no existe ninguna razón para guardar las hostias que han sido mojadas en la Sangre Preciosa. 150. El vino que se utiliza para el sacrificio eucarístico debe ser natural, del fruto de la vid, y puro 50. El color del vino es algo que queda a la elección personal. Sin embargo, el vino tinto, evidentemente, parece tener un mayor significado que el vino blanco, que ha sido favorecido en los ritos occidentales quizá por un motivo de conveniencia: se lavan mejor las manchas de vino blanco del mantel del altar que las de vino tinto. 151. Los sacerdotes deberían utilizar sólo el vino autorizado por los obispos, de acuerdo con la ley y costumbre particulares. El vino comercial, en algunos países, no es «natural, del fruto de la vid» y por tanto, los sacerdotes no pueden utilizar tal materia dudosa. El vino debería ser almacenado en lugar conveniente, fresco y seguro de la sacristía. El vino avinagrado no se debe utilizar nunca para celebrar la Misa, y no es digno apurar la botella de vino hasta los posos. Por consiguiente, el sacristán o la persona que se encargue del cuidado del vino debe conocer las condiciones en las que el vino puede deteriorarse 51. 152. La Preciosa Sangre sólo puede reservarse en el sagrario para dar la Comunión a un enfermo que no puede tragar la Hostia. Para tal fin, se debería utilizar un vaso, con preferencia de cristal o de vidrio sin plomo, convenientemente cerrado. Debido a que la especie del vino puede deteriorarse, este modo excepcional de reserva debe realizarse sólo por un espacio de tiempo muy breve. 153. Los santos óleos son de aceite de oliva o de aceite vegetal cuando aquél no se puede conseguir fácilmente 52. En la elaboración del crisma, antes 49. Una forma razonable de observar CIC, canon 939. 50. Cf. CIC, canon 924 §3; IGMR, n. 284. 51. Cf. CIC, canon 924 §3 y IGMR, n. 285. En algunos lugares, la autoridad competente debería prestar mayor atención a la calidad de los vinos que se utilizan para la sagrada Eucaristía. 52. Cf. CIC, canon 847 §1. La conferencia episcopal determinará si se pueden utilizar otras clases de aceite. Sin embargo, en una emergencia, un sacerdote puede bendecir cualquier aceite vegetal, por ejemplo: para ungir a una persona que está agonizando.

58

VASOS SAGRADOS Y ORNAMENTOS

o durante el rito de la consagración, se mezcla con el aceite algún bálsamo oloroso o una esencia fina de perfume para obtener una fragancia simbólica. Esta fragancia característica también ayuda a identificar el crisma de los otros óleos en una determinada situación pastoral. 154. El sacerdote encargado de los óleos debe velar para que estos se renueven cada año con prontitud después de la Misa Crismal. Los óleos del año anterior deberían quemarse. Si sobran grandes cantidades pueden consumirse en alguna de las lámparas. La validez del sacramento no queda afectada si se utilizan los óleos de un año anterior, si bien estos sólo se deberían usar en caso de necesidad 53. En la celebración de la iniciación cristiana en la Pascua, es más evidente la importancia de usar el crisma que ha sido consagrado recientemente por el obispo. 155. El principio de calidad que se aplica a la materia de los sacramentos se debería extender a la cera, incienso, carbón y demás sustancias materiales que se utilizan en la celebración de la liturgia 54. Sólo los mejores frutos de la creación se deben reservar para Dios en la celebración digna de este sacrificio de alabanza y de acción de gracias. «Puesto que la liturgia tiene un gran valor pastoral, los libros litúrgicos permiten un margen de adaptación a la asamblea y a las personas, una posibilidad de apertura a la idiosincrasia y a la cultura de los diversos pueblos. La revisión de los ritos ha buscado una noble sencillez y unos signos fácilmente comprensibles, pero la sencillez deseada no debe degenerar en empobrecimiento de los signos, sino que los signos, sobre todo los sacramentales, deben contener la mayor expresividad posible. El pan y el vino, el agua y el aceite, y también el incienso, las cenizas, el fuego y las flores, y casi todos los elementos de la creación tienen su lugar en la liturgia como ofrenda al Creador y como aportación a la dignidad y belleza de la celebración». Juan Pablo II Carta apostólica, 4 de diciembre de 1988 En la celebración del vigesimoquinto aniversario de la Sacrosanctum concilium

53. Cf. CIC, canon 847 §2. 54. Por ejemplo: CO, n. 85, al definir qué constituye el incienso, exige sólo incienso puro de aroma suave o por lo menos en mayor proporción a la de cualquier aditivo mezclado con el incienso. Esto quiere decir que se debe preferir «el incienso» (goma olibanum). Sin embargo, las iglesias orientales preparan compuestos aromáticos que a menudo son de mejor calidad que los productos adulterados o sucedáneos que, en ocasiones, venden los que abastecen a las iglesias.

59

3. Los Ministerios

156. En la celebración de la liturgia sagrada, la rica variedad de órdenes y ministros expresa la ordenación jerárquica del pueblo que forma parte del Cuerpo de Cristo. El papel de cada uno debe ser respetado y promovido para lograr esa armonía que conduce a una unidad de alabanza y adoración.

El pueblo 157. El mensaje del Concilio Vaticano II es claro: La Santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a esa participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas, que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, un linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido (1 Pedro 2, 9) 1. 158. Para lograr esta participación plena, el pueblo debe responder y cantar en su lengua propia, pero también participará activamente a través del ceremonial. Las acciones y posturas comunes expresan la unidad de la Iglesia 2. Para lograr esto, se deben cumplir las normas de la Conferencia Episcopal concernientes a las posturas durante la celebración: ponerse de pie, arrodillarse y sentarse. Como parte de una catequesis litúrgica continua se les deberían recordar los signos y acciones específicas de cada parte de la Misa o de la liturgia de cada día o tiempo litúrgico. Las costumbres locales y la cultura se reflejan en la variedad de la música y de las prácticas devotas. Sin embargo, la 1. SC, n. 14. 2. IGMR, n. 62.

61

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

liturgia romana debería expresar también la universalidad de la Iglesia, y de este modo el pueblo deberá poder recitar o cantar no sólo en lengua vernácula sino también en latín las partes del ordinario de la Misa que le corresponde 3. 159. Los encargados de recibir a los fieles a la puerta de la iglesia, cuando los haya, deberán cumplir con sus obligaciones para con el pueblo con buenos modales y discreción. Estos hombres y mujeres se ocupan de mantener el orden, así como de dar la bienvenida y asistir al pueblo, pero nunca deberán «organizar» la Comunión obligando al pueblo a acercarse al altar por bancos. Salvo a las personas impedidas o invitados especiales, en situaciones específicas, no se debería reservar nunca asiento alguno bajo ningún concepto 4. Cuidarán también de la mesa de las ofrendas, de la colecta, de la distribución de los libros litúrgicos, de los himnos y se asegurarán de que la procesión no se vea dificultada.

El coro 160. El coro o schola tiene un papel indispensable dentro de la asamblea litúrgica, ayudando al pueblo en el canto. Sin embargo, la participación plena, consciente y activa del pueblo no significa que éste deba cantarlo todo. Se puede profundizar en esta participación mediante un buen coro, que saque partido al amplio repertorio de la música litúrgica, así como a la ejecución de las partes reservadas al coro 5. Éste se situará según la acústica de la iglesia, pero nunca en un lugar que pudiese distraer al pueblo de la acción sagrada del altar. 161. El solista o director del coro dirige el salmo responsorial y otros responsos. Cuando sea necesario, puede tener un lugar determinado en el coro 6. Los directores del coro, solistas, el organista y otros músicos deberían seguir cuidadosamente las disposiciones relativas a sus funciones tal y como están establecidas en los libros litúrgicos y en otros documentos sobre música publicados por la Santa Sede 7. 3. CO, n. 40, del Vaticano II, SC, n. 54. El folleto Jubilate Deo fue primeramente publicado en 1974 por la Congregación del culto divino y revisado y ampliado en 1987, como recurso pastoral para mantener esta dimensión universal de nuestro rito entre el pueblo. Los monjes de Solesmes han publicado la música para el altar y el coro. 4. Cf. IGMR, n. 273. 5. IGMR, n. 63. 6. Cf. IGMR, n. 64. 7. Cf. CO, n. 39 y n. 40 para una lista útil de estas fuentes.

62

LOS MINISTERIOS

El sacristán 162. El sacristán cumplirá con sus obligaciones bajo las instrucciones generales del clero. Sin embargo, para cada celebración específica, el sacristán responde ante el maestro de ceremonias 8. En algunos lugares hay un equipo de sacristanes, en este caso debería nombrarse un sacristánjefe. Este hombre o mujer supervisa a los demás y es responsable de las sacristías, del cuidado de los objetos valiosos y de la limpieza y orden dentro de la iglesia 9. El sacristán tiene que ser respetado por todos los que ejercen su ministerio en el altar.

Los ayudantes 163. Los «ministros» o ayudantes son aquellos cuyo papel se deriva del de acólito instituido. Su ministerio se ejerce en el presbiterio 10. Sus deberes relativos a la ceremonia son esenciales para una buena liturgia 11; sin embargo, el buen ejercicio de su ministerio en el altar depende de su destreza y disciplina, junto con su formación espiritual y su ilusión 12. Como se ha hecho notar más arriba, visten con un alba, o sotana y sobrepelliz, o algún otro ornamento aprobado, pero no con traje secular. Se sentarán también en el presbiterio. 164. Las funciones específicas de los ayudantes son las siguientes: 165. Al turiferario se le debe instruir en el arte de usar el incensario, enseñándole a ayudar eficazmente cuando se pone el incienso, a incensar al pueblo y objetos y a utilizarlo en las procesiones 13. El turiferario encabeza la procesión delante de la cruz. Le puede ayudar alguien que le sostenga la naveta, yendo a su izquierda. Por supuesto, también deberá conocer cómo prender, mantener y apagar el incensario. 166. El cruciferario llevará la cruz de forma que el Cristo siempre mire hacia delante. La cruz se deberá sujetar firmemente y a una altura razonable. 8. Cf. CO, n. 37 para evitar malos entendidos relativos a la «cadena de mando». 9. Cf. CO, n. 38. 10. Cf. IGMR, n. 68 los ayudantes varones sigue siendo lo normal, pero el Ordinario puede permitir ayudantes femeninos. 11. Una falta de cuidado de su responsabilidad en la liturgia puede conducir a que un celebrante deba «ayudarse a sí mismo». Esto puede reflejar el tradicional mal entendido: que lo fundamental de ayudar a Misa es «cantar las oraciones». 12. Para descripciones más detalladas de sus obligaciones y ensayos vid. Ministry at the Altar, ed. Peter J. Eliott, Sidney, 1980. Este trabajo subraya que ayudar no es un ministerio para niños. 13. Vid. más adelante en el capítulo 4, nn. 214-220, CO, nn. 84-98.

63

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

El asta de la cruz debería estar separado del cuerpo del portador, la parte más baja de aquélla se sujetará con la mano izquierda y la superior con la derecha, preferiblemente a la altura de los ojos. El portador de la cruz, o cruciferario, la colocará en su base correspondiente o, si es posible, la dejará de pie, pero nunca recostada contra una pared. Si fuera necesario, el cruciferario puede ser también el portador del libro. 167. Los dos portadores de los ciriales o ceroferarios, se conocen también como «acólitos» o ayudante principal y secundario. Sirven en el altar y en la credencia; se sientan cerca de la credencia. Llevan los ciriales con ambas manos, una sujetando la base y la otra en el cuerpo del mismo 14. El plato para recoger la cera es mejor tenerlo a la altura de los ojos. Se mueven coordinadamente y deben ser instruidos para sujetar los ciriales a la misma altura y cogerlos y dejarlos al mismo tiempo. Estos cirios permanecerán encendidos a lo largo de la liturgia. 168. El portador del libro tiene un papel importante en todas las celebraciones, particularmente en la sede presidencial o en la cátedra de los obispos. El misal o cualquier otro libro se llevará con ambas manos, descansando en el pecho de forma plana. Cuando un libro se sujete abierto se ajustará el nivel de la inclinación para ayudar al celebrante a leer el texto 15. 169. Otros ayudantes pueden actuar en una Misa solemne como portadores de los hachones durante la Plegaria eucarística. Los ayudantes sin un papel específico resultan superfluos. En las Misas de los domingos y otras ocasiones importantes, deberán ayudar al menos dos o tres, dividiendo o combinando sus papeles el turiferario, el portador de los cirios, el del libro, y ayudando todos en la credencia. En una Misa de diario resulta adecuado un ayudante experto que actúe como portador del libro en la sede y ayudando en la credencia. Sin embargo, otros pueden realizar funciones de cruciferario, portador del libro y ceroferario, de acuerdo con la naturaleza de la ocasión. 170. Ayudan al obispo: el portador de la mitra y, normalmente, el portador del báculo. Sus manos estarán cubiertas con un velo blanco o «vimpa», cuando sostengan la mitra o el báculo. Junto con el portador del libro, son los ayudantes inmediatos del obispo, y caminarán detrás de él en la procesión según se describe en el capítulo 8. Sus asientos deberán situarse cerca de la cátedra.

14. Según práctica romana; cf. n. 67 en CO, n. 74. 15. Por tanto, el canto superior del libro abierto podría sujetarse con un pequeña pinza.

64

LOS MINISTERIOS

El maestro de ceremonias 171. No solamente cada diócesis, sino cada parroquia debería contar con un maestro de ceremonias que debe conocer las leyes, los detalles del ceremonial, la historia y las tradiciones del Rito Romano. Debería estudiar las fuentes y estar, por tanto, familiarizado con los textos litúrgicos. Pero también tendría que estar versado en la ciencia pastoral para planificar así las celebraciones de modo que anime a la participación provechosa del pueblo y mejore también la belleza de los ritos 16. 172. El sacerdote, diácono o seglar que realice este oficio deberá ganarse la confianza del clero, el cual, entonces, recibirá con agrado sus servicios y aceptará sus consejos en las celebraciones. Trabajará en estrecha unión con todos aquellos que participan vivamente en la celebración, y en especial con los sacristanes. En una ceremonia complicada, pueden ser útiles dos o más maestros de ceremonias. Por tanto, es preciso tener ayudantes bien preparados 17. 173. El buen maestro de ceremonias es discreto, tranquilo y digno. Se moverá sin prisa y tendrá una gran libertad de movimientos para poder estar en todos los detalles, pero sin abusar de esta libertad de movimientos de modo que con su comportamiento distraiga durante las lecturas y demás acciones sagradas. Dirigirá discretamente, sin gestos obvios ni comentarios, y sin intentar ocupar el lugar del diácono junto al celebrante 18. Si tiene que corregir un error lo hará con moderación, sobre todo en la procesión o en el presbiterio. 174. Debe saber lo que cada uno debe hacer y dónde debe colocarse en todo momento de la liturgia. Por tanto, gran parte de su acierto dependerá de su capacidad de anticipación: —debe cuidar las variaciones del ceremonial o del texto de una celebración particular, y —debe conocer exactamente lo que ocurre después, anticipándose a los movimientos de los ayudantes de forma que estos tengan preparados el libro, el incienso, etc. Debería ser una persona con buena memoria, para recordar detalles pequeños, al tiempo que es consciente de la «forma» y unidad de la celebración litúrgica.

16. CO, n. 34. 17. El maestro de ceremonias diocesano debería programar ensayos para los maestros de ceremonias parroquiales. 18. Cf. CO, n. 35.

65

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

175. El maestro de ceremonias puede revestirse con el alba, pero sería mejor que llevara el hábito coral, para distinguirle de los ayudantes. Un sacerdote o diácono que actúa como maestro de ceremonias lleva estola sólo cuando recibe la Comunión o durante sus obligaciones en el sagrario 19.

El lector 176. Los hombres y mujeres que lean en la Misa 20 estarán entrenados para proclamar la palabra de forma clara y nítida. El lector puede leer todas las lecturas a excepción del Evangelio y puede anunciar las peticiones de la oración de los fieles. Cuando no haya diácono, el lector puede llevar el Evangelio en la procesión. Como complemento, un comentador puede introducir la liturgia, pero sólo cuando sea estrictamente necesario 21. El comentador no usará el ambón y hablará desde otro lugar.

El acólito 177. El ministerio del acólito ha sido establecido en algunas diócesis. Por institución, está autorizado para servir en el altar, asistiendo al diácono y al sacerdote, especialmente en la preparación del altar y de los vasos sagrados. Puede distribuir la Sagrada Comunión, teniendo preferencia sobre otros ministros extraordinarios de la Eucaristía 22. Tiene también precedencia sobre otros ayudantes como el cruciferario, el turiferario, etc. 23. En una Misa solemne, su papel es similar al del subdiácono de la antigua liturgia. El jefe de los ayudantes puede ser un acólito instituido. El acólito lleva alba, pero si actúa como maestro de ceremonias, es preferible que vista con la indumentaria coral. 19. (a) De acuerdo con CO, n. 36, el diácono que actúa como maestro de ceremonias puede llevar una dalmática. Esto puede no parecer apropiado, porque actuar como maestro de ceremonias no parece ser un papel que pertenezca al orden de los diáconos en su sentido sacramental visible. Además, un concelebrante revestido nunca debería actuar como maestro de ceremonias. (b) Puede ser costumbre que el maestro de ceremonias diocesano lleve una sotana púrpura y faja, cuando ayuda al obispo. Si no es un prelado, los botones y ribetes también son púrpuras. 20. Vid. Inaestimabile donum, n. 18, ampliando IGMR, n. 66. 21. Esto es pocas veces necesario. Una buena liturgia no necesita de un comentador improvisado. Las palabras del comentador deberían ser cuidadosamente preparadas y sucintas, IGMR, n. 68a. 22. Cf. CO, nn. 27-29; IGMR, n. 65. Vid. apéndice 1, Ministros extraordinarios de la Eucaristía, nn. 777-787. 23. Cf. IGMR, nn. 142-143.

66

LOS MINISTERIOS

El diácono 178. El diácono, a través del sacramento del Orden, desempeña un papel importante en la celebración del sacrificio del Señor. Su principal deber es ayudar al obispo (con el que está estrechamente relacionado) o al sacerdote celebrante. Leerá el Evangelio y predicará cuando se le pida. Su ministerio lo realiza en el altar y distribuye el Cuerpo y la Sangre del Señor. Guía la asamblea y anuncia las peticiones de la oración de los fieles 24. Cuando el diácono ayuda, el celebrante nunca debe sustituirle en sus funciones, ni siquiera un sacerdote concelebrante. 179. Sin embargo, el diácono está destinado a ejercer su ministerio en cualquier tipo de Misa a la que asista. Si no hay otro ministro presente cumplirá las funciones de los otros donde fuera necesario 25. Normalmente se colocará a la derecha del celebrante. Por lo tanto, deberá tener una sede a la derecha de la presidencial o de la cátedra del obispo. Salvo que sujete el evangeliario, caminará en la procesión a la derecha del celebrante. El diácono deberá llevar sus propios ornamentos: la dalmática, al menos los domingos y en las ocasiones importantes. 180. Los diáconos, permanentes o no, deberán seguir los mismos principios del ceremonial que el celebrante principal. Y nunca se extralimitarán de las materias que les competen por ley universal, o por las facultades que les son otorgadas por el obispo diocesano.

El presbítero 181. Ordenado para el sacrificio eucarístico, el sacerdote realiza en el altar, en el ambón y en la sede su ministerio de ofrecer, enseñar y presidir, en la persona de Cristo. Él está configurado con Cristo por la consagración del carácter sacerdotal. Por medio de la palabra y la acción, debería luchar por enseñar a fondo a los fieles a ofrecer a Dios Padre la Víctima divina en el sacrifico de la Misa y a hacer, juntamente con ella, oblación de su propia vida 26. El sacerdote es también consciente de que, por el sacerdocio, comparte con sus hermanos sacerdotes las Misas concelebradas, al menos en ocasiones apropiadas como el Jueves Santo 27. Sin embargo, siempre celebra en unión con su obispo como delegado del mismo 28. A través 24. Cf. CO, nn. 23-25; IGMR, n. 61 y 127-147. 25. Cf. IGMR, n. 127 c., pero ésta no es una situación deseable. 26. Vaticano II, Decreto Presbyterorum ordinis, sobre el ministerio y vida de los sacerdotes, n. 5. 27. Para el ceremonial de concelebración, vid. capítulo 7. 28. Bien desarrollado en CO, nn. 20-21.

67

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

del obispo, su liturgia presbiteral es el acto de comunión con el pastor supremo de Roma. 182. Por tanto, de vez en cuando, por ejemplo: durante el retiro anual, cada sacerdote debería revisar cómo se comporta en el altar, anotando y corrigiendo todos los errores o malos hábitos. A tal fin puede pedir humildemente la opinión de algún sacerdote que haya observado su comportamiento en el altar. Además, el sacerdote debería discernir prudentemente cómo la comunidad acepta su papel en la liturgia, ya que la Misa, por lo general, se celebra de cara al pueblo y el fiel puede ver los gestos y movimientos del sacerdote o diácono. La comunidad agradecerá la devoción litúrgica de un hombre de fe, pues por su reverencia y atención a los misterios, es el auténtico constructor y animador de una vigorosa comunidad de culto. Buscando un equilibrio entre la reverencia modesta y la expresión adecuada de su personalidad, anima, inspira y conduce al pueblo, pues todos comparten de diferentes modos el culto sacerdotal de Jesucristo. 183. Si no hay diácono, un sacerdote que concelebre con el obispo u otro sacerdote puede hacer sus veces, pero sin llevar la dalmática 29. Actuaría por tanto en este caso como lector, ayudante, etc. solamente si no se puede recurrir a ningún laico apropiado. Pero siempre tiene preferencia sobre los diáconos, acólitos y ministros extraordinarios en la distribución de la Eucaristía 30.

El obispo 184. La plenitud del sacerdocio se manifiesta cuando el obispo celebra el sacrificio eucarístico con sus sacerdotes y diáconos alrededor concelebrando y ayudando. La unidad de comunión episcopal en «un altar» fue proclamada por san Ignacio de Antioquía: Tened cuidado, entonces, de la división de la Eucaristía, porque una es la Carne de nuestro Señor, y una es la copa de su Sangre, y sólo hay un altar, como sólo hay un obispo ayudado por sus presbíteros y diáconos, compañeros fieles. Así realizaréis todas las acciones según voluntad de Dios 31. Ésta es la forma suprema y normal de la celebración del sacrificio del Señor. Es el momento en el cual la Iglesia particular consigue su pleno culto potencial en Cristo, Sacerdote Eterno. La liturgia del obispo se describirá en el capítulo 8. 29. Cf. CO, n. 22. 30. En vacaciones, un sacerdote va a Misa y recibe la Comunión como un laico. No hay nada que le aparte de las concelebraciones. ¿No sería mejor para él beneficiarse de la vida y muerte mediante el ejercicio pleno de su sacerdocio? Vid. también apéndice 1, Ministros extraordinarios de la Eucaristía, nn. 777-787. 31. Carta a los de Filadelfia, 4.

68

LOS MINISTERIOS

185. Ejercen en primer término la función de santificar los obispos, que al tener la plenitud del sacerdocio, son los principales dispensadores de los misterios de Dios, y en la iglesia a ellos encomendada, los moderadores, promotores y custodios de toda la vida litúrgica 32. Como parte de su enseñanza y oficio de gobierno, el obispo mantiene las tradiciones y prácticas de nuestro rito, fortaleciendo la comunión de la Iglesia particular con la Iglesia de Roma. Al mismo tiempo, es el supremo liturgista de su diócesis y establece las normas litúrgicas dentro de su competencia 33. Por tanto, tiene la tarea de promover y preservar las mejores normas de un culto noble y piadoso, un ceremonial reverente y una buena música y arte litúrgicos. 186. El ejemplo del propio obispo es importante, y, desde luego, dentro de la comunidad de su Iglesia particular es crucial. Debería ser él el primero en seguir los principios e ideales que espera de sus sacerdotes y diáconos. Deberá reverenciar y respetar los signos y símbolos distintivos de su orden apostólico, porque para su pueblo, estos ornamentos y objetos sagrados no son meramente el aderezo de su oficio sino un recordatorio visible de que Él es el elegido por Cristo para ser su maestro, santificador y pastor. «Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino por el contrario transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto». Sagrada Biblia, 2.ª edición revisada. Tomo VI. Facultad de Teología. Universidad de Navarra. EUNSA, Pamplona, 1992.

32. CIC, canon 835 §1. 33. Cf. CIC, canon 836 §4.

69

4. Las acciones ceremoniales

187. Un correcto sentido de la ceremonia comienza con el modo en que cada persona se mueve en el presbiterio. El celebrante, y el diácono en su caso, debería andar con dignidad y sin prisas, pero sin dar la apariencia de pomposidad. Cuando se encuentra de pie en el altar o en el ambón 1, está representando a Cristo y a su Iglesia, su postura, por tanto, debería transmitir una confianza fundada en la gracia permanente que Dios le ha dado. A la vez, debería transmitir esa actitud humilde de quien sabe su papel en los sagrados misterios, pues esas acciones y signos humanos son divinos. Puesto que él es ejemplo para los demás, debería esperar el mismo decoro para los que le ayudan en el presbiterio.

Las manos 188. Todos los gestos litúrgicos que se hacen con las manos son significativos. En un saludo como «El Señor esté con vosotros», las manos, que estaban unidas, se abren. El gesto debería ser suave y transmitir una sensación de reverencia y control, por el contrario, no debería ser brusco, mecánico o demasiado efusivo. Tal movimiento de manos nunca distrae al pueblo y es una expresión de paz e invitación a la oración y al recogimiento. 189. Las manos se juntan, palma con palma, con todos los dedos unidos, y el pulgar derecho cruzado sobre el izquierdo 2. No es necesario presionar

1. Los sacerdotes enfermos o ancianos, que no son capaces de estar de pie, pueden celebrar o concelebrar sentados el sacrificio eucarístico, pero si es con asistencia de pueblo requieren licencia del Ordinario del lugar, cf. CIC, canon 930 §1. 2. Cf. CO, n. 107, nt. 80, citando el viejo Caeremoniale.

71

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

las palmas como en tensión. Este modo reverente de tener las manos juntas sólo parece artificial si produce la sensación de ser algo forzado. El sacerdote, el diácono y los ayudantes deben observar la disciplina de «las manos juntas» mientras están en el presbiterio y en las procesiones. 190. Las manos se extienden durante el rezo de determinadas oraciones de petición de misericordia: «orantes». Es un gesto de las primeras épocas de la Iglesia 3. Con el desarrollo de la Misa de cara al pueblo, este gesto se ha hecho más amplio y relajado pero puede llegar a ser exagerado. No es fácil normalizar este gesto como puede apreciarse en la concelebración. Sin embargo, una solución ecuánime a este problema podría ser extender las manos con los dedos juntos, con elegacia y no con rigidez, y que las palmas estén en una posición abierta y natural, ligeramente adelantadas en relación a los hombros, teniendo los codos cerca del cuerpo. En cambio, parece mejor evitar los siguientes gestos: la antigua práctica de manos enfrentadas, las palmas de cara al pueblo en una posición defensiva, un gesto casual que puede sugerir indiferencia o cansancio, un alargamiento o elevación excesiva de las manos (que no se puede mantener durante mucho tiempo), o mover las manos hacia arriba y hacia abajo a la par que se va leyendo. 191. El celebrante y concelebrantes extienden las manos hacia adelante, las palmas hacia abajo, en la epíclesis de la Plegaria eucarística. Éste es un signo de invocación al Espíritu Santo, que tiene su origen en un gesto del Antiguo Testamento, de petición de una víctima para Dios. En una bendición solemne u oración sobre el pueblo, las manos se extienden de la misma manera, si bien deberían estar un poco más elevadas 4. 192. En ningún caso puede haber dudas acerca de la posición de las manos. En concreto: —cuando se lleva un objeto con una mano, la otra siempre descansa plana en el pecho con los dedos juntos con naturalidad 5, —cuando el celebrante, el diácono y los ayudantes se sientan, las manos —con los dedos juntos— descansan sobre las rodillas, y los codos están doblados de un modo relajado 6. Dentro de una lógica moderación, el celebrante puede mover las manos como desee en la homilía y cuando lee avisos. Pero no debe añadir gestos propios en otros momentos. 3. 4. 5. 6.

72

Cf. CO, n. 104, con referencias al Antiguo Testamento en el n. 77. Cf. CO, nn. 105, 106. Cf. CO, n. 108. Cf. CO, n. 109.

LAS ACCIONES CEREMONIALES

La señal de la cruz 193. El celebrante debe hacer la señal de la cruz claramente y sin prisa, del siguiente modo: se inicia con las manos unidas; después la mano derecha va —con los dedos juntos— desde la frente hasta el pecho —justo encima de donde descansa la mano izquierda— («En el nombre del Padre y del Hijo»); después, la mano derecha va del hombro izquierdo al hombro derecho («y del Espíritu Santo»); y vuelve a unir sus manos inmediatamente. 194. Antes del Evangelio, el diácono o el sacerdote traza una clara señal de la cruz en la frente, otra en los labios y otra más en el pecho, con la parte exterior del dedo pulgar derecho, poniendo el resto de los dedos juntos señalando a la izquierda, mientras que su mano izquierda descansa sobre el pecho 7. Todos los que asisten a la liturgia deberían hacer esta señal del mismo modo con reverencia y claridad.

Bendiciones 195. Cuando bendice al pueblo, el celebrante hace la señal de la cruz, una vez, con su mano derecha, con los dedos juntos, estando el meñique más cerca del pueblo. Puede hacer la cruz terminando, aproximadamente, en los mismos puntos donde él hace la señal de la cruz para sí mismo, de modo que el gesto no sea un movimiento largo de la mano. Sin embargo, cuando celebra en un lugar donde el pueblo está reunido a su alrededor, lo natural es ampliar algo el gesto y volverse ligeramente hacia derecha e izquierda. Sólo el obispo hace la señal de la cruz tres veces cuando da la bendición final de la Misa, o en algún otro rito 8. 196. Cuando hace la señal de la cruz sobre las ofrendas durante la Plegaria eucarística, el celebrante mueve su mano derecha del mismo modo que para la bendición del pueblo pero dirigiendo el gesto a los vasos sagrados colocados sobre el corporal; y la mano izquierda descansa sobre el altar 9. Este gesto debería ser elegante, claro y pausado. Cuando el sacerdote o diácono bendice un objeto, hace el signo de la cruz sobre éste, y, mientras, la mano izquierda descansa, plana, sobre el pecho. 7. Cf. CO, n. 74. 8. Cf. CO, nn. 169, 1120 y 1125 y por costumbre, cuando se imparte la bendición eucarística, pero no mencionada en CO, n. 1114. 9. Cf. CO, n. 108.

73

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Genuflexiones 197. La adoración a Jesucristo se expresa en la genuflexión. Éste es el acto supremo de reverencia de nuestro rito, y se reserva: —para nuestro Señor presente en la Eucaristía sobre el altar, en el sagrario, en la custodia o en la píxide; —para la Santa Cruz, desde su solemne veneración durante el Viernes Santo hasta que comienza la Vigilia Pascual 10; —tradicionalmente, a una reliquia de la Santa Cruz expuesta para la veneración. 198. En la genuflexión, la espalda permanece recta y se inclina la cabeza hacia adelante. La rodilla derecha se posa un breve instante en el suelo. Esta acción debería hacerse con las manos unidas, sin prisas, y con un espíritu de oración. La genuflexión doble permanece todavía, en algunos países, ante el Santísimo Sacramento expuesto. Consiste en arrodillarse con ambas rodillas, también un breve instante, al tiempo que se inclina la cabeza reverentemente y uniendo las manos, como de costumbre 11. 199. Si el sagrario se ubica en el centro del presbiterio, el celebrante, el diácono, los ayudantes, los lectores, etc., deben hacer la genuflexión al pasar por la línea central en cualquier liturgia 12. Una inclinación de cuerpo o de cabeza no sustituye a esta genuflexión, cuando, por ejemplo, el lector sube desde la nave para leer en el ambón. Sólo los que están incapacitados físicamente para hacer la genuflexión deberían sustituirla por una inclinación de cuerpo o de cabeza. 200. Sin embargo, los ayudantes cuando llevan el incensario, la cruz, las velas, etc., o el diácono que lleva el Evangeliario, no hacen genuflexión o inclinación cuando pasan delante del sagrario o cuando llegan o dejan el presbiterio 13. No se hace genuflexión 14 aunque la procesión pase por delante de una capilla, o altar lateral donde está reservado el Santísimo Sacramento.

10. Cf. CO, n. 69. 11. Muchas personas aún hacen la doble genuflexión por devoción a nuestro Señor en la Eucaristía. Un criterio pastoral prudente aconseja no corregir estas personas. Sin embargo, en el presbiterio se deben observar los criterios de la Conferencia Episcopal. 12. Cf. IGMR, n. 233. 13. Cf. CO, n. 70. En algunos lugares hacen una leve inclinación de cabeza, si bien ésta parece innecesaria. 14. Cf. CO, n. 71.

74

LAS ACCIONES CEREMONIALES

Inclinaciones 201. En el Rito Romano Moderno hay dos clases de inclinación: de cuerpo o profunda, y de cabeza. 202. La inclinación profunda se hace: —al altar, cuando el Santísimo Sacramento no está encima o detrás 15; —al celebrante, antes y después de la incensación; —y cuando así se especifica en otros ritos 16. Siempre se hace inclinación profunda ante el obispo al acercársele o antes de dejarle, y cuando se pasa delante de él en las ceremonias. Esta inclinación debería ser pausada y elegante. El cuerpo se inclina desde la cintura hacia adelante, de tal forma que las manos podrían tocar las rodillas, y, como de costumbre, con las manos unidas. 203. La inclinación de cabeza se hace cuando se nombran las tres divinas Personas a la vez (durante la primera parte del Gloria) o a los nombres de Jesús, de la bienaventurada Virgen María y del santo en cuyo honor se dice la Misa 17. En la práctica, al hacer la inclinación de cabeza, los hombros también se inclinan ligeramente. Cuando se nombra a la Virgen María o al santo del día, la inclinación de cabeza puede ser menos pronunciada que cuando se nombra a nuestro Señor, si concurren todos estos nombres en un mismo texto, como sucede en la Plegaria eucarística I. Una pequeña inclinación también expresa gratitud y respeto mutuo, antes y después de recibir un objeto o cuando se recibe algún servicio durante la ceremonia.

Postración 204. La postración de todo el cuerpo es signo de total donación personal a Dios. Se hace: —por los candidatos, durante las letanías en las Ordenaciones y en la bendición de un abad, —facultativamente, en la bendición de una abadesa, profesión perpetua, etc., —habitualmente, el celebrante y el diácono(s) al inicio de la liturgia del Viernes Santo 18. 15. Cf. CO, n. 72. 16. Cf. IGMR, n. 234 b; CO n. 68. Sin embargo, en la práctica, no es necesario que sea tan «profunda» antes y después de la incensación. 17. IGMR, n. 234 a. 18. Vid. CO, nn. 507, 529, 556, 580, 685, 706, 730, 758, 779, 316.

75

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Hay un procedimiento simple y recomendable para hacer una postración: a) arrodillarse, b) extender la mano derecha y el cuerpo se inclina hacia adelante hasta que la cabeza apoye sobre la mano derecha, al mismo tiempo que la mano izquierda se va poniendo debajo de la mano derecha. Al final de la postración, pausadamente, se vuelve a la posición de rodillas, y, entonces, se yergue, procurando no tambalearse.

Beso litúrgico 205. El diácono(s), los concelebrantes y el celebrante besan el altar al inicio de la Misa, porque es el signo permanente de Jesucristo entre su pueblo. Al final de la Misa, el celebrante y el diácono(s) lo vuelven a besar, y los concelebrantes, en ese momento, hacen una inclinación hacia el altar. El celebrante y el diácono(s) que le asiste besan el altar al principio y al final del rezo de Laudes y Vísperas 19. 206. El diácono o el sacerdote que lee el Evangelio besa el Evangeliario abierto al final de la lectura del mismo, y por costumbre al comenzar a leer el texto 20. Si el que celebra la Misa (o el que preside otro rito donde se lee el Evangelio) es un obispo, el sacerdote o diácono que ha leído debería llevar el libro abierto a la cátedra del obispo para que éste lo besara 21. 207. La cruz que se venera el Viernes Santo puede besarse por el celebrante, los clérigos, los ayudantes y, al menos, parte de los laicos, si se observa la forma tradicional de veneración 22. 208. En la práctica, el beso litúrgico de algunos objetos sagrados es sólo un ligero contacto con los labios. No obstante, en culturas en las que besar no se considera una forma de reverencia, la Conferencia Episcopal, con la aprobación de la Santa Sede, puede reemplazar el beso litúrgico por otro signo de reverencia 23.

La voz 209. La voz tiene una notable importancia dentro del marco de la predicación. Es necesario desarrollar más el arte, sutil, del uso de la voz en el 19. Cf. IGMR, nn. 208, 232, CO, n. 73. 20. Cf. CO, n. 74. 21. Cf. CO, nn. 141, 173, no es obligatorio pero sí conveniente. 22. Cf. Liturgia del Viernes Santo, Misal Romano, n. 18; CO, n. 322. 23. Cf. CO, n. 73. De todas maneras, en sociedades occidentales los besos forman parte del patrimonio religioso, incluso en círculos no católicos, por ejemplo: si se besa la Biblia cuando se presta juramento.

76

LAS ACCIONES CEREMONIALES

ámbito litúrgico. La falta de naturalidad, la afectación, debe evitarse en todo caso; sin embargo, una expresión digna que sabe dar valor, sentido y significado a las palabras es esencial, no sólo para que la comunicación sea posible, sino también para distinguir la proclamación de una oración pública. Además, el canto en la liturgia tiene una larga tradición, que se ha fomentado vigorosamente para la mayoría de las partes de la Misa que son «dichas» o «proclamadas» en voz alta 24. 210. El celebrante y el diácono utilizan dos tonos de voz: uno claro, normal, para las oraciones principales, y otro más bajo para las oraciones privadas, virtualmente un cuchicheo o susurro 25. Pero, en la práctica, se suelen hacer variaciones con voz clara atendiendo a la índole del respectivo texto según se trate de lecturas, advertencias o aclamaciones, sobre todo si el sacerdote que celebra lo hace en lengua vernácula 26. Las variaciones sutiles y adicionales de la voz también serán aconsejables a lo largo de la celebración de la Misa. Los concelebrantes deberían pronunciar con voz muy baja cuando se unen al celebrante principal en las partes correspondientes de la Plegaria eucarística, de modo que se oiga claramente la voz del celebrante principal 27.

Los ojos 211. Excepto antes de la consagración en la Plegaria eucarística I, no hay indicaciones que orienten al celebrante acerca de donde debe mirar; esto es un problema práctico sobre todo cuando se celebra la Misa de cara al pueblo. El modo más lógico de resolverlo es el siguiente: el celebrante debería mirar al pueblo cuando le saluda o se dirige a él. Pero cuando lee un texto debería fijarse en el libro. Cuando recita oraciones que conoce bien, podría mantener el recogimiento con sus ojos ligeremente caídos y mirando, quizá, hacia los vasos sagrados. En la descripción de la celebración de la Misa se sugieren otras posibilidades.

Memorización 212. El celebrante debe saberse de memoria las palabras de la consagración. También debería conocer las siguientes oraciones que dice en voz baja: 24. Cf. IGMR, nn. 18 y 19. Ello supone una especie de ofrenda natural. 25. Cf. IGMR, nn. 12, 13. El pueblo no debería oír las oraciones privadas del celebrante o del diácono; estas oraciones se dicen en secreto. 26. Cf. IGMR, n. 18. 27. Cf. IGMR, n. 170.

77

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—antes del Evangelio, «Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso...»; —después del Evangelio, «Las palabras del Evangelio...»; —en la preparación de las ofrendas, «El agua unida al vino sea signo de...», «Lava del todo mi delito, Señor...»; —antes de la Comunión, «Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo...» y «Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre...»; —en las abluciones, «Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio...». 213. El diácono debería saberse de memoria: —después del Evangelio, «Las palabras del Evangelio...»; —en la preparación de las ofrendas, «El agua unida al vino sea signo de...»; —en las abluciones, «Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio...».

Incensación 214. El incienso es uno de los signos litúrgicos más ricos de los ritos de Oriente y de Occidente y significa oración, sacrificio y reverencia hacia el pueblo y los objetos sagrados. En el Rito Romano, el incienso puede utilizarse en cualquier Misa 28, aunque parece más apropiado usar el incienso cuando hay algún canto o música que acompañe a la incensación del altar o del pueblo, etc. El incienso se utiliza: —durante la procesión de entrada, —al comienzo de la Misa, para incensar el altar, —para la procesión y proclamación del Evangelio, —para incensar las ofrendas, el altar, el sacerdote y el pueblo, —en la elevación del pan sagrado y del cáliz después de la consagración 29. 215. El incienso también se utiliza en la dedicación de una iglesia o altar, en la Misa Crismal, cuando se usa la custodia para la exposición Eucarística así como en los funerales. Asimismo, el incienso debería utilizarse en la procesiones de la Presentación del Señor, del Domingo de Ramos, la Misa de la Cena del Señor, la Vigilia Pascual, Corpus Christi y el traslado solemne de reliquias así como cualquier otra procesión solemne. El 28. Cf. IGMR, n. 235. Por ejemplo: el incienso añade una nota de bienvenida y de festividad a la forma simple de la Misa que se celebra en una iglesia más humilde o en una capilla de misión, en la Navidad y en Pascua. 29. Cf. IGMR, n. 235; CO, n. 86. Excepto en la Misa Crismal, el incienso no se utiliza al final de la procesión, salvo que la procesión enlace con otro rito en el que va a ser necesario.

78

LAS ACCIONES CEREMONIALES

altar, el celebrante y el pueblo pueden ser incensados en el canto de Laudes y Vísperas mientras se canta el Benedictus o el Magnificat 30. 216. La habilidad y la elegancia del uso del incensario depende, en primer lugar, del modo en que se cogen las cadenas cuando se inciensa una persona o un objeto. El modo más conveniente para aprender es practicando, si bien hay un método sencillo que vamos a proponer: —Con la mano izquierda se toma el disco y la parte superior de las cadenas, dejándola descansar contra el pecho. Con la mano derecha se deja que las cadenas pasen entre el dedo índice y el mediano, a la vez que con el pulgar se asegura, de modo que el cuenco del incensario se puede controlar y dirigir fácilmente. —Con la mano derecha, acerca el incensario delante del pecho. Después, levanta la mano hasta el nivel de los ojos (más bajo cuando inciensa el altar) y mueve el incensario hacia adelante y hacia atrás de la persona o del objeto que inciensa, balanceándolo constante y suavemente, sin precipitarse al manipular la cadena. —Una vez completado el número requerido de incensaciones, baja el incensario. Entonces, lo acerca hacia sí o lo devuelve al turiferario o al diácono. 217. Hay dos modos de balancear el incensario. Uno es haciendo un doble balanceo, el incensario se balancea dos veces hacia la persona o el objeto que debe ser incensado, y luego bajarlo. El otro es hacer un balanceo simple, y después bajarlo, excepto cuando es el altar lo que se inciensa: en este caso el celebrante camina alrededor del altar haciendo balanceos simples y continuos 31. 218. Las normas que regulan las diferentes formas de incensación son las siguientes: —tres movimientos dobles se hacen para incensar el Santísimo Sacramento, una reliquia de la Cruz, las imágenes de nuestro Señor que se exponen a la veneración, las ofrendas sobre el altar, la Cruz del altar, el evangeliario, el cirio pascual, el celebrante (obispo o sacerdote), representante oficial de la autoridad civil presente en la celebración, el coro, el pueblo y el cuerpo de una persona difunta; —dos movimientos se hacen para incensar las reliquias o imágenes de nuestra Señora y de los santos expuestos para la veneración 32. —El altar se inciensa con movimientos simples. 30. Cf. CO, nn. 87, 88, 89. 31. La incensación del altar se describe en el Capítulo 6, cuando se hace la descripción de una Misa más solemne. 32. Cf. CO, n. 32. Estas normas son ligeramente diferentes a las de las rúbricas anteriores.

79

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—En la procesión, el turiferario balancea el incensario en toda su longitud con su mano derecha, y con su mano izquierda lleva la naveta pegada al pecho, pero su palma descansa sobre el pecho si otro lleva la naveta. 219. No es necesario que el incensario golpee con las cadenas. Cuando se inciensa una persona o las ofrendas sobre el altar, las cadenas deberían ser sujetadas a 20 cm del cuenco y a 30 cm cuando inciensa el altar y la Cruz. Antes de incensar a una persona se le hace una inclinación profunda, y otra después de ser incensada 33. Durante la inclinación, antes y después de incensar una persona, el turiferario deja ir el incensario con la mano derecha, la cual está puesta sobre el pecho. 220. Al poner incienso en el incensario, la cantidad utilizada debería ser determinada por factores tales como el tamaño de la iglesia. El signo de la ascensión del incienso se logra sólo si los granos o polvo se disponen de modo uniforme sobre los carbones encendidos. Golpear o desmenuzar los carbones con la cucharilla sólo consigue hacer caer los granos, y balancear un incensario que no produce humo es ridículo.

Agua bendita 221. Cuando se asperge una persona o un objeto con agua bendita, el celebrante sostiene el acetre con su mano izquierda, y el hisopo con su mano derecha; o si parece más conveniente, un ayudante sostiene el acetre y el celebrante asperge con la mano derecha, mientras su mano izquierda descansa sobre su pecho. El primer procedimiento es más útil si debe desplazarse mientras asperge. Según es costumbre, el que es rociado con agua bendita hace la señal de la cruz. El rito de bendición y aspersión del agua bendita antes de la Misa (Asperges) se describe en los nn. 361-66. Cuando entran en la iglesia para cualquier celebración, el clero y los ayudantes deberían tomar agua bendita y hacer la señal de la cruz para recordar la gracia del bautismo 34.

Decoro y experiencia 222. La atención al decoro es la clave práctica de un buen ceremonial. Pero el decoro litúrgico no se basa meramente en una convención social. En el 33. Cf. CO, n. 91. Como se ha indicado arriba, en la práctica, ésta no es una inclinación profunda. 34. Cf. CO, n. 110.

80

LAS ACCIONES CEREMONIALES

contexto del culto, el decoro se mantiene estando imbuidos del «espíritu de la liturgia», que se basa en la fe en Jesucristo, fe en las realidades divinas y humanas del misterio pascual que celebramos como un pueblo santo. 223. Por lo tanto, el decoro litúrgico comienza con la reverencia y respeto al pueblo, tiempos, lugares y objetos sagrados. Esto se manifiesta en el modo con el que el celebrante utiliza y valora el «espacio» del presbiterio y el altar. Por ejemplo: un sacerdote o un diácono que tiene sentido del espacio sagrado del presbiterio siempre se mueve entre la sede, el ambón y el altar sin prisas, con seguridad y dignidad. El sacerdote valora dejar libre el altar como un signo de Cristo entre nosotros. Dispone los vasos sagrados de tal modo que le permita realizar los gestos litúrgicos, para lo cual «utiliza» todo el altar a la vista del pueblo. Por tanto, no debería situar el cáliz y la patena muy cerca de él, como si se tratase de una acción sagrada privada realizada en un espacio restringido. 224. El sentido común de «lo que es adecuado» también ayuda a eliminar la distracción y el desorden en el presbiterio. Esto se consigue cuando el clero, los ayudantes y los lectores son capaces de ver sus propias acciones desde el punto de vista del pueblo. Esta sensibilidad pastoral se nota en los detalles que pueden distraer a los fieles e incluso resultarles escandalosos. Por ejemplo: un sentido de «lo que es adecuado» nos sugiere que el clero y los ayudantes nunca deberían andar hacia atrás, que siempre deberían sentarse derechos y sin cruzar las piernas. Además, el celebrante debería disponer adecuadamente en el altar los vasos, los lienzos y el libro delante de él. No debería llenar el altar o el ambón con papeles, folletos o cosas personales. En las acciones ceremoniales y en el uso de la voz, también sería conveniente procurar evitar su propia idiosincrasia y los hábitos que haya podido introducir personalmente en la liturgia. Asimismo, debe procurar no distraer o divertir al pueblo. 225. La experiencia es esencial en el desarrollo de una buena ceremonia. Aunque la experiencia por sí misma no basta. Ésta puede conducir a una excesiva familiarización con las ceremonias, que puede transmitir la impresión de que son acciones accidentales: mera rutina con poco valor o importancia. Esto es particularmente lamentable cuando el celebrante es un sacerdote o diácono piadoso que no desearía transmitir tal impresión. No obstante, la experiencia basada en el conocimiento y la comprensión puede conducir a un reverencia natural y sencilla. El pueblo observa que el sacerdote, el diácono o el ayudante se encuentran como en su propia casa con los procedimientos del culto católico. Las acciones ceremoniales no son forzadas, nerviosas, o mecánicas, por81

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

que, como en otras habilidades que adquirimos en la vida, estas acciones se van haciendo parte de nosotros mismos. Realizar un buen ceremonial exige una habilidad que todos pueden adquirir en un grado razonable. Incluso aquellos que no parecen tener memoria suficiente para recordar cómo continúa el rito, pueden cumplir con elegancia la acción que están realizando. «...Cada uno en su sitio, desde su corazón, sus deseos, sus pensamientos, sus intenciones, con su propia petición; distintos pero unidos, contemplando lo que pasa, contemplando cómo pasa, uniéndose a la consumación de todo aquello... y no limitándose a seguir de principio a fin, aburrido y cansado, unas fórmulas monótonas; todos y cada uno. Como instrumentos musicales, distintos y unánimes, participando con el sacerdote de Dios, apoyándole, guiados por él, lanzando al cielo una plegaria de valor infinito. Allí hay niños, pequeños y ancianos, gente ignorante y gente instruida, almas que no han pecado y almas que han pedido perdón; pero de todas esas almas distintas se alza hasta Dios un solo himno eucarístico. Y su medida y su fin son esa Acción Inefable». John Henry Newman, descripción de la lectura de la Misa en la novela Perder y ganar.

82

5. La celebración de la Misa dominical

226. Se describe en este capítulo una Misa típica de domingo, celebrada por un sacerdote, asistido por ayudantes y un lector. La descripción se centra en el sacerdote. El papel del diácono se presentará de modo más completo en el próximo capítulo, Misa solemne. Aunque la distinción entre forma simple y solemne es más flexible que en el pasado, ésta es todavía una manera conveniente de describir la variedad de niveles en la celebración eucarística. En la práctica, la normativa expuesta en este capítulo se simplifica en días ordinarios, y se anticipan algunas de las variaciones para preparar la forma más solemne.

Preparativos 227. Al acercarse el celebrante al altar de Dios tendrá presente las palabras de san Juan Bautista Preciso es que Él crezca y yo mengüe (Juan 3, 30). Aunque él guíe y presida la liturgia de la palabra y el sacrificio, esta acción sublime y central de la Iglesia llama a la humildad y a un cierto recogimiento que es característico en el Rito Romano. El celebrante puede atraer al pueblo a una participación más activa y completa en su sentido más profundo, expresando de palabra y con gestos que el Señor Jesús es el centro de esta acción, y que esta acción importa más que cualquier otra. El ideal que todavía se encuentra escrito en algunas viejas sacristías de Europa sigue estando vigente: celebra como si ésta fuera tu primera, última y única Misa. 228. El celebrante se acerca al altar libre de pecado mortal y con espíritu de contrición. Si es posible, antes de la Misa, rezará la parte de la Liturgia de las Horas que sea apropiada en ese momento del día. También puede servirse de las oraciones preparatorias que hay en el misal u otras 83

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

formas de devoción, acordándose de que: No deje el sacerdote de prepararse debidamente con la oración para celebrar el Sacrifico eucarístico, y dar gracias a Dios al terminar 1. 229. En la oración, puede formular su intención de celebrar la Misa y hacer presente el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo 2. Debe renovar esta intención sacramental de vez en cuando, para incluir cualquier pan y vino que se traiga al altar para ser consagrado 3. 230. Si va a predicar, habrá preparado la homilía reflexionando cuidadosamente sobre las lecturas u otros textos de la Misa del día. En o cerca del ambón colocará las notas para la homilía, que es una parte integrante de la liturgia en los domingos o solemnidades. 231. La oración de los fieles debe tomarse, o adaptarse, de un libro aprobado o redactado de acuerdo con los principios y opciones establecidas 4. Un grupo reducido de la comunidad puede preparar estos textos y elegir los himnos u otras variaciones del rito. Sin embargo, en tanto que único presidente de la asamblea, el celebrante tiene la última palabra en todos los preparativos de la liturgia. La asamblea del pueblo 232. Al mismo tiempo que el sacerdote se prepara, también el pueblo hace lo mismo. Cualquiera que sea su relación con el celebrante, cuando preside una celebración litúrgica particular: es «su sacerdote» y ellos son «su pueblo». Por tanto, se asegura de que toda la gente tenga fácil acceso a la iglesia. Debe tener en cuenta a los niños, ancianos e incapacitados en el diseño de las puertas, escalones y rampas. En la iglesia debe instalarse una buena iluminación, calefacción y demás acondicionamientos. Si es costumbre, se dará la bienvenida y se ayudará a los fieles pero sin dar preferencia a algunas personas cuando se acomoda a los feligreses (cf. Santiago 2, 1-5). 233. La iglesia debe estar abierta antes de la liturgia para que quien lo desee pueda rezar en privado. El silencio es la mejor preparación de la litur1. CIC, canon 909. 2. Cf. La «Declaración de la intención», Preparación de la Misa, Misal Romano. 3. A la luz de la procesión de las ofrendas y por el hecho de que en algunas ocasiones todo el pan y el vino que va a ser consagrado no puede colocarse en un corporal, parece mejor esta formulación que limitar la intención a «lo que esté colocado sobre el corporal». 4. La estructura de la oración de los fieles es, en general, la siguiente: por las necesidades de la Iglesia, de la sociedad, de las personas y de la comunidad cristiana local.

84

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

gia. Aparte de una música apropiada, no se debe permitir ningún menoscabo del derecho que el pueblo tiene a la tranquilidad antes de la Eucaristía, por ejemplo: no se deben permitir ensayos del coro o musicales, avisos que pueden darse más tarde, o distracciones en el presbiterio o en cualquier otro sitio. Los asistentes pueden encontrarse y hablar antes de la Misa, pero en una zona bien apartada del lugar donde se celebrará la liturgia. 234. Se debe animar al pueblo a que traiga sus propios misales para que puedan seguir las lecturas y oraciones. Los textos se pueden facilitar también en el boletín parroquial, en un misal pequeño o en un programa para una Misa especial. Asimismo, se pueden facilitar cantorales aprobados por el obispo. No obstante, el uso de una pantalla para proyectar textos o letras de canciones parece contrario al espíritu de la liturgia, porque la pantalla se convierte en el centro de atención, en vez del altar, el ambón, o la sede. La tecnología audiovisual puede tener algún uso en la iglesia, pero proyectar durante la Misa películas o diapositivas sugerentes reduce la piedad a la mera cultura televisiva. Por otro lado, se permite poner música religiosa discreta, de buena calidad, antes o después de la Misa, pero no durante la liturgia, en la que la comunidad debe ofrecer a Dios sus propios regalos de alabanza musical. Preparación inmediata 235. Al llegar a la sacristía, el celebrante se asegurará de que se ha escogido la celebración apropiada, de acuerdo con el «Ordo», o el calendario (vid. apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 788-802). Debe recordar la intención particular por la que celebra el Sacrificio del Señor 5. Marcar la página del misal, leccionario y del evangeliario si se usa. No obstante, los sacristanes, ayudantes y lectores deben encargarse de los siguientes preparativos 6. 236. El altar: se retira el cubremantel, y queda extendido al menos un mantel, se encienden la velas en o cerca del altar (dos, cuatro o seis dependiendo de la ocasión). En este momento no queda nada sobre el altar, 5. El registro de intenciones propio del celebrante debería incluir: —la intención y su donante, —el número de Misas, —cuándo recibió el ofrecimiento, —estipendio, —fecha de terminación. Además, será útil otro registro en la sacristía si los fieles tienen costumbre de entrar allí y encargar las Misas. 6. El «sacerdote de sacristía» se preocupa de demasiadas cosas, porque no delega en los laicos la preparación del culto. A estos les gusta realizarlo como ministerio laico que es.

85

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

excepto la cruz, los candeleros y las flores (si éstas se colocan aquí). Un antipendio o frontal del color adecuado se puede poner en el altar, y el micrófono. 237. La sede: se colocan cerca el misal, o libro de la sede, y los libros para la oración de los fieles, los avisos y el micrófono. 238. El ambón: se pone el leccionario abierto, a no ser que se lleve en procesión. El texto que lee el lector de la oración de los fieles y la homilía también deben estar preparados. Un antipendio o frontal del color correspondiente puede cubrir el ambón. Y, por último, el micrófono. 239. La credencia: se extiende un paño sobre la mesa y se coloca: el cáliz cubierto con: —un purificador doblado, —preferiblemente, una palia, —el cubrecáliz, del color de los ornamentos o blanco, —un corporal doblado (quizá en una carpeta); y otros cálices según las necesidades, cada uno con su purificador 7; el atril (y un misal grande, si se utiliza un libro más pequeño en la sede); el aguamanil, la jofaina y la toalla. Debe haber espacio para los cirios, si se colocan en la credencia. Si hay procesión de las ofrendas, en la credencia se colocarán también: la(s) patena(s) grande o el copón con las formas y/o una patena pequeña (colocada en el cáliz sobre el purificador) y formas, y las vinajeras con la cantidad apropiada de vino y agua. Puede dejarse preparado un segundo corporal para extenderlo en la credencia, si las abluciones se van a efectuar allí. También en la credencia o en cualquier otro sitio adecuado puede colocarse la campanilla, (la bandeja de Comunión si se usa), un vaso sagrado de agua y un purificador para el lavado de los dedos de los ministros que distribuyen la Eucaristía. 240. Mesa de las ofrendas: donde comienza la procesión de las ofrendas se prepara una mesa apropiada y segura cubierta con un paño, sobre la que se colocarán: una(s) patena(s) grande y/o un copón con formas; las vinajeras con agua y vino; las ofrendas para los pobres de acuerdo con las costumbres locales. Aquí no debe haber velas encendidas 8. Los encargados de recibir a los fieles, si los hay, vigilarán esta mesa. 7. Es preferible que estos cálices no contengan aun el vino. Esto puede originar problemas y es posible que el vino adquiera un sabor como a metal, si se deja en un cáliz durante mucho tiempo. Sin embargo, en las grandes celebraciones, los cálices deben prepararse antes de la Misa, para ganar tiempo en la preparación de las ofrendas. 8. Esto no es un altar o un santuario, y las velas no se llevan en la procesión de las ofrendas. La mesa debe estar hecha también «a prueba de niños», esto es, alta y pesada, con el paño firmemente asegurado.

86

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

241. El sagrario: en el altar de la reserva, en la mesa, o en la repisa cerca del sagrario se debe extender un corporal. Cerca de él debe estar la llave y un(os) vaso(s) sagrado(s) con agua y un(os) purificador(es) para los que distribuyen la Eucaristía. Los vasos pueden estar en la credencia. Si el sagrario no está situado inmediatamente detrás o cerca del altar donde se celebra la Misa, se pueden encender dos velas junto a él, durante toda la liturgia o al menos durante el rito de la Comunión. El velo del sagrario puede ser del color litúrgico del día o tiempo litúrgico, o blanco. 242. La sacristía: los ornamentos están dispuestos como está establecido (vid. apéndice 3, Disposición de los ornamentos, nn. 807-815). Si se usa, se prepara el evangeliario. Si se usa incienso, se encenderá el carbón en el incensario diez minutos antes de la Misa 9. Si antes de la Misa se va a bendecir el agua bendita, se prepara el acetre con el hisopo. El rito de la bendición y aspersión del agua bendita se describe al final de este capítulo. Revestirse 243. El celebrante se acerca al lugar para revestirse con tiempo suficiente para que la liturgia comience con puntualidad. Por costumbre, puede lavarse las manos y santiguarse antes de revestirse. Debe revestirse en silencio y recogido en oración. Algunos sacerdotes recitan las oraciones previstas mientras se revisten 10. 244. Si se usa, coge el amito por las esquinas donde se atan las cintas y se lo coloca alrededor del cuello, cruzando las cintas sobre el pecho, pasándolas por debajo de los brazos, y dando la vuelta hasta delante donde se atan. Luego, se mete un poco el amito por el cuello para ocultarlo. Si hay un ornamento unido al amito, pone el amito junto con el ornamento sobre la cabeza mientras ata las cintas y se pone el alba y los otros ornamentos. Sólo después lo dejará caer con esmero y naturalidad sobre los ornamentos. Se seguirá el mismo procedimiento cuando, los que estén autorizados, vistan un hábito monástico. 245. Se pone el alba dejándola caer en orden por todo el cuerpo, y estirando las mangas hasta las muñecas. No es necesario hacer pliegues en la 9. Al igual que los sacristanes, los ayudantes deben saber dónde se guarda el pan, el vino, los lienzos, el incienso, el carbón, las velas, etc., para que, si es necesario, se puedan reponer durante la liturgia. 10. El restablecimiento de algunas formas de estas oraciones puede ayudar a mantener el recogimiento antes de la Misa. Vid. apéndice 10, Oraciones en el momento de revestirse, n. 892.

87

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

espalda, basta con poner el cíngulo, si se usa, de manera conveniente y con elegancia. 246. Se coloca la estola con cuidado alrededor del cuello de modo que se apoye en su base y cuelgue equilibradamente a ambos lados. Si utiliza el cíngulo, la estola se suele asegurar con éste 11. El diácono lleva la estola en el hombro izquierdo, cruzando el cuerpo, y sujetándola debajo del brazo derecho. 247. La casulla se pone de modo que quede bien apoyada en los hombros y recta.

