Formas Económicas y Sociales en el Monacato Visigodo 8474814715

El aspecto espiritual y religioso de los monasterios fue durante muchos años el único estudio que merecía la atención de

496 113 85MB

Spanish Pages 194 [181] Year 1987

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Polecaj historie

Formas Económicas y Sociales en el Monacato Visigodo
 8474814715

Citation preview

fttHrr - (:,-ft"f •,-r.rtf fmu.o

.

~qnn jlrfnr'- , (lftf'tlfttcC'

r'"f"""' /.,L.ntl. 24. Hac explicita, tradetur ei baculum ab episcopo et liber Regularum. 25. .. .Et sic postea in ordine suo stabit. Datque pacis osculum episcopo et fratribus omnibus.

18

un griego de origen que merced a sus conocimientos médicos salvó la vida a la esposa de un senador lusitano, y el matrimonio, agradecido, le dejó sus posesiones, la mitad en el acto y la otra mitad a su muerte 26 • Teniendo en cuenta que parece que era la familia senator.iaJ más rica de Lusltania 27, se entiende que Paulo se hiciese inmensamente rico, hasta el punto que la fuente diga que se había convertido en más rico que todos los nobles ricos y que todos los recursos de la Iglesia, cuando él había llegado a Mérida sin nada 28 . El caso de Paulo puede ser excepcional por la cuantía, pero no por el hecho, ya en el Concilio de Agde s había legislado que aquellos bienes donados por agradecimiento de un bien espiritual fuesen aJ patrimonio diocesano y no al privado del obispo 29 • Y en este sentido, Paulo, al fin y al cabo, había puesto en manos de Dios y de la virgen E ulalia la suerte de la mujer 30 • Pero quizás, como dice G. Martínez Díez 31 , esta n01;ma de las Galias no se acogiese en la Península «que siempre conservó nítidamente la diferencia entre el derecho público y el privado, entre la propiedad particular del obispo y el patrimonio de la sede». Es probable que este tipo de donaciones dirigidas directamente al prelado de una iglesia no fuesen extrai1as en la Península Ibérica, y así una donación de este tipo aparece recogida entre las Fórmulas visigodas 32 . De todas formas debemos matizar esa nitidez, o al menos buscar su constatación. En el mismo Concilio de Agde se había planteado que si eJ obispo deja en testamento algún bien eclesiástico, el legado no será válido si no se compensa a la iglesia con otro tanto, a costa de sus bienes propios 33 • Se planteaba pues el conflicto de los patrimonios. Los concilios peninsulares abundan en testimonios indicativos sobre el particular. Ya en el año 549 un concilio en Valencia había planteado que los parlentes de un obispo rnueno sin testar no tomasen nada hasta que se comprobase lo que era del difunto y lo que era de la iglesia 34 • En el Concilio TI de Braga del año 572, y dentro de los conocidos como capitula Martim; aquellos preceptos y cánones orientales que Martín consideró pertinente ordenar y dar a conocer, se encuentra una clara delimitación entre lo que pertenece a la Iglesia y los bienes propios del obispo 3 ~ . 26. VPE IV, 2, 15: Tum deinde fecerunt de rebus suis talem conscriptionem ut de praesenti sanctus vir medietatem ex omnibus quae habebant acciperet, alia vera medietas post eorum obitum integra et intemerata ad eius pertineret ditionem. 27. VPE IV, 2, 16: ... Tanta namque illis inerat copia rerum ut nullus senatorum in provinca Lusitaniae illis rlfperirelur locuplctior. 28. VPE TV, 2, 18: Qt1íbus defimctis, omue eorum patrimonium sanctissimus Paulus episcopus accipere promeruit el qui peregrüws uibilque btibens advenerat jtJctus est cunctis potentibus potentior intantum ut omnis facultas ecclesiat: ad compamticmem bonorum il!ittS pro m"hilo ¡mtarentur. 29. C. 6: .. quut boc itle qui dcmat pro redemptione animae mae, non pro commodo sacerdoth probatur offerre, 11011 quasl suum propritltll sed quasr dimismm ecclesiae i11/er fircultales ecdesiae cmnputabunt. JO. VPE IV, 2, 9·10: Jlicr¡ uamquc ba.rilicam sancti.wi11ae virginis Eulalüte patiit ibique proslratus pavimen· lo per lalum diem incubuil atque in otatione iude/essus persevcra11t sequentem crmlinuavit el uoclem. Qui mox inibi oraculo divino ert commonitus surtimque conturgens ad mulieris 11cgrae domum inctmctanler pt~rrexit oc /cstinus properauit, oratio11em Judit, mrmus in uof!tim! Domliti super m/im1am imposuit ... J L El patrlmom'o, p. 4.3. )2. Form . Wisig . XXXI (I. Gn., Mtsccllanea wisigothica, Sevilla 1972, p. 101). 33. C. 51: Si episcopus crmdito tesltl/1/eltto trliquid de eclesiastici juris proprietate legaverit, aliter non volel>it nisi tant1mt de juris propriifacultale suppleucrit . .34. C. 3: Simili quoque modo po.reutlbus el proptitquzs deczdentis episcopz; si intestatus obierit, denuntietur 111 sine I!Jt!lropoltiam ve( a:mfJrDViltcialium sacerdotum conscientia niál de rebus de/uncti occupare pertentent, ne /arte iu baeredittlriis rebus etiam oliqua ad ecclwam perline>ttia uel permixta usurptml ... 35. C. 15; Quoe Itllll acrlesiae (debcnt occlesiae) COIIsr:n;ari cum omni diligentia ... Neque res proprtoe eposcopi debent iuportrmitolem pro rebus ecde.tiae pa11;- diguum el re vera el iustum est apud Deum el bominer ut tUl quaf! episcopis propia ,,mt cuí uoluerit del'cliuqunl, etneque ecclerlflm perpati d(/fmnum neqne episcopum

