Espacio y política: el derecho a la ciudad, II
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ediciones península @

Sumario

Introducción. E¡" especro

5

23

RBPLUXTONN,S SOBRE

La ctuuer Y Lo

43

LA POLÍTICA DEL ESPACIO

63

URBANo

Excrls v l.r uropf,l

73

Lts rusrrrucroNns DE LA socrEDAD

El espagio, la producción mía política del espacio . L II. III.

(Pos'rgc¡tolÓctcR>

del espacio, la

$

93 93

Crisis de la economía poiítica ' La promoción de lo inmobiliario y la converiión en bienes muebles del espacio

94

Ln SUNCUNSfE Y EL

t

econo-

lntroducción

IV. Hacia la economla política del V. La producción del esPacio . Ll

89

CLASE OBRERA

ESPACIO

Y EL

ESPACIO

espacio

98 103 119

r27 145

La edició_n original francesa fue publicada por Editions Anthropos, de Paris, con el tftulo Espáce et pot¡tique. Le droit d la ville, II. @ Editions Anthropos, t922.

lntroducción

f,Saiucción de Jrxr¡¡n Mws oe Lr¡nds y Jerur LrmÁs Grncfr {N

8?$[f $

r rurudo un texto aspira a tener un alcance teórico y sl mismo, es que el autor ha pro,, ,lr¡lr, ¡rreviamente a un recorte'montaje, atribuyéndose ,r,,,r t,,u i'cla de un que trata de delimitar ¡Operar i,rr rk' apropiación privativa asaz tosca, siempre sospe,l¡,'',.r, :u,ln cuando usual y considerada como legítima ¡rir. ,tt) (lrrc la propieclad privada se hace extensiva a las irlr.r'. y:rl saber! Más de un científico debería disculparse 1,,,r ,.1 ¡ucro hecho de haber colocado una cerca alrededor jrrrclín para poderlo cultivar a su antojo. Por lo iirr, r(",¡)('cta a esta obra, el autor ruega se le disculue ,1, l,r,lr):r que ninguno de los artículos recopilados en este r,,lr¡¡ncrt ¡rucde ser aquilatado debidamente si no se tienen r r ¡ ur'rlir otros trabajos publicados: sobre la vida cotidiarr,r .,,,1,rr" cl espacio, sobre los diversos oderechos" (el ,1, ',,lr,, ;r la ciudad, el derecho a la diferencia), sobre la ,t r'r,i,lrlt i 1' , orrocimiento de la producción del espacio, tanto-su al|,ur((: como su sentido vendrán indicados en otra obra. lr,' .rlrí la referencia mencionada anteriormente y, por su¡rrr.sto, reiteramos nuestro ruego de que nos discllpe el l,.r lot'.

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derecho a la ciudad, contemplado en toda su ex_ utopiano (para no de_ y, sin embargo ¿acaso r, r sc debe inserir dentro de los imperativor, como ,e ...r ¡,'lc decir, planes, proyectos, programa.? Su precio pue_ rL' l).r€c€r exorbitante, sobre todo si se contabilizan lsos ',)',t()s en los cuadros administrativos y burocráticos ac_ trr,rlt's, por ejemplo poniéndolos en lai partidas de gas_ t,r', tlc las ocomunidades localesu. Resulta clarísimo lue l.rrr s(rlo un importante incremento de la riqueza social, al ¡,r,r¡rio tiempo que profundas modificaciones llevadas a , .rlrr¡ cn las relaciones sociales propiamente dichas (por lo rtrt' sc refiere al sistema de producción) pueden peimitir l.r ¡ruesta en práctica del derecho a la ciudad v de aleu_ rr,,s otros derechos inherentes al ciudadano y ul homb-re. desarrollo presupone una orientación del cre"r'rrrcjante nn¡cnto económico, orientación que ya no significaría por ' '.r ¡rrisma su "finalidadu y no apuntaría ya hacia la acumu. l.rr irin (exponencial) en sí, sino que serviría supe_ lf'f l\i(in, aparece hoy en dia como I rr ¡rcyorativamente: utopista).

rt(,tCS.

A la espera de tiempos más propicios, se puede supo¡r('r'que los costes sociales de la negación al uderechó a 1., r'iudad' (y de algunos otros), siempre y cuando se les t,r¡ccla cifrar, serán mucho más elevados que aquellos que lrrlriesen significado su puesta en práctica. El estimar que l.r ¡rroclamación del oderecho a la ciudadn resultará más r t'¡lista> que su desistimiento, no constituye ninguna pa-

¡,rrloia. Quede bien sentado (implícitamente) que esta obra, y

l,r

que Ia acompañan o la siguen, no anulan en forma

.rl;'¡,nu las anteriores, si no es de forma puramente dialéc-

2l

tica: este libro se basa en ellas tratando de hacerle a zar niveles más altos. Disertaciones de cierto tipo (anai tico) se transforman aquí en disertaci""", á"^i;;;ü; presuntamenre superior. I"os conceptos, otrora situadts en espacios abstraüos en cuanto méntales. ," ,it,iu" áho" ra en espacios sociales y con respecto a las ,

El espacio "

no puede disociarse de lo social, y jamás lo ha sido Á¿s que en representaciones (ideológicas). En la filosofÍa clá. sica, el y el . En vez de definir la inteligibilidad (primera hipótesis), defi nir ia la realización-reifi cación de las relaciones sociales, al propio tiempo que la falsa conciencia de dichas relaciones. A la teoría del espacio mental inteligible se opone la del espacio social encepado. A la teoría del espacio inteligible y de la primacía (filosófica) del espacio se opone la primacía del tiempo.

I-a trampa que tiende ia burguesia a la clase obrera

ur'uba siendo su propia trampa: espacio enfermo o espar rr¡ de enfermedad social. En cualquier caso, en esta hilr(,tcsis, el espacio no sería una mera repr€sentación ino-

('nte, sino que nonnas y los valores de "vehicularían las lrr sociedad burguesa, y, ante todo, el valor de intercambio y l¡.r mercaderÍa, es decir, el fetichismo. En el punto límil(', ya no es exactamente la ideología que impera, sino rrr¡icamente una suerte de falsa conciencia con los dis( lrrsos que ella misma engendra. Objeciones. Esa vinculación del espacio en general y rlcl espacio urbano en particular con la producción, im¡rlica únicamente la reproducción de los medios de prorlucción de la que hace parte la fuerza de trabajo. Ahora lricn, precisamente es esta hipótesis la que conviene al r':rpitalismo del siglo xlx, al capitalismo competitivo para t¡uien el problema principal residía en reproducir mater ialmente sus medios de producción (máquinas y fuerza clc trabajo) y en permitir el consumo de los productos, es tlccir, su compra en el mercado. El sistema contractual (cl contrato de trabajo), y el sistema jurídico (el código eivil y el código penal) bastaban prácticamente para ase' ¡lurar, con la venta de la fuerza de trabajo, esa reproduc' ción de los medios de producción. Resulta evidente que r.'u estas condiciones el espacio era entonces simplemente f'uncional e instrumental. La ciudad tradicional desempeñaba, entre otras, esa función de consumo complementario de la producción. Pero la situación ha cambiado: el sistema de producción capitalista debe defenderse sobre r-rn frente mucho más amplio, más diversificado y más complejo, a saber, la reproducción de las relaciones de ¡rroducción. Esa reproducción de las relaciones de proclucción no coincide ya con la reproducción de los medios de producción; se lleva a cabo a través de lo cotidiano de las cosas, a través de los ocios y de la cultura, a través de la escuela y de la Universidad,a través de las extensiones y proliferaciones de la ciudad antigua, es decir, a través de la totalidad del espacio.