Procesión de entrada 248. En la procesión se reúne: al turiferario o portador de incensario, al cruciferario o portador de la cruz, a los ceroferarios o portadores de los ciriales, al portador del libro, y al lector o diácono (llevando el evangeliario). Si se utiliza incienso, el turiferario se acerca al celebrante que lo pone en el incensario abierto y lo bendice en silencio con la señal de la cruz. Después de hacer reverencia ante el crucifijo o imagen de la sacristía, todos se dirigen hacia el presbiterio con paso firme y pausado, mientras se canta la antífona de entrada o el himno 12. Se toma agua bendita de la puerta de la sacristía o de la puerta de la iglesia. En la procesión todos miran hacia adelante, y los ayudantes y los clérigos están espaciados como corresponde. Los que no llevan nada mantienen las manos juntas. 249. Al llegar ante el altar, los que no llevan nada hacen una inclinación profunda (o una genuflexión si el sagrario está en el presbiterio). Si el lector lleva el evangeliario, lo coloca en el altar con reverencia. El celebrante se dirige hacia el altar y lo besa en el centro, colocando ambas manos en la superficie y juntándolas después cuando se incorpora. Es preferible besar el altar por el lado donde se celebrará. (El diácono también besa el altar, después de colocar el evangeliario en él). 250. Si se usa incienso, al llegar al presbiterio, un ayudante puede comprobar si es necesario echar un poco más, y evitar que el celebrante rompa 11. Por costumbre, puede besar la cruz que hay en el centro de la estola. 12. Por una parte, los avisos de un comentador, raramente necesarios, no deben acompañar la procesión de entrada. Un comentador dando la bienvenida al pueblo es mejor que se reserve para una ocasión especial cuando hay visitas, de otra manera la bienvenida parecería ridícula, ya que no se da la bienvenida a una persona cuando está en su propia casa. El saludo litúrgico del celebrante es la verdadera bienvenida de la celebración y unas palabras de introducción son generalmente suficientes para introducir el rito. Por otra, un «rito de reunión» ruidoso y artificial no procede en nuestra liturgia.

88

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

el curso de la ceremonia para preparar el incienso 13. El celebrante toma el incensario (acompañado por el diácono) e inciensa la cruz y el altar (vid. capítulo siguiente). Después, el celebrante y el que lleva el libro van a la sede.

Ritos iniciales 251. De pie delante de la sede el celebrante se santigua diciendo «En el nombre del Padre...» y junta las manos. Extendiendo las manos saluda al pueblo, y las vuelve a juntar una vez dicha la fórmula escogida. No se dice «buenos días», etc., ya que los saludos sagrados incluyen, obviamente, todos los sentimientos humanos de buena voluntad. Después, introduce la Misa brevemente. No es ni una homilía, ni una explicación de las lecturas, aunque puede indicar el tema central de las lecturas o usar alguna palabra clave de éstas. Luego, invita a la asamblea a unirse en el acto penitencial, preferiblemente con una frase. Tras una breve pausa en silencio para poder hacer examen de conciencia, sigue el rito penitencial elegido. Un ayudante sostiene el misal o libro de la sede abierto delante del celebrante. 252. En la opción (a), «Yo confieso...», todos los presentes se golpean el pecho con la palma de la mano una vez en «por mi culpa» 14. Las opciones (a) y (b) se continúan siempre con el Kyrie. Para la opción (c), el diácono, un lector, un cantor, o el coro, dirigen las invocaciones que son oraciones de Jesucristo, recurriendo a la gran variedad de títulos y temas doctrinales y bíblicos. En este caso, el Kyrie no se dice o canta después de «Dios todopoderoso tenga misericordia...», porque ya ha sido incluido después de cada una de las invocaciones 15. El celebrante concluye el rito penitencial diciendo «Dios todopoderoso tenga misericordia...» con las manos juntas y sin santiguarse. 253. El Kyrie se canta o dice en lengua vernácula o en griego. Cada aclamación se hace dos veces; la vieja versión de nueve veces puede mantenerse si toma parte de la versión musical. Un verso corto o «tropo» puede insertarse en el texto del Kyrie 16. 13. Cf. CO, n. 131. 14. Es costumbre hacerlo tres veces por el latín «mea culpa...». 15. Descrito en IGMR, n. 30, como una aclamación de ruego y misericordia, el Kyrie mismo no es un acto penitencial. Por tanto, es incorrecto usarlo como tal, seguido inmediatamente por «Dios todopoderoso tenga misericordia...». Además, las tres invocaciones de la opción (c) nunca toman la forma de «Por las veces que hemos sido egoístas, Señor ten piedad», etc. 16. Cf. IGMR, n. 30, por ejemplo: «Tú que eres el camino que conduce al Padre: Señor, ten piedad».

89

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

254. Con las manos juntas 17 el celebrante incoa o dice las primeras palabras del Gloria, cuando la liturgia del día así lo prescribe, a saber: todos los domingos, excepto en Adviento y Cuaresma, las solemnidades y fiestas y en las celebraciones locales solemnes. Si es necesario, un solista o cantor puede incoar el Gloria. Se canta o recita todos juntos o alternando. Dos veces durante el Gloria el celebrante inclina la cabeza cuando se dice «Jesucristo». Durante el Gloria todos permanecen de pie 18. 255. Un ayudante sostiene el misal o «libro de la sede» abierto ante el celebrante, que, con las manos juntas, canta o dice «Oremos». Luego, puede cerrar los ojos en oración; es un buen momento para recordar la intención específica por la que ofrece esa Misa. Se guarda silencio durante un tiempo razonable. Después, extiende las manos y dice o entona la oración colecta. Inclina la cabeza en el santo nombre o en el nombre de María o en el santo del día, si está en el texto. Junta las manos en «Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo...» 19 inclinándose en «Jesucristo». La oración colecta se termina con la fórmula trinitaria larga, que contiene ligeras adaptaciones 20. Al final de la oración, el pueblo aclama «Amén». El ayudante cierra el libro, hace un inclinación y se lo lleva. Mientras se sienta el celebrante, y todos, un ayudante (o el diácono) puede ayudarle a colocar la parte posterior de la casulla sobre la sede.

Liturgia de la palabra 256. En la «mesa de la palabra», Dios habla a su pueblo. Por el ministerio de la palabra, Cristo está presente entre nosotros. El pueblo comparte la palabra oyendo, respondiendo y mediante el acto de fe en el Credo. La palabra lleva a la intercesión por las necesidades de la Iglesia y la salvación del mundo. 257. En todos los ritos de la Iglesia Universal, leer la Escritura se ha considerado tradicionalmente una función ministerial y no presidencial. Por tanto, el celebrante lee la primera lectura y el salmo responsorial sólo cuando no hay lector, o el Evangelio cuando no hay diácono u otro sacerdote. Las lecturas bíblicas son las establecidas por el Ordo para el 17. Algunos celebrantes siguen abriendo, levantando y uniendo sus manos en el «Gloria a Dios en el cielo». Esto no se encuentra ni en IGMR, ni en el CO. 18. De acuerdo con el CO, n. 135 y n. 143, ya no existe la costumbre de sentarse mientras se canta el Gloria o el Credo tanto para el celebrante como para los demás, pero puede ser necesario en ocasiones en las que la música se prolonga. 19. Cf. CO, n. 136, o en «otras palabras relevantes». 20. Indicado en IGMR, n. 32.

90

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

día u otras lecturas elegidas para la ocasión, de acuerdo con la Introducción general del Leccionario para la Misa. Nunca deben utilizarse lecturas que no sean bíblicas, porque sería un grave abuso sustituir la palabra de Dios por la palabra del hombre, sea quien sea 21. Lecturas 258. El lector (viene al presbiterio y) hace las reverencias acostumbradas; primero inclinándose profundamente ante el altar o haciendo una genuflexión ante el sagrario, y después inclinado ante el celebrante pide y recibe la bendición. Puesto que el celebrante es el que preside la liturgia, puede hacer una breve introducción de las lecturas. Es preferible que el lector, mientras lee, siempre en el ambón, apoye las dos manos sobre el libro. El lector puede unir las manos y hacer una pausa antes de cantar o decir «Palabra de Dios». Se guarda silencio después de cada lectura para reflexionar sobre la palabra proclamada 22. 259. Durante las lecturas, el celebrante dará ejemplo de atención. Después de la lectura o del salmo responsorial, el lector vuelve al centro, reverencia el altar o el sagrario y se inclina ante el celebrante antes de volver a su sitio. En algunas ocasiones puede ser útil que un maestro de ceremonias o un ayudante acompañe al lector mientras va y vuelve del ambón. 260. El salmo responsorial es cantado o proclamado. El solista, el coro o el lector conduce al pueblo para que responda 23. Los domingos o solemnidades el salmo responsorial debe cantarse. Al final de la segunda lectura (o del salmo responsorial, si sólo hay una lectura), un ayudante quita el leccionario del ambón y lo coloca en un sitio adecuado, a no ser que deba utilizarse para leer el texto del Evangelio. El Evangelio 261. El Aleluya (o su equivalente durante la Cuaresma) debería cantarse siempre. Al menos el Alleluia debería cantarse en una melodía familiar. En este momento todos están de pie. Pero si se utiliza incienso, el celebrante permanece sentado y prepara el incensario. El diácono ayuda a preparar el incienso. Luego, inclinado ante el celebrante, pide la ben21. Inaestimabile donum, n. 1. 22. Cf. CO, n. 138. 23. El lector nunca dice «respondan» antes de cada respuesta. El pueblo sabe cuándo debe responder por la pista que le da el ritmo del verso o el énfasis final que se da a las últimas palabras antes de responder.

91

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

dición y lleva el evangeliario al ambón, tal y como se describe en el capítulo siguiente. 262. Si el celebrante lee el Evangelio se pone de pie, se acerca ante el altar e inclinándose profundamente, con las manos juntas dice en secreto, «Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso...». Si se utiliza el evangeliario, lo toma del altar y lo lleva en procesión hasta el ambón, precedido por los ministros que llevan los ciriales. Ya en el ambón abre el libro y saluda al pueblo diciendo con las manos unidas 24: «El Señor esté con vosotros»; después, canta o dice: «Lectura del santo Evangelio según san N.», y mientras tanto hace la señal de la cruz con el dedo pulgar derecho sobre el texto del libro y en la frente, en los labios y en el pecho (e inciensa el libro con tres movimientos dobles). Proclama el Evangelio con las manos juntas, como es usual. Durante el Evangelio todos permanecen de pie y girados hacia el ambón para honrar a Cristo en su palabra 25. Los ceroferarios, también de pie, se colocan a cada lado del ambón. 263. Al terminar la lectura, canta o dice «Palabra del Señor» 26. Toma el libro con ambas manos y besa el texto: «Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados». El leccionario puede colocarse en una balda debajo del ambón, o se dará al ayudante para que lo lleve a la credencia, a no ser que el predicador lo quiera utilizar durante la homilía. La homilía 264. La homilía se pronuncia en el ambón. Pero el obispo o el sacerdote pueden predicar en la sede, sentado o de pie. Si el celebrante quiere referirse al evangeliario o al leccionario (éste queda sobre sus rodillas o lo sostiene en las manos), el ayudante o el diácono lo traen desde el ambón. Sólo el obispo, el sacerdote o el diácono pueden predicar la homilía, que es obligada los domingos y días de precepto, y se recomienda vivamente los demás días, especialmente durante el Adviento y la Cuaresma, así como en otras ocasiones pastorales 27. No se deberían leer avisos antes o después de la homilía, a no ser que se deba recordar al pueblo algo sobre la colecta o dar alguna indicación litúrgica o sacramental. 24. Cf. CO, n. 74. 25. Cf. CO, n. 74. 26. Algunos sacerdotes o diáconos levantan el libro en alto mientras cantan o dicen «Palabra del Señor». Pero sólo el Papa puede bendecir al pueblo con el libro después de haberse leído el Evangelio. 27. Cf. CIC, canon 767. La homilía de los domingos y días de precepto no puede omitirse sin causa grave. Los días laborables siempre son bien recibidas unas breves palabras sobre las lecturas o sobre el santo del día.

92

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

La profesión de fe 265. El celebrante vuelve a la sede. Puede sentarse para reflexionar en silencio después de la homilía —si la colecta se está realizando en este momento puede acompañarse con música—. Después, de pie, canta o dice las primeras palabras del Credo. Éste debe decirse todos los domingos y solemnidades y puede decirse en otras ocasiones cuando parezca apropiado 28. Todos se inclinan profundamente en «y por obra del Espíritu Santo» hasta «se hizo hombre», y en la solemnidad de la Navidad y de la Anunciación todos se arrodillan en estas palabras. Oración de los fieles u oración universal 266. Con las manos juntas, el sacerdote introduce a la oración de los fieles. El ayudante le sostiene el libro. El diácono, el cantor, el lector u otra(s) persona(s) idónea(s) lee las intenciones desde el ambón. Todos contestan a cada intención con la misma respuesta breve, cantada o recitada; también pueden orar en silencio. Al final, el celebrante separa las manos y canta o recita la oración conclusiva, y junta las manos, como siempre, al acabar. Quién haya leído las intenciones se vuelve hacia el celebrante durante esta oración y después del «Amén» abandona el ambón.

Liturgia eucarística 267. La liturgia de la palabra lleva a la celebración del sacrificio del Señor en la liturgia eucarística. Presente ya en su pueblo, en su sacerdote y a través del ministerio de la palabra, Jesús se hace total y sustancialmente presente bajo las apariencias del pan y del vino. Está presente como sacrificio y alimento de los miembros de su Cuerpo, la Iglesia, que son atraídos al culto perfecto del Padre por el Espíritu Santo 29. 268. Por esta razón, nuestro Rito es la actualización litúrgica de la acción central de la Última Cena, que consta de cuatro partes: —Jesucristo toma el pan y el vino —la preparación de las ofrendas u ofertorio—; —Da gracias por estas ofrendas y las bendice —Plegaria eucarística y Consagración—; —Parte el pan —rito de la fracción del pan—; —Da la Eucaristía a sus apóstoles —rito de la Comunión—. 28. Cf. IGMR, n. 44. 29. Cf. CEC, nn. 1084-90, 1356-81, y referencias.

93

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

El ceremonial de la liturgia eucarística expresa la realidad sublime del sacrificio-banquete como un proceso litúrgico que se mueve a través de estos pasos de la celebración, distintos pero relacionados. Preparación del altar y de las ofrendas 269. Los tres pasos del «rito de las ofrendas» indican la primera etapa de la liturgia eucarística, empezando con la sencilla señal de la preparación del altar. En este momento se alcanza el punto central o cumbre de la celebración hasta después de la Comunión. Preparación del altar 270. El celebrante y el pueblo se sientan mientras los ayudantes preparan el altar. Traen el cáliz —o cálices—, el corporal y purificador(es), el misal, el atril y cualquier otro vaso que contenga formas. El acólito o un ayudante extiende el corporal en el centro del altar (tal como se describe en el apéndice 4, El corporal, nn. 816-824). El ayudante pone en el lado derecho del altar el cáliz(ces) y el purificador(es) —a no ser que el cáliz(ces) se prepare en la credencia—. El misal y el atril quedan mejor formando ángulo a la izquierda del corporal 30. Cualquier otro vaso sagrado con formas se colocará con cuidado en el corporal. Si hay demasiados vasos sagrados con formas, pueden colocarse fuera el corporal. Si se usa palia, se pondrá a la derecha del corporal. La llave del sagrario se puede dejar cerca de éste o a la derecha del corporal. El celebrante va directamente al altar, si no hay procesión de las ofrendas, cuando los ayudantes hayan preparado los vasos sagrados y el misal. Procesión de las ofrendas 271. Los que van a llevar las ofrendas se reúnen junto a la mesa de las ofrendas y reciben los vasos sagrados y las vinajeras. Los ayudantes o un ayudante (que no lleve cirio) les acompañan desde la mesa de las ofrendas hasta el altar. El pan va en una patena o en un copón, y las vinajeras, con el agua y el vino. También pueden traer las ofrendas para los pobres. No llevarán los cálices y otros vasos vacíos. En ciertas ocasiones pueden llevar objetos simbólicos, en particular muestras de trabajo, si 30. Colocar el misal delante del celebrante no es conveniente y ponerlo en el lado más alejado del corporal, obviamente, puede traer consigo algún percance. Como la función principal del corporal ya no es recoger fragmentos de la Hostia, el misal puede colocarse encima, especialmente si es un corporal grande, como es práctica habitual en la abadía de Solesmes.

94

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

bien el sentido común excluirá cualquier acción que desvirtúe el sentido esencialmente eucarístico de esta ofrenda. La procesión de las ofrendas se puede acompañar con un canto u otra forma musical 31. 272. El celebrante, normalmente, recibe las ofrendas de pie en la parte delantera del presbiterio, acompañado por dos ayudantes. De manera digna y amable, muestra agradecimiento por la generosidad expresada por esta acción. Los ayudantes recibirán de él el pan y el vino así como otros objetos y los llevarán al altar o a la credencia. El celebrante no debe llevar nada al altar. Si la colecta ya se ha realizado y se ha presentado dinero, éste no se pone en el altar sino en un lugar adecuado 32. Preparación de los dones 273. El celebrante se acerca al centro del altar y hace reverencia. El diácono, acólito o ayudante le presenta la patena (principal), para indicar que las ofrendas vienen de la comunidad. Entonces, con ambas manos eleva «ligeramente» la patena sobre el altar y dice «Bendito seas, Señor,...». «Ligeramente» por debajo del nivel de los ojos, éste es un gesto significativo porque estamos en un «rito de ofertorio» 33. 274. Durante esta oración levanta sólo un vaso sagrado que contenga pan. Dice la oración en secreto si se está cantando en este momento o, si no se canta, el sacerdote dice en voz alta la oración, y entonces el pueblo aclama: «Bendito seas por siempre, Señor». Si esta oración la dice en voz alta, no deja la patena en el corporal hasta que el pueblo haya respondido. Cuando no hay canto, el celebrante puede optar también por decir las oraciones en secreto 34. Parece más conveniente colocar la patena principal en el centro de la parte delantera del corporal. El copón y otras patenas se habrán colocado en la parte posterior del corporal, o si hay muchos vasos, en otras partes del altar 35. 31. No necesariamente un «himno de ofertorio» que se refiera al pan y al vino, que en ocasiones puede sugerir la falsa idea de que el sacrifico eucarístico es una ofrenda de cereales. 32. IGMR, n. 49; por ejemplo: en la segunda credencia o en un lugar seguro fuera del presbiterio. Vid. nota al final de este capítulo. 33. Cf. IGMR, n. 102. La razón de esta norma es evitar cualquier tipo de «elevación» en esta fase del rito. Pero en Dominicae Cenae, n. 9, Juan Pablo II enseña que el pan y el vino son «ofrendas» que se convertirán en la Ofrenda. Vid. CEC, nn. 1350-51. 34. La opción en silencio se menciona en el misal en primer lugar. Ante las quejas sobre la «locuacidad» de ciertas celebraciones, un «ofertorio en silencio» puede ser apropiado de vez en cuando. 35. Excepto en una Misa celebrada al aire libre, el copón puede permanecer abierto durante todo el rito, con la tapa en la credencia, de donde se traerá si se necesita para guardar el copón en el sagrario.

95

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

275. A no ser que el diácono prepare el cáliz(ces), en el altar o en la credencia, el celebrante se dirige a la derecha del altar, donde el ayudante ha colocado el cáliz(ces). Tomando el purificador con su mano derecha, y el cáliz en su mano izquierda, puede limpiar el interior del mismo. Luego toma el purificador con la mano izquierda y lo mantiene junto al cáliz, mientras que con su mano derecha coge la vinajera. Echa vino en el cáliz(ces). Puede utilizar el purificador para recoger las gotas de vino que se hayan caído, y lo frota para eliminar cualquier resto de vino dentro de la copa. Si sólo él tomara la Preciosa Sangre, debería haber vino para sumirlo reverentemente de un solo trago. Pasando el purificador a su mano izquierda otra vez, y sirviéndose de las vinajeras, echará una pequeña cantidad de agua en el cáliz(ces), diciendo en secreto «El agua unida al vino sea signo...» 36. 276. Pone el cáliz(ces) en el corporal. Si usa un cáliz, puede llevarlo desde la esquina del altar a la parte derecha del corporal, con la mano izquierda, luego, sosteniendo el purificador con sus manos juntas, camina hacia el centro y encara el altar, coloca el purificador con cuidado a la derecha del corporal, y levanta el cáliz con la mano derecha en el nudo, y con la mano izquierda en la base. Levanta el cáliz «ligeramente» sobre el altar, es decir, justo debajo del nivel de los ojos, mientras dice «Bendito seas, Señor,...» en secreto o en voz alta. Si lo dice en voz alta no baja el cáliz al corporal hasta que el pueblo haya respondido. Si usa palia, la coge con la mano derecha y cubre el cáliz, quedando la mano izquierda en el altar. 277. Junta las manos, retrocede un poco, se inclina profundamente, y dice en secreto: «Acepta, Señor, nuestro corazón contrito...» 37. Se endereza, se gira hacia la derecha y camina hacia la esquina del altar para el lavabo (a no ser que inciense las ofrendas, tal y como se describe en el capítulo siguiente). Con las manos sobre la jofaina forma un cuenco cuando el ayudante le echa el agua. Mientras, en secreto, dice la oración: «Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado». Si es el caso, escurrir el agua de las manos en la jofaina, antes de tomar la toalla que le tiende el ayudante. Se seca con calma, sin prisas. Coloca la toalla en el antebrazo del ayudante o se la da al segundo ayudante. Al inclinarse ligeramente manifiesta su agradecimiento antes de girarse y volver al centro del altar con las manos juntas. 36. Una cantidad muy pequeña de agua; pero es preferible prescindir de la cucharilla. 37. Cf. IGMR, n. 234 b. Como la inclinación no es muy profunda, el celebrante no necesita apoyar las manos juntas en el borde del altar.

96

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

278. Extiende las manos y dice: «Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso» 38 y junta las manos. Debe mirar al pueblo mientras dice estas palabras, invitándoles a participar en la ofrenda fructuosa del sacrifico del Señor. En vez de «hermanos» puede decir «hermanos y hermanas», «amigos», «amados», etc. Si está celebrando de espaldas al pueblo, se vuelve hacia él por la derecha y dice «Orad, hermanos,...», y luego se vuelve por la izquierda, completando el círculo, pero sólo después de que el pueblo haya respondido. 279. Luego, el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas. La recita o canta en voz alta, y una vez acabada junta las manos. Antes de comenzar la Plegaria eucarística, sería apropiado hacer una breve pausa. Plegaria eucarística 280. Esta gran oración de acción de gracias y santificación es el centro y cumbre de toda la celebración 39. Por razones pastorales, en algunas ocasiones, el celebrante puede introducir la oración con unas palabras cuidadosamente escogidas. 281. El celebrante prepara el texto antes de comenzar el diálogo que introduce el prefacio de la Plegaria eucarística 40. En «El Señor esté con vosotros» extiende las manos, y las vuelve a juntar, mirando al pueblo. En «Levantemos el corazón», extiende las manos y las eleva, preferiblemente a la altura de los ojos, volviéndolas a bajar a la altura normal cuando dice o canta: «Demos gracias al Señor, nuestro Dios» (pero no junta las manos en «Demos gracias...»). Si celebra de espaldas al pueblo, no se vuelve hacia el mismo en este diálogo 41. 282. Mantiene sus manos extendidas mientras recita o canta el prefacio, inclinando la cabeza cuando se incluyen nombres de santos en el texto.

38. Estas palabras son obligatorias ya que expresan el carácter de toda la liturgia eucarística y la plenitud de su contenido divino y eclesial. Juan Pablo II, Dominicae cenae, n. 9. Adviértase que la traducción adecuada es «sacrificio mío y vuestro». 39. IGMR, n. 54, y vid. CEC, n. 1352. 40. Demostraría no haber entendido la gran acción de gracias volverse hacia las páginas del prefacio y mirar al libro mientras se dice: «El Señor esté con vosotros», «Levantemos el corazón»... 41. En el Misal de Pablo VI, no hay indicaciones de que se deba volver, como existe en otros momentos del rito. Por tanto, la práctica anterior se mantiene, lo cual respeta el hecho de que la Plegaria eucarística empieza en este momento, y no en «Te igitur» («Padre misericordioso, te pedimos...»).

97

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Junta las manos en las últimas palabras del prefacio y, con el pueblo, canta o recita el Sanctus. Puede bajar los ojos de forma recogida durante esta aclamación, pero no se inclina durante el Sanctus. 283. Mientras el pueblo, si es costumbre, se arrodilla después del Sanctus, el celebrante debe hacer una pausa breve; esto introduce una atmósfera de silencio y respeto que es apropiada para el centro de la acción sagrada. Luego, extiende sus manos y continúa la Plegaria eucarística, que recita en voz alta o canta de acuerdo con lo que disponga cada canon 42. 284. Para las cuatro Plegarias eucarísticas principales, hay que tener en cuenta las siguientes variaciones textuales y ceremoniales 43. Plegaria eucarística I. Canon Romano 285. Como Plegaria eucarística por excelencia de nuestro rito, el Canon Romano puede utilizarse en cualquier tiempo 44. Debe usarse cuando tiene communicantes y hanc igitur propios. Es conveniente en las fiestas o memorias de los santos y mártires incluidos en este texto, y los domingos, a no ser que razones pastorales aconsejen otra plegaria. 286. El celebrante inicia esta plegaria con las manos extendidas, y las une en «por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor». Después traza, con la mano derecha, una sola vez, el signo de la cruz sobre las ofrendas, mientras que la mano izquierda descansa sobre el altar. Junta las manos de nuevo y las extiende en «ante todo, por tu Iglesia santa y católica...». Nombra al Papa, al obispo de la diócesis donde se celebra la Misa, añadiendo una referencia general «y sus obispos auxiliares», si los hubiera en la diócesis. 287. En el memento de vivos, junta las manos, y reza en silencio, quizá inclinando un poco la cabeza y bajando los ojos. Debe recordar a aquellos por quienes tiene intención de orar. Extiende las manos y continúa la oración. En «Reunidos en comunión con toda la Iglesia...» (communicantes) puede nombrar todos los santos que aparecen u omitir los que están entre paréntesis. Se inclina en los nombres sagrados y en el nombre del santo del día. Nunca debe añadir el nombre de otro santo a esta 42. Un celebrante que cante bien puede cantar la Plegaria eucarística, además del prefacio, pero sólo en ocasiones importantes, teniendo presente la necesidad de catequizar al pueblo respecto a esta bonita práctica. 43. Para los cambios en las otras Plegarias eucarísticas autorizadas, vid. apéndice 5. 44. Cf. IGMR, n. 322. Sin embargo, no debe utilizarse exclusivamente cuando se celebra con el pueblo, como si esto supusiera un rechazo de la reforma litúrgica que, incluso, podría sugerir una falta de aprecio del valor doctrinal y pastoral de las otras Plegarias eucarísticas.

98

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

antigua lista fija de santos. En el misal, se establecen variaciones en el communicantes para algunas solemnidades 45. Junta las manos en «Por Cristo, nuestro Señor. Amén.», pero puede omitir estas palabras, lo cual parece preferible cuando celebra con el pueblo. 288. Mantiene las manos extendidas en «Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda...» (Hanc igitur). Se establecen cambios en este texto para ciertos días u ocasiones 46. Junta las manos y extendiéndolas con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis, dice «Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda...» 47 y de nuevo junta las manos. La Consagración se describe más adelante; en la Plegaria eucarística I sólo hay una excepción, y es que eleva los ojos el celebrante cuando dice «y, elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios, Padre suyo todopoderoso...». Plegaria eucarística II 289. El canon basado en la anáfora de Hipólito es mejor usarlo en días ordinarios de entre semana pero no de modo habitual en domingos y solemnidades 48. Puede usarse íntegro con su prefacio propio, o con otro prefacio, en especial los que presentan en forma más resumida el misterio de la salvación, como los Prefacios de los domingos del Tiempo Ordinario y con los Prefacios comunes 49. 290. Después de extender sus manos en «Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad», el celebrante junta las manos y, manteniéndolas extendidas con las palmas hacia abajo sobre las ofrendas, en la epíclesis, dice: «por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu». Las junta nuevamente y traza la señal de la cruz, una vez, sobre las ofrendas en «Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor». Junta las manos y se inclina en el santo nombre. La Consagración se describe más adelante.

45. En Navidad y en su octava, en la Epifanía, Jueves Santo, Vigilia de Semana Santa, y en la octava de Pascua (incluyendo el segundo domingo de Semana Santa), la Ascensión y Pentecostés. 46. Variaciones en: Jueves Santo, Vigilia de Pascua y su octava (incluyendo el segundo domingo de Pascua), en las Misas de la iniciación cristiana (los escrutinios, en el Bautismo de adultos y niños), Confirmación, Sagradas Órdenes, Matrimonio, Consagración de vírgenes. Profesión perpetua, Renovación de votos, Dedicación de una iglesia. 47. No hace la señal de la cruz en «Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, Jesucristo, nuestro Señor». 48. Cf. IGMR, n. 322 b. Si el uso de esa plegaria en los domingos «ahorra tiempo», tal vez se deba a que la homilía ha sido demasiado larga, desequilibrando la liturgia. 49. IGMR, n. 322 b.

99

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Plegaria eucarística III 291. Esta Plegaria, que subraya fuertemente el carácter sacrificial, deriva en gran parte del Canon Romano. Será mejor utilizarla los domingos, solemnidades y fiestas, con un prefacio adecuado 50. 292. Después de extender las manos dice «Santo eres en verdad, Padre... desde donde sale el sol hasta el ocaso». Luego, junta las manos y, manteniéndolas extendidas con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis, dice «Por eso, Padre, te suplicamos,...». Después, junta las manos, y traza la señal de la cruz, una vez, sobre las ofrendas en «Cuerpo y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro», y vuelve a juntar las manos inclinándose en el santo nombre. La Consagración se describe más adelante. Plegaria eucarística IV 293. Este canon majestuoso, adaptado del texto más largo de la gran anáfora de san Basilio, es mejor reservarlo para ocasiones solemnes o para una comunidad que tenga un gran conocimiento de la Escritura. Al proclamar y ofrecer alabanzas toda la historia de la salvación, se utiliza siempre como un todo con su propio prefacio. Por tanto, no se usa cuando una Misa tiene prefacio propio 51. 294. Mantiene las manos extendidas desde «Te alabamos, Padre santo, porque eres grande...» hasta «llevando a plenitud su obra en el mundo». Luego, junta las manos y, manteniéndolas extendidas con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis, dice «Por eso, Padre, te rogamos que este mismo Espíritu santifique estas ofrendas». Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre las ofrendas en «Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor», vuelve a juntar las manos inclinándose en el santo nombre. Mantiene sus manos juntas justo hasta después de «Y, mientras cenaba con sus discípulos». La Consagración se describe más adelante. La epíclesis 295. En la Plegaria eucarística, la epíclesis lleva a la Consagración. Se invoca al Espíritu Santo para que obre la transustanciación de las ofrendas del 50. Cf. IGMR, n. 322 c. 51. Cf. IGMR, n. 322 d. Tampoco procede utilizar el prefacio de esta Plegaria eucarística IV con otra Plegaria eucarística.

100

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

pan y del vino 52. Como ya se ha indicado en las cuatro Plegarias eucarísticas más importantes, el celebrante mantiene las manos extendidas sobre las ofrendas, sin tocarlas, con las palmas hacia abajo. Durante la epíclesis se aconseja bajar la voz y disminuir el ritmo de las palabras, para llevar al pueblo al momento de la Consagración. La campanilla debe sonar brevemente antes de que comience la epíclesis 53. Narración de la institución y Consagración 296. En el momento más sagrado del sacrificio eucarístico, el celebrante puede guiarse por la sabiduría pastoral del papa Juan Pablo II: El culto eucarístico madura y crece cuando las palabras de la Plegaria eucarística, y especialmente las de la Consagración, son pronunciadas con humildad y sencillez, de manera comprensible, correcta y digna, como corresponde a su santidad; cuando este acto esencial de la liturgia eucarística es realizado sin prisas; cuando nos compromete a un recogimiento tal y a una devoción tal, que los participantes advierten la grandeza del misterio que se realiza y lo manifiestan con su comportamiento 54. 297. Si no se han arrodillado después del Sanctus o en la epíclesis, el pueblo estará de rodillas, a no ser que lo impida la estrechez del lugar o la aglomeración de la concurrencia o cualquier otra causa razonable, durante la Consagración 55. El celebrante hará una pausa hasta que el pueblo se arrodille. Consagración del pan 298. Después de la epíclesis, el celebrante junta las manos. Si necesita quitar la humedad o el polvo de los dedos índices y pulgares, puede frotarlos suavemente en el corporal en «El cual, la víspera de su Pasión» o en las palabras equivalentes. 299. Toma una forma grande en sus manos en «tomó pan» con el dedo índice y pulgar de cada mano, o con otros dedos si la forma es muy grande. No toma con las manos la patena o el copón 56. Tampoco parte o desmenuza el pan en «lo partió» 57. 52. Cf. CEC, nn. 1373-81. 53. Cf. IGMR, n. 109. 54. Juan Pablo II, Dominicae cenae, n. 9. 55. IGMR, n. 21. No sería una «causa razonable» el hecho de que no haya reclinatorios en la iglesia. 56. El Rito Romano es literalmente bíblico, por tanto está de acuerdo con la costumbre de la cena de Pascua de levantar el pan para dar gracias 57. Porque trastocaría las cuatro acciones de la Última Cena: —Preparación de las ofrendas (tomó), —Plegaria Eucarística (lo bendijo y dio gracias), —La fracción (partió), —La Comunión (dio).

101

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

300. Se inclina ligeramente hacia adelante mientras dice las palabras de la Consagración que han de pronunciarse con claridad, como requiere la naturaleza de éstas 58: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros». Si conoce las palabras de la Consagración de memoria, puede mirar al pan, y no hacia el libro o hacia el pueblo 59. Puede bajar la voz ligeramente así como el ritmo de las palabras, para que tanto él mismo como el pueblo sean atraídos por la acción sublime de Cristo en su Iglesia. 301. La elevación de la Hostia debe ser un mostrar el Cuerpo de Cristo al pueblo de manera respetuosa y con pausa. Después de decir las palabras de la Consagración, el celebrante permanece de pie, erguido, manteniendo aún la Hostia, que reverentemente levanta sobre el corporal. Es preferible elevar la Hostia al menos hasta la altura de los ojos, donde se oculta la cara del celebrante. La acción es más significativa si levanta más la Hostia sin estirarse 60. 302. Cuando sostiene la Hostia con los dedos índice y pulgar de ambas manos, los otros dedos deben permanecer juntos y doblados, o puestos de modo que no tapen la Hostia de la vista del pueblo. Es preferible parar un momento y luego bajar la Hostia lentamente y con reverencia hacia la patena 61. Luego, poniendo ambas manos en el corporal, hace una genuflexión adorándolo, sin prisa y sin inclinar la cabeza 62. Consagración del vino 303. El celebrante quita la palia, a no ser que el diácono o el acólito la hayan quitado durante la epíclesis. En las palabras «tomó este cáliz glorioso» o sus equivalentes en las distintas Plegarias eucarísticas, toma el cáliz, preferiblemente cogiendo el nudo con la mano derecha y sosteniendo 58. Misal Romano, de la rúbrica de la Consagración. 59. Puesto que se trata de una «Consagración narrativa», mirar al pueblo o mover la forma de un lugar a otro modifica el aspecto histórico o mímico, y contradice el significado de las palabras sagradas. En nuestro Rito, hay una oración dirigida al Padre que es el momento definitorio en la Consagración: cf. IGMR, n. 54 d, e Introducción, n. 3. 60. Cuando la celebración es de espaldas al pueblo, el celebrante la levantará más. No es necesario, ni forma parte de nuestra tradición, girarse hacia el pueblo con la Hostia en este momento. 61. Esto se hace al contrario de como se hacía en las antiguas rúbricas, que preveían la Misa de cara al altar como norma y donde el pueblo no se distraía cuando el sacerdote bajaba la Hostia rápidamente. Ya se esté celebrando de cara al pueblo o al altar, la Hostia se coloca con reverencia en la patena y nunca se deja caer sobre ella. 62. Todavía algunos sacerdotes unen los dedos índice y pulgar de ambas manos, desde la Consagración de la Hostia hasta las abluciones. El papa Pablo VI observó esta disciplina, pero no se menciona en su Misal. Esta práctica puede tener algunas ventajas prácticas cuando menos durante la distribución de la sagrada Comunión, si bien vid. también IGMR, n. 237.

102

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

la base con la mano izquierda, manteniéndolo recto (no inclinado hacia él), lo levanta un poco sobre la superficie del altar, y luego se inclina mientras dice de forma distinta las palabras de la Consagración. Ya que se inclina ligeramente, con naturalidad, dirige su mirada al cáliz, no hacia el libro, mientras dice «Tomad y bebed... Haced esto en conmemoración mía», manteniendo el mismo tono de voz y ritmo de las palabras que en la Consagración del pan. 304. Estando erguido, eleva el cáliz con cuidado, con ambas manos, encima del corporal. Es preferible levantar la base del cáliz hasta la altura de los ojos, o más alto. Se detiene un momento antes de bajar el cáliz despacio y con reverencia al corporal 63. Luego, pone ambas manos en el corporal y hace una genuflexión en adoración, sin prisa y sin inclinar la cabeza. Si se usa palia, la coloca sobre el cáliz antes de hacer la genuflexión. 305. El sacerdote puede decir mentalmente una oración de adoración en las elevaciones, pero nunca de forma audible. En cada elevación puede tocarse la campanilla, de acuerdo con la costumbre local 64. Si se utiliza incienso, se inciensa la Hostia y la Preciosa Sangre en cada elevación, como está descrito en el capítulo siguiente. Aclamación después de la Consagración 306. Con las manos juntas y mirando al pueblo, el celebrante canta o dice «Éste es el Sacramento de nuestra fe» 65. Guiado por el coro, el pueblo responde una de las aclamaciones previstas en el Misal; otra posibilidad es recitar la aclamación. El pueblo debe estar familiarizado con todas las opciones posibles de esta aclamación 66. Después, el celebrante extiende las manos y continúa la Plegaria eucarística. Variaciones 307. Se deben tener en cuenta los siguientes cambios ceremoniales y textuales para las cuatro Plegarias eucarísticas más importantes 67. 63. Si, por descuido, el cáliz está lleno, esta acción debe ser más cuidadosa y moderada para evitar posibles percances. 64. Cf. IGMR, n. 109. En las basílicas de Roma, suena una vez en cada elevación y otra vez, de manera prologada, cuando el celebrante hace la genuflexión después de la elevación del cáliz. 65. El diácono ni canta ni dice «Éste es el Misterio de la fe», pues esta invitación se reserva a quien preside la celebración de los Misterios de nuestra Redención. 66. En algunos lugares, en las cuatro opciones relacionadas con sus respectivas plegarias, el sacerdote puede decir o cantar (o el coro en su caso) las primeras palabras y todos le siguen. 67. Para las variaciones en las otras Plegarias eucarísticas autorizadas, vid. apéndice 5, Otras Plegarias eucarísticas, nn. 825-47.

103

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Plegaria eucarística I 308. El celebrante extiende las manos en la anámnesis: «Por eso, Padre, nosotros, tus siervos, y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la muerte gloriosa...», y después de «tu sumo sacerdote Melquisedec» junta las manos, da un paso hacia atrás y se inclina profundamente 68, mientras dice «Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada...». Se endereza y se signa sin prisa en «seamos colmados de gracia y bendición...» juntando sus manos brevemente antes de extenderlas para continuar la conmemoración de la muerte. Puede omitir «Por Cristo, nuestro Señor. Amén». Todas estas oraciones deben fluir con calma. 309. En «Acuérdate también, Señor, de tus hijos N. y N.», el celebrante junta las manos y en silencio reza por los difuntos, especialmente por los que se ofrece la Misa, que no se nombran en voz alta. Extiende las manos y continúa «A ellos, Señor, y a cuantos descansan en Cristo, concédeles...». Junta las manos en «Por Cristo, nuestro Señor. Amén», pero parece más conveniente mantener las manos extendidas si esto se omite. 310. En «Y a nosotros, pecadores...», con la mano derecha golpea el pecho, mientras que la otra permanece en el corporal. Extiende las manos en «que confiamos en tu infinita misericordia...», después puede nombrar todos los santos mencionados en la lista u omitir aquellos que aparecen entre corchetes. Se inclina en el nombre del santo del día. Nunca debe añadir el nombre de ningún otro santo a esta antigua lista que es fija. Junta las manos en «Por Cristo, Señor nuestro...»; estas palabras forman parte ahora del preludio que introduce la gran doxología, que se describe más adelante. Plegaria eucarística II 311. El celebrante extiende las manos en la anámnesis: «Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo...», y continúa con las manos extendidas mientras dice «Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra». Luego nombra al Papa, al obispo de la diócesis donde celebra la Misa, añadiendo una referencia general «y a sus obispos auxiliares», si los hubiera en la diócesis.

68. Cf. IGMR, n. 234 b. Ya que está leyendo el texto, en la práctica esta inclinación es más moderada, a no ser que conozca el texto de memoria.

104

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

312. La intención particular por los difuntos «Recuerda a tu hijo (hija) N...» sólo se añade en los funerales y en las Misas por los difuntos. El nombre del santo del día nunca se inserta en este texto. Junta las manos en «y cantar tus alabanzas», introduciendo la gran doxología que se describe más adelante. Plegaria eucarística III 313. El celebrante extiende las manos en la anámnesis: «Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo...» y en la ofrenda. Continúa con las manos extendidas «Que él nos transforme en ofrenda permanente...». Nombra el santo del día o del patrón de la iglesia 69. Después nombra al Papa, al obispo de la diócesis donde se celebra la Misa, añadiendo una referencia general «y a sus obispos auxiliares», si los hubiera en la diócesis. Después de la oración por los vivos y difuntos, junta las manos en «por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes», como introducción a la gran doxología, que se describe más adelante. 314. La fórmula más larga de conclusión por los difuntos «Recuerda a tu hijo (hija) N...» se usa sólo en los funerales o Misas por los difuntos. En este caso, junta sus manos en «por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes», como preludio de la gran doxología, que se describe más adelante. Plegaria eucarística IV 315. El celebrante extiende las manos en la anámnesis: «Por eso, Padre, al celebrar ahora el memorial de nuestra redención...» y en la ofrenda. Continúa con las manos extendidas «Y ahora, Señor, acuérdate de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio...» y luego nombra al Papa, al obispo de la diócesis donde se celebra la Misa, añadiendo un referencia general «y a sus obispos auxiliares», si los hubiera en la diócesis. 316. En esta Plegaria eucarística, no hay ninguna fórmula específica para nombrar a los difuntos, y tampoco para nombrar al santo del día o al patrón. Junta las manos en «te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes», como introducción a la gran doxología, que se describe más adelante.

69. El «santo patrón» puede ser el santo local.

105

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

La doxología de la Plegaria eucarística 317. La gran doxología de la Plegaria eucarística es una majestuosa expresión del misterio de la Trinidad en el Sacrificio eterno. La doxología se canta o recita por el celebrante. El pueblo participa en la doxología cantando o aclamando el gran «Amén», al que se le debe dar especial énfasis en la catequesis litúrgica. El pueblo no canta o recita la doxología acompañando al celebrante 70. 318. El celebrante eleva el cáliz con la mano derecha, y la patena con la izquierda. No mantiene la Hostia levantada en la patena, ya que este gesto significa una ofrenda sacrificial, más que un «mostrar» al pueblo. Es preferible mantener los vasos sagrados sobre el corporal en vez de separarlos mucho. Deben ser alzados en alto, al menos al nivel de los ojos, pues este gesto es muy significante. El cáliz y la patena no se colocan en el corporal hasta que el pueblo haya respondido aclamando o cantando «Amén». Si se usa palia, el celebrante vuelve a cubrir el cáliz, usando la mano derecha, la mano izquierda descansa en la base del cáliz (para evitar accidentes mientras se coloca la palia) o en el corporal. Si asiste un diácono, permanece de pie a la derecha del celebrante y levanta el cáliz cuando el celebrante levanta la patena con ambas manos.

Rito de la Comunión 319. En el Banquete Pascual Cristo da su Cuerpo y su Sangre a su Esposa la Iglesia 71. Los ayudantes y el pueblo estarán de pie, si no lo estaban desde antes o después de la aclamación. Con las manos juntas, el celebrante, mirando al pueblo, canta o recita la introducción al Padrenuestro. Utiliza una de las opciones, o una fórmula similar a las que se prevén en el breviario, o palabras propias, preferiblemente una frase sucinta. Extiende las manos mientras todos cantan o recitan el Padrenuestro. Durante la oración puede dirigir la mirada a la Hostia o mantenerla ligeramente levantada. 320. Mantiene las manos extendidas mientras canta o recita el embolismo del Padrenuestro «Líbranos de todos los males, Señor...». Junta las manos y se inclina ante el santo nombre al final de la oración. El pueblo responde cantando o recitando la aclamación «Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor». 70. Cf. Inaestimabile donum, n. 4 71. Cf. CEC, nn. 1355, 1384-90.

106

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

321. De nuevo extiende las manos para cantar o recitar «Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles...» inclinándose en el nombre sagrado. Ya que las palabras de esta oración están dirigidas a Jesucristo, sería apropiado dirigir la mirada hacia la Hostia. Luego, mirando al pueblo, canta o recita: «La paz del Señor esté siempre con vosotros» extendiendo y juntando las manos. (Cuando se celebra de espaldas al pueblo, se vuelve hacia él por su derecha para el saludo, y se gira hacia el altar también por su derecha, después de haber dado el signo de la paz). El signo de la paz 322. Con las manos juntas y vuelto hacia el pueblo el celebrante (o el diácono) invita al pueblo a darse fraternalmente la paz, según la costumbre local 72. La invitación es una fórmula corta y no una pequeña homilía, si bien el celebrante (o el diácono) puede decir más palabras, inspirándose, tal vez, en las lecturas del día. En el rito de la paz el celebrante no abandona el altar, así que el diácono y algunos ayudantes se dirigen a él para recibir la paz. El signo de la paz se lo dan entre sí los que están más cerca. Los ayudantes no deben deambular por el presbiterio ni van por la iglesia dando la paz a todo el mundo. Puede utilizarse la fórmula «La paz del Señor esté siempre con vosotros», a la que se suele responder «Y con tu espíritu», u otras palabras de acuerdo con la costumbre local 73. 323. En el presbiterio, la forma tradicional romana de dar la paz es la siguiente. El que recibe la paz se inclina. Luego el que da el signo pone sus manos en la parte superior de los brazos (cerca de los hombros) del otro; el que recibe la paz aprieta sus manos en los codos del otro. Cada uno inclina la cabeza hacia adelante, y ligeramente hacia su derecha, de modo que sus mejillas izquierdas casi se tocan. El que da la paz suele decir «La paz sea contigo», y el que la recibe contesta «Y con tu espíritu». Después, retroceden un poco y se inclinan el uno hacia el otro, con las manos juntas de la manera habitual. La fracción 324. El tercer momento de la cuádruple acción de Jesucristo es la fracción del pan. Esta acción significa que «puesto que el pan es uno, muchos

72. No se canta ningún himno durante este rito, de todas maneras, con buenas razones algunos han pedido que el rito de la paz sea antes de la procesión de las ofrendas, según la práctica Ambrosiana (Cf. Mt. 5, 23-24). 73. Cf. CO, n. 103.

107

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

somos un solo cuerpo, porque todos participamos de un solo pan» (vid. 1 Cor 10, 17) 74. Durante el rito de la fracción del pan el coro o cantor canta el Agnus Dei y el pueblo responde, o cantan unidos o sólo el coro, o se recita. Si deben fraccionarse muchas Hostias, el Agnus Dei se puede repetir varias veces, hasta que se haya terminado la fracción, pero la última vez que se dice el Agnus Dei se termina con «danos la paz» 75. 325. La fracción de la Hostia(s) se realiza sobre la patena(s), y no sobre el cáliz(ces) 76. El celebrante fracciona con muchísimo cuidado una Hostia grande de arriba a abajo por el centro, sirviéndose de la marca que tiene por detrás. Es mejor no levantarla demasiado en el aire ni fraccionarla precipitadamente. Una Hostia más grande debe fraccionarse sobre la patena grande, es decir, cerca de la superficie para que los fragmentos no caigan en cualquier sitio. Sólo los concelebrantes ayudan al celebrante en la fracción. Los diáconos, acólitos y ministros extraordinarios nunca fraccionan la Hostia, ya que este acto presidencial pertenece a los que están ordenados para celebrar la Eucaristía. La inmixtión 326. Cuando se ha realizado la fracción, el celebrante parte un pequeño fragmento de la Hostia con su mano derecha y lo coloca con veneración en el cáliz diciendo «El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento para la vida eterna», su mano izquierda descansa sobre el corporal 77. Este fragmento, en una Hostia, se toma de la parte inferior de la porción de la izquierda. Si se usa palia, se quita para la inmixtión, y se vuelve a poner (por el diácono). 327. Si los fragmentos de la Hostia se adhieren a los dedos después de la fracción o de la inmixtión, el celebrante frota, con suavidad, entre sí el pulgar y el índice, hasta limpiarlos; y siempre sobre la patena, no sobre el cáliz 78. Comunión 328. La acción final de las cuatro que hizo Jesucristo en la Última Cena es dar el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Sagrada Comunión. 74. Cf. IGMR, n. 56 c, y vid. CEC. n. 1396. La cita de Corintios está tomada de la segunda edición de Sagrada Biblia. Tomo VII. Facultad de Teología. Universidad de Navarra. EUNSA, Pamplona, 1995. 75. Cf. IGMR, n. 56 e. 76. Cf. IGMR, n. 113, la vieja función práctica de la patena. 77. Cf. IGMR, n.113. Como es habitual, se inclina en el santo nombre. 78. Cf. IGMR, n. 237.

108

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

329. Los fieles rezan en silencio, a no ser que estén todavía cantando el Agnus Dei; mientras, el sacerdote dice en secreto cualquiera de las oraciones de preparación de la Comunión «Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo...» o «Señor Jesucristo, la Comunión de tu Cuerpo...». Durante estas oraciones, junta las manos y se inclina hacia el nombre santo. Ya que las oraciones se dirigen a Jesucristo en la Eucaristía, debe mirar con reverencia a la Hostia, pero ni se inclina hacia adelante, ni necesita descansar sus manos juntas en el altar. En algunos países, todos se arrodillan después del Agnus Dei. 330. Colocando ambas manos en el corporal, el celebrante hace la genuflexión de adoración. Luego, —toma ambas porciones de la Hostia, y las coloca un poco separadas, entre el dedo pulgar derecho y el índice, o —toma un fragmento considerable de la Hostia grande. Levantando la patena con la mano izquierda directamente sobre el corporal 79, alza la Hostia fraccionada o el fragmento, preferiblemente a la altura de los ojos, y dice «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo... Dichosos los invitados a la cena del Señor». Mantiene elevado el Cuerpo del Señor de la misma manera mientras dice con el pueblo una sola vez «Señor, no soy digno...». Luego, coloca la patena en el altar. Comunión del sacerdote 331. El celebrante, para sumir los fragmentos de la Hostia, coloca uno sobre el otro —o sume sólo un fragmento—. Y dice en secreto «El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna». Luego, sin prisa, recibe el Cuerpo del Señor, manteniendo la mano izquierda en el corporal. Mientras sume de pie, es natural inclinarse ligeramente hacia adelante, si bien no se debe inclinar profundamente. Junta las manos y hace una pausa para sumir la Eucaristía con reverencia, preferiblemente sin masticar de manera ostensible y, si quiere, cerrando los ojos en oración. Si se adhieren fragmentos de la Hostia a los dedos, frota entre sí los dedos índice y pulgar hasta limpiarlos; siempre sobre la patena y no sobre el cáliz 80. 332. Toma el purificador con su mano derecha, se lo pasa a la izquierda, y coge el cáliz con la derecha, mientras dice en secreto: «La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna». Luego, con reverencia y sin prisa,

79. No eleva la Hostia fraccionada sobre el cáliz. 80. Cf. IGMR, n. 237.

109

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

bebe la Sangre del Señor, manteniendo el purificador debajo de la barbilla. Si consume el contenido del cáliz, no debe inclinar mucho el vaso sagrado. Pone el cáliz en el corporal, pasa el purificador a la mano derecha y limpia cuidadosamente el borde, mientras que la mano izquierda está en el nudo o en la base. Si se usa palia, se quita antes de tomar el purificador y se coloca de nuevo si el cáliz está vacío. 333. Otra solución es: el celebrante puede tomar el cáliz con ambas manos, diciendo en secreto «La Sangre de Cristo me guarde...». Luego, con reverencia y sin prisa, bebe la Sangre del Señor. Pone el cáliz en el corporal, toma el purificador con la mano derecha y cuidadosamente limpia el borde, manteniendo la mano izquierda en el nudo o en la base, a fin de evitar que se derrame la Preciosísima Sangre si el cáliz está lleno. Comunión de los fieles 334. Primero, el celebrante da la Comunión (al diácono, al acólito y) a los ayudantes. El diácono la recibe bajo las dos especies, en el altar. Los ayudantes pueden recibirla en el centro del presbiterio, acercándose al celebrante de dos en dos. Otra solución sería que el celebrante pasase a lo largo de una fila de ayudantes formados a lo largo del presbiterio. Hacen la genuflexión antes de recibir la Comunión, uno a uno, por parejas, o en grupo, o si es costumbre, pueden arrodillarse para recibir la Eucaristía. Luego, el celebrante lleva la patena o copón al lugar de la Comunión: el comulgatorio u otro sitio donde sea la costumbre local de administrar la Eucaristía al pueblo. 335. Los fieles pueden recibir la Eucaristía de rodillas o de pie 81. Se dirigen al celebrante o a otro ministro de la Eucaristía, en fila de uno en uno, de dos en dos, para recibirla de pie. Pueden colocarse a lo largo de la grada o alrededor de los límites del presbiterio, si es posible acercarse por varios lados, mientras que el celebrante u otros ministros administran la Eucaristía. La Eucaristía también se administra de esta manera cuando existe la costumbre de arrodillarse en el comulgatorio. 336. Cuando los fieles comulgan de rodillas no se exige de ellos otro signo de reverencia para con el Santísimo Sacramento, porque la misma genuflexión expresa adoración. Pero cuando se comulga de pie se recomienda encarecidamente que los que 81. Cf. Inaestimabile donum, n. 11. El sentido pastoral aconseja no forzar a los que se niegan a seguir la costumbre local de estar de pie o de arrodillarse. Es deseable la uniformidad como signo de unidad, pero no debe imponerse nunca. Negarse a dar la Eucaristía a una persona por su postura seguramente sería ilícito.

110

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

se acercan hagan una reverencia antes de la recepción del Sacramento en lugar y tiempo oportuno para que no entorpezca el acceso y retiro de los fieles 82. En nuestro Rito, una «señal de reverencia» a la Eucaristía sería la genuflexión (o una inclinación para quienes no puedan hacer la genuflexión). Este acto de reverencia antes de recibir la Comunión se puede realizar fácilmente y no retrasa la recepción de la Comunión. La persona que va inmediatamente detrás del que comulga hace la reverencia mientras el anterior está recibiendo al Señor. 337. Cuando el que comulga se aproxima al celebrante, o cuando él se aproxima al que comulga, el celebrante levanta la Hostia sobre la patena o copón y dice «El Cuerpo de Cristo». El que comulga responde «Amén» y recibe el Sacramento, eligiendo entre recibirlo directamente en la boca o en la palma de la mano izquierda 83. Para distribuir el Cuerpo de Cristo con eficiencia, es preferible mantener el dedo pulgar sobre cada forma y el dedo índice por debajo, para poder poner la Hostia en la lengua o en la palma de la mano con mayor seguridad. 338. Al administrar el cáliz, el celebrante (diácono u otro ministro autorizado) sostiene el cáliz con su mano derecha y el purificador en su izquierda. Mientras entrega el cáliz al que comulga, dice: «La Sangre de Cristo». El que comulga responde «Amén» y bebe del cáliz. Es más fácil si el que administra el cáliz sostiene el purificador y limpia el borde de la copa con cuidado después de cada Comunión, girando ligeramente la copa después de limpiarla. Se debe tener mucho cuidado cuando personas mayores o niños reciben el cáliz en sus manos. El ministro de la Eucaristía debería mantener agarrada la copa en estos casos y llevarla a los labios del que comulga, inclinándola ligeramente para ayudar 84. 339. La Comunión se da también por intinción, es decir, el celebrante moja con cuidado parte de la Hostia en el cáliz y la pone en la lengua del que comulga, diciendo antes «El Cuerpo y la Sangre de Cristo» 85. Un diácono, un acólito u otro ministro extraordinario sostiene el cáliz. Otra solución es que, a falta de un ministro autorizado de la Eucaristía, el 82. Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, n. 4, citado en Inaestimabile donum, n. 11, que remite a IGMR, nn. 244 c, 246 b, 247 b. Cualquier sacerdote puede promover y animar esta excelente práctica. Un obispo puede ir más lejos y establecerlo en su diócesis. 83. De vez en cuando se debería recordar al pueblo que, si la reciben en la mano, deben desplazarse hacia un lado antes de introducir la Hostia en la boca. 84. En una cultura donde el vino no es muy familiar, la experiencia pastoral aconseja que los niños pequeños no deben beber del cáliz. A los niños más mayores se les puede preparar con una buena catequesis, pero sólo comulgarán del cáliz con conocimiento y consentimiento paterno. 85. Cf. IGMR, nn. 246, 247.

111

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

celebrante coloque el cáliz en una mesa, cubierta con un lienzo, y permanezca de pie cerca de ella mientras administra la Eucaristía. Puede sostener el cáliz y la patena con la mano izquierda, lo cual no es fácil 86. Más detalles sobre la Comunión bajo las dos especies y otras opciones para administrar la Eucaristía se encuentran en el capítulo 10, El sacramento de la Eucaristía. 340. Durante la Comunión, tanto se puede cantar la antífona como himnos apropiados, o cantar el coro, o poner música. Conviene, en caso de aglomeración, para mayor orden, ayudar al pueblo mientras va y viene. Nunca se debe hacer ir al altar fila por fila, porque esto podría obligar a comulgar a personas que no están preparadas o no puedan recibir la Comunión, o que no sean católicos e incluso no cristianos 87. 341. «Es muy de desear que los fieles participen del Cuerpo del Señor con Pan Consagrado en esa misma Misa y, en los casos previstos, participen del cáliz, de modo que aparezca mejor, por los signos exteriores, que la Comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se celebra» 88. 342. Sin embargo, cuando el sagrario también se utiliza como lugar para dejar suplementariamente las Hostias consagradas, el celebrante se dirige allí después de sumir la Preciosa Sangre, lo abre, hace una genuflexión y saca el vaso(s) sagrado(s), cierra la puerta, y lo(s) traslada al altar. Otra solución sería que, durante el Padrenuestro o cuando el celebrante se prepara para la Comunión, el diácono, el acólito u otro ministro extraordinario puede trasladar la Eucaristía desde el sagrario al altar. Inmediatamente después de la Comunión de los fieles, el celebrante (u otro ministro) vuelve al altar y coloca todas las partículas en uno o varios copones. Luego, coloca la Eucaristía en el sagrario y hace la genuflexión antes de cerrar la puerta. La llave debe llevarse al altar y guardarla con el cáliz, a no ser que se requiera en otra Misa o función litúrgica. 343. Si se adhieren fragmentos de la Hostia en sus dedos después de distribuir la Comunión, el celebrante u otro ministro de la Eucaristía frota con suavidad sobre la patena o el copón el pulgar y el índice hasta lim-

86. Como en IGMR, n. 247 a. Las patenas que encajan alrededor del borde del cáliz son adecuadas pero feas. 87. En las ocasiones en que están presentes no católicos, puede ocurrir en zonas de veraneo, antes de la Comunión el celebrante puede decir algo matizado y positivo como: «los católicos que estén debidamente preparados pueden venir a recibir la Eucaristía». 88. IGMR, n. 56 h.

112

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

piarlos 89. Si queda algo de la Sangre de Cristo, se consume «inmediatamente después de la Comunión» 90, en el altar o preferiblemente en la credencia, por el celebrante, diácono o acólito (ayudado por otros si es necesario). Purificaciones 344. El celebrante (o el diácono o el acólito) pueden purificar los vasos sagrados en el lado derecho del altar o en la credencia 91. Sin embargo, para evitar distraer al pueblo en su acción de gracias, parece preferible realizar «las abluciones» en la credencia. Al purificar los vasos, hay dos tendencias que se deben evitar: —un esfuerzo demasiado escrupuloso para encontrar las partículas más pequeñas, y —un modo aparentemente informal y despreocupado que podría implicar, al menos, una falta de respeto a la Eucaristía. 345. Después de colocar las formas en el sagrario, el celebrante de pie en el centro del altar, consume lo que queda de la Preciosa Sangre (ayudado por otros si es necesario). Luego, lleva el cáliz y la patena o los otros vasos sagrados al lado derecho del altar (o los ayudantes los llevan a la credencia, si las purificaciones se realizan allí). Primero se asegura de que todos los fragmentos van al cáliz (o al copón), cubriendo los dedos de la mano derecha con el purificador, sin frotar la superficie con movimientos circulares, sino empujando suavemente todos los fragmentos dentro del cáliz. 346. Mientras el ayudante derrama una cantidad razonable de agua (y vino) en el cáliz o en el copón, el celebrante puede poner los dedos encima para que los fragmentos adheridos a los dedos caigan dentro. Puede apartar los dedos para indicar al ayudante que deje de echar agua. Seca sus dedos y, si es necesario, da vueltas al vaso para asegurarse de que los fragmentos están desprendidos de la superficie interior. (Si es necesario, utiliza los dedos para hacer caer los fragmentos adheridos al vaso). Luego, bebe la ablución. 347. Si hay varios copones para purificar, puede no ser fácil limpiarlos «en seco» con el purificador. Por tanto, se puede echar agua en un copón (sobre los dedos), seca los dedos y echa la ablución en el siguiente, y así sucesivamente, hasta que al final lo vierte en el cáliz y lo bebe. 89. Cf. IGMR, n. 237. 90. Inaestimabile donum, n. 14. 91. IGMR, n. 120, también 238, permitiendo el uso opcional de vino.

