El libro de protocolo del primer notario indígena (Cuzco, siglo XVI): cuestiones filológicas, discursivas y de contacto de lenguas 9783964563880

Transcripción de lo que queda de los documentos inéditos del libro de protocolo de Pedro Quispe, el primer escribano de

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El libro de protocolo del primer notario indígena (Cuzco, siglo XVI): cuestiones filológicas, discursivas y de contacto de lenguas
 9783964563880

Table of contents :
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS
PRIMERA PARTE
I. Introducción
II. El Cuzco del siglo xvi: contexto sociocultural
III. El libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano público de cabildo indígena
IV. La carta de testamento: un tipo textual
V. Rastros de la temprana configuración de la variedad andina del castellano en el libro de protocolo de Pedro Quispe
BIBLIOGRAFÍA
SEGUNDA PARTE
I. Descripción del corpus documental
II. Criterios de transcripción
III. Transcripción de libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano público de cabildo de indios de la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación, del Hospital de Naturales y escribano del juzgado de naturales
IV. Anexo: cartas de testamento del escribano público de cabildo, Pedro de la Carrera Ron
LÁMINAS

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Rosario Navarro Gala £1 libro de protocolo del primer notario indígena (Cuzco, siglo xvi) Cuestiones filológicas, discursivas y de contacto de lenguas

Textos y Documentos Españoles y Americanos Vol. 9 Directores: José Jesús de Bustos Tovar, Universidad Complutense de Madrid Rafael Cano Aguilar, Universidad de Sevilla Concepción Company Company, Universidad Nacional Autónoma de México Wulf Oesterreicher, Universität München f Roland Schmidt-Riese, Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt

Rosario Navarro Gala

El libro de protocolo del primer notario indígena (Cuzco, siglo xvi) Cuestiones filológicas, discursivas y de contacto de lenguas

Iberoamericana - Vervuert - 2015

"El presente libro se publica dentro del Proyecto de Investigación I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad "Intertextualidad y Crónica de Indias: variedad discursiva de la escritura virreinal americana" (FFI2012-37235FILC))

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)

Derechos reservados © Iberoamericana, 2015 Amor de Dios, 1 - E-28014 Madrid Tel.:+34 91 429 35 22 Fax:+34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2015 Elisabethenstr. 3-9 - D-60594 Frankfurt am Main Tel.:+49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-875-7 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-415-6 (Vervuert) Depósito Legal: M-19393-2015 Diseño de cubierta: Carlos Zamora Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

A la memoria de los naturales cuzqueños que dieron vida a la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación

A la memoria de Germán de Granda

A la memoria de Juan, Paco y Pepita

ÍNDICE

Agradecimientos

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PRIMERA PARTE

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I. II.

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Introducción El Cuzco del siglo xvi: contexto sociocultural 2.1. El Cuzco incaico: algunos aspectos relacionados con su origen y distribución urbana 2.2. El Cuzco colonial 2.2.1. El acta de fundación del Cuzco 2.2.2. El reparto de la ciudad por los españoles 2.2.3. Las parroquias o barrios indígenas 2.2.3.1. El virrey marqués de Cañete y las parroquias de naturales cuzqueñas 2.2.3.2. El virrey don Francisco de Toledo y las parroquias de naturales cuzqueñas 2.2.3.3. La parroquia de Nuestra Señora de la Purificación en el Cuzco 2.2.3.4. Las cofradías indígenas 2.2.4. El Hospital de naturales de la ciudad de Cuzco 2.2.5. El Cabildo de indios 2.3. Tradición discursiva forense y escribanos públicos indígenas.... 2.3.1. Ars dictaminis y ars notariae 2.3.2. Escribanos públicos indígenas

III. El libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano público de cabildo indígena 3.1. Introducción 3.2. Pruebas de la existencia del libro de protocolo de Pedro Quispe 3.3. Documentos entre la distancia y la inmediatez comunicativa....

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3.3.1. Documentos que incluyen algunos rasgos de la inmediatez comunicativa 3.3.1.1. Codicilios 3.3.1.2. Autos de presentación de albaceas e inventario de bienes del difunto 3.3.1.3. Autos de almoneda y de testimonio de existencia de otorgamiento de carta de testamento 3.3.2. Documentos próximos a la distancia comunicativa 3.4. Algunas cuestiones lingüísticas IV. La carta de testamento: un tipo textual 4.1. Introducción 4.2. El testamento como texto epistolar: algunas cuestiones filológicas y pragmático-discursivas 4.2.1. El campo 4.2.2. El modo 4.2.3. El tenor 4.2.3.1. Emisor/es 4.2.3.2. Receptores 4.2.3.3. La relación entre los participantes 4.2.4. Estructura y variación en la carta de testamento 4.2.4.1. La invocación 4.2.4.2. La captatio benevolentiae 4.2.4.2.1. Presentación del testador 4.2.4.2.2. Estado de salud del testador 4.2.4.2.3. Profesión de fe 4.2.4.3. La narratio y \ipetitio 4.2.4.3.1. Primeras mandas 4.2.4.3.2. Las mandas de bienes: la expresión de la aserción y el mandato 4.2.4.3.3. Nombramiento de albaceas y herederos 4.2.4.4. La conclusio 4.2.4.5. Algunas cuestiones sobre el léxico en las cartas de testamento 4.3. Conclusiones V.

Rastros de la temprana configuración de la variedad andina del castellano en el libro de protocolo de Pedro Quispe 5.1. Algunos aspectos relacionados con el aprendizaje del castellano por los indígenas andinos 5.2. Algunas cuestiones sobre la sociedad cuzquefla y el contacto lingüístico

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5.3. Aspectos fonético-fonológicos 5.3.1. Las sibilantes medievales 5.3.1.1. Trueques seseo-feceosos 5.3.1.2. Las sibilantes palatales 5.3.2. Vacilaciones vocálicas 5.3.3. Confusiones entre sordas y sonoras 5.3.4. Otros trueques 5.4. Algunos aspectos mOrfosintácticos relacionados con el contacto de lenguas 5.4.1. Concordancia anómala 5.4.2. Sujeto antecedido de preposición por 5.4.3. Pronombres personales átonos de tercera persona 5.5. Quechuismos 5.6. Algunas consideraciones finales

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BIBLIOGRAFÍA

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SEGUNDA PARTE

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I.

Descripción del corpus documental

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II.

Criterios de transcripción

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III. Transcripción de libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano público de cabildo de indios de la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación, del Hospital de Naturales y escribano del juzgado de naturales 3.1. Certificado de autenticidad del libro de protocolo (doc. 1) 3.2. Cartas de testamento (dos. 2-33) 3.3. Codicilios y otros documentos relacionados con los bienes de difuntos (inventarios de bienes, venta en almoneda, etc.) (docs. 34-66) 3.4. Autos de venta, de perdón, de obligación y contratos/ conciertos (docs. 67-74) 3.5. Otras cartas (docs. 75-81)

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IV. Anexo: cartas de testamento del escribano público de cabildo, Pedro de la Carrera Ron

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LÁMINAS

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AGRADECIMIENTOS

En el año 2004 tuve la oportunidad de frecuentar los archivos peruanos de Lima y Cuzco gracias a la invitación con la que fui obsequiada por el profesor Rodolfo Cerrón-Palomino, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, y a la ayuda económica que me concedió el Programa Internacional de Estancias de Investigación patrocinado por la Universidad de Zaragoza e Ibercaja. El maestro hoy tristemente desaparecido Germán de Granda me había empujado cariñosamente con sus consejos y ayuda para que se hiciera posible un viejo proyecto, un viaje de investigación y selección documental a los archivos peruanos, que tardaba ya demasiado en concretarse. Mi agradecimiento a todos ellos y de manera muy especial, aunque desafortunadamente postuma, a quien me guió y honró con su amistad, Germán de Granda. Quiero manifestar mi agradecimiento, asimismo, a todos los profesionales de los archivos peruanos que visité y especialmente a los del Archivo Regional del Cuzco por el buen hacer y amabilidad con que atendieron siempre mis constantes peticiones, desde el atento director a la sazón de este último archivo, don Roberto Cáceres Olivera, hasta don Jorge Olivera Olivera, que puso en mis manos, entre otros muchos materiales, el corpus documental que aquí se edita y analiza. Mi reconocimiento, asimismo, por el apoyo recibido durante estos años al doctor Juan Sánchez y a mis compañeros de la Universidad de Zaragoza, especialmente a los doctores María Teresa Cardesa, María Antonia Martín y José María Enguita. Con estas líneas quiero, igualmente, manifestar mi gratitud a don Simón Bernal por la profesionalidad y paciencia con las que ha recibido las múltiples correcciones realizadas en las pruebas de imprenta.

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Rosario Navarro Gala

Agradezco a la doctora Micaela Carrera de la Red la generosidad con la que realizó la lectura, observaciones y sugerencias varias a una primera versión de este trabajo, que me ayudaron de manera muy importante a enriquecerlo y mejorarlo. Asimismo, agradezco a los evaluadores de esta colección las muy interesantes observaciones y útilísimos comentarios realizados a una versión preliminar del manuscrito que aquí se edita. No puedo terminar sin mostrar mi agradecimiento a la directora del proyecto de investigación que financia esta edición "Intertextualidad y Crónica de Indias (variedad discursiva de la escritura virreinal americana)", Proyecto de Investigación I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad, con referencia FFI2012-37235/FILC), la doctora Esperanza López Parada, sin cuya amistad, generosidad, paciencia y apoyo incondicional no hubiera sido posible esta publicación.

PRIMERA PARTE

I INTRODUCCIÓN

El trabajo de búsqueda y selección de materiales originales que realicé el año 2004 en el Archivo Regional del Cuzco dio como uno de sus resultados el descubrimiento de un corpus de singular importancia para, entre otras disciplinas, la historia de la lengua española y, más concretamente, para el estudio del origen de la variedad americana andina. Dicho corpus consta de 81 documentos que constituyen una pequeña muestra de lo hubo de ser el libro de protocolo de Pedro Quispe, quien hasta la fecha se ha de considerar el primer notario indoamericano del Nuevo Mundo. Dichos documentos inéditos, originales y autógrafos fueron escritos en los años 1586, 1589 y 1590, en su mayor parte por Pedro Quispe y recogen la vida jurídica privada de los indoamericanos que habitaban en el barrio o parroquia de Nuestra Señora de la Purificación del Cuzco. Aunque la mayoría de los documentos fueron escritos por el escribano de cabildo hay otros, validados por el propio escribano, también de factura indígena, escritos y firmados por: García Siui Paucar, Antonio Nina Paita y Salvador Pasqual. Las labores escribaniles de dicho cabildo fueron, asimismo, ocasionalmente realizadas por algunos españoles que, pese a la prohibición, parece que vivían en el mismo barrio y colaboraban en sus instituciones, como Francisco Roxo, colaborador de la cofradía del Hospital de Naturales -el Hospital de Naturales fue una importante institución cuzqueña ubicada en dicho barrio- o Francisco de Anarcos, posiblemente encomendero; a dicha nómina hay que añadir algún otro español, como Diego Clavero, escribano de Paucartambo, y otros escribientes cuyo origen desconocemos. Se han añadido dos cartas a la edición que también se pueden leer transcritas, asimismo, inéditas, originales y autógrafas procedentes del libro de protocolo de Pe-

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dro de la Carrera Ron, escribano del cabildo cuzqueño, posiblemente criollo y descendiente de uno de los primeros vecinos del Cuzco llegados con Pizarra, quien lleva un libro de protocolo en el que se recoge la vida jurídica privada sobre todo de españoles, criollos y mestizos. Estos documentos se hallan transcritos en la segunda parte de este libro. Se encontrará, asimismo, junto a la transcripción antes dicha, la descripción del corpus documental y los criterios seguidos para su transcripción. En la primera parte de la presente obra se describe, en lo posible, en un intento de aunar historia de la lengua y análisis del discurso (Bustos 2000), el contexto sociocultural en el que se realizaron los actos comunicativos que dieron lugar a los documentos aquí editados, incluyendo alguna información histórica sobre la ciudad del Cuzco y su organización colonial. Información que he considerado necesaria, entre otras cosas, para comprender la trascendencia de los textos editados y lo que aportan a la historia documentada del Cuzco. Se ha intentado una aproximación al estudio de la tipología textual de los documentos que forman parte del libro de protocolo de Pedro Quispe considerando tanto la forma, con la inclusión de estos en una larguísima tradición escritural, como las características lingüísticas de los mismos. Para ello se sigue, en lo posible, el camino trazado por Wesch (1998 y 2006) y Carrera de la Red (2006, 2009 y 2011) en el análisis de los documentos americanos. Se suma al análisis mencionado el estudio de la influencia que pudo ejercer en el castellano utilizado por Pedro Quispe y su entorno lingüístico, la situación de bilingüismo y de contacto permanente con las lenguas aborígenes de la zona, especialmente, el quechua y el aimara. Al final del libro se incluye, entre las láminas que muestran la escritura de algunos de los indígenas que dejaron su impronta en la documentación transcrita, una carta enviada al rey desde Cajamarca en la que unos frailes intentan demostrar la creación de cabildos de indios ya en 1566, prácticamente 20 años antes de que se escribieran los textos aquí editados.

II

EL CUZCO DEL SIGLO XVI! CONTEXTO SOCIOCULTURAL

2 . 1 . E L C U Z C O I N C A I C O : A L G U N O S ASPECTOS R E L A C I O N A D O S CON SU O R I G E N Y D I S T R I B U C I Ó N URBANA

Una de las fuentes más sólidas que deben ser consultadas para realizar una aproximación al origen del Cuzco incaico es, sin lugar a dudas, la lectura atenta de los textos escritos por españoles, mestizos e indígenas aculturados. Así, por ejemplo, sabemos que el Inca Garcilaso ([1609] 2001:13-16) recoge dos leyendas que explican la fundación de la ciudad cuzqueña. En ellas se atribuye la creación del Cuzco a Manco Cápac, hijo del Inca Sol, de donde se colige su origen divino. Según la primera, el Inca Sol envió a sus hijos Manco Cápac y Mama Ocllo a la tierra para que dieran cuenta de su existencia, así como de las leyes que los hombres debían seguir. Partieron, pues, desde el lago Titicaca con una barrilla de oro que les había entregado su padre al objeto de qüe a través de la misma hallaran el lugar donde debían instalarse; dicha barrilla marcó como lugar de asentamiento el cerro Huanacauti. La segunda leyenda se ubica temporalmente tras el diluvio y, asimismo, parte del lago Titicaca. En ella se narra que un hombre aparecido en Tiahuanacu, una isla de dicho lago, tuvo cuatro hijos: Manco Cápac, Colla, Tocapy y Pinahua, cada uno de ellos relacionado con un punto cardinal. Se cuenta que Manco Cápac fue hacia el Norte y llegó al valle del Cuzco, donde fundó una ciudad y «sujetó los circunvecinos y los doctrinó». A estas leyendas hay que agregar la de los hermanos Ayar, recogida tanto por cronistas españoles -Juan Diez de Betanzos ([1551] 2004) y Pedro Sarmiento de Gamboa ([1570] 1965)- como por cronistas indígenas-

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Huamán Poma ([h. 1615] 1987) y Pachacuti Yamqui ([h. 1613] 2007)-. Cristóbal de Molina recopiló fábulas y ritos en torno a 1570. Sin embargo, el objeto de dicha recopilación no era la divulgación del origen y fundación del Cuzco, sino conocer y entender sus idolatrías a fin de erradicarlas (Calvo/Urbano 2008 y López Parada 2010). Sobre el origen del nombre de la ciudad véase Cerrón-Palomino (2007). Efectivamente, lo que sabemos sobre la fundación y desarrollo del Cuzco anterior a la conquista española se lo debemos, en buena medida, a hombres de acción o de Iglesia que se sintieron obligados a dar noticia de lo ocurrido y de lo descubierto tan afanosamente. Las descripciones que ofrecen del Cuzco precolonial las relaciones de Pedro Sancho de la Hoz, secretario de Francisco Pizarra, y de Miguel de Estete son de especial relevancia, dado que conocieron la ciudad antes del incendio de Manco II. Pedro Sancho, admirado de la grandiosidad que encuentran en la ciudad indígena, la describe con detalle en su Relación: La ciudad del Cuzco por ser la principal de todas donde tenían su residencia los señores, es tan grande y tan hermosa que sería digna de verse aun en España, y toda llena de palacios de señores, porque en ella no vive gente pobre, y cada señor labra en ella su casa y asimismo todos los caciques, aunque (perche) estos no habitaban en ella de continuo. La mayor parte de estas casas son de piedra y las otras tienen la mitad de la fachada de piedra; hay muchas casas de adobe, y están hechas con muy buen orden, hechas calles en forma de cruz, muy derechas, todas empedradas y por en medio de cada una va un caño de agua revestido de piedra. La falta que tienen es el ser angostas, porque de un lado del caño solo puede andar un hombre a caballo, y otro del otro lado. Está colocada esta ciudad en lo alto de un monte y muchas casas hay en la ladera y otras abajo en el llano. La plaza es cuadrada y en su mayor parte llana, y empedrada de guijas: alrededor de ella hay cuatro casas de señores que son las principales de la ciudad, pintadas y labradas y de piedra, y la mejor de ellas es la casa de Guaynacaba (Huayna Cápac) cacique viejo, y la puerta es de mármol blanco y encarnado y de otros colores, y tiene otros edificios de azoteas, muy dignos de verse. Hay en la dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas: pasan por ambos lados dos ríos que nacen una legua más arriba del Cuzco y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos leguas más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y aunque crezca no se desborde: tienen sus puentes por los que se entra a la ciudad. Sobre el cerro,

El cuzco del siglo xvi: contexto socio-cultural que de la parte de la ciudad es redondo y muy áspero, hay una fortaleza de tierra y de piedra muy hermosa; con sus ventanas grandes que miran a la ciudad y la hacen parecer más hermosa. Hay dentro de ella muchos aposentos y una torre principal en medio hecha a modo de cubo, con cuatro o cinco cuerpos, uno encima de otro: los aposentos y estancias de adentro son pequeños, y las piedras de que esta hecha están muy bien labradas, y tan bien ajustadas unas con otras que no parece que tengan mezcla, y las piedras están tan lisas que parecen tablas acepilladas, con la trabazón en orden, al uso de España, una juntura en contra de otra. Tiene tantas estancias y torres que una persona no la podría ver toda en un dia: y muchos Españoles que la han visto y han andado en Lombardia y en otros reinos extraños, dicen que no han visto otro edificio corno esta fortaleza, ni castillo mas fuerte. Podrían estar dentro cinco mil Españoles: no se le puede dar batería, ni se puede minar, porque está colocada en una peña. De la parte de la ciudad que es un cerro muy áspero no hay más de una cerca: de la otra parte que es menos áspera hay tres, una más alta que otra, y la última de más adentro es la más alta de todas. La más linda cosa que puede haberse de edificios en aquella tierra, son estas cercas, porque son de piedras tan grandes, que nadie que las vea, no dirá que hayan sido puestas allí por manos de hombres humanos, que son tan grandes como trozos de montañas y peñascos, que las hay de altura de treinta palmos, y otros tantos de largo, y otras de veinte y veinticinco, y otras de quince pero no hay ninguna de ellas tan pequeña que la puedan llevar tres carretas: estas no son piedras lisas, pero harto bien encajadas y trabadas unas con otras (...) Estas cercas son de esta misma piedra, y entre muralla y muralla hay tierra y tanta que por encima pueden andar tres carretas juntas. Están hechas a modo de tres gradas, que la una comienza donde acaba la otra, y la otra donde acaba la otra. Toda esta fortaleza era un depósito de armas, porras, lanzas, arcos, flechas, hachas, rodelas, jubones fuertes acojinados de algodón (imbottiti), y otras armas de diversas maneras, y vestidos para los soldados, recogidos aquí de todos los rumbos de la tierra sujeta a los señores del Cuzco. Tenían muchos colores, azules, amarillos y pardos (berretini) y muchos otros para pintar; ropas, y mucho estaño y plomo, con otros metales, y mucha plata y algo de oro: muchas mantas y jubones acolchados para los hombres de guerra. La causa porqué esta fortaleza tiene tanto artificio, es, porque cuando se fundó la ciudad, que fue edificada por un señor orejón que vino de la parte de Condisuyo hacia el mar, grande hombre de guerra, conquistó esta tierra hasta Bilcas, y visto ser esté el mejor lugar para fijar su domicilio, fundó aquella ciudad con su fortaleza; y todos los demás señores que le suce-

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Rosario Navarro Gala dieron después, hicieron algunas mejoras en esta fortaleza, con lo que siempre se fue aumentando y engrandeciendo. Desde esta fortaleza se ven entorno de la ciudad muchas casas a un cuarto de legua y media legua, y una legua y en el valle que está en medio rodeado de cerros hay más de cien mil casas, y muchas de ellas son de placer y recreo de los señores pasados y otras de los caciques de toda la tierra que residen de continuo en la ciudad: las otras son casas o almacenes llenos de mantas, lana, armas, metales y ropas, y de todas las cosas que se crían y fabrican en esta tierra. Hay casas donde se conservan los tributos que traen los vasallos a los caciques; y casa hay en que se guardan más de cien mil pájaros secos, porque de sus plumas que son de muchos colores se hacen vestiduras, y hay muchas casas para esto. Hay rodelas, adargas, vigas para cubrir las casas, cuchillos y otras herramientas: alpargatas y petos (pettini) para provisión de la gente de guerra, en tanta cantidad que no cabe en el juicio como han podido dar tan gran tributo de tantas y tan diversas cosas. Cada señor difunto tiene aquí su casa de todo lo que le tributaron en vida, porque ningún señor que sucede (y esta es ley entre ellos) puede después de la muerte del pasado tomar posesión de su herencia. Cada uno tiene su vajilla de oro y de plata, y sus cosas y ropas aparte, y el que le sucede nada le quita. Los caciques y señores muertos mantienen sus casas de recreo con la correspondiente servidumbre de criados y mujeres, y les siembran sus campos de maíz, y se les pone un poco en sus sepulturas. Adoran al sol y le tienen hechos muchos templos (Porras Barrenechea 1961: 3-7).

Asimismo, las soberbias construcciones incas dejan impresionado a Miguel de Estete: Esta ciudad está asentada en un valle, entre sierras muy ásperas; la mayor parte de ella estaba en una ladera como Burgos, y encima de la ladera una fortaleza de piedra, soberbio y grande edificio, con sus torres y cercas; junto a ella nace un río, el cual baja por medio de la ciudad, y desde que nace, más de veinte leguas por aquel valle abajo, donde hay muchas poblaciones, va enlosado todo por el suelo, y las barrancas de una parte y de otra hechas de cantería labrada cosa nunca vista ni oída. La plaza de la ciudad era casi cuadrada, no grande ni pequeña. Aquella casa de Atabalica que está en ella tenía dos torres de buen parecer una portada rica chapada de piezas de plata y de otros metales que parecían bien. En la plaza había una puerta donde había un monasterio que se llamaba Atuncancha, cercado todo de una muy hermosa cantería, den-

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tro de la cual cerca había más de cien casas, donde residían (f. 1 Ir.) los sacerdotes y ministros del templo y las mujeres que vivían castamente, a manera de religión, que llamaban por nombre mamaconas, las cuales eran en gran cantidad. Arrimado a este recinto, una calle en medio, estaba el templo del Sol, muy grande, todo labrado de piedra muy prima, que cierto toda la cantería de esta ciudad hace gran ventaja a la de España; aunque carecen de teja, que todas las casas, si no es la fortaleza que era hecha de azoteas, son cubiertas de paja, aunque tan primamente puesta, que parecía bien. Esta ciudad era grande, extensa y de mucha vecindad, donde muchos señores tenían casas; era muy junta y de buenos edificios (f. 11 v.) (Romero/Urteaga 1924: 230). Las zonas habitadas por los descendientes incas constituían solo una parte de la ciudad, pues los asentamientos que la rodeaban también formaban parte de la misma. Estudios arquitectónicos señalan que la ciudad inca y ceremonial estaba formada por cuatro vías longitudinales y seis transversales, que delimitaban diez grandes unidades urbanas. Dentro de estas existían otras menores o canchas. El número de habitantes se cree que no debía de superar los 235 por hectárea (Azevedo 2009: 53). La información textual y los estudios arqueológicos permiten ofrecer una descripción del Cuzco incaico en los siguientes términos: el Cuzco no tenía una estructura urbana continua, sino que estaba fragmentado en tres espacios: el centro nobiliario, los arrabales contiguos al centro y los barrios satélites. El centro nobiliario estaba limitado por los ríos Saphi y Tullumago, en el vértice noreste del valle, y su función era administrativa y religiosa, amén de ubicarse en ella la residencia de la elite inca. Los arrabales contiguos al centro estaban situados en la cuesta nordeste del valle, mientras que los barrios satélites se ubicaban en el otro lado del mismo, en la vertiente sudoeste. Entre la ciudad inca y los barrios satélites mediaban campos de cultivo (Azevedo 2009: 53-55). A continuación vemos un plano que mostraría la situación del Cuzco en el momento de la conquista española, en 1534. Nótese que los asentamientos indígenas se encontraban, en su mayor parte, alejados del centro nobiliario por extensos campos de cultivo. Tras la colonización española desaparecerán dichos campos con la incorporación al centro nobiliario tanto de naturales que vivían apartados del mismo como de españoles y, junto a estos, desde que la naturaleza lo permitió, de los primeros mestizos engendrados de conquistador y principal indígena. Algo más tarde, se incorporarían los mestizos nacidos de matrimonios

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entre indígenas principales y mujeres pertenecientes a la nobleza española, como don Paullu Inca, que casó con doña María de Esquivel.

(Azevedo 2009: 54).

2 . 2 . E L C U Z C O COLONIAL

2.2.1. £1 acta de fundación del Cuzco El aparato burocrático español ha permitido que llegara hasta nuestros días el acta de fundación del Cuzco, si bien sobre este importante documento circulan diversas y contradictorias informaciones, sin duda, fruto de citas indirectas.