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32 Hcs 128 3

11. Cuarta hipótesis. Del espacio no se puede decir que sea un producto como cualquier otro, un objeto o una suma de objetos, una cosa o urru corecóión á" .;;r, una nercaclería o un conjunto cle mercaderías. No sc quc sea simplcnr"nt" r.,,, instrumento, ¡¡lde.decir cl rnás tmportante de todos los instrumentos, prer.rpri";;^1" el toda. producción y de todo t"i"r"áÁltb. mente vinculado con la reproducción d;;;;r;;r"*r"lde ;"i;;;;;;, (sociales) de produc.io". ü"h" Ji'otras parabras, 'u, esta teoría abarca la tercera-hipótesis, il"uurdo más adelante su análisis y modificándoli .r, .il.iu medida. para comprenderla, se debe tomar como referencia no la producción en el sentido restringido de los _es decir, el proceso de la próa,r..iárr-á"economistas tu, ;;;;;" consumo-, sino la reproducción de las relacione,n ál :; ¿" pü_ ducción. En esta u*pliu u."p.i¿", ái de la producción-implicaría., por tanto, y encerraría ".pu"io en su seno ra finalrjtad a todas ras acti-general, ia orienta.i¿í vidades dentro de Ia sociedu¿ ".*n" nf constituiríar pü€s, una especie de """.upitalista. esqlema en un "rp*i. sentido dinámico que sería común a las actividad", diue.s*";l;, trabajos divididos, a la cotidiur¡¿uJ, . iu, urtár;'; i;; espacios creados por.los arquitectos y io, dría a ser una re]ación y un susteniáculo".Uuri;ñ. V;;: de inherencias en la disociación, de inclusión Iu-""paración. vendría a ser por tanto un espacio "r, á ru v", abstractoconcreto, homogéneo- y_desarticulado, lo q"" reencontrar en la ciudad nueva, en Ia pintuiu, .;-á;ü;;; lu y la arquitectura, así como también !n el saber."r.rrltrr.u Precisemos debidamente y hagamos hincapié sobre este análisis de un espacio homogéieo y desartic'ulad;:; trata de Ia producción en el más-amplio sentido;;i; pál labra: produción de-las ,ela.ionls ,áiiur", y reproducción de determinadas relaciones. E; ;r;;-;"ntido la totalidad del espacio se convierte en el lugur-a" esa reproducción, incluido el espacio urbano, lo. ¿" mr;;;: cios denominados educativos, loi ".!*io, ".iár, A" lu cotiAia"iáa¿, é". Esa reproducción se realiza a través áL esquema rela_ tivo a la sociedad existente que tiene como "" característica

¡'.r'rc'iárl la de ser unida-desunida, disociada v, nantenicnrl, unzl unidad, la de la fuerza dentro de ia fragmental,rr irirr. Ese espacio homogéneo-quebrado, no es t¿n sólo r lr':.¡.racio global de la ordcnación o el espacio parcelario llrlcllritecto y clc los promotores, sino que es tarnbién '1, r I t's¡racio cle las obras de arte, por ejemplo ei del mobla-

r, y del design. Es el esteticismo el que unifica los frag,r('rtos funcionales de un espacio dislocado, realizando de {",1:r suerte sus caracteres homogéneos y quebrados. Ese espacio homogéneo y, sin embargo, dislocado, trorlrdo y, sin embargo, ordenado, desarticulado y, no obsl.ultc,- sujetado, es el espacio en donde el centro se petrilrt ir al propio tiempo que estalla, por ejemplo en los cenIros comerciales, Iugares donde lo monofuncional sisue ,rrr¡rerando pero con un decorado y un esteticismo no firn( r()nales, con simulacros de fiestas y una simulación de lo lrrrlico. Es eI espacio en el que la conexión constreñidora ,,,' lleva a cabo merced a intercambiadores entre las paftes ,lislocadas: el espacio a la vez informe y duramente constrcñidor de las periferias y de los arrabales, donde el Irrrrraquismo, los bidonvilles, Ios barrios de emergencia t ompletan los suburbios residenciales; donde reinan norlrlas que imponen determinados modus vivendi, en tanto (tue se dedica al espacio toda clase de discursos, de inter¡rretaciones, de ideologías y de valores uculturales>, artíslicos, etc. Los lugares de esparcimiento, así como también las nLlevas urbes, están disociados de la producción hasta que lr,rs espacios de esparcimiento aparezcan desligados del trabajo y .,libresn, cuando, de hecho, están vinculados a los sectores del trabajo dentro del consumo organizado, tlentro del consumo estipulado. Esos espacios separados tle la producción, como si en ellos se pudiese olvidar el trabajo productivo, son los lugares de recuperación. Esos lugares a los que todo el mundo se esfuerza en proporcionar un aspecto festivo y de libertad, que se adornan con signos que no tienen a la producción y al trabajo como símbolos significativos, esos lugares, precisamente, es¿án estrechamente relacionados con el trabajo producr

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tivo. Se trata de un ejemplo tÍpico clel espacio a la veu dislocado- y unificado.- Son pr."ir"*"rrte iugares ¿urrJe se reproducen las relaciones de producri¿nl lo q"" oo excluye sino incluye Ia reproclucciln pura y simple cle la fuerza de trabajo. Todr¡ .sto ," p""d" leer cn .;r; ;p;: cios, aun cuando con dificultadj pues el texto V texto están emborronados (como un borrador). to "f "á". que se lee con dificultad se puede concebir claramente si'se parte del concepto del espacio, por una parte desarticula. do y desunidg, y, por otra, organizado y unido nuevamente por el poder. A este espacio, cuyas opropiedades> se sitúan en la articulación de la forma y del contenido, correrpo"á" * Ji.empo que posee idénticas .,propiedaáeso. Ei ü";;;, bien supremo, mercadería supie-u, ," vende y ," .á*p.ra: tiempo para el trabajo, tiempo para el consumo, tiempo para el ocio, tiempo para ciriular, etc. Dicho iie# po se organiza en función del trabajo productivo y de la reproducción de las relaciones de práducción dentrt de la cotidianidad. El tiempo nperdidol no lo es para toao mundo, pues cuesta muy caro. El supuesto utiempo libreo "i es únicamente tiempo incomplero y mantenido iomo tal en la coyuntura general. poi lo q,r" ," refiere ;i;;p" perdido inexorableme_nte, en transportes y formalidadls, "l ya qué de forma está rigado dé manera disro-sabemos cada al tiempo dedicado al trabaio. - El tiempo homogén_eo en tanto que tiempo manipula_ do, organizado en estadísticas bien definidas^er, tiempo, dislocado, incomplexo, tiempo de trabajo, "i;;;; ti""ip; denominado libre, tiempó perdido iin p.ou".hó,'etc. Para- comprender ese esquema del- tiempo y d"l pacio, debe uno remitirse al capítulo po.o corrocido "r_ de Marx que se halla al final de su obra-El Capital, y que tiene por título: ..La fórmula trinitaria>. En ese .ó*pfi_cado capÍtulo, Marx explica la sociedad b.rrgrr"ru, u lu_ ber, la conjunción-disyunción de sus elementJs. necordemos rápidamente los térmlnos del análisis; existen, den_ tro de la sociedad en funciones, es decir, dentro de Iá producción y la reproducción de las relaciones:

l. El capital y el beneficio del patrono, es decir, de l.r lrurguesía. 2. La propiedad del suelo con las múltiples rentas {¡ue proporcionan el subsuelo, el agua, el terreno edificark¡, etc.