113

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

348. Durante las purificaciones, el celebrante (diácono o acólito) dice en secreto «Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio...». Después de beber la ablución, si es necesario, el celebrante se limpia los labios con el purificador. Deja el purificador en el altar o en la credencia, donde el ayudante cubre el cáliz. 349. Si las purificaciones se dejan para después de la Misa, los vasos sagrados se llevan a la credencia, se colocan sobre un corporal y se cubren con un velo (cubrecáliz) 92. El celebrante (el diácono, o el acólito) vuelve inmediatamente después de la Misa para realizar las purificaciones con la asistencia de los ayudantes. Esta práctica parece preferible sólo si hay demasiados para purificar. Sin embargo, presenta algunos problemas, por ejemplo: que el celebrante u otro ministro se olviden de purificarlos después de la Misa, o que los ayudantes se los lleven a la sacristía antes de que hayan sido purificados. Las purificaciones no deben hacerse en la sacristía. Sobre el lavado de los lienzos después de la Misa y las soluciones prácticas en percances con el cáliz, se trata en el apéndice 6, Accidentes, nn. 848-57. 350. Durante la Comunión, un ayudante quita el misal y el atril del altar. Cuando el celebrante vuelve a la sede, los ayudantes van al altar y doblan el corporal (cf. apéndice 4. nn. 816-24) llevándolo junto con el cáliz y cualquier otro vaso sagrado a la credencia. El altar está ahora como antes de la preparación de las ofrendas. Sin embargo, el celebrante puede decidir recitar la oración después de la Comunión e impartir la bendición final desde el altar. En este caso, después de llevar el corporal y los vasos sagrados a la credencia, el misal y el atril pueden ponerse en el centro, donde estaba el corporal. Antes de que el celebrante vaya al altar, un ayudante puede pasar las páginas del misal hasta la oración propia del día. Después de la Comunión 351. Después de la purificación de los vasos sagrados (o mientras el diácono o acólito se los llevan), el celebrante va a la sede y se sienta. Después de la Sagrada Comunión hay un momento de silencio, o se canta un salmo, o un canto de alabanza. Incluso después de que se haya cantado un himno o motete, debe haber una pausa definida para rezar en silencio. Si se canta un himno durante o después de la Comunión, no se recita la antífona de Comunión 93. 92. IGMR, n. 120. 93. Una «reflexión» después de la Comunión no debería ser un canto, poema o lectura sobre nuestro Señor, porque en este momento nos dirigimos a Él personalmente «en comunión». Sería falta de cortesía hablar de un invitado que está en tu casa como si no lo estuviera.

114

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

352. El celebrante se pone de pie en la sede o vuelve al centro del altar. El pueblo debe ponerse de pie cuando lo hace el celebrante, porque el «Oremos» no es una invitación a ponerse de pie. Luego, el celebrante canta o dice «Oremos» con las manos juntas. Si no ha habido un momento de silencio, puede haberlo ahora durante unos minutos transcurridos los cuales, canta o recita la Oración para después de la Comunión, con las manos extendidas, juntándolas al concluirla. En la sede, un ayudante sostiene el libro delante de él durante la oración. 353. Los avisos deben comunicarse en este momento. Deben ser breves 94. Si los avisos son un poco largos, el celebrante o el diácono invita al pueblo a sentarse.

Rito de conclusión 354. De cara al pueblo, el celebrante extiende las manos y canta o dice: «El Señor esté con vosotros». Si se utiliza la forma simple de bendición, de cara al pueblo, con las manos juntas 95, canta o recita: «La bendición de Dios todopoderoso...» 96. Luego hace la señal de la cruz, una vez, de forma clara y sin prisa sobre el pueblo, mientras dice: «Padre, Hijo y Espíritu Santo». Todos responden cantando o recitando: «Amén». 355. Si se utiliza la Bendición Solemne, el (diácono o) celebrante invita al pueblo a inclinarse para la bendición, usando la fórmula prevista en el misal o unas breves palabras similares. Luego, el celebrante extiende las manos, con las palmas hacia abajo, como en la epíclesis, pero esta vez un poco más elevadas y separadas con naturalidad, mientras canta o recita las tres deprecaciones a las que el pueblo responde «Amén». Para indicar el momento de la respuesta, parece mejor bajar la voz en la últimas palabras de cada una de estas deprecaciones. Une sus manos e imparte la bendición después de la tercera deprecación. 356. Si se usa una de las oraciones sobre el pueblo, se sigue el mismo procedimiento que en una bendición solemne. Extendiendo las manos sobre el pueblo, las junta al final de la oración antes de que todos respondan 94. En la mayoría de los casos bastará con referirse al Boletín diocesano, o parroquial. En algunas parroquias se sientan los fieles y un comentador comunica los avisos. 95. Algunos sacerdotes todavía hacen el gesto reverente de extender y alzar las manos, con los ojos mirando hacia arriba un momento, la cabeza inclinada ligeramentee antes de la bendición, pero esto no se menciona ni en el IGMR, ni en el CO. 96. La bendición del sacerdote se da directamente al pueblo. Por tanto, se dirige al pueblo con «vosotros», y nunca con la fórmula laical «nos bendiga», o «descienda sobre nosotros».

115

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

«Amén», pero usando una forma característica de la bendición: «La bendición de Dios todopoderoso...». 357. De cara al pueblo, el (diácono o) el celebrante canta o recita la despedida, con las manos juntas, usando sólo una de las opciones previstas 97. El pueblo responde cantando o diciendo «Demos gracias a Dios». La celebración de la liturgia concluye en este momento en que los fieles de Cristo son enviados al mundo, alabando y bendiciendo al Señor como miembros vivos de su Cuerpo entre los pueblos. Por tanto, nadie debe añadir avisos o comentarios después de la despedida. Sin embargo, si sigue inmediatamente otra acción litúrgica, se omite el rito de despedida. 358. A no ser que el celebrante continúe de pie allí, va al altar y lo besa de la misma manera que al comienzo de la Misa. Va al centro del presbiterio donde los ayudantes deben estar ya en posición para la procesión, se inclina profundamente ante el altar o hace una genuflexión si el Sagrario está en el presbiterio. Si hay muchos ayudantes u otros en la procesión, debería quedarse mirando al altar y no volverse hasta que los otros se hayan movido. Durante el himno final o una música de salida, la procesión vuelve a la sacristía o a la habitación donde se revistieron. Después de la liturgia puede continuar una música apropiada o permanecer en silencio en atención a los que se quedan rezando en la iglesia. 359. En la sacristía, todos se inclinan ante el crucifijo o imagen. Otra solución es inclinarse ante la cruz procesional, mantenida por el cruciferario que (junto con los portadores de los hachones) se sitúa de cara al celebrante y los otros ayudantes. El celebrante puede utilizar una fórmula acostumbrada para indicar que la acción litúrgica ha concluido 98. Después, en silencio y sin prisa, los ayudantes realizan las tareas asignadas bajo la dirección del ayudante-jefe o del sacristán 99. El celebrante se quita los ornamentos. Por respeto al sacristán, debería dejarlos ordenados en el lugar correspondiente de cada ornamento o sobre la mesa. 360. El celebrante, de ordinario, vuelve a la iglesia para hacer su acción de gracias. Sin embargo, los domingos u otras ocasiones apropiadas podrá saludar a la gente en un lugar conveniente, normalmente antes de quitarse todos los ornamentos sagrados. Puede desprenderse de la casulla 97. No se deben combinar las opciones o improvisar la antigua fórmula de despedida. Tampoco se diga «vayamos», porque la despida es un mandato («Ite») de ir adelante y contribuir a la misión que Cristo nos ha encomendado. 98. Según diversas costumbres, puede decir «Prosit» o «Proficiat» y bendecir a los ayudantes antes de darles las gracias. 99. Vid. Apéndice 7, Velas y lámparas, nn. 858-63.

116

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

y dársela al ayudante antes de saludar a los asistentes a la puerta de la iglesia. Luego, regresa a la sacristía o habitación donde se revistió, y se quita los ornamentos de la celebración litúrgica. En la iglesia o en otro lugar hace su acción de gracias. Otros deberían encargarse de todos los detalles materiales de la iglesia y sacristía, de este modo el sacerdote estará libre para realizar su función pastoral con el pueblo o para su oración personal después de celebrar el sacrificio del Señor.

Rito de la bendición y aspersión del agua bendita 361. Los domingos es recomendable que el rito de la bendición y aspersión del agua bendita (Asperges) ocupe el lugar del rito penitencial de la Misa 100. Se use en la iglesia o en las propias casas, toda el agua bendita debería bendecirse de forma pública, para que los fieles puedan percibir el significado bautismal de este popular sacramental. 362. El acetre y el hisopo(aspergillum) pueden prepararse en la credencia. Se prepara también un recipiente con sal si se va a usar 101. Otra posibilidad es que un ayudante lleve el acetre y sal al presbiterio en la procesión de entrada. Sin embargo, cuando hay que bendecir un gran cantidad de agua, se llena un recipiente y se coloca en una pequeña mesa cerca de la sede, con un acetre vacío y un hisopo, junto a una jarra para que pueda transferirse un poco de agua al acetre antes de que comience el rito de la aspersión. 363. La Misa comienza, como de costumbre, desde la sede. El que lleva el libro y el ayudante sostienen el acetre con agua y el hisopo y la sal y permanecen de pie a ambos lados del celebrante girados hacia él. Después de la señal de la cruz y del saludo, introduce la bendición del agua, usando o adaptando la forma sugerida o utilizando sus propias palabras. Invita al pueblo a rezar. Después de una pausa para la oración en silencio, con las manos juntas, dice una de las tres oraciones previstas en el misal para la bendición del agua. No obstante, la tercera opción se reserva para el Tiempo Pascual. Hace la señal de la cruz sobre el agua en «+ bendice el agua» (luego bendice la sal, la toma del diácono, maestro de ceremonias, acólito o ayudante y la echa en el agua). Si se ha bendecido una gran cantidad de agua, el diácono, maestro de ceremonias, acólito (o a falta de estos, el mismo celebrante), toma la jarra y la llena de agua bendita, que echa en el acetre para la aspersión. 100. Cf. IGMR, n. 29, descrito en CO, n. 133. El celebrante no lleva la capa para este rito. 101. Es bueno utilizar sal, además del respeto por la continuidad en nuestra tradición. También conserva el agua pura y libre de algas.

117

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

364. Recibe el hisopo del diácono, maestro de ceremonias, acólito, o ayudante y se asperge a sí mismo, normalmente tocando su frente con el hisopo y trazando con él la señal de la cruz, o humedeciendo el dedo pulgar con el hisopo y luego haciendo la señal de la cruz en la frente con el pulgar. Luego, asperge a todos los concelebrantes, los ayudantes y a los clérigos que están en el coro. Al asperger un gran grupo, para simplificar, se acostumbra asperger tres veces: una al medio, otra a la izquierda y otra a la derecha. Tan pronto como el celebrante comienza a aspergerse, se canta un himno, tradicionalmente el Asperge me 102 o en Pascua Vidi aquam o cualquier otro himno apropiado o salmo que resalte el significado del agua, del lavado, de la vida bautismal, etc. 365. Atraviesa la iglesia aspergiendo sin prisa a la asamblea, acompañado por el diácono(s), el maestro de ceremonias, el acólito, o el ayudante. Lleva el agua bendita en su mano izquierda y asperge con la derecha, o preferiblemente el diácono, el maestro de ceremonias, el acólito o el ayudante caminan a su derecha llevando el acetre, mientras que el celebrante asperge con la derecha y lleva la izquierda en el pecho como es habitual. Es preferible asperger al pueblo alternando a cada lado del pasillo mientras están de cara y no de espaldas. Como es costumbre, todos hacen la señal de la cruz cuando son aspergidos. Una vez que el celebrante termina de asperger al pueblo coloca el hisopo en el acetre, (se lo da al ayudante), y se dirige el presbiterio. 366. El celebrante se inclina ante el altar, o hace una genuflexión si el sagrario está detrás o en el altar, y se dirige directamente a la sede. El portador del libro va delante de él y, de cara al pueblo, con las manos juntas, dice o canta «Dios todopoderoso...» a no ser que la oración colecta de la Misa siga inmediatamente (como en Adviento y Cuaresma). La Misa, entonces, continúa con el Gloria. Un ayudante lleva el acetre o el hisopo a la credencia. Los ayudantes deben llevarse también el recipiente grande con agua bendita y la mesa pequeña, si impiden el acceso a la sede durante la liturgia. Pueden llevar el agua bendita a un sitio donde el pueblo pueda tomar un poco para sus casas.

Colectas y estipendios 367. a) Incorporar la colecta dentro del rito de la Misa es un problema particular, debe ser resuelto respetando la integridad de la liturgia y las necesidades prácticas de la comunidad. En la Misa dominical, el 102. Nótese que en el nuevo texto latino del Misal de Pablo VI se utiliza «Asperge me», en vez de «Asperges me».

118

LA CELEBRACIÓN DE LA MISA DOMINICAL

momento usual de la colecta es después de la oración de los fieles, mientras los ayudantes preparan el altar. En algunas iglesias, la colecta se incorpora a la procesión de las ofrendas y quienes la han realizado se la llevan al celebrante, preferiblemente antes de que reciba el pan y el vino. No debe ponerse en el altar sino en un «lugar conveniente» 103, tampoco el celebrante debe hacer ningún gesto de ofrenda con ella. 368. A causa del vínculo que existe entre la palabra proclamada y la predicación, es preferible no tener la colecta entre el Evangelio y la homilía, si es posible. Se pueden realizar las colectas: —después de la homilía, y —después de la oración de los fieles. Una «colecta especial» se puede realizar a la puerta de la iglesia mientras los fieles se marchan. Sin embargo, una colecta nunca debe realizarse después de la Comunión, o durante una lectura u oración. 369. b) Cualquier sacerdote que celebra o concelebra Misa puede recibir una ofrenda o «estipendio de la Misa» para aplicar esa Misa por una intención específica. Esta costumbre aprobada por la Iglesia está regulada en el Código de Derecho Canónico y por las leyes provinciales y diocesanas 104. De cualquier forma en que se regulen estos estipendios, deben respetarse como expresión de la fe del pueblo en el Sacrificio del Señor de propiciación e intercesión. 370. c) Missa pro populo: El canon 534 exige al párroco aplicar la Misa por su pueblo los domingos y días de precepto, pero puede recibir un estipendio por una segunda Misa. «No es el hombre el que convierte las cosas ofrecidas en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino el mismo Cristo que por nosotros fue crucificado. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia aquellas palabras, pero su virtud y la gracia son de Dios. Éste es mi Cuerpo, dice. Y esta palabra transforma las cosas ofrecidas». San Juan Crisóstomo De prodit. Iudae, homil. L, 6, P6, 19, 380 Citado en Pablo VI, Carta Enc. Mysterium Fidei, n. 53

103. Cf. IGMR, n. 101. En la mayoría de las parroquias se lleva a la sacaristía para contarlo y colocarlo a buen recaudo. 104. Vid. CIC, cánones 945-58 y apéndice 8, Estipendios de la Misa, n. 864. tratan de la cuestión «intenciones colectivas».

119

6. Misa solemne

371. Basándonos en la normativa establecida en el capítulo anterior, lo que se describe en éste es el modelo para la completa celebración de una liturgia dominical cantada, de solemnidades y otras ocasiones importantes. El celebrante está asistido por uno o dos diáconos. Si le asiste un diácono, éste proclama el Evangelio y sirve en el altar durante la liturgia eucarística 1. Si le asisten dos diáconos, un modo razonable de repartir sus funciones podría ser que uno de ellos actuara como «diácono de la Palabra» y el otro de «diácono de la Eucaristía». El primero proclama el Evangelio y dirige las intenciones de la oración de los fieles, el segundo sirve en el altar y permanece a la derecha del celebrante durante la liturgia eucarística. Ambos le asisten en la distribución de la Comunión. 372. El celebrante y el diácono pueden estar asistidos por un acólito instituido. Éste se encarga de llevar la cruz y quizá también los libros, y asiste al diácono en la preparación de las ofrendas y en las purificaciones. Un maestro de ceremonias dirige el ceremonial. Se requieren los siguientes ayudantes: un cruciferario, dos ceroferarios (también llamados los «acólitos» o primer y segundo ayudantes), un turiferario (y quizá un portador de la naveta), un ayudante para los libros y dos, cuatro o seis que lleven los hachones. Si no es posible disponer de todos estos ayudantes, el cruciferario o uno de los ceroferarios puede encargarse también de los libros, e incluso los ceroferarios podrían llevar los hachones durante la Plegaria eucarística.

1. Las tareas del diácono descritas en este capítulo se derivan de IGMR, nn. 127147.

121

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Preparativos 373. El maestro de ceremonias y el sacristán supervisan los preparativos en la sacristía. Todo debe estar dispuesto para la Misa, según se ha establecido en el capítulo anterior con las variaciones siguientes: 374. Altar: se encienden cuatro o seis velas sobre el altar o cerca de él. 375. Sacristía: se requieren los siguientes objetos: el evangeliario, un juego de ornamentos para la Misa que incluya la dalmática(s) para el diácono(s); incensario y naveta; ciriales y cruz procesional; dos, cuatro o seis hachones; y, si va a tener lugar la bendición y aspersión de agua bendita, un acetre con hisopo (y sal) que, preferiblemente, estará sobre la credencia o cerca de la sede.

Procesión de entrada 376. Cuando ya todos están revestidos y correctamente agrupados para la procesión bajo la dirección del maestro de ceremonias, el turiferario se acerca al celebrante y abre el incensario. El diácono toma la naveta para que el celebrante eche incienso en el cuenco, y lo bendice en silencio con la señal de la cruz antes de que se cierre la tapa y se aseguren las cadenillas. El turiferario se dirige a su puesto, al frente de la procesión. Todos hacen una reverencia ante el crucifijo o la imagen de la sacristía y, a una señal del maestro de ceremonias, da comienzo la procesión, normalmente al tiempo que se entona la antífona o himno de entrada 2. La procesión va encabezada por el turiferario (y el portador de la naveta), detrás van el cruciferario y los ceroferarios seguidos de los portadores de los hachones, el ayudante de los libros, el lector(es) y los clérigos con el hábito coral. Detrás viene el diácono que lleva el evangeliario cerrado y elevado a una altura significativa —ni muy alto, ni apoyado sobre el pecho—. (Los concelebrantes siguen al diácono; vid. Capítulo 7). El último es el celebrante. Si hay un segundo diácono, irá a la derecha del celebrante 3. (Vid. Apéndice 11, Diagrama 2). 377. Al llegar delante del altar, los que no llevan nada en las manos hacen una inclinación profunda (o genuflexión si el sagrario se encuentra en el presbiterio). Si no hay muchos ayudantes, todos pueden hacer la reverencia al unísono, pero parece preferible hacerla de dos en dos. 2. En algunas iglesias, durante la procesión, se toca el órgano y, sólo cuando los clérigos y ayudantes entran en el presbiterio, se entona la antífona de entrada o himno. 3. Derivado del IGMR, n. 236 a; CO, n. 93.

122

MISA SOLEMNE

Encabezados por el turiferario, los ceroferarios van a sus puestos a cada lado de la credencia, donde dejan los ciriales, a no ser que sea costumbre dejarlos sobre el altar o cerca del mismo. Si es necesario, (el portador de la naveta o) uno de los ceroferarios puede poner más incienso en el incensario. El cruciferario coloca la cruz en su base, cerca del altar si va a ser la cruz del altar, o en otro sitio. El portador de los libros se sitúa cerca de la sede. El diácono va directo al altar y coloca el evangeliario en el centro. Se desplaza a su derecha y espera al celebrante (y al segundo diácono), y juntos besan el altar. Desde el lado de la credencia, el turiferario se aproxima al altar y entrega el incensario al diácono que, a su vez, lo da al celebrante. El celebrante y el diácono(s) se ponen de cara al altar. Incensación del altar 378. El altar se inciensa del siguiente modo. Si el altar es exento, el celebrante y el diácono(s) se inclinan ante el altar y proceden a incensarlo, rodeándolo por su derecha 4. Si la cruz está sobre el altar o cerca de él, primero se inclinan ante ella y la inciensan con tres movimientos dobles. Se inclinan de nuevo y siguen a su derecha rodeando el altar. Si la cruz está detrás del altar o suspendida sobre el mismo, de modo que la imagen da la cara al pueblo, se inciensa cuando llegan al centro del frontal del altar. Sin embargo, si la cruz procesional se emplea como cruz del altar y está situada lejos del mismo, se inciensa cuando hayan llegado a un lugar próximo a ella. Si sólo hay un diácono (andando a la derecha del celebrante), el maestro de ceremonias puede ir a la izquierda del celebrante durante la incensación 5. 379. Si el altar está adosado a la pared, el celebrante y el diácono(s) se inclinan e inciensan en primer lugar la cruz, con tres incensaciones dobles. Se inclinan de nuevo y van hasta el lado derecho del altar. Vuelven al centro y continúan hacia el lado izquierdo del altar y, finalmente, regresan al centro del altar 6. 380. La incensación del altar debe hacerse con un ritmo solemne. No es necesario que el incensario golpee las cadenillas. Cada incensación debería ser suave, realizada sin prisas, dejando libre unos 40 centímetros de longitud a las cadenillas. 4. Cf. IGMR, n. 236 a; CO, n. 93. 5. No es necesario sostener los laterales de la casulla a menos que el celebrante lleve una vestidura clásica de forma cónica que le impida el movimiento de los brazos, motivo que dio origen a esa costumbre. 6. Cf. IGMR, n. 236; CO, n. 93.

123

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

381. Una vez que el celebrante ha vuelto al centro del altar, entrega el incensario al diácono (que se lo da al turiferario); luego, se dirige hacia la sede con el diácono(s). El himno de entrada debería acompañar estas acciones, pero si ha finalizado, el organista o los músicos podrían tocar una música apropiada hasta que se complete la incensación y el celebrante y el diácono(s) estén junto a la sede.

Ritos introductorios 382. El celebrante comienza la Misa como siempre. El diácono permanece a su derecha (el segundo diácono a su izquierda). El ayudante de los libros está de pie delante del celebrante a su izquierda 7. El celebrante puede cantar «+ En el nombre del Padre...» y el saludo. Siguen la bendición y aspersión de agua bendita o el rito penitencial. El diácono, un cantor o el coro puede cantar las invocaciones del tercer rito penitencial. Después del canto del Kyrie y el Gloria, el celebrante canta la oración colecta.

Liturgia de la palabra 383. El rito continúa tal y como se describió en el capítulo anterior. El salmo responsorial es cantado. Si los lectores salen de entre los fieles, un ayudante o el maestro de ceremonias puede acompañarlos al ambón, observando las reverencias establecidas en el capítulo anterior (nn. 258-260). Preparación para el Evangelio 384. Hay tres etapas en la preparación para la lectura del Evangelio: —bendición del incienso, —bendición del diácono y —procesión al ambón. 385. El celebrante permanece sentado mientras todos se levantan para cantar el Alleluia. El turiferario y el portador de la naveta se aproximan a la sede y hacen una ligera inclinación ante el celebrante. El turiferario abre el incensario y lo sostiene a una altura adecuada, asegurándose de que ninguna de las cadenillas impide depositar el incienso sobre el carboncillo. El diácono presenta la naveta abierta y la cucharilla a la altu7. El diácono no debería ejercer esta función.

124

MISA SOLEMNE

ra de las manos del celebrante, de modo que pueda coger el incienso con facilidad. El celebrante hace en silencio la señal de la cruz sobre el incensario que entonces se cierra. El turiferario se inclina ante el celebrante y se retira a esperar en un lugar central, delante o detrás del altar, donde aguardan los ceroferarios después de haber traído los ciriales desde la credencia o de otro lugar, tan pronto como dio comienzo el Alleluia. Desde este sitio, el turiferario encabezará la procesión del Evangelio hasta el ambón. 386. El diácono se sitúa delante del celebrante para recibir su bendición, diciendo discretamente «Su bendición...». Mientras es bendecido hace una inclinación profunda. Al final de la bendición, el celebrante hace la señal de la cruz sobre el diácono, que se santigua y hace una reverencia al celebrante. 387. El celebrante se levanta. El diácono se acerca al altar. Se inclina ante él y coge con reverencia el evangeliario que lleva solemnemente en procesión hasta el ambón, precedido por el turiferario y los ceroferarios. El maestro de ceremonias puede acompañar al turiferario en la procesión o permanecer junto a la sede. Evangelio 388. Los ceroferarios permanecen en pie a cada lado del ambón y afrontados 8. El turiferario se sitúa a la derecha del diácono. El maestro de ceremonias puede ponerse a su izquierda. El diácono deja el evangeliario sobre el ambón y lo abre por el lugar señalado. Entonces, con las manos juntas, saluda al pueblo cantando «El Señor esté con vosotros» 9. En «Lectura del...», hace el signo de la cruz claramente y sin prisa, primero sobre el texto, después en su frente, boca y pecho. Junta las manos y coge el incensario que está en manos del turiferario o del maestro de ceremonias. Hace una inclinación ante el evangeliario y lo inciensa con tres incensaciones dobles: en el medio, a su izquierda y a su derecha. Se inclina de nuevo y entrega el incensario al turiferario o al maestro de ceremonias. Después canta o lee el Evangelio con las manos juntas. Durante la lectura, el celebrante y todos los que están en el presbiterio se vuelven hacia el ambón. El turiferario balancea el incensario con la mano derecha moderadamente pero en toda su longitud. (Vid. Apéndice 11, Diagrama 3). 8. No deberían volverse hacia el pueblo ni darle la espalda. Esta última práctica, que deriva del antiguo ceremonial, aún se puede ver en Roma, pero no parece apropiada ahora que el Evangelio se proclama al pueblo en el ambón. 9. Cf. CO, n. 141. Esto es, no abre y cierra las manos.

125

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

389. Después de cantar «Palabra del Señor», alza el libro abierto y besa el texto diciendo en voz baja «Por las palabras del Evangelio...» 10. Es costumbre que en algunos lugares el diácono sostenga el libro en alto mientras dice «...Palabra del Señor» y en la aclamación. Después del Evangelio, los ceroferarios vuelven por el camino más corto al lugar que ocupaban cerca de la credencia y dejan los cirios en su sitio (sin apagarlos). El turiferario regresa a la sacristía o al lugar acostumbrado 11. Homilía 390. A menos que se requiera el evangeliario para la homilía, uno de los ayudantes lo lleva con reverencia a la credencia. Si el celebrante predica en el ambón, el diácono regresa a su sitio a la derecha de la sede. Si el diácono predica, permanece en el ambón. Si predica un concelebrante o un sacerdote o un diácono con hábito coral, no recibe la bendición del celebrante. Profesión de fe 391. El Credo debería ser cantado. En la sede, el celebrante incoa las palabras iniciales 12. Todos hacen una inclinación profunda en el «por obra del Espíritu Santo... se hizo hombre». Oración de los fieles 392. El ayudante de los libros atiende al celebrante como siempre. En Misas solemnes parece preferible que sea el diácono (o el primer diácono —diácono de la Palabra—) el que lea o cante las intenciones desde el ambón o desde el lugar que ocupa junto a la sede. Pero no abandona el ambón hasta que el celebrante acaba de recitar o cantar la oración final. Si salen lectores de entre los fieles para leer las intenciones, pueden acompañarles hasta el ambón un ayudante o el maestro de ceremonias. Los lectores harán las reverencias establecidas en el capítulo anterior.

10. Si el celebrante es un obispo, puede besar el libro. 11. La música también puede acompañar estos movimientos posteriores a la proclamación del Evangelio. En algunos lugares se repite el Alleluia. 12. Un cantor o un concelebrante puede incoar el Credo. Hay mucha necesidad de buenas melodías del Credo en lengua vernácula que el pueblo pueda cantar fácilmente.

126

MISA SOLEMNE

Liturgia eucarística Preparación del altar y de las ofrendas Preparación del altar 393. El celebrante se sienta. Los ceroferarios (y otros ayudantes, si es necesario) traen el corporal y el purificador(es), el cáliz o cálices y el misal y permanecen junto al altar tal y como se describió en el capítulo precedente. El diácono (o el segundo diácono —el de la Eucaristía—) se dirige al altar, extiende el corporal y supervisa la disposición de los vasos sagrados. Después se dirige a la sede o se une al celebrante en el lugar donde recibirán las ofrendas. Un acólito puede extender el corporal, etc. y el diácono(s) puede permanecer con el celebrante junto a la sede. El maestro de ceremonias indica al celebrante y al diácono(s) cuándo deben ir al centro del presbiterio para recibir las ofrendas. Procesión de las ofrendas 394. El celebrante recibe las ofrendas de los fieles del modo que se describió en el capítulo anterior. Está asistido por el diácono que se sitúa a su derecha. El diácono(s) y los ayudantes llevan las patenas y demás objetos al altar donde los colocan ordenadamente. El celebrante se dirige al altar. Un himno o música acompañará la procesión de ofrendas y puede continuar durante la preparación de las ofrendas. Preparación de las ofrendas 395. El diácono entrega la patena al celebrante. Mientras el celebrante hace la ofrenda del pan, el diácono vierte el vino en el cáliz o cálices en el lado derecho del altar o en la credencia. Un ceroferario ofrece la vinajera de agua al diácono que vierte una pequeña cantidad en el cáliz (principal), diciendo en secreto «Que por el misterio...» 13. Si hay varios cálices, el diácono asiste al celebrante para disponerlos ordenadamente sobre el corporal o en otro sitio. Luego entrega el cáliz al celebrante, que ofrece el vino como es costumbre. El diácono permanece a su derecha, pero separado del altar. (El que haya actuado como diácono de la Palabra, permanece al otro lado del celebrante, pero lejos del altar). 13. El diácono puede traer los cálices ya preparados desde la credencia. Pero si no ha habido procesión de ofrendas, puede preparar los cálices en el altar, después de que los ayudantes traigan los vasos sagrados; mientras, el celebrante permanece en la sede.

127

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

396. Mientras el celebrante ofrece el vino, el turiferario se acerca. El celebrante, después de haber hecho una inclinación profunda y haber dicho «Acepta, Señor, nuestro corazón contrito...», gira a su derecha y el turiferario le presenta el incensario abierto. El diácono que se sitúa ligeramente detrás del celebrante, a su derecha y de cara al altar, le ofrece la naveta abierta y la cucharilla al celebrante que echa incienso sobre el carbón en el incensario. Hace en silencio la señal de la cruz sobre éste que, entonces, se cierra. El turiferario entrega el incensario al diácono, se inclina ante el celebrante y se retira a un lado del altar, donde no estorbe la incensación. 397. El celebrante coge el incensario del diácono. De cara al altar, se inclina junto con el diácono(s) y entonces inciensa las ofrendas con tres incensaciones dobles: al centro, a la izquierda y a la derecha 14. El celebrante y el diácono(s) se inclinan de nuevo, giran a su derecha e inciensan el altar del mismo modo que al comienzo de la Misa. Cuando vuelven al centro, el diácono recibe el incensario del celebrante y se dirige al lado derecho del altar. Cara a cara, el celebrante y el diácono(s) se inclinan, y el diácono inciensa al celebrante (y al otro diácono) con tres incensaciones dobles. Se inclinan de nuevo. Luego el diácono se dirige a incensar a los concelebrantes —con tres incensaciones dobles para todo el grupo, desde una posición fija frente a ellos—. También inciensa al clero del coro del mismo modo. En la parte delantera del presbiterio, hace inclinación ante el pueblo y lo inciensa con tres incensaciones dobles. El pueblo se levanta y hace inclinación antes y después de haber sido incensado. Luego permanece de pie. Habiendo hecho reverencia al pueblo, el diácono entrega el incensario al turiferario y regresa al altar. 398. Durante estas incensaciones, los ceroferarios se acercan al altar; uno con el aguamanil y la jofaina, el otro con la toalla. El celebrante se lava las manos. Durante las incensaciones y el lavado de manos, si ha terminado el himno sobre las ofrendas, el coro puede cantar un motete o se puede tocar una música apropiada. 399. Después de la incensación del pueblo, el turiferario espera en el centro de cara al altar. Los portadores de los hachones vienen desde el lugar que ocupan en el presbiterio o cerca del mismo y se alinean con el turiferario. Juntos hacen la reverencia acostumbrada. Encabezados por el turiferario, se dirigen a la sacristía o a otro lugar cerca del presbiterio y encienden sus hachones. Esperan ahí hasta justo antes del Sanctus.

14. La antigua y compleja incensación de las ofrendas ya no se observa.

128

MISA SOLEMNE

400. El diácono ocupa su sitio, junto al altar, en el que se mantendrá hasta la Comunión. Permanece a la derecha del celebrante, pero unos pasos más atrás, significando que no es un concelebrante, y también dejando espacio para los concelebrantes —que se pueden acercar al altar después de la oración sobre las ofrendas, si ese es su sitio— 15. Si hay un diácono de la Palabra, éste se sitúa en su posición correspondiente a la izquierda del celebrante. Desde esta posición, puede adelantarse cuando sea requerido para ayudar con el misal, a menos que lo hagan el maestro de ceremonias o el acólito. Si la Misa se celebra de espaldas al pueblo, el sitio apropiado para el diácono(s) sería en la grada inferior a la tarima. Después de la incensación del pueblo, y sólo cuando el canto o la música hayan acabado, el celebrante dice «Orad... para que este sacrificio mío y vuestro...». Luego, canta la oración sobre las ofrendas. Plegaria eucarística 401. El maestro de ceremonias (acólito o segundo diácono) pasa al prefacio, que el celebrante canta. La Misa continúa según se describió en el capítulo precedente. En el canto del Sanctus, el turiferario conduce a los portadores de los hachones al presbiterio, andando de dos en dos y llevando los hachones 16 en la mano exterior, y con la otra mano reposando sobre el pecho como de costumbre. Forman delante del altar, bien de un lado a otro del presbiterio, bien en dos líneas de cara al altar o adaptándose a la forma del presbiterio. El turiferario se sitúa en el centro. Parece que lo mejor es que se arrodillen cuando el pueblo se arrodilla, esto es, después del Sanctus o en la epíclesis 17. 402. El celebrante continúa con la Plegaria eucarística escogida. Sería conveniente que, en las grandes ocasiones, el celebrante cantase la plegaria si está capacitado para ello. Los concelebrantes se unen en la plegaria tal y como se establece en el siguiente capítulo. El diácono(s), un acólito y el maestro de ceremonias se arrodillan en la epíclesis para la Consagración, cuando uno de los ceroferarios o un ayudante toca la campanilla. El diácono permanece de rodillas desde la epíclesis hasta después de la elevación del cáliz 18. Antes de arrodillarse, el diácono se

15. Los concelebrantes nunca deben amontonarse alrededor del altar. 16. Estos pueden entrar justo antes del prefacio, de modo que asistan a la Plegaria eucarística completa, que es la práctica corriente en la liturgia papal. En este caso, deben preparar los hachones con anterioridad. 17. Los ayudantes se arrodillan en la Consagración incluso cuando los fieles no puedan hacerlo, por ejemplo: en una Misa al aire libre o en un auditorio. 18. Cf. CO, n. 155. En cualquier Misa, el diácono siempre se arrodilla para la Consagración. Él no es un concelebrante.

129

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

encarga de quitar la palia, si se usa, y de destapar los copones 19. (Vid. Apéndice 11, Diagrama 4). 403. Para la incensación de la Hostia y del cáliz hay tres posibilidades: —El diácono se retira del altar y se une al turiferario después del Sanctus. Pone incienso en el incensario y se arrodilla en la epíclesis. Inciensa la Hostia y el cáliz en cada elevación, según la práctica moderna, arrodillado en el centro del presbiterio. Luego vuelve al altar después de la aclamación de modo que pueda ayudar en la doxología. —Esa función puede hacerla el diácono de la Palabra mientras el diácono de la Eucaristía permanece en el altar a la derecha del celebrante. —El diácono sigue junto al altar y es el turiferario el que inciensa el Santísimo Sacramento en cada elevación. El maestro de ceremonias o el ayudante de la naveta ayuda a preparar el incienso 20. En cada elevación, uno de los ceroferarios arrodillado junto a la credencia, u otro ayudante, puede tocar la campanilla 21. 404. Después de la elevación del cáliz, el diácono se levanta, independientemente de que esté con el turiferario o ayudando en el altar. Si él ha incensado la Eucaristía, entrega el incensario al turiferario, hace una genuflexión y vuelve a su lugar junto al celebrante. Si ayuda en el altar, cubre el cáliz con la palia, si ésta se usa. El celebrante entona la invitación a la aclamación que es cantada por todos. El celebrante continúa la Plegaria eucarística. Los concelebrantes se unen en la plegaria del modo como se describe en el próximo capítulo. El celebrante canta la doxología final, elevando la patena con las dos manos. Justo antes de que el celebrante eleve la patena, el diácono coge el cáliz y, volviéndose ligeramente hacia el celebrante, lo eleva con ambas manos al mismo nivel que la patena. La asamblea canta el gran «Amén», y entonces el celebrante y el diácono dejan la patena y el cáliz sobre el corporal. El diácono (cubre el cáliz con la palia y) vuelve a su sitio. El turiferario conduce a los portadores de los hachones fuera del presbiterio. Se apagan estos, se retira el incensario y vuelven entonces al presbiterio, hacen una genuflexión antes de colocarse en sus sitios.

19. Cf. CO, n. 155. No obstante, parece preferible que los copones permanezcan destapados, excepto en Misas al aire libre. 20. Pero a la luz de CO, n. 155, se prefieren las dos primeras opciones. En el Rito Romano, el diácono inciensa a la asamblea después de la incensación de las ofrendas y del altar. Esto debería hacerse extensible a la incensación de la Eucaristía. 21. Cf. IGMR, n. 109; puede ser costumbre tocar las campanas de la iglesia en cada incensación.

130

MISA SOLEMNE

Rito de la Comunión 405. Todos cantan el Padrenuestro. El celebrante canta «Líbranos...» y todos responden cantando «Tuyo es el Reino...». Luego dice o canta «Señor Jesucristo...» seguido del canto de «La paz del Señor...». El diácono (o diácono de la Palabra) se adelanta o se vuelve al pueblo y, con las manos juntas, invita al pueblo a darse la paz, de acuerdo con las costumbres locales. Luego se dirige al celebrante para recibir la señal de la paz. Por decoro y reverencia, y por respeto a la continuidad de nuestra tradición, parece preferible que todos los que están en el presbiterio observen la costumbre Romana descrita en el capítulo anterior. El diácono da la paz al otro diácono, al acólito, al maestro de ceremonias, o a los ayudantes más próximos. 406. Mientras se canta el Agnus Dei, los concelebrantes pueden ayudar al celebrante a fraccionar la Hostia, sobre una patena. Los concelebrantes pueden pasarse la patena uno a otro para que cada uno coja una fracción de la Hostia 22. El diácono permanece en el altar y no toma una porción de la Hostia, porque no es concelebrante. Comunión 407. El celebrante y el diácono(s) hacen una genuflexión. El celebrante muestra la Hostia a la asamblea y dice «Éste es el Cordero de Dios...». Inmediatamente después de haber bebido del cáliz y antes de que cualquier concelebrante beba del mismo, se vuelve y da la Comunión bajo las dos especies al diácono(s). Un diácono siempre recibe la Eucaristía del celebrante: no toma la Hostia de la patena ni coge el cáliz del altar, como si fuera un concelebrante 23. 408. El diácono ayuda al celebrante en la distribución de la Eucaristía a los fieles, ofreciendo la Hostia o el cáliz de acuerdo con las costumbres locales, como se describió en el capítulo anterior. Si se emplea la intinción, el diácono se sitúa a la derecha del celebrante o del concelebrante, sosteniendo el cáliz y el purificador, o el mismo diácono ofrece la Hostia, ayudado por un acólito o un ministro extraordinario, que sostiene el cáliz y el purificador. La antífona cantada, un himno, un motete o una música apropiada acompañan la Comunión. 22. Este proceso se describe ampliamente en el próximo capítulo sobre la concelebración. 23. Esta distinción es muy importante como se ha advertido en otros puntos. Había surgido una confusión acerca del papel preciso del diácono que ayuda al sacerdote, pero se ha resuelto con los detalles establecidos en el CO.

131

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Purificaciones 409. El diácono(s) y el acólito realizan las purificaciones, según se describió en el capítulo anterior, preferiblemente en la credencia. Un diácono puede encargarse del sagrario, si es necesario. El celebrante se dirige a la sede y se sienta. Un ayudante puede traer el aguamanil, la jofaina y una toalla —o un pequeño vaso con agua y un purificador— para lavar sus manos. Los ceroferarios recogen el corporal, los vasos sagrados y el misal y los llevan del altar a la credencia. Después de la Comunión 410. Hechas las purificaciones, el diácono vuelve a su sitio cerca de la sede y se sienta para el tiempo de oración en silencio o mientras se canta el himno para después de la Comunión. Luego, el celebrante y el diácono se levantan, y el celebrante canta la oración después de la Comunión, ayudado por el encargado de los libros. El celebrante o el diácono (o el diácono de la Palabra) pueden dar algún aviso.

Rito de conclusión 411. El celebrante canta «El Señor esté con vosotros» y da la bendición según se describió en el capítulo anterior. Aunque se use una bendición u oración solemne sobre el pueblo, el celebrante canta «El Señor esté con vosotros»; después, cara al pueblo, el diácono (o el diácono de la Palabra) los invita a recibir la bendición, diciendo «Inclinaos para recibir...» o alguna fórmula breve similar. 412. Después de la bendición, el diácono (o el diácono de la Palabra) despide a la asamblea. De cara al pueblo, canta la despedida con las manos juntas, empleando alguna de las opciones previstas. Después de que la asamblea ha respondido, el celebrante y el diácono(s) van al altar, lo besan y se dirigen al pasillo frente al altar donde se disponen para la procesión final. El maestro de ceremonias o un ayudante puede traer el evangeliario al diácono (o diácono de la Palabra) para que pueda llevarlo en la procesión. A una señal del maestro de ceremonias, los que no llevan nada hacen una inclinación profunda al altar o una genuflexión si el sagrario se encuentra en el presbiterio. La procesión se retira por el mismo orden con el que entró, excepto que el turiferario (y el portador de la naveta) sin el incensario (y la naveta) sigue al portador 132

MISA SOLEMNE

de la cruz y a los ceroferarios 24. Durante la procesión, se puede cantar algún himno final o tocar alguna música apropiada de acuerdo con la ocasión o las costumbres locales. 413. En la sacristía se observan las ceremonias acostumbradas. El diácono ayuda al celebrante a quitarse los ornamentos, y el maestro de ceremonias supervisa las tareas del sacristán y los ayudantes, llevadas a cabo en silencio y eficientemente, como se estableció en el capítulo precedente 25. «Los misterios de la Iglesia son verdaderamente imponentes; como verdaderamente imponente es su altar. Una fuente brotaba desde el paraíso, arrojando chorros tangibles; una fuente se alza desde esta mesa, lanzando corrientes espirituales. Junto a esta fuente han crecido, no sauces infructuosos, sino árboles que se elevan hasta el mismo cielo, con frutos incorruptibles en toda estación del año... Esta fuente es una fuente de luz que arroja con abundancia rayos de verdad. Junto a ella se han establecido los Poderes de lo alto, contemplando la belleza de sus corrientes, porque ellos perciben más claramente que nosotros la fuerza que descansa ante nosotros y sus destelleantes rayos inabarcables». S. Juan Crisóstomo Homilía 46 sobre Juan 6, 41-53

24. Autores probados discrepan sobre si un turiferario que no lleva incensario debería encabezar la procesión. En cuanto a este pequeño punto, parece lógico que, habiendo cesado su función, el turiferario debería unirse a los demás ayudantes que van detrás de la cruz. 25. El incensario debe apagarse con cuidado sin dejar que se extinga solo.

133

7. Concelebración

414. La ceremonia de una Misa concelebrada expresa «la unidad del sacerdocio y del sacrificio, y de todo el pueblo de Dios» 1. Aunque la concelebración se establece como una forma normal de celebrar la liturgia, el obispo diocesano tiene el derecho de ordenar la disciplina de la concelebración en todas las iglesias y oratorios 2 de su propia diócesis. 415. Como expresión litúrgica de la Iglesia particular, los sacerdotes se reúnen alrededor del altar con su obispo. Por tanto, la Misa Crismal debería concelebrarse el Jueves Santo o en una fecha próxima. La concelebración es apropiada en ocasiones tales como un sínodo, una visita pastoral, un retiro o un simposio para el clero. En estas circunstancias, cada sacerdote puede celebrar o concelebrar otra vez en el mismo día 3. Sin embargo, todos los sacerdotes deberían tener la posibilidad de celebrar individualmente, pero no durante una Misa concelebrada en la misma iglesia 4. 416. Dependiendo del nivel de solemnidad y de la ocasión, los detalles que se desarrollan en este capítulo sobre la concelebración deberían integrarse en el ceremonial expuesto en el capítulo 5, sobre una forma simple de Misa, o en el capítulo 6, sobre una forma solemne de Misa 5.

1. IGMR, n. 153. 2. Cf. Concilio Vaticano II, SC, n. 57; IGRM, n. 155. Esta autoridad también se extiende a los otros Ordinarios, tales como los superiores mayores que tienen el derecho de juzgar la conveniencia y de dar permiso para la concelebración en sus iglesias u oratorios. 3. Cf. IGMR, nn. 157, 158. 4. Cf. Concilio Vaticano II, SC. n. 57, 2. 5. Esta descripción de la concelebración se deriva de IGMR, nn. 153-208 y CO, nn. 128-70.

135

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

417. Se han obtenido algunos principios importantes de los años de experiencia desde que se restauró la tradición de concelebrar. Durante una liturgia concelebrada, el espíritu fraternal del sacerdocio debería llevar a los concelebrantes a tenerse en cuenta el uno al otro. Deberían «actuar como un equipo»; y, por tanto, luchar conscientemente por coordinar todos los gestos y acciones comunes; por ejemplo: deberían inclinarse o hacer la genuflexión juntos, besar el altar y sentarse al mismo tiempo, cuando esto es apropiado, y hacer la señal de la cruz y extender las manos de la misma manera. Asimismo, deberían observar cuidadosamente el tono bajo de la voz cuando se unen al celebrante principal durante la Plegaria eucarística. Así, la hermosa ceremonia de la concelebración puede expresar con claridad el significado eclesial de esta forma de celebración del sacrificio del Señor 6. 418. El papel del celebrante principal como único presidente de la celebración debería ser manifiesta a través del uso de una sede presidencial distintiva, o cátedra para un obispo, y mediante su situación en el presbiterio. No obstante, los concelebrantes deben estar ordenados de tal manera que visiblemente compartan el papel de presidir. Sus sedes tienen que estar en el presbiterio, detrás o a cada lado del altar. En todo caso, esta ordenación tendría que ser agradable litúrgica y estéticamente. El ideal Romano, derivado del plano basilical, es la ordenación semicircular o «de herradura» del presbiterio situando la sede del celebrante principal en el ápice. Es preferible que los concelebrantes no se sienten como en «bloque» justo en frente de cara al pueblo. Si los concelebrantes ocupan lugares fuera del área del presbiterio, debe quedar claro su papel sacerdotal. Por tanto, no deberían estar mezclados con la asamblea, ni el pueblo debe sentarse delante de ellos. Tampoco deben estar distribuidos de modo que perturben al pueblo la vista del altar. 419. Utilizar en una Misa concelebrada, si es factible, un único cáliz y una única patena es signo de la unidad eucarística. Al menos, debería haber un gran cáliz noble y una patena, diferenciados de los otros vasos sagrados del altar. 420. La armonía de los ornamentos también ayuda a clarificar el significado de la concelebración. Todos los concelebrantes deberían llevar casullas y albas a juego, aunque la casulla del celebrante principal puede tener un diseño distinto, para indicar que preside la liturgia. En los lugares donde la concelebración es frecuente, debería haber un número apropiado de casullas de todos los colores litúrgicos. Algunas diócesis proporcionan, para las concelebraciones mayores, casullas y estolas en 6. La comunidad de la abadía de Solesmes da un admirable ejemplo de concelebración como expresión de unidad y armonía.

136

CONCELEBRACIÓN

número suficiente y a juego. Sin embargo, si es necesario, el celebrante y los diáconos pueden llevar ornamentos del color del día o del tiempo litúrgico, mientras los concelebrantes llevan ornamentos blancos. Como alternativa, mientras el celebrante principal siempre lleva casulla, los concelebrantes pueden llevar alba y estola 7. El uso de estolas no debería preferirse, puesto que disminuye el signo visible de los sacerdotes que comparten de la misma manera el único sacerdocio ministerial. Si se usan estolas, deben ser de un diseño armónico y significativo, y preferiblemente llevadas sobre el cíngulo, si lo utilizan. Todas las vestiduras de la concelebración han de ser de buena calidad 8.

Preparativos 421. El maestro de ceremonias y el sacristán supervisan los preparativos en la sacristía o, en su caso, sala de revestirse. Dependiendo del nivel de solemnidad y de la ocasión, todo se prepara para la Misa tal y como se ha establecido en los capítulos precedentes pero con las siguientes variaciones. 422. Credencia: vino suficiente para los concelebrantes, cáliz(ces) apropiado(s); patena(s), preferentemente con una gran forma o formas que puedan ser partidas en pedazos y compartidas; una provisión adecuada de purificadores (salvo que cada sacerdote traiga el suyo propio); folletos o tarjetas que contengan el texto de la Plegaria eucarística, preparadas para la concelebración (al menos para los concelebrantes que tienen una parte hablada en la Plegaria). Si hay procesión de las ofrendas, el pan y el vino se colocan en la mesa de las ofrendas. 423. Sacristía o, en su caso, sala de revestirse: casullas, estolas y albas se dejan preparadas para los concelebrantes, preferiblemente marcadas de acuerdo con la talla. 424. En la sacristía, se ha de mantener un ambiente recogido de silencio antes de la concelebración. Sin embargo, antes de que la procesión deje la sacristía, deberían clarificarse los siguientes puntos: —dónde se van a sentar los concelebrantes; —si tienen que inclinarse o hacer la genuflexión en grupos de dos; —dónde besan el altar; —si uno de ellos tiene que leer el Evangelio; —quién predica la homilía; 7. Cf. IGMR, n. 161. Debería evitarse el «espectáculo» de ornamentos de diferente estilo, matiz, tono de color, antigüedad y condición. 8. En algunos ornamentos se confunde la noble sencillez con el mal gusto.

137

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—quién es el primer y segundo concelebrante y dónde se sientan, si tienen que estar de pie en el altar y qué partes de la Plegaria eucarística les corresponde a cada uno; —si el celebrante principal quiere un concelebrante para decir estas partes de la Plegaria eucarística; —si desea que los concelebrantes se unan en la doxología; —de qué manera los concelebrantes van a recibir la Eucaristía; —quién distribuirá la Eucaristía al pueblo y dónde será distribuida; —si será bajo ambas especies; —quién llevará a cabo las purificaciones y el tiempo y lugar para las mismas. Si estos puntos están claros antes de la Misa, no habrá confusiones, causadas muchas veces por la falta de convicción. 425. La procesión se alinea de acuerdo con la solemnidad de la ocasión y el número de ayudantes que asisten. El diácono o, a falta de diácono, el concelebrante que leerá el Evangelio lleva el evangeliario. En procesión, los concelebrantes van detrás del ayudante y precediendo al celebrante principal. Cuando llegan al presbiterio de dos en dos, se inclinan profundamente (o hacen la genuflexión, si el sagrario está en el presbiterio). Si hay sólo unos pocos concelebrantes, pueden esperar al celebrante principal e inclinarse o hacer la genuflexión con él. Los concelebrantes se acercan al altar y lo besan, normalmente por parejas. Luego cada concelebrante se dirige a su lugar en el presbiterio, donde permanece de pie, con las manos juntas como de costumbre. Si es necesario, un maestro de ceremonias o un ayudante les muestra a los concelebrantes el camino hacia sus lugares. Los concelebrantes que lo necesitan por edad, enfermedad o por otros motivos deberían estar sentados en el presbiterio antes de que la Misa comience. 426. Una vez que ha comenzado la celebración eucarística, a los sacerdotes que lleguen tarde, normalmente, no se les debería permitir concelebrar. Sin embargo, en una situación donde el sentido común lo aconsejara, se podrían unir a los otros concelebrantes de una manera que no se haga patente su llegada.

Ritos introductorios 427. La Misa se sigue como de costumbre. Uno de los concelebrantes puede dirigir las invocaciones del rito penitencial si se escoge la opción (c). Un concelebrante puede entonar el Gloria, si es necesario 9. 9. Estas salvedades han sido hechas, obviamente, teniendo en cuenta la variedad de voces de los sacerdotes. En una Misa concelebrada, no hay necesidad de confiar completamente en la capacidad del celebrante principal como cantor.

138

CONCELEBRACIÓN

Liturgia de la palabra 428. Los concelebrantes se sientan para las lecturas y el salmo responsorial. Si no hay lectores disponibles, los concelebrantes pueden leer la primera y segunda lecturas. Evangelio 429. Si no hay un diácono, un concelebrante lee el Evangelio. Las preparaciones ceremoniales se observan tal y como son descritas en los capítulos precedentes, de acuerdo con la solemnidad de la ocasión. Un concelebrante no pide la bendición del celebrante principal antes de leer el Evangelio. Debería ir al centro, inclinarse profundamente ante el altar y decir en secreto «Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso,...». Luego, toma el evangeliario del altar y actúa como un diácono. Sin embargo, si el celebrante principal es un obispo, el concelebrante que actúa como diácono pide la bendición al obispo antes de leer el Evangelio, y después de cantar o decir «Palabra del Señor» puede y debería llevar el libro abierto al obispo para que éste lo bese. Homilía 430. El celebrante principal predica en el ambón o en la sede. Un concelebrante, o el diácono, o un sacerdote o diácono con el hábito coral, predica en el ambón. 431. El Credo se canta o dice cuando la liturgia del día lo prescribe. Igual que en el Gloria un concelebrante puede entonar el Credo. En la oración de los fieles se pide tal y como se ha descrito en los capítulos precedentes. Si no hay un diácono ni un lector o un laico disponible, un concelebrante lee las intenciones.

Liturgia eucarística Preparación del altar y de las ofrendas Preparación del altar 432. Si asiste un diácono, prepara el altar; en caso contrario, el primer concelebrante lleva a cabo esta tarea, asistido por los ayudantes, tal y como se ha descrito en los capítulos precedentes. Cuando es necesario, los 139

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

concelebrantes pueden asistirle e incluso, si no hay ayudantes, llevar a cabo las funciones de estos. Mientras se prepara el altar, los otros concelebrantes permanecen sentados. Procesión de las ofrendas 433. El primer y segundo concelebrantes pueden acompañar al celebrante principal cuando recibe las ofrendas del pueblo. Preparación de las ofrendas 434. Si no hay diácono, el primer concelebrante prepara el cáliz(ces), diciendo la oración: «El agua unida al vino...», y asiste al celebrante principal en el altar. Si las ofrendas tienen que ser incensadas, también le ayuda en la preparación del incienso y camina a la derecha del celebrante principal mientras que inciensa el altar. Inciensa al celebrante principal, a los concelebrantes y al pueblo —aunque en esta situación parecería apropiado que el turiferario incensara al pueblo— 10. Los concelebrantes permanecen de pie después de haber sido incensados. 435. Antes de que los concelebrantes lleguen al altar, los ayudantes deberían distribuir los textos de la Plegaria eucarística escogida, tarjetas o folletos. Parece preferible no colocar estos textos en el altar, aunque, en la práctica, es con frecuencia inevitable. 436. Tan pronto como se diga la oración sobre las ofrendas, se adelantan los concelebrantes que hayan sido designados para permanecer de pie en o cerca del altar. Si hay muchos concelebrantes, algunos podrían acercarse al altar, si bien los otros permanecerán de pie en sus sitios. Los que están de pie en el altar no deben aglomerarse alrededor de él, sino ordenarse ellos mismos de una manera apropiada, de modo que no oscurezcan al celebrante principal ni impidan al pueblo la vista de la acción sagrada. Especialmente si el altar es pequeño, podrían agruparse a alguna distancia, o alrededor de él, o detrás o en filas a cada lado del altar 11. Si es posible, los ayudantes no deberían estar de pie o arrodillarse entre el altar y los concelebrantes. Sin embargo, el diácono puede estar de pie entre el altar y los concelebrantes con espacio suficiente para llevar a cabo sus funciones 12. 10. El papel diaconal de un concelebrante debería tener sus límites. En el Rito Romano, un sacerdote no inciensa a la asamblea. 11. Antes de que lleguen al altar, los obispos concelebrantes se quitan sus solideos y los dejan en sus sedes. 12. IGMR, n. 167, y el maestro de ceremonias también puede necesitar moverse entre ellos.

140

CONCELEBRACIÓN

Plegaria eucarística 437. El celebrante principal no comienza el diálogo del prefacio hasta que los concelebrantes estén en sus lugares respectivos. Si los concelebrantes designados van a recitar o cantar partes específicas de la Plegaria eucarística, observarán las directrices establecidas para cada Plegaria 13. El orden de precedencia es el siguiente: el primer concelebrante está de pie a la derecha del concelebrante principal, extiende sus manos y dice la primera parte de la Plegaria correspondiente a un concelebrante; el segundo concelebrante, que está de pie a la izquierda del celebrante principal, extiende sus manos y dice la segunda parte de la Plegaria, y así sucesivamente. Sin embargo, el celebrante principal puede escoger decir la Plegaria entera. Para evitar confusiones, antes de la Misa debería indicarse esta decisión a los concelebrantes (vid. n. 424). 438. En la epíclesis, todos los concelebrantes extienden ambas manos (o la mano derecha, si sostienen un libro o tarjeta), con las palmas hacia abajo, hacia las ofrendas. Todos deberían intentar hacer el gesto de la misma manera, sin exageración. En la Consagración extienden la mano derecha hacia las ofrendas de un modo natural indicativo, no repitiendo el gesto de la epíclesis. Este gesto durante la Consagración no es obligatorio, pero en la práctica es virtualmente universal y seguramente ha de ser preferible. En las elevaciones miran devotamente a la Hostia y al cáliz, luego todos se inclinan profunda y simultáneamente mientras el celebrante principal hace la genuflexión después de cada elevación 14. El diácono se arrodilla durante la epíclesis y la Consagración, significando de este modo que no es uno de los concelebrantes. 439. Sólo la voz del celebrante principal debería predominar cuando los concelebrantes se unan a él diciendo partes de la Plegaria eucarística 15. Por tanto, los concelebrantes han de decir al unísono: la epíclesis, las palabras de la Consagración y de cualquier otra parte de la plegaria, con voz suave, preferiblemente un murmullo, para evitar el sonido pesado de un conjunto de voces masculinas 16. Si la Consagración es cantada, el cele13. Ver IGMR, nn. 171- 91, indicado en los folletos de los concelebrantes publicados por las autoridades competentes. 14. Como en IGMR, n. 174 c. 15. Cf. IGMR, n. 170. 16. El clero no acostumbrado a la concelebración necesita que se le recuerde esto. Pero concelebrar «mentalmente», en total silencio, es contrario a la práctica del Rito Romano. En 1956, anticipándose a la restauración de la concelebración, el papa Pío XII decidió que nuestro Rito seguiría la práctica rusa por la cual todos los concelebrantes articulan las palabras de la epíclesis y la Consagración junto con el celebrante principal. Cf. Papa Pío XII, Discurso al Congreso Internacional sobre Liturgia Pastoral sobre el Movimiento Litúrgico, 22 de septiembre de 1956, II. I, «Acción de Cristo».

141

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

brante principal debería iniciar el canto de cada frase y establecer el ritmo, y todos pueden unirse, cada uno como mejor pueda. 440. Después de la aclamación, mientras que ellos en voz baja se unen al celebrante principal en la oración de la anámnesis y ofrecimiento, los concelebrantes que no sostengan un libro o tarjeta mantienen sus manos extendidas. Cuando el celebrante principal solo o un concelebrante lee parte de la Plegaria, los otros concelebrantes mantienen las manos unidas. En la Plegaria eucarística I todos los concelebrantes se inclinan profundamente en «Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso... el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquí de este altar», luego se enderezan y se signan en «seamos colmados de gracia y bendición». Todos se dan un golpe en el pecho al unísono en «Y a nosotros pecadores, siervos tuyos». 441. En la doxología, el celebrante principal y el diácono —o si no hay diácono, el primer concelebrante a la derecha del celebrante principal 17— levantan sólo una patena y un cáliz. La doxología puede ser cantada o dicha sea por el celebrante principal solo sea por los concelebrantes con él, pero si la doxología se dice, los concelebrantes deberían unirse en secreto.

Rito de la Comunión 442. Durante el Padrenuestro el celebrante principal y los concelebrantes mantienen sus manos extendidas 18. Sólo el celebrante principal dice «Líbranos de todos los males...» y «Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles...». Si no hay un diácono presente, el primer concelebrante invita al pueblo a darse la paz, que se da de acuerdo con la costumbre local. En una concelebración, la manera Romana de impartir y recibir el signo de la paz siempre parece preferible. Si es necesario, los concelebrantes ayudan al celebrante principal a fraccionar las Hostias mientras se dice o canta el Agnus Dei. El celebrante principal dice en silencio la oración antes de la Comunión, y los concelebrantes pueden decirla mentalmente con él. Comunión de los concelebrantes 443. Hay varios procedimientos posibles para la Comunión de los concelebrantes. 17. En algunos lugares, patenas y cálices se pasan a lo largo del altar y luego son elevados por los concelebrantes en la doxología. No hay justificación para este enredo litúrgico. Sólo han de ser elevados una patena y un cáliz. 18. Aunque no está de acuerdo con una interpretación de los gestos comunes, esta práctica ha sido añadida en CO, n. 159, zanjando así la disputa sobre este punto menor en favor de la costumbre que prevalece.