19

Pero la separación entre unos bienes y otros no debía ser muy respetada por algunos obispos, sería el caso de Gaudentius, que manumitió a una serie de siervos eclesiásticos y donó otros a sus pariente. Su sucesor en la sede astigitana, Pagasius, presentó reclamación. Reunido un concilio en Sevilla en el 590, se consideraron nulas tales disposiciones por cuanto Gaudentius no había dejado sus bienes a la iglesia de Astigi, por lo que no había dado una compensación necesaria para tomar como legítimas sus manumisiones y donaciones 36 . Y los obispos allí reunidos, a cuya cabeza. estaba el metropolitano de la Bética, Leandro, plantean un principio que a fuerza de ser «moral», desvela todo el espíritu de la jerarquía sobre el papel del obispo como preservador del sustento material y de las propiedades de la Iglesia: Durum est enim atque inreligiosum ut episcopus, qui ecclesiasticis stipendiis vivit et proprietatem suam lucris ecclesiae minime con/ert, aliorum oblationes a iure ecclesiastico privet 37 . Cuarenta y tres años después, un concilio nacional, el IV de Toledo del 633, legislará sobre el mismo tema, sólo que ahora en lugar de un caso concreto se nos presenta una norma general, quizás con la intención de evitar abusos de ningún tipo, que las abstractas instrucciones béticas permitían. Respecto a las manumisiones sin reserva de patrocinio se prescribe la necesidad de compensar a la iglesia con dos siervos del mismo valor y peculio 38 . Sin embargo se permitirá al obispo manumitir a siervos siempre que permanezcan como ingenui sub patrocinio ecclesiae 39 , con la sola condición de que tales obispos hayan dejado su patrimonio a la iglesia, o al menos hayan conseguido para el patrimonio de sus iglesias algunos siervos y algunas fincas 40 . Teniendo en cuenta que en el canon siguiente se deja bien claro que los libertos de la Iglesia y sus descendientes permanecen de por vida en el patrocinio de la Iglesia 41 , la normativa del canon anterior sólo se concibe en un contexto ideológico-formal, pero no en una perspectiva de funcionamiento económico, puesto que el paso de la condición de siervo a la de ingenui sub patrocinio no detraería rentas a las iglesias. A medida que avanza el s. VII y que la Iglesia visigoda va ganando parcelas de poder político, social y económico, la legislación eclesiástica se va a ocupar más concienzudamente de que, dentro de la legalidad, se le escape el mínimo posible de bienes. El obispo va a aparecer como el administrador de los bienes eclesiásticos, y en

pro rebus ecclesiae condemnari, aut post eius obitum in causas quae ad eum non pertinent aut in maledictum incedere. El canon se correspondería con el 24 del Concilio de Antioquía, ver G. MART!NEZ D!EZ, > , AHDE 44 (1974), pp. 343-464. 108. Form. Wisig. IX: AliaJuam /acit rex qui eccll:siam aedt/ÍC{l.IIS mo11asteriQmm, /acen: voluerit. 109. . ..Ergo utnobis ct apu Detan et opud uestmm digrJatümerii 1 sors bealitmlinú G"Ommodetur, congre·

gatíonem morrncbomm un ewrdem lomm quo sacro.rolltli uestri cvrporis tbesauri conquiesctml usse dect·ettmuu, quibus titgiter Deo ues/roeque memoriae cvrrdigne semientibus et iuxla patmm more, t¡ui mnnachis riOrmam uitae posuemnt, cmwersorrtibu.s, tit uotum nostru111 coilsumata mercede /irmissimum et perpetuitate temporum propagatum.

29

ofrece, al igual que en el caso de Leovigildo y Nancto, es una heredad con sus siervos 110 • Es difícil saber si el rey hace la donación a partir de su patrimonio privado o del fisco, aunque la expresión offerimus ego gloriae uestrae de patr(z)moniis nostris, acompañada del deseo final de que nadie merme las oblaciones hechas por agradar a Dios «en provecho de nuestra salud y la salud de los godos» 111 , nos inclinan a pensar que se tratase de bienes procedentes del patrimonio fiscal 112 . En el mismo documento se intenta asegurar la inmutabilidad de la donación, que el patrimonio no sea trasferido fuera del fin para el que fue concebido, que no sea traspasado a otro ius ecclesiasticum, debemos entender quizás al patrimonio episcopal 113 ; y también asegurar la continuidad de la comunidad, aunque para ello sus componentes hayan de ser obligados a seguir dentro de la Regla 114 . El monarca aparece, pues, como dotador de monasterios, esto no contradiría lo expresado sobre que el monarca tendría en la Iglesia una competidora patrimonial; al contrario, en la fórmula se expresaría la preocupación porque la dotación permaneciera en el patrimonio del monasterio (o iglesia martirial con monasterio) y no fuese trasferida al patrimonio del episcopado. La misma fórmula coníura a respetar las donaciones por el rey hechas 115 • Esta medida no sería sino una extensión a los monasterios de lo que era una norma general en el coníunto de las donaciones regías, expresada y reiterada profusamente tanto en la legislación canónica como en la civil. Se puede citar el canon 15 del Concilio VI de Toledo del año 638, donde expresamente se plantea que aquellas cosas donadas por el príncipe a las iglesias permanezcan en su dominio 116• Creemos que no es descabellado buscar un paralelismo con el deseo expresado en la fórmula IX sobre la permanencia de la donación. Y tampoco lo es relacionar ambos documentos con las normas íurídicas civiles sucesivamente emanadas, y que preservan claramente el derecho de propiedad que sobre las donaciones regias tienen aquellos que las han l,"ecibido 117 •• Es probable, pues, que en conjunto, y a pesar de los recelos que en principio pudiesen darse, en la práctica el aporte regio no fuese despreciable en el proceso de acumulación patrimonial de lo monasterios. Por desgracia, salvo el caso del monasterio de Nancto, no tenemos noticias de tipo concreto, sino documentos de tipo genérico, y por ello no se puede tan siquiera presumir si en torno a la corte, o en 110. ...Posessionem cui uocabulum est ill. cum mancipzis, terris et uineis omnique iure eius atque adiunctionibus ad memoratum locum pertinentibus et loco ill. et ill. 111. ... Dum non euidentius conste/ pro nostram et pro Gotorum salutem talibus Deo placere uoluisse muneribus. 112. Está siempre el problema de lo que son expresiones formales, sobre todo en un documento de esta índole; pero esta misma idea se puede ver dentro de todo un contexto ideológico, el rey hace la oblación buscando la intercesión en favor de su figura y del reino. No se trata así de una iniciativa meramente individual, sino institucional, y el patrimonio aportado muy probablemente procedería del tesoro público. 113. ... Nihil exindt: quolibet sacerdotl! ad ius eG-clesiastir:um commuta11 te nihilque abbate in quaelibit personam quodlibl!t contrae/u fra11J/crentum; .tt•d quod offerimus ea wl~ ministerio suppleant et o//icia quae superius manean! taxata. 114. Quod si 11 n:ctitudine regul11ri uel abbates uel congregtJtio ípsa decli11are tenta(u)erint, J'acerdotali censura correpti ad normm¡ reg(u)larem duetmtur. 115. Obtestamur ¡·etianr eos quibiiS post foelicissimis temporibus /JOS Iris reguum dabitur per aetemi regis imperium, sic Deus Gotorum gentem et regnum usque 111 /úrem uculi COI/Semare dig(n)etur, 111 de llOSiris oblationzbus cunctis ... 116. .. .A deo quaquumque t·emm eccle.riis Dei o priud píbus iuste COitcessn stmt v~l fu emu vue cuiusquum· que alterius persouae quolibet titulo illis non iniusle con /.ate .rtml ve! extitenill, ita in eorum iure persútere firma iubemus, ut evelli quoquumque G·a.usa vel tempore null.att:nus pos.ritit¡' ... 117. As! L. V. V, 2, 2 (una redacción de Chindasvinto y otrn de Ervigio), l .. V. ll, t, 8. Ver A. BARBERO-M. VrGIL, La formación, p. 11 1, y más amplinmeme pp. 107-122.