El cuzco del siglo xvi: contexto socio-cultural

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Según he podido comprobar existe una copia manuscrita de la época, autentificada por el escribano Simón de Altate, que se encuentra en la actualidad custodiada por la Biblioteca Real de Madrid bajo la signatura 11/1960. De dicho manuscrito se han realizado al menos tres transcripciones. Dos de ellas las debemos al prestigioso investigador peruano Porras Barrenechea (1953: 125-141 y 1961: 77-86). En la primera publicación, el autor dice reproducir el acta que «fue copiada de su original en el Libro de Cabildos», aunque no explica de dónde obtiene dicha información. Sitúa, asimismo, el mencionado documento «entre los papeles de Pedro La Gasea conservados en la Biblioteca Real de Madrid, en el legajo 1760 bajo el título "Papeles Varios"» y del cual -diceobtuvo una copia fotográfica en 1935. Pues bien, estos datos son inexactos. Ya he señalado que la signatura bajo la que se encuentra el mencionado manuscrito es 11/1960 y no 1760, cambio que podría deberse a una reorganización de los fondos de la Biblioteca, si bien la similitud en la numeración apunta más bien a un error tipográfico. Asimismo, se dice que el manuscrito se encuentra bajo el título "Papeles varios" que contiene los papeles de La Gasea. Hay aquí varios puntos que precisan aclaración. En efecto, en dicha Biblioteca se conserva hoy un libro manuscrito que aglutina copias de cartas que tratan sobre la rebelión de Gonzalo Pizarra sofocada por La Gasea. Dicho legajo aparece bajo la signatura II/ 409 "Causa de Pizarra"; en él no se encuentra la copia del acta de fundación del Cuzco ni parece que haya estado nunca, pues se trata de un libro cosido muy posiblemente en la época en la que se realizaron las copias de los documentos, siglo xvi. Otra cosa bien distinta es que en la misma Biblioteca se halla un volumen publicado en 1855 que contiene la transcripción del documento original de la fundación del Cuzco «copiado del original que existió en los tomos de papeles del licenciado La Gasea en S. Bartolomé de Salamanca» (Pidal y Salvá 1855: 221). Fruto de esta transcripción ya publicada y de la inédita, en aquellos momentos, copia de Altate parece ser la primera transcripción de Porras Barrenechea. El resultado es un texto modernizado en lo ortográfico e incompleto, que muestra, entre otras cosas, la particularidad de presentar una lista de los primeros pobladores del Cuzco con significativos cambios respecto de la copia manuscrita qué dice utilizar. En ella, los 88 vecinos del documento se han reducido a 86 al olvidar a Juan Jiménez de Jamaica e incluir a Albacete como segundo apellido del vecino que le antecede en la enumeración:

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Diego Rodríguez. El segundo trabajo de Porras Barrenechea (1961) es, en cambio, totalmente fiel al manuscrito del siglo xvi y respetuoso con su ortografía. Existe una tercera transcripción realizada por Martín Rubio en 1984; en ella la autora ofrece la reproducción fotográfica del documento junto a una transcripción modernizada en lo ortográfico, que presenta, lamentablemente, varios errores de lectura. La primera transcripción que se conserva de la fundación del Cuzco, como ya he señalado, se publicó en España1 en 1855 (Pidal y Salvá 1855), si bien hoy se desconoce el paradero del manuscrito que se utilizó para realizarla. Se trata de una transcripción, modernizada en lo ortográfico según las normas del siglo xix, que dice estar sacada del original. Es posible que se manejase para su transcripción una de las copias realizadas por el propio Pedro Sancho, escribano de Pizarra. Téngase en cuenta que era habitual enviar a España en diferentes naos copias de un mismo documento (copias que tenían el valor de un original) con el objeto de garantizar su recepción (Heredia 1985: 140), y no sería nada raro que La Gasea la hubiera incluido entre los documentos que pensaba le serían útiles cuando preparaba en torno a 1546 su viaje al Perú con la encomienda de pacificarlo. La transcripción madrileña muestra ciertas diferencias sustanciales respecto de la copia de Altate, en especial en lo atinente al nombre de los primeros vecinos del Cuzco. Efectivamente, en la copia de Altate, entre los primeros pobladores de la ciudad, se encuentra el vecino Albacete, que sigue en la enumeración a Diego Rodríguez. Sin embargo, en la transcripción de 1855, Albacete no es un nuevo vecino, sino el segundo apellido de Diego Rodríguez, que aquí es nominado como Diego Rodríguez de Albacete; junto a este cambio destaca la existencia de un vecino, ausente de la lista de Algate: Thomás de Chandía, quien cierra la lista de avecindados en la ciudad. Según opinión de Porras Barrenechea, Altate sacó copia del acta original que había en el libro de cabildo del Cuzco. Cabe la posibilidad de que en dicho libro se hubiera producido la señalada alteración en el nombre de los inscritos, pues, ciertamente, en el reparto que se hace de los solares cuzqueños varios meses después, sí encontramos alusión al vecino Albacete: «Señalóse a Mesa un solar, lo de Albacete» (Urteaga/Romero 1

De la existencia de dicha transcripción Porras Barrenechea (1961: 77) da la siguiente escueta información: «El acta auténtica que hasta se publicó hace muchos años en España». Díaz-Trechuelo (1970: 54) la incluye en su lista de documentos sobre la historia de España.

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1926: 44). Thomás Chandía, en cambio, no es mencionado en el reparto, tal vez porque finalmente, pese a haber entrado en el Cuzco con Pizarro, desistiera de su intención de establecerse como vecino2. Junto a las citadas transcripciones completas del acta de fundación se conserva, gracias a iniciativa de Polo de Ondegardo, una copia parcial del acta contenida en el libro de cabildo del Cuzco. Dicha copia, que data de 1559, se reduce a unas pocas líneas, pues para la fecha se había perdido al menos un folio y el resto había quedado tan deturpado que Sancho Ortiz tiene dificultades para transcribirlo (Esquivel y Navia ([1749] 1980: 85-87). En cuanto al contenido, el acta de fundación del Cuzco, como señalaba Porras Barrenechea en 1953 y 1961, hace que podamos considerarla como «uno de los más hermosos documentos de la conquista» de América, en el que se establece la unidad y hermandad del género humano desde su origen bíblico, «postulado ético que preside toda la colonización». El acta, entre otras cosas, explica que los españoles fueron vistos por buena parte de los cuzqueños, en ese primer momento, como libertadores de las servidumbre «de la gente estrangera de quito». Qué duda cabe de que en torno a 1580, fecha en la que se inscriben los documentos transcritos aquí, se seguía defendiendo la legalidad de la conquista del Perú con los mismos argumentos asociados a la injusta dominación inca que se utilizaron en 1532 en el acta de fundación del Cuzco. De hecho, en el siglo XVII seguían vivos dichos planteamientos ideológicos, piénsese en la Relación de Pachacuti Yanqui; en ella, su autor, indígena his2

Ya hemos visto que no coincide con la copia de Alíjate, cabe suponer que las palabras que anteceden dicha transcripción son ciertas y que debió de existir un original del acta entre los tomos de La Gasea, pero ¿cuántos fueron los tomos de La Gasea y dónde se hallan en la actualidad? He podido constatar la existencia de un tomo conservado, como ya he dicho, en la Biblioteca Real de Madrid, asimismo he podido hallar dos legajos con la signatura 9-1830 y 9-1831 en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid. La diferencia entre estos -libro y legajos- es considerable, pues en la Biblioteca Real se conserva un libro cosido que contiene copias del siglo xvi, realizadas a partir de documentos de ese mismo siglo, mientras que en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia se hallan dos legajos que son copias posteriores, posiblemente del siglo xvm, escritas en su mayor parte por una misma mano que anota a su margen izquierdo si la copia se realizó de un original, de un borrador o de otra copia. Pues bien, en ninguno de dichos mamotretos se halla el acta que sirvió para la transcripción española. No puedo determinar si existieron y aún existen algunos libros más, diferentes de los citados, con documentación relacionada con La Gasea o si las copias que hoy se conservan en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia se corresponden o no con el contenido de los tomos citados por Pidal y Salvá.

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panizado, presenta también a los primeros conquistadores como aquellos hombres que ayudaron al legítimo inca Huáscar, a deshacerse del dominio y usurpación al que lo tenía sometido su medio hermano Atahualpa. Concede, asimismo, Santa Cruz Pachacuti a estos primeros españoles el mérito de haber traído consigo el Evangelio, herramienta que permitió el nacimiento de una nueva estirpe de hombres, indoamericanos principales cristianizados, capaces de hacerse cargo de sus destinos3. En los capítulos que siguen veremos que la toma de conciencia de una nueva identidad indígena que muestra Santa Cruz Pachacuti en su Relación se sustentaba en la realidad, pues en 1580 ya existían cabildos indígenas que se hacían cargo del gobierno municipal, ostentando los naturales cargos de escribano/notario, alcalde, regidor, etc. Así lo demuestra el corpus que se ofrece en este trabajo. Antecedente de la mencionada situación hallamos en el valle de Xauxa en fecha tan temprana como 1566. Por carta de petición enviada al rey de España sabemos que el capitán Juan de Larrañaga instituyó cabildos y regidores indígenas, si bien bajo la supervisión directa de los frailes y, según parece, no existía la figura del escribano/notario indígena, pues un escribano español es el encargado de autentificar el escrito, que no aparece firmado, si bien abundan las rúbricas de indígenas que respaldan la petición realizada: «YoJoan garcía montañez, escriuano del dicho valle doy fee de que las firmas a-/ rriba contenidas son de los oficiales de los cabildos de los huringuancas, y que de su voluntad escriuieron esta carta e firmaron de sus nombres» (Rubrica, f. 60r..; AGI, Audiencia de Lima 1221). Véanse láminas 9, 10, 11 y 12.

2.2.2. El reparto de la ciudad por los españoles Siete meses después de la fundación del Cuzco (29 de octubre de 1534), se decide la longitud que tendrán los solares entregados a los españoles: «el voto del Sr. Gobernador (...) era que se diesen a doscientos y cincuenta pies de solar (...) El dicho Sr. Alcalde, Beltrán de Castro, dijo que su voluntad era dar ciento y cincuenta pies de solar; y todos los demás dijeron que 3

El mamotreto en el que se encuentra esta Relación, atribuido a Francisco de Ávila, encaja por su contenido con el proyecto historiográfico descrito por el virrey Toledo al rey de España en carta de 1578. Véanse los objetivos de dicho proyecto en Zavala (1988: 334).

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eran de voto de dar doscientos pies a cada solar, e que este era el voto de todos, y así fue acordado e votado por todos, como dicho es» (Urteaga/Romero 1926: 36). Los vecinos que reciben solares según este documento son: Francisco Pizarro, capitán Diego de Almagro, Juan Pizarro, Gonzalo Pizarra, maese Juan, Martín Sánchez, capitán Hernando de Soto, tesorero Antonio Riquelme, Beltrán de Castro, capitán Pedro de Candía, P. Gonzalo Fernández, Francisco Mexía, Pedro del Barco, Gonzalo de los Nidos, Juan de Valdivieso, Diego de Bazán, capitán Gabriel de Rojas, Pedro de los Ríos, Gonzalo Maldonado, Pedro Sánchez, Quiñones, Lucas Martínez, Francisco de Almendras, Diego de Narváez, Rodrigo de Herrera, Alonso Ruiz, Zárate, Carrión, Altamirano, Juan Ruiz, Gómez Mazuela, Juan de Salina, Rodríguez, Juan Ronquillo, Juan Pérez, Cristóbal de Sosa, Gonzalo Hernández, Juan Ximénez, Melchor Verdugo, Cermeño, Machín de Florencia, Hernando de Badajoz, Pedro de Ulloa, Diego Maldonado, Cornejo, Lázaro Sánchez, Pedro de Oñate, Picón, Francisco de Solares, Pedro Hernández, Alonso de Toro, Antonio Navarro, Alonso Vuelta, Pancorvo, Villegas, Hernán Gómez, Diego Méndez, Francisco Pérez, Juan Jullio, Pedro Alonso Carrasco, Tomás Vázquez, Becerril, Alonso Sánchez, Pedro de Valencia, Vicente, Pedro de Castro, Diego Rodríguez, Castañeda, Diego del Castillo, Balboa, Ximénez, Juan de Herrera, Román, Astudillo, maese Andrés, Ximón, Lope Sánchez, Ledesma, García Martín, Mesa, Pedrosa, Flores, Antonio de Espinosa, Juan García, Alonso Díaz, Pedro de la Carrera4, Villafuerte, Sierra, Diego Rodríguez, Andagoya, Francisco Gallegos, Mañueco, Terrazas, Rocha, Gonzalo Martín de Moguer. A todos ellos se les reparte solares de 200 pies, si bien hubo dificultades para que los solares tuvieran exactamente dicha longitud, por lo que se contempla la posibilidad de «cumplir en largo lo que faltare en ancho (...) sin daño y perjuicio de otro solar», así como otras disposiciones para completar la longitud sin dañar la estructura de las cuadras (Urteaga/Romero 1926: 35-47). Los solares se distribuyeron entre 95 habitantes. Si comparamos la lista de vecinos que aparece en el acta de fundación con esta otra, en la que, siete meses después, reparten los solares, observamos que ha aumentado el número de vecinos. Comprobamos asimismo que algunos de los 88 prime4

Precisamente, en la época de la que procede la documentación editada ejercía de escribano del cabildo del Cuzco Pedro de la Carrera, posiblemente hijo o familiar de este primer vecino de la ciudad.

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ros habitantes se han marchado, posiblemente a otras campañas, y que de los primeros vecinos asentados solo quedaban ya 665. La documentación no explica de qué manera se realizó el reparto de solares. Es posible que se llevará a cabo sobre un plano, ya fuera este la maqueta inca que dicen existió en el Cuzco (Azevedo 2009: 63), o un plano trazado por los mismos españoles; también cabe la posibilidad de que se realizará directamente, a pie de calle tal y como se hacían los inventarios, con la presencia física del escribano en el lugar donde se encontraban los bienes. De hecho, en el documento se describen los solares haciendo uso de los deícticos propios de la inmediatez comunicativa 6 , de modo que el referente parece haber sido señalado sobre plano o in situ. Así, dirá, por ejemplo, «Señalóse a Ledesma un solar en la esquina junto a las casas del Sol, a este1 cabo de la calle del campo» (Urteaga/Romero 1926: 43). El documento nos informa, igualmente, sobre la primera ocupación, pues en el reparto se asignan solares que antes habían sido ocupados por otros vecinos: «Señalóse a Alonso Sánchez do tenía Martín Sánchez, un solar», «a Cornejo el solar do vivía Martín Sánchez», «a Rodríguez un solar en la plaza o corral do vivía Diego de Trujillo» (Urteaga/Romero 1926: 40-42). A veces la información es muy imprecisa, pues el lector actual desconoce el contexto, así en «Señalóse a Altamirano un solar donde agora se está su gente, y lo que faltare, para abajo» (Urteaga/Romero 1926: 38). Sin embargo, la señalada vaguedad no es obstáculo para efectuar una reconstrucción sobre plano de dicho reparto basada en textos de la época más fiables que los literarios, esto es, textos jurídico-administrativos, pues se puede completar y deducir una ubicación aproximada de la mayor parte de los avecindamientos, ya que las descripciones, en su mayoría, aparecen encadenadas. No obstante, la única reconstrucción de la ciudad y sus vecinos se ha realizado siguiendo información extraída de un texto literario y se la debemos a Azevedo (2009) quien reconstruye la ciudad en torno a 1560 basándose en las descripciones que proporciona Garcilaso en diversos capítulos de sus Comentarios reales. Señala dicho autor que «el asentamiento español se ubicó en torno a las plazas Huacaypata y Cusipata, ocu5

La interpretación ortográfica de las abreviaturas ha dado lugar a cambios en los nombres, como Alriquelme en transcripción de 1855, Alonso Riquelme en la de 1962 y Antonio Riquelme en 1926. Cambios que no son adscribibles a distintas identidades. 6 Sobre este concepto son fundamentales los trabajos de Oesterreicher (1996, 2004 y 2007). Véase, asimismo, Bustos Tovar (1996). 7 El subrayado es mío.

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pando así parte de la ciudad inca y parte de los terrenos de cultivo al sudoeste del río Saphi, mientras que los arrabales indígenas permanecieron prácticamente sin cambios» 8 . Ha quedado constancia escrita, como veremos, de que los cambios en los arrabales indígenas empezaron ya en 1559, fecha en la que se mandaron construir, y se construyeron, iglesias que servirán de vehículo para la incorporación municipal de los naturales a la ciudad hispana. En Cuzco, ya hemos visto que la mayor parte de los indígenas estaban habituados a vivir en barrios periféricos. La nueva disposición y extensión de la ciudad acabó con las amplias zonas cultivables que separaban estos barrios del centro nobiliario. Ya para 1574 Cuzco era la segunda ciudad más poblada del Perú con 800 familias españolas, solo superada por Lima, que contaba con 2.0009. Sobre sus habitantes naturales dirá Baltasar Ramírez en su escrito de 1597: La gente del Cuzco y de su comarca es la gente más pulida, más ábil y más dócil y tratable de todo el Perú, y acuden á ser cristianos mejor que todos los demás. La gente principal de esta provincia es de la casa y linaje de los Yngas, que fueron Reyes del Perú, y en muchos destos se ve la condición y trato la nobleza de la sangre y linaje, que aun entre los bárbaros resplandece la buena sangre que en lo demás por igual tienen la subiectión (Porras Barrenechea 1961: 116). El plano permite no solo señalar el espacio aproximado que ocupaban las parroquias de indios, y en concreto la del Hospital de Naturales, que es de donde procede la documentación que se ofrece en este libro, sino que proporciona al investigador un útil acercamiento al contexto social específico en el que se desenvolvía la vida de los naturales. A continuación se añade información sobre quiénes, según los recuerdos del Inca Garcilaso, poseyeron los inmuebles señalados: 1. Rodrigo de Pineda. 2. Juan de Saavedra. 3. Diego Ortiz de Guamal. 4. Pedro de los Ríos y Diego de los Ríos. 5. Hieronimo Costilla. 6. Gas-

8 La ubicación aproximativa en el plano de las parroquias indígenas y de su hospital son de mi responsabilidad. 9 Por ejemplo Arequipa contaba con 400 familias; con 300 contaban Huamanga, Trujillo, Huanuco y Huancavelica. Chachapoyas contaba con 200 unidades familiares y el resto de poblaciones estaban habitadas por 100 o menos familias (Solano 1990: 51).

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Plano del Cuzco colonial según el inca G a r c i l a s o " (Azevedo 2009: 68-69).

En la época en que se inscribe este plano se llamaba parroquia de Nuestra Señora de los Remedios. " La ubicación aproximada de las parroquias de naturales es de mi autoría.

El cuzco del siglo xvi: contexto socio-cultural par Jara, después C. Agustino. 7. Miguel Sánchez. 8. Juan de Santa Cruz. 9. Alonso de Soto. 10. Gabriel Carrera. 11. Diego de Trujillo. 12. Antón Ruiz de Guevara. 13. Juan de Salas (Casa de los 4 Bustos). 14. Convento Santa Clara, antes Alonso Diaz. 15. Francisco Barrientos, después J. Álvarez Maldonado. 16. Hernando Bachicao, después Juan Alonso Palomino. 17. Casas Episcopales, antes J. Salas y luego F. Villacastín. 18. Catedral, antes casa del inca Viracocha. 19. Casas con Portales que servían de tiendas para oficiales. 20. Casas que fueron de Juan de Berrio. 21. Tiendas principales de los mercaderes más caudalosos. 22. Diego Maldonado, el rico. Hatuncancha. Casa del inca Yupanqui. PUCAMARCA: Francisco Hernández Girón, Antonio Altamirano, Francisco Frías, Sebastián Cazalla. Otros muchos que hay a sus lados y espaldas. Barrio grandísimo: Alonso de Loaysa, Martín Meneses, Juan Figueroa, Pedro Portocarreño, García de Melo, Francisco Delgado. Plaza de Intipampa. Coricancha. Pumacchupan, que son arrabales. Yachayhuasi, casas de enseñanza. Cora Cora. Palacio de inca Roca, en el reparto cupo a Gonzalo Pizarro y otros. Cassana. Palacio del inca Pachacuti: tiendas con sus portales, en el reparto cupo a Juan de Pancorvo y otros. PLAZA PRINCIPAL o HUACAYPATA: Amarucancha. Palacio de Huayna Ccapac: Compañía de Jesús, en el reparto cupo a: Hernando Pizarro, M a n d o Serra de Leguizamo, Antonio Altamirano, que tenía otras casas, Cárcel de españoles, Alonso Mazuela, después Martín Olmos, otros. ACLLAHUASI. Casa de escogidas, tiendas de mercaderes, en el reparto cupo a: Francisco Mejía, Pedro del Barco. Licenciado de la Gama, otros. 23. Pedro de Orué 24. Juan de Pancorbo, en ella vivía Alonso Marchena. 25. Hernán Bravo de Laguna, antes Antonio Navarro y Lope Martín, otras había pegadas a ésta. 26. Alonso de Hinojosa, antes del licenciado Carvajal. Plaza de Cusipata o Nuestra Señora de las Mercedes. 27. Convento de Nuestra Señora de las Mercedes. 28. Vecinos que no tenían indios. "No pasaba entonces la población de aquel puesto". 29. Diego de Silva 30. Pedro López Cazalla 31. Juan de Betanzos 32. Alonso de Mesa, a sus lados y espaldas hay otras muchas colaterales. 33. Garcilaso de la Vega, antes Francisco de Oñate. 34. Vasco Guevara, después coya doña Beatriz. 35. Antonio Quiñones 36. Tomás Vázquez, antes Alonso de Toro 37. Pedro Luis de Cabrera, después Rodrigo de Esquivel 38. Antonio Pereira, hijo de Lope Martín 39. Pedro Alonso Carrasco 40. Otras y eran las últimas de aquel barrio. 41. Francisco Villafuerte, andén muy largo, no tenía casas. 42. Convento de San Francisco, antes había andén hermosísimo, propiedad de Juan R. Villalobos. 43. Juan Julio de Hojeda, Pedro de Gómez de Tordoya. 44. Martín de Arbieto. Llano muy grande de ejercitar caballos. 45. Hospital de indios (cf. Azevedo 2009: 69).

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2.2.3. Las parroquias o barrios indígenas10 El fin evangelizador de la gesta americana llevó a la Corona española a preocuparse por el desarraigo de los naturales a causa de la conquista y colonización de sus tierras, estableciendo en las Leyes de Burgos de 1512 que los asentamientos españoles respetaran la organización indígena, en la medida que fuera posible. Supuso, asimismo, un paso importante en el camino de la hispanización y evangelización indígena la sustitución de las encomiendas o repartimientos por las parroquias (Nuevas Leyes 1545), pues se abrió paso una nueva forma de organización y de integración de los naturales a la cultura española, que fue mucho más efectiva, a la luz de la documentación que aquí se exhibe, de lo que se creía hasta el momento. En esta y otras reformas laten las ideas defendidas por el profesor de la Universidad de Salamanca Francisco de Vitoria, quien en fecha tan temprana como 1539, al calor del Requerimiento de 1533 enviado a Francisco Pizarro, propuso una transformación política en el camino emprendido por la Corona. Los acontecimientos que tuvieron lugar en Perú influyeron en la conciencia soberana y permitieron que Francisco de Vitoria, a partir del principio del ius societatis et communicationis, articulara una carta de derechos y deberes entre indios y españoles, fundamentada en cinco principios de Derecho natural y de Derecho de gentes: Primero, indios y españoles eran fundamentalmente iguales en cuanto hombres. Segundo, igualmente solidarios y libres, el retraso de los indios se debía en gran parte a la falta de educación y a sus bárbaras costumbres. Tercero, los indios eran verdaderamente dueños de sus bienes, al igual que los cristianos, y en consecuencia no podían ser desposeídos de esos bienes por razón de su incultura. Cuarto, los indios podrían ser confiados a la tutela y protección de los españoles mientras estuvieran en situación de subdesarrollo. Quinto, el consentimiento mutuo y la elección libre de los indios constituía, en última instancia el título prioritario de intervención y de gobierno (Pereña 1992: 87). Un cuarto de siglo después, su doctrina fue incorporada al Derecho indiano, al Consejo de Indias, a las audiencias y a las distintas gobernaciones 10

tema.

Agradezco al profesor Donato Amado la bibliografia que me facilitó sobre este

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de las Indias para culminar en política de pacificación. Su doctrina se extendió a través de la presión realizada en las conciencias gracias a juntas, sínodos y concilios provinciales. Las iglesias servirán para congregar en torno a ellas y a la organización colonial a los naturales. En el Primer Concilio Limense (1551) se dispone no solo su edificación, sino también su número, su distribución y la cantidad de indios que cada una de ellas debía comprender. De este modo se puso en práctica, en brevísimo tiempo, lo dispuesto por el Concilio de Trento (1545-1563) que, dirigido a todos los católicos, señalaba a cada parroquia el territorio correspondiente, así como un número determinado de feligreses. Así, los barrios indígenas, organizados según costumbres incaicas por aillus o parcialidades, contaron con una primitiva parroquia 11 en torno a la cual se organizaría una nueva sociedad indígena de acuerdo a la estructura de poder colonial y su cultura escrita. Tenemos noticia de que el 26 de julio de 1560 fue elegido alcalde de la parroquia de San Cristóbal, Alonso Inga; un día después fue elegido el alcalde de Carmenca, pero no se ofrece su nombre (Esquivel y Navia ([1749] 1980: 203-204). En la creación de las parroquias cuzqueñas fueron determinantes las políticas aplicadas por los virreyes Cañete y Toledo. 2.2.3.1. El virrey marqués de Cañete y las parroquias de naturales cuzqueñas En el Cuzco, ocho años después del Primer Concilio Limense, en 1559, su corregidor, el licenciado Polo de Ondegardo, recibió una provisión del virrey marqués de Cañete del 28 de abril de dicho año, mandándole que en los barrios donde vivían los naturales se construyera una iglesia que sirviera para enseñar «buenas costumbres»: " De Azevedo (2009: 70-71) ofrece la siguiente información sobre las parroquias cuzqueñas: «El barrio de Colcampata donde vivió y fundó una pequeña capilla Cristóbal Paullu, el Inca hispanizado y convertido en 1543, fue transformada en la parroquia indígena de San Cristóbal, en 1560». Señala el mismo autor que, «según Uriel García, La Carmenca se convierte en parroquia de Santa Ana también en aquel año». Asimismo observa que «ya existía la iglesia de Belén, el 28 de junio de 1560, cuando el Cabildo mandó abrir una nueva calle para mayor comodidad de la multitud que concurría a visitar aquel santuario. Esta parroquia indígena no pudo haber nacido al acaso. Tenemos muchas razones para creer que ella fue fundada en el antiguo barrio satélite de Cayaucachi. Tococachi pasa por el mismo proceso. En 1560, se construye la primitiva capilla, destruida en 1650».

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Rosario Navarro Gala Don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, guarda mayor de la ciudad de Cuenca, visorrey y capitan general en estos reinos e provincias del Perú por Su Majestad, etc. A vos el licenciado Polo, corregidor del Cuzco, sabed que a mí ha sido fecha relación diciendo que en esa dicha ciudad hay más de veinte mil indios de diversas personas e otras, que viven libremente; con los cuales no se puede tener cuenta para doctrinarlos sino fuese haciéndoles iglesia en los barrios donde viven, para que sepan adonde han de acudir para el dicho efecto; e haciéndose estas iglesias se podrían dar orden en negocio que tanto importa a el bien de los dichos naturales, que tienen ahí sus asientos, tratos e granjerias. E proveyendo sobre ello de remedio, di el presente por el cual vos mando que veáis los asientos que los dichos naturales tienen e los barrios donde viven, e proveáis cómo en cada barrio de los dichos indios hagan ellos mismos una iglesia moderada, donde se junten a oir la doctrina cristiana y se diga misa, y enseñen buenas costumbres e los hijos las vayan tomando; las cuales dichas iglesias se harán en las partes e lugares y tamaño, que a vos os pareciere, y con parecer del provisor de la Santa Iglesia de esa dicha ciudad. E por la presente mando a los indios de cada barrio que cumplan en esto lo que acerca de ello les mandáredes, e so las penas que de parte de Su Majestad les pusiéredes. Fecha en los Reyes a veinte y ocho días del mes de abril de mil quinientos y cincuenta y nueve años. El Marqués. Por mandado de Su Excelencia, Pedro de Avendaño (Esquivel y Navia 1980 [1749]: 197-198).

Y así, Polo Ondegardo n o tardó en cumplir dicha provisión erigiendo y constituyendo, en 1560, cinco parroquias en el Cuzco 12 : La de la gloriosa Santa Ana en el barrio de Carmenca, parte septentrional y camino de Chinchasuyo; la de San Cristóbal en la ermita de Collcampata, fabricada por don Cristóbal Paullu Thupac Inca; la de San Blas obispo y mártir en el barrio de Toctocachi a la parte oriental; la de Cachipampa con título de San Sebastián o de los Mártires, medialegua de la ciudad, a la parte septentrional y camino de Collasuyo; y la del título de los Reyes en el barrio de Cayocachi, entre el poniente y mediodía (Esquivel y Navia 1980 [1749]: 197-198).

12 Según Vargas ligarte (1953: 225) las parroquias cuzqueñas se crearon un año antes, en concreto el 18 de abril de 1559.