142

CONCELEBRACIÓN

444. a) Habiendo dicho en secreto una de las oraciones antes de la Comunión, el celebrante principal hace la genuflexión, se da la vuelta y se retira un poco hacia atrás. Cada sacerdote viene al altar, hace genuflexión y toma una partícula de la patena y vuelve a su sitio sosteniéndola con la mano derecha, la izquierda debajo 19. El celebrante principal va hacia el altar y muestra la Hostia a la asamblea, diciendo, «Éste es el Cordero de Dios...»; los concelebrantes se unen en «Señor, no soy digno...» y comulgan reverentemente al mismo tiempo que el celebrante principal, diciendo en secreto «El Cuerpo de Cristo...» 20. Este método es apropiado cuando no hay muchos concelebrantes y no hay prisas en la concelebración. 445. b) El celebrante principal hace la genuflexión y él o un concelebrante (varios, si es necesario) trae una patena a los concelebrantes, para que cada uno tome un fragmento de la Hostia. La patena puede ser pasada de un sacerdote a otro, pero parece preferible ofrecérsela a cada sacerdote. Luego el celebrante principal muestra la Hostia a la asamblea, y los concelebrantes se unen en «Señor, no soy digno...». Ellos comulgan al mismo tiempo que el celebrante principal, como en (a). Éste parece ser el método más ampliamente preferido para que los concelebrantes reciban el Cuerpo del Señor. 446. c) Cuando un obispo es el celebrante principal, habiendo hecho la genuflexión puede permanecer de pie en el altar, sosteniendo la patena. Los concelebrantes se aproximan a él, hacen la genuflexión y toman un fragmento de la Hostia de la patena. Luego el obispo muestra la Hostia a la asamblea y los concelebrantes se unen en «Señor, no soy digno...» y comulgan al mismo tiempo que el obispo, como en (a). Este modo significa el papel de pastor que es cabeza entre sus sacerdotes. 447. Hay varios procedimientos posibles para que los concelebrantes reciban del cáliz la Preciosa Sangre, después del celebrante principal. 448. a) Después de comer el Cuerpo del Señor, los concelebrantes se acercan al altar, de uno en uno o por parejas. Cada uno de ellos hace la genuflexión y bebe del cáliz como lo haría cuando está celebrando la Misa, limpiándolo cuidadosamente con el purificador. Antes de que reciba la Sangre del Señor, cada concelebrante dice en secreto «La Sangre de

19. Cf. CO, n. 163. 20. IGMR, n. 199, es ambiguo en este punto, pero parece mejor que, al menos mentalmente, digan la oración dicha por el celebrante cuando él mismo se da la Eucaristía. Es usual en algunos lugares que el celebrante principal diga: «El Cuerpo de Cristo...» de tal manera que sea oído por los concelebrantes, esto pueden ayudar a hacer de la Comunión una acción simultánea.

143

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Cristo...». Sin hacer ninguna reverencia más vuelve a poner el purificador en su lugar, junta las manos y va hacia su lugar, a menos que sea requerido para ayudar a distribuir la Sagrada Comunión. 449. b) Los concelebrantes esperan en sus lugares hasta que otros concelebrantes les traigan el cáliz y el purificador. Un concelebrante está de pie delante de cada sacerdote y le pasa el cáliz, sin decir nada. Antes de sumir la Sangre del Señor, el concelebrante dice en secreto «La Sangre de Cristo...». El concelebrante que administra limpia el cáliz y pasa al siguiente concelebrante. Sin embargo, excepto cuando los concelebrantes están obligados a sentarse en filas, lo que dificultaría el acceso de terceros, el cáliz y el purificador no debería pasar directamente de sacerdote a sacerdote. En esto, se debería tener consideración con los sacerdotes ancianos y enfermos. 450. c) Cuando un obispo es el celebrante principal, el CO propone como opción preferida que los concelebrantes vengan hacia el altar, donde el diácono les da el cáliz, no diciendo nada 21. Cada concelebrante hace la genuflexión antes de tomar el cáliz. 451. Hay otros dos procedimientos posibles para la Comunión de un gran número de concelebrantes. 452. a) La mayoría de los concelebrantes esperan hasta que el celebrante principal, y los que están inmediatamente alrededor de él en el altar, hayan recibido la Eucaristía. Patenas, cálices y purificadores son distribuidos en varios puntos sobre el altar, para que los concelebrantes puedan acceder fácilmente. Cuando cada concelebrante llega al altar, hace la genuflexión y toma una porción de la Hostia de la patena. Antes de recibir el Cuerpo del Señor, el concelebrante dice en secreto: «El Cuerpo de Cristo...». Luego va hacia otra parte del altar para beber del cáliz. Antes de que reciba la Sangre del Señor, el concelebrante dice en secreto: «La Sangre de Cristo...». Un concelebrante puede tomar la Hostia, mojarla en el cáliz, y luego sumir el Cuerpo y la Sangre del Señor 22.

21. Cf. CO, n. 164, si bien el número 16 indica las otras opciones en IGMR, nn. 201-6, para recibir la Comunión bajo ambas especies. Puede no parecer apropiado para un diácono ayudar con el cáliz a los concelebrantes, aunque de todas maneras, en este momento del rito, los diáconos deberían estar ayudando en la Comunión de los fieles. 22. En las grandes concelebraciones, los altares laterales no deberían utilizarse como lugares donde los concelebrantes reciben la Eucaristía, porque esto destruye el signo importante de un «único altar».

144

CONCELEBRACIÓN

453. b) Cuando concelebra un gran número de sacerdotes y se piensa que el acceso al altar sería molesto o llevaría mucho tiempo, algunos concelebrantes van en parejas a los concelebrantes; uno lleva la patena, el otro el cáliz y el purificador. Los concelebrantes reciben la Hostia y beben del cáliz. Como alternativa puede ser utilizada la intinción. En este caso, cada concelebrante toma una partícula de la patena, la intinta cuidadosamente en el cáliz y luego sume el Cuerpo y la Sangre del Señor. Antes de recibir la Eucaristía, el concelebrante dice en secreto: «El Cuerpo y la Sangre de Cristo...» 23. 454. Algunos puntos que deberían ser tenidos en cuenta. —Los concelebrantes nunca reciben las Hostias consagradas en una Misa previa. —Quienquiera que presente la Eucaristía a un concelebrante nunca dice «El Cuerpo (Sangre) de Cristo», porque los concelebrantes reciben como sacerdotes, no como laicos. —Por la misma razón, un fragmento de la Hostia no se da a un concelebrante con la mano o se pone en la palma de su mano. Él mismo lo toma de la patena y lo sostiene en la mano. —Habiendo tomado una porción de la Hostia, un concelebrante no la coloca en la palma de la mano, ni fracciona la Hostia sobre la mano. —Sólo el celebrante principal eleva la Hostia fraccionada en «Éste es el Cordero de Dios...». —Cualquier concelebrante puede preferir retener la Hostia, y más tarde mojarla en el cáliz y así sumir el Cuerpo y la Sangre del Señor 24. Sin embargo, esta práctica sólo sería necesaria si no hubiese bastante vino disponible antes de la Misa o si se comprobara que los contenidos del cáliz(ces) no fueran adecuados para que los concelebrantes la recibieren de la manera usual. Purificaciones 455. El diácono(s) y/o los concelebrantes sumen lo que queda de la Preciosa Sangre 25 y ayudan a las purificaciones, preferiblemente en la credencia o, si es necesario, en un altar lateral. Los vasos sagrados pue23. Ésta es la práctica corriente en la Misa Crismal del Papa el Jueves Santo en la basílica de San Pedro. Los muchos diáconos que ayudan en este rito llevan la Eucaristía a los sacerdotes concelebrantes. 24. Cf. IGMR, n. 206. Sin embargo, el valor de signo de la concelebración parecería disminuir cuando la intinción es practicada por todos los concelebrantes. 25. Después de la Comunión, lo que permanece en un cáliz no se consume en el lugar donde se distribuyó la Comunión o, lo que es peor, mientras se regresa al altar o a la credencia.

145

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

den dejarse en un corporal cubiertos con un velo, de tal manera que las purificaciones puedan llevarse a cabo después de la Misa, en la credencia o en el altar lateral, pero no en la sacristía. En la credencia o cerca del sagrario, debería proveerse para la purificación de las manos de los que han distribuido la Sagrada Comunión. Un ayudante puede aproximarse al celebrante principal y ofrecerle un «piscis» o vaso con agua y un purificador para este propósito 26. Después de la Comunión 456. Los concelebrantes permanecen sentados para la oración en silencio. Se levantan al mismo tiempo que el celebrante para la oración de después de la Comunión.

Rito de conclusión 457. En la bendición, los concelebrantes hacen la señal de la cruz sobre sí mismos. Ellos no «concelebran» la bendición con el celebrante principal. El diácono (o el diácono de la Palabra) o el primer concelebrante canta o dice la despedida. Luego, el celebrante principal besa el altar y, al unísono, todos los concelebrantes se inclinan profundamente. Pero no besan el altar, incluso aunque estén de pie cerca de él 27. 458. Dependiendo del número de concelebrantes, hay varios procedimientos opcionales para abandonar el presbiterio. Si hay muchos concelebrantes, la inclinación que hicieron cuando el celebrante principal besó el altar puede servir como reverencia apropiada, y por tanto deberían comenzar enseguida a abandonar el presbiterio u otros lugares, conducidos por los ayudantes. Si son pocos los concelebrantes, se alinean con el celebrante principal y con los ayudantes delante del altar y se inclinan o hacen la genuflexión todos juntos. 459. Si se está cantando un himno final largo, los concelebrantes pueden ir delante del altar en grupos de dos e inclinarse o hacer la genuflexión en parejas. En este caso, los ayudantes que les conducen a la sacristía deberían moverse lentamente de tal manera que eviten que se rompa la procesión. Si hay muchos concelebrantes, y están distribuidos en posiciones alejadas del presbiterio, pueden permanecer en sus lugares hasta que el celebrante principal y los otros concelebrantes y ayudantes

26. Si es un obispo, los ayudantes le llevan el aguamanil, la jofaina y una toalla. 27. Cf. IGMR, n. 208.

146

CONCELEBRACIÓN

hayan dejado el presbiterio, y seguir en una procesión separada —sin embargo, esto no es lo ideal puesto que se disminuye su papel—. 460. Al llegar, a la sacristía, si hay espacio, los concelebrantes deberían alinearse de cara al crucifijo, o imagen o a la cruz procesional, sostenida por el cruciferario, de tal manera que el celebrante principal pueda ponerse en el centro de la sacristía. Todos juntos hacen la reverencia de costumbre y luego, en silencio, cada uno se va al lugar designado o habitación de revestirse donde cada concelebrante se quita los ornamentos con un espíritu de recogimiento y paz. Los concelebrantes deberían mostrar consideración para con los sacristanes volviendo a colocar sus ornamentos ordenadamente donde los encontraron o colocándolos en perchas o guardarropa. Dependiendo de las circunstancias, cada concelebrante regresa a la iglesia para hacer su acción de gracias como lo haría después de cualquier celebración del sacrificio eucarístico.

Misa de exequias concelebrada 461. Convendría tener en cuenta ciertas variaciones al final de una Misa de funeral concelebrada 28. Durante el rito final de despedida, los concelebrantes deberían permanecer en sus asientos en el presbiterio o en otra parte, en vez de estar de pie con el celebrante principal o el obispo que preside. Esta colocación señala el papel distintivo del que preside. Si no hay diáconos ayudando, los dos concelebrantes primeros podrían permanecer de pie, a cada lado 29. 462. Cuando las oraciones (aspersión e incensación) han terminado, los concelebrantes, conducidos por el turiferario, el cruciferario y los ceroferarios, enfilan el pasillo. Se dan la vuelta para estar de cara al altar y esperan a que el féretro se levante, la procesión prosigue cuando se da la señal de continuar. Se vuelven hacia la puerta y siguen hacia el coche o el lugar del enterramiento. Si el féretro no es llevado desde la iglesia, regresan a la sacristía como de costumbre.

28. Se espera incluir todos los detalles de los ritos funerarios en una próxima obra describiendo las ceremonias de los sacramentos y los tiempos litúrgicos. 29. El espectáculo de una multitud de sacerdotes mirando hacia abajo desde la parte superior del presbiterio a la asamblea es inaceptable. Menoscaba la sencillez y la naturaleza «ordenada» de la liturgia Romana.

147

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

«Yo les he dado la gloria que tú me diste, a fin de que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno y conozca el mundo que tú me enviaste y amaste a éstos como me amaste a mí». Nuestro Señor Jesucristo Gran Oración Sacerdotal Juan 17, 22-23

148

8. El obispo celebra la Misa

463. Cuando el obispo celebra el sacrificio eucarístico, la Iglesia particular se reúne para el acontecimiento más característico de su existencia dentro del Cuerpo de Cristo. Los signos y usos del ceremonial de nuestro Rito realzan el ministerio del pastor principal, que congrega al clero y al pueblo en unidad de apostolado, conduciéndolos en su peregrinación común hacia la vida perdurable. 464. A continuación se proponen cuatro modelos de la Misa episcopal, que resumen la diversidad de situaciones pastorales, al tiempo que se mantienen las formas del ceremonial que expresan el oficio del obispo. Se describe con detalle una forma solemne; se explican brevemente una forma intermedia y una sencilla, y, finalmente, se establece el ceremonial para aquellas ocasiones en que el obispo preside, pero no celebra el sacrificio del Señor.

Misa pontifical solemne 465. El Ceremonial de Obispos describe la «Misa Estacional» del obispo 1, que es la forma moderna de la «Gran Misa Pontifical en el Trono», particularmente cuando el obispo la celebra en su catedral, esto es, al menos en las mayores solemnidades del año litúrgico, en la Misa Crismal y en la Misa de la Cena del Señor en el Jueves Santo, en las ocasiones más importantes de la vida de la diócesis y en el aniversario de la ordenación episcopal del obispo. No obstante, la forma solemne es también apropiada para días relevantes, como, por ejemplo: una visita pastoral, en cualquier iglesia donde haya clero suficiente y ayudantes con experien1. Establecida en CO, nn. 119-170, desarrollado infra.

149

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

cia. Además, para manifestar la variedad de ministerios en la Iglesia viva, deberían concelebrar algunos obispos, con diáconos, acólitos, lectores y ayudantes, que colaboren en esta celebración cantada de la Misa 2. 466. De acuerdo con la tradición antigua que asocia estrechamente a los diáconos con el obispo, el papel del diácono es importante, de modo particular, en esta forma solemne de la Misa. Ayudan, por lo menos, tres diáconos revestidos con (amito), alba, (cíngulo), estola y dalmática. El primero actúa como diácono de la Misa, leyendo el Evangelio y atendiendo el altar; los otros dos son los ayudantes inmediatos del obispo y, normalmente, se sientan a ambos lados de éste. Si hay cuatro diáconos, los dos primeros pueden compartir el ministerio del diácono de la Misa, como «diácono de la Palabra» y «diácono de la Eucaristía», realizando la mayoría de las funciones sugeridas en el Capítulo 6. Los otros dos diáconos serían los ayudantes inmediatos del obispo. Para clarificar lo descrito en el Ceremonial de Obispos, en adelante hablaremos de estos dos diáconos como primer y segundo diácono ayudante. 467. El primer diácono ayudante se sienta o permance en pie a la derecha del obispo en la cátedra. Le ayuda en la preparación del incienso y en las incensaciones. El segundo diácono ayudante se sienta o permanece de pie a la izquierda de la cátedra y se ocupa de la mitra y el báculo. Cuando hay más de tres diáconos, uno de ellos puede promover la participación activa de los fieles 3. El diácono que actúa como «diácono de la Palabra» debería realizar esta tarea porque le corresponde dirigirse a la asamblea. 468. Si no hay diáconos, los presbíteros concelebrantes ocupan su lugar y realizan sus funciones. En adelante, indicaremos su papel entre paréntesis. Si la catedral tiene un Capítulo, el deán y los canónigos deberían concelebrar, observando la prioridad de oficio y antigüedad, de acuerdo con las costumbres locales. Los obispos, prelados y canónigos que no concelebran, asisten en el coro, vistiendo el hábito coral de costumbre. 469. Un maestro de ceremonias dirige los ritos. Pero en días de espcial relieve, tales como las Ordenaciones, pueden ser útiles dos o más. Aparte de los ayudantes que se requieren para la Misa solemne, según se estableció en el Capítulo 6, habrá un ayudante para la mitra y otro para el báculo. Sobre el alba o sobrepelliz llevan humerales, lienzos ligeros de seda blanca o de un tejido similar con los que cubren sus manos cuan2. Cf. CO, n. 121. 3. Cf. CO, n. 122.

150

EL OBISPO CELEBRA LA MISA

do cogen la mitra o el báculo 4. Esos ayudantes son, junto con el portador de los libros, los servidores inmediatos del obispo. Por tanto, en las procesiones siempre irán detrás de él: el ayudante del báculo a su izquierda (porque el obispo lo lleva en su mano izquierda), el de la mitra a su derecha, el de los libros en el centro o solo, si hay poco espacio detrás de los anteriores. Por razones prácticas, sus sillas o taburetes deberían estar cerca de la cátedra, preferentemente agrupados a la izquierda del obispo. Pontificalia 470. De acuerdo con las enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre la colegialidad, las distinciones litúrgicas entre obispos Ordinarios y auxiliares, y retirados, se han reducido. No obstante, el obispo diocesano conserva el derecho (a) a usar la «pontificalia» completa, en concreto, el uso del báculo, y (b) a presidir en la cátedra. Puede conceder estos privilegios a otros obispos 5. Sin embargo, en las Confirmaciones, en las Ordenaciones, en la dedicación de una iglesia y en otras ocasiones, todos los obispos tienen derecho a usar báculo, que llevan en la mano izquierda con la parte curva superior orientada hacia el pueblo 6. 471. El obispo lleva la cruz pectoral con el cordón de seda verde y dorada sobre el alba y la estola. Viste la dalmática episcopal bajo la casulla. Esta dalmática ligera es del color de los ornamentos o blanca. Si es el metropolitano, llevará el palio prendido sobre la casulla 7. Sobre el solideo lleva la mitra ornamentada. Pero usará una mitra de lino sencilla en los funerales y Misas por los difuntos, en el día de los fieles difuntos, en el Miércoles de Ceniza, durante las celebraciones cuaresmales, en el rito de inscripción de nombres, en el Viernes Santo y en la celebración solemne de la Penitencia 8. 4. La antigua costumbre de cubrirse las manos con un velo para coger un objeto litúrgico, no es sólo práctica, sino también simbólica; muestra la reverencia por los signos sagrados como puede verse en los mosaicos de Rávena. El uso de guantes en lugar de los velos es contrario a esta buena tradición. 5. Cf. CO, nn. 47, 59, 174. 6. Cf. CO, n. 59; suprimiendo la costumbre según la cual un obispo que no es Ordinario orientaría la parte curva hacia sí mismo, indicando así la carencia de jurisdicción. 7. Cf. CO, n. 62. El palio se lleva en la Misa solemne, en las Ordenaciones, en la bendición de un abad o abadesa, en las consagraciones a la vida de celibato y en la dedicación de una iglesia o de un altar. 8. Cf. CO, nn. 400, 402, 255, 261, 419, 315 a, 622. De acuerdo con las costumbres y tradiciones de la Iglesia local, se puede reservar una mitra y un anillo especialmente nobles para las ocasiones festivas.

151

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

472. Además de las ornamentos completos de un presbítero, los obispos concelebrantes llevan la cruz pectoral con su cordón —sobre el alba y bajo la casulla—, el solideo y una mitra sencilla. Preparativos Preparación inmediata 473. Se prepara todo lo necesario para una Misa solemne concelebrada, con las siguientes variaciones: 474. Altar: Preparado como de costumbre para la Misa solemne, pero encima o alrededor del mismo se encienden cuatro, seis o siete velas (si celebra el obispo diocesano), a menos que se lleven en procesión. 475. Cátedra: Se preparan asientos para los diáconos asistentes y para los tres ayudantes del obispo. (En otras iglesias la sede presidencial puede colocarse en un lugar más destacado). 476. Credencia: El aguamanil episcopal con su jofaina y una toalla, junto con los vasos eucarísticos. 477. Sacristía: Ornamentos para el obispo, los diáconos y los concelebrantes. Otro aguamanil, un lavabo y una toalla. 478. Los detalles específicos de la Misa del obispo, que se establecen más abajo, deben integrarse cuidadosamente en el ceremonial de la forma solemne de la Misa ya descrita en el Capítulo 6. Recepción del obispo 479. El obispo puede ir directamente a la sacristía, llevando hábito coral o, cuando menos, su sotana púrpura y la faja. Se reviste y entra a la iglesia en procesión, con preferencia por la puerta principal. No obstante, en ocasiones festivas importantes y en las visitas pastorales, el obispo, con hábito coral, debe ser recibido formalmente en la puertas de la catedral o de la iglesia 9. El obispo diocesano puede llevar la cappa magna en su diócesis, como también pueden hacerlo los cardenales que están fuera de Roma, y los representantes papales en sus corres-

9. Vid. CO, nn. 79, 1180.

152

EL OBISPO CELEBRA LA MISA

pondientes territorios. Dicha capa debería llevarse sólo «en las fiestas más solemnes» 10. Mientras se acerca a la iglesia, puede ir escoltado por los canónigos y otros clérigos en hábito coral, que le siguen en fila de a dos; o bien puede llegar de un modo menos formal y ser recibido por los clérigos en la puerta principal. Un acólito o ayudante llevará la cruz metropolitana delante de un arzobispo (que haya recibido el palio) dentro de su provincia. En las procesiones, la imagen de la cruz da la cara al frente. 480. Mientras el obispo llega seguido por los clérigos, el deán o administrador de la catedral, el canónigo de más antigüedad o el párroco de la iglesia, espera en la puerta con un ayudante que lleva el acetre de agua bendita y el hisopo. Se inclina ante el obispo, coge el hisopo y se lo entrega. El obispo se quita la birreta y/o solideo y se asperge a sí mismo y a los que le rodean. (Esto se omite si la bendición y aspersión de agua bendita es parte de la Misa). Después, los clérigos le escoltan hasta el lugar donde se reserva el Santísimo Sacramento. El obispo se quita el solideo, hace una genuflexión y reza por breve tiempo arrodillado en un reclinatorio. Se levanta, vuelve a hacer una genuflexión y se pone el solideo. Entonces es escoltado hasta la sacristía (o capilla, como es costumbre en algunas catedrales), donde los diáconos y los ayudantes (que ya deben estar revestidos) le ayudan a revestirse. En la sacristía 481. El obispo se quita la cruz pectoral, la muceta y, normalmente, el roquete 11. Dos ayudantes le traen un aguamanil, una jofaina y una toalla. Hacen una inclinación profunda, como está indicado siempre que los ministros se aproximan, abandonan o pasan delante del obispo. Mientras se lava las manos, el diácono de la Misa puede quitarle el anillo si es necesario. Después de que el obispo se ha revestido, el segundo diácono ayudante le pone la mitra sobre la cabeza. Un metropolitano recibe el palio del diácono de la Misa (o del «diácono de la Palabra») antes de recibir la mitra. El turiferario se aproxima y hace una inclinación. Asistido por el primer diácono ayudante, el obispo prepara y bendice el incienso. Después, el segundo diácono ayudante le entrega el báculo.

10. Cf. CO, n. 64. Es costumbre que quien lleve la cola de la capa vista sólo la sotana, porque hace las veces de «empleado de hogar». 11. Adoptado en climas calurosos cuando el alba sustituye a la sotana.

153

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Procesión de entrada 482. La procesión da comienzo a una señal del maestro de ceremonias. El orden de la procesión es el mismo que en una Misa solemne: turiferario, cruciferario y ceroferario, clero con hábito coral, luego el diácono de la Misa (o «diácono de la Palabra») que lleva el evangeliario, seguido por los concelebrantes que preceden inmediatamente al obispo. Los dos diáconos ayudantes van un poco por detrás del obispo, seguidos del portador del báculo, el de los libros y el de la mitra. (Vid. Apéndice 11, Diagrama 5). 483. Cuando el Ordinario celebra Misa solemne, el Ceremonial de Obispos también da la opción de la antigua tradición Romana, de siete acólitos llevando cirios, dos al lado de la cruz procesional y cinco inmediatamente detrás 12. Si no hay acólitos instituidos, los cruciferarios podrían realizar este ministerio. Estos cirios se pueden colocar bien encima o alrededor del altar, haciendo las veces de las siete velas para la Misa, o bien pueden dejarse en otro lugar. Algunos de esos cirios, o incluso todos, pueden emplearse en la procesión del Evangelio. Pero no deben usarse en lugar de los hachones durante la Plegaria eucarística. Por fin, se retiran en la procesión final. Es preferible que la cruz procesional se utilice como cruz del altar, dependiendo de las costumbres y del diseño del presbiterio 13. 484. Al llegar al presbiterio, el obispo entrega el báculo al segundo diácono ayudante, situado a su izquierda (el cual a su vez se lo entrega al cruciferario). Se inclina hacia adelante y el primer diácono ayudante que se encuentra a su derecha (o el maestro de ceremonias) le quita la mitra y se la entrega al portador de la mitra. Todos hacen una reverencia profunda al altar o una genuflexión si el sagrario está en el presbiterio 14. 485. El obispo y los diáconos besan el altar. Luego se inciensa el altar como de costumbre. El primer diácono ayudante toma el incensario y lo entrega al obispo. Una vez acabada la incensación, el obispo entrega el incensario al diácono que, a su vez, lo da al turiferario. Los diáconos ayudantes (o los concelebrantes) avanzan a ambos lados del obispo

12. Cf. CO, n. 128. 13. Cf. CO, n. 129. Esto no sería apropiado allí donde haya una cruz suspendida sobre o detrás del altar. 14. El CO recoge que el Santísimo Sacramento no se reserva en el sagrario durante la Misa pontifical. CO, n. 49 dice que el Santísimo Sacramento debe retirarse de un altar en el que el obispo vaya a celebrar Misa. Esto no se hace extensible a un altar, empleado como lugar de la reserva, situado detrás del altar exento en el que el obispo celebra la Misa.

154

EL OBISPO CELEBRA LA MISA

durante la incensación; también cuando, al acabar, el obispo se dirige a la cátedra. Ritos introductorios 486. Los diáconos ayudantes (o los dos concelebrantes) ocupan los asientos situados a ambos lados de la cátedra del obispo. Al diácono (o diáconos) de la Misa se le asigna un lugar distinto, pero nunca entre los concelebrantes. La Misa solemne continúa como de costumbre. El obispo puede entonar como saludo: «La paz esté con vosotros». En los domingos, la bendición y la aspersión del agua bendita puede sustituir al rito penitencial. (Vid. Apéndice 11, Diagrama 6). Liturgia de la palabra 487. Después de la oración colecta, el obispo se sienta y el segundo diácono ayudante (o el maestro de ceremonias) le pone la mitra. Para colocar la mitra, el diácono o el maestro de ceremonias se sitúa de cara al obispo sosteniendo la mitra con ambas manos, con las dos cintas o ínfulas que cuelgan detrás de la mitra sostenidas por los dedos, y la pone sobre la cabeza del obispo teniendo cuidado de no descolocar el solideo 15. 488. El incienso se prepara, como es costumbre, antes del Evangelio. El primer diácono ayudante (a la derecha del obispo) se encarga de la naveta y de la cucharilla. El diácono de la Misa (o diácono de la Palabra) se acerca para recibir la bendición. Un concelebrante que actúe como diácono siempre se acerca a recibir la bendición del obispo. El segundo diácono ayudante le quita la mitra al obispo que se levanta cuando el diácono de la Misa lleva el Evangeliario al ambón. 489. El cruciferario trae el báculo. En cuanto el diácono anuncia el Evangelio, el segundo diácono ayudante entrega el báculo al obispo, que, por lo general, lo sostiene con ambas manos. Al terminar la lectura del Evangelio, el obispo entrega el báculo al segundo diácono ayudante. El diácono que ha leído el Evangelio debería llevar el evangeliario abierto al obispo para que bese el texto; es costumbre que lo bese en el lugar de las palabras introductorias. Después, el diácono cierra el 15. El consejo de un maestro de ceremonias experimentado en relación con la mitra es: (1) para quitar la mitra, sacarla con un movimiento vertical y hacia atrás para no descolocar el solideo; (2) para ponerla, lo mejor es acercarla por detrás de la cabeza del obispo y colocarla primero sobre la frente para luego ajustarla por detrás de la cabeza al tiempo que se acomodan las ínfulas.

155

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

libro y lo lleva a la credencia. El obispo se sienta y el segundo diácono ayudante le pone la mitra. 490. En la homilía, el obispo puede predicar desde la cátedra —de pie o sentado— o desde el ambón. En una Misa solemne llevará la mitra y, si es conveniente, puede sostener el báculo con la mano izquierda. Si sus notas para la homilía no están ya en el ambón o en la cátedra, el maestro de ceremonias se las entrega. 491. El obispo, de pie junto a la cátedra y sin la mitra (o un concelebrante, si es necesario) entona el Credo. Luego, como es costumbre, preside la oración de los fieles. Un diácono (o el diácono de la Palabra) o algún lector laico lee las súplicas. Después de la oración de los fieles, el obispo se sienta y recibe la mitra. Liturgia de la Eucaristía Preparación del altar y de las ofrendas PREPARACIÓN

DEL ALTAR

492. El diácono de la Misa (o el diácono de la Eucaristía) y los acólitos y ayudantes preparan el altar como siempre. PROCESIÓN

DE LAS OFRENDAS

493. Llevando la mitra y acompañado por los diáconos (o concelebrantes) ayudantes, el obispo recibe las ofrendas, bien delante del altar o en la cátedra, de acuerdo con la costumbre local o la ocasión. El diácono ayudante lleva las ofrendas al altar donde el diácono de la Misa (o el diácono de la Eucaristía) las dispone sobre el corporal, y en otros puntos del altar si es necesario. 494. Los dos diáconos ayudantes se sitúan en sus lugares detrás del altar, a una cierta distancia del mismo. Si la Misa se celebra de cara al altar, se sitúan al pie de la grada, alineados con las esquinas del altar. Permanecen en estos lugares hasta que reciban la Sagrada Comunión. Sin embargo, en el altar, el diácono de la Misa realiza sus funciones, como es normal, a la derecha del obispo. Si este ministerio es compartido por un diácono de la Eucaristía y un diácono de la Palabra, ambos permanecen cerca del altar a derecha e izquierda, respectivamente, del 156

EL OBISPO CELEBRA LA MISA

obispo, unos pasos por detrás para dejar espacio suficiente a los concelebrantes que estén en el altar. PREPARACIÓN

DE LAS OFRENDAS

495. Cuando el obispo llega al altar, el segundo diácono ayudante le quita la mitra y se la entrega al ayudante encargado de la misma. Entonces, el obispo hace la ofrenda del pan y del vino. El diácono de la Misa (o el diácono de la Eucaristía) le ayuda en la preparación del incienso. El obispo inciensa los dones y el altar. El diácono de la Misa va a su derecha; el maestro de ceremonias (o el diácono de la Palabra) a su izquierda. El diácono de la Misa inciensa al obispo 16. Los ceroferarios traen entonces el aguamanil y la jofaina episcopal y una toalla para el lavabo. Por razones prácticas, un diácono puede quitar el anillo al obispo antes del lavabo. Mientras, el diácono de la Misa inciensa a los concelebrantes, a los diáconos, al clero con hábito coral, si lo hubiere, y a la asamblea. El turiferario recibe el incensario y conduce a los ceroferarios fuera del presbiterio. 496. Inmediatamente después de que el obispo haya cantado la oración sobre las ofrendas, y antes de que comience el diálogo que antecede al prefacio, el maestro de ceremonias le quita el solideo. Un ayudante lo lleva a la credencia, preferentemente en una pequeña bandeja. 497. Si concelebran otros obispos, ellos mismos llevan sus solideos a los asientos que ocupan. Deberían permanecer junto al altar o cerca del mismo según el orden de rango o antigüedad. Entre los presbíteros concelebrantes, el vicario general y el deán en su catedral ocupan los primeros lugares después del obispo. No obstante, considerando el papel de los diáconos en esta liturgia, se debería cuidar que no haya muchas personas alrededor del altar. Plegaria eucarística 498. Todo procede como para una Misa solemne concelebrada. Sin embargo, si el mismo obispo lee la Plegaria eucarística, al llegar a la intercesión por el obispo diocesano, dice: «y a mí, indigno siervo tuyo». Todos los diáconos se arrodillan durante la epíclesis y la Consagración. Los diáconos, el turiferario y los ceroferarios ayudan según lo descrito en el Capítulo 6. 16. El diácono que sirve en el altar debería ayudar en la incensación de las ofrendas. Por tanto, parece mejor que los diáconos ayudantes permanezcan donde están para resaltar el papel del diácono(s) principal de la Misa.

157

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Rito de la Comunión 499. Todo procede como para una Misa solemne concelebrada. El diácono de la Misa (el diácono de la Palabra o el primer concelebrante) invita a la asamblea a darse el signo de la paz. El obispo lo da, al menos, a los dos concelebrantes más próximos y, después, al diácono de la Misa (o a los dos diáconos que comparten este ministerio). Parece preferible que los concelebrantes y los diáconos se acerquen al obispo para recibirlo salvo que haya obispos concelebrando, en cuyo caso es mejor que sea él quien se acerque a ellos. Comunión 500. Mientras se canta el Agnus Dei, los concelebrantes pueden ayudar al obispo a fraccionar la Hostia(s). Como se señaló en el capítulo 7, nn. 443-454, acerca de la concelebración, hay un modo apropiado para que los concelebrantes reciban la Eucaristía cuando el obispo celebra Misa. Después de la fracción, cada concelebrante se acerca al obispo, quien sostiene la patena; hace una genuflexión, toma una porción de la Hostia y vuelve a su lugar, donde sume la Eucaristía al mismo tiempo que el obispo 17. 501. El obispo, después de mostrar la Hostia a la asamblea, y de sumir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, se vuelve y da la Comunión bajo las dos especies a los diáconos. El obispo, los concelebrantes y los diáconos distribuyen la Sagrada Comunión a los fieles de acuerdo con la costumbre local, dirigidos por el maestro de ceremonias. Cuando el obispo ha terminado de distribuir la Comunión 18, o bien deja la patena o el copón sobre el altar, o se lo da al diácono o al concelebrante y hace una genuflexión si quedan Hostias en el vaso sagrado. Un diácono o un presbítero se ocupan del sagrario. 502. El Obispo, acompañado por los diáconos ayudantes (si no están ocupados en otras tareas), va a la cátedra y se sienta. Los ayudantes traen el aguamanil y la jofaina episcopal, y una toalla. Hacen, como de costumbre, una inclinación y le lavan las manos (pero no se arrodillan). Luego hacen una nueva inclinación y vuelven a la credencia. Un ayudante trae el solideo desde la credencia, y el segundo diácono ayudante o el maestro de ceremonias lo pone sobre la cabeza del obispo. 17. Esta misma práctica se realiza cuando el Papa, como cabeza del Colegio Episcopal, concelebra con obispos. Sin embargo, cuando un obispo o un arzobispo concelebra con hermanos obispos, puede preferir distribuir la Eucaristía en una de las otras formas para subrayar la relación colegial con ellos. 18. Un obispo mayor puede distribuir la Comunión sólo a unas pocas personas.

158

EL OBISPO CELEBRA LA MISA

503. Los diáconos (y/o los concelebrantes y los acólitos instituidos) hacen las purificaciones en la credencia(s). Después del tiempo de oración en silencio o del himno o motete que sigue a la Comunión, el obispo se levanta. Cuando toda la asamblea se ha puesto en pie canta —asistido por el portador de los libros— «Oremos» y la oración de después de la Comunión (como alternativa, puede decir esta oración y dar la bendición de despedida desde el altar). Antes de cantar «El Señor esté con vosotros», que precede a la bendición, recibe la mitra del segundo diácono ayudante, o recibe la mitra y permanece sentado mientras se dan algunos avisos antes de la bendición. Rito de conclusión 504. La bendición episcopal puede hacerse de tres formas: —la bendición solemne o la oración sobre el pueblo, tal y como establece el misal; —la bendición simple del final de la Misa, pero precedida por las invocaciones y respuestas reservadas a los obispos y abades; —la bendición apostólica con indulgencia plenaria, que es anunciada por el diácono y se imparte en una bendición solemne de acuerdo con la fórmula establecida 19. 505. Sólo para una de las bendiciones solemnes con oración sobre el pueblo, el obispo recibe el báculo, que se lo entrega el segundo diácono ayudante justo antes de la fórmula de bendición, porque debe extender sus manos sobre el pueblo para la invocación(es). En la forma más simple, el obispo recibe el báculo después de cantar «El Señor esté con vosotros». Durante la fórmula trinitaria de bendición, hace la señal de la cruz con claridad tres veces, empezando desde su izquierda. Durante la bendición puede orientarse con naturalidad hacia el pueblo según esté congregado alrededor o delante del altar. Después, el diácono de la Misa canta la despedida como siempre. 506. El obispo se dirige al altar acompañado por los diáconos ayudantes. Estos pueden tomar el báculo y la mitra, o sólo el báculo, mientras el obispo besa el altar. Los diáconos ayudantes besan el altar con él, pero, como es usual, los concelebrantes no lo besan. Después, el obispo se

19. Establecida en CO, nn. 1122-1126. El Ordinario puede seleccionar cada año tres fiestas solemnes para impartir la bendición papal con indulgencia plenaria. Esta bendición modifica: —el rito Penitencial, —la oración de los fieles y —la introducción a una de las bendiciones solemnes y la fórmula de ésta.

159

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

dirige al centro del presbiterio donde, a una señal del maestro de ceremonias, hace la reverencia acostumbrada. La procesión abandona la nave en el mismo orden en el que entró, excepto el turiferario, que sigue a la cruz y a los ciriales. 507. Mientras se retira en procesión, el obispo puede bendecir al pueblo en silencio. En la sacristía se observan las normas acostumbradas: todos se inclinan ante el crucifijo o la imagen o la cruz procesional, que sostiene el cruciferario; luego, los clérigos y ayudantes se inclinan ante el obispo. Éste puede dirigirse a ellos brevemente. Los diáconos y ayudantes le asisten para quitarse los ornamentos, antes de despojarse de los suyos propios. El obispo puede ponerse el roquete y la muceta y se retira, acompañado o no, para la acción de gracias.

Forma intermedia de la Misa episcopal 508. Debería ponerse todo el empeño para vivir la liturgia con el mayor esmero cuando el obispo va a una parroquia. La forma solemne arriba explicada puede modificarse de acuerdo con la ocasión 20. El obispo estará directamente asistido por uno o dos diáconos, o bien por un concelebrante o por un presbítero revestido con alba y estola. Pueden concelebrar otros presbíteros. Habrá un número conveniente de ayudantes, y puede emplearse incienso. Si la Misa se celebra durante la visita pastoral de un obispo, éste debe ser recibido formalmente a la entrada. 509. El obispo llevará la mitra, y debería llevar también el báculo si es el Ordinario o si se le ha concedido ese derecho; usará la cátedra en su catedral. Cuando presida en otras iglesias, sería conveniente que su sede se coloque del modo más destacado posible. El obispo llevará el anillo, la cruz pectoral y el solideo, pero no vestirá la dalmática espiscopal. El metropolitano puede llevar el palio si la celebración tiene una particular significación. 510. El obispo puede saludar diciendo: «La paz esté con vosotros» al comienzo de la Misa. No sólo el diácono sino también un concelebrante u otro sacerdote que vaya a proclamar el Evangelio se acercan a recibir la bendición del obispo, y deberían presentarle el evangeliario para que lo bese después de haber sido leído. Como de costumbre, en el lavatorio, pueden emplearse un aguamanil y una jofaina metálicos. El diácono, el maestro de ceremonias o un sacerdote le quitará el solideo después de

20. Descrito en CO, nn. 171-174.

160

EL OBISPO CELEBRA LA MISA

la oración sobre las ofrendas. En la Plegaria eucarística, el obispo hace la referencia acostumbrada a su persona. Deberían lavarle las manos una vez que se ha sentado, después de distribuir la Sagrada Comunión. Impartirá la bendición final como obispo.

Forma sencilla de la Misa episcopal 511. Cuando el obispo celebra la forma sencilla de la Misa, por ejemplo: cuando celebra con pueblo un día corriente o hace una suplencia en una parroquia, no lleva mitra ni báculo. Sin embargo, sí lleva el anillo, la cruz pectoral y el solideo. Puede saludar diciendo: «La paz esté con vosotros» al comienzo de la Misa, y usar aguamanil y jofaina metálicos de acuerdo con la costumbre. En la Plegaria eucarística, el obispo hace la referencia acostumbrada a su persona. Impartirá la bendición final como obispo. 512. En su capilla, el obispo puede celebrar la «Misa sin pueblo» del mismo modo que un presbítero. No obstante, siempre llevará el anillo. Puede optar por llevar o no la cruz pectoral y el solideo. Asimismo, puede decir el saludo «La paz esté con vosotros» al comienzo de la Misa, y usar un aguamanil y jofaina metálicos. En la Plegaria eucarística hará, como es usual, una referencia a sí mismo. Dará la bendición como obispo.

El obispo preside la liturgia de la palabra en la Misa 513. Hay situaciones pastorales en las que es conveniente que el obispo presida pero que no sea el celebrante principal de la Eucaristía. El funeral por el padre o la madre de un sacerdote y una Misa para celebrar el aniversario de un presbítero son situaciones en las que esta forma de la liturgia resuelve cuestiones prácticas de etiqueta y de sentido común pastoral. Para estas ocasiones, el Ceremonial de Obispos proporciona la forma antiguamente llamada «Misa en presencia de un prelado mayor» 21. El presbítero, pero nunca otro obispo, celebra la liturgia de la Eucaristía, y el obispo preside la liturgia de la palabra y da la bendición final. 514. El obispo lleva una casulla del color de la Misa (blanca, si no se dispone del color que corresponde) sobre un alba, (cíngulo), estola y cruz pectoral. Lleva también el anillo y la mitra, y puede usar el báculo si es el Ordinario o se le ha concedido ese derecho. Estará asistido por uno o dos diáconos con alba, estola y dalmática. Si no hay diáconos, debería

21. Descrita en CO, nn. 175-186.

161

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

ser asistido por dos presbíteros con alba, estola y casulla 22. Las funciones de estos asistentes son virtualmente las mismas que las de los diáconos ayudantes en la Misa pontifical solemne, y pueden compartirlas del mismo modo. Según la ocasión, además del celebrante de la liturgia de la Eucaristía, puede haber concelebrantes. 515. Todo se prepara para la Misa de acuerdo con la solemnidad de la ocasión. Los únicos requisitos adicionales son: —además de la cátedra del obispo o de la sede presidencial, un asiento diferenciado para el sacerdote celebrante, —un reclinatorio que podría dejarse a un lado del presbiterio para que pueda ser llevado más tarde a la sede, o situarse en algún otro sitio donde el obispo pueda usarlo durante la Plegaria eucarística. 516. El obispo es recibido formalmente en la puerta de la iglesia como ya se ha descrito, o puede ir directamente a la sacristía. En la procesión de entrada, el obispo sigue al celebrante principal y a los concelebrantes. Los diáconos o presbíteros asistentes van ligeramente detrás de él y sostienen los vuelos de la capa. Los ayudantes, como siempre, van al final de la procesión. 517. Si se usa incienso, el obispo inciensa el altar, flanqueado por los diáconos o presbíteros asistentes. Después, se dirige a la cátedra o a la sede presidencial y preside la liturgia de la palabra. Si es conveniente, puede predicar la homilía. Después de la oración de los fieles, o del rito sacramental o rito de la bendición dentro de la Misa, se sienta y recibe la mitra de manos de uno de los diáconos o presbíteros asistentes. 518. El altar se prepara como de costumbre. Las ofrendas puede recibirlas el celebrante o el obispo. Sin embargo, parece preferible que sea el celebrante quien las reciba mientras el obispo permanece en la sede. Antes de dirigirse al altar, el celebrante hace una inclinación ante el obispo. El celebrante, entonces, prosigue la celebración con la liturgia de la Eucaristía. Si se usa incienso, el obispo es incensado a continuación del celebrante. Uno de los diáconos o presbíteros asistentes le quita la mitra al obispo que se levanta para ser incensado 23. 519. Un ayudante lleva el reclinatorio al frente de la sede episcopal, al centro o a otro lugar del presbiterio y siempre de cara al altar. Debe ponerse de tal forma que no impida la visión del altar al pueblo. Uno de los diáconos o presbíteros ayudantes le quita al obispo el solideo después 22. Cf. CO, n. 176. No pueden asistirle dos presbíteros concelebrantes. 23. El obispo no bendice el incienso en la sede como se hacía en el pasado durante el ofertorio de una Misa solemne «coram episcopo».

162

EL OBISPO CELEBRA LA MISA

de que el celebrante haya recitado la oración sobre las ofrendas. Si el reclinatorio está colocado en el presbiterio, el obispo, acompañado por sus asistentes, se dirige hacia él justo antes del prefacio. 520. El obispo permanece arrodillado en el reclinatorio durante la Plegaria eucarística, desde la epíclesis hasta después de la elevación del cáliz. Los diáconos o presbíteros asistentes se arrodillan y se levantan al mismo tiempo que él. Sin embargo, si el reclinatorio está colocado lejos de la sede, el obispo y los asistentes vuelven a la cátedra o sede después de las elevaciones, y un ayudante retira el reclinatorio. El obispo da el signo de la paz a los diáconos o presbíteros asistentes aunque en la práctica también el celebrante puede acercarse, si lo desea, para dar la paz al obispo. Si el obispo va a recibir la Comunión, se dirige al altar y sume la Eucaristía bajo las dos especies tan pronto como el celebrante lo haya hecho 24. Después regresa a la cátedra o la sede ya que él no distribuye la Sagrada Comunión. Durante la Comunión puede permanecer sentado. No obstante, puede preferir arrodillarse para hacer la acción de gracias, en cuyo caso el reclinatorio debería permanecer (o se debería colocar) delante de la cátedra o sede. 521. Durante las purificaciones, un diácono o presbítero asistente, o el maestro de ceremonias, coloca el solideo al obispo. Transcurrido el tiempo de la oración en silencio o del canto de un himno, el obispo se levanta y canta o recita la oración para después de la Comunión, preferiblemente desde la sede o desde el altar. Después recibe la mitra e imparte la bendición final. El diácono de la Misa, un diácono asistente, o uno de los concelebrantes despide al pueblo. 522. El obispo y el celebrante (y el diácono[s] de la Misa) besan juntos el altar 25. Tras la reverencia acostumbrada, la procesión abandona la nave con el mismo orden con el que entró. Mientras, el obispo, si lo desea, va bendiciendo en silencio al pueblo.

Uso del hábito coral por el obispo, presente en la Misa 523. Si el obispo no preside la Misa, pero está presente en el presbiterio, llevará el hábito coral 26. No usará la cátedra o la sede presidencial y ocupará un lugar destacado; debe tener disponible un reclinatorio así como una estola por si desea recibir la Sagrada Comunión. 24. CO, n. 183, da a entender que el obispo debe coger la Hostia y el cáliz del altar y no recibirlos de manos del celebrante. 25. Los diáconos o presbíteros ayudantes no besan el altar en esta forma de la Misa. 26. Cf. CO, n.186. La sotana no sirve como hábito coral episcopal aunque se lleve bajo el roquete.

163

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

524. En la procesión puede ir asistido por dos canónigos con hábito coral o por presbíteros o diáconos con sotana y sobrepelliz 27. Si el celebrante principal es un presbítero, el obispo irá en el último lugar en la procesión. Sin embargo, cuando el celebrante principal es un obispo, o el obispo preside la liturgia de la palabra, caben dos modos de resolver la colocación de los obispos con hábito coral dentro de la procesión: —antes de que tenga lugar la procesión de entrada, el obispo o los obispos con hábito coral van al presbiterio conducidos por los clérigos que no concelebran, o por el maestro de ceremonias o los ayudantes, pero nunca por el cruciferario. Después de la reverencia apropiada y antes de que entre la procesión principal, los obispos son conducidos a los asientos que han de ocupar; —que los obispos sigan al celebrante al final de la procesión. 525. La primera opción parece preferible, excepto cuando esté presente un cardenal, el nuncio o el metropolitano, con hábito coral, en cuyo caso se aplica la segunda opción. Cuando estén presentes clérigos de otras Iglesias y comunidades eclesiales y estos ocupen lugares especiales dentro del presbiterio o cerca del mismo, entonces se aplica la solución primera 28. También es éste el modo en que los dignatarios civiles o estatales son conducidos a sus lugares después de que el rector o el deán los haya recibido en la puerta de la iglesia o catedral 29. Los mismos procedimientos se siguen al final de la liturgia «Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al presbítero como a los apóstoles. Respetad a los diáconos como al mandamiento de Dios. Nada de lo que atañe a la Iglesia lo hagáis sin el obispo. Sólo ha de considerarse válida aquella Eucaristía que esté presidida por el obispo o por aquel en quien él mismo delegue. Donde aparezca el obispo, esté allí la comunidad, así como donde esté Jesucristo, allí está la Iglesia católica. No es lícito bautizar ni celebrar la Eucaristía sin el obispo. Sin embargo, lo que éste apruebe, es agradable a Dios para que todo lo que hagáis sea sólido y válido». S. Ignacio de Antioquía Carta a los esmirriotas, 8

27. Cf. CO, n. 81. 28. Es una buena costumbre que un presbítero, un diácono, o un laico les acompañen y les ayuden a intervenir en el rito. En un acontecimiento ecuménico en el que no se celebra la Misa, los clérigos de otras Iglesias o comunidades eclesiales ocupan un lugar en la procesión delante del que preside. 29. Cf. CO, n. 83, pero vid. n. 82 para cuando está presente la máxima autoridad de un Estado.

164

9. Otras formas de celebraciones eucarísticas

526. La liturgia eucarística se puede adaptar cuidadosamente a determinadas ocasiones especiales y así cubrir las necesidades pastorales de los diferentes grupos de fieles. En este capítulo se describen algunas formas de celebrar el sacrificio eucarístico. En concreto: —una descripción detallada de la Misa sin pueblo; —las Misas rituales, o cómo incorporar la celebración de los sacramentos en la Misa; —la celebración de la Eucaristía fuera de un lugar sagrado; —Misas con niños; —la Misa de acción de gracias de un sacerdote recién ordenado, y —la bendición de un cáliz y una patena en la Misa.

Misa sin pueblo, con ayudante 527. El misal describe la «Misa privada» como una Misa sine populo, literalmente «sin pueblo». Un rito particular de esta forma de liturgia se puede encontrar en el Misal de Pablo VI 1. Todos los sacerdotes pueden celebrar esta forma de Misa cuando no tengan la obligación de celebrarla con pueblo. Un sacerdote podrá elegir entre celebrar o concelebrar la Misa con pueblo o sin él, por ejemplo: en retiros o en congresos. No se debe celebrar la Misa sin pueblo, si al mismo tiempo se está concelebrando en el altar principal de la misma iglesia u oratorio 2.

1. Para las rúbricas, vid. IGMR, nn. 209-301, donde se hace una descripción más detallada. 2. Cf. canon 902, se pueden celebrar varias Misas privadas al mismo tiempo.

165

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

528. Cuando un sacerdote celebra de manera «privada» ya sea con ayudante o solo, se deberán cuidar algunas variaciones del rito; por ejemplo: el celebrante usa una forma especial de saludar en el rito inicial. También parece preferible colocarle un altar lateral o un oratorio en vez de hacerlo en el altar mayor, especialmente si el pueblo frecuenta la iglesia en esos momentos. Preparativos 529. El misal se pone en el lado izquierdo del altar, paralelo al borde del mismo y abierto en el versículo de entrada. El leccionario estará abierto en el ambón o, cerrado y marcado, cerca del misal del altar. El cáliz estará cubierto con un velo y en la patena habrá una forma grande (si es el caso, con una más pequeña para el ayudante). El cáliz se pone a la derecha del altar o en la credencia. Si no hubiera ninguna credencia, o si el celebrante no tiene ayudante alguno, la jofaina, el aguamanil, las vinajeras y la toalla se colocan en el altar cerca del cáliz. Se encienden dos velas y se coloca un crucifijo sobre o cerca del altar. 530. Tanto el sacerdote como el ayudante se revisten en la sacristía. El ayudante lleva el alba o sotana y sobrepelliz u otros ornamentos autorizados. Una vez que está preparada la Misa y están revestidos, el celebrante y su ayudante hacen una inclinación al crucifijo o a la imagen de la sacristía, y entonces el ayudante conduce al celebrante hasta el altar 3. El rito de la Misa 531. Ambos hacen una reverencia al altar (o una genuflexión si el sagrario está sobre o detrás del altar). El celebrante se queda de pie en el lugar en que ha hecho la reverencia y el ayudante se coloca a su derecha. El que celebra hace la señal de la cruz, se vuelve al ayudante y lo saluda. El rito penitencial se hace de acuerdo a las oraciones previstas. Luego, el celebrante va al altar, lo besa y, en el lado izquierdo, lee la antífona de entrada del misal, seguido por los Kyrie (y el Gloria) —con las manos juntas— y la oración colecta —con las manos extendidas—. 532. El ayudante lee la primera lectura, el salmo y el versículo del Alleluia desde el ambón o sujetando el leccionario. Si hay sede, el celebrante se sienta; si no, da la cara al ayudante de pie y junto al misal. Si el cele3. En una iglesia donde estas Misas son diarias, el ayudante puede llevar las vinajeras, y el celebrante, el cáliz y la patena del siguiente modo: con la mano izquierda coge el cáliz y la mano derecha posada sobre el cubrecáliz o la carpeta de corporales.

166

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

brante lee, irá al ambón o se quedará en el lado izquierdo del altar, colocando el leccionario sobre el misal o devolviéndolo al ayudante para que lo sostenga, si conviene. 533. El celebrante, inclinado, dice «Purifica mi corazón...» y lee el Evangelio, en el ambón o en el altar. Si lee en el altar puede preferir coger el libro y volverse hacia el ayudante. Besará el leccionario, como de costumbre, al final del Evangelio y el ayudante lo lleva a la credencia o lo cierra y lo coloca en el lado izquierdo del altar lo más lejos posible. El celebrante puede ir a la sede o permanecer a la izquierda del altar en silencio. 534. El ayudante sitúa el misal hacia el centro girándolo para que haya un ángulo adecuado. Quita el velo del cáliz, lo dobla, y lo pone ordenadamente en el altar. Toma el corporal y lo extiende (Vid. apéndice 4, El corporal, nn. 816-824). El velo puede colocarlo cuidadosamente doblado en la credencia. El celebrante deja la sede, hace la inclinación acostumbrada y va al centro del altar. Recibe la patena del ayudante y procede a la preparación de las ofrendas. Si el altar está situado de forma que el sacerdote da la espalda al ayudante, el celebrante se gira a su derecha y dice: «Orad, hermanos, para que este sacrificio....», y completando el círculo, se vuelve hacia el misal, después de que el ayudante haya respondido: «El Señor reciba de tus manos...». 535. La Misa continúa como es normal. El ayudante se arrodilla durante la Consagración y puede tocar la campanilla antes de la misma y durante las elevaciones, especialmente si hay personas por la iglesia. Si el altar está situado siempre de forma que el celebrante da la espalda al ayudante, se gira a la derecha y dice: «La paz del Señor...», y le da la paz. Si el ayudante va a recibir la Comunión, el celebrante hace una genuflexión y muestra la Hostia fraccionada como es usual, diciendo: «Éste es el Cordero de Dios... Señor, no soy digno...» da de comulgar, completa el círculo volviéndose hacia el misal. Si el ayudante no va a comulgar, el celebrante hace la genuflexión, toma la Hostia en la mano derecha y dice: «Señor, no soy digno...». Y toma la Comunión. 536. Antes de dar la Comunión al ayudante, el celebrante dice la antífona de la comunión. Las abluciones se llevan a cabo en la parte derecha del altar. Después de éstas, el celebrante se sienta o se queda de pie en el lado izquierdo del altar para rezar en silencio. El ayudante va al centro del altar, dobla el corporal, y con el velo cubre el cáliz y la patena, colocando ambos a la derecha del altar. Puede dejar el misal en el centro del altar y al borde del mismo. 167

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

537. El celebrante va al centro y lee la oración de después de la Comunión. Cierra el misal y (se vuelve) da la bendición (completando el círculo mientras vuelve hacia el altar). Se omite el rito de despedida. El celebrante besa el altar (volviéndose a la derecha, si está cara al altar), hace la inclinación apropiada y vuelve a la sacristía 4. Misa sin pueblo ni ayudante 538. Cuando un sacerdote celebra la Misa solo, hay que disponer los libros y vasos sagrados en el altar. El ceremonial que se ha señalado arriba se conserva, aunque omitiendo la aclamación tras la Consagración e incluso los saludos y bendición al final de la Misa 5. 539. De acuerdo con la Ordenación general, un sacerdote puede celebrar la Misa él solo en caso de «seria necesidad» 6. El Código de Derecho Canónico de 1983 matiza esto de un modo más pastoral diciendo: «Sin causa justa y razonable, no celebre...» 7. Puede considerarse justa causa el deseo devoto de un sacerdote de mantener su práctica personal de celebrar la Santa Misa cada día. En este sentido, cabe hacer una mención especial al Código de Derecho Canónico cuando dice: «es más, se recomienda encarecidamente la celebración diaria, la cual, aunque no pueda tenerse con asistencia de fieles, es una acción de Cristo y de la Iglesia, en cuya realización los sacerdotes cumplen su principal ministerio» 8.

Misas rituales: celebración de los sacramentos en la Misa 540. El Misal Romano establece las Misas rituales durante las cuales es posible celebrar todos los sacramentos, excepto la Penitencia. Estas Misas rituales se pueden celebrar los domingos del Tiempo Ordinario, los domingos de Navidad y en todas las fiestas, memorias y ferias 9. Sin embargo, si los sacramentos se celebran en los domingos apropiados y en las solemnidades de clase superior a estos días, entonces las oracio4. Si es necesario, el celebrante podría llevar el cáliz con el velo hacia la sacristía, y el ayudante las vinajeras. 5. Cf. IGMR, n. 211. Esta indicación es razonable, y tiene sentido en el caso de la aclamación después de la Consagración, pero en la práctica no vale para el resto del rito. Sería preferible continuar dirigiéndose a la Iglesia invisible en los saludos, etc., porque aunque sea una «Misa en solitario» es una acción de todo el Cuerpo Místico de Cristo. 6. IGMR, n. 211. 7. CIC, canon 906, modificando el IGMR, n. 211 después de 1983. 8. CIC, canon 904. 9. Para más detalles, vid. apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones.

168

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

nes, las lecturas y el color de los ornamentos son los del día. No se mencionan los detalles de las celebraciones de estos ritos sacramentales, porque una descripción muy detallada puede resultar excesivamente larga para este trabajo, sobre todo el Rito de la iniciación cristiana para adultos y el orden sacerdotal. Lo que sigue es una descripción de cómo estos sacramentos se introducen en la celebración eucarística. El bautismo de adultos 541. En la Vigilia Pascual, el bautismo de adultos se celebra después de la homilía. Las ceremonias del Bautismo y de la Confirmación comienzan con la letanía de los santos que reemplaza a la oración de los fieles 10. Cuando son bautizados adultos durante la Misa en otros días, la oración de los fieles sigue al rito de la Confirmación. El bautismo de niños 542. El bautismo de niños puede incorporarse a una Misa dominical usando las oraciones y las lecturas propias del domingo, excepto los domingos del Tiempo Ordinario y de Navidad, en los que se puede utilizar el Ritual de la Misa para el bautismo de niños, con vestiduras blancas. 543. Los padres y padrinos pueden sentarse cerca del presbiterio en compañía de los niños que van a ser bautizados. Después de la procesión de entrada, el celebrante besa el altar y va a la parte frontal del presbiterio. Los padres y padrinos se adelantan con los niños. El rito de recepción de estos consiste en el saludo y el rito penitencial 11. Al celebrante le asiste un portador del libro. Ambos van a la sede para el rezo del Gloria y/o la colecta. Lo más conveniente es que este rito pueda realizarse en la puerta de la iglesia o en otro lugar fuera del presbiterio, en cuyo caso el celebrante y los ayudantes conducen a los familiares al interior. 544. En la liturgia de la palabra, las lecturas normales dominicales sólo pueden ser reemplazadas por las lecturas bautismales (en el leccionario o en el ritual) los domingos del Tiempo Ordinario y del Tiempo de Navidad, esto es, durante los domingos en que puede utilizarse el Ritual de la Misa. En los días en los que éste no pueda usarse cabe elegir una de las lecturas bautismales. Pero en los días relacionados en los niveles 1 y 2 en el Apéndice 2, debe seguirse la Misa del día en su totalidad 12.

10. Cf. RR, Rito de la iniciación cristiana para adultos, nn. 213-14. 11. Cf. RR, Ritual del Bautismo para niños, nn. 33-43. 12. Cf. CB, n. 434, Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 793-94.

169

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

La homilía se basa en los textos sagrados, pero el celebrante debe adaptarla a la ocasión. El Credo se omite porque ya se dice la profesión de fe después del bautismo. La oración de los fieles se toma del Rito, sin embargo, antes de la invocación de los santos, se añaden las intenciones por la Iglesia universal y las necesidades del mundo. 545. Después de la oración de los fieles, comienza la celebración del Bautismo. El celebrante y los ayudantes conducen a los padres, padrinos y niños al baptisterio o a la zona bautismal. Si los infantes van a ser bautizados en o cerca del presbiterio, los padres y padrinos pueden adelantarse y permanecer de cara al altar o de la pila. La celebración del Bautismo comienza con el exorcismo y la unción de los catecúmenos con el óleo. El celebrante es asistido por el portador del libro. El diácono, maestro de ceremonias o ayudante le llevan los objetos pertinentes. Las demás ceremonias se siguen como se establece en el Rito 13. Después de que los padres (o padrinos u otros representantes) han recibido el cirio encendido y del rito del Ephetha, el celebrante se dirige a la sede y las familias vuelven a sus lugares. Si los bautismos tienen lugar en el baptisterio, el celebrante conduce a las familias en procesión hacia el altar, y los padres, etc. llevan los cirios encendidos 14. Los ayudantes preparan el altar y la Misa continúa, como de costumbre, con la procesión y preparación de las ofrendas. 546. Durante la Plegaria eucarística, las intercesiones por el nuevo bautizado y sus padrinos se leen como se establece en el misal 15. Después de la oración para después de la Comunión, el celebrante puede bendecir a los padres y a la asamblea de acuerdo con los textos del Ritual 16. Los padres pueden adelantarse hacia el altar para estas bendiciones, que incluyen la bendición final de la Misa. Según lo que se acostumbre durante la procesión, las familias pueden permanecer en sus lugares, o seguirla hasta fuera de la iglesia, detrás de la cruz y los ceroferarios. Confirmación 547. El obispo celebra la Misa de acuerdo con la solemnidad que exige la ocasión. Según el Ritual de la Misa, los ornamentos serán normalmente rojos, pero pueden ser blancos o de un color festivo (vid. n. 136). Lleva mitra y báculo. Esta Misa debe caracterizarse por tener una solemnidad apropiada, por tanto, la celebración eucarística deberá aproxi13. 14. 15. 16.