30

zonas determinadas se dieron más aportaciones, o menos, de uno u otro tipo. Sobre este particular sólo apuntar que según se desprende de las actas del Concilio X de Toledo, Martín de Dumio había encomendado la tutela de su testamento, debemos entender que relatívo al futuro del monasterio de Dumio, a los diversos reyes que se sucediesen 118 • El hecho fue interpretado por E. Flórez 119 como que la monarquía sueva había intervenido en la construcción del monasterio. A. García Gallo 120 niega tal posibilidad, para él la intervención del rey en D umio nace del mismo testamento de S. Martín, y no antes, y en todo caso «existfa entre Dumio y los reyes una relación de commendatio o patrocinio, que suponía para los reyes la defensia y tuituo de la mencionada iglesia» 121 . Esta figura del commendatarius, que probablemente p refigura elementos medievales, no era totalmente ajena al mundo de la España tardo-antigua. En el canon 4 del Concilio de Valencia del año 549, cuando se plantea que a la muerte del obispo se haga cargo de la diócesis ,el titular del episcopado vecino, éste es designado como commendatarius 122 . Sin embargo, teniendo en cuenta el papel tradicionalmente atribuido a S. Martín en la conversión del reino suevo, no habría sido tan extraña la munificencia regia respecto a este monasterio. Más difícil es sostener que fundaciones como la de Biclaro, por Juan, se levantasen con la aportación de Recaredo, tal y como piensa J. Campos 123 , ya que la única relación es que sea la crónica del mismo biclarense la que cita la labor fundadora de Recaredo, y no es evidencia suficiente.

B.3. Aportación de fundadores y profesos En los dos apartados anteriores el carácter de aquellos que aportaban el patrimonio era fácilmente tipificable. Al margen del hecho de que podía darse un aporte más privado o más institucional, en ambos concurría esa situación de figuras que podían disponer de unos bienes que 11 ten[an un carácter estúctamente privado. En el resto de posibilidades el patrimonio provendría siempre de manos prjvadasJ y en todo caso la diferencia de clasifi cación tendrá su origen bien en la cuantía de la dotación o en el proceso por el ual ésta llega al monasterio. En este sentido diferenciaremos aquellos patrimonios que llegan al monasterio aportados por los que van a profesar, de aquellos que son aportados por el celo religioso de los creyentes. Nos ocupa mos aho ra del primer caso. H emos visto que el fundador podía ser un obispo, rio sólo porque él confirmase la fundación, sln porque también podía ser el inspirador de la misma, estaba claro en el caso de Cesareo de Arlés, quizás también en Masona, más aún en Martín o Fructuoso, aunque éstos habían sido fundadores ya con anterioridad a su condición de obispos; es en esta faceta que nos interesan aquí. Es probable que muchos fundadores no contasen con un patrimonio propio suficiente, en algunos casos por su condición de extranjeros, sería el caso de Victoriano de Asán, quizás de Martín de 118. . .. Quoniam zdem gloriosae memoriae sanctissimus vir ita decreverat, ut succedentzbus per ordinem regibus ad conplementum eius ipsius testamenti constitutio conmendata maneret 119. E. S. XVIII, p. 28. 120. «El testamento de S. Martín de Dumio», A HDE 26 (1956), p. 376. 121. Ibid., p. 377. 122. ...Per absentiam conmendatoris episcopi. Ver M. M . PÉREZ DE B ENAVIDES, El testamento visigótico. Una contribución al estudio del derecho romano vulgar, Granada 1975, p . 146. 123. Juan de Biclaro. Obispo de Gerona Su vida y su obra, Madrid 1960, p. 146.

31

Braga, clarísimamente de Nancto que se retira con sus compañeros a w1 lugar aparta do y construyen unos humildes habitáculos. En las mismas condiciones de falta de medios se encontrarían Valerio y sus discípulos. En otros casos los fundadores podían proceder de un medio social levado, y disfrutar de un patrimonio familiar considerable que aportar, o con el que sostener su fundación o fundaciones. El caso más claro co.n el que contamos en la Península Ibérica es el de Fructuoso, quien parece que en su primera fundación de Compludo empleó, según su biógrafo, todo su patrimonio 1 ~4 • Las propiedades aportadas y la cuantía de la donación debió ser lo bastante considerable como para que su familia presentase una reclamación ante el monarcJCe/otion em mdlatentJS tul humilitotem Christi de.ramdt•ns, cem1 mb discipli>IO r.ot!llobii 11011 potuerit pcrdurarl!, egrcssus exiude ea, quae in prti1dpio reiWIT(JiJti¡mis st111e spiritali femore succenstiS ill/71/urot, lepe/oc· tm pasten 11011 s1i1e initmo monasterii .rocrilego spirilu recipere etque exigere moliatur.