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La parroquia de los Reyes desde muy pronto cambió de nombre, ya que le cupo en suerte el honor de recibir la imagen de Nuestra Señora de Belén, llegada por el mar de manera misteriosa ([1749] 1980: 200). El marqués de Cañete no solo mandó erigir dichas iglesias, sino que las acompañó de una serie de ordenanzas que Polo de Ondegardo hizo pregonar el 3 de julio de 1560. En ellas, por primera vez13, se trató sobre el nombramiento de alcaldes indígenas y sus funciones. Poco tiempo después, en 1566 en carta de petición 14 (AGI, Audiencia de Lima 221), hallamos constancia del intento de poner en práctica dichas ordenanzas. Primer germen atestiguado, que no parece gozar del alto grado de participación e implicación que observamos en los documentos de la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación del Cuzco, pero que ha superado con creces las limitaciones que los indígenas tenía, según Lockhart (1982: 266), para tomar la pluma y estampar su firmas. Se señalaba en dichas ordenanzas que podrían tratar causas civiles, así como prender a los delincuentes. Ordenaba Cañete, asimismo, que se tuviera un libro y registro de los pleitos entre naturales y que un escribano indígena, eso sí dependiente de un escribano público español, se ocupara de ellos. Sin duda, son estos escribientes precursores de los escribanos públicos indígenas, de cabildo también indígena, pocos años después. De su existencia es buena prueba el protocolo que aquí se edita. Entre las obligaciones de los alcaldes se establece una reunión semanal en el cabildo de los españoles para tratar sobre los problemas de los naturales. En manuscrito que, según recoge Félix Denegrí, podría ser el borrador original de la obra de Esquivel se lee: Las ordenanzas en suma son las siguientes: 1. Que el corregidor tres dias antes de la fiesta de cada parroquia, informado de las personas de ella, elija ocho con los cuales trate se propongan tres las más idóneas para el dicho oficio de alcalde; y asistiendo a las vísperas con el Regimiento, acabada la función, entregue la vara de alcalde al que le pare-

13 Antecedente de estas ordenanzas fueron las de 1551. En ellas, Carlos V ordenaba que los indios fuesen reducidos en poblaciones «que con mucha templanza y moderación ejecutasen sus oficiales estas reducciones, su población y la doctrina de sus vecinos». Dichas ordenanzas formaron parte de la Ley I de las Reducciones, contenidas en la Recopilación de las Leyes de Indias (Libro VI, título III) que fue añadiéndose en años sucesivos 1560, 1565, 1568, 1573 y 1578 (Harth-Terre 1961: 302). 14 Véanse láminas 9, 10, 11 y 12.

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Rosario Navarro Gala ciere más apto de los tres propuestos en nombre de Su Majestad, tomándole el juramento acostumbrado; y en la parroquia de los Mártires, por ser más dilatada nombre dos alcaldes de cuatro que fueren propuestos. Y el día de la fiesta asista a ella con el alcalde o alcaldes recién nombrados. 2. Que en cada semana por el día que asignare el corregidor venga el alcalde a darle cuenta de los negocios de administración de justicia para que los decida, excepto en los casos que las partes consintieren en lo determinado por el alcalde, que entonces lo que éste proveyere se tendrá por sentencia. 3. Que en causas criminales el alcalde pueda prender a los delincuentes y hacer la averiguación, y si fuere día que le cupiere los traiga presos ante el corregidor para que los sentencie, y si no fuere tal día dé noticia al corregidor. 4. Que en causas civiles el alcalde conozca de ellas hasta en cuantía de seis pesos y dé relación al corregidor. 5. Que en negocios y pleitos de más importancia entre los naturales haya un libro o registro donde se asienten por ante escribano en relación breve y sumaria las diligencias y determinaciones; e ínterin que haya escribanos de los mismos indios, pasen ante los escribanos públicos y del número por sus antigüedades, sin llevarles más derechos de los que anda Su Majestad. 6. Que un día en la semana habiendo cabildo se junten los alcaldes en la casa del dicho Cabildo para las diligencias a que se ofrecieren tocantes al bien de los naturales. Y cuando el corregidor saliese a visitar lleve dos de los dichos alcaldes. 7. Que todas las veces que se hiciere nueva elección el corregidor junte la gente de la parroquia, inquiera si el alcalde que deja la vara les ha hecho algún agravio, y hallando que lo ha hecho lo castigue pero no como a los otros indios; y los honre y favorezca en lo que lugar hubiere para que sean estimados y respetados, la cual inquisición se haga en lugar y por residencia (Esquivel y Navia 1980 [1749]: 203-204).

2.2.3.2. El virrey don Francisco de Toledo y las parroquias de naturales cuzqueñas En 1562, 12 años más tarde, en una visita al Cuzco, el virrey Francisco de Toledo amplió el número de parroquias a siete15, para lo que contó con la intervención de los jesuitas (Vasco de Contreras 1982 [1649]: 183): 15 Sin embargo, Baltasar Ramírez, que según Porras Barrenechea fue cura en Perú 24 años, en su descripción del Cuzco datada en 1597 solo señala la existencia de cinco parroquias: «cinco parochias de yndios que son, Santa Ana, Sant Christóual, Sant Blas, Nuestra Señora de Belén, Sanctiago. Tiene cada una su Cura y juridición y districto vnas de otras. Tienen á quatrocientos ó quinientos feligreses yndios de visita; éstos son por la

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Por cuanto en esta ciudad, y sus arrabales se han instituido, siete parroquias, en cada una de las cuales hay su Iglesia, y reside sacerdote que entiende en la conversión y edificación de los naturales de ellas, y administrar los sacramentos á los feligreses, porque de otra manera no se podría conseguir, ni hacer fruto, ni se cumplia con la obligación real, allende de otras grandes utilidades, que han resultado después, que se pudo la dicha orden, cuanto al descubrimiento de sus ídolos, y adoratorios y estatuas, y cuerpo de los incas que era eficacísimo estorbo de su conversión y provision, de fiestas de su gentilidad, y borracheras ordinarias; en las cuales dichas parroquias conviene que se provean algunas cosas, para conservación de lo hecho, cuanto á la cristiandad y otras que conviene para la policia y orden de la República, como S.M. me loencarga, descargando conmigo su real conciencia, sobre lo cual mandé hacer las ordenanzas siguientes (Levillier 1929: 111). En cada una de las siete parroquias estableció el virrey un cabildo de indios y ordenó que el día de la festividad de cada parroquia se eligiera a los cargos que permitirían el funcionamiento de parroquias y cabildos: Primeramente, que en cada una de las parroquias resida un sacerdote por cura, el cual tenga cuidado de todos los Domingos y fiestas que el sínodo manda que lo sean para los dichos indios, decirles Misa y juntarlos, para que oigan la Doctrina Cristiana, y sean enseñados en las cosas de nuestra santa fé católica, y si el tal sacerdote estuviere enfermo, lleve persona que la haga las dichas fiestas en su lugar y encargarse al Reverendísimo Obispo de esta ciudad (...) mande mudar al sacerdote que no lo cumpliere (...) y las dichas faltas se prueben con certificación del principal y cacique de la Parroquia, y si fuese un mes entero, que no sirva y no pudiere servir, le quiete al dicho el Obispo y le dé á otro. Item: Que el tal sacerdote tenga libros donde se asiente, los que se bautizaren y los padrinos, y los que se casaren y velaren, y los que murieren en el tiempo, el allí residente, el cual esté por la orden que le está mandado por el sínodo (...) en el dicho libro haya cuenta y razón de todo, y sea obligado á confesar todos los feligreses de la dicha Parroquia, á lo menos una vez cada un año (...) Item: Que en cada una de las dichas perróquias, haya una mayor parte yndios naturales del Cuzco, que están allí poblados desde su antigüedad; entre estos están munchos yanaconas y munchos Hatunlunas, que vienen allí á sus negocios y al servicio del pueblo como de repartimiento» (Porras Barrenechea 1961: 116). Es muy posible que dicho autor reproduzca información tomada de una fuente anterior a 1572 o bien si su conocimiento fue directo, hubo de ser anterior a dicha fecha.

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Rosario Navarro Gala cofradía de la caridad, en la cual el dia de la advocación, se elijan dos mayordomos, que sean los indios mas hábiles que hubiere, los cuales aquel año de su mayordomia, entiendan en hacer acudir las gentes á las casas de caridad, principalmente á que sepan y inquieran los enfermos que haya en la dicha Perróquia, para que si fueren pobres, las hagan llevar al hospital y den noticia al cura para que los visite y haga aque los velen, si estuvieren en tal necesidad que lo hayan menester, porque de dejarlos solos, como son fáciles, se ha visto ahorcarse porque son mas aparejados que otra gente (...) para las tentaciones del demonio (...) Item: Que en cada una de las dichas Parroquias, con sus curas, y cruces en orden acudan á las congregaciones de los fieles cristianos y procesiones que se hacen, por el año como á la fiesta de Corpus Cristo, y Letania y Jueves Santo (...) y ántes que salgan, tenga el cura cuidado de tener juntos y congresos los indios de las dichas parroquias y darles á entender la razón porque se hace cada una de las dichas fiestas y procesiones, de manera que vayan instruidos y informados de lo que van á hacer para que con la costumbre lo vayan entendiendo y dejen las suyas, que el demonio tenía establecidas entre ellos (...) y aprovechará mucho que los dichos curas las sepan para reprobarlas y darles á entender el engaño en que han vivido (...) y lo mismo para las confesiones, y saberles preguntar lo que toca á sus idolatrías (...) Ordeno y mando, que la orden que entonces se puso en las parroquias de esta ciudad; y la que en cada provincia se hiciere por sí con la examinacion de los sacerdotes, se cumpla y guarde con los caciques é indios que se hallaren en la ciudad, y las parroquias de esta ciudad la autoricen, y honren en ella sacando a cada parroquia dos ó tres danzas, y sus andas y pendones y vengan los sacerdotes de ellas cada uno con la que tiene á su cargo, y procuren que la dicha fiesta se haga con la solemnidad posible, y que todas las dichas parroquias enramen las calles acostumbradas por donde suele ir la procesión (...) Item: Por cuanto para que todo lo susodicho haya efecto, conviene y es necesario, que en cada parroquia se elija su alcalde de los dichos naturales, en cada un año, asi para ejecutar lo que el corregidor mandare en la dicha parroquia, como para que asista con el juez délos naturales á la determinación de las causas por sus semanas, (...) Ordeno y mando que el día de la advocación de cada parroquia, adviertan á los indios de ella, que otro dia después de Misa elijan dos personas hábiles y suficientes para alcaldes, la cual dicha elección hagan todos ellos, y para aillos y parcialidades, los cuales lleven otro dia después de la fiesta á las casas de Cabildo, y al uno de ellos, cual mas suficiente pareciere al corregidor, comparecer del ayuntamiento, se entregue la dicha vara de Alcalde y use el dicho oficio, todo aquel año; y lo mismo se elija dos alguaciles vecinos

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de la dicha Parroquia (...) se asiente en el libro de Juez de naturales, por fé del escribano de Cabildo (...) el día que se hiciere dicha elección, estando toda la gente de la parroquia junta, el corregidor, con buena lengua les mande decir, que si el dicho alcalde hubiere hecho algún agravio ó fuerza durante el tiempo que ha tenido la dicha vara que el agraviado parezca en aquellos ocho días primeros siguientes, ante el dicho corregidor, porque lo oirá y guardará justicia (...) y no habiendo queja del dicho alcalde lo asiente en el dicho libro de los naturales al cabo de los ocho dias el testimonio de cómo se hizo la dicha ligencia, y no pareciendo quien se quejase ó lo que hubo sobre la queja (...) para administrar los santos Sacramentos como para doctrinar y catequizar los indios en todas las partes conviene que los sacerdotes entiendan la lengua (...) y más principalmente que la sepan los que han de administrar los sacramentos en las dichas parroquias, por ser esta la cabeza del Reyno y donde salió el fundamento de todas las idolatrías (...) encargándole al Reverendísimo Obispo de esta ciudad, y al Dean y cabildo sede vacante, que los busquen de la condicion sobredicha para el dicho efecto, y me hagan relación de ellos para que yo les presente, y si por no ser asi se presentare alguno ahora que no esté diestro en la dicha lengua y pueda entender en el dicho ministerio, que por el mismo caso gane cincuenta pesos menos de salario que se dá á todos los demás, los cuales sean para un sacerdote qeue entienda en confesar los dichos indios en la septuagésima del dicho año (...) Item: Por cuanto se vé por experiencia el gran fruto que se hace en visitar las parroquias uno de los Regidores del dicho ayuntamiento para que vea y entienda la orden que se tiene en el cumplimiento de las dichas ordenanzas, y se vió cuando en el fundamento de las dichas parroquias se hacia lo susodicho: Ordeno y mando, que cada cuatro meses se elija uno de los regidores para el dicho efecto, el cual visite cada una de las dichas fiestas dos parroquias, y por cuanto el principal daño é inconveniente que tienen estos naturales, y que más estorbo es para su conversión, son las borracheras (...) se informe si las hay (...) [si hubiera culpables] le mande dar luego azotes, y si fuere cacique ó principal de la dicha parroquia, lo remita al corregidor, el cual habida la dicha información, por la primera vez le prive un año del cacicazgo y señorío, y la segunda, perpetuamente (...) (Levillier 1929: 111-116). Con dichas ordenanzas, de marcado carácter religioso, se perseguía que el cura de las parroquias ya instituidas y en marcha desde hacía varios años, cumpliera con las obligaciones contraídas con sus parroquianos, esto es, permaneciera en las mismas, impartiera misa y doctrina, llevara relación de la ad-

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ministración de los sacramentos -tal como obligaba Trento (1545-1565)-, instituyera una cofradía de caridad con mayordomos indios, cuya ocupación, parece que prioritaria, era la de encargarse de los naturales enfermos, llevarlos al hospital e informar al cura para que los visitaran y velasen; y, por último, asistiera a las procesiones guiando a sus feligreses indígenas, que llevarían sus propias danzas, andas y pendones. Vinculada sin duda a la señalada influencia jesuítica está la insistencia en que los curas que atiendan dichas parroquias sean lenguaraces. Insistencia que en el Cuzco, al menos, produjo su efecto, pues allí fue una realidad. Piénsese en el padre Cristóbal de Molina, que según él mismo indica en su Relación, fue párroco en la misma parroquia de la que son originarios los documentos aquí editados, años antes, cuando se llamaba todavía, por influencia del nombre primigenio que se le dio al Hospital de Naturales, parroquia de Nuestra Señora de los Remedios. Dichas ordenanzas han de ser entendidas en su contexto, pues no debemos olvidar la estrechísima relación existente en la época entre Iglesia y Estado, junto a la obligación adquirida por los Reyes Católicos de evangelizar a los pueblos indígenas. De ahí que el virrey Toledo se rodeara de un nutrido y excepcional grupo de especialistas tanto religiosos como laicos para ser asesorado en sus decisiones; de ellos destaco nombres tales como el oidor de Lima González de Cuenca, Matienzo, el licenciado Polo de Ondegardo, Ruiz de Navamuel, el dominico fray García de Toledo y el jesuita padre José de Acosta. A su vez estos consejeros contaron con la colaboración de hombres de la talla y experiencia de Sarmiento de Gamboa o el antes mencionado padre Cristóbal de Molina, por poner solo algún ejemplo. Con todo ello perseguía Toledo hacer ahondar a los naturales en su cristianización alejándolos de sus creencias paganas a la par que eran introducidos en la cultura occidental. El compromiso ideológico del virrey peruano con sus obligaciones de gobernante lo lleva, asimismo, a intentar corregir los puntos débiles de la sociedad occidental, al tratar de evitar con sus ordenanzas tanto la corrupción como el despilfarro. Las ordenanzas de Toledo, como demuestra la documentación que aquí se publica, fueron aplicadas escrupulosa y rápidamente. Se perseguía, se ha dicho, la hispanización de los naturales, esto es, que como prolongación del reino cristiano de Castilla se extendieran y aplicaran a las Indias sus fundamentos políticos y jurídicos. Era constante la legislación encaminada a evitar los abusos cometidos contra los indígenas, y es verdad que se repetían las órdenes, pero, como dice Baylle (1952: 778) «No es de maravillar que se repitan las órdenes: señal, sí, de que se quebrantaban, y señal también que se reparaba en ello y se mantenía la voluntad de hacerlas cum-

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plir». Lo antes visto da fe de la motivación reguladora de la Corona que intenta evitar los abusos cometidos, y por cometer, contra los indígenas 16 . En dicha línea establece Toledo, por ejemplo, el salario que debe recibir el indio por sus servicios17. En efecto, en el título XXX ordena y manda a los encomenderos que ni ellos «ni ninguna otra persona, no tenga en su cassa rancherías de indios ni indias cassados y solteros, aunque digan que son officiales ni yanaconas y que han nacido y criádose en su cassa, salvo aquellos que hobieren menester para su servicio ordinario y los tuvieren concertados por año o años, ante el corregidor y escribano y los hobieren pagado». Ordena, asimismo, que los encomenderos o cualquier otra persona de la ciudad que tenga indígenas para el servicio de sus casas, siempre que los indígenas quisiesen voluntariamente serviles, hagan asiento de los mismos «ante el dicho corregidor y escribano, a lo más largo por dos años, dándole a cada uno [su salario]» (Urteaga/Romero 1926: 216-220). La Relación que Vasco de Contreras y Valverde escribió en 1649, casi un siglo después, arroja luz sobre la situación en la que desembocó el cumplimiento de las ordenanzas de los virreyes Cañete y Toledo en lo atinente a las parroquias cuzqueñas. En ella se habla de la existencia de ocho parroquias de indios, en las que no solo habitaban estos, «también en ellas [hay] casas de españoles». Como vemos, en los barrios indígenas había casas de españoles, y esto no solo se comprueba en el citado texto, sino en múltiples ocasiones en los documentos que aquí se publican. Por ejemplo, la casa que compró Toledo para instalar el cabildo de indios de la parroquia indígena de Nuestra Señora de la Purificación, la compró de los herederos de Alonso de Hinojosa, situada frente a la casa del corregidor Martín Hurtado de Abierto, que se hallaba, obviamente, en zona habitada por españoles (Villanueva Urteaga 1970 y Esquivel y Navia [1749] 1980: 73). Así pues, la relación entre españoles e indoamericanos fue permanente, siendo los se-

16 No en vano Toledo cumplía con las «instrucciones que le había enviado la Junta Magna, reunida en Madrid en 1568, y entre estas instrucciones se hallaba la de defender a los indios de los abusos cometidos por las órdenes religiosas, los encomenderos, los mineros y los españoles en general». Véase Levillier (1928, vol. 3), citado por Soltero (2010: 115). 17 Existía sin duda un interés práctico en la defensa de los indígenas porque, como dice Bayle (1952: 784), «sin buen tratamiento, los indios se acababan, y sin indios no había Indias, según el refrán; pero también, y principalmente, por el deservicio a Dios Nuestro Señor y a su majestad, que así lo ordenaban en la ley eterna y en la multitud de provisiones salidas del Consejo».

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gundos muy superiores en número a los primeros. Entre las ocho parroquias figura, por primera vez, en texto publicado hasta hoy, el nombre de la parroquia del Hospital de Naturales, que tal y como figura en la documentación que ofrecemos aquí en esa época, no era otro sino Nuestra Señora de la Purificación. Estas parroquias son: Belén, Purificación de Nuestra Señora (Hospital), Santiago, Santa Ana, San Cristóbal, San Blas, San Sebastián y San Jerónimo: Las parroquias son: la primera de Nuestra Señora de Belén, donde está una imagen devotísima, que en las necesidades de falta de agua o de esterilidad o peste, la traen en procesión a la catedral y hace Dios por ella milagros y concede lo que se pide (en el margen escribe "Belén"). La segunda parroquia es de la Purificación de Nuestra Señora, con iglesia rica y muy bien adornada. Válele al cura en cada año, más de tres mil pesos (en el margen añade "Hospital"). La tercera es de Santiago, donde la devoción del Licenciado Francisco de Paredes, ejemplar cura de ella, ha colocado una imagen de Nuestra Señora de Monzerate y con su limosna, buena industria, la ha adornado de frontales de plata, velos y cortinas de lo mismo, blandones y candeleros y lámpara (...) Es muy frecuentado este santuario de toda la ciudad; españoles y yndios, el día de la Natividad y todo el octavario. La cuarta es de Santa Ana a la entrada de la ciudad. Tiene rica iglesia y muchos ornamentos. Válele al cura tres mil pesos. La quinta es de San Cristóbal en lo más alto y eminente de la ciudad. Tiene muy linda iglesia y ornamentos ricos y cerca de ella, está la fortaleza del Inga, de piedra labrada, imposible de creer su grandeza, si no es viéndola. La sexta es de San Blas. Tiene muy rica iglesia y muy bien adornada y muchos feligreses y válele al cura tres mil pesos. La séptima es de San Sebastián. Esta es de más grande y más rica iglesia, con muchas capillas, altares y cofradías, válele al cura más de tres mil pesos. La octava es de San Jerónimo, tan rica iglesia y poblada de gente como la pasada y con no menos adornos de iglesia y cofradía. En todas las parroquias, está colocado el Santísimo Sacramento y en sus lámparas arde aceite de olivas y hay en ellas mucha frecuencia de comuniones de indios por la buena doctrina, enseñanza de sus curas (Contreras y Valverde 1982: 168-169). 2.2.3.3. La parroquia de Nuestra Señora de la Purificación en el Cuzco El libro de protocolo que aquí se publica demuestra que la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación, en el Cuzco, existió con tal nombre al

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menos desde el año 1581. Parece que con anterioridad recibió el mismo nombre que tenía la primitiva advocación del Hospital de Naturales, esto es, Nuestra Señora de los Remedios. De hecho, el padre Cristóbal de Molina, en su Relación sobre los ritos y fábulas de los incas dice ser «Cura de la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios de el Hospital de los Naturales de la ciudad de el Cuzco» (f. Ir., Ms. 3 169 Biblioteca Nacional de Madrid). Este hecho nos sirve para apoyar la tesis de que la obra del padre Molina tuvo que ser escrita con anterioridad a 1580. Sobre la fecha de su composición véanse, entre otros, Soltero (2010) y López Parada (2010). La razón por la que no recibe su nombre en la documentación que trata sobre la creación de las parroquias cuzqueñas hasta 1649 tiene que ver, muy posiblemente, con la irrelevancia del mismo ante la gran consideración en la que se tenía al Hospital de Naturales. La información que nos ha llegado sobre la construcción de dicha parroquia la debemos a Villanueva Urteaga (1970: 80-81) quien bajo el apelativo de la parroquia del Hospital de Naturales, señala que fue construida de adobes, y muy modesta, en el siglo xvi. Informa, igualmente, sobre su destrucción en el siglo xvn, en 1650, a causa del terremoto que asoló el Cuzco y sobre su posterior reconstrucción en 1657 por el párroco Francisco Soria. La parroquia que se conserva hoy en el Cuzco, en el mismo barrio donde estuvo ubicado el Hospital de Naturales, recibe la advocación de San Pedro y está situada en distinto lugar al de la originaria construcción, pues se sabe que en 1688 comenzaron los trabajos para el emplazamiento de un nuevo templo «en terrenos comprados para este efecto», que sustituyera al de 1650. La primera piedra de dicho templo fue puesta el 14 de septiembre de 1688 y fue construida por el indio Juan Tomás Tuyro Tupa, quien también talló el retablo y el púlpito que hoy se conserva. La actividad de la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación demuestra con abundante prueba documental que las ordenanzas de los virreyes Cañete y Toledo fueron puestas en práctica y sin demora; en los manuscritos editados se observa la existencia de un amplio abanico de funcionarios de cabildo, así como de artesanos, yanaconas y otro personal de servicio, junto a un grupo de españoles que sin duda habitan en este barrio o en sus inmediaciones. Efectivamente, ya en torno a 1580, tenemos prueba de una sociedad indígena hispanizada en sus elementos constitutivos y organizativos. Por los folios del libro de protocolo de Pedro Quispe discurren el cantor Salvador Pascual, que además realiza algunos testamentos y autos, los sacristanes Antón Lluclla Callán y Felipe Ti^ca, el regidor de la parroquia

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Alonso Ocha Ynga, el alcalde principal Juan Gualpa SUCQO, el alcalde ordinario Francisco Guama Chuco, el alguacil mayor Joan Anceypuro, el alguacil de la doctrina Pedro Guama Mano, el mayordomo del Hospital de Naturales Juan de Aguilar18, los pregoneros Francisco Vilca y Diego Casa Maicha, los mayordomos de la cofradía del Espíritu Santo Alonso Nina Poma y Alonso Chilua. Entre ellos hay muchos caciques y principales, como Juan Guanuco —que sirvió a Hernando Pizarro—, Diego Sata Yupanqui, Domingo Tito Yupanqui, etc. No menos importante es el nutrido grupo de artesanos que aparece en dichos documentos, como Juan Chauaca, sombrerero, quien posee una historia de papel (no se especifica de qué historia se trata) junto a otros papeles, también sin especificar (fs. 863r.-867v.); Juan Cayo, sillero; Diego Suta Yupanqui; Martín Yanqui y Sebastián Orcota, oficiales campaneros; Marcos, yndio pintor; Alonso Quispi Coro, sastre; Juan Quispe, panadero; Pedro Njna Manco, cirujano, etc. Se trata de un entorno en el que el contacto entre las lenguas y las costumbres es permanente y, según el libro de protocolo, fluido. Españoles son Francisco (Arias) Roxo, quien aparece con relativa frecuencia como testigo, participa como contador en la cofradía del Santísimo Sacramento e incluso escribe el testamento de Ana Cochauato; lo mismo ocurre con Francisco de Anarcos, muy posiblemente encomendero, pues, según este protocolo, tiene un yanacona, Juan Uellca, bajo su servicio (doc. 29, f. 876r.); dicho encomendero figura como albacea y manuscribe el testamento de Alonso Hanco. Sigue la nómina de españoles con Alonso de Badajoz, Juan Segovia, el padre de la parroquia Pedro Arias, Mancio Serra de Leguisamo, llegado al Cuzco con Almagro, después de la caída de Atahualpa19, Ana Añas Myral, Petronjlla de Leguisamo 18

Nos ha llegado noticia de que en 1588 muchos indios del Cuzco y de sus parroquias enfermaron, y los médicos Gamarra y Mesa fueron llamados para que explicaran bajo juramento la causa. Declararon que se trataba de un "ramo de pestilencia". Con ocasión de este juramento también fue llamado a declarar Juan de Aguilar, mayordomo del Hospital de Naturales, quien ante el cabildo declaró que tenían más de 100 enfermos en el hospital (Esquivel y Navia 1980 [1749]: 257). 19 A este español le tocó entre los objetos repartidos tras la conquista, una lámina que representaba la efigie del sol, que perdió en el juego. N o obstante consiguió superar su adicción y fue nombrado alcalde del Cuzco y mantuvo una conducta intachable (Urteaga/Romero 1926: 32). Por Esquivel y Navia (1980 [1749]: 221) sabemos que Mancio Serra de Legisamo se encontraba entre los representantes del cabildo secular que firmaron en 1569 a favor de hacer administrar los santos sacramentos, antes de que se hiciese una iglesia para el barrio del hospital. Sin duda debía de existir alguna pequeña capilla dentro del hospital.