3. El trabajo con el salario correspondiente que va ir parar a manos de la clase obrera. Esos tres elementos unidos en la sociedad en funciorrcs están representados como separados, y su separación ticne un sentido objetivo puesto que cada grupo parece rccibir una parte determinada de la global de la sociedad. Existe, pues, apariencia enajenada de las relat iones sociales, apariencia que desempeña un papel urealn. lis el espejismo de la separación en el seno de una unidad, la de la dominación, del poder económico y político de la burguesÍa. La separación es, a la par, falsa y verdadera. Los elernentos que figuran separados tienen tendencia en asernejarse a fuentes distintas de la riqueza y de la producr:ión cuando, de hecho, es únicamente debido a su acción r.:omún que se produce dicha riqueza. En tanto que fuentcs distintas de la riqueza social, parecen recibir la parte qtre les corresponde de la (rentaD nacional, lo que disirnula el hecho de que la riqueza social coincide con la plusvalía global. Ese capítulo decisivo de EI Capital puede cncontrarse en el libro III, sección 7, capítulo 48. En esta hipótesis, la ideología coincide con la prácti ca: la separación que reina en el seno de la sociedad burguesa. La ideología consiste en aceptar la disociación y en considerarla como real. Se abandona entonces la idea cle unidad concreta que constituye la sociedad burguesa, y se acepta el espejismo que ésta le sustituye (a la plus. valía global, la teoría de la renta nacional y de sus diversas fuentes). Una vez que se ha admitido el esquema unido-desunido ctrue caracteriza la práctica de la sociedad burguesa, se puede aseverar no importa qué cosa. ¿La ideología? Es mera palabrería que se aparta por completo de los otemaso. Nuestra hipótesis sobre el espacio unido-desunido se

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relaciona, pues, directamente con el esquema tripartito utilitario de la sociedad capitalista según Marx. Esta hi. pótesis se sitúa entre aquélla de la falsa conciencia que excluye la ideología, y aquélla de la ideologÍa que im. plica interpenetración de lo verdadero y de lo falso, y que excluye la falsa conciencia. Hay, pues, una praxis: las separaciones sostenidas, mantenidas, por tanto representadas a través de la acción que mantiene hasta en su disociación los elementos de la sociedad. Esa acción es precisamente el esquema del espacio, esquema generador ligado a una praxis, a una realidad y a una verdad dentro de los límites de esa sociedad. Dicho esquema es, por tanto, ideología ligada a un cierto conocimiento dentro de los límites de una práctica social. Dicha representación es, a la vez, aparente, puesto que los elementos que disocia están ligados entre sí, y real, puesto que los elementos que mantiene están disociados. Da lugar a discursos más o menos aberrantes cuya relación con el conocimiento o el error varía según si se toma como referencia la praxis burguesa (separación y disociación) o cualquier otra praxis admisible. El espacio arquitectónico y urbanístico, en su condición de espacio, ofrece esa doble faceta: desarticulado e, incluso, desmenuzado bajo la coherencia ficticia de la mirada, espacio de constreñimientos y de normas dispersas. Posee ese carácter paradógico que tratamos de definir aquí: unido y desunido. Es de esta manera que a la vez se ve dominado (por la técnica) y no es apropiado (para su utilización). El espacio es inmediato y mediato, es decir, que pertenece a un cierto orden cercano, el orden de la adyacencia, y a un orden más alejado, la sociedad, el Estado. El orden cercano y el ordcn más aleiado no tienen más que una coherencia aparente que no impide para nada la desarticulación. Este cspacio depende de interc'scs clivergentes y de grupos diversos los cuales, sin embargo, hallan una cierta afinidad común dentro del Estado. Depende de una oferta y de una demanda quc pueden no conservar rclación alguna entre ellas y que, no obstante, tienen un mismo de38

r,,rrrinador común bajo el influjo de tal o cual interés. I'r¡r'lo que se refiere a la división del trabajo entre aquellos que intervienen en el espacio, a saber, el arquitecto, r'l ¡rromotor, el urbanista, el contratista, etc., esa división ,1,'l trabajo lleva a cabo esa mezcla de unificación cons' trcirida y de desarticulación que tratamos de analizat. Sc podría bien demostrar que el espacio de la pintu,., y de la escultura es precisamente ese espacio desgarrarl,r. troceado y, sin embargo, determinado globalmente.

12. Hagamos nuevamente hincapié en el hecho

de

la totalidad del espacio se convierte en el lugar de la rr'¡rroducción de las relaciones de producción. En tiempos pasados, tanto el aire como el agua, la luz r orrro €l calor, eran, directa o indirectamente, atributos ,lt' la naturaleza. Esos valores de utilización han entrado .r l'ormar parte de los valores de intercambio; su utiliza' t irin y su valor de utilización, junto con los placeres nat,,ralés vinculados a la utilización, se van difuminando; ;il propio tiempo que se compran y se venden, se van ha, icndo cada véz más escasos. La naturaleza igaal que el ('spacio, junto con el espacio, se ve a veces destrozada, lragmentada, vendida bajo forma de fragmentos y ocupa.lrr globalmente. Se ve aniquilada como tal y reorganiza,la iiguiendo las exigencias de la sociedad neocapitalista' l,as éxigencias de la reconducción de las relaciones sot iales envuelven de esta guisa la venalidad generalizada .lc la propia naturaleza' La escasez de espacios libres en l,,s zonal industrializadas y urbanizadas ofrece, por dernás, un fuerte contraste con el vacío de los espacios aún rro ocupados, los desiertos terrestres y los espacios,inter¡rlanetarios; por consiguiente, el alto precio alcanzado por i,-,s espacios ocupados y la escasez, cada día mayor, de los cspacios aún por ocupar, constituye un fenómeno ree:iente cuyas consecuencias son cada vez más graves. Dicho espacio, al ser lugar y ámbito de la práctica social en el seno de la sociedad neocapitalista (es decir, cle la reproducción de las relaciones de producciór-r), marca netamente los límites de dicha sociedad. ,¡rrc,

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s8B0$9 Por mucho que los dirigentes políticos, cuya táctica expresa hoy en día las alianzas y compromisos entre el ejército y la tecnocracia, alerten la opinión, formen comisiones y comités de estudios, creen administraciones y ministerios; por mucho que susciten proposiciones; ya pueden movilizarse los expertos, movilizar a los sabios, plantear los problemas del medio ambiente y de la contaminación; ya pueden buscar conscientemente o no a desplazar en esa dirección tanto los objetivos como las luchas políticas; ya pueden presentarlos como siendo simples etapas para alcanzar una realidad de mayor categoría, con el concurso de las ciencias humanas o sin su concurso. Ya pueden pretender que los problemas urbanos, desde ahora mismo, son asunto de todos, o, al contrario, que es a los técnicos y a los tecnócratas a quienes pertenece resolverlos. Hay que comprender que esa sociedad no puede salirse de su espacio, que no puede rebasarlo, aun suponiendo que tal o cual lo proponga. Esta sociedad no puede más que tender hacia la sistematización de ese espacio, es decir, hacia una lógica que jamás puede llevar hasta sus últimos extremos. Se habla de .,producción del espacioo. Esta expresión marca un paso hacia delante en la reflexión arquitectónica y urbanística, rebasando esos sectores y haciendo recaer su peso sobre el conjunto de la sociedad. Significa que no se considera el espacio como un dato a priori, bien sea del pensamiento (Kant), bien sea del mundo (positivismo). Se ve en el espacio el despliegue de una actividad social. Se establece, pues, un distingo entre el espacio social y el espacio geométrico, es decir, mental. A pesar de todo, la expresión no deja de ser ambigua. En efecto, toda socieclad produce (su> espacio o, si se prefiere, toda sociedad produce (un> espacio. ¿Qué ha surgido de nuevo en la sociedad en la que la mantenencia de las relaciones de producción se torna determinante, en la que, sin embargo, las técnicas y las fuerzas productoras han alcanzado un nivel desconcertante? iQué significa la palabra "producir"? ¿Acaso significa ((cosas)), objetos, mercaderías? Hablando en términos marxistas, ¿acaso ese espacio sería 40

la sociedad denominada industrial la (( irpitalista o no) tal como lo sugiere la hipótesis de represen' l¡rlia conciencia? ¿Acaso sería únicamente una t:¡c:ión más cercana que las demás de la práctica? y ese Será por tanto nácesario precisar esos términos ,,,rrcepto: Ia producción del espacio' r¡na superestructura de