37

ver como ya en la génesis del monacato occidental se está planteando el conflicto de propiedades. A principios del s. VI y coincidiendo con el punto de partida de nuestro trabajo, el ya mencionado Cesareo de Arlés creía que los profesos debían hacer entrega de sus bienes al monasterio en el que ingresan 165 , bienes que en adelante serían de disfrute común. La medida se veía indirectamente complementada por el Concilio de Orleans del año 511, al prohibirse en él que los monjes tengan peculio propio 166 . Dentro del mismo ámbito occidental, unos pocos años después, se redacta la Regla de S. Benito. En ella, las disposiciones sobre las propiedades de los profesos ocupan un espacio limitado, dentro del capítulo sobre la admisión de los conversos; pero, como en otros puntos, marca un modelo para legisladores posteriores. Si el profeso posee bienes puede, o bien distribuirlos entre los pobres, o cederlos al monasterio 167 • En este caso debe hacer una donación de forma correcta, debemos entender cumpliendo todos los requisitos de la legalidad civil. Con lo cual se subsanarían problemas como aquéllos sobre los que Casiano advierte o aquéllos que se darían en buena parte del NO hispano. Mismos problemas que intentaba evitar la Regla del Maestro, cuando plantea que el postulante venda lo que tiene y entregue el dinero al abad. Sin duda alguna era más difícil reclamar dinero que propiedades, aunque también se advierte que si la venta no fuera fácil o los bienes pudiesen ser útiles a los monjes, entonces se entreguen al abad 168 • Sin multiplicar los ejemplos, puede ser interesante recordar que, a caballo de los ss. V-VI, una ley imperial forzaba a los monjes que abandonan el monasterio a dejar en él su propiedades 169 • La ley corresponde a un emperador desconocido, bien Zenon, Anastasia I o Justino I, por su situación en el Codex Iustt'nianus, situándose su promulgación entre el484 y el524 170 . Su interés, al margen de indicarnos lo generalizado del problema que suponía los que intentaban llevarse lo que habían aportado, está para nosotros en el paralelismo que en muchos casos se dio entre las normas aparecidas en el C. I. y las que luego iban a formar el corpus del derecho canónico. Y a que la influencia directa que, en el ámbito occidental, pudiera tener esta norma 165. Reg. ad vírg. 19: Qui alíquíd habebat in saeculo, quando ingresiuntur monasterium, humiliter illud o//eren! Matrz; communibus usibus pro/uturunt. Reg. ad mon. 1: Si non vult vendere (et dare pauperibus) donationis chartam aut parentíbus aut monasterio facial, dummodo liber sit et nihil habeat proprium .. . Quacumque secum exhibuit abbat tradat; nihil sibi reserve/. 166. C. 19: ... omnia quae adquisient, ab abbatebus au/erantur secundum regulam monasterio pro/utura. 167 . Reg. Ben. 58: Res, si quas habet, aut eroget prius pauperibus aut /acta sollemniter donatione con/eral monasterio, nihil sibi reservans ex omnibus. 168. Reg. Mttg. 87: Quam ergo sí sequi uis uoc~m, uade, uende quae habes et omne praetíum huc ante me defer, ut te praesmle a me pauperibus erogetur, ul nullum saeculo pignus tuum remanear ad eum íterum reuertendi... Quod enim si tolflm distrahere tibi graue rúdetur et sunt tales res, quae una tecum possint monas· terio deservire, ne lamen pro pignore reuertendi saeculo dimittantur, omnia fideliter tecum monasterio defer, nihil sube/ando Deum, cuius te cum omnibus rebus tuis subdis seruitito.. . En este mismo ámbito occidental se sitúa la Reg. Sancti Macharii, también en el s. VI, leemos, c. 24: Quod si susceptus /uerit, non solum se sobstantia quam intulit, sed etiam nex de se ipsum ab illa iudicabit hora. Nam si aliquid prius erogavit pauperibus, aul venitm.r in ce/lula oliquid illlulit /ralribus, ipsi lamen non es licitum ut aliquid in sua babea/ potestate. El mtt!rés de: esta regla se puede multiplicar si en algún modo se acepta su posible origen hispano; ver A. C. VEGA, «De patrología española. En torno a la herencia literaria de Juan de Biclaro», BRAH 164 (1969), pp. 13-74. 169. C. I. I, 3, 38: Qui monasterio sua relinquunt, non recipiunt mobilia quae iis intuleriut, cuiuscumque quantitatis sunt, etiamsi gesta de iis confecta non /uerint, In inmobilium autem donatione iura observari oportet, cum revocatio donan· non adimatur. 170. P. R. COLEMAN-NORTON, Roman State and Christian Church. A collection o/ legal documents toA. D. 535, vol. 3, London 1966, p. 937.

38

jurídica oriental es muy discutible. El mismo interés tiene una norma un poco posterior, de abril del 535, dictada por Justiniano, y en la que se establece la absoluta pérdida de la propiedad, tras el ingreso en el monasterio, de todos aquellos bienes de los que el profeso no hubiese dispuesto anteriormente 171 . Esta transferencia de bienes es una consecuencia directa e inmediata del ingreso en el monasterio, y no parecían necesarias disposiciones posteriores. De hecho, en el ámbito occidental y concretamente en el peninsular, la legislación civil no parece que se ocupó del problema. El derecho de los monasterios a heredar los bienes de aquellos monjes que habían muerto sin testamento, y no te~ían herederos próximos o parientes hasta 7° grado 172 , nos estaría indicando que a efectos de la jurisdicción civil el monje seguía siendo sujeto de derechos, y podía seguir disponiendo de su propiedades. De aquí que las reglas se ocupasen como en el caso de S. Benito, de que se hiciese una donación legal, o, como posteriormente en la Regla Común y su entorno, de asegurarse de las intenciones del que profesaba, e incluso de elaborar un documento privado. Un caso de gran interés es el presentado por el documento de donación de Vicente, diácono y monje del monasterio de Asán, quien el29 de septiembre del551 firma un documento por el cual cede todos sus bienes al monasterio en el que profesa 173 . En este caso no se trata de un documento elaborado en el momento de la profesión, puesto que Vicente profesaba en el monasterio desde niño, probablemente se tratase de un oblato; pero el documento es asimilable por cuanto parece redactado inmediatamente después de recibir estos bienes en herencia. Desgraciadamente ignoramos si el documento responde a una práctica generalizada en el monasterio y en la tradición que éste sigue, o responde a una iniciativa individual de Vicente; aunque a tenor de lo que vamos viendo es probable que cuanto menos respondiese a un consejo o a una práctica ideal, tal y como vendría marcada por Cesareo de Arlés o por Benito. Parece que el documento habría sido destruido 174 , seguramente con la intención por parte de la autoridad judicial de rescindido, con lo cual alteraba