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y Joan de Berrio. Es posiblemente mestizo Ylario Arias Mexicano. Y junto a este plantel, un largo etcétera. Es evidente que los indígenas cuzqueños hablaban quechua, pero los documentos que aquí se editan demuestran que también conocían el castellano, si bien su competencia en el mismo es difícil de determinar, pues la mayor parte de los documentos otorgados han pasado por las manos de un experto escribano indígena, de sus ayudantes o de algunos españoles próximos a ellos. Cabe pensar, no obstante, que como mínimo, la mayoría de ellos debía de ser capaz de entender el castellano, pues el escribano no señala que haya sido necesaria traducción alguna, salvo en dos ocasiones. En efecto, en auto sobre el resultado de la almoneda de los bienes de Diego Payco (27/02/1586) leemos: «E luego yo, el dicho escribano, (...)/" suso dicho a los dichos francisco puro E ynés/ 3 ' tocto, muger del dicho difunto, al-/24 bageas y cumplidores de su tutamentoJ 15 y les di a entender lo contenido en él/26 en lengua de los naturales» (doc. 37, fs. 659v.-660r.). La expresión «interpretación» es suficiente para entender que se trata de una traducción. Pedro Quispe la utiliza en auto de litigio por un texuelo: «Yo, el dicho pedro quispe escribano,/* susodicho notare todo lo contenido en el auto del dicho señor alcalde/•" en su presencia, y le di a entender de berbu ad berbum/'8 por my ynterpetrazión. El qual dixo que lo oye/'9 E guardará y cumplirá lo susodicho» (doc. 47, fs. 674v.-675r.). Solo resta por comentar el caso del auto de venta de un «buhío», en él Pedro Quispe dirá: «Renunzió/21 la dixe (...) de la ynumerata pecunia/ 22 saueua y paga como en ella se contieneJu de cuyo efecto Es sauidor a la suso-/2J dicha. Y se le dio a entender por my,/25 el dicho escríuano, y declara que los dichos!1^pesos Es su justo valor». Podría tratarse de un simple olvido de la expresión «por mi interpretación», pero el hecho de que a continuación (doc. 67, fs. 651v.-652r.), se vuelva a escribir este mismo auto de venta y no se haga mención ni tan siquiera a que le da a entender el contenido de los tecnicismos del auto, hace pensar que se trata simplemente de eso, de explicar los términos legales más complejos y no de una traducción. En las almonedas, los pregoneros cumplían su función en castellano, pues no se hace mención a su actuación como intérpretes. De hecho, Salvador Pasqual no duda en introducir literalmente el discurso del pregonero en el suyo propio; así, dirá: «por boz de francisco bincha, pregonero della (...) ¡Ay quien puxe y ay quien diga más!» (doc. 44, fs. 695v. y 696r.). Obsérvese que no hay alusión alguna a interpretación. El tipo de documento con el que trabajamos obliga a señalar dicha circunstancia cuando se pro-

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ducía, y no tendría sentido alguno que se reprodujera en unos documentos y en otros no, de manera aleatoria. El hecho de que los indígenas conocieran el castellano en estos barrios cuzqueños no es de extrañar si tenemos en cuenta el enorme volumen de cartillas para enseñar a leer y escribir en castellano que se encontraban en el Cuzco en 1571, año que coincide con el de la llegada del virrey Toledo a la misma ciudad. En efecto, la Inquisición encontró entre el 2 y el 3 de noviembre de 1571, ofrecidas a la venta en el mercado del Cuzco, entre 3.206 o 3.320 cartillas de alfabetización que no habían sido presentadas a examen. Como señala Estenssoro (2003: 118-120), la cifra es impresionante aun si suponemos que a todos los mercaderes les fueron confiscadas cartillas. Concluye el investigador la siguiente afirmación, a la que no puedo hacer menos que sumarme: estas cifras obligan a repensar la alfabetización indígena como un fenómeno mucho menos excepcional de lo que se imagina hoy. En tal contexto es fácil aceptar lo que manifiestan los documentos editados aquí, y es que la lengua empleada por estos indígenas en la elaboración de sus documentos, muy posiblemente, era la castellana con un grado de competencia lingüística imposible de calibrar con los datos de los que disponemos. No obstante, cabe aventurar que en la interacción entre otorgantes y escribano indígena o escribiente español con conocimientos de quechua, se mezclara, en ocasiones, el castellano más o menos incipiente, según los casos, y la lengua aborigen. 2.2.3.4. Las cofradías indígenas Acabamos de ver que una de las ordenanzas del virrey Toledo trata sobre la obligatoriedad de crear al menos una cofradía de caridad en cada una de las parroquias de indios. Sin duda, dicha ordenanza tuvo asimismo un efecto inmediato y muy exitoso a juzgar por la información que proporciona la documentación que editamos. Dichas cofradías tuvieron la misma estructura organizativa que las españolas y adoptaron idénticas constituciones20. Recordemos que las cofradías fueron cuerpos representativos de los gremios de artesanos que tuvieron una gran influencia social y religiosa dado su espíritu de caridad y de cooperación. Estrechamente vinculadas a los 20 Véase Celestino (1992: 104-126), Celestino/Meyers (1981), Charney (1989), Vargas Ugarte (1953) y Galand (1994).

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gremios medievales, la cofradía tal y como se instituyó en un principio agrupaba a todos los del mismo oficio y velaba por que ninguno fuera de ella lo ejerciera. Admitía a maestros, oficiales y aprendices, pero solo a los maestros se les concedía licencia para abrir tiendas. El título de maestro se otorgaba tras un riguroso examen y tras haber cumplido con el tiempo que se fijaba de aprendiz y de oficial. De su seno se nombraban una o más personas para que rigieran y velaran por el cumplimiento de las constituciones, eligiéndose mayordomos por mayoría de votos e interviniendo todos los que en ellas eran hermanos veinticuatro21. Concretando más, estaban formadas por 24 hermanos, entre ellos se elegían los oficiales que eran mayordomos, priostes, patrones, mayorales, procuradores y diputados. Estos eran los encargados de dirigir la institución. Los hermanos veinticuatro eran elegidos por los demás cofrades, y no era raro que algunos fueran descendientes de los fundadores. Se ha señalado que las cofradías constituían su gobierno y autoridades a través de elecciones, en las que participaban los hermanos veinticuatro y los representantes de la iglesia (priores o guardianes de conventos, curas, capellanes), con sus votos secretos, directos y personales. Así, una vez al año se nombraban nuevos mayordomos, protectores, priostes, mayorales, sacristanes, diputados, fiscales, muñidores, alférez, tesoreros, visitadores de enfermos, etc. Las tareas de los procuradores consistían en vigilar a los miembros y hacer cumplir las obligaciones de las constituciones; los muñidores se ocupaban de recoger limosnas y citar a los hermanos veinticuatro para las juntas, cabildos, fiestas, entierros y procesiones22. El libro de protocolo de Pedro Quispe supone también en este aspecto una importante novedad, pues los documentos en él contenidos demuestran la existencia de un número muy considerable de cofradías indígenas en el Cuzco del siglo xvi. En efecto, hasta la fecha se había señalado, prácticamente como una excepción, la existencia de la cofradía de naturales de Nuestra Señora de Copacabana, en Chucuito, hoy Bolivia, que data del siglo xvi, alrededor de 1580. En realidad, nada extraño tiene, pues el virrey 21

Del libro de Actas de la cofradía de San José (Lima, 1589) extrae Vargas Ugarte (1953: 314) la siguiente información: «Fuera de la ayuda que entre sí se prestaban, cuando alguno de los hermanos veinticuatro fallecía, se le mandaba decir diez misas rezadas y una cantada y todos acudían al entierro, pagando la cofradía la cera que se gastase. Lo mismo se hacía con su mujer». 22 Véase, entre otros, Olinda Celestino (1992: 106). Señala dicho autor que la primera cofradía la fundó Francisco Pizarro en Lima, ya en 1536. Recibió el nombre de la Pura y Limpia Concepción de María y fue creada en la Iglesia Mayor.

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Toledo ordenó que se crearan cofradías de indios, y los documentos que aquí se muestran hacen indiscutible que así se hizo. Precisamente el virrey Toledo en 1569, regaló a los indígenas del pueblo de Chuchito la vara de mando que lleva la Virgen de Copacabana en sus manos. Las cartas de testamento compiladas en el libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano de cabildo indígena, demuestran hasta qué punto las cofradías de indígenas proliferaron en el Cuzco23, pues muchos de los testadores dicen ser cofrades de una o varias cofradías. Gracias a estos documentos sabemos hoy que la parroquia del Hospital de Naturales contaba, al menos en la última veintena del siglo xvi, con un mínimo de cinco cofradías: la cofradía de Nuestra Señora de la Purificación, advocación de la parroquia, también llamada cofradía de la Purificación de Nuestra Señora; la cofradía del Espíritu Santo, advocación del Hospital; la cofradía del Santísimo Sacramento; la cofradía de la Madre de Dios y la cofradía de los Remedios, antiguo nombre del Hospital. Otras cofradías a las que pertenecen los testadores de esta parroquia son: la cofradía de Asumpzión, cofradía de Nuestro Señor (en San Francisco), cofradía de (...) Santiago, cofradía de la Visitación de Nuestra Señora, también llamada de Nuestra Señora Visitación (en el monasterio de Nuestra Señora de las Mercedes), cofradía de Santa Catalina (en el monasterio de San Francisco), cofradía de Nuestra Señora de Guadalupe, cofradía del Nombre de Jesús, cofradía de la Misericordia (Hospital de San Bartolomé) y la cofradía de la Veracruz. Junto a la información que aportan las cartas de testamento contamos con otros documentos que forman asimismo parte del libro de protocolo, como son las cartas de pago libre y finiquito de las cofradías de Nuestra Señora de la Purificación, Santísimo Sacramento, Espíritu Santo y Madre de Dios, que suministran valiosa información sobre el funcionamiento de las mencionadas cofradías indígenas. De ninguna manera se puede pensar que exageraba Huamán Poma en su crónica ([h. 1615] 1989), cuando dibujó a un indígena ejerciendo el cargo de mayordomo de cofrades. 23 El Inca Garcilaso señaló en sus Comentarios Reales que en el Cuzco había en sus tiempos una cofradía que tenía por abogado a San Bartolomé y en la que no podían entrar los españoles (Ronsenblat 1954). Esta cofradía pertenecía al Hospital de San Bartolomé, donde se curaban españoles y mestizos. Precisamente, dicha cofradía había sido fundada por mestizos. Fundada, asimismo por los mestizos en el mismo hospital fue la cofradía de la Misericordia: de ella dicen ser cofrades Anjelina Tambo Nusta (doc. 15) y el español o criollo Joan de Trujillo (carta de testamento redactada por Pedro de la Carrera, fs. 642v. y ss.).

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MAÍORDOMOS

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M A I O R D O M O S D E LA A D M I N I S T R A D O R I D E LA iglecia/ y de cofrades, hospital y de otros bienes comunidad y/ sapci suyoyoc, yndio pobre tributario/ caxa depócito/ en este reyno/mayordomos.

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2.2.4. El Hospital de Naturales de la ciudad del Cuzco Es un hecho que los hospitales eran un bien necesario y deseable, destinado a cumplir un papel sanitario, así como a servir, en el caso de los hospitales para indígenas, como un vehículo más de integración y asimilación de estos a la sociedad española de la época. La integración se producía no solo cuidando de sus enfermedades y propiciando, cuando era posible, su curación, sino también haciendo viable y efectivo su acceso a bienes culturales que no solo cumplían con la función de incorporarlos a la legalidad hispana, sino que evitaban posibles abusos contra los intereses indígenas por parte de esa misma sociedad hispana. De hecho, se instruía al enfermo sobre la importancia de otorgar testamento y se le facilitaba su realización. En cuanto a lo religioso, en la época no era un bien menor el que los enfermos pudieran, en el amargo trance de la muerte, ser atendidos en lo espiritual y recibir el consuelo de la confesión y, quizás, el sacramento de la extremaunción. De los Comentarios reales de Garcilaso (2001 [1609]: 172-179) deducimos que, efectivamente, se les otorgaba a los indígenas el sacramento de la extremaunción «vna Yndia de la sangre real que yo conoci (...) hizo poner su camilla a vn rincón de la yglesia del hospital. Pidió que le abriessen la sepultura cerca de su cama, pidió el habito de San Francisco para enterrarse con el, tendiolo sobre su cama mando traer la cera que se auia de gastar a su intierro, púsola cerca de si, recibió el sanctissimo Sacramento y la estremavncion». Las grandes ventajas materiales y espirituales que proporcionaban los hospitales provocaron que la edificación de estos fuera una práctica común tanto en las ciudades como en las cabezas de los cacicazgos o repartimientos y que su mantenimiento estuviera asegurado por ley, estableciendo la obligación de dedicar una parte de los tributos, cada año, a su mantenimiento. Vargas Ugarte (1953: 294) concreta que se aportaba un tomín o cinco reales. En 1538, en la Ciudad de los Reyes, se aprobó la creación del primer hospital de españoles, Nuestra Señora de la Concepción, en el virreinato del Perú. Sin embargo, no fue posible su construcción hasta 1543 debido a las Guerras Civiles. La necesidad de curación no se circunscribía a los españoles, obviamente, así que en 1549 se construyó un hospital para naturales, también en Lima; ambos hospitales permanecieron unidos durante un breve periodo. En Huamanga la fundación de su hospital fue prácticamente inmediata a la fundación de la ciudad (1540), pues ya en 1555 se erigió un hospital, famoso por la literatura cronística; de él se habla en la Relación de la ciudad de Guamanga escrita en 1586 y, especialmente, en la cróni-

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ca de Huamán Poma ([h. 1615] 1989: 18), donde señala el escritor indígena los servicios que había prestado su medio hermano en dicho hospital después de haberse ordenado sacerdote: «fue muy gran sancto hombre, el qual no quizo dotrina ninguna, ciño toda su uida que auía de estar con los pobres del hospital de la ciudad de Guamanga». Potosí, también pocos años después de su fundación (1545), contaba ya con un hospital en el que atendían tanto a indios como a españoles. En Quito, españoles e indios tuvieron, asimismo, su primer hospital, juntos, si bien su aparición fue más tardía, pues aunque Quito fue fundada en 1534 no se construiría hasta 1565. En Huancavelica, fundada en 1571, el hospital, construido en 1595, sirvió también para indígenas y españoles (Vargas Ugarte 1953: 294-310). La gran ciudad del Cuzco, que contaba con un considerable número de indígenas, muchos de ellos descendientes de los incas, no podía ser menos en lo atinente a la construcción de tan importante institución sanitaria. En efecto, la ciudad contó desde muy pronto con hospital para naturales. En concreto, poco tiempo después de acabadas las Guerras Civiles (1548) y una vez normalizada la sociedad cuzqueña, esto es, solo ocho años después (1556) del apresamiento y decapitación de Gonzalo Pizarro por La Gasea se puso la primera piedra del edificio que albergaría el hospital. Entre las autoridades cuzqueñas que estuvieron presentes cuando se puso la primera piedra del edificio hallamos al padre del Inca Garcilaso, el capitán Garcilaso de la Vega, aliado, en otro tiempo, de Gonzalo Pizarro durante los disturbios. Junto a las autoridades asistieron «vecinos e feudatarios encomenderos todos de indios». Se narra el acontecimiento de la manera siguiente: Lunes 13 de julio de 1556 años, se puso la primera piedra en el edificio del hospital de los naturales, cuyo testimonio, que está a fojas 34 del Libro 5 (553E) de Cabildo, es como sigue: En la gran ciudad del Cuzco, cabeza de estos reinos e provincias del Perú, a trece días del mes de julio. Año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y quinientos y cincuenta y seis años, en presencia de mí Benito de la Peña escribano de Sus Majestades, público e del número y del Cabildo de esta dicha ciudad, los muy magníficos señores, el capitán Garcilaso de la Vega, corregidor y justicia mayor en esta dicha ciudad por su Majestad, e vecino de ella, e Pedro López de Casalla, alcalde de esta dicha ciudad e regidor en ella e rector del hospital de Nuestra Señora del Remedio; y el capitán Diego Maldonado, regidor de ella e Pero Alonso Carrasco, regidor de ella e rector de dicho hospital, e vecinos e feudatarios, encomenderos todos de indios, como patrones que son del dicho hospital, estando en el sitio del di-

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Rosario Navarro Gala cho hospital y en una abertura de las que están hechas para hacer los cimientos del dicho hospital, continuando la posesión que de él tienen como tales patrones. Pusieron por su mano la primera piedra del dicho cimiento en la una esquina de lo que ha de ser iglesia, la que es más hacia el oriente, y luego encima de la dicha piedra el dicho señor corregidor puso un doblón de oro, que por la una banda tenía dos rostros con coronas reales y unas letras que decían: "Ferdinandus, Elisabeth, Dei gratia"; y por la otra parte las armas reales de España, con un águila coronada, con una cabeza y unas letras que dicen "Sub umbra alarum tuarum" (554E). Y luego el dicho Pero López, alcalde, puso un real de plata de los que corrían en tiempo del rey don Fernando, de gloriosa memoria, que ganó a Granada. Y luego el dicho capitán Diego Maldonado puso una medalla de oro, en ella esculpidas cinco flores de lis metidas en un escudo con letras que decían: "Armas de capitán Diego Maldonado, conquistador de los primeros de este reyno, vecino y regidor de esta ciudad"; y en la otra parte, esculpido otro escudo con unas escobas, con un árbol sobre ellas y un castillo, y dos calderones con sierpes por asas sobre el castillo y ocho armiños por orla y unas letras, que decían: "Estas son las de su mujer doña Francisca de Guzmán, en tiempo del emperador Carlos quinto, rey de España, mil quinientos cincuenta y seis años". Y luego el dicho Pero Alonso puso otro real, como el que puso el dicho Pero López. Y luego yo el dicho escribano puse un pedazo de plata corriente, que es la moneda que en esta sazón corre en esta ciudad del Cuzco, testigos que fueron presentes Antonio Quiñones y Gonzalo de Soto y el doctor Juan de la Cueva, médico de la república de esta ciudad, y el licenciado Gerónymo Rebañal, letrado de la ciudad, e vecinos de la dicha ciudad, y estuvo presente el muy magnífico señor el licenciado Juan Ruiz de Monjaraz, teniente en esta dicha ciudad y juez de comisión por su Majestad para el castigo de los secuaces de Francisco Hernández Girón. E los dichos señores Justicia y Regimiento lo pidieron por testimonio, e de su pedimento lo escribí e doy fe que después de puesta la dicha moneda e medalla en la dicha piedra, se pusieron otras piedras encima de ellas, e por ende lo firmé de mi nombre e signé de mi signo a tal (aquí el signo) en testimonio de verdad, Benito de la Peña, escribano público y de cabildo». Hasta aquí el testimonio (Esquivel y Navia 1980 [1749]: 181-182).

Se cuenta que su creación se debió a la iniciativa del franciscano fray Antonio de San Miguel. Vargas Ugarte (1953: 291-300) cita a Montesinos, quien narra cómo, durante un sermón en la iglesia matriz, fray Antonio movió el corazón de sus feligreses españoles al hacerles notar la gran canti-

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dad de pobres que había en la ciudad, en su mayor parte indígenas, cuyas enfermedades no podían ser curadas por no haber hospitales, provocando que murieran sus cuerpos y se perdieran sus almas. Hizo ver que dicha situación era especialmente injusta, pues como cristianos debían socorrer a los pobres, tanto más cuando dichos indios habían trabajado para ellos. Este alegato desencadenó una respuesta rápida y abundante, pues se reunieron en cinco horas de cuestación 28.500 pesos ensayados. El rey Felipe II otorgó en su fundación 3.500 pesos junto a una encomienda y repartimiento de indios. Más tarde, Felipe IV aumentó su dotación ordenando «que [la renta de la citada encomienda perpetua] se le diese en las Reales Cajas» (Contreras y Valverde [1649] 1982: 185-186). A su abastecimiento contribuyó también el virrey marqués de Cañete, quien mandó al mismo 50 frazadas y que se instalase una botica y boticario por cuenta de la Hacienda Real. El apoyo llegó también desde la más alta autoridad eclesiástica. El papa Pío IV, en 1560, le concedió un jubileo plenísimo y perpetuo para el día de Pentecostés que podían ganar todos cuantos visitasen aquel día el Hospital de Naturales. Fue tan notable que Vasco de Contreras y Valverde ([1649] 1982: 186) señala sobre esta bula lo siguiente: Es la mayor que hay en este reino y aún en la cristiandad, porque en él, demás de otras gracias y privilegios amplísimos, se puede dispensar de todas las irregularidades y de la contraida por homicidio voluntario oculto y así han venido y vienen de varias partes de este reino y otros, muchas personas eclesiásticas y seculares a absolverse de los casos en que están incursos y la bula pone la causa de tan liberal concesión de su Santidad "qui inremontisimis partibus ab haccuria conmorantur" y es tan grande la devoción de los fieles, así de españoles como indios en ganar este jubileo, que el año pasado de 1648 comulgaron en los tres días de pascua catorce mil quinientas personas. Se dijeron seiscientas misas. De modo que se hizo tan popular y eran tantos los que acudían a ganar dicho jubileo que la fiesta se convirtió en una romería e hizo que se diese al hospital el nombre del Espíritu Santo, si bien originariamente había recibido el nombre de Nuestra Señora del Remedio (Urteaga/Romero 1926: 233). Años después, en 1588, parece que ya tenía capacidad para cien enfermos, pues el mayordomo del mismo, Juan de Aguilar, personaje que se cita en la documentación aquí transcrita, aseguró que en el hospital había más de esa cifra. Con el tiempo no disminuyó su importancia, pues un siglo más tarde,

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Contreras y Valverde (1982 [1649]: 185-186) informa de que junto a la aportación real, que se vio incrementada por Felipe IV, eran numerosas las limosnas que recibía «así en raíces, posesiones, ganados, como en juros, de suerte que tiene doce mil pesos de renta para la curación y sustento de los enfermos y para los salarios del capellán, enfermeros y demás ministros que le sirven». El Hospital fue, sin duda, una de las causas de orgullo de la ciudad. Así, cuando llegan los jesuítas a fundar un colegio en 1571, fueron recibidos con solemnidad por el corregidor, los dos cabildos —eclesiástico y secular—, y toda la clerecía, caballeros y ciudadanos. El lugar elegido para que se avecindaran no fue otro sino el Hospital de Naturales en tanto se les buscaba un lugar conveniente para el colegio (Contreras y Valverde [1649] 1982: 182-183), habitando durante años en el mismo barrio de donde son originarios los manuscritos estudiados en este libro. Tampoco permaneció ajeno Huamán Poma ([h. 1615] 1989: 1051) a la importancia y aprecio que recibía el hospital del Cuzco por parte de indígenas y españoles, monarcas y eclesiásticos, de modo que cuando realiza el dibujo que representa a la ciudad del Cuzco incluye un edificio al que denomina "«esuital»", con la consabida confusión entre íbl y /p/, y lo sitúa próximo a la parroquia de Belén. He destacado el nombre de las parroquias indígenas y del Hospital de Naturales que figuran en el dibujo realizado por Huamán Poma, dibujo que no pretende ser un plano de la ciudad, sino representar los barrios y edificios que el autor considera emblemáticos. En la literatura cronística también se refleja la importancia que adquirió la atención a los enfermos en los hospitales peruanos. Así se muestra en la obra de Huamán Poma ([h. 1615] 1989: 15). Este escritor indígena, cuando describe a su padre, incluye entre los atributos que cree reseñables su colaboración en los hospitales del Cuzco y Huamanga: «Aunque fue yndio, serbio a Dios treynta años, a los pobres del hospital de la ciudad del Cuzco y de la ciudad de Guamanga». Asimismo, el español Baltasar Ramírez, en su Descripción delReynodelPerú (1597; apudPorras Barrenechea 1961: 116) sedetiene en los hospitales del Cuzco, especialmente en el de Naturales, del que dice que poseía un buen edificio, aunque de adobes, y estaba abastecido de todo lo necesario para realizar su labor. Incluye la descripción de la iglesia: «buena y bien aderezada; ay vn Cura y administrador vn mayordomo lego». En cuanto al patrón del Hospital dice ser «El Regimiento del Cuzco; pone y quita oficiales y provee de todo lo necesario». La excelencia del Hospital se muestra una vez más en la referencia que hace el autor a que los españoles, pese a tener un hospital propio, preferían ir a curarse al de indios «por el cui-

immmm ^CÍVMD.

CIUDAD/LA G R A N C I V D A D I CAVE/sa y corte rreal délos doze rreys ynagas (-) santiago del cuzco en medio del Reyno/ y obispado.

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d a d o y buen recaudo van todos los enfermos del pueblo á curarse al hospital de los yndios». También los indígenas que gozaban de una holgada situación económica pedían ser llevados al Hospital por razones de fe; el inca Garcilaso ([1609] 2001: 172-179) relata la siguiente historia sobre una mujer inca: Despues aca han concedido los summos Pontífices muchas indulgencias y perdones a los que fallescieren en aquella casa. Lo qual sabido por vna Yndia de la sangre real que yo conoci, viendose cercana a la muerte, pidió que para su remedio la lleuassen al ospital. Sus parientes le dixeron que no los afrentase con yrse al ospital pues tenia hazienda para curase en su casa. Respondio que no pretendía curar el cuerpo, que ya no lo auia menester, sino el alma con las graias e indulgencias que los Principes de la Yglesia auian concedido a los que morian en aquel ospital, y assi se hizo lleuar y no quiso entrar en la enferemeria hizo poner su camilla a vn rincón de la yglesia del hospital. Pidió que le abriessen la sepultura cerca de su cama, pidió el habito de San Francisco para enterrarse con el, tendido sobre su cama mando traer la cera que se auia de gastar a su intierro, púsola cerca de si, recibió el sanctissimo Sacramento y la estremavncion, assi estuuo quatro dias llamando a Dios y a la Virgen Maria y a toda su corte celestial hasta que fallescio: la ciudad viendo que vna Yndia auia muerto tan Christianamente, quiso fauorescer el hecho con honrar su entierro, porque los demás Yndios se animassen a hazer otro tanto, y assi fueron a sus obsequias ambos cabildos eclesiásticos y seglar sin la demás gente noble, y la interraron con solene caridad, de que su parentela y los demás Yndios se dieron por muy fauorescidos, regalados, y estimados. Y con esto sera bien nos passemos contar la vida y hechos del Rey décimo. En Cuzco, como en otras partes del virreinato, las autoridades pensaron en la conveniencia de unir el Hospital de Naturales y el de españoles, si bien parece que n o se llevó a cabo y el primero se m a n t u v o en funcionamiento hasta la República. El hospital de españoles se f u n d ó poco después que el de Naturales y recibió el nombre de San Bartolomé Apóstol: fundaron en él una cofradía, los que llaman mestizos, que son hijos de españoles y indias, y es gente muy devota, piadosa y cristiana y en lenguaje, policía y trato, y en la estimación no se diferencian de los demás españoles nacidos en esta tierra y tienen estos mismos, fundada eneste hospital otra cofradía de la Misericordia (Vasco de Contreras y Valverde 1982 [1646]: 186).

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En el Archivo Regional del Cuzco se encuentra documentación del escribano Pedro de la Carrera Ron, entre ella, cartas de testamento realizadas en el hospital de San Bartolomé a finales del siglo xvi, (ARC, Protocolo 4). Se editan, en el presente libro, 2 de estos documentos.