Espacio y lógica. Semejante ambigüedad vuelve lógica (plan.r hacer acto de presJn.ia. ¿Dónde se sitúa 1a día- un soren r,,oáa, supuestal impuesta)? Existe loy de lógica. (mal elucidada) ;;,;;H"i;u"rá ¿"'ta noción la "lógica describe i 1,, lu.go de no pocos discursos, se (la epis-temología), ,i"i ,". üvienten, La ulógica del satero 1,,-.lági"u de la ,.rp"tiiu"tt"ia', h "lógica del urbanisf" "i¿gica de lá mercaderíau, la "lógica del Estado" "t"", conel del t'tcétera. Ese abuso fresenta puntos de analogía que impiilógica la sistema (o las sisteiratizacio-nes con o ideológico político' o r:an). ¿Acaso ese abuso es social inconsciencia? la o t*plicado en el discurso ;;;;ril, ' --iÁ"uÁ" tendría el espacio su lógica? Ora el espacio ,f"p!"á" á" ,rrru lógica freexistente, superior yelabsoluta' sistema rruasi teológica; orá es ia lógica personificada' coherencia' la permite cle la"coherencia; ora' finalmente, estrate,,.tto.iru"¿o la lógica de la acción (praxeología o el essobre tesis diferentes gia). Se encuentr;n aquí las i"ái", ort tomado como modelo, ora como instrumento' .rru .o-o mediación. Proposiciones. Al no tenct' el cspacio u1a tOS.i¡1 i1la metodolot"rrru y propia, remite a la lógica formal y a, diversas y actividades las a n"i"t"l. El espacio común "iu impuesto de la sociedad burgueñ;"Ñ;;, socie"t'*utco "tt espacio es un esquema del qrte se sirve esa iu, de fin el con sistema' "r" en clad para intentar ;;nstituirse sr¡s la cohcrencia' ¿En qué forma? Camuflandofonesc "i.á"?ut contradiccio""., irr.lrridJs las-del propio espacio, La e¡desunido' unido pulverizado, v ;;;ü ";, global v de trategia de clases tiata de asegurar la repr-oducción esa través de la totalidad del Ias relacior-r", "="''t"iules existe espacio absoluto' bien no hifátesis,

13.

ñi-^n" "t,a

4l

sea vacío, bien sea lleno, si no es para pensamiento filosófico-marem¿it¡ge. nl'erpalio-Lirrtul el y social es un espacio especÍfico, por tanto cualificado, incluso si no se percata uno de ello. Se trata de una modalidad d;l; ;;_ ducción en una sociedad ¿eter-lrruaa en cuyo seno se manifiestan tanto contradicciones conflictos. "á-o ,E*it1:1, pues, contradiccionei áLl ri disimula y camufla. En dicha sociedad, "rpoiio,-i.rii,r.o .,real, lo :: li. se encuentra al fi¡¿l y no al principio. A este título, engloba lo s-e deja integru. lá, procesos integrado_ .91re res. Engloba Io qi¡s ." d'"¡u "á-o reducir, incluido l. il;;l;;rio. Esta sociedad no obedece u .r.ru lógica; repitámoslo una vez más: tiende hacia ella. Esta sócieáad n" ,;;;.. :"ryl Y" sistema; se esfuerza en sérlo, aunando el cons-

treñimiento y la utiiización de lur-i"pr.r"ntaciones. Las contradiccione-s aA ,on producto de su. forma racional tal como"spaiiálo ," á"rpr""de en las mate_ máticas; son producto del contenidá práctico y social y, más específicamente, del contenido capitalista. Efectiva_ -.J, mente, ese espacio- de- la,sociedad capitalirtu pr"t""J" racional, cuando, de hecho, la prírri"u,está lizado, desmigajado, vendido "npor'pur."tas. Asícomercia_ a la-vez es global y pulveriza¿". pár"." lógico es como y está absurdamente recorúd;. Esas contrádicciones saltan a la vista en el plano institucional. En este plano, se percata y.o. de que Ia burguesía, clase dominante, dispone de un poder sobre-el ;;^;;i-", lugar, a través {ob-le de 13.nloqiedad privada "ríu"i"; d"l ;";1.:;r" ," extiende a la totalidad del-espacio, excepción hecha de los derechos de las colectividades Ert"¿.,-v,-^Jn ,"g.rndo lugar, a .y,dgl través_

de_ la globu¡a_ua, u ,ub".,'á Ia es_ trategia, Ia acción del Estado própi"mente "oro.irrriento, dicho. Existen conflictos inevitables entre esos do, a.pe"tos, y especial_ entre el esFacio abstracto (concebido Ttlt: ;'.;";ó;;i, global y estratégico) y el espaci,o i"l"áiuto, p".;itii", ;i: vido, desmigajado y-vendiáo. E" pr^"r' i"rtii".irir"i, esas contradicciongs se hacen patentis "i entre los planos generales de -orden¿sión y los proy".to, parciales de los negociantes de esp¿sis.

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Reflexiones . sobre la política del esPacio

l(esulta ahora posible echar una mirada retrospectiva ',,,lrle lo que ha siáo dicho y hecho en el transcurso de la rrllima década. Esa mirada retrospectiva permite estal,lt'cer un balance. Por otra parte, hoy en día, en los albo¡,'s de 1970, algo se está fraguando en las altas esferas : rrrr cambio de perspectiva, cambio más o menos real que ,lcbemos tratar de comprender y de aquilatar"' Hasta lr:rce muy poco tiempo imperaba, en materia urbanística, ,'rra teoiía, o más bien una ideología que jamás había ,¡rrcdado completamente expresada. Dicha ideología, sepro¡irin mi punto de vista, podía compendiarse en tres uosiciones:

1. Existe una acción coherente denominada urbanis,¡ro a veces empírica, a menudo aplicando los conceptos ,, los resultados de una ciencia determinada (demografía, ('eonomía política, geografía, etc'), ora teniendo en cuenta rcsultados- y datos interdisciplinarios, pero acercándose rnediante eios diversos procedimientos a una práctica t ientífica y técnica a sernejanza de tal ciencia ya constitui rla, por ejemplo la economía política' t. Eiiste por parte de los urbanistas o de algunos ile ellos, una reflexión metódica sobre esa práctica,,reflexión de orden teórico que apunta implícita o explícitarnente a la constitución de una epistemología, es decir, cle una región del saber que contiene núcleos de saber lclquirido, en resumidas cuentas, lo que designa el térrnino de epistemología. 3. Esta reflexión capaz de elevar hasta el lenguaje *

Conferencia pronunciada en el Instituto de Urbanismo de 1' noPar"ís, el 13 de enero de 1970. 'Espaces et Sociétésn, núm'

viembre de

1970.

,'ii., i{ r:r

¡1

43

teórico y hasta los conceptos la práctica urbanística, esta reflexión teórica consiste en unu'.i"n"iu del espacio,,bi"n sea global (a escala de la totalidad de la sociedad), bien sea local (a escala d.l h"b;;;¡1.' Hablando de manera más general, recordemos

que en el curso de esta última décad"a q,r"Jaba breentendido un poco por doquiár objeto p.. ;;_ tr" "l"*;;il;;_ celencia de la ciencr.u Jrt y no el tiempo. Esp.r:i? del sabcr y saber del9lespacio, ";;;;.; cientificis*o u parejas, a ta icz "ro"_ pr".ro :1.,1Í:1":Iiul -árráll'"" el plano social, dentro de una estructura "i "r general. por

consiguiente, se debía llevar, a través de Iaespacio, Ia práctica y Ia técnica urbanísti.a, "i"".iu ¿"i husta el ,rlvel general del cientificismo. Dicha posrura era imprícita en el caso de numerosos teorizantes-_cite-o, ,irri.uÁ"* te los notables estudios llevados a cabo por Robert Auze. lle y Ionel Schein. Merced a esas .onsiá".a.i.;;;; ;i"';;pacio urbano, otrora integrado bien sea a la utilización espontánea del paraje, bien sea a la cultur" d"t;fá; il sociedad, quedaba apartado del contexto; se producía como un dato, como una dimensión especíd., a" i" .rg"] nización- social; y esto, en primer lugar, en relación con una acción concertada al más alto nlvel, ,"g""áo-l.r_ gar, en relación con necesidades socialeá "" po.,;;iu;; localizables' Tal era.el postrrrado que se o.^"rtuuo uu:á-"i pensamiento urbanístico y la enseñanza. lJn postuiado aun más oculto era el siguiente: Ia objetividad Iu-;;;: rezao del espacio urbanistico, objeto á. .i"".ii v l; ;;; fieren un carácter neutro. El espácio pasaba p"; ;;;;_ nocuo, es decir, apolítico. Este iontinente no existiendo más que por su contenido, no valiendo más que por dicho contenido, dependía, pues-, en tanto que de las matemáticas,. de- la técnica,'y, "b:eii""'V;;;;; u ,o duáarlo, J" una lógica del espacio. La ciencia dei espacio debia pues, a la vez, coronar y contener por sí mismi p"n.*i*iá urbanístico. Ahora bien, ahí ernpezaron a"lsurgir las dificultades. En efecto, si la ciencia es ciencia deirn formal, de una. forma espacial, implica una logístir; "rpu.io ir* 44