170

Cf. RR, Ritual del Bautismo para niños, nn. 49-66. Cf. CO, n. 445. Cf. CO, n. 446. Cf. CO, n. 447, y ver RR, Ritual del Bautismo para niños, nn. 70, 247-49.

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

marse a la forma de una Misa estacional concelebrada, con un diácono, maestro de ceremonias, un equipo completo de ayudantes: los portadores de la mitra, del báculo y del libro; turiferarios, etc. 17. Además de lo necesario para la Misa se requerirá lo siguiente: un vaso crismal 18, una sede si el obispo se sienta para confirmar, un paño gremial; jabón, una rodaja de limón, un aguamanil con agua, una jofaina y toalla. Los candidatos se sientan con sus padrinos cerca del altar o en grupos familiares. 548. En la liturgia de la palabra, las lecturas normales del domingo se reemplazan por las de la Confirmación (del leccionario o Ritual) los domingos del Tiempo Ordinario y del Tiempo de Navidad, esto es, cuando puede usarse el Ritual. En los días en los que éste no puede usarse, cabe elegir una o más lecturas de las establecidas para la Confirmación. Pero en los días relacionados en los niveles 1 y 2 del Apéndice 2, la Misa del día deberá ser seguida íntegramente 19. 549. Después del Evangelio, los ayudantes llevan una sede frente al altar. Se preparan otras sedes para los sacerdotes que asisten al obispo. Salvo que permanezca en la cátedra o sede principal, el obispo vendrá a esta sede llevando la mitra. Es atendido por un diácono y/o sacerdotes, portadores del libro, mitra y báculo. Cuando el obispo se sienta, el párroco o un sacerdote, un diácono o un catequista presenta a los candidatos por su nombre, si no son muchos, o como grupo. Hablará en el ambón o en otro sitio apropiado. Los candidatos van hacia la parte frontal del presbiterio o están de pie en sus lugares hasta que se les llama. Si son niños, van acompañados de su padrino o madrina 20. Tanto desde el ambón como desde la cátedra el obispo pronuncia la homilía de la Confirmación, durante la cual se sientan los candidatos. 550. Después de la homilía, los candidatos se ponen de pie. Sentado, llevando la mitra y sosteniendo el báculo, el obispo interroga a los candidatos y el rito de confirmación continúa 21. El portador del libro ayuda al obispo. Éste entrega el báculo y la mitra para hacer la invitación a la plegaria y la oración por los candidatos. Lleva la mitra mientras confirma y puede tener el báculo si lo desea. Si se sienta para confirmar a los candidatos, justo antes de las unciones, los ayudantes le llevan el paño gre-

17. Vid. en el Capítulo 8. 18. Y otros vasos crismales, si, debido a un gran número de candidatos el obispo invita a los sacerdotes a confirmar con él. 19. Cf. PR, Ritual de la Confirmación dentro de la Misa, n. 20; CB, n. 459; en el Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 793-94. 20. Cf. PR, Ritual de la Confirmación dentro de Misa, n. 21. 21. Vid. PR, Ritual de la Confirmación dentro de Misa, nn. 23-29.

171

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

mial que se coloca sobre sus rodillas y se sujeta a la sede. El diácono (en su ausencia el párroco) lleva el crisma al obispo. Si otro sacerdote va a confirmar con el obispo, el diácono o párroco lleva los receptáculos del crisma al obispo, que entonces los entrega a cada sacerdote 22. El padrino coloca, según costumbre, su mano derecha en el hombro derecho del candidato durante la unción. Después de las unciones los ayudantes limpian las manos del obispo usando el aguamanil, la jofaina, toalla, jabón y/o limón, y quitan el paño gremial. Si también han confirmado sacerdotes, estos pueden ir a la credencia a lavarse las manos. El obispo, entonces, va a la sede presidencial o cátedra. Los ayudantes quitan el facistol o sede y las otras sillas colocadas para los sacerdotes enfrente del altar. 551. El Credo se omite porque la profesión de fe bautismal ocupa su lugar. Las intenciones de la oración de los fieles se ofrecen del modo acostumbrado. Algunos de los que han sido confirmados llevan las ofrendas al altar. Durante la Plegaria eucarística, las oraciones por los nuevos confirmados se hacen como lo establece el misal 23. Aquellos que han sido confirmados pueden recibir la Eucaristía con ambas especies, teniendo en cuenta su formación, edad, etc. En la parte final del Ritual de la Misa se imparte una bendición solemne y puede utilizarse en las solemnidades y domingos en los que la Misa Ritual no se celebra. Ordenaciones 552. Para las Órdenes mayores la celebración eucarística toma la forma pontifical solemne de una Misa estacional, como se detalla en el capítulo anterior. Se hacen los preparativos necesarios para la Misa, y se disponen también el crisma, los vasos sagrados, los ornamentos, etc. requeridos por el Orden que se va a conferir. 553. En la liturgia de la palabra, las lecturas se tomarán del Ritual de la Misa apropiado, excepto en las solemnidades mayores en las que se celebra la Misa del día 24. El rito de ordenación sigue al Evangelio. La letanía de los santos reemplaza la oración de los fieles. Durante la Plegaria eucarística, las oraciones por el nuevo sacerdote se utilizan según el misal 25. 22. Cf. CO, n. 465. 23. Cf. CO, n. 470. 24. Cf. CO, n. 494 c y e y ver Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones. 25. El maestro de ceremonias debe saber no sólo los pasos exactos del ritual sino también las secciones relevantes de CO, nn. 478-597.

172

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

Matrimonio 554. De acuerdo con la costumbre del lugar, el celebrante puede: —entrar al presbiterio con los ayudantes y esperar con el novio a la novia, o —recibirles enfrente del altar si entran juntos, o —recibirles en la puerta de la iglesia desde donde, precediéndoles, se comenzará una procesión conducida por los ayudantes mientras se canta el himno de entrada 26. Sin embargo, conforme a las dos primeras opciones, el celebrante y los ayudantes entran en una procesión simple sin himno de entrada. El himno u otra música apropiada acompaña a la procesión nupcial. Los padres, testigos y damas de honor participan normalmente en la procesión. 555. El celebrante, el maestro de ceremonias o un ayudante conduce a la novia y al novio a sus sillas y reclinatorios que se localizan en un lugar convenientemente cerca o dentro del presbiterio, de forma que puedan tomar parte en la Misa nupcial sin tapar la vista del altar al pueblo. Después del Evangelio, el celebrante predica una homilía en relación con las lecturas y con el sacramento del Matrimonio desde el ambón. Después de la homilía todos se ponen de pie; el celebrante va al centro del presbiterio; la novia y el novio van ante él con sus damas de honor, si las hubiera; hace las preguntas, atestigua el consentimiento matrimonial de acuerdo con la forma autorizada. Posteriormente, bendice los anillos y, por lo general, los rocía con agua bendita 27. Después del intercambio de anillos, la novia y el novio vuelven a sus lugares y el celebrante va a la sede para presidir la oración de los fieles. Se reza el Credo en caso de estar prescrito ese día. 556. En la procesión de las ofrendas, la novia y el novio pueden llevar el pan y el vino al altar. Se usa alguno de los prefacios propios del Ritual del Matrimonio 28. Durante la Plegaria eucarística, se usan las oraciones prescritas en el misal. La bendición nupcial se imparte inmediatamente después de la plegaria al Señor. Se omite el «Líbranos Señor...» y su respuesta. Con las manos unidas, el celebrante dice la introducción, hace una pausa para hacer la oración en silencio y después extiende sus manos como lo haría en la colecta para cantar o decir la plegaria de la bendición 29. No hace el signo de la cruz durante la plegaria. Vuelta la 26. Cf. Ritual del Matrimonio, n. 20. 27. Vid. CO, nn. 601, 603. 28. Vid. RR. Ritual del Matrimonio, nn. 115-17. 29. Las opciones están en RR, Ritual del Matrimonio, nn. 33, 120, 121, adaptados de acuerdo a varias necesidades.

173

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

cara hacia el novio y la novia, al otro lado del altar, lee la plegaria del misal. Si no están enfrente del altar, el sacerdote puede ir a un lugar más adecuado, ayudado por el portador del libro que llevará el misal o el libro del ritual 30. Si celebra la Misa en un altar donde la novia y el novio están detrás de él, se vuelve a su derecha hacia los novios, y el portador del libro sostiene el misal o libro del ritual delante de él a su izquierda, mientras canta o dice la bendición. 557. El rito de la Misa continúa con el «Señor Jesucristo, tú que dijiste a tus apóstoles...». En el signo de la paz, los novios pueden expresar su amor del uno por el otro de un modo «apropiado» 31. La pareja recién casada (o el cónyuge católico en un matrimonio mixto) puede recibir la Eucaristía bajo ambas especies. Al final de la Misa, se hace la bendición solemne. El celebrante no toma parte en la procesión de salida de la iglesia, pero espera a que comience y, entonces, vuelve a la sacristía precedido por sus ayudantes. Unción de enfermos 558. La celebración del sacramento de la Unción de enfermos durante la Misa requiere una cuidadosa planificación pastoral y litúrgica. De acuerdo con las circunstancias del lugar y las necesidades de los que van a recibir el sacramento, se les preparan lugares especiales, de forma que el sacramento pueda ser administrado correctamente; además, deberán tener oportunidad de hacer una confesión sacramental antes de que comience la celebración 32. Otros sacerdotes pueden concelebrar y ayudar a ungir a los enfermos. En una parroquia, los fieles ejercen un ministerio de caridad al llevar a los enfermos impedidos a la iglesia y ayudarles durante y después de la celebración. 559. Si se celebra la Misa Ritual, los ornamentos serán blancos. Además de las preparaciones usuales de la Misa, se preparan los vasos para el óleo en la credencia, así como un aguamanil con agua, una jofaina y toalla, jabón y rodajas de limón y un cuenco con agua. Las cartulinas para el celebrante y otros sacerdotes con la fórmula del sacramento se prepararán igualmente en la credencia. 560. Después de la procesión de entrada y de besar el altar, el celebrante va a la sede. La Misa comienza como de costumbre, pero, después de la

30. Aunque no es lo ideal porque la Eucaristía está sobre el altar. 31. RR. Ritual del Matrimonio, n. 35. 32. Cf. RR, Cuidado pastoral de los enfermos, Unción dentro de la Misa, nn. 65, 86.

174

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

bienvenida, el celebrante saluda a los enfermos 33, sigue el rito penitencial, el Kyrie, (Gloria) y la colecta. 561. En la liturgia de la palabra, las lecturas pueden tomarse del ritual de la Misa, salvo los días que no se usa, en los que puede elegirse una de las lecturas recomendadas en dicho ritual; en los días de los niveles 1 y 2 del Apéndice 2, la Misa del día deberá seguirse en su totalidad 34. 562. Después de la homilía, el celebrante y los otros sacerdotes que ungen a los enfermos se colocan lo más cerca posible de ellos, o delante del presbiterio. El portador del libro ayuda llevando el libro del Ritual; la letanía reemplaza las oraciones de los fieles. Se recitan al comienzo de la celebración del sacramento o a la conclusión de la celebración, quedando en este caso junto con la oración final 35. Después de la letanía, el rito continúa con la imposición de manos, la acción de gracias sobre el aceite bendecido, o la bendición del aceite si fuera necesario. Si el obispo celebra puede bendecirlo él mismo, si así lo desea 36. El diácono, o en su ausencia un sacerdote o ayudante, lleva el óleo de enfermos delante de forma que el celebrante lo tenga para la oración de acción de gracias o para la bendición; entonces los enfermos son ungidos en sus frentes y manos. Un ayudante puede sujetar la hoja o cartulina con la fórmula de la bendición delante del sacerdote. La fórmula de Unción deberá ser escuchada en voz alta al menos una vez antes de que suenen los himnos o cualquier otro tipo de música durante las unciones 37. 563. Después de la unción, el diácono, el maestro de ceremonias, o un ayudante recibe el(los) recipiente(s) del óleo, el celebrante vuelve a la sede donde los ayudantes lavan sus manos con jabón y/o limón para remover el óleo. Van a la credencia otros sacerdotes y se lavan las manos o regresan a sus asientos, donde los ayudantes les lavan las manos. Todos permanecen de pie mientras el celebrante está en esa misma posición y canta o dice la oración final del rito, con las manos extendidas. Si antes no se ha dicho, dirige la letanía, con las manos juntas, y extiende su mano para la oración conclusiva. El portador del libro ayuda como de costumbre. 564. El celebrante se sienta mientras los ayudantes preparan el altar y la Misa continúa como de costumbre. Sería conveniente que los cuidadores de 33. Cf. RR, Cuidado pastoral de los enfermos, Unción en la Misa, n. 92. 34. Cf. RR, Cuidado pastoral de los enfermos, Unción en la Misa n. 81. Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 793-794. 35. Vid. CO, n. 652. 36. Cf. CO, n. 654. 37. Cf. CO, n. 656. Ya no se acostumbra a quitar con un paño el óleo después de las unciones.

175

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

los enfermos portaran las ofrendas en la procesión. En algunos países existe tanto un prefacio propio como las oraciones por los enfermos en la Plegaria eucarística. Podrá incluirse alguna de las bendiciones finales para concluir la Misa 38. 565. Después de la procesión final de la liturgia, el celebrante y otro clérigo deberán hablar con los que acaban de ser ungidos. Si la Misa ha sido celebrada en una parroquia, puede darse el caso de que se acostumbre preparar un pequeño refrigerio antes de que los enfermos sean llevados a sus casas.

Celebración de la Eucaristía fuera de un lugar sagrado 566. El sacrificio del Señor se ofrece en «un lugar sagrado»; se exceptúa por justa causa o necesidad, pero también el lugar debe ser «adecuado» 39. La Misa se celebra normalmente en un altar que ha sido dedicado o bendecido; fuera de un lugar sagrado puede celebrarse en una «mesa apropiada... pero siempre con ornamentos de altar y con corporal» 40. 567. Por tanto, para evitar perder el significado de la celebración eucarística, el celebrante debe asegurarse de que se cumplen todos los requisitos necesarios para oficiar la Misa fuera del lugar sagrado. Primero, deberá determinar si es realmente necesario usar ese lugar como lugar sagrado. Cuando está disponible una Iglesia o capilla, por ejemplo: en o cerca de una escuela o centro de conferencias y no sea un inconveniente para la comunidad, nada puede justificar el uso de una clase, sala de conferencias o auditorio. De tal forma, el sacerdote debe decidir si es adecuado el lugar para la celebración de la Eucaristía, advirtiendo que «no deberán utilizarse para la celebración, comedores y mesas en los que de ordinario se coma, dejando esta posibilidad como la última de las existentes» 41. 568. Habiendo determinado que el lugar es adecuado, el celebrante deberá saber las cosas que se tienen disponibles. Una mesa «apropiada» deberá ser una que: 38. Cf. RR, Cuidado pastoral de los enfermos, Unción en la Misa, n. 81. Pero esta forma de bendición no se utiliza en el caso poco probable de que este sacramento pueda celebrarse durante la Misa en las solemnidades de precepto. 39. Cf. CIC, canon 932 §1. Relativo a un «lugar sagrado», vid. cánones 1205 al 1213. El canon 933 prevé la celebración de la Misa en iglesias no católicas por justa causa con el permiso del Ordinario y siempre que no lleve a escándalo. 40. CIC, canon 932 §2. 41. Congregación para el culto divino. Liturgicae instaurationes, 5 de septiembre de 1970, n. 9.

176

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

—tenga una superficie lo suficientemente amplia para contener los vasos sagrados, misal, cruz y velas, —sea lo suficientemente alta para que el sacerdote pueda estar de pie delante de ella durante la celebración (por tanto, una mesa de café o similar no es apropiada), —además de estar limpia, no esté relacionada con usos que puedan inducir a escándalo o al ridículo 42. Se pondrá una sede digna para el celebrante cerca del altar y en la medida de lo posible se empleará un atril portátil. 569. Los requerimientos básicos para la Misa son: lienzos dignos para el altar, vasos para el vino y el agua, un cuenco para lavar las manos del sacerdote, una toalla de mano y, en o cerca del altar, un crucifijo y velas. El sacerdote normalmente lleva el pan y el vino, un cáliz, patena, el corporal, el purificador, los ornamentos: alba, estola y casulla 43, el misal y el leccionario. Estos objetos necesarios pueden incluirse en un «estuche de Misa», pero solamente deberán incluirse en estos estuches objetos sagrados y artículos de buena calidad. 570. Donde el Ordinario lo permita y con el permiso del párroco, la Misa podrá celebrarse en una casa. Durante una «Misa doméstica» deberán ayudar como lectores y ayudantes algunos de las miembros de la familia. Se exhortará a todos los familiares a preparar las «mejores ropas», vasos, etc., para el honor de Dios. De acuerdo con sus recursos ellos quizá querrán colocar flores frescas en o cerca del altar. En algunas culturas, también podrá ser que quieran colocar en el altar una imagen sagrada que ellos tengan en gran estima. En Irlanda, es habitual bendecir la casa antes de que se celebre una «Misa doméstica». Esta costumbre bien podría ser imitada en otros lugares. 571. Cuando la Misa se celebra al aire libre, las siguientes precauciones evitan los efectos del polvo, el viento o el clima: —colocar o coser pesos en los lienzos del altar, —cubrir el cáliz con un paño recio, —la patena deberá tener una cubierta o se podrá colocar un disco metálico sobre la Hostia durante la celebración, —el copón deberá tener una cubierta segura, o podrá taparse con una cubierta plana de plástico durante la distribución de la Comunión, —poner cristales protectores en los cirios, —los micrófonos deberán protegerse contra los efectos del viento.

42. El autor ha visto una Misa celebrada en un estudio de televisión. 43. En algunos países se ha dispensado de la casulla en estas ocasiones, esta dispensa nos parece una eliminación inncesaria y lamentable de un signo eucarístico.

177

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Una cubierta, con preferencia un noble dosel, deberá colocarse sobre el mismo altar, sobre todo en ocasiones importantes como por ejemplo: una peregrinación.

Misas para niños 572. Una de las adaptaciones más útiles de la liturgia es la Misa para niños. Estas Misas están previstas sólo para niños «que no han alcanzado la edad de la preadolescencia y para los mentalmente disminuidos» 44. No obstante, no debería llamarse «Misa de niños» porque hay que evitar bajar el rango de la liturgia al de los niños. Estos deberán darse cuenta de que la liturgia es un acto adulto, en el que van a ser gradualmente incorporados, por tanto, tener ornamentos o vasos «especiales» para el culto de los niños es un desatino. El celebrante deberá también evitar una actitud artificial, por ejemplo: usar un lenguaje infantil, ya que rebajaría su dignidad. Los niños aceptan prontamente su papel y esperan que el celebrante se comporte de forma distinta en el altar, porque saben que se espera que ellos mismos se comporten de forma distinta en la iglesia. 573. Deberá evitarse todo didacticismo indebido. El celebrante mantendrá un tono de oración y hablará como un amigo, directa y llanamente 45. Aunque la Misa cumpla normalmente una función de catequesis, cuando se celebra la «Misa para niños» no existe necesidad alguna de «explicarlo todo», ya que en ese caso podrían confundirse o incluso aburrirse. Los signos y símbolos hablan por sí mismos y son apreciados por los niños cuya capacidad de maravillarse es conocida 46. Si por una parte el celebrante podrá hacer hincapié en la celebración, con instrucciones breves en las varias etapas del rito, por otra no olvidará nunca que los niños se reúnen principalmente para rendir culto y no para aprender. 574. La celebración deberá tomar, por supuesto, una forma más simple con niños más pequeños, pero los signos y símbolos de la liturgia no deberán ser demasiado simples para niños mayores. Estos deberán estar familiarizados con los signos ceremoniales y los gestos, velas procesionales, incienso, etc. Esto último tiene una importancia pastoral en el 44. Directorio para la Misa con niños, 1 de noviembre de 1973. Congregación del culto divino, n. 6. 45. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 23. 46. Una vez el autor tuvo el privilegio de celebrar la Misa durante siete semanas en los diversos grados de una escuela elemental, en edades comprendidos entre los 5 y los 11 años.

178

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

difícil ministerio de atraer a los niños que no van normalmente los domingos a Misa. Preparación de la liturgia 575. En la preparación de la liturgia, deberán estudiarse cuidadosamente las posibilidades del Directorio para la Misa con niños, pero nunca se utilizarán para justificar innovaciones 47. Por ejemplo: si alguien elige los «propios» de la Misa deberá advertir que no existe una liturgia algo así como una «Misa temática» celebrada alrededor del tema del «amor» o «cariño», etc. Sin embargo, podrá desarrollarse alguno de estos temas importantes en la vida cristiana dentro de las posibilidades del misal y del leccionario para niños, especialmente en formas concretas de la vida y mediante el ejemplo de un santo particular y de su historia. Por tanto, las memorias de los santos que caigan los fines de semana son una fuente constante para la liturgia con niños. Deberá cultivarse la dimensión mariana de la liturgia 48. Los tiempos del año litúrgico ofrecen muchas oportunidades para celebrar liturgias con niños 49. 576. Deberá exhortarse a los niños a participar en las preparaciones 50. Los ayudantes y los lectores de la Misa son elegidos normalmente entre el grupo de niños, si esto fuera posible, pero deberán ser entrenados y preparados para sus obligaciones. No deberá existir ninguna confusión concerniente a los textos de las lecturas ni a la oración de los fieles. Si se llega a usar la Plegaria eucarística para niños, los catequistas deberán familiarizar a los niños con esta plegaria antes de la liturgia. Detalles prácticos 577. Todos los preparativos ordinarios para la Misa se hacen en la iglesia o en la capilla 51. Debería observarse lo siguiente: el ambón deberá contar con una plataforma o escalera de tal forma que permita a cualquier niño leer con facilidad y que el micrófono pueda ajustarse a su altura. Si se preparan murales, estos no se colocarán en el altar o en el ambón ya que solamente se permite cubrirlos con un antipendio litúrgico. 47. Vid. Directorio para la Misa con niños, nn. 8 y 54, que se explican más adelante. 48. Algunas de las formas simples de Misas podrían tomarse de las Misas en honor de la Virgen María. 49. Pero no en días paganos como en carnavales. 50. Cf. Directorio para la Misa con niños, nn. 22-29. 51. Los niños prefieren el culto en un lugar sagrado «especial», los adultos imaginan que ellos prefieren celebrar la Misa en una clase.

179

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

578. Los niños tienen la posibilidad de —sentarse antes de la Misa, —entrar en procesión con el celebrante. 579. a) Si los niños permanecen sentados antes de la Misa, con el fin de evitar problemas, la experiencia enseña que: —los niños no deberán sentarse juntos unos a otros, —tampoco deberían ser encarados de forma que se miren directamente unos a otros, —no deberán sentarse en el presbiterio ni ser agrupados alrededor del altar —para mantener la psicología de reverencia hacia un lugar sagrado y hacia las funciones del celebrante y sus ayudantes—. Los encargados de los niños deberán guiarlos en las oraciones y quizá permitir un momento de oración en silencio antes de la celebración. En estas celebraciones, cuando menos, habrá un adulto presente, para que el celebrante no se distraiga en la liturgia al tener que vigilar la disciplina. 580. Al parecer, es mejor hacerles comprender los signos y símbolos inmediatamente antes, no durante la celebración. Sin embargo, podrá explicarse algún determinado signo u objeto litúrgico en la homilía. Antes de la Misa, el celebrante podrá mostrar a los niños los vasos sagrados y explicarles su significado y su uso. Podrá comentarles también los ornamentos mientras se reviste delante de los niños (pero sin tomar los ornamentos del altar). Luego, hará una reverencia, besará el altar, irá a la sede y comenzará la Misa. 581. b) Si los niños entran en la procesión, pueden ir detrás de la cruz y de los ciriales y ocupar sus lugares guiados por los maestros o catequistas. Durante la procesión pueden ejecutar su propia música y cantar si fuera factible 52. Desarrollo de la celebración 582. El celebrante puede omitir elementos en los ritos de entrada 53. Después de la bienvenida, explica brevemente la liturgia. Si se utiliza la tercera opción para el rito penitencial, al ser una alabanza triple de Jesucristo, no podrá ser nunca «por las veces que hemos sido egoístas, Señor, ten

52. Si lo permite el obispo, puede utilizarse música grabada. Pero esto puede ser una manera de rendirse ante la «cultura de la televisión y del video», es como música trivial «litúrgica» de niños. 53. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 40.

180

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

piedad», etc. Se podrá cantar una paráfrasis del Gloria. El celebrante puede simplificar la oración colecta. 583. Durante la liturgia de la palabra, los niños deberán actuar como lectores. Puede usarse un leccionario aprobado para niños. El Evangelio siempre se lee por un diácono o el celebrante, pero los niños pueden alternar las partes dialogadas como la lectura de la Pasión 54. La homilía deberá ser corta, adaptada a la capacidad según la edad del grupo y puede incluir preguntas 55. El Credo de los Apóstoles puede reemplazar al Credo Niceno 56. Es mejor que las intenciones de la oración de los fieles estén preparadas y sean leídas por los niños. 584. En la procesión de las ofrendas, los niños llevan al altar el pan y el vino y quizá flores y velas, pero en cuanto a llevar juguetes al altar deberá reservarse para aquellas ocasiones en las que no se les devolverán, ya que se destinarán a niños pobres; por ejemplo, antes de Navidad. Para evitar la distracción en la Eucaristía, estas ofrendas se colocan cerca del altar, pero no en él. La posibilidad de que un niño lleve el cáliz vacío al altar en esta procesión no es compatible en la liturgia de adultos. Los niños pequeños pueden ser exhortados a elevar sus manos como un signo de ofrenda durante las oraciones «Bendito seas Señor Dios del universo...». 585. Los niños deben ser capaces de ver toda la acción de la Misa. Sin embargo, parece preferible que no estén de pie alrededor del altar durante la liturgia eucarística, no sólo porque puede originar problemas de disciplina, sino también porque rebaja el sentido del espacio sagrado y las funciones sagradas de los ministros. 586. Antes del prefacio, el celebrante puede añadir motivos para dar gracias. Puede cantarse una adaptación aprobada del Sanctus 57. Cuando se usa alguna de las Plegarias eucarísticas para niños, los niños mayores podrían tener el texto delante de sí. Si se escoge la segunda o tercera plegaria, cuando los niños hayan de hacer las aclamaciones, deberán tener delante el texto o saberse las aclamaciones de memoria. Estas aclamaciones deberían ser cantadas, no sólo para hacerlas más efectivas, sino para evitar también una repetición trivial. El ceremonial del celebrante para las Plegarias eucarísticas de Misas con niños está incluido en el Apéndice 5, Otras Plegarias eucarísticas, nn. 826-839. Con el fin de mantener el vínculo con el culto familiar algunos sacerdotes prefieren usar 54. 55. 56. 57.

Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 47, esto se aplica a todas las lecturas. Cf. Directorio para la Misa con niños, nn. 22, 48. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 49. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 31, pero esto parece innecesario.

181

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

alguna Plegaria eucarística de adultos con los niños, normalmente la segunda, combinada con uno de los prefacios más sencillos. En este caso, se deberá enseñar a los niños a cantar la aclamación después de la Consagración. 587. Incluso los niños más pequeños pueden ser animados a participar en el canto o a rezar el Padrenuestro. Aunque la unión de manos de unos con otros no está en consonancia con la liturgia de adultos, el alzarlas como el sacerdote puede ser un gesto apropiado, además, los niños pequeños lo hacen espontáneamente 58. El celebrante puede simplificar el rito de la Comunión, pero sin omitir el Padrenuestro, la fracción y la presentación de la Hostia y la invitación a la Comunión 59. Puede cantarse una adaptación aprobada del Agnus Dei 60. 588. De que se deba dar o no el signo de la paz dependerá del consejo de los catequistas. Puede efectuarse con reverencia por los más pequeños, pero puede volverse caótico en niños mayores o con más conciencia de sí. En algún caso, convendrá omitirlo para evitar que se rompa el clima de preparación interior antes de la Comunión. 589. Antes de mostrar la Hostia fraccionada a los niños, el celebrante puede hablar brevemente acerca de la Presencia Real, especialmente en una Misa de Primera Comunión. Cuando se da la Eucaristía a los niños, el celebrante u otros ministros eucarísticos verán que es más fácil de lo que parece estar de pie en el mismo nivel que el niño. Como en el caso de los adultos, los niños deben ser libres de elegir entre recibir la Eucaristía en la mano o en la boca 61. De vez en cuando, los catequistas deberán recordarles la forma correcta y reverente de recibir al Señor, especialmente la necesidad de hacerse a un lado una vez recibida la Hostia, si se coge con la mano. 590. Después de la Sagrada Comunión, los niños deberán permanecer quietos y recogidos 62. Cuando vuelven a sus lugares para hacer la acción de gracias en privado, el arrodillarse añade una postura significativa para la ocasión. Lo más importante es cultivar la práctica de la oración personal después de recibir la Eucaristía. Por esta razón, el celebrante deberá cuidar que las purificaciones se hagan en la credencia para no

58. Esta costumbre está extendiéndose entre los adultos en algunos países. Dados sus antiguos precedentes, algún día podría reconocerse como un gesto laico en la Misa. 59. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 53. 60. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 31, esto también parece innecesario. 61. El celebrante y los catequistas deberán respetar el derecho de los padres, que pueden tener algunas razones para ver cómo recibe la Eucaristía su hijo. 62. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 54.

182

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

distraer a los niños. El celebrante, un maestro o catequista o uno de los niños puede dirigir la acción de gracias comunitaria, antes de que el celebrante se levante para la oración después de la Comunión. Podrá también decir algunas palabras una vez concluida la bendición 63. 591. Después de la bendición y la despedida, los niños pueden permanecer en sus lugares un momento o seguir al celebrante en la procesión. Deberá mantenerse una atmósfera de paz durante el tiempo en que los niños permanezcan en la iglesia, procurando que la liberación natural de energías se produzca cuando hayan abandonado el área de culto. Esto ayuda a mantener el respeto hacia los tiempos y lugares sagrados. 592. Para desarrollar una vida litúrgica más profunda y amplia en los niños y fortalecer su catequesis eucarística, los padres, clérigos, maestros o catequistas deberán llevarlos a la iglesia para hacer visitas al Santísimo Sacramento. Como parte de su formación, deberán familiarizarse con las celebraciones de adoración pública tales como una bendición con el Santísimo.

Misa de acción de gracias de un sacerdote recién ordenado 593. Un sacerdote recién ordenado concelebra su primera Misa durante la ceremonia de Ordenación. Sin embargo, su «Misa de acción de gracias» es una ocasión festiva en la que preside como celebrante o celebrante principal por primera vez. Dependiendo de su elección y su confianza, la liturgia puede adquirir una forma simple o solemne. Para liberarlo de nerviosismos, deberá ser asistido por un diácono, maestro de ceremonias y ayudantes. Puede pedir a otro sacerdote que le ayude en la homilía. La elección de los «Propios» de la Misa depende del día 64. 594. Por lo general, es asistido por un «capellán», sacerdote experimentado que se coloca cerca de él en la sede y en el altar para guiarle durante la liturgia. Si es una concelebración, un concelebrante puede actuar como capellán; otro sacerdote ayuda revestido con sotana, sobrepelliz y estola. 595. Después de la Misa, es costumbre que el sacerdote recién ordenado imparta la bendición a quienes la soliciten. Después de la procesión final, vuelve a la iglesia y se pone de pie enfrente del altar o en algún 63. Cf. Directorio para la Misa con niños, n. 54. 64. Vid. Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 788-802.

183

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

otro lugar donde el pueblo pueda recibir su bendición con facilidad. Una forma básica de bendición podría ser: «Que la bendición de Dios Omnipotente, + Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y permanezca siempre». Y se responde: «Amén». Después de hacer el signo de la cruz, coloca sus manos en la cabeza de la persona que pide la bendición diciendo: «descienda... siempre». Puede añadir después: «la paz sea contigo», y como es costumbre todavía en algunos lugares puede ofrecer sus manos para que se las besen. Pueden observarse también otras costumbres populares después de la Misa, tales como ofrecer a la madre del sacerdote un regalo simbólico, por ejemplo: unas flores bendecidas.

Bendición de un cáliz y una patena en la Misa 596. Se proporciona aquí el ritual de bendición del cáliz y la patena para comodidad de los sacerdotes. Se ha facultado a todos los sacerdotes para bendecir objetos reservados exclusivamente para la celebración de la Eucaristía. El cáliz y la patena deben cumplir los requisitos de IGMR nn. 289-95 65. Por razones obvias, es mejor hacer la bendición durante la Misa, con la participación de los donantes, si los hubiere, y de otros miembros de la comunidad. 597. Los nuevos vasos sagrados se colocan en la credencia, si los ayudantes van a llevarlos al altar, o sobre la mesa de las ofrendas, si van a ser llevados por los fieles o los donantes. La Misa comienza como es habitual, de acuerdo con la ocasión. En los días en los que sea posible sería apropiado celebrar una Misa votiva de la Eucaristía. Además, en los días en los que pueda celebrarse una Misa Ritual, pueden elegirse las lecturas apropiadas de entre las sugeridas en el rito 66. En la homilía, el celebrante comenta las lecturas y el significado de la bendición de los vasos sagrados. 598. Después de la oración de los fieles, que deberán incluir al menos una referencia a los donantes, los ayudantes, los representantes de la comunidad o los mismos donantes presentan los vasos sagrados llevándolos al altar. Los colocan en el centro del altar. Mientras tanto, puede cantarse la antífona «Yo tomaré el Cáliz de salvación...» o algún otro himno apropiado. Quienes llevaron los vasos sagrados pueden volver a sus

65. Cf. PR, Dedicación de una iglesia y de un altar, cap. 7, Bendición de cáliz y patena, nn. 1-3, y anteriormente, cap. 2, n. 93. 66. Vid. Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 788-802; y PR, Bendición de cáliz y patena, nn. 5-8.

184

OTRAS FORMAS DE CELEBRACIONES EUCARÍSTICAS

lugares o permanecer delante del altar sin estorbar a la vista del pueblo la bendición. 599. El celebrante abandona la sede presidencial y se dirige al altar. El portador del libro le acompaña llevando el libro que contiene la oración de la bendición. Después del himno, permanece en el centro del altar, y ayudado por el portador del libro a su izquierda, el celebrante dice o canta: «Oremos». Después de una pausa breve para la oración en silencio, con las manos todavía juntas, canta o dice la oración bendicional. No hace el signo de la cruz sobre los vasos sagrados, indicando de este modo que la auténtica bendición será impartida mediante su uso durante el ofrecimiento de esta Misa. Al final de la oración, todos responden: «Bendito seas por siempre Señor». El celebrante y el portador del libro vuelven a la sede. 600. Sólo a partir de este momento los ayudantes llevan el corporal, el (los) purificador(es), (otros vasos), y el misal, y permanecen de pie en el altar. Un ayudante desplaza los nuevos vasos sagrados a la derecha del altar antes de desplegar el corporal. El celebrante, entonces, se dirige al centro del presbiterio con el diácono y los ayudantes para recibir las ofrendas. En el altar, las formas se colocan inmediatamente en cualquier patena nueva, y el diácono o celebrante prepara el vino en el(los) nuevo(s) cáliz(ces). Durante la preparación del altar y de las ofrendas puede cantarse la antífona «Yo tomaré el Cáliz de salvación» o algún otro himno apropiado. Las ofrendas pueden y deben ser incensadas en esta Misa. También es apropiado, si las circunstancias lo permiten, que los fieles reciban la Sangre de Cristo del (de los) nuevo(s) cáliz(ces) bendecido(s) 67. Bendición de un vaso sagrado fuera de la Misa 601. Está previsto un rito más sencillo para las situaciones en las que sea preferible bendecir vasos sagrados fuera de la Misa 68. Esta celebración es aconsejable justamente antes o después de la Ordenación de un sacerdote, para que dichos vasos sagrados queden bendecidos antes de su Misa de acción de gracias. Durante la oración bendicional, el celebrante hace el signo de la cruz sobre los vasos sagrados. Hay establecido un texto para la oración de los fieles; se concluye con el Padrenuestro y una oración final seguida de la bendición y la despedida.

67. Cf. PR, Bendición de cáliz y patena, n. 14. 68. Vid. Bendición de cáliz y patena, nn. 15-23.

185

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

«Y los cantores hacían oír su voz y en el vasto templo resonaba la dulce melodía. Y clamaba todo el pueblo de la tierra orando ante el Misericordioso hasta acabarse el servicio del altar y terminar el culto prescrito». Eclesiástico 50, 20-21

186

10. El sacramento de la Eucaristía

602. El canon 912 establece: Todo bautizado a quien el derecho no se lo prohíba, puede y debe ser admitido a la Sagrada Comunión. Este canon incluye a todos los católicos y, en casos específicos, a algunos no católicos que no tienen acceso a su propio clero 1. Administran la Eucaristía al Pueblo de Dios, en primer lugar, todos los obispos, sacerdotes y diáconos que pueden distribuir la Sagrada Comunión en cualquier Misa en virtud de las sagradas Órdenes que han recibido 2. Los «ministros ordinarios» pueden también administrar la Eucaristía fuera de la Misa en circunstancias particulares como: —a los moribundos, —a los enfermos, —a los fieles reunidos en el lugar donde el Santísimo Sacramento está reservado. 603. Desde la publicación de la Instrucción Immensae caritatis (1973), la Iglesia autoriza a algunos laicos y religiosos a ejercer como ministros extraordinarios de la Eucaristía, para facilitar el acceso al sacramento. Es ministro extraordinario de la Sagrada Comunión el acólito o también otro fiel designado según el canon 230 §3 3. El acólito distribuye la Sagrada Comunión en virtud de su ministerio, y tiene preferencia sobre cualquier otro laico o religioso autorizado. Los ministros extraordinarios ejercen el ministerio sólo cuando faltan los ministros ordinarios. Por tanto, los acólitos o los ministros extraordinarios no distribuyen la Comunión 1. Vid. La Instrucción relativa a los casos donde otros cristianos pueden ser admitidos a la Comunión eucarística en la Iglesia Católica, Secretariado para la promoción de la Unidad de los Cristianos, 1 de junio de 1972. 2. Cf. CIC, canon 910 §1. 3. Cf. canon 910 §2.

187

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

mientras haya sacerdotes sentados 4. El ministerio auxiliar de los ministros extraordinarios tiene un gran valor en algunas circunstancias; sin embargo, los signos y símbolos de la ceremonia deben transmitir una comprensión clara del papel de estos ministros y de su relación con los ministros ordinarios 5. En territorios de misión, es frecuente que los catequistas tengan licencia para ser ministros extraordinarios 6. 604. Por tanto, para describir los ritos de la Misa que tienen relación con los ministros de la Eucaristía se ha previsto lo siguiente: —algunos detalles sobre la manera de distribuir la Sagrada Comunión, además de los que ya se han recogido en el capítulo 5; —la Comunión de los enfermos; —el Viático; —la Sagrada Comunión fuera de la Misa; —la celebración dominical en ausencia de un sacerdote.

Administración de la Eucaristía 605. Cuando se distribuye el Cuerpo del Señor, el ministro eleva la Hostia sobre el copón y dice: «El Cuerpo de Cristo» 7. El comulgante responde: «Amén». El ministro deposita la Hostia con cuidado sobre la lengua o sobre la palma extendida de la mano izquierda. Tal y como se ha señalado, es preferible mantener el dedo pulgar sobre la forma y el dedo índice debajo para conseguir un mayor control. Cuando se distribuyen los fragmentos de una Hostia grande, sería prudente —antes de decir: «El Cuerpo de Cristo»— mover un poco cada fragmento sobre la patena o el copón, para que caigan las pequeñas partículas que contengan. La Comunión con el Santísimo Sacramento reservado se da sólo bajo la forma del pan, salvo en el caso que veremos a continuación. 606. Cuando se da a beber la Sangre del Señor, el ministro entrega el cáliz al comulgante diciéndole: «La Sangre de Cristo». El que comulga responde: «Amén», y después bebe del cáliz y se lo entrega al ministro para

4. Vid. la decisión al respecto de la Pontificia Comisión para la interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico, en el Apéndice 1, n. 784. 5. Para una descripción más detallada de su papel durante la Misa, vid. Apéndice 1. Ministros extraordinarios de la Eucaristía, nn. 777-87. 6. En territorios de misión, los catequistas pueden recibir autorización para bautizar, presidir matrimonios, funerales y dirigir otros ritos y devociones no sacramentales. 7. No se añade a esta fórmula el nombre del que comulga.

188

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

que lo limpie con un purificador 8. El cáliz, una vez que se ha limpiado, se puede girar ligeramente. Sin embargo, como ya se ha señalado, cuando se distribuye la Sangre del Señor a personas ancianas o a niños, parece mejor sujetar el cáliz llevándolo cuidadosamente a los labios del que comulga. No se puede dejar el cáliz o la patena sobre una mesa o altar para que los que se acerquen a la Comunión vayan tomando para sí la Eucaristía. El servicio de persona a persona es parte de la sacramentalidad de la Eucaristía. Intinción 607. Hay dos modos ligeramente distintos de distribuir el Cuerpo y la Sangre del Señor por intinción. —El ministro sostiene la patena o el copón mientras otro ministro, de pie al lado derecho del primero, tiene el cáliz y el purificador. El ministro toma una sagrada forma y la empapa en la Preciosa Sangre, y manteniéndola encima de la patena o del copón dice: «El Cuerpo y la Sangre de Cristo». El comulgante responde: «Amén», después, el ministro da la comunión en la lengua del fiel. —El ministro puede tener el cáliz (sin el purificador) en su mano izquierda mientras otro ministro sostiene la patena. El ministro toma una sagrada forma de la patena (o de la mano del otro ministro) y la introduce en la Preciosa Sangre, y, después de decir: «El Cuerpo y la Sangre de Cristo» 9, la deposita sobre la lengua del comulgante que ha respondido «Amén». 608. No hace falta empapar del todo las formas en la Preciosa Sangre. Un modo que parece adecuado es introducir sólo un tercio de la Hostia en el cáliz. Para evitar que caigan gotas, se puede sacudir ligeramente sobre el cáliz antes de decir: «El Cuerpo y la Sangre de Cristo». El acólito u otra persona debe sostener la patena debajo de la barbilla del comulgante cuando la Eucaristía se administra de este modo 10. El comulgante no debe tomar la Hostia y empaparla en el cáliz que sostiene un ministro o que se ha dejado sobre el altar o una mesa. Esta práctica disminuiría el símbolo y significado de la comunión y, fácilmente, sería causa de accidentes.

8. Vid. IGMR, n. 244 d. 9. El valor del signo de beber del cáliz es ex institutione Christi, pero la intinción tiene algunas tradiciones orientales que la justifican y también algunas consideraciones modernas, prácticas e higiénicas. El sacerdote debe respetar las costumbres locales y se puede guiar en esta materia por un flexible discernimiento pastoral. 10. Vid. IGMR, nn. 80 c, 246 b y 247 b; y CO, n. 125.

189

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

609. La Ordenación general también contempla la posibilidad de que la Eucaristía se pueda administrar por medio de una canilla o con una cucharilla. En las poco frecuentes situaciones en las que esta práctica pueda ser necesaria, se aconseja acudir a los detalles que para estas circunstancias se recogen en el IGMR, nn. 248-52. Otros detalles prácticos referentes al ministerio eucarístico 610. Los que administran la Eucaristía nunca deben tener prisa, que, con frecuencia, lleva a accidentes e implica una falta de reverencia a la Eucaristía y una falta de respeto a los que reciben al Señor. El ministro debe decir claramente: «El Cuerpo de Cristo», para que el comulgante oiga las palabras y pueda responder, aunque no es necesario que le oigan otros. Tampoco es deseable que se oiga a varios ministros decir a la vez: «El Cuerpo de Cristo», cuando, simultáneamente se distribuye la Sagrada Comunión. Si el número de Hostias no es suficiente para todos los comulgantes, el ministro debe ir al altar o a otro lugar y fraccionar discretamente las sagradas formas para que puedan comulgar todos los que se acercan al altar. Sin embargo, no es decoroso ni conveniente intentar romper las partículas mientras se está distribuyendo la Sagrada Comunión. Como ya se ha hecho notar, sólo un sacerdote puede ayudar al celebrante a fragmentar las Hostias. 611. Si se cae al suelo una Hostia, el ministro —y no el comulgante— debe recogerla de inmediato. Si una persona toma la Hostia pero no la sume, el ministro debe retirársela y, si hace falta, pedir ayuda de otras personas para evitar una profanación. En el Apéndice 6 se explican las medidas a seguir en caso de que se derrame la Sangre del Señor (Accidentes, nn. 850-54). Por razones de higiene, el celebrante y los ministros que distribuyan la Eucaristía deben evitar, por consideración, cualquier contacto de los dedos con la boca o la nariz.

Comunión de enfermos 612. El principal motivo práctico para reservar la Eucaristía es que se pueda llevar el Santísimo Sacramento a los moribundos como Viaticum, o a los enfermos, o a los que están impedidos para participar en la celebración de la Misa 11. De estas prácticas surgieron los tan loables actos de culto público y privado de adoración eucarística que se desarrollaron en Occidente. Se expondrá primero la Comunión de los enfermos debido 11. Cf. RR, Sagrada Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 5.

190

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

a que suele requerirse con más frecuencia que el Viático. Asimismo, se expecificará cada una de estas formas de distribuir la Eucaristía en dos circunstancias: cuando la persona está en casa, o en una institución asistencial. La comunión en casa del enfermo 613. En algunos contextos sociales, el sacerdote o el diácono aún llevan la Eucaristía en procesión al enfermo, usando un alba, o sotana y sobrepelliz, con una estola blanca y el paño humeral. Puede acompañarle un acólito u otra persona llevando una vela. Es tradicional tocar una campana para avisar que se está llevando la Eucaristía. Aunque es muy bueno que no se olviden estas tradiciones, en sociedades pluralistas, en la práctica actual, el sacerdote o el diácono lleva con reverencia la Eucaristía a los enfermos sin ceremonia pública, vistiendo su traje ordinario. Utiliza una «estola de bolsillo» que debe ser preferiblemente reversible: de color blanco por un lado, y morada por otro porque el sacramento de la Penitencia es parte del ministerio con los enfermos. Lleva la Eucaristía en una píxide, que puede transportarse dentro de una bolsa de cuero o de algún otro material fino. Esta bolsa, unida a una cadena o cordón, se pone alrededor del cuello y se introduce en el bolsillo interior. El sacerdote también debe llevar un pequeño corporal, un purificador (ambos, generalmente, se mantienen doblados dentro de la bolsa de la píxide), un pequeño recipiente con agua bendita y el libro del ritual. 614. En la habitación del enfermo, sobre una mesa o una silla próxima a la cama, se debe preparar lo siguiente: un mantel (un crucifijo, si es posible), una vela (o velas), un vaso de agua (un acetre de agua bendita y un hisopo para asperger si el sacerdote o diácono no traen agua bendita) 12. Se pueden poner flores frescas encima de la mesa. Estas preparaciones se pueden modificar en caso de emergencia, o de condiciones difíciles. El enfermo debe saber exactamente cuándo va a llegar el sacerdote o diácono. Los enfermos están exentos del ayuno eucarístico de una hora 13. 615. El sacerdote o diácono (por tanto, el «celebrante») se debe poner la estola de bolsillo antes de arrodillarse y tomar la Eucaristía del sagrario para depositarla en la píxide. Después, debe ir directamente a la casa del enfermo, sin entretenerse en otros asuntos mientras lleve la Eucaris-

12. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 46-48, 95. 13. Cf. RR, Sagrada Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 24.

191

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

tía. Al llegar, el celebrante se dirige a la habitación del enfermo. Como es costumbre, por reverencia a la Eucaristía, el celebrante no debe iniciar una conversación con los de la casa hasta que se haya terminado el rito. Primero saluda al enfermo y a los presentes, según las fórmulas del ritual. Después toma el corporal, lo desdobla y lo pone sobre la mesa, deposita la píxide sobre la mesa y se arrodilla. En este momento todos los presentes deben arrodillarse en adoración durante un breve espacio de tiempo 14. 616. Entonces, el celebrante puede asperger al enfermo y a los presentes con agua bendita, mientras dice alguna de las fórmulas previstas por el ritual. Si el celebrante es un sacerdote, se puede celebrar el sacramento de la Penitencia, en cuyo caso los presentes deben abandonar la habitación mientras dure la confesión. Si la persona enferma no necesita el sacramento, se continúa con el rito penitencial. 617. Después sigue una breve liturgia de la palabra. El celebrante u otra persona lee algunos versos sugeridos por el ritual. A continuación hay un momento de silencio; luego, el celebrante puede explicar brevemente las lecturas, comentando la aplicación que tienen a las necesidades del enfermo y de los que le cuidan 15. Si el celebrante tiene que visitar a varios enfermos, esta parte del ritual se puede reducir a recitar con reverencia un verso eucarístico de la Sagrada Escritura. 618. El rito de la Comunión comienza con la oración del Señor. Después, el celebrante hace una genuflexión, abre la píxide, toma la Hostia, que sostiene sobre la píxide abierta, y la muestra al enfermo diciendo: «Éste es el Cordero de Dios...» u otro texto aprobado. Una vez que todos los presentes han respondido: «Señor, no soy digno...», el celebrante administra la Eucaristía al enfermo y a los que están presentes y quieran recibir al Señor. El celebrante u otra persona puede ofrecer un poco de agua si alguno tiene dificultad para tragar la Hostia. Algunas soluciones a diferentes problemas se recogen en Otros detalles prácticos del ministerio de los enfermos, nn. 624-26. 619. Después de administrar la Comunión, el celebrante deposita la píxide sobre la mesa, la cierra y hace una genuflexión si todavía queda alguna Hostia. Si está vacía, echa un poco de agua en la píxide y purifica sus dedos. Si es necesario, consume la ablución y seca la píxide con el purificador. Y luego la guarda con los lienzos en la bolsa.

14. Esto parece indicarse en RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 49. 15. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 53.

192

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

620. Se pueden tener unos breves minutos de silencio. A continuación, el celebrante dice: «Oremos» y, si no hubo un momento de reflexión previo, hace una pausa para rezar en silencio. Después dice una de las oraciones de la Comunión. Finalmente, da una de las bendiciones previstas en el ritual 16. Sin embargo, si todavía está el Santísimo Sacramento en la píxide, hace una genuflexión, toma la píxide y, dirigiéndose al enfermo y a los presentes, hace la señal de la cruz lentamente sin decir nada. Cuando se imparte la bendición eucarística, todos deben estar arrodillados en actitud de oración. Dependiendo de la circunstancias, el celebrante puede ir a la casa siguiente para atender a otras personas o, si la píxide está vacía, puede quedarse con el enfermo. Comunión en una institución asistencial 621. El rito de administrar la Comunión a los enfermos se modifica cuando son varias las personas que van a recibir el sacramento en un hospital o institución asistencial. Si los enfermos o ancianos están reunidos en una habitación, el celebrante usa el ritual descrito, aunque con las modificaciones necesarias; por tanto, antes de comenzar el ritual, debería escuchar las confesiones. Sin embargo, como se dice a continuación, el rito se modifica cuando la Eucaristía se administra en diferentes zonas de un edificio 17. 622. El celebrante recita una antífona eucarística, por ejemplo: O sacrum convivium, en la iglesia o capilla adjunta a la institución, o en la primera habitación que va a visitar. Después se dirige al recinto donde están los enfermos esperando la Eucaristía. Estos y quienes los atienden deben saber exactamente cuándo el sacerdote o el diácono les llevará la Eucaristía. Alguien, llevando una vela, podría y debería acompañar al ministro de habitación en habitación. En una institución católica, el sacerdote o el diácono pueden vestir el alba o sotana y sobrepelliz y estola blanca. 623. Se omite la aspersión con agua bendita. Si hay una mesa preparada en cada habitación, el celebrante deposita la píxide sobre ella y hace una genuflexión. A continuación se adora en silencio. Se puede hacer una breve lectura de la Sagrada Escritura, y recitar la oración del Señor. Luego, el celebrante muestra la Hostia al enfermo y le da la Comunión como se ha indicado anteriormente, teniendo en cuenta que también otras personas pueden querer recibir la Comunión (parientes, amigos, 16. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 79, 237, 238. 17. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 59.

193

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

enfermeras, etc.). El pesonal sanitario debe ayudar al enfermo cuando sea necesario, por ejemplo: ofreciéndole agua después de la Comunión. La oración final se dice en cada habitación o en la última. No se da la bendición final. El celebrante limpia la píxide en la iglesia o capilla de la institución o en la última habitación. En la práctica, es posible simplificar más este rito, especialmente cuando son muchos los que reciben la Eucaristía. Otros detalles prácticos en la atención a los enfermos 624. No se debe hacer ningún intento de dar la Eucaristía a personas: —incapacitadas para tener comida sólida o líquida en el estómago, —que estén inconscientes o en estados similares, —en un estado irracional hasta el punto de que puedan rechazar las Sagradas Especies. 625. Se debe prestar especial atención a las personas con dificultad para tragar. Algunas posibles soluciones son las siguientes: —dar al comulgante sólo un pequeño fragmento de la Hostia, —darle agua después de la Comunión, —darle un poco de la Preciosa Sangre cuando no puedan tragar sustancias sólidas. 626. En el tercer caso, durante la Misa, el sacerdote reserva una pequeña cantidad de la Preciosa Sangre en el sagrario en un cáliz cubierto. El contenido de este cáliz se transfiere a un vaso de cristal cuidadosamente sellado. Antes de apartarse del sagrario, el sacerdote lava el cáliz con agua, bebe la ablución y seca el cáliz con el purificador. Además del vaso sellado, el celebrante debe llevar otros medios con los que administrar la Eucaristía, es decir: un pequeño cáliz o una cucharilla (de un metal noble y reservada para este fin), y, en algún caso, hasta un lacrimario. Con el máximo cuidado, se transfiere una parte de la Sangre Preciosa a este vaso y después se administra la Comunión al enfermo, con la fórmula habitual: «La Sangre de Cristo». El celebrante consume inmediatamente lo que queda y se purifican ambos vasos con agua. Si el enfermo que ha recibido la Eucaristía de este modo es contagioso, el sacerdote puede purificar los vasos sin consumir la ablución. Más tarde este líquido se vierte en el sacrarium o en el desagüe de la pila bautismal o sobre la tierra 18.

18. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 95.

194

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

Viático 627. El rito de administrar la Eucaristía a los enfermos en peligro de muerte como Viático, o «Alimento para el camino» 19, es similar al rito de la Comunión para los enfermos. Sin embargo, se deben hacer notar las siguientes modificaciones. 628. El rito comienza con el saludo y la aspersión de agua bendita. El celebrante da una explicación breve acerca del Viático, adaptada a las necesidades del enfermo y de las personas presentes. Si se administra el sacramento de la Penitencia, en caso de necesidad, la confesión puede ser general. Después de oír la confesión, el sacerdote le impone una penitencia adaptada a la situación, le confiere la absolución y después le lucra con indulgencia plenaria o el perdón apostólico, utilizando la fórmula prevista. Si no se celebra el sacramento de la Penitencia, se reemplaza por un rito penitencial. Después, el celebrante invita al enfermo a hacer la profesión de fe bautismal o a expresar su fe bautismal de un modo no verbal. Luego, sigue la letanía de intercesiones, que puede ser adaptada o también omitida si parece que el rito cansa al enfermo. 629. Si la persona en peligro de muerte no está confirmada, cualquier sacerdote puede administrar la Confirmación 20 y, a continuación, el sacramento de la Unción de enfermos, como está previsto en el «rito continuo» que se usa cuando el sacerdote se da cuenta de que debe administrar todos los sacramentos para beneficio de una persona in extremis 21. 630. El rito de la Comunión comienza con la oración del Señor. Inmediatamente después de administrar la Eucaristía al enfermo, el celebrante dice: «Que el Señor te proteja... hasta la vida eterna». Responde: «Amén». En este momento puede dar la Eucaristía a los que están presentes. Purifica el cáliz, dice la oración de después de la Comunión y da la bendición usando una de las fórmulas indicadas. Si en la píxide hay alguna Hostia da la bendición eucarística en silencio, como ya se ha indicado. El sacerdote o diácono y las personas presentes pueden dar o hacer al enfermo una señal de paz, de modo atento y afectuoso 22. Según la situación, el sacerdote o el diácono puede que19. El Viático se explica en CEC, nn. 1517, 1392, 1524. 20. Cf. CIC, canon 883; Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 136-37. 21. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 30, 115-17. Vid, también CEC, n. 1517. 22. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 114.

195

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

darse para dirigir la oración de recomendación del alma y ayudan al moribundo a entrar en la vida eterna confiando en los méritos de nuestro Salvador misericordioso 23. 631. Los niños enfermos y en peligro de muerte pueden recibir la Eucaristía si distinguen el Cuerpo de Cristo de la comida ordinaria y reciben la Comunión reverentemente 24. Si el niño no está confirmado, el sacerdote trae consigo el crisma y le administra el sacramento de la Confirmación. Si tiene suficiente uso de razón, el niño debe recibir la Unción de enfermos. Si hay duda con respecto al uso de razón, el niño debe recibir el sacramento 25. La Eucaristía se administra después de la Confirmación y la Unción de enfermos. El rito completo debe ser sencillo, corto y presentado de modo cuidadoso para eliminar toda posibilidad de aterrorizar o confundir al niño. 632. Está previsto un rito especial para la iniciación cristiana de adultos no bautizados en peligro de muerte 26. El Viático durante la Misa 633. La Misa ritual del Viático se puede celebrar en, o cerca de la habitación del enfermo. Se debe preparar todo igual que en la Misa fuera de un lugar sagrado, tal y como se detalla en el capítulo anterior. El altar ha de prepararse de tal modo que el enfermo pueda participar, al menos con la vista, de los misterios salvadores. Toda la celebración se caracterizará por la paz y el silencio. 634. Cuando se puede celebrar 27 la Misa Ritual (o una Misa votiva de la Eucaristía) 28, no hay inconveniente en usar las lecturas propias. Cuando no se use la Misa Ritual, se permite tomar una lectura de los textos propios de esa Misa, además de una forma especial de la bendición final. En los días afectados por el título 1 y 2, en el Apéndice 2, se usa la Misa y las lecturas propias. En la homilía sobre el texto sagrado, el celebrante explica el significado y la importancia del Viático. Después de la homilía, el celebrante invita al enfermo a hacer la profesión de fe bautismal, o a expresar su fe de una manera no verbal. A continuación, si se quiere, sigue una letanía de intercesiones adaptadas que se omite si 23. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, nn. 138-50. 24. Cf. CIC, canon 913 §2. 25. Cf. CIC, canon 1005. 26. Cf. RR, Iniciación cristiana de adultos, nn. 278-94. 27. Vid. Apéndice 2, Días litúrgicos y otras celebraciones, nn. 788-802. 28. Cf. RR, Rito de la Unción de enfermos y pastoral del cuidado del enfermo, n. 97, y para los textos vid. nn. 247-58.

196

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

el rito fatiga al enfermo. Después, continúa la Misa con la preparación de las ofrendas. 635. El celebrante y los presentes pueden dar la paz al enfermo en el momento habitual de la Misa. Después de administrar la Eucaristía al enfermo, el celebrante añade la fórmula del Viático: «Que el Señor Jesús...». El enfermo y los presentes pueden recibir la Eucaristía bajo ambas especies, si es posible. Como se ha señalado, una de las formas opcionales previstas para la Comunión de los enfermos es la bendición final. A esta bendición el celebrante puede y debe añadir la indulgencia plenaria o el perdón apostólico. La Misa concluye con la despedida del diácono o del celebrante. Atención al enfermo por un ministro extraordinario 636. Cuando un ministro extraordinario lleva la Comunión al enfermo o, cuando es necesario dar el Viático, se hacen las preparaciones habituales. El ministro no viste traje distintivo, aunque el acólito puede utilizar el alba en una casa de religiosos, en un hospital o en un colegio, etc. En este Ritual hay pequeñas variaciones 29. Se usa un modo distinto de saludar al principio del rito; y en la conclusión se utiliza una forma laical de bendición: el ministro hace la señal de la Santa Cruz sobre sí mismo. Si permanece una Hostia en la píxide, el ministro extraordinario no imparte la bendición eucarística.

La Sagrada Comunión fuera de la Misa 637. Administrar la Eucaristía fuera de la Misa nunca es lo mismo que recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor durante el sacrificio eucarístico 30. Donde las condiciones pastorales requieren la administración de la Eucaristía fuera de la Misa, se debe poner atención en consagrar una cantidad suficiente de Hostias y usar los vasos sagrados apropiados y autorizados. Cuando la Eucaristía está prevista de este modo para una comunidad aislada, el sacerdote se asegurará de que el pan usado no se corromperá por las condiciones climáticas de esa localidad. El rito varía si: —incluye una celebración de la palabra, por ejemplo: un «servicio de Comunión», —es un rito corto, y 29. Establecido en RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, nn. 54-78 30. Cf. RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 13.

197

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—preside un sacerdote, o un diácono, o dirige la celebración un ministro extraordinario. Estos ritos se pueden celebrar cualquier día y a cualquier hora, según las necesidades pastorales. Sin embargo, con la excepción de la Comunión a los enfermos y el Viático, el Jueves Santo y el Viernes Santo, la Sagrada Comunión sólo se distribuye a los fieles durante la celebración de la liturgia. El Sábado Santo, antes de la Misa de la Vigilia Pascual, la Sagrada Comunión sólo se da como Viático 31. 638. Se deben hacer las siguientes preparaciones para la Sagrada Comunión fuera de la Misa: 639. En el altar se extiende el corporal y se encienden dos velas 32. Se coloca el libro del ritual de la Sagrada Comunión y adoración eucarística fuera de la Misa, de modo preferible sobre un atril o un cojín. 640. En el ambón se abre el leccionario, a no ser que se utilice el rito breve, o que la lectura se tome del libro del Ritual. 641. Junto al sagrario se dejan la llave y las velas encendidas si la capilla está separada del mismo. 642. En la credencia se deja un vaso de agua y una toalla para lavar los dedos, a no ser que esté cerca del sagrario; una vinajera con agua si la píxide o copón se va a purificar. 643. En la sacristía se preparan un alba o roquete y una estola blanca o del color del día para el sacerdote o diácono. Rito breve 644. Se sigue el rito breve donde es habitual distribuir la Eucaristía fuera de la Misa a horas fijas del día. El celebrante llega al altar y hace una reverencia o una genuflexión si el sagrario está encima o detrás del altar. Besa el altar, saluda al pueblo como al inicio de la Misa y sigue con el rito Penitencial. El celebrante u otra persona lee una breve lectura Eucarística. 645. El celebrante va al sagrario, lo abre, hace una genuflexión, saca el copón, lo pone sobre el altar encima del corporal, lo descubre y hace 31. Cf. RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 16. 32. Cf. RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 18, se necesita una bandeja de Comunión, si es la costumbre.