171. Nov. V, 5: Illud quoque decernimus, qui in monasterium introire voluerit, antequam in monasterium ingrediatur, licentiam habere suis uti qua voluerit modo. lngredientem namque simul secuntur omnino res, liceat non expresiim quia introduxit eas dixerit, et non erit dominus earum ulterius ullo modo ... Ver R. ÜRESTANO, «Beni dei monaci e monasteri nella legislazione giustinianea>>, en Studi in onore di P. de Francim~ III, Milano 1956, pp. 563-593. 172. L V. IV, 2, 12 (= C E. 335), ver arriba, n . 45. 173. (DONATIO): .. . Nunc autem quando domino placuit ut de paupertatula parentum ad meum dominium aliqua peruenirent, in tato deuotionis a//ectu decreui quod semper apud animi meu arbitrium deliberatum habuit ut in usus peuperum ad quantantum uires admittunt ea conferam diuidenda credens quod sim a domino peccatorum meorum ueniam percepturus si seruorum illius /ida oratione ipsi/uero assidue commendatus. Propterea sancto monasterio asani ubi me dominus a pueritia mea in uestra eruditione nutriuit prona uolantate nec ullo cogentis imperio dono ac donasse me pro/iteor... (sigue la relación de propiedades cedidas). La mejor edición de este documento es la muy reciente de J.. FORTACÍN PIEDRAFITA, >, JRS 60 (1970), pp. 40-8, especialmente pp. 43-5. 190. Ver arriba, n. 183.

109

monasterio parece comprar sólo complementos alimenticios y de vestido y muy genéricamente alude a «cualquier otra necesidad». Creemos, pues, que en conjunto los monasterios de la Península Ibérica, en la medida que responden al esquema económico-productivo de su entorno, y por lo tanto con tendencia a formar núcleos autosuficientes, estuvieron al margen de circuitos de funcionamiento económico-mercantiles. Testimonios como el de Isidoro nos indican que en la zonas en que la vida urbana mantenía cierta vitalidad los monasterios no se desentendieron absolutamente de ésta, no obstante su base fue fundamentalmente agrícola. En este sentido la existencia de monasterios urbanos o suburbanos en lugares como Mérida y Toledo, y que pueden verse reflejados en su conjunto por la homilía De monachis perfectis 191 , no alteraría en sí esa idea sobre la debilidad de una economía urbana tal y como era concebida en el mundo romano clásico.

B.

LA ADMINISTRACIÓN DEL MONASTERIO

Cuando E. Troeltsch 192 se ocupó de analizar, aunque someramente, el carácter que tenía la explotación de la propiedad fundiaria de la Iglesia, llegó a la conclusión de que este patrimonio era administrado según los criterios de productividad entonces vigentes, y, sin embargo, sostuvo que «haciendas cristianas modelo eran sólo los monasterios, que exactamente por esto estaban separados de la norma del mundo». Ignoramos cuál fue el camino que siguió este autor para llegar a tal conclusión. Y a desde sus orígenes egipcios, las organizaciones monásticas estuvieron marcadas, en lo temporal, por un claro principio de rentabilidad económica 193 • Para el caso que nos ocupa, esto es el monacato hispano bajo la monarquía visigoda, nada nos indica que no fuese un principio de rentabilidad el que marcase la actuación de los monasterios, máxime cuando el control de la explotación de los recursos del monasterio había de suponer, en muchos casos, la supervivencia del mismo. Es evidente que esto no hace desmerecer los valores éticos y morales, religiosos, que impulsaban a estas comunidades, pero muchos de los elementos de control y administración que las Reglas ponen de manifiesto han de ser analizados a la luz de una búsqueda de efectividad económica. De nuevo es la reglamentación isidoriana la que nos muestra una descripción más detallada de las funciones y tareas administrativas del monasterio. En cualquier caso, hay que advertir de nuevo que las Reglas visigodas conservadas se dedican básicamente a tratar los elementos de organización y funcionamiento en aquello que atañe a los monjes, de aquí que las posibilidades de estudiar cómo se organizaba la administración de los dominios y heredades exteriores se presenten sumamente complejas. 191. Al margen del elogio y ensalzamiento de los monjes urbanos: Breviter igitur sanctorum qui in solitudine degent merita et sanctimonia praedicantes, ad eos monachos qui in urbibus habitan! recurramus, qui et ipsi devotione praeclara ea magis atque laudabiles conprobantur, quod inter tantos populos constituti nulla carnali concupiscentia seducuntur; quamquam enim secundum locum a primis obtineant, in divinis tamen operibus similes aestimantur. (M. C. D!AZ, Anecdota Wisigothica I, p. 82); la homilía no nos presenta un mundo de actividades y realidades tan distinto del de los monasterios rurales. Otro tanto podría decirse del monasterio de Cauliana (VPE II, 10). 192. Op. cit., p. 186. 193 . Sería prolijo multiplicar ejemplos y referencias, se puede ver sobre el caso egipcio P. LADEUZE, Etude sur le cénobitisme pakhomien pendant le IV' siecle et la premiere moitie du V', Louvain-París 1898 (Frankfurt am Main 1961); E. R. HARDY, Christian Egipt: Church and People, New York 1952, en especial; p. 167 ss; W . H . C. FREND, The rise o/ the Monphysite movement, Cambridge 1972, p. 80, con interesantes referencias.