¡'llt'able, y Ia ciencia no pocllia consistir más que en unir ,rrrrra de consllcñimientos, ataiiiendo dircct;rmente al con, l,'rrido (¡la gente !). Hn cambio, si dirigimos la vista hacia ' l cstudio de lo cluc vienc a poblar esa form¿r, o hacia l;rs necesidades de la gente, o también hacia sus reivinrlit'nciones, si se orienta la reflexión sobre el contenido y rro sobre la fr¡rma rlc Ia gestión económica, una estrategia diversifrcada. Tien(i Llno Ia impresión de que se quiere diferenciar las fórr¡rulas según el sector, campo, irrdustria, inmobiliario. Fár ilmente se podria ver en el campo fórmulas de reagru¡ración de carácter cuasi socialista, en tanto que en el rt:ctor inmobiliario sería, al contrario, el capital privado r¡rrien se llevaría el gato al agua. La pregunta que plantean el éxito o el fiasco de semeiante política viene a ser, más o menos, la siguiente. I ndudablemente, en la industria se ha constituido Io que Calbraith denomina una tecnoestmctura, es decir, un gru¡ro de técnicos de una gran competencia, capaces de intcrvenir eficazmente en la gestión. En el sector del urbanismo, ¿i se ha constituido acaso, en el transcurso de esta riltima década, una tecnoestructura que se mantendría vi¡¡ente al amparo de la ideología neoliberal?... A fin de cuentas, hemos evocado aquí una suerte de amplia política del espacio, una planificación que conjeturaría el futuro, es decir, Ia desaparición, la destrucción, Ia autodestrucción de la naturaleza, sin ergotizar, sin echarse atrás, sin minimizar los peligros. Semejante política del espacio no procedería simplemente acumulando los constreñimientos ; trataría de aunar la apropiación clel tiempo y del espacio a través de los usuarios, de los individuos y de los grupos. Intentaría aunar dicha apropiación del espacio, al más alto nivel, con la organización socio-económica, teniendo muy en cuenta un factor dejado de lado por los , y de capital importancia, a saber, la cada vez mavor compleiidad de Ia sociedad, el hecho de que la sociedad se torna cada vez más compleia v diversificada. Seqún mi criterio, éste se-

ría el proyecto o el programa de una izquierda que se ocuparía, por fin, de esos problemas. Por supuesto, lo

oue digo cae totalmente dentro de lo utópico, va que esto recabaría no tan sólo una izquierda inteligente, sino también considerables modificaciones tanto económicas como

socio-políticas. Dicho lo cual, traigo a colación una tesis que ya me ha sido dado sostener aquí y en otras ocasiones: hoy en día, más que nunca, no puede haber pensamiento sin utopía. O, entonces, se contenta uno con constatar, ratificar lo que se le presenta bajo los ojos; no va más allá, se queda uno con la mirada clavada en lo real, tal como acostumbra a decirse: se es realista... ¡pero no se piensa ! No hay pensamiento que no explore una posibilidad, que no trate de hallar una orientación. Ahora bien, en cuanto se soslaya el positivismo agobiador que no consiste más que en una falta de pensamiento, pronto se halla uno ante fronteras bastante difíciles de delimitar eutre lo posible y Io imposible. Y, sin embargo, no existe hoy en día, especialmente en el campo qüe nos ocupa, no existe, repito, pensamiento alguno que no esté acompañado de una utopía. Tanto los arquitectos como los urbanistas están plenamente convencidos de ello. En lo tocante al espacio francés, se nos presentan, por demás, como en otros muchos países, tres estratos de fenómenos: en primer lugar, la naturaleza, lo que nos queda de las obras y trabajos de los períodos en que predominaban el campo y la agricultura, es decir,los paisajes, los países, las regiones; luego, un estrato de transformación histórica, en especial durante el período industrial; finalmente, las estrategias actuales que trastocan o que debilitan las producciones anteriores, por lo que respecta al tiempo y al espacio. El resultado, como ya bien sabemos, es del todo contradictorio e incoherente. Es, por un lado, el .

Los términos "sociedad urbanau no pueden aplicarse rr cualquier ciudad o urbe histórica; en la perspectiva asÍ rlcfrnida designan una realidad en formación, en parte r oal y en parte virtual, Io cual significa que la sociedad rrrbana no ha llegado ni muchlsimo menos al final de su l)roceso. Se está fraguando. Esta es una tendencia que t'stá tomando cuerpo y que está llamada a desarrollarse. Esa ambigüedad terminológica habiendo quedado dilucidada, cabe proponer una (periodización" del tiempo lristórico que lo divide en tres eras: la era agraria, la t'ra industrial, la era urbana. Hubo ciudades tanto en Ia t:r'a agraria como en la era industrial. Pero la era urbana sc está iniciando ahora y no hace más que comenzar. Re' ¡ritamos una vez más que la nperiodización, no es absoluta; toda división del tiempo histórico en perÍodos distintos es puramente relativa. Se podria decir, recurriendo l una metáfora de lo más coriente, que lo ourbano" vier¡c a ser un continente que se acaba de descubrir y cuya cxploración se lleva a cabo edificándolo.

3. La ciudad, desde los principios mismos de la era rrgraria, fue una creación humana, la obra por excelencia; su papel histórico es aún mal conocido, especialmente en oriente, y la teoría del modo de producción asiático nos ¡'cserva todavía alguna que otra sorpresa por lo que se lcfiere a la relación entre la ciudad y el campo. En Io tlue concierne al Occidente propiamente dicho, esa relat'ión conflictiva, es decir, dialéctica, es una de las que los lristoriadores menos conocen. En lo tocante a la ciudad cn sí misma, tanto la oriental, como la de la Antigüedad, lir del Medioevo, etc., se han propuesto una extensa serie tlc conceptos. es un objeto espacial que ocupa un Iugar y una situación y que debe, por consiguiente, ser t'studiado en tanto que objeto a través de diferentes téc-

a) La ciudad

rricas y métodos: económicos, políticos, demográficos, etc.

(lomo tal, la ciudad ocupa un espacio especÍfico totalrnente distinto del espacio rural. La relación entre esos

ó5 64 rrcs 128

5

espacios depende de las relaciones de producción, es de. cir, del sistema de producción y, a trivés de éste, de Ia división del trabajo en el seno áe la sociedacl. b) Desde este punto de vista, la ciudad viene a ser. una transición entre un orclen próximo y un orden lejano- El orden próximo es el de la campiña circund.ante que la ciudad domina, organiza, explota, éxtorcándole osobretrabajoo. El orden lejano es d" lá sociedad tomad4 "f capitalista, etc.). En en su conjunto (esclavista, feudal, tanto que transición, la ciudad es también el lugar don,de se manifiestan las contradicciones de la socieáad con" siderada, por ejemplo, las existentes entre el poder poli tico y los diferentes grupos sobre los que se ásienta ese poder. c) La ciudad es una obra en el sentido de una obra de arte. El espacio no está únicamente organizado e instituido, sino que también está modelado, configurado por tal o cual grupo de acuerdo con sus exigenciis, su ét:ica y su estética, es decir, su ideologÍa. La monumentalidad representa un aspecto esencial de la ciudad en tanto que obra, pero el horario que siguen los miembros de la iolectividad urbana no reüste un aspecto de menor importancia. La ciudad como obra debe ser estudiada bajo esa doble faceta: edificios de toda índole y horario que implican en la vida de los habitantes de las ciudadés v de todos los ciudadanos en general. De ahí se desprende que en la ciudad antigua las costumbres y el valor de costumbres caracterizan aún el horario. En las formas tradicionales de la ciudad, el intercambio y el valor de intercambio no han roto todavía todos los moldes ni barrido todos los usos y costumbres. Es, miradas en este sentido, que las ciudades antiguas son y siguen siendo obras y no productos.