198

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

una genuflexión. Después, con las manos juntas, inicia la oración del Señor, y las extiende mientras reza. Hace una genuflexión, toma la Hostia, la muestra al pueblo y, con la Hostia encima del copón, dice: «Éste es el Cordero de Dios...». Todos responden «Señor, no soy digno...». Si el rito se celebra cara al altar, el celebrante se da la vuelta por el lado derecho al decir «Éste es el Cordero de Dios...». Si el celebrante comulga dice en secreto: «El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna». A continuación, distribuye la Comunión de acuerdo con el uso habitual. Se puede cantar un salmo o un himno durante o después de la Comunión. Asimismo, se puede guardar un tiempo de silencio. 646. Si se usa una patena, el celebrante la purifica, cubre el copón y lo lleva al sagrario. Antes de cerrar el sagrario hace una genuflexión. Purifica sus dedos en el vaso de agua. Si el copón está vacío lo purifica con agua, bebe la ablución y lo seca con un purificador; después, lo cubre y lo pone fuera del corporal, a su derecha. 647. De pie, al lado del altar, con sus manos juntas, el celebrante dice: «Oremos». Si no hubo un tiempo de reflexión en silencio, se hace, ahora, una pausa y después extiende sus manos para la oración final del rito. Luego, dice, girándose si es necesario: «El Señor esté con vosotros», imparte la bendición final y dice la despedida. Se dirige al centro del sagrario, hace la reverencia habitual y regresa a la sacristía. Rito más largo 648. Se usa el rito más largo cuando es imposible celebrar la Misa diaria y un diácono preside «la liturgia de la Comunión». Comienza del mismo modo que el rito breve. El diácono se dirige a la sede para el saludo y el rito penitencial. Después celebra la liturgia de la palabra. Si el rito ocupa el lugar de la Misa, la lectura se toma de la Misa del día, o de la Misa votiva de la Sagrada Eucaristía, o de la Preciosa Sangre o del Sagrado Corazón, dependiendo del día y las circunstancias 33. Un lector puede leer las lecturas y el diácono predica una breve homilía. Con la oración de los fieles concluye la liturgia de la palabra. 649. El rito de la Comunión es el mismo que en el rito breve; sin embargo, después de la oración del Señor, el diácono puede invitar a todos los presentes a darse la paz. Durante o después de la Comunión, se puede cantar un salmo o un himno o tener un tiempo de silencio. El rito concluye del mismo modo que en el rito breve: una oración, la bendición

33. Cf. RR, Comunión y culto eucarístico fuera de la Misa, n. 29.

199

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

y la despedida, bien sea desde la sede o desde el altar. Puede reemplazar la forma simple de la bendición una bendición solemne u oración sobre el pueblo, cuando sea apropiado. Rito diario dirigido por un ministro extraordinario 650. Cuando un laico dirige esta liturgia de la Comunión, se debe modificar el rito teniendo en cuenta las descripciones que se dan a continuación sobre: «la celebración dominical en ausencia de un sacerdote». Por tanto, el laico que la dirige, no besa el altar, ni usa la sede presidencial. Se usa un saludo distinto al comienzo del rito, no hay homilía, y en el momento de la conclusión se usa una bendición laical: el ministro extraordinario hace la señal de la cruz sobre sí mismo. Rito de Comunión dominical 651. No cambia el texto del rito cuando, a falta de presbítero, un diácono preside el rito de Comunión en domingo. Sin embargo, como esta celebración sustituye a la Misa dominical, la liturgia debería incluir la predicación, la ceremonia y música festiva. El diácono preside desde la sede presidencial. El libro de la oración de los fieles debe ponerse cerca de la sede, y las notas de la homilía sobre el ambón. El diácono o el lector puede llevar el evangeliario. Sin embargo, se debería evitar solemnidad de modo que no parezca que este rito es equivalente a la Misa. Por ejemplo: no se debería usar dalmática, ni incienso.

Celebración dominical sin presbítero 652. En determinadas situaciones pastorales, cuando es imposible que se celebre la Misa dominical por falta de clérigos, un laico autorizado y designado puede dirigir la celebración de la palabra y del sacramento. La Congregación para el culto divino y de los sacramentos ha dado instrucciones específicas para regular esta práctica, y hacer que exprese la verdad de la situación: la lamentable carencia de sacerdote y de diácono 34. En la catequesis sobre estas liturgias, se debe tener cuidado y aclarar que este tipo de celebraciones no son una «forma» de Misa. 653. Cuando dirige la liturgia un acólito instituido, éste lleva un alba. Si es laico quien dirige el acto de culto, viste el traje adecuado para la fun34. Vid. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, Congregación para el culto divino y de los sacramentos, 2 de junio de 1988.

200

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

ción que ejerce, o la vestimenta prescrita por el obispo 35. Donde sea una costumbre, los ministros extraordinarios o los catequistas con licencia pueden llevar algún símbolo o distintivo de su ministerio. Los religiosos usan su hábito.Todas estas personas serán a continuación designadas como: «directores». 654. La ceremonia gira en torno al rito de la Sagrada Comunión fuera de la Misa, y se hacen los mismos preparativos. Sin embargo, en la celebración de este rito se deben señalar algunas variaciones importantes. 655. a) Para simbolizar la ausencia del ministro ordinario, no se usa nunca la sede presidencial. En algunos lugares se suele extender la estola sobre el asiento vacío, como un modo de recordar esta ausencia. El laico dirige la celebración desde un asiento situado fuera del presbiterio y, con preferencia, cerca o incorporado a la asamblea. El altar sólo se usa para el rito de la Comunión cuando la Eucaristía se deposita sobre él 36. 656. b) Durante el rito, el director «actúa como igual entre sus iguales» 37. No usa saludos propios del sacerdote como por ejemplo: «El Señor esté con vosotros», y se omiten los ritos relacionados con la Misa, en especial, con la «Plegaria eucarística» u oración similar. Por tanto, se usa una forma de saludo diferente al comienzo del rito, y en el momento de la conclusión se usa una bendición de tipo laical, es decir, el director se persigna o hace la señal de la santa cruz sobre sí mismo. 657. c) La liturgia de la palabra se toma de la Misa dominical. Sin embargo, debido a que sólo el sacerdote o el diácono pueden predicar, es deseable que el director lea una homilía preparada por el párroco, siempre de acuerdo con las directrices de la Conferencia Episcopal 38. La oración de los fieles debe seguir la serie establecida de intenciones, sin olvidar las intenciones propuestas por el obispo y una oración por las vocaciones sacerdotales 39. 658. d) La acción de gracias debe ser parte de la celebración. Todos se ponen de pie y miran hacia el altar, para dar gracias, tal vez con un salmo, o un himno como el Gloria, o un canto como el Magnificat, o una letanía. La acción de gracias no debe parecerse en la forma ni una Plegaria eucarística ni a un prefacio tomado del Misal Romano. La acción de gracias comunitaria se puede hacer después de la oración de 35. 36. 37. 38. 39.

Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 40. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 40. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 40. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 43. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 44.

201

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

los fieles o después de la Comunión. También puede ser un acto de adoración comunitaria antes de la Comunión 40. 659. e) Antes de la oración del Señor, el director trae la Eucaristía desde el lugar donde está reservada, pone el copón sobre el altar y hace una genuflexión. En este momento se puede hacer la acción de gracias en la forma de adoración comunitaria de la Eucaristía. Este tiempo de adoración incluye un himno apropiado, o un salmo, o una letanía dirigida al Señor Eucarístico. El director y la asamblea se arrodillan durante la adoración 41. Este acto subraya el hecho de que la Eucaristía ya se ha realizado, y se ha recibido de Dios a través de las manos del sacerdote. Por tanto, esta opción debe favorecerse. Después de la adoración, todos se ponen en pie, y el director comienza la oración del Señor, que es cantada o recitada por todos. En una celebración dominical, en la que no se distribuye la Comunión, la oración del Señor sigue siendo parte del rito 42. 660. f) Siempre que sea posible, se consumirá pan consagrado ese mismo domingo 43. No suele ser factible cumplir esta condición debido, precisamente, a las circunstancias que concurren para que se haya autorizado este tipo de celebraciones. De todos modos, cuando la Eucaristía esté reservada para estas celebraciones, se debe hacer todo lo posible para asegurar que las especies consagradas sean recientes. 661. Los textos de los ritos que se utilizan para estas ocasiones deben ser preparados por las Conferencias Episcopales, en colaboración con la Santa Sede. El obispo diocesano establecerá otras directivas relacionadas con el papel que desempeñan los laicos que dirigen estos actos de culto eucarístico. «Instruido en estas cosas —dice San Cirilo de Jerusalén para concluir su sermón sobre los misterios de la Fe— e imbuido de una certísima fe, para la cual aquello que parece pan, no es pan, no obstante la sensación del gusto, sino el Cuerpo de Cristo; y aquello que parece vino, no es vino, aunque así le parezca al gusto, sino la Sangre de Cristo... confirma tu corazón, y toma ese pan como algo espiritual, y alegra la faz de tu alma». San Cirilo de Jerusalén Catequesis, 22, 9 (myst.), citado por Pablo VI en Mysterium fidei, n. 48.

40. 41. 42. 43.

202

Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 45. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 45.2 Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 48. Cf. Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, n. 47.

11. Adoración eucarística

662. La adoración pública de Jesucristo en la Eucaristía es una acción litúrgica y no una devoción «paralitúrgica». La adoración que surge de la liturgia eucarística conduce a la vida de la Iglesia a su cumbre y fuente. El Señor que adoramos está con nosotros como Sacerdote-Víctima y Alimento. La adoración intensifica nuestro amor por su sacrifico y nuestro deseo de recibir su Cuerpo y Sangre 1. 663. Por tanto, en el Rito Romano, el culto público a la Eucaristía se considera como una parte de la vida litúrgica de la diócesis, de la parroquia y de la comunidad religiosa. La exposición con la custodia (u ostensorio) o con el copón se puede hacer en cualquier iglesia u oratorio en el que esté reservada la Eucaristía 2. En este sentido, el papa Juan Pablo II ha dado un ejemplo maravilloso para toda la Iglesia cuando instituyó la exposición diaria del Santísimo en la basílica de San Pedro, que luego extendió a las otras tres basílicas mayores en Roma. 664. Se da una especial importancia a la exposición solemne anual del Santísimo Sacramento, de acuerdo con el parecer o juicio del Ordinario 3. Él puede designar un día para la exposición solemne en todas las iglesias y oratorios en los que la Eucaristía esté reservada. Más aún, en su diócesis puede continuar o restaurar la devoción de «las cuarenta horas» adaptando los anteriores reglamentos a las prácticas litúrgicas y a las condiciones locales. 665. El ministro ordinario para la exposición del Santísimo es el obispo, el sacerdote o el diácono. Sólo un obispo, un sacerdote o un diácono pue1. Vid. CEC, nn. 1378-81, 2628. 2. Cf. CIC, canon 941. El permiso del obispo diocesano ya no se necesita para la exposición con la custodia. 3. En el CIC, canon 942, si se prevé una concurrencia proporcionada de fieles, y observando las normas establecidas.

203

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

den dar la bendición con la custodia o con el copón. A esta bendición se la denomina: «Bendición con el Santísimo». El obispo, cuando haya una razón pastoral justa, puede autorizar a un acólito, a un ministro extraordinario o a un religioso, varón o mujer, para exponer y luego reservar el Santísimo Sacramento 4. 666. La mayor libertad a la hora de permitir que los laicos y los religiosos expongan la Eucaristía, ha servido para promover la adoración en las parroquias y en las comunidades religiosas. El desarrollo moderno de la adoración perpetua, como parte de la espiritualidad laical en la parroquia, puede incluir la exposición diaria. Las celebraciones públicas habituales de la adoración eucarística deben tener en cuenta esta devota «vela o vigilia». El Código de Derecho Canónico de 1983 está animando o exhortando explícitamente a las visitas personales al Santísimo Sacramento cuando, en su canon 937, establece que: las iglesias en las que esté reservada la Santísima Eucaristía queden abiertas a los fieles, por lo menos algunas horas al día, para que se pueda hacer oración ante el Santísimo Sacramento 5.

Adoración solemne de la Santísima Eucaristía 667. Cuando se utiliza una custodia para la adoración pública solemne, se precisan los siguientes preparativos: 668. Altar: Seis o cuatro velas (según la costumbre vigente) encima o alrededor del altar 6. Debe haber, al menos, un mantel sobre el altar y el corporal se extiende o se pone doblado (dentro de una bolsa o carpeta). La custodia se sitúa en el lado izquierdo del corporal. Puede haber flores sobre o cerca del altar. Sería apropiado que hubiera un frontal (antipendio) blanco. Sobre el altar, se puede poner un trono o «pedestal» para la custodia 7. 4. Cf. CIC, n. 943, y vid, Otras formas de adoración, nn. 712-14. 5. Cf. CIC, canon 937. Vid. también CO, n. 71: nadie que entre en una iglesia debería dejar de adorar al Santísimo Sacramento, visitando la capilla del Santísimo Sacramento, o al menos haciendo una genuflexión, CEC, n. 1418 6. Consideraciones razonables limitan el número de velas en la exposición a seis, de modo análogo o similar a la Misa. Sin embargo, la devoción popular a la Eucaristía deja abierta la posibilidad a costumbres más generosas que son evidentes en Roma durante las liturgias pontificales. 7. Se pone un corporal sobre el trono. Para mayor comodidad o facilidad, el nivel o la altura no debe ser muy grande. Se puede utilizar un trono permanente detrás del altar, pero no si es muy distante, porque se rompería la relación entre la adoración y la celebración de la Eucaristía. Por este mismo motivo, no parece apropiado exponer la Eucaristía en un lugar en el que no haya altar, por ejemplo: en una habitación para la meditación en una casa de religiosos.

204

ADORACIÓN EUCARÍSTICA

669. Sagrario: Llave y dos velas encendidas si es en un lugar distinto de la capilla o del lugar de exposición. 670. Gradas del altar: Se pueden dejar el libro del Rito de la Bendición, la naveta para el incienso y la campanilla. El paño humeral se dobla de modo decoroso preferiblemente sobre soporte propio. 671. Ambón: Leccionario y libros para lecturas, meditaciones, homilías, etc., si no se van a utilizar durante el tiempo de la adoración. Sería conveniente cubrir el ambón con un paño blanco. 672. Sede: Libro de la Liturgia de las Horas si éstas se van a celebrar. 673. Sacristía: Incensario y hachones para los acólitos, así como capa pluvial y estola para el celebrante (dalmática y estola para los diáconos), y albas o sobrepellices. 674. Uno o dos diáconos con dalmática (o la capa pluvial si van a rezarse las Vísperas inmediatamente antes de la bendición) pueden ayudar al sacerdote. Un sacerdote puede ayudar al celebrante revestido con alba o sotana y sobrepelliz y estola: actúa del mismo modo que el diácono. Debe haber al menos dos acólitos o ayudantes, uno de maestro de ceremonias y otro como turiferario. De forma habitual pueden ayudar hasta seis personas, con los hachones. Sin embargo, en caso de necesidad y cuando haya un soporte para el incensario y la naveta, un ayudante bien entrenado es suficiente. 675. Cuando un diácono da la bendición, sigue el mismo rito que el sacerdote, pero bajo la capa pluvial lleva su propia estola. 676. Cuando es un obispo quien preside la exposición solemne y da la bendición, deberían ayudarle dos diáconos revestidos con dalmáticas, o dos sacerdotes con capas pluviales. El obispo, cuando se dirige hacia el altar y regresa del mismo, puede llevar una mitra ornamentada y solideo; pero no mientras esté expuesto el Santísimo Sacramento. Si es obispo diocesano puede utilizar báculo. Si la exposición continúa después de la bendición, regresa a la sacristía con la cabeza descubierta; y sus tres ayudantes le siguen llevando la mitra, el solideo, el libro del Ritual y el báculo 8. Pueden ayudar en el rito hasta ocho personas llevando los hachones.

8. Para más detalles, vid. CO, cap. 22, nn. 1102-15.

205

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Exposición 677. Una vez que se ha hecho la reverencia al crucifijo en la sacristía, todos salen en procesión hacia el altar de la exposición. Dirige la procesión el turiferario con el incensario, pero sin incienso. Los portadores de los hachones los llevan con la mano hacia fuera y siguen al maestro de ceremonias. Un sacerdote ayudante precede al celebrante. Un diácono camina al lado derecho de éste, y si hay dos diáconos, estos pueden ir a cada lado de él. 678. Cuando llegan al presbiterio, el turiferario se va al lado derecho, y los ceroferarios se hacen a un lado para permitir que el maestro de ceremonias y los sacerdotes pasen y se distribuyan a lo largo del presbiterio o de otro modo. El celebrante con el maestro de ceremonias a su izquierda y los diáconos a su derecha hacen una reverencia al altar o una genuflexión al sagrario, y se arrodillan sobre la grada inferior que puede haber delante del altar: la grada de la tarima. Es el sitio preferible para estos ritos. 679. El diácono (o los sacerdotes que ayudan o, si estos faltan, el celebrante) va al altar y desdobla el corporal, si no estaba ya extendido. Si el sagrario está en una capilla separada, primero se pone el paño humeral, con ayuda del maestro de ceremonias y después se dirige a la capilla precedido por los que llevan los hachones 9. Abre el sagrario, hace una genuflexión y saca la píxide o cajita que contiene la Hostia. Cierra el sagrario y trae la píxide al altar de la exposición (precedido por los que llevan los hachones, si viene desde la capilla). Después pone la píxide sobre el corporal, mueve la custodia hacia la parte izquierda del corporal, la gira hacia sí mismo y la abre. Saca el viril de la píxide y pone cuidadosamente la Hostia en la custodia. Después coloca la custodia con reverencia y firmeza en el centro del corporal o sobre el trono. Cierra la píxide vacía y la pone al lado derecho del corporal. Hace una genuflexión con las dos manos apoyadas sobre el altar, regresa a su sitio, y se arrodilla en la grada de la tarima. 680. Se canta un himno eucarístico apropiado, por ejemplo: O salutaris Hostia. El celebrante, (diácono o diáconos, si los hay), maestro de ceremonias y el turiferario permanecen de pie. El celebrante se gira hacia la derecha; el turiferario se pone delante de él y le ofrece el incensario abierto; el diácono o el maestro de ceremonias presenta la naveta abierta con la cucharilla, manteniendo abierto el lado derecho de la capa del 9. Cf. CO, cap. 22, n. 1108. En algunos lugares, primero todos se dirigen a la capilla del Santísimo Sacramento y luego van al presbiterio.

206

ADORACIÓN EUCARÍSTICA

celebrante mientras se prepara y se bendice el incienso 10. El celebrante se gira hacia el altar y se pone de rodillas. El turiferario (o el diácono) que está a su derecha, le pasa el incensario. Todos, de rodillas, hacen una reverencia y el celebrante inciensa la Eucaristía con tres movimientos dobles. El diácono o el turiferario y el maestro de ceremonias sostienen la capa para permitir que el sacerdote tenga las manos libres en el momento de incensar. Después, todos hacen una reverencia y el celebrante entrega el incensario al diácono o al turiferario 11. Todos pueden permanecer arrodillados en silenciosa oración, sea cual sea la opción elegida para este tiempo de adoración. El tiempo de adoración 681. Antes de la bendición con el Santísimo Sacramento expuesto, se puede celebrar la Liturgia de las Horas, especialmente Laudes o Vísperas 12. En este caso, el celebrante va al asiento para comenzar la liturgia, descrita en el capítulo 12. Durante la incensación del altar, el celebrante y el diácono (o los diáconos) hacen la genuflexión al mismo tiempo, siempre que pasen delante de la custodia. Las capas pluviales, las dalmáticas y estolas deben ser del color litúrgico del día, o del tiempo litúrgico, pero el paño humeral es siempre blanco. 682. Otras posibilidades durante este tiempo de adoración son: lectura espiritual (desde el ambón u otro sitio), homilía relacionada con la Eucaristía, himnos apropiados, música que favorezca la meditación, letanías, intercesiones, una novena o devociones populares en armonía con el tiempo litúrgico 13. Siempre se debe prever un buen espacio de tiempo para la oración en silencio delante del Señor. 683. Durante el tiempo de la exposición, se deben tener en cuenta los siguientes principios: —siempre se mantiene silencio; —nadie se sienta o se pone de pie de espaldas a la custodia; —con las dos rodillas, cuando está prescrito, se hace siempre la genuflexión al pasar delante de la custodia o al entrar o alejarse del presbiterio, aun estando en el mismo lado; 10. Cf. CO, n. 1109. Anteriormente no se bendecía el incienso en la presencia del Santísimo Sacramento expuesto. 11. Cf. CO, n. 1109. 12. Cf. CO, n. 1111 Vid., también, CEC, n. 1178. 13. Cf. RR, Sagrada Comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa, n. 89; Inaestimabile donum, n. 23. ¿Se debe rezar el Rosario durante la exposición? Según la experiencia del autor, el Rosario se puede recitar de un modo eucarístico. Los misterios de nuestra salvación están comprendidos dentro del Misterio Eucarístico y nuestra Madre bendita siempre nos lleva a su Hijo.

207

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—los sacerdotes que adoran la Eucaristía en el presbiterio visten hábito coral o alba (con estola blanca si es habitual); —si se debe celebrar la Misa sin el pueblo en una capilla o un altar lateral, no se toca la campanilla durante la elevación. Bendición 684. A no ser que ya estén allí reunidos en oración, el celebrante y los ayudantes hacen una genuflexión cuando llegan delante del altar. Todos se arrodillan al comienzo de la exposición y se canta un himno apropiado, por ejemplo Tantum ergo 14. Antes del verso final del himno, en un momento conveniente, se prepara el incienso como se hizo al comienzo de la exposición y se inciensa el Santísimo Sacramento. 685. El celebrante sólo se pone de pie para cantar «Oremos» y rezar una de las siete colectas previstas en el rito 15. Durante la oración colecta, el celebrante puede sostener el libro con sus manos, aunque preferiblemente puede sostenerlo un diácono, de pie, a su lado derecho, para que pueda entonar la oración colecta con las manos juntas. Hacia el final de la oración, el maestro de ceremonias o el ayudante trae el paño humeral y espera a un lado, cogiéndolo, con ambas manos, de los broches metálicos o de las cintas. Tan pronto como el celebrante se arrodilla, el ayudante se acerca por detrás, se arrodilla y le pone el paño sobre los hombros. El celebrante lo sujeta por delante con los broches de metal o con las cintas. Recubre sus manos con el paño y las une. Se pone de pie, y va hacia el altar, al lugar, delante o detrás del altar, desde el cual va a bendecir a la asamblea 16. 686. El sacerdote, con ambas manos apoyadas sobre el altar, hace la genuflexión y después toma la custodia con las manos cubiertas. Girándose a la derecha (si es necesario) y sin decir nada 17, hace lentamente la señal de la cruz sobre la asamblea mientras mantiene sus ojos fijos en la Sagrada Hostia a lo largo de esta acción. Primero levanta la custodia, de modo que la Hostia esté bien por encima del nivel de los ojos, después, 14. Es habitual que todos hagan una reverencia durante la segunda línea del Tantum ergo cuando se dicen las palabras veneremur cernui. 15. El versículo panem de caelo... no está en el rito moderno, pero de acuerdo con la costumbre todavía se usa con frecuencia. Ello indica que es muy deseable que esto se vuelva a incluir, tal vez con otras opciones. 16. Desde un punto de vista estético, parece preferible impartir la bendición desde la parte delantera del altar. 17. Nihil dicens, RR, Sagrada Comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa, n. 99; CO, n. 1114. La traducción literal que equivale a «en silencio», daría a entender que ahora están prohibidas costumbres como tocar la campana o una música suave con el órgano, cosa que no es cierta. (N. del E.).

208

ADORACIÓN EUCARÍSTICA

con lentitud, la baja, y con la Hostia un tanto elevada por encima de los ojos, la lleva hacia la izquierda y luego hacia la derecha 18. Después, la custodia vuelve al centro y la baja lentamente. Girándose hacia el altar por su lado izquierdo (si es necesario), deposita la custodia sobre el altar, de modo que la parte anterior de la custodia mire hacia la asamblea. Debe hacerlo con cuidado, para que la base de la custodia no se enrede con el paño humeral. Después suelta el paño, dejando las manos libres, de modo que el paño cuelgue naturalmente, y hace una genuflexión apoyando las manos sobre el altar. Regresa a su lugar. Se arrodilla. Desengancha el broche metálico o desata las cintas y el maestro de ceremonias o el ayudante, por detrás, se lleva el paño humeral. 687. Si ayuda un diácono o sacerdote, éste se dirige hacia el altar con el celebrante y hace la genuflexión con él. El celebrante se queda de pie a poca distancia del altar, mientras que quien ayuda toma la custodia y la pone sobre el altar con sus manos cubiertas, de tal modo que la parte anterior de la custodia mire hacia adelante. Después, el diácono o el sacerdote ayudante se arrodilla a la derecha del celebrante, en la grada más próxima al altar. Durante la bendición, el diácono o el sacerdote ayudante pueden sostener la capa pluvial al celebrante. Si ayudan dos diáconos, ambos se acercan hacia el altar, se arrodillan durante la bendición, y sostienen la capa pluvial echándola hacia atrás. Luego, el diácono toma la custodia del celebrante y la pone en su sitio sobre el altar. Ambos hacen la genuflexión antes de regresar a sus respectivos lugares en el centro del presbiterio. 688. Mientras el celebrante recibe el paño humeral, el turiferario se puede acercar al centro del presbiterio. Durante la bendición eucarística, el turiferario, arrodillado, inciensa la Eucaristía con tres movimientos dobles y hace una reverencia con la cabeza antes y después de incensar. (El turiferario puede permanecer en su sitio durante estas incensaciones). De acuerdo con la costumbre local, el maestro de ceremonias toca la campanilla tres veces, siguiendo el ritmo de la bendición, también se puede tocar una música de órgano apropiada. El turiferario, después de que el celebrante ha dejado la custodia sobre el altar, se endereza y regresa a su sitio, al lado derecho del celebrante o del diácono. Según las costumbres o hábitos nacionales o las directivas diocesanas, las alabanzas a Dios se recitan o cantan mientras el celebrante permanece arrodillado 19. 18. Los que redactaron las anteriores rúbricas limitaron los puntos de movimiento. En iglesias modernas, esto resulta demasiado restrictivo, pues la situación del altar conlleva que haya fieles a su alrededor. 19. No parece necesario que, en estos tiempos en los que la gran mayoría de las personas sabe leer, el pueblo vaya repitiendo línea tras línea después del celebrante

209

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

689. Si la exposición continúa, el celebrante se pone de pie, hace una genuflexión y regresa con los ayudantes a la sacristía. Sin embargo, si se usa trono, primero debe ir al altar, hacer una genuflexión, tomar la custodia que está sobre el corporal y depositarla sobre el trono. Todos deben guardar un estricto silencio en la sacristía, para no interrumpir a los que están adorando al Señor en la iglesia. La reserva 690. Si el Santísimo Sacramento se va a reservar en el sagrario, entonces (después de las alabanzas a Dios) y durante un salmo, himno, aclamación o música apropiada, el celebrante —o el diácono o sacerdote ayudante— va al altar, hace una genuflexión, gira la custodia hacia sí mismo, saca el viril, lo introduce en la píxide y la cierra. Después, mueve la custodia hacia la izquierda del corporal, y puede cubrirla. Luego, toma la píxide y la introduce en el sagrario haciendo una genuflexión antes de cerrar la puerta. (Si el sagrario está en una capilla, un ayudante pone el paño humeral sobre los hombros del celebrante —o del diácono o sacerdote ayudante— antes de que éste saque el viril de la custodia. Deben precederlo hacia la capilla los que llevan los hachones, y regresar con él al presbiterio, a no ser que sea más conveniente ir directamente a la sacristía). Todos hacen una inclinación hacia el altar, o una genuflexión si el sagrario está detrás de ellos o encima del altar, y después regresan a la sacristía con el turiferario conduciendo la procesión. En el presbiterio y en la sacristía, el sacristán y los ayudantes realizan sus tareas respectivas. 691. Sobre las diversas variaciones dentro de la forma solemne, es preciso hacer las siguiente observaciones: —Al comenzar un tiempo largo de exposición o la exposición diaria, o la Hora Santa habitual en una parroquia, no es necesario que el sacerdote lleve capa pluvial cuando expone al Santísimo. De todas formas, sí debe incensar al Santísimo Sacramento y ser asistido por un ayudante. Si el celebrante lleva capa pluvial deben asistirle más ayudantes durante el rito de la bendición. —Un tiempo largo de exposición no concluye necesariamente con una bendición, aunque se debe impartir la bendición eucarística en algún momento durante la adoración. —Cuando la exposición está a punto de concluir, por ejemplo: antes de la Misa o al reponer la Eucaristía, el celebrante usa alba, o sotana y sobrepelliz, y estola blanca. Si está a punto de celebrar la Misa, este acto debe ser distinto, y, por tanto, debe regresar a la sacristía para ponerse la casulla y luego entrar en procesión. 210

ADORACIÓN EUCARÍSTICA

La forma más simple de adoración 692. La forma simple de adoración y bendición es conocido como un tiempo breve de exposición 20. La ceremonia y el rito son los mismos que los de la bendición con la custodia, pero se utiliza el copón preferiblemente velado. 693. Sólo se encienden dos o cuatro velas y procede utilizar incienso. Pueden ayudar dos personas llevando los hachones. El celebrante usa alba o sotana con sobrepelliz y estola blanca. Puede utilizar la capa pluvial pero parece preferible guardarla para la forma solemne. El copón o píxide se toma del sagrario, y se deja sobre el altar en el centro del corporal 21. El paño humeral se utiliza igual que en la forma solemne de la bendición.

Exposición al final de la Misa 694. Aunque nunca se puede celebrar la Misa delante del Santísimo Sacramento expuesto, (en la misma área de la iglesia u oratorio en el cual la Hostia está expuesta) 22, la exposición y la adoración pueden iniciarse inmediatamente después de la Misa. Se debe hacer notar que esta acción surge de la liturgia eucarística, por tanto, la Hostia consagrada se debe exponer inmediatamente después de la Comunión 23. La oración después de la Comunión se dice desde la sede y se omite la bendición final y la despedida. El procedimiento se describe más adelante en el rito de conclusión de la Misa del Corpus Christi. De todos modos, debido a que no hay procesión, después de la incensación y de la oración en silencio, todos hacen una genuflexión y vuelven a la sacristía, a no ser que después continúen algunas devociones. No obstante, la bendición no se imparte inmediatamente después de la Misa.

La procesión eucarística del Corpus Christi 695. En todo lugar se ha de fomentar y promover la procesión pública con la Eucaristía, máxime si se tiene en cuenta el ejemplo que el papa Juan 20. Cf. CO, n. 1115. 21. Cuando se da la «bendición sencilla» desde el altar sobre el que está el sagrario, se debe poner el copón sobre una mensa o sobre un corporal, en vez de abrir la puerta del sagrario y adelantar ligeramente el copón. 22. El canon 941 §2, permite la Misa en otras partes de la iglesia, por ejemplo: en una capilla lateral. 23. Obviamente, no procede, en una iglesia en la que esto es una práctica diaria, por ejemplo: en un centro de adoración perpetua.

211

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Pablo II da con la procesión anual del Corpus Christi desde la plaza de San Pedro a lo largo de las calles de Roma 24. Esta procesión se debe programar cuidadosamente. «Si pasa por las calles», sólo la puede autorizar el obispo diocesano, que debe establecer algunas normas apropiadas para asegurar que se respete a la Eucaristía, que sea una celebración digna y que haya una participación plena por parte de los fieles 25. Lo que se describe a continuación, para la solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor (Corpus Christi), puede servir para los actos de homenaje a nuestro Señor como, por ejemplo: «después de un largo período de adoración» 26, o en la exposición solemne anual, o en la devoción de las Cuarenta Horas. 696. Todo se prepara como de costumbre: Para la Misa solemne y para la exposición de la Eucaristía se utilizan ornamentos blancos. En el altar, se encienden cuatro o seis velas. Además, se pone una Hostia grande sobre la patena o en el viril para consagrarla y llevarla en la procesión. La custodia debe estar preparada sobre la credencia. En el presbiterio se pueden poner más flores y más velas para realzar la festividad. Cerca de la sede, se puede dejar la capa pluvial blanca. Preparativos para la procesión 697. Mientras se administra la Comunión se prepara un segundo incensario en la sacristía. En la procesión los dos turiferarios son asistidos por el que lleva la naveta. Se puede preparar un dosel digno (palio) con cuatro o cinco varas, fuera del presbiterio, preferiblemente cerca de los asientos de las personas encargadas de llevarlo 27. Como en la Misa solemne, deben ayudar los que llevan los hachones. Se pueden utilizar, de acuerdo con la costumbre, vidrios que protejan los mismos o luces montadas sobre varas. Durante la procesión, sólo se deben llevar estandartes eucarísticos y nunca imágenes de nuestra Señora o de los santos. Los estandartes de las cofradías y de los distintos movimientos los pueden llevar sus representantes. Un estandarte eucarístico puede reemplazar a la cruz procesional. Habitualmente, las personas que concurren en la procesión suelen llevar velas pequeñas. Si es costumbre, los niños, por ejemplo: los que hacen la primera Comunión, extienden flores a la Eucaristía; a estos se les debe enseñar para que lo hagan de un 24. El autor ha ayudado en esta procesión en los últimos años. 25. Cf. CIC, canon 944 §1. No se trata de una procesión restringida o limitada dentro de la iglesia, sin embargo, el mal tiempo y un público reducido serían motivos pastorales para modificar tal adaptación. 26. RR, Sagrada Comunión y el culto a la Eucaristía fuera de la Misa, n. 103. 27. El palio es opcional, pero ennoblece la solemnidad, y surgió alrededor de esta celebración.

212

ADORACIÓN EUCARÍSTICA

modo ordenado y reverente y no estorben la marcha de la procesión. Los miembros de la fuerzas armadas, de la policía, etc., pueden escoltar la procesión por las calles. Un coro o una banda, de acuerdo con el uso local, toca música. 698. El recorrido se debe definir claramente. Altavoces bien localizados y programas bien impresos promueven y fomentan la plena participación, y ayudan a los que están viéndola a sentirse atraídos por la celebración. En algunos lugares, es costumbre decorar las casas y los edificios a lo largo del trayecto 28. Si la procesión es larga, el celebrante podría ir parando en los «altares» erigidos en lugares convenientes desde los que se imparte la bendición. La procesión termina con una bendición solemne, que se imparte dentro o fuera de la iglesia en la que empezó la procesión, o en otra iglesia, o en otro lugar adecuado en el que las personas se puedan reunir fácilmente. La Misa 699. La Misa principal de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo se celebra de acuerdo con la costumbre local. En la homilía se debería explicar el sentido teológico y espiritual de la procesión. Asimismo, durante la homilía se deberían dar a los fieles instrucciones o bien facilitarles un folleto con los himnos y las aclamaciones que se cantarán durante la procesión; estos deberían centrarse en el Señor 29. 700. En el momento de la fracción del Pan, la Hostia que se llevará en la custodia para la procesión se pone sobre la patena o sobre el viril (a no ser que ya esté consagrada). Durante la Comunión, un ayudante trae la custodia al altar, hace una genuflexión y la pone a la izquierda del corporal. Se quita el misal y el atril. En la sacristía, los dos turiferarios preparan los incensarios con una cantidad abundante de carbón y van al presbiterio, encabezando la procesión con los que llevan los hachones, a no ser que estos hayan permanecido en el presbiterio desde la Plegaria eucarística. Las abluciones es mejor realizarlas en la credencia. Los sacerdotes que no estén concelebrando pueden ponerse capas pluviales blancas para la procesión pero no los ornamentos eucarísticos que están reservados para los concelebrantes. Las velas son distribuidas y se encienden. 701. El diácono o, si éste falta, el celebrante, va al altar y pone la Hostia en la custodia. Después coloca la custodia sobre el corporal y hace una 28. Cf. CO, n. 392. 29. Cf. CO, n. 392.

213

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

genuflexión. El diácono, entonces, va a la sede donde el celebrante canta o dice la oración de después de la Comunión. Se omite la bendición y la despedida. En la sede, el celebrante puede cambiar la casulla por la capa pluvial blanca. Si la custodia es pesada o la procesión va a ser larga, se puede poner alrededor del cuello, sobre la estola, un portacustodias para disminuir el peso de la custodia. El que lleva la cruz (cruciferario) y los que llevan los cirios (ceroferarios) guiados por el maestro de ceremonias se sitúan en sus posiciones en la nave de la iglesia desde donde dirigirán la procesión saliendo de la iglesia 30. Los concelebrantes y los otros sacerdotes les siguen y se ponen en fila en la nave porque ellos irán delante del palio. El celebrante, diácono (diáconos), el maestro de ceremonias, los ceroferarios y los turiferarios, se ponen en línea en frente del altar, hacen una genuflexión y luego se arrodillan. La procesión 702. Todos se arrodillan mientras se canta un himno de adoración. Se prepara el incienso, como durante la exposición, pero ahora en dos incensarios. Se inciensa la Hostia como se hace habitualmente. Después, el diácono, o si él no está presente el concelebrante, o el sacerdote ayudante, va hacia el altar con el celebrante. Ambos hacen una genuflexión y el diácono (concelebrante o sacerdote ayudante) pone la custodia en las manos cubiertas del celebrante. Si el celebrante no tiene sacerdotes que le ayuden, él mismo va hacia el altar y toma la custodia con sus manos cubiertas. El diácono o el maestro de ceremonias verifica que la custodia descansa con seguridad sobre el portacustodias, cuando éste se usa, y comprueba que esté debajo del paño humeral. 703. Todos los participantes en la procesión se ponen de pie. El celebrante se gira o va por delante del altar. Los diáconos le sostienen a ambos lados la capa pluvial, mientras camina al punto acordado donde le están esperando los que llevan el palio. Estos levantan el palio sobre el celebrante y el diácono (diáconos). Los dos turiferarios y el que lleva la naveta se sitúan delante del palio, mientras se canta el primer himno; la procesión sigue el siguiente orden 31: —el que lleva la cruz (cruciferario) o el estandarte y a ambos lados los ceroferarios; 30. Si hay muchos miembros de cofradías o de otras entidades o asociaciones que van a participar, el que lleva la cruz y los ceroferarios los dirigen fuera de la iglesia en este momento. 31. El orden de la procesión está tomado de CO, n. 391 y de la práctica habitual en Roma.

214

ADORACIÓN EUCARÍSTICA

—asociaciones religiosas, cofradías, etc., portando tal vez sus propios estandartes; —religiosos con hábito; —sacerdotes con hábito coral (y capas); —los concelebrantes de la Misa; —los dos turiferarios caminan delante del palio y, al modo habitual, balancean los incensarios 32. 704. El celebrante camina debajo del palio portando la Eucaristía con devoción, al nivel de los ojos, el diácono va a su lado, pero ligeramente retrasado, para sostenerle la capa si fuera necesario. Nadie más camina debajo del palio, los que llevan los hachones o las lámparas se sitúan a ambos lados del palio. De acuerdo con la costumbre local, también pueden rodear el palio: una escolta de las fuerzas armadas, de la policía, etc., los cuales deben ir apartados de los que llevan los hachones y distribuidos de modo que no impidan la vista del celebrante que lleva la Eucaristía. (Vid. Apéndice 11, Gráfico 7). 705. Dirigidos por los encargados del orden, las personas que van en la procesión siguen al palio y participan en los himnos y aclamaciones. El coro y el cantor dirigen los cantos caminando en medio de las personas o cantando desde un punto fijo con una amplificación apropiada. La procesión se debe mover a un paso lento y reverente. En un procesión numerosa, debe haber personas autorizadas que controlen las filas para que no se produzca desorden. Los que no lleven nada en la procesión pueden portar una vela en la mano. Los niños que van a esparcir flores pueden estar distribuidos según la costumbre local, pero no se deben mezclar con los sacerdotes o los ayudantes. 706. Si el obispo lleva la custodia, es rodeado por dos diáconos vestidos con dalmáticas (o, si faltan diáconos, por concelebrantes) y caminan a su lado, ligeramente retrasados, sosteniéndole la capa. Hay algunas variaciones en el orden de la procesión. Los sacerdotes van en primer lugar con hábito coral, seguidos por el diácono de la Misa y después los canónigos de la catedral, y los otros sacerdotes revestidos con capa. A estos les siguen los obispos visitantes, revestidos con capa pero con la cabeza descubierta. Todos ellos caminan inmediatamente delante de los turiferarios. Los de mayor rango caminan más cerca del Santísimo Sacramento 33, otros obispos visitantes llevan hábito coral y van, con la cabe32. No deben caminar de espaldas. El que lleva la naveta camina a su lado, no en el centro. Cuando hace falta, éste va hacia los turiferarios y pone incienso en los incensarios. 33. Cf. CO, n. 1010.

215

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

za descubierta, inmediatamente después del palio. Otros de mayor rango también van más cerca del Santísimo Sacramento, en este caso precediendo a algunos de los citados 34. 707. Si el obispo no lleva la custodia, irá él solo delante del palio, con la cabeza descubierta y llevando el báculo, pero sin bendecir al pueblo 35. Si fuera a celebrar Misa, llevará los ornamentos apropiados, en caso contrario bastará la capa blanca. Un obispo con hábito coral irá inmediatamente después del palio. 708. Cuando la procesión recorra las calles, los fieles que presencian su paso deben arrodillarse cuando la Sagrada Eucaristía llegue a su altura. Como se ha dicho antes, la procesión puede hacer una parada en «altares» decorados adecuadamente para la bendición. 709. Al regresar a la iglesia, o al llegar a otra iglesia elegida y preparada para la bendición final, la escolta ceremonial, los turiferarios y los ceroferarios, irán delante del palio, si la nave es estrecha. Los portadores del palio se pararán delante del presbiterio, mientras el celebrante sube hacia al altar. Se desplazan hacia un lado y dejan el palio en el lugar adecuado. El diácono recibe la custodia del celebrante, la sitúa sobre el corporal y ambos hacen la genuflexión. El maestro de ceremonias o un ayudante retira el paño humeral. Los ayudantes y los ceroferarios se alinean en el presbiterio para la bendición. 710. El celebrante y el diácono(s) deben esperar a que todo el pueblo, después de haber ocupado sus asientos en la iglesia, se arrodille. A una señal del maestro de ceremonias se canta el himno de adoración, se inciensa la Eucaristía y se imparte la bendición como siempre. Salvo que la adoración vaya a continuar, la Eucaristía se reserva y al mismo tiempo se canta un himno final, una aclamación o una antífona mariana. Los clérigos y ayudantes se retiran a la sacristía. 711. Si la bendición final se imparte al aire libre, desde las escaleras de la iglesia, o desde un balcón, o cualquier otro lugar, estos procedimientos anteriores se adaptarán adecuadamente. El himno de la bendición comienza sólo cuando todo el pueblo ya está reunido ordenadamente, arrodillado o en pie, en el área designada. Después de la bendición, la Eucaristía se lleva privadamente al sagrario más cercano para su reserva.

34. Cf. CO, n. 391. 35. CO, n. 397.

216

ADORACIÓN EUCARÍSTICA

Otras formas de adoración 712. En algunas comunidades religiosas y parroquias, la Eucaristía se expone regularmente mediante religiosos o laicos debidamente autorizados. Los principios establecidos en puntos anteriores en relación con las genuflexiones, reverencias, signos y símbolos deben observarse con sumo cuidado y exactitud. El ministro extraordinario coloca la custodia o el copón sobre un corporal extendido sobre el altar. Se puede cantar un himno de adoración, pero no se utiliza incienso 36. 713. No obstante, con permiso del obispo, algunos sagrarios pueden usarse para la exposición; bien con una segunda puerta interna en forma de custodia, o bien con un sagrario que, al abrirse o al girarse, muestra la custodia guardada en su interior. La puerta exterior de un sagrario no debe ser nunca transparente, pues sería una forma ilícita de exposición permanente 37. 714. Durante la exposición, debe haber, al menos, cuatro velas, o lámparas sobre o cerca del altar, o bien cerca del sagrario. También se debería poner flores. La custodia de la llave debería estar prevista de antemano, pero, sobre todo, debe haber siempre alguien presente delante del Señor. Si nadie de la comunidad puede estar presente, la Eucaristía debe reservarse inmediatamente. Al finalizar la adoración, aunque no esté disponible un presbítero o diácono para la bendición, la reserva puede acompañarse por la parte de la Liturgia de las Horas apropiada, o por devociones eucarísticas tales como una letanía o un himno. «La Iglesia ha regulado el culto eucarístico, hasta sus más pequeños detalles, con una atención celosa y delicada. Ella no deja en manos de nadie el hecho de honrar a su Divino Esposo; porque todo es importante, significativo y divino cuando se trata de la presencia real de Jesucristo». Atribuido a S. Pedro Julián Eymard

36. El hecho de dejar, sobre un altar o una mesa, una patena con Sagradas Formas o un cáliz o vaso sagrado que contenga la Sangre del Señor no constituye una exposición de acuerdo con el sentir de la Iglesia. 37. Vid. capítulo 1, El sagrario, n. 73.

217

12. La Liturgia de las Horas

715. La celebración pública de la Liturgia de las Horas es una parte importante de nuestro Rito, pues es el himno celestial de alabanza e intercesión que Jesucristo ofrece en y a través de su Iglesia 1. Sin embargo, en la mayoría de las parroquias, el pueblo aún no está familiarizado con las «horas», en oposición a la mente y el sentir del Concilio Vaticano II que señala: procuren los pastores de almas que las Horas principales, en especial las Vísperas, se celebren en común en la iglesia los domingos y las fiestas más solemnes. Se recomienda que incluso los laicos reciten el Oficio divino o con sacerdotes, o reunidos entre sí, e incluso cada uno solo 2. 716. Por tanto, los domingos, o al menos en algunas solemnidades, una de las Horas principales se debería celebrar como culto público. Los ministros sagrados no deben olvidar que la Liturgia de las Horas es una opción agradable y bien recibida en aquellas ocasiones en las que la celebración del sacrificio del altar no sea apropiada 3. 717. El ceremonial para la Liturgia de las Horas está divido en seis secciones: —Vísperas solemnes, —Vísperas y adoración eucarística, —el obispo preside en las Vísperas, —una forma más simple de Vísperas,

1. Cf. Concilio Vaticano II, SC, n. 83; vid. CEC, nn. 1174-78, 2585-89, 2746-51. 2. SC, n. 100. Vid. también CEC, n. 2698. 3. Con demasiada frecuencia se ha celebrado la Misa como parte de «celebraciones especiales»: noches de graduación en la escuela, acontecimientos cívicos, incluso con fines ecuménicos.

219

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

—las otras Horas, y —cómo combinar la Misa con una Hora 4.

Vísperas solemnes 718. El Oficio de Vísperas, u Oración vespertina, se toma también como modelo para la celebración de Laudes, u Oración matutina. Las pequeñas variaciones que existen entre estas Horas se indicarán una vez que hayan sido descritas las Vísperas solemnes. 719. El celebrante de Vísperas solemnes es asistido por un diácono o dos diáconos, y (si no hay diáconos disponibles) por dos sacerdotes. El celebrante lleva el (amito,) alba, (cíngulo,) estola y capa pluvial. (Si un diácono no asiste con la dalmática, el celebrante puede llevar sotana, sobrepelliz, estola y capa pluvial). Los diáconos llevan alba, estola y dalmática o capa pluvial. Los sacerdotes asistentes llevan capa pluvial 5. Además, en fiestas mayores, los clérigos presentes (sacerdotes, diáconos, o canónigos en el coro) pueden llevar también estos ornamentos, o el hábito coral apropiado 6. Los ayudantes necesarios para esta ceremonia son: un portador de la cruz (o cruciferario), dos portadores de cirios (o ceroferarios), un turiferario y un portador de libro. Un maestro de ceremonias dirige el acto. 720. El canto de los salmos, antífonas, responsorios, etc., es dirigido por un cantor (o cantores) y un coro preparado. En especial, en las iglesias mayores donde existe un coro formalmente constituido, se puede mantener como costumbre local que los cantores lleven capa 7. Se debería proporcionar al pueblo y a los ayudantes los libros del Oficio, de tal manera que puedan participar plenamente en la celebración 8. Preparativos inmediatos 721. El altar: se quita el cubremantel; se encienden preferiblemente cuatro o seis velas (antipendio o frontal del color apropiado). 4. El ceremonial aquí descrito se basa en lo expuesto en el capítulo 5, nn. 253-66, de Ordenación general de la Liturgia de las Horas (Breviario, vol. 1, Adviento), en los detalles más bellos en el CO, parte 3, nn. 187-226, y en las costumbres existentes que ambas fuentes de autoridad presuponen y respetan. 5. Estas capas deberían estar a juego en color y diseño. 6. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 255; CO, n. 192. 7. Pero, ¿deberían observar las complejas formalidades ceremoniales e «incoar» las antífonas? No, esto no está de acuerdo con la celebración moderna del Oficio según lo expuesto en CO. 8. Hay una gran necesidad de buenas composiciones musicales de las Horas, en lengua vernácula, publicadas en ediciones accesibles de tal manera que los fieles puedan participar fácilmente.

220

LA LITURGIA DE LAS HORAS

722. El ambón: un libro de Oficios o leccionario para la lectura salvo que se vaya a leer el Evangelio; las notas, en el caso de que se vaya a tener una homilía (antipendio o frontal del color apropiado). 723. La sede: para el diácono(s) o sacerdotes ayudantes, se instalan otros asientos a cada lado de la sede; los libros del Oficio, para los ayudantes del celebrante. El libro del Oficio del celebrante puede dejarse preparado en la credencia o en algún otro lugar conveniente. 724. La sacristía: las capas pluviales, estolas, dalmáticas, albas, etc., para el celebrante y el ayudante(s); cruz procesional y ciriales; se prepara el incensario; y el evangeliario cuando la lectura del Evangelio sustituye a la lectura. Procesión de entrada 725. Todos se inclinan ante el crucifijo o la imagen de la sacristía, y cuando lo indique el maestro de ceremonias inician la procesión. La música del órgano la acompaña mientras entra, pero no se canta el himno. La cruz y los ciriales la encabezan, seguidos por el turiferario (sin el incensario) y el portador del libro, (el coro, con el hábito adecuado), luego, algún clérigo del coro, el maestro de ceremonias, el celebrante y los diáconos o sacerdotes asistentes. Durante la procesión de entrada, los diáconos pueden sostener los lados de la capa del celebrante. 726. A la llegada ante el altar, los que no llevan nada se inclinan (o hacen la genuflexión si el sagrario está en el presbiterio). Los clérigos del coro y/o el coro con el hábito adecuado, que han de sentarse en las gradas anteriores o posteriores al altar, se inclinan o hacen la genuflexión de dos en dos y van a sus respectivos lugares 9. Una vez que han hecho la reverencia acostumbrada, el celebrante y los diáconos o sacerdotes ayudantes suben hacia el altar y lo besan. Luego van hacia la sede principal. Los portadores de los cirios colocan los ciriales en la credencia o en el pavimento de un escalón más bajo, por delante o a cada lado del altar. Luego van a sus asientos cerca de la credencia. Si la cruz procesional cumple la función de cruz del altar es preferible que se coloque cerca del mismo, o si no, se coloca fuera de la vista hacia un lado. (Si la lectura del Evangelio reemplaza la de la Escritura señalada, un diácono puede llevar el evangeliario en la procesión y colocarlo en el altar como es usual). 9. Es costumbre entre ellos inclinarse el uno hacia el otro, después de hacer una inclinación al altar o de hacer la genuflexión ante el sagrario antes de ir a sus lugares.

221

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Versículo introductorio e himno del Oficio 727. El portador de la cruz viene hacia la sede trayendo el libro del Oficio del celebrante. Todos hacen la señal de la cruz mientras el celebrante entona la antífona o versículo introductorio. Todos se inclinan en «Gloria al Padre... al Espíritu Santo». El «alleluya» se canta, excepto en Cuaresma. Todos permanecen de pie para el canto del himno. Si el himno final es una doxología, todos deberían inclinarse durante la referencia a las tres Personas Divinas. Antes de regresar a su propio asiento, el portador del libro puede presentar el libro del Oficio al celebrante de tal manera que pueda unirse a los salmos. La salmodia 728. Hay tres salmos en las Vísperas —de hecho son: dos salmos o fragmentos de salmo y un cántico del Nuevo Testamento, que se dicen con sus respectivas antífonas—. Todos permanecen de pie mientras el cantor(es), el coro o el celebrante entona la primera antífona. Luego, todos se sientan a la vez. El cantor(es) o el coro entona la primera línea del primer salmo hasta el asterisco. Todos se inclinan en «Gloria al Padre... al Espíritu Santo», al final de cada salmo o cántico. Puede ser usual que todos permanezcan de pie durante la antífona final de cada cántico. En algunas iglesias todos permanecen de pie durante los salmos. Los extremos del coro cantan alternativamente los versos de los salmos, y la asamblea se une. El lado derecho de la iglesia, mirando hacia al altar, normalmente canta el primer verso del salmo, pero esto puede adaptarse de acuerdo con la costumbre local o la disposición del edificio. 729. Si las «oraciones del salmo» se dicen o cantan después de cada salmo, todos se ponen de pie después de la antífona. El celebrante canta o dice «Oremos». Después de una pausa para la oración en silencio, extiende las manos y canta o dice la oración; todos responden «Amén» y se sientan para el canto de la antífona del siguiente salmo o cántico 10. Lectura de la palabra de Dios 730. Todos se sientan para la lectura. El lector va al centro, hace una inclinación hacia el altar, o una genuflexión si el sagrario está en el presbiterio, se inclina ante el celebrante, y va al ambón. Lee la Escritura señalada para ese día. Después de hacer las reverencias acostumbradas, el lector retorna a su lugar. 10. Cf. CO, n. 198.

222

LA LITURGIA DE LAS HORAS

731. Sin embargo, por razones pastorales, se puede escoger una lectura más larga 11. Si se escoge la lectura de los Evangelios, se sigue el ceremonial solemne. El turiferario trae el incensario y la naveta de la sacristía durante el tercer salmo, el incienso se prepara después de la antífona final. El diácono pide la bendición: luego, el diácono (o el sacerdote asistente, si no hay diácono) lleva el evangeliario desde el altar al ambón en procesión, conducido por los ceroferarios. Una música de órgano apropiada debería acompañar los preparativos de la lectura del Evangelio. 732. Después, el celebrante, un diácono, o uno de los clérigos puede predicar la homilía 12. 733. En respuesta a la palabra de Dios, se canta un breve salmo responsorial 13. Todos permanecen sentados. El turiferario trae el incensario y la naveta de la sacristía cuando comienza el salmo responsorial. Espera cerca de la credencia. El Magníficat 734. La antífona del Magníficat es entonada por el cantor(es) o el coro. El turiferario va hacia la sede y se inclina ante el celebrante que prepara incienso, asistido por un diácono o un sacerdote. El turiferario se inclina y, llevando el incensario, va hasta la derecha del altar donde se queda de cara al pueblo (dando por supuesto que la incensación comienza ahí). Cuando el celebrante permanece de pie después de la antífona, todos le imitan y hacen la señal de la cruz al comienzo del Magníficat. El celebrante y los diáconos o sacerdotes ayudantes se sitúan delante del altar. Se inclinan profundamente y van hacia el altar, pero no lo besan. El turiferario da el incensario al diácono o al sacerdote que está a la derecha del celebrante, y éste a su vez lo pasa al celebrante que inciensa el altar y la cruz como siempre. Los diáconos o sacerdotes mientras caminan a cada lado del celebrante pueden sostener la capa pluvial hacia atrás durante la incensación para que tenga libres las manos mientras se inciensa la cruz y el altar. Después de devolver el incensario al diácono o al sacerdote, el celebrante regresa a la sede.

11. Vid. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, nn. 46, 248, 249, 251. 12. Dada la naturaleza de las Vísperas, puede ser una buena ocasión para que un predicador visitante predique una homilía extensa. 13. En lugar de un canto responsorial o responsorio recogidos en el breviario, la Conferencia Episcopal puede aprobar otros himnos responsoriales similares, cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 49.

223

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

735. De pie delante de la sede, el diácono o el sacerdote ayudante inciensa al celebrante. Después que ha incensado al otro diácono o sacerdote ayudante, se dirige primero hacia el punto desde donde incensar a cualquier clérigo del coro y después inciensa al pueblo desde la parte delantera del presbiterio 14. Es costumbre prolongar el canto de la antífona o la música del órgano mientras dure la incensación. Habiendo recibido el incensario del diácono, el turiferario espera en el centro del presbiterio dando cara al altar mientras se canta la antífona. Al final de la antífona, lleva el incensario a la sacristía o a algún otro lugar. Oración conclusiva, bendición y despedida 736. El portador del libro va a la sede y sostiene el libro del Oficio abierto delante del celebrante que introduce las intercesiones o preces finales. Luego, el diácono, un cantor o el lector lee o canta las intercesiones, y la asamblea, guiada por el coro, canta las respuestas señaladas. Se pueden añadir intenciones locales a las previstas para ese día. El celebrante puede introducir el Padrenuestro usando una de las opciones que ofrece el breviario. Junta las manos mientras se canta el Padrenuestro. Luego canta la oración conclusiva, con las manos extendidas hasta el final trinitario 15. 737. El celebrante canta «El Señor esté con vosotros», extendiendo y juntando las manos como de costumbre y volviéndose hacia el pueblo si es necesario. Si se imparte una de las bendiciones solemnes, el diácono (o sacerdote ayudante) invita a la asamblea a inclinarse para la bendición. El celebrante extiende sus manos para las oraciones, antes de impartir la bendición como es usual. También la puede impartir de acuerdo con la forma simple de la Misa. El diácono (o un sacerdote asistente cuando no hay diácono) canta la despedida, utilizando la fórmula «Podéis ir en paz» y todos responden: «Demos gracias a Dios». 738. El celebrante y el diácono(s) o los sacerdotes ayudantes van hasta el altar y lo besan. Después se dirigen hacia donde están el portador de la 14. (a) Si más de dos clérigos asisten con capas pluviales en una ocasión solemne, deberían ser incensados por el ayudante inmediato, como si fuesen un grupo, para evitar confusión. (b) De acuerdo con el capítulo 7, n. 10, un sacerdote asistente no debería incensar al pueblo, sino que debería encomendar este deber al turiferario. (c) Antes de la incensación del clero es costumbre, en algunas iglesias, incensar también el altar dedicado al santo del día. En este altar se encienden las velas y se quita el cubremantel. El turiferario y los ceroferarios conducen al celebrante y al diácono(s) al altar lateral; el mismo procedimiento se sigue para la incensación del altar principal. 15. El CO no hace ninguna referencia a la antigua praxis de los ceroferarios o «acólitos» que están de pie a los lados del celebrante durante las oraciones finales.

224

LA LITURGIA DE LAS HORAS

cruz y los ceroferarios ya alineados. Hacen la reverencia acostumbrada, y la procesión sale en el mismo orden con que entró. En algunos lugares, si las Completas no se celebran más tarde públicamente, se canta después de Vísperas una de las antífonas marianas. Es posible que el celebrante, los clérigos y ayudantes, antes de dejar el presbiterio, acostumbren a esperar delante del altar el final del canto. Las variaciones en Laudes 739. El ceremonial para la solemne celebración de Laudes es idéntico al de Vísperas solemnes. Sin embargo, cuando el Invitatorio se utiliza al comienzo del día, el celebrante canta «Señor, ábreme los labios», y todos hacen la señal de la cruz sobre sus labios. Luego se canta el salmo invitatorio, con la antífona del día repetida entre los versos como se indica en el breviario. Después de la repetición final de la antífona, todos permanecen en pie para el himno. 740. Hay tres salmos en Laudes: un salmo matutino, un cántico del Antiguo Testamento y un salmo de alabanza, que se dicen con sus respectivas antífonas. 741. La incensación tiene lugar durante el Benedictus exactamente de la misma manera que en el Magníficat. Puesto que el texto es más largo puede no ser necesario hacer una pausa antes de «Gloria...» y la antífona final para dar tiempo a la incensación del clero y el pueblo.

Vísperas y adoración eucarística 742. Si la adoración y bendición eucarísticas siguen inmediatamente a las Vísperas, o, menos comúnmente, a Laudes, se omiten la bendición y despedida final. El celebrante y sus ayudantes se sitúan delante del altar y se inclinan o hacen la genuflexión juntos. Se arrodillan mientras un diácono o sacerdote asistente expone la Hostia. El tiempo de adoración es seguido por el himno eucarístico y la incensación de la Hostia, la oración y bendición como se describen en el capítulo anterior. 743. Las Vísperas o Laudes se pueden celebrar también antes de exponer el Santísimo Sacramento, como se indica en el capítulo anterior 16. A no ser que la exposición haya comenzado ya algún tiempo antes de la celebración de la Hora, la procesión entra, todos se arrodillan y se expone 16. Cf. CO, n. 1111.

225

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

la Hostia por un sacerdote o diácono ayudante. Se canta un himno eucarístico y se ofrece el incienso como de costumbre. Una vez que ha sido reverenciado el Santísimo Sacramento, el celebrante va a la sede y comienza el Oficio 17. 744. En el Magníficat, después de haberse preparado el incienso en la sede, el celebrante y los ayudantes van delante del altar, hacen la genuflexión y se arrodillan mientras el celebrante inciensa la Eucaristía. Se levantan, se dirigen al altar, hacen la genuflexión, continúan la incensación como de costumbre, y hacen la genuflexión juntos cuando pasan delante de la custodia. 745. El clero y los ayudantes deberían tener cuidado de no dar la espalda a la custodia y de mantener un espíritu de decoro, piedad y recogimiento apropiados a la ocasión. La intercesión final de las Vísperas se puede hacer permaneciendo de pie delante del altar. Se omiten la bendición y despedida final. El himno eucarístico, la incensación de la Hostia, la oración y bendición siguen tal y como se describe en el capítulo precedente. La reserva puede tener lugar como de costumbre, a menos que la exposición continúe después de esta celebración litúrgica.