110

De una manera general, se puede decir que la Regla de Isidoro, la que nos informan de una economía más desarrollada y de un nivel de organización espacial más estructurado, nos presenta igualmente un esquema organizativo muy netamente definido. Isidoro se ocupa en su Regla desde las grandes tareas de administración y supervisión general hasta detalles de tipo concTeto que en otros casos podtfan ser obviados. A su vez distingue claramente entre tareas de responsabilidad y tareas de distribución y ocupación muy determinadas. En Isidoro, abad y prepósito representan la dirección bicéfala del monasterio. Aunque los vemos actuar casi siempre juntos 194 , ya podemos apreciar que, en general, el abad aparece como el superior ante el que se responde de los aspectos disciplinar:es y ceremoniales, mientras que el prepósito tiene a su cargo la supervisión y control de la administración del monasterio en su conjunto. A él corresponden clal·amente la preocupación de los monjes, epígrafe muy abstracto bajo el que se pueden colocar todas las actividades internas, y además otros elemeotos más o menos concretos pero de vital importancia: la gestión de l.os negocios, la administración de las haciendas, la siembra de los terrenos, la plantación y cultivo de las viñas, la atención de ganados, la construcción de edificios y los trabajos de carpinteros y obreros 195 . Comprobamos que e.l prepósüo es el puente o el nexo en el que confluyen la administración exte.rior, tanto la inmediata como, probablemente, la de aquellas haciendas lejanas, y la administración interior. Hemos de suponer que el prepósito no tendría que desplazarse personalmente cada vez que s hada una de las gestiones que, por su cargo, supervisaba. La Regla contempla la posibilidad de que ocasionalmente los monjes viajen fuera del monasterio para atendet algún negocio del mismo, parece que para cada ocasión se elegían dos monjes entre los más espirituales y los de mayor solvencia 196 • Es, pues, probable que la supervisión de los negocios exteriores corriese a cargo del prepósito con el concurso de monjes elegidos para atender cada caso particular. Esta situadón, aunque con un carácter específíco, parece confirmada p r el hecho de que los monasterios femeninos son regidos por el consejo y administrad6n de los monjes 197 ; si bien es un monje concreto, uno sólo en este caso, quien cuida de la administración de las fincas de las religiosas, y se cuida de los trabajos de construcdón, así como de proveer al conjunto de las necesidades del monasterio 198 • El que el canon especifique 1?4. E. SAN HEZ SALaR, ferarqufas eclesiásticas y monacales en época visigótica, Salamanca 1976, p. 206 ss; se ocupa de ahalizar el p t·oceso por el cual a partir de finales del s. VI las tareas de abad y prepósito fueron delimitándose paulati.nnmeme. La homilía De monachis perfectis aún no distingue entre praepositus y abbas, en dla leemos: hobrmter praeposilllm quem abbotem apellant. Esta homilía anónima ha sido datada a fines del s. VT por M. C. D!Az Y DIAZ, Am:cdottl ..., p. 75. 195. Reg. lsid. 21: Ad praeposttum enim per#net sol/icitudo monachorum, actio causarum, cura possessio-

Slllio agrrJmm, pla11talio el cultura Ullli!IIrum, dt1igentia gregum, constructio aedzficiorum, opus carpentario· rum siue fabrorum. 196. Reg. Iszd. 24: ..siue dum pro necessitate aliqua monasterii diriguntur duo /ratres spiritales ac probatissimi eligantur. 197. Concilio II de Sevilla, c. 11: ... consensu conmuni decrevimus ut monasteria virginum in provincia B11eticn coudita m011achomm admirdstmtione 11c pmeslliio gubement11r. 198. Tbid.: comtituentes utmuls monachorum probtltissimus eligatur, cm'us Cllrae st'l praedis enrum rurtica vel urba~la intouri~re, fabricrJS ex/mere, vt>l si quid aliud ad neceuitatem monasterii pmvidere... Con esta figura del administrador del monasterio femenino se ha de idcntific•lr el prep6sito de l.as monjas dtado por el biógrafo ele Fru ctuoso para el monastecio gaditano en el que profesaba Bcncdicta (Vila FmCiuosi 15: praeposilus uirgimmt). Ver sobre este caso]. ÜRLANDI , .. El movimiento ascétÍco de Fructuoso y la congregación monásli.ca dumiense», en rutt~dios..., p. 80 ss. También P. C. NocK, Tbe Vita S. Fructuosi: Text ruilh a t1'aslatio11, tlilroductiou and cQmillentary, Washington 1946, p . 147 . mml,

111

que este administrador ha de ser designado por el abad y confirmado por el obispo 199 encaja perfectamente en el contexto que venimos explicando. Por un lado, el abad era la máxima autoridad para el exterior; por el otro, tendríamos que recordar la delimitación de intereses y conflictos entre los distintos patrimonios de la Iglesia. Si el monasterio masculino administraba los bienes del monasterio femenino, en la práctica nos encontramos con que el abad primero tenía en sus manos la dirección de los dos monasterios, lo que supondría un proceso de acumulación nada grato a los ojos del clero diocesano 200 . En cuanto a la administración de los monasterios en tanto actividad de los monjes, ya hemos dicho que también el prepósito estaba en la cumbre de la pirámide. Siguiéndole se desplegaba una lista de encargados, que en buena medida se veían también ligados por lazos de responsabilidad entre eUos. Por debajo del prepósito podemos colocar una serie de figuras a las que atañfan responsabilidades fundamentales en áreas concretas. Cabe citar en primer lugar al acristán, encargado del gobierno y custodia del templo, así como de los objetos litúrgicos 201 • En rela.ción con él aparece el ropero del monasterio, quien recibe de él agujas e hilo para coser la ropa, ropa que se encarga de distribuir según las necesidades 202 • De la lectura de la Regla parece desprenderse que el sacristán cuidaba de los objetos de oro y plata, así como de los utensilios viejos de hierro y bronce 20'. Más confusa se ve la atribución de trabajos administrativos sobre la ropa, así como sobre las ocupaciones de bataneros, cereros, y sastres 20\ tareas que más bien serían propias del ropero. En cualquier caso, sacristán y ropero figuran relacionados en cierto campo de tareas administrativas. Una labor importante que también compete al sacristán es el control de los ingresos monetarios del monasterio, actividad que realiza bajo el control y supervisión de abad, prepósito y mayores 205 . No sabemos en qué medida se refiere al sacristán la Regla cuando dice que la atención a los viajeros y las limosnas de los pobres incumben al encargado de la administración 206, por cuanto que él repartía la parte de dinero que correspondía a los pobres. En cualquier caso, es un pasaje impreciso que probablemente refleje una situación real: cierta confusión de funciones en la aplicación práctica de la Regla a la vida diaria. Carácter complementario en cuanto a la administración general del monasterio, tiene la figura del despensero. Su tarea viene definida por la guarda de lo que está en el almacén 207 • La Regla se ocupa, sin embargo, de matizar el alcance de estas tareas de una manera más definida. El despensero supervisa el servicio de las mesas del refectorio 208 , y se encarga de guardar las sobras que se distribuirán entre los 199. Ibid.: Sane is qui ab abbate praepositur iudicio sui episc()pi conprobetur. 200. La limitación de un abad a presidir más de un monaslerio y~ había sido establecida más de cien años antes por el Concilio de Agde, c. 57 (= c. 5, Concilio de 'Epaona; c. 12, Concilio de Chalons): Vnum abbatem duobus monasteriis f11terdicimu s praesidere. 20 l. Reg. lsid. 21 : Ad custotlem socrarii pertinebit cura u el custodia templi... 202. Ibid.: Iste a uestiario monasterz'i suscipiet acus etiam et fila diuersa pro consuendis uestibus fraternis habebit et quibusque ul necesse es/ mzitistrabil 203. lb id.: A d hunc qtertl~ ve/ propler hoc r1 dominis liberati sive tibertmdl; el vx vtla msLicana, et ex opi/icum txercilrtlionl! el plebeio labQre, lanlo r¡tique /elicius qun111o fortiur ndrterJIÍ! r¡ui 11 11011 admíttantur, grave delktum es/ ... Haec itaque pia ~~ sa11cla cogrtalio /acu ut l!tiam tales admillan/ur, qui nullum rl//eranl mutalne in melius vztac documenlum: Neque l!lllTII app(ll·et utrum ex proposito servitutis Dei venerint, an vitam inopem el !11boriasam fugtente¡· vami, pa.rci n1q11e Vfl'liri voluerint, et insuper honoran· ab eis a quibus contemni conterique consueverant.