2.2.5. El cabildo de indios En los primeros años de la conquista se pensó ya en la conveniencia de incluir a los indígenas en los órganos de gobierno municipales. La propia reina Isabel la Católica, en 1530, así lo exponía: Acá ha parecido que para que los indios naturales de aquella provincia comenzasen a entender nuestra manera de vivir, ansí en su gobernación como en la policía y cosas de la república, sería provechoso que hubiese persona dellos que, juntamente con los regidores españoles que están proveídos, entrasen en el regimiento y tuviesen voto en él; y así mismo que hubiese en cada pueblo un alguazil dellos; porque, además de los provechos dichos, parece que esto les haría tomar más amor con los españoles y parecerles ía bien nuestra manera de gobernación; y de aquí adelante, se seguiría otro más principal conocimiento de nuestra santa fe católica (citado por Bayle 1952: 365). La reina envió diez títulos de regidores y o c h o de alguaciles en blanco para que fueran cumplimentados con «los nombres de los más a propósito» (Bayle 1952: 365). Sin embargo, la Audiencia de Nueva España decidió cumplimentar las cédulas de los alguaciles, que eran simples ejecutores, y guardó las cédulas de los regidores. Cuando la Corona española vuelve a insistir en que en el cabildo deben nombrarse regidores indios, el obispo Fuenleal responde que encuentra muchas dificultades para realizar su orden debido a diferentes factores: el desconocimiento del castellano, el hecho de que en las sesiones se trataba sobre temas relacionados con los naturales que, considera, n o conviene que sepan y, por último y n o menos importante, añade el temor a que aprendieran las insidias que los españoles usaban en la elección de alcaldes; lo que, según el obispo, pondría en peligro el orden c o n el que elegían ellos sus oficiales. En definitiva, se alega que prefieren elegir jueces del «tiánguez» (tianguis) o mercado, c o m o antes tenían. La Corona accedió a la petición. U n o s años más tarde, en 1549, se

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instituyeron en los pueblos de indios jueces, regidores y alguaciles con el cometido de mantener el orden, la policía y administrar justicia en asuntos menores como solían hacer antes de la llegada de los españoles. El intento de crear unos cabildos mixtos semejantes a los que existían en España, en las ciudades donde había moriscos, fracasó en las Indias, y la solución fue crear cabildos de indios esencialmente iguales a los españoles, con alcaldes, regidores, escribano y alguaciles: jueces para los desaguisados, los alcaldes; inspectores y acicates para las obras públicas, los regidores; brazos de unos y otros para la ejecución, los alguaciles; y el escribano (...) Nada más; oficios oficiales si hubo otros; sacristán, cantores, fiscal; pero eran del pueblo, no del Cabildo cantores y directamente; el fiscal para que los junte y convoque a la doctrina, y si pasare de cien indios, dos fiscales (Bayle 1952: 369-370). No toda la colonia siguió las mismas normas en la elección de autoridades indígenas. En Perú se pensó en instaurar lo establecido en Nueva España, si bien aquí, en un primer momento, los alcaldes indígenas no serían elegidos en el cabildo, sino en la audiencia. El virrey Cañete fue quien decidió para el Cuzco que los alcaldes fueran electos. Ya hemos visto que también fue él quien hizo que los indígenas del Cuzco fueran organizados en torno a cinco parroquias y quien, por provisión del 28 de abril de 1559, impuso que en cada parroquia aia un alcalde anal indio, que conosca de las causas y negocios de los indios; que tres días antes de la fiesta de la advocación de la iglesia vea el corregidor qué gente ay, y de los indios más cristianos y de más razón elija ocho, y les dé a entender las causas para que eligen alcaldes, que son para atraer a Dios y al verdadero conocimiento de su Rey a los indios, y a la obediencia mayor al Rey, que tanto cuida de sus provechos; y después desto reciba juramento que sin odio ni temor ni afición darán su voto y elexirán a las personas que entendieren ser más áviles y suficientes para usar los dichos cargos; y que vaia el corregidor y Cabildo a onrrar esta fiesta y vísperas; y acabadas las vísperas ha de ser la elección, y será así (Bayle 1952: 372-373). Los cabildos indígenas acabaron constituyéndose de la misma manera que lo hacían los españoles, siguiendo el modelo de Sevilla y Valladolid, así lo determinó el virrey Toledo en las ordenanzas para los indios de Charcas,

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fechadas el 6 de noviembre de 1575, que fueron de uso general con diferencias mínimas.. Las ordenanzas establecen dos alcaldes, cuatro regidores, alguacil mayor, procurador del cabildo, mayordomo del pueblo y otro del hospital, escribano, oficiales menores, alguaciles subordinados, pregonero, carcelero y verdugo. Quedaban excluidos del cargo de alcalde los caciques, segundas personas infieles o condenados por hechicerías, y se imponía que los alguaciles debían estar casados. De estos cargos, el único permanente era, como es natural, el de escribano. De hecho, era, junto con el de alguacil, de los pocos cargos que podían ser vendidos, si bien parece que se vendieron también otros. Igualmente, la forma de elegir a sus componentes era la misma que se practicaba en España. El día de año nuevo, después de misa, se trasladaban a las casas del ayuntamiento y se votaban los cargos. Para cada cargo había dos candidatos y el voto de cada uno era recogido por el escribano. Una vez terminada la votación, el escribano cantaba los votos y el más votado era elegido para el cargo. Los elegidos debían jurar ante el escribano por Dios y María cumplir bien y fielmente su cargo. Tras el juramento recibían ías varas, quedando constituido el nuevo cabildo. Como cargo honorífico, a veces existió el de alférez. Así ocurría en el Cuzco, que gozó de dicha distinción debido a ser la capital del imperio inca y «la ciudad cabeza y primer voto y asiento entre las del Perú». Allí, en cuanto a «rumbo y galas de las fiestas competían indios y españoles, y en los primeros años renovábanse el fausto asiático de Huaina Cápac, y los desfiles esplendorosos de sus nobles y aillos» (Baylle 1952: 374 y 376). Las funciones que debían realizar los cargos del cabildo eran las siguientes: el alcalde debía administrar justicia en su comunidad; se ocupaba también del repartimiento de los indios para trabajar en encomiendas y en las obras públicas de la ciudad, regulaba el mercado local, atendía a la distribución del agua y vigilaba las tierras y los bienes comunales y, naturalmente, dirigía su cabildo. El alguacil se ocupaba de recurrir y convocar a los vecinos, de aplicar los castigos a quienes los merecían, de procurar la religiosidad externa de sus convecinos y procurar que las clases de doctrina cristiana se llevasen con rigor de asistencia. Los mayordomos debían controlar la buena marcha de las cajas de la comunidad y los bienes propios. Los regidores ayudaban al alcalde en sus funciones de visita de cárceles, aprehensión de amancebados y vagabundeo, el control de alcoholismo, los censos tributarios, etc. (Solano 1990: 370-372). Fuera de los cabildos, pero también cargos oficiales, fueron los de sacristán, cantores y fiscales, escogidos entre los principales indígenas. En

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concreto para las iglesias, los sacristanes y cantores. Los fiscales (uno para menos de 100 indios y dos si se superaba este número) tenían el cometido de juntar y convocar al resto de los indígenas para la doctrina. El margen de movilidad social, aunque existente, era muy estrecho, así que el reparto de estos cargos se realizaba fundamentalmente entre los principales, lo que afianzó el poder de estos y los convirtió en vigilantes de la pureza del cristianismo. Recuérdense al respecto la crónica de Huamán Poma y la relación de Pachacuti Yamqui. Los documentos exhumados del Archivo Regional del Cuzco y publicados en este libro muestran, por primera vez, un entramado social que responde a la incorporación de los indígenas a la sociedad hispana de la época y, sobre todo, al gobierno efectivo de sus vidas en el ámbito municipal, tal y como hemos visto lo articulaban las leyes españolas. Los documentos emanados del cabildo de la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación nos permiten poner nombre a algunos de los naturales que ostentaron estos codiciados cargos: el cantor Salvador Pasqual, el regidor Antón Rampas Guamán, el alcalde Martín Atauche, el alguacil Pedro Guama Ñamo, el sacristán Felipe Tigoc, el mayordomo Diego Njna Manco y un largo etcétera. Antecedente de la situación que el libro de protocolo de Pedro Quispe revela, parece hallarse en tres cartas de petición enviadas al rey de España desde el valle de Xauxa en 1566. En ellas, numerosos indígenas con cargos cabildables solicitan, con sus rúbricas, beneficios para Lope Guerra de Castro y Juan de Larrañaga. La autenticidad de dichas firmas viene avalada unas veces por escribano público español: «YoJoan garcía montañez, escriuano del dicho valle doy fee de que las firmas a-I rriba contenidas son de los oficiales de los cabildos de los huringuancas, y que de su voluntad escriuieron esta carta e firmaron de sus nombres» (AGI, Audiencia de Lima 121, f. 60r.) y otras, por los propios frailes: «Nos los jnfra escritos, padres de la horden de los predicadores que rregedimos en la (.. ,)/l doctrina del valle de Xauxa damos fee como esta carta y firmas della/2 son del cacique pringipal e de los principales oficiales de cabildo supra/ escritos y que delante de nosotros pidieron lo contenido en esta carta/4 y porque es verdad lo firmamos de nuestros nombres [rúbrica] ut supra» (AGI, Audiencia de Lima 121 f. 48r). Algunas de las numerosas rúbricas que acompañan estas cartas son las siguientes: el regidor don Felipe Chango Ayala, el alguacil mayor don Juan Mayoy Cangas, el jurado don Diego Sulca Vala, el alcalde don Felipe Yaco Congras, etc. (AGI, Audiencia de Lima, 121, fs. 47r.-48r.; 57r.-58r. y 59r.-60v.). Véanse algunas de estas rúbricas en las láminas 10 y 11.

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2 . 3 . TRADICIÓN DISCURSIVA FORENSE Y ESCRIBANOS PÚBLICOS INDÍGENAS

Los documentos contenidos en el libro de protocolo de Pedro Quispe, aun tratándose de textos redactados por un escribano indoamericano que recoge la vida legal de otros indígenas, no surgieron del traslado, sin más, de los quipos al papel, sino que siguieron una larga tradición europea, en la forma y en el fondo, aplicada a la realidad indígena. En efecto, las labores notariales se realizaban en el siglo xvi siguiendo una larga tradición escrituraria que hunde sus raíces en época anterior al surgimiento de la ciencia retórica. Desde antiguo, se crearon modelos con el objeto de facilitar y ordenar los documentos garantes de veracidad en las actuaciones entre particulares, sin distinción de razas u origen. La flexibilidad de dichos modelos permitió que fueran adaptándose a las nuevas circunstancias, como en nuestro caso la incorporación de nuevos pueblos al sistema legal, así como al avance de las teorías del Derecho.

2.3.1. Ars dictaminis y ars notariae La aparición del ars dictaminis ( 1 0 8 0 ) , que contenía todo tipo de cartas, constituyó un importante avance en la configuración de documentos que servirán tanto para regular las relaciones privadas como públicas, entendidas estas últimas como aquellas realizadas por escribano público (Coing 1964 y García-Granero 1980). Más tarde, el ars dictaminis fue abandonando los documentos de tipo diplomático, a medida que se producía una doble especialización, mientras el ars dictaminis se especializaba en las cartas privadas, surge un nuevo arte, el ars notariae, de contenido esencialmente jurídico, que contendrá tanto información legal como modelos escriturarios de documentos públicos (Rico 1973 e Ynduráin 1988). Es importante observar que estos nuevos manuales fueron creados por los mismos escribanos profesionales, entrenados en el ars dictaminis (Camargo 1991), y que, por tanto, aplicaron sus conocimientos retóricos a los nuevos documentos jurídicos. Los primeros modelos españoles en castellano se deben al scriptorium de Alfonso X. En él se refleja la práctica dictaminal ejercida por los oficiales del Rey Sabio; entre sus obras destaca Las Siete Partidas. Dicha obra ha sido considerada por algunos críticos24 un verdadero ars notariae. Tan24

Véase, entre otros, Faulhaber (1972: 75). Bono (1979: 245 y ss., 1.1) señala que la

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to en las Partidas como en el Espéculo se recoge por extenso el Derecho común, que es la versión medieval del Derecho romano (procedente del de Justiniano pero adicionado por los glosadores medievales como Accursio y Azón) y del Derecho canónico (basado en el Decreto de Graciano y en las Decretales de los pontífices) (Fernández-Ordóñez 2004). Con anterioridad a Las Siete Partidas, el Fuero Real (1254) trata tanto de los escribanos públicos como de las cartas y traslados, y recoge por consiguiente implícitamente los usos de la práctica castellana. Tanto el Fuero Real como el Espéculo fueron completados por las llamadas Leyes Nuevas de 1278. La importancia que adquirieron estas obras trascendió largamente su época, pues en la biblioteca peruana de Francisco de Ávila se hallan, a mediados del siglo xvii, ejemplares de la glosas realizadas por el consejero de los Reyes Católicos, Alfonso Díaz de Montalvo al Fuero Real y a Las Siete Partidas de Alfonso X y no cabe duda alguna de que fueron de uso frecuente en América. Asimismo, existieron formularios en castellano. El primer formulario del que tenemos noticia es anónimo y tardío. Está escrito en castellano con algunos tecnicismos en imperfecto latín y parece pertenecer a la época de Enrique III (1390-1406) (Galo Sánchez 1925: 470-490, 1926: 476-502 y 1927: 380-425; V. Granell 1949: 444-467). Del siglo xv es el formulario editado por Luisa Cuesta (1947), escrito también en castellano y al igual que el anterior con tecnicismo en un latín rudimentario. Se trata de un formulario de autor anónimo, redactado, posiblemente, en los últimos años del reinado de Juan II (1406-1454). Es posible, en opinión de Bono (1979: 64, t. II), que esta compilación fuera formada a partir de alguna colección de fórmulas de Fernán Díaz de Toledo. Está compuesto por 62 documentos notariales y 44 cancillerescos. En el siglo xvi, junto a los formularios circulaban ars notariae que recibían diverso grado de aceptación. Parece que el más profusamente empleado durante dicha centuria en España y en América fue las Notas del relator de Fernán Díaz de Toledo. Muy posiblemente circuló de forma manuscrita con anterioridad a su edición, como era habitual en la época. Para Bono sistematización que siguen las Partidas obedece a una verdadera ars notariae. Ordena de una parte «la institución notarial: concepto y requisitos personales del notario (P 3.1.9.1, 2), régimen de creación (P 3.19.3, 4), función notarial (P 3.19.7, 9-12), retribución (P 3.19.15) y responsabilidad (P 3.19.16)»; de otra parte, sistema documental: teoría general del instrumento público (P 3.18.1, 54, 55, 111-118, 120) y parte especial o formulario (P 3.18.56-110).

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(1979: 71, t. II) la obra debió iniciarse en torno a 1454. En la primera treintena del siglo xvi fue püblicada la Summa de notas copiosas de Hernando Díaz de Valdepeñas, reelaboración de las Notas del relator. Se trata de una recopilación de modelos, que en las sucesivas reediciones vendrán aumentadas con la adición de glosas de tipo legal. Y años más tarde, en 1551, la Recopilación de notas de escriptura publicas, de Roque de Huerta. En ella, su autor reproduce el contenido de la Suma de Díaz de Valdepeñas, si bien amplía y renueva el formulario. A partir de la segunda mitad de esta centuria los tratados añaden a los formularios una parte dedicada al oficio y las leyes que guían la profesión de escribano, ofreciendo también aclaraciones y fuentes. De 1560, data el primer formulario de este tipo. Se trata de Escripturas y Orden de partición y cuenta, y de residencia judicial, civil y criminal. Con una instrucción particular a los escriuanos del Reyno, de Diego de Ribera, publicado en Granada. Estamos ante una obra que obtuvo un gran éxito, pues se le concedió en 1585 una prórroga de 10 años para su reimpresión tanto para España como para América. Por las mismas fechas se publicaba en Córdoba Practica civil y criminal e instruction de scriuanos. Texto impreso diuidido en nueve tractados, de Gabriel de Monterroso, obra citada por Huamán Poma en su crónica y que consta fue usada en Perú por indígenas (Alaperrique-Bouyet 2007). La composición de esta obra incluye todos los ámbitos de actuación del escribano. Es este uno de los principales ars notariae de la segunda mitad del siglo xvi. Mucho más limitado en sus contenidos es el tratado aparecido en 1587 con el título Practica de escrivanos: que contiene la inicial y orden de examinar testigos en causas civiles, y hidalguías, y causas criminales, y escrituras publicas, en estilo estenso, y quentas, y particiones de bienes, y execuciones de cartas, executorias, de Francisco González de Torneo y publicado en Alcalá de Henares. Como se ve por su título se centra en la práctica judicial del escribano, si bien incluye la forma de realizar las escrituras públicas. El descubrimiento y la colonización de América produjeron un enorme crecimiento de la burocracia y con ella un aumento muy considerable de oficios vinculados al surgimiento e intensificación de las nuevas necesidades. En América la situación llevaba a la creación de nuevos núcleos urbanos, a la distribución de la propiedad y de competencias gubernativas, funciones y ámbito territorial de la Iglesia (la secular y la regular), establecimiento de la administración de justicia y de las redes comerciales, etc. Poco sabemos sobre la recepción americana de ars notariae y formularios, imprescindibles para la ardua tarea que había que realizar en Améri-

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ca. Cabe, no obstante, presuponer que junto a los escribanos viajarían en las naos diversas obras impresas y manuscritas, pues la Casa de la Contratación de Sevilla no registra títulos y autores de los libros que viajan a América hasta 1583 (Rueda 2001). Contamos, no obstante, con fuentes diversas que nos desvelan algunas cuestiones. Así, por ejemplo, los estudios realizados sobre las bibliotecas, como la del padre Francisco de Ávila. En ella se hallan, junto a las glosas realizadas por el consejero de los Reyes Católicos, Alfonso Díaz de Montalvo, al Fuero Real y a Las Siete Partidas de Alfonso X, ejemplares de la Practica civil de Monterroso, del Examen de testigos de Francisco González de Torneo y del Tratado de cláusulas instrumentales, de Pedro de Sigüenza (Hampe 1996). De otra parte, los estudios realizados sobre la circulación del libro entre España y América indican, según Rojas (2012), que la mayor parte de los tratados editados en España pasaron en algún momento a América. Destacan en las listas de los libros enviados a América, por su elevado número de ejemplares, la Practica civil de Monterroso y la Escripturas y Orden de partición de Ribera. No es de extrañar, pues cuando se publicaron obtuvieron licencias también para América. De igual manera figuran otras obras, en menor número, como la Summa de notas copiosas de Hernando Díaz de Valdepesos, Examen de testigos de Francisco González de Torneo y el Tratado de cláusulas instrumentales de Pedro de Sigüenza (Rojas 2012). El libro de protocolo del escribano de cabildo indígena Pedro Quispe, que se edita aquí, en nada desmerece la tradición de la que procede. No hay datos que revelen qué manuales sirvieron para su formación, pero no cabe duda de que tuvo acceso a ellos, en versión de imprenta o manuscrita, y era buen conocedor de la tradición discursiva forense hispánica.

2.3.2. Escribanos públicos indígenas Los escribanos públicos en América se formaron, por tanto, teniendo como base una misma tradición discursiva y, como tendremos oportunidad de comprobar, tuvieron acendrada formación que en nada se desmerecía de la recibida por sus colegas españoles. Recordemos que el término escribano viene a significar en los Siglos de Oro tanto amanuense como notario. Con la introducción en el siglo xm en Castilla de las disciplinas procesalísticas y ars notariae se dio paso a la consideración del escribano como oficial real conferido de fe pública, y a los

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documentos por él autorizados como verdaderos instrumentos públicos con valor probatorio. Alfonso X, en sus Partidas, concretó toda esta tradición en una serie de normas por las cuales se regía este oficio público. Se disponen, asimismo, dos tipos distintos de escribanos «Los unos que escriben los privilegios e las cartas, e los actos de casa del rey, e los otros, que son los escribanos públicos, que escriben las cartas de las vendidas e de las compras, e los pleitos e las posturas, que los hombres ponen entre si en las ciudades e en la villas». Incluso da cuenta de la notable importancia social de esta profesión: «E el provecho que nace de ellos es muy grande cuando facen su oficio bien e lealmente, porque se desembargan, e acaban las cosas que son menester en el reino, por ellos e queda remembranza de las cosas pasadas en registro, en las notas que guardan, e en las cartas que hacen»25. Para ejercer el cargo de escribano de número o de concejo había que cumplir una serie de obligaciones. El candidato debía informar sobre su calidad personal, esto es, linaje, cualidades que poseía y demás méritos. Debía, igualmente, realizar un examen que probara su habilidad en el ejercicio de su oficio escribanil, así como el pago de cierta fianza antes de la toma de posesión. En consecuencia, no se podía ejercer esta insigne profesión sin haber obtenido su correspondiente título, con expreso nombramiento real. Es evidente que así sucedió en el caso del escribano objeto del presente estudio. Pedro Quispe no solo recoge en sus escritos la circunstancia de haber sido nombrado por el rey, sino que da muestra de una acendrada formación escrituraria en nada divergente de la española. No disponemos de información —más allá de sus documentos— sobre este primer notario indígena, pero no cabe duda de que se trataba de un probado cristiano de conducta intachable y, tal vez, de origen principal. Otra cosa es que la literatura de la época, junto a los correctivos de los procuradores, señalara la mala praxis de algunos de estos profesionales en España. Piénsese en la figura apicarada del escribano en obras de Cristóbal de Villalón, Juan Rufo, Mateo Alemán, Quevedo o Cervantes. Este último, en el Coloquio de los perros, tal vez con ironía, señalará: Puesto que me pesa de decir mal de alguaciles y de escribanos... Sí: que decir mal de uno no es decirlo de todos: sí, que muchos y muy muchos escribanos hay buenos, fieles y amigos de hacer placer sin daño de tercero. Sí: que no todos entretienen los pleitos, ni avisan a las partes, ni 25

Véanse Bono (1979) y Guajardo-Fajardo (1995: 221-225), entre otros.

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Rosario Navarro Gala todos llevan más de sus derechos; ni todos van buscando e inquiriendo las vidas ajenas para ponerlas en tela de juicio, ni todos se aunan con el juez para "háceme la barba y hacerte he el copete"... Muchos y muy muchos hay hidalgos por naturaleza y de hidalgas condiciones (Amenúa y Mayo 1950: xiv-xv).

Dichas críticas iban dirigidas, en su mayor parte, a los escribanos del crimen o de provincia por el ejercicio de sus funciones judiciales, pues los escribanos «en el ejercicio por ellos de la fe pública en la vida jurídica privada ajustóse casi siempre en aquellos tiempos [siglos xvi-xvii] a las normas de la honestidad y de la limpieza profesional» (Amenúa y Mayo 1950: xv). La imaginación popular tampoco se quedó corta en la crítica. La metáfora del gato fue muy utilizada para atribuir al escribano falsedad y malevolencia (Herrero 1948: 568-569). Huamán Poma se hace eco de esta metáfora popular en su crónica ([h. 1615] 1989): «Del escri-/' 1 uano le temen los yndios porque es gato cazador, azecha y trauaja y lo/" coge y no le haze mener al pobre del rratón. Ancí sus haciendas de/' 5 los pobres yndios lo azecha hasta cogello; en cogiendo, no le haze me-/16 near y da priesa de cogérsela y no ay rremedio del pobre de los yndios/ 17 » ([h. 1615] 1989:695). Conviven en dicho escritor peruano la fascinación y el desprecio hacia el oficio escribanil, que él mismo parece que practicó de manera subsidiaria, pues no llegó ni de lejos al dominio de las tradiciones discursivas forenses que muestra el escribano público de cabildo del Hospital de Naturales, Pedro Quispe. Pero no todos los escritores respondían al tópico del escribano maledicente, Lope de Vega y Cervantes admiten que los escribanos eran «la gente más necesaria que había en las repúblicas bien ordenadas» y en general, en la literatura, el escribano español personifica el buen sentido, la rectitud y la escrupulosidad de conciencia, porque es «oficio honesto al que no puede ser admitida persona infame», aunque, habiendo, como había más de 20.000, puedan admitirse excepciones, sin que ellas tengan otra eficacia que la de confirmar el principio general (Gómez 2001: 14). Obviamente, no siempre fueron indígenas los escribanos en América, hasta la real cédula de 9 de octubre de 1549, los escribanos en los pueblos de indios eran españoles. Según se cuenta, estos escribanos españoles provocaban problemas con el fin de obtener beneficios, por lo que se institucionalizó la figura del «hombre bueno» para resolver juicios sin dilación (Guajardo-Fajardo 1995: 221-225). En un primer momento no hubo escribano ladino en los cabildos indios, sino escribientes indios que podían ex-

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tender documentos que eran más tarde validados por un escribano español26. Del escribano indígena sabemos, por cédula de 9 de octubre de 1549, que en muchos casos fueron indígenas criados en monasterios, donde aprendieron a leer y escribir, así como rudimentos administrativos. En concreto, Bayle (1952: 369-370) dice lo siguiente: «el escribano criado en los monasterios, donde aprendió de letra y pluma para llenar los papeles de la justicia, asentar entradas y salidas en la caja de la comunidad, y por extras alguna carta al corregidor, y aun al Rey, si se terciaba, con quejas o peticiones, que el doctrinero sugería y no dictaba para que el balbuceo lingüístico diese sabor local y eficacia». No obstante, en este libro probaremos —como ya apuntaba Navarro (2007)— que los escribanos indígenas con fe pública y dominio de las tradiciones discursivas forenses fueron una realidad, al menos, ya en la última veintena del siglo xvi en el Cuzco. Téngase en cuenta que desde 1549 se estableció que los indígenas eligieran, junto al resto de cargos municipales, a los escribanos, que obviamente debían estar acreditados previamente para dicho oficio. Fueron muchos los beneficios que dicha orden comportó; Polo de Ondegardo destaca: «en muy breve tiempo se compusieron por esta vía más de dos mil pleytos entre los indios sin procesos ni alegatos, ni juramentos o perjuros de testigos y otros embarazos que suelen tener y traer consigo» (Solórzano: 1996: 396-409). Las obligaciones escribaniles de los indígenas no diferían de las de sus colegas españoles. El virrey Toledo explica en sus ordenanzas cuáles debían ser sus cometidos. La ordenanza II dice así: Item, sea obligado a ir con diligencia á hacer cualesquiera testamento é inventarios é informaciones y otras cosas de su oficio que se le mandaren y ofrecieren así en la caja de la comunidad, como en cualquiera cosa que conviniere asentarse por memoria para cualesquiera efectos tocantes al bien común; porque todo lo demás que ser pudiere, que los indios suelen poner en Quipos, se ordena y manda que se reduzca á escritura por mano de dicho escribano, para que sea mas cierto y durable, en especial en las altas que tuvieren de doctrina y entradas y salidas de sacerdotes y ausencias que hicieren, y lo mismo en lo que tocare a los corregidores y 26

Véase, entre otros, Harth-Terre (1961: 297-340). El autor documenta la existencia de escribanos indígenas en 1735. Cita a Juan Eusebio de Ribera, «indio quipocamayo» del cabildo del Cercado, y considera que hubo de haber escribanos indígenas con anterioridad a esta fecha. Y, efectivamente, el autor no se equivocaba como demuestra la existencia del protocolo de Pedro Quispe.

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Rosario Navarro Gala sus tenientes y otras cosas particulares, que ellos suelen asentar en los dichos Quipos, por cuanto si les pidiere cuenta de ello ó les convenga, esté mas claro, y la dén mejor, y el dicho escribano lo haga y escriba sin poner escusa, so pena de perder el dicho oficio (Levillier 1929: 338).

En la ordenanza III se nos informa, incluso, sobre el entorno y los utensilios de los que debían proveer al escribano de cabildo, y hace hincapié, asimismo, en el gran beneficio que de este cargo obtiene toda la comunidad: Se manda que de los bienes de la comunidad se le dé cada un año una resma de papel en que se escriba y asiente lo susodicho, el cual lo guarde para cosas necesarias, y no lo desperdicie, y le compren una caja con cerradura y la llave á costa de los dichos bienes de la comunidad en que se guarde lo que él escribiere, y una mesa en que escriba, y le hagan un aposento pequeño con teja, que sirva de escritorio en el solar que le dieren para hacer su casa, por el inconveniente que podría haber siendo de paja y tenga el dicho aposento cerradura y llave, y le honren y traten bien, porque vendrá á ser el uso del dicho oficio en utilidad y provecho del dicho pueblo, reduciendo á escritura los dichos Quipos, y lo que toca á la caja de bienes de comunidad y repartimiento de la tasa, para que ninguno sea agraviado y hacer con ellas testamento y otras cosas (Levillier 1929: 338-339). Aunque las ordenanzas, para un profano, parezcan reducir la tarea del escribano público indígena simplemente a sustituir a los quipus, en absoluto es así. El escribano público de cabildo desempeñó un papel fundamental en la toma de conciencia de una realidad en la que el indígena puede adueñarse, junto a la escritura y el conocimiento de las leyes impuestas, del destino —en principio municipal— de su pueblo, facilitando la incorporación de este a la nueva sociedad, fruto de la conquista, de manera más justa que si se le hubiera abandonado a su suerte, mientras se explotaban sus recursos. Como veremos, la habilidad e inteligencia de Pedro Quispe fue grande en la completa asimilación de las tradiciones discursivas hispánicas y en su perfecta aplicación a la realidad indígena.

ESCRIVANO DE CABILDO/ NOMBRADO DE SV MAGESTADlqu\\c&yc&mayoc/ eneste rreyno/escriuano.