El obispo preside en las Vísperas 746. Cuando el obispo preside en las Vísperas solemnes hay que tener en cuenta las siguientes variaciones 18: 747. El obispo preside desde la cátedra. Es ayudado por dos diáconos con dalmáticas o capas pluviales (o dos sacerdotes con capas pluviales, si no hay diáconos). Es asistido por los que se encargan de la mitra, del báculo y por los portadores de libros. Además del amito, alba (cíngulo), estola y capa, lleva el anillo, la cruz pectoral colgando de una cadena, el solideo y la mitra. Si es el Ordinario o ha sido debidamente autorizado, lleva el báculo. Durante la procesión de entrada, los diáconos pueden sostener hacia atrás los lados de la capa pluvial del celebrante. 748. Si una lectura del Evangelio reemplaza al capítulo corto, se observa el ceremonial usual y le traen el báculo para que lo bese después del 17. Se ha sugerido que, cuando las Vísperas comiencen al inicio de una exposición, el celebrante pueda iniciar el Oficio estando de pie frente al altar y se arrodille para el himno del Oficio, durante el cual podrá incensar la Eucaristía. Luego podrá ir a la sede para la salmodia. Esto no será posible si el himno fuera inapropiado, por ejemplo: cuando en el Oficio se celebra a un santo. 18. Vid. CO, nn. 191-208.

226

LA LITURGIA DE LAS HORAS

Evangelio. El obispo puede predicar o desde la cátedra o desde el ambón o en algún otro lugar apropiado. 749. Durante la preparación del incienso en la cátedra, antes del Magníficat, el obispo lleva la mitra. Durante la antífona, el incienso se prepara como se ha descrito más arriba. El obispo permanece de pie y hace la señal de la cruz cuando el coro comienza el canto. Flanqueado por los ayudantes, abandona la cátedra y va hacia un lugar delante del altar. Todos se inclinan y van hacia el altar, pero sin besarlo. Un diácono le quita la mitra, y se la da al portador de la misma, entonces el obispo inciensa el altar como en la Misa. Regresa a la cátedra, donde es incensado. Después de la antífona, preside las intercesiones. 750. Imparte la bendición final como un obispo, llevando la mitra y cogiendo el báculo como en la Misa. Un diácono o un sacerdote asistente canta la despedida. Puede dejar a un lado la mitra y el báculo un momento mientras besa el altar con el clero que le asiste. 751. Si la adoración y la bendición eucarística siguen inmediatamente a las Vísperas, el obispo se quita el solideo una vez que se ha expuesto la Hostia. Si las Vísperas se celebran antes de que el Santísimo Sacramento sea expuesto, no lleva la mitra o el solideo durante el Oficio. Si la exposición continúa después de las Vísperas, se marcha con la procesión, sin báculo y con la cabeza descubierta; cuando se ha distanciado del altar, coge el solideo, la mitra y el báculo. Si no continua la exposición lleva puesta la mitra y asido el báculo.

Una forma más simple de Vísperas 752. No siempre que la Liturgia de las Horas se celebra públicamente acude el número de asistentes que requiere la forma solemne. Sin embargo, la Hora puede celebrarse con dignidad. El celebrante es un sacerdote o, si no lo hubiera, un diácono. Un cantor solo o acompañado de un coro debería guiar el canto. 753. El celebrante puede ser asistido por el portador de la cruz (cruciferario), los portadores de los cirios (ceroferarios), un turiferario y un portador de los libros (o, al menos, por dos ayudantes: uno para sostener el libro, y el otro para llevar la cruz y actuar como turiferario en el Magníficat). El celebrante (sacerdote o diácono), debe llevar capa pluvial del color del día. Un maestro de ceremonias puede dirigir la celebración. 227

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

754. La ceremonia se desarrolla y se prepara tal y como queda indicado más arriba, pero con las lógicas modificaciones de la falta de clero o, quizá, de un coro o cantor. Por tanto, en el Magníficat, el maestro de ceremonias y el turiferario asisten al celebrante mientras prepara el incienso en la sede. Le acompañan al altar para la incensación. Una vez que el celebrante ha vuelto a la sede, permanece de pie mientras es incensado por el maestro de ceremonias (o, si no lo hay, por el turiferario). El turiferario inciensa al pueblo. 755. En una forma de Vísperas aún más sencilla, el celebrante preside desde la sede con alba y estola, o sotana, sobrepelliz y estola. Un ayudante asiste como portador del libro. El incienso no se suele utilizar, y la mayor parte del Oficio es recitada.

Las otras Horas 756. El ceremonial para las otras Horas es mucho más sencillo que el prescrito para los dos grandes «goznes» de la Liturgia de las Horas. No obstante, cuando estas Horas se celebran en comunidad o como culto público, se debería incluir alguna ceremonia distendida. El Oficio de lectura 757. Cuando el Oficio de lectura se celebra como culto público, el celebrante es asistido por uno o más lectores, y ayudantes. El celebrante lleva alba o sotana y sobrepelliz; el uso de la estola es apropiado. Se observa el mismo ceremonial para introducir la Hora, el himno y salmos que se sigue en las Horas mayores. Cuando se utiliza el invitatorio al comienzo del día, el celebrante canta: «Señor, ábreme los labios», y todos hacen la señal de la cruz sobre los labios. Luego, se canta el salmo de invitación a la alabanza divina, con la antífona del día, repetida entre los versos, como se indica en el breviario. Después de la repetición final de la antífona, todos permanecen de pie para el himno del Oficio. 758. Los lectores van al ambón para las lecturas de la Escritura y de la patrística (no se dice: «Palabra del Señor» en la segunda lectura). En domingos, solemnidades y fiestas, todos permanecen de pie cuando se canta el Te Deum y, después, cuando el celebrante canta o dice la oración colecta, ayudado por el portador del libro. A no ser que la Misa siga a la Hora, se pueden dar la bendición y despedida finales. 228

LA LITURGIA DE LAS HORAS

759. En las solemnidades mayores, el Oficio de lectura se puede celebrar como una vigilia más extensa 19. Se encienden las velas del altar. El celebrante puede llevar capa pluvial y se puede utilizar el ceremonial solemne para la lectura del Evangelio, si un diácono asiste con alba, estola y dalmática. Después de la lectura del Evangelio, se puede proceder a la homilía. Esta celebración del Oficio de lectura resulta apropiada, de modo particular, en Navidad, cuando se puede unir a la celebración de la Misa de Medianoche. Ésta es la única ocasión que, normalmente, el Oficio de lectura se puede unir a la Misa 20. La Hora intermedia 760. Donde la Hora intermedia se celebra en público, se debe escoger una de las tres horas menores, de tal manera que coincida con el tiempo diurno: Tercia, a media mañana; Sexta, a mediodía; y Nona, a media tarde. Si el que preside la Hora intermedia es sacerdote, diácono, acólito instituido, o ha sido admitido al estado clerical, puede llevar alba o hábito coral pero no estola. Si preside un sacerdote o diácono, lo hace desde la sede. Si es un acólito, un clérigo o un laico, lo hace desde otro lugar. 761. Todos están de pie para el versículo introductorio, y hacen la señal de la cruz. Se canta el himno, seguido de los salmos del día. La asamblea se sienta o permanece de pie para los salmos, según la costumbre. Todos se sientan para la lectura breve. El lector se sitúa en un lugar apropiado, no necesariamente en el ambón. Todos permanecen de pie para el versículo y la oración conclusiva dicha por quien dirige la Hora. Se concluye con «Bendigamos al Señor», y la respuesta «Demos gracias a Dios» 21. Completas 762. Si el que preside las Completas es un sacerdote, un diácono o un acólito o alguien admitido al estado clerical, puede llevar alba o hábito coral, pero no estola. Se pueden encender dos cirios en o cerca del altar, según la costumbre. Si es un sacerdote o diácono, preside desde la sede. Un acólito, clérigo o laico lo hace desde otro lugar.

19. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 73. 20. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 98, y vid. el procedimiento descrito más adelante, n. 773. 21. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 79.

229

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

763. Al inicio de la Hora, después de la invocación inicial, se puede hacer un examen de conciencia en silencio o alguna de las fórmulas que propone el Misal Romano para el acto penitencial. Se canta el himno, seguido de los salmos del día. La asamblea se sienta o permanece de pie para los salmos, según la costumbre. Todos se sientan para el canto del responsorio. Después de la antífona, todos permanecen de pie para el Nunc dimittis y hacen la señal de la cruz en las palabras de apertura del cántico. 764. Todos permanecen de pie para la oración final. Luego, el que preside dice: «El Señor todopoderoso nos conceda...». No se utiliza ninguna otra fórmula, ni hay una despedida, por la naturaleza de la oración nocturna: encomendar el reposo cristiano al cuidado misericordioso de Dios. Luego, todos permanecen de pie para cantar la antífona de nuestra Señora 22. En el Rito Moderno no hay versículo ni oración asociados a la antífona mariana.

Misa unida a una Hora 765. Las partes esenciales de la mayoría de las Horas, excepto Completas, se pueden integrar en el rito de la Misa. Esta forma de celebrar la liturgia es apropiada en iglesias donde hay un capítulo de canónigos o comunidad de religiosos, o donde los fieles están acostumbrados a participar en el Oficio diario. La misma celebración del día o fiesta puede seguirse para la Misa y la Hora a ella incorporada. «Por tanto, las primeras Vísperas de domingos, solemnidades y fiestas de nuestro Señor que coincidan en domingo no podrán celebrarse hasta que se haya celebrado la Misa del día precedente o del sábado» 23. 766. Cuando Laudes o Vísperas se incorporan a la celebración eucarística, hay tres puntos donde el rito normal de la Misa se modifica. 767. 1. En domingos, solemnidades y fiestas, la Misa puede y debe empezar como es usual: con el himno de entrada (e incensación del altar), la señal de la cruz y el saludo, omitiendo la invocación inicial y el himno del Oficio. Sin embargo, en otros días, en la sede asistida por el portador de libro, el celebrante puede comenzar la Misa con la invocación inicial de la Hora y el himno del Oficio. Los dos salmos y el cántico 22. Otras antífonas marianas se pueden añadir a las opciones previstas en el breviario, de acuerdo con las indicaciones señaladas por la Conferencia Episcopal (cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 92) o de acuerdo con las costumbres de una Orden o Congregación particular. 23. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 96.

230

LA LITURGIA DE LAS HORAS

reemplazan el rito penitencial y el Kyrie 24. Si está señalado para ese día, se canta o dice el Gloria, seguido de la oración colecta, tomada del misal. La liturgia de la palabra sigue como de costumbre. 768. 2. La oración de los fieles se hace en su lugar y según la forma acostumbrada en la Misa. Pero los días de feria, en la Misa de la mañana, en lugar del formulario corriente de la oración de los fieles, se pueden decir las preces matutinas de las Laudes 25. 769. 3. La liturgia de la Eucaristía se celebra como de costumbre. Sin embargo, después de la Comunión, se canta (o se recita) la antífona para el Magníficat o el Benedictus. Luego, todos permanecen de pie para el cántico. Si se utiliza incienso, se bendice en la sede, y se inciensan el altar, el celebrante y concelebrante(s), el clero del coro y el pueblo, como se ha descrito más arriba. Después de repetir la antífona, el celebrante canta o dice la oración de después de la Comunión de pie en la sede. La bendición y despedida siguen como está indicado en el misal. 770. La Hora intermedia puede incorporarse a la Misa de la misma manera que Laudes o Vísperas. El rito: o comienza con el verso y el himno de Oficio, o con el rito inicial de la Misa. Los tres salmos se cantan o dicen, y la liturgia continúa con el Gloria o la oración colecta. El resto de la Hora intermedia se omite. Una de las Horas añadida a la Misa 771. También es posible añadir una de las Horas al final del rito de la Misa. Esta opción parece menos satisfactoria, pero puede ser apropiada para la Hora intermedia, por ejemplo: cuando una de las tres Horas menores coincide con la «hora» en la que se celebra la Misa. En este caso, la Misa sigue como de costumbre hasta después de la oración para después de la Comunión, que se dice o canta la salmodia de la Hora. El celebrante preside desde la sede. La invocación inicial de la Hora, el himno de Oficio y la lectura breve se omiten. Después de los salmos, el celebrante permanece de pie y canta o dice la oración de la Hora. La bendición y la despedida como en la Misa 26. 772. Cuando se añaden Laudes o Vísperas a la Misa, se observa exactamente el mismo procedimiento. Pero el Benedictus o el Magníficat con su antífona se cantan o dicen inmediatamente después de los salmos. Las 24. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 94. 25. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 94. 26. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 97.

231

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

preces y el Padrenuestro final se omiten, y el celebrante canta o dice la oración conclusiva de la Hora del breviario. La bendición y despedida siguen de acuerdo con el misal. 773. Como se ha hecho notar, se excluye normalmente la unión de la Misa con el Oficio de lectura, puesto que la Misa tiene su ciclo propio de lecturas, que se ha de distinguir del ciclo del Oficio, excepto en el caso de la Misa de medianoche de la víspera de Navidad (Misa del gallo o Nochebuena), para introducir la celebración de la Encarnación. El celebrante, revestido, entra en procesión con los ayudantes, besa el altar y va a la sede para presidir el Oficio de lectura. Los lectores leen desde el ambón. El coro conduce el responsorio entre las lecturas. Se omite el Te Deum y la Misa continúa con el Gloria 27. Si el Oficio de lecturas se celebra como un rito distinto, de preparación, pero no unido a esta Misa, el celebrante puede llevar capa pluvial, y procedería observar el ceremonial solemne en la lectura del Evangelio. La celebración concluiría con el Te Deum, la oración final y la bendición, antes de que dé comienzo la Misa de la Natividad del Señor. «Cuando la tarde cae, al amanecer y al mediodía, te cantamos, te bendecimos, te damos gracias y te suplicamos, ¡Oh Maestro de todo! ¡Oh Señor y Amante de la humanidad!: guía nuestras oraciones rectamente como una ofrenda de incienso ante ti; no permitas que nuestros corazones sean dirigidos por palabras o pensamientos de pecado, y líbranos de los que persiguen nuestras almas. Pues la gloria, el honor y la adoración se deben a ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén». Oración de Entrada de las Vísperas Bizantinas

27. Cf. Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 98.

232

Epílogo

774. ¡Viva el misterio que ha sido puesto en tus manos! Ésta es la invitación y admonición que la Iglesia dirige al sacerdote en el Rito de Ordenación, cuando se ponen en sus manos las ofrendas para el sacrificio eucarístico. El «misterio» del cual el sacerdote es un «administrador» (cf. 1 Cor 4, 1) es definitivamente Jesucristo mismo, que a través del Espíritu es la fuente de la santidad y la llamada a la santificación. Para que esto sea así, hay necesidad de gran vigilancia y conciencia viva. Una vez más el Rito de la Ordenación introduce estas palabras con esta recomendación: «Sed conscientes de lo que estáis haciendo». Del mismo modo que Pablo amonesta a Timoteo: «No descuides el don que posees» (1 Tim 4, 14; 2 Tim 1, 6) 1. 775. Un gran papa recuerda a cada sacerdote que Jesús es el «misterio», el Sacerdote y el «don» eterno de su sacerdocio. Que aprendamos de la escuela de sus misterios a ser conformados a Él, a identificarnos con Él, a ser verdaderos hijos en el Hijo. Que aprendamos cada día de la obediencia de la Cruz, que pasa a través de nuestras manos ungidas en la Eucaristía. Que luchemos por celebrar este misterio con devoción y piedad. Somos servidores indignos, sin embargo, por el «don» nuestra fragilidad humana es elevada a la libertad de la gracia para el servicio de los demás. Por todo esto, ofrezcamos nuestras vidas por nuestro pueblo y perseveremos. 776. Que ese mismo espíritu de servicio a la Eucaristía informe las acciones de todos los que asisten en el altar: diáconos, acólitos y ayudantes, lectores y ministros extraordinarios, organistas, músicos, cantores y coristas, porteros y sacristanes. Acuérdate también del hermano que te ofre1. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Post-sinodal: Pastores dabo vobis, 25 de marzo de 1992, n. 24.

233

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

ce este libro para ayudarte en tu ministerio. Mira más allá de su estructura a su finalidad, que es nada menos que la experiencia cierta y segura de compartir una adoración eterna, puesta ante nosotros por los Padres del Concilio Vaticano II con estas palabras: «En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos tener parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste Él, nuestra vida, y nosotros nos manifestemos también gloriosos con Él» 2.

2. SC, n. 8.

234

Apéndices

1. Ministros extraordinarios de la Eucaristía

777. Los laicos pueden ser nombrados ministros extraordinarios de la Eucaristía por el obispo cuando lo aconseja la necesidad 1. Su formación para administrar la Eucaristía debería descansar en una fundamentación segura de doctrina y espiritualidad. 778. Hay varios modos sencillos en los que la utilidad de su ministerio puede presentarse como verdadera: como un privilegio, un servicio e incluso como una provisión «extraordinaria». 779. Los ministros extraordinarios, no usan ornamentos sagrados, para, así, distinguir sus funciones de las de los ministerios «ordinarios» derivados de la sagrada Ordenación, de la institución (acólitos), o de la asociación con los clérigos (ayudantes). Su vestimenta seglar debería ser siempre modesta y limpia, además de indicarse siempre su dignidad con algún collar o medalla, pero nunca con algo parecido a una estola, pues ésta se reserva estrictamente para los que han recibido las Órdenes Mayores. 780. En la celebración de la Misa, parece mejor que no participen en la procesión. Deberían sentarse entre el pueblo, para que se vea que se acercan desde la asamblea hacia su ministerio. 781. En el Padrenuestro, al llegar los ministros extraordinarios al presbiterio, lo primero que hacen es una genuflexión a la Eucaristía. Después, pueden dirigirse a la credencia para lavarse las manos. Antes de la Comunión, se quedan de pie a un lado, no en el altar o cerca del 1. Vid. CIC, cánones 230 §3, 910 §2; Sagrada Congregación para la disciplina de los Sacramentos, Immensae caritatis, «Instrucción para facilitar la Comunión», 29 de junio de 1973. No deben ser llamados «ministros de la Eucaristía» ni «ministros especiales».

237

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

mismo, porque no son concelebrantes, diáconos o acólitos, ni tampoco asisten a la fracción de la Hostia, reservada a los sacerdotes. El celebrante debería bendecirlos sencillamente antes de «Éste es el Cordero de Dios». El celebrante, diácono o acólito instituido da la Sagrada Comunión a los ministros extraordinarios, antes que a los ayudantes, con preferencia bajo las dos especies. No se dan a sí mismos la Comunión como si fueran concelebrantes, es decir, al unísono con el celebrante, o tomando la Eucaristía del altar. Parece más apropiado que el celebrante les dé a cada uno el vaso eucarístico y no que lo tomen directamente del altar o del sagrario. De nuevo los signos ceremoniales definen con verdad su ministerio como «extraordinario» y, por tanto, dependiente del celebrante. 782. Distribuyen la Eucaristía según la práctica local; al terminar dan el vaso sagrado al celebrante, diácono o acólito, o lo dejan sobre el altar. Cada uno hace una genuflexión y se dirige a la credencia para limpiarse los dedos antes de volver a su lugar en la asamblea. No purifican los vasos sagrados. 783. La custodia de la Eucaristía pertenece en primer lugar a los «administradores de los Misterios», es decir, los ministros «ordinarios»: sacerdotes y diáconos. Los signos ceremoniales deberían expresar este hecho. Por tanto, parece preferible, normalmente, confiar a un sacerdote o diácono la reposición de la Eucaristía en el sagrario después de la Comunión, o el abrir o cerrar el sagrario durante la Misa. Sin embargo, si esto no resultara conveniente, se podrían encomendar estas tareas a los ministros extraordinarios. 784. Los ministros extraordinarios no deben distribuir la Comunión mientras los ministros ordinarios (concelebrantes o clérigos), permanecen sentados. En 1987, se decretó, que un ministro extraordinario de la Eucaristía no puede «ejercer sus funciones suplementarias cuando los ministros ordinarios de la Eucaristía, que no estén de ningún modo impedidos, se hallen presentes en la iglesia, aunque no tomen parte en la función eucarística» 2. 785. La antigua práctica según la cual los diáconos llevaban la Eucaristía de la liturgia del domingo a los enfermos era un signo vivo de la naturaleza eucarística de la Iglesia. Sin embargo, el rito de dar a los ministros extraordinarios copones conteniendo la Eucaristía, al final de la Misa o después de la Comunión, no es, en la actualidad, parte de la Misa. 2. Cf. Respuesta de la Pontificia Comisión para la interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico, 20 de febrero de 1987, publicado en el L’Osservatore Romano.

238

MINISTROS EXTRAORDINARIOS DE LA EUCARISTÍA

Puede ser costumbre para los ministros extraordinarios permanecer después de la Misa para recibir la píxide 3. Pero, a causa del simbolismo de la comunidad que comparte la Eucaristía, parece preferible que los ministros extraordinarios que no estén ayudando a distribuir la Comunión presenten una píxide vacía después de recibir la Comunión. Deberían entender que el Santísimo Sacramento colocado en la píxide ha de llevarse, de inmediato, a los enfermos, y que las sagradas formas no consumidas deben traerse a la iglesia para que queden reservadas en el sagrario. 786. Sólo las personas adultas piadosas de la comunidad deberían ser elegidas para este ministerio. Los niños, los adolescentes y los ayudantes no son candidatos aptos. No debería limitarse este ministerio a las mujeres, por el espectáculo a que puede dar lugar un sacerdote asistido sólo por ellas. 787. Este ministerio auxiliar, tan útil, no debería trivializarse haciendo uso del mismo en Misas donde comulgan pocos fieles. Debería limitarse a las situaciones de necesidad real. La prolija multiplicación de los ministros extraordinarios puede obedecer a un deseo sincero de «implicar al laicado», pero, por lo general, refleja una teología confusa del laicado y del ministerio, e incluso la falsa idea de que es derecho del laico el administrar la Eucaristía. Además, la proliferación de los ministros extraordinarios tiende a desarrollarse allí donde el ministerio litúrgico específico del acólito seglar nunca ha sido descubierto, entendido o apreciado. Por tanto, el establecimiento del acólito instituido, junto a otros ministros extraordinarios, puede ser un paso adelante hacia una resolución equilibrada de este problema.

3. Debería ser, realmente, un copón —no una cajita de metal, etc.—.

239

2. Días litúrgicos y otras celebraciones

788. Hay tres clases de días litúrgicos: —los domingos, —las solemnidades, fiestas, memorias, y —las ferias. El domingo, por su peculiar importancia, solamente cede su celebración a las solemnidades y fiestas del Señor; los domingos de Adviento, de Cuaresma y de Pascua tienen preferencia sobre todas las fiestas del Señor y sobre todas las solemnidades 1. 789. Los domingos y solemnidades comienzan en las primeras Vísperas, y a algunas solemnidades se les asigna su propia Misa de Vigilia. En todas las Misas solemnes se rezan el Gloria y el Credo. La celebración de la Semana Santa y de las Navidades se extiende durante una octava 2. Los días festivos, sin embargo, se celebran dentro de los límites de un día natural y no tienen primeras Vísperas. En un día festivo, se dice el Gloria, pero el Credo no es obligatorio 3. Las memorias pueden ser: obligatorias o libres. Las rúbricas del misal, del leccionario y del breviario determinan cómo deben integrarse las memorias en la celebración de los días de entresemana. En la práctica, algunas memorias obligatorias disfrutan de ciertos privilegios sobre otras, con textos propios de la Misa, no tomados de los textos comunes para los santos, y con antífonas y salmos del primer domingo para las Laudes, etc. Sin embargo, las 1. Cf. Normas universales sobre el Año Litúrgico y sobre el calendario, nn. 4-7, publicadas en el Misal Romano, después del IGMR; para un orden preciso de precedencia, vid. CO, apéndice 2, pp. 334-35. 2. Normas universales sobre el Año Litúrgico y sobre el calendario, nn. 11 y 12. 3. Esto no excluye el rezo del Credo en una fiesta cuando puede tener valor pastoral la profesión de fe.

240

DÍAS LITÚRGICOS Y OTRAS CELEBRACIONES

memorias obligatorias de Cuaresma se celebran como memorias libres. Sólo se seleccionará una memoria libre cuando se dé opción para hacerla. 790. En las ferias, el sacerdote puede celebrar la Misa de acuerdo con la feria (como un signo del Tiempo de Adviento, Cuaresma y Semana Santa) o, en el Tiempo Ordinario, usando las oraciones del domingo anterior, o bien puede elegir una Misa para una necesidad particular, o para difuntos, o una Misa votiva, observando lo que establece el misal y el leccionario. En los sábados del Tiempo Ordinario, el sacerdote puede celebrar la Misa de nuestra Señora y el Oficio del Sábado de nuestra Señora en la Liturgia de las Horas. 791. Todos estos niveles de celebración están establecidos en el Ordo Missae Celebrandae et Divini Officii Persolvendi anual, es decir, el Ordo universal del Rito Romano, publicado por la Santa Sede. Este Ordo está adaptado y publicado para el uso local: —en la diócesis de Roma; —en algunas diócesis, para incluir el calendario de la Iglesia particular; —en una nación o región, según las directrices de la Conferencia Episcopal, que incluyen los calendarios de las diócesis dentro de esa región; —en órdenes religiosas y congregaciones para concordar con su propio calendario; —en santuarios a los que se les haya concedido privilegios litúrgicos. Un Ordo diferente se da al Rito Ambrosiano y a las iglesias donde la liturgia se celebra lícitamente según el misal de 1962 y el calendario preconciliar. 792. El celebrante debería estar atento a las opciones que le ofrece el misal y el leccionario, puesto que en el Ordo no se pueden establecer claramente todas las posibilidades para cada día. Además, el celebrante, con el fin de respetar los niveles de celebración y el calendario, debería estar familiarizado con las normas actuales, que reflejan la insistencia del Concilio Vaticano II sobre la importancia y la integridad de los domingos, solemnidades y tiempos litúrgicos 4. Las normas actuales proponen seis niveles distintos para la elección de una celebración 5. 4. Cf. SC, nn. 102-106. 5. Estas normas están en CO, Apéndice 3, pp. 336-337. Hemos intentado presentarlas de un modo sencillo y positivo.

241

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

793. 1. Las solemnidades de precepto son: Navidad, Epifanía, Ascensión, Corpus Christi, Sta. María Madre de Dios (1 de enero), Asunción, Inmaculada Concepción, san José, san Pedro y san Pablo y Todos los Santos, salvo que sea modificado por la Conferencia Episcopal con la aprobación de la Santa Sede 6. En estas grandes solemnidades, en los domingos de Adviento, Cuaresma y Tiempo Pascual, el Jueves Santo y durante el Triduo Pascual, sólo se puede celebrar la Misa del día, cualquier otra celebración está prohibida. 794. 2. En las otras solemnidades, en el día de los fieles difuntos, en el Miércoles de Ceniza, en los días de la Semana Santa y en la octava de Pascua, también se permite la Misa de funeral, pero cualquier otra celebración está prohibida. 795. 3. En los domingos del Tiempo de Navidad, en los del Tiempo Ordinario, y en las fiestas, las Misas rituales para sacramentos (por ejemplo: Matrimonios y Ordenaciones) y las Misas de funeral son permitidas. En estos días, se pueden celebrar Misas para varias necesidades y ocasiones y Misas votivas, en el caso de una necesidad seria o de una conveniencia pastoral, pero sólo a la discreción del Ordinario local o con su permiso 7. Todas las demás celebraciones están prohibidas. 796. 4. La misma norma para el número 3 se aplica a las ferias anteriores a la Navidad, del 17 al 24 de diciembre, los días de la octava de Navidad y en todas las ferias de Cuaresma. No obstante, un sacerdote puede también celebrar Misa con ocasión de la noticia de una muerte, de un entierro —como distinto de una Misa de funeral— o del primer aniversario de un fallecimiento. 797. 5. En las memorias obligatorias, en las ferias de Adviento, hasta el día 17 de diciembre, en las ferias del Tiempo de Navidad, desde el 2 de enero, y en las ferias del Tiempo de Pascua, se amplía la norma para los números 3 y 4. La opción permanece abierta a la elección de Misas para varias necesidades y ocasiones y para Misas votivas, en casos de seria necesidad o de ventaja pastoral, al criterio del pastor de la iglesia o del celebrante de la Misa 8. 798. 6. Los días de la semana del Tiempo Ordinario (ferias y memorias libres), las disposiciones de los números 3 al 5 se amplían con la inclusión opcional de Misas para varias necesidades y ocasiones y de Misas

6. Cf. CIC, canon 1246. 7. Cf. IGMR, n. 332. 8. Cf. IGMR, n. 333.

242

DÍAS LITÚRGICOS Y OTRAS CELEBRACIONES

votivas elegidas por el sacerdote celebrante en favor de la devoción del pueblo, y también con la «Misa diaria por los difuntos». 799. La celebración de todos los días feriales que gocen de la libertad del número 6, con ornamentos verdes y los textos del domingo, es la «opción asequible» de una liturgia mínima. Sin embargo, la preocupación pastoral por los fieles debería motivar un enfoque más imaginativo y generoso. 800. Aunque el ciclo continuo de lecturas debería mantenerse, cuando sea posible, el sacerdote debería aprovechar las opciones más apropiadas para el rito. Debería celebrar la Eucaristía para varias necesidades; por ejemplo: por las vocaciones o por la justicia y la paz; de acuerdo con el sentir del Concilio, el sacerdote debe interpretar «los signos de los tiempos» y luchar por relacionar la celebración de la liturgia a los sucesos y experiencias de la vida diaria a todas las escalas: la familia, la persona, la comunidad local, la nación y el mundo entero. Tampoco debería restringirse la Misa por los difuntos a los funerales o al 2 de noviembre. Sin volver a las frecuentes Misas de réquiem, que en tiempos pasados, en algunos lugares, tanto sobrecargaban las ferias, es importante, de vez en cuando, introducir al pueblo en esta dimensión del Misterio Pascual. 801. Otra opción posible para las ferias es la Misa votiva. La elección de las Misas votivas puede también estar influida por la devoción popular, que asigna un significado especial a un día de la semana. El jueves se asocia con la Eucaristía y el sacerdocio de Cristo; el viernes, con la Cruz y la pasión de nuestro Señor. Los primeros viernes y primeros sábados de mes son universalmente reconocidos como días de devoción pública y privada al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, respectivamente. De acuerdo con las costumbres de las distintas culturas y regiones, otros días se pueden reservar a san José, las ánimas benditas del purgatorio, los ángeles, etc. Aunque es muy importante integrar las devociones populares en la liturgia, no deben nunca infringir las normas de precedencia del calendario por motivos de devoción popular. Por ejemplo: en un primer viernes, no se podría dejar de lado una fiesta o una memoria obligatoria en favor de una Misa del Sagrado Corazón. En tal día, aparte de hacer alguna referencia de paso o conexión apropiada, no se debería mezclar la celebración del santo con dicha devoción. 802. La dimensión mariana de las celebraciones entre semana tienen un gran valor. La Misa del sábado de nuestra Señora, celebrada con ornamentos blancos, debería formar parte común de la semana litúrgica, 243

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

cuando no lo impida una memoria obligatoria. Las memorias libres de la Virgen deberían escogerse siempre. Además, el lugar de nuestra Señora en la liturgia se ha enriquecido y ampliado con la publicación de cuarenta y seis Misas en honor de la Santísima Virgen, bajo diversos títulos y a la luz de los Misterios de su vida y misión en el plan salvífico 9. El momento de celebración de la Misa y administración de la Eucaristía 803. La reforma litúrgica ha eliminado la mayoría de las restricciones respecto al momento del día en que puede celebrarse la Misa. Según el canon 931, «La celebración y administración de la Eucaristía puede hacerse todos los días y a cualquier hora, con las excepciones que se establecen en las normas litúrgicas». Por tanto, excepto Viernes Santo y Sábado Santo, la Misa puede celebrarse a cualquier hora del día o de la noche, según la necesidad pastoral y lo que dicte el sentido común. El obispo diocesano determina cuál es la hora más temprana para celebrar la Misa de Vigilia del Sábado por la tarde para que pueda cumplirse la obligación dominical. La Eucaristía no puede distribuirse a los fieles ni el Jueves Santo ni el Viernes Santo, excepto durante las liturgias de la noche y tarde, o para los enfermos, o como Viático. La Eucaristía no puede distribuirse el Sábado Santo, antes de la Vigilia Pascual, excepto como Viático 10. 804. El sacerdote es el servidor de la comunidad a la hora de determinar el momento de la celebración de la Misa. Excepto cuando adapte la semana a su propia necesidad, para tener un día de descanso, no debería elegir la hora de la celebración de la Misa según su propia conveniencia o devoción. La liturgia debería celebrarse a una hora adecuada a las necesidades del pueblo, de modo que el culto pueda integrarse dentro de su horario laboral y de ocio. Binación 805. Según el canon 905 §1, Exceptuados aquellos casos en que, según el derecho, se puede celebrar o concelebrar más de una vez la Eucaristía en el mismo día, no es lícito que el sacerdote celebre más de una vez al día. Esta norma se refiere a las disposiciones del misal para Navidad, Jueves Santo y Domingo de Resurrección. Además, se proporcionan los textos de tres Misas para el día de los fieles difuntos, porque las disposiciones de la Constitución 9. Collectio Missarum de Beata Maria Virgine, Congregación para el culto divino, 1987, dos volúmenes: 1. Orden de la Misa y propios; 2. Leccionario. 10. RR, Sagrada Comunión y culto de la Eucaristía fuera de la Misa, n. 16.

244

DÍAS LITÚRGICOS Y OTRAS CELEBRACIONES

Apostólica del Papa Benedicto XV Incruentum altaris (1915) siguen en vigor 11. Por tanto, ese día, todos los sacerdotes pueden celebrar tres veces la Misa. En una parroquia, lo mejor sería establecer un horario para estas Misas, según las necesidades del pueblo, más que celebrarlas seguidas. 806. Según el canon 905 §2, Si hay escasez de sacerdotes, el Ordinario del lugar puede conceder que, con causa justa, celebren dos veces al día, e incluso, cuando lo exige una necesidad pastoral, tres veces los domingos y fiestas de precepto. En condiciones pastorales corrientes, este canon se suele interpretar ampliamente.

11. Mantenidas en el común Ordo Missae Celebrandae et Divini Officii Persolvendi. Librería Editrice Vaticana, 1993, p. 168.

245

3. Preparación de los ornamentos

807. Los ornamentos se preparan de modo que los clérigos puedan revestirse con facilidad. Lógicamente, se disponen en orden inverso al que se sigue al revestirse, de modo que el primer ornamento que se coloca sobre la mesa es el último con el que se reviste el obispo, presbítero o diácono. 808. a) La casulla o dalmática se extiende, cuidadosamente, con la parte de atrás hacia arriba, quizá doblada al revés para que pueda ponerse con facilidad. 809. b) La estola se dispone sobre la casulla o dalmática, de manera que el centro de la misma pueda cogerse directamente y colocarse alrededor del cuello, sin tener que girarla. 810. c) Si se usa cíngulo, se prepara sobre la estola. Si es largo, se dobla para que las borlas queden juntas. 811. d) El alba se extiende sobre los ornamentos ya dispuestos, con la parte de la espalda hacia arriba; así, puede recogerse, con cuidado, para ponérsela con facilidad. 812. e) Si se usa amito, se dispone sobre todos los ornamentos, con la parte de las cintas alejada del borde de la mesa. 813. Si el obispo debe llevar la dalmática pontificia, se coloca justo encima de la casulla (después del n. 1). Si no trae consigo el solideo o no lo lleva puesto, se coloca junto a los ornamentos, o sobre una bandeja. El portador de la mitra la sostiene con las manos cubiertas con un velo (vimpa) y lo entrega al diácono ayudante una vez revestido el obispo. Si 246

PREPARACIÓN DE LOS ORNAMENTOS

el arzobispo va a llevar el palio prendido sobre la casulla, debería dejarse junto a los ornamentos, con los prendedores en una bandeja. 814. Cuando se preparan los ornamentos para los concelebrantes, puede ser útil colocar tarjetas sobre cada grupo de ornamentos, bien anotando los nombres de los clérigos, si se conocen, o las tallas de las albas: pequeña, mediana, grande. Si concelebran muchos sacerdotes, las albas y casullas deberían prepararse en perchas, con indicación de las tallas. 815. Las casullas modernas de formas amplias es mejor colgarlas en un ropero, pero los ornamentos de forma romana o española no deberían colgarse, ni ponerse del revés, si están confeccionados con telas nobles. Si los ornamentos están tejidos con hilo de oro auténtico, deberían guardarse extendidos, no doblados, preferiblemente con una tela ligera colocada entre ellos, adamascada. Las albas adornadas con encajes y las capas pesadas que no están hechas para descansar sobre los hombros es mejor guardarlas dobladas en un cajón.

247

4. El corporal

816. El modo normal de extender el corporal se realiza según el diagrama, de acuerdo con las instrucciones siguientes: 817. a) Se coge el corporal con la mano derecha y se coloca plano en el centro del altar, aún doblado, a unos quince centímetros aproximadamente del borde del altar, o más lejos si es un corporal grande. 818. b) Se desdobla, primero a la izquierda y luego a la derecha, conformándose tres cuadrados. 819. c) Se desdobla la sección más alejada del celebrante, hacia fuera, de modo que queden seis cuadrados. 820. d) Finalmente, se desdobla el pliegue más próximo al celebrante quedando visibles nueve cuadrados, y se ajusta el corporal a tres centímetros del borde del altar. 821. Si el corporal tiene una cruz bordada en uno de los cuadrados exteriores centrales, se gira de modo que la cruz quede lo más cerca posible del celebrante. 822. Aunque las Hostias ya no se colocan directamente sobre el corporal, es todavía útil para recoger los fragmentos que puedan caer en la fracción o en las purificaciones, etc. Por tanto, se debe tener el máximo cuidado para no rozar un corporal abierto, y tampoco sacudirlo en el aire. Tal acción mostraría una falta de respeto al lienzo más sagrado del altar, que debe usarse siempre allí donde se celebre una Misa. 823. Para doblar un corporal se siguen los mismos pasos, pero a la inversa: se doblan los tres cuadrados más próximos al celebrante hacia dentro; 248

EL CORPORAL

a.

b.

1.

2.

c. 4.

4.

4.

4.

d.

249

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

después, los tres más lejanos hacia sí, y, finalmente, los cuadrados derecho e izquierdo hacia el central. 824. Si el corporal se trae al altar en su carpeta, ésta se coloca, tradicionalmente, a la izquierda del corporal, lejos del misal, pero puede ser más conveniente dejarla a la derecha del corporal, o que el ayudante la lleve a la credencia. Cuando la Misa se celebra de cara al altar, la carpeta se apoya en uno de los candeleros situados a la izquierda del corporal.

250

5. Otras Plegarias eucarísticas

825. Para ocasiones especiales y situaciones pastorales peculiares, se dispone de cinco Plegarias eucarísticas opcionales. Todos los gestos, la Consagración, elevaciones, genuflexiones y la elevación del cáliz y la patena en la doxología final se llevan a cabo exactamente como en las cuatro Plegarias eucarísticas principales.

Plegarias eucarísticas para Misas con niños 826. Como se describe en el capítulo 9, se debería preparar con cuidado a los niños cuando se utilice una de estas tres Plegarias eucarísticas en una Misa adaptada a sus necesidades. Por lo común, no es lo mejor concelebrar en estas ocasiones; sin embargo, como puede considerarse necesario en situaciones especiales, se han añadido unas directrices para los concelebrantes. Plegaria eucarística 1 827. El prefacio de esta plegaria —que es la más sencilla de las tres adaptadas para niños— es invariable, e incluye las peticiones por la Iglesia. Con una preparación adecuada, el Sanctus y el Benedictus se pueden cantar o decir por separado bien dentro del texto o, como es usual, al final del prefacio 1. Después de extender las manos para decir «Padre Santo, para mostrarte nuestro agradecimiento...», el celebrante las junta; las mantiene extendidas, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis, «Haz que, por la fuerza de tu Espíritu,...». Después, brevemente, junta las manos y hace el signo de la cruz, una vez, sobre las 1. Cf. Instrucción sobre las Plegarias eucarísticas para niños en la Misa. Textus precis eucharisticae, Congregación para el culto divino, 1 de noviembre de 1974, n. 23.

251

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

ofrendas al decir «el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo», juntando de nuevo las manos e inclinándose al pronunciar el nombre sagrado. La Consagración sigue como es habitual. 828. Inmediatamente después de la elevación del cáliz y de la genuflexión, el celebrante extiende las manos para la anámnesis, «...lo que Jesús nos mandó que hiciéramos, ahora lo cumplimos...», juntando las manos en el «acéptanos a nosotros...», y todos responden con alguna de las aclamaciones usuales. El celebrante extiende las manos para decir «Padre, tú que tanto nos amas...» y lo que sigue. Debería nombrar a los vivos después de «te pedimos por todas las personas que amamos...». Junta las manos en «de nuevo te damos gracias y te bendecimos», antes de la doxología final. 829. En la epíclesis y en la Consagración, los concelebrantes hacen los gestos habituales. Extienden las manos y dicen la anámnesis, «...lo que Jesús nos mandó que hiciéramos, ahora lo cumplimos...» y las juntan de nuevo en «acéptanos a nosotros...». Después de la aclamación, extienden las manos y dicen, «Padre, tú que tanto nos amas... en la alegría del Espíritu Santo». El primer concelebrante extiende las manos y dice «A ti, Señor, que nunca olvidas a nadie...», juntándolas en «... y de nuevo te damos gracias y te bendecimos». El diácono o el primer concelebrante eleva el cáliz para la doxología final. Plegaria eucarística 2 830. Para conseguir una mayor participación en estas plegarias, sería conveniente enseñar a los niños las aclamaciones, que deberían ser cantadas. El Sanctus, la fórmula «Jesús ha dado su vida por nosotros» durante la Consagración y la aclamación después de la anámnesis son obligatorios, las otras son opcionales 2. 831. El prefacio es invariable, pero en tres ocasiones se intercala la aclamación: «¡Gloria a ti, Señor, porque nos amas!». El celebrante presenta estas aclamaciones juntando las manos y diciendo «Por eso te aclamamos:...». El Sanctus y el Benedictus se dicen o se cantan, según la forma habitual, al final del prefacio. Después, con las manos extendidas, dice «Bendito sea Jesús, tu enviado,...». Luego, puede cantar o decir: «Bendito el que viene en nombre del Señor,...» y las junta al terminar de decir «Hosanna en el cielo». En la epíclesis, el celebrante extiende las manos, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, mientras dice «A ti, Dios y Padre nuestro, te pedimos...». Las junta, hace una pausa, y 2. Cf. Instrucción sobre las Plegarias eucarísticas para niños en la Misa, n. 24.

252

OTRAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS

traza el signo de la cruz una vez, conjuntamente sobre las ofrendas en «sean el Cuerpo y la Sangre de Jesús, nuestro Señor», juntando las manos de nuevo e inclinándose al pronunciar el nombre sagrado. 832. En la Consagración hay algunas variaciones. Mientras muestra el Pan consagrado al pueblo, todos cantan o dicen la aclamación: «¡Señor, Jesús, tú te entregaste por nosotros!», deposita el Pan consagrado sobre la patena y lo adora haciendo una genuflexión. En la Consagración del vino, el celebrante hace una pausa después de decir «para el perdón de los pecados» hasta que todos han cantado o dicho la aclamación, «¡Señor, Jesús, tú te entregaste por nosotros!». Todavía con el cáliz elevado y mostrándolo al pueblo sigue: «Y les dijo también: Haced esto en conmemoración mía», después deposita el cáliz sobre el corporal y lo adora haciendo una genuflexión. 833. Después de hacer la genuflexión, el celebrante extiende las manos para la anámnesis «Por eso, Padre bueno...». Junta las manos en «... y junto con él nos ofrezcamos a ti» cuando todos cantan o dicen la aclamación: «Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias». Luego, prosigue con las manos extendidas: «Escúchanos, Señor Dios nuestro...», juntando las manos en «...y todos los que trabajan por tu pueblo», y, entonces, se puede decir o cantar la aclamación: «¡Que todos seamos una sola familia para gloria tuya!». Extiende las manos en «No te olvides de las personas que amamos...», nombrando a los vivos y a los difuntos en los lugares apropiados. Junta las manos en «... recíbelos con amor en tu casa»; entonces se puede repetir de nuevo la aclamación «¡Que todos seamos una sola familia para gloria tuya!», extendiéndolas de nuevo en: «Y un día, reúnenos...». Finalmente, junta las manos en «... podremos cantarte sin fin», y de nuevo se puede repetir la aclamación por cuarta y última vez antes de la doxología final. 834. En la epíclesis, los concelebrantes hacen los gestos habituales en «A ti, Dios y Padre nuestro, te pedimos...», y lo mismo en la Consagración. Extienden las manos mientras dicen la anámnesis «Por eso, Padre bueno...». Juntan de nuevo las manos para la aclamación: «Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias». Después de la aclamación, extienden las manos y dicen: «Escúchanos, Señor Dios nuestro...». Juntan las manos cuando se repite la aclamación. Entonces, el primer concelebrante extiende las manos y dice «No te olvides de las personas que amamos...» juntando las manos en «... recíbelos con amor en tu casa» y se vuelve a repetir la aclamación. Luego, el segundo concelebrante extiende las manos y dice «Y un día, reúnenos...»; y junta las manos para repetir la aclamación por última vez. El diácono o primer concelebrante eleva el cáliz en la doxología final. 253

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Plegaria eucarística 3 835. El prefacio es invariable excepto durante el Tiempo Pascual en que se puede utilizar un texto opcional, ya que esta plegaria se compuso tan sólo como una variedad más. Las Conferencias Episcopales pueden aprobar otras variaciones. Después de la Consagración, en diferentes puntos del texto, hay una aclamación de alabanza que se repite en tres ocasiones 3. 836. El Sanctus y el Benedictus se cantan o dicen, de la forma habitual, al final del prefacio. El celebrante extiende las manos en «Señor, tú eres santo,...» y lo que sigue. (Durante el Tiempo de Pascua se dice «te damos gracias, Señor, porque tú eres el Dios de los vivientes...» que puede ser sustituido por un texto opcional). Junta las manos y las extiende, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis, «Padre bueno, envía tu Espíritu para santificar este pan y este vino...». Después, junta las manos y traza la señal de la cruz, una vez, sobre las ofrendas, en «de manera que sean el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo Jesucristo». Junta las manos y se inclina al pronunciar el nombre sagrado. La Consagración sigue como es habitual excepto la variación «Y les dijo también: Haced esto en conmemoración mía». 837. Inmediatamente después de la elevación del cáliz hace una genuflexión. Luego, extiende las manos para la anámnesis «Por eso, Padre santo...» y las junta en la aclamación, cantando o diciendo todos: «Señor, tú eres bueno, te alabamos, te damos gracias». Después, las extiende para decir: «Él vive ahora junto a ti y está también con nosotros», juntándolas de nuevo en la aclamación, y extendiéndolas en «Él vendrá lleno de gloria...». Las vuelve a juntar para la última aclamación. Extiende las manos y dice «Padre santo, tú nos has llamado...» (durante el Tiempo de Pascua, dice «Llena los corazones de tus hijos con la alegría de la Pascua, para que la anuncien a todos los hombres que viven tristes», que puede ser sustituido por un texto opcional). Junta las manos, antes de la doxología final, en «vivamos contigo en el cielo para siempre». 838. En la epíclesis y en la Consagración, los concelebrantes hacen los gestos habituales, «Padre bueno, envía tu Espíritu para santificar este pan y este vino...». Extienden las manos en la anámnesis «Por eso, Padre santo...», y las juntan de nuevo en la aclamación «Señor, tú eres bueno, te alabamos, te damos gracias». El primer concelebrante extiende las manos y dice «Él vive ahora junto a ti y está también con nosotros», uniendo las manos en la aclamación, «Señor, tú eres bueno...». Después, repite estos gestos según el texto y la repetida aclamación. Un se3. Cf. Instrucción sobre las Plegarias eucarísticas para niños en la Misa, n. 25.

254

OTRAS PLEGARIAS EUCARÍSTICAS

gundo concelebrante puede decir las intercesiones, «Padre santo, tú nos has llamado...». El diácono o primer concelebrante levanta el cáliz para la doxología final. 839. Durante estas oraciones y, aunque parece repetitivo, el celebrante juntando las manos en las aclamaciones las resalta a la vez que interrumpe el texto para eliminar el monólogo. Sin embargo, no fueron compuestas para una concelebración.

Plegarias eucarísticas para Misas de Reconciliación 840. Hay dos Plegarias eucarísticas para Misas de Reconciliación, apropiadas en tiempos de penitencia, en épocas de guerra o discordia social, o durante una misión o retiro en el que se resalte la penitencia, la misericordia divina y el perdón 4. Plegaria eucarística de Reconciliación, 1 841. El prefacio es invariable, y el Sanctus y el Benedictus se cantan o dicen según la forma habitual. Después de extender las manos en «Oh, Dios, que desde el principio...», el celebrante junta las manos, y las mantiene extendidas, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis, «y derrama la fuerza de tu Espíritu...». Después, las junta, brevemente, y traza el signo de la cruz, una vez, sobre las ofrendas, en «Cuerpo y Sangre», juntando las manos e inclinándose al pronunciar el nombre sagrado. Mantiene las manos extendidas en «Cuando nosotros estábamos perdidos... para ser clavado en la Cruz». Después, junta las manos en «Pero, antes de que sus brazos... con sus discípulos». La Consagración sigue como es habitual. 842. Después de la aclamación, el celebrante extiende las manos para la anámnesis «Así, pues, al hacer el memorial de Jesucristo...» y para las intercesiones que siguen. Junta las manos después de «que vive eternamente» y antes de la doxología final. 843. Los concelebrantes hacen el gesto habitual en la epíclesis, «y derrama la fuerza de tu Espíritu...» 5. Mantienen las manos juntas mientras dicen 4. En la carta Officium mihi, del 13 de diciembre de 1980, la Congregación para el culto divino extendió indefinidamente el uso de las Plegarias eucarísticas de reconciliación y para los niños. 5. La epíclesis puede incluir una invocación al Espíritu sobre el pueblo; por tanto, soy partidario de que los concelebrantes extiendan las manos en este momento.

255

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

«Cuando estábamos perdidos... para ser clavado en la Cruz». Extienden la mano derecha como es habitual en la Consagración. Después de la aclamación, extienden las manos y se juntan en la anámnesis «Así pues, al hacer el memorial de Jesucristo,...». El primer concelebrante extiende las manos y dice «Guárdanos a todos en comunión...», juntando las manos en «tu Ungido que vive eternamente». El diácono o el primer concelebrante levanta el cáliz para la doxología final. Plegaria eucarística de Reconciliación, 2 844. El prefacio es invariable, y el Sanctus y el Benedictus se canta o se dice en la forma habitual. Después de extender las manos para «A ti, pues, Padre, que gobiernas el universo,...», el celebrante las junta y las extiende, con las palmas hacia abajo, sobre las ofrendas, en la epíclesis «que santifiques con el rocío de tu Espíritu estos dones». Después las junta brevemente y traza la señal de la cruz, una vez, sobre las ofrendas en «y la Sangre de tu Hijo, mientras cumplimos su mandato». La Consagración sigue como es habitual. 845. Después de la aclamación, el celebrante extiende las manos para la anámnesis «Señor, Dios nuestro,...» y para las intercesiones que siguen. Junta las manos en «por Cristo, Señor nuestro» antes de la doxología final. 846. Los concelebrantes hacen el gesto habitual en la epíclesis «que santifiques con el rocío de tu Espíritu estos dones,... mientras cumplimos su mandato». Extienden la mano derecha como es habitual en la Consagración. Después de la aclamación extienden las manos y las juntan en la anámnesis «Señor, Dios nuestro... instrumento de tu paz». El primer concelebrante extiende las manos y dice «que este Espíritu, vínculo de amor,...» juntando las manos en «...por Cristo, Señor nuestro». El diácono o el primer concelebrante eleva el cáliz para la doxología final. La quinta Plegaria eucarística 847. Ya ha sido autorizada para su uso en algunas naciones la quinta Plegaria eucarística. A causa de su origen, es comúnmente conocida, como «la Plegaria eucarística suiza». En el momento de escribirla, se ha preparado un texto definitivo en latín que resuelve las expresiones problemáticas en algunos puntos de la versión original 6 . Todas las traducciones tendrán que ser tomadas o revisadas a la luz del texto latino. 6. Cf. Congregación para el culto divino, Notitiae, 30, pp. 391-415.

256

6. Accidentes

848. Cuando algo sale mal durante la liturgia, debería prevalecer la tranquilidad y el sentido común. En ningún caso se debería perturbar, innecesariamente, a los fieles por un percance en el presbiterio. Los ayudantes deberían ser entrenados para responder con calma a cualquier contratiempo. Los problemas que conciernen directamente al clero se pueden presentar en cuatro preguntas: 1. ¿Qué ha de hacerse si, después de la Consagración o en su propia Comunión, el celebrante descubre que en el cáliz hay agua en vez de vino? 849. Esto puede ocurrir, por equivocación, cuando se utiliza para la Misa un tipo claro de vino blanco o cuando una vinajera de metal, señalada con «vino», de hecho contiene agua. Según el IGMR n. 286, dejando ésta en un vaso pondrá vino y agua en el cáliz, y lo consagrará, repitiendo la parte de la narración que corresponde a la consagración del cáliz, sin que por eso se considere obligado a repetir la consagración del pan. Debería llevar a cabo este procedimiento con rapidez y discreción, asistido por un ayudante. 2. ¿Qué se ha de hacer cuando, después de la Comunión bajo las dos especies, los purificadores están mojados con la Preciosa Sangre? 850. Los purificadores se ponen en remojo durante un tiempo, se vierte en el sacrarium, o en el desagüe de la fuente, o en el jardín. Después se pueden colgar fuera para que se sequen antes de que se laven. Aunque los detergentes eliminan las marcas de los pintalabios de los purificadores, se debería advertir a las mujeres para que sean respetuosas en este detalle si han de beber del cáliz. 257

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

851. Estos principios básicos deberían respetarse y adaptarse apropiadamente, si la Sangre Preciosa se vierte en los ornamentos sagrados o en la ropa o en las manos del que comulga. 3. ¿Qué se debe hacer cuando un cáliz se cae en el altar o en otro lugar? 852. Las siguientes medidas son un desarrollo práctico del IGMR n. 239: Si se derrama algo de la Sangre del Señor, el sitio en que cae lávese con agua y luego échese este agua en el sacrarium. 853. Un purificador o un paño grande se debería poner con cuidado en el sitio donde haya caído, para que las especies sagradas vayan absorbiéndose gradualmente. El purificador o paño se retira con reverencia y se deja a remojo durante algún tiempo en una gran cantidad de agua. Después, se puede colgar fuera para que se seque antes de que sea lavado del modo habitual. Se debería pasar un paño húmedo en el lugar donde ocurrió el accidente, y después, también, se pone a remojo antes de lavarse. 854. Si la Sangre Preciosa se ha derramado en el mantel del altar, debería ser puesto a remojo y, luego, colgado para secar. Más tarde, el mantel será lavado. La superficie del altar se trata con un paño húmedo, que es mojado y más tarde lavado. El agua en la cual estos paños o telas han sido remojados se vierte en el sacrarium, o por el desagüe de la fuente, o en el jardín. 855. En todas las iglesias se deberían cuidar con respeto los manteles del altar. Antes de lavarse, los corporales y los purificadores, primero deberían aclararse, y con el agua debería disponerse como ya se ha descrito, en el sacrarium, etc. Después se lavan. Por razones prácticas obvias, los purificadores nunca deberían hacerse de material sintético no absorbente. A diferencia del corporal, no deberían almidonarse. 4. ¿Qué debe hacerse cuando, durante la Comunión, se acaban las sagradas formas y no quedan más en un sagrario cercano? 856. Éste es un problema diferente al de la ausencia de vino en el cáliz (vid. n. 848, 1), cuando el celebrante debe proveer algo esencial que se requiere para la integridad del sacrificio de la Eucaristía. El celebrante no debe consagrar más pan o vino simplemente para continuar distribuyendo la Comunión. El canon 927 dice: Está terminantemente prohibido, aun en caso de extrema necesidad, consagrar una materia sin la otra, o 258

ACCIDENTES

ambas fuera de la celebración eucarística. Aunque este canon protege la integridad de la acción sagrada, y no se aplica directamente a la cuestión pastoral, repitiendo la Consagración, en una celebración por otro lado íntegra, se aproximaría al abuso que el canon trata de evitar. El celebrante no debería consagrar el pan o el vino de nuevo, incluso si descubre el problema justo después de la Plegaria eucarística, antes de la Comunión. Tampoco se puede «Consagrar» más vino añadiéndolo a cualquier cantidad de Sangre que haya en el cáliz. 857. Consideremos que las sagradas formas no pueden partirse ya en más fragmentos, que el cáliz está vacío, y que es también difícil, si no imposible, traer la Eucaristía de otra iglesia. Entonces, si es conveniente, el celebrante podría ofrecerse para celebrar otra Misa para los que no han podido recibir la Eucaristía, si hay algunas personas en tal situación. Este dilema subraya la necesidad de prever con cuidado y de revisar el número de formas exactas que hay en el sagrario antes de la Misa. Debería haber un número suficientemente amplio de formas en las iglesias donde tales contingencias surgen con frecuencia.

259

7. Velas y lámparas

858. Hay unos procedimientos metódicos que deberían enseñarse a todos los que están al cuidado de las velas y las lámparas antes, durante o después de las celebraciones litúrgicas. Siempre debería usarse un cirio o candela para encender las velas, no sólo porque es más conveniente sino también porque es más digno que usar una cerilla o un encendedor. El cirio puede sostenerse con un tubo metálico, sujeto normalmente a una varilla para facilitar el encendido de las velas altas, tales como el cirio pascual. El cirio debería estar curvado o doblado ligeramente, nunca en un ángulo de noventa grados, para que encuentre la mecha de la vela en el ángulo conveniente. 859. Para encender las velas del altar, se sugiere el siguiente procedimiento: —Encender el cirio en la sacristía y traerlo al presbiterio. Se hace una inclinación al altar, o una genuflexión si el Santísimo Sacramento está reservado detrás o encima de él. —Encender las velas desde el lado que sea más conveniente, de modo que no tenga que estirarse sobre el altar o sobre una vela que ya está encendida. —Comenzar primero por el extremo derecho, después ir al extremo izquierdo, haciendo la reverencia acostumbrada en el centro. —Si hay que encender cuatro o seis velas, empezar encendiendo la vela interior de la derecha; para los candelabros se haría del mismo modo si se utilizan para la adoración eucarística. —Si hay cuatro o seis velas preparadas a cada lado del altar, encender primero la vela de la parte de atrás, siguiendo hacia adelante. —Finalmente, hacer la reverencia acostumbrada, volver a la sacristía y, sólo entonces, apagar el cirio. 260

VELAS Y LÁMPARAS

860. Para apagar las velas, conviene usar siempre un apagavelas apropiado, que debe limpiarse regularmente. Se hace exactamente igual que para el encendido de las velas, excepto: —al apagarlas empezando por el lado izquierdo del altar, y —si hay cuatro o seis velas que apagar, comenzar apagando la vela exterior. No forzar el apagavelas hacia abajo sobre la cera caliente. Las velas se apagan mejor cuando se mantiene el apagavelas sobre la llama, pues así se consume el aire que hay dentro y la llama se apaga. Nunca se debe dejar una mecha ardiendo sin llama, porque puede deshacerse. 861. El cirio pascual, como normalmente es grande y suele estar decorado, debe encenderse y apagarse siempre con cuidado. Conviene comprobar, después de cada celebración, si, por negligencia, se ha dejado encendido. 862. Se debería usar un cirio para encender el repuesto de cera de la lámpara del Santísimo (o lámparas votivas), porque los fragmentos de cerilla encendida que hayan quedado flotando en la cera o en el aceite pueden arder. Para evitar salpicaduras de cera en la iglesia, deberían usarse siempre cirios para encender las velitas que lleva el pueblo en la Vigilia Pascual y durante las procesiones de la Presentación del Señor, Corpus Christi, y en otras ocasiones. 863. Los sacristanes deberían untar ligeramente con aceite la copa del candelero o la bandeja de metal que suele haber debajo de las lámparas votivas, para que las gotas de cera se puedan quitar con facilidad. La mayor parte de la cera de los manteles del altar o de los ornamentos se quita aplicando una plancha caliente sobre papel para embalar.

261

8. Estipendios de la Misa

864. El 22 de enero de 1991, el papa Juan Pablo II aprobó el decreto de la Congregación para el Clero que contiene las normas relativas a los estipendios de la Misa y ordenó su publicación, que tuvo lugar el 22 de febrero del mismo año. Basado en los cánones 945-58, el decreto trata de las «intenciones colectivas», es decir, el sacerdote que celebra una Misa por unas determinadas intenciones y ofrendas, y dice que: los argumentos en favor de esta nueva práctica son especiosos y pretenciosos y lo que es más, reflejan una eclesiología errónea. Los siete artículos del decreto son los que siguen: Artículo 1 §1. De acuerdo con el canon 948, Se ha de aplicar una Misa distinta por cada intención para la que ha sido ofrecido y se ha aceptado un estipendio, aunque sea pequeño. Por eso, el sacerdote que acepta el estipendio para la celebración de una santa Misa por una intención particular, está obligado ex iustitia a cumplir personalmente la obligación asumida (cf. canon 949) o a encomendar a otro sacerdote el cumplimiento de la obligación, conforme a lo que prescribe el derecho (cf. cánones 954-955). §2. Violan, por tanto, esta norma, y deben responder de ello en conciencia, los sacerdotes que recogen indistintamente estipendios para la celebración de Misas de acuerdo con intenciones particulares y, acumulándolas sin que los oferentes lo sepan, las cumplen con una única santa Misa celebrada según una intención llamada «colectiva». Artículo 2 §1. En el caso de que los oferentes, previa y explícitamente advertidos, estén de acuerdo libremente en que sus estipendios sean acumulados junto con otros para la celebración de una sola Misa, será lícito satisfacer esas intenciones con una única Misa, aplicada por la intención «colectiva».