130

-convertía al monacato en una institución potencialmente revolucionaria, que amenazaba el equilibrio social; si los monasterios se convertían en la tierra de asilo de los esclavos o de aquellos que están unidos a la tierra, a un oficio o a un cargo administrativo por cualquier tipo de relación permanente, el orden establecido podía peligrar. De ahí que ya desde muy pronto se diese una limitación que fue pronto asumida por la legislación eclesiástica. Una constitución imperial del15 de abril del 452 3 prohibía el acceso al monacato a cualquier persona de innoble nacimiento, ya fuese inquilino, esclavo o colono, puesto que lo harían para romper la atadura de su condición. De la misma forma, se prohibía el acceso a cualquier persona que por su cargo estuviese ligada a la administración de la ciudad de Roma o de cualquier otra, al igual que a los miembros de los colegios ciudadanos o a los siervos públicos. Unos años después, la legislación oriental insistirá en estos puntos, dos constituciones imperiales del año 484 abordan el particular. En una de ellas 4, Zenón legisla contra la práctica de 1 s colono qu , abandonando a sus dueños, entran en la vida monástica. En la otra ~, se permite a los esclavos ser monjes si obtienen el permiso de sus dueños, con lo que éstos ven suspendido el derecho de propiedad; ahora bien, si los esclavos abandonan la vida monástica, vuelven a su situación servil. La legislación civil no intenta con estas medidas limitar los derechos del monasterio, sino que se hace defensora del orden social vigente y para ello protege, en primer lugar, los intereses de la administración, en sus distintos niveles, y, en segundo lugar, los derechos del dueño de los esclavos. Gelasio, Papa entre los años 492 y 496, se encargó de incorporar a la legislación canónica los imperativos de la ley civil. En su conocido 'decreto general' 6 , Gelasio se hace eco de una queja muy extendida, que los siervos y originarios huyen de sus dueños y abandonan sus posesiones, y, bajo pretexto de vida religiosa, son admitidos en los monasterios y en el servicio de las iglesias 7 . El Papa establece que este perjuicio debe cesar, acomodando la razón a las exigencias sociales: «no vaya a parecer que en nombre de la Iglesia se invaden los derechos privados o se altera la disciplina

3. Nov. Val. 35, 1: Nullus originarius inquilimrJ servtiJ vi!l colonus ad clericall' mumts a(!f;edat neque monachis aut monasteriis adgregetur, u/ vinculum debitae rondiciom"s evntlat, nono corporatm urbis Roma·uilutis adstrictus est, nisi domitms u.mculum eius soluerit, llequaqtla!/1 recipiendu~ es/. La insistencia sobre el particular en las interpolacion de algunos códigos ha sido estudiada por M. C. D!Az )' DIAZ, «Aspectos de la tradición de la Regula üidori», Strulia Monasticfl 5, 1 (1963), pp. 27-57 en e·pecial p. 3 ss.

132

resume sus pJameamientos, liberados de las ideas igualitarias de la Regla, en su obra

de o/ficiis, cuando dice que no serán acogidos en la profesión más que los libres o los siervos liberados para este fin por sus dueños 17 . Esto por lo que se refiere a los escritos procedentes del monacato meridional. Las Reglas del NO no presentan una variación sustancial respecto a esta nmmativa, a la que podemos considerar et ab omni christianorm conuentu manean! anathematizati.. . cunti a nostra ecclesia expellatur... 136. Liber Ord. 29, Ordo conversorvm conversarvmque: .. .ut stabilitatem pro/essionis sue per adnotationem sui nominis firme t. 13 7. Form. Wis(g. XLV (Placitum): ...ut me in celta m monasterii sanet domini mei illius martiris cenobialem agenda uitam perpetuo !empare permanendum praeciperes. 138. Pactum: el flagella seu excommunicationen secundum intuitum mepae unusquisque suum reatum conuictus suscipiat. 139. Ibid.: Si quis sane ex nobis contra regulam occulte cum parentibus, germam's, filiis, cognatis, uel propinquis aut certe cum fratre secum habitante, consilium te absente supradicto patre nostro inierit, habeas potestatem in mmmquémque qui hoc /acirms lempt.auerit, ut per sex menses ¡'¡¡JuttiS tcgmíne raso aut cilicio, discinctus el discalceatus üt solo pant el 11qua ;, r;e/lo obscura e-xerceal quodlibet opus excommunicanles. 140. Ibid.: Quod si aliquis islam prona sua uoltmlale npluerit agert' plll!lliltmtiom, extemus m1do corpore LXX et JI /lagella susdpiat; et deposita ueste monosterti: i'ndutus quod i11 introitz1 extltus esJ scissum notabili cum confusione a coenobio expellatur.