III E L LIBRO DE PROTOCOLO DE PEDRO QUISPE, ESCRIBANO PÚBLICO DE CABILDO INDÍGENA

3 . 1 . INTRODUCCIÓN

El interés de los gobernantes por salvaguardar la verdad de los hechos acaecidos entre particulares tuvo como consecuencia la aparición de libros o registros, con vistas a su pervivencia en el futuro y, sobre todo, a facilitar el buen gobierno, preservando para el futuro los negocios realizados entre particulares. De hecho, las leyes garantizaron su autenticidad y su pervivencia en el tiempo a través de sucesivas pragmáticas, que insistían en la obligatoriedad de pasar, tras el fallecimiento del escribano, sus protocolos al sucesor previo inventario de los mismos, que había de levantarse por este al tiempo de hacerse cargo de dichos protocolos. Si no había sucesor, estaba dispuesto que los registros se entregasen bien a las cancillerías, bien a la persona que designase el presidente del Consejo de Castilla. En un inicio, estos libros contenían, exclusivamente, las notas tomadas por el escribano a fin de redactar el documento solicitado por los particulares. Más tarde, en los registros aparecían combinadas las notas o redacción abreviada con escrituras enteras que correspondían textualmente a los documentos originales (Pérez Bustamante 1992: 27). La Pragmática de 1503 supone un importante cambio en cuanto al contenido de estos libros, ya que en ella se avanza decididamente hacia una úni-

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ca redacción de cada acto privado frente al sistema anterior de nota + carta 1 : Primeramente ordeno e mando que cada vno de los dichos escriuanos aya de tener y tenga vn libro de protocolo encuadernado de pliego de papel entero: en el qual aya de escreuir y escriua por estenso las notas de las escrituras que ante el passaren e se ovieren de hazer: en la qual dicha nota se contenga toda la escritura que se oviere de otorgar por estenso: declarando las personas que la otorgan y el dia y el mes y el año y el lugar o casa donde se otorga: y lo que se otorga: especificando todas las condiciones y pactos: y clausulas: y renunciaciones: y submissiones que las dichas partes asientan: y que assi como fueren escritas las tales notas: los dichos escriuanos las lean presentes las partes y los testigos: E si las partes las otorgaren, las firmen de sus nombres. Y si no supieren firmar firme por ellos cualquiera de los testigos: u otro que sepa escreuir: el qual dicho escribano haga minción como el testigo firmo por la parte que no sabía escreuir (vij). Este sistema de redacción única será el que llegará a América. Junto a las disposiciones supletorias castellanas, en Indias se dictaron disposiciones recogidas en la Recopilación de Indias: «que los escribanos tengan registros de las escrituras (5.8.16); que tengan los registros cosidos, y los signen a fin de cada año (2.23.60)» (Rodríguez Adrados 1993: 62-66). Las manos expertas que llevaron a cabo las órdenes emanadas de la autoridad fueron las de los escribanos de número, quienes cumplían así con una de las dos funciones de su oficio: la de recoger la vida jurídica privada, en documento público ordenado cronológicamente y numerado de manera consecutiva, a fin de que quedara para la posterioridad cuidadosamente guardado y custodiado. La consideración de estos documentos como públicos o privados depende de la disciplina que los estudie, mientras que para la Diplomática los documentos que encierra el protocolo se clasifican esencialmente como dispositivos y privados, para el Derecho estos documentos son públicos, al estar realizados por funcionario público en el ejercicio de su cargo. 1 En la Biblioteca General-Incunables de la Universidad de Zaragoza se encuentra una edición de Notas del relator de Fernán Diez de Toledo que, según la catalogación de dicha Biblioteca, parece haber sido editada en Salamanca en 1499. Antecede a las notas propiamente dichas un librillo del que he transcrito el texto que pertenece a la Pragmática de Alcalá de 1503.

El libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano público de cabildo

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Afortunadamente son muchos los libros de protocolo que se conservan en archivos españoles y americanos, entre ellos goza de una singular importancia el inédito libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano de cabildo indígena, cuya obra, comenzada al menos desde 1581, se analizará y editará a continuación. Estos libros, testimonio fehaciente de la actividad social española y americana a lo largo de los siglos, permiten a no pocas disciplinas ampliar sus conocimientos. De indudable utilidad son para la Historia, la Etnografía, el Derecho, la Literatura o la Lingüística.

3 . 2 . P R U E B A S D E LA E X I S T E N C I A D E L LIBRO D E PROTOCOLO D E P E D R O QUISPE

En el Archivo Regional del Cuzco, Perú, se encuentra, bajo la catalogación de Legajo 4, protocolo de Pedro de la Carrera Ron, lo que queda del libro de protocolo de Pedro Quispe junto a los restos del libro de protocolo del escribano posiblemente criollo del cabildo cuzqueño, Pedro de la Carrera. Estos documentos en absoluto son dependientes de los del escribano de cabildo español, sino que recogen, lo mismo que el de Pedro de la Carrera, la vida jurídica privada de vecinos del Cuzco. Véase cómo la propia documentación avisa de la existencia de dicho protocolo: que ponga en los RegistrosI'" de testamentos de los yndios de la dicha!" perroquia, para que los dichos al babeas/2" o otra persona a quien tocare para que El/2 'dicho testamentó de poder de my El dicho!1-escriuano. Y ansí lo mandó, y no ñrmóf^Testigos saluador pasqual y don/ "francisco guama chuco./25 Ante Mj,/ Pedro quispe,/ escriuano/ (rúbrica) (doc. 53, f. 686v.). Y El dicho joan sacha/1'' pidió al dicho señor alcalde que mandase/2" a my, El dicho escriuano, lo cosa en el Registro!21 y protocolo de los testamentos de los yndioslu de la dicha perroquia, y el dicho señor!2-' alcalde mandó que se haga como lo/24 fide y que,sigu/encfo testi/ícaí/o El dicho joan/25 sicha, se le dé y a las demás personasPh que quisieren (.), y ansí lo mandó y no firmó./27 Testigo don francisco pallarco porote/" y domyngo muña coro, Residentes,I1" y otros yndios. ím Ante mj,/" Pedro Quispe (rúbrica)/ En 16 de octubre, 1586 años. Juan sicha presentó El testamentó, señor alcalde (doc. 46, f. 696v.). Pedro Quispe deja testimonio de la existencia de su protocolo entre los años 1581 y 1587 (véase doc. 1). Ahora bien, la documentación que secón-

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serva y se edita aquí (81 documentos) se corresponde exclusivamente con los años 1586, 1589 y 1590, pues es la que hasta el momento ha sido exhumada del Archivo Regional del Cuzco. La mayor parte de los documentos conservados en dicho protocolo son cartas de testamento y documentos relacionados con ellas, esto es, codicilios, inventarios, venta en almonedas, etc. Para la Diplomática todos estos documentos son cartas; sin embargo, en este trabajo he calificado como tal solo la carta de testamento, pues he considerado que por génesis y estructura se identifica con dicho género. El resto de los documentos los he catalogado siguiendo el criterio del escribano, esto es, cuando señala que se trata de un auto o de una carta se mantiene dicho nombre, o, en su defecto, se atiende a la persona en la que se traslada la voz del otorgante (primera -carta- o tercera del singular), a la espera de una más adecuada clasificación, fruto del análisis detallado de estos textos. En concreto, el libro contiene 1 certificación de autenticidad del libro de protocolo (doc. 1), 32 cartas de testamento (docs. 2-33), 2 codicilios (docs. 63 y 65), 3 fes de muerte (docs. 34, 51 y 57), 10 autos de presentación de albaceas e inventario de bienes (docs. 35, 39, 40, 52, 55, 58, 59, 60, 62 y 64), 6 autos de venta en almoneda (docs. 36,41,42, 56, 61 y 66), 1 auto sobre el resultado de almoneda (doc. 37), 1 auto de prosecución de almoneda (doc. 43), 1 auto sobre un bien de difunto (doc. 44), 1 auto de remate en almoneda (doc. 45), 1 auto de litigio de herederos (doc. 48), 4 autos de presentación de testamento (docs. 38,46, 53 y 54), 1 auto de averiguación de bienes de un difunto (doc. 47), 1 auto de sustitución de curador (doc.49), 1 auto de aceptación como curador (doc. 50), 4 autos de venta (docs. 67, 68, 69 y 71), 1 auto de perdón (doc. 70), 3 contratos/conciertos (docs. 72, 73 y 74) y 6 cartas de pago libre y finiquito de cofradías (docs. 76, 77, 78, 79, 80 y 81). Se añade a la edición de los documentos del libro de protocolo de Pedro Quispe, en un anexo, dos cartas de testamento del protocolo de Pedro de la Carrera Ron, a fin de que se puedan contrastar las cartas de testamento escritas por un ayudante del escribano de cabildo español o criollo e indígena. Constituye una extraordinaria novedad la existencia de un libro de protocolo de escribano y otorgantes indígenas, además, en tan tempranas fechas (siglo xvi). No obstante, no debió de ser una excepción sino que, tal como las ordenanzas mandaban, debió de existir en cada una de las parroquias creadas un libro de protocolo de semejantes características al aquí editado. En las siguientes páginas se dará cuenta de la estructura general que presentan algunos de los documentos conservados en el libro de protocolo de Pedro

El libro de protocolo de Pedro Quispe, escribano público de cabildo

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Quispe, a excepción de las cartas de testamento, cuyo estudio más detallado, aunque sin pretensión de exhaustividad, se realizará en capítulo aparte, ya que el número de ellas permite observar no solo su estructura, sino también la variación formal y lingüística en un tipo textual concreto.

3 . 3 . D O C U M E N T O S E N T R E LA D I S T A N C I A Y LA I N M E D I A T E Z COMUNICATIVAS

El libro de registro o protocolo se caracteriza por contener una serie de documentos que, pese a provenir de una larga tradición escrita, se actualiza en cada negocio desde la oralidad de otorgantes y escribano2. De este modo, la situación dialógica inicial dará paso, en el proceso de escritura, a ciertos cambios sustanciales: ahora el emisor será el notario, de forma más o menos explícita según los tipos de documentos, mientras que los receptores serán los destinatarios del mismo, permaneciendo abierto a otros posibles nuevos receptores en el espacio y en el tiempo. De otra parte, ya se ha dicho, el traslado al papel no se realiza de una manera arbitraria, sino que se ajusta a unos moldes previamente establecidos por una larga tradición discusiva. En consecuencia, este tipo de textos presenta una estructura fija y un lenguaje que, gracias a la repetición de modelos y estilos, permite la categorización de sus géneros y registros (Carrera de la Red 2009). En este capítulo y el siguiente se intenta contribuir al establecimiento de una tipología textual que tenga en cuenta la estructura y las características lingüísticas de los textos producidos en América durante la época colonial, siguiendo, en lo posible, el camino trazado por Wesch (1998 y 2006) y Carrera de la Red (2006, 2009 y 2011). Para ello, se ha tratado de efectuar una aproximación al registro de la carta de testamento. Sobre el resto de la documentación se ha realizado el análisis de su estructura, así como una aproximación a los rasgos lingüísticos más sobresalientes que, creo, ayudan a plantear una primera hipótesis clasificatoria, a la espera de estudios más exhaustivos. Como se mostrará posteriormente, la carta de testamento presenta unas características peculiares que la separan de los demás textos incluidos 2 Véase el interesante trabajo de Wesch (2006: 2950), quien observa, siguiendo a Schlieben-Lange (1983), estas características en los pareceres, un tipo de texto que se sitúa entre la oralidad y la escrituralidad. Sobre la oralidad en la escritura véanse, entre otros, Bustos Tovar (1995 y 1996), Oesterreicher (1996, 2004, 2007), Cano (1996) y Carrera de la Red/Hernán (1996).

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en el protocolo de Quispe: a saber, la voz del otorgante se traslada en primera persona singular y el registro, especialmente en el cuerpo de la misma, se encuentra más alejado de la escrituralidad que en los otros documentos, presentando rasgos propios no solo de la oralidad universal, sino rasgos adscribibles tanto a los registros orales menos elaborados (abuso de relativas y de pronombre que, quesuismo, etc.) como a la variedad histórica del español andino como, por ejemplo, el empleo de léxico quechua vinculado a la expresión oral de la cotidianeidad indigena del siglo xvi. Se puede observar, igualmente (para todo tipo de documento), en el plano gráfico, rasgos de variación diastrática entre escribientes españoles e indígenas no profesionalizados en la escritura; así, en estos últimos, cometen errores gráficos, a excepción de Pedro Quispe, en el timbre de las vocales, confusiones entre sordas y sonoras, etc. Estos valiosos documentos permiten comprobar, asimismo, cómo rasgos en principio adscritos a lo oral universal como la falta de concordancia, pueden ser vinculados, en textos escritos por indígenas, a la variedad de contacto en la que se hallan insertos, dada la extraordinaria frecuencia y variedad con la que se produce dicho fenómeno, sin que parezca influir en ello la mayor o menor profesionalidad escrituraria de los escribientes. El resto de la documentación comparte el hecho de haber sido redactados desde la tercera persona singular o plural (a excepción del documento 75) y de emplear un registro más apegado a la distancia comunicativa. Asimismo, es posible establecer una subclasificación dentro de este segundo grupo, pues se observa que los inventarios y codicilios presentan algunos rasgos, especialmente léxicos, que los distancia de la carta de cofradías o de los contratos y los acerca, en cambio, a la carta de testamento. Sabido es que los textos más próximos al polo de la distancia comunicativa son los de tipo jurídico-legal, en el otro extremo se hallan los diálogos informales in praesentia. Los documentos notariales se encuentran entre ambos polos, y es posible establecer un continuo que, tomando como referencia los documentos incluidos en el protocolo de Pedro Quispe, vendría marcado en su lado más próximo a la oralidad por la carta de testamento, mientras que en el otro extremo se hallarían los contratos y cartas de cofradías. Dentro del continuo establecido, se hallarían los inventarios y codicilios en una posición más próxima a la carta de testamento que a los contratos. En las líneas que siguen se muestra la estructura de los documentos más numerosos en el corpus o que pueden ofrecer mayor información.

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3.3.1. Documentos que incluyen algunos rasgos de la inmediatez comunicativa Los documentos agrupados bajo este epígrafe se caracterizan, grosso modo, por una oralidad de distinto signo a la hallada en el cuerpo de la carta de testamento, pues esta, cuando se da —fuera del léxico que designa objetos, enseres, etc. propios de la vida cotidiana indígena— se encuentra imbricada en la tradición escrituraria. Así, al contrario que sucede con las cartas de testamento donde el estilo indirecto es muy poco usual, en estos documentos son frecuentes las subordinadas sustantivas como recurso para introducir un discurso referido, que podría calificarse de fingido, pues es la tradición y la repetición de un modelo quien ha fijado la expresión. Se recrea, igualmente, el estilo directo, pero, también aquí, cuando se emplea se trata de enunciados fijados por la tradición. Junto a estos rasgos se dan otros propios de registros elaborados como, por ejemplo, el empleo del relativo cuyo, predominando en el documento un lenguaje más formulario. 3.3.1.1.

Codicilios

El codicilio tiene como objetivo cambiar o añadir partes de un testamento previamente realizado. Las Siete Partidas lo define del siguiente modo: Codicilios dicen en latin á una manera descriptos que facen los homes despues que han fecho sus testamentos para crecer, ó menguar ó mudar alguna de las andas que habien fechas en ellos (...) en latin tanto quiere decir en romance como escriptura breve que facen (...) homes despues que han fecho su testamento ó enantes (...) Et puede seer fecho el codicilio en escripto et sin él, solo que acierten hi cinco testigos quando lo facen; et pueden seer mandadas en él todas las cosas que pueden seer dexadas en el testamento por razón de manda (Partida VI, título XII: 475 y 476). Tomamos como muestra el codicilio realizado por Pedro Halanoca (doc. 63). Su estructura es la siguiente: Localización y datación: «En la perroquia de nuestra señora de la puri/" fficazión del ospital de natura/es/12 de la zivdad (,) del cuzco (.), en quatro/" de marzo del dicho año de myll e quinientos y¡u noventa (,)».

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Presentación: «El dicho señor halanoca, viejo,/15 estando enfermo (.) y en su juicio natural,I*" demás de lo ques declarado en su/17 testamento, mandó se guarde las cláusulas/^siguientes:». Mandas: «Yten declara (,) que en vna cláusula/2" del dicho testamento manda (,) sesental2'pesos para hazer bien por su ánjma,/ 22 y agora quiere que saque veinte pata-/21 gones para francisca vacocho, su hija,/24 que son por todos los que a dexado/25 para la dicha su hija, sesenta pesos, como parece/26 en el dicho su testamente/ 27 Yten manda (,) que saque de los dichos!1* pesos otros diez pesos por el ánjma/2" de su muger, ques difunta, llamada!wfrancisca yacche». Validación: «Y en quanto a lo qontenido en el dicho su/'2 testamento (.) en lo que no fuere/' (...) a este su cobdigilio lo aprueba/2 y rratifica (,). Y no firmó (.). Testigos!* gaspar guarnan y joan lenga/4 y alonso cuyo y gregorio siui paucar,/5 y firmó por él vn vecino/'' García siui Paucar (rúbrica)/7 Ante my/ Pedro quispe/ escriuano (rúbrica)». En los codicilios se menciona a cuatro testigos. 3.3.1.2. Autos de presentación de albaceas e inventario de bienes del difunto Este tipo de documentos recoge distintas situaciones. La situación más habitual es que el difunto haya dejado sus bienes distribuidos entre adultos y/o menores. No obstante, también encontramos autos que contienen el inventario de bienes de difuntos, aunque estos no habían realizado testamento antes de morir. La estructura es muy semejante en todos los casos, con excepciones debidas a las diferencias citadas. Tomamos como muestra el auto de Francisca Colloc (doc. 39): Localización y datación: «En la perroquia de nuestra señora de/" purificación, del ospital de los naturales,/14 de la zzbdad del cuzco (.), a diez y seis díasI'*' del mes de septiembre, año del señor de myll e/"1 quinientos y ochenta y seis años». Comparecencia de los albaceas ante las autoridades: «Antel señor don francisco morocho (.), alcalde/18 por su magestad en la dicha perroquia,/'" y por ante my (.), pedro quispe, escriuanoI2" de cauildo por su magestad en ella/21 y testigos de yuso (.) Escriptos (.) pare-/22 gieron presentes cristóval guaipati/2' y alonso, yndios, E dixeron (.) que/24 francisca colloc, yndia, vieja, Residente/25 en ella, Es muerta (.) y pasada/2" desta presente vida (.), y en

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la memoria/ 27 y testamento que otorgó les/28 dexó por su alba?ea(/), E vsando/29 del dicho cargo (.) dixeron que/"' hazían e Hizieron (.) yn-/" ventario (.) de los (.) bienes/'2 de la dicha difunto que son/' 1 los siguientes:». Enumeración de bienes: «Vn buhío de paxa (.), que dexó Edificado/ 2 en los solares de los yndios tributarios./' Vna caxana de cumbe (.), negra (.), con lai* lista por los cabos./5 Vna caxa mediana (.), con su cerradura/''y 11abe./7 Vn cántaro grande, que dizen vrpo./8 Yten vna tinaxa grande./" Vna fregada (.), de auasca (/), de la tierra./1" Dos (.) asuelas (.) de cobre./" Dos ollas (.) de barro./12 Vna tinaxa quebrada./" Tres (.) cántaros de dos Reales./1"1 Vna talega (.) lleno de hierros». Juramento de los albaceas: «Y con esto gesó El dicho ynventariol^ y los dichos Cristóbal guaipati y alonso,l"yndio, juraron en fforma de derecho, en la uara/ 18 del dicho señor alcalde (.), que no sauen de otros bienes,/" E que cada E quando que dellos tubieren noticia (.)/"' los pornán por ynuentaño, E^epto las cosas/21 de menudenzia que la dicha difunta dexó en su casa./22 Esto se uenderá en almoneda». Validación: «Y no firmaron, siendo I'-1testigos don antonio njnapay, cagique/u y segunda persona de la dicha perroguia, y don/25 diego suta yupangui e rrodrigo guaipati J2bResidentes en ella. Y no firmaron, nj el/27dicho señor alcalde, y firmó por ellos/28 vn vecinoI19 Joan awíonw/njnapaita (rúbrica)./ Ante my,/Pedro quispe,/escriuano (rúbrica)». Cuando no hay testamento, las fórmulas, ya lo he señalado, son muy semejantes. El modelo lo tomo del auto de María Chuque Sumay (doc. 64), quien deja hijos menores: Localización y datación: «En la Perroquia de nuestra señora de la purificación del ospital/9 de naturales de la ciudad (.) del cuzco (.), a veinte y seis días del mes de/ll} jullio, año del señor de mili e quinientos y nouenta (.) años». Información sobre la existencia de bienes y de herederos: «martín/11 atauche, alcalde ordinario de la dicha perroquia por el rrey nuestro!12 señor y Presente (.), antón rampas guamán, rregidor en la/" dicha perroquia (.), dixo que oy, dicho día, maría chuque sumay, buida,/14 muger que fue (.) de Pedro cancho llioyac (.), difunto, es fallecida y pasa/15 desta presente vida auintestato (.), y dexó por sus hijas ligí-/16 timas, llamadas (.) joana cotocha (.) de hedad de catorze años, poco/17 más o menos, y ana poma chumbe de hedad de doze años y francisca/ls suyo chumbe de hedad (.) de nueue años (,), poco más o menos,/19 y juan cancho llioya, de hedad de quatro (.) años y medio, y Pedro canchu/20 llioyac, niño de vn día (,), en que la dicha maría

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chuqui suma/21 murió de parto (,.) y dexó ciertos bienes muebles y rray-/" zes en la dicha parroquia». Orden de que se haga inventario: «y para que los dichos menores no queden (.) danificados (,.) ni disipados de los dichos sus bienes y/24 que benga en buen aomento y presente (.) don juan gual-Ppa sueco, caique principal de la dicha perroquia (,), se hizo/' el ynbentario siguiente:». Enumeración de bienes: «Primeramente bn buhío de paxa y vn horno hecho en el patio/' del dicho buhío, y el solar del que obo y compró de los herederos/4 de don carlos (.), ynga difunto, que linda (.) por la vna parte/5 con casas de miguel tuyac (.), difunto, y de la otra (.) con casas de/6 diego llungo y por la otra (.) con casas de alonso ruro (,) y de don alonsop yaco poma, y por la delantera, la calle rreal (.) de la dicha perroquia./* Vna manta de paño uerde de castilla./' Otra manta de nta cumbe colorada./"1 Vna camiseta de caxana de cumbe, ya traída (...)». Nombramiento de depositario de bienes y tutores: «Los quales dichos bienes (.) el dicho alcalde (.)mandó entregar a miguel/10 poma sanbo, alba?ea que fue de pedro cancho lliuyac (.), padre/' 1 de los dichos menores (.), para que los tenga, al qual siendo nesgesarioP1 de officio de la rreal justizia, y en cuyo amparo y protezión están/11 los dichos menores (.) nombraua y nombró (.) por tutor y curador/14 de los suso dichos, atento ques ynformado (.) que en el dicho miguel/15 poma sanbo (.) concurren las qualidades (.) que conuienen/16 y ser yndio rrico (.) y principal para el dicho efecto (.), y le mandó que haga/17 el juramento y solemnjdad (.) que en tal caso (.) se rrequiere». Juramento: «E luego el dicho miguel pomasanbo se obligó y juró por/19 dios (.) y por santa maría, y por las palabras de los santos/2" evangelios (.) y por la señal de la cruz, en que puso su mano, que vsará/21 del dicho cargo de tutor (.) de los dichos menores fiel y diligentemente,/22 y donde quiera (.) que viere su prouecho (.) se lo allegará y apartará su/2' daño, y hará ynbentario (.) solemne de los bienes de los dichos menores,/24 y dellos y de lo multiplicado dará buena quenta (.) con pago. Y en lo que/25 conuinjere tomará concejo (.) de letrado (.) y no dexará sus pleitos y/26 causas yndefensos, y en todo hará (.) como buen y fiel tutor (.) y si por su/27 culpa o negligencia (.) algún daño vinjere (.) a los dichos sus hijos menores/2" y a sus bienes lo pagará por su persona y bienes, que para ello obligó, auidos y por auerP con poderío a la justizia y Renunziación de leyes, y el dicho myguel poma sanbo,/10 Recibí los bienes mueb/ej en mj persona por bien de los dichos menores de que doy fee./" Y el dicho alcalde discernjó el dicho cargo de tutor y

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curador en el dicholn miguel poma sanbo (.), al quai le dio poder judiçial para que use del dicho/" cargo en las cosas y casos (.) dél anexas (.) y concernjentes, y no firmó». Validación: «Testigos francisco arias rroxo y don juan gualpa sucço, caçique/ 15 Prinçipal en la dicha perroquia, y don françisco guama chuco y donl^alonso yaco poma, prinçipales de la dicha perroquia (,), y el dicho/-" rregidor lo firmó de su nombre, y por el dicho alcalde firmó vn/1H testigo. Testificado para el aconpañamiento/^ a Ruego y por testigo francisco arias Roxo (rúbrica), Antón ranpas guamán, Regidor (rúbrica). Ante my/ Pedro quispe/ escriuano (rúbrica)». 3.3.1.3. Autos de almoneda y de testimonio de existencia de otorgamiento de carta de testamento Este tipo de documentos, que cuenta con la certificación de tres testigos, recoge la venta en almoneda pública de los bienes del difunto. Su estructura también es fija. Veremos a continuación un ejemplo a través del auto de Luisa Carua (doc. 56): Localización y datación: «En la dicha perroquia de nuestra señora de la/" purificazión, del ospital de los naturales/ 14 de la dicha z/bdad del cuzco, en el dicho!v día, mes y año dichos antes». Petición de venta y orden de realizarla: «dicho señor alcalde y ante my, El dicho escriuano,I* los dichos albaçeas traxo las Ropas/ 2 y nuentariados de suso y por el dicho señor!''alcalde y ante my, El dicho escriuano, y por boz de/4 diego casa maicha, pregonero, se traxo en venta y público/5 pregón las dichas Ropas, estando en la/6 plaça del cauidella y se Remataron/ 7 en las personas y a los preçios siguientes:». Enumeración de los bienes vendidos y sus precios o cuerpo del documento: «Primerameníe se Remató/" en don francisco guamachuco, vn axo/'° de auasca, parda, en tres pesos y medio de a ocho Reales El peso./' ' Yten se Remató vna/12 liclla, negra, de auasca/" en tres tostones que lleuó/14 Juan chalco mai ta (...)». Indicación de la persona que guarda el resultado de la venta: «Y con esto çesô la dicha almoneda/ 27 y de los dichos albaçeaspem? los redichos albaçeas se hizieron/29 cargo dellos». Validación: «siendo testigos don joan/ 1 " gualpa sucço, caçique principa/ délia,/" y don gonçalo guanuco quispe y don/"-francisco guama chuco, caçique./ Testificado/" albaçeas/*4 Ante my,/15 Pedro quispe».

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Participan de características semejantes a las antes vistas los siguientes documentos: 35-43,47, 52, 55, 56 y 58-66.

3.3.2. Documentos próximos a la distancia comunicativa Partiendo del continuo establecido, el resto de los documentos, al carecer de léxico cotidiano, se aleja algo más de la inmediatez comunicativa que aquellos señalados en el apartado anterior. En estos documentos también menudean las subordinadas sustantivas encargadas de trasladar el discurso fijado de los otorgantes. Prevale, pues, un lenguaje formulaico repleto de clichés, que no obstante deja resquicio para observar fenómenos propios de la inmediatez comunicativa, como son las discordancias temporales. Partiendo del continuo señalado arriba la distribución de los documentos que comparten estas características sería la siguiente: de un lado, textos relacionados con difuntos (34, 38,44-46,48-51, 53, 54, 57, 67-74) y de otra, autos de venta, de perdón y carta de obligación (67-71 y 75). El límite de dicho continuo vendría marcado por la certificación de autenticidad del protocolo, contratos y carta de pago y finiquito de cofradías (1, 72-74 y 76-81). Tomamos como ejemplo un auto de testimonio de existencia de carta de testamento (doc. 38): Localización y datación: «En la Perro guia de nuestra señora de purificazión/' del ospital de los naturales de la zzbdad/2 del cuzco, oy, jueues (.), que se contaron veyntel* siete días del mes de hebrero de myll E quinientos E/4 ochenta y seis años». Presentación de los albaceas ante las autoridades competentes: «antel señor don francisco morocho,/5 alcalde Por su magestad en ella, e por ante my/'pedro quispe, escriuano della y testigos de yuzo escriptosf parecieron presento francisco puro E ynés tocto,/8 albaceas que dixeron ser de diego payco fyndio». Información de los albaceas: «E dixeron quel dicho difunto al/10 tiempo questubo en su juicio natural/" Hizo E otorgó (.) vna memoria a manera/12 de testamento (.), so cuya dispusizión/" murió, que su tenor de la dicha memoria Es/14 la que se sigue:/15 Aquí El testimonio/"' y memoria./'7». Disposición del alcalde para que se incluya en el registro: «VE1 dicho señor alcalde, visto lo suso dicho,/™ mandó que se ponga en el Registro este

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testa-lamento de la dicha perroquia (,), para que Vá^l1"personas que quisieren sacar lo saquen/21 los traslados que quisieren de poder de my, elí22esm'uano, atento questá sana y¡"buena y sin sospecha (.)• E ansy lo mandó,/24». Validación: «siendo testigo saluador pasqual/ 25 y lázaro mexicano/ 26 y antón callán/27 y antón mexicano E/2fi otros muchos (.) yndios que fueron/' 1 ' presentes. Y no firmó/"1 El dicho señor alcalde,/" y por su Ruego firmó vn vecino a quien yo, el escriua.no, doy fee conozco./' 2 saluador pasqual (rúbrica) Pazó ante my,/" Pedro quispe/ escriuano/ (rúbrica)».