4. La violenta dispersión de la ciudad tradicional constituye un fenómeno que salta a la vista, pero cuyo sentido no resulta nada evidente. Se hace neiesario el averiguarlo. Las interpretaciones dadas a este hecho han 66

.,ido y siguen siendo. todavía múltiples. l_Inos piensan que lray que hacer prevalecer la oanticiudado sobre la ciudld, y clue la modernidad se define a través de la uno ciudad" (¡r, a indicar un camino intermedio, a jalonar ese camino de componendas. Hecho notable: asestan preferentemente sus gol' pes a las uderechaso; los más fuertes de ellos van dirigidos a los uoportunistas>, Lassalle y Proudhon, y contra las brillantes fórmulas, aparentemente "izquierdistas> con las que enmascaran sus concesiones a la sociedad existente.

En las condiciones en las que se hallaba la Alemania 1872, resultaba irrisorio y ridículo el presentar como revolucionario el proyecto de abolir el alquiler o de construir alojamientos para obreros con la ayuda del Estaclo. Semejantes proyectos, tanto para Engels como para Marx, servían directamente la causa del Estado bismarckiano y la perpetuación de las relaciones sociales capitalistas. de la vivienda que afecta a los trabajadores y a "La c.isis pequeña burguesía de nuestras grandes urbes parte de la modernas, es uno de los incontables males de importancia menor y secundaria, consecuencia del actual sistema de producción capitalista. No es en forma alguna conse-

de

cuencia directa de la explotación de los trabajadores' en su condición de tales, por parte del capitalismo' Esa exrevolución social rrtiu"iá" es el mal fundamental que Iaproducción capita' de sistema el eliminando abolir, luiere Entanto' tirtu' 1p. 26, éd'. oClassiques du marxismeo)' Por exisha demuestra qué, por una parte, siempre g"ii .,crisis de la vivlendao para los oprimidos y los exíido "üt plotados Y, Por otra, que dicha cuestión de la vivienda loio po¿iá'r^esolver a tiav¿s de la burguesía; es del todo lnadririsible el considerarla como esencial' Para Friedrich Engels, la cuestión de la vivienda no cs más que un aspect; accesorio de un problema central' eI de lai relacioñes entre la ciudad y el campo o más bien el de la exacerbación de su enfrentamiento. Aquellos para obreros áu" p.opo"en la construcción de viviendas de ma' a resolver v-"f i"a¿ttelas, no tan sólo se limitan transforla mediante nera ficticia lá .,cuestión socialo mación de los trabajadores en capitalistas, sino que propo""" introducir el i. Resulta tanto más interesante el escuchar a Engels cuando defiende la urbanidad mediante la herencia cultural transmitida históricamente y digna de ser conservada (cl. p. 35). Cuando, de hecho, ojamiís han existido seres tan burdos y mal educados como nuestros burgue' ses de hoy en díal. Por lo que se refiere a é1, Engels se da por satisfecho si ha podido demostrar "qYe la producción en nuestra sociedad moderna es lo suficientemente amplia como para que todos sus miembros di-spongan del suficiente sustento y pata que existan los suficientes alojamientos para ofrecer, de foryna provisional, un cobijo Lspacioso y sano a las masas obreras' (p- 120). Pasemos a estudiar ahora eI Anti-Di¡hring (1878), la obra magistral por excelencia, eI compendio y la enciclo' pedia, la referencia perenne, el Libro Santo y la Vulgata, ia fuente inagotable de las citas, etc. Dicho en otras paIabras: la obra más controvertida, la más vilipendiada, pero también la más leída y comentada de la literatura marxista junto con Materialismo y empiriocriticismo de Lenin. Los integristas del marxismo, los dogmáticos, hacen obstinadamente hincapié en la coherencia del sistema. En efecto, transforma la teoría marxista o ', aun cuando la civilización nos haya legado con las grandes urbes una herencia que requerirá mucho tiempo y esfuerzo eliminar. El concepto infantil, la utopía abstracta y baladí, es aquella segun la cual la sociedad podría llegar a tomár poiesión dél conjunto de los medios de producción, uiin abolir la antigua división del trabajo>' Hipó' tesis que Engels atribuye a Dühring y a su socialismo pru' siano,-a p"tit de su apología de la üolencia revoluciona' ria. óuhring no ve nada mejor para el futuro que Ia repartición dé las poblaciones urbanas según las técnicas ^para alcanru, ,rttá mejor explotación de las materias primas, en resumen, según las unecesidades sociales" (cf' pp. í3ó, *7 y alz). ¿Di qué sociedad? Por descontado, de iá qn"'existé: del sistema de producción capitalista'Friedrich Engels, para luchar contra ese intranquilizador reformismo de (audaz) fraseología, recurre a su mentor y arma secreta: Fourier. A este respecto, y de paso, subiayemos una vez más hasta qué punto el dogmatismo llegó a falsear el pensamiento engelsiano, al igual que el te Marx, relegando a un segundo plano a los socialistas franceses, él utopismo, y, especialmente, a Fourier' Para Engels, ówen y-Fouriei son complemen-tarios' El la gran industria y el- francés.la inglés tióne en "rreniu *iltipti"idad de los aspectos de la vida, trabajo y disfrute: ol-os utopistas sabían ya perfectamente a qué atenerse con respecto a los efectos de la división del trabajo" (id.. p. 3¡i). Sobre ese punto de capital importancia lxiste cdmpleta concordanCia de pareceres entre Engels y Marx. LJ revolución no se define mediante la eliminad" la burguesla en tanto que clase política, sino yen"iót do más allá de las relaciones socio-económicas que constituyen el armazón de la sociedad burguesa. La separación

de la ciudad del campo forma parte de ese ir más allá. El proyecto revolucionario, eI de ese ir más allá general,lleva al primer plano ese ir más allá parcial; de esta suerte, deja de ser una categoría histórica, rebasada ya ella misrna. Para salir del callejón sin salida capitalista, para acabar con la prioridad de lo económico, se presenta un camino y tan sólo uno: superar la división del trabajo. ul.a supresión de la oposición de la ciudad y del campo es solicitada por Fourier y por Owen como siendo la principal y fundamental condición para la supresión de la antañona división del trabajo en general" (id. p.332). Si bien los grandes precursores eran meros utopistas, esto no signif ica Ia insustancialidad de sus ideas; ni muchísimo menos; ese término de utopista quiere decir, sencillamente, que la realización del proyecto revolucionario no era aún

factible. Ahora bien, la gran industria proporciona esas condiciones, al propio tiempo que eleva de la mismísima reflexión episte)í.iJei"ul ¿Ieitro f,s la Teproducción de las relaciones de aceptaba ¡,ro,d.ícci4n de la sociedad existente. Cada sabio insería se reproducción, ial o cual dato parcial de dicha

3.

cn ella, contribu?a a ella. Especialmente el economista, sin olvidaí los sociólogos desde Max Weber y Durkheim' Por su parte, la economía política conlel]ía una ideología-e, in-

;1";;; lá iáeotoeia principal de {ic}ro período: productiuir*ó, teoría dJl ciecimiento indefinido dentro del mar' .o .o"iopolítico del capitalismo, modelos de crecimiento al capitalismo de Estado y a la política de

"¿uptu¿dt las brganizacionés nacionales (desde hace poco: internacionalés). La crisis, vista baio ese-dngulo, sig-nifica que.la ve la luz üriáií"¡¿n de ias relaciónes de producción ,\iI dia, se rev€la cotno tal. Lo que viene a significar que el saber se reconstituye sobre nuevas bases' Y ya a través de la crítica raücal de las ciencias existentes, de su ,l"ei-"oit;ibución a la reproducción de las relaciones de producción... Esos fracasos de los economistas, contemplados de cerca, indican aún mejor su significado' De hecho' los economistas han confundido la economla política en tany la política económica en tanto que prác;;;;;úcia

4.