262

ESTIPENDIOS DE LA MISA

§2. En este caso, es necesario que se indique públicamente el lugar y la hora en que esa santa Misa se celebrará, y no más de dos veces por semana. §3. Los obispos en cuyas diócesis tienen lugar estos casos, han de darse cuenta de que este uso, que constituye una excepción a la vigente ley canónica, si llegara a difundirse excesivamente —incluso como consecuencia de ideas erróneas sobre el significado de las ofrendas destinadas a la santa Misa—, debería considerarse como un abuso, que podría llevar a que entre los fieles se pierda la costumbre de ofrecer estipendios para la celebración de distintas Misas, según distintas intenciones particulares, con lo que desaparecería un uso antiquísimo y saludable para las almas y para toda la Iglesia. Artículo 3 §1. En el caso al que se refiere el artículo 2 §1, al celebrante sólo le será lícito guardar el estipendio fijado en la diócesis (cf. canon 950) §2. La suma que exceda ha de ser entregada al Ordinario, conforme el canon 951§ 1, que la destinará a los fines establecidos por derecho (cf. canon 946). Artículo 4 Sobre todo en santuarios y lugares de peregrinación, a los que llegan diariamente numerosas ofrendas para la celebración de Misas, los rectores tienen el deber en conciencia de vigilar, con suma atención, a fin de que se apliquen cuidadosamente las normas de la ley universal en esta materia (cf. en especial los cánones 954-956) y las de este decreto. Artículo 5 §1. Los sacerdotes que reciban un gran número de ofrendas para intenciones particulares de santas Misas, por ejemplo: con ocasión de la conmemoración de los fieles difuntos, o en otras circunstancias, y no puedan cumplirlas personalmente dentro del año (cf. canon 953), en lugar de rechazarlas, frustrando así la piadosa voluntad de los oferentes y apartándolos de su buen propósito, deben pasarlas a otros sacerdotes (cf. canon 955) o al Ordinario (Cf. canon 956). §2. Si en esas o similares circunstancias se da el caso descrito en el artículo 2 §1, de este decreto, los sacerdotes deben atenerse a las disposiciones del artículo 3. Artículo 6 A los obispos diocesanos, principalmente, incumbe el deber de dar a conocer con prontitud y claridad estas normas a los sacerdotes tanto del clero secular como del religioso, pues para todos son obligatorias, y de preocuparse de que sean observadas.

263

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Artículo 7 Es menester que los fieles sean también instruidos en esta materia mediante una catequesis específica, cuyos puntos esenciales han de ser: el elevado significado teológico de la ofrenda dada al sacerdote para la celebración del sacrificio eucarístico, a fin de evitar el escándalo que supondría dar la apariencia de estar comerciando con cosas sagradas; la importancia ascética de la limosna en la vida cristiana, enseñada por Jesús, una de cuyas formas excelentes es precisamente el estipendio que se ofrece para la celebración de Misas; y la repartición de los bienes, por la que los fieles, mediante la ofrenda para la celebración de Misas, cooperan al sustento de los ministros sagrados y a la realización de las actividades apostólicas de la Iglesia.

264

9. El lugar del sagrario

865. Hay una continua discrepancia acerca de la ubicación del sagrario. Sin embargo, todas las instrucciones oficiales que se han dado durante y después del Concilio Vaticano II deben ser interpretadas a la luz del canon 938 §2 del Código de Derecho Canónico de 1983: El sagrario en el que se reserva la Santísima Eucaristía ha de estar colocado en un lugar de la iglesia u oratorio verdaderamente noble, destacado, convenientemente adornado, y apropiado para la oración. Las directrices importantes que condujeron a este canon fueron las siguientes: 866. a) 1964: Sagrada Congregación de Ritos, Inter Oecumenici, n. 95: La Sagrada Eucaristía se reservará en un sagrario consistente y seguro, colocado en medio del altar mayor, o de un altar lateral, pero que sea realmente destacado, o también, según costumbre legítima y en casos particulares, pero que deben ser aprobados por el Ordinario del lugar, en otro sitio de la iglesia, que sea verdaderamente muy noble y esté debidamente adornado. Se puede celebrar la Misa de cara al pueblo, aunque encima del altar mayor esté el sagrario, en cuyo caso éste será pequeño, pero apropiado. 867. b) 1967: Sagrada Congregación de Ritos, Eucharisticum mysterium, n. 53: El lugar de la iglesia o del oratorio en que se guarde la Eucaristía en el sagrario sea verdaderamente destacado. Conviene que sea al mismo tiempo apto para la oración privada, de modo que los fieles no dejen de venerar al Señor en el sacramento, aun con culto privado, y lo hagan con facilidad y provecho. Por eso, se recomienda que el sagrario, en cuanto sea posible, se coloque en una capilla que esté separada de la nave central del templo, sobre todo en las iglesias en que se celebran más frecuentemente matrimonio y funerales, y en los lugares donde son muy visitados por razones de arte y de historia (el párrafo 54 repite Inter Oecumenici, n. 95). 265

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

868. c) 1969: Ordenación General del Misal Romano n. 276: Es muy de recomendar que el lugar destinado para la reserva de la santísima Eucaristía sea una capilla adecuada para la adoración y la oración privada de los fieles. Si esto no puede hacerse, el Santísimo Sacramento se pondrá según la estructura de cada iglesia y las legítimas costumbres de cada lugar, o en algún altar o fuera del altar en una parte más noble de la iglesia, bien ornamentada (citando Inter Oecumenici, n. 95) 869. d) 1973: Sagrada Congregación para el culto divino, Sagrada Comunión y Culto de la Eucaristía fuera de la Misa, Introducción, n. 9: El lugar en que se guarda la Eucaristía sea verdaderamente destacado. Conviene que sea igualmente apto para la adoración y oración privada, de modo que los fieles no dejen de venerar al Señor presente en el sacramento, aun con culto privado, y lo hagan con facilidad y provecho. Lo cual se conseguirá más fácilmente cuando el sagrario se coloca en una capilla que está separada de la nave central del templo, sobre todo en las iglesias en que se celebran con frecuencia matrimonios y funerales, y en los lugares que son muy visitados, ya por peregrinaciones, ya por razón de los tesoros de arte y de historia. 870. e) 1980: Sagrada Congregación para los Sacramentos y el culto divino Inaestimabile donum, n. 24: El sagrario en que se reserva la Eucaristía puede ser colocado en un altar o fuera de él, en un lugar de la iglesia bien visible, verdaderamente digno y debidamente adornado, o en una capilla apta para la oración privada y para la adoración de los fieles. 871. Estudiando el desarrollo de estas directrices, vemos, en primer lugar, que Inaestimabile donum modifica la preferencia que IGMR, n. 276, da a una capilla eucarística separada. En la década que separa las dos instrucciones, han surgido problemas relacionados con una disminución de la devoción a la Eucaristía, asociada a una atención inadecuada del lugar de la reserva en iglesias nuevas o reformadas. Esto puede explicar por qué el canon 938 §2 parece reflejar el pensamiento de Inaestimabile donum más que el IGMR y las demás instrucciones sobre el culto a la Eucaristía. Dicho canon 938 §2 no es una mera síntesis de instrucciones previas, sino que corrige malinterpretaciones de aquellas normas estableciendo solamente: El sagrario en el que se reserva la Santísima Eucaristía ha de estar colocado en un lugar de la iglesia u oratorio verdaderamente noble, destacado, convenientemente adornado, y apropiado para la oración. También hacemos notar que la ubicación del sagrario sobre un altar ha permanecido siempre como una opción válida que no ha sido reprobada en ningún momento. Más adelante hablaremos de esta opción. 266

EL LUGAR DEL SAGRARIO

La capilla eucarística 872. En una perspectiva más amplia del canon 938 §2, queda claro que no se precisa una capilla para el Santísimo Sacramento en todas las iglesias. A diferencia de IGMR, n. 276, el Código no establece ninguna preferencia sobre el lugar específico para la reserva. No obstante, como se indica en Eucharisticum mysterium, n. 53, y en su adaptación en el documento Sagrada Comunión y culto de la Eucaristía fuera de la Misa de 1973, hay situaciones en las que la capilla del Santísimo Sacramento es adecuada, por ejemplo: en una catedral o en una iglesia mayor frecuentada por muchos turistas o peregrinos, como sucede en las basílicas romanas, o allí donde se requiere un lugar seguro para la adoración permanente. La capilla también es conveniente en el caso, poco frecuente, de iglesias donde el sagrario parezca muy distante e inaccesible si está situado al fondo de un presbiterio. Además, el Ceremonial de los Obispos, n. 49, citando una tradición muy antigua, recomienda una capilla para las catedrales. 873. Cuando nos referimos a una iglesia parroquial, nos encontramos con que un racionalismo litúrgico académico ha intentado imponer una capilla separada, o una zona aparte del presbiterio, como el único lugar «correcto» para el sagrario. Donde esto no es posible, se considera adecuado colocar el sagrario a un lado del altar principal. En algunas iglesias, el sagrario está situado a un lado del altar de la capilla eucarística. Existen también capillas eucarísticas sin altar. Algunos de los argumentos a favor de tales opciones deberían considerarse cuidadosamente. Una teoría y algunos problemas 874. Se dice que el sagrario puede distraer al pueblo durante las celebraciones litúrgicas y, por tanto, la zona para la celebración debe estar separada de la de la reserva 1. Este extremismo ha hecho gran daño, como se deduce de la queja: «ahora nuestra iglesia parece vacía». Un daño mayor se aprecia en el hecho de que, al no requerirse la genuflexión, la mayor parte de los fieles no se molesta siquiera en inclinarse ante el altar. Por eso, en algunos sitios ha surgido una generación que no es consciente de la presencia eucarística de Cristo en el sagrario, y de aquí 1. Una lectura parcial de las autoridades y su consecuente dogmatismo es evidente en El Medio y Arte en el culto católico 1978, nn. 78-79. Para ser justos con los autores, debemos aclarar que sus opiniones reflejan la era de los años 70 y se presentaron antes de Inaestimabile donum y del nuevo Código. Pero este documento continúa en circulación, avalado y sin ser modificado.

267

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

se deriva una menor conciencia del altar y del lugar sagrado de la liturgia 2. Esto es un problema, particularmente, para los que sólo van a la iglesia a la liturgia dominical, y más aún para la fe y la completa catequesis de nuestros niños. 875. También se ha dicho que la capilla eucarística separada fomenta la devoción al Santísimo Sacramento. 876. Hay situaciones, ya mencionadas, donde esto es verdad. Sin embargo, en un contexto parroquial, la capilla eucarística puede convertirse en un lugar reservado para la devoción privada de algunos feligreses, como si se tratase de la capilla dedicada a un santo. Este problema no es nuevo, como puede apreciar cualquiera que haya vivido en el sur de Europa. Durante siglos, el sagrario, en no pocas iglesias, se ha guardado en una capilla lateral, y la devoción a nuestra Señora o a los santos se ha hecho más popular que la devoción a nuestro Señor en la Eucaristía. En sí mismo una capilla así puede llevar a la oración, pero si no es un «lugar distinguido» o «visible», no invita a la visita de los fieles. Así, en la práctica, a la luz de lo viejo y lo nuevo, consideramos pastoralmente débil la teoría académica que entiende que una capilla especial separada promueve una mayor devoción a la Eucaristía. 877. Este problema también se presenta en seminarios, centros de formación y casas religiosas, donde el sagrario se sitúa en una zona o habitación bastante separada del espacio sagrado donde la comunidad se reúne para la liturgia y la oración. ¿Cómo se puede alcanzar, entonces, una vida y formación eucarística de la que nos hablan los cánones 246 §1 y 663 §2? Algunas cuestiones prácticas 878. La ubicación del sagrario es también origen de problemas prácticos y de posibilidades. Algunos liturgistas dicen que la sede presidencial debe estar situada justo detrás del altar, y que un sagrario en la misma área impediría la disposición basilical e incluso crearía una confusión de signos visibles. 879. Dejando a un lado la confusión de los signos (en las parroquias nadie presta demasiada atención a la sede, fuera del tiempo de la Misa), la sede no debe desplazar el sagrario de su posición central. Así, un lugar

2. Ésta es una reivindicación práctica del vínculo inseparable entre la celebración de la liturgia y el culto eucarístico.

268

EL LUGAR DEL SAGRARIO

conveniente para colocar el sagrario puede ser a un nivel más alto, detrás de la sede. Esto resuelve también la cuestión de que el celebrante se siente dando la espalda a la Eucaristía. Además, se debe admitir que la disposición basilical no se puede imponer a todas las iglesias. El lugar ideal para la sede, en muchas iglesias, no es precisamente detrás del altar, como algunos ministros han descubierto después de irse los expertos y arquitectos. 880. Otro problema surge cuando el lugar de reserva queda oculto al pueblo, aunque en los planos del arquitecto parezca estar en lugar destacado. En una iglesia sucedió que los fieles de mayor edad intentaron mantener la devoción eucarística, por la cual esta iglesia había destacado. No querían ir hasta la nueva e inadecuada capilla eucarística, escondida tras un muro en la parte trasera del presbiterio. Lo cierto es que continuaron arrodillándose en la nave y haciendo sus visitas al Señor, escondido tras el muro que, fácilmente, se podía haber abierto para ver el sagrario. 881. También es importante evitar colocar el sagrario en un lugar donde haya demasiado movimiento de personas, por ejemplo: donde se reúnen el coro o los músicos, o en el espacio entre la puerta de la sacristía y el presbiterio. Este problema surgió en una iglesia donde la hornacina para la imagen de nuestra Señora se convirtió en la capilla eucarística. El sagrario no se debería colocar cerca de una puerta lateral usada como acceso a la nave. La catedral de San Patricio, en Nueva York, nos da un buen ejemplo de cómo resolver este problema: el sagrario estaba en el altar de una capilla del crucero, a la derecha del presbiterio, de cara a un lugar de paso que interfería la devoción personal de los que hacían la visita al Santísimo Sacramento. Ahora está justo detrás del altar de la bella, tranquila y espaciosa capilla de nuestra Señora. 882. Hay algunas iglesias con una planta irregular, donde las líneas de visión impiden que el lugar «distinguido» y «visible» coincida justo detrás del altar principal. Pero, en la mayoría de las parroquias no ocurre así, y la mejor ubicación sería el centro del presbiterio. En las capillas de comunidades religiosas u otras, que normalmente consisten en una habitación, el «lugar distinguido» es, obviamente, el situado justo detrás del altar. El altar y el sagrario 883. Un detalle más es la relación entre el altar y el sagrario. En ocasiones, se ha dicho, ignorando las directrices oficiales arriba citadas, que el 269

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

sagrario no debería colocarse sobre el altar, porque éste es un lugar para la acción no para la reserva 3. Esto ha conducido a que se hayan erigido no pocas capillas eucarísticas en donde no hay en absoluto ningún altar. 884. En 1956, el papa Pío XII, consciente de las adaptaciones que se estaban haciendo, intervino en contra de la tendencia a separar el sagrario del altar 4. A la luz de la reforma litúrgica posconciliar, se puede percibir el problema que ya Pío XII atisbó, especialmente al considerar la existencia de capillas eucarísticas en las que no hay altar. En éstas, la Eucaristía se puede convertir en una especie de «cosa santa» disociada de la acción litúrgica, que a su vez está asociada al altar —signo permanente de Cristo— donde el pueblo de Dios celebra la Eucaristía. Pero en la reserva del Cuerpo del Señor, no estamos tratando con una «cosa santa», una especie de símbolo o reliquia encerrada en un lugar santo. Estamos cara a cara con la persona de Jesucristo, el Sacerdote y la Víctima de nuestra liturgia que está realmente presente entre nosotros bajo la apariencia de pan. 885. Por lo tanto, parece que lo mejor es mantener de algún modo un vínculo visible entre el altar y el sagrario, entre la celebración y la adoración, entre la acción y la reserva. Esto puede lograrse: —volviendo a colocar el sagrario detrás del altar, —poniendo un altar nuevo en una capilla eucarística que carezca de él (creándose, además, un espacio para celebraciones menos numerosas) o —reservando la Eucaristía en un altar lateral noble y visible. 886. Ya se ha dicho también, en este libro, que el sagrario no debería colocarse en un altar donde la Misa se celebre de cara al pueblo 5. Se han encontrado algunas soluciones ingeniosas, tales como la construcción del sagrario empotrado en la parte superior del frontal del altar. Un mejor ejemplo de reserva sobre un altar diseñado para la Misa de cara al pueblo, cuyo sagrario es bajo y discreto, con una cubierta piramidal de inclinación suave sobre el altar, lo encontramos en la capilla del Collège francés en Roma. Sin embargo, en un contexto parroquial, en el que se necesita un sagrario más grande, parece mejor evitar este modo de reserva. 3. Cf. Environment and Art in Catholic Worship, n. 80. 4. Cf. Pío XII, Address to the International Congress on Pastoral Liturgy on the Liturgical Movement, II, 2. «Praesentia Christi», en Official Catholic Teachings, Worship and Liturgy, James J. McGivern, ed. (Wilmington, N.C.: Consortium Books, 1978), pp. 172-74 5. Vid., capítulo 1, n. 38. Ver también el argumento teológico en contra de esta práctica en Eucharisticum mysterium, n. 55.

270

EL LUGAR DEL SAGRARIO

887. Otra forma interesante de afirmar la relación entre el altar y el sagrario consiste en una píxide colgante, suspendida directamente sobre la mesa del altar. Este método de reserva no es conveniente en iglesias donde el sagrario se usa con frecuencia como fuente auxiliar para dar la Comunión a los fieles durante la Misa. Sin embargo, en la alta Edad Media se pueden encontrar buenos ejemplos de esta forma de reserva, tales como las nobles píxides colgantes de la abadía Hauterive, en Suiza; la abadía Quarr, en Inglaterra, y la Paloma Eucarística esmaltada, en la iglesia del Pontificio Instituto para la Música Sagrada en Roma. Este método característico de reserva tiene sus limitaciones. También requiere una habilidad considerable por parte de los profesionales. Sin embargo, se ha considerado que es apropiado en comunidades que desean mantener la presencia eucarística central en conjunción con un altar moderno exento. «Adornado convenientemente y que invite a la oración» 888. El lugar de reserva debe estar «adornado convenientemente», porque la belleza hace que este lugar «invite a la oración». Un adorno apropiado que se puede incluir, y que es el primer signo de la reserva, es un velo o dosel noble, pues sugiere el misterio de Dios que pone un tabernáculo entre nosotros: la «Tienda del Señor». Si no se pone ningún velo, la puerta no se debería adornar con colores brillantes o con una imagen o símbolo que distraiga. También realza el lugar de la reserva una artística lámpara cerca del sagrario, con luz artificial apropiada. Los adornos deberían expresar la gloria del Señor, sin restar valor al sagrario mismo. Donde la capilla eucarística esté justificada, es mejor que sea espléndida y espaciosa, lo que favorecerá la oración de no pocas personas 6. Conclusión 889. Cada ministro debería preguntarse si la ubicación del sagrario de su iglesia es realmente «un lugar distinguido..., visible, adornado convenientemente y que invita a la oración». Puede hacer esta misma pregunta a los que frecuentan la iglesia. 890. Al resolver cualquier asunto que afecte a la vida espiritual de muchas personas, deberíamos guiarnos de acuerdo con el Concilio Vaticano II y el venerable John Henry Cardenal Newman: escuchar con gran sensibilidad el sensus fidei de los fieles. Una comprensión pastoral de la fe del 6. Si es posible, incluso en capillas para la adoración perpetua.

271

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

pueblo católico revela la necesidad de reconsiderar seriamente esta cuestión. La devoción a nuestro Señor en la Eucaristía está fundamentada en la psicología religiosa de nuestro pueblo. La devoción eucarística no es una devoción más para almas piadosas. Esta devoción es esencial para la continuidad de la tradición viviente, no sólo de nuestro rito, sino de los fieles mismos. Esa idea la refleja el papa Pablo VI cuando describía el sagrario como el corazón viviente de cada una de nuestras iglesias 7. 891. Para fomentar la oración y la reverencia, y evitar las áridas consecuencias del racionalismo litúrgico, debemos poner la Eucaristía en el lugar de verdadera preeminencia que le corresponde en cada iglesia. Donde se ha hecho así, la respuesta de los fieles ha sido un resurgimiento de la devoción a nuestro Señor eucarístico. Mediante nuestra forma humana de afirmar prioridades, a través de signos y símbolos, que se vea que Jesús es el centro de nuestra fe y amor, la «fuente y la cima» de la vida de la Iglesia.

7. Pablo VI, Credo del pueblo de Dios, junio de 1968.

272

10. Oraciones en el momento de revestirse

892. Incluimos el texto de las oraciones tradicionales para el momento de revestirse.

Oraciones Mientras se lava las manos: Señor, dale fortaleza a mis manos para limpiarlas de toda mancha, así pueda yo servirte con pureza de mente y de cuerpo. Mientras se pone el amito sobre la cabeza: Señor, impón sobre mi cabeza el yelmo de la salvación para defenderme de todos los asaltos del demonio. Mientras se pone el alba: Purifícame, Señor, y limpia mi corazón para que, purificado por la Sangre del Cordero, pueda yo gozar de la felicidad eterna. Mientras se ciñe el cíngulo: Señor, cíñeme con el cíngulo de la pureza y extingue mis carnales deseos, para que permanezcan en mí la continencia y la castidad.

273

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Mientras se pone la estola: Señor, restaura en mí la estola de la inmortalidad, que perdí por la desobediencia de mis primeros padres, e, indigno como soy de acercarme a tus sagrados misterios, pueda yo alcanzar el gozo eterno. Mientras se pone la casulla: Señor, Tú que dijiste: «mi yugo es suave y mi carga es ligera». Haz que sea yo capaz de llevar esta vestidura para que pueda alcanzar tu gracia. Amén. [El diácono puede hacer uso de las oraciones precedentes y de la siguiente oración, tomada de la de un obispo al revestirse.] Mientras se pone la dalmática: Señor, revísteme con la vestidura de la salvación, la vestidura del gozo, y envuélveme con la dalmática de la justicia.

274

11. Diagramas

Diagrama 1: Abreviaturas Diagrama 2: Misa solemne: Procesión de entrada Diagrama 3: Misa solemne: El Evangelio Diagrama 4: Misa solemne: Plegaria eucarística Diagrama 5: Misa pontifical solemne: Procesión de entrada Diagrama 6: Misa pontifical solemne: Rito introductorio Diagrama 7: Procesión eucarística

1. ABREVIATURAS Cruciferario

O

Obispo

cr

C

Celebrante

pv Portador de velas

Cc Concelebrante D

Diácono

pl

Portador del libro

tf

Turiferario

Da Diácono ayudante

pn Portador de la naveta

Ac Acólito

cf

Lc Lector

pm Portador de la mitra

Mc Maestro de Ceremonias

pb Portador del báculo

Ceroferario

275

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

2. (376)

MISA SOLEMNE Procesión de entrada

(Ac) Cc Cc Cc

Lc D1 clero Mc

C D2 Cc Cc Cc

cf cf cf pv pl

cr

Lc

cf cf cf pv

3. (388)

MISA SOLEMNE El Evangelio tf

Mc

pv

pv

D AMBÓN

4. (402, 403)

MISA SOLEMNE Plegaria eucarística

Cc

Cc Cc Cc Cc

D2

Mc

C c

credencia

c cC

cC

C

cr pl pv

C pv

ALTAR

D1 cf 276

cf

cf

tf cf

cf

cf

(pn) tf

DIAGRAMAS

5. (482)

MISA PONTIFICAL SOLEMNE Procesión de entrada

pb Da1

Mc Cc Cc Cc D1 canónigos clero Mc

O

pl

Lc cf cf cf pv

pm Da2

Cc Cc Cc

cr

(pn) tf

Lc cf cf cf pv

6. (486)

MISA PONTIFICAL SOLEMNE Rito introductorio pm Da

Da O

cC

Mc

cf cf cf

c Cc

Cc

Cc

pl

Cc C

Cc

(pn) Mc c cC C tf Cc cr pv D credencia 1

pb

credencia 2

pv

ALTAR

(704)

PROCESIÓN EUCARÍSTICA

cf cf cf

7.

cf

cf

cf

tf2

D2

pueblo

pl Cc

clero religiosos cofradías cr

C tf1

D1 cf

cf

pv

cf

Cc

pv

Mc pn 277

Bibliografía

FUENTES PRINCIPALES Fuentes litúrgicas Roman Missal. General Instruction of the Roman Missal. Traducción del I.C.E.L. The Ceremonial of Bishops. International Commission on English in the Liturgy. Collegeville, Minnesota: The Liturgical Press, 1989. Missale Romanum, Variationes et Textus Inserendi, Libreria Editrice Vaticana, 1991. Variationes in Libros Liturgicos ad Normam Codicis Iuris Canonici Nuper Promulgati Introducendæ. Typis Polyglottis Vaticanis, 1983. Las traducciones al inglés del I.C.E.L. de los ritos del Roman Ritual y del Roman Pontifical se recogen en The Rites: vol. I, New York: Pueblo, 1990; vol. 2, Collegeville, Minnesota: The Liturgical Press, 1991. Documentos litúrgicos Vatican Council II, The Conciliar and Postconciliar Documents. Editado por Austin Flannery, O.P. New York: Dominican Publications, Dublin y Costello, 1975. Vatican Council II, More Postconciliar Documents. Editado por Austin Flannery, O.P. New York: Dominican Publications, Dublin y Costello, 1982. Official Catholic Teachings, Worship and Liturgy. Editado por James J. McGivern. Wilmington, Carolina del Norte: Consortium Books, 1978. This Holy and Living Sacrifice, Directory for the Celebration and Reception of Communio under Both Kinds. National Conference of Catholic Bishops, Washington: U.S.C.C., 1985.

279

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Guidelines for the Concelebration of the Eucharist. U.S. Bishops’ Committee on the Liturgy. National Conference of Catholic Bishops, Septiember 1987. The Liturgy Documents: A Parish Resource. 3ª ed. Archdiocese of Chicago, Liturgy Training Publications, 1991. Es una colección muy útil de documentos y extractos procedentes de varias fuentes. La introducción señala el distinto grado de autoridad de los documentos litúrgicos. Esto se hace patente leyendo Environment and Art in Catholic Worship. Publicado por el US Bishops’ Commitee on the Liturgy en 1978, Este influyente documento refleja una época de rigidez. Además, junto con prácticos y útiles consejos, incluye opiniones heterodoxas sobre el altar (n. 72-73), el tabernáculo (n. 78-80) y los vasos eucarísticos (n. 96). Derecho canónico The Code of Canon Law, la traducción inglesa. London: Collins; Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans, 1983. AUTORIDADES SECUNDARIAS Brook, John. The School of Prayer: An Introduction to the Divine Office for All Christians. London: Harper Collins, 1992. Una guía excelente para rezar la Liturgia de las Horas. Croegaert, Augustin. Les rites et les prières du S. Sacrifice de la Messe, 3 volúmenes. Averbode: Bonne Presse; Paris: Maison Casterman, 1938. Sigue siendo una completa guía de la Liturgia Romana de los primeros años del movimiento litúrgico. Elliott, Peter J., ed. Ministry at the Altar: Sydney: E.J. Dwyer, 1980. “Un manual para ayudantes, acólitos, clérigos, sacristanes, profesores, maestros de ceremonias y todo aquel que participe en las Ceremonias de la Iglesia. Fortescue, Adrian, y J. B. O’Connell. The Ceremonies of the Roman Rite Described. London: Burns Oates & Washbourne, 1962; London, St. Austin Press, 1996. La clásica fuente sobre los rasgos de los ritos preconciliares. Hileman, Louis G., T.O.R. The Celebration of Holy Mass. Texas: Lumen Christi Press, 1974. Este pequeño libro de Hileman fue una inestimable guía durante la fase de transición. Algunas de sus interpretaciones necesitan ser revisadas, teniendo en cuenta la época en la que fueron escritas, e.g., p. 127, concerniente a las elevaciones. Ratzinger, Joseph Cardinal. Feast of Faith: Approaches to a Theology of the Liturgy. San Francisco: Ignatius Press, 1986. Magistral discernimiento sobre el culto cristiano en la actualidad. Swayne, Sean, ed. The Sacraments, Pastoral Directory of the Irish Episcopal Conference. Dublin: Veritas, 1976; Sydney: E.J. Dwyer, 1977. Sigue siendo una guía útil sobre los ritos.

280

Índice de materias

Abluciones. Vid.: Purificaciones Accidentes con el cáliz, 852-55 con la Forma, 611, 856-57 Acetre, 107 Aclamación de fe, 306, 404 Acólito. Vid. también: Acólito instituido, ceroferarios, ayudante(s). Acólito instituido, 163, 177, 787 limitaciones, 325 papel en la distribución de la Comunión, 603 papel en la Misa pontifical, 503 papel en la Misa solemne, 372, 393, 401, 409 Sagrada Comunión fuera de la Misa, 653 Adoración eucarística como acción litúrgica, 662-64 culto de la Eucaristía, 659 ministro ordinario de, 665 pública, 34, 662-714. Vid. también: Bendición Adviento, 790, 793, 796-97 color litúrgico para, 132, 134 uso de flores durante, 70 Agnus Dei, 324, 406, 500, 587 Agua bendita, 44, 221, 613 la toman los que van en la procesión, 248 pila de, 44, 80 técnica para asperger, 221, 480 utilización cuando se recibe a un obispo, 480 Vid. también: Aspersión

Aguamanil episcopal, 105, 476-77, 502, 510-12, 547, 550, 552 y jofaina, 105, 239 Alabanzas divinas, 688, 690 Alba como hábito coral, 137-38 diseño del, 122 disposición del, 811 revestirse con, 245, 892 uso del, 120 Alleluia en la Misa dominical, 261 en la Misa solemne, 385 Altar ayudantes del. Vid. también: Ayudante(s) construcción del, 58 cruz del (crucifijo), 64 cuidados del, 854-55 dedicación del obispo, 58 dedicación de un nuevo, 62 desnudo, 62 diseño del, 62 en relación a la localización del sagrario, 883-87 escalones del, 61 lateral, 84 lienzos del, 115-19 llegada al, 249 ornato del, 62-72 posición del, 58 preparación del, 236, 639 preparación del, para la adoración solemne, 668

281

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

procesional, 65 reliquias en el, 60 tamaño del, 59 utilizado poco frecuentemente, 84 visibilidad del, 45, 234 Alzacuello, 141 Ambón, 51-53 preparación del, 238, 640 uso en la Misa dominical, 258-66 visibilidad del, 45, 234 Ambrosiano, Rito, 791 Amito disposición del, 812 revestirse con, 244, 892 uso del, 121 Anámnesis, 308, 311, 313, 315 Angelus, 87 Anillo episcopal, 141, 471n, 495, 511-12, 514 Anillos, bendición de los, matrimoniales, 555 Antipendio, 51, 62-63, 236 Anuncios conveniencia de los, 233, 264, 353 limitaciones de los, 357 Apostólico, Credo, 583 Arrodillamiento, en el Agnus Dei, 329 para la Comunión, 335-36 para la Consagración, 283, 297, 402, 438 tradición del, 45n Arzobispo, 479. Vid. también: Obispo Asamblea del pueblo en la Misa, 232-34 Aspersión, 221, 361-66 Aspersorio. Vid.: Hisopo Atril. Vid. también: Ambón cuando se utiliza la sede, 56 visibilidad del, 45 Ayudantes asientos de los, 55 conducta apropiada de los, 225 conocimientos necesarios para los, 163, 165, 242n en la Misa de entresemana, 169 limitaciones de los, 786 papel en la Misa, 272, 277, 345-46 papel en la Misa sin pueblo, 530-37 posición de las manos de los, 189 recepción de la Comunión por los, 334 responsabilidades de los, 163-70

282

vestido de los, 138, 163 Vid. también: Turiferario, Cruciferario Ayuno eucarístico, los enfermos dispensados del, 614 Báculo en la Misa de Confirmación, 470, 547, 549-50 en la Misa solemne, 470, 484, 489, 505-6 portador del, 170, 469, 484, 489 uso del, en la bendición con el Santísimo, 676 utilización del, por el obispo, 140 Baptisterio ornato del, 42-43 procesión al, 545 ubicación del, 41 Bautismo de adultos, 541 de enfermos graves, 632 de niños, 542-46 Bendición, 34, 665, 667-91, 694 con la Liturgia de las Horas, 742-45, 751 con niños, 592 del diácono, 386 del obispo, 195, 504-5, 507, 510-12, 521-22 de los vasos sagrados, 596-601 del sacerdote recién ordenado, 595 durante la procesión eucarística, 698, 708-11 en la eucarística de los enfermos, 620, 630 forma simple de la, 195, 354, 457, 511, 537 no impartida por el ministro extraordinario, 636 oraciones sobre el pueblo, 356, 411 ornamentos para la, 128-29 solemne, 355, 411, 457, 505, 510, 521 Benedictus, 741 Beso litúrgico, 205-8, 246n, 249 del altar antes de la Misa, 205, 377, 425, 485 después de la Misa, 205, 358, 457 por el diácono, 205, 249, 377 por el sacerdote, 205, 249 del evangeliario, 206, 263 Binación, 805-6 Birreta, 137, 141

ÍNDICE DE MATERIAS

Cáliz bendición del, 91, 596-601 cuidado del, 94 disposición del, 239 forma del, 92, 94 materiales apropiados para el, 93 preparación del, 275-76 Campana o campanilla en la bendición, 688 en la elevación de la Misa, 113 en la Misa dominical, 295, 305 para la Comunión de enfermos, 613 uso en la Misa sin pueblo de la, 535 Campanario, 87 Campanas de la iglesia, 87, 113 Canónigos, 468, 479-80 hábito coral de los, 137 Canto, 209 Cantor durante la Misa solemne, 382, 391 en la Liturgia de las Horas, 720 no debe utilizar el ambón, 53 papel en la Misa dominical del, 252, 254, 260 responsabilidades del, 161 Capa pluvial disposición de la, 815 uso de la, 128, 676 utilización para la Liturgia de las Horas, 138, 720 Capilla, 41, 47, 84 eucarística, 873-77, 880-81, 888 lateral para la Misa sin pueblo, 528 Cappa magna, 141, 479 Cardenal, indumentaria del, 479 Carpeta de corporales, 115, 118, 239, 824 Casulla, 569n ayudante o diácono ayuda con, 255 colocación de la, 125-26, 247 como representación de la caridad de Cristo, 126 disposión de la, 808, 815 en las Misas concelebradas, 420 estilo de la, 125 revestirse con, 247, 892 uso de la, 120 Casulla-alba, uso de la, 126n Cátedra, 54, 470, 475, 486, 502, 509, 515, 547, 549-50 el obispo la utiliza en las Vísperas, 747, 749 en las Misas concelebradas, 418

preparación de la, 475 Vid. también: Sede presidencial Catedral en la Misa estacional, 465-503 modelo para todas las iglesias, 21, 40 Celebración dominical en ausencia de presbítero, 652-61 Celebrante, papel en la celebración litúrgica, 17 Cera, 863 Ceroferarios, o portadores de los cirios en la Misa dominical, 248, 262, 35859 en la Misa solemne, 372, 376-77, 38889, 402-3, 412 responsabilidades del, 167 Cíngulo, 123, 245, 892 disposición del, 810 Cintas, detrás de la mitra, 487 Ciriales, 110 Cirio pascual, 43, 861 Cirios, 858-59, 862 Colecta, oración, 255, 382, 487 Colecta, en la Misa, 159, 264-65, 272, 367-68 Colores litúrgicos uso de los, 130-36, 540 Vid. también: Ornamentos, color de Comentador limitaciones del, 53, 248n papel del, 176 Communicantes, 287 Completas, 762-64 Comunión, 328-50 antífona de la, 351 bandeja de la, 114 del ayudante(s), 334, 535-36 de los enfermos, 612-36 en casa, 613-20 en un hospital o institución, 621-23 de los fieles, 334-43, 605-608 del sacerdote, 331-33, 535 himno después de la, 351 por intinción, 339 procesión, 335-36 rito de la, 319-350 Concelebrantes algún concelebrante llega tarde, 426 comunión, 443-54 disposición de los ornamentos para, 814 durante la Plegaria eucarística, 43741

283

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

instrucciones, 424 lecturas, 428 posición de las manos de los, 190-91, 438 procesión de entrada, 425 textos de la Plegaria eucarística, 435 tono de voz de los, 210, 417, 439 uso de la «alba-casulla», 126n utilización de la casulla, 120 Concilio Vaticano II, desarrollo posconciliar, 19 fidelidad litúrgica, 28n objetivos litúrgicos, 9, 157, 776 orientación del, 890 recomendación del órgano, 46 reformas litúrgicas, 1 Conclusión, rito de, 354-58, 411, 457, 504-7 Confesonarios, 48 Confirmación, 547-51 de personas en peligro de muerte, 629, 631 Conopeo, 74, 888 Consagración, 296-305, 438-39, 498, 535 error, cuando se usa agua, 849 Continuidad, 16-23 Copón materiales apropiados para el, 95 preparación del, 274 uso para la adoración eucarística, 692-93 Coral, hábito, 137-38, 141, 523-25 del obispo, 141, 479, 523-25 uso para la Liturgia de las Horas, 137, 719 Coro director del, 52, 161 en la Liturgia de las Horas, 720 himno de la Comunión, 340, 408 papel del, 160-61 papel en la Misa dominical, 233, 260 ubicación del, 46, 160 Vid. también: Música Corporal, 239, 241 características del, 115 cuidado del, 855 desdoblar el, 270, 816-22 doblar el, 823 uso del, 298 Corpus Christi. Vid.: Procesión eucarística Creatividad, 32-36 Credencia

284

cirios en la, 110 descripción de la, 57 disposición, 57, 239, 476, 642 en la Misa concelebrada, 422 Credo. Vid. también: Profesión de fe Crisma, 153, 547, 550 Crismación, 100 Cruciferario, o portador de la cruz, en la Misa dominical, 248, 358-59 en la Misa solemne, 372, 376-77, 412 responsabilidades del, 166 Crucifijo inclinación en la sacristía, 248 Cuarenta Horas, 664 Cuaresma, 789-90, 793-94, 796 color litúrgico para, 132, 134 no se ponen flores en el altar en, 70 Cubrecáliz, 118, 239 Cuerpo, posturas del. Vid. también: partes del (p. ej.: manos) y acciones (p. ej.: genuflexión) Culto encarnacional, 27 Custodia diseño de la, 99 finalidad de la, 99 materiales apropiados para la, 95 uso para la adoración eucarística, 667-91, 700-11 Dalmática características de la, 127 disposición de la, 808 no la llevan los sacerdotes, 183 no se utiliza para la Comunión fuera de la Misa, 651 pontifical, 140, 471, 509, 813 preparación de la, 375 revestirse con la, 892 utilización por el diácono, 127, 466 Deán de la catedral, 468, 480 Decoro, 173, 187, 222-25, 424, 460, 610 Despedida en la Misa concelebrada, 457 en la Misa del obispo, 505 en la Misa dominical, 357 en la Misa solemne, 412 se omite en la Misa sin pueblo, 537 Diácono administrando la Comunión en la Misa solemne, 408 asistente, 466-67, 482, 484-89, 491-95, 497-99, 501-3, 505-7 dando la despedida, 357, 412

ÍNDICE DE MATERIAS

de la Eucaristía en la Misa pontifical solemne, 46568, 492-95, 501-3 en la Misa solemne, 371, 393-97, 400-13 de la Misa en la Misa pontifical solemne, 46667, 481-82, 485-86, 488-89, 49295, 499, 502-3, 505 de la palabra en la Misa pontifical solemne, 46667, 481-82, 488-89, 491, 499, 504 en la Misa solemne, 371, 376-77, 385-90, 392, 405, 411-12 el Evangelio leído por el, 257, 386-89 hábito coral del, 138 limitaciones del, 180, 325 papel del, en la Comunión de una Misa concelebrada, 450 papel del, en la Misa concelebrada, 425, 429-32, 434, 436, 441, 455, 457 posición del, 179, 402, 436, 438 posición de las manos del, 189 recibe la Comunión en una Misa solemne, 406-7 responsabilidades del, 178-80 Sagrada Comunión fuera de la Misa, 648-49, 651 Día de los fieles difuntos colores litúrgicos para el, 133, 135 no se usan flores en el altar el, 70 Días feriales color litúrgico para los, 133 opciones para la Misa los, 790, 798-99 litúrgicos, 788-802 Dios, como centro de la liturgia, 5-8 Domingos, 788-89, 792-95. Vid. también: Misa dominical Dorado de los vasos sagrados, 94 Dosel, para la Misa fuera de la iglesia, 571, Doxología de la Plegaria eucaristía, 310, 317-18, 404, 441

Epifanía luces «extra», 72 Espíritu Santo papel en la liturgia, 26 Esplendor de la liturgia, 37-39 Estaciones del Via Crucis, 49 Estandartes diseño de los, 577 limitaciones de los, en las procesiones eucarísticas, 697 para solemnidades, 72 Estipendios, 235n, 369-70, 864 Estola, cuando no hay sacerdote, 655 de «bolsillo», 613, 615 de los diáconos, 124, 246, 809 del presbítero, 124, 246, 809 en la predicación, 124 en Misas concelebradas, 420 «escapulario», 126n revestirse con la, 246, 892 Eucaristía cuidado de la, cuando está reservada, 149, 152 sacramento de la, 602-61 Vid. también: Comunión, Santísimo Sacramento Evangeliario como objeto sagrado, 101-2 promoción y entronización del, 102 Evangelio en la Misa concelebrada, 429 en la Misa dominical, 257, 261-63 en la Misa pontifical, 488-89, 510 en la Misa solemne, 384-89 Evangelios uso en la Liturgia de las Horas, 731, 748, 759 Evangelización, 37 Exequias, Misa de. Vid. Funeral, Misa de Exorcismo, oración en el rito del Bautismo, 545 Exposición, 34, 662-714. Vid. también: Adoración eucarística y, Bendición

Elevación de la Hostia, 301-2, 305, 403, 438, 535 del cáliz, 304-5, 403, 438, 535 uso de la campana durante la, 113 Embolismo del Padrenuestro, 320, 442 Ephetha, rito de, 545 Epíclesis, 288, 290, 292, 295

Facistol, 547-50 Fajín, 141 Fidelidad a la Iglesia, 4, 25-30 Fiestas, 789 Flores, 70, 72, 570 Formas de culto, 25 Fracción de la Hostia

285

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

cómo hacer la, 324-27, 406 cuando se distribuye la Comunión, 610 en la Misa del obispo, 500 limitaciones de la, 299, 325, 781 Frontal, 62, 63, 236 Fuente bautismal, 41-42 Funeral, Misa de, 794-96, 800 color litúrgico para, 130, 132, 134 concelebrada, 461-62 no se ponen flores en el altar, 70 Vid. también: Misa de difuntos Genuflexión, 197-200, 666n, 712 ante el sagrario, 197, 342, 377 cuándo se hace la, 197, 199-200, 377 doble, 198 durante la bendición, 678-79, 681, 683-90, 690 en la Comunión, 330, 336 en la Consagración, 302, 304, 438 Gloria, 254, 382 Guantes del obispo, 140n Hábito religioso. Vid. también: Religioso, hábito Hachón, portadores de, construcción del, 111 en la adoración eucarística solemne, 673, 677 en la Misa solemne, 372, 376, 399404, 412 en la Misa solemne del obispo, 111 responsabilidades del, 169 utilización, 111, 375 Vid. también: Ceroferarios Higiene, 611, 626 Himnario, 234 Hisopo, 107, 362 modo de utilizarlo, 221 preparación del, 242, 362, 375 Homilía del obispo, 490, 517 desde dónde se predica, 430 en la concelebración de la Misa, 430 en la Misa con niños, 583 en la Misa dominical, 264, 289n en la Misa, donde se da el Viático, 634 en la Misa ritual, 544 en la Misa solemne, 390 limitaciones de la, 264, 657

286

no predicar antes de la Misa dominical, 251 notas para la, 230 preparación de la, 230 preceptiva en los domingos y días de precepto, 264 Hora Santa. Vid.: Adoración eucarística Horas intermedias, 760-61, 771 Hostia composición de la, 145 falta de la, 610, 856-57 forma de la, 146 fracción de la Hostia durante la Misa. Vid.: Fracción de la Hostia Humeral, 129, 685-86, 693 Iglesia, construcción de una, 40-89 acceso a la, 85, 232 el amor del clérigo por la, 88 lugar de la celebración de la Liturgia de las Horas, 88 preparación de la, para la Misa, 232 Imágenes, 47 Incensación cómo realizarla, 216-20, 378-81 cuándo es apropiada, 214-15 de la cruz y del altar antes de la Misa, 250, 378-81, 485, 517 de la Hostia y del cáliz en la elevación, 214, 305, 403 de las ofrendas y del altar, 214, 39697, 495 del ataúd, 462 del celebrante y obispo, 518 del evangeliario, 214, 261-62, 385-89, 488 de los concelebrantes, coro y pueblo, 397-99, 495 de los nuevos vasos sagrados, 600 del Santísimo Sacramento, 215, 68081, 684, 688 en las Vísperas y Laudes, 731, 733-35, 741, 742, 744-45, 749, 754 Incensario construcción y cuidado del, 108 modo de usarlo, 216-20 preparación del, 242, 375 Incienso bendición del, 385 constitución del, 155 no se utiliza para la Comunón fuera de la Misa, 651 Inclinación

ÍNDICE DE MATERIAS

de la cabeza, 201, 203 del cuerpo, 201-2, 438, 440 durante la profesión de fe, 391 Ínfulas, Vid. también: Cintas Iniciación cristiana, 40. Vid. también: Bautismo Inmixtión, 326-27 Intenciones del celebrante, 229, 235, 255, 287, 864 Intinción, 408, 607-8 Introductorios, ritos en la Misa concelebrada, 427 en la Misa dominical, 251-55 en la Misa pontifical, 486, 510 en la Misa solemne, 382 Invitatorio, salmo, 739, 757 Jarra, 96, 104 Jofaina, 105, 239 Jueves Santo, 793 Kyrie, 252-53, 382 Lámparas, 75-76, 862 Latín en la Misa, 158 Laudes. Vid. también: Liturgia de las Horas celebración solemne de las, 739-41 Lavado de las manos, 243, 277, 398, 892 Leccionario, 103 para niños, 575, 583 Lector el niño como, 576-77, 583 en una Misa concelebrada, 428 papel en la Misa del, 257-60, 428 responsabilidades del, 176 Letanía de los santos, 541, 544, 553 Libro, portador del, en la Misa dominical, 248, 251, 255, 352 en la Misa solemne, 372, 376-77, 412 responsabilidades del, 168 Lienzos. Vid. también: Corporal, Lienzos del altar, Purificador, Toalla Liturgia de la Eucaristía, 267-353, 492-503, 513, 518 de la palabra, 256-66, 383-92, 487-91, 513, 517 de las Horas, 715-73. ornamentos para la, 127-28, 138 unida a la Misa, 765-73 Vid. también: Laudes, Vísperas, etc.

Maestro de ceremonias autoridad del, 172 ornamentos del, 175 papel del, acompañando a los lectores, 259, 383 papel del, en la Misa pontifical solemne del obispo, 469 papel del, en la Misa solemne, 37273, 413 papel del, supervisando al sacristán, 172, 373, 413 responsabilidades del, 171-75 Magnificat, 734-35 Manos, posición de las, 188-92 Mantelete, 137 Materia de los sacramentos, 143-55. Vid. también: pan, vino, etc. Matrimonio, 554-57 Matrimonial, procesión, 557 Memento, 287, 309 Memorias, 789-90, 797-98, 802 Memorización por el diácono, 213 por el sacerdote, 212 Mesa de las ofrendas, preparación de la, 240 Metropolitana, cruz, 479 Micrófonos, 52, 71, 236-38 Ministros extraordinarios candidatos, 603, 786 distribución de la Eucaristía por, 183, 339, 603-6, 610-11 ensayo de los, 777 limitaciones de los, 325, 610, 665, 781, 784 llevando la Comunión al enfermo, 636, 785 multiplicación innecesaria de los, 787 nombrados por el obispo, 777 ornamentos de los, 779 papel de los, 342, 408, 603, 777-87 responsabilidades de los, 781-82 Sagrada Comunión fuera de la Misa, 650 Misa acción de gracias de un sacerdote recién ordenado, 593-95 al aire libre, 571 bautismo de adultos durante la, 541 bautismo de niños durante la, 542-46

287

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

bendición del cáliz y la patena, durante la, 596-600 celebración de la del obispo, 463-525 celebrada solo, 538-39 concelebrada celebración de la, 414-62 comunión de los concelebrantes durante la, 443-54 con el obispo como celebrante principal, 446, 450, 482-507 papel del celebrante principal durante la Comunión, 444-52 principios, 417 regulada por el obispo, 414 uso de un solo cáliz y una sola patena, 96-97, 419 Confirmación durante la, 547-51 con niños, 572-92, 826-39 Crismal, 415, 465 de difuntos, 798, 800 de Matrimonio, 554-57 de Ordenación, 552-53 disposiciones del celebrante, 227-28 «doméstica», 570 dominical, 226-370. Vid. también: partes específicas de la Misa, por ejemplo: Introductorios, ritos forma intermedia de la Misa pontifical, 508-10 forma sencilla de la Misa pontifical, 511-12 fuera de un lugar sagrado, 566-71 intenciones del celebrante, 229, 235, 255, 287, 864 obispo presente con hábito coral, 523-25 obispo presidiendo la liturgia de la palabra, 513-22 pontifical del Jueves Santo, 465 pontifical solemne, 465-507 ritual, 540-65 sin pueblo, 527-39 limitaciones, 527 preparativos, 529-30 solemne celebración, 371-413 ornamentos, 127 tiempo de celebración, 803-4 Unción de los enfermos, durante la, 558-65 unida a la Liturgia de las Horas, 76573 votiva, 34, 790, 795, 797-99, 801

288

color litúrgico, 130n, 131 elección, 801 Misal cuándo se coloca sobre el altar, 112 preparación del, 235, 237 sobre un cojín o atril, 112 Missa pro populo, 370 Mitra disposición de la, 813 dos clases de, 139, 471 en la Misa de Confirmación, 547-50 en la Misa solemne, 139, 471-72, 484, 487, 503 portador de la, 170, 469, 484, 487 uso en la bendición, 676 Monseñores, hábito coral, 137 Muceta, 141, 507 Muerte, peligro de, 627-35 Música, 158, 160-61, 408. antes de la Misa, 233-34 en las Misas con niños, 581 papel en la celebración litúrgica, 18 prolongada, 254n Vid. también: Coro Nave, ornato de la, 45 Naveta diseño de la, 109 portador de la en la Misa solemne, 372, 376-81, 385-89, 396-404, 412 responsabilidades del, 165 Navidad, Tiempo de, 789, 795-97 Noble sencillez, 4, 9-15, 90 Novia, 554-57 Novio, 554-57 Nunc dimittis, 763 Nupcial bendición, 557 Misa, 555-57 Obispo autorización de las procesiones eucarísticas, 695 celebrante para la Misa de Confirmación, 547-51 diócesis, 21 la liturgia de la catedral como modelo para la liturgia en la diócesis, 21 nombre(s) de los mencionados en la Misa, 286 ornamentos del, 139-41

ÍNDICE DE MATERIAS

papel en la Comunión en las Misas concelebradas, 446, 500 preparativos de la Misa en la sacristía, 480 presidiendo las Vísperas, 746-51 recibimiento del, 479-80, 508, 516 responsabilidades del, 184-86, 864 Ofertorio, rito, 269-79 Oficio de lecturas, 757-59, 773 Ojos, 211 Óleos confección de los, 153 de catecúmenos, 153, 545 de los enfermos, 153, 559, 562 disposición apropiada de los, 154 dónde se guardan los, 43, 81 reserva de los, 100, 154 Oraciones mientras se reviste, 892 Oración de los fieles cuando es sustituida por la letanía de los santos, 541, 553 en la Misa dominical, 231, 266 en la Misa solemne, 392 leída por un diácono o lector en la Misa pontifical, 491 Oración después de la Comunión, 352, 410, 536 Oración sobre las ofrendas, 279, 400, 496 Oratorio para la Misa sin pueblo, 528 Ordinario, Tiempo, color litúrgico para el, 133 Ordenación, 552-53 postración, 204 se confía a cada sacerdote una forma de culto en la, 28 Órgano, 46 Ornamentos. Vid. también: hábito coral, nombres de ornamentos particulares, por ejemplo: alba, etc. a juego para Misas concelebradas, 420 bendición de los, 142 cambio de, 359, 459-60, 507 color de los azul (privilegio español), 130 blanco, 130, 542, 547, 559 negro, 135 rojo, 131, 547 rosa, 134 verde, 133 «violeta», 132

cuándo son necesarios, 138 cuidado de los, 807-15, 851 del diácono en la catedral, 127, 466 para la Liturgia de las Horas, 138, 719 para la Misa, 127 del obispo, 139-41, 470-72, 507 disposición de los, 242, 375, 807-15 explicación a los niños, 580 para la Misa, 120-27, 243-47, 807-15 preciosos (festividades), 136, 547 O Salutaris Hostia, 680 Padrenuestro, 319, 442, 587 Padres con los niños, en el bautizo, 543, 54546 Padrinos, 543, 545-46 de la Confirmación, 547, 549-50 Palabras cambios de, 354n, 357n inserción de extrañas, 258n Palia, 117, 239, 318 Palio, 140, 471, 479, 509 disposición del, 813 para las procesiones, 701, 703-7, 888 Pan, para la Eucaristía, 144-49 Paño de lino, 140, 55 mortuorio, 130 Papa, bendición del pueblo con evangeliario, restringido al, 263n papel en la determinación de las formas litúrgicas del, 25 Pascual cirio, 43,52, 861 Misterio, en el culto, 11 Tiempo, 789, 793-94, 797 Vigilia Bautismo en la, 541 Pasión, domingo de, color litúrgico para el, 131 Pastoral litúrgica, 4, 31-36 Patena bendición de la, 91, 596-601 disposición de la, 239-40 función de la, 325 material apropiado para la, 95 Pectoral, cruz, 140-41, 471-72, 511-12, 514 Penitencia, 48, 613, 616, 628

289

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Penitencial, rito para la Misa con niños, 582 Pentecostés, color litúrgico para, 131 Píxide colgando, 887 grande, 99 materiales apropiados para la, 95 ministro extraordinario, uso de la, 785 para la Comunión de los enfermos, 613, 615, 618-20, 623, 630 para llevar la Eucaristía a los enfermos, 98 uso para la adoración eucarística, 692-93 Plegarias eucarísticas I, 285-88, 308-10, 440 II, 289-90, 311-12 III, 291-92, 313-14 IV, 293-94, 315-16 adicional, 825-47 de reconciliación, 841-46 en la Misa solemne, 401-4 en la Misa pontifical, 498, 510 oración de acción de gracias, 280 para las Misas con niños, 826-39 Plenaria, indulgencia, 628, 635 Pontifical, Misa. Vid. también: Misa pontifical solemne Pontificalia, 140, 470-72 Postración, 204 Preciosa Sangre accidentes, 850-56 llevarla al enfermo, 626 modo de reservarse para llevarla al enfermo, 152 Prefacio, 281-82, 401 Preparación del altar, 270, 393, 432, 488 de las ofrendas, 273-79, 395, 434, 495, 534 Preparativos para la Misa concelebrada, 421-24 con obispo, 473-78 domincal, 227-47 solemne, 373-75 Presbiterio asientos en el, 50, 54-55 comportamiento adecuado en el, 173, 187, 222-25 definido, 50 en las catedrales, 50n separación del baptisterio, 41

290

Privada, Misa.Vid. también: Misa sin pueblo Procesión de entrada. dejando el altar, 358, 412, 458-59, 522, 546 de las ofrendas, 271-72, 394, 433, 488 en la Misa concelebrada, 425 en la Misa con niños, 578, 581, 584 en la Misa del obispo, 482-85 en la Misa dominical, 248-50 en la Misa pontificial solemne, 469 en la Misa solemne, 86, 376-77 eucarística, 129, 695-711 lugar de reunión para la, 86 nupcial, 554 Procesional, cruz diseño de la, 110 Profesión de fe en la Misa concelebrada, 431 en la Misa con niños, 583 en la Misa del obispo, 491 en la Misa dominical, 265 en la Misa solemne, 391 cuando se omite la, 544, 551 Pueblo participación en las celebraciones litúrgicas, 40, 157-58 reunido para la Misa, 232-34 Puertas, 85 Purificaciones, 93n, 94 después de distribuir la Sagrada Comunión, 106, 343 después de la Comunión, 344-49, 409, 455, 536 de un vaso sagrado utilizado por una persona contagiosa, 626 en la Misa del obispo, 503 Purificador, 116, 239 cerca del sagrario, 106 cuidado del, 850, 855 material del, 855 Reclinatorio, 555 utilización por el obispo, 480, 515, 519-20, 523 Religioso, hábito, 137 Reliquias, en el altar, 60 Reserva del Santísimo Sacramento, 69091 Reservados, asientos, 159 Responsorial, salmo, 259-60, 383, 428

ÍNDICE DE MATERIAS

Retorno a la sacristía, 358-59, 412-13, 459-60 Reunión, lugar de, 85-86 Reunión, rito de, 248n Reverencia, 5-8, 36, 182, 186, 223. Vid. también: Decoro Revestirse para la Misa, 243-47, 423 Rito de la bendición y aspersión del agua bendita, 221, 361-66 Rito Romano, genialidad del, 15 Rito, se confiere en la Ordenación, 28 Roquete, 137, 141, 507 Rúbricas, 2 Sacerdote, acción de gracias del, 360, 460, 59395 celebración en unión con el obispo, 181 distribución de la Eucaristía por, 183, 602-3, 784 hábito coral del, 138 ornamentos del, Vid. también: Ornamentos responsabilidades del, 181-83 reunirse con el pueblo después de la Misa, 360 Sacramental, 103 Sacrarium, 81, 626, 850-55 Sacristán, responsabilidades del, 44, 151, 162, 172, 863 Sacristía, 79-83 como una especie de capilla, 79 «de trabajo», 82 ornato de la, 81 preparación para la Misa, 79-83, 242, 373-75, 421-24, 477 Sagrada Comunión distribución de la, 602-61 fuera de la Misa, 637-61 preparaciones para la, 638-43 rito breve, 644-47 rito más largo, 648-49 Sagradas Órdenes, 40. Vid. también: Ordenación Sagrario, 73-78 localización del, 78, 865-91 preparación para la Misa, 241 velas del, 106, 241, 641 Sal, preparación de la, 362-63 Salmos, en las Vísperas y Laudes, 72829, 740 Sanctus, 282, 401

Santísimo Sacramento del altar, Vid. también: Eucaristía visitas al, 77-78, 592, 666 Santos óleos, Vid.: Óleos Santuarios, 47, 84, 791 Sede presidencial, 54, 547-50 en la Misa concelebrada, 418 localización de la, 878-79 preparación de la, 237 servicio sin presbítero, 655 uso en la celebración de la Liturgia de las Horas, 726 visibilidad de la, 45, 234 Semana Santa, 793-94 Seminario, formación en el, 29 Sencillez. Vid. también: Noble sencillez Señal de la cruz, 193-96 cuando se bendicen vasos sagrados, 599, 601 en las bendiciones, 195-96 en el Evangelio, 194, 262 en la Misa, 193, 251 por el obispo, 195 Signo de la paz, 321-23, 442, 499, 520, 535, 557 a los moribundos, 630, 635 en la Misa de niños, 588 Silencio antes de la Misa, 233 continuidad de la tradición, 22 después de la Comunión, 351, 410, 456 después del Agnus Dei, 329 después de las lecturas, 258 después del Sanctus, 283 durante la bendición, 682-83 en la Misa con niños, 579 en la sacristía, 83, 424 Sobrepelliz, como hábito coral, 137 Solemnidades, 788-89, 792-94 de precepto, 793 Solideo, 139, 141, disposición del, 813 en la Misa solemne, 471-72, 496, 502 uso en la bendición, 676 Sotana, como hábito coral, 137, 141 Suiza, Plegaria eucarística, 847 Tantum ergo, 684 Te Deum, 758 Toalla, 119, 277, 476-77 Tradición continuidad, 4, 16-24

291

GUÍA PRÁCTICA DE LITURGIA

Turiferario en la Misa dominical, 248, 250, 262, 358 en la Misa solemne, 372, 376-81, 38589, 396-404, 412 responsabilidades del, 165 Unción de los enfermos, 558-65, 631 en la Confirmación, 550 Vasos sagrados, 91, 100 bendición durante la Misa, 596-600 bendición fuera de la Misa, 601 Vasos seculares, 93 Velas apagar las, 860 bautismal las, 545 coloreadas, 67n disposición de las, 68 eléctricas, 67 encender las, 236, 858-59 en la Misa, 66-69, 236, 374 no se llevan en la procesión de las ofrendas, 240n

292

para las solemnidades, 72 procesionales, 66n votivas ahorradoras, 84n Velo del sagrario, Vid.: Conopeo Viático, 612, 627-37 Viernes Santo color litúrgico para el, 131 postración, 204 veneración de la cruz, 197, 207 Vigilia para las solemnidades mayores, 759 Vimpa, 170, 813 Vinajeras, 104, 239-40 material apropiado para las, 104 Vino, 150-51 Viril, 99, 696, 700 Vísperas, Vid. también: Liturgia de las Horas celebración solemne, 718-38 con adoración eucarística, 742-45 el obispo preside las, 746-51 forma simple, 752-55 Votiva, Misa. Vid. también: Misa votiva Voz, 209-10, 224

Otras obras de nuestro fondo

SAGRADA BIBLIA. Traducida y anotada por profesores de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. – Obra completa: (12 tomos) – Santos Evangelios (en un tomo) – Pentateuco – Libros históricos – Libros poéticos y sapienciales – Libros proféticos – Nuevo testamento NUEVO MISAL POPULAR IBEROAMERICANO (3.ª ed.) Introducciones, notas y selección de textos a cargo de José Antonio Abad y José Luis Gutiérrez