150

La universalidad de este principio de perpetuidad de la profesión tiene su reflejo en el hecho de que tanto la legislación eclesiástica (conciliar), como la civil, dictaron medidas en este sentido. Dos cánones del Concilio IV de Toledo del año 633 se ocupan del particular. En un caso se plantea que aquellos monjes que saliendo del monasterio llegan hasta contraer matrimonio, han de ser devueltos al monasterio, donde se les impondrá vida de penitencia 141 . En el otro caso se preve la reintegración a la vida religiosa de todos los que se consagraron a ella y la abandonaron, tanto si habían profesado voluntariamente como si lo habían hecho por decisión paterna; en el canon no se cita expresamente a los monjes, pero sí a las vírgenes sagradas; si la reintegración no era posible caían bajo la pena de anatema 142 . La imprecisión de este segundo canon no empaña la clara doctrina eclesiástica que pone de manifiesto . Unos años después, en el 638, el Concilio VI de Toledo apr ueba un canon muy parecido al anterior, en el que simplement e im one la reine rporación a su primer propósito religioso, aunque sea cont ra su voluntad, de cualquier hombre o mujer que hubiese vestido el hábito religioso 14 J. En el 656 el Concilio X de Toledo, en un canon que hemos citado respecto al limite de edad máximo para la oblación de niño , se recuerda también que, independientemente de su voluntad, su estatu to monacal es irreversible 144 . Aún más interés tiene la última notic.ia que encontramos en los concilios visigodos, se trata del canon once del Concilio XIII de Toledo, en el año 683. Los obispos y abades reunidos se ocupan aquí del problema de los clérigos y monjes fugitivos, empiezan advirtiendo que reiteradamente se ha prescrito que nadie se atreva a llamar al clérigo de otro ni a recibirle u ordenarle, pero reconocen que los simples avisos no sirven p ara nada y que lo que hay que hacer es empezar a castigar con p ública sentencia condenatoáa 1 4 ~. Esta introducción nos pone sobre aviso respecto al alcance del problema, éste debía de adquirir tale proporciones que el Concilio ha de tomar medidas drásticas. Se ordena que nadie reciba a un presbftero, abad, diácono, subdi ácono o cualquiel· otro clérigo ajeno, que no se acoja tampoco a un monje fugitivo o vagabundo, ni se aconseje la fuga o se oculte al fugitivo 146 ; y si ante esta situación alguno alega que actuó de buena voluntad, tras probarlo debe devolver al fugitivo, dentro del plazo legal, al lugar de donde huyó 147 •

C. 52 : Nonnulli monachorum egredeuntes a monasterio non solum ad seculum revertuntur, sed etiam ocr:ipium. l ii rgitur reuocati m eudr:m monas/l?'rl~ml o r¡uo exierzml poenitcni!Íié deputenlur 142. C. 55: Non aliter et hiiqw de1011s-i a {Ji/renttbus /uerint at;l spon(e rua omirris pare1111bus se ipsos religioni vover1ml, el pos/ea habilus .reclilorn mmserzmt, l'l tdem o .(a¿·erdote conprt!hensi ad cuüum r1'ligio11ls ocia pritls poe:11itenlio revocent.ur; quod si re:uerli 11011 po.rsmu, vere 111 apostatoc onathemaus senleutiac mbidon· tur. Qww fo rmo servabitur eliam in 111duis virginibusque sacris ... 143. C. 6: qt/(/mobrem t¡11isqui.s virorum IJel mulierum habitum semel induerunt spontanee religiosum, out tiÍr si dt!ditus ecr:lesiae cboro velfoemwo fuerit a111fui/ delicattl p11el/arum monasteeri(), in u/roque sex11 praevoricator ad propositum iuvilus rl!lil'l'li cogotur, tll vir det011dotur, eJ puello monasterio redittlegr>, Ampurias XVII-XVIII (1955-56), pp. 59-77. BROWN, P.: «The rise and function of the holy man in Late Antiquity>>, JRS 61 (1971), pp. 80-101. - The world o/ Late Antiquity /rom Marcus Aurelius to Muhammad, London 1971. - Religion and Society in the Age o/ Saint Augustine, London 1972. - The making o/ Late Antiquity, London 1978. BRUYNE, D. de: «La Regula Consensoria. Una régle des moines priscillianistes», Revue Bénédictine XXV (1908), pp. 83-88. -«L'Héritage litteraire de l'abbé saint Valere», Revue Bénédictine XXXII (1920), pp. 1-10. BUTLER, E. C.: The Cambrtdge Medieval History. I: The Chistian Roman Empire and the Foundation o/ the Teutonic Kingdom, Cambridge 1967 (reed. 1911), espec. pp. 521-542. CABO ALONSO, A.: «Condicionamientos geográficos», en Historia de España Alfaguara I, Madrid 1978. CACITTI, R.: «L'etica sessuale nella canonistica del cristianesimo primitivo. Aspetti dell'instituzionalizzazione ecclesiastica nel 11 secolo>>, en R. Cantalamessa (ed), Etica sessuale e matrimonio nel cristianesimo delle originz: Milano 1976. 174

CAMPOS Rmz, J.: «Sobre la regla de S. Juan de Biclaro», Salmanticensis III (1956), pp. 240-248. -Juan de Biclaro, obispo de Gerona. Su vida y su obra, Madrid 1960. -«La Regula monachorum de S. Isidoro y su lengua», Helmantica XII (1961), pp. 61-101. -«Vicente, obispo de Huesca, y Calasancio, en el siglo VI», Analecta Calasanctiana 23 (1970), pp. 51-94. -«Lengua e ideas del monacato visigodo», Anales Toledanos III (1971), pp. 219-233. -«La virginidad consagrada en el pensamiento de S. Leandro hispalense», en Homenaje a Fr. Justo Pérez de Urbe!, Studia Silensia IV (1977), pp. 25-38. CANTALAMESSA, R.: (ed.): Etica sessuale e matrimonio nel cristianesimo delle origini, Milano 1976. CASPARI, C.: Die Martin van Bracara Schrz/t «De correctione rusticorum», Christiania 1883. CILLERUELO, L. El monacato de San Agustín, Valladolid 1966. -