3 . 4 . A L G U N A S CUESTIONES LINGÜÍSTICAS

En estas líneas solo mencionaré a modo de espigueo algunas cuestiones destacables a mi juicio, relacionadas con el tipo de registro empleado, que, creo, ayudan a realizar una primera y muy superficial aproximación al registro de estos tipos textuales. La característica esencial de los documentos incluidos en los libros de protocolo es, ya lo hemos visto, el paso del medio oral al escrito a través de la mediación de un profesional de la escritura, conocedor de la técnica forense. Los documentos que hemos clasificado se diferencian de las cartas de testamento, que estudiaremos en el siguiente capítulo, en que estas últimas presentan la voluntad del testador en primera persona, una mayor complejidad estructural y un mayor acercamiento a la oralidad del testador. Los autos de presentación de albaceas, inventarios, autos de venta en almoneda, etc., aun tratándose de textos en los que una situación oral es convertida por el escribano en un texto escrito, presentan un lenguaje más formulario que las cartas de testamentos incluso en aquellos casos en que el escribano introduce, sirviéndose del estilo indirecto 3 , las palabras presuntamente utilizadas ya sea por el otorgante, la autoridad presente, los testigos o los albaceas. Véanse los siguientes ejemplos: Antel señor don francisco morocho (.), alcalde/'^...) pare-/22 Rieron presentes cristóval guaipati/2' y alonso, yndios, E dixeron (.) que/ 24 /ra«3 Sobre el estilo directo, indirecto, indirecto libre, etc., véanse Girón Alconchel (1989 y 2008) y Reyes (1984 y 1993).

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Rosario Navarro Gala cisca colloc, yndia, vieja, Residente/25 en ella, Es muerta (.) y pasada/ 26 desta presente vida (.), y en la memoria/ 27 y testamento que otorgó lesI2" dexó por su alba?ea(/), E vsando/'1' del dicho cargo (.) dixeron que/"' hazían e Hizieron (.) yn-/" ventario (.) de los (.) bienes/12 de la dicha difunto que son/" los siguientes, (doc. 78, f. 685v.). «Juró por/1'' dios (.) y por santa maría, y por las palabras de los san2 tos/ " evangelios (.) y por la sewal de la cruz, en que puso su mano, que vsará/21 del dicho cargo de tutor (.) de los dichos menores fiel y diligentementej22 y donde quiera (.) que viere su prouecho (.) se lo allegará y apartará su/ 2 ' daño, y hará ynbentario (.) solemne de los bienes de los dichos menores,/ 24 y dellos y de lo multiplicadodará buena quenta (.) con pago», (doc. 64, f. 884v.).

Obsérvese cómo en la primera y tercera subordinada n o se respeta la concordancia temporal por razones expresivas, pese a que se trata de un cliché. A veces se intercala algún enunciado en estilo directo en fragmentos narrados en tercera persona por un narrador omnisciente, el escribano, que reproduce, como en este caso, las palabras del pregonero: «¡Ay quién puxe y ay quién/' diga más!» (doc. 45, f. 695v.). Palabras que, por otra parte, responden igualmente a rutinas lingüísticas fijadas, propias, en este caso, de las subastas. Algo semejante observamos en «Recibí los bienes mueb/es en m j persona p o r bien de los dichos menores» (doc. 64, f. 884v.), ya que ante situaciones ritualizadas las expresiones lingüísticas se fijan, se ritualizan también. Por consiguiente, tampoco aquí se trata de palabras dichas de manera libre por el interviniente, sino de fórmulas fijadas que este suscribe. Es abundante en estos documentos el uso del futuro de subjuntivo, del gerundio, del léxico jurídico, e incluso podemos ver en ellos el empleo del relativo cuyo, mientras que en las cartas de testamento no se emplea dicho relativo y en su lugar se prefiere el uso del relativo que + su, esto es, se emplea lo que hoy se denomina quesuismo: «Para que los tenga, al qual siendo nesfesario/' 1 de officio de la rreal justizia, y en cuyo amparo y protezión están/" los dichos menores» (doc. 64, f. 884v.). Estos documentos presentan, asimismo, algunos usos ya caducos para la época, como el empleo del futuro de indicativo en lugar del subjuntivo en subordinadas finales: «e Para que será gierto y firme este finiquito, los dichos hermanos» (doc. 76, f. 656r.) y «Y para que será/1 ?ierto y firmé este finequito, el dicho cura de los dichos prioste» (doc. 81, f. 891 v.). El marcado carácter formulístico de estos documentos se ve reflejado, asimismo, en el empleo de los tratamientos honoríficos. Así, por ejemplo,

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el cura de la parroquia recibe los siguientes tratamientos: «Reuerendos padres pedro arias y joan/ 19 de figueroa, curas en la dicha parroquia» (doc. 34, f. 652v.). «Mandó que se dé al señor pedro arias», (doc. 34, f. 659v.). «Muy Reberendo padre pedro arias cura desta perroc-/' quia» (doc. 37, f. 694r.). Tratamiento que, si aparece en cartas de libre pago y finiquito de las cofradías o en contratos, en los que el lenguaje es aún más formal, se convierten en: «El Ilustre señor Pedro arias, clérigo presuífero, cura de laPdicha Parroquia» (doc. 77, f. 656v.); «El muy ilustreP padre cura pedro arias, cura de la dicha!* perroquia» (doc. 78, f. 684v.). En las cartas de testamento, como veremos a continuación, el tratamiento que recibe Pedro Arias es menos reverencial. Si utilizáramos este dato para establecer un orden de formalidad, quedaría claramente delimitado en su polo negativo por la carta de testamento y en el positivo, por las cartas de libre pago y finiquito de las cofradías y los contratos. En los autos de almoneda y de inventario, las fórmulas de tipo jurídico prácticamente desaparecen cuando se introduce la relación de bienes que se venden o se inventarían. Es, por tanto, fundamentalmente el léxico lo que nos acerca, en este tipo de textos, a la lengua oral. Léxico que indistintamente es quechua o castellano, pero que en ocasiones aparece traducido, a modo de explicación el término castellano por el quechua: «Vn cántaro grande, que dizen vrpo» (doc. 39, f. 686r.). El empleo de las relativas sirve aquí tanto para explicar el significado como alguna circunstancia que permite identificar mejor al sustantivo: «Vn buhío de paxa (.), que dexó Edificado/ 2 en los solares de los yndios tributarios» (doc. 39, f. 686r.). Construcciones estas que veremos igualmente en las cartas de testamento.

IV L A CARTA DE TESTAMENTO: UN TIPO TEXTUAL1

4 . 1 . INTRODUCCIÓN

La carta de testamento peninsular es fruto de una larga tradición que hunde sus raíces más inmediatas en los testamentos romanos y otros documentos afines como pueden ser las donaciones mortis causa, el reservato usufructo e incluso la epístola hereditatis, que define García-Gallo (1977:457) como «un testamento innominado», esto es, una carta en la que se decide libremente sobre el futuro de sus bienes, sin adaptación formal al documento legal. Un primer modelo de carta de testamento de autor español lo hallamos en el ars dictaminis de Juan Gil de Zamora ([h. 1277] 1978: 185), escrito todavía en latín. Las Siete Partidas alfonsíes ofrecen, ya en castellano, el primer modelo de testamento. En cuanto a los formularios, sabemos que hoy se conserva el Formularium Instrumentorum escrito a finales del siglo xiv y transcrito por Sánchez (1925, 1926 y 1927) y Granell (1948-1949). En él, junto con muchos otros documentos, se incluye el siguiente modelo de carta de testamento:

1 En un trabajo anterior (Navarro 2012) señalaba, con el análisis de dos estructuras lingüísticas: las pasivas y las relativas adjetivas introducidas por el relativo que, que ambas estructuras gramaticales contribuían, en buena medida, a configurar un subtipo particular de texto dentro del género epistolar, la carta de testamento. Veremos en este capítulo cómo se distribuyen en las diferentes partes de la carta aquellos registros propios de la dimensión informativa, conectados, por lo general, a los registros elaborados y aquellos otros, relacionados con su dimensión contextual, más cercana a la inmediatez comunicativa. Para estas cuestiones son fundamentales los trabajos de Carrera de la Red (2009 y 2011).

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Rosario Navarro Gala In Dey nomine amen. Sepan quantos esta carta de testamento vieren, como yo fulano, fijo de fulano, vecino de tal lugar, estando en mi seso e en mi entendimiento complido tal qual meló quiso Dios dar, e temiendo me déla muerte natural de la qual alguno nin algunos non pueden fuyr nin escapar, otorgo e conosco que fago e ordeno este mi testamento aseruicio de Dios Padre e déla gloriosa Virgen Santa María su madre, con toda la corte del ?ielo; primera mente, mando mi anima a mi señor Ihesu Christo que mela compró por la su santa preciosa sangre que quiera ayer merced della, et mando el mi cuerpo a la tierra que lo crio, et sy muriere desta dolencia, mando que me entierren en tal lugar. Otrosy mando tal e petera; et para conplire pagar todo lo que yo mando e se contiene en este mi testamento, fago mis testamentarios a fulano e a fulano, e fago los duennos e sennores poderosos sobre todos mis bienes ansy muebles como rayces, e doles todo mi poder complido para quelos puedan entrar e tomar e vender tantos dellos e délos mejores parados que yo oy dia he para pagar e conplir todo lo que yo mando e se contiene eneste mi testamento, et pagado e conplido todo lo que yo mando e se contiene eneste mi testamento, de todo lo al que fincare e remanes?iere de mis bienes, fago mis herederos a fulano e a fulano mis fijos legítimos, e si por auentura finare el uno dellos, mando quelo aya e herede el otro que fincare; e por este mi testamento que yo agora fago, reuoco todos los otros testamentos e mandas e codegillos que yo he fechos e otorgados fasta el dia de oy asy por palabra commo por escripto commo en otra manera qualquiera; los quales mando que ninguno nin algunos dellos non valan nin fagan fe en juycio nin fuera del, saluo este que yo agora fago e ordeno que es fecho e otorgado por ante fulano escriuano publico e petera, e mando que vala e faga fe commo mi testamento e sy valiere commo testamento sy non mando que vala e faga fe commo codegillo, e sy valiere commo mi codegillo sy non mando que vala como mi postrimera voluntad o en aquella manera que mejor e mas conplida mente puede edeue valer de derecho mi testamento e mi postrimera voluntad, e por que esto sea cierto e firme e non venga en dubda, otorgue esta carta de testamento ante fulano escriuano, e getera (Granell 1948-1949:445).

Estos formularios y modelos solían estar destinados a profesionales, pero también los h u b o dirigidos a aquellos que simplemente supieran leer y escribir, a u n q u e fueran inexpertos en la concreción de dicho tipo de textos. Por f o r t u n a han llegado hasta nuestros días algunos de dichos for-

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miliarios que contienen el m o d e l o de carta de testamento 2 . Para el Perú conservamos dos modelos: el incluido en las ordenanzas del Virrey Toled o (1569-1581 ordenanza XXVI) y otro, de factura indígena, en la compendiosa Nueua Coránica y buen gobierno de H u a m á n Poma de Ayala ([h. 1615] 1989), de fecha posterior a los testamentos originales que aquí se publican. Explica de este m o d o el virrey Toledo en sus ordenanzas el motivo que le lleva a m a n d a r que los indígenas también realicen sus respectivas cartas de testamento: Porque se tiene entendido, que cuando algún indio ó india muere y dejan bienes, se los toman los que están presentes, ó llegan primero; de que resulta quedar süs hijos pobres, si los dejó, y no haber de que hacer bien por su alma y cumplir su voluntad. Se manda que los alcaldes y cualquiera de ellos tengan cuidado cuando algún indio, india ócacique principal estuviere enfermo, le visiten y aconsejen que hagan testamento, como los españoles lo suelen hacer para descargar su conciencia en lo que conviniere, y dejar á sus hijos en concordia, si los tuviere, y sus bienes á recaudo, y disponer de ellos á su voluntad, trayendo el escribano ante quien lo haga; y luego que sea fallido el tal indio, vayan los dichos alcaldes o cualquiera de ellos con el dicho escribano y hagan inventario por escrito de los bienes que hubieren quedado, y hagan por su alma el bien que hubiere mandado y cumplan en todo su voluntad; y teniendo hijos ó hijas casadas ó cuando llegaren á la edad de tributar, siendo varones ó cuando se casen, siendo mugeres, les dén á cada uno lo que de ellos les viniere, y la parte de los menores la pongan en tutela en poder de indios abonados, que se la guarden y aumenten, y de ellos sean proveídos de lo que hubieren menester los dichos menores, y que no sean los dichos curadores y tutores caciques, ni principales, porque no se les alcen con ellos, sino indios ricos particulares, á quien libremente los puedan pedir, á los cuales se les dé por su trabajo la mitad de la décima del multiplico, y lana del ganado que guardaren, y lo que aumentaren en los dichos bienes, tengan cuenta de ellos por libro, ó quipo para darla, cuando se les pidiere, y no dejando hijos, dén los bienes al heredero ó herederos que hubiere nombrado el di-

2 En México se conservan testamentos escritos en náhuatl desde el siglo xvi por escribientes españoles y/o indígenas, si bien no se trata de escribanos indígenas con fe pública ni la lengua empleada es el castellano. Se utilizó para realizar dichas cartas de testamento según parece, el modelo de carta de testamento de Molina que se divulgó entre los indígenas, al menos, a partir de 1565 (Rojas et al. 1999: 28).

Rosario Navarro Gala cho testador; y no haciendo testamento, se dén los dichos bienes á sus hijo (Levillier [1569-1581] 1929: 321-322). El modelo de testamento que propone para «principiantes» inexpertos el que sigue:

F O R M U L A DEL TESTAMENTO EN EL N O M B R E D E DIOS AMEN. Sepan cuantos esta cara de testamento vieren, como yo fulano (diciendo el nombre de cristiano y el de indio) natural que soy de este pueblo, de tal parcialidad, y Ayllo, hijo legítimo de fulano y de fulana su muger si hubieren sido casados en nuestra ley ó en la suya, y sino hijo natural de fulano ó fulana siendo solteros y no parientes, cuando le hubieron, y si era pariente ó casado alguno dellos, es decir hijo bastardo de fulano y de fulana, estando enfermo del cuerpo y sano de la voluntad, y en el juicio y memoria que Dios fué servido darme, confesando como cristiano que soy su fé católica, y la doctrina que me predican los sacerdotes, que en su nombre me la enseñan; y temiendo á la muerte como hombre, y deseando que mi alma se salve, otorgo, que hago mi testamento en la manera siguiente: CLAUSULAS DE ENTIERRO Y MISAS Primeramente, mando mi ánima á Dios nuestro señor que la crió y redimió para la gloria, á quien suplico la lleve á ella, y que mi cuerpo sea enterrado en la iglesia de este dicho pueblo en la sepultura que el padre me diere en ella ó en tal capilla se diga en la dicha iglesia por mi alma al cuerpo presente, y en otros días tantas misas y tantas por la de mi padre y madre, y otros mis difuntos que murieren cristianos, y tantas por la conversión de los naturales de este dicho pueblo mis hermanos y compañeros, y los demás que les tuviere voluntad y devoción á que le digan, alumbrándole á ello conforme á los hijos y bienes que dejare, y á la necesidad que sintieren en su conciencia, y le dé para las decir al padre ó padres que las dijeren, á un peso de plata corriente por cada una, tomando de mis bienes lo que bastare para ello, á lo cual se halló presente el correjidor, si lo hubiere, ó uno de los alcaldes, para que libremente pueda disponer de sus bienes, y se digan las misas que tuviere voluntad, sin ser apremiado á otra cosa.

La carta de testamento: un tipo textual CLAUSULA D E DEUDAS Y BIENES QUE DEJAN Si debiere algunas deudas, ha las de declarar aquí mandando que se paguen, y las que á el le deben luego para que se cobre; y luego declare los bienes que tiene y donde están, y si es ganado, que pastores lo guardan, y en que punas y quien tiene el Quipo de ello, y procurar que estén presentes los dichos pastores, y declarar todo que cada uno tiene á cargo porque cesen inconvenientes, que podía haber despues. CLAUSULA DE MANDAS Y si quisiere hacer algunas mandas á la iglesia ó al hospital ó á la caja e comunidad ó á pobres ó parientes ó á otras personas, han de ir aquí diciendo: mando que de mis bienes se dén tantos pesos, ó cabezas de ganado, ó piezas de ropa, ó vellones de lana, ó cargas de comida ó plata á la iglesia de este dicho pueblo para la obra ó para ornamentos, ó al hospital para curar los enfermos en él, ó á la caja de la comunidad para el bien común de este dicho pueblo, por mérito de mi ánima ó por descargo de mi conciencia, ó á fulano mi pariente porque ruegue a Dios por mi, ó á fulano por servicio que me ha hecho, ó por cargo que le soy, como el correjidor ó alcalde entediere lo que conviene, y lo quiera el indio libremente. Y hechas todas las mandas que quisieren mandar á particulares, ha de haber cláusulas de herencia y albaceazgo y tutela de hijos, si dejare algunos que sean pequeños, lo cual dirán como sigue. CLAUSULA D E HEREDEROS, ALBACEAS Y TUTORES Y pagado y cumplido lo que mando por este dicho testamento dejo y cobro por mis herederos universales lo que restare de mis bienes, á fulano y fulano mis hijos legítimos por iguales partes; y por mis albaceas, tutores y curadores de los dichos mis hijos y de sus bienes á fulano y á fulano y a cualquiera de ellos, á los cuales doy poder para que de mis bienes cumplan mi testamento, y lo demás lo guarden por de los dichos mis hijos para que cuando algunos de ellos se casaren ó tuvieren edad, les den su parte; y a su madre le den luego lo que fuere suyo, que fué tanto que recibí con ella en dote, tanto tiempo ha que me casé con ella en haz en la santa madre iglesia, y yo tenía entonces tanto, y lo demás que tenemos haya la mitad, porque lo hemos multiplicado durante nuestro matrimonio. Y revoco los demás testamentos y otras últimas disposiciones que pareciere haber yo hecho por escrito ó de palabra hasta hoy, las cuales no valgan, salvo este que quiero que se cumpla se-

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Rosario Navarro Gala gún en el se contiene: el cual otorgué en este pueblo de tal parte, ante el escribano de el, á tantos días del mes de tal año, siendo testigos; y si fuere cerrado, siete, y procurar que algunos sean españoles, y lo demás gente principal que no estén nombrados en el testamento, á lo menos que no pretendan intereses de él, y si el otorgante supiere escribir firmará el testamento, y si no un testigo á ruego de él (Levillier [1569-1581] 1929: 323-325).

H u a m á n P o m a p r o p o r c i o n a en su crónica ([h. 1615] 1989: 514) un m o delo de testamento, firmado en 1612 p o r un escribano indígena de cabildo l l a m a d o J u a n Antaylla M o c a . Obsérvese que, hacia el final de la carta, las glosas legales propias de este tipo de modelos se convierten en reivindicación del derecho del testador indígena a decidir libremente el destino de sus bienes sin intermediación de p o d e r alguno, español o indígena: [514] Testamento de los yndios deste Re-/31 yno. Es como se cigue abreuidado. Dize ací (-): La sanctísima/32 trinidad, a un solo dios entriego mi ánima y a la uirgen marí/33 a y a todos los sanctos y sanctas ángeles, ame, encomiendo mi/34 ánima, amén. ([) Primeramente m a n d o que mi cuerpo sea/35 [515] sepultado en esta iglecia de sanpedro de tanbpata. ([) Yten mando/2 por mi ánima que se me diga una misa can(...)da con su uigili-/3 a y rresponso; y dejo de limosna por ello tres patagones y por una/4 misa rresodu un patagón. (]) Yten mando a mi hijo lexítimo/5 natural o uastardo que rreparta toda mi hazienda, das y jolar, chá-/6 caras de taza y de lucre en tales citios tantos topos. Y se partan y-/7 gualmente mis hijos juan camasca, diego puri, francisca chuncima, juana uaua-/8 y, lo gosen con la dicha mi muger entre todos. ([) Yten dejo a la madre/9 de dios o a tal santo un carnero o a la iglesia. ([) Yten digo que deba a au-/10 lonso chuntalla dies patagones; que se lo pague de mis bienes. (-[) Y/11 declaro que me deue domingo aucanto, platero, deue ueynte patago-/12 nes, que lo cobre, y un carnero, mi muger teresa yanyama. Y ci no tu-/13 biere hijos, sea eredero nietos y ci no tubiere nietos, lo ereda er-/14 manos o ermanas; y ci no tubiere ermanas, lo ereda sobrinos;/15 y ci no tubiere sobreños, lo ereda sus parientes sercanos; y/16 ci no tubiere parientes, lo ereda sus criados; y ci tenía algún/17 güérfano o güérfana o que le aya seruido, a que eredar; y ci no tubi-/l 8 ere todo lo dicho, que dexe aquello que quisiera el testador para su misa/19 y los demás lo erede la comunidad. El dicho administrador y su al-/20 uasea y cacique, alcaldes, los dichos quatro tomen por qüenta y rra-/21 zón y libro, para que cada año se le diga una misa de su multi-

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plico./22 Y que no le dé lugar al dicho padre porque lo querrá tomillo todo y consumi-/23 lio. Y de lo demás se aplique los pobres porque an hecho en el rrey-/24 no. Y ací están los pobre yndios muy pobres en este rreyno. Y que no teni-/25 endo ningún eredero, no dexe ni pueda dexar casas y solares/26 y chácaras a nadie ni para su ánima, ciño que dexe a la comu-/27 nidad para el multiplico que adonde an de ueuir los pobres/28 de los yndios. Y ci lo quitan sus eredades porque en este rreyno los padres!29 lo quitan y se las uende. Y ací por no tener casa y chácaras se/30 ausentan los yndios deste rreyno. Y ací no consienta que se entre-/31 meta ningún padre ni corregídor ni comendero ni español ni/32 cacique principal en escriuir los testamentos, ciño que pase por/33 ésta. (-) Y del gobierno de los yndios, ci fuere muger eredera que se aya/34 casádose con yndio principal de qualquir parcialidad, tiene dere-/35 cho; y ci fue tributario, pechero de su magestad o mulato o español o mes-/36 tizo, no puede eredar por la ley. Y es agrauiar a su magestad quetalle la ren-/37 ta. (-) Fecha en este pueblo de San Pedro de Tanbopata a 2 de agosto de 1612. Testigos: pedrolZ% taquire,y'«a« camasca. Y lo firmó don Cristóbal de león. Ante mí, escri-/39 baño de cabildo, juan antayllamoca. Pase en todo el rreyno./ ([h. 1615] 1989:40).

4 . 2 . E L T E S T A M E N T O C O M O TEXTO EPISTOLAR: A L G U N A S C U E S T I O N E S FILOLÓGICAS Y P R A G M Á T I C O - D I S C U R S I V A S

Se suele argüir que los testamentos son textos encorsetados y repletos de arcaísmos y clichés debido a su carácter jurídico, pero se suele olvidar que debían ser leídos ante testigos y estos habían de comprender el mensaje; de hecho, la incomprensión del mensaje causó el abandono del latín y el empleo del romance (Diez de Revenga (1996: 51). En las páginas que anteceden a este apartado hemos visto, grosso modo, de qué manera se gestó lo que suele denominarse hoy documentación forense, y cómo los recursos para su composición fueron los mismos que los empleados para las epístolas de cualquier otra índole, esto es, a partir del siglo XII, en la escuela boloñesa, el ars dictaminis. Sabemos que la redacción de un negocio jurídico se efectuaba siguiendo los conceptos básicos del ars dictaminis (dictare, componere, forma, ordo o compositio) a lo que se añadía la información técnico-jurídica que se encontraba en formularios. Por consiguiente, la escritura de los documentos que conforman la tradición discursiva forense no se realizó mediante la mera acumulación de fórmulas jurídicas.

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En concreto, el tipo textual estudiado no es una repetición de fórmulas jurídicas sin más. En realidad, este tipo de carta presenta, según las distintas partes que la forman, diferencias lingüísticas que ponen de manifiesto los dos tiempos diferentes en los que se compone, aunque se actualice en cada negocio jurídico. Es evidente que las partes más formularias se corresponden con la información técnico-jurídica y que estas proceden de un momento bastante anterior al de la actuación del escribano, quien trasladará dichas fórmulas en función de sus conocimientos profesionales. En cambio, el resto de la carta, esto es, aquellas partes en las que el otorgante expone ante los ojos de sus lectores y los oídos de sus oyentes su vida y su voluntad es la más abierta a los usos lingüísticos que pudieran practicar otorgante y/o escribano. Precisamente, en el siglo xvi, época a la que pertenece la documentación editada, se observa claramente que existía un margen nada desdeñable para que el escribano, portavoz3 del testador, incorporara la variación propia de su aprendizaje como escribano a la parte más técnica, es decir, al modelo propiamente dicho, así como algunos aspectos de la variedad del castellano de su ámbito de actuación, en el momento del traslado de la voz del testador. En nuestro caso, un castellano que presenta variantes próximas a la oralidad concepcional, así como a las variedades histórica y andina fruto del contacto entre el castellano y el quechua, como se comprueba en el abundante empleo de pronombres de retoma o faltas de concordancia, entre otros. En los capítulos precedentes he intentado describir, según presupuestos propios de la filología tradicional, tanto el contexto sociohistórico en el que hay que incardinar la existencia del protocolo del escribano indígena de cabildo Pedro Quispe, como la tradición discursiva, en lo posible, de la que forman parte los textos incluidos en dicho protocolo4. Para el análisis de la carta de testamento se intentará una aproximación al registro5 de este tipo 3

Ducrot (1986: 201) considera que es posible que se pueda producir un desdoblamiento del locutor, «alguien puede hacerse portavoz de otro y emplear, en el mismo discurso, diversos yo que remiten ora al portavoz, ora a la persona de quien él es portavoz». En la carta de testamento se observa claramente dicho desdoblamiento del locutor. 4 Brown y Yule (1993) plantean que el contexto está formado por todo el conocimiento etnográfico necesario para interpretar los enunciados y para crear expectativas. En el estudio de las costumbres y tradiciones de los pueblos, entiendo que hay que incluir las propias de las tradiciones discursivas orales y/o escritas, tal como señaló Coseriu, y por tanto, en Occidente, hay que tener en cuenta la retórica como ciencia articul a d o « de los discursos. 5 Aplicaré para ello la noción de registro, pues se inspira en los estudios antropológicos del «contexto de la situación» y «del contexto de la cultura» inicialmente propues-

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textual con la intención de incorporar a los estudios históricos de la lengua elementos de análisis que tengan en cuenta lo gramatical, pero también lo comunicativo (Bustos 2000). En un trabajo anterior (Navarro 2012) he señalado, a través del análisis de dos estructuras (pasivas y relativas adjetivas con relativo qué) en cartas de testamento de diversa procedencia, que estos textos presentan la peculiaridad de combinar usos lingüísticos propios de los registros altamente institucionalizados junto a otros característicos de la inmediatez comunicativa, en distinto grado, dependiendo de la procedencia de dichas cartas. Se ha dicho que la combinación de unos determinados factores (campo, tenor y modo) genera la construcción de una variedad de texto en sintonía con la situación y que estos factores ayudan a distinguir entre sí los registros (Halliday y Hasan 1976). De modo que en lo que sigue se intentará la aplicación de dichos presupuestos teóricos a la documentación aquí editada. Para ello, tras comentar algunas cuestiones relacionadas con el campo, el tenor y el modo, se procede al análisis de las cartas atendiendo a la estructura que presentan a fin de observar así los distintos usos lingüísticos, que, como veremos, están relacionados, en buena medida, con los diferentes tiempos de composición de las diversas partes de la carta.