95

94

tica, técnlca, actos de poder. Sus umodelizacionesu han

sido destinaáas, cada vez rnás conscientemente, cada vez con un refinamiento mejor ela-boracio, a servir el po-der estatal, a definir su finalidad (aparente)' Así es corno han asociado el productivisrno y la hipÓtesis del crecirnrento índefinido cán h acción clel poder llarnado público (el de las fuerzas , las tendencias de los consumidores). Ahora bien, no podía constituirse en ciencia de la protlucción, pues las relaciones de producción son ajenas a su campo de acción, así como también las autorregulaciones (espontáneas, ciegas) del sistema de producción capitalista. En este punto vuelve uno a encontrarse con la idea directriz de Marx: el conocimiento científico de la sociedad existente coincide con la crítica de dicha sociedad, con la refutación de sus ideologías, con el análisis cohercnte de sus contradicciones. Sin embargo, esta idea, hoy en día, no puede volver a enfocarse tal cual, puesto que existe una práctica de Ia ¡troducción (que ha permitido a la uproduccióno capitaIista, a las .,empresas) alcanzar una eficacia real, dominando en cierta medida los efectos de los azares y de las lluctuaciones). Por otra parte, la vulnerabilidad del capitalismo a escala mundial, a nivel de la rivalidad de los capitales entre sí, del papel desempeñado por el oro, de la constitución de una tasa de interés medio planetario, sigue siendo importante y mal conocida, ¡incluso por parte de los econ, ,irunt", áel..espacio produc' Ia a referentes interrogantes de ;ü;;t";ü IiO.t a"l espacio y a sus contradicciones i'nternas-externas' mismísimos upromotores> remiten a algo ¡,rt "t""ro,-los las fuerzás- productoras' de las que -á, r U. técnicas, üsponen Y son amos ocasionales'

de

üt

La lucha contra la obsolescencia demasiado lenta las lrreltas de los productos, contra la ralentización de de crédito inmobilia' ;;d;t a-l-capital,'"á"liu los riesgos anteriormen' ;;;;;áu^t,rgut a las prácticas y técnicas que esas prácti' l" ,rr"rróionada-s. Es digno deporsubrayar ejemplo hasta construc.ár p""¿"" Ilegar muy iejos, tanto las unas ;i"";t y destrüccionei toialminte inútiles' en el centro mismo ;;;" Iás otras. Y esto, especialmente que en París)' de las ciudades (";Ñ;;t; York aun más se torna frei;;;;;;rión en'bienes muebles del espacio pro' espacios los impulsa a la autodestrucción de pu-eno capital " La inversión desencadenada- del "J,i* ducidos. ia ralentización y se ve abocada a buscar sin il;;;r* O bien' compen' tregua terrenos, territorios, nuevas zonas'

7.

saciones.

dicho' En este punto también, la estrategia o'- mejor siencomo revelan lut ilit"i"eiit á" la clase dbminante se do peligrosas, est;nd; Ilenas de riesgos' ,$ly::lt-.L" momentapátiUi""V el iuturo, sometiéndolos a intereses ireos, intereses a corto Plazo'

ry. 1.

Hacia la economla política del espacio

La crftica de la economía política, en Mam, no

se

limita a unas pocas observaciones despreciativas; los .clásicos>, con Smith y Ricardo en primera fila, han in-

tentado un análisis teórico (científico) de la ubaseo de la sociedad burguesa; no han ido hasta el final de su intento; sus sucesores han rebajado el nivel del pensamiento hasta la apología de la sociedad existente, hasta la ideología disfrazada de ciencia. Marx ha ido aun más lejos en dicha crítica. La economía política, tal como se constituye en el marco de la sociedad existente, reviste una honda significación. Si existiese abundancia de bienes, no habría economía política. Deseando ser estudio objetivo del consumo, o de las necesidades, incluso de la producción, la economía política no es jamás análisis de la producción, pues eso llevaría a los economistas a concebir las condiciones de la abundancia en otro tipo de sociedad. Según Marx, los economistas son los hombres de la penuria; estudian raridades (relativas, por supuesto): los .,bieneso. Contri' buyen a la repartición de dicha penuria; su seudociencia abarca un conocimiento concreto, que interesa los bienes raros, momentánea o duraderamente; es el conocimiento, mal elaborado aun cuando útil, de las insuficiencias de la producción, de sus limitaciones. La economía es política en ese sentido, que permite a los hombres de Estado repartir las penurias, de forma y manera que dicha udistribución' se lleve a cabo al amparo de los antifaces de la justicia, de la igualdad, de la libertad, e, incluso, de la fraternidad. De esta guisa, los economistas, voluntariamente o no, conscientemente o no, completan los efectos espontáneos y ciegos de la ley dei valor: la repartición (en el espacio) de Ias fuerzas procluctoras aún limitadas en el seno de la sociedad (burguesa, capitalista). La gestión tiende aI crecimiento, pero bajo el control de la burguesía, disimulando las facetas negativas de la situación, haciéndolas aparecer como positivas y constructivas. De cualquier forma, los bienes abundantes 103

102

sin que no están supeditados a la economía: se les utiliza en el Dosean ni valor a. t*Lq"" ni *valor" de utilización' tuz' ra aire' ;;;;tJ;^;#;; á. la ialabra: el agua, el el espacio. los Ahora bien, ¿qué ha sucedido de nuevo desde de fundamental tieÁpos en que Uat" escribla su crítica enEsto' en día? política? ¿Qué ocurre hoy iu raros otras -u"hua cosas: los bienes que otrora eran tre"ó"o*ía abunque eran y los i" *Ju"" cada vezmás abundantes éste un prodantes empiezan a escasear' No deja de ser El pan' que' irreversible' e ;;; "" mircha, pero poderoso y países podeterminados ár, nntopu y en iiertás épocas ti*uolo áel alimento v de bien precioso.(".d1;;;;;; esa calidad' nos eI pan nuestro J. tu¿u díaoj, ha perdido en los agrícolas' productos Los o oráoi"¿ud: la raridad' superabun' o abundantes vuelven se ;#;;;;;.üá;t, a veces á;;t* (es decir, en estado de superproducción' destruccioalmacenamientos' : iul""r",'u-""c", d""lutado a escala *t-. átl.ndidas o no)' Esta situ,ación evidente centenares de sufrimiento al mundial no aporta solución viven en los países á"-*itton". á" ,",", humanos quesufren de hambre en á""á*i""¿ás usubdesarrollados,; humbres específi'cas-(proteínas' etc')' La es;;;;f;; que explica la reconcasez persiste en aquelloi países' Lo problemas que tienen á;;¿" de un cieito número depolítica y que "clásicau relación directa con la economía Perroux' hallar en la notable obra de FranEois ;;;;t empieSimultáneamente, los bienes antaño abundantesEl agua, por supuesto. zan aescasear. De iorma desigual, es preciso racionarla; lugáres' muchos plt 1,, ":"Áplo.suoterráneas se van agotando' el manto freálas reservas aparenteti"o tt:.; o bien igualmente, las aguas' inclusolugares del algunos i" lo"tu*ittutt' En á""üi¡ilrt"gi¿u., "preciso producir agua sometiendo a trata' .s ;i;;;d mar. En nuestras latitudes, el agua se ffi;;;i;ó;á" ripl¿u*""te en un producto industrial (asuas ;;;;; ti: minerales, aguas de mesa) debido. a su: naturales va no son ;ñ;;;;.*ionadas por los medios

2.

iil"::i:

aptas para su consumo. Muy cercanos estamos del mornento en que el aire será fihrado encima de los núcleos de poblacién, alrededor de las ciudades. De hecho, ya cxisie un producto industrial que es oel aire acondicionadoo. Lo mismo ocurre con la luz. Esos bienes, cada día obligados a producir' que pase -Br" nos veremos mayormente proporciones, Ias fu' fenómeno de incalculables ür. turas raridades, es aún muy poco conocido. Fenómenos importantes, aun cuando superficiales (polución, deterio' r.u.-iór, del .,entorn6o y de la naturaleza) ocultan modificaciones futuras aún de mayor alcance. Los uelementos> pierden su naturaleza.

3. Los uelementos)), con sus envolturas espaciales,

cobran, pues, valor (de intercambio y de utilización)' Entran en los circuitos de los trueques: producción-repartición-distribución. Forman parte de las riquezas del país y, consecuentemente, conciernen a la economía po-lítica' lhoru bien, ya no se trata de la economía política cldsica, la que se oóupaba de los a través de la conitrucción sobre zampas y pilares (Le Corbusier)' Pero, aI propio tiempo, se da al volumen el mismo trato que a una superficie, como un apilamiento de "planosn, sin tener en cuenta para nada el tiempo' Las "necesidadeso, de las que se habla mucho, tienen que pasar baJo ese yugo del espacio; de hecho, son sus productos en se-

grrtráo grado, mucho más que sus razones de ser' La o atractivo (que psicológicas-, imágenes aquí tiría introducir "marginalis' mosu) 1o que desámpeña el papel principal' El consumo áLi-"ápu"ió difiere dé1 consumo de-lus cosas, no tan sólo pot .,, dimensión y cantidad,- sino también por caracteies específicos. De hecho, el tiempo entra ahora en esce' u"^" cuando el espacio a la par programado y fragmen' "u, tienda a eliminárlo. Se compra un horario' es decir' a ááo y un li i.z un ahorro de tiempo (distancia corta o larga) quie' ptu""t. El espacio envuelve el tiempo' Por mucho,que ia omitirse Este, no se deja domeñar' A través del espacio' ptodú"" y reproduce es un tiempo social'

6.

i; il; ;

La teoría según Ia cual el intercambio suplanta ia utilización hasta absorberla no se basa más que sobre ei cxamen de un sector muy reducido de la producción, ia clc objetos para el consumo (sobre todo los coches y los rnuebles, así como también en menor medida, la vestimenta y la alimentación) en los que los signos y significaciones han ido adquiriendo una importancia cada vez más acrecentada. ¿Signos de qué? De prestigio, de situación social, de diferencias en el seno de la sociedad burguesa. ¿Signos para quién? Para la fracción de las clases meclias, denominadas superiores, que practica el consumo ostentativo, que gusta de admirarse y de hacerse admirar, que cree imitar a Ia alta burguesía y que es imitada por parte de las clases menos oacomodadasr'. Esos estratos poseen una influencia y una realidad socio-económicas incuestionables, pero el estudio de sus costumbres y de sus instituciones específicas no puede generalizarse más que en nombre de un espíritu de sistema que va más allá del conocimiento. A resultas del estudio de un sector, Jean Baudrillard (cf , Pour une critique de l'économie politique du signe, Gallimard, lg72,recopilación de artículos pubiicados con anterioridad) llega a conclusiones de tipo general, según el procedimiento de los sistemas (reducciónextrapolación). Procedimiento gue, por añaüdura, propone sustituir una lógica (social o de cualquier otro tipo) al pensamiento dialéctico, liquidando éste. Salta a la vista que los demás sectores, especialmente la producción de la industria pesada y la de los "objetos> de tipo superior (cohetes, misiles, etc...) no entran dentro de dicha racio' nalización. La mismo sucede con la economía política del espacio. Con respecto a ésta, la (economía política del signor, cuando se guiere considerar como general y dog' mática, no presenta más que una desviación. Apenas menos gravosa gue la plomífera sistematización intentada por la escuela estructural-funcional-marxista (L. Althus' ser) acerca del usistema de producciónrr, zanjado por mediación suya. No existe más que una clase de lógica, la lógica formal. La "lógica de clase" no existe; no hay más que estrategias, llevadas a la práctica con más o menos 111

110

lr I

'l,rl

, ! -para "q"ili signos' de-los espacio Uát üi"" la fórrrula--el "o :91 I"tlbb::?,tillb-t" pi"tot"t"i rnás que el aspecto -visible, y cte realloacres bleu, lor tanto risible- de operaciones rigor y fortuna. Los signos del

espacio

muchó más dilatadas Y dramáticas' se vuelven Valor de intercamUi" y uutot de utilización que ya no a encontrar dentro de una relación dialéctica polar "clásicao ana' ;"i;;id. con la relación de oposición por Marx en ú;;;;";s*itrt v Ricardo, v, sobre todo' se torna relación i* ptiL"tas páginas de Et Capital',La el esen se sitúan dll valor ;r:;pleja, tós áL. potor del correlatiy de su centro la pacio. La forma "tpá"iáf, La referencia al tra' papel' ¿d;p;l".un í;:iln"lir".i', de producción' costes ;;i;;;i;l i*á¿i.1,-"i decir,. a- lós razón del carácter persiste pero va pétai"ttao iigid"t-"t' qu9 el volumen de hecho especulativo que pioui"tt" del de depende cual el suelo' construido ,iglr" uitt""iuáo ut basta ya no competitivo un . El elemento(valor-es' (a la de "verdad para ajustar Ios p*"i"t fos " desaparehaya efi'cacia su io, pté"iotu) sin que por ello del suelo' por ende' del cido por compt"tol}l-monopolio monopoliespacio, suma t"t;l;;;; a i"s det capitalismo tal' ,ido, "tt tn condición de se Lo que ." pugu, tanto ventajas como desventajas' refiere a las rentís lJe sit"acián' de equipamien':J ^17 d:l t:."1:' J"p""¿u" a"l"t'"io v de. ia. propiedad. lnsu el precio del suelo' ni con ;;;;üinciden ni con Por añadiduterés, ni con int"tZs á"t "ápit"t prestador' puede' "t v"ij-"^il: adqulrido *"n ;;,; "iiritu"i¿" ¿"iuott cargarse de estricta' monetaria ;iift;-i;-"uuttifi"ución tal guisa que el tig"rn""*.""t d" i;á;; semántico' Decon respecto a los insignificante espacio se torna y simbolismos. .(naturales' estéticos' re' á"Iü"át "imbolos";;;¿; (superobjeto) con ligiosos o morales)', y- iip"rttgnit'icante semiológicos de los obje;'5i;;;."i'i".-""éi';t aspectosproducidos extensión ;;;: El t""tido de iot "tp*l"S tel espacio-la a la vez es a iá-to'uu¿ud á"1 el "supersignificanteu' El ""piürismo ó" ;;td;;;;; je' "rtr, "rnurotlih". u"aUu por definirse en términos valor de utilización

;;;il

larquizados: ventajas, capacidad de poderío y de relaciones con el poder, ámbitos y lugares más o menos prestigiosos. No por ello dicho valor va a desaparecer. Nuevas

contradicciones surgerr: entre centralización y periferia. [ntre lo que está en estrecha relación con un poder y lo (lue se escapa al influjo de éste, entre los azares de la utilización y las necesidades del intercambio, etc... Y todo cllo, dentro del marco controlable y controlado de la perruria de espacio, en parte ficticia. Si bien la extensión y la raridad del espacio pueden figurar en el seno de una rnisma estrategia, también es posible que puedan entrar cn conflicto entre sí.

7. La economía política del espacio es, de hecho, una cconomía que implica una política, a saber, una estrategia o varias estrategias. No se halla aún más que en sus inicios tanto teóricos como prácticos; pero la práctica, aquí como en otros muchos sitios y cosas, se adelanta a la teoría. Nada más normal que esto: así es como la teoría y los conceptos posen un contenido y se verifican a sí mismos (¡es decir, que legitiman su contenido y su alcance crítico !). Dicha economía política del espacio se distingue aún mal críticos incluidos- de .,la economía ur-conceptos bana". Ésta no representa más que un caso de la economía clásica y de la política económica tradicional. Estudia, sabido es, diversas cuestiones cuyos lazos de unión escapan a su control: costes, transportes, bienes de equipo, ctc... Esfudios a menudo objetivos y válidos, pero que no Iogran traspasar el umbral que separa una ciencia en pleno retroceso de un conocimiento renovado de continuo. La economía política del espacio parece expresándolo con las preocupaciones que son de rigor, destinada a desarro. llarse. ¿Permitirá intervenir? ¿Proporcionará acaso conceptos ooperatoriosn? Con toda seguridad. Lo que hace doble el interrogante ya presente y acuciante: es uoa entidad socio-polítrca abstracta. Creen conocer a fondo eI con' cepto de dicha entidad, cuando, de hecho, no poseen de ella más que una mera representación. Para dar una cumplida respuesta a dicha pregunta si es que desea uno contestarla, nada mejor que las investigaciones