4.2.1. El campo El recorrido histórico que hemos realizado en páginas anteriores deja clara la adscripción de este tipo de textos al género epistolar. La carta de testamento -documento público para unos y privado para otros- por su modo de producción pertenece a la esfera de actividad privada, pese a la actuación y mediación del escribano público, mientras que la recepción de este tipo documental será pública, ante un conjunto de personas más o menos heterogéneo, pero pertenecientes a un mismo ámbito, que se verán involucradas en las decisiones tomadas por el testador. Asimismo, la carta de testamento queda abierta a nuevos receptores en tiempo y espacio muy diferentes del originario. Es esta una primera muestra de la dualidad que preside dicho tipo textual. Se trata, en consecuencia, desde el puntos por Halliday, Malntosh y Strevens (1964). Dicha noción de registro ha sido modificada y perfeccionada con posterioridad y muy aplicada para analizar la diversidad textual. Son fundamentales los trabajos de Carrera de la Red (2006, 2009 y 2011) aplicados a la historia del español en América.

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to de vista de emisor y receptor, de un documento privado en su producción, pese a la intervención de un escribano/notario, y público en su recepción. Tanto el léxico como la gramática de la carta de testamento apuntan asimismo hacia el carácter mixto de este tipo textual. En efecto, el léxico se caracteriza por la mezcla ordenada de tecnicismos legales y términos de la inmediata cotidianeidad -en apartados posteriores veremos cómo se distribuye en las diferentes partes de la carta-. Algo semejante observamos en su gramática con usos propios tanto de la distancia como de la inmediatez comunicativas, en función de la parte de la carta analizada.

4.2.2. El modo La carta de testamento se realiza, ya lo he mencionado, desde la oralidad para la oralidad con el escribano como guía del testador para que este ordene el futuro de sus bienes e intereses. La forma empleada por el escribano para conseguir la información necesaria muy posiblemente sería semejante a la empleada por el sacerdote en la confesión6, situación comunicativa, asimismo, relacionada con la revelación de la intimidad del responsable del contenido del discurso. La confesión se sirve del sistema pregunta-respuesta para indagar en el comportamiento moral del fiel interrogado. La recepción del escrito era oral, ya lo hemos visto, bien mediante lectura de la carta o bien mediante su canto o recitación, siempre ante una audiencia. El grado de planificación de este tipo textual es elevado en lo que se refiere a la actuación del escribano en aquellas partes más formularias de la carta, si bien se muestra más espontáneo y expresivo cuando reproduce la voz del testador, acercándose así a los registros propios de la inmediatez comunicativa. En cuanto al testador, el grado de planificación estaría asociado exclusivamente al trabajo de memoria y revisión de su vida —trabajo ya realizado muy posiblemente en la confesión ante el sacerdote—, a fin de ubicar, clasificar y registrar todos aquellos aspectos relevantes para su objetivo, incluyendo aquellas situaciones relevantes para poner en valor las demandas realizadas en aque6

La confesión fue practicada por los indígenas desde los primeros momentos de la colonia. Aquellos que no conocían el castellano se confesaban a través de los quipus e incluso de piedrecitas (Estenssoro 2003: 217 y ss.). Para los caciques que no conocían el castellano se estableció que se confesasen a través de un intérprete (Vargas Ugarte 1951: 186). Sobre las confesiones resulta muy útil, entre otros, Carrillo Cazares (2011: 68-83).

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líos casos en los que se preveía disputa o si se intentaba corregir alguna situación injusta anterior al testamento, por lo que las estrategias persuasorias también tienen cabida en él. El canal utilizado es el manuscrito, que se incorpora al libro de protocolo del escribano a fin de asegurar su conservación a lo largo del tiempo.

4.2.3. El tenor La descripción del tenor personal de este tipo de cartas pone de relieve una de las características que singulariza a las cartas de testamento frente al resto de las epístolas, esto es, la participación de más de un emisor, con diferente grado de implicación emocional, y la multiplicidad de receptores. Sin embargo, dicha multiplicidad de receptores no significa que una parte de estos no sean localizares; muy por el contrario se dan abundantes datos sobre herederos, albaceas y todas aquellas personas que tienen o tuvieron con el otorgante alguna relación que entrañe consecuencias para el futuro reparto de los bienes e intereses del testador. Además, la pluralidad de receptores pone de relieve, junto a otras evidencias, la recepción oral que tuvo este tipo de cartas; piénsese asimismo, por ejemplo, en la fórmula utilizada por el testador al dirigirse a la otra parte; en ella se hace patente que la recepción era colectiva y estaba orientada hacia un futuro contingente: «Sepan quantos esta carta de testamento vieren u oyeren»; fórmula que fue sustituta de la latina «Notum sit ómnibus tam presentís quam futuris...»(Diez Revenga 1999:81). De este modo, se pone de manifiesto que estas cartas serían leídas en voz alta o incluso cantadas. Obviamente el registro de la misma debía ser adecuado a sus receptores; en nuestro corpus, principalmente vecinos de la parroquia, esto es, indígenas pertenecientes a diferente estamento social dentro de su grupo (caciques, artesanos, etc.) 4.2.3.1. Emisor/es En cuanto a los emisores cabe señalar el desdoblamiento, en dos yoes, del escribano: portador de la fides publicae y locutor responsable del traslado de la voz del testador (la persona que dispone libremente de sus bienes e intereses). Siguiendo la terminología de Ducrot (1986: 192-214) podría decirse que una misma pluma hace uso de un yo que remite bien al locutor-escribano, bien al locutor-testador. De este modo es la voz del portavoz-locutor, esto es, la del escribano, la que permanece durante todo

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el documento7, siendo la primera persona singular la que, ora locutor-testador ora locutor-notario, domina el discurso. No significa esto que el resultado sea la creación de documentos homogéneos e impersonales; muy por el contrario se observa que el escribano reproduce de una parte, la voz del testador, que cambia en cada acto realizado, y de otra la de una tradición jurídica, a la que da voz gracias al aprendizaje que como profesional de la escritura ha realizado de las fórmulas lijadas y de la estructura del documento; de este modo consigue anclar la carta de testamento al acto jurídico llevado a cabo. Una de las características que singulariza, en cuanto a los participantes, a este tipo de cartas frente al resto es la obligatoriedad de que el propio emisor haya dejado de existir en el momento de recepción de la misiva, ya que el contenido de estas cartas no se desvelará hasta el finamiento del testador. El carácter secreto del contenido de la misma la acerca nuevamente a la confesión, con la que, asimismo, comparte la asistencia de un mediador, el sacerdote, en su caso. Precisamente, el discurso eclesiástico se observa en la captatio benevolentiae. En ella el testador, tras dar información relevante sobre su identidad, agrega como elemento sustancial de la misma su pertenencia a la fe cristiana, y es ahí donde se cuela el discurso eclesiástico, con el empleo de fórmulas variadas, como veremos en el apartado correspondiente. Recuérdese la mencionada cercanía entre confesión y testamento, así como la inclusión del testamento en el ars moriendi (Sanmartín 2006). En ambos discursos —testamento y confesión— interviene obligatoriamente una segunda persona, un mediador, que prepara al moriens para realizar el repaso y puesta en orden de su vida, si bien la confesión no se convertirá en texto escrito para lectura de los mortales. 4.2.3.2.

Receptores

Como en toda carta, los destinatarios no están presentes cuando el locutor-testador redacta su escrito, con la peculiaridad de que el testador dirige conscientemente su discurso también hacia personas que han traspasado ya el umbral de la muerte (por lo general parientes para quienes dejará algunas disposiciones piadosas como rezar un determinado número de misas por sus almas). Otra cosa es que los familiares se encuentren junto al lecho de muer7

Aunque en ocasiones no se trate del mismo escribano, pues a veces participa más de una mano en la elaboración de un documento. Cuestión esta que ha sido debidamente reflejada en la transcripción.

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te del enfermo si es entonces cuando realiza el testamento o que, como señala el virrey Toledo, fuera posible la asistencia de determinadas personas —«pastores» dice Toledo— al objeto de certificar la veracidad de ciertas cuestiones. Amén, naturalmente, de los testigos. Sin embargo, este hecho no obstaculiza que se realice como conviene, es decir, en secreto. 4.2.3.3. La relación entre los participantes La distancia entre locutor-testador y destinatarios se traducirá en una primera asimetría entre ellos en tanto en cuanto los destinatarios no tendrán posibilidad de réplica, si bien la ley —emisor y receptor latente— sí articula mecanismos para mostrar desacuerdo. Del mismo modo hallamos asimetría al considerar que el testador se ve investido de autoridad legal y moral para imponer su voluntad y verdad frente a los receptores. De hecho, su credibilidad se hallaba respaldada por las autoridades quienes —cómo acabamos de ver en el modelo de testamento publicado por Toledo— ponían todos los medios a su alcance para que el contenido de las cartas de testamento fuera constatable y, por tanto, verdadero. También la Iglesia contribuía a ello, ya que el sacramento de la confesión, por lo general, se realizaba antes de redactar el testamento. La imposibilidad de réplica unida a la autoridad legal y moral de la que está investido el testador al plasmar por escrito la libre disposición de sus bienes e intereses para después de su muerte, está en la base de un discurso articulado, en lo que se refiere a la organización del mismo, en una sucesión alterna de declaración (acto de habla asertivo fuerte o compromisivo 8 ) y mandato (acto de habla directivo) forjada a través del empleo de verbos realizativos, que cambian la realidad de los destinatarios. Este esquema, cercano al discurso de la instrucción, da cabida, no obstante, a la voz del testador, que establece con sus múltiples receptores una relación solidaria y próxima, que podemos ver, por ejemplo, en el empleo de diminutivos afectivos aplicados, especialmente, a los nombres propios 8 Traugott y Dasher (2005) establecen dos tipos de verbos asertivos: asertivos débiles, como el verbo decir, y asertivos fuertes como jurar. El verbo declarar pertenecería a estos últimos. En efecto, en un contexto como este, legal, el verbo declarar adquiere un valor cercano al juramento: digo la verdad y la hago pública ante la autoridad terrenal y celestial. El DRAE (s. v.) ofrece la siguiente acepción propia del Derecho: «Disponer, establecer, ofrecer, estipular o prometer algo. Por lo común cuando interviene solemnemente la fe pública». Véase asimismo Ridruejo (2000).

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de algunos de los destinatarios, pues, por lo general, sus receptores serán familiares, amigos y personas con quienes mantiene o mantuvo relaciones profesionales y/o vecinales, de modo que se observa el empleo de un lenguaje menos formal de lo esperable, pese al corsé estructural 9 . En efecto, en algunas de las cartas de testamento estudiadas se observa el empleo de diminutivos aplicados a nombres propios 10 , así «Marequita, mi nieta, hija de la dicha ynés pérez, mi hija» (doc. 31, f. 887v.), donde se puede observar el diminutivo de María, aplicado a una niña, que podemos suponer de corta edad. En otras ocasiones el diminutivo no deja lugar a dudas sobre su carácter afectivo, compasivo y solidario: «para Rodriguillo, mi Hermano, un acxo de cumbe frailesca para su muger, con cargo que si el dicho mi hermano muriere en esta enfermedad de birgüelas, que dios nuestro señor a sido seruido de darnos» (doc. 19, f. 2r.). No cabe duda de que 'Rodriguillo' es un hombre adulto, además casado, y que la hermandad, también en la desgracia, favorece el empleo del diminutivo. La misma testadora muestra su afectividad con frecuencia hacia personas e incluso, posiblemente, hacia algunos objetos que les lega: «mando para fran^isquita suisui, hija de maría (...) para ynesilla, my hermna (...) dos topillos de plata» (doc. 19, f. 2r.). La referencia a los destinatarios se realiza siempre en tercera persona, característica propia de este tipo de cartas frente al resto de las epístolas, cuyos destinatarios se explicitan en segunda persona (singular o plural). Por esta razón, los deícticos referenciales se reducen al empleo de honoríficos y apelativos". Respecto de los honoríficos cabe destacar que son fre9 Señala Martín Zorraquino (2012: 562) que el empleo de los diminutivo, de manera especial con significado afectivo o subjetivo se asocia a la conversación cotidiana, a la interacción oral, mucho más que a la escritura. 10 El empleo de diminutivos en las cartas de testamento se reparte entre su aplicación a nombres propios y a determinados objetos, y parece preferir el sufijo —illo, aunque no de manera exclusiva: cantarillos (doc. 13, f. 687v.), dos tablillas (doc. 13, f. 687v.), buhigüelo (doc. 8, f. 669r.), arquillas de plata (doc. 15, f. 697v.), pedafillo de tierra (doc. 11, f. 678v.). Aplicado a personas, además de los casos señalados arriba encontramos la alternancia entre el diminutivo y el adjetivo comparativo: «dexo a Joana, mi hermana, njña de hedad de doze años (...) si la dicha mi hermanilla muriere sin tener hedad de testar» (doc. 9, f. ) «para joana, mi hermana menor» (doc. 9, f. 671r.). Para indicar el tamaño pequeño de las cosas se suele preferir el adjetivo pequeño a chico: «caxa pequeña» (doc. 24, f. 861v.), «chumbes pequeñas (...) obillos chicos» (doc. 14, f 689v.). 11 En el libro de protocolo de Pedro Quispe ningún documento, carta, inventario o auto, utiliza la segunda persona. Sin embargo, en documentos del escribano Pedro

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cuentemente empleados ante hombres y mujeres indígenas cuando estos se corresponden con caciques o principales. Contrariamente a lo que podría pensarse, los españoles que aparecen mencionados raramente llevan el honorífico don12, aun cuando nos conste su derecho al mismo; por ejemplo, destaca la inexistencia de dicho honorífico ante Mancio Serra de Leguisamo, conquistador de los primeros que llegó con Pizarro13. A continuación pueden verse algunos ejemplos de dicho tratamiento honorífico ante nombres indígenas: «don hernando gualpa tito» (doc. 28, f. 876r.), «don diego de la Carrera Ron, escribano español del cabildo cuzqueño, sí se hace. En concreto, en 1595, en carta de venta de unos campos, que realizan dos hermanos indígenas a su hermana, traslada la voz de los otorgantes del siguiente modo: «Lo que queremos dar y vender a la dicha ysabel/23 guacoma, nuestra hermana, y por las dichas dos partes/24 quiere pagarnos lo que nos caue de lo que dimos y pa-/25 gamos al dicho diego despinosa campo, que son nouenta/26 y tres pesos y tres tomines de plata corriente En/27 rreales (/) ocho al peso (.); y trayéndolo En efecto En/28 aquella vía y forma que de derecho mexor lugar/29 aya, otorgamos y conospemos que vendemos y damos/30 En venta rreal Por juro de heredad para/31 agora y siempre jamás a uos la dicha isabel guaco-/32 ma nuestra hermana, que estáis presente, para uos o/33 vuestros herederos y s u c e s o r e s » (f. 700r. ARC. Protocolo 4, Pedro de la Carrera Ron). Lamentablemente no se trata de un diálogo real, sino estereotipado. Por otro lado, estos indígenas no hablaban castellano como pone de manifiesto el propio texto al especificar que actuó como lengua Diego de Lira. 12 Nebrija([1492] 1980:164-165) explicaba del siguiente modo el origen y empleo de don: «muchos se pueden nombrar por un nombre proprio, para los más distinguir e determinar entre sí, los latinos antepusieron otro nombre, que llamaron prenombre, por que se pone delante del nombre proprio; el cual ponían en señal de onra e hidalguía en aquellos que por él se nombravan; e escrivían lo siempre por breviatura, como por una 'A' entre dos puntos: 'Aulo' (...) e acostumbraron nunca anteponer lo al nombre proprio de los siervos, antes quitarlos en señal de infamia a los que cometían algún crimen contra la majestad de su república. Nuestra lengua no tiene tales pronombres, mas en lugar dellos pone esta partezilla don, cortada deste nombre latino 'dominus', como los italianos 'ser' e 'misér' por mi señor; los franceses 'monsier'; los aragoneses 'mosén'; los moros 'abi', 'cid', 'mulei'. Assí que será don en nuestro lenguaje en lugar de prenombre, e aún dévesse escribir por breviatura, como los prenombres latinos o como lo escriven agora los cortesanos en Roma, que, por lo que nos otros dezimos don Juan, ellos escriven 'do Joannes'». 13 De las tres ocasiones en que aparece en cartas de testamento, solo en una se señala el cargo militar que poseía: «Capitán mansio Serra de leguisamo (doc. 19, f. 846r.)». Cuando vuelve a ser mencionado ya no se le da ningún tipo de tratamiento. Algo parecido ocurre con sus hijos legítimos nacidos de sus segundas nupcias con la española Lucía de Mazuelas: Pablo Serra de Leguisamo (doc. 19, f. 846r.) y, este último Miguel recibe el tratamiento de «mi señor»: «miguel serra de/27 Leguisamo, my señor» (doc. 19, f. 2v).

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atau CUSÍ» (doc. 9, f. 67Ir.), «don Miguel, cacique/20 prencipal del pueblo de Guanocti» (doc. 16, f. 702v., passim). A veces, la propia situación que se describe provoca la proliferación de honoríficos: «con luis de/" quesada (.), vezino de la dicha zibdad (.), sobre las/" tierras que nos quiso (.) quitar de nuestro señorl21 don joan sona ynga (,)» (doc. 32, f. 893v.). En ocasiones, el tratamiento acompaña a la expresión del parentesco: «y rruego a mis señores hermanos/'-tremando garcía y francisca garcía y diego escribano» (doc. 6, f. 664r.). El propio testador puede atribuirse el honorífico, como ocurre en carta de testamento de Gonzalo Guanuco Quispe (...): «yo, don Gonzalo guanuco quispe, cacique principal de ?ien yndios» (doc. 30, f. 880r.). También las rúbricas añaden tratamiento honorífico: «Don Antonio nyna paita» (doc. 13, f. 687v.). Del mismo modo las mujeres indígenas principales reciben tratamiento honorífico: «doña gerónima tocto» (...), «doña joana (.) quispi figa» (doc. 6, f. 663v.), «doña catalina ?ica ocllo» (doc. 62, f. 873r., passim). Menos frecuente es el tratamiento honorífico ante nombre de mujer española y criolla; en este corpus recibe dicho uso otra hija legítima de Mancio Serra de Leguisamo, nacida como sus hermanos antes citados de su matrimonio con la española Lucía de Mazuelas:: «mando para mi ama, doña petronylla/ 11 de leguisamo (...) a mi señora y ama doña Petronjlla» (doc. 20, f. 847v.). El empleo de estos usos asociados a indígenas se basa en la disposición de la Corona de que así fueran tratados los descendientes incas. Huamán Poma de Ayala, en su crónica ([h. 1615] 1989), se muestra muy combativo con el abuso de honoríficos por parte de españoles e indígenas: Pulperos, mercachifles, jastres, sapateros, pasteleros, panaderos se llaman don y doña, los judíos y moros tienen don, mundo al rreués. Desto los jueses no lo rremedia por ser cohechados como los sacerdotes y padre, se llaman dotores y licenciados, bachilleres, maystros, no teniendo título ni derecho y saber letra ([h. 1615] 1989:409). E insiste unas planas después: «pulperos, sapateros, xastres, olleros se llama doñes y doñas, y lesenciados, dotores y todas las cosas» (448). No se corresponde en términos absolutos la consideración que tiene el indio lucana del empleo del honorífico don, ante autoridad indígena con los datos que los textos editados proporcionan. De hecho, asegura que no tiene derecho al tratamiento honorífico el «mandoncillo» que tiene a su cargo 100 indios. Para tener dicho honor deberá ser un «cacique» que tenga, al menos,

M A H D O H C / L L O D E C / E H Í\A s

PACHAGCAMACHÍCOT

MANDONCILLO DE CIEN INDIOS. PACHAC(.)CAMACHICOCcaya marca andamarca, provincia. Tributario y cabildo. No tiene don que le lalte cien yndios tributarios. Mandón.

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1.000 indios. Acabamos de ver que, al menos en el Cuzco, era habitual considerar cacique y otorgar el tratamiento honorífico al responsable de 100 indios. Los documentos del protocolo de Pedro Quispe presentan un escrupuloso respeto a la legalidad en lo que al empleo del tratamiento en los indígenas se refiere y dan fe de la importancia que en el ámbito amerindio habían adquirido las fórmulas de respeto. La relación entre lengua y contexto social es sobradamente conocida, así como los continuos cambios que afectan al modo de verbalizar las relaciones que se establecen entre los distintos miembros de una sociedad. En la época a la que pertenecen estos textos sabemos que el tratamiento honorífico don se concedía a los hidalgos y sus descendientes. A América, no solo llegaron hijosdalgo con derecho a tratamiento, sino también muchos soldados que no lo tenían14. De hecho, consta que Carlos I concedió al conquistador Alonso Ruiz el título de don junto a una pensión vitalicia de I.000 ducados anuales regalado la riqueza que le tocó en el reparto de los tesoros de Cajamarca (Sologuren 1954: 258-259), muestra palmaria de que no todos los conquistadores gozaban de dicho beneficio. Más tarde, Felipe II, en 1573, determinó que los conquistadores y primeros pobladores de América, debían recibir la consideración de hidalgos: «A los que se obligaren de hazer la dicha población y lo ovieren poblado y cumplido con su asiento, por honrar sus personas y de sus descendientes, y que dellas, como de primeros pobladores quede memoria loable, los hazemos hijosdalgo de solar conocido, a ellos y a sus descendientes legítimos» (Lohmann 1947: xx). A resultas de esta decisión se produjo, sin duda, una extensión del tratamiento honorífico a gentes muy diversas, en muchos casos sin recursos económicos (Rojas Mayer 1996). De hecho, durante los siglos xvi y xvn, se sucedieron pragmáticas (Heredia 1985: 8-16) que intentaban poner orden en el empleo excesivo e inadecuado de las formas de tratamiento en la documentación. 14 En la primera mitad del siglo xvi el tratamiento honorífico estaba más restringido. Lockhart (1982: 51) asegura que se establecía una jerarquía basada en el abolengo: «el don más firmemente asentado [era el de] aquellos cuyo padre y ambos abuelos anteponían a su nombre el don; luego, aquellos cuyo padre y abuelo paterno eran llamados don; y los últimos en la lista eran aquellos que sólo podían afirmar que su abuelo materno era llamado don. Un buen número de los que tenían el derecho al don en el Perú eran de este último tipo; eran hijos de padres que habían sido hidalgos importantes, pero que no se les llamaba don, y cuyas madres provenían de la alta nobleza».

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En el corpus editado, aunque lo general es que el tratamiento honorífico recaiga exclusivamente en caciques y principales se registra algún caso aislado de empleo de don ante indio camayo: «declaro que me deue don juan colla, ca-/22 mayo de miguel de Ara, en los andes de us-/ 2 ' camayo» (doc. 2, f. 647v.). Los españoles que reciben el mismo tratamiento son escasos: «don francisco de loaisa» (doc. 17, f. 704v.), «de los yndios de don francisco de loaysa» (doc. 28, f. 875r.), «en las casas/" de la morada del señor don/10 gómez de tordoya» (doc. 18, f. 711 r.). Tratamiento militar reciben algunos españoles: «Capitán martín dolmos» (...), «Capitán mansio Serra de leguisamo» (doc. 19, f. 846r.) y «Capitán Martín garcía de loyola» (doc. 27, f. 873v.). Al estamento eclesiástico se le dispensan los siguientes tratamientos: «el bachiller diego Serrano» (doc. 1, fs. 642v. y 643v.), «padre pedro arias, cura de la dicha parroquia (doc. 28, f. 874v.), «rreuerendo padre!' pedro arias, cura de la dicha perroquia» (doc. 28, f. 876v.), «el rreuerendo Padre pedro arias», beneficiado de la dicha parroquia» (doc. 30, f. 883v.). El tipo de cartas estudiado necesita de una gran precisión en el señalamiento de aquellas personas mencionadas en el mismo, y sobre las cuales recae algún mandato. De este modo es frecuente, más aún cuando es redactada por escribano profesional, el detalle en la identificación de dichos destinatarios a través de aposiciones: 1. La búsqueda de precisión lleva a ofrecer datos sobre el lugar del que proceden las personas mencionadas, su condición de indios camayos, yanaconas, etc., así como la encomienda o reducción a la que pertenecen. De las mujeres no principales se indica de quién es servicio: «diego, yndio camayo/"* del alguazil mayor desta ciudad en los/19 andes de paucarapa» (doc. 2, f. 647v.), «el hijo de antonio cay-/ 2 ' 11agua, camayo de antón perera, vezino desta/ 28 ciudad» (doc. 2, f. 647v.), «joana, mulata (.), seruicio y ama/ 14 de don francisco de loaisa» (doc. 17, f. 704v.), «tascachisque, yndial18 de los yanaguaros (.), de la encomyenda de gongalo/'" hernandes (doc. 24, f. 860v.)», «declaro que me deudomaría mormo (.), yndia de guayobane» (doc. 10, f. 676v.), «declaro que me deue Alonso Vscamayta, ynga,/ 7 questá en los Andes de Acumayo» (doc. 16, f. 702v.), «vn yndio llamado joan/ 21 cayara, natural de los cones,/ 22 Reduzido en el pueblo de guai11a-/2-' banba» (doc. 17, f. 704v.), «vn yunga llamado melchor» (doc. 26, f. 868v.), «vn yndio de chinchaipuquio (,) llamado/ 4 asto chaua»

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(doc. 7, f. 667v.), «vn yndio que se llama pedro, que biue/1 'en el asiento de chuspi pata, en los Andes» (doc. 24, f. 860v.), «vn ynga que se dize quespi,/ J questá en pueblo de Challabamba» (doc. 16, f, 702v.), «a juan de castro, español» (doc. 59, f. 861 r.), etc. En ocasiones, debido al desconocimiento del apellido, se producen enunciados tan extensos y reiterativos en la descripción como el siguiente: «declaro que vn yanacona llamado francisco, ques de/'5 panlaguez, se me deue dos gestos de coca y ginco pesos,/"' questá en la perroquia del señor san blas y su fiador,/'7 ques su bezino, llamado Francisco» (doc. 26, f. 868v.), etc. 2. Es habitual que se detalle la relación familiar que une a testador y destinatarios: «ynés/' tocto, mi muger» (doc. 5, f. 661 v.), «mi hij muger, ynés toe-/10 to» (doc. 5, f. 661 v.), «doña paula (,) coca guato,/1" mi cuñada» (doc. 6, f. 663v.), «joan atau cusi,/ mi primo hermano» (doc. 9, f. 67Ir.), «don gregorio nina/'" siuincha, mi hermano» (doc. 81, f. 89Ir.), «diego guama chuco,/1 my entenado» (doc. 32, f. 893v.), etc. La confluencia del mismo parentesco en distintas personas, dará como resultado una mayor especificación, así como la incorporación de otros datos relevantes jurídicamente, como la edad: «dexo a Joana, mi hermana,!11 njña de hedad de doze años» (doc. 9, f. 670v.), «mando! n para la dicha madalena, mi hermana,/ (...) para Joana, mi hermanad* menor» (doc. 9, f. 67Ir.), «rrodrigo (.) puri, my/2' abuelo, (.) padre de la dicha my madre» (doc. 19, f. lv.), «ynés yacche,/6 mj señora madre» (doc. 22, f. 852v.), «mi padrastro, pablo» (doc. 26, f. 868v.), «doña francisca tocto (...) my hermana difunta» (f. 894r.), «mi hijo juan» (doc. 15, f. 697v.), etc. 3. La identidad viene aclarada también a través de la especificación de la profesión ejercida y/o el estado en el que se encuentra el destinatario: «felipe de/" chaues (.), sastres» (doc. 11, f. 678r.), «Luys Aymara, enfer-/12 mo» (doc. 16, f. 702v.), «a joan/ 2 atau yupangui ynga, Regidor/' en la dicha perroquia, y joan cayo,/4 sillero» (doc. 17, f. 705r.), «don Juan gualpa